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La Ciudad de Dios
AfloXXXVUI.-Núm. 1.107.
LA
Ciudad de Dios
REVISTA QUINCENAL
RELIGIOSA, CIENTÍFICA Y LITERARIA
DEDICADA
AL GRAN PADRE SAN AGUSTÍN
PUBLICADA POR LOS PP. AfiUSTIÍÍOS DE BL ESCORIAL
6011 aprobación eclesiástica. ^
VOLUMEN eXYIlI
REDACCIÓN Y ADMINISTRACIÓN
REAL MONASTERIO DE SAN LORENZO DE EL ESCORIAL (mADRID)
1919
AV
Cs
V118
Imprenta Helénica.— Pasaje de la Alhambra, 3. Madrid.
n EL VEROIIDERO ADTOR DEL lÜM DE LAS LEIIGOAr
(i)
(CONTESTACIÓN AL ACADÉMICO SR. COTARELO)
SEGUNDA PARTE
Semblanza de López de Velasco.
(CONTINUACIÓN)
López de Velasco, hacendista.— Siendo ya Velasco Secretario del
Consejo de Hacienda, surgió en toda España y nuestro reino de Ña-
póles un magno conflicto sobre la carestía y falta de subsistencias,
más grave aún que el de los tiempos actuales. Hubo alborotos y mo-
tines hasta en varios puntos, tratando de impedir que viniesen trigos a
España. Felipe II, hondamente preocupado y queriendo remediar las
necesidades apremiantes de los pueblos, mandó reunir en Madrid el
año 15Q3 una Junta de hacendistas para estudiar el asunto y poner
algunos aunque tardíos y débiles puntales al ruinoso edificio de la
hacienda española.
Fueron esos hacendistas Francisco de Salablanca, Pedro Luis de
Torregrosa, Pedro Ortiz del Río, Mateo Ferro y Gaspar de Pons.
López de Velasco fungía de Secretario. Suya es la letra de los seten-
ta folios en que se discute ese negocio, y de otros varios del mismo
Códice (2), confrontados con autógrafos que llevan su firma de casi
idénticas fechas.
Esa junta examinó las causas y remedios de la carestía de las sub-
(1) Véase la página 441 del volumen CXVII.
(2) Cf. B. Esc, L-M2. folios 4-70. Faltan las primeras hojas. Se analiza ex-
tensamente ese Códice en el tomo 2.^ de los Códices españoles del Escorial,
6 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
sistencias, la mendicidad pública, los latifundios, los derroches de
los nobles y hacendados en el vestir y comer, la falta de cultivo de
las tierras, las pragmáticas anteriores sobre la agricultura, la econo-
mía que debía introducirse en los gastos de guerra, la falta de equi-
dad en las contribuciones de algunas provincias y reinos, la emigra-
ción y... ¡lo que cada año ingresaba de América en España, así para
el Rey como para los particulares! Cuando este último punto sea co-
nocido de la Historia, acabará de ser derribada la leyenda del mí-
tico becerro de oro americano. Con decir que sólo del reino de Ña-
póles había mayores ingresos que de todas las Américas juntas, está
dicho bastante.
El cómputo se hizo año por año y por quinquenios, desde 1574
a 1594. Felipe II, con una alteza de miras y una probidad que le
honran, mandó a su tesorero que presentase a la Junta los libros de
ingresos y gastos de su Real Casa, para cercenar lo que fuese preci-
so. Por ellos sabemos hasta las limosnas que daba el Rey, y las can-
tidades mensuales remitidas para la obra del Escorial.
En el mismo Códice se hallan unas advertencias de Velasco a
cierta pragmática de Felipe II sobre la agricultura, de las cuales me-
rece copiarse este párrafo por la valentía que revela en decir la ver-
dad al Rey:
«... La pragmática es injusta y desigual respecto de años y de
tierras diferentes, en que se coge más o menos; y más respecto de
los labradores que no pueden hacer de sus haciendas y trabajo lo
que los otros. Y así parece que conviene luego quitar la premática y
dejar en su libertad la labranza de la tierra para que crezca y se en-
riquezca, y que los labradores crezcan y multipliquen; que cuando
llegasen a ser muchos, entonces será el reino poderoso y abundado
de todo; y ellos de suyo, sin leyes ni premios, se aplicarán a la ocu-
pación y trabajo que más sea menester para el reino. Y para hacer
que los mantenimientos y mercaderías sean baratas, el medio y re-
medio más eficaz es dar orden que haya muchas, y sobre todo que
haya mucha gente y rica, que es lo que enriquecen los reinos y los
reyes; porque el reino sin gente no es reino; y si los hombres faltan^
todo ha de faltar forzosamente. >
Como Velasco murió siendo Secretario de Hacienda de Felipe II,
antes de considerarle desde otros puntos de vista, convendrá hacer
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS» 7
un extracto de su testamento que aclara notablemente la autentici-
dad del Diálogo de las lenguas. No lo publicamos ahora íntegro por
no alargar demasiado este estudio.
Su testamento.— AniQ todo es preciso fijarse en dos personajes
que figuran en él, y cuyos apellidos son los mismos que intervienen
en el Diálogo de las lenguas: Torres y Valdés. ¿Quiénes eran estos
dos personajes, tras de los cuales se escondió el autor del Diálogo?
Las fantasías inventadas acerca de ellos, quedarán desvanecidas ante
la siguiente realidad: Torres y Valdés fueron dos amigos de Juan Ló-
pez de Velasco. El primero, llamado Francisco de Torres, fué el es-
cribano ante quien otorgó testamento; y el segundo, Juan de Valdés
(muy distinto del heresiarca) es uno de los albaceas; era licenciado
en Derecho y vivía en la calle de Atocha, cerca de la iglesia de San
Sebastián, de Madrid.
Velasco otorgó testamento cerrado el L® de Mayo de 1598 ante
Francisco de Torres. Murió el 3 de Mayo del mismo año en la Corte.
Se abrió su testamento el día 13 ante Gonzalo Fernández, entre cuyos
protocolos se halla el referido testamento con la firma autógrafa de
Velasco. Nombró albaceas y testamentarios al Rvdo. P. Juan García,
su confesor y rector del Colegio de los Padres Jesuítas de la calle de
Toledo (hoy San Isidro); al doctor Miguel de Mena, al licenciado
Juan de Valdés, abogado de Madrid, y a Francisco de Tébar, para
que dos de ellos, o los tres, o los cuatro lo hagan cumplir.
Fué célibe, y no teniendo herederos forzosos, dejó por principal
heredera a su propia alma, con algunos sufragios y memorias pías
que luego se indicarán. Establece un memorial de la hacienda y
deudas que tenía, y sobre la forma de cumplir las mandas. Con ha-
ber muerto siendo Secretario de Hacienda de Felipe II, puede
decirse que murió pobre. Dice que 300 ducados aproximadamente
le pertenecían de una procuración de que se le había hecho merced
en Lima a él y al contador Alonso Juárez, casado con D.a Juana
de Torres, que parece ser hermana del escribano Francisco de To-
rres. Añade que tiene 3.500 ducados en poder de Juan Pascual,
parte de los cuales son quinientos ducados de juro de por vida,
«cuyo privilegio se despachó a disposición de Bobadilla, y me lo
renunció, y el privilegio y renunciación está en mi escritorio pe-
8 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
queño; y este dinero procedió: los mili y quatrocientos ducados,
de lo que su Magestad me ha pagado de mi salario, y de los
mili de que me hizo recompensa por haber servido todo el oficio,
con salario de uno, de los dos Secretarios (1); y los dos mili ducados,
de lo que vino de las Indias procedido del oficio del sello y registro
del nuevo reino de Granada; y vino ocho meses antes que me qui-
tasen el de la hacienda, proveyéndolo Dios assi, porque sino quedara
sin un real para com2r y cargado de deudas. Y sabe esto el Sr. Luis
Gaitán de Ayala que me lo cobró en Sevilla y me lo invió. Háse
de hacer la quenta con Juan Pascual, y acabarle de pagar el pre-
cio de este juro, con los réditos corridos dello, con otros mili duca-
dos de que agora su Magestad me ha hecho merced, o como a mis
testamentarios pareciere». (2).
Deja e! importe nominal de «lo que valieren las Escribanías de
los Guardas Mayores de los montes de Madrid, Escalona y Guada-
lajara, de que se trata pleito ante el Sr. León en el Consejo Real.»
ídem: < unas casas y dos huertos que tengo en Vinuesa, que val-
drán como 300 ducados. Mis libros, alhajas y aderezo de caza y el
caballo, que será mucho si todo vale quatrocientos ducados, que
querría se vendiese sin hacer almoneda dello, porque no es para
visto en casa ni en la plaza.»
Felipe II le había nombrado administrador de los bienes de don
Diego de Mendoza que éste había dejado al morir (1575) para el
Rey. López de Velasco, cuya conciencia debía de ser delicadísima,
con haber servido sin sueldo tal administración durante catorce
años, todavía señala entre sus deudas «450 ducados, poco más o me-
nos, en que soy alcanzado en la dicha administración de los bienes
de Don Diego de Mendoza, y tiene la cuenta y finiquito el Sr. An-
tonio Boto (3), y su Magestad debe mandármelo soltar por haber
servido aquella administración 14 o 15 años sin salario ni recom-
pensa^.
(1) Se refiere, naturalmente, a los dos oficios de Secretario del Consejo de
Indias y del Consejo de Hacienda. Y esto confirma el documento antes inserto.
(2) Sumadas las cifras de su haber, son 5.300 ducados, y no se sabe qué
significa la frase de «antes que me quitasen el de la hacienda», pues murió
siendo Secretario como se dice en la partida de defunción.
(3) Era Guarda joyas del Rey.
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS» 9
Entre sus deudas enumera las siguentes: «Al Sr. Horatio Doria,
lo que él dixere que le debo en conformidad de una carta suya que
tengO; que son sesenta y tantos mili maravedís».
«Al Sr. Agustin de Cetina debo cien ducados, los cinquenta por
un mal caballo que compró para mi, y los otros cinquenta por cuen-
tas entre los dos; y si quisiere, que sean 50 más...
«Al descargo del alma de Francisco López de Velasco, mi herma-
no, que murió en el nuevo reino de Granada, 100 ducados y más lo
que allí me deben de la renta o derechos del Sello, que serán como
otros setenta ducados que debe Juan Párraga, del tiempo que lo
sirvió»...
Mandas. — «Viva y posea Catalina López, mi hermana, las casas y
huertos que yo tengo en Vinussa, por su vida; y después della sean
del Beneficiado de la Iglesia de Vinuesa, si se quisiere encargar de
decir cada año doce misas por mi y por mis defunctos...; y si el Be-
neficiado no se quisiere encargar, dé las misas al Cura, y si éste no
aceptare, al sacristán con el mismo encargo».
«De lo que quedare de mi hacienda... se den a mi hermana Ca-
talina López por su vida 100 ducados cada año para su sustento... y
50 ducados cada año a Juan Fernandez, su hijo, para vestirse mien-
tras no se fuere a las Indias... y 50 ducados a P.o Fernandez, su her-
mano, por una vez para amarre a las Indias, si ya no fuere ido (1)»..*
«Lo que más quedare de la renta del juro, y lo que vacare des-
tas mandas, se reparta cada año entre los más pobres de Vinuesa, por
la orden y forma que tengo tratado con los tres testamentarios pri-
meros».
(Siguen otras mandas para dote de las hijas de su hermana Ca-
talina, y otras para los criados del testador).
Restituciones de libros (al margen).
«Los libros que se han traído para la corrección de las
obras de San Isidoro, que estuvieren en mi poder, y los que
(1) Estos dos sobrinos de Velasco nacieron también en Vinuesa; Pedro,
el 18 de Agosto de 1577; y Juan ei 24 de Enero de 1581. Cf. Arch. Parroquial de
Vinuesa, lib. 2.», fol. 29.
10 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
hubiere el Sr. Qrial (1) que se han de cobrar de él, y un Fue-
ro Juzgo del Secretario Zurita, que tiene el señor licenciado
Ramirez, se han de restituir a sus dueños» (2).
«Al Guardajoyas de su Magestad [Antonio Boto] se han
de restituir los libros de Juan Paez (3) y otros tocantes a In-
dias que se me dieron prestados».
«Hánse de entregar [¿también al Guardajoyas?] los pape-
les de don Diego de Mendoza todos, salvo las obras de poe-
sía que son mias y la Historia de la guerra de Granada que
está en unos cuadernos de letra de Juan Vázquez» (4).
«Los libros de mathematicas que pareciere haber sido del
buen Antonio Gracian, se vuelvan a su hermano Thomas
Gracian»...
«Hase de suplicar a su Magestad que por lo que serví en
los officios de Indias, en que hice dos libros de mucha im-
portancia, y la Recopilación de las cosas proveídas hasta
(1) Ya se ha visto anteriormente que /uan Grial fué el impresor y prolo-
guista de las obras de S. Isidoro, y que hace un gran elogio de López de Ve-
lasco.
(2) Esto prueba que López de Velasco había sido amigo de Jerónimo Zuri-
ta fallecido el año 1580; y no sería extraño que el ejemplar del Diálogo de las
lenguas que se halló entre los papeles de Zurita le hubiera sido enviado por
Juan López de Velasco, pues entre aquellos eruditos solía haber préstamos
frecuentes y consultas de libros.
(3) Esos libros de Páez de Castro se hallan en el Escorial. Véase mi Catá-
logo de los Códices españoles del Escorial. Madrid, 1917.
(4) Ese Códice de la Guerra de Granada, de letra de Juan Vázquez del Mar-
mol, se halla en el Escorial (h-IIl-7); coincide exactamente con la letra de otro
Códice autógrafo del mismo Vázquez del Mármol (L-III-24), con las observacio-
nes al libro de Velasco Ortographia y pronunciación castellana existentes en el
Códice k-III-8, donde se halla el ms. del Diálogo de las lenguas y también
con la letra de algunos pliegos del ejemplar del Diálogo del Museo de Londres.
Prueba evidente de que Juan López de Velasco se sirvió con frecuencia de la
letra primorosa de su amigo Vázquez del Mármol.
La Guerra de Granada fué impresa en Madrid el año 1610, y en Lisboa el
año 1617 por Luis Tribaldos de Toledo. Algunos han dudado que fuese escri-
ta por D. Diego de Mendoza. Hay motivos para dudar.
El ms. de las Poesías no se halla en el Escorial. Hay un ejemplar ms. en
la Librería de Florencia. Clase 8, n.» 354. También exite otro ejemplar ms. en
París, según dice Ochoa en sus Manuscritos españoles de la B. Real de París;
pág. 532. Se publicaron el 1610 en Madrid por Díaz Hidalgo con muchos de-
fectos, según testimonio de los colectores del Parnaso Español; Madrid, 1770;
T. IV, pág. XIX.
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGÜAS> 1 1
el fin de la visita de Juan de Ovando, de lo qual todo no es-
toy gratificado, que su Majestad se sirva de liacerme merced
de mandar proveer a estos dos sobrinos en algunos offícios
de Indias, o como fuere servido, en especial al mayor, para
que vivan y sirvan, ya que yo, por hacer el deber, no adquirí
qué poderles dexar; y assi mismo se le suplique haga mer-
ced a los demás mis deudos, representándole mis servicios,
y que dexo una hermana muy pobre con muchos hijos y so-
brinos de otra hermana defuncta, y la merced que S. M. hi-
ciere se reparta entre todos» (1).
«Doscientos ducados a la Compañía de Jesús de esta Villa
de Madrid, a que suplico me den sepultura en su Iglesia; y
si no me la quisieren dar, sea mi cuerpo sepultado en el mo-
nasterio de la Concepción Francisca de esta Villa, quedando
en qualquier suceso los doscientos ducados para la Compa-
ñía de Jesús»...
«A un hermano que tengo en Quito, se le envíen los dos-
cientos ducados que tengo en poder de Pedro Villamor, que
son suyos, de que hay escritura en mi poder».
«Restituyase un Vocabulario Latino-Aragonés a D. Miguel
Gort, hijo del Secretario Gort>...
«Dése la Biblia de Vatablo pequeña al P. Juan Qarcia, mi
confesor y testamentario» (2).
«Los Señores Doctor Mena y Licenciado ytíarz de Valdes,
mis testamentarios, escoxan entre mis libros cada dos los que
les pareciere».
(1) De todas las cláusulas del testamento, quizás sea ésta la más importan-
te para la Historia; porque confirma y ratifica lo que anteriormente se ha ex-
puesto: que Juan López de Velasco fué quien hizo la recopilación de las fa-
mosas Leyes de Indias, y acompañó a Ovando en la visita que por orden del
Rey hizo a América.
En efecto, entre los papeles de Velasco existentes en el Escorial y aun en
el mismo Códice donde está el Diálogo de las lenguas, hay algunas Relaciones
sobre América que llevan este título de López de Velasco: Papeles del tiempo
de la Visita. Y ya queda demostrado que Velasco fué el encargado de Felipe II
de recoger las Relaciones sobre Indias, lo mismo que las de España.
(2) Este Padre jesuíta fué Rector del Colegio de Madrid, Provincial de la
de Toledo, y murió en Alcalá el año 1607. Siendo Rector del Colegio, desem-
peñó el cargo de Consultor del Consejo Supremo de la Inquisición, según tes-
timonio del P. Cristóbal de Castro en su Historia ms. del Colegio de Alcalá.
— «Nota que me remite el ilustre jesuíta P. Federico Cervós».
12 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
«Hágase Memoria de mis papeles de curiosidad, y mués-
trese a SU Magestad para que se sirva de los que quisiere...»
[Firma autógrafa de Juan López de Velasco.]
Tal es el breve extracto del testamento de este insigne y casi
desconocido escritor clásico. La cláusula última, presta no pequeña
luz para nuevas investigaciones. Porque, si bien es cierto que hasta
el presente no se ha podido hallar ese Memorial o Catálogo de los
papeles que dejó al morir, y que debieron inventariar sus albaceas
y testamentarios para entregarlo a Felipe II y que éste «se sirviese
de los que quisiere», no es menos cierto que la inmensa mayoría de
esos papeles de curiosidad, donde indudablemente se incluiría el
Diálogo de las lenguas, se hallan en esta Biblioteca Escurialense. En
varios Códices, y con letra suya, se lee con frecuencia esa misma
frase de su testamento: <papeles de curiosidad* (1).
Partida de defunción.— Es tan breve como interesante. El día l.o
de Mayo de 1598 habla hecho testamento cerrado ante el escribano
real llamado Francisco de Torres. El 3 de Mayo del mismo año, des-
pués de recibir los Sacramentos de la Iglesia, falleció en la calle de
Toledo en casa de Simón López. Fué enterrado en la Iglesia de los
Padres Jesuítas de la misma calle de Toledo, hoy San Isidro. Se
abrió su testamento el 13 de Mayo ante el Escribano Gonzalo Fer-
nández. Como no tenía herederos forzosos, dejó por heredera a su
propia alma, y la disposición de su entierro, sacrificios y sufragios a
voluntad de sus testamentarios. Eran éstos, según el orden que se
establece en la partida de los libros parroquiales de San Justo y Pas-
tor, los siguientes: el Doctor Miguel de Mena que vivía en la calle
de la Paja en casa propia; el Licenciado Juan de Valdés que vivía en
la calle de Atocha junto a la Iglesia de San Sebastián en casa del al-
(1) Véanse los Códices L-I-12, L-I-13, L-I-14, L-I-15. Con estos Códices y
con el K-in-8, donde se halla el Diálogo de las lenguas, debieron venir también
los escritos del Dr. Páez de Castro que Velasco utilizó y mandó que se entre-
garan al Guardajoyas del Rey. La encuademación de varios Códices es en per-
gamino de aquel tiempo. Quizá en alguno de los incendios que ha sufrido la
Biblioteca de El Escorial, se habrán perdido otros, juntamente con el registro
de las entradas. Por eso, en muchos casos, se hace imposible constatar las
procedencias.
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS» 13
calde Otaola; el P. Juan García, de la Compañía de Jesús; y Francis-
co de Tebar que vivía en la calle del Prado en casa propia (1). Que
a la hora de su muerte seguía siendo Secretario del Consejo de
Hacienda, se deduce del encabezamiento de la misma partida de
defunción, que dice: «En 3 de Mayo de 1598 años murió el Secre-
tario Juan López de Velasco. Recibió los S.*°s Sacramentos. Enterró-
se en la Compañía de Jhs....>
Según el tenor de esta partida y del testamento, se ve que el no-
tario o escribano de López de Velasco se llamaba Francisco de To-
rres, y uno de sus testamentarios Juan de Valdés, que aún vivían
cuando murió Velasco. Como los dos principales personajes espa-
ñoles que figuran en el Diálogo de las lenguas se apellidan Valdés y
Torres... se deja al discreto lector que deduzca las consecuencias
que estime convenientes. Por de pronto, parece que caen por tierra
todas las fantasías inventadas por algunos críticos, para hacer coinci-
dir y encajar los apellidos Valdés y Torres en personajes del primer
tercio del siglo XVI, en que suponían haberse escrito el Diálogo.
¡Cuánto tiempo se ha gastado, y cuánta tinta se ha vertido con tales
suposiciones, que han pasado por eruditas e ingeniosas!
Pero no es esto solo, sino que ahora empiezan otras pruebas más
directas en demostración de la tesis afirmativa.
Pedagogo.— Qul^n haya leído, o siquiera hojeado, el libro que
Juan López de Velasco publicó en Burgos el año 1582 sobre la Or-
tografía y pronunciación castellana, habrá notado desde el prólogo
y dedicatoria a Felipe II, que el fin principal de él fué dar unidad al
lenguaje español con las reglas que establece para escribirlo y pro-
nunciarlo. El mismo objeto se nota, aunque en forma distinta, en la
parte que a la ortografía se dedica en el Diálogo de las lenguas. Am-
(1) Véase Libro de difuntos de la Parroquia de San Justo y Pastor; desde el
año 1597 a 1608. No está foliado; pero corresponde al fol. 25 v. En la hoja si-
guiente se halla la breve Memoria pía de que trata en su testamento, y consis-
te en que las casas y huertos que tenia en Vinuesa pasasen a poder de su her-
mana Catalina, viuda de Fernández, y a la muerte de ésta a la Parroquia de
Vinuesa, con la obligación de celebrar doce misas al año por los difuntos del
testador. La Parroquia de los Santos Justo y Pastor se hallaba entonces en la
que es hoy Iglesia Pontificia de San Miguel, contigua al Palacio Episcopal.
14 ¡SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
bos libros son completamente didácticos, y ambos suponen una
gran preparación y vanados conocimientos etimológicos sobre los
orígenes y desarrollos de la lengua española; porque obras de esa
índole no se improvisan.
Parecía natural que su autor tuviese apuntes previos sobre esas
materias; y que se confirmase lo que en el Diálogo de las len-
guas (fol. 10 V.) se dice de su autor: «le tengo por tal, que ninguna
cosa escribe sin fundamento, y apostaría que tiene en sus papeles
notadas algunas cosillas sobre esta materia de que le queremos
hablar. Esto creo assi, porque no vi en mi vida hombre más amigo
de escribir; siempre en su casa está hecho un scriptor de poyo, la
péñola en la mano; tanto, que creo escribe de noche lo que hace de
día. y de día lo que sueña de noche.»
Así resulta, efectivamente, registrando uno de los Códices de
esta Biblioteca que le pertenecieron, y donde se ve varias veces con
su letra, su firma (1). En este Códice, no sólo se leen algunas cosillas
sobre las mismas materias de que trata en la Ortografía y en el Diá-
logo, sino apuntes importantísimos de cuestiones pedagógicas y filo-
lógicas del mismo autor.
Cuando éste fué encargado de ordenar y recoger las Relaciones
histórico -geográficas de los pueblos de España y América, debió de
quedar sorprendido y como avergonzado de la incultura popular,
ante los detestables caracteres de letras que hoy mismo cuesta ím-
probo trabajo descifrar a los más peritos paleógrafos. Los mismos
hombres doctos, en su inmensa mayoría, tampoco se preocupaban
mucho de dar fíjaza al modo de escribir y pronunciar el español,
cosa que, con razón, nos reprochaban los extranjeros. López de Ve-
lasco se lamenta de ello en el prólogo de su Ortografía y pronun-
ciación castellana, libro aprobado para los reinos de Castilla, Aragón
y Portugal. Pero la rutina y el capricho de seguir escribiendo cada
cual según su talante, hizo comprender a Velasco que la reforma pe-
dagógica resultaría estéril si no se empezaba por someter a examen
previo a los maestros de escuela. El abandono de éstos era imper-
donable. Los niños salían de las escuelas tan ignorantes como sus
improvisados maestros de pane lucrando. La enseñanza era dema-
(1) Cf. B. Esc, L.-I-13.— Folio may. 289 hojas.
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS» 15
siado libre, tan libre que bien podía asegurarse que no existía tal en-
señanza elemental. Cualquier remendón, como dice Velasco con cier-
ta gracia, podía abrir escuela donde quisiera, para cobrar sin ense-
ñar. El Estado no se inmiscuía en esos menesteres. Los padres de
familia pagaban a los maestros cuando querían pagarles. Y los maes-
tros se vengaban, enseñando poco y mal a los que poco y mal pagaban.
Ante ese estado de cosas, Velasco propuso en 1587 a Felipe II,
por conducto de García de Loaisa, maestro del Príncipe, un proyec-
to o memorial de reformación para someter a examen a los maestros
de escuela, principalmente en Madrid, donde, según el informe, ape-
nas podrían hallarse doce muchachos que supieran escribir y leer co-
rrectamente. Es tan grave ese documento, que merece se copien al-
gunas cláusulas para la triste historia de nuestra pedagogía:
«Si para enseñar un caballo, con ser un animal, se busca el me-
jor picador que se halla, justo es que se considere cuánto más im-
porta la enseñanza y crianza de los niños en su tierna edad... Res-
pecto de lo dicho, y de no haber tenido las Justicias destos Reynos,
a cuyo cargo ha sido el poder poner remedio en esto, el cuidado que
convenía, hay en Madrid las peores escuelas de España. Lo uno, por-
que cualquier remendón pone escuela cuando y como le parece, sin
tener letras, ni habilidad, ni examen, ni licencia: Y lo otro porque
como aquí hay tanta variedad de gentes y tanta suma de muchachos,
no ha habido nadie que haya reparado en esto, ni se atiende a más
de que cada uno embía sus hijos a la escuela más cercana, sea buen
maestro o malo. De que ha resultado salir todos remendones... Y en
tanto es esto verdad, que no se hallará en todas las escuelas de Ma-
drid una docena de muchachos que se pueda decir que escriban
bien, ni que puedan sus padres sacarles dellas y ponerlos en un offi-
cio de papeles honrrado, donde puedan pasar adelante.»
«Y menos se hallará que ningún muchacho sepa leer perfecta-
mente romance ni tirado; aunque ande muchos años a la escuela,
respeto de que no les toman liciones los maestros, no les enseñan con
la puntualidad y curiosidad que debían, ni asisten en sus oficios las
horas y tiempo que se requiere. Antes, por descargarse y relevarse
de trabajo, los someten a unos mozos que tienen, que llaman ayu-
dantes, los cuales vienen asimismo a deprender a sus escuelas y sa-
ben tan poco como los demás... etc., etc., etc.»
16 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
Felipe II; después de reflexionar sobre tan grave y magna cues-
tión que afectaba a las entrañas vivas del reino, mandó reunir el Con-
sejo de Estado en Agosto de 1587, acordando que López de Velas-
co, que había señalado la llaga, propusiese los remedios para cu-
rarla.
Ni corto ni perezoso, como en todos los asuntos en que intervi-
no, escribió una * Instrucción para examinar los Maestros de escuela
de la lengna castellana y enseñar a leer y escrevir los niños>. Los ar-
tículos principales de esa instrucción, están tomados casi al pie de
la letra de su libro sobre la Ortografía y pronunciación castellana,
según he podido comprobar por un minucioso cotejo. Pero, además,
por orden del Consejo, extendió la minuta de la Pragmática que
acerca del particular había de suscribir el Rey para reforma tan ne-
cesaria.
En esa minuta proponía Velasco que todos los aspirantes a maes-
tros viniesen a Madrid para ser examinados por el Tribunal que se
nombrase. Pero tal centralismo pedagógico no satisfizo al Consejo
ni al Rey, y se acordó el término medio de que fueran examinados
en cada diócesis y vinieran a la corte los que quisieran ser en ella
examinados. Tal resolución fué comunicada a López de Velasco
el 29 de Agosto de 1587 por conducto del Secretario Mateo Váz-
quez y por Juan Vázquez del Mármol, añadiendo que aquél se en-
tendiese para tal fin con D. Pedro Portocarrero, Presidente del
Consejo.
En el borrador que López de Velasco dejó sobre este asunto,
añade él mismo esta nota: «Remitióse el 2Q de Agosto 1587 al
Conde de Barajas, de mano del Secretario Matheo Vázquez. Su Ma-
gestad dice que esto es de consideración para mirar lo que conven-
drá proveer. | Y habiéndome llamado el Presidente, se vio el me-
morial en el Consejo y se decretó: «Juan López de Velasco acuda
al Sr. Don Pedro Portocarrero con este memorial | . Mármol | .>
Habiéndole hablado y conferido el negocio, le di el parecer desta
otra hoja en limpio de letra de Gaspar, criado del Licenciado Lagu-
na, y el memorial juntamente... de Junio 1588.> (1).
(1) Cf. B. Esc, L-I-13, fols. 249-267. En la cubierta de guarda de este cua-
derno, pone López de Velasco este título de su mano: ^Papeles de curiosidad,
SOBRE BL YBRDADEBO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAB LENGUAS» 17
Filólogo. — Si López de Velasco trabajó tanto por la reforma de
los fundamentos de la lengua castellana, mucho más hizo todavía
por su desarrollo y perfección como filólogo. Es este un punto que
merecería mayor amplitud de exposición y análisis.
En el Diálogo de las lenguas se observa el empeño del autor en
buscar el origen de muchos vocablos castellanos. Puede decirse que
es el primer libro que tenemos de filología comparada, donde se
trata (con mayor o menor fortuna) de palabras procedentes del grie-
go, hebreo, árabe, latín, italiano y francés. Pues en ese mismo Có-
dice que perteneció a Velasco, existe variedad de apuntes sobre la
misma materia, y además una lista de libros italianos que versan
acerca del origen de la lengua vulgar, entre ellos el Cortesano de
Castiglione, y la Prosa del Cardenal Rembo, en las cuales sin duda
se inspiró Velasco.
Un ejemplo, de los muchos que pudieran citarse. En el Diálo-
go (pág. 92, edic. de 1873) se dice: <Sayon por verdugo se usa mu-
cho; pero es mejor vocablo verdugo.* En el Códice de que venimos
hablando hay un cuaderno que tiene este título: *Etimologie verbo-
rum hispanorum. Empiezan esos apuntes por la palabra sayón, y
dice: «Deste nombre se usa en España por ministro de justicia, aun-
que vil y bajo. Parece que su deducción viene desde tiempo de los
Godos, porque según parece por las Varias de Casiodoro, era offi-
cio... etc., etc. Salo o saius parece que es vocablo de los francos,
porque en la lengua dellos saisir quiere decir echar las manos; y
nosotros decimos asir. V assi, saisir en la lengua de los franceses
quiere decir aciio vindicandi. El saisir y el asir nuestro viene de
ansa, latino. > (1). Siguen las Etimologías comparadas, en número
considerable.
En el mismo Códice (fol. 182 al 186) hay un Catálogo de *Libros
de romance para la Librería de San Lorenzo.* Firma ese Catálogo
Juan López de Velasco. Y entre esos libros que había adquirido por
con lo de los maestros de escuela.» Por la nota anteriormente copiada, se ve
que otro de los amanuenses de López de Velasco era un tal Gaspar, criado del
Licenciado Laguna. La misma clase de letra abunda en otros Códices que per-
tenecieron a Velasco, incluso en el K-III-8, donde se halla el Diálogo,
(1) Cf. B. Esc, L-I-13, fol. 230 al 243.
18 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
orden del Rey para El Escorial, suele dar preferencia a los italianos.
Cosa rara. Entre esos libros se hallan:
« — El Cortesano, traduzido por Boscan, año 1549. En 4.o y perg.»
« — Prose, di monsignor Bembo. Venecia, 1540. 8.o y perg.»
<—Fondamenti del parlar Thoscano, di Rinaldo Corso (s. a.).
8.0 y perg.»
€—Oservatione, di Lodovico Dolce, a la Lingua volgare. Vene-
cia, 1560. 8.° y perg.>
<—UOsetvatione de la Lingua Volgare, di diversi homini. Vene-
(jia, 1565, 8.®, perg.»
* —La richesse della Lingua Volgare, di Fran.co alumno en Vene-
cia, 1555. Folio, perg.»
€'—Ortographía della Lingua Volgare.,. Venecia, 1568, 8.°, perg.»
Entre esos libros hay también varios diálogos en italiano, como
el de Gabriel Simeone, florentino, Guillermo Bobillo, y el médico
León Hebreo. Sólo falta el de Benedicto Varchi, Dialogo delle Lin-
gue, donde más directamente ya se ha visto que se inspiró López
de Velasco. Pero ya se cuidaría éste de reservarse para sí ese libro,
cuya sinonimia podría delatar el suyo.
Cuándo y dónde adquirió Velasco esos libros que tratan de filo-
logía comparada para remitirlos a El Escorial, no es fácil averiguar-
lo, porque el Catálogo no tiene fecha. El libro más moderno es del
año 1576.
Si Velasco trajo en varias ocasiones libros para esta Biblioteca,
también sacaba algunos cuando los necesitaba, con permiso del
Rey. Al final de la anterior lista mencionada hay ocho libros fran-
ceses, que Velasco dice haber tomado prestados de El Escorial. V es
curioso que el primer libro de esa lista es <El Cortesano, traducido
al francés, impreso en París el año 1540, en 16.^, cartones y cuero
bayo>.
Merece llamarse la atención sobre que en el mismo Códice
(fols. 189 a 213) existe un Vocabulario trilingüe (español, árabe, lati-
no), y que en el margen derecho y transversal de la primera hoja
vuelta se lee: « Yo Juan López de Velasco.^ Siguen dos rúbricas del
mismo y estas palabras: «Puerto de mar.» El Vocabulario no está
completo. Son algunos centenares de palabras curiosas y raras, con
sus correspondientes arábigas y. latinas. No parece formado con la
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS» IQ
idea de un Diccionario, sino para esclarecimiento de algún libro, a
guisa de apuntes. A veces, tras las palabras españolas suprime las
arábigas o latinas, y pone su equivalencia griega. Otras veces, des-
pués de la significación árabe y griega, explica la palabra castellana
y hace historia de ella, como en el caso siguiente:
^Estoraque líquido,.. Estas maneras de estoraque nazen en cierta
parte de las Indias, en la ciudad Balachsa, en especial lo que dicen
calamita; y es tan fino antes que lo falseen, que si lo ponen a las na-
rizes, o si echan cantidad de una lenteja dello en el fuego, es un
olor tan penetrativo, que no ay quien lo pueda sufrir, a estar en la
pieza donde se quema; y tura por muchos días alli aquel olor, que
nunca se pierde de aquel lugar donde lo enzendieron.» (Fol. 192.)
Con la particularidad de que, siempre que tiene ocasión de lo que
ha visto en las indias, lo introduce explicando esas palabras, como
al tratar de los ^Clavos de giroflé que nazen en las Indias»; y añade
que los mejores son los de las Malucas y otras islas que van alrede-
dor de ellas. «El árbol en que el dicho clavo naze es propio como
el árbol de boj, y son las hojas como las del árbol de la canela.
Cuando los dichos clavos comienzan a madurar, tienden aquellos
indios unas mantas debaxo del árbol, y varean con cañas el dicho
árbol, y alli lo coxen...» Ese Vocabulario llega hasta la letra n inclu-
sive. Siguen varios folios en blanco, y hasta el final de Códice se
hallan diversidad de apuntes sobre etimologías castellanas proce-
dentes del griego, hebreo, árabe, latín, italiano, etc. En la portada
de guarda hay este título: Etimológico castellano.
Debe notarse que en esas etimologías existen también muchas
palabras de las que se citan y comentan en el Diálogo, como equívo-
cas o de doble sentido. Entre ellas la palabra lonja, que sirvió al
autor para escribir una anécdota sobre cierto caballero y otro que
parecía judío. «Lonja— dice (1) — llama el español a algún cierto lu-
gar diputado para pasear, y dice también lonja de tocino. — Marcio.
Pues se hace mención de tocino, no puede ser malo el dicho. — Val-
dés. Estábase una vez un mancebo paseándose delante de la casa
de una señora adonde un caballero, por estar enamorado de la se-
(1) Cf. Diálogo f págs. 98 y 99. Por cierto que los impresos citan mal ese
pasaje, como tantos otros. Hacemos la cita por el Ms., fol. 82.
20 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DB LAS LENGUAS»
ñora, se solía continuamente pasear; el cual, viendo allí al mancebo,
le dijo: «—Gentil-hombre, ¿no dejareis estar mi lonja?* El otro,
queriendo hacer del palaciano, le respondió: «—¿Cómo lonja? Se
que no es de tocino.* El otro a la hora le replicó: «—Si de tocino
fuera, segura estaría por vuestra parte.» — Marcio. Eso fué jugar muy
a la descubierta.»
Pues en el Etimológico castellano, que empieza con la palabra
Aleve, explica López de Velasco las diferentes significaciones del
vocablo lonja, incluso el de «lonja de tocino y otras cosas», etc. La
mismo puede decirse de la palabra guisa, tan usada en el Diálogo,
y explicada ampliamente en estos apuntes (fol. 232 v.) en todas sus
acepciones y con estas coplas antiguas que Velasco dice se escribie-
ron sobre un aderezo de guerra:
«El espada tengo en Pisa
Las correas en Guinea,
Vna espuela de la guisa,
Y Otra de la gineta.
Mas tengo unos borceguíes
Entramos del pie derecho,
El uno está allá en París,
El otro está en Alanís;
Vno ancho, el otro estrecho.»
Entre esos apuntes de filología comparada hay una carta del Bró-
cense respondiendo a cierta consulta que se le había hecho, sin duda
para la edición de las Etimologías de San Isidoro (fol. 244). Pero lo
más interesante de todo el códice es quizá ese tratado que ya hemos
dicho se intitula Etymologico Castellano (1). Todo él es autógrafo de
López de Velasco, aunque no tiene firma. Son 586 palabras españolas
procedentes del griego y latín, y además del italiano y francés, cuan-
do tienen relación con estas dos últimas lenguas. No están por rigu-
roso orden alfabético. Parecen meros apuntes de Velasco para ilustrar
las Etimologías de San Isidoro. La erudición es inmensa. Merecen pu-
blicarse. Y no se contenta el autor con indagar las raíces de tales pa-
labras, sino que a veces las ameniza con algunas anécdotas curiosas
(l) Cf. Bib. Esc, L-I-13; fol. 270-285.
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS» 21
sobre el empleo que el vulgo las da, según la costumbre arraigada
del mismo López de Velasco en el Diálogo de las lenguas. Como nota
curiosa de tales apuntes filológicos, en la cubierta de ese cuaderno,
añade de su puño y letra un pequeño catálogo de autores que habían
escrito sobre la misma materia así en Italia como en Francia y en Es*
paña. Entre los españoles menciona al «Doctor Pedro Enríquez médi-
co en Valladolid | Fray Alonso Chacón, dominico en Roma, amigo de
Ambrosio de Morales | el Docto Ortega, cura de Romaneos, amigo
de Juan Díaz | , el Maestro Vanegas en el libro de las Differencías,
véanse | , el maestro Francisco Sánchez (Brócense) en Salamanca ha
tratado desto | , el fofiori, etymologico arábigo (que) está en el Es-
corial I , véase también el de Monte Casino q se ha de traer | y las
etymologias de Santo Isidoro | ...>
Todos los papeles de este Códice tan interesante tienen íntima
relación, porque revelan la misma procedencia, con los del Códi-
ce K-III 8 donde se halla el Diálogo, y donde López de Velasco puso
notas marginales al cuaderno de Etimologías Españolas de Francis-
co Sánchez de las Brozas, amigo suyo, y también de otros autores
con los cuales se comunicaba, como Vázquez del Mármol, de cuya
letra son las Advertencias de la Ortografía castellana (fol. 202) al
libro de Velasco, impreso, como ya hemos visto, en Burgos el año
1582.
Si ambos códices se completan en varios puntos y en ellos se ad-
vierten rastros evidentes y auténticos de López de Velasco sobre
idénticas materias, es una razón más para atribuirle sin vacilaciones
la paternidad indiscutible del Diálogo, con las notas marginales del
mismo autor y las tachaduras y enmiendas que contiene dentro del
texto. La circunstancia de hallarse, a continuación de él, varias Re-
^aciones de Indias y de España, confirma y ratifica la creencia de que
el Códice le perteneció por completo, y que fué uno de los que, a la
muerte de Velasco, se trajeron al Escorial para enriquecimiento de
cuya Biblioteca tanto había trabajado por orden de Felipe II. Como
que en lo sucesivo no podrá escribirse la historia de la Librería es-
curialense sin acudir a los papeles de López de Velasco.
Y vamos a tratar ahora, aunque sea brevemente, del famoso cua-
derno de refranes, de que tanto habla el Diálogo de las lenguas, y que
tanto ha preocupado a los críticos creyendo que se había perdido,
22 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
sin duda porque nadie se había tomado la molestia de buscarlo. Esos
refranes existen igualmente en el Escorial, en un cuadernito de trece
hojas, ni más ni menos, y de letra auténtica del mismo López de Ve-
lasco, y son iguales a muchos de los que se citan en el Diálogo de
las lenguas, según se verá por el cotejo.
P. MlGUÉLEZ.
(Coníinuará,)
EL CÓDICE OVETENSE DE LOS EVANGELIOS
Y LA BIBLIA DE VALV AÑERA
(CONTINUACIÓN)
El texto bíblico contenido en el cod. Ov. era el de la Vulgata de
San Jerónimo. Los fragmentos escurialenses podrían servirnos de
base para reconstruirle en toda su integridad si supiéramos que el
P. Castillo había colacionado todos los lugares en que el citado có-
dice se apartaba de la edición de Venecia de 1478; pero como esto
no consta con certeza, nos abstenemos de todo ensayo de recons-
trucción.
Las variantes que nos ha conservado el P. Castillo represen-
tan un texto bastante interpolado con lecciones de la Veiits latí-
na, carácter que distingue los manuscritos de familia española, a la
cual parece pertenecer el cod. Ov. Los críticos dividen las Biblias
latinas españolas en tres grupos; es, a saber: el primitivo, que está
representado por el cod. Toletanus, del cual se derivan los otros dos;
el leonés, al cual pertenecen el cod. Goihicus Legionensis, el j^milia-
nus, etc., y el castellano, que comprende la Biblia primera de Alcalá
y la del mariscal de Noailles. Nuestro códice no puede, a nuestro
juicio, ser clasificado, ni en el grupo leonés, ni en el castellano, por la
sencilla razón de que antes que nacieran estas recensiones, existía ya
el cod. Ov.; ni encontramos razones para admitir una mutua y direc-
ta dependencia entre éste y el cod. ToL, pues son bastante numero-
sas las variantes que hay entre ellos (1). Hemos colacionado también
(1) Las lecciones del cod. Ov., que nos ha conservado el P. Castillo, con-
cuerdan con el cod. 7o/. solamente en 40 pasajes, con el j^m. en 38 y con el
Compr. en 46.
24 EL CÓDICE OVETENSE DE LOS EVANGELIOS
nuestro códice con el antiquísimo Liber Cómicas sen Lectionarias
Missae (1) de la Iglesia Toledana, y hemos advertido notables con-
cordancias al lado de no leves discrepancias. Todo esto parece pro-
bar que el cod. Ov. representa un texto español, pero de una recen-
sión algo distinta de las conocidas; lo cual puede indirectamente
verse confirmado por el prólogo al Evang. de San Mateo, de que
hablamos en el artículo anterior, que es tan singular que no se en-
cuentra parecido en ninguno de los numerosos manuscritos consul-
tados por S. Berger (2).
En bastantes lugares (en 81, si no hemos contado mal), las lec-
ciones del cod. Ov. están de acuerdo con el texto de la edición de
Worsdworth-White, que está basado, como es sabido, principal-
mente, sobre los manuscritos nortumbrianos AASY los más fieles
representantes, según los autores citados, de la Vulgata de San
Jerónimo. Cuando no concuerdan ni con los mss. españoles, ni con
los nortumbrianos, convienen de ordinario con el Colbertino, el
Corbeyense, el Sangermanense I y II y otros mss. de la Vetas latina,
No faltan, finalmente, en el cod. Ov. algunas variantes, o nuevas, o
por lo menos bastante raras. Tales son las siguientes: Mt. IV, 25 et
curavií omnes; XIII, 40 colligant; XXI, 23 docentes; XXXIII, 18 de-
bitorem; XXVÍI, 9 Zachariam; la omisión de parte de los versillos 55
y 56 del cap. IX de San Lucas (3), etc. Del valor crítico de cada una
de estas lecciones no hay por qué hablar, pues algunas están ya
definitivamente juzgadas por los críticos, y de otras, que son dudosas,
sería temeridad emitir nuestro parecer, distando mucho de ser maes-
tros en el difícil arte de la crítica textual.
Narrada pues la historia, y señalado ya el carácter e importancia
del cod Ov., que es lo único que nos proponíamos, damos remate a
Huestro breve estudio con la publicación de los pequeños fragmentos
que de él se conservan en la Biblia Escurialense, omitiendo solamen-
te, por considerarlas de poca o ninguna utilidad, las lecciones que
(1) Liber Cómicas seu Lectionarius Missae, quo Toletana Ecclesia ante an-
nos miíle et ducentos utebatur. Edidit D. Germanus Morin. Maredsoli, 1893.
(2) Les Préfaces jointes aux livres de la Bible dans les manascrits de la Vál-
gate. Mémoire posthume de M. Samuel Berger. París, 1902.
(3) Esta omisión se advierte también en el cod. Sargem. / y en bastan-
tes mss. griegos.
KL CÓDICE OVETENSE DE LOS EVANGELIOS
25
se apartan de la edición de Venecia de 1478 (que sirvió de base a
la colación del P. Castillo), pero que concuerdan con la Vulgata
Clementina.
Adveríencia: Indicamos las adiciones con el signo -f (= addit)
y las omisiones con el signo — (— omitíit). Las demás variantes no
llevan signo ninguno especial; a veces, sin embargo, para mayor cla-
ridad, citamos entre paréntesis la lección correspondiente de la Vul-
gata Clementina, precedida de la sigla / (== loco).
ANNOTATIUNCÜLAE ET VARIANTES LECTIONES
COD. OVETENSIS EVANOELIORUM
EVANQELIUM SEC. MATHAEUM
1.® Sicut Lucas euágelista per Nathan marie originé ducit: ita
et Matheus euágelista per Salomoné Joseph originé demóstrauit
idest, ex tribu Juda: vt appareat eos de vna tribu exire, et sic ad xpm
secüdü carné peruenire, vt cópleatur quod scriptü est: vicit Leo de
tribu Juda radix Dauid. Leo ex Salomone: radix ex Nathan.
2.® Sunt in hoc libro curati. 23. signa quinqué, exceptis his quae.
12. discipuli a dño missi in locis fecere diuersis.
3.° Nomina Magorum Bater, Tagarma et Melchi (1).
:ap. i.
3 ex Thamar
Cap.
V.
46 diiigatis
15 qui dicitur
VI.
11 quotidianum
17 omnes ergo
17 4- oleo {post cap.
22 per IsaYam prophetam
tuum)
ÍI.
6 nunquid min.
7 occulte... exquisiuit
22 timuit illuc
23 per prophetam
19 exterminat
20 exterminat
30 minime fídei?
31 quid operiemur
ÍII.
7 — suum
33 quaerite autem
9 quoniam potest
VIL
6 — suis
IV.
9 si procidens
25 H- et curauit omnes
{post trans Jordanem)
10 datei
11 — data
» pater vester coeles
V.
18 — quippe
22 -f- sime causa {post
irascitur fratri suo)
tis
13 — est
14 — est
(1) Cf. Dictionnaire de la Bible, publié par F. Vigouroux, tom. IV, pág. 547.
26
EL CÓDICE OVETENSE DE LOS EVANGELIOS
Cap. VIII.
20 4" ubi requiescant {post
Cap. XVIII.
23 cui asimilatum est
nidos)
regnum coelo-
25 — ad eum discipuli
rum?
eius
24 — ei (post debebat)
27 homines autem illi
25 — eius (post domi-
28 4- homines {post dúo)
nus)
29 exclamauerunt
31 nunciauerunt (/. na-
IX,
15 + et ieiunare (post lu-
rraverunt)
gere)
XIX.
4 — hominem
18 ~ tuam
6 iunxit (/. conjunxit)
23 -f cuiusdam(pos/prin-
7 librum repudii
cipis)
11 -iliis
» -j- ibi {post vidisset)
12 eunuchizauerunt (/.
X.
14 ~ receperit vos, ñeque
castraverunt)
29 sine volúntate patris
XIX.
27 dimisimus omnia
vestri
29 qui relinquit
30 vos autem et capilli ca-
XX.
1 -+- enim {post simile
pitis vestri
est)
XI.
25 — et prudentibus
4 — meam
XII.
10 interrogauerunt
27 erit omnium seruus
13 + et (pos^ sicut)
31 + magis {post ma-
25 desolatur
gis)
26 — ergo
XXI.
3 dimittet vos
XIII.
14 ut impleatur
9 qui venturus est
17 — quippe
23 ad eum docentes
26 giganiae
26 habent
33 in farinam
41 — suam
35 eructabo absconsa
XXII.
4 - sunt
36 dissere nobis
5 — vero
40 sicut ergo colligunt
18 cognouit autem Je-
42 mittens (/. et mittet)
sús nequitiam
44 vendet
eorum et ait
» emet
30 sed sunt
48 4- sua {post vasa)
36 mandatum primum
XIV.
3 Heredes autem
37 — et in tota mente
6 + triclinio {post in me-
tua
dio)
XXIII.
13 vos autem
8 + dixit(pos/ matre sua)
14 — totum Vírsum
12 — eius {post Corpus)
18 debitorem (/. debet)
17 — hic
XXIV
. 1 —Jesús
19 + suis {post discipulis)
13 qui autem perman-
22 iussit (/. compulit)
serit
28 venire ad te
36 + ñeque filius {post
XVI.
4 — prophetae
coelorum)
18 iníerorum
XXV.
10 praeparatae (/. para-
27 sec. opus eius
tae)
XVII.
5 complacuit
14 — peregre
XVIII.
13 quia gaudebit
22 superiucratus
EL CÓDICE OVETENSE DE L.OS EVANGEIJOS
27
Cap. XXVI. 32 + ibi me videbitis
{post Galilaeam)
39 4- vis (post tu)
53 + mil lia (post duo-
decim)
58 -f- rei (post fínem)
67 caeciderunt
XXVII. 6 corban.
9 per Zachariam (/. per
Jeremiam)
Cap. XXVII. 9 quod appretiauerunt
filii Isr.
32 -}- venientemobuiam
sibi (post Simo-
nem)
40 — Dei (post tem
plum)
45 — uniuersam
46 lamasabatchani
47 — et audientes.
EVANGELIUM SEC. MARCUM
In hoc libro sunt curati 18. Signa quinqué ex ea quae missi a dno
discipuli in diuersis locis fecerunt.
Cap. I. 35 + est et (post egressus)
22 mittit vinum nouellum
4 — an male.
12 -f viui (post Dei)
25 poterit
26 potest
29 habet
19 efficiuntur
35 transffretemus
7 Dei summi
23 manus
42 máximo
2 + ista (post quae est)
35 -h secreto (post discipu-
li eius)
VIII. 33 — sunt (post sed quae)
34 post me
I.
II.
III.
IV.
V.
VI.
Cap. IX.
24 — Domine
28 — eum (post eiicere)
49 - sale
X.
6 +etdixit(po5/Deus]
9 iunxit
15 introibit
IX.
4 soluerunt
XIV.
2 fíeret populi
16 praeparauerunt
19 sigilatim
44 — caute
XV.
35 — ecce
XVI.
1 ungerent eum
4 vident
18 egrotos
19 —Jesús.
EVANGELIUM SEC. LUCAM
In hoc libro sunt curati. 23. signa tria ex ea quae a domino mis-
si discipuli eius seu duodecim in locis fecere diuersis:
Cap. I.
II.
17 incredibiles
45 creditiit... ei (/. credidis-
ti... tibi)
66 quid putas
68 — Dominus
7 — eis
Cap. II. 14 in hominibus
21 dominus (/. puer)
46 — eos
IV. 6 voluero
18 — sanare contritos
corde
28
EL CÓDICE OVETENSE DE LOS EVANGELIOS
Cap. V. 7 — pene
VI. 45 — thesauro (post malo)
49 audiuit et non fecit...
concidit (/. audit et non
facit... cecidit
Vil. 24 moueri (/. agitatam)
31 — ait auteni Dominus
47 remittentur
VIII. 18 quomodo audistis
23 navigantibus autem
52 — puella
IX. 55 — dicens: nescitis cuius
spiritus estis
56 — Filius hominis non ye-
nít animas perderé sed
salvare
X. 2 -- suam
XI. 8 et si ille perseveraverit
pulsans]
XII. 35 — in manibusfvestris
38 et si venerit vespertina
vigilia et ita eos inue-
nerit beati sunt,
quoniam iubebit
illos discumbere: et
transiens ministra-
bit eis.
Cap. XIII. 4 syloan
35 — deserta
XV. 21 -f íac me sicut vnum
de mercenariis tuis
(post filius tuus)
XVI. 21 — et nemo illi dabat
XVIII. 16 prohibere (/. vetare)
XIX. 22 non quod seminavi
26 — et abundavit
29 et venisset Belhaniam
XXII. 20 quod pro vobis fundi-
tur
26 iunior (/. minor)
XXÍV. 11 credebant
18 Cleopas
24 non viderunt (/. non
invenerunt)
EVANQELIUM SEC. JOANNEM
In hoc libro sunt virtutes quatuor signa quatuor.
Cap. i. 4 in ipso vita est
15 clamabat
26 stat
29 — ecce (post Dei)
II. 2 4- ibi (post autem)
10 — autem
13 Hierosolyma Jesús)
20 — in
III. 5 — sancto
33 accipit
V. 2 bethzetha
VIII. 10 — qui te accusabant
IX. 4 veniet
XI. 4 pereum
16 + suos {post condiscípu-
los)
(Continuará.)
Cap. XI. 37 — nati
XII. 47 — non (ante custodie -
rit)
XVIII. 36 — utique
XIX. 3 palmas (/. alapas)
6 — eum (post crucii-
ge)
15 + nos (ante non)
20 +Rex Judaeorum
(post latine)
XX. 19 — congregati
29 — Thoma
XXI. 23 moreretur... mofle -
tur (/. moritur... mori-
tur)
P. Mariano Revilla.
MOVIMIENTOS DE LA TIERRA
(O
(CONFERENCIAS SOBRE ASTRONOMÍA VULGAR)
A menos de querer cerrar los ojos y negar el testimonio de los
sentidos, no hay más remedio que admitir uno de estos dos extre-
mos: o es la Tierra, y con ella nosotros, la que se mueve en el espa-
cio o es el resto del mundo sensible el que gira realmente en torno
nuestro. Las apariencias favorecen a la segunda hipótesis; pero los
hechos reales demuestran la primera. En enumerarlos brevemente,
para que no quede la menor duda acerca de esta verdad, vamos a
pasar este rato.
El argumento fundado en un principio muy conocido, que dice:
la parte mayor arrastra consigo a la menor, tiene aquí aplicación
oportuna; porque, según os decía entonces, es imposible que un
cuerpo tan pequeño, como relativamente lo es la Tierra, haga girar
en torno suyo, no sólo al Sol, que es millares de veces más grande,
sino a toda la esfera celeste con los millones de soles y demás astros
que contiene. Y de no girar la Tierra, habrá que admitir esa imposi-
bilidad físico mecánica.
También hice notar el hecho de la inmensa distancia de la ma-
yor parte de las astros, respecto de nosotros; y que, de girar en torno
nuestro, hasta completar una circunferencia en el corto espacio de
veinticuatro horas, suponía una velocidad incomprensible. Añádase
a esto la simplicidad que resplandece como nota común en todas
las leyes naturales, y que la Naturaleza, mejor dicho, su autor, por
medio de ella, no realiza sus obras por procedimientos complicados,
cuando esas obras pueden ser realizadas por medios más sencillos.
(1) Véase la página 378 del vol. CXVII.
30 MOVIMIENTOS DE LA TIERRA
Y aquí, en este caso, la explicación científica de los fenómenos astro-
nómicos, resulta incomparablemente más sencilla con el movim.en-
to de la Tierra qne en cualquiera otra hipótesis que quieran expli-
carse.
Dicho esto en general como pruebas o argumentos de congruen-
cia, examinemos los hechos positivos que positivamente demues-
tran el movimienta de nuestro globo: l.o, diurno , sobre sí mismo en
torno al eje polar; 2.®, antiüo^ alrededor del sol; después otros mo-
vimientos menos notables, pero no menos curiosos y dignos de
estudio.
Si desde una altura considerable, suficientemente elevada para
que el fenómeno aparezca sensible, se deja caer un cuerpo, una es-
fera de plomo, por ejemplo, ésta, al dar en el suelo, no cae en el
punto por donde pasa la vertical del punto superior, desde donde
el cuerpo se ha desprendido, sino que cae siempre hacia el lado del
Este. Se supone, claro es, que el ambiente está tranquilo, que no
hay corrientes de aire, ni ninguna otra causa distinta de la gravedad
que modifique la trayectoria que el cuerpo describe al caer. ¿Cómo
se explica este hecho notable? Sencillísimamente, con la rotación
terrestre. En todo movimiento circular o de rotación de cualquier
cuerpo, el volante de una máquina, si os place, es evidente que las
partes o moléculas de la periferia llevan mayor velocidad que las
más próximas al eje de rotación. Apliquemos esto a los dos puntos;
el superior, de donde cae el cuerpo, y el inferior, que es el pie de
la plomada suspendida del primero. Claro es que el punto más alto
correrá más que el que está en el suelo durante el mismo tiempo
para ambos. Al soltar desde arriba la esferita supuesta y comen-
zar el descenso, sigue animada de la fuerza tangencial con la que
giraba; no puede, por tanto, seguir en la caída la línea vertical. Des-
cribe más bien una rama de parábola. Necesariamente debe caer ha-
cia el lado de cuya dirección se realizad movimiento rotatorio: aquí
hacia el Este, porque tal es la marcha del movimiento de rotación
del globo, contraria, como no puede menos de ser, al movimiento
aparente diurno de la esfera celeste. La experiencia descrita se ha
repetido muchas veces, siendo entre ellas célebre la realizada en 1833
por Reech en un pozo de minas que medía 158 metros de profun-
didad. Las condiciones eran excelentes, porque la columna de aire
MOVIMIENTOS DE LA TIERRA 31
no podía ser agitada por corrientes inoportunas. Aquí (1) podíamos
repetir ese experimento clásico, desde el centro de la cúpula al pavi-
mento de la Basílica; y aún mejor otro, de que os hablaré luego con
t\ nombre de experimento del péndulo de Foucault.
Hay multitud de hechos muy curiosos que cualquiera podrá ob-
servar en la primera ocasión que se le presente. Si desde la ven-
tanilla de un tren, puesto en marcha, desde la plataforma de un
tranvía, desde la cubierta de un buque, que surca las aguas, se deja
caer verticalmente un objeto cualquiera, éste no cae según la línea
vertical del punto correspondiente al momento de soltarlo, sino más
adelante, frente por frente del que haga la experiencia, habiendo re-
corrido dicho objeto pesado una diagonal tanto más inclinada, cuan-
to la velocidad del vehículo sea mayor. En cambio, si éste se parara
en seco, en el momento de soltar el cuerpo pesado, éste continuaría
corriendo diagonalmente unos cuantos metros más, hasta llegar al
suelo. El hecho es tan sencillo, que una parada instantánea de un
móvil cualquiera basta para lanzar fuera de él a los objetos y a las
personas que no se agarren bien. Por esto es peligroso apearse de
los tranvías cuando van en marcha, y más si se toma una dirección
opuesta a la que aquéllos llevan, porque entonces los pies se escapan
hacia adelante y la caída es casi inevitable. Se explica esto porque
todos los objetos van animados de la velocidad misma del vehículo
y marchan o tienden a marchar según el impulso comunicado por
esa fuerza.
Suponed que un día cualquiera el aviador Martínez u otro tiene
el capricho de lanzarse desde el alto de San Benito para pasar vo-
lando a 300 metros sobre la aguja de la cúpula (2), y que al hallarse
en la línea vertical de ésta deja caer un saco de lastre por la satisfac-
ción de clavarlo en la punta del pararrayos. Pues sencillameute se ve-
ría chasqueado, porque el saco iría a caer lo menos en los Terreros,
según la velocidad con que marchara el aeroplano y a la altura que
hiciese el vuelo. Es bien seguro que se han de tener en cuenta todas
estas cosas para no errar en la puntería, antes de llegar a la vertical
del blanco.
(1) En El Escorial.
(2) Se supone realizada esta experiencia en El Escorial.
32 MOVIMIENTOS DE LA TIERRA
Todos los cuerpos en la superficie de la tierra y en la atmósfera
que la rodea, menos en los puntos polares, en la hipótesis de la ro-
tación terrestre, marchan animados de una velocidad angular, tanto
mayor cuanto más lejos se hallen del eje de rotación. Sólo así puede
explicarse de un modo análogo a cómo se explican los hechos que
acabo de citar, el que los cuerpos dejados caer libremente desde mu-
cha altura y sin velocidad inicial, se inclinen hacia el Este, tanta
más cuanto mayor sea la altura de donde caen y menor sea la lati-
tud geográfica. La desviación medida en el suelo es, teóricamente, la
diferencia entre la velocidad rotatoria del punto más bajo y la que
corresponde al punto más alto de donde se desprende el cuerpo.
Supongamos ahora que de abajo a arriba y según la vertical se
l2inza un proyectil ¿en dónde volverá a caer? Teóricamente en ia
misma boca del cañón; porque al subir con menor velocidad de ro-
tación, se retrasa hacia Occidente el mismo espacio que al bajar se
adelanta hacia Oriente. Lo difícil aquí seria que el primer impulso
fuera exactamente según la vertical. A esto obedece el que cuando
el P. Mersenne y Petit en el siglo XVII, trataron de hacer la experien-
cia, no volvieran a ver ninguno de los proyectiles, que con tal obje-
to, y mediante un cañón de plaza, lanzaron a las alturas, exponién-
dose a ser aplastados por alguno de ellos, si la verticalidad hubiera
sido más exacta.
No insistiré sobre la prueba del movimiento de rotación, dedu-
cida de la pérdida del peso de los cuerpos y de las variaciones en la
oscilación del péndulo, causadas, no sólo por lo dicho acerca de la
gravedad relacionada con la forma del elipsoide terrestre, sino tam-
bién por los efectos de la fuerza centrífuga; porque me parece que
os sería difícil comprender con claridad las reflexiones y cálculos
que habría que hacer para dilucidar este punto. Pero sí recordaré el
experimento con el péndulo de Foucault, porque es clásico y no deja
la menor duda acerca del movimiento de rotación terrestre. Supo-
ned que aquí mismo, del techo de esta habitación, colgamos, con
un alambre, una esfera pesada de metal, como si fuese una plomada.
Es evidente que dejándola en quietud, señalará la dirección de la
línea vertical; y también es claro que mientras alguna fuerza extraña
no impulse a ese péndulo, quieto se estará, solicitado por una sola
fuerza: la de su propio peso, que es la misma de la gravedad, con-
Movimientos db la tierra 33
trarrestada por la resistencia del punto de suspensión. Si ahora, fijan-
do un hilo en la esfera, tiramos hacia un lado y atamos el hilo a un
punto de la pared próxima, observaréis que la línea vertical, el alam-
bre de suspensión y el hilo son tres líneas que están en un mismo
plano que pasa por el centro de esa esfera y por el centro de atrac-
ción terrestre. Ni por un lado ni por otro hay fuerza alguna que so-
licite a ese cuerpo. Sólo la gravedad tira de él hacia abajo, y no se
marcha porque el hilo y el alambre lo sostienen. Cortamos el hilo y
la bola comienza a oscilar a un lado y al otro de la vertical, como si
tuviera empeño en abrazarse con ella, y seguir el camino que la
misma le señale. No olvidéis que no hay fuerza ninguna que obligue
al centro de gravedad a salirse de ese plano de oscilación. He dicho
mal, hay una fuerza cuyos efectos veréis cuando prácticamente ha-
gamos el experimento, y es la resistencia del aire que a las pocas
oscilaciones hace describir a ese centro una elipse alargada; pero
cuyo eje mayor está en el plano dicho.
Sin embargo, antes de un cuarto de hora notaremos que la di-
rección del plano de oscilación ya no es la misma que al principio;
luego la posición relativa entre ese plano de oscilación y los objetos
restantes, los ángulos de la sala, nosotros mismos, han cambiado ne-
cesariamente. Y una de dos, o es el plano el que se mueve o se mue-
ven las demás cosas; o el plano gira de izquierda a derecha o toda
la estancia gira de derecha a izquierda. Y puesto que el plano con-
serva su orientación en el espacio, según lo dicho, el edificio es el
que se mueve; y conservando éste su puesto -sobre el suelo, necesa-
riamente ha de ser la Tierra la que lo lleva. No hay que acudir a más
pruebas para demostrar su movimiento.
La deducida de la forma elipsoidal, es también decisiva; pero de
menos valor, porque se funda en la hipótesis del estado de fluidez
primitiva de nuestro globo. Es cierto que, sólo admitiendo esa hipó-
tesis y el movimiento de rotación, puede explicarse la forma terres-
tre de un esferoide achatado por los polos y ensanchado por el ecua-
dor. De otro modo, nuestro globo, sin movimiento, tendría necesa-
riamente la forma esférica geométrica; porque en cualquier estado
que se suponga, fluido o no, la fuerza atractiva central hubiera sido
siempre la misma en la dirección de todos los radios. En la misma
34 MOVIMIENTOS DE LA TIERRA
hipótesis, el experimento con el vaso de Plateau explica perfecta-
mente cuanto en este punto pueda desearse.
La amplitud angular de la rotación, demostrada con el péndulo
de Foucault, es proporcional al grado de latitud geográfica en que
el experimento se realice. En el ecuador la desviación es nula, así
como es máxima en los polos. En éstos la rotación aparente del pla-
no de oscilación del péndulo es la circunferencia completa durante
las veinticuatro horas; así como sólo una parte de la circunferencia
en las latitudes intermedias, pudiendo calcularse para cada punto el
ángulo correspondiente a una hora, un minuto, un segundo, etc.
Supongo que con lo dicho quedaréis convencidos de que el mo-
vimiento de rotación terrestre es un hecho plena y científicamente
demostrado; y que sabréis a qué ateneros cuando oigáis decir que
El Escorial, por ejemplo, lleva aquí más de tres siglos, sin haberse
movido de su puesto; o lo que decía allá el otro, según expresión del
P. Rodríguez: que si la tierra girase, los pájaros, y sobre todo las
tórtolas, no podrían abandonar sus nidos, porque se expondrían a
no volver a encontrarlos.
Y recordando lo dicho acerca del movimiento diurno de la esfe-
ra celeste, de los ortos y ocasos de los astros, de su amplitud ortiva
y occidua, etc., os daréis cuenta exacta de tales fenómenos aparentes
reconociendo la realidad de los mismos, su causa inmediata, en el
movimiento real de nuestro globo alrededor del eje polar, que con
relación a la esfera celeste y al movimiento en cuestión, hemos lla-
mado también eje del mundo.
Estas mismas ideas se presentarán más y más claras cuando ha-
yamos demostrado el otro de los dos principales movimientos de la
Tierra: el de traslación de la misma durante el año en torno del Sol,
En volumen es" el astro del día 1.283.744 veces más grande que
la Tierra y en masa equivale a 324.439 veces la masa terrestre, siendo
este número último el que expresa la fuerza atractiva del Sol sobre
nuestro globo; mientras que éste sólo ejerce sobre aquél una atrac-
ción equivalente a la unidad que mide a ese número 324.439. La ley
de la atracción mutua entre los cuerpos se traduce en un hecho cons-
tante en todos los fenómenos naturales, existe entre los astros más
lejanos, lo mismo que entre las moléculas más próximas. Desde el
momento en que se suponga inmóvil uno cualquiera de los dos as-
koVlÜIENtOS DK LA TIIÍRKÁ 35
tros, la Tierra o el Sol, y sin una fuerza contraria a la fuerza de atrac-
ción que los mantenga separados, necesariamente el uno se precipi-
taría cayendo sobre el otro; con la diferencia, en este caso concreto,
de que, mientras la Tierra salvara, dirigiéndose al Sol, la distancia
de 324.439 kilómetros, por ejemplo, el Sol habríase corrido un solo
kilómetro hacia la Tierra. ¿Por qué ésta no cae sobre aquél? Preci-
samente por la fuerza centrífuga y tangencial, que determina y con-
serva el movimiento de nuestro globo en torno al Sol. La hipótesis
de que el Sol cayeses sobre la Tierra y que aquél girase en torno de
ésta, es tan absurdo como el suponer que, en el mismo orden de
energías, lo menos pueda con lo más, que lo más ligero arrastre con-
sigo lo más pesado.
Las pruebas directas de este movimiento de traslación, sin ser
por ello menos demostrativas que las aducidas en confirmación del
movimiento diurno, se presentan, sin embargo, de comprensión más
difícil para los pocos versados en estudios astronómicos. Lo cual no
reza con vosotros tan empapados en ellos; así que los comprenderéis
sin dificultad alguna.
Sea la primera de esas pruebas la que se funda en lo que se llama
aberración de ¡a luz; fenómeno que consiste en ver las estrellas según
una dirección distinta de la que realmente señala el lugar que ocu-
pan en el espacio; desviación de los rayos luminosos causada por la
combinación de dos velocidades; a saber la de la luz y la del obser-
vador. Sucede aquí el mismo fenómeno que acaso habréis observado
más de una vez. Os halláis en la lonja, con aire tranquilo; comienza
a llover y las gotas de agua caen verticalmente. Para no mojaros
echáis a correr, comenzando por inclinar la cabeza para que las go-
tas de agua no os den en la cara, adonde vienen a parar no vertical,
sino oblicuamente, según la diagonal del paralelogramo que podría
construirse con la dirección y velocidad que traen las gotas de las nu-
bes por un lado, y con la dirección y velocidad que lleva el que huye
por el otro. Si tenéis paraguas en la mano no lo echáis hacia atrás,
sino que lo inclináis hacia adelante para no mojaros; en un tren en
marcha, en un coche, cuando llueve, se observa el mismo fenómeno.
Un proyectil lanzado perpendicularmente a la dirección que lleva un
tren, por ejemplo, y en el supuesto de que penetre y traspase de
parte a parte a uno de los coches, no sigue en éste la dirección per-
36 iíOVlMlENTOS DE L\ TIERRA
pendicular, sino una dirección oblicua, como resultante de las dos
velocidades, la del proyectil y la del tren. La aberración de la luz es
un fenómeno del mismo género. El proyectil aquí es cada una de
las vibraciones etéreas que producen la luz, y hacen falta dos movi-
mientos, dos velocidades, la de los rayos luminosos y la del obser-
vador, que estando en reposo personal es llevado por la Tierra. Una,
cualquiera de las dos condiciones que faltara, bastaría para que el
fenómeno de la aberración no existiese. Si la Tierra no se moviera,
desde ella se verían los astros en la dirección hacia donde se hallan
(prescindimos aquí de otras causas, como la refracción atmosférica,
que también desvía el camino de los rayos luminosos). Del mismo
modo, si la velocidad de la luz fuese tanta que no necesitase tiempo
para ir de una parte a otra, tampoco abría aberración lumínica. La
Tierra corre por su órbita con la velocidad de 30 kilómetros por se-
gundo, mientras que la luz marcha por el espacio con la velocidad
de 300.000 kilómetros. De estos datos se deduce como valor cons-
tante de la aberración para todas las estrellas 20",5 de arco. Sólo
admitiendo el movimiento de traslación terrestre puede explicarse
el fenómeno experimentalmente demostrado, de la aberración, des-
cubierto por el astrónomo Bradley en 1848.
Otra prueba no menos convincente del movimiento de traslación,
la suministran las llamadas paralajes de las estrellas. Cuando se mira
un objeto fijo desde puntos diversos, la posición aparente y relativa
de dicho objeto cambia con relación a los demás objetos que rodean
el primero, no porque éste se haya movido, sino porque el observa-
dor ocupa posiciones diversas. Las estrellas del firmamento en su ma-
yor parte hállanse, respecto de la Tierra, a una distancia no infinita
porque distancias infinitas no existen, pero sí a distancias inconmen-
surables, en tanto grado que la posición de las unas con relación a las
otras no se modificaría aun cuando un observador se trasladase des-
de aquí al lado opuesto del Sol, duplicando la distancia. Pero tam-
bién es un hecho que no todas las estrellas se encuentran a esas dis-
tancias inconmensurables. Hay algunas que están mucho más cerca
de nosotros; su distancia puede medirse, y puede medirse, precisa-
mente, porque su posición relativa cambia al observarlas desde pun-
tos diferentes del espacio. Puntos que tampoco podríamos elegir, ni
MOVIMIENTOS DE LA TIERRA 37
realizar por lo mismo la observación, si la Tierra se estuviese quieta
y no nos llevara de una parte a otra.
Observemos, pues, esta noche misma, hipotéticamente se entien-
de, una de esas estrellas cuya distancia es medible; calculemos con
la exactitud posible su verdadera posición en el firmamento aquila-
tando y corrigiendo y eliminando todos los errores posibles. Des-
pués de todo esto nos quedaremos, al fin, con el apunte exacto de la
posición de la estrella en el cielo y la dirección de la visual desde el
punto de observación hasta el astro observado. Seis meses después,
repetiremos la misma observación de la misma estrella, con el mismo
esmero y las mismas correcciones. La dirección de la nueva visual nos
dirá si coincide o no con la dirección de la primera. Si no coinciden,
como no deben coincidir, pues procedemos en el supuesto de que la
distancia es considerable, las dos visuales formarán un ángulo cuyo
vértice estará en la misma estrella, y cuyos lados, las mismas dos vi-
suales, van a parar cada una al punto de observación correspondien-
te. Y me parece que no hace falta más para demostrar que ese punto
de observación, en una y en ctra época, ocupa distinto lugar en
el espacio. Luego es evidente que la Tierra nos habrá trasladado del
uno al otro. Ese ángulo es lo que se llama, ni más ni menos, la pa-
ralaje déla estrella. Y basta conocerlo para poder determinar la dis-
tancia que del astro nos separa, ya que con las dos visuales, el ángulo
que forman y la distancia entre los dos observatorios, en cuyos ex-
tremos hay otros dos ángulos que pueden medirse directamente, se
forma un triángulo, con los elementos bastantes conocidos, para que
su resolución se reduzca al caso más sencillo de la Trigonometría.
En las observaciones y medidas y cálculos que imaginariamente aca-
bamos de hacer, hay que tomar nota de un detalle importantísimo
en esta cuestión; y es que la posición del Sol, con referencia a una
estrella o constelación determinada, que podemos suponerla en al-
guna de las regiones cruzadas por la eclíptica, aparece, después de
los seis meses, en dirección opuesta a la que tenía al realizar la ob-
servación primera. Es decir, que las dos visuales dirigidas al Sol en
una y en otra época se confunden en una sola, pero en dirección
contraria. Lo que quiere decir que la Tierra nos ha trasladado al
lado opuesto del astro del día. Y como la experiencia puede repetir-
se cuantas veces se quiera durante el año y en los puntos correspon-
38 MOVIMIENTOS DE LA TIERRA
dientes de seis en seis meses, obteniendo siempre el mismo resulta-
do, se demuestra, sin más, que la Tierra describe en torno al Sol
una curva cerrada, que se llama, como sabéis, eclíptica, y que tiene
la forma de una elipse, en uno de cuyos focos se encuentra el Sol.
Ocasión tendremos de estudiar las propiedades de esa curva; el re-
cordarlas ahora nos detendría demasiado, sin dejarnos tiempo para
recordar otras pruebas del movimiento de traslación de nuestro glo-
bo; asunto que al presente tenemos entre las manos.
Conocéis todos el metéoro luminoso que se llama de las estrellas
cadentes, fugaces, fuegos y lágrimas de San Lorenzo, porque en la
noche del 10 al 11 de Agosto se reproduce con más intensidad. Obe-
dece este fenómeno a que dentro del sistema solar hay zonas o fajas
o anillos en que flotan multitud de cuerpos pequeños, cuyo origen
puede atribuirse a varias causas. Esas zonas, fajas o anillos, como
quieran llamarse, giran, como los demás planetas, en torno del Sol.
La órbita de la Tierra corta o se aproxima mucho, por lo menos, a
la órbita de esos corpúsculos, de tal manera, que llegan a penetrar
y se mezclan con nuestra atmósfera. Dotados ellos también de una
velocidad notable, la resistencia y el roce que encuentran en el aire
se transforma en calor, tan intenso, que los quema, volatiliza o los
reduce a mil pedazos. Los núcleos, enjambres, puntos radiantes, que
con todos estos nombres se conocen también, son muchos, y la Tie-
rra llega o se aproxima a ellos, determinándose así las diversas llu-
vias de estrellas que se han observado muchas veces, periódicas
unas, esporádicas otras, según los casos. Lo que importa hacer notar
aquí es que la velocidad de esos fugaces metéoros es muy diferente
en unas y en otras ocasiones.
Para comprender mejor todo esto y la consecuencia que de ello
hemos de deducir, en confirmación de la traslación de la Tierra,
conviene tener en cuenta que el Sol con todos los planetas y demás
cuerpos del sistema solar se dirige constantemente hacia un punto
del cielo que se llama apex, y se aleja de otro punto opuesto que se
denomina aniiapex. Los planetas, y entre ellos la Tierra, lo mismo
que los enjambres dichos, sin dejar de participar de ese movimien-
to general de todo el sistema, con el movimiento propio de trasla-
ción en derredor del Sol, unas veces caminan hacia el apex, unién-
dose las dos velocidades, y otras marchan en dirección contraria,
MOVIMIENTOS DE LA TIERRA 3Q
restándose las mismas. Así resulta que cuando uno de esos enjam-
bres o puntos radiantes tocando en la atmósfera, lleva la misma di-
rección o dirección paralela a la ruta que sigue la Tierra con su at-
mósfera, el roce de aquellos corpúscolos con el aire es menor, el
brillo del metéoro menos intenso, la velocidad de la estrella fugaz
disminuye aparentemente. En cambio, cuando las direcciones son
más o menos opuestas, la velocidad, el brillo del metéoro son más
grandes. En la hipótesis de la inmovilidad de la Tierra esos cam-
bios de intensidad no tendrían explicación. He aquí la consecuen-
cia: la Tierra corre por el espacio en torno al Sol y el fenómeno es
análogo a lo que sigue. oqn '
Seguramente que no todos habéis visto el mar; pero eso no im-
pide el que podáis formaros una idea aproximada de lo que son sus
ondas Cuando una lancha, un bote, un buque surcan las aguas en
la misma dirección de las olas, éstas van como siguiéndolo y lo al-
canzan sucesivamente, unas después de otras; pero con velocidad
menor que si el navio estuviese quieto. Mas si éste se mueve en
dirección contraria a la de las olas, entonces éstas llegan más inten-
sas y más de prisa y se rompen en la proa. No hay para qué más in-
sistir en la explicación de este hecho, ni en el recuento de otros
muchos parecidos. Figuraos los resultados tan diferentes que trae-
rían consigo el choque de dos trenes que corren el uno a encontrar-
se con el otro que se le echa encima, y el de otros dos cuando el que
va delante escapa del que va detrás.
En Física y en Astronomía se estudia un fenómeno que corrobora
lo mismo. Me refiero al hecho, tan curioso como importante, de-
mostrado por la espectrografía y manifestado por las rayas del espec-
tro de la luz. Sintetizándolo en pocas palabras, consiste en lo si-
guiente: en que la longitud de las ondas luminosas reflejada en la
mayor a menor desviación de las rayas espectrales, y por lo mismo,
la rapidez con que se suceden dichas ondas,. Jes , ni uy distinta cuando
el foco luminoso se acerca, de cuando se aleja de los prismas anali-
zadores del aparato. Si éste y el foco se aproximan, la sucesión de
las ondas es má srápida; si se alejan, lo es menos. Luego al observar-
se este fenómeno en la luz de las estrellas fijas o que por la inmensa
distancia a que se hallan, como fijas pueden considerarse, se deduce
40 MOVIMIENTOS DE LA TIERRA
lógicamente que la Tierra es ia. que se aproxima o se aleja de las
estrellas. r?n 0( n .
Después de todo, nos hubiera bastado una sencilla reflexión so-
bre los fenómenos astronómicos del resto del sistema solar, para sin
más pruebas, admitir como hecho indiscutible la traslación de nues-
tro globo en torno del Sol. En efecto: la observación constante de-
muestra que todos los planetas desde Mercurio, el más próximo al
centro, hasta Neptuno, el más lejano de los conocidos, giran y todos
recorren su propia órbita en derredor del astro central. ¿Por qué la
Tierra había de ser una excepción en una ley tan general y al mis-
mo tiempo tan sencilla? Tanto más cuanto que sin esa excepción
todo se explica facilísimamente: con ella todo resulta un laberinto
indescifrable.
El trabajo resulta largo y es de necesidad prescindir, por ahora,
de los demás movimientos con que la Tierra se balancea en el espa-
cio. No haré más que citarlos. Suele decirse que el eje terrestre se
conserva paralelo a sí mismo: esto no es cierto, sino cuando se con-
sidera un corto intervalo de tiempo; pues, a la larga, cambia esta
posición. Tan a la larga, que en unos veinticinco mil setecientos años
dicho eje describe un cono en torno a los polos de la eclíptica, re-
sultando un balanceo pausado y regular del esferoide terrestre y del
plano ecuatorial. La precesión de los equinoccios es su consecuencia
inmediata.
Otro movimiento es el que resulta del sistema doble que, con
respecto al Sol, forman la Tierra y la Luna. El centro de gravedad
del sistema no coincide con el centro de la Tierra. Aquél es variable
según las posiciones del satélite y por esta razón el centro de la
Tierra no puede seguir en su marcha annua la línea de la eclíptica
con exactitud rigurosa.
La eclíptica misma, ya se ha dicho, no conserva siempre una in-
clinación constante sobre el plano del ecuador; de lo cual resulta
otra oscilación para la Tierra. Ya se ha indicado que todo el sistema
solarse traslada en el espacio: la Tierra toma parte en este movi-
miento: y otros hay menos regulares que se manifiestan por ciertas
oscilaciones, cuyas causas no están bien estudiadas todavía, que pa-
rece hacen cambiar accidentalmente la posición del polo del mundo
y dan por resultado variaciones parecidas, aunque pequeñísimas, de
MOVIMIENTOS DE LA TIERRA 41
las latitudes terrestres. Nada diré de las perturbaciones planetarias
de cuya influencia participa también la Tierra; pues todos los astros
están relacionados entre sí de tal manera, que las energías y movi-
mientos de los unos se reflejan más o menos en los movimientos de
los otros. La materia es abundante y el problema que aquí aparece
es complicado. Razón de más para que aplacemos todo para mejor
ocasión.
P. Ángel Rodríguez de Prada.
Vjb JUñ
h
LA LIBRERÍA DE FELIPE II
(DATOS PARA SU RECONSTITUCIÓN)
(continuación)
Libros que tenia Felipe II en su habitación del Escorial,
Historia de la Santa Casa de Loreto. 8.° Madrid, 1588, por D. Francis-
co de Padilla.
Officium Beatae Mariae Virginis jussu Pii V. Antuerpiae, Plantinus,
1573.4.**
Vita Christi Ludolphi Sax. Carthusiani. Parisiis, 1580.
Breviarum Romanum Pii V. Antuerpiae, apud Plantinum, 1573. Dos
ejemplares.
Acta ecclesiae Mediolanensis. Mediolani, apud Pontium, 1582. En fol.
Missale Romanum restitutum decreto Concilii Tridentini. Parisiis, apud
Kerver, 1571. En fol.
Historia de Nuestra Señora de Guadalupe, por D. Fr. Gabriel de Tala-
vera. Toledo, 1597.
Compendio breve de ejercicios espirituales, por el P. Fr. García de
Cisneros, Abad de Monserrat. Barcelona, 1580. 8.**
Officium proprium SS. Ordinis S. Hieronymi. Salmanticae, 1590. Fol.
Pontificale. Lugduni, 1542. Fol. máx.
Missale Romanum. Antuerpiae, apud Plantinum, 1573. En 4.®
Kalendarium perpetuum, Petro Ruysio presbytero Toletano auctore.
Toleti, 1577. En 4.°
Officium et caeremoniale ad dedicationem seu consecrationem eccle-
siae et altarum hujus regalis Monasterii S. Laurentii. Matriti, 1595.
Prado espiritual de Basilio de Sanctoio. Burgos 1588.
Historia y milagros hechos a invocación de Nuestra Señora de Monse-
rrat. Barcelona, 1594. 8.®
LA LIBRERÍA DE FELIPE H 43
Martirologio Romano, traducido por Vázquez. Valladolid, 1586. En 4.**
Arte de servir a Dios de Fr. Rodrigo de Solis. Alcalá, 1594.
Fr. Luis de Granada. Opera omnia. Antuerpiae, 1592. En 8.°
Devotionarium. Oficio de Nuestra Señora que fué de los Reyes de Por-
tugal, pergamino, iluminado, tiene unas hojas escritas con los días del na-
cimiento de personas reales.
O'fícium diurnum. Antuerpiae, 1570.
Obras de Santa Teresa de Jesús.
Sacrarum caeremoniarum seu rituum ecclesiasticorum S. R. E. libri
tres. Venetiis, 1582.
Ordinarium Carthusiense in 8.**
Nova collectio statutorum Ordinis Carthusiensis. Parisiis, 1582. En 4.*
Agricultura de Herrera. Medina del Campo, 1584.
Descritione del Sacro Monte di Várale de Valdesissia in rima. Várale,
1595. En 8.°
Missale Romanum Pii V. Salmanticae, apud Foquel, 1586. En 4.°
Kalendarium perpetuum secundum institutum Fratrum Praedicatorum,
per Fr. Didacum Giménez. Salmanticae, 1563. En 8.°
Officium majoris Hebdomadae. Compluti, 1573. En 8.**
OfficiumSti. Didaci Complutense. Compluti, 1549. En 8.°
Flos Sanctorum, traducido por Villegas. Madrid, 1589 y 1594.
Cartuxanoen romance. Sevilla, 1551; 4 tomos.
Árbol genealógico por Garibay.
Biblia Políglota.
Obras de Ludovico Blosio, traducidas del latín al español.
Cinco libros de pliego común, scriptos de mano, en pergamino ilumi-
nado a partes, que contienen los oficios de todo el año...
La relación de los libros que siguen aunque está ya publicada en la
Colección de documentos inéditos la reproduzco aquí para tener reunidos
todos los materiales que se conocen y sirven para reconstituir la librería
de Felipe II.
Libros de diversas facultades de la testamentaría de Felipe II.
En Madrid a 27 de Junio de 1600, tasados por P. de Bosque, librero
de S. M.
Los libros de este género que dicen en la margen San Lorenzo, desde
la primera partida hasta la última, que está a folio 29, consta haberse en-
tregado en virtud de cédula Real al Monasterio, como consta del entrego
fecho al Monasterio desde el folio 10 basta el folio 19 ante Juan Ruiz. Los
44 LA LIBRERÍA DE FELIPE U
entregados a Hernando de Espejo para la almoneda, se señalarán en el
margen con una E.
Un cuaderno de ocho hojas, en pergamino, en folio mayor, en las cinco
delias el árbol de la geneologia de los Reyes de España, los escudos ilu-
minados y retocados de oro; encuadernado en becerro bayo. Núm. 1.— No
se tasa. (S. L.)
Lo rescibió Hernando de Espejo en 29 de Junio de 1613, y lo tiene se-
ñalado por rescibido en el libro de Antonio Voto. Aunque se sacó resulta
contra el dicho Hernando de Espejo de la partida, después mostró una cé-
dula de S. M., fecha en San Lorenzo a 20 de Agosto de 1600, en que parece
que S. M., por cláusula, mandó al dicho Monasterio de San Lorenzo este
libro, cuya copia de la cédula y entrego está en el libro de las dichas resultas.
Un volumen grande, escrito de mano, folio mayor, que trata del prin-
cipio y subcesión de los reinos y Reyes y otros estados y señorios de la
cristiandad, con las insignias de ellos, en lengua latina y tudesca; historia-
do con figuras y escudos iluminados y retocados de oro; encuadernado en
tablas, cubierto de terciopelo negro, con cantoneras y manos de latón do-
rado. Núm. 2.— Tasado en 200 ducados. (4 Enero 1608. E.)
Otro volumen como el precedente, escrito de mano, en papel, folio
mayor, en lengua latina y tudesca, del principio y origen de los Imperios
que ha habido desde Adán, con los Emperadores del Romano hasta el
Rey D. Fernando, con los oficiales del Imperio; es historiado con figuras
iluminadas de oro, plata y colores; encuadernado en tablas cubiertas de
terciopelo negro, con cantoneras de latón y una mano de latón dorada.—
Tasado en 200 ducados. (E.)
Otro volumen en todo como los dos precedentes, en latin y tudesco,
de la nobleza y origen de las insignias de armas, y de los torneos y escu-
dos de armas de los Principes y señores de Allemana y de otras naciones,
con una manezuela.— Tasado en 200 ducados. (S. L.)
La Historia de Froysart.— Choronica de Francia, Flandes e Inglaterra,
en cuatro volúmenes grandes, escritos de mano, en pergamino, en len-
guaje francés, folio mayor, con algunas márgenes retocadas de oro y las
letras capitales; encuadernados en tablas cubiertas de terciopelo carmesí,
con cantoneras y tachones de latón dorado. — Tasados en 55 reales cada
uno, que son 20 ducados. (E.)
La Choronica del Rey Perce-Forest, en francés, en seis volúmenes, es-
crito de mano; historiado de iluminación, con las letras mayúsculas de oro,
en pergamino, en folio; encuadernados cada uno en tablas cubiertas de ter-
ciopelo carmesí, con cantoneras, tachones y correones de latón dorado.—
Tasado en 4 ducados cada uno, que son 24 ducados. (E.)
LA LIBRERÍA DE FELIPE II 45
Un libro de figuras de aves, y algunos animales, y frutas, y yerbas, pin-
tados de colores al natural, que tiene ciento y tres hojas de papel, folio
mayor, sin escrito ninguno mas de los nombres de algunas figuras; encua-
dernado en pergamino. — Tasado en 20 ducados. (S. L.)
Boecio: De Consolation, escrito en francés, en folio, en pergamino; en-
cuadernado en cartones y terciopelo carmesí.— En 20 reales. (E.)
Un libro de caza, escrito de mano, en lengua francesa, en pergamino,
en folio; historiado de figuras iluminadas; encuadernado en tablas y cuero
colorado dorado. — En 50 reales. (E.)
Un libro de hechos de armas y de caballería, en lengua francesa; his-
toriado de iluminaciones y letras mayúsculas doradas, escrito de mano, en
pergamino en folio; encuadernado en tablas cubiertas de terciopelo negro,
guarnecido con tachones y manos de latón. — En 12 reales. (E.)
Las Coronicas de Olanda y Gelanda y Frissia, en lengua francesa, de
mano, en papel, en folio; encuadernado en tablas y cuero negro. — No tiene
valor.
Libro de la guerra y paz en tiempo del Duque Philipo, en lengua fran-
cesa, de mano, en papel, en folio; encuadernado en tablas y cuero negro.—
No es de valor.
La Genealogía de los Condes de Aynnao; en lengua francesa, de mano,
en papel, en folio; encuadernado en cartón y cuero blanco. — No es de
valor.
El Caballero Determinado, en francés, de mano; historiado de figuras
iluminadas; encuadernado en cartón cubierto de terciopelo carmesí.—
En 8 reales. (E.)
Un libro de instrumentos y machinas bélicas, en lengua latina, escrito
en papel, en folio; encuadernado en tablas y cuero negro.— En 8 rea-
les. (S. L.)
Un cartapacio de tratados diferentes, en lengua francesa, de mano y uno
de molde pegado a él; encuadernado en papelón cubierto de cuero negro.
— No es de valor. (E.)
El fallecimiento y obsequias de la madre del Rey Francisco de Francia,
en francés, de mano; historiado de iluminaciones y las letras capitales do-
radas, en pergamino; encuadernado en tablas y terciopelo verde. —
En 12 reales. (S. L.)
Receptas de cosas medicinales, en francés, de mano, en folio pequeño,
encuadernadas en papelón y cuero negro. — En 12 reales. (S. L.)
Libro de las scripturas de la vida y milagros del sancto fray Diego de
Alcalá, en pergamino, de mano; encuadernado en tablas y cuero negro.—
En 8 reales. (S. L.)
46 LA LIBRERÍA DE FELIPÉJ tí
Fuero de los hijos dalgo de Castilla, en pergamino, de mano, en folio,
encuadernado en papelón y cuero negro. Es en papel. — En 8 reales. (S. L.)
Processo entre la Reina Maria y el Emperador D. Fernando sobre cier-
tos bienes doctales, de mano, en papel; encuadernado en papelón y cuero
negro.— En 8 reales. (S. L.)
Hordenamiento y regimiento de los Oficiales de la casa Real de Aragón;
en catalán, escrito en papel, de mano, en folio; encuadernado en papelón
y cuero colorado, dorado.— En 8 reales. (S. L)
Otras hordenaciones de la misma casa Real de Aragón, en romance;
encuadernado como el precedente.— En 8 reales. (S. L)
Comedia de Nicolao Seco, en italiano, de mano, en papel; encuaderna-
do en pergamino. — En 2 reales. (S. L.)
Capitulaciones de los matrimonios entre el Archiduque Phelipe y Reina
Doña Juana, y Principe D. Juan y madama Margarita, de mano, en folio;
encuadernado en pergamino.— En 8 reales. (E.)
Levantamiento de las entradas aduanas y gabellas del reino de Ñapó-
les; encuadernado en pergamino.— En 2 reales. (S. L.)
Hordenanzas del Duque de Borgaña, en francés, de mano, las márge-
nes iluminadas, en cuarto; encuadernadas en tablas y terciopelo azul.—
En 6 reales. (E.)
El Caballero Determinado, de mano, escrito en pergamino, en cuarto;
historiado de iluminación; encuadernado en papelón y cuero colorado, do-
rado y labrado.— En 16 reales. (E.)
Dos oraciones de Hierónimo Olungano, una de la preheminencia de la
Corona de Castilla respecto de la Corona de Francia, y otra de la victoria
naval contra el turco, de mano, en pergamino, en cuarto; encuadernado en
terciopelo carmesi.— En 4 reales. (3. L.)
Prognosticon del Rey D. Phelipe, nuestro señor, de su nascimiento,
hecho por el doctor Mathiahaco, con cubiertas de terciopelo negro, en
cuarto, escrito de mano en papel.— En 2 reales. (S. L.)
La vida y hechos del Emperador D. Carlos, en italiano, de mano, en
papel, de a cuarto, con algunas iluminaciones; encuadernado en cartones
y cuero dorado y colorado.— En 2 reales. (S. L.)
Tratado de Artillería, de Juan Bautista Antonelo, en italiano, de mano,
en papel, de a cuarto; encuadernado en cuero azul dorado.— En 4 rea-
les. (S. L.)
Versos de devoción de Jaques Boulchier, en francés, de mano, en pa-
pel, de a cuarto, pequeño.— En 2 reales. (E.)
Comedia llamada Alexandra, en italiano, de mano, en papel, de a cuar-
to; encuadernada en cartones y raso carmesi.— En 2 reales. (S. L.)
LA LIBUERÍA Í)ÉJ FBlLIPÍ; íl 47
Un tratadillo de cosas de Indias de la ciudad de México y la isla de
Santo Domingo, en papel, de a cuarto, de mano; en papelón y cuero ne-
gro.—En 2 reales. (S. L.)
Otro tratadillo de ardides de guerra, de siete hojas, escrito de mano,
en papel, de a cuarto; encuadernado en cartones y raso blanco, labrado. —
En 2 reales. (S. L.)
Los establecimientos de la horden Tusson, en romance, de mano, en
papel de a cuarto; encuadernado en pergamino.— En 2 reales. (S. L.)
Un cathalogo de libros para la Cámara de S. M. escrito de mano.— No
es de valor.
Un cuaderno viejo, en francés, de la proposición que hicieron los Em-
bajadores de Francia al Duque de Borgoña.— No es de valor.
Josepho: De Bello ludayco, impresso en francés, en folio mayor; encua-
dernado en tablas y cuero bayo.— En 2 reales. (E.)
De la Religión de los antiguos romanos, de Guillermo Choul, impreso
en León por Guillaume Roville, año de mil y quinientos y cincuenta y seis;
encuadernado en pergamino, en folio.— En 2 reales. (E.)
Choronica del Rey D. Alonso el Honzeno, en romance, impresa en
Valladolid, mil y quinientos y cincuenta y uno, encuadernado en papelón
y cuero colorado, en folio.— En 12 reales. (S. L.)
Memorial de cosas notables, compuesto por D. Iñigo López, Duque
quarto del Infantado, impreso en Quadalajara por Pedro de Robles y Fran-
cisco de Cormellas, mil y quinientos y setenta y cuatro, en romance; en-
cuadernado en papelón y cuero negro, en folio.— Tasado en 6 reales. (S. L.)
Poligraphia de Trictemio, impreso año de mil y quinientos y diez y
ocho, en folio; encuadernado en tablas y cuero negro y manezuelas.- En
4 reales. (E.)
Discursos del asiento del exército, de la disciplina militar, impreso en
francés, en León por Guillermo Rovillo, año de mil y quinientos y cin-
cuenta y cinco, con estampas, de molde, en folio; encuadernado en perga-
mino.—En 2 reales. (E.)
Aserción e información del derecho del Emperador nuestro señor,
Carlos V, en el ducado de Xeldria y otros condados, año de mil y qui-
nientos y treinta y nueve, impreso en Norin Vergue por Juan Petreyo, en
latin, en folio; con cubierta de cuero negro.— En un real. (S. L.)
La conquista de México, de Gomara, impresa año de mil y quinientos
y cincuenta y dos; en cuero negro.— En 2 reales. (E.)
Choronica del santo Rey D. Fernando que ganó a Sevilla, en folio pe-
queño, impresa año de mil y quinientos y cuarenta; encuadernada en cuero
negro.— En un real (E.)
48 LA LIBRERÍA DE FELIPE lí
Historia de Perce-Forest, impresa en Paris, año de mil y quinientos y
treinta y uno, en cuatro cuerpos; encuadernados en cartones y cuero negro,
en folio.— En 8 reales. (E.)
Vegecio de re militari, en francés, ano de mil y quinientos y treinta y
seis; en folio; encuadernado en papelón y cuero negro.— En 2 reales. (E.)
Apiano Alexandrino, en francés, impreso año de mil y quinientos y
cuarenta y cuatro, en León, encuadernado en cartones y cuero colorado.—
En 4 reales. (E.)
El Consulado, en catalán, impreso año de mil y quinientos y diez y
ocho, en folio; encuadernado en pergamino.— En 2 reales. (S. L.)
Las honras que se hicieron en Bruselas del Rey D. Fernando, impreso
en pergamino con las primeras hojas iluminadas, en folio.— En 2 reales.
(S. L.)
El viaje del Principe D. Felipe, recopilado por Estrella, impreso año de
mil y quinientos y cincuenta y dos; encuadernado en cartones dorados, en
folio.— Tasado en 12 reales. (E.)
En cuarto.
Ovidio Metamorphossios, de Ludovico Dolce, en italiano, impreso año
de mil y quinientos y cincuenta y tres, en cuarto mayor; encuadernado en
cartones dorados. — En 12 reales. (E.)
Comentarios de Albar Nuñez Cabeza de Vaca; con cubierta carmesi,
impreso año de mil y quinientos y cincuenta y cinco.— En 2 reales. (E.)
Libro de los títulos y descendencia del Rey D. Phelipe, nuestro señor,
hecho por Jacobo Maynoldo, impreso en pergamino año de mil y quinien-
tos y setenta y tres; encuadernado en pergamino, iluminado.— En 4 rea-
les. (S. L.)
Canciones en alabanza del Rey D. Felipe, nuestro señor, en francés; en-
cuadernado en cartón y cuero colorado: autor Christobal Plantino, dupli-
cado, el uno encuadernado en terciopelo carmesi labrado, y el otro en
cuero colorado retocado. — En 4 reales. (S. L.)
Tratado de la manera de fortificar las ciudades, de Juan Baptista de
Zanchi, en italiano, impreso año de mil y quinientos y cincuenta y cuatro;
encuadernado en pergamino.— En un real. (S. L.)
Un libro intitulado ínterin, en tudesco; encuadernado en cuero negro,
en cuarto.— No es de valor. (S. L.)
Recopilación de cartas entre el Emperador Carlos V y Francisco, Rey
de Francia, en francés; encuadernado en cartones y cuero negro. — No es
de valor.
LA LIBRERÍA DE FELIPE U 49
Historia de los corporales de Daroca, impresa año de mil y quinientos y
cincuenta y tres; encuadernado en cartones, cubierta de cuero colorado. —
No es de valor.
Libro Dechado de labores, impreso año de mil y quinientos y cuarenta
y tres; encuadernado en pergamino. — No es de valor.
Libro de cifras en intaliano, de Pico Comino Fedili; encuadernado en
cartones cubiertos de tafetán, en cuarto.— En un real.
Un libro de los breves y sentencia en favor de la Reina Dona Catalina
de Inglaterra; encuadernado en pergamino.— No es de valor.
En ocho, impresos.
Primera, tercera, cuarta y quinta Décadas de Tito Livio, en latín, con
las anotaciones de Enrico Qlareano, en cinco cuerpos, impresos año de
cuarenta y dos, del Grifo; encuadernados en cartones cubiertos de cuero
negro.— En 24 reales. (E.)
Polibio, historiador, del Grifo, impreso año del cuarenta y dos; encua-
dernado en papelón y cuero negro. — En 4 reales. (E.)
Historia romana de Utropio, en latín, impreso año de mil y quinientos
y cuarenta tres, en cartones y cuero negro. — En un real. (E.)
Historias de Paulo Emilio de los Reyes de Francia, en latín, impreso
ano de mil y quinientos y cuarenta y ocho; encuadernado en papelón y
cuero negro.- En 3 reales. (E.)
Comentarios de César, en latín, impreso año de cuarenta y tres; encua-
dernado en papelón y cuero colorado, plateado. -En 2 reales. (E.)
Pomponio Mela, Julio Solino y el Itinerario de Antonino y Víctor, de
Urbe romana, y Dionisio Afer, De situ orbis, en latín, impreso año de mil
y quinientos y veinte y seis; encuadernados en cartones y cuero negro.— En
un real. (E.)
Suetonio Tranquilo, en latín, del año de treinta y cuatro; encuaderna-
do en papelón y cuero verde, dorado.— En 3 reales. (E.)
Los comentarios de la guerra de Allemaña, de D. Luis de Avila, en la-
tín, Imperial, año de mil y quinientos y cincuenta; encuadernado en pape-
lón y cuero colorado, dorado.— En 2 reales. (S. L.)
P. Guillermo Antolín.
(Continuará.) o. s. a.
REVISTA CANÓNICA
Sagrada Congregación de Ritos.
I
Urbis et Orbis.
DE MISSA VOTIVA SOLÉMNI SSMI. SACRAMENTI, VEL DE PACE, OMITTENDA IN
ORATIONE XL HORARUM, DIE COMMEMORATIONIS OMNIUM FIDELIUM DEFUNC-
TORUM
Ex Constitutione Apostólica Incraentam Altaris Sacriflciam Ssmi. Dni.
nostri Benedicti Papae XV diei 10 augusti 1915 permittitur Expositio Ssmi.
Sacramenti pro Oratione XL Horarum etiam die Commemorationis om-
nium fideli um defunctorum. Attamen Misae de Requie cum vestibus sacer-
dotalibus colorís violacei non sunt celebrandae ad Altare Expositionis.
Per eandem Constitutionem et subsequentem S. R. C. declarationem
seu Decretum Urbis et Orbis, diei 28 februarii 1917, Commemoratio om-
nium fidelium defunctorum Festis solemnioribus primaiiis ritus duplicis
primae classis aequiparatur.
Hisce praemissis, quaeritur: Licebitne adhuc celebrare unicam Missam
solemnem de Ssmo. Sacramento, vel de Pace, de qua sermo est in Instruc-
tione Clementina et in Decreto geneali S. R. C, n. 3864, diei 9 iulii 1895,
ad 4, pro Oratione XL Horarum, quando dies expositionis vel repositionis,
aut medius, incidit in diem Commemorationis omnium fidelium defun-
ctorum?
Sacra Rituum Congregatio, audito specialis Commissionis suffragio,
praepositae questioni, ómnibus sedulo perpensis, respondendum censuit:
Negative, et ad mentem.
Mens autem est: «In Ecclesiis ubi die Commemorationis omnium fide-
»lium defunctorum fíat Oratio XL Horarum cum Ssmo. Sacramento solem-
REVISTA CANÓNICA 51
»niter expósito, huiusmodi expositio sequatur, repositio vero cum pro-
>cessione praecedat Missam cantatam de die Commemorationis omnium
»fídelium defunctorum.» Et Sacra eadem Congregatio, approbante Ssmo.
Domino nostro Benedicto Papa XV, ita rescripsit, declaravit et servari
mandavit. Die 26 februarii 1919. >í< A. Card. Vico, Ep. Portuen. et S. Ru-
finae, S. /?. C. Praefectas.
II
Dubiuin.
Rmus Ordinarius Albinganensis Dioecesis a Sacra Rituum Congrega-
tione sequentis dubii solutionem bumiliter expostulavit, nimirum;
Utrum, attenta Constitutione Apostólica Incruentum Altaris sacrifi-
ciam, diei 10 augusti 1915, in Commemoratione Omnium Fidelium defun-
ctorum, liceat canere Missam pro defuncto, praesente cadavere?
Et Sacra Rituum Congregatio, audito specialis Commissionis voto,
ómnibus sedulo perpensis, rescribendum censuit:
Affirmative, iuxta Rubricas et Decreta. Missa autem sit una ex tribus
Missis quae dicuntur in Commemoratione Omnium Fidelium defuncto-
rum: et Orationi Missae addatur Oratio pro defuncto, sub única conciu-
sione.
Atque ita rescripsit et declaravit, die 10 ianuarii 1919. >í< A. Card. Vico,
Ep. Portuen. et S. Rufínae, S, R. C. Praef acias.
III
DE BENEDICTIONIBUS ET SACRAMENTALIBUS PRO CATECHUMENIS
Rmus Dñus Ludovicus Martrou, e Congregatione Spiritus Sancti, epi-
scopus titu!. Corycen. et vicarius apostolicus Gabonen., a S. Rituum Con-
gregatione reverenter expostulavit:
«An benedictiones imprimis impertiendae catholicis quae, iuxta can.
> 1.149 Codicis luris Canonici, dari queque possunt catechumenis, intelli-
»gi debeant etiam de sacramentalibus publicis ac proinde admitti possint
»catechumeni ad impositionem cinerum, traditionem candelarum et pal-
>marum?
Et Sacra eadem Congregatio, audito specialis Commissionis suffragio,
ómnibus perpensis, respondemdum censuit: affirmative,
Atque ita rescripsit ac declaravit, die 8 martii 1919. >í< A. Card. Vico,
Ep. Portuen. et S. Rufínae, S. R. C. Praefecíus.
52 REVISTA CANÓNICA
IV
Dnbium.
DE NOMINE ANTISTITIS EXPRIMENDO IN CANONE MISSAE
Ex canone 294 Codicis luris Canonici, ubi legitur «Vicarii et Praefecti
»Apostolici iisdem iuribus et facultatibus iti suo territorio gaudent, quae
>in propriis dioeccsibus competunt Episcopis residentialibus, nisi quid
» Apostólica Sedes reservaverit», exortum est et Sacrae Rituum Congrega-
tioni propositum, pro opportuna declaratione, sequens dubium, nimirum:
«An Vicariis et Praefectis Apostolicis de novo iure competat, in proprio
territorio, ut nominentur in Canone Missae?»
Et Sacra eadem Congregatio, audito specialis Commissionis voto, atten-
to etiam can. 2et altero 308 Codicis luris Canonici omnibusque perpensis,
respondendum censuit Negativa iuxta rubricas et decreta; quia de iure
adhuc vigente, in Canone Missae, post verba Antisiiíe nostro exprimen-
dum est tantum nomen Patriarchae, Archiepiscopi et Episcopi qui sint Or-
dinarii loci, et in propria Dioecesi.
Atque ita rescripsit et declaravit, die 8 martii 1919. ^ A. Card. Vico,
Ep. Portuen. et S. Rufinae. 5. R. C. Praefectus. L. >í< S. Alexandre Verde,
Secretarias.
bibliografía
Les cathoUques franjáis et l'Aprés-Guerre, par l'Abbé Beaupain.— Un vol.,
de 157 págs., en 8.».— Bloud et Gay, éditeurs.— París-Barcelone, 1918.
Mucho se ha ilustrado en el vecino país el tema de las orientaciones
que deben seguirse como fruto de las enseñanzas de la guerra. Unos estu-
dios han versado sobre la dirección intelectual, tan descaminada en toda
la edad moderna, y otros sobre el porvenir económico, que tantos proble-
mas entraña. El libro que tenemos a la vista, no es nada de eso; se refiere,
principalmente, pudiéramos decir exclusivamente, a los problemas de ac-
ción religiosa y moral, en cuya solución deben emplear su actividad los
católicos, para que el resurgimiento de la patria sea más eficaz y más com-
pleto.
En cinco capítulos desarrolla su pensamiento el autor. Después de al-
gunas reflexiones muy generales sobre el actual estado religioso de Fran-
cia, en que tanto han influido las enseñanzas del conflicto mundial, habla
el autor, con alto sentido patriótico, de la reforma y progreso de la vida
cristiana en las diferentes clases sociales y expone la orientación de salud
que debe darse al problema de la educación por parte de los católicos. En
uno y otro punto señala el autor las deficiencias habidas, las faltas notadas
que deben enmendarse para mejor prosperidad moral y religiosa del país.
Dedica otro capítulo muy interesante a las relaciones mutuas entre los ca-
tólicos franceses, indicando las condiciones de la unión que han de mos-
trar en su conducta y en sus sentimientos, así como las condiciones en que
deben desarrollar su acción social para mayor eficacia de su apostolado en
el bien de la patria. La exposición de los deberes de los católicos con rela-
ción a los que no comparten las mismas creencias llena el último de los
capítulos y completa el tratado de una materia que encierra verdadero in-
terés, y cuyo estudio se recomienda con su sola enunciación:
La importancia del libro no está solamente en los asuntos que se dilu-
cidan en cada uno de sus capítulos, sino también, y muy especialmente, en
la forma de exposición, animada toda ella por reflexiones del orden sobre-
54 BIBLIOGRAFÍA
natural que vienen a reforzar los argumentos de la ética natural dándole
los atractivos de un divino apostolado.— -fí. R.
La emperatriz Isabel, por el limo. Sr. D. Javier Vales Failde, rector de la
Universidad Católica. Correspondiente de la Real Academia de la Histo-
ria.—Madrid.— Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, Olóza-
ga, 1.— 1917.
Ya nos cuenta en el prólogo el ilustrado Sr. Vales Failde el origen y las
causas que motivaron la publicación de la presente obra: el origen es una
serie de conferencias dadas a las señoras en la Universidad Católica a raíz
del nombramiento del autor de este libro para rector de la misma y para
desempeñar la cátedra de Estudios sociales femeninos, cargos que vino a
ocupar al cesar en los mismos el que fué elevado a la Sede episcopal de
Barcelona, Sr. Reig Casanova. Ante las lecciones del sabio autor, las se-
ñoras asistentes a las conferencias se entusiasmaron con la excelsa figura
de la emperatriz Isabel y rogaron al ilustre conferenciante que las publica-
ra en forma de libro; así lo hizo, «cambiando únicamente la forma, que es
la de un libro, para que haya más unidad».
El carácter, pues, de la obra no es (ya lo dice también el autor) un libro
empedrado de citas, ni una novela histórica, sino una semblanza de la
emperatriz y reina Isabel, una vulgarización de la vida de tan alta señora^
modelo de madres, de esposas, de hermanas y de reinas.
Para dibujar esta figura en toda la plenitud de su majestad y grandeza
ha utilizado el sabio autor multitud de documentos con los que nos pre-
senta a la Emperatriz en su verdadero retrato, descartando cuidadosamente
todo aspecto legendario o novelesco, con lo cual consigue sembrar y di-
fundir las virtudes cívicas de que tan necesitada se halla la sociedad con-
temporánea, y de que tan alto ejemplo dio la amantísima esposa del invicto
cesar español. — P. Gutiérrez.
Cours de Psychologie et de Philosophie.— I. Psychologie, par T. Baudin, pro-
íesseur au CoUége Stanislas. Paris, ancienne librairie Poussielgue. J. de
Gigor, éditeur. 15, rué Cassette. 1917.— Un vol., en 4.^, de V-618 págs.
Forma el presente tomo el primer volumen del curso de Filosofía aco-
modado a los programas por lo que está regulado su enseñanza en la veci-
na República. Esta circunstancia nos explica la elección y distribución de
material y el método seguido por el autor en la exposición de las mismas.
No es un tratado de Psicología empírica, de esa Psicología meramente po-
BIBLIOGRAFÍA 55
sitiva, que estudia el conjunto de sentimientos, pasiones, inclinaciones y há-
bitos, que constituye la fisonomía moral de un hombre, su carácter y su
personalidad; no es tampoco una Psicología metafísica del principio subs-
tancial e inmaterial, raíz y causa última de todos los estados de conciencia.
Es una Psicología científica, como se complace en llamarla el autor, una
investigación de los diferentes grupos de fenómenos psíquicos, análisis de
los mismos y su explicación por medio de las leyes a que están sujetos.
Trazado el plan, el autor lo va desarrollando con maestría verdadera-
mente singular, que delata al profesor, que durante muchos años ha procu-
rado asimilarse bien la asignatura a fin de poderla comunicar con toda
claridad y no falta de interés a sus discípulos. En veinte y siete capítulos
está dividida toda la materia. Todas las cuestiones están admirablemente
enfocadas y desarrolladas; y si acaso se echa de menos la erudición de que
se suele alardear hoy en toda clase de textos, y en especial en los de Filo-
sofía, esta misma supresión, intencionada por otra parte, de las innumera-
bles opiniones y teorías en alguna cuestión determinada, resulta una ven-
taja indiscutible para aquellos a quienes va dedicada la obra.
La claridad en la exposición y el complacerse el autor en multiplicar
los símiles y las comparaciones con el fin de llamar más eficazmente la
atención de los lectores sobre alguna doctrina importante o consecuencia
práctica, son adornos que hacen muy agradable la lectura de las doctrinas
algunas veces un tanto abstrusas por la misma índole del asunto. Nos atre-
veríamos a augurar a este primer volumen de M. Baudin una gran difusión
entre nuestros jóvenes estudiosos, si hubiera alguno que lo vertiese a
nuestro idioma en lenguaje claro y elegante, como lo es, sin duda alguna,
el del original. — P. V. Burgos.
Episodios de la Guerra Europea.— Casa editorial de Alberto Martín.— Conse-
jo de Ciento, 140.— Barcelona.
Hemos recibido los cuadernos Q7, 98, 99 y 100 de la notabilísima obra
que viene publicando la Casa editorial arriba citada y que está escrita por
el reputado periodista Sr. Pérez Carrasco con información muy documen-
tada sobre la historia de la conflagración europea.
Los cuadernos que tenemos a la vista, de 20 a 30 páginas cada uno, se
refieren a los episodios que tuvieron lugar en Gallípoli y a las circunstan-
cias de la entrada de Italia en la Guerra. Varias ilustraciones companan al
texto y algunas láminas realzan el valor de la empresa, contribuyendo todo
ello al acrecentamiento del interés que inspira su lectura.— P. B.
56 BIBLIOGRAFÍA
EsUmpas serie «Alfa». —Librería Católica Internacional.— Claris, 82. -Bar-
celona.
De muy buen gusto es la colección de estampas de la serie «Alfa» con
que la Casa editorial de Luis Gili, de Barcelona, inaugura las series que
tiene en proyecto y en vías de ejecución. Son notables, no sólo por la no-
vedad de su presentación material, sino, lo que las hace aún más recomen-
dables, por su valor piadoso y artístico.
Consta actualmente la serie «Alfa» de 44 modelos (tamaño, 55 X 105
milímetros).
También ha publicado un bello recordatorio de Primera Comunión,
que representa a Jesús Eucarístico, y está impreso en papel couchéf con
artística orla dorada que acrecienta la riqueza del conjunto.
Este recordatorio se ha impreso con texto castellano, catalán y portu-
gués.
Derecho Sacramental y Penal especial. Con arreglo al novísimo Código de
Pío X promulgado por Benedicto XV, a las declaraciones subsiguientes
de la Santa Sede y a las prescripciones de la disciplina española y de la
América Latina, por el P. Juan B. Ferreres, S. J. Un vol., de 550 páginas,
en 4.*— E. Subirana, editor, Puertaferrisa, 14, Barcelona.
Cuantos conocen las Instituciones Canónicas^ del P. Ferreres, editadas
ya por segunda vez desde la promulgación del nuevo Código de Derecho
canónico, se felicitarán con seguridad al tener en sus manos esta obra im-
portantísima, que es una adición feliz y muy necesaria para que resulte
completo el comentario de la nueva legislación canónica.
Son dos los tratados que encierra: el Derecho Sacramental^ con aten-
ción preferente a los Sacramentos del Orden y del Matrimonio, y el Dere-
cho Penal especial, en que se expone todo lo legislado acerca de la mate-
ria hasta los momentos actuales. Añádese un tercer tratado a manera de
complemento con la exposición de los títulos XVIIl y XXX-XXXII de
libro IV, por su conexión con el Derecho Penal especial.
Como destinada la obra para profesores de Derecho canónico y alum-
nos en Seminarios y Universidades, abogados y sacerdotes con cura de
almas, los tratados ofrecen la conveniente extensión, particularmente el
del Sacramento del Matrimonio, que abarca más de doscientas páginas,
con una exposición muy completa de cuantas cuestiones, así canónicas
como morales, a esa materia se refieren, incluyendo, además, para mayor
ilustración de los estudiosos, gran parte de la disciplina ya fenecida, cuyo
conocimiento tanto contribuye, aunque por modo indirecto, a esclarecer
BIBLIOGRAFÍA 57
la legislación en vigor. Citar algunos de los puntos que se dilucidan en la
obra sería empequeñecerla, a menos de dedicarle varias páginas, de que
nos dispensa el nombre del autor, tan acreditado entre los doctos por su
mucha competencia en estas materias y por las condiciones didácticas in-
superables de que sabe revestir todas sus sobras.
Muy sinceramente le felicitamos por este su nuevo acierto de tratadista
meritísimo de la ciencia moral y canónica, como felicitamos también al
ilustre editor Sr. Subirana, digno de todos los encomios por su coopera-
ción en una obra que tan felizmente responde a las necesidades de la cien-
cia eclesiástica.— fí. R. G,
Anuario Eclesiástico 1919. (Edición española.)— Año V.— Un vol., de 974 pági-
nas, en 4.o~Subirana, editor y librero pontifício.-Puertaferrisa, 14. -Bar-
celona.
Es el presente Anuario de los pocos libros que dan a conocer una parte
del movimiento intelectual en nuestra nación y reflejan el cuadro eclesiás-
tico con detalles de información sumamente útil para el conocimiento de
un país. Trabajos de esta índole son comunes en otras naciones, y por lo
mismo no hay palabras para alabar bastante la nobilísima empresa de la
Casa editora.
Contiene este volumen, entre otras materias de carácter doctrinal e in-
formativo:
Resena arqueológica, histórica y artística de las basílicas romanas se-
gún el orden del ano litúrgico, a la que acompaña una espléndida infor-
mación gráfica de los grandes templos.
Relación de los 22.000 parroquias y tenencias de toda España, dividi-
das en obispados, con datos estadísticos de cada población y 58 mapas sin
relación ninguna con los publicados en años anteriores.
Homilías sobre las epístolas del año con notas exegéticas y reflexiones
morales, a las que sigue un resumen de las disposiciones canónicas ema-
nadas de las Sagradas Congregaciones en ese lapso de tiempo; las efeméri-
des del año eclesiástico y civil y un repertorio ideológico de lo publicado
en periódicos y revistas católicas de España desde Octubre del año 1917
al de 1918.
Ya hemos dicho la utilidad de esta publicación que desde hace cinco
años viene dando a la luz el Sr. Subirana, cada vez con datos nuevos muy
interesantes y de cuya bondad es garantía la aceptación que han obtenido
las ediciones anteriores entre el clero secular y regular en España y en
América.~P. B.
58 BIBLIOGRAFÍA
LIBROS RECIBIDOS
Instituciones del Derecho Eclesiástico con arreglo al novísimo Código
de Derecho Canónico y según la Teología, la Apologética y la Filosofía e
Historia del Derecho eclesiástico, con inclusión de la Disciplina Eclesiás-
tica Española. Obra redactada para el uso de las cátedras y curias y de
conformidad con el decreto de la Sagrada Congregación de Estudios
del 7 de Agosto de 1917, por D. Dalmacio Iglesias.— Fascículo 2.°— Un
volumen, de 730 págs., en 4.°— Hijos de J. Espasa, editores.—Cortes, 579.
Barcelona.
— Ricardo del Arco, cronista de Huesca y su provincia.- Dos ^ra/zc/es
coleccionistas aragoneses de antaño (Lastanosa y Carderera).— Folleto,
de 11 págs., en 4.° mayor. — Madrid.— Imprenta Moderna.— 1919.
—Los amigos de Lastanosa. -Cartas interesantes de varios eruditos
del siglo XVII.— Folleto, de 55 págs., en 4.^— «Revista Histórica*.— Valla-
dolid.-19I8.
—La inédita Iglesia de Santiago en Agüero.— FoW tío, de 28 páginas,
en 4.°— Madrid.— Establecimiento Tipográfico Fortanet.— 1919.
—Discursos leídos ante la Real Academia Hispano- Americana de
Ciencias y Artes en la recepción pública del R. P. Tomás Lahorra, O. S. A.
—Folleto, de 58 págs., en 8.<*— Cádiz.- Tipografía Comercial.— 1919.
—J. V. Bainvel: La Divozione al S. Cuor^.— Storia e Dottrina.— Un
volumen, de 500 págs., en 4.°— Milano.— Societá editrice «Vita e Pensie-
ro».— 1919.
— Cuestionario Teológico. Tomo W.—De Gracia y Virtudes, por el
M. I. Sr. D. Francisco Salvador Ramón, Canónigo de la S. I. C. de Qua-
dix.— Un vol., de 294 págs., en 8.°— Guadix.— Imprenta de la «Divina In-
fantita».— 1919.
— Dott. N. Casacca.— // Papa e L'Italia.-Vn vol., en 4.°, de 59 pági-
nas.-Boiogna.—MCMXIX.
CRÓNICA GENERAL
Madrid-Escorial, 30 de Junio de 1919.
ROMA
Muchos periódicos han reproducido en compendio la carta encíclica
que Su Santidad Benedicto XV ha dirigido al Episcopado alemán con mo-
tivó de celebrarse este año el centenario duodécimo de la fecha en que San
Bonifacio, mártir, comenzó su obra de la evangelización de los países ger-
mánicos, prolongada durante cuarenta años de incesantes fatigas, y por
último sellada con la sangre del martirio. El documento de nuestro Santí-
simo Padre, que lleva la fecha de 14 de Mayo, al enaltecer la grandiosa ^g\x-
xdi áú Apóstol de las tierras germánicas, constituye una lamentación de
las calamidades que se agravan sobre el mundo, y en especial sobre los
pueblos que San Bonifacio conquistó para la fe, y es un llamamiento deli-
cado y paternal a las naciones para que abran paso a la benevolencia mu-
tua y al afianzamiento de la unidad religiosa por los vínculos de la caridad.
Aquel sentimiento de pacificación que inspiró todos los actos del Padre
Santo durante la guerra, brilla con nuevos resplandores en este documen-
to, donde se ve al Padre común de la cristiandad, elevado por cima de to-
dos los odios, rivalidades y pasiones, compadeciendo a sus hijos que su-
fren y suspirando por su bien.
— Es ya oficial la erección de la Nunciatura Apostólica en la República
de Polonia, y que Su Santidad ha nombrado para el cargo de Nuncio a
monseñor Aquiles Ratti, Prefecto de la Biblioteca Vaticana, asignándole el
título de Arzobispo de Lepanto. Antes, el Gobierno polaco había designa-
do representante suyo cerca de la Santa Sede al profesor Kovalski.
Desde Mayo de 1918 se hallaba en Polonia Mons. Ratti, a quien Su San-
tidad envió como Visitador apostólico, y que encontró grata acogida entre
los polacos. El Papa, que en su nota de paz a los jefes de los pueblos beli-
gerantes hizo alusión al antiguo reino de Polonia, quiso manifestar su gozo
por la independencia de aquel país y lo demostró en carta al Arzobispo de
60 CRÓNICA GENERAL
Varsovia elevándole a la dignidad cardenalicia, como signo de sus predi-
lecciones hacia la nación católica que de nuevo resurgía a la vida indepen-
diente. Todo ello ha constituido el antecedente de este fausto suceso, que
ha tenido por fin el establecimiento de las relaciones diplomáticas entre
Polonia y el Vaticano.
—En los días 2 al 5 de Junio se celebró en Roma el primer Congreso
eucarístico diocesano, verificándose las sesiones en la iglesia de San Apo-
linar, bajo la presidencia de Mons. Palica, y asistiendo en sitios de prefe-
rencia el Cardenal Pompili, Vicario de Su Santidad, con otros Emmos. Car-
denales y prelados de la Iglesia romana. En una de las sesiones intervinie-
ron solamente los eclesiásticos, que discutieron los temas «Vida eucarística
sacerdotal» y «El Apostolado del sacerdocio en las obras eucarísticas». En
las otras sesiones intervinieron seglares también, discutiéndose temas muy
interesantes. Se cerró el Congreso con una Vigilia de la Adoración Noc-
turna en la iglesia de los Capuchinos, y al homenaje de los miembros del
Congreso al Sacramento siguió el dedicado al Vicario de Cristo en el Vati-
cano, pues todos fueron recibidos en audiencia por Su Santidad, que en la
sala del Consistorio les dirigió un discurso de alientos para el Apostolado
eucarístico.
—UOsservatore Romano ha publicado el texto de la respuesta de
Su Santidad al mensaje de los sacerdotes de la diócesis de Budweis (Bo-
hemia) y de los miembros de la Congregación Marial, fundada por los re-
dentoristas, haciendo un acto de adhesión a la Santa Sede y desautorizan-
do y deplorando la aberración de los eclesiásticos — si bien en número
muy reducido— que han intentado hacerse los promotores de inadmisibles
reformas.
El Papa expresa en dicha respuesta el consuelo que le ha proporcio-
nado el mensaje, cuyos signatarios se declaran prestos, más que a mante-
ner, a sacrificarse por la santidad de los deberes sacerdotales.
Alaba asimismo los generosos sentimientos que demuestran, y que se-
guramente serán ios de todo el clero de Bohemia:
«Nos estamos seguros de la fe y de la devoción que ha brillado siem-
pre en dicho clero, y Nos esperamos en que bajo el patronato de San Juan
Nepomuceno, mártir incomparable de las virtudes, el clero de Bohemia,
despreciando la temeridad de un pequeño número, permanecerá en sus
deberes.»
—Todos los prelados belgas han dirigido a Su Santidad un mensaje de
adhesión, al cual ha contestado el Padre Santo en los siguientes tér-
minos:
«Con la más viva complacencia Nos hemos leído el mensaje que nos
CRÓNICA GENERAL 61
habéis enviado el mismo día en que por vez primera habéis podido re-
uniros, después de cuatro años de dolorosa separación.
Vuestra carta recuerda la larga serie de calamidades que cayeron sobre
vuestro país, cuyas consecuencias aun sufrís.
Con gran delicadeza de corazón nos recordáis también nuestras so-
lemnes protestas contra las injusticias y violaciones del Derecho cometi-
das con Bélgica, así como nuestros esfuerzos por dulcificar tantos sufri-
mientos, poniendo particularmente de manifiesto vuestra confianza inde-
fectible en nuestra acción.
Y en verdad que esta confianza no está desprovista de fundamento.
De hecho, el estar animado de esta caridad universal que nos liga a
todos nuestros hijos abrumados por el dolor y por la aflicción— caridad
que tiene su origen en el Corazón de Nuestro Señor Jesucristo— , Nos no
tenemos más remedio que mirar a vuestro pueblo con especial simpatía
y sentir por él una particular conmiseración.
Mientras que nos ocupamos con todo nuestro poder en llevar algún
alivio a los sufrimientos de tantos hijos infortunados, no hemos cesado de
trabajar jamás para restituir a vuestro querido país su plena independen-
cia política, militar, económica, y para que sean reparados los daños que
ha sufrido, Nos tenemos la plena conciencia de haber hecho por Bélgica
y por su pueblo todo lo que nos era posible, todo lo que podía sugerirnos
la radiante caridad de Cristo y la afección paternal más tierna.
Por eso, venerables hermanos, nos es consolador oiros repetir que
jamás habéis dudado de vuestro Padre, ni aun en los momentos más críti-
cos; como también nos es muy dulce pensar que toméis parte hoy en una
alegría que es la Nuestra, brindándonos la ocasión de ofrendar al Dios de
las Misericordias un himno de acción de gracias.
Y habéis querido igualmente recordarnos la invocación: «Que el Sa-
grado Corazón de Jesús salve a Bélgica, que Él la eleve, que la vuelva des-
pués de sus terribles pruebas más fuerte y más bella que antes.>
Seguramente el Sagrado Corazón de Jesús lo mismo que la ha salvado,
la ensalzará, y bajo el cetro de su valeroso Soberano, la volverá más bella
y más fuerte, porque el pueblo belga, de ello estamos seguros, no dejará
de cooperar a esta grandiosa obra, poniendo su confianza en este adora-
ble Corazón, para merecer así su especial confianza.
En prenda de esta resurrección, os concedemos con todo el alma la
apostólica bendición a vos, a vuestros venerables hermanos, como también
a vuestro clero y a todos los fieles confiados a vuestra solicitud,— Bene-
dicto Papa XV.»
62 CRÓNICA GENERAL
EXTRANJERO
El día 28 de Junio se firmó la paz entre Alemania y sus adversarios, en
la célebre Galería de los Espejos, del Trianón, de Versalles, produciendo
el hecho gran alegría en pueblos y naciones sometidos durante cinco años
a la presión más terrible que se conoció en la Historia. Por toda la Prensa
se ha derramado, con profusión, el sentimiento admirativo y piadoso ha-
cia las víctimas que cayeron en el horrendo choque.
Con la firma del Tratado de Versalles, ha dado por terminada su la-
bor el Consejo de los Cuatro. Wilson, embarcó al día siguiente, en Brest,
con dirección a su país, y Lloyd George, deja, a lord Balfour, la represen-
tación del Gobierno inglés en el Consejo interaliado, que habrá de seguir
la obra de imposición a austríacos, turcos y búlgaros.
Desgraciadamente, el vino de la paz tiene mucha agua. La Delegación
china no ha querido firmar el tratado, como protesta contra las solucio-
nes sobre sus territorios de Kiao-Tcheo y Chan-Tung; el Ministerio italia-
no, presidido por Orlando, sucumbió sin arreglar la cuestión del Adriáti-
co; en el Este de Europa sigue la amenaza bolcheviquista, y por todas par-
tes el socialismo se desata en invectivas contra el tratado impuesto en
Versalles. Continuará, durante anos, la ocupación de los territorios del
Rhin, por los ejércitos anglofrancoamericanos, y esto demuestra hasta qué
punto puede confiarse en la paz elaborada en París. Digamos los princi-
pales acontecimientos de la quincena.
Las modificaciones del tratado de paz,— k las contraproposiciones
alemanas entregadas al Consejo de los Cuatro por Brockdorff Rantzau, el
día 29 de Mayo, dieron aquéllos respuesta el 16 de Junio, que consignare-
mos, cotejándola con el primer proyecto aliado y con el contraproyecto
alemán, según estudio que de unos y otros documentos hace La Época:
Cuestiones de principio.— En el documento alemán se establece que el
tratado está en oposición con los catorce puntos de Wilson y con las de-
claraciones de los estadistas aliados acerca del derecho de los pueblos y
de la paz del derecho, citándose a tal efecto muchos textos.
La respuesta de los aliados dice que no admite otra interpretación de
la doctrina wíisoníana que la hecha por el propio Wilson, y recuerda a
CRÓNICA GENERAL 61
Alemania su situación de país que ha fracasado en una formidable tenta-
tiva de agresión amenazadora contra el mundo entero.
Liga de Naciones: Proyecto aliado.— Cons'xáersi la Sociedad de Nacio-
nes como la prolongación universal de una coalición victoriosa, mantenida
para garantir la ejecución del tratado de paz e impedir toda tentativa de
desquite de los vencidos.
Contraproyecto alemán. — Considera la Sociedad de Naciones como
el órgano de una reconciliación inmediata de los antiguos enemigos, que
se aproximarían trabajando en común para la reparación de las ruinas. En
estas condiciones, Alemania aceptaría reducir su ejército a 100.000 hom-
bres y suprimir su flota de guerra, bien entendido que todas las potencias
seguirían el ejemplo del desarme.
Proyecto definitivo.— Ldi concepción inicial de la Sociedad de Nacio-
nes es mantenida, pero se deja entrever la admisión de Alemania en un
próximo porvenir t si se conforma a las obligaciones internacionales. La
reducción del ejército alemán a 100.000 hombres se aplaza hasta el 31 de
Marzo de 1920, fecha de la expiración del último septenado militar de 1913.
La disminución se hará progresivamente partiendo tres meses después
de la firma de la paz de un efectivo de 200.000 hombres.
Cuestiones territoriales: Proyecto aliado. —Los aliados reclamaban el
abandono puro y simple de la Alsacia-Lorena de 1870, de Posnania, de
Alta Silesia y una parte de Prusia occidental, con una faja conducente al
Dantzig. Este gran puerto del Vístula, y el puerto secundario de Memel
eran internacionalizados. Se preveían, además, plebiscitos en la regencia
de Allenstein (Prusia oriental), en tres zonas del Slesvig, en los distritos
de Eupen y de Malmedy, cedidos a Bélgica; y en la cuenca del Sarre, in-
ternacionalizada en un período de quince años, y cuyas minas de carbón
pasan inmediatamente a ser propiedad de Francia.
Contraproyecto a/ema/z.— Alemania consiente en abandonar, bajo re-
serva de la garantía de derecho, a las minoridades alemanas, los territorios
indiscutiblemente extranjeros (Posnania). Recíprocamente, se niega a toda
discusión sobre los territorios que considera precisamente alemanes (Alta
Silesia, Prusia occidental, Slesvig meridional, Eupen y Malmedy). Las sali-
das marítimas de Polonia sólo se asegurarían por zonas francas.
Para casos dudosos, Alemania reclama un plebiscito, insertando entre
ellos la Alsacia-Lorena.
Proyecto definitivo.— Lb. respuesta de los aliados admite la demanda
alemana en lo que concierne a la garantía de las minorías. Se verificará un
plebiscito en la Alta Silesia, en un plazo de seis a diez y ocho meses.
El plebiscito es abandonado en el Slesvig meridional. Por el contrarío,
64 CRÓNICA GENERAL
se mantienen íntegramente las decisiones adoptadas para la Prusia orien-
tal (regencia de Allenstein), para Prusia occidental, Dantzig y Memel. Tam-
bién se rechazan de plano las proposiciones alemanas sobre Alsacia-Lore-
na y los distritos belgas.
Colonias: Proyecto fl//aí/í).— Abandono puro y simple de las colonias
alemanas y de Kiao-Tcheo.
Contraproyecto alemán.— Las colonias alemanas se colocarán bajo la
intervención de la Sociedad de Naciones, con mandato de administración
reservado a Alemania. Indemnización por las pérdidas que supone el aban-
dono de Kiao-Tcheo.
Proyecto definitivo. — Se mantienen las decisiones primitivas.
Política mundial: Proyecto de los aliados.— Ktnuncia. pura y simple
de Alemania a todos sus derechos e intereses en el exterior. Liquidación
total de todos los bienes públicos y privados. Aceptación de antemano de
todos los reglamentos ulteriores de la cuestión internacional. Entrega de
toda la Marina mercante y de una parte de la flotilla fluvial y de pesca. In-
ternacionalización del Oder y del Elba. Confiscación de cables telegráficos.
Contraproyecto fl/emárz.— Alemania reclama el reslablecimiento de los
derechos privados tan pronto como cesen las hostilidades. Rechaza toda
traba comercial, colocándose en el terreno de la libertad económica. Re-
clama sus cables y sus buques. Todo lo que acepta es gravar sus barcos
en una combinación internacional reguladora del flete.
Proyecto definitivo.— E\ proyecto inicial se mantiene bajo reserva de
que la admisión de Alemania en la Sociedad de Naciones provoque una
revisión.
Reparaciones: Proyecto aliado.— -Alemanm debe comprometerse a re-
parar todos los daños causados por la guerra a todos los aliados.
Los barcos destruidos serán reemplazados, tonelada por tonelada, cons-
truyendo los astilleros alemanes 500.000 toneladas por cuenta de los ven-
cedores. Las pensiones de las víctimas de la guerra y los gastos de ocupa-
ción militar durante quince años serán de cuenta de Alemania. El total de
indemnización se fijará antes del 31 de Mayo de 1921. Alemania pagará
100.000 millones de marcos mientras el total se fija, y de ellos 20.000 an-
tes de fin de 1920.
Una Comisión de reparaciones compuesta exclusivamente de aliados,
fijará las contribuciones anuales, e intervendrá los recursos de los alemanes.
Contraproyecto alemán.— A\tman\a no se estima obligada a reparar
más que las pérdidas sufridas por los particulares en Bélgica y en el nor-
te de Francia, y por los marinos aliados en actos de violación del Derecho
de gentes.
CRÓNICA GENERAL 65
Pide que se fije inmediatamente la indemnización, sin que pueda exce-
der de 100.000 millones de los cuales pagará 20.000 millones antes de fin
de 1926. Se rechaza la Comisión de reparaciones como atentatoria a la so-
beranía alemana. No se admite el pago de los gastos de ocupación militar.
Sólo se quiere entregar el 10 por 100 del tonelaje fluvial.
Proyecto definitivo.— A\tman\si dispondrá de un plazo de cuatro meses
para hacer proposiciones financieras firmes, y los aliados las discutirán.
Mientras se mantiene el proyecto inicial.
Responsabilidades: Proyecto de los aliados.— Gu'iWermo II será juz-
gado por un Tribunal internacional, y los alemanes culpables de violacio-
nes de las leyes de la guerra serán conducidos ante Tribunales milita-
res aliados.
Contraproyecto alemán. — Ningún alemán puede ser entregado a ex-
tranjeros.—Investigación internacional sobre los orígenes de la guerra.
Proyecto definitivo. — Se mantienen las conclusiones primitivas.
Crisis alemana. — La respuesta definitiva aliada llevada en persona por
Brockdorff Rantzau a Berlín, más la carta de M. Clemenceau, verdadero
amasijo de todas las recriminaciones odiosas, produjeron en Alemania
terrible impresión.
El Vorwaerts, órgano del socialismo mayoritario, decía en uno de sus
artículos de fondo que «la respuesta de los aliados parece más a una nue-
va declaración de guerra que a la paz. El sentido común no participó en
la redacción de este tratado, que respira odio irreconciliable. Continúa
siendo la paz de violencia. Es la primera vez que en la Historia se insulta
de tal modo a un pueblo que quiere hacer la paz. Si la Entente llama a la
guerra el crimen más gran Je de la Humanidad, no otra cosa es esta paz.
Dentro de los cuatro próximos días si va a tomar la más grande decisión
de la Historia. Sin embargo, no sería una decisión definitiva, porque el
pueblo alemán no abandonará la lucha por la justicia y la existencia. ¡Ojalá
pueda ahora tener la fuerza de continuar la lucha, declarando: no!»
Otros periódicos hablaron de las consecuencias que se seguirían de
no firmar las condiciones de paz. «El bloqueo — decía la Gaceta de Voss—
no excluye los movimientos de tropa*?. Todos los puertos del Rhin, Essen
y las minas de carbón de la cuenca del Rhur serían requisados. No se pue-
de oponer ninguna resistencia. También es seguro que los polacos ataca-
rían en el fíente Este.
El Gobierno de Scheidemann y de Noske podría provisionalmente
mantenerse contra la agitación espartaquista; pero ¿qué será del pueblo
alemán, falto de carbón? Los ferrocarriles tendrían que paralizarse; no po-
66 CRÓNICA GENERAL
drían hacerse las cosechas; las ciudades estarían sin víveres, sin gas, sin
electricidad; las industrias sin primeras materias. La imaginación no puede
concebir lo que pasaría ni el dolor y la vergüenza que provocarían nuevas
condiciones.
El enemigo ocupará, sobre todo, los territorios que creyera poder se-
parar del resto del Imperio. Se tenderá un cordón entre el Norte y e! Sur;
y el Sur, privado de todo, deberá entregarse al vencedor. Hannover será
ocupado, y la misma suerte correrán las provincias marítimas. Por todas
partes se proclamará la República, y los aliados considerarán con tranqui-
lidad el avance hacia una República sovietistaen Berlín, República que no
les molestará más que la República sovietista de Budapest. Alemania que-
daría hecha astillas como antes de Bismarck y de Federico.
La gravedad del momento determinó inmediatamente discrepancias en
el seno del Gobierno alemán presidido por Scheidemann, mostrándose
partidarios de la firma los ministros Erzberger, Bell, Wissel y Schmidt, con-
tra el parecer de otros que, con Brockdoff-Rantzau, opinaban que no debía
firmarse. La cuestión se llevó a la asamblea de Weimar, donde los partidos
nacionales, demócrata y popular alemán se manifestaron contrarios a la
firma, siendo de opinión favorable los socialistas mayoritarios. A éstos se
unían los socialistas minoritarios independientes, que optaban por firmar
para luego no cumplir, y además la mayoría del partido católico del centro,
que se inclinaba por la firma del tratado, pero con la salvedad de las cláu-
sulas referentes a la responsabilidad única de Alemania en la guerra y a la
entrega de los jefes militares. En conjunto, de 421 miembros de la Asam-
blea de Weimar, eran 275 los partidarios de la firma.
En consecuencia de la división de opiniones entre los miembros del
Gabinete y de que la mayoría de la Asamblea Nacional era contraria a la
opinión del jefe del Gobierno, Scheidemann, se vio éste en la precisión de
dimitir, y entonces se formó el Ministerio siguiente:
Presidencia, Bauer; Negocios Extranjeros, Wermann Mueller; Interior,
David; Hacienda y suplente de la Presidencia, Erzberger; Obras Públicas,
Scklicke; Comunicaciones, Giesberts; Economía pública, Wilssel; Tesoro,
Ayer Kaufbeuren; Transportes y ministro encargado de las colonias, Bell;
Defensa nacional, Noske; Abastecimientos, Schinidt.
Al presentarse en la Asamblea de Weimar el nuevo Gobierno, su pre-
sidente, Bauer, hizo la siguiente declaración:
«Reconozco que es infinitamente penoso para mí entrar en este nuevo
Gobierno, cuyo primero y postrero deber ha de'ser el de concertar una paz
injusta.
La maldita obligación que pesa sobre nosotros hoy es salvar aquello
CRÓNICA GENERAL 67
que aun podemos salvar. Lamento que los demócratas no formen parte
del nuevo Gobierno, cuyo programa no es otro que el del Gabinete an-
terior.
En nombre del nuevo Gobierno me asocio a la indignación que en
todos los países alemanes han producido las condiciones de paz que se
nos imponen; pero he de suplicar a los señores diputados, en nombre de
los intereses del pueblo alemán, no hagan cuestión de partido la acepta-
ción o negativa de la firma.
No creáis que aquellos que os inducen a no firmar son verdaderos
amigos del pueblo; no creáis tampoco que aquellos que, obligados por la
necesidad, se han decidido por la aceptación del tratado, sean gentes que
no poseen ningún sentimiento de derecho nacional.»
Hace la condenación severa de un tratado al que debe dar asentimien-
to bajo una imposición inaudita. «El Gobierno debe tener en cuenta que
no puede poner al pueblo frente a una crisis al cabo de cuarenta y ocho
horas, porque la negativa a firmar no significaría ninguna modificación
del tratado. Sólo sería un corto aplazamiento. Estando rota nuestra fuer-
za de resistencia, no nos queda otra solución.»
Se dio por mayoría un voto de confianza al Gobierno, y entonces el
presidente, Bauer, hizo entregar en nombre del Gobierno nacional, por me-
diación del embajador von Haniel, en Versalles, la siguiente nota, acom-
pañada del resultado del voto de confiauza por la Asamblea nacional al
Gobierno:
«Desde el momento que supo las condiciones de paz de los Gobiernos
aliados y asociados, el Gobierno de la República alemana no dejó duda al-
guna de que tenía que considerarlas como contrarias a las bases que antes
del concierto del armisticio habían sido aceptadas por los aliados y asocia-
dos por una parte y Alemania por la otra, como condiciones para una paz.
El pueblo alemán entero comparte este criterio.
Fundándose en esta base jurídica y exponiendo claramente la situación
de Alemania, al Gobierno alemán no ha dejado nada sin probar, a fin de
llegara deliberaciones verbales para mitigar las condiciones insoportable-
mente duras hasta el grado que permitiese a Alemania firmar sin reparos
^ei Convenio de Paz y garantizar su cumplimiento.
Estos esfuerzos realizados en interés de! mundo entero por el Gobier-
no de la República alemana, resultaron estériles ante la intransigencia ad-
versaria.
Las muy amplias proposiciones de la Delegación alemana sólo encon-
traron buena disposición en muy pocos puntos; las concesiones hechas
aminoran en medida muy reducida la gravedad de las condiciones.
68 CRÓNICA GENERAL
En un ultimátum que caduca el 23 del actual, los Gobiernos aliados y
asociados han colocado a la República alemana entre el dilema de firmar
el proyecto de paz entregado o denegar la firma. En este último caso, un
pueblo indefenso por completo tendría que soportar cargas aumentadas y
obligado, además, a cumplir por la fuerza, y perdiendo, al mismo tiempo,
el derecho a la vida que tienen todos los pueblos.
Dada la aplicación de la violencia por parte de los Gobiernos aliados y
asociados, el de la República alemana no puede defender ahora este sa-
grado derecho de su pueblo; pero las potencias enemigas no pueden es-
perar que un pueblo firme por convicción un instrumento de paz que
arrebata miembros vitales de la nación alemana e impone cargas financie-
ras y económicas insoportables al pueblo germano.
El Gobierno alemán ha recibido desde los territorios que tiene que
ceder en Oriente manifestaciones apasionadas del vecindario, diciendo
que se opondrá por todos los medios a la separación de estos territorios,
alemanes desde hace muchos siglos en su mayor parte. El Gobierno ale-
mán se ve, pues, obligado a rechazar toda responsabilidad respecto a difi-
cultades que pudieran surgir de una resistencia por parte de la población
ante su separación de Alemania.
De esto resulta desde luego que Alemania tiene que rechazar todas las
cargas que resulten de esta insinuación hecha injustamente. Tampoco
puede aceptar, por herir su decoro y honor, los artículos 227 al 230, que
exigen la entrega de personas culpadas por los Gobiernos aliados y aso-
ciados de haber faltado a las leyes internacionales y realizado actos con-
trarios a las costumbres de la guerra, para ser juzgadas.
Por lo demás, protesta el Gobierno de la República alemana enérgica-
mente contra el despojo de todas sus colonias y de su justificación, que
niega a Alemania la capacidad de colonizar para siempre, no obstante
ocurrir en realidad lo contrario,como está comprobado irrefutablemente en
las observaciones hechas por la Delegación sobre las condiciones de paz.
El Gobierno de la República alemana supone que los Gobiernos alia-
dos y asociados desean que Alemania hable claramente, tanto respecto a
su buena voluntad como referente a sus reparos. Cree, pues, tener dere-
cho a dirigir la siguiente justa pelición a los aliados y asociados, en vista
de la siuiación violenta en que el pueblo alemán está a causa de las exi-
gencias enemigas, situación que en grado tan transcendental y abruma-
dor jamás fué impuesta a un pueblo, y apelando a las promesas hechas
por los Gobiernos aliados y asociados en su memorándum de 16 de Junio
de 1919, espera que considerarán la petición como parte esencial del con-
venio.
CRÓNICA GENERAL 69
Dentro de un plazo de dos años desde el día de la firma del convenio,
los Gobiernos aliados y asociados entregarán el tratado actual para su
examen al Consejo Supremo de las potencias, tal come sea creado por la
Liga de los Pueblos, según el artículo 4.° Ante este Consejo Supremo, los
plenipotenciarios alemanes gozarán de ios mismos derechos y privilegios
que los representantes de las demás potencias contratantes del actual
tratado.
Al desear el Gobierno alemán firmar las exigencias de los aliados con
la reserva citada, no lo hace voluntariamente. Declara solemnemente que
su actitud debiera interpretarse en el sentido de que cede ante la violencia,
decidido a evitar al pueblo alemán, que sufre inauditamente, una nueva
guerra, la destrucción de su unidad nacional a causa de la ocupación de
más territorio alemán, el hambre espantosa que mata a mujeres y niños,
y la prolongación de la retención inhumana de los prisioneros de guerra.
En vista de las formidables cargas que pesan sobre el pueblo alemán, éste
espera que todos los prisioneros de guerra y civiles sean repatriados desde
el 1.® de Julio en el plazo más breve. Alemania devolvió los prisioneros de
guerra enemigos en dos meses.
El Gobierno de la República alemana se compromete a cumplir las
condiciones de paz que le fueron impuestas. Quiere, sin embargo, expre-
sarse en este solemne momento con toda claridad, para rechazar desde un
principio todo reproche de insinceridad que pudiera hacerse a Alemania
ahora o más adelante. Las condiciones impuestos rebasan todo lo que
Alemania es realmente capaz de cumplir, por lo cual el Gobierno de la
República germana se cree obligado a manifestar que formula toda clase-
de reservas y rechaza toda responsabilidad frente a las consecuencias que
pudiesen recaer sobre Alemania, caso de que salga a la evidencia la impo-
sibilidad de cumplir las condiciones, aunque la capacidad del pueblo fuera
aprovechada hasta el último límite. Alemania concede, además, la mayor
importancia a declarar que no puede aceptar ni cubrir por su firma el ar-
tículo 231 del convenio de paz, que exige el que Alemania reconozca ser
la única causante de la guerra.
El mencionado Consejo pronunciará su fallo sobre todas las condicio-
nes que mermen el derecho del pueblo alemán a regir sus destinos o que
dificulten un desarrollo económico libre de Alemania, con igualdad de
derechos. El Gobierno de la República alemana hace, pues, la manifesta-
ción de su aprobación del tratado, exigida en la carta del 16 de Junio
de 191Q, en la siguiente forma: El Gobierno alemán está dispuesto a fír-'
mar el convenio de paz, sin reconocer, no obstante, que el pueblo alemán
70 CRÓNICA GENERAL
sea el causante de la guerra, y sin el compromiso de entregar personas^
según los artículos 227 y 230 de! tratado. >
A esta nota del Gobierno alemán contestó M.Clemenceau con la siguien-
te carta al presidente de la Delegación alemana en Versalles:
«Señor presidente: Las potencias aliadas y asociadas han examinado la
nota de la Delegación alemana con fecha de hoy, y, debido al escaso tiem-
po que queda, estiman su deber dar cuenta inmediatamente a aquélla.
En efecto, el plazo de tiempo dentro del cual el Gobierno alemán ha de
tomar la decisión definitiva sobre la firma del tratado no excede de veinti-
cuatro horas.
Los Gobiernos aliados y asociados han examinado con detenidísima
atención cuantas observaciones fueron presentadas por el Gobierno ale-
mán respecto al tratado de paz. Han contestado a ellas con entera franque-
za y han hecho cuantas concesiones parecióles justo hacer.
La última nota de la Delegación alemana no contiene ningún docu-
mento ni ninguna observación que no haya sido ya sujeto a examen.
Las potencias aliadas y asociadas se consideran, pues, obligadas a decla-
rar que el momento de la discusión ha pasado y que no pueden avenirse
a reconocer ninguna modificación o reserva, y se ven en la imprescindible
obligación de exigir de los representantes alemanes una declaración inequí-
voca de su voluntad de firmar y aceptar íntegramente o de negarse a ello
en forma definitiva.
Una vez haya sido firmado el tratado, las potencias aliadas y asociadas
considerarán a Alemania responsable de la ejecución del mismo en todas
cuantas estipulaciones le integran.
Sírvase recibir, señor presidente, el testimonio de mi mayor considera-
ción.—Firmado, Clemenceau.*
La protesta alemana, — Ha sido el acontecimiento más ruidoso la des-
trucción de la escuadra alemana por sus propias tripulaciones en el puerto
inglés de Scapa Flow, donde había sido internada en los primeros días del
armisticio. Las tripulaciones alemanas seguían en los buques bajo la vigi-
lancia inglesa.
Se recordarán las discusiones que hubo entre los aliados respecto de
la suerte de la hermosa escuadra, la siguiente en poder a la inglesa, entre
todas las del mundo. Franceses y norteamericanos eran partidarios de la
repartición, pero los ingleses defendieron que no convenían a Francia ta-
les buques y que procedía hundirlos. Así se hallaba la cuestión, cuando el
día 21 de Junio apareció la noticia del hundimiento por los mismos ale-
manes.
CRÓNICA GENERAL 71
Entre los principales navios destruidos, se citan los siguientes: dread-
noughís, Friedrich der Grosse, Koenig Alberi, Kaiser, Kronprinz Wilhem,
Kaiserin, Bayern, Morghgraff, Prinz Regent Luitpold y Grosser Kur-
fursi; cruceros de batalla Seydlifs, Derflinger, Yon der Tann, Hindenburg
y Moltke; con otros muchos cruceros ligeros, sumando en total 400.000
toneladas con 100 cañones gruesos y 200 cañones de mediano calibre.
Las tripulaciones quedaron prisioneras en los navios ingleses, habién-
dose ahogado un número considerable de marinos.
El hecho hizo estallar a los aliados en recriminaciones terribles, y mon-
sieur Clemenceau lo apuntó como otra falta de honor de los alemanes.
— Dentro de Alemania también se ha manifestado la protesta con ca-
racteres violentos. Un telegrama de Berlín decía que cierto número de sol-
dados pertenecientes a la llamada Guardia negra entró en el Arsenal de
Berlín y se apoderó de las banderas capturadas a los franceses en 1870, y
que según las condiciones de paz debían ser devueltas a Francia. Desfila-
ron por la Unter der Linden y quemaron las banderas ante el monumento
de Federico el Grande, en presencia de millares de personas.
Por su parte la Prensa se hace eco de la indignación general. El perió-
dico Breazzeitung úixildi su artículo «Finis Germaniae», y dice: «La revo-
lución, que debía proporcionar la libertad del pueblo, le ha conducido a la
esclavitud.»
El Vorwaerts declara que la coacción ejercida por los enemigos para
hacer firmar a Alemania desvaloriza a la firma alemana. La paz de Versa-
lles— agrega— descansa sobre la violencia, y sólo tiene validez mientras
dure la violencia.
La firma misma es un acto de pura forma y sin valor, y al realizarlo,
Alemania debiera dar expresión al desprecio que siente por esta paz ver-
gonzosa para los adversarios. Seguramente vendrá para Alemania el día
del renacimiento.
Los acuerdos tomados en Weimar no representan la última página en
la historia del pueblo germano.»
— En cuanto a la protesta por el desacato al ex emperador alemán, la
Liga de Oficiales Alemanes publicó un manifiesto lamentando no poder de-
fender a su antiguo «Señor de guerra», y declarando que el Gobierno ale*
man no debe consentir la extradición del Kaiser.
La nota comenta las noticias procedentes de la Entente, según las cua-
les los aliados siguen en su empeño de juzgar al K<iiáer y a ciertas perso-
nalidades, y termina diciendo: «No debemos inclinarnos ante tal preten-
sión. Esto sería una traición vergonzosa hacia nuestro Kaiser y una des-
honrosa infidelidad hacia nuestros jefes. Por consiguiente, la Liga de Oñ-
72 CRÓNICA GENERAL
dales Alemanes rechaza por unanimidad, y con profunda indignación, la
injusta petición. Sabe perfectamente que todo alemán que conserve aún
los sentimientos de honor de la patria, rechazará dicha proposición.»
En defensa del Emperador, el ex canciller alemán Bethmann Hollweg
dirigió el 25 de Junio una carta al presidente del Consejo francés, Clemen-
ceau, rogándole diera a conocer lo siguiente a las potencias aliadas y aso-
ciadas:
«En el artículo 227 del tratado de paz formularon las potencias aliadas
y asociadas una acusación contra S. M. Guillermo II de Hohenzollern,
Emperador alemán, tildándole de haber faltado a las leyes morales inter-
nacionales y al poder sagrado de los Convenios.
Anunciaron al mismo tiempo que estaban decididos a rogar al Gobier-
no de Holanda entregara al Emperador para que fuera juzgado.
En relación con esto, me permito proponer a las potencias aliadas y
asociadas que abran el proceso contra mi persona en lugar del Empera-
dor, poniéndome yo a su disposición. Como ex canciller del Imperio ale-
mán, tengo la única responsabilidad respecto a los actos políticos del Em-
perador durante mi gobierno, según los derechos alemanes.
Creo, pues, poder solicitar de las potencias aliadas y asociadas me ha-
gan responsable de estos actos. Convencido estoy de que las potencias
aliadas y asociadas no querrán negarme esta petición que se basa en las
leyes nacionales.»
— Ante la efervescencia suscitada por las humillaciones, y para evitar
mayores males, el presidente de la República, Ebert, y el Gobierno nacio-
nal publicaron el siguiente llamamiento al pueblo alemán:
«El Gobierno hizo la manifestación de querer firmar la paz con la apro-
bación de la Asamblea nacional, con el corazón oprimido y bajo la pre-
sión de la violencia más desconsiderada, pero pensando siempre en evitar
que nuestro pueblo indefenso tenga que hacer nuevos sacrificios y sopor-
tar más hambre. La paz ha sido concertada. Ahora se trata de cumplirla y
asegurarla.
Todos nuestros esfuerzos deben ir dirigidos hacia esta obligación. La
paz debe ser cumplida mientras sea posible. Jamás nos olvidaremos dé
los que quedarán bajo el dominio extranjero. Ellos son sangre de nuestra
sangre, y defenderemos sus intereses en lo posible. Ellos podrán ser sepa-
rados de la patria, pero no de nuestros corazones.
Tenemos el deber de trabajar. Lis cargas de la paz pueden ser sopor-
tadas sólo mediante la mayor actividad. A¡ no cumplir la cláusula más mí-
nima del convenio, nuestros adversarios po Irán contestar con la invasión,
la ocupación y el bloqueo. El que trabaja defiende el suelo patrio.
CRÓNICA GENERAL 73
Tenemos también el deber de seguir en nuestros puestos, a pesar de
todas las dificultades. El soldado, los suboficiales y la oficialidad, los em-
pleados del Estado, cada uno de ellos debe seguir cumpliendo su misión
en bien de todos en estos días peores entre los peores.
Se nos obliga que entreguemos compatriotas nuestros a los Tribunales
enemigos.
Nos opusimos a esto hasta el límite, y comprendemos la indignación
de nuestras valientes tropas, pero si los oficiales y toda la tropa no defien-
de con firmeza el orden interior, millones de compatriotas serán víctimas
de la ocupación, de la anexión y del terror.
Alemania debe conservar su vida. No hay trabajo sin el orden interior,
y sin trabajo no pueden cumplirse las condiciones, y no habrá paz mien-
tras no se cumplan. No habrá concesiones, ni revisiones, ni posibilidad de
pagar todas las cargas formidables si no colaboramos todos por cumplir
lo firmado. Lo que hoy se deje de hacer en un día, costará años enteros de
esclavitud a nuestros hijos. Hay una sola salvación: conservar la nación y
el pueblo, siguiendo unidos y trabajando. Ayudadnos en esta misión.»
cTambién el ministro de la Defensa nacional, Noske, quien a petición
del presidente alemán decidió retirar su dimisión, acaba de dirigir el si-
guiente llamamiento a las tropas de la Defensa nacional:
«La Asamblea Nacional acordó que el convenio de paz fuera firmado
por el Gobierno, en vista de que estamos indefensos frente a la violencia
adversaria. Ante el Gabinete me he pronunciado, lo mismo que los minis-
tros de Guerra de Alemania y Prusia, contrario a la firma de esta paz de
violencia. Pero en vano. Mi dimisión fué rechazada por el presidente déla
nación y por el jefe del Gobierno, de acuerdo con los partidos mayorita-
ríos de la Asamblea Nacional. Tanto el Gobierno como la mayoría del
Parlamento han obrado bajo el peso de las circunstancias. Nuestro país se
desangra de miles de heridas. Las masa? populares han quedado desmo
roñadas e incapaces de resistir, a causa de años de sufrimientos y priva-
ciones y a causa del hambre. Millones de alemanes sienten el único deseo
de verse librados de la incertidumbre y de llegar a la paz. Toda la comar-
ca occidental de nuestra patria teme la invasión del enemigo, lleno de odio,
cuya inhumanidad y desconsideración hemos tenido que sufrir aún recien-
temente, y el cual no vacilará en llevar la guerra y las devastaciones al
suelo germano. La miseria y la situación angustiosa de nuestro pueblo me
prohibe desertar de mi puesto, en el que soy capaz de servir a la patria, si
me ayudan, como lo han hecho hasta ahora, hombres abnegados. Cámara -
das: Alemania y su pueblo no pueden prescindir de vosotros. Ayudadnos
74 CRÓNICA GENERAL
a sacar la patria de la vergüenza y de la miseria para conducirla a un por-
venir más benigno.»
Dimisión del mariscal Hindenburg.—ConiñsisLdo ante tantas desdichas
como han sobrevenido a su patria, el ilustre caudillo alemán, tan cargado
de años como de prestigio, se ha retirado a la vida privada. Recientemente
manifestó sus deseos al presidente de la República en los siguientes tér-
minos:
«El comienzo de las negociaciones de paz me induce a comunicar al
Gobierno nacional lo que sigue:
He permanecido a la cabeza del alto mando militar porque creía mi
deber seguir prestando servicios a la patria en tiempos del mayor peligro,
y tan pronto como quede concertada la paz preliminar, considero cumpli-
da mi misión.
Dada mi edad avanzada, será comprensible a todos mi deseo de reti-
rarme a una vida privada, tanto más cuanto se sabe lo duro que fué para
mí seguir en mi puesto en los tiempos actuales, teniendo en cuenta mis
opiniones, mi personalidad y todo mi pasado.»
El presidente nacional contestó lo sigutente:
«He tomado nota de su decisión de renunciar al puesto de generalísi-
mo una vez firmada la paz preliminar, para retirarse a la vida particular.
Estando conforme con ello, aprovecho la ocasión para expresarle la más
alta gratitud del pueblo alemán por los servicios prestados a la patria du-
rante la guerra y en los tiempos actuales.
El país no olvidará nunca que usted se pusiera a disposición de la pa-
tria en los tiempos más difíciles, cumpliendo su misión con gran fidelidad
y abnegación.»
En estos últimos días, al hacer efectiva su dimisión de generalísimo,
dirigió el siguiente manifiesto de despedida a sus tropas:
«¡Soldados! Hace algún tiempo que manifesté al Gobierno que, como
soldado, tenía que preferir una caída honrosa a una paz de vergüenza. La
misma declaración la debo a vosotros. Habiendo en una ocasión anterior
expresado ya mi intento de retirarme de nuevo a la vida privada al llegar
la paz, renuncio ahora al mando supremo.
Al despedirme, pienso, ante todo, lleno de emoción, en los largos años
que tuve el honor de servir bajo el reinado de tres soberanos. Aparecen
entonces ante mi mente los tiempos de una labor pacífica incansable, del
espléndido desarrollo, de las grandes victorias y de la tenaz resistencia.
Pero también pienso, con profunda tristeza, en los tristes días del desastre
que cayó sobre nuestra patria. En estos tiempos de incalculable gravedad
CRÓNICA GENERAL 75
era cual luz de estrella la fidelidad y confianza con que me apoyaban los
oficiales, suboficiales e individuos de tropa. Por ello os debo a todos gra-
titud eterna, y no menos a las unidades voluntarias, defensoras infatigables
del frente oriental.
Ligo, sin embargo, a esta gratitud una petición para el porvenir. Sea
cual fuere el criterio que cada uno de vosotros tiene sobre los aconteci-
mientos de los últimos días, para todos debe existir un solo objetivo: el
bienestar de la patria. Nuestro pueblo sigue amenazado. La posibilidad de
mantener el orden interior y de realizar una labor beneficiosa depende
esencialmente de la firmeza de nuestra fuerza armada. Es, pues, nuestro
deber primordial garantizar esta firmeza. El criterio individual debe pasar
a segundo lugar, por muy difícil que esto sea. Gracias a una labor común,
solo, y con la ayuda de Dios, lograremos conducir a nuestra pobre patria
alemana, de nuevo, hacia mejores tiempos, librándola de la más profunda
humillación. ¡Adiós! No os olvidaré ]amás.>
La Deutsche Allgemeine Zeitung escribe: «La retirada definitiva del
mariscal del servicio militar pone un sello personal al término de la gran
época militar de Alemania, tan estrechamente ligada con el nombre del
caudillo.
Con una energía inquebrantable, y cumpliendo su deber sin descanso,
el generalísimo ha sido siempre fiel a la patria, siendo para todos un ejem-
plo de heroísmo recto y sencillo, que será imperecedero.
La firma de la paz es un hecho, y con ello desaparece para el generalí-
simo de nuestro ejército gigantesco, desmovilizado tiempo ha y convertido
entretanto en instrumento de la defensa nacional, todo motivo para seguir
en su puesto, al que fué llamado hace casi cinco años, cuando estaba ya
retirado del servicio.
En el momento de su dimisión, Hindenburg da todavía un ejemplo de
nobleza, pues aconseja encarecidamente al ejército que olvide en estos tiem-
pos tan graves para la historia alemana las opiniones individuales, diri-
giendo todos sus esfuerzos hacia el mantenimiento de la firmeza de nues-
tra fuerza armada.
Grande en las victorias, grande a la hora de la despedida; así quedará
la figura de nuestro mariscal von Hindenburg grabada en los corazones del
pueblo alemán.»
La firma del tratado de Versalles. — Muy laboriosa resultó en Berlín
la designación de los delegados que habían de trasladarse a Versalles, por
negarse todos los candidatos a figurar en un momento de tan grave trans-
cendencia para su patria. Hubo una conminación de los aliados al Go-
76 CRÓNICA GENERAL.
bierno de Berlín, y entonces fueron designados los ministros Hermana
Muller, de Asuntos Extranjeros, y Bell, de Vías y Comunicaciones, los
cuales llegfaron a Versalles el mismo día 28 de Junio a las tres de la ma-
drugada.
La ceremonia, que estaba señalada para las tres de la tarde, revistió
gran solemnidad. Desde la mañana salieron los trenes de París repletos
de público para Versalles, donde muchos regimientos de infantería y
caballería formaron inmediatamente la carrera que habían de recorrer
los automóviles de los plenipotenciarios. El servicio en el interior del Pa-
lacio de Trianón lo prestaban dragones armados con lanzas.
Ha llegado la hora, y los plenipotenciarios toman asiento. «El espec-
táculo— dice un corresponsal— es imponente. En el techo de la galería
que representa la historia alegórica de Luis XIV, se ven escudos y pasajes,
donde están escritas sentencias que en su mayoría tienen un sentido que
conservan hoy. Se ven varias escenas en las que Francia, victoriosa, dicta
la paz a sus enemigos vencidos. Encima del lugar donde se sienta Clemen-
ceau, letras de oro sobre fondo blanco proclaman: «El Rey gobierna por
sí solo.»
Se invierten los ratos de espera en cambiar impresiones. Wilson, como
muchos delegados, lleva un álbum de autógrafos. El presidente se muestra
muy atento, y nadie deja de firmar en su álbum.
Williams Mardn, director del Protocolo, acompañado de M. Fouquié-
res Arnabon, advierte a M. Clemenceau que los delegados alemanes han
llegado. En la sala se hace un silencio profundo. No se oye más que el
vibrar de las armas y el lejano murmullo de la multitud. En el umbral de
la galería de las Batallas aparecen, al fin, dos maceros del Ministerio de
Negocios Extranjeros. Los delegados alemanes no son anunciados; entran
en fila uno detrás de otro, discretamente, calladamente, en medio de un
silencio glacial... Nadie se levanta de su asiento. Los plenipotenciarios
alemanes se dirigen inmediatamente a las butacas de la izquierda del pre-
sidente de la Conferencia; en el momento de tomar asiento se inclinaH
ligeramente.
Muller y Bell parece que no dejan de estar emocionados. Lanzan una
rápida ojeada circular sobre la concurrencia, y después parecen sumirse
en el estudio absorto de los programas de la sesión, que tienen colocados
sobre los pupitres. Antes de la entrada de los plenipotenciarios alemanes,
la Guardia republicana había envainado los sables,
Monsieur Clemenceau, que presidía, teniendo a Wilson a su derecha
y a Lloyd Qeorge a su izquierda, declaró abierta la sesión y pronunció h
siguiente alocución:
CRÓNICA GENERAL 77
«Señores: Se abre la sesión para firmar las condiciones del tratado de
paz entre las potencias aliadas y asociadas y el Imperio alemán. El acuerdo
está hecho y el texto redactado.
El presidente de la Conferencia certifica por escrito que el texto que
iba a ser firmado estaba conforme con el texto de los ejemplares entrega-
dos a los delegados alemanes.
Las firmas se van a poner en el texto original. Esas firmas valdrán
como un compromiso irrevocable, que será cumplido y ejecutado en su
integridad en todas las condiciones fijadas. En esas condiciones, tengo el
honor de invitar a los plenipotenciarios alemanes a que se sirvan poner
sus firmas.»
Los plenipotenciarios de Alemania se levantan y, automáticamente,
como entraron, se dirigen a la mesita Luis XV. Muller es el primero que
coge la pluma, e inclinándose ligeramente sobre el pergamino, con mano
nerviosa, que agita ligero temblor, pone su firma. Al levantar la cabeza,
una lívida palidez cubre su rostro. Sin hablar una palabra, pasa la pluma
a Bell. Este lo hace, después de firmar, a los restantes delegados. Cuando
esta formalidad está terminada, los plenipotenciarios vuelven a sus puestos
y la ceremonia de la firma continúa por la Delegación americana. Wilson
se dirige rápidamente a la mesa, firma sonriente, limpiando previamente
su anteojo, y vuelve a su sitio. Clemenceau lo hace con más calma: firma
lentamente, con mano segura, y después que lo ha hecho dirige a los pe-
ludos una mirada, donde brilla un relámpago de orgullo y de alegría, les
dedica una sonrisa y vuelve a su sillón.
Lloyd Qeorge y la Delegación británica firman; les sigue la Delegación
italiana, formada por los señores Sonnino, Imperiali y Crespi.
La Delegación japonesa cierra la firma de las grandes potencias, y co-
mienzan a firmar las potencias de intereses limitados.
Comienza la Delegación de Bélgica, y detrás de ella, Bolivia, Brasil,
Grecia, etc. La última firma es la de los representantes del Uruguay, a las
tres y cuarenta minutos de la tarde.
Monsieur Clemenceau se levanta y dice: «Las condiciones de paz entre
los aliados y asociados y Alemania están firmadas. Se levanta la sesión.»
—A la firma del tratado ha seguido gran explosión de entusiasmo,
sobre todo en Inglaterra y Francia. El presidente de la República francesa
dio un banquete de gala en el Elíseo en honor de Mr. Wilson, que iba a
salir para su país, y en ese banquete, al que asistieron individuos de todas
las naciones representadas en la Conferencia, y de las neutrales, sólo Es-
paña, por excepción, el presidente norteamericano hizo en un bi indis en-
tre otras declaraciones:
78 CRÓNICA GENERAL
«Al separarnos, dejamos terminado parte del trabajo; fijada dejamos la
fórmula de la paz; pero queda apenas esbozado el plan de cooperación;
éste se irá ensanchando y afianzando en los años venideros.
Quedaremos siendo amigos, cooperaremos en labores que despertarán
en nosotros comunes ideas sobre los deberes y derechos de los hombres
en cada raza y en cada pueblo; logrado esto, habremos alcanzado impor-
tantísimo resultado. Antaño firmaban las naciones contratos y pactos por
tiempos definidos; pero jamás tuvieron esos pactos ni contratos la forma
y concepto de asociación permanente como el tratado que acabamos de
dejar redactado.
La guerra actual ha sido declarada con evidente injusticia; deben, pues,
las naciones coligarse para que en lo sucesivo resulte imposible a ninguna
de ellas desencadenar tanta calamidad como la que hemos estado presen-
ciando y padeciendo durante estos cinco años.»
Terminó diciendo Mr. Wilson que ai dar el adiós a Francia lo hace tan
sólo con los labios, por cuanto permanece de corazón en este noble y hos-
pitalario país. «Levanto mi copa— dijo al final — en honor de la amistad
francoamericana, por la prosperidad de Francia y por la comunión de los
pueblos libres, en bien de la Humanidad.»
Desconfianzas e impugnaciones del tratado.— E\ Journal dice que en
cuanto terminó la ceremonia oficial de la firma del tratado de paz, los se-
ñores Ciemenceau, Lloyd George y Wilson se encerraron en una sala del
palacio con objeto de deliberar.
Ciemenceau expresó primeramente que se trataba de determinar las
medidas relativas a la ratificación del tratado; pero que Inglaterra y los
Estados Unidos tenían que garantizar su ayuda a Francia en el caso de que
se produjera un ataque no provocado.
El texto de este documento no ha sido aun hecho público; pero es de
desear que las potencias contratantes lo hagan cuanto antes. Este convenio
no tiene menos importancia que el mismo tratado de Versalles.
El 6 de Mayo, víspera del día en que las condiciones de los aliados de-
bían ser sometidas a los alemanes, se anunció en una nota que Inglaterra
y los Estados Unidos habían decidido garantizar a Francia contra toda
agresión por parte de Alemania.
Tanto al Parlamento británico como al Congreso americano deben ser
sometidos los respectivos proyectos de ley autorizando a los Gobiernos de
Londres y Washington para intervenir automáticamente a fin de defender
a Francia contra todo ataque injustificado de sus adversarios de ayer.
De este modo se salvarán de antemano los artículos constitucionales
CRÓNICA GENKRAI. 7Q
que subordinan en América lo mismo que en Inglaterra todo acto de gue-
rra a una previa decisión del Parlamento.
El sábado, poco antes de las doce, el presidente Wilson, Lloyd George
y Clemenceau se han reunido en el Elíseo, en el gabinete de Poincaré
para firmar el protocolo del compromiso de garantía.
Se ha querido de propósito que coincida la firma de este documento
con la del tratado de Versalles, que constituye, hasta que la Sociedad de
las Naciones haya demostrado su eficacia, la garantía más fuerte de ejecu-
ción del tratado.
La coincidencia, pues, quiere claramente subrayar el espíritu de unión
y la firme resolución de los Estados asociados en la discusión, así como
en las decisiones.
—Respecto de las impugnaciones del tratado para el socialismo, se ha
hecho pública la determinación del Consejo federal socialista del Sena de
impugnarlo en el Parlamento francés.
Según Le Matin, después de varios discursos de tonos levantados,
acordóse, por 6.800 votos y 10 abstenciones, hacer pública la siguiente mo-
ción, que expresa el sentido del Consejo:
«Los diputados socialistas deberán votar en contra del tratado de paz.»
Después fué presentada otra proposición, por la cual se pide a los so-
cialistas que se abstengan de tomar parte en las fiestas de la Victoria, que
se han de celebrar el próximo día 14, por entender— dice la moción— que
ese día es un día de luto para el proletariado.
Uno de los delegados pronunció un discurso en apoyo de la anterior
moción, diciendo que no sólo debe limitarse a tal acuerdo la actitud de
los socialistas, sino que, además, todos ellos deben rechazar cuantas tarje-
tas se les entreguen para distribuirlas entre el público.
Otro diputado pidió la expulsión inmediata del partido de 20 diputados
socialistas que votaron a favor de créditos militares en la Cámara.
Comentando los resultados de esta votación, Le Matin pone de mani-
fiesto cómo las teorías extremistas parecen haber ganado terreno.
El diputado Longuet exhortó después a los delegados socialistas a dar
muestras de sangre fría, para afrontar la situación, recordando que el par-
lido socialista se había pronunciado ya categóricamente contra toda adhe-
sión a la tercera Internacional, y que elía significaba que en sus decisiones
no debe mostrar arrebato el elemento obrero.
80 CRÓNICA GENERAL
Cambio de Gobierno en Italia,— E\ disgusto producido en Italia por
las gestiones del jefe del Gobierno, Sr. Orlando, en la Conferencia de Pa-
rís, se exteriorizó en el Parlamento, dando origen a la dimisión del Gabi-
nete, que fué substituido por otro compuesto en la siguiente forma:
Presidencia del Consejo e Interior, Nitti; Negocios Extranjeros, Titto-
ni; Colonias, Luigi Possi; Gracia y Justicia, Mortara; Hacienda, Tedesco;
Tesoro, Schanze; Marina e interinamente Guerra, contraalmirante Sachi;
Instrucción pública, Baccelli; Obras públicas, Pantano; Transportes, De-
vito; Agricultura, Visocchi; Industria, Comercio, Trabajo, Aprovisiona-
miento y consumo de materias alimenticias, ingeniero Danti Ferrari; Co-
rreos, Chimienti; Asistencia militar y prisiones, Dacomo; Territorios libe-
rados, Cesare Navar.
El ministro de Negocios Extranjeros, Sr. Tittoni, ha pronunciado un
discurso en el Senado, en el que ha dicho, entre otras cosas, que el formar
parte de la Delegación de la paz le obligaba a salir precipitadamente para
París.
Mientras todas las potencias han asegurado el reconocimiento de sus
aspiraciones, para Italia queda en pie una dolorosa incertidumbre; pero
nosotros defenderemos enérgicamente los intereses nacionales.
Yo creo— dice— poder resumir brevemente la situación en los términos
siguientes: los qonfines con la República austríaca y el Estado definido,
como nosotros lo queríamos, en lo que toca al Adriático, después de la si-
tuación creada por el mensaje del presidente Wilson y la tentativa de la
transación del Sr. Tardieu, quedaron en pie nuestra petición del pacto de
Londres, que Wilson nos reconocía y que los aliados admitían en su inte-
gridad; esto es, con la cláusula que asigna Fiume a la Croacia.
Enumera las decisiones adoptadas respecto a los diversos países y en
cuanto se refiere a las colonias alemanas de África.
Italia ha dado ya su adhesión a cuanto pedían Inglaterra y Francia; pero
estas potencias no han correspondido con nosotros. Por lo tanto, ellos po-
drán encauzar su vida en la paz, mientras que nosotros ninguna ventaja
obtendremos si no se nos conceden nuestras reivindicaciones.
Nosotros expondremos nuestros derechos como los de los demás paí-
ses aliados, ya que nuestros sacrificios han sido los mismos.
Al regresar diremos al país toda la verdad. No puede retrasarse por
más tiempo que el pueblo italiano conozca el pacto de Londres.»
Aludiendo a un discurso que pronunció en Niza en 1916, dice que en-
tonces afirmó enérgicamente que las aspiraciones de Italia debían ser rá-
pidamente aseguradas antes del término de la guerra.
Recuerda el párrafo de otro discurso, en el que dice:
CRÓNICA GENERAL 81
«Nosotros no podremos considerar una paz satisfactoria a aquella en la
que no se dé la posibilidad de tratados de comercio equitativos, que no
asegure el refuerzo y condiciones de materias primas; en la que no se tu-
telen nuestras emigraciones, que no asegure nuestras posiciones en el
Adriático y en el Mediterráneo, y en el que no se den elementos para hacer
vivir nuestras colonias y se permita su desarrollo.»
«La Delegación y yo — terminó el Sr. Tittoni — declaramos que nuestro
programa se reduce a estas palabras: ¡Italianos, siempre! ¡Italianos, sobre
todo!»
ESPAÑA
Del júbilo nacional por el advenimiento de la paz se ha hecho intér-
prete en primer lugar S. M. el Rey D. Alfonso XIII y el Gobierno, que en
calurosos telegramas han felicitado a todos los Gobiernos interesados
principalmente en ella, concediendo al mismo tiempo en España un in-
dulto general. Tampoco han faltado las felicitaciones del Parlamento, así
como en toda la Prensa se han dado notas del regocijo por el éxito de
nuestra neutralidad que de tantos males nos ha preservado y que con tanto
tesón defendieron especialmente las clases conservadoras.
— Con gran solemnidad se verificó el día 24 la apertura de las Cortes,
produciendo gran interés la lectura del Mensaje por Su Majestad el Rey.
En las sesiones que hasta la fecha se han celebrado, se ha visto el propó-
sito de las izquierdas de dificultar la constitución del Congreso, siguiendo
el acuerdo tomado en reuniones anteriores. Es el mal crónico en la políti-
ca española y por cuya extirpación suspiran todas las gentes de orden.
Mientras tanto el Gobierno ha suprimido la censura y prorrogado por de-
creto los presupuestos para un mes.
—De verdadera transcendencia fué la manifestación hecha el día 21
por los ingenieros civiles españoles ante S. M. el Rey. Desprovistos de
toda mira política y atentos sólo al bien y al progreso de España, le en-
tregaron un mensaje, por mediación del ministro de Fomento, en el que
declaraban la necesidad de emprender una obra grande de reconstitución
nacional.
Dos motivos principales tenía la fiesta celebrada en la Escuela de Ca-
minos: el homenaje que había de rendirse al ilustre ingeniero D. Juan Ma-
nuel de Zafra, profesor de puertos y señales marítimas de la Escuela de
Caminos, con ocasión de la entrega e imposición de las insignias de la
gran cruz de Alfonso XII, otorgada por sus relevantes méritos, y el descu-
brimiento de la lápida dedicada en la misma Escuela a la memoria del in-
geniero D. Eduardo Escalona, como prueba de gratitud hacia el varón in-
82 CRÓNICA GENERAL
signe que legó parte de su patrimonio al Cuerpo de Caminos, para que,
convertida su renta en premio anual a los alumnos, sirviera a éstos de es-
tímulo en el estudio de su carrera.
A ambos actos quiso asistir el Monarca, dando soberano realce a la pa-
triótica y nobilísima aspiración de la ingeniería española. «Los ingenieros
españoles — decía el mensaje—quisiéramos que nuestra Patria realizara en
plazo breve una completa transformación de la economía nacional, que, al
propio tiempo que la engrandeciera, enalteciese los prestigios de su histo-
ria; y como nuestra misión es aplicar la ciencia al desenvolvimiento de la
riqueza, recabamos el puesto de honor que en esta empresa nos corres-
ponde, sin más finalidad que la de aportar a ella un trabajo abnegado en
beneficio de la prosperidad general. No desconocemos, señor, que la evo-
lución de los tiempos va cambiando los timbres de grandeza de las nacio-
nes, y nos consideramos obligados a proclamar que creemos que la hege-
monía moderna está reservada a los pueblos que más produzcan y que
mejor desarrollen sus industrias y su comercio exterior.»
— Hemos de hacer mención también del homenaje rendido por la So-
ciedad Española de Excursiones a la memoria del insigne escritor mallor-
quín D. José María Cuadrado, con motivo del centenario de su naci-
miento.
En la sesión presidida por el Rey, en la Real Academia Española, se
leyeron trabajos de gran gusto literario, enalteciendo los méritos del ilus-
tre publicista en los diversos aspectos de su eminente personalidad. Con-
tribuyeron con sus trabajos las figuras más salientes de la Academia y otros
legítimos representantes de las letras españolas, poniendo digno remate a
la corona de alabanzas el presidente de la Real Academia Española, señor
Maura, que recabó para sí el honor de asociarse al homenaje, no sólo
como admirador, sino como paisano. «Fué Cuadrado — terminó diciendo —
un escritor de pensamiento profundo y original y un patriota ardoroso,
cuya memoria será siempre una honra para Mallorca y para España.»
—En todas las diócesis de la nación se ha celebrado con gran entu-
siasmo la Fiesta de la Buena Prensa, no cediendo en nada a la manifesta-
ción religiosa de años anteriores, ni en el número de comuniones ni en la
recaudación. Muchos Prelados y Juntas diocesanas habían publicado cir-
culares llenas de estímulos, y el éxito ha coronado sus esfuerzos.
B. R.
MISCELÁNEA
Alocución pastoral del Eminentísimo Señor Cardenal Arzobispo
de Toledo a las mujeres cristianas.
«La delicadeza del asunto que motiva este escrito lo ha retrasado con
exceso: nos referimos a la moda del vestido en la mujer. Hemos hablado
de esto diferentes veces; pero jamás creímos vernos obligados a reprobar
el daño que se está produciendo en esta forma más autorizada y solemne.
Al escribir, la amargura inunda nuestro corazón como ante una desgracia
irreparable e inmensa; porque de nuestras meditaciones sobre la materia
hemos sacado la conclusión de que en el fondo hay una inconsciencia
aterradora por parte de la mujer de los males que está causando. ¿Y cómo
se remediará un daño que no se siente, un mal que no se conoce, un vicio
que a sus atractivos une las apariencias de lo lícito y lo honesto? Única-
mente así podremos explicarnos que la mujer española, a quien es con-
natural la piedad cristiana, para quien ha sido siempre santa y amable la
moral del Cristianismo, se vea expuesta a perder en pocos días el rico te-
soro de pudor, de modestia y de recato que constituye desde largos siglos
el principal ornamento de su excelsa dignidad dentro de nuestra santa
Religión.
La mujer, fuente perenne de vida humana, es manantial purísimo e
inextinguible de vida sobrenatural por obra de María nuestra Madre In-
maculada, en la Redención de Cristo. Desde que en los días de su niñez
se consagra a la Santísima Virgen como hija suya, hasta los días postreros
en que las nuevas generaciones oyen de sus labios trémulos las leyendas
de nuestros Santos, hemos visto siempre a la mujer católica dedicada a la
misión sublime de edificar a Cristo en las almas, en todas las obras de
celo, en el hogar, en la enseñanza, en la Prensa, en las asociaciones de
caridad, en el culto esplendoroso, mediante sus ejemplos de virtud, de ab-
84 MISCELÁNEA
negación y sacrificio. Ellas son el consuelo de los que trabajan por la salud
de las almas; de ellas hemos recibido todos, en momentos difíciles, ejem-
plos de fortaleza y alientos; y siendo toda esta nobleza espiritual de la mu-
jer en medio del mundo pálido reflejo de una realidad cien veces más
gloriosa, de suerte que con razón podemos decir que está asociada a la
obra redentora de Cristo y de su Iglesia, ¿cómo pensar, ni por un mo-
mento, que ella quisiera convertirse por una servidumbre degradante a la
moda en embajadora y emisaria de Satanás?
Por eso llamamos la atención de nuestras amadas hijas, las que por na-
tural instinto comprenden lo que manda en cada caso la austera moral que
profesan, para que ellas sean heraldos de nuestra voz paternal y dolorida
cerca de las que se muestran más o menos indulgentes con la ola de sen-
sualismos y provocaciones indecorosas que amenaza invadirlo todo, sin
respetar la misma santidad del templo. Las que por finura de tempera-
mento o de educación conocen los peligros del mal deben formar una
cruzada, como un bloque, diríamos, de la modestia cristiana, y tomar oca-
sión de este mal que combatimos para purificar el ambiente de tantas pro-
cacidades e inmundicias que le corrompen en el teatro, en la novela, en el
cine, en el trato social, de donde se las quiere trasladar a la calle, y a la
plaza pública, y a la vida corriente mediante vestidos exóticos, por lo ex-
travagantes e impúdicos, que son la apoteosis de la carne y el renacimien-
to de un paganismo mayor y más execrable que el primero en pueblos
cristianos.
A la mujer católica Nos entregamos la predicación de la moral cristia-
na en este punto tan delicado, que sólo sus manos pueden tocar, pues el
natural respeto que nos merece la mujer obliga muchas veces al silencio.
Considerada la inmodestia en el vestir como un hecho social, es altamente
reprobable con independencia de la intención y el propósito de la persona
que así se conduce, salvo aquellos excesos que la natural honestidad pro-
hibe ya ios que, por desgracia, hemos llegado por tolerancias culpables,
porque en este caso tal conducta es totalmente condenable y no puede ale-
garse en su favor rectitud de intención, ignorancia o sencillez incompren-
sibles.
Con este proceder la dignidad de la mujer, preciosa conquista del
Cristianismo, viene por los suelos; porque, ¿cómo mantener la propia dig-
nidad sin el respeto de sí misma, fundamento del que deben guardarle los
demás? En su lugar reciben un homenaje que mancha, el de las miradas
MISCELÁNEA 85
lascivas y los sentimientos inconfesables, frutos del culto de la carne, que
rebajan por igual al ídolo y a sus idólatras. ¡Si al menos quedara aquí
circunscrito el mal!... Pero, ¿quién tendrá palabras de dolor y energía bas-
tantes para condenar la rapidez con que la relajación se dilata a todas las
clases sociales, a la juventud de uno y otro sexo, arrancando, al brotar, en
las niñas las flores del pudor y la modestia, despertando en los adolescen-
tes prematuras pasiones, excitando en las muchedumbres ignaras emula-
ciones torpes, instintos que se manifiestan sin disfraz y a gritos como au-
llidos de fieras salvajes?... Así, por estos pasos, va descendiendo cada día
más el nivel moral de las costumbres públicas; se ahogan en olas de cieno
los nobles ideales; se apaga el espíritu en la sociedad; se enervan y disipan
las energías de la raza y se prepara la sociedad del porvenir, corrompida
y decadente, incapaz de mantener y propulsar los bienes que recibimos de
generaciones austeras, virtuosas, castas.
Es necesario que la mujer advierta la transcendencia decisiva de sus
actos en la batalla que se está librando entre el bien y el mal. Hay una
gran multitud que cifra todas sus aspiraciones en los goces sensibles, en los
bienes materiales: salud, placer y riquezas; son la concepción material de la
vida de los que no creen en Dios ni esperan una vida de ultratumba. Si la
mujer sé inclina del lado de estas bajas aspiraciones, si no las corrige, si de
ellas reciben estímulo, el orden moral, superior a la materia, la vida espi-
ritual se extinguirá, y asistiremos a la formación de una civilización muer-
ta al nacer, porque le faltarán nobleza y dignidad, los principios de vida
en las obras humanas, que no se derivan de la carne, sino del espíritu, hasta
que sucumba rápidamente, víctima de la ceguera de la carne, y envuelta en
la ira de Dios, que abrasó y consumió a los pueblos que caminaron en pos
de semejantes abominaciones. ^
Eso no puede ser, amadas hijas nuestras: a eso ni debierais ni que-
rríais prestaros jamás, pues sería aceptar el desgraciado papel de instru-
mentos ciegos de destrucción y de piedra de escándalo para el prójimo;
antes, oponiéndoos resuelta y denodadamente a esa invasión de la ola ce-
nagosa de deshonestidad que intenta arrollar y envilecer vuestro honor y
decoro, absteneos, pero con empeño firme e incontrastable, de condescen-
der con las corrientes de esas extrañas y deshonribles novedades, tan con-
trarias a la gentileza y dignidad proverbiales de la cristiana mujer espa-
ñola, como ofensivas de la decencia propia y necesaria para el convivir
social. Pero, sobre todo, sería merecedor de la execración más terminante
86 MISCELÁNEA
y absoluta el que la impudicia descocada o encubierta os acompañara a la
casa de Dios y a los actos más excelsos y augustos de nuestra santa Reli-
gión...
Vigilad, pues, vosotras mismas para que así no sea, porque Dios tam-
bién nos ha de pedir a todos estrecha cuenta de los pecados ajenos a los
que dimos ocasión o que no evitamos pudiendo. Abatid con vuestro ejem-
plo y vuestras exhortaciones esa muralla de inconsciencia o de vituperable
tolerancia tras la que se escudan muchas personas buenas y hasta piado-
sas, que justamente se creerían ofendidas si se dudaba de su honestidad;
y, sobre todo, mírense en el clarísimo y divino espejo de modestia y pure-
za, en el que el mismo Dios se miró complacido, la Santísima Virgen Ma-
ría, fuente de santidad. Ella es la Mujer de quien se deriva a todas las mu-
jeres la gracia, la belleza moral y el honor que las constituye reinas dentro
de la universal familia cristiana. Miradla como vuestro modelo, y Ella os
enseñará y hablará a vuestro corazón.
Nos ponemos en sus manos purísimas todos nuestros cuidados, que
hondamente amargan nuestra alma, y por Ella esperamos que la sociedad
sanará pronto de esa llaga, que amenaza gangrenar sus mismas entrañas.
Merézcanlo de su corazón maternal las oraciones de todas sus hijas, a
quienes bendecimos afectuosamente en el nombre del Padre f y del
Hijo t y del Espíritu Santo f Amén.
En Toledo, a 15 de Junio, fiesta de la Santísima Trinidad, de 1919. —
t Victoriano, Card. Gaisasola, Arzobispo de Toledo. >
A los católicos.— Una súplica.
El Instituto Geográfico y Estadístico, benemérita oficina, viene desde
hace cuatro años sacando a la luz, con toda regularidad, un voluminoso y
magnífico libro, profusamente ilustrado, con el título de Anuario Estadis-
tico de España. En esta obra magistral sintetiza todas las informaciones,
desde las elecciones políticas hasta la economía social, y desde el territorio,
la población y la cultura hasta la producción, el consumo, el cambio, la
vida tnunicipal y administrativa, la beneficencia, la higiene y la sanidad, no
sólo de nuestra nación, sino, en cuanto es posible, del mundo entero. Es,
por lo tanto, una verdadera enciclopedia estadística, y ha conseguido el
Instituto ir igualando a las más famosas y similares del Extranjero.
El Negociado encargado del servicio del Anuario y la Dirección del
MISCELÁNEA 87
Instituto, interpretando los deseos de todo el personal del ramo, tiene vivas
ansias de llegar al ináximo de perfeccionamientos. A este fin, no cesan de
demandar informaciones, en forma de cuadros estadísticos, a todos los cen-
tros y oficinas de orden oficial y a las demás entidades y personas que creen
pueden y deben coadyuvar a la obra nacional. Por regla general, las súpli-
cas son escuchadas, aunque no por todos.
Este año, una vez más, la Dirección del Instituto ha solicitado diversos
cuadros, respectivamente, de entidades católicas, rogando a todas ellas
los envíen a su domicilio social, situado en el paseo de Atocha, núm. 1,
Madrid.
Tal petición especial está justificada en extremo, porque mientras en la
edición del Anuario de 1917 pudo dedicar el Instituto seis grandes páginas
a las instituciones sociales creadas por el partido socialista, respecto a las
católicas alcanzó tan escaso material que, con dificultad, pudo llenar una
página, y ésta, por cierto, muy endeble, en el orden técnico.
Quiso también el Instituto Geográfico y Estadístico conceder el mere-
cido espacio a las Bolsas del Trabajo. De todas las católicas de la nación
únicamente respondieron cinco de ellas, y con brevísimas cifras. Las^ insti-
tuciones en favor de las mujeres católicas apenas se conocen.
El Instituto no sabe a qué recurso apelar ni a quién dirigirse, después
de haber circulado centenares de cartas, oficios y súplicas, incluso ver-
bales.
Ha utilizado todas las formas de cortesía al dirigirse a numerosas per-
sonalidades católicas de relieve y cuantos organismos conoce.
El firmante de estas líneas, con su habitual desinterés, pero con su en-
tusiasmo de siempre por la estadística, ha procurado y procura ayudar al
jefe del Negociado del Anuario, el ingeniero D. José de Mera, indicándole
los nombres de las entidades de las cuales tiene noticia y recomendando
a sus amigos presten el auxilio solicitado, dado el noble y patriótico fin que
guía al Instituto.
Esta modesta labor, que yo he realizado y realizo, ha dado frutos; pero
como la Dirección no alcanza con la rapidez que necesita las informacio-
nes de los católicos, y deseamos evitar que este año vuelva a ser escasa en
cantidad y pobre en datos, me ha parecido ser conveniente exponer la si-
tuación públicamente en esta revista católica y en los demás compañeros
de toda España que quieran hacerse eco de ella.
Si en el año pasado se circularon millares de ejemplares del Anuario a
88 MISCELÁNEA
todas las oficinas y centros nacionales, así como del Extranjero, la próxima
edición será más amplia y tendrá aún mayor difusión, dentro y fuera de
nuestro hogar patrio.
Si se perpetuasen las lamentables ausencias de los católicos, creerán
muchos, aunque sea erróneo, que los creyentes de nuestro país no aman el
progreso ni la cultura y que no les importa testimoniar sus triunfos.
Todos tienen ahora ocasión de evitar un sonrojo a los que tenemos fe
en el patriotismo, laboriosidad y celo de nuestros hermanos españoles;
pero que, con su pasividad y abandono, hasta el momento presente aparen-
tan demostrar lo contrario que sienten.
Experimentaremos verdadera satisfacción en hacer público, en breve
fecha, que los católicos españoles, todos sin excepción, han rivalizado en
remitir a la Dirección general del Instituto Geográfico y Estadístico am-
plias e inmejorables informaciones estadísticas, en todos los aspectos co-
nocidos.
La Dirección hará que queden realzados como merecerán, sin duda,
tan importantes y útilísimos ir aA)a]os.— Eduardo Navarro Salvador.
H EL VERDflDEBO MiR DEL "DttO DE LIIS LEIfliOr ">
(CONTESTACIÓN AL ACADÉMICO SR. COTARELO)
SEGUNDA PARTE
Semblanza de López de Velasco.
(CONTINUACIÓN)
Los refranes.— Uno de los interlocutores del Diálogo de las len-
guas, para persuadir a su autor a que escribiese sobre la lengua caste-
llana, le dice que si bien no tiene a mano libros en romance con cuya
autoridad y razones satisficiese a las preguntas que le harían, se po-
dría servir para muchas cosas <del cuaderno de refranes castellanos,
que me decís cogistes entre amigos estando en Roma, por ruego de
ciertos gentiles hombres romanos.» Torres añade: «Muy bien habéis
dicho, porque en aquellos refranes se ve muy bien la purídad de la
lengua castellana. —Coriolano: Antes que paséis adelante, es me-
nester que sepa yo qué cosa son refranes. — Valdés: Son proberbíos
o adagios, —Coriolano: ¿Y tenéis libro impreso de ellos? —Valdés:
No de todos; pero siendo muchacho, me acuerdo haber visto uno
de algunos mal glosados. —Coriolano: ¿Son como los latinos y
griegos? —Valdés: No tienen mucha conformidad con ellos, porque
los castellanos son tomados de dichos vulgares, los más de ellos na-
cidos y criados entre viejas tras del fuego, hilando sus ruecas; y los
griegos y latinos, como sabéis, son nacidos entre personas doctas, y
están celebrados en libros de mucha doctrina; pero para considerar
la propiedad de la lengua castellana, lo mejor que los refranes tie-
nen es ser nacidos del vulgo.» (2).
(1) Véase la pág. 5 de este volutnen.
(2) Cf. Diálogo,., págs. 12 y 13; fol. 8 v. del Ms. Esc.
La Ciudad de Dios.-Año XXXIX.— Núm. 1.108.
QO SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
En varios pasajes del mismo Diálogo vuelve a mencionar el tal
cuaderno de refranes; y conformando la práctica con la teoría, en
casi todo el libro empalma los refranes para confirmar sus razona-
mientos lingüísticos. Apenas entrado en materia, no pudiendo resis-
tir a lo que sus amigos le pedían, empieza con este refrán: «Como
dicen en mi tierra, donde fuerza viene, detecho se pierde.* (1). Se acu-
de al cuaderno, y allí se halla el mismo refrán: «do fuerza viene, de-
recho se pierde. > (2).
A continuación, y hallándose ya solos tres de los interlocutores,
dice Torres: «Pues habemos cogido y prendado a Valdés, no lo de-
jemos en ninguna manera, sin que primero lo examinemos hast^ el
postrer pelo; porque yo le tengo por tal, que ninguna cosa escribe sin
fundamento; y apostaría que tiene en sus papeles notadas algunas co-
sillas sobre esta materia de que le queremos hablar.*
Ya hemos visto que esos papeles sobre la misma materia, existen
y se conforman con las materias literarias del Diálogo. Veamos si se
acomodan también los Refranes. Y lo mejor será poner frente a
frente, y a dos columnas, algunos tomados de los impresos en el
Diálogo, y compararlos con los del cuaderno manuscrito:
Refranes del Diálogo.
Pág. 15: «Donde fuerza
viene, derecho
se pierde.»
ídem 31: «Dijo la sartén a
la caldera, tira
allá cul negra.»
ídem 31: «Dijo el asno al
burro, arre allá
orejudo.»
Refranes del cuaderno.
Fol. 168: «Do fuerza viene
derecho se pier-
de.»
ídem 167: «Dixo la sartén a
la caldera, tira
allá cul negra.»
ídem 167 ^r «Dice el asno al
mulo, quita allá
orejudo.»
(1) Cf. Diálogo... pág. 15.
(2) Cf. B. Esc. úf-IV-S. Códice en 8.°, de 160 x 210 mm. Cant. dor. 245 ho-
jas, num. antig., let. ult. s. XVI. Desde el folio 161 al 173 v: Refranes casteUa-
nos.—VoX. 175 al 222: Catálogos de varias librerías de Flandes y Alemania, con
los precios de cada libro al margen. Parecen listas de los libros que se iban
comprando para El Escorial. Entre ellos figuran muchos libros españoles, como
las Obras de Boscan, el Amadis de Gaula, la Celestina, el Cancionero General,
el Cortesano, las obras del Duque de Gandia, varias historias de las indias,
como las del Perú, de Cieza, gramáticas griegas y hebreas, etc., etc.
-SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIALOGO DE LAS LENGUAS»
91
Refranes del Diálogo,
?ig. 31: «De lo contado
come el lobo.»
Ídem 33: «Al ruin, dadle
un palmo, y to-
marse ha cua-
tro.»
ídem 36: «La mujer y la
gallina, por an-
dar se pierden
ayna.»
ídem 84: «A río vuelto, ga-
nancia de pes-
cadores.»
Ídem 89: «Cierra tu puerta,
y loa tu veci-
no.»
ídem 142: «Malo verná que
a mi bueno me
hará.»
ídem 93: «Quien bien quie-
re a Beltran,
bien quiere a
su can»
Ídem 101: «Malo es Pascual,
mas nunca le
falta mal.»
ídem 95: «En cas del mez-
quino, más
manda la mu-
jer que el ma-
rido.»
ídem 95: «Alia van leyes
do quieren re-
yes.»
ídem 93: Agua vertida, no
toda cogida.»
ídem 92: «Huésped que se
convida, rece es
de hartar.»
ídem 142: «Mudar costum-
bre, es a par de
muerte.»
Refranes del cuaderno.
Pág. 166 V: «De lo contado
come el lobo.»
Ídem 162: «Al ruin, dadle y
un palmo y to-
mará cuatro.»
ídem 169: «La mujer y la
gallina, por an-
dar se pierden
ayna.»
ídem 163: «A río vuelto, ga-
nancia de pesca-
dores.»
ídem 165 ^: «Cierra tu puerta,
y alaba tu vezi-
no.»
ídem 170 "': «Malo verná, que
bueno te hará.»
ídem 172 v; «Quien bien quie-
re a Beltran,
quiere a su can.»
ídem 170 v; «Malo es Pascual,
y nunca le falta
quien le haga
mal.»
ídem 168: «En casa del mez-
quino, más man-
da la mujer que
el marido.»
ídem 163: «Allá van leyes, do
quieren reyes.»
ídem 163 "'-. «Agua vertida, no
toda cogida.»
ídem 169: «Huésped que se
convida, ligero
es de hartar.»
ídem 170 V: «Mudar costum-
bre, es a par de
muerte.»
92 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
La lista podía prolongarse, aunque lo creemos innecesario. Es de
suponer que el ilustre 5r. Cotarelo no caerá en la tentación de atri-
buir también este Cuaderno de refranes al heresiarca Juan de Valdés^
porque eso ya sería el colmo de la pseudocrítica. El haber examina-
do y compulsado más de veinte autógrafos de Juan López de Velas-
co me da alguna autoridad para decir que la letra del cuaderno es
de él. Pero si tal conocimiento y autoridad me negase el docto aca-
démico, a lo menos tendría que concederme que la letra de los Re-
franes es del último tercio del siglo XVI, lo mismo exactamente que
el carácter de letras de los tres códices del Diálogo de las lenguas,
de que luego hablaremos.
Y esto ya constituye un doble argumento: negativo y positivo.
Negativo contra el protestante Juan de Valdés, que jamás escribió
de refranes ni de esas materias literarias análogas. Positivo a favor
de dos cosas: que el Diálogo y los Refranes fueron escritos en pleno
reinado de Felipe II, y que durante ese período, por las razones ex-
puestas, López de Velasco fué hombre muy preparado y documen-
tado para escribir ese famoso libro y otros de mayor importancia,
como ya se ha visto.
Complemento' de esos Refranes, hay en otro códice que también
perteneció a Velasco, un cuaderno en folio mayor conteniendo unos
Proverbios o adagios que llenan 27 capítulos a dos columnas por or-
den de materias. La letra no es suya, sino de alguno de sus amanuen-
ses, que los puso en limpio como si estuvieran destinados para la
imprenta. Antes de esos Proverbios, y a continuación de ellos, exis-
ten varios papeles auténticos, ya del mismo Velasco, ya de amigos
suyos, como el cosmógrafo Juan Bautista Jesio, dándole noticia de
algunas Relaciones de Indias, enviadas del Perú, de un mapa ilumi-
nado por Sebastián Gabotto, que se había encontrado entre los libros
del difunto Juan de Ovando, Presidente del Consejo de Indias, etc.
Tales Proverbios van mezclados con muchos refranes, apoyándo-
se mutuamente, de manera que a veces no se acierta a distinguir
cuál es el refrán nacido de la entraña del lenguaje vulgar, y cuál la
sentencia o proverbio que ha brotado de la mente del sabio, aunque
para el autor del Diálogo, refranes y proverbios venían a ser casi una
misma cosa (1).
(1) Cf. «Prouerbios o sentencias breues spirituales y morales». Códc. info-
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS» 93
Véase una pequeña muestra:
«Con el mando se suelen empeorar las personas.»
-Cuando tomes el mando, olvida las injurias; porque no te
dieron el poder para que te vengues.»
«El reino sin justicia pronto se asuela.t
«jAy del Reino donde destierran a los pacíficos y amparan
a los revoltosos!...»
«Jamás hubo Príncipe bueno teniendo consejero malo, ni
Príncipe malo teniendo consejero bueno.»
«El demonio, a quien le sirve, da jarrete por pulpa, con-
trapeso por peso, y burlas por veras.»
«Dios quiere que hagamos lo que debemos, y el demonio
todo lo que queremos...»
Cómo fué formando Velasco esos Proverbios se colige de varios
de sus apuntes sobre lecturas que iba haciendo del Eclesiastés, de
San Agustín, San Bernardo, Kempis y otros sabios. Juntamente con
los Refranes deberían publicarse los Proverbios en la primera edi-
ción crítica que se hiciera del Diálogo de las lenguas, por la íntima
relación que tienen.
López de Velasco parecía abrigar también el propósito de hacer
una edición corregida y aumentada del Cancionero General. Sabido
es que en el Diálogo cita con frecuencia el Cancionero; pues entre
los papeles que le pertenecieron existe un cuaderno titulado «Varias
lecciones del Cancionero general impresso en An veres por Martín
Nució año de 1557, en 8.°, cotejado con la impresión de Cromberger
en Sevilla año de 1540 en folio» (1). Es un análisis minucioso en que
se notan las variantes de ambas ediciones y las poesías que deberían
añadirse, entre éstas algunas de D. Antonio de Velasco, tan citado en
el Diálogo. Hacia el final del cuaderno se reseña undi Justa literaria
habida en Sevilla, en la que tomaron parte Polo de Grimaldo, Juan
de Silva de Guzmán, Bartolomé de Torres Naharro, etc., etc. Y a la
vuelta otras Varias Lecciones sobre Jorge Manrique en su célebre
canción: Recuerde el alma dormida.
lio, L-M2, fol. 208-218. Se halla entre los papeles que López de Velasco titu-
ló de curiosidad.
(1) Cf. Bib. Esc. L-I-15; fol. 204-218. La letra es de Vázquez del Mármol,
enviado tai vez a Velasco, entre cuyos papeles se halla.
94 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
Si cada una de estas circunstancias da a entender el verdadero
origen y paternidad del Diálogo, todas juntas muestran a las claras
que el autor no pudo ser otro que Juan López de Velasen, varón
eminentísimo por cualquier aspecto que se le considere.
Expongamos otras pruebas para terminar esta cuestión.
Etimologías arábigas.— E\ Diálogo (pág. 35) pone muchas pala-
bras que según él tienen sus raíces en el árabe. «Sabed— dice— que
cuasi siempre son arábigos los vocablos que empiezan en al, .'como
almohada, alhambra, almohaza, alhareme; y las que comienzan en az,
como azagüán, azahar, azagaya; y las que comienzan en co, como
colcha, colgajo, cohecho; y las que comienzan en za, como zaherir,
zaquizamí, zafio; y las que comienzan en ha, como haja, haragán^
harón; y las que comienzan en cha, chi, chj, cha, como chapín, chi-
nela, choza, chueca, etc., etc.
Va el curioso lector a consultar algunos códices donde se con-
tienen apuntes de López de Velasco, y se encuentra con que esos
mismos vocablos y muchos otros están explicados en el códi-
ce K-III-8, a continuación del Diálogo de las lenguas, y en el códi-
ce L-I-13, donde ya se ha visto que se hallan también papeles de
López de Velasco con explicaciones etimológicas suyas, del Brócen-
se y Mármol, a quienes parece que consultaba sus dudas, y de cu-
yas observaciones y advertencias a menudo Velasco se sirvió, como
el Brócense había igualmente utilizado las etimologías de Ve-
negas, ampliándolas. Aquellos filólogos y humanistas solían prestar-
se mutuos auxilios con desprendimiento y generosidad, y para ellos
el plagio literario carecía de culpa. Existía un comunismo delicioso.
Los códices del Diálogo. — Son tres realmente, y no dos como se
había creído^antes. En ese punto, tiene razón el Sr. Cotarelo. Porque
a los dos conocidos de la Nacional y El Escorial, hay que añadir el
de Londres, que no es la copia de Mayáns, sino un códice también
del último tercio del siglo XVI, con el mismo aire de familia de los
dos anteriormente mencionados. Para afirmarlo así, además del tes-
timonio de Gayangos, tengo a la vista algunas fotocopias que lo
evidencian. La letra de ese manuscrito de Londres, en algunos plie-
gos, es hermana gemela de la de otros pliegos del Códice escuria-
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL € DIÁLOGO DE LAS LENGUAS» 95
lense. Y ambas parecea de Vázquez del Mármol, gran pendolista y
amigo de Velasco. El de Londres es mayor de caja que el de El Es-
corial, más esmerado y perfecto en cuanto a caligrafía. Empieza.con
la cruz característica de todos los papeles de Velasco, y luego este
título en plural: Diálogo de las lenguas (1).
Afirmé en mi primer estudio sobre este asunto que el manus-
crito de la Biblioteca Nacional era como el borrador autógrafo de
López de Velasco. Hoy puedo asegurarlo con mayor certeza. Basta
confrontarlo con el manuscrito antes inscrito del Archivo Históri-
co (2), en que Velasco se dirige al Rey pidiéndole permiso para re-
tener algunos libros que había comprado para El Escorial. El carác-
ter de esa letra coincide exactamente con los varios manuscritos de
Velasco, que también existen en esta Biblioteca, principalmente con
los del códice L-I-12. Y es curioso observar que la marca de papel
de tales manuscritos coincide con la marca del papel del códice del
Museo Británico, y la letra de éste con la clase de letra que tanto
abunda entre los papeles que a Velasco pertenecieron. Por lo cual
puede repetirse aquí la sentencia escolástica: <quae suni eadem uní
tertio, sunt eadem ínter se. >
Téngase también en cuenta que el carácter de letra de López de
Velasco varía no poco, según se ve por sus numerosas firmas autó-
grafas existentes en El Escorial, Simancas, Biblioteca Nacional, Ar-
chivo Histórico, Archivo de Indias, de Protocolos, etc., etc. Unas
veces hacía la letra redondilla, otras algo ligada. Era un gran pen-
dolista, y solía poner en práctica lo que decía en su Ortografía y
pronunciación castellana, de que debe acomodarse la letra al tamaño
(1) Cf., Mus. Brit. Add. ms. 9.939, fol. 40. Cod. en 4-^ m. de 210 -f 145 mm.
y 30 líneas de caja.— Según referencias de Mr. Gilson, jefe de la sección
de Ms., la marca del papel es un corazón, dentro del cual hay una cruz y abajo
estas dos letras: B. F. Pero no en todos los pliegos existe la misma marca. Lo
propio exactamente acontece con la marca del papel en que se halla escrito el
manuscrito escurialense, donde se ve también la cruz dentro de un corazón,
y abajo las iniciales B-F. Es marca legítima española. Cf . Briquet. Les Filigra-
/2¿5, n.»» 5.682. -Las mismas marcas aparecen en otros códices ya señalados
como de López de Velasco, especialmente en el cuaderno de Proverbios, y en
casi todo el códice L-I-12, donde se tratan las cuestiones de la Hacienda espa-
ñola y el valor de las monedas de Ñapóles, relacionadas con las de España.
(2) Cf. Arch. Hist. Núm. 4.426 (int. 51).
% SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁX.OGO DE LAS LENGUAS»
de! papel. Así se nota que escribiendo en folio hacía la letra grande;
mediana, en cuarto, y pequeña en octavo. Sus firmas y rúbricas va-
rían igualmente. En algunas se ven el nombre y ambos apellidos, en
otras el anagrama del nombre y primer apellido con la continuación
del Velasco, y en pocas, las iniciales /. L. V.
Lo mismo hacía con las reglas de ortografía que había dado para
los demás, y que él no siempre tenía en cuenta al escribir; pues en
algunos de sus muchos autógrafos que llevan su firma, y hasta en
una misma plana, escribe agora^ ahora y haora. Estos defectos y
otros ya se los reprobó uno de sus amigables censores, a quien Ve-
lasco parece que había enviado manuscrito el libro de Ortografía y
pronunciación castellana (1). Pero, en medio de esa disconformidad,
cualquier perito calígrafo hallará un fondo común inconfundible si
examina los rasgos característicos de muchas letras mayúsculas,
como las AA, las DD, las PP, las TT, etc., y las minúsculas^, /, r, /,
z, y, etc., etc.
Juzgarle, pues, por un solo autógrafo, o por una sola fotocopia,
como ha hecho el Sr. Cotarelo, es exponerse a manifiesto error.
Si el docto académico desea noblemente persuadirse de la tesis que
sustento, tómese el trabajo de examinar las fuentes indicadas. Si no
quiere tener esa molestia, dígnese hacer un viajecito por El Escorial,
donde con gusto le exhibiré todos los elementos de información
apetecibles y satisfactorios para cualquier investigador y crítico des-
apasionado. Pero si sus ocupaciones académicas tampoco le permi-
ten tal esparcimiento erudito, yo no tengo inconveniente en enviarle
algunas de las fotocopias sacadas de los Archivos para confrontación
de los originales escurialenses, ya que publicarlas ahora no cabe en
los actuales presupuestos económicos.
Y pasemos a examinar brevemente la famosa edición de Mayáns,
punto de partida de todos los errores.
Mayáns y su edición del Diálogo,— Todos los críticos, sin excep-
ción, habían creído hasta el presente que D. Gregorio Mayáns, para
imprimir el Diálogo, se había servido del códice que hoy existe en
la Biblioteca Nacional, sacando de él la copia mendosa que fué a
(l) Cf. Bib. Esc, L-I-IS; fol. 247.
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS» Q7
parar a Londres con otros manuscritos suyos; y que, cotejada esa
copia con el manuscrito de la Nacional y aun con el escurialense,
pasaban de mil las variantes, resultando una edición poco digna de
crédito. Con lo cual la fama de Mayáns había quedado mal parada.
El Sr. Cotarelo, queriendo volver por la honra del eximio eru-
dito valenciano, asegura que éste «ni publicó ni conoció siquiera el
texto de la Nacional», sino «el antiguo manuscrito de letra del
siglo XVI >, existente en Londres». Y para probarlo, repite el testi-
monio tan conocido de Gayangos en su Catálogo de manuscritos
españoles del Museo Británico, donde dice que, habiéndolo cotejado,
lo halló <en todo conforme con el impreso, con la misma falta de
hoja u hojas, y sin más diferencia que la de haberse suprimido, en
alguno que otro lugar, una o más palabras, siempre que se trataba
del Papa o de sus Cardenales» (1).
Es lástima que el Sr. Cotarelo haya sido tan crédulo en este
punto, repitiendo las palabras harto conocidas de Gayangos, sin
aportar nada nuevo a la cuestión. Siempre es plausible y digno de
alabanza el celo por la honra ajena, y más tratándose de un escritor
como Mayáns, tan eximio y benemérito de las letras patrias. Pero,
en verdad, hay celos indiscretos, cariños que matan y abrazos que
ahogan.
Ya que el Sr. Cotarelo tomó tan a pechos la defensa de Mayáns,
¿por qué no lo hizo con las únicas armas que podía hacerlo, cote-
jando esa primera impresión con el manuscrito de Londres? ¡Ahí
Eso cuesta no pocos dispendios y trabajos, incompatibles con cierta
clase de crítica fácilmente contentadiza y bonachona.
Todos sabíamos que la edición de Mayáns, cotejada con los dos
códices de la Nacional y escurialense, estaba plagada de variantes
en número de más de mil. Ahora el Sr. Cotarelo, por seguir a ciegas
a Gayangos, ha empeorado la cuestión en contra de Mayáns, di-
ciendo que éste se sirvió del manuscrito «que se halla hoy día en la
Biblioteca del Museo Británico de Londres». La frase de hoy día la
subraya también el Sr. Cotarelo. jY tanto que se halla! Tengo a la
(1) Cf. Cotarelo. Ob. cit., págs. 16 y Í9.— ídem Gayangos: Notas a la His-
toria de la Literatura de Tiknor, t. I, pág. 333, y t. H, pág. 512.— ídem Catálo-
go,., t I, pág. 101.
Q8 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
vista algunas fotocopias esmeradamente hechas. Es letra, sin disputa
alguna, del último tercio del siglo XVI, lo mismo que el Códice de
la Nacional y el escurialense. Gayango.s, al calificar la letra defines
del siglo XVI, tuvo razón, como la tiene también el Sr. Cotarelo al
repetir lo mismo, sin examinarlo. Pero en lo que no tienen razón,
ni Gayangos ni el Sr. Cotarelo, es en afirmar tan rotundamente que
el manuscrito está en todo conforme con el impreso.
Aun prescindiendo de la ortografía, que Mayáns no respetó y
que es en muchas ocasiones mejor en el manuscrito, sólo en la pri-
mera hoja hay once variantes, y algunas cambian algo el sentido, y
cortan o debilitan el primor de la frase. Véase la prueba:
Edic. de Mayáns.
Ms. de Londres.
Pág. 1."
«Marcio. Pues los
Fol. 1.'
(Suprime el Marcio.)
moQos...»
«pues los mogos...
ídem
«¿Cómo? No os
ídem
«M. ¿Cómo no? No os
acordáis...»
acordáis...
ídem 2."
«que os proporne-
mos...
ídem
«q os proponemos...
ídem
«Confiando en
vuestra discre-
ción
ídem
«Confiado en...
ídem 3."
«hora sus...
ídem 1
." «haora sus...
ídem
«que la primera
ídem
«de la vprimera pro-
promesa...
mesa...
ídem
«que qualquier...»
ídem
«que qualquiera...
ídem
<y esto avemos he-
ídem
y esto hauemos hecho
chosiempreassi.
siempre, assi con
Con ello...
ello...
ídem
«la afición de nues-
ídem
«la lición de nuestro
tro amigo...
amigo... [El Códice
escurialense dice «la
memoria del amigo.]
ídem
«deseándola sa-
ber...
ídem
«deseando saberla...
ídem
«y el Señor Co-
ídem
«y el Sr. Coriolano,
riolano, buen
como buen corte-
cortesano.
sano...
Si en una sola hoja hay tales descuidos, calcule el ilustre acadé-
mico los gazapos que saltarían si nos internásemos por este bosque,
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS» 99
arma al brazo. No es del caso analizar aquí si las variantes son de
mayor o menor importancia, sino consignar el hecho evidente de
que cotejada con cualquiera de los tres códices, la edición de Ma-
yáns resulta mendosa e inadmisible a la luz de la crítica.
El manuscrito de Londres, por la limpieza que demuestra, tam-
poco parece haber andado en manos de cajistas, como supone el
Sr. Cotarelo (1). Luego es necesario admitir que Mayáns hizo, o
mandó hacer, una copia de ese códice para su impresión. ¿Dónde
se halla esa copia del siglo XVIII que se ha confundido generalmen-
te con el códice del siglo XVI? Lo ignoramos. Ni ello afecta a la
cuestión.
Debe advertirse que el manuscrito londinense es contemporá-
neo del de la Biblioteca Nacional y de la Escurialense, como se echa
de ver ante un simple cotejo caligráfico. Además, la letra de los
primeros folios del códice de Londres coincide exactamente con la
de El Escorial desde el folio 99 al 104. Y si el Sr. Cotarelo duda de
esto, venga y véalo; advirtiendo de antemano: que el de Londres tie-
ne de caja 30 líneas, y el del Escorial 25, con márgenes y caja más
reducidas (2); que la ortografía del primero es más primorosa, pues
tiene paréntesis, interrogantes, puntos y comas de que suele carecer
el segundo. Pero éste lleva la ventaja de tener algunas correcciones
y notas marginales de López de Velasco; por lo cual bien puede lla-
marse autógrafo también, ya que para calificar de autógrafo un ma-
(1) Cf. Cotarelo: ob. cit., pág. 19: «No es, pues, este manuscrito (el de Lon-
dres) la copia moderna hecha por el mismo Mayáns o de su orden para la im-
presión (jbuena la habrían puesto los cajistas!), sino el antiguo manuscrito de
letra del siglo XVI que sirvió para texto u original del impreso... y que apenas
tiene variantes respecto de el.» Fijese el Sr. Cotarelo en la paradoja que encie-
rran esas palabras tan confusas. ¿A qué se refiere con ese paréntesis «¡buena la
habrían puesto los cajistas!»? ¿Al manuscrito del siglo XVI, o a /a copia hecha
por Mayáns para la impresión? La gramática pide que se refiera a ésta última;
y parece natural, pues para eso haría Mayáns la copia. ¿Por qué se extraña
entonces el Sr. Cotarelo que la dejasen malparada los cajistas? Si se refiere al
«antiguo manuscrito del siglo XVI que sirvió (según el mismo Sr. Cotarelo)
para texto u original del impreso», ¿por qué dice buena la habrían puesto los
cajistas? Y en cuanto a que apenas tiene variantes... ¿cómo se permite hacer tal
afirmación, sin cotejar ni conocer el manuscrito?
(2) La caja del de Londres mide 198 X 115 mm. La del Escorial 180 X 80
milímetros.
100 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
nuscrito no es preciso que todo él sea de mano del autor a quien se
atribuye, que en tal caso sería ológrafo, y alguna distinción hay que
admitir entre ológrafo y autógrafo.
Y continúa el Sr. Cotarelo en su réplica (pág. 20): «Mayáns, no
es, por consiguiente, culpable de las variantes, sean o no disparata-
das (que de todo habrá), en relación con el manuscrito de la Nacio-
nal, que no conoció. Reprodujo un texto distinto que ofrece muchas
diferencias, casi todas menudas, no sólo respecto de aquél, sino del
que hay en El Escorial, como éste las ofrece, también muy numero-
sas, respecto del de Madrid. Son caprichos y descuidos de los copis-
tas de un mismo original. Y si el manuscrito inglés es más antiguo
que el del Escorial, según afirman Mayáns y Gayangos, no es tan
despreciable el texto impreso como se dice, pues el madrileño no
carece tampoco de errores.»
Con todos los respetos que el Sr. Cotarelo me merece, y son mu-
chos, no me explico que tal párrafo haya salido de su pluma. Para
emitir un juicio comparativo son indispensables los términos de la
comparación. Y el docto académico no ha dado muestras de cono-
cer ni el códice de Londres, ni el escurialense. Su juicio, por lo tan-
to, carece de base. Gayangos tampoco conoció el códice de El Esco
rial, y mal podía decir que el inglés era más antiguo. Mayáns dice
que lo vio de paso, y de paso no es fácil hacer un cotejo, ni bueno
ni malo.
El Sr. Cotarelo, queriendo defender a Mayáns contra los que
«injusta y temerariamente han maltratado su memoria», insiste en
decir que «Mayáns ni publicó ni conoció siquiera el texto de la Na-
cional, que con seguridad no vino a la Nacional hasta muchos años
después de 1737.» (1).
Naturalmente, señor. Como que en tiempos de Mayáns no exis-
tía la Biblioteca Nacional, que es de creación muy moderna. Y aquí
parece que el Sr. Cotarelo confunde la Biblioteca Nacional con la
Biblioteca Real (2). La Biblioteca Real data del año 1712 con carác-
(1) Cf. Cotarelo. Ob. cit., pág. 16. ¿Pues de qué códice se sirvió entonces?
(2) Dice el Sr. Cotarelo en una nota de la página 16: «En la Biblioteca Na-
cional no consta la época de entrada de este manuscrito; pero en tiempo de
Mayáns no lo habia; de lo contrario lo hubieran mencionado él o alguno de sus
impugnadores, que eran casi todos bibliotecarios de ella. Tampoco lo conoció
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS> 101
ter propio de Biblioteca Real abierta al público. Fué su primer Di-
rector el jesuíta P. Guillermo Daubenton, y su primer Bibliotecario
(pues ambos cargos estaban separados), el bañezano D. Juan de Pe-
rreras, autor de la Historia de España. Fué colocada en una parte
del Convento de la Encarnación, cuyas monjas no cesaban de abru-
mar, con sus reclamaciones por el local, al Bibliotecario D. Blas
Antonio Nassarre, que lo era en 1737 cuando el Diálogo de las len-
guas fué traído, con otros libros, de Aragón a Madrid. En todo el
siglo XVín y gran parte del siglo XIX continuó siendo y llamándose
Biblioteca Real, como fundada y sostenida por los Reyes para servi-
cio del público. Era aumentada constantemente con adquisiciones
de libros raros y curiosos a costa del peculio real, pues para ello
tenían comisión y fondos ios bibliotecarios regios, así llamados aun
en tiempos de Escoiquiz (1815), y de D. Francisco Antonio Gonzá-
lez (181Q). En ese mismo año se la sigue llamando Biblioteca de Su
Majestad, en un folleto impreso en la Imprenta Real (1).
Los variados fondos de esa Real Biblioteca, ya de suyo tan rica,
fueron aumentados enormemente con los 70.000 volúmenes proce-
dentes de los Conventos suprimidos en Madrid y su provincia. Y
así se llega hasta el año 1858, en que, constituido el Cuerpo de Ar-
chiveros-Bibliotecarios, éstos se hicieron cargo de la que empezó a
llamarse Biblioteca Nacional. Quizás el Sr. Cotarelo la haya conoci-
do, como yo, con este último nombre pegadizo, desde cuando se
hallaba todavía en la calle de Arrieta, número 8, antes de ser trasla-
dada el año 18Q2 al magnífico local que ahora ocupa (2).
Para averiguar, pues, la procedencia del códice de la Nacional,
habría que acudir a los libros de entrada de la Biblioteca Real, o al
entre 1780 y 1800 el individuo de la misma Biblioteca, y empleado y gran cono-
cedor de la sección de manuscritos, D. Juan Antonio Pellicer, pues en otro
caso se hubiera referido a él al citar la obra en su Tratado del Histrionismo ,
impresa, como hemos dicho, en 1804, a nombre de su hijo D. Casiano. Ha-
brá entrado quizás en la revuelta época de la guerra de la Independencia.»—
Tampoco, tampoco.
(1) Cf. Noticia de la colocación de la Real Biblioteca de Su Majestad.— Im-
prenta Real. Año 1819.
(2) Extracto estos datos del interesante y documentado estudio que sobre
el origen de la dicha Biblioteca Nacional se publicó en !a Revista de Archivos.
Año 1916. Marzo-Abril.
102 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGÜAS>
índice de manuscritos que (sin duda por no haberlo hecho antes)
mandó hacer el insigne Jovellanos siendo ministro el año 1788, como
preparación de los códices que merecieran imprimirse. Pero es lo
triste que en la Biblioteca Real no hay rastro de ese códice del Diá-
logo de las lenguas, ¿Cómo se explica esto? Ni más ni menos que
por la incuria (ya lamentada por jovellanos) de los Bibliotecarios
regios, a pesar de los Estatuios de Felipe V y sucesivas reales órde-
nes para que se hicieran índices.
Según los dichos Estatutos, los bibliotecarios tenían la misión de
adquirir manuscritos raros y curiosos para mejoramiento de la Bi-
blioteca, a costa del Rey. Pero, desgraciadamente, con frecuencia,
en vez de ingresar los códices en la Biblioteca Real, o se quedaban
con ellos los bibliotecarios, o pasaban a manos de otros sujetos. De
esto se lamentaba D. Juan de Santander (sucesor de Nasarre) en una
carta o informe a Gados III, manifestándole entre otras cosas, lo si-
guiente: Por la reducción de fondos, no sólo se ha malogrado un
muy útil tiempo de enriquecer el tesoro de Manuscritos, sino que de
éstos han pasado muchos a varios sujetos y aun a Reynos extraños,
de quienes jamás podrán recobrarse. Baste, por ejemplo, la famosa
colección que sacó de esta corte a Portugal el Conde de la Ericey-
ra, en que, con otras obras singulares pertenecientes a España, llevó
todo lo que se había trabajado de orden del Señor Phelipe II para
la edición correctísima de las obras de S. Isidoro. Suceso tanto más
sensible, cuanto hace irreparable su pérdida el último incendio de
Lisboa que abrasó la Librería en que se conservaban aquellos Ma-
nuscritos» (1).
Nasarre era bibliotecario regio el año 1736, cuando adquirió el
Diálogo de las lenguas, entre otros papeles de Zurita de que habla
Dormer. ¿Los compró para sí, o para la Biblioteca Real? El señor
Cotarelo (pág. i 8) responde sin vacilaciones que no los compró para
la Biblioteca Real (a la que equivocadamente vuelve a llamar Na-
cional). Y se apoya en lo que dice Mayáns: que éste le pidió pres-
iado el manuscrito, que se lo llevó para leerie con licencia de su
(1) Cf. Archivo de Alcalá. I. P. Leg. 113. Informe de D.Juan de Santander
al Rey sobre el estado de la Biblioteca Real. Mayo 20 de 1761.
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DÍÁLOGO DE LAS LENGUAS» 103
dueño, y que luego se lo restituyó impreso, con ocho tratadillos
más (1).
Yo bien quisiera creer en la honorabilidad de Nasarre, en la afir-
mación de Mayáns y en la consecuencia que deduce el Sr. Cotarelo.
Pero dado el abandono en que se hallaba la Real Biblioteca y el in-
cumplimiento de los Estatutos de Felipe V, mucho me temo que
Nasarre cometiese un abuso de confianza, no ingresando en la Bi-
blioteca ni el Diálogo ni los otros papeles de Zurita que como bi-
bliotecario había mandado traer de Aragón (2). Si Nasarre hubiera
sido un erudito particular, amante de las curiosidades bibliográficas,
nada habría que decir de él; pero ocupando el cargo de biblioteca-
rio regio, no es fácil justificar su conducta aunque comprase con
fondos propios tales manuscritos. El hecho es que el famoso Diálo-
go no ingresó en la Real Biblioteca, ni antes ni después de ser im-
preso el año 1737, por Mayáns.
Supone el Sr. Cotarelo que «sin duda agradecido Nasarre (por-
que Mayáns le había dedicado la impresión) le regaló el original
que conservó Mayáns hasta el fin de sus días (1782) y se vendió con
ios demás libros de su excelente biblioteca, y lo compró el Museo
Británico donde actuafmente se halla el tomo con el Arte de
trovan^
Aunque el agradecido, en todo caso, sería Mayáns por el regalo,
admitamos ese regalo de Nasarre a Mayáns, que tales consecuencias
tuvo perjudiciales para España. ¿No hubiera estado mejor deposita-
do en la Biblioteca Real, sin necesidad de acudir ahora a Londres a
consultar lo que debía ser nuestro? Pero de cualquier modo, de lo
expuesto parece que ese códice del Diálogo es el que tuvo Jeróni-
mo Zurita hasta el año 1580 en que murió. Entre Zurita y López de
(1) Conversación sobre el Diario de los Literatos de España. La publicó
D. Plácido Veranio (pseudónimo de Mayáns). Madrid. 1737. Pág. 123.
(2) En los Estatutos de Felipe V se dice; «Art. XI. Ninguno de los oficia-
les de la Real Librería podrá sacar ni extraer de ella libro alguno sin licencia
por escrito de S. M.; ni esto sea lícito al Director sin ella...»
Art. XIll. El Bibliotecario mayor cuidará de los libros que se necesitaren
comprar para la librería, y dará orden...»
«Art. XX. Todos los años se emplearán en comprar libros dos rail quinien-
tos pesos...» (Cf. Revista de Archivos. Año 1916. Marzo y Abril.
104 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
Velasco había cambios y consultas de libros y papeles. Las letras de
ese códice, las marcas del papel, coinciden con las que se hallan
entre los papeles de López de Velasco. Luego... ¿es aventurado de-
cir que éste habría enviado a aquél, a modo de consulta, ese códice
del Diálogo que hoy se halla en Londres?
P. MlGUÉLEZ.
(Concluirá.)
DEL AÑO Y SUS CLASES^'^
(CONFERENCIAS DE ASTRONOMÍA VULGAR)
Contamos como demostrado, sin necesidad de insistir más en
ello, que la Tierra gira en torno al Sol durante un año, al mismo
tiempo que sobre sí misma cada veinticuatro horas. Con el movi
miento de rotación da margen a la reproducción constante periódi-
ca de todos los fenómenos astronómicos numerados al estudiar el
movimiento aparente de la esfera celeste durante un día. El movi-
miento de traslación es la causa verdadera del aparente del Sol a
través de las constelaciones; y de que éstas vayan sucediéndose, tam-
bién con movimiento aparente, sobre los horizontes terrestres, pre-
sentando el cielo estrellado un aspecto diverso en las noches sucesi-
vas. La sucesión de las cuatro estaciones es asimismo consecuencia
inmediata de la traslación de la Tierra alrededor del Sol. Definamos,
desde luego, lo que se entiende por año y las clases de años que
distinguen los astrónomos, que no son pocas en gracia del Señor.
El año común, por el mero hecho de serlo, merece el primer puesto;
sabido es que cuenta 365 días, pero como no corresponde exacta-
mente al tiempo verdadero que la Tierra emplea en dar una vuelta
al Sol, quedándose aquél corto en un cuarto de día próximamente,
bien sabéis que cada cuatro años comunes hay uno que se llama
bisiesto, con las correcciones que se estudian en el tratado del
calendario. El año común se llama también civil, y se cuenta des-
de media noche entre el 31 de Diciembre y 1.*^ de Enero. Esto
ahora y entre nosotros, porque en algunos países y en tiempos anti-
guos el principio y el fin de cada año corresponde a fechas distintas.
(1) Véase la pág. 29 de este volumen.
106 DEL AÑO Y SUS CLASES
Hay año solar y terrestre, lunar y sidéreo; anomalístico y trópico,
etcétera, etc., como lo hay lunisolar y terrilunar, romano, musulmán,
¡sraelita, etc. El sideral es el tiempo que emplea el Sol en volver a
colocarse frente por frente de una estrella dada y en línea recta, o
mejor, en el mismo plano con relación a la Tierra. Su valor en tiem-
po medio es de 3Ó5 días, 6^, Qm^ IQs y 7 décimas de segundo. El año
trópico es el intervalo de tiempo transcurrido entre dos pasos con-
secutivos del Sol por el punto vernal. Equivale a 365 días, 5^, 48™ y
47,5 segundos de tiempo medio. El sideral es mayor que el trópico
en 20«í 23s,2. Y más largo que el sideral es el año anomalístico, que
es el tiempo transcurrido desde que el astro pasa por el perigeo
hasta que vuelve al mismo punto. Cuenta en tiempo medio 365
días, 6h, 13"^ y 54s,9 excediendo al año sideral en 4™, 44s,2; porque
el perigeo que es aquel punto de la órbita terrestre en que el Sol se
halla más próximo a la Tierra, allá hacia el primer día de Enero, tie-
ne un movimiento directo, o sea de Oeste a Este, y cuando el Sol, a
la vuelta de un año, vuelve al punto de partida, este punto se
halla 11", 7 de arco más adelante; arco que el Sol tiene que andar
para alcanzarlo. A la parte opuesta hay otro punto que se llama apo-
geo, alcanzando la mayor separación de la Tierra, cuando el Sol,
hacia primeros de Julio se encuentra en él. La recta que une los dos
puntos apogeo y perigeo se llama línea de los ábsides, que no es
exactamente perpendicular a la línea que ya conocemos de los equi-
noccios, ni tampoco coincide con el eje mayor de la órbita terrestre.
Esos dos puntos apogeo y perigeo, cuyos nombres se refieren a su
distancia a la Tierra, reciben la denominación de afelio y átperihelio
respectivamente, cuando se considera la distancia máxima y mínima
de la Tierra con relación al Sol. Tienen, pues, en este caso, la mis-
ma significación, con la diferencia de que afelio y perihelio se apli-
can también a las distancias máxima y mínima de los demás astros
respecto del mismo Sol.
Así, pues, la órbita terrestre tiene cuatro puntos importantes,
cuya posición en la misma línea interesa mucho conocer, y no olvi-
darla. Los dos equinocciales con la línea correspondiente que los
une. La cual, conservándose siempre perpendicular al eje de la
eclíptica, va girando poco a poco, con movimiento retrógrado, de
Este á Oeste, según el fenómeno ya definido de la precesión de los
DEL AÑO Y SUS CLASES 107
equinoccios. Los otros dos puntos, con la línea de los ábsides que
los une, apogeo y perigeo, afelio y periheiio, se mueve, aunque
en menor cantidad, con movimiento contrario a la equinoccial.
Hay, además, ios llamados puntos solsticiales, el uno próximo al
apogeo (punto solsticial de verano), y el otro próximo al perigeo
(punto solsticial de invierno). El primero es el punto medio del
arco de curva o parte de la eclíptica, comprendido entre los dos
puntos equinocciales y pasando por el apogeo; el otro, el punto
medio del arco opuesto que pasa por el perigeo. De la misma defi-
nición se deduce que los puntos solsticiales cambian de lugar en la
órbita terrestre. No podemos detenernos en el análisis minucioso de
esos movimientos.
Los cuatro arcos principales en que la órbita terrestre queda
dividida por los puntos equinocciales v solsticiales determinan las
cuatro estaciones del año. Primavera, desde el 21 de Marzo al 21 de
Junio. Verano, desde el 21 de Junio al 22 de Septiembre. En este
medio año el sol está en el hemisferio boreal, sobre el ecuador; nos
comunica más directamente, aunque desde más lejos, sus energías.
El astro se halla sobre el horizonte más hoias que debajo de él; la
vida terrestre se desarrolla con vigor y pujanza, brotan las flores y
maduran los frutos.
El otoño, desde el 22 de Septiembre al 21 de Diciembre, y des-
de este día al 21 de Marzo, que es el lapso de tiempo que se llama
invierno. Aunque parece retirarse desde Septiembre a Diciembre,
el sol se acerca más a nosotros; pero su influe icia decrece notable-
mente; la vida en este hemisferio parece reconcentrarse hacia el in-
terior de la tierra; los árboles se desprenden de su follaje y adornos;
el frío invade todos los organismos, y es la época del año la más a
propósito para morirse las gentes. Los cuatro arcos aquellos o trozos
de la órbita no son iguales: la velocidad aparente con que aparente-
mente los recorre el Sol (Sabemos que es la Tierra la que marcha;
pero en los efectos y en la explicación de los mismos es indiferente
el suponer en movimiento a cualquiera de los dos astros.), todas
estas desigualdades de distancia y de carrera traen consigo la des-
igualdad en la duración de las estaciones y la inconstancia de la
duración de cada una en particular por los movimientos relativos
entre el perigeo y punto vernal.
108 DEL AÑO Y SUS CLASES
Por término medio, pues acabo de indicar que son variables es-
tos períodos, la primavera en este hemisferio y el otoño en el opues-
to, cuentan noventa y un días y veintiuna horas; el verano aquí v
el invierno allí, noventa y tres días y catorce horas; el otoño nuestro
y la primavera de ellos, ochenta y nueve días con diez y nueve ho-
ras; y, por fin, nuestro invierno y su verano ochenta y nueve días.
Días medios, se entiende; porque también los hay de varias clases o
duraciones: día estelar, día solar, día terrestre, etc.; día astronómi-
co, civil, medio y otros.
El día sidéreo y el terrestre son idénticos; es el tiempo de una
rotación completa de la esfera celeste, idéntico al de una vuelta
completa de la Tierra sobre su eje. Hemos dicho que es uno de
los movimientos más regulares que se conocen en astronomía. Eí
intervalo del paso de una estrella por un meridiano fijo, es siem-
pre el mismo: el día sideral. Se toma por momento de origen cero ho-
ras al en que el punto vernal cruza el meridiano. El día sidéreo,
unidad de medida del tiempo, sirve sólo para los astrónomos; el res-
to de los hombres, y aun los astrónomos mismos, en la mayoría de
las veces se sirven del día solar, porque los movimientos de la Tie-
rra con relación al Sol, son los que en las necesidades de la vida hu-
mana regulan la sucesión de los tiempos.
Día solar es el tiempo transcurrido entre dos pasos consecutivos
del Sol por un mismo meridiano. Se llama también astronómico, y
empieza y concluye cuando el centro del astro pasa por el meridia-
no; a diferencia del día civil, que comienza y concluye cuando el
mismo astro cruza el antimeridiano o meridiano inferior. A media
noche.
No son iguales el día solar y el sidéreo: éste es menor que aquél
en unos 4^. La causa está en el movimiento de traslación de la Tie-
rra. Supongamos, en un día dado, que una estrella y el Sol se en-
cuentran a la vez en un mismo plano del meridiano terrestre en que
se hace una observación: mientras la Tierra da una vuelta, ha corrido
en su órbita el trozo de curva correspondiente y en apariencia el
Sol hacia el Este, de modo que al día siguiente, al volver el dicho
meridiano a encontrarse frente por frente de la estrella elegida, el
Sol aparecerá un poco al lado de nuestra mano izquierda y la estre-
lla hacia la derecha; el tiempo, pues, que dicho meridiano tiene que
dp:l año y sus clases 190
emplear hasta alcanzar al centro del Sol es la diferencia en que el
día solar verdadero y variable excede al sideral, que tiene una dura-
ción fija.
Las variaciones durante el año del dia solar verdadero tienen
por causa la distinta velocidad y camino recorrido por la Tierra
en su órbita. Corre unas veces más que otras, porque en aquéllas
se aproxima más al Sol que en éstas; porque la fuerza de atracción
solar es en el primer caso superior a la ejercida en el segundo. En
consecuencia y resumen: que el día solar verdadero, siendo varia-
ble, no puede servir de unidad de medida.
Los astrónomos salvan perfectamente esta dificultad, no sólo para
sus cálculos y medidas, sino también para dar al resto de los mor-
tales una unidad módulo del tiempo rigurosamente exacta. Han in-
ventado un Sol ficticio que no alumbra sino sólo a la razón: lo han
dotado de un movimiento regular y unifoimey le han impuesto la
ley de que marche con velocidad constante, uniforme, sin salirse del
plano ecuatorial, encargándole de ahogar en su interior todo movi-
miento de celos y emulaciones, y que jamás haga caso, ni pierda su
serenidad, aunque vea al Sol verdadero, que unas veces se le ade-
lanta, otras se queda atrás y cuatro veces al año se le monta encima,
ocupando los dos el mismo meridiano. Dicho Sol ficticio, que tam-
bién se llama Sol medio, cumple perfectamente su destino, y mide
con exactitud vigorosa el espacio de tiempo que se llama día medios-
astronómico, si empieza a contarse y termina cuando el astro medio
cruza el meridiano; civil, si empieza doce horas antes, a media no-
che, que es cuando, fuera de la astronomía, los mortales comenza-
mos a contar y damos por terminados los días medios civiles.
Todos los días se dividen en veinticuatro partes iguales que se
llaman horas, cada hora en sesenta minutos, uno de éstos en sesenta
segundos, etc. Pero no hay para qué decir que esas horas, minutos,
segundos, del día medio, por ejemplo, no son exactamente iguales
a las horas, minutos, segundos, respectivamente, de los días sidé-
reos, solares, verdaderos, etc. Puesto que el día sideral tiene una du-
ración uniforme, éste debe ser el tipo de comparación para apreciar
o medir el valor del día solar y del día medio. Este, expresado en
tiempo sideral, vale veinticuatro horas, tres minutos, cincuenta y seis
segundos y cincuenta y cinco centésimas de segundo siderales.
1 10 DEL AÑO Y SUS CLASES
La diferencia variable entre el día medio y el solar verdadero, es
lo que se llama la ecuación del tiempo que hay que sumar o restar
al tiempo verdadero cada día del año para obtener el tiempo medio,
según que el sol real va, respectivamente, detrás o delante del sol
ficticio; porque en el primer caso, el sol ficticio llega antes al meri-
diano, y en el segundo es el sol verdadero el que se adelanta. En
otros términos: Desde el 15 de Abril hasta el 15 de Junio, en Prima-
vera, y desde el 1."* de Septiembre hasta el 24 de Diciembre, el Sol
real pasa por el meridiano antes que el sol ficticio y medio. En los
períodos restantes sucede al revés. En las fechas citadas ambos soles
coinciden en un meridiano, y los días correspondientes son iguales.
Como sobre ascuas vamos pasando por multitud de cuestiones
importantes que merecían un estudio más detenido; pero es el caso
que, además de no querer cansaros con detalles minuciosos, había
pensado en que hoy mismo hiciéramos un viaje al Sol para estudiar-
lo de cerca y estudiar después desde él todo el conjunto del sistema
planetario y las leyes y armonías admirables que rigen y resplande-
cen en sus movimientos, distancias relativas, atracciones mutuas, una
vez adquiridos aquí en la Tierra los elementos más precisos y las
ideas más elementales para emprender con fruto el estudio indica-
do. Por esto, y aun cuando desde allí hemos de volver a verlo, quie-
ro por de pronto resolver una duda que os habrá salido al paso, al
oir repetir tantas veces que la órbita de la Tierra es una elipse y no
una circunferencia, y, por lo mismo, que el Sol no está en el centro,
sino hacia un lado. En resumen, ¿cómo se demuestra que el Sol y la
Tierra unas veces están más cerca el uno de la otra y otras más se-
parados? La demostración no puede ser más sencilla. Mirad, por
ejemplo, dos puntos opuestos de un objeto cualquiera, lo ancho o lo
alto de un edificio. A la distancia de diez metros, el ángulo que for-
man las dos visuales extremas tendrá doble amplitud que si os se-
paráis diez metros más; y si más os alejáis, más el ángulo se estrecha,
se cierra; si volvéis a acercaros, las visuales se abren. El Sol tiene un
diámetro determinado, y nuestra vista ve al disco solar según un án-
gulo agudo. Ese ángulo varía de magnitud, dentro de ciertos lími-
tes, en las diversas épocas del año. Si la distancia fuera la misma, el
ángulo sería constante. Al cambiar de valor demuestra que la distan-
cia cambia también, puesto que el diámetro o dimensiones reales del
DEL AÑO Y SUS CLASES 1 1 1
astro no varían. Como en la Tierra^ así en el cielo, los objetos próxi-
mos parecen más grandes que cuando están lejanos. El disco solar
aparece mayor en el solsticio de invierno y menor en el de verano.
Si, pues, la órbita de la Tierra en torno del Sol no tiene todos sus
puntos equidistantes del astro, ella no puede ser un círculo. Todas
las propiedades que presenta esa curva son las de una elipse. Pero
esto ha de entenderse con relación al pequeño espacio que en el Uni-
verso ocupa el sistema solar; porque con referencia al espacio total
y estelar, dicha curva, así como las órbitas de los demás planetas,
están muy lejos de ser elipses. Fijaos en este punto, que es suma-
mente curioso. Desde el principio del mundo, en que la Tierra y de-
más planetas comenzaron a girar en torno del Sol, sus órbitas jamás
han llegado a cerrarse como curvas elípticas. En otros términos: la
Tierra jamás ha pasado dos veces por un mismo punto del espacio.
En efecto, al mismo tienipo que los planetas giran en torno al
astro central, éste, arrastrándolos a todos en pos de sí, se encamina
hacia su apex, hacia la constelación de Hércules, con una velocidad
constante que no es inferior a 10 kilómetros por segundo. Algunos
han encontrado que esa velocidad es de 17 kilómetros. Durante me-
dio año, sumando el movimiento propio de nuestro globo con el de
todo el sistema hacia el apex, resulta que la Tierra recorre unos
3.177.145.748 kilómetros; o mejor, que se ha separado en esa dis-
tancia del punto en que se hallaba al principio del semestre. En el
semestre siguiente los dos movimientos, el general hacia el apex y el
de traslación de la Tierra, pueden considerarse como opuestos, y si
bien el de nuestro globo es mayor, es imposible que vuelva a cerrar
la curva en el punto de partida.
Con lo dicho ya podíamos trasladarnos al Sol; pero ahora me
ocurre que es conveniente precisar bien la distancia y aun examinar
si será o no oportuno detenernos en alguna de las estaciones inter-
medias, como en la Luna, en Venus o en Mercurio.
Para medir la distancia entre dos puntos, aunque uno de ellos, y
aun los dos, sean inaccesibles, basta, como sabéis, que se pueda
contar con otro punto que no esté en línea recta con los dos prime-
ros, para con los tres formar un triángulo en el cual sea posible de-
terminar, ya por medidas directas, ya por cálculo, los valores de tres
de sus seis elementos.
112 DEL ANO Y sus CLASES
Co 1 dos puntos suficientemente separados en la superficie te-
rrestre y el punto centro del Sol tenemos formado el triángulo
supuesto; la distancia entre los puntos terrestres puede medirse
o calcularse, lo mismo que los dos ángulos formados en esos vérti-
ces, por el mismo lado y las dos visuales dirigidas al centro del Sol.
Si suponemos que uno de los puntos terrestres es el centro del glo-
bo, y el otro, el punto de tangencia en la superficie de la Tierra del
rayo solar correspondiente al centro del Sol, el triángulo que resulta
es rectángulo, cuyo ángulo recto con el vértice en el punto de tan-
gencia está formado por el radio terrestre y el rayo de luz solar.
El otro lado, la hipotenusa del triángulo, es la recta que une al cea-
tro de la Tierra con el centro del Sol. El ángulo en el centro terres-
tre tiene por medida el arco de círculo máximo comprendido entre
el punto de tangencia dicho y el extremo del radio terrestre que
forma parte de la hipotenusa mencionada. Y el ángulo tercero, for-
mado en el centro solar, es complementario del anterior. A este án-
gulo, cuyos dos lados van a parar a los dos extremos del radio
terrestre, se le da el nombre de paralaje solar; y se define diciendo
que es el ángulo según el cual un observador, supuesto en el centro
del Sol, vería el radio terrestre ecuatorial.
Para las estrellas que la tienen, ya hemos dicho que la base, en
lugar del radio terrestre, es el diámetro o semidiámetro de la
eclíptica, porque el radio de la Tierra es muy pequeño. Y déjase
comprender que para los demás astros del sistema solar, la paralaje
de cada uno se define, lo mismo que la del Sol, por el ángulo for-
mado en el centro del astro respectivo con dos líneas rectas que allí
se cortan, y pasa cada una por cada uno de los extremos del radio
de ia Tierra. La distancia de un astro queda determinada desde el
momento en que su paralaje es conocida. Pero hay que distinguir
entre lo que se llama paralaje horizontal y paralaje de altura. La pri-
mera, cuando el astro de que se trate se halla en el plano del hori-
zonte del observador, y la segunda, cuando el astro está entre el
horizonte y el punto cénit. En el horizonte la paralaje es máxima;
disminuye con la altura del astro, y es cero la del punto cenital.
Cuando se habla de ella sin especificar más, se sobreentiende la
paralaje horizontal.
El procedimiento indicado como posible para determinar la pa-
DEL AÑO Y SUS CLASES 113
talaje solar, no es, sin embargo, el que utilizan los astrónomos, por
la sencilla razón de que hay métodos más exactos.
Demostrado que dicha paralaje está dada por el seno o por el
arco de su ángulo, y sabiendo que la distancia que se busca está
íntimamente relacionada con dicho seno, si hay medios de conocer
la primera exactamente, el segundo queda por esto mismo exacta-
mente determinado. Uno de los procedimientos para medir esa dis-
tancia se funda en la velocidad de la luz; otro, en los pasos del pla-
neta Venus por delante del disco del Sol; otro, en las observaciones
sobre Marte o sobre alguno de los demás planetas. La circunstancia
de haberse encontrado un pequeño planeta, que se le bautizó con
el nombre de Eros, y cuya órbita entra, en parte, dentro de la órbita
de Marte, hallándose por algún tiempo más cercano a nosotros que
el dios de la guerra, ha dado margen a nuevas investigaciones y más
delicados cálculos, destinados a precisar más y más el valor de que
se trata, la paralaje solar.
Examinados y discutidos concienzudamente todos los datos con
que la Astronomía moderna cuenta para resolver el problema, los
astrónomos han adoptado como valor más aproximado al verdadero
de la paralaje solar, el ángulo de 8", 80 centésimas. Del cual se de-
duce como distancia media entre el centro del Sol y de la Tierra,
nada más que 23.439,18 radios ecuatoriales terrestres, equivalentes
a 149'501.020 kilómetros y un pico de 132,5 metros y medio. Con-
que ya sabéis lo que tenemos que andar. Sin duda es mucho para
hoy: por lo que será prudente aplazar la marcha hasta otro día, apro-
vechando el poco tiempo que nos queda en hacer una visita de ex-
ploración a la Luna, sin perjuicio de que reservemos para más tarde
el estudio completo de nuestro satélite, que teniéndolo tan cerca,
en casa, como quien dice, nos será más fácil visitarlo con frecuencia.
La Luna dista de nosotros unos 60,27 radios terrestres, o séan-
se 384.446 kilómetros, por término medio; pues dicha distancia es
mayor cuando el satélite está en su apogeo, y menor en el perigeo.
Con lo cual queda dicho que la órbita descrita de la Luna en torno
a la Tierra es también una elipse y no una circunferencia. La Tierra
ocupa uno de los focos de esa elipse cuya excentricidad está ex-
presada por la fracción 0,0549 y cuyo plano está inclinado so-
bre el plano de la eclíptica terrestre, formando un ángulo de unos
1 14 DEL AÑO Y SUS CLASES
5 grados y 8 minutos próximamente. Los dos puntos de intersección
entre la eclíptica y la órbita lunar se denominan nodos, ascendente
y descendente, análogos a los puntos equinocciales, según que la
Luna al llegar a ellos pase del hemisferio austral al boreal o viceversa.
Nuestro satélite, y dejaría de serlo si esto no se realizase, partici-
pa de todos los movimientos de la Tierra; pero está dotado además
de algunos otros que le son propios, bien que le sean impuestos por
su señora. Corre, en efecto, en torno de ésta con movimiento de
traslación; gira en torno a su eje propio con movimiento de rota-
ción, el cual ofrece la particularidad de realizarse en el mismo tiem-
po que el de traslación, presentando siempre el mismo hemisferio
hacia nosotros. Es tan atenta y bien educada la Luna, que jamás
nos vuelve la espalda. Usa, sí, de contorneos, balanceos e inclina-
ciones que reciben el nombre genérico de libraciones de la Luna.
Libración en longitud por lo cual nos permite ver algo de sus cos-
tados a derecha e izquierda, según el plano de la eclíptica. Libración
en latitud para que la miremos un poco por la parte superior y otro
poco por la inferior, balanceándose suavemente como una campana,
y libración diurna que es la oscilación más pequeña e inclinación
diaria que nos hace.
Como consecuencia del movimiento de traslación de la Luna,
relacionado no sólo con la posición de la Tierra, sino también con la
del Sol y de las estrellas, se distinguen para nuestro satélite varias
revoluciones lunares, a saber: revolución trópica, tiempo que emplea
la Luna en volver a la misma longitud con referencia al punto ver-
nal: en lo que emplea 27 días, 7 horas, 43 minutos y unos 5 segun-
dos. Revolución sidérea, que es la misma anterior aumentada en la
precesión de los equinoccios, durante el tiempo dicho. Revolución si-
nódica: el tiempo transcurrido entre dos movimientos consecutivos;
equivale a 27 días, 12^, 44^ y 3s. Es la de mayor duración, porque
la Luna, para volver a colocarse exactamente en conjunción entre el
Sol y la Tierra, necesita recorrer, además, lo que nuestro globo se
ha adelantado girando alrededor del Sol. Revolución anomalística:
y es el tiempo empleado por el satélite hasta volver al perígeo; equi-
vale a 27 días, 13^, I8m y 37s,4. Finalmente, revolución draconitica,
limitada por dos pasos consecutivos de la Luna por su nodo ascen-
dente; tarda 27 días, 5^, 5^ y 36s en realizarla.
DEL AÑO Y SUS CLASES 115
La revolución sinódica es lo que se llama mes lunar, dividido en
cuatro partes, que son las fases de la Luna: Novilunio, Cuarto cre-
ciente. Plenilunio y Cuarto menguante. Además, la Luna acompaña
siempre a la Tierra en su traslación annua, ya marchando delante,
como guía; por uno o por otro lado, como compañera; siguiéndola
detrás, como sierva. De tal modo que su trayectoria, en el espacio
planetario, es una línea sinuosa, ondulada a uno y otro lado de la
órbita terrestre. Agregúese a todo esto la marcha general de todo el
sistema planetario hacia la constelación de Hércules, con otras mo-
dificaciones de estos movimientos, producidas por las oscilaciones
en las distancias relativas, por las oscilaciones en latitud boreal y
austral y por mil otras circunstancias que no es posible enumerar
ahora, y se comprenderá algo de lo complicado que resultan los
movimientos lunares.
Si de ello os dais cuenta y razón y llegáis a adquirir una idea, no
digo exacta, sino sólo aproximada, de lo que todo esto supone en la
ciencia astronómica, admiraréis, sin duda, los trabajos ímprobos, los
esfuerzos y constancia de los astrónomos, asi en observar como en
calcular sobre las observaciones, hasta llegar, como han llegado, a
precisar con exactitud maravillosa todos los pormenores y circuns-
tancias de la constitución y movimientos de mecanismo tan perfecto
por una parte y tan complicado por otra. Un ejemplo de la precisión
asombrosa de los cálculos astronómicos (y lo cito porque para la
mayoría de los profanos es más visible) lo tenéis en la predicción de
los eclipses, de sus circunstancias más minuciosas.
Volvamos a la Luna, cuyo disco se presenta siempre de forma
circular, cuya superficie visible está cruzada por grandes cordilleras
y altas montañss, cuyo aspecto general es de lo más curioso que
pueda imaginarse. Su forma general, a juzgar por lo que se ve, pa-
rece que debe ser la esférica; pero como nunca ha querido dejarnos
ver desde la Tierra la parte opuesta, la esfericidad absoluta no puede
afirmarse como cosa cierta y demostrada. No faltan astrónomos que
suponen a la Luna como un esferoide prolongado en la dirección de
los centros terrestre y lunar; y otros que admiten el hemisferio
opuesto a la Tierra o muy rebajado hacia nosotros o terminado en
punta como algo parecido a un sector esférico, a una pera, etc.
Tampoco faltan razones para apoyar estas hipótesis. Desde luego
1 1 6 DEL AÑO Y SUS CLASES
el centro de gravedad en la Luna parece que debe de hallarse más
próximo a la Tierra que el centro de figura, explicándose así el que
el satélite mire siempre desde un solo lado a la Tierra. Si se admite
la hipótesis de una fluidez primitiva, al desprenderse un pedazo
de materia terrestre para formar la Luna, y no hallándose ese peda-
zo de materia dotado de un movimiento de rotación superior o más
rápido que el de traslación, parece natural que al condensarse más y
más, los elementos más densos, tendiesen hacia nuestro globo y que
así el centro de gravedad se acercara a nosotros más que el centro de
figura.
Para decir algo referente a las dimensiones reales de la reina de
la noche, y tomando las medidas sobre la parte visible que es un
verdadero hemisferio, habremos de suponerla completamente esfé-
rica. En este supuesto el diámetro lunar mide 3.482.060 metros. La
superficie es equivalente a 38.090.000 kilómetros cuadrados y su vo-
lumen 22.105.740.000 kilómetros cúbicos. Su masa es algo más que
una centésima parte de la masa terrestre. La densidad está expresada
por 3,38 con relación a la del agua; y por fin, el valor de la atracción
en su superficie no llega a 0,17 centímetros de la atracción en la su-
perficie de la Tierra. Los cuerpos allí pesan mucho menos que aquí
abajo, de tal modo, que puestos allá y con las mismas energías mus-
culares que aquí tenemos, podríamos dar saltos enormes, hasta casi
poder volar como pájaros.
Y basta, porque la descripción de su topografía, montañas y va-
lles, la medida de sus picachos, altura de sus cordilleras, de sus gran-
des y pequeños círculos crateriformes; bocas abiertas de inmensos
volcanes prehistóricos, ya extinguidos, etc., alargaría demasiado esta
conferencia que, sin una palabra más, aquí termina.
P. Ángel Rodríguez de Prada.
o. S. A.
LA VENGANZA DE UN CAPELLÁN
Había corrido mucha sangre por la vertiente meridional de la
colina. La rabia destrozaba el pecho de los jefes; la cólera cegaba los
ojos de los soldados: la piedad y la misericordia eran desconocidos de
los combatientes de una y otra línea, tanto más bravos y más gue-
rreros, cuanto mayor era el número de víctimas sacrificadas en el
campo de batalla.
Pobres muchachos tendidos en tierra, con el nombre de, la ma-
dre en los labios y el alma en los umbrales de la eternidad, servían
de parapeto a otros jóvenes que iban cayendo en el avance, como
caen las hojas de los árboles, sacudidos por el huracán; montones
informes de carne fresca, palpitando aún a impulsos del furor bélico;
ayes lastimeros arrancados por el dolor de mil cuerpos deshechos;
blasfemias aterradoras, maldiciendo los planes de la Providen-
cia y pidiendo venganzas a los ministros de Satanás: tiernas plega-
rias, oraciones fervorosas, actos de resignación, escalando los cie-
los y llegando al trono del Dios de la paz: todo era sublime para las
almas que, al despedirse del tiempo entre el rencor de los hombres,
invocaban las misericordias del Señor; todo era espantoso y aterra-
dor para los que iban del infierno de la guerra, con el odio en el
alma, a la región del llanto perpetuo y de la guerra sin fin.
— ¡Cobarde! —tuvo el valor de gritar el capellán al coronel del
regimiento, al verle atravesar el corazón de un moribundo alemán.
Entre el silbar de las balas y el estruendo de los cañones, sonó el
estallido de una bofetada en el rostro venerable del ministro
de Dios.
—¡Toma, canalla!— blasfemó el valiente, coronando su hazaña
con inmundo salibazo en la cara del sacerdote. Haré que veas pron-
to al Padre Eterno y a toda la Trinidad en el hermoso edén que es-
peran los necios embrutecidos por tus supercherías.
118 IjA venganza de un capellán
Cesó el fuego de cuatro horas infernales. Franceses y alemanes
volvieron a sepultarse en las mismas trincheras que ocupaban antes
de sembrar el campo de muertos y heridos.
Muchas bajaS; mucha sangre, muchos cadáveres, muchas sonri-
sas del infierno y... vuelta a las entrañas de la tierra, sin ventajas
para nadie y con desastres para todos: |oh felicidad de la guerra!
—¡No; mil veces no; lo juro por la cruz de mi espada!— Y el ca-
pitán la besó con ternura, pegando luego sus labios al santo cruci-
fijo, que sacó del pecho.
Oficiales y soldados sufrían tormentos que les destrozaban el
alma, temiendo el mayor de los crímenes, la más ruin de las vengan-
zas del coronel más indigno contra el más noble y compasivo de los
sacerdotes. jSe veían tales infamias para denigrar a los «cures sac
au dos!»
—Si una marmita deshiciera el bandullo de esa hiena.
—Mi capitán, no es lícito desear la muerte de nuestros prójimos,
y menos de nuestros jefes.
— ¡Padre, padre! Eso.,, ni es prójimo ni es jefe...
—Es un «cochon»— agregó un soldado, con aplauso de sus com-
pañeros; hay que hacerle salchicha y dárselas a los « boches > para
que revienten con ella, muriendo envenenados.
El capellán, triste y melancólico, rezaba con fervor el santo rosa-
rio en compañía de otros valientes, que confesaban el nombre de
Dios en el fragor de las batallas y en el silencio de las trincheras.
Pedía con toda la ternura de su alma grande y con todo el fuego de
su corazón amante una gracia especial, una merced singularísima
para el coronel de su regimiento, y una muerte edificante para sí
mismo, si llegaban a cumplirse los negros propósitos que todos te-
mían en el masón vengativo y cruel.
Los azares de la guerra y la lucha incesante en aquel pedazo de
tierra, ensangrentado y cubierto de muertos y heridos, no daban
tiempo a las expansiones del odio anticlerical y de la venganza
miserable del jefe, ansioso de abrir nuevos cauces a la bajeza de sus
pasiones desenfrenadas. Cuando el coronel se disponía a redactar el
expediente criminal, y el Capellán a dar ejemplo de mansedumbre, sí
llegaba la hora de imitar al Divino Maestro, los defensores de la
trinchera alemana, a cien metros de la francesa, se encargaban de
LA VENGANZA DE ÜN CAPELLÁN 1 19
echar tierra sobre el pliego denunciador de una «villanía contra el
heroísmo de un jefe esclavo de la disciplina».
— ¡Malditos «boches» que no me dejan procesar al «canalla»!—
bramaba el coronel enfurecido.
—Arranca, Dios mío, un acto de arrepentimiento, un suspiro
cristiano de ese corazón extraviado — rezaba el sacerdote con amor
creciente—. ¿Permitirás que muera en el campo de batalla, sin que
su alma pueda llamarte Padre?... ¡Sí... andando! ¡A obtener la
orden!
— Mi coronel: los ayes de nuestros heridos piden y exigen nues-
tro auxilio— dijo el capitán a las dos de la mañana, cumpliendo el
mandato del cura.
—No hay socorro posible. Salir de aquí y recibir el saludo de
mil disparos es tan cierto como desatinado el consejo del «cura».
Sólo ese imbécil ha podido mandarte con ese despropósito. Querrá,
sin duda, ver mi piel agujereada y hecha una criba.
—Mi coronel: los que sufren tienen derecho a nuestro socorro.
Los muertos... nada... los dejaremos de parapeto hasta mejor oca-
sión... Los heridos piden a gritos un sorbo de agua, una frase de
consuelo, unas hilas que impidan la pérdida total de su sangre gene-
rosa, y...
— ¡Y los moribundos, absolución!... — interrumpió el coronel con
voz de trueno.
—Sí, ¡y los moribundos, absolución! — repitió el capitán en tono
algo amenazador — . Y los malvados... a la orden, mi coronel.
— Puede usted servir de sacristán al cura— bramó el tigre, lan-
zando fuego por los ojos y hiél por la boca.
—No hay más que vinagre en las venas de esa fiera — suspiró el
capitán, cayendo de rodillas a los pies del sacerdote—. Confiéseme
otra vez: déme la absolución, y vamos con nuestros valientes a re-
coger heridos. Usted, Padre, abra las puertas del cielo a los agoni-
zantes, tendidos en el campo de honor. Las sombras de la noche
defenderán nuestros cuerpos, y si los alemanes nos descubren y no
respetan nuestras vidas, nuestra muerte será gloriosa, la patria ensal-
zará nuestra memoria y triunfaremos muriendo.
Y cayó a los pies del capellán, cuando éste concluía una oración
fervorosa por el coronel del batallón.
120 LA VENGANZA DE UN CAPELLÁN
Esperaba contra toda esperanza; conocía la eficacia de la plega-
ria; y no sería confundido.
¿Qué sucedió en el espíritu revuelto y contrariado del jefe?
La pesadilla incesante del cura, las palabras del capitán, la situación
angustiosa de los heridos y moribundos, abandonados entre las dos
trincheras enemigas; el ¿quién sabe si podrán salvarse por el heroís-
mo de unos pocos?, y hasta la idea de una cruz militar sobre el pe-
cho, penetraron con fuerza irresistible en el ánimo del coronel, lle-
vándole a recordar hazañas gloriosas de otro batallón, coronado de
laureles y bendecido de Francia por su conducta extraordinaria en
momentos de peligro supremo. Vio en los ojos y ademanes del ca-
pitán una decisión rayana en esa indisciplina que salva muchas
veces situaciones dificilísimas; sabía que la bravura del capellán no
paraba en las fronteras de la muerte, respetuosa siempre con los
héroes que la llaman principio de vida; le atormentaba la idea de
verse despreciado del batallón, que idolatraba al cura y al capi-
tán, porque eran padres del soldado y modelos de patriotas. ¿Sería
conveniente medir el temple del batallón, diezmado pocas horas an-
tes, e intentar un supremo esfuerzo que los subiera a todos a las
cumbres de la gloria?
Simulando una sonrisa, en pugna con su carácter avinagrado
y su necio orgullo, fué en busca del capitán, muy entretenido en
escuchar sabios consejos del «vil canalla >, estúpido aumónier del
regimiento.
-—¿Habrá suficiente número de poilus que se resigne a recibir
«ciruelas> alemanas a la luz de las estrellas?— preguntó con amabi-
lidad inusitada, después de correctísimo saludo militar.
— Va usted a verlo, mi coronel — contestó gozoso, respondiendo
al saludo.
V corrió con la buena noticia al santo capellán, que estaba dan-
do a besar el crucifijo a los soldados que llamaban Madre a la
Reina del cielo, pensando a la vez en las madres que les lloraban
en la tierra.
— No espero conseguir triunfo mayor en mi vida militar— dijo
gozoso el capitán — . La fiera se ha amansado algo: accede a la pe-
tición de hace una hora, y...
—¡Dios nos acompañe! — agregó el sacerdote, clavando sus ojos,
LA VENGANZA DE ÜN CAPELLÁN 121
iluminados por los rayos del amor, en el grupo de valientes que le
contemplaban como a enviado del cielo para fortalecerles en todo — .
Si nos acechan para sacrificarnos, ya lo sabéis, hijos míos: al cielo
se va por el sacrificio. Si perdonan nuestras vidas, salvaremos a
nuestros hermanos heridos y agonizantes. Pero... ¿qué estoy dicien-
do? Sin darme cuenta, os hablo de una tarea que no quiero ni puedo
ni debo imponer a nadie, pues la obligación militar no llega a tanto.
No obstante... si hubiera voluntarios dispuestos a pasar de la trin-
chera a las playas del otro mundo...
— |Yol — resonó al mismo tiempo la voz potente de los treinta
soldados que formaban el grupo.
La emoción arrancó lágrimas al sacerdote y luego pedazos de su
mismo corazón para entregárselos a los treinta «mártires» postrados
a sus pies, esperando la bendición suprema en aquellos momentos
de muerte, que hicieron exclamar a dos oficiales presentes a la es-
cena más sublime de su vida de campaña:
— Es una locura; pero una locura propia de los héroes. ¡Bravo
por el cura y sus valientes!
Poco después, los gritos y lamentos de los heridos desgarraban
el alma de sus nobles compatriotas que, a cielo raso y a pecho des-
cubierto se atormentaban ahogando la respiración, para escuchar
bien los ayes de los moribundos y dirigirse a ellos inmediatamente,
aunque el corazón dejara de latir en aquel campo de muerte, testigo
de proezas inmortales.
A los tres minutos de salir de las trincheras, cuando algunos he-
ridos procuraban incorporarse o levantar la voz pidiendo una gota
de agua, un crucifijo, un sacerdote..., sonó un disparo, otro, ciento,
desde la trinchera inmediata, y cesaron los lamentos, y volvió a rei-
nar el silencio en aquel cementerio de cadáveres insepultos.
Todos cayeron en tierra al silbido aterrador de la primera bala
enemiga, pero siguieron arrastrándose por el suelo, dispuestos a de-
jar allí la vida, porque se la habían ofrecido a sus compañeros des-
venturados.
— Nobleza obliga; el amor nos manda— susurró el ministro de
Dios al capitán que mandaba la fuerza.
Esta insinuación mágica, resorte poderoso de las almas grandes,
llegó de boca en boca al corazón de todos, dándoles a gustar las
122 LA VENGANZA DE ÜN CAPELLÁN
dulzuras del sacrificio. El instinto de conservación les impedía le-
vantar la frente, el recuerdo de ayes lastimeros, ahogados también
por los disparos recientes, les mandaba desplegar energías salvado-
ras a las puertas de la muerte.
Aquella audacia subyugadora, aquel valor inaudito, palpitando
en pechos fortalecidos poco antes con la bendición del ministro de
Dios, llenó de asombro a los jefes de la línea enemiga, que recibió
la orden imperiosa de [alto el fuego!, en alemán y en francés, para
que la entendieran también los mensajeros de la caridad y pudieran
cumplir sin peligro la misión encantadora que los sacó de las entra-
ñas de la tierra, para que otros escalaran por ellos las alturas del
cielo.
Se irguió el cuerpo del capellán. A la voz de mando se levanta-
ron los treinta guerreros pacíficos, y a la luz de las estrellas se hizo
una exploración del campo por soldados de ambos ejércitos, que
fraternizaron durante una hora, bien aprovechada en conducir heri-
dos a las trincheras respectivas y en absolver a cuantos pudieran
arrancar la vida los movimientos molestos y las sacudidas irregula-
res de las camillas. Los muertos... los muertos quedaron insepultos
para dar fe de nuevos horrores, cuando el alba pudiera alumbrar las
hazañas de los hombres.
P. Julián Rodrigo.
o. s. A.
(Concluirá.)
LA LIBRERÍA DE FELIPE II
(DATOS PARA SU RECONSTITUCIÓN)
(conclusión)
La Ulixea de Homero, en castellano, de Gonzalo Pérez, impreso año
de mil y quinientos y cincuenta y seis; encuadernado en papelón y cuero
verde, dorado.— En 8 reales. (E.)
Justino, histórico, impreso año de mil y quinientos y cuarenta; en cuero
negro.— En un real. (E.)
El sétimo y octavo libro de Plinio, en francés, año de mil y quinientos
y cuarenta y tres; encuadernado en papelón y cuero negro. — En un
real. (E.)
Instrucción del Príncipe, en francés, del año mil y quinientos y diez y
siete; en cuero negro.— No es de valor. (E.)
Comentarios de la guerra de Allemaña, de D. Luis de Avila, año de
mil y quinientos y cincuenta; en cuero negro o leonado.— En 2 reales. (E.)
Recopilación de diversas historias y descripciones de provincias, en
trances, traducido del latín, impresa año de mil y quinientos y cuarenta y
uno; encuadernada en papelón y cuero negro.— En 2 reales (S. L.)
Hordenanzas y Pregmáticas del Rey Enrique de Francia, impreso año
de mil y quinientos y cincuenta y cuatro; en cuero colorado. — En 4
reales. (E.)
Theatro de los buenos ingenios, en cien emblemas morales de Guiller-
mo de la Perriere y las emblemas de Alciato y cien pinturas de proverbios,
y las fábulas de Ysopo, todo en francés, en uncuerpo, desde el año de mil
y quinientos y cuarenta y uno hasta cuarenta y cuatro; en cuero colorado.—
En4reales. (S. L.)
El Amor de los amores, de Jaques Peletier, en francés, impreso año de
cincuenta y cinco; encuadernado en papelón y cuero colorado. — En un
real. (E.)
Epístolas familiares de Cicerón, de Aldo, impresas en pergamino; en-
cuadernado en cuero azul.— En 2 reales. (E.)
124 LA LIBRERÍA DE FELIPE n
Amores de Oliveros, en francés, impreso año de rail y quinientos y
cincuenta y tres; con cubiertas de cuero colorado.— En un real. (E.)
Obras poéticas de Carlos Fontaine, en francés; en cuero colorado.—
En un real. (E.)
Imaginación poética, en francés, impresa año de cincuenta y dos, en-
cuadernada en papelón y cuero colorado. — En un real. (E.)
Argonáutica de Valerio Flaco, impreso año de mil y quinientos y
veinte y tres, del Aldo; con cubiertas de cuero colorado, dorado.— En un
real. (E.)
Imagines de Fierre Corista, en francés; encuadernado en papelón y
cuero colorado.— En un real. (E.)
Poemas de Nicolée Vergede a la muerte del Príncipe Claudio de Lore-
na; encuadernado en pergamino.— No es de valor. (E.)
Quinto Curcio, en latín, impreso año de mil y quinientos y treinta y
ocho; en cuero colorado.— En un real. (E.)
Libro del duelo, en francés, impreso año de mil y quinientos y cincuen-
ta; encuadernado en pergamino.— No es de valor. (E.)
Pregmática del Rey de Francia contra la secta luterana, año de mil y
quinientos y cincuenta y uno; encuadernado en pergamino.— No es de
valor. (E.)
Deploración sobre la muerte de micer Antonio de Croy; encuadernado
en pergamino.— No es de valor. (E.)
En dozavo, impresos
Testamento nuevo, en latín, año de mil y quinientos y cincuenta y seis,
en cuero pardo.— En un real.— (E.)
Psaiterio hebreo, año de mil y quinientos y treinta y dos, con cubiertas
de cuero verde y letras doradas.— En 4 reales. (E.)
Oraciones del Testamento viejo, en hebrayco, latín y griego, impreso
año de mil y quinientos y veinte y ocho; en cuero azul con letras doradas. —
En 2 reales. (E.)
Paraphrasis sobre las horas de Nuestra Señora, traducidas del latín en
francés, por fray Gilíes Cailleau; en cuero colorado, dorado.— Es vedado.
Epístolas y Evangelios de las Dominicas del año, en francés, impreso
año de cuarenta y nueve; en cuero negro, dorado.— En 2 reales. (E.)
Las obras de Cicerón, en latín, del Gripho, año de mil y quinientos y
cuarenta y seis, en ocho cuerpos; encuadernado en cartón y cuero colorado,
dorado.— En 24 reales. (E.)
Las oraciones de Cicerón, impreso en París, año de mil y quinientos y
LA LIBRERÍA DE FELIPE H 125
cuarenta y tres y cuarenta y cuatro, en tres tomos; encuadernados en cuero
colorado y dorado.— En 9 reales, (fi.)
Las Epístolas familiares de Cicerón, en francés, impreso año de cua-
renta y tres; en cuero colorado.— En 2 reales. (E.)
Los oficios de Cicerón, en francés, impreso año de mil y quinientos
y cuarenta y cuatro; en cuero colorado.— En 2 reales. (E.)
Las questiones tusculanas de Cicerón, en francés, año de mil y qui-
nientos y cuarenta y cuatro; encuadernado en papelón y cuero colorado. —
En un real.
Plinio, de Natural historia, en cuatro cuerpos, impreso año de mil y
quinientos y sesenta; encuadernado en cuero negro.— En 12 reales. (E.)
La Historia de Tucidides, en francés, en dos cuerpos, impresa año de
mil y quinientos y cuarenta y cinco; encuadernada en cuero colorado y
dorado.— En 4 reales. (E.)
Bouclier, o Escudo de la Fe, en francés, en tres cuerpos, impreso año
de cuarenta y nueve; en cuero colorado. — En un real. (E.)
Alianza con Dios por el baptismo de los christianos, en francés, año de
cincuenta y tres; en cuero colorado con estrellas.— En 2 reales. (E.)
Fundamento de la Fe, en francés, impreso año de cincuenta y tres; en-
cuadernado en cuero colorado.— En un real. (E.)
Prontuario de los Concilios y cismas, impresos año de cuarenta y seis,
en francés; encuadernado en cuero colorado.— En un real. (S. L.)
Los seis libros en dialogo de San Juan Chrisóstomo sobre la dignidad
sacerdotal, en francés, año de cincuenta y cinco; en cuero colorado.— En
un real. (E.)
Pasto de la oveja humana, en francés, año cuarenta y seis; encuaderna-
do con cubiertas coloradas. — En un real. (E.).
Paráfrasis o declaración de cincuenta y tres psalmos de David, en fran-
cés, año de cuarenta y seis; con cubiertas coloradas.— En un real. (S. L.)
Victoria de las tribulaciones, en francés, año de cincuenta y seis; con
-cubiertas de cuero colorado: autor Fr. Pierre Doré.— En un real. (E.)
La Cruz de Penitencia, en francés, año de cuarenta y cinco; con cubier-
ta colorada: de Fr. Pierre Doré, autor. En un real. (E.)
Thesoro de Virtudes, en italiano y en francés, impreso año de cincuen-
ta y cinco; con cubierta colorada.— En un real. (E.)
Institución de Virtudes, en francés, por Pierre de Habert, impreso año
de mil y quinientos y cincuenta y seis; en cuero colorado.— En un real. (E.)
Colactiones Reales, en francés, primera parte, que es exposición del
psalmo veinticuatro y veintiséis, impreso año de cuarenta y seis; en cuero
colorado.— En 2 reales. (E.)
126 LA LIBRERÍA DE FELIPE II
Cosas notables de la China, enviadas a los de la Compañía, impreso
año de cincuenta y seis; en cuero colorado.— En un real. (E.)
Recopilación de diversas historias de discripciones de tierras y de gen-
tes, en francés, año de cuarenta y tres; encuadernado en papelón y cuero
negro.— En un real. (S. L.)
Libro de la policía humana, en francés, impreso año de mil y quinien-
tos y cincuenta y cuatro; autor maestre Gilíes de Aurigny; con cubierta
colorada. — En 2 reales. (S. L.)
Marco Aurelio, en francés, año de cuarenta y seis; en cuero colora-
do.— En un real. (E.)
Comentarios de Julio Cesar, en francés, año de cuarenta y cinco; con
cubierta colorada.— En 2 reales. (E.)
Salustio, en francés, año de treinta y nueve; con cubierta de cuero ne-
gro.—No es de valor.
Menosprecio de la corte con la vida rústica, en francés, año de mil y
quinientos y cuarenta y cuatro; con cubierta colorada.— En un real. (S. L.)
Sentencia de los aphorismos de Hipócrates y Galeno, en francés, año
de mil y quinientos y cincuenta y cuatro; con cubierta colorada. — En un
real. (E.)
Veinticinco paradojas, en francés, contra la común opinión, año de
cincuenta y cuatro; con cubierta colorada.— En un real. (S. L.)
Historia de Troya, de Dares Frigio, en francés, año de cincuenta y tres;
con cubierta colorada.— En un real. (E.)
Tres libros pequeños de la historia de las Indias, en francés, del maes-
tro Juan Macer; año de cincuenta y cinco; con cubierta colorada.— En un
real. (S. L.)
Sumario de las cosas señaladas de Plinio, en francés, año de cuarenta
y seis; en cuero colorado.— En un real. (S. L.)
Las contracartas amatorias de Ovidio, por Miguel de Amboise, en
francés, año de cuarenta y seis; con cubierta colorada. — En un real. (E.)
Pasquín de Paris respondiendo a Pasquín Romano, en francés, año de
cincuenta y seis; en cuero colorado.— No es de valor. (S. L.)
Disputa entre el thaur y el deshonesto, de Veroaldo, en francés, año de
cincuenta y seis; en cuero colorado,— En un real. (S. L.)
Tratados diferentes de poesías, en francés, año de treinta y ocho; con
cubierta de cuero colorado.— En un real. (S. L.)
El Dante, en italiano, impreso año de cincuenta y dos; con cubierta
colorada.— En dos reales. (E.)
Terencio, impreso año de cuarenta y uno; encuadernado en papelón y
cuero azul, dorado.— En un real. (E.)
LA LIBRERÍA DE FELIPE H 127
Almanach del año mil y quinientos y cincuenta y seis de Nostre-Damus;
con cubiertas de pergamino.— No es de valor. (E.)
En diez y seis y en veinte y cuatro.
Petrarcha: De remediis utriusque fortunae, impreso en latín, ano de mil
y quinientos y quince; con cubierta de cuero blanco, plateado.— En 2 rea-
les. (E.)
Otro Petrarcha, de lo mismo, impreso ano del mil y quinientos y treinta
y seis; con cuero verde y dorado. — En 2 reales. (E.)
El Petrarcha, en italiano, poesía, impreso antiguo, año de mil y
quinientos y veinte y cinco.— En un real. (E.)
Amatoria de Ovidio, año de mil quinientos y treinta; con cuero blanco,
dorado.— En un real. (E.)
Methamorphoseos, de Ovidio, impreso año de mil y quinientos veinte
y uno; con cubierta blanca plateada.— En un real. (E.)
Ovidio: Methamorphoseos, año de mil y quinientos y treinta; con cu-
bierta de cuero colorado, dorado.— En un real. (E.)
Virgilio, del año de mil y quinientos y treinta y siete; con cubierta ne-
gra y dorada; y una manecilla de plata. — En un real. (E.)
Otro Virgilio, del mismo año; en cuero negro.— En un real. (E.)
Otro Virgilio, del año de treinta y siete; encuadernado en papelón cu-
bierto de cuero colorado, dorado.— En un real. (E.)
Epístolas familiares de Cicerón, en latín, año de veinte y siete; encua-
dernado en cuero negro.— En un real. (E.)
Rethorica de Cicerón, del año de treinta y siete; en cuero negro, dora-
do.—En un real. (E.)
Tullio: De offíciis, del año de cincuenta y tres; en cuero azul, dorado. —
En 2 reales. (E.)
Fastos de Ovidio, año de mil y quinientos y treinta y uno; en cuero co-
lorado.- En un real. (E.)
Pomponio Mela, Julio Solino, Itinerario de Antonino, Vibio Sequester,
Víctor, Dionisio Afer, del año mil quinientos y veinte y uno; en cuero co-
lorado.—En un real. (E.)
Rethorica de Cicerón, del año veinte y uno; con cubierta de cuero
blanco, plateado.— En un real. (E.)
Salustio, del año de veinte y uno; en cuero blanco, plateado. — En un
real. (E.)
Valerio Máximo, del ano de diez y siete; con cubierta de cuero bayo.—
En un real. (E.)
128 LA LIBRERÍA DE FELIPE U
Otro Valerio Máximo, año de veintisiete; con cubierta colorada.— En
un real. (E.)
Severino Boecio: De consolatione, impreso antiguo; en cuero negro, do-
rado.—En un real. (E.)
Otro Severino, de la misma impresión como el precedente; en cuero
blanco, dorado. — En un real. (E.)
Juvenal y Persio, del año de mil quinientos y treinta; en cuero colora-
do, dorado. —En un real. (E.)
Catulo, Propercio y Tibulo, del año de mil y quinientos y diez y seis;
con cubierta colorada y dorada.— En un real. (E.)
Terencio, del año de mil y quinientos y treinta; con cubierta colorada,
dorada.— En un real. (E.)
Salustio, del año de veinte y uno; en cuero colorado, dorado.— En un
real. (E.)
Horacio, del año de mil y quinientos y veinte y uno; en cuero colorado,
dorado.— En un real. (E.)
Dante, impreso antiguo, sin año; con cubierta de cuero blanco, platea-
do.— En un real. (E.)
Catulo, Propercio y Tibulo, del año de diez y seis; con cubierta de cue-
ro blanco, plateado. -En un real. (E.)
La Arcadia de Sanct Nazaro, en italiano, del año de diez y seis; en cue-
ro blanco, plateado.— En un real. (E.)
Asolanos de micer Pietro Bembo, año de quince; con cubiertas de cue-
ro plateado.— En un real. (E.)
Libros de a folio.
Genealogia del Emperador Maximiliano, con figuras y escudos de ne-
gro, de dibujo, en folio común, de mano; encuadernado en papelón y cue-
ro colorado.-xEn 4 reales. (S. L.)
Un libro que comienza desde Romulo y Remo, primeros fundadores de
Roma, y fenesce en Ludovico Sforce, figurado de lápiz, en folio mayor;
encuadernado en tablas y cuero negro. — En 6 reales. (S. L.)
Otro libro, en folio mayor, de los Caciques de México, y de los días
que sacrificaban en la semana, de mano, pintado de colores con figuras re-
tocadas; encuadernado en papelón cubierto de terciopelo carmesi con cin-
tas coloradas.— En 12 reales. (S. L.)
Un libro de tropheos y antiguallas romanas, de estampas, sin escritura,
en folio mayor; encuadernado en pergamino.— En 8 reales. (S. L.)
Sepulturas antiguas y epitaphios que se hallaron en Narbona debajo de
LA r-IBRERÍA DE FELIPE II 129
tierra, pintados de mano, de negro, al natural, como se hallaron; encua-
dernado en pergamino.— En 4 reales. (S. L.)
Un libro, en folio, de maese Luis de Torrebañez, de figuras de diversas
posturas, con armas para jugarlas; retocados de colores y oro, con un es-
cudo de las armas de los Mendozas en la primera hoja, retocado; encua-
dernado en papelón y cuero negro, dorado. — En 8 reales. (S. L.)
Tres Biblias reales, en cinco lenguas, impresas en Amberes, por Plan-
tino, en ocho cuerpos y trece tomos, los once en pergamino y los dos en
papel; encuadernados en tablas y cuero negro. — En 600 ducados. (S. L.)
Historia de la India, del tiempo que la gobernó el Vissorey D. Luis de
Atayde, de mano, en papel folio pequeño; encuadernado en tablas y cuero
negro; con las armas de Portugal.— En 12 reales. (3. L.)
Fray Gerónimo de Guadalupe, sobre los Evangelios, impreso en latín,
en Salamanca, por Domingo de Portonaris, folio pequeño; encuadernado
en papelón y cuero negro, con parrillas doradas en tablas. — En 12 rea-
les. (E.)
Bernardino Gómez, sobre la vida y hechos de Jacobo, primer Rey de
Aragón, impreso en Valencia, en latín, folio pequeño; encuadernado en
papelón y cuero negro.— En 8 reales. (E.)
Las ympresas con exposición y discursos de Hieronimo Rucelli, impre-
so en Venecia, en italiano, en folio pequeño; encuadernado en papelón y
cuero azul, dorado y labrado de diversos colores, y en medio de las tablas
unos óvalos con unos títulos.— En 24 reales. (S. L.)
Theodosio, impreso en Meglna, en folio pequeño, sobre la sphera y
mathemática; encuadernado en pergamino blanco, con cintas de seda mo-
rada.— En 4 reales. (E.)
La horden que tenia el Duque Charles de Borgoña en la guerra; ilumi-
nadas las márgenes de h primera hoja con las armas de las provincias que
poseía, escrito de mano, en pergamino, en lengua francesa, y al principio
de él hay un escrito en tudesco, que dice que se ganó el dicho libro en la
batalla de Morat, a diez y seis de Junio, año de mil y cuatrocientos y se-
tenta y seis, y se halló en la tienda del dicho Duque, y parece por otro, es-
crito en latín, que lo presentó al Sr. D. Juan un borgoñon; encuadernado
en papelón cubierto de terciopelo carmesí, con cuatro cantoneras y cinco
escudetes en cada cantón, y tres escudetes para manezuelas de plata dora-
da, en folio menor.— Tasado con la plata en 3 ducados. (S. L.)
Otro libro, en latín, de Bartholome Valverde, que trata del Purgatorio,
en cuarto, impreso en Pavía; encuadernado en pergamino blanco, con cin-
tas de seda blanca. —En 4 reales. (E.)
Otro libro, de Francisco Maurolico, Abad de Mesina, que trata de ma-
130 LA LIBRERÍA DE FELIPE n
themáticas, en latín, impreso en Venecia, en cuarto; encuadernado en per-
gamino, con cintas moradas.— En 4 reales. (E.)
Otro libro, del mismo autor, intitulado: Sicanicarum rerum compen-
dium, en cuarto, impreso en latín, en Mesina; encuadernado en pergami-
no, con lazos y corte dorado, con cintas moradas.— En 4 reales. (E.)
Otro libro, intitulado: Oratio in laude Tadei Apostoli canonicam, Petro
Martínez Toletano, en cuarto, impreso en Siguenza; encuadernado en per-
gamino llano, con cintas blancas.— En 4 reales. (E.)
Cosmographia de Francisco Maurolico, en latín, en octavo, impreso;
encuadernado en pergamino, con lazos y corte dorado y cintas moradas. —
En 2 reales. (E.)
Juan Antonio Viperano, que trata del Rey y del Reino, en latín, impreso
en Amberes, en ocho; encuadernado en pergamino llano, con cintas en-
carnadas.— En 2 reales. (E.)
Jornadas para el cielo, por fray Christoval Moreno, de la Orden de San
Francisco, en octavo, en romatice, impreso en Zaragoza por Domingo de
Portonaris; encuadernado en pergamino, corte dorado y cintas encarna-
das.—En 4 reales. (E.)
Tercera jornada del libro intitulado: Jornadas para el cielo, del dicho
autor, impresión y encuademación, en octavo. — En 4 reales. (E.)
Las confesiones de San Agustín, traducidas del latín, en romance, por
el maestro fray Sebastian Toscano, impreso en Salamanca por Andrés de
Portonaris, en doce; encuadernado en cuero negro, dorado y cintas ver-
des.—En 2 reales. (E.)
Mística theologia, en que se muestra el verdadero camino para subir al
cielo, por el dicho autor, impreso en lengua portuguesa, en doce; encua-
dernado en cuero negro, corte dorado y cintas verdes. —En 2 reales.
Marthirologio, por el doctor Maurolio, en diez y seis, impreso en Ve-
necia por los Juntas, mil y quinientos y setenta; encuadernado en cuero
negro, dorado y cintas moradas.— No es de valor.
Un cuaderno de la posesión que tomó D. Fadrique Enriquez del Reino
de Sicilia por el Rey, nuestro señor, a siete de Junio, año de mil y quinien-
tos y cincuenta y seis, impreso en latín e italiano; encuadernado en perga-
mino, con cintas moradas, en cuarto.— En un real. (S. L.)
Un libro, en folio mayor, Theatrum orbis; encuadernado en pergamino,
que es de las ciudades mas insignes del mundo, impreso en Amberes por
Phelipe Gallen, año de mil y quinientos y setenta y dos.— En 3 ducados. (E.)
Cuatro cuerpos de libros, encuadernados en papelón y cuero colorado,
dorados, con cintas coloradas, con muy poca escritura y con un envoltorio
de papeles, todo de receptas de Fr. A. Lorenzo.— No son de valor. (E.)
LA LIBRERÍA DE FELIPE II 131
Una caxa cuadrada cubierta de cuero negro, forrada en terciopelo verde
con el tapador suelto, con cerradura dorada, en que están los libros
siguientes:
Una Biblia, de Roberto Stephano, con escolios de Vatablo; encuader-
nada en tablas con cubiertas de terciopelo negro con cantoneras, maneci-
llas y dos rosas en medio con armas reales que parecen de latón dorado. —
En 20 reales. (S. L)
Unas horas, en cuarto, escritas de mano en pergamino, con ilumina-
ción, cubiertas de raso carmesi y en el medio de las tablas dos escudos de
armas de los Reyes Católicos, en unas chapas de oro y en las esquinas de
cada parte cuatro manojos de saetas de plata que son ocho en todos, con
manecillas de plata. —En 50 reales. (S. L.)
Otras horas, en cuarto, escritas de mano en pergamino, con muchas
letras doradas, iluminadas; encuadernadas en tablas cubiertas de brocado
con perfiles negros, con manezuelas de plata dorada hechas de unos boto-
nes.—En 20 reales. (S. L.)
Otras horas, en cuarto, impresas en pergamino con muchas ilumina-
ciones y viñetas de figuras a la redonda; encuadernadas en tablas cubiertas
de terciopelo negro, con dos manezuelas de plata. — En 8 reales. (S. L.)
Otras horas, en octavo pequeño, escritas de mano en pergamino, con
iluminaciones pequeñas; encuadernadas en tablas y cuero leonado, con una
manecilla de plata hecha de un lazo de bastón, con un registro de ramales
de seda de colores y el tronco de que ase de oro esmaltado de rosicler y
blanco.— En veinte reales. (S. L.)
Un breviario, en cuarto grande, de nueve lecciones, escrito de mano en
pergamino, con dos remates en las cintas que sirven de nanecillas que pa-
recen de plata dorada, y un remate de registro que parece de plata dorada;
rota la cubierta.—En 16 reales. (S. L.)
Unas horas, en diez y seis, escritas de mano en pergamino, con algu-
nas iluminaciones; encuadernadas en tablas cubiertas de terciopelo negro,
con una manecilla de oro hecha de una rosa con cuatro sortijuelas de oro
de que asen unas cintas coloradas. — Con el oro en 4 ducados. (S. L.)
Un diurnal, escrito de mano en pergamino; con cubiertas de raso car-
mesi y una manezuela de plata dorada.— En 4 reales. (S. L.)
Un libro, en cuarto, que tiene quince hojas, y dentro de él un pliego de
papel pintado, y en las hojas del dicho libro una carta de marear, encua-
dernado en tablas y cuero dorado, con cuatro manecillas.— En 2 rea-
les. (S. L.)
132 LA LIBRERÍA DE FELIPE H
Un libro, en octavo, en papel, con diversas figuras de medallas antiguas
algunos animales; encuadernado en tablas y cuero verde, con dos^escudos
de las armas reales.— En 2 reales. (S. L.)
Un misal viejo, en cuarto pequeño, con manezuelas de oro esmaltadas
de negro; encuadernado en tablas y cuero negro. — Tasado el oro en 4
ducados. (S. L.)
Tres libros pequeños de memoria, viejos.— No son de valor. (S. L.)
Un libro en papel, escritas en él algunas memorias de otros libros y
otras cosas; encuadernado en tablas y cuero negro.— No es de valor. (S.L.)
Siete libros, en folio, en francés, impresos en París; encuadernados en
cuero colorado y de colores, de la historia de Amadis de Gaula.— No son
de valor.
Papeles scriptos de mano del Doctor Paez y D. Carvajal.
Los Anales de la Corona de Aragón, duplicados, en ocho cuerpos,
cuatro cada uno, con los Índices, impresos en papel, en folio, en Zaragoza,
por Domingo de Portonaris, año de mil y quinientos y ochenta, compues-
tos por Híeronimo de Qurita; encuadernados en pergamino.— A 2 duca-
dos cuerpOc (E.)
La Orden e instrucción del Tusson, escrita en pergamino, en francés,
con algunas figuras iluminadas de los Principes y Reyes que se han halla-
do en las fiestas y capítulos de la dicha Orden, y los escudos de los dichos
caballeros de la Orden que en ellas estuvieron, escrito en pergamino, en
olio; encuadernado en cartón cubierto de terciopelo carmesí con mane-
zuelas de plata.— No se tasa porque es cosa de Orden, que ha de estar en
los Tussones. (E.).
Un libro en folio: Historia de la ciudad de Cremona, por Antonio Cam-
po, cremonense, impreso en Toscano, con designio de la misma ciudad y
algunas cosas señaladas de ella y retratos de algunos personajes; encua-
dernado en papelón y cuero negro, dorado con las armas reales. Este li-
bro parece duplicado.— No se indica la tasación. (S. L.)
Tasación. — En la villa de Madrid a veinte y siete de Junio de mil y
seiscientos años, ante mí el dicho Cristoval Fferroche, scríbano del dicho
ymbentario y aprecio, en presencia de Antonio Voto, guardajoyas de S. M.,
Pedro del Bosque, librero del Rey, nuestro señor, con juramento que
primero hizo, tasó los libros contenidos en este cuaderno de libros de
diversas facultades, como consta de la tasación que queda puesta al cabo
de cada partida, y lo firmó de su nombre.— Pedro del Bosque.— Ante mí,
Cristoval Fferroche.
1>A LIBRERÍA DE FELIPE II 133
Libros acrescentados,
tasados en Madrid por Joan Verrillo, 28 de Mayo 1602.
Un libro en folio, grande, Teatro de la tierra universal de Abraam Or-
telio, en romance, impreso en Amberes por Piantino, iluminado de colo-
res; encuadernado en papelón y cuero negro con cinco florones de oro. —
En 400 reales. (S. L)
Otro como el dicho y de la misma impresión; encuadernado en pape-
lón y cuero colorado con florones de oro.— Tasado en 400 reales. (S. L.)
Otro libro en folio grande. Descripción de ciudades, tierras y puertos,
impreso, colorido; encuadernado en pergamino morado. — En 400 reales.
(S. L.)
Otro libro en folio, impreso en la ciudad de Cremona, dirigido al Rey
D. Phelipe, nuestro señor, con su retrato y escudo de armas en las dos
primeras hojas, con viñetas retocadas de oro; encuadernado en cartón y
cuero negro con dos escudos de armas Reales en las encuademaciones. —
En 100 reales. (S. L.)
Otro libro en folio, de mano. Tratado de artillería, en italiano, con figu-
ras iluminadas y diversas personas e instrumentos de guerra para la arti-
llería; encuadernado en cartón y cuero colorado, dorado.— En 200 reales.
S. L)
Una Biblia, en folio, en papel, impresa en latín con virgulas doradas,
historiadas e iluminadas, en un cuerpo, impresa en Amberes, por Piantino,
año de ochenta y tres, con muchas hojas jaspeadas de colores al principio
y al cabo; encuadernada en gapa negra con manezuelas de plata dorada.—
En 150 ducados. (E.)
Otro libro en folio, en papel, de los consejos y respuestas de Joan Pe-
dro Bimio, milanés, impreso en Venecia año de noventa y ocho; encuader-
nado en papelón y cuero colorado, dorado, con dos iluminaciones aovadas
en la encuademación. — En 16 reales. (E.)
Dos libros en folio, en romance, impresos en Madrid, por Luís Sán-
chez, de Política de Corregidores y vasallos, en tiempo de paz y de guerra,
por el Licenciado Bouadilla; encuadernados en pergamino, dorado. — En 8
ducados. (S. L.)
Otro libro en folio, impreso en papel, en latín, de Joan Mariana, De
rebus híspanicís, impreso en Toledo; encuadernado en pergamino, — En 3
ducados. (E.)
Otro libro, de mano, en folio; encuadernado en papel, que es inventa-
rio de los libros y legajos de papeles que están en el Archivo y Secretaría
134 LA LIBRERÍA DE FELIPE II
de la Embajada del Rey, nuestro señor, en Roma; encuadernado en cuero
azul con escudos de las armas reales.— No se tasó. (S. L.)
Otro libro, en folio, impreso en papel, de Jacobo Maroto, napolitano,
de metaphisica, impreso en Ñapóles, año de noventa y ocho; encuaderna-
do en pergamino. — Tasado en 12 reales. (S. L.)
Otro en folio, de estampas de historias de la vida, milagros y pasión de
Christo, nuestro Señor, iluminadas y retocadas de oro, impreso en Antuer-
pia año de noventa y tres; encuadernado en becerro colorado con cinco
florones de oro por cada parte. — En 100 ducados. (S. L.)
Otro libro, en folio, de Natal, de la Compañía de Jesús, impreso en
Antuerpia año de noventa y tres, de estampas y con todos los Evangelios
de Christo, nuestro Señor y de su pasión, en latin; encuadernado en per-
gamino dorado. — En 150 reales. (E.)
Otro libro en folio, e Historia eclesiástica y flores de los Santos de Es-
paña, por el Padre Marieta, de la Orden de Santo Domingo, impreso en
Cuenca año de noventa y cuatro; encuadernado en pergamino. — En 16 rea-
les. (S. L.)
Otro libro en folio, Theórica y práctica de fortificación conforme a las
medidas y defensas de estos reinos, del capitán Rojas, impreso en Madrid,
por Luis Sánchez; encuadernado en papelón y cuero colorado con escudos
de las armas reales.--En 16 reales. (S. L.)
Otro libro en folio, Coronica del Emperador D. Alonso el VII, Rey de
Castilla y León, por Fr. Prudencio de Sandoval, en Madrid, por Luis Sán-
chez; encuadernado en pergamino. — En 12 reales. (S. L.)
Un libro escrito de mano, en pergamino, para computar con la mano
la letra Dominical, y otras muchas reglas; encuadernado en cuero azul, do-
rado.—En 4 ducados. (S. L.)
La vida de San Hieronimo, en cuarto, impreso por Thomas Junta, he-
cha por Fr. José de Siguenga; encuadernado en cuero colorado, dorado el
corte.— En 16 reales. (E.)
Otro libro en cuarto, del Cardenal Fauio Albergati, de Ragiones, im-
preso en Roma; encuadernado en pergamino dorado.— En 6 reales. (S. L.)
Otro libro de Joan Mariana, De Regis institutione, impreso en Tole-
do; encuadernado en cuero negro con unas flores de oro.— En 10 rea-
les. (S. L.)
Otro libro en cuarto, escrito de mano; parece que se envió al Empera-
dor a Flandes antes que partiese para España; encuadernado en cuero ne-
gro.—En 2 reales. (S. L.)
Otro libro en cuarto, de caxa y manual de cuenta de mercaderes, por
Bartolomé Saluador, impreso en Madrid, por Pedro de Madrigal año de
LA. LIBRERÍA DE FELIPE H Icfó
quinientos y noventa; encuadernado en pergamino amarillo.— En 4 rea-
les. (S. L.)
Descubrimientos de Joan Alfonso de Molina, impreso en Amberes año
de mil y quinientos y noventa y ocho; encuadernado en pergamino. — Ta-
sado en 4 reales. (S. L.)
Oficio de Semana Santa, en cuarto, de mano, en pergamino, con algu-
nas viñetas iluminadas y retocadas de oro. — En 4 reales. (S. L.)
Concilio tridentino, impreso en Alcalá; encuadernado en pergamino.—
En 2 reales. (E.)
Oraciones a la muerte del Rey D. Felipe 11, del Cardenal Colonna, al
Rey D. Felipe III, impresas en romance; en cartón y cuero azul con escu-
dos de armas reales. — En 4 reales. (S. L.)
Discurso de Federico sobre el carro inventado, de mano; en pergami-
no, que se presentó a S. M.— En 4 reales. (E.)
Oraciones a la muerte del Rey D. Phelipe II, dirigidas al Rey Pheli-
pe III, impreso en Ñapóles; encuadernado en cuero colorado, dorado, con
armas reales.— En 4 reales. (E.)
La vida de San Plácido y su martirio, en octava rima, en italiano, im-
preso en Venecia; encuadernado en pergamino, dorado. — En 4 reales. (E.)
Concilio tridentino, impresa en Buxia; encuadernado en pergamino. —
En 3 reales. (E.)
Libro de la moral de la China, el cual llaman «Los cuatro libros», tra-
ducidos del original en castellano, escrito de mano; encuadernado en per-
gamino, dorado. — En 4 reales. (S. L.)
Discurso de la prosapia de Austria, escrito de mano; encuadernado en
pergamino, dorado.— En 4 reales. (S. L.)
La muerte del Rey D. Pheüpe, por Ceruera de la Torre, en Valencia
año de mil y quinientos y noventa y nueve; encuadernado en pergamino.—
En 3 reales. (E.)
El capitán Federico Orislerio, de armas, con figuras, impreso en
Parma ano de noventa y tres; encuadernado en pergamino.— En 6 duca-
dos. (E.)
Exposición sobre el paternóster, por el padre Lobo, de mano, en pa-
pel, en octavo; encuadernado en cuero negro.— En 4 reales. (S. L.)
Omelias a cuatro Arzobispos, en Antuerpia año de noventa y ocho, en
latín y griego, en octavo; en papelón y cuero colorado, dorado. — En 5 rea-
les. (S. L.)
Quilatador de la plata, por Joan Darphe, en Madrid; encuadernado en
papelón y cuero negro, dorado. — En 4 reales. (E.)
La vida del Santo Raymündo de Peñafort, en Tarragona año de noven-
136 LA LIBRERÍA DE FELIPE H
ta y siete, en octavo; encuadernado en pergamino amarillo.— En 3 rea-
les. (S. L.)
Amores de Frangoys de Villaflonis, en francés, a lo pastoril; encuader-
nado en cuero negro. — En 2 reales. (E.)
El Doctor Herrera, de unos proverbios; encuadernado en pergamino. —
En medio real. (E.)
Jácome Velasco, de cuentas; encuadernado en pergamino.— -En un
real. (S. L.)
Genealogias de los Reyes de Portugal, por el licenciado Duarte Nuñez,
en Lisboa; encuadernado en pergamino.— En 2 reales. (E.)
Relación de algunos de los martirios que han hecho los herejes de In-
glaterra, en Madrid, por Pedro de Madrigal; encuadernado en pergami-
no.—En 2 reales. (S. L.)
Confesiones de San Agustín, en Salamanca año de setenta y nueve.— En
2 reales. (E.)
Tratado de las cosas que debe hacer el cristiano, por el Obispo de
Oviedo, en Salamanca año de noventa y ocho; encuadernado en cuero co-
lorado, plateado.— En 2 reales. (E.)
La vida de San Pablo, impreso en Venecia; encuadernado en pergami-
no, dorado. — En 2 reales. (E.) ,
Concilio toledano, en Alcalá año de noventa y seis; encuadernado en
cuero colorado, dorado. — En 2 reales. (E )
Horas de Nuestra Señora, en París año de setenta y uno; encuadernado
en cuero negro, dorado.— En 4 reales. (E.)
Concilio provincial, impreso en Salamanca año de mil y quinientos y
sesenta y seis; encuadernado en cuero azul.— En 2 reales. (E.)
Una declaración del Salmo de David, de mano, encuadernado en per-
gamino.—En un real. (S. L.)
Tasación.— En la villa de Madrid, a veintiocho dias del mes de Mayo
de mil seiscientos y dos años, ante mí, el dicho Cristova! Fferroche, scri-
baño del inventario y aprecio de los dichos bienes muebles, paresció Joan
Verrillo, librero de esta villa, el qual fue llamado para tasar los libros acres-
centados en este género de libros de diversas facultades, y habiendo jura-
do en forma de derecho de hacer bien y fielmente la dicha tasación, tasó
los dichos libros a los precios y de la manera que quedan tasados en cada
partida, y lo firmó de su nombre, de que doy fe.— Joan Verrillo.— Ante mi,
Cristoval Fferroche.
Luego pareció Antonio Voto, Guardajoyas del Rey, nuestro señor,
el cual con juramento dixo y declaró que los libros de diversas facultades
contenidos en este género, son los que están a su cargo, y que no saue de
LA LIBRERÍA DE FELIPE II 137
otros, que si en algún tiempo lo supiere o los tuviere, está presto de los
manifestar para que se ymbentarien y apprecien con los demás, y ansí lo
dixo y declaró so cargo del dicho juramento y lo firmó de su nombre.—
Antonio Voto.— Ante mi, Cristoval Fferroche.
Así montan los marauedís deste género, seiscientos y setenta mil y
ciento y sesenta y ocho maravedises.
En la villa de Madrid, en el dicho día mes y año dichos, ante mi, el
dicho Cristoval Fferroche, paresció el dicho Hernando Despejo, y dixo y
confesó aver recibido del dicho D. Pedro de Soto y Voto las cosas conte-
nidas en este género de libros de diversas facultades, según y como en
cada partida y en las glosas de las dichas rúblicas se contiene, y se obligó
a tenerlo a su cargo y dar cuenta dello a quien se la pueda y deva pedir,
y lo dixo y otorgó ansi según y como mas en forma queda dicho, en gé-
nero reliquias, y lo firmó de su nombre, siendo testigos los dichos; e yo el
dicho Cristoval Fferroche doy fe que el entrego y recibo de las dichas co-
sas se hizo en mi presencia y de los dichos testigos. — Hernando Despejo.»
(Publicado en el tomo LXVIII de la Colección de documentos inéditos
para la Historia de España, por el Marqués de la Fuensanta del Valle,
D.José Sancho Rayón y D. Francisco de Zabalburu, págs, 481 a 521. To-
mado del Archivo del Palacio Real de Madrid.)
P. Guillermo Antolín.
o. s. A.
10
REVISTA científica
El ferrocarril Dax-Hlgeciras.
Entre los proyectos a que ha dado ocasión, bien que remota, la guerra
europea, y que es de gran interés para España, hemos de mencionar hoy
el referente a un trazado de ferrocarril directo entre la frontera francesa y
el puerto de Algeciras, que haría de nuestra Península el tránsito obliga-
do entre Europa, África y América, supuesta la construcción en el Conti-
nente africano de otro ferrocarril que uniese el Estrecho de Gibraltar con
el puerto de Dakar, el más próximo a América.
No hablaríamos de este proyecto si, aparte de los bienes que trae con-
sigo una obra industrial de interés común, no plantease para nuestra pa-
tria un problema de no fácil resolución, y que, al llevarse a la práctica, pro-
duciría hondas modificaciones en el desenvolvimiento de la vida nacional.
Es de advertir que en ese proyecto se establece como pie forzado, el ancho
europeo para la línea; y como en España hay dos sistemas de ferrocarril
distintos, el normal y el de vía estrecha, ninguno de los cuales coincide
con el ancho europeo, bien claro se ve que el proyecto resultará tan ven-
tajoso para el Extranjero como casi inútil para España, si no se tienen las
debidas precauciones para que con la mayor facilidad se pueda convertir
en arteria principal de todo el conjunto ferroviario español. Creemos que
sólo después de un examen muy detenido y resolviendo de antemano los
gravísimos inconvenientes que tendría para nuestro país en diferentes ór-
denes de cosas, se puede tomar la resolución del ancho europeo.
En cuanto al valor comercial, salta a la vista que lo mejor es que haya
una sola medida de vía; que los vagones puedan circular por todas las re-
des, evitando los trastornos que ocasionan los trasbordos, etc. La línea
Irún, Valladolid, Madrid, Córdoba, Sevilla, Cádiz, es como el eje de todos
nuestros ferrocarriles, tanto de vía normal como de vía estrecha; todos
REVISTA CIENTÍFICA 139
ellos se han trazado mirando al fin primordial de unir las distintas regio-
nes con la línea antes citada; y si ahora se lleva a la práctica el nuevo pro-
yecto con sujeción a distinta medida, dada la importancia que ha de tener
por su carácter internacional, es indudable que la línea Irún-Cádiz quedará
relegada a segundo término, perdiendo también importancia sus afluentes
en el mismo o mayor grado.
Otra de las condiciones que se impone en el nuevo trazado de vía es
que ha de tener la trayectoria más corta posible, con el fin de disminuir
las distancias; y aquí es donde ha comenzado ya el pugilato entre los
mismos ingenieros y entre las diversas regiones por donde se quiere que
atraviese el ferrocarril. Dos son las tendencias manifestadas: unos prefie-
ren el trazado Madrid, Soria, Pamplona, Alduides, y otros, el de Madrid,
Somosierra, Burgos, Irún. ¿Cuál de esas dos tendencias debe preferirse?
A nuestro modo de ver, la última, por las razones que a continuación
se expresan:
1.^ Si nos fijamos en la constitución geológica del terreno atravesa-
do por ambos trazados, los puntos donde han de construirse los grandes
túneles son: el paso del Guadarrama, el de la cordillera ibérica y los Piri-
neos. En los puertos del Guadarrama y Somosierra el terreno, geológica-
mente, es idéntico, esto es, el granítico, que siendo de perforación costosa,
tiene las ventajas de conservarse bien y de no necesitar revestimiento ni
gastos de obras accesorias de saneamiento. Los puertos de la Brújula y
Oncala, en la cordillera ibérica, son del terreno cretáceo y mioceno, y es
de creer que no existan entre ambos grandes diferencias, y de haber algu-
na sería en favor del de la Brújula por ser menor la longitud del túnel.
Mas al llegar a los Pirineos, si se hace por los Alduides, en esta región los
terrenos son carbonífero, devoniano, siluriano, cambriano y triásico, re-
sultando gráfica la frase del ingeniero Sr. Benavent: «Los Pirineos son un
montón de escombros.» En cambio, el cruce de ésta por Irún-Hendaya se
verifica por terrenos cretáceos, en todas las estribaciones, y el jurásico. Por
lo tanto, aunque el túnel de Somosierra sea más largo que el de Bochones,
en cambio el de Idaizábal será mucho más corto que el de Alduides y re-
viste condiciones geológicas más favorables.
2.^ En el trazado Madrid-Pamplona-Alduides la pendiente o rampa
máxima sería de 20 milésimas entre los dos primeros puntos, y de 25 entre
los últimos. Mientras que en el Madrid-Burgos-Irún la máxima sería de 16
milésimas en Somosierra. (La actual línea del Norte no pasa de las 20 mi-
140 REVISTA CIENTÍFICA
lésimas en el Guadarrama.) Es digno de notarse lo anterior, porque si a
una velocidad de 46 kilómetros por hora se pueden transportar 70 u 80
vagones con rampa de 8 a 10 milésimas, lo cual supone una carga total
de 910 toneladas; queda reducido a 60 el número de vagones en una ram-
pa de 11 a 19 milésimas, y a 50 en rampa de 20 a 25 milésimas, con lo que
la carga transportada es solamente de 650 toneladas. La limitación que su-
ponen las fuertes pendientes es muy considerable, y esto ocasiona compli-
caciones y gastos excesivos en la explotación. En materia ferroviaria la
distancia más corta entre dos puntos, no es la línea recta, sino la que es de
longitud virtual más reducida. Teniendo esto en cuenta creemos que no
tiene gran importancia la diferencia total de 43 kilómetros a favor del tra-
zado Madrid-Pamplona-Alduides, por tener a su favor el otro trazado la
diferencia de rampa, y además porque podría utilizarse la actual línea con
alguna modificación desde Burgos a írún, lo cual supondría una reversión
anticipada al Estado, y, por otra parte, los gastos serían mucho menores
por estar asegurado ya el interés, tratándose de una línea que tiene tráfico
nacional e internacional.
Véase lo que sobre la velocidad que pueden alcanzar los trenes de via-
jeros en la línea Madrid-Burgos-Irún, dice la Instancia presentada recien-
temente al señor ministro de Fomento por las Diputaciones y Ayuntamien-
tos de Burgos, Santander, Vitoria, Bilbao y Segovia:
«Entre Burgos y Hendaya, redondeando las cifras por exceso, hay 86
kilómetros en que las pendientes o rampas no alcanzan el valor de 3 milé-
simas; 57 kilómetros, en los que la pendiente o rampa es de 3 a 6 milési-
mas; 98 kilómetros, en los que está comprendida entre 6 y 10, y 34, en que
exceden de 10 y no llegan en ningún caso a 16 milésimas.
En el Génie Civil de 4 de Enero de 1919 se encuentran los siguientes
datos, en un artículo referente a la electrificación de las líneas del Midi
francés: expresos de 960 toneladas circulan a la velocidad sostenida de
40 kilómetros por hora en rampas de 29 mm.; en rampas de 25 mm., a 50
kilómetros por hora; en rampas de 10 mm., pasa de 70 kilómetros por
hora (tracción de vapor).
El expreso de Loetsberg (Suiza), con tracción eléctrica, tiene de veloci-
dad efectiva 53 kilómetros con rampas de 29 mm., curvas de radios me-
nores de 300 mm. y con un túnel de divisoria de 14 kilómetros. La loco-
motora eléctrica supone una ganancia del 40 al 50 por 100 en la velocidad
sóbrela de vapor y queda reducida al 20 por 100 la ganancia en las curvas.
REVISTA CIENTÍFICA 141
Conocidos estos datos, estimamos muy prudente admitir las siguientes
velocidades susceptibles de desarrollarse por la tracción de vapor: 100 ki-
lómetros por hora, en las rampas o pendientes comprendidas entre 3 y 6;
70 kilómetros por hora, en las que lo están entre 6 y 10, y 60 kilómetros
en Jas que son superiores a 10 e inferiores a 16, límite superior.
Aplicando estos valores al trayecto Burgos-Hendaya, resulta como
tiempo preciso para el recorrido sin paradas 3 horas 32 minutos. Este
tiempo está exagerado notablemente, porque las pendientes se han igua-
lado a las rampas a fin de obtener una sola cifra para los dos sentidos, y
es claro que, aun teniendo en cuenta el sentido más desfavorable Hen-
daya-Burgos, hay una bajada de Vitoria a Miranda que se ha considerado
como rampa.
Construyendo la línea Burgos-Madrid con pendientes menores de 10
milésimas, se puede dircular con una velocidad efectiva de 90 kilómetros
por hora, aún inferior a la de los expresos París-Calais (tracción de vapor),
y, por tanto, se tardaría solamente 2 horas y 36 minutos sin paradas, y con
la velocidad más moderada de 80 kilómetros por hora no se tardaría más
que 2,58 minutos.
En el primer caso, el recorrido total Madrid-Hendaya se haría en
6 horas y 8 minutos, y en el segundo, en 6 horas y 30 minutos, sin contar
las paradas.
Estas en los trenes internacionales podrían ser: 1 minuto en Aranda,
2 minutos en Burgos, 1 minuto en Miranda, 2 minutos en Vitoria (empal-
me de Bilbao), 1 minuto en Alsasua (empalme de Navarra) y 2 minutos
en San Sebastián. En total, 9 minutos, y contando el doble para tener en
cuenta el tiempo perdido al frenar y al arrancar, resultan 18 minutos, que,
si se agregan a lo obtenido antes, dan 6 horas y 26 minutos, si el trayecto
Madrid-Burgos se hace a 90 kilómetros por hora, y 6 horas y 48 minutos
en el segundo caso; en ambos el tiempo empleado en el recorrido Madrid-
París sería menor por Hendaya que por los Alduides, por dos razones:
primera, por ser menor el tiempo empleado en la sección Madrid-Henda-
ya, que en la de Madrid-Alduides, y segunda, por ser la distancia Hendaya-
París 22 kilómetros más corta que la de Alduides-París.
Esto podría conseguirse empleando la tracción de vapor; con la eléc-
trica aún podría mejorarse la ganancia en tiempo por las razones dichas.
Conviene insistir en que los límites de velocidad admitidos son inferiores
a los que pueden conseguirse en la realidad,
142 REVISTA CIENTÍFICA
La velocidad media entre Madrid y Hendaya sería de 76,40 kilómetros
por hora, y este resultado se puede alcanzar haciendo la doble vía entre
Alsasua y Miranda, reformando ésta en algunos puntos, estableciendo un
buen sistema de señales y enclavamientos y ejecutando los demás perfec-
cionamientos que son corrientes en las grandes líneas del Extranjero.»
Ahora bien; ¿quién no ve la diferencia radical que existe comercial-
mente en las zonas que abarca cada uno de los proyectos? Si el nuevo
ferrocarril se traza por Madrid-Pamplona-Alduides, toda la parte Norte
desde el centro al Oeste queda a una gran distancia, con grave perjuicio
de sus zonas respectivas. Los puertos de Bilbao y Santander, la cuenca
carbonífera de Asturias, etc., etc., se creerían postergadas, siendo como es
sencillo y hasta ventajoso para el proyecto la aproximación a esas fuentes
de riqueza que redundan en beneficio de toda la nación, y ya hemos visto
que la diferencia del recorrido es poco mayor; en cambio, la velocidad
puede y debe ser mayor en el trazado Madrid-Burgos-Irún por la diferen-
cia de rampa.
Desde los grandes centros comerciales e industriales fácilmente se
construirían los ramales de empalme con la línea general, aprovechando
los ya existentes y atendiendo a las necesidades de cada zona, de lo que
resultaría un plan completo y uniforme y muy adaptado a las convenien-
cias nacionales.
Mas si llega a realizarse el trazado de la nueva línea con el ancho
europeo, constituirá una zona privilegiada de Norte a Sur, donde las
industrias tendrán favorables condiciones de prosperidad que aún podrían
ser mejoradas por los extranjeros con rebajas de tarifas en Francia y otros
países, y que arruinarían a las otras industrias del litoral y centro de Es-
paña. La gran facilidad con que los extranjeros podrían instalar explota-
ciones de toda clase convertiría dicha zona en algo exótico que lentamente
se iría diferenciando del resto de la nación.
El nuevo ferrocarril no debe ser una servidumbre para España. Bien
está que se den toda clase de facilidades a los extraños y que se contribuya
ai progreso internacional con toda la ayuda que permitan nuestros elemen-
tos disponibles; pero ha de ser siempre con la mira puesta en el interés de
la nación, que no es incompatible con el mundial.
P, L Cortázar.
bibliografía
Ética general, por Prudencio J. Conde, canónigo magistral de la Catedral de
Badajoz.— Tomo I.— Un volumen de XII-546 páginas. — Luis Gilí, librero-
editor, Claris, 82, Barcelona. 1917.
Ética especial, por el mismo autor. — Un volumen, de VIII-358 páginas.—
Badajoz, tip. de Uceóla Hermanos, F. Pizarro, núm. 11. 1916.
Se propuso el autor escribir una Ética que, según nos dice él mismo,
sirviera de texto en la segunda enseñanza y a la vez fuera «un trabajo su-
ficientemente amplio para vulgarizar aquellas cuestiones morales de sumo
y palpitante interés>; pero, como no es cosa fácil unir esas dos tendencias
en una misma obra, el segundo punto de vista es el que principalmente ha
adoptado el autor en la suya.
Dado el carácter de la obra, creemos que no es necesario indicar mi-
nuciosamente el conjunto de materias que la completan, pues, como es
natural, los asuntos tratados coinciden en cuanto al fondo con los de
aquellas otras obras de índole parecida; pero hemos de advertir, en justa
alabanza del autor, que sin perder de vista los principios inconmovibles
de la filosofía escolástico-tomista, sobre los cuales apoya sus principales ra-
zonamientos, ha sabido presentarlos con tal originalidad, tal acierto en la
exposición, revestida de ese aspecto nuevo que tanto se aprecia en las pre-
sentes circunstancias, tal fuerza en la argumentación y, sobre todo, tal
abundancia de datos, que esta obra puede entrar de lleno en las corrientes
del pensamiento moderno, satisfaciendo perfectamente a las condiciones
más exigentes. Pone, además, el plausible empeño de escoger, entre las
muchas teorías que han tratado de resolver el problema moral, aquellas
que son más dignas de tenerse en cuenta, ya por su valor intrínseco, ya
principalmente por la mayor influencia que ejercen, o la extensión del do-
minio que han logrado alcanzar en las controversias actuales, estudiando
y rebatiendo de un modo especial al evolucionismo, según las diversas
tendencias de Darwin y Spencer, no sin haber expuesto y refutado antes
el origen de las costumbres y otros conceptos que S. Reinach explica
por medió de los iabús, así como también hace lo mismo respecto al error
144 BIBLIOGRAFÍA
de la escuela sociológica de Durkheim. Cuestiones muy bien tratadas son
las referentes al determinismo e indeterminismo, imputabilidad y respon-
sabilidad, juntamente con las del trabajo, la propiedad y doctrinas sus-
tentadas por el socialismo, comunismo, etc., acerca de estos puntos de
actualidad.
Es muy de sentir el que, a pesar de la mucha importancia y grande in-
terés que despiertan hoy día las numerosas cuestiones sociales que perte-
necen por completo a la Ética, sea, sin embargo, esta rama de la filosofía,
una de las que menos producciones, de verdadero valor, presenta nuestra
patria en los tiempos actuales, siendo de desear que se fomenten más y
más tales estudios, en los que se desarrollen, conforme las circunstancias
presentes lo exigen, los verdaderos principios y doctrinas saludables con
los cuales hay que dar la batalla a tantos y tan variables errores. La Ética
del Sr. Conde rompe esa especie de silencio a que hemos aludido, suple
deficiencias y puede ser para muchos un gran aliciente que les estimule a
la producción de obras sólidas en las que se hallen expuestos los funda-
mentos verdaderos de la moral y del derecho tan necesarios para la acer-
tada solución de las muchas cuestiones prácticas que se presentan. —
f. Sánchez.
Epitome Compendii Theologiae Moralis. — P. Joannis B. Ferrares, S. J.—
Juxta nonam editionem, secundam post Codicem. — Eugenias Subirana,
Pontif. Editor, Barcinone. 1918.— Volumen de 628 páginas.
La obrita que anunciamos constituye, bajo todos los aspectos, un nue-
vo éxito del sabio P. Ferreres. A pocos autores puede aplicarse con más
propiedad el calificativo de oportunos. El clero todo no puede por menos
de profesarle intensa y franca simpatía por el inapreciable servicio que les
presta con las diversas ediciones de su Compendio de Teología Moral, y
los numerosos compendios y resúmenes de estudios canónico-litúrgicos,
hechos adrem y con todas las ventajas de la claridad y la actualidad.
A esta clase pertenece el presente libro, verdadero Manual de bolsillo
para el sacerdote, del que puede servirse, por lo mismo, con suma facili-
dad para recordar y resolver en un momento preciso cualquier duda que
le sobrevenga, consultando por el índice alfabético de materias.
En la exposición de la doctrina y en la resolución de las respectivas
cuestiones se acomoda en todo, como puede suponerse, a las prescripcio-
nes del nuevo Código del Derecho Canónico, y en lo relacionado con
el Derecho civil cita oportunamente los códigos español y los de las na-
ciones hispanoamericanas. Todo ello, más los apéndices y notas explica-
BIBLIOGRAFÍA 1 45
livas, avaloran sobremanera el mérito de esta hermosa obra, primorosa-
mente editada por el afamado librero pontificio Eugenio Subirana y digna
de toda recomendación.— P. V. Menéndez.
De la acción social.— Los Sindicatos de Obreros, por M. Arboleya Martí-
nez.—I. Las euménides del proletariado.— II. Remedios que no lo son.—
III. Dónde está el remedio.— Un vol., de 13 V- X 21 cm., de 32 págs.—
Luis Gili, editor; Claris, 82, Barcelona.
De nuevo ha puesto sobre el tapete el Sr. Arboleya la candente cues-
tión de los Sindicatos, estudiándolos en su naturaleza y apremiante nece-
sidad práctica, como arma de dos filos para combatir el peligro socialista
y organizar las fuerzas del proletariado católico y lanzarle a la conquista
y reivindicación de sus legítimos derechos.
Para llegar a esa conclusión divide su estudie en tres partes. En la pri-
mera pone al descubierto las hediondeces del agitador socialista, con su
carencia de ideas, sus procedimientos salvajes, su sectarismo monomania-
co, cristalizado en la lucha«de clases, verdadero disolvente de la solidaridad
hismana. El cuadro resulta acabado, magistral y repugnante para toda alma
noble.
En la parte segunda examina algunos de los remedios propugnados
por sociólogos incompetentes, y los rechaza por inadaptables al medio
obrero, y por lo mismo como insuficientes e ineficaces. Así son, según el
Sr. Arboleya, la escuela, las obras de beneficencia y caridad, las alianzas
o compadrazgos entre patronos y maneurs socialistas, la predicación de la
divina palabra... El docto sociólogo fustiga las candideces de los patroci-
nadores de esos remedios sociales con frase dura, con despectiva ironía,
con una conmiseración rayana en el olímpico desprecio. Creo que no es
prudente seguir esa conducta. La divergencia de ideas no autoriza ciertos
desahogos.
La tercera y última parte, la más interesante y provechosa, está dedi-
cada a poner de relieve la necesidad inaplazable de fundar Sindicatos
católicos puramente obreros, para inmunizar a la clase trabajadora contra
la propaganda socialista.,. Ese Sindicato, defensor de los intereses y dere-
chos del obrero contra el patrono, contra la sociedad, contra los atropellos
de las organizaciones socialistas, es el Sindicato Católico, que es: «una
sociedad de trabajadores pertenecientes a la misma o a similares profesio-
nes, que se juntan para estudiar, defender y mejorar sus intereses de todo
género, y particularmente los intereses económicos que les son comunes,
146 BIBLIOGRAFÍA
sin salirse para ello de los dogmas y preceptos de la Religión y de la Moral
católicas».
El Sr. Arboleya es decidido partidario de esa clase de Sindicatos, los
considera cual reconstituyente social de poderosa eficacia para la solución
del problema obrero. Seguros estamos de que nadie regateará a nuestro
escritor competencia científica en esta clase de lides literarias, y lo que más
vale, estudio directo del asunto en su labor social, aplicando estas doctri-
nas a la vida real de la clase obrera, recogiendo sus anhelos, oyendo sus
quejas y reivindicaciones y encauzando todas sus aspiraciones para darlas
solución acertada dentro del Sindicato católico. Es decir, que el Sr. Arbo-
leya ha comprobado sus afirmaciones con el argumento irrebatible de la
experiencia. Su conclusión nos parece un acierto y está pidiendo a grito
herido obreros, propagandistas, apóstoles que establezcan Sindicatos cató-
licos en la ciudad y en el campo, en los centros de la industria y el comer-
cio, que organicen en suma al proletariado en Sindicatos conscientes,
vigorosos dentro de las doctrinas del Catolicismo. Es, a nuestro juicio, la
más apremiante necesidad como solución inmediata provisional del magno
problema obrero.
Decimos provisional (con toda la timidez de un discípulo deseoso de
aprender), porque el Sindicato, por excelente que sea, lleva en su consti-
tución íntima un principio de lucha que no puede ser base permanente de
estabilidad social. Hoy por hoy, teniendo en cuenta las violaciones come-
tidas por el liberalismo económico, el aislamiento del obrero y los atrope-
llos del cerril socialismo, quizá sea el Sindicato la única organización que
responda a la psicología de la clase obrera, pero sólo como solución pro-
visional, porque el ideal cristiano establece por fundamento del orden, no
la lucha, sino la armonía social (1).
Creo que no se debiera perder de vista esa tesis cristiana, aun en el
caso de señalar los medios de evitar los obstáculos que impiden su pací-
fico reinado. Con este insignificante reparo, nos parece de perlas el folleto
del Sr. Arboleya, y deseamos que adquiera su difusión grandes proporcio-
nes, porque esperamos de su lectura copiosos frutos de bendición para la
religión y la patria. — P. L. Conde.
(1) El eminentísimo Cardenal Primado consigna este pensamiento en fa-
mosa Carta Pastoral, yüs//c/fl y Caridad en la organización cristiana del trabajo,
con estas palabras: «Si no se puede satisfacer el ideal, que es la unión en una
misma entidad de todos los elementos productores, deberán constituirse
urgentemente Asociaciones profesionales sólo con obreros, porque es la clase
más numerosa y desvalida, porque sufren privaciones crueles, porque están
expuestos a perder sus cuerpos y sus almas, y el remedio de tanto daño no
sufre aplazamiento por parte de la Iglesia.»
BIBLIOGRAFÍA 147
San Francisco de Asís y el Jubileo de la Porciúncula. Método práctico para
ganar esta indulgencia, por D. Cipriano Nievas, Párroco del Real Sitio de Ei
Escorial. — Madrid, 1919.— Un volumen en 16." m. de 72 páginas.
He aquí un librito de piedad que las almas devotas leerán seguramen-
te con mucho gusto y no menor aprovechamiento espiritual.. El tema no
puede ser más interesante y atractivo, y su desarrollo nada deja que desear.
Tras de breves palabras sobre la necesidad de la caridad, el culto y ce-
loso párroco del Escorial traza con cuatro pinceladas de mano maestra la
excelsa figura del Serafín de Asís; narra luego la historia del Jubileo de la
Porciúncula; desde su origen hasta nuestros días, y termina exponiendo
los requisitos que hay que cumplir para ganarle, y resolviendo cuantas du-
das y dificultades pueden presentarse acerca del particular. Y para que
nada falte, añade al fin un breve formulario de las oraciones que han de
rezarse para aplicar el dicho Jubileo.
En menos páginas no se puede condensar mejor todo lo referente al
Jubileo de la Porciúncula. La sencillez, claridad y galanura de estilo con
que está escrito, realzan el mérito de este libro y hacen agradable su lec-
tura. Nuestra enhorabuena a su docto autor. — M. R.
CRÓNICA GENERAL
Madrid-Escorial, 15 de Julio de 1919.
ROMA
Han fantaseado no poco los periódicos sobre los resultados de la mi-
sión encomendada por Su Santidad a monseñor Cerreti en París, dándole
por lo general excesivo alcance. Desde luego se sabe que la gestión prin-
cipal se refería a la modificación de ciertos artículos del tratado de paz que
lesionaban los derechos de la Iglesia en las misiones católicas, y se sabe
también que se obtuvo la modificación de mayor o menor importancia.
De ello habló Su Santidad Benedicto XV en la alocución del Consistorio
secreto de 3 de Julio, diciendo entre otras cosas:
«No pasaremos en silencio las solicitudes que recientemente Nos recla-
maron los intereses de las misiones católicas. Habiendo sabido, en efecto,
que en la Conferencia de Versalles para la paz se habían tomado ciertas
disposiciones, por las cuales parecían no haber quedado garantidos los
derechos de la predicación evangélica, Nos hubimos de dirigirnos con
confianza a los miembros de aquel Consejo, rogándoles que tuvieran a
bien examinar este asunto con cuidado. Nos enviamos en Nuestro nom-
bre a un eminente Prelado de la Curia romana con la misión de defender
estos derechos en la medida de lo posible. Hoy Nos es agradable poder
anunciaros que los del Consejo, después de haber examinado con aten-
ción Nuestros requerimientos, les han dado satisfacción en gran parte.
Así también amaños Nos esperar que una equidad semejante les guiará
en la ejecución de sus decisiones. La religión católica está en ese asunto
interesada, al mismo tiempo que la civilzación y la Humanidad.
»Y puesto que las hostilidades han cesado por fin. Nos elevamos
humildemente Nuestros votos a la divina Providencia de que sea supri-
mido el bloqueo marítimo, que entraña para una multitud tan grande el
hambre y toda suerte de privaciones, de que todos los prisioneros de gue-
rra sean libertados inmediatamente y que, en fin, los individuos y los pue-
CRÓNICA GENERAl^ 149
blos, enemigos hasta ahora, se unan de nuevo entre ellos por los lazos de
la caridad cristiana que Nos no cesamos de inculcar y sin la que todo tra-
tado de paz sería vano.»
—El día 21 de Junio tuvo lugar en la villa de Ostia, santificada por la
memoria de Santa Mónica y San Agustín, la colocación de la primera pie-
dra de la iglesia dedicada a Nuestra Señora de la Paz, Regina PaciSj que
habrá de levantarse por suscripción de todos los católicos del mundo.
La iniciativa pertenece al eminentísimo Cardenal Vannutelli, decano del
Sagrado Colegio y Obispo de Ostia, y la suscripción fué encabezada con
100.000 liras por Su Santidad Benedicto XV, que ha confiado la posesión
del proyectado monumento a la Orden Agustiniana.
Intervino en la ceremonia un representante del Municipio romano,
M. Orlando, que hizo la siguiente declaración oficial: «En nombre del al-
calde de Roma, declaro que, al colocar la primera piedra angular de este
nuevo templo, la villa de Nueva Ostia queda fundada.»
Pronunció también un discurso de suma inspiración el Reverendísi-
mo P. O'Gorman, Comisario general de la Orden Agustiniana, después
del cual habló el Emmo. Cardenal Vannutelli, quien, según leemos en La
Croix, de París, tuvo delicadas frases de agradecimiento para el celo de los
Padres Agustinos, para el concurso del Círculo de la Inmaculada y para
la generosidad del Municipio romano que había donado el terreno en que
había de construirse la iglesia. «La administración— dijo el insigne purpu-
rado— ha comprendido cuan justo y oportuno es que una ciudad nueva,
al levantarse en las plácidas playas tirrenas ostente en su centro la Casa de
Dios. En una capilla especial de esta iglesia será ofrecido todos los días el
sacrificio propiciatorio por las víctimas de la guerra.» El eminentísimo ora-
dor expresó conmovido el deseo de que en las oraciones y súplicas ofre-
cidas a Dios en el nuevo templo, no fuesen olvidadas las almas de los dos
hermanos (^Emmos. Serafín y Vicente Vannutelli) sucesivamente decanos
del Sagrado Colegio que contribuyeron a la erección de la iglesia Regina
Pacis, Terminó con un elocuente homenaje a Benedicto XV, que en sus
desvelos por una paz justa y duradera nunca olvidó el puerto de Ostia y
quiso que fuese dedicado a la Virgen Regina Pacis.
«El Cardenal Vannutelli— añade el citado periódico— ha hecho un lla-
mamiento a la piedad internacional para que concurra a la erección de este
santuario, habiendo respondido ya Portugal, Inglaterra, Irlanda, Malta y
ios Estados Unidos.»
— En cuanto a las relaciones de los Estados con la Santa Sede, se habla
de que no sería difícil el establecimiento de una representación diplomática
por parte del Gobierno de Berlín, además de mantenerse la Nunciatura de
150 CRÓNICA GENERAL.
Baviera. Y en cuanto a Francia, el ministro de Negocios Extranjeros, mon-
sieur Pichón acaba de dar una nota, que es un verdadero desafío a la opi-
nión del país. Con referencia a esa actitud del Gobierno Clemenceau y la
que se atribuye al de Italia, dice VAction Frangaise:
«Monsieur Pichón, en nombre del Gobierno francés, ha arrojado lejos
de sí como una idea humillante el proyecto de reanudar las relaciones diplo-
máticas con la Santa Sede. En vano había presentado M. de Monzie las ra-
zones de interés nacional y de buen sentido que militan en favor de «la polí-
tica religiosa de los incrédulos». ¿Y si esta política desechada por el Gobier-
no de la República, aunque la practique la protestante Inglaterra, estuviera
a punto de ser adoptada por un Estado menos dogmático que el francés y
que, como éste, no conoce tampoco al Papa? Raramente se habla con un
italiano que no pregunte éste en un momento determinado: — ¿Qué hará
Francia respecto al Vaticano? —¿Y vosotros?— se le responde.— Porque
hace ya mucho tiempo que flota en el aire la idea de aproximación, y que
se atribuye al Sr. Nitti, cuya hora ha llegado, proyectos de inteligencia di-
recta para terminar de una vez con la anormalidad inaudita de dos pode-
res que habitan juntos y a la vez se desconocen. No sabemos si el Sr. Nitti
primer ministro, pensará igual que el Sr. Nitti candidato a la presidencia
del Consejo. Tampoco sabemos la acogida que observaría el Vaticano ala
apertura de las negociaciones. Lo indudable es que si hay un Estado a
quien puedan ser difíciles los primeros pasos para una aproximación con
el Papa, este Estado es Italia. Con distinta energía, es verdad, pero sin
ceder en cuanto a los principios, cuatro pontificados han protestado sin
cesar desde el 22 de Septiembre de 1870. Con una paciencia fundada en
la eternidad de sus derechos, la Iglesia ha esperado. Ahora las cosas han
cambiado; si el Gobierno italiano fuera más hábil que el francés para ha-
blar con la Santa Sede por medio de la diplomacia secreta, hay situaciones
que exigen remedios heroicos y medios extraordinarios.»
EXTRANJERO
Marcharon los supremos directores de la Conferencia de París para pre-
sentar en sus respectivos Parlamentos el tratado de paz de Versalles, y se les
recibió, por lo general, entre grandes manifestaciones de alegría. A Mr. Cle-
menceau tributó la Cámara francesa indescriptible ovación. Para recibir a
Mr. Wilson, que regresaba a su país en el George Washington, salió una es-
colta de cuatro dreadnougts y 36 contratorpederos, a los que se unieron des-
pués 45 navios de guerra norteamericanos, y al desembarcar en Nueva York
CRÓNICA GENERAL 151
se le aclamó por una multitud inmensa que cantó el himno nacional. El
presidente pronunció un discurso en el Carnegie-Hall, y al día siguiente,
2 de Julio, se trasladó a Washington, donde, reunidas las Cámaras, dio
cuenta Mr. Wilson de su gestión en Europa. «El aislamiento de los Esta-
dos Unidos— dijo en su discurso — cesó hace veinte años, al fin de la gue-
rra con España. Está fuera de duda que nosotros no podemos dejar de ser
una gran potencia; pero se trata de saber si podemos rehusar el papel de
guía moral que nos ha sido ofrecido, si debemos aceptar o rechazar la
confianza que el universo nos concede. La guerra y la Conferencia de la
Paz han respondido por nosotros.» También a Lloyd Qeorge se le hizo
una entusiasta manifestación en la Cámara de los Comunes. Todos los di-
putados y el público de las tribunas, puestos en pie, aclamaron al primer
ministro, entonando a continuación el himno nacional. El jefe de los libe-
rales, sir Donald Mac León, dedicó al jefe del Gobierno cariñosas frases
de bienvenida, y entonces el ministro habló sobre la importancia inmensa
que tiene el tratado y anunció las declaraciones que luego consigna-
remos.
Y sin embargo, el vino de la paz sigue con mezcla de ajenjos, no sólo
para los alemanes, que ratificaron ya el tratado en la Asamblea de Wei-
mar, y que han visto como consecuencia levantado el bloqueo y repatria-
dos parle de sus prisioneros, sino también para la mayor parte de los paí-
ses vencedores.
Para Italia sigue sin arreglo la cuestión del Adriático, y en estos días,
una colisión entre elementos italianos y franceses en Fiume, ha sido causa
para que surgiera una campaña de invectivas recíprocas entre la Prensa de
uno y otro país.
En los Estados Unidos, el tratado de paz, por lo que se refiere a la
Liga de las Naciones, encuentra fuerte oposición en el partido republica-
no. De la Conferencia de París se ha retirado Bratiano, el jefe del Gobier-
no de Rumania, por no creer satisfechos los anhelos territoriales de su na-
ción; y conocida es la actitud de la mayoría de los socialistas franceses, de
ruda oposición al tratado de paz, habiendo propuesto como señal de pro-
testa la huelga internacional de veinticuatro horas para el 21 de este mes.
Un periódico francés hace notar como una excepción odiosa la ausen-
cia del nombre de Dios en este tratado de Versalles, pues sabido es que
los más solemnes tratados de la Historia, los de Utrechí y Westfalia, se
firmaron bajo el «nombre de la Santísima Trinidad», y pregunta: «¿Por
qué se ha faltado en tal forma que en esta página de la historia de la Hu-
manidad no se haya inscrito el nombre sagrado de Aquél de quieti proce-
de toda autoridad, todo derecho y toda justicia?»
152 CRÓNICA GENERAL
Es que el derecho y la justicia sin Dios van a reirse de media Humani-
dad y los frutos van a dar fe de la savia del árbol de donde proceden.
Discurso de Lloyd George, — Al presentar en la Cámara de los Comu
nes el proyecto de aprobación del tratado de paz, Lloyd George pronun-
ció un discurso de gran importancia dirigido a poner de relieve todas las
negruras de la guerra y tratando de hacer recaer todas las responsabilida-
des de la misma sobre Alemania. En el razonamiento del primer ministro
inglés se nota el olvido de lo que la Historia y la Geografía dicen y claman
contra su propio país, pero es natural el olvido.
Los periódicos publicaron la siguiente síntesis de su discurso:
«Yo no quiero disminuir lo que las condiciones del tratado tienen de
terribles: ¿son ellas justas? Los territorios quitados a Alemania constituyen
simples restituciones. Así Alsacia y Lorena, arrancadas a la patria, a la
cual son profundamente adictos sus habitantes ¿es una injusticia que
vuelvan de nuevo a esta patria? ¿Y el SlesvigHolstein, este robo el más vil
de los Hohenzollern que despojaron a un pobre país sin defensa contra
el voto de sus poblaciones? ¿Y Polonia, descoyuntada para satisfacer los
apetitos insaciables de las autocracias austríaca, rusa y prusiana?...
»Yo nunca hubiera creído que una nación que se pretende civilizada y
que quiere ostentar ante el mundo una refinada civilización pudiera come-
ter crímenes tan monstruosos como los sufridos durante la guerra, en los
que no cabe atenuación posible.
»Creo interpretar el sentimiento de esta Cámara al manifestar que los
oficiales y jefes, sin distinción de graduaciones, que se hicieron responsa-
bles de estos delitos, serán juzgados, poniendo el Tribunal sentenciador
entera imparcialidad en sus fallos.
»¿Puede tacharse de injusticia, además, que los Gobiernos aliados traten
de impedir que Alemania pueda aprovecharse, en cualquier forma que sea,
de las odiosas destrucciones de herramienta en Francia y Bélgica?»
El orador, ocupándose de las condiciones del tratado, reta a quienquie-
ra que sea a demostrar que los aliados no juzgaron recta y justamente al
aplicar tales condiciones a Alemania.
«Alemania — añadió — tramó el complot más espantoso que registra la
Historia, no para defenderse, como hipócritamente decían sus órganos de
opinión, sino para engrandecerse a costa del vecino, y no puede imaginar-
se un crimen peor. Si, por desgracia, la maniobra de Alemania hubiera
tenido acierto, habríamos visto implantarse en todo el universo el régimen
CRÓNICA GENERAL 153
de la tiranía, de la opresión y de la injusticia. Al dictar las condiciones de
paz hemos querido restar a Alemania cualquier deseo de volver a comen-
zar sus quimeras.
Se ha pretendido también que no debe ni puede castigarse a Alemania
por crímenes que cometieron sus gobernantes, puesto que es notorio que
el pueblo alemán agrupóse entusiásticamente en torno a su Gobierno al
declarar éste la guerra, aprobó el desarrollo de ésta y a buen seguro que
hubiera aprobado con delirante alegría la paz alemana.
Necesitábamos, pues, como hecho esencial, que las condiciones de paz
constituyeran una ejemplaridad saludable, que demostrase a todos a lo que
se expone, en caso de derrota, una nación que, sin provocación de nadie,
se lance a una guerra de agresión con las naciones vecinas.
Las garantías que habían de exigirse han sido objeto de profunda pre-
ocupación por parte de cuantos cooperamos a la redacción del tratado;
pero estábamos resueltos a concertar un escrito que no fuese un papel mo-
jado, y por ello, el tratado prescribió en primer término el desarme de
Alemania, para quitarle así los modos ofensivos más inmediatos.»
Expuso a continuación Lloyd Qeorge el estatuto de las colonias por
el sistema de los mandatos. «Estos mandatos— dijo— aumentan muchísi-
mo la responsabilidad de la Gran Bretaña: algo así como 800.000 millas
cuadradas han sido añadidas a la carga ya terrible del Imperio.»
Ninguna de las afirmaciones del primer ministro inglés tiene desper-
dicio, pues bien sabido es que jamás Inglaterra se engrandeció a costa de
los demás, ni formó complots de las naciones para vencer a sus rivales, ni
fomentó la piratería, ni puso su planta sobre el cuello de pueblos indepen-
dientes. Es lástima que Lloyd George no se acordara en aquellos momen-
tos de Irlanda y de Gibraltar.
El enjuiciamiento del Kaiser y los cómplices de la guerra.— Quisieron
los alemanes enmendar el tratado en el sentido de que se eligiese un Tri-
bunal verdaderamente internacional que juzgase sobre los responsables de
la guerra; pero por lo visto los aliados temieron el juicio de los neutrales y
se negaron a la pretensión alemana. Así, pues, el ex Emperador alemán
será juzgado por sus enemigos en Londres, y se dice que juntamente con
él serán juzgados 71 oficiales de la marina alemana con los almirantes von
Tirpitz y von Capelle a la cabeza, y además el Kronprinz, el príncipe Ru-
precht de Baviera y los generales von Mackensen y von Bülow entre otros.
De las gestiones cerca del Gobierno de Holanda para la extradición
del Kaiser, es de lo que no se sabe nada hasta ahora. Habrá primeramente
de ser aprobado el tratado de paz en todos los Parlamentos de los aliados,
11
154 CRÓNICA GENERAL
y entonces llegará la hora de exigir del Gobierno de Holanda la entrega.
A propósito de este juicio singular escribe A. Bunois en UHamanité, de
París, reflejando el sentir de los socialistas franceses: «Cien años han trans-
currido desde Waterloo y Santa Elena. Otra guerra, igualmente sangrien-
ta que las de la Revolución y del Imperio, ha hecho de Europa un mata-
dero. Inglaterra ha ganado esta guerra, como ganó las otras. No se creería,
sin embargo, auténticamente vencedora — esa Inglaterra eternamente pare-
cida a sí misma- si su victoria temporal no revistiese a los ojos del mun-
do una especie de significación mística, disponiendo el castigo del venci-
do. La Inglaterra de Wellington no se satisfizo con sujetar a Francia, sino
que clavó a Napoleón en las duras rocas de Santa Elena. Su victoria
de 1918 no le parecerá completa hasta que Guillermo II sea juzgado y
condenado. Notemos, de paso, como signo de la diferencia de los tiempos,
que ahora se va a «juzgar> a Guillermo II, mientras que, para Napoleón,
prescindieron de toda ceremonia judicial.
En rigor de la verdad, no puede verse claramente en virtud de qué tex-
tos jurídicos llenará sus funciones el Tribunal ante el cual debe compare-
cer el Emperador destronado. Ni esos textos existen, ni aunque los redac-
taran, serían aplicables. El Tribunal, dirán algunos, juzgará equitativamente,
Pero la equidad, ¿puede esperarse de jueces que en ese asunto no son más
que los representantes del poder vencedor, y que, probablemente, no ve-
rán en el acusado más que al enemigo?
Arbitrariedad por arbitrariedad, venganza por venganza, preferible es
la arbitrariedad desnuda, la venganza con la cara descubierta. La audacia
de no juzgar a Bonaparte no careció de cierta grandeza. Obligando al
Hohenzollern a comparecer ante un Tribunal de justicia, no hay más que
hipocresía y semblante falso.
En ese debate, imprudentemente abierto, sobre las responsabilidades
de la guerra, debate inevitable y necesario que domina todos los demás
de la guerra y de la paz, únicamente los socialistas, limpios de toda man-
cha, tienen derecho a pronunciar una sentencia. Tienen el derecho, y tam-
bién el deber. Desde ahora, cada partido socialista debe iniciar el proceso
de las responsabilidades— pesadas o ligeras, lo mismo importa— que in-
cumben a su Gobierno. Nuestros camaradas de Rusia han constituido el
suyo. El ejemplo es bueno: es preciso seguirlo. La Internacional juzgará
en suprema instancia. Y cuando la Internacional haya hablado, o yo me
engaño mucho, o lo que va a pasar en Londres (alude el proceso del Em-
perador) no aparecerá más que como una de las más cínicas comedias ju-
diciales de las que la Historia está ya demasiado llena. >
—Por lo pronto, el ejemplo del ex canciller alemán Bethmann Hollveg
CRÓNICA GENERAL 155
ha sido imitado por el mariscal Hindenburg, que en un comunicado al
presidente de la Asamblea nacional de Weimar dice que se pone a dispo-
sición de los aliados para ser juzgado en lugar del Kaiser. «Las órde-
nes—dice— dadas a las tropas alemanas lo fueron por iniciativa mía, y de
nadie más, pues e! Emperador tenía depositada toda su absoluta confian-
za en mí; y yo debo ser el responsable, pero no Guillermo II. Estoy, por
tanto, a disposición del Gobierno alemán, y a disposición también de los
Gobiernos aliados, para que se juzguen mis actos, y no que éstos recaigan
sobre quienes no son responsables de ellos. >
El príncipe Enrique de Prusia ha enviado el siguiente telegrama al Rey
de Inglaterra:
«En nombre de la justicia ruego a Vuestra Majestad desista de la extra-
dición de su majestad el emperador Guillermo.
Después de mi regreso de Londres, el 26 de Julio de 1914, donde he
estado al lado de Vuestra Majestad, he sido testigo hasta la movilización
de los esfuerzos realizados por el Emperador y sus consejeros para evitar
a toda costa la guerra, desastrosa para la Humanidad.
Deseoso de desmentir las calumnias propaladas durante años contra el
Emperador alemán, estoy dispuesto a ayudar a Vuestra Majestad perso-
nalmente en averiguar la verdad sobre las causas de la guerra y sus con-
secuencias.»
También el príncipe Eitel Federico de Prusia ha dirigido al Soberano
inglés el siguiente telegrama:
«A S. M. el Rey de la Gran Bretaña e Irlanda: Procediendo en cumpli-
miento de mis naturales deberes, como hijo y oficial, me pongo a la dis-
posición de Su Majestad con mis cuatro hermanos menores, en lugar de
mi imperial señor padre en el caso de su extradición, para evitarle con
nuestro sacrificio un acto deshonroso. En nombre de los príncipes Adal-
berto, Augusto, Guillermo, Osear y Joaquín de Prusia, Eiiel Federico de
Prusia.
La ratificación del tratado por Alemania.— E\ haber unido los aliados
a la ratificación del tratado por Alemania la repatriación de prisioneros y
el levantamiento del bloqueo fué causa para que el tratado se aprobara en
la Asamblea nacional de Weimar antes que en ningún otro Parlamento.
Fué ratificado el convenio el día 9 de Julio por 208 votos contra 1 15, y
en esta sesión el ministro del Exterior, Hermann Müller, hizo las declara-
ciones siguientes:
«Tanto la Cámara como el Gobierno ha expresado ya su criterio sobre
Í56 CRÓNICA GENERAL
el tratado de paz el 23 de Junio, cuando se trataba de firmar o no firmar.
No quiero repetirme; pero en pie sigue nuestra protesta unáni ne de la
violación, sancionada por un tratado.
Pero también sigue en pie nuestra promesa de cumplir el tratado hasta
el límite. Tenemos que cargar con los deberes sin reservas. Al imponérse-
nos la firma indicamos lo que a nosotros nos parecía imposible cumplir.
Nosotros no tendremos culpa en cuanto al límite del cumplimiento se re-
fiere.
Todo nuestro pueblo empieza una caminata a través del desierto, pues
así pueden llamarse los tiempos futuros. El primer paso dado en el cami-
no de los sufrimientos es la ratificación. La activamos, porque la última
nota de Clemenceau nos ha prometido el levantamiento del bloqueo.
Ya no podemos aguantar por más tiempo la agonía del pueblo ale-
mán, después de haber visto morirse, día tras día, durante todos estos
años, a mujeres, niños y ancianos a causa del bloqueo de hambre.
Además, tenemos esperanzas de ver pronto regresar a nuestros prisio-
neros. Ellos han de regresar en breve, si es que la palabra paz no quiere
perder su significado.
No quisiera dejar pasar la ocasión de recordar la obra humanitaria
que alivió la dura suerte de nuestros prisioneros. Agradecemos a los Esta-
dos neutrales el gran cuidado que dispensaron a nuestros prisioneros cu-
rándolos y hospedándolos, y expresamos nuestro sentimiento de gratitud
al Papa. Agradecemos a la Cruz Roja internacional la labor humanitaria
realizada. Tenemos el deseo de pagar estas nuestras deudas en obras de paz.
Hoy entrega el Gobierno a la Cámara un proyecto de ley sobre el con-
cierto de la paz entre Alemania y las potencias aliadas y asociadas, con
protocolos y convenios sobre la ocupación de los países del Rhin, para
que los ratifique la Asamblea. Tan pronto como el tratado lleve la firma
de tres de las principales potencias enemigas— lo cual será dentro de po-
cas semanas — , surgirá una nueva Alemania despedazada. Una parte del
territorio le será arrebatado con una población puramente alemana, sin que
ésta tenga el derecho a regir sus destinos. No podemos impedir esta des-
gracia; pero sí queremos afirmar que nunca lo olvidaremos. Creemos, ade-
más, que ellos tampoco borrarán de su memoria nuestra historia y cultura
comunes.
Tenemos el deseo de organizar nuestro país, utilizando todas las ener-
gías que nos quedaron después de estos inauditos sufrimientos, a fin de
que siga vigoroso el ideal nacional entre los hermanos separados de nos-
otros, hasta que en tiempos ¡ojalá no muy lejanos! por medios pacíficos
una verdadera Liga de los Pueblos encuentre una solución de todos los
CRÓNICA GENERAL 157
problemas nacionales litigiosos que respete la voluntad de todos los
pueblos.»
—En cuanto a la impresión producida por el asunto de la extradición
del Emperador, numerosísimos elementos políticos y militares han envia-
do telegramas colectivos a la Reina de las reinas, Guillermina de Holanda,
y a su Gobierno, suplicándoles que no accedan a la petición.
Un telegrama de Ñauen dice: «Las noticias procedentes de Inglaterra
sobre la tenacidad con que los ingleses exigen el enjuiciamiento, tan ver-
gonzoso para toda Alemania, del Kaiser, son utilizadas por ciertos elemen-
tos para afirmar que Inglaterra ha sido y será siempre el peor enemigo
irreconciliable de Alemania.
Se ve en esto la necesidad de dirigir las miradas hacia el Oriente y bus-
car una unión más estrecha con Rusia, como única salvación del porvenir
alemán.
El trato dado por Inglaterra a la cuestión del Emperador demuestra a
I todos los compatriotas alemanes que no es posible apartarse del asunto de
la culpabilidad, aun suponiendo que hubiese unión en el interior de Ale-
mania sobre el particular.
En vista del proceder de la Entente, el Gobierno y los partidos políti-
cos de Alemania se >ven inducidos a luchar por la revisión de la cues-
tión. Esta lucha ha de haderse con todas las armas intelectuales dispo-
nibles.
Al examinar todo el material de pruebas para la cuestión, los mismos
enemigos se convencerán de que no corresponde a la verdad política la
acusación lanzada contra Alemania.»
—Admitida la dimisión del mariscal Hindenburg, y antes de su salida
de Kolberg, residencia del Estado Mayor Central alemán, que tuvo lugar
el día 3, en presencia de una considerable muchedumbre, el ministro de
la Guerra, coronel Reinhardt, hizo entregar al generalísimo la siguiente
carta:
«Tengo el honor de entregar a V. E. e) decreto sobre la anulación de la
orden de movilización, y me permito agregar la gratitud imborrable que
todos nuestros corazones sienten hacia el caudillo admirable, el soldado
venerado y amado por todos y el alemán fiel a la patria.
Si ocurriese que surgiera de nuevo el sol de entre las nubes obscuras
de hoy, estoy seguro que las grandes hazañas del pueblo alemán se repe-
tirán más grandes y más heroicas, y entonces, los jefes servirán de ejem-
plo a las generaciones venideras, y a la cabeza de todos, el de nuestro ma-
riscal Hindenburg,
Nuestro más ferviente deseo a la hora de la despedida, es que el por-
158 CRÓNICA GENERAL
venir nos permita ver tiempos más tranquilos y más felices que los días
agitados de la actualidad. >
El Consejo de los D/e^: . — Retirados el presidente Wilson y Lloyd
George de la Conferencia de París, se ha formado nuevamente, bajo la pre-
sidencia de M. Clemenceau, el Consejo supremo interaliado con dos repre-
sentantes de cada una de las grandes potencias para estudiar el tratado de
paz con austríacos, turcos y búlgaros y arreglar las diferencias entre los
mismos aliados y las nacionalidades nuevas.
La Delegación turca había presentado a la Conferencia un memorán-
dum en que reclamaba el mantenimiento casi íntegro del Imperio turco;
pero el presidente, Clemenceau, en carta al jefe delegado Damad Ferid Pa-
cha, le invitó a abandonar París hasta que de nuevo se llamase a la Dele-
gación otomana.
En cuanto al tratado con Austria, siguen todavía las negociaciones, y
respecto con Bulgaria, se dice que ha sido convocada para que el 25 de
Julio se halle en Francia la Delegación, a la cual se le ha señalado por punto
de residencia la población de Enghien.
Más difícil para el Consejo de París es el arreglo entre los mismos
aliados como lo demuestra, después del ejemplo de China y de Italia, el
haberse retirado de la Conferencia el jefe del Gobierno y de la Delegación
de Rumania, Bratiano.
El disgusto rumano se basa en dos motivos fundamentales: el de las
adquisiciones territoriales que Rumania esperaba, y el de la garantía que
quiere tener la Sociedad de Naciones respecto al trato de las minorías ét-
nicas y religiosas en los países de Oriente.
En Agosto de 1916 celebró Rumania un tratado con Rusia, Francia e
Inglaterra, en el que eran reconocidos a aquel país, al entrar en la guerra,
la orilla izquierda del Theiss y todo el Banato de Tunesvar. Ahora resulta
que una parte de la orilla izquierda del Theiss se le da a Hungría; una
quinta parte del Banato— el comital de Torontal— se adjudica a Servia; se
entregan a Bulgaria casi todos los territorios de la Dobrudja, y se discute
la cuestión de Besarabia.
En cuanto al trato de las minorías étnicas y religiosas en el seno de Ru-
mania, ésta ha considerado que sus esencias de soberanía quedan vulne-
radas desde el momento en que tienen dentro de su seno varios millones
de magiares, y centenares de millares de alemanes, y colocar éstos bajo la
tutela de la Sociedad de Naciones, es crear una serie de pequeños Estados
dentro de la nación rumana.
CRÓNICA GENERA L 159
Se ha firmado la paz; pero queda pendiente el disgusto de Italia, el de
Yugoeslavia, el de Rumania, el de Grecia...
La cuestión de Fiume.—Se registró el día 6 de Julio una colisión entre
franceses e italianos en Fiume, dando ello origen a que en Italia y Francia
se manifestara la animadversión mutua con caracteres feos.
En Francia los periódicos dan la impresión de ver mal las aspiraciones
italianas, por excesivas, respecto del Adriático, y a esto responde en Italia
un movimiento verdaderamente popular que se ha manifestado hasta en el
Parlamento. Se confía en que el ministro Nitti sabrá resolver mejor la
cuestión que el Ministerio anterior de Orlando y Sonnino.
Al hablar uno de los días pasados en la Cámara el Sr. Nitti acerca de
la cuestión de Fiume y de todo lo relacionado con la Conferencia de París,
se vio toda la importancia que la opinión italiana da al problema del Adriá-
tico. Por su parte, el Sr. Tittoni, ministro de Negocios Extranjeros, hizo las
declaraciones siguientes en un discurso de invitación a la calma.
«Estamos combatiendo— dijo— en terreno diplomático la más dura de
las batallas. El pueblo italiano debe evitar todo acto contrario al derecho
de gentes y mostrar habilidad contra los pueblos con los cuales el Gobier-
no italiano está hoy negociando a fin de no debilitar la situación de Italia,
pues deseamos asegurar el mantenimiento entre Francia e Italia de las re-
laciones y alianzas que unieron a ambos pueblos durante la guerra.
Sostendremos hasta el último extremo, con fe y firmeza, los derechos e
intereses de Italia. Las negociaciones que reanudamos parecen caminar
hacia una solución próxima, que creemos podrá hacerse concreta en los
comienzos de la próxima semana.
Todo lo que yo pudiera decir ahora, redundaría en contra nuestra y
comprometería el término de las negociaciones. El Parlamento compren-
derá, pues, los altos motivos que nos obligan a guardar reserva.
En breve expondremos el resultado de las negociaciones, pero en mo-
mento oportuno. El tratado con Austria va a ser firmado; la cuestión del
Asia Menor queda en suspenso hasta que Wilson haya interrogado al pue-
blo americano.
Todas las cuestiones del Adriático y de las colonias y los puntos de ca-
rácter económico serán resueltos al mismo tiempo.»
Termina el Sr. Tittoni su discurso haciendo un llamamiento a la solida-
ridad de la Cámara para que pueda firmar la paz que sólo puede ser la paz
de Italia.
160 CRÓNICA GENERAL
El júbilo de Bélgica. —Ningún país ha salido de la guerra con la aureola
prestigiosísima de Bélgica; ninguno se ha manifestado a su altura. Una de
sus primeras fiestas, prometida de antemano por el ilustre Cardenal Mer-
cier, ha sido un acto de reconocimiento y gratitud de toda la nación hidal-
ga al Sagrado Corazón.
Se verificó la manifestación religiosa en la Basílica de Rockelberg, con
asistencia de los reyes, y en ella el insigne purpurado dirigió a los fíeles la
siguiente alocución:
cGloria a Dios en la sublimidad de los cielos y paz a los hombres a
quienes el Señor concede el beneficio de la paz.
Muy queridos hermanos: estas palabras fueron pronunciadas la prime-
ra vez por los ángeles sobre la gruta de Belén. Ellas se repiten en cada
instante de nuestra existencia, sobre cualquier punto del globo donde el
sacerdote, en unión con los fíeles, realiza el sacrificio eucarístico. Esta
palabra la repite Bélgica en este momento, hora solemne de su libe-
ración.
Bélgica, sois vos. Señor, guardián de vuestros derechos, luchador in-
domable, vencedor del Iser. Bélgica, sois vos. Señora, intrépida compañe-
ra del valor de vuestro real esposo; sois vosotros, nuestros bravos, nues-
tros héroes, nuestros salvadores; sois vosotros, queridos y venerables co-
legas de este episcopado, nuestros presbíteros, nuestros fíeles, venidos de
las parroquias martirizadas de Lieja, de Namur, de Luxemburgo y de las
regiones devastadas de Dixmude, Iprés, Furnes, Nieupor; sois vosotros,
magistrados, guardianes de nuestras leyes y de nuestras instituciones na-
cionales; sois vosotros, todos, compatriotas ausentes y presentes de cora-
zón a nuestro lado.
Mientras que nuestras canrpanas, en todas las parroquias del país, a la
hora en que estamos, suenan con alegría, es esta Bélgica que viene a ren-
dir un homenaje supremo a su Dios.
Yo siento una alegría indecible por tener el honor de traducir ante el
Sagrado Corazón de Jesús vuestra fe, vuestra gratitud y vuestro amor.
(Aclamaciones: Gloria al Sagrado Corazón). El opresor está aterrado, el
vencido sigue adelante. Ayer, 28 de Junio, firmaba el certificado de su fra-
caso definitivo.
La Divina Providencia, por una delicadeza de la cual le estamos pro-
fundamente reconocidos, ha querido que el acto nacional de gratitud de
los belgas, se hiciese públicamente al siguiente día de la conclusión de la
paz mundial. Convenía que fuese así: Bélgica fué la primera en la prueba;
el mundo entero proclama que ella fué la primera en el culto del honor;
era, pues, necesario que ella fuese la primera en dar gracias a Dios.
CRÓNICA GENERAL 161
Hermanos míos, en vuestro nombre, a todos voy a leer en vuestras len-
guas nacionales nuestro acto de reconocimiento al Sagrado Corazón de
Jesús.»
• «
Las fiestas de la victoria en Fra/zc/a.— Comentando Le Temps las fíes-
tas de la victoria, celebradas el día 14 en París, dice:
«La afluencia de público en toda la capital, especialmente delante de los
monumentos elevados en honor de la victoria, es tal como nunca se cono-
ció en París.
Considerable número de forasteros de todos los departamentos invaden
desde ayer la capital. Pueden calcularse en ocho millones las personas que
encierra hoy el recinto de París.
Toda Francia ha enviado su Delegación a París, y por ello Francia en-
tera aclama hoy a los ejércitos nacionales y aliados.»
Un telegrama del día 14 describía así el brillante desfile militar:
«A las siete en punto de la mañana el Estado Mayor del mariscal Foch
se presentó en la Puerta Maillot.
Algunos minutos después llegaba el Consejo municipal; su presidente
y el prefecto del Sena se dirigieron al mariscal Foch para darle la bienveni-
da y rogarle que la hiciera extensiva a las tropas. Con este motivo se cam-
biaron calurosas y patrióticas alocuciones.
Acto seguido los mariscales Foch, Joffre y Petain, con los representan-
tes de la municipalidad de París, se dirigieron en coche al Arco del Triunfo.
Por otro lado, el presidente de la República, monsieur Poincaré, que
había salido del Elíseo a las ocho en punto de la mañana, llegaba, entre in-
descriptibles ovaciones, a la plaza de la Estrella. En ésta las aclamaciones
a Poincaré fueron formidables.
El Presidente de la República fué recibido al apearse del coche por el
Presidente del Consejo, los de ambas Cámaras, los mariscales Foch y Joffre
y todos los ministros. Las músicas entonaron La Marsellesa y el Canto de
Partida y el público enronquecía dando vivas.
El Presidente de la República ocupó la tribuna en la que se encontra-
ban ya los ministros y los ex presidentes de la República Fallieres y Lou-
bet, así como gran número de señoras y señoritas.
En las tribunas colocadas a ambos lados de la presidencia estaban los
miembros del Parlamento, revestidos de sus insignias, el Cuerpo diplomá-
tico y los delegados alsacianos y loreneses. Al pie de las tribunas oficiales
tomaban asiento 140 inválidos graves, a los que asistían 40 enfermeras.
Desde el Arco del Triunfo se veía la Avenida del Gran Ejercito y los
162 CRÓNICA GENERAL
Campos Elíseos, que rebosaban de curiosos. La muchedumbre se muestra
impaciente por dar rienda suelta al entusiasmo.
Después de haber saludado al Presidente de la República, los marisca-
les Foch y Joffre regresaron a la Puerta Maillot para ponerse al frente de las
tropas. Durante ese tiempo, 1.000 inválidos, llevando al frente una música
militar, desembocan en la plaza de la Estrella y desfilan bajo el Arco del
Triunfo.
A pesar de sus heridas y sus deformaciones; el orden de la formación
es correcto y de una disciplina maravillosa. La multitud los saluda con ver-
daderos gritos de amor. Las mujeres les envían besos con la punta de los
dedos y casi todas lloran. Los hombres, aunque quieren disimular su emo-
ción, no pueden, y la traducen en vítores estruendosos y en un inacabable
aplauso.
A su paso ante la tribuna presidencial, monsieur Poincaré, de pie, se
inclina profundamente, y, visiblemente conmovido, les saluda en nombre
de la patria reconocida.
A los ocho y media, los tambores, clarines y músicas suenan a un tiem-
po. Por la Puerta Maillot aparece el escuadrón de la Guardia republicana,
que precede al desfile, y penetra en la Avenida del Gran Ejército.
Siguen los mariscales Foch y Joffre, montados sobre soberbios caba-
llos. Detrás, las Delegaciones de los ejércitos aliados. Los mariscales Foch
y Joffre llevan kepis, con las insignias de mariscal, y en la mano el bastón-
insignia de su alta jerarquía.
Al ponerse en marcha la formación, un estremecimiento pasa por la
muchedumbre, que estalla en una formidable aclamación, a la que se aso-
cia el nombre de los dos grandes soldados franceses.
De todos los huecos de las fachadas se arrojan flores; los pañuelos
de las damas se agitan, saludando a los héroes; los hombres se descubren
respetuosamente, y en todas partes, en las aceras, en balcones y en venta-
nas, y hasta en los tejados, la explosión de alegría es extraordinaria y emo-
cionante. Los dos mariscales, emocionadísimos, dan gracia a la multitud.
Avanzan hasta el Arco del Triunfo.
La muchedumbre pugna por avanzar y ganar sitio tras la doble fila de
soldados que tienden la carrera. El estampido del cañón, que resuena a lo
lejos, conmueve a la muchedumbre, que pretende avanzar más allá de las
tropas, costando a éstas gran trabajo contenerla.
Bajo el Arco del Triunfo pasan juntos los mariscales Foch y Joffre,
quienes reciben el homenaje más magnífico que la patria puede rendir a
sus hijos.
Los mariscales aparecen ante los Campos Elíseos y saludan a su paso
CRÓNICA GENERAL 163
el monumento a los muertos por la patria, acto que la muchedumbre aper-
cibe y vale a los ilustres militares otra nueva entusiástica ovación.
Al pasar ante las tribunas, el Presidente de la República, los de las Cá-
maras, el Gobierno, las representaciones y los invitados, se ponen de pie
y descienden de la tribuna para saludarlos.
Detrás de los mariscales viene el cortejo triunfal de las Delegaciones
que representan los gloriosos ejércitos aliados, llevando a su frente los
respectivos generales, seguidos de brillantes Estados Mayores.
Americanos, belgas, ingleses, italianos, japoneses, griegos, polacos,
portugueses, rumanos, servios y checoeslovacos desfilan con sus banderas,
recibiendo de la multitud delirantes aclamaciones.
La manifestación más entusiasta dispensada hasta ahora se hizo al paso
de las banderas inglesas.
Al desfilar las tropas aliadas comienza el desfile de la séptima división,
a cuyo frente va el mariscal Petain, seguido de los generales De Castelnau
y Berdoulat.
Aclamaciones ardientes e ininterrumpidas acogen su presencia. El en-
tusiasmo se apodera de la multitud, que vitorea y aplaude.
Los mariscales llegaron a la plaza de la República a las diez y cuarto,
y ante ellos comenzó el desfile de las fuerzas, esta vez mezcladas con el
pueblo, que, al fin, consiguió abrazar a sus soldados.
Las banderas y los estandartes, al pasar ante los mariscales, se incli-
naban, y ellos saludaban emocionados.
El admirable y grandioso desfile terminó poco antes de mediodía, sin
el menor incidente y en medio de un fervor patriótico del que no hay nin-
gún ejemplo en la historia de la Humanidad.»
«
• *
La travesía del Atlántico.— Hdi sido un triunfo de la aviación la trave-
sía del Atlántico realizada por los ingleses capitán Alcock y teniente Brown..
que en diez y seis horas y doce minutos salvaron en un solo vuelo la dis-
tancia de 3.000 kilómetros desde Terranova a Irlanda.
Recientemente se habían registrado varios intentos por ingleses y nor-
teamericanos. Estos no creyeron prudente aventurarse a la travesía directa,
y eligieron hacer el viaje por etapas, desde Terranova a las Azores (2.000
kilómetros), desde las Azores a Lisboa (L400 kilómetros) y desde Lisba a
Irlanda. En estas condiciones emprendieron el vuelo el 16 de Mayo tres
hidroaviones de la Marina norteamericana, N. C. /, A'. C. 2 y N. C. 4.
De éstos sólo llegó a las Azores el último, dirigido por el teniente ameri-
164 CRÓNICA GENERAL
cano Read, que consiguió recorrer las distancias por escalas en Lisboa,
El Ferrol, PIymouth, tardando en el viaje hasta el 30 de Mayo.
Más atrevidos se mostraron los ingleses intentando la travesía directa.
El 18 de Mayo salieron de Terranova el australiano Hawker y el oficial de
la Marina británica, Grieve; los cuales, después de haber recorrido unas
dos terceras partes del trayecto, cayeron al mar, donde los recogió el buque
danés Mary.
El triunfo fué para los citados aviadores Alcock y Brown, que, tripu-
lando un aparato Wickers, provisto de dos motores de 350 caballos y
3.000 litros de esencia, salieron de Terranova el 14 de Junio, a las cinco y
veintiocho de la tarde (Greenwich), y aterrizaron en Clifden, costa occi-
dental de Irlanda, a las nueve y cuarenta y cinco de la mañana del 15,
ganando el premio de 250.000 francos ofrecido por el periódico Dai-
ly Mail.
Según relato del capitán Alcock, publicado por The Times, la niebla
fué tan densa durante el viaje, que los aviadores no distinguieron cosa
alguna en casi toda la travesía; y en un período de cuatro horas el aparato
estuvo recubierto por una capa de hielo, a consecuencia de la caída de
granizo, aunque la temperatura no fué excesivamente baja. |En opinión de
Alcock y Brown, aunque su vuelo haya demostrado la posibilidad de la
travesía directa del Atlántico en aeroplano, no es práctica la travesía si se
efectúa en esa clase de aparatos, y debe por ahora reservarse para los diri-
gibles.
La respuesta no se ha hecho esperar. Pocos días después cruzaba el
Atlántico el dirigible inglés R.-34, que el día 2 de Julio salió de East
Fortune (Escocia), y, con un recorrido de 4.800 kilómetros, consiguió lle-
gar a Long Island, junto a Nueva York, de un solo vuelo que duró ciento
ocho horas. Iba dirigido por el mayor Scott y formaban la tripulación seis
oficiales y 20 soldados.
Aunque la travesía significaba un verdadero triunfo de la aeronáutica,
no satisfizo del todo, sin embargo, por la tardanza del viaje, originada de
las graves dificultades del temporal. Un comunicado de Londres dice que
al aterrizar, y tan pronto como echaron los tripulantes el ancla, salieron a
tierra los mecánicos y fué menester socorrerles, pues se encontraban casi
agotados por las penalidades sufridas durante la travesía, a causa de las
lluvias, la niebla y el viento.
Un oficial tripulante declaró que el momento más crítico del viaje fué
la travesía entre dos fortísimas tormentas sobre Nueva Escocia y Te-
rranova.
, El viento osciló entre una velocidad de 16 kilómetros a 80 por hora, y
CRÓNICA GENERAL 165
el dirigible era un verdadero papel de fumar, que se bamboleaba de un
lado a otro, azotado con furia por todas partes.
—Sufrimos momentos tan horribles— dice— que perdimos toda esperan-
za de salvarnos; andábamos kilómetros enteros envueltos en una tromba y
a velocidades inconcebibles, y un huracán más fuerte que el que nos lle-
vaba nos empujaba de pronto hacia otro lado, haciéndonos casi perder el
conocimiento.
No debió ser tanta, sin embargo, la contrariedad cuando a pocos días
el mismo dirigible emprendía el viaje de regreso, que por cierto resultó
más afortunado; pues logró atravesar el Atlántico en setenta y cinco horas
y tres minutos, aterrizando en Pulham Nordfork.
ESPAÑA
Ha corrido la noticia de que los Reyes de Bélgica proyectaban visitar a
los de España en Madrid. Si el rumor se confirmara, sería para nuestra
nación motivo de inmenso júbilo como lo indica ya la Prensa por la sim-
ple manera de anunciar la posible visita.
tDurante la guerra— dice un periódico de la corte— hubo en nuestro
país, como en todos los demás neutrales; aliadófílos y germanófílos; pero
lo que fuimos todos, sin excepción, es belgófílos.
El rasgo que tuvo Bélgica, oponiéndose con sus débiles fuerzas, sin
preparación militar, sin posibilidad de movilizar rápidamente su ejército,
a la poderosa Alemania que invadía el territorio con las mejores tropas y
con las más potentes máquinas de guerra; la tenacidad patriótica de todo
el pueblo que no experimentó en cincuenta y un meses de lucha el más
leve desmayo, pasando por las privaciones, las torturas, las destrucciones,
los saqueos, los fusilamientos, siempre confiados en Dios y la Patria; el
ejemplo admirable de los Reyes, permaneciendo entre sus tropas, allá en
el rincón del Iser, salvado de la invasión; todo eso llevó a Bélgica la admi-
ración y la simpatía de España entera.
Nuestro espíritu romántico, nuestra leyenda caballeresca, encontraban
similitud con ese pueblo, que a fuerza de heroísmos y martirios se iba te-
jiendo una corona de gloria.
Todo ese sentimiento revivirá si los Reyes belgas vienen a Madrid, y
los simpáticos Soberanos del país amigo serán objeto del recibimiento más
entusiasta.»
— Ante la actitud obstruccionista de las izquierdas parlamentarias que
juntamente con los jefes de los liberales venían dificultando la constitu-
ción del Congreso con discusiones completamente estériles para el bieíi
166 CRÓNICA GENERAL
nacional, había surgido un movimiento de protesta de todas la fuerzas vi-
vas del país, principalmente de las entidades del comercio, industria y
agricultura de todas las provincias de España, reprobando la conducta de
las izquierdas entregadas a una labor inútil y perniciosa, no faltando tam-
poco entre las protestas las de muchos afiliados a los partidos liberales cu-
yos jefes van delante en competencia con republicanos y socialistas en la
obra del desprestigio del régimen. Tan unánime era el movimiento entre
las gentes del orden, tan grande el desprestigio y el aislamiento de los al-
borotadores de la política, que se consideraban ya vencidas las dificultades
principales para el Gobierno del Sr. Maura, de continuar el compromiso
de apoyo por parte de todos los grupos de la mayoría. Pero el apoyo faltó
en una votación que perdió el Gobierno por incuria y quizás por artes
tristes de los primates del partido conservador; y aunque el asunto de la
votación era bien mezquino, la aprobación del acta de Coria, pero se trata-
ba del dictamen del Tribunal Supremo sobre dicha acta, respetado siem-
pre por los Gobiernos, y contra el que votaron muchos conservadores
juntamente con las izquierdas. Esta votación contra aquel alto Tribunal y
contra el Gobierno fué causa para que el mismo día 15, cuando termina-
mos de hacer esta reseña, el Sr. Maura presentara la dimisión de todo el
Ministerio.
—Organizado por la Asociación Nacional del Magisterio Primario se
celebró el día 13 en el teatro del Centro (Madrid) un mitin en el que inter-
vinieron varios oradores con vibrantes discursos sobre la dignificación de
los maestros y la necesidad de favorecer a las escuelas por el Poder Públi-
co. Se dio lectura a las adhesiones, en las que figuraban corporaciones
de maestros de toda España y al final se aprobaron las conclusiones si-
guientes que fueron presentadas al señor Ministro de Instrucción pública:
«Primera. Construcción de locales adecuados que sustituyan a los
que hoy no reúnen condiciones higiénicas o pedagógicas.
Segunda. Reorganización de la enseñanza con escuelas graduadas,
aceptadas por la Administración como forma más perfecta.
Tercera. Equiparación de los maestros nacionales a los demás fun-
cionarios del Estado a quienes se exijan las mismas o menos pruebas de
aptitud que a los maestros.
Cuarta. Que la enseñanza sea gratuita en sus grados; y
Quinta. Que el maestro tenga representación en todos los organismos
que tengan relación con la escuela y el niño.»
—El día 13 de este mes hizo su entrada solemne en Huesca, la capital
de su diócesis, nuestro venerado hermano el limo, y Rmo. P. Zacarías
Martínez Núñez, constituyendo el acto una manifestación grandiosa de ve-
CRÓNICA GENERAL 167
neración y simpatía de todos los elementos de la ciudad hacia su nuevo
Prelado.
Con motivo de acontecimiento tan grato para aquella diócesis, £/D/a-
rio de Huesca publicó, juntamente con el retrato del Prelado, varios artícu-
los históricos, entre ellos uno muy erudito del cronista de la provincia,
D. Ricardo del Arco, sobre los Obispos que ilustraron la sede oséense y
en particular sobre los que dio la Orden de San Agustín a dicha iglesia y
sobre otras glorias agustinianas vinculadas a la historia de Huesca. El tra-
bajo del señor cronista, como los otros insertados en el mencionado pe-
riódico son de verdadera enjundia de erudición.
La solemnidad que revistió la entrada del P. Zacarías en Huesca fué
reflejada en el telegrama siguiente que tomamos de El Debate:
«Huesca, 13.--A las cinco y media comenzó a organizarse en la plaza
de la Catedral la comitiva para recibir al nuevo Prelado, R. P. Zacarías
Martínez. Siguiendo la tradicional costumbre, formaba parte el coche de
cortinillas caídas el que ocupaban los familiares del nuevo Obispo, y que
iba rodeado de una escolta militar, marchando a la Ermita de Sala, funda-
da en el siglo XII por dona Sancha, esposa de Alfonso II. Tras el carruaje
del Obispo, en caballos, coches y automóviles, fueron al mismo Santuario
que dista de Huesca dos kilómetros, el Ayuntamiento, la Diputación, los
Gobernadores civil y militar, todo el elemento oficial y un enorme gentío,
no obstante el intenso calor.
El párroco de la ermita dio posesión al Obispo y seguidamente se or-
ganizó la comitiva, marchando el Obispo en una hermosa muía blanca y
tras él el alcalde, los concejales y muchas personalidades también monta-
dos, resultando un desfile muy pintoresco. El camino estaba intransitable.
El nuevo Prelado bendecía emocionado y sonriente a las numerosas per-
sonas que presenciaban el paso de la co-nitiva. Muchas de ellas, vecinos
de los pueblos comarcanos.
Llegada la comitiva a la iglesia de San Lorenzo, abandonaron las mon-
turas y carruajes penetrando el Obispo en la iglesia, revistiéndose de ponti-
fical, y marchando después precedido de una procesión cívico-religiosa a la
Catedral donde se verificó la ceremonia de la Puerta cerrada, llamando a
ellas el Prelado. Después, ante el altar levantado en el atrio, ratificó el jura-
mento ante el Notario eclesiástico.
Terminada la ceremonia, el nuevo Obispo dio la bendición a los nu-
merosísimos fíeles que presenciaron aquélla, siendo el Prelado a la salida
de la Catedral objeto de numerosas aclamaciones y vivas. Seguidamente
en el Palacio Episcopal tuvo lugar un lunch, al que asistieron numerosos
invitados.
168 CRÓNICA GENERAL
En la ceremonia representó al infante D. Carlos, el maestrante de Za-
ragoza D. Luis Azara.
La población presenta animado aspecto, viéndose todas las casas con
colgaduras. Una rondalla a estilo del país recorre las calles, cantando la
jota.
El Obispo ha repartido 1.000 pesetas entre los pobres de la localidad. >
Felicitamos de nuevo al venerable Prelado y al mismo tiempo le pedi-
mos su bendición para nuestros trabajos en esta Revista que tanto realzó
con su pluma.
B. R.
MISCELÁNEA
Cultura y acción social.
Acaba de fundarse el Grupo de la Democracia Cristiana, formado por
ilustres representantes de la ciencia y acción social católica en España.
Dada la importancia del asunto publicamos a continuación el manifiesto y
programa de la nueva agrupación.
«MANIFIESTO
Hoy nace el Grupo de la Democracia Cristiana aunque hace ya algún
tiempo que trabaja en el silencio. Los que constituyen el primer núcleo,
forman desde hoy una estrecha confraternidad, pero hace ya muchos años
que se sienten unidos por la comunidad del ideal social, por el matiz de
procedimiento, por la coincidencia de esfuerzos y aun por la reciprocidad
de los afectos.
Si desde hoy estrechan los vínculos y buscan una coordinación sistemá-
tica y consciente a su actividad, es porque sienten con mayor ímpetu la ne-
cesidad de agrandarla y de darle una positiva eficacia.
Es mayor hoy el peligro y mayor también el desconcierto en las inteli-
gencias y el miedo en los corazones, es mayor la audacia, más violenta la
agresiva y más fieros los asaltos a esta gloriosa civilización cristiana, a la
que la humanidad debe tanto y de la que somos hijos y queremos ser
soldados.
Principios doctrinales que nuestra Escuela social y nosotros estamos
glosando hace tiempo y que hemos tomado del Evangelio y de la tradi-
ción cristiana, van apareciendo como normas en organizaciones que se
llaman revolucionarias y hasta en constituciones bolcheviques.
Lo contemplamos con regocijo porque eso significa una fatal irradia-
ción de nuestro ideal y un inconsciente rendimiento a su verdad fecunda;
18
170 MISCELÁNEA
pero vemos con indignación y con sorpresa que esas armas templadas y
aguzadas por el cristianismo para defensa de la justicia y de la fraternidad
entre los hombres, las revuelven insensatamente contra él y en daño y per-
turbación de la propia Humanidad.
Viejas preocupaciones nuestras por el pueblo y soluciones a problemas
que nosotros nos hemos planteado, a veces antes y con más firmeza que
nadie en España, aparecen en programas de partidos radicales fósiles, que
las rechazaron siempre, o de organizaciones sociales que ignoran o fingen
ignorar nuestro ideario y nuestro ardiente amor a la justicia y al pueblo.
Vemos con alegría optimista que con retazos de nuestro programa van for-
mando los suyos, pero después de eso tiene que parecemos insoportable
y chocante la acusación de que vamos a remolque de ellos y de que nuestra
democracia y nuestra labor popular es un truco de oportunismo habilidoso,
la postura del miedo o el clavo ardiendo a que se agarra el que perece.
Todo eso han sido en nosotros motivos determinantes de la unión para
el trabajo que iniciamos hoy.
El Grupo de la Democracia Cristiana no es un partido político; sus
asociados pueden pertenecer al de sus personales preferencias, y sólo se
obligan moralmente a defender dentro de él en la medida de sus fuerzas,
los principios y las conclusiones sociales del Grupo, así como sus aplica-
ciones a la política social de cada momento.
Tampoco aspira a organizar clases ni a dirigirlas. No es un Centro de
acción social, aunque mirará con simpatía y estimulará todos los que se
inspiren en los principios sociales del catolicismo, con tanta más intensi-
dad y decisión cuanto mayor sea la coincidencia de orientación doctrinal y
de procedimiento.
El Grupo de la Democracia Cristiana es un núcleo cultural, un Círcu-
lo de estudios; si no parece inmodesto, una Escuela social. Hace falta la
acción, pero hay que darle el soporte de la idea. Hay que utilizar la fuerza
de los instintos y la energía de los sentimientos y de las pasiones, pero hay
que depurar y espiritualizar todo eso en el crisol de un ideal. Nuestro ideal
es el reinado de la justicia y de la caridad, la íntima y substancial cristiani-
zación de la vida; nuestra aspiración es sacarlo cada vez más de la niebla,
hacerlo transparente y amable, darle la popularidad que tuvo y que debió
tener siempre.
Para eso se necesita despertar voluntades, hacer comprender responsa-
bilidades y suscitar escrúpulos e inquietudes. Se necesita sobre todo ganar
MISCELÁNEA 171
el alma colectiva, convenciéndola, persuadiéndola, haciendo caer sobre su
tierra sedienta una lluvia de sugestiones y propagandas fecundas.
Es un error pensar que la acción lo es todo. La acción, antes de hacer-
se visible, ha sido idea o sentimiento, recatados en el fondo de las concien-
cias. Por cada libro que en las bibliotecas públicas hace la exposición y la
propaganda del catolicismo social, hay cincuenta que hacen la exposición
y defensa del socialismo, del sindicalismo rojo o de la anarquía. En las ¡deas
guardadas en esos libros está la clave principal de ciertos éxitos y de cier-
tos peligros que hoy ponen espanto en tantos corazones.
Por eso queremos dar a nuestra Agrupación, como tareas preeminentes,
el estudio, la especulación doctrinal. Por eso aspiramos a ir fijando, según
nuestro leal saber y entender los principios sociales del Catolicismo, a po-
pularizarlos por la propaganda oral y escrita y a procurar su aplicación a la
política social del Estado y a las organizaciones de libre iniciativa en la so-
ciedad. Por eso intentamos estudiar los problemas sociales que la realidad
vaya planteando, y buscarles una solución, no empírica o prestada por es-
cuelas extrañas u hostiles, sino inspirada en los criterios sociales y éticos de
la religión cristiana.
Y por eso, todo periódico o Empresa editorial que ponga en circula-
ción ese caudal doctrinal, tendrá nuestra simpatía: todo partido que lo
adopte como criterio para su política social, tendrá en eso nuestro aplauso;
todo proyecto o proposición de ley o toda organización social que en ella
se inspire, tendrá nuestra ayuda.
Creyentes entusiastas, orgullosos de nuestra fe, que nos impone graves
deberes, pero que nos hace concebir también indefectibles esperanzas,
pensamos que hoy más que nunca necesita el pueblo recordar la fraterni-
dad divina, la fraternidad de los hombres y la redención por Cristo Dios.
De nada le servirían los triunfos de la fuerza si no lograra asentarlos y
consolidarlos sobre los sillares de la Justicia y de un esplritualismo inten-
so. La fuerza podrá darle las efímeras y siniestras satisfacciones del odio,
pero no la estabilidad en la paz, ni el respeto de las nuevas generaciones,
ni esa simpatía y confianza recíprocas, necesarias para la convivencia so-
cial, ni el reposo de la conciencia, ni la hartura y la dicha que espera. Sus
triunfos serán llamaradas que devorarán sus vidas, pero no iluminarán sus
caminos ni harán más hospitalario el planeta.
La luz y la paz, el respeto a su dignidad de hombre, la exaltación de su
personalidad, el calmante para los dolores humanos, el derecho a lajusti-
172 MISCELÁNEA
cia y aun a la abnegación de los demás, su ascensión social, su lote en la
dicha de este mundo, la saciedad de las ansias infinitas que le tienen en
perpetua inquietud, sólo podrá encontrarlas en la medida que las enseñan-
zas de Jesús vayan filtrándose en las almas y saturando las instituciones y
la vida de los pueblos.
Y esto será también una suprema orientación para nuestra actividad
colectiva.
Albo y Martí (Ramón), doctor en Derecho y publicista; Amor (Grego-
rio), canónigo de Valladolid; Arboleya (Maximiliano), canónigo apologista
de Oviedo; Aznar (Severino), catedrático de la Universidad de Madrid;
Boix (José María), director de Revista Sjcial; Calvo Sotelo (José), diputa-
do a Cortes, profesor de la Universidad de Madrid; Castroviejo (Arman-
do), catedrático de Santiago; Correas (Juan Francisco), director de la Ac-
ción Social de Jaén; García Hughes (Daniel), canónigo, catedrático del
Seminario de Madrid; Ibeas (Bruno), agustino, licenciado en Ciencias his-
tóricas; Jiménez (Inocencio), catedrático de la Universidad de Zaragoza;
Jordana (Luis), catedrático de la Universidad de Valencia; López Núñez
(Alvaro), secretario general del Instituto Nacional de Previsión; Latre
(José), «Le Brun», publicista; Llovera (José), publicista, catedrático del Se-
minario de Gerona; Minguijón (Salvador), catedrático de la Universidad de
Zaragoza; Moran (Juan Francisco), canónigo, catedrático del Seminario de
Madrid; Pía y Deniel (Narciso), ex presidente de la Acción Social Popular;
Sangro y Ros de Olano (Pedro), del Instituto de Reformas Sociales; Reig
y Genovés (Juan), del Instituto de Reformas Sociales; Zumalacárregui
(José María), catedrático de la Universidad de Valencia.»
El mismo Grupo de la Democracia Cristiana ha repartido un folleto
que tiene por título: Bases de organización y Programa doctrinal y de
acción del Sindicalismo Obrero Católico. Lo transcribimos a continuación
juntamente con la advertencia que lleva al frente:
«Con fecha 10 de Febrero del corriente año de 1919, el Eminentísimo
señor Cardenal Guisasola, Arzobispo de Toledo y Director general, por
delegación del Papa, de la Acción social católica de España, propuso y re-
comendó la celebración en Madrid de «una reunión, conferencia o asam-
blea para tratar de cuestiones estrictamente obreras».
Reunida esa Asamblea el día 27 del mismo mes de Febrero, con asisten-
cia de un número considerable de escritores y propagandistas sociales de
MISCELÁNEA 173
los diversos puntos de España, y hallándose igualmente presentes obreros
de todos los matices del Sindicalismo católico, se procedió desde luego a la
redacción de las Bases de una más perfecta y uniforme organización sin-
dicalista obrera, habiendo sido aceptadas por unanimidad las presentadas
por la Ponencia nombrada al efecto, y son las que van a continuación.
Seguidamente se designó otra Ponencia para la redacción de un pro-
yecto de Programa doctrinal y de acción del Sindicalismo obrero católi-
co, siendo aprobado también por unanimidad el que sigue a las mencio-
nadas Bases.
En cumplimiento de éstas se convocó un Congreso Nacional de Sindi-
catos católicos de obreros, que comenzó sus trabajos el día 20 de Abril.
En este Congreso, integrado exclusivamente por obreros representantes
autorizados de los Sindicatos, fueron leídos, estudiados y aprobados uná-
nimemente y con gran entusiasmo lo mismo las Bases que el Programa.
Finalmenre, sometidos Programa y Bases a la superior censura del
señor Cardenal Primado, Su Excelencia, no habiendo hallado en ellos nada
opuesto al dogma y a la moral, se ha dignado autorizar la publicación y
divulgación de estos documentos, fiel reflejo del pensamiento de los cató-
licos sociales españoles.
Sindicalismo Obrero Católico.
BASES DE ORGANIZACIÓN
1." Se reconoce que el medio más eficaz para defender los legítimos in-
tereses de las clases trabajadoras es el Sindicato puro, es decir, el consti-
tuido solamente por obreros de un mismo oficio.
2.* Los Sindicatos católicos de obreros no han de ser, como ocurre con
los revolucionarios, armas en manos de los trabajadores para luchar siste-
máticamente con los patronos, ni tampoco, como los apellidados amari-
llos, armas en manos de los patronos para defender sus peculiares intere-
ses, sino que deben ser medios eficaces, en manos de los obreros, para de-
fender sus derechos e intereses contra quienquiera que los desconozca o
atropelle, pudiendo unirse circunstancialmente con otras entidades obre-
ras, siempre que estas uniones se realicen con arreglo a la justicia en los
174 MISCELÁNEA
conflictos profesionales, y sin que por esto sean ni puedan ser acusados de
revolucionarios.
3/ Los Sindicatos católicos de obreros han de ser confesionales y, por
lo tanto, deberán usar en su título el calificativo de <católico», y consignar
en sus Estatutos que su actuación ha de fundarse en ja doctrina y moral
católica.
4.* Estos Sindicatos no son organismos políticos, pero como instru-
mentos de pacificación social, formarán parte esencial de la organización
corporativa a que aspiran los católicos sociales para su intervención en la
vida pública de la nación.
5." Los Sindicatos católicos de obreros procurarán siempre, dentro de
la evolución de las clases y de los regímenes económicos, la libre discu-
sión con los Sindicatos patronales, cuya organización conceptuamos tan
necesaria como la de los Sindicatos obreros.
6.* Los obreros de un mismo oficio, en cada pueblo, formarán el Sin-
dicato local del oficio; todos los Sindicatos del mismo oficio de una región
formarán la Federación regional, y todos los del mismo oficio de la nación
constituirán la Federación nacional de aquel oficio.
Y, además, para atender a los intereses comunes a todos los trabajado-
res de los distintos oficios, se formarán uniones o Confederaciones loca-
les y regionales, y por último, la Confederación Nacional de los Trabajado-
res Católicos.
La Junta de la Unión o Confederación local la formarán los represen-
tantes de los distintos Sindicatos locales; la Junta de la regional la com-
pondrán los representantes de las Federaciones regionales de los distintos
oficios, y la de la Confederación la constituirán los representantes de las
Federaciones nacionales.
7.* En cada localidad no habrá más que un Sindicato de cada oficio.
Si al presente hubiera más de uno en el mismo pueblo se instará a las res-
pectivas Juntas directivas, a fin de que, por todos los medios posibles, se
llegue a la fusión de ellos en uno solo.
8.* Los Sindicatos, en defensa de sus asociados, pueden hacer uso de
todos los medios lícitos, considerando como tales la huelga y el boicoteo,
agotados que sean los medios conciliatorios, pero nunca podrán recurrir
al sabotage,
9.* Se respetan todas las obras sociales existentes, pero éstas habrán
de exigir a sus socios que entren a formar parte de los Sindicatos católicos
MISCELÁNEA 175
de obreros, y si no hubiera Sindicatos en aquella localidad, se constituirán
inmediatamente.
10. Se considera necesaria la organización de las Bolsas de Trabajo
en los Centros organizados, con intercambio de todas las que existan en la
nación.
11. Conviene que los Sindicatos se cuiden del aprendizaje, organizando
al efecto Escuelas profesionales, y procurando para las mismas becas y
otros auxilios que faciliten el cumplimiento de su fin.
12. Se declara urgente la creación del Secretariado nacional católico
obrero.
13. Aunque las proposiciones que aquí se formulan se refieren lo
mismo a las obreras que a los obreros; se reconoce que aquéllas deben
estar en Sindicatos y Federaciones separados, aunque uniéndose, con per-
fecta solidaridad, a los hombres del mismo oficio.
Y 14. Se propone que se convoque a una Asamblea nacional de los
Sindicatos Católicos de obreros para que examinen las precedentes Bases
las acepten si les parecen bien, y lleven a cabo la organización profe-
sional.
II
PROGRAMA DOCTRINAL Y DÉ ACCIÓN
Principios.
I. El trabajo es un deber ético y obliga a todos, por lo tanto: Urge
buscar sanciones para los holgazanes, aunque sean ricos y no necesiten
trabajar.
II. El que cumple el deber de trabajar tiene derecho a vivir vida deco-
rosa, hasta cuando no trabaje, sin su culpa. La sociedad se debe organizar
de modo que garantice eficazmente ese derecho.
III. La propiedad debe estar organizada de modo que facilite la subsis-
tencia de todos, para que puedan ejercer sus derechos, cumplir sus debe-
res y participar de los beneficios de la civilización.
IV. Sociedad organizada para la producción de modo que la mayor
parte de sus agentes tengan interés en producir poco, o no tengan interés
en producir mucho y bien, sociedad mal organizada. Así es el régimen del
salariado, y por eso lo consideramos como un régimen imperfecto de tran-
sición, y aspiramos a que termine.
176 MISCELÁNEA
V. Patronos y obreros son servidores de la sociedad. En virtud de la
lucha de clases, en vez de hacer su tarea, se entretienen en reñir y en rom-
per los muebles. Reconocemos la lucha de clases como un hecho, pero la
rechazamos y aspiramos a que cese, no sólo por ser anticristiana, sino tam-
bién por atentatoria al bien de la sociedad.
VI. Somos sindicalistas porque tenemos conciencia de las relaciones
casi naturales, casi fatales, que unen a los del mismo oficio o profesión, y
porque nuestra liberación y nuestra ascensión social no la esperamos del
Estado ni de ninguna otra clase, sin la base de los obreros organizados.
Vil. Somos corporatistas, porque sólo la corporación puede dar a los
patronos y obreros de cada profesión conciencia de la unidad de su fun-
ción social y de sus intereses comunes, y solo ella, por tanto, puede abrir
cauces a la paz y hacer posible en su integridad el servicio que ambas cla-
ses juntas deben prestar a la sociedad.
VIII. Rechazamos el Sindicato único obligatorio, porque es instrumen-
to de tiranía monstruosa. Nuestro lema en esta materia es: «La Corpora-
ción obligatoria, pero el Sindicato libre.»
IX. No somos socialistas, porque ellos quieren que ninguno sea pro-
pietario, y nosotros desearíamos que lo fueran todos, y porque las Socie-
dades que ellos inspiran atentan contra nuestra libertad de conciencia y
tratan de convertirnos en cómplices y colaboradores de los enemigos de
nuestra fe y de nuestros convencimientos honrados.
X. No somos sindicalistas revolucionarios, porque no toleramos tira-
nías ni tenemos vocación de tiranos, porque no queremos deshonrar el
derecho de asociación, porque consideramos la revolución social como
criminal y estéril, y porque no queremos atraer sobre el proletariado, que
amamos, el horror de la sociedad ni las venganzas de la Historia,
XI. No somos neutros, porque no somos incautas alondras de las que
con ese espejuelo se cazan, porque no conocemos Sindicatos neutros y
porque no puede haberlos desde el momento en que tienen que inspirar-
se en principios doctrinales que no entienden de neutralismos.
(Concluirá.)
LA ATENCIÓN Y LA MEMORIA
(O
En su obra Les images, resume con claridad y precisión, E. Pei-
llaube, las diferentes fases por las que pasan las imágenes desde su
fijación en la conciencia hasta el momento de ser evocadas y re-
conocidas como nuestras. Dice así el ilustre psicólogo, en la obra
citada, páginas 121-122: «En la fase inicial las impresiones, des-
pués de haber aparecido en la conciencia, no desaparecen de la
misma por completo, antes bien dejan en ella algo de sí mismas,
que será el embrión de la imagen o del recuerdo. Esta es la fase de
fijación. La imagen embrionaria participa de la vida psicológica,
es activa, como lo es aquella vida, y, como aquélla, tiende por
naturaleza hacia una organización bastante precisa, pierde alguna
de sus relaciones contrayendo otras nuevas, disgrégase para vol-
ver a integrarse. Este trabajo se continúa durante un período más o
menos largo, que recibe el nombre de estado laiente. Llega luego
un, momento en que la imagen hace un esfuerzo por evocarse,
quiere volver al estado actual y obrar de nuevo. Es esta la fase de la
evocación. Finalmente la imagen acaba por reproducirse, conforme a
las leyes, que luego se determinarán, y la organización, que en aquel
momento presenta, recuerda su primera aparición en la conciencia.
Es esta la fase de reproducción. El trabajo de la memoria, empero,
no ha terminado aún; la representación puede formarse en nosotros
sin que sea referida a un <yo» personal; no es necesariamente cons-
ciente, si por consciente se entiende la conciencia de sí mismo. Hay,
pues, una fase de conciencia personal. Y así, en vez de ver en la
imagen tan sólo un hecho presente, reconocemos en ella un aconte-
cimiento de nuestra vida pasada: tal es la fase de reconocimiento. La
(1) Véase la página 468 del volumen CXVIL
La Ciudad de Dios Afto XXXIX.— Niim. 1.109. 13
178 LA ATENCIÓN Y LA MEMORIA
organización de estas imágenes y recuerdos llega a su última etapa
con la localización en el pasado. Finalmente, en la última fase de la
evolución, la experiencia es disociada en favor de una nueva expe-
riencia, la cual no es ya una repetición, sino una invención, una
creación.»
De las cinco funciones que comprendía la memoria, según deja-
mos establecido en nuestro primer artículo acerca de esta materia,
hemos estudiado las dos primeras, haciendo resaltar el importantí-
simo papel que desempeña la atención en ellas; ahora nos resta ha-
blar de la evocación del recuerdo, de su reconocimiento y de su lo-
calización en el tiempo.
Es un hecho que la memoria no solamente conserva las ideas o
impresiones, después de haberlas fijado, sino que también las repro-
duce, las hace volver a vivir, integrándolas de nuevo en la corriente
de nuestra vida psíquica. Este fenómeno, lo mismo que ocurría con
la conservación, puede ser pasivo, espontáneo, o tener por causa in-
mediata nuestro esfuerzo. En el lenguaje vulgar hay expresiones que
indican esta doble propiedad; porque algunas veces decimos: «se
me viene a la memoria tal cosa>, lo que indica que el recuerdo acude
por sí mismo, sin intervención alguna nuestra, a lo menos consciente;
mientras otras veces decimos: «recuerdo tal hecho>, para significar
cómo el recuerdo se debe a un esfuerzo o industria de nuestra parte.
Lo que quiere decir, en otras palabras, que con frecuencia el recuer-
do es espontáneo, asoma en la superficie de la conciencia, a veces
hasta a pesar nuestro, como en el caso de los pensamientos impor-
tunos, que no podemos desechar de ninguna manera. A todos habrá
ocurrido alguna vez, que, bruscamente, en medio de preocupaciones
extrañas surja en su espíritu y le arrastre de una manera irresistible
una tonada que se ha oído, y habrá quedado no poco maravillado
al sorprenderse cantándola en voz baja y esto no una sino muchas
veces durante el mismo día. Otros recuerdos hay de tal manera in-
voluntarios, que se nos imponen, se clavan, por decirlo así, en nues-
tra memoria, nos persiguen largo tiempo y acaban por importunar-
nos. La causa de todos estos fenómenos es que la impresión primitiva
fué muy enérgica. Si las ideas se conservan en proporción a su inten-
sidad primera, ellas tienden también a reproducirse según esta
misma intensidad; hay allí una lucha por la vida, y tan pronto como
LA ATENCIÓN Y LA MEMOIUA 179
las circunstancias lo permiten, la más fuerte se apodera en seguida
de nuestro espíritu. En general, las impresiones actuales, más vivas,
impiden la reviviscencia de los recuerdos y ejercen respecto de
ellos una especie de muro de contención; pero se dan casos en que
una impresión anterior ha sido en tal grado enérgica y fuerte que su
recuerdo vence a las sensaciones presentes; por otra parte, basta que
la comunicación con el mundo se interrumpa por cualquier circuns-
tancia, o que se debilite y obscurezca, como en el período del sueño
y en los fenómenos semejantes, para que las imágenes que viven en
nosotros reaparezcan y se disputen la entrada en el campo de la
conciencia.
Pero lo más natural, y en consecuencia, lo más frecuente, es que
el recuerdo vuelva atraído por la idea o la impresión actualmente
presente en nuestro espíritu; en otros términos, que la reviviscencia
de los hechos psíquicos sea debida a la asociación de que antes ha-
blamos. No solamente las ideas han de ser consideradas como ele-
mentos dinámicos y en manera alguna inertes, sino que tampoco
están aisladas unas de otras. Por la misma razón que han estado una
vez juntas en la conciencia, se asocian, forman grupos más o menos
complejos; y desde el instante en que uno de los elementos que le
integran se presenta de nuevo, tiende a reconstituir el grupo primi-
tivo. Todo el mundo puede comprobar en sí mismo con qué exube-
rancia algunas veces nos vienen a la memoria ideas y recuerdos a
propósito de alguna conversación que estamos escuchando, o de al-
gún lugar en que hemos pasado años de intensas emociones. «El jo-
ven estudiante, escribe el Cardenal Mercier en su Psicología, que, lle-
gado el día de vacaciones, vislumbra desde lejos la torre de la iglesia
de su pueblo natal, se representa inmediatamente en su imaginación la
casa paterna, a su padre, madre, hermanos, vecinos y amigos; una sim-
ple percepción visual despierta en él todo este cortejo de recuerdos.
La vista del retrato de un amigo hace revivir el recuerdo de su per-
sona, evoca, además, su actitud y manera de ser general, su voz, al-
guna conversación tenida con él, tal circunstancia solemne en que su
abnegación nos prestó un inestimable servicio. Al oir las primeras
notas de una pieza conocida, irresistiblemente se comienza a tararear
la continuación», etc. Claro está que en el primer caso de la evoca-
ción puramente espontánea la atención no entra para nada, puesto
180 LA ATENCIÓN Y LA MEMORIA
que se verifica sin intervención nuestra consciente. En el segundo
caso del recuerdo por asociación, interviene aquella facultad en la
formación de éste.
En el recuerdo voluntario la atención plantea, digámoslo así, una
cuestión a la memoria, exigiendo a ésta bien un nombre olvidado,
ya una fecha que se nos ha escapado, o el sitio donde pusimos un
objeto y otras cosas semejantes. Entonces es cuando la memoria pone
a nuestra disposición sus listas de recuerdos que tengan alguna rela-
ción con la cuestión presentada, y el espíritu escoge, eliminando las
respuestas falsas, aquel recuerdo que sea exacto. Es de notar que la
evocación voluntaria implica, por una parte, un recuerdo espontá-
neo parcial e incompleto y por otra el reconocimiento del mismo.
En efecto: no se busca sino aquello que ya se conoce, y de lo
que se tiene alguna noción, por muy vaga e imprecisa que se la su-
ponga: se conoce la cosa cuyo nombre se ignora, el acontecimiento
cuya fecha se trata de fijar. Todo problema lleva consigo un presen-
timiento de la respuesta. Al querer recordar un nombre olvidado,
la asociación propondrá toda una serie de nombres, que el pensa-
miento eliminará, si son falsos, para no adoptar sino el verdadero;
y habrá casos en que la energía voluntaria de la razón paralizará la
energía espontánea de la asociación. Y entonces estaremos en pre-
sencia de dos fenómenos muy curiosos: uno que la asociación no
podrá utilizar las riquezas y tesoros de representación de que dispo-
ne, hasta tanto que el pensamiento no deje de vigilarla y torturarla;
un nombre olvidado aparece en la memoria cuando se ha renuncia-
do por fin a encontrarle, cuando no se piensa más en él, «cuando se
le ha dejado por imposible», como se dice gráficamente en expre-
sión vulgar. El otro fenómeno, no menos extraño y curioso, consis-
te en que al no conseguir la asociación proporcionar a la inteligen-
cia lo que ésta le pide, se abre un paréntesis en nuestra vida psíquica,
invadiéndonos un curioso sentimiento de vado en la conciencia.
Son esos momentos en que nos preguntamos a nosotros mismos:
«¿en qué estaba yo pensando?» E inmediatamente se da uno cuenta
de que no se percibe absolutamente nada; esto no ocurre jamás en
la evolución espontánea de la conciencia, la cual no admite vacíos.
Toda curiosidad es un conocimiento parcial, no satisfecho, que tien-
de a completarse; se trata, pues, de un caso de reintegración vo-
LA ATENCIÓN Y LA MEMORIA 181
luntaria, bajo el esfuerzo, la dirección y la comprobación de la
atención.
Hemos dicho que además de la evocación espontánea, parcial e
incompleta, había en el recuerdo voluntario un reconocimiento; y
esto es evidente, puesto que se verifica éste por medio de la elimina-
ción de los recuerdos falsos y aceptación del exacto y justo, lo que
implica necesariamente otras funciones intelectuales, como la com-
paración y el juicio y nos autoriza para limitar el recuerdo volunta-
rio a la vida consciente del hombre.
De lo anteriormente expuesto podemos deducir que la interven-
ción de la voluntad en la evocación de los recuerdos no puede ser
más que indirecta. Hablando con propiedad, no se puede querer re-
cordar tal o cual idea, puesto que esta voluntad implicaría el que
la poseemos actualmente, ya que pensamos en ella, y, por consi-
guiente, no tendríamos necesidad de buscarla. La experiencia de-
muestra, por otra parte, como ya hemos hecho notar, que con fre-
cuencia nuestra voluntad es impotente; podemos hacer todos los
esfuerzos que queramos sin que el recuerdo aparezca; hasta hay casos
en que parece que una gran concentración y aplicación de nuestro
espíritu, en vez de aprovechar, es contraproducente a la evocación
de las ideas, y el recuerdo nos viene cuando menos pensamos. ¿Cuál
es, pues, la parte de la voluntad en la restauración de las ideas?
Cuando buscamos un recuerdo, es raro que no tengamos una con-
ciencia más o menos vaga de algunos de sus elementos; hasta es ne-
cesario que así suceda, pues si no tuviéramos ningún dato presente
al espíritu, no podríamos hacer nada; así es que nos acordamos, por
ejemplo, de que el nombre de aquella persona o cosa comienza por
tal letra, o termina en tal otra consonante. La voluntad fija los ele-
mentos en el espíritu; estos elementos, en virtud de la ley de asocia-
ción, suscitan toda una serie de ideas diferentes; la voluntad contras-
ta y comprueba los resultados, los rechaza si no están conformes con
el recuerdo que se busca, permite que otras ideas se despierten, y
así sucesivamente, hasta que hayamos conseguido lo que pretende-
mos, o hasta que, desesperados por nuestros repetidos fracasos, re-
nunciemos a encontrarla. La voluntad no hace más que provocar el
juego de la asociación, lanzar el pensamiento en todas direcciones y
comprobar los efectos, de suerte que, en último término, el recuerdo
182 LA ATENCIÓN Y LA MEMORIA
voluntario no es más que un caso de evocación de las ideas por me-
dio de la asociación.
Pasemos ya a examinar la cuarta función de la memoria, que es
el reconocimiento. Reconocer es, según la etimolqgía de la palabra,
conocer de nuevo; es volver a encontrar una experiencia pasada en
una experiencia presente. Así es que reconocemos nuestros recuer-
dos de dos maneras: o bien volviéndoles a vivir directamente y por
ellos mismos, o bien evocándolos con ocasión de una percepción ac-
tual, con la cual los identificamos. Hay que distinguir, desde luego,
el mecanismo del reconocimiento en la memoria y en la percepción.
Tener percepciones es conocer el presente; imaginar alguna cosa
es conocer el pasado, pero sin reconocerle; vivir un recuerdo es co-
cocer el pasado reconociéndole, dándose cuenta de que reaparece
tal y como fué. Es, pues, imposible tener conciencia de nuestros re-
cuerdos como tales, sin oponerles a las percepciones y a las imáge-
nes, sin encontrar en ellos nuestro pasado. Los hechos van escalo-
nándose sin cesar, sin interrupción y se presentan a la mirada de
nuestra conciencia en una especie de perspectiva de más obscuros
tonos mientras más n'os vamos alejando del momento presente.
Hacia ese horizonte retrospectivo y permanente a nuestra vida in-
terna, a semejanza del horizonte visual externo, no cesamos de diri-
gir nuestra mirada, porque nos permite abarcar en un momento el
vasto panorama de nuestra vida y la historia de nuestro yo.
La simple reproducción de los estados de conciencia anteriores
no es propiamente el recuerdo, sino que lo prepara. En realidad, no
nos acordamos sino cuando tenemos conciencia de que nos acorda-
mos, es decir, cuando tomamos la idea actual, no como un hecho
original, sino como la reproducción de un fenómeno pasado, en
otros términos, cuando la reconocemos. El reconocimiento no es
solamente, como algunos han pretendido, un carácter accesorio, una
circunstancia añadida al recuerdo ya completo sin aquél; es, por el
contrario, el elemento capital del recuerdo mismo: de manera que
cuando la idea no es reconocida, no hay recuerdo sino simple remi-
niscencia. Al reconocer, pues, una idea actualmente presente en la
conciencia, la consideramos como ya vivida en el pasado, la proyec-
tamos en el tiempo.
Hay en esto alguna analogía con lo que sucede en la percepción
LA ATENCIÓN Y LA MEMORIA 183
externa: en realidad no podemos percibir más que sensaciones sub-
jetivas, y la percepción consiste precisamente en proyectar éstas en
el espacio. De la misma manera, cuando un fenómeno reaparece en
el curso de nuestra vida psíquica, nosotros no podemos encontrar
allí otra cosa que un estado de conciencia presente, no habiendo en
él nada que indique un estado anterior; el reconocimiento consiste
precisamente en asociarle a la idea del pasado. Además exige esta
función importantísima de la memoria tener presente la identidad
del yo. En efecto; para poder decir que hemos ya vivido una idea o
una impresión actualmente presente, es menester que, a través del
tiempo mismo y de todas las vicisitudes que de él dimanan, nosotros
hayamos continuado siendo substancialmente los mismos. Si hoy
fuéramos un ser absolutamente diferente del que éramos en el tiem-
po pasado, ya no existiría nada de éste con respecto a nosotros, y,
en el estado presente, nos sería imposible percibir otra cosa que un
estado actual, de ninguna manera un recuerdo. Esto nos demuestra
que las dos condiciones necesarias para el reconocimiento se redu-
cen en realidad a una sola; porque si nosotros cambiásemos con
cada estado de conciencia, el pasado sería la nada y el vacío abso-
luto para nuestra vida consciente y sólo existiría el presente; lo cual
equivale a decir que nuestra idea del tiempo no es posible sino gra-
cias a la identidad de nuestro ser, y ésta, por otra parte, no se com-
prende sino por medio del tiempo durante el cual permanecemos
los mismos.
Resta explicar cómo el espíritu puede asociar la idea del pasado
a una modificación presente, lo que equivaldría a exponer el meca-
nismo del reconocimiento. Si estuviéramos conformes con Reid y su
escuela, esta cuestión no tendría razón de ser, puesto que para él el
reconocimiento es un hecho inmediato, absolutamente simple. Pero
esta teoría está fundada en engañosas apariencias y la realidad es
muy distinta: el reconocimiento, lo mismo que la percepción, es un
acto muy complejo y exige toda una serie de operaciones.
El recuerdo puede, en efecto, ser confundido con dos órdenes
de fenómenos: en primer lugar con una percepción actual, como lo
prueban el ensueño y la alucinación; además con una ficción de la
imaginación, puesto que nos ocurre con frecuencia no saber a pun-
to fijo si hemos tenido ya tal idea o visto tal fisonomía, que actual-
184 LA ATENCIÓN Y LA MEMORIA
mente está presente a nuestro espíritu o a nuestros sentidos. Por
consiguiente, la cuestión del reconocimiento es doble: cómo distin-
guimos el recuerdo de una percepción actual y cómo podemos dis-
tinguirle de la creación imaginativa.
La primera distinción se explica por el contraste que separa a la
percepción del recuerdo y la reducción, que la primera ejerce con
frecuencia sobre el segundo. La percepción que tenemos de un ob-
jeto es viva, enérgica y distinta; es, según la expresión de Spencer,
«un estado fuerte>; por el contrario, su recuerdo tiene bastante
menos nitidez y precisión, es «un estado débil>. Es evidente que la
imagen que tengo yo ahora del Palacio Real de Madrid es mucho
más pálida, más vaga que la representación que tendría si yo estu-
viera en este mismo momento contemplando realmente este edificio.
Por otra parte, la percepción se impone a nosotros, fuerza, por de-
cirlo así, la entrada en la conciencia: cuando yo me encuentro delan-
te del Palacio, me es imposible no verle en tanto tenga los ojos
abiertos: el recuerdo, por el contrario, está más sometido a la de-
pendencia de mi voluntad; le puedo echar fuera, volverle a admitir
o reemplazarle por otro. Añádese a esto que cuando yo tengo una
percepción, está siempre confirmada por otras percepciones en rela-
ción con ella: tengo la percepción de mi mesa de trabajo y al mismo
tiempo veo mi biblioteca, mis libros, mi habitación entera, con todo
lo que en ella hay de más notable. Por el contrario, el recuerdo está
con frecuencia en contradicción con las percepciones actuales: así yo
tengo actualmente la imagen de una mesa de trabajo, que vi hace
ya algunos años en casa de un amigo; pero al mismo tiempo estoy
viendo también la de mi celda; las sensaciones que tengo a la hora
presente están en contradicción con la imagen por mi concebida y
la reducen, la rechazan a otro plano inferior en intensidad y viveza,
hacen de ella, en una palabra, un simple recuerdo.
La debilidad característica de la imagen en el recuerdo, la facili-
dad con que si no siempre al menos la mayor parte de las veces po-
demos eliminarla de nuestro espíritu, su oposición con las percep-
ciones actuales, nos aseguran que no estamos en presencia de un
objeto actual. Es el primer paso; pero ¿cómo podremos llegar a la
convicción de que la imagen de que se trata es un recuerdo y no
una ficción de la imaginación? Tres criterios pueden servirnos para
LA ATENCIÓN Y LA MEMORIA 185
distinguir el recuerdo de la imagen simple para reconocerle e in-
dividualizarle.
En primer lugar, el recuerdo es reconocido como real a su ma-
nera. Mientras que la simple imagen es una representación libre,
de la cual puedo yo hacer lo que me plazca, el recuerdo es una re-
presentación fija e invariable, a la cual he de someterme, lo mismo
que me someto a las sensaciones. El recuerdo no es tal sino gracias
a su inmutabilidad, lo que le confiere una objetividad y una reali-
dad análogas a las de la percepción y nos da el sentimiento de vol-
ver a percibir, como hemos ya percibido antes. Sin duda que este
sentimiento puede engañar, y este caso se presenta con bastante
frecuencia en las ilusiones del recuerdo. Pero, por lo menos, nues-
tra buena fe queda a salvo al pretender ser objetivos en la exposición
de nuestros propios recuerdos y al exigir que nuestros prójimos lo
sean en la exposición de los suyos. En esto se funda la utilización
universal del testimonio, el cual no es otra cosa que una experiencia
memorial, presentada con las mismas pretensiones a la objetividad
que la experiencia perceptiva.
Esto nos obliga a asignar un lugar especial al mundo histórico
de nuestros recuerdos entre el mundo irreal de las imágenes y el
real de las percepciones. Si no es real en la proporción de éste,
tampoco es tan irreal como aquél. El mundo de los recuerdos
posee una semirrealidad bien propia y característica suya, que con-
siste toda ella en la objetividad, en la imposibilidad en que nos en-
contramos de adaptarle según nuestros deseos a los fines subjetivos.
Psicológicamente, y refiriéndonos a los criterios que distinguen la
imagen de la sensación, vemos que el recuerdo: primero, tiende a
ser más intenso que la imagen: el esfuerzo que se hace por recordar
una escena consigue hacerla ver como si de nuevo estuviéramos pre-
senciándola; segundo, tiende igualmente a ser más rico, integrando
la escena con muchos detalles que no se inventan, y tercero, tiende
a localizarse exactamente, no en el campo sensorial, sino en el me-
morial de su propia experiencia. Así sucede que el recuerdo, a me-
dida que se va profundizando en él, ofrece un conjunto cada vez
más coherente, en donde cada circunstancia, por nimia que sea,
tiene su puesto. De esta manera la imagen queda excluida irremisi-
blemente de esta localización memorial, con tanta razón como de la
186 LA ATENCIÓN Y LA MEMORIA
localización perceptiva. Hay, pues, motivos para diferenciar los re-
cuerdos de las imágenes por un criterio de realidad: son reales en
el pasado, distintos de los presentes, pero no menos distintos de los
irreales imaginarios.
En segundo lugar, el recuerdo es reconocido como pasado.
Mientras que la imagen no tiene relación alguna con el tiempo,
pudiendo aparecer indefinidamente en la conciencia sin despertar
nunca el sentimiento de una experiencia anterior, el recuerdo lleva
siempre impreso en sí el sello del pasado; no se puede tener con-
ciencia de él sin tenerla al mismo tiempo de haberle ya experimen-
tado y volverle a vivir tal como se le experimentó. Este carácter es
el que hizo definir a Reid la memoria como «una intuición inmediata
del pasado», fórmula justa, pero que se presta a interpretaciones
falsas. No se trata, en efecto, de una intuición del pasado, que está
ya muerto y no resucita más; la experiencia del pasado es una expe-
riencia presente, la de los estados de conciencia con la marca del
pasado. La intuición del pasado no es más que la intuición de un
estado de conciencia presente sentido como pasado, como ya visto,
ya oído, etc.
Se ha tratado de explicar este sentimiento de lo ya vivido por los
caracteres de familiaridad y facilidad que presenta una experiencia,
por el solo hecho de ser una experiencia renovada. Lo ya vivido
sería, según esto, lo habitual por oposición a lo raro, lo viejo por
oposición a lo nuevo. Explicación visiblemente falsa, puesto que
entonces todas nuestras imágenes y todas nuestras percepciones
habituales, que ofrecen el máximum de familiaridad, nos darían
infaliblemente tal sentimiento, lo que es contrario a los hechos.
La verdad es que se ha exagerado mucho el misterio de lo ya vivido,
fenómeno fácilmente explicable por lo que hemos dicho acerca de
la realidad del recuerdo. Lo vivido es siempre una porción del real
empírico, lo que la experiencia nos impone como independiente de
nosotros. Toda realidad empírica lleva necesariamente en sí la marca
del tiempo, la del presente o la del pasado.
En tercer lugar, el recuerdo es reconocido como mi pasado. No
solamente lo reconozco, sino que me reconozco yo en él, por de-
cirlo así. Al mismo tiempo que lo percibo como algo, lo mismo que
ya percibí, yo me conozco como el mismo que viví aquel fenóme-
LA ATENCIÓN Y LA MEMORIA 187
no. Soy el mismo yo que percibo y el que percibí. Encontramos,
por consiguiente, aquí esa conciencia de la identidad personal que
permite al yo apropiarse su pasado como se atribuye en propiedad
su presente, gracias a los mismos signos de identidad afectiva y
cinestésica, de calor y de intimidad inseparable de toda conciencia
de la vida. Así es, que el reconocimiento de un recuerdo repre-
sentativo va siempre acompañado del reconocimiento de un recuer-
do afectivo y vital; lo que ha dado origen a la paradoja de Royer-
Collard, citada más arriba: «No se acuerda uno de cosas; no se
acuerda más que de sí mismo. > De hecho, el recuerdo sigue los
pasos de la percepción; se perciben primeramente objetos y se re-
cuerdan con preferencia estos mismos. Pero la percepción de un
objeto va acompañada de la conciencia de su percepción, y análo-
gamente el recuerdo de este objeto es inseparable del recuerdo
de haberle percibido; y así es que al encontrarle de nuevo, nuestra
personalidad es también encontrada en el mismo acto. En la per-
cepción de la imagen no hay nada parecido; puedo escogerla y
manipularla a mi capricho, indiferente a su historia propia y a las
relaciones que pueda tener con la mía. Esta es la razón porqué yo
no la reconozco ni me reconozco en ella: es independiente del
tiempo.
Ahora podremos ver cómo el reconocimiento, lejos de ser una
operación simple, como opinaba Reíd, es el resultado de una serie
de razonamientos, que el espíritu no advierte apenas, es verdad,
pero que no por eso son menos necesarios; la prueba está en que,
tan pronto como falta una u otra de esas operaciones intelectuales,
el reconocimiento no se efectúa. Si, como ocurre en algunos casos,
la imagen posee un relieve extraordinario, si resiste al esfuerzo de
la voluntad o llega hasta a sustituirse a las sensaciones presentes, se
toma entonces a la imagen como una percepción y se produce la
alucinación. Si, por el contrario, podemos modificarla a voluntad,
si los lazos que la unen a los otros recuerdos son demasiado flojos,
si ha nacido en un momento de meditación, llegamos a creer que
es un producto de nuestra facultad de invención, cuando no es más
que el eco de una impresión pasada, una reminiscencia, como ha-
bremos de convencernos más tarde.
En cuanto a la localización de nuestros recuerdos en el tiempo,
188 LA ATENCIÓN Y LA MEMORIA
quinto y último momento de la memoria, hay que advertir que no
se trata propiamente de una función nueva, sino que se la puede con-
siderar como un complemento de la función del reconocimiento; éste
supone ya, como hemos visto, una localización cuasi sensorial de los
recuerdos entre las experiencias con las cuales coincidió la primera
vez de su aparición; pero es menester todavía asignarle un lugar en
nuestra representación del tiempo. ¿Cómo se verifica esta operación?
Si la memoria fuera absolutamente fiel, de manera que todos
nuestros estados de conciencia se encadenasen los unos a los otros
sin solución de continuidad y por el orden mismo en que tuvieron
lugar, entonces la localización parecería tarea fácil: bastaría partir
del fenómeno presente y remontarnos en la cadena de nuestras mo-
dificaciones para encontrar la impresión primera. No faltan autores
que sostienen que esta es la forma en que el proceso se verifica, sin
caer en la cuenta de que en tales condiciones la memoria sería impo-
sible, a causa de la lentitud con que se verificaría la operación; pues
exigiría un tiempo tan largo por lo menos como el transcurrido en-
tre el fenómeno presente y la percepción original; o más bien el es-
píritu se sentiría inmovilizado en medio de esta multitud de ideas v
la localización no podría efectuarse. Algunos autores, exagerando la
importancia del olvido en la economía de nuestra vida psíquica, han
estampado frases paradójicas como estas: «la memoria es la facultad
del olvido», o «una condición de la memoria es el olvido». De todos
modos esta condición se encuentra constantemente realizada, pues
lejos de subsistir en toda su integridad nuestra vida anterior, una
multitud innumerable de fenómenos desaparece para no volver a
presentarse más. Una memoria bruta y de tenacidad absoluta, que
no olvidara nada, sería el instrumento más inútil y más perjudicial
para nuestra inteligencia, puesto que estaría continuamente resuci-
tando todo nuestro pasado sin abreviarlo: un recuerdo de una hora
tardaría una hora en desarrollarse. El olvido puede ser considera-
do, según los casos, como una cualidad o como un defecto de la
memoria.
Tampoco sería conveniente que todos nuestros recuerdos se bo-
rrasen; el vacío absoluto, exactamente como su contrario, haría impo-
sible toda localización, y en este aspecto llegamos a la otra conclusión
de que «la condición de la memoria es la memoria». Cada uno pue-
LA ATENCIÓN Y LA MEMORIA 189
de comprobarlo en sí mismo, viendo cómo en horas de recogimien-
to surgen en la conciencia los recuerdos más salientes de su vida
pasada, que por ciertas circunstancias han resistido la acción des-
tructora del tiempo y son verdaderamente imborrables. Se les puede
considerar, según frase de Taine, como «substitutos abreviados» de
nuestra vida anterior, jalones en la senda de nuestra historia, que
forman una especie de calendario individual, por estar asociados a la
idea de una fecha bien determinada. Para localizar el recuerdo le
hacemos retroceder en la historia del pasado; oscila primero indeci-
so, sin saber dónde colocarse; pero, gracias a la asociación de las
ideas, va precisándose más y más; y cada vez que se enriquece con
un detalle nuevo, con una circunstancia próxima al hecho que le dio
lugar, vamos determinando poco a poco su fecha exacta. Después de
una serie, variable según los casos, de ensayos y transposiciones, el
recuerdo se fija en un punto determinado y desde este instante le po-
demos considerar como exactamente localizado. Un ejemplo aclara-
rá lo que acabamos de decir. Al pasar por la calle me encuentro con
una persona y me convenzo de que no es la primera vez que veo su
fisonomía; aquí ya hay reconocimiento, pero vago e impreciso, y me
pregunto cuándo me encontré con ella la iprimera vez. Confrontada
su imagen con las que poseemos como sustitutos o resúmenes de las
semanas, los meses y los años, la figura de esta persona va progresi-
vamente resbalando hacia atrás en el plano del tiempo pasado. Enton-
ces asalta mi memoria un detalle; cuando vi por primera vez a esta
persona, me encontraba en tal estado de ánimo, volvía de un viaje en
que había tenido otras impresiones fuertes y ese viaje fué por mí aso-
ciado a una fecha precisa con el año, el mes y quizá el día exacto de
su realización; desde entonces el recuerdo de que se trata tiene su
punto determinado en mi historia, está localizado.
Se ve, pues, que la localización es una verdadera reconstrucción
del tiempo pasado, es nuestra vida entera en sus acontecimientos
más notables ordenada para nuestro uso; no es otra la razón porqué
la memoria del niño difiere de la del hombre maduro. El niño, cuyo
espíritu es más fresco, es también visiblemente más apto para alma-
cenar y retener un número mayor de impresiones y de ideas; da
pruebas algunas veces de una flexibilidad y capacidad extraordina-
rias de memoria. Pero el hombre de edad, más recargado de pre-
1 QO LA ATENCIÓN Y LA MEMORIA
ocupaciones y de ideas que le asedian por todas partes, con frecuen-
cia agotado por el trabajo y la fatiga intelectual y moral, se muestra
más refractario, más rebelde a la adquisición y conservación de no-
ciones nuevas. Y como en esta vida todo está compensado, resulta
que el niño tiene un sentimiento muy confuso del tiempo, sin acer-
tar a localizar bien sus recuerdos, su memoria se encuentra todavía
en estado de desorganización y las imágenes flotan en su espíritu sin
lazos de unión, según sus caprichos, en un horizonte obscuro e im-
preciso; mientras que más tarde, cuando el hombre habrá adquirido
la fuerza suficiente para dominar sus recuerdos, hará desaparecer ese
caos que reinaba en su espíritu y ordenará convenientemente los
distintos períodos de su historia.
Se adivina fácilmente el papel importantísimo que desempeña la
atención en todas estas fases porque ha de pasar un hecho completo
de memoria. Sin la atención prestada ya a los fenómenos originales
que han de constituir el material de los recuerdos, ya a las distintas
fases de la evocación, reconocimiento y localización de los mismos,
esta facultad tan preciosa en la economía de nuestra vida psíquica, o
desaparecería por completo o al menos sería para nosotros un ins-
trumento inútil, si no perjudicial.
P. V. Burgos.
SOBRE EL VERDADERO MiR DEL "DIÜLOGO DE LAS LEÍDAS" ''
(CONTESTACIÓN AL ACADÉMICO SR. COTARELO)
SEGUNDA PARTE
Semblanza de López de Velasco.
(conclusión)
Defensa de Mayáns, — Ya que, por desgracia, no es posible de-
fenderle en cuanto a la primera edición del Diálogo, plagada de
errores desde el principio hasta el fin, se le puede y debe defender
por la crítica sensata y atinada que hizo del mismo Diálogo. Quizás
nadie mejor que él haya dado en el hito sobre la importancia y de-
fectos de la tal composición hecha sin pretensiones, como ensayo y
mero pasatiempo preparatorio de otros libros.
Cuando lo publicó, cayeron sobre Mayáns los Aristarcos del Dia-
rio de los Liieratos de España, censurándole, entre otras cosas, por-
que habla dicho que el Diálogo pecaba de inverosimilitud y falta de
sólidos conocimientos filológicos, principalmente en el hebreo. Ma-
yáns replicó, al primer punto, que era moralmente imposible que un
escribiente, como Aurelio, se esconda para ir apuntando todo lo que
habla un hombre eruditísimo con otros tres preguntadores; y sea ca-
paz de oir y escribir lo que oye, atendiendo en el mismo hecho de
escribir a lo que entonces están diciendo, para escribirlo después con
tanta menudencia, que note más de trescientos refranes y más de tres
mil cosas, muchas de las cuales piden escribirse a la letra, como los
versos y palabras de que habla. ¿Es esto fingir con verosimilitud?
(1) Véase la pág. 5 de este volumen.
192 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
«Tampoco es verosímil (añade) que en una sola conversación (la
fingida en las cercanías de Ñapóles) se hablase tanto como vemos
en el Diálogo de las lenguas. > (1).
Y esto es la pura verdad. Como lo es también que el autor, cuan-
do escribía el Diálogo, no tenía los profundos conocimientos lin-
güísticos y filológicos que luego mostró en varios de sus escritos,
cuando tuvo que prepararse más para la corrección de las obras de
San Isidoro. Esos poco profundos conocimientos lingüísticos, prin-
cipalmente en el hebreo, los puso de manifiesto también Mayáns al
responder a los diaristas de su tiempo (2), manteniéndose en un
justo medio tocante a los elogios que debían tributarse al autor del
Diálogo. Y así se explica que éste no quisiera publicarlo, conocien-
do las deficiencias del mismo; deficiencias que, en parte, trató de en-
mendar colocando al final de dos de los tres Códices que se conocen,
otras muchas palabras procedentes del hebreo; y también que en los
apuntes, anteriormente mencionados, de López de Velasco, se am-
plíen multitud de vocablos castellanos que tienen sus raíces en el
árabe, griego, latín, italiano y francés. Todo hace creer que la com-
posición del Diálogo, según se halla, no fué definitiva, y necesitaba
de muchos retoques, enmiendas y adiciones del autor. ¿A qué poner,
si no, al final de los Códices esos vocablos procedentes del hebreo,
habiendo dicho en el cuerpo del libro que del hebreo sólo se acor-
daba que venía la palabra Abad y sus derivados?
Mayáns tuvo razón en sus censuras; y al tratar de lo inverosímil
del Diálogo, se mostró más crítico y avisado que todos los críticos
que le sucedieron. Y si el Diálogo resulta inverosímil en cuanto a la
intervención del amanuense Aurelio y otras varias circunstancias, lo
propio podía decirse del lugar en que la acción se coloca. Salir de
Ñapóles a caballo cuatro amigos con un amanuense, para ir a Chia-
ja a escribir un libro de una sentada... no cabe en los límites de la
verdad que es compañera inseparable de verosimilitud. Insisto, pues,
en decir que, aunque la acción se coloca en las cercanías de Ñapóles,
(1) Cf. Conversación sobre el Diario de los Literatos de España. La publicó
D. Plácido Veranio. En Madrid, con las licencias necesarias. En la imprenta
de Juan de Zúñiga. Año 1737. Págs. 89 passim.
(2) Cf. ídem id., pág. 85 y siguientes.
/
I
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS» 193
no consta que el Diálogo fuese escrito en Ñapóles como lo indican,
además, todas las marcas del papel de los Códices, de procedencia es-
pañola. Y si el Sr. Cotarelo, para salir al paso a este argumento, insis-
tiese en afirmar, o en suponer, que tales Códices serán copias de un
original primitivo del primer tercio del siglo XVI..., cuando exhiba
ese supuesto manuscrito original hablaremos. Que no lo exhibirá.
Mientras tanto queda demostrado que los tres Códices son de
letra del último tercio del siglo XVI, y que pudiéramos apellidar de
la misma familia, incluso en la supresión de la hoja que deja inte-
rrumpida la lectura en la anécdota sobre el Conde de Ureña, que tal
vez intencionadamente Velasco dejó sin exponer con la esperanza de
perfeccionar el libro en ese y otros puntos, como el de las etimolo-
gías hebreas.
Ahora bien. El que haya tenido la paciencia de leer esta semblan-
za de López de Velasco, árida siempre, como todo trabajo de inves-
tigación, no habrá podido menos de convencerse de que Velasco,
por su variada e inmensa cultura, por su preparación en esas mate-
rias, fué hombre más que capaz de escribir un libro como el Diálo-
go, y que todas las notas características de éste coinciden y tienden
a evidenciar que el verdadero autor no pudo ser otro que aquél.
Aunque las razones aducidas se considerasen aisladas unas de otras,
constituirían lo que en términos jurídicos suele llamarse prueba se-
miplena. Todas unidas y entrelazadas, son argumentos difíciles de
destruir para terminar este viejo pleito de crítica literaria.
Al resolver las objeciones que el Sr. Cotarelo ha levantado sobre
esta segunda parte, quedará más evidenciada la verdad de mi pro-
posición afirmativa.
Objeciones del Sr, Cotarelo. —EnivQ esas objeciones hay algunas
que pudieran llamarse diminutas, por no afectar a la substancia, y
otras de más consistencia y seriedad. De todas me haré cargo, pues
al buen pagador no le duelen prendas. Parece que el Sr. Cotarelo
se ha complacido en ir desempedrando todos los caminos y formar
barricadas para obstruirme el paso de avance. No se lo reprocho;
antes bien, se lo agradezco; aunque destruir sea más fácil que
edificar.
No le ha gustado que yo diese el título de Don a Juan López de
14
194 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS >
Velasco. No fui yo el primero que se lo dio. Pero esas son minucias.
Si al Sr. Cotarelo le disgusta, suprimámosle desde ahora el Don;
pero apresurémonos a darle el título de Excelencia, que harto mere-
cido se lo tiene en la categoría de los varones sabios de nuestra his-
toria literaria.
En mi primer estudio dije que Velasco fué Secretario de don
Juan de Sarmiento, Presidente del Consejo de Indias. Fué un lapsus.
Quise decir de Don Juan de Orando, como ya queda demostrado que
lo fué en los documentos preinsertos. Cuando Sarmiento era Presi-
dente (1563 y 64), Velasco estaba encargado por el Rey de preparar
la obra magna, de la Recopilación de las leyes de Indias. Por esas fe-
chas aún no había sido nombrado Velasco ni cronista ni Secretario;
pero trabajaba en el Consejo a las órdenes del Presidente Sarmiento,
como encargado de recopilar las famosas leyes de Indias. ¿Tiene nada
de extraño que López de Velasco copiase para servicio de Sarmiento el
formulario de cartas reales y otros documentos antiguos, de que exhi-
bí una sola fotocopia? V porque en una de esas copias, Velasco copiase
documentos en que se trata de los Reyes Católicos, de Carlos V y
del Marqués de Mondéjar, etc., con la misma ortografía antigua,
¿será lícito a ningún lógico, a ningún crítico el negar que tales co-
pias fuesen de López de Velasco? ¿Se podrá saber qué entiende el
sabio académico por copista? ¿Será necesario que todo copista sea
contemporáneo de los documentos que copia?
Parece imposible, por lo tanto, que de la pluma del Sr. Cotarelo
haya salido esta objeción (pág. 24): «creeríamos ofender a López
de Velasco si le supusiésemos capaz de escribir conde en esta for-
ma: q^, y consejo de esta: q^ ...» V más imposible parece todavía
que el mismo Sr. Cotarelo (pág. 25) haya lanzado a la imprenta esta
otra negativa tan rotunda: *La verdad es que ninguno de estos frag-
mentos son de López de Velasco. Para convencerse de ello, bastará
saber que el Marqués de Mondéjar, a quien se nombra en el prime-
ro, fué Presidente de Indias solamente en el año 1547, cuando Juan
López de Velasco andaba aún a la escuela.»
Si andaba o no a la escuela en ese tiempo, no lo puede asegurar
el docto académico que ha ignorado hasta aquí todo lo referente a
la vida de Velasco, incluso el nacimiento. Pero aun cuando hubiera
sido así, nada tendría que ver con que copiase un documento ante-
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS» 195
rior en que se cita a Mondéjar y los Reyes Católicos. La verdad es
que el Sr. Cotarelo, en este punto, leyó muy de prisa, y más de prisa
elaboró su réplica. A cosas mejores nos tiene acostumbrados el eru-
dito escritor.
Cierto que yo di especial importancia (y la sigo dando) al breve
catálogo de voces castellanas procedentes del hebreo que se hallan
al final del Códice Escurialense, como supletorias de las deficiencias
del Diálogo que necesitaba una rectificación y amplitud en tal sen-
tido. Si, como agrega el Sr. Cotarelo (aunque sin probarlo), ese mis-
mo vocabulario se hallase en el Códice de Londres, mejor que me-
jor. Ello demostraría que existe el ya probado parentesco entre am-
bos manuscritos. Ojalá hubiese esa misma lista de palabras en el
códice de la Nacional. El parentesco entre los tres sería de herma-
nos gemelos de un mismo parto intelectual.
Pero- la objeción más razonada y concienzuda es la que hace el
Sr. Cotarelo al final de su erudito trabajo (págs. 26 y 27). Contra lo
que yo afirmé, niega que existan analogías ortográficas entre los dos
manuscritos del Diálogo y las reglas que Velasco da para escribir
bien en su indubitado libro Ortografía y pronunciación castellana.
Después de un cotejo diferencial entre algunas palabras tomadas de
ambas obras, concluye el docto académico con estas frases: «De
modo que en ninguno de los dos códices anduvo la mano del autor,
si no es que quiso burlarse de sus propias reglas.*
El argumento es fuerte, no hay para qué negarlo. A primera vista
parece concluyente, tumbativo, irrefutable. Pero si el Sr. Cotarelo
lee con un poquito de calma e imparcialidad lo que voy a exponer,
verá que esa objeción se disuelve como un azucarillo en un vaso
de agua.
Yo voy más allá que el Sr. Cotarelo, y digo: No solamente exis-
ten esas y otras disconformidades ortográficas entre los manuscritos
del Diálogo y el libro de la Ortografía, sino que dentro de este úl-
timo libro, y sin salirse de él, hay notables divergencias entre las
reglas que Velasco daba y entre las que practicaba. ¿Negaremos, por
eso, que el libro sea suyo? Sabido es que antes de imprimirlo, lo
envió a varios amigos pidiéndoles su parecer (1). Uno de ellos vino
(1) Cf. Ortografía, etc. Prólogo: «Y aunque también todo lo contenido en
196 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
a decirle en substancia: «médico, cúrate a ti mismo. Das reglas para
bien escribir, y luego no las cumples.» No le dijo que se burlaba de
ellas, como hace el Sr. Cotarelo; pero aquel crítico se adelantó más
de tres siglos al Sr. Cotarelo. Y esto, ya constituye un timbre de glo-
ria para el docto académico, que sin conocer tal censura la adivinó.
Esa censura se halla manuscrita entre los papeles de López de
Velasco, y entre otras cosas le dice lo siguiente:
^Censura de la Otiografía Castellana^ (1). «En este libro se ha-
bía de conservar una manera de escritura y seguir las reglas q se dan
en particular en él. Dígolo, porque he topado de una misma pala-
bra diversas escrituras, como ariza con a pequeña y A grande y con
H Hariza, y esta postrera es la mejor escritura, porque no viene de
árida, sino de Fariz, nombre propio de moro, como se llamó vna
que mató el Cid en un desah'o; y assi se llamaua con F la villa de
Hariza en todas las escrituras antiguas (2). «También (continúa el
censor) hay variedad en el verbo auer o hauer, y se hazen muchas
reglas y pocas se guardan en el discurso del Libro. Y mi parecer se-
ría que siempre estuviesse con /z, he dado, he de dar, y assi en todos
los demás como en huue y los que de allí salen: véese en la Lengua
Italiana que se dize ho fatto, ho da fare, y assi por todo el verbo; y
nota Budeo que estas Lenguas tienen los pretéritos como la Lengua
Griega, unos aoristos y otros no, y assi es muy diferente yo comí, o
yo he comido...» Sigue afeándole otras faltas de ortografía, sobre el
empleo de la y griega, de las ss dobles, mezcladas (a veces) la 5
grande con la pequeña, con otras muchas diferencias que hay tam-
bién en las otras letras, y acaba con este párrafo: «En quanto a las
dos figuras de la vu, bien me parece q se use de la vna en principio
él se ha conferido y platicado con personas de letras, graves y curiosas, que
residen en Corte y fuera della, todavía por ser la materia nueva y de pocos ad-
vertida, y de ninguno tratada de propósito hasta ahora... será posible que no se
haya advertido todo lo que pudiera, o que lo resuelto no sea a satisfacción de
todos... Y si en esta impresión primera, por falta de original correcto, hubiese
algo que no sea conforme a los preceptos del arte, en las demás se pondrá, y
podrá poner más cuidado.»
1) Cf. B. Esc. L-I-13; fol. 247 y 248.
(2) Cf. Ortografía, etc., págs. 157 y 258. En esas páginas trata López de
Velasco de Ariza y Hariza, etc. Pero se conoce que ante la advertencia del
censor suprimió la a pequeña.
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS» 1Q7
de palabra, no quando es vocal, sino quando tiene fuerza de conso-
nante, como en Vos, V. m. La otra a parecería mejor que se ussase
della quando es vocal solamente donde quiera que estuuiesse, como
en uno, ayuno, y en tu y otros, aunque el uso lo confunde todo; pero
a quien da reglas, está bien mejorar las cosas y no ayudar a la corru-
ción del vulgo,*
Si, pues, a pesar de todos estos defectos no puede negarse que
la Ortografía y pronunciación castellana fué obra de Juan López de
Velasco, ¿será lógico negarle la paternidad del Diálogo por esos mis-
mos defectos? Ya expuse más atrás que en algunas cartas autógra-
fas de Velasco, escribe una misma palabra de diversas maneras. ¿Le
negaremos por eso la autenticidad de esas cartas? ¿Ni puede ello sig-
nificar que López de Velasco se burlaba de sus propias reglas? Sería
tonto en burlarse de sí mismo, sin provecho de nadie. Lo que hubo
fué que la rutina, la costumbre, la práctica inveteradas de escribir
mal, pudieron a veces en Velasco más que la teoría de la reforma
ortográfica que él mismo deseaba implantar.
Pero el Sr. Cotarelo, fijándose únicamente en las divergencias,
hace caso omiso de las concomitancias. Y tal crítica resulta parcial,
a lo menos en sentido cuantitativo. Admitidas y explicadas las dis-
cordancias, expongamos algunas de las analogías entre ambas obras,
y así quedará resuelta la más fundamental objeción del sabio aca-
démico.
Analogías entre el Diálogo y la Ortografía.— Si yo no estuviera
curado de espantos y de asombros, principalmente en estas materias
literarias, serían para asombrarme las siguientes frases del ilustre
Sr. Cotarelo: «El Padre Miguélez hace, por último, gran hincapié
en «las analogías que existen entre el Diálogo de la lengua y el
Tratado sobre la Ortografía y pronunciación castellana^, obra indu-
bitada de Juan López de Velasco. Estas analogías pregonan «un
mismo origen en ambas obras, ya por el plan, ya por el modo de
tratarlo». «Nuevas dudas e incertidumbres nos sobrecogen al leer
estas afirmaciones contundentes, y no podemos eximirnos de ofre-
cerles también algunos reparos, que sometemos a la discreción del
autor. El plan del Diálogo de la lengua lo hemos expuesto sencilla-
mente al comienzo de este artículo: orígenes del idioma, Gramática
198 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
superior, vocabulario, estilo y crítica literaria. El plan de la Ortogra-
fía, de López de Velasco, es mucho más reducido; no trata más que
de esta parte de la Gramática, y de un modo empírico, aunque útil
hoy para nosotros, porque nos da la pronunciación exacta de su
tiempo.» (1).
Ese plan que del Diálogo hace a su manera el Sr. Cotarelo es un
escamoteo del verdadero plan, fielmente expuesto en las primeras
páginas del mismo Diálogo, donde se dice que tratará: «lo primero,
del origen de la lengua; lo segundo, de la Gramática; lo tercero, de
las letras, donde entra la ortografía; lo cuarto, de las sílabas; lo
quinto, de los vocablos; lo sexto, del estilo; lo séptimo, de los libros;
lo último, de la conformidad de las lenguas» (2).
De manera que el Sr. Cotarelo, sin que se adivine la intención,
ha suprimido del plan del Diálogo dos partes esenciales: la de la
ortografía y la prosodia o pronunciación y acentuación, que son
precisamente las partes en que está embebido todo el libro de
López de Velasco sobre la Ortogiafía y pronunciación castellana,
como ya lo indica su mismo título. A esas partes, y no a otras, me
refería yo al hablar de analogías entre ambos libros, no a la totali-
dad del plan del Diálogo, que es más vasto, y yo no traté ni siquiera
de indicarlo, suponiendo sería conocido por cualquier erudito o lite-
rato amante de nuestras obras clásicas, y más por un académico de
la Lengua. En buena lógica, tan ilícito es tomar el todo por la parte
como la parte por el todo.
Conste, pues, que el Diálogo trata también de la ortografía y la
pronunciación. Y no solamente trata de esas dos partes de la Gra-
mática, sino que a ellas dedica nada menos que 38 páginas (desde
la 42 hasta la 80), mayor número que a los otros puntos indicados
en el plan. Y a veces, aun tratando de esos otros puntos, vuelve
sobre la misma materia de la ortografía y pronunciación, como si
quisiera remachar los clavos. Por ejemplo: al hablar de la Gramá-
tica en general, y establecer una de sus reglas, dice lo siguiente:
«Valdés.— La primera regla es que miréis muy atentamente si el
vocablo que queréis hablat o escribir es arábigo o latino; porque
(1) Cf. Cotarelo: Ob. cit., pág. 26.
(2) Cf. Diálogo, pág. 16.
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGÜAS> 1Q9
conocido esto, luego atinareis cómo lo habéis de pronunciar o es-
cribir.*
<Marcio.— Está bien; pero eso más pertenece a la ortografía y
pronunciación que a la Gramática.»
«Valdés. — Así es verdad; yo os digo lo que se me ofrece; po-
nedlo vosotros en el lugar que quisiéredes.» (1).
Dentro de las mismas reglas de la Gramática, trata el autor del
Diálogo de la necesidad e importancia de los acentos (2). A esa ne-
cesidad e importancia dedica López de Velasco un capitulo en su
Ortografía (3). En esa misma página del Diálogo se dice que «no
hay regla alguna cierta para esto de los acentos>. En la misma
página de la Ortografía y pronunciación, al tratar de los acentos,
tampoco establece regla alguna cierta, sin duda porque, como el
mismo Velasco dice, es plática nueva y no fácil de entender para los
que no han estudiado latín», y así, «por los ejemplos se vendrá en
conocimiento de algo de lo que se pretendo. Algunos de los ejem-
plos que se ponen en el Diálogo y en la Ortografía son precisa-
mente los mismos, como amo y amó, enseño y enseñó. Sólo al final
de ese capítulo de los acentos, en el libro sobre la Ortografía, dice
Velasco que la regla para el que quisiere usar de esta curiosidad
de los acentos, será trocarles el acento en las sílabas. V aunque
López de Velasco en muchos de sus autógrafos tampoco cumple
con eso, se advierte que teóricamente en el Diálogo establece la
misma doctrina con estas palabras: «que en la pronunciación de los
vocablos miréis bien en qué sílaba ponéis el acento, porque muchas
veces el acento hace variar la significación del vocablo.»
¡Pero si las analogías saltan por todas partes, aun dentro de la
parte gramatical! Véase otra prueba más clara.
Diálogo, (pág. 40): «También pertenece a la gramática el saber
juntar el pronombre con el verbo, en lo cual veo un cierto uso, no
sé de dónde sea nacido, y es que muchos dicen poneldo, envialdo,
porque el poned y enviad es el verbo y el lo es pronombre. No sé
qué sea la causa porque lo mezclan de'esta manera. Yo, aunque todo
(1) Cf. Diálogo, págs. 33 y 34.
(2) Cf. Diálogo, págs. 38 y 39.
(3) Cf. Oriographia, etc., pág. 294.
200 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
se puede decir sin condenar ni reprender nada, todavía tengo por
mejor que el verbo vaya por sí, y el pronombre por sí; y por esto
digo: «Al mozo ma\o ponedle la mesa y enviadlo al mandado.»
En la Ortografía, página 101, se reprueba igualmente el uso de
esa transposición de la í/ y la /: «cuando a las segundas personas de
los verbos que se acaban en d, tornad^ tened, y otras tales, se siguen
artículos relativos que comienzan en /, el uso traspone los lugares a
la di, y por decir tomadlo, tenedlo, dicen tomaldo, teneldo*.
Si tanta similitud se advierte en la parte destinada en el Diálo-
go a la gramática, veamos más en particular las analogías que exis-
ten en la ortografía. Comienza el Diálogo a tratar de la Ortografía
en la página 42, y pregunta Marcio: —«¿Por qué unas veces escribís
a con h y otras sin ella? Valdés.— Por hacer diferencia de cuándo es
verbo o cuándo preposición; y así, siempre que es verbo lo escribo
con h, y digo: «Quien ha buen vecino ha buen maitino>, y también:
«Quien asnos ha perdido, cencerros se le antojan», y cuando es pre-
posición escríbola sin h, diciendo: *A buen callar llaman Sancho», y
también: *A carne de lobo, salsa de perro», y <A perro viejo no cuz,
cuz», pero muy mejor veréis la diferencia que hay en el escribir a sin
h o con ella en este refrán: «Quien lengua ha, a Roma va...»
López de Velasco en su Ortografía (págs. 40 y 41), aunque arma
una verdadera algarabía respecto del verbo Aver y haber, con h y sin
ella, cosa que ya le reprobó uno de sus censores, dice, sin embargo,
que hube, hubiera, hubiste... con sus derivados, comúnmente se es-
criben con h, porque «el uso se la ha puesto». Y luego en la práctica
cuando tiene precisión de emplear el verbo haber, unas veces escri-
be: ha trocado, ha quitado, ha puesto, etc., y otras veces quita la h.
En el Diálogo (pág. 44), uno de los interlocutores pregunta al
autor: «¿Por qué escribís trujo, escribiendo otros trajo?* Y respon-
de Valdés: «—Porque es, a mi ver, más suave la pronunciación, y
porque así lo pronuncio desde que nací.» Marcio: —«¿Vos no veis
que viene del traxit latino?», etc. Y aunque el autor no reprueba el
trajo que emplean muchos cortesanos, él dice que le dejen escribir
su trujo y que los demás hagan lo que quisieren.
Velasco en la Ortografía (pág. 245), hace lo propio, y casi en los
mismos términos: «Las palabras que en castellano tienen x, y se
deben escribir con ella por tenerla en el latín de donde son toma-
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DK LAS LENGUAS» 201
das, son Alexandre..., etc. Y lo mesmo en traxe o truxe, traxo o
tmxo, de traxi^ traxit.,.* En este punto López de Velasco sostenía la
opinión de su amigo el Brócense, que indistintamente usa de esos
vocablos. (1)
Sobre el uso de la b se dice en el Diálogo (pág. 55): «Veo en
vuestras cartas que en algunos vocablos ponéis b donde otros no la
ponen, y así si decís: cobdiciar, cobdo, dubda, subdito; querría saber
porqué lo hacéis assí. Valdés: —Porque, a mi ver, los vocablos
están más llenos y mejores con la b que sin ella, y porque toda mi
vida lo he escrito y pronunciado con b.» Al llegar a este punto el
señor Cotarelo, queriendo ver contradicción entre el Diálogo y la
Ortografía, dice que Velasco escribe codiciar, codo y duda.
Permítanos el Sr. Cotarelo que una vez más le digamos que eso
no es exacto, que esa no es manera de citar ni de criticar, ocultando
cuanto no le conviene a sus fines. López de Velasco, en su Ortogra-
fía, pág. 32, dice textualmente así: «Con ser la pronunciación de la b
en fin de sílaba tan difícil y desabrida en la lengua castellana, los
antiguos la escribieron en ciertas palabras en que después de la b
o p se seguía en el latin /, que se la quitaron, dexando la ¿? o p pre-
cedente vuelta en b; como en debdo de debito, cobdicia de cupiditaie,
dubda de dubito, cobdo de cubito, rabdo de rápido, que es arrebata-
do: adonde, aunque dexaron la b, no la pronunciaban enteramente,
sino con un sonido medio entre la 6 y la v consonante. Al fin, no
pudiendo sufrir el uso la b en fin de sílaba, la ha quitado en algunos
del todo, diciendo y escribiendo codicia, o cudicia, duda, codo, reca-
do, o recaudo >, etc.
¿Dónde está, pues, la contradicción? Velasco se limita a decir,
haciendo historia, que cuantos deseaban acomodarse al origen latino
escribían b, aunque no la pronunciaban enteramente; pero que el uso
la había quitado en algunos vocablos. Lo que no dice es a quiénes
da la preferencia, si a los antiguos, que la escribían sin pronunciarla
enteramente, o a los modernos de su tiempo, que se la quitaban.
(1) Cf. ^Declaración y uso del Relox Español... romaneado por Francisco
Sánchez, natural de las Brozas, Salamanca. Año de M.D.XLIX. Págs. 2 y 4:
«con muy propinquo parentesco traxo a su linage...» «Assi que de la manera
que el mirar estas armas truxo mi ánimo...»
202 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
Y, además, el Sr. Cotarelo no se ha fijado para nada en la
similitud de los ejemplos que para unas mismas palabras se citan en
ambas obras.
Dos autores distintos, campando cada cual por sus respetos,
no es tan fácil que coincidan tan repetidamente en unas mismas
frases y palabras, aun en libros que traten de idéntico asunto.
Si el docto académico no ve esas analogías, será porque no
quiere.
Expongamos otras más breves.
El autor del Dialogó (pág. 54) reprueba, y dice que le suena
mal, que algunos escriban güevo, güerto, güeso, en vez de huevo,
huerto, hueso.
En la Ortografía (pág. 139) reprende el mismo error que hay
en el reino de Toledo, y en otras partes, en platicar y escribir con g
güevo, güeso, güerto, etc., y que no se debe decir sino huevo, hueso,
huerta, huerto, etc. Y vuelve a repetir esos mismos vocablos en las
páginas 155 y 156.
En el Diálogo (pág. 60) se aconseja el uso de las //dobles en los
vocablos que claramente proceden del latín, como effeto.
En la Ortografía (pág. 65) expone, que estará bien decir effeto o
effecto, effectuar o effetuar, de efficere. Y en la pág. 108 defiende
también ese mismo empleo de las ^dobles en las palabras derivadas
del latín, affecto, affectar, affectacion, etc., etc.
El autor del Diálogo (pág. 67) dice que él tiene por regla general
doblar la s en todos los nombres superlativos, como son: bonissimo,
prudentissimo, y en todos los nombres que acaban en essa, como
huessa, condessa, abadessa, y en los que acaban en esse, como iíite-
resse... etc., etc.
Y lo propio, exactamente, expone Velasco en su Ortografía (pá-
ginas 199 y siguientes) con estas palabras: *Assi mesmo todos los
superlativos, que son palabras de encarecimiento, como de bueno
bonissimo..., se han de escrivir (1) con dos ss, como las tiene en el
latín y otras lenguas. > «Las que originalmente tienen dos ss en el
(1) Y, a propósito del verbo escrivir, el Sr. Cotarelo afirma que López de
Velasco en su Ortografía emplea siempre escreuir. Ahí tiene un ejemplo en con-
trario de su afirmación.
SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS» 203
latín, de do son tomadas las más de las que en el castellano las tie-
nen, son Abbadessa Condessa, y huessa átfossa.*
Y basta. Ya puede ver el Sr. Cotarelo que existen analogías en
cuanto al plan y en cuanto al modo de tratarlo, pues casi siempre lo
hace con las mismas palabras. Si el docto académico quiere más
analogías, pídalas; que hay tela cortada. Y aun pudiera añadirle que
algunas de las discordancias que él indica, no son tales, si las con-
sidera con más detención. Pero, aun cuando lo fuesen, por cada una
de ellas pudieran señalarse cinco o seis concordancias de fondo y
forma entre ambos libros, en los cuales se advierten idénticas hue-
llas marcadísimas, influencias notorias de lecturas griegas, hebreas,
árabes, latinas e italianas que había tenido López de Velasco para
adaptar a la lengua española algo de lo bueno que hallaba en esas
lenguas tan relacionadas con la nuestra.
La misma insistencia de Velasco en repetir en la Ortografía
conceptos, frases, modismos y palabras de las que suele usar en el
Diálogo pueden dar a entender que, necesitando éste último, escrito
pocos años antes, nueva revisión, aprovechó de él para la Ortografía
lo que en ese punto encontró más adaptable, juntamente con los
mayores conocimientos etimológicos, adquiridos para ilustrar y pu-
blicar las obras de San Isidoro.
En una palabra. El Diálogo viene a ser en ese punto como un
ensayo o tanteo. La Ortografía muestra más estudio y perfección,
sin que deban admitirse a cierra ojos todas sus reglas, a veces con-
tradictorias en la práctica. Pero sin vacilaciones se puede afirmar
que ambas obras son de López de Velasco. Si el Sr. Cotarelo torna
a leerlas despacio, no con afán de buscar dificultades y minucias,
sino con serena conciencia académica, se verá precisado a exclamar
en su fuero interno: nil possamus adversas veritatem.
Conclusión.— A\ abarcar ahora con una mirada sintética todos
los argumentos y pormenores de esta disquisición literaria, no pare-
cerá aventurado decir que los dos puntos principales de la misma
quedan suficientemente esclarecidos. Es a saber: que el protestante
Juan de Valdés ni fué ni pudo ser el autor del Diálogo de las lenguas,
libro escrito en pleno reinado de Felipe II; y que el autor verdadero
de tan discutida obra fué el soriano Juan López de Velasco, tan eru-
204 SOBRE EL VERDADERO AUTOR DEL «DIÁLOGO DE LAS LENGUAS»
dito y benemérito de las letras patrias como acaba de verse. No so-
lamente las pruebas documentadas, sino hasta los más ínfimos deta-
lles de su vida literaria así lo acreditan. ¿Perderá de su mérito el
Diálogo al saberse que no fué escrito por un protestante, sino por
un católico rancio, como lo eran los más eminentes humanistas del
siglo XVI? Por nuestra parte, podemos asegurar que si las razones
que militan a favor de López de Velasco pudieran aplicarse al pro-
testante Valdés, con el mismo entusiasmo hubiéramos defendido a
éste; porque en crítica literaria las ideas religiosas de los autores
deben ocupar un lugar muy secundario.
Se comprende que al Sr. Cotarelo, como secretario perpetuo de
la Real Academia, le duela salirse de los moldes tradicionales de
algunos de sus antepasados, que dieron por definitivamente resuelto
este asunto. Pero la tradición no puede ser sinónima de petrifi-
cación. Pues como dijo un académico hace más de medio siglo:
«Hoy las ciencias adelantan
que es una barbaridad.»
Y de ese medio siglo a esta parte no pocos ídolos hemos visto
caer, y otros tambalearse agrietados por sus propias bases. Dejémos-
los que caigan sin llorar sobre sus ruinas. Sólo la verdad permanece
eternamente.
P. Migúele?
O. s. A.
LA VENGANZA DE UN CAPELLÁN
(conclusión)
A las cinco de la mañana siguiente, el tronar de los cañones y
los preparativos bélicos del ejército alemán helaban la sangre en las
venas de los más avezados a luchar con la muerte; los defensores del
suelo francés oprimían convulsivamente las armas entre oraciones o
blasfemias, presintiendo horas de lucha encarnizada y angustias de
muerte cruel.
¡La muerte! ¿Qué importaba morir una sola vez, cerrando los
ojos a la vida y a tantas iniquidades, cuando eran más espantosos
que la muerte misma el sobresalto continuo, la agonía prolongada,
las visiones aterradoras, la sed de venganza y el odio satánico de
millones de hombres en acecho constante para aniquilarse como
fieras en campo abierto o en las entrañas de la tierra, a la luz del sol
o en las sombras de la noche?
— Si venimos al mundo para ser demonios... maldito sea el
mundo y malditos los ejércitos alemanes y franceses. ¿No es prefe-
rible volar por los aires en los cascos de una granada a vivir mu-
riendo entre los miasmas asfixiantes de la civilización de los pueblos?
¡Qué felices son los muertos, mi capellán! ¡Qué vergonzoso es revol-
carse en el lodo y meterse, como puercos, en todas las charcas más
cenagosas, ahogando las nobles aspiraciones de Dios y fomentando
las bajezas de Lucifer!...
— ¡Pobre amigo mío! Eres valiente al luchar con los hombres y
cobarde al luchar contigo mismo. Las almas grandes, como la tuya,
saben vencer esos negros presentimientos que oprimen ahora los
latidos vigorosos de tu corazón. ¿Has olvidado que la guerra sirve
para acrisolar virtudes, subiendo los anhelos del espíritu atribulado
al trono del Rey de reyes? Acuérdate de tu madre, y...
206 LA VENGANZA DE ÜN CAPELLÁN
— |Mi madre!... ¡Madre del alma, yo no te olvido! Vas a que-
darte sin tu hijo amado. De rodillas pronuncio tu nombre y beso tu
imagen. Bendíceme por última vez, y... adiós, madre del alma; ya
no sentiré más el calor de tus besos; ya no te veré en este mundo;
te espero en el otro para no separarme de ti... Mire usted, mi cape-
llán— añadió levantándose — ; este retrato y este crucifijo me han
acompañado desde que, por última vez, me estrechó en sus brazos
cuando me llamó la guerra. Tan pronto como mi corazón deje de
latir, arránquelo usted de mi pecho y póngalo muy adentro en el
suyo para entregárselo a ella, a ella sola, diciéndole que he muerto
con su pensamiento en mi alma y con la esperanza en Dios. Sí: hoy
será mi último día; me lo está diciendo el corazón.
El ministro de Dios, el consuelo de tantos afligidos en las triste-
zas de la guerra, derramó dos lágrimas que rodaron por el uniforme
del capitán, de su condiscípulo en los días venturosos de la infancia,
de su amigo entrañable en los campos de batalla, y, una vez re-
puesto de la emoción, logró infundirle alientos con breves pero en-
cendidas frases de amor, haciéndole comprender los encantos de
la cruz llevada hasta el Calvario con resignación cristiana y amor
generoso.
—Si le oyera el coronel, quizás llegaran a su alma las dulzuras
de esas palabras confortantes y arrobadoras que me animan y esfuer-
zan en estos momentos pavorosos. Vamos a salir de este agujero,
vamos a entrar en lucha cruel, vamos a morir todos, sin un milagro
de la Providencia divina. Hable usted a nuestros soldados, que pe-
garán sus labios a la cruz antes de hundirse en el polvo para subir
a la eternidad que nos espera.
Hay en la guerra momentos solemnes, reñidos con las ordenan-
zas militares. Con el pensamiento en Dios y en las regiones del otro
mundo, el sacerdote, ayudado por el capitán, subió a una mesa que
le servía de cátedra y altar. Cesó el murmullo de los guerreros más
próximos, fueron apagándose todas las voces en las galerías que
formaban como los radios de una circunferencia, cuyo centro ocu-
paba el capellán, y con fuego en los ojos y amor creciente en
el alma, el «aumónier-poilu» habló de cosas grandes, de misterios
que están más allá de las contiendas locas de los hombres, de ver-
dades tan altas, tan solemnes y conmovedoras, que hasta el estam-
LA VENGANZA DE UN CAPELLÁN 207
pido de los cañones que seguían anunciando la muerte sonaba a los
oídos de los atrincherados como eco lejano y voz de ensueño casi
imperceptible. Las palabras que brotaban de labios del sacerdote
cual de fuente misteriosa infundían valor y alientos sobrehumanos
al ensalzar el sacrificio, haciéndole resplandecer en toda su grandeza
y majestad.
— ¡Soldados! — gritó al concluir su arenga patriótica y fervorosa—,
los cañones de nuestros adversarios están llamando a las puertas de
otra vida mejor que la presente; los que hayan de entrar en ella con
la frente levantada, como deben entrar los valientes, caigan de rodi-
llas para recibir la absolución sacramental que voy a daros; soy mi-
nistro del Rey de los ejércitos.
Y hecha la señal de la cruz sobre cuantos se inclinaron contritos,
saludó militarmente a los vivos y pidió una oración por los muer-
tos, y., por los que iban a morir en defensa de la patria.
Los acentos conmovedores del Padrenuestro, recitado en voz alta
y vigorosa, llenaron los ámbitos del subterráneo y ensancharon el
seno de corazones oprimidos.
— El coronel le ha escuchado detrás de la bandera. ¿Será esto
un dato más, un argumento nuevo para llamarle a usted al orden e
imponerle un corectivo?
— No seas malicioso, hijo mío; perdona como yo perdono. Dios
se vale del peligro para llegar al fin sublime de sus designios.
Seguían cruzándose las bombas por encima de las trincheras. A
las seis horas de fuego de cañón, los defensores de las alemanas se
vieron obligados a retroceder a otras más separadas de las francesas,
a la vez que de éstas salían precipitadamente grupos de soldados a
la conquista de un pedazo de tierra, que había de pertenecer poco
después a sus primeros ocupantes. En aquel avance impetuoso,
cuando los franceses iban a posesionarse de la primera zanja aban-
donada por los alemanes, surge de la segunda una serie de ametra-
lladoras que cubren el suelo de víctimas. Mézclanse los ayes de los
heridos, y encuéntranse en la eternidad los muertos.
Un silencio imponente hace más fúnebre aún la tristeza del hos-
pital de sangre, muy próximo a la línea de fuego; de vez en cuando
un gemido, un grito, una palabra malsonante, el nombre de la espo-
208 LA VENGANZA DE UN CAPELLÁN
sa, de la madre, del hijo; el estertor de una agonía, los pasos de ca--
muleros entrando en la sala con nuevos heridos, o de los enterrado-
res saliendo con algún muerto... y el murmullo de las Hermanas que
rezan, consuelan y piden misericordia.
Los enfermos no pueden vagar por la región de las ilusiones;
no pueden fortalecerse con ninguna esperanza, abrumados por la
certidumbre de un desenlace fatal y próximo, cuando no los sepa-
ran de las puertas mismas del teatro de la guerra. Con el instinto
casi infalible de los que sufren, se concentran en sus propias desven-
turas y piensan con dolor inevitable: «Dejarnos aquí, muy cerca
del lugar en que hemos derramado nuestra sangre, es declararnos
moradores del otro mundo. > Este es el pensamiento que se revela
en sus caras tristes, en sus facciones azotadas, más que por el sufri-
miento físico, por el martirio del alma que lucha inútilmente con la
imposibilidad de animar un cuerpo destrozado.
No exige la Providencia, para rescate de los pueblos, torrentes
de sangre inocente o criminal que empape la tierra que les dio para
ganar victorias de un orden superior, transcendental y divino, sino
esa otra sangre que brota de las llagas abiertas en el alma por el
dolor y el sufrimiento.
Ese dolor que transforma, ese sufrimiento que ennoblece, subli-
mados con los tesoros de la resignación cristiana, son notas armo-
niosas en el hospital del frente, a la sombra de la cruz roja, visible
desde el campo fúnebre de batalla, donde rugen de nuevo los caño-
nes, con bramidos de infierno, cual si pretendieran destrozar el
alma que huye de la tierra envenenada por los hombres y se agita
y suspira por la región de paz, regalo de Dios misericordioso.
Muy cerca de allí, los soldados corrían, cantando unos, silencio-
sos los más, hacia la región pavorosa de la muerte, para recibir su
beso frío y dormirse para siempre en sus brazos helados. En el hos-
pital de sangre, la despedida del tiempo no tiene el mismo brillo ni
ostenta la misma gloria anhelada por los valientes. En el ímpetu
fogoso del combate, franceses y alemanes saludaban las balas que
perforaban su corazón y los trozos de granada que deshacían su pe-
cho para volar sin miedo a las playas del otro mundo. En las salas
del infortunio, la muerte rondaba con pasos silenciosos el lecho de
los agonizantes, saliendo traidora de la sombra y clavando anhelante
LA VENGANZA DE ÜN CAPELLÁN 209
SUS garras en la presa inerme y escuálida, poco antes llena de juven-
tud y vida.
Pero se escuchan entre los ayes de los heridos acentos de amor,
consuelo y esperanza, poco frecuentes en los campos de batalla.
Hay corazones bajados del cielo, hay Hermanas de la Caridad que
aman a los pobres soldados, aun antes de verlos perder la vida, que
prodigan ternuras para infundirles confianza e iluminar su agonía.
Dios habla a los que se van por boca de esos ángeles que multipli-
can su actividad prodigiosa y su amor fecundo a medida que se
multiplica la gracia en corazones arrepentidos, principalmente en
aquellos que más se han manchado en el lodo de la perfidia.
Hay un moribundo que gime en el rincón más apartado de la
sala. Ve en los senos del alma y recuerda entre sollozos que, a los
pocos días de su primera y única comunión, fué arrastrado por los
azares de la vida, sin el calor vivificante de una madre que vendara
las heridas mortales de una enseñanza impía. Aprendió el desventu-
rado en una escuela laica primero, en una Academia militar después,
y en orgías desenfrenadas más tarde, que el alma es un embuste, la
vida futura un mito, el placer una verdad, la virtud una cobardía, y
la existencia de un Juez rectísimo e inexorable, temor de beatas
ñoñas y doctrina de «imbéciles vestidos de negro». Muy pocos días
antes, en el fragor del combate, en las exploraciones nocturnas, pi-
sando cadáveres y atravesando pechos o deshaciendo cráneos de
agonizantes, la religión era un embrollo; sus ministros, vil canalla;
Dios, recurso de necios y protector de necios. La otra vida, gran
recurso de indoctos. Luego... su cuerpo magullado y los gritos de
su conciencia le hacían pensar en el fin de la vida que amó y en la
posibilidad de otra que negó.
El recuerdo de una mujer a quien apenas dio el dulce nombre
de madre, el de su priniera y fervorosa comunión, hacía cuarenta y
seis años; otras comuniones de despedida en el hospital de sangre;
la vista diaria de heroísmos realizados por madres vírgenes de tantos
heridos; los dolores de miembros destrozados y las congojas de un
alma que empezaba a temer lo invisible y problemático.., le dan fuer-
zas para decir a un «ángel en forma de mujer» que se multiplica en
la sala y se desvela por todos:
—Hermana, quisiera hablar con un sacerdote.
16
210 LA VENGANZA DE ÜN CAPELLÁN
¡Un sacerdote!... La monja lucha por retener las lágrimas. Se in-
inclina sobre el moribundo; le habla de Dios, de la contrición, de la
Virgen, Madre de todos los desventurados...
— Sí; soy desventurado, soy criminal... me lo dijo un cura...
—¡Dios mío! — exclamó la Hermana en voz alta — . ¡Y que no haya
aquí un sacerdote para estos desgraciados que se van!
— Sí, hermana: hay uno allá... al extremo...; pero ¡está tan mal!
Entró conmigo.
La religiosa vuela al sitio indicado y se detiene desolada ante el
lecho del ministro de Dios. La esperanza se disipa. Es imposible
despertar la vida en aquel cuerpo de aspecto cadavérico.
¡Pobre cura! No ve, no oye; está en un síncope desde que le con-
dujeron allí por la mañana. No ha muerto aún, ¡pero se halla tan
próximo al desenlace!... Está en un charco de sangre...
— ¡Nada puede hacerse! — había suspirado el médico al verle en-
trar por la mañana.
—¡Nada puede hacerse! — suspiró también la monja—. ¡Y el otro
desgraciado espera un auxilio imposible. ¡Dios mío, Dios mío!
Pero ¿qué divino poder otorga el cielo en ciertos momentos a la
fe suplicante? Los ojos moribundos se entreabren al sonar junto a
ellos el nombre de Dios: el moribundo siente el fuego último de su
vida expirante. No habla, pero toda la fuerza de su alma se concen-
tra y aparece en la nitidez de su mirada.
La religiosa comprende que están contados los momentos; sabe
que todo es posible y que hay energías sobrehumanas en el deposita-
rio del poder divino; recobra todo su valor en este momento trágico
y se atreve a comunicar al moribundo el deseo de otro moribundo.
— Un desgraciado que muere pide la absolución.
Apenas pueden distinguirse las frases apagadas del soldado sacer-
dote que anhela desempeñar su misión sublime en los umbrales de
la muerte.
— jTrái...ga...le!
—¡Imposible!
—Lié., ve.. .me. Pron...to.
—¡Imposible, padre, imposible!
—¡Lléveme!— ordenó con voz imperiosa y enérgica.
Pensando en la omnipotencia y misericordia infinita del Señor,
LA VENGANZA DE UN CAPELLÁN 211
la religiosa da las órdenes oportunas, y cuatro enfermeros llevan
suavemente la cama del moribundo al sitio designado. Luego, sin
articular una sola palabra, en el más profundo silencio y con el res-
peto debido a dos agonizantes, juntan sus cabezas y se retiran emo-
cionados.
El sacerdote abre los ojos y dice en voz baja, pero clara y severa:
—Vamos, muchacho, date prisa, porque esto se va... Habla, hijo,
¿no dices nada...? ¡Ha muerto ya!— pensó con dolor profundo— ¡Dios
te premie...! Padre nuestro, que estás en...
—¡Perdón, padre, perdón!
Una sacudida inesperada agitó los pocos miembros sanos del
sacerdote que recobró vida nueva en aquellos trances de muerte.
Con la mano izquierda, inmóvil hasta entonces, aprieta un retrato y
un crucifijo que inconscientemente aprisiona en ella; vuelven a su
corazón latidos vigorosos, cruzan por su espíritu recuerdos tristes y
alegres: todo un mundo nuevo, todos los episodios de las trinche-
ras, de los combates, de las ambulancias, de los heroísmos y cobar-
días, cual si Dios se complaciera en derramar torrentes de luz es-
plendorosa en una inteligencia próxima a extinguirse.
— ¡Gracias, Dios mío! — exclamó con voz potente, que se oyó en
toda la sala—, me has concedido más de lo que te pedí. Ya me has
vengado. ¡Bendito seas!
En medio de un silencio sepulcral, se incorporaron algunos mo-
ribundos para dirigir sus ojos apagados hacia el rincón donde iba a
descender la vida; la Hermana y los camilleros se postran en- tie-
rra como heridos por fulgor de los cielos; los labios del coronel
sólo pudieron articular: «¡Perdón..., padre... mío... absolución...!»
Y se oyó en toda la sala el acento de una voz salvadora: Ego te
absolvo in nomine Patris, et Filii et Spirítus Sancti.
Cuando la monja y los enfermeros quisieron separar aquellos
dos cuerpos, la cabeza del sacerdote cayó sobre el pecho del coro-
nel que suspiró por última vez:
— ¡Es mi vida..., dejadle!
Al día siguiente dormían juntos el sueño eterno en la misma fosa,
adornada con la cruz redentora.
P. Julián Rodrigo.
o. S. A.
ANTONIO PÉREZ
(aclaración a los capítulos VIII, X Y XI DEL LIBRO I DE LA «HISTORIA
DE VARIOS SUCESOS», DEL P. FR. JERÓNIMO DE SEPÚLVEDA^^' )
El 3 de noviembre de 1611, un anciano de setenta y dos años,
mandó escribir a su fidelísimo amigo Oil de Mesa la siguiente
declaración y protesta, que firmó con mano temblorosa y débil, de-
jando de existir pocas horas después.
Decía así el importantísimo documento, extendido y autorizado
en momento tan grave y solemne:
^Declaración hecha por mí, Antonio Pérez, a la hora de mi muerte,
la cual no pude escribir de mi mano por hallarme fatigado en tal paso;
y por esto rogué a Gil de Mesa la escribiese de la suya en la forma y
tenor que yo le fuese diciendo.
Por el paso en que estoy, y por la cuenta que voy a dar a Dios,
declaro y juro que he vivido siempre y muero como fiel y católico
cristiano; y de esto hago a Dios testigo.
Y confieso a mi rey y señor natural, y a todas las coronas y rei-
nos que posee, que jamás fui sino fiel servidor y vasallo suyo; de lo
cual podrán ser buenos testigos el señor Condestable de Castilla y
su sobrino el Sr. D. Baltasar de Zúñiga, que me lo oyeron decir di-
versas veces en los discursos largos que tuvieron conmigo, y los
ofrecimientos que muchas e infinitas veces hice de retirarme adon-
de me mandase mi rey a vivir y morir como fiel y leal vasallo.
Y ahora últimamente, por mano del propio Gil de Mesa y de
otro mi confidente, he escrito cartas ai Supremo Consejo de la In-
quisición, y al ilustrísimo cardenal de Toledo, Inquisidor general, [y]
(1) Véase La Ciudad de Dios, vols. CXV, págs. 465-478; CXVI, págs. 402-
410, y CXVII, págs. 106-109.
ANTONIO PÉREZ 213
al señor obispo de Canarias, ofreciéndoles que me presentaría al di-
cho Santo Oficio para justificarme de la acusación que en él me había
sido impuesta; y para esto les pedí salvoconducto, y que me presen-
taría donde me fuese mandado y señalado, como el dicho señor
Obispo podrá atestiguar.
Y por ser esta la verdad, digo que si muero en este reino y am-
paro desta corona, ha sido a más no poder, y por la necesidad en
que me ha puesto la violencia de mis trabajos, asegurando al mun-
do todo esta verdad, y suplicando a mi rey y señor natural que con
su gran clemencia y piedad se acuerde de los servicios hechos por
mi padre a la Majestad del suyo y a la de su abuelo, para que por
ellos merezcan mi mujer e hijos, huérfanos y desamparados, que se
les haga alguna merced, y que éstos, afligidos y miserables, no pier-
dan, por haber acabado su padre en reinos extraños, la gracia y favor
que merecen por fieles y leales vasallos, a los cuales mando que vi-
van y mueran en la ley de tales.
Y sin poder decir más lo firmo de mi mano y nombre, en París
a 3 de noviembre de 1611. Antonio Pérez (1).»
¿Qué causas impidieron a aquel español, según su deseo, repeti-
das veces manifestado, cerrar los ojos bajo el cielo patrio, de donde
hacía veinte años que se hallaba desterrado?
¿Qué crímenes, desventuras o persecuciones le pusieron en situa-
ción tan amarga?
¿Qué juicio han de merecer a los historiadores las afirmaciones
contenidas en este documento?
Preguntas que vamos a contestar brevemente.
Aun cuando se ha dicho por algunos historiadores haber sido '■-Nacimiento.
padres y educación
cuna de Antonio Pérez la villa de Monreal, del marquesado de Ari- de Antonio Pérez.
za, en el reino de Aragón (2), es ya opinión común que nació en
(1) Don Salvador Bermúdez de Castro; Antonio Pérez, Secretario de Estado
del Rey Felipe II. Estadios históricos... Madrid, 1841, págs. 284-286, citado por
Mígnet: Antonio Pérez y Felipe II. Traducción de la Sociedad Literaria bajo la
dirección de D. Wenceslao Ayguals de Izco. Madrid, 1852, págs. 91, c. 1, y Don
Cesáreo Fernández Duro: Estudios históricos del reinado de Felipe II... Antonio
Pérez en Inglaterra y Francia {1591-1612). Madrid, 1890, págs. 364-366. Fernán-
dez Duro y Mignet no traen el encabezamiento ni la firma de la declaración.
(2) Entre otros, Uztarroz: Biblioteca aragonesa, manuscritos, pág. 69, ci-
tado por Gallardo: Ensayo de una Biblioteca Española de libros raros y curio-
214 ANTONIO PÉREZ
Madrid, por los años de 1534, como lo acreditan documentos fide-
dignos (1).
Fué su padre Gonzalo Pérez, secretario de Carlos V y Felipe II,
muy conocido en la república de las letras y experto en los ne-
gocios de Estado (2), que le hubo, a lo que fundadamente se cree,
de «María Tobar, mujer casada (3)», siendo él clérigo.
Carlos V legitimó a Antonio Pérez en abril de 1542 (4).
Cuidó Gonzalo Pérez de la educación de su hijo, enviándolo a
Salamanca, Alcalá de Henares, Lovaina, Venecia y Padua, siendo
sus preceptores Hernando de Escobar, Pedro Nanio, profesor lova-
niense, «ingenio agudo y pronto, de noticias tan universales como
acreditan sus escritos (5)»; y Antonio Mureto y Carlos Sigonio, «eru-
ditos oradores» de Venecia (6). Con tales maestros y la ayuda de su
despierto ingenio, Antonio Pérez hizo pronto notables progresos.
II. -Secretario Vuclto a España, sucedió a su padre, Gonzalo Pérez, en el des-
de Felipe 11.
pacho, como secretario de Estado en las cosas de Italia. No entró de
secretario del Rey luego que murió su padre, transcurriendo entre
uno y otro hecho algún tiempo, por ver Felipe II, según afirmación
de Cabrera de Córdoba, que el brillante y apuesto Pérez era «mozo
derramado (7)».
Afilióse Pérez en política al bando de su patrocinador, y gran pri-
vado del Rey, el príncipe de Eboli, Ruy Gómez, figurando entre los
sos .. III, cois. 1156-1160, y el cronista doctor Juan Francisco Andrés en el
Aganipe de los Cisnes aragoneses, celebrados con el clarín de la fama. Gallardo,
Ensayo, I, c. 205.
(1) Alvarez Baena: Hijos de Madrid, t. I. Madrid, 1789, pág. 121.
(2) Véase la «Breve noticia de Gonzalo Pérez», por el P. Esteban de Artea-
ga y López, S. J., en la Colección de documentos inéditos para la Historia de Es-
paña, t. XIII, págs. 531-549.
(3) Información sobre los alborotos de Aragón, por Lupercio Leonardo de
Argensola, dada en 1604. Cita de D. J. Fernández Montaña, Nueva Luzy Juicio
verdadero sobre Felipe II, Madrid, 1882, págs. 347, nota 2.
(4) Véase la Carta de legitimación, en la Colección de Documentos inédi-
tos, XIll, págs. 389-93. En esta carta se llama al hijo de Gonzalo Pérez, Anto-
nio Pérez del Hierro.
(5) Uztarroz: Biblioteca aragonesa, en el Ensayo de Gallardo, t. III, c. 1.156.
Fernández Montaña, Nueva Luz..., pág. 348.
(6) Uztarroz, 1. y o. c.
(7) Felipe II rey de España, t. I, lib. VII, cap. VII, págs 490-91.
ANTONIO PÉREZ 215
más abiertos y decididos adversarios de la parcialidad apellidada de
los Toledos, que capitaneaba el Gran Duque de Alba, a quien Pé-
rez trató frecuentemente sin consideración y con altanería (1).
El 3 de enero de 1567 casó el Secretario en Madrid con la noble
señora doña Juana Coello y Vozmediano (2), que tan importante in-
tervención tuvo en el proceso y fuga de su marido.
Pronto supo la corte que el nuevo Secretario era hombre ducho
y habilísimo en el manejo de los negocios; que sus modales refina-
dos atraían las miradas de todos; que él daba la norma de la elegan-
cia con su propio modo de vestir, el de su casa y criados; que su
morada, por los objetos de arte en ella reunidos por el buen gusto
que allí reinaba, y por la cortesía y afabilidad de su dueño, era el cen-
tro y punto de reunión de no pocos linajudos señores del reino.
Las buenas cualidades de Pérez se hallaban contrapesadas y obs-
curecidas por graves defectos: era soberbio, vanidoso y fatuo, de
costumbres corrompidas, de vivir vicioso y desordenado (3).
Para alimentar el lujo escandaloso y la fastuosidad petulante, no
dudó en recibir dádivas, vender cargos e influir cuanto pudo en la
(1) La aversión que Antonio Pérez muestra siempre al gran Duque de Alba
le fué inculcada con esmero cuidadoso y vengativo por su padre Gonzalo Pé-
rez: «El duque de Alba - escribía a Granvela-ha querido jugarme una pieza;
pero entienda que yo tengo los huesos muy duros, y él los dientes muy tiernos
para quebrantármelos. Téngale prevenido un sobrino , que sabrá vengarme de to-
dos los lazos que me arman: criéle con sumo cuidado, y le voy instruyendo poco
a poco en el manejo de los negocios: es mozo de grande ingenio, y espero que
saldrá excelente en este arte». Gonzalo Pérez llamaba sobrino al hijo, por
rubor, dice el P. Arteaga, de confesar su flaqueza juvenil. Doc. inéd., XIII,
página 541.
También Ruy Gómez era enemigo declarado del Duque de Alba.
(2) Alvarez Baena: Hijos de Madrid, t. 1, pág. 121.
(3) «Antonio Pérez estaba en gran privanza, ayudado del marqués de los
Vélez, y usaba mal del favor, derramado, no virtuoso, demasiadamente sun-
tuoso y curioso, en el vestir rico y odorífero, y pomposo en su casa, y por su-
perior trataba con los demás secretarios, fiando en la necesidad que juzgaba
tenía del el Rey, por su experiencia y participación de secretos, y por la mu-
cha mano que le había dado y él tomado de los negocios... Favorecía a mu-
chos, usaba liberalidad con los amigos, cortés y apacible aun con los no co-
nocidos en las conversaciones y cuando se ocupaba con ellos. Tenía los dotes
casuales de naturaleza, gentilhombre de cuerpo, buen rostro, como a varón
convenía, mas estaba muy lexos de poseer gravedad de costumbres o tem-
216 ANTONIO PÉREZ
provisión de nombramientos a favor de los más espléndidos y gene-
rosos donantes y postores.
Al par que su influencia con unos, como suele suceder, creció la
enemiga de no pocos, a quienes daba en rostro tanta ventura, arro-
gancia y vanidad.
En 1570, a la muerte de Francisco de Eraso, fué nombrado An-
tonio Pérez su sucesor en la secretaría de Estado, que desempeñó
hasta julio de 1579.
III .- Asesinato £1 31 (je marzo de 1578, por la noche, en la cercanías de la igle-
bedo"secretario de sia de Santa María, de la Corte, fué asesinado de una estocada Juan
D. Juan de Austrii. ^^ Escobcdo, sccrctario dc don Juan de Austria, que había venido a
Madrid a conseguir dinero y auxilios del Rey para don Juan, gober-
nador de Flandes a la sazón.
Esta muerte violenta y en persona calificada fué pronto objeto
de todas las conversaciones, y el rumor público señaló como insti-
gadores y autores morales de ella ai secretario de Estado y a la prin-
cesa de Eboli.
Lo cierto es que los asesinos fueron buscados y recompensados
por Pérez, y, según varios autores contemporáneos, para animarlos
y asegurarlos en el crimen les dio una cédula con la firma de Feli-
pe II, en la que el Rey ordenaba la muerte de Escobedo, y después
del asesinato los acogió y ocultó en su casa para librarlos de la jus-
ticia.
De estas cédulas solían entregarse a los secretarios en blanco
con la firma real a fin de que se despachasen prontamente y con
autoridad los negocios que no podían demorarse sin inconvenien-
te, quedando encargado el secretario de llenarlas según las necesi-
dades (1).
planza en los deleites y pasatiempos, dado al regalo y magnificencia, y algu-
nas veces a vicios y superfluidad, metiendo grandes y vivos aborrecimientos,
aunque era aprobado de muchos, que en tanta dulzura de deleites querían el
supremo imperio, no demasiado estrecho ni muy riguroso». Cabrera de Cór-
doba: Felipe Segundo, II, lib. XII, cap. III» pág. 449.
(1) En el diálogo que pone el P. Jerónimo de Sepúlveda en boca de Anto-
nio Pérez y el capitán que, según él, mató a Escobedo, dice: «Señor Antonio
Pérez: ¿cómo sabré yo que su Majestad gusta que yo le mate?» Respondió:
«Porque me lo ha dicho a mi, y porque lo haga con más seguridad, yo le daré
una cédula, firmada de mano de su Majestad, para que lo haga». Y como él te-
ANTONIO PÉREZ 217
Prestando los historiadores excesiva fe a los escritos de Antonio
Pérez no han vacilado en achacar la orden de la muerte a Felipe 11.
Los motivos de este mandato, escriben, copiando al mismo Pérez,
fueron para evitar que Escobedo siguiera alentando los planes ambi-
ciosos y los sueños quiméricos de don Juan de Austria. Esta opinión
la han seguido modernamente el marqués de Pidal, Mignet, Muro,
Cánovas del Castillo y otros, siendo el último, que yo sepa, el hispa-
nista inglés Martín Hume (1).
Que Felipe II estaba cansado de Escobedo, de sus continuas pe-
ticiones y demandas, y de la demasiada y áspera franqueza con que
se expresaba, es indudable (2); pero admitir por esto, como Cabrera
de Córdoba, que «no le desplació» aquella muerte violenta parece
mucho afirmar (3).
Ateniéndonos al relato de los historiadores contemporáneos, las
nía las firmas, y lo tenía todo fué cosa muy fácil de hacer». La Ciudad de
Dios, vol. CXV. 1918, pág. 470.
<Le hicieron matar a Escobedo la Princesa y Pérez, a un soldado, diciendo
que su Majestad lo mandaba, para lo cual le dio firma de su Majestad hinchiendo
una de las cédulas que en blanco su Majestad le habla dado firmadas» . Fray Juan
de Vitoria, dominico: Noticia de los reyes de España^ en La Ciudad de Dios,
CXV, pág. 471.
«Determinó (Pérez) el matalle a hierro... con una cédula que le dio (a García
de Arce) con firma del Rey de las que se dan en blanco a los embajadores y vi-
rreyes para la brevedad de algún negocio, que perdería su execución enviando
por mandato al Rey. Recogió los matadores Antonio Pérez, y los aseguró has-
ta que hubiese campo seguro para avialios». Cabrera de Córdoba: Felipe Se-
gundo, II, lib. XII, cap. III, pág. 448.
(1) El enigma de Antonio Pérez, en «^Españoles é Ingleses en el siglo XVI.
(Estudios históricos) por Martín Hume C. de las Reales Academias Española y
de la Historia*. Madrid, 1903, páginas 167-203.
(2) «La venida de Escobedo es tan cierta como veréis por esa su carta, y
aunque no parece que debe ser a pedir dineros, quedo yo tan podrido y can-
sado della que no puede ser más; aunque convendría despacharle luego no
dexo de sospechar que se deven de cargar allá con él y que esta deve de ha-
ber sido más causa dembiarle que otra ninguna». Respuesta autógrafa de Fe-
lipe II a Mateo Vázquez, en San Lorenzo, a 25 de junio de 1577. La Prince-
sa de Eboli, pág. 15 de los apéndices. Cita de D. J. F. Montaña: Nueva Luz,
pág. 390, nota 1.
(3) «Estaba el Rey enfadado y ofendido de Escobedo, ambicioso y libre en
pedir y advertir fuera de lo que le tocaba, entremetido, presumido y de sí de-
masiadamente satisfecho...; y asi nO|desplació al Rey su muerte». Felipe Se-
gundo, II, lib. XÍI, cap. III, pág. 449.
218 ANTONIO PÉREZ
verdaderas causas del asesinato fueron el temer Pérez que Escobedo
descubriera su falsía y mal comportamiento en la secretaría de Esta-
do, y, principalmente, el haber Escobedo reprendido los ilícitos tra-
tos de la princesa de Eboli y el Secretario. Léanse los siguientes tes-
timonios:
«El noveno (cargo), que haviendo venido Escobedo a la Corte,
temiendo Antonio Pérez, denunciado, que el dicho secretario Esco-
bedo descubriría dichos delitos y falsedades, determinó de hacerlo
matar, como de hecho lo hizo, aunque primero tuvo orden de ha-
cer quemar los papeles del dicho Escobedo por los cuales constaba
de las dichas relaciones, crímenes y delitos, y de fama pública» (1).
«El secretario Escobedo puso luego por obra lo que le mandó su
rey, y como vio que el secretario Antonio Pérez, entraba y salía de
allá tantas veces y a horas extraordinarias, y que el Rey Católico te-
nía ya noticia de ello, porque él mismo de palabra se lo dijo, como
vio que iba aquello muy de rota, todavía no quiso venir con ello al
Rey Católico, sino díjoselo (que no debiera) a la mesma Princesa,
y que mirase que su Majestad decía que era su voluntad que no en-
trase allá el secretario Antonio Pérez, y que si le consentía entrar
más no podía dejar de ir con ello al Rey. Ella lo llevó muy mal y lo
sintió mucho, y no vía la hora de verse con el secretario Antonio Pé-
rez para decírselo, y ansí en entrando, que no tardó mucho, se lo
contó, y visto por Antonio Pérez determinó de hacerle matar (2)».
«Muerto Ruigómez, yendo el secretario a visitar a la Duquesa
halló al Antonio Pérez echado en la falda de la Duquesa. Repren-
diólos, por ser hechura de Ruigómez, por lo cual le hicieron ma-
tar.» (3).
«Antonio Pérez tenía odio a Escobedo por habérsele opuesto al
(1) Sumario del Proceso Pris Fiscalis Dni Nrí Regís contra Antonium Pérez
Secretarium. Ms. 6.552 de la Nacional de Madrid, fol. 3 r. y v. Letra del s. XVI,
Es lo transcripto el cargo noveno de la acusación que contra Pérez hicieron a
fines de 1590 en la Cancillería de Aragón, los fiscales Jerónimo Bax y Antonio
Pérez Godino.
(2) P. Fr. Jerónimo de Sepúlveda: Historia de varios sucesos, La Ciudad de
Dios, CXV, pág. 470.
(3) Fr. Juan de Vitoria; Noticia de los Reyes de España, La Ciudad de Dios,
CXV, 470.
ANTONIO PÉREZ 219
curso de algunos empleos amorosos que aborrecía, y le reprendía
por las causas que los dos secretarios sabían, y esto aceleró la ruina
dellos.» (1).
En el Proceso criminal (págs. 141-149), declaran doña Catalina
de Herrera y doña Beatriz de Frías sus sospechas de haber la Prin-
cesa y el Secretario ordenado el asesinato de Escobedo por venganza
y resentimientos que contra él tenían. Sean o no auténticas estas de-
claraciones, punto del que trataré más adelante, demuestran que ge-
neralmente se creyeron causas del asesinato de Escobedo las que voy
exponiendo.
Don Lorenzo Vanderhamen y León (2) copia casi materialmente
el relato de Cabrera de Córdoba.
El mismo Pérez admitió la suposición, pues escribe que la
mujer e hijos de Escobedo, «luego en sucediendo la muerte, acu-
dieron al Rey Católico a pedir justicia de ella contra Antonio Pérez.
Añadieron en la demanda que entendían que había sido auctor de
aquella muerte por orden y satisfación de la princesa de Eboli. Esto
fué sospechando que podía haber procedido de la lengua del muerto
la causa de ella. Porque con pretexto de celo de criado (que tal había
sido del príncipe Ruygómez) hablaba mal en la familiaridad de An-
tonio Pérez con la Princesa de Eboli, olvidado en esto de la obliga-
ción y respeto debido a haber sido también criado de Gonzalo Pérez,
padre de Antonio Pérez.» (3).
Desde luego que la prisión de la Princesa y Pérez la motivara el
despecho de Felipe 11 al ver en su secretario un rival afortunado,
como se ha escrito generalmente, es hipótesis hoy insostenible des-
pués del estudio de D. Gaspar Muro, poco amigo del Rey Pru-
dente (4); y, por tanto, hay que buscar otra causa de aquel crimen
misterioso. Anotemos, antes de pasar adelante, que la recia y vo-
luntariosa Princesa había prometido hacer dar de puñaladas, aun en
presencia del mismo Rey, al secretario Mateo Vázquez, obligado por
su oficio a oír la demanda que contra Pérez puso la familia de Es-
(1) Cabrera de Córdoba: Felipe Sefrundo, II, lib. XII, cap. III, pág. 448.
(2) Don Ivan de Avstria, fol. 318 v., Madrid, 1627.
(3) Las Obras y Relaciones, págs. 6-7.
(4) La Princesa de Éboli, Madrid, 1877.
220 ANTONIO PÉREZ
cobedo. Muchos y graves personajes intercedieron y suplicaron en
favor de la Princesa, sin que jamás blandease el ánimo del Rey, mu-
riendo la Eboli presa en Pastrana en 2 de febrero de 1592. Grave
debió de ser su culpa, para tan largo encierro.
Admiten algunos que, efectivamente, aquella muerte fué resul-
tado de la venganza de la Princesa y Pérez, y afirman que la habili-
dad del Secretario consistió en realizar su propósito arrancando al
Rey con maña, y so color de las supuestas y alentadas ambiciones
de don Juan de Austria, una orden para matar a Escobedo.
Que hubo cédula con la firma real, dada por Pérez a los asesinos,
parece cierto por los testimonios que más atrás hemos copiado; pero
¿cómo se prueba la existencia de la orden de Felipe II para matar al
secretario de su hermano?
El marqués de Pidal tiene por indudable que Felipe II dio aque-
lla orden (1); aun cuando en otro lugar diga, y con razón, «que no
se concibe cómo (el Rey) llegó a permitir que se persiguiese a Pérez
directamente como autor de la muerte de Escobedo» (2).
Martín Hume, en su estudio ya citado, El enigma de Antonio Pé-
rez, dice igualmente que el mandato de la muerte emanó del Rey, y
para salvar la dificultad que surge inmediatamente al pensar un
poco que si Felipe II dio la orden no debió de perseguir a Pérez por
haber cumplido lo que se le mandaba, forja la hipótesis siguiente:
Es cierto, según él, que el Rey Católico encomendó a Pérez qui-
tara de en medio a Escobedo; pero se ejecutó la muerte de Escobedo
cuando ya éste políticamente no estorbaba, y en ello estriba la res-
ponsabilidad de Pérez: en haber cometido un crimen innecesario.
Mas ocurre preguntar, y me extraña que no se le ocurriera a Hume:
¿Por qué Felipe II, puesto que ya no existían las razones políticas
con que se justificaba la muerte, no dio contraorden? No sería cierta-
mente, por falta de tiempo, por cuanto el mismo Hume confiesa que
varios meses antes del asesinato habían desaparecido los motivos de
aquella determinación; ni tampoco seguramente por olvido, pues un
asunto de esta calidad no se olvida, y Felipe II tendría otras faltas,
pero su memoria era prodigiosa.
(1) Historia de las Alteraciones de Aragón... I, págs. 293-94.
(2) ídem id., pág. 350.
ANTONIO PÉREZ 221
¿Qué pruebas alega Hume en favor de su teoría?
Vagas expresiones de manuscritos del Museo Británico, y espe-
cialmente de los ya clásicos de La Haya, cuya autenticidad, como se
verá adelante más detenidamente, nadie ha probado y demostrado
hasta la fecha.
Ni ha sido Hume el primero que ha tratado de descifrar este
enigma. Ya en el siglo XVII intentó resolverlo un francés, según la
curiosa nota que copio de un manuscrito del siglo XVIII, que a la
vista tengo. Dice textualmente: «En una obra francesa, /oí/rAza/ d'Es-
pagne (1), dice el autor, que en Madrid el año de 1658 le contó un
Consejero que era verdad que Antonio Pérez amaba a la princesa
de Eboli y que andaba celoso de Escobedo; que le hizo matar por
el Rey, engañado por Pérez, diciéndole que Escobedo traía tratos
con Francia. Que el Rey, desengañado y remordido, persiguió des-
pués a Antonio Pérez. >
Pero dejemos las hipótesis y examinemos la pieza principal, que iv.-ei famow
ha servido de base para afirmar la participación de Felipe II en el rode*i890.
asesinato de Escobedo, y se considera como alegato incontrovertible
de la culpabilidad del Rey Católico.
Empecemos dando las principales versiones del billete.
Primera redacción:
. < Decid a Antonio Pérez que ya sabe cómo yo le mandé que matase
al secretario Escobedo por las causas que él sabe: que a mi servicio
conviene que las declare. >
Este billete no está completo, según el mismo Pérez, sino «en
substancia>.
Relación sumaria del Discurso de las prisiones y aventuras...
Doc. inéd., XIII, pág. 373.
Segunda redacción:
€ Discurría Rodrigo Vázquez con el Rey assy (2): Que ya que
Anto. Pérez se libraua, por el congierto con Escouedo de la muerte de
su padre, mirasse su Magestad, que auia corrido mucho auerse co-
(1) En el ms. se pone esta signatura: Bibl. /?.' est.^ 50 caj. 5 en 4." Como es
sabido, parte de los fondos de la Biblioteca Real fueron a formar la actual
Nacional, de Madrid.
(2) Al margen: Villete del Rodrigo Vázquez al Rey.— Lo que va con bastar-
dilla en la copia del texto está del mismo modo en las Relaciones.
222 ANTONIO PÉREZ
metido aquella muerte por orden suya, y que a su auctoridad conue-
nia descubrir se ya y mandar a Ant. Pérez, que declarasse las cau-
sas, y motiuos, que huuo para hazerse aquel castigo. Y añadía estas
palabras de que me acuerdo: Dase Señor a entender a Ant, Pérez
que no esta prouada (1) la muerte por el progesso (aunque para mi
basta si huuiere de ser juez) V. M. me escriua vn villete, que yo se le
pueda mostrar, diziendo: Dezid a Ant. Pérez, que ya sabe, como
YO le mande que hiziesse matar a Escouedo por las causas que
EL TIENE ENTENDIDAS, QUE A MI SERUigiO CONUIENE QUE LAS DECLA-
RE: y por aquy yua diziendo» (2).
Las Obras y Relaciones... Ginebra, 1644, pág. 75.
Tercera y definitiva redacción:
Podréis decir a Antonio Pérez de mi parte (y si fuere menester
enseñarle este papel) que él sabe muy bien la noticia que yo tengo
de haber él hecho matar a Escobedo, y las causas que me dixo había
para ello. Y porque a mi satisfacción y la de mi conciencia conviene
saber si estas causas fueron, o no bastantes, que yo le mando que las
diga, y dé paticular razón de ellas, y muestre, y haga verdad los que
a mí me dixo, de que vos tenéis noticia, porque yo os las he dicho
particularmente, para que habiendo yo entendido las que así os dixe-
re, y razón que diere de ello, mande ver lo que en todo convendrá
hacer. Madrid, 4 de enero de 1590. Yo el Rey.»
Proceso criminal..., págs. 154-155.
Expongamos brevemente algunas consideraciones acerca del pre-
cedente documento.
La primera redacción, según se ha podido ver, es más lacónica
que la segunda; y sin embargo, la primera fué escrita en 15Q1, o, a
más tardar, en 1592; y la segunda, más extensa y particularizada, lo
fué por lo menos seis años después. ¿Cómo se explica que Pérez re-
cordara mejor el contenido del billete en 1598 que en 1592?
¿Y por qué en la primera relación calló el medio de que se había
valido para conocer y leer el billete, y lo expuso en la segunda, aun-
(1) Al margen: Y quando este prouada contra quien es la prueua?
(2) Al margen: Que hambre tiene el que aguza los dientes mientras le en-
tregan la vianda.— Esta llamada se refiere al billete, pero por faltar el número
correlativo en el texto no sé a qué palabra o palabras.
ANTONIO PÉREZ 223
que con pormenores inverosímiles? Pues decir «que vio este bille-
te original de Rodrigo Vázquez en el camino, y le tuvo en sus manos
a la ida y a la vuelta, con la respuesta de mano del Rey, por maña y
amistad de un amigo suyo (I)», cuando estaba bien guardado en la
cárcel, con doble guardia, por los repetidos intentos que había hecho
de fugarse de la prisión, e incomunicado rigurosisimamente, y tra-
tándose de un asunto gravísimo, y yendo verosímilmente los billetes
del Rey al ministro y los del ministro al Rey sellados, conforme era
costumbre; todo esto, como nota justamente un autor moderno (2),
no es otra cosa sino abusar de la simplicidad y contar con el candor
de los lectores.
Pero aún hay más: pasa de la raya que Rodrigo Vázquez, porque
así lo creía la gente, según Pérez, condene de antemano a Felipe II,
al darle el patrón a que ha de ajustarse el Rey al contestar, confesán-
dose autor de la muerte.
Pérez confiesa que el Rey contestó a Vázquez, pero a pesar de
haber visto la respuesta real, y no obstante su excelente memoria que
le permitía recordar palabras textuales ocho años después de haber-
las leído, no nos da la contestación de Felipe II decisiva, sin duda,
si el Rey la hubiera redactado como se la exigía Rodrigo Vázquez.
La respuesta de Felipe II fué, según bastantes escritores, la que
he copiado antes, es decir, el famoso billete de 4 de enero de 1590
que se lee en el titulado Proceso criminal.
Nadie ha podido señalar hasta ahora, ni Valladares, o quien fuera
el publicador del Proceso, nos dijo dónde se halla el original, o la
copia autorizada, de tal billete, y como va acompañado de otras pie-
zas que evidentemente han sido trasladadas de las Relaciones de An-
tonio Pérez, es muy discutible su autenticidad, obligando, por tanto,
a cualquier historiador serio a suspender el juicio mientras categó-
ricamente no pueda afirmarse su legítima procedencia (3).
Pero admitamos, en hipótesis, que tal como ha sido publicado,
(1) Las Obras y Relaciones, págs. 75-76.
(2) De cómo Felipe II no mandó matar á Escobedo. Por D. José Fernández
Montaña, presbitero. De la Rota Española. Madrid, 1910, pág. 260.
(3) Que hubo un billete de Felipe II ordenando a Pérez declarara las causas
de la muerte de Escobedo, parece indudable. Pérez se refiere a él en la cédula
de defensa que presentó en Aragón en julio de 1590, con estas palabras: «Qwe
224 ANTONIO PÉREZ
salió de la mano de Felipe II; ¿qué conclusiones se deducen de su
contenido?
En primer lugar, en él no están las gravísimas y terminantes pa-
labras que Pérez cita en las que el Rey afirma que mandó matar a
Escobado.
De la lectura del billete sólo se saca:
Felipe II tiene noticia de haber Pérez hecho matar a Escobedo.
¿Se sigue de aquí que el Rey ordenara la muerte? De ningún
modo.
El Rey supo de boca de Pérez las causas que él dio para justifi-
car el asesinato. ¿Cuándo supo el Rey las causas, antes o después del
crimen? Si fué antes, nadie lo ha probado; si fué después, se explica
perfectamente que Felipe II, no satisfecho sin duda con lo dicho
por Pérez, tratara empeñadamente de averiguar la verdad del caso.
^ Pérez pudo muy bien decir al Rey que Escobedo merecía la
muerte; bien, ¿pero asintió a este juicio el Rey?
El exigir Felipe II que Pérez judicialmente confirmara las causas
que a él le había dicho, no implica complicidad, pues, como argu-
menta un autor moderno, en este supuesto todos los jueces serían
cómplices en los crímenes (1).
Todo esto, como ya he dicho, en el caso improbable, y no pro-
bado por nadie todavía, de que el billete sea auténtico, díel cual,
como se ve, no se sigue nada en buena lógica contra Felipe II.
En los escritos de Pérez se menciona varias veces este ponderado
billete de 4 de enero de 1590, con circunstancias muy sospechosas.
En la Relación del Discurso de sus aventuras, escrita a raíz de su
fuga, calla Antonio Pérez que le presentaran billete del Rey, siendo
así que desde Aragón, en julio de 1590, acusaba a Felipe II de hacer-
se auctor de la muerte por el billete que se le mostró cuando se le dio
tormento.
Doc. inéd. XIII, p. 373.
Tampoco dice en las Relaciones (p. 79) que le leyeran nada en el
por el billete que se le mostró cuándo se le dio tormento se hace su Majestad auctor
de la muerte.*
(1) D. J. F. Montaña.— D¿ cómo Felipe II no mandó matar a Escobedo, pági-
uas 262-267.
ANTONIO PÉREZ 225
tormento, aun cuando poco más adelante se queja (p. 84) de que no
se había enviado a Aragón copia del billete de Rodrigo Vázquez
al Rey.
En el Memorial del hecho de su causa (p. 272) dice Antonio Pé-
rez que prefirió no justificarse del asesinato de Escobedo, por respe-
to al Rey * aunque me mostraban billetes de su Magestad, para que
declarase las tales causas» de la muerte de Escobedo, y páginas ade-
lante (p. 332) los billetes se reducen otra vez a uno <que le mostraba
el presidente Rodrigo Vázquez de mano de su Magestad^ en que de-
claraba su Magestad haberse hecho por su orden y mandato aquella
muerte, y mandaba que declarase las causas*.
El lector opinará como guste de estos diversos relatos y aún
opuestas afirmaciones de Pérez; pero no podrá menos de pregun-
tarse: Si a Pérez se le leyó en el tormento un billete de Felipe II
en el cual el Rey declaraba que la muerte de Escobedo se había eje-
cutado por orden suya, ¿qué necesidad tuvo de inventar los porme-
nores novelescos de que se valió para leer el billete de Rodrigo Váz-
quez? ¿Y por qué, caso que la leyera, como él mismo afirma, la con-
testación del Rey a Vázquez, no la imprimió, en vez de contentarse
con el billete del Presidente?
Si, como algunos quieren, hubo para el crimen una real orden
secreta; ¿dónde se halla? ¿Por qué no se presenta?
En el tomo XV de la Colección de Documentos inéditos para la
Historia de España (págs. 533-547) se publicó una Declaración de
Antonio Pérez fecha en el tormento, que coincide en parte con las de-
claraciones publicadas en el Proceso criminal. Si esta Declaración es
auténtica, Felipe II consiente en la muerte de Escobedo (1).
Mas aunque en la citada Colección se diga que esta Declaración
(1) «En la villa de Madrid en veinte y nueve días del mes de deciembre de
año de mil y quinientos y ochenta y nueve, yo el escribano infra escripto... le
dije... al dicho Antonio Pérez que... declare llanamente la verdad de cómo
passó la muerte de Juan de Escobedo, quién se la dio y las causas que hubo
para que este que declara interviniese y diesse orden en ella, y las que hubo
para que su Magestad lo haya consentido... (pág. 533.)
En la villa de Madrid a veinte días del mes de hebrero de mil y quinientos
y noventa años... por ante mi el presente escribano le fué dicho al dicho An-
tonio Pérez... que bien sabía cómo los días passados el dicho señor presiden-
te Rodrigo Vázquez le había leído un papel escripto de la Real mano de su
16
i
226 ANTONIO PÉREZ
se copió de diez hojas de papel escritas de letra coetánea; aparte de
que su redacción contiene palabras esenciales que faltan en la copia
de la misma Declaración, impresa en el Proceso criminal, los argu-
mentos internos e históricos se hallan en completo desacuerdo con
su contenido, como vamos a ver.
v.-Razones que Segúu Pérez, CU la dcclaración que acabo de citar, que no es otra
íi¡peT"para^^oí- ^osa sino uu calco dc lo que escribió en el Memorial del hecho de su
scobédo'""*^* *^^ cattsa, los motivos que indujeron a Felipe II a cometerle la ejecución
del asesinato de Escobedo, fueron, en resumen:
1.^, Escobedo alentaba los proyectos de don Juan de Austria res-
pecto a la conquista de Inglaterra.
2.®, don Juan para conseguir este fin se confederó con los Guisas
de Francia; y
3.°, Escobedo dijo que él y su amo don Juan, una vez dueños de
la Gran Bretaña, desembarcarían en Santander, contando como base
con el castillo de Mogro, que era de Escobedo, y echarían de España
al Rey Católico.
Esta es en substancia la narración que Pérez da del fundamento
que Felipe II tuvo para ordenar la muerte de Escobedo (1).
vi.-Fei¡pe ii y Sabido de todos es, cómo Felipe II reconoció a su hermano don
D. Juan de Austria. _. .«,.. «./«^^-^i , , , -,
Juan de Austria, le concedió el Toisón, le puso casa, y trato de en-
mendar el descuido de su primera educación enviándole a Alcalá
en compañía del príncipe Carlos y Alejandro Farnesio, bajo la dis-
ciplina del doctísimo Honorato Juan.
Cuando sólo tenía don Juan veinticuatro años, en mayo de 1568,
le nombró almirante general de la Armada española del Mediterrá-
neo, y no contento con haberle dado una instrucción notabilísima,
escrita de su propia mano, para el gobierno de su casa y persona.
Magestad, por el cual le mandaba declarase las causas que había habido para
que su Magestad diese consentimiento a la muerte del secretario Escobedo... (pá-
gina 537.)>
Esta última declaración de 20 de febrero se halla publicada, aunque con su-
presiones y variantes notables, en el Proceso criminal, págs. 158-174. En las de-
claraciones del Proceso no se leen las palabras capitales: que su Magestad haya
consentido; que su Magestad diese consentimiento a la muerte del secretario Es-
cobedo.
(1) Docum. inéd. XV, págs. 541-547 .—Memorial del hecho de su causa, en
Las Obras y Relaciones, págs. 302-315.
ANTONIO PÉREZ 227
puso a su lado de consejero y lugarteniente al prudentísimo y ex-
perimentado don Luis de Zúñiga y Requeséns.
Aún no había pasado un año, y don Juan fué nombrado general
en jefe de las fuerzas españolas que trataban de reducir a los moris-
cos sublevados en el reino de Andalucía; siendo inmediatamente,
apenas lograda la pacificación de los rebeldes, elegido General de la
Armada que el Papa, Venecia y España destinaban a combatir al
Turco.
Después de la memorable batalla de Lepanto continuó don Juan
al frente de la Armada española hasta que el año 1576 Felipe II le
nombró Gobernador de Flandes, donde murió el 1 de octubre de
1578, a los treinta y tres de edad.
¿Qué hay qué decir de los planes que le achaca Antonio Pérez?
1. — Escribe Pérez: «Corriente este tiempo, y las empresas y jor-
nadas gloriosas que el señor don Juan hizo y ganó, notorias al mun-
do, sucedió la del reino de Túnez. Sobre esto es de advertir, que se
envió orden al señor don Juan, después de muchas consultas y co-
municaciones con el Consejo de Estado, y con los consejeros dél
absentes, conformes todos en un parescer, que se desmantelase la
cibdad de Túnez, por grandes y convenientes razones del servicio
de su Majestad, de lo cual pueden tener noticia algunas personas
que deben de vivir, consejeros que eran del señor don Juan en aquel
tiempo... Y aunque el señor don Juan llevaba esta orden mantuvo la
cibdad y reino de Túnez, y se hizo aquel fuerte... con fin y traza de
sustentar aquella cibdad y reino para el señor Don Juan (1)>.
Efectivamente; en 3 de agosto de 1574 escribía el mismo don
Juan de Austria a don García de Toledo: «Aunque, como lo escribo
al Duque (¿de Sesa?), parece recia resolución desamparar el fuerte
de Túnez, al fin es la más segura cuando bien no se vea que se pue-
den defender ambas partes (la Goleta y la fortaleza de Túnez), aun-
que también padece excepciones que no son de pequeña considera-
ción; y los que en la corte fueron de opinión que se desmantelase
al principio del verano tendrán ocasión de hincarnos bien la
leña (2).>
(1) Memorial del hecho de su causa, en Las Obras y Relaciones, págs. 295-97.
(2) Cita de Mignet: Antonio Pérez y Felipe II, pág. 20, c. 1, nota 1.
228 ANTONIO PÉREZ
Se ve, pues, por la carta de don Juan, que hubo opiniones en
favor y en contra de la demolición, y que él la llevó a cabo cuando
juzgó imposible conservar la ciudad. Mala memoria tuvo en esta
ocasión el secretario de Estado Antonio Pérez, que recordaba pala-
bras textuales de billetes seis y más años después de haberlos leído.
2. — Acerca de la confederación de don Juan y los Guisas, escri-
be Pérez: «Dexando aquí por un poco esta materia, sucedió que se
tuvo aviso por cartas de Juan de Vargas Mexía, que servía a la sazón
la embaxada de Francia, que iban y venían algunas personas despa-
chadas del señor don Juan a aquella corte, y que aunque algunos
días estaban en público, sucedía que después de haber hecho de lo
que se volvían despachados, tornaba alguno dellos y se metía y es-
taba secreto en el retrete de monsieur de Quisa, y desto avisó diver-
sas veces Juan de Vargas a Antonio Pérez, como a ministro y se-
cretario de Estado..., y aun llegó a lo último a escribir, que habia
entendido que las tales inteligencias entre el señor don Juan y mon-
sieur de Guisa habían llegado a particular confederación entre ellos
con nombre de defensa de las dos Coronas. Cosa que dio muy gran
cuidado y alteración a su Majestad... (1).»
Según el contexto de lo que Pérez narra en el Memorial hay que
poner la fecha de estos sucesos próximamente entre marzo y mayo
del año 1577. Ahora bien, el embajador Vargas no llegó a París
hasta el 10 de diciembre del mismo año; de modo que si dio avisos,
como veremos ahora mismo, de ningún modo pueden referirse a
Escobedo, que se hallaba ya en España en julio de este año.
Indudablemente, hubo tratos entre don Juan y los Guisas y aun
entre éstos y Vargas, para unir las fuerzas de las dos coronas, fran-
cesa y española, y llevar a cabo la empresa de libertar a la reina de
Escocia María Estuardo, con la cual parece que se intentó el casa-
miento de don Juan, lo que no disgustó a Felipe II, antes le pareció,
como él mismo dice contestando a Vargas, que serían cosas «por
vía de discurso y de poco fundamento (2)>.
3. — El proyecto de conquistar a España, con razón lo juzgó
Mignet, no sólo extravagante, sino imposible por parte de don Juan.
(1) Memorial del hecho de su causa, en Las Obras y Relaciones, págs. 304-305.
(2) M. Mignet: Antonio Pérez y Felipe II, págs. 96-98.
ANTONIO PÉREZ 229
La fidelidad del hermano de Felipe II está suficientemente ates-
tiguada, pues las repetidas proposiciones que se le hicieron en Bél-
gica para que tomara el gobierno, haciéndose independiente, las re-
chazó don Juan indignado (1).
Léase la sentida carta que Andrés de Prada escribió a Felipe II
al saber lo que propalaba Antonio Pérez. Es como sigue:
«Señor: Por ciertas preguntas que el alcalde Pareja me ordenó,
de parte de vuestra Majestad, que depusiese, he entendido el diabó-
lico ánimo con que Antonio Pérez ha querido manchar la inmacula-
da fidelidad y obediencia que el señor don Juan, que esté en el cie-
lo, tuvo a vuestra Majestad, que me ha lastimado de manera que
escribo estos renglones con dificultad, porque el dolor y las lágrimas
impiden que la mano haga su oficio, y en la imaginación se revuel-
ven tantas cosas que llego a pensar disparates. Y así suplico humil-
demente a vuestra Majestad me perdone, si el hacer esto lo fuere,
que la causa para mí (que sé quién era el señor don Juan para con
vuestra Majestad) es tan terrible, que no perder el seso será gran
merced de Dios. No quiero cansar a vuestra Majestad con decir lo
que cerca desto podría, porque creo no es menester, y éste es el ma-
yor consuelo que tengo. Sólo diré que deseo en el alma poner la
vida en defensa desta verdad, y si me es licito, suplico humildemen-
te a vuestra Majestad me dé licencia para hacerlo, diciendo a Anto-
nio Pérez cuan mala y falsamente miente, y que se lo haré conocer
de mi persona a la suya; y si desto vuestra Majestad no fuere servi-
do, que a lo menos lo pueda decir donde conviniere, desengañando
a los que no conocieron al señor don Juan, que a los que le cono-
cieron yo sé que no es menester; y que lo será que Antonio Pérez
salga del mundo y reciba en él la debida pena de su atrevimiento.
Pues a nadie toca tanto volver con tantas veras por la honra del
señor don Juan como a vuestra Majestad, por quien dio su vida,
quedo muy confiado de que no se deservirla vuestra Majestad de
que sus criados lo hagamos, y yo que soy el menor, recibiré esta
merced que es la que más deseo en esta vida. Dios guarde, etc.; en
Madrid, a diez y ocho de octubre, mil quinientos y noventa.»
(1) Véase Montaña: De cómo Felipe II no mandó matar á Escobedo, pági
ñas 361-63.
230 ANTONIO PÉREZ
Felipe 11 «mostró estar muy satisfecho de ser todo ello así» y
que no alzaría la mano de lo que tocaba al castigo de tan maligna
invención (1).
El autor de la carta que he transcrito fué secretario de don Juan
de Austria, de Felipe II, y últimamente, con grande influencia, de
Felipe III. Se le llamaba el Secretario santo. Volverá a salir en el
presente trabajo otra carta suya referente a Antonio Pérez que no
creo se haya publicado nunca.
Por si no basta lo alegado, oigamos las hermosas palabras con
que don Juan apremiaba por última vez, pues murió a los pocos
días, a Felipe II para que le socorriera con hombres y dinero.
cNo dejo— decía don Juan entre otras cosas—, por lo que a mí
toca, de tener grandísimo sentimiento de que sea yo solo el desfa-
vorecido y abandonado de V. M., debiendo no sólo por hermano,
pero por el hombre del mundo que más de corazón le ha procu-
rado servir y que con mayor fe y amor lo ha hecho, ser tenido en
diferente estima y consideración; mas ya que esto no ha bastado, ni
merecía que dello ni de mí se haga cuenta, ni caudal, acuér-
dese V. M, de sí propio, que si a los que acá estamos nos van las
vidas en este juego, con perderlas honradamente por Dios y
por V. M. habremos ganado tanto que, en parte, señor, podrá tener
envidia. Pero V. M. aventura tanto cuanto es más propio lo que se
juega y mayor la obligación de conservarlo; y así es justo que le dé
más cuidado... > (2).
A esta carta, escrita en 20 de setiembre, contestó Felipe II,
cuando ya su hermano había muerto: «Y primero diré que he sen-
tido mucho el cuidado en que quedábades, y mucho más vuestra
falta de salud, porque ésta importa a mi servicio más que todo el
resto, allende de la pena que me ha dado por lo que os quiero y
amo, y así estaré con la misma hasta tener aviso vuestro de que estáis
libre de la indisposición con que quedábades. Yo os ruego que,
pues conviene tanto vuestra salud para todo, que miréis por ella y
que la procuréis de conservar sobre todo en cuanto pudiéredes.» (3).
(1) Cabrera de Córdoba: Felipe Segundo, III, págs. 536-537.
(2) Mignet: Antonio Pérez y Felipe II, págs, 29-30.
(3) Archivo de Simancas.— Citas de Mignet: Antonio Pérez y Felipe II,
página 30, c. 1; y Montaña: Nueva Luz, pág. 407.
ANTONIO PÉREZ 231
Y cuando Felipe II supj la muerte de su hermano, escribió:
«La mala nueva que me ha venido del ilustrísimo señor don Juan
de Austria, mi hermano, he sentido en gran manera; así por lo que
le quería y amaba, como por ser en tal coyuntura y ocasión.» (1).
Y pocos días después mostraba el mismo sentimiento, «así por-
que amaba y estimaba su persona, como por la falta que me hará
para todo en esta ocasión, y particularmente para las cosas de Flan-
des» (2).
1.— En 8 de marzo, no se olvide que el 31 de este mes fué el vil- otro» «
asesinato, escribía Felipe ü a don Juan de Austria: «Al secretario Í17«"$c«m!i."*
Escobedo tendré cuidado de mandar despachar con brevedad, y en
lo demás que me escribís por él, así por esto como por lo que él
merece, terne la cuenta que es razón con sus particulares.» (3).
Sea cual fuere el juicio que se forme de Felipe II, estas palabras,
dichas de un hombre a quien se ha condenado a muerte, encierran
tan repugnante sarcasmo que nadie habrá capaz de convencerme
que en el alma del fundador de El Escorial se albergaran cinismo e
hipocresía semejantes.
Téngase en cuenta para comprender más la fuerza de las pala-
bras de Felipe II que por los mismos días en que él escribía ya ha-
bía tratado Pérez de envenenar a Escobedo.
2.— Según Mignet (4j, desde el momento en que don Juan cono-
ció la muerte alevosa de su secretario, dejó de cartearse con Pérez,
de quien siempre había sido confiado amigo.
3. — Antonio Pérez, en su afán de buscar cómplices en el asesi-
nato de Escobedo, refiere que tomada la determinación de quitar
de en medio al secretario de don Juan, el marqués de los Vélez, «de
tal manera juzgó ser conveniente la tal resolución, que decía:
Que con el Sacramento en la boca, si le pidieran parescer, cuya vida
y persona importara más quitar de por medio la de Juan de Escobedo,
o cualquiera otra (5) de ¿as más perjudiciales, votara que la de Juan
(1-2) Archivo de Simancas.— Citas de Mignet: Antonio Pérez y Felipe II,
página 30, c. 1; y Montaña: Nueva Luz, pág. 407.
(3) Archivo de Simancas. Est. Flandes, leg.° 575. Mignet: Ob. cit., pág. 27.
(4) Obra cit., pág. 27, c. 2.
(5) Ai margen: El Marqués nombró la otra.— La otra persona menos per-
judicial que Escobedo, según recuerdo haber leído, era el príncipe de Orange.
232 ANTONIO PÉBEZ
de Escobedo, con encarecimiento aún más fuerte y particular; cosa
que dixo el Jueves sancto a Fernando de Escobar en Alcalá, donde
a la sazón estaba Antonio Pérez, cinco días antes que matasen
a Escobedo, como el mismo día lo refirió el dicho Fernando de Es-
cobar.» (1).
Al leer esto parece que la resolución se había tomado por aque-
llos dias; pero como ya el 12 de marzo estaba enfermo Escobedo,
de resultas de un veneno que le propinara Pérez, y los asesinos de
Escobedo fueron comprados y traídos de Aragón, cosa imposible
de realizar en tan poco tiempo, el marqués de los Vélez, caso de
pronunciar las palabras que Pérez pone en su boca, no fué ni pudo
ser causa influyente de la muerte de Escobedo.
4.^¿Qué parte tuvo o pudo tener Felipe II en la muerte de Es-
cobedo? Según ha podido ver el lector por todo lo que antecede,
Antonio Pérez ordenó la muerte violenta de Escobedo. ¿Lo hizo
obedeciendo a indicaciones del Rey? Véanse las defensas con que
Pérez intentaba justificarse en Aragón.
En las presentadas en junio de 1590, según el resumen del fiscal
de Aragón en la Junta de Madrid, decía en los descargos 26 y 27:
«26. Que nunca ha dicho que ha muerto ni mandado matar
por orden de S. M. al secretario Escobedo.
27. Que caso que conste haber hecho alguna diligencia en esto
sería por orden de S. M., y sobre ello presentará un billete (2).>
En la segunda defensa, presentada al mes siguiente, dice Pérez
«que confiesa que S. M. le dio orden para matar a Escobedo.—
Que por el billete que se le mostró cuando se le dio tormento se
hace S. M. autor de la muerte.— Pretende probar que por un billete
donde S. M. dice que conviene abreviar lo del Verdinegro, le da
orden de la muerte de Escobedo (3). — Dice que lo pudiera probar
(1) Memorial del hecho de su causa, en Las Obras y Relaciones, páginas 316
y 317.
(2) Colección de Documentos inéditos para la Historia de España. í. XV, pá-
gina 422.
(3) Este billete se lee así en los manuscritos de La Haya: «Cierto conven-
drá abreviar lo de la muerte del Verdinegro, antes que haga algo con que no
seamos después a tiempo, que él no debe de dormir, ni descuidarse de sus
costumbres. Macedlo y daos priesa, antes que nos mate". Copia de un billete
ANTONIO PÉREZ 233
por otros billetes, y que pues se le tomaron sus papeles, se esté a su
juramento... > (1).
Felipe II no negó que los billetes que el reo presentaba fueran
suyos, pero acerca de su contenido escribió estas importantísimas
palabras: «Muy bien ha sido avisarme en particular de todo lo que
aquí se dice, que creo yo que está todo ello muy bien mirado y muy
bien considerado lo que merecen las maldades del preso y las cosas
que levanta y inventa, interpretando los billetes que tiene conforme
a su maldad, pues todas las cosas quél dice dependen de las que me
decía a mí, tan ajenas de la verdad, aunque con las cartas que desci-
fraba tan falsamente me las hacía creer, con que le respondía yo al-
gunas veces a propósito de lo que me escribía, como se podría bien
mostrar por los mismos billetes, si yo hubiese de hacer las interpre-
taciones dellos como él las hace, que serían más verdaderas que las
suyas» (2).
Y respondiendo a consulta hecha en 4 de octubre de 1590, in-
siste Felipe II en que Pérez sea traído de Aragón a Castilla, <por-
que sino fuere trayéndole acá, no se puede sacar a luz la poca verdad
que ha dicho y dice, que tanto conviene que todos lo sepan y se
desengañen de lo que quizá pueden haber creído de lo que ha di-
cho y escrito» (3).
Diego de Bustamente, preso en la cárcel de Zaragoza con Anto-
nio Pérez, declara: «Vio este testigo que en un billete número 24
y 25 [que] exhibió en su defensión, el cual trataba de ciertas llaves
que se habían hallado en poder del secretario Escobedo después del
muerto, las cuales decían era para entrar en una casa de cierta mujer
que en dicho billete se nombraba, que tenía obligación Escobedo
de tenerle respecto y tratarle lealtad, dando razón Antonio Pérez
para Antonio Pérez de mano de Su Majestad, presentado para declaración de la
muerte de Escobedo, Cita de Mignet, o. c, pág. 24, c. 2.
Este billete es casi seguro que se forjó sobre las siguientes frases de Feli-
pe II, que Pérez cita como escritas a él por el Rey en 21 de julio de 1577: Me-
nester será prevenirnos bien de iodo, y darnos mucha priessa a despacharle, antes
que nos mate.— Memorial del hecho de su causa, p. 312.
(1) Doc.inéd., XV, pág. 424.
(2) Doc.inéd.,XW, pág. 435.
(3) Id. id., pág. 438.
234 ANTONIO PÉREZ
a S. M. de lo sobredicho, afeándole el caso, vio en dicho billete
que S. M. respondía en la margen de dicho billete, que era grande
maldad y que él debía de tener merecido en muchas partes lo que ha-
bía sucedido, que era la muerte de Escobedo, y aún quizá le vino de
ahí: (al margen enfrente de estas últimas palabras hay puesto: Ojo)
y por parecerle al dicho Antonio Pérez que dichas palabras desha-
cían su intento de lo que él pretendía que S. M. había hecho matar
al secretario Escobedo, y que aquellas palabras daban y ponían am-
bigüidad en su pretensión, porque aquellas palabras daban a enten-
der que S. M. no había sabido la muerte de Escobedo; vio que dicho
Antonio Pérez borró dichas palabras y renglón y una o dos palabras
que seguían, que no se recuerda qué eran; y advirtíéndole este testi-
go al dicho Antonio Pérez que según aquel billete el Rey nuestro
señor no sabía la muerte de Escobedo, el dicho Antonio Pérez res-
pondió que S. M. lo hacía por disimular; y asimismo vio este testigo
cortó uno o dos billetes por medio de los que ha presentado en su de-
fensión* (1).
En 1.° de abril de 1578 contestó Felipe II a Mateo Vázquez, que
le envió la noticia de la muerte de Escobedo: «Fué muy bien enviar-
me luego lo de Escobedo, que vi en la cama; porque después vino
D. Diego de Córdoba con la nueva, que ha sido extraña, y no lo en-
tiendo lo que dicen los alcaldes» (2).
En 12 de diciembre del mismo año, Mateo Vázquez se queja al
Rey del odio que le muestra Pérez, nacido tal vez «de haber yo avi-
sado a Escobedo (3) que hablase al Presidente, como V. M. me lo
mandó,..* (4).
Estos documentos indican que a Felipe II le sorprendió la muerte
de Escobedo, y que mandó a su hijo hablar a la justicia acerca del
particular.
Aún hay más: don Antonio Pazos, presidente del Consejo de
Castilla, el conde Kevenhüler, embajador alemán, fray Diego de
(1) Doc. inéd., XV, págs. 465-67.
(2) Cita de D. J. F. Montaña: De cómo Felipe II no mandó matar á Escobedo,
pág. 315.
(3) Se refiere al hijo del muerto.
(4) D. J. F. Montaña, id. id., p. 317.
ANTONIO PÉREZ 235
Chaves, el arzobispo de Toledo, y otros muchos personajes, rogaron
a Felipe H repetidas veces e insistentemente por Pérez, haciéndose el
Rey sordo a estas súplicas. Si él era culpado, lo mejor hubiera sido
atenderles y sobreseer la causa.
Pero hubo algo en este singular proceso cuya divulgación temió
siempre Felipe 11, pues al escribirle don Antonio Pazos que conven-
dría juzgar de una vez a Antonio Pérez y así se cortarían tantas habla-
durías y sospechas, el Rey le contesta: «Si el negocio fuera de calidad
que sufriera procederse en él por juicio público desde el primer día
se hubiera hecho; y así, pues no se puede hacer más de lo que se
hace, vos podríades hablar a su mujer y decirle que se sosiegue, por-
que no se puede hacer otra cosa par agora (1)».
Y en el documento, que más adelante se copiará íntegro, por el
cual Felipe ÍI desiste de proseguir la querella que en Aragón había
presentado contra Antonio Pérez, dice el Rey que el preso «se de-
fiende de manera, que para responderle sería necesario tratar de ne-
gocios más graves de lo que se sufre en procesos públicos, de se-
cretos que no conviene que anden en ellos, y de personas, cuya
reputación y decoro se debe estimar en más que la condenación de
Antonio Pérez (2)».
¿A qué secretos, negocios y personas se refiere el Rey? Se
ignora.
Resumiendo ya este fatigoso estudio, resulta de lo expuesto:
1.0: Antonio Pérez mandó matar a Escobedo; 2.°: no es cierto que
el Rey persiguiera a Pérez por celos de la princesa de Eboli; 3.o: la
real orden del asesinato sólo está atestiguada por el falsario Pérez,
4.^: el billete de 4 de enero de 15Q0, aun suponiendo que sea ver-
dadero, no demuestra clara y categóricamente, como se debe exigir
en asunto tan grave, la participación de Felipe 11 en el asesinato de
Escobedo; 5.^: las razones que Pérez dice haber habido para ordenar
el asesinato no sólo son verdaderas, sino que con documentos fide-
(1) Doc. inéd., LVI, páginas 404-405. Noviembre de 1581.
(2) Fr. Marcos Guadalajara y Xabierr: Qvarta parte de la Historia Pontifical
General y Catholica, Madrid, 1612, pág. 8, c. 2
236 ANTONIO PÉREZ
dignos se rechazan en absoluto; 6.^: Pérez calumnia y pone tacha en
la probada y no desmentida fidelidad de don Juan de Austria para
con su hermano Felipe II; 7.o: Pérez miente descarada y paladina-
mente en sus relatos, según le conviene; 8.°: Felipe II no aparece
culpable en la muerte de Escobedo; y 9.^: existieron causas, hasta
ahora desconocidas, que impidieron el juicio público contra Pérez.
P. Julián Zarco.
(Continuará.) o. s. a.
REVISTA CANÓNICA
Obligaciones del párraco: los libros parroquiales.— Libros de religiosas su-
jetos a la revisión y corrección de la Congregación para asuntos de religio-
sos.—De la misa y comunión durante la exposición del Santísimo Sacra-
mento.
Como garantía necesaria de su recta administración espiritual, y como
testimonios auténticos documentales de la varia condición y estados de sus
feligreses que han de hacer fe, de un modo primario siempre en el orden
eclesiástico, y directa o complementariamente en el orden civil, exige tam-
bién el Código a los párrocos (can. 470), con carácter de gravedad, la obli-
gación de consignar puntualmente por escrito, y con las debidas formali-
dades según el uso aprobado por la Iglesia o prescrito por el propio Or-
dinario—reproduciendo a este fin el fondo y la forma ligeramente variada
en alguno de sus extremos, de disposiciones legales anteriores—, las par-
tidas de bautismo, confirmación, matrimonios y defunciones, para cada
orden de las cuales han de llevar su libro correspondiente; a los que con
toda solicitud y según sus fuerzas procurarán añadir el libro De statü an¿-
marum o matrícula parroquial, y debiendo guardarlos y conservarlos to-
dos con sumo cuidado y esmero.
Cinco son, por consiguiente, los libros enumerados por el Código, y
en el modo de llevarlos habrán de atenerse los párrocos a las prescripcio-
nes taxativas del mismo Código, y a falta de ellas, a las del Ritual Roma-
no, y aun disposiciones particulares diocesanas.
Con puntualidad y sin tardanza inscribirá el párroco en el libro de
bautismos el nombre de los bautizados, con anotación en la misma par-
tida del ministro, de los padres, padrinos, lugar y fecha del bautismo
(canon 777, p. 1.°).
Nada nos dice directamente el Código acerca de los testigos y fecha del
nacimiento; pero como esta última anotación la señala el Ritual Romano,
y a la vez se halla contenida en la mayor parte de nuestros Estatutos dio-
238 REVISTA CANÓNICA
cesanos, juzgamos obligatoria su inserción, como necesaria que es para
poder definir y determinar en todo caso la persona.
Tratándose de hijos ilegítimos se insertará entonces el nombre de la
madre si públicamente consta su maternidad, o espontáneamente lo pidiere
ella por escrito o delante de dos testigos; también se inscribirá el nombre
del padre, si éste lo requiriese del párroco con las mismas condiciones
arriba señaladas, o fuera conocido por algún público y auténtico documen-
to: en los demás casos se inscribirán los hijos ilegítimos como hijos de
padre o de padres desconocidos (can. 777, p. 2.°).
Si el bautismo fuera conferido por otra persona distinta del párroco, y
sin hallarse éste presente, entonces el ministro (aun lego, y aunque sea mu-
jer) debe dar cuenta lo antes posible del bautismo administrado al párroco
propio del bautizado, que lo es por razón de domicilio (can. 778). Claro
es que esta relación al Párroco propio del domicilio la ordena sin duda el
Código a fin de que, en los casos de su estricto derecho, como en el bau-
tismo privado y otros, forme el párroco la correspondiente partida; enca-
minándose tan sólo en los bautismos que a él no le correspondan exclusi-
vamente, como en el bautismo de adultos y otros, a que conozca a los bau-
tizados y los tenga por verdaderos hijos de la Iglesia.
En la partida de confirmación, que la ha de formar el párroco, y que
ha de insertar en el libro correspondiente, inscribirá, nos dice el canon 798,
los nombres del ministro, de los confirmados, de los padres y padrinos,
con la designación del día y del lugar, sin que esta obligación excluya la
anotación correspondiente que además ha de hacer al margen del libro de
los bautizados, y de la cual nos habla el párrafo 2.° del canon 470.
Claro se desprende que este precepto del Código se dirige al Párroco,
en el caso sólo de que la Confirmación haya tenido lugar en su parroquial
iglesia o alguna otra de su feligresía, aun cuando sea de regulares exentos,
y para los confirmados subditos suyos; porque en cualquiera otro caso su
obligación se circunscribirá a la anotación marginal del acto en el libro de
los bautizados; relación o aviso que, no estando presente el Párroco pro-
pio del confirmado, tiene el deber de darle para este efecto, por sí o por
otro, el mismo ministro de la Confirmación (canon 799).
Según el canon 1.103, deberá el Párroco, o quien haga sus veces, for-
mar cuanto antes la partida del matrimonio celebrado e inscribirla en el
libro correspondiente, con anotación del nombre de los cónyuges y testi-
gos, y con designación igualmente del día y lugar de la celebración, aña-
REVISTA CANÓNICA 239
diendo a esto las demás formalidades que los libros rituales y el propio
Ordinario prescriban.
Estas otras formalidades suelen ser: según el capítulo 5.**, título X del
Ritual, las fechas de las proclamas o dispensa de ellas; la ausencia de impe-
dimentos o la dispensa de los mismos; el sacerdote que autoriza el matri-
monio con la licencia o delegación que tenga para el caso; la filiación de
los cónyuges con expresión de su estado, sobre todo si alguno de ellos es
viudo; los nombres y filiaciones de los testigos, y la bendición nupcial si
la hubo.
Ha de tenerse en cuenta que la obligación esta incumbe al párroco pro-
pio, aun cuando otro sea el sacerdote que por delegación del párroco o
del Ordinario hubiera asistido a! matrimonio.
Conforme al canon 470, debe anotar el párroco en el libro de los bau-
tizados la celebración del matrimonio con expresión de la fecha. Mas si el
cónyuge o cónyuges estuvieran en otra parroquia bautizados, el párroco
del matrimonio, dará aviso por sí o por medio de la Curia episcopal al
párroco del bautismo, para que éste haga la debida anotación marginal en
el libro de los bautizados de su iglesia.
Siempre que el matrimonio hubiera sido celebrado conforme a lo pres-
crito en el canon 1.098, el sacerdote, si le hubiere habido, o en otro caso
los testigos solidariamente con los contrayentes, cuidarán de que dicho
matrimonio sea lo más pronto posible inscrito en los libros preceptuados.
Exceptúase siempre de esta doble inscripción el matrimonio de con-
ciencia, que sólo se ha de anotar en el libro particular que para tales ma-
trimonios se guarda en el archivo secreto de la Curia (can. 1.107).
En cuanto a las partidas de defunción hemos de decir que una vez ve-
rificado el enterramiento debe el ministro— que lo será el párroco en todos
los funerales que de derecho le correspondan— inscribir en el libro de
defunciones el nombre y edad del difunto, el de sus padres o el del cónyu-
ge viudo, el día en que murió, qué sacramentos recibió y por quién le fue-
ron administrados, y el lugar y fecha de su enterramiento (can. 1.238).
Si debe o es conveniente también que inscriba el Párroco en sus libros
las defunciones de los exentos que mueren en su parroquia; cuestión es
esta que a su juicio debe quedar, sin que por ello concedamos fuerza al-
guna a la razón que alegan ciertos autores, fundados en el carácter de
mayor estabilidad que para ellos ofrece la parroquia sobre el de los insti-
tutos exentos.
240 REVISTA CANÓNICA
De mucha importancia juzga el Código el libro de siaiu animarum,
o matrícula de feligreses, al decir de él que cuide el Párroco accurate con-
ficere pro viribuSj y de magna utilidad le juzgamos nosotros para que
pueda el Párroco conocer a sus feligreses y tenga en él además un medio
excelente de probar, cuando necesario sea, el estado de libertad o vínculo
de sujeción de cada uno de sus fíeles.
Para que surta todos sus buenos efectos, deberá llevarse por viviendas
o familias, y anotar en él los nombres, apellidos, edad y lugar de todos
los que en ellas viven; los que fueron confirmados y recibieron la primera
Comunión, con otras circunstancias útiles. Y como ha de rectificarse todos
los años, según creo que establecen la mayor parte de los estatutos de
nuestras diócesis, en estas rectificaciones irán anotándose todas las demás
variantes que puedan ocurrir.
Además de las anotaciones marginales de la confirmación y matrimo-
nio, que ya hemos visto deben hacerse en el libro de los bautizados, man-
da el párrafo 2.° del canon 470 que se pongan también las del orden del
subdiaconado y profesión solemne religiosa, actos transcendentales de la
vida, de los que deben dar aviso el ministro que ordena o el que recibe la
profesión al párroco del bautismo.
Manda también el Código que al fin de cada año envíe el párroco a la
Curia Episcopal un ejemplar auténtico de todos los anteriores libros pa-
rroquiales, exceptuado el libro De statu animaram; labor penosa y cara sin
duda alguna para los párrocos, pero que éstos podrán simplificar reducien-
do los términos de las partidas a los extremos precisos del Código y del
Ritual, y procurando copiarlas al par de su inscripción en pliegos separa-
dos, que a fin de año pueden coser y remitir a la Curia.
Terminante es el precepto de hacer uso del sello que debe haber en
cada parroquia. Pero como el Código no determina los casos, habrá de
atenerse el párroco en este punto a lo que en la diócesis propia se dispon-
ga y practique. Creemos, no obstante, que lo más conforme al espíritu o
razón de la ley es usarle al principio de cada libro y final de cada partida,
junto a la firma del párroco; lo mismo que al final de cada una de las
copias que hayan de remitirse a la Curia, o hayan de expedirse y salir fue-
ra del archivo.
Tienen igualmente obligación los párrocos de guardar y conservar los
mencionados libros, juntos con las epístolas y demás documentos episco-
pales que por razón de necesidad o de utilidad hayan de guardarse, en un
REVISTA CANÓNICA 241
armario o archivo, a fin de que ni se extravíen ni lleguen a manos extra-
ñas, y puedan además ser visitados e inspeccionados por el Ordinario o al-
gún delegado suyo en tiempo oportuno y de visita.
Por lo que respecta a las enmiendas de partida, como nada hay deter-
minado acerca de ellas, deberá atenerse el párroco a las disposiciones dio-
cesanas.
Inherente y como comprendido en el concepto de párrocos, llevan
éstos consigo el carácter de beneficiados y rectores de sus iglesias particu-
lares, y administradores por ende, mientras otra cosa no se disponga en
contrario, de los bienes temporales de las mismas. Bajo tales aspectos les
impone también el Código la obligación de llevar, además de los libros ya
mencionados arriba, cuyas inscripciones y copias auténticas tienen valor de
documentos oficiales eclesiásticos, otros muy útiles y necesarios para la
recta y acertada administración de las temporalidades de las iglesias, y co-
nocimiento exacto de la marcha que sufren ciertos emolumentos mate-
riales.
Son estos: 1) el libro de misas, en el que cuidadosamente han de ano-
tarse el número de misas recibidas, intención, limosna y celebración de las
mismas (can. 843); 2) el de fundaciones piadosas, en el que se anotarán
cada una de las cargas temporales y perpetuas, su cumplimiento y limos-
nas (can. 1.549); y 3) los correspondientes libros de fábrica que compren-
derán el inventario de todos los bienes que a la iglesia pertenezcan con
asiento de sus alzas y sus bajas; el libro de cuentas con los ingresos y sali-
das y los correspondientes justificantes de cada una de las partidas; y el ín-
dice de documentos, escrituras y demás títulos que prueben la pertenen-
cia de los bienes (can. 1.523).
Desde luego se comprende que no ha de ser la misma la utilidad e im-
portancia de estos libros en todas las parroquias, razón por la cual habrán
de variar grandemente la forma, tamaño y dimensión de los mismos; pero
su existencia constituye una formalidad necesaria exigida por el Código,
y sujeta en virtud de sus disposiciones a la inspección y visita de los res-
pectivos Ordinarios.
(Continuará.)
17
242 REVISTA CANÓNICA
Libros de religiosas sujetos a la revisión y correccidn de la Congregación
de negocios de Religiosos.
En la sesión general de la sagrada Congregación de negocios de los Re-
ligiosos del 29 de Marzo del presente año, juzgaron conveniente los emi-
nentísimos y reverendísimos Padres de la misma disponer que todos los
Institutos y Congregaciones de religiosas de derecho pontificio sometan y
envíen a dicha sagrada Congregación para su revisión y enmienda, ade-
más de las constituciones aprobadas, todos y cualesquiera clase de libros
de costumbres, prácticas, etc., que entre ellas estén en uso, y sea cualquie-
ra el nombre con que se las conozca, así como también las preces propias
del Instituto que acostumbran a recitar en común; y lo mismo ha de exi-
girse en los nuevos Institutos que en adelante se aprueben.
Dada cuenta de esta determinación al Santo Padre, éste la aprobó y
mandó que se expidiera a este fin el oportuno Decreto.
En su virtud, la sagrada Congregación mencionada manda en fuerza
del presente Decreto que todos los Institutos o Congregaciones de religio-
sas de derecho pontificio, así como también todas las piadosas Asociacio-
nes de mujeres sin votos que vivan vida común al modo de las religiosas,
y estén aprobadas por la Santa Sede, envíen dentro de los términos de un
año a dicha sagrada Congregación todos sus libros anteriormente des-
critos.
Se manda también en la presente disposición a los reverendísimos Or-
dinarios, en cuyo territorio reside la Superiora general o Suprema Modera-
triz de los dichos Institutos o Congregaciones de mujeres, que cuanto antes
les den conocimiento de la obligación impuesta, y les adviertan al mismo
tiempo que mientras la sagrada Congregación no disponga otra cosa, si a
ello hubiere lugar, pueden seguir obrando según el uso establecido en
dichos libros.
Firman el presente Decreto el Cardenal Prefecto de la Congregación,
eminentísimo Sr. Scapinelli, y el Secretario de la misma, M. Serafíni.
REVISTA CANÓNICA 243
De la misa y comunión durante la exposición del Santísimo Sacramento.
Rmus. Dnus. Paulus Bruchési, Archiep. Marianopolitanus, Sacrae Ri-
tuum Congregationi ea quaj sequmtur, reverenter exposuit; videlicet:
«In nonnullis ecclesiis et oratoriis publicis vel semipublicis, ubi Santisi-
mum Eucharistiae Sacramentum legitime asservatur, usus quidam intro-
ductus est, ut Misaae cantatae vel lectae coram Ssmo. Sacramento solemniter
expósito in Altari celebrentur, atque intra vel extra Missas in eodem Alta-
ri, durante expositione, Sancta Communio Christifidelibus adsministretur.
Hinc Ídem Archiepiscopus postulavit: Utrum hic usus permitti, vel tolera-
ri possit?»
Et Sacra eadem Congregatio, audito specialis Commissionis suffragio,
ómnibus perpensis, praepositae quaestioni respondendum censuit:
«Ad primam partem, praefatum usum non licere, sine necessitate, vel
gravi causa, vel de speciali indulto; et ad secundam partem negative, juxta
Decreta, et detur Decretum n. 3448 Societatis Jesu, 11 maii 1878, ad I.»
Atque ita rescripsit, declaravit et confírmavit, die 17 aprilis 1919.
^ A. Card. Vico, Ep. Portuen. et S. Rufínae.
S. R. C. Praefedüs.
t Alexander Verde, Secreiaríus,
P. Anselmo Moreno
bibliografía
Colección general de documentos relativos a las Islas Filipinas, existentes
en el Archivo de Indias de Sevilla, publicada por la Compañía general de
Tabacos de Filipinas.— Tomo I.— Barcelona, imp. de la Viuda de Luis Tas-
so, 1918.— Tomo II.— ídem, 1919.
La Compañía de Tabacos de Filipinas, que radica en Barcelona desde
su fundación, y que, hace años, sorprendió a los centros culturales con la
formación de una riquísima biblioteca de todo lo relativo al Archipiélago
filipino, ha emprendido ahora, por iniciativa del señor Conde de Churru-
ca, vicedirector de la Sociedad, la publicación de todos los documentos
referentes a aquellas islas, que se guardan en nuestro riquísimo Archivo
de Indias, de Sevilla. Van publicados dos gruesos tomos espléndidos en
la presentación tipográfica, de verdadero lujo en su parte material y que
satisfacen plenamente a las exigencias de la crítica moderna, que pide una
gran escrupulosidad en la transcripción fiel y exacta de los documentos.
Publicados además por orden rigurosamente cronológico, facilitan de
modo notable la labor de los futuros investigadores y de los que hayan de
escribir la historia de Filipinas.
Ochenta y cinco documentos— cincuenta completamente inéditos— com-
prenden los dos tomos y abarcan el período de 1493 a 1519. Rompe la se-
rie la célebre Bula de Alejandro VI — reproducida también en facsímil— que
concede a los Reyes Católicos y a sus sucesores las tierras descubiertas y
por descubrir en las Indias.
Ante obra de tal magnitud no cabe más que el aplauso, y si fuera pre-
ciso el estímulo para que siga adelante sin desmayos, reciban el nuestro
entusiasta y sincero, y tengan la seguridad de recibir el de todos los que
se interesan por la cultura patria, la Compañía de Tabacos y sus inteligen-
tes colaboradores.
El caso es, en verdad, sorprendente; aquí, por lo menos, no estábamos
acostumbrados a rasgos de desprendimiento y patriotismo como el que
nos da una Empresa formada para fines exclusivamente mercantiles y que,
sin ánimo de lucros, destina una parte no pequeña de sus reservas a edi-
tar documentos históricos.
BIBLIOGRAFÍA 245
¡Lástima grande que no cunda el ejemplo! Si nuestras flamantes Socie-
dades industriales y bancarias entraran por ese camino y sacaran a luz una
parte siquiera de la riqueza documental que duerme en nuestros archivos
y bibliotecas, merecerían bien de la patria y no tendríamos que pasar por
la vergüenza de que sea, casi siempre, un nombre extranjero, pensionado
por su nación o por alguna Sociedad cultural, el que vaya al pie de libros
y Memorias que, con razón, se consideran como los sillares sobre que ha
de levantarse el grandioso edificio de nuestra historia política y litera-
ria.—P. R. G.
Lecciones de Retórica y Poética, por el P. Teófilo Garnica del Carmen,
agustino recoleto. (Con las licencias necesarias.) -Monachil. Imp. de «Santa
Rita», 1918.
Con toda modestia y sin pretensiones de mayor cuantía, sale a luz este
libro dedicado a los niños, y en él ofrece el autor un compendio de Retó-
rica y Poética en preguntas y respuestas, distribuido en lecciones, para
retenerlo con facilidad en la memoria. En este punto no regatearemos un
aplauso al autor, porque cualquiera que se dedique a la enseñanza habrá
topado alguna vez con libros de texto, impuestos sobre todo por la ense-
ñanza oficial, con largos párrafos y hasta discursos que los chicos no en-
tienden, y se ve en la precisión de acotarles lo más necesario si quiere que
saquen algún provecho de las lecciones.
En el plan y modo de exposición que se sigue en este libro se huye
cuidadosamente de aquella difusión, se dan definiciones claras, no diremos
que siempre precisas en su rigor filosófico, y se hace, en fin, una distribu-
ción de materias fácilmente asequible a las inteligencias que han de asimi-
lárselas.
Contribuye no poco a facilitar la retención de las doctrinas o definicio-
nes expuestas el uso de los ejemplos, en que se confirma a la vez la regla
o reglas dadas. Tratándose de una literatura tan rica como la española,
hay ejemplos para todo, y en tal abundancia, que resulta casi infinita. Esa
misma abundancia facilita la elección de modelos de la mejor calidad, que
son los que deben ponerse, y por consiguiente, aquí es donde el autor de
un texto de Retórica debe esmerarse. A fuer de imparciales y sinceros, he-
mos de consignar que en este punto no ha sido tan escrupuloso el autor,
especialmente si nos fijamos en la Poética. Así, por ejemplo: Al hablar de
las distintas clases de versos, pone como modelo de los de once sílabas una
octava real de Oarcilaso, en la que, además de no distinguirse los versos
por su sonoridad, hay una rima asonantada de los pares con los impares
246 BIBLIOGRAFÍA
que produce un sonsonete insoportable. Como modelo de décima pone la
tan conocida y fervorosa plegaria que empieza: «Bendita sea tu pureza»,
donde falla la rima perfecta en el quinto verso. En otro soneto, cuyos ver-
sos, como se sabe, han de ser endecasílabos, se lee el siguiente: «Figura
fué esta tuya, Wicleff, que atrepellas.»
Otras observaciones haríamos; pero la brevedad de una nota biblio-
gráfica nc lo permite.
Sólo, sí, haremos constar la complacencia con que vemos muchos
nombres de escritores agustinos que dignamente merecen figurar en la
literatura como poetas y prosistas de primera fuerza. — P. Gutiérrez,
LIBROS RECIBIDOS
Henriette Celarle.— Qn^iná' «lis» étaient á Saint-Quentin.— Un vol. de
236 págs., en 8.°— Bloud et Gay, éditeurs.— Paris-Barcelone. 1918.
—De conferencia absolutione sacramentan juxta canonem 886 Codicis
Juris Canonici. Scripsit Franciscus Ter Haar, C. SS. R.— Folleto de 68 pá-
ginas, en 4.°— Romae, Desclée et Socii, editores. — 1919.
— £/ Diamante Rojo, por Jorge W. Príce.— Un vol. de 219 páginas,
en 8.° -Bogotá. -MCMXIX.
—La Virgen de Covadonga, Reina de España. Strmón pronunciado
en su coronación solemne por el limo. Sr. Dr. D. Ángel Regueras, Obispo
de Plasencia.— Septiembre, MCMXVIII
—Máximas, Sentencias y Soliloquios entresacados de las obras del
siervo de Dios limo. P. Ezequiel Moreno y Díaz, Agustino Recoleto, por
el R. P. Teófilo Cárnica del Carmen. — Un tomito de 212 páginas lujosa-
mente encuadernado en tela.— Imprenta de Santa Rita, Monachil (Granada).
—Historia ilustrada y documentada de la Parroquia de San Pedro de
la ciudad de Olite, por D. Juan Albizu y Sainz de Murieta, presbítero.—
Un vol. de 212 págs., en 4.°— Pamplona. Casa Editorial Huarte y Coronas.
—Inventario del Archivo y Fundación, Reglamento y Catálogo de la
Biblioteca en la Parroquia de San Pedro de Olite (Navarra).— Cusiútrno
de 60 págs., en folio. — Barcelona. Imprenta de la «Hormiga de Oro».
—Sous le poing defer, par Albert Droulers. — Un vol. de 244 páginas,
en 8.®— Bloud et Gay, éditeurs. París.
CRÓNICA GENERAL
Madrid-Escorial, 31 de Julio de 1919.
ROMA
Después de la feliz gestión llevada a cabo por Mons. Cerretti en París
sobre la modificación del íratado de paz en lo referente a las misiones, se
completó el texto del artículo con una deliberación de la Conferencia, cu-
yos resultados comunicó el ministro inglés Mr. Balfour en la siguiente
nota:
< Primero. Las principales potencias aliadas y asociadas han exami-
nado cuidadosamente las manifestaciones que se les han hecho sobre la
situación reservada a las misiones que dependen de la Santa Sede en los
territorios de su pertenencia, y estiman que la declaración suscrita contri-
buirá a disipar toda confusión sobre la política que han de seguir.
Segundo. Las disposiciones del tratado de paz con Alemania se limitan
generalmente a los compromisos de parte de Alemania con las potencias
aliadas y asociadas, y viceversa. Los compromisos de los aliados y asocia-
dos entre sí y entre todos los miembros de la Sociedad de las Naciones
serán objeto de acuerdos ulteriores, y, en particular, las disposiciones del
artículo 22 del pacto de la Sociedad de las Naciones.
Tercero. En la que concierne a las misiones, estos acuerdos mandata-
rios darán la más amplia interpretación a los términos del artículo 22, ga-
rantizando la libertad de conciencia y de la religión. A estos efectos, los
acuerdos estipularán que los misioneros de todas denominaciones deberán
ser autorizados para ejercer libremente su ministerio, y a conservar sus
escuelas e instituciones, y tendrán el derecho de adquirir y conservar pro-
piedades de toda especie. En el caso en que por los términos del tratado
de paz con Alemania fuere necesario hacer una transferencia de la propie-
dad de las misiones alemanas a una Comisión de fideicomisos, los bienes
de los misioneros dependientes de la Santa Sede serán puestos a la dispo-
sición de las personas debidamente autorizadas y que pertenezcan a la re-
ligión católica romana.
248 CRÓNICA GENERAL
Por Otra parte, en el caso en que, por los términos del mismo tratado,
fuera necesario ejercer alguna intervención sobre las personalidades di-
rectoras de estas misiones, no se hará sino después de consultar debida-
mente a las autoridades de la religión interesada.— París, 6 de junio
de 1919.»
Este es, pues, el texto comunicado por nota diplomática por las poten-
cias que tienen representación en la Santa Sede, de la declaración pro-
puesta por el ministro de Negocios Extranjeros de la Gran Bretaña, y que
con el artículo 438 del tratado son los instrumentos diplomáticos a que en
lo sucesivo ha de referirse la situación de las misiones católicas en los paí-
ses sometidos a protectorado.
—El 24 de julio, vigilia de la fiesta onomástica de Su Santidad, recibió
el Padre Santo las salutaciones de la noble antecámara pontificia y del Sa-
grado Colegio. La fiesta fué íntima completamente. Al siguiente día recibió
en audiencia Su Santidad a las Comisiones del Círculo de San Pedro, que
le presentaron, según costumbre, un ramo de flores y de frutos. Su Santi-
dad recibió en aquel día numerosísimos telegramas de felicitación de todos
los ángulos del mundo católico.
EXTRANJERO
El proyecto de huelga internacional para el 21 de julio, como protesta
contra el tratado de paz, fracasó al fin, porque no fué posible la avenencia
entre las clases obreras para suspender los servicios, especialmente en
Francia, donde el movimiento se presentaba más amenazador. De carácter
local, y por cuestiones de salario y disminución de trabajo, se han regis-
trado durante toda la quincena huelgas graves entre los mineros ingleses,
paralizándose no pocas industrias por falta de carbón; ha intervenido el
Gobierno británico con el Comité ejecutivo de los trabajadores y logró
llegar a un acuerdo con el mismo; mas no por eso han desistido de su
actitud los huelguistas en las principales minas de la nación.
La cuestión del apoyo a la política de defensa nacional trae divididos a
los socialistas parlamentarios en Francia. Por haber votado los créditos
militares han sido expulsados de la Federación socialista del Sena los se-
ñores Dejeante, Rozier y Nectoux, y con este motivo el llamado grupo de
los cuarenta ha realizado un acto de solidaridad con los excluidos, sepa-
rándose del partido de ribetes bolcheviquistas en que hacen prevalecer sus
temperamentos extremosos M. Longuet y M. Cachin.
Por estos días se celebra en Amsterdam un Congreso sindicalista con
representantes de la mayor parte de los países de Europa y América, y
CRÓNICA GENERAL 249
cuyas conclusiones no son conocidas todavía. Todo ello no ha impedido
que lucieran en los pueblos aliados las fiestas de la paz.
En Inglaterra se celebró la victoria el día IQ de Julio con un desfile
triunfal de las tropas aliadas por las calles de Londres decoradas magnífi-
camente. Asistió el mariscal Foch, que iba a la cabeza del destacamento
francés, y el general Pershing, que mandaba los contingentes norteameri-
canos. Junto al monumento de la reina Victoria se había levantado la tri-
buna regia, desde la cual presenciaron el desfile los reyes acompañados
del jefe del Gobierno. El cortejo pasó también en columna de honor ante
el monumento erigido a la memoria de los muertos en campana.
Al día siguiente tuvo lugar una gran función religiosa en la catedral
de Westminster, a la que asistió con su Estado Mayor el general Foch.
Ofició el cardenal Bourne, y se cantaron himnos nacionales, franceses y
británicos.
No menos brillantes han sido las fiestas de la victoria celebradas en
Bélgica. Realce de ellas fué la presencia del presidente de la República
francesa, M. Poincaré, y la del mariscal Foch, para quienes hubo manifes-
taciones honrosísimas por parte de los Monarcas belgas y de todo su pue-
blo. En Malinas, el presidente francés puso la cruz de guerra sobre el
manto de púrpura del cardenal Mercier entre las aclamaciones de la mu-
chedumbre. Añadamos de paso la noticia simpática del proyecto, al que se
han adherido ya numerosas corporaciones sabias, de que la restauración
de la Universidad y Biblioteca de Lovaina revista carácter internacional.
De las fiestas habidas en Francia describimos algunas en el número
anterior. Además se han celebrado otras de carácter religioso con el es-
plendor y solemnidad propios de las circunstancias.
Todo ello no representa, sin embargo, sino un aspecto muy parcial de
la perspectiva que ofrecen las naciones. Hacen notar algunos periódicos
que en el desfile de las tropas aliadas ante el monumento de la reina Victo-
ria, en Londres, al subir el mariscal Foch a la tribuna real, donde estaban
los monarcas ingleses y el príncipe de Gales, indicó el mariscal que hubie-
ra realzado el cuadro de la alegría la presencia de Eduardo VII, el fundador
de la alianza, que los alemanes llamaron política del cerco. En una conver-
sación con el enviado especial de Daily Mail, Mr. Waid-Wridge, sobre con-
flictos futuros, se hace decir al mismo mariscal con referencia a los prepa-
rativos ingleses: «Debéis tener siempre en reserva material de guerra y a
la altura de los últimos perfeccionamientos. La guerra próxima será, sobre
todo, guerra de material.» Es la mejor crítica de los fundamentos en que
descansan los tratados actuales.
Entre los cantos de júbilo no faltan las imprecaciones, las invectivas
250 CRÓNICA GENERAL
de los tiempos de guerra. Después de Alemania son llevadas al matadero
Austria, Bulgaria y Turquía, las cuales si salen del trance con vida o con
alguna pluma, será porque las rivalidades entre los aliados no permiten
otra cosa. Ahí están Siria, que se quiere arrebatar a Francia; Fiume, que
no acaba de saber su suerte; Teschen, que se disputan polacos y checo-
eslovacos; el Bánato, Thracia y Besarabía, que aun no conocen a su nuevo
señor. Por otra parte no es indicio de paz todavía la preponderancia ab-
soluta del bolcheviquismo en Hungría y Rusia, y menos la discusión a que
está sometido el tratado de Versalles en todos los parlamentos, exceptuan-
do al inglés.
En tratado de Versalles en los Parlamentos,— En la Cámara inglesa
ha sido ratificado el tratado de Versalles por 163 votos contra 4. El conve-
nio francoinglés, relativo al apoyo a Francia en caso de ataque por Ale-
mania, fué votado por unanimidad.
Durante la discusión pronunció Lloyd Qeorge un discurso contestan-
do a las observaciones hechas por algunos diputados. «La garantía a Fran-
cia—declaró el primer ministro inglés — será provisional, es decir, mientras
la Liga de Naciones no funcione con éxito. De Alemania se ha exigido
cuanto puede pagar, y sería irracional pedirle el reembolso completo a los
aliados de todos los gastos de guerra, que ascenderían a setecientos cin-
cuenta mil millones de francos. Repecto de Alsacia y Lorena, lo mismo que
de Polonia, no se ha exigido el plebiscito, porque bien clara es la volun-
tad de sus poblaciones. A Irlanda no son aplicables los principios de Wil-
son, porque no constituye una nación, sino tres naciones diferentes, desde
el punto de vista de la raza, de la religión y del carácter. No puede poner-
se un fín a los armamentos hasta que las luchas queden destruidas de raíz.
En cuanto al juicio del Kaiser, «no creo que haya una sola persona en esta
Cámara que crea que un hombre que es responsable de esta sangrienta
catástrofe pueda escapar indemne.
^Algunos han dicho que debía ser juzgado en algún país neutral dis-
tante, y ¿qué derecho tenemos nosotros para suponer que haya algún país
neutral que acepte el ser testigo de una persecución de esta clase?»
Tiene razón el primer ministro inglés, el no creer capaz de tales des-
afueros a ningún país neutral.
— En Francia y Estados Unidos siguen las discusiones sobre el tratado.
Las noticias de Washington hacen notar la oposición que encuentra entre
los republicanos no sólo el tratado de paz, sino el suplementario de ayuda
a Francia en caso de ataque por Alemania. Este último lo consideran como
CRÓNICA GENERAL 251
un cambio de toda la política tradicional de los Estados Unidos, y en algún
modo como contrario a la doctrina de Monroe. Las clausulas del tratado
contra las cuales hacen más oposición los republicanos son, principalmen-
te, las relativas a Chan-Tung, de la separación obligatoria de Alemania y
Austria, las concernientes al valle del Sarre y las que estipulan garantías
insuficientes para los alemanes de Polonia.
La nueva situación en Alemania— L?i muerte de un soldado francés a
mano airada en Berlín ha dado ocasión a un incidente entre los Gobiernos
francés y alemán. Los diarios berlineses dijeron que se había hecho todo
lo posible para descubrir al autor y esclarecer todas las circunstancias del
crimen. Añadían, además, que el subsecretario von Haniel manifestó al día
siguiente su profundo pesar, en nombre del Gobierno, ante el embajador
español, encargado de los intereses franceses. Lo mismo hizo el presidente
de la Delegación de paz alemana en Versalles en una nota a Clemenceau.
El Gobierno, por su parte, se mostró ya desde un principio dispuesto a
sufragar los gastos del traslado y del entierro.
El Gobierno francés, por medio del mariscal Foch, había presentado
una nota, en que exigía: L°, que se active la labor del Tribunal que en-
tiende en los sucesos; 2P, que se disculpe el Gobierno; 3.°, que Alemania
pague los gastos del traslado y del entierro de la víctima; 4.'', que abone
una indemnización de 100.000 francos a la familia del muerto, y 5.°, que
la ciudad de Berlín pague una multa de un millón de francos oro.
Como respuesta a esta comunicación, dice una referencia oficiosa:
«El Gobierno alemán ha enviado una contestación a la nota del maris-
cal Foch sobre la muerte del sargento francés Manheim en Berlín.
La respuesta señala que varias de las exigencias francesas, como el
castigo del malhechor, la disculpa y el pago de los gastos del entierro, las
había aceptado Alemania ya antes de recibir la nota. La indemnización a
la familia del muerto no tiene justificación legal; pero será cumplida para
mostrar la buena disposición de las autoridades alemanas. La multa de un
millón de francos impuesta a la ciudad de Berlín la rechaza el Gobierno
alemán, sin embargo, por ser contraria al derecho de gentes.
El Gobierno está dispuesto, no obstante, a entregar el asunto a un Tri-
bunal de arbitraje mixto, caso de que Francia no se adhiera al punto de
vista alemán.>
—Con motivo de la declaración aliada sobre el levantamiento del blo-
queo, la Comisión interaliada de los territorios del Rhin acaba de enviar
252 CRÓNICA GENERAL
el texto del Reglamento del 12 de Julio a la Comisión de armisticio
alemana, dando los siguientes detalles sobre la aplicación del Reglamento:
€l.** El bloqueo de Alemania será levantado desde el 12 de Julio.
2.^ Los Reglamentos números 5 y 6 rectificado, respecto a las facilida-
des en los transportes, serán anulados.
3.° Se prohibe la exportación de armas, municiones y otros artículos
destinados a fines bélicos.
4.° La exportación de carbón y cok quedará supeditada a las disposi-
ciones actualmente en vigor.
5.° Queda prohibida la exportación de tintas, productos químicos, ar-
tículos farmacéuticos, platino, oro, dinero metálico, así como oro y plata
en barras y valores extranjeros, sin permiso especial de la Comisión inter-
aliada de los territorios del Rhin.
6.° El transporte de las demás mercancías es libre.
7.° Quedarán anuladas todas las restricciones referentes a la importa-
ción y exportación que respecto a Luxemburgo habían implantado el Co-
mité económico interaliado y la Comisión interaliada de los territorios
del Rhin.
Todas estas disposiciones no afectarán en modo alguno los permisos
especiales de exportación e importación en vigor en los diversos países
aliados o neutrales.»
Refiriéndose al levantamiento del bloqueo de Alemania, escribe la Ga-
ceta de Francfort:
«No debemos regocijarnos demasiado. El bloqueo desaparece, y ello
significa que podremos volver a importar y exportar; a comprar y vender
en todos los mercados mundiales, pero esos mercados son ya otros que
antes de la guerra, y principalmente nosotros mismos no somos ya eco-
nómicamente el pueblo de entonces, sino que tenemos la calidad de extran-
jeros, solicitando ser admitidos en un mundo que ha establecido sin nos-
otros, sus previsiones de exportación e importación y su reparto de subsis-
tencias y materias primas.
Tenemos una gigantesca necesidad de exportar, pero nos faltan recur-
sos para pagar las materias primeras: necesitamos del crédito del mundo,
que era hasta hoy nuestro enemigo.»
—En una de las últimas sesiones leyó el presidente de la Asamblea
Nacional alemana, Fehrenbach, el siguiente telegrama del Senado de la
República Argentina: «El Senado argentino acaba de decidir unánime-
mente que se envíe a la Asamblea Nacional alemana la expresión de su
satisfacción más profunda por la terminación de la guerra, que significa el
término de los sacrificios que la guerra impuso a los pueblos beligerantes.
CRÓNICA GENERAL 253
La Argentina espera que la fírma de la paz será el comienzo de una
completa reconstrucción, en la que tomará parte el mundo entero.»
A propuesta del presidente de la Asamblea alemana, fué enviada la si-
guiente contestación al Senado argentino:
*La Asamblea Nacional Constituyente alemana expresa al Senado de
la Argentina su gratitud por el manifiesto amistoso, esperando que la hora
de la ratificación será al mismo tiempo la hora en que nacerá la verdadera
reconciliación de los pueblos.»
La Asamblea Nacional envió además otro telegrama a la Cámara de
diputados argentina, en contestación a un telegrama idéntico al del Senado,
diciendo:
«La Asamblea Nacional alemana agradece a la Cámara argentina la
prueba de simpatía, esperando que el bello ideal de la justicia y del huma-
nitarismo inspirará un día a los enemigos de Alemania, a fin de que cola-
boren en la obra de la paz verdadera al lado de la República alemana y de
la Argentina.»
ESPAÑA
Lo más saliente de la quincena ha sido la caída del Gabinete que pre-
sidía el Sr. Maura y la subida del partido conservador al poder no sólo
con el beneplácito sino con el apoyo directo de las izquierdas unidas en
bloque contra el Gobierno anterior.
Ya en otro día dijimos que las dificultades creadas por la obstrucción
izquierdista se consideraban vencidas y es seguro que el bloque caminaba
hacia el completo fracaso si las derechas hubieran ofrecido la consistencia
que requería el Sr. Maura, pero esta consistencia faltó por no ser más que
artificiosa y como a remolque la unión de los conservadores que se habían
negado a ocupar los más altos cargos, y en consecuencia el Sr. Maura se
creyó en el caso de presentar la dimisión de todo el Ministerio.
Encargado nuevamente del poder el Sr. Maura requirió la colaboración
directa de los conservadores en el banco azul: única garantía del verdade-
ro apoyo a la obra del Gobierno. Titubearon los primates del partido con-
servador, arbitros en el caso por enfermedad del Sr. Dato, pero entretanto
las izquierdas que ya columbraban el triunfo publicaron una nota de hos-
tilidad irreductible hacia los elementos del Sr. Maura y La Cierva y enton-
ces los ex ministros conservadores se negaron rotundamente a la concen-
tración buscada con magnánima insistencia por el Sr. Maura, si bien no
le negaban sus votos para gobernar. Esto no lo consideró suficiente el se-
ñor Maura, y resignó definitivamente el encargo confiado por el Monarca.
Luego fracasó también el general Miranda en la misma tentativa de una
254 CRÓNICA GENERAL
concentración de todas las fuerzas afínes, y entonces fué llamado el señor
Sánchez de Toca, que con elementos exclusivamente del partido conser-
vador, presentó la siguiente lista de ministros:
Presidencia, D. Joaquín Sánchez de Toca; Estado, señor Marqués de
Lema; Gracia y Justicia, D. Pascual Amat; Gobernación, D. Manuel de Bur-
gos y Mazo; Hacienda, señor Conde de Bugallal; Guerra, general D. An-
tonio Tovar; Marina, contraalmirante Flórez; Fomento, D. Abilio Calde-
rón; Instrucción Pública, D. José del Prado y Palacio; Abastecimientos,
señor Marqués de Mochales.
En la primera reunión celebrada por el Consejo, falleció repentina-
mente el Marqués de Mochales, y entonces fué nombrado D. Carlos Ca-
ñal ministro de Abastecimientos.
Los resultados de la crisis fueron juzgados por las izquierdas como un
triunfo suyo, y lo cierto es que las derechas han perdido la situación favo-
rable en que se encontraban para hacer valer sus soluciones en los proble-
mas múltiples derivados del conflicto mundial. Como un retrato de la si-
tuación política consiguiente a la crisis, no puede menos de mencionarse
con pena lo que dicen los periódicos izquierdistas, y véanse algunos ejem-
plos. Dice La Mañana: «Los liberales mandan, porque deben mandar;
porque vivimos en tiempos de libertad», y El Liberal: «En la jornada de
ayer se ha demostrado una vez más que las normas de la gobernación del
país están actualmente en manos de las izquierdas», y Heraldo de Madrid:
«Son éstas—las izquierdas— las que han de gobernar, adueñadas del Po-
der. Están gobernando ahora mismo como dominadoras del Parlamento.»
—Con motivo del proyecto que tiene el Gobierno de someter a la apro-
bación de las Cortes una fórmula económica para los meses próximos, se
están haciendo muchas gestiones encaminadas a que en ella no sean des-
atendidos los intereses del Clero. Respecto de esta cuestión, dice un perió-
dico de Madrid que el eminentísimo señor Cardenal Arzobispo de Toledo,
enterado del propósito que anima al Gobierno de reproducir los Presu-
puestos mediante la fórmula económica que en breve discutirá el Parla--
mentó, y atento siempre a las necesidades del clero español, ha telegrafía-
do desde Gijón, donde se encuentra pasando una temporada, al presiden-
te del Consejo, rogándole que se consignen en la misma las cantidades
necesarias para atender a las justas mejoras de la citada clase.
B. R.
MISCELÁNEA
«Grupo de la Democracia Cristiana.»
(conclusión)
XII. Defendemos la religión y queremos que se haga cuanto contribu-
ya a sostener y fomentar el sentimiento religioso del país, porque es indis-
pensable para la reforma moral del individuo, sin la cual es penosa y es-
téril toda reforma social, porque es el más fuerte de los vínculos sociales
y porque es fuente de abnegación y caridad, y, por tanto, de armonía, de
bondad y de paz.
XIII. Defendemos la institución de la familia, porque de su vida de-
pende la de la sociedad entera, y queremos, por tanto, que sea rechazado
cuanto la relaje o la corrompa, como el divorcio, como la debilitación de
la autoridad moral paterna, como la supresión del derecho de suce-
sión, etc.
XIV. Respetamos la propiedad privada, usada rectamente y con la fun-
ción social que de ella requerimos, porque es estímulo del trabajo y sóli-
do sostén de la dignidad e independencia personales, y porque contribuye
a dar firmeza y estabilidad a la institución de la familia.
XV. Reconocemos que el bienestar de los obreros en general depende
en gran parte de la prosperidad de la nación, la cual no puede conseguir-
se sin que los patronos, los obreros, los consumidores y el Estado, cum-
plan sus deberes respectivos.
XVI. He aquí una síntesis fragmentaria, pero suficiente, de nuestro
ideario, de nuestro programa doctrinal y de la perspectiva que abrimos a
nuestra acción.
256 MISCELÁNEA
REIVINDICACIONES
RElVINDICAClONifS SOCÍALES-PROFESIONALES
Primera. Pedimos garantías para nuestro derecho a sindicarnos, según
nuestras convicciones sociales, y reclamamos sanciones suficientes contra
quienes ateníen a ese derecho, sean individuos o Sociedades, atenten con
brutalidad o solapadamente.
Segunda. Que se dé reconocimiento legal eficaz a los Sindicatos obre-
ros y a los patronales.
Tercera. Que se haga el censo de las profesiones u oficios en España,
se las clasifique, tomando como base el servicio social que presten, y se
agrupen las afínes o complementarias.
Cuarta. Que se proceda a hacer el censo de patronos y obreros ha-
bitualmente dedicados a cada profesión o grupo de profesiones afines o
complementarias.
Quinta. Que los obreros, lo mismo que los patronos, sean libres para
elegir el tipo de Sindicato que quieran, pero que para unos y otros sea
obligatorio el estar inscritos en su censo respectivo.
Sexta. Que los obreros de una parte, y los patronos de otra, elijan
dentro de cada censo, y por el régimen de representación proporcional
sus representantes, y que éstos, presididos por personas imparciales, com-
petentes y rectas, constituyan la autoridad del oficio o grupo de oficios,
con el nombre de Consejo de la Corporación, Comité paritario, Jurado
mixto o como quiera llamársele.
Séptima, Que esos Consejos, Comités o Jurados tengan las funciones
siguientes:
a) Ser Instituciones públicas y tener derecho de jurisdicción profesio-
nal sobre sus miembros para imponer multas, castigos y las contribucio-
nes necesarias para la vida de la profesión o del grupo de profesiones por
ellos representadas.
b) Fijar las condiciones del trabajo conforme a las exigencias de la
humanidad y de la moral cristiana, y al estado de las industrias en
cada país.
MISCELÁNEA 257
c) Resolver o prevenir los conflictos del trabajo, ejerciendo la conci-
liación y el arbitraje y constituyendo los Tribunales industriales de la pro-
fesión.
d) Ser obligatoriamente consultados en la preparación de las leyes o
disposiciones oficiales que las reglamenten, hacer los reglamentos de apli-
cación de las mismas y velar por su cumplimiento,
e) Intervenir la enseñanza oficial profesional o técnica.
f) Ser base para la ordenación de los seguros sociales.
g) Someter al referéndum de la profesión o grupo de profesiones que
representan las disposiciones de carácter general que hubieran de tener
carácter obligatorio.
h) Administrar la propiedad corporativa, velar por la capacidad técni-
ca de sus representados, por los prestigios y por la moral de la profesión
y procurar hacerla, en fin, lo más útil posible a sus representados y a la
sociedad.
Octava. Mientras esta organización no sea un hecho, los Sindicatos
Obreros Católicos reclamamos el derecho a tener y elegir nuestros repre-
sentantes en todos los organismos oficiales en los que obreros y patronos
tengan representación.
Novena. Aspiramos a la representación en Cortes de las clases y de
las profesiones organizadas, incluyendo entre éstas, no sólo las económi-
cas, sino también las llamadas liberales.
II
REIVINDICACIONES ECONÓMICAS
d)— Peticiones generales.
Primera. Protestamos enérgicamente contra el encarecimiento artifi-
cioso de la vida y pedimos el castigo severo del acaparamiento y de la
confabulación para el alza de los precios. Pedimos, igualmente, la tasa de
las subsistencias y con ella la de los elementos que contribuyan a su pro-
ducción, excluido, naturalmente, el trabajo, y disposiciones legales que fa-
ciliten y estimulen las Cooperativas de consumo que supriman el peligro
y la carga de los intermediarios.
Segunda. Aspiramos a que el salario mínimo sea vital famiUar, es de-
is
258 MISCELÁNEA
cir, el suficiente para que el trabajador pueda hacer vida decorosa, como
hombre, como ciudadano y como padre de familia.
Tercera. Pedimos la jornada de ocho horas y jornada menor en indus-
trias pesadas e insalubres, esperando su progresiva disminución del ade-
lanto en los métodos de producción, a fin de que el hombre haga efectivo,
cada vez más, su señorío sobre las fuerzas naturales, como a su alta digni-
dad espiritual corresponde.
Cuarta. Pedimos un descanso semanal de día y medio, incluido el do-
mingo. Pedimos que se cumpla con todo rigor la ley del descanso domi-
nical, y, para cumplir íntegramente nuestros deberes de cristianos, recla-
mamos el descanso en los días festivos, aun los no dominicales, aspirando
a que ese descanso sea retribuido.
Quinta. Pedimos la supresión del nocivo trabajo nocturno, en todo lo
posible.
Sexta. Pedimos que se promueva una enérgica campana de obras pú-
blicas, encaminada, sobre todo, a reforzar rápidamente las vías de comu-
nicación, la repoblación forestal y la mejor utilización de la riqueza hidráu-
lica, que serían fuentes, perennes, no sólo de riqueza, sino también de
trabajo seguro y de salarios altos.
Séptima. Aspiramos a que el trabajo tenga fácil acceso a la propiedad,
y para ello pedimos:
a) Una ley que estimule a los propietarios a dar a sus obreros partici-
pación en los beneficios y, sobre todo, coparticipación en las empresas.
b) Una ley sobre Cooperativas de trabajo en virtud de la cual los Sin-
dicatos o Sociedades obreras puedan convertirse en Empresas de servicios
públicos.
c) Así como se crean Bancos para el agricultor, para el exportador y
para el fomento de las industrias nuevas, pedimos que se cree el Banco
obrero, que facilite el ascenso de los obreros a empresarios mediante cré-
ditos a las Cooperativas de producción.
d) Aplicación con amplitud de la vigente ley de casas baratas, tanto en
lo relativo al saneamiento de las actuales como a la construcción de otras
nuevas. Que puedan contruirlas los Ayuntamientos, aun emitiendo obliga-
ciones que el Estado garantice, si pasado un plazo prudencial no lo hace
la iniciativa privada. Que mientras no se cree el Banco obrero se obligue
al Banco hipotecario y al Banco de España a destinar todos Ios-años, hasta
un máximo de 2 millones el primero y de 6 el segundo, para préstamos
MISCELÁNEA 259
hipotecarios a las Cooperativas obreras dedicadas a la construcción de
casas para sus socios, y a las Sociedades benéficas dedicadas a la cons-
trucción de casas baratas. Que el Estado acelere la organización del segu-
ro popular aplicado a dichas viviendas.
e) Compensaciones a los patronos, propietarios de tierras o a las obras
sociales que en usufructo o en venta a plazos faciliten a los obreros huer-
tos o parcelas de tierra.
f) Que se discuta cuanto antes la proposición de ley sobre «Patrimo-
nio familiar».
g) Que a constituir Patrimonios familiares de la clase trabajadora, o,
en su defecto, de los colonos y mínimos propietarios, se destine el usu-
fructo vitalicio y hereditario de la propiedad rústica del Estado, de la Pro-
vincia y el Municipio, que por razones técnicas o sociales no deba conti-
nuar siendo de aprovechamiento común.
h) Que al mismo fm se destinen los latifundios susceptibles de un cul-
tivo remunerador, y las tierras de secano que no aprovechen el riego de
los pantanos y demás obras hidráulicas realizadas por el Estado o por las
Corporaciones oficiales, previo el pago de su valor anterior.
Octava. El Estado, la Diputación y los Ayuntamientos están obligados
a conducirse con sus obreros y empleados como patronos modelos. Mien^
tras no constituyan con ellos Corporaciones y Consejos de Corporación o
Comités paritarios, fijarán las más ejemplares condiciones de trabajo, so-
bre todo en lo que se refiere al salario o sueldo mínimo, y a la moralidad,
seguridad e higiene.
Novena. Pedimos libertad de emigración espontánea y prohibición de
la recluta de emigrantes; inspección eficaz de la emigración; reforma del
Consejo Superior de Emigración en el sentido de dar mayor representa-
ción al proletariado que emigra que a las Empresas que trafican con él;
tutela de los intereses materiales y morales del emigrante en el país de
emigración; seguro de repatriación y nacionalización de la flota para emi-
grantes.
Décima. Que se reorganice y robustezca el Cuerpo de Sanidad y se
atienda de una vez con eficacia a la higiene social y a la extirpación de las
enfermedades evitables, como la tuberculosis, la lepra, las fiebres palúdi-
cas, la viruela y otras a las que el proletariado rinde tributo tan doloroso.
260 MISCELÁNEA
b)— Sobre el seguro del trabajo.
Primera. Que con la mayor urgencia se aplique el seguro obligatorio
contra el riesgo vejez a los obreros del campo.
Segunda. Que se encomiende al Instituto Nacional de Previsión la pre-
paración de una ley especial contra el riesgo-invalidez en relación con el
retiro obligatorio, y que provisionalmente se conceda crédito ampliable
para las pensiones de invalidez permanente y se aprecie ésta por la canti-
dad de capacidad para el trabajo que con la invalidez pierda el obrero.
Tercera. Que se modifique la ley de Accidentes del trabajo en el sen-
tido de asegurar el salario íntegro, y de que la indemnización por invali-
dez parcial sea un capital, pero la indemnización por invalidez total o por
muerte se dé en forma de pensión. Que se fomente la instauración de es-
cuelas de restauración profesional de los inválidos del trabajo.
Cuarta. Que se aplique inmediatamente a la agricultura un régimen
legal reparador de los accidentes del trabajo.
Quinta. Que se encomiende al Instituto Nacional de Previsión la pre-
paración de un proyecto de ley de seguro obligatorio contra el riesgo en-
fermedad sobre la base de las Sociedades de Socorros mutuos, y que pro-
visionalmente se concedan subvenciones a dichas Sociedades.
Sexta. Que se organice el seguro obligatorio contra el paro.
Séptima. Que se facilite y se dé estímulos económicos adecuados para
la conversión del capital reservado a las viudas y huérfanos en pensiones
de viudedad y orfandad.
Octava. Que se concedan más fuertes estímulos a la previsión infan-
til y se haga obligatoria para los maestros la organización de la Mutualidad
Escolar en las escuelas.
c) — Sobre los impuestos.
Primera. Pedimos la supresión del impuesto de Consumos y que se re-
chace la petición de los mal aconsejados Ayuntamientos que piden su res-
tablecimiento.
Segunda. Pedimos que el Ministro de Hacienda prepare evolutiva y
prácticamente leyes sobre impuestos suntuarios y sobre impuesto progre-
sivo sobre la renta.
MISCELÁNEA 261
Tercera. Que se exima del impuesto de utilidades a los salarios y suel-
dos inferiores a 2.000 pesetas.
Cuarta. Liberación o atenuación de impuestos a la pequeña pro-
piedad.
Quinta. Que se graven con mayores impuestos los alcoholes, el taba-
co, la lotería y las corridas de toros.
Sexta. Que se establezcan exenciones tributarias progresivas en pro-
porción al número de los hijos y siempre que pasen de tres.
Séptima. Que se persiga con nuevas sanciones severas y eficaces lo
mismo la ocultación de la riqueza tributable que a los funcionarios que,
pudiendo y debiendo denunciar, no lo hacen.
III
CULTURA DEL PROLETARIADO
Primera. Que la edad escolar se extienda hasta los catorce años, y que
hasta esa edad no puedan iniciar ningún aprendizaje si no es en escuela
profesional o técnica o talleres habilitados para los obreros por la autori-
dad competente.
Segunda. Que se multipliquen las escuelas nocturnas de Artes y Ofi-
cios, las escuelas experimentales prácticas de Agricultura y las escuelas ele-
mentales de Comercio que sirvan para aumentar la capacidad técnica y la
ascensión económica y social del proletariado.
Tercera. Que para los hijos de familias pobres se creen becas numero-
sas para completar su capacidad técnica de obreros en las escuelas elemen-
tales de Agricultura, de Comercio y de Artes y Oficios.
Cuarta. Que para los hijos de familias obreras que hubieran mostra-
do aptitudes extraordinarias en la escuela primaria o en las escuelas profe-
sionales, se creen becas que les permitan el acceso a las Escuelas especia-
les superiores y a las Facultades universitarias.
Quinta. Que el Estado, las Diputaciones provinciales, los Ayuntamien-
tos, las Corporaciones locales, y sobre todo las organizaciones profesiona-
les, patronales, subvencionen las escuelas técnicas organizadas por la ini-
ciativa privada, dentro o fuera de los Sindicatos o Federaciones de Sindi-
catos, y que ofrezcan garantías de eficacia.
Sexta. Que igualmente se estimulen económicamente las escuelas noc-
262 MISCELÁNEA
turnas, las escuelas dominicales privadas y las organizaciones obreras de-
dicadas a aumentar la cultura general, económica, moral y social del pro-
letariado.
Séptima. Que se cumplan inexorablemente las disposiciones vigentes
respecto a la cultura complementaria de los trabajadores menores de diez
y ocho años y respecto a las escuelas nocturnas.
Octava. Que se busque el procedimiento de dar eficacia a la ley so-
bre el contrato de aprendizaje.
IV
REIVINDICACIONES DE LOS SINDICATOS CATÓLICOS DE OBRERAS
Además de las peticiones y aspiraciones del Sindicalismo obrero cató-
lico, aplicables a las obreras, reclamamos de un modo especial las si-
guientes:
1.' Que en todos los organismos sociales en que se resuelven dere-
chos, deberes e intereses de la mujer, se reserven algunos puestos que for-
zosamente habrán de estar ocupados por mujeres.
2.* Que en los establecimientos donde se vendan artículos de uso de
la mujer haya sólo personal femenino.
3.* Reforma de la enseñanza primaria sobre las bases siguientes:
a) Que se prolongue hasta los catorce años.
b) Que además de la cultura general femenina, prepare a la mujer
completamente para las funciones de ama de casa, e ínicialmente para las
profesiones en que ha de ser colaboradora.
4.^ Que se reprima implacablemente la pornografía, la trata de blan-
cas, la seducción y corrupción de menores.
5.* Que haya separación de obreros y obreras en los talleres y fábri-
cas donde claramente eso no se oponga a la técnica insustituible de la pro-
ducción.
6.* Que sean mujeres las contramaestras de los talleres femeninos.
7.* Jornada de ocho horas y descanso desde el mediodía del sábado.
8.* Igual salario que el obrero en igualdad de profesión y trabajo.
9.* Cuando esté fijado el salario mínimo familiar en una profesión,
que se prohiba el trabajo de la mujer casada con hijos, en los talleres o
fábricas de dicha profesión.
10. Que se cumplan inexorablemente las leyes de la silla, de la jorna-
MISCELÁNEA 263
da mercantil, descanso dominical, y, en general, las leyes tutelares del tra-
bajo de la mujer.
11. Que para el más serio cumplimiento de estas leyes se aumente la
categoría y el número de las inspectoras y puedan servir de inspección
auxiliar obreras que representen a los Sindicatos femeninos.
* 12. Que a los Sindicatos femeninos se les dé facilidades legales y de
crédito para convertirse en Empresas para el suministro de prendas y pie-
zas confeccionadas para el Ejército o para cualquier Institución o Em-
presa.
13. Que se organicen Bolsas de Trabajo exclusivamente femeninas, y
se supriman las Agencias mercantiles de colocaciones.
14. Que se cierren los talleres y fábricas, donde trabajen mujeres, que
previa una rigurosa inspección no reúnan condiciones de higiene y mo-
ralidad.
15. Aplicación rigurosa de la ley de Protección a la mujer en cinta y
Seguro obligatorio de maternidad que haga viable aquella ley.
16. Que con toda urgencia se dé fuerza legal al proyecto de ley sobre
el trabajo a domicilio.
Que se estimulen económicamente las Cooperativas de compra de pri-
meras materias y venta de los productos del trabajo a domicilio.
17. Que sean mujeres las encargadas de distribuir en las tiendas a las
obreras el trabajo que han de realizar en su domicilio.
Pedimos para las sirvientas:
18. Garantía para su derecho de asociación sindical.
19. Ocho horas no interrumpidas de descanso nocturno.
20. Una tarde libre entre semana, además de las salidas dominicales.
21. Que una Comisión compuesta de señoras y sirvientas, presidida
por la autoridad, fije el salario mínimo, de acuerdo con la edad de las sir-
vientas, preparación para su trabajo y condiciones económicas de lugar.
22. Que no se pueda despedir a ninguna sirvienta sin avisarle con
ocho días de anticipación, a menos que se le entregue el salario corres-
pondiente a esos ocho días, o haya cometido delitos o faltas de las pena-
das en el Código.
23. Que no se pueda despedir a una sirvienta después de las cuatro
de la tarde, si no es por causa muy grave.
24. Que desaparezca la costumbre insensata de tener los dormitorios
de criados y criadas en un mismo piso, independientemente del piso de
264 MISCELÁNEA
las personas a quienes sirven, y la costumbre cruel de dedicar a la servi-
dumbre habitaciones sm aire y sin luz y sin cerradura interior.
25. Necesidad de generalizar ías instituciones de Patronato para las
sirvientas donde puedan adquirir mayor capacidad y se les enseñe sus de-
rechos y deberes.
RELACIONES INTERNACIONALES
Primera. Queremos cooperar a la iniciativa de organizar la Confede-
ración Internacional Obrera de los trabajadores organizados conforme a
los altos principios de la moral cristiana, y de nuestra parte no rehusare-
mos esfuerzo alguno que contribuya a que sea pronto una feliz realidad.
Segunda. Queremos que esa Internacional Obrera sea un poderoso
agente de progreso, de justicia social y de solidaridad de clase; pero no
instrumento de tiranía y de revolución social.
Tercera. Queremos, igualmente, que coopere a la defensa de los prin-
cipios y supremos intereses morales y religiosos, de donde toman savia
nuestro principios sociales, es decir, deseamos que sea un baluarte de la
civilización cristiana amenazada.
Cuarta. Para que nuestra cooperación a estas relaciones internaciona-
les sea más eficaz y constante, el Secretariado Nacional Obrero pondrá una
sección de trabajo a disposición de la Confederación Nacional de los Sin-
dicatos Obreros Católicos.
FERNANDO VÁZQUEZ DE MENCHACA
(1)
VIII
Concepto del Derecho internacional.— PsLYQcia. natural (que nues-
tros escritores del siglo XVI, teólogos y jurisconsultos, después de
establecer y concretar los derechos y deberes del Estado con relación
al individuo, planteasen y resolviesen la importantísima cuestión re-
lativa a los derechos y deberes de unas naciones respecto de otras.
Si el hombre, por ser naturalmente sociable, no se bastaba a sí solo,
no podía vivir aislado; si para satisfacer sus múltiples necesidades,
tuvo forzosamente que asociarse a otros, formando así la sociedad
política, una vez constituida y organizada ésta, ¿podría vivir aislada
de las demás? Y en caso negativo, ¿no habría necesidad de un de-
recho que regulase las relaciones de los diferentes Estados? Si los
individuos reunidos en cuerpo de nación contaban, para regular sus
relaciones pacíficas y resolver sus querellas, con un derecho común,
¿no habría también otro derecho común a las naciones por el cual
fe éstas hubieran de regirse en tiempo de paz y dirimir sus litigios en
^ tiempo de guerra? Hacía falta estudiar la naturaleza de este derecho,
y de tan ardua empresa se encargaron nuestros clásicos. Verdad es
que no todos lo hicieron con igual fortuna; pero cábeles el honor
de haber sido en esto, si no los fundadores, en el sentido estricto
de la palabra, sí los precursores de la ciencia del Derecho interna-
cional moderno.
Hasta no hace mucho tiempo fué creencia general, ya lo indica-
mos al principio de este trabajo, la de que la paternidad del Dere-
cho internacional contemporáneo correspondía indiscutiblemente al
(1) Véase la pág. 366 del vol. CXV.
La Ciudad de Dios.— Año XXXIX.— Núm. I.IIO. 19
266 FERNANDO VÁZQUEZ DE MENCHACA
sabio jurista holandés Hugo Grocio; creencia fundada en los esfuer-
zos realizados por racionalistas y protestantes interesados en agran-
dar sobremanera la personalidad del autor Dejare belliac pacis. Por
eso aquéllos consideraban justo aplicar al «milagro de Iiolanda>,
entre otros dictados, el de <padre>, «patriarca> o «fundador> del
" derecho internacional. Hoy se estima esta apreciación, no sólo como
discutible, sino como evidentemente injusta.
Lejos de nosotros afirmar, como hizo Rousseau, que Grocio fue-
ra un pedante y un plagiario. Pero es cierto que éste, al escribir sus
obras, halló ya preparados casi todos los materiales en nuestros teó-
logos y jurisconsultos. La más apreciable labor de Grocio ha con-
sistido en sintetizar, en reducir a cuerpo de doctrina los elementos
dispersos en obras anteriores. El admirable mosaico que construyó
está integrado en gran parte de piezas españolas.
Insistimos acerca de este punto, porque es de capital importan-
cia. Todavía se hallan tratadistas, y otros que no lo son, que, al de-
terminar la significación de los llamados precursores de Grocio, se
contentan con citar un cierto niímero de escritores españoles y afir-
mar, copiándose unos a otros para decir exactamente lo mismo, que
a éstos, y no a Grocio, corresponde la prioridad en tratar cuestiones
o puntos determinados de derecho internacional; juicio éste para
nosotros bastante inexacto, porque no se trata sólo de la prioridad
que corresponde a nuestros escritores del siglo XVI en haber plan-
teado determinadas cuestiones que hoy se reputan objeto del Dere-
cho internacional; se trata de ver, además, si antes de que Grocio
estampara la definición de tal derecho en su obra maestra, lo habían
hecho aquéllos y, si no todos, al menos alguno, con tal acierto, que
hoy no se haría mejor; si antes de que Grocio dedicara unas cuan-
tas líneas, y sólo incidentalmente, a la comunidad internacional,
algún autor español, habíala ya descrito con todos sus caracteres
esenciales. Así enfocada la cuestión, a cualquiera se le alcanza que
de la solución que aquélla deba tener dependerá en gran parte el jui-
cio más o menos favorable que de Grocio nos formemos. Digamos,
pues, en síntesis, qué es lo que pensaron y escribieron, respecto del
punto que aquí se discute, los escritores españoles llamados «precur-
sores de Grocio>.
La mayor parte de ellos no llegaron a definir el concepto del
FERNANDO VÁZQUEZ DE MENCHACA 267
Derecho internacional en el sentido que hoy tiene. Encastillados en
el texto de Gayo, que dice: Sed quod naiuralis raüo inter omnes ho-
mines constifuit, quasi quo jure omnes gentes utuniur, o sea— que
la razón natural establece entre todos los hombres, un derecho que
casi se usa por todas las naciones — , no acertaron a ver en tal dere-
cho más que una de sus notas esenciales, la universalidad, pero no
la de relación entre agrupaciones o sociedades políticas indepen-
dientes, dotada*, por tanto, de propia personalidad. El hecho es ex-
plicable, teniendo en cuenta que este mismo concepto defectuoso
campea en la definición de San Isidoro, en cuya autoridad se fundan
tantas veces nuestros clásicos: Jas gentium est quod omnes aut per
omnes gentes utuntur (1). Lo que no se explica fácilmente, lo que no
podrán justificar los que tanto han ensalzado la figura de Orocio, es
cómo éste incurrió en el mismo defecto habiendo estudiado a nues-
tro Vitoria, en cuya Relección De potestate civili, que aquél cita para
apoyar sus doctrinas, se sientan las bases del verdadero concepto del
Derecho internacional. He aquí cómo se expresa el insigne domini-
co: «De lo dicho (refiérese a la fuerza de obligar de las leyes) se si-
gue este corolario: que el derecho de gentes no sólo deriva su fuerza
del consentimiento y del acuerdo de los hombres, sino que, además,
tiene la eficacia de verdadera ley, ya que el mundo entero, que de
algún modo es una república, goza de la facultad de dictar leyes
justas y convenientes a todos, cuales son las que constituyen el dere-
cho de gentes. Por donde es evidente que, ya sea en tiempo de paz,
ya en tiempo de guerra, pecan mortalmente todos aquellos que vio-
lan el derecho de gentes, al menos en las cosas más importantes, por
ejemplo, la inmunidad de los embajadores. Y no es lícito a un reino
particular querer eximirse del derecho de gentes, toda vez que éste
ha sido sancionado por todo el orbe» (2). He aquí dibujada con toda
(1) Molina reproduce esta definición casi al pie de la letra: /í/s gentium
estj'us humanum quo omnes aut f ere omnes gentes utuntur. De justitía, II, disp. V.
(2) Ex ómnibus dictis infertur corolarium, quod jus gentium non solum ha-
bet vim ex pacto et condicto inter homines, sed etiam habet vim legis; habet
enim totus orbis, qui aliquo modo est una respublica, potestatem ferendi leges
aequas et convenientes ómnibus, quales sunt in jure gentium. Ex quo patet,
quod mortaliter peccant violantes jura gentium, sive in pace, sive in bello, in
rebus tamen gravioribus, ut est de incolumitate legatorum; non licet uno re-
268 FERNANDO VÁZQUEZ DE MENCHACA
exactitud la comunidad jurídica internacional gobernada por leyes
que, a causa de hallarse dictadas por una autoridad internacional,
comprenden, dentro de su esfera, a todos los pueblos y a todos los
individuos. El Derecho internacional no es, por consiguiente, según
el representante de la escolástica en España, el derecho universal de
los romanos; es eljus inter gentes del jurisconsulto Zouch, es decir,
el derecho que regula las relaciones entre agrupaciones independien-
tes, derecho que éstas deben observar entre sí para^ el logro de su
seguridad y bienestar común. Compárese este concepto con el expre-
sado por Grocio: Jas gentium est quod gentium omniutn aut multa-
rum volúntate vim oblígandi accepít—t\ derecho de gentes es aquel
que recibe su fuerza de obligar de todas o de la mayor parte de las
naciones — (1), y se verá qué poco afortunado estuvo el jurista holan-
dés. Si éste hubiera discurrido más por cuenta propia; si para darnos
esa definición no hubiera andado a caza de la que nuestros clásipos
dieron, sin parar mientes, en que no todos concibieron de igual ma-
nera el derecho de gentes, de seguro que no hubiera incurrido en
tal defecto. El mismo Grocio, antes de definir el derecho de gentes,
había escrito estas palabras: «Ninguna ciudad hay tan poderosa que
no pueda en ocasiones necesitar del auxilio de algunos extraños, ya
para el comercio, ya para hacer frente a las fuerzas coligadas de nu-
merosas naciones extranjeras; por lo cual, aun los pueblos y reyes
más poderosos desean las alianzas, las cuales hacen imposibles los
que encierran el Derecho dentro de los términos de una ciudad» (2).
El contenido de este pasaje hubiera servido a Grocio para dar una
definición más acertada. Si no lo hizo, explícase fácilmente atendien-
do a las razones indicadas. De no ser así; de haber digerido y asi-
milado las doctrinas de nuestros escritores, si en Vitoria no logró ver
lo que estaba bien claro y muy en consonancia con el citado pa-
gno nolle tened jure gentium, est enim latum totius orbis auctoritate. Vitoria:
De potestaie civili, n. 21 .
(1) Grocio: Dejare belli ac pacis, lib. I., cap. I., n. XIV.
(2) Nulla est tam valida civitas quae non aliquando aliorum extra se ope in-
digere possit, vel ad commercia, vel etiam ad arcendas multarum externarum
gentium junctas in se vires; unde etiam a potentissimis populis et regibus foe-
dera appeti videmus quorum vis omnis tollitur ab his qui jus intra civitatis
fines concludumt. Dejare belli ac pacis, Prolegomena.
FERNANDO VÁZQUEZ DE MENCHACA 269
saje de los Prolegómenos, hubiérale bastado, para dar otra definición
más perfecta, copiar al pie de la letra la definición de Suárez, cuya
obra De legibus conocía, ya que la cita varias veces (1).
La mayor parte de nuestros escritores del siglo XVI, al exponer
y razonar el concepto del jas gentium no hacen otra cosa que am-
pliar la doctrina de Soto, cuya autoridad, en ésta como en tantas
otras cuestiones de derecho público, es para ellos indiscutible. Hay
una excepción, la de Suárez, como luego veremos.
Los antiguos jurisconsultos venían confundiendo el derecho na-
tural y el derecho de gentes; porque entendiendo por naturaleza el
solo y mero instinto natural no guiado por los dictados de la recta
razón, atribuíanle, como nota común, a todos los seres vivientes; y
así, para aquéllos era el derecho natural lo que este instinto o incli-
nación enseña a todos los animales, como alimentar la prole, defen-
der lí propia vida, etc. Mas lo que la recta razón dicta únicamente
a los hombres, ya como cosa necesaria, ya como conveniente, lo lla-
maban y'üs ^e/2/m/72. Así Ulpiano decía del derecho natural que era
común a todos los animales, y el de gentes lo era tan sólo a todos
los hombres: «Jus naturale ómnibus animalibus, jus autem gentium
ómnibus hominibus esse communo Pomponio y Florentino expre-
saban la misma idea cuando decían que «dar culto a los dioses, obe-
decer a los padres, rechazar la fuerza con la fuerza, siendo de dere-
cho natural, éralo también del de gentes>. Ya hemos visto que Gayo,
sin embargo, no participaba de esta opinión, insinuando que el de-
recho de gentes no es necesario, atendida la naturaleza de las cosas,
sino que es debido al consentimiento de los hombres mediante el
(1) Don Manuel Medina Olmos, en su obra titulada La obra jurídica del
P. Suárez, pág. 77, después de afirmar que el tratado De legibus, por haberse
publicado doce años antes que el De Jure belli ac pacis, debió ser conocido por
ürocio, dice que éste no cita «a Suárez entre los innumerables nombres y fuen-
tes que dice haber tenido a la vista». Permítanos el sabio canónigo del Sacro-
Monte que rectifiquemos su juicio acerca de este punto. Grocio no sólo cono-
cía el tratado De legibus, sino que, además, hizo uso de él repetidas veces; lo
demuestran las citas que del mismo se hacen en los capítulos IV, XIV y XXI
del libro II del tratado De Jure belli ac pacis. Por lo demás, del hecho de haber-
se publicado el tratado de Suárez doce años antes que el de Grocio no se si-
gue que éste forzosamente debiera conocerlo; hubiera sido más exacto decir
simplemente que debió de conocerlo, pero sin añadir más.
270 FERNANDO VÁZQUEZ DE MENCHACA
dictado de la recta razón. Hay, por tanto, que distinguir dos clases
de derecho de gentes: uno necesario, impuesto por la naturaleza,
tanto a los hombres como a los animales, y otro voluntario, llamado
así porque tiene o recibe su fuerza de obligar de la voluntad huma-
na; el primero es necesario simplemente, sin que para ello medie con-
dición alguna; el segundo es igualmente necesario, pero lo es según
determinada conveniencia relativa a la consecución de algún fin,
por cuya razón todos los hombres convinieron en admitirlo como
útilísimo para la vida de las naciones (1). Por esta razón no debe
considerarse como natural, sino como positivo (2).
Grande fué el empeño de nuestros escritores del siglo XVI en
distinguir con toda claridad el derecho de gentes del natural. Los
argumentos que emplean suelen ser los mismos. El principal queda
ya indicado y su desarrollo* es el siguiente: Las cosas que son de
derecho natural se derivan absolutamente de los primeros principios
naturales; pero las que son de derecho de gentes dedúcense, no de
un modo absoluto, sino condicional, supuestos el modo de ser y
obrar de la naturaleza humana. Y así, como ejemplos declarativos de
esta doctrina, están la paz y tranquilidad. Considerada en sí misma
la naturaleza de los hombres, la paz y tranquilidad son de derecho
natural; pero si se consideran los hombres, no como lo que debie-
ran ser, sino como lo que de hecho son y tal como se conducen, su-
jetos a diversas pasiones o afectos, uno de cuyos resultados es la in-
juria inferida a los demás, es necesario que éstos, para defenderse,
puedan usar de la fuerza; de aquí la necesidad de la guerra. Ahora
bien; la razón exige que aquélla se haga, para no causar con ella
más daño que el necesario, con la mayor moderación posible y has-
ta no debe usarse de este medio más que en casos precisos. De aquí
nace la necesidad de la institución de legados o embajadores que
sean inmunes a toda injuria.
Otro ejemplo aducen generalmente nuestros clásicos para hacer
(1) Jus enim naturale est simpliciter necessarium, id est, quod non depen-
det ex humano consensu; jus autem gentium obligat, quia videtur, id est, quia
ab hominibus sic judicatur. Soto: Dejasiitia etjure, III, q. I, art. S.®
(2) Cf. Soto: De Justitia, III, q. I, art. 3.°; Covarrubias, Sec. part. reí.,
§ XI; Molina: De/ustitia, II, disp. VI; Pedro de Aragón: De justitia, quaest. de
jure, art. III; Miguel Salón: Commentarium, quaest. 57, art. III.
FERNANDO VÁZQUEZ DE MENCHAOA 271
ver la distinción fundamental de ambos derechos: tal es el de la ge-
neración, para la cual exígese la unión del varón y la mujer por me-
dio del matrimonio perpetuo e indisoluble, condiciones éstas tan
esenciales, que, sin ellas, no sería posible la procreación, sustento y
educación de los hijos; todo lo cual pertenece al derecho natural,
considerada absolutamente la naturaleza humana. Pero considerados
los hombres como son realmente y en atención al modo ordinario
de conducirse en la práctica, sintiéndose tan inclinados a la perfidia
y al abuso de los bienes que del matrimonio se originan; supuesta
esta condición, hácese también necesario que el matrimonio se con-
traiga con solemnidad; de donde se sigue que por derecho de gen-
tes, y no por derecho natural, se introdujo la ley mandando que el
matrimonio, para ser válido, se celebrase ante testigos y con la debi-
da solemnidad; de este modo podrían ser acusados de pérfidos los
hombres que faltasen a la fidelidad conyugal. La necesidad, pues, de
la ley regulando los matrimonios proviene necesariamente de los
principios del derecho natural, no absolutamente, sino supuesta de-
terminada condición o modo de ser de la naturaleza humana.
Hay, por consiguiente, según nuestros teólogos y jurisconsultos,
un derecho de gentes (jas gentium naiarale, necessarium^ primae-
vum) que se confunde con el natural por ser ambos comunes a todos
los hombres, por no ser escritos, por no necesitar, para ser obligato-
rios, del requisito de la promulgación; y hay otro derecho de gentes
(jas gentium positivum, voluntariam, secandariam) que, por ser vo-
luntario, se confunde con el civil, del cual, sin embargo, se diferen-
cia en la extensión, ya que éste es común tan sólo a determinadas
naciones, y aquél lo es a todos los pueblos o a la mayor parte de
ellos (1).
(1) Juan Ginés de Sepúlveda distingue también el derecho civil del derecho
de gentes; pero no distingue a éste del natural: Sunt autem leges duplices, alte-
rae propriae, quae civiles quoque idcirco nominantur, quia civítates suis quo-
que legibus gubernantur; alterae, communes, quae quoniam jure naturali inni-
tuntur, et sunt hominibus naturaliter insitae, idcirco naturale quoque jus vo-
cantur, quippe quas non legumlatoris voluntas vel oppinio instituit, sed Deus
et natura cordibus hominum impressit. Itáque his legibus, hoc jure gentes
omnes paulo modo humaniores utuntur, et idcirco jus quoque gentium nomi-
nantur. Sepúlveda: De regno, I, n. IX.
272 FERNANDO VÁZQUEZ DE MENCHACA
Consecuencia de ser voluntario es qne toda república (sociedad
política), si es perfecta, puede derogarlo total o parcialmente. No
todos nuestros escritores enfocan la cuestión de igual modo. La ma-
yor parte consideran la cuestión de hecho y de derecho. Otros atien-
den principalmente a la mayor o menor importancia del contenido
de algunos preceptos del derecho de gentes. Pero casi todos convie-
nen en que la anulación es prácticamente imposible. Siendo el dere-
cho de gentes— dicen— un derecho humano introducido por la vo-
luntad de los hombres, es evidente que por esta misma voluntad
puede quedar anulado, según el principio de que una cosa puede
desaparecer por las mismas causas a que debe su origen. En la prác-
tica, sin embargo— añaden— , no puede ser derogado, al menos to-
talmente y menos por una nación determinada. En primer lugar,
porque siendo el derecho de gentes común a todas las naciones,
no puede serlo por esta o por la otra nación, prescindiendo de la
voluntad de las demás: para ello sería necesario el convenio o con-
sentimiento universal y simultáneo, lo que, moralmente hablando,
en la realidad resultaría imposible.
En segundo lugar, porque el derecho de gentes, aun siendo po-
sitivo, mantiene con el natural tan estrechas relaciones y es tan con-
veniente al bien común de la sociedad universal, que bien podría
calificarse de insensatez el acto de los hombres anudándolo; y es
moralmente imposible que todos los hombres caigan en tal locura.
Y finalmente, porque algunos preceptos del derecho de gentes
son tan útiles y tan conducentes a la convivencia humana, que aun
en el supuesto de que todos los Príncipes, y lo que es más, todos
los hombres convinieran entre sí en derogarlo, tal acto sería nulo,
por intolerable, inicuo y conducente a la destrucción de la vida y so-
ciedad humanas; a lo cual no tienen derecho ni una nación aislada,
ni el Príncipe que la representa, ni todos los hombres juntos. Tal
sucedería con la derogación de los preceptos relativos a los delega-
dos, a la división de la propiedad, a la seguridad de las vías de
comunicación, etc. (1).
(1) Es la doctrina de Soto, Molina, Pedro de Aragón, Miguel Salón, etc., et-
cétera. Molina defiende que la derogación del derecho de gentes en lo referente
a preceptos de transcendencia, verbigracia, los que establecen la división de la
FERNANDO VÁZQUEZ DE MENCHACA 273
El verdadero fundador, en nuestro concepto, del Derecho inter-
nacional es el P. Suárez. Cierto que anteriormente a él, otro insigne
religioso, el P. Vitoria, llegó a concebir, ya lo hemos hecho notar
al comienzo de este artículo, una comunidad jurídica internacional;
pero razonar el porqué de la misma, determinar el verdadero con-
cepto del moderno Derecho internacional, fundando un acabado sis-
tema, es gloria que corresponde exclusivamente al P. Suárez. Los
límites forzosos de un artículo y el propósito que en él perseguimos
nos impiden extendernos en consideraciones y cotejos. Bástanos
hacer la síntesis de lo mucho y muy bueno que nos dejó escrito so-
bre el particular en su obra maestra De legibas, libro II, capítu-
lo XIX (1).
El derecho de gentes— dice el P. Suárez — puede ser considera-
do de dos modos: uno en cuanto se trata de un derecho que los di-
versos pueblos y naciones deben mutuamente observar; el otro modo
es en cuanto se trata de un derecho particular que cada una de las
ciudades o reinos guardan dentro de su propio territorio, al cual por
razón de semejanza se le denomina también derecho de gentes (2).
No se contentó Suárez con definir el derecho de gentes y estable-
cer la división del mismo en público y privado. Discurriendo sobre
los principios de la filosofía cristiana, supo desenvolverlos y aplicar-
los al derecho de gentes, fundando así un sistema de Derecho inter-
nacional con verdadera originalidad y perfectamente razonado. La ra-
zón de este derecho (el internacional público) está— dice Suárez— en
que el género humano, aunque dividido en variedad de pueblos y de
reinos, tiene siempre cierta unidad, no sólo específica, sino también
propiedad, constituiría pecado mortal; pero el acto sería válido. En cambio,
el P. Salón sostiene categóricamente la nulidad: falis abrogatio esset milla.
(1) Los capítulos XVII y XVIII tienen por objeto exponer y criticar las opi-
niones que del derecho de gentes habían expuesto los principales teólogos y
juristas anteriores.
(2) Addo vero ad majorem declarationem, duobus modis... dici aliquid de
jure gentium, uno modo quia est jus, quod omnes populi et gentes variae ínter
se servare debent, alio modo, quia est jus, quod singulae civitates vei regna
Ínter se observant, per similitudinem autem et convenientiam jus gentium
appelatur... Suárez: De legibus, II, cap. XIX, n. 8.
En este pasaje se establece con toda claridad la división del Derecho in-
ternacional en público y privado.
274 FERNANDO VÁZQUEZ DE MENCHACA
cuasi política y moral, como lo indica el natural precepto del mutuo
amor y misericordia, que a todos se extiende, aunque sean extran-
jeros o de cualquiera condición. Por lo cual, aunque cada ciudad
perfecta, república o monarquía, sea por sí misma una verdadera
comunidad política, con ciudadanos propios, sin embargo, cada una
de ellas es en cierto modo miembro de este universo que abarca
todo el género humano; pues nunca tales comunidades se bastan a
sí mismas de tal modo, que no necesiten cierto auxilio, asociación y
comunicación, a veces para su bienestar y utilidad, a veces para la
satisfacción de sus necesidades materiales y aun indigencias de orden
moral. Por esta razón, pues, necesitan de algún derecho por el cual
se dirijan y gobiernen rectamente en este género de comunicación y
asociación. Y aunque en gran parte esto se obtiene por medio de la
razón natural, sin embargo, su eficacia ni es suficiente ni de inme-
diata aplicación para todos los casos de la vida, y por lo mismo al-
gunos derechos especiales se han introducido por el uso de las
mismas naciones. Porque así como en una provincia o ciudad deter-
minada el uso introduce este derecho, de igual manera las costum-
bres de todas las naciones pudieron introducir el derecho que liga
a todo el género humano. Tanto más cuanto que la materia del de-
recho de gentes es poco extensa y muy allegada al derecho natural,
del que fácilmente se deduce como útil y conveniente a la naturale-
za humana; y aunque tal deducción no sea tan evidente y rigurosa
como se necesita para la honestidad de las costumbres, es, sin em-
bargo, muy conveniente y conforme a la naturaleza, por lo cual re-
sulta aceptable para todos los hombres (1).
He aquí afirmado por el * eximio doctor> todo un sistema de
Derecho internacional basado, no en la comitas genüum de Juan y
Pablo Voet, ni en el humanitarismo de Kant, ni en el imperio de la
fuerza de Hegel, sino en el principio indestructible y elevado de la
caridad cristiana. «Para apreciar el mérito subido de estas pala-
bras—ha dicho el Sr. Conde y Luque, refiriéndose al pasaje de Suá-
rez que acabamos de citar — y explicarse la admiración y aplauso
que se le viene tributando, menester es advertir que se escribieron
hace trescientos cuarenta años. Por entonces la ciencia del Derecho
(1) Suárez: De legibus, cap. XIX, n. 9.
FERNANDO VÁZQUEZ DE MENCHACA 275
internacional daba sus primeros pasos... En esta página expresa Suá-
rez por vez primera la idea completa de la sociedad de todas las
naciones, y como vínculo de ella, no la fuerza bruta, sino el mutuo
y necesario auxilio y conveniencia común, y mucho más que esto, el
principio cristiano de amor y misericordia establecido, no a manera
de excepción en el Derecho de gentes, como hizo Grocio en sus
célebres Temperamentos de la guerra, sino como base normal de jus-
ticia y de paz» (1).
Claro está que, habiendo establecido Suárez la división del De-
recho internacional en público y privado, al tratar de la cuestión de
su derogación o reforma había de tener aquélla en cuent^ y así
dice: «Esta mutación ha de hacerse de diverso modo, según que se
trate del derecho de gentes que es común entre las naciones, en al-
guna ley, o del derecho introducido por el uso universal. El prime-
ro se puede modificar por cada reino o comunidad perfecta... En el
derecho público la mutación resulta más difícil, por tratarse de un
derecho común a las naciones, introducido por autoridad de todos,
exigiéndose, por tanto, la de todas ellas. No obstante, tal mudanza no
repugna, si el consentimiento de todas las naciones recayera sobre
la misma, o prevaleciera la costumbre en contra de tal derecho, lo
cual no parece posible en la práctica (2).
Veamos ahora el juicio que merece el autor de las Controversias.
El concepto que del derecho de gentes dejó expuesto en varias de
sus obras el ilustre jurisconsulto no es otro que el ya indicado de la
época romana: un derecho universal o cosmopolita que a veces for-
ma parte del interior de cada pueblo. Menchaca resulta en esto infe-
rior a Vitoria y Suárez, y en nada aventaja a sus contemporáneos.
Como éstos, divide el derecho de gentes en natural (jas gentium
primaevum, primordiale, naturale) y en secundario, positivo o sucesi-
vo (jas gentium secundarium, successivum, positivum). El primero
llámase así— dice— , porque es tan antiguo como el género humano,
y se observa igualmente por todos los pueblos a los cuales es co-
(1) Conde y Luque: Francisco Suárez, S. J. (Doctor Eximius). Discurso leído
en el acto de su recepción en la Real Academia de Ciencias Morales y Polí-
ticas.
(2) Suárez: De íegibus, II, cap. XX, núm. 6.
276 FERNANDO VÁZQUEZ DE MENCHACA
mún; también se llama natural, porque no es otra cosa que la misma
naturaleza de los hombres, un instinto nativo o razón natural que
les mueve a obrar el bien y evitar el mal. Materia propia de este de-
recho es el culto debido a Dios, el respeto a la patria, la defensa
propia y de nuestros intereses, etc.; todas estas cosas son innatas a
la naturaleza de los hombres desde que existen. Posterior al dere-
cho de gentes natural es el secundario o sucesivo, llamado así, porr
que no se introdujo a la vez en todos los pueblos, sino sucesivamen-
te, primero en uno, después en los demás. Cuando fué admitido por
todas las naciones o la mayor parte de ellas, este derecho, que al
principio fué simplemente civil, se convirtió en derecho de gen-
tes (1). Puede, por el contrario, ir cayendo en desuso, de tal modo
que llegue a regir únicamente en una provincia o región, y en este
caso convertirse en civil (2). También se llama positivo este dere-
cho (3).
Consecuencia de este carácter del derecho de gentes es la posi-
bilidad de su mutación en todo o en parte, del mismo modo y con
igual facilidad que el derecho civil. Menchaca plantea solamente la
cuestión de derecho y admite, sin vacilar, que así como una provin-
cia puede anular una ley suya con otra ley contraria, puede hacer la
propio cuando del derecho de gentes positivo se trate. No es preci-
so, pues, para la validez del acto conducente a modificar o anular el
derecho de gentes secundario, el consentimiento mutuo y simultá-
neo, según sostenían otros escritores del siglo XVI, de todas las na-
ciones (4).
P. Ambrosio Garrido.
(Continuará.)
(1) Habes ergo primum esse jus gentium primaevum, quod simul cum ipso
genere humano proditum fuit, et secundarium, quod postea esse coepit; deinde
quod jus gentium primaevum, quod ad homines attinet, nil aliud est, quam
ipsa natura hominum, aut instinctus nativus, ratioque naturalis suadens
honesta, dissuadens contraria. Controversias, cap. X, núm. 18. El mismo con-
cepto expone Menchaca en sus obras De successionum progressu, Prefacio nú-
mero 2, y De successionum creatíone, I, § I, núm. 2.
(2) Controversias, cap. X, núm. 18, y cap. LIV, núms. 4, 5 y 6.
(3) Controversias, cap. LIV, núm. 3.
(4) Sicque hodie quaelibet provincia posset ea quae juris gentium secunda-
FERNANDO VÁZQUEZ DE MENCHACA 277
ni esse dicuntur, quoad quasdam vel forte quoad omnes partículas inmutare.
Quid enim si juberet ne capti fierent servi capientium? Prefecto talis lex civi-
lis valeret, et ita ajunt Galiae observari, quamvis per hoc violaretur jus gen-
tium contrarium disponens...; valeretque similiter si juberet ne liominibus
suae ditionis liceret testari...; valeretque si juberet omnia praedia esse commu-
nia... Ergo cum jus gentium secundarium intelligatur jus positivum, indubita-
tum est, eritque semper per leges positivas perimi et immutari posse, non
secus quam jus civile. Controversias, cap. XLVI, núm. 12, y cap. LIV, núm. 6.
EL ARTE POR EL ARTE
Asombra y maravilla ver la ojeriza con que algunos miran todo
lo que trae consigo algún sabor de independencia en el arte. La idea
de profesión de «arte libro basta para sacar fuera de sí a muchos
que en ella quieren ver menosprecio y desdén por todo lo que sea
religión y moralidad o guarde con ellas estrecho parentesco. En lo
cual ciertamente no llevan camino. Si, dando de mano a pasiones
y prejuicios, entrasen en cuentas consigo y estudiasen con espa-
cio y detenimiento qué es lo que quiere decirse con aquellas expre-
siones «arte libre > e «independencia del arte», echarían de ver que
nada hay tan lejos de la verdad como querer ver en ellas una doc-
trina contraria a la moral y una teoría sembradora de confusión y
de desorden en el campo del arte. Cierto que es empresa fácil tor-
cer las palabras «arte libre > a otro sentido que no tienen realmente,
cuando menos entre aquellos que estudian con la seriedad que se
merecen los problemas de estética; pero también es verdad que no
basta que algunos espíritus poco avisados, sacando las palabras de
su asiento y natural significación, quieran hacer de ellas bandera
de inmoralidad y de libertinaje, para que otros, sin examinar es-
crupulosamente el valor de las mismas, metiéndolo todo a baru-
llo, quieran arrimarse a los detractores de tales doctrinas, yéndose
con la corriente del vulgo literario. Apena, ciertamente, el ánimo
de los verdaderos amantes de las bellas letras ver a no pocos va-
rones eruditos extremar sus habilidades y adelgazar sus ingenios
para hilvanar un formidable alegato, mejor dicho, un sermón, pues
no merecen otro nombre muchos de esos escritos, en que, dando al
traste con la seriedad que pide la ciencia, se pone a los seguidores
del «arte libre» cual no digan dueñas. No echan de ver que mal-
gastan sus energías en empresas estériles e inútiles, como quiera que,
EL ARTE POR EL ARTE 279
torciendo las palabras de su verdadero sentido, se vienen a los ojos
los inconvenientes y gravísimos errores a que daría lugar la teoría
de la «independencia del arte», en el cual caso sería empresa faci-
lísima echar humo a los ojos de los que hacen profesión de «arte
libre>.
Arte naturalista, arte pagano, arte inmoral, arte sensualista, arte
irreligioso e impío, estas y otras doctrinas de mayor o menor impor-
tancia y gravedad se han querido hacer nacer de la inocente teoría
del «arte libre». Y lo que más maravilla y asombra es ver cómo, en
muchos casos, notables ingenios perdieron lastimosamente el tiem-
po en sutilezas, adelgazando los conceptos, para oponer a la dicha
teoría otra doctrina que, con sólo poner las cosas en su punto, acla-
rando los vocablos, se venía al suelo.
Como que en muchos casos era únicamente cuestión de palabras.
Y palabras y expresiones ciertamente felicísimas, como aquella de
Kant: «el arte es una finalidad sin fin», y aquella otra de Cousín: «el
arte por el arte», tan traídas y llevadas por todos los que se dedican
a estudios de arte y de literatura. Y aquí tenemos ya la principal pie-
dra de escándalo en que dieron de ojos los más acérrimos impugna-
dores del «arte libre».
La fórmula de Kant y la otra afortunada y felicísima de Cousín,
fuera de que podía fácilmente interpretárselas de manera torcida,
llevaban consigo una desventaja no pequeña, nacida en aquélla de
la atmósfera de escepticismo y de escándalo en que iba envuelto el
nombre de Kant, y en ésta de las sospechas que ponían en los espí-
ritus rectos los ribetes de panteísmo racionalista del esplritualismo
de Cousín. El nombre de estos dos filósofos puede decirse que fué
para muchos el único fundamento en que estribaban, unos para sa-
car de madre las aguas y llevarlas al molino de sus disparatadas teo-
rías y otros para condenar a bulto, como vitanda y pecaminosa, toda
doctrina de arte libre. Al parecer, olvidaban éstos que nada nuevo
se encerraba en aquellas fórmulas, puesto que, bien miradas las co-
sas, la doctrina de independencia del arte que en ellas se enseñaba,
era más vieja que Kant y que Cousín, consistiendo lo nuevo y feliz
de dichas fórmulas más en la manera de expresión que en el pensa-
miento, si bien, y para dar a cada uno lo suyo, es menester confesar
que Cousín no trajo al arte nada nuevo, ni en el pensamiento ni en
2S0 EL ARTE POR EL ARTE
el análisis del mismo, fuera de la fórmula; mientras que Kant, si en
este punto no descubrió elementos nuevos, analizó con critica sagaz,
originalísima y profunda el carácter y los elementos del placer es-
tético.
La fórmula de Kant, «el arte es una finalidad sin fin>, se da la
mano, a mi entender, y viene a confundirse con la de Cousín, «el
arte por el arte>. Ambas traen a la memoria la generosa doctrina de
la «libertad e independencia del arte>, que cuenta con precedentes
gloriosísimos entre los españoles de los siglos XVI y XVII. Asombra
la valentía y claridad con que algunos de aquellos esclarecidos in-
genios sembraron en sus obras gérmenes y principios de libertad
artística. La fórmula de Kant, bien entendida, nace lógicamente de
la doctrina de los españoles, y ambas brotan de la naturaleza y fin
de la concepción artística: El arte es una forma con esfera propia,
que tiene la belleza como fin primario e inmediato. V es de tal na-
turaleza el carácter de esa forma pura en que hacemos consistir el
arte, que su fin descansa únicamente en la representación de la be-
lleza, hasta el punto de que todo aquello que no sea la representa-
ción o creación de la misma belleza, no pueda tener parte entre los
fines primarios que el arte busca y persigue con grandes afanes y
trabajos. El arte es ajeno a cualquiera otro fin o mira inmediata que
no sea la creación de la belleza pura y sin mezcla de cosas extrañas:
de esta manera únicamente puede hacer nacer dentro de nosotros un
placer enteramente puro y desinteresado. El placer que nace de la
belleza es una suerte de placer de simpatía— como dijo muy acerta-
damente Jouffroy — ; por esta razón no se compadece con ningún
linaje de mezcla de otros movimientos interesados del ánimo, los
cuales, si es cosa cierta y averiguada que pueden ir y de hecho van
ordinariamente en compañía y se mezclan con el placer que nace de
la belleza, es asimismo cierto que no pueden mirarse como fines pri-
marios e inmediatos, ni siquiera como principios de la belleza. Lo
agradable, lo útil y lo perfecto pueden ir mezclados en las obras de
arte con el placer estético; pero ni lo agradable, ni la utilidad, ni
siguiera la perfección son por sí la belleza, ni puede nacer de esos
elementos separadamente el placer, pura y simplemente estético.
Este nace solamente de la belleza, cuya representación constituye
única y exclusivamente el fin primero o inmediato del arte puro.
EL ARTE POR EL ARTE 281
Todos los otros fines que éste se proponga, al encarnar la belleza en
formas sensibles, deben forzosamente estar sometidos a aquél, y no
pueden ser otra cosa que fines secundarios y más distanciados de lo
principal que el arte busca y pretende. La esfera propia del arte está
en la belleza, y a la creación de la belleza encamina sus leyes y sus
reglas. Si los seguidores del arte libre entendiesen la independencia
del arte, no como limitada a otros fines relativos que se salen de su
campo, sino que la extendiesen de manera que alcanzase por igual a
aquel otro fin último y absoluto que comprende y abraza en sí todos
los otros fines relativos, sería preciso dar de mano a la fórmula «el
arte por el arte» y condenarla como equivocada y absurda.
Ninguno, que yo sepa, de los verdaderos y serios amantes del
arte libre e independiente, negó nunca la identificación y mutua de-
pendencia de lo bello con lo bueno y con lo verdadero en una es-
fera absoluta y realísima; antes bien, dejando asentada esa identifi-
cación, partieron de la distinción racional que separa el concepto de
belleza del concepto de bien y de verdad, considerando las cosas en
este mundo de aquí abajo, para establecer la naturaleza y el fin de
la concepción artística. Si se toma como medida única del arte aquel
fin último y universalísimo que abraza en sí y regula y dirige todo
linaje de fines particulares, hay que convenir en la necesidad de mi-
rar el arte como un medio en orden a su fin supremo y perfecto, en
el cual caso no puede el arte tener en sí mismo su razón de ser,
como quiera que el medio guarda siempre relación con el fin del
cual es medio. Y claro está que, mirando las cosas desde este punto
de vista, no puede sostenerse en manera alguna la doctrina de la
libertad e independencia del arte, viéndonos obligados a dar de
mano a las fórmulas de Kan y de Cousín, como expresiones absur-
das y heterodoxas. Pero a nadie se oculta que por este camino lle-
garíamos derechamente a la necia y absurda conclusión de negar
igualmente a las distintas ciencias particulares fin y objetos propios
y distintos, teniendo forzosamente que legislar cada una sobre la
rectitud moral de sus procedimientos como quieren algunos para
el arte.
Como se ve, tomar las cosas de tan lejos y por manera tan extra-
ña y peregrina, para echar más fácilmente por tierra la doctrina de
la independencia del arte, es echarse a sí mismo tierra a los ojos
20
282 EL ARTE POR EL ARTE
y firmar por su propia mano la patente de ignorancia, como quiera
que, propuesta la cuestión en esta forma, se considera el arte única-
mente como medio, negando que tenga esfera propia, es decir, no
reconociéndole fin particular y propio. De ésto a negar la sana y le-
gítima independencia del arte, no había más que un paso, mejor
dicho, esa doctrina es la negación más radical de toda libertad e
independencia artísticas.
Ne quid nimis. Por suerte estriba semejante doctrina— la que
niega la independencia del arte— en un error crasísimo y tan claro y
manifiesto, que no puede ocultarse a las personas de más cortos al-
cances intelectuales y menos duchas en estudios de arte y de estéti-
ca, es a saber, en una confusión verdaderamente lamentable del fin
primario e inmediato del arte con otros fines secundarios más o me-
nos principales y remotos del mismo. La ligereza imperdonable que
se echa de ver en confundir por tan lastimosa manera dos suertes o
linajes de fines tan distintos entre sí, no podía menos de traer consi-
go la extensión concreta y parcial de independencia que encierrar^
las hermosas y felicísimas fórmulas de Kant y de Cousín a una ma-
nera de independencia y de libertad absolutas y sin limitación algu-
na, dentro y fuera del orden propio del arte. Entendiendo así la li-
bertad e independencia, dando a éstas un carácter tan absoluto y
universal, la exclusión de la moral y de la religión de los dominios
del arte era tan clara y manifiesta que se venía a los ojos, puesto que
al extender la independencia del arte a todo otro fin que se saliese
de su campo y esfera, sin distinción de ninguna suerte de órdenes,
abrazaba juntamente a Dios.
Pero ¿puede sostenerse en el terreno científico la confusión y
mezcla de dos linajes de fines tan diversos, como son el fin primario
e inmediato del arte con los secundarios y remotos del mismo? ¿Por
ventura se identifica la belleza con el bien y con la verdad en el or-
den de cosas de aquí abajo, o, por el contrario, se distinguen entre
sí en alguna manera? La respuesta está en la mano; porque ya San-
to Tomás sienta en términos clarísimos que hay distinción racional
entre lo bueno y lo hermoso con aquellas palabras: «bonum et pul-
chrum ratione differunt», como quiera que la belleza dice relación
al conocimiento y la bondad al apetito, con una diferencia grandí-
sima, que mientras el bien no puede aquietar o calmar el apetito
EL ARTE POR EL ARTE 283
si no es con la posesión del bien que se apetece, la hermosura agra-
da con la sola vista y contemplación de la cosa hermosa. La hermo-
sura no es, pues, en este mundo de aquí abajo, ni la bondad, ni la
verdad; añade algo a la idea o concepto de ambas, por lo cual es
preciso reconocer y otorgar al arte otra esfera propia muy distinta
de la esfera de la verdad y del bien, y ésta no puede ser otra que la
esfera de la belleza. Esa nota, ese distintivo que la hermosura añade
al bien y a la verdad, es a manera de fuente o manantial de donde
nace la diversidad de fines que dan origen a la especial manera de
ser y de representarse o crearse la belleza. Animar y dar vida a la
belleza y hermosura, encarnándolas en formas sensibles, es el fin
propio e inmediato que se propone el arte. Es cosa cierta y averi-
guada que no puede sostenerse en manera alguna la independencia
de este fin propio y particular que el arte busca y persigue de aquel
otro absoluto y universal que regula todos los otros fines relativos,
pero es preciso dejar también asentado como cosa cierta, que el arte
puede vivir con entera independencia de todos los fines y miras par-
ticulares ajenos al fin propio que debe proponerse en todas sus ma-
nifestaciones. Y como quiera que la vida y manera de ser del arte
descansa en la creación y representación de la belleza, es menester
que cuente con maneras, con medios y procedimientos particulares
y propios para alcanzar esa creación de formas bellas. Y esto basta
para que se venga a tierra por sí misma aquella disparatada doctri-
na que mezclaba y confundía dos suertes de miras y de fines tan di-
versos entre sí.
¿Qué manera de independencia es, pues, la que ha de conceder-
se a las fórmulas de Kanty de Cousín, entendidas rectamente, es de-
cir, como las entendieron siempre los verdaderos y sensatos aman-
tes de la libertad e independencia en el arte? No puede entenderse
en manera alguna aquel género de independencia que separa al arte
del fin último y absoluto, sino aquella otra independencia que basta
para señalar al arte fin propio y distinto. Ambos filósofos no hicie-
ron otra cosa que velar por la pureza del arte, impidiendo que en la
esfera artística se alzasen con la primacía otros elementos, nobles y
dignos, cuanto se quiera, pero secundarios al fin y más o menos bas-
tardos por lo que hace a la creación de la belleza. Todo linaje de
miras que no tengan por fin encarnar la belleza en formas sensibles
284 EL ARTE POR EL ARTE
por los medios y procedimientos característicos que nacen de la di -
versidad de fines, y originariamente de aquella distinción racional
que discierne el mundo de la hermosura del mundo de la verdad y
del bien, serán siempre, por decirlo así, elementos allegadizos que
tienen cabida y no pueden excluirse en absoluto como fines secun-
darlos y remotos, pero que no pueden en manera alguna ser consi-
derados como fines primarios del arte. Entendidas así las fórmulas
de Kant y de Cousín, lejos de estar vacías de sentido, como preten-
dieron algunos con ligereza manifiesta, hay que convenir en estimar-
las como dos expresiones ciertamente felicísimas, como quiera que
traen involuntariamente a la memoria el admirable conjunto de ideas
madres en el terreno del arte, la distinción racional que separa lo
bello de lo verdadero y de lo bueno, la teoría que pone a salvo las
miras y fines propios del arte, en una palabra, la generosa doctrina
de la independencia artística.
Más allá que Kant, en esto de la independencia del arte y de sus
procedimientos, van, sin duda ninguna, algunos de nuestros glorio-
sos escolásticos. Y así, a la pregunta ¿depende el arte en sus proce-
dimientos de conceptos intelectuales? el sutil Rodrigo de Arriaga
responde con osadía casi increíble, que «el arte nunca se guía por
preceptos discutidos científicamente>, señalando de paso a la ima-
ginación como la primera entre las facultades del artista. Pero, ¿es
verdad que el arte carezca en absoluto de doctrinas y principios ge-
nerales?
El mismo Rodrigo de Arriaga se da prisa a suavizar la rudeza
demasiado franca que se encuentra en sus palabras anteriormente
transcritas, acotándolas con la afirmación de que en el arte se dan
«ciertos principios generales que parecen ser razones a priori>, aña-
diendo como para aclarar las primeras palabras, que las artes, dan,
en efecto, preceptos y reglas acerca del modo de ejecutar una obra
bella, pero nunca las razones últimas «a priori». En lo cual no es de
maravillar que Arriaga hablase de esta manera, pues es cosa cierta y
averiguada que en sus días nadie miraba la ciencia estética como
ciencia aparte. Verdad es que los artistas, por muy escogidos que
ellos sean, frecuentemente no están al tanto de los principios meta-
físicos de lo bello, y sí únicamente de los preceptos y reglas que en-
señan el conocimiento y dominio de la parte técnica, siendo, por lo
I
EL ARTE POR EL ARTE 285
demás, clarísimo y evidente entre los artistas el predominio de la
imaginación y de la fantasía. Pero el arte es el arte y los artistas son
los artistas, y está bien claro y es pública voz y fama que los detrac-
tores de la libertad e independencia del arte no se paraban común-
mente en los artistas, sino que, dejando a éstos a un lado, iban de-
rechos a los principios de lo bello, que pueden dar alguna luz sobre
la independencia artística, partiendo equivocadamente de la identi-
ficación absoluta del concepto de belleza con los conceptos de bien
y de verdad, los cuales, como queda dicho, se identifican en una
esfera realísima y absoluta, pero no en este mundo de aquí abajo.
De esa equivocada identificación de conceptos en este orden inferior
nació espontánea y naturalmente el empeño de querer que la belleza
se sometiese a la voluntad directamente, de igual manera que si se
tratase del amor. Así, echando por este camino, se venía a parar for-
zosamente en la conclusión de que el artista debe proponerse en sus
obras la bondad o rectitud moral como fin propio, inmediato y úni-
co de su arte. Nada menos cierto; porque el artista busca en sus
obras la hermosura y la manera de darla cuerpo y forma sensible,
domando las rebeldías de la materia, por lo cual hay que convenir:
o en negar que el arte tenga fin y objeto inmediatos propios, o en
afirmar su libertad e independencia de todo otro fin inmediato y
primario que no sea la encarnación de la belleza. La ley moral pue-
de hacer a los artistas buenos con bondad moral; pero no puede por
sí hacer grandes y perfectos artistas. ¿Por ventura puede ser consi-
derada la regla moral como la regla esencial del arte? Nada menos
que eso. Las reglas esenciales del arte y sus normas directoras en
razón de tal deben tomarse forzosamente del fin propio del arte, y
nada más que del fin del arte, el cual fin es ciertamente distinto del
fin moral de las obras o actos humanos, como actos morales. La re-
gla del proceder moral ha de buscarse en el fin particular que recti-
fica el apetito; pero, como dice muy bien el insigne Fray Juan de Santo
Tomás, «las reglas del arte son preceptos que se toman del fin del
arte mismo y del artefacto que ha de hacerse». Si la hermosura estu-
viese inmediatamente sujeta a la voluntad, como pretendieron algu-
nos, equivocadamente, podría con razón afirmarse que la regla mo-
ral era la regla esencial y directora del arte, y la intención moral de-
bería presidir e imperar en la ejecución de la obra artística; pero es
286 EL ARTE POR EL ARTE
error gravísimo y manifiesto querer sujetar a la voluntad inmediata-
mente la hermosura. La belleza se refiere propiamente, no al apetito,
sino a la facultad de conocer, y así tiene la virtud maravillosa de se-
renar el ánimo, haciendo nacer en nosotros la quietud, el sosiego y
el placer solamente con la vista y conocimiento de la cosa hermosa.
El amor puede acompañar al placer estético, y éste puede encen-
der en nuestras almas amor puro y vehementísimo; pero, ni el placer
estético es el amor, ni estriba en éste el fin del arte, ni el artista bus-
ca como fin principal de sus obras el amor, sino la creación de for-
mas bellas. El arte busca y codicia la hermosura que es algo distinto
de la bondad moral. No mira propiamente la rectitud moral de la
obra, sino la rectitud que nace de la manera de producir acertada-
mente obras verdaderamente bellas sin apartarse un ápice, a la dies-
tra ni a la siniestra, de las reglas o normas que se encaminan a re-
gular la acertada ejecución de la obra artística. Las reglas que da el
arte para la dirección de la forma, son, sin duda ninguna, de gran-
dísima firmeza; pero toda la fuerza y firmeza de dichas reglas ase-
gura únicamente al artista la manera de proceder, nunca el resultado
del procedimiento, porque puede torcerse y malearse por los estor-
bos que salen al paso en la ejecución de la obra. Una cosa hay que
dejar asentada como cosa cierta y averiguada, y es que, sea cual-
quiera la fuerza y firmeza de las reglas y normas directoras del arte,
la rectitud de la obra artística y la rectitud del procedimiento en la
forma se distinguen perfectamente, y son, por lo tanto, enteramente
independientes en su género de la rectitud moral, pero no contra-
rias ni incompatibles, sino más bien debe mirarse la rectitud moral
como una condición negativa que prohibe al arte proponerse ten-
dencias inmorales. La rectitud del arte, de igual manera que la del
artista, no debe ni puede confundirse con la rectitud moral, ni la
perfección moral de la obra será nunca regla para medir y estimar
los grados de perfección de una obra artística, como tal obra. Bien
claro lo dijo Juan de Santo Tomás: «El arte no depende en sus re-
glas de la rectitud de la bondad moral, y por eso atiende a la recti-
tud de la obra, no a la bondad del operante. > No sé yo que se pue-
da asentar de manera más clara y con palabras más terminantes la
distinción e independencia entre el criterio ético y el estético. La
norma de aquél es tan distinta de éste, que puede muy bien acón-
EL ARTE POR EL ARTE 287
íecer que una obra acabadísima, de grandísima perfección y de su-
bidos quilates, como obra de arte, sea mala si se mide con el crite-
rio ético. Porque el arte, en cuanto tal, no depende inmediatamente
de la voluntad; pone sus miras únicamente en conseguir que sus
obras se acomoden y conformen por maravillosa manera con la idea
del artista. Esta idea, trasladada a la obra artística, no es otra cosa
que la forma, y no ciertamente aquella forma más material y exter-
na, sino aquella otra más interior e inmaterial que anima y da vida
al conjunto. Así, cuando el artista quiere encarnar su idea en las
obras de arte, no hace otra cosa que producir formas bellas. Y es
tan singular y de tal naturaleza esta creación de formas bellas dentro
de la independencia que estudiamos que, al decir de Juan de Santo
Tomás, «el artífice es digno de reprensión, si peca por ignorancia
de su arte, pero no si peca a ciencia y conciencia de que lo hace»,
y en cambio el arte no merece «alabanzas porque el artífice proceda
rectamente conforme a las leyes de la voluntad».
Por donde se ve que la doctrina de la libertad e independencia
del arte que por algunos se nos quiere vender como una novedad
estupenda, no es tan nueva como parece, sino bastante más vieja de
lo que muchos creen. La novedad de las fórmulas de Kant y de
Cousín que concretan en sí por admirable manera la teoría del «arte
libre», estriba en las palabras más bien que en la doctrina, como ya
queda dicho; y antes que nadie sembraron los escolásticos españo-
les en sus obras gérmenes de libertad e independencia artísticas,
como lo puso en claro el inolvidable maestro Menéndez y Pelayo.
Y ciertamente sin la contradicción de Kant, quien, después de haber-
nos dado en la felicísima fórmula «el arte es una finalidad sin fin»
la teoría del arte libre e independiente, como fruto de su poderoso
análisis, vino finalmente a dar muerte a esta doctrina con el elemen-
to ético, asentando la belleza únicamente en la expresión moral de
los ideales morales del hombre. El vendaval de la razón práctica dio
al traste, acaso sin pensarlo, con el análisis del juicio. Nuestros es-
colásticos, sin caer en semejante contradicción, esparcieron en sus
escritos los principios de esa independencia, apoyados en la diver-
sidad de fines propios; pero con un límite que se imponía solamen-
te en otro orden superior, subordinándola, como observa muy bien
Menéndez y Pelayo, al principio de que «el fin superior determina
288 EL ARTE POR EL ARTE
el inferior en su razón objetiva>. La rectitud moral podrá mirarse
como una condición de la Naturaleza; pero, de ésto a asentar que el
arte debe legislar sobre esa misma rectitud moral o que el artista
deba buscar primera y principalmente esa rectitud, dando a sus
obras una tendencia moralizadora, hay mucho trecho. El artista llena
su cometido representando la belleza, sin que esto quiera decir que
destierre la moral del campo del arte de una manera directa y posi-
tiva. La libertad e independencia del arte, entendidas como deben
entenderse, no quieren decir otra cosa que exclusión de todo otro
fin primero e inmediato que no sea la belleza; nunca entendió en
ellas ninguno de los defensores de la sana independencia artística
la exclusión positiva y directa de la moral y de la religión de entre
los fines secundarios que el artista pueda proponerse. Esta es la in-
dependencia que entendieron siempre todos los varones sensatos
que han hecho profesión de arte libre, y este linaje de independen-
cia es, a mi entender, el que quiso Cousín significar en aquellas fa-
mosas palabras de la lección XXII, en que por primera vez formuló
con toda claridad la tan combatida independencia del arte: il faut
de rart pour l'art*. Es decir, que al mismo tiempo que afirmaba
abiertamente la necesidad de señalar esfera propia a cada uno de
dichos elementos, formulaba la más terminante condenación del arte
docente, del arte transcendental, de la intromisión del concepto de
lo útil, y, por punto general, de cualquiera doctrina o sistema que,
echando mano de elementos extraños, se empeñe en torcer y malear
el verdadero concepto de arte puro, enturbiando las purísimas aguas
de la belleza. El arte goza ciertamente de grandísima fuerza educa-
dora; pero su misión propia no es educar. La educación religiosa y
social tienen cabida entre los fines secundarios del arte, pueden
acompañar a la belleza y hermosura de la obra artística, pero no so-
breponerse a ellas. Cualquiera otra inteligencia de la doctrina del
arte libre ha de recibirse con cautela, pues fácilmente vendrá a pa-
rarse en una desviación, más o menos peligrosa, de la verdadera
doctrina, de la cual es interpretación torcida y apartamiento del rec-
to sentido de la fórmula de Cousín la doctrina del naturalismo, to-
mando esta palabra en su significación más grosera. El carácter
mismo de la doctrina naturalista, en el peor sentido de la palabra^
es el de una teoría capaz de matar en flor todas las más nobles as-
EL ARTE POR EL ARTE 289
piraciones del arte. La apología y la justificación que la escuela na-
turalista quiere hacer de lo inmoral y de lo repugnante, no nace, ni
puede nacer de las fórmulas de Kant y de Cousín, entendidas como
deben entenderse, a pesar de las argucias y sofisterías de los que
sostienen lo contrario, queriendo que comulguemos con ruedas de
molino.
Porque como ya queda dicho, «el arte por el arte> es enteramen-
te igual a «la belleza por la belleza», y se pregunta, ¿por ventura
caben en la verdadera belleza lo repugnante y lo positivamente in-
moral? La templanza y moderación, la quietud, sosiego y reposo que
ia belleza y la hermosura hacen nacer en el ánimo no se compade-
cen con la inquietud y el desequilibrio que lo inmoral y lo repug-
nante engendran en la voluntad.
El naturalismo no puede nacer de la doctrina del arte libre, rec-
tamente entendida; y la tendencia inmoral e impía sólo puede nacer
de aquel linaje de independencia universal que, traspasando la esfe-
ra propia del arte, no se detiene en el orden absoluto y llega a echar
a Dios de los dominios del arte. No, esta suerte de independencia
no se encierra en la fórmula «el arte por el arte>, ni debe sacarse de
ella la peregrina teoría que algunos de sus detractores soñaron, que-
riendo ver en ella una doctrina radicalmente antiestética y antiartís-
tica. Menester sería tener vista más que de lince para ver en dicha
fórmula, entendida como nosotros la entendemos, una negación
absoluta y radical de aquellos principios y condiciones que estable-
ce la Naturaleza para la creación de la belleza. Pues qué, ¿por ven-
tura puede ser de daño y perjuicio para la unidad y variedad, para
la proporción y el orden, dejar asentada la necesidad de que tenga
el arte finalidad propia, inmediata y exclusiva suya, cual es la encar-
nación de la belleza en formas sensibles? Cabalmente, de haber con-
fundido dos suertes de formas bien distintas nació lógicamente la
desviación más natural y más inocente de la fórmula de Cousín de
su verdadero sentido, dando lugar a esta otra «el arte por la forma»,
que no puede defenderse en manera alguna, entendiendo estas pa-
labras de la forma externa, pero sí, si se entiende de la forma inter-
na, puesto que en este sentido la belleza es una forma y el arte es
creación de formas.
Por lo demás, ¿quién tomará en serio el sentido violento y anár-
290 EL ARTE POR EL ARTE
quico que algunos poetas y artistas, ayunos de toda noticia científica
acerca del arte y de la belleza, dieron a la felicísima fórmula de
Cousín, queriendo ver en ella la negación de todo linaje de reglas y
preceptos? La ojeriza y mala voluntad de algunos artistas para con
las reglas y preceptos de la técnica era más antigua que Cousín; ya
antes que nadie examinó Lessing, con miras más elevadas, la cues-
tión del valor de las reglas, abogando por la independencia del ge-
nio de todo lo que sea preceptos arbitrarios e inútiles de los retóri-
cos, «porque el genio, según él, es la más alta conformidad con las
reglas». Como no basta que Víctor Hugo, que tenía mucho de poeta
pero nada de filósofo, dijese que «en el árbol de la poesía no hay
fruto prohibido», para hacer a la verdadera doctrina de la libertad
e independencia del arte responsable de las obras directamente in-
morales e impías de algunos ingenios que abusaron de ella o la en-
tendieron torcidamente. De todos modos, la manera de combatir la
teoría del arte libre no consiste en traer a cuento textos de algunos
autores que la interpretaron torcidamente, sino estudiándola en los
autores sensatos y con la seriedad que se merece y pide la grave-
dad y transcendencia del problema, que, como dicen, la verdad
adelgaza pero no quiebra. Como dijo soberanamente Schiller, en el
comienzo del prólogo de Wallenstein:
«la vida es seria; el arte es sereno.»
DiosDADO Ibañez Garrido
c. M. F.
ANTONIO PÉREZ
(aclaración a los capítulos VIII, X Y XI DEL LIBRO I DE LA «HISTORIA
de varios sucesos», del p. fr. jerónimo de sepúlveda ^^^ )
(continuación)
El 28 de julio de 1579, a las once de la noche, fué puesto en viii.-p rimen
prisión Antonio Pérez (2). Poco tiempo después, habiéndose relata- 5t'ez" **• *"*•""
do falsamente al Rey que se hallaba Pérez muy enfermo y que peli-
graba su vida, según informe de los médicos Enriquez y Madera,
sobornados de graves y poderosos personajes, mandó S. M. que
fuera trasladado a su casa con tres guardas siempre a la vista (3).
(1) Véase La Ciudad de Dios, vols. CXV, págs. 465-478; CXVI, págs. 402-
410, y CXVII, págs. 106-109.
(2) «Fué preso el secretario Antonio Pérez que tenía los negocios de Ita-
lia, y muy privado de S. M., y al parecer muy bien quisto de todas gentes por
su buena manera de negociar, el cual esa misma noche que le prendieron es-
tuvo negociando con S. M. hasta las diez de la noche, y a las once horas le
prendieron, y le llevaron a muy buen recaudo». Fr. Juan de San Jerónimo: Me-
morias de la fundación del Monasterio de San Lorenzo el Real, en Doc. inéd., I,
pág. 95, y VII, págs. 268-269.
Pérez refiere (Las Obras y Relaciones^ pág. 36) que Felipe II aquella noche
se estuvo paseando «en su cámara hasta las cinco de la mañana con harta al-
teración del ánimo del suceso*. No se alteraba fácilmente Felipe II; ni menos
era hombre que no cuidase exquisitamente de que el estado de su ánimo tras-
cendiese a los demás.
(3) «Agora ha venido a noticia de muchos deudos, se ha soltado a Antonio
Pérez con trato de falsa relación y engaño que se hizo a V. M. de que se ad-
mira el mundo haya este atrevimiento en Alvar García de Toledo, y dos médi-
cos Enriquez y Madera, persuadidos según es muy notorio, de personas más
graves, dando a entender tenía tabardillo, y estar a lo último de la vida, lo
cual ha sido invención y fingimiento...» Memorial de Melchor de Puerta Agüe-
ro—Apéndices de La Princesa de Eboli, de Muro, págs. 96-98. Cita de don
J. F. Montaña: Nueva Luz, pág. 504, nota.
i
292 ANTOKIO PÉREZ
Lo que cuenta Pérez de que siguió despachando aun en el
arresto es una de tantas invenciones como pululan en sus escritos.
Los subalternos no fueron probablemente mudados, pero en el des-
pacho de Guerra le sucedió Idiáquez, y para Estado vino exclusi-
vamente a España desde Roma, donde se hallaba retirado, el anciano
y experimentadísimo cardenal Granvela, que lo hizo con no peque-
ña repugnancia y más por obedecer al Pontífice que por dar gusto
al Rey.
En enero del año siguiente de 1580 continuaba Pérez en su casa,
sin permitírsele hablar con nadie, ni recibir visitas (1); y a fines del
mismo año rogó Pazos al Rey que tuviese misericordia del preso,
contestándole Felipe II, «que si fuere tan necesario el hacer ejercicio
para su salud, podrá estar en su huerta, como está agora en la casa,
sin entrar en el lugar ni en otra parte, sino por allí por el campo
y cerca de su huerta para hacer ejercicio (2)».
Dice Antonio Pérez que de casa del alcalde de corte, donde es-
tuvo preso al principio, <por haber caído malo (el preso), le volvie-
ron a su posada. En ella estuvo seis u ocho meses con guardas. Al
cabo déstos le fueron quitadas las guardas, y quedó con libertad de
5-alir a misa, y de ser visitado, pero con que no visitase él a nadie...
En este estado, y en su casa en la corte estuvo hasta el último de
enero del año del 1585 (3)».
Escasa debía de ser la poca libertad en abril de 1581 cuando
Pazos, instado de otras personas, suplica a Felipe II «sea servido
de usar con él (Pérez) de la misericordia que con todos V. M. usa,
dándole libertad sin limitación, o a lo menos no tan estrecha como
la que tiene>. El Rey únicamente accede a que se le permita «que
pueda tratar con los que conviniere de lo que toca a su hacienda so-
lamente (4).>
(1) «Antonio Peres es guéri et est toujours en sa maison avecques gardes
sans quil ait liberté de parler á personne, ne estre visité». Saint-Gouard á Vil-
leroy. Cita de Mignet. Antonio Pérez y Felipe II, pág. 37, c. 2, nota 4.
(2) La Princesa de Eboli, de Muro, apéndices, pág. 124. Cita de D. J. F.^Mon^
taña: Nueva Luz, pág. 510.
(3) Relación sumaria del discurso de las prisiones... en Doc. inéd. XIII^
pág. 366.
(4) Muro.— Lfl Princesa de Eboli, apéndices, pág. 136. Cita de D. J. F. Mon-
taña.—A/üeva Luz, págs. 510-51 1 .
ANTONIO PÉREZ
293
Por noviembre de 1583 estaba en libertad, porque el día 5 de
aquel mes estuvo en la posada de don Pedro de la Mera.
En el verano de 1584 se hizo contra Pérez un juicio de visita, en
el que se le acusó, entre otras cosas, «de recibos de dádivas de don
Juan de Austria, de la princesa de Eboli, del cardenal de Toledo, y
de otras personas de cualidad;... que había descubierto secretos de
su oficio; que en los despachos que venían para S. M. en cifra, aña-
día y quitaba, etc. (1)>.
La sentencia fué condenarle en suspensión de oficio, penas pe-
cuniaria y de destierro, y a ser encerrado en una fortaleza dos o más
años, a voluntad del Rey.
«Al tiempo que le fueron a prender para llevarle a una fortaleza,
se metió el Antonio Pérez en una iglesia de Madrid (2)», escribe el
mismo Pérez; hecho que debió de ocurrir a fines de enero de 1585
o principios del mes siguiente (3). No le valió al reo acogerse a sagra-
do: los oficiales reales lo sacaron de la iglesia y lo condujeron a la
fortaleza de Turégano. En la prisión estuvo con grande rigor «hasta
que después de vuelto su Majestad de Aragón a Castilla (4), fué traí-
do a la corte, como es notorio al mundo, adonde estuvo catorce me-
ses y medio preso (5)».
«Nuevamente fué llevado a la fortaleza, a consecuencia de la de-
claración que hizo sobre las causas de la muerte de Escobedo, tra-
yéndole otra vez a la corte dentro de tres meses (6).»
Esta tercera prisión debió de ser a mediados de 1589, año en que
(1) Relación sumaria... Doc. inéd., Xlll, pág. 367.
(2) Id., id., pág. 369.
(3) El Proceso criminal, págs. 52-53, dice que fué el 20 de enero de 1585.
EJ marqués de Pidal: Historia de las alteraciones de Aragón, I, pág. 345, pone
el mismo día.
Lo más probable es que fuera en el tiempo que yo señalo, pues no creo
que se tratara de dar cumplimiento a la sentencia tres días antes de ser
pronunciada, como opina el marqués de Pidal, y, además, porque el mismo
Pérez escribe que estuvo en su casa hasta el último de enero del 1585. Rela-
ción sumaria... Doc. inéd., XIII, pág. 366.
(4) Felipe II volvió a Madrid de las cortes de Aragón en principios de mar-
xo de 1586.
(5) Relación sumaria... Doc. inéd., XIII, pág. 371.
(6) Id., id., pág, 372.
294 ANTONIO PÉREZ
Pérez, según un coetáneo, fué perdonado por Felipe II, el Jueves
santo, a instancias de fray Diego de Chaves.
Cuarta prisión. ^1 conoccr la familia de Escobedo la libertad de Antonio Pérez,
se quejó a su Majestad y pidió se diese tormento a un criado dei
Secretario. Confesó el criado la participación de su amo en la muerte
de Escobedo, y Pérez fué definitivamente encarcelado (1).
Pérez negó siempre durante los once años de sus prisiones en
Castilla haber hecho matar al secretario de don Juan de Austria (2).
Quinta prisión. £1 18 de abril de 1590 huyó Antonio Pérez al reino de Aragón,
donde estuvo preso con varias alternativas, que veremos adelante,
en la cárcel de los Manifestados, de la que fué libertado para siempre
por los amotinados aragoneses el 24 de setiembre de 1591.
iK.-procesos Don Autouio Valladares de Sotomayor, conocido editor del Se-
Pérez. manado erudito, publicó, según se cree generalmente, un libriío
cuya portada reza así:
Proceso criminal, que se fulminó contra Antonio Pérez, Secretario
de Estado del Rey Don Felipe II. y del Despacho Universal, por su
mandado: Sobre la muerte de Juan de Escobedo, Criado y Secretario
del Señor Don Juan de Austria, hijo del Señor Emperador Carlos
Quinto, que estaba gobernando los Estados de Flandes: Juez El Li-
cenciado Alvaro García de Toledo, que le prendió el día 29 de Junio
de 1579 á las 11 de la noche, y le puso en la cárcel de Corte: Escri-
bano de la Causa Antonio Márquez. Con Privilegio y las Licencias ne-
cesarias. Madrid: Por Don Antonio Espinosa. Año de 1788. (16 m.
(14 Vi X 10 cm.) 314 págs. y 3 hs. en b.)
(1) «Fueron presos por indicios que hubo el Antonio y la Duquesa, y al
nono año, que fué el de 1589, fué perdonado el Jueves santo a instancia del
maestro fray Diego de Chaves, confesor de su Majestad, y asi comenzó a an-
dar libre, de lo cual se quexaron a su Majestad la mujer de Escobedo y su
hijo, el secretario Escobedo, y pidieron que diesen tormento a un escudero de
Antonio Pérez, y así se lo dieron, y confesó todo el secreto, y así fué preso el
Antonio Pérez.» Fr. Juan de Vitoria, O. P.-— Noticia de los Reyes de España, en
La Ciudad de Dios, CXV, pág. 471, nota.
(2) «El deceno (cargo) dize que... hauiendole después muerto o hecho ma-
tar por medio de criados suyos y otros forasteros que lleuo deste Reyno de la
Corona de Aragón a traycion y alebosamente y siendo acussado de ello y ha-
biéndolo negado siempre por e^acio de onze años que estubo presso en Cas-
illa...» Sumario del Proceso PrísFiscalis..., ya citado.
ANTONIO PÉREZ 295
Para ver la fe que merece este titulado Proceso bastaría fijarse
que en la portada se dice que la prisión de Antonio Pérez fué el 29
de junio, cuando la verdadera fecha es la del 28 de julio; pero el nú-
mero de piezas dislocadas, la confusión y desorden que hay en todo
él, la falta de formalidades jurídicas de que adolece y el descuido con
que está impreso (1), le hacen sumamente sospechoso y. casi inútil,
sin otros indicios y pruebas, para el estudio honrado y serio de este
embrollado asunto.
Es indudable que si no se puede afirmar que todo el contenido de
este Proceso criminal sea falso, pues he visto la coincidencia de al-
gunas declaraciones con las del Proceso acerca de la muerte del clé-
rigo La Hera, del cual se hablará adelante, no es ciertamente nin-
guno de los procesos auténticos.
Conócense numerosas copias de este titulado Proceso. Una de
las más citadas es «el manuscrito perteneciente al Ministerio de Ne-
gocios Extranjeros (de Francia), que contiene la copia de todas las
(1) En el manuscrito del siglo XVIII, que ya he citado varias veces, se dice
de esta edición de Valladares: «El Proceso criminal contra Antonio Pérez so-
bre la acusación de haver echo matar a Juan de Escobedo Sj^o de D." Juan de
Austria, con su prisión, declaraciones de muchos testigos, sus defensas, el tor-
mento cruel que le dieron y demás incidentes raros de esta causa, con su hui-
da a Aragón, alborotos de Zaragoza, castigos que en esta ciudad hizo Pheli-
pe 2.0 muertes y desgracias con la huida de Ant." Pérez a Francia y sentencia
contra él por la Inquisición de Zaragoza todo anda ms. en varias copias que
forman un vol. abultado^Una hay en la B[iblioteca] R[eal].
En 1789 se imprimió en un 12.° por el farandulero D." Antonio Valladares
y Sotomaior; pero con la iniqua supresión de la revocación de la sentencia de
la Inquisición contra Antonio Pérez, (f. 86 r.).
—En 1789 se imprimió en Madrid en un vol. en 12. la Causa y Proceso de
Antonio Pérez, por el editor del Semanario erudito D." Antonio Valladares y
Sotomayor, gran bárbaro. Imprimióse como todo quanto ha manejado y dado
á luz el mismo idiota, y sus más idiotas impresores; con mil yerros y dispara-
tes de imprenta y de la falta de corrección del ms. de qje se sirvieron, como
también de la incapacidad del rústico Valladares para leer y entender, y corre-
gir los ms. que se le confian, ó le venden otros sugetos tan eruditos como él
{Después de la queja por no haber Valladares impreso la 2.^ sentencia de la Inqui-
sición, termina): Si el gran Valladares cree no estar obligado á restituir á los
difuntos, y al mismo Público de los Lectores, este hurto sacrilego, por huma-
nos respetos, influxos ó temores; si tal cree, es un bárbaro, más bárbaro aún
de lo que muestran su Semanario Erudito, su Causa de Froilán y sus demás
folletos (f. 89 r-v.).»
296 ANTONIO PÉREZ
piezas del Proceso entablado contra Pérez en Castilla, desde su pri-
mera prisión hasta su tormento y evasión >, según quiere Mignet en
su libro Antonio Pérez y Felipe II (pág. 2, c. 2); pero este ponderado
manuscrito no es otra cosa que el mismo publicado por Valladares,
aunque algo más completo; ni contiene todas las piezas del proceso
ni mucho menos, ni es formalmente lo que en técnica jurídica y fo-
rense se llama proceso, sino hilván de distintos retazos, desiguales
en su valor histórico, formados de diversas partes, en especial de las
Relaciones de Antonio Pérez.
Este manuscrito de París, tan aprovechado por Mignet y por
otros, es copia que no va más allá de 1714, según testimonio del bi-
bliotecario del Ministerio de Negocios Extranjeros, donde se con-
serva (1).
El de La Haya y la infinidad de ellos que se encuentran en pú-
blicas y particulares bibliotecas son igualmente copias simples, sin
autorización de ningún género, careciendo todos de la indicación
acerca del sitio y lugar en que se hallan los originales en ellos co-
piados. Ninguno coincide exactamente con los demás, y unos tienen
más número de documentos que otros, con variantes esenciales,
aun en piezas capitales, como sucede en el ya mencionado y exami-
nado billete de 4 de enero de 15Q0. Basta un somero estudio para
convencerse bien pronto de lo mucho que en este llamado Proceso
se ha copiado más o menos literalmente de las Relaciones, Memoria-
les y Carias del reo Antonio Pérez (2).
Como dice con razón el Sr. Fernández Montaña, es imposible
que las copias conocidas y el impreso de Valladares sean el verda-
dero Proceso, por cuanto el copista, compilador o el publicador ig-
noraban el fundamento de la causa.
Dice así el principio: * Parece que el Proceso criminal, que actuó
y causó el licenciado Rodrigo Vázquez de Arce..., fué sobre la muer-
te de Juan de Escobedo... (página 3)>; y por este estilo está todo él,
encontrándose a cada paso el verbo parecer, en significado de quien
(1) D. J. F. Montaña: De cómo Felipe II no mandó matar á Escobedo, pá-
gina 310.
(2) Véase más por extenso este punto en el libro citado en la nota ante-
rior, págs. 304-312 y en Nueva Luz..., del mismo autor, págs. 415-441.
ANTONIO PÉREZ 297
afirma sin estar seguro de lo que dice. De donde, como el mismo
señor Fernández Montaña afirma, «a mí me parece^ y debe parecer a
quien no carezca de sentido, que, por confesión propia, el anónimo
autor (1) que en 1788 publicó la Narrativa, ni conoció ni tuvo a
mano las piezas que formaron el Proceso criminal de Castilla contra
Antonio Pérez (2)»; siendo el Proceso publicado «a lo sumo, y con-
cediendo demasiado, un compendio, relación narrativa, o extracto
sin valor, ni fuerza autoritativa de la causa del dicho Secretario; des-
conociéndose el editor, el manuscrito usado para la impresión, el
copiante y el autor; y por consiguiente, libro desnudo de todo histó-
rico valor y autoridad (3).»
Desde luego hay que afirmar que el que compiló, extractó o arre-
gló el titulado Proceso criminal no fué completamente favorable al
reo secretario, porque en él se leen varias declaraciones de persona-
jes, que juzgo auténticas, contrarias en todo a Pérez y demostradoras
de infidelidad, altanería y otras cualidades nada buenas del procesa-
do. Pero en conjunto ni es tal proceso, ni merece tanta y tan entera
fe como le han dado modernos historiadores.
Que hubo no uno, sino varios procesos contra Antonio Pérez,
es indudable; que se tomaron muchas declaraciones, cuyo paradero
se ignora, también se convence con documentos contemporáneos.
Felipe lí, en la cédula de desistimiento ante los tribunales arago-
neses de la prosecución del proceso contra Pérez sobre la muerte de
Escobedo y otros cargos, dice: «Y en virtud de los Privilegios de
Procuradores Fiscales míos en el dicho Reyno (de Aragón), se dio
demanda y acusación criminal contra Antonio Pérez en la corte del
Justicia de Aragón, sobre la muerte del secretario Scobedo, de
cifrar falsamente y descubrir secretos del Consejo de Estado, y otros
casos que se contienen en el Proceso que sobre esto pende, intitula-
do: Processus, etc. (4).»
La Junta de Madrid, nombrada por Felipe II para entender en la
(1) Ya queda indicado que el publicador fué probabilísimamente Valla-
dares.
(2) Nueva Luz..., pág. 415-447.
(3) ídem, id.
(4) Guadalajara y Xabierr: Quarta parte de la Historia Pontifical, pági-
na 8, c. 1.
21
298 ANTONIO PÉREZ
prisión y castigo de los cómplices en el asesinato de Escobedo y en
la fuga de Pérez, habla repetidamente del proceso hecho en Cas-
tilla (1).
El P. Jerónimo de Sepúlveda escribe que de todas las maldades
que se imputaban al diabólico secretario, «tomósele lo más esencial,
hizósele un terrible proceso y probósele delitos atrocísimos, que por
el menor merecía mil muertes»; y hablando del envenenamiento de
don Juan de Austria, que Pérez achacaba a Felipe II, pone estas pa-
labras: « Y porque él (Pérez) había descubierto que había hecho matar
a su hermano el señor don Juan, y que por esto le persigue. Y pregun-
tado cómo lo sabe, dice que altercándose, etc. (2)>; palabras que pa-
recen copiadas de un proceso.
Y no sólo existió el proceso, sino que fué condenado Pérez a
muerte y a otras penas.
De las consultas y papeles tocantes al negocio de Antonio Pérez^
algunos se quemaron y otros fueron entregados al secretario Idiá-
quez, como se ve por la siguiente nota: «Quemáronse muchos días
ha diferentes consultas que tocaban a negocios de Antonio Pérez
en que fué juez el señor Rodrigo Vázquez, y creo sin duda tuvo
orden del Rey nuestro señor, o de palabra, o por fray Diego de
Chaves, su confesor, para ello, y después para entregar, como se
hizo, al secretario Francisco de Idiáquez gran suma de papeles del
dicho Antonio Pérez, que estaban recogidos y cerrados en una casa
de accesoria del dicho señor Rodrigo Vázquez (3).»
x.-Acusacianes l.—Mucrtc dc Escobcdo. Es puuto Suficientemente expuesto en ti
y cargos que se hi- , ....
cieron contra Anto- Que no hay quc msistir.
^^^^^'^^- 2,— Descifrar falsamente. Extensamente lo trata Martín Hume en
El Enigma de Antonio Pérez, probando cumplidamente cómo el per-
verso e inñel secretario presentaba a Felipe II por traiciones los arre>
batos y desazones de don Juan de Austria.
3.— Descubrir secretos de Estado. Este cargo está probado por la
sentencia del juicio de visita que se hizo a Pérez en 1584, por pala-
(1) Doc. inéd., XV, págs 406, 408, 409, 413, etc.
(2) Historia de varios sucesos, 1590, en La Ciudad de Dios, vol. CXV,
pág. 474.
(3) Respuesta de Antonio Navarro y Larreategui, secretario de Rodriga
Vázquez, dada en 13 de agosto de 1599.— Doc. inéd., XIII, pág. 388.
ANTONIO PÉREZ 299
bras de Felipe II, por algunas declaraciones del Proceso criminal, y
por el testimonio de autores contemporáneos (1).
A.— Envenenamiento de don Juan de Austria. — Con testimonios
del doctor Bavia, Vanderhamen y León, y Brantóme, he hecho no-
tar en otra parte (2) que don Juan de Austria murió probablemente
envenenado. Brantóme escribe que en este hecho «admite excusa la
conducta de Felipe II, siendo muy reprensible la de Antonio
Pérez (3). >
El P. Jerónimo de Sepúlveda trae acerca de este punto un relato
que conviene transcribir íntegro. «Al pobre hombre (Antonio Pé-
rez)—escribe — le traían de unas partes a otras y de una cárcel en
otra hasta que ultimadamente vino a la cárcel pública de Madrid.
Allí le tenían entre los ladrones y salteadores, y, finalmente, tenién-
dole ya convencido de mil traiciones, dio el desventurado por des-
cargo que todo cuanto con él usaba el Rey era pasión, y porque él
había descubierto que había hecho matar a su hermano el señor
don Juan, y que por esto le persigue.
Y preguntado cómo lo sabe, dice que altercándose en el Consejo
áe Guerra de Flandes, en el cual se halló el mesmo Rey, y el presiden-
te Padilla, y el marqués de los Vélez, y él, como secretario, todos ellos
convinieron y vinieron en que muriere el señor don Juan, sino es él que
lo contradijo; y atestiguaba con testigos muertos.
Donde salió averiguado que él, como secretario de la cifra escribió
a Flandes, porque no se descubriesen sus marañas, que mandaban los
del Consejo que diesen un bocado al señor don Juan, y ansí añadió a
sus muchas traiciones ésta que hizo raya a todas (4). >
¿Copió, según parece indicar el contexto de las palabras, el
P. Sepúlveda del Proceso auténtico de Antonio Pérez, o puso las
frases en boca del Secretario, imitando la forma de los procesos?
(1) Véase La Ciudad de Dios, vol. CXV, pág. 467-69.
(2) Véase La Ciudad de Dios, voL CXV, págs. 475-76, nota.
(3) «II (Donjuán) mourut de peste... mais tout le monde ne dict pas cela,,
et mesmes en Espaigne; car ont tient qu'il mourut empoisonné par des botti-
nes parfumées...; enquoy le roy (Felipe II) est excusable; mais Anthonio Pérez
tres blasmable.» Cita de Brsiíli.—Philippe II, roi d'Espagne, pág. 140, núm. 35.
(4) Historia de varios sucesos, ms. de la Nacional de Madrid, t I, fo-
lio 165 r. y v., en La Ciudad de Dios, vol. CXV, págs. 474-475.
300 ANTONIO PÉREZ
No lo sé; pero sea de ello lo que fuere no dejan de ser dignas de
toda consideración estas gravísimas acusaciones.
Don Valentín Gómez creyó en el envenenamiento, aun cuando él
lo achaca a enemigos extranjeros, y copia una carta del doctor Ramí-
rez, médico de cabecera del hermano de Felipe II, en la que se dice
que dados los accidentes ycircunstancias de la muerte llegaron a sos-
pechar los médicos no le hubieran dado algo a don Juan de Austria(l).
Opine el lector como le parezca en vista de los documentos ale-
gados; pero si fuera cierto que Pérez, fingiendo órdenes y acuerdos
del Consejo de Guerra de Flandes, mandó envenenar a don Juan, se
explicaría perfectamente la implacable tenacidad con que Felipe 11
trató de hacer justicia ejemplar en el perverso Secretario.
b.— Envenenamiento de don Pedro de la Hera. — Ya Cabrera de
Córdoba en su historia de Felipe 11 afirmó que consultado el astró-
logo don Pedro de la Hera sobre quién hizo dar muerte a Escobe -
do, respondió que «un grande amigo suyo que se halló en su fune-
ral. Antonio Pérez— continúa Cabrera de Córdoba — era íntimo
del judiciario Hera; y porque no extendiese el juicio de la cuestión,
estando enfermo le dio una medicina para su curación, por preciosa,
con que murió brevemente> (2).
Y Lupercio Leonardo de Argensola relata que Bartolomé de la
Hera, hermano del astrólogo, entabló demanda «querellándose que
teniendo Antonio Pérez muy estrecha amistad con el licenciado Pe-
dro de la Hera, su hermano, que fué astrólogo muy famoso, y ha-
biendo adolecido de la enfermedad de que murió, le envió con
nombre de quinta esencia y remedio, veneno; veneno con que le
mató, sepultando los secretos y confianzas que en el dicho Pedro de
la Hera había depositado> (3).
(1) Carta del doctor Ramírez. «Señor: martes 16 de octubre de 1578. A las
ocho de la noche el serenísimo señor don Juan de Austria sintió una calentura
lenta... En esta tierra mueren muchos de tabardillos, pero ninguno con tantos
accidentes; de modo que es negocio de tal calidad, que nos paso a los médicos
en alguna sospecha no le hubieran dado algo, aunque no nos determinamos a
afirmarlo.» Felipe 11. Estudio histórico-critico por D. Valentín Gómez. Con una
carta-prólogo de D. Marcelino Menéndez y Pelayo. Año 1879. Madrid, pági-
nas 185-189.
(2) Felipe Segundo, II, lib. XII, cap. III, pág. 449.
(3) Información de los Sucesos del Reino de Aragón en 1590 y 1591, Ma-
ANTONIO PÉREZ 301
En carta al gobernador de Aragón en octubre de 1590 decía Fe-
lipe II: «Por el deseo que tengo de que en todo lo que se trata del
castigo de los delictos de Antonio Pérez se acierte, y no siendo de
los menores que ha cometido la muerte de Pedro de la Era, por ser
tan alevosa y en sacerdote, deseo entender en qué está aquel proce-
so, y dentro de cuánto tiempo poco más o menos podrá senten-
ciarse> (1).
En 8 de marzo de 1591 escribía el marqués de Almenara al Rey:
<E1 proceso de Pedro de la Era está ya puesto en sentencia» (2); sen-
tencia que habría de darse el 10 de mayo (3).
Los testimonios que se acaban de alegar se reñeren al proceso
entablado en Aragón, y a consecuencia de éste se entabló otro en
Castilla (4), porque —son palabras de Bartolomé de la Mera — «ha-
biendo acusado criminalmente en el reino de Aragón al dicho An-
tonio Pérez sobre la muerte del licenciado Pedro de la Hera, mi
hermano, y habiéndole averiguado el dicho delito, el dicho Antonio
Pérez, viéndose convencido de él, entre otras falsedades que ha pro-
curado hacer para ofuscar esta verdad, presentó por testigos a los
susodichos» Juan de Tovar, primo hermano y criado de Pérez, y
Antonio Ortiz, los cuales falsamente juraron y depusieron, «persua-
didos por el dicho Antonio Pérez>, que la bebida, o quinta esencia
que mató al astrólogo la probaron un fraile dominico y otras per-
drid, 1808. Cita de D. J. Fernández Montaña: De cómo Felipe II no mandó ma-
tar á Escobedo, pág. 86.
(1) Doc. inéd.y XII, pág. 55.
(2) ídem id., id., pág. 125.
(3) ídem id., id., págs. 144-145.
(4) P. Enrique Herrera y Oria, S. J.: A propósito de la muerte de Escobedo.
¿Envenenó Antonio Pérez (el secretario de Felipe 11) al clérigo D. Pedro de la
Hera? Estudio histórico basado en el proceso manuscrito que se conserva en
la Universidad de Deusto (Bilbao). Con las licencias necesarias. {Escadito.)
Madrid, «Razón y Fe», plaza de Santo Domingo, 14, bajo, 1913. 4.°, de 46 pá-
ginas + 1 h. en b.
Según la descripción que hace el P. Herrera y Oria, la parte del manuscrito
que contiene este proceso consta de 175 folios, en 4.», copiados hacia la pri-
mera mitad del siglo XVII.
Es de lamentar que el P. Herrera y Oria no lo haya publicado integro con-
tentándose con una mínima parte, pues en las cosas de Antonio Pérez y Feli-
pe II cuesta tanto ver claro en muchos puntos, que siempre se han de agrade-
cer aun los más tenues e indirectos rayos de luz.
302 ANTONIO PÉREZ
sonas que estaban presentes. Lo cierto es que La Hera desde el
punto y momento que tomó el bebedizo no volvió a hablar, ex-
pirando horas después. En acabando de tomar la bebida— declara
doña Juana de Ribera, que se halló presente—, «antes que el dicho
secretario Antonio Pérez se apartase de la dicha cama, se le había
quitado la habla al dicho licenciado Pedro de La Hera, porque nun-
ca respondió más ni pudo aunque le daban voces y hacían muchas
preguntas, y ansí estuvo como penando y apretada la boca sin que
se la pudiesen abrir hasta las doce de la noche del mismo día, que
expiró, dando un grito al mismo tiempo que expiró> (1).
Este crimen lo realizó Pérez, dando por su propia mano a su
amigo la quinta esencia, entre cinco y seis de la tarde del 5 de no-
viembre de 1583.
Resultó del proceso que ni Tovar ni Ortiz estuvieron presentes
en el acto de suministrar Pérez la bebida a La Hera, siendo los dos
condenados por testigos falsos «a que de la cárcel y prisión en que
están sean sacados caballeros en sendos asnos de albarda, con soga
de esparto al pescuezo, con voz de pregonero que manifieste su de-
lito, o sean traídos a la vergüenza pública por las calles acostumbra-
das de esta Villa, o vueltos a la cárcel, y de allí sean llevados a las
galeras, y allí sirvan a su Majestad por galeotes al remo y sin sueldo
por tiempo de diez años> (2).
Esta sentencia la dio el alcalde de corte Dr. Pareja de Peralta,
en 24 de abril de 159L
Mignet, o. c, pág. 53, escribió que Pedro de la Hera murió de
muerte natural. Como se ve, estaba más en lo cierto Cabrera de
Córdoba.
6.— Muerte de Rodrigo Mangado (3) y otras. — A Rodrigo Manga-
do parece que le dio la quinta esencia el escritor D. Baltasar de Ala-
mos Barrientos, traductor y comentador de Tácito, grande amigo e
íntimo de Pérez, que pasó en prisión muchos años. No sé si se for-
(1) Herrera y Oria, o. c, págs. 19 y 25.
(2) Herrera y Oria, o. c, pág. 44.
(3) Mignet y otros autores escriben Morgado; pero en el proceso publicado
por el P. Herrera y Oria, y en los Documentos inéditos se lee como yo he
puesto.
ANTONIO PÉREZ 303
inalizó el proceso de la muerte de Mangado, aunque sí consta que se
pensó en ello (1).
Además de las muertes de La Hera y Mangado, se atribuyeron
también a efectos de la quinta esencia la de tFruca (2), oficial ma-
yor y muy privado> de Antonio Pérez; la de ^Miguel Pérez*, oficial y
deudo del secretario, y la de ^Campos*, su capellán, si bien este últi-
mo pudo morir de una operación quirúrgica que le hicieron (3).
7. — Crimen de sodomía.— "tX P. Jerónimo de Sepúlveda dice que
entre otras cosas le fué probado a Pérez ser «sohomético», crimen
que las leyes de entonces castigaban terriblemente, condenando a
ser quemado vivo el transgresor. Esta acusación está plenamente
confirmada y no hay que pararse en probarla (4).
^.— Crimen de herejía.— Por inteligencias con Enrique, príncipe
de Eearn, después Enrique IV de Francia, y haber intentado huir de
las cárceles de Zaragoza, «pasándose a los herejes de Francia>, y
por ciertas proposiciones malsonantes, trataron los inquisidores, en
marzo de 1591, de reclamar al preso y llevarlo a sus cárceles (5).
Mucho se ha declamado contra Felipe II, suponiendo que hallándo-
se ya sin medios para perseguir a Pérez, y en su sed de venganza,
echó mano del tremendo Tribunal. Todo es patraña. La Junta de
Madrid, que deseaba el pronto castigo de Pérez, puso reparos a que
la Inquisición le procesara, precisamente porque sus trámites eran
largos, y porque el Rey y los miembros de la Junta veían en el Santo
Oficio un estorbo para traer al secretario a Castilla. Sólo cuando
los demás medios resultasen demasiado lentos o ineficaces se debía
acudir a la Inquisición (6).
(1) «Sobre las muertes de Mangado y de Pedro de la Era que se le han de
acusar a Antonio Pérez...» Doc. inéd., XV, pág. 416. Consulta de la Junta de
Madrid al Rey en 7 de junio de 1590.
(2) Fuica he leído en otros documentos.
(3) Herrera y Oria, o. c, págs. 27-28.
(4) Véanse las declaraciones, que la decencia impidió publicar íntegras, en
la Colección de Doc. inéd., XII, págs. 193-94, 226-29, 256-58 y 392.
(5) Carta del marqués de Almenara, en Doc. inéd., XII, pág. 138.
(6) «Estando condenado a muerte en Castilla, y habiéndose de ejecutar di-
cha pena en el reino de Aragón o fuera de él, se podria sospechar que, temien-
do los inquisidores de caer en irregularidad por el entregalle a los ministros
reales, rehusarían de hacello por la dicha irregularidad.» Doc. inéd.y XV, pá-
ginas 138-140.
304 ANTONIO PÉREZ
X!.- Sentencias Escribe cl P. Jerónimo de Sepúlveda: «Entre otros cargos que le
Pérez. hicieron (a Pérez) fué uno que diese cuenta de trescientos mil duca-
teifcia'"*^* ^*"" dos que dejó Ruy Gómez, que era público que él los había despen-
dido, y ansí en la primera sentencia que le dieron le mandaron que
volviese a los herederos de Ruy Gómez los trescientos mil ducados;
por lo cual le confiscaron todos sus bienes y se vendían pública-
mente.
>En la plazuela de Santa María los tenían y allí los guardaban
guardas de noche, y siendo yo seglar los vi allí mil veces, y tenían
muchas joyas y preseas... Todo se vendió a menos precio» (1).
¿Cuándo se dio esta primera sentencia? Lo ignoro; pero tuvo que
ser antes de agosto o setiembre del año 1583, tiempo probable de
la ida del P. Sepúlveda a la Universidad de Alcalá a proseguir sus
estudios, y desde donde vino, a fines de aquel año, a este Monaste-
rio de San Lorenzo, tomando el hábito de Jerónimo el 24 de enero
de 1584 (2).
Segundasen- Eué dada en enero o febrero de 1585, y según el manuscrito del
tencia. . > j t>
Mmisterio de Negocios Extranjeros de Francia, decía así:
*El licenciado don Tomás Salazar, del Consejo de S. M. por la
Santa y General Inquisición, Comisario general de Cruzada, etc.
Atendido a que deseando S. M. saber y conocer cómo le han ser-
vido sus secretarios de la Corona de Castilla, así como también
la fidelidad, integridad, y celo en el ejercicio de sus ministerios y
cargos, ha mandado que fueran sometidos a la visita, comisionán-
donos al efecto; nosotros hemos practicado primeramente diversas
pruebas y diligencias, en virtud de las cuales nos ha parecido con-
veniente notificar a alguno de ellos los hechos que estaban a su car-
go; cuya (sic) notificación efectuada, los hemos oído en sus justifica-
ciones, y llevado así a cabo el procedimiento de la visita. S. M. ha re-
suelto nombrar y ha nombrado, en efecto, varios jueces, a fin de que
todos reunidos examinemos y revisemos dicho procedimiento, y fa-
llemos según justicia.
Y habiendo considerado así los cargos y justificaciones del secre-
(1) Historia de varios sucesos, ms. de la Nacional de Madrid, 1. 1, fol. 165 r.,.
publicado en La Ciudad de Dios, vol. CXV, pág. 474.
(2) Véase La Ciudad de Dios, vol. CXI, pág. 361.
ANTONIO PÉREZ 305
tario de Estado Antonio Pérez, dicho Pérez, después de consulta ele-
vada a S. M., ha sido condenado a encierro y detención en la forta-
leza que S. M. se digne señalar, por espacio de dos años y más, se-
gún el Rey estime conveniente; a ser formalmente desterrado a
treinta leguas de distancia de la corte por diez años; y a suspensión
de sus funciones por igual espacio [de tiempo?], quedando por lo
demás una y otra pena a discreción de S. M. y de sus sucesores. En
dicho destierro contará el tiempo de la reclusión y arresto en la for-
taleza, y en caso de infracción, la pena será doble.
Además, y en los nueve primeros días siguientes, pagará, entre-
gará y restituirá doce millones doscientos veinticuatro mil setecien
tos noventa y tres maravedís en el modo y forma siguiente:
2.070.385 que ha recibido y le fueron remitidos a Ñapóles por
cuenta de la señora doña Juana (sic) de Mendoza y de la Cerda, prin-
cesa de Eboli, salvo el derecho que él pueda tener a cobrar de dicha
Princesa cierto censo impuesto a sus bienes y que él dice pertenecería
ítem: ocho cobertores nuevos, bordados de oro y plata sobre ter-
ciopelo carmesí, recibidos de dicha Princesa, tales y tan buenos como
cuando le fueron entregados, si es que no prefiere pagar por cada
uno de ellos 300 ducados, reservándose el expresado Pérez el recla-
mar contra la citada Princesa por la compensación que él manifiesta
haberla dado.
ítem: dos diamantes de estima, que parece haber recibido de di-
cha Princesa, a menos que pague en cambio 200 ducados.
ítem: cuatro piezas de plata labrada, provinientes de la venta del
conde de Gálvez, y que ha recibido de la misma Princesa, tales y
tan buenas como estaban cuando se le entregaron, o en su defecto
44.370 maravedís.
ítem: una sortija con un granate, que ha recibido de la expresa-
da Princesa, o en su lugar 198.750 maravedís, a fin de que todas las
sumas y objetos susodichos se remitan y entreguen a los hijos y he-
rederos del príncipe Ruy-Gómez, o por ellos a quien corresponda.
ítem: un brasero de plata que ha recibido del serenísimo señor
don Juan de Austria, tal y tan bueno como le fué dado, a menos de
satisfacer en cambio 700 ducados (1).
(1) Debe de haber error en la copia; probablemente diría la sentencia se-
Tercera sentencia.
306 ANTONIO PÉREZ
Y por otros diversos cargos y trasgresiones que resultan de la
sumaria y por la misma comprobados, 7.371.098 maravedís, aplicado
todo a la cámara y fisco de S. M. (1)>.
No creo que esté completa esta sentencia, y el estilo me hace
sospechar que no ha sido copiada fielmente; pero tal como la trae
Mignet la traslado a falta de otra mejor (2).
<En la Villa de Madrid, corte de la Magestad del rey nuestro
señor don Felipe II (que Dios guarde) a primero día del mes de ju-
lio del año de mil quinientos noventa. Visto por los señores Rodrigo
Vázquez de Arce, presidente del Consejo de Hacienda, y el licencia-
do Juan Gómez, del Consejo y Cámara de S. M., el proceso y causa
de Antonio Pérez, secretario que fué del Despacho universal de
S. M., dijeron:
Que por la culpa que de todo ello resulta contra el dicho Anto-
nio Pérez, lo debían condenar y condenaban en pena de muerte
natural de horca, y a que primero sea arrastrado por las calles pú-
blicas en la forma acostumbrada. Y después de muerto le sea cortada
la cabeza con un cuchilllo de hierro y acero, y sea puesta en un lu-
gar público y como cual pareciere a los dichos señores jueces. Y de
ella nadie sea osado a quitarla, pena de muerte. Condenáronle en
perdimiento de todos sus bienes, que aplicaron para la cámara y fisco
de S. M. y para las costas personales y procesales que por su causa
se han hecho. Y así lo pronunciaron, mandaron y firmaron. El licen-
ienta mil ducados. Así se deduce de lo que escribieron D. Luis Zapata y el
P. Fr. Jerónimo de Sepúlveda. El primero escribe: «Un solo brasero (de la
casa de Antonio Pérez) se apreció en sesenta mil ducados.— Memorial histórico
español, t. XI, pág. 244.— El P. Sepúlveda dice que don Juan de Austria dejó a
Antonio Pérez, entre otras cosas, «un gran brasero de plata, riquísimo, de per-
las y piedras preciosas, que después se tasó y apreció en ochenta mil ducados,»
La Ciudad de Dios, vol. CXV, pág. 465.
(1) Citada por M. Mignet: Antonio Pérez y Felipe II, págs, 40-41 . Algunas fra-
ses de esta sentencia no están del todo conformes con el estilo del siglo XVI,
tal vez debido a que Mignet la publicara en francés en su obra y los traducto-
res castellanos las trasladaran de éste a nuestra lengua, sin tener presente
copia castellana de la sentencia original.
(2) En el ms. Ce. 96 de la Nacional de Madrid se hallaba copia de esta sen-
tencia, pero ha sido cortada. La falta ya fué notada en 1877, según me comu-
nica mi amigo D. Alvaro Gil Albacete, secretario de la Nacional.
ANTONIO PÉREZ 307
«lado Rodrigo Vázquez. El licenciado Juan Gómez. Ante mí Antonio
Márquez (1)>.
De resultas del proceso que contra Antonio Pérez siguió la cuarta sentencia.
Inquisición aragonesa, en el auto de fe de 20 de octubre de 1590, se
leyó la siguiente sentencia:
<Visto por los inquisidores contra la herética pravedad e apos-
tasía en el reino de Aragón con la ciudad y obispado de Lérida, por
autoridad apostólica, juntamente con el ordinario del arzobispado
de Zaragoza, un proceso de pleito e causa criminal que ante nos ha
pendido y pende entre partes: de la una el promotor fiscal de la fee,
actor acusante; y de la otra Antonio Pérez, ausente fugitivo, secreta-
rio que fué del Rey nuestro señor, residente en esta ciudad, cuya es-
tatua está presente:
Christi nomine invócalo: Fallamos, atentos los autos y méritos del
dicho proceso, [que] el dicho promotor fiscal probó bien y cumplida-
mente su acusación, según y como probar le convino: en consecuen-
cia de lo cual debemos declarar y declaramos al dicho Antonio Pérez
por convicto de hereje, y por ello haber caído e incurrido en sen-
tencia de excomunión mayor y estar della ligado, y en confiscación
y perdimiento de todos sus bienes, los cuales mandamos aplicar y
aplicamos a la cámara y fisco de S. M. ya su receptor en su nom-
bre, desde el día y tiempo que comenzó a cometer los dichos delic-
tos de herejía, cuya declaración en nos reservamos. Y relajamos la
persona del dicho Antonio Pérez, si pudiere ser habido, a la justicia
y brazo seglar, para que en él sea ejecutada la pena que de derecho
en tal caso se requiere. Y porque al presente la persona del dicho
Antonio Pérez ausente no puede ser habida, mandamos que en su
lugar sea sacada al auto una estatua que la represente, con una coro-
(1) Proceso criminal..., págs. 206-208. M. de Pidal: Historia de las Alteracio-
nes de Aragón, I, págs. 427-28.
Aun cuando como de muchos documentos del Proceso, no se sabe su origen,
esta sentencia puede ser la verdadera. Que Antonio Pérez fué condenado a
muerte es certísimo. Véanse lo que en 20 de setiembre de 1590 decía a Feli-
pe II la Junta de Madrid: «Primeramente, se consideran en Antonio Pérez dos
géneros de delictos.
El primero es de los muchos y graves que cometió acá, por donde está con-
denado a muerte y a las demás penas...* Doc. inéd., XV, pág. 433.
308 ANTONIO PÉREZ
za de condenado, y con un sambenito, que tenga de una parte las
insignias y figura de condenado, y de la otra un letrero con su nom-
bre; la cual estatua esté presente al tiempo que esta nuestra sentencia
se leyere, y aquélla sea entregada a la justicia y brazo seglar, acaba-
da de leer la dicha sentencia, para que la mande quemar e incinerar,
Y declaramos por inhábiles incapaces a los hijos e hijas del dicho
Antonio Pérez y a sus nietos por línea masculina, para poder haber,
tener y poseer dignidad, beneficios y oficios, así eclesiásticos como
seglares que sean públicos o de honra, y no poder traer sobre sí ni
sus personas oro, plata, ni perlas, piedras preciosas, corales, seda,
chamelote, paño fino, ni andar a caballo, ni traer armas, ni ejercer ni
usar de las cosas arbitrarias a los semejantes inhábiles prohibidas,
así por derecho común como por leyes y pregmáticas destos reinos
e instrucciones del Sancto Oficio.
Y porque sería de poco fructo pronunciar sentencias si no se
mandasen traer a debida ejecución, exhortamos y amonestamos, y
so pena de excomunión mayor latae sentenüae, y de cada quinientos
ducados de oro para gastos extraordinarios deste Sancto Oficio y
otras penas a nuestro arbitrio reservadas, mandamos a todos y a cua-
lesquier jueces y oficiales, así eclesiásticos como seglares, y otras
cualesquier personas de cualquier estado, grado, dignidad o condi-
ción que sean, que al dicho Antonio Pérez, convencido de hereje fu-
gitivo condenado, dondequier que estuviere y pudiere ser habido,
aunque sea en iglesia, monasterio o otro lugar sagrado y cuanto
quier privillegiado, le sigan y prendan, y con buena y fiel custodia
trayan y hagan traer ante nos para que del se haga cumplimiento
de justicia, dándoles para ello auctoridad y poder cumplido, con
apercibimiento que no lo haciendo, mandaremos proceder y se pro-
cederá contra los que le hablaren, tractaren o comunicaren, y contra
los que pudiéndole prender no le prendieren, o en algo de lo suso-
dicho fuesen negligentes o culpados, como contra fauctores, defen-
sores y receptadores de herejes, a ejecución de las dichas penas y de
las otras por derecho estatuidas y ordenadas; y a la persona, o per-
sonas, que le prendiere y antes nos trujere, le haremos gracia y mer-
ced de todos los bienes y cosas que consigo llevare, y le concede-
mos las indulgencias, gracias y perdones que por los Santos Pontí-
fices para semejantes casos han sido concedidas.
ANTONIO PÉREZ 309
Y por esta nuestra sentencia definitiva juzgando ansí lo pronun-
ciamos y mandamos en estos escritos y por ellos pro tribunali se-
dentes. El licenciado Pedro de Zamora, El licenciado Velarde de la
Concha. El doctor Juan Moriz de Salazar. El doctor Pedro Revés.
Dada y pronunciada fué la dicha sentencia por los dichos seño-
res inquisidores y ordinario que en ella firmaron, martes veinte de
octubre de mili y quinientos y noventa y dos, estando pro tribunali
sedentes, celebrando aucto público de fee en unos cadahalsos altos de
madera que para el efecto se hicieron en la plaza del mercado desta
ciudad (de Zaragoza), presente el doctor Hierónimo de Leiba, fiscal,
y la estatua del dicho Antonio Pérez con insignias de relajado y ré-
tulo que declaraba su nombre, en cuya presencia se leyó en alta e
inteligible voz...> (1).
A petición de la familia de Pérez, y en vista de los documentos
presentados, demostrativos de haber muerto el Secretario cristiana-
mente, la Suprema de Madrid ordenó a la Inquisición de Zaragoza
revisar la sentencia anterior. Hízolo así la Inquisición zaragozana y
promulgó nueva sentencia anulando la de 20 de octubre de 1592.
Dice así la segunda sentencia inquisitorial:
«Visto por Nos los inquisidores apostólicos contra la herética
pravedad y apostasía en el reino de Aragón y su districto, los pro-
cesos causados en este Santo Oficio contra Antonio Pérez, secretario
que fué de Estado del Rey Felipe segundo nuestro señor: el primero
causado hasta veinte de octubre de mil y quinientos y noventa y dos,
que se dio y se pronunció la sentencia de relajación contra él; y el
otro causado desde veinte y cuatro de noviembre de mil y seis-
cientos y once, en que consta por el dicho proceso haber deseado
presentarse el dicho Antonio Pérez en este Santo Oficio, que des-
pués se ha seguido por sus hijos y herederos que después de difunto
han salido a la defensa de su memoria y fama: habiendo habido so-
bre ello nuestro acuerdo y deliberación con personas de letras y
rectas conciencias:
Christi nomine invocato: Fallamos atento los nuevos autos del
dicho proceso, que debemos de revocar y revocamos la dicha sen-
tencia dada y pronunciada contra el dicho Antonio Pérez, en todo y
(I) Z>oc. wécf.,Xll,págs. 558-561.
310 ANTONIO PÉREZ
por todo, como en ella se contiene. Y declaramos deber ser absuelta
su memoria y fama, y que no le obste a sus hijos y descendientes
del dicho Antonio Pérez, el dicho proceso y sentencia de relajación
para ningún oficioso honroso, ni deberles obstar a los dichos hijos
y descendientes lo dicho y alegado por el fiscal desta Inquisición
contra su limpieza. Y por esta nuestra sentencia definitiva juzgando^
así lo sentenciamos, pronunciamos y mandamos pro iribunali seden-
do. El doctor Miguel Santos de San Pedro. El doctor don Juan Del-
gado de la Canal. El licenciado don Fernando de Valdés y Llano (1).»
Fué dada esta sentencia en Zaragoza a 16 de junio de 1615.
P. Julián Zarco.
(Continuará.) o. s. a.
(1) Doc. inéd., XII, págs. 568-69; Cabrera de Córdoba: Felipe segundo, IV,
págs. 292-293.
CATALOGACIÓN DE CÓDICES
El P. Zacarías García Villada, S. J., que ya es bien conocido
como autorizado historiógrafo y competente catalogador de códices
y documentos, acaba de publicar una nueva obra de indiscutible
importancia, referente a los códices de la catedral de León (1). Para
los que conozcan en su verdadero valer este género de estudios, que
por fortuna ya van siendo muchos en España, sobra todo elogio que
pudiéramos hacer de nuestra parte acerca de esta obra, pues por sí
mismos pueden apreciar debidamente su valor y saben la prepara-
ción que para empresas de esta índole se necesita. La publicación
de esta clase de catálogos es necesaria de todo punto; es el único
modo seguro de que todos puedan llegar a conocer con precisión
los códices, documentos y libros que se guardan en las bibliotecas
y archivos, y además son un guía para emprender con acierto estu-
dios y trabajos, economizando también mucho tiempo. Sin ellos es
aventurado intentar hacer algo definitivo en cualquier ramo de la
historia humana.
Todavia, sin embargo, se ha hecho muy pocj en España por dar
a conocer los tesoros literarios que se conservan en nuestras biblio-
tecas y archivos, y por eso está a medio hacer la historia interna
principalmente y en gran parte la externa de nuestros antepasados.
Se han desvanecido ya muchas leyendas que corrieron como histó-
ricas, hasta en descrédito nuestro, j^ropaladas y fomentadas incons-
ciente o malévolamente por algunos españoles y por muchos ex-
tranjeros; pero todavía queda mucho que esclarecer y depurar. En
(1) Catálogo de los Códices y Documentos de la Catedral de León, por Zaca-
rías García Villada, S. J. Madrid, Imprenta Clásica Española, 1919. En 4.® ma-
yor, de 259 páginas.
312 CATALOGACIÓN DE CÓDICES
estos últimos años se ha visto más palpablemente la conveniencia y
necesidad de los catálogos, dando ocasión a bastantes monografías
históricas que bien pueden pasar como modelos y compararse con
ventaja a las mejores que han publicado los extranjeros, y desper-
tando el amor y el entusiasmo en los jóvenes por conocer y estudiar
nuestras grandezas pasadas. Al conocimiento de nuestras bibliotecas
y archivos se ha de atribuir en gran parte este renacimiento literario
e histórico que presenciamos.
Afortunadamente para todos, pronto tendremos en nuestra na-
ción, es muy halagüeña esperanza, catálogos buenos de las bibliote-
cas y archivos civiles encomendados al Cuerpo de Archiveros, Bi-
bliotecarios y Anticuarios, cuya competencia y laboriosidad son
generalmente reconocidas. En llenar con gloria esa misión está tra-
bajando dicho Cuerpo con la más generosa solicitud, y bien puede
asegurarse que su obra honrará a España. Las Instrucciones que ha
publicado para la catalogación científica de códices, documentos e
impresos, y a las que todos se ajustarán en el procedimiento, son
garantía de la bondad y exactitud de su trabajo. Todos deseamos
que cuanto antes podamos contar, como ocurre ya en otras nacio-
nes, con catálogos que nos den a conocer la riqueza histórica, cien-
tífica y literaria que aún permanece oculta y que se halla puesta bajo
la administración y tutela del Estado.
También la Iglesia en España, como lo ha hecho siempre, con-
tribuye ahora al conocimiento y divulgación de los tesoros históri-
cos, literarios y artísticos que guarda con amor en las bibliotecas y
archivos de sus catedrales, parroquias y monasterios. Prueba de ello
es que en todos los Cabildos figura con nombramiento oficial un
canónigo archivero dedicado más especialmente a trabajos de cata-
logación.
Como iniciativa favorabilísima para tales estudios debe mencio-
narse la preciosa circular que, con fecha 21 de Junio de 1914, diri-
gió el actual dignísimo Nuncio de Su Santidad, monseñor Ragonesi,
a los eminentísimos señores cardenales y a los excelentísimos y re-
verendísimos arzobispos y obispos de España. Merecía la pena de
reproducirla aquí íntegra, pero por no alargar este artículo, nos con-
cretaremos a lo que toca más directamente con nuestro objeto.
Después de indicar en síntesis lo que la Iglesia ha hecho para el
CATALOGACIÓN DE CÓDICES 313
tnás espléndido florecimiento de las Bellas Artes, desde los prime-
ros tiempos hasta la época del Renacimiento, dice monseñor Rago-
nesi: «Pero en grado más alto, si cabe, son deudoras al Catolicis-
mo las ciencias históricas; la Iglesia conservó en los subterráneos de
las Catacumbas, en las bibliotecas de sus monasterios y las inscrip-
ciones de sus templos el recuerdo de los más importantes suce-
sos; ella iluminó el criterio de los historiadores, brindándoles es-
tímulos, aplausos y magníficas recompensas; ella cuenta entre sus
hijos una serie no interrumpida de varones eminentes por sus estu-
dios sobre los acontecimientos humanos, desde Ensebio de Cesárea,
el biógrafo de Constantino, en el siglo IV, hasta Pastor, famoso his-
toriador de los Papas en nuestros días; ella inició con San Agustín y
perfeccionó con Bossuet y con nuestro gran Raimes la Filosofía de
la Historia, que sintetizando los acontecimientos, explica cómo la
Humanidad se mueve y Dios la conduce por caminos admirables a
sus providenciales destinos.» Se fija después en el diorama artístico
de la Iglesia española y exclama: «¡Cuánta riqueza de pinturas, es-
culturas, encajes, orfebrería y filigranas! ¡Cuánto acopio de pergami-
nos, códices, incunables y vitelas! ¿No hablan con harta elocuencia
todos esos tesoros artísticos y documentos históricos que son admi-
ración de los doctos y legítimo orgullo vuestro?»
«Ahora bien — dice después—, si el clero español, por las condi-
ciones económicas en que hoy vive, no puede, sino con grandes sa-
crificios, acrecentar ese espléndido regalo de la piedad cristiana, pue-
de fácilmente y debe, a todo trance, conservarlo y transmitirlo avara
e íntegramente a las generaciones venideras.
Están en ello interesadas la religión, la patria, la ciencia y las ar-
tes; en ello está interesado el Sumo Pontífice Pío X, que mira con
singular complacencia cuanto exalta y ennoblece a esta católica na-
ción; en ello está interesado de un modo especialísimo Su Majestad
el Rey, que tanto se desvela por el brillo y engrandecimiento de su
querida patria.
¿Y sería posible que a tantos intereses no correspondiesen los
ministros del Santuario y diesen así pretexto a los calumniadores de
la Religión para señalarlos como negligentes poseedores de los ilus-
tres títulos y blasones de su grandeza?...
No; el virtuoso y esclarecido Clero español, en quien es tradi-
314 CATALOGACIÓN DE CÓDICES
cional el amor a todo lo que es propia y genuinamente bello, como
a todo lo que es verdadero y bueno, no quedará atrás en la honrosa
lid por la cultura y la civilización, y en cuanto pueda emulará los
luminosos ejemplos de sus preclarísimos antecesores.
Sin embargo, a fin de que para la más escrupulosa conservación
de tan rico patrimonio ningún medio falte, parece oportuno sancio-
nar esas naturales disposiciones del Clero con el sello de un particu-
lar precepto.
Por tanto, en vista de las razones que acabamos de indicar, en
virtud de la autoridad que Nos ha otorgado benignamente el Sumo
Pontífice, y secundando las altas aspiraciones de Su Majestad Cató-
lica, hemos venido en prescribir y ordenar, como en efecto prescri-
bimos y ordenamos al Clero secular y regular las normas si-
guientes:
1.* Todos los objetos de valor artístico o histórico, pertenecien-
tes a entidades eclesiásticas, serán custodiados con el mayor esmero,
como depósito sagrado.
2.^ Ni aun los que a primera vista parecieren insignificantes po-
drán ser conmutados ni vendidos bajo ningún pretexto.
3.* Si para remediar necesidades perentorias fuera preciso ven-
der o conmutar alguno de esos objetos, la venta o conmutación no
podrá efectuarse sino con el previo permiso escrito de la competente
autoridad eclesiástica, la cual no lo dará sin plena garantía de que
no han de ser exportados a territorios extranjeros.
4.^ Ni en los indicados objetos ni en los edificios eclesiásticos se
practicarán restauraciones sin dictamen de personas peritas y sin la
seguridad de acertada ejecución.
5.^ Los rectores y administradores de edificios eclesiásticos ha-
rán exacto inventario de todos los objetos preciosos y documentos
históricos confiados a su cuidado, y remitirán copia de él a sus res-
pectivos Prelados.
6.^ Como los archivos capitulares y aun parroquiales poseen có-
dices y documentos importantes, se facilitará en lo posible su estu-
dio, pero siempre con las debidas cautela y precauciones.
A fin de que todos los eclesiásticos se encuentren en las mejores
condiciones de apreciar el valor de los tesoros confiados a su custo-
dia, encarecemos la conveniencia de iniciarles en los estudios de ar-
CATALOGACIÓN DE CÓDICES 315
queología y paleografía, como se hace ya con gran provecho en va*
ríos Seminarios.
Encarecemos también a los sacerdotes que, después del escrupu-
loso ejercicio de su sagrado ministerio, dediquen parte de su tiempo
libre y de su actividad al estudio de las curiosidades históricas y ar-
tísticas de sus templos y archivos, y las transmitan oportunamente a
las respectivas Curias episcopales para que, salvadas del olvido pe-
ligroso con su publicación en Memorias, folletos y Boletines dioce-
sanos, contribuyan al incremento de la cultura nacional.
De esta manera el Clero español, tan celoso como patriota, a los
insignes méritos que tiene contraídos para con su amado pueblo,
añadirá el de concurrir al progreso histórico y artístico, y se hará
cada día más acreedor a la estimación y afecto de sus conciudadanos
y de cuantos en el mundo se precian de ilustrados, para gloria de
Dios, honra de la Iglesia y lustre de la nobilísima Nación española.>
Se ha de reconocer que ya antes y siempre han sido celosos en
el cumplimiento de su oficio los canónigos archiveros, pero desde la
comunicación de esta circular se ha trabajado más activamente en
los catálogos de las bibliotecas y archivos de nuestras catedrales y
parroquias. Algunos ya están terminados y acomodados a las reglas
críticas que hoy se exigen para esta clase de estudios, pero hace
falta publicarlos; así puede y debe llegar más fácilmente a todos el
conocimiento de tales tesoros para su provecho, y servir a la vez de
práctica demostración de lo que el Clero ha hecho y hace por la cul-
tura contemporánea. Es de esperar que dentro de pocos años ten-
dremos ya publicados los catálogos de todas las catedrales españolas
a semejanza del Catálogo de los Códices y Documentos de la Catedral
de León, mandado redactar por su actual ilustrísimo señor Obispo
Dr. D. José Álvarez Miranda, al P. Zacarías García Villada, y de mu-
chas parroquias, como lo ha hecho el Lie. Juan Albizu, en su Inven-
tario del Archivo y Fundación, Reglamento y Catálogo de la Biblioteca
en la Parroquia de San Pedro de Oliie (Navarra), que acaba de pu-
blicar.
Aunque no tanto como el Estado, la Iglesia española guarda y
conserva en sus archivos una gran riqueza histórica, literaria y ar-
tística.
316 CATALOGACIÓN DE CÓDICES
Mucho se ha discutido entre los bibliógrafos sobre las condicio-
nes que debe reunir un catálogo rigurosamente científico: «El fin de
un catálogo de códices, dice el P. García Villada (Metodología, pá-
gina 117), no es la publicación de los textos en ellos encerrados, sino
el hacer una descripción sumaria del contenido y del estado en que
se encuentran esos mismos códices». Y en otra parte (Razón y
Fe, XL, 475): «El catálogo de todos estos manuscritos e incunables
tiende a llenar dos fines: uno, el ayudar a su conservación, evitando
el que se pierdan, sean robados o mutilados, y otro el servir de guía
a los investigadores. Para que este doble fin se consiga, ha de ser lo
más completo posible, pero sin exceso, absteniéndose de discusiones
y notas críticas inútiles». Podíamos transcribir aquí otros testimonios
de autores extranjeros acerca del actual concepto científico de un
catálogo de códices y documentos. Más adelante verá el lector nues-
tro parecer acerca de esto.
Algunas veces hemos visto que ciertos críticos, fundándose en lo
que nuestro Menéndez y Pelayo dice de lo que debe ser la Biblio-
grafía, juzgan desacertadamente acerca de los catálogos de códices
y documentos que en estos tiempos se publican, así como otros es-
critores, creyendo seguir aquella misma inspiración, vienen a salirse
de las reglas generales y comunes que han de regir científicamente
los modernos estudios de catalogación. Copiaremos aquí, aunque
resulte un poco larga, la nota del gran maestro: «Acúsase con fre-
cuencia a la Bibliografía por los extraños a su cultivo, de ciencia ári-
da e indigesta, de fechas y de nombres, superficial y pesada al mis-
mo tiempo, como que sólo fija la atención en los accidentes externos
del libro, en la calidad del papel y de los tipos, en el número de las
hojas, y limita sus investigaciones a la portada y al colofón, sin cui-
darse del interior del volumen, que para ella suele estar cerrado
como el de los siete sellos. No ha de negarse que hay hartos bibliófilos
(si tal nombre merecen), acreedores a ésta y aun a otras más acres y
no menos fundadas censuras; y en verdad que se duda a veces entre
la risa y la indignación al ver a ciertos monopolizadores de libros
estimar el mérito de los trabajos por su mayor o menor escasez en
el mercado, despreciando, verbigracia, los clásicos griegos y latinos
porque se encuentran a todas horas, en cualquier forma y en varie-
dad de ediciones, al paso que dan suma importancia a los tratados
CATALOGACIÓN DE CÓDICES 317
dt Jineta, de esgrima, de cetrería, de tauromaquia, de heráldica o de
arte de cocina, por raros y difíciles de encontrar en venta. Y produ-
ce, ciertamente, triste impresión la lectura de muchos catálogos
bibliográficos, cuyos autores para nada parecen haber tenido en
cuenta el valor intrínseco de los libros, fijándose sólo en insignifican-
tes pormenores, propios más de un librero que de un erudito. Pero
no es ese el verdadero procedimiento del bibliógrafo ni puede lla-
marse trabajo científico, sino mecánico, el descarnado índice de cen-
tenares de volúmenes cuyo registro externo, arguye, a lo sumo, di-
ligencia y buena fortuna, nunca dotes intelectuales ni saber crítico.
Y la crítica ha de ser la primera condición del bibliógrafo, no porque
deba éste formularla con todo el rigor del juicio estético y de la apre-
ciación histórica diestramente combinados, sino para que sepa indi-
car de pasada los libros de escaso mérito, entresacando a la par
cuanto de útil contengan, y detenerse en las obras maestras, apun-
tando en discretas frases su utilidad, dando alguna idea de su doc-
trina, método y estilo; ofreciendo extractos si escasea el libro; repro-
duciendo íntegros los opúsculos raros y de valor notable, y añadien-
do sobre cada una de las obras por él leídas y examinadas, un juicio
no profundo y detenido como el que nace de largo estudio y atenta
comparación, sino breve, ligero y sin pretensiones, como trazado al
correr de la pluma por un hombre de gusto; juicio espontáneo y
fresco (si vale la expresión), como que nace del contacto inspirador
de las páginas del libro; impresiones vertidas sobre el papel con can-
dor e ingenuidad erudita; ¡que obra más útil a la par que delicioso,
es un catálogo bibliográfico redactado de esta manera! Así concebi-
da la Bibliografía es al mismo tiempo el cuerpo, la historia externa
del movimiento intelectual y una preparación excelente e indispen-
sable para el estudio de la historia interna. Los registros de obras
hechos sin estas condiciones serán útiles como son los catálogos de
editores y libreros, pero no serán trabajo de literato, sino de mozo
de cordel; no llamemos a sus autores bibliógrafos, sino acarreadores
y faquines de la república de las letras.^ (La Ciencia Española, pági-
nas 47-49 del tomo I de la 3.^ edición.)
A primera vista se comprende que este concepto del incompara-
ble maestro Menéndez y Pelayo acerca de la Bibliografía no se debe
ni puede aplicar hoy a los catálogos de códices y documentos. Apar-
318 CATALOGACIÓN DE CÓDICES
te de que no es ese su legítimo fin, sería más fácil redactar así un
catálogo, aunque siempre expuesto a equivocadas e inútiles aprecia-
ciones literarias por ser personales. En nuestra opinión no debie-
ran intercalarse notas cortas o amplias extraídas del contenido del
códice, ni apreciaciones personales del catalogador, salvas excepcio-
nes rarísimas, porque con ello se rompe la unidad y el catálogo está
fuera de su justo concepto. El juicio literario toca ya al estudiante
No puede el catalogador emitir un juicio acertado por la diversidad
de materias, de autores, etc. Solamente se podría hacer con un corto
número de códices que versaran acerca de igual o parecida materia,
pero entonces más que un catálogo sería un estudio de ellos. Es ex-
puesto a no acertar en la importancia objetiva del texto de los códi-
ces si en unos se ponen notas críticas de su valor literario y en otros
no, pues las preferencias dependen en este caso de las aficiones, del
gusto, de la competencia del catalogador, quedando otros códices
sin tales notas, que a juicio de muchos las merecían mejor. Ha de
evitarse también ilustrar el catálogo con otra clase de notas, que a
primera vista deslumbran, pero que son inútiles y a veces hasta ri-
diculas. Así sucede, para poner un ejemplo con el Catálogo redacta-
do por el señor Gutiérrez del Caño, en tres tomos, de los códices
de varias bibliotecas de Valencia, que ha hecho una corta biografía
de cada autor, y quiere registrar los códices del mismo texto que se
conservan en otras bibliotecas y todas las ediciones que se han pu-
blicado. Como el Catálogo es general, en él aparecen códices bíbli-
cos, de los Santos Padres, de los escritores clásicos, etc., y de todos
estos autores existen biografías amplísimas y completas, que en nada
suplen las pocas líneas que en dicho Catálogo se les dedican.
Dados los progresos a que han llegado los estudios de cataloga-
ción, no basta registrar los títulos de los códices y documentos en la
forma en que aparecen. Eso sería hacer un simple inventario que,
aunque útil, no daría a conocer en algunos casos el verdadero tesoro
de una biblioteca o de un archivo. Pocas bibliotecas y archivos ca-
recerán de invéntanos de esta clase hechos ya en el tiempo de su fun-
dación o poco después. La experiencia y la revisión que de algunos
inventarios se ha hecho, demuestra lo que acabamos de decir. No obs-
tante aquellos inventarios respondían al estado de la crítica de aque-
llos tiempos, y son muy de estimar.
CATALOGACIÓN DE CÓDICES 319
El catalogador ha de comprobar que el título y el autor consig-
nados en el códice son verdaderos, pues ocurre en muchos casos
que necesita rectificación. Por algún error del copista se cambió el
nombre del autor y el titulo, o por creerlo así el director del escrito-
rio le atribuyó una obra que no es suya, y después, en copias poste-
riores se fué perpetuando dicho error. Esto ocurre con alguna fre-
cuencia en códices de la Edad Media. Si está ya críticamente demos-
trado el error, entonces el catalogador ha de poner el verdadero
título y el verdadero autor en paréntesis cuadrado y dejar consignada
la rúbrica del códice. Ocurre también a veces que en el códice falta
el nombre del autor por no conocerle el copista, o porque era con-
siderada entonces como obra bien conocida, o porque el mismo
autor no le puso o por otras causas. El catalogador debe averiguar
el nombre del autor, valiéndose de los Aparatos bibliográficos o de
los Estudios de crítica e historia literarias, ya publicados o de otros
modos y hacerle constar en el Catálogo. Más difícil es averiguar el
título y autor de un códice cuando está falto de principio y de fin,
como se dan varios casos; y es obligación del catalogador trabajar lo
que pueda en la identificación de tales códices, y evitar así sospe-
chas imaginarias a futuros investigadores. Débese hacer un cotejo
con el texto mejor publicado, no para anotar variantes de más o me-
nos consideración, que ese no es el fin del catalogador, sino para saber
si el códice tiene lagunas o adiciones importantes, de tal modo, que
pueda ser como un texto nuevo; y en este caso se debe hacer cons-
tar, pues da o quita valor al códice en manera notable. También ha
de consignar el catalogador si está publicado el texto del códice,
citando a ser posible la edición crítica, si es que se ha hecho, o la
última edición, o la edición en que se ha utilizado el mismo códice;
así se da una base segura a cuantos en adelante quieran estudiar o
utilizar los códices. Todo esto presupone en el catalogador una pre-
paración muy amplia y profunda, y es lo que da al catálogo un ca-
rácter rigurosamente científico y como hoy exige la crítica literaria.
Sujetarse materialmente a lo que dan de sí los códices, es repetir
más o menos extensamente los inventarios antiguos.
Cuando el códice contiene una colección de sermones, epístolas,
etcétera, aunque sean del mismo autor, no basta consignar sola-
mente en el catálogo el ¿nc. de la primera y el expl. de la última
320 CATALOGACIÓN DE CÓDICES
como dice el P. García Villada en su preciosa obrita Metodología^
página 120. Así no queda internamente descrito el códice. No ocu-
rre con los códices lo que con los impresos, los cuales, siendo de
una misma edición, todos tienen el mismo orden y el mismo núme-
ro de sermones, epístolas, etc. En los códices hay mucha variedad^
unos contienen el mismo número de sermones y epístolas y con el
mismo orden y otros no. Contribuye también el especificarlos para
averiguar la familia de cada códice, además de dar a conocer con
exactitud su contenido. Por eso creemos que deben registrarse indi-
vidualmente los sermones y epístolas de dichas colecciones.
Es muy importante también consignar en el catálogo todos los
trabajos que se hayan hecho acerca de los códices para orientar y
economizar tiempo a los investigadores, y aportar materiales para
su historia.
Más fácil es la descripción externa de los códices, y tiene tam-
bién su capital importancia, porque fija e individualiza a cada uno
de ellos; sobre todo, cuando no lleva suscripción, ha de indicarse el
carácter de la escritura para poder conjeturar la escuela paleográfica
a que pertenece, o el escritorio en que se ha ejecutado, o la nación
de su origen.
Por si son de alguna utilidad véanse el modo y reglas generales
que hemos seguido en la redacción del Catálogo de los códices lati-
nos de la Real Biblioteca del Escorial:
«La descripción de los códices consta de tres partes:
1.^ En letra pequeña se consigna la materia del códice; si está
a dos columnas; tiempo en que se escribió y medida en milímetros.
2.* Se pone un sumario con los nombres de los autores y obras
que contiene el códice. Después, indicando los folios, se transcribe,
conservando su ortografía, el título de cada obra, y se copia el inc.
y des. Cuando contiene obras de distintos autores, van separadas
en párrafos con números romanos; y si hay varias obras del mismo
autor, van en el mismo párrafo con números árabes. Si el códice está
equivocado, o no tiene nombre de autor o título de la obra, van
añadidos estos entre paréntesis cuadrado. Después de cada obra,
entre paréntesis circulares, se indican la edición o colección en que se
encuentra publicada.
3.* En letra pequeña se consigna si el códice tiene miniaturas;
CATALOGACIÓN DE CÓDICES '321
las notas del copista y del poseedor; si tiene escudo de armas; si
lleva adiciones marginales o correcciones, clase de encuademación;
signaturas que ha tenido en la Biblioteca del Escorial y algunas
otras circunstancias dignas de tenerse en cuenta.» (Tomo I, pág. LV.)
* *
La autoridad de que justamente goza el sabio jesuíta P. García
Villada, como dije al principio, es ya garantía de la bondad y exac-
titud del Catálogo de los Códices y Documentos de la Catedral de León,
que acaba de publicar.
En la introducción (págs. 9 a 29) hace una precisa reseña de los
trabajos de catalogación realizados con más o menos acierto desde
fines del siglo XII hasta las Noticias bibliográficas y catálogo de los
códices de la Sta. Iglesia Catedral de León, que redactaron y publica-
ron en 1888 D. Eloy Díaz Jiménez y él austriaco D. Rodolfo Beer;
y de los estudios varios, en los que se han utilizado de modo nota-
ble los códices y documentos de dicha Catedral, sobresaliendo entre
todos los tomos XXXIV, XXXV y XXXVI de la España Sagrada y
La Iglesia de León y Monasterios antiguos y modernos de la misma
ciudad, del agustino P. Risco. Da cuenta después de los trabajos
materiales preparatorios hechos en el salón y estantería de la biblio-
teca y archivo, y «paralelamente a estos trabajos emprendimos nos-
otros la labor de reorganización que se nos había encomendado.
Esta había de abarcar cuatro operaciones, a saber: clasificación, nu-
meración, colocación y catalogación de los documentos». Extracta la
sumaria historia de la biblioteca que publicaron los Sres. Díaz Jimé-
nez y Beer, y que data del año 860, en que el rey Ordoño I conce-
dió al obispo Fruminio I y demás monjes de Sta. María y S. Cipria-
no ciertos lugares sagrados en Asturias con sus posesiones y bienes,
entre los que se contaban ornatus Ecclesiae, libros, etc. Presenta
a continuación los códices más notables y preciosos que actualmente
posee la biblioteca, como el famosísimo Palimpsesto, que contiene
cuatro quintas partes de la Lex Romana Wisigothorum, el Antifo-
nario muzárabe con música, que hasta ahora es inédito y único; una
Biblia escrita el año 920 por el diácono Juan; el Liber Comicus; el
llamado Libro de las estampas, etc.
322 CATALOGACIÓN DE CÓDICES
«Otra de las riquezas de la Catedral de León la constituyen los
documentos del Archivo. Estos son numerosísimos. Sólo en perga-
minos tiene unos 1.800... Pero si este depósito de pergaminos es
valiosísimo por su número, aún lo es mas por su calidad. Aquí se
encuentra la escritura en pergamino mas antigua de que se tiene
noticia en España. Es la del rey Silo de Asturias del año 775... Tam-
bién posee el Archivo de la Catedral de León el sello mas antiguo
de los que se conocen, aunque por desgracia está roto. Es de cera y
pende de un privilegio de Alfonso IV al Obispo y Canónigos de
Santa María, hecho en 1098.* Cree también el P. García Villada que
una Nodicia de Kesos que se encuentra al dorso de un documento
perteneciente al Monasterio de S. Justo y Pastor, del año 959, sea
el documento más antiguo de cuantos hay memoria en lengua ro-
mance.
En la descripción de los códices, que son 53 (págs. 31 a 70), si-
gue el P. García Villada, en general, el mismo método de la Biblio-
theca Patrum Latinorum Hlspaníensis, de Viena, cuya continuación
le fué encomendada por aquella Academia, y de la que ha publicado
ya el catálogo de los códices de Ripoll. No obstante, acaso por el
corto número de códices o por no parecerle de importancia o por
que supone en el lector su conocimiento, en varios de ellos no indi-
vidualiza todos los tratados, ni los identifica, ni remite a ninguna
edición. Por ejemplo, creemos que en el número 1 debían registrar-
se todas las Constituciones de Obispos que contiene; en el 6, los
prólogos y argumentos de cada libro de la Biblia; en el 8, las homi-
lías de S. Gregorio, y así en otros códices. El núm. 16 contiene una
ohidi— Liber eruditionis Principum—át Fr. Guillermo Peraldo, O. P.,
y no se identifica en el catálogo, y lo mismo ocurre en otros códices.
Son contadísimas también las veces en que se consigna la edición
impresa. Dada la reconocida competencia del P. García Villada hu-
bieran quedado definitiva y científicamente catalogados todos los có-
dices que posee la catedral de León si hubiera practicado con exac-
titud las normas que él mismo prescribe en su Metodología para la
catalogación de códices.
La segunda parte del catálogo contiene la descripción de los do-
cumentos (págs. 71 a 229), y está dividida en tres secciones: Fondo
particular, Fondos de Monasterios y Fondo de la Catedral, que a la
CATALOGACIÓN DE CÓDICES 323
vez están subdivididas en varios apartados. El procedimiento que si-
gue es el corriente, a saber: Un sumario del contenido del documento
y después en letra más pequeña su descripción externa. De seguro
que muchos de los documentos están ya publicados, pero el P. Gar-
cía Villada no lo consigna. Esta nota hubiera sido de gran utilidad.
Dice en la Introducción (pág. 29): «En la documentación posterior al
siglo XVI se ha suprimido la descripción externa, que a nada con-
duce, salvo raras excepciones», y lo repite después al comenzar el
registro de dichos documentos que están comprendidos desde el nú-
mero 1.801 al 11.040. Creemos que debía haber unidad rigurosa en
el catálogo. Es relativa la importancia de los documentos; para unos
pueden tener mucha y para otros poca o ninguna. El catalogador
debe dar de todos una descripción completa. Tampoco están bien
especificados, y por eso no puede esta parte del catálogo servir de
guía a los investigadores, que es uno de los fines principales que se
ha de pretender. Ciertamente que hubiera engruesado algo el volu-
men, pero es trabajo que debe hacerse, para que así toda la docu-
mentación que posee el archivo riquísimo de la catedral de León
quede también definitivamente catalogada.
Después inserta tres índices útilísimos: uno de autores y de mate-
rias de la primera parte (págs. 231 a 32) y dos de la segunda parte,
índice de personas (págs. 233 a 241) e ináizt geográfico y de algunas
materias (págs. 243 a 259). Enriquece el catálogo al fin con varias
reproducciones en fotograbado del archivo y de algunos códices y
documentos.
Para terminar, transcribiremos lo que el mismo P. García Villada
dice acerca de la importancia y valor de la biblioteca y archivo de
la catedral de León: «Con esta documentación ala vista se pueden
hacer estudios paleográficos sobre la escritura visigoda, su deriva-
ción de la cursiva romana, su época de florecimiento y su sustitu-
ción por la escritura francesa. El diplomático encuentra aquí abun-
dante números de diplomas particulares y reales, pues además del
rey Silo, de Asturias, están representados todos los reyes de León y
de Castilla, desde Ordoño II hasta el siglo XVÍ en sus donaciones y
y privilegios... Pues para las instituciones jurídicas hay en estos per-
gaminos noticias que en vano se buscarían en otras partes. El nota-
riado, que es una de las manifestaciones de más significación en la
324 CATALOGACIÓN DE CÓDICES
vida corporativa de los pueblos, aparece ya a principios del siglo X..,
Actualmente se está estudiando con ahinco el dialecto leonés, y cree-
mos que difícilmente habrá una colección de documentos tan enca-
denada, tan genuinamente leonesa y tan abundante como la presen-
te... El archivo de la Catedral de León es también muy rico en sellos
rodados, de cera y de plomo, y por lo mismo de gran interés para
la sigilografía».
Felicitamos cordialmente al Iltmo. Sr. Obispo de León por su
iniciativa y esplendidez en secundar los deseos del Excmo. Sr. Nun-
cio en España, tan amante de nuestras riquezas históricas y artísti-
cas, y al P. García Villada, incansable trabajador, por dar a conocer
para provecho de todos aquellas riquezas con la autoridad y com-
petencia con que él puede y sabe hacerlo. Ojalá sirva de ejemplo y
estímulo para que pronto tengamos parecidos catálogos de las bi-
bliotecas y archivos de todas nuestras catedrales.
P. Guillermo Antolín
o. s. A.
NOTAS DE INFORMACIÓN
ñcerca de estudios chinos.
Instaurare omnia ¿n Chrísto, Tal fué el lema del inmortal pontífice
Pío X, de feliz recordación, y tal es y ha sido siempre el lema del misionero
católico cuyos triunfos no consisten en ser coronado con guirnaldas de un
mundo efímero, falaz y engañador, sino en la conversión de los pecadores
y propagación del reinado del Sacratísimo Corazón de Jesús en los países
infieles e idólatras.
Grato, gratísimo y consolador es para la Iglesia, rodeada de continuo
de mortales enemigos y de cristianos fríos e indiferentes cuya conducta
acibara su maternal corazón, contemplar desde la cúpula del Vaticano
esa falange de amantísimos hijos que, en alas de una fe ardiente y sin otras
armas que el breviario y el santo crucifijo, caminan de un confín a otro
del mundo y recorren países ignotos llevando por doquier el amor a Dios
y al prójimo, la fe y la esperanza, el patriotismo y la instrucción, la cien-
cia y la vida a seres desgraciados sumidos en repugnantes idolatrías.
Esta es la labor del misionero católico y este es el timbre de gloria que
con razón ostenta la Orden Agustiniana de cuyos floridos vergeles ha sali-
do ese grupo de almas enamoradas, admiración de sus hermanos, y que,
al contacto del ardentísimo corazón del gran Obispo de Hipona, San
Agustín, encontraron el mundo civilizado pequeño para su celo de apósto-
les, logrando abrirse paso en el inmenso territorio de China desde época
muy remota, habiéndoles señalado la Iglesia por campo de acción el dilata-
do de Hunan Septentrional.
Es, en verdad, labor prolongadísima y heroica la del catequista, pues
abarca muchos sufrimientos y privaciones, más un cultivo incesante de la
viña ingrata confiada a sus cuidados; pero hay almas hermosas que, a sus
trabajos de evangelización, no han vacilado en añadir otros muy meritísi-
326 NOTAS DE INFORMACIÓN
mes, consagrando los frutos copiosos de su experiencia y perseverante
estudio al allanamiento de la senda que han de seguir los elegidos por
Dios para el ministerio de la salvación de las almas en el dilatado campo
de China.
En este honrosísimo número me cabe hoy la satisfacción inmensa de
contar a mi muy amado maestro de chino, Rev. P. Agustín González»
Veinticinco años ha que la vida del P. Agustín se desliza oculta y tranqui-
la siendo luz de las almas que bogan en el proceloso mar del paganismo,
amigo y padre cariñoso que tiende su mano bienhechora al infeliz necesi-
tado que implora su socorro, paño de lágrimas al corazan doliente, y mi-
nistro de Dios que conduce las almas al cielo, puerto anhelado de eterna
salvación. La labor evangélica del P. Agustín es abundantísima; pero, a su
labor de misionero ha añadido otra muy meritoria ante Dios y ante los
hombres: la de facilitar los medios para la propagación de la fe en estos
países, llenando el vacío inmenso que ha tiempo se venía sintiendo en
China, y que era para el misionero tarea muy ardua, viéndose obligado a
estudiar el idioma chino sin guía alguno o con gramáticas que no se amol-
daban al lenguaje que se usa en esta provincia de Hunan, ni estaban es-
critas en castellano que es la lengua propia y familiar de los misioneros
agustinos. A obviar estas dificultades en la propagación del reinado de Je-
sús en los corazones, consagró el P. Agustín sus desvelos y experiencia de
muchos años, cuyo eficacísimo y hermoso fruto ha sido su Gramática
Chino-Española, obra reconocida por los críticos como «un acontecimien-
to literario de los que se ven pocos de tanta importancia durante una cen-
turia» y que ha merecido los más sinceros elogios de la Santa Sede. Ya en
carta fechada en Roma el 5 de Marzo de 1918, el Emo. Cardenal Prefecto
de Propaganda Fide, felicitaba a nuestro actual señor Obispo R. P. Ángel
Diego, por los progresos de nuestras misiones, y al R. P. Agustín Gonzá-
lez por su Gramática Chino- Española] pero la carta que se acaba de reci-
bir de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide dirigida a nuestro
P. Procurador en Roma, y que nos complacemos en publicar en nuestra
revista La Ciudad de Dios, es la más alta recompensa al trabajo del hu-
milde misionero por venir de la Santa Sede, única Madre tierna que en
este mundo contempla y bendice a sus buenos hijos.
El contexto de la carta con su traducción, es como sigue:
NOTAS DE INFORMACIÓN 327
S. CONOREGAZIONE DE PROPAGANDA FIDE
Roma, 28 Febbraio, 1919.
In esecuzione degli ordini di questo Emo. Cardinale Prefeito delta
S. Congregazione de Propaganda, il sottoscríto Segreiario, esterna alia
P. V. i süoi seniimenii di gratitiidine per l'omaggio preséntalo nel passa-
to mese di Gennaio, della grammatica Cino-Spagnola pubblicata dal
P. Agosiino González, missionario nelCHanan Sett.
La incarica inoltre de voler pariecipare al sunnominaio Padre che
questo Emo. Cardinale Prefetio, si congratula con lui per il bel laboro
compiulo e lo incoraggia a continuare a metiere a profíiio dei suoi con -
nazionali le profonde cognitioni della lingua ciñese che egli ha acquista-
ío vivendo in missione; con la speranza che sia anche questo un mezzo
per atrarre con eficacia verso deW inmenso popólo Ciñese Vinter essamen -
to della benemérita nazione spagnola.
Lo scribente poi con sensi diperffeita suma si conferma
De V, P. Rma. Yermo. Servo,
C. Laurenti, Segr.
/?. P. Giusseppe Prada, Procuratore degli Agosiiniani.
TRADUCCIÓN
S. CONGREGACIÓN DE PROPAGANDA FIDE
Roma, 28 Febrero de 1919.
En cumplimiento de las órdenes del Emo. Sr. Cardenal Prefecto de la
S. Congregación de Propaganda Fide, el infrascrito Secretario le manifies-
ta a V. P. sus sentimientos de gratitud por el regalo que le hizo en el pasa-
do mes de Junio, de la Gramática Chino-Española, escrita por el M. Re-
verendo P. Agustín González, misionero de Hunan Septentrional.
Le encarga y ruega además que participe a dicho Padre misionero, que
el Emo. Cardenal Prefecto se congratula con él por el hermoso trabajo que
ha llevado a cabo, y le anima a continuar sus tareas y a poner a disposi-
ción y provecho de sus connacionales los profundos conocimientos de la
lengua china que ha adquirido viviendo en la misión; con la esperanza
328 NOTAS DE INFORMACIÓN
también que sea esto un medio de atraer con más eficacia, hacia el inmen-
so pueblo chino, el interés y las miradas de la benemérita nación española.
El que subscribe con sentimientos de perfecta estima se confirma.
De V. P. Rma. V. S.
C. Laurenti, Ser.
R. P. José Prada, Procurador de los Agustinos.»
No dejan de ser, en verdad, las cordiales frases que dejamos consigna-
das un motivo de sincera satisfacción para el R. P. Agustín González; pero
no dudamos tampoco afirmar que para su corazón de misionero, sólo es
consolador y recompensa muy colmada el haber empleado las energías de
su inteligencia y el celo ardiente de apóstol en la causa más bella, más
hermosa y más digna de las almas grandes... en la causa de Dios.
P. Fr. J. Revuelta.
Misionero de Hunan Septentrional.
Changteh, ¡unió de 1919.
bibliografía
Sokol.— La cuestión del Adriático.— Yugoeslavia e Italia.— De 87 páginas
en 16.**— Imp. Universal.— Travesía de San Mateo, 1.
Trátase del pleito de Italia por la posesión de la costa oriental del
Adriático contra los pueblos eslavos del sur (servios, croatas y eslovenos)
que en la península balkánica forman un nuevo Estado de 14 millones de
habitantes, al que !a conferencia de París ha reconocido la soberanía e in-
dependencia. Italianos y sudeslavos han mostrado tesón irreductible en la
defensa de sus respectivos puntos de vista y todo lleva a la conclusión de
que el problema, sea cualquiera la solución de ahora, subsistirá y dará mu-
cho que hacer en adelante. Esta impresión producen las páginas del librito
que tenemos a la vista y las cuales vienen a confirmar la dificultad de la
solución manifestada en las perplejidades de la conferencia de París. Nos
referimos a la dificultad práctica, pues en la teoría bien claro está el pen-
samiento consignado en estas páginas.
Divide el autor su trabajo en tres partes: el conflicto, el irredentismo y
la Dalmacia. La primera, es decir, la que se refiere al conflicto es la que
mayor interés ofrece, por constituir como el nudo de la cuestión. ¿Qué ra-
zones invoca el irredentismo italiano para pretender apropiarse Goriza-
Gradisca, Trieste, Istria, Fiume y Dalmacia? El autor las clasifica en histó-
ricas, geográficas, étnicas, estratégicas y de superioridad de civilización,
etcétera, y una por una las combate con razonamientos difíciles de resumir
en una breve reseña bibliográfica.
Del argumento étnico, sobre el que los irredentistas insisten con ma-
yor energía, dice el autor, en conclusión, que la población italiana o ita-
lianizada no es más de una quinta parte de la población total de los luga-
res que están en litigio. De ahí que se huya del plebiscito, por conside-
rarlo anticipadamente adverso a los ideales del irredentismo italiano.
Otro argumento, el de más fuerza sin duda, que invocan los irreden-
tistas, es el pacto de Londres (26 de Abril de 1915), por el que Francia, In-
glaterra y Rusia reconocieron para Italia como prenda de su entrada en la
guerra la región julia, Trieste, Istria, Dalmacia, etc.; pero de ese pacto dice
330 bibliografía
el autor que es «una monstruosidad desde cualquier punto que se le mire».
Aquellas naciones «pudieron ceder a Italia Marsella, Manchester y Odessa,
no pudieron cederle Trieste, Istria y Dalmacia porque no les pertenecían».
El conjunto de datos consignados en esta obrita muestra la imposibi-
lidad de una transacción entre italianos y yugoeslavos, pues por cima de
todas las convenciones actuales el problema seguirá urgiendo con peligra
de la paz en Europa, si no se le resuelve en conformidad con el principio
de las nacionalidades y del derecho de los pueblos a decidir de sus desti-
nos. Es la tesis del autor.— 5. /?.
J. V. Baiuvel: La Divozione al S. Cuore.— Storia e Dottrina.— Un vol., de 500
páginas, en 4.o.— Societá Editrice Vita e Pensiero.— Corso Venezia, 15.
Milano.
Sólo aplausos merece la versión al italiano de esta obra, célebre ya en-
tre todas las publicaciones que tratan de la devoción al Corazón de Jesús.
Su autor, publicista de relevantes méritos, profesor de Teología en el Ins-
tituto Católico de París, ha reunido en ella cuanto de más notable se ha
escrito doctrinal e históricamente sobre una materia tan interesante dentro
de la vida sobrenatural del Catolicismo; y por eso no es solamente de pro-
vechosa lectura para fomentar la piedad, sino que además encierra un ar-
senal de conocimientos para los estudiosos que desde luego se edificarán
no poco con sus enseñanzas. Daremos una idea sumaria de su contenido.
Habla primeramente el autor sobre la devoción al Sagrado Corazón
según la B. Margarita María de Alacoque, para lo cual cita, transcribe y
somete a examen los escritos de la gran sierva de Dios, y narra las céle-
bres apariciones con que fué favorecida por el cielo, continuando después
con otros capítulos sobre la práctica o formas varias de la devoción, sobre
el espíritu de la misma devoción y sobre las promesas tan conocidas en el
mundo católico. Esta es la primera parte.
La segunda parte se refiere a la explicación doctrinal de la adoración
al Sagrado Corazón, es toda de exposición y discusión teológica. El objeta
propio de la devoción, el corazón considerado como órgano y como sím-
bolo, las relaciones del corazón con el amor, la significación del corazón
respecto de la vida y de los hechos de la persona, la aplicación de todo
ello a la persona de Jesucristo, constituyen el asunto de un capítulo ver-
daderamente substancioso, en que se compendia toda la doctrina referente
a la adoración del Sagrado Corazón de Jesús. Siguen otros capítulos inte-
resantes sobre los fundamentos históricos, dogmáticos y filosóficos de la
devoción, con la reseña de las controversias habidas, y sobre el acto pro-
BIBLIOGRAFÍA 331
pió de la devoción considerada en sí misma y con referencia a otras devo-
ciones. La exposición es magistral por el método y por la claridad del
pensamiento; abarca todo lo principal que se ha escrito acerca de la
materia.
En la tercera y última parte de la obra está diseñado con amplitud el
desenvolvimiento histórico de la devoción, comenzando por sus antece-
dentes en los primeros siglos del Cristianismo, hasta esbozarse en los
tiempos de San Bernardo y San Buenaventura. Desde entonces la devoción
va en aumento, y el autor lo demuestra citando las almas innumerables
que en todas las naciones contribuyeron a su difusión, desde el siglo XH
hasta el XVII, en que aparece la beata Margarita como un instrumento de
Dios para organizar la devoción y el culto, dándole carácter público. Los
primeros colaboradores de la Santa, como las expansiones de la devoción
desde su muerte hasta nuestros días, llenan los últimos capítulos de esta
obra, que podemos calificar de fundamental y soberana entre todas sus
similares.
La traducción italiana está hecha sobre la quinta edición francesa, y
hemos de felicitar a la Sociedad Vita e Pensiero, por haber proporciona-
do al público de su país y a cuantos dominen la lengua italiana una obra
que es clásica entre los tratados de la devoción al Sagrado Corazón de
Jesús.— R R.
Algunos juicios acerca de la edición critica del «Quijote», anotada por don
Francisco Rodríguez Marín. Sácalos a luz extractados y compilados un ami-
go del editor. Contiene los emitidos por la señora doña Concha Espina y los
señores Alonso Cortés, Casares, Cavia, Foulché-Delbosc, Gómez Ocaña,
González de Amezúa, ¡caza, Julia, Moran, Ortega Munilla, Román Salame-
ro y Salcedo Ruiz.— Madrid, 1918.
El título copiado nos releva de dar una noticia de lo contenido en el
folleto. Su lectura nos ha producido una impresión de grandeza de la obra,
por aquellos juicios tan alabada, que ni tenemos palabras para formular
una nueva alabanza al lado de las entonadas tan gallardamente por los
autores citados, ni, afortunadamente, la necesita para brillar con luz pro-
pia y potente la obra llevada a cabo por el sabio D. Francisco Rodríguez
Marín.
Por lo demás hemos de aplaudir la feliz idea del «Amigo del editor»
al reunir en este folleto los juicios que ha merecido (todos unánimemente
laudatorios, por supuesto), la gran empresa felizmente ultimada por el me-
jor comentarista de Cervantes.— P. Gutiérrez,
332 BIBLIOGRAFÍA
LIBROS RECIBIDOS
La ciencia sociológica a la luz de los principios cristianos. Tratado de
Sociología Cristiana, por Luis de Cuenca y de Pessino, con un prólogo
del Excmo. y Revdmo. Sr. Dr. D. Isidoro Badía, Obispo de Tarazona.— Un
vol, de 403 págs., en 8.°.— Barcelona.— Cortes, 581.— Herederos de Juan
Gili, editores. 1919.
—Estadística del suicidio en España (Sexenio 191 2-1917.). —Un vol.,
de 133 págs., en 4.° mayor.— Madrid.— Talleres del Instituto Geográfico y
Estadístico, 1919.
—Messages, Discours, Allocutions, Lettres ei Telégrammes de M. Ray-
mond Poincaré, President de la République (31 Juillet 1914-17 Novembre
1918).— Un vol., de 316 págs., en 8.°.— Bioud et Cay, éditeurs, París, 1919.
— P. Ludovicus I. Fanfani, O. P.—De ¡ndulgentiis Manuale Theorico-
Practicum ad norman Juris Canonici.— Un vol., de 1 10 págs., en 8.**. — Ro-
mae.— Desclée etSoccü, editores, 1919.
— P. R. Ruiz Amado, S. ].— Nuestra alegría.— ConÍQrtnddiS familiares.
— Un vol., de 179 págs., en 16.°— Librería Religiosa, Aviñó, 20, Barcelo-
na, 1919.
—Catecismo patriótico, por el P. Ramón Ruiz Amado, S. J.— Un foll.,
de 42 págs., en 16.°— Librería Religiosa, Avino, 20, Barcelona, 1919.
— Bálsamo eficaz para sanar y precaver las heridas contra la castidad,
por el V. P. Antonio María Claret.— Un foll., de 71 págs., en 16.— Barce-
lona. Librería Religiosa. Aviñó, 20.
—«Biblioteca Patria» Melitón Sauro, por Isidro Benito Lapena, con un
prólogo del M. I. Sr. D. Froilán Perrino, Lectoral de la S. I. C. de Avila
Obra laureada con el premio Angela D. de Rovera.—\Jn vol., de 172 pá-
ginas, en 12.°.— Madrid, 1919.
—Carta Pastoral primera que dirige a los fieles de su Diócesis el IIus-
trísimo Señor Obispo de Huesca.— Tipografía de la Viuda de Leandro Pé-
rez.—Huesca.
CRÓNICA GENERAL
Madrid'Escorial, 15 de Agosto de 1919.
ROMA
La noticia de haber sido designado directamente por la Santa Sede
para ocupar la silla episcopal de Diakovar (Croacia) el Sr. Aksamovith, sin
que precediera un acuerdo con el Gobierno de Belgrado, ha dado ocasión
a comentarios sobre las circunstancias nuevas en que se encuentran aque-
llas regiones en las que antes regía el concordato austrohúngaro.
Un periódico católico de Italia expone la situación diciendo que, en
primer lugar, dicho nombramiento no es un hecho todavía, y, por otra
parte, la Santa Sede no necesita el acuerdo preventivo en el caso; y esto
por muchas razones. El concordato con Austria-Hungría perdió ya su va-
lor, y el concordato con Servia no ha entrado en vigor hasta ahora. Además
no existe ningún concordato entre Yugoeslavia y la Santa Sede. Es natu-
ral—añade el mencionado diario— que si el Gobierno de Belgrado tiene
algún deseo que manifestar, éste debe ser el de procurar el establecimien-
to de relaciones oficiales del nuevo Estado con la Santa Sede.
Con ocasión de tales dificultades, los obispos de Yugoeslavia celebra-
ron una Asamblea del 15 al 20 de Julio, presidida por Mons. Bauer, arzo-
bispo de Agram, en la que aprobaron una moción por la que se solicitaba
un concordato que bien podía ser el de Servia con sólo extenderlo a todas
las regiones que hoy constituyen el Estado yugoeslavo.
En cuanto al movimiento iniciado en relación con la liturgia eslava, la
misma Asamblea determinó rodear de particular realce la fiesta de los
Santos Cirilo y Metodio, apóstoles y patronos de Yugoeslavia, manifestan-
do al mismo tiempo sus votos a favor de la lengua eslava como litúrgica
para el nuevo Estado. Esta cuestión fué ya muy movida en el pontificado
de León XIII por el célebre arzobispo de Agram, Mons. Strossmayer.
—Se ha publicado en Acta Apostolicae Sedis una decisión por la cual
la Congregación del Santo Oficio responde a una pregunta sobre si las
doctrinas conocidas con el nombre de «teosóficas» pueden conciliarse con
334 CRÓNICA GENERAL
la doctrina católica, y si es lícito a los católicos formar parte de Socieda-
des teosóficas, asistir a sus reuniones y leer sus publicaciones. La Sagrada
Congregación concluye por la negativa.
—Durante algunos días, a consecuencia de una huelga de tipógrafos,
dejó de publicarse L' Osservatore Romano, cuyos suscriptores recibieron
en su lugar el diario de Florencia titulado L'Unitá Caiiolica. Este perió-
dico ha publicado un artículo sobre las últimas decisiones de la Junta
Central o directiva de la Acción Católica Italiana.
En la reunión tenida en Roma por dicha Junta directiva, su presidente
dio cuenta del éxito franco, a pesar de tantas dificultades como surgieron,
de la propaganda en favor de la escuela.
Se tomó en cuenta el número crecidísimo de oyentes para los cursos
superiores de Acción Católica en Montecassino y Palermo, y se decidió, a
ser posible, repetir dentro de este año estos cursos.
Decidió, asimismo, después de examinar el movimiento económico
actual, reconocer la necesidad de un vínculo cada vez más estrecho con la
Unión Económica Católica.
Después se aprobó la siguiente orden del día:
«La Junta directiva de la Acción Católica, haciéndose eco de las pro-
testas que han levantado en toda Italia las organizaciones católicas por el
nombramiento del Sr. Qredaro para gobernador del Trentino, deplora vi-
vamente que se envíe para representar la autoridad del Estado a una tierra
donde la libertad de la escuela y la educación cristiana son un celoso pa-
trimonio civil a un señor que ha unido su propio nombre a una infausta
ley escolar, que, contrariando las supremas aspiraciones de los católicos
italianos, ha mantenido la lucha en favor de los laicos.»
EXTRANJERO
Por todas partes se hace sentir la carestía de las subsistencias y prin-
cipales elementos de vida de las naciones, y de ahí que en muchos países,
como Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Japón, se hayan dado leyes
contra los acaparadores que se valen de las circunstancias para enrique-
cerse con grave perjuicio del público. Además de la guerra que destruyó
tantas fuerzas de producción, han contribuido a agravar la escasez, el
aumento del consumo en los países sometidos antes al bloqueo y las per-
sistentes huelgas a que se han entregado las clases obreras en la mayoría
de las naciones, señalándose principalmente en este sentido las de Inglate-
rra y Suiza.
Con motivo de las huelgas registradas últimamente en Liverpool y
CRÓNICA GENERAL 335
acompañadas de ciertos actos de bandidaje, decía recientemente The Ti-
mes: «Se asegura de que la autoridad superior está convencida de que las
huelgas actuales y los desórdenes a que han dado lugar, forman parte de
una conspiración definida que tiene sus raíces en el Extranjero y cuyo fin
es derribar el sistema actual de gobierno en la Gran Bretaña. Se cree que
en el caso de que la huelga de la Policía hubiera tenido éxito, habría sido
la señal de la ejecución de una acción directa en una escala tan grande
como posible. Existe el convencimiento de que se ha importado aquí di-
nero extranjero y que los fondos serían para provocar una agitación con
la intención de echar por tierra el orden de la sociedad, tal como existe
actualmente.» Desde luego, parece haberse descubierto en Londres la tra-
ma de una gran conspiración de carácter bolcheviquista.
Todo ello demuestra el malestar de los pueblos y el peligro universal
que han traído consigo las teorías comunistas de la democracia atea. Por
fortuna se ha deshecho el nido de bolcheviques que con Bela Kun impe-
raban en Hungría, quedando ya solamente el de Lenine y Trotsky en Rusia;
pero aun así el peligro es grande por la propaganda tenebrosa que en todas
las naciones ejerce el bolcheviquismo ruso.
Entretanto sigue el Consejo interaliado de París, disponiendo la nueva
situación de los pueblos en Europa. En el tratado con Austria, como en
el de Alemania, no se ve otro límite a las exigencias, más que la capacidad
de los vencidos para poder cumplirlas. Si alguna concesión se les hace,
será por conveniencia o por rivalidades entre los aliados. Las protestas de
los socialistas, consignadas en los últimos Congresos de Amsterdam y Lu-
cerna son completamente teóricas en lo que no se refiere al mundo obrero.
Preponderó todavía en esos Congresos el sentido de nación, y peor será
cuando desaparezca ese valladar qiie hoy encuentran los que piensan en
una subversión completa del orden social presente.
La Semandi Social de Aíéí^:.— Pertenece esta gran Asamblea católica,
reunida en Metz el día 4 de Agosto a los pocos hechos consoladores que
nos es dable registrar en estos días de pavorosa perspectiva.
Conocida es la importancia que en la vida católica francesa tenían las
reuniones celebradas anualmente con el título de Semanas sociales en di-
versas poblaciones de Francia.
La primera de ellas tuvo lugar en Orleáns el año 1905; la última se ve-
rificó en Versalles el año 1913. La de 1914, que debía realizarse en Besan-
gon, se aplazó indefinidamente, y al terminar la guerra, los católicos fran-
336 CRÓNICA GENERAL
ceses han creído más oportuno celebrar en Metz, capital de Lorena, con t)
fin patriótico de disipar entre sus habitantes los temores al radicalismo im-
perante en la política de la vecina República y dar muestras de la vitalidad
y pujanza del catolicismo francés.
Muy brillante, en efecto, resultó la Asamblea celebrada del 4 al 9 de
Agosto con asistencia de ilustres católicos de todas las regiones de Francia.
Entre las muchas adhesiones recibidas figuraron las de numerosos repre-
sentantes del catolicismo en otras naciones, y fué una de ellas muy expre-
siva la del Cardenal Gasparri con la bendición de Su Santidad.
En la sesión inaugural disertó los fines de la Asamblea el presidente de
la Comisión organizadora, M. Eugenio Duthoit, catedrático de la Univer-
sidad católica de Lila, quien dedicó sentido recuerdo a los que fallecieron
beneméritos de las Semanas Sociales y entre ellos al anterior presidente^
monsieur Henri Lorin y al inolvidable Conde de Mun. Los cursos estuvie-
ron a cargo de eminentes figuras del catolicismo social, que disertaron
sobre muy diversos problemas de actualidad palpitante, y cuyos nombres
son bien conocidos por su magnífico apostolado del bien. Señalaremos
entre ellos a los abates Theiller de Poncheville, Calippe y Leleu, a los pro-
fesores M. Chabrum, del Instituto Católico de París; M. Turmann, de la
Universidad de Friburgo, y M. Deslandres, de la Facultad de Derecho de
Dijón, al P. Danset, de la Acción Popular, y al P. Sertillanges, una de las
más gloriosas lumbreras de la ciencia católica en la Francia contempo-
ránea.
El tratado de paz con Austria.-— E\ verdadero enemigo de la Entente,
es decir, de Inglaterra, era Alemania por su competencia comercial y por
la superioridad de sus industrias. De ahí las hieles que rebosaban del ar-
misticio y las que rebosan del tratado de Versalles. Austria no era consi-
derada como verdadera enemiga, y, sin embargo no le ha ido mejor en las
condiciones de la paz, aparte de la desmembración sufrida con anteriori-
dad al armisticio.
Las condiciones impuestas a la nueva República austríaca fueron noti-
ficadas en dos veces distintas a la Delegación que preside el canciller
Renner en San Germán y de ellas insertaremos un resumen muy ge-
neral.
Respecto a fronteras, el sur del Tirol pasa a poder de Italia y en Corin-
tia se establece una zona que se atribuirá según plebiscito de sus habitan-
tes. En la frontera con Hungría, una gran parte de territorio hasta ahora
húngaro, pero poblado principalmente por alemanes, pertenecerá al Aus-
CRÓNICA GENERAL 337
tria alemana. En la frontera con Checoeslovaquia, la división de territo-
rios queda marcada por el centro del río March.
Las cláusulas militares fijan en un plazo de tres meses después de
puesto en vigor el tratado los efectivos del ejército austriaco; 30.000 hom-
bres entre oficiales y soldados.
El servicio militar obligatorio será abolido y el ejército se empleará
exclusivamente para el mantenimiento del orden interior y vigilancia de
las fronteras.
Austria reconoce la responsabilidad de las pérdidas y daños ocasiona-
dos por la guerra e impuestos a los aliados por la agresión de Austria y
sus aliados. Austria, como Alemania, adquiere el compromiso de reparar
los perjuicios civiles, aunque reconociendo los aliados que los recursos de
Austria son insuficientes para la reparación completa.
La sección especial de reparaciones fijará el montante de los daños para
ei 1 de Mayo de 1921 y establecerá las épocas y modalidades de pago de las
cantidades que se carguen a Austria, repartidas en los treinta años calcula-
dos según la facultad de pago íntegro de Alemania. Las modalidades serán
revisadas después del 1 de Mayo de 1921, según la capacidad de Austria.
Como reparación inmediata, Austria pagará hasta el 1 de Mayo de 1921
una cantidad razonable, que fijará la Comisión; y como garantía del reco-
nocimiento de su deuda entregará a la Comisión bonos en coronas oro,
con un interés progresivo, y la cantidad de bonos se fijará con equidad.
Austria cederá su Marina mercante fluvial a los aliados, y reemplazará
con fabricaciones iguales hasta el límite de lo posible el material, maqui-
naría y muebles destruidos.
El capítulo financiero establece un privilegio de primer rango sobre la
totalidad de los recursos de Austria para la reparación y el pago del abas-
tecimiento.
Los Estados nacidos de lo que antes fueron territorios austríacos ase-
gurarán una parte fijada por la Comisión, de la deuda austríaca, compro-
metidos o no antes de la guerra; pero no tendrán parte en la deuda de
guerra, salvo los títulos adquiridos por los protegidos austríacos, para los
cuales no habrá recurso de alzada.
La deuda en poder de los extranjeros antes del armisticio será cargada
a Austria.
La actitud de la Prensa austríaca, sin distinción de matices, fué desde
los primeros momentos de franca hostilidad contra el tratado redactado
por la Entente, calificándolo de leonino y excitando al pueblo a no aceptar
condiciones que en nada se parecen a lo proclamado por Wilson en sus
famosos catorce puntos.
338 CRÓNICA GENERAL
«Pasaríamos— dice el Neue Wiener Pag—dL peores condiciones que los
negros del África central si aceptásemos un tratado que nos convierte en
esclavos de unos cuantos países.
Para no poder cumplirle— añade— , vale más que no firmemos. El nom-
bre de Turquía debería sernos aplicado si aceptásemos condiciones tan
brutales. El tratado no tiene nada de recto ni de justo, y pudiera firmarlo
Breno sin sonrojo.»
Otros periódicos vieneses coinciden en que el tratado alemán ha sido
mucho más benévolo, y dicen que la única salida posible para Austria es
declararse insolvente, y que la Entente haga lo que mejor le plazca.
«Los aliados— dice La Nueva Prensa Libre— vwen engañados en
cuanto a nuestra situación angustiosa y trágica, que nos impide cumplir
ninguna cláusula financiera, por muy lógica que sea.»
El tratado de paz con Bulgaria.— E\ día 25 de Julio se instaló en
Neuilly la Delegación búlgara, compuesta de los miembros siguientes:
M. Theodoroff, presidente del Consejo; Ganeff, ministro de Justicia; Saky-
soff, ministro de Comercio; Stambulusky, ministro ;del Trabajo; Sarasof,
ex ministro de Hacienda, acompañando a la Delegación siete consejeros,
entre ellos el ex presidente del Consejo, Guechoff, el general Lukoff, jefe
del Estado Mayor búlgaro, y cierto número de peritos, secretarios y tele-
grafistas.
Aunque todavía no están ultimadas ni se han manifestado las condicio-
nes de la paz, se sabe que en el seno de la Conferencia existen muy diver-
sas opiniones respecto a las fronteras grecobúlgaras. Inglaterra, Japón y
Francia parece ser que quieren dar a Grecia toda la Tracia hasta la línea
Edos-Midia, facilitando a Bulgaria el acceso al mar Egeo por medio de
vías férreas internacionales, mientras los americanos e italianos quisieran
dejar a Bulgaria una gran parte de la Tracia occidental. Las dificultades
de la cuestión parecen estar inspiradas en la diversa manera de apreciar
el acrecentamiento del territorio griego que unos miran bien y otros miran
mal, y por eso se ha hablado de la conveniencia de formar allí un Estado
independiente, es decir, que no sea griego ni búlgaro. Lo mismo la Dele-
gación búlgara que la griega, presidida por Venizelos, han presentado es-
tos días al Consejo interaliado de París sus puntos de vista, opuestos com-
pletamente, como es natural.
Fin del régimen bolcheviquista en Hungría.— Los planes del jefe sovie-
tista húngaro, Bela Kun, que estaba en connivencia con Lenin para supri-
CRÓNICA GENERAL 339
mir el obstáculo de Rumania y establecer contacto con los rusos, fracasa-
ron por completo. Ambos jefes del bolcheviquismo se habían puesto de
acuerdo para realizar una acción simultánea en los dos frentes rumanos
del Theiss y del Dniéster, y la cual operación debía comenzar el 25 de
Julio; pero a consecuencia de un error del mando húngaro, la ofensiva de
Hungría comenzó el día 20 con un verdadero desastre. Hasta el 23 se sos-
tuvieron sangrientas batallas, y por fin el ejército húngaro se vio obligado
a evacuar toda la orilla del Theiss, abandonando varios miles de heridos
y muertos y dejando 8.000 prisioneros.
Mientras en el frente sufría el Gobierno de Bela Kun este desastre, por
el que los rumanos se acercaban a pasos agigantados sobre Budapest, del
Consejo interaliado de París partía una comunicación en que se decía:
« Los Gobiernos aliados y asociados abrigan el deseo de concertar la paz
con el pueblo húngaro y poner fin a un estado' de cosas que hace impo-
sible el renacimiento económico de Europa central, y es un obstáculo a
toda tentativa de abastecimiento de la población. Es ello imposible intentar
esta obra, mientras no haya en Hungría un Gobierno representante del
pueblo y que ejecute, tanto en la letra como en el espíritu, los compromi-
sos tomados por él con lo? Gobiernos asociados. El régimen de Bela Kun
no responde a ninguna de estas condiciones; no solamente ha roto el ar-
misticio firmado por Hungría, sino que en estos momentos ataca a una
Potencia amiga y aliada...»
Esta declaración de los aliados y sobre todo la situación desesperada
del frente, hizo que se convocara una reunión del Consejo de Comisarios
del pueblo y ante ella presentó la dimisión el Gobierno de Bela Kun. Este
como sus compañeros huyeron a Viena, pero fueron detenidos en la fron-
tera austrohúngara y se les internó, menos a Szamuelly, antiguo presi-
dente del tribunal revolucionario y célebre por su crueldad, que se suicidó
dejando en su cartera 280.000 coronas en billetes. Todos los demás miem-
bros del Gobierno sovietista quedaron internados en el campo de Kro-
sendorff del Austria alemana.
En Budapest se había constituido entretanto un Gobierno compuesto
exclusivamente de socialistas y representantes de los Sindicatos, en la si-
guiente forma: Presidencia, Julius Beydel; Interior, Bayer; Guerra, Hau-
brich; Negocios Extranjeros, Peter Acowton; Instrucción pública, Garbal;
Justicia, Caramy; Agricultura, Takac; Hacienda, Miwkil; Comercio, Dove-
sak, y Abastecimientos, Mittelhoffre.
Comenzó el nuevo Gobierno por restablecer la propiedad privada y
por intentar restablecer las relaciones con la Entente, para que ésta impi-
diera la marcha de los rumanos contra Budapest. Sin embargo, parte de
340 CRÓNICA GENERAL
las tropas rumanas llegaron a la capital y entregaron al Gobierno húngaro
las siguientes condiciones para el concierto de un armisticio:
«El ejército húngaro quedará reducido a 15.000 hombres. Deberán en-
tregarse o cerrarse las fábricas de municiones y de material de guerra. En-
trega de un 50 por 100 del material ferroviario. Cesión de un 30 por 100
de la maquinaria agrícola y entrega de un 30 por 100 del ganado vacuno.
Suministro de 10.000 vagones de maíz y de 35.000 vagones de cereales.»
El Gobierno húngaro acordó dirigirse a la Entente observando que no
estaba en condiciones para cumplir tales exigencias, y rogando a los Go-
biernos aliados que sean arbitros y pronuncien un fallo sobre el particular.
Para oponerse a las pretensiones rumanas habían entrado en Budapest
Comisiones militares de los aliados y no se sabe si con anuencia o por ins-
tigación de éstos, pero el hecho fué que el día 6 de Julio, mientras los mi-
nistros celebraban Consejo en el Parlamento nacional, la gendarmería
húngara rodeó el Palacio y se apoderó de todo el Gobierno, tomando el
Poder el archiduque José con el título de Gobernador general, que nombró
un Gobierno provisionalmente hasta que se lograra uno de coalición.
Informes más detallados dicen que el día 6 penetraron en la residencia
del presidente del Consejo húngaro, M. Beydel, el general Schnetzer, el
ex secretario del Consejo Nacional, doctor Fritz, y el ex jefe de sección del
ministerio de la Guerra Franz Scillery, exigiendo que dimitieran los
miembros del Gobierno que estaban allí reunidos. Alegaban para ello que
no representaba a la nación entera.
Tras breve deliberación dimitió todo el Gabinete. Conseguido esto,
una Comisión de la Entente entregó el Poder supremo al archiduque José,
el cual publicó inmediatamente la siguiente proclama al pueblo húngaro:
«Impulsado por el amor inextinguible que me une al pueblo húngara,
fijando la vista en estos últimos cinco años y dando satisfacción a todos los
deseos que de todas partes me han llegado, he puesto mano a una situa-
ción que se hacía insostenible desde hace mucho tiempo.
No puedo permanecer siendo espectador inactivo cuando los políticos
o los grupos y partidos de intereses diversos, luchan sobre la suerte de
nuestra pobre patria derruida.
Un Ministerio en funciones que nadie reconoce, así como la interrup-
ción del abastecimiento, completada con la falta de alimentos, amenaza
con una catástrofe si la población intelectual húngara, unida al proletaria-
do razonable y al pueblo labrador, no crea el orden con mano firme.
Yo confío la dirección provisional y la presidencia del Gobierno hún-
garo al ministro de Negocios militares al Sr. Estephan Friedrich; la direc-
ción provisional del ministerio del Interior, al Sr. Adolf Samassa; Confe-
CRÓNICA GENERAL 341
rencia ministerial y dirección provisional de Negocios Extranjeros, al ge-
neral Gabriel Tanezos; la dirección provisional de Cultos e Instrucción
pública, al Sr. Alexandre Janre, y Subsecretario al general Franz Schaetzer;
la dirección provisional interina de Comercio e Industrias, al presidente
del Gobierno; la dirección provisional de Hacienda, al doctor Johan
Gruenn; la dirección provisional de Higiene pública, al Sr. Andreas Osi-
llery, médico. El ministerio de Abastecimientos queda por ahora sin
proveer.
El doctor Jacob Beyer queda encargado por el momento de la direc-
ción del ministerio de las Nacionalidades, y dirigirá provisionalmente la
Justicia el doctor Bela Szassy, y la Agricultura, el doctor Reland Gyory.
Este Gobierno provisional ha sido formado en pocos días, después de
las entrevistas celebradas con los agricultores y los obreros. ¡Abajo la des-
unión! Tengamos confianza en un porvenir mejor para nuestra patria.~Fir-
mado. Archiduque José, feldmariscal. >
Al siguiente día, la Prensa de Budapest publica en ediciones especiales
lo siguiente acerca de los antecedentes relacionados con el cambio de Go-
bierno, basándose en informaciones facilitadas por el nuevo presidente del
Consejo, Friedrich:
«Todas las organizaciones amantes del orden, así como los funcionarios
de los Ministerios, celebraron el miércoles varias conferencias, comentando
la situación. Todos los reunidos declararon que sería inevitable un desas-
tre si no se llegaba a encontrar una persona que salvase a Hungría.
Poco después se dirigió una numerosa Delegación militar a la residen-
cia del Archiduque José, pidiéndole que se encargara de la solución de la
crisis. El Archiduque accedió al deseo y entabló negociaciones con la Co-
misión militar de la Entente. En seguida fué dirigido un llamamiento a los
antiguos miembros del Cuerpo de Seguridad, ofreciendo sus servicios
unos 8.000 voluntarios armados. Entonces fué cuando una Comisión se
dirigió adonde se hallaba reunido el anterior Gobierno y le invitó a que
dimitiera.»
Un telegrama del día 8 dice que entre los centenares de víctimas asesi-
nadas por los terroristas de Bela Kun se hallan el general Fery, que fué
arrojado al Danubio con una piedra al cuello. El coronel Borhy, los her-
manos Olah, banqueros, y toda su familia, un consejero de la Legación de
Holanda y su hijo fueron también arrojados al río. Una joven pertenecien-
te a una familia muy conocida de Budapest fué detenida, acusada de diri-
gir un complot contrarrevolucionario. El terrorista Cohn, que ha sido de-
tenido hoy, se vanagloria de haber cometido 80 asesinatos ordenados por
Szamuelly.
342 CRÓNICA GENERAL
Se ha comprobado quiénes fueron los asesinos del conde de Tisza. Éste
fué muerto por orden de Pigany. La banda de asesinos llevaba por jefe al
capitán Zerniak, que en seguida fué hecho presidente del Consejo de solda-
dos y enviado a Holanda con una misión especial.
Respecto al nombramiento del Archiduque José como regente de Hun-
gría, dice saber el Wiener Allgemeine Zeitung que el Gobierno inglés ne-
goció primeramente con el Emperador Carlos, negándose este último a
aceptar la oferta, pues no deseaba tal puesto, ya que, no obstante todos sus
esfuerzos desinteresados, no había logrado impedir el desmembramiento
de la Monarquía.
En vista de esto, el Gobierno británico trató de confiar el Poder al Du-
que de Hohenberg, hijo del Archiduque Francisco Femando; pero tam-
poco tuvo éxito la gestión. Entonces empezaron las negociaciones con el
Archiduque José.
El corresponsal de la Agencia Reuter en Budapest ha celebrado una
entrevista con el Archiduque, el cual ha manifestado que por ahora es
imposible indicar si Hungría aceptará el régimen monárquico o preferirá
el republicano. Esto lo decidirá la Asamblea nacional.
Agregó que no será posible efectuar las elecciones mientras continúe
la ocupación rumana; pero cuando se verifiquen serán por sufragio uni-
versal y podrán ser elegidos todos los individuos de ambos sexos, mayo-
res de veinticuatro años.
Terminó diciendo que la actual situación de Hungría es crítica, pues
los rumanos han detenido la circulación de ferrocarriles, paralizando to-
talmente las comunicaciones telegráficas y telefónicas e impidiendo igual-
mente la llegada de víveres a Budapest.
Por eso el nuevo Gobierno no entablará negociaciones con los ruma-
nos; pero tiene plena confianza en la Entente.
Sobre las dificultades de la ocupación rumana y a fin de contener sus
exigencias en Hungría, han deliberado recientemente los miembros del
Consejo interaliado de París, pidiendo al Gobierno rumano que ceda en
sus pretensiones extremosas perjudiciales para la paz.
Juzgando sobre la posibilidad de que en Hungría sea restaurada la
Monarquía, un comunicado alemán dice:
«La entrega del Poder supremo de Hungría al Archiduque José, por
parte de la Entente, ha causado gran sensación entre los republicanos,
burgueses y socialistas de Alemania, que ven en ello un indicio del resta-
blecimiento de la Monarquía en Hungría y tal vez también en el Austria
alemana.
El Berliner Tageblaii dice que la Entente no ha renunciado aún al pro-
CRÓNICA GENERAL 343
yecto de una federación del Danubio, que deberá ocupar el lugar de la
anterior Monarquía de la Casa de Hapsburgo, y servir de instrumento a la
Entente para debilitar a Alemania.
La Vossísche Zeiiung hace resaltar el hecho de que los colaboradores
del Archiduque son todos decididos reaccionarios.»
La situación en Alemania,— Ldi Asamblea Nacional de Weimar terminó
el día 31 de Julio la tercera lectura del proyecto de ley sobre la Constitu-
ción, el cual fué aprobado, en votación nominal, por 262 contra 75 votos y
una abstención.
La ley no sufrió apenas modificaciones en comparación con la segunda
lectura. Fué borrado el párrafo que prohibía a los miembros de las anti-
guas dinastías desempeñar el cargo de Presidente de la República.
Hubo 198 votos en pro de la anulación y 141 en contra.
Entre los artículos que fueron añadidas, uno se refiere al arreglo a que
llegaron los social-demócratas mayoritarios y el partido católico, en la
cuestión de la enseñanza de la religión en los colegios, y otro autoriza la
aplicación de los consejos.
Después de la votación, el presidente del Consejo, Bauer, dijo entre
otras cosas:
«La votación que acaba de realizarse da a la Constitución de la Repúbli-
ca alemana fuerza de ley. Es un verdadero documento sobre el nacimiento
de la forma política que, desde ahora en adelante, regirá al pueblo alemán.
Ha comenzado la nueva era y ojalá sea más feliz que la anterior.
Hoy pisamos nuevamente terreno firme, después de haber nadado du-
rante cinco años en un mar de sangre, odio y privaciones.»
Al terminar el Presidente del Consejo alemán su discurso con motivo
de la votación del proyecto de ley sobre la Constitución, en la Asamblea
nacional en Weimar, tomó la palabra el ministro del interior, señor David,
diciendo entre otras cosas:
«Durante la guerra, Alemania ha tenido que sufrir una ola de ataques
injustos y de increpaciones. Pero el pueblo alemán ha sido el primero en
aceptar, como derecho fundamental, una paz social.
La nueva Constitución alemana nos da derecho asentimos orgullosos.
Ella es una prueba del espíritu y de la capacidad de los alemanes. Invita-
mos al mundo entero a que examine esta obra. No existe nación alguna
que haya llevado a la práctica más estrictamente que nosotros los ideales
de la democrocia al aprobar la nueva Constitución.
344 CRÓNICA GENERAL
Tenemos el derecho electoral más democrático, en el cual las mujeres
tienen igualdad de derechos como ciudadanas. La República alemana será,
desde ahora en adelante, la democracia más grande del mundo. La miseria
de la guerra y los graves tiempos que la siguieron no han quebrantado el
deseo del pueblo alemán de seguir floreciendo.
¡Ojalá se fortalezca esta voluntad y que sea un estímulo para una labor
en pro del progreso, en bien de la nación y de la Humanidad y en prove-
cho de la cultura.»
El último de los oradores fué el presidente de la Cámara, Fehrenbach,
quien dijo lo siguiente:
«Han sido fundados los cimientos para una libre actividad de todas las
energías que yacen en el pueblo.
El deber de la nación es dedicar sus fuerzas a una obra de paz, utili-
zando las libertades a favor de una abnegación en pro del bien de todos,
desarrollando en lo posible todo lo que el pueblo tenga de sano.
Mi único deseo es que nuestro pueblo vuelva a los días felices, dejando
tras sí las privaciones y la miseria; que, al amparo de una patria unida,
disfrute de la libertad, dejándose inspirar por el amor al prójimo y
concentrando todas sus fuerzas en pro de la moral y del bienestar mun-
dial.»
He aquí las características de la nueva Constitución alemana. Se divide
en dos partes principales. La primera trata de la composición y de las fun-
ciones del Imperio, y la segunda, de los derechos y de las obligaciones del
pueblo alemán.
La primera sección establece definitivamente la soberanía del Imperio.
Antes de la revolución, la soberanía no pertenecía al Imperio, sino a la Fe-
deración de los diferentes Estados. El Poder estaba confiado, no a los re-
presentantes del Imperio o al Emperador, sino al Consejo federal.
Desde el punto de vista constitucional, el Imperio de los Hohenzollerns
era sencillamente una Liga de Estados. La nueva Constitución es contraria
a esto. El primer artículo de la Constitución hace constar que la soberanía
queda en manos del pueblo.
Las partes constituyentes del Imperio no son llamadas «Estados», sino
«países» y todos ellos deberán tener una Constitución republicana fijada
por una votación equitativa directa y secreta de todos los electores varones
y hembras.
La idea dominante de la Constitución es la de la unidad del Imperio.
Desde el 1.^ de Abril de 1921, todos los ferrocarriles, vías fluviales navega-
bles y puertos quedarán bajo el dominio del Imperio. Ninguna rectifica-
ción de las fronteras de la nación podrá hacerse sin el asentimiento del Im •
CRÓNICA GENERAL 345
perio, necesitando también para ello las dos terceras partes del número
de votos.
El pueblo tiene derecho a manifestar su voluntad mediante un referén-
dum. Todas las leyes que vote el Parlamento podrán ser sometidas a tal re-
feréndum, caso de que lo desee la vigésima parte de la población total y
la tercera parte del Parlamento.
El Reichstag tiene derecho a nombrar Comisiones de investigación.
Habrá una Comisión permanente para los asuntos extranjeros, la cual po-
drá celebrar sesiones aunque no esté reunido el Parlamento.
El presidente de la nación podrá ser destituido siempre que lo pidan
las dos terceras partes del Reichstag; pero el pueblo tendrá que sancionar
la decisión mediante un plebiscito.
El presidente del Imperio tiene derecho a proclamar el estado de sitio.
Elegirá al canciller o presidente del Consejo, pudiendo éste nombrar a los
ministros.
En lo que a los «Estados» o «países» se refiere, podrán tener su propia
Constitución.
Prusia ya no tendrá la supremacía territorial en el Imperio. Cada uno
de los Estados constituyentes tendrá derecho a emitir su opinión en los
asuntos del Imperio por boca de sus representantes populares.
La Constitución es un promedio entre la unificación y el sistema fe-
deral.
—Entre los principales personajes de la política alemana, se ha suscita-
do una cuestión tan enojosa como inútil sobre si fué posible la paz en 1917.
Dieron ocasión a este debate unas declaraciones del ministro Sr. Erzberger,
según las cuales, Inglaterra por mediación del Cardenal Secretario de Es-
tado de Su Santidad y del Nuncio en Baviera, Monseñor Pacelli, presentó
proposiciones que permitían ir a una paz de inteligencia de haber mani-
festado al Gobierno alemán sus pretensiones respecto a Bélgica.
La cuestión se ha presentado muy embrollada. Los elementos adictos
al Gobierno actual culpan al Estado Mayor alemán de haber puesto obs-
táculos a unas negociaciones que hubieran hecho posible la paz, mientras
que los representantes del antiguo régimen afirman que no hubo proposi-
ciones que hicieran ver en los enemigos una disposición de ir a la paz; es
más, algunos han afirmado que si entonces se cerró el horizonte a toda
gestión de concordia, fué por la indiscreción de algunos políticos alema-
nes que permitió a los enemigos conocer una carta importantísima pero
confidencial dirigida en 1917 por el conde de Czernin al emperador de
Austria sobre las dificultades que para los Imperios centrales significaba la
continuación de la guerra. Esta carta, dicen los del antiguo régimen, llegó
346 CRÓNICA GENERAL
a conocimiento del enemigo y con ello se frustró todo intento de paz, si al-
guno podía haber.
Lo cierto es que el conde de Czernin, como otros muchos políticos de
entonces, acusan a Erzberger, de haber sacado de quicio las cosas, querien-
do hacer ver que había una proposición de paz donde no la había.
Sobre esta cuestión y contestando a una pregunta hecha por escrito en
|a Cámara inglesa, el señor Cecil Amsworth, subsecretario de los Negocios
Extranjeros, ha hecho conocer que las declaraciones recientes de Erzber-
ger sobre las condiciones de paz que, según se ha dicho, han sido hechas
a los alemanes en 1917, no presentan los hechos bajo su aspecto verdade-
ro, y los restablece como sigue:
cEl 21 de Agosto de 1917 el ministro británico en el Vaticano recibió
instrucciones para que informara al cardenal secretario de Estado del Va-
ticano que el Gobierno británico no podía decir qué contestación se daría
si se presentase el caso de que el Papa hiciese proposiciones de paz, pues
no había podido aún consultar a sus aliados, y que, de todas maneras, le
parecía acertado tratar de realizar un acuerdo entre los beligerantes antes
de que las potencias centrales hubiesen dado algunas explicaciones sobre
los fines que perseguían con la guerra.
En su contestación el cardenal Gasparri restringió el campo de la dis-
cusión, advirtiendo que el Gobierno alemán había hecho conocer sus in-
tenciones de restaurar la independencia de Bélgica, apoyándose sobre la
resolución del Reichstag en favor de una paz sin anexiones.
El embajador de Inglaterra cerca del Vaticano, conde de Salis, hizo no-
tar que el Gobierno británico no poseía el texto auténtico de este docu-
mento, el cual, además, no era suficiente, pues el Reichstag no tenía el po-
der necesario para decidir sobre ese punto.
El 14 de Agosto el cardenal pidió que el telegrama siguiente fuese man-
dado en costestación al telegrama del Gobierno británico:
cEl cardenal secretario de Estado se reserva de contestar al telegrama,
después de haber recibido de Alemania una declaración formal que le ha
pedido a propósito de Bélgica.»
El conde de Salis, pensando que nada se oponía a que expusiera su
opinión personalj contestó que una aclaración referente a Bélgica, parecía
deseable, pues la cuestión era importante, en particular para Gran Bretaña;
pero el cardenal debió recordar que todo ello no era más que uno de los
numerosos litigios entre los beligerantes.
Cuando recibió la relación de esa conversación del conde de Salis, el
Gobierno británico juzgó que era inoportuno dejarse llevar a una discu-
sión fragmentaria de esa cuestión, y que si las potencias centrales estaban
CRÓNICA GENERAL 347
dispuestas a negociar, debían conocer sus condiciones de paz en detalle.
El conde de Salís recibió, por consiguiente, instrucciones de que no
interviniera de ningún modo en las negociaciones entre el Vaticano y Ale-
mania, y que si le pedían otra vez su opinión, se negase a hacerla conocer.
El asunto quedó, pues, pendiente del Gobierno alemán, el cual no hizo
ninguna declaración sobre Bélgica.
Es, por consiguiente, claro que el Gobierno británico no hizo ninguna
proposición a Alemania en esa época; pero estaba dispuesto a examinar,
de acuerdo con los aliados, toda proposición sincera encaminada hacia las
condiciones de paz.
Por otra parte. La Croix publica el texto de las declaraciones que el
corresponsal de la Agencia Havas dice haber recibido en el Vaticano. He
aquí su traducción:
«En Alemania se han presentado las cosas inexactamente, o han sido
falsamente interpretadas; no se trata en modo alguno de proposiciones de
paz hechas por Inglaterra y Francia. No podían engañarse en esto.
Dados el tono y contenido de la breve comunicación escrita del minis-
tro inglés al cardenal Gasparri, se ve que se trata más bien de lo contra-
rio de una proposición de paz, pues esta breve comunicación, que no era
sino una hojita escrita a máquina, enumeraba las razones por las que la
paz se consideraba imposible, insistiendo particularmente en el caso de
Bélgica.
La Santa Sede transmitió una copia de esta comunicación al Nuncio,
acompañada de una misiva, y eso es todo. Se ha dado demasiada impor-
tancia al incidente. Por otra parte, estos días se van a publicar, para lo
cual se ha autorizado al Nuncio, y entonces se verá con exactitud de lo
que se trata.
Una vez más no se trata de proposición alguna de paz de la Entente;
decir tal es desnaturalizar las cosas. Había interés en que se conocieran en
Alemania los obstáculos o las imposibilidades que existían para la paz,
anunciadas en la breve comunicación inglesa. La Santa Sede no ha hecho
otra cosa.»
En el diario Hambarger ha publicado el Conde de Wedel un artículo
en el que llega a la conclusión de que Lloyd George estuvo tan sólo una
vez dispuesto a la paz, durante el verano de 1917, cuando las destruccio-
nes por medio de los submarinos causaban cierta inquietud. Cuando se
conocieron las Memorias del Conde Czernin, todas las probabilidades
desaparecieron.
En la primavera de 1918, Inglaterra, por medio del general Smuts,
buscó una inteligencia con Austria; pero este intento fracasó, porque
348 CRÓNICA GENERAL
el Conde Czernin pedía una paz general, mientras que el general Smuts
declaró que, no obstante no creer poder vencer al ejército alemán, no ha-
bía llegado aún el momento de entrar en negociaciones con Alemania.
El Conde de Wedel da a continuación algunos detalles de la conver-
sación que tuvo en el otoño de 1918, en un salón vienes, con un oficial
inglés.
Este último le declaró que la inteligencia hubiera sido posible única-
mente cuando Mr. Asquith y Lord Grey estaban en el Poder; pero no des-
pués, cuando Lloyd George era jefe del Gobierno británico. Este estaba
decidido a llevar el combate hasta el fin, para que la Gran Bretaña ganara
la guerra, puesto que a la larga debía faltarles a las potencias centrales
todos los elementos.
Congreso sindicalista en Amsierdam.—SQ reunió este Congreso el 28
de Julio, asistiendo 92 delegados, que representaban a los sindicalistas de
catorce países.
Presidió el holandés Oudegest, que culpó de la guerra al capitalismo,
protestando violentamente de los norteamericanos Tobbing y Gompers,
antigermanos sobre todo. Se discutió la representación de cada país en el
seno de la Internacional y se convino que podía ser por grupos de nacio-
nes. El delegado español, Largo Caballero, propuso que con España apa-
recieran agrupadas las Repúblicas suramericanas por la similitud de len-
gua, pero prevaleció Gompers con su panamericanismo. En cuanto al nú-
mero de votos o de delegados, los anglosajones señalaron uno por cada
250.000 afiliados; pero como esto era desfavorable para las naciones
pequeñas, el holandés Oudegest propuso: uno por cada 250.000, dos por
cada 500.000, y tres por un millón. Se aprobó esta fórmula.
Para la nueva Mesa resultaron elegidos: presidente, Mr. Appleton, in-
glés; vicepresidentes, Jonhaux, francés, y Mertens, belga; tesorero y secre-
tario, dos holandeses.
Después de violentas discusiones, se convino en mandar una repre-
sentación al Congreso obrero que en Octubre ha de celebrarse en Was-
hington.
•—El 2 de Agosto se abrió el Congreso socialista de Lucerna, en el
que hubo discusiones violentas como en el de Amsterdam. Henderson, el
antiguo ministro inglés, amenazó a los Gobiernos si no escuchaban al
mundo socialista. El belga Vandervelde hizo discutir la cuestión de las
responsabilidades. Hilferding, alemán, y Louguet, francés, se declararon
a favor del bolcheviquismo contra Wells, alemán, y Broquére, belga, que
CRÓNICA GENERAL 349
rechazaron toda dictadura dei proletariado. Intervinieron otros oradores,
aumentando con ello la diversidad de tendencias.
Tanto en Amsterdam como en Lucerna se pidió que cesara el bloqueo
de Rusia y Hungría.
Nuevo presidente de la República portuguesa.— Ldi elección del presi-
dente de la República portuguesa se verificó el día 6 de Agosto con asis-
tencia de muchos diplomáticos a la sesión del Congreso.
En el primer escrutinio obtuvo D. Antonio José de Almeida 87 votos, y
el Sr. Gomes Teixeira, 82; en el segundo obtuvo Almeida 93 votos, y Tei-
xeira, 83, y en el tercero y último, Almeida, 123 votos, y Gomes Tei-
xeira, 31.
En virtud de este resultado, fué proclamado presidente de la República
el señor Almeida, jefe del partido evolucionista.
Don Antonio José de Almeida nació en Vale de Vinha, el 18 de Julio de
1866. Estudió Medicina en Coimbra y ha ejercido algunos años su profe-
sión médica.
De ideas republicanas desde su juventud, participó en muchas revuel-
tas, siendo procesado varias veces por delitos de imprenta. Diputado por
primera vez en 1906 y después ministro del Interior, fué reconocido como
jefe del partido evolucionista, que acaba de elevarle a la suprema jerarquía
del Estado.
* *
De los Estados Unidos.— Por más que se hayan movido mucho los re-
publicanos en su oposición a ratificar el tratado de Versalles, no parece
que en fin de cuentas los obstáculos sean grandes por su ratificación. En
lo referente a la cuestión de Chan-Tung, en que litigan China y Japón, el
presidente Wifson ha publicado declaraciones favorables a China, con lo
que se mitigará no poco la campaña republicana contra el tratado.
En el orden social los comunicados señalan dificultades por la carestía
general que han agravado numerosas huelgas en todo el país. Por Chicago
pasaron unos días de revuelta que motivó la lucha entre blancos y negros.
Hubo colisiones y muertos, mas con el acordonamiento de los respectivos
barrios de la ciudad por la fuerza pública, renació prontamente el orden.
— Por todos los periódicos ha corrido la noticia de la muerte del mul-
timillonario y célebre filántropo Andrés Carnegie, ocurrida en sus pose-
siones de Lennox (Estados Unidos), a los ochenta y cuatro años de edad*
350 CRÓNICA GENERAL
Era escocés de nacimiento, hijo de un humilde tejedor que se trasladó
a los Estados Unidos con su familia para mejorar su fortuna. Allí comenzó
Andrés CarnegiC; a los pocos años de edad, por ganar cinco dólares al
mes. Fué después ordenanza en una oficina de telégrafos y luego jefe en los
ferrocarriles de Pensylvania, asociándose después a Woodouff, el inventor
de los sleepings-cars, en la explotación de este beneficio que le abrió el
camino de su inmensa fortuna. Más adelante fundó el trust que le dio el
nombre de «El rey del acero».
Se distinguió por una generosidad incomparable puesta al servicio de
la ciencia y de la paz de las naciones. Su primera fundación fué una biblio-
teca, y luego otra y otra hasta cinco mil, repartidas por muchas poblacio-
nes que enriqueció con galerías de arte, museos de historia natural, labo-
ratorios de química y escuelas y salas de concierto. Su fundación principal
fué el Instituto Carnegie en Washington, al que dio 140 millones, siguien-
do en importancia el de Pittsburg, al que dio 124 millones.
Pacifista de toda la vida, en 1910 creó una Comisión encargada del
estudio de la abolición de las guerras, a la que pensionaba con 10 millo-
nes. En 1913 entregó 7 millones y medio para la construcción del Palacio
de la Paz en La Haya. El total de donaciones empleadas en obras de bene-
ficencia llegaba en 1918 a muy cerca de los 800 millones de pesetas. En
cuanto a religión era presbiteriano. (D. e. p.)
ESPAÑA
Al revés de lo que ocurre en otros países, reina la calma por toda la
nación, sin que por eso falte el movimiento que es signo de vida, como el
de que dan ejemplo las federaciones sociales católicas, ensanchando más
y más sus círculos de acción. Raro es el día en que los periódicos no anun-
cian la constitución de nuevos Sindicatos católicos en unas u otras de
nuestras provincias, y todo ello revela actividad salvadora contra los peli-
gros del socialismo anárquico de que son muestra deplorable los sinies-
tros que por estos días han ocurrido, especialmente en los campos anda-
luces. Por fortuna, esos casos delictivos, como el del asesinato de tres infe-
lices obreros en Valencia y los que de cuando en cuando se advierten en
Barcelona, aunque produzcan indignación general y constituyan un pro-
blema para nuestros gobernantes, no han logrado llevar la alarma al espí-
ritu público.
—Se cerraron las Cortes después de aprobar la contestación al discurso
CRÓNICA GENERAL 351
de la Corona y votar la fórmula económica que permitirá una mayor nor-
malidad en el desarrollo de la vida política. El Gobierno acentuó la divi-
sión de las derechas parlamentarias substituyendo al marqués de Figueroa
por el Sr. Sánchez Guerra en la candidatura efectiva para la presidencia del
Congreso y acentuó al mismo tiempo su inclinación izquierdista, por
amor a la paz, entregando a las izquierdas la redacción de la mencionada
fórmula. Hasta en la aprobación de un aumento en los haberes del clero
rural permitió que la redacción fuese de las izquierdas, dando con ella
origen a que prevaleciesen los sentimientos o el criterio de los que son
una minoría en las Cámaras, con agravio al sentimiento de los más. La
adición dice así: «El aumento de haberes a que se refiere el párrafo ante-
rior se considerará cantidad a compensar en el arreglo pendiente con la
Santa Sede. El Gobierno presentará a las Cortes, antes de que comience a
regir el presupuesto 1920 21, la propuesta definitiva del de culto y clero,
tomando en cuenta la compensación antes prevista.»
También se aprobó en Cortes la adhesión de España a la Liga de
de Naciones.
—Se dice que pronto llegará a España una Comisión chilena formada
por personas de la más alta representación social y política y que viene a
fomentar el intercambio entre su país y el nuestro.
A propósito de esa Comisión dice un diario de la corte: «Sean bien ve-
nidos, y procuremos los españoles, no solamente acoger con amor esas
nobles y útiles iniciativas venidas de nuestros hermanos de América, sino
que se crucen con ellas en el Atlántico otras enviadas desde aquí. De esa
manera se multiplicará la fuerza fomentadora de las relaciones hispano-
americanas, y se verá que son recíprocos el amor y el interés entre la vieja
madre y las hijas mozas.
El porvenir y la grandeza futuras de España están, sin duda en nuestra
unión íntima con las Repúblicas que hablan castellano.
En los Estados Unidos adquieren grandes vuelos la enseñanza de
nuestra lengua; no dudamos que algunos la aprendan, para saborear el
Quijote en su propia habla; pero es muy cierto que la mayoría lo hacen
para entenderse mejor con los hispanoamericanos en los negocios.
Nada nos dice tan elocuentemente como esto la voluntad que debemos
poner en estrechar las relaciones con nuestros hermanos del Nuevo
Mundo.»
—Está ya acordada le fecha para la celebración de la Conferencia in-
352 CRÓNICA GENERAL
ternacional de la exploración científica del Mediterráneo, la cual se reunirá
en Madrid el día 17 de noviembre próximo.
El acuerdo de que el Congreso científico se reúna en Madrid, fué to-
mado por la Asamblea internacional celebrada en Roma en 1914, y se hu-
biera ya verificado, de no haberlo impedido la guerra europea.
Uno de los invitados especialmente será el Príncipe de Monaco, cuyos
conocimientos oceanógraficos son universalmente apreciados.
B. R.
EN LAS BODAS DE OñO DEL eWIO. P. TOMÁS RODRÍGUEZ
PRIOR GENERAL DE LA ORDEN AQUSTINIANA
El día 8 de Septiembre celebra las bodas de oro de su profesión
religiosa nuestro Rmo. P. Tomás Rodríguez, Superior General de
toda la Orden Agustiniana, y al universal homenaje de veneración
en que se dilatarán millares y millares de corazones en ese día, salu-
dando al amantísimo Padre desde todos los puntos del globo, quiere
unir también el tributo de su reconocimiento y de sus ardorosas fe-
licitaciones La Ciudad de Dios.
Para muchos de nuestros lectores, y especialmente para los que
se interesaron por nuestra publicación desde tiempos lejanos, no pa-
sará inadvertido el acontecimiento que ha querido realzar con sus
bondades la Santidad de Benedicto XV, sino que se asociarán tam-
bién a nuestra alegría, recordando que el hoy dignísimo Superior de
toda la gran familia agustiniana fué Director ilustre de La Ciudad de
Dios por los años de 1893-Q4. Sus trabajos literarios de entonces, con
ser muestra magnífica de su mucho saber, no ofrecían sin embargo
más que un aspecto muy restringido entre las varias eminentes
cualidades que exornaban su persona y que desde su celda de El
Escorial irradiaban por toda la Orden, llegando hasta fijar las mira-
das del inmortal Pontífice León XIII y de su egregio Secretario de
Estado el Cardenal Rampolla. Así, después de haber gobernado du-
rante algunos meses el gran Seminario de Vigan en Filipinas, con
singular acrecentamiento del prestigio de sus virtudes, en el Capítu-
lo celebrado en Roma el año 1895 le vemos elegido Procurador
General, la segunda dignidad de la Corporación, y en 1898 investido
por León XIII con el mando supremo de toda la Orden, siendo des-
pués reelegido en todos los Capítulos Generales que desde aquella
fecha se han celebrado en Roma,
La Ciudad de Dios.— Año XXXIX — Núm. 1.111. 25
354 EN LAS BODAS DE ORO DEL RMO. P. TOMÁS RODRÍGUEZ
Honrado con la confianza y la amistad de León XIII, Pío X y
Benedicto XV, y estimado singularmente entre las Congregaciones
romanas, a varias de las cuales pertenece como Consultor, no son
éstas las circunstancias para referir los grandes hechos de su gobier-
no. Nos basta únicamente con dejar consignado que entre las pres-
tigiosas figuras que ha tenido la Orden en esta época, comparables
a las de cualquier otra época de su historia, es el Rmo. P. Tomás
Rodríguez en quien se concentraron todas las simpatías y todos los
homenajes de la admiración a sus virtudes y talentos. Nadie le su-
peró en entusiasmo por el fomento de la virtud y de los estudios en
todas las provincias agustinianas; nadie le excedió en solicitudes por
todas las grandes empresas de la'Corporación, por las misiones glo-
riosas de la enseñanza, del cultivo de las letras, de la predicación y
del apostolado entre los infieles. Ha sido un constante sembrador de
estímulos y el más confiado en las grandezas del corazón humano y
en las magnificencias de la gracia divina.
Fatigado por el peso de tanta labor, hoy busca entre nuestros
hermanos de Barcelona reposo temporal a sus quebrantadas ener
gías. Allí confluirán los afectos de todos sus hijos, las dedicatorias
de la más dulce ternura y de la más respetuosa veneración que ha
inspirado siempre su nombre. Su Santidad Benedicto XV ha sido
el primero en solemnizar el acontecimiento de sus bodas de oro ro-
deándolo de las más altas gracias para provecho espiritual de todo
el pueblo cristiano que se congregue bajo las bóvedas de cualquier
iglesia u oratorio de la Orden de San Agustín en todos los países
del mundo. Es lo que dicen los documentos que insertamos a con-
tinuación.
La Ciudad de Dios, campo agradecido al hálito de vida que le
infundió el más egregio de sus Directores, hace suyo este homenaje
de devoción universal y con la invocación de las bendiciones del
cielo resume todos sus sentimientos de gratitud, felicitación y alegría
en tan grata fiesta, elevando a su veneradísimo Padre General un
nuevo testimonio de ferviente amor y de adhesión inquebrantable.
La Redacción.
GRACIA OTORGADA POR S. S. BENEDICTO XV
PARA EL DÍA 8 DE SEPTIEMBRE
Nos
P. Fr. lOSEPH POLIGNANO
S. Th. Mag. et totius Ordinis Erem. S. P. Augustini
COMMISSARIUS GeNERALIS.
Adm RR. PP. Superíoribus Provincíalibus et Localihus universisque
Fratribüs et Monialibus O. N. saluíem ín Domino.
lam omnes nostis quod amantissimus et Reverendissimus Prior noster
Generalis, Fr. Thomas Rodríguez, qui tot annis pro nostri Ordinis decore
ac incremento ómnibus viribus adlaboravit, potius laboribus quam infír-
mitate oppressus, mense maii huius anni Hispaniam petiit ut animum a
curis relaxaret et remedia potiora ad vires reficiendas quaereret: Nos pre-
cibus ad Deum et votis comitati sumus ut quam citius ad pristinam valetu-
dinem rediré possit. Et re quidem vera, magni animi laetitia, nuper acce-
pimus ipsum aliquantulum convaluisse ita, ut festo S. lacobi Maioris prima
vice, post diuturnam aegritudinem, Sacrum Deo offerre potuerit.
Nunc autem pergratum Nobis est vobis nuntiare quod praesto est
nobis ómnibus solemnis occasio grati animi sensus erga venerandum
Patrem nostrum patefaciendi, et Deum sincero corde pro ipsius sanitate
exorandi. Próximo enim mense septembri, die vni Nativitatis B. M. Virgi-
nis dicata, quinquagesimus annus recurrit ab emissa eius professione reli-
giosa. Ipse, antequam in Hispaniam pergeret, etsi infírmiíate debilitatus,
Nobis ómnibus prospiciens, a SSmo Dno N. Pp. Benedicto XV petiit ut,
hac recurrente solemnitate, in ómnibus Ecclesiis vel Oratoriis Nostri Or-
dinis Benedictio Papalis cum Indulgentia Plenaria solemniter Fidelibus
impertiri possit: quod Sanctitas Sua, ea qua semper ipsum prosecutus est
benevolentia, libenter concessit.
356 EN LAS BODAS DE ORO DEL RMO. P. TOMÁS RODRÍGUEZ
Dum haec Vobis, Ven. Fratres, ostendimus, in memoriam revocantes
continuam in nos benignitatem amantissimi Patris nostri Generalis, enixe
rogamus ut Omnipotenti Deo quam férvidas preces offeratis qui ipsi con-
cederé dignetur ut hanc diem laetissimam solemniter celebrare possit;
votaque fundamus ut, recuperata valetudine, ad multos annos nobis et
Ordini nostro servetur.
Hac capta occasione, libet insuper vobis notum faceré quod SSmus
D. N. Benedictus XV, per rescriptum S. Poenitentiariae, cuius exemplar
transcribimus, precibus Rmi Procuratoris Ordinis annuens, benigne in-
dulsit ut Plenaria Indulgentia toties quoties, die Nativitatis B. M. Virginis
solis Cincturatis et Tertiarns hucusque concessa, perpetuo transferretur in
diem Solemnitatis B. M. Virginis de Consolatione, ómnibus Christifídeli-
bus lucranda.
Datum Romae, die 2 augusti 1919.
Fr. lOSEPH POLIGNANO,
Comm. Generalis O. E. S. A,
Fr. MARIANUS RODRÍGUEZ,
Ordinis Secretarias.
Concesión perpetua a la Orden de San ñgustín.
SACRA POENITENTIARIA
Beaiissime Pater,
Procurator Generalis Ordinis Eremitarum S. Augustini, ad pedes
Sanctitatis Vestrae provolutus, humillime exponit: In Summario Indul-
gentiarum Archiconfraternitatís Cincturae B. M. Matris Consolationis,
S. Augustini et S. Monicae, per Decretum S. C. Indulgent. die 17 dec. 1902
a Leone XIII f. r. reviso et adprobato, sequens Indultum adnotatur: «So-
»dales quoties veré poenitentes, confessi ac S. Synaxi refecti, a primis
»Vesperis usque ad occasum solis sequentium dierum idest diei festi
>Nativitatis Bmae Mariae Virg. et Dominicae festum S. Nicolai de Tolen-
>tino immediate sequentis, Altare vel Cappellam Confraternitatis visitave-
»rint ibique ad mentem Summi Pontificis oraverint, toties plenariam
»Indulgentiam, uti illam Portiunculae, lucrabuntur».
Nunc vero humilis orator, quo magis christifidelium erga Bmam Vir-
ginem Matrem Consolationis devotio augescat ac pietas, Sanctitatem Ve-
EN LAS BODAS DE ORO DEL RMO. P. TOMÁS RODRÍGUEZ 357
stram devotissime adprecatur, ut, firmo praefato Indulto in Dominica Fe-
stiim S. Nicolai de Tolentino immediate sequenti pro iis ómnibus, quibus
iam concessum est, ídem Indultum, pro die Festo Nativitatis B. M. Virgi-
nis datum, transferatur ad Solemnitatem B. M. V. Matris Consolationís,
quae Dominica infra Octavam Festi S. P. Augustini occurrit, et extendatur
ad omnes fídeles, ita ut omnes et singuli eorum, quoties in íestivitate
B. M. Y. Matris Consolationis, veré poenitentes, confessi ac S. Synaxi
refecti, quamlibet ex Ecclesiis vel quodlibet ex publicis aut semipublicis
Oratoriis, sive Fratrum, sive Monialium, universi Ordinis Eremitarum
S. Augustini, vel aliquam Ecclesiam seu Capellam, ubi erecta sit Confra-
ternitas Cincturatorum, visitaverint, ibique pias aliquas preces ad mentem
Summi Pontiñcis effuderint, totics plenariam Indulgentiam, uti illam
Portiunculae, defunctis quoque applicabilem, lucrari possint ac valeant.
Et Deus...
Die 6 iunii 1919.
SSmus D. N. D. Benedictus Div. Prov. PP. XV, in audientia
infrascripto Cardinali Poenitentiario Maiori impertita, benigne
annuit pro gratia iuxta preces, in perpetuum, absque ulla Brevis
expeditione. Contrariis quibuscumque non obstantibus.
O. Card. Oiorgi, P. M,
F. BoRGONGiNi DucA, 5. P, Secretaríus.
ANTONIO PÉREZ
(aclaración a los capítulos VIH, X y XI DEL LIBRO I DE LA «HISTORIA
DE VARIOS SUCESOS >, DEL P. FR. JERÓNIMO DE SEPÚLVEDa) ^^'
(conclusión)
xii.-HuyeAnto- Valiéndosc Pércz de ingeniosa estratagema, huyó de la prisión de
nio Pérez de la car- ,, , . , , , ,,...,« . . , , .^ , , ..
cei y se refugia en Madrid, segun las mayores probabilidades, la noche del 18 de abril
Aragón. ¿g 15gQ^ refugiándose en Aragón y escudando su vida y persona con
nombre de los fueros de aquel nobilísimo reino. Acogióse en Cala-
tayud al convento de dominicos, de donde le sacó el baile aragonés
Alonso Celdrán a fines de abril, y le condujo a la cárcel de los Mani-
festados de Zaragoza.
En las cárceles Apcuas supo Felipe II Que SU infiel secretario se hallaba seguro
de Zaragoza. ^ ^ \'.,.'ui
y preso en Zaragoza, presento ante los tribunales aragoneses quere-
lla criminal contra él por la muerte de Escobedo, descifrar falsa-
mente y haber descubierto secretos de Estado. No se descuidó Pérez.
Con papeles y billetes del Rey, más o menos alterados, escribió el
Memorial del hecho de su causa, que entregó a varios nobles. Se
desconoce por dónde ni cómo pudo haber a las manos tales papeles;
pues en el Memorial citado y en las Declaraciones varias que a su
^ nombre corren confiesa que no puede defenderse, porque le han sido
quitados los documentos en que pudiera hacer clara y manifiesta su
inocencia y justificación. Lo que parece cierto es — según el testimo-
nio de Bustamante, antiguo criado de Pérez y su compañero de cár-
cel— que llegó a reunir cinco mazos de billetes del Rey, que redujo a
dos, quemando los restantes (2).
(1) Véase La Ciudad de Dios, vols. CXV, págs. 465-78; CXVI, págs. 402-10,
y CXVII, págs. 106-109.
(2) Dóc. inéd., XV, pág. 466.
ANTONIO PÉREZ 359
Felipe II, siempre temeroso de la publicación de algunos pape-
les de esta causa que— según sus mismas palabras— no era de «ca-
lidad que sufriera procederse en ella por juicio público», compren-
dió inmediatamente que aun los más graves secretos de Estado se
divulgarían y determinó retirar la demanda criminal por la muerte de
Escobedo y las otras acusaciones probadas ya en Castilla contra Pé-
rez, otorgando el siguiente importantísimo documento el 18 de
agosto de 1590, firmado en San Lorenzo por el Rey, ante el Proto-
notario de Aragón D. Miguel Clemente, actuando de testigos Don
Francisco de Sandoval y Rojas, marqués de Denia, y conde de Ler-
ma, gentilhombre de la Cámara; D. Diego Fernández de Córdoba,
Caballerizo mayor, y D. Alonso de Zúñiga, gentilhombre deS. M. (1)
El documento, en su parte esencial, dice así:
«Nos Don Felipe por la gracia de Dios, rey de Castilla, de Ara-
gón, de León, etc. Atendido y considerado, que en virtud de un po-
der que como rey de Castilla mandé despachar en favor del magní-
fico y amado consejero el doctor micer Jerónimo de Hueros, nuestro
advogado fiscal en el reino de Aragón, con facultad, etc. Y en virtud
de los privilegios de Procuradores fiscales míos en el dicho reino, se
dio demanda y acusación criminal contra Antonio Pérez en la. corte
del Justicia de Aragón sobre la muerte del secretario Escobedo, de
cifrar falsamente, y descubrir secretos del Consejo de Estado, y otros
casos que se contienen en el proceso, que sobre esto pende intitula-
do: Processus, etc.
Y habiendo sido preso, por mi parte se hizo la probanza necesa-
ria, y después por la del dicho Antonio Pérez se dio su cédula de
defensiones y se procuró proballas. Y si como son públicas las de-
fensas que Antonio Pérez ha dado, lo pudiera ser la réplica de ellas,
fuera bien cierto que ni hubiera duda en la grandeza de sus delictos,
ni dificultad en su condenación. Y aunque mi deseo en este negocio
fué encaminado, como en los demás, a dar la satisfacción general
que yo pretendo y procuro, y esto ha sido la causa acá de su larga
prisión, y ahí de haberse llevado otras cosas por la vía ordinaria,
que se ha seguido; pero porque abusando Antonio Pérez de esto, y
temiendo el suceso, se defiende de manera, que para responderle se-
(1) Marqués de Pidal, Historia de las Alteraciones de Aragón, I, págs. 440-41 .
360 ANTONIO PÉREZ
ría necesario tratar de negocios más graves de lo que se sufre en
procesos públicos, de secretos que no conviene anden en ellos, y de
personas, cuya reputación y decoro se debe estimar en más que la
condenación de Antonio Pérez, he tenido por menos inconveniente
dexar de proseguir en la corte del Justicia de Aragón su causa que
tratar de las que aquí apunto.
Y pues la satisfacción con que procuro proceder es tan sabida
cuanto cierta, aseguro que los delictos de Antonio Pérez son tan
graves, cuanto nunca vasallo los hizo contra su rey y señor, así en
las circunstancias dellos como en la coyuntura, tiempo y forma de
cometerlos. De que me ha parecido es bien que conste en esta sepa-
ración para que la verdad en ningún tiempo se confunda ni olvide,
cumpliendo con la obligación que como rey tengo de ampararla
siempre y manifestarla cuando conviene, etc. (1)>.
Aun cuando el Rey desistió en lo de la muerte de Escobedo y
en lo demás de que en Castilla se acusaba a Pérez, no cejó la acción
de la justicia, porque inmediatamente fué presentada nueva deman-
da en la corte del justicia, pidiendo el castigo de Pérez por las muer-
tes de Pedro de la Hera y Rodrigo Mangado.
Como ya queda referido, hallándose muy adelantadas estas cau-
sas, por haberse sabido que Antonio Pérez tenía inteligencias con
los calvinistas y trataba de pasarse a Francia, la Inquisición juzgó
aquello caso de fe y pidió el preso para juzgarle.
XIII. -Alborotos Sabía Antonio Pérez que estaba perdido si le restituían a Casti-
de Aragón. Motines
del 24 de mayo y Ha, como lo deseaban Felipe II y la Junta de Madrid; no ignoraba
que muchos nobles eran contrarios al Rey y al conde de Chinchón;
que los aragoneses sentirían a par de muerte la violación de sus fue-
ros y libertades, que clérigos y frailes le defendían; y no descuidó^
por medio de escritos y pasquines, y por sus amigos Martínez, Gi-
de Mesa, y especialmente por el impetuoso y decidido D. Diego de
Heredia, de soliviantar los ánimos, no muy quietos a la sazón, es-
parciendo que si a él le dejaban indefenso peligraban los fueros, la
libertad y la seguridad de todos. Sólo faltaba un pretexto, que no
(1) F. Marco de Juadalajara y Xabierr: Qvarta parte de la Historia Pontifi-
cal...,págs. 8-9.
ANTONIO PÉREZ 361
tardó en presentarse, para que el descontento reventara en algarada
y motín.
Autorizado el inquisidor de Zaragoza por la Suprema de Madrid,
con asentimiento y favor del Justicia y su consejo, trasladó el 24 de
mayo de 1591 a Pérez y a Juan Francisco Mayorini, genovés, desde
la cárcel de los Manifestados a las secretas de la Inquisición. Apenas
corrió la noticia por Zaragoza, juzgándose lo sucedido violación y
atropello de los fueros, amotinóse el populacho y a los gritos de
Contrafuero, Libertad, Mueran los traidores y otros, pidió la restitu-
ción de los presos a la cárcel de los Manifestados. Vacilaban los in-
quisidores, mas cedieron al ver que los sediciosos amontonaban
leña y alquitrán para incendiar la Aljafería, residencia del Santo
Oficio, y las casas del arzobispo y del marqués de Almenara. Cator-
ce días después moría el marqués de Almenara de pesar y de las
heridas que recibió de las turbas enfurecidas.
Desde mayo a setiembre hubo en Madrid, San Lorenzo y Zara-
gozauna infinidad de cartas, consultas y deliberaciones sobre lo su-
cedido (1).
Convínose, finalmente, en que la honra del Santo Oficio y de la
autoridad exigían que Antonio Pérez y Mayorini fuesen nuevamen-
te llevados a las cárceles inquisitoriales.
Pérez y sus parciales, valiéndose de pasquines, con buen golpe
de valentones armados, que habían reclutado para infundir terror,
amenazaban de muerte a las justicias y autoridades, llegando su
audacia hasta atacar y dispersar públicamente y en pleno día a la
tropa encargada del sosiego de la ciudad. Rotos los frenos, y vili-
pendiada la autoridad, el populacho desmandado imperaba sin con-
tradicción.
Mostróse el Rey mesurado y prudente, no ocultándose a su cla-
ra perspicacia la importancia de los sucesos. Al momento de ente-
rarse del motín, despachó once correos distintos; escribió a las Uni-
versidades de Aragón, que contestaron reprobando lo ocurrido; y,
por último, nombró un Consejo especial para entender en el remedio.
Propuso el Consejo como primera medida la formación de un
(1) Pueden verse en el Marqués de Pidal: Historia de las alteraciones de
Aragón, II, págs. 49-93.
362 ANTONIO PÉREZ
poderoso ejército, mandado por el reputado y veterano soldado
don Alonso de Vargas, que debía situarse en la raya del reino ara-
gonés, sin entrar por entonces para ver de arreglar las cosas pacífica-
mente y evitar nuevos desmanes.
En cuanto a la persona de Antonio Pérez, causa y fautor de los
alborotos, opinaron algunos del Consejo que, puesto que jurídica-
mente estaba condenado a muerte, se le pusieran vigilándole tres o
cuatro personas de confianza que lo matasen a trabucazos si se in-
tentaba libertarle (1). Otros creyeron mejor darle muerte secreta y
publicar que había muerto de muerte natural. Algunos nobles ara-
goneses escribieron al Rey ofreciéndole deshacerse del Secretario
oculta o públicamente; pero Felipe H rechazó con energía estas pro-
posiciones (2).
Resuelto el traslado de Pérez y Mayorini a las cárceles de la In-
quisición, tratóse de realizarlo con grande solemnidad y aparato
el 24 de setiembre. Alteróse al saberlo nuevamente el populacho,
tocóse a rebato y se echaron a la calle decididos a todo D. Juan de
Torrellas, D. Diego de Heredia, D. Martín de Lanuza y Don Manuel
Lope, capitaneando una turba de facinerosos armados. Al aparecer
en la calle Mayor los coches que habían de recoger a los presos, el
pueblo y los esbirros de los favorecedores de Pérez apedrearon, ar-
cabucearon y dispersaron a los soldados del Justicia, mataron las
muías de los coches, prendieron fuego a la casa donde se había re-
fugiado el Gobernador, y a las voces de Libertad, Libertad, violen-
taron las puertas de la cárcel de los Manifestados, donde les fué en-
tregado Antonio Pérez entre gritos y algazara. Momentos después
abrían la prisión de Mayorini, dándole suelta a él y a otros presos.
Murieron en la refriega más de treinta, algunos personajes princi-
pales, quedando heridos número considerable.
Antonio Pérez, acompañado de Gil de Mesa, Francisco de Ayer-
be y dos lacayos salió aquel mismo día de Zaragoza para la Monta-
ña por la puerta de Santa Engracia.
(1) M. de Pidal, o. c, II, págs. 104 y sigs.
(2) M. de Pidal, ídem id. «Algunos le ofrecieron de matar a Antonio Pérez
oculta o públicamente, y no dio facultad el Rey en razón de cristiandad, por
no aventurar su alma, y en la de prudencia por no confesar falta de fuerzas en
la justicia.» Cabrera de Córdoba: Felipe Segundo, III, pág. 558.
ANTONIO PÉREZ 363
Lo que más indigna en este episodio luctuoso, en el que muchos
perecieron cumpliendo su deber acatando las órdenes del Justicia,
son— escribe el marqués de Pidal (1)— las burlas y escarnios con
que Pérez insultó su honrada memoria en las Relaciones (2), y la fal-
ta de generosidad y decencia con que ridiculiza las más pequeñas
circunstancias de su muerte.
No tardó Felipe II en conocer los sucesos, y el día 29 de setiem- xiv.-oetermi-
bre, en San Lorenzo el Real donde se hallaba, nombró y reunió una te. co"n"uctVy dl-
Junta de Estado que informó sobre lo ocurrido. La Junta de Madrid, ^"°"° í®' í"^^'°''
•' * "' ' mayor don Juan de
con el informe de la de Estado de San Lorenzo a la vista, convino Lanuza.
el día 30 en que era necesario de todo punto «hacer un ejemplar
castigo en desacato tan extraordinario, con tanta brevedad, que, si
fuese posible, cuando llegare a los reinos extraños la nueva de lo
sucedido, llegue también la de la demostración que V. M. ha man-
dado hacer y se ha hecho, porque en esto no aventura V. M. menos
que la quietud y la seguridad de los demás reinos y provincias.» (3).
Mientras tanto en Zaragoza, amedrentadas e impotentes las auto-
ridades, sólo mandaba la petulante insolencia de forajidos y sedi-
ciosos.
Seis o siete días después de su fuga, convencido Antonio Pérez
de que por entonces no le era posible pasarse a Francia por la
persecución de los oficiales del Gobernador y de la Inquisición,
volvió a Zaragoza, y celosamente oculto y guardado en casa de don
Martín de Lanuza, siguió dando impulso y dirección a los rebeldes,
haciéndoles creer que al entrar el ejército castellano so color de res-
tablecer el orden les quitaría los fueros y libertades, que debían de-
fender con las armas, pidiendo auxilio a Cataluña y Valencia, y caso
de no ser atendidos en justicia por el Rey lo mejor era declararse
en república independiente de Castilla. El audaz y violento don Die-
go de Heredia se había erigido en señor de horca y cuchillo en Za-
ragoza y sus alrededores.
Resolvió la Junta de Madrid la entrada inmediata en Aragón del
ejército de Vargas, pretextando paso para Francia a fin de no solí-
(1) O. c, II, pág. 173.
(2) Páginas 249-250.
(3) M. de Pidal, o. c, II, págs. 181-182.
364 ANTONIO PÉREZ
viantar a los puntillosos aragoneses; Felipe II opuso reparos a este
parecer, y aunque aceptaba que entrase el ejército, creía que simul-
táneamente se debían de convocar Cortes generales del reino ara-
gonés y entablar negociaciones pacíficas. La Junta, con dilaciones y
advertencias trató de deshacer la propuesta del Rey, y protestó el
nombramiento que éste hizo del marqués de Lombay, noble arago-
nés, para ver de arreglar las cosas sin procedimientos de violencia.
Aceptó el Marqués, y para favorecerle en su cometido, el 15 de
octubre mandó Felipe II cartas a las universidades, ciudades, títulos
y personajes aragoneses, dándoles noticia del objeto de la entrada
del ejército, que no era otro que restablecer el crédito de la Inqui-
sición y de la Justicia, castigar a los culpados, «procediendo con el
mayor cuidado— son palabras del Rey— para que no padeciese nin-
guno de los que habían manifestado buen celo en cumplir sus obli-
gaciones, que sabía que habían sido la mayor parte. > (1).
Sintieron los aragoneses en el alma la noticia de la entrada del
ejército castellano, e intimidados algunos Diputados por la presión
popular y las amenazas de los parciales de Pérez, y otros por creerlo
contrafuero, votaron la resistencia a Vargas. El Justicia, conformán-
dose con esta declaración, proclamó solemnemente la guerra al
ejército real y requirió para realizarla el auxilio del reino. El fuero
que alegaba el joven y poco experimentado Justicia no estaba lo su-
ficientemente claro para tomar resolución tan grave y peligrosa, y
los escritores aragoneses de aquella época Villar, el P. Murillo, Blas-
co de Lanuza, Argensola y otros reputaron ilegal aquella declaración
publicada el 1 de noviembre. El mismo Antonio Pérez para defen-
der al Justicia falsificó substancialmente el contenido de la ley y des-
figuró los hechos históricos que la motivaron (2).
Cuando Felipe II supo lo sucedido, escribió nuevamente a los Di-
putados que no era su voluntad quitarles las libertades, ni contra-
fuero la entrada del ejército; «y así — terminaba la notificación-
siendo este mi intento, será en mucho cargo y culpa de los que no
quisieren entender mi voluntad. Vosotros los enteraréis y satisfaréis
de ella como aquí se dice, para que por ninguna parte puedan tener
(1) M. de Pidal, o. c„ II, pág. 201.
(2) ídem, id., II, págs. 221-222.
ANTONIO PÉREZ 365
excusa los que, sabiendo esto, voluntariamente se quisieren perder».
Replicaron los Diputados que harían frente al ejército real. Mientras
tanto en Teruel eran bárbaramente asesinados los hermanos Novelles,
por creérseles partidarios del Rey.
Excepto algunas ciudades, la mayoría del reino aragonés desoyó
la intimación del Justicia, quien, por fin, después de lances varios en
que peligró su vida, salió, cohibido por las amenazas, al campo, el 8
de noviembre, llevando desplegado y en son de guerra el histórico
y venerado pendón de San Jorge. AJÍ ^^^ siguiente llegó a Utebo,
donde revistó unos dos mil hombres bisónos y sin instrucción ni
práctica bélicas.
El ejército castellano penetró en Aragón el mismo día que el
Justicia salió de Zaragoza. Gobernóse don Alonso de Vargas con
toda moderación y prudencia, siguiendo las órdenes de Felipe II,
que terminaba la instrucción de lo que debía de hacer el General
con estas notables y moderadas palabras, escritas de su propio puño:
«Excusaréis en cuanto os fuere posible venir a las manos con los
aragoneses, y si os obligaren de modo que no lo pudiereis excusar,
mandaréis volar la artillería por alto de manera que los espantéis y
no les hagáis daño >.
Retiróse y se fortificó en Epila el Justicia, desamparando el 10 de
noviembre a su gente, que se dispersó al verse sin cabeza.
El mismo día por la noche abandonaba Antonio Pérez definitiva
mente a Zaragoza.
Gravísima temeridad cometió entonces el Justicia, que pagó con
su vida. En vez de reunirse a don Alonso de Vargas, que así se lo
rogaba, dio el día 11 un manifiesto al reino, afirmando que el no
haber resistido al ejército castellano no había sido por flaqueza o
falta de voluntad sino por el desamparo en que le dejaran; aña-
diendo nuevas cartas de requerimiento a las ciudades y procurán-
dose medios para guerrear contra las tropas del Rey.
Últimamente, accediendo a las súplicas de su madre, se restituyó
a Zaragoza y empezó a despachar en su tribunal como era ley y
costumbre, sin que nadie le molestara.
Las gestiones que Vargas y el marqués de Lombay hicieron para
arreglarlo todo pacífica y suavemente encontraron obstinada contra-
dicción en la Junta de Madrid, justificada en parte por la osadía de
366 ANTONIO PÉREZ
muchos comprometidos en los alborotos y la poca prudencia de parte
del clero secular y regular, exaltado defensor de los patrios fueros.
Por estos alborotos y rebeldías, el Justicia mayor fué degollado
en Zaragoza el 20 de diciembre; y otros nobles pagaron con la mis-
ma pena y sus casas fueron derrocadas y confiscados sus bienes. Los
pormenores e incidentes de estos sucesos se hallan en muchos ilbros
donde podrá verlos el lector curioso.
KV.- Quema de Huído Pércz a Francia, la Inquisición siguió su proceso y le con-
ia estatua de Anto- , , , , - , , ., .;,
nio Pérez en Zara- dcuo a la pcua dc fucgo, y por uo haber sido posible prenderle se
^°"' mandó quemar e incinerar una estatua que se le pareciera y llevara
su nombre bien visible. Asi se realizó en el auto de fe de 20 de oc-
tubre de 1592. <A 20 del dicho mes (de octubre)— escribe Bartolo-
mé Leonardo de Argensola— a las ocho de la mañana salieron los
presos del Santo Oficio. Serían más de ochenta... Remataba la pro-
cesión la estatua de Antonio Pérez, parecida en cierta manera al
original. Traía coroza y sambenito con llamas de fuego y este letre-
ro: Antonio Pérez, stcreiario que fué del Rey nuestro Señor, natural
de Monreal de Ariza, y residente en Zaragoza, por hereje convencido f,
fugitivo, relajado.
Leyéronse los procesos que, en efecto, quitados los de algunos-
moriscos y una casada dos veces, todos fueron tocantes a hacer amis-
tad a Antonio Pérez, haberle quitado a la Inquisición y tratado con
obras o palabras de la resistencia al ejército de S. M., con título de
impedidores del libre y recto ejercicio del Santo Oficio... Y porque
se hacía de noche se leyó el proceso de Antonio Pérez, atropellando
a otros sumariamente. Leyólo un secretario que hasta entonces no
había leído, en alta voz, que nadie dejó de oirlo muy bien. Contenía
un millón de arrogancias y proposiciones malsonantes, dichas con-
1ra Dios, contra el Rey, afición particular a Vandoma... traiciones
hechas en su oficio de secretario, indicios grandísimos de sodomía.
Todo lo cual con su fuga y rebeldía a los edictos con que fué
llamado a juicio, y un libro que ha impreso en Francia intitulado
Aventuras de Antonio Pérez..., basta para convencerle de hereje
y hugonote..., y se acabó el auto con hachas a las nueve de la
noche {1)>.
(1) Doc. inéd., XII, págs. 564*66.
ANTONIO PÉREZ 367
La noche del 23 al 24 de noviembre pisó por última vez Pérez „ xvi.-Antonio
Pérez en Francia e
tierra española y entró en Francia, siendo acogido en Pau con favor Inglaterra,
por la princesa Catalina, hermana de Enrique de Bearn, después
Enrique IV de Francia.
Casi no había tenido tiempo Pérez de reponerse de las fatigas y
temores del viaje, cuando él, D. Diego de Heredia, D. Martín de La-
nuza y otros refugiados aragoneses, con la ayuda y protección de la
princesa Catalina, intentaron entrar en Aragón y sublevarlo. Efecti-
vamente, todo el reino se conmovió, pero fué contra los calvinistas
bearneses y los refugiados, acabando lamentablemente la expedi-
ción. De este modo empezó la serie de sus hazañas contra la patria
aquel «perro de fidelidad natural, que apaleado y maltratado no sa-
bía apartarse de las paredes de casa de su amo (1)>.
Lo que temía Felipe II, lo que le obligó a retirar la demanda en
Aragón sobre la muerte de Escobedo y demás acusaciones, no tardó
en ser un hecho irremediable: Enrique IV de Francia e Isabel de In-
glaterra supieron muchos secretos de Estado y los puntos vulnera-
bles de la más extensa y homogénea monarquía española.
No hemos de seguir al pormenor el repugnante oficio que en
París y en Londres desempeñó este nuevo Judas, architraidor y
ejemplar típico de traidores, como le llama Hume. Repugna tanta
bajeza y villanía. Un libro hay ya escrito de ello, con gran erudición
y sensatez, cual acostumbró a trabajar sus obras D. Cesáreo Fer-
nández Duro (2).
Pérez no perdonó fatiga ni recomendación para unir contra Es-
paña a Enrique ÍV e Isabel, gloriándose y teniéndose por feliz de
poder hacer el oficio de sacerdote bendiciendo aquella unión.
Pérez aconsejó y planeó la empresa contra Cádiz, que fué sa-
queada, incendiada y asolada por su amigo el conde de Essex
en 1596. Uno de los sargentos que fueron prisioneros en la derrota
de la Invencible, a quien había pedido y llevado a su casa, fué mal-
(1) Las Obras y Relaciones de Ani. Pérez, pág. 164.
(2) Antonio Pérez en Inglaterra y Francia (1591-1612), en Estadios históricos
del reinado de Felipe II, por D. Cesáreo Fernández Duro. De la R. Academia
de la Historia. Madrid. Imprenta y fundición de M. Tello, Impresor de Cáma-
ra de S. M., Don Evaristo, 8. 1890, págs. 247-460. Es el tomo 88 de la Colección
de Escritores Castellanos.
368 ANTONIO PÉREZ
tratado bárbaramente por Pérez porque se negó a servir de guía en
expediciones contra su patria.
Pérez propuso a la reina Isabel la expedición contra las Indias,
€n la que perecieron los almirantes corsarios Drake y Hawkins.
Pérez se comprometió a entregar dos puertos en Ñapóles a los
ingleses, como base para guerrear contra los españoles.
A expensas de la reina Isabel imprimió sus mentirosas Relaciones^
y las envió a Aragón y a los rebeldes flamencos para que no se ex-
tinguiera por falta de materiales el fuego de la discordia.
El escribió carta sumamente laudatoria a Enrique IV por haber
recuperado Amiens, que poco antes le habían arrebatado los espa-
ñoles, incitándole a proseguir adelante con frases lisonjeras (1).
Pérez nunca dejó de alentar a Francia e Inglaterra contra el po-
der de Nabucodonosor, Faraón y la bestia salvaje, que estos delica-
dos epítetos se escapaban de su pluma cortesana, hinchada y pulida,
cuando trataba de su antiguo señor Felipe II.
Pérez, en el momento en que iba a vivir bajo la protección del
monarca francés y a comer de su pan, ofreció a fuño, que así llama-
ba a la reina Isabel, proporcionarle todas las confidencias y secretos
que pudiera de su favorecedor Enrique IV, hecho que hizo ver a la
poco escrupulosa señora la bajeza de alma y el villano proceder del
traidor (2).
Y todavía en 1600, en un libro dedicado a Enrique IV, por si los
enemigos de España no habían fijado bien su atención en lo que de
palabra les había enseñado, les dejó por escrito estas máximas:
«9Q. — Aunque el poder de España es ahora muy grande, su go-
bierno en la Flandes causa muchas inquietudes, como en Ñapóles,
Portugal y Cataluña, y no desean más que una ocasión favorable
para sacudir el yugo.
(1) «Viva V. M. mili años, que assí recrea los ánimos de los suyos con los
effectos de su valor. El parabién déstos no se ha de dar a V. M., que es dár-
sele de obra propria suya, sino a los suyos, a sus reinos, a Europa, a más iba
a decir. Pero adelante, diré, que con esto V. M. lo dirá con sus obras. Y si al
resplandor, señor, de vuestra real presencia se han deshecho, como las nie-
blas al sol, las fuerzas de un exército contrario, ¿qué obrarán los rayos?» Las
Obras y Relaciones, págs. 571.
(2) Todos estos hechos someramente apuntados pueden comprobarse en
€l citado libro del Sr. Fernández Duro.
ANTONIO PÉREZ 369
100. — Podrá vuestra Majestad prometer socorro a sus Estados,
y ayudándolos con generosidad, facilitar el adquirir estos dominios
que incorporados con este reino se podrá dilatar con conocidas ven-
tajas del Estado.
101. — La Casa de Austria tiene un gran poder en la Europa, que
le adquirió el emperador Carlos V, de gloriosa memoria. Para dis-
minuir su dominación sería del caso emplear toda la política, y ga-
nar algunos príncipes de Alemania.»
De seguro que Richelieu y otros políticos extranjeros enemigos
de la grandeza de España no olvidaron las enseñanzas de Pérez.
Todos cuantos han tratado del tiempo en que fueron puestos en , xvii.-cCuindo
fueron puestos en
libertad doña Juana Coello y sus hijos ponen la fecha de abril y ¡itertad la mujer e
agosto de 1599. El fundamento de esta afirmación se halla en Ca- ^^¡'J' ^^^^^^'^
brera de Córdoba y en Antonio Pérez. El primero escribe: «//an
dado libertad a la mujer del secretario Antonio Pérez, la cual está
aquí procurando la de sus hijos, que todavía quedan presos.
Hase dado libertad a los hijos del secretario Antonio Pérez^ los
cuales están aquí con su madre (1).»
Por su parte Pérez dice lo siguiente: «Por abril siguiente del
año de 99 (que todos aquellos meses se estuvieron aquellos Inocen-
tes en aquel silo enterrados) vino orden del Rey que diesen libertad
a la madre doñajoana, mi mujer (2).
fíe tenido aviso que están en libertad doña Juanna y sus hijos,
con la piedad del Rey que suena y resuena por todas partes, y con
el favor del marqués de Denia, cuyos consuelos, me dicen, que han
comenzado a animar mucho a aquella señora.» (3).
Según puede notarse a jDrimera vista por las palabras subrayadas,
las dos redacciones se parecen bastante, y como Cabrera de Córdoba
leyó las obras de Pérez hasta el punto de copiar en algunos relatos
palabras y frases del secretario, bien pudiera haber sucedido que
en las Relaciones del uno influyeran las Cartas del otro.
(1) Relaciones de las cosas sucedidas en la corte de España desde 1599
hasta 1614. Obra escrita por Don Luis Cabrera de Córdoba, criado y cronista
del Rey Don Felipe II. Publicadas de Real Orden. Madrid: Imprenta de J. Mar-
tín Alegría. Ancha de San Bernardo, 73, 1857, págs. 17 y 36.
(2) Cartas de Antonio Pérez en Las Obras y Relaciones, pág. 473.
(3) ídem id., pág. 604.
370
ANTONIO PÉREZ
Los editores de las Relaciones advirtieron en el prólogo que la
copia de la edición se hizo en Lisboa en 1787 y que los apuntes de
Cabrera de Córdoba, escritos sin pretensión de ningún género, en
estilo familiar y un tanto desaliñado, y en la forma de Relación tan
común y usada entonces, *fueron hallados a su muerte, y puestos en
orden por algún curioso^.
En contra de Pérez y Cabrera de Córdoba se halla el relato
del P. Sepúlveda, que dice de este modo: «A la mujer (de Antonio
Pérez), después de haber pasado algunos años, la dio el Rey Católico
(Felipe II) entera libertad...» (1); y pone en boca del alguacil que fué
a soltarla a Pinto casi las mismas expresiones que Pérez le atribuye, y
da tal multitud de pormenores, que no es fácil que los inventara, y
que, de ser ciertos, hacen imposible la intervención de Felipe III en
el asunto.
También se alega que Felipe II dejó ordenado en su testamento,
o sí se quiere en unos avisos a su hijo, que diese libertad a la fami-
lia de Pérez y le restituyese su hacienda; pero esta noticia no tiene,
al parecer, más fundamento que lo dicho por el mismo Pérez en una
de sus cartas (2).
Quede, pues, en suspenso el juicio en este hecho entretanto no
vengan a aclararlo nuevos documentos.
XVIII.- Escritos 1.— Relación sumaria del Discurso de las prisiones y aventaras de
de Antonio Pérez. ^ . r^ . ....... . . . , ,
Antonio Pérez, desde el prmcipio de su primera prisión, hasta su sali-
da de los reinos del Rey Católico.
(1) Historia de varios sucesos, lib. I, cap. XI, n. 6, en La Ciudad de Dios,
vol. CXVII, págs. 107-108. ^
(2) «Murió el rey de España el septemb. del anno 1598. Luego corrió voz
y avisos a todas partes del testamento que dexaba. Unos mostraban en Flan-
des copias del, o de parte del, otros lo que contenía. Entre aquello referían
capítulo tocante al descargo de alma en las cosas de Antonio Pérez. En esto
mismo había variedad. Unos lo referían en lleno, que había dexado orden
que diessen luego libertad a la mujer y hijos de Antonio Pérez, y que le resti-
tuyesen toda su hacienda; y aun hubo quien escribió que ocho mil ducados de
renta en satisfacción de lo padescido. Otros lo contaban bien diferente. Que
los recluyesen a todos en un monasterio...» Carta a un señor amigo, en Las
Obras y Relaciones , págs. 469-70.
En estas palabras pudo fundarse la nota que en el tomo XII, pág. 574, pu-
blicaron los señores Salva y Sainz de Baranda, de la que ya hablé en La Ciu-
dad DE Dios, vol. CXYII, pág. 110.
ANTONIO PÉREZ 371
Publicada en la Colección de Documentos inéditos para la Histo-
ria de España. Tomo XII, págs. 365-388. Madrid, 1848.
Los señores Salva y Sáinz de Baranda dicen que es fragmento de
un impreso que se halla en Simancas. No sé si será parte de la edi-
ción siguiente, o tirada anterior.
2.^PedaQos de historia^ ó Relaciones ^ assy llamadas por sus Auc-
tores de(\) Peregrinos. Retrato al vivo del natvral de la forivna. La
primera Relagion contiene el discurso de las prisiones y Auenturas de
Antonio Pérez, a que I secretario del Rey Phelippe II, desde su primera
prisión, hasta su salida de los Reynos de España. Otra Relación de lo
Sugedido en Qaragoga de Aragón a 24 de Septiembre del año de 1591 ^
por la Libertad de Antonio Pérez, y de sus Fueros y lustigia. Contie-
nen de mas estas Relagiones, la Razón y Verdad del Hecho, y del De-
recho del Rey, y Reyno de Aragón, y de aquella miserable confusión
del Poder, y de la lustigia. De mas de esto, El Memorial, que Antonio
Pérez hizo del Hecho de su causa, para presentar en el luyelo del Tri-
bunal del lustigia, (que llaman de Aragón) donde respondió llamado
á el de su Rey, como Parte. Impresso en León.
S. a. 4.®. 4 hs. prls., 389 págs y 9 hs. para terminar una adver-
tencia del impresor, las tablas y erratas.
Salva, Catálogo, II, pág. 296, núm. 2.378, y Brunet, Manuel du
libraire, tomo IV, cap. 496.
Esta es —dice Salva— 2.^ impresión, según parece de la adver-
tencia del impresor.
3.— Relaciones de Antonio Pérez. Impresso en París, M.D.XCVIII.
4.° may., 316 pp., una hoja blanca, 9 de Tablas o Memorias de las
cosas principales, 2 con un emblema grabado y su explicación, una
hoja blanca, y 12 con algunas cartas y las erratas (2).
Salva, Catálogo, II, p. 296, n. 2.378.
A.— Las Obras y relaciones de Ant, Pérez, secretario de Estado,
(1) Brunet pone los Pelegrinos.
(2) Las Relaciones, según Birch, fueron traducidas al latín por un español,
llamado Ciprián. Al holandés lo fueron el afío 1594. Véanse Mignet, o. c, pá-
gina 75, c. 2, nota, y F. Duro, o. c, pág. 270.
372 ANTONIO PÉRKZ
qve fve del Rey de España Don Phelippe //, deste nombre. Geno-
va (sic), Por luán de la Planche, M.DC.XXXL .
Salva, Catálogo, II, p. 2Q6, n. 2.375. Cita, además. Salva otra edi-
ción de ParíSy 1644, en 8.°, por loan di Fornes, y otra de Ginebra,
por Pietro Chouet, 1654, también en 8.o. Es equivocación; la de
Fornes, que es la que uso, fué impresa en Ginebra en 1644.
Hay ediciones de París, 1624 y 1675, en 8.° — Brunet, o. c, t. IV,
cois. 495-96.
5.— Las Obras y Relaciones de Ant. Pérez secretario de Estado,
qve fve del Rey de España Don Phelippe II deste nombre, Illvstrat,
dvm vexat (Orabadito en madera.) In Geneva, Por luán di Fornes.
M.DCXLIV.
8.0 (16 Vi X 9 'U cm.). 16 hs. + 1.126 pp. y 1 h. en b. Port. v.
en b. Dedicatorias a Enrique IV, al Papa y Sacro Collegio y a To-
dos. Relación svmmaria de las prisiones... (pp. 1-215). Relación de lo
svccedido en Qaragoga... (pp. 216-258). El Memorial... del Hecho de
sv cavsa... (pp. 261-342). Memoria de las cosas pringipales... (pp. 348-
368). Varios (pp. 369-380). Las Cartas... (pp. 380-396). Aphorismos...
de las Relaciones (pp. 397-442). Cartas... después de su salida de Es-
paña (pp. 443-643)... Epistolarvm Centuria vna (pp. 644-723). Apho-
rismos de las Cartas espannolas, y latinas (pp. 724-760). Segvndas
Cartas... (pp. 761-989). Segvndas cartas para Doña loanna Coello y
para sus Hijos (pp. 990-1.009). índice de las cartas segvndas
(pp. 1.010-1.012). Aphorismos de las segvndas cartas (pp. 1.013-1.070).
Carias a donna loanna Coello y a sus Hijos (pp. 1.071-1.126).
Entre las últimas cartas hay dos advertencias, verdaderas o su-
puestas, de Gil de Mesa.
Esta edición es muy conocida y citada, y es la que yo uso.
6.— Las Relaciones de... secretario de Estado que fué del Rey de
España Don Felipe II de este nombre. Madrid, 1849. 8.°, 2 tomos de
177 y 184 pp.
Bratli, Philippe II, roi d'Espagne, p. 273.
7.— Cartas de Antonio Pérez,., para diaersas personas después de
su salida de España, Impresso en París. (S. a.)
ANTONIO PÉREZ 373
8.° prolong., 146 hs. foliadas, inclusos los pris., otras 19 foliadas,
una blanca, 12 folios, 40 foliadas y 66 folios.
Contiene las Primeras carias a diversos, las que escribió a su mu-
jer e hijos, las latinas dirigidas al conde de Essex y los Aforismos de
ellas. Aunque no lleva fecha (la edición) la creo de hacia 1598. He
tenido otra edición s. 1. n. a. en 4.°, y parecía de Ginebra; en el fron-
tis lleva un escudito orlado, y pintada en él la Fortuna.
Salva, Catálogo, II, p. 296, n. 2.376.
8. — Segvndas carias de Ant. Pérez. Mas los Aphorismos deltas sa-
cados por el Cvrioso que sacó los de las Primeras. Del mismo los
Aphorismos del libro de las Relaciones, París, Francisco Hvby. 1603.
12.°, 263 hs. fols., inclusos los prls., una blanca, 5 de índice, una
blanca, 64 de los Aforismos de las Cartas, y 48 folios de los Aforis-
mos de las Relaciones.
Salva, Catálogo, II, p. 296, n. 2.377. Bratli, o. c, p. 272.
9.— Cartas [castellanas].
Las publicó D. Eugenio de Ochoa en el tomo XIII, pp. 473-570,
Epistolario español, de la Biblioteca de AA. EE. de Rivadeneyra.
Madrid, 1856.
10.— Cartas.
Morel-Fatio ha publicado una colección, que he visto citada,
pero cuyo exacto título desconozco (1).
También ha reimpreso buen número D. Cesáreo Fernández
Duro en su estudio Antonio Pérez en Inglaterra y Francia, pp. 387-
460 (2).
11. — Aforismos de las Cartas españolas y latinas del sabio políti-
co Antonio Pérez, Secretario de Estado que fue del Rey de España
D. Phelipe Segundo de este nombre. Y allende de esto algunas cartas
(1) Creo que las publicó en su obra VEspagne au XVI e ei au XVII' siécle.
Documenís hisioriques et liitéraires publiés et annotés par Al/red Morel-Fatio.
Bonn, Impr. de Charles Georgi, 1878, págs. 257-314.
(2) «En Italia incluyó Bulifon, en la colección titulada Lettere memorabili,
tomo I!, págs. 50 a 68, dos cartas de Antonio Pérez al Duque de Lerma».
F. Duro, o. c, pág. 331, nota 1.*
374 ANTONIO PÉREZ
á SUS Amigos y Hija. In Spe. Parte Primera. Madrid: 17 87. Oficina
de Hernández Pacheco, calle de Tudescos, donde se hallará.
8.^ m. (19 X 13 cm.), Q4 pp. -h 1 h. en b. y otra con la port.
La 2.^ y 3.» partes están impresas en la misma oficina y año, con
la misma portada, variando los lemas, que son: Monstrum Foríunae
(2.*) e Invidiae scopus, Inuidorum scopulus (3.^).
La 2.* parte tiene 88 pp. y 108 la 3/
12.— Pasquín del Infierno. Dialogo de lo sucedido en Zaragoza a
24 de mayo de 1591.
Según Argensola es obra de Antonio Pérez. Lo publicó el mar-
qués de Pidal, o. c, II, pp. 416-427. En versos muy prosaicos. Inter-
locutores: Mateo Vázquez; don Juan de Ourrea, gobernador de Ara-
gón; Jerónimo Blancas, cronista; el marqués de Almenara; y Pintón
y Farfarelo, demonios.
•
13. — Las Máximas que Antonio Pérez, Secretario de Estado que
fué del Señor Rey Don Felipe 11. presentó al Rey Enrique IV el Gran-
de de Francia.
Se publicaron en la Continuación del Almacén de frutos literarios,
ó Semanario de obras inéditas, tomo I, pp. 195-271. Madrid, Impren-
ta de Repullés, 1818.
Les precede una noticia histórica sobre Antonio Pérez (pp. 195-
201). Las Máximas son 294. La dedicatoria a Enrique IV la firma
Pérez en París el 10 de mayo de 1600.
Por tratarse de un libro importante para juzgar a los personajes
del siglo XVI, transcribiré algunas máximas:
*7.* — Procure V. M. que se predique la palabra divina con la
mayor claridad en todos sus Estados. Haga amonestar a aquellos
predicadores que glosan el Evangelio a su fantasía y modo ridículo,
sobre todo a los predicadores satíricos; disponga que sean severa-
mente castigados por sus prelados, y si éstos no lo hacen por sus
intereses, tome V. M. la mano, castigándolos con encierro.
12."— No permita V. M. que dejen sus vasallos por herederos a
las comunidades religiosas, ni que hagan donaciones pías exorbitan-
tes, porque esto cede en detrimento del Real Erario y de todos sus
vasallos.
ANTONIO PÉREZ 375
18/— Como es tan corto el tiempo asignado para la profesión
religiosa, y lo hace la mayor parte sin conocer su temperamento y
no cumplen los votos, podría V. M. mandar que ninguno sea reli-
gioso hasta haber servido tres años en sus tropas, o impetrar del
papa que se difiriese la profesión hasta los veinte y seis años.
49.a— No se admita bula alguna ni breve de la corte de Roma
sin que sea examinado por el parlamento o Consejo de Estado;
acéptese, si lo merece, y si no expóngase las razones con respeto, su-
plicando al Papa lo que convenga.
145.a— Para levantar tropas, no se deberá disminuir la agricul-
tura ni las fábricas, que son las fuerzas del Estado, y de lo contrario
la pérdida sería grande.
169.^— Como en el reino no hay hábiles pintores ni estatuarios,
dispondrá el Estado de enviar a la Italia los más adelantados en el
dibujo, y cuando haya un número suficiente, se dará orden para es-
tablecer una academia de pintura.
200.^— Tantos navios de línea bien equipados que tenga el mo-
narca, son otras tantas murallas para defender sus dominios y poner
respeto a otros. El aumento que hace cada día el de Inglaterra, le
sirve de plazas fuertes y de gran daño a otros monarcas.
221.^— Instruyase el monarca con gran cuidado, por la boca del
ministro, de sus intenciones, y haga algunos extractos que guarde
originales en caso necesario y jamás firme ninguna cosa sin haberla
leído, por si acaso hay alguna cosa que no sea regular, como ha su-
cedido muchas veces. >
Í3.— Norte de Principes, Virreyes, Presidentes, Consejeros, y Go-
vernadores. Y advertencias politicas sobre lo publico y particular de
una monarquía, importantisimas a los tales: Fundadas en materia y
razón de Estado, y Govierno. Escritas por Antonio Pérez, Secretario
de Estado que fue del Rey Catholico Don Phelipe, segundo de este
nombre. Para el uso del Duque de Lerma, gran Privado del Señor
Rey Don Phelipe tercero. Con las licencias necesarias. En Madrid. En
la Imprenta de Don Pedro Marin. Año de MDCCLXXXVIÍI.
16 m. (14 V, X 9 V, cm.), 10 hs. s. n. + 260 pp. Las 10 hojas
primeras contienen la Carta de un gran cortesano.
376 ANTONIO PÉREZ
— Caria de un gran cortesano para otro que empezaba a ser vali-
do, el qual cortesano se dice ser Antonio Pérez.
Se publicó el mismo año que el Norte de Príncipes, en el Sema-
nario erudito, de Valladares, tomo VIH, pp. 245-249.
—En las pp. 250-254 del mismo Semanario erudito hay otra
carta de Pérez, A Gil de Mesa remitiéndole la antecedente,
— Politiche considerationi sopra una lettera d* Antón Pérez al
Duca di Lerma.., dal Sig. Gio. Francesco Grillenzoni da Carpi. Mila-
no, 1625.
Citada así por D. J. F. Montaña, Nueva Luz, p. 352, nota 1.a
14.— Apuntamientos militares.
15. — El Secretario.
*
Así las cita, sin más indicaciones, Nicolás Antonio en su Biblio-
teca Hispana nova, Madrid, 1783, t. I., pp. 151, c. 2.
En el ms. 1.046 (ant. Dd. 78, y luego E. 192) de la Biblioteca
Nacional de Madrid, desde el folio 112 al 142 se halla El Secreta-
rio. Según me comunica mi amigo don Alvaro Gil Albacete, El
Secretario está escrito de tres distintas letras, de los siglos XVII
y XVIII. La primera parte de la obra empieza en el folio 112 y ter-
mina, incompleta, en el 124. La segunda parte empieza en el folio 126
y termina en el 142.
Después del título Secretario se lee: «Es el autor Antonio Pérez>;
pero esta nota es posterior al texto, y no hay más indicio en el ms.
para la atribución.
En el mismo ms. se hallan el Norte de Príncipes (fol. 1.° y sigs.),
de Antonio Pérez, y una carta y el Conocimiento de las Naciones
(fols. 57 y sigs.), de don Baltasar Alamos de Barrientos, de que se
habla en el número 17 adelante.
16.— Han sido atribuidas a Pérez las dos obras siguientes:
Vida interior del Rey D. Felipe I!. Atribuida comunmente al Abad
de San Real, y por algunos al célebre Español Antonio Pérez, su Se-
cretario de Estado. Dala a luz D. Antonio Valladares de Sotomayor.
ANTONIO PÉREZ 377
Con Real privilegio. En Madrid: En la Imprenta de Andrés Ramírez.
Año de 1788,
16 m. (14x9cm.), llOpp.
De esta Vida abundan los manuscritos en bibliotecas públicas y
particulares.
Es una traducción de la Histolre de France et des choses memora-
bles advenues aux provinces etrangéres durant sept années de paix...
par Fierre Mathieu. Paris, 1606. 4.^ tomo I, pp. 35-148 (F. Duro,
obra c, p. 327).
Ya se había traducido al castellano el relato de Pedro Mathieu
en 1632 con este título: Breve Compendio y Elogio de la vida y
muerte de don Felipe Segando. (D. Lorenzo Vander Hammen y
León— Do/z Filipe el Prvdeníe... Madrid, 1632— i4 todos.)
n.—L'Art degoüverner, discours adressé au Roy Philipe III (1598),
publié pour lapremiére fois en espagnol et en franjáis, suivi d'une
étude sur la consultation de Melchior Cano a Philippe II (1555),
parJ.-M. Guardia. Paris, H, Plon, 1867, 5.^ LXXXVIII + 398 pp.
Suplément al Manuel du libraire, de Brunet, por P. Deschamps
y G. Brunet. Paris, 1880, tomo II, p. 201, c. 2.
Morel-Fatio creyó que era el Norte de Príncipes, pero Fernández
Duro reconoce que aun cuando en divisiones, conceptos y opinio-
nes son iguales ambos escritos, esta obra de Don Baltasar Alamos
de Barrientos se redactó teniendo delante la de Antonio Pérez.
F. Duro, obra c, pp. 354-55.
Ignoro si habré dejado de anotar alguna producción importante
de Antonio Pérez; pero no ha sido mi propósito apurar todos los
puntos en esta materia.
Todos, o casi todos los historiadores que han hablado del funes- xix.-Aigunas
to secretario de Felipe II, se hallan contestes al afirmar que los es- ¡¡¡¿s importantes di
critos de Antonio Pérez están redactados con habilidad calculada, '"^ •'"ritos de An-
tonio Pérez,
recargando las sombras cuando trata de sus enemigos, ocultando o
desfigurando la verdad cuando le es contraria para el fin que se pro-
puso de aparecer como víctima de las venganzas y odio de Felipe II
y ponderando demasiadamente lo que puede apuntarse en su favor.
Y, sin embargo, es digno de consideración que desde Cabrera
de Córdoba, Vanderhammen, Quintana y otros autores, eclesiásticos
378 ANTONIO PÉREZ
muchos de ellos, y defensores todos del Rey Prudente y casi con-
temporáneos, hasta los modernos Mignet, Bermúdez de Castro,
Muro, Valentín Gómez, el marqués de Pidal, y últimamente Hume,
han dado más crédito a Pérez del que consiente el criterio histó-
rico, notándose en todos ellos, sin excepción, tal influencia que
llegan en ocasiones a repetir casi verbalmente modismos y párrafos
enteros del secretario.
Qué fe merece Pérez en las narraciones que no están comproba-
das por documentos auténticos, nos lo va a decir el cotejo de los
siguientes importantísimos hechos, tal como los pinta Pérez y tal
como fueron en realidad.
1. — Muerte del príncipe don Cados. — Escribe Pérez: *Y el confe-
sor (fray Diego de Chaves), ofendido del principe Ruigómez, por la
pertinacia con que aprobaba aquella ejecución en la persona del Prín-
cipe, muy digno de saberse para la parte de aquella historia y para
conocer cuan rasgada consciencia era la de aquel teólogo, cuan con-
certada la de aquel caballero: cómo padesció aquel Príncipe no es
para aquí. A los memoriales lo tengo entregado en la parte de seme-
jantes ejecuciones; allí me entenderán» (1).
La acusación de haber mandado Felipe II matar a su hijo, como
dice Bratli (2), no necesita refutación después de los trabajos de Ga-
chard.
La consciencia rasgada de fray Diego de, Chaves se halla atestigua-
da por el testimonio unánime de sus contemporáneos, que le llaman
a boca llena fraile muy ejemplar y digno hijo de Santo Domingo.
De su entereza da fe una carta que dirigió a Felipe II, en la que
le dice que «so pena de su condenación está obligado el Rey a hacer
justicia, y con brevedad, a sus vasallos», negándose a «administrarle
ningún sacramento, no haciendo las cosas dichas». Y termina la car-
ta: «No haciendo esto, tengo por cosa constante, según la ley que
profesamos, estar V. M. en el más peligroso estado que tenga nin-
gún cristiano católico. De nuestra celda, 19 de marzo de 1593» (3).
(1) Relaciones de Antonio Pérez, tomo I, pág. 60, Madrid, 1849.— Cita de
D. J. Fernández Montaña: Nueva Luz, pág. 382.
(2) PhiUppe II, roí d'Espagne, pág. 20.
(3) Fernández Montaña: De cómo Felipe II no mandó matar á Escobedo, pá-
ginas 280-81.
ANTONIO PÉREZ 37Q
AI año siguiente (1), murió el padre Chaves en Madrid, a los
ochenta y cinco años. El hombre que no temió privar de sacramen-
tos a Felipe 11, porque, a su parecer, no cumplía con la obligación
de rey, y murió pobremente en su celda, habiendo renunciado, entre
otros, el Arzobispado de Sevilla, y fué elogiado como religioso ejem-
plar por sus coetáneos (2), no era, ciertamente, teólogo de rasgada
conciencia.
2. — Cómo Pérez hallándose camino de Aragón vio lo que pasaba
en Madrid.
Oigamos su relato: «Salió de prisión con ayuda y compañía
de Gil de Mesa, un hidalgo aragonés y pariente suyo y bien
conocido en la corte católica, el Miércoles Santo ^ a las nueve de la
noche, y corrió treinta leguas por la posta hasta meterse en
Aragón.»
Y continúa: «Las prisiones y rigores nuevos que se hicieron el
día siguiente de su salida, /í/ev^s Santo, en las personas de su mujer
e hijos, algunos de ellos de tal edad, que era menester llevarlos en
brazos... fueron lastimosísimos; y lastimosísimas las lágrimas y alari-
dos generales: oilos y vitos; de vista hablo. ^ (3).
O lo que es igual— escribe el P. Montaña (4)—, que Antonio
Pérez, hallándose ya conspirando en Aragón contra el Rey, oyó y
(1) Así dice el P. Montaña en el libro que se acaba de citar. Según esto,
hay que corregir la fecha que yo puse al ordenar el manuscrito del P. Sepúl-
veda, colocando la muerte de fray Diego de Chaves en 1592, siguiendo al pa-
dre Sigüenza.
(2) «En estos días fué nuestro Señor servido de llevarse para Sí al confesor
del Rey Católico, fray Diego de Chaves, fraile dominico, un fraile de muchas
partes y grandes merecimientos* . Fr. Jerónimo de Sepúlveda.— ///stona de va-
ríos sucesos en La Ciudad de Dios, vol. CXVII, pág. 109.
«Poco antes se había muerto el confesor Chaves, religioso de Santo Do-
mingo, hombre entero, de gran cabeza, a quien no turbó punto la alteza de la
privanza; que fué mucho; porque fué grande y vi en aquel siervo de Dios una
cosa que se ha de estimar, que nunca perdió lo que debía a la modestia y llaneza
que deprendió en la religión, y como tal, que pudiera haberse levantado más
si quisiera, que no es pequeña alabanza». Fr, José de Sigüenza..— Tercera par-
te de la Historia de la Orden de San Jerónimo... —Níaáñá, 1605, págs. 641-642.
(3) Relaciones de Antonio Pérez, tomo I, pág. 86. Madrid, 1849. Cita
de D. J. Fernández Montaña: Nueva Luz, pág. 381-82.
(4) Nueva Luz, pág. 382.
380 ANTONIO PÉREZ
vio cuanto con su familia y otros individuos sucedía en las calles y
plazas de la corte de España.
3,— De las razones para la muerte de Escobedo que da Pérez,
dos son evidentemente falsas y una sumamente improbable. Ya que-
da suficientemente desmentido lo que afirma Antonio Pérez en los
párrafos V y VI, núms. 2 y 3, de este estudio, donde puede repa-
sarlos, si gusta, el lector; así como la fidelidad de don Juan de Aus-
tria, puesta en tela de juicio por el malévolo Secretario.
4.— Falsificación en la copia del fuero de Aragón. Después de
adobar a su placer los antecedentes históricos que motivaron el
fuero en que don Juan de Lanuza apoyó su resistencia al ejército de
Felipe II, Antonio Pérez cita lo substancial del fuero, y, como si se
tratara de translación de las palabras del mismo, pone las siguientes
en bastardilla: * Que pudiesen y pueden tomar las armas contra cua-
lesquier fuerzas extranjeras que entraren en su reino en ofensa suya,
AUNQUE SEA CONTRA SU MISMO REY Y PRÍNCIPE HEREDERO SÍ en tal
forma entrase,* (1).
El fuero, en su parte esencial, dice textualmente: «Por cuanto
algunos oficiales de algunas ciudades, villas o lugares del regno de
Valencia, Principado de Catalunya, indebidamente pretienden, que
en virtud de privilegios e con color de procesos de defensión e de
sonmetient e en otras maneras, pueden en compañía de gentes
armadas entrar en el dito regno siguiendo malfeitores y aquellos
prender e otros actos y ejecuciones facer, e sacar personas e bienes
y fer daños y talas a personas e bienes del dito regno e de los habi-
tantes en aquel, e aquesto en gran lesión de los fueros, privilegios
y libertades, usos e costumbres del dito regno; por tanto, de volun-
tad de la corte statuimos y ordenamos que cualesquiere oficiales o
personas extranjeras que no son del regno de Aragón en cualquiere
manera entraran en el dicto regno o por ejercer jurisdiction alguna
o facer alguno de los actos sobreditos, o facer danyo alguno dentro
el dito regno, que ipso fado encorran en pena de muerte...» (2).
(1) Las Obras y Relaciones, pág. 147. Y afíade esta nota al margen: Que
contiene poder tomar las armas contra de su Rey si contra [el] los viniere armado»
(2) Fueros y observancias de las costumbres scriptas del Reino de Aragón,
Ley 2.a De General, privilegiis Regni Aragonum. Zaragoza, 1576, fol. 12.— Cita
del Marqués de Pidal, o. c, II, págs. 222-24.
ANTONIO PÉREZ 381
«Bien se ve— escribe el Marqués de Pidal (1)—, con la simple
lectura del fuero en cuestión, que el objeto directo de sus disposi-
ciones era impedir que los oficiales públicos de las ciudades, villas
y lugares, y los somatenes de Cataluña y Valencia, traspasasen los
linderos de Aragón y entrasen con gente armada en sus tierras,
persiguiendo a los reos que a ella se refugiaban... Era necesario
que en el nombre de oficiales de villas y ciudades se entendiese
comprendido, con interpretación violenta y forzada, el Monarca
mismo.»
5.— Los amores de Felipe II y la princesa de Eboli, terminante-
mente negados por don Gaspar Muro; la recuesta hecha en Ve-
ruela a don Alonso de Vargas, de modo tan diverso acaecida de
como la relata Pérez; querer convencer a los lectores de que siguió
despachando en Estado después de su prisión (2), y otras muchas
inexactitudes de que se hallan plagados los escritos del Secretario,
es tarea muy pesada de relatar, que nada añade para el fin que pre-
tendo de probar cómo Pérez mentía a sabiendas y sin escrúpulo
cuando le convenía.
La acogida que en los salones de la sociedad elegante y cortesana xx.-irabajos e
, instancias Inútiles
de Pans y Londres encontrara Pérez por sus modales y charla amena da Antonio Póre;
y divertida, especialmente cuando contaba anécdotas y episodios ^"^^ ^°'^®^ * ^^'
amorosos más o menos verídicos de Felipe II, a quien se juzgaba
austero y recatado, fué disminuyendo de día en día. En Francia e In-
glaterra, digan lo que quieran algunos escritores modernos, acom-
pañó siempre a Pérez el estigma de traidor y la tacha de vanidoso y
soberbio hasta el engreimiento. Hecha la paz de España y Francia
en 1598, y la de España e Inglaterra en 1604, la presencia de Pérez,
aunque tolerada, se consideraba inútil, y aun perjudicial, para las
(1) Hisioria de las Alteraciones de Aragón, t. II, págs. 224-25.
(2) «Ya donjuán de Idiáquez ha acetado lo que os dixe el otro día, que es
lo del Consejo de Guerra en propiedad, y lo de la secretaría de Estado en el
entretanto que yo no ordenase otra cosa.» Carta de Felipe II a Granvela
en 28 de Agosto de 1579. Muro, La Princesa de Eboli, apéndices, pág. 201.—
Cita de D. J. Fernández Montaña: De cómo Felipe lino mandó matar á Escobe-
do, pág. 172.
«La secretaria de Estado y los negocios de Guerra eran los cargos que
desempeñaba Pérez; por manera que lo que realmente sucedió fué que,
aunque relevado, continuaron en los puestos los subalternos...» Muro, id. id.
382 ANTONIO PÉREZ
buenas relaciones entre estos países. «El traidor— escribió el misma
Pérez— es como el limón, que una vez sorbido su jugo se arroja con
desprecio al muladar». La vida le enseñó, sin duda, cuánta verdad
encerraba esta sentencia.
El rey de Francia le regateaba la pensión que le asignara cuando
aportó al suelo francés, y ya no le hacía acompañar por los suizos
que destinó a la seguridad de su persona.
Jacobo VI de Inglaterra, le prohibió ir a su reino y mandó ex-
pulsarle de él cuando Pérez, no obstante la prohibición, se arriesgó a
desembarcar en la Gran Bretaña.
La falta de recursos era cada vez mayor; para ahuyentar la faz
de la miseria tuvo que dedicarse a componer aguas de olor y polvos
destinados al tocador de las señoras, y vendía guantes de ámbar y
palillos de mondadientes.
Cuanto más corrían los años le acosaba más tenazmente la nos-
talgia de su patria y el deseo de ver y abrazar a su familia. Suplicó,
instó oportuna e importunamente, prometió someterse de nuevo al
juicio de la Inquisición; apeló a la antigua amistad con el duque de
Lerma, el rey de hecho de España; prometió servicios, deshízose en
lisonjas y protestas; confió, en vano, en el natural dulce y compasivo
de Felipe III: las puertas de la patria se le habían cerrado inapelable
e inexorablemente.
Don Cesáreo Fernández Duro publicó un documento que de-
muestra la pésima opinión que de Pérez se tenía en la corte de Es-
paña (1), y cómo los consejeros de Estado juzgaron que de ningún
modo se debía acceder a tantas y repetidas súplicas.
(1) *E1 Comendador mayor (dice), que Antonio Pérez ha sido y es el que
se sabe, y de ninguna prudencia y consejo, y que muchas veces se ha maravi-
llado de que, tras tantos trabajos y en su edad, no se haya retirado a un rin-
cón a hacer penitencia de sus pecados, y que agora que se halla desvalido y
desfavorecido y desautorizado en Francia, mueve nuevas pláticas, y por ven-
tura fingidas, para engañar y poder de servir mejor, como lo ha hecho siem-
pre... Y que cuando se hubiese de hacer algo por él, sería entretenerle en al-
guna isla remota, no para que haga algo, sino para que se salve, y aún dará
cuidado que allí no haga daño.
El conde de Miranda (dice), que él ha sido el que ha hecho más oficios con
V. M. por la mujer y hijos de este hombre...; pero que por el hombre no pue-
de interceder, siendo el que ha sido y el que es, y que si estuviera en un cala-
ANTONIO PÉREZ 383
Volvía el proscripto a la carga sin temor a los desaires: siempre
obtenía idéntica respuesta.
A mis manos ha venido una carta posterior en tres años al docu-
mento publicado por Fernández Duro, que voy a transcribir íntegra
por creer que hasta hoy no se ha publicado. Es del tenor siguiente:
« Caria escrita por el secretario Andrés de Prada al duque de Ler-
ma en Madrid a 10 de septiembre de 1607.
Don Rodrigo Calderón me escribió que V. E. mandaba que yo
oyese a D. Baltasar de Zúñiga acerca de cierto negocio que tenía
que comunicar, y que enterado de él avisase a V. E. de lo que fuese.
Don Baltasar me ha dicho, que como V. E. sabe, Antonio Pérez
trató de escribir a S. M. avisándole de lo que entendiese por medio
del conde de Sueson y del condestable de Francia con quien tenía
amistad; y S. M. fué servido.de mandar a don Baltasar admitiese la
oferta, y le fuese acudiendo con algún dinero.
Dice que Antonio Pérez le dio buenos avisos, de que fué dando
cuenta a S. M., y en particular le aseguró que el exército del rey de
Francia para lo de Erdan (quizá diga Sedán) no está para otra cosa;
y él le fué acudiendo con algunas sumas de dinero.
Juzga que es bien sacarle de Francia, y que se podría dar traza
cómo se fuese a Augusta o a otra parte de Alemania, y que allí por
medio de los Fúcares (1) le mandase su Majestad dar con que se
pudiese sustentar.
Y que pues para condenarle por el Santo Oficio no hubo la jus-
tificación que convenía, como don Baltasar dice que lo ha visto por
el proceso, se podría dar orden cómo volviéndose a ver su causa, se
quitase el impedimento que su condenación ha causado a su hijo
para no gozar de las prebendas que tenía en la iglesia de Cuenca, y
bozo, por ventura se doliera del; y que lo que conviene para el ejemplo pú-
blico y para todo, es que, si puede ser habido, se castigue como obligan las
leyes divinas y humanas..., porque la misericordia de los reyes no ha de ser
para tan malos y perversos hombres...». Información del Consejo de Estado, en
Valladolid, 30 de Agosto de 1604. F. Duro, o. c, págs. 345-49.
(1) En el mismo manuscrito hay esta noticia: «Los Fúcares eran unos ne-
gociantes extranjeros (creo ginoveses) y muy adinerados, que chuparon con
sus giros y negocios mucho oro a España.»
«Era cualquiera en abundancia un Fúcar», cantó don Fernando de Guzmán
en su obra en verso Vida y tiempo de Maricastaña.
384 ANTONIO PÉREZ
que haciendo su Majestad merced en otra cosa a su hijo del señor
conde Altamira, se volviese a reintegrar en ellas, con que podría
acudir al sustento de su madre y hermanos, y en particular al remedio
de dos hermanas, que tiene doncellas, que esta sería una obra muy
digna de la clemencia de su Majestad y muy pía, porque pasan
grande necesidad, y Antonio Pérez se sosegaría y quitaría de rui-
nes ocasiones.
Esto es lo que don Baltasar me ha dicho. V. E. habiéndolo visto,
encaminará lo que más convenga al servicio de su Majestad. Guarde
Dios a V. E. como yo deseo.»
Volvió don Baltasar de Zúñiga a Paris, sin que hubiera podido
alcanzar el permiso que Pérez ansiaba de volver a la madre patria.
Sólo consiguió abrazar a sus hijos Gonzalo y Rafael, a quienes se
autorizó visitasen al desgraciado anciano.
Animado Pérez por las promesas del nuevo embajador don
Pedro de Toledo y el agradecimiento que le mostró el duque de
Lerma por la dedicatoria del Norte de Príncipes, oreó su frente con
ráfagas de esperanza tantas veces frustrada, y se atrevió a escribir
al omnipotente valido de Felipe III en 9 de agosto de 1608: «Apiá-
dese V. E., yo se lo suplico muy humildemente, de mí y de los
míos, que si idolatré no lo hice sino necesitado y importunado
grandemente desde Rey (1), engañado él de mi poco valor y de
su mucha piedad... Pero, Señor, como ningunos trabajos me pue-
den quitar el deseo de morir vasallo de quien lo nací, paresce ra-
zonable que tal Rey, como yo lo espero, lo permita, y que resis-
ta S. M. y V. E. a los que pretendieren impedir que a este cuerpo,
que ya está hecho tierra como sin alma (2), le recoja su naturaleza
para acabar sus días... Ha permitido V. E. que mis hijos puedan
haber visto el estado miserable en que estoy; yo le suplico que la
que los parió no cierre los ojos, pues por los años que há que lloran
merescen a lo menos que vean esto (3).>
En España respondieron con el silencio a tan sentidos e insisten-
(1) Enrique IV de Francia.
(2) Las palabras subrayadas fueron añadidas en la carta por el embajador
español don Pedro de Toledo, que vio la carta de Pérez antes de ser remitida
al duque de Lerma.
(3) F. Duro, o. c, págs. 359-60.
ANTONIO PÉREZ 385
tes ruegos. El embajador don Pedro de Toledo, sin que se conozcan ,
a ciencia cierta las causas, <cesó repentinamente de hablar y tratar '
con Pérez, casi le llegó a echar de su casa, rogándole en seco tono
que no le importunase con sus súplicas, y al presentarse don Gonza-
lo con un billete de su padre, delante del embajador de Austria se
lo devolvió sin abrirlo (1).»
Desesperanzado de todo consuelo humano, buscó los del cielo, xxi.-úitimo
En los últimos años de su vida, pasados al albergue de mísera vi- Antonio PórL.*
vienda en la calle de la Cerisaie, cerca del Arsenal, entretenía sus
amarguras ejercitando la pluma nunca ociosa, pidiendo a Dios el
alivio de sus pesares que los hombres le negaban en la vecina iglesia
de San Pablo (2), y buscándose un bocado de pan, siempre incierto
para el día siguiente.
Antonio Pérez, mendigo en Francia, se llamó él en cierta ocasión,
y de verdadero mendigo miserable fué el postrer ocaso de su vida.
Cuando sus achaques y la debilidad de sus piernas le impidieron salir
de casa, obtuvo del Papa privilegio de oratorio privado. Angustiosa
en extremo era su situación, que sólo acabó con la muerte.
Esta fué verdaderamente ejemplar, conseguida por las oraciones
de una monja española, propagadora de la Reforma carmelitana en
Francia y Flandes, que vivía entonces no lejos de Tours, a quien la
Santidad de Benedicto XV.hace poco elevó a los altares.
«Un día de la octava del Santísimo Sacramento— escribe uno de
los biógrafos de la bienaventurada carmelita — la mostró el Señor
mucha gracia y la convidaba a que pidiese algo; y estando recogida
en esta visión, vio delante de sí tres personas: la una era hermana
suya, la otra un primo, y la otra Antonio Pérez, secretario del Cató-
lico y Prudente rey don Felipe segundo.
No la dio a entender el Señor que estuviesen en algún aprieto^
pero ella, viendo la ocasión presente y considerando el ofrecimiento
que la había hecho de que la concedería lo que le pidiese, le tomó
la palabra y le pidió la salvación de aquellas tres personas... Agra-
dóle a Cristo petición tan ajustada con su divina voluntad, y ansí se
la concedió con mucho gusto (3).>
(1) Bermúdez de Castro, o. c, pág. 281. Cita de F. Duro, o. c, pág. 362.
(2) F. Duro, o. c, pág. 358.
(3) F. Crisóstomo Enríquez: Historia de la vida,., de la ven. Ana de San Bar-
27
386 ANTONIO PÉREZ
Y la misma Bienaventurada dejó escrito en su autobiografía:
«Murió (Antonio Pérez) con señales muy ciertas de su salvación, re-
cibiendo a menudo los sacramentos, con el confesor siempre a su
lado. Y el día que murió se puso de rodillas, con un ímpetu de amor
de Dios, y ansí se quedó, como digo, con señales grandes de su sal-
vación (1)>.
El mismo día que murió dictó Antonio Pérez y firmó el docu-
mento que copié al principio de este estudio, y horas después, auxi-
liado por fray Andrés Garín, de la Orden de Santo üomingo, expi-
ro, cerrándole los ojos sus fidelísimos e inseparables amigos Gil de
Mesa y Manuel Don Lope. Sucedió esta muerte en París el 3 de no-
viembre de 1611.
Fray Andrés Garín, Gil de Mesa, Manuel Don Lope y algunos
mendigos con hachas, llevaron y acompañaron el cuerpo inanimado
al convento de los Celestinos, última y definitiva morada de los res-
tos mortales de Antonio Pérez.
Su lauda rezaba así:
Hic jacet
illustrissimus D. Antonius Pérez,
olim Philippo II, Hispaniarum regi,
a secretioribus consiliis,
cujus odium male auspicatum effugiens,
ad Henricum IV, Galliarum regem,
invictissimum se contulit,
ejusque beneficentiam expertus est,
demum Parisiis diem clausit extremum
anno salutis MDCXI (2).
tolomé, fol. 619. Bruselas, 1632. F. Duro, o. c, pág. 371. Tengo también copia
de este pasaje, hecha en el siglo XVIII.
(1) Autobiografía y de la B. Ana de San Bartolomé. Véase: La Beata Ana de
San Bartolomé, compañera y secretaria de Santa Teresa de Jesús..., por el Pa-
dre Fr. Florencio del Niño Jesús, Carmelita Descalzo, cap. XXVI, pág. 247.
Burgos, 1917.
(2) Mignet, o. c, pág. 91, c. I; F. Duro, o. c, pág. 366. Tengo una copia
de la inscripción, del siglo XVIII, hecha sobre copia sacada por el duque de
Villahermosa en París, según se ve por la siguiente carta:
ANTONIO PÉREZ 387
Felipe III procuró y logró conseguir la vuelta a España de los xxii.-los pape
papeles y documentos que Antonio Pérez dejara al morir. Martin Pérez.
Hume creyó que en virtud de las instancias del rey de España, el de
Francia mandó quemar los manuscritos que fueron de Pérez, si bien,
añade, ya Pérez había sacado copia de los más importantes para
que se conservaran, y son los que actualmente se guardan en La
Haya (1).
Y aquí cabría preguntar a Hume, caso de ser cierta su afirma-
ción: ¿Quién responde de la veracidad de la copia? Porque creer
que Pérez no cambiara al trasladar lo que le conviniera, sería, des-
pués de lo ya demostrado, suma candidez. De ahí el poco valor de
las hipótesis de Hume, fundadas precisamente en los decantados
manuscritos de La Haya:
¿Y por dónde se prueba que Pérez sacó las copias? ¿Y cómo fue-
ron a parar a La Haya? Cosas ambas que se calló Martín Hume.
«Noticia del sepulcro de Antonio Pérez en los Celestinos de Parts. En caria del
Duque de Villahermosa escrita a D. Rafael Casalbón, Bibliotecario del Rey N. S.
París y Noviembre 27 de 1766.
Amigo y Señor: antes de ayer reciví su carta del 13, en que me hablaba del
sepulcro de Antonio Pérez; ayer fui a verla (la inscripción) y a copiarla, sin
embargo de que hai cerca de una legua desde mi casa a los Celestinos, y oy
la incluyo dentro de ésta, para que v. m. haga el uso que le convenga.
Lo más particular del caso es, que habiéndonos dirigido Magallón y yo, al
hombre q.e está destinado para mostrar los sepulcros, nos dixo que hacía
quarenta años que estaba allí, y que no havía oído hablar de tal Antonio Pé-
rez; pero con el socorro de un libro que por fin nos mostró, y de un frayle, lo
hallamos en un ángulo del claustro con la inscripción q.e v. m. verá y que no
hace mucho honor a nuestro Prudente Philipo. Las armas están poco más ó
menos como van barbulladas, y no están más que ebauchées con morrión enci-
ma. La piedra es blanca, no mármol, de figura de un paraleíógramo, con un
medio círculo abaxo para dar lugar al escudo. Se ha observado la misma co-
locación de líneas, y no se ha puesto ni una letra más ni menos q.e las que
comprehende el original, con lo que esta vm. obedecido con toda exacti-
tud, etc.> (Sigue el epitafio y un dibujo malo que intenta ser reproducción del
escudo de armas.)
(1) «Cuando murió Pérez en París en 1611, el rey Felipe III instó mucho a
Enrique IV que se destruyesen los documentos del difunto, por ser «contra la
reputación y autoridad» del Rey Católico.
Parece que cedió el francés a las instancias, y que los papeles fueron que-
mados. Pero el astuto Pérez había ya sacado copias de ellos, que sin duda son
los que todavía quedan en La Haya y de que se sirvió M. Mignet.» Obra citada,
pág, 172.
388 ANTONIO PÉREZ
Los papeles del ex secretario de Felipe II no se quemaron; vol-
vieron a España por mano de otro valido y cortesano de gran re-
nombre y poder en el reinado de Felipe III: el desgraciado don Ro-
drigo Calderón, a quien se hizo cargo en su proceso de haberse
quedado con ellos sin entregarlos (1).
Ya es hora de poner fin a estos apuntes. El tema merece más de-
tenida atención que la que yo le he dedicado. Lo que intenté fuera
una brevísima recopilación aclaratoria de algunos puntos que se to-
can en la Historia de varios sucesos, del padre fray Jerónimo de Se-
púlveda, se ha dilatado más de lo que yo pensaba. No me pesa. Creo
que en este resumen de libros más extensos se encontrará algún
rayo de luz que ilumine la enmarañada y tenebrosa historia del
hombre que con negros y sombríos colores circundó la figura de Fe-
lipe II, e hizo refulgir con resplandores siniestros algunos capítulos
de la Leyenda negra de España, causando indecibles daños en vida
y después de muerto a su nación y gente.
P. J. Zarco Cuevas.
o. 8. A.
Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, 12-V-919.
(1) <^16 cargo: Que siendo embaxador particular en Francia tuvo orden de
su Majestad por abril de 1612 para sacar y recoger los papeles que había de-
jado Antonio Pérez en poder de Gil de Mesa, y habiéndolo hecho y vuelto a
esta corte no los manifestó, antes puso en sus libros, siendo del perjuicio que
se considera.» Causa de Don Rodrigo Calderón. Manuscrito de mediados del
siglo XVII, de la biblioteca particular de los PP. Agustinos de El Escorial.
«Entre los (papeles) que se hallaron en su casa fué un cuaderno de los ori-
ginales de Antonio Pérez, y en él muchas cartas de letra del Rey nuestro se-
ñor que está en el cielo, que por materias en que era indecente su publicidad
al exemplo de su gran prudencia y real grandeza, lo recogimos, y habiendo
V. M. librado su real cédula de 18 de abril de 612 al tiempo que D. Rodrigo
fué a la embaxada de Flandes, mandándole que de poder de un Gil de Mesa
recogiese en París los papeles de Antonio Pérez, por haber entendido vuestra
Majestad eran muy perjudiciales, y los traxese con todo recato dando aviso
dello a vuestra Majestad para que mandase lo que se había de hacer, se quedó
con ellos, y los tenía entre los suyos tan públicos y comunes que con facilidad
han podido ser vistos y leídos, y las materias graves reveladas.» Memoria ele-
vada a Felipe III por la Junta de Jueces en la causa de D. Rodrigo Calderón.
28 de julio de 1619.— Véase en Ángel Ossorio. -Los hombres de toga en el pro-
ceso de D. Rodrigo Calderón. Madrid (s. a. 1918), pág. 174.
EL SOL
(CONFERENCIAS DE ASTRONOMÍA VULGAR) (i)
Demostrado, como queda, en anteriores conferencias que el mo-
vimiento diurno del Sol y de los demás astros es tan sólo aparente y
consecuencia del movimiento real de rotación terrestre; y que el de
traslación, también real, de nuestro globo, recorriendo la eclíptica,
produce el aparente annuo del Sol a través de las constelaciones; y
que la inclinación de la eclíptica sobre el ecuador, así como la forma
elíptica llevan consigo y explican satisfactoriamente, tanto las varia-
ciones sucesivas de los ortos y ocasos, de la altura y declinación del
astro central, como la sucesión y demás circunstancias de las esta-
ciones del año, los altos y bajos generales de la temperatura y de
otros fenómenos meteorológicos que determinan los caracteres de
los climas diversos en las diversas zonas geográficas, no hay para
qué insistir más acerca de estos puntos. No porque cada uno de
ellos no ofrezca materia más que suficiente para muchas conferen-
cias, sino porque, y precisamente por la abundancia excesiva, sería
cosa de nunca acabar.
Es el Sol el centro principal de energías que comunica el mo-
vimiento y da animación a todos los individuos de su sistema, diri-
giendo a cada cual por su órbita, conservando el equilibrio de las
partes, con más seguridad, más orden y armonía en los movimien-
tos que un piloto dirige su nave por el océano, que un general di-
rige las evoluciones de un ejército bien concertado. Su calor fomen-
ta y hace que la vida se desarrolle en los planetas, que las corrientes
aéreas purifiquen la atmósfera, que los mares se agiten en constante
(1) Véase pág, 105 de este volumen.
390 EL SOL
movimiento, que las nubes se condensen y el cielo llueva, que bro-
ten las fuentes y corran los ríos y se establezca ese ciclo admirable
por el cual, según expresión de la Escritura, todas las aguas salen
del mar y al mar vuelven sin que el mar redunde.
Con su luz hermosea los espacios y matiza de colores los campos
y las selvas, los montes y los valles, no sólo mediante una acción
física y mecánica, sino también químicamente, por influencias eléc-
tricas, magnéticas, radioactivas, etc., etc. De todos los objetos del
mundo sensible, distintos de nosotros mismos, es el astro del día el
más digno de nuestro estudio, hasta como objeto de contemplación
mística, porque es, en pequeño, la síntesis más admirable, al menos
para nosotros, de las maravillas de la creación material.
Daros a conocer, siquiera someramente, lo que el Sol es y lo que
en él se encierra y lo que de él participan todos los demás cuerpos
del sistema planetario, ni es posible en los límites de un discurso,
ni basta un día para relatarlo. Y no obstante, yo pretendo en estos
momentos tocar los puntos principales para que admiréis la obra
prodigiosa del Creador en ese Sol espléndido que con su bienhe-
chora influencia ha dado margen a que muchos pueblos que no co-
nocieron cosa mejor, le rindieran culto, como a divinidad.
Comencemos por dar razón de los movimientos propios del Sol
en el seno del espacio. Al hablaros del de traslación hacia la cons-
telación de Hércules, punto del cielo determinado aproximada-
mente por las coordinadas ecuatoriales 260° 41' de ascensión recta,
y 28'' 49' de declinación boreal, según observaciones y cálculos
realizados por Argelander, Struve, Boos, Koeler y otros, no he dicho
cómo se demuestra este movimiento. Cuando os encontráis en el
extremo de una galena de una calle larga de árboles, alineados, de
un paseo, en un trozo recto de carretera, de línea de ferrocarril, etc.,
y miráis al extremo opuesto, os parece que los bordes laterales de
éste se estrechan y tienden a unirse en ángulo, que se ensancha ha-
cia vosotros. Es este un efecto de perspectiva conocido de todos. Si
camináis acercándoos más y más al extremo que os parecía más es-
trecho, y volvéis luego la vista al punto en que estabais antes, obser-
varéis que las líneas van estrechándose por grados tanto más cuanto
mayor sea la distancia a que os alejáis. Pues bien, en el cielo y con
las estrellas y constelaciones sucede este mismo fenómeno. Hay un
EL SOL 391
punto, d apex de que ya tenéis noticia, en derredor del cual las es-
trellas y las constelaciones próximas se ensanchan, parece que se
separan unas de otras. El cual fenómeno no es tan sensible, claro
está, que a simple vista y de un día para otro puedan notarse esas
diferencias. Se necesitan, por lo contrario, observaciones muy deli-
cadas e instrumentos muy perfectos, para apreciar este hecho y des-
pués de lapsos de tiempo considerables. En la dirección opuesta, en
el antíapex sucede todo lo contrario: las estrellas van poco a poco
estrechando sus distancias angulares, y como si tendieran a reunir-
se en grupos más apretados hacia el punto celeste del cual nos ale-
jamos.
Sólo caben dos hipótesis que puedan explicar la causa inmedia-
ta de este hecho notabilísimo, que evidentemente consiste en un
cambio de distancia relativa. O nosotros nos acercamos al apex ce-
leste, o es ese punto el que se acerca a nosotros; o vamos aproxi-
mándonos a las estrellas de esa región del cielo, o ellas vienen hacia
nosotros y de nosotros huyen las de la región opuesta. Y aquí cabe
el argumento aquél, de que la Naturaleza no obra por medio de
complicaciones cuando puede obrar por procedimientos más senci-
llos; y más natural es que un punto del espacio se mueva dentro de
ese mismo espacio que no todo el conjunto de astros se encamine
hacia ese punto; porque un punto y nada más, es lo que ocupa nues-
tro sistema con relación a todo el universo astronómico. Cierto que
debe de haber un punto central de todo el universo, y todo nos in-
duce a creer que en torno a ese centro giran todos los sistemas; pero
nada nos autoriza para colocar ese centro en este rinconcito del
mundo; es más, con certeza absoluta podemos afirmar que ese cen-
tro no está en estas regiones solares. En resumen, los astrónomos
tienen por cosa demostrada que el Sol y sus planetas marchan con
movimiento, verdaderamente majestuoso, describiendo una ruta in-
mensa a través de las regiones etéreas. ¿Con qué velocidad? Con
velocidad muy grande, comparada con las velocidades que aquí en
la Tierra conocemos; muy pequeña, si se compara con la inmensi-
dad de los mundos estelares. Está comprendida entre dos límites
bastante distanciados: entre 10 y 30 kilómetros por segundo. Como
mínimo 864.000 kilómetros por día, más de 315 millones y medio
de kilómetros por año, más de 31.000 millones en un siglo. Como
392 EL SOL
máximo, 2 millones 592.000 en un día; 946 millones al año; más
de 94.000 millones en un siglo. Y, sin embargo, aun esa distancia,
que apenas cabe ya en la imaginación, no es bastante, ni suministra
los datos necesarios para determinar, si ese interminable trozo de
trayectoria solar pertenece a una línea recta o a una línea curva.
Aunque atendiendo a la ley general que en todas partes se cumple,
parece muy conforme a razón y es muy natural el suponer que el
Sol con todo su sistema gira en torno de un centro de atracción; sin
embargo, la Astronomía no puede afirmarlo, porque no conoce si-
quiera la dirección del espacio hacia la cual estará ese centro, que
sin duda ha de estar dotado de energías colosales, gigantescas, hoy
por hoy inconcebibles por nuestra razón e incalculables con los re-
cursos de que dispone la ciencia humana. Alguien ha querido seña-
lar como centro de la órbita del Sol a la estrella Canopus. Es una
hipótesis como cualquiera otra y nada más; pero el asunto es muy
curioso.
Tiene, además, el Sol su movimiento propio de rotación en de-
rredor de su eje, que realiza aproximadamente en veinticinco días y
medio. El eje de rotación del Sol forma con el eje de la eclíptica
terrestre un ángulo de unos 7° 9' y 12'', de la misma amplitud que
el ángulo formado por el ecuador solar y el plano de la misma eclíp-
tica. La rotación del inmenso globo solar la comprueba constante-
mente el curioso fenómeno de sus manchas, que aparecen en la su-
perficie, sin obedecer, aparentemente, a reglas fijas en su nacimiento,
desarrollo, movimientos particulares, extensión variable que alcan-
zan, decrecimiento y extinción; pero ofrecen la particularidad de
marchar siempre, como incrustadas en la superficie del astro, con
movimiento directo, de Oriente a Occidente, pasando por los meri-
dianos centrales, siguiendo el contorno por detrás del astro, después
de ocultarse por el oeste, hasta volver muchas de ellas a presentarse
por el borde oriental. Otra particularidad que presenta este fenóme-
no de las manchas solares es que rarísima vez se observan en la zona
ecuatorial ni en las zonas polares, apareciendo siempre con prefe-
rencia en las zonas, que por esto mismo se llaman regias, compren-
didas entre los 10 y 30 grados de latitud solar en el uno y en el otro
hemisferio. Añádase a esto que las manchas más próximas al ecua-
dor parece que corren de Oriente a Poniente con más velocidad que
EL SOL 393
las situadas a mayor latitud, lo cual parece demostrar que no gira
todo él en una sola pieza; y demostraría desde luego, el hecho, ad-
mitido por todos los astrónomos, de que el astro se halla en un es-
tado de fluidez y gaseiforme, muy lejano todavía de la condensación
de los sólidos. Lo cierto es que el tiempo empleado por una man-
cha desde que aparece por el borde oriental, hasta que desaparece
por el occidental, es tanto mayor cuanto dicha mancha se halla a
mayor latitud heliocéntrica ^ calificativo que por sí mismo dice refe-
rirse al centro del Sol y no al de la Tierra, como las latitudes geo-
gráficas.
Este hecho, de ser tal en la realidad, y no más bien un efecto
de perspectiva o de la inclinación de los meridianos solares vistos
desde la Tierra, como yo creo que puede ser, daría margen a una
discusión muy interesante, relacionando el estado de fluidez en que
se supone al Sol, por una parte, y la mayor velocidad angular de la
zona ecuatorial, por otra. Pues con el movimiento de rotación direc-
ta, si bien todo el conjunto debe girar de Este a Oeste, las capas
externas, y con mayor motivo las ecuatoriales, deben marchar con
algún retraso respecto del movimiento total; y lejos de parecer más
rápido, el correspondiente al ecuador debería, por lo contrario, pre-
sentarse más retardado.
En la Tierra existe un fenómeno real de la misma naturaleza en
las corrientes ecuatoriales, tanto aéreas como marítimas, cuya mar-
cha general es contraria a la dirección de la rotación diurna. Y si
acaso en el Sol no se observa la realización del mismo fenómeno,
hasta el punto de determinarse un movimiento o corriente ecuato-
rial contraria a la dirección del movimiento rotatorio solar, parece
indudable que las zonas ecuatoriales, fluidas como se las supone,
deberían marchar algo retrasadas en su movimiento alrededor del
eje central. Dejemos sin resolver la cuestión y pasemos adelante,
quedándonos con lo que no admite dudas: que el Sol gira sobre sí
mismo y completa una vuelta en veinticinco días y medio o algo
menos, y que este fenómeno, desconocido por la Astronomía anti-
gua, sólo ha podido observarse después de la invención de los ante-
ojos y telescopios.
En las manchas del Sol hay que distinguir varios elementos,
como si dijéramos varios matices en su aspecto y coloración: un
394 EL SOL
núcleo central mucho más obscuro que el resto; la penumbra de
tonos más claros, formando anillos en derredor del núcleo; las líneas
o fajas brillantes que a manera de puentes enlazan unos con otros
diversos puntos de una mancha, y además ciertos velos delgadísi-
mos y transparentes que a modo de gasas de color rosado o violá-
ceo se extienden sobre todo el conjunto o parte de él.
Las hay, entre las manchas solares, de todas dimensiones; desde
un punto negro, apenas perceptible, hasta las que cubren inmensas
superficies del astro, en las cuales puede caber centenares de veces
la superficie de la Tierra.
En su nacimiento, formación, desarrollo y extinción presentan
las manchas solares variadísimos detalles y modificaciones; unas
comienzan por un punto pequeño de los que se llaman poros, y
lentamente se van ensanchando; llegan a su extensión máxima y
vuelven a decrecer; a veces se dividen en partes formando diversos
núcleos, se debilitan y desaparecen. Otras, al contrario, se presentan
de improviso, de un día para otro, y agitadas por movimientos in-
ternos violentos, tumultuosos y complejos, se transforman rápida y
totalmente, perdiendo el aspecto primitivo, y se nota como caracte-
rística que estas manchas, cuyo nacimiento y desarrollo es muy
agitado, duran menos y se deshacen con más rapidez que las otras.
Independientemente del movimiento general de las manchas
llevadas de Oriente a Poniente por la rotación del Sol, ellas, en sí
mismas y en sus partes, están dotadas, por regla general, de movi-
mientos propios, de rotación o ciclónico sobre sí mismas, de sepa-
ración o concentración de las partes de que constan, de cambios de
intensidad en la coloración, etc. La imagen más parecida con que
podemos comparar estos curiosos fenómenos de la superficie del
Sol, salvo las proporciones extensivas de los mismos, pues allí son
verdaderamente gigantescas, es lo que observamos frecuentemente
en las nubes de la atmósfera terrestre, con sus cambios de forma y
magnitud, con sus movimientos particulares, diferentes de los que
llevan hacia el Este a causa de la rotación diurna de nuestro globo.
Como aquí en la Tierra, hay en el Sol épocas y días de atmósfera
despejada y más o menos nubosa. Y si bien las manchas solares se
presentan en un día cualquiera y desaparecen cuando les viene en
talante, obsérvase, sin embargo, que hay períodos de escasez y de
EL SOL 3Q5
abundancia, como en la Tierra hay épocas del año de cielo limpio
y cielo muy encapotado.
La observación continuada durante muchos años, ha venido a
demostrar que en el fenómeno de las manchas solares existe una ley
de periodicidad, según la cual los máximos y mínimos principales
en la aparición de las manchas, están separados por un intervalo de
unos once años y medio, si bien este período no es tan exacto que
no deje campo a numerosas excepciones, ya que dicho período se
alarga y se estrecha entre los nueve y diez y seis años. También se
observa que una fase cualquiera, máxima o mínima, no corresponde
exactamente al punto medio entre los dos mínimos o los dos máxi-
mos respectivos. Así que, por regla general, un máximo se aproxima
más al mínimo anterior que al mínimo sig^uiente. En la actualidad,
se concede por los astrónomos grandísima importancia al estudio
metódico de estas oscilaciones en la actividad del Sol; guiados por
los indicios, que parecen indudables, de la relación íntima entre los
períodos de mayor o menor agitación del astro central y los fenó-
menos y perturbaciones magnéticas comprobadas en el globo terres-
tre, en donde las grandes tempestades magnéticas, así se llaman,
coinciden frecuentemente con la presencia de grandes manchas o
numerosos grupos de ellas en el astro del día.
¿Qué son, en qué consisten, cuál es la causa productora de las
manchas solares? Hablando en plata: no se sabe, por más que, y,
por lo mismo, las hipótesis para explicar el fenómeno sean abundan-
tes. Algunos defendieron que eran verdaderas montañas, lo cual ya
nadie defiende. Otros que eran cavidades o simas formadas en los
estratos superficiales del astro; por las cuales, rasgándose en cierto
modo la cubierta luminosa del Sol, dejaba al descubierto partes del
núcleo central obscuro. Otros han visto en ellas verdaderos ciclones
de la materia solar, semejantes a los ciclones de la atmósfera terres-
tre. Para otros han sido como el resultado de lluvias o granizadas
meteóricas que caen sobre el astro de los aerolitos y restos de mate-
ria, desperdigados en los espacios, y que, arrastrados por la fuerza
atractiva del Sol, tienden a reunirse en el centro del sistema plane-
tario. Para otros, en fin, las manchas solares son efecto y consecuen-
cia inmediata de las erupciones internas, verdaderos volcanes, pare-
cidos a los terrestres, cuyas inmensas bocas se abren para dar des-
396 EL SOL
ahogo a la fuerza expansiva de los gases interiores, con las demás
materias en ignición, y se cierran después, y con celeridad relativa,,
por el estado no sólido de los materiales de que constan los estratos
ardientes del Sol.
La teoría más moderna para explicar la formación, color y des-
arrollo sucesivo de las manchas solares, es debida al Abate Moreux,
especialista en estudios acerca de la constitución físico-química del
Sol. Supone, desde luego, que la masa interna del astro, por efecto
de la elevada temperatura en que se encuentra, hállase en estado de
disociación, muy lejano, por exceso, del punto critico de combina-
ción química necesario para que se produzca la luz. Se comprenderá
esto mejor recordando lo que sucede en los llamados puntos críti-
cos del cambio de estado de las substancias corpóreas. Así, por ejem-
plo, para que el oxígeno y el hidrógeno puedan combinarse y for-
mar agua, se necesita una temperatura y presión fijas y determina-
das, de tal manera, que si la temperatura es inferior o superior a ese
punto crítico, la combinación no se realiza. En todas las combus-
tiones sucede lo mismo, y si se intenta que en ellas la luz se produz-
ca, es necesario que el grado de calor ni falte ni exceda del límite
exigido por la combinación de que se trata. Así en el Sol, si la tem-
peratura, en su superficie, fuera inferior o superior al grado límite,
en que las combinaciones de los elementos allí flotantes deben rea-
lizarse, para que, como resultado inmediato, aparezca la luz, el Sol
sería un cuerpo obscuro, por más que su calor fuese muy grande;
es decir, el mismo exceso de calor sería la causa de la obscu-
ridad.
Ahora bien, fuera de los límites externos del astro y en sus pro-
ximidades, la luz no se engendra, ya porque no hay materia combi-
nable o en condiciones de combinarse, ya porque la temperatura es
inferior a la necesaria: en lo interior del sol no hay luz precisamente,
porque la temperatura es excesiva. El hecho de las erupciones
solares por las que la materia interna es lanzada al exterior con
violencia extraordinaria, hasta alturas enormes que no se creerían
sino se viesen, está demostrado por la observación cotidiana; y hay
que contar, desde luego, con él para relacionario con los demás fe-
nómenos que en el Sol se observan. Lo estudiaremos con más deteni-
miento cuando más adelante nos toque hablar de las protuberancias
EL SOL 3Q7
y de las fáculas, tan merecedoras de atención y estudio como las
manchas en que ahora andamos.
Estos materiales que del Sol han salido y otros que en la atmós-
fera solar flotan, perdida la fuerza y el movimiento que los alejare
del centro, vuelven naturalmente por su propio peso determinado por
una atracción poderosa a precipitarse como lluvia torrencial sobre
la superficie del astro con velocidad extraordinaria, llevando consigo
una cantidad enorme de fuerza viva, que al chocar y rozar con las
capas de la fotoesfera, se transforma en calor tan intenso, que sobre-
pasa los limites de la combinación lumínica. Así se determina, según
el abate citado, un punto, una región del Sol que él llama hipertér-
mica; es decir, con exceso de temperatura; y por lo tanto, un punto,
una extensión oscura, el germen, el principio de una mancha, con
todas sus consecuencias, hasta que por la ley del equilibrio térmico,
la temperatura vuelve a nivelarse y las manchas se disipan. Baste lo
dicho para que tengáis una idea de la teoría hipertérmíca de las man-
chas solares que si como todo lo que se funda en hipótesis no puede
por menos de tener sus puntos flacos, no deja, por otra parte, de ser
ingeniosa y aceptable, mientras otra más perfecta no se presente.
Se distinguen en el Sol, además del núcleo del cual sólo por
hipótesis puede hablarse, la fotosfera o fotoesfera, que es la zona o
estrato solar en que la luz se produce y tiene su asiento; la cromos-
fera, compuesta de las materias eruptivas del Sol, en que abunda
especialmente el hidrógeno inflamado; y es el estrato sobrepuesto a
la fotosfera: ésta irradia la luz blanca; aquélla, la cromoesfera, luz
coloreada, roja, violeta, etc. Por último, la cubierta o zona más ex-
ierna denominada atmósfera del Sol propiamente dicha, y que sólo
es visible en los eclipses totales, en la corona radiante con que apa-
rece circundado el disco negro de la luna.
Examinando la superficie del Sol mediante anteojos de gran
potencia o en las fotografías de gran tamaño, suficientemente agran-
dadas para distanciar los detalles, se advierte que dicha superficie no
es lisa ni uniforme, aun en las regiones donde no haya manchas ni
protuberancias, ^sino más bien ondulada con puntos obscuros y
espacios brillantes de forma ovalada. El aspecto que presenta el
conjunto se puede comparar al que ofrece un plano cubierto con
una capa de granos de arroz, que, por lo mismo, se ha denominado
3-98 EL SOL
este fenómeno granulación fotoesférica del Sol. Los puntos obscuros
se llaman poros y también lúcalos, y las partes más brillantes, granos
y fáculas, bien que esta última denominación se aplica más particu-
larmente a manchas más brillantes que los contornos y que aparecen
también por grupos, como las manchas, y singularmente en los
contornos e intersticios de éstas en los puentes, lenguas, bandas,
etcétera.
El análisis espectral ha demostrado que en la fotosfera solar
arden los cuerpos siguientes, idénticos, claro está, a los que con
iguales nombres conocemos en la Tierra: hierro, níquel, calcio, cro-
mo, bario, zinc, cobalto, hidrógeno, manganeso, titano, aluminio,
estroncio, plomo, cadmio, ceno, uranio, vanadio, paladio, molibde-
no, etc. Es dudosa la existencia en el Sol de los metales: indio, litio,
rubidio, cesio, bismuto, estaño, plata y de otros, así como la de los
metaloides carbono, oxígeno, nitrógeno y azufre. Hay un cuerpo
extraño desconocido en la Tierra, señalado en el espectro por una
raya próxima a la del sodio; se ha dado el nombre helíum; y otro
cuya existencia no está bien comprobada, denominado coro/zm/n, por
creerse que es la substancia principal de que se compone la corona
solar y cuyo índice espectroscópico es una raya verde, no vista con.
certeza en los últimos eclipses.
La cubierta cromoesférica del Sol sobrepuesta a la fotoesfera, tie-
ne un espesor medio de 10.000 kilómetros. En ella abunda el hidró-
geno candente, dándole un color rojo brillante; es sumamente mo-
vible y variable en su espesor y la forma ondulada, dentada o ase-
rrada, ha hecho que se llame por algunos astrónomos sierras olas,
etcétera, en los bordes del astro, y nubes o cúmulos brillantes en las
demás regiones del disco. A veces se extiende en forrfia de pena-
chos, abanicos, arborescentes, haces, rayos, llamas y nubes, etc., dan-
do margen al fenómeno de las protuberancias, apéndices de expan-
siones más o menos difusas, que con frecuencia se elevan a grandí-
sima altura con velocidad vertiginosa, hasta los 500.000 y 600.000
kilómetros, para desaparecer al poco rato, como disueltas en el espa-
cio o caer después nuevamente sobre el Sol como lluvia abundante.
Hasta el año 1868 estas protuberancias solares sólo habían podido
observarse durante los eclipses, cuando cubierto el Sol por el disco
de la Luna, aparecían como montañas gigantescas, encendidas en la
EL SOL 399
base de la corona. Desde entonces, y actualmente, produciendo en
el mismo campo del anteojo un eclipse artificial de la imagen del
disco solar, se pueden ver y examinar las dichas protuberancias y
analizarlas espectrográficamente.
Envolviendo con una gasa vaporosa a la cromoesfera y fotoesfera
del Sol, están las regiones o espacios coronales del astro. Constitu-
yen lo que propiamente se llama atmósfera solar, de dimensiones
extensas, pero no bien definidas, y probablemente variables. La exis-
tencia de una atmósfera solar es indudable, aun prescindiendo de
que la corona, que se observa durante los eclipses con todos sus di-
versos aspectos, tenga o no origen, al menos en parte, en fenóme-
nos de difracción al pasar los rayos luminosos tocando los bordes
de la Luna. En el espectro solar hay líneas de absorción, cuya exis-
tencia sólo se explica por la presencia de gases no candentes y dis-
tintos de los de la atmósfera terrestre, a través de los cuales pasa el
rayo luminoso antes de llegar al prisma que lo descompone. La co-
rrelación entre las expansiones coronales durante los eclipses y la
mayor o menor actividad solar, patentizada entonces por la abundan-
cia o escasez de manchas, fáculas y protuberancias, constituye un
argumento de mucha fuerza para probar que la corona solar tiene
su asiento principal en el mismo Sol, y, por tanto, que la atmósfera
de que se trata es real y efectiva. Esto no impide, por otra parte, que
muchos de los detalles observados en la corona sean producidos por
la difracción de la luz, especialmente ciertas expansiones de los ra-
yos coronales y la dirección de algunos más o menos inclinados res-
pecto de los normales.
En resumen; aparece, por lo que someramente queda expuesto,
que el Sol es un foco potentísimo de energías diversas, acerca de las
cuales y de su magnitud sólo una mínima parte podemos apreciar.
¿Cómo se mantienen en vigor constante? Si acaso disminuyen, es
cierto que el hombre, desde que vive sobre la Tierra, no ha podido
apreciar una disminución sensible en la energía solar, ni en su calor
ni en su luz. Radiaciones luminosas, caloríficas, eléctricas, magnéti-
cas, y acaso en otras muchas formas que no conocemos, vienen des-
de el Sol hasta la Tierra, y llegan desde el mismo centro hasta todos
los planetas y satélites; y se extienden y difunden por todo el espa-
cio y el foco central parece intacto, no disminuye en su poder, no
400 ' EL SOL
decrece, ni deja de irradiar fuerza, calor, luz, vida. La Tierra es bien
poca cosa dentro del sistema: sólo puede interceptar una mínima
parte de las radiaciones solares. Sin embargo, observad que, pres-
cindiendo del ser y operaciones de lo que llamamos vida, cuya causa
no puede ser el Sol; todo lo que significa movimiento, el mismo
desarrollo de las energías vitales, todo lo que significa fuerza, trans-
íormaciones de la materia, bellezas físicas, etc., todo en la Tierra es
producido directa o indirectamente por el Sol (1).
Lo que sucede con la Tierra, acontece, ni más ni menos, con los
demás planetas y satélites, y asteroides y cometas... Todos reciben
del astro central el movimiento y las energías de que disponen, y
por consiguiente, las actividades todas que para producir tan varia-
dos fenómenos han de obrar como causas inmediatas.
No es esto sólo: todos los individuos del sistema solar en masa,
extensión y volumen, aunque los supongamos reunidos en un solo
cuerpo, por una parte, y el Sol por sí solo en otra; aquéllos y a la
distancia media de los confines del espacio planetario vendrían a
formar un cuerpo muy pequeño con relación al astro central, y pro-
porcionalmente a la pequenez de ese cuerpo será la cantidad de
energías, influencias y radiaciones recibida del Sol. Y éste en todos
los momentos incesantemente las irradia, las manda con poderoso
empuje en todas direcciones, hacia todas partes. Calculad ahora, si
podéis, la magnitud de todas esas energías, que, arrancando del Sol,
parece que van perdidas por los espacios indefinidos. Y no obstan-
te, todos admitimos como principio inconcuso, como base de todas
las ciencias físicas y naturales que de energía, de fuerza y de materia
nada se pierde, nada se aniquila en el depósito universal del mundo
sensible. ¿Qué se hace de tanta energía aparentemente perdida? La
ciencia humana lo ignora y al llegar a este punto, como al llegar a
otros muchos, se encuentra con un muro tan sólido y espeso que no
puede penetrar, tan elevado que por mucho que sube no puede
salvar.
Lo dicho es simplemente un pálido reflejo, un imperfecto esbo-
(1) Véase la conferencia de Mr. Veronnet y los comentarios a la misma, que
publicamos no hace muchos meses en esta misma Revista, sobre la «Constitu-
ción física del Sol: su evolución y la nuestra».— Vols. CXV y CXVI.
EL 80L 401
zo de lo que es el Sol, mirado por su aspecto físico. Por el astro-
nómico, propiamente dicho, resta todavia hablar de su potencia me-
cánica, su fuerza colosal con la que dirige y gobierna como señor
absoluto los movimientos, marchas y contramarchas de todos y de
cada uno de los cuerpos celestes sometidos a su imperio. Por esto,
por la importancia que tiene y por el prolongado estudio que exige,
merece capítulo aparte, cuyo título, y nada más, quedará hoy escrito
para desarrollarlo otro día, en que trataremos de las leyes de atrac-
ción planetaria y de sus principales consecuencias en el movimiento
de los planetas y satélites, conocidas por el nombre de leyes de Ke-
pler, primer astrónomo que, al formularlas, dio al traste con los siste-
mas astronómicos antiguos y estableció las bases sólidas en que se
apoya el grandioso edificio de la Astronomía moderna.
P. Ángel Rodríguez de Prada.
o. s. A.
REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL
CÓDICES LATINOS PROCEDENTES DE VENECIA
Venecia, en el siglo XVÍ, fué uno de los principales mercados del
mundo en códices y libros de todo género, y por eso Felipe II la
consideró como el lugar más a propósito para realizar y enriquecer
la famosa «junta de libros» que entonces estaba reuniendo para la
librería que fundaba en San Lorenzo de El Escorial. Los documentos
que conocemos referentes a las negociaciones que para ello practi-
caron el embajador D. Diego Guzmán de Silva, el Dr. Rasarlo y
otros constituyen, como se verá, un capítulo importante de la histo-
ria de la Biblioteca de El Escorial (1). Nosotros nos concretaremos
a la adquisición de códices latinos. Véase en la obra Essai sur les
origines du fonds Grec de tEscurial, páginas 102 a 129, de Char-
les Oraux, el capítulo que dedica a la adquisición de códices
griegos en aquella ciudad.
«EL REV
Diego Guzman de sylva, del nuestro consejo y nuestro Embaxa-
dor. Porque desseo juntar una copiosa librería de todo género de
buenos libros, en todas lenguas y facultades y la principal parte della
(como tengo entendido) ha de ser de los escriptos de mano y raros,
principalmente de alguna antigüedad, assi griegos como latinos, y
de otras lenguas, de los quales es de creer que se hallarán muchos
(1) Fueron reunidos estos documentos en su mayor parte por el reverendí-
simo P. Eustasio Esteban, agustino y bibliotecario de El Escorial.
REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL 403
en essa ciudad, o en otras partes de su Señoría, de que vos podréis
tener mejor noticia, os encargo que informándoos de personas prác-
ticas de lo que en esto hay, o puede hauer, me aviseys de todo muy
particularmente, y de la manera que a vos os pareciere se puede
tener para aver de ay algunos de los dichos libros raros y exquisitos
que sean de estima y valor, originales o tresladados, haziendo sobre
esto las diligencias, que os paresciere, con el secreto y dissimulación
que veeys se debe tener para que mejor se consiga lo que se pre-
tende que en ello me hareys seruicio. De Madrid a XX de abril
de MDLXXIL— Yo el Rey.— Por mandado de su Mag.^ — Antonio
Gracian.» (Simancas. —Estado. —Legajo 1.503.)
A la anterior Real Cédula de Felipe II contestó el Embajador
D. Diego Ouzmán de Silva con la siguiente carta:
t
*S. C R. M.d
La carta de V. M ^ de los 20 del pasado en que V. M.<i manda
se haga diligencia acerca de los libros, tuue a los IQ deste, y co-
menzaré luego a hazer la diligencia, que conuenga por el orden,
que V. M.d es seruido, dando auiso de lo que entendiere que conuie-
ne. No creo que será necessario aduertir que don Diego de Mendo-
za tiene algunos libros desta qualidad, que V. M.d desea. Nro. S.o«*
guarde con acrecentamiento de mas Reynos y señoríos como sus
vassallos y criados deseamos. De Venecia 22 de Mayo 1572.—
De V. mg. muy humilde criado y vasallo que sus Reales manos
besa— Ouzman de Silua.» (Ibidem.)
En 14 de Junio volvió a escribir a Felipe H el Embajador Ouz-
mán de Silva con la siguiente carta:
<A la S. C M.d el Rey Nro. S.or
S. C. R. M.d— He escrito a V. M.d que he recibido la carta de
los 20 de Abril, escrita por mano de Antonio Gracián, acerca de la
librería copiosa, que V. M.d es seruido de mandar que se haga, cosa
digna de V. M.d y de gran prouecho, assi para lo que toca a la reli-
gión, como a las letras, para que por todas partes se vean los exem-
plos y testimonios de lo que V. M.d ha deseado y desea siempre
404 REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL
nazer, assi en el bien público general de la Christiandad como del
particular de los subditos de sus Reynos y señoríos. Luego comencé
a tratar del modo con que se podrían auer estos libros, y he comu-
nicado acerca de ello con el Doctor Juan Baptista Rasario subdito
de V. MA, del estado de Milán; persona de grandes letras y bondad,
y que tiene el deseo que es obligado, de seruir en todo a V. NÍA Lee
algunos años ha la cathedra de Griego en esta ciudad con salario del
público, y auiendo tenido noticia que un Antonio Eparcho por man-
dado del Papa Pío Quarto auia ydo a la Morea y a otras partes de
la Grecia a buscar libros griegos antiguos de todas suertes truxo
hasta... y quando llegó, siendo muerto el Papa, se quedó con ellos.
Aunque el Duque de Florencia los procuró auer, y me dizen que le
pidió por ellos mili escudos, y pareciéndole al Duque demasiada
cantidad, como a la verdad lo era, no quiso tratar de ello, y assi se
quedó. Y auiendo muerto este vinieron a manos de sus hijos; y lue-
go procuré auerlos, habiéndome dicho el Rasario que eran muy
buenos, y con la mayor destreza que se pudo se han comprado, pa-
reciéndome que este lance no se podrá hallar en muchos días. Die-
ronseles por ellos trézientos escudos pagados luego, y ha sido una
acertada compra y venturosa, según entiendo. Va la memoria dellos
a Antonio Gracián y de otros latinos de mano, también antiguos,
que aunque no son de la mesma sustancia, serán de prouecho para
esta junta, que se a de hazer.
Nicolo Barelli, antes que tuuiese yo noticia de que V. MA tenia
este intento, me auia dicho que tenia ciertos libros griegos antiguos,
que auian sido de un su hermano, y que porque se dezian que eran
cosa rara, los quería embiar a V. M.^, y assi cuando llegó la carta
de V. MA estauan ya en mi poder para hazerlos ver. Son buenos, y
auiéndole dicho que deuia hazerlo, por ser desta calidad, los ha em-
biado e irán a mano de Esteuan de Ardaca, entre otras cosas que de
aquí se embian. Este es persona, como V. MA aura conocido, de
bondad, y qué desea su servicio; y he tenido por buen principio,
que sin auer entendido nada, me los ouiesse traído poco antes. Los
demás yrán a recabdo, de la mesma manera que se an comprado, si
ya V. MA no ordenase otra cosa, aunque están algunos dellos mal
adere(jados, que en las cosas antiguas algunas veces pone esto
autoridad.
REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL 405
Luego que recibí la carta de V. M.d acerca desto, escriui al Sor.
don Juan de Austria en cifra, para que se guardase el secreto, que
le auisaua, mandase tener cuidado que quando se hiziesse alguna
empressa en Leñante, adonde ouiese lugares, de adonde se pudiesen
auer libros desta calidad, como V. NÍA los deseaua, tuuiese cauta-
mente cuidado de que se recogiesen todos, pues a los soldados les
seria de poca importancia, y que entendía que V. M.^ recibiría gus-
to y seruicio, de que los embiasse.
Auiendo comunicado alDoctor Rasario la forma que seria más
conueniente para hazer esta junta de libros, me ha dado la relación,
que va con esta, que a mi ver, es el mejor orden que se puede tener
para la execución. La qual se hará por su mano; porque como tengo
dicho seruirá a V. M ^ con mucha voluntad y amor. Nro. S.or la
S. C. y Real persona de V. M.^ guarde con acrecentamiento de mas
Reynos y señoríos, como sus vasallos y criados deseamos. — De Ve-
necia 14 de Junio 1572.— De V. M ^ muy humilde criado y vasallo
que sus Reales manos besa.— Guzman de Silua.» (Publicada en la
Revista de Archivos, tomo II, pág. 318).
A la vez escribía Ouzmán de Silva a Gracián la siguiente carta:
t
«Al Ill.e S.or mi S.o»" Antonio Gracian Secret.o de su Mag.^
Ill.e S.or
Por lo que se escriue a su Mag.d entenderá V. M. la diligencia,
que se ha comenzado a hazer en lo de los libros. La qual porque se
haga con mas facilidad y mejores precios en todo he querido mos-
trar que los quiero para mi, deseando ayudar a la librería de S. Agus-
tín de Salamanca cuyo monasterio hizieron y dotaron mis passados.
Y he dicho en esto verdad, porque he deseado hazer algún bien a
aquella casa aunque no tengo la facultad que mis passados. De ma-
nera que lo que aqui se hiciere, y en otras partes, será con destreza,
para que no engañen en los precios, que estos libros son tan esti-
mados por acá como joyas, y tienen el valor del humor del que los
compra.
La memoria de los libros, que se han comprado es esta, para
406 REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL
que V. m. pueda hacer relación dellos a su M.^ y son 63 griegos.
(Siguen los títulos de ellos.)
Nro. S.or prospere la 111. e persona y estado de V. m. como desea.
De Venecia 14 de Junio 1572.— Seruidor de V. m. — Guzman de
silua.>
La primera compra que hizo Guzmán de Silva fué a Miguel Epar-
cho de 64 códices griegos (Eparcho en el recibo dice que eran 64).
De ella habla a Felipe II y al Secretario Gracián en las cartas ante-
riores. Costaron 300 escudos de oro. También dice a Felipe II que
envía a Gracián la «memoria dellos y de otros latinos de mano tam-
bién antiguos». Les compró el 2 de junio a Juan Barileto y Mostafa ^
libreros, por 12 escudos, y los latinos fueron los siguientes:
«Biblia tota.
Lact'antius Firmianus.
Valerius Maximus.
Ciceronis orationes.
Epistolae S. Hieronimi.
Terentius.
Ciceronis epistolae familiares.
Lucanus.
Ovidii metamorphosis.
Angélica hierarchia Scoti.
Iliados liber primus versibus latinis conscriptus.
Eutropius de Romana historia.
Dialogi beati Gregorii.
Cicero de amicitia, senectute et paradoxa.
Ciceronis tusculanae disputationes.
Rhetorica ad Herennium (dos códices).
Cicero de amicitia.
Plutarchi vitae aliquot latine.
Omnes in pergameno.
Strabo latinus.
Plautus.
Terentius.
Horatius.
REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL 407
Ovidius de arte amandi.
Statii thebais.
Cicero de officiis.
Cicero de oratore.
Ciceronis tusculanae.
Cicero de amicitia.
Cicero de officiis (dos códices).
Leonardus Aretinus de ortographia.
Macrobius saturnaliorum libri.
Lactantius Firmianus.
Contemplationes de vita eterna.
Commentarii in Statium.
Poggii epistolae.
Petrarca de otio religioso.
Thucydides latinus.
Juvenalis.
Martialis.
Festus Pompeius,
Orationes quaedam Patavii habitae.
Omnes in papyro
Tutu questi costana scuti 12. >
Véase la relación de Rasarlo que envió adjunta Guzmán de Sil-
va a Felipe II:
€ Relación que ha dado el Doctor Rasarlo de la forma en qué se
puede hazer Junta de libros.
El orden que parece, que se deue tener para hazer una buena y
copiosa librería de libros raros y tales qual conuiene que sean para
ella es el siguiente:
Primeramente que se tenga auiso de los libros, que se han traido
de Leuante a esta ciudad de Venecia o a otra parte para auerlos. E
yr preguntando diestramente a los griegos, que aquí se hallan, para
tener intelligentia dellos y procurar auer los libros, que tuuieren al
presente y hacer lo mesmo con algunos gentiles hombres, cuyos pa-
408 REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL
sados han tenido cuidado de comprar y tener en sus casas semejan-
tes libros y ver si se pueden auer dellos. Pues muchas vezes los hi-
jos no tienen la mesma afficion que los padres en estas cosas.
En esta ciudad hay tres librerías, y en ellas muchos libros y bue-
nos, griegos, latinos, hebreos y arábigos en todas scientias de las
quales se podran auer para copiar, y auiéndose corregido con dili-
gentia y puestoles fe de notario de que son tresladados y corregi-
dos al pie de la letra de los mesmos, parece que tendrán la autori-
dad de la antigüedad de los otros.
Las librerías son: La de S. Marcos, que fué del Car.*i Bessarion.
La de S. Antonio, que fué del Car.ai Qrimani.
La de S. Ju.o y Paulo, que es un monasterio de frailes dominicos.
En Florencia en la librería del Duque hay assimesmo muchos
libros raros y buenos en todas scientias y lenguas. Será necessario
auer el Índice dellos, y hazer copiar aquellos, que parecerán neces-
sarios. Y para esto haré yo aquí diligentia con el Secret.o del Duque
o con el Abbad Brazerio, que ha sido alli Nuncio de su SA y lo es
agora. Y porque el Duque, según soy informado, no dexa sacar fue-
ra de la ciudad los libros se podrá después de escritos encomendar
que se vea la copia nueua con la vieja para que vaya muy justa a un
Pedro Victorio hombre muy docto que reside alli.
En Roma en la librería de S. Pedro hay assimesmo algunos li-
bros muy buenos y raros, y después de escritos, dizen, que seria
bueno para corregir la copia con el original, Ju.o Baptista Gabia lec-
tor pu.co de aquella ciudad.
En la librería de Urbino hay algunos libros buenos y raros, que
se podrán assimesmo copiar, y estando escritos se podrán corregir
por Federico Comandino gentilhombre de allí.
Pero no hay lugar por acá mas acomodado para auer libros an-
tiguos y buenos, según entiendo, especialmente griegos, que en Ve-
necia y para esto ayudará mucho el doctor Ju.o Baptista Rasarlo, que
es persona, que hará muy bien y cautamente la diligencia, y en las
compras se tendrá cuenta, que sean con la ventaja possible.
Tendrase cuidado, que en el copiar de los libros no se escriua
alguno de los que se aurán comprado, sino solamente los que no se
podrán auer por otra vía, como son la Catena sobre los psalmos, que
está en librería de S. Marcos; y la Catena sobre los cinco libros de
REEAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL 409
Moysen, que está en la librería de S. Ju.o y Paulo, y estos libros no
se podrán auer de otra parte, y son bonissimos, y compuestos por
treinta y dos escriptores ecclesiásticos griegos, entre los quales fue-
ron, Chrysostomo, Athanasio, Cyrillo, Gregorio Niceno, Basilio, Da-
masceno y otros de los principales. (Al margen anota Gradan: De
aqui se embiará el Catalogo de los que ay en sant Lorengo para que
aquellos no se copien y aun de los que Montano ha comprado en
flandes y el Obispo de Segouia, tiene para ser de V. N[A después de
sus días.)
Quanto al orden, que se tendrá para que la librería sea bien tra-
tada y forma de hallarse con facilidad lo que en ella se buscare, se
verá lo que acá se haze en estas partes, que las hay, y se embiará
para que cotejada con la de allá se tome el mejor que parecerá.»
Felipe II contestó a Guzmán de Silva con la siguiente Real
Cédula:
cEL REY
Diego Guzman de sylva del nro. consejo y nro. embajador. He
visto por la carta que me escriuísteis, a catorce del passado, la dili-
gencia que haueis hecho para hauer ay libros antiguos y raros, y el
cathalogo de los que aueis comprado, que me mostró Antonio Gra
cían con lo demás que le escrivis; que todo me ha parecido muy
bien, y la compra muy acertada, y assi os agradezco, y tengo en ser-
vicio el que en esto me haueis hecho, y en procurar los demás de
Nicolo Barellí, al qual lo podréis también agradecer de mi parte, y
dar orden que los unos y los otros se envíen a recaudo, asi como
están, pues venidos acá se podrá atender en su aderezo y enquader-
nacion.
Fué bien hauer escripto a D. Juan mi hermano que ofreciéndose
ocasión tenga quenta con este particular, y vos le terneys de acor-
dárselo quando viéredes que lo ay, y de proceder en lo de adelante
en conformidad de la relación que embiasteis del Doctor Rasarlo
que ha parecido bien, y asi os podréis aprouechar de su consejo en
ello pues es persona de las partes que decís, dándome aviso de lo
que se hiciere. Aunque en lo que toca a tresladar libros de^ librerías
410 REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL
que en la relación se nombran, podréis por agora dejarlo de hacer
hasta que otra cosa se os avise, por lo que Oracian os escriuirá, y
procurar solamente por agora los antiguos griegos, o latinos, que se
pudieren hallar. De Madrid XVI de Julio de MDLXXII.— Yo el Rey.
— Por mandado de S. Mag.^ Antonio Gracian». (Simancas. — Secre-
taría de Estado. Legajo 1,503.)
Carta de Antonio Gracián a D. Diego Guzmán de Silva.
t
«Muy Ill.e señor:
En XIIII deste recibi ambos duplicados de V. S.a de los mismos
del passado sobre el negocio de la libreria y otro dia los mostré a
su Mag d el qual lo leyó todo con mucho contentamiento, y cierto
le queda del buen principio que V. S.a ha dado a esto, como de la
carta que ha firmado entenderá V. S.a, y ha sido muy acertado in-
terponer en las compras el nombre de V. S.a y no en el de su Mag.^,
porque con esto se ahorrará mucho.
Lo que toca a los libros que se han de tresladar, acá andamos
tratando de tomar dos librerías para su Mag.d, la una de don Diego
de Mendoza, de que V. S.» hizo mención en su primera carta, y la
otra del Cardenal de Burgos don Francisco de Mendoza, en las qua-
ies entiendo que ay todo lo que se podrá tresladar de las librerías
que contiene la relación del Doctor Rasarlo porque sé yo que las an
andado, y aun otras, y assi aunque de los originales antiguos que-
remos quantos se pudieren hallar, aunque acá los tengamos, porque
por mas que aya nunca sobran, en los tresladados no ay para que
gastar dinero hasta saber si los tenemos juntándose estas dos minas
tan ricas y otra que está comprada en Flandes. Pero podrase por
agora tener cuenta con los que se pudiere tresladar para que a su
tiempo se haga si fuere menester, y con todo eso haré tresladar y
embiaré a V. S.a el catalogo de todas estas librerías, y de la nuestra
de S. Lorenzo, que no es menor digo de los manuscritos, que lo de-
más es infinito, asi para que V. S.* las tenga para su curiosidad,
como para que si algunos libros huuiese que no estuuiesen en algu-
na dellas se tresladasen sin esperar a mas, y será bien que el Doctor
Rasarlo aya los catálogos de las mas librerías que pudiere para que
REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL 41 1
veamos lo que nos falta, y se coteje con los nuestros, yo bien creo
que estas dos librerias que digo serán de S, Mag.^ aunque nos va-
mos poco a poco en comprarlas estando seguros de contralicitar, y
por tomar mejor me dio en auerlas.
A Nicolo Barelli conozco muy bien y creo que él me dixo aqui
desta librería, aunque V. S.a no escriue si la embia vendida, o en
que forma, ni de los libros latinos si se han comprado o no, de todo
supplico a V. S."* me avise con el primero.
En lo que toca a traerlos aqui me dijo ayer su Mag.^ quando
firmaua la carta para V. S.^ que escriuiese yo a V. S.^ que los podria
embiar hasta Genoua, y de alli embiarse aqui en las primeras gale-
ras, y que assi lo escribiese también al Señor don Sancho de Padilla
para que estuuiese prevenido de ello, como lo ha hecho y V. S.^ me
avisará de quando y como se embiaren para que lo entienda su
Mag.d la divina guarde y prospere muy Ill.e persona, V. S.^ de ma-
drid a XVII de Julio de 1572.— B. L. M. de V. S.^ su serui.or-Qra-
cian> (Simancas-Estado 'Legajo 1.504).
t
Carta de D. Diego Guzmán de Silva a Antonio Gradan.
«Ill.e Señor.
A los 12 deste tuue la carta de V. m. de los 17 del pasado con
la que vino de su Mag.^ y ámela hecho V. mrd. mayor de lo que
podría encarescer en auerme escrito que su Mag.d auia tenido por
acertada la primera compra que se hizo de los libros, porque demás
de no desear otra cosa sino acertar a seruirle, es para mi el mayor
gusto que puedo ^tener emplearme en seruicio del glorioso y bien-
auenturado S. Lorenzo, de cuya admirable pasión he sido siempre
deuotissimo, y assi toda mi recreación es en un monasterio adonde
ay dos huesos suyos grandes y un retablo de mano del Ticiano, en
que está harto ayudada la forma de su martirio, en cuyo altar suelo
dezir parte de mis misas.
Encaminarse han los libros por la uia de Genoua, como su
Mag.d manda. Hanse comprado otros pocos, de los quales embio a
a V. m. la memoria, y aunque los latinos son de mano, y algunos
412 REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL
dellos con un poco de yluminacion, su dueño los tenia en mucho,
pero ha sido bueno que nos auemos dado tan buena maña que se
huuieron por seis escudos, porque uea V. m. si soy buen menagero.
Tampoco creo que en los demás griegos nos han engañado. (Al
margen: No auisa lo que le costaron estos). Teníanlos sus dueños
como joyas preciosas, y eles desecho este pensamiento con darles a
entender que no compro por codicia ni apetito sino por razón.
Pareceme muy bien el sobreseer en los treslados hasta saber lo
que hay en las librerías del Car.i y don Diego de Mendoza, porque
sé que hicieron ambos diligencia, y el Doctor Rasarlo a dicho que él
ayudó a hacer parte dello. Los originales antiguos se procurarán.
Arias Montano me ha escrito que los que compró en Flandes ayu
darán bien. Hanme traído unos libros latinos de mano que me dizen
que se anduuíeron buscando aquí con diligencia para el Duque de
Bauíera. Alos visto Rasado y diceme que son muy buenos, aunque
entiende como yo la substancia desta ciencia. (Al margen: No dice
que ciencia. — Eran de alchymia como después parescíó por la re-
lación del gasto que embio a su Mag.^ y eran 26 y se compraron
por 30 escudos); pero siendo cosa rara y no común y conueniente
que en las librerías grandes aya de todo, estoy persuadido de to-
marlos especialmente que de dozientos escudos los tengo ya en 30,
Los libros- de Nicolo Barellí son buenos, y antes que me uiniese
el auiso de que eran necesarios, los auia traydo a mi posada, para
que le diese parecer si los embiaria, como lo ha hecho sin otro fin
que de seruir a su Mag.^ que es hombre de bien y desea hacerlo y
assi se le a hecho y hará aquí todo placer en lo que se le a offrecido
y offreciere.
Los catálogos se harán y con esta en cambio el de S. Marcos,
anuque se está haciendo otro que será más corregido, y si vinieran
los de allá, como V. m. díze, reciuiré muy gran mrd. con ellos, por-
que se acierte mejor lo que se a de hazer y por uerlos, que he sido
siempre muy tahúr deste juego; y pensé que en Venecia pudiera
exercitarme en él, y assiguro a V. m. que difficilmente hay tiempo
para rezar, y que si tomo algún rato yendo en barca a Polinio por las
cossas que corren, quando se lee una hoja pienso auer ganado una
ciudad, y el mal es que se oluida lo leydo, mas quien está al cabo de
la vida de todo se puede consolar, especialmente pasándose en ser-
REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL 413
uicio de nuestro amo. V. m. es mozo, ha trabajado y sé que no per-
derá tiempo. Nro. S.or se le dé para seruirle y prospere la lll.e fami-
lia y estado de V. m. como desseo. De Venecia 16 de Agosto 1572.—
Seruidor de V. m.— Guzman de Silua.» (Publicada en la Revista de
Archivos, II, pág. 320).
Los códices latinos a que se refiere en la carta anterior y que
fueron comprados por Guzmán de Silva el 24 de Julio son los si-
guientes:
Venecia 1572. Memoria de algunos libros griegos y latinos que agora
últimamente ha comprado en Venecia Guzman de Sylua, para la
librería de S. Lorenzo.
Libri Graeci.
Libri Latini.
Valerius Maximus, in 4.*^, in pergameno.
Horatii poética et epistolae, in 4.°, in perg.
Cicero de Officiis, in 4.°, in perg.
Priscianus, in 4.°, in perg.
Catullus, in 4.o, papyro.
Virgilius, in folio, in perg.
Rhetorica ad Herennium, in 4.®, in perg.
Liuii prima decas, foL, perg.
Leonardus aretinus de primo bel. púnico, in 4.°, pap.
Caesaris comment., in 4.o, pap.
Lactantius Firmianus, fol., perg.
Salustius, 4.^ perg.
Valerius Max., fol., pap. et Senecae epistolae.
Senecae declamationes, fol., perg.
Ciceronis orationes in Verrem, fol., perg.
Juuenalis et Persius, in 4.^, perg.
Horatius, in 4.°, perg.
Julius Solinus, in 4.», perg.
Ditis Cretensis, in 4.o, perg.
TerentiuS) in 4.°, perg.
Lactantius Firmianus, in 4.", perg.
414 REAL. BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL
Tibullus, Catulius et Propertius, m 4."*, perg.
Rhetorica ad Heren. et alia, 4.°, perg.
Salustii Catilinarium, in S."", perg.
Ciceronis Tusculanae, in 4.°, papy.
Marcianus Capelia, in 4.*', perg.
Los códices de Alquimia comprados por 30 escudos a Vicencio
Valgrisi fueron los siguientes:
«Líber lapidarii, qui dicitur practica lapidum, Raymundus Lul-
líus de lapide Phylo.
Geber practica super scientia et arte diuina.
Idea Salomonis.
Bernardus de Auernio de probatione verae transmutationis.
Clauis sapientiae.
Raymundi LuUii quintarum essentiarum liber.
Raymundi Codicillus super artem Alchimiae.
Tractatus qui dicitur aurora consurgens.
Morienus de lapide Philosophorum.
Arnaldus de Villanova testamentum de arte diuina.
Christophorus Parisiensis de magno lapide.
Raymundus LuUius de virtutibus aquae vitae.
Quartum Platonis de arte chimica.
Raymundus Lullius de figura elementali.
Thesaurus mundí de transmutatione metallorum et de auro po-
tabili.
Liber diuersorum experimentorun in arte Alchí.
Guillelmus de monadi Alchimica.
Compendium aureum Artis.
Liber secretorum Floridii.
Sedacina totius artis Alchimicae.
Doctrina philosophica de Alchimia.
Opus excellens in Alchimia incerti auctoris. '
Opus de lapide minerali Christophori Veneti, et ex rosa Joan.
Anglici.
Modus reducendi argentum viuum in pristinam substantiam».
REAL BIBLIOTECA DE KL aSCOEIAL 415
Felipe II al embajador D. Diego Guzman de Silva.
t
«EL REY
Diego Guzman de Silua del nro. consejo y nro. Embaxador. Por
vuestra carta XVÍ de agosto entendí la orden que auiades dado cer-
ca de embiar aqui los libros que teneys comprados y lo demás que
en este negocio aueys hecho lo cual está muy bien. También me
hizo relación Antonio Oracian de los libros que últimamente aueys
comprado, cuya memoria le embiastes y de la calidad de ellos, que
han parescido muy buenos, y assi os lo agradezco y holgaré conti-
nueys en tener desto el cuydado que hasta aqui, y me deys siempre
auiso de lo que hicieredes. De Madrid a diez de octubre MDLXXII.
— Yo el Rey. — Por mandado de su Mag.** —Antonio Gracian.» (Si-
mancas.— Estado.— Legajo 1.503).
Caria de Gradan a Guzman de Silva.
t
»Muy Ill.« Señor:
Esta será solo para acompañar la de su Mag.^ y yo responderé a
la de V. S.^ en teniendo mas salud, si place a Dios, porque agora
quedo con unas tercianas que es la fruta de esta tierra. No ha ydo
antes la respuesta de su Mag.^ porque aunque vio luego las cartas
de V. S.* aguardé a darle relación de los libros, y de la calidad de-
llos en buena razón. N. S. guarde la muy Ill.« persona y estado
de V. S.a como puede. De Madrid a XI de otubre 1572.—B. L. M.
de V. S.* su serv.o"^ — Antonio Gracian». (Ibidem.)
Carta de Antonio Gracian al embajador D. Diego Gazmán de Silva.
t
*Muy Ill.^S.^
Recibi la de 10 de Enero con el libro de Heron y beso
a V. S.a muchas vezes las manos por el cuydado que tuuo de ha-
416 REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL
zermer mrd. y la que recibo con sus cartas y con la cuenta que me
dá de lo que trata cerca deja librería, que no solamente me anima
a mi mucho a hazer acá otro tanto, pero me da ocasión de poder yo
con tan buen exemplo el forzar a los que tratan de esto, que nego-
cios de letras y virtud suelen resfriarse, aunque este no lo hazen en
su Mag.*^ sino que cada dia veo que recibe mas gusto dello y esta
semana passada me mandó desde el Pardo embiasse aqui por unos
libros que se han tomado del almoneda del Conde de Luna en León,
en que hay algunos curiosos y se holgó y se entretuuo allí algunos
ratos con ellos. El Obispo de Plasencia le dejó la mejor parte de su
librería por manda en su testamento, y lo demás embiamos a com-
prar, era muy copiosa y rara cosa. Montano me auisó de los libros
Hebreos que compró ay aunque por embiarme la memoria dellos,
me embió por error la de los que dexó en Roma, y desta también
tenemos mas en la libreria del s.° Zurita que será presto nuestra y
es muy buena y curiosa y crea V. S.^ que antes de mucho será la de
S. Lorenzo de las mejores de la christiandad. Guárdenos nro. señor
a su Mag.*^ muchos años para que por todas vias fauoresca la virtud.
El libro de Heron aunque es muy bueno y curioso y le estimo
yo en mucho, no es el que embié a pedir y yo tengo traducido en
castellano, porque es de machinis bellicis y el mió es de machinis
Pneumatícís siue spirítalibus quae ex atractione aerís fiant. Llamase
en griego rjptovcc aXp ^avípE^ TtepixiívTrvevxaXfxov, SU mag.** Ic tiene en grie-
go dos o tres veces y en español de mi mano, y yo de la misma en
griego, si acaso ay se ha impreso en latin o en griego holgaría infi-
nito de tenerle porque fué deleyte de mi mocedad lo que trabajé en
esta niñería y gusto della. V. S.a me haga merced de encargarlo al
D. Rasarlo y perdonar mi atreuimiento. Nro. S/ guarde y prospere
la muy illustre persona y estado V. S.^ como puede. De Madrid
a XXV de Hebrero de 1573.-B. 1. m. de V. S.* su muy cierto seruí-
dor.— Antonio Gracián.» (Simancas.— Estado, —Legajo 1.509. Pu-
blicada en la Revista de Arcíiivos, V, pág. 314).
P. Guillermo Antolín
(Concluirá.)
REVISTA CANÓNICA
I. Duda resuelta sobre el uso de la bolsa de ios corporales.— II. Decreto sobre
la concurrencia de dos responsorios de tiempo con otros dos de Apóstoles
y Evangelistas o de Mártires, en tiempo pascual.— III. Sobre competencia
de asuntos de las sagradas Congregaciones.— IV. Participación de los cató-
licos en la sociedad «ad procurandam Christianitatis unitatem>.— V. Duda
sobre el teosofismo.— Vi. Aclaraciones sobre el decreto «ínter reliquas».—
VII. Rito que se ha de observar en la profesión de las religiosas.
I
Proposito dubio: «An usus bursae, corporalibus includendis destina-
tae, permitti possit pro colligendis eleemosynis?», Sacra Rituum Congre-
gatio, audito specialis Commissionis suffragio, respondendum censuit:
Negative,
Atque ita rescripsit, et servan mandavit. Die2 maii 1919.—^ A. Card.
Vico, Ep. Portuen. et S. Rufínae, S. R. C Praefectus.—L, ^ S. Alexander
Verde, Secretarias.
II
A Sacra Rituum Congregatione pro opporíuna declaratione postula-
tum fuit:
«Quaenam norma sit habenda quoties, infra Hebdomadam I et II post
»Octavam Paschae, in Communi Apostolorum et Evangelistarum vel Mar-
»tyrum, Témpora Paschali, in II et III Nocturno recurrant ea Responsoria,
»quae iam fuerint in primo Nocturno recitata, cum Lectionibus de Scriptu-
»ra occurrente.>
Et Sacra eadem Congregatio, audito specialis Commissionis suffragio,
ómnibus sedulo perpensis, ita rescribendum censuit:
«I. Tum in Communi Apostolorum et Evangelistarum, tum in Com-
»muni Martyrum, Tempore Paschali, loco septimi Responsorii Ego sam
418 REVISTA CANÓNICA
*víiíSf dicatur Responsorium: Tristitia vestra, quoties in I Nocturno reci-
»tatae sint Lectiones de Scriptura occurrente cum suis Responsoriis de
»Tempore, Feria III et VI infra hebdomadam I et II post Octavam Paschae.
»II. In communi autem Aposíolorum et Evangelistarum, Tempore Pa-
»schali, loco Responsorii quinti: Virtute magna, dicatur Responsorium
*PretíOsa in conspecta Domini, quoties in I Nocturno Lectiones fuerint
»de Scriptura occurrente cum suis Responsoriis de Tempore, Feria IV et V
»infra hebdomadam I et II post Octavam Paschae.
>III. Futuris autem editionibus Breviarii Romani, in Communi Aposto-
>lorum et Evangelistarum, Tempore Paschali, post Responsorium quin-
>tum, inseratur sequens Rubrica: «Feria II et V infra hebdomadam I et ÍI
»post Octavam Paschae, quoties in I Nocturno Lectiones fuerint de
»Scriptura occurrente cum suis Responsoriis de Tempore, loco praece-
>dentis Responsorii de Tempore, dicitur sequens: i^. Preüosa in conspe-
*ctü Domini, alleluja, * Mors]sanciorum ejus, alleluja. f. Custodit Domi-
*nüs omnia ossa eorum, unum ex fiís non contereiur. * Mors.*
«ítem in Communi Apostolorum et Evangelistarum et in Communi
»Martyrum, Tempore Paschali, post septimum Responsorium inscribatur
>haec Rubrica: «Sicubi, Feria III et VI infra hebdomadam I et II post Octa-
»vam Paschae, quoties in I Nocturno Lectiones fuerint de Scriptura occur-
»rente cum suis Responsoriis de Tempore, loco praecedentis Responsorii
» dicitur sequens: H- Trisiiiia vestra, alleluja, * Convertetur in gaudium,
*alleluja, alleluja. f. Mundus antem gaudebit, vos vero contristabimini,
*sed irisiitia vestra. Convertetur.^^
Atque ita rescripsit, declaravit et servari mandavit. Die 16 maii 1919.—
^ A. Card. Vico, Ep. Portuen. et S. Rufinae, S. R. C. Praefecíus.—
L. ^ S. Alexander Verde, Secretarias,
ni
In peculiari coetu Emorum Patrum iuxta canonem 245 Cod. luris
Canonici a Beatissimo Patre designatorum, propositis dubiis:
L Utrum omnes quaestiones, seu instantiae, quae attingunt aliquod
ius, aut commodum (seu interesse) alicuius familiae religiosae, aut soda-
lium religiosorum, spectent privative ad S. C. de Religiosis.
2. Utrum concederé, servatis consuetis normis, sanationes et condona-
tiones quoad praeteritum, et reductiones quoad futurum relate ad capella-
REVISTA CANÓNICA 419
nias et alia legata, quae, licet concredita non sint Ordini aut familiae reli-
giosae, qua tali, erecta tamen aut translata reperiuntur in ecclesiis religio-
sorum, spectet ad S. C. Concilii, an potius ad S. C. de Reiigiosis.
3. Cuinam Congregationi competentia tribuenda sit quoad dispensa-
tionem ad Ordines sacros recipiendos a Reiigiosis sive ex defectu aetatis
sive ab irregularitate, sive quoad alias conditiones quae ad conferendos
Ordines requiruntur, sive quod ad studia pertinent quae sacris ordinatio-
nibus sunt praemittenda.
4. Cuinam Congregationi competentia tribuenda sit quoad religiosos
dispensandos, qui propter morbum vel alia de causa a Missae celebratione
physice vel moraliter impediuntur, veluti si pedibus consistere non valeant.
Emi Patres Cardinales, quibus a SSmo. D. N. Benedicto PP. XV re-
solutio commisa fuit, respondendum censuerunt:
Ad 1. Affírmaüve: in sensu tamen canonis 251 Codicis luris Canonici.
Ad 2. Privative ad S. C. de Reiigiosis, quoadusque legatorum adminis-
tratio et adimplementum coacredita sint Reiigiosis.
Ad 3. Ad S. C. de Reiigiosis.
Ad 4. Ad S. C. de Reiigiosis.
Quae omnia SSmus D. N. rata habuit et confírmavit.
Romae, die 24 martii 1919.~í< C. Card. De Lai, Episc. Sabinen., Se-
cretarias.
IV
In genefali consessu Supremae Sacrae Congregationis Sancti Offícii,
habito feria IV, 2 julii 1919, proposito dubio: «Utrum instructiones hujus
ejusdem Supremae Sacrae Congregationis, latae die 16 septembris 1864,
circa participationem catholicorum cuidamsocietati Londini erectae adpro-
curandam^ ut aiebant christianitatis unitaiem, applicandae sint, et a fíde-
libus servandae etiam quoad eorundem participationem conventibus qui-
buscumque, comitiisque publicis vel privatis ab acatholicis indictis, qui
fínem sibi praestituunt unionem procurandi omnium coetum christiano-
rum nomen sibi vindicantium»; Emi ac Rmi Dñi Cardinales in rebus fídei
et morum Inquisitores Generales respondendum mandarunt: ^Affirmative,
et iterum evulgandas esse in ephemeride officiali Sanctae Sedis supra me-
móralas litteras, una cum alus ad quosdam Puseistas anglicos datis, die 8
Novembris 1865».
SSmus D. N. D. Benedictus Div. Prov. Papa XV sequenti feria V, die 3
420 REVISTA CANÓNICA
ejusdem mensis et anni; in sólita audientia R. P. D. Adsessori S. O. im<-
pertita, relatam sibi Emorum Patrum resolutionem approbare et confirmare
dignatus est. Contrariis quibuscumque non obstantíbus.
Datum Romae, ex aedibus S. Offícii, die 4 julii 1919.— Aloisius Castel-
lano, Supremae S. C. S. Off. Notarías,
Fería IV die Wjulü 1919.— In plenario conventu habito ab Emis. ac
Rmis. Dominis Cardinalibus in rebus fídei et morum Inquisitoribus Gene-
ralibus, proposito dubio: «An doctrinae, quas odie theosophicas dicunt
componi possint cum doctrina eatholica; ideoque an liceat nomen daré so-
cietatibus theosophicis, earum conventibus interesse, ipsarumque libros^
ephemerides, diaria, scripta legere».
Eidem Emi. ac Rmi. Domini, praehabito DD. Consultorum voto, res-
pondendum decreverunt: Negaiive in ómnibus.
Et feria V die 17 ejusdem mensis, Ssmus. D. N. D. Benedictus Div.
Prov. PP. XV, in sólita audientia R. P. D. Assessori S. O. impertita, rela-
tam sibi Emorum. Patrum resolutionem approbavit et publicari mandavit.
Datum Romae, ex aedibus S. Officii, die 18 julii 1919.— A. Castella-^
NO, Supremae S. C. S. Off, Notarías,
VI
Cum in Códice Juris Conocini nihil habeatur circa ea quae continen-
tur in Decreto de Religiosis servitio militari adstrictis^ a S. Congregatione
de Religiosis, sub die 1." ianuarii 1911 dato, dubium nonnullis exortum
est utrum adhuc praedictum Decretum vigeat post Codicis promulgatio-
nera. Haec autem S. Congregatio, attenta negotii gravitate, animadverten-
dum censet in Códice Juris Canonici nullam haberi potuisse rationem
praefati Decreti inier reliquaSf nec ejusdem praescripta Canonibus inserta
fuisse, cum idem Decretum, natura sua, ad circunstantias temporum et
locorum habeat relationem, nec generalis legis eclesiasticae rationem indi-
care possit. Etenim juxta can. 614: «Religiosi, etiam laici ac novitii, fruun-
tur privilegium clericorum de quibus in can. 119-123»; quae inter canon
121 absolute edicit: «Clerici omnes a servitio militari... immunes sunt».
Cum autem causae ob quas datum fuerit Decretum Inier reliquas,
REVISTA CANÓNICA * 421
diffíciiltate temporum porseverent, et viri rel¡p:iosi, etiam professi, ad ser-
vitium militare, pluribus in regionibus, cogantur, nullo habito respectu ad
eorum statum, quo Dei servitio jam fuerint mancipati consequens et
praescripta ejusdem Decreti in suo robore esse servanda. Propositis igitur
dubiis: 1) utrum Decretum ínter reliquasS. Congregationis Religiosorum,
diei l.a« ianuarü 1911, de Religiosis servitio militari adstrictis ad huc vi-
geat; et quatenus affirmative: 2) utrum Novitii servitio militari adstricti,
absoluto Novitiatu, vota religiosa temporánea emittere debeant ad trien-
nium juxta modum in can. 574 expressum; haec S. Congregatio, re matare
perpensa, respondendum censuit prout respondit: ad primum affirmriive;
ad secundum negative; et vota temporánea emitantur volitara asque ad
serviiiam militare, Quapropter statuit S. Congregatio ut: 1) vota praedicta
cessent eo die quo Religiosus militiae adscriptus et disciplinae militari
subjectus evadit, vel inhabilis ad militiam absolute et in perpetuum decla-
ratur; 2) perduranti militari servitio, alumnus, quamvis votis religiosis non
sit ligatus, tamen membrum religionis esse perseverat sub auctoritate suo-
rum Superiorum, qui de eo curam habere debent forma praescripta in
Decreto ínter reliqaas, nn. IV et V. Attamen, ad norman can. 637, alum-
nus potest libere religionem desserere, praemonitis Superioribus per de-
clarationem in scriptis vel coram testibus, quae declaratio caute in Archivo
Ordinis vel Instituti servetur; Religio pariter potest eum, ob justas et ratio-
nabiles causas, dimissum declarare; 3) ad praecavendam autem dubitatio-
nem omnem circa professiones, quae forte post promulgationem Codicis
bona fide emissae sunt contra praescriptum Decreti ínter reliqaas, S. Con-
gregatio facúltales tribuit Superioribus eas sanandi, dummodo accedat con-
sensus Religiosi, in scriptis declarandus ac in Archivis serv.andus. Facta
autem de his relatione SSmo. D. N. Benedicto PP. XV in audientia diei 15
iulii 1919 ab infrascripto Card. Praefecto, Sanctitas Sua praedicta omnia
approbavit et publici juris fieri mandavit.
Datum Romae, die et anno praedictis.— R. Card. Scapinnelli, Prae-
fectus. L. ^ S. Maurus M. Scrafini, Ab. O. S. B., Secretarias,
VII
«An resolutiones S. C. EE. et RR., sub die 18 iulii 1902 ad I, et 15
ianuarü 1903 ad I et II, circa modum servandum in emittenda simplici et
sollemni Monialium professione post editum Decretum Perpensis diei 2
422 REVISTA CANÓNICA
maii 1902, vigeat post inductam a Códice luris Canonici professionem vo-
torum temporaneorum, quae votis sollemnibus praemitti debeat?»
S. Congregaíio, ómnibus mature perpensis, respondendum censuit:
Negaüve, et ad mentem. «Mens est ut professioni sollemni reserventur
ritus illi omnes et ceremoniae quae ad perpetuitatem status referuntur; ad
professionem vero temporaneam sufficit ut, ad normam canonis 577, § I,
n. 6, a legitimo Superiore secundum Constitutiones per se vel per alium
recipiatur»,
Datum ex Secretaria S. Congregationis de Religiosis, die 10 iulii 1919
— L, fb S. Maurus M Serafini, Ab. O. S. B., Secretarias.
bibliografía
Cuestionario teológico, por el M. I. Sr. D. Francisco Salvador Ramón, canó-
nigo de la S. í. C. de Guadix.— Tomo IV.— De Gracia y Virtudes.— Un vo-
lumen de 294 págs. en 4." menor.— Quadix.—Imprenta de la «Divina Infan-
tita», 1919.
Ya en otra ocasión, al hablar del tomo II de esta obra, dijimos el aplau-
so que merece el autor, tanto por su laboriosidad como por su inteligen-
cia en reducir a compendio las cuestiones más graves de la Teología.
El presente volumen, concretado a las cuestiones de la gracia y de las
virtudes, reúne todas las cualidades de sus hermanos, publicados anterior-
mente: concisión en la doctrina, claridad en la exposición, la suficiente am-
plitud en las materias que abarca, de suerte que no sólo de lo que es doc-
trinal y dogmático, sino hasta de lo que es discutible y ha sido discutido en
la historia ofrece muy compendioso resumen. Los que conozcan de ante-
mano el desarrollo de las cuestiones teológicas y se hayan dado cuenta de
la doctrina y de la discusión entre los autores graves, encontrarán en estas
páginas un excitante de ideas y recuerdos que quizás dormían en el olvi-
do, podrán con facilidad hacer revivir en su pensamiento los frutos adqui-
ridos a costa de muchos trabajos. Por eso se recomienda, sobre todo a los
que desean una preparación rápida para tomar parte en oposiciones o
concursos.
También hicimos notar ciertos defectos que afeaban el tomo II, y que
por lo visto son comunes a los demás, pertinentes desde luego más bien a
la forma que al fondo de la obra. En un compendio es donde menos pue-
de disculparse el desaliño y la incorrección, originados del apresuramien-
to excesivo en revisar la labor propia y ajena. Y justo es que el vaso sea
digno del exquisito licor que contiene.
Por lo demás, el autor muestra una gran comprensión de los panora-
mas que encierra la reina de las ciencias y guía por ellos con seguridad y
mucho provecho del lector, inspirando anhelos de ver pronto los tomos
ulteriores. — B. R.
424 BIBLIOGRAFÍA
P. Ludovicus Fanfani O. P. Prof. Theolog. Moralis in Pont. CoUegio Angélico
de Urbe,— Dé Indulgentiis.— Manuale teorico-practicum ad normam Codicis
Juris Canonici.— Romae, Desclée et Socii Editores, 1919.— Un vol., de 110
páginas, en 8.^
En este pequeño volumen nos ofrece el autor un prontuario muy her-
mosamente dispuesto con todo lo que hay de más fundamental en el tra-
tado de las Indulgencias, y que al mismo tiempo es de verdadera utilidad
práctica por los múltiples detalles a que desciende.
Las enseñanzas de la Iglesia sobre la materia y las condiciones que para
ganar las Indulgencias se requieren es lo que constituye la primera parte
del libro. A ella sigue la exposición de ciertas Indulgencias en particular,
como las del Jubileo, Bendición Papal, in articulo mortis, Altar privilegia-
do, Víacrucis, Rosarios, Escapularios y Acto heroico de caridad, en que se
esclarece todo lo relativo a la aplicación de los grandes tesoros de la Igle-
sia y se resuelven las dudas que son más ordinarias en la práctica, siempre
teniendo en cuenta las últimas decisiones de la Iglesia.
Para todos los sacerdotes, pero especialmente para los párrocos, encie-
rran verdadero interés las páginas de esta obrita.— P. B.
El deber del cristiano.— Amarás al S<?/zor.— Exposición doctrinal y devota dei
gran precepto de la caridad para con Dios. Seguida de un «Oficio breve
para todos los días de la semana».— Volumen de 776 págs., por el reverendo
D. Manuel Barguñó y Morgades, Pbro.
— Amarás a tu prójimo.— Exposición doctrinal y devota del gran precepto de
la caridad para con el prójimo. Seguida de una breve exposición sobre las
virtudes de la Santísima Virgen, por el mismo autor.— Volumen de 800 pá-
ginas.—Imp. de E. Subirana, Edit. y Lib. Pont.— Barcelona.— 1918.
El deber del cristiano forma una obra completísima, en dos nutridos
volúmenes, donde se expone muy detallada y extensamente la doctrina re-
lativa al gran precepto de la caridad, «nombre católico del amor», en frase
de un sabio apologista.
En el volumen dedicado al precepto de la caridad para con Dios,
el Sr, Barguñó Morgades dilucida en diversos tratados la doctrina acerca
de la divinidad y sus atributos; la Predestinación, Creación, caracteres y
pruebas del amor de Dios al hombre: Eucaristía, Encarnación, Justifica-
ción, Sacrificio. Cierra las páginas de este volumen un «Oficio breve para
todos los días de la semana».
Del gran precepto de la caridad para con el prójimo trata nuestro autor
en el otro volumen con la misma extensión y minuciosidad que en el an-
terior.
BIBLIOGRAFÍA 425
En sendos capítulos desarrolla la materia acerca de la limosna, compa-
sión, corrección, desprendimiento, mansedumbre y misericordia, humil-
dad y paciencia, perdón de las injurias, etc. Contiene también numerosos
capítulos con la exposición y refutación de los vicios opuestos a la caridad
para con el prójimo: ambición, avaricia, calumnia, juicio temerario, etc.,
etcétera. Dedica tres capítulos al ñn último del hombre y a sus postrime-
rías, y en el tratado final propone a la Virgen María, en diversos capítulos,
por modelo de amor a Dios y al prójimo, terminando con un apéndice de
piadosas reflexiones sobre la Letanía lauretana y algunas oraciones a
la Santísima Virgen,
Brilla en toda la obra profundo conocimiento de las Sagradas Escrituras
de los S. S. Padres y maestros de la vida espiritual, por lo que es digna
de toda recomendación.— P. V. Menéndez.
Diario del cristiano. — Colección completa de prácticas escogidas para el
recto y eficaz ejercicio de la vida devota. Por el Rvdo. D. Manuel Barguñó
y Morgades, Pbrc— Imp. de E. Subirana.— Barcelona.— 1918.- Un volumen
en 8.% de XI-800 págs.
Con razón llama a este libro Arca de piedad el presbítero D. Ángel
Carbonell, en el breve y oportuno prólogo que le dedica, pues contiene
un sinnúmero de preces, devociones y prácticas piadosas para todos los
días del año. Empieza por varias consideraciones extractadas del Kempis,
que sirven de preparación y acción de gracias para la sagrada Comunión;
sigue el ordinario de la misa (todo en castellano, por supuesto) y las misas
para cada uno de los días de la semana, y misas también de las principa-
les fiestas de Nuestro Señor Jesucristo, de la Virgen y festividades de los
Santos. Contiene igualmente varias páginas de lectura espiritual para to-
dos los días, y termina con diversas novenas, octavarios, trisagios, Vía-
crucis y Salmos penitenciales.
No dudamos en recomendarle a las almas fíeles, como vademécum pia-
doso de grandísima utilidad.— P. V, Menéndez.
CRÓNICA GENERAL
Madrid-Escorial, 31 de Agosto de 1919,
ROMA
No ha cesado de agitarse en estos últimos meses, aunque no tanto
como lo merecía, la cuestión referente a la necesidad de devolver al Ro-
mano Pontífice todos sus derechos de soberanía temporal cercenados por
una injusticia sacrilega que constituye el gran pecado de los Estados mo-
dernos. Hubo un movimiento de opinión favorabte a la intervención del
Papa en las negociaciones de paz y más a su presencia en la proyectada
Sociedad de las Naciones; pero la omisión se impuso, y el hecho es que
los tratados de paz, como la famosa Liga de Naciones, han aparecido vi-
ciados de origen, sin autoridad moral ninguna, y que la fuerza es lo único
que rige en la lucha de los egoísmos internacionales. Todo ello, por su-
puesto, contrastado con un acrecimiento admirable del prestigio inmacu-
lado de la Santa Sede.
Sobre la nueva situación de Europa con relación a los intereses del
catolicismo, ha publicado recientemente un artículo en la Revue des Deux
Mondes el escritor católico francés Jorge Goyau, que lo titula «La Iglesia
libre en la Europa libre», refiriéndose el autor, no a lo ideal y más conve-
niente en principio, sino a lo que da de sí la realidad de las circunstancias.
Repasando la cuestión Romana, dice Goyau:
«No es absolutamente imposible que el retorno del Papado al concier-
to de las naciones sea la eliminación de esta discordancia que nuestros
aliados allende los Alpes son los primeros en lamentar.
Ya en muchos espíritus maduran algunos principios en virtud de los
cuales la Sociedad de las Naciones, atendiendo a altos intereses, pudiera
ser llamada a circundar, con determinadas limitaciones cortésmente com-
binadas, la soberanía interna de algún Estado. De un principio general de
este género a la aplicación que pudiera ser hecha en territorio italiano a
favor del Papado, no hay sino un paso. Y se podría dar de muchas mane-
CRÓNICA GENERAL 4¿7
ras, sea garantizando internacional mente la libertad del Papa, o ya hacien-
do constar por un procedimiento internacional de la voluntad de Italia de
garantir semejante libertad. El día en que la diplomacia italiana, con el
asentimiento pontificio, diese una solución de esta clase, los estadistas ita-
lianos ya podían regocijarse de haber hecho una obra verdaderamente es-
tética.
La preocupación de mantener a Roma en una situación discutida,
hábilmente explotada por la astucia de un Bismarck hace cuarenta años,
que empujó a Italia a la Triple Alianza, que tanto repugna al espíritu y a
la fraternidad latinas.
Sería una buena fortuna política de los que en un día puedan ante la
Sociedad de las Naciones hacer constar que el Papa puede gozar en Roma
de todo lo necesario a su libertad.»
Estas son las bases de lo que pudiera ser un hecho, y el ilustre colabo-
rador de la Revista de Ambos Mandos llama Pax romana.
— Interesante es hoy todo lo que se refiere al llamado Congreso pan-
cristiano que se pretende reunir en los Estados Unidos y del cual hemos
hablado más de una vez.
Respecto de la participación de los católicos en las reuniones de la So-
ciedad destinada a procurar «la unión de todos los cristianos», en el nú-
mero de Agosto de Acta Apostolicae Sedis aparece un decreto sumamen-
te importante, cuyo texto inseríamos en la «Revista canónica», y que en
nuestra lengua dice:
<En la Asamblea general celebrada en 2 de Julio de 1919 por la Supre-
ma Sagrada Congregación del Santo Oficio, se ha examinado esta cues-
tión: «Las instrucciones de esta Suprema Sagrada Congregación publica-
das el 16 de Septiembre de 1864, tocantes a la participación de los
católicos en una Sociedad erigida en Londres pam procurar— así se había
formulado su objetivo— /a unidad de la cristiandad, ¿deben ser aplicadas,
y deben también ser observadas por los fíeles aun por lo que mira a su
participación en sus Asambleas, cualesquiera que ellas sean, en las reunio-
nes públicas o privadas organizadas por los no católicos que se proponen
como fin procurar la unión de todos los grupos que se atribuyen el nom-
bre de cristianos? Los eminentísimos y reverendísimos cardenales, inqui-
sidores generales en las cosas de la fe y costumbres, han decidido que
debía responderse afir maiiv amenté, y que se debía publicar de nuevo en
el Boletín oficial de la Santa Sede la carta abajo mencionada, al mismo
tiempo que la otra dirigida a los anglicanos puseistas el 8 de Noviembre
de 1865.
Su Santidad Benedicto XV en la audiencia ordinaria concedida el 3 de
428 CRÓNICA GENERAL
Julio a Monseñor el asesor del Santo Oficio, se dignó aprobar y confirmar
la resolución de los eminentísimos Padres que se le habían sometido...»
Y a continuación de este decreto el Boletínn oficial de la Santa Sede
publica, en efecto, la carta dirigida a todos los obispos de Inglaterra en 16
de Septiembre de 1864 por el Cardenal Patrizi, secretario del Santo Oficio
y la que el mismo cardenal dirigió en 8 de Noviembre de 1865 a algunos
anglicanos puseistas. Tanto en una como en otra, el sentido es contrario a
que los católicos se adhieran a esa Sociedad u otras semejantes formadas
con el engañoso fin de unir a toda la cristiandad, por cuanto que la unidad,
en la verdadera Iglesia subsiste y arranca del único fundamento que le
dio Cristo. Lo que hace falta es que los grupos dispersos vuelvan al redil
que es la iglesia Apostólica Romana.
—En el número 5 de Noviembre de 1918, hablamos extensamente
sobre los «Caballeros de Colón», nuevos cruzados de los tiempos moder-
nos. Con relación a ellos leemos que S. S. Benedicto XV ha condecorado
a varios personajes eminentes. M. Eduardo L. Hearn, comisario supremo
en Europa de los Caballeros de Colón durante la guerra, ha sido nombra-
do comendador, con placa de la Orden de San Gregorio el Grande, así
como a M. Flahorty y a M. Pelietier, jefes de diferentes secciones de dicha
asociación y a M. Larkin, del Consejo supremo, se les nombró Caballeros
de San Gregorio el Grande.
EXTRANJERO
Las noticias de todos los países indican inquietud alarmantes, tanto por
la cuestión económica como por la política y de relaciones mutuas entre
los pueblos. Las dificultades originadas de la escasez de producción se
agravan en todas las naciones por las luchas entre patronos y obreros, que
degeneran en huelgas, temibles sobre todo por su organización indicadora
de mayores trastornos para el porvenir.
En la política no ofrece mejores aspectos la situación. Ratificado ya el
tratado de paz por las Cámaras inglesa, belga y Dieta polaca, se discute
ahora en Francia y los Estados Unidos, no sin grandes dificultades en este
último país por la obstrucción que al presidente Wilson hace el partido
republicano. La rivalidad con el Japón que parecía dormida, se ha desper-
tado en la América del Norte, que por otra parte se dispone a intervenir en
Méjico con las armas, haciendo honor a las teorías del presidente norte-
americano sobre el derecho de las nacionalidades. A tiros andan los pue-
blos nuevos de Europa a despecho de todos los arreglos de los aliados que
no encuentran manera de pacificar el avispero constituido bajo su tutela, y
CRÓNICA GENERAL 429
en Hungría ha tenido que retirarse el archiduque José tachado por los alia-
dos como representante de la derrocada dinastía de los Habsburgos, bien
que fuera también el que representaba el orden y la opinión de la mayoría
húngara.
Mientras tanto, siguen en pie todos los conflictos que aparecieron
desde el principio de la Conferencia de París y que no se relacionan con
el despojo de los vencidos. Así, por ejemplo, el del Adriático, el belga-
holandés, el serviomontenegrino, el de Siria, etc.
La situación en Inglaterra.— Mucho ha llamado la atención un dis-
curso de Lloyd George en la Cámara de los Comunes sobre las dificulta-
des del momento actual. «Las importaciones— dijo—sobrepujan a las ex-
portaciones en 800 millones de libras esterlinas. El cambio es malo para
nosotros.>
Anunció la presentación de proyectos creando Consejos de obreros y
patronos y estableciendo la semana de cuarenta y ocho horas. «El Go-
bierno—siguió diciendo— acepta el principio de la compra por el Estado
de los derechos mineros que tienen los propietarios de tierras, y que
consagrará una parte de la suma necesaria para esta compra a la crea-
ción de fondos, cuyo fin será mejorar las condiciones de existencia de los
mineros.»
«La balanza comercial es fuertemente contraria al país, y si el exceso
de importaciones sobre las exportaciones manifestado en Julio se mantie-
ne, esta balanza ascenderá a 25.000 millones contra el Reino durante el
año corriente. La Gran Bretaña vendió 25.000 millones de valores extran-
jeros para poder pagar su parte de material de guerra, e hizo empréstitos
en los Estados Unidos que suman cerca de 30.000 millones. La deuda na-
cional antes de la guerra ascendía a 13.125 millones, y ahora sube a 195.000
millones.
No hay más que un medio para hacer frente a estos formidables gastos
del presupuesto— dijo Lloy George—, y este medio es el aumento de pro-
ducción.>
—En política exterior el Gobierno inglés no pierde el tiempo. Desde
Noviembre elaboraba a la chita callando una inteligencia con Persia para
procurarse una situación privilegiada en aquel país. El tratado hecho pú-
blico recientemente ha motivado protestas en Francia y los Estados Unidos.
Las cuestiones de Irlanda y de Egipto permanecen vivas y candentes por
su resonancia universal.
430 CRÓNICA GENERAL
Francia. —Conúnmn los procesos por inteligencia con el enemigo.
Ahora se agita el entablado contra Esnesto Judet, antiguo director de
UEclair.
—Los parlamentarios, después de unos días de asueto, consagrados a
las tareas de los Consejos generales, han entrado nuevamente en la discu-
sión del Tratado de paz. Sin embargo, parecen más bien dispuestos a dis-
cutir de política interior que de exterior. Monsieur Briand ha denunciado
la «unión sagrada» en su discurso de Saint-Etienne, porque no tiene razón
de ser, después de pasado el peligro nacional. Quiere una concentración
republicana contra lo que él llama «anarquía de la derecha» y «anarquía
de la izquierdat.
—Aunque con grandes obstáculos por las dificultades de los transpor-
tes, la peregrinación nacional a Lourdes se verificó en Agosto con magní-
fico esplendor. La dirigió el P. Maubon y predicó el elocuente obispo de
Chalons, M. Tissier, asistiendo a los ejercicios durante los cinco días más
de 15.000 peregrinos, entre ellos numerosos prelados.
Nuevo Gobierno húngaro.— E\ archiduque José, que acababa de redi-
mir a Hungría del desorden bolcheviquista, se ha visto en la precisión de
retirarse ante la presión de los aliados que por tratarse de un representante
de la dinastía austríaca le pusieron el veto y así lo notificaron al jefe del
Gobierno, Friedrich, imponiéndole la formación de un Ministerio de coa-
lición de todos los partidos para presidir las próximas elecciones.
Ante tal imposición, el Archiduque se retiró y Friedrich formó un Mi-
nisterio con muchas dificultades, debidas a que la opinión general es de
tendencia cristiana y los socialistas mimados por los aliados son una insig-
nificante minoría que se pasó al bolcheviquismo y dominaba anteriormen-
te por el terror. En unas declaraciones sobre la situación ha dicho el cita-
do presidente:
«Aunque hayamos sacrificado al símbolo de la Hungría cristiana en la
persona del archiduque José, no estamos dispuestos a más sacrificios.»
Véase la nota que dirigió el presidente de la Conferencia de la paz,
monsieur Clemenceau, al Gobierno húngaro:
«Las potencias aliadas y asociadas han examinado nuevamente los in-
formes contenidos en la información de la misión de generales de la En-
tente en Budapest y los recibidos por otros conductos concernientes a los
acontecimientos recientes que se han producido en Budapest.
Sus conclusiones son las siguientes:
Las potencias aliadas y asociadas tienen el mayor deseo de concluir con
CRÓNICA GENERAL 431
el pueblo húngaro una paz duradera; pero estiman que no pueden hacerlo
en tanto que el Gobierno húngaro actual siga en el Poder.
Ese Gobierno ha sido establecido, no por la voluntad del pueblo, sino
por un golpe de Estado ejecutado por un pequeño grupo de Policía, bajo
la protección de un ejército extranjero, y tiene por jefe un miembro de la
familia de los Habsburgos, los que, por su política y su ambición, son en
gran parte responsables de las calamidades que el mundo ha sufrido y su-
frirá aún durante mucho tiempo.
Una paz negociada por un Gobierno de ese género no podría ser du-
radera, y, por otra parte, los Gobiernos aliados y asociados no pueden
concederle la ayuda económica, de que Hungría tanta necesidad tiene.
Si el archiduque José responde que está dispuesto antes de entrar en
relaciones con los Gobiernos aliados y asociados a someterse a la prueba
de una consulta popular, nosotros le contestamos que eso no puede satis-
facernos, puesto que las elecciones se harían bajo los auspicios de una ad-
ministración al frente de la cual se encuentra el mismo Archiduque.
En la desgraciada situación actual de Hungría es muy difícil obtener
por medio de elecciones una expresión de la voluntad popular.
Habría dificultades insuperables si las elecciones se hicieran bajo la in-
vestigación de un Habsburgo, y hasta si la misma Asamblea elegida en
esas condiciones representase verdaderamente al país, nadie la admitiría.
Así, pues, en el interés de la paz europea, los Gobiernos aliados y aso-
ciados se ven obligados a insistir para que el actual pretendiente al Poder
supremo del Estado húngaro presente su dimisión y en que un Gobierno, en
el cual estén representados todos los partidos, consulte al pueblo húngaro.
Las potencias aliadas y asociadas estarán dispuestas a negociar con todo
Gobierno que goce de la confianza de una Asamblea elegida de ese modo.
Rogamos a la Misión se sirva publicar este telegrama en todos los dis-
tritos.—Firmado: Clemenceau.»
La Misión visitó en seguida al presidente del Consejo, Friedrich.
Inmediatamente los ministros se reunieron en Consejo, y después de
corta deliberación se decidió, por unanimidad, que el archiduque José
debía retirarse y dimitir el Gobierno en pleno.
Después se ocupó en preparar la contestación al telegrama del presi-
dente de la Conferencia de la paz.
Al recibir la Misión de la Entente la contestación llamó al presidente
del Consejo, señor Friedrich, al que hizo saber que la Entente no quiere
en ningún caso inmiscuirse en los asuntos interiores de Hungría, sino que
se limita a declarar que considera como deseable la constitución de un
Ministerio en el cual estén representados todos los partidos.
432 CRÓNICA GENERAL
La Misión militar interaliada rogó al Gobierno actual que siga interi-
ñámente hasta la formación de un nuevo Gabinete.
El señor Friedrich declaró que el Ministerio se transformaría en el pla-
zo de dos días, y que pondrían a disposición de los socialistas dos carteras
y una subsecretaría.
Dijo también que los partidos burgueses están dispuestos a aceptar los
ministros que escojan los obreros; pero esperan que los trabajadores
no influyan en la elección de los representantes de los partidos bur-
gueses.
Después los ministros fueron recibidos por el archiduque José, quien
les declaró que acataba la orden de la Entente^ y se retiraba.
El ministro de Negocios Extranjeros le dio las gracias en nombre de
todo el Ministerio por la actividad desinteresada de que ha dado pruebas.
El archiduque José, profundamente conmovido, contestó que su acti-
vidad no merecía ningún agradecimiento, y que si había venido a Buda-
pest es porque se le llamó y quería ayudar a su patria querida.
Añadió que se retiraba con la conciencia tranquila de que había cum-
plido con su deber hacia la nación.
— Ante las ambiciones de Rumania sobre el país húngaro, en donde
los tropas rumanas llevaron a Budapest, imponiendo condiciones extremo-
sas, el presidente de la conferencia de París, M. Clemenceau, mandó una
nota en la cual, después de recordar todos los compromisos contraídos
por Rumania en la Conferencia de la paz, pide al Gobierno rumano que
haga, sin equívocos de ninguna clase, la siguiente declaración:
Primero. Que el Gobierno rumano reconoce el principio de que los
bienes de los Estados enemigos constituyen una garantía común para todas
las potencias aliadas y asociadas.
Segundo. Que reconoce a la Comisión de Reparaciones o a su exclusi-
vo representante para recoger, a título de reparación, los bienes enemigos
y hacerse cargo de ellos.
Tercero. Los activos húngaros recibidos por Rumania a partir del ar-
misticio del día 3 de Noviembre de 1918 serán puestos a disposición de
la Comisión de Reparaciones o del organismo interino que la Conferencia
de la paz pueda designar, esperando el estatuto definitivo de dicha Co-
misión.
Rumania conservará el derecho a disponer nada más que de los bienes
que puedan ser actualmente identificados como antiguas propiedades ru-
manas que habían sido tomadas por el enemigo, y esto, de acuerdo con la
Comisión de Reparaciones.
Cuarto. Todas las nuevas expediciones de bienes húngaros a Rumania
CRÓNICA GENERAL 433
cesarán inmediatamente, a menos que sea de acuerdo con la Conferencia
de la paz o con sus representantes.
Quinto. El Gobierno rumano ratificará el acuerdo del 27 de Junio fir-
mado por Antonesco.
La Conferencia de la paz autorizará a los generales aliados de Budapest
para designar los agentes que han de representar a la Conferencia de la
paz en todo procedimiento que pudiera ser entablado.
La situación en Alemania.— Terminó sus sesiones la Asamblea Nacio-
nal de Weimar después de aprobar la nueva Constitución alemana que
juró ya el presidente Ebert. Al jefe del Gobierno, Bauer, se le nombró
Canciller del Imperio, y el Parlamento seguirá llamándose Reichstag.
Entre los proyectos de ley que tiene el Gobierno figura, especialmente,
el de impuesto sobre las fortunas o sacrificio por las necesidades del Im-
perio que se impone a todo alemán y a los extranjeros domiciliados en
Alemania. Hasta los primeros 50.000 marcos el contribuyente tiene que
pag«r el 10 por 100 de su fortuna; por los siguientes 50.000 pagará el 12
por 100; por los siguientes 100.000, el 15; por los siguientes 200.000, el 20;
por los siguientes 200.000, el 25; por los siguientes 200.000, el 30; por los
siguientes 200.000, el 35; por los siguientes 500.000, el 40; por los siguien-
tes 500.000 el 45; por el siguiente millón el 50; por los siguientes 2 millo-
nes, el 55; por los siguientes 2 millones, el 60; por las fortunas superiores,
el 65 por 100.
El pago de este tributo no será satisfecho de una sola vez, sino que será
hecho en forma de renta en el transcurso de treinta años.
— Bajo la presidencia del cardenal Hartmanc se reunieron los Obispos
alemanes en Fulda para celebrar la anual Conferencia, que es ya de tradi-
ción y de muy simpática historia.
El punto primero fué un mensaje al Papa agradeciéndole la beneficiosa
labor realizada durante la guerra y jurándole fidelidad inquebrantable.
Después pusieron los Prelados a discusión diferentes medidas sobre los
intereses del catolicismo en todo el país y publicaron el siguiente Mani-
fiesto contra la retención de los prisioneros alemanes:
«La Entente, Francia ante todo, se niega a poner fin a los sufrimientos
corporales y espirituales y a la miseria de 800.000 prisioneros de guerra
alemanes, en contra de todos los principios de la civilización.
Los obispos reunidos en Fulda expresan públicamente su indignación
sobre esta injusticia que clama al Cielo.
A nuestros hermanos alemanes que, en contra de todo derecho, siguen
434 CRÓNICA GENERAL
en el cautiverio, les prometemos solemnemente que seguiremos dedicando
todos nuestros esfuerzos a su pronta liberación.
Con ayuda de nuestra «institución eclesiástica para el socorro de los
prisioneros» de Paderborn, seguiremos prestando ayuda material y espiri-
tual a todos los prisioneros.
Los parientes de los prisioneros; atormentados por la tristeza y la pre-
ocupación, pueden estar seguros de que nosotros haremos todo lo que en
nuestro poder esté para que la Entente cese tratando inhumana y anticris-
tianamente a las pobres víctimas del cautiverio.»
El Consejo central de la República alemana ha dirigido a los Consejos
de obreros alemanes el llamamiento siguiente, firmado por Cohén:
«La reconstrucción de las regiones destruidas en Francia y Bélgica
constituye la disposición capital del tratado de paz. Alemania debe, sobre
todo, proporcionar trabajadores apropiados. La otra forma de la colabora-
ción, o sea la entrega de primeras materias o un pago, tendría para Alema-
nia consecuencias terribles.
Numerosos huelguistas vienen a ofrecerse volutariamente, mediante la
protección de los intereses obreros; pero sin pretensiones exageradas. En
la cuestión de la reconstrucción dependemos de la Entente y es necesario
llegar a un previo acuerdo con Francia. Lo mejor sería una acción común
de los Sindicatos franceses y alemanes para obtener condiciones de traba-
jo apropiadas. La reconstrucción constituye un interés común francoale-
mán y hasta europeo. Si los obreros alemanes lo comprenden, resultará de
ello una aproximación francoalemana.>
«El Comité constitucional de la Asamblea Nacional alemana acordó
proponer a la Asamblea la creación de un Comité investigador de 28 miem-
bros, cuya misión será investigar cuáles han sido los acontecimientos que
originaron la guerra, su prolongación y su pérdida; si hubo momentos en
que hubiera sido posible entablar negociaciones preliminares para una
paz; si obróse de buena fe por parte del Gobierno entre sí, por la direc-
ción política y militar, y si fueron tomadas o toleradas medidas en el orden
militar y económico contrarias al derecho de gentes o que resultaban ser
excesivamente duras, rebasando las necesidades militares y económicas.
Un Subcomité fué encargado, además, de la redacción de un proyecto
de ley sobre la creación de un Tribunal nacional.
El príncipe Ruperto de Baviera acaba de dirigir una carta al presidente
de la Dieta Bávara en Bamberg, diciendo, entre otras cosas:
«He esperado hasta hoy que se constituyera un Tribunal nacional alemán
para depurar las responsabilidades de .todos los gobernantes del pueblo
alemán respecto a la dirección política y militar durante los últimos anos.
CRÓNICA GENERAL 435
La creación de este Tribunal sería, por lo demás, síntoma de la res-
ponsablidad común de todos los Estados alemanes, y con ello de la unión
nacional. >
A continuación alude el príncipe Ruperto a la situación forzada en que
el Gobierno alemán se encontraría al tener que consentir en la entrega de
ciertas personas a los aliados. Dice:
«Si se exigiera mí extradición, protestaría ya hoy solemnemente, hacien-
do constar que no reconozco a un tribunal en que el acusador es juez al
mismo tiempo.
Las condiciones de paz faltan al derecho de autodecisión en más de un
punto esencial, y los vencedores dieron prueba de este modo de que no
son portavoces de ideas morales, sino defensores del dominio plutocrático.
No me doblegaré voluntariamente ante semejante tiranía, ni obedeceré
a la invitación de presentarme ante un Tribunal extranjero.»
El príncipe heredero está, sin embargo, dispuesto a comparecer ante el
pueblo y ante un Tribunal nacional de Baviera.
«Me entrego, pues — dice el 'príncipe Ruperto finalmente — , a la Dieta
bávara, actual portavoz de la soberanía bávara. Si dicha Dieta considerara
necesaria mi extradición, obedecería, libre de toda responsabilidad, de
haber despreciado la soberanía del pueblo bávaro.»
ESPAÑA
Frente a la actitud revolucionaria del elemento obrero manejado por el
sindicalismo anárquico, la Federación Patronal de Barcelona declaró el
lock-out o cierre de sus fábricas, despidiendo a todo su personal hasta que
los díscolos entraran en razón. La medida se consideró por muchos ex-
tremosa, y en fin de cuentas ineficaz y contraproducente; pero la firmeza
manifestada por los patronos, a quienes secundaron los de algunas otras
poblaciones, produjo los requeridos efectos, llevando al ánimo de los per-
judicados la persuasión de la conveniencia de un arreglo favorable a los
intereses de todos. Parece en vías de solución este conflicto, así como el
planteado por la huelga del personal marítimo en Barcelona y el de los
panaderos de Madrid.
— En el tejer y destejer sobre el asendereado art. 21 de la ley de casas
baratas, se dictó un Real decreto el 3 de Julio pasado que modificaba no-
tablemente lo establecido en dicho artículo. Contra esta innovación sur-
gieron protestas, en especial desde las Cooperativas de la Prensa, cuyos
intereses perjudicaba gravemente; y en vista de tal actitud de los periodis-
tas y de la de otras Cooperativas, el señor ministro de la Gobernación ha
436 CRÓNICA GEXERAL
publicado el 20 de Agosto otro Real decreto intentando corregir las cosas,
pero lo ha hecho mal, pues dicho Real decreto, en su disposición segun-
da, es contrario a la ley de Casas baratas y perjudica a las modestas Coope-
rativas obreras de habitaciones económicas. Lo procedente hubiera sido
anular por completo la disposición del 3 de Julio, que, además de anti-
constitucional, era inútil para el remedio que se pretendía.
— El día 20 de Agosto se inauguró en el Instituto general y técnico de
Santander el curso de conferencias organizadas en homenaje a la memoria
de Menéndez y Pelayo por la Sociedad que lleva su nombre. Presidió el
acto S. M. el Rey, a quien acompañaban, entre otros ilustres personajes,
D. Antonio Maura y el señor Nuncio de Su Santidad.
Consistió el acto en una conferencia del sabio profesor de la Univer-
sidad de San Francisco de California D. Rodolfo Schewill, uno de los más
eximios representantes de la cultura hispánica en los Estados Unidos, y
que presentado al auditorio por el Sr. Bonilla San Martín, profesor de la
Universidad Central, disertó sobre el tema «Menéndez y Pelayo y su in-
fluencia en la cultura norteamericana».
Habló el doctor Schewill del interés extraordinario que despierta en
los Estados Unidos todo lo concerniente a España y, sobre todo, lo refe-
rente a su vida intelectual, de cualquier época que sea; elogió la importan-
cia excepcional de la biblioteca de Menéndez y Pelayo, cuyos tesoros
constituyen el mejor elemento de difusión de la cultura hispánica por
América del Norte y abogó porque se establezca allí un Centro titulado
Casa Española, que esté siempre en relación con otros establecidos en
nuestra Península.
Después del ilustre conferenciante norteamericano, D. Enrique Menén-
dez y Pelayo pronunció un breve discurso de gratitud al Rey por haberse
dignado presidir la inauguración de las conferencias, y el Monarca felicitó
efusivamente a ambos oradores. Al doctor Schewill se le tributó una ova-
ción cual correspondía a sus manifestaciones hispanófilas.
—En respuesta al decreto de autonomía universitaria publicado por el
anterior ministro de Instrucción Pública, Sr. Silió, han presentado ya sus
anteproyectos las Universidades de Valladolid, Granada y Sevilla, redacta-
dos por las Ponencias respectivas y pendientes de aprobación por los
Claustros ordinarios. Todos ellos demuestran que nuestras Universidades
están capacitadas para regirse autonómicamente.
B. R.
MISCELÁNEA
Exposición de los obreros católicos al Gobierno.
«Excelentísimo señor presidente del Consejo de ministros.
Excelentísimo señor: La Confederación Nacional de Sindicatos Católi-
cos de Obreros, por su Comité, con residencia en la corte, y en represen-
tación de 35.000 obreros industriales, a V. E. se dirige, y por su mediación
a las Cortes, en súplica de que nuestra voz sea oída, como en justicia co-
rresponde.
Entendiendo que la obligación del Gobierno es proveer al bien de sus
administrados, sin olvidar a ninguno, y una vez que las clases necesitadas,
las más numerosas, que hoy dispersas se mueven sin representación, la
mayoría que llamaremos neutra, en los organismos oficiales, y aquellas
otras, como las nuestras, que depende de asociaciones llamadas sindicatos
católicos, donde en uso de una hermosa libertad hay muchos trabajadores
que se acercan al amor de sus santas creencias, que por todos deben ser
respetadas, hoy suplican y exigen su representación en los organismos
oficiales creados y que se creen en lo sucesivo, tales como el Instituto de
Reformas Sociales y otros, y piden la inmediata constitución de los Comi-
tés paritarios que ya debían en justicia estar rigiendo, todo esto en contra
de lo dicho por algún diputado de la nación en pleno Parlamento que no
concede a nuestras organizaciones la pureza que tienen como obreras, sin
ingerencias patronales, y no hace falta demostración cuando nuestros pro-
cedimientos lo dicen en el orden económico, y nuestros reglamentos, apro-
bados por la autoridad, lo expresan, y nuestro programa lo confirma en
todas sus partes; que otra cosa es querer que impere el odioso privilegio
para las agrupaciones socialistas, que todo lo acaparan y monopolizan, con
detrimento que raya en absolutismo, que perjudica a gran parte de obre-
ros españoles, los cuales no desean más que el paso progresivo para cl
ejercicio de la soberanía de un pueblo que siempre se llamó libre.
438 MISCELÁNEA
Con un régimen corrompido y desacreditado como el actual, en donde
se ahoga la voz de una minoría tan noble y honrada como la nuestra, no
se pueden resolver en justicia todos los asuntos administrativos y sociales.
Ante lo ingrato del modo de vivir y lo caro de los artículos de primordial
consumo, se clama mucho por la necesidad que se deja sentir; se ofrece y
se halaga la satisfacción de las más puras aspiraciones; pero no se cum-
plen jamás los ofrecimientos, y el desengaño llega, hasta el punto de que
el espíritu político se convierte en escéptico, y el sentido moral, que ha de
informar el cuerpo sano de la nación, se encuentra decaído y enervado,
llegando al abatimiento cuando se mira al templo de las leyes. Por eso
también pedimos que el manejo de la administración pública sea transpa-
rente, ya que a las cargas contribuímos todos los españoles, y muchos con
grandes trabajos y sacrificios.
Hace falta, señor presidente del Consejo de ministros, que el ramo de
Beneficencia sea estrella tutelar del pobre y no se dé el caso de las cons-
tantes denuncias que nos hace a diario la Prensa por al abandono en que
encuentran los establecimientos públicos, y, por tanto, la caridad oficial.
En cuanto a Instrucción pública, pedimos la apertura de nuevos cen-
tros de enseñanza en España, ya que la regeneración social se obtiene re-
generando al hombre, y el obrero está sin instrucción. La ignorancia en
el trabajador le hace un ser degradado, inconsciente de sus acciones y fácil
instrumento de los malos instintos de los demás. El pueblo trabajador es-
pañol es por temperamento sobrio, prudente y sufrido: un gran cambio se
operaría con la instalación de Escuelas de Artes y Oficios y talleres de
aprendizaje, con becas dadas por cualquier instituto oficial, sin olvidar la
buena retribución a maestros o profesores.
En cuanto a los haberes del clero, vemos ridículo lo votado en su be-
neficio, después de tantos años de espera, sin tener en cuenta a los pobres
curas rurales, que viven peor que el último de los empleados, y, sin em-
bargo, se les exigen múltiples sacrificios.
Lo que más nos tiene con cuidado es el pavoroso problema del paro
en España, y aquí sí que es donde ponemos todo nuestro empeño en soli-
citar una y mil veces un vasto plan de obras públicas, dando impulso a la
construcción de carreteras y ferrocarriles, fomentando la canalización de
ríos, la desecación de lagunas y pantanos, convirtiendo en productivas tie-
rras los extensos eriales, y promoviendo las construcciones urbanas que
han de proporcionar trabajo a los obreros de talleres y fábricas.
MISCELÁNEA 439
El progjreso del siglo exige que los Gobiernos y los capitalistas empleen
su actividad y los elementos disponibles al fomento y desarrollo de la in-
dustria y de la riqueza en general, base del bienestar de los trabajadores.
Así pensamos los obreros católicos, hoy abandonados de Gobiernos y
particulares; pero con la esperanza de vencer y ser correspondidos como
es de justicia.
Dios guarde a V. E. muchos años, así como a los actuales señores mi-
nistros de la Corona, para bien del país y prosperidad de nuestra amada
España. — El Comité.
Madrid, 11 de Agosto de 1Q19.»
Segundo concurso del himno agrario
Copia del fallo del Jurado.— En Madrid a 6 de Agosto de 1919 reunié-
ronse en el domicilio social de la Confederación Nacional Católico Agraria
los señores D. Antonio Monedero, D. Juan Francisco Moran, D. David
Marina, D. Norberto Torcal y D. José María Bosch, nombrados por la Re-
vista Social y Agraria para constituir el Jurado Calificador de los trabajos
presentados al concurso abierto, en segunda convocatoria, por dicha Re-
vista para premiar el mejor himno nacional agrario.
Examinados atentamente los 46 trabajos presentados al concurso, el Ju-
rado Calificador falló, por unanimidad, que procedía conceder y otorgar el
premio de 500 pesetas al himno que lleva por lema «Dios y Patria», seña-
lado con el número 36 del concurso.
Abierta la plica resultó ser autor de dicho trabajo el Sr. D. José Monje
Martínez, residente en Astorga (León).
El Jurado en atención al mérito literario de las composiciones señala-
das con los lemas «El Pan nuestro», Justicia y Amor> y «Justicia y Caridad»
han acordado declararlas dignas de especial recomendación.
Y para que conste firmamos la presente acta en Madrid a seis de
Agosto de mil novecientos diez y nueve. Juan Francisco Moraría Norberto
Torcal, Antonio Monedero Martin, José Marta Bosch.
440 MISCELÁNEA
CERTAMEN MUSICAL.— BASES
1.* La Confederación Nacional Católico Agraria concede un premio
de 500 pesetas a la mejor composición musical que se presente, adaptada
a la poesía que ha sido objeto del premio concedido a la letra del Himno
Agrario.
2.* El plazo para la presentación de las composiciones concluirá el
día 10 de Septiembre de 1919.
3.* La presentación de originales puede hacerse a mano en las ofici-
nas de la Revista Social y Agraria, Amor de Dios, 4, o por correo certifica-
do. Al que personalmente entregue los trabajos o a la dirección que se
indique por correo, se entregarán o remitirán los resguardos oportunos,
que servirán para retirar luego los originales no premiados, los cuales esta-
rán a disposición de sus autores respectivos durante un plazo de treinta
días, a contar desde el fallo del Jurado. Pasado este plazo, la dirección de
la Revista inutilizará los trabajos que no se hayan retirado.
4.* En el sobre que contenga el original, debe cada autor escribir un
lema y en otro sobre aparte y con el mismo lema, deberá incluir su nombre
y domicilio.
5.^ La música premiada quedará en propiedad de la Confederación
Nacional Católico Agraria y correrá a su cuenta la edición y ensayo del
himno.
6.^ De no reunir ninguna de las composiciones presentadas méritos
bastantes, el premio se declarará desierto.
El nombre de las personas que. formen el Jurado calificador, se hará
público cuando haya expirado el respectivo plazo de presentación de los
originales.
7.* Los originales deben ser remitidos a nombre de D. José Gallo de
Renovales; director de la Revista Social Agraria. (Amor de Dios, 4,
Madrid.)
SISTEMAS ASTRONÓMICOS
(CONFERENCIAS DE ASTRONOMÍA VULGAR) (D
Con lo dicho hasta ahora tenemos algunos puntos de apoyo,
para asentar las bases de un examen más completo acerca de los
diversos sistemas astronómicos, según los cuales, y en los períodos
sucesivos de la Historia, han tratado los sabios de explicarse el con-
junto de fenómenos a que dan margen los complicados movimien-
tos de los astros.
Dos son, como sabéis, los principales sistemas, que se han dis-
putado el campo de la Astronomía y la aprobación de los astróno-
mos: el geocéntrico y el heliocéntrico; el que, suponiendo a la tie-
rra fija en el espacio, hace girar a todos los astros en torno suyo; y
el que colocando al sol en el centro de un grupo de cuerpos celes-
tes, como a un patriarca en el seno de numerosa familia, o un rey
en su trono, hace que sus subditos le obedezcan y presten homena-
je, al mismo tiempo que esos subditos y ese rey forman como un
estado particular entre los innumerables reinos pertenecientes al im-
perio universal de los espacios estrellados. El primero, venerable, si
se quiere, por su antigüedad; pero falto de base científica, no puede
exigir de nosotros más que el recuerdo puramente histórico, como
tantos otros sistemas que acreditan los esfuerzos y la labor constan-
te con que la mente humana ha procurado en todo tiempo ir desci-
frando los enigmas encerrados por Dios en la creación, aspirando
siempre a la posesión de la ciencia de las cosas. El segundo, funda-
do en la realidad de los fenómenos, y apoyado, por tanto, sobre
bases sólidas, merece desde luego nuestra consideración atenta;
porque muy digno es de nuestras atenciones y de la facultad de dis-
(1) Véase pág. 389 de este volumen.
La Civoao db Dios.— Año XXXIX.— Núm. 1.U3. 31
442 SISTEMAS ASTRONÓMICOS
currir que Dios nos ha dado, el que procuremos darnos cuenta
exacta de los mundos que nos rodean, hasta saber apreciar de algún
modo las armonías y bellezas incontables del universo sensible; no
para reposar en ellas, sino para por ellas, como por escalones, subir
a mayores alturas y contemplar el foco mismo desde donde irradian
la belleza, la armonía y el concierto absolutos.
Aunque van transcurridas bastantes semanas, supongo que no
habéis olvidado por completo el contenido de aquella sucinta rela-
ción, en que os hablé de la Astronomía de los antiguos caldeos,
egipcios, griegos y chinos hasta llegar a Hiparco, uno de los más
grandes astrónomos de los antiguos tiempos. Había nacido Hiparco
unos ciento cincuenta años antes de Jesucristo, en Nicea de la Biti-
nia, y puede decirse que sus ideas astronómicas apenas sufrieron
variaciones importantes, hasta el siglo segundo de nuestra era en
que Claudio Tolomeo, rey de Egipto, sintetizó los conocimientos
astronómicos hasta entonces adquiridos, y profesados especialmente
por la escuela de Alejandría, construyó sus tablas y redujo a sistema
los materiales en cuatro mil años reunidos.
El sistema tolomaico supone a la Tierra inmóvil en el centro del
universo: en su derredor se mueven la Luna, Mercurio, Venus, el
Sol, Marte, Júpiter y Saturno: Urano y Neptuno eran entonces des-
conocidos. Por encima y envolviendo las órbitas, llamadas esferas,
de estos astros errantes, giraba el cielo estrellado, la esfera celeste
tachonada de brillantes como incrustados en su concavidad inmen-
sa. Exceptuados la Luna y el Sol que giraban, describiendo un círcu-
lo en torno a la Tierra, los demás planetas, además del movimiento
diurno general, estaban sometidos a moverse, cada uno sobre un
círculo peculiar y propio, llamado epiciclo. Los centros de esos epici-
clos eran los que propiamente describían círculos en torno a nuestro
globo. Si queréis formaros una idea de las trayectorias trazadas en el
espacio por los planetas, en el sistema Tolomeo, fijaos en un punto
determinado de la parte externa o periferia de la rueda de un coche
que marcha sobre una carretera, y suponed, además, esta carretera de
superficie curva, en vez de plana. El punto dicho va trazando curvas
en forma de arcos que no son de circunferencia. Son curvas que en
Geometría y en Mecánica se llaman epicicloides, que tienen propie-
dades muy curiosas.
SISTEMAS ASTRONÓMICOS 443
A cada irregularidad y cambio de dirección observados en los
movimientos de los planetas, el sistema de Tolomeo señalaba un
epiciclo, con los epicicloides correspondientes; y como aquellas
irregularidades son muchas aparentemente y vistas desde la Tierra,
la confusión de epiciclos y epicicloides resultaba casi indescifrable,
sin contar, por otro lado, razón científica que explicara la causa o las
causas de semejantes fenómenos astronómicos.
Por infundado y anticientífico que se le suponga, el sistema de
Tolomeo no deja de ser un monumento grandioso levantado por la
veneranda^antigüedad a la ciencia astronómica, todavía incipiente,
de aquellos siglos. Si después ésta ha caminado con pie más firme y
por vías mejor trazadas, hay que reconocer que los materiales acu-
mulados sirvieron, en gran parte, para trazar esas vías y afirmar su
construcción.
El Almagesto de Tolomeo, que así llamaron los árabes a la obra,
cálculos y tablas del astrónomo de Egipto fué durante catorce siglos
el libro de texto y manual obligado de cuantos intentaron entablar
relaciones con Urania. Los árabes tradujeron más tarde el Almages-
to. Con él por guía cultivaron la ciencia de los astros; ellos la culti-
varon intensamente en nuestra Península, fundaron observatorios, y
España llegó a ser la nación más adelantada en esta clase de estu-
dios. El contacto de los cristianos con los moros hizo comunes las
afirmaciones astronómicas. Alfonso el Sabio mandó traducir o tra-
dujo él mismo el célebre Almagesto, reformó algunas teorías, corrí-
gió errores y publicó sus célebres Tablas Alfonsinas; y la Astrono-
mía se estudió en nuestras Universidades, acaso con más interés que
ahora se estudia, preparándose poco a poco, con estos y otros estu-
dios nacionales, aquel siglo de oro en que España, por su cultura
científica, por sus hombres ilustres en el saber, por sus hazañas glo-
riosas, figuró en primera línea entre las naciones civilizadas (1).
No se ocultaron al sabio Rey español las deficiencias ni acaso la
misma falsedad del sistema astronómico, por todos seguido. Acaso
con más sosiego en su reinado y con menos empresas de las que
(1) En artículos anteriores creemos haber'demostrado que los españoles no
tuvieron necesidad de aprender de los árabes la Astronomía de Tolomeo,
pues ya sabían mucho de ella, cuando los árabes vinieron a España.
444 SISTEMAS ASTRONÓMICOS
acometió, y dedicado con más vagar al estudio de la Astronomía, su
poderosa inteligencia le hubiera abierto las puertas del arcano side-
ral. Se hubiera adelantado así en algunos siglos al gran Copérnico
que fué más tarde quien dio al traste con la Astronomía cincuenta
veces secular, que había empezado con los albores de la civilización
humana. La conseja con que autores extranjeros han querido deni-
grar la gloria de Alfonso el Sabio, descartada de lo que tiene de in-
jurioso para la piedad cristiana del Monarca español, prueba lo que
antes he indicado. Cuentan que el Rey de Castilla, ante la contem-
plación de las maravillas celestes y la complicación con que trataba
de explicarlas el sistema tolemaico, había dicho en sentido blasfemo:
que si Dios al crear el mundo lo hubiese llamado a su consejo, le ha-
bría propuesto el hacerlo de otra manera más sencilla y menos intrin-
cada. Dado que sea cierta la anécdota, no hay para qué interpretar-
la, porque ni es necesario ni se prueba, en sentido de blasfemia. Sin
embargo, autor francés conozco que afirma con el mayor aplomo
que ello fué causa de que el hijo de San Fernando perdiese el Tro-
no. Estas insinuaciones malévolas han logrado los mismos extranje-
ros introducirlas hasta en el cerebro de algunos españoles. Recuerdo
que visitando una vez el Alcázar de Segovia, el cicerone me llamó la
atención hacia el ángulo del techo de una sala y me dijo muy serio:
«Por esa esquina penetró el rayo con que Dios castigó (o amenazó
por lo menos) a Alfonso X por la impiedad cometida cuando dijo
que el mundo no estaba bien hecho». Yo me quedé dudando acerca
de si aquella habitación existía ya cuando Alfonso X reinó: el Alcá-
zar sí existía.
Hecha esta excursión semihistórica o lo que sea, es ya tiempo de
que nos coloquemos en otro punto de vista, parte histórico y parte
científico, para ver mejor y con más claridad el verdadero sistema
astronómico que desde Copérnico ha sustituido al sistema antiguo.
La revolución operada en este punto es inmensa. Los hombres
inconscientemente habían destronado de su solio al astro central,
y Copérnico, luchando como un gigante, volvió a reponerlo en su
trono.
Vivió Copérnico desde el año 1473 al 1543, setenta años de
vida laboriosa y útilmente empleada, desde que tuvo edad para ello,
en el ministerio eclesiástico, como sacerdote y canónigo, y en sus
SISTEMAS ASTRONÓMICOS 445
estudios favoritos de la ciencia de los astros. El examen detenido de
las obras antiguas referentes a la Astronomía; las ideas de la escuela
pitagórica publicadas por Aristarco de Samos acerca del movi-
miento de la Tierra; las tentativas por cambiar de sistema astro-
nómico realizadas por el Cardenal Nicolás de Cusa, por Jorge Pur-
bach y Regiomontano; la complicación innecesaria del sistema de
Tolomeo, notada antes por Alfonso el Emperador, según queda
referido; sus propias observaciones, en fin, decidieron a Copérnico
a colocar al Sol en el centro del sistema planetario y a hacer que en
torno a ese centro girasen Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter
y Saturno.
La Luna descendió desde la categoría de planeta a la de satélite
de la Tierra, y ésta, de centro inmóvil de todo el universo pasó a
ser uno de los seis planetas entonces conocidos. Las órbitas de éstos
en torno al Sol eran, según Copérnico, circulares; pero el Sol no
ocupaba el centro de esos círculos, sino un punto intermedio, más
cercano a un lado de la circunferencia. Esto por lo que se refiere a
los movimientos de traslación, pues en cuanto a la Tierra en par-
ticular, Copérnico admitió desde luego otros dos movimientos:
el de rotación diurna y el del eje terrestre, conservándose paralelo
a sí mismo, y como consecuencia de la precesión de los equinoc-
cios.
Como sabéis, y volveremos a repetirlo, no es exacto ni conforme
a la realidad de las cosas eso de que las órbitas planetarias sean
circulares; pero, así y todo, la empresa acometida y realizada por el
eminente astrónomo era de una transcendencia tal en el orden
científico, que difícilmente puede señalarse más grande en el des-
arrollo de los conocimientos humanos.
No se ocultaba a Copérnico ni esa transcendencia, ni la magni-
tud de su obra, ni, por lo mismo, las dificultades que ella había de
suscitar hasta que las nuevas ideas fuesen acogidas por los que al
estudio de la Naturaleza se dedicaban. Preocupaciones añejas, creen-
cias muy arraigadas y doctrinas reinantes de escuelas diversas, ha-
bían de oponer resistencias sólo vencibles y sólo vencidas cuando
la luz de la verdad resplandeciese con todo su esplendor, pues hay
que advertir que se pasó mucho tiempo aún hasta que se pudiesen
dar pruebas directas y argumentos sólidos de la verdad del nuevo
446 SISTEMAS ASTRONÓMICOS
sistema. Todos los que entonces podían admitirse no rebasaban los
límites, en fuerza demostrativa, de argumentos de congruencia, ma-
yor facilidad en la explicación de los fenómenos y simplicidad nota-
ble contrapuesta a la complicación del sistema tolemaico.
A las dificultades previstas obedeció sin duda el temor de Copér-
nico de que su obra no fuera bien recibida y que difiriese la publi-
cación de la misma durante largos años, hasta el último de su vida;
de tal modo, que ya en la última enfermedad y en el lecho de muerte
fué cuando recibió los primeros pliegos impresos de su libro titu-
lado De Revolütionibüs orbium ccelestium, dedicado al Papa Pau-
lo III.
Los protestantes, con sus mismos corifeos, Lutero y Melanchthon
a la cabeza, fueron los que más y por entonces se opusieron al siste-
ma copernicano, invocando la tradición y algunos malamente traídos
testimonios de la Escritura. El Papa, al contrario, y con él los cató-
licos, ningún peligro vieron en la transcendental reforma astro-
nómica.
Conviene que nos fijemos en una circunstancia que se relaciona
con este punto, y que para nosotros no carece de interés. Más tarde,
un siglo después, se suscitó la famosa cuestión de Galileo, partida-
rio decidido del nuevo sistema astronómico. No el Papa, ni la Igle-
sia, que nada determinó dogmáticamente en este punto, pero sí al-
gunos de sus hijos, individuos de la Inquisición Romana, y quizá
no tanto porque vieran la falsedad de la doctrina, sino más bien por
intrigas personales de algunos, y porque el autor, faltando a su pa-
labra, quiso erigirse en intérprete de la Sagrada Escritura, reproba-
ron las enseñanzas de Galileo, lo sometieron a proceso y le obliga-
ron a retractarse. Todo esto es, sin duda, un punto negro por parte
de algunos católicos en la historia de la Astronomía; pero las som-
bras de ese punto quedan desvanecidas por cuanto a la infalibilidad
de la Iglesia y del Papa se refiere, desde el momento en que consta
que el Romano Pontífice nada definió en contra de lo que Galileo
Galilei sustentaba; antes bien, se prueba que el Papa entonces rei-
nante lo trató con distinción y con honor.
Pues bien; los enemigos de la Iglesia han vociferado a los cuatro
vientos con trompetas y clarines, con fábulas e invenciones, en con-
tra de la infalibilidad de la Iglesia, contra la ignorancia y obscuran-
SISTEMAS ASTRONÓMICOS 447
tismo de los católicos, tomando por pretexto el célebre proceso de
Galileo; mientras que nada dicen para encomiar lo mucho y bueno
que en el mismo terreno se debe a los católicos, que fueron los ver-
daderos inventores del sistema. Porque católico fué Copérnico
y católico el mismo Galileo, que tanto hizo progresar a la ciencia
de los astros con el anteojo por él inventado. El mérito positivo de
esos inventos y de esos" progresos científicos debidos a los católicos
compensa con creces la obcecación pasajera de los que acusaron y
condenaron a Galileo, mucho más si se tiene en cuenta que la sen-
tencia de aquel Tribunal, no dada ni confirmada por el Papa, ni era
infalible ni tampoco irreformable.
Con gusto me detendría a tratar más despacio acerca de los
pormenores y peripecias del proceso galileano que tanto ha dado
que hablar. Mas el tiempo nos hace falta para otras cosas. Baste lo
dicho para que sepáis, como en síntesis, el resultado definitivo de la
controversia. Los verdaderamente eruditos saben bien a qué atenerse
en la cuestión principal, pues los documentos puntualizados del
proceso son del dominio público. De entre los eruditos a medias,
acaso llegue el tiempo en que topéis con alguno o con algunos de
sus escritos en que se invoque esa cuestión como argumento en
contra de la Iglesia y de sus doctrinas. Desde ahora para entonces
podéis responder que el argumento, por inservible, es de mal gusto,
y el que lo invoque puede pasar a la categoría de los necios.
Tycho-Brahe, posterior en unos sesenta y siete años a Copérni-
co, y afiliado al protestantismo, trató de dar gusto a los de su secta,
contrarios, como se ha dicho, al sistema copernicano, e inventó otro
sistema mixto que no agradó ni a los unos ni a los otros. Dejó a la
Tierra inmóvil en el centro del universo y estableció en el Sol otro
centro planetario. En torno a éste giraban todos los planetas menos
la Tierra, y en derredor de ésta, todo el sistema llevado por el Sol;
y además, el conjunto de todas las estrellas del firmamento que te-
niendo el eje del mundo por eje común de rotación, completaban
un giro en veinticuatro horas. Tycho-Brahe no tuvo secuaces de su
sistema, como era natural, pues no resolvía las dificultades, ni relle-
naba las lagunas del sistema antiguo.
Auxiliar muy eficaz de los trabajos astronómicos de Tycho-Brahe
fué, sin duda, el gran Kepler. Juntos se dedicaron a las observado-
448 SISTEMAS ASTRONÓMICOS
nes y a los cálculos durante varios años, aunque Kepler, encariñado
con el sistema de Copérnico, veía las cosas de diferente modo que
Tycho, cuya autoridad fué respetada por Kepler que era más joven.
A la muerte de Tycho- Brahe quedó Kepler en posesión de un te-
soro riquísimo de observaciones y de datos, cuyo estudio le condu-
jo más tarde a formular las leyes que rigen en el movimiento de los
astros. Con ellas el sistema de Copérnico quedó sólidamente afian-
zado sobre bases inconmovibles. Así puede decirse que si Copérni-
co fué el fundador de la Astronomía moderna, Kepler fué el legisla-
dor de la misma.
Las leyes de que se ha hecho mérito están concebidas en los si-
guientes términos:
Primera: Las órbitas descritas por los planetas en torno del Sol son
curvas elípticas planas, uno de cuyos focos, y en los momentos sucesivos,
está ocupado por el astro central. Sabemos que éste, con todo el cor-
tejo de planetas y satélites, marcha incesantemente a través del es-
pacio, y os hice notar que en este sentido y por esta causa, dichas
órbitas no podían considerarse como verdaderas elipses cerradas y
fijas en un plano; sino que a lo largo de la trayectoria solar iban
trazando anillos elípticos. Sin embargo, esto no impide el que en
cada momento del período de revolución respectiva a cada cuerpo
celeste, el trozo infinitesimal de la curva que describe pertenezca a
una verdadera elipse.
No estará demás que recordemos la definición y los principales
elementos geométricos de esta curva de segundo grado. En su eje
mayor se consideran cinco puntos característicos; los dos extremos,
el punto central en que se cortan perpendicularmente el eje mayor y
el eje menor; y además, otros dos puntos equidistantes del centro, a
uno y otro lado del mismo, los cuales se llaman focos de la elipse.
Si desde un punto cualquiera de la curva se trazan dos rectas una a
cada uno de los dos focos, la propiedad fundamental que define la
curva dice: que la suma de esas dos rectas, las dos distancias del
punto dado a los focos, es constante, cualquiera que sea el punto de
la cutva. Esas dos rectas se llaman radios vectores; y radio vector se
denomina, por lo mismo, en Astronomía la recta que une al centro
de un planeta cualquiera con el centro del Sol situado siempre en
uno de los focos de la curva.
SISTEMAS ASTRONÓMICOS 449
Con estas nociones elementales os será más fácil comprender el
sentido de la segunda ley de Kepler, que dice: Las áreas planas des-
critas por el radio vector de un planeta en su movimiento de trasla-
ción en torno al Sol, son proporcionales a los tiempos empleados en
describirlos. La misma forma elíptica de las órbitas nos dice que la
distancia entre los dos astros, medida en cada momento por el radio
vector es variable; luego para que la ley de las áreas se cumpla es
preciso que proporcionalmente varíe el ángulo formado por las di-
recciones sucesivas del radio vector, y por lo mismo el arco o parte
de curva recorrida por el planeta; lo cual lleva consigo la aceleración
o retardación del movimiento, según que respectivamente el radio
vector se acorte o se alargue, según que la distancia entre los dos
astros disminuye o aumenta.
La tercera ley kepleriana, dice, por otra parte, que los cuadrados
de los tiempos periódicos de las revoluciones de los diversos planetas,
son entre sí como los cubos de los ejes mayores de las órbitas respecti-
vas. Presentemos un ejemplo para mejor comprender el significado
y el alcance de esta tercera' ley: suponed conocidos el tiempo que la
Tierra tarda en completar un giro, es el año; y la longitud del eje
mayor de la elíptica, ambos datos perfectamente conocidos: la ob-
servación directa puede darnos el tiempo que otro planeta cualquie-
ra necesita para volver al mismo punto del espacio, después de una
revolución alrededor del Sol. Con esto tenemos los elementos su-
ficientes para determinar el eje mayor de la órbita del planeta ele-
gido, de Marte, por ejemplo, sin más trabajo que hallar el valor del
cuarto término de una proporción. Las distancias planetarias al astro
central se determinan por esta regla, quedando poco que hacer, teó-
ricamente se entiende, para calcular los demás elementos de todos y
de cada una de las órbitas de los planetas y de los satélites, etc.
Como no hay regla sin excepción, las magnificas leyes descu-
biertas y formuladas por Kepler resultan modificadas por las per-
turbaciones planetarias; y si no contase la Astronomía con recursos
para calcularlas, es claro que la aplicación de dichas leyes, tal como
se han enunciado, al cálculo de los fenómenos astronómicos, sólo
darían resultados aproximados, nunca la exactitud rigurosa que en
esta materia se necesita.
Pero muy pronto llegó el poderoso talento de Newton a coronar
450 SISTEMAS ASTRONÓMICOS
la obra astronómica con el descubrimiento grandioso de la ley de la
atracción universal y el problema de las perturbaciones quedó com-
pletamente resuelto.
Los cuerpos, los asiros del firmamento se atraen mutuamente entre
Sí con una fuerza que es directamente proporcional a las masas e in-
versamente proporcional al cuadrado de las distancias. Síntesis admi-
rable de todas las leyes naturales que en sus operaciones supongan
de algún modo fuerza, materia y movimiento. El descubrimiento de
Newton inundó de luz intensa los horizontes de la ciencia astronó-
mica, explicó satisfactoriamente no sólo las leyes mecánicas del mo-
vimiento de los astros, deducidas por Kepler de la consideración y
análisis de los hechos de observación, sino también aquellos fenó-
menos que por la influencia mutua de los cuerpos celestes, parece
que se apartan en algún modo de la ley general.
Aun sin mirar a la causa que pudiéramos llamar inmediatamente
productora de los movimientos planetarios, realizados según las le-
yes de Kepler, el sistema de Copérnico así perfeccionado con el des-
cubrimiento de esas leyes, causaba tanto entusiasmo y elevaba tanto
el alma generosa del mismo Kepler, que su espíritu, verdaderamente
cristiano, a pesar de ser protestante, se desbordaba en arranques
místicos de piedad intensa. «Restat — exclama él en su obra Har-
monices mundi—, ut tándem oculis et manibus de tabula demons-
trationum ablatis, inque in coelum sublatis, Patrem luminum devo-
tus et suplex comprecer: ¡Oh! qui lumine naturae desiderium in no-
bis promoves luminis gratiae, ut per id transferas nos in lumen glo-
riae; gratias ago tibi, Creator Domine, qui delectasti me in factura
tua, et in operibus manuum tuarum exultavi... Magnus Dominus
Noster et magna virtus ejus et sapientiae ejus non est numerus: Laú-
date eum coeli, laúdate eum Sol et Luna... namque ex ipso et per
ipsum et in ipso sunt omnia... tam ea quae ignoramus penitus, quam
ea quae scimus, mínima illorum pars; quia adhuc plus ultra est...>
Así hablan y así se expresan los que entienden la verdadera ciencia.
Kepler encontró en el Sol un foco de energía inmensa, dominadora
y reguladora de todos los movimientos del sistema planetario; pero
encontró también el último, el verdadero origen de esa energía en
el Autor infinito de todas ellas.
Reconcentrando ahora vuestro pensamiento en ese foco de fuer-
SISTEMAS ASTRONÓMICOS 451
za, de luz y calor, que llamamos Sol, no os será difícil contemplar
desde ese punto céntrico el orden y la armonía con que los diver-
sos planetas y satélites del sistema solar, se mueven acompasada-
mente, cada cual en su órbita, en torno al astro rey, conservando las
distancias y sin que los unos se estorben a los otros; bien que todos
mutuamente enlazados por influencias recíprocas que contribuyen a
dar más belleza al conjunto. Extended más la mirada de vuestra
mente y apoyados en las mismas leyes y obedeciendo a fuerzas aná-
logas podréis contemplar, allá en el fondo de los espacios siderales,
otros sistemas y otros conjuntos de astros igualmente armoniosos y
equilibrados, igualmente magníficos y sublimes y comprenderéis el
sentido profundo en que David exclamó: «coeli enarrant gloriam
Dei.»
Visto así en conjunto el mecanismo del sistema planetario, sería
la ocasión oportuna de estudiar por separado las particulares cir-
cunstancias en que existe y se mueve cada uno de los planetas, ha-
ciendo las monografías respectivas. El campo de investigación se
ensancha cada vez más, y, hoy por lo menos, ya no es posible inten-
tar recorrerlo. Dejemos indicado el asunto y esperemos hasta tiem-
po más oportuno.
P. Ángel Rodríguez de Prada.
o. s. A,
REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL
CÓDICES LATINOS PROCEDENTES DE VENECIA í^)
(CONTINUACIÓN)
Caria del embajador D. Diego Guzmán de Silva a Felipe 11.
t
«S. C R. M.d
AI secretario Antonio Gracian escreui en dias passados, que
auia hecho diligencia por auer algunos libros griegos y latinos escri-
tos de mano, que un gentil hombre desta república que se llamaua
el Dandalo auia dexado a dos hospitales los principales deste lugar.
Y quando estaua esperando el dia que auia de ser la venta, los auian
dado a otro gentil hombre pariente del difunto. Pero atento a que
era herencia para obras pías, se trató de manera, que aquello se
tornó a deshazer, y los libros se han auido, de que quedo con gran
contentamiento, porque son muy buenos, en especial los griegos, y
de muy buena letra, y que muchos dellos no se han impresso, y que
estos solos podrían hazer una librería buena. Y sacados otros algu-
nos que se han comprado con ellos de molde porque se vendieron
todos juntos, creo, que no llegaran estos manuscriptos a ciento y
cinquenta escudos. Y con el Doctor Rassano, que ha sido el que
entendió en esto, y puesto harto cuidado, se han embiado a offrecer
cien escudos por solas las obras de S. Juan Chnsostomo. La memo-
ria de ellos se embia a Antonio Gracian para que la tenga y pueda
(1) Véase la pág. 402 de este volumen.
I
REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL 453
mostrar a V. N[A Y los demás libros, que aquí están no se han
embiado pensando de dia en dia auer estos. Los unos y los otros
embiaré a Genoua a mucho recaudo, Nro. S.or la S. C. y Real per-
sona de V. M.d guarde con acrecentamiento de mas reynos y señó-
nos, como sus vassallos y criados deseamos. De Venecia 13 de
Marzo 1573.— De V. mg. muy humilde criado y vassallo que sus
Reales manos besa— Guzman de Silua.» (Tiene al margen la siguiente
advertencia de Felipe II:) Según esto no deben de ser los suyos los
que han llegado por mar aunque yo vi una carta en que decia que
en una nabe abian llegado los libros y vidrios que embiaba. No sé
si fué por via de Antonio Pérez, sauedlo del porque se sepa lo
cierto. > (Archivo del Conde de Valencia Donjuán.)
< Memoria de los libros escriptos de mano en Griego y Latin que
ha comprado agora últimamente Guzman de Sylua.>
Son los códices griegos y latinos que fueron de Mateo Dándolo,
Senador de Venecia. Fueron 87 griegos y 41 latinos. Costaron 128
escudos de oro y seis libras de moneda de Venecia. Solamente
transcribo aquí los títulos de los latinos.
<Lihri latini manu scripti,
Aegidius in phisica Arist, pap. f.°
Alegoriae fabularum Ouidii, perg.
Antidotarium Nicolai, perg.
Aristotelis phisica, perg.
Biblia magna, perg., folio maiore et egregio.
Boetius de consolatione, perg.
De rebus mecanicis, pap.
De rebus medicinalibus, pap.
Doctrínale, perg.
De chirurgico instrumento, perg.
Dicta notabilia speculatoris, pap.
Epístola divi Pauli ad hebreos, perg.
Epístola Aristotelis, perg.
Explanatio in lib. Aristo. de generatione, perg.
454 REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL
Expositio in artem veterem, pergameno.
Expositio in lib. de consolatione Boetii, pap.
Guido Ariminensis in ethica, perg.
Guido de reuolutionibus annorum, f.°, perg. et pap.
Julias Soiinus, perg.
Liber de philosophia naturali, perg., f.°
Liber de uirtutibus herbarum, perg.
Liber de dialéctica, perg.
Michael Scotus, pap. f."*
Michaelis Scoti astrologia, pap., f.°
Missale Romanum, perg., f.°
Manipulus moralium, pap. f.**
Nicolaus medicus, perg.
Partes grammaticae, perg.
Porphirius cum expositione, perg.
Petrus Cusentinus de agricultura, pap.
Questiones philosophicas, pap., f.''
Questiones Scoti de dialéctica, pap.
Questiones diversorum in philosophia, pap.
Questiones in phisica Aristo., pap.
Rasis ad Mansorem, perg.
Summa fratris Brocardi, perg.
Transcendentia, perg.
Tractatus de sphera, perg.
Tractatus de consequentiis, perg.
Tractatus de homine mortali, perg.
Zael de pronosticis, pap., f.®, (Ibidem.)
Billete del secretario Antonio Gradan a Felipe II, de 8 de abril
de 1573.
«Cuando V. M.** pudiere verá una muy buena compra y barata
que ha hecho Guzman de Silua en Venecia, y son mucho de esti-
mar los Chrysostomos y Metaphrastes y otros que yo embio raya-
dos, y no hay estudiante de 400 ducados de renta que no diera la
mitad della en tal lance porque fué muy bueno.— G. (Al margen, de
Felipe II: Muy buena compra me parece que deue de auer sido esta.
REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL 455
No sé si ay estos libros entre los del C.*^ de Burgos y don D.^ de
Mendoza. Mirad lo que he puesto en su carta y en la de Ayala.)»
Caria del embajador D. Diego Guzman de Silva a Felipe II,
t
«S. C R. M.^
Por una carta de V. Mag.'* de los 4 deste he entendido la rela-
ción, que Antonio Gracian hizo a V. M.'* de los Libros Griegos y
Latinos, que últimamente se auian comprado, los quales man-
da V. M.^ se embien por la via de Genoua, como se a hecho con los
demás, que aquí estauan y otros Hebraicos, que dexó aquí Arias
Montano. Y tengo auiso de don Sancho Padilla, que se auian ya re-
cebido las caxas en que yuan, y se embiarian a recado con la prime-
ra ocasión la qual como le he escrito deseo que sea buena. Porque
no sé que se podran auer otros de aquella qualidad si se pierden.
Los que se embiaron de Nicolo Barelli, ya tengo escrito a
V. M.** que él los dio graciosamente, y lo demás que puso con ellos
de algunas drogas deuieron ser para un su amigo que las aura ya
pedido, porque tiene orden suya para ello. Nro. S°^ la S. C. y Real
persona de V. M.** guarde con acrecentamiento de mas reinos y se-
ñoríos como sus vasallos y criados deseamos. De Venecia 27 de Ju-
nio 1573. — De V. mag.^ muy humilde criado y vasallo que sus Rea-
les manos besa.— Guzman de Silua.» (Archivo del Conde de Valen-
cia Donjuán.)
Carta del embajador D. Diego Gazmán de Silva al secretario An-
tonio Gradan.
clIl.^Sor.
Dias ha que escreui a su M.^ y a V. m. que Nicolo Barelli her-
mano del Cauallero frai Juan Barelli, me auia dado una caxa con
ciertos libros griegos escritos de mano para su M.^ y otras cosas que
embiaua a un su amigo, porque V. m. me escrivió entonces que no
se sabía cuyos eran los libros ni las otras cosas.
4$6 REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL
Supplico a V. m. que haziendo saber a su M.^ como él embia
aquellos libros, lo demás que yua con ellos lo mande dar a Geor-
ge Nichiforo que tiene comisión de Nicolo Barelli para hazer dello
su voluntad, que por afficion que yo le tengo, la merced que en
esto V. m. le mandare hazer, la tendré por propia. De Venecia 2 de
Diziembre 1573.— Seruidor de V. m.— Ouzman de Silua.» (Publica-
da en la Revista de Archivos, II, pág. 321.)
Carta del embajador D. Diego Guzmán de Silva al secretario Anto-
nio Gradan.
«Ill.e S.or
Al punto que parte este correo he tenido la carta de V. m. de
los t del passado y con ella muy gran mrd., porque estaua con
desseo de saber que tuuiese V. m. salud. Yo quedo con ella, y
quanto a lo que toca a las mencancias que yuan entre los libros, he
holgado de entender que se hayan restituydo a la persona que
nombró Vareli porque eran suyas, aunque yo no supe nada dellas
hasta que de allá se me auisó, pero los libros él ha seruido con
ellos a su MA, y assi me lo ha dicho siempre a mi, y no entiendo
otra cosa hasta agora, ni entiendo que la haya, e yo los aceté por
ser él hombre de bien y afficionado al seruicio de su M.d, y se le
darán las gracias con que él holgará a mi ver más que con otra
cosa.
Muchos dias ha que embié todos los libros, e yuan con ellos los
que compró aqui Arias Montano, y quando esta llegare, los haurá
visto V. m. todos juntos con el ayuda de Dios, que prospere la Ill.e
persona y estado de V. m. como desseo. De Venecia 6 de Marzo 1574.
— Seruidor de V. m. — Guzmán de Silua.» (Publicada en la Revista
de Archivos, II, pág. 326.)
El maestro Alvar Gómez fué uno de los encargados por Felipe II
para ver, examinar e intitular los libros que venían de Venecia. De
los griegos de Nicolo Barelli, así se lo dice Antonio Gracián al em-
bajador Guzmán de Silva en carta que le escribió de Madrid a 26
REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORUL 457
de Julio de 1574, y de los griegos y latinos de Dándolo, se lo dice
al mismo Alvar Gómez en carta que le escribió desde Toledo a 20
de Noviembre Francisco de Torres en estas palabras: «Quisiera
hallarme allá para revolver y hojear aquellas nueve arcas de libros
del Mag.co Danduli Véneto con el favor de V. m.; pero pues V. m.
está tan cerca, y tiene tanta comodidad, y le confiaran aquella ha-
cienda, cierto no debria perder tal ocasión...»
Carta del secretario Antonio Gradan al embajador D. Diego Guzmán
de Silva.
t
«Muy Ill.e Señor.
Dos cartas tengo de V. S.a de 17 de X.^'^^ y 28 de En.o beso
a V. S.a las manos por la mrd. que me haze jen auisarme de su salud,
yo la tengo gracias a Dios y desseo de emplearla en seruir a V. S.*
El Catalogo de la librería de S. lor.o está hecho pero no embio
a V. S.a copia hasta ver si quedamos con dos gruesas librerías que
se han ofrescido a su M.^ y estamos cerca de tener en S. lor.o la
una es la famosa de Don Di.o de Mendoza, y la otra del Obpo. de
lérida Ant.o Augustin, yo auisaré a V. S.a si quedamos con ellas y
entonces se hará el Catalogo y aura poco que añadir, pero V. S.a no
dexe de recojer qualquier genero de originales antiguos porque
destos por mas que aya duplicados es mejor, y quanto a los tresla-
dados, o escriptos de letra moderna, se podrá V. S.a entretener por-
que yo creo que acá los aura todos o los mas.
Supplico a V. S.a no se olvide de la diligencia comenzada para
descubrir obras de S. Isidoro porque se acabe con perfección esta
que su M.d quiere hazer a gloria de Dios y honra deste Santo, vase
trabajando en ella por los tres mas doctos hombres de España
y buscanse originales con mucho cuydado, y no es possible que en
librerías de Italia no aya muchos de que V. S.a ha de procurar auer
una lista y embiarmela informándose donde los puede auer y cierto
si los Doctos della entendiessen lo que se restituye a este Santo con
esta corrección, holgarían de ayudarnos todos porque será lo que
458 REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL
saliere oro, auiendo sido cobre lo que antes andaua por ser lleno
de mentiras y errores en cada renglón. V. S.a no se canse desta dili-
gencia que Dios y este Santo la agradecerán. El qual guarde y pros-
pere la muy Ill.e persona y estado de V. S.a como puede. Del Par-
do 25 marzo 1575.— Muy Ill.e S.or— B. I. m. de V. S.a su servidor.—
Antonio Gracian.» (Simancas,— Estado.— Legajo 1.515.)
Carta de Antonio Gradan al embajador D. Diego Guzmán de Silva.
*Muy Ill.e S.or
La última que tengo de V. S.a es de XXVI de hebrero con el
aviso de la diligencia que V. S.a auía hecho en lo de S. Isidoro la
qual supplico a V. S.a continué y me embíe siempre lo que hallare.
A Francisco Patricio se le pagaron muy bien sus libros porque
se le dieron 750 ducados, parte aquí y lo demás en Italia, eran 75
cuerpos no más, chico con grande, y ruyn con bueno, y él auía ven-
dido al Obispo de Lérida algunos de los que traya. En fin quien se
lleva la palma en esto de comprar buenos libros y baratos es V. S.
Agora andamos tratando con don Diego de Mendoza, y con su li-
brería, y la del Obispo de Lérida que también nos la offrecen, se
hará esta de S. Lorenzo la mejor del mundo sin falta.
Ya V. S.a aura sabido la muerte del padre Villalua en quien
su MA pierde un muy buen ministro, y el principal Instrumento de
las cosas desta casa. El ultimo negocio en que habló en ella a su M.^
la semana de quasimodo fué dar noticia a su hAA como en esa ciu-
dad auia unas obras del Tostado en pergamino que sería bien auerse
para esta librería y a lo que dijo costauan como 300 ducados y Julio
La Junta podría anisar donde están, y como se aurán, su MA me
mandó lo escriuiese a V. S.a para que procurase auerlas pues será
libro de tanta estima y digno de conseruarse en esta librería. V. S.»
me avisará de lo que en esto hiciere, y si por acá hay algo en que yo
pueda seruir a V. S.^, cuya muy Ill.e persona y casa n.o s.r guarde
y prospere como puede. De San Lorenzo XI de Mayo 1575.— Muy
Ill.e S.or— B. 1. m. de V. S.» su muy cierto servidor.— Antonio Gra-
cián » (Simancas. — Estado.— Legajo 1.514).
REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL 45Q
Carta de Antonio Gradan al embajador D. Diego Guzmán de Silva.
<Muy Ill.e s.or
De XXX de Abril y XIIII de Mayo son las dos ultimas que ten-
go de V. S.a cuyas manos beso muchas vezes por la merced y fauor
que me haze en escrivirme tan a menudo y con tan buenas occasio-
nes y materias tan de mi gusto, y no menos lo son del de su M.<i a
quien he dado cuenta de todo lo que V. S.* me escriue cerca de las
reliquias y diligencia que haze para auerlas y assimismo las obras
de S. Isidoro, ha holgado de entenderlo y me manda escriua
a V. S.a encargándole de su parte lo lleue adelante.
En lo que toca a aquel libro que escriue el Doctor Rasarlo, a mi
me parece y assi lo he dicho a su lAA que siendo original antiguo
se deue procurar en todo caso aunque costase mucho, y si fuese
tresladado y no de letra antigua sabremos si le tiene el Obispo de
Lérida, o don Diego de Mendoza, y auissaré yo a V. S.» dello para
estimarle en mas o menos conforme a esto, pero como digo siendo
original antiguo aunque aya acá otros quinientos es de estimar en
mucho y V. S.» procure auerle en todo caso.
Estos dias o por mejor dezir meses que auemos estado en S. Lo-
renzo se ha hecho alli la entrega y fenecido el Inventario de toda la
librería que ha sido una gran machina. Comenzaré luego a poner
en orden los limpios y embiaré a V. S. su parte.
Beso a V. S.a las manos por la merced que me ofresce en lo de
mis reliquias y de qualquier Santo que sean las estimaré yo en mu-
cho, mayormente de vírgenes, o doctores, y en esto no acoto nin-
guno sino remitirme a lo que huuiere de que pueda participar algu-
nas migajas sin hazer falta a la mesa de S. Lorenzo.
Aluar Gómez a quien creo conoce V. S.» está muy ufano desta
diligencia que por allá se haze de las obras de S. Isidoro, en que él
trabaja y tiene ya una buena parte hecha, escriueme el capitulo que
ay va con mucha recomendación a V. S.», cuya muy Ill.e persona y
estado nro. S.or guarde y prospere como puede. De Madrid 14 Ju-
460 REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL
lio 1575.'-Muy Ill.e S.or— B. i. m. de V. S.a su muy cierto serui-
dor— Antonio Gradan.» (Simancas.— Estado. — Legajo 1.515.)
El libro a que Gracián se refiere en esta carta fué comprado poco
tiempo después. Era un códice griego muy antiguo de Concilios, y
el Doctor Rasado, en carta que escribió a Guzmán de Silva, le con-
sideraba como un tesoro.
Carta de Antonio Gracián al embajador Guzmán de Silva.
«Muy Ill.e S.or
Hallóme con tres cartas de V. S.^ de 21 de Junio, 1.° y 23 de Ju-
lio y auiendo dado cuenta a su M.d de lo contenido en ellas y mos-
trado el gusto que otras vezes entendiendo la diligencia y cuydado
con que V. S.a se le procura dar en esto, me mandó responder a V. S.»
quanto a la compra de los Tostados que si a V. S.a se les dauan en
precio moderado se podrían tomar por ser originales deste Doctor
y cuando no, que no se perderia nada en dexarlos, y pues no aura
mucha priesa de compradores podrá V. S.^ entretener esta plática
hasta ver si ay en Salamanca los que V. S.a dize y lo que valdrán e
serán más o menos que estos.
El libro que ha comprado Juan Baptista Rassario no ha sido caro
siendo como él escriue antiguo y raro, sino huuiere como embiarle
luego hará V.^ S.^ que se me embíe el índice de lo que contiene
para que se entienda mejor lo que es.
Mucho gustará su M.^ de que se hallen reliquias para su Monas-
terio y más siendo buscadas y embiandose por mano de V. S.a que
se podrá tener mucha certinidad de no ser apocriphas que es lo que
en mas se deue estimar.
Ya V. S.a aura entendido la muerte de Don Diego de Mendoza.
Dexó a su M.d por heredero de todos sus bienes, y aunque assi como
assi se cree era su M.d Señor dellos por tenerle alcanzado sus conta-
dores en mas de ochenta mil ducados, de que él andaua procurando
desquitarse, todauia su M.d a instancias de sus Testamentarios y de
algunos amigos de don Diego que se lo suplicamos, demás de auer-
REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORUL 461
le perdonado y embiado a visitar con Antonio Pérez, aceptó su he-
rencia y como si no fuera acreedor en mas de lo que ella valía me
mandó que encargándome della pagasse sus acreedores de don Diego
y descargasse su alma y en esto se yrá todo lo que dexó fuera de los
libros, y demás desto mandó viesen y prosiguiessen sus cuentas por-
que don Diego se lo dejó supplicado en su testamento como V. S.^
verá por las copias de las clausulas del que van con esta, y yo he
dado tal priesa y entregado tan buenos recaudos que espero que
examinándose ex aeqao ei bono y no con el rigor de contaduiia se
deshará el alcance y quedará la memoria de don Diego muy honrada
y su M d con muy buena librería en pago de su benignidad y cle-
mencia, porque realmente si su lAA no aceptara y contadores emba-
razaran los bienes, ni las cuentas se acabaran jamás ni se descargara
el alma deste cauallero. Hame parescido dar esta cuenta a V. S.* por-
que creo holgará de saber lo que en esto passa.
Arias Montano me paresce que se ha quedado en Roma, y aun
no ha embiado los libros hebreos que compró ay para su M.d por-
que una caxa que embió por ellos era de libros suyos y vinieron por
error. Ya le escriño sobre ello, y en acabando de recibir y concertar
la librería de don Diego de Mendoza haré un índice general de toda
la de su M dy le imprimiré porque creo que será cosa de ver en don-
de quiera que parezca.
N. S.r guarde y prospere la muy Ill.e persona y estado de V. S.*
como puede. De Madrid a IX de Set.e 1575. —Muy Ill.e S.or B. 1. m.
de V. S.a su seruidor Antonio Qx2lqMx\,* —(Simancas, —Estado. —Le-
gajo 1,516.)
No es fácil identificar con los códices que aún se conservan los
que vinieron de Venecia en distintas ocasiones. Del grupo de los
que trataban de Alquimia se conservan los dos siguientes:
/. /. 10. Arnaldi de Villanova de conservanda juventute et re-
tardanda senectute liber, de aqua vitae simplici et composita tracta-
tus. Fr. Christophori Veneti de lapide minerali. Joannis Anglici
septem propositiones ex ejus Rosario. Lucidarium super Raymun-
dum LuUium. Francisci Bolani particulare. Alphidii philosophi cla-
ves. Tractatus de lapide philosophico.
462 REAL BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL
g. IL 5. Raymundi Lullii de figura elementali et alia opuscula.
Fr. Guillelmi Sedacerii, O. Carm., Sedacina totius artís Alchimiae.
De la librería de Dándolo los siguientes:
a. IV. 6. Nicolai Hostreshami modus dispensandi et conficiendi
medicinam et Antidotaría. Mundini de Forojulio synonima medica.
Macri de herbarum virtutibus.
e. III. 4. Qael de prognosticis accidentibus partibus mundi in
anno. Abenrudiani glossa in Quadripartitum Ptolomaei.
e. III. 20. Fr. Petri Berchorii, O. S. B., reductorii moralis li-
bri III.
/. //. 6. Avicennae de anima libri V. Aristotelis de naturis ani-
malium libri XIX.
/. ///. 8. Michaelis Scoti liber introductorius ad Fridericum II.
/. ///. 10. Petri de Crescentiis ruralium commodorum libri XII.
/. ///. 17. Fr. Guidonis Argentinensís, O. P., in libros ethicorum
Aristotelis.
/. ///. 24. Expositio in artem veterem.
/ ///. 26. Commentaria in summulas Petri Híspani.
g. III. 5. Julii Solini polyhistor.
g. III. 7. Allegoriae in Ovidii metamorphoseos,
g. III. 25. Fr. Antonii Andreae, O. M., quaestiones in XII me-
taphysicorum libros Aristotelis.
H. III. 2. Galeni secreta.
P. Guillermo Antolín.
o. s. A.
LA PRINlEñA PASTORAL DEL SEÑOR OBISPO DE HUESCA
Unánimes comentarios de elogio ha dedicado gran parte de la
prensa a la primera Carta Pastoral dirigida por el limo, y Rmo. P. Za-
carías Martínez-Núñez al venerable Clero y fieles de su diócesis. Es,
en efecto, transfusión bella de los sentimientos de su espíritu rendi-
do ante los planes de la amorosa Providencia de Dios y bañado en
el recuerdo de las glorias de Huesca y las agustinianas en felicísima
alianza de la historia. De buen grado la transcribiríamos integra;
pero por ser muchas de sus páginas de carácter circunstancial, nos
limitaremos a insertar lo que en la parte que pudiera llamarse eru-
dita dice el venerable Prelado.
«I. ...El nombre agustiniano resuena todavía por toda la provincia
de Huesca. Sólo aduciré algunos datos históricos. Aquí, en la ciudad
de Huesca, se tradujo de la lengua latina uno de los libros más estu-
pendos que salieron de la pluma del hombre en todos los siglos: la
Ciudad de Dios, de nuestro gran P. San Agustín, por el Dr. D. Joseph
Cayetano Díaz de Beyral y Bermúdez, del Gremio y Claustro de la
Universidad oséense. Aquí, en la ciudad de Huesca, se escribió uno
de los más hermosos libros con que se enriquece la lengua caste-
llana: La Conversión de la Magdalena, por el celebérrimo agustino
Maestro Pedro Malón de Chaide, como él mismo nos dice en la pri-
mitiva edición, conservada en la Biblioteca de El Escorial (1), al ha-
cer el panegírico «de San Laurencio, español, bravo y cortés, en cuya
vigilia y en cuya ciudad yo escribo agora estas palabras.*
Canónigos regulares de San Agustín estuvieron en la iglesia del
famosísimo castillo de Loarre, y de Loarre, en tiempo de Sancho
Ramírez (1089), se trasladaron a Montearagón, qué fué el Monaste-
(1) Página 282. La obra fué publicada en Barcelona en 1588.
464 LA PRIMERA PASTORAL DEL SEÑOR OBISPO DE HUESCA
rio más célebre de todo el Reino (1); y tal influencia agustiniana hu-
bieron de ejercer aquí, que los Canónigos de Huesca siguieron en
Comunidad la Regla de San Agustín y celebraban la festividad del
Santo con Octava y oficio propio, y se hacía conmemoración de él
a la vez que de los Santos Patronos de la Ciudad, como puede verse
en los breviarios de la Catedral oséense, conservados en su Ar-
chivo (2).
Agustinos fueron los que trajo a la ciudad de Huesca uno de los
Prelados más ilustres que honró vuestros anales en el último tercio
del siglo XV y primeros del XVI, D. Juan de Aragón y Navarra, a
cuyo celo se debe la terminación de vuestra hermosa Catedral, y en
cuyo tiempo sudó sangre el Cristo de los Milagros. Agustinos fueron
los que regentaron las iglesias de la Misericordia y de Loreto, y en
cierto tiempo, la de San Vicente el Real.
Como profesores de vuestra Universidad, citaremos a algunos
insignes: al P. Fr. Alonso Gudiel (3), sevillano y gran teólogo, céle-
bre por su saber y más aún como víctima de la envidia, que es, como
dijo Cicerón, «la compañera inseparable de la gloria». La Universi-
dad y la ciudad de Huesca pidieron al General de los Agustinos que
el P. Gudiel viniese a explicar aquí, y lo consiguieron. Profesor de
esta misma Universidad fué el P. Fr. Pedro Malón de Chaide, que
estuvo en Huesca hasta 1586, y en donde escribió el libro clásico
que acabamos de citar, y por comisión de Felipe II fundó el conven-
to de Agustinos Calzados de Loreto (4).
También fueron catedráticos de la Universidad de Huesca los Pa-
dres Fr. Pedro de Aragón, que, graduado en la misma, explicó has-
(1) Hoy, desgraciadamente, se halla en ruinas, que se ven desde el lugar
donde escribimos. El retablo, de alabastro, que es una joya, debido, como el
de la Catedral, a Forment (siglo XV), según el P. Fr. Ramón de Huesca, fué
trasladado a la pequeña parroquia que está junto a la Catedral.
(2) Esto sucedió hasta el 31 de Enero de 1302, en que Su Santidad decretó
la reforma del Cabildo de Canónigos.
(3) 1559.
(4) En el Archivo Histórico que publican nuestros queridísimos hermanos
los PP. Agustinos Filipinos (Febrero de 1919, pág. 145 y siguientes), se publi-
ca la carta del Rey Prudente acerca del convento de Loreto, del cual los Agus-
tinos tomaron posesión en 1584. En 1585 ordenó Felipe 11 a Malón de Chaide
que se llevasen a cabo las obras conforme al plano, debido, quizá, a Juan de
LA PRIMERA PASTORAL DEL SEÑOR OBISPO DE HUESCA 465
ta 1581 (1); Fr. Pedro Arias, catedrático de Escritura a fines del si-
glo XVI; Fr. Buenaventura Ausina, que lo fué a principios del
siglo XVII, y el primer autor, quizá, que escribió y publicó un libro
dedicado exclusivamente a cantar las glorias del mártir San Lorenzo;
Fray Francisco López de Urraca, que después fué Obispo de Boza en
Cerdeña y después de Barbastro (2), Fr. Juan de Tolosa y Fr. Felipe
Hernández, que explicó también en Zaragoza; Fr. Francisco Marco
Morgales; Fr. Angelo Paduano, Arzobispo electo de Caller y Fray
Agustín Arellano, que llegó a ser Arzobispo de Brindis.
Si a éstos y a otros muchos que podríamos citar, añadimos los
nombres de Religiosos eminentes que hubo en el convento de la
Misericordia, que fué en calidad el segundo de todo el Reino de
Aragón, la lista sería interminable. Algunos de los nombrados estu-
vieron en la Misericordia de Priores o de subditos. Y entre unos y
otros debemos recordar también a los PP. Pedro de Viana, Inquisi-
dor de la Diócesis de Huesca; Juan Escaño, Provincial, hijo de esta
ciudad; P. Juan Ligúelo, gran teólogo y predicador.
Los PP. Agustinos Recoletos entraron aquí el 12 de Mayo de 1619
por Decreto del señor Nuncio y tomaron posesión del Convento en
13 de Enero de 1620. El primer Prior fué el P. Pedro de Santiago,
natural de Jaca y Vicario General de la Orden, Calificador de la Su-
prema y Predicador de Felipe IV, que en 1639 le nombró Obispo
de Solsona y después de Lérida. Otro agustino Recoleto insigne fué
el fecundo escritor P. Manuel de Castro, Catedrático de Filosofía e
Herrera, el famoso arquitecto de El Escorial. Hasta el año 1594 no comenzaron
aquéllas, bajo la dirección del maestro Jerónimo Segura Bocanegra. De dicho
convento célebre, sólo queda la iglesia, única de las que tuvieron los Agus-
tinos.
(1) Fué autor de un grueso volumen De Fide, Spe et Chántate.
(2) Como hecho curioso recordaremos que fué consagrado en Zaragoza por
el Arzobispo D. Francisco de Gamboa, y fueron asistentes los limos. P. Fon-
calda, Obispo de Huesca, y P. Andrés Aznar y Navas, Obispo de Jaca; es decir,
que todos fueron Agustinos: el Consagrante, los Asistentes y el Consagrado;
caso único, quizá, en la Historia de la Orden Agustiniana. El Illmo. P. Fran-
cisco López murió en Barbastro en 1695.
A nuestros amigos, PP. Gregorio Santiago y Benigno Fernández y a don
Ricardo del Arco, cronista de la provincia de Huesca, debemos algunos datos
de los consignados en este punto histórico de la Pastoral.
466 LA PRIMERA PASTORAL DEL SEÑOR OBISPO DE HUESCA
hijo de Huesca. También en Bolea, villa próxima a esta ciudad, hubo
Convento de Agustinos Descalzos, fundado en 1607.
El nombre de Huesca y el nombre de los Agustinos son insepa-
rables en cierta época de la Historia. La Universidad y la Ciudad
entera se asociaron a las fiestas solemnes de la inauguración de la
Iglesia y Convento de Loreto, y a las celebradas con motivo de la
canonización de Santo Tomás de Villanueva. En 1510, el Obispo
insigne D. Juan de Aragón y Navarra, ya citado, devoto singular de
la Orden, hizo que se celebrase, con toda pompa, en la Diócesis, la
fiesta de San Agustín y ayudó a reedificar la antigua iglesia de Santa
María de Foris, llamada hoy de la Misericordia, dedicada a la Vir-
gen Santísima y al Obispo de Hipona. En 19 de Marzo de 1591 se
estableció la Cofradía de la Piedad, y en 1604 (otros dicen 1504) la
de la Consolación y Correa (que aún existe) agregada a la de Bolo-
nia, trasladada después (1) a la Iglesia de San Vicente el Real.
V recorriendo las páginas de vuestra gloriosa Historia, leo con
placer que fueron Prelados vuestros muchos varones Religiosos, y
tres de ellos, vistieron el mismo hábito con que me honro. Prescin-
diendo de la cronología, el primero se llamó Fray Bartolomé Fon-
calda (2), Provincial de los Agustinos Calzados de Aragón en la se-
gunda mitad del siglo XVII, Calificador del Santo Oficio, Prelado
vuestro, sabio y santo, y cuyo carácter distintivo fué la mansedum-
bre, unida a la caridad y a la paz. El segundo se llamó Fray Plácido
Bayles y Padilla (3), muy amado del rey Felipe V. El otro y más an-
tiguo—del siglo XIV— y más célebre aún, es Venerable, y lleva el
nombre de P. Bernardo de Oliver, agustino valenciano. Doctor en
Teología por la Universidad de Paris, y después Profesor y Maestro
en la incipiente de Valencia, Predicador y Confesor y Consejero del
rey D. Pedro IV de Aragón, que le calificó de «primer teólogo del
mundo>, y Obispo, sucesivamente, de Huesca, Barcelona y Tortosa.
Alma nacida para empresas grandes, ad magna natas, ya se le
considere cual hombre sabio y virtuoso, ya se le estudie como hom-
bre de acción y de gobierno, el Maestro Oliver es una de las figuras
(1) En 1797.
(2) 1671-1674.
(3) 1738-1743.
LA PRIMERA PASTORAL DEL SEÑOR OBISPO DE HUESCA 467
más prestigiosas y venerables con que se honra la historia de la co-
rona de Aragón. Su fama de orador era tan grande, que Su Santidad
el Papa, que entonces residía en Aviñón, le llamó a predicar en su
presencia, y era sabido de todos que iba a darle el nombramiento
de Cardenal, que la muerte interrumpió en 1348. Todos los historia-
dores estiman al P. Oliver como a uno de los prelados más benemé-
ritos e ilustres de la Iglesia de Huesca, cuyos derechos y prestigios
supo defender con entereza y energía en los años que la regentó
—1337 a 1345— . En todas partes dejó huellas luminosas de su trán-
sito: consejos, leyes, constituciones para el régimen de sus iglesias;
libros teológicos, canónicos y ascéticos, caldeados por el fuego del
amor divino, entre ellos, el Speculum animae y el Excitatorium men-
tís adDeum (1), que deben leer, no solamente los Sacerdotes de la
Diócesis de Huesca, sino todos los Sacerdotes españoles, porque es
lo más sugestivo y sabroso de la Mística y Ascética medioevales.
II. Ved aquí, venerables Hermanos y amados Hijos, las razones
históricas que tenemos para no considerarnos como extraños entre
vosotros y los motivos suficientes para amar a Huesca. Más os diré:
para amarla, basta ser español, porque su historia gloriosa es la histo-
ria de España y conviene recordarla en breve síntesis, en estos días en
que hijos insensatos o locos quieren descuartizar a la Patria grande,
o por lo menos repartirse sus vestiduras como se repartieron los ex-
tranjeros enemigos las espléndidas de nuestros imperios coloniales.
Osea victrix! porque Huesca es una ciudad histórica por exce-
lencia. AI visitador ilustrado que la recorra, le asaltarán en tropel los
recuerdos innumerables de aquella antigua y grande y hermosa Osea
victrix que llegó a acuñar monedas propias, y a ser municipio de
Roma. Todos los grandes generales romanos y árabes visitaron este
suelo fértil, que lo mismo produjo con inagotable generosidad minas
y robles, que héroes y sabios y santos. Huesca venció a los árabes
y fué baluarte de los iberos: los planes de Carlomagno y las huestes
de Napoleón, fracasaron en Huesca; y al viajero caminante le pare-
cerá ver la antigua ciudad con las noventa y nueve torres en sus mu-
rallas, y a Quinto Sertorio, fundando la primera Universidad españo-
(1) Publicado recientemente por el que fué Bibliotecario de El Escorial,
nuestro liermano y amigo P. Benigno Fernández.
468 LA PRIMERA PASTORAL DEL «EÑOR OBISPO DE HUESCA
la, rival de la de Roma, cuyo Centenario hemos de celebrar, si Dios
nos da vida y salud, con más motivo que se celebran otros Cente-
narios; le parecerá escuchar el rumor estudiantil y bullicioso, desbor-
dándose por sus calles y sus plazas como oleadas de una primavera
de la vida. Fué la segunda Covadonga en la reconquista de España
por la reconquista de Aragón, pues cuando la mayor parte de la
Península Ibérica era esclava de los agarenos, Huesca era libre por
la virtud y el poder de su Rey Pedro I. ¿Quién podrá describir sus
glorias en tiempos de este Rey, y del Rey Batallador y de don Rami-
ro el Monje? Sus sombras venerandas parecen aún vagar por los
claustros de San Pedro el Viejo, augusto panteón— con San Juan de
la Peña— de la epopeya aragonesa, y el nombre del segundo, que
arrebató mil templos de Mahoma para Cristo y rompió las cadenas
de servidumbre en que gemía más de un millón de cristianos, con-
quistador de Tudela, Zaragoza, Calatayud, Daroca y Bayona, basta
para enorgullecer a un gran Imperio.
No es ocasión ésta de enumerar una por una todas las glorias
pasadas que se contienen en la provincia de Huesca. Vuestros Ar-
chivos, que deben de ser minas inagotables para el historiador futu-
ro, encierran los datos suficientes para conocer y describir aquéllas.
Los nombres de San Juan de la Peña, de Montearagón, de Alqué-
zar y del formidable Castillo de Loarre, pueden servir de inspira-
ción poética a las fantasías más fecundas. Prescindiremos de citar
vuestras Cortes, vuestros Reyes, Embajadas y Parlamentos, y a los
varones insignes que salieran de las aulas de vuestra Universidad
sertoriana (en tiempo de Pedro IV, la única, con la de Lérida, donde
podía estudiarse la ciencia); de vuestros Colegios célebres como el
de Santa Orosia, el de San Vicente Mártir, el de Santiago, en donde
se formaron cincuenta y tres varones insignes. Arzobispos y Obispos,
Consejeros de la Corona de Aragón, Magistrados y Cancilleres; ca-
llaremos los nombres de sabios matemáticos como D. Francisco Ar-
tigas; de Canonistas, como el Obispo Vidal de Cañellas (1), que hizo
la compilación foral de Aragón; de D. Domingo Ram, Obispo tam-
bién de Huesca, que fué elector del Rey D. Fernando en el Com-
promiso de Caspe, y le ungió por su mano; de poetas, como los
(1) 14101415.
LA PRIMERA PASTORAL DEL SEÑOR OBISPO DE HUESCA 46Q
Argensolas; de Arqueólogos, como Lastanosa; de D. Pedro Agustín,
Obispo de Huesca, que fué prez y ornamento del Concilio Triden-
tino (1); de historiadores, como Aynsay el P. Ramón de Huesca, y
otros cien; pasaremos en silencio vuestros monumentos religiosos,
como el antiquísimo, y ya citado, de San Pedro el Viejo; de Nuestra
Señora de Salas, a quien consagra diez y siete Cantigas Alfonso el
Sabio; las Iglesias de Loreto, Los Mártires, San Lorenzo y San Vi-
cente el Real; Santa Lucía y San Jorge, Cillas y Jara; San Miguel y
San Agustín; San Martín y San Cipriano (las dos últimas ya no exis-
ten); y dominándolas a todas, señalaremos vuestra hermosa Catedral,
cuyo retablo de alabastro puede quizá competir con los mejores de
Europa, y coronándolo todo y santificándolo todo, las excelsas y
benditas figuras de San Orencio y Santa Paciencia, Nunilo y Alodia
y las reliquias de los Santos Justo y Pastor y los innumerables már-
tires de Santa Engracia, y principalmente, como una constelación
excelsa que siempre brillará en el firmamento de la Iglesia Católica
Apostólica Romana, recordaremos dos nombres únicos que la for-
man y que valen por mil: el de San Vicente y el de San Lorenzo.
Baste deciros que los tormentos de San Vicente fueron cantados en
estrofas de «hierro celtibérico > por el gran poeta Aurelio Prudencio
y por cinco panegíricos sublimes de mi gran Padre San Agustín,
que le proclama victorioso en el fuego y en el agua, en la vida y en
la muerte; y del segundo, más antiguo y de fama más universal
¿qué os diré, después de lo que dijeron de él casi todos los Santos
Padres de la Iglesia? San Agustín exclama: «las ascuas radiantes que
consumieron el cuerpo de San Lorenzo, iluminaron al mundo y en-
cendieron la chispa del amor divino en todos los corazones cristia-
nos. > San León asegura que «del Oriente al Ocaso brilla la gloria
del mártir>; y si Jerusalén fué glorificada con la muerte de San Este-
ban, Roma lo fué con el fulgor de las luces levíticas de San Loren-
zo, difundidas por todo el orbe.
¡Oh Huesca, Huesca inmortal! ¡Ni sombra eres hoy de lo que
fuiste! ¡V fuiste grande, grande, más que por la abundancia de los
campos fértiles de la provincia que bañan el Cinca, el Ésera y el
Gallego, por la magnitud excelsa de tus hijos y la nobleza prover-
(1) 1545-1572.
470 LA PRIMERA PASTORAL DEL SEÑOR OBISPO DE HUESCA
bial de tus moradores! |Porción escogida de la tierra de Aragón,
donde el viento de los Pirineos cría sanos y robustos los robles se-
culares y la Virgen Santa del Pilar puso sus plantas sagradas y está
como atalaya y vigilante centinela de los territorios españoles para
que ni el tirano invasor los conquiste ni la impiedad los devaste con
su soplo maldito! ¡En tu suelo, ¡oh ciudad de Huesca!, oreado por
las brisas del Isuela y el Flumen, guardas tesoros inagotables de glo-
rias inmarchitas; por tus calles discurrió un día la ciencia de la Uni-
versidad sertoriana; en tus templos fulguraron las artes; en tus plazas
palpitó el heroísmo de la segunda Covadonga de la Reconquista; y en
las noventa y nueve torres de tus murallas ondearon al viento las
banderas de la virtud y la santidad, sostenidas por las manos robus-
tas de tus dos esforzados hijos, San Lorenzo y San Vicente, capaces
por sí solos de demostrar al más incrédulo el origen divino de la fe
por la cual derramaron su sangre generosa y fecunda!»
Los párrafos siguientes de la Pastoral son enseñanzas del Prela-
do a sus diocesanos, reproducción de aquellas efusiones del cora-
zón de San Agustín que fueron el encanto de los fieles de Hipona.
Con pena las omitimos aquí, limitándonos a dejar consignado que
el lema preferido por el P. Zacarías para su escudo episcopal son
aquellas palabras del Águila de los Doctores: Non tam praesse quam
prodesse,
B. R.
REGIONES QUE SE TRANSFORMAN
EL BIERZO
Señor Director de La Ciudad de Dios: La casualidad me ha devuelto
a esta mi patria chica y bellísimo país del Bierzo, de que tanto hemos ha-
blado con motivo de El señor de Bembibre, La esfinge Maragata, de
Concha Espina, las espléndidas y deliciosas descripciones de Quadrado,
etcétera, y últimamente a causa de la célebre metalurgia de Ponferrada,
aún no nacida y ya tan famosa como los talleres de Creussot. Ya se sabe
usted de memoria el disco de los comentarios de Plinio, los datos y docu-
mentos del P. Flórez, las referencias de Ambrosio de Morales y hasta
las brevísimas y substanciosas indicaciones que García Berlanga toma de
un doctor alemán, al par que los estudios de Enrique Gil y demás.
Así, pues, no he de repetir lo sabido ni he de comunicar a esto el empa-
que serio de un discurso o tratado histórico doctrinal, sino más bien he
de relatar a usted al desgaire, tal como se me ocurran, las impresiones
que me causan los mil proyectos que aquí se anuncian y discuten, los que
son ya un hecho y la algarabía que se está armando en esto que fué no ha
mucho apacible rincón de musas, soledad rumorosa de anacoretas, solar
de nobles caballeros y albergue de covachuelistas y picapleitos y de otros
mil personajes tan singulares y típicos por lo menos como los trazados
por la mano vigorosa y realista de Pereda o de Galdós.
Al contemplar el bullicio de ahora, por contraste surge la memoria de
tiempos que son recientes y que, por el atropellado correr de los moder-
nos, parecen antiquísimos. Todavía recuerdo los tiempos famosos de la
diligencia, en que antes de emprender un viaje un poquito largo era pre-
ciso recibir los auxilios espirituales, hacer testamento y disponerse a todo,
pues allá en los puertos de Manzanares y Fuencebadón había apostada
siempre una partida de bandoleros, en los mesones hacia Galicia se des-
valijaba a todo el mundo y hacia Asturias no se podía caminar. Entonces
nadie viajaba, nadie salía más allá de su distrito. Si alguno llegaba a León
o a Astorga, se consideraba un superhomo, y cuando algún muchacho
472 REGUONES QUE SE TRANSFORMAN
retornaba del servicio con su pantalón rojo y su kepis de dos picos, todo
el pueblo en masa acudía a recibirlo, se comentaba por muchos días el
suceso, se celebraban los dichos del militar y los niños nos agrupábamos
en grandes corros para contemplar a nuestro sabor aquella maravilla de
hombre.
El escasísimo comercio que había era monopolizado por maragatos y
campesinos (así se llamaban los de Campos y Zamora), y las escasas nece-
sidades de los aldeanos se cubrían con productos caseros o de la región.
Sembraban lino para sábanas y camisas, tejían mantas y mantones y se fa-
bricaban unos panos burdos para chaquetas, pantalones y capas que se
tenían de pie y ostentaban unos pelos tan duros, tiesos y largos como cri-
nes de caballo. Las prendas hechas de ese paño ni perdían su color inde-
finido ni se acababan nunca. Había chaquetas y capas que estaban tan
perennes y campechanas como si tal cosa, después de haber cubierto y
abrigado a cuatro generaciones. Se ha considerado a los impermeables
como prendas de nueva invención; pero es porque se ignora que los
aldeanos del Bierzo conocían todo eso de muy antiguo. Una chaqueta de
paño fabricado en el país, a la vuelta de algunos años y previamente cala-
fateada, como una gabarra, de remiendos, de mugre y de polvo, resultaba
tan impermeable como el mejor impermeable del mundo, y además irrom-
pible. Debido a este aislamiento, se conservaban unas costumbres puras,
esencialmente cristianas, características del país y de un candor y un espí-
ritu de encogimiento y sumisión tan grandes como no es posible imaginar
ni describir. Había además tipos y familias representativas de la clase rica,
tan perfectamente definidos, que hubiesen figurado sin aliño ninguno muy
dignamente en una novela; había ricos advenedizos, pardillos como Ri-
quelta, capaces de todo, e hidalgos de gotera, como en el siglo XVIII.
Desde hace veinte años todo ha cambiado. El ferrocarril, la emigración
y la^ Prensa han convertido al Bierzo en una región, si no cosmopolita, al
menos muy semejante a otras mucha^. La civilización por lo mismo que
es esencialmente racional, lo uniforma todo. Han desaparecido los trajes
típicos y con ellos han desaparecido también las personas típicas, los ca-
racteres singulares. Además se ha desarrollado una afición loca al negocio,
se toma café, se fuma, se juega, se pescan borracheras y se cometen asesi-
natos. Durante la guerra se han acrecentado los negocios de un modo tan
inverosímil, que no es fácil apreciar la rapidísima transformación que se
está operando.
Desde Brañuelas hasta los confines de Asturias, en una extensión de
15 ó 20 leguas de largo, por 10 ó 12 de ancho, comenzaron a explotarse
minas de carbón y a afluir por todas las carreteras y caminos carros de
REGIONES QUE SK TRANSFORMAN 473
carbón a Brañuelas, La Granja, Torre, Bembibre, Ponferrada y Toral de
los Vados. En todo ese trayecto del ferrocarril se ven montañas de carbón
almacenado y un verdadero ejército de obreros que trabajan en la carga y
descarga de carros y vagones. Es indudable que la mayor parte de las ga-
nancias ha sido para los contratistas y propietarios de minas; alguno hay
que de 200.000 pesetas ha pasado a 20 millones en los cinco años; pero
también es verdad que una gran parte de ese río de oro se ha quedado en
el país. Se llegó a pagar el transporte de una tonelada y por día a 49 pe-
setas, y como los vehículos podían transportar dos toneladas y media en
poco más de un día y una noche, los carreros sacaban el jornal inverosí-
mil de 122 pesetas. Así es que todo el mundo se echó a la calle con sus
carros y parejas, con machos y mul^s, borriquillos y caballejos a transpor-
tar carbón, y, si el tren hubiese dado transportes suficientes, del Bierzo
solo hubiera salido carbón para toda España. Sin embargo, los que tenían
que pagar piensos para los ganados, jornales de carreros y alquileres de
cuadras, no ganaban mucho; porque si el precio de la tonelada subía, los
piensos se hallaban por las nubes y los jornales de carreros más allá toda-
vía, y así la mayor parte se quedaba en el camino. Los que realmente sa-
lieron ganando fueron los pequeños propietarios rurales, aquellos que
podían mantener su pareja sin comprar alimentos; para esos la guerra sig-
nificó una sobrerrenta de 10 a 12.000 reales como llovida del cielo. Para
los pequeños labradores, para los que trabajan por sus manos las hacien-
das propias y viven de los productos obtenidos en sus campos, los benefi-
cios han sido múltiples, pues además del carbón, los precios de las cose-
chas han subido de un modo extraordinario, y la recría de ganados repre-
senta un negocio pingüe. He podido observar que en las casitas más mo-
destas se trabaja con gran actividad en la recría de ganado de cerda, con
lo cual obtienen carne salada para todo el año sin desembolsos y aún les
da para vender y hacer dinero.
Este bienestar económico se refleja de un modo ostensible en la pro-
piedad. Antes de la guerra la cuarta parte de una hectárea regadía valía 25
duros, se verificaban entonces numerosísimas ventas y se podía afirmar
que una parte de las heredades se hallaba en continuo trasiego. El que
hace ocho años hubiese ido al Bierzo con un capital de 5.000 duros se ha-
bría hecho con magníficas posesiones. Hoy todo ha cambiado. Desde los
comienzos de la guerra se han paralizado completamente las venías, y la
cuarta parte de una hectárea cuesta 80 ó 90 duros y en conjunto una hec-
tárea no se compra por menos de 2.500 a 3.000 pesetas. Y esto en los pue-
blecillos más pequeños y apartados del Bierzo. Es un asombro el ver cómo
repentinamente se ha desarrollado el espíritu de negocio y de empresa
38
474 REGIONES QUE SE TRANSFORMAN
cómo sin preparación ni transiciones toda una región ha dado un salto
brusco del aislamiento, la desconfianza, la apatía y la dejadez al bullir cla-
moroso de las sociedades modernas. Pardillos que antes guardaban en sus
chalecos roñosos una peseta en perras y no cambiaban un duro, aunque
los desollaran vivos, ahora manejan fajos de billetes; los que antes no sa-
bían ni se imaginaban otra cosa que tirar todo el año de una esteva, ahora
resultan inteligentísimos arbitristas, y los que no aparecían en los merca-
dos de la villa más que de higos a brevas, con un borriquillo sarnoso, aho-
ra, de día y de noche, trajinan por caminos y carreteras con el mismo aplo-
mo que si hubieran sido caminantes de toda la vida.
Ese bienestar económico se refleja en el vestir y en el menaje domésti-
co, en la alimentación y en la construcción e higiene de las casas. Han
desaparecido los paños burdos y grasicntos, las barracas de un solo piso
y los utensilios miserables; en las casas más pobres se ven catres de hierro,
colchas afelpadas y una marcada propensión a la comodidad y la limpieza,
y con ello mayor robustez y agilidad para el trabajo. No hace muchos anos
que el Bierzo bajo, por su excesiva humedad, por la miseria y el abando-
no de las clases pobres, en que tenían no pequeña parte usureros y pica-
pleitos, daba un contingente grandísimo a la leucociiemia y a todas las en-
fermedades que se derivan de la pobreza de sangre. Hoy todo eso tiende
a desaparecer por sí mismo, sin campañas higienistas, ni garambainas de
periódicos, por la abundancia y mayor facilidad de la vida.
Pero en donde el salto ha sido más brusco y repentino es en la villa
de Ponferrada, convertida hoy con gran empaque de sus habitantes en
ciudad. Esta villa tenía antes de la guerra unos 3.000 ó 4.000 habitantes.
Hoy este número se ha duplicado, y tiende a aumentar de una manera in-
cesante por la afluencia extraordinaria de traficantes. Desde hace treinta
años se habían construido alguna que otra fonda cerca de la estación, y en
estos dos últimos ha surgido todo un barrio populoso de casas nuevas y
se están construyendo a toda prisa muchísimas más, porque la villa es in-
suficiente para contener el río humano que sobre ella continuamente se
precipita. Baste para comprender la enormidad del movimiento el siguien-
te dato: el sitio donde ahora se construye el ensanche de Ponferrada,
donde está la estación del ferrocarril de Villablino, los muelles enormes
para el embarque del carbón y donde se espera que sean instalados los
altos hornos, era un erial improductivo, en que el precio de la hectárea no
pasaría de 5 a 6 duros; pues bien, la cuarta parte de una hectárea vale
ahora allí 3.000 ó 4.000 pesetas, y más según la proximidad a las princi-
pales arterias de circulación. Ha llegado a valer la arroba de patatas nue-
vas 50 reales, al pormenor claro está; un cesto de uvas de 2 arrobas, próxi-
REGIONES QUE SE TRANSFORMAN 475
mámente 9 duros, y así todo lo demás. Aunque no se instalaran allí los
altos hornos, el ferrocarril de Villablino sería suficiente para convertir a
Ponferradaen un foco de intensísima vida comercial, y esto aun prescin-
diendo del tráfico de carbones que promete ser extraordinario.
El ferrocarril de Villablino pone en comunicación con la línea general
de Madrid a La Coruña los países de Laciana y valles del Sil, países muy
ricos en ganado vacuno, lanar, cabrío y caballar, donde se producen las
carnes y mantecas más sabrosas de España, abundantísima caza y pesca, y
cuyos habitantes son inteligentísimos, ágiles como gamos, y activos y des-
piertos para toda clase de negocios y empresas. Ahora bien; todo ese nue-
vo mundo se precipitará sobre Ponferrada como punto de enlace con la
vía general y ello bastaría para que no decayese la villa. Si a esto se añade
el negocio de carbones y los altos hornos en perspectiva, si a todo ello se
le da amplia salida para el océano por Asturias y Galicia y para el interior,
resulta difícil imaginarse lo que habrá de ser Ponferrada dentro de pocos
años. Todavía el ferrocarril no ha salido de su forma embrionaria, apenas
tiene máquinas, coches y vagones; todavía está la línea sin afirmar y sin el
desahogo necesario, y los trenes van ya completamente llenos de viajeros,
de turistas que van a contemplar aquellos países desconocidos, aquellas
montañas gigantescas, y de comerciantes que suben en busca del negocio.
¿Qué será el día en que todo esté organizado y completo? Los muelles de
Ponferrada tienen ya un kilómetro de extensión, se han levantado fábricas
de brigueta y de cok; los almacenes, que habrán de ser enormes, están cru-
zados en todos sentidos, y el embarque se hará mecánicamente y con suma
facilidad. El carbón se extrae principalmente de una mina que está 11 ki-
lómetros más arriba de Villablino, en Villaseca; y hasta aquel punto llega
ya el ferrocarril hullero. El carbón es de hulla crasa inmejorable; pero
hasta 11 ó 12 kilómetros de Ponferrada hay minas de carbón, algunas muy
importantes, como la de Matarrosa. Se han encontrado, además, minas de
mármol, de pizarra y de piedra excelente de construcción, y, en fin, es tan
grande el horizonte que aquí se abre al comercio y a la industria, que las
conversaciones de estas gentes versan todas acerca de proyectos gran-
diosos. Ahora se habla de otra línea férrea que descenderá por el valle del
Cúa a Cacabelos y Ponferrada, de un tranvía que unirá a Ponferrada con
Villafranca y Cacabelos y de otra línea que saldrá al mar por Asturias o
Rivadeo. Yo no sé lo que hay de exageración en todo esto; pero si llegan
a verificarse tales proyectos, juntamente con los altos hornos, el Bierzo
bajo se convertiría todo él en una inmensa ciudad.
No he dicho a usted casi nada de los altos hornos, y en realidad, de
verdad, poco hay que decir, pues aunque en el Bierzo no se habla de otra
476 REGIONES QUE SE TRANSFORMAN
cosa, y por los periódicos ha rodado la noticia de la siderúrgica de Pon-
ferrada, nadie me ha sabido precisar dónde se han de establecer los hor-
nos, ni aun siquiera si han comenzado los trabajos. Sé que está constituida
la Sociedad y que ésta es muy fuerte, que hay nombrados ingenieros com-
petentísimos y que la Empresa sigue con entusiasmo los trabajos prelimi-
nares. Algunas noticias más tengo; pero son de carácter confidencial y
temo ser indiscreto si las consigno aquí. Los hornos serán eléctricos, según
los últimos adelantos de la industria, y se abriga la esperanza de producir
aquí los aceros más duros y compactos, hoy solicitadísimos por la industria
de motores, blindajes y demás. Para comprender que el negocio es viable
no se necesita ser un técnico. A simple vista se comprende que una Em-
presa fuerte puede establecer aquí una industria formidable, pues tiene a la
mano todo el carbón que necesite; hay nada menos que cinco ríos de
corriente continua y de gran desnivel en un cerro, pues todos ellos se ori-
ginan en las moatañas colindantes con Asturias. Me dicen que en las in-
mediaciones de un pueblecito llamado Congosto piensa la Compañía
aprovechar un salto de agua extraordinario. Según referencias, pasa allí el
río Sil por un boquete abierto entre dos peñascos enormes; ahora bien,
tapando aquel boquete con un paredón de sesenta metros de altura por
treinta de ancho, se produce allí un embalse que dará cuanta energía eléc-
trica se quiera y podrá servir además para regar una gran extensión de
terreno. Es decir, que si la Compañía se decide a construir el embalse y
luego después vende las aguas sobrantes a los propietarios de fincas, la
producción eléctrica le resultaría completamente de balde, y eso que pro-
bablemente no tienen los ingenieros noticia de un pantano regulador y
subterráneo, construido por los romanos en los orígenes del Cúa, pues
según mis cálculos, limpiando aquello, que no ha de ser de mucho coste, y
aprovechando la altura se produciría allí cuanta energía eléctrica se qui-
siera y daría también agua suficiente para regar grandes extentensiones
del Bierzo alto. Según noticias, una Compañía alemana está estudiando
las gigantescas obras romanas de las Médulas; pero yo creo que debían
hacerse los estudios todo a lo largo de la cuenca del Sil, y aun del Cúa,
del Burbia y del Valcárcel, donde seguramente se encontraría todo un sis
tema de canalizaciones y de riegos, hoy sepultado entre cascotes y arras-
tres, y que por muy poco dinero daría un gran contingente a la produc-
ción de energía eléctrica. Ejemplo el Castro de Pieros que posee un canal
abundante de más de cien metros de altura, las explotaciones de las Mé-
dulas, etc.
¿Y el hierro, se me dirá? Tenemos carbón, agua abundante y energía
eléctrica a poco coste; ¿pero si no hay hierro? De eso no hay que hablar.
REGIONES QUE SE TRANSFORMAN 477
Según mis noticias, se pueden extraer del Bierzo cantidades enormes de
mineral sin que se agote por espacio de muchos siglos. La siderúrgica
de Ponferrada tiene en propiedad, según creo, el coto Wagner, de unos 17
kilómetros de largo por no sé cuantos de ancho y la proporción de la gan-
ga, o como se llame, es de un 20 por 100. Los filones parten de norte a
sur, a la izquierda de la estación de San Miguel de las Dueñas, en un pue-
blo que se llama Calamocos. He visitado aquellos parajes y he visto el
arranque de los filones a flor de tierra y bloques enormes, tan grandes
como casas, de hierro casi puro. Su explotación requiere la construcción
de unos 7 kilómetros de ferrocarril, que enlazará en la estación de Cubillos
con el hullero de Ponferrada Villablino. La construcción es fácil, pues no
tendrá túneles ni grandes trincheras y terraplenes y únicamente habrán de
construir un puente. Creo que la Compañía tiene hecho el trazado. No es
sólo el coto Wagner, pues el hierro abunda a lo largo de la cordillera
Aquilona, según lo prueban las antiguas herrerías en la cuenca del Cúa
por las alturas de Fresnedelo, etc. Parece ser que sin grande esfuerzo se
pueden producir unas 700.000 toneladas al año, 300.000 más que en
Bilbao.
Ya sabe usted, señor Director, que soy un profano en todas estas cosas;
mis impresiones podrían llevar el rótulo de visto y oído; pero si quiere
usted datos precisos, también se los puedo dar, pues si el Bierzo ha sido
por muchos años un rincón apartado y de ensueño, remembranza de poe-
tas y retiro de monjes y penitentes, hoy llueven sobre él ingenieros, contra-
tistas, viajantes e industriales que todo lo curiosean, analizan y pesan, des-
garrando el velo de lo impreciso y misterioso. Por ellos, y sobre todo por
un libro notable de D. Julio Lazúrtegui, titulado Una nueva Vizcaya a crear
en el Bierzo, Altos Hornos y Acerería en Ponferrada, y publicado en
Septiembre de 1918, he sabido que la minería de carbón se divide en dos
ramas: la una de antracitas o carbones secos, que afloran desde Toreno
por Matarrosa y Corbón, Sil arriba, y pasan a los Tombrios, Langre, Fa-
bero, de un lado, y Folgoso, Bembibre, Igüiña, Almagarinos, Tremor de
Abajo, Torre y Brañuelas, del otro, subiendo hasta Tremor de Arriba y la
Espina, donde comienzan los carbones semigrasos; la otra es de carbones
grasos o hullas en la cuenca de Villablino, y comprende el valle de Villa-
seca, Río Obscuro, Villablino, San Miguel, Villager, Caboalles de Abajo y
Caboalles de Arriba y Cerredo, que ya pertenece a Asturias.
El ferrocarril Pon ferrada- Villablino, que hoy termina en Villaseca, 11
kilómetros más arriba de Villablino, se remontará por el curso del río
Caboalles, y atravesando por un túnel en el puerto de Leitariegos, se enla-
zará en Cangas de Tineo con los ferrocarriles asturianos. La cantidad de
478 REGIONES QUE SE TRANSFORMAN
carbón existente en el Bierzo está evaluada, muy por lo corto, en 240
millones de toneladas.
Las ninas de hierro circundan el valle por la parte sur, desde el punto
de Manzanal hasta los confines de Orense, y por el oeste llegan hasta la
provincia de Lugo, más allá de Villafranca. Las denuncias hechas abarcan
ya 36 kilómetros, desde el monte Teleno, próximo a Astorga, hasta las úl-
timas estribaciones de Sierra Cabrera, cercanas al puente de; Domingo
Flórez; otras, comprenden las montañas al norte de Bembibre; en Sierra de
Noceda, y en el partido de Villafranca, hay también denunciadas grandes
porciones de terreno, especialmente en la Sierra de Sobrado, y en los Ayun-
tamientos de Paradaseca y Cervantes (Lugo). También se han hecho algu-
nas denuncias en la cuenca del Cúa, y nos consta que en la Escrita de San
Juan de la Mata se ha encontrado una de Wolfran. Sin embargo, de lo que
se habla con más entusiasmo es del coto Wagner. Este yacimiento fué ha-
llado y denunciado por D. Julio Lazúrtegui en 1897. De su mineral se han
hecho 500 análisis en los mejores laboratorios del mundo. El primero que
estudió el yacimiento fué el ingeniero francés Pablo Benoist en 1899, y
aunque no pudo terminar los trabajos, ya cubicó 42.296.000 metros cúbi-
cos, y calculando por metro cúbico 2,50 toneladas, le resultaban 104.740.000
toneladas; pero analizado más detenidamente en el laboratorio Creussot,
dio 3,83 por metro cúbico, de lo cual resultan 160 millones de toneladas.
En 1900 visitó los yacimientos el ingeniero Leopoldo Babú y calculó
que sólo a la vista afloraban 25 millones de toneladas. Se realizaron otros
estudios en 1905 y 1906 por la Sociedad parisiense Mokta-el-Hadid, y de
1907 a 1912 visitaron los criaderos dos ingenieros ingleses y cuatro alema-
nes. Por fin en 1913 publicó el ingeniero Herr Dórphinaus el siguiente
informe:
Longitud de los yacimientos, 21.500 metros; anchura media, 195 me-
tros; profundidad media, 175 metros, resultando en metros cúbicos un
total de 71.487.500 metros cúbicos, que por una densidad media de 3,83, o
por lo menos 3,75, arroja un total de 250.206.250 toneladas de hierro.
En el reciente y primoroso artículo del general de Artillería, D. Severo
Gómez Núñez, publicado en Nuestro Tiempo, se dan otros mil detalles
históricos y técnicos de lo que ha sido y será el Bierzo; mas a nuestro ob-
jeto de una impresión al vuelo, basta y sobra con lo dicho.
Al terminar estas líneas viene a mi recuerdo una conversación que sos-
tuve con unos humildes labriegos hará unos quince años. Nos hallábamos
sentados en las márgenes frondosas del Cúa, contemplando el bellísimo
paisaje que se extiende entre Cacabelos y Toral de los Vados. Referíanme
ellos sus penalidades, sus estrecheces, los destrozos que les causaban las
I
REGIONES QUE SE TRANSFORMAN 479
crecidas del río, el peso de gabelas y tributos, la rapacidad de los usureros
y el hambre insaciable de procuradores, abogados y covachuelistas resi-
dentes en las villas, y trataba yo, a mi manera, de inculcarles los beneficios
inmediatos que podían resultarles del trabajo en común para contener las
crecidas del río, de las obras que ellos mismos podían realizar, de la con-
veniencia de limpiar y ahondar todos los veranos el cauce del río, de cómo
podrían levantar contrafuertes en diversos puntos estratégicos, de lo útil
que era plantar mimbres y zarzas en las inmediaciones de la corriente. La
conversación se animaba y hube de decirles que no era imposible ni aun
siquiera dih'cil libertarse de la inmensa mayoría de las penalidades que
sobre ellos descargaban; les hablé de sindicatos, cajas de ahorros y coope-
rativas, les dije que el universo mundo era muy ancho y que para todo
ataque y toda miseria había siempre una defensa y un remedio, mas que
era precisa la agrupación, la honradez y la tenacidad. Aquellos humildes
paisanos escuchaban con atención y sorpresa mis palabras; pero me con-
vencí de que les sonaban como un canto lírico irrealizable.
— Todo eso está muy bien, señor; pero... En aquel pero había un
arrastre milenario de encogimiento, suspicacias, abandonos, ignorancias
que era necesario barrer a costa de muchísimos trabajos que yo no podía
realizar, y terminé diciéndoles: *¡ Desdichados!, tenéis en vuestras manos,
en vuestras posesiones, en todo el país del Bierzo un tesoro incalculable de
prosperidad y de riqueza: mas por las sombras espesísimas de vuestro
pensamiento, por la inercia imponderable de vuestro espíritu, por la
ausencia de ideal, de iniciativas, de ánimo emprendedor en las clases di-
rectoras del país, los tesoros del Bierzo pasarán a manos extrañas... Y
las cosas se están cumpliendo en gran parte. Es verdad que los aldeanos
se han redimido de muchas miserias, que hoy circula el dinero, desapare-
cen los usureros y los covachuelistas se transforman en negociantes; pero
la gran riqueza, el tesoro escondido en las entrañas del valle legendario,
vuela fuera de la comarca, arrancado por las manos titánicas de opulentos
bilbaínos. No es esto una censura. Yo me alegro de que sean Compañías
españolas quienes van a explotar aquellas riquezas; es más, creo digno de
alabanza y de admiración ese noble patriotismo con que se arroja el dine-
ro sobre la tierra para que germine y se transforme en prósperas indus-
trias, pero me hubiese gustado más que los ingenieros y accionistas hubie-
sen brotado de la misma comarca.
Mi última impresión es de alegría y de tristeza: de alegría, por todo lo
que llevo dicho, por las casitas blancas, higiénicas y limpias que veo sur-
gir por todas partes, por el bienestar y la vida fácil de las clases humildes
y trabajadoras, por el esplendor creciente de la región y porque induda-
480 REGIONES QUE SE TRANSFORMAN
blemente es grandioso el ver cómo se transforma en actividad vertiginosa
toda aquella masa inerte de las cosas y los pueblos; mas también siento
tristeza porque todo eso lleva consigo la pérdida de la religión y las bue-
nas costumbres. El Bierzo era profundamente religioso y de una extraor-
dinaria severidad de costumbres; hoy la emigración ha traído la indiferen-
cia religiosa, y la abundancia y prosperidad han introducido el juego y la
francachela, y no tardando llegará la rebeldía y el crimen sangriento, epí-
logo de la civilización materialista. No hace muchos años se asistía en el
Bierzo a grandes reuniones y romerías sin escuchar ni una palabra mal
sonante; hoy al chirriar de los carros y al zumbido de las vagonetas, res-
tallan en los aires los juramentos como relámpagos precursores de una
tempestad. ¿Es que la industria no puede ser más que obra de demonios?
Las Empresas del Marqués de Comillas demuestran claramente que el
progreso, la actividad y el trabajo no son incompatibles con la honradez.
Todo pende de la mano previsora y abnegada que las dirige.
P. B. G. A.
Cacabelos, 17 de Agosto de 1919.
LA MUERTE DEL ASNO
(Inierpreiación de Ases Tod, de Grieg.)
No puede más; le rinde la fatiga,
Y se siente morir... Cual si temiera
Ofender las miradas de los hombres
Con el trágico horror de sus angustias,
Allá; en el hondo barrancal desploma,
Todo a la vez, la carga de sus años,
Sus lacerias, sus penas, sus oprobios.
El tedio inmenso que le abruma el alma
Y el pesado armatoste de sus huesos...
«¿Para qué vivir más? Quizá en la muerte
Halle el amor que me negó la vida.»
Así dice; y humilde y resignado
Reclina mansamente su cabeza,
Acomoda el cuadril, tiende sus ancas
Que escarban temblorosas en el suelo,
Y acezando en profundos resoplidos,
Con grave reflexión (aprended hombres).
Se entrega a meditar.
«¡Cuan cierto, exclama.
Que el mundo es vanidad de vanidades
Y todo es vanidad! ¿Quién me dijera.
Cuando el rucho gentil era el encanto
De opulenta familia, y los. chicuelos
Corrían en tropel por regalarme
Mendruguillos de pan y golosinas.
Que había yo de verme en tal miseria?
¿Cómo pensar, cuando estrené por Pascua^
Silla de baticola con estribos,
Cabezada con borlas y caireles
34
482 LA MUERTE DEL ASNO
De todos los colores, y llevando
Al hijo del alcalde a la jineta,
Oí estallar un viva clamoroso,
Digno de todo un rey; cómo soñara
Que de las cimas de tan alta gloria
Cayera al barrancal en que agonizo...?
' Así va el mundo.»
Y enarcando el cuello,
Yergue lento su trémula cabeza
Y hunde en el sol los moribundos ojos.
Implorando piedad. ¡Ay!, impasibles
Por la ancha esfera azul giran los cielos,
Rompe la vida en cánticos de amores,
Y sobre su dolor cruzan volando
Las aves en parejas... ¡Oh, ironía,
Ver con los ojos que la muerte anubla
La ebullición universal y el gozo
Con que vibra la tierra, como un alma!
Mas al revés de Job, que sus congojas
' Desató en un raudal de imprecaciones.
Maldiciendo sin culpa hasta del vientre
Que le llevó en su seno, el asno humilde
Ni se siente un instante pesimista.
Ni se acoge a los sabios que indagaron
Que el amor es un juego de membranas,
El mismo rosicler de la hermosura
Fluxión de melanina y de pigmento,
Y el beso en que dos almas se transfunden
No es más que un intercambio de bacterias.
«Bello es vivir— exclama al sumergirse
En los misterios de la eterna sombra—;
Y nada hay en los cielos ni en la tierra
Más grande que el amor. ¿Qué importa, añade.
Que acreciente mis penas recordando
Las horas del placer en la amargura?
Oh, sí, también yo amé; bendito el día
En que la borriquilla más galana.
Trémula de pasión, llegó a decirme:
«Rucho mío, mi amor, cuánto te quiero.»
Creí morir de gozo, al agolparse
LA MUERTE DEL ASNO 433
La sangre en mi cerebro, y que en la altura
Se entreabrían los cielos, desbordando
Cataratas de gloria sobre el mundo...»
Aquí llegaba el asno, cuando un cuervo,
Viéndole hacer ridículos visajes
Con la boca y los ojos, desde un árbol
Le gritó con voz ronca: «Burro amigo,
Loco estás de remate; tú la entregas.»
Como la fría punta de una daga,
Se hundió en el corazón del moribundo
El escarnio cruel; volvió su rostro.
Sin rencor y con dulce mansedumbre,
Mas, oh rigor de su implacable suerte.
Tal como la honradez entre malvados.
Por escapar de Escila, dio en Caribdis.
Cuesta abajo, ligero y orgulloso,
Flácido can, del hampa de los perros,
Se le acerca husmeando; le olfatea
Todo, parte por parte; y sin melindres
Le escupe este saludo: «¿Cuándo acabas?
Ya que te empeñas, a morir se ha dicho;
Pero hazlo pronto y mondaré tus huesos.»
No pudo sufrir más; cerró sus ojos,
Con la aflicción de la suprema angustia;
Siguió arañando con los pies la tierra,
Encorvó el rabo, suspiró anhelante,
Y boqueando en señal de despedida.
En un largo sollozo entregó el alma...
El fué: todo acabó. La muerte misma
Que con ímpetu igual derriba y troncha,
Sin mirarlos, las briznas y los cedros;
La que pesa en la palma de su mano
El polvo a que reduce las grandezas,
484 LA MUERTE DEL ASNO
Tembló al herirle y, consternada y muda^
Contempló sus inmóviles despojos.
Allí, cual se entremezclan en la plana
Del chicuelo más torpe de la clase
Garabatos, borrones y palotes,
Signos y alardes de inventiva ruda,
Allí vio los sangrientos caracteres
Que en ronchas, verdugones, cicatrices,^
Imprimió con asombro de las fieras,
Sobre su piel la crueldad del hombre;
Alegando en razón de su barbarie
La sinrazón de que para eso es burro.
¡Asno infeliz! Madrastra sin entrañas
Fué la vida contigo, y sus enconos
En tropel y sin treguas te acosaron;
Sobre ti descargó toda desdicha •
En forma de aluvión, y en tu paciencia
Se hizo fuerte el furor de los cobardes.
Que te juzgaron burro por ser bueno.
Válgame el recordar que no estás solo;
Y que el supremo artista la pezuña
De los burros auténticos convierte
En plectro o en cincel con que en sus obras
Hace surgir la espléndida belleza.
Descansa en paz sobre la tierra ingrata
Que te arroja de sí, como un oprobio;
Mas quien nunca aduló con vil lisonja
Los triunfos de los necios y malvados,
Cantando los blasones de tu alcurnia.
Hoy levanta su voz, diciendo a gritos:
«Este que veis aquí fué aquel que un dia
Hurtó al hambre las pajas y granzones
Que sirvieron de cuna al Rey del Cielo.
Fué el que, al verle temblar sobre un pesebre.
Del frío de la noche y de las almas
Calentó de su aliento con el vaho
Los arrecidos miembros del Dios niño.
Vosotros, serafines, le envidiasteis,
Y vosotros también, astros lucientes.
Cuando, como en un trono, conducía
LA MUERTE DEL ASNO 4ll6
A la Virgen purísima en sus hombros
Y al Autor de la vida en brazos de Ella.
¡Oh suerte sin igual! Con la sagrada
Veneración que embarga al sacerdote,
Al alzar el viril, el pobre asnillo
Proseguía su ruta, ante el asombro
De los cielos abiertos y los besos
De amores que llovían las estrellas,
Y entre el inmenso hervor con que a sus plantas
Poblando el aire en polvareda vida.
Se agolpaban enjambres de querubes...
¿Qué más? Cuando con palmas y laureles
Abrió a su rey Jerusalén las puertas.
No en solio real, ni en cátedra de sabios,
No bajo palio o en pavés de triunfo.
Sobre manso y humilde borriquillo
Le vio escuchar el cántico de hosanna
Que entonaron al par cielos y tierra...
¡Oh, gloria! ¿Quién como él? Vanas efigies
De la infinita vanidad del todo,
Faranduleros de la eterna farsa
Caed ante él de hinojos y adoradle.
Y Tú, Dios de bondad, que has prometido
Que salvarás al hombre y al jumento,
Juez vengador de la virtud que gime
Bajo los pies de la maldad triunfante...
El que amaste, Señor: aquel que siempre ,
Fué todo para ti, y el que abrumado
De hambres y desamor, golpes y afrentas.
Cruzó su larga calle de amarguras.
Fiel y leal al mismo que le hería,
Sin proferir jamás las palabrotas
Con que ultrajó tu honor el rey del mundo...
Mírale en el barranco del oprobio,
Mostrando al sol sus descarnados huesos.
Y ya ni la mitad; de su osamenta
Queda un sartal de vértebras mordidas
Y un hueco cráneo de entreabierta boca.
Cual de orador de club que en roncos gritos
Falla el reparto universal de haciendas.
486 LA MUERTE DEL ASNO
Dios de justicia y de verdad, ¿qué aguardas?
Alza, Señor, tu diestra bendiciendo
> Las mudas penas del dolor humilde
Y derroque tu rayo la soberbia
De tantos, como a coces y rebuznos,
Declaran ser más burros que los asnos.
P. Restituto del Valle Rüiz.
Agustino.
REVISTA científica
I. Tempestad electro-telürica y magnética— II. Telefonía secreta.
Gran parte de la Prensa consignó un fenómeno anormal de carácter
cósmico observado en la mañana del día 1 1 de Agosto. Las comunicacio-
nes telegráficas quedaron interrumpidas durante unas horas con no poca
sorpresa de nuestro Cuerpo de Telégrafos, sintiéndose el mismo fenóme-
no no sólo en España, sino también en Francia, Inglaterra y otros países.
Se trataba de una verdadera tempestad electro-telúrica, cuya corriente al-
canzó a los cables impidiendo toda comunicación, y a la que acompañaba
otra tempestad magnética delatada por numerosos indicios experimen-
tales.
Comunicados de todos los observatorios hicieron notar la coinciden-
cia del fenómeno indicado con una exhibición más pronunciada de las
manchas solares, pero las experiencias mejores de tal perturbación fueron
las del Observatorio del Ebro, único que en España se dedica a esta clase
de estudios y dispone de los convenientes aparatos de experimentación y
de cuyas observaciones se publicó en la acreditada revista Ibérica una va-
liosa nota con los pormenores de dicha tempestad electro-magnética y la
explicación que de la misma puede darse, dentro de ios conocimientos ac-
tuales. Cuantos lectores se interesen por el examen de este curioso fenó-
meno, harán bien en consultar el número 291 de la citada publicación, ór-
gano del Observatorio del Ebro; pues allí encontrarán reproducidas las
curvas registradas fotográficamente y las fotografías de las manchas sola-
res y los flocculi que guardan relación con las perturbaciones electro-mag-
néticas terrestres.
En la imposibilidad de dar idea gráfica del fenómeno según aparece
en Ibérica, nos limitaremos a transcribir lo que a su explicación se re-
fiere.
488 REVISTA CIENTÍFICA
«¿Dónde encontrar la causa de estas perturbaciones? Es un hecho per-
fectamente confirmado con multitud de estadísticas, a partir desde media-
dos del siglo pasado, la estricta concordancia entre el período de las va-
riaciones magnéticas y el ciclo de la actividad solar, y de ello no duda nin-
guno de los hombres de ciencia dedicados a estos estudios.
De ahí, el que al ocurrir una de estas tempestades telúricas, la pri-
mera mirada sea hacia el astro rey en demanda de algún indicio de pertur-
bación que pueda reconocerse co ¡no causa de lo ocurrido en la Tierra. Con-
viene, sin embargo, tener presente que no es tan cierto que la causa de las
perturbaciones terrestres resida en el Sol, pues si bien es muy probable que
la relación mencionada sea de verdadera causalidad, no está tan probado
como la existencia de la relación misma; mucho más dista de ser cierta ora
la naturaleza de la susodicha causalidad, ora la manera de ejercer su influ-
jo, acerca de lo cual andamos guiados solamente por hipótesis que se dis-
putan la primacía. Sabido es que en el Sol existe continua circulación de
materias ascendentes a gran teaiperatura y de otras frías que descienden.
Si por una causa cualquiera esta circulación se hace más rápida y de ma-
nera más violenta, claro está que tendremos un aumento de actividad solar.
Así cuando por razones que nos son todavía desconocidas se determina
extraordinario movimiento ascensional en una enorme masa de vapores
desde el interior del núcleo hacia el exterior, no pudiendo esta masa tener
salida por los canales de la actividad ordinaria, ha de producirse un modo
de ser extremadamente violento, trastornándose la circulación ordinaria
que constituye el régimen normal. Formidables explosiones, proyección
de gigantescas masas de vapores a una temperatura inconcebible, espanr
tosas dislocaciones de la superficie fotosférica, y finalmente fenómenos
eléctricos de una violencia tal que no tiene idea alguna de ellos el habi-
tante de nuestro planeta, han de ser las consecuencias necesarias de seme-
jantes fenómenos, que bien podrían llamarse crisis o paroxismos de la ac-
tividad solar.
Desgraciadamente, no le es dado al astrónomo contemplar en su tota-
lidad espectáculos de tan sublime belleza, y se ve forzado a estudiarlos
solamente en algunas de sus partes y de sus efectos. *úvii^o\^
Hasta hace medio siglo, sólo era dable seguir el curso de la actividad
solar por medio de las manchas, las únicas que en la fotografía directa
aparecen donde quiera que se hallen en el hemisferio visible; pero éstas,
generalmente, son más bien el resultado de una perturbación pasada, ya
REVISTA CIENTÍFICA 489
que, según la opinión corriente, están formadas por materias que, con-
densadas por enfriamiento después de haber sido lanzadas a gran distan-
cia del núcleo solar, caen de nuevo, produciendo cierta opacidad, aunque
sin carecer de luz propia. Mas las fáculas o elevaciones de la fotoesfera
(las más de las veces sin mancha alguna) que constituyen el indicio más
claro de actual perturbación solar, no aparecen en la fotografía sino
cuando se hallan cerca de los bordes del disco. Solamente el invento de
un aparato especial, el espectroheliógrafo, que permite sacar fotografía
monocromática del Sol, ha puesto en nuestras manos un medio de descu-
brir indirectamente las fáculas en cualquiera parte del disco, valiéndose
de otro elemento, los flóculi o nubes de calcio (en su mayor parte), situa-
dos en la cromosfera o atmósfera gaseosa, los cuales se corresponden de
algún modo con las fáculas que tienen debajo en la fotoesfera o atmósfera
líquida.
También son indicios de perturbación solar las protuberancias (Ibéri-
ca, vol. V, pág. 394), y las expansiones coronales; pero éstas son observa-
bles solamente en los eclipses, y tanto éstas como aquéllas se ocultan a
nuestras miradas fuera de los bordes del disco solar.
Otra dificultad nos sale al paso, y es que casi siempre aparece en el
Sol algún indicio de actividad, y, sin embargo, no siempre ocurren en la
tierra perturbaciones electro-magnéticas, aun comprendiendo las de menor
cuantía que se notan con alguna frecuencia. Este es otro aspecto del pro-
blema, en el que se dividen los pareceres, opinando unos que una zona
de actividad solar tendrá su resonancia en la Tierra al asomar por el
borde oriental del Sol (W. del globo solar), y otros (hoy los más) al pasar
por el meridiano central, o sea el que contiene la recta de los centros Sol-
Tierra.
Esta última opinión parece confirmada en el caso presente, pues ni el
día 10 ni el 11 aparece indicio alguno de actividad extraordinaria en el
borde oriental (aunque asoman el día 1 1 algunas fáculas y flócculi segui-
dos más tarde de gruesas manchas como aparecen en las fotografías de los
días siguientes), y sí en las inmediaciones del meridiano central. Pero to-
davía nos hallamos ante otra duda, a saber: si lo que produjo la perturba-
ción terrestre fué el paso por el meridiano central de la gruesa mancha
que pasó por éste a 5 ^ del día 9, o sea unas 50 horas antes de la pertur-
bación telúrica (lo cual abonaría la hipótesis de Arrheuius, según el cual
la influencia solar se transmite por emisión de pequeños iones impulsados
4^0 REVISTA CIENTÍFICA
por la presión de la luz, los cuales tardarían 45,9 horas en llegar a la Tie-
rra; o si se debió al paso de una zona, en que el día 1 1 se ven manifesta-
ciones de nueva actividad con la aparición de manchas, y sobre todo de
flócculi, como puede verse en las fotografías de esta página. En este se-
gundo caso, aunque bien pudiera el hecho compaginarse con la teoría
anterior, podría servir de apoyo a la teoría de la emisión de electrones de
Deslandres o de la emisión de hondas hertzianas de Nordmann o de in-
ducción eléctrica de Nodon. Sea de ello lo que fuere, no es este el lugar
de la discusión técnica de los resultados, además de que sería aventurada
toda afirmación fundada en un hecho aislado.
Probabilísimamente esta conmoción de la electricidad y magnetismo
terrestre ha ido acompañada, como suele, de las vistosas fulguraciones de
auroras boreales, las cuales, conforme a las teorías más probables, son
producidas por rayos catódicos que, provocados por el Sol en las altas
regiones de la atmósfera donde reinan los gases a muy baja presión,
siguen la dirección de las líneas de fuerza del campo magnético o forman
hélices alrededor de las mismas inclinándose hacia la Tierra hasta ser ver-
ticales cerca del polo.
Pero en la actualidad el exceso de luz que inunda nuestro polo hace
que estemos a obscuras sobre este punto, como ha ocurrido otras veces.»
—Bajo la dirección del general francés Ferrié, los radiotelegrafistas mi-
litares han construido un aparato de telefonía secreta, tal que si un espía o
un indiscreto intercala un aparato en la línea un receptor telefónico, oirá
hablar, pero las palabras serán para él ininteligibles y como pronunciadas
en lengua extraña. De ello se ha hecho experiencias hasta distancia de 600
kilómetros.
He aquí, según una nota de M. E. Poirson a la Academia de Ciencias
de París, cómo se procede para desformar la voz telefónica.
Accionado por un motor eléctrico, se instala entre los dos hilos de la es-
tación transmisora un conmutador de rotación que invierte las conexiones
periódicamente algunos centenares o millares de veces por segundo. Si el
número de inversiones no pasa de mil, la voz es perceptible, aunque muy
ronca; pero si pasa de 1.050, las palabras se transforman y no son
inteligibles.
La estación receptora es completamente semejante a la de transmisión;
el conmutador, exactamente del mismo modelo, está accionado por un
motor eléctrico de velocidad rigurosamente igual, e invierte la corriente
REVÍSTA CIENTÍFICA 491
el mismo número de veces, rehaciendo así lo que el otro había deshecho
y dejando oír la voz como en el teléfono normal.
Cada uno de los motores eléctricos de corriente continua está alimenta-
do por una batería local de acumuladores y el hacerlos girar exactamente
con la misma velocidad, o sea su sincronización, se obtiene fácilmente to-
mando la corriente en dos puntos opuestos de la armadura de giro, ligados
a los bornes de contacto; los motores se tranforman así en conmutatrices
monofásicas, y acoplando sus bornes alternos, las velocidades resultan so-
lidarias y por tanto iguales. Una misma corriente alterna, llamada corriente
de sincronización, atraviesa los dos motores, estando formado su circuito
por los dos hilos en bloque del teléfono y la tierra.
S. A.
bibliografía
Enciclopedia universal ilustrada Europeo- Americana.— Etimologías sánscri-
to, hebreo, griego, latín, árabe, lenguas indígenas, americanas, etc. — Ver-
siones de la mayoría de las voces en francés, italiano, inglés, alemán, por-
tugués, catalán, esperanto.— Tomo XXXIX. —Barcelona, Hijos de J. Espasa,
editores, calle de las Cortes, 479.— Un vol., en 4.» mayor, de 1.552 págs., a
dos columnas, con numerosísimos grabados, dibujos, láminas en color, tri-
cromías, etc.
Con la regularidad que se impuso desde un principio la Casa Espasa,
hizo su aparición el tomo XXXIX de la magnífica Enciclopedia, ostentan-
do igual esplendidez que los anteriores. Las dificultades consiguientes a la
guerra y los conflictos de orden social que más o menos han afligido a
todas las publicaciones entorpeciéndolas de muchos modos, no dejan
huella ninguna en el gran Diccionario Espasa, monumento de laboriosi-
dad perseverante, de gusto exquisito y de espléndida munificencia que no
podríamos encarecer bastante, por la gloria que para el arte nacional sig-
nifica.
En cuanto al contenido de sus 1.552 páginas — desde la palabra Numa
hasta Oquendo—, con toda la flora de erudición que indica el epígrafe
arriba transcrito, no es posible decir su desarrollo ni aun en compendio.
Aparte la variedad inmensa de los temas, en cada uno de ellos la Empresa
editorial ha hecho presidir la concisión, el lenguaje ceñido a los asuntos,
que en inteligencias maestras no perjudica en nada a la claridad ni se opo-
ne a la amplitud de exposición, tal como puede exigirse al mejor de los
Diccionarios enciclopédicos.
Sólo por vía de ejemplo haremos mención de algunos artículos entre
los muchos que a todas las aficiones responden.
De la inmensa galería de personajes historiados en este volumen, en-
tresacamos: Nüñez, apellido que honraron muchos varones famosos, es-
pecialmente de España, Portugal y Repúblicas de América del Sur, y cada
uno de los cuales queda registrado en estas páginas con su biografía,
hechos célebres y las obras de los escritores; Nüñez Cabeza de Vaca (Al-
varo) y Nüñez de Balboa (Vasco), famosos descubridores de nuestro
BIBLIOGRAFÍA 4P3
siglo XVI y de los que más contribuyeron con su heroísmo legendario al
engrandecimiento de España; Nüñez de Arce, el ilustre poeta contempo-
ráneo; Núñez Coronel (Gregorio), agustino, teólogo de mucha autoridad y
grave historiador de las controversias De auxiliis; Núñez de Reinoso,
Núñez de Toledo; Nys, uno de los actuales representantes de la escuela
de Filosofía de Lovaina; Obermaier (Hugo), paleontólogo alemán de nues-
tros días, de celebridad universal por sus trabajos de investigación, y de
quien todavía espera mucho la ciencia; Ocampo (Florián de), el afamado
cronista perteneciente a nuestro siglo de oro; Occam (Guillermo), el re-
nombrado jefe de los nominalistas y de historia infausta en sus relaciones
con el poder eclesiástico; O'Connell, acérrimo paladín de la causa irlande-
sa; O'Donnell, Ojeda (Alonso de) y 0/ííí (Cristóbal de), famosos estos dos
últimos entre nuestros conquistadores del siglo XVI, etc., etc.
Sobre materias filosóficas encontramos Ocasionalismo, Oniologia,
Ontologismo, Opinión, Optimismo, entre otros temas dignos de mención,
como lo son también los relativos a ciencias abstractas, físicas y naturales;
Numeración, con los diversos sistemas conocidos en la Historia; Número,
exposición elemental, pero completísima, de todo el contenido de la Aritmé-
tica hasta las teorías de Fermat y Gauss, cuadros mágicos y otras curiosi-
dades; Nutrición, estudio muy comprensivo desde el punto de vista de la
Botánica, Fisiología y Zoología; Objetivo y Óptica, tratados magistrales de
excepcional extensión; Observatorio, historia del mismo y descripción de
los más importantes del mundo, con la enumeración de su respectivo mate-
rial y mención de los sabios que más los glorificaron. Citemos también
Odontología, Oidium, la conocida enfermedad de la vid, con su tratamiento;
Oído, Ojo, Ola, estudio analítico muy amplio de las olas trocoidales; Oli-
vo, sus especies, su simbolismo, su cultivo, enfermedades y tratamiento,
etcétera.
Acerca de literatura y de arte en su acepción más genérica, no hemos
de citar sino los artículos Numismática, Obelisco, Oda, Odisea, Óleo (pin-
tura al). Ópera; todos ellos sumamente instructivos, con otros que la bre-
vedad de una nota bibliográfica no permite enumerar.
Señalemos, por último, en historia y geografía: Numancia, donde se
relata la heroica defensa de la famosa ciudad celtíbera y el descubrimiento
de sus ruinas en tiempos recientes; Numidia, Nuremberg (tn Baviera), con
la relación de sus monumentos religiosos y civiles, gimnasios, musíios, y
un resumen de su historia con los nombres que la enaltecieron, como Al-
berto Durero. El mismo lujo descriptivo llevan, entre otras ciudades,
Odesa y Oporto y los Estados o provincias de América; Nuble (Chile),
Oaxaca (Méjico), Ohio (Unión Americana), y Oldemburgo, el gran Duca-
494 BIBLIOGRAFÍA
do alemán. Oceanía y Océano son temas esclarecidos con el interés que
merece materia tan vasta y a ellos sigue Oceanografía, con el relato exten-
so de las exploraciones y descubrimientos graduales hechos por el hom-
bre en los misterios del mar.
Como en los tomos anteriores, constituye un realce soberano de la
obra, para mayor estimación de todos los doctos, la bibliografía cuidado-
samente reunida al final de los artículos, como lo son también para el pú-
blico en general los trabajos de ilustración gráfica diseminados por todas
sus páginas, iluminando el fondo variadísimo de la lectura. Los numero-
sos retratos de cuantos han alcanzado alguna celebridad por sus hechos o
escritos, los mapas etnográficos, geológicos o de la flora y fauna descritas
en el texto, las reproducciones por el grabado de toda clase de monumen-
tos y las láminas en varios colores, no sólo fijan el interés y facilitan la
comprensión de la lectura, sino que dan a la Enciclopedia Espasa un su-
premo ornato con el que no encontramos nada comparable en ninguna de
las enciclopedias conocidas, y que revela todo el tesón puesto por la Casa
editora en esta empresa glorifícadora del saber al mismo tiempo que hon-
rosísima para España.
Reciban los editores nuestro mejor aplauso, que quisiéramos fuera un
estímulo más para proseguir su obra monumental, y desde todos los
puntos de vista merecedora del apoyo que viene prestándole el púbü-
co.-B. R. G.
Lárraga-Saralegui.— Prontuario de Teología Moral, al tenor de las últimas
disposiciones de la Iglesia y de los Códigos de España, de América latina y
de Filipinas, con los últimos privilegios de América y de Filipinas y sus
respectivos Concilios.— Tercera edición, corregida y aumentada en confor-
midad al nuevo Código de Derecho Canónico y posteriores resoluciones de
la Santa Sede, por el F. Lect. y Dr. Fr. Juan Sánchez, del sagrado Orden de
Predicadores.— Con las debidas licencias. -Madrid, establecimiento tipo-
gráfico de Jaime Ratés.
Conocidísimas son, no sólo de párrocos y confesores, sino de cuantos
gustan buscar en los principios de la Moral Teológica soluciones aquie-
tantes para los problemas de la conciencia cristiana, las brillantes excelen-
cias que de un modo singular adornan al «Prontuario de Teología Moral»
— Lárraga-Saralegui — , sobre los demás prontuarios, tanto nacionales
como extranjeros, a los que, según juicio del V. P. Claret, debe sobrepo-
nerse, «no sólo por la abundancia de doctrina que trae en tan pequeño vo-
lumen, sino también por ser en nuestro idioma y formado para los espa-
ñoles».
Suben de punto los indicados méritos en la magnífica tercera edición de
BIBLIOGRAFÍA 495
dicha obra que tenemos a la vista, corregida y aumentada con arreglo al
nuevo Código de Derecho Canónico y resoluciones posteriores de la San-
ta Sede, por el P. Juan Sánchez, del mismo sagrado Orden de Predica-
dores.
Conocedor profundo el P. Sánchez de las fuentes, tanto racionales
como positivas de la Moral Cristiana, e inteligente y hábil en la exposición
e interpretación de principios, nos ha dado con claridad de expresión y
concisión de doctrinas en un volumen de más de 1.100 páginas, en 4.° ma-
yor y esmeradamente impreso, una excelente obra de Moral, más científica
que casuística; y si no acabada y perfecta, sí útilísima y provechosa y lo su-
ficientemente amplia «para ejercer con fruto el ministerio santo de la salva-
ción de las almas».
Criterio independiente el del P. Sánchez, aunque no ligero, ni mucho
menos contradictor sistemático de otros criterios moralizadores, sostiene
con valor hondamente lógico la propia opinión en puntos controvertibles,
teniendo, sin duda, muy en cuenta la máxima de que en lo moral una opi-
nión tiene tanta fuerza cuanta tiene la razón intrínseca que la abona, sin
que sobre ella pese demasiado la autoridad o prestigio del moralista que
la patrocina.
Buena prueba de la virtud que apuntamos, la tenemos en la razonada
solución que da, por ejemplo, a las cuestiones contenidas en los números
593, 1.365 y 1.632 de la obra, y que respectivamente se refieren a las penas
en que incurren los que procuran el aborto, a los confesores de religio-
sas y a la facultad de absolver de las censuras en virtud del Indulto de
Cruzada. Y sin que ello sea mostrar conformidad absoluta sobre todos los
extremos en que el P. Sánchez fundamenta su doctrina, hemos de decir
que, no habiendo tampoco pruebas concluyentes en contrario, juzgamos
sus opiniones como muy sólidamente probables.
Por todo lo cual, y para no alargar más la extensión de este modesto
juicio, creemos que el P. Sánchez ha prestado con la nueva publicación
del «Lárraga-Saralegui» un grande y preciadísimo servicio a los párrocos
y confesores, principalmente de nuestra lengua; y a la misma ciencia
moral, que también tiene su legítima evolución y verdadero progreso.
Reciba por ello el culto e inteligente Dominico nuestros plácemes y
entusiasta enhorabuena.— P. Anselmo Moreno,
496 BIBLIOGRAFÍA
Estampas «Monserrat» y «Nuria».— Luis Gilí, Claris, 82. Barcelona.
Gratamente nos ha sorprendido la casa editorial de Luis Gilí, de Bar-
celona, con el envío de dos nuevas series de estampas, presentadas con ex-
celente gusto artístico, y que no podemos menos de recomendar con el
mayor interés a nuestros lectores.
La serie Montserrat consta de 27 modelos de estampas en heliotipia,
tiradas sobre papel «Japón>, bien presentadas, con sobriedad y elegancia
sumas. Con razón la denomina el editor verdadera serie de arte. La serie
Nuria consta de 36 modelos tn fotografía, color sepia, dorados los cortes
con oro fino y cincelados, lo que las embellece y enriquece. Pueden adqui-
rirse en todas las librerías y estamperías religiosas, y en casa del editor.
LIBROS RECIBIDOS
Aritmética teórico práctico, por el P. Evaristo Cornet, S. J.— Un volu-
men, de 206 págs., en 4.° menor.— Tipografía Católica Casáis, calle Cas-
pe, 108.— Barcelona.
— Giusseppe 1 oxúo\o. —Memorie religiose, con prefazione di Antonio
Boggiano Pico, professore nella R. Universitá di Genova.— Un vol., de 1 12
págs., en 8.^.— Milano.— Societá editrize «Vita e Pensiero». Corso Vene-
zia, 15.— 1919.
—Novelas selectas de D. Manuel Polo y Peyrolón.— Tomo II.— Un
vol., de 302 págs., en 4.^ menor.— Tipografía Católica Casáis. Caspe, 108.
Barcelona.— 1919.
—Catecismo de la Consagración de las familias al Sagrado Corazón
de Jesús. — Traducido del francés por el P. Alfredo de Bonadona Williams,
S. J.— Folleto, de 24 págs., en 16.*".— Barcelona.— Tipografía Católica Pon-
tificia. Caspe, 108.
—Le Bou Combat, par l'abbé Eugéne Griselle.— Publication du «Co-
mité Catholique de Propaganda frangaise á l'Efranger. — Un vol., de 258
págs., en 8.^— Bloud et Gay, éditeurs.— Barcelone.— Bruch, 35. 1918.
—La gaerre et la vie de PEsprit, par Maurice Legendre.— Un vol., de
194 págs., en 8.°.-Bloud et Gay, éditeurs.— Barcelone.— Bruch, 35. 1918.
CRÓNICA GENERAL
Madrid-Escorial, 15 de Septiembre de 1919.
ROMA
Persistiendo el Padre Santo en sus ideales favorables al desenvolvi-
miento y prosperidad de la Iglesia oriental, acaba de fundar en Roma un
nuevo colegio destinado a reclutar e instruir al clero para la iglesia copta.
—La huelga de tipógrafos en Roma se ha mantenido con tesón impi-
diendo durante algunas semanas la publicación de periódicos con no pe-
queño perjuicio del público. Hace pocos días ha reanudado su publica-
ción L'Osservaiore Romano, en cuyo primer número figura una protesta
del presidente de la Unión Popular al ministro del Interior contra las ofen-
sas de algunos periódicos de Milán que al injuriar a la augusta persona
del Papa, deshonran a la nación que los cobija. El mismo número publica
la contestación del presidente del Consejo de ministros reconociendo la
justicia de la reclamación y prometiendo que se procederá contra los que
han quebrantado las leyes.
— El cardenal Secretario de Estado de la Santa Sede ha dirigido una
carta al cardenal Lugon, arzobispo de Reims, en apoyo de la pastoral co-
lectiva del Episcopado francés y en la que se hacen indicaciones de muy
saludable aplicación no sólo a los católicos de Francia, sino a los de todos
los países del mundo para que no se extravíen en las luchas enconadas de
la política. Por eso creemos conveniente insertarla a continuación. Dice
así el documento:
«Eminencia: El Padre Santo ha recibido la copia que V. E. le ha envia-
do de la carta colectiva por la cual el Episcopado francés recuerda a los
católicos de Francia los principios que deben gobernar a las familias, a las
sociedades y a los Estados. Al expresar en la persona de V. E. su gratitud
por esta comunicación a los cardenales, arzobispos y obispos franceses, el
Soberano Pontífice, no sólo aprueba la exposición de tales principios, que
tendrán su desarrollo según precisen las circunstancias, sino que, ademási
498 CRÓNICA GENERAL
alaba la oportunidad del momento elegido para recordárselos al pueblo
francés.
Efectivamente— como dice muy bien la carta episcopal—, después de
la victoria de las armas, obtenida a costa de una lucha de que no hay ejem-
plo en la Historia, se trata únicamente de restaurar las ruinas materiales y
morales de la guerra.
Mas, si las primeras han de ser reparadas por una vuelta a la actividad
económica, con el concurso financiero del Estado, no se puede ir al reme-
dio de las segundas mas que volviendo los pueblos a los principios de la
fe y de la moral cristiana. De aquí se deduce cuan importante es para la sal-
vación de la patria la influencia de la Iglesia católica, asistida constante-
mente por el Espíritu Santo.
Y si quisiéramos particularizar, ¿quién no ve para lo sucesivo y por
todos lados una corriente cada día más fuerte hacia la democracia? Las
clases proletarias— como ahora se las llama—, que han tomado una parte
tan considerable en la guerra, quieren en cada país sacar el mayor partido
posible de ella. Desgraciadamente, con frecuencia están engañadas y se en-
tregan a excesos que, al derribar el orden social establecido por la natura-
leza humana, se volverán en contra de todos y afectarán principalmente a
los trabajadores y a los necesitados. Esto es lo sucedido en otras naciones,
prósperas aún en época reciente, y en la actualidad reducidas a la extrema
miseria que se quiere extender a toda Europa, y aun al mundo entero. ¿No
es, pues, prueba evidente de lo que acabamos de decir?
La Iglesia católica ha sido siempre la amiga de los atribulados, y ha
ensenado siempre a los Poderes públicos establecidos, para bien de la co-
lectividad, que deben trabajar especialmente por mejorar la condición de
los que sufren. Por esto— como dicen muy bien los obispos—, el clero y
los católicos, en lugar de oponerse a las reivindicaciones del proletariado,
deben favorecerlas, siempre que se encierren en los límites de lo justo y
de lo honrado, trazados netamente en la inmortal Encíclica Rerum nova-
rum, de León XIII.
Y con el fin de que estos límites se respeten y se eviten los funestos
excesos aludidos más arriba, los obispos aconsejan muy oportunamente a
los católicos de Francia la unión entre ellos y con otros ciudadanos de
buena voluntad, siguiendo las direcciones pontificias dadas para lo pasa-
do, y jamás revocadas.
El Padre Santo está segurísimo de que los católicos franceses demos-
trarán interés especial en permanecer fieles a las exhortaciones, a los con-
sejos y a las prescripciones de sus celosos pastores. Así trabajarán por el
bien general de su querida patria y por la paz y armonía de todas las cía-
CRÓNICA GENERAL 4QQ
ses sociales; condiciones esenciales para la felicidad de los pueblos y para
llevar a Jesucristo a los que, por desgracia, se han separado del Adorable
Maestro.
En tan dulce confianza, Su Santidad renueva con paternal corazón sus
bendiciones al venerable Episcopado francés, y yo aprovecho la ocasión
para ofrecer a V. E., etc., etc.»
—Como signo de importancia para las relaciones entre el Vaticano y
el Quirinal se cita el hecho de que el cardenal Richelmi, arzobispo deTu-
rín, y el cardenal Mafñ, arzobispo de Pisa, han sido agraciados por el Rey
con la gran cruz de la Orden Muriciana. Es la primera vez desde 1870 que
los cardenales reciben condecoraciones italianas.
Además, el cardenal Giustini, que marcha a Palestina, hará el viaje a
bordo de un crucero que el Gobierno italiano ha puesto a su disposición.
EXTRANJERO
Aunque el tratado de paz con Alemania no ha sido ratificado todavía
por todos los Parlamentos de las naciones signatarias, sin embargo, los
aliados han accedido a la repatriación de los prisioneros, medida que no
puede menos de influir poderosamente en el afianzamiento de la paz, y que
por lo mismo merece saludarse con simpatía.
Por lo demás, la ratificación está pendiente en los Estados Unidos de
graves dificultades, y en Italia y Francia viene discutiéndose desde hace
tiempo, con lentitud, sí, pero sin que encuentre grandes obstáculos la
perspectiva de la aprobación.
Se ha publicado el texto definitivo del tratado con Austria, pero se han
negado a firmarlo Rumania y Sudeslavia, por contener ciertas cláusulas
respecto de las minorías étnicas que dichas naciones consideran contra-
rias a su soberanía. El disgusto ha motivado una crisis política en Servia y
la dimisión de Bratiano en Rumania, pero siguen las negociaciones aliadas
en la empresa de concertar intereses.
Aun no se esclarece el horizonte en los pueblos limítrofes de Rusia.
Polacos, lithuanos, ukranianos y demás fronterizos siguen en armas, y den-
tro de Rusia luchan contra el bolcheviquismo los diferentes ejércitos man-
dados por generales amigos de la Entente. Es decir, que la paz dista
mucho de ser completa, y que todos los horizontes se presentan obscuros,
lo mismo en el orden social que en el de las relaciones de unos pueblos
con otros.
*
* •
500 CRÓNICA GENERAL
El tratado de paz con Austria. — El día 1.° de Septiembre fué entregada
en Saint-Germain por el secretario general de la Conferencia de la paz,
monsieur Dutasta, al delegado austríaco Renner, el texto definitivo del
tratado de paz acompañado de una carta de envío de M. Clemenceau que,
al igual de la que en ocasión semejante se dio al Gobierno alemán, es una
requisitoria innoble contra el pueblo austríaco, haciéndole participar de la
responsabilidad de sus gobernantes, con mayor culpa que todos los demás
pueblos de la antigua doble monarquía. Las cláusulas definitivas del tra-
tado no se diferencian de las ya conocidas, sino en puntos muy secunda-
rios. La enmienda principal tiende, barrenando las teorías de Wilson, a
impedir todo intento de reunión con Alemania, aunque la desee la pobla-
ción entera.
El delegado Renner presentó en la Asamblea nacional de Austria el
texto del tratado, y aunque las condiciones eran insoportables, a fuerza
mayor la Asamblea convino en la necesidad de firmar, como se hizo el día
10 en Saint Germaint, con los detalles siguientes:
La ceremonia de la firma de la paz fué presidida por M. Clemenceau^
quien tenía a su izquierda a Mr. Balfour, con los delegados británicos y ja-
poneses, y a su derecha a Mr. Polk, con los delegados americanos, france^
ses e italianos. Los demás plenipotenciarios se colocaron alrededor de la
mesa, dispuesta en forma de herradura.
El jefe del protocolo entró en la sala a las diez con el Sr. Renner y los
representantes de Austria, y tomó con ellos asiento ante la chimenea mo-
numental.
En este momento M. Clemenceau declaró abierta la sesión. «Han
terminado— dijo— las negociaciones que tuvieron por objeto establecer
un acuerdo entre los aliados y Austria para la conclusión de la paz. En
nombre de las potencias aliadas y asociadas, invito al canciller señor Ren-
ner para que se digne firmar el tratado.»
Precedido por el jefe del protocolo, M. Fouquieres, el Sr. Renner se
dirigió a la mesa colocada en medio de la sala, donde estada el tratado;
se sentó sin desmostrar la menor emoción y firmó sucesivamente el trata-
do, el protocolo y las dos declaraciones relativas al sostenimiento del blo-
queo de Hungría y la declaración de los buques hundidos por Austria.
Firmaron después los aliados. Los delegados rumanos y yugoeslavo no
asistieron al acto.
Acerca de la actitud de Rumania y Yugoeslavia, se sabe que es de
protesta contra la cláusula del tratado de paz referente a la protección de
las minorías nacionales.
En cuanto a Rumania, el ministro rumano Sr. Antonesco ha declara-
CRÓNICA GENERAL 501
do a un redactor de Le Temps que las divergencias entre Rumania y las
potencias aliadas y asociadas, concernientes al tratado con Austria, se re-
fieren sólo al artículo sobre la protección de las minorías en el tránsito y
los tratados de comercio.
«Rumania estima que por disposiciones legislativas ya adoptadas, los
derechos de las minorías quedan salvaguardados por completo; pero la
inmixtión extranjera, que llevaría a diferentes minorías a constituir un
grupo separado del interior del Estado rumano, es peligrosa.
Las minorías austríacas están actualmente dominadas por una fuerte
corriente que las empuja a aproximarse a Alemania.
Las minorías húngaras la imitarán probablemente, y en el día de ma-
ñana los Estados húngaro y austríaco ejercerán una influencia interna en
esos grupos, y serían su portavoz ante la Sociedad de Naciones contra
Rumania.
Las diferencias entre Rumania y las grandes potencias tienen, pues,
origen en el deseo de los rumanos de salvaguardar su soberanía y evitar la
intervención en sus asuntos interiores por parte de sus enemigos.
Nuestra causa es justa, y esto es lo que nos permite esperar que
acabará por ser escuchada y se encontrará una fórmula que dé satifacción
a nuestras justas preocupaciones.»
A consecuencia de esos disgustos, el jefe rumano, Bratiano, presentó su
dimisión fundándola en que aceptó ser delegado de la Conferencia de la
Paz sobre las bases del tratado de 1916, que aseguraban a Rumania el Bá-
ñalo entero.
Además, el Gobierno servio se declaró también en crisis por la nega-
tiva del Consejo supremo aliado de modificar el artículo relativo a las mi-
norías étnicas.
En otro sentido, el Gobierno de Montenegro, que se niega a formar
parte del nuevo Estado sudeslavo y quiere mantener en independencia ín-
tegra, ha dirigido a la Conferencia de la Paz y a los Gobiernos de las gran-
des Potencias una protesta contra la no participación de Montenegro en
la firma del tratado con Austria, siendo así que desde los primeros instan-
tes se puso Montenegro voluntariamente al lado de los aliados y perdió en
los campos de batalla el 40 por 100 de sus soldados, o sea más de la ter-
cera parte de su población.
Francia. — Continúa en la Cámara francesa la discusión del tratado de
Versalles, con aclaraciones muy luminosas sobre sus principales cláusulas
cuya gravedad no conocemos más que muy superficialmente. Así, del re-
502 CRÓNICA GENERAL
cíente discurso de M. Klotz, dedúcese que lo que Francia ha de obtener
de Alemania es, aparte del material ferroviario y agrícola e independiente-
mente de las restituciones, lo siguiente:
Una parte a determinar sobre una entrega de 20.000 millones de mar-
cos oro; otra parte a determinar sobre una emisión de bonos por valor
de 40.000 millones marcos oro, con interés del 2 por 100; una tercera
parte sobre una porción a determinar del tonelaje alemán, así como los
stocks alemanes de materias colorantes; 7 millones de toneladas de carbón
durante diez años, seguidas durante varios años posteriores de otras can-
tidades menores; el reembolso de los gastos de ocupación; una parte de
los intereses alemanes en Rusia, especialmente el pago de los créditos an-
teriores de la guerra.
En Marruecos pasa a tener Francia el derecho de liquidar los bienes
alemanes, transferencia de acciones que representan la parte de Alemania
en el Banco de Marruecos, y a todo esto se agrega el mandato francés
ejercido en una buena parte de las colonias alem.anas, libres y francas de
toda deuda.
Esto anteriormente a 1.° de Mayo de 1921. Con posterioridad a esta
fecha, Francia tendrá la reparación íntegra de los daños causados por la
guerra, el pago de las pensiones militares, el de las indemnizaciones, el
reconocimiento de una deuda de 40.000 millones y una participación en
los bienes alemanes. Debe advertirse que el impuesto de las indemnizacio-
nes asciende a 13.000 millones, el de las pensiones, a 60.000; los" socorros
a las viudas, a 2.000, los daños causados, a 134,000. En junto, 200.000 mi-
llones.
Como Francia tiene derecho a un 55 por 100 de los daños, el total para
la cuenta alemana será 375.000 millones de francos. Durante treinta y seis
años las anualidades que Alemania pagará a Francia serán de 13.610 millo-
nes y el conjunto de lo satisfecho al ñn de ese período será de 463.000 mi-
llones de francos.
—En cuanto a la política interior, las principales energías están hoy
puestas en los preparativos para las próximas elecciones, siendo el eje del
movimiento el duelo político entre el tornadizo Briand, partidario de una
concentración republicana contra izquierdas y derechas, y M. Clemenceau,
que no se resigna a perder el papel de su representación prestigiosa en
toda Francia.
Para organizar las campañas de las elecciones generales y municipales
se ha reunido un Congreso socialista en París, tratándose de si el partido
debe ¿ir a las elecciones completamente solo y si deben exigirse responsa-
bilidades a ciertos diputados que pertenecen a la extrema derecha del par-
CRÓNICA GENERAL 503
tido. El principal discurso fué el de Cachiri que pidió al Congreso la con-
firmación de la moción Bracke; es decir, que el partido vaya a las elec-
ciones sin coaliciones de ningún género. Predominó esta opinión, y en
cuanto a la materia de las responsabilidades se convino en que la decisión
se limitara a un voto de censura contra los socialistas que de un modo o
de otro manifestaron su apoyo a la burguesía. Puesta a discusión la táctica
electoral, en que el informe decía que la cuestión está en elegir entre el
método revolucionario y el reformista, entre el procedimiento de Lenin o
Noske, las opiniones se dividieron hablando unos en pro de otros en con-
tra del comunismo.
—Sigue dando mucho que decir el proceso contra Judet, a quien se
acusa de haber recibido en Suiza, por mediación de un individuo lla-
mado Bossard, dinero alemán del Sr. Romberg, ministro de Alemania en
Berna.
Del proceso de M. Caillaux se dijo que sería sobreseído, pero la noti-
cia no se ha confirmado, y lo único es que el ex presidente del Consejo ha
sido trasladado el 13 de Agosto a una casa de salud en Neuilly donde re-
sidirá bajo la vigilancia de los agentes de Policía.
— Desde el punto de vista internacional, la cuestión más candente hoy
en la vecina República es la que se refiere al mandato en Siria, de difícil so-
lución por hallarse en relación con compromisos de Inglaterra. Los intere-
ses de unos y otros se han resuelto en referencias contradictorias sobre la
opinión del país; y de ello escribe Bainville en L'Actíon Fra/ipa/s^— retra-
tando la competencia— que el fracaso moral de Inglaterra en Palestina está
demostrado con el hecho de que, a pesar de cerca de dos años de ocupa-
ción, las escuelas francesas de Galilea y Judea cuentan con 15.000 discípu-
los, mientras que las anglosajonas no llegan a 1.400. De aquí las medidas
violentas a que apelan contra los amigos de Francia, cuando no contra los
representantes de esta nación investidos de uniforme francés.
El hecho de no poder separar de la cuestión de Siria la de Palestina es
lo que hace que la imposibilidad sea absoluta. Esto da lugar a las veleida-
des que los ingleses tienen en sus tratos con Francia.
Inglaterra que se ha equivocado dos veces— prosigue Bainville— jugan-
do sus cartas primero con el Rey del ^Hedjaz y después con el sionismo,
se equivoca la tercera con la introducción de los americanos en el Asia
Menor.
— Para celebrar la fraternidad francoamericana se han organizado va-
rios festejos, como el verificado en Burdeos el día 6 de Agosto, al que asis-
tió el presidente Poincaré con objeto de asistir al acto de la colocación
de la primera piedra del monumento que ha de levantarse en Pointe
504 CRÓNICA GENERAL
de Grave para conmemorar la intervención de los Estados Unidos en la
guerra.
En la estación esperaban al presidente de la República el presidente
del Comité organizador, el embajador de los Estados Unidos, Mr. Walla-
ce, y numerosas personalidades americanas y francesas. En seguida se
organizó el cortejo, marchando a colocar la primera piedra del monu-
mento.
El acto fué sencillo. Debajo de la piedra se colocó una medalla de plata
represetando a Francia agradecida. El croquis de esta medalla figurará en
el monumento.
Monsieur Poincaré pronunció un elocuente discurso glorificando la
amistad francoamericana. Ensalzó la figura de Lafayette, elogió a Inglate-
rra, que acudió al comenzar la guerra para evitar el aplastamiento de Fran-
cia, y dijo que a este acto siguieron los conmovedores testimonios y los
inmensos auxilios materiales de Norteamérica.
Después comprendieron Wilson y el pueblo americano la necesidad
de prestar ayuda a Francia, que defendía la causa de la civilización frente
al poderoso y enfurecido enemigo. Por eso se decidió la intervención
armada de los Estados Unidos en la horrorosa contienda, no sólo porque
consideraron que peligraban también sus propios intereses, sino igual-
mente el derecho de todos, en particular el de Bélgica, violentada por
Alemania, y el de Francia, de esa Francia que antaño sostuviera los prime-
ros pasos de América y que jamás se olvidará de sus tradiciones de honor
y lealtad.
El presidente terminó su discurso diciendo que por la fraternidad de
las armas que tan estrechamente unía a los hijos de Francia y América,
por la feliz inteligencia que unió a los Gobiernos aliados y asociados y
por la unidad en el mando, se logró la victoria y se alcanzó la paz.
A continuación habló Mr. Wallace, recordando la participación francesa
en la Revolución americana por medio de la misión del general Lafayette,
hecho que demuestra que Francia, en los días de peligro, ha sido siempre
la muralla de la civilización.
Declaró que entre las numerosas glorias de Francia ninguna es compa-
rable a la que le valió la batalla del Marne, que fué la victoria que salvó al
mundo.
Terminó afirmando que América está orgullosa de haber tenido ocasión
de montar la guardia en el Océano y de que el general Pershing haya tenido
el honor de servir a las órdenes de un Foch.
Por su parte, los Caballeros de Colón han dirigido a M. Poincaré, al
Gobierno francés y a la Municipalidad de Metz un telegrama, anuncian-
CRÓNICA GENERAL 505
doles haberse abierto una suscripción con objeto de erigir un monumento
a Lafayette.
A la inauguración asistirán dos mil Caballeros de Colón, quienes des-
pués recorrerán los que fueron campos de batalla en Francia.
*
Inglaterra.— Sq ha publicado el Libro Blanco referente a la correspon-
dencia cambiada con motivo de las proposiciones pontificias para la paz
en Agosto de 1917. Comienza por un comunicado del Cardenal Qasparri a
Lloyd George, diciéndole las proposiciones del Papa que fueron publica-
das a la sazón. Inserta la respuesta de Mr. Balfour, llamando la atención so-
bre el silencio de Alemania respecto de Bélgica; y en cuanto a la actitud del
Gobierno francés, se reproduce un memorándum del encargado de Nego-
cios de Francia en Londres, del 26 de Agosto de 1917, que dice:
«Mi Gobierno se había asociado a la comunicación hecha al Vaticano
por M. de Salis acerca de la nota del Papa, porque debía ser verbal y por-
que tenía la probabilidad de hacer inútil una respuesta más explícita. Lue-
go, el requerimiento llevado a cabo ha tenido por consecuencia la remi-
sión al Cardenal Gasparri de un documento escrito, y ha traído consigo
una discusión acerca de la suerte de Bélgica. Esto no es lo que deseábamos,
y es de temer que nos veamos en el asunto mucho más lejos de lo que
creíamos. Monsieur Ribot me encarga poner en vuestro conocimiento sus
temores y que él no sabía dejarse llevar por el camino a que el Vaticano
parecía querer llevarle. El espara que el Gobierno británico compartirá los
mismos sentimientos y que dará instrucciones a M. de Salis encaminadas
a desalentar toda tentativa ulterior del Cardenal secretario de Estado, en-
caminada a una intervención oficiosa entre los beligerantes.»
Contiene también un despacho del cardenal Gasparri a Lloyd Ceorge
del 28 de Agosto, transmitiéndole las respuestas alemana y austríaca a las
cuestiones suscitadas, y en que el eminentísimo purpurado se hace cargo
de que la contestación, aunque no del todo explícita, deja margen para un
cambio de ideas.
Termina el Libro Blanco por un telegrama de Mr, Balfour al conde de
Salis rogándole acusar recibo de los mencionados documentos ante el
Cardenal secretario de Estado.
— Han celebrado un Congreso los tradeunionisías en Glasgow apro-
bando las dos resoluciones siguientes: 1.*, establecimiento por el Gobierno
de un impuesto directo sobre el capital con el objeto de liquidar la enor-
me deuda de la guerra; 2.*, nacionalización de todo el sistema bancarió del
506 CRÓNICA GENERAL
país. Se rechazó una moción en que se pretendía fundir todas las indus-
trias de la Gran Breiaña en una sola grande asociación.
Algunos congresistas propusieron que la Asamblea expusiera su dic-
tamen sobre la grave y alarmante situación de Irlanda, donde toda peti-
ción de libertad se estrella contra el reglamento militar; y el Congreso se
declaró nuevamente en el sentido de que la única solución es la de dejar
a Irlanda gozar de su derecho a disponer de sí misma, y pide al Gobierno
que reemplace los reglamentos militares por ese derecho.
— Un despacho de Londres ha dado cuenta del fallecimiento del almi-
rante Beresford, irlandés y de la más rancia aristocracia.
— También en los últimos días de Agosto se anunció, desde Pretoria,
la muerte del famoso general Luis Botha, que con Dewet y el presidente
Kruger, fué una de las grandes figuras de la guerra angloboer.
Nacido en Grevtown (Natal), el año 1863, llegó a ser uno de los jefes
más distinguidos del ejército boer. En la guerra contra los ingleses, les
venció en no pocas ocasiones con fuerzas muy inferiores en número, y con-
tribuyó con sus hazañas a retardar la dominación completa en Inglaterra
sobre las heroicas Repúblicas sudafricanas. Resignado ya al infortunio, su
gran instinto político le hizo comprender la necesidad de adaptarse al nue-
vo estado de cosas para beneficiar todo lo posible al África del Sur.
De 1907 a 1910 fué primer ministro del Transvaal, y en 1911 asumió las
funciones de primer ministro de la Unión sudafricana, asistiendo como
primer delegado de ésta o la Conferencia de París del presente año.
Personificaba últimamente Luis Botha la política del partido unionista
y era apoyado por el partido inglés, contra el partido boer del general
Herzog, que reclama la independencia total del África del Sur.
Italia,— Anie el problema de las economías que ha impuesto la guerra
en Italia, como en todos los países, y que constituye una cuestión social
de suma gravedad, ha sido el primero en el ejemplo el monarca italiano,
cediendo gran parte de su patrimonio y de la lista civil en beneficio de la
nación.
Al comunicar a la Cámara el presidente del Consejo, Sr. Nitti, la cesión
del Rey, los diputados y el público que llenaba las tribunas vitorearon fre-
néticamente al Monarca y a Italia. Los periódicos se mostraron también
unánimes en el elogio por el rasgo del Rey.
En el preámbulo del proyecto de ley sobre la lista civil del Rey se dice:
1.° Que esa lista sea rebajada de 14.200.000 liras a 11.250.000, ¡nclu-
CRÓNICA GENERAL 507
yendo en esta última cantidad el millón de liras con que estaba dotada la
Reina madre, y que seguirá devolviéndose al Tesoro; y
2.° Que se reviertan al patrimonio nacional todos los bienes de la Co-
rona, excepto los palacios de Roma y Turín.
Los bienes devueltos por el Rey, son: los palacios de Genova, Venecia,
Milán, Florencia, Ñapóles, Caserta y Palermo; los castillos de Montalieri
y Stupinisi; las Villas de Monza, Milán, Boggio, Cartello, Metrapa( próxi-
mo a Florencia), Capodomonte (cerca de Ñapóles), Favorita (próximo a
Palermo), y algunos más de menos importancia, y las fincas rústicas y de-
hesas de Castaño, Carvitello, Lícola y Poggio (en Capano), las cuales pro-
ducen grandes ingresos.
Por el decreto queda creada en el ministerio de Instrucción una sub-
secretaría de Bellas Artes, la cual administrará los bienes devueltos. En
cuanto a los bienes productores, pasarán a ser propiedad de la Obra Na-
cional de los combatientes.
— Entre los debates habidos en la Cámara, fué de mucha sensación el
referente al desastre de Caporetío.
Comenzó el presidente del Consejo, Sr. Nitti, por decir que, como con-
secuencia de las conclusiones de la Comisión de encuesta, han sido retira-
dos del servicio activo, por haber cumplido la edad reglamentaria, los ge-
nerales Cadorna, Porro, Capello y Cavaciocchi, y han pasado a la reserva
los generales Montuori, Bongiovanni y Beccacci.
También se adoptaron otras medidas respecto a varios oficiales supe-
riores, y agregó que cree que las medidas tomadas son suficientes.
En cuanto a la retirada del Piave, manifestó que episodios de este gé-
nero se producen en todos los ejércitos; pero ninguua nación puso empe-
ño en averiguar con tanta rapidez las causas de la desgracia para exigir
responsabilidades.
Terminó diciendo que la nación debe inmensa gratitud al ejército, que
salvó la integridad de la patria y la dignidad nacional.
— Grave contratiempo para el Gobierno italiano ha sido la aventura
del famoso poeta D'Annunzio, erigiéndose en conquistador de Fiume, tan
disputada por italianos y sudeslavos en la Conferencia de París.
Parece ser que el poeta logró reunir unos 2.500 hombres, entre grana-
deros y alpinos, armados de ametralladoras, y puesto al frente de sus vo-
luntarios marchó sobre la ciudad, apoderándose de ella y proclamando
por su cuenta la anexión de Fiume a Italia.
La noticia ha causado gran revuelo en todas partes, y en el Parlamento
itaHano ha pronunciado un discurso el Sr. Nitti, estigmatizando la aventu-
ra que tanto puede comprometer a la nación.
508 CRÓNICA GENERAL
«Intervenir — dijo el presidente del Consejo entre el asentimiento y
aplauso de toda la Cámara— en actos de violencia cuando la suerte de Ita-
lia está en juego, es muy triste, y no sin grave peligro para nuestra nación.
Aquellos que ayer preconizaban las protestas de actos de locura contra
Francia y los Estados Unidos, nuestros aliados, y sin los cuales Italia no
podría resistir en esta lucha ni renovarse, excitan los espíritus en nombre
de la patria, son locos y traicionan los intereses de la nación.
» Italia debe reorganizarse, y tiene necesidad de serenidad, trabajo y
paz interior; es necesario dar pruebas al Extranjero de que merece el cré-
dito de que tiene necesidad. Aquel que hable un lenguaje distinto cual-
quiera que excite a Italia contra los países amigos, es un envenenador de
la vida nacional entera.
> Hablo con profunda y sincera emoción, porque veo todo el daño que
se ha hecho a Italia, puesto que ésta siente ya el sonrojo de la humillación
con las excusas sinceras que debe dar a nuestros aliados. Creo que nues-
tras democracias deben combatir juntas en nuevas luchas en pro de la ci-
vilización y de la justicia; pero ninguna, ni aun de sentimientos, debe exis-
tir entre nosotros.
»Hoy más que nunca dirijo frases de simpatía y confianza a nuestros
aliados, sea cual fuere nuestra suerte.
»No debo tener disculpa alguna; no debo defender ningún error pasa-
do. Hablo siempre al pueblo con el lenguaje de la verdad, y no le pinto ni
ilusiones ni quimeras fuera de la realidad; pero sí hago resaltar, sí quiero
que se compenetre esta noble Italia, con sus 500.000 muertos en la guerra,
que no debemos perderla por nuestras locuras o nuestros odios.
>jBien podéis telegrafiar al Extranjero que el Gobierno de Italia ni ha
alentado esa aventura ni la tolerará!
»Es un incidente doloroso, del que el Gobierno no es culpable en modo
alguno. El Gobierno había llamado ya la atención a la autoridad militar
respecto a la intentona, y había recibo la seguridad de que no existían mo-
tivos de preocupación. Por tanto, iremos hasta el fondo respecto a esta
afirmación, puesto que no hay derecho a comprometer la tranquilidad y
el porvenir de la nación. Hemos adoptado medidas con objeto de que se
organice el mando, de tal forma, que no pueda tener debilidad alguna.
» Italia, por su situación, no podría resistir una política de aventuras sin
caer en una profunda anarquía. Aquellos que hacen lo contrario empujan
a sus hermanos, que aún sufren, a la ruina, y, por ende, la ruina de Italia.
Hace falta, pues, reaccionar y dar a nuestro pueblo la consciencia de su
responsabilidad.
» Mientras yo esté en el Gobierno no he de tolerar esos casos aislados,
CRÓNICA GENERAL 509
y si ha surgido una aventura más allá de la frontera, sorprendiendo al Go-
bierno, otra cualquiera que se intente será reprimida.
>La conexión que tienen entre sí actos de la naturaleza del que conde-
namos, es extremadamente peligrosa.
»Así, pues, desde el Parlamento hago al pueblo italiano un llamamien-
to y envío a nuestros aliados una expresión de solidaridad con la decla-
ración de que esos acontecimientos no serán aprobados por ninguno de
nosotros.
>Ya se ha abierto una investigación en Roma para depurar las respon-
sabilidades civiles y militares. Los soldados cuya buena fe ha sido sorpren-
dida, serán sometidos a la aplicación de los artículos del Código penal;
pero a los militares se les considerará como desertores si dentro del plazo
de cinco días no se presentaran.
»Hago un llamamiento a nuestros hijos en filas con el fin de quevuel-
vuelvan a sus puestos, de donde no debieron apartarse. Italia tiene necesi-
dad de paz y de unión. ¡Ojalá mi voz, que es la del pueblo, llegue a todo
el mundo, llevándole por el camino del deber y del renunciamiento.»
Alemania.— Aprobada ya por la Asamblea Nacional de Weimar la
Constitución porque ha de regirse Alemania, el Consejo supremo de los
aliados en París acordó enviar al Gobierno alemán una nota concebida
en términos muy enérgicos para hacer resaltar la contradicción existente
entre el artículo 61 de la Constitución alemana, por una parte, y el tratado
de Versalles por otra, que en el artículo 80 prohibe a Alemania inmiscuir-
se en los asuntos del Austria.
El artículo 61 de la Constitución alemana— que prevé la representa-
ción de Austria en el Reichstag— es una violación flagrante de los com-
promisos adquiridos por Alemania el 28 de Junio, según el Consejo su-
premo. Este, pues, ha exigido del Gobierno alemán el respeto ai tratado
de Versalles, dándole un plazo para que hiciera suprimir el artículo 61 de
la Constitución.
Pocos días después se publicaba en Berlín el informe siguiente:
«El Gobierno alemán ha contestado a la nota de los aliados en la que
se exige la anulación del artículo 61, párrafo segundo, de la Constitución
alemana, relativo a las futuras relaciones políticas entre Alemania y el
Austria germana.
Aunque en el aludido documento se demuestra que tal artículo no se
halla en pugna con las condiciones del tratado de paz, el Gobierno ale-
510 CRÓNICA GENERAL
man, en vista de la actitud de la Entente, declara que las estipulaciones del
citado artículo 61, párrafo segundo, de la Constitución, quedarán anuladas
por ahora, y que será imposible la admisión de los representantes del
Austria alemana en el Consejo nacional alemán hasta que la Liga de Na-
ciones permita una modificación de la situación constitucional del Austria
alemana, de acuerdo con el artículo 80 del tratado de paz.
Termina la nota alemana protestando contra la forma brusca en que
está hecha la petición de los aliados.»
La contestación no satisfizo, pues posteriormente la Delegación alema-
na telegrafió al Gobierno de Berlín, dándole cuenta de una nueva nota
de M. Clemenceau, en la que pretendía demostrar que la contestación ale-
mana relativa a la supresión del artículo 61 de su Constitución era un ar-
tificio ingenioso que permitiría a Alemania insertar en dicha Constitución
estipulaciones contrarias a todos los artículos del tratado, bajo el pretexto
de que un artículo de aquélla expresa que nada puede alcanzar el tratado
por parte de la referida Constitución.
El artículo 112 de ésta dice, según añade la nota: «Ningún alemán po-
drá ser entregado a Tribunal alguno extranjero.»
Pero como el tratado prevé expresamente que ciertas personas acusa-
das de haber contravenido las leyes y los usos de la guerra deben ser en-
tregadas a un Tribunal extranjero, se ve la contradicción.
El artículo 178 constituye una excelente intención cuando preceden
contradicciones imprevistas, que los juristas podrían descubrir en docu-
mentos complejos y extensos; pero nadie creerá que los autores de los ar-
tículos 61 y 112 ignorasen que esas estipulaciones eran incompatibles con
las obligaciones y compromisos contraídos por Alemania algunas semanas
antes.
Este estado de cosas no puede prolongarse, puesto que el Gobierno
alemán reconoce que si el tratado y la Constitución son contradictorios el
tratado tiene prioridad.
Por tanto, las naciones aliadas y asociadas esperan que el Gobierno
alemán haga firmar sin más retraso por los plenipotenciarios debidamente
autorizados, y ante los representantes aliados, un documento reconocien-
do y declarando que todas las prescripciones de la Constitución alemana
contrarias a las estipulaciones del tratado de Versalles quedan sin valor, y
que especialmente la admisión de representantes austríacos en el Reichstag
no puede tener lugar más que si la Liga de las Naciones se adhiere a esta
modificación del estatuto de Austria.
Esta declaración debe ser ratificada en el plazo de catorce días, a con-
CRÓNICA GENERAL 511
tar desde el en que entre en vigencia el tratado por las autoridades legis-
lativas correspondientes.
Esta cuestión se halla todavía en trámite, y desde luego la Entente dirá
la última palabra sobre dicha modificación.
—Las noticias relativas a la población de los territorios alemanes ocu-
pados son todas muy confusas por las influencias encontradas a que aque-
llos países están sometidos.
Acerca del Palatinado dice una información de Ñauen:
«Con la aprobación de las autoridades francesas, tuvo lugar en Lud-
wigshafen una reunión, en la que quedó claramente expresada la fidelidad
de ios habitantes del Palatinado hacia Alemania.
Unos 2.000 hombres de todos los partidos, entre ellos, los jefes de to-
dos los Sindicatos, participaron en la asamblea.
Los oradores atacaron duramente a los afrancesados de origen alemán
y a sus protectores.
Con franqueza fué estigmatizada la actitud arbitraria de que es objetivo
el Palatinado, y al final de la sesión fué votada unánim.ente la siguiente re-
solución:
«El elemento obrero de Ludwigshafen reanudará el trabajo el lunes;
esperando, sin embargo, que las autoridades francesas pongan inmediata-
mente en libertad a las personas que hayan sido detenidas sin haber co-
metido delito alguno.
Si esta condición no se cumple hasta el lunes, cesará el trabajo en todo
el Palatinado.
Cualquier medida que las autoridades francesas tomen contra la liber-
tad personal traerá consigo una contramedida correspondiente por parte
de los obreros y burgueses.
Debe implantarse de nuevo en el acto la libertad de Prensa y de re-
unión, y las autoridades gubernamentales y administrativas deberán poder
obrar sin limitación alguna.»
Esta asamblea significa que el vecindario fiel a Alemania ha tenido un
completo éxito, incluso el elemento obrero, el cual, hasta los socialistas in-
dependientes, defiende enérgicamente el punto de vista de sus jefes que es
la fidelidad hacia Alemania.»
La confusión de noticias que hay acerca de lo que pasa en el occidente
de Alemania, es igual en el oriente, y sobre todo en el territorio de la Alta
Silesia, donde polacos y alemanes andan a la greña y mutuamente se echan
la culpa de los disturbios ocurridos recientemente. Parece ser que a fin de
imponer el orden se ha presentado allí una Comisión aliada que ha de pre-
sidir el plebiscito sobre la pertenencia de aquel territorio.
512 CRÓNICA GENERAL
—La Prensa alemana publica, a base de comunicaciones estadísticas,
detalles sobre la situación del trabajo en Alemania a fines de agosto, de los
cuales se desprende que sigue la crisis.
En 140 ciudades, de las cuales se tienen estadísticas, el número de los
sin trabajo socorridos oficialmente asciende a 410.000 personas, o sean
33.000 menos que el mes anterior.
Pero esta disminución es debida principalmente al hecho de que las
autoridades proceden con más escrúpulo en la concesión de los socorros
mientras que gran número de personas sin trabajo han abandonado las
ciudades, dirigiéndose a las comarcas agrícolas, en las que no se han hecho
estadísticas.
Puede suponerse, pues, con justificado motivo que el número de los
sin trabajo es en realidad mucho más elevado que el citado.
Las causas de la crisis son la falta de carbones y de primeras materias y
la paralización de muchas industrias. En cambio, en la agricultura, las mi-
nas, empresas siderúrgicas, salinas y turberas, escasea la mano de obra;
mientras que en las industrias las ofertas no pueden ser atendidas todas.
Esto es lo que se refiere, sobre todo, a la industria de metales, de ma-
quinaria, instrumentos, aparatos, papel, cuero, tejidos, víveres y las profe-
siones liberales. Hay, además, numerosas obreras sin trabajo. Subsiste la
situación desfavorable también en el comercio.
Respecto a Berlín y arrabales, parece que la situación empeorará aún,
ya que diversas industrias, de la guerra sobre todo, quieren cerrar.
El impuesto para el pago de los derechos aduaneros alemanes en bille-
tes en lugar de oro, ha sido fijado en 385 para la semana del 14 al 20 de
septiembre; antes era de 365.
Estados Unidos.— Conimúdi en crisis la ratificación del tratado de paz
de Versalles por la oposición violenta que encuentra entre los republica-
nos y algunos demócratas y, sobre todo, lo que se refiere a la Sociedad de
las Naciones y a la cuestión de Chan-tung. El periódico Chicago Tribune
dice que los votos de los senadores se repartirían en esta forma: 44 en fa-
vor del tratado con enmiendas, o sea, en contra del presidente Wilson;
40 en favor del tratado puro y simple y 12 dudosos.
En vista de tanta oposición, Mr. Wilson ha emprendido un viaje de
propaganda a favor del tratado por diversas ciudades de la Unión ameri-
cana, siguiéndole varios diputados de los recalcitrantes, que en los mismos
puntos que el Presidente, defienden la opinión adversa y explican al pue-
blo las razones por las que no conviene a los Estados Unidos la ratifica-
ción pura y simple.
CRÓNICA GENERAL 513
Los argumentos del Presidente vienen a esclarecer su actitud de clau-
dicación ante la Conferencia de París, dejando a la espalda sus famosas
catorce cláusulas de paz y entregándose por completo al imperialismo de
sus colegas de Inglaterra y Francia.
ESPAÑA
Con gran satisfacción consignamos el éxito brillante del Congreso de
las Ciencias inaugurado el día 7 en la industriosa villa de Bilbao y al que
concurrieron las personalidades más ilustres de la ciencia en España, hon-
rándola también otras extranjeras.
La sesión inaugural fué presidida por S. M. el Rey D. Alfonso XIII
que pronunció un discurso de muy expresivas felicitaciones a los cultiva-
dores de la ciencia en todas sus ramas, y notas de gran simpatía fueron
también los discursos pronunciados por el rector de la Universidad de
Oporto, señor Gómez Teixeira, y por el representante de la Association
FrariQaise pour Vavancement des Sciences, M. Arthur Cherin.
Se presentaron muchos estudios en cada una de las secciones, los cua-
les por su multitud no hemos de citar aquí, pero ellos y los magníficos
discursos pronunciados en las sucesivas sesiones de la Asamblea por per-
sonas eminentes así como la enorme concurrencia que presenció en aque-
llos días la villa de Bilbao, constituyen un suceso del que pueden estar
orgullosos los organizadores de la Asamblea.
— Entre las disposiciones oficiales dictadas por el Gobierno durante la
quincena, se hallan algunas de mucha importancia, como el Real decreto
del señor Ministro de Fomento sobre la organización y funcionamiento de
las Cámaras Agrícolas en todas las capitales de provincia, decreto que ha
sido muy discutido y hasta censurado por una gran parte de los periódi-
cos, la Real orden de Hacienda poniendo en vigor las plantillas del señor
Cierva para dicho Ministerio, el Real decreto de indulto general como ce-
lebración de la paz del mundo, y el relativo a la implantación, con carác-
ter oficial, del seguro mutuo agropecuario. Todo ello es indicio de activi-
dad y de buen deseo en las esferas de la política.
—El día 4 de este mes falleció en Vigo el dignísimo Arzobispo de Va-
lencia, D. José María Salvador y Barrera, tan estimado por sus dotes y por
sus obras, no sólo en las diócesis que estuvieren bajo su gobierno, sino
en toda España. Había nacido en Marchena el año 1851 y fué Canónigo en
la metropolitana de Granada y Rector de la Universidad libre del <Sacro
Monte» en aquella ciudad. Nombrado obispo de Tarazpna en 1901, fué
trasladado en 1905 a esta diócesis de Madrid- Alcalá, y en 1916 a la archi-
36
514 CRÓNICA GENERAL
diócesis de Valencia, mereciendo en todas partes las simpatías y la venera-
ción de todas las clases de la sociedad, y particularmente del clero y de los
pobres por sus inagotables bondades.
Era doctor en Derecho canónico y civil y licenciado en Filosofía y Le-
tras, capellán de honor y predicador de Su Majestad, maestrante de Gra-
nada, académico de las d¿ Historia y de la de Bellas Artes, y poseía las
grandes cruces de Isabel la Católica, del Mérito Naval y de Alfonso XII.
— También ha fallecido en El Escorial el ilustre ex presidente del Se-
nado P. Alejandro Groizard, una de las más prestigiosas figuras de la
política española y de las pocas que aun vivían pertenecientes a los Go-
biernos que sirvieron a la Corona allá por los años de 1874 a 1880.
—Se ha encontrado en una librería de la corte más de 50 legajos del
archivo que perteneció al general Palafox, el gran caudillo aragonés in-
mortalizado con ocasión de los Sitios de Zaragoza.
El suceso es importante, pues entre los documentos se hallan los libros
de estudio de Palafox, las hojas de servicio del mencionado general y su
autobiografía; un informe del propio Palafox sobre las heroínas Manuela
Sancho y Agustina de Zaragoza, informes sobre el espionaje, correspon-
dencia cursadas con personas Reales, el título de regidor de Zaragoza, una
carta del conde de Arcentales, proclamas dirigidas a los defensores duran-
te los sitios y partes de las operaciones, varios versos de la madre de Pa-
lafox, romances, tonadillas y sonetos de la época, un informe sobre la de-
fensa de Zaragoza y otros interesantes documentos que contribuyen al es-
tudio de aquellos años culminantes para la historia de Aragón.
B. R
MISCELÁNEA
El ilustre escritor franciscano, P. Otto Maas, que comisionado por el Go-
bierno alemán ha estado en España cinco años registrando nuestros Archivos
para escribir la Historia de las Misiones en América, nos remite estos intere-
santes documentos sobre la evangelización de la China por los misioneros
agustinos del siglo XVÍ, como principio y base de otros documentos que el
mismo erudito escritor americanista ha descubierto en el Archivo de Indias,
acerca de la Orden agustiniana. Todas las Órdenes religiosas rivalizaron en
celo para renovar los tiempos apostólicos en América, Asia y Oceanía; y cuan-
to más se registran los Archivos de España y Roma, mayor asombro causan
los heroicos hechos de aquella fecunda evangelización llevada a cabo bajo los
auspicios de los Reyes Católicos, de Carlos V y Felipe II, que sobre todas sus
conquistas supieron colocar las conquistas de la Cruz.
Al publicar los actuales documentos, damos las gracias al P. Otto Maas por
su atención y delicadeza, confiando nos siga remitiendo de Alemania otros no
menos interesantes que nos tiene prometidos para enriquecimiento de La Ciu-
dad DE Dios.— {Nota de la Redacción.)
ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS
Secretaría de Estado.— Legajo 946, folios 106 v 241.
[En la carpeta]:
Roma. A su M.^
El general de la orden de Sant Augustin. 15 de Julio 1585.
Offresce los frayles de su orden si v. m.^ ha de eni-
biar ministros del euangelio a la china y suplica que
ninguna otra orden le sea preferida.
[Hay un sello].
516 MISCELÁNEA
[Dentro]:
S. C. R. M.d
Hauiendo Tenido auiso pocos dias a en esta corte Por relación del
visitador de la prouincia de Castilla y del prouincial de las Islas Philippi-
nas quel Reyno de la China habré la puerta al sancto Euangelio y holgá-
dome dello como es ragón, me paresció para cumplir con mi offício tenia
obligación de escriuir A V. M.^ esta y supplicarle por ella (Habiendo de
embiar ministros de el euangelio a aquel Reyno) se acuerde de la orden
de S. Augustin que tantos años a por orden y mandamiento del Empera-
dor Carlos nuestro Señor y de V. M.^ Trauaja y se fatiga en aquellas par-
tes con muerte de muchos religiosos de ella, no permitiendo que otra re-
ligión nos sea preferida para que los que emos sembrado con lágrimas y
sangre coxamos agora el fruto deseado con alégria; y para esto siendo
V. M.^ seruido offresco toda la religión que tengo a mi cargo y mi mesma
persona si fuere necesaria. Y porque en declarándosse más la nueua em-
biaré A V. M.<* Religioso propio para esto y para que haga cumplir lo que
por V. M.d le fuere ordenado, quedo supplicando a la diuina Guarde y
prospere la S. C. y Real persona de V. M ^ con mayor acrecentamiento de
Reynos como toda la Christiandad a menester y yo su uerdadero capellán
ruego y deseo. De Roma 15 de Julio 1585.
S. C R. M.
B. A. V. M. sus reales manos su muy uerdadero capellán
El General de San Agustin (1).
[Original].
[En la carpeta):
Al general de la orden de Sant Augustin de Mongón
a 30 de Septiembre 1585.
Dupplicose.
(1) Por ese tiempo era General de la Orden el Rvdmo. P. Spiritu Angos-
ciolo, natural de Vicenza.
MISCELÁNEA 517
[Dentro]:
Al general de la orden de Sant Augustin.
Don Phelippe
Reuerendo y deuoto religioso. Por vuestra carta de- 15 de Julio he visto
la voluntad y zelo del seruicio de nuestro Señor con que offresceys los
frayles de vuestra religión y aun vuestra propria persona para en caso que
se ayan de embiar religiosos por mi orden a la conuersion de las gentes de
la china; la offerta es muy propria del lugar que teneys y os la agradezco
mucho y si fuere menester valerme della y de vuestros religiosos para el
dicho effeto os lo mandaré anisar y en todo se tendrá con vos y toda
vuestra orden la quenta que es razón. De Mongón a 30 de Septiembre 1585.
[Minuta].
Hlocucidn de S. S. Benedicto XV a la Sociedad Obrera de San Joaquín
de Roma sobre la encíclica «Rerum novarum».
Hubo un tiempo en que nos parecían demasiado frecuentes las fiestas
jubilares; creíamos que la repetición excesiva quitaba importancia y valor
a los aniversarios de obras y de instituciones merecedoras, por otra parte,
de conmemoración especial. Mas el aliento suavísimo de la gracia divina,
ha infundido en nuestro ánimo la profunda convicción de que ante el re-
cuerdo de los orígenes de una obra o de una institución se avivan las en-
señanzas que incluye el hecho primitivo de una fundación determinada.
Pudimos entonces desear que las personas y las cosas festejadas con
alegre conmemoración se conservaren siempre dignas de la misma; pero
al mismo tiempo— ¿por qué no decirlo?— hicimos el propósito de esforzar-
nos en poner de relieve las lecciones que espontáneamente brotasen de ta-
les gozosos recuerdos.
Ahora bien, el cumplimiento de dicho propósito no nos es difícil por
lo que toca a la Sociedad Obrera de San Joaquín, que precisamente estos
días conmemora los primeros cincos lustros de su vida laboriosa. Poco ha
hemos oído que surgió al día siguiente de la publicación de la Encíclica
Rerum novarum y que tomó el título de San Joaquín para alcanzar el pa-
trocinio de aquel mismo glorioso Patriarca, cuyo nombre recibió en el
bautismo aquel Pontífice apellidado con razón el Patrono de los obreros.
Asimismo se ha recordado que la Sociedad Obrera de San Joaquín no
5! 8 MISCELÁNEA
perdonó medio alguno para recordar a las más lejanas generaciones las
ensjgfíanzas emanadas de esta Cátedra de verdad acerca de la condición de
ios obreros. Y nos alegramos de corazón al añadir que la expresada So-
ciedaíi se ha conformado siempre durante los cinco lustros de su existencia
a estas normas directivas de la acción social.
¿Quién podrá, pues, negar que el festejar el primer jubileo de la Socie-
dad Obrera de San Joaquín equivale a refrescar las doctrinas de la Encí-
clica Rerum novarum, a hacer apreciar mejor su fin altísimo y, sobre todo,
a hacer conocer y amar mejor la orientación práctica de aquella memora-
ble Encíclica?
Es tan importante este fruto cosechado en la actual conmemoración
jubilar, que no podemos menos de augurarlo muy abundante, no sólo a
los miembros de la Sociedad de San Joaquín, sino también a todos aque-
llos a quienes llegue la noticia de la simpática fiesta de hoy.
Recordamos en efecto, haber en otra ocasión proclamado muy alto que
la Encíclica Rerum novarum conserva aún hoy día todo su valor primitivo
y si algo entonces nos sorprendió fué la extrañeza que algunos mostraron
ante nuestras positivas declaraciones. Puesto que la cuestión social espera
hoy, como ayer, solución adecuada, y si conviene que no sea resuelta sin
la Iglesia, a fin de que no sea contra la misma Iglesia, ¿quién no com-
prende que para solucionar tan delicada y compleja cuestión es preciso
tener a la vista el documento pontificio, en el cual son justipreciadas a la
luz del Evangelio las razones aducidas por cada uno de los bandos intere-
sados en la cuestión social?
El ya largo período transcurrido desde la publicación de aquel docu-
mento, que no ha quitado vigor a las observaciones en él contenidas; antes
bien, puede decirse que el desarrollo sucesivo de los acontecimientos,
mientras ha mostrado al vivo los colores sombríos con que se describían
las varias clases de la sociedad contemporánea, ha puesto también de re-
lieve que la armonía de las clases sociales no es posible sin el triunfo de la
justicia y de la caridad. A la consecución de este triunfo tan suspirado de-
ben converger las fuerzas de todos los que proponen una solución cristiana
a la cuestión social.
Además de esto, ¿la Encíclica Rerum novarum no puede definirse pre-
cisamente como nueva y ardiente invitación a aquel beso que, después de
la redención de Jesucristo, deben darse en la frente la justicia y la paz?
En aquel memorable documento, la cuestión social es considerada prin-
MISCELÁNEA 519
cipalmente respecto a la condición de los obreros. Allí no se habla exclusi-
vamente de los derechos de los patronos o de los deberes de los obreros,
sino que a los primeros se recuerda con franqueza evangélica que al lado
de sus derechos existen deberes estrictísimos, y a los segundos se les hace
saber que están obligados a cumplir fielmente las obligaciones propias de
su condición, mas a no envilecer, cual si fuesen parias privados de todo
derecho.
Oportunísimas son tales enseñanzas en el actual momento histórico, y
se equivocaría grandemente lo mismo el que atribuyera sólo derechos a las
distintas clases sociales que el que únicamente le impusiera obligaciones.
Y si aquella oportunidad fué con razón elogiada al aparecer la Encíclica
Rerum novarum, sube de punto hoy, en que la herencia común de dere-
chos y deberes no es todavía aceptada generalmente como una disposición
ineludible y amorosa de la Divina Providencia.
He aquí por qué precisa nueva y más diligente atención hacia aquellas
páginas que, al tratar de dicha herencia, demuestran su legitimidad al par
que inculcan a observancia sincera y total. El primer aniversario de la So-
ciedad erigida precisamente para propagar las doctrinas de la Encíclica
Rerum novarum es ocasión propicia para llamar la atención de los pueblos
acerca del estudio de las referidas páginas, puesto que viene a ser a mane-
ra de dulce eco que repite igualmente los himnos de júbilo que saludaron
su aparición primero y los firmes propósitos posteriores.
Recibid, pues, beneméritos miembros de la Sociedad Obrera de San
Joaquín, nuestros cordialísimos aplausos por la oportuna conmemo-
ración del vigésimoquinto aniversario de la fundación de vuestra institu-
ción social. ¡Plegué a Dios traiga como consecuencia un estudio más pro-
fundo de la Encíclica Rerum novarum!
El fundamento de esta esperanza que nuestro corazón acaricia sería él
solo suficiente para confirmar nuestra reconciliación de la moda de las fre-
cuentes fiestas jubilares. Mas para justificar cada día mejor esta apuntada
reconciliación hemos de advertir que de un estudio nuevo y más profundo
de la Encíclica Rerum novarum debiera inferirse también una mayor faci-
lidad en la consecución de aquella elevación moral del obrero, fin nobilí-
simo que se proponía León XIII con su Encíclica De condiiione opificum.
Nadie, efectivamente, supone que hubiera necesidad de la Encíclica del
Papa para determinar la dignidad del obrero. Mucho antes del documento
pontificio la Iglesia quería que se respetase en el más humilde obrero aque-
520 MISCELÁNEA
lia misma imagen y semejanza de Dios que brilla sobre la frente del más
poderoso monarca; lo saludaba redimido con la misma Divina Sangre a la
cual debe la salvación de su alma el más opulento banquero; y al encami-
narlo a la misma patria celestial a que deben tender igualmente los ricos
de la tierra y los poderosos del siglo, la Iglesia quería que, a lo menos,
bajo las bóvedas del sagrado templo, el desgraciado, el obrero y el humil-
de labrador no fuesen tratados de diversa manera que los grandes según el
mundo y los ilustres por sus blasones.
Pero una dolorosa experiencia enseñaba que fuera del templo con har-
ta frecuencia era violada aquella dignidad que la fe y la razón reconocían
del mismo modo en el siervo y en el plebeyo. Por esto el Papa habló en
alta voz, no para conferir al obrero una excelencia o dignidad que no tu-
viera antes, sino para reivindicar el reconocimiento de la misma en públi-
co y en privado.
No afirmaremos que fué vana la obra del Papa. Pero sería una ilusión,
y nada más, el creer que disipó todas las sombras o que alcanzó todos los
efectos que eran de desear; antes bien, es innegable que aquella palabra
autorizadísima no fué siempre interpretada a la luz de la pura verdad. Y
así se explica cómo va retardándose el reconocimiento por todos de la ele-
vación moral del obrero.
¿No debe, pues, inferirse también, desde este punto de vista, la necesi-
dad de un estudio más atento del documento pontificio, que con razón pue-
de llamarse el más invicto defensor de la elevación moral del obrero?
Pues alegrémonos una vez más por el aniversario de la Sociedad de
San Joaquín, la cual, al invitar a los pueblos a un estudio más atento de la
Encíclica Rerum novarum, los empuja eficazmente a reconocer y a procla-
mar muy alto aquella elevación moral del obrero que Jesucristo estableció
por vez primera y de la que su Vicario fué constantemente el más esforza-
do paladín.
A esto se añade que la conmemoración jubilar de la fundación de la
Sociedad Obrera de San Joaquín puede ser un auxilio para hacer amar
mejor las orientaciones prácticas de la Encíclica Rerum novarum, pues
como quiera que al amor debe preceder el conocimiento— /z/'/z// volitum
quin praecognitum—, así, cuanto mayor sea el conocimiento de un bien,
tanto más intenso será su amor.
Pero el ilustre presidente de la Sociedad, hablando en nombre de todos
sus compañeros decía, poco ha, que «un soplo de energía nueva corre por
MISCELÁNEA 521
las venas de todos», y lo probaba cumplidamente al añadir que «la fecha
de este vigésimoquinto aniversario les estimulaba a contemplar más vastos
horizontes, a emprender nuevas obras, recabando el auxilio de los hombres
de letras, de los poderosos y de las señoras.»
Nos complacemos en alegre persuasión de que el concurso de tantas y
tan diversas personas facilite el conocimiento de los puntos de vista prác-
ticos que de la Encíclica Rerum novaram se desprende en orden a la sus-
pirada solución de la cuestión social.
Porque Nos desearíamos fervientemente que este admirable documen-
to estuviera siempre ante la vista de todos como la charla magna, y que
bajo la luz meridiana que arrojan se examinaran y resolvieran armónica-
mente los múltiples problemas que puedan presentarse en orden a la cues-
tión de los obreros.
Tranquiliza nuestro ánimo, amados míos, este espectáculo gratísimo;
mientras la autoridad eclesiástica da la norma de las altas esferas de los
principios y de la teoría, no se desdeñan otros en descender hasta las más
bajas esferas, y, en perfecta conformidad con aquella teoría y aquellos
principios, facilitar al pueblo la solución concreta de los problemas que se
le presentan, a fin de que pueda conocer la conducta práctica a seguir en
cada uno de los casos de la vida. Ello nos parece que podría obtenerse
mediante lecciones populares y conferencias oportunas en que se exami-
naran a conciencia los problemas más recientes ligados con la cuestión so-
cial, y se señalase al pueblo su solución razonada a la luz de la Encíclica
Rerum novaram.
Que tal forma de apostolado sería muy fecunda y en extremo útil al
pueblo superfino es decirlo. Y como quiera que las palabras del ilustre
presidente de la Sociedad Obrera de San Joaquín indican, al parecer, el
propósito de algo análogo como fruto de la presente conmemoración jubi-
lar, nos alegramos con toda el alma por tan fausto acontecimiento y aplau-
dimos una vez más a los organizadores de la fiesta, excitándoles a poner
luego en práctica tal propósito.
El Sumo Pontífice León XHI terminaba su admirable Encíclica sobre
la condición de los obreros asegurando que en ninguna forma la Iglesia
niega su concurso a cuanto se refiere al bienestar material y a la elevación
moral de los pueblos: Ad Ecdesiam, quod espectat, desiderarí operam
suam nullo iempore nulloque modo sinet
También Nos hacemos nuestra la promesa de nuestro glorioso prede-
522 MISCELÁNEA
cesor; mas con el fin de poderla cumplir con ventajas para el pueblo a
Nos confiado, imploramos humildemente las divinas bendiciones sobre
Nos y sobre nuestros hijos. Que descienda asimismo sobre todas las clases
de la familia cristiana, porque el recuerdo del cuidado que la Iglesia ha te-
nido siempre y quiere tener en adelante de los ricos y de los pobres, de los
nobles y de los plebeyos, a aquéllos puede ser necesaria la humildad, a és-
tos la paciencia; a unos el carino en mandar, a otros la fidelidad en
obedecer.
¡Ojalá la bendición de Dios infunda tales virtudes en el corazón de los
ricos y de los pobres, de los nobles y de los obreros!
Y a fin de que los gérmenes de dichas virtudes puedan producir opi-
mos frutos, suplicamos al Altísimo que el aniversario de la Sociedad de San
Joaquín sirva para esto, es a saber: para dar a conocer más y más de día en
día aquel admirable monumento pontificio en que se recuerdan a cada cual
sus derechos y deberes.
Así, y sólo así, la observancia práctica de la justicia y de la caridad
será la regia vía, siguiendo la cual todos nuestros hijos, así pobres como
ricos, plebeyos como nobles, podrán un día alcanzar idéntica dicha en la
Patria común.»
índice del volumen cxviii
Artículos originales científicos, literarios, de actualidad, etc.
Páeinas.
42
123
Antolin (P. Guillermo). —L^. librería de Felipe II (conclusión) |
~ Catalogación de códices 31 1
— Códices latinos escurialenses procedentes de Venecia j „
Burgos (P. Victorino).— Ldi atención y la memoria 177
Garnelo (P. 5em7o).— Regiones que se transforman: el Bierzo 471
Garrido (P. Ambrosio).— Fernando Vázquez de Menchaca (continua-
ción) , 265
Ibáüez Garrido (P. Diosdado).~E\ arte por el arte. 278
( 5
Miguélez (P. Aío/zíze/).— Semblanza literaria de López de Velasco < 89
( 191
R. (5.).— La primera Carta Pastoral del señor Obispo de Huesca.. . . 463
Redacción (La).— En las bodas de oro del Rmo. P. Tomás Rodríguez,
Prior general de la Orden Agustiniana.— Concesiones pontifi-
cias 353
Revilla (P. Mariano).— El Códice Ovetense de los Evangelios y la
Biblia de Valvanera (continuación) 23
Revuelta (P.J.).— Acerca de estudios chinos 325
117
Rodrigo {P. Julián).— La venganza de un capellán . ^^^
Rodríguez de Prada (P. ^^n^^e/)-— Movimientos de la Tierra 29
— Del año y sus clases 105
— El Sol 389
— Sistemas astronómicos 441
Zarco (P./ü/tó/i).— Antonio Pérez. (Aclaración a los capítulos VIII, ) ^lo
X y XI del lib. I de la «Historia de varios sucesos», del Padre \ ^g
Fr. Jerónimo de Sepúlveda.) )
Sección amena.
Valle Ruiz (P. Resiituto).— La muerte del asno (interpretación del
Ases Tod), poesía 481
524 ÍNDICE
Páginas.
Examen de libros.
Arboleya Martínez (Ai.).— Los Sindicatos de obreros 145
Bainveí (/. l^.)-— La divozione al S. Cuore di Gesu. La sua dottrina e
la sua storia 330
Barguñó y Morgades (Manuel).— El deber del cristiano 424
-— Diario del cristiano 425
Baudin (T.).— Cours de Psychologie et Philosophie 54
Beaupain (L'abbé).— Les catholiques franjáis et i'Aprés-Guerre 53
Colección general de documentos relativos a las Islas Filipinas, existen-
tes en el Archivo de Indias de Sevilla, publicada por la Com-
pañía general de Tabacos de Filipinas. Tomo I y II 244
Conde (P./.).— Ética general. Ética especial 143
Espasa (Hijos í/e).— Enciclopedia Universal europeo-americana. To-
mo XXXIX 492
Fanfani{P. Ludovicus).—De Indulgentiis manuale theorico-practicum
ad normam Codicis Juris Canonici 424
Ferreres (J. fí.).— Derecho sacramental y Penal especial 56
~ Epitome Compendii Theologiae Moralis 144
Garnica (P. Teófilo). —Secciones de Retórica y Poética 245
Larraga Scra/eg^üí.— Prontuario de Teología Moral 494
Martin (i4/6er/o).— Episodios de la guerra europea 55
Nievas (D. Cipriano).— San Francisco de Asís y el Jubileo de la Por-
ciúncula 147
Rodríguez Marín (i?.).— Algunos juicios acerca de la edición crítica
del «Quijote» 331
Salvador Ramón (D. Francisco).- Cuestionario Teológico. Tomo IV. 423
Sokol.—La. cuestión del Adriático. Yugoeslavia e Italia 329
Subirana (E.).— Anuario Eclesiástico 1919 57
Vales Failde (D. Javier). —La. Emperatriz Isabel 54
Revista canónica,
por el P. Anselmo Moreno.
Decretos de la S. Congregación de Ritos: I. Si debe omitirse la Misa
solemne del Smo. Sacramento o de la Paz en el día de la Con-
memoración de todos los fíeles difuntos. II. Sobre si es lícito
cantar misa por difunto, prcesente cadavere, en el día de todos
los fíeles difuntos. III. De las bendiciones y sacramentales
para los catecúmenos. IV. Si debe expresarse el nombre del
Obispo en el canon de la Misa 50
— Obligaciones del párroco: los libros parroquiales.— Libros de re-
ligiosas sujetos a la revisión y corrección de la Congregación
para asuntos de religiosos.— De la misa y comunión durante
la exposición del Smo. Sacramento 237
— Duda resuelta sobre el uso de la bolsa de los corporales.— De-
ÍNDICE 525
Páginas.
creto sobre la concurrencia de dos responsorios de tiempo
con otros dos de Apóstoles y Evangelistas o de Mártires, en
tiempo pascual.- Sobre competencia de asuntos délas Sagra-
das Congregaciones. — Participación de los católicos en la
sociedad «ad procurandam Christianitatis unitatem».— Duda
sobre el teosofísmo.— Aclaraciones sobre el decreto «ínter
reliquas».— Rito que se ha de observar en la profesión de las
religiosas 417
Revista científica.
El ferrocarril Dax— Algeciras, por el P. J. Cortázar 138
Tempestad electro-telúrica y magnética.— Telefonía secreta 487
Crónica general y de España.
5 DE JULIO. —Roma. Carta enclíclica de Su Santidad al Episco-
pado alemán.— Mons. Ratti Nuncio Apostólico en Polonia.— Primer
Congreso Eucarístico diocesano en Roma,— Respuesta de Su Santi-
dad al mensaje de los sacerdotes de Budweis (Baviera).— Mensaje
del Episcopado belga al Papa 59
Extranjero,— L?LS modificaciones alemanas y aliadas al tratado
de paz.— Impresión del tratado de paz en Alemania. Partidarios y
no partidarios de la firma. Dimisión del Ministerio y formación del
presidido por Bauer. Declaración protesta de Bauer en la Asamblea
de Weimar.— Nota de aceptación y protesta enviada a los aliados.
Contestación de M. Clemenceau.— Hundimiento de la escuadra ale-
mana por sus propias tripulaciones.— Protestas del pueblo alemán
contra el tratado.- Manifiesto de la Liga de oficiales alemanes a favor
de Guillermo II.— El ex canciller Bethmann Holweg pide ser juzgado
en lugar del ex Kaiser.— Llamamiento de Ebert al pueblo alemán.—
ídem de Noske a las tropas.— Dimisión de Hindenburg: carta al Pre-
sidente y contestación.— Manifiesto despedida de Hindenburg a las
tropas.— Juicio de un periódico alemán acerca de Hindenburg.— Ce-
remonia de la firma del Tratado de Versalles.— Acuerdo de ayuda a
Francia por los jefes de Gobierno inglés y norteamericano. —Los so-
cialistas franceses impugnan el tratado.— Cambio de Gobierno en
Italia.— Declaraciones del ministro italiano Tittoni sobre las dificul-
tades de la cuestión del Adriático en la Conferencia de París 62
£'5/7a/zíz.— Felicitaciones del Gobierno español por la paz.— Aper-
tura de las Cortes.— Manifestación de los ingenieros civiles ante el
Rey.— Homenaje a la memoria de Quadrado.— La Fiesta de la Buena
Prensa 81
20 DE JULIO. --/?o/72a. Eficacia de la misión de Mons. Cerreti en
526 ÍNDICE
Páginas.
la Conferencia de París.— Colocación de la primera piedra del tem-
plo Regina Pacis en la villa de Ostia.— Conjeturas sobre las relacio-
nes de la Santa Sede con Alemania, Italia y Francia 148
Extranjero.— Regreso de Mr. Wilson y Lloyd George a sus res-
pectivos países.— Oposición al tratado de Versalles.— Ausencia del
nombre de Dios en el tratado.— Discurso de Lloyd George en la Cá-
mara de los Comunes: invectivas contra Alemania y si Inglaterra no
ha ido delante.— Temor al juicio de los neutrales sobre los culpables
de la guerra.— Los socialistas franceses impugnan el enjuiciamiento
del Kaiser.— Hindenburg pide ser enjuiciado en lugar de su sobera-
no.—Telegramas del Príncipe Enrique de Prusia y otros príncipes
alemanes al soberano inglés.— La Asamblea de Weimar aprueba el
tratado de Versalles.— Declaraciones del ministro del Exterior.—
Telegramas alemanes a la Reina de Holanda.— Manifestaciones de
gratitud a Hindenburg.— Dificultades en el Consejo de los Diez.— La
cuestión de Fiume.— El júbilo por la paz en Bélgica.— Las fiestas en
Francia.— La travesía aérea del Atlántico 150
£s/7fl/2a.— Rumores de la visita de los reyes belgas a Madrid.—
Crisis del Ministerio presidido por el Sr. Maura.— Mitin del Magis-
terio de primera enseñanza.— Entrada solemne del P. Zacarías en su
diócesis de Huesca 165
5 DE AGOSTO.— 7?í?/7za. Modificación del tratado de paz acerca
del personal de las Misiones.— La fiesta onomástica de Su Santidad. 247
Exiran/ero.— Fracaso de la huelga proyectada en Francia.— Divi-
sión entre los socialistas franceses. —Fiestas por la victoria en Ingla-
terra y Bélgica.— El tratado de Versalles ratificado en el Parlamento
británico.— Asesinato de un soldado francés en Berlín.- El levanta-
miento del bloqueo contra Alemania. Saludo de las Cámaras de la
Argentina a la Asamblea de Weimar 248
jBspa/zfl.— Crisis de la concentración de las derechas y subida de
un Ministerio conservador, presidido por Sánchez de Toca.— Falle-
cimiento del ministro señor Marqués de Mochales.— Las izquierdas
dicen su triunfo en la solución de la crisis.--Gestiones por el aumen-
to de los haberes del Clero 253
20 DE AGOSTO. ~/?o/nfl. Sobre concordato entre la Santa Sede y
el nuevo Estado de Sudeslavia.- Decisión de la S. C. sobre las doc-
trinas teosóficas.— Ultimas decisiones de la Junta central de Acción
católica italiana 333
Extranjero.- Huelgas generales y sobre todo en Inglaterra.— La
Semana Social de Metz.— Cláusulas del tratado de paz con Aus-
tria.-La Delegación búlgara en Francia. -Fin del régimen bolche-
viquista en Hungría.— Subida del Archiduque José. —Es aprobada en
Weimar la nueva Constitución alemana.— Discusión entre políticos
alemanes sobre si fué posible la paz en 1917.— Declaraciones del Go-
bierno inglés y del Vaticano. - Congreso Sindicalista en Amsterdam
y socialista en Lucerna.- Nuevo presidente de la República portu-
índice: 527
Páginas.
guesa. -Oposición al tratado de Versalles en los Estados Unidos.—
Muerte del multimillonario Carnegie 334
£s/7a/ífl.— Acción social católica.— Inclinación de los conservado-
res hacia las izquierdas.— Las izquierdas dictan al Gobierno la en-
mienda referente a los haberes del clero.— Adhesión de España a la
Liga de las Naciones.— Comisión chilena a España.— Proyecto de
Conferencia internacional en Madrid sobre exploración científico del
Mediterráneo 350
5 DE SEPTIEMBRE.— /?o/wa. El olvido de los intereses del Papa
por los Estados modernos.— Artículo de Goyau sobre la cuestión ro-
mana.—La S. Congregación del Santo Oficio y el futuro Congreso
pancristiano. -Mercedes pontificias a los «Caballeros de Colón» . . . 428
Extranjero.— M.3i\esiar social y dificultades políticas.— Declara-
ciones de Lloyd George sobre la situación inglesa.— Briand contra
las derechas e izquierdas en Francia.— La Entente obliga al Archi-
duque José a retirarse y se forma nuevo Gobierno en Hungría.— La
Entente y las pretensiones rumanas en Hungría. — Baüer, canciller
del Imperio alemán.— Impuesto sobre las fortunas en Alemania.—
Reunión de los obispos alemanes en Fulda, y su protesta contra la
retención de los prisioneros por los aliados.— Llamamiento a los
obreros alemanes para la reconstrucción de las regiones devasta-
das.—El Príncipe Ruperto de Baviera pide opinión a la Dieta bávara
sobre su enjuiciamiento , 428
España.— Ldi Federación Patronal de Barcelona declara el lock-
out.— El Sr. Burgos y Mazo y la ley de Casas baratas.— Inauguración
en Santander de las Conferencias de la Sociedad « Menéndezy Pela-
yo».— La Universidad y el decreto de autonomía universitaria 435
20 DE SEPTIEMBRE.— /?oma. Fundación de un colegió para la
Iglesia copta.— Huelga de tipógrafos. —Carta del Cardenal Gasparri
al episcopado francés 497
Extranjero.— El tratado de paz con Austria.— Protesta de Rumania
y de los sudeslavos.—/Tflnafl.— Discusión del Tratado de Versa-
lles.—Las elecciones y los socialistas.— Caillaux a una casa de Sa-
lud.—La cuestión de Siria.— /ná'to/erra.— Publicación del Libro Blan-
co.—Muerte del almirante Beresford y del general Botha.— /tó//a.—
La lista civil del Rey.— Discusión sobre el desastre de Caporetto.—
D'Annunzio y Fiume.—i^/e/namfl.— Exigencias de los aliados sobre
la Constitución alemana.— El Palatinado.— £stoí/os í/m^/os.— Wilson
y los impugnadores del tratado de Versalles.— /?ízs/a.— Situación
complicada 499
España.— El Congreso de las Ciencias en Bilbao.— Decretos del
Gobierno.- Fallecimiento del señor Arzobispo de Valencia y del
Sr. Groizard.— Hallazgo de documentos del general Palafox 513
528 ÍNDICE
Faginas.
Miscelánea.
Alocución pastoral del Emmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Tole-
do a las mujeres cristianas 82
—A los católicos.— Una súplica 86
—Manifiesto y programa del Grupo de la Democracia cristiana. . . | .
—Exposición de los obreros católicos al Gobierno 437
—Concurso literario y certamen musical para el himno agrario. . 439
—Documentos del General de la Orden Agustiniana y Felipe II
sobre las misiones de China 515
—Alocución de S. S. Benedicto XV a la Sociedad obrera de San
Joaquín 517
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