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LA POLÍTICA ARGENTINA
RESPECTO DE CHILE
mPRBNTA DE PABLO B. CONI Ú HIJOS, CALLE PERO, 680
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ERNESTO QUESADA o
LA
POLÍTICA ARGENTINA
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RESPECTO DE CHILE
(1 895-1 808)
BUENOS AIRES
AKNOLDO MOBN, EDITOR
314, FLORIDA, 314
1898
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i. I I '> -y
ADVERTENCIA
En 1895 publicamos el libro titulado : La política chi-*
lena en el Plata (1), del mismo autor. En aquella obra,
el doctor Ernesto Quesada estudió, desde sus orígenes has-
ta entonces, la histórica cuestión de límites entre la Repú-
blica Argentina y Chile. La acogida que mereció ese libro
fué tal, que puede considerarse casi agotada la copiosa
edición .
Posteriormente á la publicación de dicha obra, la cues-
tión de límites chileno-argentina ha sido objeto de varia-
das peripecias, que han llevado á la celebración del pacto
Matte-Quirno Costa, en 1895, y del protocolo Guerrero-
Quirno Costa, en 1896 ; encontrándose en la actualidad en
su periodo álgido, por celebrarse en estos momentos, en la
ciudad de Santiago de Chile, la reunión délos peritos á fin
de discutir definitivamente el trazado de la línea general
de fronteras. El doctor Quesada ha seguido paso á paso las
diversas fases de esta última época de la cuestión, habien-
(1) Un volumen in-8% de 384 páginas, con 7 mapas y planos.
6 LA POLÍTICA ARGENTINA
do sido objeto de entrevistas sobre el particular, de parte
de diarios y revistas.
Hemos creído que sería bien recibida por el público la
reunión en un libro de aquellas entrevistas ó artículos,
que se encuentran esparcidos en revistas y en diarios, pues
podría así tenerse en volumen el complemento de la obra
principal del autor, que editamos en 1895. Con ese propó-
sito, y usando del derecho de reproducción que permite lo
ya publicado en él periodismo, entregamos á la opinión el
presente tomo, que, por su forma y por su fondo, debe con •
siderarse simplemente como una continuación de La polí-
tica chilena en el Plata. Para ello no hemos necesitado
recabar el permiso del autor, pues en ese caso habría sido
menester refundir quizá la serie de entrevistas en la redac-
ción de un libro, lo que nos habría impedido hacer coin-
cidir su publicación con la referida reunión de los peritos,
que absorbe hoy toda la atención de ambos países.
El autor, en su último trabajo, se revela partidario con-
vencido y resuelto de una solución pacífica. Respetuoso de
Chile, cuyo país conoce, pero amante del suyo, ha tratado
las incidencias de la cuestión con el calor del caso, pero con
la máxima serenidad. Hay que tener presente, además,
que el autor hace uso del perfecto derecho y de la absoluta
libertad de acción del periodista y escritor, á quien no
atan las naturales trabas que deben impedir á un funcio-
nario, á un diplomático, ó aun estadista, expresar sin am-
bages lo más recóndito de su pensamiento. De ahí que, si
no juzga apropiada nuestra política y en ese sentido la
ataca, lo hace salvando los respetos que se merecen los
caballeros que representan á aquélla; obedeciendo en esto
ADVERTENCIA 7
al más levantado patriotismo y usando de altiva since-
ridad^ convencido de que en el interés del país está que
asuntos semejantes sean dilucidados en términos claros y
francos.
Por otra parte, los sucesos que han ido desenvolvién-
dose desde 1895, confirman desgraciadamente las aprecia-
ciones emitidas desde aquel entonces por el autor ; como
han resultado también, por desgracia, confirmados los
temores igualmente expresados por él en 1881, al juzgar
el tratado primitivo. Todo ello demuestra que el autor ha
visto claro en estos asuntos desde el primer momento, lo
que presta mayor autoridad á los juicios que hoy emite y
á las consecuencias que de ellos fluyen.
La opinión extranjera podrá quizá tacharle de ardo-
roso, pero nunca de injusto, teniendo en cuenta sobre
todo la fecha y el lugar de las respectivas entrevistas.
Fácil habría sido quitar á éstas todo lo que tienen de im-
presión fugaz, debido al momento en que aparecieron, pero
sobre que tarea semejante correspondería exclusivamente
al autor, creemos más imparcial reproducirlas tal cual fue-
ron publicadas, en homenaje á la sinceridad profunda que
las ha inspirado .
El Editor.
Buenos Aires, agosto 30 de 1898.
LA POLÍTICA ARGENTINA
RESPECTO DE CHILE
CAPÍTULO PRIMERO
EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE (1)
Sumario : La táctica chilena : 1881-1893-1895. — Influencia del presente
pacto en la política de Bolivia y el Perú. — El antagonismo de los
criterios argentino y chileno. — ^ Qué se entiende por caso de arbi-
traje?— Doctrina sostenida por Chile en el congreso pan-americano
de Washington, en 1890. — Aplicación á nuestra cuestión.
Han pasado ya unas cuantas semanas desde que se fírmó en
Santiago de Chile, en septiembre 6, el llamado «convenio
Matte-Quirno Costa», que ha resultado ser un verdadero parto
de los montes de la diplomacia argentina.
El espectáculo á que venimos asistiendo es interesantísimo, y
la táctica chilena se ha desenvuelto con éxito admirable.
El pacto en cuestión no sólo es el ridiculas mus horaciano,
sino que está perfumado con esa agua de rosas que suele usarse
en diplomacia, cuando se trata con adversarios demasiado con-
fiados. Nada dice entre dos platos — al parecer, y la prime-
ra impresión que produce, es la de una perfecta inocuidad : pero
(1) Este pacto fué firmado en Santiago de Chile, á 6 de septiembre de
1895. El presente artículo apareció en la revista La Quincena, de esta
ciudad, en el número de octubre de aquel año. Véase el texto del pacto
en el Apéndice. {Nota del editor.)
10 LA POLÍTICA ARGENTINA
sólo es anodino en la forma — latet anguis in herbá, — si, « una
serpiente se desliza entre la hierba », — hay en ese documento
tan desgraciado, una celada armada á la eterna y candorosa
buena fe argentina.
Pondremos los puntos sobre las íes. Pero antes de hacerlo,
queremos felicitar á la prensa transandina por el éxito inespe-
rado de su táctica sencilla, repetida textualmente de la que ob-
servara .en 1881, cuando el famoso tratado Irigoyen-Echeve-
rria.
En aquella época — el recuerdo está aún fresco, y para que
no se borre se ha perpetuado en una publicación oficial nuestra,
con la reproducción de los artículos de la prensa de entonces —
los diarios chilenos, obedeciendo á la consigna de su hábil can-
cillería, se dividieron súbitamente en dos bandos opuestos,
igualmente extremos y ardorosos. Los menos apoyaron el trata-
do, pintándolo hipócritamente como un sacrificio hecho por Chile
en aras de la paz internacional; los más, se declararon violentos
adversarios de la solución, pretendieron que era una derrota chi-
lena, y simularon la más perfecta indignación.
El resultado de esa táctica no se hizo esperar. Fué maravi-
lloso. Mordió aquí el pez en el anzuelo, y cuanto más recrude-
cían los ataques violentos al tratado por parte de ciertos diarios
chilenos, más se entibiaba aquí la repugnancia de nuestros hom-
bres públicos por su aceptación, y más se convencía la opinión
de que debía ser bien grande nuestro triunfo cuando semejante
grita levantaba. Y al discutirse en las cámaras el tratado, nues-
tro ministro de relaciones exteriores, que creyó sincera aquella
prédica, hizo valer como argumento de grande importancia jus-
tamente esa ardorosa oposición chilena.
Aquel polvo arrojado á los ojos de los espectadores, los ence-
gueció algún tanto, desde que nuestra prensa, después de titubear
un instante, se lanzó frenética en un coro de alabanzas por el
« triunfo » obtenido... Pocos años después, las cosas cambiaron :
Chile, sonriente, tiró de la cuerda, y la celada diplomática nos
hizo arrancar un grito de dolor. Todos se miraron entonces estu-
pefactos ; se restregaban los ojos y no creían : el o triunfo » se
convertía en burla, y de poco servía maldecir ¿mo pectore la fe
púnica de Chile. Quisimos desacirnos de la trampa en que ha-
bíamos caído ; pero fué en vano, y convencidos por fin de que
EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 11
habíamos sido victima de una mala fe no sospechada, creímos
desatar la dificultad con el pacto de 1893, el más vergonzoso y
malhadado de todos nuestros convenios internacionales.
Esta vez, ya no prorrumpimos en pueriles gritos de contento,
y debe confesarse en honor de la verdad que el pueblo aceptó
refunfuñando el nuevo presente griego- Pocos, sin embargo, se
tomaron la molestia de examinarlo, y creemos que ninguno la
de hacer público su análisis, por manera que la opinión creyó
que ese pacto, si representaba victoria en el mejor de los casos,
era una victoria á la Pirro, desde que nos costaba un nuevo
sacrificio.
Del otro lado de los montes tornaron á sonreir, asombrados
interiormente de un candor tan providencial y endémico. No
consideraron que merecía la pena de gastar pólvora periodística
en salvas : ni eso siquiera les fué menester.
Pero con esto el campo se les hizo orégano: no esperaron esta
vez á que pasaran diez años, como desde el tratado de 1881, y
desplegaron su argucia sobre la marcha, haciendo que hoy, en
1895, hayamos tenido que poner el grito en el cielo al sentirnos
de nuevo amarrados. Quizás hubo denasiado apresuramiento
de su parte : quizá no imaginaron que esta vez la prensa argen-
tina no sería la indiferente ó ciega de otras épocas, y que desdo-
blaría sin piedad, ante el tribunal de la opinión pública, todas
las fojas de estos autos enrevesados, en los cuales hemos perdido
todas las instancias.
En 1881 habíamos cedido ambas bocas del Estrecho y una
parte de la Patagonia, en cambio de una línea fronteriza que
consideramos inatacable. Resultó que la cesión fué perfecta,
pero la línea fronteriza fué tergiversada, dando origen la diver-
gencia á fracasos como el del « hito » del San Francisco.
En 1893 cedimos los golfos y bahías del Pacífico que, atrave-
sando la cordillera, se internan en plena Patagonia, añadiendo
una enigmática faja eventual de costa, enclavada en nuestros
territorios, á cambio de una revisión del malhadado ((hito».
Resultó que la cesión fué perfecta, pero la revisión era tan am-
bigua, que ha dado origen á la radical divergencia de criterios,
que ha hecho crisis en el ruidoso memorial Barros- Arana.
En 1895... mantenemos aparentemente el statu-quo, nada ob-
tenemos sobre la revisión disputada del (( hito )) celebérrimo, pero
12 LA POLÍTICA ARGENTINA
reconocemos que no podrá « ponerse de acuerdo en la ubicación
de alguno ó algunos hitos divisorios », ya que es absolutamente
incompatible el criterio chileno con la regla del tratado, y esta-
blecemos que « cuando se presente el desacuerdo » se a conti-
nuará la demarcación desde el punto más inmediato á aquél en
que se haya suscitado la dificultad y en el mismo rumbo de sus
trabajos».
Ahitenemos el nuevo enredo. Hemos cuasi sancionado lalegi-
timidad de ambos criterios y establecido que saltearemos las difi-
cultades, continuando « en el mismo rumbo ». Pronto principia-
remos á sentir que los dientes de la trampa comienzan á morder
en nuestras carnes...
Pero no es eso sólo. Pronto veremos cuantas otras cosas ocul-
tas contiene el « anodino » pacto. Realmente estaba predestinada
para firmar documento semejante, la misma diplomacia que fir-
mó aquella triste burla que se llama pacto de 1893 1
La táctica chilena esta vez se ha limitado á reproducir lo que
tan buenos resultados le dio en 1881. Los diarios trasandinos se
han dividido en los dos bandos de antaño : unos pocos defienden
el convenio, presentándolo como un sacrificio de Chile en aras
de la paz continental ; otra parte, la más numerosa, protesta y
vocifera contra el arreglo, finge sentirse agraviadísima, y, como
las plañideras de los entierros de Oriente, derrama lágrimas de
cocodrilo sobre la derrota chilena. Sólo á una cosa no se han
animado, si bien es cierto que habría ya pasado de colmo : á
ponderar la « habilidad » de la diplomacia argentina. Han te-
mido no poder guardar la seriedad del caso ante tan enorme
broma, y han preferido al respecto un discreto pero elocuente
silencio.
Las consecuencias de esa grita de encargo se hacen ya sentir.
Hay más de uno, que hace caudal de esa maniobra periodística
y se complaceen reproducir esos ataques exagerados y las indig-
naciones teatrales de la prensa trasandina, para pretender con
satisfacción que debe ser bien grande nuestro ((triunfo», y muy
extraordinaria la (( habilidad» de nuestra diplomacia, cuando tal
grita levanta y tales excesos provoca. Queremos creer que se ha
tomado á lo serio el tam-tam délos diarios chilenos...
EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 13
Pero ¿cuáles son las consecuencias positivas de la táctica chi-
lena? Principalmente dos: la una, tratar de hacernos pasar gato
por liebre ; la otra, ganar tiempo y ejercer presión moral sobre
Bolivia y el Perú, para sellar los traudos y convenios pendien-
tes, que establecerán la hegemonía de Chile en el Pacifico.
La patriótica campaña periodística, cuya iniciativa será siem-
pre un triunfo de honor para El Tiempo, que hizo despertar vi-
brante el sentimiento nacional argentino y penetrar hasta en las
capas sociales más indiferentes el conocimiento de los detalles de
la histórica cuestión, aunó en un solo propósito la aspiración de
todos los argentinos, y levantó al país como un solo hombre en
presencia de los agravios trasandinos.
La opinión nacional se uniformó : jamás, bajo concepto algu-
no, se admitiría someter á arbitraje la regla misma de la demar-
cación, reabriendo así toda la cuestión, que tantas y tan onerosas
cesiones de territorio nos ha costado ya. En balde el gobierno,
sometido á una política pusilánime, ha flotado indeciso y como
trapo inerte al soplo del aura popular : apenas descansa ésta,
vuelve á plegarse desidioso, obedeciendo á la eterna ley de las
medianías que trata sólo de apartar la dificultad del momento,
sin importar mucho á costa deque sacrificios y de qué criminal
imprevisión se obtiene el menguado resultado.
Chile, sin embargo, se conmovió ante el despertar de este pue-
blo: midió el peligro de un conflicto en condiciones semejantes,
y fió á la astucia y á la incurable ceguera de nuestra canci-
llería, obtener por otros medios el anhelado resultado. Por otra
parte, su situación política interna lo colocaba en posición des-
favorable, pues que tiene sobre el tapete su cuestión presidencial,
y no era prudente arriesgar un conflicto exterior al mismo tiem-
po que se producía esa conmoción interior. Acababa, además, de
comenzar á realizar su plan de hegemonia en el Pacífico, y po-
día correr peligro su judaico tratado con Bolivia y su convenio
de triunfo con Piérola. Un conflicto con la Argentina no sólo
paralizaría esos arreglos, sino que podía hacerlos naufragar, ha-
biéndose ya despertado ardiente la opinión boliviana contra el
pacto Barros Borgoño-Gutiérrez, y la protesta peruana contra
la cesión de Tacna y Arica. En vez de tener guardadas las es-
paldas, Chile se encontraba á la vez con un conflicto posible
con la Argentina, con un conflicto probable con Bolivia y el
14 LA POLÍTICA ARGENTINA
Perú, amén de la conmoción interior de su lucha presidencial.
La situación era grave. Una vez más la providencia parecía
proteger á la Argentina ; una vez más, como cuando el destro-
namiento de don Pedro II y el suicidio de Balmaceda, la casua-
lidad parecía disipar la tormenta que amenazaba conjurarse en
contra nuestra.
Pero es una fatalidad. « A quien Júpiter quiere perder, primero
enceguece», dice el proverbio, y tal parece ser el destino de los
gobiernos nuestros, cuando tienen la ceguera de no ver lo que
pasa á su rededor, y de no saber aprovechar la coyuntura favora-
ble que el hado suele presentar.
Era el momento decisivo para haber dirimido definitivamente
la cuestión, zanjando para siempre la dificultad con Chile y res-
tableciendo nuestro prestigio continental. La prensa argentina lo
dijo sin ambages : EL Tiempo, por lo menos, no tuvo reticencia
para hacerlo. El congreso mismo pareció retemplarse. La espe-
ranza renació en todos los corazones: por fin, íbamos á hacer
una verdadera política internacional. Pero para ello se requería,
como condición aine qua non, un cambio de dirección de la can-
cillería, diversa orientación de nuestra diplomacia en Chile, y
poner en el timón de la desmantelada nave un piloto de mano
firme y mirada certera.
Estaba escrito que aún nos quedaría algo por beber en el fondo
del cáliz de nuestras amarguras internacionales : prevaleció la
política de los paños tibios, y el congreso se contentó con las
protestas aturdidas que el miedo del derrumbe arrancó á nuestra
confiada cancillería. Pareció galvanizarse ésta un instante al
enviar á Bolivia la misión Rocha ; pero todo fué pasajero ; con
esa medida agotó su energía, cayo de nuevo en el sopor de cos-
tumbre, y volvió á la placidez de su existencia normal.
Tornó de nuevo á Chile el anterior diplomático-perito, que
obedecía á una política ya fatal para nosotros... y Chile respiró
de satisfacción. Había ganado la batalla sin disparar un solo
tiro.
Chile ahora tiene en su mano provocar « el caso », cuando lo
juzgue oportuno. Dejará pasar este año y constituirse su nueva
presidencia ; recibirá todo su armamento encargado, terminará
sus preparativos, dando tiempo á que los tácticos alemanes
que han ido á enseñarle el arte de la guerra, puedan instruir sus
EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 15
soldados y organizar convenientemente su poder militar. Espe-
rará un par de años quizá, observando las evoluciones de la po-
lítica argentina y dando tiempo á que venga nuestra lucha pre-
sidencial, á que se encarnicen nuestros partidos, á que la opinión
se desvíe de los asuntos internacionales, y á que quizá — ly ese
sería un colmo de felicidad para Chile 1 — malgastemos en gue-
rras civiles los pertrechos bélicos acumulados para defender el
honor nacional.
Mientras tanto, dará á entender á Bolivia y al Perú que la Ar-
gentina se ha contentado con el hueso pelado que le acaba de
arrojar, y de que no pueden contar con un conflicto eventual ni
menos con una ayuda posible por este lado. Hará un esfuerzo
supremo para resolver definitivamente la cuestión del Pacifico^
establecer sin contradicción su absoluta hegemonía, y dejar per-
fectamente guardadas sus espaldas.
£1 telégrafo ha comunicado ya que la noticia del pacto Matte-
Quirno Costa ha caído como una bomba en Bolivia y en el Perú.
La resistencia á la política chilena ha sentido algo como si per-
diera su punto de apoyo, y se ha producido tal confusión, queya
Baptista anuncia que serán sancionados sin modificación los tra-
tados con Chile, y Piérola deja hablar sin reatos de una eventual
transferencia de «las provincias cautivas».
De nuevo el horizonte internacional parece aclararse para
Chile. Hasta entre nosotros la opinión ha parecido desorientarse
un poco; ha reaccionado, es cierto, pero no con la bastante
energía.
El congreso parece semi -enervado, pues estos asuntos inter-
nacionales no lo sacan de quicio, cuando ni ha juzgado necesario
interpelar al ministerio al respecto, ni siquiera pedir que se so-
meta á su aprobación el convenio aludido.
El gobierno se refriega las manos ; nada en el contento más
singular : « ya no habrá guerra », exclama. Y se preocupa de sus-
pender todos los gastos que ocasiona la preparación militar...
Cierta prensa quiere aguijonear al país, gritando desaforada-
mente «todo está arreglado ; vamos á ganar plata, á especular, á
renovar las grandezas de oropel de otias épocas ; ocupémonos de
que venga dinero, para que los negocios absorban á todos, y
cuando todos se preocupen de ganar ó de no perder, nadie se
acordará de Chile...))
16 LA POLÍTICA ARGENTINA
Pudo agregar a ni de nuestro honor, ni de la integridad de
nuestro territorio ».
No ! Esto no puede ni debe ser. Si el gobierno ha tenido la de
bilidad de dar otro nuevo traspié diplomático, el congreso debe
avocarse el conocimiento del asunto, debe impedir que así se mal-
gaste una oportunidad propicia — pues, como dice el proverbio,
« á la ocasión la pintan calva » — y debe rechazar todo modus
vfvendi precario, exigiendo un arreglo definitivo. No se puede
vivir con esta espada de Damocles, perpetuamente suspendida
sobre nuestras cabezas.
Abandonar ahora á Bolivia y al Perú, sería renovar, en condi-
ciones más groseramente indisculpables, el fatal error de 1879.
No. No debemos, no podemos ser indiferentes y egoístas con lo
que pasa en nuestras fronteras. Si queremos ser una nación de
) respeto, tengamos una política internacional seria.
Desgraciadamente, hay que repetirlo : nada se hará en ese sen-
tido, mientras nuestra cancillería y nuestra diplomacia sigan con
el sistema actual. ¿ Cómo se efectuará el anhelado cambio ? ¿ Se
realizará á tiempo?...
¿Cuál era, entonces, el temperamento que las circunstancias
exigían ? ¿Acaso ir derechamente á la guerra?
Esta hipótesis no sólo habría sido una insensatez, sino, más
que eso, una inhabilidad. Ni Chile puede querer la guerra aho-
ra, ni á nosotros podía convenirnos.
Pero lo que se imponía era cortesmente suspender la operación
de demarcación, hasta dejar en claro si el gobierno de Chile hace
ó no suyo el criterio de su perito Barros Arana. Si lo desautoriza,
la operación se proseguirá tranquilamente ; si lo adopta, habría
llegado el caso de iniciar las negociaciones diplomáticas tenden-
tes á allanar esa dificultad, ya que es absoluta y fundamental-
mente imposible realizar una demarcación con dos reglas de cri-
terio, opuestas y antitéticas.
El perito chileno ha logrado que la opinión pública de su país
haga suya su tesis, que consiste sencillamente en presentar el
límite del tratado como una mera pretensión argentina, á la que
contrapone la pretensión chilena, dejando entre ambas líneas
una extensa zona de tierra para que sirva al arbitro eventual en
EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 17
sa probable fallo salomónico. Nunca podrán ambos países en-
tenderse, planteada asi la cuestión : los chilenos se aferran al
(( criterio » de las hoyas hidrográficas, los argentinos al del en-
cadenamiento principal cordillerano ; aquella pretensión traza
una linea en el centro de la Patagonia, en « la región plana
délas pampas », según la expresión del ingeniero Bertrand;
esta otra, se atiene al tratado y se encierra dentro de la cordi-
llera, cuyo macizo central debe constituir la frontera. He aquí
cómo sintetiza la situación actual un diario chileno : « La dis-
conformidad de pareceres á Qste respecto subsiste hoy como
ayer, y hoy con mayor acentuación que ayer. No ceden allá, ni
cedemos aqui, es decir, estamos en las mismas de antes, porque
no se ha adelantado un ápice en establecer cuál es la regla que
se debe adoptar para la demarcación. ¿Es esta la dificultad que
se proponen resolver ambos peritos? ¿Coincidirán las opiniones
científicas del perito argentino con las de su colega, el señor
Barros Arana? ¿ Uno y otro podrán arribar á una misma con-
clusión y decirnos : hemos encontrado una linea divisoria única,
y en perfecta conformidad de opiniones técnicas, para zanjar de
un modo fácil y definitivo las dificultades existentes sobre límites
andinos? Creer que puedan coincidir las opiniones de los dos
peritos sobre esta materia, es simplemente un despropósito...
Para qué alentamos una esperanza en algo que es, bajo todo
punto de vista, imposible que suceda 1 El perito argentino ha
dicho que, de trazarse la línea fronteriza, tendría que hacerse
por el principio sustentado siempre por su país, las cumbres más
altas. Y en abierta oposición á esta tesis, que en Chile es recha-
zada por absurda y por no estar establecida en los pactos, el
perito señor Barros Arana afirma, porque debe afirmar, que el
amojonamiento tendrá que verificarse necesaria y forzosamente
por la teoría que se deduce de la repartición de las aguas. ¿Cómo
imaginar, entonces, á menos de un cambio de opiniones y de
ideas sobre el particular, por parte del perito y del pueblo y go-
bierno argentinos, que la línea que presentará dicho señor pueda
fácilmente ser igual á la que tiene ofrecida también don Diego
Barros Arana? Bajo ningún aspecto cabe, pues, esperar un
caso como el contemplado. Como hipótesis tampoco tiene va-
lor alguno, por cuanto con ella no se resuelve ni se adelanta
nada )).
18 LA POLÍTICA ARGENTINA
En presencia de afirmaciones tan rotundas y categóricas^
¿ cabe forjarse ilusiones y creer que con semi-soluciones facili-
tamos el problema ? Es verdaderamente poco sensato proceder
asi. Realmente no cabe otro corte á la dificultad presente, que
suspender de hecho los trabajos de la demarcación, y confiar á
la negociación diplomática el llegar á un modus operandi que
haga posible el éxito del alinderamiento.
Eso no habría signifícado que se enfriara en lo mínimo la cor-
dialidad reinante entre los gabinetes de la Moneda y de la Casa
Rosada, sino una simple medida prudencial que tendía á evitar
posibles conflictos en adelante. Esa negociación habría podido
durar más ó menos tiempo, con éxito más ó menos favorable
para una ú otra pretensión, pero habría á la larga aclarado de-
finitivamente este enigma, que es una amenaza para ambos
países.
Además, en virtud de lo pactado expresamente en un proto-
colo conocido entre Chile y la Argentina, se habría podido radi-
car la discusión en esta capital, y se habría llevado entonces
con la prudencia y lentitud que lo delicado del asunto exigía.
Esa actitud firme y respetuosa de la cancillería argentina, ha-
bría demostrado á los demás países que el confl,icto persistía,
pero que se le encaraba varonilmente y con la mayor cordia-
lidad.
Bolivia y Perú habrían entonces sensatamente postergado la
solución de sus tratados en gestión con Chile, á la espera de la
solución de nuestra dificultad.
Inglaterra habría aplazado para la misma oportunidad el em-
préstito de 6.000.000 de libras esterlinas, que Chile buscaba
colocar allí.
Nuestra actitud habría sido así franca, pero seria. Chile, aper-
cibido de ello, habría buscado solucionar la cuestión sin dejar
más puerta falsa de escape, que sirva para nuevos conflictos
futuros.
En el Ínterin habríamos podido seguir estudiando científica-
mente el territorio de la linea, y sabríamos asi á qué atenernos,
mientras que ahora procedemos ciegamente, por carecer del
conocimiento previo del terreno.
Esa sola prueba de energía habría bastado : planteada sin
equívocos la dificultad, Chile tendría que ceder, porque no quiere
EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 19
en el fondo la guerra, ni le conviene hacerla, ni puede poner en
problema todo lo conseguido en el Pacífíco, antes de solidificar
su situación allí, para entrar en una aventura que, á pesar de la
infatuación característica de los políticos trasandinos y del poco
aprecio con que consideran á este pueblo, no puede menos de
considerar difícil y peligrosa.
Lo que Chile quiere, es seguir como hasta aquí, triunfando
con la amenaza, cerrando los oídos á todo avenimiento para
obligarnos á ceder, mostrarnos el fantasma de sus buques y sus
tácticas alemanas, para que agachemos la cabeza y firmemos lo
que nos presenten. Asi, cada nuevo convenio complica y desvir-
túa la cuestión ; cada nueva negociación es un nuevo fracaso ;
cada nueva tentativa de acuerdo es una nueva burla á la digni-
dad nacional. Con ese sistema y por ese camino, la cuestión
estará pronto perdida, irremisiblemente perdida...
La defensa del pacto Matte-Quirno Costa es el eterno estribillo
de que « no estamos preparados ». Fué esa la razón positiva en
1881, al celebrar el tratado Irigoyen-Echeverría ; también fué
invocada en 1893 para justificar el protocolo Errázuriz-Quirno
Costa. Decididamente el tal estribillo se va convirtiendo en un
sarcasmo 1 Pero, aun admitiendo que desde 1881 hasta aquí,
nuestros gobiernos han tenido la imprevisión de perder 16 años
sin realizar la tal (( preparación ))^ no era esa una razón suficiente
para celebrar el último convenio, reconociendo implícitamente
la paridad de ambos criterios, lo que nos lleva derecho á un
conflicto gravísimo. Con la suspensión de la demarcación y la
negociación subsiguiente, habríamos obtenido lo mismo sin com-
prometer nada.
Estamos ya palpando las consecuencias del último inhábil
convenio. Chile, deseoso de colocar cuanto antes su nuevo em-
préstito en Londres^ nos tiende el lazo de una proposición de
desarme, bajo la forma de suspensión de ulteriores preparativos.
Nosotros, en lugar de rehusar m limine el discutir tal propuesta
irrisoria, siquiera por no ser oportuna, la hacemos objeto de ruido-
sos acuerdos ministeriales, interviniendo altos jefes del ejército, y
concluyendo por rechazarla, lo que era indudable. Pero la prensa
trasandina señala el hecho á los banqueros ingleses y les dice :
(( Nosotros somos los pacíficos, ellos, los guerreros ; nosotros
somos el cordero, ellos, el lobo de la fábula... »
20 LA POLÍTICA ARGENTINA
Todo esto se repetirá aún en peores condiciones, mientras
prosigamos con la misma débil cancillería. ¿ Hay que perder la
esperanza de mejorar algún día?
La prensa trasandina claramente revela el objetivo actual de
la política de Chile : sostener á todo trance la fantástica regla de
Barros Arana, con su dicortium aquarum continental^ y suplan-
tarla á la regla establecida por el tratado de 1881 respecto de las
más altas cumbres del encadenamiento principal.
Examinemos con frialdad esta cuestión.
No necesitamos repetir las razones fundamentales que hacen
imposible el arbitraje en este caso concreto de la cuestión con
Chile. Insistir en ellas nuevamente, sería como llevar agua al
mar.
Cierto es que tanto el tratado de 1881, como el malhadado pro-
tocolo complementario de 1893, establecen que « toda cuestión
que^ por desgracia, surgiera entre ambos países, ya sea con mo-
tivo de la transacción, ya sea de cualquiera otra causa, será so-
metida al fallo de una potencia amiga ». Pero esos mismos tra-
tados establecen claramente una excepción, es decir, un caso en
que no regirá el arbitraje, pues agregan: «quedando en todo caso
como límite inconmovible entre las dos repúblicas el que se
expresa en el presente arreglo ». ¿ Y cuál es ese « límite incon-
movible»? La cordillera de los Andes, por donde «la línea
fronteriza correrá en esa extensión por las cumbres más ele-
vadas )).
Ahora bien, ¿cuáles son las dificultades existentes? Dos : una,
la del hito de San Francisco ; otra, la del criterio mismo de la
demarcación .
La primera no es cuestión. Chile no ha pretendido ni pretende
que el cerro del San Francisco está situado en la línea anticli-
nal de los Andes.
Defiende Chile la ubicación del hito, por razón del territorio
de la Puna, del que se encuentra abusivamente en posesión,
pero cuyo carácter argentino es evidente, sobre todo después del
tratado con Bolivia en 1891 .
Someter esa cuestión á arbitraje, sería poner en duda nuestra
soberanía en la Puna, y equivale á llevar ante el arbitro un
EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 21
territorio exclusivamente nuestro, sobre el cual la dignidad na-
cional no puede jamás aceptar dificultad alguna. Las provincias
y territorios argentinos no pueden someterse á arbitraje ; y na-
ción alguna sobre la tierra lo haría en caso semejante.
La segunda cuestión es menos susceptible de arbitraje todavía.
La pretensión chilena de suplantar el criterio de las más altas
cumbres, estipulado en el tratado, por el de una caprichosa divi-
sión continental de las aguas, no puede ser materia de arbitraje,
porque equivale á poner en duda^ á conmover el límite pactado,
y se ha convenido que, « en todo caso, será limite inconmovible
el del arreglo ».
No cabe, pues, el arbitraje ni en uno ni en otro caso. Se com-
prende el empeño chileno en propiciarlo, porque nada arriesga
con ello, desde que lo hace recaer exclusivamente sobre territo-
rio argentino : sobre la Puna, en un caso ; sobre las tierras de
este lado de la cordillera, en el otro.
El arbitraje es válido para los casos estipulados en el tratado,
es decir, para todas las dificultades que surjan en la demarca-
ción, siempre que no alteren « el limite inconmovible». Se ha
puesto empeño precisamente en sustraer ese limite á la eventua-
lidad del arbitraje.
El derecho argentino está en el presente caso de acuerdo con
la doctrina más autorizada, y — cosa curiosa I — de acuerdo
con las más solemnes declaraciones de Chile.
En el congreso pan-americano de Washington se discutió ex-
tensamente la cuestión del arbitraje. Todas las naciones de Amé-
rica, con excepción sólo de Chile, arribaron á una reglamentación
común del arbitramiento. Las actas y documentos de aquel con-
greso son, pues, un testimonio de la más alta autoridad en el
derecho internacional americano.
La reglamentación acordada en la sesión de abril 14 de
1890, dice en su articulo 3° : « El arbitraje es igualmente
obligatorio, con la limitación del artículo siguiente, en todas
las demás cuestiones...» Y el artículo 4<> estipula: a Se ex-
ceptúan únicamente de la disposición del artículo que precede,
aquellas cuestiones que, á juicio exclusivo de alguna de las
naciones interesadas en la contienda^ comprometan su propia
independencia».
El miembro informante de aquel despacho fué el delegado ar-
22 LA POLÍTICA ARGENTINA
gentÍDo, doctor Manuel Quintana, y, al fundarlo, cuidó hacer
presente que se reñere á (( todas aquellas cuestiones que no afec-
ten la propia independencia, porque la independencia de una
nación no se somete al juicio ajeno, y debe siempre quedar bajo
la salvaguardia del patriotismo nacional ». Y agregó : (( tal es la
inteligencia genuina é indeclinable con que la nación argentina
ha tenido el honor de suscribirlo ».
Más aún : el delegado mexicano, señor Matías Romero, obser-
vó que (( hay también casos en que no sería conveniente aplÍ7
cario, y una de las dificultades principales con que se tropieza
es la de establecer esas excepciones. El proyecto de arbitramiento
presentado á esta conferencia el 15 de enero último, por las de-
legaciones de las repúblicas Argentina y del Brasil, contenía en
su artículo 1®, la excepción de las cuestiones que afecten la sobe-
ranía nacional; el sometido al gobierno mexicano por el de los
Estados Unidos, á fines de febrero siguiente, exceptuaba las
cuestiones que afectaran la integridad territorial ; y el pro-
yecto de la comisión consulta, como excepción, las cuestiones
que comprometan la independencia de las naciones contratant&s.
El gobierno de México cree que además de esta última excep-
ción, debería estipularse la de las cuestiones que afectan de una
manera directa el honor y la dignidad de una de las naciones
contratantes )).
El señor Emilio C. Varas, delegado chileno, en un largo dis-
curso, llegó á estas significativas conclusiones: «Declaran los de-
legados de Chile que, reconociendo en absoluto la bondad del
principio, no lo aceptan con carácter incondicional y obligato-
rio, y que el gobierno de la república recurrirá al arbitraje para
dominar las dificultades ó conflictos internacionales en que pueda
hallarse comprometido, siempre que considere que la controver-
sia que se trata de solucionar sea aceptable de aquél arbitrio.
No quieren los delegados de Chile hacerse la ilusión de creer
que serán sometidos á la apreciación ajena y á la decisión de
arbitros, conflictos que afecten directamente á la dignidad ó al
honor de una nación. En tales casos y otros semejantes, no se
buscarán jueces para decidir si una nación tiene el derecho de
mantener su dignidad ó conservar su honor. Se defenderán am-
bos con todos los elementos de fuerza y de resistencia deque sea
posible disponer, y no sería temerario decir que un pais que se
EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 23
hallase dispuesto á someter esta clase de cuestiones á la suer-
te de un fallo arbitral , carecería de razón de ser. »
No pueden ser m&s netas y categóricas esas declaraciones so-
lemnes de Chile. Tomen nota de ellas los argentinos que se
creen obligados quijotescamente á aceptar el arbitraje sobre su
propio territorio, y sobre una mistificación en el criterio de la
demarcación; esas son cuestiones que afectan al territorio, á la
soberanía, á la independencia, al honor y á la dignidad de la na-
ción. «Un país que se hallase dispuesto á someter esta clase de
cuestiones á la suerte de un fallo arbitral, carecería de razón de
ser ». [Que se graben esas palabras severas en la mente de todo
argentino (
La delegación de Chile en el congreso de Washington fué
más explícita aún. «La aplicación del arbitraje — dijo el señor
José Alfonso — ha de quedar naturalmente sometida al arbitrio
ó criterio de la nación llamada á interpretarlo, quien determina-
rá en cada caso particular si el hecho que se presenta se halla
ó no comprendido dentro de aquél. Y no puede ser de otra ma-
nera, porque, si esta determinación quedara sometida á ajeno ar-
bitrio, la nación interesada sufriría detrimento en su soberanía,
lo que no es aceptable; y, si lo fuera, se produciría el mal mu-
cho mayor sin duda que el que se trataba de evitar. Reserván-
dose su libertad de apreciación para cada caso particular, el go-
bierno de Chile no hace otra cosa que ampararse bajo una de
esas fórmulas generales, que tienen por objeto establecer una
excepción al principio del arbitraje. Decir que se empleará este
medio siempre que el conflicto que se intenta resolver no afec-
te, por ejemplo, la dignidad nacional, y decir que eZ gobierno in-
teresado decidirá si la dificultad pendiente es de tal naturale-
za que pueda ser resuelta por medio del arbitraje, es en el
fondo una misma é idéntica cosa, puesto que en ambos casos
queda reservada la misma libertad de acción. Las palabras pue-
den ser y son, en efecto, diversas; pero el resultado práctico de
su aplicación será idéntico. Y lo que se sostiene con relación á
una de dichas fórmulas, es aplicable á todas las del mismo ca-
rácter, siendo evidente que la idea general que encierran todas
ellas, es compatibleconlamás completa latitud de apreciación.»
Desde luego, conviene retener estas terminantes declaracio-
nes oficiales.
24 LA POLÍTICA ARGENTINA
Chile reconoce y proclama «la más completa latitud de apre-
ciación )) respecto de las cláusulas que estipulen el arbitraje, y
sostiene, sin ambajes, que «el gobierno interesado decidirá si
la dificultad pendiente es de tal naturaleza que pueda ser resuel-
ta por medio del arbitraje.)) No pedimos más: las declaraciones
chilenas nos dan plena razón. Estipulado en general el arbitra-
je en el tratado de 1881, es un derecho del gobierno argentino el
decidir « si la dificultad pendiente es de tal naturaleza que pue-
da ser resuelta por medio del arbitraje)); y como evidentemente
no lo.es^ porque no puede serlo nuestra soberanía en la Puna,
ó en los territorios de este lado de la cordillera, no cabe arbitra-
je en «la dificultad pendiente)). Más aún: sin necesidad de re-
currir á la doctrina chilena que garante « la más completa lati-
tud de apreciación )), nos basta atenernos á la solemne declara-
ción del artículo 6 del tratado de 1881, á saber, que queda
aen todo caso, como límite inconmovible)), el de las más altas
cumbres de los Andes .
Conviene observar que el arbitraje que se pacta sobre demar-
cación de limites, por lato que sea, no siempre cubre cierta clase
de cuestiones que pueden suscitarse, máxime cuando expresa-
mente se ha convenido en exceptuar aquellas que puedan afec-
tar «el limite inconmovible)). Dejarla éste de serlo si se autori-
zara el arbitraje sobre su misma esencia, so color de dificulta-
des en la demarcación. Porque tocar la esencia misma del asun-
to, ó sea « el límite inconmovible)), es atentar á la independen-
cia nacional, y acabamos de ver que el mismo congreso pan-
americano estableció que en caso alguno serían sometidas á ar-
bitraje cuestiones semejantes.
Llenas están las actas de aquel congreso de análogas declara-
ciones. El señor Romero, delegado de México, llegó hasta de-
cir : « He manifestado al congreso que la independencia de un
país no consiste tan sólo en preservar su capital con un territo-
rio más ó menos reducido, y que, con el pretexto de una cues-
tión de limites, una nación puede ser privada de una parte más
ó menos grande de su territorio. Es, por ello, imposible preten-
der que una cuestión que engloba tal resultado, pueda no afec-
tar la independencia de un país. ))
Ese es, justamente, el caso actual. Con pretexto de un hito,
se quiere someter á arbitraje indirectamente nuestra soberanía
EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 25
en el territorio de la Puna, y es «imposible sostener que una
cuestión que engloba semejante resultado, pueda no afectar la in-
dependencia de un país)). No es, pues, éste un caso de arbitraje,
cualquiera que sea el aspecto bajo el cual se le considere.
Debe hacerse presente que en el congreso pan-americano, por
cuanto divergiesen las opiniones respecto de tal ó cual faz de la
reglamentación del arbitraje, hubo unánime acuerdo entre to-
dos respecto del punto preciso que nos ocupa.
Así, el doctor Fernando Cruz, delegado de Guatemala, en su
fundada exposición, insistió en que «hay la limitación de que
no comprometan la independencia nacional, punto cuya reso-
lución queda al juicio exclusivo de la nación interesada en la
controversia, puesto que ell^ es el único juez legítimo en ma-
teria tan transcendental : queda, en tal caso, libre de toda obliga-
ción)).
Tal es, pues, la doctrina americana en esta materia. No bas-
ta estipular en general el arbitraje; es preciso que cada gobierno
examine si la difícultad suh judice es ó no pasible de ese recur-
so, y en esto es único juez. Así, si considera que esa difícultad
afecta la independencia, la soberanía ó el honor y dignidad,
« queda libre de toda obligación )). Para este examen, Chile mis-
mo ha reconocido que corresponde « la más completa latitud de
apreciación )). Afortunadamente, no se necesita de ello; el trata-
do es bastante previsor, pues establece expresamente la excep-
ción al arbitraje, al decir : « quedando en lodo caso como lími-
te inconmovible el del presente arreglo )).
Conceder que la dificultad del hito de San Francisco es mate-
ria de arbitraje, es «conmover)) aquel límite; como sería some-
terlo de nuevo á discusión, el aceptar arbitraje sobre el criterio
chileno del divortiumaquarum continentaL Y preciso es no ol-
vidar que si hoy aceptáramos, por deferencia mal entendida ó ri-
dicula cortesía, el arbitraje sobre el hito de San Francisco, no
podríamos mañana lealmente resistirnos al arbitraje sobre el
criterio mismo de la demarcación.
Es decir, borraríamos el tratado de 1881 . ¿ A qué cedimos en-
tonces el Estrecho y el inmenso triángulo de la Patagonia y la
mitad de la Tierra del Fuego? Los cedimos justamente para
transar definitivamente, una vez por todas, la cuestión del lími-
te, y hoy se nos pretende hacer reabrir la discusión de nuevo y
26 LA POLÍTICA ARGENTINA
someter á arbitraje lo pactado. ¿Por qué no volver entonces al
statu quo ante, y hacer revivir nuestros derechos al Estrecho, á
la Patagonia Sud y á toda la Tierra del Fuego ?
No nos hagamos ilusiones: la diplomacia chilena está envol-
viendo nuevamente ala desgraciada cancillería argentina,yhoy»
como cuando Balmaceda, como cuando tantos otros, saldre-
mos burlados si continuamos con la sancta simpliciüís áe que
se está dando muestras.
También en las negociaciones anteriores, la cancillería encon-
tró fáciles aplaudidores, y timoratos que aceptaban todo con tal
de que no se perturbaran sus intereses ; también obtuvo que
congresos complacientes, débiles ó indiferentes, sancionaran co-
mo triunfos las más sensibles derrotas diplomáticas.
En 1881 hubo una razón siquiera para arribar á la transacción
del tratado. Hoy, no hay ni asomo de excusa, para comprometer
el tratado mismo con un artero arbitraje, que abre una ancha bre-
cha por donde pasarán en tropel las más audaces pretensiones
chilenas.
Romper hoy la unidad del tratado; aceptar, p. e., el arbitraje
respecto del San Francisco, que implica nuestra soberanía en
la Puna, equivaldría á una verdadera traición á la patria.
Y si, por cualquier acaso, la opinión contemporánea no lo
declarara, lo juzgaría asi el fallo de la historia que, aunque tar-
dío en pronunciarse, lo hace después sin apelación.
Firmar convenios que nada solucionan, so color de ganar
tiempo, es inhábil y peligroso : presta á Chile la sanción del
tiempo, dando á su pretensión el carácter de un litigio ; empeora
el estado de cosas existente, mantiene el malestar reinante, é im-
pide el desenvolvimiento de este país, amenazado siempre de un
conflicto que puede degenerar en una guerra. Esa no es política
de estadistas de vuelo : es táctica mediocre la de salvar sólo el
momento. ¿ Cómo es posible que el país no se aperciba de lo
errado de nuestra política internacional, y de que sólo desastres
podemos esperar si continuamos como hasta aquí? Si, por desgra-
cia, prevaleciera la inercia y siguiéramos tratando esta grave in-
fección con emolientes de curandero, el transcurso del tiempo dará
plena razón á los que hoy criticamos con toda nuestra fuerza pro-
cedimientos semejantes : mañana, dentro de dos, tres años,
estaremos de nuevo al borde del abismo, con la dificultad agrá-
EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 27
vada, y, si hoy podemos salvarla con tal 6 cual sacrificio, des-
pués... quizá DO estemos en estado de hacerlo. Qué responsabili-
dad para nuestra actual cancillería I
Esperemos, sin embargo, que no habrá congreso argentino
que sancione, en una ú otra forma, la claudicación de nuestros
derechos ; y que, por el contrario, reaccione á tiempo nuestra
cancillería, cambie de política en la gestión de este litigio, y en -
camine por otros rumbos á nuestra diplomacia, á fin de poder
exclamar, en el peor de los casos, tout est perdufors Vtionneur!
\
\
CAPÍTULO II
EL PROTOCOLO GUERRERO-QUIRNO COSTA (1)
Sumario : La opinión argentina y chilena : los escritos de Rawson j
las cartas de Ibáñez. — Caracteres distintivos de la política internacio-
nal argentina. — La aspiración'chilena. — Característica del presente
protocolo. — Et arbitraje pactado. — Análisis del nuevo convenio: su
preámbulo y sus diversos artículos. — Conclusión.
— ¿ Todavía se ocupa Vd . del protocolo ? ¿ Hay alguien que
se acuerde aún de ese pacto ? Me parece que no está Vd. dans
le train, para usar una granea expresión mundana. Más aún :
no creo hábil que recuerde Vd . al pueblo el tal protocolo, que
ha sido una brasa ardiendo en manos de todos los que en él han
intervenido : ministros y congresales se han apresurado á arro-
jarlo á un rincón ; á pesar de los sofismas de franciscana po-
breza empleados para disfrazar ese desastre nacional, todos se
ruborizan de aquel triste fracaso ; el gran argumento es que así
« hemos comprado la paz », y podemos ahora entregarnos sin
cuidado al desarrollo de los negocios y aprovechar déla « racha »
(1) Este protocolo fué firmado en Santiago de Chile, á 25 de abril de
1896. La presente entrevista se publicó en La Quincena, de junio de
aquel año. Puede verse en el Apéndice el texto del protocolo .
Hemos elegido la entrevista de La Quincena, porque nos ha parecido
más completa; sin embargo de que, á raíz de la celebración del protoco-
lo, el doctor Quesada fué entrevistado por dos veces con ese motivo, por
el diario El Tiempo (números de mayo 9 y 13). Además, La Prensa, de
junio 19, publicó una carta del autor sobre el mismo tópico. El deseo de
evitar repeticiones inevitables, nos obliga á prescindir de la reproduc-
ción de esas piezas. {Nota del editor.)
30 LA POLÍTICA ARGENTINA
de prosperidad que viene. . . Este último argumento es exacto :
la ley económica de las crisis decenales se cumple al pie de la
letra ; hemos liquidado ya la crisis pasada, y el país está en
condiciones de lanzarse de nuevo á otro esfuerzo violento : el
boom previsto por los banqueros londinenses se precipita, y se
prepara para el país una época de prosperidad, de grandeza ma-
terial, de grandes negocios. Alejada la posibilidad de una gue-
rra, vendrá sobre la marcha la unificación de las deudas, y en
seguida la lluvia de oro de Júpiter fecundando á Danae ; los
banqueros europeos nos inundarán con sus capitales, se lanza-
rán de nuevo toda clase de empresas, la inflación de los valores
comenzará á producirse, las ganancias fáciles se multiplicarán,
y, al cabo de un par de años, estaremos en plena fiebre, vivien-
do de una vida oxigenada, pareciéndonos natural las cosas más
absurdas y baratos los precios más exagerados. Al mismo tiem-
po se desbordará de Europa otra inundación de inmigrantes,
pues ya á Estados Unidos no pueden materialmente ir, y acu-
dirán aqui fascinados por este nuevo El Dorado, que, probable-
mente, hará levantar, en la próxima Exposición de París en 1900,
algún otro exótico y churrigueresco « Palacio Argentino », con
materiales de todos colores y de todas las formas, acentuando
asi nuestra reputación^ un tanto quisquillosa, de rastacuerismo,..
Hablar, pues, del protocolo en presencia de estas expectativas y
de estos «castillos en España», es verdaderamente uh anacro-
nismo.
— Pero la carta del doctor Ibáñez, de que se han ocupado La
Nación j La Prensa, da de nuevo actualidad al asunto... Ade-
más, La Nación ha exhumado dos cartas históricas del doctor
Rawson.
— En ese sentido tiene Vd. razón, aun cuando sea una actua-
lidad poco simpática, pues les recordará álos diputados que no
han tenido el coraje de afrontar la cuestión y que han preferido el
silencio. Pero ha hablado Vd. de las cartas del doctor Rawson,
á cuya publicación en La Nación atribuye Vd. una influencia
singular en haber inclinado la opinión flotante en pro del pacto.
Descartemos, pues, esas cartas antes de ocuparnos de la expo-
sición Ibáñez.
Excúseme Vd. si le doy mi opinión sin ambages: lo hago pro-
fesando el mayor respeto por la opinión de los demás y en la
EL PROTOCOLO GUERRERO-QÜIRNO COSTA 31
inteligencia de que asi se considerará á la mía, por aquellos que
con ella no simpaticen .
Pues bien : más valia no haber publicado de nuevo esas car-
tas, que ya fueron incluidas en el libro: Escritos del doctor
RawsoTu Las escribió éste en septiembre de 1873, para impedir
que el senado confirmara una resolución de la cámara, relaciona-
da con la política argentina en el Pacifico. Campea en dichas
cartas el más hermoso romanticismo en materia de política in-
ternacional, y las teorías más singulares en materia de intere-
ses argentinos, defendiendo con un calor originalísimo las pre-
tensiones de Chile en contra nuestra. Parece increíble hasta qué
punto llegaba el chilenismo inconsciente que caracteriza á los
emigrados unitarios de la época de Rosas. <( Chile,— dice el doc-
tor Rawson — por injusto que sea en sus pretensiones, ha fe-
cundado para el comercio del mundo el desierto y agreste Es-
trecho de Magallanes. » Y así justifica aquella usurpación del
territorio argentino, aconsejada á Chile por otro emigrado —
Sarmiento — con el propósito de que estallara la guerra, si la
confederación protestaba.
El doctor Rawson se expresa en esas cartas como el chileno
más exaltado : llama á Chile « la república más adelantada de
Sud-América )) ; la califica de « modelo americano de orden ad-
ministrativo y de paz sólida » ; repite con evidente ternura que
ha sido «asilo de los proscriptos de la tiranía argentina, que han
merecido y recibido allí tan distinguidas consideraciones ». Y
analizando los incidentes de una guerra posible, exclama : (( sus
actos de hostilidad no pueden ser repelidos eficazmente ». Más
aún ; hace este significativo argumento : (( La masa de la na-
ción no se ha de apasionar, y se interesará escasamente, por la ^
usurpación de Chile en el Estrecho y sus inmediaciones. Sólo
los hombres públicos, no todos, han prestado atención á las
cuestiones geográficas que se han suscitado, respecto de aquellas \
regiones. ¿Qué interés, qué pasión nacional ardiente se des- ,
pertaría en el pueblo el día que se le notificara la existencia de
una guerra, para reivindicar contra Chile puntos ignotos, que es \
preciso buscar en el mapa para saber que existen ? » Baste con
esas transcripciones para comprender que habría sido más pia-
doso para con la memoria del eminente doctor Rawson, no recor-
dar siquiera la existencia de aquellas cartas tan anti-argentinas.
V
32 LA POLÍTICA ARGENTINA
Me explico perfectamente el amor trasandino que han tenido
todos los emigrados argentinos, y'que los ha llevado á justificar
siempre á Chile contra su propio país : por eso mismo su testi-
monio es tachable. Pasaron en aquel país su juventud : allí hi-
cieron sus amistades y se convirtieron en hombres. Pero, si
bien respeto ese cariño del doctor Rawson hacia Chile, y sus
románticas doctrinas de que (( la misión de la América es la
irradiación del ejemplo», y del ((principio republicano confiado á
nuestras manos », opino que todo ese americanismo, ese repu-
blicanismo, y esa fraternidad universal, no son buenos conse-
jeros para encaminar prácticamente los intereses reales de un
país. Ante todo, contra todo, y sobre todo, está la patria.
Por de pronto, ya ve Vd. que la prensa chilena ha reprodu-
cido las cartas de Rawson como alegato en su favor. Esas car-
(ns ejercieron una influencia desastrosa en nuestro país, porque
han sido el punto de partida de nuestra actual política inter-
nacional negativa, de aislamiento^ de (( abstención )), mientras
que en esos momentos el congreso se ocupaba en discutir un
plan de política continental, que hubiera garantizado el equilibrio
de las naciones de SudAmérica, impedido que la conquista en -
trara á formar parte de su derecho público, y mantenido incó-
lume la base angular del derecho internacional latino-america -
*no: el uti possidetia de 1810, El romanticismo achilenado de
un estadista argentino hizo fracasar la única política internacio-
nal activa, que habría salvado todas las dificultades en este con-
tinente. Recordar, pues, ese traspié fatal, es manifestar que aún
hoy día la amarga experiencia no ha barrido el romanticismo
lírico de la concepción de estas graves y elevadas cuestiones.
Por esas razones prefiero, pues, no ocuparme de las cartas de
Rawson.
— ¿Y qué le parece la del doctor Ibáñez ?
— Lo que ante todo me admira es la habilidad florentina de
mi distinguido amigo el doctor Ibáñez, á quien los años no han
logrado enfriar los ardores juveniles y el espíritu entusiasta de
otra época. Habiendo vivido bastante tiempo entre nosotros, ha
penetrado, con la viveza extraordinaria de su inteligencia sutil,
todas las hendiduras de nuestra cota de malla : como ninguno,
conoce que los políticos argentinos en general no se preocupan,
no digo del « pasado mañana », pero ni del (( mañana », ocupan-
EL PROTOCOLO GUERRERO-QüIRNO COSTA 33
dose sólo de « esta tarde » . Sabe muy bien que jamás llevarían
á la guerra á este país del porvenir, por « unos cuantos terrones
de tierra patagónica », y que los discursos en el congreso, las
preparaciones militares y demás actos efectistas, son pour la
galerte, estando firmemente resueltos á « aflojar » en el último
momento. Sabe muy bien que este pueblo, si bien se apasiona
por su dignidad y sus intereses, es de suyo movedizo y muy
acostumbrado á que sus « pastores » lo dirijan: bastando que és-
tos se combinen para decir á la grey, « esto es bueno m, para
que la generalidad comulgue contenta con cualquier rueda de
carreta. Conoce que la inmensa población extranjera y los in-
tereses del comercio europeo son aqui tan aplastadores que to-
do lo dominan, y que no buscan sino la tranquilidad á cual-
quier precio, la paz á todo trance, importando poco la dignidad
en el exterior ó la libertad en el interior, con tal que su dinero
produzca buenos y sonantes réditos. También sabe que las épo-
cas de brusca prosperidad embriagan á todos los habitantes en
estos países nuevos; que un periodo sincrónico de esa natu-
raleza se acercaba, y que era general la impaciencia por facili-
tarle el camino á costa de cualquier sacrificio. No se le ha ocul-
tado que en estos países nuevos, que muchos.. consideran verda-
deras factorías ultramarinas, lo que predomina es el criterio del
mercader, y que las masas flotantes acallan sus escrúpulos con
el panem et circenses romano, con los negocios y las diversio-
nes de este accidentado fin de siglo. Viviendo, pues, entre no-
sotros, y convencido de que nuestra resistencia á dejarnos « cir-
cuncidar )) por Chile era más aparente que real, el doctor Ibáñez
— que ha sido uno de los más preclaros estadistas chilenos — se
desespera de que sus sucesores en la cancillería de aquel país
no hayan sido más osados, y se contenten con despojarnos á
retazos del manto soberbio que nos legó la naturaleza y la his-
toria. El festina lente de los estadistas ingleses — que tienen
siempre como modelo los políticos trasandinos — le parecía su-
perfluo, peligroso, y habría deseado una espada diplomática de
Alejandro, para cortar de un golpe el nudo gordiano de la difi-
cultad en los límites. Si el gobierno de su país hubiese confiado
al doctor Ibáñez la negociación, otro habría sido el giro que ésta
hubiera tomado : habría recibido solución más (( radical » — con
mucha, oh, muchísima, suavidad en la forma, pero en el fon-
3
34 LA política argentina
do... el rio Negro como frontera entre ambos paises habría,
quizá, simplifícado la cuesliónl
Note Vd. que no hay en esto el menor reproche para el doc-
tor Ibáñez, con cuya amistad me honro y á quien profeso ad-
miración como político chileno . No es extraño que haya amar-
p;ura en comprobar que esa habilidad de estadista trasandino, ten-
ga que cimentarse á costa de lo que entiendo ser los intereses y
la dignidad de mi patria. Del punto de vista de la suya, es el
doctor Ibánez un estadista de primera fíla, é ingratos serán sus
compatriotas si así no lo reconocieran. ¿ Cuándo tendremos no-
sotros alguno por el estilo? Esa es otra cuestión...
— Pero entonces, ¿ Vd. cree que los estadistas argentinos no
han sabido ó no saben cuidar de « los intereses y de la dignidad
de la patria » ? Es ese un cargo demasiado grave y, sobre todo,
demasiado absoluto.
— Permítame. No he dicho eso en esa forma absoluta, he di-
cho que « asi lo entiendo ». Debo creer y creo que los estadistas
argentinos de antes y de ahora, son tan patriotas como el que
más, y que ellos han entendido y entienden servir con su política
(( los intereses y la dignidad de la patria». Digo tan sólo que, en
mi entender, su política no sólo es errada, sino perniciosa; yque
con ella no sólo no se sirven, sino que se perjudican, se sacrifican,
los intereses y la dignidad de la patria. Es cuestión de criterio y
de punto de vista. Lejos de mí la pretensión de creer que estoy
en la verdad absoluta : puedo equivocarme, puesto que es huma-
no el errar. Pero esa es mi convicción y apelo confiadamente al
tiempo, que es un juez implacable: él dirá si es ó no benéfica ó
perjudicial para la patria la política internacional imperante.
Desgraciadamente el fallo vendrá tarde, vale decir, cuando las
cosas ya no tengan remedio. Pero el hecho de manifestar mis
opiniones al respecto con un tanto de crudeza, no implica la más
mínima falta de consideración para los que profesen la opinión
contraria.
Es realmente triste y desairado el papel de perpetua Casan -
dra ; pero, — cuando en 1881 criticaba en la Nueta Revista de
Baenos A ¿re^ el tratado entonces celebrado, y objetaba que no
sólo era desproporcionada la cesión, sino que era ambigua ó poco
EL PROTOCOLO GUERRERO-QUIRNO COSTA 35
deñnida la determinación de la frontera, dejada á trabajos pos-
teriores, mientras que lo cedido era delimitado de modo indu-
bitable, — obedecía á una convicción profunda y dolorosa,
basada en los antecedentes de la política chilena respecto de
nosotros, siempre agresiva y de sucesivos avances, mientras que
nuestra táctica había sido ceder siempre, con la esperanza in-
confesada de que el trascurso del tiempo nos haría recuperar lo
perdido. Temía la repetición de lo que había ya pasado. Y si du-
rante 8 años nada se innovó, fué porque nada se hizo, y porque
Chile necesitaba reconstruirse después del sacudimiento de la
guerra del Pacífico, y amalgamar dentro de su viejo territorio
las provincias conquistadas. Pero, tarde ó temprano tendría que
suceder lo inevitable... Pues bien : nadie entre nosotros com-
partió ese punto de vista ; todos prefirieron creer que el asunto
había sido definitivamente zanjado, y nada hicieron para pre-
parar militarmente al país á fin de poder, en el momento opor-
tuno, imponer á Chile la prudencia. Más aún : no se aprovechó
de la cruel experiencia, y cuando, en 1890, se vislumbró la
táctica obstruccionista y negativa del perito chileno, que tendía
á hacer renacer íntegra toda la óuestión — pero dejando como
« hecho consumado » las cesiones de 1881 — nadie pareció aper-
cibirse del peligro. Tuvimos que pasar por la humillación de
1893, cediendo los puertos con salida al Pacífico, que habían
sido el argumento gubernamental decisivo para arrancar de las
cámaras de 1881 la aprobación del tratado. Todavía más : cuando
en 1894 fué notorio el plan militar de Chile para reorganizar
sus fuerzas en vista de una guerra eventual, mandando á Ale-
mania al general Kórner á fin de que comprara armamento,
contratara oficiales, é hiciera preparar un plan de campaña es-
tratégico, al mismo tiempo que se ordenaba construir en los as-
tilleros ingleses acorazados de singular poder, continuaron
nuestros hombres públicos sin darse cuenta del peligro, sin
hacer nada : fué entonces cuando, en 1895, creí cumplir con un
deber sagrado agitando la cuestión desde las columnas de El
Tiempo, dando el grito de alarma, volviendo á desempeñar el
ingrato papel de la Casandra de 1881. Esta vez, afortunada-
mente, la opinión nacional se conmovió, y pareció cambiarse
nuestra apatía en saludable actividad... Pero, de nuevo la fuerza
fatal de la inercia nos ha hecho suprimir todo esfuerzo^ y —
36 LA POLÍTICA ARGENTLNA
nada hacemos. ¿Cuál será el resultado? Tengo la triste convic-
ción de que, si no nos preparamos militarmente de un modo
formidable y sin perder tiempo, ó damos lugar á que Chile re-
ciba sus nuevos buques, su armamento, sus cañones, y que sus
instructores alemanes reorganizen á la prusiana su ejército,
dentro de un par de años estaremos en posición crítica. Chile
nos obligará á pasar por las horcas caudinas, nos arrancará
nuevas cesiones territoriales, nos infligirá nueva humillación,
destruyendo para siempre los restos de nuestro prestigio conti-
nental. ¿Como quiere Vd.. entonces, que, teniendo convicción
tan arraigada, prefiera callarme y confundirme en las cómodas
filas de los indiferentes, evitando los naturales disgustos que
causa criticar y condenar una política errada, y mostrarse siem-
pre defendiendo un criterio diferente del de la generalidad?
Y tan es posible esa divergencia de criterio, que casualmente en
este asunto del protocolo ¿no ha visto Vd. aciertos estadistas de-
jar conocer su repugnancia, mientras otros lo han defendido con
calor ? Eran, sin embargo, miembros de un mismo partido po-
lítico; pero entendían, al parecer, de diverso modo el reciente ac-
to trascendental de la cancillería argentina.. .
Ésta parece que no hubiera obedecido, en este incidente, sino
al propósito inmediato de cortar una guerra que, dada la ten-
sión de los ánimos, podía estallar en cualquier momento. Se ha
contentado con celebrar un pacto anodino, en el mejor de los
casos, puesto que los más ardorosos paladines del protocolo con-
vienen en que « no resuelve nada », que es una estratagema para
ganar tiempo y que la paz armada seguirá siendo una necesi-
dad.
Se comprende que la cancillería chilena se contentara con un
pacto verdaderamente anodino para ella, desde el momento que
Chile se encontraba en la más difícil délas situaciones : no le
era dado exigir^ sino aceptar lo que se le propusiese. Sus buques
en construcción en los astilleros ingleses iban á quedar parali-
zados, por falta de fondos para el pago de las últimas cuotas ; y
los banqueroslondinenses, para consentir en el nuevo emprés-
tito de 6.000.000 de libras, exigían previamente la celebración
de un arreglo cualquiera de garantía de paz : esto lo sabía el
gobierno argentino. El fracaso de la conversión monetaria ha
hecho que emigren de Chile fuertes capitales, que han enviado
EL PROTOCOLO GUERRERO-QUIRNO COSTA 37
SU oro á Europa, en previsión del inminente krach financiero y
la vuelta al papel inconvertible y al curso forzoso. La lucha po-
lítica para la presidencia asumía caracteres gravísimos, como no
se habían visto hacía muchos años : errazuristas y reyistas
amenazaban venirse á las manos — como ya ha sucedido, pues
ha comenzado la era de las violencias electorales y hay ya víc-
timas de uno y otro bando. El Perú se mantenía á la especta-
tiva, dejando abiertas todas las cuestiones que fluyen del trata-
do de Ancón, y de la ocupación chilena de las « provincias cau-
tivas )). Bolivia exigía para la ratificación del tratado de mayo
la incorporación del protocolo de diciembre 9, que neutraliza
el fiasco del pacto Barros Borgoño-Gutiérrez ; mientras la cele-
bración del protocolo Rocha-Cano cambiaba la faz de la cues-
tión en favor nuestro. Chile, pues, no podía pensar en imponer
condiciones, sino en aceptarlas. En balde su prensa, obede-
ciendo á una consigna, se mostraba bravia é intransigente : era
— para usar una gráfica locución vulgar — pura parata.
Nuestra cancillería no supo aprovechar esas circunstancias
providenciales : desesperada por atender al clamor interno que
pedia se despejara el camino para el nuevo boom, dio muestras de
la ingenuidad más grande, y permitió á los hábiles políticos tras-
andinos convertir su desgraciada situación en un triunfo jamás
soñado. El deseo inconsulto de la paz á todo trance^ nos hizo
perder todas las ventajas y suscribir un protocolo desas-
troso.
No es sino el resultado lógico de nuestra falta de tradición di-
plomática y de política continental fija : procedemos por el im-
pulso del momento, no tenemos en cuenta el futuro ni las con-
secuencias de lo que hacemos; sólo atendemos al instante pre-
sente, y manejamos así nuestros asuntos internacionales con una
ligereza y una precipitación imprudente, que ya nos ha costado
caro y que mascare nos costará aún, de seguir el mismo cami-
no y con el mismo estrecho criterio.
— ¿De manera que le parece á Vd. estrecha la política de la
cancillería argentina?
— (( Estrecha » es un calificativo que presupone la existencia,
en este caso, de una política internacional fija, con su tradición y
sus efectos consiguientes. En mi entender^ ese no es el caso : en
realidad nuestra cancillería no tiene tradición diplomática.
38 LA POLÍTICA ARGENTINA
En la primera época, durante la guerra de la independencia,
se tuvo una política amplia y de vastisimos alcances. El famo-
so plan del doctor Mariano Moreno, aprobado por la junta á
raíz de la revolución de mayo, demuestra á un estadista consu-
mado, y aconseja una política internacional amplia y activa. La
diplomacia argentina durante la primera década obró siempre
inspirada en altos propósitos. Durante la anarquía y el caudi-
llaje, y en la época del gobierno de Rosas, nuestra cancillería
sostuvo siempre una política continental de alcance. El gobierno
del general Mitre desenvolvió también una política internacio-
nal activa : es sólo en los gobiernos posteriores que ha predo-
minado la teoría de encerrarnos en casa, de prescindir de los
demás, de renunciar á tener política continental, proclamando
nuestra cancillería las máximas más románticas, como aquella
de que « la victoria no da derechos », y otras de ese jaez. Cier-
to es que por intermitencias ha ocupado la cancillería algún
conspicuo estadista, y ha parecido entonces " tomar otro sesgo
nuestra acción diplomática. Pero eso ha sido fugaz, y sirve sólo
de excepción para confirmar la regla. Renunciando á tener po-
lítica internacional activa, hemos relegado á segundo plano la
importancia de nuestra cancillería — hasta el punto de que el
ministerio de relaciones exteriores casi siempre ha sido consi-
derado como cosa secundaria ó inferior á los demás, tanto que,
para (( darle que hacer », se ha solido confiarle las gestiones más
incongruentes, como la dirección de tierras y colonias... — y he-
mos abandonado la formación de un cuerpo diplomático de carre-
ra, con tradición, con propósitos fijos, con política determinada.
El resultado ha sido que hemos perdido en América la importan-
cia que nos correspondía por nuestra extensión territorial y por
nuestra acción durante la guerra de la independencia; en lugar de
aspirar á una justa influencia y á ser la primera nación del con-
tinente, hemos vacilado, hemos cambiado constantemente de
rumbos cuando quisimos hacer política internacional, y hemos
concluido por aislarnos, por dejar que ocupen nuestro puesto
otras naciones, y por no pesar lomas mínimo en la balanza del
equilibrio sudamericano. Por eso hemos perdido una por una,
todas, sí, TODAS, las cuestiones internacionales que hemos teni-
do, y lo peor es que no nos ha quedado siquiera el recurso de
parodiar el dicho célebre : tout est perdu^ fors Vhonneur, por-
EL PROTOCOLO GUERRERO-QUIRNO COSTA 39
que de esos litigios diplomáticos hemos salido disminuidos ma-
terial y moralmente. En una palabra: hemos circunscripto nues-
tro ideal al simple desarrollo material del país, al fomento de su
riqueza, á los intereses mercantiles de factoría ultramarina. San-
to y bueno que atendamos tan vital aspecto de las cosas; pero
descuidar la importancia y el porvenir de la patria es, en mi
opinión, no sólo inhábil sino lamentable.
De ese punto de vista, la política déla cancillería argentina es
negativa, egoísta é imprevisora : no sólo es « estrecha », como
Vd. insinuaba.
Note Vd. que no se pide política napoleónica, es decir, de
guerras y conquistas : tomemos las cosas como están, y lo perdi-
do, perdido. Renunciemos á recuperarlo, si para ello hemos de
romper tratados y pactos, recurriendo á una guerra arbitraria.
Renunciemos igualmente á la utopía de reconquistau: el rango
con que vinimos á la vida independiente, como virreinato del
Río de la Plata : la reconstrucción del cual no sólo es un impo-
sible histórico, sino un contrasentido actual, que no conviene á
ninguna de las antiguas fracciones de aquél. Pero conservemos
por lo men(»s lo que nos queda, después de haber entregado tan-
tos retazos al Brasil, al Paraguay, á Bolivia y á Chile. Basta
con lo que todavía tenemos para ser una gran nación, pero recor-
demos que para ello no es suficiente la riqueza material : es in-
dispensable la influencia exterior. Tengamos alguna vez canci-
llería activa y política continental fija : eso es, en mi entender,
á loque debe aspirar el estadista argentino.
El contraste que con esta «costumbre» nuestra presenta
Chile, es radical. Me bastará recordar un ejemplo reciente que,
aun cuando parezca nimio, es significativo. Cuando, en abril
último, se anunció oficialmente que el gobierno argentino solici-
taría déla Santa Sede la erección de tres nuevos obispados, en
el acto en Chile se alarmaron- « Creemos— decía La Unión, de
abril 17 — que el gobierno de Chile y la autoridad eclesiástica de-
ben fijarse en esta creación de obispados. Esto es grave. Un pue-
blo, como Chile^ que anhela la supremacía sudamericana, no
debe dejarse llevar la delantera en asuntos de tanta importancia
y de tan fácil trabajo. El gobierno de Chile debe gestionar la
creación de nuevos obispados. Chile debe tener tantas diócesis
como la Argentina^ para así alegar iguales derechos ante la San-
40 LA POLÍTICA ARGENTINA
ta Sede, cuando se dispute el capelo de cardenal, y la ciudad
para el concilio sudamericano ». Es seguro que esa vigilancia
y esos celos provocarán aquí más de una sonrisa, por tratarse
de asuntos de ese género, pero es así cómo se hace diplomacia :
no descuidando ni las cosas que parecen nimias. Es así cómo
procede una nación que anhela la supremacía sudamericana .
Pero no hablemos de estas cosas : es predicar en el desierto,
por ahora. Por el momento, lo importante es ocuparse de ami-
norar el desastre del último protocolo, sobre el cual no se puede
volver.
— ¿Luego, Vd. considera que el protocolo de abril 25 es «un
hecho consumado» y que es inoficioso criticarlo?
— Entendámonos. El protocolo es, en efecto, «un hecho con-
sumado», pero su crítica no es inoficiosa, siquiera porque sirve
para estudiar todas las interpretaciones de que tan ambiguo do-
cumento es susceptible, á fin de estar prevenidos contra todas
las chicanas posibles que puedan promoverse, basadas en él.
Sin duda esa crítica no servirá para impedirlo ó para modificar-
lo : el mal está hecho, y hoy tiene Chile el derecho adquirido pa-
ra exigir que las estipulaciones del protocolo sean estricta y leal-
mente cumplidas por parte nuestra.
El patriotismo exige ahora tratar de que dicho protocolo no
sea latamente interpretado, ó no sea desnaturalizado con el fin
de causarnos mayores perjuicios. Hay que hacer la parte del
fuego. Hay que impedir que el desastre sea más grande que lo
estrictamente necesario.
Como es de toda evidencia, aun antes de que se haya produ-
cido un (( caso de arbitraje », es decir, que haya una desinteli-
gencia efectiva en la demarcación material, Chile prepara ya
los trabajos del arbitraje, y es voz pública que mandará á Ingla-
terra como abogado ad hoc, con carácter diplomático, al actual
perito Barros Arana, ó, en su defecto, á don Isidoro Errázuris,
que es una espada diplomática, dando asi á entender que la
cuestión hoy se circunscribe al arbitro y que todo el aparato de
peritos, etc., no tiene importancia. Corresponde, pues, que á
nuestro turno encomendemos nuestra defensa á un abogado ca-
paz de defender con éxito nuestros derechos^ y que revele el sa-
EL PROTOCOLO GUERRERO-QUIRNO COSTA 41
ber y la habilidad del abogado chileno. El amplio arbitraje pac-
tado DOS es fatal, porque en el peor de los casos para Chile, éste
queda probablemente con un limite cis-andino, es decir, que la
cordillera principal será chilena en sus dos lados: tratemos, por
lo menos, de que ese limite cis-andino, en la llanura, no avanzo
demasiado al centro de la Patagonia, y no nos despoje de terri-
torios demasiado exagerados. Tratemos, en una palabra, de
circunscribir las pérdidas á lo estrictamente indispensable; de-
fendamos con tenacidad nuestros derechos, y disputemos ante
el arbitro, palmo á palmo, nuestro desgraciado territorio. Para
esa misión necesitamos un hombre que pueda rivalizar con Ba-
rros Arana: — demasiado caro hemos pagado la experiencia cruel
de los arbitrajes anteriores, en los cuales nuestras defensas fue-
ron tan pobres, mientras que las de nuestros contrarios causan
respeto, por su profundidad y por su habilidad.
Por eso el protocolo es todavía como una espada de Damocles
suspendida sobre nuestras cabezas : hasta que no se conozca el
nombre del que representará y defenderá nuestros derechos anta
el arbitro, no podrá apreciarse debidamente la magnitud del de-
sastre. Por eso es conveniente la critica de aquel documento;
queda aún una medida capital que tomar, ojalá nuestra canci-
llería acierte esta vez!
Además, téngase presente que Chile quizá provocará un fallo
arbitral sobre la marcha y sin esperar á un simulacro de desin-
teligencia de las comisiones técnicas. ElHeraldOy de Valparaí-
so, decia recientemente (abril 26) : « El arbitraje amplio, ab-
soluto, incondicional, tal como Chile lo ha pedido desde la pri-
mera hora, viene á ser la fórmula definitiva aceptada por el go-
bierno argentino. Debemos felicitarnos especialmente de que no
se haya acordado la traslación del hito de San Francisco á Tres
Cruces. ^síe punto será el primero que debe someterse aleono-
cimiento del arbitro^ y el fallo que pronuncie servirá de ante-
cedente para la conducta posterior de las comisiones demarcado-
ras. El hito de San Francisco se halla hoy colocado provisoria-
mente en el «divortia aquarum»; el gobierno argentino ha pe-
dido su traslación á Tres Cruces, es decir, á una cumbre aisla-
da que no divídelas aguas. De consiguiente, toda la controver-
sia se halla condensada en ese hito. De ahí nace la considerable
importancia que tiene el acuerdo de los gobiernos para no resol-
42 LA POLÍTICA ARGENTINA
ver este punto y entregarlo al fallo del arbitro )). Mientras tanto.
La Nación de aquí, decía (mayo 30): « La supresión del hito
en el portezuelo de San Francisco, tiene un alcance especial.
He ahi una de las virtudes que encierra el protocolo, mucho más
real que los defectos que se le quieren achacar ». Y el mismo
presidente de la república, en su mensaje al congreso, dice :
« En cuanto al hito de San Francisco, cuya ubicación ha preocu-
pado tanto ala opinión pública, queda con claridad explicado
que se le elimina, hasta como base ó antecedente obligatorio
para el trazado del deslinde ». La claridad del protocolo no de-
be ser mucha, cuando se ve cuan radicalmente diversas son las
interpretaciones dadas en Chile y aquí á un solo articulo. Y co-
mo Chile puede exigir por separado^ es decir, sin nuestra anuen-
cia, el arbitraje, ese será probablemente el primer « caso » . Ya
ve Vd. si urge nombrar un buen abogado que represente y de-
fienda nuestros derechos, ateniéndose á un protocolo digno de
la histórica joar/i^e des dupes.
— En fin, doctor, necesario es confiar en el patriotismo y en el
tino de los hombres que nos gobiernan, y creer que han de ele-
gir para representar y defender nuestros derechos, á personajes
bien preparados y dispuestos á no dejarse embaucar por logoma-
quias de pleitistas chi cañeros...
— Esperémoslo. La última esperanza que le queda al país en
esta desgraciada cuestión, es esa. Ha hecho Vd. bien de apelar
no sólo al (( patriotismo », sino al « tino » de los hombres del go-
bierno; lo primero puede existir, faltando lo segundo.
Nada más curioso á este respecto que la conducta vacilante de
nuestra cancillería, en lo relativo al personal diplomático y téc-
nico que se ocupa de la cuestión de limites. Los tratados vigen-
tes creaban un perito con absoluta independencia del gobierno,
y éste no encontró cosa mejor que anexar ese cargo al de minis-
tro diplomático, es decir, desnaturalizando el carácter esencial-
mente técnico que debía tener el perito, y convirtiéndole en un
empleado del ministerio. El resultado es conocido : el ministro
diplomático absorbió al perito ; y cuando no funcionaba en ca-
rácter de tal^ lo hacía simplemente para aprobar las actas que le
presentaban las comisiones técnicas, sin ir al terreno, sin con-
EL PROTOCOLO GUERRERO-QUIRNO COSTA 43
trolarlas y sin tener la competencia profesional para apreciar la
bondad de los trabajos. En cuanto á las comisiones técnicas, es
lamentable lo que ha pasado y pasa ; compuestas desigualmente,
parte con personal competente, parte sólo con recomendados, el
trabajo ha sido tan infecundo que, poco á poco, casi todo el per-
sonal competente ha preferido retirarse con diversos pretextos,
dando lugar á continuos cambios y llegando hast¿i anarquizar las
mismas comisiones. En semejantes condiciones, hemos ido de
mal en peor ; nadie competente quiere ya aceptar formar parte de
aquellas comisiones, y el ministerio — fiel á la política negativa
del laissezfaire, laissex passer — nada hace por remediar tal es-
tado de cosas. ¿Qué extraño es entonces el fracaso? Y lo mismo
que pasa con las comisiones de limites con Chile, pasa con las
de Bolivia. Es increíble la falta de tino y la perpetua vacilación
de la presente cancillería nuestra. Lo peor es que el país paga
los platos rotos .
Mientras tanto, en Chile ha pasado todo lo contrario. Antes de
que se estipulara la manera de comenzar la demarcación, ya ese
gobierno hacía explorar metódica y científicamente la zona fron-
teriza, formando así paulatinamente un personal competente.
Apenas se puso en vigencia la convención Lastarria-Uriburu, se
organizaron las comisiones técnicas chilenas con una seguridad
y un acierto tales, que hasta ahora han marchado como una fa-
lange compactad su objetivo, sin un tropiezo, sin un cambio, sin
una vacilación. El resultado es conocido : por doquier han hecho
prevalecer las pretensiones de su país.
— Concretando, pues, su opinión sobre el reciente protocolo,
¿ por qué no se resuelve Vd. á escribir sobre ello un articulo
para La Quincena f
— Porque mi opinión descarnada sobre aquel desgraciado
documento diplomático, fué ya manifestada sucintamente y sin
ambages al redactor de El Tiempo, que vino vez pasada á con-
versar conmigo sobre el particular.
He aquí esa opinión :
1" En el preámbulo se habla del « limite inconmovible». Pero
¿cuál es el « límite inconmovible »? Los argentinos entendemos
que es la línea de las más altas cumbres que dividen aguas, en
44 LA política argentina
el encadenamiento principal de los Andes. Los chilenos entien-
den que es el dioortium aquarum continental^ ó sea las na-
cientes, de los cursos de agua que corren hacia el Atlántico y
hacia el Pacifico. Después del ruidoso memorial del perito
chileno Barros Arana, no es posible hablar vagamente de
«limite inconmovible », sin precisar cuál es él : si el que
indica el criterio argentino, ó el que señala el criterio chileno.
La ambigüedad del actual protocolo al respecto, deja en pie am-
bas interpretaciones, es decir, no resuelve nada. Y esto es tanto .
más grave cuanto que el malhadado pacto Matte-Quirno Costa,
del año pasado, parece reconocer la legitimidad de ambos crite-
rios, lo que ha dado carta de ciudadanía en la controversia á la
monstruosa pretensión de Barros Arana.
2" En el articulo primero, se establece que la línea de la
Puna, ó sea entre los grados 26 y 23, « deberá trazarse concu-
rriendo á la operación ambos gobiernos y el gobierno de Soli-
via ». Esto es estupendo. Desde que ese territorio era antes bo-
liviano y .Bolivia nos lo ha cedido, y nuestra ley lo establece
imperativamente, al decir : <( la línea que une las cumbres más
elevadas de la cordillera de los Andes desde el extremo norte
del limite con Chile (26°) hasta la intersección con el grado 23 »,
no hemos podido abrir de nuevo la cuestión, olvidar esa ley,
nuestros tratados con Bolivia, é instaurar un nuevo pleito, con
la cláusula de 'que « deberán trazarse de acuerdo con Chile».
Ese articulo borra un tratado y es una vergüenza nuestra, pues
pone de nuevo todo en cuestión, — y con un litigante tan hábil,
como Chile, que tiene á su favor el hecho de la posesión, que
pesa decisivamente en el ánimo de cualquier arbitro, como lo
demuestra el reciente fallo de Cleveland, en nuestra cuestión
con el Brasil. Además, no establecemos cómo se resolverá cual-
quier divergencia con Chile ó con Bolivia, pues las estipula-
ciones relativas al arbitraje no alcanzan á esta nueva cuestión.
Además, y esto es lo más grave, ¿en qué carácter concurrirá
el gobierno de Bolivia á la demarcación de esa zona : será como
espectador, como mediador amistoso ó como tercero en discordia?
Nada dice al respecto el protocolo, que adolece del defecto in-
creíble de todos nuestros documentos diplomáticos : una ambi-
güedad desesperante. Fácil es ver que la cancillería chilena ex-
plotará esa vaguedad, y como tiene influencia en Sucre, gracias
EL PROTOCOLO GUERRERO-QUIRNO COSTA 45
al círculo de Arce y Baptista, maniobrará hábilmente para que
el mismo gobierno boliviano exija previa aclaración de esa cláu-
sula nebulosa. Claro está que esa (( aclaración » tendrá que ser
materia de una entente entre los gabinetes argentino y chileno,
lo que permitirá á este último demorar el asunto todo el tiempo
que le convenga... Ya verá Vd. que tendremos que arribar á al-
gún nuevo protocolo para aclarar aquel punto.
Y que no me equivoco al decir que este artículo del protocolo
será el germen de un nuevo litis, lo demuestra la opinión uná-
nime de la prensa chilena. La Unión, de Valparaíso (en su nú-
mero de mayo 10) dice : « Supongamos que Bolivia opine que
la Puna pertenece á la Argentina, Es evidente entonces que
Chile, alegando su ocupación de hecho y los títulos que ella le
da, y alegando especialmente que la Puna de Atacama es el
límite occidental de la República Argentina, y que por consi-
guiente, no le pertenece ; es evidente que, fundado en estos ar-
gumentos incontestables, Chile declarará inadmisible la opinión
contraria de Bolivia ». Esto es bien claro.,.
3<> En el articulo segundo, se pacta el arbitraje más amplio
que darse pueda. Se dice que « el arbitro queda encargado de
aplicar estrictamente las disposiciones del tratado y protocolos »,
pero como ya hemos reconocido en el acta de septiembre 1895
la legitimidad de ambos criterios, que son radicalmente contra-
rios, resulta que el arbitro tendrá á su turno que interpretar di-
chos tratados, y designará lo que entiende él « por límite in-
conmovible », que no será quizá la cordillera ó la división
continental de aguas, sino un término medio^ pues es conocida
la tendencia de los fallos arbitrales á imitar el procedimiento de
Salomón, y dividir en dos la materia del litigio. Y como lo
que se litiga es exclusivamente nuestro, pues que está situado
de este lado de la cordillera, resultará que, en el mejor de los
casos, Chile quedará lindero de este lado de los Andes, es decir,
que habremos perdido definitivamente el límite arcifinio. Es,
pues, una derrota sin haber peleado.
He aquí cómo se expresa El Heraldo, de Valparaíso, en su
número de abril 26 : « El arbitraje amplio, absoluto, incondicio-
nal, tal como Chile lo ha pedido desde la primera hora, viene á
ser la fórmula definitiva aceptada por el gobierno argentino.
Este desenlace es muy honroso, no sólo para Chile, porque de-
46 LA POLÍTICA ARGENTINA
muestra que siempre le acompañó la justicia en este largo de-
bate ; sino también para la República Argentina, porque, en todo
caso, es meritorio y digno de respeto el acto en virtud del cual se
reconoce y repara un error ». ¿Qué tal?. ..
A9 En el articulo tercero se nos hunde el clavo ardiendo del
vergonzoso protocolo de 1893, sometiendo á arbitraje la zona
eventual de tierra en plena Patagón ia, concedida á Chile para
garantir su soberanía en las costas de los canales, golfos ó
abras, que del Pacifico atraviesen la cordillera y se internen en
territorio patagónico.
Por supuesto, en llegando el caso, Chile pretenderá que ne-
cesita 10 ó 30 ó más leguas de ancho de costa para garantir su
soberanía, y como el protocolo de 1893 le deja « las costas de
esos canales )), será esa una interpretación exagerada, pero es
una interpretación. Nosotros probablemente sostendremos que
con ló 2 leguas de ancho es suficiente. Se irá al arbitro, y éste,
siguiendo el procedimiento salomónico, dividirá por mitad la
tierra disputada. De esta manera, tendremos á Chile metido en
el corazón mismo de la Patagonia.
Aquella estupenda concesión arrancada por Chile á la debi-
lidad argentina, en el protocolo Errázuriz-Quirno Costa, — y
que no quiso suscribir el doctor Anchorena, por cuya razón
entiendo dejó el ministerio de relaciones exteriores — era en-
tonces una (( concesión graciosa », que el país hacía á Chile y
que éste debía agradecernos. Hoy, con arreglo al nuevo proto-
colo, es un titulo que Chile invoca con altanería y que somete
derechamente al arbitro, que j quién sabe qué criterio tenga!
5° En el articulo cuarto nos privamos de la libertad de re-
solver si el caso que se presenta, es ó no caso de arbitraje. Chile
sostuvo en el congreso pan-americano de Washington, en 1890,
que era nulo todo arbitraje amplio ó general, y que no debía
aceptarse sino el concreto^ decidiendo cada gobierno, en cada
caso, si la materia era ó no susceptible de arbitraje. Pues bien,
esta doctrina — que era la única doctrina racional americana,
al aplicar los tratados existentes, — la hemos repudiado, y nos
hemos atado las manos. Cualquiera de ambos países a separada-
mente » puede exigir el arbitraje. De manera que Chile mañana
puede pretender hasta el Chubut, y, por más que rechacemos
indignados semejante monstruosidad, nos arrastrará al arbitraje.
EL PROTOCOLO GUERRERO-QUIRNO COSTA 47
y nuestras propias tierras servirán de «pato de la boda». Ade-
más, el arbitro resulta a juez permanente )), y como pueden ser
varios los casos de arbitraje, si su fallo nos es adverso en el
primero, equivaldrá eso á someternos de lleno á las pretensio-
nes chilenas.
En virtud de este articulo, además, modificamos substancial-
mente los tratados vigentes, suprimiendo el peritaje del tercero
en discordia. Más aún : para que fuera nombrado el tercer pe-
rito, era menester que ios peritos estuvieran en desacuerdo so-
bre un hecho : eso no ha sucedido ni sucede. Hasta ahora, no
existe desacuerdo alguno en la colocación material de hitos. De
modo que ese artículo suprime el tercer perito y va directamente
al arbitraje, que era un recurso supremo reservado por los tra-
tados vigentes en casos determinados.
6° En el articulo quinto se habla del a hito de San Francisco »,
— que quedó en proyecto, pues el perito argentino jamás lo
aprobó — y se dice que queda en proyecto, y que esas operacio-
nes son ((estudios para la fijación definitiva de la linea)), dejan-
do abierta toda la cuestión, pues Chile no dice que el hito está
mal allí, ni dónde debe colocarse. Es decir, sanciona ese artí-
culo una candidez: lo que cíe /acío existe. Chile nada cede,
antes por el contrario, deja en pie todas sus pretensiones.
Ya le he citado á Vd. la opinión significativa de la prensa
chilena respecto de la manera cómo allí interpretan ese artículo:
implica para ellos sostener la buena colocación del hito, sobre
lo que fallará el arbitro...
70 En el articulo sexto, la disposición es de trámite, sobre
reanudación de la demarcación, á pesar de que parece confir-
mado el rumor gravísimo de que algunos hitos — como el de
Reigolil, conocido por (( hito del discurso »— ha sido colocado en
la línea de división continental de las aguas, y á 16 leguas más
acá de donde hoy mismo hay una guarnición militar argentina.
8<> En el articulo séptimo se ratifica el acta de 1895, ordenan-
do seguir la demarcación y dejar salteadas las dificultades. Por
ese procedimiento, Chile no aceptará sino los hitos donde coin-
cida la línea de las aguas con la de las más altas cumbres, y
alegará que el tratado no admite otra interpretación que la suya.
El arbitro interpretará á su vez, y Dios sabe qué líneas trazará
para unir los hitos colocados, y partir amigablemente el terreno
48 LA POLÍTICA ARGENTINA
discutido. Es, pues, un triunfo chileno, pues que la materia á
dividir estará siempre de este lado de la cordillera.
9** En el articulo octavo se designa al gobierno inglés como ar-
bitro, olvidando que Inglaterra domina comercialmente á Chile,
y que los poderosos sindicatos salitreros de North — el nitrate
king — y otros, hacen hasta hoy en Londces una atmósfera deci-
siva en favor de Chile. Porque el gobierno inglés nombrará una
comisión de geógrafos ó jurisconsultos para que estudien el
asunto, y aceptará su solución como fallo. Es, pues, habilísimo
de parte de Chile haber obtenido como arbitro á Inglaterra.
Además, es preciso recordar que hace años Chile viene gas-
tando ingentes sumas en hacer propaganda favorable en los cír-
culos científicos — especialmente geográficos — de Inglaterra y
Alemania. Ha hecho grabar en los talleres del ramo de aquellas
dos naciones infinidad de mapas y aún de atlas, en los cuales
se da como un hecho la línea mistificada del divortium aqua-
rum, y ha hecho publicar repetidos artículos en las revistas y
periódicos geográficos más afamados, sosteniendo esa doctrina.
De modo que, apriori, la opinión técnica en Inglaterra está in-
fluenciada á favor de las pretensiones chilenas, ya que nosotros
no hemos hecho ni hacemos nada en sentido contrarió.
En una palabra, el desastre diplomático ha sido tan grande,
que cuando pase un poco la fiebre de negocios que va á soplar
como un simoun por la Argentina, la opinión ha de reaccionar
con energía, ha de juzgar severamente esta política de fra-
casos, y Dios quiera que, á la larga, no sea la guerra la única
manera de desatar estos (( nudos gordianos » con que nuestra
cancillería nos deja maniatar I El tiempo dirá de parte de quién
está la razón...
CAPÍTULO III
LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA ((HABILIDAD» ARGENTINA (1)
Sumario : El libro de Moreno y el alegato de Barros Arana. — Las pre-
tensiones de Bulnes. — índole 7 alcances del libro del perito argentino :
los especialistas del Museo de La Plata. — Los trabajos de Barros Ara-
na y los técnicos de la Universidad de Chile. — Las publicaciones del
Anuario hidrográ/lco de Chile, y las del Boletín del Instituto Geográ-
fico argentino. — La solución del arbitraje preparado por Chile en su
favor : su propaganda en Europa. — La cuestión de la Puna, excluida
del arbitraje, y hoy paralizada: la concurrencia de Bolivia. — La pre-
sente agitación periodística en Chile: tendencias de su política interna-
cional. — Actitud argentina: su debilidad ante la arrogancia chilena.
— Influencia de la política interna de Chile sobre la cuestión externa.
— La solución del conflicto debe ser pacífica, próxima y definitiva.
La cuestión de limites chileno-argentina parecía haber entrado
en un periodo de silencio, por cuanto, después de la ruidosa po-
lémica internacional de 1895, los trabajos de las comisiones de-
marcadoras se han conservado en la mayor reserva, ya que el go-
bierno argentino no ha considerado conveniente dar á conocer las
actas de los hitos aprobados. £1 gobierno chileno ha procedido,
sin embargo, con distinto criterio, y sus Memorias de Relacio-
nes Exteriores insertan constantemente las actas de las subco-
(1) Esta entrevista fué publicada en Tribuna, en los números de abril
19 á 22, del presente año. Provocada por la propaganda de la prensa chi-
lena con motivo del libro de Moreno, esclarece el estado de la cuestión
de limites en aquel momento. Con análogo motivo. La Quincena, de
enero pasado, publicó otra entrevista al doctor Quesada. Forzados á ele-
gir entre ambas piezas, en la imposibilidad de amalgamarlas, hemos pre-
ferido la posterior como más completa. (Nota del editor}.
4
50 LA POLÍTICA ARGENTINA
misiones de aquel país, las cuales redactan esos documentos
basándose ostentosamente en el principio del dicortium aqua-
ram; las comisiones argentinas se niegan á suscribirlas en esos
términos. Hay, pues, que suspender todo juicio á ese respecto,
hasta tanto se publiquen aquí aquellos documentos.
Al público han trascendido ciertas deplorables disidencias en-
tre miembros de algunas de las subcomisiones argentinas ; pero,
reorganizadas éstas, parecen ahora marchar sin tropiezos. El pe-
rito Moreno, además, ha encarado su misión de una manera co-
rrecta : se ha trasladado al terreno de la demarcación, instala las
subcomisiones, dirige y vigila sus trabajos.
Mas ha coincidido con este periodo de tranquila labor mate-
rial, la publicación del resultado de exploraciones efectuadas en
años anteriores en la región andina, por el mismo Moreno, cuando
era director del museo de La Plata. Esos trabajos, que á dicho
museo pertenecen, han sido dados á luz en la Revista del mismo,
habiéndose hecho una tirada aparte de las páginas de Moreno,
en forma de libro, á fin de que pudieran conocer esos resultados
las personas que no reciben las publicaciones técnicas de dicho
establecimiento. Aquellas exploraciones, hechas por un estado
mayor de sabios extranjeros, incorporados al referido museo, no
podían menos de confirmar sobre el terreno la claridad de la li-
nea divisoria por la^ más altas cumbres, según el criterio de los
tratados vigentes. Ese hecho viene á demostrar científicamente
lo que ya jurídicamente estaba probado : á saber, la absoluta fa-
lacidad de la doctrina de Barros Arana, sobre el pretendido d¿-
vortium aquarum intercontinental. De ahí que la prensa chilena
haya puesto el grito en el cielo, y, no pudiendo impugnar del
punto de vista científico el libro de Moreno, armó un tolle-tolle
infernal, sobre la base más deleznable: rú, que dicho libro im-
porta un prejuzgamiento, y que inhabilita á Moreno para conti-
nuar como perito argentino. Esto demuestra una vez más « la fe
chilena», pues cuando en 1895 publicó el perito Barros Arana
su ruidoso Memorándum, que importaba un verdadero desafío
internacional, sostuvo que tal documento, lejos de inhabilitar á
dicho funcionario, lo habilitaba doblemente para el desempeño
de su puesto. Es exactamente el caso actual de Moreno, con esta
sensible diferencia : Barros Arana inventaba una teoría ad hoc
para desnaturalizar los tratados vigentes ; Moreno no se ocupa de
LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA (( HABILIDAD )) ARGENTINA 51
los tratados, sino que estudia la región andina y la línea diviso-
ria de las más altas cumbres, tal cual la naturaleza la ha deter-
minado.
Pero los artículos del historiador diplomático Gonzalo Bulnes,
publicados en El Ferrocarril, de Santiago, colocan la cuestión
en otro terreno : ya no se trata de saber si la publicación del libro
de Moreno es ó no un acto de corrección internacional ; se trata
de sostener claramente y sin ambages que, malgrado la letra cla-
ra é intergiversable de los tratados, Chile pretende de este lado
de la cordillera una Patagonia chilena, cuya extensión se fija
en 5000 leguas cuadradas, y que abarca valles poblados por ar-
gentinos, como los valles de Maipú y 16 de Octubre. El publicis- <
ta chileno afirma « la imposibilidad de hacer una transacción I
equitativa para Chile». ¿Vamos á asistir á una nueva agitación
internacional, que, tras largo debate, nos Hevea un nuevo y de-
sastroso pacto?
Nos ha parecido conveniente, en semejante emergencia, entre-
vistar al autor de La política chilena en el Plata, quien, en 1895,
promovió en la prensa argentina el esclarecimiento de la cues-
tión. El doctor Ernesto Quesada se prestó á satisfacer nuestro pe-
dido, y he aquí, más ó menos, el relato de la entrevista.
Después de explicarle la razón de nuestro propósito, plantea-
mos la cuestión derechamente, diciéndole :
— ¿Ha leído Vd. el articulo de Bulnes en El Ferrocarril?
— Aquí tiene Vd. dicho artículo. ¿ Lo preocupa á Vd. la
frase sobre « la imposibilidad de hacer una transacción equitativa
para Chile?» La explicación es sencilla. Lea Vd. este otro pá-
rrafo del articulo : « Y si se considera que al compás de ese creci-
miento (el de nuestro país) se va operando la diminución de los '
salitres de Tarapacá, cuya existencia ha sido calculada por la /
inspección general de salitreras en 700 millones de quintales, ó
sea, según la exportación actual, para 28 años de trabajo, enton-
ces se comprende que el problema del sur es un gran problema,
que el país debe contemplar en toda su gravedad y tratar de solu-
cionar con la inquebrantable resolución de defender, por todos los
medios c[ue el derecho nos concede, las orillas de terreno que nos
dejó el tratado de 1881 ». De ahí que la presente agitación no nos
tome de sorpresa : es lo mismo que ha hecho siempre la política
chilena : el sur ha sido y es su supremo objetivo ; las dificultades
I
52 LA POLÍTICA ARGENTINA
suscitadas en el norte, han servido para allanar el camino á las
pretensiones del sur. Tal resulta de la historia de las negociacio-
nes diplomáticas que hice en el libro que Vd. conoce ; tal ha sido
la marcha de la cuestión, de protocolo en protocolo, como hete-
nido oportunidad de manifestarlo en las entrevistas á que se me
ha sometido más de una vez, y cuyo resultado se ha publicado
en revistas y diarios.
— ¿ Por qué, entonces, no vuelve Vd. á la prensa y se ocupa
de la cuestión, ya que juzga este incidente como una faz lógica
del litigio internacional ?
— No considero la situación análoga á la de 1895. Estamos
próximos á la renovación del gobierno nacional, y probablemen-
te vendrán otros hombres al poder, los que, aleccionados por la
experiencia anterior, han de evitar los escollos en medio de los
cuales, en esta cuestión, ha navegado y navega el gobierno ac-
tual, ya que la cancillería argentina está hoy en las mismas ma
nos que entonces .
Los acontecimientos han demostrado, con desgraciada elocuen-
cia, cuan justificada era la campaña periodística de 1895, hecha
por EL JiempOy y continuada después por La Prensa, Cuando
se puso al desnudo la inhabilidad de nuestra cancillería y lo in-
genuo de nuestra diplomacia, muchos creyeron que había en ese
cuadro exageración manifiesta y no poco palrioterismo.
Que no ha habido lo primero, lo demuestran los resultados ;
que lo segundo no era exacto, es evidente, pues nada es más fá-
cil que tachar de patrioterismo el esfuerzo más desinteresado y el
cumplimiento más sincero de lo que se considera un deber : el
patriotismo lo entiende cada ciudadano á su manera y según su
conciencia, y no es permitido hacer de buena fe el' reproche de
patrioterismo á todo lo que no cuadra con lo que el crítico cree
deber ser el « patriotismo », que á unos se les antoja vigoroso y
previsor, mientras á otros se les ocurre manso y tibio. Es cuestión
de criterio y quizá de temperamento. La historia podrá sólo juz-
gar cuál de las dos tendencias es la verdadera.
Puedo equivocarme — ya que es humano el errar, — pero me
ha guiado sólo el amor á la patria y la defensa de lo que entien-
do son sus más sagrados intereses. Sin duda los que han dirigi-
do ó dirigen la política internacional argentina, no piensan ó pa-
recen no pensar de la misma manera y reclaman para sus actos
LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA « HABILIDAD )) ARGENTINA 53
la razón y el patriotismo : respeto sus opiniones, pero creo haber
hecho uso de un legítimo derecho al ser uno de los que las han
combatido, y al declarar que las considero perniciosas.
He hecho siempre prescindencia de las personas al criticar las
opiniones ó la conducta de los funcionarios ó políticos, pero es
privilegio de todo ciudadano el juzgar la vida pública de los que
son ó aparentan ser los estadistas de su país, y es una carga de
todo hombre público someterse á dicho examen.
— Pero, entonces la cuestión actual no tiene mayor importan-
cia. ¿Considera Vd. que el libro de Moreno no provocará un nue-
vo protocolo, como lo provocó el opúsculo de Barros Arana?...
— Exactamente. La cuestión está dilucidada del punto de vis-
ta del derecho internacional y de la ciencia. Está hoy reducida
¿ fijar en el terreno la linea que la naturaleza, el derecho y la
ciencia, prescriben. Entiendo que los esfuerzos de Chile se cir-
cunscriben á esto : tratar de vencer hábilmente á cada subcomi-
sión argentina y llevarla á consentir en la fijación de cada hito,
á semejanza de aquel desgraciado « hito de los discursos » de ma-
rras. En este sentido, la publicación de las exploraciones reali-
zadas por cuenta del museo de La Plata, viene muy á tiempo pa-
ra contrarestar el efecto de las diversas expediciones que la uni-
versidad de Santiago habia despachado á la codiciada región del
sur, y cuyos resultados se han publicado en los A nales de aquel
instituto.
Ambos casos son idénticos, con esta diferencia : que Moreno,
en el museo de La Plata, no ha hecho sino imitar lo que hacía
Barros Arana en la universidad de Santiago ; siendo así que
aquél era un simple director de museo, y éste, á la vez que rector
de universidad, era nada menos que el perito de Chile en la cues-
tión de límites. Ambos institutos hicieron venir de Europa un
batallón de sabios y especialistas : geólogos, paleontólogos, botá-
nicos, geógrafos, etc. Ambos establecimientos los lanzaron sobre
la región andina á fin deque la explorasen científicamente, para
que sus trabajos fueran decisivos en el debate sobre límites ; con
esta diferencia : que Moreno, sin cargo oficial en el litigio, lo ha-
cía como parte del plan general de exploración científica de todo
el país, que el museo está realizando metódicamente y con gene-
ral aplauso ; mientras Barros Arana trazaba instrucciones preci-
sas á los exploradores, á los que previamente incorporaba á las
54 LA POLÍTICA ARGENTINA
comisiones técnicas de limites, á 6n de que sacaran avante las
pretensiones chilenas. Moreno, al sernombrado perito, ha imita-
do á Barros Arana, en el sentido deque ha incorporado á lasco-
misiones técnicas argentinas una parte, por lo menos, del perso-
nal de especialistas del museo.
Recorra Vd. las colecciones de los Anales de la Universidad
de Chile. Para no citarle una lista interminable, me bastará lla-
mar su atención hacia la relación de un viaje de estudio á la re-
gión andina, comprendida entre el golfo de Reloncavi y el
lago de Xahuelhuapij por el doctor Juan Steffen, y al apéndice
sobre los trabajos cartográficos de la expedición, por Osear de
Fischer : ambos trabajos están publicados en la entrega de octu-
bre de 1893. Más aún, lea Vd. la memoria general sobre la
expedición exploradora del rio Patena, por Juan Steffen, pu-
blicada en las entregas de octubre y noviembre de 1894 ; la del
doctor Pablo Krúger sobre la misma región, en la entrega de
marzo de 1895; los de Karl Reiche y Roberto Pólhmann, sobre
lo mismo, en la entrega de mayo de 1895 ; y, finalmente, las
observaciones sobre la construcción de la carta general, por
O. de Fischer, publicadas en el referido número.
Revise Vd. aho^a la colección incipiente de la Revista y de los
Anales del Museo de la Plata : encontrará Vd. trabajos científi-
cos de subido valor, pc^o expediciones semejantes, ninguna. La
exploración organizada y dirigida por el director del museo, y
de que da cuenta el libro de Moreno, ha sido, puede decirse,
realizada para conocer hasta qué punto había sido mistificada la
verdad científica en la serie de exploraciones interesadas, orga-
nizadas por Chile, y de las cuales las dos citadas son 4ébil
muestra.
Recorra Vd. ahora la colección del soberbio Anuario hidro-
gráfico de la marina de Chile, y verá Vd. cómo constantemente
el gobierno trasandin > se ha preocupado de la región sur. El
primer trabajo publicado por el A nuario, en 1875, fué el de las
ej^p lo rae iones hechas por la corbeta uChacabuco)) en la costa
occidental de la Patagonia; en 1877, publica la exploración de
la corbeta (( Magallanes)) á la costa y parte austral de la Pata
gonia; en 1880, las operaciones de la a Chacabuco » en su expe-
dición á los canales occidentales de la Patagonia; en 1886, el
reconocimiento del rio Buta Patena y del canal Fallos, por
LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA (( HABILIDAD » ARGENTINA 55
el vapor « Toro », y la extensa memoria sobre la región cen-
tral de las tierras magallánicas^ de Alejandro Bertrand,
el asesor técnico de Barros Arana, mientras el trabajo anterior
era de Serrano Montaner; y asi en casi todos los tomos.
Al mismo tiempo, cada volumen contiene la reproducción de
viajes inéditos á la Patagonia, efectuados en siglos anteriores^
como las exploraciones de José de Moraleda, el viaje de Cosme
Ugarte, los del padre Méndez, etc. Toda exploración hecha por
marinos extranjeros en el litoral patagónico ó de la Tierra del
Fuego, en el acto ha sido reproducida en el Anuario, Parece
que no ha habido tras los Andes otra preocupación que el litigio
de limites, y la Patagonia, ansiada, soñada, adorada.
De parte nuestra, salvo algunos esfuerzos particulares y ais-
lados, sólo puede citarse — como valor científico técnico— el Bo-
letín del Instituto Geográfico Argentino, que contiene algunos
articules pertinentes y las relaciones de las pocas exploraciones
que los limitados recursos de aquella benemérita sociedad pri-
vada ha permitido realizar. Más aún : del personal científico eu-
ropeo, traído en épocas anteriores para nuestras universidades,
casi nada hay que registrar en ese sentido ; y entre las excep-
ciones, supo Chile, desgraciadamente, captarse simpatías ocul-
tas, como en el caso de cierto profesor alemán, de Córdoba, que
llegó á publicar mapas y trabajos cartográficos sobre nuestro
país, en los que se deslizaban las pretensiones chilenas; nuestros
gobiernos habían fomentado esos estudios y contribuido á su
publicación, sin examinarlos previamente, de modo que fué
menester pasar por el ridículo de una desaprobación poste-
rior.
Hoy, gracias á Moreno, las cosas han cambiado : álos Ste£Een,
Fischer, Krüger, Reiche, Pólhmann, y otros especialistas ale-
manes al servicio de Chile, oponemos nosotros á Wolf, Zwilg-
raeyer^ Hauthal, Schiórbeck, Roth, Lange, Frey, Arneber, Kos-
lowsky y otros. Esta falange ha trabajado y tiene practica'dos
estudios fundamentales: la prueba de ello es que el mentado li-
bro de Moreno trata sólo de los apuntes preliminares sobre una
excursión á los territorios del Neuquen, Rio Negro, Chubut y
Santa Cruz^ hecha por las secciones topográfica y geológica del
museo. Necesitamos conocer los estudios técnicos y científicos,
que han de ser decisivos, pues los planos y las numerosas vistas
56 LA POLÍTICA ARGENTINA
f otográfícas que adornan lo publicado, demuestran con la eviden-
cia de la certidumbre absoluta, cómo es la región reconocida, y
dónde se encuentra el limite internacional, por las más altas
cumbres del macizo central^ mientras que el divortium aqua-
rum intercontinental es cosa completamente distinta, y quenada
tiene que ver con la frontera arcifínia.
¿Fué prudente la publicación fragmentaria de esos estudios,
vale decir, la simple introducción de Moreno, que afirma rotun-
damente, sin dar á conocer la prueba técnica contenida en los
trabajos de los especialistas? Tarde es ya para resolver esa cues-
tión, pero lo que hoy es evidente es que ahora no debe demorar-
se la publicación de aquellos estudios. Es preciso que el mundo
científico los conozca, y se convenza de su exactitud. Si, con
nuestra habitual non curanza, dejamos inéditos esos trabajos,
para nuestra condenación bastará comparar con las chilenas la
pobreza franciscana de nuestras publicaciones al respecto...
— Desgraciadamente, es terrible la comparación. A ese paso,
Chile va á concluir por mistificar la opinión científica en todas
partes del mundo, y las pretensiones actuales de Bulnes sobre
la fantástica Patagonia chilena^ y el valle 16 de octubre^ y
todo lo demás, tienen probabilidades de venir á complicar la
cuestión, suscitarnos nuevas dificultades, y quizá enredar el ar-
bitraje eventual, que se ha pactado como final de drama.
Resultan, además, confirmadas sus previsiones, hasta en lo
que Vd. se negaba á conceder : á saber, que el gobierno argen-
tino no saldría de su apatía y que no se preocuparía de hacer en
el exterior la propaganda del caso, pues si algo se ha hecho,
nada ha trascendido al respecto, y las publicaciones geográficas
siguen con « el chilenismo » á que Vd. se referia.
— Por eso hay que aplaudir la publicación del trabajo de
Moreno, lamentando que no se den á luz las diversas memorias
científicas encomendadas á los técnicos de la expedición. El
museo debía publicar un número extraordinario de sus Anales^
para dedicarlo á esos trabajos^ y hacerlo circular con profusión
en el mundo científico.
— De modo que^ á pesar de la pericia y buena voluntad de
Moreno, aún suponiéndole tan avisado que Barros Arana no lo
LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA « HABILIDAD » ARGENTINA 57
envuelva en sus hábiles redes ; en deBnitiva, parece que si Chile
no logra por las buenas hacernos suscribir actas de deslinde que
le regalen las codiciadas 5000 leguas patagónicas, habrá que ir
al arbitraje, porque no supongo que haya que recurrir á la ulti-
ma patio.,,
— Sin duda. Se irá al arbitraje. Si bien, vuelvo á repetir á
Vd., los hombres nuevos que vengan al gobierno en la próxima
presidencia — porque me resisto á creer que continúe la política
desgraciada de la actual cancillería de la Casa Rosada — pue-
den cambiar fácilmente todo. Bastará un poco de energía y de
habilidad diplomática, pues afortunadamente el derecho nos asiste
y hasta el sentido común nos habría de favorecer.
— Ya nos habla La Tarde, de Santiago, de arbitraje como
de una amenaza. Y recordará Vd. que hace algún tiempo se corrió
que dos de los hitos en la provincia de Valdivia servirían de pri-
mera materia al fallo de la reina Victoria.
— Pero aquella noticia no tuvo confirmación, por más que
parecía indicada, porque aquel arbitraje prematuro no podía ser
sino un nuevo fracaso, consecuencia lógica de una polftica de
no interrumpidos fracasos.
El último de los pactos chileno-argentinos hizo creer á nues-
tros vecinos que esa nueva derrota diplomática argentina haría
inútil la demarcación sobre el terreno, y que para nosotros, man-
tener numerosas comisiones técnicas, pingüemente rentadas,
sería arrojar el dinero por la ventana. Habíamos claudicado de
nuestros derechos y de nuestras pretensiones, dejando toda la
cuestión en manos del gobierno trasandino ; el cual podía im-
ponernos al día siguiente el « caso de arbitraje », y entregar al
fallo de un tercero el principio mismo del criterio para la demar-
cación. Los límites arcifinios sabiamente fijados por Carlos III,
al crear el virreinato del Río de la Plata, quedaban así rotos, y
entregada nuestra frontera á la (( buena voluntad » de nuestros
vecinos. Y era preciso ser ciego para no apercibirse de que éstos
nos habían llevado pacientemente al terreno que mejor les con-
venía, poniendo todo en cuestión, y dejando para el arbitraje sus
desmedidas pretensiones sobre lo que, por el derecho, por el he-
cho y por la naturaleza, ha sido, es y será argentino. Cada tra-
tado, cada pacto, cada protocolo, ha sido una transacción, vale
decir, una cesión de nuestro territorio, — porque ambas cancille-
58 LA POLÍTICA ARGENTINA
rías, al emplear términos análogos, los interpretan de diverso mo-
do: asi, transacción, significa en la terminología argentina, con-
cluir un incidente á costa de un sacrificio, masó menos doloroso ;
en la terminología chilena, significa simplemente ganar una nue-
va concesión, sin abandonar ninguna pretensión, antes bien, au-
mentándolas.
El tratado de 1881 fué, es cierto, una transacción, pero hecha
conscientemente por estadistas serios, que deseaban cortar así el
nudo gordiano de la cuestión histórica. Si nuestra cancillería se
hubiera atenido estrictamente al espíritu y á la letra del tratado,
llevándolo sin demora y con método perseverante á la práctica,
se habrían evitado las complicaciones posteriores. Pero nos olvi-
damos de él, después de haberlo celebrado; dejamos pasar los
años y que nuestros vecinos, alentados por la indiferencia nues-
tra, incubaran nuevos apetitos... Aturdidos después ante las di-
ficultades que nos promovieron, creímos salir del paso con pro-
tocolos más ó menos reticentes, de modo que hemos venido des-
virtuando el tratado famoso, y hoy se le han agregado tantos es-
colios y acotaciones, que la glosa sirve para tergiversar el texto
original. Esa es la obra de cancilleres inferiores á la tarea que
desempeñan ; ese es el resultado del descuido de una diplomacia
sin norte fijo y sin propósitos claros. Desgraciadamente, el país
es quien paga los platos rotos. Lo que nos pasa es culpa exclu-
siva nuestra, y Chile, de su punto de vista, hace perfectamente
en aprovecharse de nuestra inhabilidad y en sacar todas las ven-
tajas que pueda.
El protocolo último fué el colmo de los colmos : . Chile nos
arrancó el arbitraje obligatorio, renunciando nosotros á determi-
nar la materia del arbitraje : de modo que cualquiera de las más
fantásticas pretensiones chilenas puede servir para constituir « el
caso )).
¿Cuál sería « el caso » que Chile elegiría? Era lo único que
un argentino no podía prever. Lo que sí podía afirmar es que,
apenas conviniera á Chile, se nos arrastraría al arbitraje, en la
más desfavorable y desairada de las posiciones, y sin que Chile
corriera riesgo de perder una pulgada de lo suyo, sino antes bien
en situación de recibir, á título de juicio salomónico, una porción
más ó menos grande de lo ajeno.
Por eso, en una carta que dirigí á uno de nuestros diarios en
LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA (( HABILIDAD )) ARGENTINA 59
aquel entonces (1) decia : « El desastre diplomático es irrepara-
ble. Hoy es deber de todo argentino contribuir á disminuir las
consecuencias, y concurrir en la esfera posible á facilitar la tarea
del abogado argentino que el gobierno envíe á Londres, paraex-
poner y defender nuestros derechos ante el arbitro constituido.
Si esa misión es bien confiada y mejor desempeñada, aún es po-
sible salvar mucho de lo que impremeditadamente se ha puesto
en cuestión ».
— Entonces Vd. ha creído que el arbitraje seria inmediato, á
pesar de que el gobierno constantemente ha declarado que no
era sino mediato, y que lo inmediato era solucionar ambas partes
directamente toda dificultad...
— Eso podría ser pour la galerie. Tan evidente era la exac-
titud de mi opinión, que la prensa londinense ha afirmado con
persistencia que el doctor Pellegrini seria el abogado ad hoc, y
que emprendería su viaje á mediados del presente año. Más aún :
Chile tiene ya en Londres una misión extraordinaria, destinada
á servir de asesor legal en el juicio de arbitraje.
Entiéndase bien que siempre el arbitraje deberá recaer sobre
un caso concreto, pero jamás sobre el principio mismo de la de-
marcación : Chile, en el congreso pan-americano de Washing-
ton, defendió explicitamente esa doctrina, y su cancillería no
seria osada á defender hoy una pretensión que entonces con-
denó. La pendiente fatal de su sinrazón la Ibva, sin embargo,
en ese camino, pero desea llegar á él como una transacción para
calmar la vocinglería de su prensa regimentada.
Chile, mientras tanto, ha apresurado sus trabajos de propa-
ganda técnica en Europa y principalmente en ínglaterra, donde
su hábil diplomacia ha asegurado el concurso de una serie de
geógrafos y escritores que, en las revistas científicas y en la
prensa general, tratan constantemente la cuestión y siempre en
sentido favorable á las más avanzadas pretensiones chilenas.
Puede decirse que la opinión europea está hoy decididamente
impresionada á favor de Chile, Además, nuestros vecinos han
tenido la habilidad de estar atentos al movimiento cartográfico,
y donde debia publicarse un atlas geográfico cualquiera, que
(1) Propaganda geográfica anti- argentina. Carta á La Prensa (núme-
ro de junio 19 de 1896).
60 LA POLÍTICA ARGENTINA
comprendiera un mapa de Sud- América, los agentes de la diplo-
macia chilena lograban introducir, por medio de lineas y colores,
las pretensiones trasandinas. La revista geográfica más notable,
y cuyas aseveraciones hacen f e : las Pettermann's Mitiheilun-
gen, de (jotha, está, puede decirse, al servicio de Chile. Esta
propaganda constante, hecha por sabios europeos y en un terreno
puramente cientifíco, ha sido como la gota que horada la piedra :
á fuerza de repetir en artículos y de reproducir en los mapas,
las pretensiones chilenas, la inmensa mayoría las considera hoy
como la expresión imparcial de la verdad y mirará con irritado
asombro que nos presentemos objetándolas.
En ese sentido decía en la ya citada carta : « es urgentísimo
que nuestra cancillería dirija hábilmente la acción de nuestras
legaciones en Europa, para que difundan entre los círculos téc-
nicos y donde corresponda, el conocimiento de nuestros derechos,
distribuyendo libros y mapas, haciendo la propaganda del caso,
á fin de llevar á la opinión autorizada europea el conocimiento
claro de la razón que nos asiste ». ¿ Hemos hecho algo en ese
sentido?... NihiL Dejamos á nuestras legaciones sin instruc-
ciones precisas, esterilizando asi tan valiosos elementos ; más
aun : se les prohibe que procedan mota propio, debiendo espe-
rar órdenes... y éstas no llegan!
Por eso he aplaudido los trabajos científicos del museo de La
Plato, y Li tirada aparte del de Moreno, lamentando que no
se apresure la publicación de la serie de memorias científi-
cas, resultado de aquellas exploraciones. Trabajos semejantes
deberían hacerse circular profusamente, dentro y fuera del
país.
— Lo que sacamos en claro, sin embargo, es que ha desapa-
recido « la cuestión del norte », que tanto preocupó en el debate
anterior. Hoy lo que está sobre el tapete es « la cuestión del sur d.
La Puna de Atacama será entonces tranquilamente entregada á
su dueño, ó sea á nuestro país, á despecho de las habladurías
de los diarios chilenos, y de aquel ruidoso decreto del gobierno
trasandino, encomendando al agrimensor San Román la con-
fección de un mapa de Chile, incluyendo expresamente la
zarandeada Puna...
LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA (( HABILIDAD » ARGENTINA 61
— Eso lo Único que demuestra es que el gobierno chileno,
dueño de escoger el terreno, ha elegido el del sur, porque más
le conviene. Vd. recordará que en esa sección se colocó el fa-
moso « hito de los discursos », con una ridicula efusión de ame-
ricanismo de zarzuela, por parte nuestra, y con un metódico
informe de la comisión chilena, haciendo constar que el hito se
hallaba en la linea del dioortium aquarum.
— ¿Entonces la Puna está fuera de cuestión?
— Nunca ha corrido más peligro. La revisión del hito de San
Francisco parece ser un mito, y su colocación en su verdadero
lugar, ó sea en el portezuelo de Maricunga, un sueño de las mil
y una noches.
— ¿Cómo explicar las seguridades dadas por el perito Mo-
reno en alguno de sus primeros reportajes chilenos?
— ¿A cuál de los reportajes se refiere Vd. ? En el de La Li-
bertad Electoral, leo estas palabras de nuestro perito : a No hay
arbitraje para la parte comprendida entre los paralelos 23 y 26,
sino desde el paralelo 26 al 52. No cabe ninguna dificultad.
Todo se reduce á conocer y hacer amplios y detenidos estudios
sobre el terreno )).
Me dirá Vd. de paso que esta última declaración habria hecho
sonreir, si poco tiempo después el gobierno hubiera sometido á
arbitraje dos hitos, olvidándose de que el perito pedia previa-
mente (( estudios amplios y detenidos ». GUssons, rCappuyons
pas, Pero respecto de la primera afirmación, ella se ajusta á la
letra del protocolo de abril 17 de 1896, que dice : (( debiendo tra-
zarse la linea divisoria entre el paralelo 23 y el 26*^ 52' 45" con-
curriendo á l,a operación ambos gobiernos y el gobierno de
Bolivia, que será solicitado al efecto ».
¿Por qué se ha abstenido nuestro gobierno hasta ahora de
obligar al de Bolivia, á que concurra á la operación? Cuando
se envió de aqui á Sucre la misión del doctor Dardo Rocha, se
creyó que ese fuera uno de sus objetos. Aquel diplomático cele-
bró un protocolo, el protocolo Rocha-Cano, en dicitmbre de
1895, pero nuestra cancillería lo ha arrojado al polvo del archi-
vo, á juzgar por el silencio guardado. ¿Por qué tanto misterio?
La Puna es territorio argentino desde el tratado con Bolivia de
1889, reformado y ratificado en 1891. El protocolo Rocha-Cano
no puede ser sino la solemne confirmación de ese hecho, y su
62 LA POLÍTICA ARGEPíTlNA
publicación es imprescindible, porque termina con las continuas
tergiversaciones.
El Heraldo, de Valparaiso, lo ha reconocido hace poco : « En
efecto, dice, si Solivia ha transferido esa parte de su territorio á
la República Argentina, su gobierno lo declarará lealmente. En
tal caso, el gobierno de Chile,, haciendo honor á su palabra em-
peñada en pacto solemne, aceptará como linea divisoria con la
República Argentina el mismo deslinde que tuvo con BoUvia
hasta el añp 1879, conforme al acta pericial de Pissis y Mujia )).
Y bien : he ahí el quid de la cuestión, y la explicación de por
qué Chile deja dormitar la cuestión de la Puna, y se apresura á
forzar el arbitraje en la región del sur. El protocolo Rocha-
Cano establece terminantemente el hecho de que el territorio
cedido por Bolivia á la Argentina, en la Puna, está dividido de
Chile por la línea Pissis y Mujia ; ahora bien : esa línea es la
famosa linea anticlinal ó sea la de c las más altas cumbres del
encadenamiento principal de la cordillera », es decir, la doc-
trina histórica, geográfica y jurídica de los tratados, defendida
siempre por nosotros. La cancillería chilena conoce el protocolo :
no le conviene provocar su publicación, porque ese derecho nos
da razón y resuelve la controversia ficticia sobre el criterio de la
demarcación. Aclarado ese puntó en el norte, jamás pediría el
arbitraje para el sur, pues el arbitro tendría clara é incontrover-
tiblemente fijado el criterio de la linea divisoria, en el de la
linea Pissis y Mujia.
La inhabilidad de nuestra cancillería ha consistido en no an-
teponer á todo la cuestión de la Puna, y no usar en el acto del
protocolo Rocha-Cano. Ha dejado que Chile, apercibido del pe-
ligro, se precipite á ganarnos de mano, y pueda cualquier dia
forzar la decisión del arbitro, eligiendo los hitos que parezcan
ser más favorables á sus pretensiones.
Tan es así, que Chile, perfectamente al tanto de lo que pasa,
se ha apresurado á salvar las formas^ y ha solicitado del gobierno
de Sucre su concurrencia á la demarcación, haciendo que la can-
cillería boliviana le conteste en forma ambigua, llena de reti-
cencias, y solicitando una serie de aclaraciones previas, que
Chile naturalmente ha dejado en suspenso contestar. Mientras
tanto ¿qué hemos hecho nosotros?... Nihil, Porque nos hemos
concretado á solicitar á nuestra vez la concurrencia de Bolivia,
LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA « HABILIDAD )) ARGENTINA 63
pero, á su pedido de (( aclaxaciones )), no hemos dado otra respues-
ta que dirigirnos con ese objeto á Chile, donde han encarpetado
la contestación . Y nos quedamos como si nada pasara.
Ahora bien, habiendo sido expresamente exceptuada del arbi-
traje la cuestión de la Puna, resulta que, dirimido el litigio del
sur, nos quedará el del norte, con esta circunstancia agravante :
que el tiempo que transcurra crea en cierto modo derechos para
Chile, (( porque — como lo dijo su ministro Alfonso — la posesión
de hecho se afirma y afianza más y más, y en defecto de cuales-
quiera otros títulos, éste es de los mejores )).
Pero, preciso es convencerse de que aun cuando deje Chile
en pie la cuestión del norte, lo que le interesa es el sur, ó sea los
valles andinos, las fértiles regiones situadas de este lado de la
cordillera, y que, para más sangrienta ironía, tenemos hasta men-
suradas y pobladas, como el valle 16 de Octubre.
— Sin embargo, esa colonia es bien argentina; está en estado
próspero, y el gobierno del territorio del Chubut se enorgullece
de ella. Más aún : el congreso, en 1896^ reglamentó la escritu-
ración de terrenos á los pobladores de dicha colonia, y entonces
se dijo : « si la colonia 16 de Octubre fuese sometida á arbitraje,
el hecho significaría que se ha puesto en litigio todo lo más im-
portante y valioso de la Patagonia, y que es la base déla riqueza
del vasto territorio, á despecho de hallarse al oriente de la cor-
dillera de los Andes, en su encadenamiento principal )).
— Exactísimo. De ahí que el diario á que Vd. se refiere^ La
Prensa, agregara con ese motivo : « Por lo tanto, el protocolo
se caracterizaría como una completa y desastrosa derrota de la
diplomacia argentina. No podemos consentir ni creer posible
tamaña monstruosidad. Poner esta parte de la soberanía en jui-
cio de arbitros, sería como comprometer en la misma forma el
pueblo del Chubut ». Y, sin embargo, el articulo de Gonzalo
Bulnes, que fué el punto de partida de esta conversación, es jus-
tamente lo que pretende.
Por eso, mucho me temo que el propósito chileno sea ir direc-
tamente á un arbitraje ambiguo, y que está al acecho del caso
favorable.
¿De manera que Vd. es contrario m totum al arbitraje?
64 LA POLÍTICA ARGENTINA
Sin embargo, lo hemos pactado... Y ese es el reproche que hacen
algunos á los que llaman « los chaumns argentinos ».
— Son apreciaciones miopes, debidas á extranjeros que sólo
conocen superficialmente la cuestión. El arbitraje lo hemos pac-
tado; siempre hemos abogado por él, y es tradición honrosa de
nuestra cancillería. Chile, por el contrario, siempre lo rehuyó,
á él se opuso en el congreso pan-americano de Washington; y
tuvo que pactarlo en nuestra cuestión, á instancias nuestras. Es,
pues, una bandera argentina la que, vuelta al revés, hacen fla-
mear ahora como pendón chileno.
En la campaña periodística de El Tiempo ^ y en mi libro so-
bre La política chilena en el Plata,he defendido el arbitraje ra-
cional, es decir, sobre casos concretos y divergencias determina-
das. Eso es lo que establecen los tratados. Someter al arbitro
la demarcación en globo, sin que de fado se haya producido
disidencia en un hito dado, sería absurdo, contrario á los trata-
dos, y equivaldría á poner en cuestión el principio mismo déla
demarcación, ó sea la línea arcifinia, que se ha estipulado expre-
samente sea la cordillera de los Andes, en hn más alias cum-
bres del macizo central, aunque corte ríos ó partes de ríos.
Ese principio jamás puede ser sometido á arbitraje. Eso lo he sos-
tenido j lo sostengo. Sé bien que por eso algún extranjero me
ha llamado chauvin, pero... no se puede contentar á todo el
mundo.
Chile se encarga de explotar esos juicios: para él todos los ar-
gentinos somos chaumns, jingoes, patrioteros; todos los chile-
nos son patriotas desinteresados, imparciales, sinceros. Es una
táctica sencilla ad usum populi. Mientras tanto, sabe bien cuan
absurdo sería pretender un arbitraje general, y no se atrevería á
insinuarlo; busca preparar la atmósfera para que, apenas elegido
un caso, cuente con las probabilidades de un fallo favorable, lo
que no impedirá que trate siempre de arrancarnos, por vía de
un nuevo protocolo, alguna concesión.
La constancia de Chile es, en esto, admirable, y algo sabe de
ella el señor Bulnes, pues cuando fué ministro de su país en Ale-
mania, contribuyó no poco á fomentar aquella nube de artícu-
los, estudios y comunicados, debidos á geógrafos, á escritores, á
viajeros, que aprovechando cualquier pretexto, dan como única
solución científica de la controversia de límites la doctrina de
LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA (( HABILIDAD » ARGENTINA 65
Barros Arrana sobre el divorcio continental» Hasta los atlas
geográficos últimos, ¿recuerda Vd. el de Philipps, de 1896?, dan
como cosa «arreglada » y como lo más natural del mundo, la lí-
nea chilena, de modo que la opinión inglesa tendrá como ar-
tículo de fe que esa linea corresponde. Ahora bien, conocido el
procedimiento universal en casos de arbitraje, confiado aun so-
berano ó á un gobierno, sabido es que la reina Victoria nombra-
rá una comisión de geógrafos ó personas técnicas, á la que pa-
sará los antecedentes para su estudio y para que redacte la solu-
ción que firmará en seguida, convirtiéndola en fallo arbitral.
Los miembros que compongan esa comisión son, pues, en defi-
nitiva, los que van á fallar: si viven en una atmósfera científica
adversa á nuestros derechos, acostumbrados á encontrar acepta-
da como únic^ solución la pretensión chilena, en los atlas y en
los mapas más modernos, es indudable que, prima facie, se in-
clinarán á favor de Chile. El abogado argentino tendría queha-
cer esfuerzos sobrehumanos, é ir bien munido de extraordinarios
elementos probatorios, para cambiar esa predisposición desfavo-
rable.
— Entonces seria oportuno agitar la opinión pública argen-
tina, para sacar de su apatía al gobierno actual, pues la prepa-
ración del terreno, en caso de arbitraje, no es cosa de un día.
Además, en Chile la grita periodística aumenta día á día; y se
habla desembozadamente de la guerra, se excita el celo de Kór-
ner y de sus famosos « lansquenetes )) tudescos, se obliga á las
cámaras á celebrar sesiones secretas, y se anuncia ruidosa-
mente que se ordena á Europa la compra de millones de ba-
las...
— Vd. ha caracterizado esta tormenta : « se anuncia rui-
dosamente» dice Vd., así es. Crea que si hubiese un propósito
serio, no se haría la cosa tan « ruidosamente ». En Chile están
acostumbrados á corrernos con ruido de latas : sus rotos saben
que, golpeando sobre los guardamontes, en el acto se ha creído
aquí en el fantasma de la guerra, y que el sentimiento de la paz
ha impuesto á nuestros gobiernos, en esos casos, el pasar por
las horcas caudinas. Pero han abusado del sistema, y, como
en la fábula del pastor y del lobo, á fuerza de gritar por chacota :
66 LA POLÍTICA ARGENTINA
« al lobo, al lobo », han desvirtuado el efecto, y hoy nadie se
preocupa de su gritería. No tema Vd.: no habrá guerra... por
ahora. Estoy seguro de que ciertos estadistas trasandinos, dema-
siado seducidos por el miraje de una politica a á la Portales »,
están convencidos no sólo de la necesidad, sino hasta de la con-
veniencia de una guerra : en 1836, la declararon á la confede-
ración perú-boliviana, sin la sombra de un pretexto, porque con-
venia dar empleo á la actividad del pueblo, reducido ala mi-
seria, por la crisis del trigo; en 1879, la declararon al Perú y
á Solivia, sin razón alguna, tan sólo porque era necesario ocu-
par al pueblo, agobiado por la crisis del cobre ; hoy, estarían
dispuestos á declararla á la Argentina, pues creen que es indis-
pensable distraer al pueblo, inquieto por la crisis del salitre. No
olvide Vd, que las guerras internacionales de Chile han coin-
cido siempre con la crisis del principal producto en que basaban
su riqueza...
Creo, sin embargo, que Chile no declarará la guerra, y me
parece que obra así cuerdamente. En nuestro país, no habría
gobierno que provocara semejante guerra, ni nadie que la de-
see : todos aquí claman por la paz, porque todos necesitan de
ella para trabajar y hacer prosperar sus intereses. De modo que
no tendremos guerra.
Pero Chile conoce demasiado nuestro profundo, y á veces exa-
gerado, amor por la paz. Sabe que nuestro actual gobierno es
timorato hasta lo imposible: conoce al presidentC'actual, por su
larga residencia trasandina, y sabe cuan contrario es á toda so-
lución belicosa... De la cancillería argentina de hoy no hay que
hablar... De modo que hace muy bien Chile en intentar esta
campaña deseperada de grita periodística, de meetings, de dis-
cursos inflamables, de sesiones secretas, e aínda mais, á fin de
ver si atemorizan del todo á la Casa Rosada, y le arrancan un
nuevo protocolo, con nuevas concesiones. He ahí el peligro. Ya
este gobierno parece ñaquear : el haber consentido en el viaje
inopinado ó impolítico del perito argentino, sacándolo de San-
tiago en términos que los diarios chilenos han interpretado como
una cuasi fuga y como una tácita retractación, ha sido de una
« habilidad » singular.
Por otra parte, justo es confesar que en Chile son lógicos al pro-
ceder como lo hacen. Hasta ahora esa táctica ha consistido en ex-
LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA (( HABILIDAD )) ARGENTINA 67
aoerbar la cuestión internacional; llevar la opinión al borde del
abismo; inflamar las masas con la perspectiva de una guerra in-
mediata; influenciar la atmósfera suspicaz en que vive el mundo
bancario; y, como consecuencia fatal, ejercer indirectamente
presión sobre el gobierno argentino, arrancarle una nueva con-
cesión^ 7 calmar con ella el apetito araucano. Asi hicieron en
1881; así lo repitieron en 1893; asi lo renovaron en 1895; y así
obraron en 1896; tal lo intentan nuevamente ahora. Nosotros cu-
bríamos cada concesión con la capa de un pretendido triunfo :
« hemos definitivamente comprado la paz », se decía al pueblo,
y el pueblo aplaudía. Un par de años después, resulta que no
hemos comprado nada, por lo menos « defínitivamente » : hay
que recomenzar, y que recorrer el consabido via-crucis. La
gritería va in crescendo : repercute en Europa; los banqueros
suspenden sus negocios con nosotros, la inmigración se para-
liza, los negocios dentro del país se estancan, los capitales se
tornan medrosos; entonces principíala grita anónima de la po-
blación, que pide paz á todo trance... y los gobiernos ceden, y
cubren su cesión con el consabido manto : de que « ésta es la
definitiva)), agregando, para los recalcitrantes, « no estamos
preparados ))! Esta ha sido toda la a habilidad )) argentina en
presencia de la marcha perseverante de la diplomacia chilena,
que no ha tenido ni siquiera que variar el juego : eso es lo que
se intenta otra vez en estos momentos; eso es lo que significa la
vocinglería trasandina, sus amenazas demasiado (( ruidosas )), y
todos los demás aditamentos de la presente campaña periodís-
tico-política de tras-los-montes.
La terrible situación económica de Chile es el factor más pe-
ligroso en esta emergencia : no sólo su bancarrota fiscal está \
próxima, sino que la inconversión es deseada por medio Chile,
hipotecado á oro al otro medio : de ahí viene la gritería perio-
dística, que sólo tiene eco en un círculo reducido de lectores, ya
que los rotos chilenos son analfabetos en su cuasi totalidad. La
miseria del pueblo, que no encuentra trabajo en parte alguna, se
presta á estas excitaciones quijotescas; pero los estadistas trasan-
dinos conocen demasiado su responsabilidad, para arriesgarse á
una aventura guerrera, que pondría seguramente en peligro sus
fructíferas conquistas del Pacífico. Lo único que puede encegue-
cerles es que nosotros descuidemos los asuntos militares, que
68 LA POLÍTICA ARGENTINA
DO regularicemos nuestras administraciones técnicas, y comple-
temos nuestros preparativos bélicos. S¿ vis pacem.,.
Además, preciso es reconocer que la cuestión andina es, en
Chile, un arma de combate para la política interna, de la que se
apoderan los varios círculos y facciones partidistas, para hacer
y deshacer efímeras coaliciones parlamentarias, más ó menos
híbridas— ¿ quiere Vd. algo más inexplicable que la actual coa-
lición conservadora-balmacedista, compuesta de los implacables
enemigos y de los fieles amigos del mártir de 1891 ? ¿ no están
ambos grupos separados por divergencias irreconciliables de
doctrina, y por los odios imborrables de la revolución del 91
y de los terribles salteos santiaguinos ? — practicando así el
remedo de parlamentarismo británico, que les obliga á cambiar
ministerios cada trimestre, y reduciendo al presidente constitu-
cional al papel de rey viga ; mientras que es funcionario res-
ponsable y que carece del derecho de disolución del parlamento,
las dos condiciones típicas del sistema. Esa peligrosa instabili-
dad gubernamental trata de corregirse, de vez en cuando, agitan-
do el trapo rojo del peligro internacional, á fin de acallar las
aspiraciones banderizas y disciplinar momentáneamente á los
grupos díscolos, en que se ha fraccionado el otrora gran partido
liberal. La profecía de Balmacedase realiza: no podrá haber go-
bierno serio, mientras esté subordinado á coaliciones enfermi-
zas de banderías parlamentarias. Y eso constituye un grave pe-
ligro para nosotros, pues estamos condenados áser el eterno Mam-
brú del <( parlamentarismo )) trasandino.
Por supuesto, el que conoce á Chile y sus hombres públicos,
sabe que hay allí estadistas de valer y de largas vistas, que la-
mentan en silencio ese malgaste de fuerzas, y que desearían en-
contrar el medio de marchar en armonía con la Argentina, á fin
de que ambos países puedan desenvolverse sin trabas ni recelos,
en lugar de esterilizar sus fuerzas é insumir sus recursos en es-
ta perpetua guerra in tempo di pace, sosteniendo una paz arma-
da ruinosa, desacreditándose ante el extranjero, y desempeñan-
do un papel que, á los ojos de los hombres circunspectos de go-
bierno, tiene tintes subidos de ridículo. La solución de la dificul-
tad es quizá el huevo de Colón . Abrigo la convicción de que se
/ ha de arribar á ella, y deque bruscamente podrá cambiarse esta
. ; politiquilla enfermiza de las desconfianzasy las chicanas, en una
LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA « HABILn)AD )) ARGENTINA 69
política americana amplia, cimentada en la armenia de Chile y
la Argentina, haciendo desaparecer el aparente antagonismo de
sus intereses.
Pero eso no podrá suceder mientras nuestra cancillería y nues-
tra diplomacia estén confíadas á manos inhábiles y á los vaive-
nes de una perpetua timidez é indecisión. Afortunadamente, se
vislumbra ya una saludable reacción en ese sentido. Por eso
espero y confio que nada substancial será resuelto por nuestro
gobierno actual, que está en vísperas de concluir. La nueva pre-
sidencia tendrá que preocuparse de resolver definitivamente
esta cuestión, que se convierte en periódica y fatigante amenaza,
debido tan sólo ala inhabilidad argentina. Espero que no llega-
rá el caso de recurrir al arbitraje, y confio que el nuevo presi-
dente sepa resolver definitiva y fundamentalmente este enredo,
y deje terminada y enterrada la histórica cuestión.
No creo, pues, sea conveniente dar importancia á la agitación
periodística chilena : es una tormenta en un vaso de agua.
Dentro de poco todo habrá cambiado. Esperemos la acción del
nuevo gobierno argentino.
CAPÍTULO IV
LA POLÍTICA ARGENTINA EN LA CUESTIÓN DE LÍMITES CON CHILE,
Y SU INFLUENCIA SOBRE EL EQUILIBRIO CONTINENTAL SUDAME-
RICANO (1).
La espada de Damocles, de una guerra posible entre Chile j
la Argentina, parece haber estado, y aún estar, á punto de des-
colgarse sobre la cabeza de ambos países, atrasándolos de me-
dio siglo y comprometiendo su porvenir político y económico.
Ese peligro ha mantenido, y mantiene, en zozobra á las demás
naciones sudamericanas, sobre todo á las que lindan con los
presuntos adversarios. La intranquilidad que ésto produce ha
repercutido en Europa, por ser estos países el refugio de su
excedente de población y el mercado para el empleo de sus ca-
pitales inactivos. De modo que la cuestión de límites chileno-
argentina se ha elevado á la categoría de cuestión continental y
de problema mundial .
Hemos pasado por las alternativas de paz y guerra inminentes,
sufriendo todos los inconvenientes reales de semejantes cambios
bruscos.
La situación internacional no puede ser más vidriosa. La
prensa diaria la envenena, puede decirse, con sus comentarios
violentos, sus exageraciones irreflexivas y sus indiscreciones
(1) Esta entrevista (véase La Quincena, de julio pasado) es un
estadio completo de la faz actual del litigio y de sus proyecciones
en la política continertal. Puede que el resultado de la reunión actual
de los peritos llegue á modificar sus conclusiones, pero hemos creído
deber incluirla en el presente libro, por ser la última palabra del autor
sobre la eterna cuestión. (Nota del editor,)
72 LA POLÍTICA ARGENTINA
verdaderamente culpables. La de Chile parece haber perdido toda
noción de justo medio en esto, y son innumerables las enormi-
dades de todo género á que se ha entregado. La de este país ha
conservado mayor sangre fria, y parece querer discutir la cues-
tión con un ligero dejo de escepticismo ; pero, á las veces, ha
caído en la irresistible tentación del noticierismo, y no ha sabido
evitar indiscreciones lamentables: o. g. aquella sobre la compra
de los barcos que se construían para el Brasil, y que, revelada
á destiempo, hizo imposible tal adquisición. Alguien ha dicho
que el arte, el secreto de un periodista honrado, consiste no en
saber lo que debe decir, sino lo que debe callar.
Pero no lo es menos que una indiscreción no seria posible sin
un funcionario débil ó imprudente. De todas maneras, hemos
conceptuado siempre como un deber de la prensa seria — sobre
todo, de la prensa periódica, que á ello más se presta por su am-
plitud misma — el estudiar las cuestiones del dia, y sobre todo
las de carácter internacional, con criterio sereno v levantado.
Para nada entra en esto la información periodística, que por en-
tero incumbe al diarismo ; de modo que no puede haber peligro
de indiscreción posible. Por ende, deseosos de tener á nues-
tros lectores al corriente del estado en que se encuentra la
cuestión con Chile, que preocupa en estos momentos, casi en
absoluto, los ánimos de todos, hemos pedido de nuevo al Dr.
Ernesto Quesada — que ya en otras ocasiones ha tenido la defe-
rencia de darnos su opinión sobre estos asuntos — quiera expli-
car, según su personalisimo criterio, el carácter y alcance de la
faz actual de la situación internacional .
La entrevista que con él hemos tenido, puede traducirse como
sigue :
— Doctor, nuevamente vengo á pedirle para La Quincena su
franca opinión sobre el estado actual de nuestra cuestión con
Chile. Flota en la atmósfera el presentimiento de que una gue-
rra puede ser inminente, y desearía que Vd. me explicase cómo
sería posible desenlace semejante, después del rosario de trata-
dos, convenciones, protocolos, actas y demás documentos diplo-
máticos, que han establecido y repetido que el arbitraje sería
la única solución en el peor de los casos.
— Me parece escusado hablar á Vd. de lo que todo el mundo
siente, si bien pocos lo dicen. Además, parece Vd. creer que de
LA política continental ^ LA CUESTIÓN DE LÍMITES 73
lo que se trata es exclusivamente de la demarcación técnica de
la línea de fronteras, y del recurso arbitral local en caso de de-
sacuerdo de los peritos: se atiene Vd. ala letra de los pactos...
Ahora bien, preciso es convenir que, sin quererlo sin duda, he-
mos propagado la corruptela de considerar á los peritos como
simples funcionarioá de los gobiernos, de modo que aparecen és-
tos interviniendo en todos los incidentes de la demarcación, en
los estudios previos, y en las divergencias de las subcomisiones
en materia aún no tomada en cuenta por los peritos mismos.
Los peritos son jueces arbitros: ellos practican la operación téc-
nica de la demarcación — « deberán ejecutar en el terreno la
demarcación de la linea», dice el protocolo Lastarria-Uriburu —
y, para usar del texto mismo del tratado de 1881, a en caso de no
arribar á un acuerdo, será llamado á decidirlo un tercer perito
designado por ambos gobiernos », con cuyo carácter ha sido in-
vestida la corona de Inglaterra, según el pacto Guerrero-Quirno
Costa. Se trata, pues, de un tribunal arbitral, cuya primer ins-
tancia la forman los dos peritos existentes, y cuya última ins-
tancia, en caso de apelación de parte, la constituye la Ingla-
terra.
Los gobiernos, pues, no son sino partes en el juicio arbitral;
nada tienen que ver con los peritos, que son los jueces. Es, pues,
hasta incorrecto atribuir álos peritos el carácter de funcionarios
subalternos, porque esto menoscaba su majestad de jueces. Esa
confusión es la que autoriza la grita prematura del diarismo,
pues para que hubiera fundamento á suponer una dificultad
cualquiera, es menester que ésta se produzca, y, dentro de los tér-
minos de los tratados, esta nunca puede quedar sin solución.
Los peritos organizan sus trabajos con entera independencia
de los respectivos gobiernos, cuya única y exclusiva interven-
ción en ellos es darles el personal y recursos que soliciten. Nada
deben saber los gobiernos de lo que los peritos hagan ó discutan:
son actuaciones ó deliberaciones de tribunal, en las cuales los
litigantes no pueden inmiscuirse. Cuando los peritos den su fa-
llo, esto es, cuando resuelvan un punto, sea la colocación de un
hito ú otro asunto cualquiera, se notifica sencillamente á las
partes, no para solicitar su asentimiento, sino tan sólo para que
acaten sin discusión lo resuelto. Si el fallo es de acuerdo entre
los dos jueces peritos, las partes litigantes no tienen nada
74 LA POLÍTICA ARGENTINA
que observar, porque de antemano han renunciado al derecho
de apelación. Si el fallo es en desacuerdo entre los jueces peri-
tos, entonces viene, por el propio ministerio de la ley, vale de-
cir, por las estipulaciones de los pactos vigentes, la apelación en
ambos efectos al tercer perito, que ipsofacto queda constituido
en arbitro único. Cualquiera que sea el fallo de éste, las partes
litigantes tienen que acatarlo. Sólo pueden desviarse de este pro-
cedimiento, en el único caso expresamente exceptuado : á saber,
si^ notificados del fallo en desacuerdo, lograran celebrar un
arreglo directo entre ambas partes, lo que ipsojure haría inne-
cesaria la apelación ante el tercer perito, ó sea el arbitro único.
Ese trámite no es obligatorio, sino facultativo; es decir, que am-
bos gobiernos pueden ó no ensayarlo: si lo ensayan con éxito,
la dificultad termina ahí; si lo ensayan sin éxito, ó si prefieren
no ensayarlo, corresponde /wrw et dejare la apelación ante el
arbitro.
Tal es el procedimiento solemnemente establecido. Es^ pues,
una corruptela ó una chicana avocarse previamente cualquier
dificultad, real ó eventual. Mientras los peritos no hayan dado
su fallo, les está vedado á las partes, por decoro propio, interve-
nir en el litigio. Menos, pues, puede inmiscuirse la prensa y
dar por existentes dificultades más ó menos imaginarias: las di-
ficultades sólo pueden fluir del fallo pericial.
No hay, pues, ni haber puede fundamento legalmente serio
para discutir ahora el procedimiento de la demarcación. Es abu-
sivo todo lo que al respecto se haga, fuera de lo que dispongan
los peritos. De ahí que, en realidad, no existan las decantadas
dificultades en la demarcación. Si se las inventa ó se las discu-
te, es porque se las toma por simple pretexto para encubrir mo-
tivos ó disidencias de otro orden. Cualquier observador frío é
imparcial tendrá que convenir en ello, de modo que al estudiar
el tolle-toUe presente, tiene que prescindir del pretexto ostensi-
ble de la demarcación y buscar en otra parte la causa de la per-
turbación reinante.
— - Me permito observarle que si las cosas fueran tan senci-
llas como Vd. las expone, sería inexplicable la actitud presente
del gobierno de Chile. Entiendo que la argumentación de éste
es sencillamente la siguiente : en el actual litigio, la Argenti-
na emplea medios dilatorios para eternizar la solución, contando
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 75
con que cada dia ganado es una ventaja material para ella y
una pérdida real para Chile; éste no puede aceptar una situación
que lo obliga á una paz armada onerosísima, y, por ende, se ve
obligado á ponernos la disyuntiva : ó se somete sin más trámites
todo el litigio al arbitro nombrado, lo que ipsofacto restablece
la tranquilidad, oes preferible solucionar por las armas esta in-
sostenible situación. Si la Argentina no ha de rehuir el arbitra-
je, ¿porqué no lo acepta sóbrela marcha? ¿á qué continuar
agravando esta espectativa, que consume á ambos pueblos?...
Puesta asi la cuestión, el ultimátum chileno se explicarla : es ne-
cesario poner término á este enredo inacabable.
— Ruego á Vd. me escuche con calma, y verá pronto cuál es
el sofisma de esa fantasmagoría.
Suponga Vd. por un momento que el pleito de límites entre
ambas naciones, fuera un pleito do medianería entre dos particu-
lares, propietarios de campos colindantes. Los litigantes han ce-
lebrado un compromiso arbitral, con expresa renuncia á todo
otrorecurso, yen virtud del cual entregan la fijación de la línea
lindera á un tribunal arbitral, compuesto, en primera instancia,
de dos jueces, llamados peritos, nombrados uno por cada parte;
y, en segunda instancia, de un tercer perito, llamado arbitro úni-
co ; en ambos casos, esos arbitros no sólo son juris et de jure,
sino de equidad, teniendo la más absoluta latitud de acción, y
siendo inapelables sus fallos. Si el tribunal en primera instancia
unifica su opinión y dicta sentencia, el litigio fenece allí; si el
fallo es en disidencia, el arbitro en segunda instancia lauda en
definitiva.
Este es un procedimiento corriente en la vida forense, como
es considerado de la corrección más elemental que, una vez cons-
tituido el tribunal, los litigantes se abstengan de inmiscuirse en
las actuaciones que los jueces determinen: sólo deben esperar el
fallo. Apenas se dicta la providencia : autos, ya cesa la inter-
vención de las partes.
Si, en esa altura de la secuela del expediente, los jueces ar-
bitros dan un auto interlocutorio, en el que ordenan una inspec-
ción ocular, para mejor proveer, nada pueden ni tienen que ob-
servar las partes. Si, más adelante, resuelven que los informes
de la inspección ocular sean traidos al tribunal ad effectum ti-
dendi, las partes nada pueden decir. Si, siguiendo la tramita-
76 LA POLÍTICA ARGENTINA
ción, los jueces fijan fecha determinada para considerar los au-
tos en estado de sentencia, sólo tienen las partes que esperar esa
fecha. Si, continuando con las actuaciones del caso, llegada la
fecha de que los autos se encuentren en estado de sentencia,
presentados los informes recabados ad effectum videndi, y prac-
ticada la inspección ocular decretada para mejor proveer, los
jueces se llevan por turno el volumi/ioso cuerpo de autos para
estudiarlo y proyectar su voto, las partes no pueden decir nada.
Si, después de practicado ese estudio y preparado el dictamen
respectivo, se reúne el tribunal y da su fallo, las partes no tie-
nen más que notificarse^ sin poder observar si la sentencia ha
tardado más ó menos en ser dictada. Si el fallo es unánime, la
cuestión termina ; si no lo es, procede la apelación ipso fado á
la segunda instancia, ó sea al arbitro único, el cual dictará las
providencias que considere oportunas, practicará las operaciones
técnicas que crea del caso, se tomará el tiempo que le sea me-
nester, y terminará dictando la sentencia definitiva, sin que,
sea en el tiempo que preceda á ésta, ó al notificarse de ella, pue-
dan las partes hacer observación de género alguno.
Cualquier abogado le dirá á Vd. que esto es el a, b, c, del
procedimiento curial. Le agregará también que, en cualquier
estado del juicio, cabe hacerlo terminar por medio de una tran-
sacción directa entre las partes.
Pues bien : ese es exactamente el caso y el procedimiento en
la cuestión delimites entre Chile y la Argentina.
El pleito se encuentra ahora en este estado : los peritos, por
acta (auto interlocutor ¿o) de mayo 1° de 1897 resolvieron, con
el objeto de encontrarse habilitados para determinar una linea
general de fronteras (para mejor proveer) que, durante la tem-
porada 1897-1898 se practicara un estudio general, de máximxi^
en toda la ooTáiWevsL (inspección ocular), y que los informes de
las respectivas subcomisiones se trajeran ante los peritos para
dar base técnica (ad effectum videndi) á la discusión de la linea
proyectada. Posteriormente, al finalizar la temporada de traba-
jos, en mayo último, reunidos ambos peritos, el argentipo de-
claró estar habilitado para proponer en el acto la línea, pero el
chileno confesó necesitar algún tiempo para recibir ciertos in-
formes ; se determinó, entonces, fijar el mes de agosto para la
reunión definitiva de los peritos (autos en estado de sentencia).
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 77
¿ Cabe algo que observar en lo anterior ? ¿ Puede cualquiera
de las partes inmiscuirse en el litigio, en esta situación? Claro
y evidente está que no. Nada, absolutamente nada, hay que de-
cir : el juicio se prosigue con perfecta corrección.
Y, sin embargo, es en este estado del juicio que el gobierno,
el pueblo y la prensa de Chile, arman un alboroto infernal,
acusan á la Argentina de mala fe, de rehuir el arbitraje, etc.
Esto es absurdo.
No han dado su fallo los peritos. No se ha producido disi-
dencia. Cuando se produzca, vendrá el subsiguiente procedi-
miento ante el arbitro, ó sea Inglaterra. Nadie ha soñado en
rehuir el arbitraje, ni en hablar de él : no cabe discutir la se-
gunda instancia, cuando aún la primera no se ha pronunciado.
¿ Qué se diría, en el foro, si^ en un juicio arbitral común
y en el indicado estado, antes de estar los autos en estado de
sentencia, uno de los litigantes, olvidando todo decoro, recu-
rriera á la prensa, apostrofara ala parte contraria, la acusara de
mala fe, y pretendiera que rehuye el arbitraje? Se diría sim-
plemente que ese litigante lo que desea es embrollar el asunto,
hacer imposible que se dicte el fallo de primera instancia, y,
temeroso de perder el pleito, tratar de darle otro sesgo de ca-
rácter personal, para terminar en un duelo lo que era materia
de una tramitación judicial. La chicana es palmaria: se cuen-
ta con que la parte insultada se indigne, conteste en el mismo
tono, la cuestión se vuelva personal, el litigio quede relegado á
segundo plano, y se dé el corte de un desafío á lo que es asunto
de los tribunales.
Eso, simplemente eso, es lo que hace Chile ahora. ¿ Por
qué ? Muy sencillamente porque se considera, en este momen-
to, superior á nosotros en el terreno de las armas y prefiere
aprovechar esa ventaja fugaz, por si después la pierde. Tenga,
entonces, la franqueza de adoptar esa actitud, pero no trate de
mistificar la opinión con pretendidos alegatos y con supuestas
quejas, como si fuera agraviado en la secuela del litigio. Diga
varonilmente que no le conviene el procedimiento arbitral pac-
tado, por ser lento ó por cualquier causa, y que busca una tran-
sacción directa para poner término brusco á la cuestión : pero
tenga la lealtad de no atribuir á la Argentina una mala fe que
no existe, y un propósito falso de rehuir el arbitraje .
78 LA POLÍTICA ARGENTINA
Digamos la verdad una vez por todas : la actitud argentina en
este asunto es de una perfecta corrección ; la actitud chilena es
la incorrecta, por falta de franqueza. Nada habría que observar
si hubiera entablado negociaciones para una transacción directa,
porque esto cabe en cualquier estado del juicio. Lo que hay que
condenar es la malicia con que esgrime una chicana innecesa-
ria y de mala ley .
Por supuesto, debe decirse que en Chile la opinión pública
afecta considerar estos asuntos con el criterio opuesto, y que pre-
gona que la actitud correcta es la suya, y que la Argentina obra de
mala fe, etc. Pero, para aquilatar la exactitud de ese criterio, bas-
tará referirse al argumento capital, al móvil secreto que creen á
pies juntillos, tras los Andes, que inspira la política argentina. He
aquí cómo lo formula netamente un conspicuo diario chileno:
« Los pueblos que se sienten fuertes — dice Xa Tarde (de junio
14 último) — pueden tentar la guerra como un recurso creador
de riquezas y de predominio, cuando en la victoria entreven no
la adquisición de tierras, sino la de yacimientos de salitre; no
valles más ó menos fértiles en la cordillera, sino dos puertos,
el de Iquique y de Antofagasta, en el Pacífico; la posesión de
dos provincias que encierran cientos de millones en productos,
y la hegemonía política y comercial de todo un continente)».
Riaum teneatís,.. Parece esto una broma pesada : ¿se refiere
aquel diario al Chile de 1879, ó á la Argentina de 1898 ? Argu-
mentos semejantes no merecen ni refutarse, porque el ridículo
de plan semejante es demasiado abrumador !
— Esas razones, doctor, son las de carácter populachero. Pero
los hombres sensatos de Chile no piensan así. ¿ No ha leído
V. la sesión del senado chileno, en 15 del último junio ? Me
parecen significativas las palabras del excanciller Puga Borne...
— Confirman lo que he expuesto áVd. Analiza aquel estadis-
ta las causas del enredo actual del litigio, y dice : « Ellas han
consistido, en mi concepto, en errores graves y numerosos
que se han cometido en el curso de las operaciones de demar-
cación ; y, si los indico, no es para hacer estériles recrimina-
ciones, sino para prevenir su repetición. El error capital ha
consistido en no dejar, en no entregar exclusivamente á la acción
de los peritos la obra de la demarcación, dando intervención en
estas operaciones á la opinión pública de ambos países y á las
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 79
cancillerias también de ambos países. La publicación de un ma-
nifiesto y en seguida de un libro por parte del perito chileno,
y la publicación de otro manifíesto y de otro libro hecho por el
perito argentino, destinados á imponer á ambos países un cri-
terio dado respecto de la cuestión de límites, han sacado de las
oficinas técnicas este negocio para entregarlo á las tempestades
de la prensa. La intervención de las cancillerias, empeñadas en
aclarar lo que estaba claro, por medio de una numerosa serie de
protocolos y de convenciones, ha venido á hacer más lenta y
prolongada la obra de la demarcación. »
¿ De quién es la culpa de esas irregularidades ? Ahí están los
hechos... £1 perito Barros Arana, con su memorándum, puso
fuego á la santa bárbara.
En seguida, el mismo senador continúa con su implacable
análisis, y dice : « En 1893 un protocolo obtuvo para Chile,
contra la prensa argentina, el triunfo de la renuncia á un puer-
to en el Pacífico. . . En 1895, otro protocolo obtuvo, contra las
pretensiones periodísticas, el triunfo de que no se suspendiera
la obra de demarcación por el desacuerdo que pudiera ocurrir
sobre algún punto entre los dos peritos. Si la demarcación de los
peritos ha costado á ambas naciones doscientos millones de pe-
sos, los protocolos les han costado la postergación indefinida de
la conclusión de los trabajos; y ambas cosas juntas han traído
por resultado convertir la paz en una inminencia de guerra )).
¿ Cómo ha comentado la prensa chilena esas declaraciones ?
Lea V. la Nueva República, del día siguiente de la sesión :
(( ahí está la solución del problema — dice — imponer la paz,
el respeto á los pactos de límites, y la limitación de los elemen-
tos bélicos, con las armas en la mano. Cuando el pueblo ar-
gentino vea á Chile convertido en un gigantesco campamento,
abrirá los ojos y medirá la profundidad del abismo á que pue-
de caer... ».
— Desearía que Vd. me aclarara con franqueza esta cuestión :
¿ tienen razón el gobierno y la opinión chilena al sostener rei-
teradamente que la demora inconcebible en la demarcación
fronteriza, pactada en 1881, y aun en sus comienzos en 1898,
se debe exclusiva é intergiversablemente al gobierno argentino.
80 LA POLÍTICA ARGENTLNA
que ha opuesto dilaciones de todo género, hasta ordenar en
los últimos tiempos á las subcomisiones periciales que no dis-
cutan ninguno de los hitos propuestos por las comisiones chi-
lenas, empleando una argucia y chicana que denota el propó-
sito decidido de entorpecer el deslinde ? Si ese cargo, que los
chilenos pregonan urb¿ et orbe con la convicción de iluminados,
resulta cierto ó plausible, habrá que convenir en que la grita
trasandina tiene alguna razón de ser...
— Voy á ser categórico y esplicito. Sabe Vd. que jamás he
titubeado cuando he creído deber criticar los procedimientos de
la cancillería argentina, de modo que emitiré mi opinión con
absoluta independencia.
Cierto es que en 1881 se pactó el límite internacional en la
cordillera de los Andes : « la línea fronteriza — dice aquel trata-
do — correrá por esa extensión por las cumbres más elevadas de
dichas cordilleras, que dividan las aguas, y pasará por en-
tre las vertientes que se desprenden á un lado y otro ». Pero
sólo en 1888 logró el gobierno argentino, después de reiteradas
instancias, arribar al convenio Lastarria-Uriburu, por el cual
se resolvió proceder á demarcar en el terreno la línea pactada,
encomendando la tarea á dos peritos arbitros : « los peritos —
decía aquella convención— deberán ejecutaren el terreno la de-
marcación de las líneas del tratatado de límites ». Todavía el
gobierno de Chile demoró el canje de esa convención, hasta el
11 de enero de 1890. Nuestra cancillería había nombrado desde
junio de 1889 como perito á Pico, pero nada podía hacerse has-
ta que la Moneda no ratificase el pacto y nombrase á su vez pe-
rito. Por fin se verificó esto, y en abril de 1890 se reunieron los
dos peritos, á fin de dar principio á sus tareas. De nuevo Chile
interrumpió el trabajo, alegando la perturbación causada por la
revolución congresista de 1891. La Argentina seguía esperando :
10 años se habían pasado desde la firma del tratado, y, á pesar
de todos nuestros esfuerzos, aún no se lograba dar principio á
la demarcación.
En enero de 1892, reanudan los peritos sus tareas. Tranquila-
mente, Barros Arana exige que se estableciera que « la valla
divisoria correría por el divorcio continental de las aguas, con
total prescindencia de la cordillera de los Andes ». Pico declaró
que, « en su concepto, los peritos eran peritos, y no tenían atri-
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 81
buciones para sobreponerse á las cancilierias y congresos, mo-
dificando los pactos )). Barros Arana, dispuesto á crear un litigio
donde no existia, replica que « la línea no puede cortar nin-
guna corriente, sea rio ó simple arroyo ». ¿ Qué hacer ? Tuvo
que intervenir nuestro gobierno y signicar al de Chile que aque-
llo era una obstrucción insólita, que imposibilitaba la tarea : el
gabinete de la Moneda se avocó la cuestión, y obligó al perito
Barros Arana á cambiar de actitud, y á concertar con el perito
Pico las bases de los trabajos. Pero, la temporada de 1892 pasó
en esta chicana y no se hizo nada en el terreno. Muere en el Ín-
terin Pico, yes sostituido con Virasoro: en enero de 1893 cele-
bra éste su primer conferencia con Barros Arana. Este volvió
á (( sostener la doctrina del divorcio continental de las aguas^ y
á oponerse á los estudios del terreno ». Era de nuevo la obstruc-
ción, agravada esta vez con haberse apercibido deque, con arre-
glo al tratado de 1881,1a Argentina venía á poseer bahías y
puertos que comunicaban con el Pacífico. El gobierno argen-
tino, paciente y deferente, negoció directamente una convención
con el gobierno chileno, para desautorizar oficial y solemne-
mente la chicana de Barros Arana : el precio que se pagó por
esa desautorización innecesaria fué enorme, pues consistió en
los canales y puertos argentinos que salen al Pacífico. En mayo
de 1893 convinieron, pues, ambos gobiernos que w se tendrá á
perpetuidad, como de propiedad y dominio absoluto de la Repú-
blica Argentina, todas las tierras y todas las aguas; á saber : la-
gos, lagunas, ríos, y partes de ríos, arroyos y vertientes, etc.,
que se hallen al oriente de las más elevadas cumbres de la
cordillera de los Andes ». Para celebrar ese pacto Errázuriz-
Quirno Costa, fué necesario que la Moneda separase de su pues-
to al perito Barros Arana, el que volvió á reasumir sus funciones
después de terminado el protocolo. Pero la temporada de 1893
se había perdido, y no se hizo nada en el terreno.
Quedaba, por lo menos, muerta en germen la obstrucción, y
claramente establecido que la regla de demarcación era el enca-
denamiento principal de la cordillera, con tan absoluta prescin-
dencia de la división continental de las aguas, que se estipuló ex-
presamente que si hubiesen ríos que atravesaran la línea, las par-
tes que quedaran á cada lado pertenecerían á cada país. Pero Ba-
rros Arana parecía resuelto á prescindir de todo : al iniciarse la
82 LA POLÍTICA ARGENTINA
temporada de 1894, sostuvo con una audacia singular « que los
ayudantes tuvieran como regla de criterio la división de las aguas,
con total prescindenciadel encadenamiento andino ». Fué nece-
sario que el gobierno argentino solicitara nuevamente del chile-
no que llamara al orden al perito obstruccionista, y se le ordenó
entonces firmar el acta de enero de 1894, en la que se determinó
que la linea correría por el encadenamiento principal de los An-
des, con arreglo al reciente protocolo. ¿ Qué hizo entonces Barros
Arana? Declaró en las instrucciones á sus ayudantes que «por
las palabras : encadenamiento principal de los Andes, entendía
la línea no interrumpida de cumbres que dividen las aguas y que
forman la separación de las hoyas ó regiones hidrográficas, tri-
butarias del Atlántico por el oriente, y del Pacifico por el occi-
dente ». De esa manera, resultaba que las comisiones chilenas
no podían entenderse con las argentinas, y que la temporada
quedaba prácticamente esterilizada. No le bastó eso á Barros
Arana : á fines de 1894 pasa una nota al perito Quirno Costa, é
insiste en su doctrina de la división continental de las aguas.
Aquél entonces le contesta, en diciembre 14 : a Permítame no
ocultarle mi profunda sorpresa por la limitación que Vd. esta-
blece de una de las estipulaciones más terminantes del protocolo
de V de mayo, y que fué objeto de difíciles y largas conferencias,
que causaron el retiro de Vd. al firmarse dicho ajuste interna-
cional. ¿ Cómo puede Vd. reabrir una discusión sobre un punto
resuelto por medio de un tratado solemne, sancionado por los
congresos de las dos naciones interesadas ? La estipulación sobre
los canales del sur, es el abandono expreso del pretendido y per-
turhsiáoT divortium aquarum interoceánico». La temporada de
1894 pasó, pues, con estas chicanas y obstrucciones.
En 18951a situación había cambiado: el gobierno de Chile ha-
bía resuelto el año anterior realizar una formidable preparación
militar, enviando á Europa al general Korner á comprar arma-
mento y contratar oficiales alemanes, y encargando la construc-
ción de una segunda flota. Se diría que la chicana de Barros
Arana respondía á dar tiempo para que se realizara aquella pre-
paración. ¿ Qué hace entonces el perito chileno ? Al comenzar los
trabajos de la temporada, sostiene que « partes de rios^ son los
arroyos, porciones de ríos, ó ríos incompletos que no llegan has-
ta el mar, accidente muy común en ambos países, sobre todo en
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 83
la región del norte, donde se encuentra á cada paso cursos de
aguas interrumpidos, porque la evaporación ó filtración no les
permite llenar las depresiones que se hallan en su camino ». Y
no contento con esta nueva chícana, lanza por la prensa su rui-
doso Memorándum, sosteniendo pública y aparatosamente toda
su chicana obstruccionista, malgrado los tratados, los protocolos,
y las reiteradas observaciones de ambos gobiernos. La tempora-
da de 1895 tenía, pues, que ser estéril : las comisiones chilenas
y argentinas no podían entenderse. La obstrucción de Barros
Arana ganaba asi un año más, y había logrado enardecer la opi-
nión, pues fué justamente esa actitud la que provocó la ruidosa
campaña periodística de El Tiempo, para abrirlos ojos de nues-
tro gobierno y hacer conocer de la opinión argentina la sospe-
chosa tenacidad de la obstrucción y chicana del perito chileno.
El gobierno argentino, siempre paciente y conciliador, buscó sal-
var las dificultades con un nuevo protocolo, y se celebró el de
septiembre 5 de 1895, redundante en lo del criterio de la demar-
cación . En esta, como en las ocasiones anteriores, siguiendo su
conocida táctica, Barros Arana se esquivó ruidosamente.
La temporada de 1896 comenzó bajo malos auspicios. Los pre-
parativos militares de Chile iban á vapor: la Argentina parecía
dormir el sueño de los justos. Para adormecerla más, al mismo
tiempo que de nuevo Barros Arana con sus instrucciones capcio-
sas hacía imposible que las comisiones chilenas se entendieran
sobre el terreno con las argentinas, la cancillería de la Moneda
celebró con la Casa Rosada el nuevo protocolo de abril 25 de
1896, determinando el arbitro en caso de disidencia y señalando
los casos de arbitraje de una manera taxativa. Resultado : lu tem-
porada fué estéril como las anteriores, porque seguía la obstruc-
ción de Barros Arana.
Es nombrado perito argentino Moreno, y éste, apercibido de la
irritante chicana chilena, obliga á su colega Barros Arana, por
acta de mayo 1« de 1897, á comprometerse á practicar el estudio
completo de la cordillera durante esa temporada, á fin de presen-
tar una línea general y real de frontera en mayo de 1898. Estre-
chado Barros Arana, no encuentra subterfugio. Pero hace que
las comisiones dejen sin estudiar regiones enteras, y. en su nota
de marzo 18 de 1898 declara que necesitaría 2ó 3 años más para
practicar esos estudios. .. Pero el perito argentino había tomado
84 LA política argentina
á lo serio el compromiso: multiplicó las comisiones, cumplió su
palabra, y en mayo de este año se presentó en Santiago listo para
discutir la linea... Entonces Barros Arana, no teniendo ya nada
que oponer, tuvo que pedir próroga, y se le acordó hasta agosto.
El fiasco era terrible : Barros Arana trató de tergiversarlo por
medio de informaciones capciosas en ciertos diarios : el mismo
jefe actual del gabinete, irritado probablemente contra tanta chica-
na y terquedad, acudió á la prensa y desmintió en El Porvenir
semejante aseveración. «El señor Barros Arana — dice un artí-
culo ruidoso — no ha declarado estar en aptitud de presentar in-
mediatamente la linea general de la frontera. Y esto es lo que el
país entero, lo que la opinión, en sus formas más respetables, tiene
razón de echar de menos en el señor perito, quien desde tanto
tiempo viene asegurando que conoce esa línea, que puede presen-
tarla, y que son los ingenieros argentinos los únicos culpables
de todos los retardos. » Y agregaba : « Es inverosímil, y no pue-
de ser exacto que el señor Barros Arana ignorase que no se tra-
taba de principios de demarcación, sino de línea, de trabajos de
demarcación, de estudio y conocimiento del terreno, de trazo de
la línea fronteriza en los planos; es inverosímil y no puede ser
exacto, que el señor Barros Arana confundiese los puntos estu-
diados, la ubicación de tales ó cuales hitos aislados, la línea par-
cial é incompleta, con la línea general y completa, estudiada en
el terreno y trazada en los planos ». Esto es bien claro. Pero la
Memoria de Relacionen Exteriores de Chile acaba de revelarnos
que el perito Barros Arana declara que en agosto no tendrá aún
los estudios de regiones enteras, como la situada entre los para-
lelos 47 y 49 1/2...
En presencia de esta rápida exposición histórica, estrictamen-
te ajustada á la documentación oficial, y para facilitar la cual
hemos prescindido de la chicana de Barros Arana respecto de la
Puna, ¿cabe aseverar que la demarcación se ha demorado ó
enredado, por dilaciones ó culpa del gobierno argentino? ¿no
es un sarcasmo que Chile esté repitiendo esa falsedad en todos
los tonos, en las notas nerviosas de su diplomático en Buenos
Aires, en los artículos apasionados de sus diarios, y en esa llu-
via svi-generis de folletería con que á la vez, y en todos los
idiomas, hace sudar las prensas de las grandes capitales de Eu-
ropa y América, para congraciarse la opinión del mundo y ha-
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 85
cernes aparecer como pleitistas de mala fe, chicaneros, y dignos
de ser execrados por el concierto de las naciones civilizadas?
Mientras tanto, la preparación militar de Chile se ha comple-
tado, y coincide con ese hecho la grita general que levanta. No-
sotros los argentinos hemos estados dormitando^ y tan sólo la
inminencia del peligro nos ha hecho despertar á mediados del
corriente año.
Pero Vd. ve, por lo expuesto, que la cuestión de límites, y la
demarcación sobre el terreno de Ja linea fronteriza, parecen haber
sido en Chile sólo una pantalla para encubrir otros propósitos :
por lo menos esa es la única explicación plausible de la inexpli-
cable terquedad de Barros Arana.
No sé si estas referencias son suficientemente claras y explí-
citas. . .
— Por completo. El hecho es que la perturbación en las rela-
ciones entre ambas partes, existe. Si no es producida exclusiva y
derechamente por la misma cuestión de limites, ¿á qué causa
obedece? ¿cuáles son sus móviles?
— Ha herido Vd. la cuestión en el punto sensible. Tratar de
descubrir las causas efectivas, y analizarlas, es contribuir á bus-
car una solución á la presente situación, y, en todo caso, darse
perfecta cuenta de su alcance.
Es preciso, pues, alzar la mirada. La cuestión estrecha y de
forma, el pretexto, es la demarcación ; la cuestión lata y de fondo,
la causa, es otra. Me he cansado de repetirlo desde que, en 1895,
inicié en nuestro periodismo el debate de esta cuestión; el título
del libro que publiqué como consecuencia de mi campaña perio-
dística en El Tiempo, sintetizaba mi criterio: se trata de la po-
lítica chilena en el Plata, y la delimitación fronteriza no es
más que un detalle... y un pretexto. Desgraciadamente, muy po-
cos parecen entenderlo así, y se concretan á dar vueltas al derre-
dor de los parágrafos de los protocolos.
Tengo la firme convicción de que el pleito de medianería jamás
será defitivamente resuelto, mientras no levantemos la cuestión,
y la coloquemos en la región del equilibrio político sudamerica-
no. En el fondo, de lo que se trata es de la política continen-
tal ; lo que se resolverá en este debate, celis nolis^ es el problema
86 LA POLÍTICA ARGENTINA
de la hegemonía en esta parte de América; lo que se juega es
nada menos que el porvenir de las naciones de la extremidad
austral del continente en el siglo próximo.
Muy miopes serán los políticos que consideren la situación
con diverso criterio, y muy graves las consecuencias que para el
país respectivo puede tener un error semejante. Un estadista está
en el deber de mirar lejos y sentir hondo : el cuarto de hora
presente no debe atrofiar su percepción y empequeñecer su crite-
rio ; justamente aquella es la característica del verdadero hom-
bre de Estado, y que, á la larga, lo destaca sobre el fondo más ó
menos incoloro de todos los políticos de segunda fila.
— Pero, entonces ¿á qué tanto cambio denotas, á propósito
de los incidentes más nimios, como el del pueblo San Martín
de los Andes, en territorio ocupado por nosotros desde 1882? ¿á
qué tantas declaraciones oficiales, tantos artículos oficiosos, y
tantos reportajes de peritos y de ministros? Entiendo que la
cuestión es simplemente ésta : que en agosto se discuta una lí-
nea general de fronteras, y que en la temporada próxima se pro-
ceda á la colocación material de los hitos en los puntos indica-
dos en dicha línea. Y es inconcebible cómo, siendo tan sencilla
la situación, en vez de esperar tranquilamente á la discusión pe-
ricial en el próximo agosto, la prensa de ambos países se muestre
nerviosa, y todo el mundo esté inquieto como si se encontrara
sobre un volcán que debe estallar de un momento á otro. ¿Qué
hay? tal es la pregunta que, asombrados, se hacen todos. El co-
mercio está paralizado; no viene inmigración ; los capitales eu-
ropeos se retiran ; flota en la atmósfera algo como un sentimien-
to de opresión y de angustia, como si fuera inminente un cata-
clismo...
— Justamente. Y eso le demostrará cuan justificada fué mi
campaña periodística desde su principio.
En marzo de 1895, planteaba así el problema : « La cues-
tión de límites es para Chile un accesorio hoy : lo principal es
su acción libre en el Pacífico. Chile se ha servido de la cues-
tión de límites para ponernos en la forzosa: ó somos sus aliados,
/ ó somos sus adversarios. No puede tolerarnos neutrales ; menos
aún sospecharnos contrarios. Esta no es cuestión de sentimien-
tos: es asunto de intereses. La política debe ser positiva. Chile
necesita de otros territorios para vivir : ó los busca en el Pacifi-
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 87
00^ Ó hacia el Atlántico. No le conviene buscarlos á ambos lados
á la vez, porque esta situación es violenta y precaria : si lo ha he-
cho hasta hoy, es muy á su pesar, y forzado por nosotros. Chile
comprende que su interés verdadero está en una alianza estrecha
con la Argentina, porque eso le aseguraría el tranquilo predomi-
nio del Pacifico y sus eventuales ensanches...»
La exposición era cruda, pero era perfectamente exacta. Es
el simple comentario del grito famoso de Vicuña Mackenna en
1881, al entonar un himno á una posible confraternidad chileno-
argentina: ((El Pacifico para los chilenos, el Atlántico páralos
argentinos».
En presencia de esa solución, ¿qué ha hecho nuestro país?
Decíamos en el recordado artículo : (( En el Plata ha dominado
la política sentimental, en contraposición de la política positiva
de los intereses. Hemos sido, y somos aún, quijotes en esa mate-
ria. Todas nuestras cuestiones internacionales las hemos perdido
por ello. La política del desprendimiendo es una supina nece-
dad. Proclamar que la victoria no da derechos, es simplemente
pueril: está bueno para la república ideal de Platón, pero no
para este mundo. ¿Cuándo nos convenceremos de que en polí-
tica sólo deben t«ínerse en cuenta los intereses y las convenien-
cias de los países, y no los ideales y los sentimientos de los teó-
ricos?»
Parece que... nunca. Hoy, como en 1895, como antes, pare-
cemos vivir en un mundo ideal. En efecto, ¿en presencia de la
situación de Chile, qué camino nos conviene adoptar? No había
más que dos soluciones : ó con Chile, ó contra Chile. Pero era
imprescindible decidirse por lo uno ó lo otro; y lo único que he-
mos hecho y que seguimos haciendo, es no decidirnos ni por lo
uno ni por lo otrol
Examinemos friamente la cuestión. La solución con Chile, te-
nía que conducirnos á una alianza estrecha con dicha nación,
lo que, á la vez que implicaba la solución instantánea de la
cuestión de límites, establecía la recíproca garantía de (( la es-
fera de influencia » de cada uno de los aliados; Chile quedaba
con las manos libres en el Pacífico, la Argentina en el Atlánti-
co. Era la repartición mancomunada de la influencia continen-
tal, lo que importaba asentar el equilibrio de Sud-Amérlca so-
bre la base de granito de la unión chileno-argentina. Era la se-
1
88 LA POLÍTICA ARGENTINA
goridad completa para el futuro, pues, practicadacon lealtadab-
soluta, representaba esa política la perfecta certidumbre para ca-
da una de las partes de atender á su desarrollo ulterior sin preo-
cupaciones. Era la garantía más sólida de la paz continental,
bajóla éjida de la hegemonia de la alianza.
Tal ha sido, y tal continuará siendo, el ideal secreto, jamás
confesado, de la política trasandina. Aquí nunca han querido
darse por aludidos de ello ¿ por indiferencia, por repulsión, por
ser prematuro ? Sea por cualquiera de esas causas, el hecho es
que más bien, en la práctica, nuestra cancillería parece haber
obedecido á un sentimiento repulsivo respecto de esa política
« bismarckiana )).
Cansado Chile de nuestra actitud enigmática é interpretándo-
la como adversa, trató de resolver el problema, exactamente en
\ los mismos términos, pero sustituyendo en la combinación á la
,' Argentina por el Brasil. Consiguió dar cima á su propósito con
el imperio... pero coincidió ello con la inesperada agonía y sú-
\ bita desaparición de aquel régimen. He aquí cómo, en documen-
to reservadísimo, caracterizaba esa política el almirante brasile-
/ ro Mello : « Así como en Europa, la Alemania unida al Austria
, y á la Italia, han formado una triple alianza para garantir el
equilibrio europeo, así, en la América del Sud, el Brasil y Chile
podrían formar una alianza para garantir la paz y la estabili-
dad en esta parte del continente, para mantener el equilibrio
sudamericano, y para ser los arbitros de los destinos de esta re-
gión. Sus intereses estarían recíprocamente asegurados. Es la
dnica alianza sólida que cabe en esta parte del mundo, y es la
única que garante á ambos contratantes el justo predominio que
á cada uno corresponde en los respectivos océanos que bañan
sus costas». La caída del imperio desbarató esa combinación,
que habría constituido un peligro gravísimo para toda Sud- Amé-
rica, porque el Brasil linda por sus fronteras con todas las nacio-
nes del continente, menos Chile, de modo que jamás podría ca-
ber conflicto de ambiciones entre ambos, sino, por el contrario,
ti paralelismo de acción.
/ ó sonli^^stra cancillería ni aceptó para sí la combinación, ni la
I aún sosf^P^^i^ ^^ ^^ o^^ forma : la providencia se encargó de
tos: es asu^l í^^do gordiano,
necesita de c^^ ^^ política con Chile, habríamos debido abrazar
\
/
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 89
con decisión la política contra Chile, que parece ser la tradición,
más ó menos indecisa, de nuestra vaga diplomacia. Erigidos en
campeones del equilibrio sudamericano, sobre la base incon-
movible del uti possidetis de 1810, nos convertimos en paladi-
nes de la integridad territorial de los estados americanos y en
adversarios decididos del «derecho de conquista », que fuimos
hasta condenar de una manera ruidosa y grandilocuente en el
congreso pan -americano de Washington, después de haber des-
plegado á la faz del continente el pendón audaz de la famosa
nota á Colombia en 1880. Perfectamente : era esa una política
decidida y franca. Pero ella nos obligaba á gestionar una alian-
za argentino-peruano-boliviana, para oponer esa combinación
tripartita á la unión bipartita chileno-brasilera. Eran dos gru-
pos políticos en el continente, y el equilibrio tendría que resul-
tar del contrapeso recíproco de unos y de otros. Era latrans-
plántación, mutatis mutandis, de la situación de Europa : el
grupo de la triple alianza alemana-austriaca-italiana, contra-
pesada por la alianza franco-rusa. Nada había que objetar teóri-
camente á esa combinación : nuestros aliados forzosos, el Perú y \
Bolivia, exhaustos después de la guerra del Pacífico, hacían algo \
precaria la combinación, pero en último caso nos obligaban á
multiplicar nuestro esfuerzo. Pero esa combinación requería una
acción enérgica y arriesgada, porque implicaba casi una guerra,
en el caso que la balanza de por sí no se inclinara de nuestro
lado. Tan es así, que de haber adoptado esa línea de conducta,
debimos haberlo hecho antes de la guerra que decidió el proble-
ma de la preponderancia marítima del Pacífico.
¿ Qué hicimos ? Pues todo lo contrario. En diversas ocasiones
esa política fué iniciada y sostenida, sea por las cancillerías, sea
por los congresos, pero siempre nos apartamos de ella en el
momento de resolvernos definitivamente. Rawson, en una carta
célebre, refiere cómo logró hacer rechazar en el senado argen-
tino esa alianza, sancionada ya en la cámara. Eso pasaba en
1873, es decir, cuando aún era tiempo... Resuelta entonces esa
política, la guerra del Pacífico no habría tenido lugar, y hoy la
la faz de la política continental sería otra, y predominante la
influencia argentina en el (( concierto sudamericano » ; como lo
ha sido la influencia alemana en el (( concierto europeo », hasta
que en los últimos tiempos el equilibrio de aquel continente se
\
/
/
/
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I
90 LA POLÍTICA ARGENTINA
ha asentado sobre otras bases. Pero, como el perro del horte-
lano, «ni comimos, ni dejamos comer»: ni nos resolvimos en
oportunidad con, ni contra Chile, de modo que, en definitiva,
sólo logramos enajenarnos las simpatías de todos, de Chile por
un lado, del Perú y Bolivia por otro ; como en la época ante-
rior, aliados del Brasil contra el Paraguay, nos enajenamos las
simpatías de aquél sin conquistar las de éste. Tal es el resultado
evidente de la falta de política firme y estable, y de toda canci-
llería indecisa y sin convicción, que no atina en el rumbo á
tomar, va hoy por un lado, mañana por el otro, descontenta á
\ la larga á todos, se reduce á la impotencia, queda en un aisla-
miento lamentable, y concluye por merecer el desdén de los
fuertes y el desprecio de los débiles. Alguna razón asistía, pues,
al diplomático extranjero que, en 1880, decía á su gobierno en
I un documento célebre : « A medida que avanzo en el estudio de
la política internacional argentina, veo con más y más claridad
j no sólo que es egoísta, sino, lo que es peor, si cabe, que carece
j de plan, de previsión, de sagacidad y de firmeza ».
Cuando se examina la politica argentina desde 1870 acá, el
/ estudioso se pregunta asombrado : ¿qué ha querido este país?
/ ¿ qué rumbo ha tomado ? ¿ ha flotado indolente é indeciso al so-
\ pío del viento del momento? pero entonces ¿cuál ha sido la
tradición de su cancillería y de su diplomacia ?... Y la conclusión
es desconsoladora: aliados del Brasil y la Banda Oriental, des-
hicimos esa alianza, sin sostituirla con nada, perdiendo á la vez
amigos y adversarios ; en presencia de las rivalidades latentes y
visibles al ojo menos avisor en el Pacífico, tampoco supimos
resolvernos por unos ó por otros : por ambos cortejados, á ambos
desairamos, dejando enconados á todos. ¿Era entonces nuestra
política la famosa de la splendid isolation británica, el « aisla-
miento altivo )) ?
Tal parece haber sido, más por la fuerza de las cosas que por
plan preconcebido, la orientación de nuestra política. Era adop-
tar de lleno la orguUosa divisa : Nisi Domi ñus /rustra, « sin la
ayuda del Señor, nuestros esfuerzos serán vanos ». Pero enton-
ces, si habíamos de descansar sobre nosotros solos y la provi-
dencia, se imponía la enérgica organización de nuestro poder
naval y militar, para ponernos á cubierto hasta de la veleidad
de una oposición cualquiera, y para poder hacer efectivo en todo
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 91
momento el lema altivo : Dieu et mon droit. Esa política inter-
nacional podía tener sus inconvenientes, pero no carecía de
seducciones ; pero lo que es evidente es que, proclamarla pom-
posamente sin garantizarla materialmente^ era exponernos á
repetir el adagio, « de lo sublime á lo ridículo no hay más que
un solo paso ». Y ese paso fatal lo dimos, pasivamente y por
incuria. La célebre (( nota colombiana » de 1880 hizo flamear esa
bandera, convirtiéndonos en paladines del derecho y de la justi-
cia, del desinterés y del americanismo, en medio de la estupenda
conflagración del Pacífico. En seguida ¿qué hicimos? Nos echa-
mos á dormir. El esfuerzo había sido tal, que nos creímos con
derecho á descansar. No pasó siquiera por nuestras mientes que
era necesario, para forzar la ayuda de Júpiter, que principiára-
mos por ponernos en condiciones de no necesitar la ayuda de
nadie.
El colosal desarrollo material del país absorbió nuestra activi-
dad : torrentes de gentes y de capitales inundaron nuestro sue-
lo ... y nos olvidamos que habíamos girado sobre el porvenir
una letra terrible, cuyo pago se nos exigiría algún día. Y ese día
llegó. Solucionada la contienda del Pacífico, con el aniquila-
miento del Perú y Bolivia, Chile se irguío altivo y poderoso,
resuelto á protestar la letra girada por nosotros si no podíamos
cubrirla. Pronto estaba para reclamar su cobro, realizada su
combinación con el Brasil... Nosotros, entre tanto, seguíamos
sordos y ciegos. Entregados á los goces de la paz y al desenvol-
vimiento de la riqueza, nada vimos y nada oimos. Nisi Domi-
nn^ frustra. En el momento crítico, la ayuda de la providencia
nos salvó : el derrumbe del imperio brasilero paralizó á Chile y
le obligó á rehacer su tela de Penélope I
Aquella advertencia providencial ¿nos abrió, por lo menos,
los ojos, y nos hizo acaso aprovechar esa « tregua de Dios », para
impedir la repetición del peligro que habíamos corrido?... Nos
olvidamos del socorrido : non licet in helio bis peccare, y volvi-
mos á tornarnos ciegos y sordos. Nos dejamos arrastrar por la
lluvia de oro de «la crisis de progreso ». Superficialmente pre-
tendimos demostrar que habíamos entrado en el camino de la
anhelada preparación : en el fondo, y en puridad de verdad, ja-
más lo hicimos, pues esa « preparación » no se comprende á
medias, sino por entero, y nunca nos resolvimos á abordar el
92 LA POLÍTICA ARGENTINA
problema, sino por partes, comprando de cuando en cuando un
barco de guerra, adquiriendo armamento en cantidad insufi-
ciente, preocupándonos tibiamente de la organización militar, y
todo eso sin método, á empellones unas veces, fragmentaria-
mente otras.
¿ Cuál fué el resultado? Que repuesto Chile de su revolución
de 1891, y resuelto á resolver el problema continental o por la
razón ó por la fuerza», se entregó de lleno á militarizar el país
y prepararlo para dirimir de una vez por todas la contienda. La
dictadura militar de Kórner, su legión de colaboradores alema-
nes, imperó desde entonces tras los Andes; la preparación se
realizó metódicamente y sin ahorrar sacrificio : la escuadra, el
ejército, fueron puestos en un pie de guerra formidable, los
pertrechos bélicos acumulados. « La actitud de Chile — ha dicho
periodista tan definido como don Galo Irarrázabai — ha sido me-
dianamente previsora desde 1894 en adelante». Medianamente
previsora.,. Conste, por lo menos, que los mismos chilenos de-
claran que en 1894 se dio principio á la presente actitud de
Chile. . .
Fué entonces, en 1895, que, desesperados ante la inexplica-
ble ceguera y sordera de nuestra cancillería, resolvimos empren-
der en las columnas de Jíí Tiempo una vehemente campaña pe-
riodística, para conmover la opinión nacional, para dar el grito
de alarma, para obtener que la presión déla opinión pública
abriera los ojos y los oidos del gobierno, y se procediera sin
pérdida de momento á la organización militar del país.
Aún era tiempo. ¿Fué acaso nuestra actitud debida á un
menguado odio á Chile?... Tenemos por Chile respeto, y
hasta admiración por su marcha y por la habilidad de su po-
lítica. Nuestra actitud entonces fué inspirada por el más puro
patriotismo : por la firmísima convicción de que si no variaba
nuestro país su línea de conducta, podría encontrarse en el borde
del abismo el dia menos pensado; y por la convicción no menos
firme de que, si lográbamos prepararnos de una manera formi-
dable, ipso/acto alejábamos en absoluto todo peligro eventual,
y garantizábamos nuestra política de « aislamiento soberbio » ;
permitiéndonos al mismo tiempo — siempre que nuestro poder
militar estuviera colocado en posición de evidente superioridad
con relación al de Chile— solucionar tranquila y pacíficamente
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 93
nuestra fastidiosa controversia de límites. La inercia y la incu-
ria que nos habla caracterizado, nos obligó á la transacción del
tratado de 1881, como nos condujo á la concesión lastimosa del
protocolo de 1893. Aún era tiempo de poner límite á esas ce-
siones sucesivas y lamentables. Dijimos en marzo de 1895, en
el ya citado artículo : « Para iniciar una nueva política interna-
cional, es necesario solucionar el enredo actual; para ello, es
menester no complicarlo más, es decir, suspender los trabajos de
colocación de nuevos hitos; es indispensable celebrar un tratado
definitivo. Y, para obtener éste, es de todo punto imprescindible
mostrar á Chile que llevamos, como el romano antiguo, la paz
ó la guerra en los pliegues de la túnica. Fuerte con el apoyo de
la nación armada, nuestro gobierno podrá hablar con la fran-
queza requerida, y en Chile sabrán oírlo ».
-- ¿Luego, para Vd., la razón verdadera del enredo actual es-
tá, no en las diñcultades técnicas del deslinde ó en las am-
bigüedades diplomáticas de los pactos que lo reglamentan, sino
en nuestra falta absoluta de política internacional americana ?
Permítame, sin embargo, que le observe que esa opinión es re-
sistida por la generalidad de nuestros hombres públicos, y por
nuestros grandes diarios. La Nación critica acerbamente lo que
se ha dado en llamar « gran política ». Sin ir más lejos, y con
motivo del último protocolo, dijo aquel mismo diario : « entre
todas las observaciones hechas, hay una que merece que nos de-
tengamos en ella, porque, si bien no ha figurado en lageneralidad
de las que han sido dirigidas al protocolo, forma el motivo in-
con fosado de las resistencias que ha sublevado. Hemos desper-
diciado sin reparos, se dice, la última oportunidad que se nos
presentaba de hacer gran política, política continental...» Y de-
sarrolla la opinión de que « la gran política, en una república
democrática, no tiene que ser continental^ tiene que ser interna.
Su objeto primordial ha de ser afianzar, dentro de las fronteras,
el reino déla libertad y las conquistas del progreso económico :
ella no concibe la irradiación al exterior de la grandeza de una
nación... »
Como V. vé, colocada la controversia en ese terreno, se ele-
va á la altura de una cuestión principista, pues resulta que ca-
94 LA POLÍTICA ARGENTINA
racteriza la política internacional argentina, de un modo que la
circunscribe á sus fronteras y la concreta al desarrollo econó-
mico y liberal del país, sin cuidarse del exterior. Convendrá V.
que esa es la tendencia predominante en nuestros hombres pú-
blicos, por más que Vd. atribuya áesa clase de política interna-
cional justamente todos los desastres exteriores que hemos su-
frido en todas nuestras cuestiones de límites. Se trata, pues, de
una divergencia radical de criterios. ¿ No cree Vd. que su opinión
pueda adolecer del vicio de un prejuzgamientoó de una involun-
taria parcialidad ?
— El diario que Vd. cita puso, en efecto, el dedo en la llaga.
Siempre he creído que la política que defiende en las frases alu-
didas, y que alguien, con exageración, sin duda, ha calificado con
el término cruel de c( política de campanario », había sido la
causa de todos nuestros errores y debilidades internacionales,
pues nuestra cancillería, en medio de la clásica inconstancia, ha
sido sólo constante en esa actitud desgraciada y negativa. Por
eso, llevados de ese egoísmo lírico, perdimos á Tarija cuando la
guerra del Brasil ; perdimos al Chaco, á raíz de la guerra del Pa-
raguay ; hemos perdido á Misiones ; y estamos perdiendo la Pa-
tagonia y la línea histórica arcifinia de Jos Andes ; todas, abso-
lutamente todas nuestras cuestiones internacionales, las hemos
perdido de una manera lamentable. Poco á poco nos han aban-
donado nuestros vecinos y nos hemos enajenado las simpatías
que teníamos en América; hoy nos encontramos aislados, sin
alianzas, sin simpatías y sin prestigio. Se nos considera no sólo
egoístas sino, lo que es peor, ilusos é ingenuos; nadie se atre-
ve á contar con nosotros, y nuestras sucesivas derrotas diplomá-
ticas son acogidas con sonrisas irónicas en las demás cancille-
rías americanas.
— Es bien duro ese juicio, doctor...
— Lo es, pero discúlpeme la ruda franqueza. Tengo al res-
pecto una convicción profunda, que arranca del estudio de es-
tas cuestiones en América. Y de paso debo rectificar una asevera-
ción incidental de La Nación : « No nos sorprende, dice aquélla,
que haya todavía entre nosotros pensadores, aun ilustrados, im-
buidos en tales concepciones sobre el objeto y medios de la po-
lítica internacional ; las habrán bebido en el estudio de la histo-
ria europea ; no se han fijado que es distinto el criterio que se
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 95
ha de aplicar á la historia del nuevo mundo.» Debo declarar, en
cuanto á mí, que esa convicción arranca, por el contrario, del
estudio de la historia del nuevo mundo, sin que por eso crea
sea de desdeñarla del viejo mundo, pues conviene aprovechar de
las enseñanzas de la historia y no creer que debamos inventar
cosas desconocidas. En la América republicana, la política in-
ternacional no puede basarse (( en el prestigio de una dinastía )>,
para usar el símil de La Nación, pero sí debe calcular los
intereses y el prestigio de cada nación. Si alianzas se celebran,
no serán las personales entre principes monárquicos, sino la
justa combinación de los intereses reciprocos. Aislarnos y no
importársenos nada de los vecinos, abandonando á otras na-
ciones americanas en la hora del peligro, es condenarnos á ser
más tarde la victima segura de la ambición de cualquier po-
tencia^ que nos sacrificará sin que nadie en América ni inter-
venga ni se le importe de nosotros ; antes bien, aplauda el justo
castigo de nuestro egoísmo y nuestra imprevisión.
— ¿ Me permite una interrupción? No acierto á explicarme
cómo sostiene La Nación esa política negativa de encierro en
la propia casa, cuando en otra época se pactó la alianza con el
Brasil y la República Oriental, á fin de hacer la guerra al Pa-
raguay...
— Muy cierto. Aquella política internacional argentina era
continental y de activa intervención en las naciones vecinas,
como no lo ha olvidado el partido blanco uruguayo. Alberdi la i_ ^
combatió desesperadamente desde el extranjero y, entre otros.
Navarro Viola aquí mismo; pero no combatieron la « política
continental», sino lo que consideraban una mala orientación y
un error histórico : creían que era inhábil el exterminio dei Pa-
raguay, cuya buena voluntad pudimos quizá haber conquistado
á tiempo, combinando nuestros intereses, y que, en todo caso,
nos servía de antemural para las pretensiones del Brasil.
Pero^ no entremos por ahora al examen de esa cuestión his-
tórica. A mi propósito bastará oponer á las doctrinas de La
Nación de hoy, las que sustentaba La Nación de ayer. Cuando
el general Mitre, á raíz de la presidencia del general Roca,
combatía desde las columnas de aquel diario la política de la
cancillería argentina, llegó á decir en un articulo magistral :
«... Esta propaganda, de que llegaron á participar los mismos
^i
/^>
96 LA POLÍTICA ARGENTINA
gobiernos que habían recibido el legado de tan preciosa alianza
(la triple), hizo que desde entonces sus lazos comenzaran á de-
satarse. Chile, resentido porque no habíamos aceptado el endoso
del bombardeo español por su cuenta, en odio al Brasil nos
denunció oficialmente ante la América como traidores al prin-
cipio de la democracia americana, por habernos aliado con un
imperio contra una república. Y la alianza argentino -brasileña
quedó de hecho rota, encontrándose los dos aliados el uno frente
al otro en actitud hostil, perdiendo nuestra política internacio-
nal su punto de apoyo, sus rumbos y sus objetivos claros.,. »
— ¿En qué número de La Nación se encuentra ese articulo?
— En el número 3054, año XI. Pero fíjese Vd. en las consi-
deraciones que agregaba el general Mitre : «¿Cuál ha sido el re-
sultado de estos graves errores de nuestra política internacional?
El primer hecho que salta á los ojos es que estamos solos en
el mundo, sin aliados posibles en nuestras cuestiones exterio*
res, a^i para la acción conjunta, como para prevenir conflictos
por la común influencia ».
En seguida analiza esos errores de la « política de campana-
rio )), diciendo : «No supimos propiciarnos la voluntad del Pa-
raguay, que se inclinaba de nuestro lado; y lo echamos, por exi-
gencias que nosotros mismos habíamos alentado por antagonis-
mo artificial con el Brasil, del lado de éste. Nos desligamos del
Estado Oriental, en el hecho de separar nuestra causa de la
común del Río de la Plata, dando á nuestra discusión diplomá-
tica un carácter agresivo, estrecho, sin alcance y sin sentido
internacional Echamos al Brasil, al menos ostensiblemente en
cuanto á buena inteligencia diplomática, del ladp de Chile, que
en odio al Brasil había condenado nuestra alianza y que él bus-
caba. De aquí las alarmas continuas de alianzas del Brasil, y
de la República Oriental con Chile, en nuestro daño, que han
venido complicando moralmente y agriando nuestra cuestión
de limites con la república vecina de ultra-cordillera. De aquí
esos planes de paz armada en tierra y en las aguas, para con-
sumirnos en la paz ante la posibilidad de una guerra en pers-
pectiva, cuando la más simple buena inteligencia basta para dar
estabilidad al fiel de la balanza internacional...»
Pues bien : esas palabras, escritas hace 18 años, parecen pen-
sadas en estos momentos. Hoy, como entonces, debido al aban-
LA POLÍTICA COiNTINENTAL Y LA CUESTCÓN DE LÍMITES 97
dono de una « gran política », ó sea, de una política continental,
<( estamos solos en el mundo, sin altados postbles en nuestras
cuestiones exteriores, asi para la acción i ^jUj^Tí}^j\)mf^ fx''*jli.
prevenir conflictos por la común influencia )^Por egoísmo ó por
doctrinas desgraciadamente erradas, abancK^amos al Perú j
Bolivia en el momento histórico y decisivo de la guerra del Pa-
clñco, dejando romper, en daño nuestro, el equilibrio continen •
tal americano. Nuestra cancillería se echó á dormir j nuestra
diplomacia se llamó á silencio; cuando quisimos reaccionar
fué tarde, y sólo nos quedó el lírico recurso de condenar plató-
nicamente el derecho de conquista, lo que no impidió que lo
ejercitara Chile, aniquilando á dos naciones que eran nuestros
aliados naturales, y quedando agriado con nosotros por tan pos-
tuma declaración. Mientras tanto, Chile había practicado la
« gran política », ó sea, la política continental, y con éxito bri-
llante : en víspera de su conflicto perú-boliviano, neutralizó al
Brasil y á la República Oriental, poniéndolos de su lado, como
lo decía el general Mitre en su citado artículo ; y se apresu-
ró á neutralizar la acción de Colombia^ que era simpática á
nuestros aliados naturales, celebrando el tratado de octubre 11 de
1880, que puso á aquella nación de su parte. Al mismo tiempo
se congració al Ecuador, y nos adormeció á nosotros, primero
con el anfibológico pacto Fierro-Sarratea, y después con la ma-
quiavélica misión Balmaceda. El resultado fué que Chile tuvo
«US manos libres, y consumó la ruina del Perú y Bolivia á pre-
sencia de toda América, arrebatándoles sus más ricas provin-
cias con toda tranquilidad.
¿Hemos aprendido algo, nosotros, de esa tremenda lección
histórica? Nada. Absolutamente nada. Hoy, como entonces, re-
novamos el mismo error. El interés — ya que no un cariño perdi-
do justamente — ponía ahora á Bolivia y al Perú de nuestro lado :
nuestra actitud y nuestra influencia podían sólo salvarlas de la
definitiva desmembración que las amenaza. Está en el interés
argentino impedir el engrandecimiento desmedido de Chile y su
hegemonia práctica en el Pacífico, ya que, cuanto más poderoso
sea nuestro adversario, más dificultoso será el arreglo d^ nuestra
cuestión de límites y más arrogantes serán sus pretensiones. El
momento histórico era excepcional : la crisis económica de Chile
es terrible y amenaza postrar á aquel país, cuya prosperidad fi-
'^
I
)-^
\
4---V-
.1
Jl
98
LA política argentina
nanciera ha sido artificial, ya que se basaba ezclusiyamente en
los ingresos extraordinarios de las salitreras de Tarapacá, que
forman el 65 ^/o de sus rentas fiscales ; la crisis política es gra-
yisima, pues la multiplicación de sus facciones partidistas y de
sus banderías parlamentarias hace inestable todo equilibrio mi-
nisterial y precaria toda acción gubernamental, obligando á aquel
país á vivir en perpetuas y efímeras coaliciones de agrupaciones
enfermizas.
¿Qué hacemos en momento semejante? Lo que menos, habría
sido solucionar clara, categórica y dignamente, nuestra cuestión
de límites, para impedir por ese solo hecho que Boliviay el Perú
pasen á ser feudos de Chile. Deberíamos estar curados de quijo-
tismos.
Permítame un recuerdo. He citado en alguna parte una con-
versación con Balmaceda referente á su misión en 1879. « Lie-
^ > vaba al Plata — dijo aquel chileno eminentísimo— la facultad de
l_ \ transar nuestra cuestión de limites, cómo, cuándo y en ]a forma
\ que se quisiera, en cambio de la neutralidad en la guerra perú-
\ ] boliviana. La fatalidad daba ¿ Vds. ganancia en el pleito histó-
rico ; pero era indispensable guardar las espaldas á Chile. Pues
bien: mi sorpresa fué suma, cuando conocí á los estadistas ar-
gentinos: ¡ qué grandeza de almal A las primeras palabras^ se
me dijo : la Argentina no es país que aproveche las dificultades
de un adversario para obtener ventajas: eso no sería caballeresco;
vaya Vd. á Chile y lleve la seguridad de nuestra completa neu-
tralidad durante la guerra, que después de ésta, y cuando Vds.
estén repuestos del magno esfuerzo, entraremos á discutir núes-
\ tros derechos respectivos...» \
Grima da recordar una... bondad semejante, /digna de la
i ^
cancillería que, áraíz de una sangrienta guerra, en lugar de arre-
glar definitiva y razonablemente sus cuestiones con el vencido,
exclamó : la victoria no da derechos ; como si los gobiernos tu*
vieran el derecho de hacer derramar la sangre de un pueblo y
arruinar su tesoro, para dejar todavía pendientes sus problemas
internacionales!
¿Hemos sido acaso consecuentes hoy con esa política de feme-
nina sensiblería ? ¡ Dios lo quisiera ! Pero, ni eso siquiera ; en
lugar de no aprovechar el momento histórico aplazando el arre-
glo de nuestra cuestión internacional, hemos ido más allá: nos
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 99
hemos entregado maniatados al adversario, sufriendo una derro-
ta diplomática inconcebible, renunciando al bien saneado que
nuestro tratado con Bolivia nos reconocía, dejando en pie las
pretensiones más exageradas de Chile á la Puna y al hito de
San Francisco, y sacrificando la razón de ser de nuestro tratado
de 1881, «el limite inconmovible», que entregamos hoy indirec-
tamente á un arbitraje forzado, sin reservarnos siquiera el dere- \}
cho de calificar el caso de arbitraje. ^— ^
— Pero, doctor, si el arbitraje lo establecía ya el tratado de 1856
y el de 1881...
— Si, establecían el arbitraje; pero eso no quiere decir que se
aplicara ciegamente. Tan es asi, que cuando, antes de 1881,
Chile propuso someter á arbitraje la Patagonia, invocando el tra-
tado de 1856, nuestra cancillería se negó á ello rotundamente,
sosteniendo que era facultad del gobierno determinar la materia
de arbitraje. Y tan es esto así, que antes de esa negativa, ambas
cancillerías habían ya discutido cuál sería la materia de arbitra-
je ; y nuestro ministro Elizalde llegó á proponer á Chile que se
sometiera á arbitramiento, nada menos que la determinación de
la materia misma de arbitraje.
Chile mismo así lo ha sostenido siempre, llegando sus delega-
dos á declarar solemnemente en el congreso pan-americano de
Washington, en 1890: «...El gobierno de la república recurrirá
al arbitraje para dominar las dificultades ó conflictos internacio-
nales en que pueda hallarse comprometido, siempre que consi-
dere que la controversia que se trata de solucionar sea acepta-
ble de aquel arbitrio... el gobierno decidirá si la dificultad pen-
diente es de tal naturaleza que pueda ser resuelta por medio del
arbitraje. . . No sería temerario decir que un país que se hallase
dispuesto á someter toda clase de cuestiones á la suerte de un
fallo arbitral, carecería de razón de ser.))
Y nosotros, de antemano, sometemos al fallo arbitral toda clase
de cuestiones en el litis de límites, borrando el artículo 6<> del
tratado de 1881^ que establecía una excepción neta y sine qua
non : « quedando, en todo caso, como límite inconmovible la
cordillera de los Andes ».
La derrota diplomática no puede ser más grande, agravada
por la excepcional situación internacional, á nosotros favorable '
bajo todos conceptos.
100 LA POLÍTICA ARGENTINA
Estos son los resultados de una política estrecha, de una (( po-
lítica de campanario». ¿Qué prestigio puede tener en América
un país que así procede, y que proclama como desiderátum que
(( no concibe la irradiación al exterior de la grandeza de una na-
ción », 7 que a su objeto primordial ha de ser afianzar, dentro de
fronteras, el reino de la libertad y las conquistas del progreso
económico »? Dentro de fronteras.,, hay en esa frase un sarcas-
mo horrible, si se reflexiona que, desde la emancipación, la Ar-
gentina no ha hecho sino cercenar sus fronteras, desprendién-
' dose de territorios al norte, al este, al oeste y al sur, en favor de
sus vecinos... Y eso que la sangre generosa de sus hijos jamás
se economizó cuando la patria lo exigía !
Ahí tiene Vd., pues, los resultados de renunciará tener poli-
tica internacional, es decir, á practicar una política continental.
Sólo la historia dirá cuál de las dos políticas es la que mejor cua-
draba á la grandeza y al porvenir de nuestra patria.
El general Mitre cerraba el artículo de La Nación á que an-
tes me he referido, diciendo : « El tiempo enseña á los pueblos,
y en estas lecciones retrospectivas y ante estas perspectivas, hoy
iluminadas por la razón pública, todos aprenden; unos en cabeza
propia y otros á costa ajena )). A esas palabras me atengo.
— Una palabra más, doctor. Citó V. alguna vez una frase
terrible del diplomático peruano Gómez Sánchez. ¿ A qué políti-
ca argentina se refería el enviado peruano ?
— A la que llamó « política de campanario ». Esa frase per-
tenece á una nota reservadísima de aquel diplomático, y la nota
respectiva fué encontrada en el archivo secreto del Perü, y publi-
cada por Chile para afrentarnos con ella. Lleva la fecha de no-
viembre 12 de 1880, y contiene algunas declaraciones que, aun
cuando se refieran á cosas de entonces, son aplicables ala época
presente, mutatis mutandis.
Helas aquí : (( La falta de las condiciones que caracterizan
una hábil política, se ha hecho patente en todo el curso de las
/ negociaciones que su diplomacia ha sostenido con la de Chile, á
propósito de esas mismas cuestiones, durante la contienda del
Pacífico. El gobierno argentino, en la época á que me refiero,
se dejó engañar por el de Chile. Quiso terminar sus cuestiones
de limites con éste, y consintió en la suspensión de las negocia-
ciones durante la misión de Barros Arana. Creyó que Balmace-
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 101
da venia con la intención seria de tratar, cuando no trajo otro
encargo que, de acuerdo con Lastarria, ministro en Rio Janeiro
y Montevideo, espiar la actitud de la República Argentina res-
pecto de los aliados, cruzar los planes de éstos, y magnetizar á
los estadistas argentinos, tranquilizándolos respecto de la alian-
za de Chile con el Brasil. Concibió grandes esperanzas del re-
greso á su país del último negociador chileno, y hasta hoy está
aguardando la respuesta que le ofrecieron traer. Pudo emplear /
el ardid de activar los tratados de alianza con el Perú y Boli-
via, ó el de hacer creer á Chile que iba á ponerse á la cabeza I
de un movimiento americano, y permaneció inactivo y sin dar ;
síntomas de que se ocupaba de las cuestiones exteriores. Cono- .
ció que la opinión pública no quería aplazamiento^ y los otorgó ^
en proyectos de tratados, y aun de hecho, después que éstos fue- j
ron rechazados por la prensa, por los partidos, y por el congreso.
Tuvo sobrado tiempo y oportunidad para explotar la situación
de Chile, ó para llevarle la guerra por honrosa causa y con re- j
aultados seguros y gloriosos, y dejó pasar los dias y despreció /
las ocasiones, y no sólo el honor y la gloria, sino el provecho. I
Agregúese á todo esto, que lejos de cultivar y estrechar las reía- 1
cienes con los naturales y constantes aliados de este país, el/
Imperio del Brasil y la República Oriental, las descuidó y dejó
que se aflojaran, hasta el punto de que Chile pudiera casi substi-»
tuirlo en ambos estados ; y se verá con cuánta razón he avanza-
do la opinión de que la diplomacia argentina carece de las
condiciones que posee la más bisoña y débil que imaginarse
pueda, y que no ha estado á la altura de la misión protectora
de los grandes intereses de la América, pero ni de los muy im-
portantes de esta república, de tan gloriosos antecedentes, como
de grandes destinos, en el presente y en el porvenir. »
— Me parecen exagerados esos reproches, y sobre todo, poco
aplicables ahora. Las cuestiones internacionales han sido am-
pliamente discutidas por la prensa, y han apasionado la opinión
nacional. Los ojos están hoy bien abiertos. La prueba está en que,
de 1895 acá, las cosas han cambiado, en ese sentido, del todo en
todo. Tras la campaña de El Tiempo, vino la de La Prensa,
que hasta hoy ha continuado incansable con su propaganda, y
102 LA política argentina
últímamente Tribuna ha dedicado especial estudio no tan sólo
ala cuestión de limites en si, pero á la política americana en ge-
neral. Excuso referirme á otros diarios : todos prestan preferen-
te atención á estos asuntos, si bien lo hacen con criterio diverso.
Más aún : el congreso se ha preocupado seriamente de los asun-
tos militares; el pueblo mismo ha suscripto sin vacilación fuer-
tes empréstitos internos con ese objeto ; todos sienten al uniso-
no que el país debe reaccionar de su vieja apatía, 7 ponerse en
condiciones de hacer oir su voz en América. El mismo go-
bierno...
— Doblemos la hoja. Es muy exacta su referencia á La
Prensa, pero la misma persistencia con que insiste, 7 sigue
insistiendo, hoy como hace tres años, en que todo ó casi todo
está por hacer, le demuestra que desgraciadamente sino todo, por
lo menos casi todo, no se ha hecho adn . Tribuna ha levantado
la cuestión á la altura que ho7 corresponde, por su influencia
sobre los destinos del resto de este continente. H07, todo elpe^
riodismo clama al unísono con el país en ese sentido. Pero si
el gobierno hubiera estado convencido de ello desde 1895, como
parece estarlo ho7, la presente situación no se habría producido.
Los mismos ó menores esfuerzos que ho7 habrían bastado para
preparar al país, 7 en 1895, en 1896 ó en 1897, pudimos 7 debi-
mos haber hecho lo que estamos haciendo ahora. Los barcos 7 el
armamento comprados apresuradamente 7 á última hora, 7 que
estamos esperando, debieron haber sido metódica 7 tranquila-
mente adquiridos entonces, 7 encontrarse 7a en nuestro poder.
La organización militar que todavía estamos discutiendo en el
congreso, ha debido ser discutida 7 puesta en práctica entonces,
7 ho7 habría dado sus frutos.
En 1895 todavía era tiempo. Chile necesitaba aún dos ó tres
años para completar su organización militar 7 realizar su plan
de preparación bélica. H07 7a su organización está terminada,
7 completa su preparación. No le faltaba sino un detalle, 7 en
estas últimas semanas se llenó : la llegada del O'Higgins 7 de
la flotilla de transportes que convo7a, 7 que van llenos de los
últimos pertrechos bélicos. Chile, con eso, pretende tener una
escuadra más poderosa que la nuestra; j, armado 7 pertrechado,
un ejército más numeroso que el nuestro. Hasta que no lleguen
los nuevos acorazados que hemos adquirido, 7 el nuevo arma-
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 103
mentó que ha ido á buscar á Europa el propio jefe de estado
mayor, Chile, podrá tener una superioridad militar momen-
tánea.
Ese desequilibrio militar en nuestras relaciones, pudo j debió
ser evitado, si el gobierno hubiera aprovechado desde 1895 en
prepararse. Pero es notorio que sólo en febrero de este año, pa-
rece haber despertado de la catalepsia en que yacia. Mientras
tanto, esa negligencia, verdaderamente desgraciada^ pone en pe-
ligro la paz^ porque deja en manos de Chile el resolver la guerra
inmediata, si viere convenirle, y si creyere deber aprovechar su
momentánea superioridad, sabiendo que, declarada la guerra,
es posible tratar de impedir la salida de los astilleros de los aco-
razados adquiridos, y la remisión del armamento que se fabrica,
ose está fabricando... por más que haya sido práctica constante
en las naciones europeas, considerar que es compatible con la
neutralidad el hecho de que las fábricas particulares de armas
sigan vendiendo pertrechos bélicos á los beligerantes — como su-
cedió en Alemania durante la guerra de Crimea, la americana
de secesión, y la turco-rusa, — pues son esas operaciones co-
merciales en que no intervienen los gobiernos, los que tampoco
acostumbran impedir que naves de guerra beligerantes se apro-
visionen en sus puertos hasta de pertrechos militares, siempre
que sean particulares los vendedores.
La razón principal de la creencia chilena en su superioridad
militar actual, estriba, no sólo en que consideran más poderosa
su escuadra después de la incorporación del CyHiggina, sino en
que pretenden tener en sus arsenales armamento, municiones y
pertrechos para 200.000 hombres ; artillería en mayor número
que la nuestra ; y su ejército en mejor pie de guerra, pues Kor-
n^ y sus legionarios alemanes han cuidado de la instrucción
militar de « las clases » de la guardia nacional, habiéndolas
acuartelado y obligado á la vida de la tropa de linea ; mien-
tras que sostienen que nosotros, al proceder á la inversa, lo ha-
cemos por vano propósito de ostentación en paradas numerosas,
pero que nuestros cuerpos de milicia tienen una oficialidad ab-
solutamente incompetente, de manera que serian simples aglo-
meraciones colecticias^ sin organización ni instrucción sólida ;
pues los sonados ejercicios de tiro, en los polígonos, se han
hecho con tan vergonzosa falta de método, que los soldados no
104 LA POLÍTICA ARGENTINA
saben tírar^ sino consumir pnerílmente cartuchos á millares, des-
componiendo el armamento... Todo esto será^ ciertamente, exa-
gerado; pero hace poco, diario tan autorizado como La Na-
ción, ha tenido que confesar : « Hemos ido á los poligonos, es
cierto^ este año más que en ningún otro, pero la verdad sea di-
cha, no á aprender á tirar, sino á gastar munición por el lujo de
gastarla, causando un serio perjuicio á la tropa, porque, tirando
á mansalva, el soldado adquiere malas costumbres, imposible
de corregirlas más tarde, ó, por lo menos, dando un trabajo im*
probo para hacérselas olvidar ». ¿Qué hay de cierto en esto? La
duda sola es dolorosa, y seria la condenación más absoluta de los
hombres que gobiernan el país, si se prestaran á farsa semejante.
El poder militar de Chile puede fácilmente deducirse del cóm-
puto de su población : en 1895, tenia 2.712.145 habitantes, pero,
como dice! el Censo último, « es enorme la láortalidad que diezma
la población ». La cifra oficial de su guardia nacional es de 474. 554
hombres, ó sea, el 175 **/o de los habitantes. Esto es, sin duda, una
exageración : si movilizara 100.000 hombres, la proporción sería
todavía mayor que la de Alemania, en la guerra de 1870 ; en 1879,
cuando la guerra del Pacífico, escasamente puso 50.000 sobre las
armas. La reorganización de Kórner dará como «efectivo mili-
tar )), para octubre, é\ oca en que la cordillera es practicable,
87.700 soldados instruidos, de los cuales 3400 son oficiales; y
esa cifra se descompone así : a) oficiales de línea, 700 ; b) tropa
de línea, 8300 ; c) bajas de línea, 10.000 ; d) movilizados de 1891,
oficiales, 300; e) idem, tropa, 4000; policías, 5000; g) clase de
20 años, 32.000; h) contingente guardia nacional activa, 25.000 ;
i) subtenientes, 2400. El sistema adoptado es exactamente el
prusiano. Los cuadros que registran las Memorias de Guerra
son siempre inferiores á la realidad, pues sólo se refieren al mí-
nimum de los batallones de línea, pero estos, en realidad, son
cuadros de «clases », ó núcleos del verdadero ejército, cuya tropa,
después de pasar por los cuarteles un tiempo determinado, se en-
cuentra entregada á las tareas de la vida ordinaria. La movili-
zación, en caso de guerra, sería, pues, una operación instantánea,
que presentará en 24 horas un mínimum de 50.000 veteranos
uniformados, armados, comandados y... en marcha; en pocos
días más, los cuerpos de la guardia nacional, marcharían en to-
tal de 35 á 40.000 soldados, con buenos oficiales. Siendo estra-
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 105
iéji^cas las lineas férreas chilenas, y administrándolas el Estado,
en menos de 48 horas calcula poner en territorio argentino, 80.000
soldados. « Están vencidas todas las resistencias que entorpecie-
ron los trabajos de reorganización de Korner — dice un libro téc-
nico reciente — y todos, en el ejército, son no solamente sus dis-
ciplinados subalternos, sino aun sus atentos colaboradores, y, en
fín, jefe indiscutido ya, lo es más aún en este momento en que
todos en Chile, pueblo, soldados, oficiales, se preparan para la
guerra, la desean, creen que estallará dentro de semanas, y sa-
ben que el que la dirigirá es el general Korner ». Si consultamos
el Memorándum del ejército chileno, 1898, aquellas cifras son
aún más elevadas. En esa publicación oficial, la cifra sola de la
guardia nacional está fijada en 474.560 hombres. Hay que tomar
esas cosas cum grano salis. En cuanto á la marina, basta darse
cuenta de que su incremento ha sido colosal : en 1890, sus buques
sumaban 15.000 toneladas ; 5 años después, llegaban á 44.000...
Pero ¿es todo oro lo que reluce ? ¿ estarán acaso mejor que no-
sotros en Chile? ¿será tan sólida, como se pretende, su organi-
zación é instrucción militar? Un militar argentino — ¿mayor
Sejrato ? — que acaba de estudiar aquel país y ha publicado un
curioso libro : A través de Chile, sostiene que allí los defectos
son iguales ó mayores á los nuestros, y que es una verdadera pa-
ralogización la que sufrimos, al aplicar al revés el concepto cono-
cido de (( ver la viga en ojo ajeno y sólo la paja en el propio».
Puede ser. Mas, no se ocultará que es de sana prudencia el va-
lorar, como debiera ser, la condición del adversario, y no el des-
deñarla so color de que (( en todas partes se cuecen habas, y allí
á calderadas». Tan esto es así, que es conocida la franca actitud
del general Canto y de la mayor parte de los jefes chilenos, en
oposición á los planes de organización militar de Korner. El ge-
neral Canto no sólo se opuso á la germanización ciega del ejér-
cito, y á la contrata en masa de una legión de oficiales alemanes
para servir de instructores, sino que, públicamente también, ha
criticado la organización dada por Korner á la guardia nacional
chilena, que sostiene se debilita como entidad militar, debilitan-
do conjuntamente al ejército de linea, en cuyos cuadros se pro-
yecta englobarla. En el mismo Chile, pues, son bien autorizadas
las opiniones de los que no ven todo color de rosa en la autocra-
cia militar de Korner y su círculo...
106 LA POLÍTICA ARGENTINA
-^ Pero, entre nosotros, nadie cree en la guerra...
— Asi es, pero sucede lo contrarío en Chile. Un observador
reciente acaba de decir : « aquí se duda de ella en el momento mis-
mo en que el gobierno chileno, acallando repugnancias, reincor-
pora á los oficiales balmacedistas ; forma miles de oficiales de
guardia nacional ; instruye á la ves tres contingentes ; tiene acuar-
telados 40.000 hombres ; hace salir de Europa el 0^Higg¿n8B.nVss
de que esté terminado ; apresura febrílmente la terminación de
vías férreas estratégicas, como son las que van hacia Riradaria
y el Choapa ; hace votar la emisión de 50.000.000 de pesos papel
para conservar oro como tesoro de guerra... Nuestra confianza
raya en ceguera. En 1879, Chile hizo á Bolivia una propuesta
de arbitraje, que debia aceptar ó rechazar dentro de 48 horas ;
antes de que hubiera sido materialmente posible contestarla, y
sin previa declaración de guerra, fuerzas chilenas desembarca-
ban en Antofagasta... que hoy es chilena. Asi hará nuestro ve-
cino, en 1898 : nos atacará primero, y después nos declarará la
guerra... Y el invasor será el vencedor ».
Graves son esas consideraciones. Por de contado, es exacta la
observación del espíritu bélico que reina tras la cordillera, y la
segundad que allí se nota de que la guerra es un hecho. La con-
fianza que denotan en el triunfo, es otro rasgo característico de la
presente situación. La militarización de aquel país es evidente:
la influencia de Kórner y sus colaboradores alemanes ha sido
sensible ; todos están convencidos de que el conflicto es inevi-
table.
De parte nuestra sucede todo lo contrario : hasta los círculos
militares están convencidos de la paz ; de ahí que se formulen
libremente críticas á nuestra organización militar, á la sanitaria,
á todo lo que aquí se hace. « La causa de nuestra debilidad —
decía Del Valle, en un reportaje ruidoso en 1895 — era la corrup-
ción administrativa y la desorganización militar : la llaga estáá
la vista, y se curará ; lo exige el país y lo quiere el gobierno».
Si esto se ha hecho ¿cabe aún la duda que, como decia aquel
tribuno, « tortura el alma de la juventud, é inquieta el espíritu
de los estadistas ))?...
El hecho es que la convicción chilena de su superioridad mi-
litar del momento, por más que descartemos lo referente á su
guardia nacional, se basa en el mayor número de buques de su
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUE8TIÓN DE LÍMITES 107
escuadra y en el mis copioso armamento depositado en sas ar-
senales. Y esto nunca debió suceder, si el gobierno argentino
hubiera tenido la más elemental previsión...
^ Entonces ¿ la situación es realmente grave, y hay razón
para el malestar reinante? Pero es imposible que, sin razón
plausible y sin pretexto, Chile se lanzara ahora auna guerra que,
malgrado la hipotética (( superioridad militar momentánea »,
que Vd. le atribuye, ó parece atribuirle — supongo que con el
único objeto de extremar el argumento — seria siempre una aven-
tura peligrosa, con la cuestión aún abierta de sus conquistas
al Perú y Bolivia. Seria una locura arriesgar todo en una em-
presa semejante : no creo que haya estadista chileno que tal
haga.
— Amen, Quiero creer que así sea. Pero ¿ no es la más ab-
surda de las imprevisiones, el haber dejado que el pais se en-
cuentre acorralado en el callejón sin salida de aceptar una gue-
rra, si el adversario comete la locura de empujarlo á ella? Si el
país se hubiera preparado en los últimos tres años, estaríamos
hoy en evidente superioridad militar respecto de Chile,y ácubi^-
to por lo tanto de la posibilidad de una guerra^ porque, en condi-
<;iones semejantes, claro está que nadie en Chile sucumbiría á
la tentación de provocar un desastre á sabiendas. Lo único que
nuestro país ha necesitado era esa preparación, en tal grado,
que no fuera posible dudar de que nuestros elementos bélicos
superaban á los trasandinos ; esa superioridad jamás habría
constituido un peligro para la paz, porque nadie ignora que aquí
todo el mundo repugna á la guerra, porque necesitamos de paz,
p€UB multa, porque nos conviene la paz, porque ella es para no-
sotros garantía de riqueza y bienestar.
Ahora mismo, si nuestra preparación militar se hubiera he-
cho oportunamente, la situación del país sería muy diferente.
No habría surgido el más leve rumor bélico. Y la guerra hispa-
no-yankee, que inmoviliza en Europa la inmigración á Estados
Unidos y el empleo allí de capitales, habría arrojado á nuestras
playas esas gentes y esos dineros : el país estaría hoy nadando
en una prosperidad inaudita, y con la perspectiva del porvenir
más risueño... Mientras tanto, el no haber hecho á tiempo la
preparación debida, nos expone á una guerra eventual, malgré
nou8, paraliza entre nosotros los negocios, hatraido una situación
106 LA política argentina
angustiosa, y de Europa ni un hombre, ni un real se dirije á
este paf s : el mes anterior, no ha habido inmigración !
Nuestra imprevisión ha sido tan singular, que en presencia
de los preparativos metódicos de Chile para una colisión evi-
dente, practicamos « la política del avestruz », creyendo que con
cerrar los ojos impediríamos el peligro... En plena época critica,
nuestros políticos de primera fíla cometieron el error inexplica-
ble de afectar una conñanza extraña, proclamando la inutili-
dad de los gastos de armamento, diciendo á voz en cuello en los
club sociales que no se debía gastar más en buques y fusiles^ y
llegando hasta hacer que nuestro parlamento tomara la quijo-
tesca resolución de adelantarse al pago integro de nuestros em-
préstitos, so color de reconquistar ó afianzar el crédito financie-
ro... No hemos querido ver que el conflicto con Chile era fatal :
hemos obrado como España^ en presencia de la actitud de los
Estados Unidos en la cuestión cubana. Para nadie era un mis-
terio que los Estados Unidos iban á la guerra : los políticos es-
pañoles prefirieron no creerlo y no se prepararon. Cuando el
conflicto fue inminente,, se apresuraron á encargar precipitada-
mente barcos y armamento . Fué tarde : los Estados Unidos no
dieron tiempo para que enmendaran el yerro... y el resultado
de tanta imprevisión está á la vista. ¿No hay acaso alguna ana-
logía entre ambas situaciones ?
— Y tan la hay, que justamente es esta extraña situación lo
queme ha movido á entrevistar á Vd. y á solicitar su opinión,
para poderse uno explicarlo que, á primera vista, parece inex-
plicable. Porque, desde que nuestro pleito de límites no ha dado
margen hasta ahora á un solo desacuerdo de hecho, y que éste,
en última tesis^ deberá ir al arbitraje, ¿cómo explicar esta ten-
sión de los ánimos y esta conciencia del peligro de una guerra ?
¿cuál es la dificultad, el casas helli ? I^as guerras no se decla-
ran, porque sí. Tenemos pactado el arbitraje, para el caso de
desacuerdo de los peritos. No tenemos otra cuestión fuera de
esa. Entonces ¿ si hemos de ir al arbitraje, para qué se discute
la posibilidad de una guerra, que no cabe ni en la fantasía? Hay
en todo esto un imhroglio singular. . . Quizá, eñ el fondo^ esto
no es más que « ruido de latas )> — como Vd. alguna vez ha di-
)
LA POLÍTÍCA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 109
cho — para obtener ahora una nueva cesión, como se obtuvo
en 1896, como se logró en 1895, como se había sacado en 1893,
como exigieron en 1881 . . .
— Sin duda, que después de haber cedido cuatro veces, es natu-
ral que Chile suponga que estamos dispuestos á ceder una quinta
vez. Pero puede que ni esa hipotética y nueva vergonzosa cesión
— que serían, sin duda, las mentadas 5000 leguas de Búlnes —
impida la guerra, si Chile cree llegado « su momento ».
Examine Vd. con calma la situación. Chile, hoy, ha llegado
al máximum posible de su preparación militar : jamás podrá
sobrepasarlo ; ni su población actual, ni sus fínanzks esquilma-
das, pueden permitirle la ilusión siquiera de lograrlo. Más aún :
no puede mantener por mucho tiempo el pie de guerra actual ;
sus recursos están agotados. La Argentina, por el contrario,
puede fácilmente doblar su preparación actual : tiene para ello
población y recursos suficientes. Si la guerra no estalla ahora,
cada día que pase, — como Vd. lo ha dicho — es una pérdida v
para Chile y una ganancia para la Argentina.
La incuria de nuestro gobierno ha permitido que, momentá- )
neamente, hasta fines de septiembre, por lo menos^ Chile tenga ;
una superioridad militar aparente. Pasado septiembre, y una j
vez que estén aquí los nuevos acorazados y el armamento pedido, i
esa superioridad momentánea no sólo desaparece, sino que se I
torna á la inversa. /
Nunca Chile se ha encontrado en situación más favorable para
lanzarse á esta soñada aventura. ¿ Qué le faltarla ? Acaso tener
al frente de su gobierno un nuevo Portales que, como aquél, sea
audaz y sin escrúpulos, y esté resuelto á jugar el todo por el todo . . .
La situación interna de Chile conspira en ese sentido. Las /
finanzas públicas están desequilibradas, gracias á la irremedia-
ble crisis del salitre, que constituía la principal riqueza fiscal y
el más importante producto de Chile. Esa crisis salitrera, y la
imprudente conversión metálica, han arruinado á txes cuartas
partes del país, cuyas fincas están hipotecadas á oro á la otra
cuarta parte, no pudiendo ni pagar su servicio ni encontrar pos-
tores en subasta pública. La población pobre — los rotos — se
encuentra sin trabajo, vagando en turbas hambrientas, que hoy
encuentran pan y techo en los cuarteles. Si la guerra se declara,
todo el mundo ingresará al ejército, pues así el Estado lo man-
lio LA POLÍTICA ARGENTINA
/
i
I
tendrá, y esas tropas se arrojarían famélicas sobre la ricas cam-
piñas argentinas... Vendría, como primer medida impuesta por
la necesidad, el torrente de papel moneda y la franca inconrer-
sión : el agio subiría á las nubes, y las hipotecas se aliviarían en
otro tanto, además de que probablemente se decretaría una sus-
pensión de términos judiciales. Si la guerra no se declara, hay
que licenciar legiones de rotos, que irán á vagar por las calles y
caminos, sin encontrar trabajo y sin saber con qué comer, loque
provocaría una situación social interna peligrosísima ; el régimen
metálico, por más que hoy sea ya más bien papelista, concluiría
por arruinar 'á los hipotecados y deudores, y concentraría en
unos pocos banqueros todo el numerario, sumiendo á las prin-
cipales familias en una miseria sin nombre.
Ningún estudioso verdadero en asuntos de historia, ignora hoy
que los más grandes acontecimientos han sido simple conse*
cuencia de fenómenos económicos, y que la historia y la política
no son sino la marcha razonada de las necesidades económicas
de los pueblos. ¿ Qué otra cosa fueron la magna revolución in-
glesa, la trascendental revolución francesa, la misma revolución
americana? No fueron sino manifestaciones de fenómenos eco-
I nómicos, que sólo la miopía de algunos historiadores ha podido
confundir con la lucha ó antagonismo de clases. De ahí, pues,
la lógica evidente de la historia y de la política de Chile : sus
guerras no han obedecido sino á razones económicas ; su política
se ha subordinado inconscientemente á ello. Hay, por lo tanto,
que prestar preferente atención á esa faz de la cuestión.
Todas las guerras internacionales de Chile han obedecido á
causas de aquella índole, y se han producido exactamente en
circunstancias análogas : en 1836, la terrible crisis del trigo, que
constituía el principal producto de Chile, y que trajo el desequi-
librio de las finanzas y la ruina de los particulares, se solucionó
por la guerra contra Santa Cruz ; en 1879, la grave crisis del
cobre, á la sazón producto principal de Chile, y que produjo la
ruina de las fortunas privadas y de las finanzas, tuvo como solu-
ción la guerra del Pacífico. Hoy, existen análogas causas.
¿ Tendrán análogos efectos ? ¿ Se dirá que la presente violenta
crisis económica que amenaza postrar á Chile, haría imposible
la guerra? Pero justamente crisis análogas la provocaron en
1836 y 1876 ; además de que, cuando la ruina existe, nada se
LA política continental Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 111
arriesga perder, y de que, en esas condiciones, seria cuestión de
emitir j emitir billetes, sin fijarse en su depreciación^ en la es-
peranza de restablecer el equilibrio con una eventual y colosal
indemnización de guerra... Tan es asi que ¿ no le parece á Yd.
sospechosa la súbita y rara unanimidad, de gobierno y oposi-
ción, al consentir en una emisión desproporcionada de 50 millo-
nes de billetes, siendo asi que las necesidades de la circulación
no exigen sino 20 ? ¿ no podria tratarse de formar « un tesoro de
guerra », siquiera sea sobre la base deleznable del papel mone-
da?... Estos hechos dan que meditar. ^
— Es Vd. muy pesimista...
— Error. Le refiero dos ejemplos sacados de la historia de /
Chile, tan sólo para probarle que lo que pasa hoy, no es una nove*
dad que haya podido sorprender á nuestra cancilleria. La crisis
salitrera se dibujaba claramente desde 1895, desde que la exce-
lencia y la baratura de los abonos quimicos principió i desalojar
del mercado el empleo del salitre, malgrado los esfuerzos deses-
perados del famoso sindicato que había organizado aquél Norih»
que fué llamado el Nitrate King, Cualquier estadista veia en
1895 venir claramente la posibilidad de la presente situación de
1898, como á ninguno se ocultaba el único y eficaz medio de
evitarla, oú : apresurar y completar una formidable preparación
militar. Era lo único que habría desviado la posibilidad de
solucionar el problema de la crisis chilena por medio de una
guerra eventual con nosotros ; los estadistas transandinos, si
hubieran notado á tiempo que esa solución era imposible, forzo-
samente habrían tenido que idear otra.
Vuelvo á repetir á Vd. que estoy simplemente analizando la
situación por su peor aspecto, por cuanto entra en lo posible, y
siempre es cuerdo tener presente la faz adversa de un asunto,
ya que la faz favorable jamás nos sorprenderá.
— He escuchado á Vd. con atención. Pero justamente lo que
encuentro en esa faz de la cuestión, es que no es posible. ¿ Con
qué sombra de pretexto nos declararia]la guerra Chile? Y por más
que trajera de los cabellos el pretexto más absurdo, jamás la
guerra podria sobrevenir sobre la marcha, sino que la precede-
rian incidentes diplomáticos previos, los que^ por más rápidos
que fuesen, durarían lo necesario para permitir la llegada de
nuestros acorazados y de nuestro armamento. . .
112 LA POLÍTICA ARGENTINA
— Esa apreciación es errada. Si la guerra fuera cosa resuelta,
el pretexto seria fácil de hallar á la mano : cualquier reclama-
ción en forma de ultimátum, j cuyo lenguaje forzara el envió
de los pasaportes... Además, ni eso necesitaría Chile. Ahí está
su historia. Cuando la crisis del trigo hizo necesaria la
guerra de 1836, el adversario era^ militarmente, más poderoso :
Santa Cruz contaba con ejército más fuerte y con marina más
numerosa ; Portales 'entonces no titubeó : en plena paz, mandó
la escuadrachilena al puerto del Callao, donde entró como ami-
ga, aprovechó la noche para apoderarse por sorpresa de los bu-
ques peruanos, que ni soñaban en una agresión ; hecho eso, que
daba á Chile la superioridad marítima, envió la declaración
de guerra. . . Cuando la crisis del cobre impuso la guerra de
1879, antes de declararla y en plena paz, Chile se apoderó con
su escuadra, manu militari, de la costa boliviana, y sólo des-
pués envió la declaración de guerra... La máxima política de
Maquiavelo : « si la guerra ha de ser mañana, es preferible
que lo sea inmediatamente )), fué puesta, en ambos casos, en
práctica sin|el más ligero remordimiento. ¿ No cabe, entonces,
en lo posible que si hoy la crisis del salitre los llevara á una
guerra con nosotros, la declaración se produjera al día siguien-
te de estar ocupado el Neuquen por un ejército chileno, y las
costas patagónicas hasta Bahía Blanca por la escuadra ? No
ignora Vd. cuanto se ha dicho acerca del plan de campaña que,
para esta guerra, hace años se hizo confeccionar en Europa por
estratégicos de fama, el hoy general Kórner.
Ahora bien : ¿ es eso probable? Eso es otra cuestión. Es posi-
ble — y por ello bueno es tenerlo en cuenta.
El pretexto!... Es ingenuo creer que, si hubiera resolución
por la guerra, pudiera faltar « el pretexto ». Sin ir más lejos
¿ no ha leído Vd. recientemente que se ha efectuado, en aguas
del Estrecho de Magallanes, una sospechosa concentración de
barcos de guerra chilenos? Esos barcos han llevado un mate-
rial bélico, que se dice destinado á minar los canales y artillar
las embocaduras del Estrecho. Ahora bien, por el tratado de
1881, aquellas aguas y esas costas debían permanecer siempre
abiertas para el comercio universal, estableciendo la expresa
prohibición de fortificar el Estrecho ó de estorbar la navegación
de sus aguas. Pues, á pesar de ello, parece confirmado que el
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 113
O'Higgina desembarcó material de fortificación en la bahía de
San Gregorio, donde el gobierno chileno ha establecido sigilo-
samente un puesto militar^ con oficiales técnicos que están mi-
nando los pasos difíciles y artillando los puntos estratégicos,
con cañones de grueso calibre emplazados en baterías fijas :
constantemente practican sondajes y levantan planos de los ca-
nales del Estrecho. Si el hecho aludido resultara cierto, estamos en
presencia de una violación flagrante de dicho tratado, efectua-
da con propósitos evidentemente hostiles y en vista de una gue-
rra inmediata, á fín de impedir el paso de la escuadra argenti-
na por aquellos canales. Sería, pues, deber primordial de nues-
tro gobierno el exigir explicaciones, y reclamar de la violación
de los tratados. La cuestión, entonces, dejaría de ser cuestión
de límites, y se convertiría en una grave reclamación internacio-
nal. La negativa de Chile, sea á dar explicaciones, ó á desistir
de su propósito de violar el tratado de 1881, traería por sí apa-
rejado el caaua helli...
—Pero el resto de América ¿ qué diría ? ¿ qué haría? No po-
dría permaner impasible...
— La situación política actual de la América del Sur es muy
interesante. Los países de su parte norte : Colombia y Vene-
zuela, gravitan al rededor de un centro de atracción diverso del
nuestro, por sus concomitancias con las pequeñas repúblicas
centro-americanas, por su vecindad con México ; y porque él mar
de las Antillas las pone en contacto demasiado directo con los
Estados Unidos, para poder escapar á su terrible esfera deinfluen-
eia. El Ecuador tiene ya otros puntos de contacto con el equili-
brio de la parte austral del continente, pues sus fronteras tocan
á la vez con el Perú y el Brasil. Este último, que no puede ser
indiferente á lo que pase en el resto de Sud- América, siquiera
porque su inmenso territorio con todas las naciones hispano-ame-
ricanas linda, salvo Chile, constituye un factor importantísimo
en el damero internacional. El Perú y Bolivia, en su relación
con Chile ; la Argentina y las naciones río-platenses, también
en relación con Chile : he ahí el nudo del problema.
¿ Cuál es elaí^pecto que presentan estos países ? El Brasil ti-
tubea entre las aspiraciones encontradas de la parte sur y norte.
114 LA política argentina
de su propio territorio; sus intereses internacionales son tan vas-
tos y complejos á la vez, sus problemas internos tan numerosos
y difíciles, que la fuerza misma de las cosas lo obliga á renun-
ciar por ahora á una' política de ambición activa, y lo coloca en
la cómoda posición de un espectador que contempla tranquila-
mente lo que pasa á su derredor, seguro de no perder nada por
su actitud prescindente, y sabiendo que siempre ganará algo,
cualquiera que sea el resultado del entrevero de influencias y
aspiraciones de sus vecinos.
¿Me dirá Vd. que el Brasil no podrá permanecer neutral, por-
que lo liga á Chile ertratado de alianza ofensiva y defensiva, que
con Balmaceda celebró don Pedro 11? En primer lugar, la re-
pública no tiene las mismas razones que el imperio para man-
tener pacto semejante, ya que fueron intereses dinásticos los que
principalmente influyeron en su celebración. En segundo lugar,
los acontecimientos posteriores, sobre todo el fallo de la cuestión
Misiones, han modificado fundamentalmente la posición de las
partes contratantes : ningún interés tiene hoy el Brasil para to-
mar parte en una lucha contra la Argentina. En tercer lugar, la
situación interna de aquel país es delicada y vidriosa, pues están
latentes aún los sacudimientos del último movimiento rio-gran-
dense, y de la reacción monárquica de Canudos. Además, ¿no
pesará en la balanza el hecho singular de que Chile ha buscado
la amistad del Brasil tan sólo desde hace 20 años, es decir, des-
de que las incidencias de la cuestión chileno-argentina hicieron
que pensara en traernos algún día la guerra, para lo cual nece-
sitaba el apoyo moral y la cooperación material del entonces im-
perio ? Por otra parte, sabe el Brasil, y no puede olvidarlo, que
están recientes « esos tiempos — para usar las palabras del bra-
silero Nabuco — en que Chile aún no estaba con el Brasil, y en
que la lealtad, la intuición, el genio político de Mitre, lo preservó
de una coalición americana contra el imperio)). La triple alianza
ha dejado rastros que no es fácil permitan al Brasil desnudar hoy
su espada contra el amigo de ayer, en defensa del enemigo de
entonces... Cierto es que diario tan autorizado como el /ornaZrfo
Comercio, ha insinuado que la alianza está vigente : creo que la
neutralidad se impondría por la fuerza de las cosas. Por otra parte,
el Brasil está todavía convalesciente de su reciente crisis econó-
mica, y sería una calaverada lanzarse á una aventura semejante.
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 115
Además, el egoísmo más elemental aconseja al Brasil imitar
el ejemplo de la Prusia, cuando en 1859 fué prescindente en la
guerra entre Austria y Francia, las dos potencias que se dispu-
taban la hegemonía europea : quedó debilitada el Austria, y la
Prusia aprovechó de la circunstancia para entrar á suplantarla,
como al fin lo ha logrado ; así el Brasil, en el caso de una guerra
entre Chile y la Argentina, permaneciendo prescindente, verá
debilitar ó aniquilar á uno de los contendientes, y siempre podrá
repartirse con el supérstite la decantada hegemonía y la real in-
fluencia continental. Sin arriesgar un hombre, ni gastar un real,
]a prescindencia lo hará aprovechar de una guerra, sea quien
fuere el vencedor.
El grupo de naciones del Pacífico se encuentra encadenado al
insoluble problema de la liquidación de la última guerra ; Perú
y Bolivia se debaten al rededor de ese punto: Chile trata de sal-
var sus conquistas y, á la vez, la hegemonía material que le pro-
porcionó el éxito de sus armas .
El grupo de naciones río-platenses aspira y necesita emanci-
parse de las preocupaciones extrañas, para no paralizar su desa-
rrollo material, visible por lo portentoso en la Argentina ; por más
que desgraciadamente el Paraguay vegete, y el Uruguay fermen-
te. Pero la fatalidad los une á Chile, y, por ende, al grupo chi-
leno-peruano-boliviano, á causa de la cuestión de límites argen-
tino-chilena, que es el eje verdadero sobre el cual gira la política
de la Argentina, — y sus hermanas Uruguay y Paraguay — y
Chile, con Bolivia y Perú ; arrastrando, siquiera de lejos, de una
parte al Brasil, de otra al Ecuador.
¿ Cuáles son las razones de ser, sean remotas ó inmediatas, de
aquellas naciones ; cuáles sus medios de obrar, mezquinos ó po-
derosos ; cuáles sus objetivos, sean grandiosos y deliberados, ó
próximos y obscuros ? « Es preciso — se ha dicho — observar esas
razones de ser, medir esos medios, determinar esos objetivos ;
trabajo minucioso y largo, que permitirá esbozar la política teó-
rica de esos estados, formular sus reglas superiores de conducta,
descubrir las ambiciones justificadas que incuban, ó las quimeras
que persiguen. Esa política, es aplicada por hombres ; esos hom-
bres, tienen su carácter, su debilidad y su grandeza, sus pasio-
nes y sus cálculos ; dirigen á otros hombres, igualmente débiles,
apasionados, ó indiferentes; en su aplicación, la política se de-
116 LA POLÍTICA ARGENTINA
forma, la regla se tuerce, la ambición se calma ó se exalta, la
quimera se agranda ó desaparece. La política especulativa tiene
que bajar al nivel de los propósitos y necesidades de los pueblos ;
pero no es eso sólo : la ambición choca, por encima de las fron-
teras, con aspiraciones opuestas, el interés roza otros intereses,
las quimeras suscitan otras quimeras, las voluntades en tensión
se empujan y las luchas estallan ; cuando el esfuerzo se agota,
las ambiciones satisfechas se callan, los intereses se combinan,
las aspiraciones se adormentan, y las quimeras, á las veces, se
esfuman... » ¿Qué otra cosa ha pasado, en el presente siglo, en
el grupo de naciones sudamericanas, cuya costa baña el Pací-
fico? Chile, pobre y ambicioso, tradicionalmente indiviso del
Perú desde la época colonial, codicioso de las riquezas fabulosas
de Bolivia, se propuso un objetivo á su política : dominar á sus
dos rivales, arrancarles su riqueza, acrecentar su territorio á su
costa, hacerlos comercialmente sus tributarios, convertirse en el
centro y en la cabeza de las naciones del Pacífico. La razón de
ser de su ambición es remota : viene desde los tiempos colonia-
les ; sus medios son mezquinos á veces, como en 1836, podero-
sos otras veces, comeen 1879; su objetivo es grandioso y delibe-
rado : la hegemonía política y comercial, enriqueciéndose y en-
sanchándose al mismo tiempo. A ese fin ha tendido su política
teórica ; y su regla de conducta ha sido subordinarlo todo al lo-
gro de aquella ambición razonada: esa es la quimera que han
perseguido siempre. Según los hombres que han dirigido los
destinos de Chile, ha sido la marcha má!s ó menos agresiva de
su tradicional política. La lucha ha sido larga : la ambición chi-
lena chocó desde el principio con las aspiraciones opuestas del
Perú y de Bolivia, culminante en la rivalidad de Portales con
Santa Cruz. La tregua se produjo, pero la lucha recomenzó en
circunstancias esta vez más favorables para Chile. Los resulta-
dos de la última guerra demuestran cuál ha sido la orientación
que los sucesos han dado á aquel grupo de naciones americanas.
¿ Cuál ha sido, en esos acontecimientos, la impulsión inicial
que domina áesos países, la acción desús hombres, la influen-
cia de las circunstancias, la parte de la casualidad, las reaccio-
nes del exterior, sus causas y sus efectos; en una palabra, có-
mo explicarlo que cada uno de esos países quería? «Una am-
bición — hase observado — se traduce en una política activa; y
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 117
las grandes líneas de ésta son : la autoridad sin cesar reforza-
da en el interior, la extensión constantemente buscada en el ex-
terior, la alianza con los débiles contra los fuertes, las compen-
saciones dadas á los primeros por la ayuda prestada al teñeron
jaque á los otros, el mantenimiento del equilibrio internacional
y, si debe ser roto, su ruptura en provecho propio. Pero una po-
lítica no vale, sino en relación de los medios de que dispone.
Preciso es conocer los recursos de cada país, la densidad de su
población, sobre todo en relación con sus vecinos, la fertilidad
del suelo, y lo que la industria produce; y determinar si, en caso
de encontrarse desequilibradas las finanzas ñscales, están flore-
cientes las de los particulares ; darse cuenta, en una palabra,
del poder latente de cada nación . Por otra parte, los medios de
acción no valen, sino por aquellos que los ponen en obra : pre-
ciso es conocer los hombres de Estado, si han heredado de sus
predecesores la necesaria tradición, si tienen una política, alian-
zas celebradas, ó acuerdos posibles, costumbres establecidas y
procedimientos sesudos. También es cierto que el hombre de
Estado no tiene acción enciente, sino en tanto cuanto es segui-
do y animado por aquellos á quienes dirijo. Conveniente es pe-
netrar en el alma de una nación, saber lo que piensa y quie-
re, cuáles son los propósitos deliberados, y las ambiciones defi-
nidas de sus clases ilustradas, y cuáles las aspiraciones confusas
y latentes de sus masas populares )). Apliquemos al caso de Chi-
le esos preceptos : ¿qué observamos? Su ambición precoz se
traduce en política activa, bajo la férrea dirección de Portales.
¿Cómo? Reforzando sin cesar la autoridad en el interior, has-
ta llegar á la terrible constitución de 1833, que hizo la a paz var-
soviana» que á su país impuso el ciclo Montt y Varas; se alió
con los partidos débiles de las naciones vecinas, á fin de lanzar-
los contra los que dominaban, obteniendo compensaciones fruc-
tíferas; trató de mantener el equilibrio, poniendo en jaque áBo-
liviay el Perú, entre sí, y cuando ese juego ya no fué posible,
rompió aquel equilibrio con ganancia propia. ¿De qué medios
dispuso ? Aunque pobre en general, Chile ha tenido períodos de
relativa opulencia, dados por ciertos productos, como el trigo an-
tes de 1836, el cobre antes de 1879, el salitre antes del presen-
te; está poblado más densamente que Solivia y el Perú; sus fi-
nanzas fiscales más de una vez se han desequilibrado, pero las
118 LA POLÍTICA ARGENTINA
de los particulares, hasta la presente crisis, habían logrado resis-
tir con éxito. Su marina se ha desarrollado envanecida, y su
ejército se enorgullece de su solidez : tal ha sido su poder laten-
te. ¿ Y sus estadistas ? Desde Portales, todos han sido fíeles ásu
política de ambición tradicional, y han empleado procedimien-
tos y medios siempre concordes á ese fin. El pueblo, por fin,
siempre ha apoyado á los bombes dirigentes : las clases cultas
han tenido la misma ambición consciente, que las masas de ro-
^08 han aceptado sin detenerse á analizar.
¿Cuál hasido, en cambio, la faz análoga del Perú y Bolivia?
Echemos un velo sobre esa página triste: la anarquía imperando
al calor de facciones que se destrozan entre sí ciegamente; ausen-
cia total de todo plan político, con el solo y menguado ideal de
disfrutar del día de hoy, despilfarrando riquezas fabulosas; ca-
rencia de estadistas verdaderos; y clases dirigentes corrompidas,
al lado de masas populares embrutecidas...
Es lamentable. El Perú, con recursos al parecer inagotables,
compuesto de la raza dirigente concentrada en pocos centros,
sobre todo^ en la región costeña, y de la raza indígena, á todo
resignada é indiferente á todo ; dejó que unos cuantos ambiciosos
vulgares se turnaran en el poder, arrebatándoselo los unos á los
otros, sin cuidarse del derrumbamiento material y moral que
aquello producía. Sus clases acomodadas, aristocracia banal,
sporímen y clubistas, se divirtieron, es cierto; pero pasaron co-
mo las flores, de las cuales, una vez secas, se echan á la basura
las hojas inodoras. En vano sus mandones efímeros se hicieron
levantar monumentos : esas mediocridades no vivirán, porque
no dieron fruto, y por éste se ha de juzgar del valor de cada uno;
fueron figurones sin mañana. Para cualquier observador impar-
cial, la situación del Perú y de Bolivia era verdaderamente an-
gustiosa, al estallar la crisis suprema con Chile : y debe servir
alas demás naciones sudamericanas de cruel enseñanza, porque
da la clave de lo que pasa en casi todas ellas, por las imprevi-
siones, las intriguillas, la camaradería, y las mediocridades triun-
fantes; no se columbró un carácter en medio de aquella terrible
angustia. La suerte de aquellas naciones da pavor : hasta sus
riquezas, consideradas inagotables, resultaron agotadas. Lo que
entonces aconteció es una lección : la fuerza parece ser ahora el
dios ante el cual se inclinan poderosos y humildes. En Chile ha-
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 119
bia un objetivo y un propósito : mientras en el Perú, sin direc-
ción, el país semejaba un bajel sin piloto, al capricho de las olas
y al impulso de los sucesos; digno final de una comedia represen-
tada por politices de pega y por administradores depetipieza. De
una manera terrible se paga la imprevisión, la mala administra-
ción, y la corruptela fiscal ; así como el espiritu camorrero y
levantisco de un adversario, no causa mayores desaciertos,
siempre que la dirección de la cosa pública esté en manos sesu-
das y enérgicas, que no se fian en las opiniones de la gente
soñadora y esperanzada de cosas, que pretenden siempre están
ocultas, pero que son de grande importancia.
Chile, pues, ha sido y es un^/uerza. Preciso es estimar áésta
en lo que vale. El éxito ha coronado su política. Mas ahora su
vuelo se encuentra detenido, porque, tras los Andes, cree co-
lumbrar la rivalidad argentina... De ahi que se vuelva airado
hacia nosotros, cuya intervención no sólo le impide avanzar, si-
no que lo paraliza y hasta lo amenaza con retroceder. Chile, por
eso, se ha reconcentrado enfurecido : para él, el resto de Améri-
ca no se compone sino de dos grupos : amigos ó enemigos; no-
sotros no entramos en la primer categoría, luego nos incluye en
la segunda. Ese criterio es peligroso, porque es demasiado subje-
tivo, desdeña el punto de vista de los demás países.
Así, la cuestión de la cordillera es un proceso abierto entre
ambas naciones, un pretesto permanente, del que se puede ha-
cer fluir la guerra instantáneamente en cualquier momento.
Los hombres públicos <ie Chile tanto han predicado la cruzada
contra este maltrecho Cuyo, que se han convertido en amena-
zadores, logrando que las masas populares se inquieten y se pre-
paren al choque anunciado. El temor y el odio empujan á Chi-
le á las medidas violentas : la persistente preocupación de las
pampas transcordilleranas lo fascina y lo incita á atacar : es una
pendiente insensible que conduce á la guerra. El primer hecho
lo hacía posible; el segundo, lo convierte en probable. La con-
flagración parecería fatal, pero ¿ quién la determinará ? En el
interior de Chile, sus partidos políticos han perdido la brújula,
están desencantados, y no ven horizonte en el actual derrumba-
miento económico ; parecen apurados por recobrar el equilibrio
á favor de una guerra, que consolide el poder- y les ofrezca más
claras perspectivas. Los partidos violentos y desesperados ven
120 LA POLÍTICA ARGENTINA
siempre en la guerra el medio de apoderarse exclusivamente del
gobierno. ¿Es, pues, inevitable el conflicto? Los hechos diri-
gentes, y las circunstancias que, en la confusa marcha de los
acontecimientos^ orientan la corriente, parecen asi indicarlo.
Pero, falta saber cómo obrarán esos motores determinados. No
se oculta á los estadistas chilenos que nada es más fácil que
desencadenar la tormenta, pero, « si el hombre puede dejar la
rienda á los principios y poner en movimiento el empuje for-
midable de los apetitos, de las aspiraciones, de las pasiones y
de los odios, no puede tan fácilmente detener la obra en mar-
cha, y es preciso dejar un amplio margen á la casualidad y ala
fatalidad)). He aquí, en efecto, cómo expone esta razón un maes-
tro eminente: « Un hombre se encuentra en la cumbre de una
montaña rocallosa; tiene un pico y un cartucho de dinamita;
cava un pozo de mina y coloca el cartucho ; todos esos actos los
ejecuta libremente, y ninguno entraña todavia consecuencia. El
hombre es dueño de detenerse ahí : va mas adelante, ejecuta el
movimiento definitivo, y la explosión se produce. Desde aquel
instante, ya no es dueño de nada. La piedra se rompe, según la
fuerza del explosivo, se despeña sobre pendientes desiertas y se
detiene inofensiva ; ó bien, rueda sobre valles habitados^ salta
de un lado á otro, se precipita, deshace, mata, destruye el tra-
bajo humano, aplasta bombres, y lleva por doquier la ruina y el
dolor; y todo eso es necesario, á partir del momento en que la
explosión se produjo )). Bien, pues : Chile es el hombre colocando
el cartucho de dinamita, tiene la mecha en la mano : ¿ la aplicará
al explosivo? ¿y las consecuencias ?... He ahi el problema pa-
voroso : he ahi lo que ha de detener dos veces el movimiento que
ocasione la temida explosión !
— De manera que Vd. parece creer que hay de parte de Chile
la voluntad manifiesta de provocar un conflicto con nosotros,
y que está dispuesto á impedir toda solución amigable...
— Podría contestarle con las palabras de un publicista argen-
tino, Alberdi, cuyos escritos postumos parecen demostrar que
pensaba más como chileno que como argentino : « No hay solu-
ción amigable — ^^ dice — como no hay sentencia ó justiciado
amigos. Donde hay amistad no hay conflicto, porque la amis*
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 121
tad le impide nacer. Donde hay conflicto, la amistad no existe»
y por eso es que hay conflicto. El conflicto reside en las volun-
tades, más bien qué en los derechos y en los intereses. Renun-
ciar su derecho, no es resolver el conflicto ; es cortarlo en ger-
men, es prevenirlo. La transacción, es la paz negociada antes
que estalle la guerra ». Si Chile, pues, estuviera resuelto ala
guerra, á todo trance, sería inútil querer impedirlo por la vía di-
plomática : el único medio coercitivo práctico, es poseer una su-
perioridad militar efectiva.
No creo que Kórner sea una causa impulsora de la guerra.
Muy por el contrario. Todas sus conveniencias están por con-
servar su cómoda situación de dictador pacifíco en lo militar:
seguramente sabe mejor que nadie, que la táctica y la estrategia
alemanas no pueden aplicarse ciegamente en un teatro distinto
y con materia prima diversa. Nadie mejor que él ha de com-
prender que en la decantada organización militar, » no es oro
todo lo que relumbra ». Un desastre seria para él la pérdida ab-
soluta de su situación excepcional... que hoy sólo amenaza
la aplopegía, que, según pretenden sus émulos chilenos, lo
acecha por su potencia extraordinaria de Gargantúa y Gambri-
nus combinados. Pero es una causa concurrente, en el sentido
deque puede marear el buen juicio de los políticos dirigentes, y
hacerles creer que, gracias á su concurso, son invencibles. De
ahí el recrudecimiento de la audacia chilena respecto de losacu-
yanos » ; de ahi su voluntad decidida, cada vez más terca y em-
pecinada, de sacar lo que pretenden ó, de lo contrario, ir á la
guerra. Y esa terquedad encuentra eco simpático en las masas,
de antaño enseñadas á mirar con desprecio todo lo argentino,
y que ansian por la guerra, pues la consideran como un fácil
paseo militar, y como medio de recoger espléndido y seguro bo-
tín. El odio internacioaal es mal consejero : (( á quien Júpiter
quiere perder — decía proverbio antiguo — primero enceguece ».
Por otra parte, en los graves problemas de la organización
política de Chile está, puede decirse, incrustada la necesidad
brutal de una guerra para tronchar por ese medio un nudo gor-
diano que sus estadistas se muestran incapaces de desatar.
« Políticamente, Chile es una aristocracia territorial. Su riqueza
consiste en la gran propiedad indivisible que está en manos
de los señores, á cuyo alrededor giran los siervos, trabajadores
122 LA POLÍTICA ARGENTINA
sin derecho á la más mínima parte de la tierra que explotan. Es
un pais de patrones, de todos los privilegios, y de odios declases.
La dirección del Estado les compete á ellos, y se dividen, según
sus diferentes posiciones, en miembros del parlamento, jefes de
la marina y del ejército^ y presidentes de la república. Repitién-
dose la división clásica entre nobles y plebeyos, era fatal que
unos y otros se trabasen en lucha para el dominio definitivo. La
dictadura de Balmaceda no tuvo otro significado que ser el órga-
no del pueblo contra la aristocracia. La derrota de Balmaoeda
importó la victoria de los señores, el triunfo conservador de la
vieja sociedad contra la nueva. La ciudad antigua venció con la
marina, que en los tiempos modernos tiene un carácter aristo-
crático, como lo tuvo en otras épocas la caballería, por su selec-
ción de cultura, de corazón, de sentimientos. £1 ejército es, por
el contrario, plebeyo ; se forma de las clases mestizas y pobres;
sobre ellas no podía descansar la defensa de una sociedad no-
ble, como la de Chile. Una nueva guerra internacional, en que
el ejército tuviera que representar el papel preponderante, será
decisiva para destruir el predominio de la nobleza en Chile.
Y tal vez sea éste uno de los problemas que la cuestión argen-
tino-chilena lleva escondido en sus entrañas. El ejército ven-
cedor será la victoria del pueblo, y entonces se realizarán los
ideales de Balmaceda ; ideales que hasta ahora no murieron,
que parecen cada vez más vivos, pues ya no se puede gobernar
á Chile sin contar con ellos, y cx)n sus representantes. Estos
problemas de organización política no alterarán el carácter
chileno, el único de los caracteres sudamericanos que, si no está
cristalizado, está, por lo menos, vaciado en bronce. Su carácter
es aquel que la naturaleza, la vida de combates, los anteceden-
tes históricos, indican: un carácter fuerte, resuelto, positivo. Se
podría llamar, como el de los romanos, un egoísmo disciplinado.
La forma de este egoísmo es social, colectiva, la consecuencia
déla abnegación individual. El chileno olvida su bienestar, su
interés propio, por el del país; tiene un patriotismo enérgico,
combatiente, un vínculo íntimo, estrecho, con la sociedad. Esta,
que es la suma de los desprendimientos de cada uno, se mani-
festará como un todo orgánico, compacto, y en sus planes y
ambiciones será dura é intratable, para con todos los que la ofen-
dan ó intenten destruirla. El enemigo será siempre aquel que
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 123
esté en vías de desenvolvimiento: sea el ciudadano que toma las
armasen sus guerras civiles, sea el país vecino que le amenace su
independencia ó le estorbe sus proyectos de engrandecimiento. »
Pero, forzoso es convenir que hay además razones de tradi-
ción y sentimentalismo, que fomentan ese espíritu bélico. £1
antagonismo de Chile y la Argentina tiene hondas raices en
la historia. El hecho de que la independencia de aquel país,
que fracasó en manos de su caudillo Carrera, haya sido del)ido
después al ejército de San Martín, lastima la vanidad nacional
de allende los montes, y forma una herida profunda que el tiem-
po, en lugar de cicatrizar, ha ido enconando másy más. En vano
sus historiadores han querido por todos los medios á su alcance
tergiversarlos hechos, y hacer aparecer á San Martin como un
general sin patria, al frente de un ejército chileno: esos sofismas
y esas chicanas^ sólo han logrado poner una vez más de mani-
fiesto la estrechez de miras, con que algunos hijos poco avisados
contribuyen á que se tilde á su patria de pueblo poco agradecido,
á pesar de debernos su independencia, y de que, desde los tiem-
pos de Carrera, aquel país pregonó siempre la eterna gratitud
chilena, para arrancar á la Argentina hombres, armas y dinero,
á fin de conquistar y obtener su libertad contra ejércitos realis-
tas, que era impotente á combatir. La éter na gratitud chilena!,..
parece hoy un sarcasmo hablar de ella, á pesar de los históricos
nombres de los argentinos Martínez de Rozas, San Martin^ y
Vera; el precursor de su libertad, el héroe de su emancipación,
y el autor de su himno. Hasta la misma estatua de Buenos Ai-
res que, en un instante de fugaz reconocimiento, levantaron en la
Alameda de Santiago, se ha querido sacarla de ahí y relegarla
entre el grupo de estatuas alegóricas de ciudades americanas, que
pululan en ese mosaico que llaman cerro de Santa Lucia, so pre-
texto de que era prudente evitar la tentación de que se repitiera
la pueblada que, en otros tiempos y bajo las órdenes del ex-
ministro Adolfo Guerrero, la derribó y arrastró por los suelos.. .
Mas no es esto sólo. Estudie Vd. la situación topográfica de
Chile, recorra aquel país, y se dará cuenta de que, á las razones
de sentimentalismo, de aspiraciones encontradas, de exigen-
cias comerciales, hay que añadir otra* quizás la más importante:
la necesidad de ensanche, á que lo obliga la forma y calidad de
aquel territorio.
124
LA política argentina
T *-
/
\
A nadie puede ocultarse que Chile necesita expansión : si lo-
gramos impedirle que la obtenga por el sur ó por el éste, sólo le
queda el norte, ya que el oeste lo constituye el océano. En el
norte, el desierto le pone una valla infranqueable : hoy mismo,
las conquistas de la última guerra le obligan á comunicarse con
« las provincias cautivas )), por agua, ya que por tierra la na-
turaleza se lo veda. No cabe, pues, mayor ensanche por ese lado.
Sólo una dirección tiene abierta la necesidad chilena : el noreste,
es decir las ricas provincias mineras de Bolivia, que lindan por
el norte con la Argentina. Si Chile tuviera « las manos libres »,
es decir, si contara con el beneplácito argentino, es casi seguro
que por ahí se ensancharía, y que su ambición seria llegar hasta
la frontera brasilera de Mattogrosso : para ello necesitaría hacer
de Bolivia una Polonia americana, y repartirsela con los veci-
nos complacientes que encuentre...
Pero, aún en la imposible hipótesis de que hubiera estadistas
argentinos tan torpes ó tan inhábiles!para consentir en esa mons-
truosidad, por más pasivamente que fuera, el interés elemental
/ de este país repugnaría admitir como posible el gravísimo peli-
/ gro de tener á Chile como lindero norte, ya que lo tenemos como
( lindero oeste y sur. Vendríamos á quedar rodeados en tres la-
idos por Chile, que nos empujaría lentamente hacia el cuarto,
, que es el océano. Sería exponernos al abrazo de la túnica de
Neso.
No puede, por lo tanto, ni en hipótesis discutirse ese ensan-
che. Luego, pues, Chile sabe que^ en las circunstancias actua-
les, nosotros le cerramos el paso, directa ó indirectamente, en
todas direcciones. ¿ Puede resignarse á ser asfixiado lentamente,
dentro de la campana neumática de sus angostas serranías? He
ahí el problema. « Por la razón ó por la fuerza», según reza el
lema de su escudo, Chile tiene que tratar de resolverlo.
No es una ilusión el encarar de ese modo la cuestión. Al-
guien ha observado recientemente con verdad profunda que,
(( ahogado por la orla estrecha que le cupo en suerte, Chile bus-
ca su ensanchamiento : la suprema aspiración de su raza es
desdoblarse al otro lado de los Andes. En el norte ya lo hicieron,
atravesando el Atacama é internándose en el suelo de Bolivia.
Pero su desilusión fué profunda: no era un desierto lo que les
faltaba ; lo tenían ya al sur. Lo que necesitaban eran tierras
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 125
fértiles y ubérrimas, grandes pasturajes para el ganado, plani-
cies, valles y ríos; aproximarse, en fín, á esta civilización orien-
tal de que los Andes los rechaza ». ¿Es, pues, realmente una
necesidad absoluta, fatal, la que impulsa á Chile á salir fuera de
su territorio, y la que lo obliga á arriesgar el todo por el todo
para quitar á sus vecinos lo que pretenden es para ellos de ne-
cesidad vital ? He aquí como contestaba á esa pregunta un pe-
netrante observador brasilero : « Chile es una orla de tierra esca-
sa, que la naturaleza ha abierto entre la cordillera y el Pacifico ;
al norte está la región desolada de Atacama, al sud la Patagonia,
fría y estéril. Las montañas forman una mole inmensa, cuyas ci-
mas perforan las nubes; son rocas escarpadas, sin vegetación , inac-
cesibles, cuya nieve eterna disuelve raras veces el fuego de los vol-
canes. El mar no es un lago como el de Grecia, — encerrado entre
las islas, comunicando pueblos y penetrando en las mil sinuosi-
dades del litoral; — es la superficie inmensade un océano, que lle-
na el alma de horror y de espanto. La costa forma una línea casi
rectaen la región poblada, quebrándose en una que otra ensenada,
abierta para recibir las montañas, grandiosas é imponentes. En
su aislamiento del resto del mundo, entre cuatro monstruos : el
Atacama, el Pacífico, la Patagonia y la Cordillera, el chileno
está circunscripto, oprimido, y su vida es una continua lucha
contra los agentes físicos. La región parece una cindadela inex-
pugnable, cuyos horizontes están cercados por vallas que atur-
den la imaginación. No hay para los chilenos una salida fácil
y natural, que los ponga en comunicación con los demás pue-
blos. El mar los tentó al principio, y un día se aventuraron á
navegarlo. El suelo es pobre y casi árido. No tiene pasturajes
para el ganado. No tiene ríos caudalosos, como en toda la costa
occidental de América; los lagos son más bien pantanos y sali-
nas. Es un terreno sin vegetación, é impropio para la agricul-
tura, limitada á los cereales, sin una gran producción que pue-
da ser llevada álos mercados universales. Lo que Chile produce,
alcanza casi sólo para su propio consumo. Su pequeña riqueza
consiste precisamente en minas de cobre, de las que vive su ex-
portación. ))
Por otra parle, y además de la verdad que encierra la observa-
ción precedente, preciso es tener en cuenta que la topografía
misma del territorio de Chile, lo impulsa de por sí á una guerra.
126 LA POLÍTICA ARGENTINA
Es una ley histórica comprobada, que los pueblos de las mon-
tañas codician siempre las llanuras. Chile, encerrado entre los
pedregales de sus serranías, malgrado la hermosura de sus va-
lles, contempla siempre, por encima de las altas cumbres, las
pampas inconmensurables de este lado de los Andes ; y la fe-
racidad inagotable de este suelo privilegiado lo atrae, lo subyu-
ga, lo fascina. Asi también, en los tiempos antiguos, los mon-
tañeses de la Macedonia codiciaban los fértiles llanos del Ático,
y estaban en acecho del momento en el cual pudieran despren-
derse, como avalancha irresistible, desde sus picos escarpados,
sobre los sembrados y plantíos, que formaban la alfombra de
esmeralda de la Grecia, y circundaban la brillante Atenas, como
la corona de la riqueza y de la civilización: tan fatal fué aquella
obsesión, que al fin se precipitaron; y arrasaron, en su impulso
frenético, la cultura y el bienestar del pueblo más brillante y en-
cantador que registra la historia. Ciertamente (( la comparación
no es razón », pero, si parva licet componere rnagnis, hay en
la histórica codicia trasandina por las llanuras cis-cordilleranas,
algo de la obsesión fatal de los macedonios respecto de los
griegos.
Y, sin embargo, esa atracción no es máá que un verdadero
espejismo. La diversa naturaleza del territorio de ambas repú-
blicas, les señala rumbos diferentes en su actividad económica :
la Argentina es país esencialmente agrícola y pastoril, pues su
riqueza y porvenir estriban en el desarrollo de sus industrias
rurales; Chile es netamente minero y comerciante, basando su
grandeza en la explotación de la vetas de sus cerros y en la ex-
pansión de su marina mercante. La Argentina, perlas condicio-
nes de su suelo y su situación geográfica, está destinada á ser el
granero y la proveedora de carnes de los países del viejo mundo;
Chile, por la topografía de su angosto territorio y su carácter
montañoso, está llamado á monopolizar el comercio del Pacífi-
co, y á tener un papel prominente en la navegación de todos los
mares, así que la apertura del istmo de Panamá lo acerque más
al resto del mundo civilizado. Para la Argentina, el mercado
consumidor seráexclusivamente la Europa; para Chile, los mer-
cados de su comercio serán las naciones del Pacífico y la in-
mensa región del Extremo Oriente. ¿ Por qué, pues, violentar
la naturaleza, renunciar al destino manifiesto de su posición
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 127
geográfica, y querer asumir el peligroso disfraz de potencia
conquistadora, « á la prusiana », queriendo dominar el interior
del continente ?... Es un triste daltonismo el que lo impulsa á
convertirse en país guerrero.
Chile parecía predestinado á ser la Inglaterra de América,
mientras que se empeña erróneamente en transformarse en la
Prusia de este continente. País de costas puramente, su destino
es ser marítimo y su dominio es el mar : sus riquezas mineras y
carboníferas lo colocan en situación excepcional. Renunciar á
esas ventajas, y transformarse en potencia militar mediterránea, y
buscando anexarse territorios de los países vecinos^ es conspi-
rar contra su porvenir : las conquistas hasta ahora sólo males
le han acarreado, y las mismas riquezas momentáneas que le
produjeron, han ocasionado el desequilibrio económico de que
padece, además de procurarle la vidriosa situación en que se en-
cuentra respecto de todos sus vecinos.
La Argentina, por el contrario, malgrado sus costas, es país
esencialmente mediterráneo, y la inmensidad de sus llanuras lo
obliga á ser país de agricultura y de ganadería, condiciones eco-
nómicas que lo fuerzan á ser pacífico y tranquilo, teniendo den-
tro de fronteras demasiado territorio despoblado, para necesitar
pensar en invadir el cercado ajeno ; y demasiado en qué ocupar-
se dentro de casa, para mezclarse en lo que pasa fuera de ella.
De ahí, pues, que nos repugne la tendencia conquistadora y
guerrera de Chile, que sueña con ser (( la primer potencia militar
de Sud- América ».
Desgraciadamente, Chile parece condenado por el hado fatal
de su destino, á ser una nación agresiva y peligrosa para todos
sus vecinos. « Sin industria, sin labranzas, sin una gran preo-
cupación de comercio, la nación no se caracteriza como un tipo
mercantil, sino como un pueblo guerrero y militar. La organiza-
ción social, de acuerdo con el medio físico, le han fijado ese
destino : Chile, en sus tiempos prehistóricos, es el país de la
Araucania. Sus valerosos antepasados le dejaron la energía in-
domable, que fructificó con la savia de los aventureros españoles,
de los piratas ingleses y holandeses. Todas estas razas comba-
tieron allí largos años, y los hijos de su cruzamiento, que son los
chilenos, comenzaron á pelear desde temprano. Su independen-
cia fué costosa y su nacionalidad política brotó con esfuerzo, pero
128 LA POLÍTICA ARGENTINA
con firmeza y tenacidad. Fué la gestación del roble. Hay en las
lineas generales de esta formación, algo délo que sucedió en Ro-
ma : el mismo aspecto de cindadela, las mismas luchas de desen-
volvimiento. Sin embargo, las diferencias del medio físico fue-
ron profundas y desfavorables para Chile. Roma no tenía la cor-
dillera, tenia las colinas ; Roma no tenía el mar tenebroso, tenía
tierra humana, otros pueblos que excitaban sus energías. Las li-
mitaciones naturales que oprimen á Chile, lejos de vigorizar su
espíritu, como las dificultades que se oponían al progreso de Ro-
ma, debilitan más bien su pensamiento, para desenvolver y soltar
las riendas de su imaginación; y se ve dominado por la necesidad
física que tiene la raza, de trabajar y vencer el hambre. Y como
elemento de mayor perturbación moral, no faltan los terremotos,
que, por su carácter de acontecimiento imprevisto, transmiten la
impresión de lo sobrenatural, haciendo insegura la vida y vaci-
lante el porvenir». Cuan diversa ha sido la génesis y el desen-
volvimiento de la nacionalidad argentina !
Pero, hay otra cuestión, más grave y transcendental si se quie-
re, que envenena las relaciones de Chile para con la Argentina,
y en la cual desgraciadamente nada podemos hacer por parte
nuestra. El punto es delicado, y lo trataremos sirviéndonos de
datos chilenos. Poco hace. El Heraldo, de Valparaiso, estudian-
do el movimiento de Buenos Aires, en mayo último, decía (en
su número de 17 de junio) : a En el mismo mes de mayo, según
las estadísticas del registro civil de Santiago y Valparaíso, que
han visto la luz pública, en ambas ciudades ha habido un exceso
de defunciones sobre los nacimientos, de modo que mientras en
Buenos Aires se notaba un crecimiento vegetativo de 1903 habi-
tantes en un solo mes, en nuestras ciudades principales se pro-
ducía una considerable reducción, que no obedece á causas
pasajeras ó accidentales, sino que es el movimiento demográfico
normal en los primeros centros de población de la república.
Decimos que la serie de batallas que perdemos, con relación á la
República Argentina, es de doble importancia, puesto que la po-
blación de aquel país se acrecienta, no sólo por el movimiento ve-
getativo, sino por el caudal de la inmigración europea, que puebla
rápidamente sus campos y explota sus riquezas agrícolas. No exis-
tiendo en Chile ese subsidio de población, la reducción que acusa
la estadística demográfica continúa en progresión creciente, ame-
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 129
nazando el aniquilamiento de nuestras poblaciones y la decaden-
cia del poder nacional. » Y agrega virilmente tan sesudo diario :
(( Es preciso plantearse estos problemas con perfecta sinceri-
dad, y contemplarlos frente á frente en toda su amplitud y en
toda su transcendencia. No es virtud propia de patriotismo, sino
vicio deplorable de la vanidad, ocultar los males propios, evi-
tando asi que iniciativas inteligentes les apliquen el oportuno y
eficaz remedio. Por eso, antes de halagar el amor propio nacio-
nal con el anhelo de grandezas futuras, comencemos por exa-
minar los males sociales que amenazan nuestra prosperidad,
para que sea posible combatirlos con la energía de todas las
fuerzas nacionales. ))
¿ Cuáles son las causas de ese deplorable fenómeno ? Aquel
diario agregaba : « entre nosotros no son la esterilidad ni el ce-
libato las causas de la despoblación : es la falta de higiene pú-
blica y de obras de saneamiento en las ciudades, especialmente
en las más populosas». Y terminaba diciendo : «Nuestra pobla-
ción se muere y extingue, porque el poder central no acude á sal-
varla con los recursos múltiples del arte y de la higiene pública ».
De ahí su patriótica conclusión, que tiende á buscar el reme-
dio del mal, no en la destrucción del rival sino en el saneamien-
to propio : « Esas armas que nada crean, nada fructifican, nada
impulsan, consumen toda la energía nacional, y hacen necesa-
rio echar en olvido las exigencias más delicadas y premiosas
del porvenir. I^a ráfaga pasará, debemos creerlo, y horas de
tranquilidad y de cordura permitirán pensar en problemas de
índole transcendental, que se relacionen con la prosperidad y
engrandecimiento futuro déla nación».
Ojalá todos los chilenos pensaran así, y abandonaran esa ten-
dencia perturbadora á un imposible predominio militar, á una
fementida hegemonía, á una política agresiva y de conquista,
que busca erróneamente curar los propios males y restablecer
el equilibrio de la población y riqueza con otras naciones, por
los medios vedados que sugiere un desgraciado espíritu beli-
coso I
Departe nuestra, sucede todo lo contrario; es decir, militan
todas las razones posibles, desde las sentimentales, hasta las
temporales, y sobre todo las de intereses económicos, en favor
de la paz .
9
130 LA política argentina
La guerra, sin embargo, pudiera tener efectos incalculables
sobre los destinos argentinos. No respecto de ensanches terri-
toriales, que no los busca ni necesita este país ; pero si como
profundo sacudimiento, para vaciar en un solo crisol los múlti-
tiples elementos discordantes que están hoy formando la nacio-
nalidad argentina, en razón de ser retoños de cepas extranjeras,
del origen más diverso y, á las veces, más antagónico por razón
de raza, de lengua, de religión. Falta hoy, quizá, un verdadero
espíritu nacional ; no se percibe claramente el alma de la patria.
Se diría que es, éste, un pueblo sin ideales, y que sólo piensa
con criterio de mercader, sólo en atmósfera de mercader vive.
Eso explica, posiblemente, el cuasi despego con que la pobla-
ción considera las cuestiones internacionales, que relega á ran-
go secundario; pues parece no desear ni aspirar sino á la tran-
quilidad material, cueste lo que cueste, para que prosperen los
intereses materiales, asegure sus réditos el capital empleado, y
sin peligro eventual se realicen las especulaciones mercantiles.
El becerro de oro parece, á primera vista, ser su único norte.
Sinduda^ hay en esto un falso miraje, y las cosas, en puridad
de verdad, no son asi. Pero algo hay, siquiera en la superficie,
que justifica aquella observación equivocada, y ese algo puede,
con el andar del tiempo y gracias á la indiferencia pública, irse
ahondando y concluir por echar raices que sea más tarde difí-
cil extirpar. La enorme masa de población extranjera, y el in-
menso cúmulo de capital forastero, ejercen una influencia tan
tremenda sobre la opinión genuinameifte argentina, que, en
realidad, en los grandes centros de la república parece á pri-
mera vista que el sentimiento del patriotismo altivo se encuen-
tra subyugado por el del interés mercantil, que antepone á to-
do — hasta á la dignidad nacional misma, verbigracia, á una
guerra — el desarrollo material del país. Uempire, c^est la paix :
tal fué la palabra de orden con que el tercer Napoleón ahogó
en Francia las libertades políticas y las aspiraciones populares.
La paz, es la riqueza : tal es el lema con que todo se cohonesta
entre nosotros, y merced al cual se juzga sin importancia por
más de uno las sucesivas cesiones territoriales que hemos he-
cho á todos nuestros vecinos, que por cuatro veces hemos re-
petido á favor de Chile^ y que amenazan aún repetirse una
quinta vez, si no hubiere otro medio de impedir la perturbación
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 131
de la decantada paz. Cartagineses I ese es el mote con que allen-
de los Andes nos apostrofan. Bizantinos I ese es el concepto en
que nos tienen los que, ultra cordillera, claman por la guerra...
La claudicación vergonzosa de 1893, al rasgar el tratado de 1881,
y cederle los canales y costas que del Pacifico se internan á este
lado de la cordillera, les hace creer que^ después de esa hu-
millación, por todo podemos pasar.
Hay exageración manifiesta en semejantes excesos de lengua-
je. La prueba evidente de ello la daría una guerra, pues ha*
b ría de demostrar que no somos cartagineses ni bizantinos. Ilu-
sión semejante podría ser fatal para nuestros vecinos. Pero^ el
solo prurito de ponerlo en evidencia no compensaría los males
de la guerra, á la que no se debe recurrir sino cuando real-
mente estén agotados todos los medios dignos de evitarla. No
en vano se la llama : ultima ratio.
De parte nuestra, pues, no hay ni puede haber el más remoto
peligro de que la paz se perturbe: todo depende exclusivamente
de Chile, el cual, paradlo, tendría que prescindir de los trata-
dos vigentes y del arbitraje pactado...
Permítame ahora, para sintetizar las condiciones respectivas
de ambos países, recordarle lo que hace poco observaba un pro-
fundo pensador europeo : « gracias á las nuevas condiciones de
la sociedad moderna, la solidez de la composición social ha ve-
nido á ser un importantísimo elemento de superioridad. La gue-
rra en nuestros días exige grandes multitudes de soldados y re-
quiere, durante un tiempo más ó menos largo, toda la energía
del país ; de donde resulta que suspende la vida entera de un
pueblo y turba gravemente su equilibrio social ; de modo que
un país que sea pobre, en el cual la multitud sea ignorante, el
gobierno sea poco querido del pueblo, y las relaciones entre las
clases sociales, ásperas y duras ; un país en el cual sólo la mano
de hierro del poder militar consigue mantener un orden relati-
vo, y haya numerosos partidos que espíen un momento de de-
bilidad del gobierno para sublevarse y derrocarlo ; un país como
ese, resistirá dificilmente á la larga prueba de una guerra. Á un
país deesas condiciones, sólo podría salvarlo una victoria; pero
si la guerra se prolonga, el gobierno debe dedicar la mayor par-
te de su fuerza á precaverse del peligro de la revolución interna,
y, por consiguiente, no puede conducir enérgicamente la gue-
132 LA POLÍTICA ARGENTINA
rra. En cambio, una nación en que el pueblo y la clase media vi-
van holgadamente, en que la cultura esté difundida, el gobierno
pese poco sóbrelos, gobernados y éstos no lo odien, las relacio-
nes entre las clases sociales sean amables y cordiales ; una so-
ciedad que se mantenga, no por la fuerza bruta sino por el libre
consentimiento de los ciudadanos afectos al gobierno ; una na-
ción como esa, podrá afrontar una guerra aunque ésta sea larga,
porque el gobierno, sintiéndose seguras las espaldas, sabiéndose
sostenido por todo el pueblo, podrá desenvolver toda su energía á
seguir la guerra y vencer. »
¿Cree Vd. que en Chile sus estadistas ilustrados no toman
en cuenta argumentos semejantes, máxime en el momento ac-
tual en que, á la gravísima crisis económica, se une la no me-
nos honda perturbación de la crisis social, que lleva á sus rotos
á la desesperación y á la miseria, y que se «leja entrever en las
manifestaciones socialistas de las calles de Santiago y en los
atentados anarquistas ?
La rivalidad entre Chile y la Argentina por la hegemonia sud-
americana es un hecho fatal. Sólo los políticos miopes, que pre-
fieren vivir al día, pueden negar el conflicto latente: obedece
éste á leyes históricas que no pueden esquivarse. ¿Á quién
pertenecerá el triunfo? La respuesta es sencilla : al que tenga
mayor poder en el momento critico. Paradlo es menester que
la dirección de cualquiera de ambos países caiga en manos de
estadistas de verdad, que vean claro el objetivo, y dediquen toda
su actividad á desenvolver el país en un sentido dado, trazándose
una política de la que no se desvíen, procediendo implacable-
mente en alejar los obstáculos internos ó externos que se opon-
gan ásu plan, organizando seriamente tres cosas capitales : las
finanzas, el poder militar y la diplomacia. ¿Cuándo llegará el
momento crítico ? Dentro de diez años ó dentro de medio siglo :
poco importa, pero es menester que, en el más breve plazo po-
sible, el país que hade prevalecer .esté preparado ; á ese sólo pre-
cio podrá lograr el resultado apetecido de ejercer la supremacia
continental. ¿Significa acaso esa política tendencias agresi-
vas de ensanche territorial, de sojuzgamiento de las demás
naciones ? Seria insensato pretenderlo : no es la política de
Napoleón I . la que debe adoptarse, es la política de Bis-
marck; que lleva á su patria paulatinamente á la unidad, al
LA política continental Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 133 .
engrandecimiento, al poderío, para inspirar respeto al resto del
continente y para abrir de par en par las puertas del futuro á la
prepotencia comercial, industrial, intelectual y política de la pa-
tria. Esa será la gran tarea del siglo xx en esta parte del mun-
do : quiera el cielo que en la Argentina se revele el estadista de-
seado 1 Sin duda, habrá que luchar contra la corriente, contra
la opinión del «término medio », contraía inmensa mayoría de
los políticos de segunda fila: muy pocos son los que entreven ob-
jetivos semejantes y se resuelven á sacrificar una existencia en-
tera, para preparar soluciones que se realizarán en el futuro, pues
es más cómodo el resultado inmediato y el aplauso momentáneo.
Pero, justamente, en ello estriba la diferencia entre un gober-
nante común y un estadista excepcional.
Pero, se dirá, para desarrollar una política de tan vastos alcan-
ces, forzoso es conformarse con la paz armada, y ésta es un mal
terrible. « La paz armada — ha dicho un grande hombre de Es-
tado — es otra forma de la guerra, en la cual se combate con oro
como proyectil. El país que pueda soportar por más tiempo esa
carga, es el que tieneque triunfar. Es una especie de prima de
seguro, que pagan las naciones para garantizar el mantenimien-
to de la paz. Es dura, ruinosa : convenido; pero, ¿qué es en re-
lación con el desastre que representa la guerra más feliz? El des-
arme es una quimera: ¿se querría acaso asegurarlo con ciertos
controles? daría el casus helli permanente. Preciso es, pues,
vivir con aquella enfermedad : puede que el porvenir descubra
su remedio .»
¿Puede Chile pretender desarrollar una política continental,
normalizándola paz armada, soportando su carga aplastadora?
¿ Se lo permitirían sus finanzas ? ¿No le es preferible recurrir á
una guerra inmediata, por más que en ella arriesgue el todo por
el todo? El gran capitán, don Juan de Austria, ha dicho : «que,
aun en las cosas ordinarias, se dice que quien no aventura, no
ha ventura; pero esta verdad . tanto más poderosa y cierta es en
las cosas de las armas, en estas donde no se conquista, si no
se pelea».
Hay más de uno, entre nuestros vecinos trasandinos, que
todavía sostiene que, como el estado de la hacienda chilena es
una ruina, para salvar la miseria, aquel pueblo va á proceder
con nosotros sin escrúpulo alguno : la razón sería la necesi-
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134 LA POLÍTICA ARGENTINA
dad, con la que querría disculparse ese bandidaje en acción.
Inútil parece demostrarlo insensato de ese argumento. Pero ese
peligro, por remoto que sea, debe hacer reflexionar dos veces á
los estadistas argentinos, y quizá inclinarlos á creer que, para
evitar tal guerra, que para nosotros sería ruinosa, es necesario que
nuestra diplomacia atraiga á nuestros vecinos á estrecha alianza,
como medio de conservar la paz, porque les quitaría á los quijo-
tes pobres, el deseo de satisfacer el hambre en casa ajena. Este
argumento es exagerado, como el otro, pues entonces vendría-
mos á considerarnos recíprocamente, los unos como bandidos au-
daces, los otros, como candidos sin previsión, adormecidos por
suponer que la justicia es la fuerza. Descartemos, pues, la exa-
geración manifiesta de ese punto de vista.
— Pero, aun prescindiendo de esas consideraciones, ¿ acaso
sería favorable el momento para Chile, cuando aún no está defi-
nitivamente solucionada la situación legal de sus conquistas en
el Pacífico ? ¿ no habría temor de que el Perú y Bolivia, con ó
sin alianza con nosotros, aprovecharan el conflicto para recupe-
rar lo perdido ?
— Sin duda, la cuestión del Pacífico está aún abierta. Chile
ha hecho esfuerzos desesperados por solucionarla.
En Bolivia ha tratado de ejercer presión, gracias al partido
de Arce y compañía, núcleo numeroso enfeudado á los capitales
chilenos, y cuyo ideal es marchar de acuerdo con la cancillería
de la Moneda. Los tratados Gutiérrez-Barros Borgoño tendieron
á ese fin, mistificando la opinión boliviana con el falso miraje
de Arica, unas veces, de la caleta Vítor, otras. A pesar de que la
opinión boliviana neta, representada por el partido liberal, se
opuso resueltamente á esos pactos, que el menos avisado com-
prendía no eran sino sarcástica burla, se logró que el con-
greso de Sucre los aprobara. El resultado ha sido triste : tres
años han pasado ; en Chile se han reído de la credulidad coya,
y la astucia araucana se ha burlado una vez más de sus vecinos.
Estos tienen que estar, y deben estarlo, furiosos. Se les hizo
legitimar la conquista chilena á trueque de un plato de lentejas,
y, á la postre, se les niega esto mismo...
En el Perú, Chile necesitó derrocar el gobierno antichileno
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 135
de Cáceres, para que subiera Pierda, simpático á la Moneda,
con cuyo auxilio de dinero y de armamento se pretende que
logró vencer á su rival. Ha concluido por celebrar el protocolo
Billinghurst-Latorre^ con el que aparecen contentas ambas par-
tes y — risum teneatis I — hasta el congreso peruano lo ha
aprobado... Chile ha maniobrado con habilidad diplomática: pa-
ra celebrar con Bolivia el tratado Barros Borgoño-Gutiérrez, fué
menester que estuviera en el poder el círculo achilenado de
Arce ; para firmar con el Perú el protocolo Billinghurst-Latorre,
ha sido necesario que esté en el gobierno la facción chilenófílade
Piérola. Asi, ambos países están gobernados por hombres adictos
ó simpáticos á la política chilena. Pero aquel protocolo es, como
el tratado boliviano de 1895, sólo una burla y un sarcasmo, por-
que concede en principio el plebiscito en « ]as provincias cauti-
vas ))^ pero lo rodea de tantos trámites y de tantos arbitrajes pre-
vios, que deja abierto un semillero de cuestiones para hacerlo
ineficaz en el momento oportuno. No comprendo cómo la opi-
nión netamente peruana no se ha alzado contra pacto semejante,
sobre todo después de la reciente experiencia de la vecina Boli-
via. Es fatal la reacción, sin embargo; y Piérola y su partido
serán los primeros en sublevarse de indignación, apenas se con-
venzan de que se le ha calmado con el (( agua de rosas » de la
diplomacia. Chile se burla hoy del Perú, exactamente como se
burló de Bolivia hace tres años : el congreso chileno no ha
aprobado los tratados bolivianos, sino en la parte que le conviene;
probablemente no aprobará los protocolos peruanos, sino en lo
que tienen de inofensivos. ¿ Cómo no ven estas cosas los políti-
cos de Sucre y de Lima? Increíble parece, sobre todo que estos
últimos, con el ejemplo reciente de los otros, se hayan dejado
enredar tan candorosamente. Bien es verdad que, para eso, Pié-
rola puso en ridículo á su ministerio y á su cancillar Riva Agüe-
ro, haciendo que Billinghurst negociara con prescindencia de
aquellos ; también es exacto que en ese juego (( á las esquinitas )>,
que Chile practica con Bolivia y Perú, hace creer á unos que
engaña á los otros, pero que con ellos será leal, y... cada uno lo
cree, frotándose las manos de placer, porque pretende revelarse
más hábil que el compañero de infortunio. Desgraciadamente, la
ilusión durará poco. Es el colmo de la ingenuidad, que diarios
sesudos como La Opinión Nacional, de Lima, supongan que el
/
136 LA POLÍTICA ARGENTINA
lobo de 1879 se ha transformado en cordero en 1898, y que ese
protocolo es el mea culpa de Chile arrepentido...
El protocolo Billinghurst-Latorreha sido originado por la in-
minencia del conflicto chileno-argentino, con el objeto de alejar
al Perú de la Argentina y malquistarlo con Bolivia. La di-
plomacia peruana se ha dejado engañar candorosameute : pudo
haber aprovechado la critica situación para exigir, en cambio de
su neutralidad en caso de una guerra eventual^ simplemente el
cumplimiento liso y llano del artículo 3** del tratado de Ancón, y
aún quizá, la transferencia directa y sin más trámite de las ((pro-
vincias». En cambio, ha ñrmado un protocolo que será siempre
una vergüenza peruana: deja al arbitro determinar la nacionalidad
de los que hande votar el plebiscito, sin estipular siquiera que en
cualquier caso lo harán los peruanos; de modo que se expone á que
voten no sólo chilenos, sino bolivianos, y tutu quanti, cuyos votos
puede manipular Chile. La designación del arbitro en la reina de
España, absorbida hoy por otras atenciones, es un ardid chileno
para ganar tiempo, y tener las manos libres, si en el Ínterin re-
suelve á su sabor (( por la razón ó por la fuerza » la cuestión con
nosotros. Pero, lo más doloroso en aquel protocolo, es la inclusión
de Tarata en el plebiscito, pues esa provincia fué ocupada manu
militari — como lo fué la Puna boliviana— y no la comprendió
el tratado de Ancón : el Perú siempre ha protestado contra ese
abuso de la fuerza, que hoy sanciona. En una palabra : Chile
obtiene la sanción de su ocupación de Tarata, sigue retenien-
do á Tacna y Arica, nada da en cambio, pone en cuestión hasta
quiénes podrán votar en el mítico plebiscito, establece un arbi-
traje problemático, (( gana tiempo » según su política tradicio-
nal. ¿ Es posible suponer que tan enorme resultado lo habría po-
dido obtener del Perú cacerista? Se ha necesitado la subida de
Piérola al poder, y que el negociador sea Billinghurst, cuyos in-
tereses están en Iquiquey cuyas conexiones íntimas con Chile
son públicas y notorias. Con razón acaba de decir EL Nacio-
nal, de Lima : (( que todas estas usurpaciones, que todas estas
iniquidaclüSf se realizaran por la fuerza, se explicaría: Chile tie*
ne escuadras y ejércitos de sobra para llevar á cabo esas em-
presas; pero que nosotros los despojados, las victimas de la es-
poliación, tomemos de la mano á nuestro victimario, á nuestro
implacable enemigo, y lo llevemos ante un soberano europeo
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 137
para otorgarle alli, ea un fallo arbitral, el titulo más solemne y
legitimo de propiedad de aquello mismo que nos usurpó, es algo
tan extraño, tan incomprensible, tan opuesto á la razón, tan
contrario aun al instinto de conservación, que sólo podria cali-
fícarse como el suicidio de la nacionalidad )>. Más aún : otro
diario, Las Provincias, del Callao, ha dicho : « Este nuevo
pacto, cual el de Ancón, deja pendiente la cuestión Tarata, y tien-
de á imponernos un presidente designado por Chile, y puede
imponer á la república las mismas funestas consecuencias que
ocasionó aquel ». Chile, efectivamente, auspicia la candidatura
Billinghurst para suceder á Piérola... como en Bolivia auspició
la candidatura Baptista para suceder á Arce.
Chile lo que busca es ganar tiempo. Considera á Bolivia como
factor sin importancia ; cree haber neutralizado al Perú con el
cordial último. El juego es peligroso : Bolivia es una nación
valerosa y se encuentra indignada por el desparpajo con que se
la trata ; el. Perú, al conocer que ha sido objeto de una simple
treta, se indignará á su vez. Si la guerra estallara con la Argen-
tina, es fuera de duda que ambos países se conmoverían honda-
mente, y seria difícil á sus gobiernos contener el torrente popu-
lar. La fuerza de las cosas los haría volver por sus fueros y rei-
vindicar las conquistas desgraciadas de la última guerra ; esa
actitud los convertiría en nuestros aliados indirectos. Tan es así
que, últimamente, El Comercio, de Cochabamba, decía : (( Seria
culpable miopía creer que Chile desea conceder algo á Bolivia.
Su prensa manifiesta propensiones francas á la polonización ;
sus hombres públicos discurren sobre el sacrificio de este país ;
su gobierno §e burla, hace imposiciones depresivas, y firma tra-
tados estelionatarios de imposible ejecución... Si Chile venciera
á la Argentina en los campos de batalla y nosotros fuéramos
neutrales, el pato de la boda sería siempre Bolivia ; en todo
caso, una vez que se imponga Chile en la América, somos la
víctima segura. Al contrario, si aunamos nuestros esfuerzos con
la Argentina, es seguro que contenemos á Chile en los límites
del derecho, y resguardamos el equilibrio continental en la Amé-
rica del Sud. Sí triunfamos con la Argentina, hemos recuperado
nuestro territorio, hemos asegurado nuestra nacionalidad ; tene-
mos soberanía política y comercial. Si la suerte de las armas nos
fuere adversa, no hemos perdido más de lo que hoy mismo
138 LA POLÍTICA ARGENTINA
piensa Chile respecto de nosotros )). Esos párrafos son harto
significativos. Por otra parte, en Bolivia puede afirmarse que
hoy, pueblo y gobierno, todos los partidos, todo el mundo —
salvo el grupo diminuto « huanchaquista » de Arce y Baptista —
se inclina á la Argentina, y ve en una alianza estrecha la solu-
ción de sus problemas : ese movimiento ha sido como un torrente
irresistible, y los llevará, si necesario fuera, hasta la reconstitu-
ción del virreinato I
Por otra parte, no puede ocultarse ni al Perú, ni á Bolivia,
quo la Argentina ha puesto fin á su evolución anárquica, con
sus crónicas revoluciones y sus endémicas guerras civiles. Hoy
eso pertenece al pasado. Desde luego, ese solo hecho tiene que
influir en que este país despierte de su letargo internacional, y
sea cual fuere el rumbo definitivo que adopte, tiene en su pro-
pio interés que velar por la integridad territorial del continente,
y por el respeto de su peculiar derecho internacional, cuya pie-
dra angular es el uti posstdetis de 1810. De ahí que, bajo princi-
pio alguno, convenga al Perú ó á Bolivia entrar en arreglo cual-
quiera que tienda á dar su asentimiento á una violación, sea del
uti possidetis, sea de la integridad territorial. Cuanto más
tiempo ganen ambos países, su situación será mejor : el hecho
de la posesión por parte de Chile, no menoscaba su derecho de
propiedad; no corre, en materias semejantes, la prescripción, y
sólo su asentimiento expreso puede variar el aspecto jurídico de
la situación. Estar á la espectativa, es, pues, la gran política
peruana ó boliviana : aprovechar de cualquier coyuntura favo-
rable para reivindicar lo que les ha sido violentemente arreba-
tado, tiene que ser su única norma de conducta.
¿ Puede ignorar Chile ese estado de cosas? Lo conoce mejor que
nosotros. Pero... tiene el más soberbio desdén por sus vecinos
del norte. Poco hace, Vial Solar estudiaba en un libro los pro-
blemas del norte, y decía: « Chile podrá hacer de Bolivia una
nación feliz que, unida por fin á la nuestra, constituya en Amé-
rica una unidad política enérgica y poderosa, que haga oir su
voz con el derecho de la razón y de la fuerza en el concierto
sud-americano ». Bolivia convertida en apéndice de Chile, incor-
porada como provincia á sus dominios . . . Proh pudor I Tal es la
manera cómo aprecia Chile el estado de cosas del Pacífico. Lue-
go, si llegara á prescindir de él, y se resolviera á pesar de todo á
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 139
]a sonada guerra con nosotros, querría eso simplemente decir, ó
que no temía la hostilidad eventual de sus vecinos del norte, ó que
habrá tomado sus medidas para neutralizarlos en el momento
crítico.
La burla á Bolivia, por los tratados de mayo 18 de 1895, pa-
reció corregirse por el protocolo de diciembre 9 de aquel año, en
el que se estipula (( que no se dará por llenada la obligación por
parte de Chile, sino cuando entregue un puerto y zona que satis-
fagan ampliamente las necesidades presentes y futuras del co-
mercio é industrias de Bolivia». Sabido es que eso ha quedado
letra muerta. ¿Con qué criterio aprecian hoy en Chile esa estipu-
lación /jro formad «La cuestión de obtener para Bolivia un
litoral adecuado á las necesidades de su comercio,— ha dicho re-
cientemente La Revista de C hílese reduciría lisa y llanamente
á dañar á sangre fría y con premeditación los intereses peruanos
y los intereses chilenos, que hoy aprovechan del estado de cosas
existente ; á dañarlos sin necesidad ni motivo, llevados solamen-
te de un sentimentalismo inconsciente y vaporoso. Un ferrocarril
por Arica á Bolivia, perjudicaría al ferrocarril peruano que pasa
por Puno y Arequipa, y á la aduana de Moliendo, y perjudica-
ría al ferrocarril chileno que de Oruro llega á Antofagasta ». Y
el exdiplomático chileno, Javier Vial Solar, en su último y rui-
doso libro, dice: «No podría ese comercio {el boliciano) ser ma-
yor que el que en la actualidad se hace por Antofagasta, y que si
daría animación y vida á la playa que se extiende al pié del Morro,
ello habría de suceder á espensas del puerto chileno, que^ á su
turno, pasaría á ocupar el lugar de caleta abandonada. En más
sencillos y lacónicos términos, el puerto boliviano de Arica ma-
taría al puerto chileno de Antofagasta; lo cual ¿puede por razón
alguna ser halagador para el patriotismo?»
¿Quiere Bolivia una declaración más franca y categórica? Se
le da á entender que ni en caso de incorporar definitivamente á
Chile las provincias cautivas, conviene darle una salida propia :
es menester que sea siempre tributaria...
Un diario de Sucre decía recientemente: « La política inter-
nacional argentina se ha resentido hasta ahora de falta de pre-
visión en contra de la energía y solapada actividad chilena, que
busca anular la simpatía y los intereses comunes entre Bolivia
y la Argentina. No otra cosa sucede ahora con el Perú, que
140 LA POLÍTICA ARGENTINA
concluirá entendiéndose con Chile, en detrimento de la influen-
cia argentina. La república Argentina, llamada providencial-
mente á hacer politica trascendental americana, con influencia
soberana, se achica y reniega del porvenir brillante, ante Chi-
le...» Algo de eso podría explicar los arrogantes reportajes de los
ministros del gabinete santiaguino, cuando hacen desfilar en lon-
tananza 200.000 rotos armados, y se disponen á hipotecar hasta
las plazas públicas para ello. Declaraciones semejantes no se
hacen, ó no deberían hacerse, sino cuando se está dispuesto á
ir á la guerra á todo trance, cueste lo que cueste.
—¿De modo que Vd. presta entero crédito á las manifestacio-
nes de la prensa chilena? Mientras tanto, se ha pretendido que
el periodismo transandino no es verdaderamente «popular», en
el sentido de que las masas chilenas son en su mayor parte anal-
fabetas, por cuya razón los diarios no representan sino tenden-
cias personales ó aspiraciones de círculo...
- Hay mucho de exacto en eso. Los diarios que allí van á la
cabeza de la prédica guerrera, son : La Ley y La Tarde ; este
último es nuevo, sirve de órgano á los señores Irrarazábal y
parece no tener una circulación extraordinaria ; mientras el otro
tira unos 11.000 ejemplares, es el órgano reconocido del partido
radical, y es el diario «rojo» por excelencia, recordándose las
ruidosas excomuniones de que fué objeto, y distinguiéndose por
su oposición á todo trance al gobierno actual. Podría quizá su-
ponerse que, dados esos antecedentes, la campaña guerrera en
la cuestión internacional es sólo un pretexto para el ataque polí-
tico en la cuestión interna: Barros Arana está afiliado á ese par-
tido.
De los demás diarios. La Ahueca República es el órgano de los
balmacedistas sanfuentistas ; La Libertad Electoral, de los se-
ñores Matte; El Ferrocarril es el que tiene probablemente ma-
yor circulación, 15.000 ejemplares ; y El Porvenir, diario con-
servador, parece servir de porta-voz al jefe actual del minis-
terio, señor Carlos Walker Martínez. Esos son los diarios más
notorios santiaguinos. De los de Valparaíso, El Mercurio res-
ponde á los señores Edwards, El Heraldo es el órgano autoriza-
do y circunspecto del respetable señor Francisco Valdez Vergara
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 141
—quizá el único chileno que ha visto claro en la cuestión inter-
cionaly en la cuestión económica, sin logar ser creído,— Za
Tribuna es diario radical, y La Unión es el representante más
serio del periodismo «á la moderna», por su servicio telegrá-
fico.
Merece mención aparte El Chileno^ órgano del partido obre-
ro, que ha demostrado una independencia y suspicacia singula-
res en los asuntos de limites en los últimos tiempos, teniendo el
valor de mostrar al perito Barros Arana las contradicciones ña-
grantes en que incurre, como en el caso de su informe sobre la
fundación del pueblo San Martin de los Andes, y en la esterili-
dad de su oposición terca á las exploraciones sobre el terreno, re-
pitiendo constantemente los argumentos ya viejos que contienen
sus informes de los años anteriores.
Todo esto lo sabe Vd. mejor que yo, como conoce igualmente
el cómodo sistema de las transcripciones con que llenan aquellos
diarios su material de lectura. El pueblo verdadero poco los lee:
las clases dirigentes y las clases medias, si. Luego, en puridad
de verdad, si no puede decirse que interpreten la opinión públi-
ca en su sentido lato, no sería permitido negar que represen-
tan la opinión dirigente, que, en definitiva, es lo que interesa.
De ahí que deban tenerse en cuenta con la discreción debida.
Y, de ese punto de vista, siendo unánime el espíritu belicoso de
la prensa de Chile, puede afirmarse que es unánime el sentir de
las clases dirigentes en lo relativo á la guerra...
— Luego, en su opinión, ¿es inevitable la guerra? Porque si
Chile está resuelto á hacerla, enoers et contre tous^ tendremos
que someternos á ese capricho: no dependerá de nosotros el evi-
tarla. ¿Es ese el resumen de su opinión?
— Muy por el contrario. Abrigo la convicción de que no habrá
guerra, y de que todo este imhroglio no pasará de una «tormenta
en un vaso de agua».
Me fundo principalmente en el hecho de encontrarse hoy go-
bernando á Chile estadistas de verdad, y creo que niel presiden-
te Errázuris, ni el ministro Carlos Walker Martínez, cometerían
la ligereza de arrojarse á semejante aventura. La cuestión de lí-
mites no les da ni sombra de pretexto : ambos conocen perfecta-
142 LA POLÍTICA ARGENTINA
mente el « patrioterísmo » de Barros Arana, y la razón de ser de
su actitud anti-argentina. El cohete del dioortiam aquarum con-
tinentaly como criterio antagónico de la linea del encadenamien-
to principal de la cordillera^ tiene que provocar una involun-
taria sonrisa en Walker Martinez. «Es tan esplícito el texto del
tratado, en su articulo 1® sobre este punto, — decía en ocasión so-
lemne, y dirijiéndose oficialmente al gobierno de Chile, el hoy mi-
nistro Carlos Walker Martínez — que se necesita no entender el
valor de las palabras, para suponer que altas cimas ó divortia'aqua-
rum^ puedan tener otro alcance que el que la lengua, la ciencia,
y el sentido común le dan. Un protocolo especial para explicar
lo mismo que explico en las palabras que acabo de consignar, me
parece excusado. Basta, á mi juicio, que yo declare, como lo hago,
que mi gobierno entiende por su limite oriental sólo las altas
cumbres de la cordillera, y no otra cosa. Creo que esta declara-
ción es bastante clara y no dejará lugar á dudas ». Y añadía en
otra nota oficial: «El nuevo tratado, usando la expresión divor-
tia aquarum, no puede dar lugar á duda ninguna, pues no hay
quien no sepa lo que estas palabras significan. No hay en la cor-
dillera sino un dioortia aquarum, así como no hay sino unas
solas altas cumbres )) . El señor don Carlos Walker Martinez
concluía aquella memorable nota, inserta en la Memoria de Re-
Iliciones Exteriores de Chile, con estas altas y significativas pa-
labras : « Abrigo la convicción que la misma honradez que se
lleva á los actos privados y á los negocios particulares, se debe
llevar á los actos internacionales y á los negocios públicos . Es
así como me parece representar dignamente á mi país ; pues, de
otra suerte, traicionaría no sólo á mi conciencia, sino á la con-
fianza que en mí ha depositado el supremo gobierno)).
En presencia de esas nobilísimas palabras, que afianzan las
anteriores espli citas declaraciones, ¿no cree Vd. que estoy auto-
rizado á suponer que mientras don Carlos Walker Martínez se
encuentre al frente de los negocios de Chile, todo conflicto con
la Argentina, en razón de la chicana de Barros Arana, es ab-
solutamente imposible ?
Además, la cancillería de la Moneda no puede ignorar que el
archivo de su perito encierra declaraciones terminantes á este
respecto, como cierta significativa nota pasada por Barros Ara-
na al perito Pico, á propósito de la Puna, y en la cual le decía-
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 143
rasin ambages ni reticencias, que en esa región hay que atener-
se al criterio de las altas cumbres que dividen aguas, por ser ina-
plicable su teoría del divorcio continental, ya que las hoyas hi-
drográficas no son visibles sino, por el contrario, casi imposibles
de precisar con exactitad. Es un colmo. j
Por otra parte, el lema oculto de nuestra política : Nisi Domi-
nas frustra — que también lo ostenta en sus blasones la ciu-
dad de Edimburgo — ha sido confirmado varias veces para no
admitir la posibilidad de que lo sea aún otra, a Vanos serán
nuestros esfuerzos, sin la ayuda de la providencia»; luego, aun
en la hipótesis de ser vanos realmente nuestros esfuerzos, nos
queda la esperanza de la providencia. Sin duda, para cubrir la
letra relativa á la política continental, que giramos en la céle-
bre ((nota colombiana», los esfuerzos vanos no son la mejor
moneda, ni la del peso y liga de la ley, pero la ayuda de la pro-
videncia, aunque moneda fiduciaria, si la tenemos, siempre es
moneda al fin...
No crea Vd. que hay en esto ironía. Por el contrario, creo fir-
memente que la ayuda de la providencia se ha manifestado en
forma de estallido de la crisis económica y financiera en Chile,
de modo que se encuentra imposibilitado para emprender razo-
nablemente la guerra. La situación económica es allí un volcán
en plena erupción : la conversión metálica fué un negotium de
la camarilla ban caria que alimentóla revolución del 91; y la
cual, después de acaparar, á tipos bajos, el papel moneda, im-
puso la conversión á tipo alto, pararecojer todo el oro, mandarlo
á Europa ó guardarlo en sus cofres, y hoy, deja que se impon-
ga por sí sola la incon versión, á fin de que el billete baje al ti-
po de los asignados, realizando entonces pingües ganancias con
el oro acaparado. Es un simple negocio bancario, que, en lugar
de operar sobre una Bolsa, como se hace en Europa, opera tran-
quilamente sobre el país entero, al que deja esquilmado... El es-
tallido ha comenzado á producirse : apenas comienzo la corri-
da de los bancos, vendrá el cataclismo^ y ante el sálvese quien
pueda, tendrán que silenciar los poco avisados que azuzan á la
guerra. En Chile, en efecto, no hay, en la acepción lata de la
palabra, capitales acumulados : tan es así, que los prácticos co-
lonos alemanes de Valdivia, de tiempo atrás^ han ido acaparando-
toda moneda de oro que llegaba á sus regiones ; y las fábricas,.
I
/
144 LA POLÍTICA ARGENTINA
que comienzan á cerrarse, no pudiendo vivir sin numerario, ten-
drán que arrojar á la calle millares 7 millares de infelices, que
no podrán ni siquiera rascarse los sábados, como hasta hoy lo
han efectuado. El comercio... pero sólo existe en ocho cuadras
de Valparaíso, y en el par de cuadros de los «portales» de San-
tiago! El krach chileno, además, repercutirá en Londres, y no
habrá un peso dentro ni fuera de aquel país para políticas napo-
leónicas...
Y ese cataclismo financiero no sólo imposibilitará á Chile pa-
ra emprender una guerra, que exige siempre ingentes recursos,
sino que ha de contribuirá modificar la opinión sensata trasan-
dina respecto de la influencia, verdaderamente nefasta, que ha
tenido en esta emergencia el perito Barros Arana. Debido á su
sofisma, Chile se ha enceguecido; gracias á sus esfuerzos conti-
nuos por presentarse él inmaculado y nosotros como perversos,
aquel país se ha dejado arrastrar insensiblemente por la pen-
diente belicosa, descuidando su administración, antestan proba,
y el desarrollo de sus fuentes naturales de riqueza, para cx)ncen-
trar toda su actividad é insumir todos sus recursos, en una paz ar-
mada que ha concluido por aniquilarlo. ¿ Cuál es la causa efec-
tiva de la presente terrible crisis económica en Chile? Exclusi-
vamente sus armamentos militares y navales, en absoluta des-
proporción con sus finanzas. ¿Por qué razón se han efectuado
esos armamentos? Únicamente por haber mistificado Barros
Arana, con su teoría sofística, la opinión de su país y hecho di-
fícil la solución del problema de la demarcación. Triste galardón
ha conquistado aquel perito, arruinando á su país, presentándo-
lo como litigante de fe dudosa, tan sólo por satisfacer una ven-
ganza de rencor personal, por el fracaso de su tratado Elizalde-
Barros Arana, que, en 1878, lo hizo tildar injustamente de trai-
dor por el gobierno de su país, en pleno parlamento I Tan pro-
funda y terrible fué la impresión que aquel amargo trance lepro-
dujo, que, al ocuparse nuevamente de la misma cuestión, ha
querido borrar hasta el rastro de aquel mote denigrante, exage-
rando las pretensiones y la animosidad contra lo argentino; lo
que, á la larga, lo ha llevado, de exageración en exageración, has-
ta fomentar la rivalidad internacional y preferir aparecer empu-
jando á la guerra. Un acto de prudencia ó de buen sentido de
su parte, estaba expuesto á ser tachado de reincidencia en la
LA política continental Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 145
<( tendencia acuyanada» que otrora se le reprochó. Y asi co-
mo en 1878 produjo, sin quererlo, una tirantez terrible en las re>-
laciones de ambos países, que estuvo á punto de provocar la
guerra; asi, en 1898, es el causante de la situación vidriosísima
de estos momentos, que puede conducir á una guerra á la menor
imprudencia. Singular destino el de Barros Arana: jettatura
triste para su patria I Es realmente un porte-malheur.
Cuando los espíritus se serenen, y el mismo Barros Arana
reflexione fríamente, la reacción de la opinión chilena contra
aquel perito tiene que ser violenta, porque en realidad le ha to-
cado el triste lote de no hacer sino mal á su patria. Es lástima que
se haya asi malgastado la vida de un ciudadano distinguido,
investigador profundo de la historia americana, metamorfoseado
primero en diplomático desgraciado, y veinte años después en
perito más desgraciado aún^ lo que en definitiva lo convierte
en hombre funesto para su patria. ¿ Por qué fatalidad el temor
ciego á que pudiera ser tachado de tibio, y se renovara el fatídico
gnto de traidor, lo ha hecho aparecer como un sofista, especie
de rezago retardado de los retóricos de la decadencia romana?
Es lamentable que sea necesario el espantoso derrumbe econó-
mico de Chile, para que se haya puesto de relieve lo nefasto
de esa influencia.
De todos modos : « mejor es tarde que nunca », reza el viejo
adagio. Cuanto más pronto abra los ojos Chile, más rápida-
mente puede ser solucionada la cuestión actual. Y, disipado todo
temor de conflicto, restablecida la tranquilidad, podría entonces
aquel país concentrar todos sus esfuerzos en aminorar la crisis
que hoy ha estallado con furia : le quitaría, por lo menos, el
principal combustible de que se alimenta. Porque, no hay que
hacerse ilusiones : el krach de nuestros vecinos no sólo trae
aparejada la inconversión monetaria, sino la ruina de las clases
acomodadas, y, como única salvación, la reconstrucción de las
fuentes de producción, tarea lenta que exige un buen número de
años.
La situación, por otra parte, es más grave que lo que parecen
creerlo los optimistas chilenos : El Heraldo, de Valparaíso —
en cuyas columnas se refleja el espíritu lúcido de Valdez Vergara,
uno de los pocos chilenos que desde hace años ha visto claro, pero
que en su país es sólo la bíblica « voz que clama en el desierto »
10
(
t
/
146 LA POLÍTICA ARGENTINA
— acaba de decir con profunda verdad : (( de todas las conferen-
cias celebradas por gobernantes, legisladores y banqueros, sólo
se ha sacado en limpio que el fisco carece en absoluto de recur-
sos para hacer frente á la crisis monetaria ; que no hay en Eu-
ropa quien acepte nuevos empréstitos, porque el desgobierno y
los aprestos bélicos han destruido el crédito de la república, y»
finalmente, en las opiniones consultadas para resolver el pro-
blema económico, hay una confusión tan grande como las len-
guas de Babel )) . Eso era de suponer : Chile nada ha aprove-
chado de la experiencia análoga nuestra, porque es ley humana
que sólo en propio cuerpo se adquiere la experiencia.
El resultado era fácil de prever desde que Chile entró en lucha
financiera con la Argentina, forzando la nota de la paz armada.
£1 esfuerzo tenia que ser ficticio, á la espera de una victoria
eventual y de una sólida indemnización de guerra. Si eso no se
realizaba, la ruina era evidente : la razón es obvia, a La desgra-
cia de Chile — ha observado un financista inglés — consiste en
que sus producciones y riquezas naturales, son minerales. Las
tierras de labor dan perennes cosechas, y los hatos y rebaños se
multiplican^ pero la riqueza minera es una precaria garantía.
La zona sur del país es friay casi sin valor alguno; la zona norte
del país es un árido desierto donde no llueve nunca, y ninguna
industria puede implantarse en ella para reemplazar á la del sa-
litre ; la región central contiene todavía terrenos no cultivados,
pero hace tiempo que no se ha hecho ningún esfuerzo para dar-
les valor, aunque el gobierno ha entrado en discusiones de pro-
yectos para construir líneas estratégicas de ferrocarriles, que
nunca pagarán su costo. La creciente riqueza de los argentinos
influye mucho en la desmoralización de los chilenos, en los apres-
tos bélicos, en el aumento de sus armamentos, porque ven en la
cuestión de límites un medio de agregar pampas productivas á
la estrecha faja del territorio chileno ». Desgraciadamente para
Chile, sólo ha logrado precipitar y ahondar su ruina económica
con ese formidable tren de preparación bélica, absolutamente
desproporcionado á sus recursos, á su potencia económica y á
su crédito : de ahí que, de 1895 á la fecha, sus 17 millones de
libras de deuda exterior, que se cotizaban en Londres del 98 V2
á la par, valgan hoy apenas 70 0/0 y amenacen derrumbarse
más; desde que, para el pago de los cupones, ha tenido que to-
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 147
mar, en letras de tesorería, medio millón al tipo usurario del
10 o/o de interés. La suspensión de pago del servicio de la deuda
externa será la consecuencia fatal de tantos desaciertos : la ban-
carrota financiera marchará ala par con la crisis económica. La
inconversión metálica traerá el régimen fiduciario y la depre-
ciación del billete, á pesar j á causa de las emisiones sucesivas
que no podrán evitarse. Es el principio de la débdcle.
La cordura más elemental impone, pues, renunciar á una
política de conquistas napoleónicas, basadas en la clásica razón
del quia nominor leo. Es preciso concentrar todos los recursos
y toda la actividad en combatir la crisis que se inicia, y que el
ejemplo reciente de la crisis argentina, primero, y de la crisis
brasilera, después, demuestra ser un asunto bien grave y serio.
La Argentina ha necesitado casi 10 años para liquidar su crisis
y ponerse en aptitud de reaccionar : ¿ cuánto tardará en ello
Chile ?
La medida previa para esa reacción económica está en solu-
cionar pacificamente, sin demora, y de manera radical, la sempi-
terna cuestión : bastará desear hacerlo, para realizarlo.
La demarcación técnica de la línea fronteriza podrá así llevarse
á cabo en armonía, y con evidente provecho no sólo para ambos \
países, sino para la ciencia en general. Hoy, según la opinión
técnica europea, se han perdido 10 años y, se dice : « se han mal-
gastado sendos millones, sin resultado decisivo para los países
respectivos y sin utilidad alguna para la ciencia; ambos grupos
de comisiones han trabajado con ideas preconcebidas y con el ob-
jeto de sacar triunfante una tesis á priorística : sus exploraciones '
técnicas no han sido practicadas con desinteresado espíritu cien-
tífico ni tienen el sello de la impa^rcialidad, para que se preste
ciega fe á los resultados que se publiquen, sea del punto de vista
meramente de la ciencia, sea de la operación internacional. La
cordillera, hoy, como antes, queda como incógnita científica : no ,
se conocen los resultados verdaderos de las exploraciones, y los
publicados son tachados de adulterados ». ¿ Hasta qué punto será
exacto ese reproche? Difícil es saberlo ante la reserva enigmá-
tica de ambos gobiernos, pero las revistas científicas de Europa
han insinuado ya que no se puede prestar absoluto crédito á los
148 LA POLÍTICA ARGENTINA
planos y á los estudios publicados por las comisiones, acusán-
dolas de confeccionar trabajos intencionados y parciales.
Sin duda no será exacto reproche semejante, por lo menos en
absoluto; pero no se oculta almas prevenido, que hay funda-
mento para ello. Se ha perdido la confianza en el carácter cien-
tífico de aquellas exploraciones ; se ha destruido el crédito del
personal técnico empleado en ellas. Se le cree, sino incompeten-
te, por lo menos de dudosa sinceridad. De parte de Chile, se ar-
guye que ha estado regimentado desde el primer instante con el
propósito preconcebido de falsear la verdad : hoy, todos los traba-
jos que profusamente ha publicado en las revistas europeas, son
tomados en cuenta «con beneficio de inventario». De parte de
la Argentina, se pretende que los diversos peritos que se han su-
cedido en el cargo, han cambiado sucesivamente el personal, eli-
giendo á veces elementos de competencia dudosa, y produciendo
entre ellos una verdadera anarquía, lo que da un valor muy de-
sigual á los trabajos de las diversas subcomisiones, y según la
temporada de que se trate. Pero, como no se han dado á la publi-
cidad esos trabajos, ni en su conjunto ni en sus detalles, resulta
que se trata en realidad de una simple conjetura, basada en ru-
mores más ó menos fidedignos, y justificados sólo por ciertas di-
vergencias lamentables entre algunos de los ingenieros emplea-
dos, que han creído deber recurrir á los diarios para dirimir
esas querellas de antesala.
El hecho es que esa atmósfera desfavorable corre peligro, sino
de esterilizar esas exploraciones del punto de vista del conoci-
miento científico de la región cordillerana, por lo menos de hacer
titubear la fe de la opinión de ambos países en la linea fronteriza
que pueda deducirse como resultado final. A nadie se ocultará
que es de desear que esos rumores se desvanezcan y que, al pu-
blicarse en la oportunidad debida los trabajos de las comisiones
argentinas y chilenas, la opinión se convenza de su exactitud y
la ciencia pueda aprovecharse de ellos con absoluta certidumbre.
Ambos países están en ello interesados, pero mientras no seden
á la publicidad aquellos trabajos, no existe, en realidad, base
sensata para divergencias irreconciliables y que no tengan sino
la solución desesperada de la guerra.
— Entonces, ¿todo quedará en nada ?
— Tanto como eso no es posible decir. Creo sí que todo este
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 149
recrudecimiento bélico tiene por fundamento el tratar de ejercer
presión sobre un gobierno agonizante y notoriamente débil é irre-
soluto, como el que hoy tenemos. Chile sabe muy bien que, ape-
nas inaugurado el nuevo gobierno en octubre próximo, se acaba-
ron las esperanzas de intimidación, de cesiones en perspectiva,
de balandronadas^ y de (( ruido delatas )). £1 gobierno futuro será
sin duda un gobierno serio y enérgico, con el que no se atreverá
la chicana : de ello están convencidos tras los Andes. De ahi los
esfuerzos desesperados para reducir el ánimo, que consideran
apocado, de los actuales mandatarios ; de ahi el haber apelado al
recurso de indiscreciones voluntarias de todo el personal diplomá-
tico de Chile : un secretario de legación primero, un plenipoten-
ciario aquí después, otro plenipotenciario en pais vecino más tar-
de ; todos estos funcionarios parecen de repente haber olvidado
lamas elemental corrección diplomática, y se multiplican sus re-
portajes intencionados y reticentes, á ñn de saturar la atmósfera
de rumores bélicos... Con proceder tan inusitado, sólo logran re-
petir la fábula del pastor y del lobo ; de modo que, á fuerza de
querer alarmar, ya comienzan á tranquilizar.
En efecto, tal desborde reportero-diplomático es notorio que ha
repercutido en la Bolsa de Londres, y Rothschild — que, hasta
ahora, ha sido el escudo salvador del crédito chileno — se ha vis-
to forzado á telegrañar á la Moneda insinuando que, si tal es la
intención de aquel gobierno, declina su responsabilidad en la ba-
ja inevitable de los títulos y en la restricción absoluta del crédito.
La respuesta forzosamente ha debido ser clara, y ella indica que
no habrá tal guerra y que los incidentes actuales encontrarán su
fácil solución dentro de las estipulaciones de los tratados. Resul-
ta, pues, que se trata tan sólo de extremar las apariencias con el
objeto de sacar ventajas del momento, y si esto fuere así, casi
estaríamos inclinados á creer que Chile, viendo frustrados sus
designios, tratará de evadir el ridículo del much ado ahout no-
thing^ saliendo del paso con algún protocolo más ó menos ino-
cuo, que por la centésima vez repita que ambas naciones se obli-
gan al arbitraje... cláusula que la Argentina impuso en el trata-
do con Chile en 1854 !
Tan es asi, que la cancillería de la Moneda, en una ruidosa
nota, acaba de confesar que (( su representante en Buenos Aires
gestiona en estos momentos, para completar los acuerdos ce-
150 LA POLÍTICA ARGENTINA
lebrados por los peritos, y ha propuesto al gobierno procedi-
mientos fáciles para que el ¿rbitro empiece á desempeñar sus
funciones, si no llegan en agosto á definitivo acuerdo ». Si de
ello sólo se tratara, si tal fuera el objetivo de toda la presente
algazara, malgrado que parecería tratarse sólo del clásico mus
horaciano, creo que no deberla haber inconveniente en conceder
tan inocente satisfacción de amor propio. Pero, me resisto á creer
que sólo se busque un protocolo que sea la sexta inútil re-
petición de la cláusula de arbitraje en caso de discordia de los
peritos : sería inconcebible que así fuera. ¿ No será ese « ino-
cente )) protocolo un nuevo caballo troyano ? Es indudable que
habría que estudiar con redoblada cautela el texto del nuevo do-
cumento. Pero si, convencida la cancillería argentina de su ino-
cuidad, lo reviste con las solemnes formas de la diplomacia, y
basta eso para calmar la efervescencia reinante, bienvenido sea
el tal protocolo. Pero de todas maneras conviene no adormecer-
se, y es preciso redoblar los esfuerzos, á fin de emplear todos los
medios necesarios para alejar la posibilidad de un conñicto. En
ese sentido, la mejor garantía es la actitud del general Roca,
quien, no como presidente electo, sino como forzoso general en
jefe, en caso de un conflicto eventual, despliega hoy la más sor-
prendente actividad y la mayor previsión. En él están hoy fijas
las miradas de amigos y adversarios ; en él están cifradas las
esperanzas de todos los que habitan este país. También es cier-
to que eso implica una responsabilidad más grande. Pues bien :
es voz pública que el general Roca está convencido de que no
habrá guerra y de que todo esto concluirá en paz, dejando á sal-
vo la dignidad y la integridad del país.
Estome confirma en la opinión que siempre he manifestado.
En un reportaje publicado en Tribuna, en abril de este año, de-
cía : (( Por supuesto, el que conoce á Chile y sus hombres públi-
cos, sabe que hay allí estadistas de valer y de largas vistas, que
lamentan en silencio ese malgaste de fuerzas, y que desearían en-
contrar el medio de marchar en armonía con la Argentina^ á fin
de que ambos países puedan desenvolverse sin trabas y sin rece-
los, en lugar de esterilizar sus fuerzas ó insumir sus recursos en
esta perpetua ^aerra ín tempo é?¿ /)ace, sosteniendo una paz ar-
mada ruinosa, desacreditándose ante el extranjero, y desem-
peñando un papel que, á los ojos de los hombres circunspectos de
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 151
gobierno, tiene tintes subidos de ridículo. La solución de la difi-
cultad es quizá el huevo de Colón. Abrigo la convicción deque se
ha de arribar á ella» j de que bruscamente podrá cambiarse esta
politiquilla enfermiza de las desconfianzas y las chicanas, en
una política americana amplia, cimentada en la unión de Chile
y la Argentina, haciendo desaparecer el aparente antagonismo
de sus intereses. Pero eso no podrá suceder mientras nuestra
cancillería y nuestra diplomacia estén confiadas á manos inhá-
biles y á los vaivenes de una perpetua timidez é indecisión. Afor-
tunadamente, se vislumbra ya una saludable reacción en ese sen-
tido. Por eso espero y confío que nada substancial será resuelto
por nuestro gobierno actual^ que está en vísperas de concluir. La
nueva presidencia tendrá que ocuparse de resolver definitiva-
mente esta eterna cuestión, que se convierte en periódica espa-
da de Damocles^ debido tan sólo á la inhabilidad argentina. Es-
pero que no llegará el caso de recurrir al arbitraje, y confío que
el nuevo presidente sepa resolver definitiva y fundamentalmen-
te este enredo, y deje terminada y enterrada la histórica cues-
tión. ))
Pienso hoy como entonces. Más aún : pienso que la futura
presidencia está llamada á desenvolver una política internacio-
nal firme y amplia, reorganizando nuestra cancillería y nues-
tra diplomacia. ¿ Cómo ? ¿Con qué rumbos? ¿ Volveremos á la
política antigua con la base de la alianza argentino-brasilera;
nos inclinaremos á la alianza ofensiva argentino-peruano-boli-
viana; preferiremos la combinación bismarckiana chileno-ar-
gentina; consolidaremos la bñÜnicsL splendid isolation, garan-
tizando ese (( aislamiento soberbio» con la creación de un po-
derío militar formidable...? Cuestiones son éstas que el porve-
nir resolverá. Cualquiera de esas resoluciones cabe dentro de
lo posible, como caben otras que es ocioso mencionar: lo único
que, en nuestra opinión, no cabe, ni puede ni debe caber, es
la incuria de los últimos años, la falta de plan, el eterno ti-
tubear, el criterio estrecho y miope de semi-soluciones á corto
plazo. Y una vez que hayamos adoptado una línea clara y defi-
nida de política internacional, la paz quedará asegurada para
más de medio siglo, y nuestro país se irá á las nubes, en una
rápida y vertiginosa carrera hacia la prosperidad, la riqueza y
el engrandecimiento de la patria. Sursum corda : sí, todos an-
152 LA POLÍTICA ARGENTINA
helamos trabajar en el presente, con tranqailidad 7 desemba-
razo^ para, preparar un porvenir grandioso. Y, en menos de un
siglo, la Argentina se habrá convertido en los Estados Unidos
de la América del Sur, con la población, la riqueza 7 la ener-
gía del coloso sajón, pero conservando los ideales de desinterés
7 de fraternidad déla raza latina.
Para llegar á ese resultado^ necesitamos tener una política
internacional americana clara 7 deñnida : tenemos que salir de
nuestro aislamiento, 7 entrar en la vía de la política de alianzas.
Ahora bien, no ha7 que olvidar que, como ha observado un es-
tadista célebre, a las alianzas de las grandes potencias sólo tie-
nen valor, cuando sellan la expresión de los intereses positivos
recíprocos ; 7 todas las cláusulas 7 declaraciones no podrán
reemplazar la falta de la buena voluntad 7 de la acción enér-
gica, cuando una de las partes se ha aventajado ó se considera
tratada malajlde ».
Chile se ha colocado ho7 como una barrera inamovible en el
camino de la Argentina : la dirección de nuestra política tiene
forzosamente que orientarse contra esa barrera. Por este cambio
en la constelación sudamericana, las demás naciones, sobre
todo el Brasil, sólo pueden ganar en importancia 7 en libertad
de movimiento, 7 les es un contingente favorable para su política
indecisa, que entre tanto se extreme el antagonismo entre Buenos
Aires 7 Santiago.
Ha7 que considerar las cosas con frialdad. Una entente cor-
díale, ó una alianza, entre Chile 7 el Brasil es, ho7 por ho7,
tan natural que se la debe presuponer ; son éstas las dos úni-
cas entre las potencias americanas que, por su posición geográ-
fica 7 sus tendencias políticas, llevan en sí los menores gérmenes
de divergencia, 7 que, menos que cualesquiera otras, contienen
en su seno intereses antagónicos. Antes esa alianza no fué po-
sible, por la repugnancia de Chile para con el régimen imperial
brasilero ; ho7, que ha desaparecido esa razón, nada habría que
pudiera impedir el acercamiento de ambas potencias. ¿ Podría
la Argentina, aun en la hipótesis del concurso peruano-boliviano,
resistir la presión conjunta de los aliados, operando sobre los
extremos opuestos de sus fronteras? El problema es gravísimo,
sobre todo si se añade la posible benévola neutralidad del Uru-
gua7 7 Paragua7, ó su concurso pasivo en favor de la alianza
LA política continental Y LA CUEOTIÓN DE LÍMITES 15S
sea permitiendo el paso de ejércitos brasileros por su territorio*
ó el uso del puerto de Montevideo á la escuadra chilena.
Además^ ¿quién dice que Chile, en previsión del conñicto, no
cuenta con la neutralidad interesada del Perú, donde su inñuen-
cia es considerable, como lo ha demostrado el incidente gráfico
del protocolo Billinghurst-Hatorre; y no neutralizaría defacto
á Bolivia cediéndole, en último caso, un puerto en el Pacifico,
ó prometiéndole compensaciones territoriales sobre el Chaco»
para darle salida al rio Paraguay? Cuenta ya con la neutralidad
amenazante del Ecuador, que ha de influir en Lima para incli-
narse del lado de Chile.
Mientras tanto, aproximándose la tormenta, ¿qué hace la
Argentina? ¿cuál es la orientación de su política? ¿cuál el re*
sultado de su acción diplomática sobre los países vecinos? £1
eje de la combinación chilena es el Brasil ¿ha logrado nuestra
diplomacia apartarlo de la vieja alienza chilena, neutralizarlo,
ó atraerlo á nosotros ? Ecco U problema. En este terreno, esta-
mos reducidos á conjeturar, porque cualquier cancillería, por
bisoña que fuera, no revelaría ese juego, ni habría discreción en
intentar adivinarlo. El tiempo sólo podrá decir si ha habido, ó
no, previsión. ¿No podría aplicarse, en presencia de esta situa-
ción, la frase célebre del canciller de hierro : « veo en esta situa-
ción un peligro para mi país, que sólo podra conjurarse tarde ó
temprano/erro et igni, si á tiempo, y en debido momento, no
se le desvanece con medidas de sensata previsión » ?
— Antes de seguir adelante, permítame invocar el manoseado :
retournons a nos moutous, para hacerle una nueva pregunta.
¿No cree Vd. que las manifestaciones recientes en favor de la
paz, y de las cuales las más típicas son el discurso del general
Mitre y el telegrama de todo Chile, pueden dar margen al nuevo
protocolo del que tanto se susurra, y dejar las cosas en statii
quof
— Paréceme que el discurso á que Vd. alude fué quizá dema-
siado fervoroso en favor de la paz « á todo trance )), invocando
toda clase de consideraciones ; y que el telegrama chileno, por
expresivo que fuera, contenía una reticencia que lo destruye.
Habla del arbitraje ilimitado^ y esta frase implica la previa ce-
/
/
154 LA POLÍTICA ARGENTINA
lebración de un nuevo tratado, que deje sin efecto todos los ante-
riores» y que bórrelas cláusulas precisas del limite dentro de la
cordillera, y reabra toda la cuestión ; sometiendo á un arbitro
y la línea pactada dentro de la cordillera, por una parte, y la lí-
nea fantástica de la división continental de las aguas, fuera de
la cordillera, por la otra. Sería ese un triunfo inaudito de Chi-
le : un triunfo ultra petita, para usar un término forense. Y
esto es tan imposible, que hace poco se ha dicho en una confe-
rencia ruidosa, dada por el diputado Garzón : u La Argentina
no puede ceder territorio al oriente de los Andes, porque esta
cesión importaría entregar su seguridad exterior para el porve-
nir, legando á las generaciones venideras un pleito sangriento ;
porque ellas, guiadas por el espíritu de propia conservación,
tendrían que expulsar á los que, por descuido nuestro, se hubie-
ran apoderado de aquellos territorios, para desde allí empren-
der la conquista de la Patagonia, que tanto ambicionan » .
La situación actual no tiene más que tres soluciones posibles:
a) continuar el procedimiento arbitral, con arreglo estricto á las
cláusulas de los tratados, lo que. una vez producida la disiden-
cia en el fallo de los peritos, lleva la cuestión al tercer perito, ó
sea al gobierno inglés; b) una transacción directa de gobierno á
gobierno, sancionando una linea precisa dentro de la cordille-
ra; c) ó la guerra provocada por Chile. Descarto la cuarta so-
lución, que busca Chile : viz, abrogación de los tratados exis-
tentes, y pacto de un arbitraje ilimitado, para estipular una lí-
nea entre la cordillera y la división continental de aguas; esta
reapertura del pleito sería imposible, sin retrotraer la situación
á 1881, es decir, sin renunciar Chile al Estrecho, Patagonia sud,
canales del Pacífico, y demás granjerias que ha ido sonsacando
en los diversos protocolos celebrados .
Para adoptar, con perfecto conocimiento de causa, cualquiera
de esas resoluciones, era menester el previo estudio del terreno
litigioso. Por eso el doctor Bernardo de Irigoyen, en 1895, sostu-
vo por la prensa que lo correcto era suspender la demarcación,
y proceder conjunta ó separadamente á una exploración dete-
nida de toda la cordillera. Chile se opuso, y la Argentina tu-
vo que conformarse. Los hechos han demostrado la sabiduría
del consejo de aquel estadista argentino, y hoy, hasta en el par-
lamento chileno se reconoce que lo cuerdo habría sido aquel
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 155
estudio previo. El senador Puga Borne acaba de decir: «Yo,
haciendo honor á la lealtad de la República Argentina, me doy
una explicación satisfactoria de las dilaciones provocadas en los
cursos de los trabajos de la limitación. Creo que la razón no ha
sido otra que el deseo de formarse un concepto general del terri-
torio en que deben trazarse estas lineas, antes de precisar puntos
de detalle, para poder proponer, con pleno conocimiento de causa,
una línea general que pudiera, con pequeñas modificaciones,
llegar á ser la linea definitiva. »
Y bien : estamos en vísperas de llegar á ese resultado, y Chile
sólo habla de guerra! El mismo senador aludido termina su dis-
curso diciendo : « Yo espero que se presenten pronto al congreso
proyectos para acordar fondos, y la autorización para elevar la
defensa nacional al pie de las fuerzas navales y militares de la
República Argentina, porque no quiero que jamás se encuentre
Chile en la triste disyuntiva de soportar exigencias desdorosas ó
de entrar en campaña sin los elementos necesarios. »
— Permítame una interrupción : ¿no deben acaso reunirse
en el jiróximo agosto los peritos? ¿qué fundamento positivo
puede haber para dar por sentado la disidencia entre aquellos ?
y, si logran ponerse de acuerdo ¿no terminará todo ahí? En-
tonces ¿para qué entrar á discutir hipótesis, más ó menos auto
rizadas ?
— Desde luego, la reunión de los peritos en agoslo se verificará
sin falta. Entiendo que el perito Moreno tiene todos sus trabajos
listos, habiendo al efecto aumentado el personal técnico y doblado
las horas de trabajo : se embarcará para Chile en la primera se-
mana de aquel mes. Antes de finalizar agosto, se sabrá el resul-
tado de la ansiada reunión.
¿ Se asombra Vd. deque dicha reunión no exija discusiones
determinadas, comparación recíproca de los trabajos y resultados
de ambas series de comisiones, y determinación de la proyecta-
da línea general? Debería ser así, en efecto. Pero, en mi opi-
nión, aquella reunión será de mera fórmula. ¿Por qué? Por
la sencilla razón de que el perito Barros Arana nada tiene que
estudiar ni comparar : se aforra á su sonado « criterio de la regla
de demarcación », fijándolo en la linea que resulte del divortiam
156 LA política argentina
aquarum intercontinental, que sale de los tratados y los anula,
puesto que se encuentra « en región plana de las pampas »^ ó
sea» fuera de las cordilleras. Y como los tratados vigentes esta-
blecen precisamente que la linea correrá dentro de la cordille-
ra, todos los trabajos técnicos que llevará el perito Moreno y la
linea que propondrá, estarán dentro de la cordillera y no fuera
de ella. No cabe, pues, discusión ni comparación. Son dos po-
siciones absolutamente inconciliables. £1 resultado de la reu-
nión de peritos está, pues, descontado : tendrá lugar sólo pro
forma, y por ello será breve. De ahf que, á ñn de agosto, se ha^
brá forzosamente producido la divergencia y provocado el con-
flicto, que no será seguramente caso de arbitraje, porque no está
previsto en los tratados.
Tan es asi, que desde ahora la cancilleria de la Moneda afec-
ta tratar como superfino el trámite de la reunión, y pretende
considerarlo como un paso dilatorio : hasta ha insinuado ofi-
cialmente la conveniencia de suprimirlo... aunque con la consa-
bida «reserva mental». En efecto; recuerde Vd. los anteceden-
tes de la faz actual de los trabajos de los peritos . Es público y
notorio que, á raiz del nombramiento de los primeros peritos,
establecieron éstos en una acta que corre por ahi, que cada uno
propondría una lista de los puntos donde debían fijarse los hi-
tos. Eso implicaba el reconocimiento previo de la región cordi-
llerana, porque, de otra manera, cualquier lista habria sido ar-
bitraria. Desgraciadamente, ni Pico ni sus sucesores se dieron
bien cuenta de ello, y se dejaron enredar por el perito Barros
Arana, poniéndose á fijar hitos aislados, sin saber á qué línea
responderían. El perito Moreno, que conocía la cordillera, se
apercibió del grosero error cometido, y provocó entonces el acta
de la reunión de 1^ de mayo de 1897, en la cual, ateniéndose al
estricto cumplimiento de lo convenido, se resolvió suspender la
colocación aislada de hitos arbitrarios, y proceder á la explora-
ción completa de toda la cordillera, á fin de proyectar una línea
general : es decir, la lista de los puntos donde debían Jijarse los
hitos. En virtud de ello, al reunirse los peritos en mayo de 1898,
en el gabinete del presidente Errázuriz,el perito Moreno declaró
que estaba pronto para presentar su lista, y el perito Barros Ara-
na se vio precisado á confesar que sus comisiones no habían ex-
plorado la región comprendida entre los grados 47 y 49 Va» ^n
LA POLÍTICA CONTINENTAL T LA CUESTIÓN DE LÍMITES 157
cuyo lago San Martin sólo habia estado incidentalmente el ayu-
dante Fischer : el presidente de Chile, que oculta una gran pe^
netración tras de su aparente bonbomía, comprendió que Ba-
rros Arana estaba mistificando la opinión de su pais^ y que no
habia cumplido con lo convencido. No era posible confesar ofi-
cialmente el fracaso, y se resolvió postergar la reunión hasta
agosto, para dar tiempo á Barros Arana á que se preparara, con-
viniendo en que si, al reunirse nuevamente, carecia siempre de
datos respecto de aquella ú otras regiones, la linea seria proyec-
tada sobre los planos y los trabajos técnicos que presentara el
perito argentino. « Don Diego », — como por antonomasia llaman
en Chile á Barros Arana, asi como aqui se designa al general Mi-
tre por « don Bartolo », — Don Diego, pues, á pesar de su olímpica
calma y de su conciencia de mirar á los demás mortales de lo
alto de su zócalo de Júpiter, con la sonrisa amable é insinuante
del que condesciende con un inferior, tuvo que convenir en
lo que estableció el mismo presidente Errázuriz : asi lo de-
claró en términos precisos el ministro Carlos Walker Mar-
tínez, en un ruidoso artículo publicado en El Poroenir,
Ahora bien, ¿podrá Barros Arana, en la próroga de tres me-
ses, efectuar las penosas exploraciones que requiere el reco-
nocimiento de la región cordillerana, del grado 47 al 49 1/2? Evi-
dentemente, no. No hay posibilidad material. (( Al sud del lago
Nahuelhuapi, hasta el paralelo 47, al sud del de Buenos Aires, —
dice el Mensaje del presidente de Chile, presentado al congreso
el I"* de junio último — puede delinearse en los planos formados
con las exploraciones de ambos paises, toda la linea divisoria, con
excepción de la parte ocupada por el lago La Plata. Entre los
paralelos 47 y 49 ^2» la ubicación geográfica de la linea di-
visoria en la cordilleray es completamente desconocida. Desde
el 49 Vs hasta el 52, puede trazarse aproximadamente en parte.
La única región donde no es posible trazar en un mapa, siquie-
ra aproximadamente, la linea divisoria, es la comprendida entre
los paralelos 47 y 49 ^/^ de latítud, ó sea entre los orígenes del
rio Deseado hasta el lago Viedma; según los datos incompletos
que acerca de esta región se tienen hasta la fecha, sus accesos
por una y otra parte son difíciles ». Desde luego, esa confesión
oficial prueba que en agosto Chile no puede honestamente pro-
poner una línea general^ con conciencia, pues declara que le fal-
\
\
\
158 LA POLÍTICA ARGENTINA
ta conocer un trozo intermedio, por el que forzosamente hay que
ubicar dicha linea. Después de tanto ruido, resulta que Chile no
está preparado para abordar en agosto el trazo convenido de la
linea general. Por el contrario, la Argentina e^^dpreparada para
ello, pues ha terminado sus exploraciones en toda la cordillera.
Entonces, ¿se atenderá á los trabajos argentinos? Seguramente,
no. No hay probabilidad de esperarlo. Luego ¿cuál tiene que ser
su actitud? Indudablemente, plantear como cuestión previa, lo que
él llama « criterio para las reglas de demarcación)). ¿ Puede el
perito argentino aceptar la discusión en ese terreno ? Evidente-
mente no, porque saldría de su misión de perito, y de lo conve-
nido en las actas antes referidas : presentar una lista de los pun-
tos donde deben Jijarse los hitos. En esa emergencia ¿qué
sucederá? Naturalmente, no habrá lugar á discusión : la con-
ferencia terminará ahí, y cada perito elevará los autos á co-
nocimiento de su gobierno.
No hay que olvidar que Barros Arana no oculta su propósito
preconcebido. « El perito de Chile — dice en nota oñcial, de
marzo 14 último — se ha creído preparado para resolver acerca
de una linea general de fronteras, desde la iniciación de sus fun-
ciones. Tal vez se ha atribuido á las palabras : línea general
de demarcación, un sentido más concreto que el que en este caso
puede tener, y, en ese sentido, indudablemente, debo declarar
nuevamente, como lo he hecho ya en otras ocasiones, que no seria
posible en menos de dos ó tres temporadas más de trabajo, con
las comisiones actuales, obtener un trazado tan detallado y minu-
cioso de linea de frontera, como el que contienen los prolijos pla-
nos levantados hasta la fecha. Pero no me cansaré de repetir que
esos planos no son en manera alguna indispensables para resol-
ver acerca de las reglas de demarcación que deben dar por resul-
tado tal ó cual línea general, ni tampoco para señalar los pun-
tos más importantes por donde han de pasar esas lineas, de tal
manera que pueda desde ahora apreciarse cómo habían de que-
dar divididos los territorios en conformidad aellas )). Se ve, pues,
claramente : 1° que no tiene Chile, ni tendrá este año, listos sus
trabajos de exploración cordillerana; 2® que la demarcación
sobre el terreno la considera secundaria; 3^ que está resuelto á
poner la cuestión previa de que la cordillera no es limite, sino
las hoyas hidrográñcas, que salen del centro de la pampa.
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 159
Ahora bien, siendo esa la actitud del perito chileno, ¿ por qué
razón aquel gobierno no exigió en mayo último que se trazara
la linea (( ideal » de frontera^ con arreglo á la peregrina doctrina
de Barros Arana ? ¿ para qué se postergó el plazo hasta agos-
to ? Los diarios chilenos se pierden en conjeturas : a la razón
no se comprende — dice La Tarde y de junio 15 — porque si
estaba listo nuestro perito para presentar inmediatamente, ó de-
terminar una línea general, y los principales puntos por donde
debe pasar esa línea, no había para qué postergar esa determi-
nación hasta agosto ; si no se trataba de linea general, sino de
un trabajo detallado de toda la región limítrofe, tal como lo es-
tán haciendo las subcomisiones, trabajos que son de todo punto
innecesarios para ñjar aquella linea, tampoco se explica el plazo,
porque él no bastaría : Barros Arana bien claramente lo dice,
cuando declara que, para concluir esos estudios detallados,
se necesitan tres ó cuatro años más ». El dilema es férreo, y de-
muestra que Chile no está preparado para trazar ni discutir una
linea general de fronteras, sobre el terreno, como establecen los
tratados y reglamentan las actas de los peritos, sobre todo la de
mayo de 1897.
A nadie se oculta esto en Chile. El mismo diario á que acabo
de aludir, ha dicho : « Todavía no se ha hecho prácticamente un
estudio general de delimitación^ y mal se puede, en consecuen-
cia, presentar hoy, ó dentro de poco, una ó más lineas limítrofes
que vengan á resolver en toda la extensión de la cordillera la di-
ficultad que existe. » La confesión es paladina. Y esto concuer-
da con lo que^ en otra ocasión, habia manifestado la prensa chi-
lena: «¿Coincidirían las opiniones científicas del señor Moreno
con lasde su colega, el señor Barros Arana? ¿ Uno yotro podrán
arribar á una misma conclusión, y decirnos : hemos encontrado
una línea divisoria única, y en perfecta conformidad de opinio-
nes técnicas, para zanjar de un modo fácil y definitivo las difi-
cultades existentes sobre limites andinos?... Creer que puedan
coincidir las opiniones de los dos peritos sobre esta materia, es
simplemente un despropósito. ¿ Para qué alentamos una espe-
ranza en algo que es, bajo todo punto de vista, imposible que su-
ceda ? )).
Desde luego, pues, y dadas esas ideas, la reunión de agosto se
convierte asi en una farsa. La situación que se producirá es cu-
1'66 LA POLÍTICA ARGENTINA
riosa . Propiamente no habrá caso de arbitraje, pues éste sólo
nace al Jijar en la cordillera los hitos divisorios; esas son las úni-
cas divergencias á que se refiere el acuerdo de 1896. El perito
chileno rehuirá la discusión : no entrará en materia. ¿Qué solu-
ción cabe ? Sólo dos : la renuncia de Barros Arana, y el nom-
bramiento de otro perito, que, según los tratados, entre k fijar
en la cordillera los hitos, presentando previamente una lista de
los puntos donde deben fijarse, ó sea, una linea general fronte-
riza ; ó la continuación de Barros Arana, y entonces los gobier-
nos se avocarán este caso singular, que implica la imposibilidad
en que se encuentra el tribunal arbitral de primera instancia, pa-
ra dar un fallo cualquiera en el pleito que le ha sido sometido.
¿Qué harán las partes? No pueden elevar los autos al tercereen
discordia, porque no hay materia de discordia, no hay fallo: no
cabe la segunda instancia, cuando no existe la primera.
Eso explica la actitud reticente, inquieta, y un poco sin brúju-
la, que está adoptando la cancillería de la Moneda en esta emer-
gencia.
— ¿ De manera, doctor, que no se debe abrigar gran fe en el
éxito de la entrevista de los peritos, á pesar de la sólida prepara-
ción y extraordinaria labor del perito Moreno ?
— El perito Moreno se ha convertido hoy en una figura na-
cional. Su augusto carácter de juez arbitro» lo pone por encima
de las aspiraciones de sus compatriotas. Él no defenderá lo que
más convenga, sino lo que por justicia corresponda : este país no
litiga por territorio, sino por su derecho, que reviste para él la
importancia suma de representar una frontera natural y estraté-
gica, seguridad de la paz futura.
Los resultados de la tarea del perito en la última temporada,
son sorprendentes. Toda la región cordillerana ha sido definiti-
vamente explorada : más de 45 nuevos lagos y varios grandes ríos
han sido descubiertos, todo al oriente del macizo central ; mien-
tras que al occidente, son 5 los ríos descubiertos, «de los cuales
3 de gran caudal, y han sido explorados dos que eran poco co-
nocidos, nuevas islas y varios canales y esteros, que no figuraban
todavía en los mapas, además de un número considerable de nue-
vos cordones y macizos de montañas ». Esto hace decir al peri-
to : (( estos estudios no se han concretado á determinar la topo-
grafía de la cordillera de los Andes y sus límites laterales, que
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 161
era indispensable conocer eh toda su extensión para trazar en
ella la línea divisoria de la frontera : se han reconocido vastas
zonas útiles en la Patagonia, indisputablemente argentinas ; se
ha comprobado la facilidad de acceso á ellas navegando los ríos
y lagos ».
En una palabra : posee completos los estudios de la linea norte,
entre los paralelos 23 y 26' 52' 45" , que está excluida del arbitra-
je, y los del resto de la línea, hasta el 52^, que puede ser sus-
ceptible de llevarse ante el arbitro. El perito tiene en más de 20
estantes centenares de planos y fotografías, que son, aquéllos y és-
tas, trabajos soberbios por su precisión y elocuencia gráfica; dis-
tinguiéndose el gran plano, hecho en una escala de 5 por 1000,
cuyas partes unidas forman una carta de 16 metros de largo, por
3.60 de ancho, y en el cual se ven hasta los menores detalles de
la región cordillerana.
El perito argentino ha cumplido, pues, el solemne pacto del
acta de mayo 1** de 1897 (( procurar hallarse en aptitud de resol-
ver sobre la línea general de la frontera, al término de la tempo-
rada venidera de operaciones».
¿ Y el perito chileno ?
Éste acaba de declarar que (( los trabajos encaminados á la
presentación por parte de Chile de la linea general de la frontera,
se encuentran totalmente terminados )). Los resultados gráficos
han sido consignados en un plano cinco veces más pequeño que el
argentino y en una escala cinco veces menor, según comunica el
telégrafo. Pero ¿cómo conciliar esta declaración rotunda del perito
Barros Arana, con su no menos rotunda declaración, inserta en
los anexos al mensaje del presidente de Chile, presentado el 1°
de junio último, y en la cual aquél dice « que si bien él está pre-
parado para resolver una línea general de frontera desde la ini-
ciación de sus funciones, no lo está para obtener un trazado de
línea fronteriza como el que contienen los planos levantados :
para eso habría necesitado dos ó tres temporadas más de traba-
jo »? Y, en el resumen de los trabajos practicados hasta la fecha ^
por las comisiones chilenas, se nota : 1^ que esos trabajos, al sur
del 40** no están ligados entre sí ; 2^ que entre el 31® y 31^75' han
dejado una interrupción de 120 kilómetros ; 3* que del 32° al 39°
hay una interrupción de 250 kilómetros ; 4** que entre el 47° y
49°50' la región no ha sido explorada... ,
it
162 LA POLÍTICA ARGENTINA
Resulta, pues, este hecho confesado por el perito chileno: que
no ha podido cumplir su compromiso y que no está preparado,
con exploraciones de verdad, para discutir la linea general, como
se convino en el acta de mayo 1° de 1897. Desde luego, esto no
puede ser más grave. Si el perito Barros Arana no está listo téc-
nicamente, el perito Moreno no ha debido concurrir á una reu-
nión desigual, donde tendrá que dar á conocer el resultado de
sus exploraciones, sin que el adversario haga lo mismo, sino que
se contente con la fácil crítica y la eterna chicana obstruccionista
de (das reglas de criterio». La reunión de los peritos es, pues,,
informal, y no puede en puridad de verdad ligar á los gobiernos :
el de Chile, se encuentra en inferioridad técnica, por carencia de
datos ; el argentino, prevé que Barros Arana volverá á reeditar
su sempiterna obstrucción. Entonces ¿á qué concurrir?
Mucho me temo, pues, que la reunión de los peritos sea una
nueva, journée des dupes. El argentino irá lealmente con sus pla-
nos á la vista, descubriendo todo su arsenal, lo que será hermo-
so, pero es quizá un poco ingenuo ; el chileno cautelosamente no
mostrará sino trabajos fragmentarios, recogerá los datos ajenos,.
y ejercitará su critica disolvente, con toda la consumada habili-
dad diplomática que nadie le niega.
Por de contado, como en condiciones semejantes no se han de
entender los peritos, ocurre que lo más hábil de parte del argen-
tino seria, ó exhibir conjuntamente los planos, ó no exhibir nada.
El resultado será el mismo.
¿ Qué harán entonces los gobiernos ? Por de pronto, tienen 60
días para poder llegar á un avenimiento, con arreglo al protoco-
lo de 1896 : durante ese plazo — especie de « comparendo de con-
ciliación )) — no proceded arbitraje. Suponiendo que la disiden-
cia se produzca afines de agosto, el plazo vence á fin de octubre,
es decir, en la próxima presidencia argentina, cuando el gobierno
esté en otras manos. Y ese gobierno podrá deliberar con tanta
mayor tranquilidad cuanto que, para aquel entonces, estarán en
. nuestras aguas los nuevos acorazados Belgrano y Puet/rredón,
y, en los arsenales, el armamento necesario.
Chile ha de oir la razón. La ha de oír por muchas causas.
Sus estadistas no ignoran, porque no pueden ignorarlo, que el
pleito de limites entre la Gran Bretaña y los Estados Unidos, por
la frontera entre el territorio de Alaska y la Colombia británica,.
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMJTES 163
está planteado en análogos términos al nuestro: que la linea di-
visoria debe correr por las más altas cumbres que ñjan el divor-
tium aquarunij en las montañas Rocallosas... Y los Estados
Unidos sostienen la exclusividad del dicortíum aquarum, porque
penetran en los llanos de la Colombia británica ; mientras la In-
glaterra defiende las más altas cumbres que dividan las aguas,
porque garantizan la frontera dentro del macizo de aquella cor-
dillera. Los alegatos presentados por ambas partes son muy in-
teresantes : hay un blue-book inglés muy sugestivo...
En condiciones semejantes, nos convendría á nosotros ir al
arbitraje, pero ¿qué se ganaría? ¿cuántos años demoraría el ar-
bitro en fallar, ya que debe hacer previos estudios técnicos sobre
el terreno? Durante ese tiempo, la paz armada continuaría en
crescendo, la espada de Damocles de un conflicto posible segui-
ría suspendida sobre nuestras cabezas, y no sería obra de esta-
distas serios el prohijar una semi-solución semejante, que no
conviene á Chile ni á nosotros. Se impone, pues, una solución
directa y definitiva. ¿Podrá efectuarse en los 60 días de plazo,
á que se refiere el protocolo citado? Sería una ingenuidad el
creerlo ; pero puede ser iniciada dentro de ese plazo y puede es-
tar terminada antes de fin de año.
Lo único que podría entorpecer esa solución, es el propósito
de Chile de ir á la guerra. Pero hoy... parece eso abandonado.
Ya Chile se convence de que debe oir razón. La crisis económi-
ca interna, y nuestros refuerzos navales y militares, si bien no
son argumentos decisivos, son razonamientos concomitantes. En
el jaque á la reina con que se nos amagaba en el tablero de aje-
drez internacional, un movimiento de torre y la diagonal de un
arfil han cambiado la partida : un buen maestro sabe que, en
situación semejante, hay que variar rápidamente la ofensiva en
defensiva : una casilla libre, por descuido, ha permitido cambiar
el aspecto de la jugada. Hay que pasar á otra cosa...
— Entonces, ¿considera Vd. que será violenta, ó á lo menos
incómoda, la posición del perito argentino?
— La situación del perito Moreno, en sus primeras entrevistas
con su colega chileno, tiene que ser muy delicada. Por de pronto,
no puede ni debe exhibir sus mapas y planos, mientras no acla-
re la previa cuestión de que la linea á proponer forzosamente de-
be encontrarse dentro de la cordillera. El perito Barros Arana,
164 LA POLÍTICA ARGENTINA
en el mapa que ha hecho construir ad hoc, es de creer se haya
atenido á las exploraciones de verdad, es decir, habrá tenido
que suprimir las fantásticas serranías que coloca pintorescamen-
te Steffen á lo largo de la línea continental del dioortium aqua-
rum : su teoría deberá sostenerla con todo rigorismo, trazando
la linea en «la región plana de las pampas», como dijo su ayu-
dante Bertrand. Si esto sucede, la conferencia termina ahí, j es
materia de una simple acta, de la cual tomarán conocimiento los
respectivos gobiernos.
Pero, si el perito chileno traza su línea al oriente del macizo
central, si bien en los contrafuertes de la cordillera, el perito ar-
gentino tendrá que discutir hito por hito, y ñrmar en disidencia.
Ese es el caso claramente previsto en el protocolo de 1896, y que
corresponde ser fallado por el arbitro. Lo mismo sucederá si la
línea chilena, en lugar de extremar la tesis y colocarse en las
últimas lomadas orientales de los contrafuertes, se ubica en la
cadena oriental de la gran bifurcación de la cordillera : el maci-
zo central, según las alturas, es la ramificación occidental, por
más que las ensenadas del Pacífico interrumpan en varias partes
su continuidad, pero la cadena sigue visible hasta el grado 52.
Entre ambas ramificaciones, en la gran bifurcación longitudinal,
hay una extensión inmensa de terreno fértilísimo, que constituye
los valles cordilleranos : es indudable que cualquier línea traza-
da por Chile dentro de esa región, por más colocada al oriente
que esté, por más que sólo se apoye en la razón suprema de que
(( les conviene », en todo caso es materia de controversia y sus-
ceptible de ser llevada ante el arbitro.
La otra cuestión importante en la línea sur, es la de « las
costas de los canales del Pacífico )), cedidas en el protocolo de
1893. En esa dificultad, cada perito presentará sus planos y qui-
zá proyectará una costa de ancho diferente. La divergencia al
respecto no tiene para qué ir al arbitro, sino ser tranquilamente
resuelta por ambos gobiernos.
En cuanto á la línea norte, parece que no hay ni debe haber
cuestión : necesario es atenerse á la línea Pissis y Mujia ; todo
el trabajo de los peritos consistirá en ligar entre sí los diversos
puntos capitales de aquella línea anticlinal. Tampoco es esta di-
ficultad susceptible de arbitraje, sino que ha sido reservada á los
gobiernos respectivos.
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 165
La discusión entre los peritos será una verdadera batalla di-
plomática, en la que cada uno tratará de hacer prevalecer su opi-
nión. Lo que importa á ambos países es que se pongan de acuer-
do respecto de la dirección general de la línea ; en cuanto á los
hitos parciales, es cuestión de mayor ó menor habilidad de cada
uno, y de pruebas más ó menos concluyentes.
¿ Por qué Chile pone tantos obstáculos á solucionar la cuestión
de la linea norts, en la Puna? Porque la posee... y aporque —
para usar las ya célebres palabras de la cancillería chilena — la
posesión de hech > se afirma y afianza más y más, y en defecto
de cualesquiera otros títulos, ese es de los mejores». El ministro
Alfonso decía : ((siempre me ha parecido que se debe sostener
que la Patagonia nos pertenece, sólo para asegurar la posesión
completa del Estrecho». En este caso, Chile no asegura nada:
posee de hecho, y hace lo posible por impedir que se trate ese
punto.
— ¿Cómo se explica, entonces, eloriginal reclamo diplomático
sobre el pueblo de San Martin de los Andes, fundado á orillas
del lago Lacar, en el cual existi5 desde 1882 un fortín argenti-
no y un destacamento militar, reconocido oficialmente por las
autoridades chilenas, y que hoy, álos 16 años, viene á motivar
la actitud más singular de aquella cancillería?
— Efectivamente, es un reclamo que debe calificarse de enorme
ingenuidad diplomática... si es que no tiene otro alcance. Recla-
mar ahora por una posesión reconocida y sancionada durante 16
años, y hacer para ello que el perito Barros Arana pase unas no-
tas tan exageradamente alarmistas que hacen sonreír, pues, ade lo
sublime,., etc. », es cosa inexplicable. Aquel lago está al oriente del
encadenamiento principal de la cordillera : basta y sobra. Si Chile
pretendiera que está al occidente, nada más sencillo que compro-
barlo; eso no será motivo de dificultad. Sobre todo, sería cuan-
do más una simple incidencia de la línea limítrofe : según don-
de se fije ésta y se coloquen los hitos, quedará resuelto si aquel
lago, y por lo tanto el pueblo á sus orillas fundado, está ó no al
oriente del encadenamiento principal de la cordillera, de su ma-
cizo central, de sus más altas cumbres que dividan aguas. In-
coar un litigio por separado sobre aquella incidencia sería, pues.
166 LA POLÍTICA ARGENTINA
una ingenuidad. ¿Se propone Chile provocar una cuestión di-
versa, y buscar un pretexto para un rompimiento ?
— ¿Cómo conciliar ese propósito, con la repetición singular
de que pide Chile á gritos el arbitraje? ¿No le parece á Vd.
sincero ese propósito?
— La respuesta es fácil. Ha coincidido el ruidoso telegrama
sobre arbitraje ¿limitado, con la citada nota del gobierno chile-
no, en la cual, á propósito de un incidente diplomático secunda-
rio, propone suspender la demarcación, prescindir délos peritos,
y someter á Inglaterra toda la cuestión, abrogando los tratados
existentes, y manteniendo las pretensiones respectivas : la ar-
gentina, de que el limite se trace dentro de la cordillera, según
lo estipulado en los tratados; la chilena, deque se trace fuera de
la cordillera, como si no hubiera habido tratado. A eso llaman
arbitraje amplio y sin restricciones.
Eso, como se ve, parece un sarcasmo. Sería una burla indeci-
ble reabrir de nuevo el litigio clausurado en 1881. En aquel en-
tonces la pretensión llegaba hasta el rio Negro : se la limitó á
la cordillera. Hoy pretende borrar ese pasado, y adelanta su pre-
tensión hasta el centro de la pampa patagónica. ¿ Para qué se
celebran entonces tratados, y para qué se han hecho tantas con-
cesiones territoriales? ¿Para que sean burladas, disfrazándolas
con el sofisma hipócrita de un arbitraje sin restricciones?...
Se trata, pues, de un peligroso bailón d^essai, que no es posible
ni siquiera tomarlo en consideración. Pero llama la atención la
tenacidad con que la cancillería chilena se aferra áesa tesis des-
graciada, pues es notorio que ha hecho mover al « alto comer-
cio )) inglés de aquel país, para que eleve un memorial suigene-
ris á lord Salisbury, pidiéndole que el gobierno británico se
avoque desde luego el conocimiento de la cuestión, so color de
su carácter de arbitro. El memorial del comercio inglés, se ve
que está redactado por persona allegada á la cancillería trasan-
dina ; (( el gobierno chileno y el pueblo mismo — dice aquel do-
cumento — seria y frecuentemente han expresado el deseo de una
pronta solución del litigio de límites, porel arbitraje incondicional
y sin reservas, de suerte que es imposible dudar de que todo el
anhelo de esa parte es al presente concluir con esta intolerable
situación, por un inmediato recurso á los oficios del gobierno de
S. M.; desgraciadamente, parece ahora que los arreglos de arbi-
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 167
traje, estipulados en el protocolo del896, aunque por lo demás am-
pliamente efectivos, no procederán con la rapidez necesaria^ si no
se le presta la debida j mutua cooperación que la diplomacia chi-
lena evidentemente no ha podido obtener del gobierno argentino)).
Se ve, pues, la evidente preparación forense «de la coartada)). Tan
peregrina pretensión ha sido apoyada en Londres, de una manera
oñciosa, por la legación chilena, como se ha visto por declara-
ciones publicadas en el Times, y ha dado por resultado una cu-
riosa comunicación del gabinete de Saint James á los gobiernos
chileno y argentino, inquiriendo el estado de la cuestión, y sig-
nificando que está dispuesto á ejercerlas funciones de arbitro, si
ha llegado el caso. La oficiosidad y singularidad de esa nota es
evidente : el gobierno chileno, agarrando la oportunidad por un
cabello, se ha apresurado á dar extensa cuenta, en forma de
alegato pro domo sua^ del estado de la cuestión, terminando por
decir que está dispuesto á someter, desde luego, todo el litigio,
de una manera amplia y sin restricciones, al arbitraje inglés.
Esta enormidad es una ingenua intriga diplomática, para dar in-
gerencia al gobierno de Inglaterra en el estado actual del litigio.
Mientras tanto, esa maniobradiplomática surte su efecto, ha-
ciendo aparecerá Chile ante Inglaterra como animado del des-
interés y buena fe más grandes, y á la Argentina como pleitis-
ta camorrero, que se abroquela tras la letra de los pactos con so-
lapada mala fe. El apresuramiento de Chile para aceptar lame-
diación oficiosa, y nuestra negativa á someternos á ella, prim^
faciCy tiene que predisponer á Inglaterra en sentido favorable
para nuestros vecinos, y desfavorable, por el desaire, para noso-
tros. El alcance que eso tiene sobre el ánimo del futuro arbitro,
es evidente. . . Pero no es eso sólo. La contestación-alegato con
que Chile ha respondido á la insinuación del diplomático britá-
nico, ha sido seguramente comunicada en circular á las legacio-
nes chilenas en el extranjero, y á las legaciones extranjeras en
Chile. Hoy todas las cancillerías se han impuesto del noble des-
prendimiento de Chile que, en aras de la paz y por evitar per-
juicios al comercio, se muestra dispuesto á entregar el conflicto
pendiente, tal como se encuentra, á la decisión arbitral del go-
bierno inglés; mientras la Argentina rehusa, se retrae, y deja
fundadamente sospechar que sus intenciones puedan ser aviesas,
cuando se niega á imitar el desinterés del adversario... Si ma-
168 LA POLÍTICA ARGENTINA
nana sobreviniera la guerra, a priori las cancillerías extranjeras
se inclinarían á prejuzgar á favor de Chile y en contra nuestra...
¿Cómo se han dejado llegar las cosas hasta ese extremo? ¿No
tenemos acaso una cancillería y un cuerpo diplomático organi-
zado ? El memorial del comercio inglés en Chile, fué presentado
al ministro Audley Gosling en junio 3 : para su tramitación,
comunicado al gabinete de Saint James, ha debido emplearse el
telégrafo, y enviar instrucciones al diplomático residente, para
que explorase el terreno en el sentido de una mediación oficiosa.
Nuestro gobierno debió tener conocimiento del memorial el mis-
mo día de su presentación, y por telégrafo debió dar los pasos
para que nuestro ministro en Londres precaviera al gobierno de
S. M. Británica del lazo que se le tendía y de la improcedencia
del paso á que se le invitaba ; así se habría salvado todo, y evita-
do el desaguisado subsiguiente, quitando á la cancillería de la
Moneda el pretexto para influenciar los gobiernos de los países
civilizados con sus circulares intencionadas. Debe creerse que
nada ha hecho el gobierno argentino, cuando el incidente se ha
producido.
Ahora bien : no contento Chile con esa maniobra diplomática,
y por si nuestro gobierno lograba malograrla, aprovechó el viaje
á Roma del ministro italiano Greppi, para que insinuara á la
Consulta que Chile, dando pruebas del desinterés y nobleza
más ejemplares, estaría dispuesto á acoger una mediación oficiosa
de Italia, para compeler amistosamente ala Argentina á aceptar
el arbitraje... En estos momentos la gestión se realiza en Roma.
I Dejará otra vez nuestro gobierno que lo burle la diplomacia
trasandina? Nótese bien, que todos estos hábiles pasos son otros
tantos antecedentes favorables ante las cancillerías europeas y la
opinión sesuda de aquel continente, sea para inclinar la balanza
á favor de Chile en el caso de arbitraje, sea para congraciarle
simpatías en caso de una guerra.
Entretanto^ al mismo tiempo que tratan de captarse la buena
voluntad del gobierno italiano, los diarios chilenos no ocultan
su furor por la actitud de los numerosos residentes italianos en-
tre nosotros, dispuestos á formar legiones militares en caso de
guerra, y dicen que « quedarán, en el evento de una guerra, en-
tregados á su propia suerte, como mercenarios puestos al servi-
cio de un ejército extranjero, sin las consideraciones que se
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 169
deben las naciones civilizadas )), llegando en su furor hasta
denigrar todo lo italiano. La Tarde decía recientemente que
(( si es cierto que Garibaldi con mil italianos derrotó y venció á
cincuenta mil, esos cincuenta mil eran también italianos, y nues-
tra admiración se reparte entre los mil valientes que vencieron
y los cincuenta mil gallinas que se dejaron vencer 1... »
¿Qué se propone Chile con todas esas maniobras diplomáticas?
No sólo preparar en su favor la opinión extranjera, sino ejercer
presión sobre nuestro gobierno, enajenarnos simpatías si no acce-
demos á insinuaciones amistosas, y compelernos así indirecta-
mente á tranzar por último, sometiéndonos á la pretensión chi^
lena del arbitraje ilimitado. Con eso el pleito estaba ganado para
ellos, pues habrían logrado que aceptáramos como simple pre-
tensión nuestra el límite solemne pactado en 1881, y como liti-
giosa media Patagonia, situada entre la cordillera y la fantás-
tica línea del ¿¿¿{7or¿mm aquarum intercontinental. Y obtendrían
esa enormidad, asumiendo el aire de víctimas, que consienten en
someter « su derecho )> al fallo arbitral de una potencia amiga,
simplemente por deferencia á ésta, por su amor á la paz, por su
deseo de evitar perjuicios al comercio universal ! De modo que
todavía aparecerían ellos como los sacrificados, y nosotros como
reos sometidos contra su voluntad, que refunfuñan y que cons-
ituyen un peligro para el orden social. . .
En una palabra : ese nuevo y reticente arbitraje importaría
salirse de los tratados vigentes, violarlos, hacer caso omiso del
precedente convenido, é iniciar una nueva dificultad. Considero
innecesario insistir sobre este tópico.
— Tiene Vd. razón. Pueden condensarse, en efecto, las dis-
posiciones pertinentes en este breve resumen :
« El arbitraje del gobierno de S. M. Británica está estipulado
en el articulo 2** del acuerdo del 17 de abril de 1896, que dice :
Materia del trbi- (( SÍ ocurricsen divcrgcncias entre los peritos al
FIJAR EN la cordillera DE LOS ANDES (( límite
inconmovible » (véase artículos 1<> y 6^ del trata-
do de 1891, y 1«> y 2* del protocolo de 1893) los
HITOS DIVISORIOS al sur del paralelo de 26® 52' 45' '
iraje
170 LA POLÍTICA ARGENTINA
y no pudieran allanarse amigablemente por
acuerdo de ambos gobiernos, quedarán someti-
dos al fallo... *
Arbitro. .... del gobierno de S. M. Británica, á quien
las partes contratantes designan, desde ahora,
con el carácter de arbitro...
Calidad del arbitro CUCargado dc APLICAR ESTRICTAMENTE (AR-
BITRO DE derecho) en tales casos las disposicio-
nes del tratado y protocolo mencionado...
Procedimiento. .... PREVIO EL ESTUDIO DEL TERRENO por Una
comisión que el arbitro designará. ))
Término para recu- (( Scscnta dias dcspués dc producirsc la diver-
rnr al arbitro (bate 40 gg^^^jg^^ ^^ j^g (»asos á quc sc refieren las bases an-
teriores, podrá solicitarse la intervención del ar-
bitro por ambos gobiernos de común acuerdo 6
por cualquiera de ellos separadamente. »
La base 1' del acuerdo de 1896 dice :
« Las operaciones de demarcación de límite entre la Repú-
blica Argentina y la República de Chile, que se ejecutan en con-
formidad al tratado de 1881 y al protocolo de 1893, se extende-
rán en la cordillera de los andes, hasta el paralelo 23 de
LATITUD AUSTRAL Y EL 26^ 52' Y 52", concurrieudo á la operación
ambos gobiernos y el gobierno de bolivia, que será solicitado
al efecto » .
El articulo 1** del tratado de 1881, dice que el límite entre
los dos países hasta el grado 52, es la cordillera de los andes,
y que la línea fronteriza correrá en esa extensión (desde el grado
23 hasta el 52) por las cumbres más elevadas de dichas cordi-
lleras que dividen las agua^, y pasará por entre las vertientes
que se desprenden á un lado y otro. El prot03olo de 1893 dice
en su artículo 2"* qne, según el espíritu del tratado de limites de
1881, la República Argentina conserva su dominio y soberanía
sobre todo el territorio que se extiende al oriente del encadena-
miento PRINCIPAL DE LOS ANDES^ hasta las costas del Atlántico,
como la república de Chile el territorio occidental hasta las cos-
tas del tratado. El límite en la cordillera de los andes que
fija el tratado de 1881, es inconmovible, según el artículo 6° de
ese tratado, y el arbitro no podrá, pues, en ningún caso modifi-
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 171
cario; deberá resolver solamente las divergencias entre peritos
que se produzcan, al Jijar en la cordillera de los andes hitos
DIVISORIOS, al sur del paralelo 26''52'45", que no puedan allanar
amigablemente los gobiernos argentino y chileno )).
— Parecería, en realidad, un exceso de suspicacia insistir en
no desnaturalizar el arbitraje, después de recordar disposiciones
tan terminantes y precisas.
No sería mí ánimo el hacerlo. Pero deseo recordar á Vd. que
así ha procedido siempre la táctica de la diplomacia chilena.
Nuestra cuestión de límites no era, hasta 1872, más que la re-
clamación pendiente por haber Chile ocupado en 1843 Puerto Fa-
mine, en el Estrecho de Magallanes. A solucionar ese sencillo
incidente fué Félix Frias á Chile ; pero el ministro chileno
Ibáñez tuvo la habilidad de enredarlo, de insinuación en insi-
nuación, de discusión en discusión, hasta convertir el litigio de
un punto aislado, en la cuestión de la Patagonia integra^ pre-
tendiendo hasta el río Negro. Frías fué en esto, para la Ar-
gentina, lo que después ha sido Barros Arana para Chile.
Enardecido por las hábiles insinuaciones de Ibáñez, se lanzó
á combatirlas, lo que originaba la discusión, y convertía eñ
litigioso lo que el día antes no se había soñado. La habilidad
chilena desvió y transformó todo el litigio, y la falta de previ-
sión de nuestra cancillería nos dejó arrastrar al terreno que á
Chile convenía. ¿ Querrá Chile, ahora, con la nota en que in-
sinúa el arbitraje amplio^ intentar renovar aquella feliz estra-
tagema, y, de insinuación en insinuación, provocar nuestra refu-
tación para replicarnos en seguida, concluyendo por transformar
la cuestión, desviándola de su estado actual, para incoar sobre
ella un nuevo litigio? Sería, en todo caso, demasiado candorosa
la cancillería argentina, si abriera la puerta á esa chicana aboga-
dil. Non bis in idem. Pero no está demás recordar el precedente,
y ser muy cautos para no caer en el suave lazo tendido.
No parece desprenderse del texto de la nota referida, que Chile
adelante aquella indicación como conditio sine qua non, pero
debe reconocerse que ese paso, sin embargo, hace parte del plan
que parece seguir la cancillería de la Moneda, y que debería
conducir irremediablemente á la guerra, la cual vendría á
estallar queriendo mistificar la opinión del mundo, al darle por
causa nuestra negativa á someternos al... arbitraje. Ostensible-
172 LA POLÍTICA ARGENTINA
mente, en efecto, Chile establece la disyuntiva: ó arbitraje ilimi-
tado y absoluto, 6 la guerra. Las «indiscreciones» de todos sus
diplomáticos ; los 200.000 rotos de su primer ministro ; y el em-
peño que demuestra por convencer á todos — con una jactancia ver-
daderamente singular — deque celebrará su fiesta nacional del cítc^-
iocko (el 18 de setiembre próximo) en plena y victoriosa guerra
con nosotros, me hace creer justamente que no se resuelve á ella.
Por supuesto, oficialmente Chile sólo hablado paz. Reciente-
mente decía en el senado, el ex-ministro de relaciones exterio-
res, Puga Borne : « no creo en la guerra como consecuencia de
las dificultades y accidentes que puedan sobrevenir en la demar-
cación delimites, porque sé que esta tarea está regida por un tra-
tado que se ha puesto en todos los casos, y establecido todas las
soluciones posibles. De manera que aquella nación que, toman-
do pretexto de la aplicación de estos tratados, promoviese la
guerra, se haría reo de tan grave delito, que la haría indigna de
seguir figurando entre las naciones civilizadas». Más aún ;
aquel senador agregó : « recientemente hay, por desgracia, un
incidente ocurrido en Chile que ha podido contribuir á perturbar
la claridad con que debiera precederse, y que ha causado proba-
blemente esta actividad bélica de la República Argentina. Me re-
fiero á la publicación de un reportaje hecho al señor ministro del
interior, que tal vez la República Argentina ha considerado como
una provocación ó una amenaza. Esta publicación — que, siento
decirlo, es deplorable— ha venido á perturbar la claridad con que
nosotros habríamos podido ver que la República Argentina ad-
quiría armamentos...»
—Sin embargo, doctor, ¿no ha oído Vd. que el actual minis-
tro chileno aquí, señor Joaquín Walker Martínez, había aposta-
do varios cajones de habanos con un alto personaje argentino,
á que la guerra estallaba á comienzos de septiembre?
— He oído ese rumor, pero no he podido darle crédito, ni si-
quiera como houtade más ó menos altanera : habría sido una li-
gereza demasiado burda, para que la cometa un diplomático.
¿Qué quiere Vd. ? Todo eso me confirma en la creencia de que
no habrá guerra. La conducta de Chile^ en estos momentos, se
asemeja á la de un individuo que, á voces, en plena vía pública.
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 173
insulta á otro ó lo amenaza de muerte, al solo efecto de que los
pasantes se apresuren á interponerse entre ambos 7 hagan im-
posible la pelea. Es un recurso conocido : el viejo refrán lo dice :
«Caló el chapeo, requirió la espada, fuese, y no hubo nada». Si
hubiera efectiva decisión por tentar la aventura peligrosa de una
guerra^ Chile no lo proclamaría tan ruidosamente : emplea ese re-
curso como simple medio de hacer presión sobre nuestro gobierno,
y el poderoso elemento extranjero, que sufriría con una guerra.
— De modo que, en última tesis, todo este alboroto, verdadera
tormenta de verano, puede caracterizarse con esto : que hay una
facción política en Chile, que busca forzar la mano de aquel go-
bierno, y llevarlo á la guerra, con el objeto de escalar altas posi-
ciones, unos, ó de conservar las ya escaladas, otros. De ahí la
propaganda furiosa de ciertos diarios chilenos, en cuya redacción
parece aspirarse la nostalgia de la vida diplomática ; de ahí el sin-
gular empeño de algunos diplomáticos por disfrazarse de « Mo-
reiras » de cancillería. ¿No le parece á Vd^queno debe hacerse
responsable al gobierno de Chile de esa doble presión de abajo
y de arriba? Un gobierno serio no echa mano de esos recursos.
— Tiene Vd. razón : mejor es que así sea. No se preocupe Vd.
demasiado, pues, con las ruidosas a indiscreciones » de los di-
plomáticos chilenos.
Por otra parte, no lo tomará de sorpresa que le diga que no
hay jamás que dar absoluto crédito á las manifestaciones diplomá-
ticas, sobre todo cuando son oficiosas. «El diplomático — se ha
dicho alguna vez — no se considera atado por el imperativo ca-
tegórico de las relaciones privadas : el hablar la verdad es una
convención social, la mayor si se quiere, pero sólo una conven-
ción; y jamás ha sido aceptada por la diplomacia. El objeto de
ésta es, ó debe ser, obtener lo más que se pueda para su país ,
y cuanto más importante es el objetivo, mayor es la concesión
que hay que hacerle. La verdad entra, pues, en lugar secunda-
rio. Si alguien cree que un diplomático debe forzosamente de-
cirle la verdad en todas las ocasiones, mejor es que se absten-
ga de tratar con ellos ». Muy exacto. De ahí que no haga car-
gos á Chile por tratar éste de desviar la opinión pública con sus
manifestaciones ostensibles, sea por medio de los discursos de
sus ministros, sea por Jas indiscreciones de sus diplomáticos, ó
por los telegramas de sus políticos. Hace bien en emplear ese re-
174 LA POLÍTICA ARGENTINA
curso, como hará bien la Argentina al no tomar al pie de la letra
lo que allí se dice.
Además, no hay que olvidar que, en este caso, la cuestión ex-
terna está ligada con la situación interna, la cual exige de aquel
gobierno un tacto inñnito y hasta lo obliga á concesiones deli-
cadas. La influencia perniciosa de la prensa chilena, por lo que
toca á las buenas relaciones con la Argentina, es considerable.
¿ De dónde proviene : representa la opinión de diversas fraccio-
nes politicas, ú obedece á insinuaciones ofíciosas y discretas de
aquella cancillería? Por de pronto, la característica del perio-
dismo trasandino influye en ese modo de ser : los diarios allí
discuten muy poco los problemas internos, casi podría decirse
que, por tácito convenio, evitan el tratarlos, obedeciendo á la
consideración de un falso patriotismo que les induce á no dar á
entender que en su país se cometen errores ó existen deficien-
cias; de ahí que el material de que se componen lo formen
abundantes transcripciones de la prensa extranjera ó produc-
ciones meramente literarias. Su servicio telegráfico, con excep-
ción de La Unión, de Valparaíso, es tan deficiente que casi no
existe : tan sólo en los últimos tiempos, los despachos de Buenos
Aires han tomado importancia. Pero, los gobiernos allí siempre
han considerado conveniente influir^ siquiera de modo indirecto,
sobre la opinión por medio de la prensa, cuando estaba en el
tapete alguna cuestión internacional : poroso, en las dificultades
argentinas, se ha observado siempre una actitud singularmente
regimentada en la prensa trasandina. Últimamente, su campaña
fué la de traer á diario una noticia sensacional, que conmoviera
al público é inflamara el patriotismo : los lectores se acostum-
braron á ello, lo exigían de sus diarios y éstos, á su vez, de sus
corresponsales. ¿De dónde sacar novedades y penetrar en el
misterio de las negociaciones? De ahí el tono, marcadamente
oficioso, de la propaganda periodística de nuestros vecinos. A
ella se debe que el espectro de la guerra haya angustiado los
ánimos en ambos países, y producido los enormes perjuicios
comerciales y económicos que todos lamentamos. ¿ Es del dia-
rismo sólo la culpa? En manera alguna : la credulidad del pú-
blico y su perversión por lo sensacional, tienen tanto ó mayor
responsabilidad. No hay que olvidar, además, que toda prédica
guerrera es siempre el producto de una minoría : facción política
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 175
Ó ministerial; porque, por lo general, la mayoría de cualquier país
es eminentemente partidaria de la paz. Además, un gran esta-
dista ha dicho con verdad : « La gritería de los diarios jamás
engendra, por si sola, las guerras ». Pero... contribuye en gran
parte, y tan es esto exacto, que en Chile la opinión de las
masas ha sido exacerbada por una prensa belicosa, y las
manifestaciones callejeras han llevado hasta el atentado bru-
tal contra el perito Moreno. (( La guerra á los cuyanos » : ese
es el grito de las turbas. Todos creen ciegamente en ella,
y se les antoja tibieza ó cobardía de sus mandatarios el que
no la hayan declarado ya. Los hombres del gobierno tienen
que contemporizar con ese estado de cosas. Aquel gobierno,
gracias á su instabilidad parlamentaria, está lejos de ser un
gobierno fuerte ; y es sabido que los gobiernos débiles se ven
forzados á cortejar la gritería populachera y el patriotismo
callejero. Se corre peligro de provocar la anarquía, si se pro-
cede de frente contra las turbas excitadas. De ahí que las ma-
nifestaciones guerreras de Chile, los discursos de sus ministros
— recuérdese que los 200.000 rotos de Walker Martínez, no son
sino el apéndice de los famosos 300.000 que nos desplegó vez
pasada en Montevideo el finado Isidoro Errázuriz, (( el Metter-
nich chileno », — los reportajes, conferencias, y hasta apuestas
de sus diplomáticos, no sólo sirven como medio de ejercer pre-
sión sobre el gobierno argentino, sino también y quizá muy
principalmente, para acallar y tranquilizar e\ jingoísmo belico-
so del pueblo trasandino. Hay, pues, que tomar estas cosas
cum grano salís ; por otra parte, la debilidad gubernamental en
Chile no puede ser duradera^ si mantiene al frente de los nego-
cios públicos á un hombre como Walker Martínez, de quien se
ha dicho con razón que « sin rodeos, ni diplomacia, va derecho
al objeto que se propone; con tal de llegar al fin, no escogita me-
dios; hombre de fuertes pasiones, tritura á sus enemigos )). Por
eso tenemos fe en que sabrá imponer la cordura á las veleidades
inconsultas de la calle, a La primera condición de un gobierno,
— ha dicho un gran estadista, — es la energía. No tiene que preferir
la comodidad del momento, y sacrificar á ella el porvenir. Un
gobierno debe ser consecuente. La firmeza, á las veces la du-
reza misma, de un gobierno, es la mejor garantía de la paz, tanto
interna como externa. Un gobierno que estuviera dispuesto á
176 LA POLÍTICA ARGENTINA
ceder ante una mayoría, sea local ó temporaria, parlamentaria ó
sediciosa, y que mantuviera su posición á fuerza sólo de conce-
siones, cada una de las cuales aplana el camino para otra nueva,
— gobierno semejante se encontraría en una situación bien
critica )).
— Pero ¿en qué forma podrá el jefe del ministerio chileno,
don Carlos Walker Martínez — de cuyas condiciones tiene Vd.
tan alta idea — entrar á resolver el litigio, si el perito Barros
Arana le cierra todas las puertas?
— Muy sencillamente : procediendo como estadista, y levan-
tándose por sobre el amor propio del perito, para no preocuparse
sino del bien de su país y de la estabilidad de la política inter-
nacional de esta parte de América. ¿Cómo? Cimentando la paz
por medio de un arreglo directo y definitivo.
Ahora bien, á cualquier observador imparcial no se le oculta
que, despejada la situación internacional por el hecho sólo de
inaugurarse la próxima presidencia argentina, no quedan en pie
sino las dos soluciones anteriormente apuntadas. Por mi parte,
insisto en creer que no es difícil llevar á cabo la segunda, esto
es, la fijación dij^ecta de una línea entre ambos países^ dentro
de la cordillera : la fantasía de Barros Arana queda absoluta-
mente descartada, pues hay que atenerse álos tratados. En Chi-
le algo barruntan de esta decisión argentina por dar un corte al
nudo gordiano de la dificultad, pero parten del error de suponer
que es aversión al arbitraje, sea por los precedentes adver-
sos que para nosotros ha tenido ese recurso, sea porque tema-
mos que ellos hayan predispuesto favorablemente la opinión in-
glesa, ó porque sospechemos que Inglaterra daria un fallo salo-
mónico que les fuera favorable, siquiera porque así acrecentaría
la riqueza de aquel país, donde ha invertido tantos capitales,
mientras no debilitarla la del nuestro, ni causaría por ende per-
juicio álos valiosos intereses aquí radicados. Esa creencia es un
error, qu,e parece inoficioso refutar, por más apariencias de ver-
dad que tenga. ¿ Por qué, entonces, se impone el arreglo di-
recto entre ambos gobiernos ?
La solución directa es tanto más práctica, cuanto que hay am-
plia materia para una transacción honrosa para ambos países. El
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 177
tratado de 1881 adolecía del gravísimo defecto de ambigüedad
en la redacción de su famoso artículo primero, pues^ como se ha
aclarado después, se partió del error de que la cordillera era una
cadena de aristas perfectas, como si fuera la cumbrera de un
galpón. Los estudios científicos conocidos, de demarcación entre
países separados por cadenas de montañas, debieron haber impe-
dido ese error elemental. Pero el hecho es que ambas partes
contratantes incurrieron en él. Naturalmente, apenas se princi-
pió la exploración del terreno, se notó que la cordillera es una
vasta región montañosa, con diversas cadenas de cumbres, más
ó menos elevadas, más ó menos sin solución de continuidad, y
que encerraban valles inmensos dentro de sus serranías. Más
aun : se notó que, al descender al sud, la cordillera se fragmen-
taba hasta el punto de parecer perderse á las veces en altiplani-
cies sin límites. Se creyó obviar la dificultad, precisando la línea
divisoria en el encadenamiento principal, en el macizo central.
También en el terreno se pudo notar más tarde, que no era siempre
evidente ese criterio. Todo esto provino de la redacción deficien-
te de tratados y protocolos, que carecían da la base sólida del
conocimiento del terreno.
De modo, pues, que dentro de la cordillera^ cabe la diversi-
dad de criterio, en el sentido de que el encade^iamiento princi-
pal puede á veces ser considerado por los unos más al este, por
los otros más al oeste. Las más altas cumbres que dividan aguas
son las referentes al encadenamiento principal, es decir, que el
diüortium aquarum cordillerano coincide con el macizo central.
Peno como éste no forma una linea recta, como hace, desgracia-
damente, zigzags, y óomo deja valles de un lado y otro, cabe
perfectamente una transacción equitativa entre ambos países,
y, en el supuesto de estar suficientemente terminado el recono-
cimiento técnico del terreno, la rectificación de la línea fronte-
riza de modo conveniente para las dos naciones colindantes. La
frontera queda siempre dentro de la cordillera^ pero la linea di-
visoria sería regular y podría servir de frontera estratégica, mien-
tras que, de aplicarse la letra de los pactos vigentes, los peritos
ó el arbitro tendrán que terminar fijando una línea quebrada, di-
fícil de guarnecer del punto de vista aduanero y militar, pues
entraría á veces en el territorio de un país, á veces en el del
otro.
12
178 LA POLÍTICA ARGENTINA
Está en el interés de ambos países que su frontera sea clara j
precisa. Para conseguirlo, no hay más que un solo medio : un
pacto directo. Demás está decir que requiere el completo y previo
conocimiento verdadero del terreno, 7 el espíritu más amplio j
amistoso por ambas partes. Lo que sí es indudable es, que los
conocimientos que ya se tienen hoy, autorizan á declarar que
esa línea conveniente no se podrá obtener por los medios escogi-
tados en los tratados, ni por el recurso final del arbitraje.
Ahora bien : la influencia desgraciada del perito chileno Ba-
rros Arana puede entorpecer ó demorar una solución por tran-
sacción directa, en el sentido de que, si bien las comisiones de-
marcadoras argentinas han terminado el estudio de máxima de
toda la región cordillerana — por más que la forzosa rapidez de
esta exploración á « vuelo de pájaro », haya impedido practicar ex-
ploraciones detenidas y completas, — resulta que las comisiones
chilenas similares sólo han recorrido regiones parciales y general-
mente fuera de la cordillera : en a la región plana de la pam-
pa », para usar la frase gráfica del ingeniero Bertrand. Esto se
explica, por cuanto Barros Arana no ha tenido sino inte-
rés secundario en el reconocimiento efectivo de la región cor-
dillerana, habiéndose abroquelado tras de su sofisma, de que la
operación no consistía tanto en la exploración técnica, cuanto en
la fijación de la regla de demarcación, sosteniendo ser ésta el
dicortium aquarum interconiinentaL Naturalmente, con crite-
rio semejante, era secundario el estudio real del terreno. De ahí
que los trabajos de exploración por parte de Chile, sean fragmen-
tarios, y lo coloquen en situación difícil para juzgar de la región
cordillerana con exacto conocimiento de causa.
Este grave inconveniente puede quizá obstar á un rápido y
feliz desenlace de este pleito sencillísimo, y que parece haber ha-
bido interés en complicar sin medida. Ambos gobiernos deberán ^^
pues, encarar esta faz del asunto con espíritu amplio y levanta-
do, concentrando de buena fe todos sus esfuerzos en este deside-
rátum: fijar una línea divisoria que constituya una verdadera
frontera arcifinia, lo raás regular y recta que sea posible, divi-
diéndose equitativa y razonablemente la región cordillerana, de
modo que no haya lugar áconflictos en el futuro, y que quede sa-
tisfecho el amor propio de ambos países. A ese resultado es fácil
arribar: siempre la cordillera de los Andes será grosso modo el
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 179
deslinde de ambos países, y los hitos fronterizos quedarán con-
venientemente fijados.
Descartada la intransigencia insostenible y sofística de Barros
Arana, y disipada la posibilidad de emprender una política na-
poleónica, el patriotismo de ambos países encontrará pronto la
solución deseada.
La separación de Barros Arana del cargo de perito se impone,
pues, por la fuerza de los acontecimientos. Es un obstáculo in-
salvable, sea para eL estricto cumplimiento de los tratados y ob-
servancia de los trámites establecidos, sea para la celebración de
un arreglo directo. Por otra parte, su influencia perniciosa en este
asunto es ya demasiado visible á los ojos de sus mismos compa-
triotas, para que pueda continuar, y que su patria se sacrifique
por satisfacer el amor propio de un solo individuo. Además, polí-
ticamente. Barros Arana no tiene más vinculaciones que con los
radicales, que constituyen notoriamente el partido de la guerra ;
los conservadores lo miran con esquivez, tanto mayor cuanto que
les ha fastidiado la debilidad del desgraciado prólogo que puso
al tomo de su Historia de Chile, publicado después de la caída
de Balmaceda, y en el cual trata de las campañas inmortales de
Chacabuco y Maipú, llegando á decir— para congraciarse las
simpatías de los vencedores — que la revolución de 1891 era más
gloriosa y trascendental que la estudiada en ese libro! El minis-
tro Carlos Walker Martínez^ espíritu levantado y altivo, no po-
drá olvidar... cosa semejante.
Y tan es así, que es voz corriente que el gobierno de la Mone-
da^ para contestarla sonada nota del ministro argentino, llamó
al asesor técnico ingeniero Bertrand, en lugar de Barros Arana,
porque éste se habría contentado con reeditar su estéril oposición,
con los mismos párrafos ya publicados en años anteriores, y
porque aquel ingeniero conoce la cordillera, mientras el perito
jamás ha estado en ella. Hay, pues, fundamento para creer que
se hará á un lado el obstáculo que ha- presentado siempre la
obcecación y el despecho desgraciados de aquel funcionario.
Pero, se impone el arreglo directo por otras razones además.
La solución directa tiene la ventaja de zanjar definitiva-
mente esta eterna cuestión, que hace tantos años paraliza
nuestro progreso. El arbitraje, por rápido que sea, necesitará
varios años para dar su fallo, porque exige el previo reconocí-
180 LA POLÍTICA ARGENTINA
miento pericial del terreno. Esa operación» además, ocasionaría
gastos cuantiosos al tesoro de ambos países, y mantendría en
suspenso la suspicacia de ambos hasta la decisión final. Todo
esto se evitaría con un arreglo directo^ claro y definitivo: está en
la conveniencia de ambos países el intentarlo, porque no sólo les
evitaría una nueva sangría financiera, sino que desenvolvería
violentamente su progreso material, pues, alejadas en absoluto
las causas de perturbación internacional, todo conspira, en la
situación actual de Europa, á que torrentes de gentes y de capi-
tales se desprendan, como avalancha gigantesca, sobre estos paí-
ses. Además, y last, but not least, una solución directa sería
ol punto de partida para no sólo cimentar la paz, sino para
inaugurar una nueva política internacional con rumbo defi-
nido.
—Pero, y esta alternativa es menester tomarla en considera-
ción, ¿si Chile se ni'íga ó hace imposible una transacción directa?
¿no queda entonces más recurso que la guerra? ¿no puede acaso
provocar por si solo el arbitraje, aprovechando la ocasión para
plantearlo en la forma ilimitada que preconiza? ¿no es éste un
peligro posible?
— Si lo es. Porque debido á la desgraciada y constante inha-
bilidad nuestra, cada protocolo ha sido una derrota diplomática,
y así, en el de 1896, nos arrancó Chile una cláusula que dice :
« sesenta días después de producida la divergencia, podrá solici-
tarse la intervención del arbitro por ambos gobiernos de común
^QxxQTáOf 6 por cualquiera de ellos separadamente)). Caímos
ingenuamente en el lazo...
De modo que, calculando que los peritos no logren entenderse
en todo septiembre, para noviembre Chile puede llevar el litigio
á Inglaterra, y en forma de autos tan enrevesados, que nos coloca
en situación desfavorable á la vez que desairada. Formulará
sus pretensiones de una manera cruda: tendremos que oponer-
nos, pero el arbitro habrá entrado en funciones y el litigio estará
incoado, con burla real de los tratados pero con aparente respeto
de los mismos. ¿Que hará Inglaterra? La intriga diplomática á
que nos referíamos hace un momento, provocada por la gestión
del comercio británico en Chile, ha preparado el camino, y ha
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 181
comprometido casi la actitud inglesa, con la tentativa de media-
ción oficiosa.
Si tal hace Chile, la situación sería gravísima, y pudiera que
la Argentina, cansada de ser víctima de tanta argucia, violenta-
ra sus intereses y sus deseos, prefiriendo cortar el nudo gordiano
con la espada de Alejandro. Bajo principio alguno, encubierto
en forma cualquiera, puede este país tolerar que Chile se pose-
sione de territorios al oriente déla cordillera délos Andes: si he-
mos de perder el limite arcifinio y cordillerano, señalado por la
naturaleza y por la historia, es preferible que las armas decidan
la contienda.
Cierto es que los expresidentes argentinos Mitre, Roca y Pe-
llegrini, han afirmado la paz y garantizado el arbitraje, pero el
país ha entendido y entiende, que es la paz con dignidad y el
arbitraje con estricto arreglo á los tratados. Por otra parte, estoy
convencido de que no llegará el caso de plantear el problema en
esa forma, y de que la cordura de los hombres dirigentes de am-
bos países arribará á una solución directa.
Basta. Basta ya de cesiones territoriales y de derrotas diplomá-
ticas. En 1881, Avellaneda decía: «se ha hecho el tratado con
Chile ; puede ser un acto de gobierno, pero no una transacción
directa : Chile gana, y ultra petita, su pleito de tierras, merced
á su pertinacia de 40 años )). Y nuestra prensa confesó que a el
tratado consagra un triunfo pleno y completo de la diplomacia
de Chile». Hasta Mitre dijo: «en realidad, Chile gana su pleito
aun más allá de lo que pretendió en su origen»-
Pues bien : el sacrificio de 1881, lo hemos repetido en el pacto
de 1893, en la convención de 1895, en el protocolo de 1896...
¿Hasta cuándo?
Y todo eso ¿por qué? «Las concesiones que hicimos — ha dicho
el negociador argentino del tratado de 1881— fueron deliberada-
mente acordadas en favor de la paz y de los intereses comercia-
les de esta parte del mundo ». La razón real fué la de carecer de
absoluta preparación militar. Idéntica razón se adujo en 1893, y
se ha repetido sucesivamente en 1P95 y 1896. ¿Es posible supo-
ner que sea hoy invocada? Sería absurdo. Hoy el país, á pesar
del descuido desgraciado del actual gobierno, está en vísperas
de encontrarse en aptitud de no temer una agresión, y de poder
hacer respetar sus derechos. Basta, pues, de la eterna debilidad
182 LA política argentina
y de la perpetua humillación: todas las cosas tienen su limite, y
la más santa paciencia se agota á las veces.
Pero... todo esto es hipotético. Vuelvo á repetir á Vd. : no lle-
gará el caso. Es absolutamente imposible. Hoy Chile se encuen-
tra gobernado por estadistas sesudos, y jamás se lanzaría por
sendas extraviadas, donde sólo podrían conducirlo (( políticos
aventureros ». La prudencia ha de hacerse oir. Mi convicción á
ese respecto es profunda : entiendo que los hombres chilenos^ en
su inmensa mayoría, son políticos serios, que no pueden dejar-
se manejar por la gritería callejera ó por las intemperancias de
cierta prensa. La solución del conflicto será pacífica. Lo contra-
rio sería inconcebible...
Quizá para ello se necesitaría que los escritores trasandinos
abandonen su original sistema de ser « monocordes » : todos los
libros, folletos y artículos, que en Chile se publican sobre la cues-
tión de límites, repiten eternamente los mismos argumentos de
Barros Arana, sin detenerse á examinarlos, sin discutir las
opiniones argentinas, sin citar un solo autor nuestro, como si,
con ese silencio calculado, pudieran convencer al pueblo chileno
que no hay más voz que la suya, y que en la Argentina sólo
existe una grita sin fundamento alguno. Es candoroso ese pro-
cedimiento. Para facilitar su argumentación, tuercen los hechos,
truncan las referencias, y afirman pomposamente como cosa
averiguada las tesis más arriesgadas. Resulta que esa literatura
no resiste á la lectura fuera de Chile, y el estudioso se encuen-
tra absorto ante ese procedimiento cuasi infantil. Todos caen
allí en ese defecto : Barros Arana, con su Memorándum ; Ber-
trand, con su Estudio técnico ; Serrano Montaner, con sus Li-
miten con la Argentina ; E. de la Barra, con el Problema de
los Andes ; F. Fonck, con su Orografía y geología de la re-
gión austral de Sud América; y seguramente seguirá las
j mismas huellas escritor tan distinguido, como el historiador
I Gonzalo Bulnes, en el libro que sobre este debate anunciad te-
^ légrafo que va á publicar. Es una lástima : no hay discusión ;
sólo hay afirmación. Es la infalibilidad laica en una cuestión
i internacional.
Mientras tanto, los escritores argentinos analizan y discuten
/ los libros y producciones chilenas ; pesan y combaten sus argu-
mentos ; debaten el punto, en una palabra. Esa es la manera de
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 183
hacer polémica fructífera, pues de la discusión resaltará, en de-
finitiva, la verdad. La opinión imparcial dirá cuál de los dos
procedimientos es el más adecuado para esclarecer bona fide
esta cuestión.
Pero, vuelvo á repetirlo, tocamos al fin de este larguísimo
pleito . Pronto no será sino una curiosidad histórica, pero que
dejará provechosa enseñanza parael estudio de la política inter-
nacional 7 de la historia diplomática de Sud América.
— ¿Luego Vd. cree que Chile renunciará á sostener « el crite-
rio hidrográfico » de su perito, y acatará la regla orográfica del
tratado de 1881 ? Sin embargo^ todos los escritores trasandinos
pretenden que la teoría de su perito es la doctrina chilena, . .
— Asi lo sostienen, porque no hacen sino repetir constante-
mente el sofisma de Barros Arana, con los mismos argumentos
de su Memorándum, como si no hubieran sido ya ampliamente
refutados por los escritores argentinos. Recordará Vd. que en
mi libro La política chilena en el Plata^ al refutar punto por
punto el alegato de bien probado del perito chileno, he demostra-
do que la doctrina del dicortium aquarum intercontinental no .
sólo es arbitraria y violatoria del tratado de 1881^ sino que es
contraria á todos los antecedentes emanados de los publicistas,
gobierno y diplomacia de Chile.
El sofisma de Barros Arana proviene de un juego de pala-
bras. El diüortium aquarum de la cordillera es la linea de las
más altas cumbres de su encadenamiento principal: en ese sen-
tido ha sido siempre empleado, y tal lo consagra el tratado. El
dicortium aquarum continental sale fuera de la cordillera : se
ubica « en la región plana de las pampas », como tan elocuente-
mente lo dijo Bertrand, y, en este sentido, es completamente con-
trario á lo estipulado en los tratados, que pactan solemnemente
el limite internacional a en la cordillera de los Andes ». Se ter-
giversa la cuestión con ese juego malabar, abusando de la casi
paridad de los conceptos.
Le recordaré á Vd. un solo antecedente. Cuando Lastarria
vino al Plata, en 1865, como ministro de Chile, y agitó la cuestión
de limites, reducida entonces á la subrepticia ocupación chilena
de Punta Arenas, en el Estrecho de Magallanes, dijo en una
nota muy conocida : ((Del seno del Reloncavi hasta el grado 50,
la cordillera no tiene el mismo carácter orográfico que on el
184 LA POLÍTICA ARGENTINA
centro de la república, por lo cual las corrientes de las aguas
no tienen una linea divisoria determinada, como aún sucede
en parte de la provincia de Valdivia, según lo ha comprobado
el ingeniero Frick en su exploración en las alturas del Riñi-
hué )), por cuya razón propuso « adoptar como línea divisoria una
que fuera la prolongación de la que corre en la cordillera cen-
tral por las más altas cumbres )). Y agrega : « siendo ésta la
linea que siempre se ha reconocido como límite en la parte cen-
tral de la república». Se ve, pues, que, expresa y formalmente,
Chile repudiaba la división de las aguas /aera de la cordillera,
y sostenía como lindero la línea prolongación de la que corre
en la cordillera central por las más altas cumbres. Más aún;
el mismo honrado diplomático chileno, que había tenido la sin-
ceridad de declarar oficialmente : « Ni en la discusión verbal,
ni en las proposiciones escritas, se hizo por mi parte cuestión,
ni siquiera mención de los territorios de la Patagonia, domina-
dos por la República Argentina», insistía en su criterio de de-
marcación, refiriéndose á los potreros cordilleranos, en esta for-
ma : « Es justo que Mendoza ejerza jurisdicción sobre todos los
valles intermedios, que están situados al oriente de la linea que
corre por las más altas cumbres que separan las aguas. »
Como Vd. ve, ese es el criterio del tratado de 1881 : « las más
altas cumbres que dividan aguas », y nunca w las corrientes de
las aguas que no tienen línea divisoria determinada », que Chile
mismo repudiaba en 1865.
En este sentido se han empleado siempre en ambos países —
hasta que Barros Arana inventó su sofisma — las dos expresio-
nes: « las más altas cumbres » y divortium aquarum, como sinó-
nimos déla línea anticlinal. Esta es la expresión honrada de
la verdad. En ese sentido el gobierno de Chile dio en 1849 sus
instrucciones á Pissis, para levantar el mapa del territorio : « de-
dicará particular atención — le dice — á la cordillera de los
Andes, que, examinará del modo más prolijo que le sea posible,
á fin de señalar con precisión el filo ó linea culminante que se-
para las vertientes argentinas de las que se dirigen al territorio
chileno»; en ese sentido, el gobierno de Búlnes constantemente
se refiere á la linea culminante de la cordillera^ entre las ver-
tientes^ y en otra ocasión, dice : « trazando en los Andes la lí-
nea anticlinal divisoria de las aguas, pues el gobierno de Chile
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 185
ha entendido, como todo el mundo, de acuerdo con una regla
internacional universalmente adoptada, que cuando una monta-
ña ó cordillera separa dos países, el límite entre ellos lo marcan
en las cumbres las caídas de las aguas ». Tal es el sentido del
tratado de 1881.
Y, sin embargo, el hijo de aquel presidente, Gonzalo Búlnes,
en uno de sus briosos artículos sobre la cuestión, llega á esta
conclusión : « Una línea de altas cumbres no se puede trazar si-
no en el mapa: si el tratado de 1881 dijese eso, habría que con-
venir en que la diplomacia y la gramática son las más absurdas
invenciones humanas.» Como se vé, es el sofisma de Barros
Arana : pretender que Chile sostiene el dívortium aquarum
continental, y que la Argentina defiende las altas cumbres ab-
solutas y aisladas, lo que es un absurdo.
Pero ¿qué de extraño tiene eso, cuando la ofuscación chilena
llega ahora á sostener que el articvilo 5<> del tratado de 1881, que
dice : « El Estrecho de Magallanes queda neutralizado á perpe-
tuidad y asegurada su libre navegación para las banderas de to-
das las naciones. En el interés de asegurar esta libertad y neu-
tralidad, no se construirán en las costas, fortificaciones ni de-
fensas militares que puedan contrariar ese propósito»; sosten-
gan, decimos, que ese artículo « se limita al tiempo de paz, co-
mo es natural, porque lo demás habría sido no otorgar una ven-
taja al comercio y ala navegación del Pacifico, sino renunciar
á la soberanía sobre una parte del territorio »? Pues bien, es
Gonzalo Búlnes quien sostiene enormidad semejante. Verdad es
que, en su afán por dar la razón á tort et á traoers á su país —
anhelo que no le criticamos, pero que debe hacerse constar —
sostiene que Chile no sólo tuvo mejores títulos coloniales que
los argentinos al uti possidetis (á pesar de que confiesa que fué
lo contrario desde 1810 hasta la fundación de Punta Arenas,
hostigado por Sarmiento en odio á Rosas y con el solo objeto de
ver si agresión tan burda y manifiesta encendía la guerra entre
ambos países, y los emigrados medraban en el entrevero), sino,
lo que es otra enormidad, que litigó siempre sus derechos á la
Patagoniade buena fe„. sarcasmo horrible, pues fué un chile-
no, el respetable doctor Manuel Bilbao, quien, indignado por
.tanta doblez, tuvo el coraje de decir en la prensa de su país : « el
señor ministro de relaciones exteriores de Chile, cree que la re-
186 LA POLÍTICA ARGENTINA
pública que está del otro lado de los Andes, es argentina, y, sin
embargo, hace saber á su país que desaprueba el tratado, porque
no puso en litigio lo que es ajeno, lo que no tiene cómo cuestio-
nar ». ¿ Será necesario reproducir de nuevo las pruebas ? Véase
esta carta : « Ministerio de relaciones exteriores. Octubre 1** de
1876... Todos los datos que he podido recoger, es que el territo-
rio patagónico del otro lado del Atlántico, es de muy poco prove-
cho. Esta circunstancia, unida á la distancia que de nosotros se
encuentra, hace que en realidad sea para mi de muy poca codi-
cia. Siempre me ha parecido que se debe sostener que nos per-
tenece, sólo para asegurar la posesión completa del Estrecho,
Nuestra situación geográfica y nuestro interés aconsejan, sin
duda, que no debemos extendernos por ese lado. Pero la cues-
tión está ya planteada, y debemos insistir en mantenerla, bajo
la base de la última discusión. José Alfonso.^
¿ No es, pues, un sarcasmo hacerse ahora en Chile los olvida-
dizos, y entonar himnos á la «buena fe» de su cancillería? Peor
es meneallo : sabido es que cambió todo, cuando las exploracio-
nes chilenas en la Patagonia convencieron á su gobierno de que
debía ser, en vez de « muy poco codiciada», simplemente « muy
codiciada » ; entonces vino la serie de chicanas y de avances, has-
ta que quedó incoado el litigio sobre « lo que no le pertenecía á
Chile», según las propias palabras de su canciller. Pero, todo
eso pertenece á la historia: echemos un velo tupido sobre el pa-
sado. ¿ Para qué remueven esas cenizas ingratas los escritores
trasandinos ?
Y esos mismos escritores chilenos, que llevan su parti prís
hasta sostener que (da Argentina no necesita flota, porque carece
DE COSTAS », son los que forman hoy el estado mayor de Barros
Arana, y pretenden suprimir del tratado de 1881 no sólo las más
altas cumbres, sino bástala cordillera misma, con el sofisma de
« la línea divisoria de las aguas », erigida en principio opuesto á
la cadena de los Andes. « El tratado de 1881 — dicen — determi-
nó como deslinde el divorcio de las aguas ; fuera de esa línea no
hay sino una espantosa confusión, un caos veteado de negro y
rojo : caos de una obscuridad negra y de una irradiación sangrien-
ta! » ¿Qué tal el argumento? Irradiación sangrienta.,, si no se
escamotea la cordillera, se penetra en plena Patagonia « en la re-
gión plana de las pampas», para buscar nacientes de cursos de
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 187
agua por (da hinchazón de una llanura baja : en ciertas partes hay
necesidad aun de medir la altura del suelo para conocer exacta-
mente la línea divisoria.. .» Parece uno soñar cuando lee que eso
se encuentra estipulado en el tratado de 1881, que señala como li-
mite divisorio las más altas cumbres ! Hasta dónde lleva la ofus-
cación» por más que, esta vez — para diferenciar el caso del mi-
nistro de relaciones exteriores de Chile en 1876, — creemos que
se sostiene « todo eso » honájidel Pero, al hacerlo asi, esos es-
critores sólo demuestran una curiosa ignorancia de la historia di-
plomática de su propio país ; afirmación de muy sencilla prueba.
Cuando se formalizó el tratado de 1881, como lo he observado
en otra ocasión, estaban frescos los recuerdos déla discusión di-
plomática entre Bolivia y Chile, en 1875, con motivo de que el
tratado de 1874 fijaba como limite el divortium aquarum á secas ;
las declaraciones del gobierno de Chile fueron claras, rotundas y
contundentes. Ya las he citado antes, pero no está demás repe-
tirlas, porque el órgano para hacer aquellas solemnes y honestas
declaraciones — no existía aún el sofisma de Barros Arana — fué
el actual ministro del interior y jefe del gabinete de Chile, don
Carlos Walker Martínez. El tratado decía : « El paralelo del gra-
do 26 desde el mar hasta la cordillera de los Andes, en el divor-
tía aquarum, es el límite entre las repúblicas de Chile y de Bo-
livia. » La opinión pública boliviana se alarmó ante la frase di-
vortla aquarum, y el ministro Baptista pidió aclaración. Enton-
ces Walker Martínez contestó : « Una explicación cualquiera se-
rá bastante para darle el genuino sentido que él tiene, y no los
otros antojadizos que los ignorantes han querido darle. Jamás
Chile ha pretendido extender sus límites á la otra parte de la
cordillera... La cordillera de los Andes, que forma, de norte á
sur, su limite oriental, es claro que seguirá siendo su límite has-
ta el paralelo 24, y es tan explícito el texto del tratado en su ar-
tículo 1** sobre este punto, que se necesita no entender el valor de
las palabras, para suponer que altas cimas 6 dioortia aquarum,
puedan tener otro alcance que el que la lengua, la ciencia y el
sentido común le dan... Basta, á mi juicio, que yo declare, como
lo hago, que mi gobierno entiende por su limite oriental sólo
LAS ALTAS CUMBRES dc la cordillera^ y no otra cosa. No hay en
la cordillera sino un dioortia aquarum, así como no hay sino
unas solas altas cumbres . »
\
\
188 LA POLÍTICA ARGENTINA
El gobierno de Chile, pues, siempre — hasta que nació el
sofisma de Barros Arana* — ha considerado como sinónimos los
términos : más altas cumbres y divortium aquarum, porque
siempre se ha referido á la cordillera de los Andes ; mientras
que los polemistas trasandinos que siguen hoy las huellas del
Memorándum de su perito, desechan el divortium aquarum
de la cordillera, salen fuera de ésta, penetran en la región pla-
na de las pampas, y ubican allí un caprichoso divortium aqua-
rum continental, que resulta contrapuesto al macizo central ó
encadenamiento principal de la cordillera. ¿Es posible que pros-
pere tamaño sofisma ? Muy grande tiene que ser la ofuscación de
los escritores trasandinos, cuando salen á romper lanzas por esa
mistificación, violatoria de la letra y del espíritu de los tratados.
Afortunadamente, es jefe del gabinete chileno el mismo diplomá-
tico que interpretó de modo tan afirmativo el tratado chileno-
boliviano, y que no puede hoy honestamente prohijar sino (( el
genuino sentido que él tiene, y no los otros antojadizos que los
ignorantes han querido darle ». Por eso abrigo la profunda
convicción de que el actual gobierno chileno ha de impedir que
su perito persevere en su sofisma, y de que la próxima reunión
de los peritos ha de arribar á una solución.
— Por otra part«, doctor, ¿ la reunión de los peritos podrá
resolver todas las dificultades ? Entiendo que la línea fronteriza
que debe presentarse no es la total^ sino la que corresponde á la
parte donde las divergencias son susceptibles de arbitraje. Pero
¿ en el norte, en la Puna de Atacama? ¿ cómo puede dejarse
eso pendiente ? Y, si se dejara en suspenso, resultaría que aun
allanadas las dificultades en el sur, queda en pie la cuestión
del norte...
— Exactamente. Por eso la opinión pública de ambos países
sufre una peligrosa sugestión, si cree que en la próxima reunión
de los peritos toda la cuestión quedará zanjada, sea por acuerdo
de ambos funcionarios, sea por arreglo directo de los gobiernos,
sea por arbitraje. La cuestión del norte es amenazadora, y Chile
no oculta su propósito de no resolverla.
Acaban de oirse en el senado chileno frases como esta : « Yo
confio en que no habrá en Chile un ministro de relaciones exterio-
LA POLÍTICA CONTLNENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 189
res bastante osado, un ministro que se sienta con hombros de titán
bastante fuertes, para soportar el peso de la responsabilidad de
resolverla cuestión relativa á la demarcación déla Puna... »
¿En qué consiste, pues, la extrema gravedad de esta cuestión?
Colocado provisionalmente, y mal colocado, un hito en el paso
de San Francisco, fué necesario que las cancillerías se avocaran
la dificultad, porque el perito Barros Arana no quería reconocer
el error. De ahi que en el protocolo de 1893 se estipulara la re-
visión de lo ejecutado en aquel paso, y « caso de encontrarse
error, se trasladara el hito al punto donde debió ser colocado, se-
gún los términos del tratado de límites ». Al proceder al cum-
plimiento de esa cláusula. Barros Arana alegó « que los estudios
del hito de San Francisco se limitarían á inquirir si estaba ó no
ubicado en ese punto ». El perito Quirno Costa rechazó tal chi-
cana ; en su nota de diciembre 14 de 1894 le dice : « debo obser-
var que por mi parte no doy al protocolo, en lo que se refiere al
hito de San Francisco, otra inteligencia que la que expresa su le-
tra clara é intergiversable ; y que, por más consideraciones que me
merezcan las razones que tuvo V. S. para negar al perito señor
Virasoro el derecho de rever la operación, lo que, entre otras co-
sas, provocó la negociación diplomática que terminó en mayo 1°,
me llama la atención que V. S. vacile todavía en la apreciación
de los términos del protocolo». Como se ve, la chicana de Barros
Arana sobre la estipulación clara del protocolo de 1893, había
hecho necesario el convenio de 1894, suspendiendo entretanto
los estudios en el terreno... La pertinacia del perito Barros Arana
impidió que se efectuara dicha revisión, dejando en suspenso la
cuestión de la Puna ; hasta que, para zanjar la dificultad, ambas
cancillerías celebraron el pacto de 1896, cuyo articulo 6 obliga
á los peritos á realizar conjuntamente las operaciones de des-
linde de la Puna de Atacama. Barros Arana ha opuesto la iner-
cia : nada, absolutamente nada, se ha hecho todavía.
La política de la cancillería chilena ha sido en esto habilísi-
ma : la cuestión de límites la tenía perdida, si se hubiera trata-
do primero el incidente de la Puna; su interés estaba en re-
legarlo á segundo término, para ver si, arribando á alguna
transacción en la línea sur, podía sacar alguna ventaja al
último en la linea norte. Por el contrario, el interés argen-
tino consistía en postergar la consideración de la parte sur y
190 LA POLÍTICA ARGENTINA
dilucidar primero la cuestión del norte, porque tenia asi ga-
nado el litis. La diplomacia chilena ha obtenido el señalado
triunfo de esquivar la discusión en un terreno desfavorable para
ella, y llevarnos á nosotros al terreno más simpático á Chile.
Es un colmo que hayamos consentido.
En efecto : la cuestión de la Puna és clarísima. Cedido ese
territorio por Bolivia á la Argentina en el tratado de límites
argentino-boliviano, de 1889, constituía un departamento divi-
dido de Chile por la comisión Pissis y Mujia en 1870, ratificada
por el tratado de limites chileno-boliviano, de 1874. ¿Cuáles
eran esos limites? La linea anticlinal de los Andes, ó sea sus
más altas cumbres : el criterio netamente orográfico. Chile ha
reconocido expresa y categóricamente esa linea, no sólo en el
protocolo Lindsay-Corral, y en el tratado Walker Martínez -
Baptista, sino en declaraciones solemnísimas de su cancillería,
como muy bien lo sabe el jefe actual del gabinete de la Moneda,
quien era á la sazón ministro de Chile en Bolivia, y en cuyo
carácter, obedeciendo á órdenes expresas de su gobierno, declaró
que el limite eran sólo las más altas cumbres de la cordillera.
A raíz del tratado argentino-boliviano, nuestro gobierno exigió
del de Bolivia la garantía de evicción, ó sea, su compromiso
de entregarnos el territorio cedido, que acababa de ser subrepti-
ciamente ocupado por Chile, en 1887, so pretexto de establecer
cordones sanitarios contra el cólera : el ministro boliviano en
Buenos Aires, Baptista, en 29 de enero de 1892, declaró en nom-
bre de su gobierno que se comprometía á ello. En esa virtud, el
ministro argentino en Bolivia, Rocha, exigió, en diciembre 9 de
1895, que el gabinete de S.ucre ratificara solemnemente « que, por
pacto alguno, ha sometido á jurisdicción extraña ni consentido
en la ocupación de territorios al sur del paralelo 23, ni al oriente
de la linea anticlinal ó de las altas cumbres de la cordillera de
los Andes»; y el gobierno de Bolivia, en el protocolo Rocha-
Cano, de aquella fecha, asintió á declarar : « siendo reconoci-
das á la República Argentina todas las tierras situadas al orien-
te de esa linea y al sud del paralelo 23, desde su intersección con
ella hasta Sapalegui ; las que, en tal virtud, quedan unidas con
las tierras consideradas en todo tiempo como argentinas ». Ahora
bien : ante la chicanade Barros Arana, se convino en el protoco-
lo chileno-argentino, de abril 17 de 1896, que concurriría á la de-
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 191
marcación en esa parte de la Puna el gobierno de Bolivia. Evi-
dente era que éste tenia, en virtud de los compromisos referidos,
que concurrir para dejar fuera de controversia el limite interna-
cional en la linea anticlinal, ó sea de las altas cumbres de la
cordillera.
En esta emergencia ¿cuál era el interés evidente de la po-
liúca] argentina? Anteponer á todo la fíjación del limite norte,
con la concurrencia de Bolivia, pues aceptada alli la linea anti-
clinal, no cabía el sofísma del criterio hidrográñco de Barros
Arana para la linea sur. El interés chileno era exactamente lo
contrario. ¿Qué pasó? En noviembre de 1896 ambos gobiernos
solicitaron del de Bolivia que, de acuerdo con lo estipulado en el
protocolo Guerrero-Quirno Costa, concurriese á la demarcación
en la Puna. Al mismo tiempo, la cancillería de la Moneda in-
fluía, por la vía reservada, con la de Sucre, para que promoviese
dificultades. Asi fué que, á una presentación conjunta de los
ministros chileno y argentino, en Bolivia, para exigir la con-
currencia solicitada, el canciller boliviano manifestó « que esti-
maba que á Bolivia no le correspondía otro papel que el de una
entidad especiante, por cuanto ella no figuraba como parte en el
pacto firmado entre la Argentina y Chile ». Y, con fecha 24 de
diciembre de aquel año, el ministro de relaciones exteriores de
Bolivia, espuso : « No hallándose directamente interesado el go-
bierno de Bolivia en la realización del acuerdo del 17 de abril, á
cuya celebración no concurrió, surgen las siguientes dudas: ¿su
intervención seria continua, ó la ejercitarla tan sólo en casos de
divergencia entre los vecinos gobiernos de Chile y la República
Argentina? ¿ cuál seria, en este último caso, el valor de sus
juicios ? Si su acción fuese permanente y conjunta con la de los
gobiernos empeñados en la solución del asunto, como parece
significarlo el propio acuerdo, ¿ ejercerla tan sólo buenos oficios
para propender á un amigable avenimiento, ó tendrían sus de-
claraciones cierto carácter decisivo, no obstante la acción arbi-
tral reconocida en el pacto ? Si la designación del gobierno de
Boliva para concurrir á las operaciones del deslinde, hubiese
obedecido al contacto inmediato del territorio de esta república
con los que han de ser objeto de los trabajos, habriase procurado
indudablemente su concurso á la celebración misma de las esti-
pulaciones concernientes ».
192 LA POLÍTICA ARGENTINA
Como se ve, la intriga chilena había dado sus frutos, ultra
peüía. El gobierno boliviano, cedente del territorio de cuya deli-
mitación se trataba, habiendo afianzado su garantía de evicción
por declaración de su plenipotenciario Baptista, en 1892, ycom-
prometidose solemnemente á concurrir á fín de garantizar la linea
anticlinal como límite, por el protocolo Rocha-Cano, de 1895,
se manifiesta sorprendido del asunto un año después, promueve
toda clase de dudas, afectando no tener nada que ver con el
asunto ! Es realmente singular esa política boliviana... ¿Qué hi-
cieron, en presencia de esa dificultad, los gobiernos argentino y
chileno ? Hasta la fecha, en el correr de los largos años, nihil ;
salvo un cambio de notas tendentes á ponerse de acuerdo en la
respuesta que debían dar á las « preguntas » bolivianas. Chile
ha dado largas al asunto, y con razón ; nosotros, nos hemos de-
jado coger en el lazo... y hoy estamos en statu quo, como Que-
vedo, que ni adelanta ni se está quedo.
Esta derrota diplomática argentina es de consecuencias graví-
simas. No habría cuestión en el sur, si hubiéramos sabido ur-
gir la solución de la cuestión del norte. Pagamos, pues, las cul-
pas de la sempiterna inhabilidad de nuestra cancillería...
Por otra parte, la delimitación en la parte de la Puna ha sido
expresa y categóricamente excluida de las divergencias que son
susceptibles de arbitraje. Ahora bien : la línea fronteriza de la
Puna es casi la mitad de la divisoria general. Chile mete gran
ruido ahora con la línea del sud ; nada dice de la del norte. De
modo que el pleito medianero jamás quedaría resuelto, en el me-
jor de los casos, en la próxima reunión de los peritos : de ahí
que se imponga doblemente la necesidad de un arreglo directo
y definitivo entre ambos gobiernos, para fijar toda la línea, tanto
la del sur como la del norte. De lo contrario, la paz armada
continuará y seguiremos con el arma al brazo, y tarde ó tem-
prano estaremos nuevamente al borde del abismo... Vivir cons-
tantemente expuestos á los peligros de una guerra, no es vivir :
implicaría la estagnación, la absoluta paralización de los ne-
gocios, la supresión de la inmigración, la ruina económica...
— Coincide esa observación con estas palabras de la ruidosa
carta del doctor Pellegrini : «el espectáculo que ofrecen nuestros
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 193
dos pueblos, jóvenes y vigorosos, arruinándose por simple des-
confianza reciproca, agotando todos nuestros recursos, que, apli-
cados á obras de paz, nos harían grandes y poderosos, es crimi-
nal, y, en el fondo, es algo peor, es cobarde )).
— Exactísimo. Pero permítame recordarle el breve comentario
con que La Nueoa República, de Santiago, acompañó aquella
carta : « Chile — decía en su número de junio 13 último — no
prestará oídos á los que le hablen de fraternidad y de concor-
dia, mientras terminan poderosas naves de combate; no caben
ya ilusiones ni sorpresas : no se trata ahora de impedir la gue-
rra, lo que se procura es imponer la paz )). ¿ No le parece á Vd.
bastante significativa esa cita ? Pues tal fué la opinión unáni-
me en Chile. £1 señor Galo Irarrazábal Z., en una contestación
al doctor Pellegrini, publicada en La Tarde (de junio 14) le
decía : a su carta no logrará que el gobierno y el congreso de
Chile, traicionando las opiniones de este país, cometan el gran
crimen de prolongar un día siquiera la hora definitiva, ni de
llegar á esa hora sin ir dispuestos á celebrar la paz, pero tam-
bién perfectamente preparados para hacer la guerra )).
Por lo demás, la carta de Pellegrini ha puesto el dedo en la
llaga, al decir : «... me pregunta Vd., por qué se arma la Ar-
gentina en la medida que lo hace. Se lo diré con toda franqueza.
Porque del estudio que tenemos hecho de la situación interna de
Chile, y de la influencia que pueda ejercer sobre su política exte-
rior, llegan muchos de nuestros hombres públicos á esta conclu-
sión — que existe la posibilidad de que las agitaciones y la situa-
ción interna puedan llevar á los consejos de gobierno de Chile, á
políticos aventureros, que sean tentados de buscar la solución de
problemas internos y el porvenir de su país, en las aventuras de
una guerra, tomandocomo base los resultadosinmediatos déla del
Pacífico. Lo que haya de exacto ó de puramente imaginativo en
este juicio, son Vds. los indicados para examinarlo y contestar-
lo. Por nuestra parte, ante la sola posibilidad, por remota que
sea, de que ese juicio sea exacto, la más vulgar prudencia nos
ordena tenerla en cuenta, y entonces la única manera de ga-
rantizarnos contra esa aventura, es armarnos y organizamos,
para que la partida sea tan difícil y tan riesgosa, que evite
hasta la tentación maléfica. Aunque tengo plena confianza en
la sensatez de los hombres públicos de Chile, nunca me creería
t3
194 LA POLÍTICA ARGENTINA
autorizado para negar mi voto á esos gastos, aunque nos cues-
ten grandes sacrificios» porque, al fín^ aunque sólo exista una
bolilla negra en mil blancas, es posible que el destino saque la
negra)).
La prensa de Chile ba puesto el grito en el cielo ante aná-
lisis semejante ; hasta el sesudo Mercurio afirma que « cuestión
social no hay en Chile ninguna )), pero llega á esta conclusión:
(( queda de manifiesto que lo que da lugar á tenernos por una
nación peligrosa, á causa de los graves problemas interiores que
se supone tengan á Chile en una agitación que busca salida por
el exterior, no es otra cosa que la desorganización de nuestros
partidos, cuyo fraccionamiento y falta de adherencia, hasta en-
tre los grupos de ideas afines, no permite que se forme un cen-
tro de fuerzas, suficientemente vigoroso para mantener durante
años ministerios prestigiosos en el ejercicio del gobierno ».
Lo único que de la carta de Pellegrini ha encontrado aproba-
ción entre nuestros vecinos, es esta afirmación, al demostrar
que de parte de la Argentina no cabe una política agresiva :
« ¿ Seria acaso por cuestión de influencia ó predominio poli-
tico en el continente, ó buscando herir á Chile en su prospe-
ridad y su porvenir ? Pero si la naturaleza nos ha marcado es-
feras de influencias absolutamente distintas! En el hecho, el Rio
de la Plata y nuestro Atlántico, están más lejos del Pacífico, que
del Mediterráneo ó Canal de la Mancha. Nosotros no tenemos
ni podemos tener nunca interés alguno en el Pacifico. ¿En qué
nos puede incomodar Chile ? Jamás podrá interponerse entre
nosotros y la Europa ó Norte-América, donde están todos nues-
tros intereses materiales, ni hacernos competencia alguna en
ese sentido. El campo de acción de Chile es completamente in-
dependiente de la Argentina, y jamás nos podrá encontrar en su
camino. Si hay dos naciones que pueden fácilmente aliarse, son
justamente la Argentina y Chile, porque no tienen intereses
económicos ni radio de influencia política que se choquen ó se
crucen .»
La prensa trasandina saludó alborozada esa declaración. « Con-
cuerdan perfectamente con las constantes ideas del Mercurio,
las explicaciones del doctor Pellegrini respecto de que el campo
de acción, para hoy y para el porvenir de la Argentina, está
completamente separado del de Chile^ y por consiguiente no
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 195
presenta margen de ningún género para un antagonismo entre
estas dos naciones : el porvenir de la una está en el Atlántico,
el de la otra está en el Pacífico ; ambas, sin estorbarse en lo más
mínimo, pueden llegar á ser ricas, grandes y poderosas nacio-
nes )).
Es el viejo ideal de Vicuña Mackenna. Pero, ¿implicaría ello
que la Argentina abandone las naciones del Pacífico, á la in-
fluencia sin contrapeso de Chile ? Me parece gravísimo aven-
turar siquiera el punto interrogante, y en el Pacífico no será
considerada esa hipótesis como insinuación hábil^ sino muy des-
graciada. En el supuesto de que tal hubiera de ser la solución,
dejarla adivinar sin que esté resuelta, implica acarrearnos sobre
la marcha la animosidad del Perú y Bolivia, para los cuales la
duda sola es un desastre. Enajenarnos esas simpatías, sin ob-
tener nada en cambio, es realmente singular : ¿tiene acaso otro
alcance esa hipótesis, arrojada como manzana áurea á los pies
déla Atalante chilena, que parece lanzada en vertiginosa carrera
hacia la guerra?...
Y luego ¿ es posible concretar el problema del equilibrio conti-
nental sudamericano, alas naciones de origen español, pres-
cindiendo del Brasil, que ocupa las dos terceras partes del conti-
nente, que linda con todos los demás países, que es una nación
poderosa, de vitalidad extraordinaria, y con la cual la Argentina
no tiene ya choques que temer, ni rivalidades, ni problemas,
sino todas las razones que puede aconsejar el interés bien enten-
dido, para marchar ambas de común acuerdo, y de común acuer-
do garantizarla paz del continente? En una palabra : ¿ cuál es
el eje más sólido del equilibrio continental, á fin de borrar del
horizonte político esta serie de puntos obscuros, que amenazan
de tiempo en tiempo tornarse en borrascas deshechas, impidien-
do un progreso metódico, razonado y sólido? No se trata de
vanas é ilusorias aspiraciones á hegemonias peligrosas ; se trata
de asentar la paz y la tranquilidad internacional en Sud- América^
sobre bases que garanticen un futuro seguro y brillante. Pues
bien : la respuesta áese grave punto interrogante la dará el rum-
bo que fije nuestro próximo gobierno á la política continental
de este país, y revelará si el futuro cancilleres ó no estadista de
verdad, que sepa prever el porvenir.
/
r
I
\
\
196 LA POLÍTICA ARGENTINA
— Una palabra más, y ponemos punto final á esta entrevista.
¿ No le parece á Vd que el doctor Pellegrini levanta la cu^tión
al exclamar : (( Todo esto quiere decir, lo siguiente : No des-
conñen de la Argentina, y vamos á terminar la fiesta en paz.
Quién sabe lo que el porvenir nos reserva, el norte se pone obs-
curo, y es prudente vivir unidos y fuertes, por lo que puede so-
nar ))?
— Y puede Vd. agregar que esa apreciación del estadista ar-
gentino, coincide con la siguiente de un diplomático chileno,
en otra carta publicada casi conjuntamente (en El Ferrocarril,
de junio 17) : « Para nosotros — decía Augusto Matte — la cues-
tión queda en muy segundo término, al lado del gran peligro
que envuelve para nosotros y aun para la raza latina, la creación
, del poder naval de los Estados Unidos. Si Chile y la Argentina
) no son ciegos, deberían preocuparse, antes que todo, de aunar
/ sus fuerzas para defenderse en el porvenir de los amagos de aquel
coloso, en vez de preocuparse de sus mezquinas rivalidades de
vecindario. Ojalá los gobernantes de ambas naciones sepan com-
prender estos grandes problemas. »
Pero^ me permitiré observarle que el dilucidar esa faz impre-
vista de la política argentino-chilena, nos llevaría demasiado le-
jos, y requeriría, como se dice comunmente, (( capítulo aparte » :
bástenos hacer notar la coincidencia de aquellas opiniones, que
abren horizontes singulares en el porvenir...
La política internacional sudamericana revestirá suma im-
portancia en el siglo que se acerca. Se siente la necesidad de
constituir el equilibrio continental sobre base sólida, y con la
garantía de grupos de alianzas, entre las naciones que constitui-
rán (( las grandes potencias » de esta parte del mundo. La Eu-
ropa jamás será para estos países un peligro, pues más de un
siglo tardará en repartirse el resto de África y de Asia; pero el
gran peligro para Sud- América vendrá del avance fatal y avasa-
llador de la gran república sajona, que necesita forzosamente
monopolizar estos países como mercado consumidor de sus pro-
ductos fabriles. Esa razón económica inspirará sin ambages la
política americana. Y pudiera ser que ese fuera un peligro tan
serio, que se encontraran justificados los vaticinios tanto del
doctor Pellegrini como del señor Matte : quizá el siglo próximo
imponga la solución inesperada de una estrecha alianza chile-
LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 197
no-argentina, para cimentar sobre ella el equilibrio político sud-
americano, y permitir á las repúblicas de origen latino, resistir
al avance orgulloso y temible de la gran república americana de
origen sajón, y para salvar no sólo la autonomía internacional
de estos países, sino su independencia económica, base indes-
tructible de su porvenir.
¿ Me dirá Vd. que si esa solución se columbra en el futuro, por
qué entonces no ir derecho á ella, sin circunloquios ni subterfu-
gios?... Seria ese un procedimiento que dejaría estupefactos á
todos I
Pero, para llegar á esa ó áotra política internacional sudame-
ricana, hay que partir de la base de que el actual conflicto ar-
gentino-chileno se solucionará pacíñcamente, pues si la guerra
decidiera el litigio, sus resultados marcarían el rumbo de la po-
lítica futura, y lo harían sin reatos ni candores : « la victoria no
da derechos », es máxima ingenua que no puede ni debe repetir-
se. Esos derechos no serían nunca los de la conquista, porque el
equilibrio continental reposa en la conservación del utipossi-
detisde 1810; pero serían los suficientes para garantizar sólida-
mente la paz futura, al fin de que quede al abrigo de estas per-
petuas y periódicas amenazas de una política agresiva y belico-
sa. Ese mismo resultado se ha de alcanzar por otros medios, si
bien habrá que llegar á él por camino más largo. Por el mo-
mento, loque es de toda evidencia es que la solución del conflicto
chileno-argentino será pacífica; no habrá guerra; Chile no la de-
clara; la razón se hará oir : mucho enseña la desgracia, y la te-
rrible crisis económica y financiera que postra á nuestro vecino
trasandino, habrá servido por lo menos para disipar el ensueño
napoleónico de una absorción americana ; como la presencia ca-
sual, al frente de aquel gobierno, de estadistas que, como don Car-
los Walker Martínez, han declarado oficial y solemnemente que
el límite oriental de su país es sólo las más altas cumbres de
LOS ANDES Y NO OTRA COSA, dcstruyc CU absoluto el sofisma del
criterio hidrográfico del perito Barros Arana, único causante de
la constante tergiversación de esta cuestión de límites. Demos
por ello gracias á la providencia : nisi Domtnus frustra I
CAPÍTULO V
LA CUESTIÓN DE LA PUNA. — EL CONFLICTO
CHILENO-BOLIVIANO-ARGENTINO (1)
Eq mayo pasado se nos anunció la próxima aparición de este
trabajo, del que nos hacían grandes elogios cartas recibidas de
Bolivia. Hemos leido el libro, que lleva la fecha del mes pasado,
y nos parece interesante dar á conocer su contenido, pues trata
de la gran cuestión internacional que agita en estos momentos
los espíritus^ y es conveniente darse cuenta de la manera cómo
es apreciada aquélla en los otros países de Sud-América.
Quizá se encontrará que es demasiado insistir sobre semejan-
te tema, dilucidado ya con tanta copia de detalles en la prensa
argentina. Pero creemos que jamás será exagerada la insisten-
cia, tratándose de la cuestión internacional más importante que
(1) Reproducimos este artículo, publicado por el autor, cuando era re-
dactor de El Tiempo^ en julio de 1895, porque, á pesar de los años trans-
curridos, es hoy de palpitante actualidad. Fué provocado por un libro del
diputado boliviano Abel Iturralde : Supuesto antagonismo entre el
tratado de limites bolioiano-argentino y el pacto de tregua con Chile (La
Paz, 1895, 1 volumen de 94 páginas). La situación de la cuestión poco
ha variado desde entonces : el protocolo Rocha-Cano, de diciembre 9 de
1895, formalizó la « garantía de evicción » por parte de Bolivia; y el
convenio Guerrero-Quirno Costa, de abril 17 de 1896, hizo concurrirá Bo-
livia á la demarcación fronteriza chileno -argentina en esa región. En
los capítulos anteriores, el autor ha tratado esa faz de la cuestión, ex-
plicando las razones ocultas del actual statu quo, en la delimitación de
la línea norte. El presente capítulo es, pues, un complemento necesario
de los anteriores. Para mejor inteligencia del punto, reproducimos en el
Apéndice el texto del protocolo Rocha-Cano. (Nota del editor).
200 LA POLÍTICA ARGENTINA
se ha promovido en la América del Sur desde su emancipación,
y en la cual va envuelta nuestra tranquilidad, y nuestra situación
como gran potencia entre las naciones americanas.
He aquí cómo se expresaba recientemente el diario bo-
liviano El Comercio, de Cochabamba, en su número de junio
22 : « El acuerdo de paz y de comercio, celebrado entre los gobier-
nos de Bolivia y Chile, ha caído como una bomba en los campos
de la diplomacia argentina, mientras en Santiago toma el rango
de una espléndida victoria, que desata dificultades^ despeja el
horizonte y afirma en sus designios á la poderosa nación del Paci-
fico. Bolivia juega irrevocablemente su suerte, al cerrar con un
tratado la guerra del Pacifico. ¿ Recobra y asegura su perdida
independencia, por medio de una paz justa y estable? Al calor
de pactos amistosamente celebrados, y al simple estudio de la
linea divisoria entre Chile y la república del Plata, sobre las
altas cumbres de la cordillera andina, se debaten al otro lado de
nuestras fronteras, cuestiones de suma trascendencia; se pesa y
se valoriza el poder efectivo de ambas naciones en el grado de
su actual prosperidad, y se investiga la solución que ha de afian-
zar la paz en el porvenir, con la preponderancia de una ú otra
de las dos potencias, ó con el acuerdo de ambas y tal vez me-
diante la alianza con otros estados. Los destinos de Bolivia no
pueden ser extraños al desenlace que surja del acuerdo ó de la
contienda de sus poderosos vecinos. En momentos de tanta sig-
nificación, Chile, que gozaba tranquilamente de las cuantiosas
riquezas del litoral boliviano y de las franquicias sin competen-
cia que supo aseguraren nuestro territorio á favor de su industria
y de su comercio; que en tan ventajosa situación aplazaba los
acuerdos de paz, hasta que Bolivia, con el transcurso del tiem-
po, pudiera resignarse á la pérdida de su única costa ; cambia
de rumbo, ofrece, estipula y firma en breves días, el pacto defi-
nitivo con la nación vencida. ¿Cuan arduos problemas de
prósperos ó adversos resultados para el porvenir de la república,
se han abordado al celebrarse este desiderátum, en la hora mis-
ma en que se trataba de establecer el equilibrio internacional,
hondamente perturbado por las victorias y las expansiones con-
sumadas en la guerra del Pacífico? »
No nos reprochemos^ pues, de dar á ese asunto la importancia
que tiene, y cooperemos á que todos los argentinos lo conozcan
LA CUESTIÓN DE LA PUNA 201
hasta en sus menores detalles, para que tengan al respecto un
juicio propio, y plena conciencia de la actitud que debe asumir
este país.
Por de pronto, haremos á un lado una cuestión de detalle. £1
libro del señor Iturralde ha sido escrito como una réplica á un
estudio anterior nuestro, pero que el autor demuestra no haber
conocido sino por transcripción parcial de la prensa boli-
viana.
En marzo 7 decíamos: « Es sabido que Chile retiene los terri-
torios linderos con Catamarca y Salta, que Bolivia nos ha cedi-
do : — ¿se cree que la cancillería déla Moneda no evacuaría en el
acto esos territorios, si obtuviera en compensación la provincia
de Lipez))f El Telégrafo, de La Paz, se apresuró á reproducir
esa frase, agregando estas significativas palabras : (( Los territo-
rios que Bolivia ha reconocido en favor de la Argentina, debe
ocuparlos ésta por los medios pacíficos de la diplomacia, y si
esto no basta, debe emplear los que le aconsejen su prudencia y
su dignidad, sin que legítimamente sea dable pagar con los bie-
nes del amigo las componendas que sugiere el temor ».
El señor Iturralde parte de aquella cita trunca, y dice : « al
leer esos conceptos, no se puede menos que lanzar protestas de
indignación contra las sugestiones de los que han enarbolado en
América el estandarte de la conquista, han invocado como un
título la teoría del derecho de la fuerza y de la supremacía de los
unos sobre los otros. Esa pérfida é inicua sugestión del maquia-
velismo chileno, ha encontrado eco en la prensa de Buenos
Aires... No se puede menos que lamentar que los diarios argen-
tinos no contradigan las afirmaciones de Chile, referentes á la
supuesta colisión del pacto de tregua con el tratado de límites
boliviano-argentino, ni les demuestren con la investigación de
esos documentos, que no existe ninguna oposición de derecho&,
y que son en extremo injustas las apreciaciones chilenas. »
Por cierto La Paz está lejos de Buenos Aires, y son difíciles
las comunicaciones entre ambas. Eso sirve de excusa al señor
Iturralde, para hacer aquellas aseveraciones tan faltas de funda-
mento, y que sólo se explican por no conocer de la prensa ar-
gentina más que la transcripción de algún párrafo trunco, hecha
202 LA política argentina
de vez en cuando por los diarios de Bolivia. La prensa argenti-
na ha debatido minuciosamente (da supuesta colisión del pacto
de tregua con el tratado de limites boliviano-argentino», y hace
rato que no hay al respecto dos opiniones.
Por lo que á nuestro estudio se refiere, recordaremos que ya en
mayo 24 decíamos con motivo de esa transcripción trunca de El
Telégrafo, y refiriéndonos á la frase que tanta impresión ha
causado en Bolivia : « Al expresarnos asi, sabíamos que dába-
mos en el clavo, señalando la verdadera ambición chilena. No
eraen manera alguna ni una fantasía, ni una insinuación nues-
tra : el ingeniero San Román acababa de decirlo, en un ruido-
so artículo en La Unión, de Valparaíso... Estábamos, pues, au-
torizados para formular la pregunta. Y el reciente tratado chile-
no-boliviano ha venido á dar razón á esas previsiones. »
£1 mismo señor Iturralde, al finalizar su libro, tratando del
pacto Barros Borgoño-Gutiérrez, no puede menos de darnos in-
voluntariamente razón, cuando dice : (( Se concibe á primera
vista que las pretensiones de la Moneda, son las mismas que
acentuaba el ingeniero San Román en sus escritos publicados
últimamente. »
La publicación del libro La política chilena en el Plata, an-
terior al folleto del señor Iturralde, pone este punto fuera de dis-
cusión.
Pero, aunque la causa originaria del libro boliviano, haya
resultado ser un simple mal entendido, éste no quita su valor
y su oportunidad al trabajo, y nos felicitaremos siempre de
haberlo provocado.
El autor estudia sucesivamente : 1^ soberanía de Bolivia so-
bre el litoral de Atacama ; 2^ tratado de limites de 1866 ;
3^ protocolo Lindsay-Corral ; 4^ tratado de limites de 1874 ;
5® antecedentes de la guerra del Pacifico; 6° guerra del Pacifi-
co ; 7^ pacto de tregua ; <9° antecedentes del tratado de limites
entre B olida y la Argentina; 9^ tratado de limites bolivia-
no-argentino ; 10*" tratado de paz con Chile,
No vamos á entrar en el' análisis detenido de la historia de la
cuestión, desde el descubrimiento, y al través de las capitulacio-
nes y reales cédulas de los monarcas españoles.
LA CUESTIÓN DE LA PUNA 203
Tenemos sobre nuestra mesa de trabajo algunas publicaciones
más completas -que ésta, y á ellas remitimos á los que deseen
profundizar esa faz de la cuestión. No daremos de ellas una lis-
ta completa, pero si nos referiremos á las más importantes. He-
las aquí : 1"* Cuestión internacional : Chile y Bolioia, Salta
1863, 1 vol. de 36 págs. (este folleto contiene la reproducción
de la notable memoria del ministro de relaciones exteriores de
Bolivia, don Rafael Bustillo, presentada en Oruro, en mayo 6
de 1863); 2"" Miguel Luis Amunátegui, Cuestión de limites en-
tre Chile y Bolioia, Santiago, 1863 ; 3^ Solivia y Chile : cues-
tión de limites, por José María Santibáñez, Gochabamba, 1864,
1 vol. de 96 págs. (este libro es una refutación al alegato chile-
no, escrito por Amunátegui de orden de su gobierno) ; 4"* La
exposición de los molióos que justifican por parte de Chile la
reivindicación del territorio comprendido entre los paralelos
23 y 24 latitud sur; refutación, por J. M. Santibáñez, Cocha-
bamba^ 1879, 1 vol. de 76 págs. (este opúsculo es la contesta-
ción boliviana á la audaz circular de la cancillería chilena,
justificando la ocupación militar de Antofagasta, en febrero de
aquel año . Esa circular había sido ya desmenuzada por el señor
Juan Gualberto Baldivia, en sus artículos sobre la cuestión chi-
leno-boliviana, en La Bolsa de Arequipa; por don Miguel Tabor-
ga, en su carta al obispo de la Serena, inserta en El Cruzado, de
Sucre ; y por el señor González de la Rosa, en su estudio Los
límites de Chile en Atacama, publicado en El Nacional, de Li-
ma); 5° Solivia. Exposición de los motivos de nuestro conflicto
con Chile, por Félix Reyes Ortiz, La Paz, 1870, 1 vol. de 74
págs. (el autor era redactor del periódico oficial La Democra-
cia, por cuya razón este libro tiene especial importancia); 6'* La
usurpación en el Pacifico : Solivia y Chile, y su tratado de li-
mites, por Santiago V. Guzmán, Buenos Aires, 1879, 1 vol. de
104 págs. ; 7° Memorándum acerca de los antecedentes y estado
actual de la guerra del Pacifico, en cuanto puede concernir á
la República A rg entina, Buenos Aires, 1881, 1 vol. de 53 págs.
(fué presentado por la legación boliviana); 8* Memorándum
presentado al exmo. gobierno de la República Argentina,
impugnando la circular de la cancillería de Chile, de 24
de diciembre de 1881, Buenos Aires, 1882, 1 vol. de 40 págs. ;
9** Discurso pronunciado por el senador Mariano Paptista
204 LA POLÍTICA ARGENTINA
contra la moción de retiro á su informe sobre el conflicto in-
ternacional con Chile, La Paz, 1883, 1 vol. de 19págs.
Sólo recordamos de paso que el señor Iturralde no hace sino
confirmar, en lo pertinente, lo que ya es cosa juzgada en la
opinión argentina.
Asi, refiriéndose á la demarcación de limites entre Chile y
Bolivia, ejecutada en 1870 por los comisionados Pissis y Mujia,
dice : (( Resulta de esta demarcación que, no obstante de que el
articulo 1» del tratado de 1866 señala de una manera vaga como
lindero divisorio entre una y otra república el paralelo 24 de
latitud sur, desde el litoral del Pacifico hasta los limites orien-
tales de Chile, sin designar cuáles son éstos, los comisarios Pi-
ssis y Mujia los señalaron en la línea anticlinal de las altas
cumbres de los Andes, marcadas por los picos Llullaillaco, Jo-
nal, Llicancaur y Pular, interpretando asi el tratado, que era
incomprensible en esta parte ». Debe recordarse que, con moti-
vo del incidente de las minas de cobre de Caracoles, el gobierno
boliviano, en 1871, propuso al de Chile que se renovase la opera-
ción de la demarcación. El ministro Ibáñez se negó rotunda-
mente á ello, (( fundándose en que los actos periciales de su co*
misario Pissis, no habían dado lugar á ninguna desconfianza
de parte de su nación, y en la absoluta conformidad que mani-
festó el comisario boliviano en las operaciones geodésicas, cual
aparece del acta de demarcación, firmada el 11 de mayodel870. )>
El señor Iturralde, al analizar esa negociación, concluye di-
ciendo: «Respecto al limite oriental, se acentuó que no podía me-
nos que ser la cordillera de los Andes, en sus cumbres más promi-
nentes, pues las bases propuestas en junio 3 de 1866 por el secre-
tario general, señor Mariano Donato Muñoz, que sirvieron de
antecedentes al tratado, fijaban en su articulo 2°, que la juris-
dicción de Chile y su soberanía se extenderá hasta el grado 24,
latitud austral, y la jurisdicción y soberanía de Bolivia alcan-
zará hasta el mismo grado, latitud meridional ; entendiéndose
quelalongitud fijada al territorio de Bolivia comprende desde el
litoral hasta la cordillera de los Andes. »
Efectivamente, asi se entendió siempre el limite oriental de
Chile. El protocolo Lindsay-Corral, de diciembres de 1872, que
puso término á la controversia anterior, dice en el articulóla, (c que
los limites orientales de Chile eran las más altas cumbres de los
LA CUESTIÓN DB LA PUNA 205
Andes, y que la linea divisoria de aquella república j Bolivia,
fijada en el grado 24 de latitud sur^ partía desde el mar Pacifico
basta dichas cumbres » .
En cuanto al tratado de limites de 1874^ llamado Walker
Martinez-Baptista, lo hemos estudiado en el libro : La política
chilena en el Plata, donde detenidamente analizamos sus
antecedentes al refutar el memorial Barros Arana. El señor
Iturralde lo interpreta exactamente del mismo modo : « la
demarcación fijada en el tratado de límites de 1874, es decir,
el paralelo 24, desde el mar hasta el divortium aquarum
en las más altas cumbres del macizo central de la cordillera
de los Andes, donde se encuentran los picos Llicancaur. Jonal,
Pular y LuUaillaco, reconocidos como término oriental en
dicho tratado de 1874 ».
Analiza el señor Iturralde la negociación seguida por el mi-
nistro boliviano Terrazas — el diplomático que hoy seencuentraen
Lima,— con motivo de la ley chilena de 1888, creando la pro-
vincia de Antofagasta. Desde que fué presentado el proyecto al
senado de Chile, el ministro Terrazas protestó, entre otras cosas,
« en cuanto á la denominación, y el orden de los puntos fijados
en el pacto de tregua para la delimitación de los territorios que
ocupaba precariamente Chile; porque no podían variarse las
fronteras sino de común acuerdo entre las partes contratantes,
sin resolverse las dificultades que se suscitasen acerca de la ubi-
cación de los puntos divisorios, y de la dirección de las lineas
para ellos señaladas, sin dar lugar á la operación geodésica de
ingenieros, como se prescribe en el articulo 2° del pacto».
Esa nota de enero 14 de 1887, fué contestada por la cancille-
ría santiagui na en febrero 7, pero eludiendo (Uoda explicación
respecto á las modificaciones de la linea divisoria reconocida por
el pacto de tregua )>, lo que dio motivo al ministro Terrazas para
declarar, en su despacho de febrero 24, que el silencio del can-
ciller chileno equivalía (( al asentiniiento de la reclamación boli-
viana, debiendo subsitir mientras dure la tregua, los límites tra-
zados por el pacto de abril 4 de 1874 ».
Con todo, el congreso chileno aprobó la referida ley, en julio
12 de 1888. Nuestros lectores recordarán el análisis de la mis-
ma que hicimos en el curso de la polémica con motivo del me-
morial de Barros Arana.
206 LA POLÍTICA ARGENTINA
La protesta solemne del mÍDÍstro Terrazas contiene, entre otras
causales, las siguientes: I*" que desconoce la regularidad y los
efectos de toda medida emanada de los poderes de Chile, sin la
previa anuencia de Bolivia, mediante la cual se haya producido,
ó se produzca, alteración en los limites de su litoral ocupado á
titulo bélico, determinados en el pacto de tregua ; 2® que no ha-
biendo reconocido los altos poderes de Bolivia, por el referido
pacto, ni por otro acto de carácter internacional, variación de
género alguno en los limites de ambos países, demarcados por el
tratado de agosto 6 de 1874, se hallan subsistentes, mientras que
el cambio de soberanía no tenga base legitima en otro tra-
tado.
A esa protesta de noviembre 12 de 1888, se refiere el señor Itu-
rralde cuando dice : « La legación boliviana protestó oportuna-
mente contra esas demarcaciones arbitrarias y atentorias á la so-
beranía del Estado, dejando así salvados nuestros derechos sobre
las zonas orientales de Atacama, separadas del litoral por medio
déla cadena andina, netamente perceptible en su arista diviso-
ria, cuyas cumbres principales entre los paralelos 22' 50' y 27"
son : Llicancaur, Jonal, Hecar, Llullaillaco, Azufre, Doña Inés
y Cerro Bravo ». *
... Entramos ahora á la parte más interesante del libro, porque
se refiere á la Puna de Atacama, cedida por Bolivia á la Argen-
tina en 1889, ocupada hoy militarmente por Chile, ácuyo terri-
torio lo incorporó abusivamente la ley citada de 1888, y que, en
el reciente pacto Barros Borgoño-Gutiérrez, ha sido objeto de sin-
gular silencio. (( Los negociadores, — ha dicho El Heraldo, de
Valparaíso, — se han hecho los desentendidos, como si esa ce-
sión territorial no existiese, ó no tuviese importancia alguna. »
El señor Iturralde dice : « Las injustas pretensiones de Chi-
le sobre el territorio de Atacama, se circunscribieron siempre á
la zona situada entre el mar Pacifico y aquellas altas cumbres de
los Andes, aún en la época en que se suscribió el pacto de tre-
gua, el cual reconoció su posesión militar al oriente de la cor-
dillera, sólo hasta Sapalegui, en el paralelo 23, siguiendo de allí
al noroeste la línea divisoria provisional, que termina en la fron-
tera de Tarapacá. Al sur de Sapalegui y al oriente de los An-
LA CUESTIÓN DE LA PUNA 207
des, subsistía la soberanía de Bolívia, porque la línea anticlinal
de la cordillera de los Andes, que se desarrolla entre el LluUai-
llaco y el Llicancaur, fué reconocida como límite divisorio en
los tratados de 1866 y 1874, en el protocolo Lindsay-Corral de
1872, en el acta de demarcación subscripta por los comisarios
Pissis y Mujía, y en otros documentos de las cancillerías chilena
y boliviana, y de sus legaciones, desde 1866. De acuerdo con to-
dos estos precedentes diplomáticos, levantó el señor Amadeo Pis-
sis sus cartas geológicas y geográficas de los Andes, recono-
ciendo siempre como término divisorio de la región chilena do
Atacama, hasta el grado 24, la línea anticlinal formada por el
Jonal, Pular y Llullaillaco. En 1884, cuando se ajustó el pacto
de tregua, consideró Chile subsistente en el litoral el límite ante-
rior, al sud del paralelo 23, excluyendo toda pretensión sobre la
zona oriental comprendida entre dicho paralelo, la cordillera de
los Andes, y la frontera divisoria con la Argentina.»
Pero Chile, antes de dictar su ley de 1888, habla hecho explo-
rar detenidamente la región de la Puna de Atacama, por sus in-
genieros San Román y Bertrand, y había resuelto ocuparla por
la razón ó por la fuerza. El razonamiento es éste : el pacto de
tregua de 1884, al fíjar el paralelo 23 como límite sur de la ocu-
pación chilena, reconoce implícitamente que Chile linda por el
norte con dicho paralelo, pues la cancillería de la Moneda, en la
circular de 1879, declaró que reivindicaba como chileno todo el
territorio boliviano hasta el paralelo citado. Como la Púnase
encuentra en la región reivindicada, el pacto de tregua nada te-
nía que hacer con ella, y por eso no la menciona. De ahí que
Chile organizara esos territorios por su ley de 1888, y que se
sienten en el congreso de Chile, senadores y diputados por dichos
territorios. « Bolivia, al cederlos en 1889 á la Argentina, cedió
una cosa que no le pertenecía, — arguye Chile, — por lo menos
cedió una cosa litigiosa, de cuya posesión carecía. Si la Argenti-
na tuvo la inhabilidad de comprar un pleito, sin exigir de Boli-
via el saneamiento de la cosa cedida, ni su garantía deevicción,
la cancillería de Chile nada tiene que ver con esto, pues se trata
de una res ínter alio% acta. Cuando la Argentina pretenda in-
vocar sus derechos, entonces Chile sabrá qué actitud debe asu-
mir. ))
Tal es la argumentación chilena, que hemos expuesto desear-
2ü6 LA POLÍTICA ARGENTINA
nadamente, en obsequio de la brevedad. ¿Cuál es ahora la ar>
gumentación boliviana?
El señor Iturralde, después de referir las exploraciones de Ber~
trand y San Román^ dice : « Los anteriores cambios de fronte-
ras, con infracción del tratado de 1874 y del pacto de tregua» no
obedecieron sino al plan de absorción territorial de Chile, que
pretende ahora apoyar esas usurpaciones en los estudios de los
ingenieros Bertrand y San Román, y en la ley arbitraria san-
cionada en julio 12 de 1888. De este modo abandonaron los chi-
lenos el ¿¿¿oor^¿u/n aguarum de la cordillera de los Andes, por
uno nuevo continental, que sirvió de base á la creación ilegal y
abusiva de la provincia de Antofagasta, protestada por el pleni-
potenciario de Bolivia, señor Terrazas, en su nota de noviem-
bre 12 de 1888, y por su sucesor, el enviado extraordinario, se-
ñor Heriberto Gutiérrez, quien, por su despacho de julio l^de
1890, renovó aquella protesta, que tuvo por objeto conservar en
toda su integridad las estipulaciones del pacto de tregua, desco-
nociendo todos los actos efectuados por Chile en oposición al es-
píritu y á las condiciones expresadas en el citado pacto. Igual-
mente, el presidente constitucional de Bolivia, en su mensaje de
agosto 6 de 1889, dirigido al congreso nacional, amparó y sos-
tuvo por medio de declaraciones explícitas las protestas de la le-
gación Terrazas, resguardando así publica y solemnemente la
soberanía del estado sobre los territorios que propasó Chile al
sur de Sapalegui y oriente de los Andes.»
Llama la atención que el señor Iturralde, en su prolija expo-
sición, incurra en omisiones graves. Así no cita la importante
ley de noviembre 13 de 1886, dictada por el congreso de Bolivia,
en plena vigencia del pacto de tregua. Por dicha ley se declara-
ba que las pequeñas poblaciones de Quetena, Susques, Rosario,
Pastos Grandes, Antofagasta del desierto y Carachipampa, per-
tenecían ala provincia Sur Lípez.
Esa referencia es capital, porque aquella ley dio origen á la
comunicación del diplomático chileno Zañartú, observando que
Bolivia legislaba sobre territorios ocupados militarmente por
Chile. El ministro boliviano Carrillo, protestando la falta de
uniformidad en las diversas cartas geográficas, defirió á las ob-
servaciones del ministro chileno, en cuanto insinuó el esclare-
cimiento del limite divisorio, por medio de la comisión de inge-
(
^
LA CUESTIÓN DE LA PUNA 209
nieros indicada en el articulo 2^ del pacto de tregua. El gobier-
no boliviano, en consecuencia, previo acuerdo de gabinete,
declaró que mantendría el statu quo anterior á la citada ley,
como « acto de alta deferencia, pero no de reconocimiento del
derecho pretendido ». A
Esto es lo que se conoce, en la historia diplomática chileno- (
boliviana, como protocolo Carrillo- Zañartú. /
No se explica el silencio del señor Iturralde al respecto, pues
hasta esa ley, Chile no había ocupado la Puna, ni pensado en
hacerlo. Fué el incidente promovido por la ley boliviana de 1886,
unido á las exploraciones de Bertrand y San Román^ los que
llamaron la atención de Chile hacia la Puna.
Recién en 1886, el subdelegado de Atacama comenzó á nom-
brar en aquel territorio uno que otro corregidor ; en 1887, la ocu-
pación ya se formalizó, pues el subprefecto de Lipez puso en
conocimiento del gobierno boliviano, que fuerzas chilenas habían
ocupado á Susques y Rosario^ deponiendo á los corregidores nom-
brados por aquella subprefectura. Y el ministro de relaciones
exteriores de Bolivia se contentó con recomendar al prefecto de
Potosí, que las autoridades bolivianas se limiten á hacer constar
la paulatina y constante ocupación chilena, mediante actas.
Nada de esto dice el señor Jturralde, y, sin embargo, esos an-
tecedentes son interesantes.
Más aún. En enero 10 de 1887 llegaron fuerzas chilenas á
formar un cordón sanitario con motivo del cólera que reinaba
en Tucumán. En abril 4 de aquel año, el corregidor de Susques
remite copia al subprefecto de Lípez, de la nota que le dirige el
subdelegado de Atacama, en marzo I"", encareciendo ponga en
su conocimiento todo lo que ocurra allí, el resultado de la con-
tribución que cobraba el subprefecto, la marcha que observaba
el cura, para comunicarlo al gobierno de Chile, añadiendo al
final : « De esta nota debe Vd. guardar la reserva debida ».
Tampoco dice palabra sobre esos antecedentes administrativos
de ese gobierno.
El señor Iturralde omite sentar un precedente que tiene im-
portancia suma, y que estaba indicado al estudiar los antece-
dentes de la guerra del Pacífico.
Chile, efectivamente^ cuando en 1842 se descubrieron las
primeras cobaderas de guano, adivinó la riqueza extraordinaria
14
210 LA POLÍTICA ARGENTINA
que eso representaba, y aprovechándose de la triste situación
interna de Bolivia, dictó la ley de octubre 31 de 1842, y el decre-
to de la misma fecha de 1843, declarando por el primero (( pro-
piedad nacional las huaneras que existen en las costas del de-
partamento de Coquimbo, el litoral del desierto de Atacama, y
en las islas é islotes adyacentes » ; y, por el segundo, creando la
provincia de Atacama.
Ahora bien : ese territorio era entonces indisputablemente bo-
liviano. (( Salta álos ojos, — dice un publicista paceño, — que
estos dos actos del gobierno de Chile, no podían constituir titulo
de propiedad, pues el propietario más fuerte extendería los límites
de su territorio, sin más que un sicjuheo, sic voló autocrático . »
Pues bien : exactamente igual es el procedimiento de Chile,
en el caso de la Puna. Despertada su codicia por las exploracio-
nes ofíciales de sus ingenieros San Román y Bertrand, dicta
tranquilamente la ley de julio 12 de 1888, erigiendo esos territo-
rios en provincia chilena, y englobándolos en la de Antofa-
gasta.
Hoy pretende arrancar su titulo de ese sic jubeo, sic voló,
porque el de « la reivindicación » no cabe en el presente caso,
desde que jamás Chile cuestionó territorio boliviano al oriente
de los Andes. El artículo 9** del convenio de diciembre 5 de
1872, llamado Lindsay-Corral, fija terminantemente los límites
de Bolivia y Chile, « bajo la base inconmovible del grado 24 y
de las altas cumbres de la gran cordillera de los Andes ».
La ley de 1842 y el decreto de 1843, dejaron estupefacta á Bo-
livia, porque era enorme el disponer, tranquilamente y en plena
paz, de su propio territorio. Principió en el acto el oia crucis de
las negociaciones diplomáticas, desde la misión de don Casimiro-
Olañeta. Este mismo estadista boliviano, siendo ministro de re-
laciones exteriores de su pais, decía en 1848 al congreso de su
patria : (( Por la vía más expedita, el gobierno de Chile ha re-
suelto la cuestión de límites que discutíamos^ ocupando de mano
armada nuestro territorio hasta Mejillones. Esparamos de la
justicia del gobierno de Chile una reparación, aunque muy poco
hay que esperar de un gobierno que, pendiente un negocio,
antes de ventilarse y resolverse definitivamente, sin previa no-
tificación, como es de uso entre las naciones, ocupa un territorio
ajeno ». Se ve que el señor Olañeta había estudiado bien el mx)^
LA CUESTIÓN DE LA PUNA 211
du8 opertndi de Chile, que hoy, con el territorio de la Puna de
Ataeama, quiere repetir lo mismo que en 1842 con Mejillones.
La Puna hoy es un pleito conocido, con un litigante ensober-
becido. ¿ Es creíble que la cancilleria argentina se haya hecho
cargo ingenuaniente de semejante litis ? Veamos cómo explica
esta faz de la cuestión el autor de este libro.
Estudiando el señor Iturralde la cuestión de límites argentino-
boliviana, incurre en inexactitudes de gran bulto, que creemos
ocioso rectificar, por tratarse de un asunto que sólo tiene interés
histórico, puesto que el tratado de límites de 1889, ratificado por
ley argentina de noviembre 12 de 1891 y la boliviana de sep-
tiembre 15 de 1892, puso término á dicha controversia.
(( La cesión de la Puna de Atacama, — diceel señor Iturralde, —
obedeció al designio de entregar á la soberanía de la Argentina,
esa vasta é importante región que estaba amenazada por Chile, *
no contento aún con las usurpaciones que llevó á cabo en el li-
toral.))
Sólo de paso hace referencia el señor Iturralde á las negocia-
ciones que, sobre el litoral de Atacama, inició en Bolivia el mi-
nistro chileno Ángel C. Vicuña, y el protocolo Reyes Ortiz-Mat-
ta, de mayo 19 de 1891, por el cual se convino en que « Bolivia
cede el litoral en los límites de la actual posesión chilena )).
Como la actual posesión chilena se extendía á la Puna, así
que La Voz del Pueblo, de Cochabamba, publicó en octubre 27
de 1891 dicho convenio, el gobierno argentino se alarmó al ver
que Bolivia cedía á Chile en 1891, lo que ya había cedido á la Ar-
gentina en 1889. Es cierto que se trataba de un pacto entre Bo-
livia y el gobierno revolucionario de Iquique, pero se pidió aquí
explicaciones al ministro boliviano, que era entonces el señor
Baptista, actual presidente de su patria.
El gobierno argentino, en su nota de enero 2 de 1892, después
de reseñar la cuestión, exigió que Bolivia, en caso de ajustar el
tratado de paz, debía hacer la salvedad correspondiente á la so-
beranía de la República Argentina, que el tratado reconocía so-
bre los territorios orientales de Atacama. El diplomático bolivia-
no contestó en enero 29, dando las seguridades convenientes de
que Bolivia había salvado en las bases preliminares del tratado
de paz con Chile, los derechos de la Argentina sobre la zona de
Atacama, que le correspondía en virtud del pacto de límites fir-
212 LÁ POLÍTICA ARGENTINA
mado en 1889. Y la cancillería boliviana, en nota de abril 26 de
aquel año, ratificó todo lo declarado por el ministro Baptista.
Por eso es tanto más singular el eclipse de memoria sufrido
por el presidente Baptista, cuando, en su carta á los diarios, da-
tada en Sucre, á mayo 17, dice: (( Como condición del pacto
modificado, propuse yo á ese gobierno que Bolivia garantizaría
la posesión de ese territorio. El gobierno argentino, obedeciendo
al voto de sus cámaras, rehusó la garantía, en homenaje al po-
der nacional, que para sustentar su derecho no había menester
de un apoyo extraño. Este cambio de ideas se produjo, mirando
á los obstáculos que pudiera suscitarnos Chile, aduciendo el pac-
to de tregua...»
Cuando fué oportunamente publicada aquí aquella carta, nos
llamó la atención esa categórica declaración del actual presiden-
te de Bolivia, y su diplomático aquí, cuando se negoció el trata-
do. Contradecía las constancias publicadas y á que acabamos de
referirnos, de las notas de enero de 1892, pero supusimos que se
tratara de algún nuevo arreglo entre ambas cancillerías. Nos pa-
reció realmente pueril aceptar la cesión de un territorio que es-
taba en poder de un tercero, que pretendía derechos propios so-
bre él, y que lo había incorporado á su país en la categoría de
provincia. A cualquiera se le ocurriría que, por lo menos, había
allí un litigio, por más absurdas é infundadas que fuesen las
pretensiones de Chile y que, por lo tanto, no había necesidad
alguna de evitará Bolivia el desagrado de discutir el punto, abo-
cándonos nosotros, sin necesidad, un nuevo litis, de cuya exis-
tencia teníamos perfecto conocimiento al aceptar el presente grie-
go de la cesión déla cosa litigiosa. Lo que ocurría al sentido co-
mún es, que la cancillería argentina aceptara condicionalmente
dicha cesión, quedando obligada Bolivia á hacer entrega de la
cosa, saneada. ¿ A qué echarnos encima un nuevo pleito), cuan-
do ya son bastante complicados los que tenemos ?
Por eso encontramos muy correcta la exigencia de esta canci-
llería, en su nota de enero 8 de 1892, comprometiendo á Boli-
via para que, cuando celebrara el tratado de paz con Chile, hi-
ciera la salvedad correspondiente á la Puna, á fin de entregar-
la saneada. Así lo prometió el ministro Baptista en su nota de
enero 29; asi lo confirmó la cancillería boliviana, en su comu-
nicación de abril 26.
LA CUESTIÓN DE LA PUNA 213
Asi lo entiende el señor Iturralde en su libro.
Pero llama la atención que este señor no conociera la ruidosa
carta del presidente Baptista, de mayo 17, pues de lo contrario
habría aclarado la incógnita. Como miembro del congreso boli-
viano, debe tener conocimiento de la documentación reservada
del caso, y si existe un arreglo posterior en el sentido indicado
por el señor Baptista en su carta, quiere decir que ha quedado sin
efecto el compromiso que consta de los documentos publicados.
Mientras tanto, cualquiera se inclinaría á creer que la afirma-
ción del presidente Baptista sea exacta, porque Bolivia, al cele-
brar su tratado de paz con Chile, no se ha creído obligada á men-
cionar para nada ala Puna. Una nota oficiosa de la cancillería
de la Moneda, á raíz del pacto Barros Borgoño-Gutiérrez, y pu-
blicada en los diarios chilenos, dice : « los dos negociadores se
han hecho los desentendidos, como si esa cesión territorial no
existiese, ó no tuviese importancia alguna». Y otra nota oficiosa
de la cancillería boliviana, inserta en los diarios de La Paz, di-
ce claramente: (( Los territorios que Bolivia ha reconocido en
favor de la Argentina, debe ocuparlos ésta por los medios pacífi-
cos de la diplomacia, y si esto no basta, debe emplear los que le
aconsejen su prudencia y su dignidad.»
¿Quiere decir entonces que hemos comprado un pleito? Luci-
da quedaría la cancillería argentina si la cosa resultara así. Por-
que ¿quién nos mete á calentarnos la cabeza en probarle á Chile
que su ocupación de la Puna es abusiva, que su reivindicación
es ilusoria, que el pacto de tregua no le da derecho alguno ? ¿ Quién
nos mete á redentores ?
Pero... nos permitirá el señor presidente Baptista que no sólo
desconfiemos de su p:ilabra, sino que, ante su categórica afirma-
ción, le declaremos que está trascordado. Es perfecta y absoluta-
mente inexacta la referencia que hace en su carta de mayo 17
pasado, el señor presidente de Bolivia. No podrá exhibir ningún
documento oficial que abone su palabra. No existe en el archivo
de la cancillería argentina documento alguno que diga lo que el
señor Baptista afirma, con tanta sangre fría cuanto increíble ine-
xactitud.
Lamentamos el incidente, pero nos creemos obligados á reve-
lar lo que pasó, y que no es un misterio para el que está al cabo
de nuestros asuntos diplomáticos.
I
214 LA política argentina
Es perfectamente exacto que el señor Baptista, como plenipo-
tenciario boliviano, pasó á nuestra cancillería una nota que con-
tenia, entre otras cosas, el ofrecimiento de garantía á que alude
en su reciente carta. Pero esa nota contenía muchas otras cosas :
era un largo alegato de bien probado contra la cancillería argen-
tina, por la demora en la aprobación del tratado, atribuyéndolo
á temores de una complicación con Chile, en forma tan poco con-
veniente, que en acuerdo de ministros se resolvió devolver ori-
ginal dicha nota al señor Baptista, diciéndole que la dignidad
nacional no admitía ayudas ni temores.
Eso es lo que pasó, pero eso no invalida por lo tanto la obliga-
ción, de sentido común y de constancia expresa, de la cancillería
boliviana, en su nota de abril 26 de 1892, de que, al celebrar el
tratado de paz con Chile, serían expresamente salvaguardados
los derechos cuyo traspaso se gestionaba á la Argentina.
La afirmación del señor Baptista es, pues, incorrecta y de una
buena fe que no se alcanza, porque induce en error á la opinión.
Pero ella arroja una luz singular sobre el criterio de la cancille-
ría boliviana, y explica el por qué ha preferido callar al respecto
al celebrar el reciente tratado de paz chileno-boliviano, dejando
pendiente un verdadero pleito entre Chile y la Argentina.
El señor Iturralde, como diputado al congreso de su país, no
puede permitir que se ponga en duda la lealtad de Bolivia, ni
que se sospeche á su diplomacia de duplicidad. La cesión de la
Puna es un acto leal, y dejaría de serlo, si Bolivia, conociendo
la actitud de Chile, pacta su paz con ella en términos ambiguos
que permitan á ésta sostener sus pretensiones. En ese caso, habría
cedido á la Argentina un caballo troyano, y esa conducta, des-
pués de la solemne declaración de la cancillería boliviana, en
abril de 1892, dejaría á la nación en un punto de vista que nos
abstenemos de calificar.
Chile se empeña en hacer que Bolivia desempeñe un feo pa-
pel en este asunto, porque quiere apartarla para siempre de la
Argentina, haciendo que infiera á ésta una de esas ofensas que
jamás se olvidan.
Pero, por más que el señor Iturralde sea del círculo « pacista »
y obedezca á la influencia de Arce, no podemos creer que el que
ha escrito, en el libro que analizamos, frases de tan vibrante pro-
testa contra la fe pánica, la política cartaginesa, y la doblez arau-
LA CUE9TIÓN DE LA PUNA 215
cana de Chile, pueda permitir que su patria celebre un tratado
que la haría acreedora á alguna de esas calificaciones.
No. Bolivia no puede dejar de ser leal 7 recta. Pueden algu •
nos políticos del círculo pacista ó posibilista, adorar el éxito, 7
enceguecerse por él, pero es imposible que la nación boliviana
suscriba pactos semejantes. Así, por otra parte, lo dicen con elo-
cuencia las cartas que de personajes bolivianos se han publicado
en otra época en la prensa argentina, 7 las transcripciones que
se han hecho de los principales diarios de Bolivia.
Esperemos que, cuando llegue la hora, hemos de ver al señor
Iturraldedel lado de la buena causa.
Indudablemente, la pretensión de Chile á la Puna es insoste-
nible : el señor Iturralde lo prueba una vez más. Pero á Bolivia
le tocaba haberlo demostrado, 7 no á nosotros, que éramos Juan
de Afuera en el asunto.
(( Hemos comprobado, — dice el señor Iturralde, — con la cita
de documentos fehacientes 7 autorizados, que la cordillera en su
encadenación principal, ó sea, la segunda zona orográfíca de Ber-
trand, es el término de la jurisdicción de Chile en el litoral, 7
que no puede aceptarse la pretensión de su gobierno 7 peritos,
de considerar como línea fronteriza la cadena oriental de cerros
7 volcanes, que principia en San Francisco 7 remata en Sapa-
legui. Esta cadena, casi paralela á la cordillera de los Andes,
puede considerarse cuando más su escalón oriental, como la de
Varas, que es su contrafuerte occidental, pero no confundirse
con aquel ramal central, que es de distinta formación geológica.))
Mu7 exacto. También lo es la demostración de que el pacto de
tregua no autorizaba dicha ocupación. También lo es que el go-
bierno 7 perito de Chile sostienen lo contrario, aunque sus pu-
blicistas más honrados se avergüencen de semejante enormidad.
(( En Chile — ha dicho el señor Valdez Vergara, en El Heraldo,
de Valparaiso, — domina la creencia general de que aquel terri-
torio ha sido definitivamente incorporado ala república después
de la guerra del Pacífico, 7 esta creencia se ha robustecido por el
hecho de que nuestro gobierno ha7a conservado una guarnición
en Pastos Grandes. Sin embargo, nosotros levantamos nuestra
voz contra esa creencia, que es acaso una aspiración nacional,
216 LA POLÍTICA ARGENTINA
y hacemos ver que el texto del pacto de tregua no cede á Chile
el dominio de ese territorio, ni autoriza su ocupación. La lealtad
obliga á reconocer estos errores» claramente demostrados, por
más que ello sea contrario á nuestros deseos personales, ó á las
aspiraciones populares. Por eso, nosotros reconocemos que si
Chile tuvo la intención de adquirir derechos á la ocupación de
la Puna de Atacama, el texto del tratado de tregua no responde,
sin embargo, á esta intención, y no le da aquel derecho. »
Esto es evidente. Pero, lo repetimos : el gobierno y el perito
de Chile se empeñan en sostener lo contrario, por más insoste-
nible que sea, pues traban litigio sobre la cosa, y habrá que dis*
cutir esas pretensiones por absurdas que sean . ¿ Qué razón tenía
la Argentina para sustituirse á Bolivia innecesariamente en tarea
tan odiosa, y salir á discutirle á Chile, lo que Bolivia debió ha-
ber discutido ?
El señor Iturralde agrega : (( El perito chileno, señor Diego
Barros Arana, prescindiendo del principio de las altas cumbres,
ha desarrollado su teoría del divorüum aquarum continental,
como límite divisorio, estableciendo que la frontera en toda la
extensión de los Andes chileno-argentinos, era la separación de
las hoyas hidrográficas, ó sea la línea divisoria de las aguas.
Como se ve^ esta idea de la separación continental de las corrien •
tes, es divergente de la fórmula de las cumbres más elevadas
que dividen las aguas en el macizo dominante de los Andes,
que reconocen el tratado de 1881 y el protocolo de 1893, y se
halla en flagrante contradicción con el principio del dioortium
aquarum en las altas cúspides déla cordillera occidental, que ha
reconocido Chile en el tratado de límites de 1874, que celebró
con nuestro país. Dichas altas cúspides no son otras que el
Llicancaur, Jonal, Pular, Llullaillaco, Azufre, Doña Inés y Cerro
Bravo, Bjadas como línea anticlinal por los comisarios Pissis y
Mujía, en la demarcación que efectuaron en 1870, de conformi-
dad con el tratado de 1866. Después, el pacto de 1874 declaró
fírme y subsistente aquella demarcación de los comisarios, y se-
ñaló el dioortium aquarum en aquellas cumbres, como el límite
divisorio entre Chile y Bolivia.»
Concluye el señor Iturralde con un capítulo sobre el reciente
tratado Barros Borgoño-Gutiérrez, y, al pasar, dice : «Se
viene en conocimiento que Chile se resiste á reconocer como de
LA CUESTIÓN DE LA PUNA 217
dominio de la Argentina, los territorios orientales de Atacama,
que fueron legítimamente cedidos por Bolivia á esta segunda
nación. Hemos evidenciado que la zona oriental de Atacama, ó
la Puna, forma parte integrante de la soberanía de Bolivia hasta
el momento que la entregó á la jurisdicción argentina, en uso
de un legitimo derecho que no puede desconocer Chile, sin vio-
lar la justicia y la moral, y sin traspasar las estipulaciones del
tratado boliviano-argentino de 1889 )>.
En resumen : el libro del señor Iturralde es interesante y tie-
ne indudable importancia como exf)osición boliviana del asunto.
Es lástima que haya sido escrito sin conocimiento del detenido
debate internacional entre la prensa chilena y la argentina, pues
habría así podido terciar convenientemente en la discusión. Vi-
niendo tan de a tierra adentro », ese libro tiene algo como el
eco de un sonido que ya hemos oído, de modo que nos produce
una impresión confusa, que se mezcla con la de las opiniones
vertidas en Chile y aquí sobre tan vital tema.
Lo que es indudable es esto : que un libro escrito en el cora-
zón de Bolivia, sin conocer sino vagamente la polémica chileno-
argentina, hace el análisis de la cuestión á la luz de documen-
tos genui ñámente bolivianos^ y llega exactamente á las mismas
conclusiones que la prensa argentina. Viene á confirmar en to-
dos sus detalles la parte pertinente del libro LapoUtica chilena
en el Plata,
Esto demuestra que la razón está del lado argentino, y aun
cuando sólo ese fuera el mérito del libro del señor Iturralde, for-
zoso sería convenir que no ha podido ser más valioso y oportuno
su testimonio, y que su libro figurará en primera línea entre las
publicaciones destinadas á ilustrar esta magna cuestión, que ha
enredado á tres naciones sudamericanas, y que tendrá una in-
fluencia decisiva en el equilibrio internacional del continente.
APÉNDICE
I
Consideramos oportuno reproducir á continuación el sumario
de las materias contenidas en el libro La política chilena en el
Plata, porque es un índice útil para conocer la marcha de la
cuestión, hasta mediados de 1895.
He aquí dicho índice :
PARTE PRIMERA
BALMACEDA Y LA GUERRA CON LA ARGENTINA
CAPÍTULO I
BALMACEDA. — 4 QUERRÍA ACASO LA GUERRA CON LA ARGENTINA?
Cuestión suscitada con motivo de Koraer.— Las contestaciones de dos
ez-ministros de Balmaceda.— Actitud de la emigración balmacedista.
Reminiscencias personales.— El gobierno de Balmaceda en 18S9.—
El brindis delquique.— Los nuevos buques de guerra.— La inaugu-
ración del ferrocarril trasandino.— El discurso de balmaceda. — Una
conversación política en Santiago : la política oerdadera y necesaria
de Chile.— La opinión anti-cuyana de las masas.— « La virtud de la
democracia ea que vivimos » .
220 LA política argentina
CAPÍTULO II
CHILE Y LA ARGENTINA.— BALMACBDA
Carta del ex-ministro Mont.
CAPÍTULO III
CHILE Y LA ARGENTINA. — Á PROPÓSITO DE BALM ACEDA
La réplica del señor Pérez Mont. — El banquete de Santa Rosa. — El
brindis del señor Marcial Martínez. — La emigración balmacedista en
la Argentina y la emigración unitaria en Chile.— La política de la can-
cillería argentina.— La palabra de Balmaceda. — Criterio argentino j
criterio chileno .
PARTE SEGUNDA
NEGOCIACIONES DIPLOMÁTICAS QUE PRECEDIERON
AL TRATADO DE 1881
CAPÍTULO IV
LA CUESTIÓN CON CHILE Y LAS NEGOCIACIONES CON BARROS ARANA
Cuestión chileno-argentina.— Debió solucionarse con arreglo al uti poS'
sidntis de 1810.— Por qué razón se desvió de ese principio el tratado
de 1881.— El testimonio del doctor I rigoyen.— ¿Qué influencia tuvie-
ron las negociaciones diplomáticas anteriores?— La misión Lastarria.
— La discusión Frías-Ibáñez. - La misión Barros Arana en 1876.— Ne-
gociaciones de 1876 y 1877 con el ministro Irigoyen. — Por qué fraca-
saron esos proyectos. — La política indecisa del ministro Alfonso. —
La negociación Barros Arana-Elizalde en 1878.- Razones de la desa-
probación chilena.— Testimonio del secretario Toro.— Polémica escan-
dalosa de Toro con Ibáñez y Alfonso.— Terrible desautorización del
señor Barros Arana.— Principios aceptados por éste en esas negocia-
ciones : son los mismos del tratado de 1881, que ahora reniega. — Las
explicaciones de los ministros Irigoyen y Elizalde. — Razón de ser de
la política chilena : la campaña periodística del doctor Bilbao.
APÉNDICE 221
CAPÍTULO V
BL PACTO FIBRRO-SARRATBA. — SU SIGNIFICACIÓN Y SU RECHAZO
CoDsecueDcias del fracaso Barros Arana.— La situación del Pacifico y
la guerra de Chile con Bolivia 7 el Perú.— El pacto Fierro-Sarratea .
— La ewpoBíción del ministro Montes de Oca.— Triunfo diplomático
de Chile. — La circular del ministro Alfonso.— Jamás Chile crevó
■r
suya la Patagonia : una carta reservada del ministro Alfonso.— El
rechazo del pacto.
CAPÍTULO VI
LA MISIÓN BALMACEDA . — DEPLORABLE DERROTA niPIX)MÁTICA ARGENTINA
Chile envía á Balmaceda al principiar la guerra del Pacífico.— Palabras
de Balmaceda sobre su misión.— £1 eiñpeño del ministro Montes de
Oca por celebrar algún tratado. — La reserva del plenipotenciario Bal-
maceda y su política de ganar tiempo.— Diversas proposiciones.— La
memoria reservada que pasó Balmaceda.— Verdadero objeto de su
misión : paralizar á la Argentina y asegurar la neutralidad, en cam-
bio. . . de buenas palabras. — Cómo engañó á los estadistas argentinos.—
La política argentina en presencia del conflicto del Pacífico.— La opi-
nión del general Mitre. — Balmaceda obtuvo cuanto quiso, sin conce-
der nada en cambio.— Grave responsabilidad délos hombres públicos
argentinos, por esa derrota diplomática en aquel momento histórico.
PARTE TERCERA
EXAMEN crítico DEL MEMORIAL DEL PERITO BARROS ARANA
CAPÍTULO VII
La cuestión de límites entre Chile y la República Argentina, por Diego
Barros Arana.
§ 1* Antecedentes del tratado de límites de 1881, con respecto á la
cordillera.
§ 2* £1 tratado de límites de 1881 .
§ 3* Aplicación del principio del dioortium aquarum, en la limita-
ción geográfica.
222 LA POLÍTICA ARGENTINA
§ 4» El protocolo de 1893.
§ 5* El hito de San Francisco.
§ 6* La revisión del hito de San Francisco.
§ 7* Conclusión.
CAPÍTULO VIH
EL PERITO BARROS ARANA Y SU MEMORIAL. — ¿ES CHILENA 8U DOCTRINA f
La doctrina del dioortium aquarüm continental, Sa origen : controver-
sia sobre los potreros andinos en 1847.— Loque entonces opinaron los
gobiernos argentino j chileno.— Nuestro propósito : examinar crono-
lógicamente la opinión de los estadistas chilenos.— El plan de defensa
de 1810.— Decreto de la Junta Provisional, en 1811. — La proclama
del padre Henríquez.— EVplan del general 0*Higgins, en 1815.— La
Memoria del general Guido, en 1816.— Las instrucciones del virrey
Pezuela, en 1817.— El reglamento orgánico de 1823.— Decretos y le-
yes de ese año sobre «el mapa corográflco». — Las constituciones de
Chile en 1822. 1823> 1828, 1828 j 1833.— Valor de este testimonio : la
doctrina del ministro Ibáñez. — Decreto de 1826. — Contrato de Gay,
1836.— Los nuevos obispados, de 1836.— La bula pontiflcia de 1840 y
eategaatur del presidente Bulnes en 1843.— Erección del obispado de
Ancud.— Tratado con España, en 1844.— Origen de la posesión de
Punta Arenas: propaganda de Sarmiento.— Informe de Ingran, Es-
piñeira y Barros.— Protesta argentina.— Opiniones chilenas en 1843
y 1844.— El ministro Vial, en 1847.— Los potreros andinos : reclama-
ción Girón.— £1 discurso de Bulnes, en 1848.— La declaración del
plenipotenciario Rosales, en 1849.— El ministro Varas, en 1849.— Las
instrucciones á Pissis. — Resumen de la marcha de la cuestión chile-
no-argentina.— Avances de Chile en 1843, 1847, 1866, 1872, 1873 y 1876.
El tratado de 1854.— La declaración de Lastarria, en 1866.— La polí-
tica doble de los ministros Ibáñez y Alfonso. — La alianza de Chile
con el Brasil.— Las doctrinas de la cancillería chilena ; resumen de
sus contradicciones.— Las negociaciones de Chile con Bolivia: decla-
raciones del ministro Walker Martínez, en 1874.
CAPÍTULO IX
REFUTACIÓN DI^. MEMORIAL
Razón de esta refutación . — Las doctrinas del perito contradicen las de
la cancillería de su país.— Alcance de la doctrina: suplantar la^on-
tera arciflnia por una linea arti/tcial, viniendo Chile de este lado
DE LOS Andes.- No puede dejarse perder la frontera arciflnia. — El
APÉNDICE 223
señor Barros Arana conflesa que Chile litigó de mala fe al pretender
la Psx&gonití,-^ Primer argumento : acuerdo existente desde la colo-
nia para aplicar el dioortium aquarum.-^Segundo argumento: el ma-
pa de Pissis y los geógrafos argentinos.— Tercer argumento: el go-
bierno argentino propuso en 1881 el dioortium aquarum,^ Cuarto
argumento : el artículo 1* del tratado de 1881 consagra esa doctrina. —
Quinto argumento : el trazado por las más altas cumbres sería eterno
7 formaría zig-zsLgs .^ Seatto argumento: la doctrina del dioortium
aquarum interoceánico la consagran los escritores, los tratados y la
conveniencia de ambas panes. — Examen de esa doctrina: razones
chilenas para sostenerla.— La convención de 1888.— El pacto de 1893.
— El encadenamiento principal y las partes de ríos, — La cesión de
las costas de los canales en el Pacífico. — Séptimo argumento: el hi-
to de San Francisco ha sido bien colocado.— Estudio del asunto. —
Dónde ha dicho Chile que pasa la oerdadera cordillera. — Responsa-
bilidades. — Conclusión: razón que explica el memorial.— Cuál debe
ser la solución.
§ l'^ Los antecedentes del tratado de 1881.
§ 2* i Quién propuso el dioortium aquarum f
§ 3<* ¿ Hay ambigüedad en el artículo 1* f
§ 4** La doctrina de la división interoceánica.
§ 5* Por qué se empeña Chile en esa doctrina.
§ 6* El protocolo de 1893.
§ 7" El pretendido «hito» de San Francisco.
§ 8* i Cabe el arbitraje 1
§ 9<* Conclusiones.
APÉNDICE
I.— Exposición del doctor Irigoyen.
§ 1* La cuestión de límites.
§ 30 Refutación al memorial Barros Arana.
§4» - - -
§5* - - -
II •— Política internacional.
§ 1« ¿ Es posible una alianza entre el Brasil y Chile, después del fa-
llo de Misiones 1
§ 2* La política del Paraguay.
III.— La política internacional en el Pacífico.
§ 1* La ineptitud argentina.— El reciente tratado chileno-boliviano
es una derrota vergonzosa nuestra.— 4 Qué hace la diplomacia na-
cional ?
§ 2* La diplomacia chilena. — Significado de los arreglos chileno-
peruano-boliviano.— Actitud déla Argentina.— Consecuencias y
pronósticos .
224 LA POLÍTICA ARGENTINA
§ 3* Diplomacia coya y política criolla.— El equilibrio internacional
en el Pacífico.
§ 4* El equilibrio sudamericano.— ¿Qué política internacional con-
viene adoptar?
§ 5* La Puna de Atacama.— 4 Qué dice la opinión boliviana f
IV.— Conclusión. ] A- prepararse I 4 La guerra?
V.— Tratados de límites con Chile.
§ V El tratado de 1881.
§ 2* Convención Lastarria-Uríburu.
§ 3* Protocolo Quirno Gosta-Errázuriz.
VI.— Bibliografía de la cuestión de límites.
VIL— Mapas y planos.
a) Trazado de las líneas verdadera y pretendida en la región del hito
de San Francisco, según el ingeniero Bovio.
b) La línea de las más altas cumbres, según el explorador Lista.
c) La línea anticlinal entre los grados 24 y 88 latitud sur, según el
geógrafo Pissis.
d) El mapa chileno de Tornero.
e) El trazado del Paso de San Francisco y corte ideal de la Cordi-
llera, según el ingeniero Chapeaurouge .
/j Trazado de la línea fronteriza, según el criterio del dioortium
aquarum interoceánico y la regla de las más altas cumbres del
encadenamiento principal, entre los grados 42 y 46, latitud sur,
según el coronel Rhode.
II
PROTOCOLOS COMPLEMENTARIOS DEL TRATADO DE LÍMITES (1)
Protocolo Matte-Quirno Costa
En Santiago de Chile, á los seis días del mes de septiembre de
mil ochocientos noventa y cinco, reunidos en la secretaria de re-
laciones exteriores el señor don Norberto Quirno Costa, enyia-
(1) En el libro La política chilena en el Plata, del mismo autor, se
encuentran los documentos diplomáticos relativos á la negociación de lí-
mites, anteriores á 1895, oiz : I« Tratado de 1891 ; 2« Convención Lastarria-
Uriburu(1888); 3« Protocolo Quirno Costa-Errázuriz (1893). (Nota del
editor.)
APÉNDICE 225
do extraordinario y ministro plenipotenciario de la República
Argentina, y el señor don Claudio Matte, ministro del ramo, de-
bidamente autorizados, dijeron que, animados sus respectivos
gobiernos del propósito de que la demarcación de limites entre
ambos países continúe sin interrupción, cumpliéndose los pactos
internacionales de 1881, 1888 y 1893, acordaban lo siguiente :
Primero, Los peritos dispondrán que las subcomisiones mix-
tas de ayudantes demarcadores continúen sus trabajos de des-
linde, saliendo aquellos para sus destinos, respectivamente, de
Buenos Aires y Santiago, del quince de octubre al primero de
noviembre próximo.
Segundo, Dichas subcomisiones proseguirán sus trabajos des-
de los puntos en que los suspendieron en la última temporada.
Tercero, Si, en el curso de ellos, las subcomisiones mixtas
no pudieran ponerse de acuerdo en la ubicación de alguno ó al-
gunos hitos divisorios, levantarán, en cada caso, el plano res-
pectivo, y, con el estudio del terreno, lo remitirán á los peritos,
para que éstos, en uso de sus facultades, se empeñen en resolver
la divergencia. Aun cuando se presentara el desacuerdo, las sub-
comisiones continuarán la demarcación desde el punto más in-
mediato á aquel en que se haya suscitado la dificultad, y en el
mismo rumbo de sus trabajos, pues el propósito de los gobiernos
es que no se suspendan hasta su terminación en toda la linea di-
visoria.
Cuarto. Si los peritos no llegaran á terminar las divergencias
que pudieran presentarse en el curso de la demarcación, elevarán
todos los antecedentes á sus respectivos gobiernos, á ñn de que
éstos las solucionen con arreglo á los tratados vigentes entre am-
bos países.
Redactado el presente acuerdo en dos ejemplares de igual
tenor, los señores ministros lo firmaron y le pusieron sus sellos.
N. QuiRNo Costa. — Claudio Matte.
Protocolo GuerrerO'Quirno Costa
En la ciudad de Santiago de Chile, á diez y siete dias del
mes de abril de mil ochocientos noventa y seis, reunidos en la
15
226 LA POLÍTICA ARGENTINA
sala del despacho del ministerio de relaciones exteriores, el señor
don Norberto Quirno Costa, enviado extraordinario y ministro
plenipotenciario de la República Argentina en Chile, y el señor
don Adolfo Guerrero, ministro del ramo, expusieron que los go-
biernos de la República Argentina y de la República de Chile,
deseando facilitar la leal ejecución de los tratados vigentes que
fíjan un limite inconmovible entre ambos países* restablecer la
confianza en la paz, y evitar toda causa de conflicto, persiguiendo»
como siempre, el propósito de procurar soluciones por aveni-
mientos directos, sin perjuicio de hacer efectivos los otros recur-
sos conciliatorios que esos mismos pactos prescriben, han llegada
al acuerdo que contienen las bases siguientes :
Primera. Las operaciones de demarcación del limite entre la
República Argentina y la República de Chile, que se ejecutan
en conformidad al tratado de 1881 y al protocolo de 1893, se ex-
tenderán EN LA CORDILLERA DE LOS ANDES hasta cl paralclo vciute
y tres de latitud austral, debiendo trazarse la linea divisoria
entre este paralelo y el veintiséis grados, cincuenta y dos minu-
tos y cuarenta y cinco segundos, concurriendo á la operación
ambos gobiernos y el gobierno de Bolivia, que será solicitado al
efecto.
Segunda. Sí ocurrieran divergencias entre los peritos al fijar
EN LA CORDILLERA DE LOS ANDES los hítos divisorios al sur del
paralelo 26° 52' y 45" y no pudieran allanarse amigablemente
por acuerdo de amboá gobiernos, quedarán sometidas al fallo del
gobierno de Su Magestad Británica, á quien las partes contra-
tantes designan, desde ahora, con el carácter de arbitro encar-
gado de aplicar estrictamente, en tales casos, las disposiciones
del tratado y protocolo mencionados, previo estudio del terreno,
por una comisión que el arbitro designará.
Tercera. Los peritos procederán á efectuar el estudio del te-
rreno en la región vecina al paralelo 52% de que trata la última
parte del articulo segundo del protocolo de 1893, y propondrán
la linea divisoria que alli debe adoptarse si resultare el caso pre-
visto en dicha estipulación. Si hubiere divergencia para fijar es-
ta linea, será también fijado por el arbitro designado en este
convenio.
Cuarta, Sesenta dias después de producida la divergencia,
en los casos á que se refieren las bases anteriores, podrá solici-
APÉNDICE 227
tarse la intervención del arbitro por ambos gobiernos de común
acuerdo, ó por cualquiera de ellos separadamente.
Quinta. Convienen ambos gobiernos en que la actual ubica*
ción del hito de San Francisco, entre los paralelos 26 y 27, no
sea tomada en consideración como base ó antecedente obligato-
rio para la determinación del deslinde en esa región, estimán-
dose las operaciones y trabajos efectuados en ella en diversas
épocas, como estudios para la fíjación definitiva de la linea, sin
perjuicio de realizarse otros que los peritos tuvieran á bien dis-
poner. '
Sexta. Los peritos, al reanudar sus trabajos en la próxima
temporada, dispondrán las operaciones y estudios á que se re-
fieren las bases primera y tercera de este acuerdo.
Séptima. Convienen, asimismo, ambos gobiernos en ratificar
el acuerdo tercero del acta de 6 de setiembre de 1895, para la
prosecución de los trabajos de demarcación, en el caso que se
presentara algún desacuerdo, á fin de que estos trabajos, como
es el propósito de las partes contratantes, nunca sean interrum-
pidos.
Octava. Dentro del término de 60 dias después que hubiera
sido firmado el presente acuerdo, los representantes diplomáti-
cos de la República Argentina y de la República de Chile, acre-
ditados cerca del gobierno de Su Majestad Británica, solicita-
rán conjuntamente de estela aceptación del cargo de arbitro que
se le confiere, á cuyo efecto los respectivos gobiernos impartirán
las instrucciones necesarias.
Novena. Los gobiernos de la República Argentina y de la
República de Chile, abonarán por mitad los gastos que requiera
el cumplimiento de este acuerdo.
Los ministros infrahscriptos, en nombre de sus respectivos
gobiernos y debidamente autorizados, firmaron el presente acuer-
do en dos ejemplares, uno para cada parte, y les ponen sus
sellos.
N. QuiRNO Costa. — Adolfo Guerrero.
228 LA POLÍTICA ARGENTINA
III
ACTA DE LOS PERITOS PARA LA FIJACIÓN DE LA LÍNEA
GENERAL
Ed la ciudad de Santiago de Chile, á 1^ del mes de mayo de
1897,. reunidos en la oficina internacional de limites los peritos
que suscriben, don Diego Barros Arana, por parte de la Repú-
blica de Chile, y don Francisco P. Moreno, por parte de la Re-
pública Argentina, después de cambiar algunas ide^s acerca de
los medios de impulsar y apresurar los trabajos de demarcación,
y para procurar hallarse en aptitud de resolver sobre la linea
general de las fronteras^ al término de la temporada venidera
de operaciones^ satisfaciendo así los anhelos de los gobiernos
que representan; acordaron, en uso de las facultades que les con-
fiere la cláusula 2* del convenio entre la República Argentina y
Chile, de fecha 20 de agosto de 1888 :
Primero. — Solicitar de sus respectivos gobiernos el nombra-
miento detres ayudantes primeros, y tres segundos, los cuales for-
marán tres nuevas subcomisiones que trabajarán en la cordillera
de los Andes. Estas subcomisiones, verificarán sus operaciones: la
primera, desde el grado 41 hasta el 44; la segunda, entre el grado
44 y 47; y la tercera, entre el 47 y el 49° 30' aproximadamente.
Segundo, — Solicitar igualmente de sus respectivos gobiernos
el nombramiento del número de auxiliares que sean necesarios,
para llevar con toda actividad los trabajos de las nuevas sub-
comisiones, asi como los de las actualmente existentes.
Tercero, — Si, durante las operaciones, se suscitasen diver-
gencias entre los respectivos ayudantes sobre la ubicación de la
línea divisoria, se proseguirán siempre, sin interrupción, los
trabajos de reconocimiento y relevamiento del terreno hasta el
término de la temporada.
Los señores peritos levantaron y firmaron la presente acta en
dos ejemplares.
Diego Barros Arana. Francisco P. Moreno.
Alejandro Bertrand. Diego González Victorica.
APÉNDICE 229
IV
PROTOCOLO ROCHA-CANO
Publicamos á continuación, por cez primera entre nosotros t el texto de
la parte pertinente del protocolo Rocha-Cano, firmado en Sucre, el 12 de
diciembre de 1895, por el ministro argentino Dardo Rocha, y el canciller
boliviano Emeterio Cano. No podemos insertar íntegro el texto oficial,
porque en la Argentina la cancillería parece haberlo ocultado cuidadosa-
mente, pues ni rastros de la celebración do ese protocolo se encuentran en
las MemoricLS de Relaciones Exteriores; la parte dispositiva que conoce-
mos ha sido publicada oportunamente por la prensa de Bolivia, de donde
la sacamos, pero hemos solicitado del exdiplomático Rocha se sirva de-
cirnos si el texto es fidedigno, y no hemos obtenido más respuesta que
indicarnos lo comprobáramos en la Casa Rosada. Hemos renunciado á
ello, pues nuestra cancillería parece haber cobrado un singular ho-
rror á publicar hasta las piezas diplomáticas más inocuas, lo que da á
las Memorias el aspecto de informes consulares inofensivos; mientras
que, en Chile, Bolivia y el Perú, las cancillerías publican todo lo que in-
teresa á los asuntos internacionales y no ha sido materia de reserva espe-
cial... y á veces hasta esto mismo, haciéndolo llegar ala prensa en forma
oficiosa. Tal ha pasado con el protocolo Rocha-Cano : lo curioso del caso
es que no lo hemos visto reproducido en la prensa argentina.
Esto protocolo se publicó en Bolivia, con motivo de una ardiente polé-
mica, provocada por la actitud del congreso chileno al negar su aproba-
ción á los pactos boliviano-chilenos, es decir, al protocolo Matta-Cano, pe-
ro aceptando el tratado Barros Borgoño-Gutiérrez. «Es incalificable esa
conducta — decía un diario de Sucre— porque si se obtuvo mayoría en el
congreso de Bolivia para aprobar los tratados de mayo, fué expresa y ex-
clusivamente á condición de que el gobierno los complementara, celebran-
do al mismo tiempo dos protocolos : V el protocolo Matta-CanOy en el
que se declara que el tratado Barros Borgoño-Gutiérrez está subordinado
á la condición resolutoria de qne el puerto que Chile dó á Bolivia, satis-
faga ampliamente sus necesidades presentes y futuras ; 2<* el protocolo
Rocha-CanOy por el que consta que el territorio de la Puna, cedido por
Bolivia á la Argentina en 1889, y abusivamente detentado por Chile, tiene
por límite con esa nación el de 1874, es decir, la línea anticlinal de Pis-
sis y Mujía. El primero de esos protocolos fué firmado en diciembre 9 de
1895, el segundo en diciembre 12, es decir, tres días después, coincidien-
do esa fecha con la votación del congreso aprobando los pactos chileno-
bolivianos. Hoy Chile aprueba sólo la transferencia contenida en el tra-
tado est^lionatario Barros Borgoño-Gutiérrez, y encarpeta el protocolo
Matta-Cano, sin el cual jamás habría sido aprobado aquel arreglo ; maña-
230 LA política argentina
na querrá desconocer el protocolo Rocha- Cano« y promovernos una nue-
va cuestión por la ocupación de la Puna, para provocarnos dificultades
con la República Argentina. Es necesario, pues, precaverse, y que el país
sepa que Bolivia se ha comprometido á la garantía de eoicción respecto
de aquel territorio, pues no signiflca otra cosa el compromiso solemne
contraido por el presidente de la república, entonces ministro boliviano
en buenos Aires, don Mariano Baptista.en nota de enero 29 de 189S, ho}'
convertida en obligación perfecta y absoluta de nuestro gobierno, por el
protocolo de diciembre 12 del año pasado».
Se ve, pues, cuál es la importancia del protocolo que se reproduce á
continuación, y cuya celebración bastaría para haber hecho benéfica la
misión Rocha. Esta tiene á su haber otros títulos á la consideración del
país, pues, si hemos de atenernos á las revelaciones que entonces hizo
la prensa de Lima, se debió á la intervención eficaz del diplomático ar-
gentino el evitar un rompimiento entre Bolivia y el Perú, y hacer recibir
por el gobierno de Sucre, como enviado peruano, al doctor Riva Agüero.
No encontramos tampoco rastro alguno de esto en nuestras Memorias de
Relaciones Exteriores^ pero tampoco, que sepamos, han sido desautori-
zadas aquellas versiones de la prensa de Bolivia y el Perú.
He aquí ahora el texto publicado por los diarios de Bolivia :
... expresó el excino. señor Rocha : Que, con el objeto de evi-
tar toda difícultad que pudiera presentarse al fíel cumplimiento
del tratado de limites argentino-boliviano, canjeado en 10 de mar-
zo de 1893, la República de Bolivia debe salvar expresamente
los derechos á la Puna de Atacama, reconocidos por ella á la Ar-
gentina en el tratado á que se hace referencia al principio, y de-
clarar en el presente protocolo, de acuerdo con las seguridades
dadas con anterioridad, y entre otras ocasiones, en nota de 29 de
enero de 1892, dirigida por el excmo. señor doctor don Mariano
Baptista, en Buenos Aires, al ministro de relaciones exteriores
argentino, y ratificada por el ministro de relaciones exteriores
boliviano, con fecha 26 de abril del mismo año: que, por pacto
alguno ha sometido á jurisdicción extraña, ni consentido en la
ocupación de territorios al sur del paralelo 23, ni al oriente de la
linea anticlinal ó de ¿as altas cumbres de la cordillera de los
Andes; por el contrario, ha procedido como lo ha expresado en
la citada nota de 29 de enero, siendo reconocidas á la República
Argentina todas las ¿ierras situadas al oriente de esa linea, y
al sur del paralelo 23, desde su intersección con ella hasta Sa-
palegui, las que, en tal virtud, quedan unidas con las tierras con-
sideradas en todo tiempo como argentinas ; que, en consecuen-
APÉNDICE 231
cia, espera igualmente que Bolivia coDcurra eficazmente á la de-
socupación de esa zona, haciendo las gestiones necesarias y dan-
do las órdenes correspondientes á sus autoridades en ella, para
la entregaála República Argentina, luego que se verifique la de-
limitación con arreglo al artículo 2"" del tratado de limites.
El señor ministro de relaciones exteriores, expuso : que, de-
seando mantener las cordiales relaciones de paz 7 amistad con
la República Argentina, reitera, en cuanto á los derechos cedi-
dos á ésta en el territorio de Atacama, por el tratado de limites
canjeado en 10 de marzo de 1893, las declaraciones contenidas
en el oficio explícito de respuesta, dado por nuestro enviado ex-
traordinario y ministro plenipotenciario, doctor don Mariano
Baptista, fecha 29 de enero de 1892, al igual de 8 del mismo
mes. Por lo demás, defiere á lo pedido por el excmo. señor Rocha
y y en cuanto á la demarcación sobre el terreno, se verificará por
peritos, á que se refiere el artículo 2° del tratado argentino-bo-
liviano.
El presente protocolo será considerado como parte adicional ó
integrante del referido tratado, y sometido como tal á la aproba-
ción de los respectivos gobiernos.
índice
Advertencia
CAPÍTULO PRIMERO
BL PACTO MATTB-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE
La táctica chilena : 1881-1893-1895 9
Inflaencia del presente pacto en la política de Bolivia y el Perú.. 13
El antagonismo de los criterios argentino y chileno 16
4 Qué se entiende por caso de arbitraje f 20
Doctrina sostenida por Chile en el congreso pan-americano de
Washington, en 1890 21
Aplicación á nuestra cuestión 25
CAPÍTULO SEGUNDO
EL PROTOCOLO GUERRERO-QUIRNO COSTA
La opinión argentina y chilena : los escritos de Rawson y las cartas
de Ibáñez 29
Caracteres distintivos de la política internacional argentina 84
234 LA POLÍTICA ARGENTINA
La aspiración chilena 37
Característica del presente protocolo -. 40
El arbitraje pactado 42
Análisis del nuevo convenio : su preámbulo y sus diversos artí-
culo^ 43
Conclusiones 48
CAPÍTULO TERCERO
LA DIPLOMACIA CHILBNA V LA « HABILIDAD » ARGENTINA
£1 libro de Moreno y el alegato de Barros Arana 49
Las pretensiones de Bulnes 51
índole y alcances del libro del perito argentino : los especialistas
del Museo de La Plata 53
Los trabajos de Barros Arana y los técnicos de la Universidad de
Chile 54
Las publicaciones del Anuario hidrográfico de Chile, y las del
Boletin del Instituto Geográfico argentino 55
La solución del arbitraje preparado por Chile en su favor : su
propaganda en Europa 57
La cuestión de la Puna, excluida del arbitraje, y hoy paralizada :
la concurrencia de Bolivia 60
La presente a^tación periodística en Chile : tendencias de su poli-
tica internacional 63
Actitud argentina : su debilidad ante la arrogancia chilena....... 65
Influencia de la política interna de Chile sobre la cuestión externa. 67
La solución del conflicto debe ser pacífica, próxima y definitiva. . . 68
CAPÍTULO CUARTO
LA POLÍTICA ARGENTINA EN LA CUESTIÓN DE LÍ.MITES CON CHILE
Y SU INFLUENCIA SOBRE
EL EQUILIBRIO CONTINENTAL SUDAMERICANO
Razón de ser de esta entrevista 71
Estado actual del litigio 72
El procedimiento arbitral 73
ÍNDICE 235
Los peritos son jueces arbitros ea primera instancia 73
Los gobiernos son simples litigantes, que no deben intervenir en
las funciones de los jueces 74
Su acuerdo implica fallo : si hay discordancia procede la apela-
ción ante el arbitro tercero en discordia, constituido en tribunal
de segunda instancia, cuya sentencia es dednitiva 75
I Existe chicana de parte de alguno de los litigantes para trabar ó
entorpecer el juicio t 76
Análisis de todo procedimiento judicial en caso de jurisdicción ar-
bitral : su aplicación al litigio de limites , 77
Los autos a en estado de sentencia »; los trabajos de exploración
terminados; inminencia de la sentencia arbitral ó sea de la deci-
sión de los peritos 78
Incorrección de la intervención de las partes en ese estado del li-
tigio 79
Causa de los tropiezos eu la demarcación 80
Actitud del perito Barros Arana 81
Las demoras de 1881 á 188^ 82
Por qué nada se hizo durante las temporadas de 1892 y 1893 82
El protocolo de 1893 : la doctrina del dcoortium aquarum inter-
oceánico y las « partes de rio » 83
La obstrucción de Barros Arana : pérdida de las temporadas de
1894 y 1895 83
El convenio de 1896: 83
Esterilidad de los trabajos por causa de las instrucciones capciosas
de Barros Arana 84
Actitud del perito Moreno : el acta de mayo V de 1897 84
El perito chileno declara en marzo último que necesita de dos á
tres años para completar sus trabajos 84
Notable declaración del ministro Carlos Walker Martínez 85
La última Memoria de Relaciones Exteriores de Chile 85
Causas verdaderas de la perturbación presente 86
La política continental y la hegemonía sudamericana 87
Pretextos actuales y perturbación que causan 87
La aspiración chilena ; la actitud argentina 88
Soluciones al problema político : con Chile ó contra Chile 88
La alianza chileno-brasilera : declaración del almirante Mello 88
Nuestra política del « aislamiento soberbio » : cómo la hemos prac-
ticado 90
Necesidad de cambiar de rumbo 91
La « gran política» 93
La tradición de la cancillería argentina 94
La política de la triple alianza 95
Efectos de nuestro cambio de orientación : el conflicto del Pacíñco
y la impotencia argentina 96
La opinión de un diplomático 100
Cambio actual de la opinión 101
El desequilibrio militar entre Chile y la Argentina 103
236 LA POLÍTICA ARGENTINA
Nuestra falta de previsión 107
La arrogancia chilena : busca una quinta cesión, para completar
las cesiones de 1881. 1893, 1895 y 1896 109
Razones que influyen para que Chile extreme sus pretensiones. . . . 110
La intepretación económica de la historia : causas de las guerras
exteriores de Chile; la crisis del trigo y la guerra de 1836; la baja
del cobre y la campaña de 1879; la ruina del salitre y la situación
actual 111
Situación política de la América del Sur 113
Colombia y Venezuela 113
El Ecuador 113
El Brasil : cuál será su actitud 114
Las naciones del Pacífico : el grupo rio-platense 115
Estudio de la política internacional de Chile 116
La actitud del Perú y de Bolivia : análisis histórico 118
Característica de aquellos tres países 119
La política prusiana de Chile : su choque con la Argentina 120
Su criterio respecto de nosotros : Korner y los políticos trasandinos. 121
Influencia de la organización política de Chile en su tendencia in-
ternacional 122
Antagonismo histórico entre Chile y la Argentina 123
Necesidad de expansión territorial de Chile : la configuración geo-
gráfica lo obliga á ser agresivo 124
Como pueblo montañés codicia las llanuras 126
Comparación entre el porvenir de Chile y la Argentina : rasgos que
los diferencian; causas que los distancian 127
Aspiración violenta por la paz en la Argentina : influencia que ten-
drá una guerra sobre el carácter nacional 130
Los países pobres y los países ricos, en caso de guerra 131
4 Es auspicioso el momento para Chile f 134
Los tratados chileno -bolivianos y el protocolo peruano-chileno:
estado de la opinión pública en Holivia y el Perú 135
Su actitud en un conflicto argentino-chileno 138
La actitud de la prensa chilena 140
Razones para no creer en la guerra 141
Las declaraciones del ministro Carlos Waiker Martínez, referentes
al dioorttum aquarum : su opinión terminante en favor del enea-
denanuento principal de la cordillera 142
La ayuda de la providencia 143
La situación económica de Chile : el papel moneda y la crisis finan-
ciera 143
Causas del krach 144
Influencia de Barros Arana en la militarización del país 145
La demarcación técnica de la línea fronteriza 147
Característica de los trabajos de las comisiones demarcadoras de
Chile y nuestra 148
La presión diplomática de Chile y las « indiscreciones » de sus
funcionarios 149
índice 237
¿ A qué tienden ? 150
Las tendencias pacílScas de los expresidentes argentinos y las de-
claraciones chilenas sobre arbitraje « ilimitado » 153
La reunión de los peritos en agosto 155
Carácter del debate , 157
Brevedad y súbita disconformidad 158
Cuestión de los respectivos criterios 159
Corrección de la actitud argentina : los trabajos y la actitud del
perito Moreno 160
Confesión del perito chileno sobre zonas inexploradas : la región
del 47 al 49 Vt grados latitud sud 161
El prejnzgamiento de Barros Arana y su actitud de obstrucción
sistemática 162
El dilema chileno 163
El conflicto 164
Singularidad del extemporáneo reclamo sobre San Martín de los
Andes 165
Tenacidad por rehuir el debate sobre los planos, y pretender un
arbitraje « ilimitado » sobre las reglas de demarcación 166
Recientes maniobras diplomáticas de Chile : la solicitud del comer-
cio británico de Valparaíso y la exploración oficiosa de la can-
cillería inglesa 167
Requerimiento chileno para otra mediación italiana 168
Sólo cabe el arbitraje estipulado por el tratado de 1896 en la forma,
términos y condiciones en detalle señalados en dicho pacto 169
Explicación de la pertinacia chilena por hacer caso omiso de las
estipulaciones pactadas 171
Las « indiscreciones » súbitas y concurrente de los diplomáticos
chilenos en diversos países 178
La presión de la situación política y social de Chile sobre la acti-
tud de su cancillería 174
La solución directa del conflicto 176
4 Cabe una transacción dentro de la cordillera f 177
Necesidad do la previa eliminación de Barros Arana, como perito. 178
Posibilidad y ventajas de un arreglo directo 179
Alternativa : actitud eventual belicosa de Chile : pretensión de for-
zar por si solo el arbitraje sobre lo que sostiene y con presciuden-
cia de lo estipulado 180
Actitud eventual argentina 181
La opinión de los escritores chilenos 182
El sofisma de Barros Arana 183
Antecedentes : declaraciones de Lastarria 184
Declaraciones del presidente Bulnes 184
Actitud contraria del escritor Bulnes 185
Su doctrina sobre « la neutralización » del Estrecho : sólo para la
paz y no para la guerra 185
La buena fe de la cancillería chilena : opinión de Bilbao 186
La carta del canciller Alfonso 186
238 LA POLÍTICA ARGENTINA
El criterio orográñco y el criterio hidrográfico, en el tratado chileno-
bollTíano 187
La línea norte queda en suspenso 188
Necesidad de solucionar conjuntamente el conflicto de la demarca-
ción en el norte y en el sur : actitud reticente del perito chileno. 189
El interés de la política chilena en esto 189
Las conveniencias de la política argentina 191
La actitud de la política boliviana 192
La opinión del expresidente Pellegrini 192
Cómo ha sido apreciada en Chile 193
Su insinuación en favor de una alianza chileno-argentina 194
Efecto de la proposición en Bolivia y Perú 195
¿Es posible garantizar la estabilidad del equilibrio político sudame-
ricano, prescindiendo del Brasil 1 195
El peligro yaukee 196
Necesidad de rumbo definitivo para la política internacional argen-
tina en Sud-América 197
CAPÍTULO QUINTO
LA CUESTIÓN DE LA PUNA. — EL CONFLICTO BOLIVIANO-CHILENO-ARGBNTINO
El libro del diputado boliviano Iturralde 199
Las aspiraciones de Chile á « poloaizar y> la provincia de Lípez .... 201
Literatura boliviana sobre la cuestión Atacama 202
La demarcación Pissis-Mujia, de 1870 2()4
El protocolo Lindsay-Corral, de 1872 205
El tratado Walker Martinez-Baptista. de 1874 205
La ley chilena sobre Antofagasta, de 1888 : protesta del diplomático
boliviano Terrazas 206
Las exploraciones de San Román y Bertrand 207
La ley boliviana de 1886 sobre la Puna 208
El protocolo Carrillo-Zañartú 209
La ocupación chilena de la Puna, en 1887 209
Precedentes : ocupación de Mejilloues, en 1842 210
La diplomacia de la Junta de Iquique : el protocolo Reyes Ortiz-
Matta, de 1891 211
La protesta argentina, de 1892 : amplia satisfacción de Bolivia 212
El tratado Barros Borgoño-Gutierrez, de 1895' 213
La garantía de eoícción del ministro boliviano Baptista 214
El limite internacional en la línea anticlinal 215
El sofisma de Barros Arana, según la opinión boliviana 216
ÍNDICE 239
APÉNDICE
I. El contenido de La política chilena vn el Plata 219
II. Protocolos complementarios del tratado de límites :
El pacto de 1895 224
El convenio de 1896 225
III. Acta de los peritos para la fijación de la linea general 228
IV . El protocolo Rocha-Cano 229
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