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Full text of "La guerra Hispano-americana: Barcos, cañones y fusiles"

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La Guerra Hispano-Americaiia 






OBRAS 

En venta at 



SI Cañen de dinam 
La catástrofe del t 



La acción de Perale 



Ferrocarriles y lel¿¿ 

Empleo del hierro ei 

Aplicaciones de la e, 

El cañón neumático. 

Les explosivos de co 

Comentarios al <¡A 

de Cuía^. (En c 

Cartilla del fusil A 

Esludios geográfico 

con mapas y gral 

pitan de la Guan 

El bandolerismo en 



La Guerra Hisp 
la defensa de la 



HISPANO-AMERICANA 

VI 

BARCOS, CAliONES Y FUSILES 

(CON GRABADOS Y PLANOS) 

SEVERO GÓMEZ NÚÑEZ 

CKpttAn da ArtUlni» 

Kx DiFECTOB DBi, Diaiio del Ejéisito , ..^ ,., „,„,k. 



MADRID 

IMPRENTA DEL CUERPO DE ARTILLERÍA 

San Lorenzo, ntím, J. 




■6aj.o, o-w- -mós a3icto a^miao ■y- tco-pe- 




Madrid, i,° Mano iSgq. 



Prbfacio. 9 

ISTRODUCCldN (7 

CapItulo primero.— Comparación dí/uírzas: 

Ejércitos Escuadras. — Inferioridad en el mar. — 

El corso jl 

Capítulo II. — Esíadisíha ¡icmia: 

La artillería americana. — Dificultades para la crítica. 

— Combate naval de Santiago de Cuba. — Consu. 
mo de municiones. — Diversidad de noticias.- Kl 
armamento de las escuadras espaSola y americana. 

— Exageraciones de los yankees 43 

Capítulo III. — El lanío par cUnto de impactos : 

Detractores del gran calibre. — El combate del Yaiú. 

— Despilfarro de municiones 63 

Capítulo \M. — E! tiro rápido y el gran calibre: 

Opiniones del Almirante Sanipson y de los jefes de 
los barcos de su escuadra. — Excelencias del tiro rá- 
pido. — Tiro semirápido. — Variaciones en el arma- 
mento de los buques de guerra. — Los cañones de 

la Habana 71 

Capitulo V. — El calibre en ¡as pietas de costa : 

Diferencia entre el armamento de las plazas y el de 
los barcos.— El gran calibre en las plazas. — Los ca- 
libres medios. — La correcciún del tiro. — Aspecto 
económico del problema 85 




LA GUERRA HISPANO-AMERICANA I 

I 
_^_ I 



Páginas. 

Capítulo \l^ — Distancias tU comiaU: 

Alcances máximos. — Necesidad de acortar las distan- 
cias en el combate. — Distancias de combate en San- 
tiago de Cuba y Manila. — Dificultades de aplica- 
ción de las grandes distancias 95 

Capítulo VII. — Los proyectiles : 

Estructura de los proyectiles de la Artillería america- 
na. — Falsedades yankees. — Los proyectiles incen- 
diarios. — Proyectiles del cañón neumático 105 

Capítulo VIIL — Efectos del tiro: 

Aspecto de los combates navales de Santiago de Cuba 
y de Manila. — Proyectiles que recibieron el Oqtten- 
do, el Teresa, el Vizcaya y el Colón. — Efectos sobre 
los buques de la escuadra de Montojo. — Los incen- 
dios á bordo. — Los torpedos 117 

Capítulo IX,— El fusil de pequeño calibre: 

Datos incompletos acerca de sus efectos en los com- 
bates de El Caney y Lomas de San Juan. — El fusil 
Mauser y el fusil Krag-Jorgcnsen. — Proporción en- 
tre heridos y muertos. — La inocuidad del fusil de 
pequeño calibre ." 133 

Capítulo X. — Conclusiones: 

El tiro rápido. — La reducción del calibre. — El gran 
calibre. — Los aparatos de puntería. — Aprovisiona- 
miento de proyectiles. — Las fajas acorazadas. — 
Protección de las baterías secundarias. — Reforza- 
miento de las cubiertas. — Supresión ó gran restric- 
ción del uso de las maderas á bordo. — Los mor- 
teros en el bombardeo. — Los tubos de lanzar. — 
El fusil de pequeño calibre. — La defensa na- 
cional 151 



PREFACIO. 



No son las últimas guerras en que se ha visto 
envuelta nuestra Patria, de aquellas que producen 
motivos de regocijo, victorias y ventajas positivas, 
que hagan tarea fácil y agradable la del escritor 
dedicado á estudiarlas. 

Así puede explicarse, el mutismo en que han 
caído muchos de los que, al tomar parte en la pe- 
lea con su espada, grabaron en la mente valiosas 
observaciones acerca de los defectos de organiza- 
ción y empleo de las armas, cuerpos y servicios 
que en ellas funcionaron, formando también juicio 
exacto del concepto del mando, concepto impor- 
tantísimo en el que hay que fijarse detenidamente. 

Es cierto, que están muy próximos los tristes 
desastres, con los que andan ligadas otras cuestio- 
nes que resulta peligroso abordar, pero no lo es 
menos, que mientras las publicaciones extranjeras, 



especialmente las < 
térra, fantasean á í 
campañas, sea ent 
silencio, muestra e 
fesionaies, encuént 
nea y respetuosa ti 
ser sublime deja dt 
porque además de 
zante los males de 
por el duro trance 
las apreciaciones ir 
sionados, el pruritt 
tuciones armadas, 
trofes. 

Acaso, no tar 
que la noble y pen 
iniciales de esas gr 
prescindible, come 
dedicar el esfuerzo 
entera de la voluí 
instante, en tanto 
magna obra, nos 
que transcurra el ti 
ñas opiniones pub 
pintan las fases de 
mo enlace, y que. 



plaza bien armada, dilucidase muchos puntos du- 
dosos, que los tratadistas ponen de relieve sin 
decidirse á optar por soluciones fijas; porque no 
ha de olvidarse que los mejores proyectos de cons- 
trucción naval, los más concienzudos cálculos de 
arquitectura y de ingeniería industrial militar, que 
se forman en tiempo de paz, necesitan la sanción 
práctica, ya que en los trabajos de gabinete, no es 
posible apreciar todas las variables que entran en 
el acto del combate en su justo valor. Ni siquiera 
los reglamentos tácticos y los Códigos jurídico-mÍ- 
litares, se escapan á esa acción modificante de la 
realidad y de la ejecución formal. 



Lft. >V22XA H2i?A3í>-AMIZíCJlXA 



Resaltaba navór La e^iectadóo producida, 
porque en Ids Estaóots-Usídos se profesan ideas 
propias y radicales acerca del redixtamiento y 
organízacióa de los e;erc:ío3 y de la política de la 
guerra; del bloqueo en sus distintos a^iectos, mi- 
litar é intemadonal, y en su aplicación extensa, 
que comprendiera grandes recorridos de costa 
para cerrar por completo la comunicación de un 
pueblo entero; del bombardeo aplicado en gran 
escala y como regla general; del trazado del mate- 
rial ofensivo y defensivo, naval y terrestre, cuyas 
bondades preconizaba la prensa norte-americana. 
Por manera que, nuestras dolorosas contiendas, 
despertaron desde el principio mucho interés en 
el mundo guerrero, que presumía podrían servir 
para que otros aprendiesen en cabeza ajena. 

Eran motivos de controversia, la eficacia de los 
cañones de distintos calibres, bajo el aspecto de su 
aprovechamiento ütil en el fuego; la sanción prác- 
tica de los cañones de tiro rápido; las ventajas é 
inconvenientes de la pólvora con humo y sin humo 
en los combates de escuadra á escuadra, de barcos 
con baterías , ó en batalla campal ; el empleo de los 
torpedos, torpederos y destroyers; el uso délos 
l)roycctores eléctricos para iluminar amplias zonas 
marítimas y terrestres desde grandes distancias; 



bastarán los hechos para constitufr cuerpo que 
sirva de base en qué fundar reglas transcendentes; 
antes al contrario, en todos los casos, la resisten- 
cia de débiles baterías llegó á tal altura, que se 
contrapone con las teorías admitidas. 

Podrán jactarse los americanos del Norte de 



haber sido bastant 
sos á su gusto y ci 
á una ñnalidad fat 
no se encontrará ei 
gre y de heroísmo 
cepción de los gi 
rán de ellos fórmul 
que han de ser la 
y el ataque y defe 
tares. 



Han servido, 
manera de una gi 
nuestra Patria sir\ 
den desprenderse 
to técnico, que di 
serán, seguramenl 

A señalar varr 
hemos visto y de 1 
nos imaginamos q 
vicio, aunque mot 



INTRODUCao.\-. 



Dedican, los que son ówzu-jt '^ •:;;■, o- ■ • -. 
bir libros,, grao parte óe cacu vjíjiii-rt i k ;r'-;,v. 
ración del ánimo del Í'X^I'jt y¡í-í •nt'.-ii' ■.-! uíi.'-^í 
sirviéndole largas dobis üí; g'^-v.-^x.í-ji.'-: "r -v, 
pectivas relacionadas coi} *:' 'rji',-t'. '>> t--' -*■ '.-.r.' 

A ello se prestaría aíiiTi-'j.'.-í'i'rí:'.' •■-.:• ;■.•,-•,• 
de la guerra hispan'j-ari'jrri'jK'iB . m •; ■:.• ■_,■■'■.•. 
ramos arrancar la narra-ji'/í! o», '..■:íiT:r^ <■ -t.^.-j.- 
exponiendo la historia át Cví'jI' í' j-r",-, ^ .v. \ 1 . 
lipinas; las ambici'jní:^ di'.Vj'.iii.-iíu <,• i'^^ \.-:-^ 
dos-Unidos desdt la p'.'ine'a •.■■\i>.C ó' ■ -'.■ s^:.;!-' 
sus miras egoístas y bj;: í;:y;'.".vi vj" :.',;■.! i'.'.t d ;,- 
pecto á Cuba; l'^s errví:^ a'-.::íí-;;i.'j-j!: iis-y '.'ii; ii'.v 
por los españolee; ia in-rpr-r. ,sjo;: d-. ii..'.í.'.'ot <y,- 
biemos; las causis dt Jat -¿.^tíií b'r^^rí.'.i:,-'^: y eJ 
apoyo que díitjctajrjen'.c rr-^ivi-^ron ttiuilros ent- 
inigos de nuestros ami^oi l-^t ^arj^ec!:; la p't-jara- 



loca. 

Teníamos, al estallar la lucha, superioridad 
militar terrestre organizada, en relación con el ene- 
migo, siquiera adoleciese del estigma de la po- 
breza de recursos, que nos persigue y nos atrofia, 



y que unido á i 
todos conocidos ; 
dos , mata el espl 
á polvo al mejor 
ñol, animoso, si 
pero no poseíame 
para alimentar y 
tos, para abastea 
con ventaja, para 
de allende, y, por 
zas fuertes, allí i 
bahías más hern 
mundo; allí dond' 
tégicas, comercia 
los pueblos, que ■ 
llaves del futuro | 
Da tristeza co 
reunía con lo que 
de hacerlo, aunqi 
do muy de largo, 
esas tristezas, esa 
nen remedio, pue 
miento para imp 
buena base arma 

otro atrevido se aproveche de nuestra debilidad y 
nos arrebate lo que nos queda. 



La cantidad de nuestro ejército en í-eil:; 
paz se descompone así: 



Inbnteiía U.iM 

Caballería. H.lTt 

Artillería ] 1 . 7** 

Ingenieros. ...... t.ífirt 

Administración Militar ] .íf'jíi 

Sanidad MiliUr . Í.l'.-C 

Guardia civil i4 . í^ 

Carabineros , Jl-T^ 



UB.ia 



En pié de guerra, el efectivo sube á 357 .C>o 
hombres; pero es ilusión pensar q-^e con ios me- 
dios que hoy tenemos pudieran moviiizar^ ojü ¡a 
rapidez que exijan las circunstancias. 

Eso por lo que se refería i las tropas ptniníu- 
lares, que en Cuba, Puerto-Rico y Filipinas con- 
tábamos, al estallar la contienda, con los ejércitos 
que habían sido acumulados por exigencias de las 
guerras coloniales. El de Cuba llegó á una cifra 
considerable. España, haciendo un esfuerzo que 
maravilló á los demás Estados, envió á la gran 



24 



LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 



Antilla, en sucesivas expediciones, más de 150.000 
soldados, armamento Mauser, piezas de costa y 
plaza y de campaña , de montaña de tiro rápido 
para dos regimientos, municiones abundantes y 
muchos recursos; ¡cierto es que al estallar la insu- 
rrección sólo disponíamos allí de 14.000 á 16.000 
hombres mal contados I 

La fuerza que teníamos al romperse las hosti- 
lidades era: 



En Cuba. 



Marzo de 1898, 

Del Ejército 161.848 



Movilizados. 



35.181 



186.624 



En Puerto-Rico, 



Mayo de i8p8. 



7.580 



En Filipinas. 



Marzo de 1898, 

Del Ejército 10.771 

Movilizados 14 . 000 



24.771 



Para la defensa de las costas, el esfuerzo se 
dirigió únicamente á la plaza de la Habana, lo- 
grando ponerla en regulares condiciones de resis- 
tencia. 

Después de la declaración de guerra, se hi- 



COMPARAd.X ZZ riiXT*.* 



f,.í.' Jt.-, 



cieron por artilleros é icgenier:^ —iZiir:^ 
para dotar de obras de cefensí ¿ I-íizjji^ziá, I .-in- 
fuegos, Cárdenas, Santia^ de C-bi ^ -.c:*? ;^»jttr- 
tos, pero faltaba material c::oem zari. í.-tlít^? 
y tiempo para realizar í«d5 trLLi::jr- p:r zllt iiir 
el espíritu patrio que á ;:>= crftti^iriü i.-:..:!^:-*. 
hizo verdaderos milagros : . 

De aquellos 150.OCO hirubres ;:l--íj:^i^ 1 jr li- 
ban disponibles al estallar la ^-errs. 1,11 'j:*¿ 1. --l- 
dos-Unidos y en qué forma se irz:Z.'^-zzrLi^iz - 

Difícil es la respuesta á la -r^inírL ^;l— -i jt -a. 
preg^ta, pero no creeín:^ ex3.~trLr *: \rzZ''yA 
que no llegaban á So.coo 1:^5 =£^>í y -i-tr- i.t 
hospitales hallábanse atesta¿i*5- 1¿. ^zyrz.js, > li *.t' 
bre consumían la energía ce n-í:-^'>* v, .vw-:*> 
Aquellas almas llenas de nob'e pit-i.^L-.r:' 
que sucumbir, doblegadas pc/r 1á 
cuerpo, deficientemente 50=ttr-:'Io ^: J^v* ', -«^ 



X t» - . 






(i) Detenido estadio dedicarer:.^^ ¿ «"ai y^^xk^ •- 'r." 
libro de esta obra. 

(2) Hablando hace pocos dii-í z/jz, zz, u-^izst /tit 1^ *- .^^'** 
In£a.nteria, nos decía: 

€ Si á un soldado qac oo e=íá ft¡f<^,.CT,'jtrry!r,'.t i^ r^r 'x*/-'/ «»* 
le obliga á que realice los ejercicioi teotvir^vi i t» ;^f*ry*í'*' »</u 
para la guerra, como instrucción ctj oróin» ofrrr*':''^ / »v^'V/, 
en terreno llano y en terreno acciíer^u-co ^v,'**»**, í^n*/*/ *• 
mente la carrera y el salto, marcha.? y w:r*.',*o '^r vj^ *♦/'♦'. *íí 



como primera fuerza ínvasora y que fué el que lu- 
chó en Santiago de Cuba, reconcentráronlo en la 
Florida (Tampa, Key-West y New-Orleans) y en 
Chikamauga (Tennesse) , y se componía de 

Infanlerlfl 13.000 hombres. 

CabaUeria 6 . 000 — 

ArliUerCa 56 piezas de campaña. 

Ingenieros 600 bombres. 

Aproximadamente 20.000 hombres. 

Del Anual Report of the Secrclary of War, 
correspondiente al año de 1898, tomamos los 
siguientes estados, que denotan el montante á 
que ascendía el ejército regular de los Estados- 
Unidos y la movilización de voluntarios, durante 
los cuatro meses que siguieron á la declaración 
de guerra: 



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LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 







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Mayores Generales 

Brigadieres Cienerales 

Ayudantes Generales 

Inspectores Generales 

Auditores Generales 

Cuartel maestres Generales. 
Servicio de Intendencia... 

Servicio de Sanidad 

Servicio de Pagaduría 

Cuerpo de Ingenieros 

Cuerpo de Ordoance 

Cuerpo de Señales {Telég,') 

Tropas de Ingenieros 

ídem de Caballería 

ídem de Atlillerla pesada., 
ídem de ArliUerfa ligera... 
ídem de Infantería 

Total 



»0 



LA GUERRA lüSPANO-AMERICANA 



FUERZA TOTAL 



Mayo. 

Ejército regular 

Voluntarios 


Oficiales. 


Hombres. 


TOTAL. 


2.191 
6.224 


41.934 
118.680 


44.126 
124.804 


Suma .... 


8.416 


160.614 


168.929 


Junio. 

Ejército regular 

Voluntarios 


2 198 
7.119 


49.513 
163.366 


6V711 
160.624 


Suma 


9.317 


202 . 868 


212.236 


Julio. 

Ejército regular 

Voluntarios 


2.327 
8.639 


63.831 
203.461 


66.258 
212.094 


Suma 


10.966 


267.292 


268.352 


Agosto. 

Ejército regular 

Voluntarios 

Suma 


2.323 

8.786 


66.366 
207 . 244 


38.688 
216.029 


11.108 


263.609 


264.717 



En honor de la verdad, hemos de afirmar que 
esas cifras aparecen muy arrogantes en el papel, 
pero en la aplicación práctica, hubieran dejado mu- 
cho que desear. Lo comprueba el mal resultado 
obtenido por las fuerzas movilizadas ó reclutadas 



cerca, tenían el gran Arsenal de Norfolk (Hamp- 
ton Roads). 

Las obras de fortificación se llevaban con ifjiial 
premura, proponiéndose defender, según cl plan 
áé[ Board of fortifications , los puntos siguientes: 
Penobscot River, Kennebec River, Me.; PorU- 
mouth; N. H.: Boston y New-Beford, Mss.; \ara- 
gansett Bay, R. I.; entrada Este de la Sonda de 
Longlsland, New-York, N. I.; Philadepliia, Pa.; 
Baltimore, Md.; Washington, D. C; Hampton 
Roads, Va.; Wilmington , N. C; Charleston, S. C; 
Sabanali, Sa.; Key West y Panzacola, Fia.; Mo- 
tila, Ala.; New-Orleans, La.; Galvcston, Texas; 
San Diego y San Francisco, Cal; bocas del río 
Colombia, Washington y Oregon; Puget Sonda, 
Lago Champlain. 

Todo un plan enorme de defensa de las costas 
del Océano y del Pacífico, que ha de tardar aún 
muchos años en terminarse. 

Pero los peritos militares del mundo, desde 
luego comprendieron que la lucha era casi en ab- 



32 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

soluto cuestión naval (i), así que las miradas todas 
se dirigían preferentemente á las escuadras de los 
contendientes. 



España, si bien contaba considerable número 
de cañoneros y barcos pequeños , sin verdadero va- 
lor militar, destinados en gran parte al servicio de 
las colonias, sólo poseía, en la exacta clasificación 
de combate, 13 buques acorazados y 12 no acora- 
zados. 

Los dos más fuertes, Pelayo (9.917 toneladas) 
y Emperador Carlos F (9.235 toneladas) y las dos 
fragatas acorazadas, cuya antigüedad data de 35 
años, Vitoria (7.250 toneladas) y Numancia (7.035 
toneladas), se hallaban en reparaciones, unos en el 
Havre y las otras en la Seyne, cerca de Tolón. 

La Vitoria y la Numancia únicamente sirven 
para la defensa de las costas. Hallábanse en cons- 
trucción otros barcos , pero la atención principal se 
reconcentraba en dos cruceros acorazados, el Prin- 
cesa de Asturias y el Cardenal Cis7teros,. 



(i) Siempre las batallas navales han tenido gran influencia 
en las guerras terrestres. 



Verde, al mando del Contralmirante Cer\era, com- 
puesta de los cruceros acorazados Infanta María- 
Teresa, Almirante Oquendo y Vizcaya (de 7.000 
toneladas), Cristóbal Colón {(i.^^o toneladas); con- 
tratorpederos de 30 millas de andar, Furor, Terror 
y Plutbn (380 toneladas); torpederos Ariete, Azor 
y Rayo ( 1 20 toneladas) y el transporte Ciudad de 
Cádiz. 

2° La segunda división de la escuadra, que ha- 
bía de mandar el Contralmirante Cámara, no se ha- 
llaba aún constituida en aquella fecha, y debía re- 
unirse en Cádiz, formándola el acorazado Pv/nyo 
(9.917 toneladas), el acov&zdAo Carlos K (9.235 
toneladas), la fragata acorazada Vitoria (7.250 to- 
neladas), cruceros acorazados Alfonso XIII y Le- 
pante (4.876 toneladas), contratorpederos de 30 
millas de andar Audaz y Osado (380 toneladas), 
Proserpinay Destrttctor (368 toneladas); torpede- 
ros //íi/irrá (128 toneladas), Orion y Retamosa (So 
toneladas) y cruceros auxiliares Rápido (antes Nor- 
mandia). Patria (antes Columbio), Antonio López 
y Giralda. 



3." La/í, 
en Filipinas 
y la compor 
Cristina {3.5 
Dotí fuan d. 
cruceros pro 
(i. 045 tonel; 
General Les, 
neladas) y ft 
ladas), más 
la vigilancia 

4.° La e. 
Contral mirar 
ceros no prol 
Reina Merct 
Ensenada ( i 
Infanta Isab. 
ñeros de pee 
Estuvo á 
unos cuantoi 
en construcc 
entorpeciero: 
pudieron ag: 
nos barcos n 



COMPARACIÓN DE FUERZAS 3.') 



Los Estados-Unidos llevaban muchos años de 
preparación naval, algo restringida por la ley que 
exigía que todos los buques se construyesen en el 
país, pero al declararse la guerra, abrieron un cré- 
dito de 50 millones de doUars para comprar bar- 
cos, y adquirieron fuera de Europa 64, que su- 
maban 1 1 1.493 toneladas, 424 cañones y 6.250 
hombres. De ellos eran 11 cruceros, seis carbone- 
ros, dos talleres para reparaciones, 13 avisos, un 
buque -almacén, un buque-hospital, tres buques 
para el servicio de correos, una grúa de vapor, 
tres barcos faros y 14 vapores para el ser\'ic¡o del 
resguardo. Después compraron en Europa gran 
numero de barcos. 

Sin contar con esos, la flota de los Estados- 
Unidos se componía de 16 acorazados, 15 buques 
de cubierta acorazada y 20 buques modernos no 
acorazados de más de i .000 toneladas , repartidos 
en la forma que sigue: 

I .^ Escuadra del Atlántico del Norte en Key- 
IVest á las órdenes del Almirante Sampson , forma- 
da por el crucero acorazado New-York (8.200 to- 
neladas), que enarbolaba la insignia del Almiran- 



(10 

nek 
toni 
toni 
(2.C 

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(■■3 
cru< 
tor[ 
toni 
£rí, 
(13 
yac 
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resí 



acoi 
nen 
(anl 



de operaciones Frincetown , compuesta del crucero 
San Francisco (4.078 toneladas), cruceros prote- 
gidos Columbia (7.375 toneladas), buque ariete 
Katahdin {2.155 toneladas) y vapores auxiliares 
Yankee, Dixie, Prairie y Yosemite. 

5-° La escuadra del Pacifico, á las órdenes del 
Almirante Miller, en San Francisco, formándola 
los cruceros acorazados Ckarlestmi (3.730 tonela- 



for último, los buques que sigTien, pueden aún 
ser considerados con algún valor militar según el 
Army and Navy Register : Chichasan, en Lcaguc- 
Island; Scorpion, en Fort Monroe; Vixen y Ptorin, 
en League-Island ; SoUtherby, en Boston; Armcria, 
Maple, Suwance, Alice y Peiulope, en Norfolk; 
Lebanffw, Calumet y Oneida, en Boston; el Gres- 
han, en Ogdenburg. 

En construcción tenían, al declararse !a guerra, 
los acorazados Kearsarge y Kentucky {i i 535 to- 
neladas), botados al agua el 30 de Abril; el acora- 
zado Alabama (ii.ooo toneladas), botado el 18 
de Mayo, y sobre gradas los acorazados Illinois y 
Wisconsin ( 1 1 .000 toneladas) , llevándose en todos 
ellos los trabajos con gran actividad y ponícndose 
las quillas á otros varios del tipo del Alabama. 

Los barcos americanos de las escuadras de 
operaciones, son del tipo más acabado y moderno. 
Los acorazados y cruceros acorazados, lian sido 
botados al agua después de 1890; sólo algunos 
cruceros pequeños datan de 1888. La velocidad de 
los acorazados es de 16 nudos; los cruceros Co- 
lumbia y Minneapolis pueden llegar á 23 nudos; 
el Brookling y el Olimpia 21 nudos; los otros 18 



CAPITULO II. 



Estadística técnica. 






Tratándose de aquilatar la eficacia en el com- 
bate de los instrumentos que para realizarlo se 
emplean, hay que elegir una lucha verdadera, en 
que la aplicación de los recursos ofensivos y de- 
fensivos, permita distinguir claramente el grado de 
utilidad de cada uno, ó sea la parte que les debe 
la victoria ó la derrota. 

Las armas reglamentarias en los Estados-Uni- 
dos, no difieren esencialmente de las que emplean 
las demás naciones. 

El armamento portátil estaba, al empezar la 
guerra, en período de cambio. El ejército regular, 
de 25.000 hombres, recibía el Krag-Jorgensen , de 



*t LA GUERRA tDSPAKO-AMERICANA 

6*5 mm., cuyas coDdidoDCS balísticas son pareci- 
das á ios demás fusiles repetidores de los ejércitos 
europeos, y el resto de las tropas voluntarias, te- 
nían el antiguo fusil Springfield, de 12 mm. La 
Marina usa fusil repetidor de 6 mm. 

En cuanto á artillería gruesa, dejando á un 
lado los antiguos cañones lisos de hierro fundido, 
y éstos mismos rayados y transformados á retro- 
carga, con tubo de hierro forjado, se viene á pa- 
rar á los de acero de retrocarga de gran calibre y 
de calibres medios, con cierre de tomillo partido 
sistema Bange, rayas cuneiformes, progresivas y 
parabólicas, dotados con tres clases de proyecti- 
les: perforante de acero cromado, granada ordina- 
ria de fundición y granada de metralla Shrapnel. 

La actividad de los Estados-Unidos en estos 
últimos tiempos, tanto en las construcciones nava- 
les como en la defensa de las costas, raya en lo 
asombroso. Los presupuestos arrojaban á final del 
año 98, 1,818 piezas de grueso calibre con sus 
montajes y proyectiles, cuya construcción estaba 
entre manos, distribuidas en la forma siguiente; 

CaSones de 40 cm 33 

— de 30 > 200 

— de 25 » 180 

— de 20 » 100 



tímetros, indica la preferencia que darán á esa pie- 
za en la defensa de fas plazas costeras, siguiendo 
las corrientes de la época. 

La artillería de campaña con sus cañones de 3 
y 9 cm., estaba reducida á lO baterías de á seis 
piezas adicionadas á los cinco regimientos de ar- 
tillería de plaza, á razón de dos baterías cada uno: 
poco antes de empezar la guerra hispano-amerí- 
cana, decidieron aumentar tres regimientos más 
de artillería de plaza (i). 

De tiro rápido poseen cañones de distintos sis- 
temas, entre los que sobresalen los Canet, Hot- 
chkiss, Driggs Scheroeder y las ametralladoras 
Gatling. 



La guerra hispano-americana ofrece verdaderas 
dificultades para la crítica, porque le faltan los 
grandes hechos. 

(i) Para el ataque por tierra de Santiago de Cuba, desera- 



46 LA GLXRRA HISPANO-AMERICANA 

En ella sobresalen, los combates navales de 
Santiago de Cuba y Manila, los combates tenses- 
tres del Caney y Lomas de San Juan y la defensa 
de la boca de las bahías de Santiago de Cuba y 
Puerto-Rico, y en otro orden, la realización del 
bloqueo en gran escala y el valor de las obras de 
defensa del puerto de la Habana; pero, al deducir 
conclusiones adecuadas á la naturaleza del asun- 
to que sirve de título á este libro, hay que tomar 
por base el primero de dichos combates, el de 
la escuadra americana con la escuadra de Cervera, 
para poder sacar alguna consecuencia que se re- 
lacione con el papel que jugaron los barcos y los 
cañones. 

Tomado de documentos oficiales, ha sido pu- 
blicado en los Estados-Unidos el siguiente cuadro, 
que da á conocer los proyectiles que recibió cada 
buque nuestro, en aquel fatalísimo combate. Para 
formarlo, dícese haber procedido á un reconoci- 
miento minucioso de los cruceros encallados, así 
que hay que atenerse á la veracidad de la comisión 
americana que lo verificó: 



barcaron en Daiquiri , en los últimos días del mes de Junio, 
cuatro baterías de artillería ligera y dos de artillería gruesa con 
ocho cañones de sitio y ocho morteros de campaña. 



estadística técnica 



47 



CALIBRE 


NÚMERO 

DK IMPACTOS 


Cañones de cada 
calibre 




Impa 
ñói 


H 

P 

• 
• 
• 


O 

1 

s 

a 

o 

• 
• 


< 

8 
•< 

• 
• 


o 

o 


H 
O 
H 

> 

• 
• 


a 


' 8 


6 libras (67 mm., t. r.). 

1 libra (37 mm., t. r.).. 

10 cm. (Towa) 


17 
2 
1 
3 
1 
3 
2 
» 


43 
> 

7 
3 
1 
3 
> 
> 


13 

> 

4 

7 

» 

5 

> 


4 

» 
> 
2 

1 
1 

> 


77 
2 

12 

15 
3 

12 
2 
> 


42 

13 
3 

6 
7 
18 
6 
8 


1'83 
0'15 
4 

2^6 
0'43 
0'67 
0'33 
> 


12 cm. (Brooklyn) 

15 cm 


20 cm 


30 cm 


32 cm 




29 


67 


29 


8 


123 


103 


1'19 



Se admite que la escuadra americana hizo ese 
día 6.000 disparos, lo que da 2 á 3 por 100 de 
máximo aprovechamiento total (i). 



(i) Un solo barco, el Gloucester — yatch armado en guerra 
que poseía una buena batería de tiro rápido — se asegura que 
disparó sobre nuestros destroyers Flutón y Furor 1.400 proyec- 
tiles. Se admite que estos dos barcos fueron alcanzados por 60 
proyectiles próximamente. Contra ellos tiraron también los de- 
más de la escuadra americana. 

El Teniente de navio de i .* clase D. José María Muller, 
en el reciente libro Combates y capitulación de Santiago de Cuba, 
dice, refiriéndose al cañoneo de los buques americanos sobre el 
Morro y la Socapa, realizado el 6 de Junio, que el Capitán de 



48 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

Otros datos publicados, reparten el número de 
impactos recibidos en el casco, por cada buque, 
del modo siguiente: 

Infanta María Teresa 33 

Almirante Oquendo 61 

Vizcaya • • . . . 24 

Cristóbal Colón 8 



126 



En este número, no están comprendidos los 
proyectiles que pasaron rozando las cubiertas, cu- 
yas explosiones, á juzgar por las fotografías de los 
barcos destruidos que han sido publicadas, causa- 
ron considerables desperfectos. 



navio Sr. Concas calculó los disparos que los americanos hicie- 
ron , y contando en momentos diferentes, dedujo que habían 
lanzado unos 8.000 proyectiles, que dan un promedio de 46 por 
minuto, puesto que el fuego duró 175 minutos. 

En este fuego — agrega MuUer — los buques enemigos tenían 
1 12 cañones de 14, 20 y 32 cm. y unos 80 de 57 y 42 mm., lo 
que da un total de 192 piezas. 

Aunque hemos de ocuparnos de este hecho al tratar del 
ataque de plazas, bueno es consignar la desproporción que 
en él impera, pues la defensa sólo poseía, ese día, las piezas si- 
guientes : 

Morro ^ 4 cañones B. R. 16 cm. á cargar por la boca. 

Socapa, 2 cañones González Hontoria de 1 6 cm. 



Agujeros de proyectiles de 4.' disparados sólo 
por el lowa. 

Inbnta María Teresa 1 

Almirante Oqnendo 6 

Vizcaya. 2 

■^gtj^os de proyectiles de ^ disparados sólo 
por el Brooklyít. 



Intanta María Teresa, 5 

Vizcaya. 6 

Almiranle Oqnendo 6 (fl) 

Cristóbal Colón 4 



(i) Poeden euplicarse algunas de estas discrepancias, por 
las distintas personas que veriGcaron la inspección, y tU vez 
porqae algunas de ellas (corresponsales periodistas) careciesen 
de competencia técnica. Es de notar que los barcos de la escua- 
dra de Cervera quedaron sumergidos por encima de la línea de 
flotación, y que debajo de ésta habrán recibido proyectiles, cuyo 
número los americanos calculan en zo. 

{a) Uno de ellos hizo explotar un torpedo. 



X7» 



SO LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

Agujeros de proyectiles de 8" disparados por el 
Brooklyti, el lowa, el Oregon y el Indiana. 

Infanta María Teresa 3 

Almirante Oquendo 3 

Vizcaya. , 4 

Agujeros de proyectiles de ii ó ij', solamente 
dos sobre el Teresa, que como los tiraron el Ore- 
gon, Indiana, Texas y lowa, no se puede fijar de 
cuál fueron: de ellos hay certeza que del Texas 
procedía uno. 

Resultaría, de ser ciertos estos datos, que el 
buque-insignia del Comodoro Schley Brooklyn, 
obtuvo 20 blancos , casi igualmente divididos entre 
los cuatro de nuestra escuadra, lo que demostra- 
ría que el Brooklyíi hizo fuego sobre cada barco 
por turno. 

El lowa viene después con ocho blancos, cinco 
de ellos sobre el Oquendo, que fué el último que 
salió de la bahía. 

Los I o impactos de proyectil de ocho pulga- 
das, hay que repartirlos entre los cuatro barcos 
que tiraron sobre los nuestros, pero, de ellos, dos 
se sabe con seguridad que partieron átX Brooklyn. 

Mas para establecer el grado de eficacia en el 



estadística técnica ftl 

combate de cada pieza, no basta conocer las ve- 
ces que sus proyectiles hicieron blanco, sino que, 
aparte de otros datos que hemos de fijar, se nece- 
sita saber, en primer término, el número de dis- 
paros hechos por cada cañón ó calibre, las distan- 
cias de tiro y los efectos de éste , y eso , en detalle, 
no nos lo dicen concretamente las publicaciones 
americanas. Del estado anterior, se deduce, á lo 
sumo, el tanto por ciento de impactos por cañón, 
faltando ese otro dato esencial. 

El consumo de proyectiles no ha podido fijarse 
de un modo exacto, y aún hay dificultades para 
indicarlo con aproximación. Sólo dos buques ene- 
migos, el lowa y el Brooklyn, parecen haber sa- 
cado la cuenta de los proyectiles gastados, que 
fueron: 

lOWA. 

Proyectiles de 30 cm 31 

— de 20 cm 48 

— de 10 cm 270 (fl) 

— de tiro rápido 1.180 (¿) 

1.529 



(a) Una sola pieza hizo 135 disparos en 50 minutos. 
{b) Una sola 440. 



52 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 



BROOKLYN. 

Proyectiles de 20 cm 100 

— de 126 mm 473 

— de 67 mm 1.200 

— de 37 mm 200 

1.973 

Otra rapport referente al lowa, clasifica los dis- 
paros de tiro rápido en los siguientes términos: 

Proyectiles de 67 mm 1.056 

-^ de 37 mm 100 

1.166 

En el combate de Cavite, según relación oficial, 
el buque-insignia enemigo Olimpia, disparó: 

Granadas perforantes 31 

— ordinarias 36 

— de 6 libras (t. r.) 1.066 

— de 1 libra (t. r.) 100 

1.222 

Igual ambigüedad se observa en este caso. Tal 
parece que los jefes americanos tienden á sembrar 
la confusión. 

Hay, en cambio, unanimidad de pareceres al 



ESTADÍSTICA TÉCNICA 53 



señalar que muchos de los proyectiles disparados 
no reventaron. También puede mencionarse, la exa- 
gerada parcialidad con que proceden los escritores 
norte-americanos que se ocupan de estas cosas. En 
muestra de ello, citaremos el caso siguiente: el 
Teniente B. W. Wells, secretario del Comodoro 
Schley, deduce, después de un complicado cálculo, 
que los cañones americanos podían arrojar en un 
minuto 3.046 kg. de hierro, y que la escuadra 
española podía lanzar en igual espacio de tiempo 
2.187 kg. La relación resulta, según eso, de 4 á 
3 , y es necesario demostrar cuántos grados de fal- 
sedad encierra (i). 

Lo comprueban los siguientes estados, que dan 
á conocer la artillería que montaban las escua- 
dras. 



(i) Renunciaríamos á la demostración , si sólo nos inspira- 
se la parte doctrinal de la guerra, que interesa á los hombres de 
armas. Vamos más allá : pretendemos que nuestras razones estén 
al alcance de los profanos á la milicia , procurando despertar en 
España la añción al estudio de los problemas militares en su fase 
general. Deseamos establecer el consorcio necesario entre los 
elementos civil y militar , harto divorciados , por desgracia , en 
esta desdichada y querida Patria , donde á todos , por igual , nos 
afectan las pérdidas y las vergüenzas sufridas ; donde, todos, 
debemos^contribuir á restañar , en lo que sea posible , la sangre 
que mana de las anchas heridas que á la Nación produjeron las 
equivocaciones, la malicia y la ignorancia. 



54 



LA GUERRA HISPAN J-A3á£RICAKA 



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Tobos Ijnza-Cotpedc». 


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De 30 cm. .... 


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Vesubius , 




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° < > u s £ 



56 LA GU£RRA HISPANOAMERICANA 

Bien se demuestra, por la simple inspección de 
esos estados, que la escuadra americana tenía do- 
ble número de cañones que la de Cervera, con el 
aditamento de que ésta sólo disponía de seis caño- 
nes de gran calibre (28 cm.), y aquélla contaba 14 
de calibre superior á esos seis (33 y 30 cm.) y 38 
de 20 cm., de los cuales no montaban ninguno 
nuestros barcos, en los que el calibre desciende 
rápidamente de 28 á 14 cm. 

Y fíjese también el lector, para graduar el error 
del cálculo del Teniente Wells, en que no toma- 
mos en consideración la artillería de tiro rápido 
que llevaban el Gloucester, Resolute y Wisen, por- 
que no conocemos á ciencia cierta el número y ca- 
libre de sus cañones, pero siempre habrán de su- 
mar cifra muy superior á la que tenían el Pintón y 
Furor, que, en compensación, tampoco ponemos 
en la cuenta. 

Aun descartando, y es mucho descartar, las 
condiciones de construcción, armamento y coraza, 
que daban superioridad á la flota de Sampson, los 
buques americanos podían disparar con todas sus 
piezas, y los nuestros, sin contar el entorpecimien- 
to gravísimo debido á los incendios, no tenían me- 
dio de utilizar más que los cañones de la banda de 
babor. 



solver. 

Si la proporción de fuerza hubiese sido esa, 
tengan seguridad los americanos de que la batalla 
naval de Santiago de Cuba no les hubiese salido 
tan favorable. 

Bajo todos los aspectos en que esta cuestión se 
encamine, se llega á las mismas deducciones. Otra 
prueba puede ofrecer, el análisis de las condiciones 
técnicas de los barcos de las dos escuadras, que á 
continuación insertamos: 



;»> 



LA GUERRA HISPANOAMERICANA 



ESCUADl 



I m, 

i 

¡ Infanu María Teresa. .; 103'63 

I 

I Almirante Oqaendo. . .' 103 '63 



3 

P 



a 



19'81 
19'81 



Vizcaya. ; 103 '63 19'81 



Cristóbal Colón 100 



I 



Plutón. 
Furor . 



67 '964 
67 '054 



18'20 

6 '705 
6 '706 



11 '68 
11 '58 
11'58 
12'19 

3 '962 
3 '962 



o 

o. 
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A 
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6 '65 
6'65 
6'55 
7'75 



7.000 13 

7.0001 13. 
7.000 13. 
6.840 13 

380 

380 



{a) Encontramos algo fantástica esa nomenclatura. En puridad de verdad , nir . 
plemente el de cruceros protegidos. Las palabras Acorazado de a.* no dan i-i 
concepto erróneo del poder de las naves. Debe, pues, desaparecer esa clasiíícaciór. 



ÜO 



LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 



ESCUA 



Indiana. 



lowa. 



Oregon. , . 
Texas .... 
Brooklyn . 
New-York. 
Erícson.. . 



Vesubius 

Gloucester (a). 
Resolute (a) . . 
Wisen (a) , . . . 





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122 


19'66 


7'31 


116 


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7'10 


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3 




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5 

A 

9 



ton. 

10.300 

11.410 

10.300 

6.315 

9.217 

8.150 

120 

929 






caballos 

9.000 

11.000 11 

9.000*I| 

8.000 ll 

16.000 II 

16.500 21 

1.800 1' 

i 
3.795 '2 



(a) Mercantes, armados en guerra. 



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COSAZA 


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1.800 


460 




430 


120 


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Acotazado de 1." 


2.000 


856 


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856 
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70 


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,1.800 


460 


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430 


120 


6'6 


ídem Id. 


950 


305 


305 


306 


76 


7 


Acorazado de 2.' 


1.6&0 


T6 




140 


137 


9 


Crucero acorazado. 


1.500 


.00 




260 


162 


8 


ídem fd. 
Torpedero. 


160 










3 


Mercante armado, 
ídem id. 




• 










ídem id. 



^Tn 



62 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

Ellos corroboran , que nuestra escuadra no te- 
nía ningün acorazado de primera, y en cambio, la 
americana disponía de tres de esta clase y uno de 
segunda. 

La capacidad de nuestros buques suma 28.600 
toneladas, en tanto que los americanos, aun ha- 
ciendo omisión de los tres barcos mercantes arma- 
dos en guerra, Gloucester, Resolute y ¡Visen, al- 
canzan á 36.741 toneladas. 

El diagrama del combate naval de Santiago de 
Cuba, que publicamos, no obstante su origen ame- 
ricano — que indudablemente tiende á pintar las 
cosas en forma tal, que resalte su triunfo, — con- 
cuerda del mismo modo con esa afirmación de su- 
perioridad material abrumadora, pues en él se vé 
que en los distintos períodos de la lucha, cada bar- 
co nuestro , tuvo , por lo menos , que sufrir el fuego 
de tres de los contrarios más poderosos. 



El tanto por ciento de impactos. 



Volviendo al asunto principal, y admitiendo 
que el número aproximado de proyectiles que re- 
cibieron los barcos de la escuadra de Cer\'era, 
fluctúe entre i8o y 200 y que el de proyectiles 
disparados se acerque á 6.000, llégase á la pro- 
. porción, muy aproximada, de 3 por lOO de blan- 
cos, proporción que ha sido calificada por at^cju- 
nos, de muy reducida, atribuyendo la pequenez 
del guarismo que la representa, á torpeza de los 
apuntadores americanos, despilfarro de municio- 
nes, y á Ja inutilidad de los canotiés de grueso ca- 
liere. 

Y á eso contesta el Comandante D que el 

3 por 100 de aprovechamiento del fuego de cañón. 



C4 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

es muy reducido como tiro de paz ó de simulacro, 
pero en tiro de guerra, sobre objetos móviles, en- 
medio del humo de la pólvora y de la confusión del 
combate, no resulta tan pequeña, y agrega, que el 
despilfarro de municiones, no parece extraordina- 
rio, y, que si los españoles lo hubieran hecho, 
habrían obtenido con más impactos mejores resul- 
tados. 

A propósito de eso, nos parece oportuno re- 
cordar lo que escribe el Capitán M. Giffin (i), que 
mandó accidentalmente el acorazado Chen Yuen 
en la batalla del Yalú , quien al elogiar la artillería 
de tiro rápido, se expresa así: «Puede asegurarse 
que nosotros aprovechamos el 20 por 100 de los 
disparos, en tanto que los japoneses sólo el 12 
por 100; mas como ellos podían disparar 600 pro- 
yectiles por cada ico nuestros, alcanzaban 70 blan- 
cos por cada 20 que nosotros les hacíamos: añá- 
dase á esto , que ellos tenían seis buques sobre qué 
tirar y que nosotros tirábamos sobre 12, y se po- 
drá apreciar nuestra desventaja». 

De la relación entre 6.000 tiros y 200 blancos 



(i) Este oñcíal era norte- americano , al servicio de China. 
Relato de la batalla de Yalú, por Alfredo T. Story; The Strand 
Magazine, Diciembre 1895. 



migo, 3in peraioas ni avenas, enmeaio ae una co- 
losal fortuna y con superioridad grande de fuer- 
za. Faltan, además, datos completos para poder 
apreciar la eficacia del tiro por calibres, puesto 
que, según hemos dicho, no sólo se desconoce el 
número de disparos por cada calibre hechos, y el 
efecto detallado que cada proyectil de distinto ca- 
libre causó, sino que también los cálculos de los 
contrarios disminuyen en la mitad el número de 
cafíones suyos que hicieron fuego, con ánimo, al 
parecer, de aumentar el tanto por ciento de blan- 
cos por cañón y ensalzar la victoria, agregando 
que 200 proyectiles, bien puestos, bastan para 
destruir seis barcos de guerra. 

Tomando como bueno lo que los americanos 
nos cuentan, llega á deducirse, que si los ocho ca- 
ñones de 33 cm. hicieron entre todos ocho disparos 
sin aprovechar ninguno, esta pieza resultó poco 
eficaz, sea por mala puntería ó por otras causas, y 
si las seis piezas de 30 cm. hicieron seis disparos 
y sólo consiguieron dos veces tocar al blanco, no 
resultan tan malas, y menos al tener presente, que 







66 LA GUERRA fflSPANO-AMERICANA 

■■■■■III- ■■MI" ■— ■ ^ ' ■■■■ ■ M.I.MM.^. ■■ I ^I^M^^^M^M^^i^^^Ml^.^^»^^^^— i^M^^ 

un solo proyectil de este calibre que alcance á un 
buque en sus elementos vitales, es capaz de echar- 
lo á pique ó ponerlo fuera de combate (i). 

Desde luego parece, que con el calibre redu- 
cido puede llegarse á acumular análogo peso de 
hierro, agrupando muchos proyectiles sobre el 
mismo punto, mas eso en la práctica resulta muy 
difícil. 

Del carácter oficial, ó que al menos categórica- 
mente haya sido publicado con ese carácter, hay 
pocas fuentes de donde sacar materia para la crí- 
tica técnica. 

Eligiendo como tipos de comparación el com- 
bate del Yalú, entre chinos y japoneses, y el de 
Santiago de Cuba, queda en mal lugar ese 3 por 
100 de impactos obtenido por los americanos, 
puesto que, según antes hemos señalado, .en la 
primera de dichas batallas navales los chinos obtu- 
vieron el 12 por 100, y los japoneses el 20 por 
100. Es, en consecuencia, justo reafirmar, que en 
el combate de Santiago de Cuba hubo, por parte 



(i) Un barco de primer orden vale de 20 á 30 millones de 
pesetas, mientras que un proyectil de grueso calibre sólo cuesta 
5.000, mas, para lanzarlo contra un barco ¿no se necesitan 
otros barcos , ó bien fortalezas de costa , que suponen enonne 
dispendio ? 



/ 

I 

I 



igual sistema siguieron en el combate naval de 
Santiago de Cuba y en el de Manila, pudiendo 
asegurarse que de haber tenido enfrente fuerzas 
más equilibradas, el gran despilfarro de municio- 
nes hubiese sido , al fin, de malos resultados. A eso 
se contesta, que los americanos tenían muy cerca 
su base de operaciones, lo que les permitía apro- 
visionarse con rapidez y reponer los consumos 
hechos: aunque el dicho es exacto, si nosotros 
hubiésemos estado en condiciones de resistir ó de 
pelear en más igualadas condiciones, el afán de 
tirar mucho les hubiese producido fatales conse- 
cuencias, pues corre el rumor de que más de una 
vez quedaron los barcos sin municiones. Es posi- 
ble que teniendo en cuenta las mencionadas ven- 
tajas, hicieran ese alarde de fuego, á ciencia cier- 



68 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

ta de que no habían de faltarles nuevas remesas, 
después de tantear astutamente nuestras energías 
materiales, pero tal consideración, por lo mismo, 
debe contribuir á reafirmar la idea de que en este 
punto no pueden servir los hechos para deducir 
enseñanzas fijas (i). 

Por otra parte, no es posible dejar en silencio, 
qucpara determinar aproximadamente la precisión 
del tiro por el tanto por ciento de impactos, hace 
falta la igualdad de circunstancias de los conten- 
dientes, ó al menos que exista entre ellos alguna 
analogía. Si un barco bate á otro barco ó tira con- 
tra una batería, esto es, si se presenta objetivo 



(i) Refiriéndonos al bombardeo de Cárdenas, escribíamos 
en el Diario del Ejército , de la Habana — i.° de Junio 1898 — 
lo que á continuación copiamos: 

«La precisión del tiro en los casos que hemos visto, deja mucho que de- 
sear. Rara vez se nota agrupación de impactos, lo que demuestra la mala 
dirección del fuego. Los puntos de caída de los proyectiles más bien parecen 
resultar obra del azar que de la mano de artilleros expertos. Esto explica tam- 
bién el pequeño número de bajas; dispararon más de 300 proyectiles de 
xo cm. y otros tantos de 57 y 37 rom., y sólo resultó muerta una infeliz mujer 
y unos pocos heridos ». 

«Se deduce que los que apuntan y dirigen el fuego lo hacen sin orden, 
obedeciendo á un verdadero prurito de tirar y tirar con furor , sin calma ni 
método >. 

Con posterioridad ha dicho la prensa americana, que ese 
afán de tirar mucho , tenía por objeto practicar el tiro y hacer 
buenos apuntadores , y que , eso , les valió sobremanera en el 
combate naval de Santiago de Cuba. 



EL TANTO P-.'K .ZIITI . I'I 1*1' «..' - 



contra objetivo, esas circ-n^ci-rtzü^ uxzl.zín i n.-r 
dida de la justeza del fue¿ : p:r ü i::rr«ir- 'j£ • r.-.-/ 
que se logró tocar al blLZJi:, í-r 'i:.íj^-. i :.-r: í: :.? 
disparos hechos, ó sea pjr tíZLr.z.' z» r ii.mr.: 7-t 
el combate nax-al de Sá:^^^^-: fe Ii.::-i ^k- :.-.*- 
distaban mucho de ser l.^ .-Lli j-,4 ur.irriiin.:- v 
nían al principio lO bsj-r.-^ — nii:::':s le ;:!.-- r.t- 
poderosos y mejor arrriL.ii'^ r-e .»:-t r.:.*-n---í — z.n- 
tra seis españoles, c-e ótsfe j:*: crmiírs i:»- -::«••:- 
tos quedaron reducid 1*^ 2. r-;irr:. ¡ z^x i.'r.r ^'. trn- 
te, podían concentrar lif^ f^t::^-.^. -^iltút \ : :• mr.ii: 
de objetivo y hasta aprsvó::I-..ír i-:r.ii. ;n 'Jir-y y< 
disparos altos dirigid >s a >tr: 

Debe, pues, decir^, i:r. peciir de Üc-^-^-i. 
que ese 3 por 100 de a^r:,ve¿I.an:.cr.: % le z 
tiles resulta muv deñciente en este ::a-^.3 v ■-• 
puede constituir regla para el p-rsr. er.ir. 



j- " 1 I* 






CAPITULO IV. 



El tiro rápido y el gran calibre. 

Opiniones del Almirante Sampson y de los jefes de los barcos de su escua- 
dra. — Excelencias del tiro rápido. — Tiro semirápido. — Variaciones en el 
armamento de los buques de guerra. — Los cañones de la Habana. 

Leemos en el parte del Almirante Sampson (i) 
«que los americanos, al salir de Santiago de Cuba 
la escuadra española, rompieron sobre ella un fue- 
go muy rápido , ensalzando la faena del Glouccster, 
por su tiro de gran intensidad sobre el Pintón y el 
Furor, que sembraba en ellos la muerte.» Dice, 
que «el María Teresa y el Oquendo, fueron incen- 
diados por las granadas americanas á los 15 mi- 
nutos del combate. También el Vizcaya ardía con 
furia. El fuego de las baterías secundarias de tiro 
rápido de los acorazados, fué muy destructor. El 
examen de los buques encallados , demuestra, que, 
especialmente el Oquendo, sufrió de manera terri- 



(i) The Army and Nauy Jourmil, 30 Julio 98. 



72 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

ble SUS efectos: los costados estaban acribillados y 
en la cubierta se veían los carbonizados restos de 
los que sucumbieron. El Cristóbal Coló?i — añade 
Sampson — no se rindió hasta que lecibió una gra- 
nada de 13 pulgadas disparada por el Orégano. 

El Capitán del Indiana H. C. Taylor, dice: 
«Una de nuestras granadas de 13 pulgadas (33 cen- 
tímetros), se vio entrar y estallar en el María Te- 
resa, Pronto se notó el efecto, sobre los destroyers, 
de nuestros proyectiles de 6 pulgadas (15 cm.) y de 
6 libras (57 mm.), y el de los cañones de grueso 
calibre, sobre el Vizcaya^ á gran distancia. Duran- 
te el combate, no utilizamos las granadas perforan- 
tes, excepto las de 6 pulgadas (i 5 cm.) de pólvora 
sin humo, y está demostrado el buen efecto de las 
granadas ordinarias, por los iijcendios á bordo y el 
poco tiempo empleado en inutilizar los barcos». 

El Capitán Clark del Oregon dice «que el Colón 
estaba libre y parecía que iba á escapar, pero 
cuando rompió el fuego con los cañones de la to- 
rre de proa, secundado por el Brooklyn, empezó 
á derivar». 

El Almirante Dewey se expresa así acerca del 
combate en la bahía de Manila (i): 



(i) The Army and Navy-yournal^ 18 Junio 98. 



EL TIRO RÁPIDO Y EL GRAN CAUBRE 78 

«Mis barcos sostuvieron fuego continuado y 
preciso entre 5.000 y 2.000 jrardas, que fueron las 
distancias límites á que se mantuvieron, por medio 
de una serie de marchas en líneas paralelas sensi- 
blemente á la que ocupaba la escuadra española. 
El fuego del enemigo era vigoroso, mas en gene- 
ral poco eñcaz. En los comienzos del combate se 
dirigieron al Olimpia (buque insignia) dos lan- 
chas, con la intención aparente de ponernos torpe- 
dos: una de ellas fué echada á pique enseguida, y 
la otra, inutilizada por nuestros disparos, emba- 
rrancó antes de que pudiera conseguir su objeto. 
A las 7 de la mañana, el buque Almirante español 
Reina Cristina, hizo una tentativa desesperada 
para destacarse de la línea y combatirnos á corta 

m 

distancia, pero concentrando sobre él todas las 
baterías del Olimpia, fué recibido con un fuego 
tan vivo, que apenas le dio tiempo para volver al 
abrigo de la costa; el incendio producido por nues- 
tras granadas, hizo presa en él con gran rapidez, 
siendo inútiles cuantos esfuerzos hicieron para ex- 
tinguirlo hasta que se sumergió». 

Todos esos textos oficiales, coinciden al ensal- 
zar las excelencias del cañón de tiro rápido, en 
tanto que son parcos en elogios al gran calibre. 
De ahí, que no sea extraño, que la opinión en los 



74 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

Estados-Unidos, formada á expensas de lo mucho 
que allí se escribe y se lee, se haya declarado uná- 
nime, contra los cañones de 305 y 330 mm., pre- 
firiendo á ellos los de 24 y 25 cm. con la condi- 
ción de que sean de tiro semirápido, ó lo que 
es lo mismo, de carga rápida, considerando, sin 
duda, que la principal enseñanza que se deduce del 
combate de Santiago de Cuba, está vinculada en la 
incofitrastable ventaja del tiro acelerado ó rápido. 

La idea que encierran las palabras tiro semi- 
rápido y carga rápida, merece que le dediquemos 
un lugar en este capítulo. 

No hace muchos años, que parecía imposible 
que el tiro rápido adquiriese otro concepto que el 
significado por la repetición en las armas portáti- 
les. Luego, fué tímidamente extendiéndose la in- 
fluencia de la rapidez del fuego , á los cañones de 
muy pequeño calibre (37 y 57 mm.), y más tarde 
alcanzó á las piezas de montaña y campaña (7 á 8 
centímetros), dando después un salto prodigioso 
que le hizo subir á los cañones de calibres medios, 
hasta 15 cm. Ahora, no sólo se construyen caño- 
nes de tiro rápido de 20 cm. , sino que se pretende 
atraer al mismo camino ó sistema, las piezas de 
gran calibre. 

Mas, el tiro rápido, está caracterizado por el 



reducir mucho e! t-Kr.p:, :::.■;—_: 
manipulaciones ce la :^'ri. :— 
que el conjunto ce '-a p./. ir*, y 



ble negar que e=o se ---¿re. p-.r 
adelantos de la ind^istr-la. z^t -. 
ciarse nunca la palabra im; ::-,': 
Tendreinoi, por tant'j, ¡,:í 
de tiro semirápido, coxo j-a eo 



76 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

de los calibres medios hasta 20 cm., y para conse- 
guirlo, según enseguida- vamos á ver, se acude á 
reducir en lo posible el calibraje de los cañones. 

Pero también se ocurre, que esta corriente de 
opinión, que no ha de tardar mucho en hacerse 
efectiva en el armamento de las naves que en ade- 
lante se construyan, lleva en sí el inconveniente 
del gran consumo de municiones que el tiro rápido 
acarrea. 

Partiendo de la proporción de 3 por 100, como 
aprovechamiento de proyectiles, se deduce una 
razón en contra de los gruesos cañones de 305 
y 330 mm., y es, que no pudiendo hacer más que 
un solo disparo cada cinco ó seis minutos (i), que- 
dan en desventaja al lado de los cañones de tiro 
rápido de menor calibre; en este mismo combate 
de Santiago de Cuba, se puede marcar, que el 
OregoHy el Indiana y el Texas, no hicieron uso 
de los cañones de grueso calibre (330 mm.) (2). 

Dícese y pruébase con argumentación lógica, 
que eso ha de ser lo más usual y corriente en el 
combate, y entonces, ¿para qué hace falta que los 



(i) Parecen os aún muy pequeñas esas cifras. En la práctica 
se tarda de seis á ocho minutos. 

(2) El lowa disparó 31 proyectiles de grueso calibre. 



crece la cantidad de coraza, diñcúltase el servicio 
y el municionamiento, prodúcese un problema de 
mecánica difícil de resolver, porque esos enormes 
pesos sobre las cubiertas, perjudican á la estabili- 
dad de la nave, y son la eterna pesadilla de los 
Comandantes de los barcos. 

Esto sólo, bastaría para justíñcar la simpatía 
con que los técnicos navales reciben la reducción 
del calibre, y mucho más si con ella se liga la 
conveniencia de acelerar el fuego de los cañones 
gruesos; tras de ese objetivo se va con la re- 
baja del peso á expensas del calibre. Al efecto, 
los alemanes, en sus nuevos barcos, no montan 
cañones de calibre superior á 24 cm. La dismi- 
nución del calibre se compensa con el aumento 
de la velocidad y por lo tanto de la fuerza viva 
de! proyectil ; así se observa, que ese cañón ale- 
mán de 24, da penetración de 660 mm. en acero, 
que es casi la misma del cañón de 305 mm.: el 
primero pesa 20 toneladas, en tanto que el de 
305 mm. pesa 45 toneladas. Los Estados-Unidos 
han seguido el mismo camino y acaban de termi- 



78 LA GUERRA fflSPANO-AMERICANA 

nar las pruebas de un cañón de 25 cm. de tiro rá- 
pido, que sólo pesa 30 toneladas, y que es más 
potente que el de 33 cm. de 60 toneladas, cons- 
tituyendo el armamento ideal para los grandes bar- 
cos de nueva construcción, que deben tener 1 8 nu- 
dos de marcha (i). 

Hemos dicho y volvemos á repetir, por lo que 
de importante tiene, que los proyectiles de gran 
calibre encierran la ventaja, de que un solo tiro 
afortunado puede dejar fuera de combate y hasta 
echar á pique un acorazado de primer orden, lo 
cual no es fácil conseguir con los calibres media- 
nos. Es. esa una gran verdad que tiene colosal va- 
lor material y moral. 

Para nadie es un secreto, que el Almirante 
Sampson mantuvo sus poderosos buques de com- 
bate á respetuosa distancia de la Habana, en con- 
sideración á la vigorosa organización defensiva de 
aquella plaza, á los dos cañones de 305 mm. Or- 
dóñez de la batería de Santa Clara, y, principal- 



(i) Tienen igualmente en servicio el cañón de tiro rápido 
de 20 cm. que puede hacer cuatro disparos por minuto, en 
tanto que los de tiro lento del Brooklyn y del Indiana, del mis- 
mo calibre , solo disparan un proyectil por minuto. Dos de estas 
piezas podrán disparar tanto como las ocho que actualmente 
lleva el Indiana, 




80 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

n¡ continuar las operaciones militares en las colo- 
nias del enemigo. Si, por otra parte, las dos es- 
cuadras resultaban tan equilibradas, que hicieran 
dudosa la cuestión de cuál de ellas preponderaría 
en ultimo término, sería evidente insensatez des- 
embarcar fuerzas en las Antillas, que, por efecto 
de un combate naval desgraciado, nos viéramos 
obligados á abandonar allí. 

Esta última condición fué la que prevaleció al 
hacerse inminente la guerra. La fuerza de la es- 
cuadra española — sobre el papel, como suele de- 
cirse — era tan próximamente igual á la nuestra, 
que resultaba, dentro de los límites de lo posible, 
que algún incidente desgraciado — la pérdida, por 
ejemplo de un acorazado — hiciera á los españoles 
decisivamente superiores en fuerza nominal y hasta 
efectiva». 

Eso explica, que el Almirante retuviese sus 
buques á distancias de las obras de la Habana, 
que fluctuaban entre i6 y 24.000 m., es decir, 
fuera por completo del alcance de los cañones 
Krupp y Ordóñez de 305 mm., los cuales, con un 
solo proyectil afortunado, hubiesen podido enviar 
al fondo alguno de los barcos mejores de la escua- 
dra americana. Los artilleros de la Habana, ansia- 
ban que el combate se empeñase, y aun cuando en 









82 • LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

De suerte, que, por lo que se refiere al arma- 
mento de los barcos, puede ya asegurarse que 
será un hecho la substitución de los cañones de 
enorme calibre por los de 20, 24 y 25 cm. 



construcción de corazas, es el acero Harvey^ que fabrica la 
Hatvey Steel Company, Consiste el harveyzado , en una cementa- 
ción sucesiva , mediante la cual la plancha va conteniendo la 
proporción de carbono , en progresión decreciente desde la cara 
exterior al interior. 

Antes de esa cementación , las planchas de acero contienen 
ya de lo á 30 centésimas de carbono. Se las recubre de una 
capa de carbón de huesos , muy rico en fósforo , y se calientan 
en un horno hasta llegar á temperatura próxima á la fusión del 
hierro. Así se facilita la absorción progresiva del carbono en 
toda la masa , de tal manera que la plancha recibe próxima- 
mente un i por 100 de carbono en la superficie, y la propor- 
ción de carbono va decreciendo gradualmente hacia el interior 
hasta tres décimas del espesor total. Con eso se consigue aún 
otra ventaja, la de que no aparezca el llamado punto critico^ ó 
sea la zona débil de soldadura que se presenta en las planchas 
compound^ ó mixtas , entre la parte de hierro ó acero dulce y la 
capa de acero duro. Terminada la cementación se deja enfriar 
la plancha hasta el rojo sombrío, y después de limpiarla per- 
fectamente, se la somete á un temple especial por aspersión de 
agua fría sobre la cara carburada , operación de la que depende 
en gran parte la resistencia. 

De las experiencias llevadas á cabo en 1892 en Indian 
Head, Portsmouth y Okchta y en 1893 en Govre, se dedujo la 
gran superioridad de estas planchas de blindaje sobre todas las 
conocidas, pues el mismo espesor da una tercera parte más de 
resistencia á la penetración. 



CAPÍTULO V. 



El calibre en las piezas de costa. 



Diferencia entre el armamento de las pÉazaa 7 «i -ce j*jc vir-^'j!, — ?. f^'^a 

calibre en las p]axsa.-^Las caJ¿¿ra mie^iav — L» v.r^'sv^Jk. it^ \r , — 
Aspecto económico del problema. 

Por la íntima relación que titr.í:^ ca^ t; ir.v.v 
mentó, hemos de tratar ligeramer:tít ír. Is.! v.r.v. *- 
siones finales, de algunas de la? fj^jzA.\/Jz.*i\ ', .-t 
hay que variar en los barcos, á cor.v^c.-r.'^ji df: ,a 
enseñanza sacada del comí>at.*: ói y/<z,\,?.'/'» ':c 
Cuba, sin que eso sujxjnga que pr<rt/;r,'I;irr.'>> W'z- 
var la iniciativa reformadora á la arq^ite^.t .ra r^- 
val, sino simplemente establecer el f/rincijvío, ríe 
que necesita variaciones y que no es ajena á cuas 
la instrucción que proporciona aquella bataila, \yf)X 
más que las fases que ofrece su desarrollo, hayan 
sido muy desiguales é incompletas. 

Admitido que sea conveniente la reducción del 
calibre de las piezas gruesas que monten los bar- 



86 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

eos , siempre que por ello no desmerezcan sus con- 
diciones balísticas, ocurre pensar, si están en el 
mismo caso las plazas de guerra, esto es, si tam- 
bién en ellas es necesario ir en pos de la reducción 
del calibre; mejor dicho, si es útil que la artillería 
de costa, deseche los grandes calibres que ahora 
emplea, substituyendo los cañones de 305 milíme- 
tros, muy generalizados, por los de 24 ó 25 cm. 

En nuestro concepto, algo cambia el aspecto 
de la cuestión, según se trate de artillería naval 
ó de artillería de costa. 

Los principales fundamentos que abogan á fa- 
vor de la reducción del calibre de las piezas que 
se instalen en los barcos, son, la ventaja de redu- 
cir el peso , la aceleración del tiro y la simplifica- 
ción de los mecanismos de puntería. 

Disminuir el peso de los cañones y montajes, 
no parece necesidad de tanta fuerza, tratándose de 
las piezas que se establezcan en tierra en posicio- 
nes fijas, como en las montadas á bordo, pero la 
simplificación de la carga, la aceleración del tiro, 
convienen tanto en las baterías de costa como eii 
los buques, y no debe perderse de vista ni dejar 
de aprovecharse todo cuanto signifique adelanto 
en la perfección de los aparatos de carga y de 
puntería horizontal y vertical. ' 



piezas de todo ¿-zrjfn zuihzaIHít t^ -^ ;.-ii -= 
defensa de ¡as c:*5C2¿ z-jcít^.l^ * : ..-.- t . - \ 
consigo ei ebsc^T. »: ir. tr.."r-.z." . r -Li-_~ -- n - 
niciones, que en j:*: bi.'L:-r :•: .^ * ;—..-: -- - ^ - 
vÍ3Íonani;enr«>s, L:.*? r-c íriirurrrinr-i . r :i-_ • 
la capacidad de Ie zn: i j z-jt .^ -l:; ; -r.-^i _- 
estabilidad cue rer-^rr± í=: :i::r--i. :.--- _-. v 

el acopio de pczy^.T r^ j o. - ir-i^r i^ ;— 

se desee, sia " — Lie. ííz: ic .rz-i^ : -i t: ^- ^ 
voluntad, y es3 i::«::¿-rr- ± iill ' :r::i. . ^ -r:.-_ -r: 
favor del t¿r:> rL.^_i: i ift ;l iít^ i '-, -. : rr 
trata de los gr2z.fi^ nliifistiT 

Por manera., r-tt i:<:-i ji i;.£z '.:^.i¿ 
pronto y bkc. irrc £.^-i:ar-'^ i. ^ -^^. 
costa. 

Pero la CjcEti-.c ftzí zí.lzr-z ::l; : -r-, 
bajo otro aspect-v, ¿ íilrr , lie* triít '%-i . 
las piezas de c:»5ti, ^.-j^zz^t -'..-c :.: : r 
proyectiles las c^'í^Hí.ix^t i jtt ir/^ ^# ..-.*- ,t 
penetración ^7iz±y^:zrírz.z' 

Para contestar hív -. ^ - i:' o: .r" -.v 
problema. 

El gran calibre, vi bt-i'j>: .-.: u.^i. ', ^*. v y^/i 
los buques de con:bsj:.t -n tctr^-, ¿v v.— v**. r 
acaso la opinión e¿t¿r -Lvr^í^ ^. ^. t *-'//•/ 



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'>// '^' 



^^ LA GLXiULA HESPANO-AMERICANA 

los gruesos cañones resuHa más moral que mate- 
rial, pero en realidad hay que confesar que impo- 
nen verdadero temor, porque, aún cuando se com- 
prenda que no es tan fácil dar en el blanco móvil 
tirando lentamente, también es evidente que si una 
vez se tiene la suerte de poner un proyectil en buen 
sitio, los resultados han de ser prodigiosos. 

Ahora bien, ese efecto moral y material será 
tanto mayor, cuanto más grande sea el calibre, 
dentro de los límites racionales de manejabilidad y 
de práctica del tiro. Por consecuencia, si rebajan- 
do el actual calibre de 305 mm. á 24 cm. se pueden 
conseguir con la nueva pieza energías iguales á las 
que producía la de 305 mm. á favor del perfeccio- 
namiento de la industria y del adelanto de las pól- 
voras, es claro que si esos mismos perfecciona- 
mientos y adelantos se aplican al calibre de 305 
milímetros, los efectos han de crecer en relación 
con los que proporcionaba la pieza de 24, y no es 
despreciable cuanto tienda á aumentarlos, en estos 
tiempos en que las planchas de blindaje van sos- 
teniendo, con rivalidad empeñada, la lucha entre 
el cañón y la coraza. 

Y como además, nada impide en las obras de 
vHvHtu tener algunos cañones de 305 mm. á la vez 
Mue se dispv^ngii de otros, más numerosos si se 




EL CAUBRE EN LAS PIEZAS DE COSTA 89 

quiere, de 24 cm., de los que permitan el tiro 
semirápido\ no se vé necesidad ni ventaja en re- 
nunciar al gran calibre en las defensas terrestres. 

Es casi innecesario agregar, que los combates 
librados en la guerra hispano-americana, demues- 
tran, que las obras de costa deben dotarse de nu- 
merosas piezas de tiro rápido de calibres compren- 
didos entre 12 y 20 cm., en la proporción que in- 
dicaremos al tratar de las plazas de guerra y de 
su organización armada. 

Hay que cuidar mucho de no caer en la equi- 
vocación de pensar, que con piezas de 15 cm., por 
ejemplo, puede asegurarse la defensa. Esos caño- 
nes de mediano calibre, tienen objeto marcado: 
el de batir las superestructuras de los barcos, ro- 
ciando sus cubiertas con una lluvia incesante de 
explosiones, de balines de los shrapnels y de cas- 
cos de las granadas, que siembren la muerte c in- 
cendien las obras muertas, y eso, aunque sea muy 
importante, no basta para contener la nave, ni 
menos para apagar sus fuegos, ni mucho menos 
para aniquilarla. Los expertos en la materia lo sa- 
ben perfectamente, y conviene que también lo sepa 
la njasa general de la opinión , que influye en gran 
escala en todas las cosas, y que á veces, se ali- 
menta de ilusiones. 



90 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

Bueno es hacer comprender á todos, ahora 
que se trata de defender nuestras costas, que los 
calibres medios no son suficientes para asegurar la 
protección, y que en las baterías tienen que entrar 
los calibres más grandes, al menos desde 20 á 
25 cm., para poder perforar las cubiertas y las 
corazas verticales de los buques enemigos, llegán- 
doles al corazón y i las máquinas, á los comparti- 
mentos debajo de la línea de flotación, sin cuyos 
efectos no se conseguirá, por lo general, ven- 
cerlos. 

Machacamos tanto acerca de esto, porque he- 
mos tenido ocasión de observar, que la generali- 
dad de las gentes, descansan tranquilas y satisfe- 
chas, cuando ven que se sitúan en batería algunas 
piezas de mediano calibre , creyendo que con ellas 
queda la plaza á cubierto de toda agresión. ¡Triste 
sería el desengaño, el día de la lucha! 

Tampoco debemos dejar en silencio, que en 
las defensas de los puertos entran muy principal- 
mente los obuses y morteros rayados, y en éstos, 
el gran calibre aumenta de un modo preciso y con- 
siderable el efecto de los proyectiles, de modo que 
no es ventajoso pensar en reducirlo, ya que no 
complica tanto las maniobras de carga y puntería, 
como en los cañones de tiro directo. 



EL CALIBRE EN LAS PELZA5 !•£ Z .*fT h í 

La eficacia de los fuegos e^rr:^, a:-r:'tc::L c.c 
el peso del proyectil y en oDniecrjtnr-Á c:c el =*_. - 
bre, porque en ellos, la vel«>¿'iad es rcl^r .íjti rTiic 
pequeña ; la masa es el factor c\jt n^s jir . • c írr^ 
el efecto útil, y como al reducir el zzlTz/rt s^ rtrí^i^t 
el peso, resultaría rebajado el efcct? 

Quiere decir esto, que en los rris-risr:^ r- :^:c- 
viene reducir el calibre, ni tan::»^^ lo tx-rt :.»t- 
rentoriamente su ser\icio ea fuec>- L^ -zj^.rr-t^ 
que aun cuando se merme el calare d-t I,»* ni- 
ñones, siempre persistirá la nece5.£¿.i de sm^ítr- 
var los glandes calibres de los ni-ntr:*? y ',^«' 
ses, complicando la cue5ti«l^n del a:-:nl~ ..z^-n-c^.i:-. 
puesto que se ha conseguido que ni.rter^ y :s.- ,i 
disparen idéntico proyectil, y en la.^ b^if ^? -^e 
costa debe buscarse ante todo ¡a ser.ií.lez. la. -.r.' 
pliíicación, que es factor de victoria, en t^r.t./ '. ,'; 
lo que complica y dificulta, supone ltr.:.:-'í 'in •/. 
fuego, que, al demorar la corre ce lín d-A Uro. au- 
menta las probabilidades de la derrota. 

Concretando: la reducción del c^Lr^re 'le '//\ 
cañones gruesos que se monten en los baro-y-,. ¡ca- 
rece tener indiscutible venta'a. Re-.:/ecV/ á ;-/ ^al 
reducción de calibre en las piezas que -x: ir, tUi'rn 
en las baterías de costa, el caso que/la red ,'Jdo k 
un problema de tiro y de economía, ly/» Uííj^/ím/», 



92 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 



de gran calibre, hoy reglamentarios para esas ba- 
terías, hacen fuego con excesiva lentitud. Difícil- 
mente llega á conseguirse que el tiempo transcu- 
rrido entre disparo y disparo sea mucho menor de 
ocho minutos, aun con personal instruidísimo en 
el manejo de las grandes piezas. En esas condi- 
ciones, evidente resulta, que la corrección del tiro y 
ha de hacerse muy penosa y larga, á menos que 
cada batería no tuviese considerable número de 
cañones con fuegos sobre la misma zona maríti- 
ma, para poder rectificar un disparo con el ante- 
rior, lo que la obligada ecoiwmia, tan imperiosa 
entre nosotros, seguramente no permitirá. ¿Puede 
llegarse á mayor rapidez en la corrección del tiro, 
rebajando el calibre, sin que por ello sufra menos- 
cabo el efecto de los proyectiles? Si la industria 
contesta favorable y afirmativamente con hechos 
reales á esa pregunta, entonces, no habrá tampo- 
co gran cosa que oponer á la reducción del cali- 
bre en las baterías de costa. 

Para nosotros, sería esa una buena solución, 
porque la nota económica á que antes nos refe- 
ríamos, ha de perseguirnos como la sombra á la 
luz, y no permitirá prodigar el número de piezas 
de un modo considerable. Por desgracia^ en esta 
desdichada Patria, se regatean de tal modo los 



EL CALIBRE EN LAS PIIZA- I L _ -- * 



presupuestos de guerra, aun tratínf-.-r^t í-t ^ iit- 
fensa nacional, que no se puede a.r:r:tttT - .-::;.-i 
plan sin contar con la cortapisa ce r^'*ir ^'.o: 

Y así resulta, que se gasta en -.ít-^- -. e-^e^ *•% 
que debería darse de un golpe, y c -t. c»'-- e^ -u*- 
tema tan poco práctico, nunca tenírt-r.-.-r p-li-Vs-» 
de guerra que merezcan tal cimbre y i.tt^.^rt «s,\; 
cogerá la noche. 

Guíanos honrado pensamiento ü ^^ir'^.z e-¿.i 
palabras. Demasiado comprenden: 0^5 -: -t Iá N"í.v! -n 
está pobre y abatida, y que \'j^ ia:r:f.i:.': i-e ^ 
le exigen, cuestan penosas prr.adine-,, m-^-r. p-.r 
encima de todo, está el ínteres £ur.ren:i de ia Pá- 
tria, el instinto de propia cc/n^er/ac: .n . q^e ce- 
manda inmediatas y completas medidas ce de- 
fensa. 

La lección que hemos recibido, ha sido tremen- 
da, es de esas que no pueden olvídarse. 

¿Escarmentaremos.' 



» 



_ .1 



CAPITULO VI. 



Distancias de combate. 



Alcances máximos. — Necesidad de acortar las discasciat ca o c.va.tJú<*we. — 
Distancias de combate en Santia£;o de Coba y Mar.r^a — I^yic-^t^CAt c« 
aplicación de las grandes distancia» 

La distancia á que han de resolvere los com- 
bates: hé ahí uno de los temas que má? se dis- 
cuten al conjeturar acerca de las luchas navales 
del porvenir ó al establecer prejuicios s^jbre el 
ataque de las plazas por las escuadras. 

Los cañones modernos, tienen alcances eficaces 
superiores á lo ó 12.000 m., pero ; puede espe- 
rarse que los combates se resuelvan á esas gran- 
des distancias? 

Sin necesidad de que la sanción práctica venga 
á dar el fallo, la opinión fundada, había ya conve- 
nido en que para decidir los combates, era indis- 
pensable acercarse más, llegar á los 4 ó 6.000 me- 
tros y tal vez á distancias aún menores. 

No son los hechos de la guerra hispano-ameri- 



96 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

cana — volvemos á decirlo — de aquellos que per- 
miten sentar jurisprudencia fija é incontrovertible, 
mas , tampoco dejan de representar enseñanzas en 
lo que se refiere á esta materia. 

Ni aún para proceder al bombardeo, consideró 
el Almirante Sampson que podía sacar partido de 
sus barcos á las distancias enormes que represen- 
tan el alcance máximo de los cañones. Todas las 
veces que rompió el fuego, aplicó, por el contra- 
rio, distancias de tiro sumamente reducidas en re- 
lación al alcance máximo. 

¿Es debido eso, á que para dar con más pro- 
babilidades en el blanco enemigo , sea preciso acor- 
tar el espacio, ver mejor , ver más de cerca, ú obe- 
dece el hecho á que nuestras plazas atacadas y 
nuestras escuadras destruidas, por consecuencia 
de su inferioridad ofensiva, diesen facilidades á los 
buques americanos para acercarse tanto? 

De todo puede haber; pero no cabe duda, que 
mucho influyó la primera de esas dos hipótesis, 
esto es, la de que para decidir los combates hay 
que acortar las distancias. No importa que los pri- 
meros disparos se crucen á largo alcance, el caso 
es que el resultado decisivo, exige que vayan á 
buscarse los c^ontendientes y hasta, con frecuencia, 
llegar al cuerpo á cuerpo, y á esta regla, que es 




DISTANCIAS DE COMBATE 



norma invariable de todas las peleas eticarT:..:z.í 
de los hombres, han de venir asinii^nx) 2 h.-rr^- 
terse las que tengan lugar entre barco y bsr::.'- •-. 
entre plaza y escuadra, por hombres al ñ:: c.^;-- 
das. El llamado duelo de artillería, t;et:e ^-cí \.t^ 
ser, tíí«<?/<:? avanzado. 

Veamos ahora en qué relación de círtsr-r.í-t *« 
verificaron los combates navales de Sartia-irc. d^ 
Cuba y de Manila. 

El fuego empezó en el primero de ¡c/s rr-*r.c:v 
nados combates, próximamente á 5.5CO m.: eritr^: 
2.000 y 2.500 m. fueron despedazados co^ cr-oc- 
ros y los dos destroyers. 

Dice el Comodoro Schley, que vr.^T.fí:c^j2. cl 
Brooklin, que combatió á distancias compren*i>ia-í 
entre 2.700 y i.ooo m. 

El Comandante Philip del Texas, aduce que se 
hallaba al salir la escuadra de Cervera, á 4. 500 
metros del Morro y que, en cuanto el Teresa abrió 
el fuego, le contestó con los cañones de grueso ca- 
libre á 3.800 m. 

El Comandante Taylor del Indiana, expone 
que las distancias á que tiró variaron entre 4.000 
y 2.700 m. 

El del Oregon M. Clark, rompió el fuego á 
igual distancia. 

Tomo I 7 



98 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

El del New-York M. Chadwick, no expresa las 
distancias. 

El del lowa, M. Evans, dice: «A las 9 y 40 
minutos rompimos el fuego sobre el Infanta á 
5.400 m., pero ésta disminuyó rápidamente hasta 
2.200 m. y después á 1.800 y i.ioo ra. Viendo 
que el Infanta Teresa nos pasaba, viramos y le en- 
viamos una andanada á 2.200 m., y después otra 
á 1.600 y otra tercera á 1.250 m., virando cada 
vez, y empleando toda nuestra artillería, incluso 
la de tiro rápido. 

» Desde que divisamos los dos desiroyers, rom- 
pimos fuego sobre ellos con las piezas ligeras va- 
riando la distancia entre 3.600 y 4.000 m.» 

Al terminar el combate la distancia de tiro era 
de 1. 100 á 1. 000 m. entre el Brooklyn y el Viz- 
caya. 

Si buscamos datos en el combate naval déla 
bahía de Manila, encontramos, que el Almirante 
Dewey dice en su parte que las distancias de com- 
bate variaron entre 4.000 y 1.500 m. 

No se registran por tanto, en estos combates, 
distancias superiores á 5.500 m. 

Es exacto, que desde los comienzos de la bata- 
lla naval de Santiago de Cuba, los barcos de la 
escuadra americana se hallaban en situación á pro- 



DISTANCIAS DE COMBATE Mii 

pósito para romper el fuego á cortas distancias, 
porque podían acercarse á 5.000 m. del Morro, 
desenfilados ó fuera dd alcance de las piezas Hon- 
toria de la Socapa, y aún desafiar el fuego de éstas. 
Con otra plaza mejor artillada, no hubiesen po- 
dido hacer eso, y por lo tanto, se habrían visto 
obligados á iniciar el combate desde distancias su- 
periores á 10.000 m. 

No puede por eso, tomarse por base absolu- 
tamente fija, la que da la cifra de 2.000 á 4.000 
metros como término medio de las distancias á 
que se han de resolver los combates navales ; pero, 
en favor de la pequeña distancia, hay otro argu- 
mento de valor, que es, el de que los cañones de 
grueso calibre perforan mejor las fajas acorazadas 
á esas distancias relativamente cortas, que su tiro 
es más seguro, que los aparatos telemétricos, de- 
pendientes de la vista del hombre, aprecian mejor 
y dan menos error, que los ángulos de caída de 
los proyectiles son más pequeños cuanto menor es 
la distancia, y que los cañones de tiro rápido de 
pequeño calibre, que tanto papel juegan en el com- 
bate, no tienen alcances superiores á 4.000 m. 

Interesantísimas son las conclusiones que, acer- 
ca de esta cuestión, publica en un periódico de 
Christhianía, el Capitán Stang, de la artillería no- 



100 LA GUERRA HISPANO -AMERICANA 

ruega, enviado por su gobierno para estudiar sobre 
el terreno la guerra hispano-americana, tanto, que 
aún cuando hemos de volver á insistir acerca de 
ellas al tratar de la organización de las plazas, no 
podemos resistir al deseo de condensarlas aquí, 
por el contacto que tienen con las distancias de 
tiro. 

El Capitán Stang, examinó los efectos del 
bombardeo en Santiago de Cuba, y San Juan de 
Puerto-Rico, inmediatamente después de la rendi- 
ción, y hé aquí lo que dice acerca del efecto de 
los proyectiles y de las distancias de combate: 

«Los fuertes de San Juan de Puerto-Rico, es- 
taban débilmente artillados, hasta el punto de que 
los cañones no eran capaces de perforar las grue- 
sas corazas de los barcos; no tenían ningún cañón 
de tiro rápido. El armamento de los fuertes resul- 
taba muy inferior al de los buques que bombardea- 
ban. Las baterías, eran en su mayoría de piedra, 
sobre la cual los cañones modernos de la marina 
americana hubieran podido producir grandes estra- 
gos. No fué así; el efecto del tiro se redujo á un 
solo cañón puesto fuera de servicio y á un artillero 
muerto. Ninguno ó muy escaso efecto produjeron 
los proyectiles sobre las baterías. En la ciudad, 
situada detrás de ellas, resultaron desperfectos en 



DISTANCIAS DE COMBATE 101 

algunas casas. Muchos proyectiles pasaron por en- 
cima de los fuertes y cayeron en el puerto. La 
flota del Almirante Sampson, bombardeaba desde 
la distancia de 2.000 m. Los buques se mantu- 
vieron continuamente en movimiento describiendo 
una especie de elipse. Durante el tiro, que duró 
tres horas, soplaba ligera brisa del E., y el mar 
estaba poco agitado.» 

Deduce el Capitán Stang , que la precisión del 
tiro de los buques, más allá de i.ooo ;//., es suma- 
mente pequeña, si no está el mur completamente 
tranquilo, 

«El fuego de los españoles, tampoco hizo gran 
mella en los barcos americanos, que tuvieron dos 
muertos y siete heridos. Un monitor fué alcanzado 
y tuvieron que remolcarlo fuera de las aguas del 
combate : ellos pretenden que esa retirada obede- 
ció únicamente á avería en la máquina » . 

«En Santiago de Cuba, los fuertes — prosigue 
el Capitán Stang — hallábanse aún peor artillados 
que en San Juan de Puerto-Rico; en la meseta del 
Morro, sólo había cinco cañones viejos de bronce 
de 16 cm. y dos obuses de 21 cm. modelo anti- 
guo; eUcastillo del Morro, tenía dos cañones liso3 
y algunos obuses del mismo género , que era im- 
posible utilizar; aunque algo mejor, el armamento 



102 LA GUERRA HISPAN O- AMERICANA 

de los otros dos fuertes (La Socapa y Punta Gorda) 
era igualmente muy débil, y, sin embargo, la ar- 
tillcria de esas obras, impidió durante muchos dias 
á los grandes buques americanos, admirablemente 
armados, la entrada en el puerto. La importancia 
del parapeto de tierra de las baterías ofrece parti- 
cular interés; proyectil tras proyectil, daban en el 
terraplén, y, rebotando allí, pasaban por encima 
de la batería. Ni aún los cañones de dinamita del 
Vesubius llegaron á causar más que daños relati- 
vamente pequeños» (i). 

Consideramos muy atinadas esas observado- 
nes del Capitán Stang. 

Las grandes distancias, prevalecerán en tos 
comienzos de los combates, pero la resolución de 
los encuentros, tendrá por fuerza que realizarse á 
distancias relativamente cortas. 

Así ha sucedido en el bombardeo de Alejan- 

(l) Estos asunlosson <ie Iranscendenlal interés, y serín oi- 

jeto de nuestra predilecta atencifln al tratar de la defensa de 

tas costas, donde 'analizaremos los datos propios j haremos 

notar las ventajas que se derivan del valor del ángulo de caíiJ" 

debido á la diferencia de nivel entre los buques y las balerli^- 

leseta del Morro está á 65 m. sobre el nivel del mar. Kc' 

IOS que en este libro , sólo aprovechamos esa opiniún, c 

iboraciún de <^ae las distancias á que los combates se n- 






r reducidas. 



DISTAN _ULS 1 1 I,'»t3tri .» 

dría por la escuadra ínir--=sa: eü ±i z^itr/zuzt uzi 
Yalü, entre chinos v jacinese?. v iIinrL ±n. »-4 
combates navales v !>:::: b¿rie:.'i fe '^i-zl? í : ..t 
dio lugar la guena hi5píiz«>2.:i:-er:>r2-::a r.e fií •? 
casos prácticos mas recientes q-e ^i-e-ií^i - .t.^'-t 
como ejemplo. 



CAPITULO VIL 
Los proyectiles. 



keo. — Los pToycctila ÍDCcodíariot,^ ProyeclilB del cañóa atumálico^ 

Mucho se ha fantaseado acerca de la calidad 
de los proyectiles disparados por la escuadra ame- 
- ricana contra nuestras plazas y nuestros barcos. 

Las noticias que vamos á publicar, pertenecen 
por completo al campo de la verdad, por referirse 
á modelos recogidos personalmente sobre el terre- 
no del combate, por el autor de este libro ó por 
compañeros de Cuerpo. 

En asunto tan controvertido, nos parece con- 
■ veniente no acudir á otras fuentes de información 
que las que dimanan del propio esfuerzo. Hacer 
relato sencillo, exacto y de general alcance, de las 
enseñanzas que se derivan de la guerra hispano- 
americana; hé ahí la esencia de nuestra obra. 



I» LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

A raíz del combate de Cárdenas, d 12 de 
Mayo de 1898, tuvimos ocasión de recofrer los 
sitios donde cayeron más proyectiles y reunir va- 
rios ejemplares de los que disparó el enemigo 
contra aquella dudad indefensa, desprovista de 
baterías de ningún género que pudieran responder 
á' la bárbara agresión (i). 

Xo obstante, los americanos hablan de aquel 
hecho refiriéndose con la mayor frescura á las ba- 
terías de la costa y 2I fuego mortífero que de ellas 
recibían y y es justo que aprovechemos esta oca- 
sión para desmentir, en absoluto, tan descomunal 
falsía. 

El Army atid Navy Journal del 7 de Enero 
de 1899, pág. 445, dice, que la crítica del Al- 
mirante Plueddington y otros, acerca del uso de 
los torpederos en el ataque de las fortificaciones 
de costa, ha producido una réplica del Teniente 
Henry Me. Crea, de la Armada americana, quien 



(i) El héroe de este combate, fué el Teniente de navio don 
Domingo Montes, que con su pequeño cañonero Antonio Lófti, 
sostuvo la defensa contra cuatro poderosos buques haciéndoles 
retirarse y resultando su barco completamente acribillado. Es, 
sin duda, una brillantísima página para la Marina española. 
Pocas veces se justificaría mejor una cruz laureada que en el 
pecho del Teniente Montes. 




LOS PROYECTILES 107 



era el Oficial de derrota del cañonero Machías en 
el bombardeo de Cárdenas, durante el cual el tor- 
pedero Winslow quedó inutilizado, y el Oficial de 
ensing, M. Bagley y cuatro marineros muertos. 
Aduce Me. Crea, que los hechos han sido mistifi- 
cados ó mal entendidos; que no había intención 
de aplicar el Winslow para el uso indicado, pero 
que la mañana era neblinosa y el Comandante del 
Wilmington, M. Todd, no vio al ir avante de 
través, los cañoneros españoles, mezclados con 
otros barcos mercantes entre los muelles. Enton- 
ces dio al Teniente Bernadon, Comandante del 
Winslow, la orden siguiente: Adelante unos cientos 
de yardas y vea si están los cañoneros españoles á 
la izquierda del edificio amarillo. El Winslow efec- 
tuó el avance y vino á colocarse precisamente al 
lado de una de las boyas que señalaban la distan- 
da de tiro de una fiueva batería española (!J, reci- 
biendo el formidable fuego de ésta. Pudo entonces 
Bernadon dar máquina atrás y quedar fuera del al- 
cance y en salvo; pero llevado de un celo extre- 
mado, contestó al fuego con su cañón de 37 milí- 
metros. Este tenía poco efecto, en tanto que dos ó 
tres proyectiles de las baterías de la costa, podrían 
hacer pedazos al barco. El Comodoro Todd rom- 
pió desde el Wilmington \m fuego terrible sobre la 



108 LA GUERRA UISPANO-AMERICANA 

batería, reduciéndola al silencio, lo que permitió al 
Htídson poner al Winslow en salvo. Para aquella 
operación era propio el Winslaiv, por su poco 
calado. Se sabe — prosigue Me. Crea — que las es- 
cuadras tienen que llevar barcos de esa clase para 
tales reconocimientos, pero cuando no los hay se 
ataca con lo que se tiene á mano». 

Allá se las arreglen los americanos, en esa dis- 
cusión peregrina de atacar obras de defensa de 
costa con torpederos, punto que no resiste segu- 
ramente la más leve crítica; por nuestra parte, 
nos importa consignar que todo eso de baterías 
de costa es pura fábula. En Cárdenas no había 
en tierra, cuando atacaron los barcos america- 
nos, ni una sola batería nueva ni vieja, ni ningún 
cañón de calibre pequeño ó grande, ni siquiera 
piezas de artillería de montaña. El que esto es- 
cribe, fué comisionado al día siguiente del combate 
para conducir á Cárdenas y situar en las riberas 
de aquella bahía, dos morteros de bronce cónicos 
de 32 cm., dos cañones de bronce de 8 cm. Cr. y 
cuatro cañones de bronce comprimido de 9 centí- 
metros, construyéndose al efecto las baterías, y, 
por lo tanto, mal podían haber hecho fuego el día 
anterior, que no existía en Cárdenas ninguna pieza, 
y que sólo sostuvo la lucha el cañonero Antonio 



LOS PROYECTILES 109 



López, Por cierto que los americanos, no intenta- 
ron volver por la revancha. 

Y hecha esta ligera digresión, que pruébala 
verosimilitud de los relatos yankees y el grado de 
desconfianza con que hay que acogerlos, volvamos 
á ocuparnos del tema de este capítulo. 

Los proyectiles que hemos examinado, proce- 
dentes del bombardeo de Cárdenas ( 1 1 de Mayo), 
son de lo cm. y de 57 y 37 mm. Tuvimos ocasión 
de estudiar otro de 20 cm. de los disparados con- 
tra Matanzas (27 de Abril), y otros de 1 5 cm. que 
fueron aplicados en destrozar é incendiar el tras- 
atlántico Alfonso XII y embarrancado en el puerto 
del Mariel. A la vista hemos tenido numerosos 
cascos de proyectiles disparados contra esos mis- 
mos puntos y contra Cienfuegos, Santiago de 
Cuba, Tunas, Manzanillo, etc. 

Elegimos como tipo, para dar idea de la es- 
tructura de estos proyectiles, el que representa el 
plano que publicamos, que diseña uno de 20 cen- 
tímetros, esto es, de las piezas cuyos efectos han 
sido más ensalzados en el combate naval de San- 
tiago de Cuba, y á las que los americanos atribu- 
yen el papel principal eit la destrucción de nuestra 
escuadra. 

Son de acero. Los perforantes llevan la ojiva 



lio LA GUERRA fflSPANO-AMERICANA 

endurecida, revelando haber sido fundida en ma- 
trices metálicas; tienen gran capacidad, y el ánima 
parece haberse obtenido por embutición. Todos 
los que hemos descargado, contenían pólvora fina 
de caza, algo parduzca, apisonada, muy rompe- 
dora y viva, y que al arder produce mucha llama. 
La explosión se efectúa por lo general en tiras 
longitudinales, escupiendo, casi siempre, el culote 
completo, cortado á raíz, y quedando suelto como 
si fuera una gruesa arandela. Se recogieron mu- 
chos sin reventar, por defecto de las espoletas. 

El proyectil á que se refiere el dibujo, lleva el 
culote separado y sujeto á rosca, y en el centro de 
él va el alojamiento para la espoleta, que también 
aparece en el plano. Esta es de percusión, muy 
parecida á la antiguamente reglamentaria en nues- 
tra Artillería, y la abundancia de proyectiles. cogi- 
dos sin explotar hace su apología. En los de lO 
centímetros , no está el culote superpuesto á rosca, 
sino que más bien se nota en el corte, que ha sido 
soldado y embutido á presión , después de haber 
obtenido por embutición el hueco interior del pro- 
yectil. Los de 57 y 37 mm. no presentan diferen- 
cias esenciales con los nuestros de igual clase. 
Todos, lo mismo los de grueso calibre que los de 
pequeño, llevan una sola banda de forzamiento y 



o, I02 KG, 



LOS PROYECTILES lU 



parecen muy bien construidos. Principalmente la 
calidad de la fundición y forja y la gama de endu- 
recimiento de las ojivas, que se nota troceándolos, 
son inmejorables, y dicen muy alto en favor de 
las fábricas de donde salieron. No así las espole- 
tas, que, según antes indicamos, son toscas y de- 
fectuosas. 

Hablase mucho también de proyectiles incen- 
diarios. Muy queridos amigos nuestros, asegu- 
ran que existieron en el combate de Santiago de 
Cuba (i). No hemos podido examinar ningún ejem- 
plar, pero hemos de hacer constar, que las gra- 
nadas ordinarias y los mismos proyectiles perfo- 
rantes, con su gran carga explosiva, producen se- 
guros incendios de gran intensidad, si explotan 
entre construcciones de madera y de otras materias 
combustibles. Los barcos de nuestra escuadra, que 
pudimos visitar en puerto, tenían excesiva canti- 
dad de maderamen en las cámaras, camarotes y 
obra muerta y no es extraño que las explosiones 
de los proyectiles enemigos causasen incendios, 
rápidamente incrementados por la dificultad de 



(i) En un libro publicado acerca de este combate por un 
Cabo de mar que en él tomó parte se lee c que las granadas 
llevaban dentro una gasa ó tela impregnada de un liquido ama" 
rUlo que producía el incendio». 



112 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

apagarlos, debido á la rotura de los tubos de con- 
ducción de agua que para esos casos existen á 
bordo. En el Mariel, el trasatlántico Alfonso XII, 
fué rápidamente incendiado por los proyectiles que 
le dispararon los barcos bloqueadores, y entre los 
cascos y modelos sin explotar que se recogieron, 
no se veía huella de otra cosa que de granadas or- 
dinarias y perforantes. 

De otro lado, no está fuera de lugar recordar 
que los proyectiles cargados con explosivos fuer- 
tes, son de muy peligrosa aplicación en los caño- 
nes de tiro directo que sufren grandes presiones 
en el momento del disparo. 

Así vemos, que los americanos llevaron frente 
á Cuba, al cañonero Vesubius, único en su género, 
que va armado con tres cañones neumáticos siste- 
ma Zalinski, con los cuales pueden dispararse sin 
riesgo grandes proyectiles llenos de dinamita y de 
gelatina explosiva. 

Hacia el año 1888, en ocasión en que realizá- 
bamos una comisión del servicio en los Estados- 
Unidos, pudimos ver de cerca este buque y sus 
cañones neumáticos, entonces en construcción. 
Recordamos que fué con motivo de una visita al 
arsenal de Cramp de Filadelfia, en la que acom- 
pañamos al sabio y competente marino D. Manuel 



alcance se regula variando la presión del aire com- 
primido. El calibre de estas piezas es de 1 5 centí- 
metros, y los proyectiles consisten en largos tubos 
de latón, llenos de gelatina explosiva y provistos 
de una rabiza lastrada, para asegurar su posición 
en la trayectoria. Las espoletas son eléctricas. Con- 
sisten en una piüta ingeniosísima, que se pone en 
actividad al contacto con el agua del mar, de modo 
que el proyectil hace explosión al sumergirse, y 
sus efectos son de gran eficacia por desarrollarse 
bajo la línea de flotación. El tiro de estos cañones 
es muy incierto. Los americanos los emplearon 
contra las obras de defensa terrestre de Santiago 
de Cuba , y, acerca de sus resultados , dice el Te- 
niente de navio seftor Muller, que el día 23 de Ju- 
nio figuraba el Vesubius entre los buques que ba- 
rreaban la entrada de Santiago de Cuba; el mismo 
día, á las once de la noche, arrojó este barco dos 
proyectiles de dinamita sobre el puerto, sin que 
causaran novedad; el día 25, á la misma hora, dis- 
paró otros dos proyectiles de dinamita; uno des- 



■ ■ ■*: 



114 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

trozó completamente la casa de los torreros en la 
meseta del Morro, otro hizo grandes desperfectos 
en la fortaleza hiriendo á tres marineros del Mer- 
cedes y á un soldado de la guarnición; la noche 
del 26, disparó ft-es proyectiles de dinamita, sin 
causar dafto alguno, por haber caído, aunque den- 
tro del puerto, en el agua. 

«El Vesubius todas las noches y con una regu- 
laridad notable, entre doce y una, lanzaba sus tres 
bombas de dinamita sobre las baterías de la boca, 
con la mayor humanidad posible, pues no se olvi- 
dará que- tal ha sido el pretexto de esta guerra. 
Para ello se aproximaba á la costa, acompañado 
de otro buque, generalmente de un acorazado, 
porque él solo sirve para ofender, pero no tiene 
cualidades defensivas, y al estar á distancia con- 
veniente disparaba los tres tubos á intervalos igua- 
les. Si el proyectil caía cerca de una batería su 
ruina era segura, pues es necesario ver el efecto 
de esos proyectiles para comprenderlos. Feliz- 
mente parece que no son muy seguros ni su al- 
cance ni su dirección». 

Los nuevos cañones neumáticos montados en 
Sandy-Hook y en San Francisco de California, 
son mucho más perfectos que estos del Vesubius. 
Han sido probados en el polígono de Shoeburiness, 



116 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

riores á los del contrario, pero eso, no puede ser 
argumento para deducir que los del enemigo fue- 
sen superiores á todo lo conocido. Precisamente, 
esa inferioridad nuestra ha sido causa de que resal- 
ten más los recursos de los americanos, sin que 
esto quiera dar á entender que su tiro respondiera 
mal, pues sacaron crédito en lo que atañe al traba- 
jo mecánico producido sobre las corazas: el efecto 
material del combate quedó á buena altura, y vie- 
ne á ser una garantía del empleo del acero cro- 
mado en la fabricación de proyectiles perforantes, 
caso conocido, porque las experiencias realizadas 
en los polígonos de prueba, habían plenamente 
sancionado la bondad de la liga metálica del acero 
con el cromo. 



tres de proa y popa. 

El Furor y el Plutón, fueron pronto despeda- 
Kidos por el fuego rápido concentrado sobre ellos 
por la mayoría de los buques americanos, que, al 
aproximarse á los cruceros nuestros, vinieron á 



118 



LA GUERRA HISPANOAMERICANA 



cogerlos cerca, en el momento en que desemboca- 
ban de la bahía, pues eran los que salían detrás (i). 
Almirante Oquendo (2). — Es, según se vé en el 
diagrama, en el que más impactos se descubren. 



(i) Estos dos pequefios buques, perdieron las dos terceras 
partes de la tripulación. £1 Comandante del Furor D. Francisco 
Arderíus y Rodríguez , recibió 1 1 heridas y el Jefe de los eUs- 
iroyers D. Fernando Villaamil , resultó muerto. Instruyese juicio 
contradictorio para otorgarles la cruz laureada. 

Relación del personal fallecido , herido y prisionero en el com- 
bate del s de Julio de i8g8 , de la escuadra del Excmo, Señor 
D, Pascual Cervera, 



BUQUES 


Heridos 

y 

contusos. 


Muertos 
y des- 
aparecidos. 


Prisione- 
ros. 


DoU- 
ciones. 

Totales. 




Infanta María Teresa. . 

Cristóbal Colón 

Vizcaya 


24 
19 
73 
64 
8 
9 


76 
29 
75- 
121 
17 
14 


422 

482 

325 

288 

48 

50 


522 
530 
473 
473 
73 
73 


Almirante Oquendo... 
Plutón 




Furor. . . ; 






197 


332 {a) 


1.615 


2.144 



Dolorosos son esos números, pero no debemos dejar de 
consignarlos, para que su recuerdo atormentante, sea el acicate 
que sientan de continuo nuestros hombres de Estado y que les 
impulse á remediar las causas de tan hórrida catástrofe. 

(2) Mandaba este crucero, el Capitán de navio D. Juan 

(«) En los desaparecidos deben estar comprendidos muchos que se aho- 
garon. 




^ites dá\ 



1 



7¿¿és de ¿a- esauzí/ra. tíe (¿rvem. 







J 



Maaü7 caído 
s Bsir/hor. . 







aitvrsa. 



'ór§a 







gundo cañón de 14 cm., haciendo explosión y pro- 



Bautisla Lazaga. Los supervivientes, reñeien haberle visto 
el puente, en los últimos momentos, y que alli sucumbid c 



ron la cubierta y salieron por estribor con 1 
de 45°, cortando los tubos de conducción da 
para las bocas contra incendios. Resultó 1 
cortado el colector de vapor de estribor, parí 
dose la máquina de este lado y quemando i 
sonal de la misma. 

Dos proyectiles de 30 cm. penetraron, 
bajo de otro, con ángulo de 45° con la normal, a 
atrás hacia adelante, en popa, bajo la cubierta, I 
haciendo explosión en el almacén de torpedos, 
cortando los barrotes de la cubierta superior y 
produciendo á estribor una brecha de 37 cm. cua- 
drados, destruyendo todo lo que había en este 
local. 

El palo militar de proa, quedó tronchado por 
un proyectil y cayó sobre el puente. 

Vizcaya. — Un proyectil de 57 mm. atravesó 
la torre de popa, á la altura de la cubierta supe- 
rior. Otro del mismo calibre y otro de 12 cm. atra- 
vesaron la superestructura de parte á parte. La di- 



122 



LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 



có entre ella y la torre de popa, matando é hirien- 
do bastantes hombres y produciendo enormes des- 
trozos. 

La circunstancia de estar el buque sumergido 
en gran parte, había impedido el examen minu- 
cioso bajo la línea de flotación. 

Dediquemos ahora ligero examen al combate 
naval de Manila (i). 

En Filipinas, nuestra escuadra tenía el siguien- 
te armamento : 



Isla db Luzón. 

Crucero proUgido de 2.^ 

Casco de acero. 



Isla db Cuba. 

Crttcero protegido de 2,^ \ 

Casco de acero. 



Reina Cristina, 

Crucero no protegido. 

Casco de hierro. 



Desplazamiento *.. ton. 1.045 

Protección en la cubierta mm. 62 

Cañones de 12 cm 4 

■:— deSTmm. t. r 2 

— de 37 » t. r 3 

Ametralladcras de 11 mm 1 

Tubos lanza* torpedos 3 

Desplazamiento ton. 1.045 

Protección en la cubierta mm. 62 

Cañones de 12 cm 4 

— de57mm. t.r 2 

— de 37 » tr 3 

Ametralladoras de 11 mm 1 

Tubos lanza-torpedos 3 

Desplazamiento ton. 3.520 

Cañones de 16 cm 6 

— de 57 mm. t. r 3 

— de 42 » t. r 2 

— de 7 cm 2 

— de 37 mm 6 

Ametralladoras de 11 mm 2 

Tubos lanza-torpedos 5 



(i) De la defensa terrestre, nos ocuparemos en su oportu 



s na /rtUeiá^. 



Ametralladoiu dt 11 mi 



Don JUAB DE AusiWA. \ de 

Cuaco de hierro. I — **e 2 



Casco dthii 



DespLuaiui 
'protegido^ 

rnallid< 



¡ DespLuaiuieatú ,..,,.^.*^, 



nopraífgidg^ í 



Mahquís cbl Dubro, 

Crmtra m tmttpás. 

Cuco de hiena. 



.mtliilladaru de 25 mi 
— de 11 ■ 



Dcipluamiei 



\ Cafiones de 16 COI. laTsucargí) , . . . . 
¡ — de 12 ■ (hroDce Ídem).. 



nidad. Adquieren carácter ¿pico en estos combates las proezas 
del Teniepte de Artülería D. Valentín Valera. 



EFECTOS DEL TIRO 125 



' Desplazaniiento. tan. 1.710 

aclbaa 6 



Concoxol ^^ 

— de 57 mm. L r 2 

Casco de aceto. — de 37 » L r. 5 

AmetraUadoTas. 2 

IDcsplaraoúento. ton. 892 

Cañones de 15 cm 4 

— de 57 nun. L r 2 

— de 37 » L r 3 

Ametralladoras 2 

Basta pasar la vista por esos datos, para con- 
vencerse de la gran superioridad protectriz y ofen- 
siva de la escuadra americana con respecto á la 
nuestra. Tan sólo el Ofympia, verdadero buque de 
cómbate, que llevaba, así como el Raleigh, caño- 
nes de tiro rápido de 12 mm., constituían núcleo 
poderoso de fuerza, sin contar los cañones de 20 
centímetros de gran alcance y efecto. 

Los detalles que vamos á consignar, acerca del 
efecto del tiro en el combate naval de la bahía de 
Manila, pertenecen á un artículo publicado por 
Tke Enginéer, en el que se relacionan los que su- 
frieron nuestros buques, Reina Cristina y Castilla 
y Don Juan de Austria, 

Allí, el trabajo destructor más principal, lo 
atribuyen los americanos á sus cañones de 1 5 cen- 
tímetros (6 pulgadas), pero también en este hecho 
suenan los cañones de 20 cm. (8 pulgadas) dentro 
de la apoteosis ^uma, tanto que el Capitán Gridley 



Oñcialo. 
Olicula 
OasHi.. 



Allí murió el Comandnnte del Rtina Cristina D. Luis Ca- 



is desde 
Qii furio- 
Idlmentc 
i, y toifo 
s de fós' 

en esto, 
Irte, por 
o del 16 

;fiere un 
la (I P de 
de Abril) 
s efectos 
gando al 
!las, ban- 
una pala- 
podía ar- 
El ejem- 

que prc- 
Cuba, ni 
;s de esta 
De suer- 
te que esta arma, que parece tan temible é infunde 
tanto espanto á los acorazados, dicen los peritos, 
ahora, que constituye un peligro mayor para los 



armas, comparados con el número de muertos y 
heridos y con la clase de las heridas, especificando 
si dejaban ó no fuera de combate, según el lugar 
del cuerpo en que se recibieran, es trabajo impor- 
tante que conviene sea acometido por los que tie- 
nen viva la impresión recibida sobre el campo de 



En cuanto á los combates en tierra, puede 
añrmarse que el humo delata las posiciones. Su 



que uispurauan cun poivura sin numo u uc puiu 
humo, despistaron más de una vez el tiro del ene- 
migo. Los tiradores armados de Mauser, también, 
gracias á la pólvora sin humo, consiguieron ven- 
tajas, porque los americanos tardaban mucho 
tiempo en darse cuenta de las posiciones que ocu- 
paban nuestras tropas (i). 

Todas las dificultades de apreciación, antes 
enunciadas, no deben ser obstáculo para que di- 
gamos lo que hemos podido saber acerca del fuego 
de la infantería. 

Persiste una especie de leyenda del fiísil de 
pequeño calibre, que tiende á considerarlo como 
arma casi inofensiva, ó al menos muy humanita- 
ria, que no mata, que taladra limpiamente los 
huesos sin romperlos, y, hasta se le aplica una pa- 
labreja de moda, que ha hecho fortuna: la inocui- 
dad del fusil de pequeño calibre. 

(i) En estos combates íué heroica la conducta de la irti- 
llería, mandada por el Capitán D, Patricio de Antonio, quien 
resultó herido, asi como todos sus Oñcialesy la mafor pacte de 



^<^fZ'^*-¿^-::^f~'^ 



-i\3t 



cr/-" 









^,o«" 



,i»ií° 



(.•■) 



»•«»• 



Los datos oficiales publicados en los Estados- 
L'nidos, arrojan la* siguientes cifras en concepto 
de perdidas sufridas en El Caney y Lomas de San 
Juan. 

Bajas de la división de caballería americann, 
en Vi-i días i al 7 de Julio de 1898, según parte 
del General Wheleer fU. S. Volunteers) , fechado 
el 7 del mismo mes, frente á Santiago de Cuba. 
(I^ caballería peleó como infantería) (i). 



^1 Míos datos oficiales son tomados del Anitai Ri- 
Hecrilary n/ ICar/er tke year 1898. 



por su cuenta y disponer de todos los elementos 
necesarios para el tiro. 

2.^ Reducción del gran calibre para conseguir 
más rapidez en el fuego, sin perder la eficacia de 
los proyectiles. 

3." Simplificación de los aparatos destinados 
á la maniobra de las piezas, hasta el grado que 
permita la reducción del calibre, viendo si es hace- 



para ndmero igual de disparos. 

Encada del caSén dt lira lipidf 



paia igual liempo de duración del fuego. 

(i) En esto no hay tanta conformidad de opiniones. Re- 
cuérdese que el crucero Colón se asegnra que debió principal- 
mente ¿ su coraza Harvey la relativa ventaja, 

(2) El Teniente B. W. Wells, hace constar la considerable 
invulnerabilidad de! casco, bajo la linea de flotación, y opina 
que an espesor más moderado de la faja acorazada, combinado 
con fuerte cubierta protectriz, podría permitir mayor protección 
acorazada para las piezas de las baterías secundarias. 



tona necesidad. A io más, descúbrese en el terreno 
de la ejecución de la defensa nacional, alguna ma- 
nifestación tímida, una ó dos plazas que, á retazos, 
incompletamente, se van artillando, mientras otras 
muy principales, quedan desnudas de toda pro- 
tección. 

Ese es el proceso de este grave problema des- 
de hace 25 ó 30 años. 

¿Habremos de seguir asff 

Es de creer que no. Ahora, hay nioüvos funda- 
dos para sospechar que la defensa nacional entra 
en el período práctico. Los estudios abundan. Los 
luminosos proyectos se cuentan por carretadas. 



de gran calibre de acero, cuestan mucho y se 
tarda también demasiado en construirlos, acúdase 
como recurso de inmediato desarrollo, á ios obuses 
y fKor/eros rayados, que son baratos y tenemos 



los obuses y morteros rayados, en la defensa de 
las costas. 

Nada impide tampoco, que, dando tregua al 
desaliento, se reconstruya nuestra Armada en har- 
monía con el papel marítimo importantísimo que 
aún representamos en el mundo. Un plan bien 
concebido y escrupulosamente &^^\A.o , podría dar- 
nos dentro de pocos años, el indispensable núme- 
ro de verdaderos barcos de combate. 

Concluyamos. Nuestro pensamiento, se extrac- 
ta en pocas palabras: poca teoría y más práctica: 
menos estudios y más realidad. 



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