Skip to main content

Full text of "La maldita lengua : zarzuela en un acto dividido en tres cuadros"

See other formats


¡osé  Cuí$  IHontoto  de  Sedas 


La  Maldita  Lengua 


Zarzuela  ea  un  atto,  dividido  en  tres  [uadros 


música  del  maestro 


MANUEL  LÓPEZ  FARFÁN 


AADRID 
SOCIEDAD  DE  AUTORES   ESPAÑOLES 

1017' 


Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2011  with  funding  from 

University  of  North  Carolina  at  Chapel  Hill 


http://www.archive.org/details/lamalditalenguazOOIpez 


• 


LA  MALDITA  LENGUA 


JUNTA      DELEGADA 

DEL 

TESORO  ARTÍSTICO 


Libros  depositados  en  la 
Biblioteca    Nacional 

Procedencia 


>  -I LÜ.E.B.Á.S.. 

N.°  de  la  procedencia 

' mí 


LA  MALDITA  LENGUA 


LA  MALDITA  LENGUA 

ZARZUELA  EN  UN  ACTO 

DIVIDIDO  EN  TRES  CUADROS 


ORIGINAL   DE 


JOSÉ  LUIS  MONTOTO  DE  SEDAS 

MÚSICA  DEL  MAESTRO 

MANUEL  LÓPEZ  FARFÁN 


Representada   por    primera    vez  en    el  Teatro   del    Duque 
la  noche  del   7  de  Abril  de   1917 


TIPOGRAFÍA  DE  GIRONES,  FRANCOS,  49 


Esta  obra  es  propiedad  de  su  autor. 


Los  representantes  de  la  SOCIEDAD  DE  AUTO= 
RES  ESPAtJOLES  son  los  encargados  exclusiva= 
mente  de  conceder  o  negar  el  permiso  de  represen= 
tación  y  del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad. 

Droits  de  représentation,  de  traduction  et  de 
reproduction,  reserves  pour  tous  les  pays,  y  compris 
la  Sucde,  la   Morvége  ct  la   Hollande. 


Copyright,   1917,  by  J.  L.  Montóte  ds  Sedas. 


Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  Ley. 


<-.>'-/        jToáe^     ,^y.y¿>f9^í^''^zr¡ríí,ex      f^ezó-czc/o 


<_^!Í^ 


ci)?zíaro 


c^c 


'osé    J^MS 


725G27 


REPARTO 


PERSONAJES  ACTORES 

CARMELITA Sra  .   Lahera  . 

REGLA Srta  .  Perales  . 

PEPA Srta .  Paredes  . 

ANTONIO Sr.  Martín. 

LUIS Sr  .  Hernández  . 

CARABINA Sr  ,  Ballester  . 

CABEZÓN..... Sr.  Martelo. 

MANOLIYO Sr.  Morillo. 

MANUEL Sr.  Ruíz. 

TRABAJADOR Sr.  Retes. 

CORO  GENERAL 


EF»OCA     ACTTUAL 


Las  indicaciones  del  lado  del  actor. 


LA  MALDITA  LENGUA 


CUADRO  PRIMERO 


La  acción  en  un  olivar.  A  través  de  los  olivos  del  fondo  debe  dIvU 
sarse  el  caserío  de  la  hacienda.  A  la  derecha,  y  formando  ángulo,  una 
casita    de   campo;    frente  al  espectador,    la    puerta  con  emparrado.  Es  de  día. 


Al  levantarse  el  telón,  CARMELITA  está  sentada  debajo  del  cmpa= 
rrado,  cosiendo;  CABEZÓN,  cerca  de  ella,  echado  en  el  suelo,  bosteza  y 
se  despereza  a  cada  momento.  Este  personaje  tiene  sesenta  años  y  es 
un  solemne  haragán.  Del  coro  se  ven  algunas  parejas  en  el  fondo  de  la 
izquierda,  pero,  al  acabar  el  número  de  música,  no  quedan  en  escena  más 
que    CARMELITA    y    CABEZÓN. 


MÚSICA 

Coro.  Coge,  cogcrita,  mientras  yo  vareo, 

coge,  que  ei  olivo  limpio  ha  de  quedar, 
no   pierdas  ni  un  ramo, 
que  un    ramo   tan   sólo 
puede,  con  el  tiempo,  ser  un  olivar. 
¡Echar!    ¡Echar! 
Cabezón.  Si    la   mujer   vareara, 

¡cuántas    cosas   se   verían 
por   debajo    de    las    ramas! 
Coro.  Que   ya   la    aceituna, 

madura  y   jugosa, 


no    quiere    mas  aire 
ni  quiere  más  sol. 
Rebosen   los    sacos, 
que   espera   el    molino. 
(Feliz  el  que   coge 
lo    que  antes   sembró! 
Carmelita.         ¡Hay  quien  siembra  en  esta  vía, 
y   en   lugar   de    coger   frutos 
recoge   tan   sólo   espinas! 
Coro  h.  Tú,   cogiendo   aceitunas, 

yo,   vareando, 
de  ramita   en    ramita, 
te  voy   mirando. 
Cabezón.  La    mujer   y    la   aceituna 

necesitan  de  la  vara, 
la  aceituna..,,    pa    caerla, 
la   mujer....    pa  que   no  caiga. 
Coro  m.  Tienen  la   culpa  los  hombres, 

porque,    andando  por  las  ramas, 
se  le    escapan  las   mejores. 
Coge,  cogerita,  mientras  yo  vareo, 
coge,  que  el  olivo  limpio  ha  de  quedar. 
¡Echar!    ¡Echar!  * 

Carmelita.        «A   mi    Dios   le  estoy  pidiendo 
que  como  me  matas    muerasj 
que  te  vean  mis  ojitos 
querer,  y   que   no  te  quieran.» 


HABLADO 


LabeZÓn.  (Ocspués  de  desperezarse  y  bostezar.)  VamOS  3  S2= 
gUI  la  peona....  (^Se  incorpora  un  poco  y  vuelve  a  su  anterior  pos=> 
tura./ 

Carmelita.  ¿Pero  entoavía  está  usté  ahí,  señó  Juan? 
¡Jesús!    Es   usté   de    plomo. 


Cabezón.  ¡De  plomo!  Lo  que  entenderás  tú  de  mi= 
nerales....  Pero,  vamos  a  ve,  ¿sabes  tú  argo  de  argo? 

Carmelita.     íYo!... 

Cabezón.     Po,  entonces,  ¿tienes  tú  cencía  denguna? 

Carmelita.  ¡Ay,  señó  Juan!  ¡Con  razón  ie  dicen  a 
usté  cabeza    dura! 

Cabezón.  Me  dicen  eso  porque  soy  de  los  que  no 
la  doblan   por    ná, 

Carmelita.  ¿Usté  cree  que  es  menester  tené  cen= 
cia  pa  comprendé  que  tiene  usté  una  flojera  que  no 
se    pué    menea? 

Cabezón.  (Aparte.)  Desvergonzé  como  toas  las  mu= 
jcres. 

Carmelita.     ¡Si    parece  que   está  usté  clavao! 

Cabezón.       ¿Clavao?     (se  rasca  la  cabeza.) 

Carmelita.  Y,  a  to  esto,  no  sé  pa  lo  que  ha  venío 
usté,    señó   Juan.... 

Cabezón.     Esa  es   la  cosa.... 

Carmelita.  Llegó  usté  mu  despacio,  se  sentó  co= 
mo    pa   descansa  una   mijilla.... 

Cabezón.  Llegué  mu  despacio,  me  senté  como  pa 
descansa    una    mijilla.... 

Carmelita.     Eso....  Y  hasta  ahora.  ¿Quería  usté  argo? 

Cabezón.  Esa  es  la  cosa,  mujé;  deja  habla,  que 
charlas  más  que  una  cotorra....  Y  la  cuestión  es  que 
yo  vine  aquí  pa  una  cosa  que  hacía  muchq  farta^  y.... 
esa  cosa.... 

Carmelita.    ¿Qué? 

Cabezón.     Se    m'ha   orviao. 

Carmelita.     Como   siempre,  (sc  ríe.) 

Cabezón.  No  farta  más  sino  que  tú  te  rías,  mujé. 
¿Acazo   va   uno  a   está  en   tó?... 

Carmelita.     Es  verdá. 

Cabezón,  (por  la  cabeza.)  Tengo  yo  aquí  mucho  me= 
tío  y  argunas  veces  sc  me  orvía  lo  disirnificantc.  Y 
aluego,    como   en  tó  er  santo  día  e  Dios   no    hay  más 


—  10  — 
que  cr  señó  Juan  pa  que  vaya  y  venga,  porque  sí, 
pues  ahí  lo  tienes  esplicao.  ¡Señó  Juan,  (cambiando  de 
tono.)  vaya  usté  a  traba  er  burro!  ¡Señó  Juan,  vaya 
usté  por  un  cántaro!  Y  tó  es  que  er  tío  Carabina 
las  trae  conmigoj  y  ahora  va  y  me  dice: — Cabezón, 
ancla  y   píele  a  Carmelita   un    lebrillo.... 

Carmelita.     Entonces,  ¿vino   usté    por   eso? 

Cabezón.  Y  dale.  ¿No  te  digo  que  se  me  ha  or= 
viao? 

Carmelita.  ¿Pero  no  acaba  usté  de  decir  que  lo 
mandaron    por   un   lebrillo? 

Cabezón.       (oándose  una  palmada  en  la  frente.)     Mía      tÚ,     pa 

eso  vinej  porque  Manoliyo  er  chiquichanca  no  ha  pa= 
recio  en  toavía  y   ya  es  la  hora  de  la  merienda.... 

Carmelita.  Voy  a  traérselo  a  usté  antes  que  se 
le   orvíe   que    tiene    usté   que   llevarlo.   (Entra  en  la  casa.) 

Carabina,     (oentro.)  ¡Cabezón!    ¡Juan! 

Cabezón.  ¡Josú!  Ahí  viene  Carabina.  No  lo  pueo 
traga    ni   con   azuca.... 

Carabina,  (oentro.)  ¡Juan! 

Cabezón.  ¡Así  te  quées  muo!  Es  er  peo  cuchillo 
que  tengo    a  mi   vera.    ¡Pa    mí   que   es   clerical    ¡Vaya 

si  es  clcricá!  (ai  mismo  tiempo  que  sale  a  escena  CARABINA  por 
la  izquierda,  sale  CARMELITA  de  la    casa  con  un  lebrillo.^ 

Carmelita,     (a  cabezón,  dándole  ei  lebhiio.)    Tome    usté. 

Cabezón.     ¿Y  pa  qué  quiero  yo  esto? 

Carabina,  (a  cabezón.)  ¡Pa  que  te  majen,  sangre 
gorda!  ¿Pa  eso  querías  tú  vení?  ¡Carabina!  Podíamos 
estar  aguardando,  (a  carmelita.)  Y  a  tó  esto,  buenas 
tardes.... 

Carmelita.     Venga   usté   con   Dios,   tío   Carabina. 

Carabina.  Estamos  aviao  con  los  hombres.  Este,  con 
la  cabeza  llena  de  argodón  en  rama,  y  Manoliyo  sin 
dar    cuenta   de    su    persona.... 

Carmelita.     ¡Claro! 

Carabina.     ¡Cómo  claro,  ¡carabina! 


—  11  — 

Carmelita.     ¿A  dónde  lo  ha  mandao    usté? 

Carabina.     A  la    Hacienda,  ¡carabina! 

Cabezón.  Y  allí  se  ha  encontrao  con  Regla,  la  de 
señó   Curro,    que    lo    trae   a    mal    traer. 

Carabina.  Y  sí  que  es  una  real  moza,  mejoran= 
do   las   presentes,   ¡carabina! 

Carmelita.     ¡Vamos,   no   desajere  usté! 

Carabina.  Y  no  te  creas  que  lo  digo  por  polí= 
tica,  ¡carabina!,  que  desde  que  me  pasó  lo  que  me 
pasó   no   tengo    ninguna. 

Cabezón.  ¡Y  mía  tú  que  de  la  Regla  se  icen  unas 
cosas!  ¡Que   si  fue,   que  si   vino!... 

Carabina.     Que  si    no   le   dieron   ná.... 

Carmelita.     ¡Vamos! 

Carabina.  Es  que  se  ice,  se  ice;  y  cuando  la  gente 
lo  ice,  por  algo  lo  ice.  ..  ¡Carabina!  (a  cabezón.)  ¿Vcr- 
dá,  tú? 

Cabezón.  Yo  no  digo  náj  pero  cuando  el  río  sue= 
na....    ¡Que   si    fué,   que  si   vino!... 

Carmelita.     ¡Vamos,   señó   Juan! 

Carabina.  ¡Qué  señó  Juan,  ni  qué  carabina!  ¿A 
que  de  tí  no  dice  ya  ná  naide?  Y  no  lo  icen  por= 
que  desde  que  se  murió  tu  mare,  la  seña  Carmen, 
que  en    gloria   esté.... 

Cabezón.     Y   po  allá  nos   espere  muchos  años.... 

Carabina.  Y  te  arrecogió  tu  tío,  er  señó  Manuel, 
y  te  trujo  aquí,  no  te  se  ha  conosío  ni  cr  canto  d'un 
naipe.... 

Cabezón.     Y   que   no  tiene   ná  de   que   taparse. 

Carabina.  Eso  es,  ¡carabina!  (notando  que  carmelita 
se  inmuta.)  Pero,  ¿por  qué  te  pones  tan  encendía  que  pa= 
reces    una   amapola?  ¿Qué    te    pasa? 

Carmelita.     Nada. 

Cabezón.  Que  la  da  vergüenza  pensá  en  ciertas 
cosas. 

Carabina,     (a  carmelita.)  ¡Ya  está  éste!  (a  cabezón.) 


-  12  - 
¿Tú    te   has  crcío   que   la   vergüenza  está  en   el  coló? 
(Carabina! 

Cabezón.     Po....    No  quiero  discutí  contigo,...  (Medio 

niutis.7 

Carabina.  Anda,  Cabezón,  anda  y  echa  er  guiso, 
hombre,  y   friega   bien    er  lebrillo,  que  aluego  dice  la 

gente....  (vase  cabezón   por  la  izquierda  refunfuñando.)    S¡  la  Ver= 

gücnza  estuviera  en  er  coló  yo  no  tendría  ninguna, 
porque  nunca  se  me  múa.  (a  carmelita.)  En  fin,  voy 
a  dirmc  pa  allá,  no  sea  cosa  que  se  le  orvíe  a  ese 
el    encargo....  (vase  carabina  por  donde  se  fué  cabezón.) 

Carmelita.  ¡Vaya  usté  con  Dios!  Es  verdad,  no  dice 
ná  naide.... 

IVIanUel.  (Sale  por  la  derecha  y  habla  con  los  que  están  en  el  oli  = 
var  de  la  izquierda.  Trae  al  hombro  una  escopeta. 7    AntOníO,    qUC    Se 

varee  bien,  que  van  quedando  muchas  en  los  olivos. 
(a  carmelita.)  ¡Dios  guarde! 

Carmelita,  (ai  ver  a  manuel.)  ¡V/enga  usté  con  Dios! 
Ya  me  tenía  usté  en    cuidao.... 

Manuel  M'cntretenío  en  la  hacienda  porque  han 
venío   los   amos.... 

Carmelita,    (impetuosamente.)  ¿Los  amos? 

Manuel.  Sí,  estaba  yo  en  lo  alto  del  cerro  er 
Guijo  cuando  vi  vení  er  coche,  y,  calculándome  que 
serían  ellos,   fui   a   ver   si   ocurría   arguna    novcdá. 

Carmelita.     ¿Y...? 

Manuel.  Ná,  no  se  le  ocurría  náj  que  han  venío 
a  dar  una  vuelta.    Me  preguntaron   por   ti... 

Carmelita.    ¿Por  mí? 

Manuel.    Y  er  señorito  Luís  me  dijo  que  deseaba  verte. 

Carmelita.       (sorprendida.     ¿Verme?...    (Oueda  pensativa.) 

Manuel.  Sí,  mujé,  ¿que  tiene  eso  de  particulá?  ¿No 
estuviste   sirviendo  en  su   casa? 

Carmelita.     Es  verdá... 

Manuel.  Ya  ves  cómo  te  recuerda.  Pero,  chiqui* 
lia,  ¿qué   te   pasa? 


—  13  — 

Carmelita.     A    mí,    ná. 

Manuel.  Torpe  de  míj  ¿t'has  figurao  que  voy  a 
deja  que  te  vayas  a  serví  otra  ve?  No  tengas  cuidao, 
mujé,   que  ya    no    te   separas    de    la   vera   mía... 

Carmelita.  A  tu  lao  siempre,  tío  Manuel.  Créete 
que,  en  el  tiempo  que  estuve  sirviendo,  no  estaba 
ni  un  día  contenta.  Aquellas  calles  serán  muy  ale= 
gres  y  muy  bonitas,  pero  parecen  que  arrecogen  la 
vista  y  la  meten  entre  paredesj  muchos  coches,  mu= 
cha  gentej  eso,  sí,  de  tó  sobra,  menos  de  cielo,  que 
no  se  ve  más  que  a  pedazos;  y  cuando  pa  quitarme 
las  penas  me  subía  a  la  azotea  por  las  tardes,  y 
el  viento  me  daba  en  la  cara,  me  parecía  que  me 
encontraba  en  el  olivarj  y  aluego,  cuando  compren^ 
día  que  tó  aquello  era  mentira,  me  echaba  a  reir 
como  una  tonta,  y,  a  fuerza  de  reí,  acababa  llo= 
rando   como   otra   tonta... 

Manuel.  Gücno,  güeno,  déjate  de  tonteríasj  cn= 
júgate  esas  lágrimas,  toma  la  escopeta,  y  ponía  en 
un    rincón;   ten    cuidao    que  está  cargáj   yo   voy    a    ve 

cómo    van     dejando     eso.     (vasc    por   la   izquierda.) 
Carmelita.       (ai  entrar  en  la  casa.)     jÉl     aquí! 

«{Permitan    los    cielos, 
permítalo    Dios, 
que,    con    el   cuchillito    que  matarme   quieres, 
te    matara    yo.» 

vaDeZOn.  (cabezón  salc  por  la  izquierda  con  un  lebrillo,  que 
coloca  en    el  suelo,  al   lado   opuesto  de  la  casa  de    CARMELITA.}     ''     l3 

comedia... 

Carabina,     (ai  saiir  por  la  izquierda.)  Da  de  manos,  mu= 

CnaCnOS.    (Salcn  los  trabajadores,  que  se  colocan  alrededor  del  lebrillo./ 

Trabajador.     ¡Andarse,  que   era   hora! 
Carabina.     Acercarse,    ¡carabina! 
Cabezón.     Y    que   está    cr   guizo    ná    más   que    pa 
chuparse    los    déos    de    gusto. 


-  14   - 

L.3rQDin3.       ¡Jesús.    (^Los  trabajadores    empiezan  a  comer.^ 

Trabajador.     Como  que   lo   ha   jccho  usté. 
Cabezón.     Que   he   leío    er    Cosinero  de    Su   Ma- 
jestá. 

Carabina.     ¡Mar  fin    tengan   los  reyes!   ¡Carabina! 

Trabajador.       Misté,    tío  Cabezón,     (Enseñándole  un  pedazo 

de  estropajo.)   lo    que    me   Hc   cncontrao.... 

Cabezón.     Po  yo  no  hc  echao  carne  en  er  guizo... 

Trabajador.  Si  no  es  carne,  es  un  cacho  cl'estro= 
pajo... 

Cabezón.     Eso   es   curiosidá. 

Carabina.     ¡Curiosidá!   ¡Carabina! 

Cabezón.  ¿No  me  estabas  diciendo  que  no  frcga= 
ba  bien  er  lebrillo?  Po  lo  he  dcjao  dentro,  pa  que 
viera  que   lo  había  fregao. 

Carabina.     ¡Vamos,  hombre! 

Trabajador.     ¿Pero   Antonio  no   come? 

Cabezón.  Se  ha  qucdao  hablando  con  er  señó 
Manuelj  dijo   que  no    se  aguardara. 

Carabina.  Lo  que  es  como  siga  por  ese  camino 
se   va   a    queda   disecao. 

Cabezón.  Pero  no  hay  que  apurarse,  que  si  él 
no  come,  yo  comeré  por  los  dos... 

Trabajador.     Lo  que  le  pasa  a   Antonio  lo  sé    yo. 

Cabezón.     Tú  qué  vas    a   sabe... 

Carabina.  Si  no  lo  sé  yo,  que  tengo  tres  duros 
y   medio,    ¡carabina! 

Trabajador.     Es  que  la  verdá.... 

Carabina.  ¡Qué  verdá,  ni  qué  carabina!  En  el 
mundo    no  hay    más  que   tres  vcrdaes... 

Cabezón.     ¿Ná  más  que   tres? 

Carabina.     Tres:   una,    que   nacemos. 

Trabajador.     Eso  es  verdá. 

Carabina.  Otra,  que  nos  muremos...  Y  la  otra  es 
que    cá  uno  va  a  su   avío... 

Cabezón.     Cá   uno  va   a   su    avío...    Por  eso  Anto= 


—  15  — 
nio   ha    pcnsao   en   Carmelita    y   se   ha    enamorao    de 
ella. 

Carabina.  ¡Carabina!  Ahora  sí  que  has  dao  en  el 
clavo,  por  aquello  de  que,  entre  dos  que  bien  se 
quieren,   con   uno   que   coma,    basta. 

Trabajador.  Ahora  me  esplico  yo  el  por  que  An= 
tonio  es  tan  amigo  de  Rafael,  el  sacristán  de  la 
Ermita,  y  se  va   con   él    toas   las   tardes... 

Cabezón.  Eso  esj  como  sabe  que  Carmelita  v^ 
ar  despunta  er  día,  y  al  sol  puesto,  a  reza  en  la 
cruz   de  piedra   que  está   más   arriba.... 

Trabajador.  Y  yo  lo  he  visto  escondió  detrás  de 
un  olivo,   mirándola    mu   encadilao... 

Carabina.  Y  Carmelita  no  le  hará  cara,  ¿verdá. 
Cabezón? 

Cabezón.  Aspérate  que  me  coma  esta  cuchará  y 
te   contestaré... 

Trabajador.     Pa   mí,   que   Carmelita   no  quié  a  na= 

0'2.  VLos  trabajadores  se  van  retirando  poco  a  poco  del  lebrillo,  y 
marchándose  por  la  izquierda,  a  fin  de  que  al  final  de  la  escena  quede 
sólo    Cabezón.    Por   la    izquierda   salen    REGLA    y    PEPA.^ 

Regla,     (a  pepa.)  ¿Pero   es   verdad    eso? 

Pepa.  Como  te  lo  digoj  que  si  el  sacristán  de 
la   Ermita  viene    aqui   tó    los    días  es   por   mí... 

Regla.  ¡Mira  el  pobre!  Se  ha  convenció  ya  que 
Carmelita  no   lo   quiere   pa   ná. 

Pepa.  No,  mujé,  que  ér  nunca  ha  venío  aquí 
más  que    por   míj   pero  se  va  a  queda  por  dos  velas. 

Regla,  (a  pepa.)  Po  yo  te  digo  que  a  mí  Mano= 
liyo   ni   me   enfría   ni    me   calienta... 

Pepa.     Pero    tú   a  él,  sí. 

Regla.     ¡Yo! 

Pepa.     Sí,   tú,  que   le  haces   cara. 

Regla.  Mujé,  yo  le  hago  cara  pa  vé  si  le  doy 
celos  a  Antonio,  y  consigo  que  me  diga  argo  más 
de   lo    que   me   ha   dicho... 


—   16  — 
Pepa.     ¿Pero  te  ha   dicho  algo? 
Regla.     El  otro   día,  cuando    me   estaba    mesiendo 
en  el  columpio   me   cantó  esta  copla: 

«(Quién  tuviera  la  dicha 
que  tiene  la    luz, 
que  se  apaga  y   se   queda 
donde  estás   tú!» 

^     Pepa.     ¡Po    te  ha   dicho  bastante! 

Regla.     ¿Te   parece   poco? 

Pepa.  Chiquilla,  tú  te  has  empeñao  en  que  An= 
tonio  te  quiera,  y  er  queré  no  es  lo  que  tú  te  piensas. 

Regla.     ¿No? 

Pepa.  A  ti  te  pasa  con  Antonio  lo  que  a  Ma= 
noliyo   contigo. 

Regla.     ¿Qué? 

Pepa.  Tú  quieres  a  Antonio  y  Manoliyo  te  quiere 
a  tij  y  ni    Antonio    te  quiere   a   ti   ni    tú  a  Manoliyo. 

Regla.     ¿Y  eso    por  qué   es? 

Pepa.  ¡Toma!  Porque  tú  quieres  a  otro,  y  Antonio 
tiene  que   queré    a  otraj   eso    está   claro. 

Regla.  Po  como  yo  sepa  quién  es  la  que  tiene 
la  culpa  de  que  Antonio  no  me  quiera,  me  las  paga. 
¿Tú    sabes    quién    es? 

Pepa.  Yo  no  sé;  a  mí  no  me  importa  nadie  más 
que  el    señorito  Luís. 

Regla.  Po  ten  cuidao  con  él,  porque  ya  ves  lo 
que  le  pasó  a  Carmelita...  que  sólo  porque  dijeron 
que  sí... 

Pepa.  Eso  fué  mentira;  él  no  tuvo  ná  que  vé 
con   ella. 

Regla.     Entonces,   ¿por    qué  se  dijo  aquello?  ' 

Pepa.  Si  lo  dijo  sería  de  rabia  de  vé  que  no 
había    podio  tirarle   ni    un    pellizco. 

Regla.  Fuera  lo  que  fuera,  er  caso  es  que  desde 
entonces   no   se  le  arrima  nadie,  y  si  se   arrima   y  se 


—  17  - 
enteran,    la    dejan    planta,    por    temor   ar    qué    dirán. 

Pepa.  Yo  lo  que  te  digo  es  que  él  no  ha  pensao 
nunca   en   nadie   más    que    en    mí. 

Regla.     De   móo,  ¿que   tú  y  cr  señorito...? 

Pepa.  Nos  hablamos,  pero  de  buenas  maneras; 
y  cuando  viene  aquí  a  la  hacienda,  nos  vemos  toas 
las   noches   en  la   cruz   de    piedra.... 

Regla.     Entonces,  ¿el    sacristán    es   la   tapadera? 

Pepa.  Cada  una  se  tapa  con  lo  que  puede.  \!a= 
mos,    que   ya    han    acabao   las    otras,... 

Regla,  (ai  pasar,  a  CABEZÓN.)  ¿Hoy  también  le  ha  tocao 
a  usté  fregá  er  lebrillo,  tío  Cabezón?  (vanse  por  la  izquierda.) 

Cabezón.  Y  que  lo  voy  a  deja  como  un  es= 
pejo. 

ManOliyO.  (Canta  dentro,  y,  al  acabar  la  copla,  sale  a  escena,  por 
la  derecha,  con  dos  cántaros  en  las  manos../ 

Las  fatigas  que  yo  paso 
por  querer  a  una  mujer 
son  fatigas  que  ella  misma 
no  las  sabe  agraecer. 

Cabezón.     Oye,  tú,    ruiseñó,   ¿pareciste  ya? 

ManOliyO.       (Es  un  viva  la  Virgenj  se  ríe  por  nada.}       ne      tar= 

dao,   ¿verdá?  (Jé,    jé!... 

Cabezón.  Ya,  por  mí,  aunque  no  hubieras  pareció 
en  to    lo   que    quea    de   día,    lo    mesmo  ... 

Manoliyo.  Po  no  he  tenío  yo  la  culpa,  sino  cr 
reloj    que,    como    está    nublao,    no    se   ve   bien..,. 

Cabezón.  Pa  mí  que  quien  te  trae  a  mar  trae  es 
Regla  la   del  casero.... 

Manoliyo.     (se  ríe.)  íJé,   jé!... 
.  Cabezón.     ¡No  lo  decía  yo! 

Manoliyo.     ¡Ay,  si    lo    dijera    ella,  tío  Cabezón! 

Cabezón.  Pero,  pedazo  de  bestia,  ¿pa  qué  te  has 
enamorao  de  una  mujé  tan  bonita?  ¿Pa  no  podé  dormí 
tranquilo? 

-     2 


—  18  — 

Manoliyo.  Eso  le  parece  a  usté.  ¡Je',  jé!  Pero  clucr= 
mo   más    que   un   lirón. 

Cabezón.     ¿Lo   sabe  su    padre? 

Manoliyo.     ¿Que  duermo? 

Cabezón.     Noj    que   la    quieres. 

Manoliyo.     El  padre    las    trae    conmigo. 

Cabezón.     ¿Que    las    trae  contigo? 

Manoliyo.  Sí,  por  mo  de  ella,  que  me  tiene  re= 
gletcao  tó  er  cuerpo,  y  dice  que  esto  pasa  de  la 
regla. 

Cabezón.    ¿Y  pasa? 

Manoliyo.  ¡Qué  ha  de  pasa,  si  entoavía  no  le  he 
pedio   la  conversación!  Porque  cuando  voy  a  decirle.... 

Anlonio.  (saliendo  por  la  izquierda.)  .¿Hasta  cuándo  va 
a    dura    esto? 

Manoliyo.     Eso.    ¿Hasta  cuándo   va   a   dura   esto? 

Antonio,  (a  manoliyo.)  TÚj  que  hace  falta  agua 
en  las  mujeres^  y  espabílate,  que  pareces  un  palo= 
mino    atontao. 

Manoliyo.  (ai  mutis  por  la  izquierda.)  ¡Que  me  espabile! 
¡Que  me  espabile,  y  parezco  un  velón  de  cuatro  me= 
chcros! 

Antonio.       (viendo    salir    de   la  casa    a    CARMELITA.)   EH^- 

¡Si    yo     me     atreviera!  (Acercándose  a  ella.) 

¡Carmen!  ¡Carmelita! 
Carmelita.         ¡Antonio!    ¡Dios    mío! 

¡Que  yo  tenga  fuerzas  y  que  no  me  rinda! 
Antonio.  (Aparte.)   No  sé  qué  decirle. 
¡Dios,    y    qué   bonita! 
Ya  tengo  la  boca  más  seca  y  amarga.... 
¡Si  paese  mentira! 
Carmelita.        ¿Pa  qué  me  llamabas? 
Antonio.  Pa  verte,  chiquillaj 

na  más  que   pa  verte;  ya  ves  pa  que  poco 
te  llamo  en  tó  er  día. 
Carmelita.     Pues  si  ya  me  has  visto,  me  marcho. 


-  19  — 
Antonio.        ¿Tics  prisa, 

o  es  que  quieres  dirtc  pa  que  no  te  hable, 
pa  que  no  te  diga 

tó  lo  que  aquí  dentro  me  jierve,  me  quema, 
y  hasta  me  carcinaj 
eso  que  tú  sabes,  y  que  no  es  presiso 
que  yo  te  repita? 
Carmelita.    No  se  lo  que  dices. 
Antonio.  ¿Con  esas  me  sales? 

Mira,  Carmelita: 
por  lo  que  más  quieras,  por  la  salú  tuya, 

por  tu  mare  misma, 
no  me  martirices;  que  tengo  bastantes 

martirios  encima. 
(Conque  tú  no  sabes  lo  que  hay  aquí  dentro! 

(Conque  no  te  esplicas 
el  por  qué  te  sigo,  besando  la  tierra, 

la  tierra  que  pisas! 
Vamos,  no  seas  tonta;  ven  aquí  a  mi  vera; 

óyeme,  chiquilla. 
Que  yo  vea  tus  ojos,  que  yo  vea  tu  boca 

mu  cerca  e  la  mía; 
esos  ojos  negros  que  alegran  tu  cara 

tan  coloraíta, 
que  a  mí  me  parecen  un  peazo  e  noche, 

aunque  sea  e  día.  (se  aproxima  más.) 
Así,  mu  juntitos.  Si  ya  tú  lo  sabes; 

que,  sin  ti,  es  mi  vía 
como  la  del  perro  que  no  tiene  a  nadie 

que  le  haga  caricias. 
Como  el  arbolito  que  crece  mu  solo, 

que  naide  lo  cuida, 
y  el  agua  le  falta,  y  la  hela  lo  quema, 

y  el  viento  lo  tira. 
¡Que  sin  tu  cariño  no  soy  ná  en  el  mundo, 

no  hay  pa  mí  alegría! 


—  20   - 

¡Que  me  importa  el  mundo, estando  tú  siempre 
a  la  vera  mía! 
Carmelita.    ¡Antonio! 
Antonio.        ¿Qué  quieres?  Levanta  esa  cara 

y  mírame.  ¡Asina!  (viendo  que  carmelita 
llora.)  ¿Por  qué  lloras?  Diloj  por  la  salú  tuya 
dilo,  Carmelita. 
Carmelita.    Porque  eso  que  dices  me  llega  hasta  el  alma 
y  me  martirizaj 
porque  quiero  quererte,  y  no  pueo  quererte... 

Escúchame)  mira: 
¿quieres  ser  mi  hermano? 
Antonio.        ¿Tu  hermano?  ¿Ahora  sales 
con  esa  pamplina? 
¡Di  que  no  me  quieres! 
Carmelita.  Eso  no  lo  digo, 

que  pa  mí  la  vida 
consiste  en  quererte.  Más  quiero  a  tu  cuerpo 
que  me  quíco  a  mí  misma. 
Más  que  tú  me  quieresj  pero  mucho,  mucho 

te  quié  Carmelita,  (entra  Morando  en  la  casa.) 

Antonio.     ¿Qué  le   pasa  a  esta  mujer?   ¿Será  verdá 

lo    de    la     señorita?...    (vase    por  la   izquierda.) 

Manuel.  (sale  por  la  derecha  con  Luís.)  Ahora  Verá  US» 
té  a  mi  sobrina...  (uamando   en    la    puerta    de    la  casa.)    ¡Carmen! 

Luís.     Ya  debe   de  estar    hecha    una    mujer.... 

Manuel.  Aquí  sobresale  entre  toas  como  una  ama= 
pola    en   medio    der    trigo.... 

Carmelita,  (saliendo.)  ¿Qué  manda  usté?  (ai  ver  a  Luís.) 
¡El!  Buenas   tardes.... 

Luís.     Adiós,   mujerj    celebro    verte.... 

Manuel.  ¿Verdá  usté  que  paece  que  no  pasan  días 
por   ella?   ¡Misté,    misté   qué   cara! 

Carmelita.     ¡Tío  Manuel! 

Manuel.  Ven  pa  acá,  mujer;  no  seas  tonta,  que 
no   vas    a   perdé   ná   por  eso.... 


—  21  — 

Luís.  Estás  más  guapa....  mujer,  (a  Manuel.)  ¡Ya  ten= 
drá  usted....  cuidado  con   ella!... 

Manuel.  No  hace  falta:  ella  sabe  guardarse  mejó 
que  puedo  hacerlo  yo,  que  soy  el  guardaj  y  eso  que 
ahora   anda   enamorisca.... 

Carmelita.     No   lo  crea  usté. 

Manuel.  No  digas  que  no,  mujéj  si  yo  no  me  in= 
como    por   csOj    al   contrario,    me    alegro    mucho. 

Luís.     Después  de  todo,  es    lo  lógico. 

Manuel.  No  es  fcaj  digo,  creo  yo  que  no  me  ciega 
la    pasión  de  tío,   porque  a   la   vista   está.... 

Luís.     ¡Qué  ha  de  cegarle! 

Manuel.  Trabajadora,  honra...  Y  el  es  trabajador 
honrao  a  carta  cabal)  tiene  sus  cuartitos,  y  a  hombre  de 
bien  no  hay  quien  le  gane,  mejorando  los  presentes.... 

Carmelita.     {Tío,  por  Dios! 

Manuel.     ¿A  que  no   cae   usté  en   quién    es? 

Luís.     Por  esas  señas....   no  sé.... 

Manuel.     Po  Antonio. 

Luís.     (Antonio!  ¿El    hijo  del  capataz? 

Manuel.     El  mismo.    Me  pacce  que  se  la   merece. 

Luís.     ¡Ya   lo  creo! 

Manuel,  (viendo  que  CARMELITA  llora.)  Pero,  chiquüla, 
¿quiés  no  sé  más  tonta?  ¿Po  no  está  llorando  por  eso? 
¿No  te  digo  que  yo  me  alegro?...  Alguna  ve  tenía 
que  séj  no  se  iba  a  queda  soltera  toa  la  vía  una 
mujé    como   tú.... 

Luís.  Nada,  pues  a  arreglar  los  papeles,  y  en  la 
boda    yo  seré   el   padrino. 

Carmelita,     (ai  mutis  por  la  casa.)  La  boda,   nunca. 

Manuel,  (a  luís.)  ¿Ve  usté  qué  sentía  es?  Y  tó  por 
creer  que  yo  le  iba  a  decir  algo  por  habérmelo  ocul= 
tadoj  y    le  ha  sorprendió  que   yo    lo    sepa. 

Luís.  Como  se  lo  ha  dicho  usted  así,  de  golpe 
y  porrazo....  En  fin,  señó  Manuel,  hasta  la  noche,  y 
a    ver   si    me  busca    usted  dónde    tirar  una    liebre. 


-  22  — 

Manuel.  ¿No  quic  usté  entra  una  mijilla  y  sen= 
tarse? 

Luís.     No,    tengo   que   hacer. 

Manuel.     Como   usté   quiera,  (entra  en  la  casa.) 

VDuranfe  la  anterior  escena  no  han  dejado  de  salir  de  vez  en  cuan= 
do  alguna  que  otra  mujer  a  dejar  una  espuerta  o  canasta  al  lado  de  la 
casa  de  CARMELITA.) 

repa.     (.Salc  por  la  izquierda    con    una    espuerta,    y    al    salir    cruza 

con   LUÍS.)  Creí  que   no  iba   usté  a  vcní.... 

Luís.     Por   ti  voy  yo  al   fin   del    mundo. 

Pepa.     No   hace  falta   ir   tan   lejos    pa    eso. 

Luís.     ¿Nos  veremos    esta    noche? 

Pepa.     ¿Dónde? 

Luís.  Donde  siempre,  en  la  cruz  de  piedra,  a  la 
salida  de  la  luna....    ¡Que   vienen!... 

Pepa.     Adiós  y   hasta   luego,  (vase  luís.) 

Carabina,  (saic  por  la  izquierda.)  Vamos  a  ver  si  aca= 
hamos.  Tú,  Pepa,  ve  arrecogiendo,  pa  dejarlo  tó  junto 
a  la   casilla,  que   aluego   por    la   mañana    no  aparece 

na,  ¡Carabina,  (carabina  empieza  a  amontonar  las  canastas  y  las 
espuertas,    y    mientras    canta  v 

«El  sol   se  va   poniendo 
por   los  terrones, 
y   el   picaro    del    amo 

¡qué   cara   pone!» 

IVianOliyO.         (^Sale  por   la  izquierda  con  un  cigarro  en  la  mano  y  un 

cántaro.)  ¡Jé,  jé!...  ¿Me  quié  usté  da  candela,  tío  Cara= 
bina? 

Carabina.  Toma,  hombre,  (viendo  que  manoliyo  no  ati= 
na  a  encender  el  cigarro.)  Chupaj  que  me  vas  a  apaga  er 
mío....   ¿Cuántas  novias    tienes  ahora,    Manolillo? 

Manoliyo.     ¡Jé,  jé!...  No  se  chunguee  usté  de  mí.... 

Carabina.  Si  no  es  chungueo.  Carabina.  Es  cu= 
riosidá.... 

Manoliyo.     Tengo   media,   ná   más. 


—  23  - 

Carabina.     ¿Cómo    media?  ¡Carabina! 

Manoliyo.  Porque  no  le  he  pedio  la  conversación 
entoavía  a  la  que  va  a  se.  ¡Jé,  jé!... 

Garabina.     ¿Y   quién   es  la   agracia? 

Manoliyo.     Como    agracia,  es    bastante   agracia. 

Carabina.     ¿Pero  quién   es? 

Manoliyo.  ¿Que  quién  es?  ¡Jé,  jé!...  Una  que  me 
trae  de  cabeza  con  su  cara  y  con  los  dos  cántaros 
que   tiene    más   abajo    de    la    barba. 

Carabina.     ¿Dos   cántaros? 

Manoliyo.  Dos  cántaros  deben  de  ser,  porque  co= 
mo  me  acuerde  de  ella  cuando  estoy  llenando  alguno 
de  agua,  se  me  va  de  las  manos  y  lo  rompo,  y  en 
una  semana  he  roto  más  de  veinte^  yo,  que  antes  no 
quebraba    uno.... 

Carabina.     ¡Ya  sé!  ¿A  que  es    Regla? 

Manoliyo.     Esa.   Regla   la  del  señó   Curro.... 

Carabina.  ¿Y  qué  haces  que  no  se  lo  has  dicho 
ya?  ¿No  ves  que  está  deseando  encontrá  un  novio, 
y  que  si  no  se  lo  dices  pronto  nos  vamos  a  queda  sin 
cántaros? 

Manoliyo.  Es  que  no  sé  cómo  rompe,  no  sea  que 
el  padre  se  entere  y  me  rompa  la  cabeza  de  un  es= 
tacazo.... 

Carabina.     Po   eso   es   mú   fácil,  Carabina. 

Manoliyo.     ¿Que   me  rompa   la   cabeza? 

Carabina.     No,   hombre,  decírselo  a   ella. 

Manoliyo.     Diga   usté,  diga  usté.... 

Carabina.  En  cuanto  la  veas,  •  te  vas  a  ella  y  le 
dices.... 

Manoliyo.     ¿Que  le  digo?... 

Carabina.  Le  dices,  le  dices....  Bueno,  le  dices  lo 
que  te  se  ocurra,  Carabina.  Míala,  p'aquí  viene;  aprove= 
cha,  que  voy  a  decí  que  den  de  mano,  (vase  por  la  izquierda  ) 

neyía.       (^Sale  por    la    izquierda  con   un   lebrillo  que  deja  en  casa  de 

CARMELITA.)   Carmelita,    aquí    quea   er    lebrillo. 


—  24  - 

Manoliyo.     Regla.... 

Regla.     ¿Qué   haces,    Manoliyo? 

lYlanoliyo,  Aquí  esperando  que  ustés  concluyan  pa 
recoge  los  cántaros.    (Aparte.)    ¡Ay,    qué  cántaros! 

Regla.     (Aparte.)  Este  me  puede  serví  pa  enterarme... 

Manoliyo.  Yo  se  los  rompoj  digo,  yo  se  lo  digo.  Re- 
gla,  ¿me   quieres  oir   una   cosa? 

Regla.     ¿Por   qué   no?... 

Manoliyo.     Bueno,   pues  yo   te   quiero.  jJé,   jé!... 

Regla.     ¿Sí,   hombre? 

Manoliyo.  Síj  toas  las  noches  sueño  contigo,  y  cuan= 
do  me  despierto,  creyendo  que  te  estoy  abrazando,  y 
me  encuentro  que   es  la  armoá,  me  da  un  coraje.... 

Regla.     ¡Tiene  gracia! 

Manoliyo.     Tiene   otra  cosa.   ¡Jé,  jé!... 

Regla.     ¿De    modo,   que    tanto    me  quieres? 

Manoliyo.  ¡Ya  lo  creo!  Como  que  yo  por  ti  sería 
capá.... 

Regla.     ¿De   qué? 

Manoliyo.     De   lo   que  tú  quieras. 

Regla.     Pues,    mira,  no    quiero  más  que 

Manoliyo.     Que  se  lo  diga  a   tu   padre.... 

Regla.     No.    Pero   como   la   hagas  bien.... 

Manoliyo.     ¿Me  dices   que  sí? 

Regla.    Sí. 

Manoliyo.     Oye,  ¿y  qué  es  lo  que  tengo  que  hacer?... 

Regla.  Muy  sencillo.  Que  te  enteres  de  quién  es 
la   novia  de   Antonio. 

Manoliyo.     Pero    ¿tiene    novia? 

Regla.     Sí,   eso    dicen. 

Manoliyo.  Pues  eso  es  mú  faci,  porque,  pregun= 
tándoselo  a  él.... 

Regla.  Esa  es  la  cosa,  que  no  tienes  que  pre= 
guntárselo,    sino   averiguarlo.... 

Manoliyo.  Entonces,  lo  que  tú  me  píes  es  que  sa= 
que   un    rompecabeza. 


—  25  — 
Regla.     Y  como   por  causa  tuya   me  quede  sin  sa= 
berlo,    no    esperes    que    te   diga   que  sí.    (vase  regla  por 

la    izquierda./ 

Manoliyo.  Yo  lo  averiguo,  ¡ya  lo  creo  que  lo  ave= 
riguo!  En  cuanto  vea  a  Antonio,  me  voy  pa  él  y  le 
digo:  [Antonio!  Y  él  me  dice:  ¿Qué  hay?  Y  yo  le  digo: 
¡Paece  que  estás  enamorao!  Y  er  me  dice:  ¿Quién  te 
lo  ha  dicho?  Y  yo  le  digo....  Eso  es  lo  que  tengo 
que  pensá,  lo  que  le  digo,  no  sea  cosa  de  que  lo 
eche   a  perder  y   los  cántaros  de  Regla  no  sean  pa  mí.. 

iVIanUel.        (sale   de    la  casa    con    CARMELITA.)      ¡Quiés       nO 

pensá    más   en   eso!... 

Carmelita.     Es  que  usté  se  figura  ... 

Manuel.  Yo,  no;  la  gente,  que  es  mu  hablaora,  y 
se   mete  en   lo   que    ni    le   va   ni    le    viene.... 

Carmelita.  Eso,  la  maldita  lengua,  que  mata  más 
que   un  cuchillo.... 

Manuel.  Después  de  tó,  eso  no  tiene  ná  de  par= 
ticulá... 

Carmelita,  Eso  cree  ustéj  pero,  a  lo  mejó,  por 
una  palabra  dicha  como  sin  queré....  (Abrazándose  llorando 
a  MANUEL.)  ¡Tío  Manuel! 

Manuel.  Pero,  chiquilla,  ¿me  quiés  decí  de  una  vé 
qué   bicho  te  ha   picao? 

Carmelita.     ¡Tío   Manuel....   yo  quiero   a   Antonio! 

Manoliyo.     (Aparte.)  ¿Qué  dice  de  Antonio? 

Manuel.     ¿Lo  ves?  Si   cuando  el  río  suena.... 

Carmelita.     Pero   lo  quiero  como  a  un   hermano. 

Manuel.  ¡Ya  lo  querrás  como  marío,  mujé,  que 
tó  no  se  ha  de  jacé  en  un  día!  (viendo  a  manoliyo.) 
Ahí  tiés   a   Manoliyo,    que  está  deseando.... 

Manoliyo.     ¿Qué   dice  usté? 

Manuel.  Náj  ésta,  que,  porque  la  quiere  Antonio, 
está    llorando.   Ya   ves,   y   tú   que  quieres   a   Regla.  .. 

Manoliyo.     Y  me  caso  mu  pronto.   ¡Jé,  jé!... 

Manuel.     ¿Mu   pronto? 


-  26  — 
Manoliyo.     En  cuanto  yo   se  lo  diga,    los  cántaros 
son    pa  mí. 

Manuel.     Eso  es  un  hombre,  (va  saliendo  ei  coro  por 

la   Izquierda,    y,    con    él,    REGLA,    PEPA    y   CABEZÓN.) 

MÚSICA 
(En    la   puerta    de    la   casa    de    CARI/1EL1TA.) 

Antonio.        Por   un   beso  de  tu  boca 
diera,   morena,  mi  vida, 
y    mi   sangre    gota  a   gota. 
Manoliyo.     (a  regla,  dentro  de  la  música.)   ¿Sabe    que  a 
quien  Antonio   quiere   es   a    Carmelita?... 

Regla.     ¡Yo  me  vengare!...  Buenoj  pues  de  eso...  (a 

AMTONIO.) 

Tengo   yo    para  un   sujeto 

la  cajita,   los   blandones, 

sirios  y  acompañamiento. 
Coro.  ¡Quién  fuera  peine   en  tu   pelo, 

y  alfiler   en    tu  pechera, 

y    ruedo   de  tus    enaguas, 

y   lazo   de   tu   chinela! 
Coro  m.        Compañerito   del   alma, 

compañero   de    mi  vía, 

¿por  qué   me  has   orvidaíto 

cuando  yo  más  te  quería? 
Antonio.         Bien   quieras    tú   o   no   quieras, 

ya  sabes   que  yo  te  quiero 

hasta  el  día  en   que    me   muera. 
Cabezón.       Serrana,  ¿quién  te  camela? 

Dime,   por   Dios,   la  verdáj 

¡si  no  te  camela  nadie 

yo  te  voy  a  camela! 
Coro.  Me   tienes    muerta   de   llanto 

por   causa  de  tu    queré, 

y    tú,    sin   mirar  mis   penas, 

no    me   quiés  corresponde. 


—  27  - 

Coro  h.        ¡Quién    fuera  clavo   de   oro 
donde   cuelgas    tu    candil, 
para  ver   tu    cuello  blanco, 
cuando   te    vas   a    dormí! 
A   las  puertas  de  su   pecho  (ei  resto  del  niime= 

ro  sigue    en  la    partitura.^ 

HABLADO 

vTodos  se  van  marchando  de  la  escena,  quedando  sólo  ANTONIO.  CA= 
rabí  NA,  que  sale  por  el  olivar  con  una  espuerta  y  un  lebrillo,  se  dirige  hacia 
la  casa   de    CARMELITA.) 

Garabina.  Aquí  quea  esto,  (viendo  a  Antonio.)  ¿Que 
es  eso?  ¿Te   has   quedao  de   aguardo?  ¡Carabina! 

Antonio.     ¿Qué   dice  usté? 

Carabina.  No  te  vengas  haciendo  de  nuevas,  hom= 
brc.  ¡Si  me  lo  ha  contao  tó  er  señó  Manué!  Si,  tarde 
o   temprano,  tié  que  saberse   tó.... 

Antonio.     ¿Qué  se  sabe,  abuelo? 

Carabina.  Que  quiés  a  Carmelita}  lo  otro  se  su= 
ponej   que   pa   eso  tengo   tres   duros  y  medio.... 

Antonio.     ¿Y  qué  es   lo   otro? 

Carabina.  Que  se  entienden  ustés,  y  que  se  ven 
a   solas,    y..,. 

Antonio.     ¿Quién  ha  contao  eso?  Dígamelo  usté;  que 

no    vuelve    a    repetirlo,    (va  a  irse,  pero  ve  salir  a  CARMELITA  y 
se  detiene.) 

MÚSICA 

«La   maldita    lengua 
que  de   ti    murmura, 
yo   la   cogiera    por  en  medio,  en  medio, 
la    dejara   múa.» 
Carmelita,     (sin  darse  cuenta.)  ¡Antonío,  te  quiero! 

Uarabina.        (.Dejando  caer  el  lebrillo,  y  muy  cómico.)     ¡Larabi^ 

na,  que  es  verdá! 

FIN   DEL  CUADRO  PRIMERO 


-  28 


CUADRO    SEGUNDO 


Telón  corto.  Interior  de  la  casería  de  una  hacienda.  La  escena  aluin» 
brada  por  la  luz  de  un  velón,  que  está  colgando  de  la  campana  de  la  chi= 
menea. 


Al  levantarse  el  telón  están  en  escena  ANTONIO,  PEPA,  MANOLU 
YO,  CABEZÓN,  CARABINA,  REGLA,  TRABAJADOR  y  hombres  y  mujc= 
res  que  forman    grupos. 

Manoliyo.  Ahora  me  toca  a  mí  dccí  la  aclivi= 
nanza.... 

Pepa.     Vamos  a  ve  si   te  se  ocurre  algo  nuevo. 

Manoliyo.     Fui  al   campo,   clave   una  estaca.... 

Cabezón.  Y  no  pudiste  volver,  porque  te  ataron 
a  ella,  peazo  e  bruto. 

Trabajador.  Tío  Cabezón,  ¿vcrdá  usté  que  las  mu- 
jeres  se  paescn  a  los  guizos  de  usté? 

Cabezón.     ¿Cómo   a  mis  guizos? 

Carabina.  Síj  porque  tus  guizos  tienen  mucho 
caldo  y  pocas  tajás;  y  las  mujeres  tienen  mucha  pa= 
labrería,   y,  aluego,    ná.... 

Cabezón.     Es  verdá,  aluego,   ná. 

Pepa.     Siga  usté  con  lo  que  estaba,  tío  Cabezón.... 

Cabezón.     Ya  he  perdió  el   hilo. 

Carabina.  Como  que  tú  quieres  entcndé  de  tó,  y 
aluego  no   sabes  de  ná. 

Cabezón.  ¿Que  no  sé  de  ná,  y  te  queas  con  la 
boca  abierta   en    toas    las   cuestiones? 

Antonio.  Que  no  empecemos  como  toas  las  no» 
ches.... 


-  29  - 

Cabezón.  Es  que  cr  tío  Carabina  se  ha  empcñao 
en    llevarme    la   contra   en    tó.... 

Carabina.  Como  que  dice  que  la  lengua  es  er 
cuchillo    que   mata    más    que    una    navaja    barbera. 

Cabezón.  No  es  eso  sóloj  es  que  hablo  de  cen= 
cia,  y  él  no  cree  en  la  cenciaj  hablo  de  política,  po 
el    no    cree   en    la   políticaj    hablo    de  socialismo.... 

Carabina.  Y  no  creo  en  el  socialismo;  esas  son 
ideas,  y   ná    más   que   ideas,   ¡carabina! 

Cabezón.  ¿Pero  tú  sabes  siquiera  lo  que  son  las 
ideas? 

Manoliyo.     ¿Que  son  las   ideas? 

Cabezón.  Las  ideas  son,  y  esto  es  un  supone,  lo 
mismito  que....  aspératc  que  lo  recuerde....  Pa  mí 
que  las  ¡deas  son  aniguá  que  toas  las  cosas:  unas, 
más   parejas,   y    otras,    menos    parejas.... 

Manoliyo.     Eso,  como   la   guardia   civí. 

Cabezón.     Güeno,   yo   se   lo   que  son    las   ideas.... 

Pepa.  Tío  Carabina,  déjese  usté  de  discutí  y  cuén= 
teños   usté    un    cuento.... 

Carabina.  Pa  cuento  está  uno,  que  tiene  molió 
tó   los   güesos   de   no    para  en    tó   er  día  de  Dios. 

Regla.     ¡Ande  usté!... 

Cabezón.     Anda,  hombre,  que  pa  eso  te  pintas  solo. 

Carabina.     Pó   les  contaré   un   sucedió.... 

Voces.     Sí,   eso,  eso. 

Trabajador.     Venga  de   ahí. 

Carabina.  ¿Ustedes  saben  por  qué  pusieron  esa 
cruz  de   piedra    que  está   camino    e   la   ermita? 

Pepa,     Yo,   no. 

Manoliyo.     Ni  yo. 

Regla.     ¿Por  qué,  tío  Carabina? 

Carabina,  Me  pondré  aquí  (iodos  rodean  a  carabina, 
que  ocupa  el  centro  del  grupo.)  pa  que  lo  Oigan  bien  tój  que 
pué  que  no  le  estorbe  a  arguno  conocerlo.  La  cosa 
debió   pasa    ante  der  Diluvio,   o  cosa   asina,  porque  a 


-  30  - 
mí  me  lo  contó  mi  abuela,  y  a   ella  se  lo  contaría  la 
suya,   o    no  sé  quien.    Escucha: 

En  el  sitio   donde  hoy 

la   gente   esa  cruz  venera, 

ocurrió   hace  muchos  años 

una   tristísima   escena, 

que  entoavía  en  mi  memoria 

por   entero   se  conserva. 

Hubo  en  la  hacienda  una  moza 

de  ojos  negros,  mú  morena, 

de  labios   como  la    grana, 

de  dientes  como  las  perlas, 

y  hermosísima  en  conjunto. 

¡Pues  como  hermosa  lo  era! 

Tos  los  mozos   la  querían, 

la  envidiaban  toas  las  hembras, 

los  viejos  la   acariciaban 

y  la  besaban   las   viejas. 

Tío  Carabina,  ¿es  mu  largo 

er  cuento? 

¿Tics  mucha  priesa? 

Nenguna. 

Pos  caya,  entonces. 

Y  si   no  quieres....  nagencia. 

Siga   usté,    tío  Carabina.... 

Po,   señó,  la    moza  aquella 

cruzaba  toas   las   tardes 

el  cacho   de   carretera 

que  va   del  pueblo  a  la  ermita 

de  la   Virgen   de   la  Vega, 

para   llevarle,  gozosa, 

y  en   pago  de  una  promesa, 

oraciones  en   el  pecho 

y  flores   en  una  cesta. 

Un  día  siguió  sus  pasos, 

con  intenciones   perversas, 


Manoliyo. 
Carabina. 


Regla. 

Cabezón. 

Regla. 

Carabina. 

Cabezón. 

Pepa. 

Carabina. 


-  31  — 
un  mozo  de    mala  entraña 
y   de  venenosa  lengua, 
pero  de   rostro  agradable 
y   simpática   presencia. 
Y   la   moza  se  hizo  débil, 
y   escuchó    la   cantinela 
del  mozo,  olvidando,  al  fin, 
a  la   Virgen  de  la   Vega, 
que  aguardaba    inútilmente 
a  su  devota  más  bella, 
con  plegarias    en  el  pecho 
y  con  flores  en  la  cesta,  (pausa.) 
La   moza    perdió  la   honra, 
y  el  mozo,  con  desvergüenza, 
refirió  al   pueblo  su  hazaña 
al  compás  de  la  vihuela 
y  en  coplas  que  al  poco  tiempo 
corrían  de  lengua  en  lengua. 
Todo  acabó   en  una  noche 
en  que  la  engañada,   ciega 
de  coraje,   su   venganza 
buscó   valiente  y  resuelta, 
dejando  al   engañador 
tendido    en  la  carretera 
con   una  herida  en   el    pecho 
que   manaba  sangre  negra. 
El   castigo   de  su   culpa 
por  su   mano   se  dio   ella, 
y  con  c!  arma  maldita 
con  que  el  crimen  cometiera, 
de  un  solo  y   certero   golpe 
puso  fin  a  su    existencia. 
El    pueblo,   al   siguiente  día, 
al   saber   la  mala  nueva, 
acordó    poner  en  donde 
ocurrió   la   triste   escena 


-  32  - 
una   cruz  para  memoria 
de    las    gentes  venideras. 
Con   que   ya  sabéis  la  causa 
por   qué    hace  tiempo  fue  puesta 
en    la    mita    del    camino 
esa   blanca   cruz  de   piedra. 
Desde    entonces   en    la  ermita 
de  la    Virgen    de   la   Vega 
están   de   menos   las    flores 
que    llevaba  en    una  cesta 
aquella   moza  que   un  día 
cruzaba    la    carretera. 
Manoliyo.     Mú   bonito,  pero  mú   triste. 
Cabezón.     Pero,    pedazo   de  bruto,  ¿no  ves   que  es 
un  sucedió? 

Pepa.     Tío    Carabina,   ¿quién   era  ella? 
Carabina.     Vete    tú   a  sabe.... 
Regla.     ¿Pero   no  vamos   a  baila   esta   noche? 
Pepa.     ¿Por    qué    no?    Ahora    mismo.    ¡A    ver   si    se 
anima    esto,   que   se    ha   quedao    que    pacce    un    vela= 
torio! 

MÚSICA 

vUna  pareja   baila  unas  sevillanas.^  • 

Pepa.  Si    me   quieres   de   verdá, 

como    yo    te   quiero   a  ti, 
no    me   dejes    de    mira 
como    yo    te    miro    a    ti. 

Verás 
cómo    yo    sé  amar. 
Pepa.     Regla,    canta   un  tango,  que  voy  a  bailar  yo. 

Regla.       (Canta,  y  baila  PEPA.) 

El   otro    día   una    niña 
le    decía    a  su    mamá: 
—  De  tanto  llorar  mis  ojos. 


—  33  — 
jay,  se   me  van   a   sccá! 

¡Ay,  marc,  yo  estoy  malita! 
¡Ay,    yo    me  quiero  casa, 
pa  tcné  siquiera   un  hombre 
que  me   pueda    consola! 

Al  serrano  que  yo  camelo, 
a   la  Virgen  le  voy  a  pedí, 
que  le  pierda  el  cariño  a  la  otra 
y  que  sólo  me  quiera  el  a  mí. 
Coro.  ¡Ay,  que'  gracia  que  tiene 

esta  niña  cantando!  (sigue  en  la  partitura.) 

HABLADO 
Manoliyo.     ¡Mú  bien  bailao!...  (wucha  animación.) 

Regla.       (a    ANTONIO,  que    está   apartado  del   grupo.)    ¿QuC   te 

pasa,    Antonio? 

Antonio.     ¿A    mí?   ¡Ná! 

Regla.     Po   parece  que   te    pasa   algo.... 

Antonio.     Pues  no   me   pasa    ná. 

Regla.     ¡Pero,   hombre,   si  te  se  conoce  en   la  cara! 

Antonio.     ¿Que? 

Regla.     Que  estás   cnamorao. 

Antonio.     ¡Yo!... 

Regla.  Sí,  tú;  que  estás  cnamorao  de  una  mujer 
que  no  te  hace  caso....  y  que,  sin  decirte  que  sí,  no 
te  dice  que  no,  y  está  jugando  contigo  hasta  que 
haga   lo   que    mejor   le  convenga. 

Antonio.     Tú    ¿que'   sabes? 

Regla.  ¡Ya  lo  creo  que  lo  sé!  Y  te  digo  más:  esa 
mujer  está    enamora..., 

Antonio.     ¿Enamora? 

Regla.  Sí,  enamora  de  un  hombre;  y  si  no  se  ha 
casao   con    ella    es    por  temó    ar    qué  dirán. 

Antonio,  (con  brusquedad.)  Pero,  ¿qué  tienen  que  de= 
cir  de  ella? 


-  34  - 

Regla.  Ná,  hombrej  no  te  pongas  asíj  que,  des» 
pues  de  tó,  iquién  sabe  si  será  mentira  lo  que  de 
ella   se  dice....   si   será  una  maldita  lengua!... 

Antonio.  ¿Pero  qué  es  lo  que  dicen?  Pero,  no,  no 
lo  digas,  porque  ya  sé  a  qué  murmuraciones  te  re* 
ficres. 

Regla.  Pues  si  lo  sabes,  no  tengo  que  decirte  ná.... 
Y  si  alguna  vé  te  se  cae  la  venda  esa  que  te  tiene 
ciego....  ya  sabes  que  yo  siempre  soy  la    misma,  (sc 

acerca   al    grupoj 

Carabina.  Es  lo  mismo  que  si  Antonio  le  píe  ar 
señó  Manué  a  Carmelita:  éste  quié  eso,  y  er  señó 
Manué  no  se  la  da,  quié  lo  otroj  y  cátate  ahí  una 
revolución.... 

Pepa.  Bueno,  usté  dirá  lo  que  quiera,  pero  nos= 
otras  nos  vamos  al  granero,  que  allí  estamos  más  a 
gusto. 

Cabezón.     Y   nosotros  más  tranquilos. 

Pepa.  Vamonos,  niñas.  (Vanse  todos,  menos  CABEZÓN, 
CARABINA,   ANTONIO,   MANOLIYO   y    REGLA.) 

Manoliyo.    (ai  saiir  Regia.)  ¡Regla! 

Regla.  (Aparte.)  Este  me  puede  servir  pa  lo  que  ten= 
go  pensao.   (aiío.)   ¿Qué  quieres,  Manoliyo? 

Manoliyo.     ¿A  que  es  verdá  lo  que  te  dije? 

Regla.    ¿De  qué? 

Manoliyo.  Que  a  quien  Antonio  quiere  es  a  Car= 
melita. 

Regla.    Sí. 

Manoliyo.     Po   entonces.... 

Regia.     Entonces,  ¿qué? 

Manoliyo.     ¿Cuándo    nos  casamos  nosotros? 

Regla.  ¿Nosotros?  No  corras  tanto,  hombrej  que 
todavía  falta  que   hacer.... 

Manoliyo.  Eso  lo  sé  yo,  que  falta  arregla  lospa= 
peles.    ¡Jé,   jé!... 

Regla.     Los  papeles   y  otra  cosa.... 


-  35  — 

Manoliyo.  Por  la  cama  no  te  de  cuidao:  nos  acos= 
tamos  en  el  suelo.... 

Regla.  No  es  esOj  es  que  pa  que  yo  te  diga  que 
sí,   no  te   tienes  que  separa  de  Pepa  en  toa  la  noche. 

Manoliyo.     Y  eso,  ¿pa  qué? 

Regla.  Porque  yo  sé  que  va  a  ir  a  ver  a  uno 
que  la  está  esperando  en  la  Cruz  de  piedra,  y  no 
quiero  que  vaya. 

Manoliyo.     ¿Y   yo  qué   tengo  que  ver   con  Pepa? 

Regla.  Pero  tengo  yo;  y  como  vaya  por  causa  tu= 
ya,   no  nos  casamos  nunca. 

Manoliyo.  Descuida}  que  no  me  separo  de  su  vera 
en  toa  la    noche     Me   voy   a   pega  a   ella  como   una 

lapa.     (Vansc    REGLA   y    MANOLIYO    por  el   foro.) 

Carabina.     Mira,  Cabezón,  no  quiero  discutí  contigo. 
Cabezón.     Porque  siempre  te   gano   en   tó. 

Manuel.       (Entrando    por    el    foro.)      ¡A     la     paZ     C     DiÓ! 

Cabezón.     Venga  usté   con   Él. 

Manuel.     ¿Se   han   recogió   ya  los  amos? 

Carabina.     ¿Qué  quieres? 

Manuel.  Náj  que  me  dijo  la  señora  que  le  matara 
un  conejo,  y   aquí   lo  traigo.... 

Cabezón.  Como  que  tú  donde  pones  el  ojo....  peli- 
gra   un   conejo. 

Manuel.  Además,  el  señorito  Luís  me  encargó  que 
le  buscara  dónde  tirar  una  liebre,  y  vengo  pa  decirle 
que  ya  he   dao   con   la   cama    de   una. 

Antonio.  Po  er  señorito  salió  con  la  escopeta  ahora 
mismitoj  yo   creí  que    iba   a  buscarlo  a    usté. 

Cabezón.  No  sé  cómo  no  te  lo  has  tropezao  en 
el  camino. 

Manuel.  No  me  lo  he  encontrao  porque  he  venío 
por   otro  camino.... 

Carabina.     ¡Naturalmente,   hombre! 

Manuel,  (oándoie  ei  conejo.)  Po  ahí  quea  estoj  y  quear* 
se  con  Dios,   que   voy  a  ver  si   le  doy   arcance.... 


-  36  - 
Carabina,     (por  ei  conejo.)  Voy  a  llevárselo  a  la  cria. 

(.Vase  por  el  foro.y 

Antonio.     Oiga  usté,   tío   Manuel. 
¿Qué  quieres? 
Diga    usté,    ¿me    va    usté  a  decí  la  ver= 


Manuel. 
Antonio, 
dá?... 
JVIanuel. 
Antonio. 
Manuel. 
Antonio. 
Manuel. 
Antonio. 


¿De   qué? 

De    lo    que    le   voy  a   pregunta. 
¿Y    por    qué  voy    a    decirte  otra    cosa? 
Es   que  yo  necesito.... 
Pero,  ¿tanta    importancia  tiene  la  cosa? 
Como  importancia  no  tié  ninguna,  pero  pa 
mí   tié  mucha.... 

Manuel.  Acaba  de  reventa,  hombrej  que  me  vas 
a  pone  más   nervioso  que  er  rabo   de  una  lagartija. 

Antonio.     Señó    Manuel,   es   que  me  han  dicho.... 

Manuel,     ¿Qué  te   han  dicho? 

Antonio.  Que  Carmelita....  que  Carmelita  quiere  a  un 
hombre. 

Manuel.     Si  no  es    más   que  eso.  .. 

Antonio.     ¿Pero  es  verdá? 

Manuel.     Sí,  hombre,  sí. 

Antonio.  Dígame  usté  quién  es,  pa  partirle  el  co= 
razón. 

Manuel.  ¿Pa  partirle  el  corazón?  ¿Por  qué?  ¿Es 
quizás   que    mi   sobrina    no    pué    queré    a   nadie?... 

Antonio.  Es  que  usté  no  sabe  cómo  yo  la  quiero, 
y  lo  que  estoy  pasando  por  ella,  y  de  lo  que  yo 
sería   capá.... 

Manud.  Bueno,  hombre,  bueno  está.  ¿Con  que  tú 
serías  capaz  de  buscar  a  ese  hombre  y  decirle  que 
tú   la    quieres? 

Antonio.     ¡Sí! 

Manuel.  Pues  a  mí  me  parece  mejor  que  busques 
a  Carmelita    y   se   lo   digas.... 

Antonio.     ¡Yo! 


—  37  — 

Manuel.  Sí,  tú;  porque  ella  me  ha  dicho  que  el 
hombre  a   quien  quiere   eres   tú. 

Antonio.     Pero  si   ella ... 

Manuel.  Ya  lo  sabesj  y  ahora,  búscala  y  dícelo. 
Hasta   mañana,  señores. 

Cabezón.     Adiós,   Manuel. 

Antonio.     ¡Que  me   quiere! 

KCQla.       VEntra  por  el  foro  con  un  candil  apagado./     '  'O     L,^uZ- 

zón,    ¿tiene    usté    un    misto,    que    se    ha    apagao    er 
candil? 

Cabezón.  Pero,  mujc,  ¡que  en  toas  las  fiestas  se 
ha  de    apaga   er   candí!    Trac  pa  acá,   que    lo  cncicn= 

da.    yja  a    encenderlo.^ 

Antonio.     Escucha,   Regla. 

Regla,  (negando  junto  de  ANTONIO.)  Qué,  ¿te  has  con^ 
venció  ya   de   que  Carmelita   está   enamora? 

Antonio.     Sí. 

Regla.     Pues  si    te   quieres   arregla  conmigo.... 

Antonio.     ¿Contigo? 

Regla.  Me  parece  que  entre  ella  y  yo  hay  difc= 
rcncia.... 

Antonio.     Pero  si   es  que  ella   me   quiere. 

Regla.  ¿Que  te  quiere?  (cabezón  le  da  el  candil  encen= 
dido.) 

Antonio.  Síj  me  lo  acaba  de  decir  er  señó  Ma= 
nucj   se   lo  ha  dicho    ella,  (regla  apaga  la  luz.) 

Regla.     Tío  Cabezón,  enciéndamelo  usté  otra  vé.... 

Cabezón.     Ten   cuidao   con  las   corrientes.... 

Regla,  (a  antonio.)  Po  yo  te  digo  que  no  te 
quiere.... 

Antonio.     ¡Bah! 

Regla.  Y  no  te  quiere,  porque  le  habla  otro,  con 
el  que  se  ve  toas  las  noches  en  la  Cruz  de  piedra,... 

Antonio.  Eso  es  mentiraj  eso  lo  dice  tu  maldita 
lengua....  que.... 

Regla.     Eso   es   vcrdá;    y   si    te   quieres   convencer, 


—  38  — 
no    tienes    más    que    ir,    y   verás    cómo    hay    allí    uno 
que    la    espera. 

Antonio.     Píele   a  Dios  que   eso   sea   mentira,    por= 

que    SI    no....     (^Vase  corriendo  por  la  puerta  del  foro./ 

Regla.  Ahora  va  y  se  encuentra  con  el  que  está 
esperando   a    Pepa,    y   cree,... 

Carabina,  (entrando  por  ei  foro.)  ¿Qué  le  pasa  a  An= 
tonio,   que  va    tan    corriendo? 

Regla.  Náj  que  se  ha  enterao  de  una  cosa  de 
Carmelita. 

Cabezón,     Cuenta.... 

Regla.  Pos  ná-,  que  Carmelita  traía  engañao  a  tó 
cr   mundo..,. 

Carabina.     ¡Eso  es   mentira!    ¡Carabina! 

Pepa,     (Entrando  por  el  foro.)  ¿Pero   Viene  la  luz,  o  no? 

Regla.  Mentira  será,  pero  toas  las  noches  se  ve 
con  un  hombre.... 

Pepa,     ¿Quién? 

Regla.     Carmelita^   la  señorita,   que  le  decían.... 

Cabezón.     ¿Y  adonde  se  ven? 

Regia.     En  la  Cruz  de   piedra. 

Carabina.     ¿Y  Antonio  ha   ido? 

Regla.     Ahora  mismo. 

Pepa.  ¿Que  Antonio  ha  ido?  ¡Y  se  va  a  encontré 
con....   y  va   a   creé   que....!   ¡Yo    la  salvaré!   (vasc  por  ei 

foro  corriendo.  MANOLlYO,  que  ha    entrado  detrás    de  ella,  la  sigue  des» 
pues  de  decir  su  frase./ 

Manoliyo.  Po  lo  que  es  yo  no  la  pierdo  de 
vista. 

Regla.     ¡Yo   me  he  vengao! 

Cabezón.     Si  cuando   icen,  icen,  por  algo  lo  icen.... 

Carabina,  ¡M'ha  dao  la  noche,  ¡Carabina!  Pero  yo 
voy  a  ve  por  qué  lo  icen!   (vasc  por  ei  foro.) 


FIN  DEL  CUADRO  SEGUNDO 


—  39 


CUADRO  TERCERO 


Al  foro  y  laterales,  olivar.  Por  el  centro  de  la  escena  se  supone  que 
pasa  una  carretera;  a  la  izquierda,  y  junto  a  unos  olivos,  una  cruz  de 
p¡v;dra.  Es  de  noche;  después  hay  luna. 


Al  empezar  el  cuadro,  la  escena  está  sola;  después  sale  MANUEL, 
que  pasa   cantando. 

MÚSICA 

Manuel.        Que   maten   a    esa    mujer, 

que   me  está   volviendo  loco, 
serrana,  con   su    querer. 

HABLADO 

(.Sale  CARMELITA  y  se  dirige  hacia  la  Cruz  de  piedra.  A  poco  sale 
ANTONIO  y  se  dirige  hacia  ella.) 

Antonio.     ¿Será  verdá?  (a  carmelita.)   ¡Carmelita! 

Carmelita,     (sorprendida.)  ¡Antonio! 

Antonio.     El    mismo.    No    me  esperabas,    ¿verdá? 

Carmelita.     Eres   tú   el    hombre  que.... 

Antonio.  Sí,  yo  soy  el  hombre  que  está  pasando 
la    pena    negra    por    una    mujer.... 

Carmelita.  Antonio,  vetej  que  no  quiero  que  nos 
vean  aquí   solos. 

Antonio.  Y  qué  importa  que  nos  vean,  cuando  tó 
er    mundo   sabe.... 

Carmelita.  ¿Qué?  Habla...  ¡Ya  te  han  ido  con  el 
cuento!  ¡Ya  una  maldita  lengua  te  ha  referió  lo  que 
de   mí   se    murmura! 


—  40  - 
Antonio.  Cuando  me  lo  dijeron  no  lo  quise  creer. 
¡Era  tanto  lo  que  te  quería!  Pero  salí  de  la  hacien= 
da,  llegué  a  tu  casa  más  pronto  que  un  tiro,  y,  al 
no  encontrarte,  me  pareció  que  me  lo  daban  en  el 
corazónj  y  a  pesa  de  tó  eso,  no  me  quise  con= 
vence  entoavía,  y  vine  hacia  aquí,  y,  apesá  de  te= 
nerte  delante  de  los  ojos,  dudo  que  puedas  ser  tú.... 
Carmelita.  ¡Y  tú  eres  el  hombre  que  me  querías! 
¡El  que  tantas  veces  m'ha  jurao,  delante  de  esta 
crú,  que   pa  ti    mi   vida   es    la    tuya! 

Antonio.  He  venío  aquí  esta  noche  porque  m.e 
dijeron  que  tú,  la  mujer  a  quien  quiero  tanto,  es= 
taba  aquí  con  un  hombrcj  y  he  querío  convencerme 
de  la  verdá,  y  ver  cuál  es  más  hombre  de  los  dos: 
si    el    o  yo.... 

Carmelita.  Antonio,  yo  te  juro  que  no  he  venío 
a  ver  a  nadiej  que  he  venío  como  vengo  toas  las 
noches  antes  de  acostarme,  como  vengo  toas  las  ma= 
ñañas  al  despuntar  el  día:  a  pedirle  a  Dios  que  no 
me  abandone....  a  pedirle  que  me  diera  fuerzas  pa 
resistir    tu    cariño.... 

Antonio.    ¿Mi  cariño? 

Carmelita.  •  Sí,  tu  cariñoj  porque  tú  eres  el  único  hom* 
bre  a  quien  he  querío  en  este  mundo  y  a  quien  quiero,... 

Antonio.     ¿Entonces? 

Carmelita.  No  quería  decírteloj  pero,  en  fin,  vas 
a  saber  el    por   que   no  quería  decírtelo.... 

Antonio.     ¡Di! 

Carmelita.     Antonio,  yo   soy   honra. 

Antonio.     ¡Lo  sé! 

Carmelita.  Tú  sabrás  que  estuve  sirviendo  tres 
años  en  la  capital,  y.... 

Antonio.     ¡Y  qué! 

Carmelita.  Y  que  cuando  volví  al  pueblo  una 
maldita  lengua  me  motejó,  llamándome  la  Señorita, 
y  me    inventó   una  historia   a  su  capricho.... 


-  41   - 

Antonio.     Pero.... 

Carmelita.  Alguien  viene.  Vete  a  mi  casa  y  es= 
pérame,  si    es    que    me    quieres. 

Anton'O.  Ya  ves  si  te  quiero,  que  me  voy  con  el 
alma  hecha    pedazos,    (ai  mutis.)    jYo   velaré    por   ella! 

Carmelita.  Se  fué;  cuando  lo  sepa  le  pasará  lo 
que   a    todos:    ¡no   volverá    a    mirarme! 

Luís.       (saliendo  y  llegando  junto  a  CARMELITA.)     ¡Pepa! 

Carmelita.     ¡Luís! 

Luís.     ¡Carmen! 

Carmelita.  Nunca  creí  que  volviera  usté  a  po= 
ncrse  delante  de  mí,  ni  que  llegaría  usté  a  hacer  lo 
que  hace.  No  se  ha  contentao  usté  con  quitarme  lo 
único  que  tenía,  sino  que  ahora  viene  usté  a  me= 
terme  por  los  ojos  su  felicidá  y  a  burlarse  de  mi 
desgracia. 

Luís.     No  creía  encontrarte   aquí,    Carmelita. 

Carmelita.    ¿No? 

Luís.     Te  lo  juro. 

Carmelita.  Entonces  viene  usté  a  cumplirme  la  pa= 
labra   que    me   dio   muchas    veces.... 

Luís.     Escúchame. 

Carmelita.  Si  tengo  tó  lo  que  me  vaya  usté  a 
decí  sabio  de  memoria  y  hasta  escrito  en  el  corazón 
con  lágrimas  de  sangre.  ¡Yo  bien  sabía  que  era  mu 
poco   pa   ser  su   mujer! 

Luís.  No  es  eso,  mujer;  ya  sé  que  tú  no  te 
vendes    como    otras. 

Carmelita.  ¡Venderme  yo!  Vayase  usté,  y  se  lo 
perdono  tó.  Primero  mató  usté  mi  cariño  haciéndome 
creer  que  podía  ser  su  mujer;  y  cuando  se  conven= 
ció  usté  de  que  pa  conseguí  su  intento  no  había  más 
camino  que  er  de  la  Iglesia,  inventó  usté  una  ca^ 
lumnia,  que  corre  de  lengua  en  lengua,  pa  que  me 
viera  desprecia  de  tos  los  mozos  que  se  me  acerca= 
ban,    que,    al    enterarse    de    lo    que    de    mí   se   decía, 


—  42  — 
creían  que   era  verdá    lo    que   ni  fué  ni  será   nunca.... 

Luís.  Ya  lo  sé.  Pero  yo  te  pido  por  lo  que  más 
quieras    que  me   escuches   un   momento, 

Carmelita.     Hable   usté. 

Luís.  Yo  siempre  te  he  querío  bien,  Carmelita; 
y  si  no   me  casé  contigo  fué  por  causa   de   mi   padre. 

Carmelita.    ¿Qué? 

Luís.  Síj  sus  negocios  iban  de  mal  en  peor  y 
su  ruina  era  segura^  sólo  había  un  medio  para  evi= 
tarla:  casarme  con  la  hija  del  que  tenía  hipoteca^ 
dos  nuestros  bienesj  y  sin  cariño,  sin  amor,  me 
casé  con  una  mujer,  a  la  que  aborrezco,  y  la  que 
creo  que  tampoco  me  quiere....  Fue  un  negocio  co= 
mo  otro  cualquiera.  ¡La  ambición  dominó  al  senti- 
miento! 

Carmelita.  Esas  ventajas  tenemos  los  pobres:  nos 
contentamos  con  lo  que   ganamos    honradamente. 

Luís.  Ya  ves  cómo  soy  más  desgraciado  que  tú: 
no  tengo  paz,  ni  alegrías,  ni  cariño  ninguno  más  que 
el  que  compro  con  el  dinero,  que  tampoco  es  mío.... 
Ahora  sólo  te  pido,  ya  que  no  volveremos  a  vernos 
más,  que  cuando  vengas  a  la  Cruz  de  piedra  a  rezar, 
como  todos  los  días,  te  acuerdes  de  lo  desgraciado 
que  es  un  hombre  que  siempre  te  ha  querido  bien, 
porque  de  la  calumnia  que  dices  no  tengo  yo  parte 
ninguna. 

Carmelita.  ¿Que  no?  Entonces,  ¿por  qué  no  ía  ha 
dcsmentío  usté  cuando  delante  suya  alguna  maldita 
lengua  me  ha  llamao  la  señorita?  ¿Por  qué,  cuando 
me  abandonaba  alguno  de  los  muchos  mozos  que  me 
han  enamorao,  no  lo  ha  buscao  usté  y  le  ha  dicho 
que  lo  que  de  mí  se  decía  era  mentira?  ¿Por  qué 
no?...    Pero   no... 

Luís.  Carmelita,  yo  te  juro  que  buscaré  al  hom* 
bre  que  sé  que  tú  quieres  con  toda  tu  alma,  y  le 
diré   la  verdad;   le  diré:  Antonio.... 


—  43  — 

Carmelita.     ¡Antonio!... 

Luís.     Sí,   a    Antonioj   y    le  diré.... 

Manuel.       (Aparte,  saliendo   con    ANTONIO  por  la  izquierda.)    ¿Tc 

has   convenció? 

Carmelita.     ¿Y  le  dirá  usté?... 

Luís.  La  verdadj  que  eres  digna  de  ser  su  mujer, 
y  si   no    me   quiere   creer,  soy  capaz.... 

Antonio,  (a  luís.)  ¿V  por  qué  no  he  de  creerlo  a 
usté? 

Carmelita.  ¡Antonio!...  (uegando  ¡unto  a  manuel)  ¡Tío 
Manuel!... 

Manuel,     (a  carmelita.)  ¡Lo  estás  viendo!... 

Carabina,  (saliendo.)  Por  fin  he  llegao  a  tiempo, 
¡Carabina!  Buenas  noches,  señorito,  buenas  noches  a 
tos.  (a  ANTONIO.)  La  que  te  ha  dicho  que  Carmelita 
estaba  aquí   esperando.... 

Antonio.  Lo  sé-,  er  señó  Manué  me  lo  ha  contao 
tó.  (a  CARMELITA.)  ¿TÚ  creías  que  yo  iba  a  ser  como 
los  demás,  que  te  dejaban  al  conocer  la  historia  in= 
venta  por  una  maldita  lengua?  Sí,  la  sabíaj  como 
sabía  también  quién  fué  quien  la  inventó  por  envidia 
de  que  a  ella  no  se  le  acercaba  ninguno  de  los  que 
a   ti    te   querían.... 

Carabina.     Ha  sío  Regla.... 

Carmelita.  ¡Regla!  (salen  pepa  y  MANOLIYO  por  la  izquier. 
da,  como  si  hubiesen   dado   una  gran  carrera./ 

Carabina.  Sí,  Regla  ha  sío  la  que  ha  dicho  que 
tú   esperabas   aquí   al  señorito. 

Pepa.     Eso  es   mentira^  a  quien  esperaba  es  a  mí.... 

Carabina.  ¡A  ti  qué  ha  de  ser!  ¡Carabina!  Si  sé 
yo  mu  bien  que  era  a  ella,  a  Reglaj  tú  eres  mu 
decente....    pa   eso.... 

Manoliyo.  De  móo,  que  Regla  y  er  señorito....  y 
yo....   Si   lo  sé   no  corro   tanto. 

Manuel.  Y  vosotros  a  ser  felicesj  y  tener  siem^^ 
pre  en   cuenta  que,  cuando  una   maldita  lengua  mur* 


—  44  — 

mura  de  los  demás,  esa  misma  murmuración  le  cae 
a    ella   encima. 

Manoliyo.     Como  que  yo  se  lo  digo  a  tó  er  mundo. 

Antonio,  (a  luís.)  Y  yo  a  usté  no  le  guardo  renco 
por  haber  querío  a  esta  mujerj  lo  bueno  se  desea 
siemprCj  usté  pudo  creer  que  sería  pa  usté,  y  ya 
ve    usté,    yo    he    tenío   más  suerte:   es    pa    mí. 

Carabina,  (a  antonio.)  ¿Lo  estás  viendo?  ¡Cara= 
bina! 


TELÓN 


©toas  i©  j0ii  Lils  Moitite 


El  Farolito  de  Animas,  juguete  cómico  en  un  acto. 

La  loca  del  3.°,  juguete  cómico  en  un  acto. 

La  literata,  juguete  cómico  en  un  acto. 

Las  guerreras,  juguete  cómico=Iírico  en  un  acto. 

La  pava,  entremés  en  prosa. 

El  torero    del    barrio,   saincte   lirico   en    un    acto,  dividido 

en  tres  cuadros. 
Amor  al  vuelo,  comedia  en  un  acto. 
El    tres    de    Mayo,    saincte   lírico  en  un   acto,   dividido  en 

tres  cuadros,  en   prosa  y  verso. 
La  última  muñeca,  entremés  en  prosa  (2.^  edición). 
Los  Armaos,  apropósito  en  verso. 
Pájaros  y  flores,  comedia  en  un  acto. 
Coincidencia,  diálogo  en  prosa. 
¡Llegó  la  hora!,  entremés  en  prosa. 
Los  millones,   comedia  en  dos  actos. 
Salto  en  la  escala,  juguete  cómico  en  un  acto. 
Los  juguetes,  paso  de  comedia. 
Sevilla,    1914,  fantasía    en    un    acto,  dividido  en  seis  cua= 

dros  y  un  intermedio  musical,  en  prosa  y  verso. 
La    volatinera,  comedia    lírica    en    un    acto,    dividido    en 

cuatro  cuadros. 
El  Tenorio  taurino,   casi   parodia   del    inmortal    drama  de 

Zorrilla,  en  un    acto,  dividido   en  cuatro    cuadros,  en 

verso. 
....Y  también  lloro!,  paso  de  comedia  (2.*  edición). 
Palabra    de    iiombre,    zarzuela    en    un    acto,    dividido   en 

tres   cuadros. 
La  maldita  lengua,  zarzuela   en  un  acto,  dividido  en  tres 

cuadros,  en  prosa  y  verso. 
El  que  le  sigue..,.,  entremés  en  prosa.