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La Guerra Hispano-Americaiia
OBRAS
En venta at
SI Cañen de dinam
La catástrofe del t
La acción de Perale
Ferrocarriles y lel¿¿
Empleo del hierro ei
Aplicaciones de la e,
El cañón neumático.
Les explosivos de co
Comentarios al <¡A
de Cuía^. (En c
Cartilla del fusil A
Esludios geográfico
con mapas y gral
pitan de la Guan
El bandolerismo en
La Guerra Hisp
la defensa de la
HISPANO-AMERICANA
VI
BARCOS, CAliONES Y FUSILES
(CON GRABADOS Y PLANOS)
SEVERO GÓMEZ NÚÑEZ
CKpttAn da ArtUlni»
Kx DiFECTOB DBi, Diaiio del Ejéisito , ..^ ,., „,„,k.
MADRID
IMPRENTA DEL CUERPO DE ARTILLERÍA
San Lorenzo, ntím, J.
■6aj.o, o-w- -mós a3icto a^miao ■y- tco-pe-
Madrid, i,° Mano iSgq.
Prbfacio. 9
ISTRODUCCldN (7
CapItulo primero.— Comparación dí/uírzas:
Ejércitos Escuadras. — Inferioridad en el mar. —
El corso jl
Capítulo II. — Esíadisíha ¡icmia:
La artillería americana. — Dificultades para la crítica.
— Combate naval de Santiago de Cuba. — Consu.
mo de municiones. — Diversidad de noticias.- Kl
armamento de las escuadras espaSola y americana.
— Exageraciones de los yankees 43
Capítulo III. — El lanío par cUnto de impactos :
Detractores del gran calibre. — El combate del Yaiú.
— Despilfarro de municiones 63
Capítulo \M. — E! tiro rápido y el gran calibre:
Opiniones del Almirante Sanipson y de los jefes de
los barcos de su escuadra. — Excelencias del tiro rá-
pido. — Tiro semirápido. — Variaciones en el arma-
mento de los buques de guerra. — Los cañones de
la Habana 71
Capitulo V. — El calibre en ¡as pietas de costa :
Diferencia entre el armamento de las plazas y el de
los barcos.— El gran calibre en las plazas. — Los ca-
libres medios. — La correcciún del tiro. — Aspecto
económico del problema 85
LA GUERRA HISPANO-AMERICANA I
I
_^_ I
Páginas.
Capítulo \l^ — Distancias tU comiaU:
Alcances máximos. — Necesidad de acortar las distan-
cias en el combate. — Distancias de combate en San-
tiago de Cuba y Manila. — Dificultades de aplica-
ción de las grandes distancias 95
Capítulo VII. — Los proyectiles :
Estructura de los proyectiles de la Artillería america-
na. — Falsedades yankees. — Los proyectiles incen-
diarios. — Proyectiles del cañón neumático 105
Capítulo VIIL — Efectos del tiro:
Aspecto de los combates navales de Santiago de Cuba
y de Manila. — Proyectiles que recibieron el Oqtten-
do, el Teresa, el Vizcaya y el Colón. — Efectos sobre
los buques de la escuadra de Montojo. — Los incen-
dios á bordo. — Los torpedos 117
Capítulo IX,— El fusil de pequeño calibre:
Datos incompletos acerca de sus efectos en los com-
bates de El Caney y Lomas de San Juan. — El fusil
Mauser y el fusil Krag-Jorgcnsen. — Proporción en-
tre heridos y muertos. — La inocuidad del fusil de
pequeño calibre ." 133
Capítulo X. — Conclusiones:
El tiro rápido. — La reducción del calibre. — El gran
calibre. — Los aparatos de puntería. — Aprovisiona-
miento de proyectiles. — Las fajas acorazadas. —
Protección de las baterías secundarias. — Reforza-
miento de las cubiertas. — Supresión ó gran restric-
ción del uso de las maderas á bordo. — Los mor-
teros en el bombardeo. — Los tubos de lanzar. —
El fusil de pequeño calibre. — La defensa na-
cional 151
PREFACIO.
No son las últimas guerras en que se ha visto
envuelta nuestra Patria, de aquellas que producen
motivos de regocijo, victorias y ventajas positivas,
que hagan tarea fácil y agradable la del escritor
dedicado á estudiarlas.
Así puede explicarse, el mutismo en que han
caído muchos de los que, al tomar parte en la pe-
lea con su espada, grabaron en la mente valiosas
observaciones acerca de los defectos de organiza-
ción y empleo de las armas, cuerpos y servicios
que en ellas funcionaron, formando también juicio
exacto del concepto del mando, concepto impor-
tantísimo en el que hay que fijarse detenidamente.
Es cierto, que están muy próximos los tristes
desastres, con los que andan ligadas otras cuestio-
nes que resulta peligroso abordar, pero no lo es
menos, que mientras las publicaciones extranjeras,
especialmente las <
térra, fantasean á í
campañas, sea ent
silencio, muestra e
fesionaies, encuént
nea y respetuosa ti
ser sublime deja dt
porque además de
zante los males de
por el duro trance
las apreciaciones ir
sionados, el pruritt
tuciones armadas,
trofes.
Acaso, no tar
que la noble y pen
iniciales de esas gr
prescindible, come
dedicar el esfuerzo
entera de la voluí
instante, en tanto
magna obra, nos
que transcurra el ti
ñas opiniones pub
pintan las fases de
mo enlace, y que.
plaza bien armada, dilucidase muchos puntos du-
dosos, que los tratadistas ponen de relieve sin
decidirse á optar por soluciones fijas; porque no
ha de olvidarse que los mejores proyectos de cons-
trucción naval, los más concienzudos cálculos de
arquitectura y de ingeniería industrial militar, que
se forman en tiempo de paz, necesitan la sanción
práctica, ya que en los trabajos de gabinete, no es
posible apreciar todas las variables que entran en
el acto del combate en su justo valor. Ni siquiera
los reglamentos tácticos y los Códigos jurídico-mÍ-
litares, se escapan á esa acción modificante de la
realidad y de la ejecución formal.
Lft. >V22XA H2i?A3í>-AMIZíCJlXA
Resaltaba navór La e^iectadóo producida,
porque en Ids Estaóots-Usídos se profesan ideas
propias y radicales acerca del redixtamiento y
organízacióa de los e;erc:ío3 y de la política de la
guerra; del bloqueo en sus distintos a^iectos, mi-
litar é intemadonal, y en su aplicación extensa,
que comprendiera grandes recorridos de costa
para cerrar por completo la comunicación de un
pueblo entero; del bombardeo aplicado en gran
escala y como regla general; del trazado del mate-
rial ofensivo y defensivo, naval y terrestre, cuyas
bondades preconizaba la prensa norte-americana.
Por manera que, nuestras dolorosas contiendas,
despertaron desde el principio mucho interés en
el mundo guerrero, que presumía podrían servir
para que otros aprendiesen en cabeza ajena.
Eran motivos de controversia, la eficacia de los
cañones de distintos calibres, bajo el aspecto de su
aprovechamiento ütil en el fuego; la sanción prác-
tica de los cañones de tiro rápido; las ventajas é
inconvenientes de la pólvora con humo y sin humo
en los combates de escuadra á escuadra, de barcos
con baterías , ó en batalla campal ; el empleo de los
torpedos, torpederos y destroyers; el uso délos
l)roycctores eléctricos para iluminar amplias zonas
marítimas y terrestres desde grandes distancias;
bastarán los hechos para constitufr cuerpo que
sirva de base en qué fundar reglas transcendentes;
antes al contrario, en todos los casos, la resisten-
cia de débiles baterías llegó á tal altura, que se
contrapone con las teorías admitidas.
Podrán jactarse los americanos del Norte de
haber sido bastant
sos á su gusto y ci
á una ñnalidad fat
no se encontrará ei
gre y de heroísmo
cepción de los gi
rán de ellos fórmul
que han de ser la
y el ataque y defe
tares.
Han servido,
manera de una gi
nuestra Patria sir\
den desprenderse
to técnico, que di
serán, seguramenl
A señalar varr
hemos visto y de 1
nos imaginamos q
vicio, aunque mot
INTRODUCao.\-.
Dedican, los que son ówzu-jt '^ •:;;■, o- ■ • -.
bir libros,, grao parte óe cacu vjíjiii-rt i k ;r'-;,v.
ración del ánimo del Í'X^I'jt y¡í-í •nt'.-ii' ■.-! uíi.'-^í
sirviéndole largas dobis üí; g'^-v.-^x.í-ji.'-: "r -v,
pectivas relacionadas coi} *:' 'rji',-t'. '>> t--' -*■ '.-.r.'
A ello se prestaría aíiiTi-'j.'.-í'i'rí:'.' •■-.:• ;■.•,-•,•
de la guerra hispan'j-ari'jrri'jK'iB . m •; ■:.• ■_,■■'■.•.
ramos arrancar la narra-ji'/í! o», '..■:íiT:r^ <■ -t.^.-j.-
exponiendo la historia át Cví'jI' í' j-r",-, ^ .v. \ 1 .
lipinas; las ambici'jní:^ di'.Vj'.iii.-iíu <,• i'^^ \.-:-^
dos-Unidos desdt la p'.'ine'a •.■■\i>.C ó' ■ -'.■ s^:.;!-'
sus miras egoístas y bj;: í;:y;'.".vi vj" :.',;■.! i'.'.t d ;,-
pecto á Cuba; l'^s errví:^ a'-.::íí-;;i.'j-j!: iis-y '.'ii; ii'.v
por los españolee; ia in-rpr-r. ,sjo;: d-. ii..'.í.'.'ot <y,-
biemos; las causis dt Jat -¿.^tíií b'r^^rí.'.i:,-'^: y eJ
apoyo que díitjctajrjen'.c rr-^ivi-^ron ttiuilros ent-
inigos de nuestros ami^oi l-^t ^arj^ec!:; la p't-jara-
loca.
Teníamos, al estallar la lucha, superioridad
militar terrestre organizada, en relación con el ene-
migo, siquiera adoleciese del estigma de la po-
breza de recursos, que nos persigue y nos atrofia,
y que unido á i
todos conocidos ;
dos , mata el espl
á polvo al mejor
ñol, animoso, si
pero no poseíame
para alimentar y
tos, para abastea
con ventaja, para
de allende, y, por
zas fuertes, allí i
bahías más hern
mundo; allí dond'
tégicas, comercia
los pueblos, que ■
llaves del futuro |
Da tristeza co
reunía con lo que
de hacerlo, aunqi
do muy de largo,
esas tristezas, esa
nen remedio, pue
miento para imp
buena base arma
otro atrevido se aproveche de nuestra debilidad y
nos arrebate lo que nos queda.
La cantidad de nuestro ejército en í-eil:;
paz se descompone así:
Inbnteiía U.iM
Caballería. H.lTt
Artillería ] 1 . 7**
Ingenieros. ...... t.ífirt
Administración Militar ] .íf'jíi
Sanidad MiliUr . Í.l'.-C
Guardia civil i4 . í^
Carabineros , Jl-T^
UB.ia
En pié de guerra, el efectivo sube á 357 .C>o
hombres; pero es ilusión pensar q-^e con ios me-
dios que hoy tenemos pudieran moviiizar^ ojü ¡a
rapidez que exijan las circunstancias.
Eso por lo que se refería i las tropas ptniníu-
lares, que en Cuba, Puerto-Rico y Filipinas con-
tábamos, al estallar la contienda, con los ejércitos
que habían sido acumulados por exigencias de las
guerras coloniales. El de Cuba llegó á una cifra
considerable. España, haciendo un esfuerzo que
maravilló á los demás Estados, envió á la gran
24
LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A
Antilla, en sucesivas expediciones, más de 150.000
soldados, armamento Mauser, piezas de costa y
plaza y de campaña , de montaña de tiro rápido
para dos regimientos, municiones abundantes y
muchos recursos; ¡cierto es que al estallar la insu-
rrección sólo disponíamos allí de 14.000 á 16.000
hombres mal contados I
La fuerza que teníamos al romperse las hosti-
lidades era:
En Cuba.
Marzo de 1898,
Del Ejército 161.848
Movilizados.
35.181
186.624
En Puerto-Rico,
Mayo de i8p8.
7.580
En Filipinas.
Marzo de 1898,
Del Ejército 10.771
Movilizados 14 . 000
24.771
Para la defensa de las costas, el esfuerzo se
dirigió únicamente á la plaza de la Habana, lo-
grando ponerla en regulares condiciones de resis-
tencia.
Después de la declaración de guerra, se hi-
COMPARAd.X ZZ riiXT*.*
f,.í.' Jt.-,
cieron por artilleros é icgenier:^ —iZiir:^
para dotar de obras de cefensí ¿ I-íizjji^ziá, I .-in-
fuegos, Cárdenas, Santia^ de C-bi ^ -.c:*? ;^»jttr-
tos, pero faltaba material c::oem zari. í.-tlít^?
y tiempo para realizar í«d5 trLLi::jr- p:r zllt iiir
el espíritu patrio que á ;:>= crftti^iriü i.-:..:!^:-*.
hizo verdaderos milagros : .
De aquellos 150.OCO hirubres ;:l--íj:^i^ 1 jr li-
ban disponibles al estallar la ^-errs. 1,11 'j:*¿ 1. --l-
dos-Unidos y en qué forma se irz:Z.'^-zzrLi^iz -
Difícil es la respuesta á la -r^inírL ^;l— -i jt -a.
preg^ta, pero no creeín:^ ex3.~trLr *: \rzZ''yA
que no llegaban á So.coo 1:^5 =£^>í y -i-tr- i.t
hospitales hallábanse atesta¿i*5- 1¿. ^zyrz.js, > li *.t'
bre consumían la energía ce n-í:-^'>* v, .vw-:*>
Aquellas almas llenas de nob'e pit-i.^L-.r:'
que sucumbir, doblegadas pc/r 1á
cuerpo, deficientemente 50=ttr-:'Io ^: J^v* ', -«^
X t» - .
(i) Detenido estadio dedicarer:.^^ ¿ «"ai y^^xk^ •- 'r."
libro de esta obra.
(2) Hablando hace pocos dii-í z/jz, zz, u-^izst /tit 1^ *- .^^'**
In£a.nteria, nos decía:
€ Si á un soldado qac oo e=íá ft¡f<^,.CT,'jtrry!r,'.t i^ r^r 'x*/-'/ «»*
le obliga á que realice los ejercicioi teotvir^vi i t» ;^f*ry*í'*' »</u
para la guerra, como instrucción ctj oróin» ofrrr*':''^ / »v^'V/,
en terreno llano y en terreno acciíer^u-co ^v,'**»**, í^n*/*/ *•
mente la carrera y el salto, marcha.? y w:r*.',*o '^r vj^ *♦/'♦'. *íí
como primera fuerza ínvasora y que fué el que lu-
chó en Santiago de Cuba, reconcentráronlo en la
Florida (Tampa, Key-West y New-Orleans) y en
Chikamauga (Tennesse) , y se componía de
Infanlerlfl 13.000 hombres.
CabaUeria 6 . 000 —
ArliUerCa 56 piezas de campaña.
Ingenieros 600 bombres.
Aproximadamente 20.000 hombres.
Del Anual Report of the Secrclary of War,
correspondiente al año de 1898, tomamos los
siguientes estados, que denotan el montante á
que ascendía el ejército regular de los Estados-
Unidos y la movilización de voluntarios, durante
los cuatro meses que siguieron á la declaración
de guerra:
2d
LA GUERRA HISPANO-AMERICANA
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Ayudantes Generales
Inspectores Generales
Auditores Generales
Cuartel maestres Generales.
Servicio de Intendencia...
Servicio de Sanidad
Servicio de Pagaduría
Cuerpo de Ingenieros
Cuerpo de Ordoance
Cuerpo de Señales {Telég,')
Tropas de Ingenieros
ídem de Caballería
ídem de Atlillerla pesada.,
ídem de ArliUerfa ligera...
ídem de Infantería
Total
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LA GUERRA lüSPANO-AMERICANA
FUERZA TOTAL
Mayo.
Ejército regular
Voluntarios
Oficiales.
Hombres.
TOTAL.
2.191
6.224
41.934
118.680
44.126
124.804
Suma ....
8.416
160.614
168.929
Junio.
Ejército regular
Voluntarios
2 198
7.119
49.513
163.366
6V711
160.624
Suma
9.317
202 . 868
212.236
Julio.
Ejército regular
Voluntarios
2.327
8.639
63.831
203.461
66.258
212.094
Suma
10.966
267.292
268.352
Agosto.
Ejército regular
Voluntarios
Suma
2.323
8.786
66.366
207 . 244
38.688
216.029
11.108
263.609
264.717
En honor de la verdad, hemos de afirmar que
esas cifras aparecen muy arrogantes en el papel,
pero en la aplicación práctica, hubieran dejado mu-
cho que desear. Lo comprueba el mal resultado
obtenido por las fuerzas movilizadas ó reclutadas
cerca, tenían el gran Arsenal de Norfolk (Hamp-
ton Roads).
Las obras de fortificación se llevaban con ifjiial
premura, proponiéndose defender, según cl plan
áé[ Board of fortifications , los puntos siguientes:
Penobscot River, Kennebec River, Me.; PorU-
mouth; N. H.: Boston y New-Beford, Mss.; \ara-
gansett Bay, R. I.; entrada Este de la Sonda de
Longlsland, New-York, N. I.; Philadepliia, Pa.;
Baltimore, Md.; Washington, D. C; Hampton
Roads, Va.; Wilmington , N. C; Charleston, S. C;
Sabanali, Sa.; Key West y Panzacola, Fia.; Mo-
tila, Ala.; New-Orleans, La.; Galvcston, Texas;
San Diego y San Francisco, Cal; bocas del río
Colombia, Washington y Oregon; Puget Sonda,
Lago Champlain.
Todo un plan enorme de defensa de las costas
del Océano y del Pacífico, que ha de tardar aún
muchos años en terminarse.
Pero los peritos militares del mundo, desde
luego comprendieron que la lucha era casi en ab-
32 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA
soluto cuestión naval (i), así que las miradas todas
se dirigían preferentemente á las escuadras de los
contendientes.
España, si bien contaba considerable número
de cañoneros y barcos pequeños , sin verdadero va-
lor militar, destinados en gran parte al servicio de
las colonias, sólo poseía, en la exacta clasificación
de combate, 13 buques acorazados y 12 no acora-
zados.
Los dos más fuertes, Pelayo (9.917 toneladas)
y Emperador Carlos F (9.235 toneladas) y las dos
fragatas acorazadas, cuya antigüedad data de 35
años, Vitoria (7.250 toneladas) y Numancia (7.035
toneladas), se hallaban en reparaciones, unos en el
Havre y las otras en la Seyne, cerca de Tolón.
La Vitoria y la Numancia únicamente sirven
para la defensa de las costas. Hallábanse en cons-
trucción otros barcos , pero la atención principal se
reconcentraba en dos cruceros acorazados, el Prin-
cesa de Asturias y el Cardenal Cis7teros,.
(i) Siempre las batallas navales han tenido gran influencia
en las guerras terrestres.
Verde, al mando del Contralmirante Cer\era, com-
puesta de los cruceros acorazados Infanta María-
Teresa, Almirante Oquendo y Vizcaya (de 7.000
toneladas), Cristóbal Colón {(i.^^o toneladas); con-
tratorpederos de 30 millas de andar, Furor, Terror
y Plutbn (380 toneladas); torpederos Ariete, Azor
y Rayo ( 1 20 toneladas) y el transporte Ciudad de
Cádiz.
2° La segunda división de la escuadra, que ha-
bía de mandar el Contralmirante Cámara, no se ha-
llaba aún constituida en aquella fecha, y debía re-
unirse en Cádiz, formándola el acorazado Pv/nyo
(9.917 toneladas), el acov&zdAo Carlos K (9.235
toneladas), la fragata acorazada Vitoria (7.250 to-
neladas), cruceros acorazados Alfonso XIII y Le-
pante (4.876 toneladas), contratorpederos de 30
millas de andar Audaz y Osado (380 toneladas),
Proserpinay Destrttctor (368 toneladas); torpede-
ros //íi/irrá (128 toneladas), Orion y Retamosa (So
toneladas) y cruceros auxiliares Rápido (antes Nor-
mandia). Patria (antes Columbio), Antonio López
y Giralda.
3." La/í,
en Filipinas
y la compor
Cristina {3.5
Dotí fuan d.
cruceros pro
(i. 045 tonel;
General Les,
neladas) y ft
ladas), más
la vigilancia
4.° La e.
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Infanta Isab.
ñeros de pee
Estuvo á
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en construcc
entorpeciero:
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nos barcos n
COMPARACIÓN DE FUERZAS 3.')
Los Estados-Unidos llevaban muchos años de
preparación naval, algo restringida por la ley que
exigía que todos los buques se construyesen en el
país, pero al declararse la guerra, abrieron un cré-
dito de 50 millones de doUars para comprar bar-
cos, y adquirieron fuera de Europa 64, que su-
maban 1 1 1.493 toneladas, 424 cañones y 6.250
hombres. De ellos eran 11 cruceros, seis carbone-
ros, dos talleres para reparaciones, 13 avisos, un
buque -almacén, un buque-hospital, tres buques
para el servicio de correos, una grúa de vapor,
tres barcos faros y 14 vapores para el ser\'ic¡o del
resguardo. Después compraron en Europa gran
numero de barcos.
Sin contar con esos, la flota de los Estados-
Unidos se componía de 16 acorazados, 15 buques
de cubierta acorazada y 20 buques modernos no
acorazados de más de i .000 toneladas , repartidos
en la forma que sigue:
I .^ Escuadra del Atlántico del Norte en Key-
IVest á las órdenes del Almirante Sampson , forma-
da por el crucero acorazado New-York (8.200 to-
neladas), que enarbolaba la insignia del Almiran-
(10
nek
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mos
resí
acoi
nen
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de operaciones Frincetown , compuesta del crucero
San Francisco (4.078 toneladas), cruceros prote-
gidos Columbia (7.375 toneladas), buque ariete
Katahdin {2.155 toneladas) y vapores auxiliares
Yankee, Dixie, Prairie y Yosemite.
5-° La escuadra del Pacifico, á las órdenes del
Almirante Miller, en San Francisco, formándola
los cruceros acorazados Ckarlestmi (3.730 tonela-
for último, los buques que sigTien, pueden aún
ser considerados con algún valor militar según el
Army and Navy Register : Chichasan, en Lcaguc-
Island; Scorpion, en Fort Monroe; Vixen y Ptorin,
en League-Island ; SoUtherby, en Boston; Armcria,
Maple, Suwance, Alice y Peiulope, en Norfolk;
Lebanffw, Calumet y Oneida, en Boston; el Gres-
han, en Ogdenburg.
En construcción tenían, al declararse !a guerra,
los acorazados Kearsarge y Kentucky {i i 535 to-
neladas), botados al agua el 30 de Abril; el acora-
zado Alabama (ii.ooo toneladas), botado el 18
de Mayo, y sobre gradas los acorazados Illinois y
Wisconsin ( 1 1 .000 toneladas) , llevándose en todos
ellos los trabajos con gran actividad y ponícndose
las quillas á otros varios del tipo del Alabama.
Los barcos americanos de las escuadras de
operaciones, son del tipo más acabado y moderno.
Los acorazados y cruceros acorazados, lian sido
botados al agua después de 1890; sólo algunos
cruceros pequeños datan de 1888. La velocidad de
los acorazados es de 16 nudos; los cruceros Co-
lumbia y Minneapolis pueden llegar á 23 nudos;
el Brookling y el Olimpia 21 nudos; los otros 18
CAPITULO II.
Estadística técnica.
Tratándose de aquilatar la eficacia en el com-
bate de los instrumentos que para realizarlo se
emplean, hay que elegir una lucha verdadera, en
que la aplicación de los recursos ofensivos y de-
fensivos, permita distinguir claramente el grado de
utilidad de cada uno, ó sea la parte que les debe
la victoria ó la derrota.
Las armas reglamentarias en los Estados-Uni-
dos, no difieren esencialmente de las que emplean
las demás naciones.
El armamento portátil estaba, al empezar la
guerra, en período de cambio. El ejército regular,
de 25.000 hombres, recibía el Krag-Jorgensen , de
*t LA GUERRA tDSPAKO-AMERICANA
6*5 mm., cuyas coDdidoDCS balísticas son pareci-
das á ios demás fusiles repetidores de los ejércitos
europeos, y el resto de las tropas voluntarias, te-
nían el antiguo fusil Springfield, de 12 mm. La
Marina usa fusil repetidor de 6 mm.
En cuanto á artillería gruesa, dejando á un
lado los antiguos cañones lisos de hierro fundido,
y éstos mismos rayados y transformados á retro-
carga, con tubo de hierro forjado, se viene á pa-
rar á los de acero de retrocarga de gran calibre y
de calibres medios, con cierre de tomillo partido
sistema Bange, rayas cuneiformes, progresivas y
parabólicas, dotados con tres clases de proyecti-
les: perforante de acero cromado, granada ordina-
ria de fundición y granada de metralla Shrapnel.
La actividad de los Estados-Unidos en estos
últimos tiempos, tanto en las construcciones nava-
les como en la defensa de las costas, raya en lo
asombroso. Los presupuestos arrojaban á final del
año 98, 1,818 piezas de grueso calibre con sus
montajes y proyectiles, cuya construcción estaba
entre manos, distribuidas en la forma siguiente;
CaSones de 40 cm 33
— de 30 > 200
— de 25 » 180
— de 20 » 100
tímetros, indica la preferencia que darán á esa pie-
za en la defensa de fas plazas costeras, siguiendo
las corrientes de la época.
La artillería de campaña con sus cañones de 3
y 9 cm., estaba reducida á lO baterías de á seis
piezas adicionadas á los cinco regimientos de ar-
tillería de plaza, á razón de dos baterías cada uno:
poco antes de empezar la guerra hispano-amerí-
cana, decidieron aumentar tres regimientos más
de artillería de plaza (i).
De tiro rápido poseen cañones de distintos sis-
temas, entre los que sobresalen los Canet, Hot-
chkiss, Driggs Scheroeder y las ametralladoras
Gatling.
La guerra hispano-americana ofrece verdaderas
dificultades para la crítica, porque le faltan los
grandes hechos.
(i) Para el ataque por tierra de Santiago de Cuba, desera-
46 LA GLXRRA HISPANO-AMERICANA
En ella sobresalen, los combates navales de
Santiago de Cuba y Manila, los combates tenses-
tres del Caney y Lomas de San Juan y la defensa
de la boca de las bahías de Santiago de Cuba y
Puerto-Rico, y en otro orden, la realización del
bloqueo en gran escala y el valor de las obras de
defensa del puerto de la Habana; pero, al deducir
conclusiones adecuadas á la naturaleza del asun-
to que sirve de título á este libro, hay que tomar
por base el primero de dichos combates, el de
la escuadra americana con la escuadra de Cervera,
para poder sacar alguna consecuencia que se re-
lacione con el papel que jugaron los barcos y los
cañones.
Tomado de documentos oficiales, ha sido pu-
blicado en los Estados-Unidos el siguiente cuadro,
que da á conocer los proyectiles que recibió cada
buque nuestro, en aquel fatalísimo combate. Para
formarlo, dícese haber procedido á un reconoci-
miento minucioso de los cruceros encallados, así
que hay que atenerse á la veracidad de la comisión
americana que lo verificó:
barcaron en Daiquiri , en los últimos días del mes de Junio,
cuatro baterías de artillería ligera y dos de artillería gruesa con
ocho cañones de sitio y ocho morteros de campaña.
estadística técnica
47
CALIBRE
NÚMERO
DK IMPACTOS
Cañones de cada
calibre
Impa
ñói
H
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•
O
1
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O
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•
•
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' 8
6 libras (67 mm., t. r.).
1 libra (37 mm., t. r.)..
10 cm. (Towa)
17
2
1
3
1
3
2
»
43
>
7
3
1
3
>
>
13
>
4
7
»
5
>
4
»
>
2
1
1
>
77
2
12
15
3
12
2
>
42
13
3
6
7
18
6
8
1'83
0'15
4
2^6
0'43
0'67
0'33
>
12 cm. (Brooklyn)
15 cm
20 cm
30 cm
32 cm
29
67
29
8
123
103
1'19
Se admite que la escuadra americana hizo ese
día 6.000 disparos, lo que da 2 á 3 por 100 de
máximo aprovechamiento total (i).
(i) Un solo barco, el Gloucester — yatch armado en guerra
que poseía una buena batería de tiro rápido — se asegura que
disparó sobre nuestros destroyers Flutón y Furor 1.400 proyec-
tiles. Se admite que estos dos barcos fueron alcanzados por 60
proyectiles próximamente. Contra ellos tiraron también los de-
más de la escuadra americana.
El Teniente de navio de i .* clase D. José María Muller,
en el reciente libro Combates y capitulación de Santiago de Cuba,
dice, refiriéndose al cañoneo de los buques americanos sobre el
Morro y la Socapa, realizado el 6 de Junio, que el Capitán de
48 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA
Otros datos publicados, reparten el número de
impactos recibidos en el casco, por cada buque,
del modo siguiente:
Infanta María Teresa 33
Almirante Oquendo 61
Vizcaya • • . . . 24
Cristóbal Colón 8
126
En este número, no están comprendidos los
proyectiles que pasaron rozando las cubiertas, cu-
yas explosiones, á juzgar por las fotografías de los
barcos destruidos que han sido publicadas, causa-
ron considerables desperfectos.
navio Sr. Concas calculó los disparos que los americanos hicie-
ron , y contando en momentos diferentes, dedujo que habían
lanzado unos 8.000 proyectiles, que dan un promedio de 46 por
minuto, puesto que el fuego duró 175 minutos.
En este fuego — agrega MuUer — los buques enemigos tenían
1 12 cañones de 14, 20 y 32 cm. y unos 80 de 57 y 42 mm., lo
que da un total de 192 piezas.
Aunque hemos de ocuparnos de este hecho al tratar del
ataque de plazas, bueno es consignar la desproporción que
en él impera, pues la defensa sólo poseía, ese día, las piezas si-
guientes :
Morro ^ 4 cañones B. R. 16 cm. á cargar por la boca.
Socapa, 2 cañones González Hontoria de 1 6 cm.
Agujeros de proyectiles de 4.' disparados sólo
por el lowa.
Inbnta María Teresa 1
Almirante Oqnendo 6
Vizcaya. 2
■^gtj^os de proyectiles de ^ disparados sólo
por el Brooklyít.
Intanta María Teresa, 5
Vizcaya. 6
Almiranle Oqnendo 6 (fl)
Cristóbal Colón 4
(i) Poeden euplicarse algunas de estas discrepancias, por
las distintas personas que veriGcaron la inspección, y tU vez
porqae algunas de ellas (corresponsales periodistas) careciesen
de competencia técnica. Es de notar que los barcos de la escua-
dra de Cervera quedaron sumergidos por encima de la línea de
flotación, y que debajo de ésta habrán recibido proyectiles, cuyo
número los americanos calculan en zo.
{a) Uno de ellos hizo explotar un torpedo.
X7»
SO LA GUERRA HISPANO-AMERICANA
Agujeros de proyectiles de 8" disparados por el
Brooklyti, el lowa, el Oregon y el Indiana.
Infanta María Teresa 3
Almirante Oquendo 3
Vizcaya. , 4
Agujeros de proyectiles de ii ó ij', solamente
dos sobre el Teresa, que como los tiraron el Ore-
gon, Indiana, Texas y lowa, no se puede fijar de
cuál fueron: de ellos hay certeza que del Texas
procedía uno.
Resultaría, de ser ciertos estos datos, que el
buque-insignia del Comodoro Schley Brooklyn,
obtuvo 20 blancos , casi igualmente divididos entre
los cuatro de nuestra escuadra, lo que demostra-
ría que el Brooklyíi hizo fuego sobre cada barco
por turno.
El lowa viene después con ocho blancos, cinco
de ellos sobre el Oquendo, que fué el último que
salió de la bahía.
Los I o impactos de proyectil de ocho pulga-
das, hay que repartirlos entre los cuatro barcos
que tiraron sobre los nuestros, pero, de ellos, dos
se sabe con seguridad que partieron átX Brooklyn.
Mas para establecer el grado de eficacia en el
estadística técnica ftl
combate de cada pieza, no basta conocer las ve-
ces que sus proyectiles hicieron blanco, sino que,
aparte de otros datos que hemos de fijar, se nece-
sita saber, en primer término, el número de dis-
paros hechos por cada cañón ó calibre, las distan-
cias de tiro y los efectos de éste , y eso , en detalle,
no nos lo dicen concretamente las publicaciones
americanas. Del estado anterior, se deduce, á lo
sumo, el tanto por ciento de impactos por cañón,
faltando ese otro dato esencial.
El consumo de proyectiles no ha podido fijarse
de un modo exacto, y aún hay dificultades para
indicarlo con aproximación. Sólo dos buques ene-
migos, el lowa y el Brooklyn, parecen haber sa-
cado la cuenta de los proyectiles gastados, que
fueron:
lOWA.
Proyectiles de 30 cm 31
— de 20 cm 48
— de 10 cm 270 (fl)
— de tiro rápido 1.180 (¿)
1.529
(a) Una sola pieza hizo 135 disparos en 50 minutos.
{b) Una sola 440.
52 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A
BROOKLYN.
Proyectiles de 20 cm 100
— de 126 mm 473
— de 67 mm 1.200
— de 37 mm 200
1.973
Otra rapport referente al lowa, clasifica los dis-
paros de tiro rápido en los siguientes términos:
Proyectiles de 67 mm 1.056
-^ de 37 mm 100
1.166
En el combate de Cavite, según relación oficial,
el buque-insignia enemigo Olimpia, disparó:
Granadas perforantes 31
— ordinarias 36
— de 6 libras (t. r.) 1.066
— de 1 libra (t. r.) 100
1.222
Igual ambigüedad se observa en este caso. Tal
parece que los jefes americanos tienden á sembrar
la confusión.
Hay, en cambio, unanimidad de pareceres al
ESTADÍSTICA TÉCNICA 53
señalar que muchos de los proyectiles disparados
no reventaron. También puede mencionarse, la exa-
gerada parcialidad con que proceden los escritores
norte-americanos que se ocupan de estas cosas. En
muestra de ello, citaremos el caso siguiente: el
Teniente B. W. Wells, secretario del Comodoro
Schley, deduce, después de un complicado cálculo,
que los cañones americanos podían arrojar en un
minuto 3.046 kg. de hierro, y que la escuadra
española podía lanzar en igual espacio de tiempo
2.187 kg. La relación resulta, según eso, de 4 á
3 , y es necesario demostrar cuántos grados de fal-
sedad encierra (i).
Lo comprueban los siguientes estados, que dan
á conocer la artillería que montaban las escua-
dras.
(i) Renunciaríamos á la demostración , si sólo nos inspira-
se la parte doctrinal de la guerra, que interesa á los hombres de
armas. Vamos más allá : pretendemos que nuestras razones estén
al alcance de los profanos á la milicia , procurando despertar en
España la añción al estudio de los problemas militares en su fase
general. Deseamos establecer el consorcio necesario entre los
elementos civil y militar , harto divorciados , por desgracia , en
esta desdichada y querida Patria , donde á todos , por igual , nos
afectan las pérdidas y las vergüenzas sufridas ; donde, todos,
debemos^contribuir á restañar , en lo que sea posible , la sangre
que mana de las anchas heridas que á la Nación produjeron las
equivocaciones, la malicia y la ignorancia.
54
LA GUERRA HISPAN J-A3á£RICAKA
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Tobos Ijnza-Cotpedc».
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Vesubius ,
Íf¿f ¿J
° < > u s £
56 LA GU£RRA HISPANOAMERICANA
Bien se demuestra, por la simple inspección de
esos estados, que la escuadra americana tenía do-
ble número de cañones que la de Cervera, con el
aditamento de que ésta sólo disponía de seis caño-
nes de gran calibre (28 cm.), y aquélla contaba 14
de calibre superior á esos seis (33 y 30 cm.) y 38
de 20 cm., de los cuales no montaban ninguno
nuestros barcos, en los que el calibre desciende
rápidamente de 28 á 14 cm.
Y fíjese también el lector, para graduar el error
del cálculo del Teniente Wells, en que no toma-
mos en consideración la artillería de tiro rápido
que llevaban el Gloucester, Resolute y Wisen, por-
que no conocemos á ciencia cierta el número y ca-
libre de sus cañones, pero siempre habrán de su-
mar cifra muy superior á la que tenían el Pintón y
Furor, que, en compensación, tampoco ponemos
en la cuenta.
Aun descartando, y es mucho descartar, las
condiciones de construcción, armamento y coraza,
que daban superioridad á la flota de Sampson, los
buques americanos podían disparar con todas sus
piezas, y los nuestros, sin contar el entorpecimien-
to gravísimo debido á los incendios, no tenían me-
dio de utilizar más que los cañones de la banda de
babor.
solver.
Si la proporción de fuerza hubiese sido esa,
tengan seguridad los americanos de que la batalla
naval de Santiago de Cuba no les hubiese salido
tan favorable.
Bajo todos los aspectos en que esta cuestión se
encamine, se llega á las mismas deducciones. Otra
prueba puede ofrecer, el análisis de las condiciones
técnicas de los barcos de las dos escuadras, que á
continuación insertamos:
;»>
LA GUERRA HISPANOAMERICANA
ESCUADl
I m,
i
¡ Infanu María Teresa. .; 103'63
I
I Almirante Oqaendo. . .' 103 '63
3
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19'81
19'81
Vizcaya. ; 103 '63 19'81
Cristóbal Colón 100
I
Plutón.
Furor .
67 '964
67 '054
18'20
6 '705
6 '706
11 '68
11 '58
11'58
12'19
3 '962
3 '962
o
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6 '65
6'65
6'55
7'75
7.000 13
7.0001 13.
7.000 13.
6.840 13
380
380
{a) Encontramos algo fantástica esa nomenclatura. En puridad de verdad , nir .
plemente el de cruceros protegidos. Las palabras Acorazado de a.* no dan i-i
concepto erróneo del poder de las naves. Debe, pues, desaparecer esa clasiíícaciór.
ÜO
LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A
ESCUA
Indiana.
lowa.
Oregon. , .
Texas ....
Brooklyn .
New-York.
Erícson.. .
Vesubius
Gloucester (a).
Resolute (a) . .
Wisen (a) , . . .
s
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106
21
7'3
88
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7
122
19'66
7'31
116
20
7'10
46
4
1*4
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8
3
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3
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5
A
9
ton.
10.300
11.410
10.300
6.315
9.217
8.150
120
929
caballos
9.000
11.000 11
9.000*I|
8.000 ll
16.000 II
16.500 21
1.800 1'
i
3.795 '2
(a) Mercantes, armados en guerra.
1
COSAZA
^í
a.ASE
f
í
-)
9
1
iif
/.».
™.
™.
»».
mm.
m.
1.800
460
430
120
.
Acotazado de 1."
2.000
856
101
856
ÍOB
70
7'3
Ídem fd.
,1.800
460
.
430
120
6'6
ídem Id.
950
305
305
306
76
7
Acorazado de 2.'
1.6&0
T6
140
137
9
Crucero acorazado.
1.500
.00
260
162
8
ídem fd.
Torpedero.
160
3
Mercante armado,
ídem id.
•
ídem id.
^Tn
62 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA
Ellos corroboran , que nuestra escuadra no te-
nía ningün acorazado de primera, y en cambio, la
americana disponía de tres de esta clase y uno de
segunda.
La capacidad de nuestros buques suma 28.600
toneladas, en tanto que los americanos, aun ha-
ciendo omisión de los tres barcos mercantes arma-
dos en guerra, Gloucester, Resolute y ¡Visen, al-
canzan á 36.741 toneladas.
El diagrama del combate naval de Santiago de
Cuba, que publicamos, no obstante su origen ame-
ricano — que indudablemente tiende á pintar las
cosas en forma tal, que resalte su triunfo, — con-
cuerda del mismo modo con esa afirmación de su-
perioridad material abrumadora, pues en él se vé
que en los distintos períodos de la lucha, cada bar-
co nuestro , tuvo , por lo menos , que sufrir el fuego
de tres de los contrarios más poderosos.
El tanto por ciento de impactos.
Volviendo al asunto principal, y admitiendo
que el número aproximado de proyectiles que re-
cibieron los barcos de la escuadra de Cer\'era,
fluctúe entre i8o y 200 y que el de proyectiles
disparados se acerque á 6.000, llégase á la pro-
. porción, muy aproximada, de 3 por lOO de blan-
cos, proporción que ha sido calificada por at^cju-
nos, de muy reducida, atribuyendo la pequenez
del guarismo que la representa, á torpeza de los
apuntadores americanos, despilfarro de municio-
nes, y á Ja inutilidad de los canotiés de grueso ca-
liere.
Y á eso contesta el Comandante D que el
3 por 100 de aprovechamiento del fuego de cañón.
C4 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA
es muy reducido como tiro de paz ó de simulacro,
pero en tiro de guerra, sobre objetos móviles, en-
medio del humo de la pólvora y de la confusión del
combate, no resulta tan pequeña, y agrega, que el
despilfarro de municiones, no parece extraordina-
rio, y, que si los españoles lo hubieran hecho,
habrían obtenido con más impactos mejores resul-
tados.
A propósito de eso, nos parece oportuno re-
cordar lo que escribe el Capitán M. Giffin (i), que
mandó accidentalmente el acorazado Chen Yuen
en la batalla del Yalú , quien al elogiar la artillería
de tiro rápido, se expresa así: «Puede asegurarse
que nosotros aprovechamos el 20 por 100 de los
disparos, en tanto que los japoneses sólo el 12
por 100; mas como ellos podían disparar 600 pro-
yectiles por cada ico nuestros, alcanzaban 70 blan-
cos por cada 20 que nosotros les hacíamos: añá-
dase á esto , que ellos tenían seis buques sobre qué
tirar y que nosotros tirábamos sobre 12, y se po-
drá apreciar nuestra desventaja».
De la relación entre 6.000 tiros y 200 blancos
(i) Este oñcíal era norte- americano , al servicio de China.
Relato de la batalla de Yalú, por Alfredo T. Story; The Strand
Magazine, Diciembre 1895.
migo, 3in peraioas ni avenas, enmeaio ae una co-
losal fortuna y con superioridad grande de fuer-
za. Faltan, además, datos completos para poder
apreciar la eficacia del tiro por calibres, puesto
que, según hemos dicho, no sólo se desconoce el
número de disparos por cada calibre hechos, y el
efecto detallado que cada proyectil de distinto ca-
libre causó, sino que también los cálculos de los
contrarios disminuyen en la mitad el número de
cafíones suyos que hicieron fuego, con ánimo, al
parecer, de aumentar el tanto por ciento de blan-
cos por cañón y ensalzar la victoria, agregando
que 200 proyectiles, bien puestos, bastan para
destruir seis barcos de guerra.
Tomando como bueno lo que los americanos
nos cuentan, llega á deducirse, que si los ocho ca-
ñones de 33 cm. hicieron entre todos ocho disparos
sin aprovechar ninguno, esta pieza resultó poco
eficaz, sea por mala puntería ó por otras causas, y
si las seis piezas de 30 cm. hicieron seis disparos
y sólo consiguieron dos veces tocar al blanco, no
resultan tan malas, y menos al tener presente, que
66 LA GUERRA fflSPANO-AMERICANA
■■■■■III- ■■MI" ■— ■ ^ ' ■■■■ ■ M.I.MM.^. ■■ I ^I^M^^^M^M^^i^^^Ml^.^^»^^^^— i^M^^
un solo proyectil de este calibre que alcance á un
buque en sus elementos vitales, es capaz de echar-
lo á pique ó ponerlo fuera de combate (i).
Desde luego parece, que con el calibre redu-
cido puede llegarse á acumular análogo peso de
hierro, agrupando muchos proyectiles sobre el
mismo punto, mas eso en la práctica resulta muy
difícil.
Del carácter oficial, ó que al menos categórica-
mente haya sido publicado con ese carácter, hay
pocas fuentes de donde sacar materia para la crí-
tica técnica.
Eligiendo como tipos de comparación el com-
bate del Yalú, entre chinos y japoneses, y el de
Santiago de Cuba, queda en mal lugar ese 3 por
100 de impactos obtenido por los americanos,
puesto que, según antes hemos señalado, .en la
primera de dichas batallas navales los chinos obtu-
vieron el 12 por 100, y los japoneses el 20 por
100. Es, en consecuencia, justo reafirmar, que en
el combate de Santiago de Cuba hubo, por parte
(i) Un barco de primer orden vale de 20 á 30 millones de
pesetas, mientras que un proyectil de grueso calibre sólo cuesta
5.000, mas, para lanzarlo contra un barco ¿no se necesitan
otros barcos , ó bien fortalezas de costa , que suponen enonne
dispendio ?
/
I
I
igual sistema siguieron en el combate naval de
Santiago de Cuba y en el de Manila, pudiendo
asegurarse que de haber tenido enfrente fuerzas
más equilibradas, el gran despilfarro de municio-
nes hubiese sido , al fin, de malos resultados. A eso
se contesta, que los americanos tenían muy cerca
su base de operaciones, lo que les permitía apro-
visionarse con rapidez y reponer los consumos
hechos: aunque el dicho es exacto, si nosotros
hubiésemos estado en condiciones de resistir ó de
pelear en más igualadas condiciones, el afán de
tirar mucho les hubiese producido fatales conse-
cuencias, pues corre el rumor de que más de una
vez quedaron los barcos sin municiones. Es posi-
ble que teniendo en cuenta las mencionadas ven-
tajas, hicieran ese alarde de fuego, á ciencia cier-
68 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA
ta de que no habían de faltarles nuevas remesas,
después de tantear astutamente nuestras energías
materiales, pero tal consideración, por lo mismo,
debe contribuir á reafirmar la idea de que en este
punto no pueden servir los hechos para deducir
enseñanzas fijas (i).
Por otra parte, no es posible dejar en silencio,
qucpara determinar aproximadamente la precisión
del tiro por el tanto por ciento de impactos, hace
falta la igualdad de circunstancias de los conten-
dientes, ó al menos que exista entre ellos alguna
analogía. Si un barco bate á otro barco ó tira con-
tra una batería, esto es, si se presenta objetivo
(i) Refiriéndonos al bombardeo de Cárdenas, escribíamos
en el Diario del Ejército , de la Habana — i.° de Junio 1898 —
lo que á continuación copiamos:
«La precisión del tiro en los casos que hemos visto, deja mucho que de-
sear. Rara vez se nota agrupación de impactos, lo que demuestra la mala
dirección del fuego. Los puntos de caída de los proyectiles más bien parecen
resultar obra del azar que de la mano de artilleros expertos. Esto explica tam-
bién el pequeño número de bajas; dispararon más de 300 proyectiles de
xo cm. y otros tantos de 57 y 37 rom., y sólo resultó muerta una infeliz mujer
y unos pocos heridos ».
«Se deduce que los que apuntan y dirigen el fuego lo hacen sin orden,
obedeciendo á un verdadero prurito de tirar y tirar con furor , sin calma ni
método >.
Con posterioridad ha dicho la prensa americana, que ese
afán de tirar mucho , tenía por objeto practicar el tiro y hacer
buenos apuntadores , y que , eso , les valió sobremanera en el
combate naval de Santiago de Cuba.
EL TANTO P-.'K .ZIITI . I'I 1*1' «..' -
contra objetivo, esas circ-n^ci-rtzü^ uxzl.zín i n.-r
dida de la justeza del fue¿ : p:r ü i::rr«ir- 'j£ • r.-.-/
que se logró tocar al blLZJi:, í-r 'i:.íj^-. i :.-r: í: :.?
disparos hechos, ó sea pjr tíZLr.z.' z» r ii.mr.: 7-t
el combate nax-al de Sá:^^^^-: fe Ii.::-i ^k- :.-.*-
distaban mucho de ser l.^ .-Lli j-,4 ur.irriiin.:- v
nían al principio lO bsj-r.-^ — nii:::':s le ;:!.-- r.t-
poderosos y mejor arrriL.ii'^ r-e .»:-t r.:.*-n---í — z.n-
tra seis españoles, c-e ótsfe j:*: crmiírs i:»- -::«••:-
tos quedaron reducid 1*^ 2. r-;irr:. ¡ z^x i.'r.r ^'. trn-
te, podían concentrar lif^ f^t::^-.^. -^iltút \ : :• mr.ii:
de objetivo y hasta aprsvó::I-..ír i-:r.ii. ;n 'Jir-y y<
disparos altos dirigid >s a >tr:
Debe, pues, decir^, i:r. peciir de Üc-^-^-i.
que ese 3 por 100 de a^r:,ve¿I.an:.cr.: % le z
tiles resulta muv deñciente en este ::a-^.3 v ■-•
puede constituir regla para el p-rsr. er.ir.
j- " 1 I*
CAPITULO IV.
El tiro rápido y el gran calibre.
Opiniones del Almirante Sampson y de los jefes de los barcos de su escua-
dra. — Excelencias del tiro rápido. — Tiro semirápido. — Variaciones en el
armamento de los buques de guerra. — Los cañones de la Habana.
Leemos en el parte del Almirante Sampson (i)
«que los americanos, al salir de Santiago de Cuba
la escuadra española, rompieron sobre ella un fue-
go muy rápido , ensalzando la faena del Glouccster,
por su tiro de gran intensidad sobre el Pintón y el
Furor, que sembraba en ellos la muerte.» Dice,
que «el María Teresa y el Oquendo, fueron incen-
diados por las granadas americanas á los 15 mi-
nutos del combate. También el Vizcaya ardía con
furia. El fuego de las baterías secundarias de tiro
rápido de los acorazados, fué muy destructor. El
examen de los buques encallados , demuestra, que,
especialmente el Oquendo, sufrió de manera terri-
(i) The Army and Nauy Jourmil, 30 Julio 98.
72 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA
ble SUS efectos: los costados estaban acribillados y
en la cubierta se veían los carbonizados restos de
los que sucumbieron. El Cristóbal Coló?i — añade
Sampson — no se rindió hasta que lecibió una gra-
nada de 13 pulgadas disparada por el Orégano.
El Capitán del Indiana H. C. Taylor, dice:
«Una de nuestras granadas de 13 pulgadas (33 cen-
tímetros), se vio entrar y estallar en el María Te-
resa, Pronto se notó el efecto, sobre los destroyers,
de nuestros proyectiles de 6 pulgadas (15 cm.) y de
6 libras (57 mm.), y el de los cañones de grueso
calibre, sobre el Vizcaya^ á gran distancia. Duran-
te el combate, no utilizamos las granadas perforan-
tes, excepto las de 6 pulgadas (i 5 cm.) de pólvora
sin humo, y está demostrado el buen efecto de las
granadas ordinarias, por los iijcendios á bordo y el
poco tiempo empleado en inutilizar los barcos».
El Capitán Clark del Oregon dice «que el Colón
estaba libre y parecía que iba á escapar, pero
cuando rompió el fuego con los cañones de la to-
rre de proa, secundado por el Brooklyn, empezó
á derivar».
El Almirante Dewey se expresa así acerca del
combate en la bahía de Manila (i):
(i) The Army and Navy-yournal^ 18 Junio 98.
EL TIRO RÁPIDO Y EL GRAN CAUBRE 78
«Mis barcos sostuvieron fuego continuado y
preciso entre 5.000 y 2.000 jrardas, que fueron las
distancias límites á que se mantuvieron, por medio
de una serie de marchas en líneas paralelas sensi-
blemente á la que ocupaba la escuadra española.
El fuego del enemigo era vigoroso, mas en gene-
ral poco eñcaz. En los comienzos del combate se
dirigieron al Olimpia (buque insignia) dos lan-
chas, con la intención aparente de ponernos torpe-
dos: una de ellas fué echada á pique enseguida, y
la otra, inutilizada por nuestros disparos, emba-
rrancó antes de que pudiera conseguir su objeto.
A las 7 de la mañana, el buque Almirante español
Reina Cristina, hizo una tentativa desesperada
para destacarse de la línea y combatirnos á corta
m
distancia, pero concentrando sobre él todas las
baterías del Olimpia, fué recibido con un fuego
tan vivo, que apenas le dio tiempo para volver al
abrigo de la costa; el incendio producido por nues-
tras granadas, hizo presa en él con gran rapidez,
siendo inútiles cuantos esfuerzos hicieron para ex-
tinguirlo hasta que se sumergió».
Todos esos textos oficiales, coinciden al ensal-
zar las excelencias del cañón de tiro rápido, en
tanto que son parcos en elogios al gran calibre.
De ahí, que no sea extraño, que la opinión en los
74 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA
Estados-Unidos, formada á expensas de lo mucho
que allí se escribe y se lee, se haya declarado uná-
nime, contra los cañones de 305 y 330 mm., pre-
firiendo á ellos los de 24 y 25 cm. con la condi-
ción de que sean de tiro semirápido, ó lo que
es lo mismo, de carga rápida, considerando, sin
duda, que la principal enseñanza que se deduce del
combate de Santiago de Cuba, está vinculada en la
incofitrastable ventaja del tiro acelerado ó rápido.
La idea que encierran las palabras tiro semi-
rápido y carga rápida, merece que le dediquemos
un lugar en este capítulo.
No hace muchos años, que parecía imposible
que el tiro rápido adquiriese otro concepto que el
significado por la repetición en las armas portáti-
les. Luego, fué tímidamente extendiéndose la in-
fluencia de la rapidez del fuego , á los cañones de
muy pequeño calibre (37 y 57 mm.), y más tarde
alcanzó á las piezas de montaña y campaña (7 á 8
centímetros), dando después un salto prodigioso
que le hizo subir á los cañones de calibres medios,
hasta 15 cm. Ahora, no sólo se construyen caño-
nes de tiro rápido de 20 cm. , sino que se pretende
atraer al mismo camino ó sistema, las piezas de
gran calibre.
Mas, el tiro rápido, está caracterizado por el
reducir mucho e! t-Kr.p:, :::.■;—_:
manipulaciones ce la :^'ri. :—
que el conjunto ce '-a p./. ir*, y
ble negar que e=o se ---¿re. p-.r
adelantos de la ind^istr-la. z^t -.
ciarse nunca la palabra im; ::-,':
Tendreinoi, por tant'j, ¡,:í
de tiro semirápido, coxo j-a eo
76 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA
de los calibres medios hasta 20 cm., y para conse-
guirlo, según enseguida- vamos á ver, se acude á
reducir en lo posible el calibraje de los cañones.
Pero también se ocurre, que esta corriente de
opinión, que no ha de tardar mucho en hacerse
efectiva en el armamento de las naves que en ade-
lante se construyan, lleva en sí el inconveniente
del gran consumo de municiones que el tiro rápido
acarrea.
Partiendo de la proporción de 3 por 100, como
aprovechamiento de proyectiles, se deduce una
razón en contra de los gruesos cañones de 305
y 330 mm., y es, que no pudiendo hacer más que
un solo disparo cada cinco ó seis minutos (i), que-
dan en desventaja al lado de los cañones de tiro
rápido de menor calibre; en este mismo combate
de Santiago de Cuba, se puede marcar, que el
OregoHy el Indiana y el Texas, no hicieron uso
de los cañones de grueso calibre (330 mm.) (2).
Dícese y pruébase con argumentación lógica,
que eso ha de ser lo más usual y corriente en el
combate, y entonces, ¿para qué hace falta que los
(i) Parecen os aún muy pequeñas esas cifras. En la práctica
se tarda de seis á ocho minutos.
(2) El lowa disparó 31 proyectiles de grueso calibre.
crece la cantidad de coraza, diñcúltase el servicio
y el municionamiento, prodúcese un problema de
mecánica difícil de resolver, porque esos enormes
pesos sobre las cubiertas, perjudican á la estabili-
dad de la nave, y son la eterna pesadilla de los
Comandantes de los barcos.
Esto sólo, bastaría para justíñcar la simpatía
con que los técnicos navales reciben la reducción
del calibre, y mucho más si con ella se liga la
conveniencia de acelerar el fuego de los cañones
gruesos; tras de ese objetivo se va con la re-
baja del peso á expensas del calibre. Al efecto,
los alemanes, en sus nuevos barcos, no montan
cañones de calibre superior á 24 cm. La dismi-
nución del calibre se compensa con el aumento
de la velocidad y por lo tanto de la fuerza viva
de! proyectil ; así se observa, que ese cañón ale-
mán de 24, da penetración de 660 mm. en acero,
que es casi la misma del cañón de 305 mm.: el
primero pesa 20 toneladas, en tanto que el de
305 mm. pesa 45 toneladas. Los Estados-Unidos
han seguido el mismo camino y acaban de termi-
78 LA GUERRA fflSPANO-AMERICANA
nar las pruebas de un cañón de 25 cm. de tiro rá-
pido, que sólo pesa 30 toneladas, y que es más
potente que el de 33 cm. de 60 toneladas, cons-
tituyendo el armamento ideal para los grandes bar-
cos de nueva construcción, que deben tener 1 8 nu-
dos de marcha (i).
Hemos dicho y volvemos á repetir, por lo que
de importante tiene, que los proyectiles de gran
calibre encierran la ventaja, de que un solo tiro
afortunado puede dejar fuera de combate y hasta
echar á pique un acorazado de primer orden, lo
cual no es fácil conseguir con los calibres media-
nos. Es. esa una gran verdad que tiene colosal va-
lor material y moral.
Para nadie es un secreto, que el Almirante
Sampson mantuvo sus poderosos buques de com-
bate á respetuosa distancia de la Habana, en con-
sideración á la vigorosa organización defensiva de
aquella plaza, á los dos cañones de 305 mm. Or-
dóñez de la batería de Santa Clara, y, principal-
(i) Tienen igualmente en servicio el cañón de tiro rápido
de 20 cm. que puede hacer cuatro disparos por minuto, en
tanto que los de tiro lento del Brooklyn y del Indiana, del mis-
mo calibre , solo disparan un proyectil por minuto. Dos de estas
piezas podrán disparar tanto como las ocho que actualmente
lleva el Indiana,
80 LA GUERRA HISPANOAMERICANA
n¡ continuar las operaciones militares en las colo-
nias del enemigo. Si, por otra parte, las dos es-
cuadras resultaban tan equilibradas, que hicieran
dudosa la cuestión de cuál de ellas preponderaría
en ultimo término, sería evidente insensatez des-
embarcar fuerzas en las Antillas, que, por efecto
de un combate naval desgraciado, nos viéramos
obligados á abandonar allí.
Esta última condición fué la que prevaleció al
hacerse inminente la guerra. La fuerza de la es-
cuadra española — sobre el papel, como suele de-
cirse — era tan próximamente igual á la nuestra,
que resultaba, dentro de los límites de lo posible,
que algún incidente desgraciado — la pérdida, por
ejemplo de un acorazado — hiciera á los españoles
decisivamente superiores en fuerza nominal y hasta
efectiva».
Eso explica, que el Almirante retuviese sus
buques á distancias de las obras de la Habana,
que fluctuaban entre i6 y 24.000 m., es decir,
fuera por completo del alcance de los cañones
Krupp y Ordóñez de 305 mm., los cuales, con un
solo proyectil afortunado, hubiesen podido enviar
al fondo alguno de los barcos mejores de la escua-
dra americana. Los artilleros de la Habana, ansia-
ban que el combate se empeñase, y aun cuando en
82 • LA GUERRA HISPANO-AMERICANA
De suerte, que, por lo que se refiere al arma-
mento de los barcos, puede ya asegurarse que
será un hecho la substitución de los cañones de
enorme calibre por los de 20, 24 y 25 cm.
construcción de corazas, es el acero Harvey^ que fabrica la
Hatvey Steel Company, Consiste el harveyzado , en una cementa-
ción sucesiva , mediante la cual la plancha va conteniendo la
proporción de carbono , en progresión decreciente desde la cara
exterior al interior.
Antes de esa cementación , las planchas de acero contienen
ya de lo á 30 centésimas de carbono. Se las recubre de una
capa de carbón de huesos , muy rico en fósforo , y se calientan
en un horno hasta llegar á temperatura próxima á la fusión del
hierro. Así se facilita la absorción progresiva del carbono en
toda la masa , de tal manera que la plancha recibe próxima-
mente un i por 100 de carbono en la superficie, y la propor-
ción de carbono va decreciendo gradualmente hacia el interior
hasta tres décimas del espesor total. Con eso se consigue aún
otra ventaja, la de que no aparezca el llamado punto critico^ ó
sea la zona débil de soldadura que se presenta en las planchas
compound^ ó mixtas , entre la parte de hierro ó acero dulce y la
capa de acero duro. Terminada la cementación se deja enfriar
la plancha hasta el rojo sombrío, y después de limpiarla per-
fectamente, se la somete á un temple especial por aspersión de
agua fría sobre la cara carburada , operación de la que depende
en gran parte la resistencia.
De las experiencias llevadas á cabo en 1892 en Indian
Head, Portsmouth y Okchta y en 1893 en Govre, se dedujo la
gran superioridad de estas planchas de blindaje sobre todas las
conocidas, pues el mismo espesor da una tercera parte más de
resistencia á la penetración.
CAPÍTULO V.
El calibre en las piezas de costa.
Diferencia entre el armamento de las pÉazaa 7 «i -ce j*jc vir-^'j!, — ?. f^'^a
calibre en las p]axsa.-^Las caJ¿¿ra mie^iav — L» v.r^'sv^Jk. it^ \r , —
Aspecto económico del problema.
Por la íntima relación que titr.í:^ ca^ t; ir.v.v
mentó, hemos de tratar ligeramer:tít ír. Is.! v.r.v. *-
siones finales, de algunas de la? fj^jzA.\/Jz.*i\ ', .-t
hay que variar en los barcos, á cor.v^c.-r.'^ji df: ,a
enseñanza sacada del comí>at.*: ói y/<z,\,?.'/'» ':c
Cuba, sin que eso sujxjnga que pr<rt/;r,'I;irr.'>> W'z-
var la iniciativa reformadora á la arq^ite^.t .ra r^-
val, sino simplemente establecer el f/rincijvío, ríe
que necesita variaciones y que no es ajena á cuas
la instrucción que proporciona aquella bataila, \yf)X
más que las fases que ofrece su desarrollo, hayan
sido muy desiguales é incompletas.
Admitido que sea conveniente la reducción del
calibre de las piezas gruesas que monten los bar-
86 LA GUERRA HISPANOAMERICANA
eos , siempre que por ello no desmerezcan sus con-
diciones balísticas, ocurre pensar, si están en el
mismo caso las plazas de guerra, esto es, si tam-
bién en ellas es necesario ir en pos de la reducción
del calibre; mejor dicho, si es útil que la artillería
de costa, deseche los grandes calibres que ahora
emplea, substituyendo los cañones de 305 milíme-
tros, muy generalizados, por los de 24 ó 25 cm.
En nuestro concepto, algo cambia el aspecto
de la cuestión, según se trate de artillería naval
ó de artillería de costa.
Los principales fundamentos que abogan á fa-
vor de la reducción del calibre de las piezas que
se instalen en los barcos, son, la ventaja de redu-
cir el peso , la aceleración del tiro y la simplifica-
ción de los mecanismos de puntería.
Disminuir el peso de los cañones y montajes,
no parece necesidad de tanta fuerza, tratándose de
las piezas que se establezcan en tierra en posicio-
nes fijas, como en las montadas á bordo, pero la
simplificación de la carga, la aceleración del tiro,
convienen tanto en las baterías de costa como eii
los buques, y no debe perderse de vista ni dejar
de aprovecharse todo cuanto signifique adelanto
en la perfección de los aparatos de carga y de
puntería horizontal y vertical. '
piezas de todo ¿-zrjfn zuihzaIHít t^ -^ ;.-ii -=
defensa de ¡as c:*5C2¿ z-jcít^.l^ * : ..-.- t . - \
consigo ei ebsc^T. »: ir. tr.."r-.z." . r -Li-_~ -- n -
niciones, que en j:*: bi.'L:-r :•: .^ * ;—..-: -- - ^ -
vÍ3Íonani;enr«>s, L:.*? r-c íriirurrrinr-i . r :i-_ •
la capacidad de Ie zn: i j z-jt .^ -l:; ; -r.-^i _-
estabilidad cue rer-^rr± í=: :i::r--i. :.--- _-. v
el acopio de pczy^.T r^ j o. - ir-i^r i^ ;—
se desee, sia " — Lie. ííz: ic .rz-i^ : -i t: ^- ^
voluntad, y es3 i::«::¿-rr- ± iill ' :r::i. . ^ -r:.-_ -r:
favor del t¿r:> rL.^_i: i ift ;l iít^ i '-, -. : rr
trata de los gr2z.fi^ nliifistiT
Por manera., r-tt i:<:-i ji i;.£z '.:^.i¿
pronto y bkc. irrc £.^-i:ar-'^ i. ^ -^^.
costa.
Pero la CjcEti-.c ftzí zí.lzr-z ::l; : -r-,
bajo otro aspect-v, ¿ íilrr , lie* triít '%-i .
las piezas de c:»5ti, ^.-j^zz^t -'..-c :.: : r
proyectiles las c^'í^Hí.ix^t i jtt ir/^ ^# ..-.*- ,t
penetración ^7iz±y^:zrírz.z'
Para contestar hív -. ^ - i:' o: .r" -.v
problema.
El gran calibre, vi bt-i'j>: .-.: u.^i. ', ^*. v y^/i
los buques de con:bsj:.t -n tctr^-, ¿v v.— v**. r
acaso la opinión e¿t¿r -Lvr^í^ ^. ^. t *-'//•/
«■ « ^
^(..
'.-
^ ^',#'
'>// '^'
^^ LA GLXiULA HESPANO-AMERICANA
los gruesos cañones resuHa más moral que mate-
rial, pero en realidad hay que confesar que impo-
nen verdadero temor, porque, aún cuando se com-
prenda que no es tan fácil dar en el blanco móvil
tirando lentamente, también es evidente que si una
vez se tiene la suerte de poner un proyectil en buen
sitio, los resultados han de ser prodigiosos.
Ahora bien, ese efecto moral y material será
tanto mayor, cuanto más grande sea el calibre,
dentro de los límites racionales de manejabilidad y
de práctica del tiro. Por consecuencia, si rebajan-
do el actual calibre de 305 mm. á 24 cm. se pueden
conseguir con la nueva pieza energías iguales á las
que producía la de 305 mm. á favor del perfeccio-
namiento de la industria y del adelanto de las pól-
voras, es claro que si esos mismos perfecciona-
mientos y adelantos se aplican al calibre de 305
milímetros, los efectos han de crecer en relación
con los que proporcionaba la pieza de 24, y no es
despreciable cuanto tienda á aumentarlos, en estos
tiempos en que las planchas de blindaje van sos-
teniendo, con rivalidad empeñada, la lucha entre
el cañón y la coraza.
Y como además, nada impide en las obras de
vHvHtu tener algunos cañones de 305 mm. á la vez
Mue se dispv^ngii de otros, más numerosos si se
EL CAUBRE EN LAS PIEZAS DE COSTA 89
quiere, de 24 cm., de los que permitan el tiro
semirápido\ no se vé necesidad ni ventaja en re-
nunciar al gran calibre en las defensas terrestres.
Es casi innecesario agregar, que los combates
librados en la guerra hispano-americana, demues-
tran, que las obras de costa deben dotarse de nu-
merosas piezas de tiro rápido de calibres compren-
didos entre 12 y 20 cm., en la proporción que in-
dicaremos al tratar de las plazas de guerra y de
su organización armada.
Hay que cuidar mucho de no caer en la equi-
vocación de pensar, que con piezas de 15 cm., por
ejemplo, puede asegurarse la defensa. Esos caño-
nes de mediano calibre, tienen objeto marcado:
el de batir las superestructuras de los barcos, ro-
ciando sus cubiertas con una lluvia incesante de
explosiones, de balines de los shrapnels y de cas-
cos de las granadas, que siembren la muerte c in-
cendien las obras muertas, y eso, aunque sea muy
importante, no basta para contener la nave, ni
menos para apagar sus fuegos, ni mucho menos
para aniquilarla. Los expertos en la materia lo sa-
ben perfectamente, y conviene que también lo sepa
la njasa general de la opinión , que influye en gran
escala en todas las cosas, y que á veces, se ali-
menta de ilusiones.
90 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA
Bueno es hacer comprender á todos, ahora
que se trata de defender nuestras costas, que los
calibres medios no son suficientes para asegurar la
protección, y que en las baterías tienen que entrar
los calibres más grandes, al menos desde 20 á
25 cm., para poder perforar las cubiertas y las
corazas verticales de los buques enemigos, llegán-
doles al corazón y i las máquinas, á los comparti-
mentos debajo de la línea de flotación, sin cuyos
efectos no se conseguirá, por lo general, ven-
cerlos.
Machacamos tanto acerca de esto, porque he-
mos tenido ocasión de observar, que la generali-
dad de las gentes, descansan tranquilas y satisfe-
chas, cuando ven que se sitúan en batería algunas
piezas de mediano calibre , creyendo que con ellas
queda la plaza á cubierto de toda agresión. ¡Triste
sería el desengaño, el día de la lucha!
Tampoco debemos dejar en silencio, que en
las defensas de los puertos entran muy principal-
mente los obuses y morteros rayados, y en éstos,
el gran calibre aumenta de un modo preciso y con-
siderable el efecto de los proyectiles, de modo que
no es ventajoso pensar en reducirlo, ya que no
complica tanto las maniobras de carga y puntería,
como en los cañones de tiro directo.
EL CALIBRE EN LAS PELZA5 !•£ Z .*fT h í
La eficacia de los fuegos e^rr:^, a:-r:'tc::L c.c
el peso del proyectil y en oDniecrjtnr-Á c:c el =*_. -
bre, porque en ellos, la vel«>¿'iad es rcl^r .íjti rTiic
pequeña ; la masa es el factor c\jt n^s jir . • c írr^
el efecto útil, y como al reducir el zzlTz/rt s^ rtrí^i^t
el peso, resultaría rebajado el efcct?
Quiere decir esto, que en los rris-risr:^ r- :^:c-
viene reducir el calibre, ni tan::»^^ lo tx-rt :.»t-
rentoriamente su ser\icio ea fuec>- L^ -zj^.rr-t^
que aun cuando se merme el calare d-t I,»* ni-
ñones, siempre persistirá la nece5.£¿.i de sm^ítr-
var los glandes calibres de los ni-ntr:*? y ',^«'
ses, complicando la cue5ti«l^n del a:-:nl~ ..z^-n-c^.i:-.
puesto que se ha conseguido que ni.rter^ y :s.- ,i
disparen idéntico proyectil, y en la.^ b^if ^? -^e
costa debe buscarse ante todo ¡a ser.ií.lez. la. -.r.'
pliíicación, que es factor de victoria, en t^r.t./ '. ,';
lo que complica y dificulta, supone ltr.:.:-'í 'in •/.
fuego, que, al demorar la corre ce lín d-A Uro. au-
menta las probabilidades de la derrota.
Concretando: la reducción del c^Lr^re 'le '//\
cañones gruesos que se monten en los baro-y-,. ¡ca-
rece tener indiscutible venta'a. Re-.:/ecV/ á ;-/ ^al
reducción de calibre en las piezas que -x: ir, tUi'rn
en las baterías de costa, el caso que/la red ,'Jdo k
un problema de tiro y de economía, ly/» Uííj^/ím/»,
92 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A
de gran calibre, hoy reglamentarios para esas ba-
terías, hacen fuego con excesiva lentitud. Difícil-
mente llega á conseguirse que el tiempo transcu-
rrido entre disparo y disparo sea mucho menor de
ocho minutos, aun con personal instruidísimo en
el manejo de las grandes piezas. En esas condi-
ciones, evidente resulta, que la corrección del tiro y
ha de hacerse muy penosa y larga, á menos que
cada batería no tuviese considerable número de
cañones con fuegos sobre la misma zona maríti-
ma, para poder rectificar un disparo con el ante-
rior, lo que la obligada ecoiwmia, tan imperiosa
entre nosotros, seguramente no permitirá. ¿Puede
llegarse á mayor rapidez en la corrección del tiro,
rebajando el calibre, sin que por ello sufra menos-
cabo el efecto de los proyectiles? Si la industria
contesta favorable y afirmativamente con hechos
reales á esa pregunta, entonces, no habrá tampo-
co gran cosa que oponer á la reducción del cali-
bre en las baterías de costa.
Para nosotros, sería esa una buena solución,
porque la nota económica á que antes nos refe-
ríamos, ha de perseguirnos como la sombra á la
luz, y no permitirá prodigar el número de piezas
de un modo considerable. Por desgracia^ en esta
desdichada Patria, se regatean de tal modo los
EL CALIBRE EN LAS PIIZA- I L _ -- *
presupuestos de guerra, aun tratínf-.-r^t í-t ^ iit-
fensa nacional, que no se puede a.r:r:tttT - .-::;.-i
plan sin contar con la cortapisa ce r^'*ir ^'.o:
Y así resulta, que se gasta en -.ít-^- -. e-^e^ *•%
que debería darse de un golpe, y c -t. c»'-- e^ -u*-
tema tan poco práctico, nunca tenírt-r.-.-r p-li-Vs-»
de guerra que merezcan tal cimbre y i.tt^.^rt «s,\;
cogerá la noche.
Guíanos honrado pensamiento ü ^^ir'^.z e-¿.i
palabras. Demasiado comprenden: 0^5 -: -t Iá N"í.v! -n
está pobre y abatida, y que \'j^ ia:r:f.i:.': i-e ^
le exigen, cuestan penosas prr.adine-,, m-^-r. p-.r
encima de todo, está el ínteres £ur.ren:i de ia Pá-
tria, el instinto de propia cc/n^er/ac: .n . q^e ce-
manda inmediatas y completas medidas ce de-
fensa.
La lección que hemos recibido, ha sido tremen-
da, es de esas que no pueden olvídarse.
¿Escarmentaremos.'
»
_ .1
CAPITULO VI.
Distancias de combate.
Alcances máximos. — Necesidad de acortar las discasciat ca o c.va.tJú<*we. —
Distancias de combate en Santia£;o de Coba y Mar.r^a — I^yic-^t^CAt c«
aplicación de las grandes distancia»
La distancia á que han de resolvere los com-
bates: hé ahí uno de los temas que má? se dis-
cuten al conjeturar acerca de las luchas navales
del porvenir ó al establecer prejuicios s^jbre el
ataque de las plazas por las escuadras.
Los cañones modernos, tienen alcances eficaces
superiores á lo ó 12.000 m., pero ; puede espe-
rarse que los combates se resuelvan á esas gran-
des distancias?
Sin necesidad de que la sanción práctica venga
á dar el fallo, la opinión fundada, había ya conve-
nido en que para decidir los combates, era indis-
pensable acercarse más, llegar á los 4 ó 6.000 me-
tros y tal vez á distancias aún menores.
No son los hechos de la guerra hispano-ameri-
96 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA
cana — volvemos á decirlo — de aquellos que per-
miten sentar jurisprudencia fija é incontrovertible,
mas , tampoco dejan de representar enseñanzas en
lo que se refiere á esta materia.
Ni aún para proceder al bombardeo, consideró
el Almirante Sampson que podía sacar partido de
sus barcos á las distancias enormes que represen-
tan el alcance máximo de los cañones. Todas las
veces que rompió el fuego, aplicó, por el contra-
rio, distancias de tiro sumamente reducidas en re-
lación al alcance máximo.
¿Es debido eso, á que para dar con más pro-
babilidades en el blanco enemigo , sea preciso acor-
tar el espacio, ver mejor , ver más de cerca, ú obe-
dece el hecho á que nuestras plazas atacadas y
nuestras escuadras destruidas, por consecuencia
de su inferioridad ofensiva, diesen facilidades á los
buques americanos para acercarse tanto?
De todo puede haber; pero no cabe duda, que
mucho influyó la primera de esas dos hipótesis,
esto es, la de que para decidir los combates hay
que acortar las distancias. No importa que los pri-
meros disparos se crucen á largo alcance, el caso
es que el resultado decisivo, exige que vayan á
buscarse los c^ontendientes y hasta, con frecuencia,
llegar al cuerpo á cuerpo, y á esta regla, que es
DISTANCIAS DE COMBATE
norma invariable de todas las peleas eticarT:..:z.í
de los hombres, han de venir asinii^nx) 2 h.-rr^-
terse las que tengan lugar entre barco y bsr::.'- •-.
entre plaza y escuadra, por hombres al ñ:: c.^;--
das. El llamado duelo de artillería, t;et:e ^-cí \.t^
ser, tíí«<?/<:? avanzado.
Veamos ahora en qué relación de círtsr-r.í-t *«
verificaron los combates navales de Sartia-irc. d^
Cuba y de Manila.
El fuego empezó en el primero de ¡c/s rr-*r.c:v
nados combates, próximamente á 5.5CO m.: eritr^:
2.000 y 2.500 m. fueron despedazados co^ cr-oc-
ros y los dos destroyers.
Dice el Comodoro Schley, que vr.^T.fí:c^j2. cl
Brooklin, que combatió á distancias compren*i>ia-í
entre 2.700 y i.ooo m.
El Comandante Philip del Texas, aduce que se
hallaba al salir la escuadra de Cervera, á 4. 500
metros del Morro y que, en cuanto el Teresa abrió
el fuego, le contestó con los cañones de grueso ca-
libre á 3.800 m.
El Comandante Taylor del Indiana, expone
que las distancias á que tiró variaron entre 4.000
y 2.700 m.
El del Oregon M. Clark, rompió el fuego á
igual distancia.
Tomo I 7
98 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA
El del New-York M. Chadwick, no expresa las
distancias.
El del lowa, M. Evans, dice: «A las 9 y 40
minutos rompimos el fuego sobre el Infanta á
5.400 m., pero ésta disminuyó rápidamente hasta
2.200 m. y después á 1.800 y i.ioo ra. Viendo
que el Infanta Teresa nos pasaba, viramos y le en-
viamos una andanada á 2.200 m., y después otra
á 1.600 y otra tercera á 1.250 m., virando cada
vez, y empleando toda nuestra artillería, incluso
la de tiro rápido.
» Desde que divisamos los dos desiroyers, rom-
pimos fuego sobre ellos con las piezas ligeras va-
riando la distancia entre 3.600 y 4.000 m.»
Al terminar el combate la distancia de tiro era
de 1. 100 á 1. 000 m. entre el Brooklyn y el Viz-
caya.
Si buscamos datos en el combate naval déla
bahía de Manila, encontramos, que el Almirante
Dewey dice en su parte que las distancias de com-
bate variaron entre 4.000 y 1.500 m.
No se registran por tanto, en estos combates,
distancias superiores á 5.500 m.
Es exacto, que desde los comienzos de la bata-
lla naval de Santiago de Cuba, los barcos de la
escuadra americana se hallaban en situación á pro-
DISTANCIAS DE COMBATE Mii
pósito para romper el fuego á cortas distancias,
porque podían acercarse á 5.000 m. del Morro,
desenfilados ó fuera dd alcance de las piezas Hon-
toria de la Socapa, y aún desafiar el fuego de éstas.
Con otra plaza mejor artillada, no hubiesen po-
dido hacer eso, y por lo tanto, se habrían visto
obligados á iniciar el combate desde distancias su-
periores á 10.000 m.
No puede por eso, tomarse por base absolu-
tamente fija, la que da la cifra de 2.000 á 4.000
metros como término medio de las distancias á
que se han de resolver los combates navales ; pero,
en favor de la pequeña distancia, hay otro argu-
mento de valor, que es, el de que los cañones de
grueso calibre perforan mejor las fajas acorazadas
á esas distancias relativamente cortas, que su tiro
es más seguro, que los aparatos telemétricos, de-
pendientes de la vista del hombre, aprecian mejor
y dan menos error, que los ángulos de caída de
los proyectiles son más pequeños cuanto menor es
la distancia, y que los cañones de tiro rápido de
pequeño calibre, que tanto papel juegan en el com-
bate, no tienen alcances superiores á 4.000 m.
Interesantísimas son las conclusiones que, acer-
ca de esta cuestión, publica en un periódico de
Christhianía, el Capitán Stang, de la artillería no-
100 LA GUERRA HISPANO -AMERICANA
ruega, enviado por su gobierno para estudiar sobre
el terreno la guerra hispano-americana, tanto, que
aún cuando hemos de volver á insistir acerca de
ellas al tratar de la organización de las plazas, no
podemos resistir al deseo de condensarlas aquí,
por el contacto que tienen con las distancias de
tiro.
El Capitán Stang, examinó los efectos del
bombardeo en Santiago de Cuba, y San Juan de
Puerto-Rico, inmediatamente después de la rendi-
ción, y hé aquí lo que dice acerca del efecto de
los proyectiles y de las distancias de combate:
«Los fuertes de San Juan de Puerto-Rico, es-
taban débilmente artillados, hasta el punto de que
los cañones no eran capaces de perforar las grue-
sas corazas de los barcos; no tenían ningún cañón
de tiro rápido. El armamento de los fuertes resul-
taba muy inferior al de los buques que bombardea-
ban. Las baterías, eran en su mayoría de piedra,
sobre la cual los cañones modernos de la marina
americana hubieran podido producir grandes estra-
gos. No fué así; el efecto del tiro se redujo á un
solo cañón puesto fuera de servicio y á un artillero
muerto. Ninguno ó muy escaso efecto produjeron
los proyectiles sobre las baterías. En la ciudad,
situada detrás de ellas, resultaron desperfectos en
DISTANCIAS DE COMBATE 101
algunas casas. Muchos proyectiles pasaron por en-
cima de los fuertes y cayeron en el puerto. La
flota del Almirante Sampson, bombardeaba desde
la distancia de 2.000 m. Los buques se mantu-
vieron continuamente en movimiento describiendo
una especie de elipse. Durante el tiro, que duró
tres horas, soplaba ligera brisa del E., y el mar
estaba poco agitado.»
Deduce el Capitán Stang , que la precisión del
tiro de los buques, más allá de i.ooo ;//., es suma-
mente pequeña, si no está el mur completamente
tranquilo,
«El fuego de los españoles, tampoco hizo gran
mella en los barcos americanos, que tuvieron dos
muertos y siete heridos. Un monitor fué alcanzado
y tuvieron que remolcarlo fuera de las aguas del
combate : ellos pretenden que esa retirada obede-
ció únicamente á avería en la máquina » .
«En Santiago de Cuba, los fuertes — prosigue
el Capitán Stang — hallábanse aún peor artillados
que en San Juan de Puerto-Rico; en la meseta del
Morro, sólo había cinco cañones viejos de bronce
de 16 cm. y dos obuses de 21 cm. modelo anti-
guo; eUcastillo del Morro, tenía dos cañones liso3
y algunos obuses del mismo género , que era im-
posible utilizar; aunque algo mejor, el armamento
102 LA GUERRA HISPAN O- AMERICANA
de los otros dos fuertes (La Socapa y Punta Gorda)
era igualmente muy débil, y, sin embargo, la ar-
tillcria de esas obras, impidió durante muchos dias
á los grandes buques americanos, admirablemente
armados, la entrada en el puerto. La importancia
del parapeto de tierra de las baterías ofrece parti-
cular interés; proyectil tras proyectil, daban en el
terraplén, y, rebotando allí, pasaban por encima
de la batería. Ni aún los cañones de dinamita del
Vesubius llegaron á causar más que daños relati-
vamente pequeños» (i).
Consideramos muy atinadas esas observado-
nes del Capitán Stang.
Las grandes distancias, prevalecerán en tos
comienzos de los combates, pero la resolución de
los encuentros, tendrá por fuerza que realizarse á
distancias relativamente cortas.
Así ha sucedido en el bombardeo de Alejan-
(l) Estos asunlosson <ie Iranscendenlal interés, y serín oi-
jeto de nuestra predilecta atencifln al tratar de la defensa de
tas costas, donde 'analizaremos los datos propios j haremos
notar las ventajas que se derivan del valor del ángulo de caíiJ"
debido á la diferencia de nivel entre los buques y las balerli^-
leseta del Morro está á 65 m. sobre el nivel del mar. Kc'
IOS que en este libro , sólo aprovechamos esa opiniún, c
iboraciún de <^ae las distancias á que los combates se n-
r reducidas.
DISTAN _ULS 1 1 I,'»t3tri .»
dría por la escuadra ínir--=sa: eü ±i z^itr/zuzt uzi
Yalü, entre chinos v jacinese?. v iIinrL ±n. »-4
combates navales v !>:::: b¿rie:.'i fe '^i-zl? í : ..t
dio lugar la guena hi5píiz«>2.:i:-er:>r2-::a r.e fií •?
casos prácticos mas recientes q-e ^i-e-ií^i - .t.^'-t
como ejemplo.
CAPITULO VIL
Los proyectiles.
keo. — Los pToycctila ÍDCcodíariot,^ ProyeclilB del cañóa atumálico^
Mucho se ha fantaseado acerca de la calidad
de los proyectiles disparados por la escuadra ame-
- ricana contra nuestras plazas y nuestros barcos.
Las noticias que vamos á publicar, pertenecen
por completo al campo de la verdad, por referirse
á modelos recogidos personalmente sobre el terre-
no del combate, por el autor de este libro ó por
compañeros de Cuerpo.
En asunto tan controvertido, nos parece con-
■ veniente no acudir á otras fuentes de información
que las que dimanan del propio esfuerzo. Hacer
relato sencillo, exacto y de general alcance, de las
enseñanzas que se derivan de la guerra hispano-
americana; hé ahí la esencia de nuestra obra.
I» LA GUERRA HISPANO-AMERICANA
A raíz del combate de Cárdenas, d 12 de
Mayo de 1898, tuvimos ocasión de recofrer los
sitios donde cayeron más proyectiles y reunir va-
rios ejemplares de los que disparó el enemigo
contra aquella dudad indefensa, desprovista de
baterías de ningún género que pudieran responder
á' la bárbara agresión (i).
Xo obstante, los americanos hablan de aquel
hecho refiriéndose con la mayor frescura á las ba-
terías de la costa y 2I fuego mortífero que de ellas
recibían y y es justo que aprovechemos esta oca-
sión para desmentir, en absoluto, tan descomunal
falsía.
El Army atid Navy Journal del 7 de Enero
de 1899, pág. 445, dice, que la crítica del Al-
mirante Plueddington y otros, acerca del uso de
los torpederos en el ataque de las fortificaciones
de costa, ha producido una réplica del Teniente
Henry Me. Crea, de la Armada americana, quien
(i) El héroe de este combate, fué el Teniente de navio don
Domingo Montes, que con su pequeño cañonero Antonio Lófti,
sostuvo la defensa contra cuatro poderosos buques haciéndoles
retirarse y resultando su barco completamente acribillado. Es,
sin duda, una brillantísima página para la Marina española.
Pocas veces se justificaría mejor una cruz laureada que en el
pecho del Teniente Montes.
LOS PROYECTILES 107
era el Oficial de derrota del cañonero Machías en
el bombardeo de Cárdenas, durante el cual el tor-
pedero Winslow quedó inutilizado, y el Oficial de
ensing, M. Bagley y cuatro marineros muertos.
Aduce Me. Crea, que los hechos han sido mistifi-
cados ó mal entendidos; que no había intención
de aplicar el Winslow para el uso indicado, pero
que la mañana era neblinosa y el Comandante del
Wilmington, M. Todd, no vio al ir avante de
través, los cañoneros españoles, mezclados con
otros barcos mercantes entre los muelles. Enton-
ces dio al Teniente Bernadon, Comandante del
Winslow, la orden siguiente: Adelante unos cientos
de yardas y vea si están los cañoneros españoles á
la izquierda del edificio amarillo. El Winslow efec-
tuó el avance y vino á colocarse precisamente al
lado de una de las boyas que señalaban la distan-
da de tiro de una fiueva batería española (!J, reci-
biendo el formidable fuego de ésta. Pudo entonces
Bernadon dar máquina atrás y quedar fuera del al-
cance y en salvo; pero llevado de un celo extre-
mado, contestó al fuego con su cañón de 37 milí-
metros. Este tenía poco efecto, en tanto que dos ó
tres proyectiles de las baterías de la costa, podrían
hacer pedazos al barco. El Comodoro Todd rom-
pió desde el Wilmington \m fuego terrible sobre la
108 LA GUERRA UISPANO-AMERICANA
batería, reduciéndola al silencio, lo que permitió al
Htídson poner al Winslow en salvo. Para aquella
operación era propio el Winslaiv, por su poco
calado. Se sabe — prosigue Me. Crea — que las es-
cuadras tienen que llevar barcos de esa clase para
tales reconocimientos, pero cuando no los hay se
ataca con lo que se tiene á mano».
Allá se las arreglen los americanos, en esa dis-
cusión peregrina de atacar obras de defensa de
costa con torpederos, punto que no resiste segu-
ramente la más leve crítica; por nuestra parte,
nos importa consignar que todo eso de baterías
de costa es pura fábula. En Cárdenas no había
en tierra, cuando atacaron los barcos america-
nos, ni una sola batería nueva ni vieja, ni ningún
cañón de calibre pequeño ó grande, ni siquiera
piezas de artillería de montaña. El que esto es-
cribe, fué comisionado al día siguiente del combate
para conducir á Cárdenas y situar en las riberas
de aquella bahía, dos morteros de bronce cónicos
de 32 cm., dos cañones de bronce de 8 cm. Cr. y
cuatro cañones de bronce comprimido de 9 centí-
metros, construyéndose al efecto las baterías, y,
por lo tanto, mal podían haber hecho fuego el día
anterior, que no existía en Cárdenas ninguna pieza,
y que sólo sostuvo la lucha el cañonero Antonio
LOS PROYECTILES 109
López, Por cierto que los americanos, no intenta-
ron volver por la revancha.
Y hecha esta ligera digresión, que pruébala
verosimilitud de los relatos yankees y el grado de
desconfianza con que hay que acogerlos, volvamos
á ocuparnos del tema de este capítulo.
Los proyectiles que hemos examinado, proce-
dentes del bombardeo de Cárdenas ( 1 1 de Mayo),
son de lo cm. y de 57 y 37 mm. Tuvimos ocasión
de estudiar otro de 20 cm. de los disparados con-
tra Matanzas (27 de Abril), y otros de 1 5 cm. que
fueron aplicados en destrozar é incendiar el tras-
atlántico Alfonso XII y embarrancado en el puerto
del Mariel. A la vista hemos tenido numerosos
cascos de proyectiles disparados contra esos mis-
mos puntos y contra Cienfuegos, Santiago de
Cuba, Tunas, Manzanillo, etc.
Elegimos como tipo, para dar idea de la es-
tructura de estos proyectiles, el que representa el
plano que publicamos, que diseña uno de 20 cen-
tímetros, esto es, de las piezas cuyos efectos han
sido más ensalzados en el combate naval de San-
tiago de Cuba, y á las que los americanos atribu-
yen el papel principal eit la destrucción de nuestra
escuadra.
Son de acero. Los perforantes llevan la ojiva
lio LA GUERRA fflSPANO-AMERICANA
endurecida, revelando haber sido fundida en ma-
trices metálicas; tienen gran capacidad, y el ánima
parece haberse obtenido por embutición. Todos
los que hemos descargado, contenían pólvora fina
de caza, algo parduzca, apisonada, muy rompe-
dora y viva, y que al arder produce mucha llama.
La explosión se efectúa por lo general en tiras
longitudinales, escupiendo, casi siempre, el culote
completo, cortado á raíz, y quedando suelto como
si fuera una gruesa arandela. Se recogieron mu-
chos sin reventar, por defecto de las espoletas.
El proyectil á que se refiere el dibujo, lleva el
culote separado y sujeto á rosca, y en el centro de
él va el alojamiento para la espoleta, que también
aparece en el plano. Esta es de percusión, muy
parecida á la antiguamente reglamentaria en nues-
tra Artillería, y la abundancia de proyectiles. cogi-
dos sin explotar hace su apología. En los de lO
centímetros , no está el culote superpuesto á rosca,
sino que más bien se nota en el corte, que ha sido
soldado y embutido á presión , después de haber
obtenido por embutición el hueco interior del pro-
yectil. Los de 57 y 37 mm. no presentan diferen-
cias esenciales con los nuestros de igual clase.
Todos, lo mismo los de grueso calibre que los de
pequeño, llevan una sola banda de forzamiento y
o, I02 KG,
LOS PROYECTILES lU
parecen muy bien construidos. Principalmente la
calidad de la fundición y forja y la gama de endu-
recimiento de las ojivas, que se nota troceándolos,
son inmejorables, y dicen muy alto en favor de
las fábricas de donde salieron. No así las espole-
tas, que, según antes indicamos, son toscas y de-
fectuosas.
Hablase mucho también de proyectiles incen-
diarios. Muy queridos amigos nuestros, asegu-
ran que existieron en el combate de Santiago de
Cuba (i). No hemos podido examinar ningún ejem-
plar, pero hemos de hacer constar, que las gra-
nadas ordinarias y los mismos proyectiles perfo-
rantes, con su gran carga explosiva, producen se-
guros incendios de gran intensidad, si explotan
entre construcciones de madera y de otras materias
combustibles. Los barcos de nuestra escuadra, que
pudimos visitar en puerto, tenían excesiva canti-
dad de maderamen en las cámaras, camarotes y
obra muerta y no es extraño que las explosiones
de los proyectiles enemigos causasen incendios,
rápidamente incrementados por la dificultad de
(i) En un libro publicado acerca de este combate por un
Cabo de mar que en él tomó parte se lee c que las granadas
llevaban dentro una gasa ó tela impregnada de un liquido ama"
rUlo que producía el incendio».
112 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA
apagarlos, debido á la rotura de los tubos de con-
ducción de agua que para esos casos existen á
bordo. En el Mariel, el trasatlántico Alfonso XII,
fué rápidamente incendiado por los proyectiles que
le dispararon los barcos bloqueadores, y entre los
cascos y modelos sin explotar que se recogieron,
no se veía huella de otra cosa que de granadas or-
dinarias y perforantes.
De otro lado, no está fuera de lugar recordar
que los proyectiles cargados con explosivos fuer-
tes, son de muy peligrosa aplicación en los caño-
nes de tiro directo que sufren grandes presiones
en el momento del disparo.
Así vemos, que los americanos llevaron frente
á Cuba, al cañonero Vesubius, único en su género,
que va armado con tres cañones neumáticos siste-
ma Zalinski, con los cuales pueden dispararse sin
riesgo grandes proyectiles llenos de dinamita y de
gelatina explosiva.
Hacia el año 1888, en ocasión en que realizá-
bamos una comisión del servicio en los Estados-
Unidos, pudimos ver de cerca este buque y sus
cañones neumáticos, entonces en construcción.
Recordamos que fué con motivo de una visita al
arsenal de Cramp de Filadelfia, en la que acom-
pañamos al sabio y competente marino D. Manuel
alcance se regula variando la presión del aire com-
primido. El calibre de estas piezas es de 1 5 centí-
metros, y los proyectiles consisten en largos tubos
de latón, llenos de gelatina explosiva y provistos
de una rabiza lastrada, para asegurar su posición
en la trayectoria. Las espoletas son eléctricas. Con-
sisten en una piüta ingeniosísima, que se pone en
actividad al contacto con el agua del mar, de modo
que el proyectil hace explosión al sumergirse, y
sus efectos son de gran eficacia por desarrollarse
bajo la línea de flotación. El tiro de estos cañones
es muy incierto. Los americanos los emplearon
contra las obras de defensa terrestre de Santiago
de Cuba , y, acerca de sus resultados , dice el Te-
niente de navio seftor Muller, que el día 23 de Ju-
nio figuraba el Vesubius entre los buques que ba-
rreaban la entrada de Santiago de Cuba; el mismo
día, á las once de la noche, arrojó este barco dos
proyectiles de dinamita sobre el puerto, sin que
causaran novedad; el día 25, á la misma hora, dis-
paró otros dos proyectiles de dinamita; uno des-
■ ■ ■*:
114 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA
trozó completamente la casa de los torreros en la
meseta del Morro, otro hizo grandes desperfectos
en la fortaleza hiriendo á tres marineros del Mer-
cedes y á un soldado de la guarnición; la noche
del 26, disparó ft-es proyectiles de dinamita, sin
causar dafto alguno, por haber caído, aunque den-
tro del puerto, en el agua.
«El Vesubius todas las noches y con una regu-
laridad notable, entre doce y una, lanzaba sus tres
bombas de dinamita sobre las baterías de la boca,
con la mayor humanidad posible, pues no se olvi-
dará que- tal ha sido el pretexto de esta guerra.
Para ello se aproximaba á la costa, acompañado
de otro buque, generalmente de un acorazado,
porque él solo sirve para ofender, pero no tiene
cualidades defensivas, y al estar á distancia con-
veniente disparaba los tres tubos á intervalos igua-
les. Si el proyectil caía cerca de una batería su
ruina era segura, pues es necesario ver el efecto
de esos proyectiles para comprenderlos. Feliz-
mente parece que no son muy seguros ni su al-
cance ni su dirección».
Los nuevos cañones neumáticos montados en
Sandy-Hook y en San Francisco de California,
son mucho más perfectos que estos del Vesubius.
Han sido probados en el polígono de Shoeburiness,
116 LA GUERRA HISPANOAMERICANA
riores á los del contrario, pero eso, no puede ser
argumento para deducir que los del enemigo fue-
sen superiores á todo lo conocido. Precisamente,
esa inferioridad nuestra ha sido causa de que resal-
ten más los recursos de los americanos, sin que
esto quiera dar á entender que su tiro respondiera
mal, pues sacaron crédito en lo que atañe al traba-
jo mecánico producido sobre las corazas: el efecto
material del combate quedó á buena altura, y vie-
ne á ser una garantía del empleo del acero cro-
mado en la fabricación de proyectiles perforantes,
caso conocido, porque las experiencias realizadas
en los polígonos de prueba, habían plenamente
sancionado la bondad de la liga metálica del acero
con el cromo.
tres de proa y popa.
El Furor y el Plutón, fueron pronto despeda-
Kidos por el fuego rápido concentrado sobre ellos
por la mayoría de los buques americanos, que, al
aproximarse á los cruceros nuestros, vinieron á
118
LA GUERRA HISPANOAMERICANA
cogerlos cerca, en el momento en que desemboca-
ban de la bahía, pues eran los que salían detrás (i).
Almirante Oquendo (2). — Es, según se vé en el
diagrama, en el que más impactos se descubren.
(i) Estos dos pequefios buques, perdieron las dos terceras
partes de la tripulación. £1 Comandante del Furor D. Francisco
Arderíus y Rodríguez , recibió 1 1 heridas y el Jefe de los eUs-
iroyers D. Fernando Villaamil , resultó muerto. Instruyese juicio
contradictorio para otorgarles la cruz laureada.
Relación del personal fallecido , herido y prisionero en el com-
bate del s de Julio de i8g8 , de la escuadra del Excmo, Señor
D, Pascual Cervera,
BUQUES
Heridos
y
contusos.
Muertos
y des-
aparecidos.
Prisione-
ros.
DoU-
ciones.
Totales.
Infanta María Teresa. .
Cristóbal Colón
Vizcaya
24
19
73
64
8
9
76
29
75-
121
17
14
422
482
325
288
48
50
522
530
473
473
73
73
Almirante Oquendo...
Plutón
Furor. . . ;
197
332 {a)
1.615
2.144
Dolorosos son esos números, pero no debemos dejar de
consignarlos, para que su recuerdo atormentante, sea el acicate
que sientan de continuo nuestros hombres de Estado y que les
impulse á remediar las causas de tan hórrida catástrofe.
(2) Mandaba este crucero, el Capitán de navio D. Juan
(«) En los desaparecidos deben estar comprendidos muchos que se aho-
garon.
^ites dá\
1
7¿¿és de ¿a- esauzí/ra. tíe (¿rvem.
J
Maaü7 caído
s Bsir/hor. .
aitvrsa.
'ór§a
gundo cañón de 14 cm., haciendo explosión y pro-
Bautisla Lazaga. Los supervivientes, reñeien haberle visto
el puente, en los últimos momentos, y que alli sucumbid c
ron la cubierta y salieron por estribor con 1
de 45°, cortando los tubos de conducción da
para las bocas contra incendios. Resultó 1
cortado el colector de vapor de estribor, parí
dose la máquina de este lado y quemando i
sonal de la misma.
Dos proyectiles de 30 cm. penetraron,
bajo de otro, con ángulo de 45° con la normal, a
atrás hacia adelante, en popa, bajo la cubierta, I
haciendo explosión en el almacén de torpedos,
cortando los barrotes de la cubierta superior y
produciendo á estribor una brecha de 37 cm. cua-
drados, destruyendo todo lo que había en este
local.
El palo militar de proa, quedó tronchado por
un proyectil y cayó sobre el puente.
Vizcaya. — Un proyectil de 57 mm. atravesó
la torre de popa, á la altura de la cubierta supe-
rior. Otro del mismo calibre y otro de 12 cm. atra-
vesaron la superestructura de parte á parte. La di-
122
LA GUERRA HISPANO-AMERICANA
có entre ella y la torre de popa, matando é hirien-
do bastantes hombres y produciendo enormes des-
trozos.
La circunstancia de estar el buque sumergido
en gran parte, había impedido el examen minu-
cioso bajo la línea de flotación.
Dediquemos ahora ligero examen al combate
naval de Manila (i).
En Filipinas, nuestra escuadra tenía el siguien-
te armamento :
Isla db Luzón.
Crucero proUgido de 2.^
Casco de acero.
Isla db Cuba.
Crttcero protegido de 2,^ \
Casco de acero.
Reina Cristina,
Crucero no protegido.
Casco de hierro.
Desplazamiento *.. ton. 1.045
Protección en la cubierta mm. 62
Cañones de 12 cm 4
■:— deSTmm. t. r 2
— de 37 » t. r 3
Ametralladcras de 11 mm 1
Tubos lanza* torpedos 3
Desplazamiento ton. 1.045
Protección en la cubierta mm. 62
Cañones de 12 cm 4
— de57mm. t.r 2
— de 37 » tr 3
Ametralladoras de 11 mm 1
Tubos lanza-torpedos 3
Desplazamiento ton. 3.520
Cañones de 16 cm 6
— de 57 mm. t. r 3
— de 42 » t. r 2
— de 7 cm 2
— de 37 mm 6
Ametralladoras de 11 mm 2
Tubos lanza-torpedos 5
(i) De la defensa terrestre, nos ocuparemos en su oportu
s na /rtUeiá^.
Ametralladoiu dt 11 mi
Don JUAB DE AusiWA. \ de
Cuaco de hierro. I — **e 2
Casco dthii
DespLuaiui
'protegido^
rnallid<
¡ DespLuaiuieatú ,..,,.^.*^,
nopraífgidg^ í
Mahquís cbl Dubro,
Crmtra m tmttpás.
Cuco de hiena.
.mtliilladaru de 25 mi
— de 11 ■
Dcipluamiei
\ Cafiones de 16 COI. laTsucargí) , . . . .
¡ — de 12 ■ (hroDce Ídem)..
nidad. Adquieren carácter ¿pico en estos combates las proezas
del Teniepte de Artülería D. Valentín Valera.
EFECTOS DEL TIRO 125
' Desplazaniiento. tan. 1.710
aclbaa 6
Concoxol ^^
— de 57 mm. L r 2
Casco de aceto. — de 37 » L r. 5
AmetraUadoTas. 2
IDcsplaraoúento. ton. 892
Cañones de 15 cm 4
— de 57 nun. L r 2
— de 37 » L r 3
Ametralladoras 2
Basta pasar la vista por esos datos, para con-
vencerse de la gran superioridad protectriz y ofen-
siva de la escuadra americana con respecto á la
nuestra. Tan sólo el Ofympia, verdadero buque de
cómbate, que llevaba, así como el Raleigh, caño-
nes de tiro rápido de 12 mm., constituían núcleo
poderoso de fuerza, sin contar los cañones de 20
centímetros de gran alcance y efecto.
Los detalles que vamos á consignar, acerca del
efecto del tiro en el combate naval de la bahía de
Manila, pertenecen á un artículo publicado por
Tke Enginéer, en el que se relacionan los que su-
frieron nuestros buques, Reina Cristina y Castilla
y Don Juan de Austria,
Allí, el trabajo destructor más principal, lo
atribuyen los americanos á sus cañones de 1 5 cen-
tímetros (6 pulgadas), pero también en este hecho
suenan los cañones de 20 cm. (8 pulgadas) dentro
de la apoteosis ^uma, tanto que el Capitán Gridley
Oñcialo.
Olicula
OasHi..
Allí murió el Comandnnte del Rtina Cristina D. Luis Ca-
is desde
Qii furio-
Idlmentc
i, y toifo
s de fós'
en esto,
Irte, por
o del 16
;fiere un
la (I P de
de Abril)
s efectos
gando al
!las, ban-
una pala-
podía ar-
El ejem-
que prc-
Cuba, ni
;s de esta
De suer-
te que esta arma, que parece tan temible é infunde
tanto espanto á los acorazados, dicen los peritos,
ahora, que constituye un peligro mayor para los
armas, comparados con el número de muertos y
heridos y con la clase de las heridas, especificando
si dejaban ó no fuera de combate, según el lugar
del cuerpo en que se recibieran, es trabajo impor-
tante que conviene sea acometido por los que tie-
nen viva la impresión recibida sobre el campo de
En cuanto á los combates en tierra, puede
añrmarse que el humo delata las posiciones. Su
que uispurauan cun poivura sin numo u uc puiu
humo, despistaron más de una vez el tiro del ene-
migo. Los tiradores armados de Mauser, también,
gracias á la pólvora sin humo, consiguieron ven-
tajas, porque los americanos tardaban mucho
tiempo en darse cuenta de las posiciones que ocu-
paban nuestras tropas (i).
Todas las dificultades de apreciación, antes
enunciadas, no deben ser obstáculo para que di-
gamos lo que hemos podido saber acerca del fuego
de la infantería.
Persiste una especie de leyenda del fiísil de
pequeño calibre, que tiende á considerarlo como
arma casi inofensiva, ó al menos muy humanita-
ria, que no mata, que taladra limpiamente los
huesos sin romperlos, y, hasta se le aplica una pa-
labreja de moda, que ha hecho fortuna: la inocui-
dad del fusil de pequeño calibre.
(i) En estos combates íué heroica la conducta de la irti-
llería, mandada por el Capitán D, Patricio de Antonio, quien
resultó herido, asi como todos sus Oñcialesy la mafor pacte de
^<^fZ'^*-¿^-::^f~'^
-i\3t
cr/-"
^,o«"
,i»ií°
(.•■)
»•«»•
Los datos oficiales publicados en los Estados-
L'nidos, arrojan la* siguientes cifras en concepto
de perdidas sufridas en El Caney y Lomas de San
Juan.
Bajas de la división de caballería americann,
en Vi-i días i al 7 de Julio de 1898, según parte
del General Wheleer fU. S. Volunteers) , fechado
el 7 del mismo mes, frente á Santiago de Cuba.
(I^ caballería peleó como infantería) (i).
^1 Míos datos oficiales son tomados del Anitai Ri-
Hecrilary n/ ICar/er tke year 1898.
por su cuenta y disponer de todos los elementos
necesarios para el tiro.
2.^ Reducción del gran calibre para conseguir
más rapidez en el fuego, sin perder la eficacia de
los proyectiles.
3." Simplificación de los aparatos destinados
á la maniobra de las piezas, hasta el grado que
permita la reducción del calibre, viendo si es hace-
para ndmero igual de disparos.
Encada del caSén dt lira lipidf
paia igual liempo de duración del fuego.
(i) En esto no hay tanta conformidad de opiniones. Re-
cuérdese que el crucero Colón se asegnra que debió principal-
mente ¿ su coraza Harvey la relativa ventaja,
(2) El Teniente B. W. Wells, hace constar la considerable
invulnerabilidad de! casco, bajo la linea de flotación, y opina
que an espesor más moderado de la faja acorazada, combinado
con fuerte cubierta protectriz, podría permitir mayor protección
acorazada para las piezas de las baterías secundarias.
tona necesidad. A io más, descúbrese en el terreno
de la ejecución de la defensa nacional, alguna ma-
nifestación tímida, una ó dos plazas que, á retazos,
incompletamente, se van artillando, mientras otras
muy principales, quedan desnudas de toda pro-
tección.
Ese es el proceso de este grave problema des-
de hace 25 ó 30 años.
¿Habremos de seguir asff
Es de creer que no. Ahora, hay nioüvos funda-
dos para sospechar que la defensa nacional entra
en el período práctico. Los estudios abundan. Los
luminosos proyectos se cuentan por carretadas.
de gran calibre de acero, cuestan mucho y se
tarda también demasiado en construirlos, acúdase
como recurso de inmediato desarrollo, á ios obuses
y fKor/eros rayados, que son baratos y tenemos
los obuses y morteros rayados, en la defensa de
las costas.
Nada impide tampoco, que, dando tregua al
desaliento, se reconstruya nuestra Armada en har-
monía con el papel marítimo importantísimo que
aún representamos en el mundo. Un plan bien
concebido y escrupulosamente &^^\A.o , podría dar-
nos dentro de pocos años, el indispensable núme-
ro de verdaderos barcos de combate.
Concluyamos. Nuestro pensamiento, se extrac-
ta en pocas palabras: poca teoría y más práctica:
menos estudios y más realidad.
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