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Full text of "La Gallega, nave capitana de Colón en el primer viaje de descubrimientos"

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G1FT  OF 


A ; ^ 

C.  García  de  la  Riega. 


LA  GALLEGA, 

NAVE  CAPITANA 
DE 

COLÓN 


PONTEVEDRA 

l\u\  de  i.A   Viuda  DE  •).  A.  Antvíiíb 


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LA  GALLEGA, 

Nave  capitana  de  COLÓN. 


LA  GALLEGA, 


Nave  capitana  de  COLÓN 


PRIMER   VIAJE   DE   DESCUBRIMIENTOS. 


Estudio  histórico 

POR 

(triso  ©ateta  íre  la  tticiia, 

socio  de  mérito 

de  la  Sociedad  Arqueológica 

de  Pontevedra. 


PONTEVEDRA 

Imp.  de  la  Viuda  de  J.  A.  Antunez 
1897 


ES   PROPIEDAD    DEL   AUTOR. 


AL  PUEBLO  DE  PONTEVEDRA. 


El  único  éxito  que  ambiciono  para 
este  libro,  es  el  de  que  sirva  de  estímulo 
á  empresas  provechosas  para  Ponteve- 
dra. Hubiera  querido  que  en  sus  pági- 
nas se  dibujase  claramente  un  acabado 
cuadro  de  la  importancia  de  nuestro 
pueblo  en  otros  siglos,  que  despertase 
las  energías  de  sus  hijos  ij  de  sus  veci- 
nos y  que  les  impulsase  d  utilizar  los 
poderosos  elementos  que  el  progreso  mo- 


277920 


II 
derno  proporciona  fácilmente  á  quie- 
nes ejercitan  una  decidida  voluntad, 
porque  no  en  vano  se  dice  que  querer 
es  poder;  pero  mis  fuerzas  no  alcanzan 
á  trazar  dicho  cuadro  ij  me  limito  á  ex- 
hibir algunos  datos  que  atestiguan  aque- 
lla pasada  grandeza,  ya  que  me  facilita 
ocasión  para  ello  el  deseo  de  reivindicar 
una  gloria  de  que  se  ha  pretendido  des- 
pojarnos. 

Si  los  pueblos  viven  de  sus  gloriosos 
recuerdos,  es  porque  el  ejemplo  de  los 
buenos  tiempos  tiene  la  virtud,  ó  debe 
tenerla,  de  alimentar  el  perseverante  pro- 
pósito de  acrecer  los  bienes  presentes  g 
de  recobrar  los  perdidos;  es  porque  mer- 
ced d  dichos  recuerdos,  no  se  apoderan 
del  ánimo,  ó  por  lo  menos  pueden  ser 
combatidas  con  fruto,  la  indiferente  pa- 
sividad y  la  descuidada  indolencia,  ca- 
rriles ciertos  por  donde  se  llega  á  la  ex- 


III 
tinción  de  toda  fuerza  y,  por  consiguien- 
te, á  la  mas  completa  anulación. 

No  es  cierto  que  Pontevedra  carezca 
de  bases  para  hacer  el  debido  honor  á 
su  pasado.  Por  su  situación  y  la  del  in- 
mediato puerto  de  Marín,  que  en  nada 
cede  á  los  demás  de  Galicia  y  aun  les  su- 
pera en  la  condición  de  que  los  buques 
no  necesitan  práctico  para  entrar  y  fon- 
dear en  él,  puede  convertirse  en  centro 
mercantil  y  fabril  de  una  extensa  y  po- 
blada comarca:  para  ello,  solo  se  re- 
quieren unión  y  amor  al  trabajo. 

Tales  son  las  ideas  que  originan  esta 
dedicatoria,  en  la  cual,  no  solo  por  gra- 
titud, sino  también  por  sentimiento  de 
justicia,  debo  incluir  desde  luego  el  nom- 
bre del  Sr.  Marqués  de  Riestra,  amante 
hijo  de  Pontevedra,  bajo  cuyos  aus- 
picios publico  el  presente  estudio,  y 
quien,  por   la    instalación  de  grandes 


IV 

industrias  y  por  su  constante  coopera- 
ción á  cuanto  engrandezca  moral  y  ma- 
terialmente á  nuestro  pueblo,  ha  inicia- 
do en  éste  el  seguró  camino  para  la  re- 
conquista de  su  pasada  prosperidad. 

Dedico,  pues,  mi  modesto  trabajo  á 
Pontevedra,  cuyo  nombre  ha  querido 
Dios  enlazar  al  de  la  carabela  «La  Ga- 
llega», desde  cuyo  castillo  vio  Colón,  en 
memorable  noche  y  cual  ansiado  faro, 
la  luz  reveladora  de  un  nuevo  mundo. 

¡Aunque  descubierto  ese  mundo  en 
bien  de  la  humanidad  y  de  la  civiliza- 
ción, haya  costado  á  España  tantas  Id- 
grimas  y  tantos  sacrificios! 

Celso  G.  de  la  Riega. 
Pontevedra,  Mayo  de  1897. 


bíhíh&UiUííiíi^&Uhií^&íiíi^ 


Emprendemos  la  difícil  tarea  de  restable- 
cer la  verdad  sobre  detalles  de  grandiosos 
hechos  acaecidos  al  principiar  la  Edad  mo- 
derna, pretensión  temeraria  indudablemente 
en  toda  ocasión  y  mucho  mas  cuando  es 
preciso  analizar  afirmaciones  de  altas  auto- 
ridades científicas  y  cuando  la  situación 
creada  en  los  archivos,  en  los  libros,  en  las 
tradiciones  y  en  las  demás  fuentes  históricas 
por  el  trascurso  de  cuatro  siglos  de  cons- 
tantes perturbaciones    y  por   los  apasiona- 


micntos  de  los  hombres,  es  poco  favorable 
á  la  investigación  de  lo  pasado  por  los  que 
no  poseemos  las  condiciones  que  se  requie- 
ren, en  primer  término,  para  examinar,  es- 
coger y  ordenar  los  elementos  de  prueba,  y 
luego,  para  utilizarlos  con  la  eficacia  apete- 
cida. 

El  deseo  de  acertar,  unido  á  la  confianza 
en  la  bondad  de  la  causa  que  nos  propone- 
mos defender,  pueden  acaso  evitar  aquella 
deficiencia  y,  fundados  en  este  sincero 
raciocinio,  no  hemos  vacilado  en  acome- 
ter la  empresa,  realizando  así  nuestro  an- 
helo, desde  hace  mucho  tiempo  bien  sen- 
tido, de  rectificar  aseveraciones  que  hemos 
juzgado  caprichosas  y  que  vienen  reclaman- 
do, desde  que  se  han  estampado  por  la  im- 
prenta, clara  y  adecuada  respuesta. 

Quizás  aparezcamos  en  algún  momento 
dominados  por  el  orgullo;  mas  aparte  de 
que  este  sentimiento  pudiera  justificarse  por 


la  honrosa  historia  del  pueblo  en  que  he- 
mos nacido,  afirmamos  desde  luego  que 
estamos  muy  poseídos  de  la  verdad  que 
defendemos  y  que  á  este  convencimiento 
deberá  atribuirse  la  severidad  ó  la  altivez  de 
nuestros  juicios. 


^^MMM^^¿i^MMU¿¿M^i¿Mi^^i¿^MMU¿¿¿¿¿¿é^ 


II. 


La  historia  del*  Descubridor  del  Nuevo 
Mundo  ofrece  diversos  incidentes  que  han 
sido,  son  y  serán  durante  mucho  tiempo  ob- 
jeto de  minucioso  estudio  y  de  animadísima 
discusión.  La  patria  y  origen  del  primer  Al- 
mirante de  las  Indias;  el  día,  ó  por  lo  me- 
nos, el  año  de  su  nacimiento;  su  infancia, 
educación,  juventud  y  vida  anterior  á  su 
aparición  en  Castilla;  la  calidad  de  sus  pa* 
rientes;  la  fecha  y  el  lugar  de  su  casamiento 
en  Portugal;  sus  relaciones  amorosas  en 
Córdoba  y  otras  interesantes  circunstancias 


—  6  — 
de  su  existencia,   permanecen  envueltas  en 
la  obscuridad. 

Luchan  varias  poblaciones  por  la  gloria 
de  ser  indisputable  cuna  del  eximio  nave- 
gante; discuten  historiadores  y  críticos  con 
el  debido  interés  sobre  los  varios  puntos  de 
controversia;  documentos  tras  documentos 
brotan  de  los  archivos  produciendo  alterna- 
tivas en  el  aspecto  y  en  las  momentáneas  re- 
sultancias déla  perenne  información  abierta; 
y  aunque  al  parecer  la  confusión  crece  y  ame- 
naza convertir  en  arcano  aquella  obscuridad, 
es  indudable  que  en  el  fondo  de  las  cuestio- 
nes planteadas  la  verdad  vá  labrando  su  di- 
ficilísimo camino,  y  probablemente,  porque 
tal  es  el  objetivo  de  las  ciencias  históricas, 
resplandecerá  un  día  en  toda  su  plenitud. 

Cuanto  se  refiere  á  los  hombres  extraor- 
dinarios que  sobresalen  en  la  historia  del 
mundo  como  fundadores  de  las  religiones, 
como  genios  de  la  ciencia,  como  conquista- 


~  7  — 
clores  de  la  tierra,  ejerce  sugestión  muy  ac- 
tiva en  la  mente  de  las  clases  cultas  y  en 
el  ánimo  de  los  pueblos.  El   estudio  ele  las 
virtudes  que  han  brillado  en  su  carácter;  de 
las   particularidades  de  su  vida  y  hasta  de 
sus  defectos;  de  los  actos  que  llevaron  á  ca- 
bo; de  la  época  en  que  vivieron;  de  las  per- 
sonas y  colectividades  que  intervinieron  en 
su  empresa;  de  los  acontecimientos  que  de- 
tuvieron ó  apresuraron  la  ejecución  de  sus 
altos  pensamientos;    de  los  medios  que  tu- 
vieron á  su  alcance  ó  que  la  Providencia  les 
proporcionó    ostensiblemente  para  la  obra 
inmortal   que  realizaron;   y,  por  último,   de 
los  ínfimos  instrumentos  de  su  misión  en  la 
humanidad,   constituye   una   parte  esencial 
del  culto  que  podemos  rendirles  cuantos  no 
hacemos  otra  cosa  que  nacer,  vivir  y  morir 
sin  dejar  huella  alguna  de  nuestro  paso  por 
la  tierra. 

La  gloria  de  los  grandes  hombres  se  re- 


—  8  — 
fleja  en  todo  lo  que  les  ha  rodeado  y,  con 
relación  á  ellos,  el  único  fin  á  que  podemos 
aspirar  los  simples  mortales,  es  el  de  preten- 
der que  una  parte  de  esa  gloria  encumbre 
aquello  que  á  todos  inspira  también  expon- 
tánea  y  ferviente  pasión:  el  pueblo  en  que 
se  ha  nacido. 

Tiene,  por  consiguiente,  para  nosotros 
grande  atractivo  el  estudio  de  ciertos  de- 
talles del  primer  viaje  de  descubrimientos 
emprendido  por  Colón  desde  el  inmortal 
pueblo  de  Palos  y  cuyo  feliz  éxito  transfor- 
mó radicalmente  las  ideas,  los  conocimien- 
tos científicos,  el  comercio,  las  aspiraciones 
sociales,  la  vida  entera  de  la  humanidad,  co- 
mo uno  de  los  más  sorprendentes  y  maravi- 
llosos sucesos  acaecidos  desde  la  Creación. 
Tres  pequeñas  embarcaciones  españolas  di- 
rigieron sus  atrevidas  proas  hacia  el  desco- 
nocido Occidente,  á  cuyo  extremo  la  fanta- 
sía popular  creía  que  se  desbordaba  el  te- 


—  9  -*■ 
nebroso  piélago  que  había  sepultado  en  re- 
mota edad  extensos  continentes  y  numero- 
sos pueblos,  é  imaginaba  abruptas  riberas 
pobladas  por  deformes  seres  y  constante- 
mente asaltadas  por  iracundas  olas;  y,  en 
verdad,  que  si  Colón  alcanzó  gloria  imarce- 
sible  por  su  inteligencia,  no  menor  la  logra- 
ron por  su  corazón  aquellos  pobres  tripu- 
lantes que  no  poseían  la  perseverante  fé  del 
Genio  que  les  guiaba,  ni  la  fuerza  persuasi- 
va de  la  Ciencia  á  que  servían. 

Nuestra  insignificancia  no  impedirá  que 
saludemos  con  orgullo  y  con  respeto  la  me- 
moria de  aquellos  humildes  marineros,  ni 
que  dediquemos  entusiasta  aplauso  á  la 
aristocracia  española  que,  pocos  años  há,  es- 
culpió los  nombres  de  dichos  inmortales  tri- 
pulantes en  el  monumento  de  Madrid,  por 
ella  erigido  noble  y  patrióticamente. 


III. 


Tres  fueron,  como  nuestros  lectores  sa- 
ben, los  buques  que  Colón  guió  en  su  pri- 
mer viaje:  las  carabelas  Santa  María,  ó  La 
Gallega,  la  Pinta  y  la  Niña]  las  dos  últimas 

del  puerto  de  Palos  y  la  primera  del  de 

Estos  puntos  suspensivos  indican  el  objeto 
de  las  presentes  páginas:  dejamos  en  blan- 
co ese  espacio  por  más  que  nosotros,  ple- 
namente convencidos,  pudiéramos  reempla- 
zarlo con  una  afirmación. 

Interesante  cuestión  se  ha  suscitado  acer- 
ca de  si  la  nave  capitana  de  dicho  primer 


—    12    — 

viaje  era  carabela  ó  nao,  y  parece  resuelta 
en  favor  de  les  que  han  opinado  que  La  Ga- 
llega era  tal  carabela,  pues  los  mismos  eru- 
ditos críticos  que  en  un  principio  sostuvie- 
ron el  concepto  de  nao  como  forma  especial 
de  aquel  barco,  vinieron  luego,  más  ó  me- 
nos francamente,  á  adherirse  á  la  opinión 
triunfante,  que  por  cierto  defendió  con  ga- 
llardía y  con  sólidas  razones  el  distinguido  é 
ilustrado  General  de  Infantería  de  Marina 
Don  Pelayo  Alcalá  Galiano. 

No  pretendemos  intervenir  en  dicha  po- 
lémica, ni  renovarla;  pero  de  ella  debemos 
recojer,  para  nuestros  raciocinios  y  para 
nuestra  demostración  con  respecto  al  puerto 
de  que  procedía  la  Sania  María,  ciertas  no- 
ticias, mejor  dicho,  apreciaciones,  que  un 
doctísimo  académico  de  la  Historia  y  escla- 
recido marino,  Sr.  Fernández  Duro,  se  deci- 
dió á  autorizar  con  su  valiosa  adhesión; 
apreciaciones  que  seguramente  hubiéramos 


—  i3  — 
ignorado,  (ya  porque  no  es  posible  leer  todo 
lo  que  se  escribe  é  imprime,  ya  por  otras 
preocupaciones  del  ánimo  y  de  la  vida)  si 
los  estudios  que  hubimos  de  emprender 
desde  hace  poco  tiempo  no  las  hubieran 
puesto  ante  nuestra  vista,  y  son  las  siguien- 
tes, conviene  á  saber:  en  su  notable  trabajo 
histórico  «Pinzón  en  el  descubrimiento  de 
las  Indias,»  año  de  1892,  página  44,  dice 
que  para  el  mencionado  primer  viaje  de  Co- 
lón «se  fletó  además  una  nao  de  Cantabria 
fuer  le  y  buena»  y  en  la  Revista  del  Cente- 
nario, cuaderno  6.°,  página  252,  afirma  que 
«Juan  de  la  Cosa  era  capitán  y  propietario 
de  la  Santa  María,  capitana  nao  construida 
en  Cantabria  expresamente  para  la  carrera 
de  Flandes.» 

Respecto  á  la  primera  proposición,  y  á 
una  parte  de  la  segunda  hemos  advertido 
desde  luego  que  la  misma  vaguedad  del  con- 
cepto destruye  la  aseveración;  cuanto  á  la  de 


— .  14  — 
haber  sido  Juan  de  la  Cosa  propietario  de 
La  Gallega,  conocíamos  el  documento  que 
el  ilustre  Navarrete  ha  incluido  en  su  «B¿- 
blioteca  marítima»,  esto  es,  la  carta  de  los 
Reyes  Católicos,  que  dice:  «Por  faser  bien 
»y  merced  á  vos  Juan  de  la  Cosa  vesino  de 
» Santa  María  del  Puerto  porque  en  nuestro 
» servicio  e  nuestro  mandado  fuistes  por 
» maestre  de  una  nao  vuestra  a  los  mares 
»del  Océano  donde  en  aquel  viaje  fueran 
» descubiertas  las  tierras  e  islas  de  la  parte 
»de  las  Indias  e  vos  perdistes  la  dicha  nao  e 
»por  vos  lo  remunerar  e  satisfacer  por  la 
» presente  vos  damos  licencia  e  facultad  pa- 
»ra  que  vos  o  quien  vuestro  poder  hobiere 
»podades  sacar  de  la  cibdad  de  Jerez  de  la 
» Frontera  o  de  otra  qualquier  cibdad  o  villa 
»o  logar  de  Andalucía  doscientos  cahises  de 
» trigo  &a  &a.» 

Esta  Real  carta,  expedida  en  Medina  del 
Campo  á  28  de  Febrero  de  1494,  no  ofrece 


—  i5  — 

ningún  otro  detalle  ó  frase  que  se  preste  á 
estudio  ó  á  interpretación  interesante. 

Y,  por  último,  en  su  hermoso  libro  titula- 
do ata  Marina  de  Castilla»,  el  Sr.  Fernán- 
dez Duro,  al  hablar  de  la  gigantesca  empre- 
sa de  Colón,  dice  así:  «La  actividad  de  Pin- 
»zón  organizó  en  breve  escuadrilla  en  que, 
»por  caprichos  del  azar,  eran  componentes 
»dos  carabelas  del  puerto  mismo  de  Palos, 
» fuertes  y  veleras,  y  una  nao  de  mayor  por- 
»te,  propiedad  de  su  maestre  Juan  de  la  Co- 
»sa,  tripulada  por  cántabros  como  él,  cur- 
»tidos  en  la  navegación  del  norte  de  Euro- 
»pa.  Los  tres  bajeles,  en  su  pequenez  bus- 
»cada,  representaban  á  los  de  Andalucía,  le- 
breles de  los  moros,  á  la  vez  que  á  los  de 
y>las  Cuatro  villas,  Vizcaya  y  Guipúzcoa, 
Ȏmulos  de  cualquier  otro  en  Flandes  como 
»cn  Venecia.»  «Eran  síntesis  de  la  marina 
>>castellana  que,  acabado  el  servicio  de  su 
» nación,  iban  á  servir  á  la  humanidad.» 


*¿&¿x±£&¿£*¿¿¿¿&*^^ 


IV, 


«Se  fletó  además  una  nao  de  Cantabria 
fuerte  y  buena.» 

Según  todas  las  noticias  que  se  tienen  del 
período  angustioso  que  Colón  pasó  en  Palos 
organizando  su  pequeña  armada  de  descu^ 
brimientos,  se  hizo  lo  que  se  pudo,  esto  es, 
se  fletaron  los  barcos  que  se  encontraron  á 
mano.  No  hubo  elección,  ya  porque  no  exis- 
tían en  aquel  puerto  otras  naves,  ya  porque 
todo  el  mundo  esquivaba  tomar  parte  en  una 
empresa  considerada  como  absurda  y  de  fa- 
tales consecuencias. 


Conocidas  son  las  amarguras  que  sufrió 
el  insigne  navegante  en  la  preparación  de 
su  escuadrilla  y  las  dificultades  de  todo  ge- 
nero que  se  le  presentaron,  unas  de  oposi- 
ción manifiesta,  otras  de  resistencia  pasiva, 
no  obstante  las  apremiantes  órdenes  de  los 
Reyes;  hacíanse  mal  y  volvían  á  hacerse 
peor  las  obras  que  requerían  los  dos  barcos 
con  que  aquel  puerto  tenía  obligación  de 
servir  á  la  Corona,  embargados  para  el  via- 
je; desert?ban  los  tripulantes  contratados  y 
huían  los  que  temían  ser  alistados  por  la 
fuerza;  habíase  formado  terrible  atmósfera 
que  amenazaba  destruir  todas  las  esperan- 
zas de  Colón ¡Es  que  se  trataba  de  los 

proyectos  descabellados  de  un  extranjero 
visionario  que,  por  ambición  ó  por  extrava- 
gante manía,  pretendía  arrastrar  á  ignora- 
dos tormentos  y  á  horrorosa  muerte  á  cuan- 
tos tuviesen  la  debilidad  de  seguirle!  Es  po- 
sible que  sin  los  piadosos  consuelos  y  las 


—  19  — 
animosas  exhortaciones  de  los  Franciscanos 
de  la  Rábida,  el  Descubridor  de  las  Indias 
se  hubiera  entregado  á  la  desesperación; 
porque,  en  efecto,  tarca  sobrehumana  era  la 
de  vencer  las  preocupaciones  de  las  clases 
inferiores,  después  de  haber  luchado  duran- 
te siete  años  con  las  de  las  elevadas;  la  de 
alcanzar  el  consentimiento  del  pueblo,  des- 
pués de  haber  logrado  el  apoyo  de  la  Corte. 
Antes,  había  encontrado  enfrente  de  sí  la 
ciencia  oficial  y  la  altivez  de  arriba;  des- 
pués, veía  obstruido  su  camino  por  la  igno- 
rancia y  por  el  fanatismo  de  aquellos  que 
eran  brazos  indispensables  para  realizar  su 
obra. 

El  mérito  de  los  Pinzones  y  de  Juan  de  la 
Cosa  estriba  precisamente  en  la  decisión 
con  que  por  fin  favorecieron  los  planes  de 
Colón;  pero  no  existió,  lo  repetimos,  verda- 
dera elececión  de  buques  y  se  alistaron  les 
que  «á  su  alcance  y  disposición  tuvieron  los 


mencionados  ilustres  marinos.  No  había 
tiempo  ni  sobraba  dinero  para  ir  de  puerto  en 
puerto  examinando  buques  ó  para  encargar 
á  Cantabria  una  nao  fuerte  y  buena:  acaso 
la  llegada  á  las  aguas  de  Palos,  en  recalada 
de  viaje  comercial  al  Mediterráneo,  de  La 
Gallega,  conducida  por  su  maestre  Juan  de 
la  Cosa,  fué  causa  de  que  éste  se  enterase  al 
pormenor  de  las  científicas  teorías  de  Colón 
y  se  determinase  á  secundar  sus  proyectos, 
pues  indudablemente  poseía,  como  los  Pin- 
zones, conocimientos,  experiencia  y  ánimo 
suficientes  para  comprender  la  verosimilitud 
de  la  empresa  patrocinada  por  los  Reyes  Ca- 
tólicos; y  así  la  Providencia  proporcionó  á 
Colón  un  buque  de  carga.  (1.)  El  mismo  se- 
ñor Fernández  Duro  dice  en  La  Marina  de 
Castilla,  que  las  tres  carabelas  componían, 
por  caprichos  del  azar,  la  escuadrilla  orga- 
nizada en  Palos. 

Examinaremos  mas  adelante  si   La  Ga- 


llega  era  ó  nó  de  Cantabria:  veamos  por  de 
pronto,  en  pocas  líneas,  el  grado  de  impor- 
tancia que  tienen  los  adjetivos  «fuerte  y 
buena:»  El  docto  Sr.  Fernández  Duro  no 
los  ha  estampado  aeguramente  en  oposición 
á  los  de  «débiles  y  malas»  como  condicio- 
nes de  las  otras  dos  carabelas  de  Palos, 
pues  en  el  párrafo  de  La  Marina  de  Casti- 
lla, arriba  copiado,  afirma  que  eran  fuertes 
y  veleras;  quiso  indudablemente  expresar 
que  en  Cantabria  se  construían  barcos  fuer- 
tes y  buenos,  en  el  sentido  de  tener  mu- 
cha, bien  curada  y  bien  trabada  madera, 
porque  los  marinos  de  una  parte  de  la  costa 
cantábrica  lanzábanse  denodadamente  hacia 
el  Norte  y  el  Noroeste,  en  busca  de  las  ba- 
llenas, donde  tenían  que  luchar  y  chocar 
con  la  fuerza  de  estos  monstruos,  con  la 
constante  bravura  del  Océano  y  con  los  flo- 
tantes y  temibles  témpanos  de  hielo  que 
se  desgajaban  de  la  zona  glacial.   Mas   en 


—  22  — 
la  «Revista  del  Centenario»,  según  hemos 
dicho,  venios  enunciada  otra  idea,  afirma- 
da sin  vacilación  alguna,  como  verdad  in- 
concusa y  averiguada:  la  de  que  la  nao 
Santa  Mana  fué  construida  «en  Cantabria 
expresamente  para  la  carrera  de  F laudes», 
esto  es,  para  el  comercio  de  las  regiones 
del  Norte,  y  por  consiguiente,  requería  la 
condición  de  fuerte  unida  á  la  de  buena  que 
comprende  las  necesarias  para  que  rindiese 
provecho  positivo  á  su  propietario  y  á  los 
mercaderes  que  la  fletasen;  pero  es  de  ob- 
servar que  estas  condiciones  no  eran  exigi- 
das exclusivamente  á  los  buques  destinados 
á  la  carrera  de  Flandes,  sino  también  á  los 
que  hubieren  de  navegar  por  los  demás  ma- 
res conocidos,  que  en  todos  ellos  los  peligros 
son  idénticos  y  frecuentes.  No  creemos  que 
el  Sr.  Fernández  Duro  quiso  expresar  que 
solo  en  Cantabria  se  construían  naves  fuer- 
tes y  buenas,  y  en  las  demás  regiones   es- 


—  23  — 
pañolas  débiles  y  malas;  á  nosotros  se  nos 
figura  que  su  propósito  fué,  por  una  parte, 
adornar,  y  por  otra  justificar  indirectamente 
su  aseveración  de  que  La  Gallega  fué  cons- 
truida en  Cantabria. 

Este  es  uno  de  los  puntos  que  nos  propo- 
nemos analizar  en  nuestro  trabajo.  La  ex- 
presada aseveración  del  Sr.  Fernández  Du- 
ro, que  á  primera  vista  aparece  concluyente, 
en  el  fondo  es  vaga,  incierta;  se  vé  la  exis- 
tencia de  una  convicción,  pero  de  una  con- 
vicción que  no  descansa  en  fundamentos 
decisivos,  que  quizás  se  deriva  tan  solo  del 
raciocinio,  sobradamente  débil,  de  que  sien- 
do Juan  de  la  Cosa  marino  cántabro,  el  bar- 
co de  que  era  maestre  ó  propietario  debía 
ser  producto  de  la  industria  de  Cantabria. 
Si  La  Gallega  hubiera  sido  construida  en 
alguna  de  las  Cuatro  villas  ó  en  alguno  de 
los  puertos  vascos,  noticia  necesaria  para 
hacer  la  mencionada  afirmación,  el  Sr.  Fer- 


*-    24    — 

hández  Duro  no  hubiera  usado  la  voz  gené- 
rica «Cantabria»,  sino  empleando  la  indi- 
vidual: «construida  en  Castro,  en  Laredo, 
en  San  Sebastian»,  Así  que  las  circunstan- 
cias que  contiene  la  carta  de  los  Reyes  Ca- 
tólicos, no  son  fundamento  bastante,  dice 
*el  Sr.  Alcalá  Galiano,  para  que  una  perso- 
na tan  erudita  afirme  que  la  Santa  María 
era  nao  construida  en  Cantabria  expresa- 
mente para  la  carrera  de  Flandes;  y  añadi- 
remos que  no  constando,  siquiera  por  indi- 
cios persuasivos,  que  haya  sido  flotada  en 
una  de  las  villas  cantábricas  para  formar 
parte  de  la  expedición  de  Colón  al  Occi- 
dente, se  nos  antoja  que  hubiera  sido  muy 
singular  su  aparición  en  un  puerlo  como 
el  de  Palos,  tan  aleja. lo  de  aquella  carre- 
ra, con  lo  cual  queda  desautorizado  el  ad- 
verbio «expresamente»;  mientras  que  no 
resulta  violenta,  ni  mucho  menos,  la  presun- 
ción de  que,  dedicados  muchos  barcos   de 


Galicia  al  trasporte  de  la  sardina  salada,  del 
abadejo  y  otros  pescados  curados  á  los  puer- 
tos del  Mediterráneo,  tornando  algunos  con 
sal,  arroz,  especias,  aceite,  telas  de  seda, 
y  demás  artículos  de  aquel  comercio,  y 
otros  en  lastre  buscando  carga  por  el  litoral, 
se  ofreciera  á  Colón  y  á  los  Pinzones  la 
ocasión  de  fletar  La  Gallega  en  el  Puerto 
de  Santa  María  ó  en  el  mismo  de  Palos.  (2) 


V. 


En  materia  de  tanta  importancia  lrstóri- 
ca  y  trascurridos  cuatro  siglos  desde  los  su- 
cesos que  se  examinan,  no  basta  hacer  de- 
terminadas afirmaciones,  por  grande  y  por 
merecida  que  sea  la  autoridad  de  los  escri- 
tores que  las  consignen:  es  imprescindible 
presentar  la  correspondiente  justificación, 
porque,  como  dice  el  P.  Mariana,  «la  histo- 
ria no  pasa  partida  sin  que  le  muestren 
quitanza.» 

Al  lado  de  la  aserveración  que  origina  Los 
presentes   comentarios  no  vemos   las  prue- 


—    28    — 

bas,  ó  indicios  serios  por  lo  menos,  de  que 
los  contemporáneos  de  Culón  daban  capri- 
chosamentelsL  denominación  de  La  Gallega 
á  la  nave  Santa  María,  ni  hallamos  indica- 
da siquiera  la  causa  de  que  el  navio  man- 
dado por  Juan  de  la  Cosa  tuviera  aquel  so- 
brenombre, ni  cita,  dato  ó  documento  algu- 
no que  justifique  la  sospecha,  siquiera,  de 
que  dicho  barco  fué  construido  en  Canta- 
bria. 

U.i  manuscrito  existente  en  el  Archivo 
de  Indias  consigna,  según  el  Sr.  Alcalá  Ga- 
liano,  que  Colón  salió  de  Palos  con  tres 
carabelas,  la  mayor  llamada  La  Gallega; 
en  la  Colección  de  documentos  inéditos  de 
Indias,  tomo  XIV,  página  563,  se  consigna 
también  que  «de  las  tres  naves  era  capitana 
La  Gallega;  Gonzalo  Fernández  de  Oviedo, 
cuya  Historia  general  de  Indias,  escrita  á 
principios  del  siglo  XVI,  está  reconocida 
como  fuente  histórica  de  primera  importan- 


—   29   — 

cia,  denomina  repetidas  veces  La  Gallego, 
en  el  capítulo  5.0  del  tomo  primero,  á  la 
carabela  capitana. 

«Debeys  saber  que  desde  alli  (Palos)  prin- 
»cipio  su  camino  con  tres  caravelas,  la  una 
»c  mayor  de  ellas  llamada  La  Gallega. — 
»De  estas  tres  caravelas  era  capitana  La 
iG'dlega  en  la  qual  ybala  persona  de  Co- 
llón.— Se  llamo  La  Gallega,  dedicada  a 
» Santa  Maria. — Y  a  la  entrada  del  Puerto 
»Real  toco  en  tierra  la  nao  capitana  llama- 
»da  La  Gallega  e  abrióse. — E  fico  hacer 
«un  castillo  quadrado  a  manera  de  palen- 
»que  con  la  madera  de  la  caravela  capitana 
»La  Gallega.y> 

Diversos  escritores,  tanto  de  la  época  co- 
mo de  las  subcesivas,  distinguen  con  el  mis- 
mo sobrenombre  á  la  nave  capitana;  y,  por 
último,  el  propio  Colón  dio  á  una  isla  la  de- 
nominación de  La  Gallega,  siendo  de  pre- 
sumir que  para  ello  no  tuvo  otro  motivo  que 


—  30  — 
el  noble  pensamiento  de  dedicar  un  recuer- 
do al  barco  en  que  realizó  la  idea  que  había 
acariciado  al  través  de  múltiples  amarguras: 
el  descubrimiento  de  las  Indias  Occidenta- 
les. En  carta  que  dirigió  á  los  Reyes  desde 
Jamaica,  fecha  7  de  Julio  de  1503,  dice  que 
«el  navio  Sospechoso  había  echado  á  la  mar, 
por  escapar,  (de  la  tormenta)  hasta  la  isla  la 
Gallega.»  La  antecedente  noticia  es  muy 
importante  para  nuestra  demostración,  pues 
Colón  no  debió  haber  dado  caprichosamen- 
te aquel  nombre  á  la  mencionada  isla;  y  re- 
petimos bajo  esta  forma  la  consideración  an- 
tes apuntada,  porque  creemos  necesario  de- 
jar bien  inculcada  en  el  juicio  de  nuestros 
lectores,  tan  evidente  prueba  de  que  Gonza- 
lo Fernández  de  Oviedo  cumplió  su  obliga- 
ción de  historiador  puntual  y  fiel,  trasmi- 
tiendo á  la  posteridad  el  nombre  «La  Galle- 
ga •>  que  vulgarmente  se  daba  á  la  nave  capi- 
tana de  Colón  al  emprender  su  primer  viaje. 


kmmákm&mmmmjámmkmMm 


vi. 


¿Por  qué  la  nave  capitana  de  Colón  se  lla- 
maba La  Gallega  á  pesar  de  que  su  maes- 
tre era  Juan  de  la  Cosa?  ¿Por  su  forma  de 
construcción,  esto  es,  por  su  corte,  por  sus 
líneas  y  por  otras  singularidades  de  su  casco 
y  de  su  arboladura?  ¿Por  haber  sido  cons- 
truida en  Pontevedra,  en  Noya,  en  la  Coru< 
ña,  en  Vivero?  ¿Por  su  historia  desde  que 
flotó  en  el  mar?  ¿Por  los  viajes  comerciales 
que  verificaba?  ¿Por  ser  gallegos  sus  propie- 
tarios antes  de  adquirirla  el  piloto  de  San- 
toña?  Por  serlo  los  copropietarios,  dado  que 


Juan  de  la  Cosa  no  fuese  su  único  dueño,  de 
la  misma  manera  que  la  Santa  Clara,  por 
pertenecer  en  gran  parte  á  la  familia  de  los 
Niño,  tenía  el  sobrenombre  de  La  Niña? 

Estas  presunciones  pueden  sin  violencia 
alguna  expresar  la  verdad  histórica  ó  acer- 
carse á  ella  y  ser  además  suficientemente 
razonables  para  que  el  Sr.  Fernández  Duro 
no  tuviera  escrúpulo  alguno  en  permitir, 
mientras  no  dispusiera  de  pruebas  irrefuta- 
bles, que  alcanzase  á  la  marina  de  Galicia 
un  reflejo  de  la  gloria  que  irradia  del  des- 
cubrimiento del  Nuevo  Mundo.  Bien  es  ver- 
dad que  el  ilustre  académico  de  la  Historia 
no  ha  querido  descender  al  estudio  de  la 
marina  gallega  de  la  Edad  Media.  Véase  su 
notabilísimo  libro  titulado  «La  Marina  de 
Castilla,»  del  cual  resulta  que  la  marina 
castellana  de  aquellos  tiempos  estuvo  redu- 
cida á  los  barcos  de  las  Cuatro  villas  y  á  los 
de  Vizcaya  y  Guipúzcoa.   Ligerísimas  indi- 


—  33  - 
cationes  con  respecto  á  Sevilla  y  algún  otro 
puerto  de  Andalucía;  leves  alusiones  á  uno 
ó  dos  de  los  de  Galicia  y  de  Asturias,  es  to- 
do lo  más  que  en  su  libro  les  concede  bon- 
dadosamente. Gijón,  Aviles,  Vivero,  Ri va- 
deo, Coruña,  Noya,  Pontevedra,  Bayona  de 
Mignor,  debieron  presentarse  ante  el  alto 
criterio  del  Sr.  Fernández  Duro  como  escon- 
didas charcas  donde  flotaron  algún  dia,  si 
acaso,  míseros  bateles  de  pescadores  de  ca- 
ña, á  pesar  de  constarle  que  en  2  de  Sep- 
tiembre del  ano  de  4343  el  rey  Eduardo  de 
Inglaterra  reclamó  al  de  Castilla  por  los  da- 
ños que  en  las  costas  y  en  los  barcos  de  sus 
dominios  lucieron  varias  «naos  de  Arribe- 
deu,  Viverro,  La  Croinhe,  Noie,  Pount  De- 
berre  e  Bayeu  Demyor. »  Para  ocasionar  ta- 
les daños  es  de  presumir  que  dichas  naos 
eran  tan  «buenas  y  fuertes,»  como  las  de 
Cantabria.  No  extrañen  nuestros  lectores 
este  lenguaje,  un  tanto  nervioso,  porque  sin 


—  34  ~ 
que  seamos  llorones,  nos  afecta  que  persona 
tan  autorizada  por  relevantes  títulos  y  por 
considerables  méritos,  haya  preterido  en  su 
libro  una  parte  interesante  y  extensa  de  la 
costa  del  reino  de  Castilla  como  es  la  de  As- 
turias y  Galicia,  sobre  todo  después  de  asen- 
tar que  el  glorioso  fundador  de  la  marina 
castellana  fué  el  célebre  arzobispo  de  Santia- 
go de  Compostela,  D.  Diego  Gelmirez,  en  el 
siglo  XII. 

Que  el  animoso  prelado  hubiese  traido  á 
los  llamados  «puertos  bajos»  de  Galicia,  des- 
de Francia  é  Italia,  maestros  de  construc- 
ción naval,  demuestra  que  á  la  sazón  no  los 
había  más  cerca,  esto  es,  en  las  Cuatro  vi- 
llas y  demás  puertos  cantábricos;  y  sería 
muy  lógico  pensar,  si  no  lo  hubieran  justifi- 
cado sucesos,  noticias,  datos  y  documentos 
de  los  tiempos  posteriores,  que  á  la  iniciati- 
va del  arzobispo  respondió  el  desarrollo  en 
Galicia  de  la  industria   de  construcción  de 


—  35  — 
barcos,  porque  no  se  pretenderá  afirmar 
que  habiendo  instalado  Gelmirez  aquellos 
elementos  de  progreso  en  las  rías  bajas  ga- 
llegas, su  esfuerzo  hubo  de  ser  en  ellas 
completamente  estéril,  resultando  en  cam- 
bio fecundo  allí  donde  no  existieron  dichos 
maestros  y  obreros  de  construcción  naval, 
esto  es,  un  despropósito  parecido  al  de  sos- 
tener que  la  siembra  que  se  hace  en  campo 
propio  dá  sus  frutos  en  el  del  vecino. 

Puesto  que  el  arzobispo  de  Com postela 
creó  tan  útil  industria  en  las  villas  marítimas 
de  su  señorío,  en  ellas  fué  donde  debió  arrai- 
garse y  florecer;  y  de  esta  manera  racional 
puede  explicarse,  á  nuestro  juicio,  el  miste- 
rio que  el  Sr.  Fernández  Duro  consigna  en 
las  siguientes  palabras:  «A  los  diez  años 
(de  la  iniciativa  de  Gelmirez)  una  escuadra 
respetable  figura  ya,  sin  saberse  corno  fué 
formada.-» 

El  docto   académico,   que  por  el   simple 


-  36  - 
hecho  de  haber  sido  Juan  de  la  Cosa  maes- 
tre de  La  Gallega  y  por  el  de  existir  comer- 
cio entre  la  costa  del  norte  de  España  y  los 
países  comprendidos  entonces  en  la  deno- 
minación de  Flandes  (3)  sacó  libremente 
la  consecuencia  de  que  aquella  carabela 
fué  construida  en  Cantabria  para  dicho  co- 
mercio, bien  pudo,  y  con  verdadera  lógica, 
ligar  la  iniciativa  de  Gelmirez  á  la  existen- 
cia, diez  años  después,  de  una  respetable 
armad?;  á  no  ser  que  se  establezca  el  pre- 
juicio de  que  en  Galicia  los  efectos  no  son 
congruentes  con  sus  causas,  como  arriba 
hemos  insinuado.  Pongamos  al  obispo  de 
Burgos  en  lugar  del  arzobispo  de  Santiago, 
y  seguramente  el  Sr.  Fernández  Duro  adi- 
vinaría como  se  había  formado  aquella  es* 
cuadra  y  en  cuales  puertos  cantábricos. 

¿Cómo  fué  formada?  En  gran  parte,  des- 
de luego,  con  los  elementos  reunidos  por 
dicho  prelado;  en  los  astilleros  que   él  creó 


—  37  — 
en  sus  dominios,  y  con  los  mareantes,  ya 
gallegos,  ya  cántabros,  que  debieron  con- 
currir para  tripularla.  Así  se  instaló  y  des- 
arrolló la  industria  de  construcción  naval  en 
Galicia;  así  pudieron  los  reyes  de  Castilla 
hacer  más  eficaz  la  guerra  con  los  moros  y 
premiar  con  notables  privilegios  y  franqui- 
cias especialísimas  el  auxilio  que  obtuvieron 
de  los  puertos  gallegos;  así  fué  despertán- 
dose la  afición  de  los  nobles  de  los  mismos 
puertos  y  comarcas  de  éstos  á  la  marina  mi- 
litar y  así  se  vio  en  la  Edad  Media  salir  de 
Pontevedra  almirantes  como  Payo  Gómez 
Charino,  Alfonso  Jofre  Tenorio,  Alvar  Paez, 
(4)  y  más  tarde  otros  marinos  famosos  co- 
mo Juan  da  Nova,  Sarmiento  de  Gamboa, 
los  Nodal,  los  almirantes  Matos  &.a  (5)  ¡Quién 
sabe  si  la  historia  de  la  marina  de  Galicia 
reserva  á  dicho  distinguido  académico  algu- 
na sorpresa  extraordinaria! 

Consideraciones    tan  razonables  parecen 


-  38  - 
invitar  á  una  previa  averiguación,  y  si  aquél 
erudito  escritor  hubiese  querido  investigar 
por  sí  ó  encargando  de  ello  á  persona  com- 
petente, en  los  archivos  de  los  concejos  y 
de  las  cofradías  de  los  puertos  gallegos,  por 
él  olvidados,  noticias  relativas  á  la  historia 
marítima  de  éstos,  tenemos  la  seguridad 
de  que  hubiera  no  solo  incluido  en  La  Ma- 
rina de  Castilla  datos  muy  interesantes,  si- 
no también  suavizado  con  oportunas  salve- 
dades la  escueta  afirmación  de  haber  sido 
construida  en  Cantabria  la  carabela  La  da  - 
llrrja.  Creemos  también  que  no  hubiera  re- 
ducido á  las  Cuatro  villas  y  puertos  vascos 
la  representación  que,  por  su  sola  autoridad, 
adjudica  á  la  nave  capitana  de  Colón  en  el 
primer  viaje  al  Occidente. 


áMMiAUAAMMUMMMMMMiUUAMM  AAUii.U  U;U,U¿¿U¿* 


VII. 


Los  privilegios  que  gozaban  varios  puer- 
tos de  Galicia  desde  antigua  fecha  y  espe- 
cialmente el  de  Pontevedra  á  consecuencia 
de  la  conquista  de  Sevilla  en  la  que,  según 
el  concienzudo  Riobóo,  tomaron  parte  vein- 
tisiete naves  de  dicha  villa  y  diez  y  siete 
de  la  de  Noya,  fueron  elementos  poderosos 
para  que  en  ella  se  desarrollasen  el  comercio 
y  la  construcción  naval.  En  el  número  de  di- 
chos privilegios  figuraba  el  de  que  sus  veci- 
nos y  mareantes  podían  traer  libremente  de 
cualquiera  parte  á  los  reinos  de  Castilla  y 


'—  40  — 
vender  con  franquicia  en  sus  naves,  esto  es, 
sin  pago  de  alcabalas  ni  de  impuesto  alguno, 
un  quinto  de  las  mercancías  que  condujesen, 
y  si  hubiesen  de  morir  por  mandato  de  justi- 
cia, se  ejecutase  en  ellos  la  pena  como  en 
personas  nobles.  (6.) 

Tan  extraordinarias  franquicias  fueron  in- 
mediato origen  de  la  gran  cofradía  de  ma- 
reantes de  Pontevedra,  pues  se  vio  la  nece- 
sidad de  hacer  constar  en  todo  momento  y 
en  todo  lugar  cuales  mareantes  y  cuales  na- 
ves eran  de  dicha  villa  y  podían  disfrutar 
aquellas  ventajas.  Establecióse  antes  que  la 
Hermandad  de  las  villas  cantábricas  y  mu- 
cho antes  que  la  cofradía  de  San  Roque  de 
Santiago,  puesto  que  al  decretarse  la  festivi- 
dad del  Corpus  Christi,  131 1,  ya  tenía  im- 
portancia suficiente  para  tomar  esta  advo- 
cación (Corpo  de  Deus)  y  encargarse  del 
culto  correspondiente,  que  llegó  á  celebrar 
con  la  mayor  esplendidez. 


—  4i  — 
Inscribiéronse  en  dicho  gremio  los  puer- 
tos y  los  mareantes  de  la  llamada  costa  baja 
ele  Galicia,  formando  una  verdadera  liga  ó 
hermandad  que  defendía  los  intereses  y  per- 
sonas que  la  componían,  y  del  grado  de  im- 
portancia que  llegó  á  adquirir  puede  juzgar- 
se per  el  siguiente  hecho,  extractado  de  una 
ejecutoria  que  consta  en  el  archivo  del  gre- 
mio. Habiendo  impuesto  el  Arzobispo  de 
Santiago,  D.  Alonso  de  Fonseca,  como  se- 
ñor de  la  tierra,  un  derecho  sobre  el  pesca- 
do y  sobre  el  par  de  millares  de  sardinas, 
que  cobró  durante  los  años  de  1472  á  1478 
inclusive,  promovióle  pleito  el  gremio  de 
mareantes  en  defensa  de  sus  privilegios  de 
tiempo  inmemorial,  y  después  de  correr  to- 
dos sus  trámites  y  apelaciones,  terminó  en  la 
Cnancillería  de  Valladolid  por  sentencia  de* 
finitiva  á  favor  del  gremio.  La  Mitra  procu- 
ró demorar  el  cumplimiento  del  fallo  que  le 
había  condenado  á  una  indemnización  de 


—  42  - 
343-649  maravedís  y  la  correspondiente  su- 
ma por  costas,  transigiéndose  esta  cuestión, 
derivada  de  la  principal,  por  escritura  de 
concordia  celebrada  en  Santiago,  en  virtud 
de  la  cual  quedó  reducida  aquella  indemniza- 
ción á  105.669  maravedís,  pues  los  marean- 
tes, según  el  texto  de  dicha  escritura,  apro- 
bada por  el  Prelado,  «suspenden,  quitan, 
remeten,  é perdonan  á  su  Señoría»  el  resto 
de  la  cantidad  señalada  por  la  sentencia.  Lo 
elevado  de  la  suma  de  343.649  maravedís, 
que  seguramente,  atendiendo  á  la  calidad  y 
altura  de  uno  de  los  pleiteantes,  no  revela 
la  verdadera  recaudación  obtenida  en  los 
siete  años,  demuestra  el  florecimiento  increí- 
ble de  la  pesca  y  de  la  salazón  en  la  ría  de 
Pontevedra  á  mediados  del  siglo  XV. 

No  es  esta  ocasión  adecuada  para  dar  no- 
ticia circunstanciada  y  completa  de  tan  po- 
deroso gremio;  lo  haremos  en  otro  trabajo, 
pero  creemos  oportuno  indicar  que,  sin  du- 


—  43  — 
da  por  desconocer  su  existencia,  el  Sr.  Fer- 
nández Duro,  en  su  citada  obra  La  Marina 
de  Castilla,  se  extraña  de  que  los  puertos 
de  Galicia  no  hayan  tenido  representación 
en  la  junta  celebrada  en  Castrourdiales  para 
el  establecimiento  de  la  Hermandad  de  las 
villas  cantábricas.  No  es  de  suponer  que  el 
erudito  crítico,  al  manifestar  su  extrañeza, 
ha  querido  expresar  que  Castrourdiales  era 
en  aquellos  tiempos  cabeza  de  la  costa  com- 
prendida entre  la  desembocadura  del  río  Mi- 
ño y  la  del  Behovia  y  que  todos  los  puer- 
tos de  ella  debieron  acudir  con  afán  á  inscri- 
birse en  el  gremio  que  se  creaba;  y  no  lo 
suponemos,  porque  no  había  entonces  ca- 
pital ó  capitales  oficiales  de  jurisdiciones 
marítimas,  ni  en  el  terreno  de  la  realidad 
disfrutaba  aquella  villa  cantábrica  superio- 
ridad señalada  ó  evidente  con  respecto  á 
gran  parte  de  las  demás,  aunque,  en  efecto, 
fuese  importante  y  rica,  ni  la  instalación  de 


—  44  — 
la  hermandad  era  cosa  nueva  para  las  que, 
como  Pontevedra,  ya  disfrutaban  los  benefi- 
cios de  la  asociación  y  de  privilegios  no  con- 
cedidos á  ninguna  otra. 


VIII. 


Era  también  muy  importante  en  Ponte- 
vedra la  cofradía  de  San  Juan  Bautista, 
formada  por  los  carpinteros  de  mar  y  de 
tierra.  Poseía  grandes  propiedades  territo- 
riales y  en  el  primer  tercio  del  siglo  XV 
constituyó  muchos  foros  y  censos;  según  el 
cartulario  de  1431  á  1562,  sus  vicarios 
y  procuradores  podían  penorar  (embargar) 
á  los  deudores  por  pensiones,  fueros  y  ana- 
les sin  intervención  de  los  jueces  y  alcal- 
des, facultad  que  se  extendía  á  «quitar  las 


-  46  - 
puertas  de  las  casas  (penetrar  en  el  domi- 
cilio) por   dineros  y  heredades.» 

Los  constructores  de  barcos  y  carpinte- 
ros de  mar  que  la  constituían  en  gran  par- 
te, disfrutaban  desde  tiempo  inmemorial 
la  franquicia  de  no  satisfacer  alcabalas  ni 
impuesto  alguno  por  la  madera,  clavazón  y 
brea,  ni  por  razón  de  «empreytada  e  tra- 
ballo  das  suas  maos  e  personas»  ni  por  ha- 
cer «navios,  naves,  barcas,  baixeles,  cara- 
belas, pinazas,  barcos,  e  bateéis  e  todas  e 
quaesquier  fustas  maijores  e  menores  para 
marear  aunque  las  figesen  e  labrasen  a  cote 
o  a  jornal  o  en  qualquier  manera  ena  dita 
villa  de  pontevedra»  según  sentencia  del 
arzobispo  de  Santiago,  Don  Rodrigo  de 
Luna,  fecha  8  de  Junio  de  1456,  en  el  pleito 
de  la  cofradía  de  mareantes  (á  que  también 
pertenecían  los  constructores  de  barcos  y 
los  obreros  correspondientes)  con  Miguel 
Ferrandez  arrendador    de  las    alcabalas  de 


—  47  — 
los    navios   de   Pontevedra    en   el  año    de 

1449.(7-) 

Estos  y  otros  privilegios,  repetimos,  die- 
ron notable  impulso  á  la  industrio  de  cons- 
trucción naval,  que  resultaba  en  Pontevedra 
menos  costosa  que  en  otras  partes,  y  acre- 
centaron su  población  y  su  comercio;  para 
demostrarlo,  bastará  que  apuntemos  las 
siguientes  noticias: 

Apoderado  de  la  villa,  en  1476,  el  famo- 
so Madruga,  Don  Pedro  Alvarez  de  Soto- 
mayor,  conde  de  Camina,  el  arzobispo  de 
Santiago,  para  recuperarla,  tras  la  inútil  ten- 
tativa anterior  realizada  con  el  auxilio  de  la 
armada  de  Don  Ladrón  de  Guevara,  pidió 
al  cabildo  de  su  catedral  veinte  mil  marave- 
dís pares  de  blancas  y  organizó  una  legión 
de  «maravillosas  doscientas  lanzas,  dice 
Vasco  de  Aponte,  y  cinco  mil  peones,  bue- 
nos hombres»;  pero  no  logró  tomarla  villa, 
y  habiendo  sido  derrotado  por  el  de  Cami- 


-  43  - 
ña,  tuvo  que  levantar  seguidamente  el  cer- 
co y  huir  con  el  conde  de  Monterrey  que  le 
acompañara  en  la  empresa.  Por  cierto  que  el 
Sr.  Murguía,  en  su  libro  Galicia,  ha  padeci- 
do la  equivocación  de  rebajar  el  menciona- 
do auxilio  del  cabildo  á  dos  mil  maravedís 
y  los  cinco  mil  peones  á  quinientos,  á  pesar 
de  haber  tomado  separadamente  las  citas; 
la  primera,  de  la  obra  del  docto  Sr.  López 
Ferreiro,  «Galicia  en  el  último  tercio  del  si- 
glo XV»  en  cuyo  primer  tomo,  página  177, 
se  inserta  el  documento  relativo  á  los  veinte 
mil  y  no  dos  mil  maravedís;  y  la  segunda, 
del  mismo  Sr.  López  Ferreiro  y  de  la  cróni- 
ca de  Vasco  de  Aponte,  que  escriben  «cinco 
mil  peones»  y  no  quinientos;  como  que  el 
conde  de  Camina  disponía,  dentro  de  Pon- 
tevedra, de  dos  mil. 

Estas  cifras  patentizan  la  importancia  de 
un  pueblo  que  á  mediados  del  siglo  XV,  co- 
mo consta  en  el  Libro  del  Concejo,  ya  tenía 


fc> 


—  49  — 
Lonja  (8)  y  calles  de  Platería   nueva  y  de 
Platería  vieja. 

Otro  dato  especial  revela  el  grado  de  pro- 
reso  á  que  la  villa  había  llegado  al  finali- 
zar la  Edad  Media;  dato  que  siempre  fué 
considerado  como  signo  indudable  de  la  ri- 
queza y  de  la  cultura  de  un  pueblo,  cual  es 
la  existencia  de  un  hospital  para  ¡azarados 
y  otro  para  pobres,  titulado  también  de 
«Corpo  de  Deus»,  engrandecido  á  principios 
del  siglo  XV  por  la  caritativa  vecina  Teresa 
Pérez  Fiota.  ¡Cuántas  poblaciones  á  las  cua- 
les se  pretende  adjudicar,  con  los  más  leves 
fundamentos,  lauros  y  glorias  fantásticas,  no 
pueden  exhibir  el  elecuente  dato  de  haber 
sostenido  un  establecimiento  de  beneficen- 
cia en  la  época  de  su  supuesta  grandeza! 

En  el  siglo  XVI,  los  canónigos  visitado- 
res del  arzobispado  de  Santiago  llaman  á 
Pontevedra  el  «mayor  lugar  de  Galicia,  y 
con  razón,  puesto  que  contaba  más  de  siete 


—  5o  — 
mil  vecinos;  el  licenciado  Molina,  malague- 
ño, ensalza  el  comercio  é  industria  del  mar 
de  la  «gran  villa  de  las  primeras  del  reino»; 
y  Ambrosio  de  Morales  la  denomina  «lugar 
grande  y  rico  con  más  naranjos  y  arrayanes 
que  Córdoba.»  Ya  en  el  siglo  XIV  el  cro- 
nista francés  Froissart  la  distinguía  con  el 
dictado  de  «bonne  ville.» 

Como  señal  indudable  en  todos  tiempos 
de  la  abundancia  de  recursos  para  la  vida  y 
de  la  prosperidad  de  un  pueblo,  Pontevedra 
presenta  la  existencia  en  ella  y  en  sus  cer- 
canías de  varios  monasterios  poseedores  de 
grandes  bienes  terrenales:  el  de  Santa  Clara, 
en  que  profesaban  las  damas  de  la  nobleza 
de  Galicia  y  aun  de  Castilla;  los  de  Santo 
Domingo  y  de  San  Francisco,  que  soste- 
nían estudios  de  Teología  y  de  Filosofía;  y 
los  de  Lerez  y  Poyo  con  iguales  estudios  y 
antiquísimas  mercedes  de  los  reyes.  De  es- 
tas dos  comunidades  eran  respectivamente 


—  Si  — 

abades  perpetuos,  á  principios  del  siglo  XVI 
el  noble  romano  Príncipe  de  Monfiore  y 
Don  Juan  de  Vibena,  Cardenal  de  Santa 
María  in  Pórtici.  Muy  cerca  también  de  Pon- 
tevedra alzábanse  el  Real  monasterio  de 
San  Pedro  de  Tenorio,  el  de  Santa  María  de 
Armentera,  el  de  San  Fructuoso  de  Tambo 
y  el  de  monjas  de  Tomeza;  todos  ellos  en 
una  comarca  de  poco  más  de  una  legua  de 
radio. 

No  debemos  olvidar  la  industria  de  fabri- 
cación de  armas,  también  muy  floreciente 
en  Pontevedra.  En  sus  armarías  no  solo  se 
labraban  aquellos  famosos  escudos  de  que 
habla  la  ordenanza  de  Tarazona,  dada  por 
los  Reyes  Católicos  é  incluida  en  la  Nueva 
Recopilación,  sino  también  ballestas,  viro- 
tes, dardos,  lanzas,  adargas,  espadas,  puña- 
les, cuchillos  y  quizás  aquellas  corazas  y  ar- 
mas de  fuego  que  tanta  superioridad  dieron 
al  célebre  conde  de  Camina.  Tenemos  va- 


—  52  -- 
rios  contratos  de  aprendizaje  del  oficio  de  la 
armaría  y  antes  del  año  1440  aparecen  co- 
mo maestros  Ruy  de  Nantes,  Pedro  Velas- 
co,  Diego  Yans,  Fernando  Gutiérrez  Sobre- 
ferro  y  otros,  vicarios  de  la  cofradía  de  San 
Nicolás,  formada  por  armeros,  cuchilleros  y 
herreros.  La  fama  de  los  escudos  de  Ponte- 
vedra, oficialmente  reconocida  por  los  Reyes 
Católicos,  nos  sugiere  la  conjetura  de  que 
tal  vez  no  hubo  solución  de  continuidad  en 
la  vida  de  dicha  población  desde  remotos 
tiempos  y  que  los  escudos  galaicos  que  Silio 
Itálico  alaba  al  describir  las  legiones  de  Aní- 
bal, procedían  de  Pontevedra  y  de  la  co- 
marca que  es  su  vecina  inmediata  por  el 
Oriente,  que  comprende  la  tierra  de  Teno- 
rio y  de  Cotovad,  denominada  por  los  ro- 
manos país  de  los  escuta  ríos,  de  que  habla 
el  cronicón  Iriense  á  propósito  de  los  lími- 
tes de  la  diócesis  de  Iría  Flavia.  Creemos 
que  el  nombre  de  escutarios  no  significa- 


—  53  — 
ba  la  clase  ó  calidad  de  escuderos  como  su- 
pone algún  escritor,  sino  de  fabricantes  de 
escudos,  pues  no  debe  prescindirse  de  que  el 
de  Tenorio  viene  de  Tanoi ras,  Tenerlas,  se- 
gún demuestra  el  P.  Sarmiento;  y  muy  sa- 
bido es  que  en  dichas  armas  defensivas  se 
empleaban  antiguamente  los  cueros  con 
mayor  ó  menor  armazón  metálica.  A  nues- 
tro juicio,  ambas  ideas  justifican  la  interpre- 
tación que  damos  á  la  palabra  escalarlos 
y  la  creencia  de  que  la  fabricación  de  escu- 
dos, juntamente  con  la  de  otros  artefactos 
de  defensa  y  de  ataque,  se  mantuvo  sin  in- 
terrupción en  Pontevedra:  lo  cierto  es  que  en 
cualquiera  sitio  en  que  se  remueve  el  suelo 
de  la  villa  se  encuentran  con  frecuencia  mul- 
titud de  escorias  que  acusan  antiguas  for- 
jas. No  es  aventurado  presumir  que  los  re- 
yes de  la  reconquista  se  proveían  de  armas 
en  sus  talleres. 

Esta   industria   continuó    ejerciéndose  y 


—  54  -^ 
prosperando  hasta  el  año  de  17 19  en  que  los 
ingleses  incendiaron  la  maestranza;  algunas 
de  las  bombas  reventaron  sobre  el  templo 
de  Santo  Domingo,  causando  su  ruina,  se- 
gún manifestación  escrita  hecha  al  ayun- 
tamiento, en  solicitud  de  ciertos  auxilios, 
por  el  Prior  de  aquel  Monasterio.  (Archivo 
municipal.) 

Por  último,  la  importancia  del  movimiento 
de  su  puerto  puede  calcularse  también  por 
el  hecho  de  existir  todavía,  aunque  rui- 
nosos en  gran  parte,  veintiséis  muelles,  de 
los  cuales  son  los  más  antiguos  ocho  ó  nue- 
ve que  miden  diez  y  seis  á  veinticinco  me- 
tros de  largo  por  doce  á  cuarenta  de  an- 
cho, con  sus  correspondientes  graderías  al 
frente.  Construíanse  los  barcos  en  los  am- 
plios espacios  que  dichos  muelles  dejan  en 
la  ribera  y  aún  no  hace  muchos  años  que 
presenciamos  la  botadura  de  una  gallarda 
corbeta,   postrer   aliento  de   aquella  flore- 


—  55  — 
cíente  industria  creada  en  el  siglo  XII  por 
el  arzobispo  Gelmirez:  de  los  astilleros  ape- 
nas queda  rastro. 

Nada  puede  ofrecer  aspecto  más  descon- 
solador que  esta  desierta  ribera,  ni  sugerir 
ideas  mas  tristes  que  la  contemplación  de 
sus  ruinas,  sobre  todo  á  las  horas  en  que  la 
pleamar  dibuja  la  línea  de  sus  descoyunta- 
dos y  corroídos  muelles:  la  hermosura  singu- 
lar del  paisaje  no  logra  desterrar  del  ánimo 
la  dolorosa  impresión  que  causa  la  muda 
elocuencia  de  aquellos  restos,  testimonio 
irrefutable  de  grandezas  desvanecidas.  Al 
evocar  lo  pasado,  surgen  en  rápida  visión 
las  naves  entrando  y  saliendo  del  puerto; 
los  peirados  ó  muelles  rebosando  en  movi- 
miento de  mercancías,  marineros  y  merca- 
deres; los  astilleros  mezclando  el  martilleo 
de  sus  obreros  con  el  canto  de  los  marean- 
tes al  levar  ancla  ó  al  cargar  las  velas,  y  los 
bateles  de  las  embarcaciones  cruzando  en 


-  56- 
todos  sentidos  las  siempre  apacibles  aguas 
de  la  mágica  ensenada El  tiempo  conti- 
núa su  serena  y  misteriosa  marcha:  acaso 
el  silencio  que  allí  impera  será  reemplazado 
en  breve  por  nueva  y  fecunda  agitación  de 
las  modernas  industrias  que  ya  asoman  sus 
altas  chimeneas,  sus  potentes  grúas  y  sus 
acerados  carriles  por  las  poéticas  márgenes 
del  rio,  (9)  con  cuyo  motivo  empiezan  á  sur- 
car sus  aguas  algunos  buques.  Dichas  in- 
dustrias traerán  otras;  los  primeros  pasos, 
que  son  los  mas  difíciles,  están  dados,  para 
honra  de  su  iniciador,  con  verdadera  intre- 
pidez. Si  Pontevedra  se  convence  de  que  la 
asociación,  la  ciencia  y  la  voluntad  son 
fecundas  fuentes  de  renacimiento,  no  tar- 
dará en  recobrar  su  prosperidad  de  otros 
tiempos. 


IX. 


Apoyados  en  algunos  de  los  anteceden- 
tes expuestos,  sin  esforzar  la  imaginación  y 
sin  dejarnos  arrastrar  por  la  fantasía,  podría- 
mos afirmar  que  en  Pontevedra  existía  uno 
de  los  mas  importantes  astilleros  de  Casti- 
lla en  la  Edad  Media;  pero  basta  al  objeto 
del  presente  libro  haber  demostrado  que  ha- 
cia la  segunda  mitad  del  siglo  XV  se  halla- 
ba floreciente  en  dicha  villa  la  industria  de 
construcción  naval,  porque  de  ello  puede 
deducirse,    sin   apurar    el    raciocinio,    que 


-  58  - 
la  nave  Santa  María  llevaba  el  segundo 
nombre  de  La  Gallega  á  consecuencia  de 
haber  sido  construida  en  un  puerto  tan  im- 
portante de  la  costa  de  Galicia,  de  la  misma 
manera  que,  según  el  Sr.  Asensio  en  su  li- 
bro «Cristóbal  Colón»,  á  la  carabela  Santa 
Cruz  construida  en  1496  en  la  Isabela  (Isla 
Española)  «¡vulgarmente  dieron  en  llamar 
La  India,  por  haberse  allí  construido.»  (10) 

Era  costumbre  en  aquella  época,  y  siguió 
siéndolo  por  mucho  tiempo,  según  los  se- 
ñores Alcalá  Galiano  y  Capmani,  dar  á  los 
buques  dos  nombres,  uno  el  vulgar  con  que 
comunmente  se  les  designaba,  y  otro  por 
devoción  á  algún  santo  ó  santa  en  el  acto 
de  bendecirlas;  la  carabela  Niña  se  llamaba 
legalmenteSa/í¿a  Clara,  y  el  de  La  Gallega 
era  sin  duda  alguna  el  nombre  vulgar  de  la 
Santa  María. 

El  Padre  Sarmiento,  que  jamás  hizo  afir- 
mación alguna  que  no  fuera  resultado  de  es- 


—  59  — 
tudios  concienzudos  y  de  noticias  ó  datos  se- 
guros, dice  que  es  verosímil  que  la  carabela 
La  Gallega  se  hubiese  labrado  en  los  astille- 
ros de  Pontevedra,  esto  es,  en  el  Arrabal  ó 
Pescadería  de  la  villa  y  que  fuese  dedicada  á 
Santa  María  la  Grande,  «que  es  la  parroquia 
de  todos  los  marineros  en  parroquia  separa- 
da,» de  cuya  manera  el  ilustre  sabio  vino  á 
corroborar  estas  palabras  del  historiador 
Fernández  de  Oviedo,  ya  copiadas;  «Se  lla- 
mó La  Gallega,  dedicada  á  Santa  María. » 
Más  el  Sr.  Murguía,  en  su  hermoso  libro 
Galicia,  después  de  consignar  esta  opinión 
del  erudito  benedictino,  le  aplica  distraída- 
mente y  sin  necesidad  alguna,  la  palmeta 
con  que  corrige  (nosotros  carecemos  de  au- 
toridad para  decir  si  justa  ó  injustamente)  á 
Strabon,  á  Plinio,  á  Pomponio  Mela  y  á 
otros  historiadores  y  escritores  antiguos  y 
modernos,  lanzando  apresuradamente  la  si- 
guiente rectificación;  «No  lo  creemos.  El  es- 


—  6o  — 
tar  dedicada  á  la  Virgen  no  es  razón;  ni  un 
solo  puerto  de  Galicia  deja  de  tenerle  dedi- 
cada su  primera  y  principal  iglesia  parro- 
quial.» Decimos  que  le  rectifica  distraída- 
mente, porque  de  las  palabras  del  P.  Sar- 
miento no  se  deduce  que  intente,  siquiera, 
afirmar  que  el  hecho  de  haber  sido  dedica- 
da á  Santa  María  la  nave  capitana  de  Colón 
demuestre  que  ha  sido  construida  en  Ponte- 
vedra; y  añadimos  sin  necesidad  alguna, 
porque  ni  de  cerca  ni  de  lejos  vemos  que  la 
cita  y  rectificación  del  Sr.  Murguía,  sirvan 
para  apoyar  ó  para  aclarar  el  texto,  pues  el 
historiador  gallego  dice  en  este  que  «da  fé 
de  su  naciente  industria,  á  mediados  de  la 
décima  quinta  centuria,  el  hecho  de  que  en 
sus  muelles  se  fabricaban  las  pequeñas  em- 
barcaciones del  tiempo.»  Como  se  vé  resul- 
ta que  la  rectificación  de  lo  dicho  por  el 
P.  Sarmiento,  más  bien  destruye  que  con- 
firma la  aseveración  del  texto;  pero  no  he- 


—  ol- 
mos de  hacer  hincapié  en   este  detalle  y 
aprovecharemos  la  oportunidad  para  rectifi- 
car á  nuestra  vez  lo  dicho  por  el  Sr.  Mur< 
guía. 

La  construcción  naval  no  era  en  Ponteve- 
dra industria  naciente  á  mediados  del  siglo 
XV,  sino  arraigada  de  antiguo.  Lo  prueba 
la  confirmación  del  privilegio  de  exención 
del  impuesto  de  la  galea  por  D.  Alfonso  XI 
en  Toro  á  22  de  Agosto  de  13 16,  que  cita- 
mos en  la  nota  núm.  4,  pues  se  refiere  al  he- 
cho de  que  el  rey  D.  Sancho  dispuso  que  la 
galera  construida  en  Pontevedra  para  pagar, 
por  fuerza  mayor,  dicho  impuesto,  no  saliera 
de  su  puerto  y  se  pudriera  en  él:  de  modo 
que  en  el  siglo  XIII  se  construían  galeras  en 
la  expresada  villa.  Demuéstralo  también  la 
sentencia  del  arzobispo  D.  Rodrigo  de  Luna, 
ya  citada,  fechada  en  1456,  en  la  que  se  enu- 
meran todas  las  embarcaciones  mayores  y 
menores   que   entonces   se   fabricaban    en 


—    62    — 

la  mencionada  villa.  Esta  fabricación  no 
se  verificaba  en  los  muelles,  sino  en  los 
sitios  de  la  ribera  apropiados  al  caso  pol- 
la inclinación  del  terreno  y  por  otras  con- 
diciones; los  muelles  ó  peirados  (algunos 
con  cubierta  y  entrada  especial,  esto  es, 
no  libre)  eran  necesarios  para  el  desahoga- 
do movimiento  del  tráfico  mercantil,  (u.) 
más  importante  en  Pontevedra  que  en  nin- 
gún otro  puerto  de  Galicia;  y  claro  es  que 
con  dicho  tráfico  habría  de  caminar  parale- 
la la  industria  de  construcción  naval.  Las 
afirmaciones  sobre  puntos  históricos  deben 
ser  acompañadas,  insistimos  en  decirlo,  de 
las  correspondientes  pruebas:  la  autoridad 
literaria  no  es  suficiente  para  dar  á  los  pue- 
blos patentes  de  mayor  ó  menor  importan- 
cia en  este  ó  en  otro  sentido. 

Rogando  á  los  lectores  que  nos  perdonen 
la  anterior  digresión  y  volviendo  al  punto 
que  examinábamos,  diremos  que    el    sabio 


-  63  - 
P.  Sarmiento  tenía  plena  conciencia  de 
cuanto  decía,  y  lo  que  dice  se  reduce  á  «que 
es  verosímil  se  fabricase  en  Pontevedra  la 
carabela  La  Gallega  y  se  dedicase  á  Santa 
María»,  que  se  nos  figura  una  cosa  comple- 
tamente distinta  de  la  que  supone  el  comen- 
tario del  Sr.  Murguía.  (12) 

La  opinión  del  P.  Sarmiento  es  suma- 
mente valiosa;  nosotros  le  damos  toda  la 
autoridad  que  umversalmente  merecen  cuan- 
tos juicios  ha  emitido  el  insigne  fraile  de 
San  Martin  de  Madrid,  y  no  terminaremos 
este  capítulo  sin  recordar  su  aseveración  re- 
lativa á  que  el  más  antiguo  faro  de  Galicia, 
el  de  la  Lanzada,  cuyos  restos  de  especial 
contextura  betuminosa  revelan  su  construc- 
ción por  los  fenicios,  designaba  exclusiva- 
mente á  los  navegantes  la  entrada  de  la  ría 
de  Pontevedra,  dato  interesante  para  paten- 
tizar la  importancia  que  tenía  en  remotas 
edades,  quizás  por  hallarse  situada  en  su  fon- 


-  64  - 
do  (como  opina  también  el  ilustre  P.  Fita)  la 
ciudad  de  Lambriaca,  cuya  resistencia  á  las 
legiones  de  Décio  Junio  Bruto  le  dio  señala- 
do puesto  en  la  historia. 


WWWW-^WWWWWWWWWWWWWWVV'wwWvVVVWv^ 


X. 


Al  llegar  á  este  punto  de  nuestra  tarea, 
creemos  que  ya  es  ocasión  de  presentar  una 
prueba  decisiva  para  aclarar  la  cuestión  que 
ventilamos. 

En  nuestro  afán  de  recojer  por  doquiera 
documentos  antiguos  de  toda  clase,  secun- 
dando dentro  de  nuestra  modesta  esfera  las 
útiles,  nobles  y  patrióticas  labores  de  la  So- 
ciedad Arqueológica  de  Pontevedra,  presi- 
dida por  nuestro  docto,  activo  y   querido 


—  66  — 
amigo  Don  Casto  Sampedro,  digna  por  to- 
dos conceptos  de  la  consideración  que  dis- 
fruta y  de  ser  protegida  por  el  país,  por  las 
entidades  oficiales  de  toda  clase  y  por  las 
personas  ilustradas,  (13.)  hemos  logrado 
reunir  diversos  instrumentos  del  siglo  XV. 
Algunos  son  escrituras  en  pergamino  y  en 
papel,  completamente  formalizadas;  otros 
pertenecen  á  minutarios  notariales  con  todas 
las  condiciones  apetecibles  de  autenticidad 
en  esta  clase  de  documentos,  por  el  papel, 
por  la  redacción,  por  la  letra,  por  la  tinta  y 
por  esas  otras  particularidades  que  solo  el 
prolongado  trascurso  del  tiempo  imprime  en 
los  objetos. 

La  escritura  que  á  continuación  copia- 
mos, manchada  en  varios  sitios  y  deteriora- 
da en  alguno  de  sus  bordes,  pero  sin  que 
ninguna  de  estas  circunstancias  perjudique 
á  lo  esencial  del  documento,  ni  dificulte  la 
lectura  y  apreciación  de  sus  términos,  encie- 


-6/  - 
rra  á  nuestro  juicio  un  valor  inestimable  pa- 
ra la  historia. 

La  primera  página  de  la  primera  hoja 
contiene  la  mayor  y  última  parte  de  un  con- 
trato de  censo  anual  que  hace  García  Day, 
mareante,  por  valor  de  nueve  maravedís 
viejos,  blanca  en  tres  dineros,  á  favor  de  «di- 
ta cofradía  e  cofrades  déla»:  creemos  que  se 
trata  de  la  de  San  Juan  Bautista  ó  de  la  de 
Santa  Catalina.  Comienza  la  segunda  pági- 
na de  la  misma  hoja  con  un  breve  apunte  de 
préstamo  que  Constanza  Alfonso  facilita  á 
Alfonso  Alvariño:  su  letra  es  igual  á  la  del 
contrato  anterior.  Sigue,  en  la  misma  letra, 
un  recibo  de  la  manda  que  en  su  testamen- 
to había  dejado  María  García  á  su  padre  Gar- 
cía líuiz  da  Correaría;  subrayamos  este 
detalle  para  fijar  en  él  la  atención  de  nues- 
tros lectores.  Al  final  de  cada  una  de  estas 
escrituras  figuran  los  testigos  asistentes  á  ca- 
da acto.  Y  á  continuación  se  encuentra  el  si- 


—  68  -*- 
guíente  contrato,  escrito  por  la  misma  mano 
que  los  precedentes. 

«Año  de  lxxxuij  |  cinco  diasdodito  mes 
«dejulljo  |  St  (Sabean  todos)  qeu  luis  mns 
«(Méndez,  Martínez  ó  Muñiz)  mercader  be- 
«siño  da  villa  de  pontvedra  q  soo  presente 
«en  nom  de  afon  vaasqs  mercader  besiño  da 
«villa  de  aveiro  do  regno  de  portogal  ana- 
«dell  (?)  dos  bes  (la  segunda  sílaba  no  se  lee 
«á  causa  de  un  borrón  de  tinta)  de  caualo  | 
«Qbestas  de  cabalo?)  do  q1  dto  a°  bs  |  eu  ey 
«poder  pra  faser  e  outorgar  esto  aquí  adeant 
«contenido  p  hna  carta  de  poder  firmada  do 
«nom  e  signal  de  jua  colago  cabellan  Qcham- 
«belan?)  da  dita  villa  de  aveiro  polo  señor 
«Infante  |  do  q1  dta  ca  de  pder  o  tenor  atal 
«he  |  (Sigue  un  espacio  de  cuatro  líneas  en 
blanco,  con  que  termina  esta  página:  em- 
pieza la  primera  plana  de  la  segunda  hoja 
con  otro  espacio  de  ocho  ó  nueve  líneas,  tam- 


-  69  - 

bien  en  blanco,  en  donde  habría  de  insertar- 
se la  carta  de  poder.)  «por  ende  en  nom  do 
«dito  a°  vaasqs  po  el  e  po  vertude  da  dta 
«carta  de  pder  Afreto  de  vos  ferna  cervyño 
«besiño  da  dta  villa  o  boso  nabio  |  q  deus 
«salue  q  dise  por  nom  sta  m  (Santa  María) 
«o  q1  agora  esta  a  o  porto  da  pont  da  dta 
«villa  de  pontvedra  pa  q  plasendo  a  deus 
« o  d  °  a  °  vaasqs  ¡  carrege  o  d  °  navio  de  sal 
«en  o  prto  da  dta  villa  de  a  veiro  |  pa  a  dta 
«villa  de  pontvedra  ou  pa  a  villa  de  pdron  | 
«o  q1  nabio  deue  de  aqui  de  partir  a  tomar 
«a  dta  carrega  doje  este  dia  ata  quise  dias 
«logo  siguentes  dando  lie  dous  qo  desevarjen 
«e  do  dia  que  arribare  a  o  dto  prto  de  avei- 
«ro  ata  cinco  dias  siguentes  o  d  °  navyo  de- 
«ue  de  ser  cargado  do  dto  sal  e  deue  de  par- 
«tir  co  a  boa  bentura  do  prmo  (primero) 
«tpo  (tempo)  q  lie  deus  de  e  vyr  tato  a  vian 
«(;,Viana  do  Castelo?)  como  a  o  prto  de  mor 


—  /o  - 
«(Bayona  de  Mignor?)  e  ende  pousar  ancla 
«e  estar  dous  dias  siguentes  e  en  estos  dtos 
«dous  dias  o  d°  a°  vs  deue  dar  deuysa  (di- 
«visa)  se  o  dto  navio  yra  descarregar  o  dto 
«sal  en  dta  villa  de  pontevedra  (ou)  se  yra 
«descarregar  a  a  dta  villa  de  pdron  |  e  do 
«dia  q  o  dto  navio  la  g  (ininteligible:  ¿la 
«Gallega?)  arribare  a  cada  hunadas  dtas  vi- 
días  a  a  sua  descarrega  ata  oyto  dias  o  di- 

«to  nabio  deue  ser  descargado  do 

«e  vos  od"  ni c  (dito  maestre)  pago  de  voso 
«frete  conuen  a  saber  o  frete   q  auedes  de 

«auer  de  cada  leiro  (?) qo  d°  navio 

«trouxer  por  frete  e  seuo  e  crauos  e 

«  |  e  caabres  tresentos  e  des  mrs  de  mone- 
«da  vella  contando  a  branqa  en  tres  dine- 

«ros  |  e  alamajas  (¿almácigas?)    e 

«alaman  (?)  grande  e  petite  sean  sobre  o  d  ° 
«mercader   sopna  (so  pena)  v  U  ^  (cinco 

o 

«mil  maravedís.)  ts  (testigos)  Ruy  gs  (Go- 


—  7i  — 
«tierrez)  carpentero  f  o  lops  (Fernando  Lo* 

«pez)  alfayate  |  (Carcomido  el 

papel  en  la  esquina  inferior,  pero  viéndose 
trazos  superiores  de  letras)  «de  foroda  e  g 
« Hujs  m  rs  e  outros  |  (de  Foronda  y  García 
Ruiz  mareantes  y  otros.)  Por  los  bordes  la- 
teral y  superior  de  un  borrón  de  tinta  salen 
claramente,  como  en  otras  escrituras,  los 
trazos  de  fta  (feita,  hecha)  con  parte  de  un 
signo  ó  rúbrica.  Los  puntos  suspensivos  in- 
dican palabras  que  no  hemos  podido  leer  ó 
descifrar:  este  documento  no  contiene  ras- 
paduras ni  enmiendas,  y  para  inteligencia 
de  nuestros  lectores  en  cuanto  al  puerto  de 
la  puente,  diremos  que  el  de  Pontevedra  te- 
nía tiene  fondeaderos  para  buques  mayo- 
res; el  de  la  Puente,  el  de  la  Barca  y  el  de 
los  Buraces,  hoy  de  la  Corbaceiras.  A  di- 
chos fondeaderos  se  les  llamaba  puertos: 
actualmente  están  casi  cegados. 


XI. 


El  navio  Santa  María,  á  que  se  refiere  el 
anterior  contrato  de  flete,  ¿era  la  nao  capita- 
na de  Colón  en  su  primer  viaje  de  descubri- 
mientos? Acaso  nos  impulse  la  alucinación, 
pero  no  vacilamos  en  responder  afirmativa- 
mente. 

Nao,  navio,  nave  y  bajel  son  voces  genéri- 
cas que  se  usaban  indistintamente  en  el  siglo 
XV;  la  primera,  sin  embargo,  expresaba  á  la 
vez  mayor  capacidad  que  la  ordinaria  ó  co- 
rriente en  buques  de  una  misma  forma  y  ar- 


—  74  — 
boladura;  y  por  esta  razón,  como  lo  han  de- 
mostrado varios  eruditos  críticos,  á  la  cara- 
bela La  Gallega,  se  le  llama  con  frecuencia 
nao  con  relación  á  la  Pinta  y  á  la  Niña;  en 
la  denominación  genérica  vulgar  de  navios 
eran  incluidos  todos  los  barcos,  naos,  pina- 
zas, carabelas,  barcas  y  fustas  mayores  y 
menores  que  hacían  la  guerra  ó  el  comercio. 
Navios  llaman  Herrera  y  otros  historiadores, 
diversas  veces,  á  las  tres  carabelas  de  Co- 
lón; en  las  instrucciones  y  cartas  reales  de  la 
época  también  se  usa  la  misma  voz  genéri- 
ca; y  vemos  en  varios  documentos,  relativos 
al  puerto  de  Pontevedra,  citar  «las  alcaba- 
las de  los  navios»,  el  «seguro  que  el  concejo 
hacía  de  los  navios  y  de  las  mercancías» 
(14)  «la  armada  de  navios  de  Gonzalo  Co- 
rrea», el  «navio  de  Gonzalo  de  Camoens», 
al  que  también  se  le  llama  carabela,  «el 
navio  Santa  María  del  Camino»  llamado 
asimismo  pinaza,   la  barca  «San  Salvador, 


—  75  — 
la  naao  de  Alvaro  López»  y  otras  em- 
barcaciones, á  las  que  se  daba  á  la  vez  el 
nombre  de  navios,  empleándose  el  de  na- 
ves y  el  de  bajeles  en  lenguaje  más  culto. 
No  hay,  pues,  reparo  alguno  que  oponer 
respecto  al  hecho  de  que  á  la  Sania  María 
se  le  llame  navio  en  el  contrato  copiado. 

Trátase  en  dicho  documento  de  un  bu- 
que de  carga,  y  lo  era  también  la  carabela 
La  Gallega,  como  lo  asegura  Pedro  Mártir 
de  Angleria,  contemporáneo  de  Colón,  en 
sus  Ocho  décadas,  libro  primero,  que  al  ha- 
blar de  los  tres  barcos  del  primer  viaje  al 
Occidente  dice:  «tria  navigia:  unum  onera~ 
rium  cavéatum,  alia  dúo  mcrcatoria  levia 
sine  cavéis,»  esto  es,  la  una  de  carga  con 
gavias,  otras  dos  mercantes,  ligeras  y  sin 
gavias,  (cofas  actualmente,  según  el  Sr.  Al- 
calá Galiano.)  (15.) 

Ninguna  de  estas  circunstancias  y  la  de 
haberse   hecho   el   contrato   en   el    año   de 


-  76  - 
1489,  tan  próximo  al  que  constituye  una  de 
las  fechas  más  memorables  de  la  Historia, 
bastarían  para  sugerirnos  la  convicción  de 
que  el  navio  Sania  María,  fletado  en  Pon- 
tevedra por  el  mercader  de  Aveiro,  era  la 
misma  nao  La  Gallega  de  Colón,  si  el  do- 
cumento de  que  se  trata  no  exhibiese  un 
detalle  muy  favorable  á  nuestro  criterio.  En 
él  aparecen  como  testigos  del  flete  dos  ma- 
reantes, uno  apellidado  de  Foronda,  sin 
nombre  á  causa  del  deterioro  del  papel,  y 
otro  llamado  García  Ruiz,  quienes,  á  nues- 
tro juicio,  son  los  mismos  García  Ruiz  y 
Pedro  de  Foronda  que  respectivamente  figu- 
ran en  la  relación  de  tripulantes  de  La  Ga- 
llega y  en  la  lista  de  desventurados  que,  al 
mando  de  Diego  de  Arana,  quedaron  en  la 
Isla  Española  al  regresar  Colón  de  su  pri- 
mer viaje  y  fueron  asesinados  por  los  indí- 
genas. (16.) 

Es  posible  que  hayan  sido  distintas  perso- 


—  77  — 
ñas;  pero  no  es  de  presumir,  dado  que  unos 
y  otros  eran  marineros,  que  se  trata  de  una 
embarcación  con  el  nombre  de  Santa  Ma- 
ría, fletada  tres  años  antes  del  descubri- 
miento del  Nuevo  Mundo,  en  un  puerto  de 
Galicia  que  florecía  en  la  construcción  de 
naves,  y  que,  por  otra  parte,  se  trata  tam- 
bién de  la  que  fué  capitana  de  Colón,  cuyo 
nombre  de  bendición  era  Santa  María  y  el 
vulgar  La  Gallega.  No  es  probable,  por  lo 
tanto,  que  estas  circunstancias  sean  meras 
coincidencias.  Es  verdad  que  el  nombre  y 
apellido  de  García  Ruiz,  juntos  en  una  mis- 
ma persona,  eran  muy  comunes  en  aquellos 
tiempos,  demostrándolo  el  recibo  de  man- 
da testamentaria  que  precede  al  contrato 
que  examinamos,  en  que  aparece  un  Gar- 
cía Ruiz  da  Correaría  (calle  de  Pontevedra) 
que  nosotros  suponemos  diverso  del  marine- 
ro testigo  del  flete  (pues  la  indicación  de  la 
calle  ó  barrio  servía  para  distinguir  á  indi- 


-78  - 
viduos  de  iguales  nombres]  pero  acompa- 
ñándole un  Foronda,  apellido  nada  vulgar, 
y  constando  ambos  en  las  listas  antes  men- 
cionadas, la  cuestión  cambia  de  aspecto  y 
no  es  aventurado  ni  caprichoso  dar  á  este 
detalle  la  interpretación  que  desde  luego  le 
damos. 

El  Pedro  de  Foronda  que  formó  en  el 
destacamento  sacrificado  por  los  indios, 
aparece  en  la  lista  citada  sin  indicación  del 
pueblo  de  su  naturaleza,  y  hay  que  notar  la 
circunstancia  de  que,  á  más  de  figurar  un 
Foronda  en  el  contrato  de  flete,  figura  tam- 
bién en  el  acta  del  concejo  de  Pontevedra, 
reunido  á  16  de  Abril  de  1437,  entre  otras 
personas,  un  Ruy  da  Fronda;  y  no  es  preci- 
so gran  esfuerzo  para  admitir  que  este  ape- 
llido y  el  de  Foronda  son  uno  mismo,  de- 
mostrándose así  su  existencia  en  la  mencio- 
nada villp.  (17) 

García  Ruiz  figura  en  la  relación  de  tri- 


—  79  — 
pialantes  de  la  carabela  Santa  María  (La 
Gallega )  en  esta  forma:  «García  Ruiz,  de 
Santoña».  Parece  que  ya  no  es  posible  ha- 
cer objeción  alguna,  pues  nada  más  sencillo 
que  siendo  Juan  de  la  Cosa  natural  de  aque- 
lla villa,  le  acompañara  algún  marinero  pai- 
sano suyo,  por  más  que  el  piloto  de  Santo- 
ña  hacía  mucho  tiempo  que  se  había  aleja- 
do de  su  pueblo  y  se  hallaba  avecindado  en 
Puerto  de  Santa  María:  sabido  es  que  la  ve- 
cindad no  se  adquiría  de  cualquiera  mane- 
ra. Más  revisando  dicha  relación  de  tripu- 
lantes de  La  Gallega,  apercibimos  un  error 
de  importancia  por  cierto,  y  es  el  siguiente: 
aparece  en  aquella  relación  un  «Pedro  de 
Villa,  de  Sanloua»  que  en  otro  documento 
de  la  época,  irrefutable,  nada  menos  que  el 
Diario  de  navegación  de  Colón,  se  dice  ser 
de  Puerto  de  Santa  María.  Cuando  al  regre- 
sar del  primer  viaje  el  ínclito  Descubridor 
del  Nuevo  Mundo  y  los  tripulantes  de  la  ca- 


—  8o  — 
rabela  Niña  (Santa  Clara),  se  vieron  en  in- 
minente peligro  de  naufragar,  elevaron  sus 
ojos  al  Cielo  y  ofrecieron  echar  á  la  suerte 
tres  romeros;  dos  de  ellos  habrían  de  ir  en 
peregrinación  á  Nuestra  Señora  de  Guada- 
lupe, en  Extremadura,  y  á  Nuestra  Señora 
de  Loreto  en  Ancona,  Italia;  el  tercero  ha- 
bría de  velar  una  noche  en  Santa  Clara  de 
Moguer.  Echadas  las  suertes,  tocó  el  pri- 
mer voto  y  el  último  á  Colón;  el  segundo  á 
«Pedro  de  Villa,  marinero  del  Puerto  de 
Santa  María  y  el  Almirante  le  prometió  de 
le  dar  dinero  para  las  costas  del  camino  » 
Es  de  creer  que  el  error  está  en  la  lista  de 
la  tripulación  de  La  Gallega,  que  es  un  do- 
cumento muy  moderno,  y  no  en  el  Diario 
de  navegación  citado;  y  ahora  bien  ¿no  pu- 
do padecerse  igual  equivocación  al  señalar 
también  la  naturaleza  de  Santoña  á  García 
Ruiz?  Porque  hay  que  tener  en  cuenta  que 
los  manuscritos  ordinarios  ó  corrientes  del 


—  8i  — 
siglo  XV  son  muy  difíciles  de  traducir,  so- 
bre todo  en  lo  que  toca  á  nombres  de  per- 
sonas y  de  pueblos,  para  los  cuales  se  usa- 
ban generalmente  por  los  oficinistas  y  curia- 
les de  la  época  abreviaturas  singulares,  ca- 
si indescifrables. 

Después  de  todo,  haya  habido  error  ó  no 
en  la  confección  de  la  lista  de  que  se  trata, 
para  esclarecer  si  el  navio  Santa  María  fle- 
tado en  Pontevedra  por  un  mercader  de 
Aveiro  en  1489,  es  la  nao  La  Gallega  capi- 
tana de  Colón,  el  hecho  de  haber  presencia- 
do el  contrato  de  flete  un  Foronda  y  un 
García  Ruiz,  fuese  de  Santoña,  fuese  de  Pon- 
tevedra, reviste  verdadera  importancia;  na- 
da más  frecuente  que  al  cambiar  un  buque 
de  amo  y  señor,  como  entonces  se  decía, 
ó  de  maestre,  continúen  alguno  ó  algunos 
marineros  perteneciendo  á  su  tripulación  y 
esto  pudo  haber  sucedido  al  encargarse 
Juan  de  la  Cosa  de  La  Sania  María,  en  Pon- 


—    82    — 

tevedra  ó  en  otro  puerto,  ya  como  propie- 
tario ó  copropietario,  ya  como  capitán  ó 
maestre,  y  pudo  suceder  también  que  dichos 
mareantes,  con  posterioridad  al  acto  de  ser 
testigos  del  flete,  hubiesen  entrado  á  formar 
parte  de  la  expresada  tripulación. 

Hay  que  añadir  á  las  anteriores  conside- 
raciones las  siguientes.  Vemos  entre  los  tri- 
pulantes de  la  Pinta  á  un  Juan  de  Sevilla,  de 
quien  no  se  indica  pueblo  de  naturaleza,  por 
desconocerse  ó  quizás  por  haberse  concep- 
tuado su  apellido  como  dato  elocuente,  ra- 
ciocinio que  en  verdad  no  tiene  sólido  fun- 
damento. En  el  Libro  del  concejo  de  Pon- 
tevedra que  empieza  en  1437  y. termina  en 
1463,  aparecen  desde  1438  varios  Juan  de 
Sevilla;  uno  como  alcalde  ordinario  y  luego 
como  procurador  de  dicho  concejo,  otro  co- 
mo alcabalero  y  otro  como  mareante,  algu- 
no de  ellos  como  testigo,  repitiéndose  el 
nombre  y  apellido  con  mucha  frecuencia. 


-  83  - 
¿Habrá  pertenecido  á  alguna  de  estas  fami- 
lias Sevilla  el  marinero  de  la  Pinta,  por  ha- 
ber pasado  á  ella,  en  el  arreglo  de  las  tripu- 
laciones, si  lo  hubo,  desde  la  Santa  María 
ó  La  Gallega? 

Análoga  sospecha  nos  inspira  la  circuns- 
tancia de  llamarse  Cristóbal  García  Sar- 
miento (i 8)  el  piloto  de  la  Pinta,  apellidos 
que  en  aquella  época,  y  aún  hoy,  formaban 
uno  solo  nada  vulgar  y  muy  notorio  á  la  sa- 
zón en  la  comarca  de  la  actual  provincia  de 
Pontevedra  comprendida  entre  el  curso  ba- 
jo del  río  Miño  y  el  río  Lerez,  así  como  en 
dicha  villa.  Los  García  Sarmiento,  señores 
del  castillo  de  Sobroso,  después  condes  de 
Salvatierra  y  de  Gondomar,  poseían  propie- 
dades territoriales  en  el  interior  y  en  la  costa 
de  que  era  puerto  principal  el  de  Bayona  de 
Mignor;  una  de  sus  ramas  se  había  unido 
tiempo  atrá¿  á  la  familia  de  los  Sotomayor, 
de  las  más  ilustres  de  Galicia,  por  el  casa- 


-  84  - 
miento  de  Fernán  García  Sarmiento  con 
D.a  María  Paez  Charino,  (tercera  hija  del  al- 
mirante Payo  Gómez  Charino)  sepultados 
en  la  iglesia  de  Bembibre.  Poseían  capilla 
y  enterramientos  en  la  del  Monasterio  de 
San  Francisco  de  Pontevedra;  uno  de  los  in- 
dividuos de  la  misma,  que  el  Sr.  López  Fe- 
rreiro  escribe  García  Xarmiento,  fué  prisio- 
nero del  Conde  de  Camina  en  el  siglo  XV,  y 
otro,  á  principios  del  XVI,  arbitro  nombra- 
do por  los  concejos  de  Pontevedra  y  de 
Portonovo  para  dirimir  la  cuestión  que  ven- 
tilaban sobre  uso  de  los  cercos  de  mar.  (Enor- 
mes aparatos  de  pesca.)  Posible  es,  y  muy 
probable,  que  un  segundón  de  dicha  familia 
hubiese  abrazado  la  profesión  de  marino  y 
que,  por  conocer  prácticamente  aquella  par- 
te del  Occéano,  hubiese  dirigido  la  proa  de 
la  Pinta,  en  el  viaje  de  regreso  y  pasada  la 
borrasca,  al  citado  puerto  de  Bayona,  en  el 
cual  fondeó,  ¿Habría  sido  piloto  de  La  Ga* 


-  85  - 
llega  antes  de  que  esta  carabela  formase 
parte  de  la  expedición  al  Occidente?  Nues- 
tra presunción  no  tiene  nada  de  extrava- 
gante; por  el  contrario,  su  fundamento  es 
racional,  y  creemos  que  puede  admitirse 
mientras  no  vengan  nuevos  datos  á  des- 
truirla. 

Por  último,  haremos  constar  que  tene- 
mos el  evidente  recuerdo  de  haber  leido 
que  el  criado  de  Colón  en  su  primer  viaje 
era  natural  de  Galicia,  pero  nuestros  esfuer- 
zos para  comprobar  este  recuerdo  y  atesti- 
guarlo con  la  cita  correspondiente,  han  si- 
do inútiles,  ya  por  haber  trascurrido  varios 
años  desde  que  hemos  visto  la  noticia  en  le- 
tras de  molde,  ya  por  ser  muy  extensa  la 
colección  de  libros,  folletos  y  artículos  pe- 
riodísticos dedicada  á  la  vida  del  revelador 
del  Nuevo  Mundo  y  á  su  glorioso  descubri- 
miento. Despertóse  en  nuestra  memoria  al 
reparar  que   figura,  como  criado  de  Colón, 


—  86  — 
en  la  mencionada  lista  de  tripulantes,  un 
Diego  de  Salcedo,  en  quien  concurre  la  cir- 
cunstancia de  apellidarse  con  el  nombre  de 
una  parroquia  limítrofe  de  Pontevedra  y  ri- 
bereña de  su  ría;  y  por  mas  que  lo  antedi- 
cho es  simple  conjetura,  no  hemos  vacilado 
en  apuntarla,  porque  tratándose  de  la  acla- 
ración de  remotos  sucesos,  el  mas  insignifi- 
cante detalle  puede  producir  la  luz. 

Formaron,  pues,  en  nuestro  concepto, 
parte  de  las  tripulaciones  que  acompañaron 
á  Colón  á  la  realización  de  su  memorable 
empresa,  los  gallegos  Cristóbal  García  Sar- 
miento, Pedro  de  Foronda,  Juan  de  Sevilla, 
Diego  de  Salcedo,  García  Ruiz  probable- 
mente, y  quizás  habrán  tenido  la  misma  na- 
turaleza algunos  individuos  de  los  que  figu- 
ran en  las  listas  sin  indicación  de  su  pueblo 
natal,  pues  de  ser  hijos  de  Andalucía,  como 
la  mayor  parte  de  los  tripulantes  de  las  ca- 
rabelas, hubiera  sido  también  mas  conocida 


-8/  - 
su  procedencia  y  puntualizada  en  los  docu- 
mentos de  la  época.  De  manera  que,  á  mas 
de  nuestra  legítima  satisfacción  en  consig- 
nar aquellos  nombres  unidos  al  glorioso  des- 
cubrimiento de  las  Indias  de  España,  nos 
parece  que  dejamos  demostrada  en  parte  la 
inconveniencia  de  que  se  estampen,  en  li- 
bros dedicados  á  exclarecer  la  historia, 
afirmaciones  aventuradas  y  de  ellas  se  deri- 
ven pretericiones  injustas. 


www»vv»wwyv/vwvVwvvwWvY^W^vw-v^AA,>/UxA:.<.,>„>„>,.>'; 
ni iiiiiiliiiiliiliililililliilflliiiiiiilliinlmiiiliiliiiiitll miiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiüñ 


XII. 


Llegamos  ahora  al  examen  de  otro  inte- 
resante punto;  el  relativo  á  que  la  carta  de 
los  Reyes  Católicos,  demuestre  que  Juan 
de  la  Cosa  era  propietario  de  «/a  Gallega.» 

A  nuestro  juicio,  no  lo  prueba  plenamente 
ni  mucho  menos.  Hasta  los  tiempos  moder- 
nos, en  que  los  correos  primero  y  el  telé- 
grafo después,  pusieron  á  las  compañías  ó  á 
las  personas  que  eran  amos  y  señores  de  las 
embarcaciones,  en  fácil  y  frecuente  comuni- 
cación con  los  maestres,  capitanes  ó  patro- 


—  9o  — 
nes  que  las  gobernaban,  estos  tuvieron  fa- 
cultades generales  y  asumieron,  digámoslo 
así,  la  propiedad  del  buque  de  su  mando,  á 
fin  de  que  en  toda  ocasión  pudiesen  obte- 
ner ó  aprovechar  las  ventajas  que  las  cir- 
cunstancias les  ofreciesen,  ya  en  lo  refe- 
rente al  comercio,  esto  es,  á  los  fletes  y 
trasportes,  ya  cuando  las  averías  ó  el  estado 
de  los  barcos  imponían  gastos  de  repara- 
ción ó  la  venta  de  los  mismos.  La  buena  fé 
era  en  el  siglo  XV  una  condición  muy 
general  en  las  relaciones  sociales  y  en  los 
negocios;  pero  á  mayor  abundamiento  y 
con  gran  frecuencia,  los  maestres  de  navios 
tenían  en  la  propiedad  de  ellos  una  parte 
más  ó  menos  importante,  que  en  cierta  ma- 
nera garantizaba  á  los  demás  copropietarios 
el  buen  gobierno  de  las  naves;  y  aunque 
así  no  fuese,  los  últimos  tenían  que  entre- 
garse siempre  á  aquella  buena  fé  y  á  la  hon- 
radez de  dichos  maestres,  que  en  todos  lu- 


—  Qi  — 
gares  ostentaban  la  absoluta  representación 
de  los  dueños,  aunque  no  poseyesen  parte 
en  los  buques  y,  con  mayor  motivo,  en  el 
caso  de  poseerla;  así  vemos  que  en  los 
documentos,  en  los  libros  y  en  el  lenguaje 
se  decía,  y  hoy  aun  se  emplea  una  forma 
equivalente,  vuestra  nao,  vuestra  carabela, 
voso  navio,  vosa  barca,  vosa  pinaza,  &n, 
de  cuya  manera  se  abreviaban  las  frases  de 
«la  nao,  la  carabela,  el  navio,  la  barca,  la 
pinaza  de  que  sois  maestre  ó  capitán.»  Que 
esta  interpretación  se  halla  dentro  de  la 
verdad  ó  se  acerca  mucho  á  ella,  lo  demues- 
tra el  mismo  contrato  de  ñete  del  navio 
«Santa  María»,  antes  copiado,  puesto  que 
empieza  diciendo:  «afreto  de  vos  fernan 
cervino  besiño  da  dita  villa  o  boso  navio» 
y  luego:  «o  dito  navio  debe  ser  descargado 
do  dito  sal  e  vos  o  dito  maestre  pago  de  vo- 
so frete.»  En  buena  lógica,  no  debe  deducir- 
se de  dichas  frases  que  Fernán  Cervino  era 


—   Q2   — 

propietario  del  barco  de  que  aparece  como 
maestre,  que  no  es  suficiente  para  ello  el 
pronombre  voso  aplicado  al  sustantivo  na- 
vio. 

La  expresada  orden  de  los  Reyes  ofrece 
la  especialidad  de  haber  sido  expontánea, 
es  decir,  de  no  haberla  precedido  gestión 
oficial  de  Juan  de  la  Cosa,  porque  en  este  ca- 
so, y  dado  el  estilo  formalista  y  machacón 
de  los  documentos  de  aquella  época,  se  hu- 
biera referido  seguramente  á  la  demanda  ó 
súplica  del  piloto  de  Santoña:  lo  prueba 
también  la  circunstancia  de  la  vaguedad  ó 
indeterminación  con  que  se  halla  redactada 
la  carta  real.  «En  nuestro  servicio  e  nuestro 
mandado  fuistes  por  maestre  de  una  nao 
vuestra.»  No  parece  sino  que  los  oficinistas 
reales  ignoraban  cual  nao  era  la  perdida  y 
que  no  tenían  á  la  vista  una  demanda,  súpli- 
ca ó  instancia,  que  hoy  se  dice,  de  Juan  de 
la  Cosa,   en  que  éste  hubiera  de  consignar 


—  93  — 
forzosamente  que  la  carabela  naufragada 
era  la  Santa  María:  ni  somos,  por  cierto, 
los  primeros  que  reparamos  en  la  omisión 
que  del  nombre  de  la  nave  hace  el  expresa- 
do documento.  Este  debió  ser,  por  consi- 
guiente, resultado  de  una  gestión  privada, 
quizás  de  una  recomendación  y  por  esta 
causa,  á  la  claridad,  repetición  y  machaquea 
formalista  de  las  decisiones  recaídas  en  los 
expedientes  administrativos  de  aquellos 
tiempos,  reemplazó  la  expresada  frase  vaga 
de  «una  nao  vuestra.»  Tenemos  la  seguri- 
dad, y  en  ella  nos  acompañarán  las  personas 
conocedoras  de  estos  asuntos,  de  que  si  di- 
cha orden  real  hubiera  sido  resultado  de 
una  súplica  oficialmente  hecha  y  cursada, 
empezaría  diciendo,  como  en  las  demás  de 
esta  clase:  «Vimos  vuestra  súplica  ó  deman- 
da» «Por  cuanto  vos  Juan  de  la  Cosa  acu- 
distes  &.a»  pues  con  estas  fórmulas  ó  con 
otras  análogas  empiezan  ó  terminan  siem- 


—  94  — 
pre,  absolutamente  siempre,  las  provisiones 
otorgadas  á  consecuencia  de  solicitudes  ofi- 
cialmente tramitadas;  á  más  de  esto,  en 
una  resolución  derivada  de  antecedentes  en 
forma  no  se  hubiera  omitido,  según  ya  he- 
mos dicho,  el  nombre  de  la  nao  naufragada. 
Por  el  contrario,  la  orden  real  para  remu- 
nerar esta  pérdida  exhibe  ese  carácter  de 
brevedad  y  de  indeterminación  propio  de 
todo  lo  que  en  las  oficinas  antiguas  y  mo- 
dernas se  hace  expeditivamente  y  sin  vista 
de  documentos,  informaciones,  tasaciones  y 
demás  requisitos  que  daban  y  dan  larga 
vida  á  las  reclamaciones  particulares  contra 
el  Estado,  convirtiendo  á  los  interesados  en 
porfiados  pretendientes  ó  en  asendereados 
peregrinos. 

Pudo  Juan  de  la  Cosa  no  ser  amo  y  se- 
ñor, es  decir,  propietario  de  La  Gallega  y 
recibir  como  maestre  de  ella  una  indemniza- 
ción por  el  naufragio  y  pérdida  de  la  em- 


—  95  — 
barcación;  los  dueños  ó  copropietarios  re- 
cogerían luego  el  quiñón  que  les  correspon- 
diese, y  hubiera  podido  venderla,  que  á  su 
tiempo  rendiría  las  cuentas  consiguientes. 
Esta  manera  de  ser  de  tales  negocios  marí- 
timos se  demuestra  por  los  siguientes  docu- 
mentos de  un  minutario  notarial  del  siglo 
XV,  depositado  en  el  Museo  Arqueológico 
de  Pontevedra. 

«Dous  dias  do  mes  de  nobembre.  Sabean 
» todos  que  nos  vasco  rrodrigues  da  correa- 
ría c  Ruy  gotierres  marineros  vesiños  da 
» villa  de  pontvedra  que  somos  presentes 
»outorgamos  e  conoscemos  que  rescebemos 
»de  vos  juan  de  vibeiro  marin°  besiño  da 
»dita  villa  que  sodes  presente  toda  a  contia 
»de  maravedís  porque  vos  bendestes  o  na- 
»vio  Santiago  de  que  nos  eramos  pargoeiros 
» (copropietarios)  en  tres  quartos  del  e  eso 
»mesmo  vos  erades  del  maestre  e  pargoei- 
»ro  en  o  outro  quarto  |  por  quanto  o  ben- 


_96- 

»destes  por  noso  nom  eso  mesmo  conoscc- 
»mos  e  outorgamos  que  rescebemos  de  vos 
»o  dito  juan  de  bibeiro  |  toda  a  nosa  parte 
»e  quiñón  de  todlos  fretes  e  gaanancias  e 
»percobros  que  o  dito  nabio  gaanou  e  per- 
»cobrou  o  tempo  que  asi  del  fostes  maestre 
»  ]  e  rescebido  por  nos  e  de  todo  elo  nos 
»outorgamos  por  entregados  e  pagos  a  toda 
«nosa  voontade  ben  e  compridamente  |  e 
» renunciamos  a  ley  de  non  numerata  pecu- 
»nia  &.°»  «por  ende  desde  oje  este  dia  da- 
»mos  por  libre  e  quito  de  dita  contia  de 
»mrs  a  vos  o  dito  juan  de  vibeiro  e  bosos 
»bees  para  todo  sempre  de  todo  pago  do  di- 
sto nabio  e  os  seus  aparellos  que  bendestes 
»  |  e  eso  mesmo  de  todos  los  ditos  fretes 
»e  gaanancias  que  del  asi  oubo  e  gaanou  o 
»dito  tempo  de  que  asi  del  fostes  maes- 
tre &.a» 

«En  vinte  e    seys   dias  do  mes  de  Abril 
»Sabean  todos  que  eu  estebo  de  saines  es- 


—  97  — 
»cudero  de  pedro  bermudes  de  montaos 
»que  soo  presente  Afreto  de  vos  juan  de  ba- 
»yona  marino  |  vesiño  da  villa  de  pontve- 
»dra  que  sodes  presente  a  barcha  que  di- 
»sen  por  nom  sant  salvador  que  deus  salve 
»de  que  vos  sodes  maestre  |  para  que  pra 
» sendo  a  deus  carrege  ena  dita  barcha  tres 
»mill  ceramins  de  myllo  medidos  po  la 
» medida  dita  da  praga  da  dita  villa  de  Pon- 
vtvedra  |  pa  a  costa  de  biscaya  |  a  qual  dita 
»bosa  barcha  debe  ser  cargada  do  dito  millo 
»doje  ata  quinse  dias  siguentes  e  debe  de 
» partir  a  boa  ventura  do  prim°  boo  tempo 
»que  He  deus  de  e  yr  en  seguemento  de  seu 
»biajen  ata  o  porto  de  laredo  |  e  ende  pou- 
»sar  ancla  e  estar  tres  dias  hun  en  pos  de 
»outro  |  e  debo  eu  o  dito  mercader  de  dar 
»debysa  se  iremos  descargar  a  a  vill?  de 
»bermeu  ou  a  a  villa  de  sant  Sebastian  &a  e 
»vos  maestre  debedes  de  me  dar  a  dita  vosa 
charcha  ben  afranqueada  de  agoa  de  costado 


-  98  - 
» (cala falcada)  eben  aparellada  de  boos  mas- 
»tos  bergas  e  treu  e  de  ancoras  e  de  caabres 
»e  de  todos  los  outros  aparellos  &a»  «E  de 
»todo  percobro  que  nos  deus  de  a  aver  e  ga- 
»anar  en  agoa  doce  ou  salgada  en  esta  viajen 
»debe  de  ser  as  duas  partes  de  vos  maestre 
»e  compaña  e  a  terga  parte  de  min  o  dito 
» mercader  &a  Eu  o  dito  juan  de  bayona 
» maestre  sobredito  asi  rescebo  e  outorgo  o 
»ditofretamento  por  lo  dito  prego  (4500  ma- 
ravedís viejos)  devisas  maneras  e  condi- 
»goes  sobreditas  |  e  esto  todo  como  dito  he 
»debe  ser  conprido  e  goardado  entre  nos  o 
»dito  maestre  e  compaña  e  mercader  a  a 
«boa  fe  de  deus  e  sen  muto  engaño  &a» 

Por  los  anteriores  documentos  se  vé  al 
maestre  de  un  navio,  que  solo  tenía  un  cuar- 
to de  propiedad  en  la  embarcación,  vender- 
la libremente  y  los  demás  propietarios  re- 
cibir después  la  cuantía  de  maravedís  ó  im- 
porte de   la  venta  y  darse  por  entregados 


—  99  — 
y  payos,  aprobándola  tácitamente,  sin  re- 
ferirse á  poder  especial  previo  ó  anterior, 
pues  con  las  palabras  «bendcstes  por  noso 
nom»  se  reconocían  y  consagraban,  al  liqui- 
dar cuentas,  las  omnímodas  facultades  del 
maestre  del  navio.  Vése  también  que  éste 
había  contratado  libremente  los  fletes,  pues- 
to que  sus  socios  en  la  propiedad  otorgaban 
carta  de  pago  de  los  que  había  servido  el 
barco  y  demás  ganancias;  por  dichas  razo- 
nes, y  solo  por  ellas,  se  advierte  que  en  las 
escrituras  de  dichos  fletes  se  dice  voso  na- 
vio con  relación  á  la  persona  que  lo  manda- 
ba, en  la  forma  que  expresa  el  segundo  do- 
cumento, esto  es  «duas  partes  de  vos  maes- 
tre e  compaña  e  a  terga  parte  de  mino  dito 
mercader»,  así  como  en  la  de  «vos  o  dito 
maestre  debedes  de  me  dar  a  dita  vosa  bar- 
ca.» Nótese  como  los  contratantes  para 
cumplir  y  guardar  lo  convenido,  se  entrega- 
ban á  la  buena  fé  de  Dios  sin  mutuo  enga- 


—    IOO  — 

ño;  á  pesar  de  ello,  los  verdaderos  dueños 
de  los  barcos  sufrían  alguna  vez  las  conse- 
cuencias de  la  absoluta  necesidad  en  que  es- 
taban de  confiarse  á  la  honradez  de  los  capi- 
tanes. Aún  en  tiempos  mas  cercanos  á  los 
nuestros,  á  fines  del  siglo  XVII,  cuan- 
do el  poder  del  Estado  era  más  eficaz  y 
cuando  se  hallaba  más  adelantada  la  legisla- 
ción marítima,  dióse  el  caso  de  acudir  al 
Juez  de  Pontevedra  el  clérigo  Simón  de  Mo- 
reira  y  Saabedra,  dueño  del  navio  llamado 
nádamenos  que  «La  Santísima  Trinidad, 
Sania  Cruz,  Soledad  y  Animas»  pidiendo 
se  hiciese  información  con  los  tripulantes 
de  dicha  embarcación  existentes  en  la  villa, 
porque  habiéndole  sido  fletada  para  llevar 
vino  á  Londres,  y  después  en  esta  capital 
de  Inglaterra  para  traer  tabaco  á  Bilbao,  el 
capitán  no  le  había  dado  cuenta  de  los  fletes 
ni  de  la  venta  del  navio,  que  por  sí  había 
hecho.  Esta  información  solo  aparece  inicia- 


10 1    — 

da;  quizás  no  prosiguió  por  haberse  pre- 
sentado el  capitán  al  dueño  del  barco  y  ha- 
berle rendido  dicha  cuenta.  (Archivo  del 
Ayuntamiento.) 

Creemos,  pues,  que  no  vamos  descamina- 
dos en  nuestra  argumentación  y  que,  en 
efecto,  la  carta  de  los  Reyes  Católicos  no 
demuestra  que  Juan  de  la  Cosa  era  propie- 
tario de  La  Santa  María  ó  La  Gallega. 

El  marino  de  Santoña  pudo  ser  tan  solo 
copropietario  de  la  capitana  de  Colón,  pudo 
no  serlo  también  y,  sin  embargo,  al  referir- 
se á  dicha  nave  y  a  su  maestre  decírsele 
vuestra  nao  ó  una  nao  vuestra,  porque  tal 
era  la  frase  corriente,  el  uso  consagrado  y 
la  costumbre  establecida  hasta  en  los  docu- 
mentos notariales  de  contratos  de  fletes.  En 
ningún  caso  relativo  á  otra  clase  de  propie- 
dades puede  hacerse  igual  interpretación: 
los  maestres  ó  capitanes  de  buques,  por  el 
carácter  peculiar  á  este  género  de  bienes, 


—    102   — 

eran  en  verdad  y  plenamente,  dueños  de  las 
embarcaciones  que  gobernaban.  Nadie  exa- 
minaba, en  ningún  caso,  si  eran  ó  nó  pro- 
pietarios de  ellas:  se  les  decía  «vuestra  na- 
ve», cuya  frase  no  es  seguramente  un  indis- 
cutible título  de  propiedad  legal  y  absoluta. 


XIII. 


Otro  documento  reclama  nuestro  estudio. 
Carece  de  la  indicación  del  año,  pues  debió 
pertenecer  á  un  libro  ó  cuaderno  notarial 
donde  tenía  su  lugar  per  orden  de  fechas; 
pero  la  circunstancia  de  figurar  entre  los 
testigos  un  Lopo  de  Montenegro,  caballero 
de  mucha  notoriedad  en  el  último  tercio  del 
siglo  XV,  nos  induce  á  creer  que  dicha  es- 
critura se  hizo,  poco  más  ó  menos,  cuando 
el  contrato  de  flete  del  navio  Sania  María. 

El  expresado  documento  empieza  en  esta 


—  104  — 
forma:  «ihus.=:  en  seys  dias  do  dito  mes  de 
»Jane¡ro  |  Sabean  todos  que  eu  pedro  filio 
»de  sueiro  ferrandes  e  de  sua  moller  maria 
»soares  que  deus  perdone  moradores  en  co- 
»lledero  |  que  he  en  térra  de  asturias  que 
»soo  presente  j  non  costreñido  de  forga  nen 
»por  engaño  rescebido  mais  de  miña  libre 
»e  propia  vootande  prometo  e  outorgo  de 
»servyravos  juan  do  rio  |  mar0  |  vesiño  da 
» villa  de  pontbedra  que  sodes  presente  eno 
»voso  oficio  de  mariñajen  de  mar  en  nabios 
»quando  vos  en  eles  foredes  e  eso  mesmo 
»eno  oficio  de  mareantes  e  en  todas  las  ou- 
»tras  cousas  que  vos  me  mandaredes  faser 
«que  de  ben  sejan  |  por  tempo  doje  este  dia 
»ata  dous  anos  &.a»  Siguen  las  condiciones 
del  contrato,  entre  las  cuales  es  muy  singu- 
lar la  de  que  el  Pedro  habría  de  dar  á  Juan 
del  Rio,  al  término  de  los  dos  años,  seiscien- 
tos maravedís  viejos,  á  mas  de  «dous  gabaas 
de  fustán»  y  «un  balandrán  e  hun  corpo  de 


—  ios  — 
paño  de  raso  que  valla  cada  vara  un  frolin 
de  ouro  |  ou  sua  valía.»  Presenciaron  el 
acto  de  contrato  como  testigos:  «juan  ferrs 
águila  not°  ejuan  de  la  c  e  lopo  montene- 
gro mos  (moradores)  de  pontvedra  e  outros.» 
En  nuestro  concepto,  Juan  del  Rio  era  un 
profesor  de  náutica:  la  circunstancia  de  ex- 
presarse en  el  contrato  dos  oficios,  uno  de 
«marinajeen  de  mar  en  navios»  y  otro  de 
«mareantes»  solo  puede  referirse  ala  ense- 
ñanza de  los  conocimientos  científicos  a  la 
sazón  existentes  y  á  la  de  los  prácticos;  en- 
señanza que  se  contrataba  ante  notario,  in- 
gresando así  en  la  carrera  de  marino  los  jó- 
venes de  regular  ó  de  noble  familia.  Esta  de- 
bía ser  la  condición  social  de  Pedro  Ferran- 
dez,  dada  la  calidad  de  los  testigos  y  visto 
el  precio  en  moneda  y  trajes  que  se  estipu- 
ló en  dicho  contrato,  pues  un  pobre  marine- 
ro no  habría  de  costear  su  carrera  con  tales 
condiciones,  ni  venir  de  Asturias  á  Ponteve- 


—    10Ó   — 

dra  teniendo  mas  cerca  las  villas  cantábricas, 
en  las  cuales  suponemos  que  debían  existir 
también  iguales  estudios. 

Pero  si  la  calidad  de  los  testigos  es  una 
de  las  causas  que  nos  inspiran  la  anterior 
reflexión,  no  deja  también  de  sugerirnos  la 
sospecha,  y  aun  la  evidencia,  de  que  el 
Juan  de  la  C.a  que  entre  ellos  figura,  es  el 
ilustre  piloto  de  Santoña,  maestre  de  La 
Gallega.  Posible  es  que  se  trate  de  otro 
apellido,  pues  nada  tiene  de  particular  el 
hecho  de  que  no  hayan  llegado  á  nuestros 
tiempos  noticias  de  las  personas  de  alguna 
notoriedad  que  han  vivido  en  los  pasados  y 
sobretodo  en  los  del  siglo  XV,  que  ya  pue- 
den considerarse  remotos,  no  pudiendo,  por 
lo  tanto,  descifrarse  aquella  abreviatura; 
pero  la  circunstancia  del  nombre  vulgar  que 
tenía  la  capitana  de  Colón;  la  de  haberse 
fletado  en  Pontevedra  un  navio  Santa  María 
y  la  de    que  en  el   contrato  de  dicho  flete 


—  107  — 
aparezcan  como  testigos  ciertos  mareantes 
con  los  mismos  nombres  y  apellidos  de  los 
que  figuraron  en  las  tripulaciones  de  las  ca- 
rabelas del  primer  viaje,  forman  conjunto 
sobrado  notable  para  que,  alerta  el  espíritu, 
aprecie  exagerada,  ó  fantásticamente  si  se 
quiere,  los  mas  frivolos  indicios. 

¿Por  qué  no  habría  de  ser  Juan  de  la  Cosa 
el  Juan  de  la  C.a  de  quien  se  trata?  ¿Hubiera 
sido  imposible  acaso  que  el  piloto  cánta- 
bro, por  las  peripecias  de  la  vida  de  mari- 
no, se  encontrase  en  Pontevedra,  no  sólo 
alguna  vez,  sino  también  como  morador  ó 
residente  por  mayor  ó  menor  tiempo? 

Establecido  como  hecho  indudable  el  de 
que  Juan  de  la  Cosa  fué  maestre  de  una  na- 
ve construida  en  Galicia,  podemos  admitir 
como  hechos  muy  probables  el  de  que 
compró  La  Gallega  en  la  misma  comarca, 
el  de  que  era  partícipe  en  la  propiedad  de 
dicha  carabela  con  otro  ó  con  otros  marcan- 


—  108  — 
tes  ó  mercaderes  gallegos,  ó  el  de  que  pudo 
encargarse  del  mando  de  la  embarcación 
en  Pontevedra;  en  cualquiera  de  estos  casos 
nada  tiene  de  violento  creer  que  residió  en 
dicha  villa  y  asistió  al  contrato  acompañan- 
do á  un  alto  caballero  como  Lopo  de  Mon- 
tenegro, de  nobilísimo  linaje  y  Juez  por  el 
Arzobispo  de  Santiago,  y  al  lado  del  notario 
Juan  Fernandez  Águila,  también  persona 
distinguida,  no  sólo  por  el  cargo  público 
que  ejercía,  sino  por  pertenecer  á  una  de  las 
dos  familias,  los  Águila  y  los  Ponte,  que  te- 
nían el  privilegio  de  presentar  al  Prelado 
Señor  de  Pontevedra,  las  ternas  para  desig- 
nación de  los  dos  alcaldes  de  la  villa.  (19.) 
Si  fué  Juan  de  la  Cosa  el  expresado  testigo, 
es  lícito  presumir  que  el  Pedro  Ferrandez 
habría  venido  desde  Cantabria  recomenda- 
do á  dicho  piloto  y  á  los  dos  mencionados 
caballeros;  no  puede  explicarse  de  otra  ma- 
nera el  hecho  de  que  personas  tan  califica- 


—  ioq  — 
das  hayan    asistido  á  la  celebración  de   un 
contrato  vulgar. 

Pueden  demostrar  también  la  residencia 
temporal  de  Juan  de  la  Cosa  en  Ponteve- 
dra las  dos  siguientes  reflexiones.  Primera: 
á  los  tres  testigos  se  les  adjudica  la  calidad 
de  moradores,  palabra  perfectamente  esco- 
gida por  el  notario  para  no  faltar  á  la  ver- 
dad de  los  hechos,  porque  siendo  Lopo  de 
Montenegro  y  Juan  Fernandez  Águila  na- 
turales y  vecinos  de  la  villa,  y  no  siéndolo 
Juan  de  la  Cosa,  que  sólo  era  residente 
temporal,  dicha  palabra  moradores  com- 
prendía á  los  tres  testigos,  y  empleándola,  el 
notario  abreviaba  además  la  redacción  del 
contrato.  Segunda;  los  artículos  en  genitivo 
del  y  de  la,  de  la  lengua  castellana,  son 
en  dialecto  gallego  do  y  da,  únicos  usa- 
dos en  los  documentos  redactados  en  di- 
cho dialecto,  sin  escepción  alguna  para  los 
apellidos  de  los   naturales,  como  Juan   do 


—    110   — 

Rio,  Juan  do  Outeiro,  Ruy  da  Fronda,  Pe- 
dro da  Nova:  el  artículo  de  la  en  el  testigo 
Juan  de  la  C.a  designa,  pues,  no  un  hijo  del 
país,  sino  un  forastero  castellano. 

Por  otra  parte,  no  debía  serle  desagrada- 
ble al  maestre  de  La  Gallega  la  residencia 
en  Pontevedra,  ya  por  las  condiciones  de  la 
localidad,  ya  por  el  movimiento  marítimo, 
comercial  y  aun  científico  que  en  ella  exis- 
tía. En  sus  numerosos  peirados  ó  muelles 
amontonábanse  los  géneros  de  importación 
y  exportación,  y  de  barco  en  barco,  cam- 
biarían impresiones  y  noticias  comerciales, 
náuticas  y  geográficas  los  maestres  y  pilo- 
tos que  navegaban  por  el  mar  Mediterráneo, 
y  por  los  de  Portugal,  Francia,  Flandes,  In- 
glaterra é  Irlanda,  pues  con  todas  estas  re- 
giones sostenía  mayores  ó  menores  relacio- 
nes mercantiles  el  puerto  de  Pontevedra. 

En  sus  conventos  de  Santo  Domingo  y  de 
San  Francisco  había  cátedras   de  Teología 


—  III  — 
moral  y  de  Filosofía;  podríamos  citar  los 
nombres  de  varios  doctores  que  pertene- 
cían á  cada  una  de  ambas  comunidades.  En 
el  año  de  1484  existía  un  «Maestro  de  la 
orden  de  la  Trinidad»  que  predecía  los 
eclipses.  (20)  No  faltaba  en  la  familia  de  los 
Vélaseos  quien  trazaba  cartas  de  marear. 
(21)  A  un  G.uo  de  Correa,  hijo  sin  duda  del 
que  se  cita  en  el  libro  del  Concejo  (22)  le  ha- 
bía encargado  esta  corporación  la  venta  «das 
bujolas»  (brújulas)  (23)  que  la  misma  tenía 
estancadas  sin  duda,  por  ser  dichos  instru- 
mentos garantía  para  la  vida  de  los  nave- 
gantes y  solo  podían  confiarse  á  quien  su- 
piese cuidarlos  y,  acaso,  enseñar  su  empleo. 
Es  muy  probable  también  que  por  las 
mencionadas  y  por  otras  cultas  personas  de 
Pontevedra,  al  hablarse  de  los  proyectos  de 
Colón,  sin  duda  muy  conocidos  en  las  po- 
blaciones marítimas,  se  recordase  al  ponte- 
yedrés  Payo  Gómez  de  Sotomayor  (biznieto 


de  Payo  Gómez  Charino)  Mariscal  de  Cas- 
tilla, caballero  de  la  Banda,  que  había  pe- 
netrado y  vivido  en  Asia  durante  tres  años 
como  Embajador  del  rey  D.  Enrique  III  al 
Gran  Tamorlan,  y  que  debió  traer  á  su  pue- 
blo noticias  extraordinarias  relativas  á  nu- 
merosas gentes  y  á  populosas  y  ricas  ciuda- 
des del  extremo  Oriente;  noticias  segura- 
mente exageradas  y  fantaseadas,  sin  haber 
leído  á  Marco  Polo,  por  los  propagadores  y 
comentadores  de  vecindad. 

Estos  y  otros  elementos  de  ilustración  pu- 
dieron haber  contribuido  á  cautivar,  ó  pre- 
parar por  lo  menos,  la  singular  inteligencia 
de  Juan  de  la  Cosa,  dado  que  hubiese  esta- 
do en  Pontevedra  como  es  de  sospechar, 
para  que  al  asistir  á  las  conversaciones  de 
Colón,  de  los  Pinzones  y  de  los  Francisca- 
nos de  la  Rábida,  el  convencimiento  pene- 
trase en  su  ánimo  y  le  decidiese  á  secundar 
los  gigantescos  pensamientos  del  inmortal 


—  H3  — 
Descubridor  del  Nuevo  Mundo,  pues  soste- 
nemos que  el  piloto  de  Santoña  no  fué  obli- 
gado, como  pudiera  deducirse  de  la  real  carta 
de  remuneración  por  el  naufragio  de  La  Ga- 
llega, á  tomar  parte  en  el  primer  viaje  de 
descubrimientos,  sino  perfectamente  per- 
suadido de  que  los  planes  de  Colón  no  eran 
fantásticos. 

Creemos  que  los  fundamentos  en  que  nos 
hemos  apoyado  para  todo  lo  antedicho,  son 
tan  razonables  como  exactos,  y  que  no  pue- 
den ser  rechazados  sin  perjuicio  de  la  ver- 
dad histórica. 


,i;í;í;i:íi;uí«.uí*í4. 


XIV. 


En  las  primeras  páginas  de  este  libro  he- 
mos copiado  el  párrafo  que  en  hIm  Marina 
de  Castilla»  dedica  el  muy  respetable  y 
docto  académico  Sr.  Fernández  Duro  á  las 
carabelas  con  que  Colón  emprendió  su  pri- 
mer viaje  de  descubrimientos:  en  él  dice  que 
la  nao  Santa  María  {La  Gallega)  era  pro- 
piedad de  su  maestre  Juan  de  la  Cosa,  tri- 
pulada por  cántabros  como  él. 

Examinada  la  relación  de  tripulantes  de 
las  tres  naves,  no  se  vé  á  tales  cántabros, 


—  no  — 

porque  Pedro  de  Villa  era  de  Puerto  de 
Santa  María  y  García  Raíz  ofrece  duda 
respecto  á  su  naturaleza,  aunque  la  proba- 
bilidad de  haber  sido  pontevedrés  es  muy 
evidente;  pero  aun  concediendo  que  fuesen 
cántabros,  no  solo  ambos  mareantes,  sino 
también  algunos  otros  tripulantes  de  La  Ga- 
llega consideramos  tan  exclusiva  como  in- 
justa la  aseveración  deque  la  nave  capitana 
representaba  en  la  gloriosa  empresa  de  Co- 
lón «á  las  Cuatro  villas,  á  Vizcaya  y  á 
Guipúzcoa.»  ¡Singular  obsesión  la  del  Señor 
Fernández  Duro,  tanto  al  prescindir  de  que 
bastaba  el  nombre  vulgar  de  La  Gallega, 
que  tenía  la  carabela  Santa  María,  para 
recordarle  la  existencia  y  los  timbres  de  Ga- 
licia, como  al  reducir  la  costa  y  los  puertos 
del  reino  de  Castilla  á  la  exclusiva  cita  de 
las  cuatro  villas  y  de  las  del  país  vasco! 

Nación   era  ya  la  española,  en  que  se  ha- 
bían reunido  al  fin  los   diversos   territorios 


—  uy  — 
antes  disgregados;  y  las  tres  naves,  La  Ga- 
llega, la  Pinta,  y  la  Niña  no  eran  solo  sín- 
tesis de  la  marina  castellana,  sino  de  la  ma- 
rina nacional,  que  ya  comprendía  los  bra- 
vos marinos  catalanes,  valencianos  y  ma- 
llorquines, así  como  á  los  atrevidos  audalu- 
ces  y  á  los  perseverantes  gallegos,  asturia- 
nos, castellanos  y  vascos. — Si  fué  Doña  Isa- 
bel quien  dijo  la  última  palabra  á  favor  de 
los  proyectos  de  Colón,  lícito  es  presumir 
y  muy  justo  afirmar  que,  dadas  las  condi- 
ciones personales  de  aquella  insigne  Reina, 
como  soberana  y  como  esposa,  y  vista  la 
intervención  oportuna  del  aragonés  Luis  de 
Santdngel,  secretario  del  Rey  Don  Fernan- 
nando,  no  se  realizó  la  empresa  sin  el  reser- 
vado acuerdo  y  consentimiento  de  éste,  á 
pesar  de  que  su  previsión  juzgaba  compro- 
metedores para  la  soberanía  de  los  reyes, 
y  antipolíticos,  los  altos  cargos  y  títulos 
que  exigía  Colón  para  sí  y  para  sus  suceso- 


—  u8  — 
res,  concedidos,  luego  en  la  estipulación  de 
Santa  Fé. 

Creemos,  además  de  lo  dicho,  que  en  los 
tiempos  actuales  no  deben  ser  estimulados 
los  exclusivismos  regionales,  pues  una  cosa 
es  aclarar  y  establecer  los  hechos  históricos 
acaecidos  en  cada  territorio  de  la  península 
ibérica,  y  otra,  distinguirlos  con  mayores 
ó  menores  pretericiones  en  meros  giros 
de  la  retórica.  Persuadidos  de  la  exactitud 
y  conveniencia  de  esta  idea,  esperamos  que 
el  Sr.  Fernandez  Duro  nos  perdone  que  re- 
chacemos la  exigua  representación  que  ad- 
judica a  las  carabelas  Gallega,  Pinta  y  AV- 
ñay  que  digamos:  «eran  síntesis  de  la  ma- 
rina española  que,  para  gloria  de  la  nación; 
iban  á  ensanchar  los  dominios  del  progreso 
humano» 


UtlttHttiittttitUitUiiUtlUltilhilíttilUíííilltlliUíi 


xv. 


Llegamos  al  término  de  nuestra  tarea; 
condensaremos,  pues,  nuestros  raciocinios 
y  pruebas  en  las  siguientes  conclusiones. 

Primera,  No  existe  justificación  alguna 
para  la  afirmación  de  que  la  carabela  Santa 
María  ó  La  Gallega  era  nave  construida 
en  Cantabria. 

Segunda.  Es  muy  problemático  el  hecho 
de  que  la  mencionada  embarcación  haya 
pertenecido  en  propiedad  al  piloto  Juan  de 
la  Cosa. 


—    Í2Ó   — 

Tercera.  Basta  el  nombre  de  La  Gallega, 
con  que  era  conocida  al  tiempo  del  descu- 
brimiento de  las  Indias  Occidentales,  para 
que  pueda  afirmase,  sin  excnipulo  alguno, 
que  no  procedía  de  las  villas  cantábricas  si- 
tuadas en  Asturias,  Santander  y  provincias 
vascongadas. 

Cuarta.  En  la  de  Pontevedra,  población 
de  importancia  marítima  y  comercial,  se 
construían  en  el  siglo  XV  embarcaciones  de 
toda  clase,  merced  al  desarrollo  de  la  indus- 
tria existente  en  dicha  villa  desde  el  siglo 
XII,  creada  en  ella,  en  Padrón  y  en  Noya 
por  el  arzobispo  Gelmirez,  y  protegida  por 
sus  sucesores  y  por  los  reyes. 

Y  quinta.  Por  el  contrato  de  flete  del  na- 
vio Santa  María,  tres  años  antes  del  descu- 
brimiento, y  por  los  detalles  relativos  á  los 
tripulantes  Pedro  de  Foronda,  García  Ruiz, 
Juan  de  Sevilla  y  Diego  de  Salcedo,  y  al 
piloto   Cristóbal    García  Sarmiento,  unidos 


—    121    — 

á  los  demás  antecedentes  expuestos,  puede 
afirmarse  que  la  nave  capitana  de  Colón,  La 
Gallega,  haya  sido  ó  no  propiedad  del  ilus- 
tre marino  Juan  de  la  Cosa,  procedía  de  los 
astilleros  de  Galicia,  y,  seguramente,  del 
puerto  de  Pontevedra. 
Suum  cuique. 


XVI. 


Debemos  evitará  nuestros  lectores  el  tra- 
bajo de  adivinar  las  causas  de  la  decadencia 
de  Pontevedra,  por  más  que  lo  harían  fácil- 
mente recordando  que  las  alternativas  de  la 
vida  son  análogas  para  los  pueblos  y  para 
los  individuos;  que  el  tiempo  trascurre  para 
todos  y  que,  si  ha  sepultado  fuertes  impe- 
rios y  borrado  de  la  tierra  hasta  los  cimien- 
tos de  populosas  ciudades,  con  mayor  mo- 
tivo pudo  ejercer  su  incesante  acción  sobre 
una  villa  de  relativa  importancia,  aunque  no 


—  124  — 
llegó   á  aniquilarla,    merced  sin  duda  á  su 
incomparable  emplazamiento. 

Es  de  creer  que  tras  varias  centurias  de 
modesta  existencia,  las  comprendidas  entre 
la  conquista  de  Galicia  por  los  romanos  y  el 
siglo  XII  de  nuestra  era,  empezaron  á  acre- 
centarse la  población  y  el  tráfico  en  Ponte- 
vedra por  virtud  de  las  mercedes  con  que 
D.  Fernando  II  de  León  premió  la  victoriosa 
resistencia  que  la  villa  hizo  al  rey  de  Portugal 
y  á  la  eficaz  ayuda  que  le  dio  para  tomar  al 
monarca  lusitano  el  castillo  de  Cedofeita, 
(24)  situado  en  un  cástrelo  próximo  al  mo- 
nasterio de  Lerez  y,  por  consiguiente,  á  po- 
co más  de  un  kilómetro  de  Pontevedra. 
Gran  importancia  concedía  á  esta  comarca 
el  rey,  cuando  se  consideró  en  el  caso  de 
venir  á  defenderla  personalmente. 

Poco  después  el  arzobispo  de  Santiago 
obtuvo  el  señorío  de  la  villa  y  puede  decir- 
se que   reyes  y  prelados  se  esmeraron    en 


—  125  — 
concederle  con  frecuencia  todo  género  de 
franquicias  y  de  regalías;  merced  á  esta 
constante  protección,  creáronse  en  ella  los 
gremios  para  los  diversos  oficios  y  profesio- 
nes, con  el  nombre  de  co freirías  bajo  la  ad- 
vocación de  santas  y  santos,  y  desenvolvié- 
ronse las  industrias,  aumentándose  el  vecin- 
dario y  el  tráfico  en  tal  grado,  que  llegó  á 
adquirir  verdadera  notoriedad,  demostrán- 
dolo el  hecho  de  que  á  mediados  del  siglo 
XIII  el  arzobispo  de  Santiago  D.  Juan 
Arias  dispuso  que  hombres  buenos  de 
Pontevedra  recopilasen  las  ordenanzas  que 
la  regían,  á  fin  de  que  la  villa  de  Noya  se 
gobernase  por  ellas,  según  documentos  que 
el  docto  Sr.  López  Ferreiro  ha  publicado  en 
su  notabilísima  obra  «Fueros  municipales 
de  Santiago  y  su  tierra.» 

A  fines  del  mismo  siglo  XIII,  Ponteve- 
dra sufrió,  lo  mismo  que  otras  villas  y  luga- 
res de  Galicia,   Asturias   y    Castilla,    breve 


I2Ó    

período  de  decadencia,  ocasionado  no  solo 
por  la  guerra,  sino  también  por  las  conti- 
nuas conquistas  que  á  los  moros  hacían  los 
reyes  castellanos,  pues  eran  tantas  y  tales 
las  ventajas  que  se  concedían  á  los  nuevos 
pobladores  de  las  ciudades  y  tierras  con- 
quistadas, que  se  despoblaron  aquellas,  tras- 
ladando su  domicilio  así  las  clases  popu- 
lares, como  los  mercaderes,  los  hidalgos  y 
los  nobles.  Pontevedra  quedó  reducida  aun 
vencindario  insignificante  y  pobre;  pero  bien 
pronto  se  repuso  del  quebranto  sufrido, 
gracias  á  que  su  inmejorable  situación  y  sus 
industrias,  no  abandonadas  del  todo,  le  pro- 
porcionaron fuerzas  para  renacer  y  progre- 
sar. 

Con  objeto  de  facilitar  á  la  población  ru- 
ral el  aprovisionamiento  de  los  géneros  y 
de  los  artículos  necesarios  para  la  vida,  se 
celebraban  en  la  villa  varias  ferias  anuales, 
siendo  la  principal  la  de  San  Bartolomé,  que, 


—  127  — 

en  el  reinado  de  D.  Enrique  IV  y  por  pri- 
vilegio de  este  rey,  se  convirtió  en  feria 
franca  (25)  que  durábalos  quince  dias  an- 
teriores y  los  quince  posteriores  al  del  San- 
to: en  virtud  de  dicho  privilegio,  los  que  á 
dicha  feria  concurrían  no  podían  ser  dete- 
nidos por  deudas  ó  por  otras  causas,  ni  em- 
bargadas sus  mercancías. 

Esta  ocasión  no  es  la  mas  oportuna  para 
describir  la  vida  civil  de  Pontevedra  en  las 
pasadas  épocas,  ñipara  enumerar  todas  las 
franquicias,  regalías  y  libertades  que  en  ellas 
disfrutaron  sus  vecinos  y  aun  sus  moradores 
temporales;  pero  nos  consideramos  en  el 
deber  de  consignar,  atendiendo  á  la  verdad 
histórica,  que  el  señorío  de  los  arzobispos 
compostelanos  en  Pontevedra,  donde  resi- 
dían con  frecuencia  largas  temporadas,  ya 
habitando  su  palacio  y  fortaleza  de  las  To- 
rres, ya  hospedados  en  los  monasterios,  fué 
benigno,  patriarcal,  sin  que  exista  memoria 


—    128    — 

ó  noticia  de  período  alguno  de  tiranía  y  sin 
que  jamás  intentaran  destruir  el  derecho  ó 
privilegio  de  los  vecinos  «de  inmemorial  uso 
y  costumbre»  de  no  ser  detenidos  ni  presos 
sin  orden  del  Juez  ordinario.  (26)  Cuando  en 
algún  caso  (muy  contados  por  cierto)  eran 
olvidados  ó  mal  interpretados  los  privi- 
legios, se  originaba  seguidamente  una  cues- 
tión, y  en  muy  pocas  ocasiones  llegaron  los 
pleitos  á  la  cnancillería  de  Valladolid  ó  al 
Consejo  real,  pues  la  mayor  parte  de  las  ve- 
ces terminaban  en  los  primeros  trámites  por 
concordia  ó  por  real  reconocimiento  de  di- 
chos privilegios:  haremos  notar,  por  último, 
que  la  Inquisición  no  dejó  en  Pontevedra 
huellas  de  sus  tremendos  rigores  ni  de  sus 
caprichosas  y  despóticas  persecuciones,  á 
pesar  de  que  la  villa  sostenía  grandes  rela- 
ciones con  Flandes,  Inglaterra  y  Francia. 

Tantas  inmunidades  y  una  administración 
sumamente  cuidadosa  y  vigilante,  (27)  aun- 


—  129  — 
que  dominada  por  los  defectos  propios  de 
aquellas  épocas,  juntamente  con  su  benig- 
no clima,  y  con  la  belleza  y  fecundidad 
agrícola  de  su  término,  daban  á  Pontevedra 
especial ísi mas  condiciones  para  el  bienestar 
de  sus  habitantes,  que  alcanzaron  el  apogeo 
de  su  prosperidad  en  el  primer  tercio  del 
siglo  XVII:  inmediatamente  y  con  suma  ra- 
pidez, sobrevino  su  decadencia  á  causa  de  la 
rebelión  de  Portugal,  de  las  pestes  y  de  la 
trasformación  de  la  marina. 

Convertida  Pontevedra  en  cuartel  general 
de  las  tropas  que  pasaban  luego  á  invadir 
por  el  Miño  el  territorio  portugués  ó  que  de 
ella  se  destacaban  para  defensa  de  la  fron- 
tera y  de  la  costa,  y  exhausto  de  recursos 
el  real  erario,  cayó  sobre  la  villa  la  abru- 
madora carga  del  servicio  y  morada  de 
los  generales,  jefes,  clases  y  tropas  de  dicho 
cuartel.  Menudeaban  los  alojamientos  y  los 
repartos  vecinales;  repetíanse  los  préstamos 


—  130  — 
del  Concejo  y  los  donativos  forzosos  de  los 
mercaderes  y  de  los  vecinos  acaudalados; 
tomábanse  y  consumíanse,  según  dicen  do- 
cumentos de  aquel  tiempo  (28)  los  navios 
délos  mareantes,  (cuyo  número  pasaba  en- 
tonces de  ochenta)  para  la  conducción  de  tro- 
pas, vituallas  y  municiones  é  inútiles  añadir 
que  eran  constantemente  hollados  los  pri- 
vilegios y  regalías  del  vecindario,  además 
de  verse  atropellado  en  sus  propiedades  y 
hasta  desposeído  de  frutos  y  ganados  en 
cuanto  se  aglomeraban  fuerzas  militares  en 
la  villa  y  faltaban  los  ranchos  para  estas. 
¿Qué  importaba  la  ostensosa  devoción  reli- 
giosa del  Capitán  general  de  Galicia  y  de 
sus  subordinados,  ni  la  atención  ceremonio- 
sa de  dicho  supremo  jefe  pidiendo  permiso 
al  Gremio  de  mareantes,  y  obteniéndolo 
por  escritura  notarial,  {Archivo  del  Gremio) 
para  asistir  humildemente  á  la  procesión 
ele  Corpus  Christi  entre  los  alumbrantes  del 


—  131  - 

Santísimo  Sacramento,  (á  los  mareantes  per- 
tenecía exclusivamente  tal  privilegio)  si  en 
cambio  no  podía  contener  el  merodeo  de  las 
partidas  de  soldados,  verdaderos  salteado- 
res entonces,  ni  devolver  los  préstamos,  ni 
prescindir  de  tomar  los  granos,  los  vinos  y 
los  barcos,  y  de  tener  angustiados  con  los 
alojamientos,  que  producían  pérdida  de  bie- 
nes y  de  honra,  á  los  habitantes  de  la  villa? 
Baste  decir  que  se  llegó  al  extremo  de 
arrebatar  las  caballerías  á  los  más  pobres 
arrieros. 

Despoblóse  Pontevedra  por  masas;  huye- 
ron los  mareantes  á  otros  puertos  llevándo- 
se las  industrias  del  mar;  desapareció  la 
concurrencia  de  embarcaciones  y  de  mer- 
cancías, anulándose  las  corrientes  del  comer- 
cio con  la  península  y  con  el  extranjero;  de- 
jaron de  cultivarse  los  campos,  de  podarse 
las  viñas  y,  en  resumen,  la  miseria  se  ense- 
ñoreó de  la  villa.  Desde  esta  tremenda  é  in- 


—  132  — 
merecida  calamidad  no  ha  podido  reponerse 
Pontevedra;  y  verdaderamente,  si  por  haber 
existido  en  ella  un  cuartel  general  sufrió  tan 
enorme  quebranto,  del  cual  nunca  obtuvo  re- 
paración, es,  entre  las  que  recientemente  se 
han  disputado  una  capitanía  general,  la  única 
ciudad  que  tendría  derecho  á  esta  clase  de 
indemnización;  mas,  como  ya  hemos  dicho, 
otros  elementos  de  mayor  solidez  son  los 
que  debe  utilizar  para  recobrar  lo  perdido. 

Unióse  á  tantas  desdichas  la  de  una  es- 
pantosa peste  que  agobió  á  los  pocos  veci- 
nos que  quedaron  en  la  villa  y,  por  último, 
hasta  el  poético  rio  Lerez,  con  repetidas  cre- 
cidas, cegó  los  fondeaderos,  á  la  vez  que  el 
progreso  aumentó  el  tonelaje  y  el  calado  de 
los  buques,  circunstancia  que  fué  verdade- 
ramente la  causa  principal  de  la  decaden- 
cia de  Pontevedra. 

Nuestros  lectores  podrán  figurarse  que 
humor  tendrían  sus  habitantes  para  celebrar 


—  133  — 
la  paz  con  Portugal,  esto  es,  la  pérdida  de 
una  parte  de  la  nación,  después  de  las  pro- 
pias calamidades,  con  fiestas  impuestas  por 
el  gobierno  de  Madrid.  Hubo  festejos;  pero 
¡qué  diferentes  de  los  que  á  principios  del 
mismo  siglo  motivó  el  nacimiento  del  prín- 
cipe heredero!  Entonces  Pontevedra  era  ri- 
ca; entonces,  no  habiendo  parecido  dignos 
del  suceso  los  festejos  celebrados  de  orden 
de  D.  Maximiliano  de  Austria,  arzobispo  de 
Santiago,  se  realizaron  expléndidamente 
otros  durante  ocho  dias  con  nueve  danzas 
de  espadas,  cintas  y  arcos,  presentadas  pol- 
los gremios,  cuadrillas  de  vistosas  libreas, 
luchas  de  caballeros  en  diversos  juegos,  fun- 
ciones religiosas,  caza  de  delfines,  pealas 
engalanadas  de  valiosas  alhajas  á  cargo  de 
las  ochenta  y  dos  panaderas  de  la  villa,  co- 
rrida de  cuatro  toros  por  el  gremio  de  car- 
niceros en  la  plaza  del  cantón  do  Regó  (hoy 
plaza  de  Teucro)  y  paseos  por  las  calles  de 


~  134  — 
la  Nao,  vistosamente  empavesada;  dato  este 
último  que  demostrará  al  Sr.  Fernandez  Du- 
ro que  dicha  nao  no  era,  como  cree,  singular 
alegoría  del  triunfo  de  la  Iglesia  en  la  proce- 
sión del  Corpus  Christi,  sino  representación 
de  una  gloria  de  Pontevedra,  que  se  osten- 
taba en  las  ocasiones  solemnes. 

No  tenía  fuerzas  de  ninguna  clase  la  mal 
tratada  Pontevedra  para  celebrar  la  paz, 
por  mas  que  gracias  á  ella,  pudiese  prome- 
terse que  se  vería  libre  del  famoso  cuartel 
general  que  en  ella  existía  desde  la  rebelión 
de  Portugal  y  que  fuese  indemnizada  con- 
venientemente, para  poder  restablecer  su 
pasado  bienestar. 

Hiciéronse  grandes  esfuerzos  por  los  arzo- 
bispos y  por  los  vecinos  para  reponer  en  lo 
posible  las  fuerzas  de  la  villa;  pero  Dios  lo 
dispuso  de  otro  modo,  pues  á  principios  del 
siglo  XVIII  vino  la  guerra  de  sucesión,  con 
cuartel  general  (29)   y  consiguientes    aloja- 


—  135  — 
mientos  de  tropas,  gastos  y  extorsiones,  con 
la  irrupción  incendiaria  de  los  soldados  in- 
gleses y,  como  repetición  del  drama  del  si- 
glo anterior,  con  otra  asoladora  peste. 

Restablecida  la  tranquilidad  de  España, 
se  realizaron  con  algún  éxito,  hasta  1808, 
varias  tentativas  para  dar  nueva  vida  á  Pon- 
tevedra y  tomaron,  en  efecto,  cierto  vuelo 
las  industrias  de  pesca,  salazón  y  construc- 
ción de  buques  menores;  estableciéronse  te- 
lares de  lienzos  de  lino,  fábricas  de  sombre- 
ros, (una  de  ellas  titulábase  Real)  otra  de 
panas  y  otra  de  tejidos  de  algodón;  mas  la 
guerra  de  la  Independencia  primero,  luego 
las  luchas  civiles  y  por  remate,  extrañas  y 
mal  consideradas  gestiones,  arrebataron  á 
Pontevedra,  que  ala  sazón  no  tenía,  como  en 
los  siglos  anteriores,  (30)  hijos  ó  vecinos  in- 
fluyentes que  la  amparasen,  diversos  me- 
dios de  existencia,  y  gracias  á  la  justicia 
de  sus  méritos  y  á  la  excelencia  de  sus  con- 


10 


—  136  — 
(liciones,  pudo  obtener  la  capitalidad  de  la 
provincia  de  su  nombre. 

Por  su  emplazamiento,  repetimos,  junta- 
mente con  su  belleza,  debe  aspirar  no  solo 
a  renovar  su  antigua  prosperidad,  sino  tam- 
bién á  lograr  mayores  bienes;  para  ello  so- 
lo se  necesita  que  el  elocuente  ejemplo  da- 
do por  un  distinguido  hijo  suyo,  creando 
fabricas,  sirva  de  norma  á  los  demás. 


FIN. 


^www^yvw/vwwwwvvw«yvYvvwwwwwwvvvv»/vyw^w 


NOTAS 


Preliminar.  —Nos'  duele  sobremane- 
ra contradecir  y  rectificar  opiniones  emiti- 
das por  persona  tan  respetable  y  de  tanta 
erudición  y  autoridad  como  el  digno  acadé- 
mico Sr.  Fernandez  Duro;  pero  nos  hemos 
visto  en  la  precisión  de  hacerlo  así  á  fin  de 
restablecer  la  verdad  histórica,  tal  como  no- 
sotros la  concebimos,  sobre  algún  hecho  de 
los  que  son  objeto  de  nuestro  estudio.  Salva- 
mos, pues,  desde  luego  la  alta  considera- 
ción que  nos  merece  dicho  ilustre  escritor, 


-  138  - 
y  para  inteligencia  de  los  lectores  de  este 
libro,  creemos  oportuno  manifestar  además 
que  el  concepto  en  que  usamos  la  palabra 
«Cantabria»  es  el  mismo  que  establece  el 
Sr.  Fernandez  Duro  al  decir,  en  La  Marina 
de  Castilla,  que  la  nave  capitana  de  Colón 
representaba  (aunque  no  lo  demuestra)  en 
la  escuadrilla  del  primer  viaje,  «á  las  Cua- 
tro villas  y  á  los  puertos  de  Vizcaya  y  de 
Guipúzcoa.»  Excluida  así  de  la  denomina- 
ción geográfica  Cantabria  el  resto  de  la  cos- 
ta del  norte,  esto  es,  la  que  limita  Asturias 
y  parte  de  Galicia,  nos  hemos  visto  obliga- 
dos, repetimos,  á  raciocinar  sobre  esta  ba- 
se, y,  por  consiguiente,  debe  entenderse  que 
empleamos  la  palabra  mencionada  refirién- 
donos, también  exclusivamente,  á  la  costa 
de  Santander,  Vizcaya  y  Guipúzcoa. 
Núm.o  1. 
No  hemos  vacilado  en  defender  á  Juan 
de  la  Cosa  en  los  términos  que  contiene  el 
texto,  interpretando  como  concepto  gene- 
ral, no  como  especial  ó  imposición  ineludi- 
ble á  aquel  piloto,  la  alusión  que  á  órdenes 


—  139  - 
anteriores  (que  fueron  por  cierto  muy  cbtre- 
chas)  hace  la  carta  de  los  RR.  CC.  en  la  si- 
guiente frase:  «porque  en  nuestro  servicio  é 
nuestro  mandado  fuistes  por  maestre  &.a» 
Sabido  es  que  en  los  documentos  burocrá- 
ticos se  estampan  frases  hechas,  digámoslo 
así,  cuya  significación  no  es  la  literal  ó  la 
que  se  contrae  á  la  propiedad  de  cada  una 
de  sus  palabras  cuando  no  perjudican  á  la 
materia  esencial  del  documento,  sino  que 
abarcan  un  sentido  lato  que  comprende  va- 
rios conceptos;  y  creemos  que  las  frases 
«nuestro  mandado»  y  auna  nao  vuestra» 
tienen  aquel  carácter.  De  todos  modos,  este 
no  es  lugar  adecuado  para  analizar  y  discu- 
tir tal  cuestión. 

Núm.o  2. 
Poseemos  varias  escrituras  de  contratos 
celebrados  en  Pontevedra  desde  principios 
del  siglo  XV,  ya  de  fletes  de  navios,  ya  de 
obligación  de  entregar  en  fecha  determinada 
(generalmente  el  mes  de  Noviembre)  tantos 
ó  cuantos  «millares  de  sardina  salada,  pren- 
sada é  boa,  que  sea  de  dar  e  de  tomar  de 


—  140  — 

mercader  a  mercader»  fijándose  como  pena, 
de  no  entregarla  en  el  plazo  convenido,  el 
importe  del  género  «ácomo  valere  en  Sivilla, 
Valengia,  Alicante,  Bargelona,  Januva  y  aun 
« A  llanera »  que  nosotros  interpretamos  Ale- 
jandría por  no  hallar  nombre  de  población 
comercial  y  marítima  mas  parecido  á  la  pa- 
labra subrayada.  Esta  sopeña  indica  clara- 
mente que  Pontevedra  sostenía  con  aquellas 
ciudades  activo  comercio  de  dicho  artículo; 
no  de  otra  suerte  podrían  sus  mareantes  sos- 
tener siete  cercos  (inmensa  red  que  ordina- 
riamente sacaba  del  mar  millón  y  medio  á 
dos  millones  de  sardinas).  Por  otra  parte,  la 
industria  de  salazón  era  muy  antigua  y  flo- 
reciente en  dicha  villa  á  juzgar  por  un  di- 
ploma de  D.  Alfonso  IX,  fechado  en  ella  á 
27  de  Septiembre  de  1229,  y  copiado  de 
una  compulsa  judicial  hecha  en  1  577  y  exis- 
tente en  el  archivo  de  la  catedral  composte- 
lana,  por  el  Sr.  López  Ferreiro  en  su  obra 
«Fueros  municipales  de  Santiago  y  su  tie- 
rra.» 

Y  por  carta  del   Rey   San  Fernando,  fe- 


—   I4i   — 
chada  en  Valladolid   á  6  de  Noviembre  de 
1238,    entre  todos   los    puertos  de  Galicia, 
solo  los  de  Pontevedra  y  Noya  estaban  fa- 
cultados para  la  fabricación  del  saín. 

Por  estos  y  otros  datos  que  enumeramos 
en  el  presente  libro,  demostrativos  de  la  im- 
portancia de  Pontevedra  en  la  Edad  media, 
se  comprenderá  que  no  estaba  bien  infor- 
mado el  Si*.  Murguía  cuando  dijo  en  su  obra 
«Galicia»  página  699,  que  «cien  años  antes 
apenas  se  le  conocía»  á  propósito  de  que 
en  una  información  de  la  Inquisición,  año  de 
1607,  se  lee  que  Pontevedra  era  puerto  de 
mucho  comercio  «no  solo  con  España,  sino 
con  Inglaterra  y  Francia.»  Precisamente  en 
el  mismo  siglo  XVII  empezó  su  decadencia 
por  causas  que  mencionamos  en  las  últimas 
paginas  del  texto. 

Núm.o  3. 

En  la  denominación  de  Flandessé  incluía 
generalmente  no  solo  la  P>clgica  y  la  Holan- 
da, sino  también  una  parte  de  la  costa  nor- 
te de  Francia,  la  de  Alemania  (Mamburgo), 
Dinamarca  y  aún  Suecia  y  Noruega. 


—   142  - 

Pontevedra  mantenía  relaciones  maríti- 
mas con  Flandes,  siendo  notable  el  hecho 
de  que  mercaderes  de  Burgos  se  sirviesen  de 
los  barcos  de  aquella  villa,  como  lo  demues- 
tra el  siguiente  documento  que  copiamos  á 
la  letra. 

«xxviij0  dias  de  set°  juan  domle  flamen- 
go  besiño  de  burgos  dou  seu  poder  cunplido 
a  afon  yans  jacob  notario  de  pontvedra  pa 
que  por  ele  en  seu  nom  pódese  rescebirere- 
cabdar  e  avere  cobrar  todlas  mercadorias  de 
coyros  c  outras  quaes  quer  cousas  que  el  car- 
gase ena  nao  de  pedro  falqon  este  dito  ano 
de  que  juan  de  san  b°  era  m°  pa  frands  e  pa 
rescebir  conta  do  pago  e  dar  carta  ou  car- 
tas de  pago  testigos  juan  gots  do  ribeyro  c 
alonso  rrodrigucs  de  córdoba  e  outros»  (Mi- 
nutario notarial  de  1434  depositado  en  el 
Museo  Arqueológico  de  Pontevedra  por  el 
vecino  de  la  misma  D.  Joaquín  iMuñez,) 
Núm.o  4. 

Payo  Gómez  Charino.— Por  no  haber 
querido  enterarse,  el  Sr.  Fernandez  Duro 
estuvo    á    punto   de   excluirle    de    Ja    lista 


—  143  —  " 
de  almirantes  de  Castilla;  aparece  firman- 
do como  «Almirante  mayor»,  no  en  un  solo 
privilegio,  como  dice  el  ilustre  académico, 
sino  en  varios;  y  en  una  confirmación  á  fa- 
vor de  Pontevedra,  datada  en  Toro  por  Don 
Alfonso  XI  á  22  de  Agosto,  era  1354,  dicho 
rey  se  refiere  al  tiempo  de  su  abuelo  Don 
Sancho  «seyendo  don  pay  gomez  su  almi- 
rante de  la  mar.»  No  atinamos  con  la  cau- 
sa en  virtud  de  la  cual  el  docto  escritor  reba- 
ja cuanto  puede  la  figura  de  Charino,  pocas 
páginas  después  de  decir  que  «al  supremo 
puesto  de  Almirante  no  se  llegaba  sin  ha- 
ber dado  antes  verdaderas  pruebas  de  pe- 
ricia en  la  navegación  y  de  bravura  en  los 
combates  marítimos.» 

Sabemos  que  el  Sr.  Alvarez  Giménez, 
ilustradísimo  Director  del  Instituto  de  Pon- 
tevedra, prepara  un  trabajo  histórico  para 
refutar  los  comentarios  y  rectificar  las  noti- 
cias equivocadas  que  el  Sr.  Fernandez  Duro 
incluye  en  «La  Marina  de  Castilla»  con  res- 
pecto á  Charino  y  á  la  conquista  de  Sevi- 
lla y  tenemos  la  seguridad  de  que  el  Sr.  Al- 


—  ¡44  — 
varez  Giménez  lo  hará  cumplida  y  elocuen- 
temente. Omitimos,  pues,  lo  mucho  que  pu- 
diéramos decir  acerca  de  esta  materia  y 
solo  nos  permitiremos  manifestar  nuestro 
asombro  al  ver  que  el  Sr.  Fernandez  Duro 
admite  con  la  mayor  sencillez  la  acusación 
de  que  la  respetable  comunidad  de  Francis- 
canos de  Pontevedra  ha  consentido  la  comi- 
sión de  una  superchería,  ó  de  una  falsedad, 
en  el  punto  más  visible  del  templo,  cual  es 
el  crucero  en  el  lugar  inmediato  á  la  capilla 
mayor,  donde  se  alza  la  sepultura  de  Chari- 
-no.  El  Sr.  Fernandez  Duro  cierra  los  ojos  y 
acepta  las  negaciones  del  apasionado  pole- 
mista Pérez  Rcoyo,  hasta  el  punto  de  decir 
que  el  Monasterio  mencionado  fué  construi- 
do en  el  sifjlo  XV  y  que  aquel  almirante  no 
fué  señor  de  Rianjo.  ¿Qué  trabajo  le  hubie- 
ra costado  al  Sr.  Fernandez  Duro  pedir  da- 
tos respecto  á  lo  primero  á  los  Sres.  P.  Fita 
y  Fernandez  Guerra,  (de  no  merecerle  crédi- 
to la  Historia  de  la  Orden  Franciscana  de 
Galicia  por  el  P.  Castro),  y  en  cuanto  á  lo 
segundo  á  personas  de  Pontevedra,  que  hu- 


_  145  — 
bieran  tenido  mucha  complacencia  en  pro- 
porcionárselos? 

Alonso  Jofre  Tenorio,  derrotó  á  Pe- 
zanho,  jefe  de  las  armadas  del  rey  de  Por- 
tugal. Por  sus  padres,  D.  Pedro  Rodríguez 
Tenorio  y  D.a  Teresa  Paez  de  Sotomayor, 
hermana  de  Charino,  y  por  el  hecho  de  exis- 
tir, aún  a  principios  del  siglo  XV,  una  calle 
en  Pontevedra  denominada  de  Jofre  Tanoi- 
ro,  se  evidencia  que  no  desvariaron  Gari- 
bay  y  otros  escritores  al  afirmar  que  dicho 
almirante  fue  gallego.  Poseemos  dos  con- 
tratos de  aforamiento,  hechos  respectiva- 
mente por  Fernando  da  Nova  y  otros  en  13 
de  Mayo  de  1456  y  por  el  concejo  de  Pon- 
tevedra en  19  de  Abril  de  1437;  el  prime- 
ro á  favor  de  Gonzalo  García  y  de  su  mujer 
María  da  Nova,  y  el  segundo  á  favor  del 
clérigo  Pedro  de  Montes,  teniente  lugar  de 
Rector  de  Santa  María  la  Grande,  ambos 
por  fincas  en  la  citada  Rúa  de  Jofre  Tanoiro. 
A  una  legua  de  Pontevedra  y  en  la  parro- 
quia de  Tenorio,  donde  nació  también,  á  19 
de  Mayo  de  1328,  D.  Pedro  Tenorio,  Arzo- 


—  146    - 

bispo  de  Toledo,  aun  existen  grandes  restos 
de  los  castillos  de  aquellos  caballeros,  cuyo 
apellido  popularizó  el  insigne  poeta  Zorrilla; 
alguno  de  ellos  tomó  parte  en  las  Cruzadas, 
pues  arqueólogos  ingleses  encontraron  re- 
cientemente en  Chipre  lápidas  sepulcrales 
con  el  nombre  de  Tanoirus:  acaso  el  de  Jo- 
fre  es  reducción  del  de  Godofredo,  adoptado 
en  memoria  del  más  esclarecido  jefe  de  las 
Cruzadas,  Godofredo  de  Bouillon.  La  línea 
principal  de  esta  familia  vino  á  refundirse 
en  la  de  los  Duques  de  Sotomayor,  mar- 
queses de  Tenorio,  señores  de  Cotobad  &.a 
Alear  Paez  de  Sotomayor,  hijo  de  Payo 
Gómez  Charino.  Firma  como  Almirante  ma- 
yor en  dos  privilegios  fechados  á  27  de  Julio 
y  12  de  Noviembre  de  1302  y  en  una  con- 
firmación de  D.  Fernando  IV,  á  17  de  Fe- 
brero de  1303,  de  las  mercedes  otorgadas 
por  D.a  Urraca  y  su  esposo  el  conde  D.  Rai- 
mundo al  monasterio  de  San  Juan  de  Poyo. 
De  su  vida  solo  tenemos  noticias  muy  pro- 
blemáticas, como  la  de  haber  sido  herido  en 
un  combate  naval   con  los  moros  acaecido 


—  147  ~ 
cerca  de  Tarifa  y  la  de  hallarse  enterrado 
en  el  convento  de  Santa  Clara  de  Ponteve- 
dra. Respecto  á  la  primera,  se  supone  que 
los  privilegios  de  la  Casa  de  Alemparte  pro- 
vienen de  los  servicios  prestados  por  Albar 
Paez  en  dicha  guerra;  cuanto  á  la  segunda, 
aunque  en  la  iglesia  de  aquel  convento  hay, 
en  efecto,  una  sepultura  de  arco  en  sitio  pre- 
ferente, carece  de  inscripción  y  se  ignora 
quien  yace  en  ella. 

Núm.°  5. 
Juan  da  Nova,  de  quien  da  brillante  no- 
ticia  como  marino  gallego  el  Dr.  Sophus 
Ruge,  profesor  del  Instituto  politécnico  de 
Dresde  en  su  «Historia  de  la  época  de  los 
descubrimientos  geográficos»  incluida  en  el 
tomo  Vil  de  la  Universal  de  Oncken,  entró 
al  servicio  del  rey  de  Portugal,  quien  le  dio 
en  i  501  el  mando  de  cuatro  naves  de  ex- 
pedición á  la  India,  regresando  cubierto  de 
laureles  y  de  botín,  y  con  el  descubrimiento 
de  las  islas  de  la  Ascensión  y  de  Santa  He- 
lena. El  monarca  portugués  le  hizo  en  Lis- 
boa un  recibimiento  tan  ostentoso  como  el 


_  i48  — 

que  cerca  de  dos  siglos  antes  había  hecho 
el  castellano  á  Jofre  Tenorio  en  Sevilla  des- 
pués de  haber  derrotado  á  Pezaño;  y  le  col- 
mó de  mercedes.  Mientras  no  vengan  nue- 
vos documentos  á  destruir  nuestras  conje- 
turas, no  vacilamos  en  atribuir  á  Juan  da 
Nova  la  patria  pontevedresa  atendiendo  á 
los  siguientes  datos  que  demuestran  la  exis- 
tencia en  Pontevedra  de  la  familia  Nova 
en  el  siglo  XV  y  principios  del  XVI. — En 
primer  lugar,  el  papel  citado  en  la  nota  an- 
terior con  relación  al  Almirante  Jofre  Teno- 
rio, en  que  figuran  Fernando  y  Mari  a  da 
IVova.  Además,  una  escritura  relativa  á  cen- 
so de  seis  maravedís  de  moneda  vieja,  que 
á  favor  de  la  cofradía  de  San  Juan  Bautista 
de  Pontevedra,  en  2  de  Noviembre  de 
1428,  hizo  Teresa  García,  mujer  que  fué 
de  Afonso  Yans,  en  presencia  de  los  procu- 
radores y  cofrades  de  dicha  cofradía  «Bario- 
lamen  de  colon  y  a°  da  nova». — En  1457 
figuran  en  Pontevedra  como  alcabaleros  de 
la  sal  Pedro  Fariña  y  Pedro  da  Nova. — La 
ejecutoria  de  la  sentencia  dada  por    la  Au- 


—  149  — 
diencia  de  la  Coruña  en  el  pleito  del  Monas- 
terio de  Poyo  con  D.  Melchor  García  de  Fi- 
gueroa  y  Cienfuegos,  alcalde  ordinario  de  la 
villa,  sobre  la  huerta  de  Andurique  (limítro- 
fe de  Portosanto,  parroquia  de  San  Salva- 
dor de  Poyo)  ejecutoria  expedida  á  13  de 
Agosto  de  16 16,  incluye  por  copia  lite- 
ral y  como  prueba,  una  escritura  de  foro  he- 
cha en  3  de  Octubre  de  1519  en  nombre 
de  D.  Juan  de  Vibona,  Cardenal  de  San- 
ta María  in  Pórtici,  Abad  perpetuo  del  Mo- 
nasterio de  Poyo,  á  favor  del  mareante  de 
Pontevedra  Juan  de  Colon  y  de  su  mujer 
Constanza  de  Colon  representados  por  Juan 
Nova,  también  mareante  de  dicha  villa.  Esta 
noticia  ha  sido  publicada  en  la  notable  obra 
«El  río  Lerez»  por  D.  Luis  de  la  Puega,  po- 
seedor del  expresado  documento. 

Pedro  Sarmiento  de  Gamboa,  á  quien 
historiadores  ingleses  llaman  el  primer  na* 
veganle  del  siglo  117,  parece  haber  nacido 
en  Alcalá  de  Henares,  hijo  de  Bartolomé 
Sarmiento,  pontevedrés,  y  de  una  señora 
vizxaina.  Estudió  la  náutica  en  Pontevedra 


—  iso  — 

y  la  tradición  señala  todavía  la  casa  que  ha- 
bitaron él  y  sus  padres:  es  probable  que  ha- 
ya sido  pariente  de  Cristóbal  García  Sar- 
miento, piloto  de  La  Pinta,  y  de  Antonio 
Sarmiento  Montenegro,  Juez  ordinario  de 
dicha  villa  en  1540. 

Los  Nodal,  también  famosos  marinos  en 
dicho  siglo,  y  los  Matos,  que  vivieron  en  el 
siguiente,  son  muy  conocidos;  más  respecto 
de  estos  últimqs,  consignaremos  que  sus  ser- 
vicios fueron  notables,  según  las  certifica- 
ciones que  existen  en  el  archivo  del  Gre- 
mio de  Mareantes:  servicios  verdaderamen- 
te eminentes,  premiados  con  las  más  al- 
tas categorías  de  la  marina  militar.  Juan  de 
Matos,  el  viejo,  fué  Almirante  de  la  escuadra 
de  Barlovento;  su  hijo  Juan  de  Matos,  Almi- 
rante del  mar  Occéano  y  de  las  Escuadras 
de  Galicia;  y  el  sobrino  de  este  último,  hijo 
de  su  hermana  D.a  Teresa  y  del  alférez  Se- 
bastian García,  llamado  también  D.  Juan, 
Almirante  de  la  Escuadra  de  Ñapóles. 

El  Sr.  Murguía,  dice  en  su  libro  «Galicia» 
que  D.  Juan  Matos  y  Eandiño,  sobrino  de 


—  i5i  — 
uno  ele  estos  Almirantes,  «fué  mejor  marin© 
que  su  tío,  según  se  decía.»  No  sabemos  á 
cual  pariente  se  refiere  el  distinguido  histo- 
riador de  Galicia,  ni  que  fundamentos  tiene 
la  frase  «según  se  decía»,  ni  que  el  Fandiño 
haya  figurado  en  escala  superior  á  la  de  cual  - 
quiera  de  dichos  ilustres  marinos. 
Núm.o  6. 
Los  privilegios  á  que  nos  referimos  cons- 
tan, á  falta  de  los  documentos  originales, 
destruidos  en  las  perturbaciones  del  presen- 
te siglo  XIX,  en  una  compulsa  judicial  he- 
cha en  24  de  Agosto  de  1748  por  el  nota- 
rio de  la  villa  José  Antonio  Rodríguez  de 
Vera,  en  virtud  de  auto  acordado  y  proveni- 
do por  los  señores  Justicia,  alcaldes  y  regi- 
dores, á  petición  de  los  procuradores  gene- 
rales del  ayuntamiento;  el  testimonio  fué 
comprobado  por  los  notarios  Andrés  Nuñez 
de  Montenegro  y  Sebastian  Nuñez  y  com- 
prende además  el  amplio  privilegio  de  de- 
clarar á  los  habitatores  de  Pontevedra«  tam 
présenles  quam  futuros))  libres  de  los  tribu- 
tos llamados  «luctuosa,  fonsadera,  goyosa, 


—    152    — 

anal,  navigio,  pedidalla,  moneda  &.a»  Otra 
franquicia  de  los  mareantes  pontevedreses 
era  la  de  vender  libremente  el  pescado,  sin 
que  se  les  pudiera  poner  precio  ni  peso,  se- 
gún la  undécima  ordenanza  de  las  que  re- 
gían de  tiempo  inmemorial  en  la  villa,  testi- 
moniadas por  el  notario  Martin  de  Segura 
á  27  de  Febrero  de  1609.  Estos  privilegios 
y  franquicias,  juntamente  con  los  demás, 
fueron  concedidos  unos  y  renovados  otros 
por  D.  Fernando  el  Santo  á  consecuencia  de 
la  conquista  de  Sevilla,  así  como  por  diver- 
sos reyes,  y  confirmados  todos  por  D.  Enri- 
que IV  en  Badajoz  y  por  el  Emperador  Don 
Carlos  en  la  Cor  uña. 

Núm.c*  7. 
« Don  Rodrigo  de  Luna  por  la  gracia  de 
Dios  et  de  la  santa  iglesia  de  Roma  argobis- 
po  de  la  santa  iglesia  e  arzobispado  de 
Santiago  capellán  mayor  de  nuestro  señor 
el  rey  et  su  notario  mayor  del  regno  de 
león  oydor  de  la  su  abdiencia  y  del  su  con- 
sejo vimos  una  carta  de  sentenci?  dada  por 
el  juez  que  era  á  la  sagon  de  la  nuestra  vi. la 


—  i53  — 
de  pontevedra  escripia  en  pergamino  de 
cuero  firmada  del  nombre  de  dicho  juez  et 
sellada  en  pendente  de  su  sello  e  firmada 
otrosy  del  nombre  de  Ruy  gos  escribano  que 
era  en  la  abdiencia  del  dicho  juez  ante  nos 
presentada  por  juan  basante  carpentero  por 
sy  et  en  nombre  de  los  otros  carpenteros 
vecinos  e  moradores  de  la  dicha  nuestra  vi- 
lla de  pontevedra  de  la  qual  sentencia  su 
thenor  es  el  siguiente 

Sabean  quantos  esta  carta  de  sentencia 
viren  como  ante  min  gongal  peres  juez  lu- 
gar teniente  de  gongal  sanches  de  vaamon- 
de  juez  ordinario  da  villa  de  pontevedra  pa- 
resceron  en  juicio  miguell  ferrandez  verde 
arrendador  da  alcauala  dos  navios  o  ano  pa- 
sado de  mili  e  quatrocentos  e  quorenta  e 
nove  anos  Et  por  palabra  demandou  a 
afon  de  montes  y  a  fernan  nunez  e  afon  juan 
e  a  juan  basante  y  esteuo  rrodriguez  carpen- 
teros  moradores  en  a  dita  villa  que  como 
eles  e  outros  seus  consortes  feceran  e  labra- 
ran asy  a  enpreytada  como  por  razón  de 
bragalajeen  e  afán  das  suas  maos  certos  na- 


—  i54  — 
vios  e  pinagas  e  outros  en  o  tempo  de  seu 
arrendamento  que  estimauan  alcauala  que 
entendían  do  que  lie  poderian  deuer  contia 
de  dous  mjll  mrs  Et  pedia  a  o  dito  juez  que 
líos  mandase  pagar  y  logo  os  ditos  reos  di- 
seron  que  lie  negauan  sua  tal  estimagon  e 
pedían  a  o  dito  juez  que  lies  mandase  dar 
por  sy  y  en  nombre  dos  outros  que  quise- 
sen  seer  en  ajuda  do  dito  pleyto  o  traslado 
e  término  de  dreito  a  que  respóndese  Et  o 
juez  mandoullo  dar  e  responder  a  noue 
dias  e  a  este  termino  troixesen  procuragon 
de  quales  quier  que  quixeren  seer  en  sua  fa- 
vor e  ajuda  do  dito  pleito  et  a  o  dito  termino 
parescesen  as  ditas  partes  et  outros  conteni- 
dos en  huna  procuraron  ende  mostraron  et 
diseron  que  eles  non  eran  tiudos  a  tal  alca- 
uala de  navios  que  eles  fegesen  e  labrasen 
por  seus  jomas  por  cuanto  alguos  marean- 
tes querían  facer  seus  navios  enpreytada  e 
atallamento  et  lies  daban  seu  breu  et  rezina 
crauos  e  madeyra  Et  eles  por  afán  de  seus 
jornaas  e  corpos  lies  davan  certa  contia  de 
mrs  por  razón  de  seu  traballo  de  suas  manos 


—  155  — 
et  afán  de  seu  corpo  Et  asy  dezian  que  nun- 
ca se  acostu  ni  aran  grandes  tiempos  son  pa- 
sados e  oje  en  dia  lie  non  pagaran  alcavala 
alguna  e  dezian  que  en  tal  posesión  estañan 
e  pedían  a  o  dito  juez  que  selle  esto  fose  ne- 
gado po  lo  dito  miguel  ferrandez  alcaualero 
que  pedia  ser  rescebido  a  prouar  de  lo  sobre 
•esto  dito  o  dito  miguel  ferrandez  diso  que 
eso  meesmo  el  quería  ser  rescebido  á  pro- 
uar lo  que  el  demandaua  Et  sobresto  as  di- 
tas partes  me  pediron  que  librase  o  que  adia- 
se por  dereito  et  concludian  Et  eu  ouve  o 
dito  pleito  por  concluso  et  asigncy  termino 
para  o  librar  e  a  o  termino  por  myn  asigna- 
do en  presencia  das  ditas  partes  dey  una 
pronungiacion  que  decia  que  rrescebia  anbas 
las  ditas  partes  conjuntamente  a  prouar  a  os 
ditos  reos  suas  defensiones  et  a  o  dito  abtor 
sua  demanda  para  o  qual  lies  asigney  certos 
términos  e  produgos  para  faceren  mas  pro- 
nas E  lies  mandey  que  en  o  dito  termino  po- 
sesen  seus  enterrogatorios  e  prouas  para  se 
presentaren  suas  testymonias  e  interloquen- 
do  o  pronunciey  asi  en  o  qual  termino  os  di- 


-  i56- 

tos  carperiteros  trouxeron  suas  testymonias 
e  en  presenta  do  dito  alcaualero  foron  aju- 
ramentados  e  despois  tomados  seus  ditos 
apartadamente  y  cada  un  sobre  sy  et  despois 
abertas  e  publicadas  et  dadas  o  traslado  as 
partes  a  que  dixesen  o  seu  dereito  E  sobre 
esto  dixeron  e  rrazoaron  quanto  dicer  e  ra- 
razoar  quixeron  fasta  que  concludieron  e  me' 
pidieron  que  librase  o  que  adiase  por  direi- 
to  E  eu  ouve  opleyto  por  concluso  e  asigney 
termino  e  ócy  esta  sentencia  que  tal  he...  Et 
eu  juez  sobredito  visto  e  diligentemente  exa- 
minado hun  proceso  de  pleito  ante  my  tra- 
tado entre  partes  conven  a  saber  entre  mi- 
guell  ferrandez  verde  arrendador  da  alcauala 
dos  navios  da  villa  de  pontevedra  o  año  pa- 
sado de  mili  e  quatrocentos  e  quoarenta  e 
nove  anos  abtor  de  huna  parte  e  afon  de 
montes  e  juan  basante  e  afon  juan  e  ferrand 
nunez  c  esteuo  rrodriguez  carpenteros  de 
navios  da  dita  villa  de  que  se  mostraron 
procuradores  reos  da  outra  parte 

E  visto  en  como  as  ditas  partes    conjun- 
tamente foron  por  min  recebidas  aproua  de 


—  157  — 
suas  entengoos  E  o  dito  abtor  non  prouou 
cousa  alguna  do  por  el  demandado  E  visto 
a  pronanga  sóbrelo  feyta  polos  ditos  reos 
por  sy  e  en  nome  das  ditas  mas  partes  e 
as  contraditas  e  tachas  por  lo  dito  abtor 
opostas  a  seus  testigos  as  quaes  non  foron 
legítimamente  ne  con  as  solepnidades  dj 
dreito  segund  se  requería  en  tal  caso  nea 
as  prouou  E  visto  todo  o  dito  pleito  e  abtos 
del  e  todo  cuanto  era  necesario  de  ver  ávi- 
do sóbrelo  meu  acordó  e  plenarya  delibe- 
ragión  con  letrados  acho  que  o  dito  reo  por 
por  sy  e  en  nome  dos  ditas  partes  prouou 
ben  c  conpridamente  sua  entengon  conuen 
a  saber  nunca, ser  costume  en  na  dita  villa 
deqos  tacs  carpenteiros  dos  ditos  navios 
pagaren  a  tal  alcauala  dos  navios  pi nagas  e 
batees  que  fazian  e  tomauan  a  sua  ventura 
por  razón  de  enpreytada  e  traballo  das 
suas  maos  e  personas  nen  da  madeyra  e  cla- 
uagon  e  bren  pagauan  a  noso  señor  o  Rey 
et  á  seus  arrendadores  sua  alcabala  e  eles 
que  a  conprauan  segund  ley  do  dito  qua- 
derno  eran  quitos  Et  por  ende  dou  por  libres 


-  i58  - 
e  quitos  a  os  ditos  carpenteiros  e  a  seus 
bees  a  cada  un  deles  da  dita  alcauala  agora 
e  daqui  endeante  das  pinagas  e  navios  e 
batees  que  asy  fegeren  por  razón  de  enprey- 
tada  a  sua  ventura  E  pono  sylengio  perpe- 
tuo a  o  dito  miguel  ferrs  alcaualero  sobre 
dito  e  a  outro  qualquier  que  arrendare  a  di- 
ta alcauala  dos  navios  que  de  aqui  en  dean- 
te non  demanden  nen  molesten  nen  enquie- 
ten  sóbrelo  a  os  ditos  carpenteiros  por  ra- 
zón da  dita  alcauala  E  por  myña  sentenga 
definitiva  o  julgo  mando  declaro  e  discer- 
no todo  asy  en  estos  escriptos  E  por  eles 
dou  esta  ser.tcnca  test  smonias  que  estauan 
presentes  diego  tendeiro  ejuan  cerreiro  e 
lopo  castaño  e  juan  macriño  e  juan  de  do- 
mayo  e  outros  dada  dia  sábado  dez  e  septe 
dias  do  mes  de  Janeiro  ano  do  nascemento 
de  noso  señor  yhxpo  de  myll  e  quatrocen- 
tos  e  quarenta  e  nove  anos.  A  qual  sentenca 
asy  dada  o  dito  mygueell  ferrnz  diso  que 
apelaua  por  palabra  e  entendía  apelar  por 
escripto  en  no  termino  de  dereito — gn0  pe- 
res Rodericus  gundisaluus  escriptor 


—  159  — 
E  la  dicha  sentencia  asy  ante  nos  pre- 
sentada fuenos  pedido  e  suplicado  por  el 
dicho  juan  basante  pediendonos  por  merced 
tovyeremos  por  bien  de  les  confirmar  la  di- 
cha sentencia  et  todo  lo  en  ella  contenydo 
mandándola  goardar  e  cumplir  en  todo  E 
por  todo  doy  en  adelante  para  syempre 
costrenendo  e  apremyando  á  ios  alcauale- 
ros  e  cogedores  de  las  alcaualas  ele  la  di- 
cha nuestra  villa  en  renta  o  lieldat  o  en 
otra  qualquicr  manera  que  agora  son  e 
fueren  de  aqui  adelante  que  les  non  de- 
manden las  tales  alcaualas  de  labrar  e  fa- 
cer navios  naves  barchas  baixeles  carauelas 
pinaeas  barcos  e  bateéis  et  todas  e  quaes 
quier  fustas  mayores  e  menores  para  marear 
aunque  las  fiziesen  e  labrasen  acote  et  a  jor- 
nal o  en  otra  qualquier  manera  en  la  dicha 
villa  de  pontevedra  et  en  sus  prayas  et  rrias 
c  términos  ct  jurdiroos  della  mandando  á 
los  juezes  e  allcaldes  e  mayordomos  de  la 
dicha  villa  que  agora  son  e  fueren  de  aqui 
en  adelante  que  los  defiendan  con  todas 
las  causas  acerca  de  la  dicha   alcauala  en  la 


—  i6o  — 

dicha  sentencia  contenydas  e  que  non  con- 
sientan que  alguno  nin  algunos  non  va- 
yan contra  ella  por  gelo  amenguar  o  que- 
brantar en  alguna  manera  nyn  por  alguna  ra- 
zón quanto  mas  que  los  derechos  e  leys  e 
ordenamientos  reales  non  les  obligan  a  pa- 
gar trebuto  alguno  de  lo  que  ganan  de  sus 
oíicios  de  carpintaria  por  afán  y  trabajo  de 
sus  manos  a^y  por  razón  de  enpreytada  e 
bragalajeen  como  en  otra  qualquier  manera 
suplicándonos  todavia  que  le  confirmare- 
mos la  dicha  sentencia  Et  nos  viendo  la  di- 
cha petición  ser  justa  et  en  como  la  dicha 
sentencia  fue  et  es  racionabele  jurídica  amo- 
logada  c  passada  en  cossa  julgada  touimos 
por  bien  de  les  confirmar  e  por  la  presente 
confirmamos  e  aprouamos  en  todo  e  por 
todo  la  dicha  sentencia  et  mandamos  que 
le  vala  e  sea  goardada  e  comprida  segund 
e  por  lo  modo  e  manera  que  en  ella  se  con- 
tiene Et  que  alguno  nyn  algunos  no  sean 
osados  de  los  yr  nin  pasar  contra  ello  nin 
contra  parte  de  ello  en  alguna  manera  nyn 
por  alguna  rrazon  por  gela  menguar  e  que- 


—  i6i  — 
brantar  et  defendemos  firmemente  a  todos 
e  aquales  quier  cogedores  e  recabdadores 
en  rrenta  o  en  fieldad  o  en  otra  qualquier 
manera  que  agora  son  et  serán  de  aqui  ade- 
lante de  las  alcaualas  de  los  navios  e  naves 
e  fustas  de  qualquier  manera  que  sean  para 
marear  que  les  non  puedan  demandar  nyn 
demanden  las  tales  alcaualas  en  la  dicha  vi- 
lla e  sus  términos  e  jurdiciones  pues  que 
son  quitos  et  exentos  dellas  segunt  el 
thenor  de  la  dicha  sentencia  e  por  semejan- 
te via  mandamos  á  los  dichos  juezes  e  all- 
caldes  e  mayordomos  de  la  dicha  nuestra 
villa  e  sus  lugares  tenientes  asy  á  los  que 
agora  son  como  los  que  daqui  adelante  fue- 
ren de  la  dicha  villa  e  suas  prayas  e  rrias 
e  términos  e  jurdiyoos  que  auparen  e  de- 
fiendan a  los  dichos  carpenteros  que  agora 
son  e  fueren  de  aqui  adelante  vezinos  de  la 
nuestra  villa  de  pontevedra  cerca  de  las  co- 
sas en  la  dicha  sentencia  contenydas  Et  los 
unos  c  los  otros  non  farades  nin  fasran  de 
ende  al  sopeña  de  la  nuestra  merced  y  de 
cxcomonión  e  de  diez   mil  mrs    a  cada  1411 


—    IÓ2   — 

de  vos  e  dellos  para  la  nuestra  cámara  que 
lo  ansy  facer  et  conplir  non  quisyere  en 
testymonyo  de  lo  qual  les  mandamos  dar 
e  damos  esta  nuestra  carta  confirmatoria 
firmada  de  nuestro  nombre  et  sellada  con 
nuestro  sello  en  pendiente  et  por  mayor  fir- 
meza mandamos  a  aluaro  de  casteenda  no- 
tario de  la  nuestra  cibdad  de  Santiago  que 
la  signare  de  su  signo  ¡  dada  en  la  nuestra 
dicha  cibdade  oyto  dias  del  mes  de  junyo 
ano  del  nascimento  de  noso  señor  Ihuxpo 
de  mil  e  quatrocientos  e  cincuenta  e  seys 
anos  estando  presentes  por  testigos  el  car- 
denal martin  lopez  e  Juan  de  la  parra  canoi- 
go  de  la  dicha  nuestra  iglesia  e  el  bachiller 
Rodrigo  bailo  nuestro  familiar  e  otros  |  Ro- 
dericus  archiepiscopus  conpostellanus.  Et 
eu  alvaro  de  casteenda  notario  publico  ju- 
rado de  santiago  por  la  igllia  de  Santia- 
go a  esto  que  sobredito  he  en  hun  con 
os  ditos  testigos  presente  fuy.  E  por  man- 
dado de  meu  señor  o  arzobispo  de  Santia- 
go don  Rodrigo  de  luna  esta  sobredita  con- 
firmatoria escripui  e  fige  meu  nome  e  signo 


-  i63  - 
puse  que  tal  he  en  testimonyo  de  verdade.» 

(Copia  sacada  del  cartulario  de  la  cofra- 
día de  San  Juan  Bautista  de  Pontevedra, 
que  empieza  en  143 1  y  termina  en  1562,- 
publicada  en  la  Revista  «Galicia  diplomá- 
tica.») 

De  este  documento  se  deduce  también, 
aparte  de  lo  manifestado  en  el  texto,  l.°: 
Que  solo  se  trata  del  período  de  un  año,  de 
que  fué  alcabalero  Miguel  Ferrandez  Verde, 
y  que  durante  dicho  período,  los  capinte- 
ros  reclamantes  y  sus  consortes  labraron 
«certos  navios  e  pinazas  e  outros»,  circuns- 
tancia que  acusa  actividad  y  variedad  en 
la  construcción  naval.  2.0,  que  existían  á 
la  sazón  leyes  y  ordenamientos  reales  que 
eximían  de  los  tributos  á  los  constructores 
de  barcos,  con  lo  cual  se  comprueba  el  go- 
ce en  Pontevedra  de  privilegios  especiales. 
Y  3.0,  que  la  industria  debía  ser  muy  im- 
portante, pues  si  las  alcabalas  representaran 
una  suma  pequeña,  el  arrendador  expresa- 
do no  habría  seguido  un  pleito  bastante 
costoso  por  su  duración  de  seis  años. 


—   IÓ4  — 

Núm.o  8. 

Por  acuerdo  del  Concejo,  que  consta  en 
el  Libro  del  misino  á  27  de  Junio  de  1440, 
se  mandó  pagar  á  Pedro  Falcon  la  cantidad 
de  cien  maravedís  por  transporte  del  vino 
del  Arzobispo  desde  la  Lonja  á  la  ribera. 
Parece  ser  que  esta  lonja  se  dedicó  posterior- 
mente á  casa  consistorial,  ocupándose  al 
efecto  el  piso  alto  para  sala  de  sesiones  y 
oficinas,  dedicándose  los  bajos  á  la  contra- 
tación. A  causa  de  la  extremada  decadencia 
de  la  villa  en  el  siglo  XVII,  fué  suprimida, 
sustituyéndole  una  simple  albóndiga  para 
granos. 

Núm.o  9. 

Aludimos  á  la  vía  férrea  de  Pontevedra 
á  Carril  y  Santiago,  cuyas  obras  se  realizan 
actualmente;  al  amplio  muelle  de  desem- 
barco del  material  de  las  mismas,  que  ser- 
virá en  lo  sucesivo  para  el  tráfico  mercantil 
de  dicho  camino;  y,  por  último,  á  las  im- 
portantes fábricas  de  productos  cerámicos 
y  de  labrar    madera,  instaladas  con  todos 


-  i65  - 
los  perfeccionamientos  modernos,  ambas  del 
Sr.  Marqués  de  Riestra. 

Merece  también  ser  mencionada  la  de  fun- 
dición del  Sr.  Pazo,  cuyos  productos  son 
tan  sólidos  como  de  buen  gusto.  Al  entre- 
gar estas  notas  á  la  imprenta,  nos  entera- 
mos de  la  noticia,  comunicada  desde  Madrid 
por  el  Sr.  Gobernador  de  la  provincia,  Don 
Augusto  González  Besada  (tan  interesado 
por  el  bien  de  Pontevedra,  de  que  el  Sr.  Mi- 
nistro de  Fomento  ha  resuelto  que  se  ejecu- 
ten por  administración  las  obras  del  muelle 
de  las  Corbaceiras  y  que  se  estudie  el  en- 
cauzamiento  del  rio:  la  ocasión  es  oportu- 
na para  que  los  pontevedreses,  por  el  pode- 
roso recurso  de  la  asociación,  procuren  se- 
cundar la  animosa  iniciativa  del  Sr.  Marqués 
de  Riestra.  Las  corporaciones,  las  socieda- 
des, las  actuales  cofradías  y  gremios,  y  la 
prensa  local  debieran  estudiar  detenidamen- 
te esta  cuestión  é  impulsar  ai  vecindario 
en  la  dirección  conveniente. 
Núm.o  10. 
Por  cierto  que  el  Sr.  Asensio,  como  es- 


—  1 66  — 
critor  cultísimo  que  no  desciende  al  terreno 
de  las  vulgaridades,  no  quiso  dar  una  sola 
vez  en  su  reciente,  voluminosa  y  notable 
obra  citada,  Cristóbal  Culón,  el  sobrenom- 
bre vulgar  de  La  Gallega  á  la  Santa  María, 
atendiendo  sin  duda  á  aquella  frase:  «Yo  con 
perdón  de  Vd.,  soy  gallego.»  No  puede  ex- 
plicarse de  otro  modo  la  contradicción  de 
consignar  el  sobrenombre  de  La  India  que 
tenía  la  Sania  Cruz  y  omitir  cuidadosamen- 
te el  de  la  Gallega  con  que  era  conocida 
la  Santa  María,  teniendo  esta  carabela  ab- 
soluta notoriedad  en  la  historia  y  no  ha- 
biéndola alcanzado  aquella. 
Núm.o  11. 
En  la  parte  de  alcabalas  de  la  mar  que  el 
Rey  tenía  á  su  disposición,  se  hallaban  si- 
tuados, precisamente  á  mediados  del  siglo 
XV,  los  sueldos  del  Arzobispo  de  Santiago 
como  «Oydor  de  la  Abdiencia  del  Rey»  y 
como  «Capellán  mayor»,  este  de  19.331 
maravedís,  (carta  de  toma  de  D.  Rodrigo  de 
Luna  al  Concejo  de  Pontevedra  fecha  20  de 
Mayo  de  145 1,  inserta  en  el  Libro  de  dicho 


—  i6y  — 

Concejo)  y  aquel  de  50.000  maravedís  vie- 
jos, (carta  idem,  idem,  fecha  6  de  Diciem- 
bre de  1450)  así  como  dos  juros  de  á  10.000 
maravedís  cada  uno,  concedidos  para  siem- 
pre jamás  por  el  Rey  D.  Juan  II,  (carta  de 
D.  Lope  de  Mendoza  á  dicho  Concejo  fecha 
7  de  Mayo  de  1440)  sin  perjuicio  de  que 
el  arzobispo,  cuando  lo  había  menester,  ó 
cuando  el  monarca  le  encargaba  apercibir 
su  gente,  castillos  y  fortalezas,  tomaba  an- 
ticipadas al  Concejo  mencionado,  por  cuen- 
ta de  la  recaudación  real,  sumas  mayores 
de  veinte  mil  maravedís,  alguna  de  cuaren- 
ta y  ocho  mil  quinientos.  (Cartas  del  Arzo- 
bispo al  Concejo  en  Julio  de  1442,  Diciem- 
bre de  1443  y  Julio  de  1444.)  Con  estos  da- 
tos precisamente,  lo  repetimos,  de  media- 
dos del  siglo  XV,  se  demuestra  la  actividad 
comercial  de  Pontevedra,  puesto  que,  sien- 
do muy  módicos  los  impuestos  de  alcaba- 
las, y  no  cobrándose,  en  virtud  de  los  privi- 
legios, otros  tributos  de  mayor  rendimiento, 
es  indudable  que  para  producir  sumas  co- 
mo las  que  el  recaudador  del  Rey,  entonces 


12 


—   1 68  — 

luí  judío  llamado  Don  Salomón  Bagero,  te- 
nía en  sus  cajas  para  hacer  aquellos  pagos 
álos  arzobispos,  además  de  los  derechos  que 
estos  Prelados  cobraban  de  las  fieldades 
por  su  Señorío,  el  movimiento  mercantil 
de  dicha  villa  debía  ser  considerable. 
Núm.o  12. 
No  es  tal  distracción  la  única  padecida 
por  el  Sr.  Murguía  con  relación  al  P.  Sar- 
miento. En  la  página  664  de  su  «Galicia,» 
escribe  lo  siguiente.  «Y  asi  el  nuevo  burgo 
«(Pontevedra)  fué  conocido  en  los  primeros 
«tiempos  de  nuestra  era  con  el  nombre  de 
«Dúos  Pontes,  no  porque  los  tuviese  á  la 
«sazón,  como  quiere  el  P.  Sarmiento,  &.a» 
Para  justificar  la  imputación  subrayada,  el 
distinguido  historiador  gallego  inserta  en  la 
misma  página  esta  nota:  «En  su  Viaje  (el 
«del  P.  Sarmiento)  se  lee:  La  primera  noti- 
«cia  que  hallé  de  Pontevéteris  aun  no  pasa 
«de  1 103.  Pero  siendo  ya  entonces  Puente 
«vieja,  es  preciso  retroceder  mucho  y  supo- 
«nerla  fabricada  y  es  creíble  que  Pontevedra 
«sea  el  Ad  dúos  ponles  del  Itinerario  de  An- 


—  169  — 
« tonino  y  el  Ambas  Puentes  de  las  donacio- 
nes de  Santiago  y  de  la  pertiguería  del 
«Conde  de  Lemos.»  No  hemos  omitido  una 
sola  sílaba  de  la  nota  y  como  se  vé,  no  se 
infiere  de  ella  directa  ni  indirectamente  que 
el  P.  Sarmiento  quiera  que  Pontevedra  tu- 
viese á  la  sazón  dos  puentes.  Habla  en  sin- 
gular llamándola  Puente  vieja,  y  el  nombre 
de  Ambas  Pílenles  se  refiere  á  las  donacio- 
nes; hallábase  perfectamente  enterado  el 
ilustre  sabio,  demostrándolo  el  título  de 
Juez  de  Pontevedra  á  favor  de  Tristán  de 
Montenegro,  expedido  por  el  Arzobispo 
D.  Alonso  de  Fonseca,  fecha  6  de  Septiem- 
bre de  1463,  inserto  en  el  Libro  del  Conce- 
jo, pues  le  hace  la  merced  de  dicho  cargo  y 
del  «judgado  de  Entramas  las  puentes,  su 
anexo.» 

A  más  de  esto,  la  explicación  del  Señor 
Murguía  relativa  á  que  Dnos  pontos  era  la 
denominación  de  la  comarca  comprendida 
entre  Pontevedra  y  Puente  San  Payo,  es  la 
misma,  exactamente,  que  dio  hace  mas  de 
un  siglo  el  P.  Sarmiento  en  su  descripción 


—  iyó  — 

de  dicha  villa.  El  sabio  benedictino,  apo- 
yándose en  fundamentos  de  consideración, 
entre  ellos  las  noticias  que  Pomponio  Mela 
nos  dá  de  las  rias  bajas  de  Galicia,  opina 
también  que  Pontevedra  es  la  antiquísima 
Lambriaca,  á  cuya  opinión  se  ha  adherido 
el  P.  Fita;  pero  el  Sr.  Murguía  define  que 
los  historiadores  romanos  se  hallaban  mal 
informados. 

De  todos  modos  haremos  constar  que, 
por  diversos  títulos,  tenemos  la  obligación 
de  defender,  aun  en  nuestra  pequenez,  al 
P.  Sarmiento,  y  la  cumplimos  sin  propósito 
alguno  de  menoscabar  la  justa  fama  del  mo- 
derno é  ilustrado  historiador  de  Galicia,  á 
quien  ésta  debe  singular  reconocimiento. 

Núm.o  13. 

Sociedad  Arqueológica. 

A  ella  pertenecen  varios  de  los  documen- 
tos que  utilizamos  en  el  presente  libro,  al- 
gunos facilitados  por  D.  Joaquín  Nuñez,  ve- 
cino de  Pontevedra;  y  consideramos  inelu- 
dible y  grato  deber  el  de  dar  noticia,  siquiera 


—  i7i  — 
sucinta,  de  la  Sociedad  que  nos  ha  honrado 
con  el  título  de  socio  de  mérito. 

El  Sr.  Sampedro,  que  citamos  en  el  texto, 
es  el  creador  de  esta  útilísima  y  distinguida 
sociedad,  á  cuya  actividad  é  ilustración  se  de- 
be que  en  el  corto  tiempo  que  lleva  de  exis- 
tencia haya  reunido  multitud  de  objetos  ar- 
tísticos é  históricos  de  primera  importancia. 
Tanto  las  autoridades  civiles  y  eclesiásticas 
de  la  provincia,  como  las  corporaciones  pro- 
vincial y  municipal  de  Pontevedra,  como  el 
Ministerio  de  Fomento,  han  auxiliado  cons- 
tantemente á  dicha  Sociedad,  aunque  no  en 
la  medida  que  quisieran  dichas  entidades,  á 
causa  de  la  penuria  de  los  tiempos;  y  es  jus- 
to mencionar  la  decidida  protección  que  á 
la  misma  han  otorgado  y  otorgan  los  seño- 
res Riestra,  Vincenti,  Ordoñez  (D.  Ezequiel), 
Besada  (D.  Augusto)  y  otros  distinguidos 
funcionarios  y  personas  particulares  de  Pon- 
tevedra y  de  la  provincia,  ya  coadyuvando  á 
los  fines  de  la  Sociedad,  ya  concediendo  á 
su  museo  ó  depositando  en  él  valiosos  ob- 
jetos. 


—  172  — 

Ha  celebrado  ya  dos  notables  exposicio- 
nes, que  han  llamado  justamente  la  atención; 
y  el  museo,  dividido  en  dos  secciones,  (co- 
locadas por  ahora  en  locales  separados)  es 
constantemente  visitado  y  alabado,  especial- 
mente por  eruditos  extranjeros,  que  con- 
templan en  él  y  admiran,  curiosísimos  re- 
cuerdos de  los  tiempos  remotos. 

La  primera  sección  situada  en  las  her- 
mosas ruinas  ojivales  de  Santo  Domingo, 
(cuyas  primeras  reparaciones  de  conserva- 
ción, fundamento  de  las  posteriores,  se  de- 
ben al  patriotismo  de  D.  Rogelio  Lois)  ofre- 
ce inestimables  ejemplares  arqueológicos  de 
piedra,  romanos,  suevos  y  góticos,  figuran- 
do en  ellos,  como  inscripciones  inéditas  en 
todas  las  colecciones,  las  dedicadas  á  los 
emperadores  Licinio  Liciniano,  Cnco  Seve- 
ro, Carino,  Maximino,  Máximo  y  Numeria- 
110,  además  de  las  de  Trajano,  Adriano, 
Constantino  el  Grande,  Cesar  Decencio,  y 
otras.  Aras,  lápidas  funerarias,  capiteles, 
imágenes  del  arte  bizantino,  molinos  de  ma- 
no, sepulturas,  escudos  nobiliarios,  vénse  allí 


—  173  — 
reunidos  merced  á  las  gestiones  de  la  Socie- 
dad Arqueológica  y  á  las  donaciones  de  las 
personas  de  buena  voluntad. 

La  segunda  sección,  instalada  en  des  sa- 
lones cedidos  por  la  Diputación  provincial 
comprende  muebles,  telas,  cuadros,  retra- 
tos, grabados  y  dibujos,  porcelanas,  objetos 
de  cerámica,  bronces,  hierros,  medallas  y 
monedas,  libros  y  pergaminos  antiguos,  pei- 
netas notables,  armas  europeas  y  ultramari- 
nas, reproducciones  en  yeso  de  detalles  ar- 
quitectónicos clásicos  y  árabes,  maderas  ta- 
lladas, adornos  y  enseres  de  la  edad  de 
piedra,  de  los  celtas  y  de  los  romanos,  ob- 
jetos de  vitrina  como  relojes,  tabaqueras, 
sellos,  esmaltes,  abanicos  y  demás  dignos 
de  figurar  en  un  museo  arqueológico.  Am- 
bas secciones  reclaman  la  formación  de  un 
catálogo,  merced  al  cual  los  visitantes  y 
los  aficionados  puedan  darse  cuenta  de  las 
muchas  curiosidades  reunidas  en  un  museo 
que  honraría  á  cualquiera  población  de  pri- 
mera clase. 

Todo  ello  se  debe  principalmente  á   la 


—  174  — 

singular  perseverancia  del  Sr.  Sampedro  y 
así  lo  consignamos  con  la  mayor  satisfac- 
ción, seguros  de  que,  con  nosotros,  los  pon- 
tevedreses  y  los  amantes  de  la  cultura  pú- 
blica le  tributan  el  mas  sincero  recono- 
cimiento, así  como  á  los  demás  socios, 
á  los  Sres.  D.  José  Casal,  D.  Luís  Sobrino, 
D.  Rogelio  Lois  y  D.  Luís  de  Gorostola 
que  le  acompañaron  en  los  primeros  difíci- 
les pasos  de  la  fundación,  y  á  los  Señores 
Obispo  y  Cabildo  de  Tuy,  Mon  (D.  Alejan- 
dro) Becerra  Armesto  (D.  Manuel),  D.  José 
Salgado  de  Caldas,  Pazos  Espéz,  Cicerón, 
Sanabria  y  otros  muchos,  que  donaron  al 
Museo  ó  depositaron  en  él,  objetos  de  gran 
importancia  histórica  y  arqueológica. 
Núm.o  14. 
«Ano domini  de  mili  e  quatrocentos  e  trin- 
ta  e  scte  día  quinta  feira  quatro  dias  do  mes 
de  Jullyo  |  eabean  todos  que  estando  o  con- 
cello e  hornees  boos  da  villa  de  pontvedra 
ajuntados  em  sen  concello  &.a  diseron  que 
por  rason  que  alguns  mercaderes  e  suas 
mercadorias  e  nabios  se  temían  e  regeaban 


—  175  ~ 
de  byr  a  esta  dita  billa  e  seus  portos  con  as 
ditas  suas  mercadurías  e  nabios  entendendo 
de  ser  prendados  e  penorados  por  las  mer- 
cadurías que  goncalo  correa  tomara  eno  dito 
porto  e  lebara  ena  barcha  chamada  por  nom 
rostro  fremoso  &.a  por  ende  que  eles  todos 
juntamente  en  hun  acordó  por  sy  e  por  tod- 
los  outros  bezios  e  moradores  da  dita  billa 
doje  este  dito  día  endeante  seguraban  e  se- 
guraron a  todos  o  a  quaesquier  mercaderes 
e  todas  suas  mercadorias  e  nabios  que  a  a 
dita  billa  e  seu  porto  biesen  que  se  temesen 
de  ser  prendados  e  penorados  por  rason  do 
sobredito  |  ca  eles  por  la  presente  se  obliga- 
ban e  obligaron  delles  teer  e  goardar  o  dito 
seguro  e  nolles  seer  feito  dapno  nen  desa- 
guisado alguo  en  suas  personas  e  nabios  e 
mercadorias  por  rason  do  sobredito  sub 
obligagon  dos  bees  do  dito  concello  e  ve- 
zios  e  moradores  desta  dita  billa  que  pa  elo 
obligaron=testigos  Ruy  de  lugo  pedro  qun 
o  uello  gongaluo  de  camoens  mercaderes 
Ruy  braqero  scriban  gongaluo  fiel  moor- 
domo  bezios  e  moradores  ena  dita  billa  de 


—  176  — 

pontuedra  e  outros».— (Libro  del  Concejo.) 
Núm.o  15. 

El  Sr.  Alcalá  Galiano,  en  su  notabilísimo 
folleto  «Nuevas  consideraciones  sobre  las 
carabelas  de  Colón»  ha  dejado  perfectamen- 
te establecidas  las  razones  en  virtud  de  las 
cuales  el  adjetivo  caveatum  y  el  sustantivo 
cavéis,  (cuevas,  huecos,  bodegas)  usados  por 
Pedro  Mártir,  deben  traducirse  en  el  presen- 
te caso  en  el  sentido  de  que  La  Gallega  te- 
nía gavias  y  de  que  carecían  de  ellas  La 
Piula  y  La  Nina;  de  cuya  manera  se  recti- 
fica el  error  en  que  importantes  historiado- 
res han  incurrido,  por  traducir  mal  aquellas 
palabras,  de  que  dichas  dos  embarcaciones 
menores  no  tenían  cubierta.  Era  verdadera- 
mente incomprensible  que  la  Pinta  y  la  Ni- 
ña hubiesen  soportado  y  vencido,  en  el  via- 
je de  regreso,  los  peligros  del  ocecano:  los 
viajeros  que  hayan  atravesado  el  Atlántico 
y  sufrido  un  mediano  temporal,  podrán  cal- 
cular la  imposibilidad  de  que  unos  barcos 
tan  pequeños  hubiesen  resistido,  sin  cubier- 
ta, las  terribles  borrascas  del  mar, 


—  *77  — 
Andando  el  tiempo,  dióse  á  las  gavias  el 
nombre  de  cofas,  según  el  mismo  autorizado 
escritor. 

Núm.o  16. 
Lista  de  los  individuos  que  acompañaron 
á  Colón  en  el  primer  viaje  y  regresaron  con 
él  al  puerto  de  Palos,  según  el  Sr.  Fernán- 
dez Duro. 

Nao  Santa  María. 

Juan  de  la  Cosa,  maestre,  de  Santoña. 
Sancho  Ruiz,  piloto. 
Maestre  Alonso,  de  Moguer. 
Maestre  Diego,  contramaestre. 
Rodrigo  Sánchez  de  Segovia,  veedor. 
Pedro   Gutiérrez,  Rodrigo  de  Escobedo, 

de  Segovia  y 
Diego  de  Arana,   de  Córdoba,  quedaron 

en  la  isla  Española. 
Terreros,  maestresala. 
Rodrigo  de  Jerez,  de  Ayamonte. 
García  Ruiz,  de  Santoña. 
Rodrigo  Escobar. 
Francisco  de  Huelva. 
Rui  Fernandez,  de  Huelva, 


-  i;8  - 
Pedro  de  Bilbao,  de  Larrabezúa. 
Pedro  de  Villa,  de  Santoña. 
Diego  Salcedo,  criado  de  Colón. 
Pedro  de  Acebedo,  paje. 
Luis  de  Torres,  judío  converso,  intérprete. 

Carabela  Pinta. 

Martín  Alonso  Pinzón,   capitán.  \ 
Francisco  Martín  Pinzón,  maes-  >de  Palos. 
fe j 

Cristóbal  García  Xalmiento,  piloto. 
Juan  Jerez * \ 

Bartolomé  García,  contramaestre  de  Palos. 

\ 
Juan  Pérez  Vizcaíno , 

Rodrigo  de  Triana,  de  Lepe. 

Juan  Rodríguez  Bermejo,  de  Molinos. 

Juan  de  Sevilla. 

García  Hernández 

García  Alonso..  , 

Gómez  Rascón 

Cristóbal  Quintero de  Palos. 

Juan  Quintero 

Diego  Bermudez 

Juan  Bermudez 


'{de  Moguer 


—  179  — 
Francisco  García  Gallegos. 
Francisco  García  Vallejo.  . 
Pedro  de  Arcos,  de  Palos. 

Carabela  Niña. 

Vicente  Yañez  Pinzón,  capitán;  los  demás 
tripulantes  eran,  unos  de  Palos,  otros  de 
Moguer. 


En  una  minuta  del  pregón  llamando  á 
los  herederos  de  los  difuntos  en  Indias,  se 
incluye  una  nómin?  de  los  que  quedaron  en 
la  Española,  en  el  primer  viaje  de  Colón,  y 
fueron  asesinados  en  ella  por  los  indios. 
Contiene  cuarenta  y  un  nombres,  entre  ellos 
el  de  Pedro  de  Foronda,  sin  pueblo  de  su 
naturaleza. 

Núm.o  17. 

«En  este  dito  día  (16  de  Abril  de  1437) 
estando  o  concello  e  homes  boos  dentro  ena 
iglesia  de  san  b°  presentes  y  pedro  ares  de 
aldaan  alfonsovelasco  jurado  &a  ¡  mandaron 
a  juan  bieites  ramos  que  dése  a  afonso  Sán- 
chez de  Valladolid  quatro  mili  mrs  de  mone- 


—  i8o  -4 

da  blanca  contando  blanca  en  cinco  dine- 
ros ¡  para  en  conta  e  pago  dos  mrs  que  o 
dito  concello  devya  por  obligagon  signada 
do  signo  de  femando  peres  notario  e  el  en- 
prestara  para  a  Armada  de  navios  que  fege- 
ra  gonzalo  correa  e  recébese  del  carta  de 
pago  |  e  que  lie  serian  rescebidos  para  en 
conta  e  pago  dos  mrs  que  o  dito  concello  o 
alcanzara  por  conta  que  lie  ficara  de  vendo 
da  renta  das  posturas  dos  anos  pasados  |  tes- 
tigos p°  qun  o  mogo  p°  de  montes  clérigo 
gonzalo  falcato  vasco  muñiz  Ruy  da  frontil 
e  outros.  |  »  (Libro  del  concejo.) 
Núm.p  18 
En  la  lista  que  el  Sr.  Asensio  atribuye  al 
Sr.  Fernández  Duro,  se  escribe  García  Xal- 
tnienlo  y  nosotros  creemos  que  es  García 
Sarmiento,  mal  escrito  en  el  documento  de 
que  se  copió  dicha  lista.  En  algunos  pa- 
peles de  la  época  se  vé  Xar miento  y  Sar- 
miento, hablando  de  una  misma  persona;  por 
esta  razón  hacemos  notar  en  el  texto  el  he- 
cho de  que  el  Sr.  López  Ferreiro  lo  escribe 
del  primer  modo  en  su  obra   «Galicia  en  el 


último  tercio  del  siglo  XV»,  con  relación  al 
prisionero  del  Conde  de  Camina:  nada  más 
frecuente  que  el  cambio  de  la  r  en  /,  Sal- 
miento.  Por  último,  el  nombre  de  Cristóbal 
era  muy  usual  en  Pontevedra,  según  docu- 
mentos de  dicho  siglo. 

Núm.o  19 
Es  desconocido  en  absoluto  el  origen  de 
este  singular  privilegio;  pero  nos  permitire- 
mos explicarlo  por  medio  de  una  conjetura, 
como  materia  á  discutir.  Dado  que  otros 
privilegios  importantísimos  de  los  vecinos 
y  marcantes  de  Pontevedra  provienen  del 
rey  D.  Fernando  III  el  Santo  á  causa  de  la 
conquista  de  Sevilla,  posible  es  que  los  dos 
apellidos  de  Águila  (aguja)  y  Ponte  (puente) 
se  deriven  de  la  hazaña  realizada  en  dicha 
conquista  por  dos  naos  de  Pontevedra  al 
mando  cb  Gómez  Charino,  que  rompieron  la 
cadena  y  el  puente  de  barcas  que  unía  las 
riberas  del  Guadalquivir.  (Cronicón  de  la 
Botica,  traducido  del  árabe  por  Sandoval, 
según  D.  José  Renito  Amado,  notable  poe- 
ta, escritor  y  Diputado  constituyente,  en  sus 


— .    182    — 

«Misterios  de  Pontevedra,  1840.»)  Dichas 
dos  naves  fueron  provistas  de  un  refuerzo 
en  la  proa,  sin  duda  á  manera  de  espolón 
(aguja)  y  quizás  estas  circunstancias  dieron 
origen  á  los  apellidos  Águila  y  Ponte,  en 
un  concepto  parecido  al  que  tuvieron  el  de 
Girón,  el  de  Vargas  Machuca  y  otros.  En 
una  capilla  de  la  incomparable  iglesia  de 
Santa  María  la  Grande  de  Pontevedra,  edi- 
ficada por  el  gremio  de  mareantes,  vése  un 
escudo  de  armas  con  el  siguiente  cuartel: 
un  barco  á  toda  vela  embiste  la  cadena  ten- 
dida entre  dos  castillos.  Se  nos  ha  dicho 
que  estas  armas  pertenecen  á  la  familia  de 
los  Águila,  materna  del  regidor  perpetuo 
D.  Benito  de  Arango  y  Sotomayor,  sepul- 
tado en  dicha  capilla;  y  entre  los  muchos 
datos  que  vienen  á  corroborar  la  tradición 
relativa  á  la  conquista  de  Sevilla,  figuran  los 
de  la  existencia  en  Pontevedra  de  la  Torre 
«í/o  ouro»  (del  oro)  y  del  campo  de  la  Ta- 
blada. Dicha  torre  fué  aforada  por  el  con- 
cejo en  10  de  Marzo  de  1492  á  Martín  de 
Bougoos,  según  escritura  notarial  que  posee- 


-   1^3  - 
mos.  La  denominación  ele  Tablada  subsiste 
todavía. 

Núm.o  20. 

Noticia  del  P.  Sarmiento  y  del  Sr.  López 
Ferreiro  en  el  tomo  I  de  «Galicia  en  el  úl- 
timo tercio  del  siglo  XV»  con  relación  al 
Tumbo  de  Santa  María  del  Camino.  El 
maestro  de  la  Trinidad,  de  quien  se  trata, 
era  el  que  estaba  encargado  de  recoger  en 
Pontevedra  las  limosnas  para  redención  de 
cautivos,  santa  ocupación  de  los  trinitarios, 
cuya  orden  había  mandado  á  los  principales 
pueblos  de  España,  en  que  no  tenían  casa, 
frailes  que  hiciesen  dicha  colecta  en  virtud 
de  la  provisión  de  los  RR.  CC.  fecha  2  de 
Octubre  de  1475.  En  pueblos  de  poca  im- 
portancia, desempeñaban  tal  comisión  el 
párroco  ó  algún  vecino  calificado. 

Núm.o  21. 

En  el  libro  del  concejo  figúrala  siguiente 

relación  de  acuerdo.  «ítem    mandaron    (los 

«del  concejo)    que  p.o  f.a    (Pedro   Fariña 

consta   como   alcabalero   de  la  sal    en  el 


13 


—  i§4  — 
«mismo  libro)  dése  das  posturas  que  se  co- 
«mengaran  en  San  juan  de  junyo  tres  fro- 
«lins  de  ouro  a  g  vsco  (G.  Velasco)  po  la  ca 
«(carta)  do  mundo  para  noso  señor  o  argbpo 
«(arzobispo)  de  Stiago.»  Acaso  fué  un  re- 
galo curioso  al  Prelado,  dueño  y  señor  de 
Pontevedra. 

Núm.o  22. 

Véase  la  nota  núm.°  17. 
Núm.o  23 

«It.  mandaron  que  por  morte  de  p.o  vs.00 
(Pedro  Velasco)  venda  as  bujolas  gu0  de 
correa»  (Libro  del  concejo.)  En  el  dialecto 
gallego,  la  j  tiene  pronunciación  francesa:  en 
dialecto  levantino  también  se  llamaba  bu- 
.rolas  á  las  brújulas. 

Núm.o  24. 

El  castillo  de  Cedofeita,  Cito  facía,  fué 
reedificado  por  el  obispo  Sisnando  para  de- 
fensa del  país  contra  las  irrupciones  de  los 
normandos  y  escandinavos.  Herculano,  en  su 
historia  de  Portugal,  al  referir  la  expedición 
á  Galicia  del  rey  Don  Alonso,  sitúa  equivoca- 


-  .85  - 
clámente  dicho  castillo  en  la  actual  provincia 
de  Orense,  según  demuestran  varios  escri- 
tores. Los  restos  de  esta  fortaleza  y  las  tie- 
rras contiguas  pertenecían  á  fines  del  siglo 
XV  á  la  noble  familia  pontevedresa  de  los 
Montenegro,  según  testamento  otorgado  en 
17  de  Enero  de  1491  por  Gonzalo  López  de 
Montenegro,  de  que  poseemos  testimonio 
notarial. 

La  resistencia  de  Pontevedra  al  ataque 
del  portugués  se  apoyó  en  sus  fosos,  barba- 
canas, muros  y  torres;  de  estas  fortificacio- 
nes tenemos  noticias  precisas  por  multitud 
de  documentos  que  en  gran  parte  y  en  ex- 
tracto publicó  la  Sociedad  Arqueológica, 
así  como  por  los  recuerdos  de  los  vecinos 
ancianos  que  alcanzaron  á  ver  casi  comple- 
tas las  expresadas  murallas  y  torres,  y  tam- 
bién por  los  restos  existentes,  alguno  de 
los  cuales  no  ha  sido  estudiado  y  revela  á 
nuestro  juicio,  haberse  construido  en  época 
remota;  quizás  sea  la  única  reliquia  que  nos 
queda  de  la  antigua  ciudad  de  Lambriaca. 

Un  documento  existente  en  el  archivo  del 


—  1 86  — 
Ayuntamiento  (exposición  á  S.  M.  en  1834 
pidiendo  para  Pontevedra  el  título  de  ciu- 
dad) cita  el  privilegio  concedido  por  el  rey 
Don  Ordoño  á  la  Catedral  de  Santiago, 
año  955,  en  el  cual  se  menciona  el  suceso  de 
la  invasión  de  los  moros  y  de  haber  sido 
Pontevedra  refugio  de  los  obispos  de  Gali- 
cia y  de  muchos  señores  del  reino.  No  he- 
mos podido  aun  comprobar  la  cita,  pero 
creemos  que,  sin  base  alguna,  no  se  hubiera 
hecho  en  aquel  documento.  Esta  noticia, 
unida  á  la  circunstancia  de  llamarse  Mou- 
rente  una.  de  las  parroquias  limítrofes,  situa- 
da en  las  colinas  del  Este,  y  Moureira  el 
arrabal  extramuros  de  la  villa  por  el  sud- 
oeste, puede  justificar  la  conjetura,  que  no 
es  nueva,  de  que  los  moros  no  tomaron 
á  Pontevedra,  limitándose  á  acampar  ante 
ella  durante  el  breve  período  en  que  aso- 
laron el  país,  derivándose  de  este  hecho 
los  dos  nombres  expresados. 
Núm.o  25. 
El  privilegio  tiene  la  fecha  de  7  de  Mayo 
de  1467,  y  decimos  que  ya  existía  la  feria, 


_  i87  - 
porque  en  escrituras  de  prestamos,  deudas 
y  transaciones  mercantiles  como  las  relati- 
vas á  anticipos  de  numerario  con  garantía 
de  la  salazón  de  pescado,  á  pagos  de  deu- 
das &.a,  correspondientes  al  primer  tercio 
del  siglo  XV,  se  fija  el  mes  de  Noviembre 
en  unas  y  la  íéria  de  San  Bartolomé  en 
otras,  como  fechas  para  el  cumplimiento  de 
los  compromisos  que  se  adquirían.  La  seña- 
lada merced  de  Don  Enrique  dio  extraordi- 
naria importancia  a  dicha  feria  que,  unida 
á  otros  privilegios  y  al  que  ya  disfrutaba 
Pontevedra  de  ser  único  puerto  de  carga  y 
descarga,  (Ley  II,  libro  IX,  título  XXIX  de 
la  Nueva  Recopilación)  de  la  extensa  costa 
comprendida  entre  las  «Estelas  de  Bayona 
y  los  Tranqueros  ó  Castros  de  Aquiño  ó 
Aguiño»  (ambos  nombres  se  consignan  en 
los  documentos)  fue  una  de  las  principales 
fuentes  de  prosperidad  y  de  riqueza  para  la 
villa. 

Núm.o  26 
En  la  escritura   de  «pauto,  contrabto  y 
avynza»  que  hicieron  á  28  de  Diciembre  de 


1445  el  concejo  de  Pontevedra  y  Suero  Gó- 
mez de  Sotomayor,  dueño  de  muchos  y 
grandes  señoríos  y  mas  tarde  Mariscal  de 
Castilla,  para  defenderse  mutuamente  en 
vista  de  que  «eno  tempo  presente  ocurren 
de  cada  día  moytos  bandos,  pelejas,  desas- 
tres, revoltas,  roubos,  péñoras,  furtos  é  ou- 
tros  moytos  dapnos»  promete  el  segundo 
«goardar  los  usos  e  costumes»  entre  los  cua- 
les figura  el  de  que  «él  nen  seu  lugar  te- 
ncntc  nen  seus  hornees  que  agora  son  ou 
sejan  daqui  endeante  non  posan  prender 
nen  prendan  nen  mande  prender  vesiño  nin- 
gún da  dita  vila»  sin  requerir  antes  á  la  jus- 
ticia. 

Núm.o  27. 
Según  documentos  que  obran  en  el  archi- 
vo del  Ayuntamiento  relativos  á  órdenes  de 
pagos  por  diversos  conceptos,  verificábanse, 
á  fines  del  siglo  XVI,  visitas  semanales  á 
los  barrios  de  la  villa  y  á  sus  arrabales,  por 
un  cirujano,  el  regidor  semanero  y  el  escri- 
bano del  concejo,  para  enterarse  del  núme- 
ro de  enfermos  y  clase  de  enfermedades,  pa- 


-  1 89  — 
gándose  al  primero  de  aquellos  dos  ducados 
por  cada  visita. 

La  isla  de  Tambo,  que  hace  pocos  años 
fué  destinada  á  lazareto,  hizo  igual  servicio 
en  otros  tiempos:  en  13  de  Abril  de  1598, 
(la  mas  antigua  fecha  que  hemos  hallado)  el 
concejo  manda  pagar  doscientos  veinte  rea- 
les para  la  «carne  y  rrefresco  que  se  enbya 
para  la  infantería  que  vino  en  la  almiranta 
del  general  Pedro  Qubiauz  e  está  aislada  en 
la  isla  de  tanbo  por  sospecha  de  enferme- 
dad de  peste.» 

Hacíanse  también  semanalmente  por  los 
regidores  de  turno,  escribano  y  testigos,  vi- 
sitas de  tiendas  y  reconocimiento  de  alimen- 
tos, pesas  y  medidas-  existen  en  el  mencio- 
nado archivo  muchas  relaciones  de  las  dili- 
gencias que  para  tales  fines  se  practicaban 
en  la  visita,  extendidas  con  la  minuciosidad 
y  formalidades  consiguientes. 
Núm.o  28. 

En  15  de  Octubre  de  1672,  el  procura- 
dor general  de  la  villa  de  Pontevedra,  Don 
Melchor  Mosquera  de  Sotomayor,  caballero 


del  Habito  de  Santiago,  presentó  al  ayun- 
tamiento una  petición  para  que  se  «procure 
la  restauración  de  la  anterior  importancia 
del  pueblo.»  Enumera  las  diversas  causas 
de  su  decadencia:  no  las  copiamos  por  no 
repetir  lo  que  consignamos  en  el  texto. 
Núm.o  29 

De  un  expediente  que  existe  en  el  archi- 
vo municipal,  extractamos  los  siguientes 
elocuentes  datos: 

Estuvieron  alojados  en  Pontevedra:  du- 
rante treinta  dias,  400  franceses  de  la  es- 
cuadra de  Mr.  Chaternaut.— El  tercio  de  la 
armada,  con  600  hombres,  al  mando  del 
maestre  de  campo  Pacheco,  283  dias.  Los 
tercios  de  Don  Bernardino  Delgado,  de  As- 
turias, de  Aldao,  del  marqués  de  San  Mi- 
guel y  del  de  Oranie,  durante  506  dias.= 
Las  compañías  de  caballos  de  Amaza  y  de 
Villarrocl,  un  teniente  general  de  Artillería, 
un  gentil-hombre,  condestables,  y  sesenta 
artilleros,  durante  577  dias.=El  Marques 
de  San  Vicente  y  sus  ayudantes,  122  dias; 
y  ocho  camas  de  respeto  para  personajes  de 


—  1 9-i  — 
su  comitiva,  55  dias.-— El  duque  de  Híjarr 
con  cuatro  ayudantes,  872  d:as.=El  mar- 
qués de  Risbourg,  con  tres  oficiales  mayo- 
res y  trece  camas  de  respeto  para  su  comi- 
tiva, 69  dias.=Varios  capitanes  de  recluta 
y  los  tercios  de  infantería  de  Castro  y  de 
Cisneros,  y  uno  de  lanceros,  hasta  que  se 
reunieron  4.000  reclutas,  220  dias.= Ade- 
más del  Hospital  del  pueblo,  dedicáronse 
cuatro  casas  á  los  soldados  enfermos  y  heri- 
dos, con  los  correspondientes  socorros.= 
Ocupáronse  otras  dos  casas  por  el  Teniente 
general  de  Caballería  y  por  la  compañía  de 
caballos  de  Pignateli. 

Diéronse  alojamientos,  en  las  marchas  y 
retiradas,  á  varios  tercios  de  infantería  y 
compañías  de  caballos.  Todo  ello  ocasionó- 
crecidos  gastos  y  angustias  al  ayuntamiento 
y  al  vecindario,  que  además  soportaron  los 
suministros  de  víveres,  con  mucha  frecuen- 
cia, y  los  de  forrajes,  bagajes,  Atarazana  y 
otros,  á  diario. 

No  consta  que  Pontevedra  haya  obtenido- 
indemnización  de  ninguna  clase. 


• —   192  — 
Múm.o  30 

Lista  (incompleta)  de  hijos  ilustres  de 
Pontevedra,  deducida  en  su  mayor  parte  de 
ejecutorias,  informaciones,  pleitos,  y  otros 
documentos  del  archivo  municipal. 

Sorred  Sotomayor,  camarada  de  Don  Pe- 
layo. 

Lupo  Montenegro,  que  ayudó  á  Don  Fer- 
nando II  de  León  en  la  guerra  al  Rey  de  Por- 
tugal y  en  la  toma  del  castillo  de  Cedofeita. 

Payo  Correa,  maestre  de  Santiago. 

Payo  Gómez  Charino  de  Sotomayor,  Al- 
mirante. 

Payo  Marino,  que  acompañó  al  anterior 
en  la  conquista  de  Sevilla. 

Lorenzo  Suarez  Gallinato,  secretario  de 
Don  Fernando  III. 

Ruy  de  Sotomayor,  magnate  de  la  corte 
de  Don  Sancho  IV. 

Pedro  Tenorio,  Arzobispo  de  Toledo. 

Alfonso  Jofre  Tenorio,  Almirante. 

Alfonso  Fernández  de  Valladares,  co- 
mendador de  la  Banda,  muerto  en  la  bata- 
lla de  las  Navas. 


—   193  — 

Albar  Paez  de  Sotomayor,  Almirante. 

Ñuño  Fatel  de  Qun,  Justicia  de  Ponteve- 
dra, muerto  en  la  defensa  de  la  villa  contra 
el  duque   de  Lancastre. 

Payo  Gómez  de  Sotomayor,  Embajador 
de  Enrique  III  al  Tamorlan  de  Persia,  Ma- 
riscal de  Castilla. 

Pedro  Ares  de  Aldaan,  jefe  de  Herman- 
dad en  el  siglo  XV. 

Ares  García  de  Raxoo,  jefe  de  una  arma- 
da de  navios. 

Gonzalvo  de  Correa,  idem. 

Gonzalvo  de  Camoens,  alcalde,  mercader 
y  dueño  de  carabelas.  Le  citamos  á  causa  de 
su  ilustre  apellido. 

Suero  Gómez  de  Sotomayor,  Mariscal  de 
Castilla. 

Tristan  de  Montenegro,  constante  adver- 
sario del  famoso  Madruga,  (conde  de  Cami- 
na). Muerto  en  la  toma  de  Pontevedra  á  la 
condesa  del  mismo  título. 

Juan  Fernandez  de  Sotomayor,  Mariscal 
de  Castilla. 

Cristóbal  García  Sarmiento,  piloto  de  La 
Pinta. 


—   194  — 

Pedro  de  Foronda,  tripulante  en  las  cara- 
belas de  Colón. 

Juan  de  Sevilla,  idem. 

Diego  de  Salcedo,  idem. 

Juan  da  Nova,  famoso  marino  al  servicio 
de  Portugal. 

Gonzalo  y  Bartolomé  de  Nodal,  famosos 
marinos:  descubridor  el  primero  del  estrecho 
de  Lemaire. 

Juan  de  Gonsende,  capitán,  que  figuró  en 
la  heroica  defensa  de  la  Cortina  contra  Dra- 
ke.  Ascendiente  del  Padre  Sarmiento. 

Alonso  de  Sotomayor,  gobernador  de  Pa- 
namá, vencedor  de  Drake. 

Antonio  M.  Rodríguez  de  Pazos  de  Pro- 
vén,  obispo  de  Córdoba,  Presidente  deL 
Consejo  de  Castilla. 

Juan  García  de  Saavedra,  insigne  juris- 
consulto, que  dedicó  al  anterior,  como  pai- 
sano suyo,  la  obra  «De  expensis.» 

García  Sarmiento,  justicia  de  Pontevedra, 
corregidor  de  Granada,  capitán  general  de- 
Canarias. 

Pedro  de  Valladares,  maestre  de  campo,. 


—  195  — 
fundador  de  la  Obra  pía  para  dotación  de 
doncellas  nobles,  subsistente  en  Pontevedra. 

Juan   de   Matos  el   viejo,   Almirante   de 
Barlovento. 

Juan  de  Matos,  hijo  del  anterior,  Almi- 
rante del  mar  Occéano. 

Juan  García  de  Matos,  sobrino  del  ante- 
rior, Almirante  de  Ñapóles. 

Gregorio  Hernández,  escultor 

Pedro  de  Aldao.  virrey  de  Navarra. 

Benito  Marino  de  Lobera  y  Valladares, 
maestre  de  Campo. 

Cristóbal  Marino  de  Lobera,  maestre  de 
campo. 

Gonzalo  de  Valladares  Sarmiento,  maes- 
tre de  campo. 

Juan  de  Valladares  Sarmiento,  Asistente 
de  Sevilla,  del  Consejo  real. 

Fadrique  Valladares  del  Villar,   maestre 
de  campo. 

Antonio  Marino  de  Lobera,  Gobernador 
de  Gante. 

Pedro  Ramón  de  Aldao,  Gobernador  del 
Henault,  en  Flandes, 


—  196  — 

Fernando  Montenegro  y  Sotomayor,  del 
Consejo  real. 

Jorge  de  Andrade,  que  donó  grandes  su- 
mas para  la  construcción  del  Colegio  de  la 
Compañía  de  Jesús  en  Pontevedra. 

Jorge  de  Andrade,  hijo  del  anterior,  dis- 
tinguido capitán  de  marina  en  Indias,  fun- 
dador de  Obra  pía  en  dicho  colegio. 

Antonio  de  Mendoza,  embajador  en  Vene- 
cia,  virrey  de  Valencia,  padre  del  Patriarca 
Cardenal. 

Jacinto  Sarmiento  Valladares  y  Barraga- 
nes, conde  de  San  Román. 

Pedro  Mosquera  de  Sotomayor,  Gran 
Prior  de  Castilla. 

Fernando  de  Montenegro,  Regente  de  Ña- 
póles. 

Fr.  Tomás  Sarria,  Arzobispo  de  Taranto: 
en  su  testamento  destinó  once  mil  ducados 
á  la  fundación  de  un  monte  de  piedad  en 
Pontevedra. 

Juan  Feijóo  y  Sotomayor,  maestre  de 
campo. 

Lope  de  Montenegro,  gran  canciller  en 
Milán, 


—  197  — 

Conde  de  Maceda,  virrey  de  Navarra. 

Miguel  Enriquez  Colón  de  Portugal,  Al- 
calde mayor  en  Méjico. 

Fernando  Bustillos  y  Azcona,  Brigadier. 

Isidoro  Casado  de  Rosales,  Enviado  ex- 
traordinario de  Don  Felipe  V  en  Mantua, 
primer  marqués  de  Monteleon. 

Pedro  Casado  de  Rosales,  Embajador  en 
Italia  y  en  Inglaterra,  segundo  marqués  de 
Monteleon. 

Froilan  Feijóo  y  Sotomayor,  Asistente  y 
Justicia  mayor  de  Santiago  y  de  su  arzo- 
bispado. 

Fr.  Martin  Sarmiento:  en  escritos  suyos 
llama  «patria»  á  Pontevedra. 

Duque  de  Patino,  gobernador  de  Milán, 
ministro  de  Marina. 

Teniente  general  conde  de  Maceda. 

Teniente  general  conde  de  San  Román. 

Fr.  Sebastian  Malvar,  Arzobispo  de  San- 
tiago. 

Pedro  Acuña  y  Malvar,  Ministro  de  Gra- 
cia y  Justicia. 

Pedro  Acuña  y  Malvar,  Dean  de  Santiago. 


Francisco  Javier  Losada,  Teniente  gene- 
ral. 

Matías  Ferraz,  Brigadier  de  Artillería. 

Vicente  Ferraz,  Brigadier  de  Ingenieros. 

Vicente  Fernández  Iglesias,  Mariscal  de 
campo. 

José  Miranda,  Brigadier. 

Santiago  Escario,  Brigadier. 

Francisco  Ant.°  Diz,  Brigadier 

Fernando,  José  y  Francisco  Javier  Sara- 
bia,  coroneles  de  Artillería. 

José  Arias  Teijeiro  y  Correa,  ministro 
universal  del  pretendiente  Don  Carlos. 

Claudio  González  Zúñiga,  historiador  de 
Pontevedra. 

Antonio  M.a  Montenegro,  Brigadier. 

Eduardo  Gassct  Artime,  fundador  de  El 
lm parcial,  Ministro  de  Ultramar. 

Indalecio  Armesto,  filósofo  y  escritor. 


Títulos  del  Reino,  siglos  XV  al  XIX,  se- 
gún recuentos  del  vecindario  de  Ponteve- 
dra,   informaciones,    escrituras    notariales, 


—  199  — 
pleitos  y  otros  documentos  del  archivo  mu- 
nicipal. 

Condes  de  Camina,  de  Salvatierra,  de 
Gondomar. — Marqueses  de  Valladares,  de 
Guimarey,  de  Aranda,  de  Villagarcía. — 
Condes  de  Maceda. — Marqueses  de  la  Sie- 
rra, de  Figueroa,  de  Montesacro. — Condes 
de  San  Román. — Duques  de  Estrada. — Viz- 
condes de  la  Vega  de  Gondar,  de  Fefiñanes, 
de  San  Tomé  de  Cambados. — Marqueses 
de  Santa  María  del  Villar,  de  Monteleon,  de 
Leis,  de  Astariz. — Condes  de  la  Vega. — 
Duques  de  Patino. — Condes  de  Oleiros. — 
Marqueses  de  Riestra. 


ERRATAS 


PAGINA        LÍNEA  DICE  LÉASE 


->L  i  empleando  empleado. 

08  3  año  de  lxxxuij    año  de  Ixxxvuij 

71  16  tiene  tres 

1-28  13  real  leal 

En  la  nota  rnírn.0  6,  página  144,  últimas  líneas,  se 
rila  entre  paréntesis  la  Historia  de  la  Orden  Francis- 
cana del  P.  Castro,  en  vez  de  la  Historia  de  Ponteve- 
dra por  (1.  Zúñiga  y  «Galicia»  del  Sr.  Murguía.  La  equi- 
vocación   fui'    ocasionada  por    confusión    de  apuntes. 


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OCT  27  192 

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