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Full text of "La poesía lírica en Cuba (apuntes para un libro de biografia y de critica)"

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\ 





APUNTES 
f>AR/c UJ^ LIBI^ DE BIOGI^AFÍ/t Y DE ©Í^ÍTIC/c 









/ 






LA 



/ '' <■./.•' .. 



POESÍA LÍRICA 



poa 



EMILIO MARTIN 



PRI>«ERA SERIE 



OVIEDO 

IMPRENTA DE VALLINA Y COMPAÑÍA 

PLAZUELA DE LA CATEDRAL, 9 

* 1 88a 



L'^ ^ 



/ 






^'q 1-5 so 



INTRODUCCIÓN. 



'*The proper study of luankind 
)As Mauo7 

. Pope. 



Tropezóse el autor de estos apuntes con una 
obrilla lujosamente impresa en París y de no ex- 
caso mérito literario. Su autor , que fué su amigo 
en tiempos mejores, se despachó á su gusto, dando 
golpes de bombo y platillos en loor de los poetas 
americanos; y tanto de ellos habla y tan retebien 
los aplaude que , casi casi , habíase formado , le- 
yendo tales alabanzas , un concepto sobradamente 
exajerado de la poesía lírica de estos pueblos. 

Conocía, por aquel entonces, la silva d la zona 
tórrida de Bello , los versos de la Avellaneda y 
uno que otro pasaje de Maitin ; pero ignoraba , ó 
ingenuamente lo confiesa, que hubiese por estos 
mundos de Dios, poetas tan exclarecidos y tan 
excelentes literatos , que pudieran rayar á la altu- 
ra de los nacidos en la madre patria. 



VI INTEOBUCCIOy. 



Vergüenza , y muy sobrada , es la que^ siente al 
recordar ahora este delito de lesa literatura , que , 
ó mucho se engaña, ó como tal debe reputar la 
ignorancia en que se encontraba. Pero quiso la 
suerte , y de ello se goza , que en su^ manos cayera 
la obra de su amigo , exparciendo nueva luz sobre 
asunto tan oscuro, y avivando su deseo de conocer 
y estudiar joyas literarias de tan subido precio. 
Registró bibliotecas, recorrió librerías, habló .á 
todo el mundo de esa literatura tan poco conocida , 
y, aconsejado por unos y auxiliado por otros, 
tomando apuntamientos aquí y allá, escribió el 
presente libro que , á falta de otro mérito , puedo 
presentar, cuando nienos, el de la novedad. 

No pretende el autor de estos apuntes dar á 
la imprenta una obra completa, y esto viene en 
justificación de su título. Los obstáculos con que 
ha tenido que luchar fueron grandes é insuperables; 
sólo su constancia, firme siempre, y las cariñosas 
frases que le dirigían, deseosos de alentarle en tan 
grande empresa, distinguidos amigos, á quienes, 
como deuda de amistad y consideración, dedicaría 
la presente obra , sino fuera tan pobre y menguada 
para expresar afecto 3' agradecimiento tan altos , 
hicieron que, olvidando lo fatigoso del trabajo y 
la recompensa que habría de recibir de muchos, 
diese término y remate á estos apuntes. 

Y... ¿para qué negarlo? El deseo de contribuir 
al mayor expleador de la literatura patria , siquiera 
fuese con pequeño óbolo , contribuyó también muy 
poderosamente á la publicación de este libro. 

Pocos y de mérito excaso son los estudios críticos 
que versan sobre asunto tan difícil; casi todos, 
nacidos en estrecha amistad , encierran más ala- 



•Ui 



I 



INTBODUCCION. .. Vil 



banzas que vituperios y, mejor gne estudios sinceros 
y formales, pueden considerarse como -meras de- 
mostraciones, sino de vergonzosa ¿í^g'w^ , de liviano 
y tornadizo ánimo que se complace en aplaudir las 
obras de compatriotas y amigos. A este apologético 
género pertenece Cuba poética , colección de versos 
que vio la luz pública en la Habana allá por los 
años de 1861 • No quiere el autor de estos apuntes 
ocuparse detenidamente en ella , ni tampoco ha de 
hacer particular mención de las Joyas del parnaso 
cubano (1855), ni mucho menos de una lucubración 
indigesta, en la que, á vuelta de mil afeites retó- 
ricos y mil exajeraciones de una crítica necia y sin 
sentido , viene á demostrarnos, su autor, el poco es- 
tudio que de la literatura americana había hecho. 

Con tan escasísimos elementos y con numerosas 
dificultades que vencer para reunir las rimas de 
los poetas cubanos que con mas acierto é inspiración 
cantaron ,. sólo una voluntad de hierro, una inte- 
ligencia poderosísima podría dar cima y cumplida 
terminación á obra de brillante mérito. Ni por sus 
años, que son pocos por fortuna, ni por sus cono- 
cimientos literarios, bien excasos y menguados, 
podría presentar al que leyere un acabado y cor- 
recto estudio acerca de la poesía lírica de esta Isla ; 
trabajo que abrazaría una porción de cuestiones de 
interés latente, pero de peligroso desempeño. 

Muchos de los poetas cubanos, cobyados bajo 
una bandera contraria á la de la patria, se 
encuentran hoy en suelo extraño, envueltos en la 
miseria , llorando la ruina y desolación de su país. 
No cumple á su propósito , ni se ajusta á las miras 
particulares del autor de estos apuntes^ hacer aquí 
consideraciones más ó menos filosóficas sobre la 



Vm INTEODÜCOIOK. 



desastrosa guerra que asóla los campos de Cuba. 
Ck)mo leal, y caballero de todas veras deplora los 
males de la patria, con tanto más motivo, por cuan- 
to ha visto la luz en la infortunada perla de las 
Antillas, Patriota ante todo , sólo quiere el bien de 
la patria y , consecuente con éste y encontrándole 
estrechamente ligado al de España , no quiere ver 
á Cuba separada de la madre que le dio el ser , le- 
gándole á un tiempo mismo su literatura admirable 
y sü historia portentosa, donde tan grandes ejem- 
plos de caballerosidad y de nobleza tiene que imitar. 
Pudiera , sin embargo , si consideraciones en otra 
índole más alta no se lo velaran , retratar en estas 
páginas el estado social y político de la Isla , su rui- 
nosa y deplorable administración , sus defectuosos 
aranceles, tan contrarios á sus propios intereses 
como á los generales de la nación , y deducir de aquí 
con inflexible lógica aquellas consecuencias inevi- 
tables que pondrían de manifiesto lo que toca hacer 
al Gobierno de la metrópoli por acallar los ánimos 
y acudir al remedio de tantas, necesidades como 
aqui se sienten; pero tomando por más trillada 
senda, deja tan espinosa labor para otros, y ofrece 
á quien leyere otra más grata y de mejor acomo- 
damiento. 

Atendiendo á tan poderosas razones , ha rio pasar 
en silencio algunas obras de los ingenios cubanos. 
Ageno á la política palpitante y ganoso de hacer 
bien á su país, si ) trata de presentar en este libro 
algunas poesías líricas que, nacidas al calor de 
los trópicos, sirvan de noble y legítimo orgullo 
á nuestros hermanos- de alle:ide, y de estudio, 
consideración y respeto á los que aquí se dedican á 
la carrera de las letras?. 



¿Tiene la isla de Cuba literatura propia, como 
se ha pretendido asegurar? Cuestión es esta de 
resolución muy ftlcil. La isla de Cuba, como parte 
integrante de la nacionalidad española, tiene que 
seguir precisameii te la marcha progresiva de este 
pueblo. 

Pero ampliemos la pregunta. 

La América latina, ¿tiene una literatura que le 
sea peculiar? Sus literatos, ¿son originales? 

Lo único que pudiera darle un carácter süi 
generis, sería el asunto. Si nuestros poetas y 
novelistas se ocuparan en la descripción de las 
infinitas bellezas que encierra nuestra naturaleza, 
el asunto sería americano, y, considerando nues- 
tra literatura bajo este punto de vista, sería 
original. 

Si tratamos de la forma; si ha de ser objeto 
de nuestras expeculaciones el arte , pueblos nacidos 
ayer, sin tradiciones propias, encontrándonos en 
los balbuceos de la vida , tenemos que aprovechar- 
nos de los conocimientos de otros pueblos, que 
estudiar la civilización de otros países y seguir la 
vida evolutiva de la humanidad. 

Por eso es original Andrés Bello , cuando canta 



X INTRODUCCIÓN. 



las maravillas de la zona tórrida; por eso Heredia, 
contemplando la catarata del Niágara, es original, 
en cuanto al asunto, pues, como ya hemos dicho, 
y como de seguida puede notarse, la inspiración 
de uno y otro vate se asemeja á la de Rioja y 
Quintana. Y ya que tratamos esta cuestión pasemos 
ahora á las derivaciones que de ella surgen. 

En Cuba, merced á ese carácter complaciente y 
fácil de sus hijos, siempre que alguno de éstos ha 
sobresalido en el estudio de las letras, sin acordarse 
de notar sus defectos , baten palmas en loor de su 
talento, sobradamente éxájerado por la amistad y 
el compañerismo. Y hé aquí por qué vemos elevar 
la figura de Plácido á tan grande altura; pues 
si bien es cierto que posee éste una imaginación 
lozana y gran facilidad y sencillez , quizás ex- 
cesivas , pi^ra versificar , no es menos verdad 
tampoco que carece de erudición y sentido filosó- 
fico, y que sus versos, siendo dulces y galanos, 
rayan en el prosaísmo en ocasión frecuente. Nadie 
mejor que Gabriel de la Concepción Valdés conocía 
la propia índole de su carácter poético, en el 
exactísimo epígrafe que, á la primera edición de 
sus rimas, puso: 

^^ Flores son de un ingenio sin cultura , 
cual las que dan los campos de mi patria 
ricas de olor , de tintes y hermosura, n 

Aquí se vé á Plácido tal como fué, <como un 
inculto guajiro de imaginación más fecunda que 
otros, de más instinto de forma y delicado gusto 

¿Y Fornaris, el poeta más popular en Cuba? 
Si hubiéramos de señalar ahora la analogía y 



INTRODUCCIÓN. XI 



semejanza que entre sí guardan sus obras, la 
imitación que prontamente se descubre en todas 
ellas y el apego que manifiesta este autor á nuestro 
célebre Zorrilla; — demostraríamos hasta la. evi- 
dencia que , si bien es un poeta recomendable por 
el colorido local de sus cantos, es también flojo, 
descuidado é incorrecto. Él, como algún otro 
compatriota suyo , ha tratado de crear una poesía 
especial , característica al pueblo cubano ; y sacan- 
do á colación tiempos pasados, de los cuales 
conócese muy poco con certeza , trae á la memoria 
leyendas extravagantes, que ni por su índole, ni 
por el ñn á que propenden , han podido aclimatarse 
en la perla de las Antillas. 

Estos lunares de imitación que hemos señalado 
en Plácido y For..aris , se hacen extensivos á todos 
los demás. Milanés , que es indudablemente uno de 
los poetas más floridos, alambica el pensamiento, 
decae en la dicción é incurre en prosaísmos imper- 
donables en el cantor de Za madrugada; Mendive , 
más atildado y correcto que ningún otro, carece 
de fuego y virilidad , menospreciando en ocasiones , 
por fortuna bien pocas , las reglas de la métrica. 
Y ya que de esto hablamos , hemos de decir algo 
sobre el romanticismo, tal como se entiende en 
nuestra patria. 

No pretendemos defender el clasicismo; somos 
hijos de nuestra época y no adjuramos de nuestro 
siglo. < Queremos libertad en literatura, como en 
las artes, como en la industria/ como en el co- 
mercio.... Hé aquí la divisa de nuestra época, 
hé aquí la nuestra; hé aquí la medida con que 
mediremos ; en nuestros juicios críticos pregunta- 
remos á un libro : — ¿nos enseñas algo ? — ¿ nos eres 



XII INTRODUCCIÓN. 



la expresión- del progreso humano? — ¿Nos eres 
útil? — Pues eres bueno. > (1) Somos clásicos á 
semejanza de Horacio y de Boileau , de Moliere y 
de Moratin ; somos románticos al estilo de Calderón 
y de Shakspeare , de By ron y de Lope ; en fin , lo 
somos todo, — todo lo que pueda conducir la poesía 
á la realización de su fin , á la expresión artística 
del pensamiento, á la belleza; y no creemos, ni 
concedemos tampoco , autoridad en materia litera- 
ria á una escuela determinada, porque pensamos 
que no hay ninguna absolutamente, mala ni tam- 
poco absolutamente buena; pero lejos de profesar 
esta creencia, los hombres de letras, en Cuba, 
encerrándose en estrecho círculo, salidos de la 
esclavitud , corren tras el libertinaje , dejando las 
su jecciones á las reglas de los clásicos , hacen del 
romanticismo una anarquía , lanzándose en abierta 
y desaforada lucha contra la lógica y la sindé-^ 
resis, sin ver que, como advierte un distingaido 
escritor, por esos medios, sólo puede llegarse al 
Homunculus de Wagner. 

Románticos son los versos de Espronceda y , sin 
embargo, poco se ha escrito, en nuestra lengua, 
tan correcto y bello como la introducción de El 
Diablo Mundo. 



^ — 

(1) Larra.— V. Obras de Fígaro. 



La historia de la poesía lírica en Cuba no se 
remonta á tiempos muy lejanos; tenemos que 
buscarla á últimos del siglo pasado , pues, si exis- 
tieron poetas antes, conócese bien poco de ellos (1), 
y lo conocido es de mérito excaso. 

Rubalcaba y Zequeira son los corifeos de esta 
literatura. Ellos le imprimieron un carácter espe- 
cial , de sabor clásico puro , el^evándola á un rango 
que hasta entonces no había tenido. Sigúeles en 
tiempo, sobrepujándoles en mérito artístico, José 
María Heredia , glorioso timbre del suelo que le vio 
nacer. De genio arrebatado , de inspiración robus- 
ta, canta la tempestad de un modo brillante, y, 
henchido de entusiasmo, pide, como Espronceda , 

^^Un cabaUo, un cabaUo y campo abierto 
y déjame frenético correr, n 

Después del cantor del Niágara, se nos presentan 
Delmonte y Velez, Plácido é Iturrondo (Délio) la 
Avellaneda y Orgaz, — y en época más posterior 

y ya casi en nuestros dias , — Zambrana , Joaquín 

« 

(1) D. Félix Veranes , buen orador sagrado , publicó algunas 
letrillas al estilo de Cadalso ( 20 , Enero , 18Ó5 ) , bajo el ana- 
grama de Luis Fanerexe (Papel Periódico ). — El P. Fr. José 
Rodríguez Veres , primer dramático cubano , que compuso algu- 
nos epigramas , dedicándose á este género , en el cual rayó á 
buena altura en el mananejo del retruécano. 



\ 



XIV IXTEODUCCION. 



Luáces, Tolón, Luisa Montes de Oca, Palma, 
Milanés, Mendive y Fornaris, acompañados de 
Zenea, Guerrero, Sellen y otros que forman el 
complemento de nuestra literatura. 

Hecha esta breve reseña histórica, parecería 
justo apuntar aquí los caracteres especiales de la 
poesía lírica en üúba. Pretender, como dijimos 
antes, el sello de originalidad cotí que se distingue 
la literatura de todos los paises, es imposible. Si 
examinamos á Zequeira y Ruvalcaba, notaremos 
de seguida sus aficione? clásicas, reminiscencias 
acaso de la escuela de los Argensolas. Heredia , por 
el contrario, imita más bien á los poetas ingleses, 
haciendo de sus cantos un gemido perenne, que 
sólo logra olvidar en sus magníficas descripciones, 
Plácido siguió las huellas de Martínez de la Rosa , 
^descubriéndose en los versos posteriores á él la 
influencia del autor de los Miserables y del poeta 
de Granada. 

Pero nos equivocamos. 

En la isla de Cuba existe una poesía original, 
una poesía que le es característica y peculiar; 
brillante en ocasiones, débil y vulgar en otras, 
suena siempre á nuestro oido como el susurro de 
las palmas. Nos referimos á las guarachas y á los 
cantos de los guajiros. En ellos se vé claramente 
la facilidad que tienen los hijos de este suelo para 
la versificación. Penas , lágrimas y amoríos , luchas 
del corazón , todo , todo lo que de noble y santo 
encierra nuestro ser, es abjeto de esos sencillos 
cantos , ora tristes , ora alegres , soñadores siempre 
y siempre melancólicos. 

Dar á conocer los poetas cubanos más notables ; 



INTRODUCCIOy. • XV 



presentar á grandes rasgos las bellezas y defectos 
de sus obras, estudiando las vicisitudes por que 
atravesaron en esta vida para prefijar la índole de 
sus versos y el fin á que propenden : tales fueron 
nuestros propósitos y tales los motivos que anima- 
ron nuestra pluma. 

Si no salimos airosos en nuestra empresa, á otros 
toca juzgarnos. Obramos con conciencia y , con 
ella y sin parcialidad ninguna, hemos seguido el 
curso de estos apu7ites^ valiéndonos, como con 
repetición hemos dicho, de los datos, consejos y 
aclaraciones que tuvieron la bondad de concedernos 
amigos muy queridos. 

Jóvenes somos y, por lo tanto, nuestros juicios 
críticos deben carecer de la profundidad y del 
acierto que son menester á esta clase de trabajos ; 
pero... ¿por qué callarlo?... Creemos que nuestra 
obra, incorrecta y falta de erudición y sólida base, 
es más aceptable y completa que cuantas se publi- 
caron en Cuba sobre este mismo asunto. 

Podemos decir á este propósito , parodiando una 
frase de Chateaubriand: 

«Las bellezas de esta obra, se componen de los 
defectos de otras anteriores. » 



Habana. — 1874. 



MfflEL DE ZEQUMA Y ARMGO. 



<•) 



^ tü, que el primero, 

desdichado Zequeira , indico lauro 
á. tu frente ceñiste r 



Con propósito firme de ser fieles guardadores de 
la verdad, tomamos la pluma para trazar á la 
lijera la biografía de un poeta de gabinete ; y á fé 
que nos duele y sentimos pena de ello, pues á pesar 
de lo atrasadísimo de la época en que floreció, y 
de las consideraciones á que esto se presta , cum- 
pliendo religiosamente nuestro intento , hemos de 
censurar algunas obras de Zequeira , aplaudiendo , 
empero , su benefi<nosa influencia en las letras de 
Cuba, Casi nos sucede lo mismo tratando de este 
poeta y de Rubalcava, que á cierto distinguido 



. (1) Zequeira usaba de la Z en lugar de la S en su apellido, 
\ como una parte de los individuos de su familia : pero hoy dia , no 
sabemos pqj: qué razón , prevalece el de la S ou la rama qu • 
conserva el titulo del conde de Laguuiilas. — (K. dol A) 



LA P0E81A LÍBICA 



literato que deseaba levantar una estatua al eru- 
dito Feijóo y quemar sus obras alrededor de ella. 

Nació Manuel de Zequeira y Arango en la Haba- 
na en 28 de Agosto del año de gracia de 1774 , y 
á muy corta edad ingresó de cadete en el regi- 
miento de infantería de Soria, y pasando por 
diferentes grados hasta el empleo de coronel , sirvió 
cuarenta y seis años, desplegando en este tiempo 
conocimientos poco comunes que le hubieran lle- 
vado á ocupar los más elevados puestos de la 
milicia, si el trastorno de sus facultades mentales 
no atajara sus pasos en tan gloriosa carrera. Des- 
tinado pro natura al cultivo de las letras , y 
aficionado de suyo al ejército y á las armas, 
demostró una vez más que no es incompatible la 
pluma del escritor con la espada del guerrero ; y 
así le vemos pasar en 1793 á Santo Domingo, en 
la expedición que fué al socorro del cuartel de 
Cahobas, encontrarse en la acción del rio La- 
Matrie , y en la lucha desigual y desaforada con- 
tienda vencer á sus enemigos, que, en crecido 
número, huian, abandonando dos piezas de arti- 
llería. 

Pero no debemos detenernos por más tiempo en 
la carrera militar de Zequeira, que otro es el fin á 
que propenden estos apuntes. 

De toda voluntad dijimos al comienzo que Ze- 
queira era un poeta de gabinete, hombre estudioso, 
de libros, no de inspirado y valeroso estro. 

Y tanto es así que , por reverencia sólo , hemos 
de decir algo, muy poco, acerca de sus obras, 
haciendo otro tanto con las de Rubalcava; pues , 
uno y otro no son más que un débil reflejo de 
nuestros poetas clásicos, y en sus versj>,*si bion 



EN CUBA. 3 



hay bellezas, no dejaa de abundar, pese á sus 
admira-dores , que ambos los tienen, defectos de 
muy dificultosa absolución. 

Oigámosle sino en su canto épico intitulado Ba- 
talla itaval de Cortés en la Laguna: 

ti Iban delante veinte mil flecheros 
de miradas ardientes y sutiles, 
detrás llevaban los carcaxes fieros 
y delante bordados escampiles: 
amarillos y rojos los pluineros 
adornaban sus frentes varoniles ; 
embrazan arcos , y por m¿s decoro 
pisan la arena con sandalia de oro. n 

La pintura que hace del monstruoso fantasma ó 
máquina sorpreadeote, aunque nos hace recordar 
á Camoens, no puede ser más propia y terrible : 

^En su mano siniestra relucía 
de una sierpe infernal la ardiente escama, 
y en la membruda diestra sostenia 
la triple flecha con que Marte brama ; 
dos torrentes sulfúreos despedía 
en vez de aliento , que el ambiente inflama ; 
y antes de abrir sus labios criminales 
sonaron las trompetas infernales. n 

Pero si el personaje imaginativo está presentado 
con tanta maestría , no así sucede con el héroe de 
la acción. La descripción de la batalla es minucio- 
sa, y peca de prolija, aunque no deja de presentar 
interés y belleza, apareciendo perfectamente todos 
los personajes, y siendo excelente el retrato de 
Pedro (le Barba, muerto «por el terrible impulso 
de una ñocha > : 



LA POEiíJIA LÍBICA 



"Tendido estaba el ínclito guerrero, 
de sangre y de sudor humedecido, 
el escudo abollado , y el acero 
de la heroica diestra desprendido ; 
sin donaire marcial sobre el sombrero , 
de purpureo color también teñido, 
reclinaba el semblante formidable, 
que era , aun después de muerto , respetable, v 

Y ya que dijimos al comenzar que encontrá- 
bamos versos prosaicos y cojos, ripios y otros 
defectos, vamos á copiar algunos para que por sí 
se convenza el que leyere : 

"Qué numen, dijo, contra mis decretos. ?7 

" Sudó culebras y lloraba furias. -n 

^ Chocan las armas de los combatientes. 71 

" Un vómito encendido de Volcano. n 

"Por otra parte la caballeria. n *• 

" Para imponer silencio abre la boca, n 

" Vomitando mil monstruos y animales, r etc. 

También cantó Zequeira La nave de vapor , El 
primer sitio de Zaragoza y El Dos de Mayo; pero 
nos parece tan inferior en estas composiciones, 
especialmente en la última, si la comparamos con 
la elegía de Gallego , que de todo intento no que- 
remos citar nada ; no siguiendo igual conducta con 
el soneto titulado La ilusión , soneto que algunos 
atribuyen á Rubalcava , pero que . nosotros , de 
conformidad con la opinión de literatos de recono- 
cido mérito en Cuba, y comparando el carácter, 
profundidad y valentía de este soberbio rasgo, con 
el genio de uno y otro poeta, creemos sincera- 
mente que es obra de Zequeira : 



EN CUBA. 



Soñó que la fortuna en lo eminente 
del más brillante trono me ofrecía 

* 

el imperio del orbe , y que cenia 

con diadema inmortal mi augusta frente. 

Soñó que hasta el ocaso desde Oriento 
mi ft>rmídable nombre discurría: 
y que del Septentrión al Mediodía , 
mi poder se adoraba humildemente. 

De triunfantes despojos revestido, 
soñé que de mi carro rubicundo 
tiraba César con Pompeyo uncido. 

Despertóme el extruendo furibundo; 
solté la risa, y dije en mi sentido: 
" ¡ Asi pasan las glorias de este mundo ! n 

Tal fué el primer poeta de Cuba, 

Hombre instruido, ardiente y arrebatado, pare- 
ce ser la personificación de la poesía en ese suelo. 
Formó parte de la real Sociedad Económica, y 
amigo cariñoso y leal del no menos distinguido 
cubano Tomás Romay, dirigió con él El Papel 
Periódico^ trabajando con ardimiento por alcanzar 
dias mejores para su patria. 

A su muerte, en 1846, se leyeron versos y 
artículos sobre su tumba. ¡Débil y pobre homenaje 
alcanzado por el talento y la virtud ! 



6 LA poesía lírica 



RUBALCÁBÁ. 



\ 



Musa , contempla tu victima. 



Con este nombre comenzó á .figurar en Santiago 
de Cuba , su pueblo natal , un poeta célebre en las 
faldas del Turquino; un trovador amigo de Ze- 
queira. Como él, siguió también la carrera de las 
armas, rindió fervoroso culto á Apolo y á Marte, 
y, ora la espada, ora la pluma, compartía sus dias 
en el manejo de ambas. 

¡Época de estancamiento y natural atraso atra- 
vesaron ! Apenas si concebimos cómo con tan po- 
bres elementos pudieron uno y otro elevarse á la 
altura que lograron , sacando nuestras letras de la 
postración en que yacían, y abriendo nuevos y más 
dilatados horizontes á la juventud, siempre ganosa 
de gloria y renombre. Por eso , en los versos de 
Rubalcaba, nótanse defectos imperdonables en un 
escritor de su fama, aunque muchos necesaria- 



EN CUBA. 



mente tenemos que atribuirlos al poco acierto del 
Sr. Balart, que fué quien coleccionó sus obras, sin 
cuidarse mas que de presentarle «tal como fué, 
con todas sus incorrecciones y con todos sus defec- 
tos. » ¡Procedimiento bien menguado , en verdad, 
tratándose de honrar la memoria de un poeta! 

Pues qué, ¿no tuvo el Sr. Balart que' recojer 
muchos de los versos de Rubalcaba de manuscritos 
que no habían sido hechos para ver la luz pública? 
¿acaso de borradores que debían permanecer en 
cartera? ¿tal vez de boca del misnoo pueblo? ¿Y 
son estos los mejores conductos por que pueden 
llegar á nuestras manos las obras de un poeta? ó 
bien, por el contrario, estamos en el deber inelu- 
dible de recojer esos datos y depurarlos con el 
escalpelo de la crítica, pensando con acierto que 
su autor así lo hiciera, ó más bien que esos frag- 
mentos, al pasar de mano en mano y de boca en 
boca, habían perdido mucho en forma y fondo? 
Preguntas son estas que, estampadas aquí, nos 
servirán de resguardo por si alguno imagina que 
tratamos de rebajar el mérito de Rubalcaba. Piense 
el lector que cuando censuramos algo, culpa será 
de la colecciojí hecha por el Sr. Balart. 

Mas á pesar de la falta de pericia con que pro- 
cedió este señor ; como quiera que Rubalcaba sabía 
sentir y expresar lo que sentía, no dejamos de en- 
contrar algunos rasgos felices, tal cual atisbo de 
belleza. Sirvan de ejemplo estos tercetos : 

¡y cuántos del relámpago ayudados, 
sólo bosquejan la anchurosa vía 
para darles sepulcros ignorados ! 



Yo escucho al luiseñor tal vez en lia haya 



8 LA POESÍA lírica 



y al ver el horizonte que refleja 
requiebra su poUuelo que desmaya ; 

Y en la tierna impresión que su voz deja 
no se puede juzgar si es de contento 
el natural idioma de su queja. 

¡ Ya son oscuras noches mis auroras ; 
volve4nie, si, volvedme, amigas mias, 
la posesión de mis antiguas horas! 

No es menos bello el soneto á Nise bordando un 
ramillete j que termina así : 

Me parece que al verte colocada 
cerca del bastidor, dándole vida, 
sale Flora ¿ mirarte avergonzada; 
^ Llega , vé tu labor mejor tejida 
que la suya de Abril; quida enojada, 
y sin más esperar váse corrida. 

En el género festivo, en las lijeras anacreónticas 
también nos dejó traza de su numen. Dígalo sino 
aquella graciosa letrilla que dice: 

Busca, amor, 

quien te descifre megor. 

Pero en medio de estos rasgos que dejan adivinar 
el talento y la imaginación poética d3 nuestro 
autor, á poco andar se tropiezan versos incorrectos 
en extremo: 

¡0h-no>ihe, tu retórica figura 
es la del sueño! 

Como hemos dicho al principio, Rubalcaba, lo 
mismo que Zequeira, fomentó el progreso litera- 



EN CUBA. 



9 



rio de nuestro país, y sólo por respeto y con- 
sideración á esto mismo colocamos sus nombres al 
frente de nuestra galería. Es inútil buscar en sus 
obras el fuego pindárico de Heredia , la sencillez y 
armónica cadencia del cantor de la Madrugada, la 
valentía y gallarda expresión de Luáces. Apagados 
al estudio de nuestros clásicos, luchando con las 
preocupaciones de la época en qué florecieron, 
nótanse en sus versos reminiscencias de los Argen- 
solas, ayes de desaliento y de amargura que revelan 
claramente la verdad con que exclamó el poeta de 
l,as Meditaciones , refiriéndose á otro no menos ins- 
pirado : 

Mnsa , coníemiyla fii iricíñna. 









10 LA poesía lírica 






Non omnis raoriar. 



Este poeta, el más notable de los nacidos en 
Cuba , brilló en una época de progreso y de ade- 
lanto. En ella se orearon diferentes cátedras, hasta 
entonces olvidadas; se dio mayor impulso á la 
imprenta, desarrollándose gran afición al estudio 
de las letras. Enseñaba la ciencia de Platón y' de 
Aristóteles, en el Real Seminario de San Carlos, 
el P. Várela, uno de los cubanos más ilustres, y 
dirigía á la juventud José de la Luz Caballero, de 
quien nos reservamos el placer de decir algo en el 
apéndice de esta obra, si nuestras ocupaciones no 
nos permiten dar remate y terminación cumplida 
á otra que intitulamos Filósofos cubanos^ y en la 
que sobradas cosas hablaremos sobre Várela , las 
Casas, Romay, Mestre, Zambrana y otros mil, no 



EN CUBA. 11 



echando en saco roto al maestro incansable, al 
padre de nuestra generación , al ilustre director del 
Colegio de San Salvador. 

Nació José María Heredia en Santiago de Cuba, 
en 21 de Diciembre del año de gracia de 1803. Su 
padre, D, José Francisco, magistrado íntegro y 
literato distinguido, trató de dar á sa hijo una 
educación esmerada, dedicándolo al estudio de la 
jurisprudencia, carrera que concluyó á la tempra- 
na edad de diez y ocho años, recibiéndose de 
abogado en Puerto-Príncipe. 

Desde niño , cuando apenas contaba dos lustros , 
sintió necesidad de fantasear y escribió unos ensa- 
yos poéticos, en los cuales advierte Cánovas del 
Castillo «el poder de su entendimiento, maravi- 
llosamente formado para edad tan temprana, in- 
clinado al filosofismo tanto como á la poesía. > (1). 

No hemos de seguir á nuestro joven poeta en 
todas las visicitudes de su vida. Rindiendo culto á 
la independencia cubana, conspiró con ardimiento 
y, comprometido en sus delirios políticos, se vio 
precisado á emigrar en 1823. Fuese á los Estados- 
Unidos y allí compuso sus mejores versos; pero la 
facilidad del idioma y lo benigno del clima le 
llamaron, malgré lui, á Méjico, donde se casó, 
siendo nombrado Magistrado del Tribunal Supre- 
mo de Justicia y Senador de aquella República. 
(1827). 

La primera edición de sus obras apareció en 
Toluca en 1825; la segunda, que dedicó á su es- 
posa, se publicó en Méjico; y mucho más tarde. 



(1) ReviMa Española de Ambos JímticÍo*.— Madrid.— 185á.— Estu- 
dios sobre la literatura hidpano-amerioana.— José^Maria Heredia. 
—Por Antonio Cánovas del Castillo. 



12 LA poesía lírica 



en Barcelona, vio la luz la tercera. Posteriormen- 
te, en una de las bibliotecas populares de New- 
York , hemos podido examinar una cuarta edición 
impresa en esta capital. Creemos sinceramente que 
es la mejor. 

Fué la vida del cantor del Niágara agitadísima 
en extremo. El mismo lo reconoce así, cuando dice 
en uno de sus prólogos : « á los veinticinco años fui 
maestro de lenguas, historiador, Magistrado, via- 
jero, conspirador ardiente y poeta. » 

Falleció Heredia en Toluca en 7 de Mayo de 
1839. En su sepulcro se lee la siguiente inscripción 
debida, 3i mal no recordamos, al Sr. Lapunza: 

it Su cuerpo envuelve del sepulcro el velo ; 
pero le hacen la ciencia-, la poesía , 
y la pura virtud que en su alma ardía 
inmortal en la tierra y en el cielo, n 



II 



«Un soplo de libertad., dice Mr. Villemain (1), 
recorre esas regiones libres de los cuidados de la 
teoría, de la ambición y de la guerra civil. Allí es 
donde se engrandece un poeta nacido en Cuba , á 
principios del siglo, hijo de un jurisconsulto parti- 
dario de las ideas modernas. El niño que debía 
ilustrar el nombre de Heredia, era enfermizo y 
endeble; pero el vigor y la energía de su espíritu 




^MmhMMHí 



EN CUBA. ífi 



vencen los obstáculos de su cuerpo. Estudiando las 
lenguas griega y latina , y los filósofos franceses , 
Homero y Raynal, bien pronto se siente poeta. 
Conducido á Caracas, donde su padre fué nombra- 
do presidente de la Audiencia Real , respirando el 
aire de la primera república proclamada en Vene- 
zuela, no sueña mas que volar al combate y 
empuñar la trompa de Tirteo. Con esta esperanza 
vuelve á Cuba en 1824, y trata inútilmente de 
conjurar á sus compatriotas; y perseguido por el 
Gobierno español , se vé precisado á marchar á la 
América del Norte, donde encuentra triunfante 
toda la libertad que había soñado. Hasta aquí 
Heredia no había hablado en sus cantos mas que 
de los sufrimientos morales de su vida sin gloria y 
sin amor. » Visita la .catarata del Niágara y enton- 
ces muestra todo el poder de su genio y exclama : 

Templad mi lira , dádmela , que siento 
En mi alma estremecida y agitada 
Arder la inspiración. ¡ Oh ! ¡ Cuánto tiempo 
En tinieblas pasó , sin que mi frente 
Brillase con su luz! ... Niágara undoso , 
Tu sublime terror sólo podría 
Tornarme el don divino , que ensañada 
Me robó del dolor la mano impía. 

Torrente prodigioso, calma, acalla, 
Tu trueno aterrador: disipa un tanto 
Las tinieblas que en torno te circundan , 
Déjame contemplar tu faz serena 
Y de entusiasmo ardiente mi alma llena. 
Yo digno soy de contemplarte : siempre 
Lo común y mezquino desdeñando , 
Ansié por lo terrífico y sublime. 
Al estallar el huracán furioso , 
Al retumbar sobre mi frente ol ravo 



14 LA poesía líbica 



Palpitando gocé : vi ol Océano 
Azotado por austro proceloso 
Combatir mi bajol , y anto mis plantas 
Vórtice hirviendo abrir , y amé el peligro , 

Y sus iras amé ; mas su fiereza 
^ En mi alma no produjo 

La profunda impresión de tu grandeza. 

Sereno corres , majestuoso , y luego 
En ásperos peñascos quebrantado , . 
Te abalanzas violento, ar^-ebatado , 
Como el destino irresistible y ciego. 
¿ Qué voz humana describir podría 
De la sirte rugiente 
La aterradora faz? El alma mia 
En vagos pensamientos se confunde , 
Al mirar esa férvida corriente , 
Que en vano quiere la turbada vista 
En su vuelo seguir al borde oscuro 
Del precipicio altísimo; mil olas 
Cual pensamiento rápidas pasando , 
Chocan y se enfurecen , 

Y otras mil y otras mil ya las alcanzan , 

Y entre espuma y fragor d^saparecen. 

¡ Ved ! llegan , saltan ! El abismo horrendo 
Devora los torrentes despeñados ; 
Crüzanse en él mil iris , y asordados 
Vuelven los bosques el fragor tremendo. 
Al golpe violentísimo en las peñas 
Bómpese el agua; vaporosa nube 
Llena el abismo en torbellino , sube , 
Gira en tomo y al éter 
Luminosa pirámide levanta , 

Y por sobre los montes que la cercan 
Al solitario cazador espanta. (3) 



(3) Para que vea el que leyera , con qué verdad hablamos mal 
de Cubapoéticaf vamos á trascribir aquí esta ultima estrofa, sogun 
la presentan Fomáris y Luáces : 



ÉN CUBA. 15 



(íMás (jué en ti busoa mi anhelante vista 
Con inútil afán? ¿Por qué no miro 
Al rededor de tu caverna inmensa 
La<^ palmas ¡ ay ! las palmas deliciosas , 
Que en las llanuras de mi ardiente patria 
Kacon del sol á la sonrisa y crecen , 

Y al soplo de las brisas del océano 
Bajo un cielo purisimo se* mecen ? 
Este recuerdo ¿ mi pesar me viene... 
Nada ¡ oh Niágara ! falta á tu destino 
Ni otra corona que el agreste pino 

4- tu terrible majestad conviene. 
La palma y mirto y delicadas rosas , 
Muelle placer inspiran y ocio blando 
En frivolo jardin ; á ti la suerte 
Guardó más digno objeto, más sublimo. 
El alma libre , generosa y 'fuerte , 
Viene , te vé , se asombra 

Y al mezquino deleite menosprecia (1) 

Y aun se siente elevar cuando te nombra. 
¡ Omnipotente Dios ! En otros climas 

Vi monstruos execrables 
Blasfemando tu nombre sacrosanto 
Sembrar error y fanatismo implo , 
Los campos inundar en sangre y llanto , 
Be hermanos encender la infanda guerra 

Y desolar frenéticos la tierra. 

Vllos j y el pecho se inflamó á su vista 



"Rómpese el aguaj y salta f y una nubo 
De revueltos vapores 
Cubre el abismo en remolinos , sube , 
G-ira en torno y al cielo 
Cual pirámide inmensa se levanta, etc. n 

Preciso so hace estar muy dejado de la mano de Dios para copiar 
tal exabrupto poético y colgárselo á un vate á quien se trata do 
honrar. 

(1) Menosprecia los fnvolos placeres — dice la edición de Toluca, 
lo cual es un prosaísmo imperdonable. 



10 La poesía lihica 

■ -* — ■ -^ ■■■ ■ ■ II' "^ ■ " ■ ^ ■■ ■ ■ ■ ■ I II ■ - M - ■ . ^-a ■■■■■■■ II ■■■ ■II » ■■ !■ !■ ■■M^i— — ^— I ■ -^ — ^ - 

En gravo in<3ignacion. Por otra parte 
Vi mentidos filósofos que osaban 
Escrutar tus misterios , ultrajaito, 

Y de impiedad al lamentable abismo 
A los miseros hombres arrastraban. 
Por eso siempre te buscó mi mente 
En la sublime soledad ; ahora 
Entera se abre á ti ; tu mano siente 
En esta inmensidad que mo circunda , 

Y tu profunda voz hiere mi seno 
De este raudal en el eterno trueno. 
; Asombroso torrente ! 

; Cómo tu vista el ánimo enajena 

Y de terror y admiración me llena ! . 
¿Dó tu origen está? ¿Quién fertiliza 
Por tantos siglos tu inexhausta fuente? 
¿Qué poderosa mano 

Hace que al recibirte 

No rebose en la tierra el océano ? 

Abrió el Señor su mano omnipotente ; 
Cubi:ió tu faz de nubes agitadas , 
Dio su voz á tus aguas despeñadas , 

Y ornó con su arco tu terrible frente. 
Ciego , profundo , infatigable corres , 
Como el torrente oscuro de los siglos 
En insondable eternidad! ... Del hombre 
Huyen asi las ilusiones gratas , 

Los florecientes dias , 

Y despierta al dolor... ¡ Ay! agostada 
Yace mi juventud , mi faz marchita , 

• Y la profunda pena que me agita * 
Ruge mi frente de doUr nublada. 
Nunca tanto senti como este dia 
Mi soledad y mísero abandono 

Y lamentable desamor... ¿Podi'ia 
En edad borrascosa 

Sin amar sor feliz ? ¡ Oh ! si una hermosa 



"íT 



ES CUBA. 17 



Mi cariño fijase , 

Y de este abismo al borde turbulento 
Mi vago pensamieut j 

Y ardiente admira •ion acompañase I 
¡ Cómo gozara vi 3ndola cubrirse 

De leve palidez y ser más bella 

En su dulce terror , y sonreirse 

Al sostenerla en mis amantes brazos ! ... 

Delirios dé virtud ! Ay ¡ desterrado 

Sin patria , sin amores , ' 

Sólo miro ante mi llanto y dolores ! 

i Niágara poderoso ! 
Adiós ! adiós! dentro de pocos años 
Ya devorado hab':á la tumba fría 
A tu débil canto»*. ¡ Duren mis versos 
Cual tu gloria inmortal ! Pueda piadoso 
Al contemplar tu faz algún viajero , 
Dar un suspiro á la memoria mi a! 

Y al sepultarse Febo en Occidente 
Feli« yo vuele do el Señor me llama , 

Y al escuchar los ecos de mi fama 
Alce en las nubes la radit)sa frente ! 

Cierto es que ea esta poesía no hay, como dice 
Villamain, la belleza severa del graa lírico de la 
antigüedad. En presencia del Etna y en la descrip- 
ción de los fenómenos del mar de Sicilia , Píndaro, 
no se acuerda de sí , no mezcla á los terrores de la 
naturaleza, su personalidad ni se queja de su vida 
sin amor y sin gloria. Heredia, por el contrario, 
vé la catarata, se asombra , la mide con las fuerzas 
de su espíritu, y, creyéndose digno de ella, canta 
su belleza, describe su grandor, encuentra seme- 
janza entre el torrente que se desborda y los siglos 
que se atropellan ; lamenta su juventud y se acuer- 
da de su patria; llora su triste abandono y piensa 



18 LA poesía líbica 



en Dios, fuente de todo lo bello. ^'Qué más puede 
pedírsele á un poeta? Nosotros- hallamos en esta 
composición de Heredia una discreta distribución 
de partes y una lógica de sentimientos que nos 
encanta. La naturaleza, su juventud, la patria, 
la inmoralidad y Dios. Hé aquí su pensamiento. 

No es esta poesía la única excelente que escribió 
el desventurado bardo. Ot "as cuenta de reconocido 
mérito, y hemos de tomar al acaso algunos frag- 
mentos de ellas, seguros de lo mucho que habrá de 
agradecérnoslo el que leyere. Comencemos por la 
tempestad: 

Huracán , huracán , venir te siento 

Y en tu soplo abrasado 
Hespiro entusiamado 

Del Señor de los aires el aliento... 
Al toro no miráis? El suelo escarban 
De insoportable ardor sus pies heridos ; 
La armada frente al cielo levantando , 

Y en la hinchada nariz fuego aspirando 
Llama la tempestad con sus bramidos ! ... 
Los pajarillos callan y se esconden 

Al acercarse el huracán bramando , 

Y en los lejanos bosq[ues retumbando 

Le oyen los bosques y á su voz responden. 
Llega ya , ¿no le veis ? Cuál desenvuelve 
Su manto aterrador y majestuoso... 
Gigante de los aires te saludo ! ... 
En fiera confusión el viento agita 
Las orlas de su parda vestidura... 
Ved! ... en el horizonte 
Los bracos rapidísimos enarca , 

Y con ellos abarca 

Cuanto alcanzo á mirar de monte 9. monte / 

¡ Oscuridad universal! Su soplo 

Levanta en toibellino ^- -» ••* 



EK CUBA. 19 



El polvo de los campjs agitado ;^ 
En las nubes retumba despeñado 
El cano del Señor . 3' de sus ruadas 
Brota el rayo veloz , se precipita , 
Hiere y aterra el delincuente suelo 

Y su lívida luz innunda el cielo... 

¡ Sublime tempestad ! ¡ Cómo en tu seno , 
Do tu solemne inspiracipn henchido 
Al mundo vil y mi erable olvido 

Y alzo la frente de delicia lleno ! 
¿Do está el alma cobarde 

que teme tu rigor? 

Heredia es, ante todo, un poeta deicriptivo , 
como S3 desprende de cuanto llevamos copiado; 
pero en su lira tiene también otros sonidos, y 
matiza sus cantos con pensamientos filosóficos de 
primer orden. Ejemplo son de esto los fragmentos 
de im poema mejicano , y el poema Placeres de la 
melancolía. Pero ya los oiremos más tarde ; veamos 
este apostrofe con que comienza su oda al sol : 

Yo te amo, sol; tu sabas cuan gozoso 
Cuando en las puerta ? del Oriente asoma i 
Siempre te salud i, • cuando tus rayos 
Nos arrojas fogoso 

Con gloria alzado en la mitad del cielo , 
Del bosque hojoso entre la sombra grata 
Me deleito al bañarme en la frescura 
Que los céfiros vierten en su s aelo , 

Y me abandono h rail cabilacionea 
De dulce y melancólica ternura 
Cuando reclinas la radiosa frente 
En las trémulas nubes de Occidente. 

¡Qué cahilacÁones tan funestas! pero ¡qué apos- 
trofe tan bello! exclama Cánovas del Castillo, y á 
fé^que tiene razón. 



¿ ) LX POESÍA J.IKIO A 



A los diez y siete años de edad , estando en Cho- 
liica, escribió una composición descriptiva, antes 
citada ya , que bien puede contarse entre las me- 
jores. 

¡ Oh, cu;^ii bella es la tierra que habituaban 
Los aztecas valientes ! ... 

Sus campos 

Cubren á par de las doradas mieses 
Las cañas deliciosas. El naranjo 

Y la pina y el plátano sonante , 
Hijas del suelo equinocial se mezclan " 
A la frondosa vid , al pino agreste , 

Y de Minerva al árbol majestuoso. 



Era la tarde. La lijera brisa 
Sus alas en silencio ya plegaba , 
Y entre la yerba y árboles dormia , 
Mientras el ancho sol su disco hundia 
Detrás de Iztacihual. La nieve eterna 
Cual disuelta en mar de oro, semejaba 
Temblar en tomo de él; un arco inmenso 
Que del empireo en el cénit ñnaba... 

Poro, ¿fá qué cansarnos citando versos y ver.sos? 
Si liubiéramos de hablar de todas las bellezas de 
sus obras, nos veríamos en el caso de ser prolijos; 
y no esa suerte anhelan estos pobres esbozos bio- 
gráficos. 



III 



Como asegura Mr. Villemaiu, ese soplo de liber- 
tad, ese deseo de independencia que había recorrido 
las vastas regiones de la América, animaba á 



EN OUBA. 21 



Heredia en sus postrimerías, y exaltando su ima- 
ginación 5 le dicta una epístola que dirije á Emilia , 
por demás galana en sus versos, y, por desgracia, 
nacida de político intento. Dice así: 

Pluguiera al cielo , desdichada Cuba , 
Que tu suelo tan sólo produjera 
Hierro y soldados... La codicia ibera 
No tentáramos , nó... ¡patria adorada ! 
De tus bosques el aura embalsamada 
Es al valor, á la virtud funesta. 

Peligroso asunto es este que trata nuestro poeta. 
Empapado en las ideas de la revolución francesa, 
con el ejemplo de toda la América española, desea 
y pide la libertad y la independencia de Cuba, 
conspira por alcanzarla , 

Que no en vano entre Cuba y España 
Tiende inmenso sus olas el mar , 

y viendo la inutilidad de sus esfuerzos se refugia 
en los Estados-Unidos, donde se conceptúa libre 
de tiranos y esclavos, sifi escuchar el crugir de 
los azotes y ni las lamentaciones del oprimido. 

Por esta época, el país que tomaba por modelo, 
llevaba en su seno escondida la serpiente de la es- 
clavitud , con lo cual dicho queda que había allí 
también señores y esclavos. 

Pero, ¿por qué detenernos más tiempo en estas 
poesías que tocan á la cuestión política? Otro es 
nuestro plan, y á él debemos ajustamos. 



Hizo alííunas traducciones é imitaciones nota- 



22 LA poesía lírica 



bles, luchando en ellas su propio talento con las 
bellezas del original. En el cantó á Napoleón de 
Dciavigne, notamos- este rasgo, digno de un poeta 
castellano : 

Vanamente en las lides ya te fuera 
La España generosa 
De gloria y de peligros compañera , 
Esclava la anhelaste... 
Mas no , sus sacerdotes , sus guerreros 
A la lid mutuamente se excitaron 
Superticiosos . fieros , 
Los pueblos al clamor se levantaron... 
Los hijos nobles de Pelayo fuerte. 

Debátese por algunos , si es ó no , en efecto , una 
imitación del poema de Legouvé Les mentes des 
femmes , el que con el mismo título escribió el vate 
cubano. Para nosotros no hay duda. La obra de 
Heredia tiene rasgos felices, quizá algunos origi- 
nales; pero el plan, el método y hasta el mismo 
asunto son de Legouvé, 

Concluyamos. 

El poeta de Santiago de Cuba , es el más notable 
de cuantos pulsaron la lira en la América latina. 
Superior á Zequeira y Rubalcaba, sus antecesores, 
se manifiesta grande y sublime cuando describe ; 
apasionado y tierno cuando llora la inconstancia de 
su amor. Afean sus versos algunas asonancias que 
pudieran evitarse, prosaísmos y figuras harto atre- 
vidas y libres, que en buena lógica no pueden 
admitirse. 

Salud , ¡ oh padre 
Del ser y del amor y de la vida I 



EN CUBA. 23 






dice refiriéndose al sol, lo cual ni la hipérbole 
justifica. En la silva al Niágara, que es el esfuerzo 
de su genio , conserva algunos de estos descuidos , 
imperdonables, en el 

Astro eclipsado en su primer mañana , 

como poéticamente le llama su compatriota Tula. 
Bello, en su Repertoyno americano , juzga que los 
cantos de nuestro bardo , se asemejan algo á los de 
Byron, por el tinte melancólico y sombrío que los 
domina, y el enérgico y varonil vigor que revelan. 
No lo negamos; pero habrá de convenir el que le- 
yere, que la entonación, el savoir faire^ como 
dicen los franceses, es enteramente castellano y 
se refleja en las odas de Rioja y de Quintana, 



Este poeta escribió también. unas lecciones de 
historia, de muy excaso mérito, y tradujo e\ Fa- 
natismo^ de Vol taire; el Sila^ de Jony; el Saulj 
de Alfierij y el Cayo Graco^ de Chenier. 



New-York.~1874. 



! 



M LA poesía líbica 



GERTRUDIS GÓMEZ DE AÍELLAIDA. 



Musa velat morí. 



De muy antiguo nos viene, y eso habrá de per- 
donarnos si en parquedad incurrimos, mirar con 
cierta prevención toda obra de mujer, antes de 
examinar el mérito que encierra, Y decimos esto , 
no porque abriguemos la opinión , por demás absur- 
da, desacreditada ya, de que toda clase de ilustra- 
ción es perniciosa á las mujeres, sino porque 
acostumbrados á leer páginas detestablemente es- 
critas y firmadas por nuestras modernas poetisas , 
temerosos andamos siempre que á nuestras manos 
llegan sus producciones , como aquel que engañado 
una vez trata de precaverse y percatarse contra 
nuevo engaño. Mas no sucede esto y alejamos del 



EN CUBA. 25 



ánimo toda sospecha , deleitándonos en su lectura , 
si tropezamos con las obras de Carolina Coronado , 
Fernán Caballero y otras, entre las que encontra- 
mos muy gustoso el mencionar aquí á la señora 
Pardo Bazan, gallega de nacimiento, á lo que 
sabemos, y castiza por sus cuatro costados, y muy 
discreta y atinada en el plan y desempeño de sus 
obras. . , 

En nuestra patria , á pesar de la afición á la 
amena lectura que tiene el bello sexo y la no pe- 
queña inclinación al estudio de los idiomas extran- 
jeros, vemos, con no poca extrañeza, que muy 
contadas son las que despuntan por hacer versos , 
aunque muchas se atrevan á publicarlos con indis- 
creto alarde. Empero el parnaso cubano cuenta 
con celebradas poetisas, y servir puede de ejemplo 
Luisa Pérez Montes de Oca , viuda á estas fechas 
de Ramón Zambrana, médico, catedrático, perio- 
dista y literato , todo ello con mejor voluntad que 
desempeño. También Raquel (Matilde Troncoso) 
escribe coa bastante corrección; pero lo hace, 
por lo general, en prosa, aunque con el tono 
altisonante del misticismo que arroba su alma pro- 
fundamente cristiana. Y si no estuviéramos con- 
vencidos de que el cumplimiento de los deberes 
domésticos y conyugales no está reñido , ni tiene 
para qué estarlo, con el cultivo y afición á las 
bellas letras, nos alejaría de toda duda el estudio 
que intentamos hacer de la vida y de las obras de 
Gertrudis Gómez de Avellaneda, á quien con- 
cede D. Juan Nicasio Gallego <f la primacía sobre 
cuantas personas de su sexo han pulsado la lira 
castellana, así en este como en los pasados 
siglos. > 



r 



2(5 LA poesía LÍBICA 



II 



«Había cumplido diez y ocho años — dice la 
Avellaneda en sus memorias — y excepto leer y 
escribir, y representar tragedias, nada sabía. Todos 
los desvelos de mi madre por hacerme progresar 
en la música y el dibujo , no habían podido llevar- 
me más lejos que á tocar de memoria algún wals , 
á cantar algunas arias de Rossini, con más expre- 
sión que arte, y á pintar mal algunas flores. Mi 
maestro de aritmética me había declarado incapaz 
de conocer los números; mi profesor de gramática 
me decía que era imposible hacerme comprender 
una sola regla; en fin, cuantos se habían encar- 
gado de mi educación parecian convencidos de mi 
ineptitud para todo; y, sin embargo, yo escribía 
y hablaba con más corrección de la que es común 
en mi país y, no obstante, mi natural desidia para 
aprender , tenía. sed ardiente de saber y leia mucho 
y pensaba mucho, > 

Tales son los rasgos fisonómicos con que ella 
misma se nos presenta. Ese abandono, el poco 
apego á los estudios serios y formales, todo debía 
desaparecer bien pronto; pues á los veinticinco 
años de edad, dejándose en Cuba su soñadora 
pereza ó indolencia , establecida en la Corte , res- 
pirando en aquella atmósfera de entusiasmo que 
reinaba entonces, su alma se enciende en viva luz, 
su mente se inflama y brotan de su pluma poesías 
llenas de inspiración y de buen gusto ; estudia con 
afán nuestra lengua, sorprende sus más bellos 



EN CUBA. 27 



eacantos en las obras de nuestros poetas y llama 
hacia sí la admiración de todos. 

Perla del mar ! Estrella de Ocoidente ! 
Hermosa Cuba ! Tu brillante cielo 
la noche cubre con su opaco velo 
como cubre el dolor mi triste frente. 

Voy 4 partir ! ... La chusma diligente , 
para arrancarme del nativo suelo , , 
las velas iza , y pronta ¿ su desvelo 
la brisa acude de tu zona, ardiente. 

Adiós , patria feliz , edén querido ! 
Do quier que el hado en su furor me lleve 
tu dulce nombre halagará mi oido ! 

Adiós ! ... Ya cruge la turgente vela... 
el ancla se alza... el buque , estremecido, 
las olas corta y silencioso vuela ! 

¿No es verdad que esta composición tiene todo el 
perfume de nuestros mejores poetas del siglo diez 
y siete? Pero la Avellaneda había nacido en otra 
época y llevaba en el fondo de su alma el germen 
de todo pesar , ese no sé qué , mezcla de fastidio y 
abatimiento que todos sentimos cuando contem- 
plamos la pasmosa rapidez con que pasan las ri- 
sueñas y alegres horas de la juventud. Ejemplos 
de esto son La vontempíacmi. La luna y El ce- 
menterio; reconócelo ella así, cuando en otro de 
sus mejores sonetos exclama : 

En vano ansiosa tu amistad procura 
% a livinar el mal que me atormenta ; 
en vano , amigo , conmovida intenta 
revelarlo mi voz á tu ternura. 

Puede esplicarse el ansia , la locura , 
con que el amor sus fuegos alimenta... 



30 LA poesía lírica 



en el inmóvil seno de la muerte. 
¿Qué importa al polvo inerte 
que toma á su f lemento primitivo 
ser en este lugar ó en otro hallado ? 
¿ Yace con él el pensamiento altivo? 

No mas , no mas lamente 
destino tal nuestra ternura ciega 
ni la importuna queja al cielo suba... 
/murió.' ... A la tierra su despojo entrega, 
su espíritu al Señor , su gloria á C^iba 
/ que el genio , como el sol , llega á, su ocaso 
dejando un rastro fúlgido á su paso .' ... 

¡Qué rasgos tan sublimes de sentimientos! ¡Qué 
versos tan hermosísimos! No cabe más dolor, más 
conformidad cristiana. ¿Y hemos de entretener- 
nos en examinar todas sus obras? Si tratáramos de 
un poeta desconocido ú olvidado, nos ocupa- 
ríamos más en el examen de sus versos; pero 
hablando de la Avellaneda , á quien todos admiran 
y cpnocen , debe sernos permitido poner fin á estos 
apuntes, recordando al terminar algunos rasgos 
biográficos suyos, ya que al comienzo no lo hi- 
.cimos. 



IXI 



Nació Gertrudis Gómez de Avellaneda en 1816 
en la ciudad de Puerto-Príncipe, y muy joven aún 
empezó á distinguirse por sus buenos versos ; pero 
el genio necesita mayor espacio y la inspiración 
robusta y varonil de la h\ja. del Gamagüey se 



EN CUBA. 31 



ahogaba en el estrecho círculo de su pueblo natal ; 
y por eso la vemos correr á Europa , establecerse 
en Madrid, y allí, estudiando con detenimiento las 
obras de los maestros , trabando amistad con los 
rilas distinguidos literatos, recoger señalados triun- 
fos en el Liceo, ser aplaudida en el teatro (1) y 
coronada de laurel y oro en nombre de doña Isabel 
de Borbon. «La corona triunfal del Tasso — dice 
Pastor Diaz^— había adornado solamente un ataúd , 
el áureo laurel de nuestra escritora fué su guirnal- 
da nupcial ; guirnalda , empero , que estaba fatal- 
mente destinada á colocarse también en el mármol 



(1) Entre sus obras dramáticas, la que más fama goza, es la 
titulada Alfonso Munio, Cuéntase do ella , que asistiendo á una do 
sus primeras representaciones cierto académico , tuvo la buena, 
ocurrencia ( que también los académicos suelen tener buenas ocu- 
rrencias) de exclamar, notando la valentía de los versos y lo 
pujante dé la frase: — «/Es mucho hombre esta mujer !?? 

No sólo en los Ateneos de la Oórte halló tal acogida. A su regre- 
so á Cuba , después de algunos años , relata el Sr. Balmaseda el 
recibimiento que se le hizo en el Liceo de la capital. «La Habana 
ha presenciado , llena de jubilo , una de esas grandes solemnidades 
que forman época en la historia de los pueblos y que son , sin duda, 
sus más bellos títulos de gloria. El Liceo , legitimo representante 
de las letras en Cuba , quiso enaltecerlas otorgando una corona de 
laurel de oro á la poetisa eminente, señora doña Gertrudis G. de 
Avellaneda, nacida en nuestro suelo... Delante del Excmo. señor 
Presidente^, en una mesa con tapete de damasco, se veia la rica 
corona... En una de sus cintas se hallaba esta inscripción : El Liceo 
de la Habana á Gertrudis Gómez de Avellaneda. Año de 1860, Beinó 
un instante profundo silencio ," y adelantándose el Sr. Betancourt 
leyó un discurso 'eji que hizo resaltar las eminentes dotes de 
nuestra renombrada poetisa. En seguida la Sra. de Zambrana nos 
hizo oir un soneto que habla improvisado ; D. Francisco Gil Mi- 
randa recitó una oíla compuesta por Fomaris y otra de Zafra. Lo 
avanzado de la hora no permitió continuar la lectura de las demás 
poeFias; y poniéndose en pié el Exento. Sr. Presidente y cuantos 
'en la escena estábamos , tomó S. E. la corona, pasándola á manos 
de la condesa de Santo-Venia y Sra. de Zambrana, quienes la 
colocaron en las sienes de la ilustre poetisa, hiriendo el aire al 
mismo tiempo un himno , letra de Betanccurt y música del profe- 
sor García. Al terminar el canto, la Avellaneda, visiblemente 
conmovida, se adelantó al proscenio y pronunció una preciosa 
poesía , llena de sentimiento , quedando ahogadas sus ultimas 
frases por los entusiastas aplausos do la concurrencia. 



B2 LA poesía LÍRICA 



de ún sepulcro. Y así fué. Casada con D. Pedro 
S&bater, diputado á Cortes y jefe político en aque- 
lla época, vio sonreír lá muerte en los umbrales de 
su matrimonio. -Paro llegó entonces en auxilio suyo 
el ángel de la religión ^ y en su viudez y descon- 
suelo se encerró por algunos meses en el convento 
de Nuestra Señora de Loreto , en Bufdeos , fortale- 
ciendo su fé con la vida austera del claustro y las 
meditaciones de la soledad. Y aunque aparece de 
nuevo en Madrid , nótase de seguida en sus produc- 
ciones un cierto tinte melancólico, marcándose 
señaladamente en ellas la exaltación religiosa que 
se había apoderado de su espíritu. 

Después, serios disgustos con motivo de una 
resolución tomada por la Academia en hora en que 
había presentado su candidatura, hicieron que 
nuestra poetisa, llevada de desdeñosa soberbia, 
escribiese los artículos intitulados La mujer y el 
drama Oráculos de Taita ^ en los cuales se echa de 
ver la impresión que este suceso había producido 
en su alma. 

Contrayendo segundas nupcias, á los nueve años 
de su viudez, con el coronel de artillería D. Domin- 
go Verdugo Massieu, vio deslizarse los tres prime- 
ros años de esa unión entre placeres y alegrías. 
Pero nada hay eterno en este mundo. El monstruo 
de la política había envuelto en sus redes á Verdu- 
go, y á la caida de O'Donnell, fué víctima de un 
atentado que le puso á los bordes del sepulcro. 

Las brillantes muestras de consideración y de 
aprecio que recibía de todas partes , no eran punto 
á disipar la amarga zozobra de su ánimo ; y después 
de veintitrés años de ausencia , con la esperanza de 
que el cambio de clima favoreciese á su querido 



EN CUBA. 



S3 



enfermo, atravesó el atlántico , voló á Cuba , y 
allí recibió mayores muestras , si cabe , de la estima 
que todos indistintamente le profesaban. Inútil 
afán y engañoso remedio. Ni la influencia del 
clima , ni los cuidados de su consorte fueron, bas- 
tante á detener el curso rápido y fatal de la enfer- 
medad de Verdugo, que le preparaba un desenlace 
funesto , y qica^ecida su muerte , vistió la Avellaneda 
la negra toca de la viudez , pasó á la Península , 
estableciéndose en Sevilla , donde vivió hasta que 
en 1873, con general sentimiento de todos, los 
amantes de las letras, dio el último adiós á la 
vida. 

De propósito no hemos señalado detenidamente 
sus obras, que son muchas para hablar de ellas 
con un tan poco sosiego como escribimos, y muy 
importantes las más para ser tratadas por nuestra 
humilde pluma. Celebrada por Villemain , que la 
llama heredera de la lira de fray Luis de León ; 
elogiada por Durieu ; aplaudida por Quintana , Ga- 
llego y otros varones no menos distinguidos en la 
república literaria, ¿que nos resta decir á nosotros 
en alabanza suya y en provecho de sus obras?... 

Concluyamos estos breves apuntamientos y em- 
bozos repitiendo con Pastor Díaz: 

<Fué uno de los poetas má? ilustres de su nación 
y de su siglo; fué la más grande entr^ las poetisas 
de todos los tiempos. Fué uno de los escritores que 
más realzaron qI lustre y la majestuosa pureza del 
habla castellana. Fué una mujer muy hermosa; 
fué hija y hermana ejemplar ; fué excelente esposa; 
fué buena, constante y tierna amiga. > 



16 de Enero de 1878. 



34 LA poesía lírica 



GABRIEL DE LA CONCEPCIÓN VALDES. ■ 



(PLACIDO) 



¿Quién no ha oido nombrar á este desgraciado 
poeta? Es el más popular de toda la América lati- 
na : sus cantos corren: por todas partes ; los que los 
ignoran, los adivinan. 

Nació en la Habana en 18 de Marzo de 1809. De 
condición humilde , tostado color y pelo rizo , sin 
instrucción ninguna, iluminado por el genio se^ 
lanzó al campo de las letras. Su lira , según la 
feliz expresión de un crítico , semejante á la esta- 
tua de Mnemnon, resonaba al soplo de la brisa. 
Con más entusiasmo y fé que ningún otro, aspi- 
rando á ser poeta clásico, estudió las obras de 
Martínez de la Rosa, imitándole frecuentemente. 

Los redactores de Cuba Poética , que todo lo en- 
comian , como si todo fuese digno de aplauso , 



EN CUBA. 35 



aseguran , con una candidez que causa risa y una 
ignorancia que produce enfado , que los sonetos de 
Plácido pueden ser comparados con los de Lope, 
Argensola y Quevedo. Es el soneto una de las com- 
binaciones métricas en que se estrellan los mejores 
poetas. ¿Qué había de suceder á Valdés? En la 
edición que tenemos á la vista encontramos treinta 
y dos, y en Dios y en nuestro ánimo aseguramos 
que los más nos parecen detestables y los menos 
regulares, y nada mas que regulares. Verdad es 
que presenta algunos con rasgos muy felices, como 
estos tercetos que tomamos del que titula La som- 
bra de Mina delante de Bilbao : 

^i Añada en mi sepalcrg el vate Ibero 
Un triunfo más á mi brillante historia , n 
Dijo la sombra del audaz guerrero; 
Y fijando el laurel de la victoria 
En las sienes del ínclito Espartero , 
Voló serena al templo de la gloria. 

Y también no deja de mostrar belleza de arte en 
los que canta discreteos de amor : 

Mira , mi bien , cuan mustia y deshojada 
Está con el calor aquella rosa 
Que ayer brillante , fresca y olorosa 
Puse en tu blanca mano perfumada. 



Que habiendo en todo ol mundo tal mudanza, 
¿ Sólo en tu corazón habrá firmeza ? 

Son así mismo excelentes estos seis versos con 
que termina El Canario : 

Cubre aquel seno con^us alas de oro 



36 LA poesía LÍRICA 



Donde- ooulto el amor, plaoer respira; 
. Abre tu pico de coral, sonoro; ¡ 

Cuéntala el gozo que su edad me inspira; 
Y entrega para siempre ¿ la que adoro 
Mi corazón , mis versos y mi lira. 

Entre los que cita Fornarís en su Libro de elogios 
mutuos , es el mejor el de la Muerte de Gesler^ y 
sin embargo, notamos en él un verso prosaico y 
antigramatical , que de propósito señalamos: 

Tórnanle á echar las ondas y los vientos. 

Por lo demás, el soneto es bueno y merece 
aplauso. No así sucede con la pampiról^ida dirigida 
á D, Martin Arredondo, improvisada y , por más 
señas, con acróstico y final forzado. En ella no 
sabemos qué admirar más, si el mal gusto y de- 
testable costumbre literaria del autor, ó la estupi- 
dez de quien coleccionó sus obras. Y para que el 
lector no vaya á creer que hay exageración en 
nuestras palabras vamos á copiarlo aquí : 

AL SEROR DON MARTIN ARREDONDO. 

^ arcial , feliz , benéfico y human 

t> pareces sublime y géneros 

53 ápido como el rayo estrépitos 

H^ olerante en juzgar como Trajan 

HH lustre , fuerte , ardiente , american 

*^ aciste ¿ inmediación del yaque undos| 

í> migo dulce , jnilitar glories 

^ asgastes las enseñas del tiran 

(3^ n calma sin igual goza adormid 

O el. lauro inmarcesible que has ganad 

Q rguUoso de haberle merecid 

2 unca el dolor te aqueje y estasiad 

O ijo querub del cielo descendid / 

O rne tu frente de arrayan sa^ad / 



EN CUBA. a7 



Mentira parece qué en pleno siglo xix pueda 
impriniipse este soneto en las obras de un poeta á 
quien se trata de honrar ! 



ir 



« Plácido — dice Salas y Quiroga — es un hombre 
de genio... un peinetero de Matanzas, un ser hu- 
milde... Ai través de la incorrección de su lenguaje 
hay chispas que deslumhran, y no conozco poeta " 
americano ninguno, incluso Heredia, que pueda 
acercársele en genio, en inspiración, en hidalguía 
y dignidad. > i\o podemos estar conformes con esta 
opinión. Asegurar que Valdós es superior á Here- 
dia , nos parece una blasfemia literaria , ó una 
galantería de mal gusto , faltando á sabiendas á la 
verdad. Y ¿cómo podía suceder otra cosa cuando 
su misma condición humilde, su nacimiento, en- 
gendro y fruto'de ilícitos amores de una bailarina 
española y un mulato, el abandono de su madre, 
la pobreza en que cayó el autor de sus dias y la 
general preocupación que existe en Cuba de mirar 
en cierto modo con mengua y repugnancia á la 
gente de color, le alejaban de todo comercio lite- 
rario, de todo trato y beneficioso estudio, teniendo 
que trabajar día y noche para alcanzar un mez- 
quino pasar y no caer en brazos de la miseria? 

Diga Salas y Quiroga que Plácido tenía un tem- 
plo de alma extraordinario: que su lira hallaba sua- 
ves matices que reflejaren su imaginación oilndida, 
apasionada y ardiente: que modulaba dulces can- 
ciones que le recordarán siempre; pero déjese por 



38 LA I^OESIA LÍRICA 



Dios de comparacioíies enojosas que á nada condu- 
cen, ni ilustran, ni dan ni quitan más valor al 
poeta que las inspira ni al interés que las mueve. 
Ninguno con más entusiasmo cantó á Cristina y 
á Isabel , y en el corto espacio de su vida literaria 
lo hizo trece veces nada menos, exclamando des- 
pués , en una epístola al Marqués de Casa-Calvo , 
con no lucido estro : 

No con aqueUa degradada lira 
De ingratas cuerdas y oropel cubierta 
Con que tan sm razón y sin justicia 
Aplausos suelo prodigar , mal grado 
De mi jíd corazón en voz ficticia , 
Celebraré tu mérito elevado. , 



No la adulante humillación me inspira 
Ni el sórdido interés: jamás mi canto, . 
^e postró del poder ante las aras 
Ni su voz imperiosa oyó temblando. 

Difícil nos sería escojer aquellas composiciones 
que libres de defectos estuvieran, y vano fuera 
nuestro propósito si intentáramos tal cosa. Los 
versos de este poeta no se distinguen por la correc- 
ción, y no en grave apuro nos encontráramos si . 
tratásemos de probar esto mismo. Leed la Flor de 
la caña y esta preciosa letrilla, por demás recomen- 
dable , y os convencereis de lo que decimos. Hay en 
ella gracia, expontaneidad , sentimiento y belleza; 
pero hay en ella también prosaísmos, versos defec- 
tuosos, ripios y lunares de fácil remedio. Veámosla: 

Yo vf una veguera , Que el sol envidioso 

■ Trigueña tostada , De sus lindas granas , 



EN CUBA. 



89 



O quizás bajando 
Pe su esfera saora , 
Prendado de ella 
Le quemó la cara. 
Y es tierna y modesta 
Gomo cuando saca 
Sus primeros tilos 
La flor de la caña. 



La ocasión primera 
Que la vide , estaba 
Pe blanco vestida 
Con cintas rosadas. 
Llevaba una gorra 
Pe brillante paja , 
Que tegió ella misma 
Con sus manos castas , 
Y una hermosa pluma 
Tendida canaria , 
Que el viento mecia 
Gomo flor de caña. 



Su acento divino 
Sus labios de grana , 
Su cuerpo gracioso ^ 

Lijera su planta , 
Y las rubias hebras 

Que d la merced vagan 
Peí céfiro , brillan 
Pe perlas ornadas , 
Gomo con las gotas 
Que destila el alba 
Candorosa rie 
La flor de la caña. 



El domingo antes 
Pe Semana Santa , 
Al salir de misa 
Le entregué una carta 
Y en ella unos versos 
Pondo la juraba , 
Mientras existiera 
Sin doblez amarla. 
Temblando tomóla 
Pe pudor velada 
Como con la niebla 
La flor de la caña. 



Hállela en el baile 
La nó'che de Pascua , 
Púsose encendida. 
Pescogió su manta , 

Y sacó del seno 
Confusa y turbada 
Una petaquilla 
Pe colores varias. 
Piómela al descuido 

Y al examinarla 

He visto que es hecha 
Con flores de caña. 



En ella hay un rizo 
Que no lo trocara 
Por todos los tronos 
Qiie en el mundo haya ; 
Un tabaco puro 
Pe Manicabagüa , 
Con una sortija 
Que ajusta la capa, 
Y en lugar de tbipa 
Le encontré una carta 



40 



LA P0E8IA líbica 



Para mi más bella 
Que la flor de caña. 



Ko hay ficción en ella 
Sino estas palabras : 
— w Yo te quiero tanto 
Como tu me amas, n 
En un^i. reliquia 
De rásete blanca 
Al cuello conmigo 
La traigo colgada , 
Y su tacto quema 
Como el sol que abrasa 
En Julio y Agosto 
La flor de la oaiña. 



Ya no me es posible 
Dormir sin besarla , 
Y mientras que viva 
No pienso dejarla. 



Veguera prepioéa 
De la tez tostada , 
Ten piedad del triste 
Que tanto te i^ma ; 
Mira que no puedo 
Yivir de esperanzas , 
Sufriendo vaivenes 
Como flor de ca&a. 



Juro que en mi pecho 
Con toda eficacia 
Guardaré el secreto 
De nuestras dos almas ; 
No diré á ninguno 
Que es tu nombre Idalia , 
Y si me preguntan 
Los que saber ansian 
Quién es mi veguera , 
Diré que te llamas 
Por dulce y honesta 
La flor de la caña. 



No es ciertamente esta poesía la más popular y 
aplaudida de todas las que escribió. Su Adiós d la 
lira y la Plegayna d Dios, son las que de mayor 
fama gozan ; y no sin fundado motivo , pues las 
circunstancias en que fueron escritas, las angus- 
tias y desvelos de Plácido , la próxima terminación 
de su vida y el valor intrínseco de estas dos com- 
posiciones, bastan á justificar la nombradla de que 
gozan. 

Pero copiémoslas aquí , y así podrá formarse de 
ellas mejor idea el que leyere : 



EN CUBA, 41 

« 



ADIÓS Á MI LIRA 



No entre el polvo de inmunda bartolina 
Quede la lira que cantó , inspirada y 
De lirios y laureles coronada 
La gloria de Isabel y de Cristina , 
La que brindó con gracia peregrina 
La siempreviva al cisne de Granada : 
No yazga en polvo , no , quede colgada 
Dol árbol santo de la Cruz divina. 



Omnipotente Ser , Dios poderoso , 
Admitidla, Señor, que sí no ha sido 
£1 plectro celestial esclarecido 
Con que os ensalza un querubin glorioso , 
No es tampoco el laúd prostituido 
De un criminal perverso y sanguinoso ; 
Vuestro fué su destello luminoso , 
Vuestro será su postrimer sonido. 



Vuestro será , Señor ; no mas canciones 
Profanas cantará mi estro fecundo; 
¡ Ay ! que me llevo en la cabeza un mundo? 
Un mundo de escarmiento y de ilusiones ; 
Un mundo muy distinto de este sueño , 
De este sueño letárgico y profundo , 
Antro quizá de un genio furibundo 
Sólo de llantos y amargura dueño. 



Un mundo de pura gloria , 
De justicia y heroismo , 
Que no es dado á los profanos 
Presentir mundo divino . 



1 



42 LA poesía LÍBICA 

Que los hombres no comprenden , 
que los ángeles han visto, 

Y aun con haberlo soñado 
No lo comprendo yo mismo. 
¡ Acaso entre breves horas., 
Cuando divise el empíreo 
Postrado ante vuestro trono , 
Veré mis sueños cumplidos ! 

Y entonces vueltos los ojos 
A esta mansión de delitos ^ 
Os daré inñnitas gracias 
Por haber de ella salido. 
En tanto quede colgada 
La causa de mi suplicios- 
Es un ramo sacrosanto 

Del que hicisteis vos divino. 



i Adiós , mi lira ! A Dios encomendada 
Queda de hoy más... ¡ adiós ! ... yo te bendigo ! 
Por ti serena el ánima inspirada 
Desprecia la crueldad de hado enemigo. 
Los hombres te verán hoy consagrada; 
Dios y mi último adiós quedan contigo^ 
Que entre Dios y la tumba no se miente. 
Adiós ! voy á morir ! ... ¡ muero inocente ! 



PLEGARIA A DIOS. 



Ser de inmensa bondad , Dios poderoso , 
A vos acudo en mi dolor vehemente ; 
Extended vuestro brazo omnipotente ; ' 
Basgad de la calumnia el velo odioso , 



EN CUBA. 4S 



1^ arrancad este seUo igiLominioso 

Con quo el mundo manchar qnioro mi fronte. 



Rey de los reyes, Dios de mis abuelos , 
Vos solo sois mi defensor , Dios mió ; 
Todo lo puede quien al mar bravio 
Olas y peces dio , luz á los cielos , 
Fuego al sol , giro al aire , al norte hielos ^ 
Vida á las plantas , movimiento al rio. 



Todo lo podéis vos , tbdo fenece 
O se reanima é, vuestra voz sagrada ; 
Fuera de vos, Señor, el todo es nada, 
Que en la insondable eternidad perece , 
Y aun esa misma nada os obedece , 
Pues de ella fué la humanidad creada. 



Yo no os puedo engañar , Dios de clemencia ; 
Y pues vuestra etemal sabiduría 
Vé á través de mi cuerpo el alma mia , 
Cual del aire á la clara trasparencia , 
Estorbad que humillada la inocencia 
Bata sus palmas la calumnia impía. 



9 

Mas si cuadra ^ tu suma omnipotencia 
Que yo perezca cual malvado impío , 
Y que los hombres mi cadáver frió 
Ultragen con maligna complacencia , 
Suene tu voz y acabe mi existencia! ... 
Cúmplase en mi tu voluntad , Dios mió ! 

Como dijimos en la inti'oduccion á estos Apuntes , 
nadie mejor que Gabriel de la Concepción Valdés 
conoció la índole de su carácter poético en el exac- 



44 LA POESÍA líbica 

tísimo epígrafe que a sus obras puso. En él se vé á 
Plácido rico de imaginación , coa algún instinto de 
forma y delicado gusto. 

En cuanto á su erudición , también lo hemos 
dicho ya , se reducía á las obras de Martinez de la 
Rosa, imitándole en sus yerros y no en lo atilda- 
do de su frase. Ejemplo es de esto la célebre elegía 
del autor del Edipo , que comienza : 

Desde las tristes márgenes del Sena. 

y la de Plácido , en la muerte de Felá , que 
dice así : 

Desde los bordes del sepulcro helado. 

En suma : este poeta es uno de los má« inspira- 
dos hijos de Cuba. Incorrecto en la forma, descui- 
dado en el. estilo, desleído en la frase; es siempre 
dulce, apasionado y tierno en el fondo. Los defec- 
tos en que incurre , pueden perdonársele en gracia 
de su pobre condición, ¡Quién sabe! ¡Si hubiera 
hallado una mano protectora , quizá fuera hoy la 
gloria más alta de la poesía lírica americana! 

Murió Plácido fusilado el dia 28 de Junio de 
1844. (1). 

¡ Pobre poeta ! 

La primera edición de sus versos fué publicada 
en Matanzas allá por los años de 1878. En París 



(1) Sus delirios revolucionarios le comprometieron , su color le 
vendió y las sospechas de las comisiones militares , formadas por 
el que más tarde fué Duque de Tetuan y á la sazón capitán geno- 
ral de la Isla , le llevaron k tan triste ñn. Los procedimientos do 
aquel G-obierno no supieron respetar la preciosa vida de Plácido , 
hallando asi la muerte quien , por su talento , poi* su podero- 
sa imaginación y brillante ostro, debia ilustrar la historia do su 
patria. 



EK CUBA. 



hízose Otra (1856), plagada de yerros tipográficos 
y. en la que no kubo gran acierto literario. 

Plácido pasará á la posteridad , no sólo por su 
génií> y su inspiracton , sino también por sus des- 
üracias y su muerte. 



Madrid.— 1871. 



Hé aquí unos fragmentos de una carta que es- 
cribió Valdés raromentos antes de morir: 

"■ Dejo memorias á Martinoz de la Bosa ^ G-aUego 3*^ ZoíntílH. 
71 No dejo expresiones á ningún amigo , porque sé que en el man- 
do no los hay. 

•n GabbiEL. n 

¡ Qué desengaño tan amargo encierran estas pa- 
labras! 



1873. 



^m 



4r» LA poesía lírica 



RAMÓN DE PALMA. 



Aparecieron sus primeros versos bajo el pseudó- 
nimo de Alfonso de Maldonado , y con este nombre 
publicó sus Aves de paso, colección de rimas que 
mereció la más cumplida aceptación del público 
habanero ; dando en tiempo posterior á la impren- 
ta los cuadernos intitulados Hojas caídas y Meló- 
diás poéticas. 

Sin que pretendamos colocar á Palma á la al- 
tura de nuestros mejores poetas, no por eso hemos 
de hacer traición á su mimen, dejando de recono- 
cer la perfección del plan de sus composiciones, su 
florido estilo y la severidad de su frase. Cierto es 
que deslustra alguna vez que otra estas cualida- 
des, la imitación que desde luego se descubre en 
sus obras, imitación que le daña, pues haciéndonos 
recordar su modelo le encontramos flojo y sobra- 
damente inferior á él,^ 

« 

Ay ! cuánto tiempo inanimado, estéril. 
En silencio pasé , sin que mi labio 
Sonase con tu voz..... 



Eíí CUBA. 47 



dice en una de sus mejores composiciones, paro- 
diando á Heredia, cuando á. la vista del Niágara 
exclama: 

Oh ! cuanto tiempo 
En tinieblas paso sin que mi frente 
Brillase con su luz 

Este defecto y otros varios que encontramos en 
sus Faces sociales desvirtúan la bondad de sus 
escritos, haciendo olvidar rasgos de animación y 
sentimiento, tan donosamente expresados como 

este: 

Mi dicha es él amor! Tierra de Cuba , 
Por los ardientes -trópicos ceñida , 
Tierra de luz , de palmas y de vida; 

Mi dicha es el amor ! 
De tu expléndido sol , de tus estrellas ^ 
De tus brisas del mar y de tus flores , 
Se desprende el raudal de tus amoresr 

Que bebe el corazón. 

Si bien es verdad que en la misma composición 
de donde tomamos estos versos hay conceptos tri- 
viales y pobres en demasía, como pudiéramos 
probar citando : 

¡Ventura loca! 

Y estreché su mano bella 

Y su cintura gentil. 

Pero , ¿ han de bastar estos yerros y descuidos 
para condenar á un poeta como Palma? No juzga- 



48 • LA rOE8£A LÍRICA 



ría con razón el que leyere, si tal fallo profiriera , 
sin vpr en sus Devaneos de amorj 



Un silfo fué , quien de> Oriente trajo 
La rosa purpurina 
Con que perfuma su gentil tocado , 
Quien á su aérea planta 
Calzó el coturno de luciente seda. 

Y sin oirlo en El suspiro : 

Idioma breve del alma 
Cuanto dices , ¡ oh , sus|)iro ! 
líinguna lengua en su giro 
Puede seguir tu expresión. 

i Cuan feliz oorrespondida 
Es la candida doncella^ 
Que arde en la pura centella 
De una licita pasión. 

Semejante al airecillo 
Que retoza en los vergeles 
De su boca en los claveles 
Yaga el suspiro de amor ! > 

i Cuan amai:go es el suspiro 

De un mortal desengañado ! 

Sale á pansas , arrancado 
Del fondo del corazón 



V 



¿Qué más? Antes de juagar á Palma se hace 
preciso estudiar la época en que brilló (1830 á 
1840) , el movimiento literario que entonces reina- 
ba, los conocimientos que poseía, lo? estudios que 



E:s cuba. 49 



había hecho, todo, todo lo que puede contribuir á 
formar un poeta. 

Se nos dirá que sus versos carecen de fuego, que 
su estilo no es propio; pero ¡qué importa!... ¿no * 
tiene corrección y elegancia en la frase?... ¿no 
tiene sentimiento en la expresión y arte en la lim- 
pieza de sus obras?... Volvemos á decirlo: Palma 
no puede colocarse al lado de Heredía, de Milanés 
y de la Avellaneda; pero tiene suficientes títulos 
para ser apreciado , y en sus obras puede estudiar- 
se la revolución literaria que se realizaba en nues- 
tro país. • 

« 

Gijon.-1869. 



1. 



50 * LA poesía líbica 






Nada más difícil para un critico que tratar de 
.obras de reconocido mérito por todos ; pues si no 
ha de seguir la corriente general , y procura poner 
la verdad en su punto , necesita colocarse en fren- 
te de todos y luchar á brazo partido con la pú- 
blica opinión , * no consiguiendo el logro de sus 
deseos , y sufriendo en pago la mal-querencia de 
muchos. 

Ocúrresenos esta pequeña observación al ocu- 
parnos de Milanés, no porque vayamos á rebajar 
su mérito, que en mucho le tenemos, sino porque 
al examinar sus obras obligados estamos á conde- 
nar, si á la razón nos ajustamos, aquellas que 
precisamente forman el mayor deleite de sus com- 
patriotas, mereciendo de ellos la más cumplida 
alabanza. 

Ya , al hablar de Zenea , dijimos algo sobre esto 
mismo, y sentimos pesar de haberlo dicho, y mu- 
cho mayor de repetirlo aquí, porque hésenos 
acusado de ello. 



' 



IdbHM 



E^ CUBA. * 51 



No fué propósito nuestro combatir el género 
social á que dedicó Milanés algunas composiciones, 
aunque, á ser francos, confesaremos que no es 
de nuestro agrado. Lo que hicimos entonces, ó 
pretendimos hacer, fué probar que el poeta de 
Matanzas era muy inferior á sí mismo, digámoslo 
así, cuando siguiendo á Zorrilla y sus bastardos 
imitadores se extravía en un falso romanticismo , 
que es la negación del arte. Y tan cierto es ^sto , 
y tan hondas huellas nótanse de seguida en las 
obras de sus últimos tiempos, que si tuviéramos 
que separar las unas de las otras, no cobraríamos 
miedo de equivocarnos. 

Pero digamos algo de la vida de este poeta , y 
procedamos con método. 

Nació José Jacinto Milanés en Matanzas el año 
de 1814, y aún cuando su afición no era poca al 
estudio de las letras , no empezó á darse á conocer 
hasta después de haber cumplido veintitrés años. 
Entonces lo hizo en el Aguinaldo Habanero que, 
como hemos dicho en otro esbozo biográfico , di- 
rigían Palma y Echevarría; y en breve tiempo 
fué tan conocido de todos , que en las más peque- 
ñas poblaciones de Cuba era ya considerado como 
uno de nuestros mejores poetas. La desgracia, 
que parece cebarse en los hijos más esclarecidos 
de aquel suelo, no echó en olvido á Milanés, y 
en 1843, abrumado por graves y complicadas afec- 
ciones, sin que fueran bastantes los recursos de la 
ciencia v los constantes cuidados de la familia, 
enmudeció para siempre, .presó de uua enajenación 
mental, que lo llevó al sepulcro, tras largos pade- 
cimientos y dolores, en 1863. 

Tal fué la vida de esto desgraciado poeta , que 



52 ^ LA poesía LÍRICA 



en frecuente ocasión exclamaba , como Rabis- 
tonne: 

Mou coQur bat dans la solitudé , 
Le fil dst loug, la tache est rude« 
Belle éfcoile, ah!.je voadrais bien 
Uu coeur, un ooeur aupr¿s du mien! 

Y le atormentaba lo infinito , como á Alfred de 
Musáet, y, sin embargo, podia hacer suyos estos 
versos de Lafenestre: 

Une prQme^fie parle au lond de la souffrauce, 
L* infini te tourmente et 1' infiui t* attend! 

Hablemos de sus obras , y y^ que no conocemos 
más que la edición que hizo su hermano D. Fede- 
rico, ajustemos á ella nuestra crítica. 

Milanés , q^ue es uno de los poetas más populares 
en Cuba, fue el primero que, desviándose del ejem- 
plo prestado por los anteriores, trató de dar á sus 
cantos un colorido propio, retratando de tal modo 
los cuadros de la naturaleza tropical , que , si con- 
cediéramos á Cuba uña literatura original y carac- 
terística , enteramente diferente de la castellana , 
citaríamos algunas piezas de este autor y otras 
tantas de Tolón, desechando á los demás, por no 
tener ese sello sui generis^ que es el exequátur de 
toda originalidad. 

Su sencillez y dulzura, y sobre todo la melancó- 
lica y soñadora tristeza de que se hallan impreg- 
nados sus versos, contribuyeron -, más que el estro 
innegable de este poeta, á dar á su nombro la 
fama y nombradla de que ^'o;^a. 

^- Quién quG se pique de literato no ha (ndo reci- 



EN CUBA. ' ofj 



tar su canción á la fuga de la tórtola? ¿Quién 
habrá que , amando lo bello , no se halla entusias- 
mado leyendo La niadricgada ? 

Ninguno. Es imposible! Hay tal sencillez, tal 
encanto, tanta poesía en esas composiciones, que 
preciso se hace ser completamente refractario al 
buen gusto , para dejar de admirar la fuerza crea- 
dora del genio. Pero copiémoslas aquí, que seguros 
estamos de que habrá de agradecérnoslo el que 
leyere : 



LA FUGA DE LA TÓRTOLA 



Tórtola mia ! Sin estar presa , 
Hecha á mi cama y hecha a mi mesa , 
A un beso ahora y otro después ; 
¿ Por qué te has ido? ¿Qué fuga es esa , 
Cimarronzuela de rojos piós? 



¿Ver hojas verdes sólo to incita? 
c. El fresco arroyo tu pico invita ? 
f.Te llama el aii'o que susurró? — 
¡ Ay do mi tórtola , mi tortolita , 
Que al monte ha ido y allá- quedó 1 



03'^e mi ruego , que el mié lo exhala . 
í De qué te sirve batir el ala , 
iSi te amenazan con muerte igual , 
La astuta liga . la ardiente bala 
Y el canto jiíóo áolnmniynaU'^ 



Tor^» ; ay I Tu fu^a ya me acrcUta 



LA P0E81A LÍRICA 



Que ansias ser libre, x^asion bendita 
(^ue aunque la lloro la apruebo yo. - 
¡ Ay de mi tórtola , mi tortolita , 
Que al monte ha ido y allá quedó I 



•Si ya no vuelves, ¿á quién confio 
Mi amor ooulto , mi desvarío , 
Mis ilusiones que vierten miel , 
cuando me quede mirando al río 
Y á la alta luna que brilla eu ól V 



Inconsolable , triste y niarcUita , 
Me iró muriendo , pues en mi cuita 
Mi confidente me abandonó. -^ 
¡ Ay de mi tórtola , mi tortolita , 
Que al monte ha ido y allá quedó I 



LA MADRUGADA 



Necio y digno de mil quejas 
El que ronca sin decoro 
Cuando el sol con rayo de oro 
Dá en las domésticas rejas. 



¿ Puodo haber cosa más bella 
Que de la arrugada cama 
Saltar , y en la fresca grama 
Del campo estampar la huella ? 



Campo, digo. i>or«|uc' i.»ierd<¿ 



EN CUBA. 55 



La mañana su* sonrisa , 

En no habiendo agreste brisa 

Muclio azul V inuchü veide. 



No hay que gozarla en ciudad 
En todo hoiizonte urbano 
tíe estaciona de antemano 
Triste va])orosidad. 



Lue.a:o , ved I tanto edificio 
Alto, sório... Angustia dan ; 
' El alba, el sol. alli están 
Como sacados de quicio. 



-No: yo he de andar á mis anchas 
L'na campiña florida; 
Por ver del alba querida 
La faz virgen y sin mancha!*. 



A'erla en Oriente lucir 
Diáfana , rosada . bolla . 
Como una casta doncella 
(¿ue enamora al sonreir. 



Yo no só como hay cabeza 
Tan interesada v fría . 
C¿ue no ame , al rayar el dia 
La hermosa naturaleza. 



Vedla rejuvenecer.^e , 
Vcdla rodar en el rio , 



56 LA poesía LÍBICA 



Brillar pura en el tocio , 
Con los árboles mecerse. 



Arrastrada en el reptil , 
Fiera y alzada en el bruto , 
Dulce en el colgado fruto , 
Bisueña en la flor gentil. 



Oh Dios ! ... Allá en mis niñeces , 
Antes de brotarme el bozo , 
Con qué sencillo alborozo 
Vine á ver esto mil veces / 



Yá una errante mariposa 
Con su matiz me atraía , 
Ya olvidado me ponía 
A contemplar una rosa. 



Siempre alegre. Ya se vé ! 
Nunca entonces cavilaba , 
Ni mis cejas arrugaba 
Algún triste no sé qué. 



Después como entré en más años 
Y como vi una hermosura , 
Tuve por triste locura 
Ver sol , montes y rebaños. 



¡ Qué ingrato fui ! Pero bion 
Se vengó naturaleza: 
Aquella ingrata belleza 



KX QUBA. 



r>7 



Olvidóme con desdén. 



Vertí un mar de llanto : el alma 
No se me hallaba sin ella ; 
Al £n una amiga estrella 
Dolióse y me puso en calma. 



; Oh , qué dolor tan agudo 
Es olvidar/... Pero al cabo. 
Botos los grillos de esclavo 
Curóme el médico mudo : 



El tiempo, el tiempo veloz 
Que tiñe nuestras cabezas 
De blanco , y tantas bellezas 
Deja sin lu« y sin voz. 



De entonces acá me place 
Ver la escena matutina 
Segunda vez:—* medicina 
Celestial que me rehace. 



Con todo j mis cicatrices 
Se ensangrientan y suspiro 
A donde quiera que miro 
Dos amadores felices. 



Y aún con menos ocasión 
Si oigo el susurro alterno 
De dos palmas', en lo interno 
Se me angustia el corazón. 



58 LA poesía LÍRICA 



Si en un ramo miro á solas 
Dos aves cantar querellas, 
Si relucir dos estrellas^ 
Si rodar dos mansas olas: 



Si dos nubes enlazarse 
Y por el éter perderse , 
Si dos sendas una hacerse , 
Si dos montes contemplarse ; 



Me paro y con ansiedad 
Recuerdo que á nadie adoro 
Miro tunto enlace y lloro 
Mi continua soledad ! 



Costumbre general es entre los que para el pú- 
blico escriben , amontonar páginas sobre páginas , 
á fin de presentar voluminosos tomos , sin detener- 
se á pensar que quien mucho escribe se halla 
más propenso á equivocarse, y que la cantidad no 
añade belleza, antes bien la quita y da fatiga y 
cansancio. Heredia no hubiera sido menos grande 
si sólo hubiera escrito sus composiciones al Niágara 
ydXSol; y Gilbert, Andrés Chenier y otros mu- 
chos no necesitaron fatigar las imprentas para 
gozar de una reputación envidiable. • 

A esa costumbre pagó escote Milanés , y así ve- 
mos en el tomo de sus obras trabajos que, por lo 
incompletos y defectuosos, debieron permanecer 
en olvido ; y no se nos diga que en todos ellos hay 
algo recomendable, porque si bien es cierto, no es 



EN CUBA. r,9 



menos verdad que contienen pensamientos vulga- 
res en demasía y versos malísimos. Otros hay que, 
sin reunir los defectos de forma , no son muy supe- 
riores por el fin á que propenden y la pintura por 
demás enérgica que encierran : 

Cuando hay luna en el cielo y no hay estrella 

Y en lenguaje nocturno hablan las olas , 
Platicará con la casada á solas ; 
Pálida reirá la vil casada 

Y bajo de la adultera almohada 
Ociiltará cargadas las pistolas. 



Que huye del sol y anda oculto. 

Como se muerde el puño y sin resuello. 

* 

En vez de que la ley ponga un atajo. 

Pues por huir de qne el pueblo airado ladre. 

Un ayo 
Ingerto risible de docto y lacayo 
Que vieHe latines y enseña a servir, 

Pero despojado de estos defectos , eliminadas al- 
gunas composiciones y separadas otras , puede 
formarse uñ pequeño ramillete que hará recordar 
por siempre á este infortunado poeta. Con el des- 
barajuste de una edición chapucera, se nos presenta 
Milanos muy desigual , y culpa tendrá de ello el 
colector de sus obras, qne, falto de tino y no con 
muy buen criterio , publicó cuantos versos hubo á 
mano, sin consultar la crítica literaria y los pre- 
ceptos de buen gusto. Al ocuparnos de Plácido, 
nos quejamos de esta misma falta, y entonces, 



GO LA poesía LIEICA 



como ahora, deploramos el escaso talento de cier- 
tos editores , que nos ponen en el caso de censurar, 
contra nuestra voluntad , lo que coleccionado con 
mayor esmero fuera digno de alabanza y aplauso. 

Y es esto tanta verdad, que hasta los compila- 
dores de Ctiba Poética vacilan un momento al 
escojer las poesías de este bardo , como temerosos 
de estrellarse con la opinioa pública , lo cual viene 
á ser un argumento de fuerza para nosotros, pues 
en el transcurso de estas biografías hemos podido 
apreciar lo reparados que son en sus escojimientos 
tan donosos críticos. 

Pero no presuma nadie que tratamos de menos- 
preciar á Milanés. Lejos de eso queremos consignar 
de un modo concreto, al terminar estos apuntes 
que de lijero escribimos, que sin vacilación reco- 
nocemos en el poeta de Matanzas méritos bastantes 
para colocarlo en los primeros puestos de nuestra 
galería. No tiene el fuego piridárico de Heredia, 
ni la entonación robusta y varonil del malogrado 
Luáces; pero hay tal sencillez, tal armonía, tan 
delicado encanto en sus versos, que fuera de esos 
dos gigantes de nuestra literatura ha de compartir 
con Plácido los aplausos que arranca el genio y la 
admiración que tributa un pueblo á sus hijos más 
preclaros. 

Habana— 1876. 



KN CUBA. iU 



JOSÉ LUIS ALFONSO. 



; Buenas caricaturas vamos viendo ! 
Excelentes contornos viendo vamos ! 
Andando vamos , vamos anduviondo ! 

YlLLEBOAS. 



Cantos de rm peregrino intitula este hijo de Cuba 
una colección áe sus obras publicada en París en 
1863, y bien pudiéramos asegurar cine tienen mu- 
cho de peregrino los tales versos. Él mismo así lo 
reconoce, presentándose en el prólogo como sim-- 
pie aficionado y y á f é que no miente, pues, sino 
tiene nada de esto último , anda bien sobrado de lo 
primero , y vayase lo uno por lo otro. 

Dice también, quizá para atenuar los yerros, 
que sólo -en horas de ocio y de holganza ha dedicado 
las fuerzas de su intelecto al estudio de las letras; 
y esto casi nos avisa en favor suyo, porque, en 
medio de todo, peor sería que se dedicara á man" 



G2 LA POESÍA LÍRICA 



vais affaires ; pero hétenos aquí que, cuando más 
decididos estábamos á callar, saltó la liebre, es 
decir, la liebre precisamente no, porque no había 
ninguna, sino que, D. José Luis, con una bondad 
irreprochable , aún cuando con sediciosa intención 
y aviesa mira, nos ofrece otro segundo tomo: y, 
como eso de darnos un segundo tomo e? la mayor 
de las calamidades que pueden sufrir las letras 
cubanas, y nosotros somos fieles amantes de ellas, 
— ¡qué demonio! — lo que es eso no se lo podemos 
perdonar. 

Pero vamos á cuentas. , 

Divídese la obra en tres partes, concluyendo con 
una traducción de los Cantos de Selma. Respecto a 
este poema, lo mismo que á la noticia que acerca 
del bardo escocés nos suministra Alfongo, hemos 
de apuntar algo á la postre de este artículo; pues 
ahora queremos examinar, aunque lijeramenta, 
porque no podemos detenernos en obras de tan 
escaso valor , los tres primeros libros que , ó' mucho 
nos engañamos, ó no nos han de dar momento de 
reposo en su condenación y crítica. 

Difícil nos sería clasificar las obras de este autor , 
y para ello no tenemos la paciencia y el buen 
humor que necesarios se hacen para cosa tan ba- 
ladí : pero si no hemos de hacer una clasificación 
detenida y un análisis profundo de los versos de 
Alfonso, no por eso dejaremos de consignar aquí 
nuestro juicio crítico, en la seguridad de interpre- 
tar en él el de todos los cubanos que hayan leido 
los Cantos de un peregrino. 

Si entendemos por poesía la manifestación de lo 
bello y la expresión artística del pensamiento por 
medio de la palabra, mal atinado anduvo este 



EX CUCA. ir) 



autor bautizando su libro de tal , pues en él no en- 
contramos, y nos pesa en el alma, ni artística 
expresión ni belleza alguna. Y no se diga que ya 
que no un poeta excelente, es, José Luis Alfonso, 
un versificador armonioso, que ni esto le concede- 
mos, y sólo haciéndole mucho favor colocamos su 
nombre al lado de los de Briñas, Betancourt y 
Chaves. 

Abramos el libro, y oidle en unos sáneos á 
Nísida: 

Haz que yo sienta sobre el pecho mió 
la carga amada de tu hermosa frente , 
y que el aroma de tus negros rhos 
ávido aspire. 



Asi felices en eterno abrazo 
nos juraremos un amor eterno , 
y si funesto nos separa el ha(fo 
venga la muerte. 

Si de mi amada conocer deseas j 
Lector amigo , la sin par beUeza,,. 

Oval el rostro , placentero tiene, " 
Cual la sonrisa de la madre Venus. 

Mas no contento con estos desatinos, comete 
otros no menos notables, y á poco que anduviéra- 
mos, y si nos fijáramos en La noche de Iwia, 
encontraríamos estos versos, en los que no sabemos 
qué admirar más, si el chaparrón de asonantes ó 
lo mezquino y pobre del pensamiento : 

Bello es el mundo y la vida , 
BeUo el cielo y sus lumbreras , 



i'A LA. POESÍA LIRiCA 



BeUaa la9 verdes praderas 
Como las üores de Abril; 
Bello es el mar , y la calma 
Be sus ondas azuladas , 
Po se miran retratadas 
I)e la noche estrellas mil. 



Todo esto será muy bello y más aún si así lo 
quiere el Sr. Alfonso; pero es poco castizo, y supo- 
nemos, pensando llanamente, que al decir < estre- 
llas de la noche » lo hizo con la buétia intención de 
no confundirlas con las que nos hace ver un indis- 
creto pisotón sobre un callo recibido. Por otra 
parte , que las estrellas no son de la noche ni del 
dia ya lo sabemos todos , y por lo tanto parécenos 
sobrada impropiedad atribuírselas á aquélla, cuan- 
do éste pudiera presentar también sus títulos de 
dominio. 

Y hora es ya de que nos ocupemos del poema de 
Ossian. 

Cuestiónase de mucho tiempo há sobre la exis- 
tencia de este bardo, á quien se ha tratado de 
colocar al lado de Homero, asegurando que sus 
cantos pueden competir con la Iliada y la Odisea ; 
y tan revueltos andan los pareceres y tan confun- 
didas las opiniones, que, más de cuatro, padeciendo 
extravío, afirman la autenticidad de sus poemas, 
sin que hasta la fecha , que sepamos , tengan razón 
alguna en que fundarlo. Es de ios que sostienen 
esto el autor de que nos ocupamos , y tal maña se 
dá y de tal modo enmaraña y tergiversa la verdad 
histórica, que, pese á su saber, no entendemos una 
jota de lo que sobre este punto dice. Nosotros, 
lejos de pensar en la verdadera existencia del hijo 



EN CUBA. Ü5 



ele Fingal, creemos que los poemas que con su 
nombre se conocen fueron escritos por Jacobo Mac- 
pherson , mediano ingenio que brilló allá por los 
años de i760. La popularidad que adquirieron 
estos cantos, tiene su fundamento y aplicación en 
la humillación política que sufría Escocia, y no en 
el mérito literario intrínseco suyo, pues que á 
vuelta de mil imágenes exajeradas y faltas de ver- 
dad, toman un color vago, fantástico y sentimental 
que 5 agTadando al pronto , concluye por producir 
mareos. 

¿Qué diremos de la traducción de José Luis Al- 
fonso? ¿Se encontraba en condiciones para empren- 
der este trabajo? ¿Basta saber un idioma para 
traducir bien una obra? El autor de los. Cantos de 
un peregrino era el menos á proposito para dar 
cumplido remate á empresa tan ardua, y así le 
vemos trasladar desatinadamente á una lengua, 
que no es por cierto la que hablaron Cervantes y 
Calderón , aquellas descripciones fantásticas , donde 
oimos silvar el viento entre los abetos y vemos 
cabalgar las sombras en las nubes. 

Toda traducción en verso suele ser incorrecta y 
defectuosa, y, sobre todo, poco fidedigna. Sucede 
que tratando do vencer los obstáculos rítmicos, se 
olvida el pensatniento y pierde éste toda brillantez 
y ternura con que fué expresado. Sucede también 
que muchas veces, y particularmente al traducir 
del inglés al castellano, que las diferentes combi- 
naciones del lenguaje no se amoldan, por lo gene- 
ral, á una forma que, por muy sencilla que sea, 
siempre es más fatigosa y difícil que la prosa. 

¿Qué habría de pasar con los Cantos del Selma^, 
^Qüé... — prefonmos callar, y callanK^s. — ]Ojalá 



66 LA poesía LIMCA 



que nuestro silencio pudiera hacer olvidar las obras 
(le José Luis Alfonso. 



iH7i. 



EN CUBA. 67 



JOAQUÍN LORENZO LUÁCES. 



CARTA Á UM AMIGO DE CONFIANZA. 



Amigo mió: Pregiiiitame Vd. con bondadosa 
curiosidad en su estimada carta, que, como todas 
las suyas llenóme de placer, por mis pobres escri- 
tos, y me anima, generoso y benévolo conmigo, 
mas de lo que merezco , á terminar y dar á la es- 
tampa mi trabajo acerca de la poesía lírica cubana. 
Muchas veces he dudado, y suspenso repasaba mis 
mal pergeñados manuscritos, viendo en ellos la 
gran deñcencia que manifiestan y revelan, y al 
reparar en lo pobre y malo de su estructura litera- 
ria, pensaba al pronto cambiar la forma y plan de 
mi trabajo, y escojer simplemente algunas piezas 
de cada autor, precederlas de muy someras notas 
biognificas coa i^elacion sucinta de sus escritos , y 
dar de ese molo, á la imprenta , uu v-p^rtorio de 
versos cubanos. 



68 LA poesía LÍBICA 



Tarea fácil y por demás sencilla sería ésta para 
mí, auaque tropezase coa algunas dificultades, 
que se explican desde luego recordando que no 
otra cosa hicieron Luáces y For naris en su Cuba 
Poética y con más reposo y vagar que yo, y cono- 
ciendo y tratando personal é íntimamente á casi 
todos nuestros poetas; por más que en este libro, 
que Vd. conoce perfectamente, en resolución no 
brillan ni la imparcialidad ni el buen gusto de los 
compiladores. Pero, ¡qué quiere Vd., mi amigo! 
eso de no meter baza, como vulgarmente se dice , 
hiere mi amor propio hasta el extremo de hacerme 
desecliar tal propósito y me obliga á continuar la 
primitiva senda, dedicando un artículo á cada 
poeta y diciendo en él, como Dios me dé á entender 
lisa y llanamente , no sólo mi opinión , enteca y 
flaca en demasía , sino la agena , si autorizada y 
digna se presenta.. Tal sistema, harto más esca- 
broso y difícil , entraña por otra parte mil tropiezos 
que consisten en tener que condensar y concretar 
el pensamiento de manera que en muy pocas pági- 
nas resulte expresado lo que para su mejor y más 
adecuado desarrollo requeriría todo un libro. Y 
tanto es esto verdad, cuanto que me encuentrt) 
apurado hace dias sin saber cómo y de qué modo 
he de escribir algo que no sea impertinente sobre 
el poeta más vigoroso de esta tierra. El cantor de 
los grandes ideales de la humanidad no coje en el 
reducido cuadro de un artículo; su figura, cada 
vez más grande para mí , no se encaja en el estre- 
cho marco que serviría para Briñas ó Fornáris. Y, 
¡vea Vd, lo que son las cosas! Joaquín Lorenzo 
Luáces es un poeta casi desconocido entre nosotros?; 
.sus versos, algunos de ello^ publicados en un po- 



EN CUBA. 69 



queno volumen, cuya edición no fué numerosa; 
sus grandes odas al Trabajo y á Varsovia, y á Ciro 
Field; sus dramas y comedias, que son muclios; 
sus leyendas cubanas y sus romances, donosos y 
galanos como los de nuestros mejores hablistas; 
sus poemas , inéditos algunos ; todos los trabajos , 
en fin, de su fecunda y correcta pluma, no han 
visto la luz pública coleccionados en forma de libro. 
Unos cuantos andan repartidos en las buscadas 
colecciones de nuestros escasos periódicos; otros 
impresos separadamente en pequeños cuadernos; 
muchos en poder de su hermano D. Agustín , y 
todos ellos olvidados por la juventud que conoce á 
Luáces más por su fama que por sus obras, más 
por el recuerdo de las prendas personales que le 
adornaban que por los cantos apasionados y vehe- 
mentes de su musa. 

Fornarís era su amigo, y con él redactó muchos 
periódicos y revistas; con él compuso y recopiló 
esa desgraciada Ciúya poética^ de tan péximo y 
deleznable gusto (i). A la-muerte de nuestro poeta , 
el bardo bayamés le dedicó un artículo más sentido 
que bien escrito y peftsado , recordando su valeroso 
estro y llamando la atención publica sobre el pobre 
Luáces. Villergas , que también le conoció cuando 
comenzaba su carrera literaria y las grandes con- 
cepciones de su inteligencia aún no habían robado 
su forma y vistosos atavíos á su fantasía y lozana 
imaginación, aplaude su depurado gusto en el 



(1) Debo declarar aqui , aunque no tengo motivo digno en qué 
fundarlo y sólo es obra de recelo ó sospecha que me asalta por el 
conocimiento de las obras de estos dos poetas , que la colección 
intitulada Cuba Poética más debe ser trabajo de Fornarís que de 
Luáces 2 ó bien que en su empeño cedió el autor del Arútodemo á 
una amistad poco franca y sobradamente exajerada y pueril. 



6 



70 LA poesía líbica 

manejo habilidoso del idioma en que escribe, y 
declara que sabe sostener convenientemente en sus 
obras el vuelo levantado de la verdadera inspira- 
ción. Encuentra muy nutrida de ideas^ ataviadas 
con la majestuosa forina que su asunto requiere , 
la poesía que intitula La naturaleza. Cita el mismo 
crítico los siguientes versos tomados del Ultimo 
amor y el soneto dedicado al alzamiento del país 
Lombardo- véneto: ' • 

Por él Catón muriendo se engrandece 
y triunfa Bruto y su ofensor peréoe : 
y del audaz Hi parco , haoien lo vanas , 
las duras leyes que menciona el odio , 
con verde mirto cubre 
su fiel espada el vengador Hormodio. 



A los nombres de patria y de venganza 
despierta rencoroso el italiano , 
y alzando airado la^robusta mano 
altivo blande la nudosa lanza. 

Le conduce á* la gloria la esperanza : 
reta á los siervos del feroz germano , 
y retumba en los ámbitos del llano 
el himno precursor de la matanza. 

El pendón nacional despliega al viento ; 
combate bravo, asalta las almenas , 
huye el austríaco á su mirar sangriento... 

Y exhaustas ya las generosas venas , 
sólo pueden alzar en monumento 
^ Venecia ruinas y Milán cadenas / 



Menciona, como dignos de elogio, otros como 



EN CUBA. 71 



La pesca y Bruto, primer cónsul^ copiando el ro- 
busto y animoso coro de su Canto de guerra: 

V 

¡ Venganza , griegos : Mitolongi en ruinas 
bajo el alfanje de Ilu*aini cayó / 
i Halle siempre el muslin , cual en sus muros / 
al griego muerto , pero esciayo no J 

Para Villergas, Luáces pertenece á la raza de los 
verdaderos poetas , y señala su presencia en Cuba 
como uno de los más predilectos hijos en la musa 
castellana. Es atildado y nimio en su lenguaje sin 
ahogar en una forma amanerada y violenta el 
fuego sacro de la inspiración; no canta sólo la her- 
mosura y el amor; su lira resuena cadenciosa y 
dulce al expresar el afecto que inspira la mujer 
amada ; del igual modo que encuentra acentos bi- 
zarros y dignos arranques cuando describe los 
adelantos de nuestra portentosa civilización y pro- 
clama la libertad benéfica de los pueblos. 

Ya ve Vd., amigo mió, si tengo tela larga que 
cortar, y si con tantos elementos como poseo, 
amen de una biografía detallada y minuciosa que 
me dio un hermano de Joaquín Lorenzo con varios 
versos inéditos de éste , que guardo como preciosa 
reliquia, no podría hacer un acabado estudio de 
sus obras si con más reposo , vagar y exparcimien- 
to pudiese coordinar mis ideas, darles forma ade- 
cuada y digna, y poseyere más talento y analítica 
atención. Por eso le decía al empezar esta carta 
que me veia negro sin saber qué hacer con este 
poeta, para mí el más notable de Cuba. Señalar 
los defectos de Briñas, deFornarís, de Vinajeras y 
de otros mil es labor fácil y acomodada al gusto 
público. Es más, la pequenez de sus obras dispensa 



72 LA poesía LÍRICA 



al crítico de ua trabajo serio, meditado y extenso; 
pero eso no sucede así tratándose de hombres como 
Luácej, que han escrito mucho y muy bien, reser- 
vando la posteridad, para sus obras, una influen- 
cia patente y manifiesta en la dirección de nuestra 
juventud estudiosa. 

Era nuestro poeta de familia modesta, aunque 
no pobre, y en ella halló siempre ejemplo digno 
que seguir , modelo honrado que imitar-y condición 
y despejo en que amoldar su carácter. De cuerpo 
enteco y encanijado, gozó de poca salud, y su 
robusto ánimo y valeroso esfuerzo viéronse mal 
encerrados en tan pobre y menguada vestimenta. 
Sensible y afable en su trato ; caballeroso y digno , 
conocía perfectamente nuestra literatura y escri- 
bía con corrección y gracia y de carrera, no con- 
cediendo á sus escritos importancia alguna: enemigo 
de darse á luz y de lucir las galas de su ingenio, 
que él juzgaba, con su delicada modestia., de nin- 
gún valor. Gozaba en el triunfo de sus amigos y 
aplaudía la revolución literaria de su pais, amán- 
dole con amor ciego y exaltado. Cultivó todos los 
géneros literarios; pero las condiciones peculiares 
de su espíritu, su esquisita prudencia y benignidad 
le hicieron sobresalir más en los unos que en los 
otros. Y no podía suceder de otra manera. ¿Cómo 
era posible que Luáces compusiese epigramas y 
letrillas como Góhgora y Queveplo? ¿Cómo hablan 
de valer sus críticis y sus artículos de costumbres 
tanto como los de Fígaro? Bufón lo ha dicho: el 
estilo es el hombre, y cuando quería poner de ma- 
nifiesto los vicios de una obra, hallaba la disculpa 
en ellas y la aplauUa; cuando pensaba zaherir con 
un Qpígrama á un émulo suvo, lo hacía con tal 



EN CUBA. • 73 



suavidad que resultaba inocente y pueril en sus 
enfados; era todo amor y entusiasmo, y no podía 
lucir su ingenio sino en los grandes vuelos de la 
poesía pindárica, cuando exclamaba: 

¡ Ciro , Cambises , Alejandro , César , 
pasad en vuestros carros y corceles 
que de cien pueblos la cerviz hollaron/ 
¡ Pasad ! vuestros estériles laureles 
el incendio y la muerte^ marchitaron / 
Pero no los de Fiold... Ellos florecen 
, y sin llanto ni sangre reverdecen... 
¡ y edlo siiíó ! Con diestra inmaculada 
del sabio ilustre conquistando el solio 
ha subido al moderno Capitolio 
laureado y solo , sin pavés ni espada. 

Ya he dicho antes que Luáces rendía fervoroso 
culto á la amistad. Prueba patente de ello es que 
en sus postrimerías, y cuando la muerte, apareja- 
da de dolores, iba á visitarle, se creyó obligado 
por el dicho de su amigo Murtre , pulido escritor 
cubano, y presentó al certamen que abrió el Liceo 
un trabajo notabilísimo. Es un valeroso esfuerzo 
de su musa, próxima ya á espirar (1) : 

/Oh Cuba/ /oh patria/... Si á mi acento rudo 
tan grave senda hollaras / 
/ Si á la molicie enervadora alzaras 
con el trabajo previsor escudo ! 



(1) Para que vea Vd. que no me dejo llevar por la pasión quiero 
consignar aquí que en dicha oda hay versos tan impropios como 
este: 

Boma al caballo, disciplina al toro. 

¿Pero qué valen este y otros lunares ante la severidad de la 
forma y la robusta entonación de este canto ? 



74 LA poesía LIUICA 



/ Si enérgica «arrojaras 
ol traje bullidor de los festines/ 
Si opusieras con ánim,o arrogante , 
al perfumada humear de los pebetes 
' y al himno estéril del placer incauto , 

que al integro sonroja , 
el rugiente vapor que el agua arroja , 
el crugir del cilindro que voltea , 
y el alto hervor con que la masa roja 
del fundido metal bulle y ondea/ 

Ignoro si llegó á publicar, en colección, sus ana- 
creónticas; pero las conozco casi todas y puedo 
aventurarme á decir a Vd. que no me agradan, 
por más que en todas ellas se descubren la inspira- 
ción de este peregrino poeta. Fornarís confiesa que 
lo creyó discípulo de Anaeveau y que le estimulaba 
á seguir sus huellas. ¡Medrados estaríamos, por 
mi fé , si llega á tomar por lo serio su consejo ! Hoy 
no tendríamos esas odas que be citado y la que 
dedicó á VarsoVia, que puede muy bien figurar 
entre las mejores de Quintana. A pesar de todo , 
en sus anacreónticas hay gracia y sencillez , y á 
veces cierta lijera travesura. que sienta á maravilla 
en este género de composiciones. 

También el teatro tiene que agradecerle á Luá- 
ces. No era un poeta dramático en el riguroso 
sentido de la frase. Sus dramas, por lo común , son 
flojos; sus comedias bretonianas, á vuelta de una 
versificación fácil, fluida y elegante, descubren 
pobreza de trama , no despierta el verdadero inte- 
rés, necesario, gradual y constante que debe pre- 
sidir este linaje de trabajos. Ejemplo vivo y 
manifiesto de lo que le digo se encuentra en El 
fantasmón de Carávaca^ Los dos amigos ^ El becerro 



ÉN CUBA. . ' 7q 



de oro y otras, sin dejar su drama El Me^idigo 
rojOj primorosamente versificado y con algunas 
situaciones de primer orden. Empero puede ase- 
gurarse que sus mejores obras son el Aristodemo y 
Arturo de Osberl. La primera de estas tragedias 
no tendrá la sencillez extrema de la Efigema de 
Eurípides , pero ofrece un plan perfectamente^con- 
cebido y desarrollado con acierto. Los episodios que 
inventa contribuyen á realzar al protagonista, y la 
figura infame de Theon es sublime y sobre todo 
punto original. 

Y basta ya de bachillerías , que á poco más salgo 
de mi apuro sin darme cuenta de ello. ¿Puede esta 
carta servir de artículo en mi futura obra? Pienso 
que sí; y desaliñada y torpe en su expresión, si 
bien no estudia uno por uno los trabajos del infor- 
tunado Luáces, manifiesta bien á las claras y sin 
artificio la estima grande en que las tengo y el alto 
concepto que me merece quien, con su talento 
lozano y vigoroso, supo dar vida al pensamiento, 
ensalzar á su país y contribuyendo á su mayor pro- 
greso, hacerse digno de los loores que le tributa la 
fama. 



Habana— 1876. 



mmm 




% LA Poesía líbica 



F, LÓPEZ DE BRIHAS. 



Con este nombre conocíase en Cuba un versifi- 
cador florido, exaltado y ardiente en sus amores, 
defectuoso en el plan de sus composiciones , incor- 
recto en el lenguaje, descuidado y desleído eii la 
frase. Y no se crea que alcanzaron poca boga sus 
escritos; antes bien el vulgo de que nos habla 
Lope y el vulgo de nuestros literatos, concedióles 
sobrada fama, colocándolos á la par de los de 
Mendive, Roldan y Zambrana, en los Cuatro 
laudes y otorgando á su autor diferentes premios 
en más de una sociedad literaria. 

Nosotros, que no pensamos de igual modo, no 
hemos de brindar tan alto honor á sus obras. 
Nuestro propósito de no faltar á la verdad y de 
mantenernos en los límites que la razón dicta, nos 
impiden prodigar aplausos á quien no los merece; 
y á fé que no nos causa pesar tratándose de Bri- 
flas: pues sentimos verdadero contentamiento al 
augurar á sus obras el olvido más completo. 

4cNo son modelo á propósito para los jóvenes — 



ENCUBA. . 77 



dice Fornáris — pero sus poesías escojidas serán 
siempre leidas con gusto ; > y cita á renglón segui- 
do el canto A Martha , La estrella y el sol y otras 
varias que, á su juicio, merecen consideración y 
aprecio. 

Veamos hasta qué punto tiene razón el poeta de 
Bayamo, y citemos algo dé las composiciones men- 
cionadas. 

» 

Canto d Marta: 

^ Oigo una voz en lo interior del alma 
que me asegura el porvenir que ansio, n 

u Te haré una cboaa de cortezas verdes 
donde en un lecho dormirás de floras . 
donde jam¿s te faltarán sahrosas 
mieles y aromas, n 



La estrella y el sol : 

uMe verás alumbrar la superficie 
de la región vacia... n 

¿Cómo puede tener superficie lo que es ilimi- 
tado? 

Mas no se piense que son estos los únicos yerros 
que comete Briñas; en su poema Colon se leen 
otros no menos disparatados : 

^1 Se ha puesto el sol y tiende su ropaje 
la oscura noche por la mar desierta. fi 



u Y al peso abrumador del desaliento 
se desploma sobre & eil firmamento» n 



78 LA poesía LÍBICA 

^ Dice y y la hora de arribar resuena 
en las tres anclas que al caer á plomo , 
ruidosas á la par con la cadena 
rompen del mar el esmaltado lomo, n 

¿Queréis que sigamos copiando? ¿No bastan estos 
defectos? Pues abrid de nuevo el libro; deteneos 
en su oda Redención del género hwnafio y leeréis : 

u la vida 

con tres clavos cosida, n 

« De muerte la escritura 
que adquirió el hombre , n etc. 

¿ Deseáis conocer sus versos A Laura ? 

ti Oh t cuan bella á mis ojos resplandeces 
de este mundo en la nada (?). 

u 8i te miro en la danza enamorado 
aérea cual tu risa (¿?). 



¿Queréis... Pero, no; basta con lo dicho para 
demostrar la poca significación literaria de este 
autor, y al concluir estos renglones diremos como 
al comienzo de ellos : olvido para sus obras , perdón 
para sus faltas, eterna maldición para la influen- 
cia que ejerció. 

1868. 



/ 



BN CUBA. 79 



RAFAEL lARlA iENDIVE. 



Le poete ne doit jamáis oublíer 
au profit d' un avenir que lui 
meme' trouve plus brillaut, les 
exigenccs du présout et du lec- 
teur que ne tieut qu' a le dar- 
nior. 

BlCHTER. 



Acontece por punto general que aquellos que 
atinadamente manejan la crítica literaria, son 
los que , aplicando con menor acierto los pre- 
ceptos del arte, incurren en los mismos defectos 
que reprochan en los demás, careciendo de las 
bellezas que en agenas obras celebran y aplau- 
den. Y esto sucede porque há menester el escritor 
que á la crítica tarea dedique las fuerzas de su 



8U LA poesía líbica 



inteligencia y saber, un talento profundamente 
analítico, gran copia de erudición y una fria seve- 
ridad, que, si bien no está reñida, al menos com- 
pónese mal y no se encaja y arregla coa la briosa 
inspiración del vate y lozana fantasía. A este pro- 
pósito dice Larra — á quien no nos cansaremos de 
admirar por lo mucho c(ué discretamente nos de- 
leita y enseña — que mal pudiera el cielo conceder 
tan codiciados dones á un individuo, sin contrade- 
cir sus propias leyes; y en comprobación de esto, 
cita Fígaro, á Homero, Virgilio y otros más, que 
si él no los mencionase bien pudiéramos nosotros 
Jiacerlo de cosecha propia. 

Se agolpan á la mente estas breves reflexiones 
porque vamos á trazar algunos rasgos biográficos 
referentes á uno de los cubanos que más se distin- 
guieron en el campo de la poesía, y que .más me- 
dianamente manejaron el escalpelo de la crítica 
literaria. (1) 

Nació Rafael María Mendive en 24 de Octubre 
ds 1820, no empe?9.ndo á darse á conocer entre 
los amantes de las letras hasta mediados del 47, 
cuando ya el estudio había fortalecido su inteli- 
gencia y su alma se prestaba á las efusiones del 
amor. Saludado por todos, alentado por muchos, 
se presenta el nuevo paladín en la arena literaria , 
recogiendo triunfos, siendo en breve aclamado 
como un poeta dulce, natural y cariñoso. El mé- 
rito que á nuestro entender distingue las poesías 
de Mendive en esta época, és el de haberse alejado 
de perniciosa escuela, á la sazón puesta en boga 



(1) No acostumbramos estampar juicios sin comprobaciones 
Véanse sus trabajos en La Revista de la Habana , principalmente 
el que versa sobre un poema de Gampoamor. 



EN CUBA. 81 



en nuestro país. Nos referimos á la influencia de 
Zorrilla que señaladamente se había reflejado en 
algunas obras de Milanos, tomando carta de natu- 
raleza en las de Palma. 

Asocióse este poeta ál no. menos inspirado Rol- 
dan , y con él dio comienzo á las Flores del siglo , 
que vieron la luz pública por entregas (1845), y 
dos años más tarde, después de entre^r á la im- 
prenta sus Pasionarias f tomó parte en los Cuatro 
laudes y dio principio con mayor precisión y tino 
á La Revista de la Hahayia^ papel que salía todas 
las semanas y que alcanzó larga y próspera vida 
en medio de generales aplausos, (i) 



II 



Rafael María Mendive, como casi todos los tro- 
vadores de Cuba, es tierno y sencillo, y agrada 
por la dulzura de sus cantos y los delicados matices 
de su sentimiento. 

¡Y esto mismo se le ha querido echar en cara 
queriendo significar la pobreza de su estro! 

Nosotros, que no preferimos ningún género, ni 
somos apegados á determinada escuela,, creemos 
que donde quiera que se vean cumplidos los fines 
del arte, allí donde se mire realizada la belleza, 
debemos admirar la fuerza creadora del ingenio, 



(1) Kn esta revista se dioron á conocer los literatos que más 
tarde hriUarou en Cuba, y entre las poesías que en ella publicJ 
Mendive, merecen citarse el Canto fáuehre, Serenata á Paulina y 
la Música de tas ¡jalmas y puesta en módoa por el célebre y malogra- 
do Gotschalck. 



82 LA poesía LÍRICA 



sin deteaernos á examinar el tiempo que necesitó 
en su obra, ni su género, ni su escuela. Nos basta 
q.ue haya belleza para que la admitamos, y por 
eso figuran en nuestra' modesta biblioteca Homero 
al lado de Cervantes , Byron y el cantor de Ham- 
let, Voltaire en el mismo estante que Lamartine y 
Fr. Luis de León , junto á Calderón de la Baixía , 
D. Ramón de la Cruz y Leopardé. 

No és ciertamente la filiación lo que buscamos 
en un poeta , y poi' eso no hemos de deplorar que 
Mendive sólo tenga ima cuerda en su lira , si bien 
no disculpamos que, exajerando el tono quejum- 
broso del malogrado Heredia ^ preste cierta mono- 
tonía, á sus cantos^ condición que hace olvidar 
únicamente con los rasgos de sentimiento y la 
delicadeza con que los exhorna. 

Oigamos lo que dice á su hija: 

Cuando en mis brazos con placer ta estrecho 

Heno de un fuego celestial entonces * 

siento que libre de tu amor en alas 
dejo esta vida. 
Dejo eita vida y me remonto á un mundo ' 
donde entre sueños la pasión me ñnjo 
Tastas campiñas de perfumes llenas^ 
plácidos bosques. 



Nunca del pobre la mirada apartes ; 
ave que errante en tu cendal se prenda , 
sepa que tiene en tu sensible pecho 
cuna de flores. 



¿Queréis conocer dos romances de lo más donoso 
y bello que ha inspirado la musa castellana? Pues 
leed la Flor del agua y Yumim. 



EN CUBA. 83 



El amor á la virtud, el deseo del bien, le dictan 
la sátira intitulada Lamento , en la que alejándose 
del camino emprendido por Que vedo y Moratin, 
llora las malas costumbres de la época , en vez de 
flajelarlas como ellos. No se encuentran allí ni la 
gracia, ñi travesura, ni acerada ironía; pero ¡qué 
cuadro tan bello y rico de sentimiento presenta á 
nuestros ojos! Mendíve, entregado á xm^i» soñadora 
ifJealidad— como dice Byron— canta con extrema 
sencillez, y, avergonzado de los vicios de Ja socie- 
dad, fulmina conti^a ellos terribles anatemas. 

. í CuAñ elocuente , oh Dios , y cu4n sonora 
.del5Íera ser mi voz en este instante 
ya que infortunio tanto el alma llora ! 



Ven y serás al presenciar conmigo 
el cuadro de tan misera flaqueza , 
su juez más digno y su mejor testigo. (1) 

Escucha.,, vos? A despuntar empieza 
entre celajes trémulos la luna, 
mientras duerme feliz naturaleza. 

Keposa en calma en su dorada cuna 
un candoroso niño á quien halaga 
con sus brillantes sueños la fortuna. 

La brisa en tanto calinosa vaga 
entre las hebras de sus blondos rizo? , 
como el postrer suspiro de una maga : 

Y un ángel contemplando sus hechizos 
suspenso acaso , con placer le cuida 
de la luna á los rayos^ movedizos* 

Mas la amorosa madre ¿ dónde es ida ? 
¿ Dónde aquel labio está que con sus besos 
suaves no llena el corazón de vida? 



(í) Villergas dice, y con razón, que este juez debía ser recto y 
no dimito* Posset sa mot» 



Si LA P0B6IA LIBLCA 



¡ Qué versaos tan preciosos ! Veawnos ahora cómo 
traduce á Moore, ea una de sus celebra<las melo- 
días irlandesas : * 

Yeu ooiimigo silenciosa , 

niña hermosa , 

sobre el mar ; 
ven á» ser mi compañera 
cuando el sol solemne impera 
ó nos cubre temblorosa 

la espantosa 

tempestad. 

¿Qué mo importa ser cautivo 

si a'jui vivo 

sin tu amor ; 
si ligada está mi vida 
con tu muerte , y siempre unida 
vi mi suerte ¿ tu existencia 

y 4 tu ausencia 

mi dolor? 



En la tierra los más bravos 
son esclavos 
¡ no en el mar ! 
Donde nadie nos espía 
ni hay más luss , oh niña mia , 
que la luz esplendorosa 
de la hermosa 
libertad ! ... 



No hemos de seguir copiando. No es menester 
que citemos las composiciones A un arroyo j Una 
lágrima^ Desde Europa y otras mil que escribió 
Mendive para gloria suya y de su patria. Con lo 
expuesto basta para probar el mérito de tan excelen- 
te poeta, y tiempo es ya de que digamos algo sobre 



EN CUBA. 85 



los defectos^ ea que suele iaoumr, poniendo punto 
final y remate á este artículo. 

No cabe en humana obra nada perfecto, ni hay 
rosas sin espinas, rayos de luz sin sombras , ni sol 
sin manchas. ¿Qué extraño, pues, que un poeta 
presente al par de muchas bellezas, algunos luna- 
res en sus versos? Mendive, el correcto y pulido 
Mendive, decae en la dicción y escribe versos tan 
inarmónicos como este : 

Kos devoran de dolor y de tristeza, 

rimando goza con esposa (Esperanza), aplausos 
con brazos (á Dervernine) y lágrima con mágica 
(La gota de agua); tomando verbos en acepción 
impropia, como lo hemos probado al hablar de sus 
tercetos. Mas ¿ qué importan estos defectos y algu- 
nos otros que no citamos en gracia dala brevedad? 
Errare humanum est. 

«En las composiciones de nuestro cantor cuba- 
no — dice mi buen amigo el Sr. Cañete — se advier- 
te desde luego que sabe sentir, que tiene ideas 
propias y sentimientos elevados, que conoce y 
maneja atinadamente el idioma, que lee con aler- 
to en el, gran libro delá naturaleza y que la 
hermosura de los campos, el agreste explendor de 
las montañas y la majestad de los mares, causan 
en su alma impresiones profundas y duraderas; 
pero se conoce también que deslumhrado á veces 
por el falso brillo de una escuela que tuvo momen- 
táneamente gran boga , y que ha caido ya en la 
sima del descrédito, cuando no en la del olvido 
(que es lo mejor que pudiera sucederle), vicia su 
índole peculiar, seducido por el irreflexivo aplauso 
que arranca al vulgo el oropel de ciertos ingenios 



I 



86 LA poesía LÍRICA 



corruptores, y se empeña en imitar y seguir á 
quien no merece tanta honra. > 

Estos datos biográficos quedan incompletos. El 
poeta yive enmudecido en Nasseau, triste y solo, 
y separado de su hogar y de su patria. La ola de la 
revolución le alejó de Cuba. Destirio adverso que 
roba á la literatura sus más gallardos campeones. 



Habana. — 1876. 



EN CUBA. 87 



JOSÉ SOCORRO DE LEÓN. 



Escribió este poeta un tomo de versos intitula- 
dos Flores silvestres^ y, como no le conocemos 
otra cosa, por ellos habremos de juzgarle. 

Desde luego salta á la vista que no pensamos 
bien de sus versos, y de esta opinión ha de con- 
vencerse el que leyere si se toma la molestia de 
repasar esta estrofa, que, como otras muchas, 
presenta una forma detestable y un pensamiento 
por demás pobre: 

Dadme de ádel sepulcral corona 
y el bastón del mendigo miserable , 
con su sombrero y frac hecho girones 
para abrigarme» 

Y no es esto de lo peor que encontramos , pues 
pagando escote á la manía de su país, escribe 
soné... tazos, que todo pueden ser menos sonetos. 

Sin embargo, á pesar de tantos yerros, no con 
sobrada lijereza anduvimos al llamarlo poeta, que 



88 LA poesía LÍRICA 



bien merece este nombre quien escribió el precioso 
romance Te vuelvo á ver. 
Helo aquí : 

Y te vuelvo á ver. ¡ Ay triste I 
i Cuánto por este momento , 
Cuánto , luz de mis delirios , 
Suspiró mi amante pecho ! 
\ Y te tengo entre mis brazos ! 
\ Y oigo tu voz y no sueño ! 
¡Y me dan tus labios dulces 
El más dulce de los besos ! 
j Y yo esperaba... esperaba , 

Y en la fiebre de mi anhelo 
Kunca pensé que llegase , 
Nunca este instante supremo ! 
Pero , ¿es verdad?... ¿no es mentira 
Que en mis brazos te.contemplo , • 

Y que es tu voz la que escucho 

Y estos besos... son tus besos ? ^ 
¿Es verdad que eres tu misma 

La que cines á mi cuello 
Tus brazos... cadena suave 
Be dichas y de embelesos? 
¿ No es ilusión que te escucho ? 
¿No es ilusión que te veo? 
¿Es tu corazón amante, 
Dilo p^r Dios, el que siento 
Que solloza... que suspira , 

Y late... como queriendo 
Decirme con sus latidos 
De tu cariño lo inmenso?... 
¡Como que he soñado tanto 

De nuestra ausencia en los tiempos , 
Me asusta que un sueño sea 
La viva emoción que siento ! 

Y como que en esos dias 



EK CUBA. 



89 



De separación y duelo , 
Cuando no soñaba, ¡ay triste 
y duro resentimiento ! 
Herido en medio del alma . 
Por el dolor más intenso , 
Por el dardo más agudo , 
Pensaba con desconsuelo 
Que en la tumba del olvido 
Sepultabas mis recuerdos ! ... 
i Oh ! permite que en tus labios , 
En tus labios siempre frescos... 
Beban otra vez amores 
Los mios que ya están secos ! 
No te apartes de mi lado... 
No te alejes de mi seno... 
/Déjame buscar la vida 
En el ámbar de tu aliento ! — 
¿Vés ese rayo de luna 
Que por el follaje espeso 
Penetra de una arboleda ? 
Pues es de amor mensajero... 
Amor le manda que alumbre 
De la noche en el silencio... 
i La escena más deliciosa 
De loa amores más tiernos ! — 



Gilbert sólo dejó un corto número de composi- 
ciones, y, sin embargo, se halla colocado entre 
los clásicos franceses. ^Qué extraño, pues, que 
nosotros escribamos aquí el nombre de León , des- 
pués de habernos legado este delicado romance? 



1869. 



90 LA poesía lírica 



JUAN CLEMENTE ZENEA. 



Vamos a tratar de un poeta infortunado, muer- 
to en lo mejor de sus años, cuando el porvenir le^ 
sonreía y tantas páginas de gloria le estaban re- 
servadas por sus cantos. 

La guerra, semejante á ese monstruo que nos 
pinta la antigüedad , todo lo absorve y atrepella. 
A su paso desaparecen hombres , riquezas y her- 
mosura. ¡Ah! y cuántas lágrimas nos cuesta! 
Heredia muere clamando por el sol de su patria; 
Plácido es fusilado en Matanzas , y Zenea , tras de 
prolongada prisión y encierro, recibe igual término 
que el ilustre cantor de Martinez de la Rosa. 

¡Maldita la guerra y bendita la paz! 

Nació Juati Clemente Zenea en Bayamo en i834, 
y siendo muy joven aún, contando sólo diez y siete 
años, colaboraba en La Prensa y dirijía, en com- 



EN CUBA. 91 



pañía de su primo Ildefonso Estrada, malísimo es- 
critor, por cievtOn El A h7iendar es , semanario de 
literatura .y artes (1852). 

Alimentando ideas de independencia, cansado 
de soportar la mirada del déspota español ^ según 
decía, tomó rumbo á New-York, y de allí pasó á 
Méjico , donde redactó el diario oficial de la repú- 
blica, hasta que la- revolución de Yara le llamó á 
sus filas; y abandonando, entonces, gloria, fami- 
lia y hogar, escribió artículos de propaganda y 
combate en La Revolución , disertó en el Ateneo 
Cubano de Philadelphia , animó á los débiles, es- 
forzó á los valientes, y corriendo tras muerte 
segura , salió para Nasseau , y de allí para Cuba ; 
conferenció con Céspedes, arengó á los suyos y... — 
¡terminación prevista! — apresado por las tropas 
del Gobierno , fué fusilado en los fosos de la Cabana 
en 25 de Agosto de 1871. 

A la noticia de su muerte se publicaron en un* 
periódico de la Corte sus poesías postumas , prece- 
didas de frases apologéticas, protestando contra 
los voluntarios de la Habana por haber fusilado al 
poeta que, después de haber recorrido los campos 
de la insurrección « por no ser un esclavo más en 
el fondo de España», escribía: 

Por que tengo por más honra 
ser libre filibustero , 
que ser pirata negrero 
y torpe esclavp de un rey. 

• 

Nosotros no hemos de juzgar á Zenea en el cam- 
po de la política. A otros toca tan ingrata tarea. 
En la candente arena de la política no exparcen su 



92 LA poesía LÍRICA 



fragancia las flores. Allí todo es campo de soledad 
y de abandono. En los vergeles de la poesía en- 
contraremos grato solaz y exparci miento al ánimo. 
Zenea era un poeta , y en sus versos se retrata su 
alma apasionada y vehemente. 



II 



Bajo el punto de vista literario , su vida fué no 
menos activa y de ello se resienten sus trabajos. 
Escribía mucho y de prisa, sin detenerse á corre- 
gir lo escrito. Por eso vemos composiciones tan 
detestables, como El hijo del rico ^ en las que no 
aparecen ciertamente la sencillez y novedad del 
cantor de Fidelia; por eso vemos que, imitando á 
García Gutiérrez, le copia en uno de los pensa- 
mientos más originales de éste, exclamando: 

El cielo siempre azul me causa hastio. 

Pero , i quién no perdona estos defectos en pre- 
sencia de las infinitas bellezas que encierran sus 
versos? Juan Clemente Zenea, como Mendive, 
aunque á nuestro juicio superior á él, es el arroyo 
que serpentea y fecunda los campos; no el torren- 
te que se desborda espumoso. Poeta de gran senti- 
miento, de galano estilo y pura dicción, escribió 
romances preciosísimos, género en el que se distin- 
guió mucho. Y en prueba de ello vamos á copiar 
algo de su elegía á Fidelia : 

Bien mo acuerdó ! Hace diez años 



EN CUBA. m 



y era una tarde serena ! 
yo era j 6 ven y entusiasta , 
X^ura , hermosa y virgen ella ! 
Estábamos en un bosque, 
sentados sobre una piedra , . 
mirando á orillas de un rio 
como temblaban las yerbas. 
Yo no soy el que era entonces , 
corazón en primavera , 
llama que sube á. los cielos , 
alma sin culpas ni penas ! 
Tú tampoco eres la misma , 
no eres ya lo que tú eras ; 
los destinos han cambiado : 
yo estoy triste y tü estás muerta/ 

Con estos temores vagos 
marché á lejanas riberas , 
y allá bañé mis memorias 
con una lágrima acerba ; 
juzgué tu amor por el mió , 
entibióse mi firmeza , 
y en la duda del retorno 
olvidé tu imagen bella. 

Bien me acuerdo ! Hace diez años 

de aquella santa promesa , 

y hoy vengo á cumplir mis votos 

y á verta por vez postrera/ 

Ya he sabido lo pasado... 

supe tu amor y tus penas , 

y hay una voz que me dice 

que eii tu alma inmortal me llevas ! 

Mas... lo pasado, fué gloria, 

pero el presente , Fidelia , 

el presente es un martirio. 

I Yo estoy triste y tu estás muerta ! 



94 LA poesía LÍRICA 



No sólo ea el romance se distioguió Zenea: le 
vemos brillar en la oda haciéndonos recordar á 
fray Luis de León , cuando dirigiéndose á la me- 
moria de su pasada ventura y de sus sueños de 
amor exclama, dias antes dé morir, encerrado en 
aquel calabozo que , á semejanza del infierno del 

Doeta florentino, debe tener esta inscripción sobre 

a puerta: Lasciate og ni esperanza! 

¿Y estas sou las hermosas 
albas del porvenir? ; Delirio insano 
; ay mis lirios y rosas ! 
¡ oh dichas engañosas ! 
; oh breves goces del amor humano ! 

*■ ■ 

Hemos de copiar más? Queréis oir sus hermosas 
quintillas dignas de Gil Polo? 

Mensajera peregrina 
que al pié de mi bartolina 
revolando alegre estás ; 
¿ de do vienes golondrina ? 
golondrina, ¿á dónde vas? 



Bien quisiera contemplar 
lo que tu dejar quisiste ; 
quisiera hallarme en el mar 
ver de nuevo el Norte triste , 
sor golondrina y volar. 

No busques volando inquieta 
mi tumba oscura y secreta , 
golondrina, ¿no lo vés? 
en la tumba del poeta 
no hay un sauce ni un ciprés. 



Pero á pesar de su ingenio nada común, pagó 



EN CUBA. * do 



tributo á su época, imitó al dulce Mil?tnés en sus 
yerros y prosaismos, y llevado por ideas exajera- 
das de una falsa poesía social , trazó cuadros faltos 
de verdad y de mérito , en los que desciende al nivel 
de un mediano versificador: : 

^* Y en espléndida cuna te acostaron, n 
«La fortuna tomó por otras sendas, n 

' « Vamos donde los sauces 
gimiendo anuncian 
que desde el" golfo sube 
la blanca Urna. 7^ 

, Ya tendremos ocasión de ver cuando tratemos 
de José Jacinto Milanos, que esos lunares de Zenea 
tienen su explicación y origen en las obras del 
poeta de Matanzas. No sabemos por qué , ni atina- 
mos tampoco á descifrarlo, siempre que de las 
obras de éste se ocupan los literatos cubanos, 
haciendo caso omiso de su Madrugada y de la 
canción á la tórtola, sólo se fijan en la Madre 
adúltera, A Larra, La ramera y otras piezas del 
autor de El Conde de Alarcos, que, ó mucho nos 
engañamos, ó son de lo peor que de su pluma ha 
salido. Achaque será tal vez de nuestra corta inte- 
ligencia y saber excaso , encontrar defectos donde 
sólo hay bellezas , y desechar aquello que preci- 
samente más nos venga en falta; pero... ¿por qué 
no con fesarlo ? . . . no nos conformamos con meras 
afirmaciones y nombres más ó menos respetables ; 
queremos que se nos pruebe de una manera clara 
y terminante, si composiciones en que abundan 
versos como estos 



9(3 LA poesía LÍRICA 



^t No hay Dios ; el hombre es monstruo y su alma fea. n 
i^La pobre cuna donde duerme un bulto n 
^ Bendlda y muda ante el querer de bestia , n 

pueden ser buenas ó aceptables siquiera para quien 
se precia de rendir fervoroso culto á la verdad. 



Entre las diferentes ediciones que se hicieron de 
las poesías de Zenea , debe contarse primeramente 
la que publicada por El Mundo Nuevo ^ de New- 
York, corre magníficamente impresa desde 1873. 
La que hizo el poeta en 1860 (Los cantos de la tar- 
de) j lo mismo que la formada por los editores de 
Las Brisas de Cuba (1856), á más de ser incom- 
pletas, contienen infinidad de yerros y dislates. 

Y aquí terminaremos estos apuntamientos , por 
demás brevísimos y de ningún valor, añadiendo 
que Zenea escribió en la Revista Habanera ( sema- 
nario que dirigía en 1863) una serie de artículos 
acerca de la literatura anglo-americana, que prue- 
ban, cuando menos, lo familiar que debía serlo el 
idioma de Ed. Poe. 

Juan Clemente Zenea hubiera sido un gran poeta 
con más meditación y estudio ; con la agitada vida 
de conspirador y el corto número de sus años , sólo 
ha dejado adivinar con sus versos un destello de su 
genio. 



BN CUBA. 



97 



Al repasar la preciosa historia de sus infortunios , 
¿quién no maldecirá la guerra? ¿quién no bendecirá 
la paz?... 



1874. 






8tí LA poesía lírica 



^m » ■> w ■ ■ ■ i> 



ANTONIO VINAJERAS. 



Con poca ó ninguna resolución y cobarde ánimo, 
damos comienzo al presente trabajo. Antonio Vi- 
najeras es amigo nuestro ; él , nos presentó al 
público de Madrid, cuando por primera vez^bajo 
el velo de un pseudónimo, dimos á luz un tomo de 
versos. ¿Será -^ov eso menos imparcial nuestro 
juicio crítico? ¡Quién sabe! Tal vez, sin darnos 
cuenta de ello, incurramos en el mismo defecto 
que de todo propósito señalamos en los demás; tal 

vez pero, no; basta ya de suposiciones, que 

algo ha de quedar para el curioso lector , y él verá 
si caemos ó no en falta tan odiosa , que ya , en el 
pasado siglo, era amargamente censurada por el 
ilustre Montesquieu. 

Los hijos de la América latina que hayan leido 
las pampiroladas que se publicaron en la Habana 
contra Antonio Vinajeras , se extrañarán de verlo 
figurar en nuestra galería, y doblarán desdeñosa- 
mente esta hoja , sonriendo con, malicia del puri- 
tanismo del amor de estos Apimtes. No: no paséis 



EN CUBA. N 9J 



adelante sin detener la vis^a en esta página. Poco 
juicio y no mucha cordura sería desestimar las 
obras de este poeta, cuando aplaudisteis á Betan- 
court, Chaves y Jacinto Valdés, y tuvisteis un 
cariñoso saludo para la Hija del Ytcmuri. No son 
razones las que alegáis ; los artículos publicados en 
Las Brisas de Cuba , no prueban nada , absoluta- 
mente nada, como no sea la poca pericia literaria 
de sü autor, ilustre naturalista ciertamente, pero 
campanudo y pentacróstico poeta, á quien vienen 
de molde y como pedrada en ojo de boticario, 
aquellos versos de mi amigo Villergas : 

Es un poeta en invención muy flojo , 
y un literato en presunción muy fuerte. 

Y para probar esto, no tendríamos más que 
apuntar aquí alguna estrofa de su composición ^4 
(tn arroyo, donde saca el j ugo almibarado de las 
flores, y la tierra, en su fecundo seno, presenta 
mil insectos, que alimenta 

• 

En aquel co.to espacio de terreno, 

como dice este poeta por antífrasis; pero hacemos 
í^racia de estas y otras muestras de poesía en estado 
de canuto, y pasamos á tratar de Vinajeras, que, 
á la postre, como poeta, vale más que él, mal- 
r/ré lui. 

Uno de los defectos que presentan las obras de 
Vinajeras, es, sin duda, su número por demás 
excesivo. Este autor tiene publicados á la fecha, 
que í^epamos, cuatro gruesos volúmen3.H de poesías, 
una novel/i — que, dicho sea entre y)aréntesis, es 
su mejor lauro — y una porción de artículos poli- 



100 LA poesía líbica 



ticos y literarios. Su fecundidad, sobrada para el 
número de sus años, no podía menos de perjudicar 
el valor intrínseco de sus producciones: todo cuan- 
to ganaron en universalidad , perdieron en correc- 
ción y pureza , arrojando un déficit desfavorable á 
la fama y buen nombre de Vinajeras. La admira- 
ción sube de todo punto r-dice un panegirista — 
cuando le vemos galantear con amoroso discreteo 
á dama castellana , celebrando sus gracias y hechi- 
zos, de la misma manera y con igual facilidad y 
talento que estudia á Locke y á Kaut , y pronuncia 
un elocuente discurso, en lengua extranjera, en 
el Ateneo de Madrid. Necesario se hace un gran 
esfuerzo para comprender á este literato efi todas 
las esferas que abarca, y muy dificultosa sería, 
para nosotros, la salida, de ser cierto el dicho 
del panegirista, si en tal atolladero nos encon- 
tráramos; pero , Igi suerte nos favorece, siendo 
nuestro propósito más limitado y modesto, y á 
poco que digamos llenaremos nuestro objeto , aun- 
que malamente en su desempeño, pues andamos 
de priesa y no tenemos talento y gracia para salir 
airosos en tal empresa. 

Comeflzó este hijo de Cuba á darse á conocer en 
la época más calamitosa del romanticismo mele- 
nudo, y aunque calvo, hubo de comprarse una 
peluca, por no ser menos, y pagar tributo á la' 
diosa casquivana , á trueque de cubrir la parte su- 
perior de su individuo. Con tan descabelladas 
aficiones, puWicó sus dos primeros volúmenes de 
versos, dedicándolos al Instituto de Francia, rasgo 
que hace notar uno de sus críticos con tono rum- 
bón y burlona frase , no sabemos con qué motivo , 
ni por qué razón; pues, creemos que cada cual 



EN CUBA. 101 






puede dedicar sus obras á quien mejor le convenga, 
sin que por estfi aumente ó disminuya el mérito 
que ellaií atesoran ó los defectos que encierran; 
Después., • ;pero ¡tate! íbamos á bosquejar, aunque 
indirectamente, su biografía, y eso no estafen 
nuestros papeles, y, tanto es así, que le hemos 
3edido los suyos al autor de Enriqueta ^ sin que 
lasta ahora este hijo de Matanzas haya dejado de 
hacerse el sueco con nosotros, cosa que, franca- 
mente, no comprendemos. 

Mirad ¿ Dios ! El inñnito mismo 
Estrecho viene & él. 

Así da principio á la introducción de suá versos , 
y fuerza es detenernos aquí , para decirle algunas 
cosas al oido , á fin de que no se enfade ; pues , de 
otra suerte, si el que leyere se enterase de ellas, 
motivo justo tuviera para enfado. — <Sr. de Vina- 
jeras, eso de que Dios se viene estrecho á sí, me 

parece una estrechez de entendimiento. ¿Le 

gustan á V. las trompetas? Se lo preguntaba por- 
que entro en gana de regalarle una muy chiquir- 
ritica y muy mona , sólo por la curiosidad de saber 
lo que hará V. con ella. ¿A qué^género corresponde 
la voz infiaito? ¿Al neutro? Pues entonces, alma 
de cántaro, ¿por qué dice V. el infinito y no lo 

infinito y como debiera decir? Decididamente 

usted quiere que yo le regale la trompetilla. » 

Pero dejémonos de secretos, lector, y no te en- 
fades, que sé bien que eso de hablarse al oido, 
estando otros delante, es sólo privilegio de gente 
enamorada y necia. Continuemos: 

"Y lÁos violento 
Con nuevos astros orna el firmamento, n 



102 LA poesía líbica 



<t De Guttemberg la gloria sin reirMo. n 
ti La ilustración avanza triunfadora 

« Queriéndose del todo presentar, n * 

« 

I Qué te parece de estos versos , lector carísimo ? 
Son malitos, ¿eh?— Lo mismo digo,. 

Si tuviéramos alguna autoridad en materia lite- 
raria y nos atreviéramos á tanto, aconsejaríamos 
á Antonio Vinajeras que se circunscribiera, á la 
índole peculiar de su genio poético, y que no se 
remontase á las altas regiones de la poesía especu- 
lativa, que es ciencia esquemática; porque le en- 
contramos más inspirado , correcto y pulido , 
cuando en tono menos rimbombante celebra la 
belleza del universo y canta á las flores en la in- 
troducción antes citada : 

Azucenas de Abril! galanas flores 
Que vuestro seno abris ruborizadas 
Guando evapora el sol con sus fulgores 
Del ro&io las perlas condensadas. 

Aquí hay belleza y fácil expresión y gracejo , y 
no en esas otras composiciones en que á fuerza de 
remontarse y se pierde por la,s nubes, empeñgido en 
parecer tan pentacróstico como el celebérrimo 
autor del artículo de Las Brisas; cosa que, á la 
verdad , no consigue , porque Vinajeras es al fin y 
al cabo un simple mortal á quien no es dado alcan- 
zar á la realización de un imposible. Y no vaya 
nadie á creerse ,' que en esas mismas páginas de tan 
desbaratada poesía no hay algún rasgo , tal cual 
atisbo de lo que sería este autor , si , como hemos 
dicho, se ciñera á la propia índole de su carácter 
poético. Sirvan de ejemplo sino estos versos que 



EN CUBA. 108 



tomamos de sus odas á la Lucha del Atlántico y 
A I Niágara : 

^ Ante el raudo Amazona 
Dadme , os lo mego , la sonora lira 
Que al Ki&gara cantó: — sreá el gigante 
De los ríos del Snr , que viene airado 
Con vigorosa frente; 

Y en paso venoedor y hondo rugido , 
Dando á los vientos su fragor profundo , 

Y anunciando terriñco á su paso 

Que es corto cerco á. su furor el mundo, n 

(* Partes resonando , 
Atruena bosque y selva tu rugido, 

Y entre cavernas cóncavas perdido 
£1 eco se derrama«retumbando. n 

« Señor ! Señor! te he visto levantado. 
En alas de tus rayos; tu grandeza 
Dejó de gloría al corazón bañado ; 

Y postrándome al punto y asombrado , 
Adoró tu grandor y tu belleza. 

Mas nunca , ¡oh Dios de la verdad suprema! 
Te miró como aqui grave , brí liando, 
Siendo de eternidad divino emblema 
El Niágara á tus plantas rebramando, 
^ Tu gloría el sol , el mundo tu poema ! n 

Desgraciadamente para la reputación literaria de 
este autor comenzó á darse á conocer en .el período 
álgido del romanticismo de los duendes y brujas, 
y de los corazones hastiados y almas corrompidas, 
y de su nacimiento resiéntense no poco sus obras. 
Pudiéramos hacer aquí un lijero estudio de aquella 
época, apuntando todo lo malo que en ella hubo y 
lo bueno que , por descuido , se conservó ; pero esto 



104 LA poesía lírica 



fatigaría la atención del lector y nosotros, al trazar 
estos apuntes,. no nos proponemos sentar plaza de 
sabios ni de eruditos siquiera, y sí presentar, á 
grandes rasgos , lo que valen estos poetas , que , á 
pesar de haber nacido en América , no son cierta- 
mente cosa de el otro mundo. 

No sólo escribió Antonio Vinajeras en vereo cas- 
tellano , sino que también echó su cuarto á espadas 
en la lengua del proscripto de Jerse}\ Aunque no 
debiéramos ocuparnos en tales cosas , por no ser 
de nuestra incumbencia , sin embargo , no podemos 
resistir á la tentación que se nos viene , de copiar 
aquí una poesía , escrita en esa lengua , que , j)or 
lo fácil y sencilla , no dejará de caer en el agrado 
de todos. 

Dice así : 



TOUJOURS A TQI. ^'^ 



Pensar, dttdar, — V. H. 

Si m ' adressant aa ciel, si caressant ma lyre y 
Je Yoyais ton regard mon áine q[ui soupire 



(1) Esta composición se halla precedida de la siguiente nota , 
puesta por Thalés Bernard, elegante escritor premiado' por la 
Academia francesa, u Nous avons pensé que nos lecteurs verraient 
avéc plaisir ees strophes éscrites dans notre langue par un 
étran^er qui aime passionnément la Franco , M. Vinajeras , que 
1 * Ünion des Poetes est heureuse de compter au nombre de ses 
membres.— Né le 9 Octobre 1833 , í Matanzas , dans 1 *■ ile de Cuba, 
M. Vinajeras, est yenu habiter I^ Europo en 1854. Fixé ¿ Paris 
depuis une année , il y a publió deux voíumes de vers remarqua- 
bles, débiés á 1 ^ Institut , dans lesquels il essaie d ^ unir la sciénce 
et la poésie. M. Vinajeras, lié personnellemeht avec nos plus 
illustres écrivains , et particuliéremen aeree M. Villemain . est 
aujourd ^ hui membre de 1 ' Institut historique , de la Société libre 
des Beaux-arts et de 1 ' Académie impériale do Bouen. II est de 



BN CUBA. 105 



Vivrait sans sa doulear; 
Et toi ; bi^llante i^amme , astre de ma fortuna , 
Tu serais ¿ mes yeusf: le rayop.de la lune 

Sur le front du Seigneur ! 



Btoiles ! doux réphyrs ! o fleurs ! o poésse ! 
Donnes-moi pour toujours le souffle de la vie , 

Car je vis pour aimer ; 
Je vis pour voir les y eux de 1 ' etre que j ' adore y 
Dans les astres du ciel , sur le frdut de 1 'aurore , 

Sur les flots de la mer ! 



Bt toi , revé de 1 ' ame & 1 ' ame entrelaoée , 
Becois oes vers plaintifs , reoois , ma bien-aimée , 

La voix d ' un coeur absent. 
Toujours jópense ¿ tois , c 'est pourtoi que j 'inyslore 
Cet astre dominen que 1 ' univQrs bonore , 
Eubis du firm<^menti 

I Hablaremos de Enriqueta ? Hemos dicho ya 
que esta novela es la mejor obra de Vinajeras , y 
lo repetimos aquí , añadiendo que el capítulo titu- 
lado, si mal no recordamos, Una tempestad en el 
Escorial , es de lo más bello y animado que , en 
este género de trabajos literarios, se ha escrito en 
Cuba. Pocas son las novelas cubanas que hemos 
leido , y si nos desentendemos de las de la Avella- 
neda, no conocemos ninguna superior á Enriqueta. 




Thalés Bernasd. 
Paris.— 1859. 

(BuMin de V Union des Poetes)» 



IOS LA poesía líbica 



Y sentimos de todo corazón no poder analizar esta 
obra, ni ocuparnos tampoco en el estudio de otra 
no menos importante (sus discursos y artículos), 
por no darle este bromazo á áu campanudo y pen- 
tacróstico crítico. Pero ya que no de ese modo, por 
no consentirlo el plan que nos hemos trazado , no 
perderemos la ocasión , porque sabemos que la pin- 
tan como al señor Vinajeras, y sobre otro punto 
diremos algo^ no mucho, al célebre y distinguido 
naturalista habanero. 

Por ejemplo, dice dicho señor, que el poeta de 
quien tratamos, confunde con bastante frecuencia 
los sonidos de la v y de la & , aconsonantando leves 
con bebe, etc. : y esta falta , á sus ojos tan enorme , 
tan piramidal , es para nosotros perdonable eü un 
joven que comienza, cuando hombres de tan gran 
valía como Quintana, Hartzembuch y otros la co- 
meten. Véanse, sino, los siguientes versos: 

Mas no la ley que permanente y viva 
Manda y anima al corazón del hombre , 
T en el orden del mundo eterna estriba 



Y no queremos recurrir á tomar ejemplos de 
Cuba Poética y colección escojida de. versos, porque 
esto nos parece ridículo, aunque tratándose del 
asunto que ventilamos todo es poco. Como se vé , 
la observación del Decano de la facultad 'de Filo- 
sofía y Letras en la Universidad de la Habana, 
carece de valor y de importancia; bien qué, sien- 
do cosa tan nimia é insignificante como los lunares 
que señalamos, lo extraño sería que tuviese algún 
valor. 
'• Y ya es hora de dar remate y terminación á 



EN OÜBA. 



107 



este artículo, por demás largo. Poco ó nada pu- 
diéramos añadir á lo que llevamos dicho. El mérito 
de los versos de Antonio Vinajeras no es tanto 
como han pretendido algunos ; tienen muchas in- 
correcciones , muchas faltas gramaticales, muchos 
prosaísmos, muchos.., ; pero á pesar de sas defec- 
tos, y á pesar de la peluca, preferimos las obras de 
este autor á las de Briñas , Cárdenas y Chaves , 
Jacinto Valdés y tantos otros, que lucen plumas 
de pavo real en las letras de Cuba, sin ser ni más 
ni menos que grajos al estilo del que nos habla el 
fabulista; aunque, á decir Verdad, si á ello se nos 
apura y se hace forzosa la elección , nos quedamos , 
sin ninguna. 

París. — 1872. 



En el primer número de El Solfeo , periódico sa- 
tírico de Madrid (7 de Marzo de 1875), leemos la 
siguiente nota , que copiamos á la letra : 

" D. Antonio Vinajeras ha sido nombrado vice-oónsul de España 
en Macao. 

Están , pues , de enhorabuena : 

El Sr. Vinajeras y Macao y el estilo Víctor Hugo (e9peeiáíidai del 
Beñor Vinajeras » ) . 



Habana.— 1875. 



108 LA poesía líbica 



Al dar cabida , en el presente libro , al artículo 
que antecede, echamos de menos la parte bio- 
gráfic/a- 

Le habíamos pedido, al Sr. Vinajeras, cuenta de 
su vida y milagros , á fin de llenar ese hueco que 
deseguida notamos ; pero este buen señor , con la 
modestia que tanto le distingue , nos ha dado la 
callada por respuesta, empeñado en llamarse 
andana^ cuando sabemos de 'buena tinta que se 

llaiüaa — ¿Cómo se llama? — Le regíilamos una 

trompetilla á quien nos lo diga. 

¿A que no aciertan Vds.? 

k 

Habana. — 1878. 



Hace pocos años viajaba yo en el Méndez Nuñez, 
vapor-correo de la Compañía de López. íbamos 
con rumbo á Cuba, y entre el abigarrado pasaje 
había algunas familias habaneras que regresaban 
á su país después de visitar la gran Exposición que 
tuvo lugar eñ la capital de la vecina república. El 
' tiempo hermoso y apacible ahuyentaba de nuestro 
ánimo el recuerdo temeroso de los peligros del 
mar. José Antonio Cortina y Tejera, hacían el 
gasto de la conversación; el uno, entusiasta y 
verboso , con su natural y rápida palabra nos en- 
tretenía agradablemente; el otro, con sus capri- 
chosas barcarolas y cancionetas, nos recordaba que 
la raza de los poetas es eterna en Cuba , por más 



EN CUBA. 109 



quo ftiesen , con Tejera, á encontrar su inspiración 
en las nebulosas márgenes del Rhin y del Elba. 

Tiempo después, y ya cansado de estar en la 
Habana , f uíme una noche al Ateneo en busca de 
impresiones gratas al espíritu , y tuve el gusto de 
ver colocado en la tribuna al Sr. Vinajeras, leyen- 
do un discurso de Viernes de- Cuaresma. Sorpresa 
grande fué para mí , que imaginaba estuviese este 
autor en Madrid , encontrarle en semejante sitio. 
Con voz meliflua y tono que por lo dulzón y almi- 
barado se despegaba un tanto del oido , leyó nues- 
tro matancero muchas páginas de proiía poética , 
sustentando principios que no hallaban sólido afian- 
zamiento en su argumentación pobre y enteca. 
Olía su oración á panegírico, y picaba en alaban- 
za poco discreta de otras edades , para que pasase 
inadvertida , allí donde tantos corazones, jóvenes 
y generosos latían, rindiendo culto ferviente y 
puro á la libertad. Así fué que , á poco de concluir 
Vinajeras, levantóse Cortina, mi compañero de 
viaje , y con ademan descompuesto y airado , con 
desordenada pero elocuente palabra, contestóle 
entre los aplausos de todos. 

¡Y qué diferencia tan notable! El Sr. Vinajeras 
leía acompasadamente ; su voz era igualmente me- 
liflua ; su tono dulzón , como queda dicho , y algo 
empalagoso ; su acción rígida y meditada y medi- 
da. Cortina, por el contrario : los ondulantes rizos 
de su caprichosa cabellera batían al aire con los 
movimientos de su cabeza artística y escultural ; 
sur palabra premiosa al par que expontánea era á 
trechos elocuente é inspirada y á ratos perezosa y 
lenta , como á veces nos alumbra el sol con luz 
brillante, y á veces se anubla y oscurece; su ade- 



lio 



LA poesía líbica 



man descompuesto é irritado acompañaba á la 
frase y sufría sus veleidosas alternativas, Ay ! y 
cómo se revolvía contra su paisano , que tras largos 
años tornaba al nativo suelo! con qué dureza le 
atacaba! 

El Sr. Vinajeras aplaudió á su contrario y por 
medio de un señor , que no conozco , nos anunció 
que , estando cansado , se reservaba para otro dia 
la tarea de rebatir las proposiciones de su contrario. 
Yo , al saberlo , no quise volver al Ateneo ; el señor 
Vinajeras , parece que fué de mi opinión y no vol- 
vió tampoco. En cambio el Director de La Revista 
de Cuha^ sigue conquistando laureles en aquella 
sala donde tan mal parado quedó el bueno de Vi- 
najeras. 



Grado — 1882. 



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