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A ; ^
C. García de la Riega.
LA GALLEGA,
NAVE CAPITANA
DE
COLÓN
PONTEVEDRA
l\u\ de i.A Viuda DE •). A. Antvíiíb
ÍS97
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k
LA GALLEGA,
Nave capitana de COLÓN.
LA GALLEGA,
Nave capitana de COLÓN
PRIMER VIAJE DE DESCUBRIMIENTOS.
Estudio histórico
POR
(triso ©ateta íre la tticiia,
socio de mérito
de la Sociedad Arqueológica
de Pontevedra.
PONTEVEDRA
Imp. de la Viuda de J. A. Antunez
1897
ES PROPIEDAD DEL AUTOR.
AL PUEBLO DE PONTEVEDRA.
El único éxito que ambiciono para
este libro, es el de que sirva de estímulo
á empresas provechosas para Ponteve-
dra. Hubiera querido que en sus pági-
nas se dibujase claramente un acabado
cuadro de la importancia de nuestro
pueblo en otros siglos, que despertase
las energías de sus hijos ij de sus veci-
nos y que les impulsase d utilizar los
poderosos elementos que el progreso mo-
277920
II
derno proporciona fácilmente á quie-
nes ejercitan una decidida voluntad,
porque no en vano se dice que querer
es poder; pero mis fuerzas no alcanzan
á trazar dicho cuadro ij me limito á ex-
hibir algunos datos que atestiguan aque-
lla pasada grandeza, ya que me facilita
ocasión para ello el deseo de reivindicar
una gloria de que se ha pretendido des-
pojarnos.
Si los pueblos viven de sus gloriosos
recuerdos, es porque el ejemplo de los
buenos tiempos tiene la virtud, ó debe
tenerla, de alimentar el perseverante pro-
pósito de acrecer los bienes presentes g
de recobrar los perdidos; es porque mer-
ced d dichos recuerdos, no se apoderan
del ánimo, ó por lo menos pueden ser
combatidas con fruto, la indiferente pa-
sividad y la descuidada indolencia, ca-
rriles ciertos por donde se llega á la ex-
III
tinción de toda fuerza y, por consiguien-
te, á la mas completa anulación.
No es cierto que Pontevedra carezca
de bases para hacer el debido honor á
su pasado. Por su situación y la del in-
mediato puerto de Marín, que en nada
cede á los demás de Galicia y aun les su-
pera en la condición de que los buques
no necesitan práctico para entrar y fon-
dear en él, puede convertirse en centro
mercantil y fabril de una extensa y po-
blada comarca: para ello, solo se re-
quieren unión y amor al trabajo.
Tales son las ideas que originan esta
dedicatoria, en la cual, no solo por gra-
titud, sino también por sentimiento de
justicia, debo incluir desde luego el nom-
bre del Sr. Marqués de Riestra, amante
hijo de Pontevedra, bajo cuyos aus-
picios publico el presente estudio, y
quien, por la instalación de grandes
IV
industrias y por su constante coopera-
ción á cuanto engrandezca moral y ma-
terialmente á nuestro pueblo, ha inicia-
do en éste el seguró camino para la re-
conquista de su pasada prosperidad.
Dedico, pues, mi modesto trabajo á
Pontevedra, cuyo nombre ha querido
Dios enlazar al de la carabela «La Ga-
llega», desde cuyo castillo vio Colón, en
memorable noche y cual ansiado faro,
la luz reveladora de un nuevo mundo.
¡Aunque descubierto ese mundo en
bien de la humanidad y de la civiliza-
ción, haya costado á España tantas Id-
grimas y tantos sacrificios!
Celso G. de la Riega.
Pontevedra, Mayo de 1897.
bíhíh&UiUííiíi^&Uhií^&íiíi^
Emprendemos la difícil tarea de restable-
cer la verdad sobre detalles de grandiosos
hechos acaecidos al principiar la Edad mo-
derna, pretensión temeraria indudablemente
en toda ocasión y mucho mas cuando es
preciso analizar afirmaciones de altas auto-
ridades científicas y cuando la situación
creada en los archivos, en los libros, en las
tradiciones y en las demás fuentes históricas
por el trascurso de cuatro siglos de cons-
tantes perturbaciones y por los apasiona-
micntos de los hombres, es poco favorable
á la investigación de lo pasado por los que
no poseemos las condiciones que se requie-
ren, en primer término, para examinar, es-
coger y ordenar los elementos de prueba, y
luego, para utilizarlos con la eficacia apete-
cida.
El deseo de acertar, unido á la confianza
en la bondad de la causa que nos propone-
mos defender, pueden acaso evitar aquella
deficiencia y, fundados en este sincero
raciocinio, no hemos vacilado en acome-
ter la empresa, realizando así nuestro an-
helo, desde hace mucho tiempo bien sen-
tido, de rectificar aseveraciones que hemos
juzgado caprichosas y que vienen reclaman-
do, desde que se han estampado por la im-
prenta, clara y adecuada respuesta.
Quizás aparezcamos en algún momento
dominados por el orgullo; mas aparte de
que este sentimiento pudiera justificarse por
la honrosa historia del pueblo en que he-
mos nacido, afirmamos desde luego que
estamos muy poseídos de la verdad que
defendemos y que á este convencimiento
deberá atribuirse la severidad ó la altivez de
nuestros juicios.
^^MMM^^¿i^MMU¿¿M^i¿Mi^^i¿^MMU¿¿¿¿¿¿é^
II.
La historia del* Descubridor del Nuevo
Mundo ofrece diversos incidentes que han
sido, son y serán durante mucho tiempo ob-
jeto de minucioso estudio y de animadísima
discusión. La patria y origen del primer Al-
mirante de las Indias; el día, ó por lo me-
nos, el año de su nacimiento; su infancia,
educación, juventud y vida anterior á su
aparición en Castilla; la calidad de sus pa*
rientes; la fecha y el lugar de su casamiento
en Portugal; sus relaciones amorosas en
Córdoba y otras interesantes circunstancias
— 6 —
de su existencia, permanecen envueltas en
la obscuridad.
Luchan varias poblaciones por la gloria
de ser indisputable cuna del eximio nave-
gante; discuten historiadores y críticos con
el debido interés sobre los varios puntos de
controversia; documentos tras documentos
brotan de los archivos produciendo alterna-
tivas en el aspecto y en las momentáneas re-
sultancias déla perenne información abierta;
y aunque al parecer la confusión crece y ame-
naza convertir en arcano aquella obscuridad,
es indudable que en el fondo de las cuestio-
nes planteadas la verdad vá labrando su di-
ficilísimo camino, y probablemente, porque
tal es el objetivo de las ciencias históricas,
resplandecerá un día en toda su plenitud.
Cuanto se refiere á los hombres extraor-
dinarios que sobresalen en la historia del
mundo como fundadores de las religiones,
como genios de la ciencia, como conquista-
~ 7 —
clores de la tierra, ejerce sugestión muy ac-
tiva en la mente de las clases cultas y en
el ánimo de los pueblos. El estudio ele las
virtudes que han brillado en su carácter; de
las particularidades de su vida y hasta de
sus defectos; de los actos que llevaron á ca-
bo; de la época en que vivieron; de las per-
sonas y colectividades que intervinieron en
su empresa; de los acontecimientos que de-
tuvieron ó apresuraron la ejecución de sus
altos pensamientos; de los medios que tu-
vieron á su alcance ó que la Providencia les
proporcionó ostensiblemente para la obra
inmortal que realizaron; y, por último, de
los ínfimos instrumentos de su misión en la
humanidad, constituye una parte esencial
del culto que podemos rendirles cuantos no
hacemos otra cosa que nacer, vivir y morir
sin dejar huella alguna de nuestro paso por
la tierra.
La gloria de los grandes hombres se re-
— 8 —
fleja en todo lo que les ha rodeado y, con
relación á ellos, el único fin á que podemos
aspirar los simples mortales, es el de preten-
der que una parte de esa gloria encumbre
aquello que á todos inspira también expon-
tánea y ferviente pasión: el pueblo en que
se ha nacido.
Tiene, por consiguiente, para nosotros
grande atractivo el estudio de ciertos de-
talles del primer viaje de descubrimientos
emprendido por Colón desde el inmortal
pueblo de Palos y cuyo feliz éxito transfor-
mó radicalmente las ideas, los conocimien-
tos científicos, el comercio, las aspiraciones
sociales, la vida entera de la humanidad, co-
mo uno de los más sorprendentes y maravi-
llosos sucesos acaecidos desde la Creación.
Tres pequeñas embarcaciones españolas di-
rigieron sus atrevidas proas hacia el desco-
nocido Occidente, á cuyo extremo la fanta-
sía popular creía que se desbordaba el te-
— 9 -*■
nebroso piélago que había sepultado en re-
mota edad extensos continentes y numero-
sos pueblos, é imaginaba abruptas riberas
pobladas por deformes seres y constante-
mente asaltadas por iracundas olas; y, en
verdad, que si Colón alcanzó gloria imarce-
sible por su inteligencia, no menor la logra-
ron por su corazón aquellos pobres tripu-
lantes que no poseían la perseverante fé del
Genio que les guiaba, ni la fuerza persuasi-
va de la Ciencia á que servían.
Nuestra insignificancia no impedirá que
saludemos con orgullo y con respeto la me-
moria de aquellos humildes marineros, ni
que dediquemos entusiasta aplauso á la
aristocracia española que, pocos años há, es-
culpió los nombres de dichos inmortales tri-
pulantes en el monumento de Madrid, por
ella erigido noble y patrióticamente.
III.
Tres fueron, como nuestros lectores sa-
ben, los buques que Colón guió en su pri-
mer viaje: las carabelas Santa María, ó La
Gallega, la Pinta y la Niña] las dos últimas
del puerto de Palos y la primera del de
Estos puntos suspensivos indican el objeto
de las presentes páginas: dejamos en blan-
co ese espacio por más que nosotros, ple-
namente convencidos, pudiéramos reempla-
zarlo con una afirmación.
Interesante cuestión se ha suscitado acer-
ca de si la nave capitana de dicho primer
— 12 —
viaje era carabela ó nao, y parece resuelta
en favor de les que han opinado que La Ga-
llega era tal carabela, pues los mismos eru-
ditos críticos que en un principio sostuvie-
ron el concepto de nao como forma especial
de aquel barco, vinieron luego, más ó me-
nos francamente, á adherirse á la opinión
triunfante, que por cierto defendió con ga-
llardía y con sólidas razones el distinguido é
ilustrado General de Infantería de Marina
Don Pelayo Alcalá Galiano.
No pretendemos intervenir en dicha po-
lémica, ni renovarla; pero de ella debemos
recojer, para nuestros raciocinios y para
nuestra demostración con respecto al puerto
de que procedía la Sania María, ciertas no-
ticias, mejor dicho, apreciaciones, que un
doctísimo académico de la Historia y escla-
recido marino, Sr. Fernández Duro, se deci-
dió á autorizar con su valiosa adhesión;
apreciaciones que seguramente hubiéramos
— i3 —
ignorado, (ya porque no es posible leer todo
lo que se escribe é imprime, ya por otras
preocupaciones del ánimo y de la vida) si
los estudios que hubimos de emprender
desde hace poco tiempo no las hubieran
puesto ante nuestra vista, y son las siguien-
tes, conviene á saber: en su notable trabajo
histórico «Pinzón en el descubrimiento de
las Indias,» año de 1892, página 44, dice
que para el mencionado primer viaje de Co-
lón «se fletó además una nao de Cantabria
fuer le y buena» y en la Revista del Cente-
nario, cuaderno 6.°, página 252, afirma que
«Juan de la Cosa era capitán y propietario
de la Santa María, capitana nao construida
en Cantabria expresamente para la carrera
de Flandes.»
Respecto á la primera proposición, y á
una parte de la segunda hemos advertido
desde luego que la misma vaguedad del con-
cepto destruye la aseveración; cuanto á la de
— . 14 —
haber sido Juan de la Cosa propietario de
La Gallega, conocíamos el documento que
el ilustre Navarrete ha incluido en su «B¿-
blioteca marítima», esto es, la carta de los
Reyes Católicos, que dice: «Por faser bien
»y merced á vos Juan de la Cosa vesino de
» Santa María del Puerto porque en nuestro
» servicio e nuestro mandado fuistes por
» maestre de una nao vuestra a los mares
»del Océano donde en aquel viaje fueran
» descubiertas las tierras e islas de la parte
»de las Indias e vos perdistes la dicha nao e
»por vos lo remunerar e satisfacer por la
» presente vos damos licencia e facultad pa-
»ra que vos o quien vuestro poder hobiere
»podades sacar de la cibdad de Jerez de la
» Frontera o de otra qualquier cibdad o villa
»o logar de Andalucía doscientos cahises de
» trigo &a &a.»
Esta Real carta, expedida en Medina del
Campo á 28 de Febrero de 1494, no ofrece
— i5 —
ningún otro detalle ó frase que se preste á
estudio ó á interpretación interesante.
Y, por último, en su hermoso libro titula-
do ata Marina de Castilla», el Sr. Fernán-
dez Duro, al hablar de la gigantesca empre-
sa de Colón, dice así: «La actividad de Pin-
»zón organizó en breve escuadrilla en que,
»por caprichos del azar, eran componentes
»dos carabelas del puerto mismo de Palos,
» fuertes y veleras, y una nao de mayor por-
»te, propiedad de su maestre Juan de la Co-
»sa, tripulada por cántabros como él, cur-
»tidos en la navegación del norte de Euro-
»pa. Los tres bajeles, en su pequenez bus-
»cada, representaban á los de Andalucía, le-
breles de los moros, á la vez que á los de
y>las Cuatro villas, Vizcaya y Guipúzcoa,
Ȏmulos de cualquier otro en Flandes como
»cn Venecia.» «Eran síntesis de la marina
>>castellana que, acabado el servicio de su
» nación, iban á servir á la humanidad.»
*¿&¿x±£&¿£*¿¿¿¿&*^^
IV,
«Se fletó además una nao de Cantabria
fuerte y buena.»
Según todas las noticias que se tienen del
período angustioso que Colón pasó en Palos
organizando su pequeña armada de descu^
brimientos, se hizo lo que se pudo, esto es,
se fletaron los barcos que se encontraron á
mano. No hubo elección, ya porque no exis-
tían en aquel puerto otras naves, ya porque
todo el mundo esquivaba tomar parte en una
empresa considerada como absurda y de fa-
tales consecuencias.
Conocidas son las amarguras que sufrió
el insigne navegante en la preparación de
su escuadrilla y las dificultades de todo ge-
nero que se le presentaron, unas de oposi-
ción manifiesta, otras de resistencia pasiva,
no obstante las apremiantes órdenes de los
Reyes; hacíanse mal y volvían á hacerse
peor las obras que requerían los dos barcos
con que aquel puerto tenía obligación de
servir á la Corona, embargados para el via-
je; desert?ban los tripulantes contratados y
huían los que temían ser alistados por la
fuerza; habíase formado terrible atmósfera
que amenazaba destruir todas las esperan-
zas de Colón ¡Es que se trataba de los
proyectos descabellados de un extranjero
visionario que, por ambición ó por extrava-
gante manía, pretendía arrastrar á ignora-
dos tormentos y á horrorosa muerte á cuan-
tos tuviesen la debilidad de seguirle! Es po-
sible que sin los piadosos consuelos y las
— 19 —
animosas exhortaciones de los Franciscanos
de la Rábida, el Descubridor de las Indias
se hubiera entregado á la desesperación;
porque, en efecto, tarca sobrehumana era la
de vencer las preocupaciones de las clases
inferiores, después de haber luchado duran-
te siete años con las de las elevadas; la de
alcanzar el consentimiento del pueblo, des-
pués de haber logrado el apoyo de la Corte.
Antes, había encontrado enfrente de sí la
ciencia oficial y la altivez de arriba; des-
pués, veía obstruido su camino por la igno-
rancia y por el fanatismo de aquellos que
eran brazos indispensables para realizar su
obra.
El mérito de los Pinzones y de Juan de la
Cosa estriba precisamente en la decisión
con que por fin favorecieron los planes de
Colón; pero no existió, lo repetimos, verda-
dera elececión de buques y se alistaron les
que «á su alcance y disposición tuvieron los
mencionados ilustres marinos. No había
tiempo ni sobraba dinero para ir de puerto en
puerto examinando buques ó para encargar
á Cantabria una nao fuerte y buena: acaso
la llegada á las aguas de Palos, en recalada
de viaje comercial al Mediterráneo, de La
Gallega, conducida por su maestre Juan de
la Cosa, fué causa de que éste se enterase al
pormenor de las científicas teorías de Colón
y se determinase á secundar sus proyectos,
pues indudablemente poseía, como los Pin-
zones, conocimientos, experiencia y ánimo
suficientes para comprender la verosimilitud
de la empresa patrocinada por los Reyes Ca-
tólicos; y así la Providencia proporcionó á
Colón un buque de carga. (1.) El mismo se-
ñor Fernández Duro dice en La Marina de
Castilla, que las tres carabelas componían,
por caprichos del azar, la escuadrilla orga-
nizada en Palos.
Examinaremos mas adelante si La Ga-
llega era ó nó de Cantabria: veamos por de
pronto, en pocas líneas, el grado de impor-
tancia que tienen los adjetivos «fuerte y
buena:» El docto Sr. Fernández Duro no
los ha estampado aeguramente en oposición
á los de «débiles y malas» como condicio-
nes de las otras dos carabelas de Palos,
pues en el párrafo de La Marina de Casti-
lla, arriba copiado, afirma que eran fuertes
y veleras; quiso indudablemente expresar
que en Cantabria se construían barcos fuer-
tes y buenos, en el sentido de tener mu-
cha, bien curada y bien trabada madera,
porque los marinos de una parte de la costa
cantábrica lanzábanse denodadamente hacia
el Norte y el Noroeste, en busca de las ba-
llenas, donde tenían que luchar y chocar
con la fuerza de estos monstruos, con la
constante bravura del Océano y con los flo-
tantes y temibles témpanos de hielo que
se desgajaban de la zona glacial. Mas en
— 22 —
la «Revista del Centenario», según hemos
dicho, venios enunciada otra idea, afirma-
da sin vacilación alguna, como verdad in-
concusa y averiguada: la de que la nao
Santa Mana fué construida «en Cantabria
expresamente para la carrera de F laudes»,
esto es, para el comercio de las regiones
del Norte, y por consiguiente, requería la
condición de fuerte unida á la de buena que
comprende las necesarias para que rindiese
provecho positivo á su propietario y á los
mercaderes que la fletasen; pero es de ob-
servar que estas condiciones no eran exigi-
das exclusivamente á los buques destinados
á la carrera de Flandes, sino también á los
que hubieren de navegar por los demás ma-
res conocidos, que en todos ellos los peligros
son idénticos y frecuentes. No creemos que
el Sr. Fernández Duro quiso expresar que
solo en Cantabria se construían naves fuer-
tes y buenas, y en las demás regiones es-
— 23 —
pañolas débiles y malas; á nosotros se nos
figura que su propósito fué, por una parte,
adornar, y por otra justificar indirectamente
su aseveración de que La Gallega fué cons-
truida en Cantabria.
Este es uno de los puntos que nos propo-
nemos analizar en nuestro trabajo. La ex-
presada aseveración del Sr. Fernández Du-
ro, que á primera vista aparece concluyente,
en el fondo es vaga, incierta; se vé la exis-
tencia de una convicción, pero de una con-
vicción que no descansa en fundamentos
decisivos, que quizás se deriva tan solo del
raciocinio, sobradamente débil, de que sien-
do Juan de la Cosa marino cántabro, el bar-
co de que era maestre ó propietario debía
ser producto de la industria de Cantabria.
Si La Gallega hubiera sido construida en
alguna de las Cuatro villas ó en alguno de
los puertos vascos, noticia necesaria para
hacer la mencionada afirmación, el Sr. Fer-
*- 24 —
hández Duro no hubiera usado la voz gené-
rica «Cantabria», sino empleando la indi-
vidual: «construida en Castro, en Laredo,
en San Sebastian», Así que las circunstan-
cias que contiene la carta de los Reyes Ca-
tólicos, no son fundamento bastante, dice
*el Sr. Alcalá Galiano, para que una perso-
na tan erudita afirme que la Santa María
era nao construida en Cantabria expresa-
mente para la carrera de Flandes; y añadi-
remos que no constando, siquiera por indi-
cios persuasivos, que haya sido flotada en
una de las villas cantábricas para formar
parte de la expedición de Colón al Occi-
dente, se nos antoja que hubiera sido muy
singular su aparición en un puerlo como
el de Palos, tan aleja. lo de aquella carre-
ra, con lo cual queda desautorizado el ad-
verbio «expresamente»; mientras que no
resulta violenta, ni mucho menos, la presun-
ción de que, dedicados muchos barcos de
Galicia al trasporte de la sardina salada, del
abadejo y otros pescados curados á los puer-
tos del Mediterráneo, tornando algunos con
sal, arroz, especias, aceite, telas de seda,
y demás artículos de aquel comercio, y
otros en lastre buscando carga por el litoral,
se ofreciera á Colón y á los Pinzones la
ocasión de fletar La Gallega en el Puerto
de Santa María ó en el mismo de Palos. (2)
V.
En materia de tanta importancia lrstóri-
ca y trascurridos cuatro siglos desde los su-
cesos que se examinan, no basta hacer de-
terminadas afirmaciones, por grande y por
merecida que sea la autoridad de los escri-
tores que las consignen: es imprescindible
presentar la correspondiente justificación,
porque, como dice el P. Mariana, «la histo-
ria no pasa partida sin que le muestren
quitanza.»
Al lado de la aserveración que origina Los
presentes comentarios no vemos las prue-
— 28 —
bas, ó indicios serios por lo menos, de que
los contemporáneos de Culón daban capri-
chosamentelsL denominación de La Gallega
á la nave Santa María, ni hallamos indica-
da siquiera la causa de que el navio man-
dado por Juan de la Cosa tuviera aquel so-
brenombre, ni cita, dato ó documento algu-
no que justifique la sospecha, siquiera, de
que dicho barco fué construido en Canta-
bria.
U.i manuscrito existente en el Archivo
de Indias consigna, según el Sr. Alcalá Ga-
liano, que Colón salió de Palos con tres
carabelas, la mayor llamada La Gallega;
en la Colección de documentos inéditos de
Indias, tomo XIV, página 563, se consigna
también que «de las tres naves era capitana
La Gallega; Gonzalo Fernández de Oviedo,
cuya Historia general de Indias, escrita á
principios del siglo XVI, está reconocida
como fuente histórica de primera importan-
— 29 —
cia, denomina repetidas veces La Gallego,
en el capítulo 5.0 del tomo primero, á la
carabela capitana.
«Debeys saber que desde alli (Palos) prin-
»cipio su camino con tres caravelas, la una
»c mayor de ellas llamada La Gallega. —
»De estas tres caravelas era capitana La
iG'dlega en la qual ybala persona de Co-
llón.— Se llamo La Gallega, dedicada a
» Santa Maria. — Y a la entrada del Puerto
»Real toco en tierra la nao capitana llama-
»da La Gallega e abrióse. — E fico hacer
«un castillo quadrado a manera de palen-
»que con la madera de la caravela capitana
»La Gallega.y>
Diversos escritores, tanto de la época co-
mo de las subcesivas, distinguen con el mis-
mo sobrenombre á la nave capitana; y, por
último, el propio Colón dio á una isla la de-
nominación de La Gallega, siendo de pre-
sumir que para ello no tuvo otro motivo que
— 30 —
el noble pensamiento de dedicar un recuer-
do al barco en que realizó la idea que había
acariciado al través de múltiples amarguras:
el descubrimiento de las Indias Occidenta-
les. En carta que dirigió á los Reyes desde
Jamaica, fecha 7 de Julio de 1503, dice que
«el navio Sospechoso había echado á la mar,
por escapar, (de la tormenta) hasta la isla la
Gallega.» La antecedente noticia es muy
importante para nuestra demostración, pues
Colón no debió haber dado caprichosamen-
te aquel nombre á la mencionada isla; y re-
petimos bajo esta forma la consideración an-
tes apuntada, porque creemos necesario de-
jar bien inculcada en el juicio de nuestros
lectores, tan evidente prueba de que Gonza-
lo Fernández de Oviedo cumplió su obliga-
ción de historiador puntual y fiel, trasmi-
tiendo á la posteridad el nombre «La Galle-
ga •> que vulgarmente se daba á la nave capi-
tana de Colón al emprender su primer viaje.
kmmákm&mmmmjámmkmMm
vi.
¿Por qué la nave capitana de Colón se lla-
maba La Gallega á pesar de que su maes-
tre era Juan de la Cosa? ¿Por su forma de
construcción, esto es, por su corte, por sus
líneas y por otras singularidades de su casco
y de su arboladura? ¿Por haber sido cons-
truida en Pontevedra, en Noya, en la Coru<
ña, en Vivero? ¿Por su historia desde que
flotó en el mar? ¿Por los viajes comerciales
que verificaba? ¿Por ser gallegos sus propie-
tarios antes de adquirirla el piloto de San-
toña? Por serlo los copropietarios, dado que
Juan de la Cosa no fuese su único dueño, de
la misma manera que la Santa Clara, por
pertenecer en gran parte á la familia de los
Niño, tenía el sobrenombre de La Niña?
Estas presunciones pueden sin violencia
alguna expresar la verdad histórica ó acer-
carse á ella y ser además suficientemente
razonables para que el Sr. Fernández Duro
no tuviera escrúpulo alguno en permitir,
mientras no dispusiera de pruebas irrefuta-
bles, que alcanzase á la marina de Galicia
un reflejo de la gloria que irradia del des-
cubrimiento del Nuevo Mundo. Bien es ver-
dad que el ilustre académico de la Historia
no ha querido descender al estudio de la
marina gallega de la Edad Media. Véase su
notabilísimo libro titulado «La Marina de
Castilla,» del cual resulta que la marina
castellana de aquellos tiempos estuvo redu-
cida á los barcos de las Cuatro villas y á los
de Vizcaya y Guipúzcoa. Ligerísimas indi-
— 33 -
cationes con respecto á Sevilla y algún otro
puerto de Andalucía; leves alusiones á uno
ó dos de los de Galicia y de Asturias, es to-
do lo más que en su libro les concede bon-
dadosamente. Gijón, Aviles, Vivero, Ri va-
deo, Coruña, Noya, Pontevedra, Bayona de
Mignor, debieron presentarse ante el alto
criterio del Sr. Fernández Duro como escon-
didas charcas donde flotaron algún dia, si
acaso, míseros bateles de pescadores de ca-
ña, á pesar de constarle que en 2 de Sep-
tiembre del ano de 4343 el rey Eduardo de
Inglaterra reclamó al de Castilla por los da-
ños que en las costas y en los barcos de sus
dominios lucieron varias «naos de Arribe-
deu, Viverro, La Croinhe, Noie, Pount De-
berre e Bayeu Demyor. » Para ocasionar ta-
les daños es de presumir que dichas naos
eran tan «buenas y fuertes,» como las de
Cantabria. No extrañen nuestros lectores
este lenguaje, un tanto nervioso, porque sin
— 34 ~
que seamos llorones, nos afecta que persona
tan autorizada por relevantes títulos y por
considerables méritos, haya preterido en su
libro una parte interesante y extensa de la
costa del reino de Castilla como es la de As-
turias y Galicia, sobre todo después de asen-
tar que el glorioso fundador de la marina
castellana fué el célebre arzobispo de Santia-
go de Compostela, D. Diego Gelmirez, en el
siglo XII.
Que el animoso prelado hubiese traido á
los llamados «puertos bajos» de Galicia, des-
de Francia é Italia, maestros de construc-
ción naval, demuestra que á la sazón no los
había más cerca, esto es, en las Cuatro vi-
llas y demás puertos cantábricos; y sería
muy lógico pensar, si no lo hubieran justifi-
cado sucesos, noticias, datos y documentos
de los tiempos posteriores, que á la iniciati-
va del arzobispo respondió el desarrollo en
Galicia de la industria de construcción de
— 35 —
barcos, porque no se pretenderá afirmar
que habiendo instalado Gelmirez aquellos
elementos de progreso en las rías bajas ga-
llegas, su esfuerzo hubo de ser en ellas
completamente estéril, resultando en cam-
bio fecundo allí donde no existieron dichos
maestros y obreros de construcción naval,
esto es, un despropósito parecido al de sos-
tener que la siembra que se hace en campo
propio dá sus frutos en el del vecino.
Puesto que el arzobispo de Com postela
creó tan útil industria en las villas marítimas
de su señorío, en ellas fué donde debió arrai-
garse y florecer; y de esta manera racional
puede explicarse, á nuestro juicio, el miste-
rio que el Sr. Fernández Duro consigna en
las siguientes palabras: «A los diez años
(de la iniciativa de Gelmirez) una escuadra
respetable figura ya, sin saberse corno fué
formada.-»
El docto académico, que por el simple
- 36 -
hecho de haber sido Juan de la Cosa maes-
tre de La Gallega y por el de existir comer-
cio entre la costa del norte de España y los
países comprendidos entonces en la deno-
minación de Flandes (3) sacó libremente
la consecuencia de que aquella carabela
fué construida en Cantabria para dicho co-
mercio, bien pudo, y con verdadera lógica,
ligar la iniciativa de Gelmirez á la existen-
cia, diez años después, de una respetable
armad?; á no ser que se establezca el pre-
juicio de que en Galicia los efectos no son
congruentes con sus causas, como arriba
hemos insinuado. Pongamos al obispo de
Burgos en lugar del arzobispo de Santiago,
y seguramente el Sr. Fernández Duro adi-
vinaría como se había formado aquella es*
cuadra y en cuales puertos cantábricos.
¿Cómo fué formada? En gran parte, des-
de luego, con los elementos reunidos por
dicho prelado; en los astilleros que él creó
— 37 —
en sus dominios, y con los mareantes, ya
gallegos, ya cántabros, que debieron con-
currir para tripularla. Así se instaló y des-
arrolló la industria de construcción naval en
Galicia; así pudieron los reyes de Castilla
hacer más eficaz la guerra con los moros y
premiar con notables privilegios y franqui-
cias especialísimas el auxilio que obtuvieron
de los puertos gallegos; así fué despertán-
dose la afición de los nobles de los mismos
puertos y comarcas de éstos á la marina mi-
litar y así se vio en la Edad Media salir de
Pontevedra almirantes como Payo Gómez
Charino, Alfonso Jofre Tenorio, Alvar Paez,
(4) y más tarde otros marinos famosos co-
mo Juan da Nova, Sarmiento de Gamboa,
los Nodal, los almirantes Matos &.a (5) ¡Quién
sabe si la historia de la marina de Galicia
reserva á dicho distinguido académico algu-
na sorpresa extraordinaria!
Consideraciones tan razonables parecen
- 38 -
invitar á una previa averiguación, y si aquél
erudito escritor hubiese querido investigar
por sí ó encargando de ello á persona com-
petente, en los archivos de los concejos y
de las cofradías de los puertos gallegos, por
él olvidados, noticias relativas á la historia
marítima de éstos, tenemos la seguridad
de que hubiera no solo incluido en La Ma-
rina de Castilla datos muy interesantes, si-
no también suavizado con oportunas salve-
dades la escueta afirmación de haber sido
construida en Cantabria la carabela La da -
llrrja. Creemos también que no hubiera re-
ducido á las Cuatro villas y puertos vascos
la representación que, por su sola autoridad,
adjudica á la nave capitana de Colón en el
primer viaje al Occidente.
áMMiAUAAMMUMMMMMMiUUAMM AAUii.U U;U,U¿¿U¿*
VII.
Los privilegios que gozaban varios puer-
tos de Galicia desde antigua fecha y espe-
cialmente el de Pontevedra á consecuencia
de la conquista de Sevilla en la que, según
el concienzudo Riobóo, tomaron parte vein-
tisiete naves de dicha villa y diez y siete
de la de Noya, fueron elementos poderosos
para que en ella se desarrollasen el comercio
y la construcción naval. En el número de di-
chos privilegios figuraba el de que sus veci-
nos y mareantes podían traer libremente de
cualquiera parte á los reinos de Castilla y
'— 40 —
vender con franquicia en sus naves, esto es,
sin pago de alcabalas ni de impuesto alguno,
un quinto de las mercancías que condujesen,
y si hubiesen de morir por mandato de justi-
cia, se ejecutase en ellos la pena como en
personas nobles. (6.)
Tan extraordinarias franquicias fueron in-
mediato origen de la gran cofradía de ma-
reantes de Pontevedra, pues se vio la nece-
sidad de hacer constar en todo momento y
en todo lugar cuales mareantes y cuales na-
ves eran de dicha villa y podían disfrutar
aquellas ventajas. Establecióse antes que la
Hermandad de las villas cantábricas y mu-
cho antes que la cofradía de San Roque de
Santiago, puesto que al decretarse la festivi-
dad del Corpus Christi, 131 1, ya tenía im-
portancia suficiente para tomar esta advo-
cación (Corpo de Deus) y encargarse del
culto correspondiente, que llegó á celebrar
con la mayor esplendidez.
— 4i —
Inscribiéronse en dicho gremio los puer-
tos y los mareantes de la llamada costa baja
ele Galicia, formando una verdadera liga ó
hermandad que defendía los intereses y per-
sonas que la componían, y del grado de im-
portancia que llegó á adquirir puede juzgar-
se per el siguiente hecho, extractado de una
ejecutoria que consta en el archivo del gre-
mio. Habiendo impuesto el Arzobispo de
Santiago, D. Alonso de Fonseca, como se-
ñor de la tierra, un derecho sobre el pesca-
do y sobre el par de millares de sardinas,
que cobró durante los años de 1472 á 1478
inclusive, promovióle pleito el gremio de
mareantes en defensa de sus privilegios de
tiempo inmemorial, y después de correr to-
dos sus trámites y apelaciones, terminó en la
Cnancillería de Valladolid por sentencia de*
finitiva á favor del gremio. La Mitra procu-
ró demorar el cumplimiento del fallo que le
había condenado á una indemnización de
— 42 -
343-649 maravedís y la correspondiente su-
ma por costas, transigiéndose esta cuestión,
derivada de la principal, por escritura de
concordia celebrada en Santiago, en virtud
de la cual quedó reducida aquella indemniza-
ción á 105.669 maravedís, pues los marean-
tes, según el texto de dicha escritura, apro-
bada por el Prelado, «suspenden, quitan,
remeten, é perdonan á su Señoría» el resto
de la cantidad señalada por la sentencia. Lo
elevado de la suma de 343.649 maravedís,
que seguramente, atendiendo á la calidad y
altura de uno de los pleiteantes, no revela
la verdadera recaudación obtenida en los
siete años, demuestra el florecimiento increí-
ble de la pesca y de la salazón en la ría de
Pontevedra á mediados del siglo XV.
No es esta ocasión adecuada para dar no-
ticia circunstanciada y completa de tan po-
deroso gremio; lo haremos en otro trabajo,
pero creemos oportuno indicar que, sin du-
— 43 —
da por desconocer su existencia, el Sr. Fer-
nández Duro, en su citada obra La Marina
de Castilla, se extraña de que los puertos
de Galicia no hayan tenido representación
en la junta celebrada en Castrourdiales para
el establecimiento de la Hermandad de las
villas cantábricas. No es de suponer que el
erudito crítico, al manifestar su extrañeza,
ha querido expresar que Castrourdiales era
en aquellos tiempos cabeza de la costa com-
prendida entre la desembocadura del río Mi-
ño y la del Behovia y que todos los puer-
tos de ella debieron acudir con afán á inscri-
birse en el gremio que se creaba; y no lo
suponemos, porque no había entonces ca-
pital ó capitales oficiales de jurisdiciones
marítimas, ni en el terreno de la realidad
disfrutaba aquella villa cantábrica superio-
ridad señalada ó evidente con respecto á
gran parte de las demás, aunque, en efecto,
fuese importante y rica, ni la instalación de
— 44 —
la hermandad era cosa nueva para las que,
como Pontevedra, ya disfrutaban los benefi-
cios de la asociación y de privilegios no con-
cedidos á ninguna otra.
VIII.
Era también muy importante en Ponte-
vedra la cofradía de San Juan Bautista,
formada por los carpinteros de mar y de
tierra. Poseía grandes propiedades territo-
riales y en el primer tercio del siglo XV
constituyó muchos foros y censos; según el
cartulario de 1431 á 1562, sus vicarios
y procuradores podían penorar (embargar)
á los deudores por pensiones, fueros y ana-
les sin intervención de los jueces y alcal-
des, facultad que se extendía á «quitar las
- 46 -
puertas de las casas (penetrar en el domi-
cilio) por dineros y heredades.»
Los constructores de barcos y carpinte-
ros de mar que la constituían en gran par-
te, disfrutaban desde tiempo inmemorial
la franquicia de no satisfacer alcabalas ni
impuesto alguno por la madera, clavazón y
brea, ni por razón de «empreytada e tra-
ballo das suas maos e personas» ni por ha-
cer «navios, naves, barcas, baixeles, cara-
belas, pinazas, barcos, e bateéis e todas e
quaesquier fustas maijores e menores para
marear aunque las figesen e labrasen a cote
o a jornal o en qualquier manera ena dita
villa de pontevedra» según sentencia del
arzobispo de Santiago, Don Rodrigo de
Luna, fecha 8 de Junio de 1456, en el pleito
de la cofradía de mareantes (á que también
pertenecían los constructores de barcos y
los obreros correspondientes) con Miguel
Ferrandez arrendador de las alcabalas de
— 47 —
los navios de Pontevedra en el año de
1449.(7-)
Estos y otros privilegios, repetimos, die-
ron notable impulso á la industrio de cons-
trucción naval, que resultaba en Pontevedra
menos costosa que en otras partes, y acre-
centaron su población y su comercio; para
demostrarlo, bastará que apuntemos las
siguientes noticias:
Apoderado de la villa, en 1476, el famo-
so Madruga, Don Pedro Alvarez de Soto-
mayor, conde de Camina, el arzobispo de
Santiago, para recuperarla, tras la inútil ten-
tativa anterior realizada con el auxilio de la
armada de Don Ladrón de Guevara, pidió
al cabildo de su catedral veinte mil marave-
dís pares de blancas y organizó una legión
de «maravillosas doscientas lanzas, dice
Vasco de Aponte, y cinco mil peones, bue-
nos hombres»; pero no logró tomarla villa,
y habiendo sido derrotado por el de Cami-
- 43 -
ña, tuvo que levantar seguidamente el cer-
co y huir con el conde de Monterrey que le
acompañara en la empresa. Por cierto que el
Sr. Murguía, en su libro Galicia, ha padeci-
do la equivocación de rebajar el menciona-
do auxilio del cabildo á dos mil maravedís
y los cinco mil peones á quinientos, á pesar
de haber tomado separadamente las citas;
la primera, de la obra del docto Sr. López
Ferreiro, «Galicia en el último tercio del si-
glo XV» en cuyo primer tomo, página 177,
se inserta el documento relativo á los veinte
mil y no dos mil maravedís; y la segunda,
del mismo Sr. López Ferreiro y de la cróni-
ca de Vasco de Aponte, que escriben «cinco
mil peones» y no quinientos; como que el
conde de Camina disponía, dentro de Pon-
tevedra, de dos mil.
Estas cifras patentizan la importancia de
un pueblo que á mediados del siglo XV, co-
mo consta en el Libro del Concejo, ya tenía
fc>
— 49 —
Lonja (8) y calles de Platería nueva y de
Platería vieja.
Otro dato especial revela el grado de pro-
reso á que la villa había llegado al finali-
zar la Edad Media; dato que siempre fué
considerado como signo indudable de la ri-
queza y de la cultura de un pueblo, cual es
la existencia de un hospital para ¡azarados
y otro para pobres, titulado también de
«Corpo de Deus», engrandecido á principios
del siglo XV por la caritativa vecina Teresa
Pérez Fiota. ¡Cuántas poblaciones á las cua-
les se pretende adjudicar, con los más leves
fundamentos, lauros y glorias fantásticas, no
pueden exhibir el elecuente dato de haber
sostenido un establecimiento de beneficen-
cia en la época de su supuesta grandeza!
En el siglo XVI, los canónigos visitado-
res del arzobispado de Santiago llaman á
Pontevedra el «mayor lugar de Galicia, y
con razón, puesto que contaba más de siete
— 5o —
mil vecinos; el licenciado Molina, malague-
ño, ensalza el comercio é industria del mar
de la «gran villa de las primeras del reino»;
y Ambrosio de Morales la denomina «lugar
grande y rico con más naranjos y arrayanes
que Córdoba.» Ya en el siglo XIV el cro-
nista francés Froissart la distinguía con el
dictado de «bonne ville.»
Como señal indudable en todos tiempos
de la abundancia de recursos para la vida y
de la prosperidad de un pueblo, Pontevedra
presenta la existencia en ella y en sus cer-
canías de varios monasterios poseedores de
grandes bienes terrenales: el de Santa Clara,
en que profesaban las damas de la nobleza
de Galicia y aun de Castilla; los de Santo
Domingo y de San Francisco, que soste-
nían estudios de Teología y de Filosofía; y
los de Lerez y Poyo con iguales estudios y
antiquísimas mercedes de los reyes. De es-
tas dos comunidades eran respectivamente
— Si —
abades perpetuos, á principios del siglo XVI
el noble romano Príncipe de Monfiore y
Don Juan de Vibena, Cardenal de Santa
María in Pórtici. Muy cerca también de Pon-
tevedra alzábanse el Real monasterio de
San Pedro de Tenorio, el de Santa María de
Armentera, el de San Fructuoso de Tambo
y el de monjas de Tomeza; todos ellos en
una comarca de poco más de una legua de
radio.
No debemos olvidar la industria de fabri-
cación de armas, también muy floreciente
en Pontevedra. En sus armarías no solo se
labraban aquellos famosos escudos de que
habla la ordenanza de Tarazona, dada por
los Reyes Católicos é incluida en la Nueva
Recopilación, sino también ballestas, viro-
tes, dardos, lanzas, adargas, espadas, puña-
les, cuchillos y quizás aquellas corazas y ar-
mas de fuego que tanta superioridad dieron
al célebre conde de Camina. Tenemos va-
— 52 --
rios contratos de aprendizaje del oficio de la
armaría y antes del año 1440 aparecen co-
mo maestros Ruy de Nantes, Pedro Velas-
co, Diego Yans, Fernando Gutiérrez Sobre-
ferro y otros, vicarios de la cofradía de San
Nicolás, formada por armeros, cuchilleros y
herreros. La fama de los escudos de Ponte-
vedra, oficialmente reconocida por los Reyes
Católicos, nos sugiere la conjetura de que
tal vez no hubo solución de continuidad en
la vida de dicha población desde remotos
tiempos y que los escudos galaicos que Silio
Itálico alaba al describir las legiones de Aní-
bal, procedían de Pontevedra y de la co-
marca que es su vecina inmediata por el
Oriente, que comprende la tierra de Teno-
rio y de Cotovad, denominada por los ro-
manos país de los escuta ríos, de que habla
el cronicón Iriense á propósito de los lími-
tes de la diócesis de Iría Flavia. Creemos
que el nombre de escutarios no significa-
— 53 —
ba la clase ó calidad de escuderos como su-
pone algún escritor, sino de fabricantes de
escudos, pues no debe prescindirse de que el
de Tenorio viene de Tanoi ras, Tenerlas, se-
gún demuestra el P. Sarmiento; y muy sa-
bido es que en dichas armas defensivas se
empleaban antiguamente los cueros con
mayor ó menor armazón metálica. A nues-
tro juicio, ambas ideas justifican la interpre-
tación que damos á la palabra escalarlos
y la creencia de que la fabricación de escu-
dos, juntamente con la de otros artefactos
de defensa y de ataque, se mantuvo sin in-
terrupción en Pontevedra: lo cierto es que en
cualquiera sitio en que se remueve el suelo
de la villa se encuentran con frecuencia mul-
titud de escorias que acusan antiguas for-
jas. No es aventurado presumir que los re-
yes de la reconquista se proveían de armas
en sus talleres.
Esta industria continuó ejerciéndose y
— 54 -^
prosperando hasta el año de 17 19 en que los
ingleses incendiaron la maestranza; algunas
de las bombas reventaron sobre el templo
de Santo Domingo, causando su ruina, se-
gún manifestación escrita hecha al ayun-
tamiento, en solicitud de ciertos auxilios,
por el Prior de aquel Monasterio. (Archivo
municipal.)
Por último, la importancia del movimiento
de su puerto puede calcularse también por
el hecho de existir todavía, aunque rui-
nosos en gran parte, veintiséis muelles, de
los cuales son los más antiguos ocho ó nue-
ve que miden diez y seis á veinticinco me-
tros de largo por doce á cuarenta de an-
cho, con sus correspondientes graderías al
frente. Construíanse los barcos en los am-
plios espacios que dichos muelles dejan en
la ribera y aún no hace muchos años que
presenciamos la botadura de una gallarda
corbeta, postrer aliento de aquella flore-
— 55 —
cíente industria creada en el siglo XII por
el arzobispo Gelmirez: de los astilleros ape-
nas queda rastro.
Nada puede ofrecer aspecto más descon-
solador que esta desierta ribera, ni sugerir
ideas mas tristes que la contemplación de
sus ruinas, sobre todo á las horas en que la
pleamar dibuja la línea de sus descoyunta-
dos y corroídos muelles: la hermosura singu-
lar del paisaje no logra desterrar del ánimo
la dolorosa impresión que causa la muda
elocuencia de aquellos restos, testimonio
irrefutable de grandezas desvanecidas. Al
evocar lo pasado, surgen en rápida visión
las naves entrando y saliendo del puerto;
los peirados ó muelles rebosando en movi-
miento de mercancías, marineros y merca-
deres; los astilleros mezclando el martilleo
de sus obreros con el canto de los marean-
tes al levar ancla ó al cargar las velas, y los
bateles de las embarcaciones cruzando en
- 56-
todos sentidos las siempre apacibles aguas
de la mágica ensenada El tiempo conti-
núa su serena y misteriosa marcha: acaso
el silencio que allí impera será reemplazado
en breve por nueva y fecunda agitación de
las modernas industrias que ya asoman sus
altas chimeneas, sus potentes grúas y sus
acerados carriles por las poéticas márgenes
del rio, (9) con cuyo motivo empiezan á sur-
car sus aguas algunos buques. Dichas in-
dustrias traerán otras; los primeros pasos,
que son los mas difíciles, están dados, para
honra de su iniciador, con verdadera intre-
pidez. Si Pontevedra se convence de que la
asociación, la ciencia y la voluntad son
fecundas fuentes de renacimiento, no tar-
dará en recobrar su prosperidad de otros
tiempos.
IX.
Apoyados en algunos de los anteceden-
tes expuestos, sin esforzar la imaginación y
sin dejarnos arrastrar por la fantasía, podría-
mos afirmar que en Pontevedra existía uno
de los mas importantes astilleros de Casti-
lla en la Edad Media; pero basta al objeto
del presente libro haber demostrado que ha-
cia la segunda mitad del siglo XV se halla-
ba floreciente en dicha villa la industria de
construcción naval, porque de ello puede
deducirse, sin apurar el raciocinio, que
- 58 -
la nave Santa María llevaba el segundo
nombre de La Gallega á consecuencia de
haber sido construida en un puerto tan im-
portante de la costa de Galicia, de la misma
manera que, según el Sr. Asensio en su li-
bro «Cristóbal Colón», á la carabela Santa
Cruz construida en 1496 en la Isabela (Isla
Española) «¡vulgarmente dieron en llamar
La India, por haberse allí construido.» (10)
Era costumbre en aquella época, y siguió
siéndolo por mucho tiempo, según los se-
ñores Alcalá Galiano y Capmani, dar á los
buques dos nombres, uno el vulgar con que
comunmente se les designaba, y otro por
devoción á algún santo ó santa en el acto
de bendecirlas; la carabela Niña se llamaba
legalmenteSa/í¿a Clara, y el de La Gallega
era sin duda alguna el nombre vulgar de la
Santa María.
El Padre Sarmiento, que jamás hizo afir-
mación alguna que no fuera resultado de es-
— 59 —
tudios concienzudos y de noticias ó datos se-
guros, dice que es verosímil que la carabela
La Gallega se hubiese labrado en los astille-
ros de Pontevedra, esto es, en el Arrabal ó
Pescadería de la villa y que fuese dedicada á
Santa María la Grande, «que es la parroquia
de todos los marineros en parroquia separa-
da,» de cuya manera el ilustre sabio vino á
corroborar estas palabras del historiador
Fernández de Oviedo, ya copiadas; «Se lla-
mó La Gallega, dedicada á Santa María. »
Más el Sr. Murguía, en su hermoso libro
Galicia, después de consignar esta opinión
del erudito benedictino, le aplica distraída-
mente y sin necesidad alguna, la palmeta
con que corrige (nosotros carecemos de au-
toridad para decir si justa ó injustamente) á
Strabon, á Plinio, á Pomponio Mela y á
otros historiadores y escritores antiguos y
modernos, lanzando apresuradamente la si-
guiente rectificación; «No lo creemos. El es-
— 6o —
tar dedicada á la Virgen no es razón; ni un
solo puerto de Galicia deja de tenerle dedi-
cada su primera y principal iglesia parro-
quial.» Decimos que le rectifica distraída-
mente, porque de las palabras del P. Sar-
miento no se deduce que intente, siquiera,
afirmar que el hecho de haber sido dedica-
da á Santa María la nave capitana de Colón
demuestre que ha sido construida en Ponte-
vedra; y añadimos sin necesidad alguna,
porque ni de cerca ni de lejos vemos que la
cita y rectificación del Sr. Murguía, sirvan
para apoyar ó para aclarar el texto, pues el
historiador gallego dice en este que «da fé
de su naciente industria, á mediados de la
décima quinta centuria, el hecho de que en
sus muelles se fabricaban las pequeñas em-
barcaciones del tiempo.» Como se vé resul-
ta que la rectificación de lo dicho por el
P. Sarmiento, más bien destruye que con-
firma la aseveración del texto; pero no he-
— ol-
mos de hacer hincapié en este detalle y
aprovecharemos la oportunidad para rectifi-
car á nuestra vez lo dicho por el Sr. Mur<
guía.
La construcción naval no era en Ponteve-
dra industria naciente á mediados del siglo
XV, sino arraigada de antiguo. Lo prueba
la confirmación del privilegio de exención
del impuesto de la galea por D. Alfonso XI
en Toro á 22 de Agosto de 13 16, que cita-
mos en la nota núm. 4, pues se refiere al he-
cho de que el rey D. Sancho dispuso que la
galera construida en Pontevedra para pagar,
por fuerza mayor, dicho impuesto, no saliera
de su puerto y se pudriera en él: de modo
que en el siglo XIII se construían galeras en
la expresada villa. Demuéstralo también la
sentencia del arzobispo D. Rodrigo de Luna,
ya citada, fechada en 1456, en la que se enu-
meran todas las embarcaciones mayores y
menores que entonces se fabricaban en
— 62 —
la mencionada villa. Esta fabricación no
se verificaba en los muelles, sino en los
sitios de la ribera apropiados al caso pol-
la inclinación del terreno y por otras con-
diciones; los muelles ó peirados (algunos
con cubierta y entrada especial, esto es,
no libre) eran necesarios para el desahoga-
do movimiento del tráfico mercantil, (u.)
más importante en Pontevedra que en nin-
gún otro puerto de Galicia; y claro es que
con dicho tráfico habría de caminar parale-
la la industria de construcción naval. Las
afirmaciones sobre puntos históricos deben
ser acompañadas, insistimos en decirlo, de
las correspondientes pruebas: la autoridad
literaria no es suficiente para dar á los pue-
blos patentes de mayor ó menor importan-
cia en este ó en otro sentido.
Rogando á los lectores que nos perdonen
la anterior digresión y volviendo al punto
que examinábamos, diremos que el sabio
- 63 -
P. Sarmiento tenía plena conciencia de
cuanto decía, y lo que dice se reduce á «que
es verosímil se fabricase en Pontevedra la
carabela La Gallega y se dedicase á Santa
María», que se nos figura una cosa comple-
tamente distinta de la que supone el comen-
tario del Sr. Murguía. (12)
La opinión del P. Sarmiento es suma-
mente valiosa; nosotros le damos toda la
autoridad que umversalmente merecen cuan-
tos juicios ha emitido el insigne fraile de
San Martin de Madrid, y no terminaremos
este capítulo sin recordar su aseveración re-
lativa á que el más antiguo faro de Galicia,
el de la Lanzada, cuyos restos de especial
contextura betuminosa revelan su construc-
ción por los fenicios, designaba exclusiva-
mente á los navegantes la entrada de la ría
de Pontevedra, dato interesante para paten-
tizar la importancia que tenía en remotas
edades, quizás por hallarse situada en su fon-
- 64 -
do (como opina también el ilustre P. Fita) la
ciudad de Lambriaca, cuya resistencia á las
legiones de Décio Junio Bruto le dio señala-
do puesto en la historia.
WWWW-^WWWWWWWWWWWWWWVV'wwWvVVVWv^
X.
Al llegar á este punto de nuestra tarea,
creemos que ya es ocasión de presentar una
prueba decisiva para aclarar la cuestión que
ventilamos.
En nuestro afán de recojer por doquiera
documentos antiguos de toda clase, secun-
dando dentro de nuestra modesta esfera las
útiles, nobles y patrióticas labores de la So-
ciedad Arqueológica de Pontevedra, presi-
dida por nuestro docto, activo y querido
— 66 —
amigo Don Casto Sampedro, digna por to-
dos conceptos de la consideración que dis-
fruta y de ser protegida por el país, por las
entidades oficiales de toda clase y por las
personas ilustradas, (13.) hemos logrado
reunir diversos instrumentos del siglo XV.
Algunos son escrituras en pergamino y en
papel, completamente formalizadas; otros
pertenecen á minutarios notariales con todas
las condiciones apetecibles de autenticidad
en esta clase de documentos, por el papel,
por la redacción, por la letra, por la tinta y
por esas otras particularidades que solo el
prolongado trascurso del tiempo imprime en
los objetos.
La escritura que á continuación copia-
mos, manchada en varios sitios y deteriora-
da en alguno de sus bordes, pero sin que
ninguna de estas circunstancias perjudique
á lo esencial del documento, ni dificulte la
lectura y apreciación de sus términos, encie-
-6/ -
rra á nuestro juicio un valor inestimable pa-
ra la historia.
La primera página de la primera hoja
contiene la mayor y última parte de un con-
trato de censo anual que hace García Day,
mareante, por valor de nueve maravedís
viejos, blanca en tres dineros, á favor de «di-
ta cofradía e cofrades déla»: creemos que se
trata de la de San Juan Bautista ó de la de
Santa Catalina. Comienza la segunda pági-
na de la misma hoja con un breve apunte de
préstamo que Constanza Alfonso facilita á
Alfonso Alvariño: su letra es igual á la del
contrato anterior. Sigue, en la misma letra,
un recibo de la manda que en su testamen-
to había dejado María García á su padre Gar-
cía líuiz da Correaría; subrayamos este
detalle para fijar en él la atención de nues-
tros lectores. Al final de cada una de estas
escrituras figuran los testigos asistentes á ca-
da acto. Y á continuación se encuentra el si-
— 68 -*-
guíente contrato, escrito por la misma mano
que los precedentes.
«Año de lxxxuij | cinco diasdodito mes
«dejulljo | St (Sabean todos) qeu luis mns
«(Méndez, Martínez ó Muñiz) mercader be-
«siño da villa de pontvedra q soo presente
«en nom de afon vaasqs mercader besiño da
«villa de aveiro do regno de portogal ana-
«dell (?) dos bes (la segunda sílaba no se lee
«á causa de un borrón de tinta) de caualo |
«Qbestas de cabalo?) do q1 dto a° bs | eu ey
«poder pra faser e outorgar esto aquí adeant
«contenido p hna carta de poder firmada do
«nom e signal de jua colago cabellan Qcham-
«belan?) da dita villa de aveiro polo señor
«Infante | do q1 dta ca de pder o tenor atal
«he | (Sigue un espacio de cuatro líneas en
blanco, con que termina esta página: em-
pieza la primera plana de la segunda hoja
con otro espacio de ocho ó nueve líneas, tam-
- 69 -
bien en blanco, en donde habría de insertar-
se la carta de poder.) «por ende en nom do
«dito a° vaasqs po el e po vertude da dta
«carta de pder Afreto de vos ferna cervyño
«besiño da dta villa o boso nabio | q deus
«salue q dise por nom sta m (Santa María)
«o q1 agora esta a o porto da pont da dta
«villa de pontvedra pa q plasendo a deus
« o d ° a ° vaasqs ¡ carrege o d ° navio de sal
«en o prto da dta villa de a veiro | pa a dta
«villa de pontvedra ou pa a villa de pdron |
«o q1 nabio deue de aqui de partir a tomar
«a dta carrega doje este dia ata quise dias
«logo siguentes dando lie dous qo desevarjen
«e do dia que arribare a o dto prto de avei-
«ro ata cinco dias siguentes o d ° navyo de-
«ue de ser cargado do dto sal e deue de par-
«tir co a boa bentura do prmo (primero)
«tpo (tempo) q lie deus de e vyr tato a vian
«(;,Viana do Castelo?) como a o prto de mor
— /o -
«(Bayona de Mignor?) e ende pousar ancla
«e estar dous dias siguentes e en estos dtos
«dous dias o d° a° vs deue dar deuysa (di-
«visa) se o dto navio yra descarregar o dto
«sal en dta villa de pontevedra (ou) se yra
«descarregar a a dta villa de pdron | e do
«dia q o dto navio la g (ininteligible: ¿la
«Gallega?) arribare a cada hunadas dtas vi-
días a a sua descarrega ata oyto dias o di-
«to nabio deue ser descargado do
«e vos od" ni c (dito maestre) pago de voso
«frete conuen a saber o frete q auedes de
«auer de cada leiro (?) qo d° navio
«trouxer por frete e seuo e crauos e
« | e caabres tresentos e des mrs de mone-
«da vella contando a branqa en tres dine-
«ros | e alamajas (¿almácigas?) e
«alaman (?) grande e petite sean sobre o d °
«mercader sopna (so pena) v U ^ (cinco
o
«mil maravedís.) ts (testigos) Ruy gs (Go-
— 7i —
«tierrez) carpentero f o lops (Fernando Lo*
«pez) alfayate | (Carcomido el
papel en la esquina inferior, pero viéndose
trazos superiores de letras) «de foroda e g
« Hujs m rs e outros | (de Foronda y García
Ruiz mareantes y otros.) Por los bordes la-
teral y superior de un borrón de tinta salen
claramente, como en otras escrituras, los
trazos de fta (feita, hecha) con parte de un
signo ó rúbrica. Los puntos suspensivos in-
dican palabras que no hemos podido leer ó
descifrar: este documento no contiene ras-
paduras ni enmiendas, y para inteligencia
de nuestros lectores en cuanto al puerto de
la puente, diremos que el de Pontevedra te-
nía tiene fondeaderos para buques mayo-
res; el de la Puente, el de la Barca y el de
los Buraces, hoy de la Corbaceiras. A di-
chos fondeaderos se les llamaba puertos:
actualmente están casi cegados.
XI.
El navio Santa María, á que se refiere el
anterior contrato de flete, ¿era la nao capita-
na de Colón en su primer viaje de descubri-
mientos? Acaso nos impulse la alucinación,
pero no vacilamos en responder afirmativa-
mente.
Nao, navio, nave y bajel son voces genéri-
cas que se usaban indistintamente en el siglo
XV; la primera, sin embargo, expresaba á la
vez mayor capacidad que la ordinaria ó co-
rriente en buques de una misma forma y ar-
— 74 —
boladura; y por esta razón, como lo han de-
mostrado varios eruditos críticos, á la cara-
bela La Gallega, se le llama con frecuencia
nao con relación á la Pinta y á la Niña; en
la denominación genérica vulgar de navios
eran incluidos todos los barcos, naos, pina-
zas, carabelas, barcas y fustas mayores y
menores que hacían la guerra ó el comercio.
Navios llaman Herrera y otros historiadores,
diversas veces, á las tres carabelas de Co-
lón; en las instrucciones y cartas reales de la
época también se usa la misma voz genéri-
ca; y vemos en varios documentos, relativos
al puerto de Pontevedra, citar «las alcaba-
las de los navios», el «seguro que el concejo
hacía de los navios y de las mercancías»
(14) «la armada de navios de Gonzalo Co-
rrea», el «navio de Gonzalo de Camoens»,
al que también se le llama carabela, «el
navio Santa María del Camino» llamado
asimismo pinaza, la barca «San Salvador,
— 75 —
la naao de Alvaro López» y otras em-
barcaciones, á las que se daba á la vez el
nombre de navios, empleándose el de na-
ves y el de bajeles en lenguaje más culto.
No hay, pues, reparo alguno que oponer
respecto al hecho de que á la Sania María
se le llame navio en el contrato copiado.
Trátase en dicho documento de un bu-
que de carga, y lo era también la carabela
La Gallega, como lo asegura Pedro Mártir
de Angleria, contemporáneo de Colón, en
sus Ocho décadas, libro primero, que al ha-
blar de los tres barcos del primer viaje al
Occidente dice: «tria navigia: unum onera~
rium cavéatum, alia dúo mcrcatoria levia
sine cavéis,» esto es, la una de carga con
gavias, otras dos mercantes, ligeras y sin
gavias, (cofas actualmente, según el Sr. Al-
calá Galiano.) (15.)
Ninguna de estas circunstancias y la de
haberse hecho el contrato en el año de
- 76 -
1489, tan próximo al que constituye una de
las fechas más memorables de la Historia,
bastarían para sugerirnos la convicción de
que el navio Sania María, fletado en Pon-
tevedra por el mercader de Aveiro, era la
misma nao La Gallega de Colón, si el do-
cumento de que se trata no exhibiese un
detalle muy favorable á nuestro criterio. En
él aparecen como testigos del flete dos ma-
reantes, uno apellidado de Foronda, sin
nombre á causa del deterioro del papel, y
otro llamado García Ruiz, quienes, á nues-
tro juicio, son los mismos García Ruiz y
Pedro de Foronda que respectivamente figu-
ran en la relación de tripulantes de La Ga-
llega y en la lista de desventurados que, al
mando de Diego de Arana, quedaron en la
Isla Española al regresar Colón de su pri-
mer viaje y fueron asesinados por los indí-
genas. (16.)
Es posible que hayan sido distintas perso-
— 77 —
ñas; pero no es de presumir, dado que unos
y otros eran marineros, que se trata de una
embarcación con el nombre de Santa Ma-
ría, fletada tres años antes del descubri-
miento del Nuevo Mundo, en un puerto de
Galicia que florecía en la construcción de
naves, y que, por otra parte, se trata tam-
bién de la que fué capitana de Colón, cuyo
nombre de bendición era Santa María y el
vulgar La Gallega. No es probable, por lo
tanto, que estas circunstancias sean meras
coincidencias. Es verdad que el nombre y
apellido de García Ruiz, juntos en una mis-
ma persona, eran muy comunes en aquellos
tiempos, demostrándolo el recibo de man-
da testamentaria que precede al contrato
que examinamos, en que aparece un Gar-
cía Ruiz da Correaría (calle de Pontevedra)
que nosotros suponemos diverso del marine-
ro testigo del flete (pues la indicación de la
calle ó barrio servía para distinguir á indi-
-78 -
viduos de iguales nombres] pero acompa-
ñándole un Foronda, apellido nada vulgar,
y constando ambos en las listas antes men-
cionadas, la cuestión cambia de aspecto y
no es aventurado ni caprichoso dar á este
detalle la interpretación que desde luego le
damos.
El Pedro de Foronda que formó en el
destacamento sacrificado por los indios,
aparece en la lista citada sin indicación del
pueblo de su naturaleza, y hay que notar la
circunstancia de que, á más de figurar un
Foronda en el contrato de flete, figura tam-
bién en el acta del concejo de Pontevedra,
reunido á 16 de Abril de 1437, entre otras
personas, un Ruy da Fronda; y no es preci-
so gran esfuerzo para admitir que este ape-
llido y el de Foronda son uno mismo, de-
mostrándose así su existencia en la mencio-
nada villp. (17)
García Ruiz figura en la relación de tri-
— 79 —
pialantes de la carabela Santa María (La
Gallega ) en esta forma: «García Ruiz, de
Santoña». Parece que ya no es posible ha-
cer objeción alguna, pues nada más sencillo
que siendo Juan de la Cosa natural de aque-
lla villa, le acompañara algún marinero pai-
sano suyo, por más que el piloto de Santo-
ña hacía mucho tiempo que se había aleja-
do de su pueblo y se hallaba avecindado en
Puerto de Santa María: sabido es que la ve-
cindad no se adquiría de cualquiera mane-
ra. Más revisando dicha relación de tripu-
lantes de La Gallega, apercibimos un error
de importancia por cierto, y es el siguiente:
aparece en aquella relación un «Pedro de
Villa, de Sanloua» que en otro documento
de la época, irrefutable, nada menos que el
Diario de navegación de Colón, se dice ser
de Puerto de Santa María. Cuando al regre-
sar del primer viaje el ínclito Descubridor
del Nuevo Mundo y los tripulantes de la ca-
— 8o —
rabela Niña (Santa Clara), se vieron en in-
minente peligro de naufragar, elevaron sus
ojos al Cielo y ofrecieron echar á la suerte
tres romeros; dos de ellos habrían de ir en
peregrinación á Nuestra Señora de Guada-
lupe, en Extremadura, y á Nuestra Señora
de Loreto en Ancona, Italia; el tercero ha-
bría de velar una noche en Santa Clara de
Moguer. Echadas las suertes, tocó el pri-
mer voto y el último á Colón; el segundo á
«Pedro de Villa, marinero del Puerto de
Santa María y el Almirante le prometió de
le dar dinero para las costas del camino »
Es de creer que el error está en la lista de
la tripulación de La Gallega, que es un do-
cumento muy moderno, y no en el Diario
de navegación citado; y ahora bien ¿no pu-
do padecerse igual equivocación al señalar
también la naturaleza de Santoña á García
Ruiz? Porque hay que tener en cuenta que
los manuscritos ordinarios ó corrientes del
— 8i —
siglo XV son muy difíciles de traducir, so-
bre todo en lo que toca á nombres de per-
sonas y de pueblos, para los cuales se usa-
ban generalmente por los oficinistas y curia-
les de la época abreviaturas singulares, ca-
si indescifrables.
Después de todo, haya habido error ó no
en la confección de la lista de que se trata,
para esclarecer si el navio Santa María fle-
tado en Pontevedra por un mercader de
Aveiro en 1489, es la nao La Gallega capi-
tana de Colón, el hecho de haber presencia-
do el contrato de flete un Foronda y un
García Ruiz, fuese de Santoña, fuese de Pon-
tevedra, reviste verdadera importancia; na-
da más frecuente que al cambiar un buque
de amo y señor, como entonces se decía,
ó de maestre, continúen alguno ó algunos
marineros perteneciendo á su tripulación y
esto pudo haber sucedido al encargarse
Juan de la Cosa de La Sania María, en Pon-
— 82 —
tevedra ó en otro puerto, ya como propie-
tario ó copropietario, ya como capitán ó
maestre, y pudo suceder también que dichos
mareantes, con posterioridad al acto de ser
testigos del flete, hubiesen entrado á formar
parte de la expresada tripulación.
Hay que añadir á las anteriores conside-
raciones las siguientes. Vemos entre los tri-
pulantes de la Pinta á un Juan de Sevilla, de
quien no se indica pueblo de naturaleza, por
desconocerse ó quizás por haberse concep-
tuado su apellido como dato elocuente, ra-
ciocinio que en verdad no tiene sólido fun-
damento. En el Libro del concejo de Pon-
tevedra que empieza en 1437 y. termina en
1463, aparecen desde 1438 varios Juan de
Sevilla; uno como alcalde ordinario y luego
como procurador de dicho concejo, otro co-
mo alcabalero y otro como mareante, algu-
no de ellos como testigo, repitiéndose el
nombre y apellido con mucha frecuencia.
- 83 -
¿Habrá pertenecido á alguna de estas fami-
lias Sevilla el marinero de la Pinta, por ha-
ber pasado á ella, en el arreglo de las tripu-
laciones, si lo hubo, desde la Santa María
ó La Gallega?
Análoga sospecha nos inspira la circuns-
tancia de llamarse Cristóbal García Sar-
miento (i 8) el piloto de la Pinta, apellidos
que en aquella época, y aún hoy, formaban
uno solo nada vulgar y muy notorio á la sa-
zón en la comarca de la actual provincia de
Pontevedra comprendida entre el curso ba-
jo del río Miño y el río Lerez, así como en
dicha villa. Los García Sarmiento, señores
del castillo de Sobroso, después condes de
Salvatierra y de Gondomar, poseían propie-
dades territoriales en el interior y en la costa
de que era puerto principal el de Bayona de
Mignor; una de sus ramas se había unido
tiempo atrá¿ á la familia de los Sotomayor,
de las más ilustres de Galicia, por el casa-
- 84 -
miento de Fernán García Sarmiento con
D.a María Paez Charino, (tercera hija del al-
mirante Payo Gómez Charino) sepultados
en la iglesia de Bembibre. Poseían capilla
y enterramientos en la del Monasterio de
San Francisco de Pontevedra; uno de los in-
dividuos de la misma, que el Sr. López Fe-
rreiro escribe García Xarmiento, fué prisio-
nero del Conde de Camina en el siglo XV, y
otro, á principios del XVI, arbitro nombra-
do por los concejos de Pontevedra y de
Portonovo para dirimir la cuestión que ven-
tilaban sobre uso de los cercos de mar. (Enor-
mes aparatos de pesca.) Posible es, y muy
probable, que un segundón de dicha familia
hubiese abrazado la profesión de marino y
que, por conocer prácticamente aquella par-
te del Occéano, hubiese dirigido la proa de
la Pinta, en el viaje de regreso y pasada la
borrasca, al citado puerto de Bayona, en el
cual fondeó, ¿Habría sido piloto de La Ga*
- 85 -
llega antes de que esta carabela formase
parte de la expedición al Occidente? Nues-
tra presunción no tiene nada de extrava-
gante; por el contrario, su fundamento es
racional, y creemos que puede admitirse
mientras no vengan nuevos datos á des-
truirla.
Por último, haremos constar que tene-
mos el evidente recuerdo de haber leido
que el criado de Colón en su primer viaje
era natural de Galicia, pero nuestros esfuer-
zos para comprobar este recuerdo y atesti-
guarlo con la cita correspondiente, han si-
do inútiles, ya por haber trascurrido varios
años desde que hemos visto la noticia en le-
tras de molde, ya por ser muy extensa la
colección de libros, folletos y artículos pe-
riodísticos dedicada á la vida del revelador
del Nuevo Mundo y á su glorioso descubri-
miento. Despertóse en nuestra memoria al
reparar que figura, como criado de Colón,
— 86 —
en la mencionada lista de tripulantes, un
Diego de Salcedo, en quien concurre la cir-
cunstancia de apellidarse con el nombre de
una parroquia limítrofe de Pontevedra y ri-
bereña de su ría; y por mas que lo antedi-
cho es simple conjetura, no hemos vacilado
en apuntarla, porque tratándose de la acla-
ración de remotos sucesos, el mas insignifi-
cante detalle puede producir la luz.
Formaron, pues, en nuestro concepto,
parte de las tripulaciones que acompañaron
á Colón á la realización de su memorable
empresa, los gallegos Cristóbal García Sar-
miento, Pedro de Foronda, Juan de Sevilla,
Diego de Salcedo, García Ruiz probable-
mente, y quizás habrán tenido la misma na-
turaleza algunos individuos de los que figu-
ran en las listas sin indicación de su pueblo
natal, pues de ser hijos de Andalucía, como
la mayor parte de los tripulantes de las ca-
rabelas, hubiera sido también mas conocida
-8/ -
su procedencia y puntualizada en los docu-
mentos de la época. De manera que, á mas
de nuestra legítima satisfacción en consig-
nar aquellos nombres unidos al glorioso des-
cubrimiento de las Indias de España, nos
parece que dejamos demostrada en parte la
inconveniencia de que se estampen, en li-
bros dedicados á exclarecer la historia,
afirmaciones aventuradas y de ellas se deri-
ven pretericiones injustas.
www»vv»wwyv/vwvVwvvwWvY^W^vw-v^AA,>/UxA:.<.,>„>„>,.>';
ni iiiiiiliiiiliiliililililliilflliiiiiiilliinlmiiiliiliiiiitll miiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiüñ
XII.
Llegamos ahora al examen de otro inte-
resante punto; el relativo á que la carta de
los Reyes Católicos, demuestre que Juan
de la Cosa era propietario de «/a Gallega.»
A nuestro juicio, no lo prueba plenamente
ni mucho menos. Hasta los tiempos moder-
nos, en que los correos primero y el telé-
grafo después, pusieron á las compañías ó á
las personas que eran amos y señores de las
embarcaciones, en fácil y frecuente comuni-
cación con los maestres, capitanes ó patro-
— 9o —
nes que las gobernaban, estos tuvieron fa-
cultades generales y asumieron, digámoslo
así, la propiedad del buque de su mando, á
fin de que en toda ocasión pudiesen obte-
ner ó aprovechar las ventajas que las cir-
cunstancias les ofreciesen, ya en lo refe-
rente al comercio, esto es, á los fletes y
trasportes, ya cuando las averías ó el estado
de los barcos imponían gastos de repara-
ción ó la venta de los mismos. La buena fé
era en el siglo XV una condición muy
general en las relaciones sociales y en los
negocios; pero á mayor abundamiento y
con gran frecuencia, los maestres de navios
tenían en la propiedad de ellos una parte
más ó menos importante, que en cierta ma-
nera garantizaba á los demás copropietarios
el buen gobierno de las naves; y aunque
así no fuese, los últimos tenían que entre-
garse siempre á aquella buena fé y á la hon-
radez de dichos maestres, que en todos lu-
— Qi —
gares ostentaban la absoluta representación
de los dueños, aunque no poseyesen parte
en los buques y, con mayor motivo, en el
caso de poseerla; así vemos que en los
documentos, en los libros y en el lenguaje
se decía, y hoy aun se emplea una forma
equivalente, vuestra nao, vuestra carabela,
voso navio, vosa barca, vosa pinaza, &n,
de cuya manera se abreviaban las frases de
«la nao, la carabela, el navio, la barca, la
pinaza de que sois maestre ó capitán.» Que
esta interpretación se halla dentro de la
verdad ó se acerca mucho á ella, lo demues-
tra el mismo contrato de ñete del navio
«Santa María», antes copiado, puesto que
empieza diciendo: «afreto de vos fernan
cervino besiño da dita villa o boso navio»
y luego: «o dito navio debe ser descargado
do dito sal e vos o dito maestre pago de vo-
so frete.» En buena lógica, no debe deducir-
se de dichas frases que Fernán Cervino era
— Q2 —
propietario del barco de que aparece como
maestre, que no es suficiente para ello el
pronombre voso aplicado al sustantivo na-
vio.
La expresada orden de los Reyes ofrece
la especialidad de haber sido expontánea,
es decir, de no haberla precedido gestión
oficial de Juan de la Cosa, porque en este ca-
so, y dado el estilo formalista y machacón
de los documentos de aquella época, se hu-
biera referido seguramente á la demanda ó
súplica del piloto de Santoña: lo prueba
también la circunstancia de la vaguedad ó
indeterminación con que se halla redactada
la carta real. «En nuestro servicio e nuestro
mandado fuistes por maestre de una nao
vuestra.» No parece sino que los oficinistas
reales ignoraban cual nao era la perdida y
que no tenían á la vista una demanda, súpli-
ca ó instancia, que hoy se dice, de Juan de
la Cosa, en que éste hubiera de consignar
— 93 —
forzosamente que la carabela naufragada
era la Santa María: ni somos, por cierto,
los primeros que reparamos en la omisión
que del nombre de la nave hace el expresa-
do documento. Este debió ser, por consi-
guiente, resultado de una gestión privada,
quizás de una recomendación y por esta
causa, á la claridad, repetición y machaquea
formalista de las decisiones recaídas en los
expedientes administrativos de aquellos
tiempos, reemplazó la expresada frase vaga
de «una nao vuestra.» Tenemos la seguri-
dad, y en ella nos acompañarán las personas
conocedoras de estos asuntos, de que si di-
cha orden real hubiera sido resultado de
una súplica oficialmente hecha y cursada,
empezaría diciendo, como en las demás de
esta clase: «Vimos vuestra súplica ó deman-
da» «Por cuanto vos Juan de la Cosa acu-
distes &.a» pues con estas fórmulas ó con
otras análogas empiezan ó terminan siem-
— 94 —
pre, absolutamente siempre, las provisiones
otorgadas á consecuencia de solicitudes ofi-
cialmente tramitadas; á más de esto, en
una resolución derivada de antecedentes en
forma no se hubiera omitido, según ya he-
mos dicho, el nombre de la nao naufragada.
Por el contrario, la orden real para remu-
nerar esta pérdida exhibe ese carácter de
brevedad y de indeterminación propio de
todo lo que en las oficinas antiguas y mo-
dernas se hace expeditivamente y sin vista
de documentos, informaciones, tasaciones y
demás requisitos que daban y dan larga
vida á las reclamaciones particulares contra
el Estado, convirtiendo á los interesados en
porfiados pretendientes ó en asendereados
peregrinos.
Pudo Juan de la Cosa no ser amo y se-
ñor, es decir, propietario de La Gallega y
recibir como maestre de ella una indemniza-
ción por el naufragio y pérdida de la em-
— 95 —
barcación; los dueños ó copropietarios re-
cogerían luego el quiñón que les correspon-
diese, y hubiera podido venderla, que á su
tiempo rendiría las cuentas consiguientes.
Esta manera de ser de tales negocios marí-
timos se demuestra por los siguientes docu-
mentos de un minutario notarial del siglo
XV, depositado en el Museo Arqueológico
de Pontevedra.
«Dous dias do mes de nobembre. Sabean
» todos que nos vasco rrodrigues da correa-
ría c Ruy gotierres marineros vesiños da
» villa de pontvedra que somos presentes
»outorgamos e conoscemos que rescebemos
»de vos juan de vibeiro marin° besiño da
»dita villa que sodes presente toda a contia
»de maravedís porque vos bendestes o na-
»vio Santiago de que nos eramos pargoeiros
» (copropietarios) en tres quartos del e eso
»mesmo vos erades del maestre e pargoei-
»ro en o outro quarto | por quanto o ben-
_96-
»destes por noso nom eso mesmo conoscc-
»mos e outorgamos que rescebemos de vos
»o dito juan de bibeiro | toda a nosa parte
»e quiñón de todlos fretes e gaanancias e
»percobros que o dito nabio gaanou e per-
»cobrou o tempo que asi del fostes maestre
» ] e rescebido por nos e de todo elo nos
»outorgamos por entregados e pagos a toda
«nosa voontade ben e compridamente | e
» renunciamos a ley de non numerata pecu-
»nia &.°» «por ende desde oje este dia da-
»mos por libre e quito de dita contia de
»mrs a vos o dito juan de vibeiro e bosos
»bees para todo sempre de todo pago do di-
sto nabio e os seus aparellos que bendestes
» | e eso mesmo de todos los ditos fretes
»e gaanancias que del asi oubo e gaanou o
»dito tempo de que asi del fostes maes-
tre &.a»
«En vinte e seys dias do mes de Abril
»Sabean todos que eu estebo de saines es-
— 97 —
»cudero de pedro bermudes de montaos
»que soo presente Afreto de vos juan de ba-
»yona marino | vesiño da villa de pontve-
»dra que sodes presente a barcha que di-
»sen por nom sant salvador que deus salve
»de que vos sodes maestre | para que pra
» sendo a deus carrege ena dita barcha tres
»mill ceramins de myllo medidos po la
» medida dita da praga da dita villa de Pon-
vtvedra | pa a costa de biscaya | a qual dita
»bosa barcha debe ser cargada do dito millo
»doje ata quinse dias siguentes e debe de
» partir a boa ventura do prim° boo tempo
»que He deus de e yr en seguemento de seu
»biajen ata o porto de laredo | e ende pou-
»sar ancla e estar tres dias hun en pos de
»outro | e debo eu o dito mercader de dar
»debysa se iremos descargar a a vill? de
»bermeu ou a a villa de sant Sebastian &a e
»vos maestre debedes de me dar a dita vosa
charcha ben afranqueada de agoa de costado
- 98 -
» (cala falcada) eben aparellada de boos mas-
»tos bergas e treu e de ancoras e de caabres
»e de todos los outros aparellos &a» «E de
»todo percobro que nos deus de a aver e ga-
»anar en agoa doce ou salgada en esta viajen
»debe de ser as duas partes de vos maestre
»e compaña e a terga parte de min o dito
» mercader &a Eu o dito juan de bayona
» maestre sobredito asi rescebo e outorgo o
»ditofretamento por lo dito prego (4500 ma-
ravedís viejos) devisas maneras e condi-
»goes sobreditas | e esto todo como dito he
»debe ser conprido e goardado entre nos o
»dito maestre e compaña e mercader a a
«boa fe de deus e sen muto engaño &a»
Por los anteriores documentos se vé al
maestre de un navio, que solo tenía un cuar-
to de propiedad en la embarcación, vender-
la libremente y los demás propietarios re-
cibir después la cuantía de maravedís ó im-
porte de la venta y darse por entregados
— 99 —
y payos, aprobándola tácitamente, sin re-
ferirse á poder especial previo ó anterior,
pues con las palabras «bendcstes por noso
nom» se reconocían y consagraban, al liqui-
dar cuentas, las omnímodas facultades del
maestre del navio. Vése también que éste
había contratado libremente los fletes, pues-
to que sus socios en la propiedad otorgaban
carta de pago de los que había servido el
barco y demás ganancias; por dichas razo-
nes, y solo por ellas, se advierte que en las
escrituras de dichos fletes se dice voso na-
vio con relación á la persona que lo manda-
ba, en la forma que expresa el segundo do-
cumento, esto es «duas partes de vos maes-
tre e compaña e a terga parte de mino dito
mercader», así como en la de «vos o dito
maestre debedes de me dar a dita vosa bar-
ca.» Nótese como los contratantes para
cumplir y guardar lo convenido, se entrega-
ban á la buena fé de Dios sin mutuo enga-
— IOO —
ño; á pesar de ello, los verdaderos dueños
de los barcos sufrían alguna vez las conse-
cuencias de la absoluta necesidad en que es-
taban de confiarse á la honradez de los capi-
tanes. Aún en tiempos mas cercanos á los
nuestros, á fines del siglo XVII, cuan-
do el poder del Estado era más eficaz y
cuando se hallaba más adelantada la legisla-
ción marítima, dióse el caso de acudir al
Juez de Pontevedra el clérigo Simón de Mo-
reira y Saabedra, dueño del navio llamado
nádamenos que «La Santísima Trinidad,
Sania Cruz, Soledad y Animas» pidiendo
se hiciese información con los tripulantes
de dicha embarcación existentes en la villa,
porque habiéndole sido fletada para llevar
vino á Londres, y después en esta capital
de Inglaterra para traer tabaco á Bilbao, el
capitán no le había dado cuenta de los fletes
ni de la venta del navio, que por sí había
hecho. Esta información solo aparece inicia-
10 1 —
da; quizás no prosiguió por haberse pre-
sentado el capitán al dueño del barco y ha-
berle rendido dicha cuenta. (Archivo del
Ayuntamiento.)
Creemos, pues, que no vamos descamina-
dos en nuestra argumentación y que, en
efecto, la carta de los Reyes Católicos no
demuestra que Juan de la Cosa era propie-
tario de La Santa María ó La Gallega.
El marino de Santoña pudo ser tan solo
copropietario de la capitana de Colón, pudo
no serlo también y, sin embargo, al referir-
se á dicha nave y a su maestre decírsele
vuestra nao ó una nao vuestra, porque tal
era la frase corriente, el uso consagrado y
la costumbre establecida hasta en los docu-
mentos notariales de contratos de fletes. En
ningún caso relativo á otra clase de propie-
dades puede hacerse igual interpretación:
los maestres ó capitanes de buques, por el
carácter peculiar á este género de bienes,
— 102 —
eran en verdad y plenamente, dueños de las
embarcaciones que gobernaban. Nadie exa-
minaba, en ningún caso, si eran ó nó pro-
pietarios de ellas: se les decía «vuestra na-
ve», cuya frase no es seguramente un indis-
cutible título de propiedad legal y absoluta.
XIII.
Otro documento reclama nuestro estudio.
Carece de la indicación del año, pues debió
pertenecer á un libro ó cuaderno notarial
donde tenía su lugar per orden de fechas;
pero la circunstancia de figurar entre los
testigos un Lopo de Montenegro, caballero
de mucha notoriedad en el último tercio del
siglo XV, nos induce á creer que dicha es-
critura se hizo, poco más ó menos, cuando
el contrato de flete del navio Sania María.
El expresado documento empieza en esta
— 104 —
forma: «ihus.=: en seys dias do dito mes de
»Jane¡ro | Sabean todos que eu pedro filio
»de sueiro ferrandes e de sua moller maria
»soares que deus perdone moradores en co-
»lledero | que he en térra de asturias que
»soo presente j non costreñido de forga nen
»por engaño rescebido mais de miña libre
»e propia vootande prometo e outorgo de
»servyravos juan do rio | mar0 | vesiño da
» villa de pontbedra que sodes presente eno
»voso oficio de mariñajen de mar en nabios
»quando vos en eles foredes e eso mesmo
»eno oficio de mareantes e en todas las ou-
»tras cousas que vos me mandaredes faser
«que de ben sejan | por tempo doje este dia
»ata dous anos &.a» Siguen las condiciones
del contrato, entre las cuales es muy singu-
lar la de que el Pedro habría de dar á Juan
del Rio, al término de los dos años, seiscien-
tos maravedís viejos, á mas de «dous gabaas
de fustán» y «un balandrán e hun corpo de
— ios —
paño de raso que valla cada vara un frolin
de ouro | ou sua valía.» Presenciaron el
acto de contrato como testigos: «juan ferrs
águila not° ejuan de la c e lopo montene-
gro mos (moradores) de pontvedra e outros.»
En nuestro concepto, Juan del Rio era un
profesor de náutica: la circunstancia de ex-
presarse en el contrato dos oficios, uno de
«marinajeen de mar en navios» y otro de
«mareantes» solo puede referirse ala ense-
ñanza de los conocimientos científicos a la
sazón existentes y á la de los prácticos; en-
señanza que se contrataba ante notario, in-
gresando así en la carrera de marino los jó-
venes de regular ó de noble familia. Esta de-
bía ser la condición social de Pedro Ferran-
dez, dada la calidad de los testigos y visto
el precio en moneda y trajes que se estipu-
ló en dicho contrato, pues un pobre marine-
ro no habría de costear su carrera con tales
condiciones, ni venir de Asturias á Ponteve-
— 10Ó —
dra teniendo mas cerca las villas cantábricas,
en las cuales suponemos que debían existir
también iguales estudios.
Pero si la calidad de los testigos es una
de las causas que nos inspiran la anterior
reflexión, no deja también de sugerirnos la
sospecha, y aun la evidencia, de que el
Juan de la C.a que entre ellos figura, es el
ilustre piloto de Santoña, maestre de La
Gallega. Posible es que se trate de otro
apellido, pues nada tiene de particular el
hecho de que no hayan llegado á nuestros
tiempos noticias de las personas de alguna
notoriedad que han vivido en los pasados y
sobretodo en los del siglo XV, que ya pue-
den considerarse remotos, no pudiendo, por
lo tanto, descifrarse aquella abreviatura;
pero la circunstancia del nombre vulgar que
tenía la capitana de Colón; la de haberse
fletado en Pontevedra un navio Santa María
y la de que en el contrato de dicho flete
— 107 —
aparezcan como testigos ciertos mareantes
con los mismos nombres y apellidos de los
que figuraron en las tripulaciones de las ca-
rabelas del primer viaje, forman conjunto
sobrado notable para que, alerta el espíritu,
aprecie exagerada, ó fantásticamente si se
quiere, los mas frivolos indicios.
¿Por qué no habría de ser Juan de la Cosa
el Juan de la C.a de quien se trata? ¿Hubiera
sido imposible acaso que el piloto cánta-
bro, por las peripecias de la vida de mari-
no, se encontrase en Pontevedra, no sólo
alguna vez, sino también como morador ó
residente por mayor ó menor tiempo?
Establecido como hecho indudable el de
que Juan de la Cosa fué maestre de una na-
ve construida en Galicia, podemos admitir
como hechos muy probables el de que
compró La Gallega en la misma comarca,
el de que era partícipe en la propiedad de
dicha carabela con otro ó con otros marcan-
— 108 —
tes ó mercaderes gallegos, ó el de que pudo
encargarse del mando de la embarcación
en Pontevedra; en cualquiera de estos casos
nada tiene de violento creer que residió en
dicha villa y asistió al contrato acompañan-
do á un alto caballero como Lopo de Mon-
tenegro, de nobilísimo linaje y Juez por el
Arzobispo de Santiago, y al lado del notario
Juan Fernandez Águila, también persona
distinguida, no sólo por el cargo público
que ejercía, sino por pertenecer á una de las
dos familias, los Águila y los Ponte, que te-
nían el privilegio de presentar al Prelado
Señor de Pontevedra, las ternas para desig-
nación de los dos alcaldes de la villa. (19.)
Si fué Juan de la Cosa el expresado testigo,
es lícito presumir que el Pedro Ferrandez
habría venido desde Cantabria recomenda-
do á dicho piloto y á los dos mencionados
caballeros; no puede explicarse de otra ma-
nera el hecho de que personas tan califica-
— ioq —
das hayan asistido á la celebración de un
contrato vulgar.
Pueden demostrar también la residencia
temporal de Juan de la Cosa en Ponteve-
dra las dos siguientes reflexiones. Primera:
á los tres testigos se les adjudica la calidad
de moradores, palabra perfectamente esco-
gida por el notario para no faltar á la ver-
dad de los hechos, porque siendo Lopo de
Montenegro y Juan Fernandez Águila na-
turales y vecinos de la villa, y no siéndolo
Juan de la Cosa, que sólo era residente
temporal, dicha palabra moradores com-
prendía á los tres testigos, y empleándola, el
notario abreviaba además la redacción del
contrato. Segunda; los artículos en genitivo
del y de la, de la lengua castellana, son
en dialecto gallego do y da, únicos usa-
dos en los documentos redactados en di-
cho dialecto, sin escepción alguna para los
apellidos de los naturales, como Juan do
— 110 —
Rio, Juan do Outeiro, Ruy da Fronda, Pe-
dro da Nova: el artículo de la en el testigo
Juan de la C.a designa, pues, no un hijo del
país, sino un forastero castellano.
Por otra parte, no debía serle desagrada-
ble al maestre de La Gallega la residencia
en Pontevedra, ya por las condiciones de la
localidad, ya por el movimiento marítimo,
comercial y aun científico que en ella exis-
tía. En sus numerosos peirados ó muelles
amontonábanse los géneros de importación
y exportación, y de barco en barco, cam-
biarían impresiones y noticias comerciales,
náuticas y geográficas los maestres y pilo-
tos que navegaban por el mar Mediterráneo,
y por los de Portugal, Francia, Flandes, In-
glaterra é Irlanda, pues con todas estas re-
giones sostenía mayores ó menores relacio-
nes mercantiles el puerto de Pontevedra.
En sus conventos de Santo Domingo y de
San Francisco había cátedras de Teología
— III —
moral y de Filosofía; podríamos citar los
nombres de varios doctores que pertene-
cían á cada una de ambas comunidades. En
el año de 1484 existía un «Maestro de la
orden de la Trinidad» que predecía los
eclipses. (20) No faltaba en la familia de los
Vélaseos quien trazaba cartas de marear.
(21) A un G.uo de Correa, hijo sin duda del
que se cita en el libro del Concejo (22) le ha-
bía encargado esta corporación la venta «das
bujolas» (brújulas) (23) que la misma tenía
estancadas sin duda, por ser dichos instru-
mentos garantía para la vida de los nave-
gantes y solo podían confiarse á quien su-
piese cuidarlos y, acaso, enseñar su empleo.
Es muy probable también que por las
mencionadas y por otras cultas personas de
Pontevedra, al hablarse de los proyectos de
Colón, sin duda muy conocidos en las po-
blaciones marítimas, se recordase al ponte-
yedrés Payo Gómez de Sotomayor (biznieto
de Payo Gómez Charino) Mariscal de Cas-
tilla, caballero de la Banda, que había pe-
netrado y vivido en Asia durante tres años
como Embajador del rey D. Enrique III al
Gran Tamorlan, y que debió traer á su pue-
blo noticias extraordinarias relativas á nu-
merosas gentes y á populosas y ricas ciuda-
des del extremo Oriente; noticias segura-
mente exageradas y fantaseadas, sin haber
leído á Marco Polo, por los propagadores y
comentadores de vecindad.
Estos y otros elementos de ilustración pu-
dieron haber contribuido á cautivar, ó pre-
parar por lo menos, la singular inteligencia
de Juan de la Cosa, dado que hubiese esta-
do en Pontevedra como es de sospechar,
para que al asistir á las conversaciones de
Colón, de los Pinzones y de los Francisca-
nos de la Rábida, el convencimiento pene-
trase en su ánimo y le decidiese á secundar
los gigantescos pensamientos del inmortal
— H3 —
Descubridor del Nuevo Mundo, pues soste-
nemos que el piloto de Santoña no fué obli-
gado, como pudiera deducirse de la real carta
de remuneración por el naufragio de La Ga-
llega, á tomar parte en el primer viaje de
descubrimientos, sino perfectamente per-
suadido de que los planes de Colón no eran
fantásticos.
Creemos que los fundamentos en que nos
hemos apoyado para todo lo antedicho, son
tan razonables como exactos, y que no pue-
den ser rechazados sin perjuicio de la ver-
dad histórica.
,i;í;í;i:íi;uí«.uí*í4.
XIV.
En las primeras páginas de este libro he-
mos copiado el párrafo que en hIm Marina
de Castilla» dedica el muy respetable y
docto académico Sr. Fernández Duro á las
carabelas con que Colón emprendió su pri-
mer viaje de descubrimientos: en él dice que
la nao Santa María {La Gallega) era pro-
piedad de su maestre Juan de la Cosa, tri-
pulada por cántabros como él.
Examinada la relación de tripulantes de
las tres naves, no se vé á tales cántabros,
— no —
porque Pedro de Villa era de Puerto de
Santa María y García Raíz ofrece duda
respecto á su naturaleza, aunque la proba-
bilidad de haber sido pontevedrés es muy
evidente; pero aun concediendo que fuesen
cántabros, no solo ambos mareantes, sino
también algunos otros tripulantes de La Ga-
llega consideramos tan exclusiva como in-
justa la aseveración deque la nave capitana
representaba en la gloriosa empresa de Co-
lón «á las Cuatro villas, á Vizcaya y á
Guipúzcoa.» ¡Singular obsesión la del Señor
Fernández Duro, tanto al prescindir de que
bastaba el nombre vulgar de La Gallega,
que tenía la carabela Santa María, para
recordarle la existencia y los timbres de Ga-
licia, como al reducir la costa y los puertos
del reino de Castilla á la exclusiva cita de
las cuatro villas y de las del país vasco!
Nación era ya la española, en que se ha-
bían reunido al fin los diversos territorios
— uy —
antes disgregados; y las tres naves, La Ga-
llega, la Pinta, y la Niña no eran solo sín-
tesis de la marina castellana, sino de la ma-
rina nacional, que ya comprendía los bra-
vos marinos catalanes, valencianos y ma-
llorquines, así como á los atrevidos audalu-
ces y á los perseverantes gallegos, asturia-
nos, castellanos y vascos. — Si fué Doña Isa-
bel quien dijo la última palabra á favor de
los proyectos de Colón, lícito es presumir
y muy justo afirmar que, dadas las condi-
ciones personales de aquella insigne Reina,
como soberana y como esposa, y vista la
intervención oportuna del aragonés Luis de
Santdngel, secretario del Rey Don Fernan-
nando, no se realizó la empresa sin el reser-
vado acuerdo y consentimiento de éste, á
pesar de que su previsión juzgaba compro-
metedores para la soberanía de los reyes,
y antipolíticos, los altos cargos y títulos
que exigía Colón para sí y para sus suceso-
— u8 —
res, concedidos, luego en la estipulación de
Santa Fé.
Creemos, además de lo dicho, que en los
tiempos actuales no deben ser estimulados
los exclusivismos regionales, pues una cosa
es aclarar y establecer los hechos históricos
acaecidos en cada territorio de la península
ibérica, y otra, distinguirlos con mayores
ó menores pretericiones en meros giros
de la retórica. Persuadidos de la exactitud
y conveniencia de esta idea, esperamos que
el Sr. Fernandez Duro nos perdone que re-
chacemos la exigua representación que ad-
judica a las carabelas Gallega, Pinta y AV-
ñay que digamos: «eran síntesis de la ma-
rina española que, para gloria de la nación;
iban á ensanchar los dominios del progreso
humano»
UtlttHttiittttitUitUiiUtlUltilhilíttilUíííilltlliUíi
xv.
Llegamos al término de nuestra tarea;
condensaremos, pues, nuestros raciocinios
y pruebas en las siguientes conclusiones.
Primera, No existe justificación alguna
para la afirmación de que la carabela Santa
María ó La Gallega era nave construida
en Cantabria.
Segunda. Es muy problemático el hecho
de que la mencionada embarcación haya
pertenecido en propiedad al piloto Juan de
la Cosa.
— Í2Ó —
Tercera. Basta el nombre de La Gallega,
con que era conocida al tiempo del descu-
brimiento de las Indias Occidentales, para
que pueda afirmase, sin excnipulo alguno,
que no procedía de las villas cantábricas si-
tuadas en Asturias, Santander y provincias
vascongadas.
Cuarta. En la de Pontevedra, población
de importancia marítima y comercial, se
construían en el siglo XV embarcaciones de
toda clase, merced al desarrollo de la indus-
tria existente en dicha villa desde el siglo
XII, creada en ella, en Padrón y en Noya
por el arzobispo Gelmirez, y protegida por
sus sucesores y por los reyes.
Y quinta. Por el contrato de flete del na-
vio Santa María, tres años antes del descu-
brimiento, y por los detalles relativos á los
tripulantes Pedro de Foronda, García Ruiz,
Juan de Sevilla y Diego de Salcedo, y al
piloto Cristóbal García Sarmiento, unidos
— 121 —
á los demás antecedentes expuestos, puede
afirmarse que la nave capitana de Colón, La
Gallega, haya sido ó no propiedad del ilus-
tre marino Juan de la Cosa, procedía de los
astilleros de Galicia, y, seguramente, del
puerto de Pontevedra.
Suum cuique.
XVI.
Debemos evitará nuestros lectores el tra-
bajo de adivinar las causas de la decadencia
de Pontevedra, por más que lo harían fácil-
mente recordando que las alternativas de la
vida son análogas para los pueblos y para
los individuos; que el tiempo trascurre para
todos y que, si ha sepultado fuertes impe-
rios y borrado de la tierra hasta los cimien-
tos de populosas ciudades, con mayor mo-
tivo pudo ejercer su incesante acción sobre
una villa de relativa importancia, aunque no
— 124 —
llegó á aniquilarla, merced sin duda á su
incomparable emplazamiento.
Es de creer que tras varias centurias de
modesta existencia, las comprendidas entre
la conquista de Galicia por los romanos y el
siglo XII de nuestra era, empezaron á acre-
centarse la población y el tráfico en Ponte-
vedra por virtud de las mercedes con que
D. Fernando II de León premió la victoriosa
resistencia que la villa hizo al rey de Portugal
y á la eficaz ayuda que le dio para tomar al
monarca lusitano el castillo de Cedofeita,
(24) situado en un cástrelo próximo al mo-
nasterio de Lerez y, por consiguiente, á po-
co más de un kilómetro de Pontevedra.
Gran importancia concedía á esta comarca
el rey, cuando se consideró en el caso de
venir á defenderla personalmente.
Poco después el arzobispo de Santiago
obtuvo el señorío de la villa y puede decir-
se que reyes y prelados se esmeraron en
— 125 —
concederle con frecuencia todo género de
franquicias y de regalías; merced á esta
constante protección, creáronse en ella los
gremios para los diversos oficios y profesio-
nes, con el nombre de co freirías bajo la ad-
vocación de santas y santos, y desenvolvié-
ronse las industrias, aumentándose el vecin-
dario y el tráfico en tal grado, que llegó á
adquirir verdadera notoriedad, demostrán-
dolo el hecho de que á mediados del siglo
XIII el arzobispo de Santiago D. Juan
Arias dispuso que hombres buenos de
Pontevedra recopilasen las ordenanzas que
la regían, á fin de que la villa de Noya se
gobernase por ellas, según documentos que
el docto Sr. López Ferreiro ha publicado en
su notabilísima obra «Fueros municipales
de Santiago y su tierra.»
A fines del mismo siglo XIII, Ponteve-
dra sufrió, lo mismo que otras villas y luga-
res de Galicia, Asturias y Castilla, breve
I2Ó
período de decadencia, ocasionado no solo
por la guerra, sino también por las conti-
nuas conquistas que á los moros hacían los
reyes castellanos, pues eran tantas y tales
las ventajas que se concedían á los nuevos
pobladores de las ciudades y tierras con-
quistadas, que se despoblaron aquellas, tras-
ladando su domicilio así las clases popu-
lares, como los mercaderes, los hidalgos y
los nobles. Pontevedra quedó reducida aun
vencindario insignificante y pobre; pero bien
pronto se repuso del quebranto sufrido,
gracias á que su inmejorable situación y sus
industrias, no abandonadas del todo, le pro-
porcionaron fuerzas para renacer y progre-
sar.
Con objeto de facilitar á la población ru-
ral el aprovisionamiento de los géneros y
de los artículos necesarios para la vida, se
celebraban en la villa varias ferias anuales,
siendo la principal la de San Bartolomé, que,
— 127 —
en el reinado de D. Enrique IV y por pri-
vilegio de este rey, se convirtió en feria
franca (25) que durábalos quince dias an-
teriores y los quince posteriores al del San-
to: en virtud de dicho privilegio, los que á
dicha feria concurrían no podían ser dete-
nidos por deudas ó por otras causas, ni em-
bargadas sus mercancías.
Esta ocasión no es la mas oportuna para
describir la vida civil de Pontevedra en las
pasadas épocas, ñipara enumerar todas las
franquicias, regalías y libertades que en ellas
disfrutaron sus vecinos y aun sus moradores
temporales; pero nos consideramos en el
deber de consignar, atendiendo á la verdad
histórica, que el señorío de los arzobispos
compostelanos en Pontevedra, donde resi-
dían con frecuencia largas temporadas, ya
habitando su palacio y fortaleza de las To-
rres, ya hospedados en los monasterios, fué
benigno, patriarcal, sin que exista memoria
— 128 —
ó noticia de período alguno de tiranía y sin
que jamás intentaran destruir el derecho ó
privilegio de los vecinos «de inmemorial uso
y costumbre» de no ser detenidos ni presos
sin orden del Juez ordinario. (26) Cuando en
algún caso (muy contados por cierto) eran
olvidados ó mal interpretados los privi-
legios, se originaba seguidamente una cues-
tión, y en muy pocas ocasiones llegaron los
pleitos á la cnancillería de Valladolid ó al
Consejo real, pues la mayor parte de las ve-
ces terminaban en los primeros trámites por
concordia ó por real reconocimiento de di-
chos privilegios: haremos notar, por último,
que la Inquisición no dejó en Pontevedra
huellas de sus tremendos rigores ni de sus
caprichosas y despóticas persecuciones, á
pesar de que la villa sostenía grandes rela-
ciones con Flandes, Inglaterra y Francia.
Tantas inmunidades y una administración
sumamente cuidadosa y vigilante, (27) aun-
— 129 —
que dominada por los defectos propios de
aquellas épocas, juntamente con su benig-
no clima, y con la belleza y fecundidad
agrícola de su término, daban á Pontevedra
especial ísi mas condiciones para el bienestar
de sus habitantes, que alcanzaron el apogeo
de su prosperidad en el primer tercio del
siglo XVII: inmediatamente y con suma ra-
pidez, sobrevino su decadencia á causa de la
rebelión de Portugal, de las pestes y de la
trasformación de la marina.
Convertida Pontevedra en cuartel general
de las tropas que pasaban luego á invadir
por el Miño el territorio portugués ó que de
ella se destacaban para defensa de la fron-
tera y de la costa, y exhausto de recursos
el real erario, cayó sobre la villa la abru-
madora carga del servicio y morada de
los generales, jefes, clases y tropas de dicho
cuartel. Menudeaban los alojamientos y los
repartos vecinales; repetíanse los préstamos
— 130 —
del Concejo y los donativos forzosos de los
mercaderes y de los vecinos acaudalados;
tomábanse y consumíanse, según dicen do-
cumentos de aquel tiempo (28) los navios
délos mareantes, (cuyo número pasaba en-
tonces de ochenta) para la conducción de tro-
pas, vituallas y municiones é inútiles añadir
que eran constantemente hollados los pri-
vilegios y regalías del vecindario, además
de verse atropellado en sus propiedades y
hasta desposeído de frutos y ganados en
cuanto se aglomeraban fuerzas militares en
la villa y faltaban los ranchos para estas.
¿Qué importaba la ostensosa devoción reli-
giosa del Capitán general de Galicia y de
sus subordinados, ni la atención ceremonio-
sa de dicho supremo jefe pidiendo permiso
al Gremio de mareantes, y obteniéndolo
por escritura notarial, {Archivo del Gremio)
para asistir humildemente á la procesión
ele Corpus Christi entre los alumbrantes del
— 131 -
Santísimo Sacramento, (á los mareantes per-
tenecía exclusivamente tal privilegio) si en
cambio no podía contener el merodeo de las
partidas de soldados, verdaderos salteado-
res entonces, ni devolver los préstamos, ni
prescindir de tomar los granos, los vinos y
los barcos, y de tener angustiados con los
alojamientos, que producían pérdida de bie-
nes y de honra, á los habitantes de la villa?
Baste decir que se llegó al extremo de
arrebatar las caballerías á los más pobres
arrieros.
Despoblóse Pontevedra por masas; huye-
ron los mareantes á otros puertos llevándo-
se las industrias del mar; desapareció la
concurrencia de embarcaciones y de mer-
cancías, anulándose las corrientes del comer-
cio con la península y con el extranjero; de-
jaron de cultivarse los campos, de podarse
las viñas y, en resumen, la miseria se ense-
ñoreó de la villa. Desde esta tremenda é in-
— 132 —
merecida calamidad no ha podido reponerse
Pontevedra; y verdaderamente, si por haber
existido en ella un cuartel general sufrió tan
enorme quebranto, del cual nunca obtuvo re-
paración, es, entre las que recientemente se
han disputado una capitanía general, la única
ciudad que tendría derecho á esta clase de
indemnización; mas, como ya hemos dicho,
otros elementos de mayor solidez son los
que debe utilizar para recobrar lo perdido.
Unióse á tantas desdichas la de una es-
pantosa peste que agobió á los pocos veci-
nos que quedaron en la villa y, por último,
hasta el poético rio Lerez, con repetidas cre-
cidas, cegó los fondeaderos, á la vez que el
progreso aumentó el tonelaje y el calado de
los buques, circunstancia que fué verdade-
ramente la causa principal de la decaden-
cia de Pontevedra.
Nuestros lectores podrán figurarse que
humor tendrían sus habitantes para celebrar
— 133 —
la paz con Portugal, esto es, la pérdida de
una parte de la nación, después de las pro-
pias calamidades, con fiestas impuestas por
el gobierno de Madrid. Hubo festejos; pero
¡qué diferentes de los que á principios del
mismo siglo motivó el nacimiento del prín-
cipe heredero! Entonces Pontevedra era ri-
ca; entonces, no habiendo parecido dignos
del suceso los festejos celebrados de orden
de D. Maximiliano de Austria, arzobispo de
Santiago, se realizaron expléndidamente
otros durante ocho dias con nueve danzas
de espadas, cintas y arcos, presentadas pol-
los gremios, cuadrillas de vistosas libreas,
luchas de caballeros en diversos juegos, fun-
ciones religiosas, caza de delfines, pealas
engalanadas de valiosas alhajas á cargo de
las ochenta y dos panaderas de la villa, co-
rrida de cuatro toros por el gremio de car-
niceros en la plaza del cantón do Regó (hoy
plaza de Teucro) y paseos por las calles de
~ 134 —
la Nao, vistosamente empavesada; dato este
último que demostrará al Sr. Fernandez Du-
ro que dicha nao no era, como cree, singular
alegoría del triunfo de la Iglesia en la proce-
sión del Corpus Christi, sino representación
de una gloria de Pontevedra, que se osten-
taba en las ocasiones solemnes.
No tenía fuerzas de ninguna clase la mal
tratada Pontevedra para celebrar la paz,
por mas que gracias á ella, pudiese prome-
terse que se vería libre del famoso cuartel
general que en ella existía desde la rebelión
de Portugal y que fuese indemnizada con-
venientemente, para poder restablecer su
pasado bienestar.
Hiciéronse grandes esfuerzos por los arzo-
bispos y por los vecinos para reponer en lo
posible las fuerzas de la villa; pero Dios lo
dispuso de otro modo, pues á principios del
siglo XVIII vino la guerra de sucesión, con
cuartel general (29) y consiguientes aloja-
— 135 —
mientos de tropas, gastos y extorsiones, con
la irrupción incendiaria de los soldados in-
gleses y, como repetición del drama del si-
glo anterior, con otra asoladora peste.
Restablecida la tranquilidad de España,
se realizaron con algún éxito, hasta 1808,
varias tentativas para dar nueva vida á Pon-
tevedra y tomaron, en efecto, cierto vuelo
las industrias de pesca, salazón y construc-
ción de buques menores; estableciéronse te-
lares de lienzos de lino, fábricas de sombre-
ros, (una de ellas titulábase Real) otra de
panas y otra de tejidos de algodón; mas la
guerra de la Independencia primero, luego
las luchas civiles y por remate, extrañas y
mal consideradas gestiones, arrebataron á
Pontevedra, que ala sazón no tenía, como en
los siglos anteriores, (30) hijos ó vecinos in-
fluyentes que la amparasen, diversos me-
dios de existencia, y gracias á la justicia
de sus méritos y á la excelencia de sus con-
10
— 136 —
(liciones, pudo obtener la capitalidad de la
provincia de su nombre.
Por su emplazamiento, repetimos, junta-
mente con su belleza, debe aspirar no solo
a renovar su antigua prosperidad, sino tam-
bién á lograr mayores bienes; para ello so-
lo se necesita que el elocuente ejemplo da-
do por un distinguido hijo suyo, creando
fabricas, sirva de norma á los demás.
FIN.
^www^yvw/vwwwwvvw«yvYvvwwwwwwvvvv»/vyw^w
NOTAS
Preliminar. —Nos' duele sobremane-
ra contradecir y rectificar opiniones emiti-
das por persona tan respetable y de tanta
erudición y autoridad como el digno acadé-
mico Sr. Fernandez Duro; pero nos hemos
visto en la precisión de hacerlo así á fin de
restablecer la verdad histórica, tal como no-
sotros la concebimos, sobre algún hecho de
los que son objeto de nuestro estudio. Salva-
mos, pues, desde luego la alta considera-
ción que nos merece dicho ilustre escritor,
- 138 -
y para inteligencia de los lectores de este
libro, creemos oportuno manifestar además
que el concepto en que usamos la palabra
«Cantabria» es el mismo que establece el
Sr. Fernandez Duro al decir, en La Marina
de Castilla, que la nave capitana de Colón
representaba (aunque no lo demuestra) en
la escuadrilla del primer viaje, «á las Cua-
tro villas y á los puertos de Vizcaya y de
Guipúzcoa.» Excluida así de la denomina-
ción geográfica Cantabria el resto de la cos-
ta del norte, esto es, la que limita Asturias
y parte de Galicia, nos hemos visto obliga-
dos, repetimos, á raciocinar sobre esta ba-
se, y, por consiguiente, debe entenderse que
empleamos la palabra mencionada refirién-
donos, también exclusivamente, á la costa
de Santander, Vizcaya y Guipúzcoa.
Núm.o 1.
No hemos vacilado en defender á Juan
de la Cosa en los términos que contiene el
texto, interpretando como concepto gene-
ral, no como especial ó imposición ineludi-
ble á aquel piloto, la alusión que á órdenes
— 139 -
anteriores (que fueron por cierto muy cbtre-
chas) hace la carta de los RR. CC. en la si-
guiente frase: «porque en nuestro servicio é
nuestro mandado fuistes por maestre &.a»
Sabido es que en los documentos burocrá-
ticos se estampan frases hechas, digámoslo
así, cuya significación no es la literal ó la
que se contrae á la propiedad de cada una
de sus palabras cuando no perjudican á la
materia esencial del documento, sino que
abarcan un sentido lato que comprende va-
rios conceptos; y creemos que las frases
«nuestro mandado» y auna nao vuestra»
tienen aquel carácter. De todos modos, este
no es lugar adecuado para analizar y discu-
tir tal cuestión.
Núm.o 2.
Poseemos varias escrituras de contratos
celebrados en Pontevedra desde principios
del siglo XV, ya de fletes de navios, ya de
obligación de entregar en fecha determinada
(generalmente el mes de Noviembre) tantos
ó cuantos «millares de sardina salada, pren-
sada é boa, que sea de dar e de tomar de
— 140 —
mercader a mercader» fijándose como pena,
de no entregarla en el plazo convenido, el
importe del género «ácomo valere en Sivilla,
Valengia, Alicante, Bargelona, Januva y aun
« A llanera » que nosotros interpretamos Ale-
jandría por no hallar nombre de población
comercial y marítima mas parecido á la pa-
labra subrayada. Esta sopeña indica clara-
mente que Pontevedra sostenía con aquellas
ciudades activo comercio de dicho artículo;
no de otra suerte podrían sus mareantes sos-
tener siete cercos (inmensa red que ordina-
riamente sacaba del mar millón y medio á
dos millones de sardinas). Por otra parte, la
industria de salazón era muy antigua y flo-
reciente en dicha villa á juzgar por un di-
ploma de D. Alfonso IX, fechado en ella á
27 de Septiembre de 1229, y copiado de
una compulsa judicial hecha en 1 577 y exis-
tente en el archivo de la catedral composte-
lana, por el Sr. López Ferreiro en su obra
«Fueros municipales de Santiago y su tie-
rra.»
Y por carta del Rey San Fernando, fe-
— I4i —
chada en Valladolid á 6 de Noviembre de
1238, entre todos los puertos de Galicia,
solo los de Pontevedra y Noya estaban fa-
cultados para la fabricación del saín.
Por estos y otros datos que enumeramos
en el presente libro, demostrativos de la im-
portancia de Pontevedra en la Edad media,
se comprenderá que no estaba bien infor-
mado el Si*. Murguía cuando dijo en su obra
«Galicia» página 699, que «cien años antes
apenas se le conocía» á propósito de que
en una información de la Inquisición, año de
1607, se lee que Pontevedra era puerto de
mucho comercio «no solo con España, sino
con Inglaterra y Francia.» Precisamente en
el mismo siglo XVII empezó su decadencia
por causas que mencionamos en las últimas
paginas del texto.
Núm.o 3.
En la denominación de Flandessé incluía
generalmente no solo la P>clgica y la Holan-
da, sino también una parte de la costa nor-
te de Francia, la de Alemania (Mamburgo),
Dinamarca y aún Suecia y Noruega.
— 142 -
Pontevedra mantenía relaciones maríti-
mas con Flandes, siendo notable el hecho
de que mercaderes de Burgos se sirviesen de
los barcos de aquella villa, como lo demues-
tra el siguiente documento que copiamos á
la letra.
«xxviij0 dias de set° juan domle flamen-
go besiño de burgos dou seu poder cunplido
a afon yans jacob notario de pontvedra pa
que por ele en seu nom pódese rescebirere-
cabdar e avere cobrar todlas mercadorias de
coyros c outras quaes quer cousas que el car-
gase ena nao de pedro falqon este dito ano
de que juan de san b° era m° pa frands e pa
rescebir conta do pago e dar carta ou car-
tas de pago testigos juan gots do ribeyro c
alonso rrodrigucs de córdoba e outros» (Mi-
nutario notarial de 1434 depositado en el
Museo Arqueológico de Pontevedra por el
vecino de la misma D. Joaquín iMuñez,)
Núm.o 4.
Payo Gómez Charino.— Por no haber
querido enterarse, el Sr. Fernandez Duro
estuvo á punto de excluirle de Ja lista
— 143 — "
de almirantes de Castilla; aparece firman-
do como «Almirante mayor», no en un solo
privilegio, como dice el ilustre académico,
sino en varios; y en una confirmación á fa-
vor de Pontevedra, datada en Toro por Don
Alfonso XI á 22 de Agosto, era 1354, dicho
rey se refiere al tiempo de su abuelo Don
Sancho «seyendo don pay gomez su almi-
rante de la mar.» No atinamos con la cau-
sa en virtud de la cual el docto escritor reba-
ja cuanto puede la figura de Charino, pocas
páginas después de decir que «al supremo
puesto de Almirante no se llegaba sin ha-
ber dado antes verdaderas pruebas de pe-
ricia en la navegación y de bravura en los
combates marítimos.»
Sabemos que el Sr. Alvarez Giménez,
ilustradísimo Director del Instituto de Pon-
tevedra, prepara un trabajo histórico para
refutar los comentarios y rectificar las noti-
cias equivocadas que el Sr. Fernandez Duro
incluye en «La Marina de Castilla» con res-
pecto á Charino y á la conquista de Sevi-
lla y tenemos la seguridad de que el Sr. Al-
— ¡44 —
varez Giménez lo hará cumplida y elocuen-
temente. Omitimos, pues, lo mucho que pu-
diéramos decir acerca de esta materia y
solo nos permitiremos manifestar nuestro
asombro al ver que el Sr. Fernandez Duro
admite con la mayor sencillez la acusación
de que la respetable comunidad de Francis-
canos de Pontevedra ha consentido la comi-
sión de una superchería, ó de una falsedad,
en el punto más visible del templo, cual es
el crucero en el lugar inmediato á la capilla
mayor, donde se alza la sepultura de Chari-
-no. El Sr. Fernandez Duro cierra los ojos y
acepta las negaciones del apasionado pole-
mista Pérez Rcoyo, hasta el punto de decir
que el Monasterio mencionado fué construi-
do en el sifjlo XV y que aquel almirante no
fué señor de Rianjo. ¿Qué trabajo le hubie-
ra costado al Sr. Fernandez Duro pedir da-
tos respecto á lo primero á los Sres. P. Fita
y Fernandez Guerra, (de no merecerle crédi-
to la Historia de la Orden Franciscana de
Galicia por el P. Castro), y en cuanto á lo
segundo á personas de Pontevedra, que hu-
_ 145 —
bieran tenido mucha complacencia en pro-
porcionárselos?
Alonso Jofre Tenorio, derrotó á Pe-
zanho, jefe de las armadas del rey de Por-
tugal. Por sus padres, D. Pedro Rodríguez
Tenorio y D.a Teresa Paez de Sotomayor,
hermana de Charino, y por el hecho de exis-
tir, aún a principios del siglo XV, una calle
en Pontevedra denominada de Jofre Tanoi-
ro, se evidencia que no desvariaron Gari-
bay y otros escritores al afirmar que dicho
almirante fue gallego. Poseemos dos con-
tratos de aforamiento, hechos respectiva-
mente por Fernando da Nova y otros en 13
de Mayo de 1456 y por el concejo de Pon-
tevedra en 19 de Abril de 1437; el prime-
ro á favor de Gonzalo García y de su mujer
María da Nova, y el segundo á favor del
clérigo Pedro de Montes, teniente lugar de
Rector de Santa María la Grande, ambos
por fincas en la citada Rúa de Jofre Tanoiro.
A una legua de Pontevedra y en la parro-
quia de Tenorio, donde nació también, á 19
de Mayo de 1328, D. Pedro Tenorio, Arzo-
— 146 -
bispo de Toledo, aun existen grandes restos
de los castillos de aquellos caballeros, cuyo
apellido popularizó el insigne poeta Zorrilla;
alguno de ellos tomó parte en las Cruzadas,
pues arqueólogos ingleses encontraron re-
cientemente en Chipre lápidas sepulcrales
con el nombre de Tanoirus: acaso el de Jo-
fre es reducción del de Godofredo, adoptado
en memoria del más esclarecido jefe de las
Cruzadas, Godofredo de Bouillon. La línea
principal de esta familia vino á refundirse
en la de los Duques de Sotomayor, mar-
queses de Tenorio, señores de Cotobad &.a
Alear Paez de Sotomayor, hijo de Payo
Gómez Charino. Firma como Almirante ma-
yor en dos privilegios fechados á 27 de Julio
y 12 de Noviembre de 1302 y en una con-
firmación de D. Fernando IV, á 17 de Fe-
brero de 1303, de las mercedes otorgadas
por D.a Urraca y su esposo el conde D. Rai-
mundo al monasterio de San Juan de Poyo.
De su vida solo tenemos noticias muy pro-
blemáticas, como la de haber sido herido en
un combate naval con los moros acaecido
— 147 ~
cerca de Tarifa y la de hallarse enterrado
en el convento de Santa Clara de Ponteve-
dra. Respecto á la primera, se supone que
los privilegios de la Casa de Alemparte pro-
vienen de los servicios prestados por Albar
Paez en dicha guerra; cuanto á la segunda,
aunque en la iglesia de aquel convento hay,
en efecto, una sepultura de arco en sitio pre-
ferente, carece de inscripción y se ignora
quien yace en ella.
Núm.° 5.
Juan da Nova, de quien da brillante no-
ticia como marino gallego el Dr. Sophus
Ruge, profesor del Instituto politécnico de
Dresde en su «Historia de la época de los
descubrimientos geográficos» incluida en el
tomo Vil de la Universal de Oncken, entró
al servicio del rey de Portugal, quien le dio
en i 501 el mando de cuatro naves de ex-
pedición á la India, regresando cubierto de
laureles y de botín, y con el descubrimiento
de las islas de la Ascensión y de Santa He-
lena. El monarca portugués le hizo en Lis-
boa un recibimiento tan ostentoso como el
_ i48 —
que cerca de dos siglos antes había hecho
el castellano á Jofre Tenorio en Sevilla des-
pués de haber derrotado á Pezaño; y le col-
mó de mercedes. Mientras no vengan nue-
vos documentos á destruir nuestras conje-
turas, no vacilamos en atribuir á Juan da
Nova la patria pontevedresa atendiendo á
los siguientes datos que demuestran la exis-
tencia en Pontevedra de la familia Nova
en el siglo XV y principios del XVI. — En
primer lugar, el papel citado en la nota an-
terior con relación al Almirante Jofre Teno-
rio, en que figuran Fernando y Mari a da
IVova. Además, una escritura relativa á cen-
so de seis maravedís de moneda vieja, que
á favor de la cofradía de San Juan Bautista
de Pontevedra, en 2 de Noviembre de
1428, hizo Teresa García, mujer que fué
de Afonso Yans, en presencia de los procu-
radores y cofrades de dicha cofradía «Bario-
lamen de colon y a° da nova». — En 1457
figuran en Pontevedra como alcabaleros de
la sal Pedro Fariña y Pedro da Nova. — La
ejecutoria de la sentencia dada por la Au-
— 149 —
diencia de la Coruña en el pleito del Monas-
terio de Poyo con D. Melchor García de Fi-
gueroa y Cienfuegos, alcalde ordinario de la
villa, sobre la huerta de Andurique (limítro-
fe de Portosanto, parroquia de San Salva-
dor de Poyo) ejecutoria expedida á 13 de
Agosto de 16 16, incluye por copia lite-
ral y como prueba, una escritura de foro he-
cha en 3 de Octubre de 1519 en nombre
de D. Juan de Vibona, Cardenal de San-
ta María in Pórtici, Abad perpetuo del Mo-
nasterio de Poyo, á favor del mareante de
Pontevedra Juan de Colon y de su mujer
Constanza de Colon representados por Juan
Nova, también mareante de dicha villa. Esta
noticia ha sido publicada en la notable obra
«El río Lerez» por D. Luis de la Puega, po-
seedor del expresado documento.
Pedro Sarmiento de Gamboa, á quien
historiadores ingleses llaman el primer na*
veganle del siglo 117, parece haber nacido
en Alcalá de Henares, hijo de Bartolomé
Sarmiento, pontevedrés, y de una señora
vizxaina. Estudió la náutica en Pontevedra
— iso —
y la tradición señala todavía la casa que ha-
bitaron él y sus padres: es probable que ha-
ya sido pariente de Cristóbal García Sar-
miento, piloto de La Pinta, y de Antonio
Sarmiento Montenegro, Juez ordinario de
dicha villa en 1540.
Los Nodal, también famosos marinos en
dicho siglo, y los Matos, que vivieron en el
siguiente, son muy conocidos; más respecto
de estos últimqs, consignaremos que sus ser-
vicios fueron notables, según las certifica-
ciones que existen en el archivo del Gre-
mio de Mareantes: servicios verdaderamen-
te eminentes, premiados con las más al-
tas categorías de la marina militar. Juan de
Matos, el viejo, fué Almirante de la escuadra
de Barlovento; su hijo Juan de Matos, Almi-
rante del mar Occéano y de las Escuadras
de Galicia; y el sobrino de este último, hijo
de su hermana D.a Teresa y del alférez Se-
bastian García, llamado también D. Juan,
Almirante de la Escuadra de Ñapóles.
El Sr. Murguía, dice en su libro «Galicia»
que D. Juan Matos y Eandiño, sobrino de
— i5i —
uno ele estos Almirantes, «fué mejor marin©
que su tío, según se decía.» No sabemos á
cual pariente se refiere el distinguido histo-
riador de Galicia, ni que fundamentos tiene
la frase «según se decía», ni que el Fandiño
haya figurado en escala superior á la de cual -
quiera de dichos ilustres marinos.
Núm.o 6.
Los privilegios á que nos referimos cons-
tan, á falta de los documentos originales,
destruidos en las perturbaciones del presen-
te siglo XIX, en una compulsa judicial he-
cha en 24 de Agosto de 1748 por el nota-
rio de la villa José Antonio Rodríguez de
Vera, en virtud de auto acordado y proveni-
do por los señores Justicia, alcaldes y regi-
dores, á petición de los procuradores gene-
rales del ayuntamiento; el testimonio fué
comprobado por los notarios Andrés Nuñez
de Montenegro y Sebastian Nuñez y com-
prende además el amplio privilegio de de-
clarar á los habitatores de Pontevedra« tam
présenles quam futuros)) libres de los tribu-
tos llamados «luctuosa, fonsadera, goyosa,
— 152 —
anal, navigio, pedidalla, moneda &.a» Otra
franquicia de los mareantes pontevedreses
era la de vender libremente el pescado, sin
que se les pudiera poner precio ni peso, se-
gún la undécima ordenanza de las que re-
gían de tiempo inmemorial en la villa, testi-
moniadas por el notario Martin de Segura
á 27 de Febrero de 1609. Estos privilegios
y franquicias, juntamente con los demás,
fueron concedidos unos y renovados otros
por D. Fernando el Santo á consecuencia de
la conquista de Sevilla, así como por diver-
sos reyes, y confirmados todos por D. Enri-
que IV en Badajoz y por el Emperador Don
Carlos en la Cor uña.
Núm.c* 7.
« Don Rodrigo de Luna por la gracia de
Dios et de la santa iglesia de Roma argobis-
po de la santa iglesia e arzobispado de
Santiago capellán mayor de nuestro señor
el rey et su notario mayor del regno de
león oydor de la su abdiencia y del su con-
sejo vimos una carta de sentenci? dada por
el juez que era á la sagon de la nuestra vi. la
— i53 —
de pontevedra escripia en pergamino de
cuero firmada del nombre de dicho juez et
sellada en pendente de su sello e firmada
otrosy del nombre de Ruy gos escribano que
era en la abdiencia del dicho juez ante nos
presentada por juan basante carpentero por
sy et en nombre de los otros carpenteros
vecinos e moradores de la dicha nuestra vi-
lla de pontevedra de la qual sentencia su
thenor es el siguiente
Sabean quantos esta carta de sentencia
viren como ante min gongal peres juez lu-
gar teniente de gongal sanches de vaamon-
de juez ordinario da villa de pontevedra pa-
resceron en juicio miguell ferrandez verde
arrendador da alcauala dos navios o ano pa-
sado de mili e quatrocentos e quorenta e
nove anos Et por palabra demandou a
afon de montes y a fernan nunez e afon juan
e a juan basante y esteuo rrodriguez carpen-
teros moradores en a dita villa que como
eles e outros seus consortes feceran e labra-
ran asy a enpreytada como por razón de
bragalajeen e afán das suas maos certos na-
— i54 —
vios e pinagas e outros en o tempo de seu
arrendamento que estimauan alcauala que
entendían do que lie poderian deuer contia
de dous mjll mrs Et pedia a o dito juez que
líos mandase pagar y logo os ditos reos di-
seron que lie negauan sua tal estimagon e
pedían a o dito juez que lies mandase dar
por sy y en nombre dos outros que quise-
sen seer en ajuda do dito pleyto o traslado
e término de dreito a que respóndese Et o
juez mandoullo dar e responder a noue
dias e a este termino troixesen procuragon
de quales quier que quixeren seer en sua fa-
vor e ajuda do dito pleito et a o dito termino
parescesen as ditas partes et outros conteni-
dos en huna procuraron ende mostraron et
diseron que eles non eran tiudos a tal alca-
uala de navios que eles fegesen e labrasen
por seus jomas por cuanto alguos marean-
tes querían facer seus navios enpreytada e
atallamento et lies daban seu breu et rezina
crauos e madeyra Et eles por afán de seus
jornaas e corpos lies davan certa contia de
mrs por razón de seu traballo de suas manos
— 155 —
et afán de seu corpo Et asy dezian que nun-
ca se acostu ni aran grandes tiempos son pa-
sados e oje en dia lie non pagaran alcavala
alguna e dezian que en tal posesión estañan
e pedían a o dito juez que selle esto fose ne-
gado po lo dito miguel ferrandez alcaualero
que pedia ser rescebido a prouar de lo sobre
•esto dito o dito miguel ferrandez diso que
eso meesmo el quería ser rescebido á pro-
uar lo que el demandaua Et sobresto as di-
tas partes me pediron que librase o que adia-
se por dereito et concludian Et eu ouve o
dito pleito por concluso et asigncy termino
para o librar e a o termino por myn asigna-
do en presencia das ditas partes dey una
pronungiacion que decia que rrescebia anbas
las ditas partes conjuntamente a prouar a os
ditos reos suas defensiones et a o dito abtor
sua demanda para o qual lies asigney certos
términos e produgos para faceren mas pro-
nas E lies mandey que en o dito termino po-
sesen seus enterrogatorios e prouas para se
presentaren suas testymonias e interloquen-
do o pronunciey asi en o qual termino os di-
- i56-
tos carperiteros trouxeron suas testymonias
e en presenta do dito alcaualero foron aju-
ramentados e despois tomados seus ditos
apartadamente y cada un sobre sy et despois
abertas e publicadas et dadas o traslado as
partes a que dixesen o seu dereito E sobre
esto dixeron e rrazoaron quanto dicer e ra-
razoar quixeron fasta que concludieron e me'
pidieron que librase o que adiase por direi-
to E eu ouve opleyto por concluso e asigney
termino e ócy esta sentencia que tal he... Et
eu juez sobredito visto e diligentemente exa-
minado hun proceso de pleito ante my tra-
tado entre partes conven a saber entre mi-
guell ferrandez verde arrendador da alcauala
dos navios da villa de pontevedra o año pa-
sado de mili e quatrocentos e quoarenta e
nove anos abtor de huna parte e afon de
montes e juan basante e afon juan e ferrand
nunez c esteuo rrodriguez carpenteros de
navios da dita villa de que se mostraron
procuradores reos da outra parte
E visto en como as ditas partes conjun-
tamente foron por min recebidas aproua de
— 157 —
suas entengoos E o dito abtor non prouou
cousa alguna do por el demandado E visto
a pronanga sóbrelo feyta polos ditos reos
por sy e en nome das ditas mas partes e
as contraditas e tachas por lo dito abtor
opostas a seus testigos as quaes non foron
legítimamente ne con as solepnidades dj
dreito segund se requería en tal caso nea
as prouou E visto todo o dito pleito e abtos
del e todo cuanto era necesario de ver ávi-
do sóbrelo meu acordó e plenarya delibe-
ragión con letrados acho que o dito reo por
por sy e en nome dos ditas partes prouou
ben c conpridamente sua entengon conuen
a saber nunca, ser costume en na dita villa
deqos tacs carpenteiros dos ditos navios
pagaren a tal alcauala dos navios pi nagas e
batees que fazian e tomauan a sua ventura
por razón de enpreytada e traballo das
suas maos e personas nen da madeyra e cla-
uagon e bren pagauan a noso señor o Rey
et á seus arrendadores sua alcabala e eles
que a conprauan segund ley do dito qua-
derno eran quitos Et por ende dou por libres
- i58 -
e quitos a os ditos carpenteiros e a seus
bees a cada un deles da dita alcauala agora
e daqui endeante das pinagas e navios e
batees que asy fegeren por razón de enprey-
tada a sua ventura E pono sylengio perpe-
tuo a o dito miguel ferrs alcaualero sobre
dito e a outro qualquier que arrendare a di-
ta alcauala dos navios que de aqui en dean-
te non demanden nen molesten nen enquie-
ten sóbrelo a os ditos carpenteiros por ra-
zón da dita alcauala E por myña sentenga
definitiva o julgo mando declaro e discer-
no todo asy en estos escriptos E por eles
dou esta ser.tcnca test smonias que estauan
presentes diego tendeiro ejuan cerreiro e
lopo castaño e juan macriño e juan de do-
mayo e outros dada dia sábado dez e septe
dias do mes de Janeiro ano do nascemento
de noso señor yhxpo de myll e quatrocen-
tos e quarenta e nove anos. A qual sentenca
asy dada o dito mygueell ferrnz diso que
apelaua por palabra e entendía apelar por
escripto en no termino de dereito — gn0 pe-
res Rodericus gundisaluus escriptor
— 159 —
E la dicha sentencia asy ante nos pre-
sentada fuenos pedido e suplicado por el
dicho juan basante pediendonos por merced
tovyeremos por bien de les confirmar la di-
cha sentencia et todo lo en ella contenydo
mandándola goardar e cumplir en todo E
por todo doy en adelante para syempre
costrenendo e apremyando á ios alcauale-
ros e cogedores de las alcaualas ele la di-
cha nuestra villa en renta o lieldat o en
otra qualquicr manera que agora son e
fueren de aqui adelante que les non de-
manden las tales alcaualas de labrar e fa-
cer navios naves barchas baixeles carauelas
pinaeas barcos e bateéis et todas e quaes
quier fustas mayores e menores para marear
aunque las fiziesen e labrasen acote et a jor-
nal o en otra qualquier manera en la dicha
villa de pontevedra et en sus prayas et rrias
c términos ct jurdiroos della mandando á
los juezes e allcaldes e mayordomos de la
dicha villa que agora son e fueren de aqui
en adelante que los defiendan con todas
las causas acerca de la dicha alcauala en la
— i6o —
dicha sentencia contenydas e que non con-
sientan que alguno nin algunos non va-
yan contra ella por gelo amenguar o que-
brantar en alguna manera nyn por alguna ra-
zón quanto mas que los derechos e leys e
ordenamientos reales non les obligan a pa-
gar trebuto alguno de lo que ganan de sus
oíicios de carpintaria por afán y trabajo de
sus manos a^y por razón de enpreytada e
bragalajeen como en otra qualquier manera
suplicándonos todavia que le confirmare-
mos la dicha sentencia Et nos viendo la di-
cha petición ser justa et en como la dicha
sentencia fue et es racionabele jurídica amo-
logada c passada en cossa julgada touimos
por bien de les confirmar e por la presente
confirmamos e aprouamos en todo e por
todo la dicha sentencia et mandamos que
le vala e sea goardada e comprida segund
e por lo modo e manera que en ella se con-
tiene Et que alguno nyn algunos no sean
osados de los yr nin pasar contra ello nin
contra parte de ello en alguna manera nyn
por alguna rrazon por gela menguar e que-
— i6i —
brantar et defendemos firmemente a todos
e aquales quier cogedores e recabdadores
en rrenta o en fieldad o en otra qualquier
manera que agora son et serán de aqui ade-
lante de las alcaualas de los navios e naves
e fustas de qualquier manera que sean para
marear que les non puedan demandar nyn
demanden las tales alcaualas en la dicha vi-
lla e sus términos e jurdiciones pues que
son quitos et exentos dellas segunt el
thenor de la dicha sentencia e por semejan-
te via mandamos á los dichos juezes e all-
caldes e mayordomos de la dicha nuestra
villa e sus lugares tenientes asy á los que
agora son como los que daqui adelante fue-
ren de la dicha villa e suas prayas e rrias
e términos e jurdiyoos que auparen e de-
fiendan a los dichos carpenteros que agora
son e fueren de aqui adelante vezinos de la
nuestra villa de pontevedra cerca de las co-
sas en la dicha sentencia contenydas Et los
unos c los otros non farades nin fasran de
ende al sopeña de la nuestra merced y de
cxcomonión e de diez mil mrs a cada 1411
— IÓ2 —
de vos e dellos para la nuestra cámara que
lo ansy facer et conplir non quisyere en
testymonyo de lo qual les mandamos dar
e damos esta nuestra carta confirmatoria
firmada de nuestro nombre et sellada con
nuestro sello en pendiente et por mayor fir-
meza mandamos a aluaro de casteenda no-
tario de la nuestra cibdad de Santiago que
la signare de su signo ¡ dada en la nuestra
dicha cibdade oyto dias del mes de junyo
ano del nascimento de noso señor Ihuxpo
de mil e quatrocientos e cincuenta e seys
anos estando presentes por testigos el car-
denal martin lopez e Juan de la parra canoi-
go de la dicha nuestra iglesia e el bachiller
Rodrigo bailo nuestro familiar e otros | Ro-
dericus archiepiscopus conpostellanus. Et
eu alvaro de casteenda notario publico ju-
rado de santiago por la igllia de Santia-
go a esto que sobredito he en hun con
os ditos testigos presente fuy. E por man-
dado de meu señor o arzobispo de Santia-
go don Rodrigo de luna esta sobredita con-
firmatoria escripui e fige meu nome e signo
- i63 -
puse que tal he en testimonyo de verdade.»
(Copia sacada del cartulario de la cofra-
día de San Juan Bautista de Pontevedra,
que empieza en 143 1 y termina en 1562,-
publicada en la Revista «Galicia diplomá-
tica.»)
De este documento se deduce también,
aparte de lo manifestado en el texto, l.°:
Que solo se trata del período de un año, de
que fué alcabalero Miguel Ferrandez Verde,
y que durante dicho período, los capinte-
ros reclamantes y sus consortes labraron
«certos navios e pinazas e outros», circuns-
tancia que acusa actividad y variedad en
la construcción naval. 2.0, que existían á
la sazón leyes y ordenamientos reales que
eximían de los tributos á los constructores
de barcos, con lo cual se comprueba el go-
ce en Pontevedra de privilegios especiales.
Y 3.0, que la industria debía ser muy im-
portante, pues si las alcabalas representaran
una suma pequeña, el arrendador expresa-
do no habría seguido un pleito bastante
costoso por su duración de seis años.
— IÓ4 —
Núm.o 8.
Por acuerdo del Concejo, que consta en
el Libro del misino á 27 de Junio de 1440,
se mandó pagar á Pedro Falcon la cantidad
de cien maravedís por transporte del vino
del Arzobispo desde la Lonja á la ribera.
Parece ser que esta lonja se dedicó posterior-
mente á casa consistorial, ocupándose al
efecto el piso alto para sala de sesiones y
oficinas, dedicándose los bajos á la contra-
tación. A causa de la extremada decadencia
de la villa en el siglo XVII, fué suprimida,
sustituyéndole una simple albóndiga para
granos.
Núm.o 9.
Aludimos á la vía férrea de Pontevedra
á Carril y Santiago, cuyas obras se realizan
actualmente; al amplio muelle de desem-
barco del material de las mismas, que ser-
virá en lo sucesivo para el tráfico mercantil
de dicho camino; y, por último, á las im-
portantes fábricas de productos cerámicos
y de labrar madera, instaladas con todos
- i65 -
los perfeccionamientos modernos, ambas del
Sr. Marqués de Riestra.
Merece también ser mencionada la de fun-
dición del Sr. Pazo, cuyos productos son
tan sólidos como de buen gusto. Al entre-
gar estas notas á la imprenta, nos entera-
mos de la noticia, comunicada desde Madrid
por el Sr. Gobernador de la provincia, Don
Augusto González Besada (tan interesado
por el bien de Pontevedra, de que el Sr. Mi-
nistro de Fomento ha resuelto que se ejecu-
ten por administración las obras del muelle
de las Corbaceiras y que se estudie el en-
cauzamiento del rio: la ocasión es oportu-
na para que los pontevedreses, por el pode-
roso recurso de la asociación, procuren se-
cundar la animosa iniciativa del Sr. Marqués
de Riestra. Las corporaciones, las socieda-
des, las actuales cofradías y gremios, y la
prensa local debieran estudiar detenidamen-
te esta cuestión é impulsar ai vecindario
en la dirección conveniente.
Núm.o 10.
Por cierto que el Sr. Asensio, como es-
— 1 66 —
critor cultísimo que no desciende al terreno
de las vulgaridades, no quiso dar una sola
vez en su reciente, voluminosa y notable
obra citada, Cristóbal Culón, el sobrenom-
bre vulgar de La Gallega á la Santa María,
atendiendo sin duda á aquella frase: «Yo con
perdón de Vd., soy gallego.» No puede ex-
plicarse de otro modo la contradicción de
consignar el sobrenombre de La India que
tenía la Sania Cruz y omitir cuidadosamen-
te el de la Gallega con que era conocida
la Santa María, teniendo esta carabela ab-
soluta notoriedad en la historia y no ha-
biéndola alcanzado aquella.
Núm.o 11.
En la parte de alcabalas de la mar que el
Rey tenía á su disposición, se hallaban si-
tuados, precisamente á mediados del siglo
XV, los sueldos del Arzobispo de Santiago
como «Oydor de la Abdiencia del Rey» y
como «Capellán mayor», este de 19.331
maravedís, (carta de toma de D. Rodrigo de
Luna al Concejo de Pontevedra fecha 20 de
Mayo de 145 1, inserta en el Libro de dicho
— i6y —
Concejo) y aquel de 50.000 maravedís vie-
jos, (carta idem, idem, fecha 6 de Diciem-
bre de 1450) así como dos juros de á 10.000
maravedís cada uno, concedidos para siem-
pre jamás por el Rey D. Juan II, (carta de
D. Lope de Mendoza á dicho Concejo fecha
7 de Mayo de 1440) sin perjuicio de que
el arzobispo, cuando lo había menester, ó
cuando el monarca le encargaba apercibir
su gente, castillos y fortalezas, tomaba an-
ticipadas al Concejo mencionado, por cuen-
ta de la recaudación real, sumas mayores
de veinte mil maravedís, alguna de cuaren-
ta y ocho mil quinientos. (Cartas del Arzo-
bispo al Concejo en Julio de 1442, Diciem-
bre de 1443 y Julio de 1444.) Con estos da-
tos precisamente, lo repetimos, de media-
dos del siglo XV, se demuestra la actividad
comercial de Pontevedra, puesto que, sien-
do muy módicos los impuestos de alcaba-
las, y no cobrándose, en virtud de los privi-
legios, otros tributos de mayor rendimiento,
es indudable que para producir sumas co-
mo las que el recaudador del Rey, entonces
12
— 1 68 —
luí judío llamado Don Salomón Bagero, te-
nía en sus cajas para hacer aquellos pagos
álos arzobispos, además de los derechos que
estos Prelados cobraban de las fieldades
por su Señorío, el movimiento mercantil
de dicha villa debía ser considerable.
Núm.o 12.
No es tal distracción la única padecida
por el Sr. Murguía con relación al P. Sar-
miento. En la página 664 de su «Galicia,»
escribe lo siguiente. «Y asi el nuevo burgo
«(Pontevedra) fué conocido en los primeros
«tiempos de nuestra era con el nombre de
«Dúos Pontes, no porque los tuviese á la
«sazón, como quiere el P. Sarmiento, &.a»
Para justificar la imputación subrayada, el
distinguido historiador gallego inserta en la
misma página esta nota: «En su Viaje (el
«del P. Sarmiento) se lee: La primera noti-
«cia que hallé de Pontevéteris aun no pasa
«de 1 103. Pero siendo ya entonces Puente
«vieja, es preciso retroceder mucho y supo-
«nerla fabricada y es creíble que Pontevedra
«sea el Ad dúos ponles del Itinerario de An-
— 169 —
« tonino y el Ambas Puentes de las donacio-
nes de Santiago y de la pertiguería del
«Conde de Lemos.» No hemos omitido una
sola sílaba de la nota y como se vé, no se
infiere de ella directa ni indirectamente que
el P. Sarmiento quiera que Pontevedra tu-
viese á la sazón dos puentes. Habla en sin-
gular llamándola Puente vieja, y el nombre
de Ambas Pílenles se refiere á las donacio-
nes; hallábase perfectamente enterado el
ilustre sabio, demostrándolo el título de
Juez de Pontevedra á favor de Tristán de
Montenegro, expedido por el Arzobispo
D. Alonso de Fonseca, fecha 6 de Septiem-
bre de 1463, inserto en el Libro del Conce-
jo, pues le hace la merced de dicho cargo y
del «judgado de Entramas las puentes, su
anexo.»
A más de esto, la explicación del Señor
Murguía relativa á que Dnos pontos era la
denominación de la comarca comprendida
entre Pontevedra y Puente San Payo, es la
misma, exactamente, que dio hace mas de
un siglo el P. Sarmiento en su descripción
— iyó —
de dicha villa. El sabio benedictino, apo-
yándose en fundamentos de consideración,
entre ellos las noticias que Pomponio Mela
nos dá de las rias bajas de Galicia, opina
también que Pontevedra es la antiquísima
Lambriaca, á cuya opinión se ha adherido
el P. Fita; pero el Sr. Murguía define que
los historiadores romanos se hallaban mal
informados.
De todos modos haremos constar que,
por diversos títulos, tenemos la obligación
de defender, aun en nuestra pequenez, al
P. Sarmiento, y la cumplimos sin propósito
alguno de menoscabar la justa fama del mo-
derno é ilustrado historiador de Galicia, á
quien ésta debe singular reconocimiento.
Núm.o 13.
Sociedad Arqueológica.
A ella pertenecen varios de los documen-
tos que utilizamos en el presente libro, al-
gunos facilitados por D. Joaquín Nuñez, ve-
cino de Pontevedra; y consideramos inelu-
dible y grato deber el de dar noticia, siquiera
— i7i —
sucinta, de la Sociedad que nos ha honrado
con el título de socio de mérito.
El Sr. Sampedro, que citamos en el texto,
es el creador de esta útilísima y distinguida
sociedad, á cuya actividad é ilustración se de-
be que en el corto tiempo que lleva de exis-
tencia haya reunido multitud de objetos ar-
tísticos é históricos de primera importancia.
Tanto las autoridades civiles y eclesiásticas
de la provincia, como las corporaciones pro-
vincial y municipal de Pontevedra, como el
Ministerio de Fomento, han auxiliado cons-
tantemente á dicha Sociedad, aunque no en
la medida que quisieran dichas entidades, á
causa de la penuria de los tiempos; y es jus-
to mencionar la decidida protección que á
la misma han otorgado y otorgan los seño-
res Riestra, Vincenti, Ordoñez (D. Ezequiel),
Besada (D. Augusto) y otros distinguidos
funcionarios y personas particulares de Pon-
tevedra y de la provincia, ya coadyuvando á
los fines de la Sociedad, ya concediendo á
su museo ó depositando en él valiosos ob-
jetos.
— 172 —
Ha celebrado ya dos notables exposicio-
nes, que han llamado justamente la atención;
y el museo, dividido en dos secciones, (co-
locadas por ahora en locales separados) es
constantemente visitado y alabado, especial-
mente por eruditos extranjeros, que con-
templan en él y admiran, curiosísimos re-
cuerdos de los tiempos remotos.
La primera sección situada en las her-
mosas ruinas ojivales de Santo Domingo,
(cuyas primeras reparaciones de conserva-
ción, fundamento de las posteriores, se de-
ben al patriotismo de D. Rogelio Lois) ofre-
ce inestimables ejemplares arqueológicos de
piedra, romanos, suevos y góticos, figuran-
do en ellos, como inscripciones inéditas en
todas las colecciones, las dedicadas á los
emperadores Licinio Liciniano, Cnco Seve-
ro, Carino, Maximino, Máximo y Numeria-
110, además de las de Trajano, Adriano,
Constantino el Grande, Cesar Decencio, y
otras. Aras, lápidas funerarias, capiteles,
imágenes del arte bizantino, molinos de ma-
no, sepulturas, escudos nobiliarios, vénse allí
— 173 —
reunidos merced á las gestiones de la Socie-
dad Arqueológica y á las donaciones de las
personas de buena voluntad.
La segunda sección, instalada en des sa-
lones cedidos por la Diputación provincial
comprende muebles, telas, cuadros, retra-
tos, grabados y dibujos, porcelanas, objetos
de cerámica, bronces, hierros, medallas y
monedas, libros y pergaminos antiguos, pei-
netas notables, armas europeas y ultramari-
nas, reproducciones en yeso de detalles ar-
quitectónicos clásicos y árabes, maderas ta-
lladas, adornos y enseres de la edad de
piedra, de los celtas y de los romanos, ob-
jetos de vitrina como relojes, tabaqueras,
sellos, esmaltes, abanicos y demás dignos
de figurar en un museo arqueológico. Am-
bas secciones reclaman la formación de un
catálogo, merced al cual los visitantes y
los aficionados puedan darse cuenta de las
muchas curiosidades reunidas en un museo
que honraría á cualquiera población de pri-
mera clase.
Todo ello se debe principalmente á la
— 174 —
singular perseverancia del Sr. Sampedro y
así lo consignamos con la mayor satisfac-
ción, seguros de que, con nosotros, los pon-
tevedreses y los amantes de la cultura pú-
blica le tributan el mas sincero recono-
cimiento, así como á los demás socios,
á los Sres. D. José Casal, D. Luís Sobrino,
D. Rogelio Lois y D. Luís de Gorostola
que le acompañaron en los primeros difíci-
les pasos de la fundación, y á los Señores
Obispo y Cabildo de Tuy, Mon (D. Alejan-
dro) Becerra Armesto (D. Manuel), D. José
Salgado de Caldas, Pazos Espéz, Cicerón,
Sanabria y otros muchos, que donaron al
Museo ó depositaron en él, objetos de gran
importancia histórica y arqueológica.
Núm.o 14.
«Ano domini de mili e quatrocentos e trin-
ta e scte día quinta feira quatro dias do mes
de Jullyo | eabean todos que estando o con-
cello e hornees boos da villa de pontvedra
ajuntados em sen concello &.a diseron que
por rason que alguns mercaderes e suas
mercadorias e nabios se temían e regeaban
— 175 ~
de byr a esta dita billa e seus portos con as
ditas suas mercadurías e nabios entendendo
de ser prendados e penorados por las mer-
cadurías que goncalo correa tomara eno dito
porto e lebara ena barcha chamada por nom
rostro fremoso &.a por ende que eles todos
juntamente en hun acordó por sy e por tod-
los outros bezios e moradores da dita billa
doje este dito día endeante seguraban e se-
guraron a todos o a quaesquier mercaderes
e todas suas mercadorias e nabios que a a
dita billa e seu porto biesen que se temesen
de ser prendados e penorados por rason do
sobredito | ca eles por la presente se obliga-
ban e obligaron delles teer e goardar o dito
seguro e nolles seer feito dapno nen desa-
guisado alguo en suas personas e nabios e
mercadorias por rason do sobredito sub
obligagon dos bees do dito concello e ve-
zios e moradores desta dita billa que pa elo
obligaron=testigos Ruy de lugo pedro qun
o uello gongaluo de camoens mercaderes
Ruy braqero scriban gongaluo fiel moor-
domo bezios e moradores ena dita billa de
— 176 —
pontuedra e outros».— (Libro del Concejo.)
Núm.o 15.
El Sr. Alcalá Galiano, en su notabilísimo
folleto «Nuevas consideraciones sobre las
carabelas de Colón» ha dejado perfectamen-
te establecidas las razones en virtud de las
cuales el adjetivo caveatum y el sustantivo
cavéis, (cuevas, huecos, bodegas) usados por
Pedro Mártir, deben traducirse en el presen-
te caso en el sentido de que La Gallega te-
nía gavias y de que carecían de ellas La
Piula y La Nina; de cuya manera se recti-
fica el error en que importantes historiado-
res han incurrido, por traducir mal aquellas
palabras, de que dichas dos embarcaciones
menores no tenían cubierta. Era verdadera-
mente incomprensible que la Pinta y la Ni-
ña hubiesen soportado y vencido, en el via-
je de regreso, los peligros del ocecano: los
viajeros que hayan atravesado el Atlántico
y sufrido un mediano temporal, podrán cal-
cular la imposibilidad de que unos barcos
tan pequeños hubiesen resistido, sin cubier-
ta, las terribles borrascas del mar,
— *77 —
Andando el tiempo, dióse á las gavias el
nombre de cofas, según el mismo autorizado
escritor.
Núm.o 16.
Lista de los individuos que acompañaron
á Colón en el primer viaje y regresaron con
él al puerto de Palos, según el Sr. Fernán-
dez Duro.
Nao Santa María.
Juan de la Cosa, maestre, de Santoña.
Sancho Ruiz, piloto.
Maestre Alonso, de Moguer.
Maestre Diego, contramaestre.
Rodrigo Sánchez de Segovia, veedor.
Pedro Gutiérrez, Rodrigo de Escobedo,
de Segovia y
Diego de Arana, de Córdoba, quedaron
en la isla Española.
Terreros, maestresala.
Rodrigo de Jerez, de Ayamonte.
García Ruiz, de Santoña.
Rodrigo Escobar.
Francisco de Huelva.
Rui Fernandez, de Huelva,
- i;8 -
Pedro de Bilbao, de Larrabezúa.
Pedro de Villa, de Santoña.
Diego Salcedo, criado de Colón.
Pedro de Acebedo, paje.
Luis de Torres, judío converso, intérprete.
Carabela Pinta.
Martín Alonso Pinzón, capitán. \
Francisco Martín Pinzón, maes- >de Palos.
fe j
Cristóbal García Xalmiento, piloto.
Juan Jerez * \
Bartolomé García, contramaestre de Palos.
\
Juan Pérez Vizcaíno ,
Rodrigo de Triana, de Lepe.
Juan Rodríguez Bermejo, de Molinos.
Juan de Sevilla.
García Hernández
García Alonso.. ,
Gómez Rascón
Cristóbal Quintero de Palos.
Juan Quintero
Diego Bermudez
Juan Bermudez
'{de Moguer
— 179 —
Francisco García Gallegos.
Francisco García Vallejo. .
Pedro de Arcos, de Palos.
Carabela Niña.
Vicente Yañez Pinzón, capitán; los demás
tripulantes eran, unos de Palos, otros de
Moguer.
En una minuta del pregón llamando á
los herederos de los difuntos en Indias, se
incluye una nómin? de los que quedaron en
la Española, en el primer viaje de Colón, y
fueron asesinados en ella por los indios.
Contiene cuarenta y un nombres, entre ellos
el de Pedro de Foronda, sin pueblo de su
naturaleza.
Núm.o 17.
«En este dito día (16 de Abril de 1437)
estando o concello e homes boos dentro ena
iglesia de san b° presentes y pedro ares de
aldaan alfonsovelasco jurado &a ¡ mandaron
a juan bieites ramos que dése a afonso Sán-
chez de Valladolid quatro mili mrs de mone-
— i8o -4
da blanca contando blanca en cinco dine-
ros ¡ para en conta e pago dos mrs que o
dito concello devya por obligagon signada
do signo de femando peres notario e el en-
prestara para a Armada de navios que fege-
ra gonzalo correa e recébese del carta de
pago | e que lie serian rescebidos para en
conta e pago dos mrs que o dito concello o
alcanzara por conta que lie ficara de vendo
da renta das posturas dos anos pasados | tes-
tigos p° qun o mogo p° de montes clérigo
gonzalo falcato vasco muñiz Ruy da frontil
e outros. | » (Libro del concejo.)
Núm.p 18
En la lista que el Sr. Asensio atribuye al
Sr. Fernández Duro, se escribe García Xal-
tnienlo y nosotros creemos que es García
Sarmiento, mal escrito en el documento de
que se copió dicha lista. En algunos pa-
peles de la época se vé Xar miento y Sar-
miento, hablando de una misma persona; por
esta razón hacemos notar en el texto el he-
cho de que el Sr. López Ferreiro lo escribe
del primer modo en su obra «Galicia en el
último tercio del siglo XV», con relación al
prisionero del Conde de Camina: nada más
frecuente que el cambio de la r en /, Sal-
miento. Por último, el nombre de Cristóbal
era muy usual en Pontevedra, según docu-
mentos de dicho siglo.
Núm.o 19
Es desconocido en absoluto el origen de
este singular privilegio; pero nos permitire-
mos explicarlo por medio de una conjetura,
como materia á discutir. Dado que otros
privilegios importantísimos de los vecinos
y marcantes de Pontevedra provienen del
rey D. Fernando III el Santo á causa de la
conquista de Sevilla, posible es que los dos
apellidos de Águila (aguja) y Ponte (puente)
se deriven de la hazaña realizada en dicha
conquista por dos naos de Pontevedra al
mando cb Gómez Charino, que rompieron la
cadena y el puente de barcas que unía las
riberas del Guadalquivir. (Cronicón de la
Botica, traducido del árabe por Sandoval,
según D. José Renito Amado, notable poe-
ta, escritor y Diputado constituyente, en sus
— . 182 —
«Misterios de Pontevedra, 1840.») Dichas
dos naves fueron provistas de un refuerzo
en la proa, sin duda á manera de espolón
(aguja) y quizás estas circunstancias dieron
origen á los apellidos Águila y Ponte, en
un concepto parecido al que tuvieron el de
Girón, el de Vargas Machuca y otros. En
una capilla de la incomparable iglesia de
Santa María la Grande de Pontevedra, edi-
ficada por el gremio de mareantes, vése un
escudo de armas con el siguiente cuartel:
un barco á toda vela embiste la cadena ten-
dida entre dos castillos. Se nos ha dicho
que estas armas pertenecen á la familia de
los Águila, materna del regidor perpetuo
D. Benito de Arango y Sotomayor, sepul-
tado en dicha capilla; y entre los muchos
datos que vienen á corroborar la tradición
relativa á la conquista de Sevilla, figuran los
de la existencia en Pontevedra de la Torre
«í/o ouro» (del oro) y del campo de la Ta-
blada. Dicha torre fué aforada por el con-
cejo en 10 de Marzo de 1492 á Martín de
Bougoos, según escritura notarial que posee-
- 1^3 -
mos. La denominación ele Tablada subsiste
todavía.
Núm.o 20.
Noticia del P. Sarmiento y del Sr. López
Ferreiro en el tomo I de «Galicia en el úl-
timo tercio del siglo XV» con relación al
Tumbo de Santa María del Camino. El
maestro de la Trinidad, de quien se trata,
era el que estaba encargado de recoger en
Pontevedra las limosnas para redención de
cautivos, santa ocupación de los trinitarios,
cuya orden había mandado á los principales
pueblos de España, en que no tenían casa,
frailes que hiciesen dicha colecta en virtud
de la provisión de los RR. CC. fecha 2 de
Octubre de 1475. En pueblos de poca im-
portancia, desempeñaban tal comisión el
párroco ó algún vecino calificado.
Núm.o 21.
En el libro del concejo figúrala siguiente
relación de acuerdo. «ítem mandaron (los
«del concejo) que p.o f.a (Pedro Fariña
consta como alcabalero de la sal en el
13
— i§4 —
«mismo libro) dése das posturas que se co-
«mengaran en San juan de junyo tres fro-
«lins de ouro a g vsco (G. Velasco) po la ca
«(carta) do mundo para noso señor o argbpo
«(arzobispo) de Stiago.» Acaso fué un re-
galo curioso al Prelado, dueño y señor de
Pontevedra.
Núm.o 22.
Véase la nota núm.° 17.
Núm.o 23
«It. mandaron que por morte de p.o vs.00
(Pedro Velasco) venda as bujolas gu0 de
correa» (Libro del concejo.) En el dialecto
gallego, la j tiene pronunciación francesa: en
dialecto levantino también se llamaba bu-
.rolas á las brújulas.
Núm.o 24.
El castillo de Cedofeita, Cito facía, fué
reedificado por el obispo Sisnando para de-
fensa del país contra las irrupciones de los
normandos y escandinavos. Herculano, en su
historia de Portugal, al referir la expedición
á Galicia del rey Don Alonso, sitúa equivoca-
- .85 -
clámente dicho castillo en la actual provincia
de Orense, según demuestran varios escri-
tores. Los restos de esta fortaleza y las tie-
rras contiguas pertenecían á fines del siglo
XV á la noble familia pontevedresa de los
Montenegro, según testamento otorgado en
17 de Enero de 1491 por Gonzalo López de
Montenegro, de que poseemos testimonio
notarial.
La resistencia de Pontevedra al ataque
del portugués se apoyó en sus fosos, barba-
canas, muros y torres; de estas fortificacio-
nes tenemos noticias precisas por multitud
de documentos que en gran parte y en ex-
tracto publicó la Sociedad Arqueológica,
así como por los recuerdos de los vecinos
ancianos que alcanzaron á ver casi comple-
tas las expresadas murallas y torres, y tam-
bién por los restos existentes, alguno de
los cuales no ha sido estudiado y revela á
nuestro juicio, haberse construido en época
remota; quizás sea la única reliquia que nos
queda de la antigua ciudad de Lambriaca.
Un documento existente en el archivo del
— 1 86 —
Ayuntamiento (exposición á S. M. en 1834
pidiendo para Pontevedra el título de ciu-
dad) cita el privilegio concedido por el rey
Don Ordoño á la Catedral de Santiago,
año 955, en el cual se menciona el suceso de
la invasión de los moros y de haber sido
Pontevedra refugio de los obispos de Gali-
cia y de muchos señores del reino. No he-
mos podido aun comprobar la cita, pero
creemos que, sin base alguna, no se hubiera
hecho en aquel documento. Esta noticia,
unida á la circunstancia de llamarse Mou-
rente una. de las parroquias limítrofes, situa-
da en las colinas del Este, y Moureira el
arrabal extramuros de la villa por el sud-
oeste, puede justificar la conjetura, que no
es nueva, de que los moros no tomaron
á Pontevedra, limitándose á acampar ante
ella durante el breve período en que aso-
laron el país, derivándose de este hecho
los dos nombres expresados.
Núm.o 25.
El privilegio tiene la fecha de 7 de Mayo
de 1467, y decimos que ya existía la feria,
_ i87 -
porque en escrituras de prestamos, deudas
y transaciones mercantiles como las relati-
vas á anticipos de numerario con garantía
de la salazón de pescado, á pagos de deu-
das &.a, correspondientes al primer tercio
del siglo XV, se fija el mes de Noviembre
en unas y la íéria de San Bartolomé en
otras, como fechas para el cumplimiento de
los compromisos que se adquirían. La seña-
lada merced de Don Enrique dio extraordi-
naria importancia a dicha feria que, unida
á otros privilegios y al que ya disfrutaba
Pontevedra de ser único puerto de carga y
descarga, (Ley II, libro IX, título XXIX de
la Nueva Recopilación) de la extensa costa
comprendida entre las «Estelas de Bayona
y los Tranqueros ó Castros de Aquiño ó
Aguiño» (ambos nombres se consignan en
los documentos) fue una de las principales
fuentes de prosperidad y de riqueza para la
villa.
Núm.o 26
En la escritura de «pauto, contrabto y
avynza» que hicieron á 28 de Diciembre de
1445 el concejo de Pontevedra y Suero Gó-
mez de Sotomayor, dueño de muchos y
grandes señoríos y mas tarde Mariscal de
Castilla, para defenderse mutuamente en
vista de que «eno tempo presente ocurren
de cada día moytos bandos, pelejas, desas-
tres, revoltas, roubos, péñoras, furtos é ou-
tros moytos dapnos» promete el segundo
«goardar los usos e costumes» entre los cua-
les figura el de que «él nen seu lugar te-
ncntc nen seus hornees que agora son ou
sejan daqui endeante non posan prender
nen prendan nen mande prender vesiño nin-
gún da dita vila» sin requerir antes á la jus-
ticia.
Núm.o 27.
Según documentos que obran en el archi-
vo del Ayuntamiento relativos á órdenes de
pagos por diversos conceptos, verificábanse,
á fines del siglo XVI, visitas semanales á
los barrios de la villa y á sus arrabales, por
un cirujano, el regidor semanero y el escri-
bano del concejo, para enterarse del núme-
ro de enfermos y clase de enfermedades, pa-
- 1 89 —
gándose al primero de aquellos dos ducados
por cada visita.
La isla de Tambo, que hace pocos años
fué destinada á lazareto, hizo igual servicio
en otros tiempos: en 13 de Abril de 1598,
(la mas antigua fecha que hemos hallado) el
concejo manda pagar doscientos veinte rea-
les para la «carne y rrefresco que se enbya
para la infantería que vino en la almiranta
del general Pedro Qubiauz e está aislada en
la isla de tanbo por sospecha de enferme-
dad de peste.»
Hacíanse también semanalmente por los
regidores de turno, escribano y testigos, vi-
sitas de tiendas y reconocimiento de alimen-
tos, pesas y medidas- existen en el mencio-
nado archivo muchas relaciones de las dili-
gencias que para tales fines se practicaban
en la visita, extendidas con la minuciosidad
y formalidades consiguientes.
Núm.o 28.
En 15 de Octubre de 1672, el procura-
dor general de la villa de Pontevedra, Don
Melchor Mosquera de Sotomayor, caballero
del Habito de Santiago, presentó al ayun-
tamiento una petición para que se «procure
la restauración de la anterior importancia
del pueblo.» Enumera las diversas causas
de su decadencia: no las copiamos por no
repetir lo que consignamos en el texto.
Núm.o 29
De un expediente que existe en el archi-
vo municipal, extractamos los siguientes
elocuentes datos:
Estuvieron alojados en Pontevedra: du-
rante treinta dias, 400 franceses de la es-
cuadra de Mr. Chaternaut.— El tercio de la
armada, con 600 hombres, al mando del
maestre de campo Pacheco, 283 dias. Los
tercios de Don Bernardino Delgado, de As-
turias, de Aldao, del marqués de San Mi-
guel y del de Oranie, durante 506 dias.=
Las compañías de caballos de Amaza y de
Villarrocl, un teniente general de Artillería,
un gentil-hombre, condestables, y sesenta
artilleros, durante 577 dias.=El Marques
de San Vicente y sus ayudantes, 122 dias;
y ocho camas de respeto para personajes de
— 1 9-i —
su comitiva, 55 dias.-— El duque de Híjarr
con cuatro ayudantes, 872 d:as.=El mar-
qués de Risbourg, con tres oficiales mayo-
res y trece camas de respeto para su comi-
tiva, 69 dias.=Varios capitanes de recluta
y los tercios de infantería de Castro y de
Cisneros, y uno de lanceros, hasta que se
reunieron 4.000 reclutas, 220 dias.= Ade-
más del Hospital del pueblo, dedicáronse
cuatro casas á los soldados enfermos y heri-
dos, con los correspondientes socorros.=
Ocupáronse otras dos casas por el Teniente
general de Caballería y por la compañía de
caballos de Pignateli.
Diéronse alojamientos, en las marchas y
retiradas, á varios tercios de infantería y
compañías de caballos. Todo ello ocasionó-
crecidos gastos y angustias al ayuntamiento
y al vecindario, que además soportaron los
suministros de víveres, con mucha frecuen-
cia, y los de forrajes, bagajes, Atarazana y
otros, á diario.
No consta que Pontevedra haya obtenido-
indemnización de ninguna clase.
• — 192 —
Múm.o 30
Lista (incompleta) de hijos ilustres de
Pontevedra, deducida en su mayor parte de
ejecutorias, informaciones, pleitos, y otros
documentos del archivo municipal.
Sorred Sotomayor, camarada de Don Pe-
layo.
Lupo Montenegro, que ayudó á Don Fer-
nando II de León en la guerra al Rey de Por-
tugal y en la toma del castillo de Cedofeita.
Payo Correa, maestre de Santiago.
Payo Gómez Charino de Sotomayor, Al-
mirante.
Payo Marino, que acompañó al anterior
en la conquista de Sevilla.
Lorenzo Suarez Gallinato, secretario de
Don Fernando III.
Ruy de Sotomayor, magnate de la corte
de Don Sancho IV.
Pedro Tenorio, Arzobispo de Toledo.
Alfonso Jofre Tenorio, Almirante.
Alfonso Fernández de Valladares, co-
mendador de la Banda, muerto en la bata-
lla de las Navas.
— 193 —
Albar Paez de Sotomayor, Almirante.
Ñuño Fatel de Qun, Justicia de Ponteve-
dra, muerto en la defensa de la villa contra
el duque de Lancastre.
Payo Gómez de Sotomayor, Embajador
de Enrique III al Tamorlan de Persia, Ma-
riscal de Castilla.
Pedro Ares de Aldaan, jefe de Herman-
dad en el siglo XV.
Ares García de Raxoo, jefe de una arma-
da de navios.
Gonzalvo de Correa, idem.
Gonzalvo de Camoens, alcalde, mercader
y dueño de carabelas. Le citamos á causa de
su ilustre apellido.
Suero Gómez de Sotomayor, Mariscal de
Castilla.
Tristan de Montenegro, constante adver-
sario del famoso Madruga, (conde de Cami-
na). Muerto en la toma de Pontevedra á la
condesa del mismo título.
Juan Fernandez de Sotomayor, Mariscal
de Castilla.
Cristóbal García Sarmiento, piloto de La
Pinta.
— 194 —
Pedro de Foronda, tripulante en las cara-
belas de Colón.
Juan de Sevilla, idem.
Diego de Salcedo, idem.
Juan da Nova, famoso marino al servicio
de Portugal.
Gonzalo y Bartolomé de Nodal, famosos
marinos: descubridor el primero del estrecho
de Lemaire.
Juan de Gonsende, capitán, que figuró en
la heroica defensa de la Cortina contra Dra-
ke. Ascendiente del Padre Sarmiento.
Alonso de Sotomayor, gobernador de Pa-
namá, vencedor de Drake.
Antonio M. Rodríguez de Pazos de Pro-
vén, obispo de Córdoba, Presidente deL
Consejo de Castilla.
Juan García de Saavedra, insigne juris-
consulto, que dedicó al anterior, como pai-
sano suyo, la obra «De expensis.»
García Sarmiento, justicia de Pontevedra,
corregidor de Granada, capitán general de-
Canarias.
Pedro de Valladares, maestre de campo,.
— 195 —
fundador de la Obra pía para dotación de
doncellas nobles, subsistente en Pontevedra.
Juan de Matos el viejo, Almirante de
Barlovento.
Juan de Matos, hijo del anterior, Almi-
rante del mar Occéano.
Juan García de Matos, sobrino del ante-
rior, Almirante de Ñapóles.
Gregorio Hernández, escultor
Pedro de Aldao. virrey de Navarra.
Benito Marino de Lobera y Valladares,
maestre de Campo.
Cristóbal Marino de Lobera, maestre de
campo.
Gonzalo de Valladares Sarmiento, maes-
tre de campo.
Juan de Valladares Sarmiento, Asistente
de Sevilla, del Consejo real.
Fadrique Valladares del Villar, maestre
de campo.
Antonio Marino de Lobera, Gobernador
de Gante.
Pedro Ramón de Aldao, Gobernador del
Henault, en Flandes,
— 196 —
Fernando Montenegro y Sotomayor, del
Consejo real.
Jorge de Andrade, que donó grandes su-
mas para la construcción del Colegio de la
Compañía de Jesús en Pontevedra.
Jorge de Andrade, hijo del anterior, dis-
tinguido capitán de marina en Indias, fun-
dador de Obra pía en dicho colegio.
Antonio de Mendoza, embajador en Vene-
cia, virrey de Valencia, padre del Patriarca
Cardenal.
Jacinto Sarmiento Valladares y Barraga-
nes, conde de San Román.
Pedro Mosquera de Sotomayor, Gran
Prior de Castilla.
Fernando de Montenegro, Regente de Ña-
póles.
Fr. Tomás Sarria, Arzobispo de Taranto:
en su testamento destinó once mil ducados
á la fundación de un monte de piedad en
Pontevedra.
Juan Feijóo y Sotomayor, maestre de
campo.
Lope de Montenegro, gran canciller en
Milán,
— 197 —
Conde de Maceda, virrey de Navarra.
Miguel Enriquez Colón de Portugal, Al-
calde mayor en Méjico.
Fernando Bustillos y Azcona, Brigadier.
Isidoro Casado de Rosales, Enviado ex-
traordinario de Don Felipe V en Mantua,
primer marqués de Monteleon.
Pedro Casado de Rosales, Embajador en
Italia y en Inglaterra, segundo marqués de
Monteleon.
Froilan Feijóo y Sotomayor, Asistente y
Justicia mayor de Santiago y de su arzo-
bispado.
Fr. Martin Sarmiento: en escritos suyos
llama «patria» á Pontevedra.
Duque de Patino, gobernador de Milán,
ministro de Marina.
Teniente general conde de Maceda.
Teniente general conde de San Román.
Fr. Sebastian Malvar, Arzobispo de San-
tiago.
Pedro Acuña y Malvar, Ministro de Gra-
cia y Justicia.
Pedro Acuña y Malvar, Dean de Santiago.
Francisco Javier Losada, Teniente gene-
ral.
Matías Ferraz, Brigadier de Artillería.
Vicente Ferraz, Brigadier de Ingenieros.
Vicente Fernández Iglesias, Mariscal de
campo.
José Miranda, Brigadier.
Santiago Escario, Brigadier.
Francisco Ant.° Diz, Brigadier
Fernando, José y Francisco Javier Sara-
bia, coroneles de Artillería.
José Arias Teijeiro y Correa, ministro
universal del pretendiente Don Carlos.
Claudio González Zúñiga, historiador de
Pontevedra.
Antonio M.a Montenegro, Brigadier.
Eduardo Gassct Artime, fundador de El
lm parcial, Ministro de Ultramar.
Indalecio Armesto, filósofo y escritor.
Títulos del Reino, siglos XV al XIX, se-
gún recuentos del vecindario de Ponteve-
dra, informaciones, escrituras notariales,
— 199 —
pleitos y otros documentos del archivo mu-
nicipal.
Condes de Camina, de Salvatierra, de
Gondomar. — Marqueses de Valladares, de
Guimarey, de Aranda, de Villagarcía. —
Condes de Maceda. — Marqueses de la Sie-
rra, de Figueroa, de Montesacro. — Condes
de San Román. — Duques de Estrada. — Viz-
condes de la Vega de Gondar, de Fefiñanes,
de San Tomé de Cambados. — Marqueses
de Santa María del Villar, de Monteleon, de
Leis, de Astariz. — Condes de la Vega. —
Duques de Patino. — Condes de Oleiros. —
Marqueses de Riestra.
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En la nota rnírn.0 6, página 144, últimas líneas, se
rila entre paréntesis la Historia de la Orden Francis-
cana del P. Castro, en vez de la Historia de Ponteve-
dra por (1. Zúñiga y «Galicia» del Sr. Murguía. La equi-
vocación fui' ocasionada por confusión de apuntes.
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