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Full text of "La plaza de Anton Martin : sainete lírico en un acto y en verso"

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ADMINISTRACIÓN 

LI  RICO  -D  R  A  M  ATIG  A 


LA  PLAZA 

DE 


ANTÓN  MARTIN 


saínete  lírico  en  un  acto  y  en  verso 


ORIGINAL    DE    LOS  SEÑORES 


GR&NÉS,  PRIETO  Y  SIERRA 


música  de  los  maestros 


CHUECA  Y  VALVERDE 


MADRID 

SEVILLA,  14.  PRINCIPAL 

1882 


U  Mi  M  ilIOI  liRIllt 

saínete  lírico  en  un  acto  y  en  verso 


ORIGINAL   DE  LOS  SEÑORES 


M      5RANÉS,  PRIETO  Y  SIERRA 

música  de  los  maestros 

CHUECA  Y  VAL  VERDE 

Estrenado    con   gran  éxito  en   el  Teatro   de  Varledad^íí  el 
dia   23    de    Marzo    de  1882. 


MADRID:  1882 

5£.=3  TABÍ-eClMIENTO     TlPOGRAí=!CO 

DE   M.    P.    MONTO  YA    Y   COMPAÑ^.A 

Caños,  1. 


PERSONAJES 


ACTORES 


Bita Sra.  Espejo. 

Una  vendedora  de  periódicos*    Srta.  Vivero. 

Asunción »  Rubio. 

La  MUJER  DE  su  marido )a  r^  i       /t^  a  a  n 

Una  CIEGA j  ^'^'  (González  (D.»S.) 

Una  PALETA Srta.  Gironi. 

La  mujer  del  cochero »  Romero. 

Pepe Sr.  Valles. 

Don  Homobono »  Lujan. 

Don  José »  Bosch. 

Un  revendedor »  Mariscal. 

Ventura »  Lastra. 

Un  paleto *  Alverá. 

r^nm'ífn'^'' I    '  M"fio^- 

UN  CHULO J 

Un  CIEGO »  Rochel. 

El  marido  DE  su  mujer (  -p  ,    . 

Un  COCHERO i    '  ^^^^^^^^- 

Un  guardia »  Sanctez. 

Un  pobre »  Perdiguero. 

Un  lacayo »  Cosin. 

Un  soldado.  Un  chico.  Chulos  y  estudiantes. 


Eíte  papel  y  el  de  Rila  son  uno  miaino. 


Esta  obra  es  propiedad  de  sns  autores,  y  nadie  podrá, 
sin  sn  permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en  Espa- 
ña, ni  en  sus  posesiones  de  Ultramar,  ni  en  loa  países 
con  los  cuales  haya  celebrado  ó  se  celebren  en  adelan- 
te tratados  internacionales  de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  de  la  Administración  Lírico-Dra- 
mática de  D.  EDUARDO  HIDALGO,  aon  los  exclusiva- 
mente encargados  del  cobro  de  los  derechos  de  repre- 
«entacion  y  de  la  venta  de  ejemplares. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


ACTO     ÚNICO 


La  Plaza  de  Antón  Martin,  de  nocbe.  Al  loro  derecha,  ocupando 
medio  fondo,  el  cafó  de  Zaragoza  con  una  puerta  practicable. 
Al  foro  izquierda  la  farola.  En  primer  término,  izquierda,  el 
molino  de  chocolate.  A  la  derecha,  en  segundo  término,  nna 
tienda  de  comestibles,  formando  la  esquina  de  la  calle  de  la 
^Magdalena.  En  primer  término,  derecha,  formando  la  otra  es- 
quina de  la  calle  de  la  Magdalena,  una  taberna  practicable. 

ESCENA    PRIMERA. 

Rita    vendiendo    periódicos.    REVENDEDOR    de    billetes.    Un 
Vendedor  de  á   real  la  pieza.  Un  SOLDADO.  Un  LaCAYO,  tran- 
seúntes, luego  dos  Paletos. 

MÚSICA. 
I 

Rita.  Yo  soy  una  barbiana 

mujer  muy  juncal. 
Coro.  Que  toma,  que  toma, 

que  dale,  que  dale; 

con  el  molinillo 

se  hace  el  cbocolate. 
Rita.  Que  pasea  las  calles 

de  la  capital. 
Coro.  Que  dale,  que  dale, 

que  toma,  qué  toma; 


—  4  — 

los  grandes  pecados 
se  lavan  en  Roma. 

Rita.  Y  dejando  mi  tierra 

me  vine  á  Madrid, 
y  vendiendo  papeles 
ya  no  puedo  vivir. 

Coso.  Y  dejando  su  tierra 

se  vino  á  Madrid 
y  con  los  papelitos 
ya  no  puede  vivir. 

Rita.  Yo  vendo,  señores, 

La  Correspondencia, 
La  Broma,  La  Viña, 
La  Fé,  El  Liberal; 
á  perro  La  Patria ^ 
á  dos  La  Nación, 
el  Tío  Conejo 
y  el  Don,  dolon,  don. 

Cobo.  Con  gracia  pregona 

La  Correspondencia,  etc. 


II 


Rita.  Por  el  dia  paseo 

la  Puerta  del  Sol 

Coro.  Que  dale,  que  dale, 

que  toma,  salero; 
á  fuerza  de  aceite 
se  hacen  los  buñuelos. 

Rita.  Y  de  oir  chicoleos 

cansada  me  voy. 

Coro.  Que  toma,  que  toma, 

que  dale  rosquillas; 
batiendo  los  huevos 
se  hacen  las  tortillas. 

Rita.  Pero  los  caballeros 

se  acercan  á  mí, 
y  me  dicen  baji^^^o... 
No  lo  quiero  decir. 

Coro.  Pero  los  caballeros 

se  acercan  á  tí, 
y  lo  que  ellos  te  dice» 


no  lo  quieres  decir. 
Rita.  Yo  vendo,  señores,  etc. 

Coro.  Con  gracia  pregona,  etc , 


HABLADO. 

Vend.  Al  barato!  A  real  la  pieza! 

Rita.  El  Correo. 

Rev.  Anfiteatros. 

Vend.  Ande  la  ganga,  señores, 

que  esto  se  está  arrematando. 

Aquí  se  encuentra  de  todo 

como  en  botica.  Al  barato!  . 

Palillos  pa  los  hambrones, 

batidores  pa  los  calvos, 

bolsillos  ya  los  cesantes 

y  sortijas  pa  los  mancos. 

Quién  por  venticinco  céntimos 

de  peseta  no  hace  gasto? 

Quién  por  cinco  perros  chicos 

no  quiere  copas  y  vasos, 

fosforeras,  candeleros, 

pendientes,  gemelos,  cuadros, 

tijeras,  ligas,  agujas 

y  alfileres  de  topacios. 

Al  barato!  A  real  la  pieza! 

Ande  el  barato!  El  barato! 
Rev.  (Dirigiéndose  á  un  soldado  que  cruza  la  escena  j   se 

dirige  á  la  calle  de  la  Magdalena.) 

Quiere  usted  una  butaca, 

mi  general?  Tengo  cuatro 

que  ni  en  palacio  las  hay 

más  cómodas.  No  le  engaño. 

(El  soldado  le  hace  un  gesto  de  disgusto  y   desapa- 

rece.) 

Dispense  usted:  no  sabia 

que  era  usted  soldado  raso. 
Lacayo.        (Acercándose  al  Revendedor  y  dicióndole  con  much». 

gravedad.) 

Se  llama  ustez  Rafael? 


—  6 


Eev. 

(Haciéndole  muchas  cortesías  y  quitándose  ta  gorra.) 

Sí,  excelencia,  así  me  llamo. 

Qué  quiere  usía? 

Lacayo. 

De  parte 

de  dun  Rupertu  Avellanu, 

que  me  dé  usté  el  palco. 

Rev. 

Ah,  sí! 

Tome  usía.  (Se  le  dá  y  el  Lacayo  se  Tá.) 

(Y  ya  van  cuatro 

los  que  me  debe  er  gachó. 

Pero  en  fin,  es  parroquiano. 

y  hay  que  tener  sierto  tino... 

Butacas?  Anfiteatros? 

(Dirigiéndose  á  dos  Paletos  que  salen.) 

Paleto. 

Muchas  gracias. 

Rev. 

(Sin  dejarlos  pasar.)  Cuántas  SOn? 

Tome  usté. 

Paleto. 

Pero,  hombre! 

Rev. 

Yamos, 

tome  usted. 

Paleta. 

Pero  eso  vale 

pa  entrar  dentro  del  teatro? 

Rev. 

Ya  lo  creo. 

Paleto. 

Entonces,  vengan 

Cuánto  son? 

Rev. 

Seis  reales. 

Paleto. 

Diabloí 

Rev. 

Pero  hombre,  si  son  butacas 

de  movimiento. 

Paleto. 

Carambo! 

De  movimiento? 

Rey. 

Chipé. 

(Hay  que  estarse  levantando 

á  cada  momento.) 

Paleta. 

Y  dime. 

esto  sirve  para  estarnos 

de  junción  toda  la  noche? 

Rey. 

Quiá,  no  es  más  que  para  un  acto. 

Para  una  pieza! 

Paleto. 

Y  tres  reales 

por  una  pieza?  Es  muy  caro! 

Paleta. 

Con  tal  de  que  sea  larga. 

—  /  ..M 

Rev. 

Sí,  que  dure  hasta  el  verano. 

Paleto. 

En  fin,  toma  medio  duro. 

Un  dia  es  un  dia. 

Rev. 

Claro. 

Pat.f.to. 

Que  me  sobran  cuatro  reales. 

Rev. 

Ahí  va  la  peseta. 

Paleto. 

Andando.  (Van^e.) 

Rev. 

Ya  creí  que  no  soltaban 

la  guita.  Qué  mamarrachos! 

ESCENA  II. 

Dichos.— Un   Guardia,  luego  Don  Homobono,  á  poc», 
Rita. 

GrlTARD.  (Haciendo  retirarse  al  vendedor  de  á  real  la  pieza,  y 

luego  se  dirige  á  la  taberna  de  la  derecha.) 

Largo  de  ahí. 
HoM.  (Saliendo.)        Pues,  señor, 

se  acerca  el  momento  grato. 

Corro  á  buscar  á  mi  yerno 

que  ya  me  estará  esperando. 
Rev.  Señorito,  una  butaca?  (A  don  Homobono.) 

HOM.  Muchas  gracias,  no  lo  gasto. 

Cuando  vengo  á  Variedades  (1) 

entro  sin  pagar  un  cuarto. 

Como  conozco  á  Lujan... 
Rev.  Ya;  usted  es  .. 

HoM.  Lo  has  acertado; 

alabardero  rabioso.  (Váse.) 
Rev.  Que  sea  por  muchos  años. 

GüARD.         (Después  de  beber,  recorriendo  la  escena  con  la  riata 

y  dando  la  copa  al  chico.) 

No  me  han  visto. 
Rev.  Que  aproveche!  (ai  Guardia.) 

GUARD.        Adiós.  (Indicándole  por  señas    que  guarde  ailencio  > 

Rev.  Pierda  usted  cuidado. 


(1)  ItOñ  actores  encargados  de  esto  papel  pueden  decir  sus 
nombres  en  vez  del  del  Sr.  Lujan,  y  nombrar  el  teatro  en  qu©  el 
ialnefee  se  represente. 


—  8  — 

Bita.  (SaUendo.) 

Aún  el  gordo  no  ha  veníOy 

me  lo  había  maliciao. 

Bien  es  verdad  que  serán 

cuando  más  las  ocho  y  cuarto, 

y  él  dijo  que  hasta  la  media 

no  vendría.  Voy  en  tanto 

á  ver  sí  como  otras  veces 

me  está  en  eí  café  esperando 

don  Pepito,  y  me  convida 

á  media  tostá  dabajo.  (Entrase  en  el  café.) 

ESCENA  III. 

Dichos.  —  Tres  ciegos:  él  con  una  guitarra,  ella  con  uu 
vioiin  y  el  chico  con  los  hierros. 

CJJEGO.  Quién  me  compra  un  papelito? 

El  romance  extraordinario 
que  ahora  acaba  de  salir, 
y  está  la  atención  llamando 
en  la  ciudad  de  Pozuelo 
y  en  el  Imperio  Otomano? 
Quién  lo  quiere,  que  se  acaba? 
A  perro  chico,  muchachos! 

(La   gente  les  rodea.   El    ciego   mirando  de  reojo   y 
marcadamente  dice.) 
Hola,  ya  tenemos  público. 
Tiempla  el  vioiin  y  arzando. 

MÚSICA. 
I 


ClBGO.  La  mujer  que  sale  mala 

y  no  quiere  á  su  marido, 
marido,  marido, 
marido,  marido; 
por  mucho  que  la  solfee 
seguirá  siempre  lo  mismo. 
No  le  den  ustedes  vueltas; 


Ciego. 


—  9  — 

este  mundo  es  un  fandango 
y  entre  todos,  todos,  todos, 
todos  lo  bailan, 
y  otro  hace  el  gasto 

(Durante  el  «ritornello,»  el   actor  encargado  d-i  este 
papel  puede  haWar  lo  que  guste.) 

n 

Dice  el  sabio  Salomón, 
que  el  que  se  fia  en  mujeres 
lo  debian  empalar 
y  meterlo  entre  paderes. 
En  Italia,  los  fideos; 
en  el  África  los  moros; 
y  en  España,  paña^  paña, 
mucbo  palique 
y  muchos  toros. 


HABITADO. 


Quién  me  compra  un  papelito, 

señores,  que  lo  arremato'^ 

Rev. 

Ya  llueve.  Eso  es,  á  la  hora 

de  venir  gente  al  teatro.  (Vánse  todos.) 

Ciego. 

Cuánto  has  recogió? 

Chico. 

Miste. 

Ciego. 

A  ver?  Este  perro  es  falso. 

Chico. 

Como  que  es  falso? 

Ciego. 

Granuja, 

no  lo  estás  viendo?  (Pegándole.) 

Chico. 

Ay! 

Ciega. 

Cuidao. 

Ciego. 

Quién  me  compra  un  papelito, 

señores,  que  U  arremato?  (Vánse.) 

ESCENA   IV. 
El  Cochero  y  su  Mujer.  Esta  con  una  cesta. 


MüJ. 

Ya  pensé  que  no  venias. 

COCH. 

Yyo. 

MüJ. 

Son  las  ocho  y  cuarto 

—  10  — 

OOCH.  Y  ya  deben  estar  fríos 

como  el  hielo,  los  garbanzos. 
Muj.  Desde  las  seis,  considera. 

COCH.  Qué  oficio  el  mió  tan  malo! 

Ni  comer  á  gusto  puedo! 
Muj.  Dónde  fuiste? 

CoCH.  Pur  el  Prado. 

Tomáronme  una  señora 

y  un  caballero;  él  muy  flaco 

y  ella  rolliza,  y  dijéronme: 

«A  donde  quieras.»  Pus  vamos. 
Muj.  (Sentándole  en  el  suelo    y  sacando    la  comida  d«  la 

cesta.) 

Bien,  á  comer. 
CoCH.  Si  podemos. 

Si  no  viene  á  fastidiarnos 

alguno. 


MüJ. 

Tú,  date  prisa. 

CoCH. 

Me  la  daré  por  si  acaso. 

Cab. 

Cochero!  (Dentro.) 

CoCH. 

No  te  lo  dije? 

Muj. 

Adiós. 

Cab. 

Cochero! 

COCH. 

(Levantándose.)  Mal  rayo! 

Allá  voy.  Guarda  el  cocido 

y  espérame  aqní  otro  rato. 

Lu  que  es  si  quiere  ir  muy  lejos 

le  hago  desbocarse  al  jaco.  (Vaae.) 

ESCENA  V. 

Don  Homobono.— Asunción. — Pepe,  cubriendo  á  ios  do» 

con  su  paraguas 

HoM.  Mira  que  llover  ahora! 

Pepe.  Es  poco  y  ya  va  escampando . 

ASUNC.  Que  vas  á  sacarme  un  ojo. 

HoM.  Y  qué  tal,  que  tal  el  ánimo? 

Pepe.  Pues,  así... 

HoM.  A  ver  ese  pulso. 

Pkpk.  Muy  bien.  Me  da  usté  un  cigarro? 


11 


HoM. 

Sí,  toma. 

Pepe. 

Fumo  de  ud  modo... 

HoM. 

Estás  bastante  alterado. 

Pepe. 

Cómo  no? 

ASÜNC. 

Yo  tengo  un  miedo! 

HOM. 

Uy,  que  par  de  mentecatos! 

No  estoy  yo  aquí?  Pues  entonces, 

Tengo  el  éxito  en  la  mano. 

Cuando  yo  aplauda,  aplaude 

conmigo  todo  el  teatro; 

ya  lo  verás. 

Pepe. 

Dios  lo  quiera. 

HOM. 

Eso  déjalo  á  mi  cargo. 

Con  que  se  estrenan  dos  obras? 

Pepe. 

Sí. 

HOM. 

Pues  lo  tengo  pensado; 

á  tí  te  aplaudimos  mucho 

y  al  otro  le  reventamos. 

Pepe. 

Y  eso,  por  qué? 

HOM. 

Porque  el  otro 

no  tendrá  tu  talentazo, 

ni  se  casa  con  mi  hija, 

ni  será  mi  yerno. 

ASÜNC. 

Claro. 

HOM. 

Yo,  ya  sabes,  no  conozco 

ninguno  de  los  dos  actos; 

pero  el  mejor  es  el  tuyo; 

eso,  quién  ha  de  dudarlo? 

Pues  si  basta  solo  el  título 

para  un  triunfo  extraordinario. 

«Los  ojos  de  mi  morena 

ó  el  perro  del  hortelano.» 

Pepe. 

Vendrán  todos  los  del  gremio 

á  aplaudir? 

HOM. 

No  fuera  malo. 

No  se  atreven;  pobrecitos! 

Nos  vemos  muy  achicados 

los  ultramarinos;  como 

que  por  hablar  un  poco  alto 

á  los  que  no  estamos  presos 

nos  deben  andar  buscando. 

Si  ellos  vinieran,  seria 

—  12  — 

el  éxito  extraordinario. 
Pepe.  Qué  lástima! 

Hov.  Pero  vienen 

otros,  no  tengas  cuidado. 
Pepe.  Quiénes? 

HOM.  Otros;  yo  quería 

traer  todos  los  muchachos 

del  Hospicio;  pero  chico, 

pedian  por  alquilarlos 

á  peseta  uno  con  otro, 

como  en  entierro;  muy  caro. 

Yo  creí  que  por  docenas 

los  darían  más  baratos, 

pero  no. 
Pepe.  Es  porque  á  los  chicos 

no  hay  costumbre  de  comprarlos 

al  por  mayor. 
HoM.  Será  eso. 

Pepe.  Mas  quienes  vienen,  sepamos, 

futuro  suegro. 
HoM.  Deudores 

qae  me  están  tan  obligados, 

que  al  que  no  aplauda,  mañana 

por  la  mañana  le  embargo. 
AsüNC.         Muy  buena  idea! 
Pepe.  Excelente. 

HoM.  Con  que  tendrás  exitazo? 

Pepe.  De  seguro! 

HoM.  Y  aún  no  sabes 

la  sorpresa  que  te  guardo. 
Pepe.  Cuál? 

HOM.  (Se  desemboza  y  enioña  una  gran  corona  que   lleva 

debajo  de  la  capa.) 

Mira!  Chits!...  Cuando  salgas 

á  recibir  los  aplausos, 

pataplun! 
AsüNC.  Bien! 

HoM.  Y  qué  triunfo 

será  verte  coronado! 
AsüNC.        J)ime,  en  cuanto  te  la  echen 

te  la  pondrás? 
HoM.  Está  claro. 


—  13  — 


Pepe. 

(Pareceré  un  Ecce-Homo!) 

HOM. 

Pero  yo  me  estoy  charlando 

y  tu  estreno  es  el  primero? 

Pepe. 

Sí,  señor. 

HOM. 

Pues  voy  de  un  salto 

á  ver  si  están  en  su  sitio 

los  nuestros;  veré  de  paso 

si  han  llegado  las  de  Pérez 

í 

para  llevarte  á  su  palco. 

Enseguida  doy  la  vuelta. 

Pepe. 

Un  pitillo.  (Don  Homobono  le  da  un  cigarro.) 

ASÜNC. 

Aquí  esperamos. 

HOM. 

El  triunfo  está  á  cargo  mió! 

Animo,  Pepe.  Mucho  ánimo!  (Váse.) 

ASÜNC. 

Ay,  Jesús!  Yo  tengo  un  miedo! 

Pepe. 

Uno  solo?  Pues  yo  cuatro. 

ASUNC. 

Mas  si  aplauden... 

Pepe. 

Ay,  que  aplaudan. 

y  mañana  nos  casamos; 

yo,  con  mi  Asunción  hermosa; 

tú,  con  un  autor  dramático. 

ASUNC. 

Y  eso  es  mucho? 

Pepe. 

Más  que  obispo; 

pero  mucho  más;  es  algo 

como  ministro  sin  sueldo 

y  general  sin  soldados. 

ESCENA  VI, 

Bichos. — EiTA,  que  sale  ael  cafó. 


Rita.  Ni  uno  ni  otro!  Qué  buen  par! 

Jesús!  Pepe  y...  sí,  ellos  son! 
Pus  en  mejor  ocasión 
no  los  podia  encontrar. 
Que  no  me  dé  más  que  penas 
y  quiera  yo  á  ese  perdió!... 
Se  pué  pasar? 

(Entrando  por  entre  Asunoioa  y    Pepe,    que  estarán 
muy  juatos.) 
A^SUNC.  Ay,  Dios  mió! 


14  — 


Pepe. 

Rita! 

ElTA. 

Mu  santas  y  buenas! 

Pepe. 

(Adiós,  se  va  á  armar  la  gorda!) 

ASUNC. 

Qué  es  esto?  Vamos!  A  qué 

viene  usté  aquí? 

Rita. 

No  hable  usté 

tan  alto,  que  no  soy  sorda! 

Pepe. 

(No  me  comprometas,  Rita!) 

Rita. 

Yo  vengo  por  el  señor; 

porque  he  tenío  el  honor 

de  ir  á  hacerle  una  vesita, 

y  ni  agua...  Luego  he  sabio, 

por  boca  de  su  portera, 

que  una  que  cose  pa  fuera 

le  tiene  comprometió. 

ASÜNC. 

Deslenguada! 

Pepe. 

(Esto  va  malo!) 

Callarás? 

Rita. 

Y  yo  decia: 

quisiera  ver  á  esa  tisia^ 

vamos...  pa  hacerla  un  regalo. 

Y  miá  tú  dónde  la  encuentro... 

Pero,  doña  pamplinera, 

usté  trabaja  pa  fuera 

ó  trabaja  usté  ya  dentro? 

Pepe. 

Rita! 

Rita. 

Me  vas  á  pegar? 

AsUNC. 

Pepe,  vamonos  de  aquí. 

Rita. 

Pero  no  grite  usté  así, 

no  hay  pa  qué  escandalizar! 

Que,  como  sabe  este  tuno, 

yo  soy  mujer  de  vergüenza 

y  la  arranco  á  usté  una  trenza 

sin  que  se  entere  denguno. 

ASüNC. 

Ay,  Jesús! 

Pepe. 

Ya  me  cansé; 

te  anuncio  que  has  terminado! 

Rita. 

Ah!  Conque  usté  se  ha  cansador 

Hombre,  pus  siéntese  ustél 

ASÜNG. 

Qué  mujer! 

Pepe. 

Muy  deslenguada! 

Rita. 

Yo  deslenguada!  Mentira! 

—  15  — 

Quiá!  Si  tengo  leugual  Mira! 
Pepe.  Y  hermosa...  para  cortada! 

Rita.  Conque  acabe  aquí  este  lío!... 

Pepe.  Pues  de  tí  depende  todo. 

Rita.  Y  usted  busque  otro  acomodo, 

que  este  hombre  es  mió  y  muy  mío. 
Pepe.  Tuyo? 

Rita.  Claro!  Yo  vivia 

con  mi  tia... 
Pepe.  Sí. 

Rita.  Me  viste... 

te  gusté  y  tú  mismo  fuiste... 
Pepe.  A  contárselo  á  tu  tia! 

Rita.  Y  ella  es  la  que  me  consuela!.. 

Pero  con  lo  que  ahora  sé, 

qué  me  dices? 
Pepe.  Nada,  que... 

se  lo  cuentes  á  tu  abuela. 
Rita.  Ah!  Con  que  estás  decidido? 

Pepe.  Y  tanto.  Siempre  en  mis  trece. 

Rita.  Vamos,  cállate;  parece 

que  te  has  caido  de  un  nido. 

Ño  te  irás... 
Pepe.  Rita,  repara! 

Rita.  Sin  que  te  de  la  jaqueca. 

Pepe.  Pero  si... 

Rita.  Y  á  esa  muñeca 

la  voy  á  romper  la  cara! 
AsüNC.         Jesús! 
Rita.  Te  digo  que  sí. 

Déjame! 
AsüNC.  Me  va  á  matar!.. 

Pepe.  Pero  te  quieres  estar 

quieta? 
Rita.  No 

GuaPvD.         (Saliendo.)  Qué  pasa  aquí? 

ESCENA  VII. 
Dichos.— D.  Homobono  y  un  Guardia. 

HOM.  Qué  es  esto? 

Rita.  La  pelo! 


—  16  — 


OüASD. 

A  un  lado.. 

fíOM 

Hable  usted. 

GUAKD. 

No  me  respeta? 

Pepe. 

Quieta. 

Rita. 

Bien,  ya  mé  estoy  quieta. 

ASUNC. 

Ay,  papal 

GUARD. 

A  ver,  qué  ha  pasado? 

HOM. 

Es  cierto,  á  ver... 

Rita. 

Casi  ná; 

que  ese  señor  que  usté  vé 

me  citó  en  aquel  café, 

pa  tomar  media  tostá. 

Ful  á  esperarle,  pa  qué  fui? 

Porque  él  no  asomó  siquiera. 

Claro;  la  tostada  entera 

me  la  estaba  dando  aquí! 

GüARD. 

Y  eso  es  para  armar  cuestión? 

HOM. 

Pepel  Pepe! 

Rita. 

Claro  está! 

GüARD. 

Vaya,  andando! 

Rita. 

No  me  dá 

la  real  gana,  so  pendón? 

GUAED. 

Yo  pendón? 

HOM. 

Le  desafía! 

GUARD. 

Si  me  insulta  irá  á  otra  parte. 

Rita. 

Fus  le  diré  á  usted  estandarte, 

que  es  de  más  catigoria. 

GüARD. 

Cómoí  Estandarte  y  pendón? 

Rita. 

Fus,  si  es  casi  el  mismo  nombre! 

OüARD. 

A  la  prevención! 

Rita. 

Bien,  hombre; 

vamos  á  la  prevención . 

Y  ya  nos  veremos! 

Pepe. 

Sí. 

GUARD. 

Arza!  (Vánse.) 

HOM. 

Qué  tranquila  va! 

Pepe. 

Como  que  ella  sabe  ya 

que  la  conocen  allí. 

AsUNC. 

Ay!  Qué  rato  hemos  pasado! 

Pepe. 

Perdón,  querida  Asunción; 

don  Homobono,  perdón. 

HOM. 

Calla,  si  yo  no  me  enfado. 

•—17  — 

Voy  yo  á  ponerme  mollino 
por  cosas  de  ese  jaez? 
Quién  no  ha  hallado  alguna  vez 
una  chula  en  su  camino? 
Pero  vamos,  hija  mia, 
que  va  á  empezar  la  función. 
Tú,  moderno  Calderón, 
en  la  victoria  confia; 
y  si  cumplo  mi  deseo, 
como  es  casi  de  esperar... 
entonces  va  á  ser  la  mar... 
Mecachis,  pues  ya  lo  creo. 
Pepe.  Dios  le  escuche  á  usté.  En  sudor 

tengo  empapada  la  ropa. 
Voy  á  tomar  una  copa 
de  rom.  Eso  da  valor.  (Vaae  al  café.) 

ESCENA  VIII. 

Ventura  eml)ozad.o  en  una  eapita  y  con  una  ©esta. 


Vent.  Me  desprecian  en  mi  casa 

porque  quieren  suponer 
que  en  mis  modos  y  maneras 
me  parezco  á  una  mujer, 
Pero  esto,  señores, 
vergüenza  me  da, 
porque  en  las  plazuelas, 
al  verme  pasar, 
me  gritan  los  chicos, 
me  gritan  los  chicos: 
Sarasa!  sarasa! 
Qué  modo  de  andar! 
Por  eso  yo 
quiero  probar 
que  t«ngo  una  voz 
de  sochantre  de  catedral. 
Pero  es  el  mal 
que  á  lo  mejor, 
me  olvido  de  que  tengo 


—  18  — 

que  atuecar  muclio  la  voz. 

Soy  un  infeliz 

por  haber  nacido  así! 

HABLADO. 

Vent.  Sí,  señor,  esto  me  carga 

y  me  tiene  endemoniado. 
Pajarillas  con  la  gente; 
y  todo  por  qué,  sepamos: 
porque  yo  voy  á  la  com  pra, 
y  remiendo,  y  guiso  y  plancho? 
Porque  es  mi  andar  menudito 
y  no  tengo  voz  de  bajo 
y  tengo  chiquito  el  pié, 
y  tengo  el  pelo  rizado? 
Pues  si  es  así,  pajarillas! 
Lucidos  nos  encontramos 
todos  los  que  hemos  tenido 
la  suerte  de  nacer  guapos. 
Pero  voy  en  un  momento 
á  comprar  el  hacalado 
para  ponerlo  en  remojo. 
Pajarillas,  bien  estamos.  (Vase.) 

ESCENA    IX. 
El  Revendedor.— Un  Chulo. 

Rey.  y  si  la  función  se  cambia, 

tengo  yo  la  culpa  acaso? 
En  lugar  de  la  primera, 
porque  se  ha  puesto  uno  malo, 
se  hace  la  segunda  nueva 
y  es  lo  mismo  para  el  caso. 

Chulo.         Pus,  nada,  he  dicho  que  no 
y  no  me  voy  sin  los  cuartos. 
Yo  te  he  comprao  el  billete 
pa  la  primera,  y  no  paso 
por  otra  cosa. 

Bev.  Corriente: 

ahí  va  la  guita,  y  arzando. 

Chulo.         Fus  ahora  yo  te  convido 


—  19  — 

á  echar  unas  limpias. 
Rev.  Yamos.  -^ 

No  qniero  que  digas  luego 

que  soy  rencoroso. 
Chulo.  Andando.  (Vaso.) 

ESCENA  X. 

Pepe,  que  sale  del  café. 

Pepe,  Qué  angustia!  Qué  agitacionl 

Siento  un  miedo!  Una  zozobra! 
Qué  éxito  tendrá  mi  obra? 
^6  habrá  alzado  3^a  el  telón? 
Ya  irá  á  empezar,  ny,  de  mí! 
La  ansiedad  me  desespera, 
y  séj,  como  si  lo  viera, 
lo  que  está  pasando  allí 
Cuántas  voces!  qué  barullo! 
— Señorito,  una  butaca? 
— Me  han  robado  la  petaca! 
— Me  han  pegado  un  apabullo! 
— A  callar!  Bribones!  Pillos! 
No  ven  este  ángel  que  llora? 
— Quién  le  manda  á  usted,  señora, 
venir  aquí  con  chiquillos! 
La  señal!  Se  alzó  el  telonl 
— Pero,  hombre,  empuje  usted  más 
que  los  que  estamos  detrás 
queremos  ver  la  función. 
— Acomodador...  á  ver, 
fila  seis,  número  dos. 
' — Allí  están  las  de  Quirós; 
voy  á  darme  á  conocer. 

<Se  saca  los  puños,  se  quita  el  sombrero,  m  arrejlft 
el  polo  y  entra  metiendo  ruido.) 
— Que  baile!  Fuera  ese  mono! 
—No  es  mal  palco! — Qué  bonita] 
—El  abrigo,  marquesita! 
— Cómo  me  estoy  dando  tonof 
— Esta  es  la  cazuela? — Sí. 


—  20  — 

— Y  dónde  me  siento  yo? 

— Ve  usted  aquel  gordo? — ^No. 

— Pues  siéntese  usted  allí. 

— Y  cómo  paso  si  está 

todo  lleno. — Ya  lo  sé. 

— Y  á  mí  qué  me  cuenta  usté? 

—  Corriente,  vamos  allá.  (Pisotone¿«,  etc.) 

— Animal! — Me  ha  reventado 

el  callo  número  dos. 

— Bárbaro! — Gracias  á  Dios! 

Qué  trabajo  me  ha  costado! 

Y  después  de  estos  horrores 
que  excitan  el  mal  humor, 
pídale  usted  á  un  autor 
que  dé  gusto  á  los  señores. 
Si  es  usted  culto  y  moral 

de  fijo  alguno  le  muerde; 
si  dice  usted  un  chiste  verde 
le  llaman  á  usté  animal! 
Si  se  equivoca  un  actor, 
el  autor  se  lleva  el  palo; 
si  es  corta  la  pieza,  malo; 
si  dura  mucho,  peor. 

Y  nadie  piensa  en  el  frió 
que  pasa  el  pobre  poeta 
sin  tener  una  peseta 

y  con  el  vientre  vacío. 
Nadie  piensa,  al  ser  severo, 
que  en  él  acaso  consista 
el  que  un  infeliz  se  vista 
y  coma  y  pague  al  casero. 

ESCENA  XI. 
Dichos. — Don  Homobono. 


(Don  Homobono  sale  sumamente  contenió,   abraza  y 
dá  la  mano  con  extraordinario  entusiasmo   á  Pepe, 
le  besa  en  la  frente  y  echa  á  correr.) 
Pepe.  Oiga  usté.  (Hace  medio  mutis  y  vuelve  al  centro.) 


21 


ESCBNl  XII. 

Pepe,  luego  Pobre. 

Pepe.  A  juzgar  por  su  alegría 

el  resultado  es  magnífico. 
Por  miedo  de  no  engañarme 
á  llegar  no  me  he  atrevido 
hasta  el  Teatro...  Mas  creo 
que  estoy  algo  más  tranquilo. 

Pobre.  (Saliendo.) 

Caballero,  una  limosna 
por  Dios,  para  un  panecillo. 

Pepe.  Si  tuviera...  Ah,  sí;  aquí  hay  algo. 

Debe  ser  un  centimito. 
No,  es  un  botón.  Tome  usted 
y  abróchese  usté,  hermanito. 
No  tengo  más  suelto. 

Pobre.  Grracias. 


ESCENA   XIII. 

Dichos. — Don  José.  Sale  bailando,  y  ai  negar  al  centro  4»  Ifc 
escena,  se  cae. 


José. 

Ay! 

Pepe. 

Don  José. 

José. 

Amigo  mió. 

por  Dios,  déme  usted  la  mano. 

MÚSICA. 

José. 

Qué  desgracia!  Qué  terrible 

situación! 

Llegar  un  hombre  á  verse  así, 

tan  gordinflón,  tan  gordinflón 

Para  mí  seria  la  mayor 

felicidad 

—  22  — 

poder  subir,  poder  bajar, 
poder  correr,  poder  saltar. 
Hacia  el  Retiro  antes  de  ayer 
tomando  el  sol  me  dirijí, 
á  yer  los  patos  me  acerqué 
y  en  el  estanque  me  caí. 
No  sé  expresar  la  conmoción 
que  con  mi  cuerpo  hice  al  caer; 
pero  llegó  la  inundación 
hasta  la  calle  del  Clavel. 
Se  le  cae  á  usted  la  pipa, 
no  la  puede  usted  cojer, 
por  que  al  ir  á  recojerla 
contra  el  suelo  se  da  usted. 
Se  le  rie  á  usted  un  chico 
con  extraño  retintín... 

TeVE.  Por  qué  causa? 

José.  ^  Por  bor-rico... 

Muchas  gracias,  cornetín. 

HABI.ABO. 


Pepe. 

El  dia  menos  pensado 

revienta  usted  con  más  ruido. 

que  un  canon  de  veinticuatro. 

José. 

Usted  siempre  tan  bromista. 

Pepe. 

Y  usted  siempre  sofocado. 

Sudará  usted  por  sistema 

decimal. 

José. 

No  entiendo... 

Pepe. 

Vamos, 

que  sudará  usted  el  quilo. 

José. 

Feliz  usted  que  está  flaco. 

Pepe. 

Hombre,  y  por  qué  usted  no  prueba 

si  la  gimnasia?.. 

José. 

He  probado; 

pero  el  primer  dia  que  hice 

mis  ejercicios  gimnásticos, 

caí  de  un  trapecio,  puesto 

muy  cerca  del  cielo  raso... 

Pepe. 

Y  se  reventó  usted? 

J«&c. 

Quiá! 

—  23  — 

Reventé  al  que  estaba  abajo. 

Al  profesor! 
Pepe.  Buen  principio! 

José.  Por  eso  no  he  continuado 

con  la  gimnasia;  no  puedo 

matar  un  maestro  diario, 

que  eso  ya  sería  lujo... 
Pepe.  Sí,  señor;  un  lujo  asiático. 

José.  Pero  hablando  de  otra  cosa. 

Ha  visto  usted  si  ha  pasado 

la  Rita? 
Pepe.  No,  no  la  he  visto. 

José.  Debiera  estarme  aguardando 

aquí:  pero  vendrá  luego; 

la  esperaré. 
Pepe.  Sí.  (Sentado!) 

José.  Qué  muchacha,  don  Pepito! 

Y  cómo  me  quiere!  Vamos, 

está  loca! 
Pepe.  Si  le  quiere 

mucho  á  usted,  si  debe  estarlo. 
José.  Ayer  la  ofrecí  diez  duros 

y  no  los  quiso. 
Pepe.  Qué  raro! 

José»  Prefirió  como  recuerdo 

mió,  un  billete  de  Banco 

de  dos  mil  reales.  Si  es  muy 

inocente! 
Pepe.  (Y  tú  muy  zángano!) 

José.  Pero,  si  habrá  ido  á  la  boda 

de  la  Trini  con  el  manco? 
Pepe.  Tal  vez.  (Buena  boda  tiene.) 

José,  Sé  que  esta  tarde  bajaron 

los  de  la  boda  á  Vallecas; 

pero  si  fué,  aquí  la  aguardo; 

deben  volver  por  aquí, 

porque  todos  son  del  barrio. 
Pepe.  Por  mí  haga  usted  lo  que  guste. 

José.  Hombre,  está  usted  azorado. 

Qué  le  pasa  á  usted? 
Pepe.  Q^e  están 

en  este  instante  estrenando 


—  24.— 

una  obra  mi  a. 

OSÉ.  Carambal 

Y  dónde? 

Pepe.  ^  En  este  Teatro. 

José.  Y  cómo  no  está  usted  dentro? 

Pepe.  De  miedo!  Si  estoy  temblando. 

Don  Homobono  es  quien  debe 
decirme...  mas  tarda  tanto... 
que  me  temo... 

José.  No,  allí  viene! 

Y  corriendo  como  un  galgo! 

ESCENA  XIV. 
Dichos. — Don  Homobono. 

HOM.  Choca!  (Dándole  lo  mano.) 

Pepe.  Se  ha  acabado? 

HoM.  No. 

Todavía  no  ha  acabado. 

Pepe.  Y  qué  tal?  Va  bien  la  cosa? 

HoM.  No,  que  no.  La  mar  de  aplausos! 

Cada  frase,  cada  sílaba 
una  explosión  de  entusiasmo! 

José.  Yamos! 

HoM.  Yo  digo  que  nuestros 

amigos  se  están  portando. 
Ah!  Lo  que  es  cuando  la  dama 
llamó  á  su  padre  gaznápiro, 
fué  aquello  atroz;  parecía 
que  se  iba  á  hundir  el  teatro. 

Pepe.  Cómo? 

HoM.  Y  luego,  cuando  el  otro 

retorció  el  pescuezo  al  gato, 
qué  risotadas! 

Pepe.  Pero  hombre, 

de  qué  me  está  usted  hablando? 

HoM.  De  la  obra.  Pero  vuelvo 

no  vaya  á  suceder  algo. 
Ahí  Me  parece  que  el  título 
no  está  bien  justificado. 


—  25  — 

«Los  ojos  de  mi  morena 

ó  el  perro  del  hortelano.» 

La  morena  es  allí  rubia» 

y  el  perro  resultó  gato. 

Pero  no  importa,  los  dos 

son  animales... 
Pepe,  Canastos! 

Qué  habla  usted? 
HoM.  Y  estoy  *yo  allí. 

Nada,  no  tengas  cuidado; 

ya  se  va  á  acabar  muy  pronto, 

y  en  cuanto  se  acabe,  salgo 

á  buscarte.  Hasta  en  seguida. 
Pepe.  Adiós! 

Pepe.  Vaya  usted  al  diablo! 

Lo  está  viendo  y  lo  trabuca 

todo. 
José.  Eso  es  el  entusiasmo! 

ESCENA  XV. 

Dichos. — El  Maeido.— La  Mujer.— El  Ama  de  cria, 

con  un  niño  de  pecho, — UnA  NiÑEEA,  con    otro  pequeño,  y 
tres  niños  más, 

Pepe.  Ya,  sí,  pero...  Me  hace  usted 

el  favor  de  otro  cigarro? 
José.  Hombre,  por  qué  no  lo  pide? 

Pepe.  Como  á  mí  se  me  ha  acabado. 

Mar.  (Del  brazo  de  la  mujer.) 

Ama,  niños,  daos  prisa; 

mirad  que  al  paso  que  vamos 

no  vemos  ni  la  segunda 

función.  No  andes  tan  despacio, 

mujer. 
MüJ.  Hombre,  por  piedad, 

que  me  llevas  arrastrando, 

y  no  reparas  siquiera 

que  yo  ya  no  estoy,  Venancio, 

para  nada. 
Mar.  Para  nada?  (Mirando  á  ios  niño«.) 

Ay,  Ojalá!  Vamos,  vamos.  (Vánse.) 


—  26  — 

ESCENA  XVI. 

Dichos.— Don  Homobono. 

HoM,  Pepe,  Pepe,  corre,  ven. 

El  público  está  empeñado 

en  que  salgas. 
Pepe.  De  Madrid? 

HoM.  No,  á  la  escena.  Qué  entusiasmo 

Todos  gritan:  «El  autor!» 

y  quieren  tirarte  ramos, 

y  coronas  y  palomas... 

Todos  te  tirarán  algo. 
José.  (Sí;  le  tirarán  un  tiro.) 

HoM.  Vamos,  hombre,  aprieta  el  paso. 

Pepe.  Voy;  las  piernas  se  me  doblan! 

Siento  un  mareo  y  un... 
José.  Animo. 

Pepe.  Como  es  la  primera  vez 

que  me  encuentro  en  este  caso... 
HoM.  Ya  eres  un  genio.  Mi  hija 

pronto  te  dará  su  mano. 

Vén,  que  no  sabes  qué  gusto 

tendré  en  verte  coronado. 

ESCENA  XVII. 

Don  José. 

José.  Don  Homobono  está  loco, 

y  tiene  razón  de  estarlo, 
porque  al  fin  casa  á  su  hija 
con  todo  un  autor  dramático.  (Ruido  aentio.) 
Pero  esa  algazara...  Digo, 
apenas  vienen  chulapos. 
Ah!  Si  son  los  de  la  boda. 
Calla,  y  por  este  otro  lado 
se  acercan  los  estudiantes, 
^ue  ya  se  están  preparando 


—  27  — 

para  el  Carnaval.  Apenas 

va  á  haber  música  en  el  barrio. 

ESCENA  XVIII. 
Chulos. — Estudiantes. — Primero  salen  lod  chuioa  por  la  u- 

quierda  y  luego  los  Estudiantes  por  la  deretha. 

MÚSICA. 

Chulos.  Cuando  los  chulos 

bajan  al  PraOy 

es  que  es  un  dia 
é  muy  señalao. 

Y  sin  embargo 

de  ser  así, 

bajan  á  vernos 

todo  Madrid. 

Diga  usté  que  no, 

diga  usté  que  sí, 

que  viva  la  plaza 

de  Antón  Martin. 

Diga  usté  que  no, 

diga  usté  que  ná, 

que  viva  la  plaza 

de  la  (-ehá. 
Sa! 

Zaragata,  zaragata, 

zaragata  pum! 

Vivan  los  refajos. 

Lara,  lara,  larará. 

Zaragata,  zaragata, 

zaragata  pum! 

De  los  barrios  bajos, 

lara,  lara,  larará. 

Señor  José, 
por  qué  está  usted  en  la  esquina? 
José.  Porque  estoy  esperando 

que  venga  la  vecina. 
Cholos.  Señor  José, 

no  sea  usté  melón, 
porque  la  que  usté  busca 


—  28  — 

está  en  la  prevención... 
José.  Si  es  cierto  lo  que  dicen, 

me  luzco  como  hay  Dios! 

(Salen  lo3  estudiantes,  formados,  vestidos  con  man- 
teos y  tricornios,  y  tocando  guitarras,  flautas  y  vio- 
lines.  Dan  una  vuelta  por  la  escena  y  quedan  frent» 
al  público.) 

Estudiantes.        Los  hijos  somos 
de  la  nación 
que  recorremos 
la  población. 
Alegres  todos 
cantando  van 
los  que  las  aulas 
no  olvidarán. 
Ole  porque  sí 
ole  porque  nó, 
que  vivan  las  letras 
y  el  buen  humor. 
Yiva  el  porvenir, 
la  Universidad 
y  de  la  enseñanza 
la  libertad. 
Genitivo,  acusativo 
quisvelquí,  qiice 
quod,  coplas  á  millares 
os  dedicaremos  todos 
los  escolares. 
Genitivo,  acusativo 
quisvelquí,  quoe 
quod,  y  sin  vacilar 
á  las  buenas  mozas, 
piropos,  flores  y  chicoleos 
hemos  de  echar. 
Venid,  corred 
á  ver  la  estudiantina, 
que  pasan  los  de  leyes 
farmacia  y  medicina. 
Venid,  corred, 
el  paso  apresurad 
que  llegan  los  alumnos 
de  la  Universidad. 


—  29  — 

Chulos.  Zaragata,  zaragata,  etc. 

Estudiantes.         GeBÍtiyo,  acusativo,  etc. 


ESCENA  XIX. 

Dichos. — Don  HomOBONO. — Pepe,  gente  que  sale  del  Teatro.^ 

á  poco  mucha  más  gente  con  hachones,  llevando  en  triunfo  al  axi- 

tor,   que  lleva  puesta  una  corona.   La  murga  detrás, 

HABLADO. 


(Dentro  voces.) 
José.  Qué  ruido! 

Unos.  (Dentro.)       A  la  prevención! 

HOM.  (Saliendo.)  Yo  preso?  Quien  debe  ir  presa 

H^  en  ese  caso,  es  la  Empresa, 

que  ha  mudado  la  función. 
Pepe.  Qué  desgracia!  Dios  eterno! 

José.  Pero,  que  es  lo  que  ha  pasado? 

HoM.  La  pieza  que  han  estrenado 

no  es  la  pieza  de  mi  yerno. 

(Voces  dentro  de  «viva  el  autor.»   Se  oye  la  murga  r 

sacan  en  triunfo  al  autor  y  se  lo  llevan.) 

Esto  más!  Pobre  de  mí! 

Todo  en  el  mundo  se  purga! 

Esa  gente  y  esa  murga  • 

la  traje  yo  para  tí. 

Y  ese  autor...  Tú  no  supones 

quién  es?..  Es  un  tal  Palau; 

á  quien  odio!  Es  el  7^ecau 

dador  de  contribuciones. 
Pepe.  Tenga  usted  resignación, 

que  el  mal  pronto  se  remedia. 

Cuando  estrenen  mi  comedia 

se  repite  la  ovación. 
HoM.  Bueno,  pues  acepto  el  trato. 

Se  aplaudirá  con  furor. 

En  cuanto  al  recaudador, 

como  me  embargue...  lo  mato. 
Pepe.  Señoras  y  caballeros;  (Al  púhiic».) 


—  so- 
ya que  pasó  mi  zozobra, 
os  ia\áto  á  ver  mi  obra 
en  clase  de  alabarderos. 
Pero,  aun  cuando  inmerecida, 
dadnos  ahora  una  palmada; 
que  por  ser  adelantada 
será  más  agradecida. 


FIN  DEL  saínete. 


^/^^-K 


PUNTOS  BE  VENTA 


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