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Full text of "La política argentina respecto de Chile(1895-1898)"

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LA POLÍTICA ARGENTINA 



RESPECTO DE CHILE 



mPRBNTA DE PABLO B. CONI Ú HIJOS, CALLE PERO, 680 



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ERNESTO QUESADA o 



LA 



POLÍTICA ARGENTINA 



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RESPECTO DE CHILE 



(1 895-1 808) 



BUENOS AIRES 

AKNOLDO MOBN, EDITOR 
314, FLORIDA, 314 

1898 



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ADVERTENCIA 



En 1895 publicamos el libro titulado : La política chi-* 
lena en el Plata (1), del mismo autor. En aquella obra, 
el doctor Ernesto Quesada estudió, desde sus orígenes has- 
ta entonces, la histórica cuestión de límites entre la Repú- 
blica Argentina y Chile. La acogida que mereció ese libro 
fué tal, que puede considerarse casi agotada la copiosa 
edición . 

Posteriormente á la publicación de dicha obra, la cues- 
tión de límites chileno-argentina ha sido objeto de varia- 
das peripecias, que han llevado á la celebración del pacto 
Matte-Quirno Costa, en 1895, y del protocolo Guerrero- 
Quirno Costa, en 1896 ; encontrándose en la actualidad en 
su periodo álgido, por celebrarse en estos momentos, en la 
ciudad de Santiago de Chile, la reunión délos peritos á fin 
de discutir definitivamente el trazado de la línea general 
de fronteras. El doctor Quesada ha seguido paso á paso las 
diversas fases de esta última época de la cuestión, habien- 

(1) Un volumen in-8% de 384 páginas, con 7 mapas y planos. 



6 LA POLÍTICA ARGENTINA 

do sido objeto de entrevistas sobre el particular, de parte 
de diarios y revistas. 

Hemos creído que sería bien recibida por el público la 
reunión en un libro de aquellas entrevistas ó artículos, 
que se encuentran esparcidos en revistas y en diarios, pues 
podría así tenerse en volumen el complemento de la obra 
principal del autor, que editamos en 1895. Con ese propó- 
sito, y usando del derecho de reproducción que permite lo 
ya publicado en él periodismo, entregamos á la opinión el 
presente tomo, que, por su forma y por su fondo, debe con • 
siderarse simplemente como una continuación de La polí- 
tica chilena en el Plata. Para ello no hemos necesitado 
recabar el permiso del autor, pues en ese caso habría sido 
menester refundir quizá la serie de entrevistas en la redac- 
ción de un libro, lo que nos habría impedido hacer coin- 
cidir su publicación con la referida reunión de los peritos, 
que absorbe hoy toda la atención de ambos países. 

El autor, en su último trabajo, se revela partidario con- 
vencido y resuelto de una solución pacífica. Respetuoso de 
Chile, cuyo país conoce, pero amante del suyo, ha tratado 
las incidencias de la cuestión con el calor del caso, pero con 
la máxima serenidad. Hay que tener presente, además, 
que el autor hace uso del perfecto derecho y de la absoluta 
libertad de acción del periodista y escritor, á quien no 
atan las naturales trabas que deben impedir á un funcio- 
nario, á un diplomático, ó aun estadista, expresar sin am- 
bages lo más recóndito de su pensamiento. De ahí que, si 
no juzga apropiada nuestra política y en ese sentido la 
ataca, lo hace salvando los respetos que se merecen los 
caballeros que representan á aquélla; obedeciendo en esto 



ADVERTENCIA 7 

al más levantado patriotismo y usando de altiva since- 
ridad^ convencido de que en el interés del país está que 
asuntos semejantes sean dilucidados en términos claros y 
francos. 

Por otra parte, los sucesos que han ido desenvolvién- 
dose desde 1895, confirman desgraciadamente las aprecia- 
ciones emitidas desde aquel entonces por el autor ; como 
han resultado también, por desgracia, confirmados los 
temores igualmente expresados por él en 1881, al juzgar 
el tratado primitivo. Todo ello demuestra que el autor ha 
visto claro en estos asuntos desde el primer momento, lo 
que presta mayor autoridad á los juicios que hoy emite y 
á las consecuencias que de ellos fluyen. 

La opinión extranjera podrá quizá tacharle de ardo- 
roso, pero nunca de injusto, teniendo en cuenta sobre 
todo la fecha y el lugar de las respectivas entrevistas. 
Fácil habría sido quitar á éstas todo lo que tienen de im- 
presión fugaz, debido al momento en que aparecieron, pero 
sobre que tarea semejante correspondería exclusivamente 
al autor, creemos más imparcial reproducirlas tal cual fue- 
ron publicadas, en homenaje á la sinceridad profunda que 
las ha inspirado . 

El Editor. 

Buenos Aires, agosto 30 de 1898. 



LA POLÍTICA ARGENTINA 



RESPECTO DE CHILE 



CAPÍTULO PRIMERO 



EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE (1) 



Sumario : La táctica chilena : 1881-1893-1895. — Influencia del presente 
pacto en la política de Bolivia y el Perú. — El antagonismo de los 
criterios argentino y chileno. — ^ Qué se entiende por caso de arbi- 
traje?— Doctrina sostenida por Chile en el congreso pan-americano 
de Washington, en 1890. — Aplicación á nuestra cuestión. 



Han pasado ya unas cuantas semanas desde que se fírmó en 
Santiago de Chile, en septiembre 6, el llamado «convenio 
Matte-Quirno Costa», que ha resultado ser un verdadero parto 
de los montes de la diplomacia argentina. 

El espectáculo á que venimos asistiendo es interesantísimo, y 
la táctica chilena se ha desenvuelto con éxito admirable. 

El pacto en cuestión no sólo es el ridiculas mus horaciano, 
sino que está perfumado con esa agua de rosas que suele usarse 
en diplomacia, cuando se trata con adversarios demasiado con- 
fiados. Nada dice entre dos platos — al parecer, y la prime- 
ra impresión que produce, es la de una perfecta inocuidad : pero 



(1) Este pacto fué firmado en Santiago de Chile, á 6 de septiembre de 
1895. El presente artículo apareció en la revista La Quincena, de esta 
ciudad, en el número de octubre de aquel año. Véase el texto del pacto 
en el Apéndice. {Nota del editor.) 



10 LA POLÍTICA ARGENTINA 

sólo es anodino en la forma — latet anguis in herbá, — si, « una 
serpiente se desliza entre la hierba », — hay en ese documento 
tan desgraciado, una celada armada á la eterna y candorosa 
buena fe argentina. 

Pondremos los puntos sobre las íes. Pero antes de hacerlo, 
queremos felicitar á la prensa transandina por el éxito inespe- 
rado de su táctica sencilla, repetida textualmente de la que ob- 
servara .en 1881, cuando el famoso tratado Irigoyen-Echeve- 
rria. 

En aquella época — el recuerdo está aún fresco, y para que 
no se borre se ha perpetuado en una publicación oficial nuestra, 
con la reproducción de los artículos de la prensa de entonces — 
los diarios chilenos, obedeciendo á la consigna de su hábil can- 
cillería, se dividieron súbitamente en dos bandos opuestos, 
igualmente extremos y ardorosos. Los menos apoyaron el trata- 
do, pintándolo hipócritamente como un sacrificio hecho por Chile 
en aras de la paz internacional; los más, se declararon violentos 
adversarios de la solución, pretendieron que era una derrota chi- 
lena, y simularon la más perfecta indignación. 

El resultado de esa táctica no se hizo esperar. Fué maravi- 
lloso. Mordió aquí el pez en el anzuelo, y cuanto más recrude- 
cían los ataques violentos al tratado por parte de ciertos diarios 
chilenos, más se entibiaba aquí la repugnancia de nuestros hom- 
bres públicos por su aceptación, y más se convencía la opinión 
de que debía ser bien grande nuestro triunfo cuando semejante 
grita levantaba. Y al discutirse en las cámaras el tratado, nues- 
tro ministro de relaciones exteriores, que creyó sincera aquella 
prédica, hizo valer como argumento de grande importancia jus- 
tamente esa ardorosa oposición chilena. 

Aquel polvo arrojado á los ojos de los espectadores, los ence- 
gueció algún tanto, desde que nuestra prensa, después de titubear 
un instante, se lanzó frenética en un coro de alabanzas por el 
« triunfo » obtenido... Pocos años después, las cosas cambiaron : 
Chile, sonriente, tiró de la cuerda, y la celada diplomática nos 
hizo arrancar un grito de dolor. Todos se miraron entonces estu- 
pefactos ; se restregaban los ojos y no creían : el o triunfo » se 
convertía en burla, y de poco servía maldecir ¿mo pectore la fe 
púnica de Chile. Quisimos desacirnos de la trampa en que ha- 
bíamos caído ; pero fué en vano, y convencidos por fin de que 



EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 11 

habíamos sido victima de una mala fe no sospechada, creímos 
desatar la dificultad con el pacto de 1893, el más vergonzoso y 
malhadado de todos nuestros convenios internacionales. 

Esta vez, ya no prorrumpimos en pueriles gritos de contento, 
y debe confesarse en honor de la verdad que el pueblo aceptó 
refunfuñando el nuevo presente griego- Pocos, sin embargo, se 
tomaron la molestia de examinarlo, y creemos que ninguno la 
de hacer público su análisis, por manera que la opinión creyó 
que ese pacto, si representaba victoria en el mejor de los casos, 
era una victoria á la Pirro, desde que nos costaba un nuevo 
sacrificio. 

Del otro lado de los montes tornaron á sonreir, asombrados 
interiormente de un candor tan providencial y endémico. No 
consideraron que merecía la pena de gastar pólvora periodística 
en salvas : ni eso siquiera les fué menester. 

Pero con esto el campo se les hizo orégano: no esperaron esta 
vez á que pasaran diez años, como desde el tratado de 1881, y 
desplegaron su argucia sobre la marcha, haciendo que hoy, en 
1895, hayamos tenido que poner el grito en el cielo al sentirnos 
de nuevo amarrados. Quizás hubo denasiado apresuramiento 
de su parte : quizá no imaginaron que esta vez la prensa argen- 
tina no sería la indiferente ó ciega de otras épocas, y que desdo- 
blaría sin piedad, ante el tribunal de la opinión pública, todas 
las fojas de estos autos enrevesados, en los cuales hemos perdido 
todas las instancias. 

En 1881 habíamos cedido ambas bocas del Estrecho y una 
parte de la Patagonia, en cambio de una línea fronteriza que 
consideramos inatacable. Resultó que la cesión fué perfecta, 
pero la línea fronteriza fué tergiversada, dando origen la diver- 
gencia á fracasos como el del « hito » del San Francisco. 

En 1893 cedimos los golfos y bahías del Pacífico que, atrave- 
sando la cordillera, se internan en plena Patagonia, añadiendo 
una enigmática faja eventual de costa, enclavada en nuestros 
territorios, á cambio de una revisión del malhadado ((hito». 
Resultó que la cesión fué perfecta, pero la revisión era tan am- 
bigua, que ha dado origen á la radical divergencia de criterios, 
que ha hecho crisis en el ruidoso memorial Barros- Arana. 

En 1895... mantenemos aparentemente el statu-quo, nada ob- 
tenemos sobre la revisión disputada del (( hito )) celebérrimo, pero 



12 LA POLÍTICA ARGENTINA 

reconocemos que no podrá « ponerse de acuerdo en la ubicación 
de alguno ó algunos hitos divisorios », ya que es absolutamente 
incompatible el criterio chileno con la regla del tratado, y esta- 
blecemos que « cuando se presente el desacuerdo » se a conti- 
nuará la demarcación desde el punto más inmediato á aquél en 
que se haya suscitado la dificultad y en el mismo rumbo de sus 
trabajos». 

Ahitenemos el nuevo enredo. Hemos cuasi sancionado lalegi- 
timidad de ambos criterios y establecido que saltearemos las difi- 
cultades, continuando « en el mismo rumbo ». Pronto principia- 
remos á sentir que los dientes de la trampa comienzan á morder 
en nuestras carnes... 

Pero no es eso sólo. Pronto veremos cuantas otras cosas ocul- 
tas contiene el « anodino » pacto. Realmente estaba predestinada 
para firmar documento semejante, la misma diplomacia que fir- 
mó aquella triste burla que se llama pacto de 1893 1 

La táctica chilena esta vez se ha limitado á reproducir lo que 
tan buenos resultados le dio en 1881. Los diarios trasandinos se 
han dividido en los dos bandos de antaño : unos pocos defienden 
el convenio, presentándolo como un sacrificio de Chile en aras 
de la paz continental ; otra parte, la más numerosa, protesta y 
vocifera contra el arreglo, finge sentirse agraviadísima, y, como 
las plañideras de los entierros de Oriente, derrama lágrimas de 
cocodrilo sobre la derrota chilena. Sólo á una cosa no se han 
animado, si bien es cierto que habría ya pasado de colmo : á 
ponderar la « habilidad » de la diplomacia argentina. Han te- 
mido no poder guardar la seriedad del caso ante tan enorme 
broma, y han preferido al respecto un discreto pero elocuente 
silencio. 

Las consecuencias de esa grita de encargo se hacen ya sentir. 
Hay más de uno, que hace caudal de esa maniobra periodística 
y se complaceen reproducir esos ataques exagerados y las indig- 
naciones teatrales de la prensa trasandina, para pretender con 
satisfacción que debe ser bien grande nuestro ((triunfo», y muy 
extraordinaria la (( habilidad» de nuestra diplomacia, cuando tal 
grita levanta y tales excesos provoca. Queremos creer que se ha 
tomado á lo serio el tam-tam délos diarios chilenos... 



EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 13 

Pero ¿cuáles son las consecuencias positivas de la táctica chi- 
lena? Principalmente dos: la una, tratar de hacernos pasar gato 
por liebre ; la otra, ganar tiempo y ejercer presión moral sobre 
Bolivia y el Perú, para sellar los traudos y convenios pendien- 
tes, que establecerán la hegemonía de Chile en el Pacifico. 

La patriótica campaña periodística, cuya iniciativa será siem- 
pre un triunfo de honor para El Tiempo, que hizo despertar vi- 
brante el sentimiento nacional argentino y penetrar hasta en las 
capas sociales más indiferentes el conocimiento de los detalles de 
la histórica cuestión, aunó en un solo propósito la aspiración de 
todos los argentinos, y levantó al país como un solo hombre en 
presencia de los agravios trasandinos. 

La opinión nacional se uniformó : jamás, bajo concepto algu- 
no, se admitiría someter á arbitraje la regla misma de la demar- 
cación, reabriendo así toda la cuestión, que tantas y tan onerosas 
cesiones de territorio nos ha costado ya. En balde el gobierno, 
sometido á una política pusilánime, ha flotado indeciso y como 
trapo inerte al soplo del aura popular : apenas descansa ésta, 
vuelve á plegarse desidioso, obedeciendo á la eterna ley de las 
medianías que trata sólo de apartar la dificultad del momento, 
sin importar mucho á costa deque sacrificios y de qué criminal 
imprevisión se obtiene el menguado resultado. 

Chile, sin embargo, se conmovió ante el despertar de este pue- 
blo: midió el peligro de un conflicto en condiciones semejantes, 
y fió á la astucia y á la incurable ceguera de nuestra canci- 
llería, obtener por otros medios el anhelado resultado. Por otra 
parte, su situación política interna lo colocaba en posición des- 
favorable, pues que tiene sobre el tapete su cuestión presidencial, 
y no era prudente arriesgar un conflicto exterior al mismo tiem- 
po que se producía esa conmoción interior. Acababa, además, de 
comenzar á realizar su plan de hegemonia en el Pacífico, y po- 
día correr peligro su judaico tratado con Bolivia y su convenio 
de triunfo con Piérola. Un conflicto con la Argentina no sólo 
paralizaría esos arreglos, sino que podía hacerlos naufragar, ha- 
biéndose ya despertado ardiente la opinión boliviana contra el 
pacto Barros Borgoño-Gutiérrez, y la protesta peruana contra 
la cesión de Tacna y Arica. En vez de tener guardadas las es- 
paldas, Chile se encontraba á la vez con un conflicto posible 
con la Argentina, con un conflicto probable con Bolivia y el 



14 LA POLÍTICA ARGENTINA 

Perú, amén de la conmoción interior de su lucha presidencial. 

La situación era grave. Una vez más la providencia parecía 
proteger á la Argentina ; una vez más, como cuando el destro- 
namiento de don Pedro II y el suicidio de Balmaceda, la casua- 
lidad parecía disipar la tormenta que amenazaba conjurarse en 
contra nuestra. 

Pero es una fatalidad. « A quien Júpiter quiere perder, primero 
enceguece», dice el proverbio, y tal parece ser el destino de los 
gobiernos nuestros, cuando tienen la ceguera de no ver lo que 
pasa á su rededor, y de no saber aprovechar la coyuntura favora- 
ble que el hado suele presentar. 

Era el momento decisivo para haber dirimido definitivamente 
la cuestión, zanjando para siempre la dificultad con Chile y res- 
tableciendo nuestro prestigio continental. La prensa argentina lo 
dijo sin ambages : EL Tiempo, por lo menos, no tuvo reticencia 
para hacerlo. El congreso mismo pareció retemplarse. La espe- 
ranza renació en todos los corazones: por fin, íbamos á hacer 
una verdadera política internacional. Pero para ello se requería, 
como condición aine qua non, un cambio de dirección de la can- 
cillería, diversa orientación de nuestra diplomacia en Chile, y 
poner en el timón de la desmantelada nave un piloto de mano 
firme y mirada certera. 

Estaba escrito que aún nos quedaría algo por beber en el fondo 
del cáliz de nuestras amarguras internacionales : prevaleció la 
política de los paños tibios, y el congreso se contentó con las 
protestas aturdidas que el miedo del derrumbe arrancó á nuestra 
confiada cancillería. Pareció galvanizarse ésta un instante al 
enviar á Bolivia la misión Rocha ; pero todo fué pasajero ; con 
esa medida agotó su energía, cayo de nuevo en el sopor de cos- 
tumbre, y volvió á la placidez de su existencia normal. 

Tornó de nuevo á Chile el anterior diplomático-perito, que 
obedecía á una política ya fatal para nosotros... y Chile respiró 
de satisfacción. Había ganado la batalla sin disparar un solo 
tiro. 

Chile ahora tiene en su mano provocar « el caso », cuando lo 
juzgue oportuno. Dejará pasar este año y constituirse su nueva 
presidencia ; recibirá todo su armamento encargado, terminará 
sus preparativos, dando tiempo á que los tácticos alemanes 
que han ido á enseñarle el arte de la guerra, puedan instruir sus 



EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 15 

soldados y organizar convenientemente su poder militar. Espe- 
rará un par de años quizá, observando las evoluciones de la po- 
lítica argentina y dando tiempo á que venga nuestra lucha pre- 
sidencial, á que se encarnicen nuestros partidos, á que la opinión 
se desvíe de los asuntos internacionales, y á que quizá — ly ese 
sería un colmo de felicidad para Chile 1 — malgastemos en gue- 
rras civiles los pertrechos bélicos acumulados para defender el 
honor nacional. 

Mientras tanto, dará á entender á Bolivia y al Perú que la Ar- 
gentina se ha contentado con el hueso pelado que le acaba de 
arrojar, y de que no pueden contar con un conflicto eventual ni 
menos con una ayuda posible por este lado. Hará un esfuerzo 
supremo para resolver definitivamente la cuestión del Pacifico^ 
establecer sin contradicción su absoluta hegemonía, y dejar per- 
fectamente guardadas sus espaldas. 

£1 telégrafo ha comunicado ya que la noticia del pacto Matte- 
Quirno Costa ha caído como una bomba en Bolivia y en el Perú. 
La resistencia á la política chilena ha sentido algo como si per- 
diera su punto de apoyo, y se ha producido tal confusión, queya 
Baptista anuncia que serán sancionados sin modificación los tra- 
tados con Chile, y Piérola deja hablar sin reatos de una eventual 
transferencia de «las provincias cautivas». 

De nuevo el horizonte internacional parece aclararse para 
Chile. Hasta entre nosotros la opinión ha parecido desorientarse 
un poco; ha reaccionado, es cierto, pero no con la bastante 
energía. 

El congreso parece semi -enervado, pues estos asuntos inter- 
nacionales no lo sacan de quicio, cuando ni ha juzgado necesario 
interpelar al ministerio al respecto, ni siquiera pedir que se so- 
meta á su aprobación el convenio aludido. 

El gobierno se refriega las manos ; nada en el contento más 
singular : « ya no habrá guerra », exclama. Y se preocupa de sus- 
pender todos los gastos que ocasiona la preparación militar... 

Cierta prensa quiere aguijonear al país, gritando desaforada- 
mente «todo está arreglado ; vamos á ganar plata, á especular, á 
renovar las grandezas de oropel de otias épocas ; ocupémonos de 
que venga dinero, para que los negocios absorban á todos, y 
cuando todos se preocupen de ganar ó de no perder, nadie se 
acordará de Chile...)) 



16 LA POLÍTICA ARGENTINA 

Pudo agregar a ni de nuestro honor, ni de la integridad de 
nuestro territorio ». 

No ! Esto no puede ni debe ser. Si el gobierno ha tenido la de 
bilidad de dar otro nuevo traspié diplomático, el congreso debe 
avocarse el conocimiento del asunto, debe impedir que así se mal- 
gaste una oportunidad propicia — pues, como dice el proverbio, 
« á la ocasión la pintan calva » — y debe rechazar todo modus 
vfvendi precario, exigiendo un arreglo definitivo. No se puede 
vivir con esta espada de Damocles, perpetuamente suspendida 
sobre nuestras cabezas. 

Abandonar ahora á Bolivia y al Perú, sería renovar, en condi- 
ciones más groseramente indisculpables, el fatal error de 1879. 
No. No debemos, no podemos ser indiferentes y egoístas con lo 
que pasa en nuestras fronteras. Si queremos ser una nación de 
) respeto, tengamos una política internacional seria. 

Desgraciadamente, hay que repetirlo : nada se hará en ese sen- 
tido, mientras nuestra cancillería y nuestra diplomacia sigan con 
el sistema actual. ¿ Cómo se efectuará el anhelado cambio ? ¿ Se 
realizará á tiempo?... 



¿Cuál era, entonces, el temperamento que las circunstancias 
exigían ? ¿Acaso ir derechamente á la guerra? 

Esta hipótesis no sólo habría sido una insensatez, sino, más 
que eso, una inhabilidad. Ni Chile puede querer la guerra aho- 
ra, ni á nosotros podía convenirnos. 

Pero lo que se imponía era cortesmente suspender la operación 
de demarcación, hasta dejar en claro si el gobierno de Chile hace 
ó no suyo el criterio de su perito Barros Arana. Si lo desautoriza, 
la operación se proseguirá tranquilamente ; si lo adopta, habría 
llegado el caso de iniciar las negociaciones diplomáticas tenden- 
tes á allanar esa dificultad, ya que es absoluta y fundamental- 
mente imposible realizar una demarcación con dos reglas de cri- 
terio, opuestas y antitéticas. 

El perito chileno ha logrado que la opinión pública de su país 
haga suya su tesis, que consiste sencillamente en presentar el 
límite del tratado como una mera pretensión argentina, á la que 
contrapone la pretensión chilena, dejando entre ambas líneas 
una extensa zona de tierra para que sirva al arbitro eventual en 



EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 17 

sa probable fallo salomónico. Nunca podrán ambos países en- 
tenderse, planteada asi la cuestión : los chilenos se aferran al 
(( criterio » de las hoyas hidrográficas, los argentinos al del en- 
cadenamiento principal cordillerano ; aquella pretensión traza 
una linea en el centro de la Patagonia, en « la región plana 
délas pampas », según la expresión del ingeniero Bertrand; 
esta otra, se atiene al tratado y se encierra dentro de la cordi- 
llera, cuyo macizo central debe constituir la frontera. He aquí 
cómo sintetiza la situación actual un diario chileno : « La dis- 
conformidad de pareceres á Qste respecto subsiste hoy como 
ayer, y hoy con mayor acentuación que ayer. No ceden allá, ni 
cedemos aqui, es decir, estamos en las mismas de antes, porque 
no se ha adelantado un ápice en establecer cuál es la regla que 
se debe adoptar para la demarcación. ¿Es esta la dificultad que 
se proponen resolver ambos peritos? ¿Coincidirán las opiniones 
científicas del perito argentino con las de su colega, el señor 
Barros Arana? ¿ Uno y otro podrán arribar á una misma con- 
clusión y decirnos : hemos encontrado una linea divisoria única, 
y en perfecta conformidad de opiniones técnicas, para zanjar de 
un modo fácil y definitivo las dificultades existentes sobre límites 
andinos? Creer que puedan coincidir las opiniones de los dos 
peritos sobre esta materia, es simplemente un despropósito... 
Para qué alentamos una esperanza en algo que es, bajo todo 
punto de vista, imposible que suceda 1 El perito argentino ha 
dicho que, de trazarse la línea fronteriza, tendría que hacerse 
por el principio sustentado siempre por su país, las cumbres más 
altas. Y en abierta oposición á esta tesis, que en Chile es recha- 
zada por absurda y por no estar establecida en los pactos, el 
perito señor Barros Arana afirma, porque debe afirmar, que el 
amojonamiento tendrá que verificarse necesaria y forzosamente 
por la teoría que se deduce de la repartición de las aguas. ¿Cómo 
imaginar, entonces, á menos de un cambio de opiniones y de 
ideas sobre el particular, por parte del perito y del pueblo y go- 
bierno argentinos, que la línea que presentará dicho señor pueda 
fácilmente ser igual á la que tiene ofrecida también don Diego 
Barros Arana? Bajo ningún aspecto cabe, pues, esperar un 
caso como el contemplado. Como hipótesis tampoco tiene va- 
lor alguno, por cuanto con ella no se resuelve ni se adelanta 
nada )). 



18 LA POLÍTICA ARGENTINA 

En presencia de afirmaciones tan rotundas y categóricas^ 
¿ cabe forjarse ilusiones y creer que con semi-soluciones facili- 
tamos el problema ? Es verdaderamente poco sensato proceder 
asi. Realmente no cabe otro corte á la dificultad presente, que 
suspender de hecho los trabajos de la demarcación, y confiar á 
la negociación diplomática el llegar á un modus operandi que 
haga posible el éxito del alinderamiento. 

Eso no habría signifícado que se enfriara en lo mínimo la cor- 
dialidad reinante entre los gabinetes de la Moneda y de la Casa 
Rosada, sino una simple medida prudencial que tendía á evitar 
posibles conflictos en adelante. Esa negociación habría podido 
durar más ó menos tiempo, con éxito más ó menos favorable 
para una ú otra pretensión, pero habría á la larga aclarado de- 
finitivamente este enigma, que es una amenaza para ambos 
países. 

Además, en virtud de lo pactado expresamente en un proto- 
colo conocido entre Chile y la Argentina, se habría podido radi- 
car la discusión en esta capital, y se habría llevado entonces 
con la prudencia y lentitud que lo delicado del asunto exigía. 

Esa actitud firme y respetuosa de la cancillería argentina, ha- 
bría demostrado á los demás países que el confl,icto persistía, 
pero que se le encaraba varonilmente y con la mayor cordia- 
lidad. 

Bolivia y Perú habrían entonces sensatamente postergado la 
solución de sus tratados en gestión con Chile, á la espera de la 
solución de nuestra dificultad. 

Inglaterra habría aplazado para la misma oportunidad el em- 
préstito de 6.000.000 de libras esterlinas, que Chile buscaba 
colocar allí. 

Nuestra actitud habría sido así franca, pero seria. Chile, aper- 
cibido de ello, habría buscado solucionar la cuestión sin dejar 
más puerta falsa de escape, que sirva para nuevos conflictos 
futuros. 

En el Ínterin habríamos podido seguir estudiando científica- 
mente el territorio de la linea, y sabríamos asi á qué atenernos, 
mientras que ahora procedemos ciegamente, por carecer del 
conocimiento previo del terreno. 

Esa sola prueba de energía habría bastado : planteada sin 
equívocos la dificultad, Chile tendría que ceder, porque no quiere 



EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 19 

en el fondo la guerra, ni le conviene hacerla, ni puede poner en 
problema todo lo conseguido en el Pacífíco, antes de solidificar 
su situación allí, para entrar en una aventura que, á pesar de la 
infatuación característica de los políticos trasandinos y del poco 
aprecio con que consideran á este pueblo, no puede menos de 
considerar difícil y peligrosa. 

Lo que Chile quiere, es seguir como hasta aquí, triunfando 
con la amenaza, cerrando los oídos á todo avenimiento para 
obligarnos á ceder, mostrarnos el fantasma de sus buques y sus 
tácticas alemanas, para que agachemos la cabeza y firmemos lo 
que nos presenten. Asi, cada nuevo convenio complica y desvir- 
túa la cuestión ; cada nueva negociación es un nuevo fracaso ; 
cada nueva tentativa de acuerdo es una nueva burla á la digni- 
dad nacional. Con ese sistema y por ese camino, la cuestión 
estará pronto perdida, irremisiblemente perdida... 

La defensa del pacto Matte-Quirno Costa es el eterno estribillo 
de que « no estamos preparados ». Fué esa la razón positiva en 
1881, al celebrar el tratado Irigoyen-Echeverría ; también fué 
invocada en 1893 para justificar el protocolo Errázuriz-Quirno 
Costa. Decididamente el tal estribillo se va convirtiendo en un 
sarcasmo 1 Pero, aun admitiendo que desde 1881 hasta aquí, 
nuestros gobiernos han tenido la imprevisión de perder 16 años 
sin realizar la tal (( preparación ))^ no era esa una razón suficiente 
para celebrar el último convenio, reconociendo implícitamente 
la paridad de ambos criterios, lo que nos lleva derecho á un 
conflicto gravísimo. Con la suspensión de la demarcación y la 
negociación subsiguiente, habríamos obtenido lo mismo sin com- 
prometer nada. 

Estamos ya palpando las consecuencias del último inhábil 
convenio. Chile, deseoso de colocar cuanto antes su nuevo em- 
préstito en Londres^ nos tiende el lazo de una proposición de 
desarme, bajo la forma de suspensión de ulteriores preparativos. 
Nosotros, en lugar de rehusar m limine el discutir tal propuesta 
irrisoria, siquiera por no ser oportuna, la hacemos objeto de ruido- 
sos acuerdos ministeriales, interviniendo altos jefes del ejército, y 
concluyendo por rechazarla, lo que era indudable. Pero la prensa 
trasandina señala el hecho á los banqueros ingleses y les dice : 
(( Nosotros somos los pacíficos, ellos, los guerreros ; nosotros 
somos el cordero, ellos, el lobo de la fábula... » 



20 LA POLÍTICA ARGENTINA 

Todo esto se repetirá aún en peores condiciones, mientras 
prosigamos con la misma débil cancillería. ¿ Hay que perder la 
esperanza de mejorar algún día? 



La prensa trasandina claramente revela el objetivo actual de 
la política de Chile : sostener á todo trance la fantástica regla de 
Barros Arana, con su dicortium aquarum continental^ y suplan- 
tarla á la regla establecida por el tratado de 1881 respecto de las 
más altas cumbres del encadenamiento principal. 

Examinemos con frialdad esta cuestión. 

No necesitamos repetir las razones fundamentales que hacen 
imposible el arbitraje en este caso concreto de la cuestión con 
Chile. Insistir en ellas nuevamente, sería como llevar agua al 
mar. 

Cierto es que tanto el tratado de 1881, como el malhadado pro- 
tocolo complementario de 1893, establecen que « toda cuestión 
que^ por desgracia, surgiera entre ambos países, ya sea con mo- 
tivo de la transacción, ya sea de cualquiera otra causa, será so- 
metida al fallo de una potencia amiga ». Pero esos mismos tra- 
tados establecen claramente una excepción, es decir, un caso en 
que no regirá el arbitraje, pues agregan: «quedando en todo caso 
como límite inconmovible entre las dos repúblicas el que se 
expresa en el presente arreglo ». ¿ Y cuál es ese « límite incon- 
movible»? La cordillera de los Andes, por donde «la línea 
fronteriza correrá en esa extensión por las cumbres más ele- 
vadas )). 

Ahora bien, ¿cuáles son las dificultades existentes? Dos : una, 
la del hito de San Francisco ; otra, la del criterio mismo de la 
demarcación . 

La primera no es cuestión. Chile no ha pretendido ni pretende 
que el cerro del San Francisco está situado en la línea anticli- 
nal de los Andes. 

Defiende Chile la ubicación del hito, por razón del territorio 
de la Puna, del que se encuentra abusivamente en posesión, 
pero cuyo carácter argentino es evidente, sobre todo después del 
tratado con Bolivia en 1891 . 

Someter esa cuestión á arbitraje, sería poner en duda nuestra 
soberanía en la Puna, y equivale á llevar ante el arbitro un 



EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 21 

territorio exclusivamente nuestro, sobre el cual la dignidad na- 
cional no puede jamás aceptar dificultad alguna. Las provincias 
y territorios argentinos no pueden someterse á arbitraje ; y na- 
ción alguna sobre la tierra lo haría en caso semejante. 

La segunda cuestión es menos susceptible de arbitraje todavía. 
La pretensión chilena de suplantar el criterio de las más altas 
cumbres, estipulado en el tratado, por el de una caprichosa divi- 
sión continental de las aguas, no puede ser materia de arbitraje, 
porque equivale á poner en duda^ á conmover el límite pactado, 
y se ha convenido que, « en todo caso, será limite inconmovible 
el del arreglo ». 

No cabe, pues, el arbitraje ni en uno ni en otro caso. Se com- 
prende el empeño chileno en propiciarlo, porque nada arriesga 
con ello, desde que lo hace recaer exclusivamente sobre territo- 
rio argentino : sobre la Puna, en un caso ; sobre las tierras de 
este lado de la cordillera, en el otro. 

El arbitraje es válido para los casos estipulados en el tratado, 
es decir, para todas las dificultades que surjan en la demarca- 
ción, siempre que no alteren « el limite inconmovible». Se ha 
puesto empeño precisamente en sustraer ese limite á la eventua- 
lidad del arbitraje. 

El derecho argentino está en el presente caso de acuerdo con 
la doctrina más autorizada, y — cosa curiosa I — de acuerdo 
con las más solemnes declaraciones de Chile. 

En el congreso pan-americano de Washington se discutió ex- 
tensamente la cuestión del arbitraje. Todas las naciones de Amé- 
rica, con excepción sólo de Chile, arribaron á una reglamentación 
común del arbitramiento. Las actas y documentos de aquel con- 
greso son, pues, un testimonio de la más alta autoridad en el 
derecho internacional americano. 

La reglamentación acordada en la sesión de abril 14 de 
1890, dice en su articulo 3° : « El arbitraje es igualmente 
obligatorio, con la limitación del artículo siguiente, en todas 
las demás cuestiones...» Y el artículo 4<> estipula: a Se ex- 
ceptúan únicamente de la disposición del artículo que precede, 
aquellas cuestiones que, á juicio exclusivo de alguna de las 
naciones interesadas en la contienda^ comprometan su propia 
independencia». 

El miembro informante de aquel despacho fué el delegado ar- 



22 LA POLÍTICA ARGENTINA 

gentÍDo, doctor Manuel Quintana, y, al fundarlo, cuidó hacer 
presente que se reñere á (( todas aquellas cuestiones que no afec- 
ten la propia independencia, porque la independencia de una 
nación no se somete al juicio ajeno, y debe siempre quedar bajo 
la salvaguardia del patriotismo nacional ». Y agregó : (( tal es la 
inteligencia genuina é indeclinable con que la nación argentina 
ha tenido el honor de suscribirlo ». 

Más aún : el delegado mexicano, señor Matías Romero, obser- 
vó que (( hay también casos en que no sería conveniente aplÍ7 
cario, y una de las dificultades principales con que se tropieza 
es la de establecer esas excepciones. El proyecto de arbitramiento 
presentado á esta conferencia el 15 de enero último, por las de- 
legaciones de las repúblicas Argentina y del Brasil, contenía en 
su artículo 1®, la excepción de las cuestiones que afecten la sobe- 
ranía nacional; el sometido al gobierno mexicano por el de los 
Estados Unidos, á fines de febrero siguiente, exceptuaba las 
cuestiones que afectaran la integridad territorial ; y el pro- 
yecto de la comisión consulta, como excepción, las cuestiones 
que comprometan la independencia de las naciones contratant&s. 
El gobierno de México cree que además de esta última excep- 
ción, debería estipularse la de las cuestiones que afectan de una 
manera directa el honor y la dignidad de una de las naciones 
contratantes )). 

El señor Emilio C. Varas, delegado chileno, en un largo dis- 
curso, llegó á estas significativas conclusiones: «Declaran los de- 
legados de Chile que, reconociendo en absoluto la bondad del 
principio, no lo aceptan con carácter incondicional y obligato- 
rio, y que el gobierno de la república recurrirá al arbitraje para 
dominar las dificultades ó conflictos internacionales en que pueda 
hallarse comprometido, siempre que considere que la controver- 
sia que se trata de solucionar sea aceptable de aquél arbitrio. 
No quieren los delegados de Chile hacerse la ilusión de creer 
que serán sometidos á la apreciación ajena y á la decisión de 
arbitros, conflictos que afecten directamente á la dignidad ó al 
honor de una nación. En tales casos y otros semejantes, no se 
buscarán jueces para decidir si una nación tiene el derecho de 
mantener su dignidad ó conservar su honor. Se defenderán am- 
bos con todos los elementos de fuerza y de resistencia deque sea 
posible disponer, y no sería temerario decir que un pais que se 



EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 23 

hallase dispuesto á someter esta clase de cuestiones á la suer- 
te de un fallo arbitral , carecería de razón de ser. » 

No pueden ser m&s netas y categóricas esas declaraciones so- 
lemnes de Chile. Tomen nota de ellas los argentinos que se 
creen obligados quijotescamente á aceptar el arbitraje sobre su 
propio territorio, y sobre una mistificación en el criterio de la 
demarcación; esas son cuestiones que afectan al territorio, á la 
soberanía, á la independencia, al honor y á la dignidad de la na- 
ción. «Un país que se hallase dispuesto á someter esta clase de 
cuestiones á la suerte de un fallo arbitral, carecería de razón de 
ser ». [Que se graben esas palabras severas en la mente de todo 
argentino ( 

La delegación de Chile en el congreso de Washington fué 
más explícita aún. «La aplicación del arbitraje — dijo el señor 
José Alfonso — ha de quedar naturalmente sometida al arbitrio 
ó criterio de la nación llamada á interpretarlo, quien determina- 
rá en cada caso particular si el hecho que se presenta se halla 
ó no comprendido dentro de aquél. Y no puede ser de otra ma- 
nera, porque, si esta determinación quedara sometida á ajeno ar- 
bitrio, la nación interesada sufriría detrimento en su soberanía, 
lo que no es aceptable; y, si lo fuera, se produciría el mal mu- 
cho mayor sin duda que el que se trataba de evitar. Reserván- 
dose su libertad de apreciación para cada caso particular, el go- 
bierno de Chile no hace otra cosa que ampararse bajo una de 
esas fórmulas generales, que tienen por objeto establecer una 
excepción al principio del arbitraje. Decir que se empleará este 
medio siempre que el conflicto que se intenta resolver no afec- 
te, por ejemplo, la dignidad nacional, y decir que eZ gobierno in- 
teresado decidirá si la dificultad pendiente es de tal naturale- 
za que pueda ser resuelta por medio del arbitraje, es en el 
fondo una misma é idéntica cosa, puesto que en ambos casos 
queda reservada la misma libertad de acción. Las palabras pue- 
den ser y son, en efecto, diversas; pero el resultado práctico de 
su aplicación será idéntico. Y lo que se sostiene con relación á 
una de dichas fórmulas, es aplicable á todas las del mismo ca- 
rácter, siendo evidente que la idea general que encierran todas 
ellas, es compatibleconlamás completa latitud de apreciación.» 

Desde luego, conviene retener estas terminantes declaracio- 
nes oficiales. 



24 LA POLÍTICA ARGENTINA 

Chile reconoce y proclama «la más completa latitud de apre- 
ciación )) respecto de las cláusulas que estipulen el arbitraje, y 
sostiene, sin ambajes, que «el gobierno interesado decidirá si 
la dificultad pendiente es de tal naturaleza que pueda ser resuel- 
ta por medio del arbitraje.)) No pedimos más: las declaraciones 
chilenas nos dan plena razón. Estipulado en general el arbitra- 
je en el tratado de 1881, es un derecho del gobierno argentino el 
decidir « si la dificultad pendiente es de tal naturaleza que pue- 
da ser resuelta por medio del arbitraje)); y como evidentemente 
no lo.es^ porque no puede serlo nuestra soberanía en la Puna, 
ó en los territorios de este lado de la cordillera, no cabe arbitra- 
je en «la dificultad pendiente)). Más aún: sin necesidad de re- 
currir á la doctrina chilena que garante « la más completa lati- 
tud de apreciación )), nos basta atenernos á la solemne declara- 
ción del artículo 6 del tratado de 1881, á saber, que queda 
aen todo caso, como límite inconmovible)), el de las más altas 
cumbres de los Andes . 

Conviene observar que el arbitraje que se pacta sobre demar- 
cación de limites, por lato que sea, no siempre cubre cierta clase 
de cuestiones que pueden suscitarse, máxime cuando expresa- 
mente se ha convenido en exceptuar aquellas que puedan afec- 
tar «el limite inconmovible)). Dejarla éste de serlo si se autori- 
zara el arbitraje sobre su misma esencia, so color de dificulta- 
des en la demarcación. Porque tocar la esencia misma del asun- 
to, ó sea « el límite inconmovible)), es atentar á la independen- 
cia nacional, y acabamos de ver que el mismo congreso pan- 
americano estableció que en caso alguno serían sometidas á ar- 
bitraje cuestiones semejantes. 

Llenas están las actas de aquel congreso de análogas declara- 
ciones. El señor Romero, delegado de México, llegó hasta de- 
cir : « He manifestado al congreso que la independencia de un 
país no consiste tan sólo en preservar su capital con un territo- 
rio más ó menos reducido, y que, con el pretexto de una cues- 
tión de limites, una nación puede ser privada de una parte más 
ó menos grande de su territorio. Es, por ello, imposible preten- 
der que una cuestión que engloba tal resultado, pueda no afec- 
tar la independencia de un país. )) 

Ese es, justamente, el caso actual. Con pretexto de un hito, 
se quiere someter á arbitraje indirectamente nuestra soberanía 



EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 25 

en el territorio de la Puna, y es «imposible sostener que una 
cuestión que engloba semejante resultado, pueda no afectar la in- 
dependencia de un país)). No es, pues, éste un caso de arbitraje, 
cualquiera que sea el aspecto bajo el cual se le considere. 

Debe hacerse presente que en el congreso pan-americano, por 
cuanto divergiesen las opiniones respecto de tal ó cual faz de la 
reglamentación del arbitraje, hubo unánime acuerdo entre to- 
dos respecto del punto preciso que nos ocupa. 

Así, el doctor Fernando Cruz, delegado de Guatemala, en su 
fundada exposición, insistió en que «hay la limitación de que 
no comprometan la independencia nacional, punto cuya reso- 
lución queda al juicio exclusivo de la nación interesada en la 
controversia, puesto que ell^ es el único juez legítimo en ma- 
teria tan transcendental : queda, en tal caso, libre de toda obliga- 
ción)). 

Tal es, pues, la doctrina americana en esta materia. No bas- 
ta estipular en general el arbitraje; es preciso que cada gobierno 
examine si la difícultad suh judice es ó no pasible de ese recur- 
so, y en esto es único juez. Así, si considera que esa difícultad 
afecta la independencia, la soberanía ó el honor y dignidad, 
« queda libre de toda obligación )). Para este examen, Chile mis- 
mo ha reconocido que corresponde « la más completa latitud de 
apreciación )). Afortunadamente, no se necesita de ello; el trata- 
do es bastante previsor, pues establece expresamente la excep- 
ción al arbitraje, al decir : « quedando en lodo caso como lími- 
te inconmovible el del presente arreglo )). 

Conceder que la dificultad del hito de San Francisco es mate- 
ria de arbitraje, es «conmover)) aquel límite; como sería some- 
terlo de nuevo á discusión, el aceptar arbitraje sobre el criterio 
chileno del divortiumaquarum continentaL Y preciso es no ol- 
vidar que si hoy aceptáramos, por deferencia mal entendida ó ri- 
dicula cortesía, el arbitraje sobre el hito de San Francisco, no 
podríamos mañana lealmente resistirnos al arbitraje sobre el 
criterio mismo de la demarcación. 

Es decir, borraríamos el tratado de 1881 . ¿ A qué cedimos en- 
tonces el Estrecho y el inmenso triángulo de la Patagonia y la 
mitad de la Tierra del Fuego? Los cedimos justamente para 
transar definitivamente, una vez por todas, la cuestión del lími- 
te, y hoy se nos pretende hacer reabrir la discusión de nuevo y 



26 LA POLÍTICA ARGENTINA 

someter á arbitraje lo pactado. ¿Por qué no volver entonces al 
statu quo ante, y hacer revivir nuestros derechos al Estrecho, á 
la Patagonia Sud y á toda la Tierra del Fuego ? 

No nos hagamos ilusiones: la diplomacia chilena está envol- 
viendo nuevamente ala desgraciada cancillería argentina,yhoy» 
como cuando Balmaceda, como cuando tantos otros, saldre- 
mos burlados si continuamos con la sancta simpliciüís áe que 
se está dando muestras. 

También en las negociaciones anteriores, la cancillería encon- 
tró fáciles aplaudidores, y timoratos que aceptaban todo con tal 
de que no se perturbaran sus intereses ; también obtuvo que 
congresos complacientes, débiles ó indiferentes, sancionaran co- 
mo triunfos las más sensibles derrotas diplomáticas. 

En 1881 hubo una razón siquiera para arribar á la transacción 
del tratado. Hoy, no hay ni asomo de excusa, para comprometer 
el tratado mismo con un artero arbitraje, que abre una ancha bre- 
cha por donde pasarán en tropel las más audaces pretensiones 
chilenas. 

Romper hoy la unidad del tratado; aceptar, p. e., el arbitraje 
respecto del San Francisco, que implica nuestra soberanía en 
la Puna, equivaldría á una verdadera traición á la patria. 

Y si, por cualquier acaso, la opinión contemporánea no lo 
declarara, lo juzgaría asi el fallo de la historia que, aunque tar- 
dío en pronunciarse, lo hace después sin apelación. 

Firmar convenios que nada solucionan, so color de ganar 
tiempo, es inhábil y peligroso : presta á Chile la sanción del 
tiempo, dando á su pretensión el carácter de un litigio ; empeora 
el estado de cosas existente, mantiene el malestar reinante, é im- 
pide el desenvolvimiento de este país, amenazado siempre de un 
conflicto que puede degenerar en una guerra. Esa no es política 
de estadistas de vuelo : es táctica mediocre la de salvar sólo el 
momento. ¿ Cómo es posible que el país no se aperciba de lo 
errado de nuestra política internacional, y de que sólo desastres 
podemos esperar si continuamos como hasta aquí? Si, por desgra- 
cia, prevaleciera la inercia y siguiéramos tratando esta grave in- 
fección con emolientes de curandero, el transcurso del tiempo dará 
plena razón á los que hoy criticamos con toda nuestra fuerza pro- 
cedimientos semejantes : mañana, dentro de dos, tres años, 
estaremos de nuevo al borde del abismo, con la dificultad agrá- 



EL PACTO MATTE-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 27 

vada, y, si hoy podemos salvarla con tal 6 cual sacrificio, des- 
pués... quizá DO estemos en estado de hacerlo. Qué responsabili- 
dad para nuestra actual cancillería I 

Esperemos, sin embargo, que no habrá congreso argentino 
que sancione, en una ú otra forma, la claudicación de nuestros 
derechos ; y que, por el contrario, reaccione á tiempo nuestra 
cancillería, cambie de política en la gestión de este litigio, y en - 
camine por otros rumbos á nuestra diplomacia, á fin de poder 
exclamar, en el peor de los casos, tout est perdufors Vtionneur! 



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CAPÍTULO II 



EL PROTOCOLO GUERRERO-QUIRNO COSTA (1) 



Sumario : La opinión argentina y chilena : los escritos de Rawson j 
las cartas de Ibáñez. — Caracteres distintivos de la política internacio- 
nal argentina. — La aspiración'chilena. — Característica del presente 
protocolo. — Et arbitraje pactado. — Análisis del nuevo convenio: su 
preámbulo y sus diversos artículos. — Conclusión. 



— ¿ Todavía se ocupa Vd . del protocolo ? ¿ Hay alguien que 
se acuerde aún de ese pacto ? Me parece que no está Vd. dans 
le train, para usar una granea expresión mundana. Más aún : 
no creo hábil que recuerde Vd . al pueblo el tal protocolo, que 
ha sido una brasa ardiendo en manos de todos los que en él han 
intervenido : ministros y congresales se han apresurado á arro- 
jarlo á un rincón ; á pesar de los sofismas de franciscana po- 
breza empleados para disfrazar ese desastre nacional, todos se 
ruborizan de aquel triste fracaso ; el gran argumento es que así 
« hemos comprado la paz », y podemos ahora entregarnos sin 
cuidado al desarrollo de los negocios y aprovechar déla « racha » 

(1) Este protocolo fué firmado en Santiago de Chile, á 25 de abril de 
1896. La presente entrevista se publicó en La Quincena, de junio de 
aquel año. Puede verse en el Apéndice el texto del protocolo . 

Hemos elegido la entrevista de La Quincena, porque nos ha parecido 
más completa; sin embargo de que, á raíz de la celebración del protoco- 
lo, el doctor Quesada fué entrevistado por dos veces con ese motivo, por 
el diario El Tiempo (números de mayo 9 y 13). Además, La Prensa, de 
junio 19, publicó una carta del autor sobre el mismo tópico. El deseo de 
evitar repeticiones inevitables, nos obliga á prescindir de la reproduc- 
ción de esas piezas. {Nota del editor.) 



30 LA POLÍTICA ARGENTINA 

de prosperidad que viene. . . Este último argumento es exacto : 
la ley económica de las crisis decenales se cumple al pie de la 
letra ; hemos liquidado ya la crisis pasada, y el país está en 
condiciones de lanzarse de nuevo á otro esfuerzo violento : el 
boom previsto por los banqueros londinenses se precipita, y se 
prepara para el país una época de prosperidad, de grandeza ma- 
terial, de grandes negocios. Alejada la posibilidad de una gue- 
rra, vendrá sobre la marcha la unificación de las deudas, y en 
seguida la lluvia de oro de Júpiter fecundando á Danae ; los 
banqueros europeos nos inundarán con sus capitales, se lanza- 
rán de nuevo toda clase de empresas, la inflación de los valores 
comenzará á producirse, las ganancias fáciles se multiplicarán, 
y, al cabo de un par de años, estaremos en plena fiebre, vivien- 
do de una vida oxigenada, pareciéndonos natural las cosas más 
absurdas y baratos los precios más exagerados. Al mismo tiem- 
po se desbordará de Europa otra inundación de inmigrantes, 
pues ya á Estados Unidos no pueden materialmente ir, y acu- 
dirán aqui fascinados por este nuevo El Dorado, que, probable- 
mente, hará levantar, en la próxima Exposición de París en 1900, 
algún otro exótico y churrigueresco « Palacio Argentino », con 
materiales de todos colores y de todas las formas, acentuando 
asi nuestra reputación^ un tanto quisquillosa, de rastacuerismo,.. 
Hablar, pues, del protocolo en presencia de estas expectativas y 
de estos «castillos en España», es verdaderamente uh anacro- 
nismo. 

— Pero la carta del doctor Ibáñez, de que se han ocupado La 
Nación j La Prensa, da de nuevo actualidad al asunto... Ade- 
más, La Nación ha exhumado dos cartas históricas del doctor 
Rawson. 

— En ese sentido tiene Vd. razón, aun cuando sea una actua- 
lidad poco simpática, pues les recordará álos diputados que no 
han tenido el coraje de afrontar la cuestión y que han preferido el 
silencio. Pero ha hablado Vd. de las cartas del doctor Rawson, 
á cuya publicación en La Nación atribuye Vd. una influencia 
singular en haber inclinado la opinión flotante en pro del pacto. 
Descartemos, pues, esas cartas antes de ocuparnos de la expo- 
sición Ibáñez. 

Excúseme Vd. si le doy mi opinión sin ambages: lo hago pro- 
fesando el mayor respeto por la opinión de los demás y en la 



EL PROTOCOLO GUERRERO-QÜIRNO COSTA 31 

inteligencia de que asi se considerará á la mía, por aquellos que 
con ella no simpaticen . 

Pues bien : más valia no haber publicado de nuevo esas car- 
tas, que ya fueron incluidas en el libro: Escritos del doctor 
RawsoTu Las escribió éste en septiembre de 1873, para impedir 
que el senado confirmara una resolución de la cámara, relaciona- 
da con la política argentina en el Pacifico. Campea en dichas 
cartas el más hermoso romanticismo en materia de política in- 
ternacional, y las teorías más singulares en materia de intere- 
ses argentinos, defendiendo con un calor originalísimo las pre- 
tensiones de Chile en contra nuestra. Parece increíble hasta qué 
punto llegaba el chilenismo inconsciente que caracteriza á los 
emigrados unitarios de la época de Rosas. <( Chile,— dice el doc- 
tor Rawson — por injusto que sea en sus pretensiones, ha fe- 
cundado para el comercio del mundo el desierto y agreste Es- 
trecho de Magallanes. » Y así justifica aquella usurpación del 
territorio argentino, aconsejada á Chile por otro emigrado — 
Sarmiento — con el propósito de que estallara la guerra, si la 
confederación protestaba. 

El doctor Rawson se expresa en esas cartas como el chileno 
más exaltado : llama á Chile « la república más adelantada de 
Sud-América )) ; la califica de « modelo americano de orden ad- 
ministrativo y de paz sólida » ; repite con evidente ternura que 
ha sido «asilo de los proscriptos de la tiranía argentina, que han 
merecido y recibido allí tan distinguidas consideraciones ». Y 
analizando los incidentes de una guerra posible, exclama : (( sus 
actos de hostilidad no pueden ser repelidos eficazmente ». Más 
aún ; hace este significativo argumento : (( La masa de la na- 
ción no se ha de apasionar, y se interesará escasamente, por la ^ 
usurpación de Chile en el Estrecho y sus inmediaciones. Sólo 
los hombres públicos, no todos, han prestado atención á las 
cuestiones geográficas que se han suscitado, respecto de aquellas \ 
regiones. ¿Qué interés, qué pasión nacional ardiente se des- , 
pertaría en el pueblo el día que se le notificara la existencia de 
una guerra, para reivindicar contra Chile puntos ignotos, que es \ 
preciso buscar en el mapa para saber que existen ? » Baste con 
esas transcripciones para comprender que habría sido más pia- 
doso para con la memoria del eminente doctor Rawson, no recor- 
dar siquiera la existencia de aquellas cartas tan anti-argentinas. 



V 



32 LA POLÍTICA ARGENTINA 

Me explico perfectamente el amor trasandino que han tenido 
todos los emigrados argentinos, y'que los ha llevado á justificar 
siempre á Chile contra su propio país : por eso mismo su testi- 
monio es tachable. Pasaron en aquel país su juventud : allí hi- 
cieron sus amistades y se convirtieron en hombres. Pero, si 
bien respeto ese cariño del doctor Rawson hacia Chile, y sus 
románticas doctrinas de que (( la misión de la América es la 
irradiación del ejemplo», y del ((principio republicano confiado á 
nuestras manos », opino que todo ese americanismo, ese repu- 
blicanismo, y esa fraternidad universal, no son buenos conse- 
jeros para encaminar prácticamente los intereses reales de un 
país. Ante todo, contra todo, y sobre todo, está la patria. 

Por de pronto, ya ve Vd. que la prensa chilena ha reprodu- 
cido las cartas de Rawson como alegato en su favor. Esas car- 
(ns ejercieron una influencia desastrosa en nuestro país, porque 
han sido el punto de partida de nuestra actual política inter- 
nacional negativa, de aislamiento^ de (( abstención )), mientras 
que en esos momentos el congreso se ocupaba en discutir un 
plan de política continental, que hubiera garantizado el equilibrio 
de las naciones de SudAmérica, impedido que la conquista en - 
trara á formar parte de su derecho público, y mantenido incó- 
lume la base angular del derecho internacional latino-america - 
*no: el uti possidetia de 1810, El romanticismo achilenado de 
un estadista argentino hizo fracasar la única política internacio- 
nal activa, que habría salvado todas las dificultades en este con- 
tinente. Recordar, pues, ese traspié fatal, es manifestar que aún 
hoy día la amarga experiencia no ha barrido el romanticismo 
lírico de la concepción de estas graves y elevadas cuestiones. 

Por esas razones prefiero, pues, no ocuparme de las cartas de 
Rawson. 

— ¿Y qué le parece la del doctor Ibáñez ? 

— Lo que ante todo me admira es la habilidad florentina de 
mi distinguido amigo el doctor Ibáñez, á quien los años no han 
logrado enfriar los ardores juveniles y el espíritu entusiasta de 
otra época. Habiendo vivido bastante tiempo entre nosotros, ha 
penetrado, con la viveza extraordinaria de su inteligencia sutil, 
todas las hendiduras de nuestra cota de malla : como ninguno, 
conoce que los políticos argentinos en general no se preocupan, 
no digo del « pasado mañana », pero ni del (( mañana », ocupan- 



EL PROTOCOLO GUERRERO-QüIRNO COSTA 33 

dose sólo de « esta tarde » . Sabe muy bien que jamás llevarían 
á la guerra á este país del porvenir, por « unos cuantos terrones 
de tierra patagónica », y que los discursos en el congreso, las 
preparaciones militares y demás actos efectistas, son pour la 
galerte, estando firmemente resueltos á « aflojar » en el último 
momento. Sabe muy bien que este pueblo, si bien se apasiona 
por su dignidad y sus intereses, es de suyo movedizo y muy 
acostumbrado á que sus « pastores » lo dirijan: bastando que és- 
tos se combinen para decir á la grey, « esto es bueno m, para 
que la generalidad comulgue contenta con cualquier rueda de 
carreta. Conoce que la inmensa población extranjera y los in- 
tereses del comercio europeo son aqui tan aplastadores que to- 
do lo dominan, y que no buscan sino la tranquilidad á cual- 
quier precio, la paz á todo trance, importando poco la dignidad 
en el exterior ó la libertad en el interior, con tal que su dinero 
produzca buenos y sonantes réditos. También sabe que las épo- 
cas de brusca prosperidad embriagan á todos los habitantes en 
estos países nuevos; que un periodo sincrónico de esa natu- 
raleza se acercaba, y que era general la impaciencia por facili- 
tarle el camino á costa de cualquier sacrificio. No se le ha ocul- 
tado que en estos países nuevos, que muchos.. consideran verda- 
deras factorías ultramarinas, lo que predomina es el criterio del 
mercader, y que las masas flotantes acallan sus escrúpulos con 
el panem et circenses romano, con los negocios y las diversio- 
nes de este accidentado fin de siglo. Viviendo, pues, entre no- 
sotros, y convencido de que nuestra resistencia á dejarnos « cir- 
cuncidar )) por Chile era más aparente que real, el doctor Ibáñez 
— que ha sido uno de los más preclaros estadistas chilenos — se 
desespera de que sus sucesores en la cancillería de aquel país 
no hayan sido más osados, y se contenten con despojarnos á 
retazos del manto soberbio que nos legó la naturaleza y la his- 
toria. El festina lente de los estadistas ingleses — que tienen 
siempre como modelo los políticos trasandinos — le parecía su- 
perfluo, peligroso, y habría deseado una espada diplomática de 
Alejandro, para cortar de un golpe el nudo gordiano de la difi- 
cultad en los límites. Si el gobierno de su país hubiese confiado 
al doctor Ibáñez la negociación, otro habría sido el giro que ésta 
hubiera tomado : habría recibido solución más (( radical » — con 
mucha, oh, muchísima, suavidad en la forma, pero en el fon- 

3 



34 LA política argentina 

do... el rio Negro como frontera entre ambos paises habría, 
quizá, simplifícado la cuesliónl 

Note Vd. que no hay en esto el menor reproche para el doc- 
tor Ibáñez, con cuya amistad me honro y á quien profeso ad- 
miración como político chileno . No es extraño que haya amar- 
p;ura en comprobar que esa habilidad de estadista trasandino, ten- 
ga que cimentarse á costa de lo que entiendo ser los intereses y 
la dignidad de mi patria. Del punto de vista de la suya, es el 
doctor Ibánez un estadista de primera fíla, é ingratos serán sus 
compatriotas si así no lo reconocieran. ¿ Cuándo tendremos no- 
sotros alguno por el estilo? Esa es otra cuestión... 



— Pero entonces, ¿ Vd. cree que los estadistas argentinos no 
han sabido ó no saben cuidar de « los intereses y de la dignidad 
de la patria » ? Es ese un cargo demasiado grave y, sobre todo, 
demasiado absoluto. 

— Permítame. No he dicho eso en esa forma absoluta, he di- 
cho que « asi lo entiendo ». Debo creer y creo que los estadistas 
argentinos de antes y de ahora, son tan patriotas como el que 
más, y que ellos han entendido y entienden servir con su política 
(( los intereses y la dignidad de la patria». Digo tan sólo que, en 
mi entender, su política no sólo es errada, sino perniciosa; yque 
con ella no sólo no se sirven, sino que se perjudican, se sacrifican, 
los intereses y la dignidad de la patria. Es cuestión de criterio y 
de punto de vista. Lejos de mí la pretensión de creer que estoy 
en la verdad absoluta : puedo equivocarme, puesto que es huma- 
no el errar. Pero esa es mi convicción y apelo confiadamente al 
tiempo, que es un juez implacable: él dirá si es ó no benéfica ó 
perjudicial para la patria la política internacional imperante. 
Desgraciadamente el fallo vendrá tarde, vale decir, cuando las 
cosas ya no tengan remedio. Pero el hecho de manifestar mis 
opiniones al respecto con un tanto de crudeza, no implica la más 
mínima falta de consideración para los que profesen la opinión 
contraria. 

Es realmente triste y desairado el papel de perpetua Casan - 
dra ; pero, — cuando en 1881 criticaba en la Nueta Revista de 
Baenos A ¿re^ el tratado entonces celebrado, y objetaba que no 
sólo era desproporcionada la cesión, sino que era ambigua ó poco 



EL PROTOCOLO GUERRERO-QUIRNO COSTA 35 

deñnida la determinación de la frontera, dejada á trabajos pos- 
teriores, mientras que lo cedido era delimitado de modo indu- 
bitable, — obedecía á una convicción profunda y dolorosa, 
basada en los antecedentes de la política chilena respecto de 
nosotros, siempre agresiva y de sucesivos avances, mientras que 
nuestra táctica había sido ceder siempre, con la esperanza in- 
confesada de que el trascurso del tiempo nos haría recuperar lo 
perdido. Temía la repetición de lo que había ya pasado. Y si du- 
rante 8 años nada se innovó, fué porque nada se hizo, y porque 
Chile necesitaba reconstruirse después del sacudimiento de la 
guerra del Pacífico, y amalgamar dentro de su viejo territorio 
las provincias conquistadas. Pero, tarde ó temprano tendría que 
suceder lo inevitable... Pues bien : nadie entre nosotros com- 
partió ese punto de vista ; todos prefirieron creer que el asunto 
había sido definitivamente zanjado, y nada hicieron para pre- 
parar militarmente al país á fin de poder, en el momento opor- 
tuno, imponer á Chile la prudencia. Más aún : no se aprovechó 
de la cruel experiencia, y cuando, en 1890, se vislumbró la 
táctica obstruccionista y negativa del perito chileno, que tendía 
á hacer renacer íntegra toda la óuestión — pero dejando como 
« hecho consumado » las cesiones de 1881 — nadie pareció aper- 
cibirse del peligro. Tuvimos que pasar por la humillación de 
1893, cediendo los puertos con salida al Pacífico, que habían 
sido el argumento gubernamental decisivo para arrancar de las 
cámaras de 1881 la aprobación del tratado. Todavía más : cuando 
en 1894 fué notorio el plan militar de Chile para reorganizar 
sus fuerzas en vista de una guerra eventual, mandando á Ale- 
mania al general Kórner á fin de que comprara armamento, 
contratara oficiales, é hiciera preparar un plan de campaña es- 
tratégico, al mismo tiempo que se ordenaba construir en los as- 
tilleros ingleses acorazados de singular poder, continuaron 
nuestros hombres públicos sin darse cuenta del peligro, sin 
hacer nada : fué entonces cuando, en 1895, creí cumplir con un 
deber sagrado agitando la cuestión desde las columnas de El 
Tiempo, dando el grito de alarma, volviendo á desempeñar el 
ingrato papel de la Casandra de 1881. Esta vez, afortunada- 
mente, la opinión nacional se conmovió, y pareció cambiarse 
nuestra apatía en saludable actividad... Pero, de nuevo la fuerza 
fatal de la inercia nos ha hecho suprimir todo esfuerzo^ y — 



36 LA POLÍTICA ARGENTLNA 

nada hacemos. ¿Cuál será el resultado? Tengo la triste convic- 
ción de que, si no nos preparamos militarmente de un modo 
formidable y sin perder tiempo, ó damos lugar á que Chile re- 
ciba sus nuevos buques, su armamento, sus cañones, y que sus 
instructores alemanes reorganizen á la prusiana su ejército, 
dentro de un par de años estaremos en posición crítica. Chile 
nos obligará á pasar por las horcas caudinas, nos arrancará 
nuevas cesiones territoriales, nos infligirá nueva humillación, 
destruyendo para siempre los restos de nuestro prestigio conti- 
nental. ¿Como quiere Vd.. entonces, que, teniendo convicción 
tan arraigada, prefiera callarme y confundirme en las cómodas 
filas de los indiferentes, evitando los naturales disgustos que 
causa criticar y condenar una política errada, y mostrarse siem- 
pre defendiendo un criterio diferente del de la generalidad? 

Y tan es posible esa divergencia de criterio, que casualmente en 
este asunto del protocolo ¿no ha visto Vd. aciertos estadistas de- 
jar conocer su repugnancia, mientras otros lo han defendido con 
calor ? Eran, sin embargo, miembros de un mismo partido po- 
lítico; pero entendían, al parecer, de diverso modo el reciente ac- 
to trascendental de la cancillería argentina.. . 

Ésta parece que no hubiera obedecido, en este incidente, sino 
al propósito inmediato de cortar una guerra que, dada la ten- 
sión de los ánimos, podía estallar en cualquier momento. Se ha 
contentado con celebrar un pacto anodino, en el mejor de los 
casos, puesto que los más ardorosos paladines del protocolo con- 
vienen en que « no resuelve nada », que es una estratagema para 
ganar tiempo y que la paz armada seguirá siendo una necesi- 
dad. 

Se comprende que la cancillería chilena se contentara con un 
pacto verdaderamente anodino para ella, desde el momento que 
Chile se encontraba en la más difícil délas situaciones : no le 
era dado exigir^ sino aceptar lo que se le propusiese. Sus buques 
en construcción en los astilleros ingleses iban á quedar parali- 
zados, por falta de fondos para el pago de las últimas cuotas ; y 
los banqueroslondinenses, para consentir en el nuevo emprés- 
tito de 6.000.000 de libras, exigían previamente la celebración 
de un arreglo cualquiera de garantía de paz : esto lo sabía el 
gobierno argentino. El fracaso de la conversión monetaria ha 
hecho que emigren de Chile fuertes capitales, que han enviado 



EL PROTOCOLO GUERRERO-QUIRNO COSTA 37 

SU oro á Europa, en previsión del inminente krach financiero y 
la vuelta al papel inconvertible y al curso forzoso. La lucha po- 
lítica para la presidencia asumía caracteres gravísimos, como no 
se habían visto hacía muchos años : errazuristas y reyistas 
amenazaban venirse á las manos — como ya ha sucedido, pues 
ha comenzado la era de las violencias electorales y hay ya víc- 
timas de uno y otro bando. El Perú se mantenía á la especta- 
tiva, dejando abiertas todas las cuestiones que fluyen del trata- 
do de Ancón, y de la ocupación chilena de las « provincias cau- 
tivas )). Bolivia exigía para la ratificación del tratado de mayo 
la incorporación del protocolo de diciembre 9, que neutraliza 
el fiasco del pacto Barros Borgoño-Gutiérrez ; mientras la cele- 
bración del protocolo Rocha-Cano cambiaba la faz de la cues- 
tión en favor nuestro. Chile, pues, no podía pensar en imponer 
condiciones, sino en aceptarlas. En balde su prensa, obede- 
ciendo á una consigna, se mostraba bravia é intransigente : era 
— para usar una gráfica locución vulgar — pura parata. 

Nuestra cancillería no supo aprovechar esas circunstancias 
providenciales : desesperada por atender al clamor interno que 
pedia se despejara el camino para el nuevo boom, dio muestras de 
la ingenuidad más grande, y permitió á los hábiles políticos tras- 
andinos convertir su desgraciada situación en un triunfo jamás 
soñado. El deseo inconsulto de la paz á todo trance^ nos hizo 
perder todas las ventajas y suscribir un protocolo desas- 
troso. 

No es sino el resultado lógico de nuestra falta de tradición di- 
plomática y de política continental fija : procedemos por el im- 
pulso del momento, no tenemos en cuenta el futuro ni las con- 
secuencias de lo que hacemos; sólo atendemos al instante pre- 
sente, y manejamos así nuestros asuntos internacionales con una 
ligereza y una precipitación imprudente, que ya nos ha costado 
caro y que mascare nos costará aún, de seguir el mismo cami- 
no y con el mismo estrecho criterio. 

— ¿De manera que le parece á Vd. estrecha la política de la 
cancillería argentina? 

— (( Estrecha » es un calificativo que presupone la existencia, 
en este caso, de una política internacional fija, con su tradición y 
sus efectos consiguientes. En mi entender^ ese no es el caso : en 
realidad nuestra cancillería no tiene tradición diplomática. 




38 LA POLÍTICA ARGENTINA 

En la primera época, durante la guerra de la independencia, 
se tuvo una política amplia y de vastisimos alcances. El famo- 
so plan del doctor Mariano Moreno, aprobado por la junta á 
raíz de la revolución de mayo, demuestra á un estadista consu- 
mado, y aconseja una política internacional amplia y activa. La 
diplomacia argentina durante la primera década obró siempre 
inspirada en altos propósitos. Durante la anarquía y el caudi- 
llaje, y en la época del gobierno de Rosas, nuestra cancillería 
sostuvo siempre una política continental de alcance. El gobierno 
del general Mitre desenvolvió también una política internacio- 
nal activa : es sólo en los gobiernos posteriores que ha predo- 
minado la teoría de encerrarnos en casa, de prescindir de los 
demás, de renunciar á tener política continental, proclamando 
nuestra cancillería las máximas más románticas, como aquella 
de que « la victoria no da derechos », y otras de ese jaez. Cier- 
to es que por intermitencias ha ocupado la cancillería algún 
conspicuo estadista, y ha parecido entonces " tomar otro sesgo 
nuestra acción diplomática. Pero eso ha sido fugaz, y sirve sólo 
de excepción para confirmar la regla. Renunciando á tener po- 
lítica internacional activa, hemos relegado á segundo plano la 
importancia de nuestra cancillería — hasta el punto de que el 
ministerio de relaciones exteriores casi siempre ha sido consi- 
derado como cosa secundaria ó inferior á los demás, tanto que, 
para (( darle que hacer », se ha solido confiarle las gestiones más 
incongruentes, como la dirección de tierras y colonias... — y he- 
mos abandonado la formación de un cuerpo diplomático de carre- 
ra, con tradición, con propósitos fijos, con política determinada. 
El resultado ha sido que hemos perdido en América la importan- 
cia que nos correspondía por nuestra extensión territorial y por 
nuestra acción durante la guerra de la independencia; en lugar de 
aspirar á una justa influencia y á ser la primera nación del con- 
tinente, hemos vacilado, hemos cambiado constantemente de 
rumbos cuando quisimos hacer política internacional, y hemos 
concluido por aislarnos, por dejar que ocupen nuestro puesto 
otras naciones, y por no pesar lomas mínimo en la balanza del 
equilibrio sudamericano. Por eso hemos perdido una por una, 
todas, sí, TODAS, las cuestiones internacionales que hemos teni- 
do, y lo peor es que no nos ha quedado siquiera el recurso de 
parodiar el dicho célebre : tout est perdu^ fors Vhonneur, por- 



EL PROTOCOLO GUERRERO-QUIRNO COSTA 39 

que de esos litigios diplomáticos hemos salido disminuidos ma- 
terial y moralmente. En una palabra: hemos circunscripto nues- 
tro ideal al simple desarrollo material del país, al fomento de su 
riqueza, á los intereses mercantiles de factoría ultramarina. San- 
to y bueno que atendamos tan vital aspecto de las cosas; pero 
descuidar la importancia y el porvenir de la patria es, en mi 
opinión, no sólo inhábil sino lamentable. 

De ese punto de vista, la política déla cancillería argentina es 
negativa, egoísta é imprevisora : no sólo es « estrecha », como 
Vd. insinuaba. 

Note Vd. que no se pide política napoleónica, es decir, de 
guerras y conquistas : tomemos las cosas como están, y lo perdi- 
do, perdido. Renunciemos á recuperarlo, si para ello hemos de 
romper tratados y pactos, recurriendo á una guerra arbitraria. 
Renunciemos igualmente á la utopía de reconquistau: el rango 
con que vinimos á la vida independiente, como virreinato del 
Río de la Plata : la reconstrucción del cual no sólo es un impo- 
sible histórico, sino un contrasentido actual, que no conviene á 
ninguna de las antiguas fracciones de aquél. Pero conservemos 
por lo men(»s lo que nos queda, después de haber entregado tan- 
tos retazos al Brasil, al Paraguay, á Bolivia y á Chile. Basta 
con lo que todavía tenemos para ser una gran nación, pero recor- 
demos que para ello no es suficiente la riqueza material : es in- 
dispensable la influencia exterior. Tengamos alguna vez canci- 
llería activa y política continental fija : eso es, en mi entender, 
á loque debe aspirar el estadista argentino. 

El contraste que con esta «costumbre» nuestra presenta 
Chile, es radical. Me bastará recordar un ejemplo reciente que, 
aun cuando parezca nimio, es significativo. Cuando, en abril 
último, se anunció oficialmente que el gobierno argentino solici- 
taría déla Santa Sede la erección de tres nuevos obispados, en 
el acto en Chile se alarmaron- « Creemos— decía La Unión, de 
abril 17 — que el gobierno de Chile y la autoridad eclesiástica de- 
ben fijarse en esta creación de obispados. Esto es grave. Un pue- 
blo, como Chile^ que anhela la supremacía sudamericana, no 
debe dejarse llevar la delantera en asuntos de tanta importancia 
y de tan fácil trabajo. El gobierno de Chile debe gestionar la 
creación de nuevos obispados. Chile debe tener tantas diócesis 
como la Argentina^ para así alegar iguales derechos ante la San- 



40 LA POLÍTICA ARGENTINA 

ta Sede, cuando se dispute el capelo de cardenal, y la ciudad 
para el concilio sudamericano ». Es seguro que esa vigilancia 
y esos celos provocarán aquí más de una sonrisa, por tratarse 
de asuntos de ese género, pero es así cómo se hace diplomacia : 
no descuidando ni las cosas que parecen nimias. Es así cómo 
procede una nación que anhela la supremacía sudamericana . 
Pero no hablemos de estas cosas : es predicar en el desierto, 
por ahora. Por el momento, lo importante es ocuparse de ami- 
norar el desastre del último protocolo, sobre el cual no se puede 
volver. 



— ¿Luego, Vd. considera que el protocolo de abril 25 es «un 
hecho consumado» y que es inoficioso criticarlo? 

— Entendámonos. El protocolo es, en efecto, «un hecho con- 
sumado», pero su crítica no es inoficiosa, siquiera porque sirve 
para estudiar todas las interpretaciones de que tan ambiguo do- 
cumento es susceptible, á fin de estar prevenidos contra todas 
las chicanas posibles que puedan promoverse, basadas en él. 
Sin duda esa crítica no servirá para impedirlo ó para modificar- 
lo : el mal está hecho, y hoy tiene Chile el derecho adquirido pa- 
ra exigir que las estipulaciones del protocolo sean estricta y leal- 
mente cumplidas por parte nuestra. 

El patriotismo exige ahora tratar de que dicho protocolo no 
sea latamente interpretado, ó no sea desnaturalizado con el fin 
de causarnos mayores perjuicios. Hay que hacer la parte del 
fuego. Hay que impedir que el desastre sea más grande que lo 
estrictamente necesario. 

Como es de toda evidencia, aun antes de que se haya produ- 
cido un (( caso de arbitraje », es decir, que haya una desinteli- 
gencia efectiva en la demarcación material, Chile prepara ya 
los trabajos del arbitraje, y es voz pública que mandará á Ingla- 
terra como abogado ad hoc, con carácter diplomático, al actual 
perito Barros Arana, ó, en su defecto, á don Isidoro Errázuris, 
que es una espada diplomática, dando asi á entender que la 
cuestión hoy se circunscribe al arbitro y que todo el aparato de 
peritos, etc., no tiene importancia. Corresponde, pues, que á 
nuestro turno encomendemos nuestra defensa á un abogado ca- 
paz de defender con éxito nuestros derechos^ y que revele el sa- 



EL PROTOCOLO GUERRERO-QUIRNO COSTA 41 

ber y la habilidad del abogado chileno. El amplio arbitraje pac- 
tado DOS es fatal, porque en el peor de los casos para Chile, éste 
queda probablemente con un limite cis-andino, es decir, que la 
cordillera principal será chilena en sus dos lados: tratemos, por 
lo menos, de que ese limite cis-andino, en la llanura, no avanzo 
demasiado al centro de la Patagonia, y no nos despoje de terri- 
torios demasiado exagerados. Tratemos, en una palabra, de 
circunscribir las pérdidas á lo estrictamente indispensable; de- 
fendamos con tenacidad nuestros derechos, y disputemos ante 
el arbitro, palmo á palmo, nuestro desgraciado territorio. Para 
esa misión necesitamos un hombre que pueda rivalizar con Ba- 
rros Arana: — demasiado caro hemos pagado la experiencia cruel 
de los arbitrajes anteriores, en los cuales nuestras defensas fue- 
ron tan pobres, mientras que las de nuestros contrarios causan 
respeto, por su profundidad y por su habilidad. 

Por eso el protocolo es todavía como una espada de Damocles 
suspendida sobre nuestras cabezas : hasta que no se conozca el 
nombre del que representará y defenderá nuestros derechos anta 
el arbitro, no podrá apreciarse debidamente la magnitud del de- 
sastre. Por eso es conveniente la critica de aquel documento; 
queda aún una medida capital que tomar, ojalá nuestra canci- 
llería acierte esta vez! 

Además, téngase presente que Chile quizá provocará un fallo 
arbitral sobre la marcha y sin esperar á un simulacro de desin- 
teligencia de las comisiones técnicas. ElHeraldOy de Valparaí- 
so, decia recientemente (abril 26) : « El arbitraje amplio, ab- 
soluto, incondicional, tal como Chile lo ha pedido desde la pri- 
mera hora, viene á ser la fórmula definitiva aceptada por el go- 
bierno argentino. Debemos felicitarnos especialmente de que no 
se haya acordado la traslación del hito de San Francisco á Tres 
Cruces. ^síe punto será el primero que debe someterse aleono- 
cimiento del arbitro^ y el fallo que pronuncie servirá de ante- 
cedente para la conducta posterior de las comisiones demarcado- 
ras. El hito de San Francisco se halla hoy colocado provisoria- 
mente en el «divortia aquarum»; el gobierno argentino ha pe- 
dido su traslación á Tres Cruces, es decir, á una cumbre aisla- 
da que no divídelas aguas. De consiguiente, toda la controver- 
sia se halla condensada en ese hito. De ahí nace la considerable 
importancia que tiene el acuerdo de los gobiernos para no resol- 



42 LA POLÍTICA ARGENTINA 

ver este punto y entregarlo al fallo del arbitro )). Mientras tanto. 
La Nación de aquí, decía (mayo 30): « La supresión del hito 
en el portezuelo de San Francisco, tiene un alcance especial. 
He ahi una de las virtudes que encierra el protocolo, mucho más 
real que los defectos que se le quieren achacar ». Y el mismo 
presidente de la república, en su mensaje al congreso, dice : 
« En cuanto al hito de San Francisco, cuya ubicación ha preocu- 
pado tanto ala opinión pública, queda con claridad explicado 
que se le elimina, hasta como base ó antecedente obligatorio 
para el trazado del deslinde ». La claridad del protocolo no de- 
be ser mucha, cuando se ve cuan radicalmente diversas son las 
interpretaciones dadas en Chile y aquí á un solo articulo. Y co- 
mo Chile puede exigir por separado^ es decir, sin nuestra anuen- 
cia, el arbitraje, ese será probablemente el primer « caso » . Ya 
ve Vd. si urge nombrar un buen abogado que represente y de- 
fienda nuestros derechos, ateniéndose á un protocolo digno de 
la histórica joar/i^e des dupes. 



— En fin, doctor, necesario es confiar en el patriotismo y en el 
tino de los hombres que nos gobiernan, y creer que han de ele- 
gir para representar y defender nuestros derechos, á personajes 
bien preparados y dispuestos á no dejarse embaucar por logoma- 
quias de pleitistas chi cañeros... 

— Esperémoslo. La última esperanza que le queda al país en 
esta desgraciada cuestión, es esa. Ha hecho Vd. bien de apelar 
no sólo al (( patriotismo », sino al « tino » de los hombres del go- 
bierno; lo primero puede existir, faltando lo segundo. 

Nada más curioso á este respecto que la conducta vacilante de 
nuestra cancillería, en lo relativo al personal diplomático y téc- 
nico que se ocupa de la cuestión de limites. Los tratados vigen- 
tes creaban un perito con absoluta independencia del gobierno, 
y éste no encontró cosa mejor que anexar ese cargo al de minis- 
tro diplomático, es decir, desnaturalizando el carácter esencial- 
mente técnico que debía tener el perito, y convirtiéndole en un 
empleado del ministerio. El resultado es conocido : el ministro 
diplomático absorbió al perito ; y cuando no funcionaba en ca- 
rácter de tal^ lo hacía simplemente para aprobar las actas que le 
presentaban las comisiones técnicas, sin ir al terreno, sin con- 



EL PROTOCOLO GUERRERO-QUIRNO COSTA 43 

trolarlas y sin tener la competencia profesional para apreciar la 
bondad de los trabajos. En cuanto á las comisiones técnicas, es 
lamentable lo que ha pasado y pasa ; compuestas desigualmente, 
parte con personal competente, parte sólo con recomendados, el 
trabajo ha sido tan infecundo que, poco á poco, casi todo el per- 
sonal competente ha preferido retirarse con diversos pretextos, 
dando lugar á continuos cambios y llegando hast¿i anarquizar las 
mismas comisiones. En semejantes condiciones, hemos ido de 
mal en peor ; nadie competente quiere ya aceptar formar parte de 
aquellas comisiones, y el ministerio — fiel á la política negativa 
del laissezfaire, laissex passer — nada hace por remediar tal es- 
tado de cosas. ¿Qué extraño es entonces el fracaso? Y lo mismo 
que pasa con las comisiones de limites con Chile, pasa con las 
de Bolivia. Es increíble la falta de tino y la perpetua vacilación 
de la presente cancillería nuestra. Lo peor es que el país paga 
los platos rotos . 

Mientras tanto, en Chile ha pasado todo lo contrario. Antes de 
que se estipulara la manera de comenzar la demarcación, ya ese 
gobierno hacía explorar metódica y científicamente la zona fron- 
teriza, formando así paulatinamente un personal competente. 
Apenas se puso en vigencia la convención Lastarria-Uriburu, se 
organizaron las comisiones técnicas chilenas con una seguridad 
y un acierto tales, que hasta ahora han marchado como una fa- 
lange compactad su objetivo, sin un tropiezo, sin un cambio, sin 
una vacilación. El resultado es conocido : por doquier han hecho 
prevalecer las pretensiones de su país. 



— Concretando, pues, su opinión sobre el reciente protocolo, 
¿ por qué no se resuelve Vd. á escribir sobre ello un articulo 
para La Quincena f 

— Porque mi opinión descarnada sobre aquel desgraciado 
documento diplomático, fué ya manifestada sucintamente y sin 
ambages al redactor de El Tiempo, que vino vez pasada á con- 
versar conmigo sobre el particular. 

He aquí esa opinión : 

1" En el preámbulo se habla del « limite inconmovible». Pero 
¿cuál es el « límite inconmovible »? Los argentinos entendemos 
que es la línea de las más altas cumbres que dividen aguas, en 



44 LA política argentina 

el encadenamiento principal de los Andes. Los chilenos entien- 
den que es el dioortium aquarum continental^ ó sea las na- 
cientes, de los cursos de agua que corren hacia el Atlántico y 
hacia el Pacifico. Después del ruidoso memorial del perito 
chileno Barros Arana, no es posible hablar vagamente de 
«limite inconmovible », sin precisar cuál es él : si el que 
indica el criterio argentino, ó el que señala el criterio chileno. 
La ambigüedad del actual protocolo al respecto, deja en pie am- 
bas interpretaciones, es decir, no resuelve nada. Y esto es tanto . 
más grave cuanto que el malhadado pacto Matte-Quirno Costa, 
del año pasado, parece reconocer la legitimidad de ambos crite- 
rios, lo que ha dado carta de ciudadanía en la controversia á la 
monstruosa pretensión de Barros Arana. 

2" En el articulo primero, se establece que la línea de la 
Puna, ó sea entre los grados 26 y 23, « deberá trazarse concu- 
rriendo á la operación ambos gobiernos y el gobierno de Soli- 
via ». Esto es estupendo. Desde que ese territorio era antes bo- 
liviano y .Bolivia nos lo ha cedido, y nuestra ley lo establece 
imperativamente, al decir : <( la línea que une las cumbres más 
elevadas de la cordillera de los Andes desde el extremo norte 
del limite con Chile (26°) hasta la intersección con el grado 23 », 
no hemos podido abrir de nuevo la cuestión, olvidar esa ley, 
nuestros tratados con Bolivia, é instaurar un nuevo pleito, con 
la cláusula de 'que « deberán trazarse de acuerdo con Chile». 
Ese articulo borra un tratado y es una vergüenza nuestra, pues 
pone de nuevo todo en cuestión, — y con un litigante tan hábil, 
como Chile, que tiene á su favor el hecho de la posesión, que 
pesa decisivamente en el ánimo de cualquier arbitro, como lo 
demuestra el reciente fallo de Cleveland, en nuestra cuestión 
con el Brasil. Además, no establecemos cómo se resolverá cual- 
quier divergencia con Chile ó con Bolivia, pues las estipula- 
ciones relativas al arbitraje no alcanzan á esta nueva cuestión. 

Además, y esto es lo más grave, ¿en qué carácter concurrirá 
el gobierno de Bolivia á la demarcación de esa zona : será como 
espectador, como mediador amistoso ó como tercero en discordia? 
Nada dice al respecto el protocolo, que adolece del defecto in- 
creíble de todos nuestros documentos diplomáticos : una ambi- 
güedad desesperante. Fácil es ver que la cancillería chilena ex- 
plotará esa vaguedad, y como tiene influencia en Sucre, gracias 



EL PROTOCOLO GUERRERO-QUIRNO COSTA 45 

al círculo de Arce y Baptista, maniobrará hábilmente para que 
el mismo gobierno boliviano exija previa aclaración de esa cláu- 
sula nebulosa. Claro está que esa (( aclaración » tendrá que ser 
materia de una entente entre los gabinetes argentino y chileno, 
lo que permitirá á este último demorar el asunto todo el tiempo 
que le convenga... Ya verá Vd. que tendremos que arribar á al- 
gún nuevo protocolo para aclarar aquel punto. 

Y que no me equivoco al decir que este artículo del protocolo 
será el germen de un nuevo litis, lo demuestra la opinión uná- 
nime de la prensa chilena. La Unión, de Valparaíso (en su nú- 
mero de mayo 10) dice : « Supongamos que Bolivia opine que 
la Puna pertenece á la Argentina, Es evidente entonces que 
Chile, alegando su ocupación de hecho y los títulos que ella le 
da, y alegando especialmente que la Puna de Atacama es el 
límite occidental de la República Argentina, y que por consi- 
guiente, no le pertenece ; es evidente que, fundado en estos ar- 
gumentos incontestables, Chile declarará inadmisible la opinión 
contraria de Bolivia ». Esto es bien claro.,. 

3<> En el articulo segundo, se pacta el arbitraje más amplio 
que darse pueda. Se dice que « el arbitro queda encargado de 
aplicar estrictamente las disposiciones del tratado y protocolos », 
pero como ya hemos reconocido en el acta de septiembre 1895 
la legitimidad de ambos criterios, que son radicalmente contra- 
rios, resulta que el arbitro tendrá á su turno que interpretar di- 
chos tratados, y designará lo que entiende él « por límite in- 
conmovible », que no será quizá la cordillera ó la división 
continental de aguas, sino un término medio^ pues es conocida 
la tendencia de los fallos arbitrales á imitar el procedimiento de 
Salomón, y dividir en dos la materia del litigio. Y como lo 
que se litiga es exclusivamente nuestro, pues que está situado 
de este lado de la cordillera, resultará que, en el mejor de los 
casos, Chile quedará lindero de este lado de los Andes, es decir, 
que habremos perdido definitivamente el límite arcifinio. Es, 
pues, una derrota sin haber peleado. 

He aquí cómo se expresa El Heraldo, de Valparaíso, en su 
número de abril 26 : « El arbitraje amplio, absoluto, incondicio- 
nal, tal como Chile lo ha pedido desde la primera hora, viene á 
ser la fórmula definitiva aceptada por el gobierno argentino. 
Este desenlace es muy honroso, no sólo para Chile, porque de- 



46 LA POLÍTICA ARGENTINA 

muestra que siempre le acompañó la justicia en este largo de- 
bate ; sino también para la República Argentina, porque, en todo 
caso, es meritorio y digno de respeto el acto en virtud del cual se 
reconoce y repara un error ». ¿Qué tal?. .. 

A9 En el articulo tercero se nos hunde el clavo ardiendo del 
vergonzoso protocolo de 1893, sometiendo á arbitraje la zona 
eventual de tierra en plena Patagón ia, concedida á Chile para 
garantir su soberanía en las costas de los canales, golfos ó 
abras, que del Pacifico atraviesen la cordillera y se internen en 
territorio patagónico. 

Por supuesto, en llegando el caso, Chile pretenderá que ne- 
cesita 10 ó 30 ó más leguas de ancho de costa para garantir su 
soberanía, y como el protocolo de 1893 le deja « las costas de 
esos canales )), será esa una interpretación exagerada, pero es 
una interpretación. Nosotros probablemente sostendremos que 
con ló 2 leguas de ancho es suficiente. Se irá al arbitro, y éste, 
siguiendo el procedimiento salomónico, dividirá por mitad la 
tierra disputada. De esta manera, tendremos á Chile metido en 
el corazón mismo de la Patagonia. 

Aquella estupenda concesión arrancada por Chile á la debi- 
lidad argentina, en el protocolo Errázuriz-Quirno Costa, — y 
que no quiso suscribir el doctor Anchorena, por cuya razón 
entiendo dejó el ministerio de relaciones exteriores — era en- 
tonces una (( concesión graciosa », que el país hacía á Chile y 
que éste debía agradecernos. Hoy, con arreglo al nuevo proto- 
colo, es un titulo que Chile invoca con altanería y que somete 
derechamente al arbitro, que j quién sabe qué criterio tenga! 

5° En el articulo cuarto nos privamos de la libertad de re- 
solver si el caso que se presenta, es ó no caso de arbitraje. Chile 
sostuvo en el congreso pan-americano de Washington, en 1890, 
que era nulo todo arbitraje amplio ó general, y que no debía 
aceptarse sino el concreto^ decidiendo cada gobierno, en cada 
caso, si la materia era ó no susceptible de arbitraje. Pues bien, 
esta doctrina — que era la única doctrina racional americana, 
al aplicar los tratados existentes, — la hemos repudiado, y nos 
hemos atado las manos. Cualquiera de ambos países a separada- 
mente » puede exigir el arbitraje. De manera que Chile mañana 
puede pretender hasta el Chubut, y, por más que rechacemos 
indignados semejante monstruosidad, nos arrastrará al arbitraje. 



EL PROTOCOLO GUERRERO-QUIRNO COSTA 47 

y nuestras propias tierras servirán de «pato de la boda». Ade- 
más, el arbitro resulta a juez permanente )), y como pueden ser 
varios los casos de arbitraje, si su fallo nos es adverso en el 
primero, equivaldrá eso á someternos de lleno á las pretensio- 
nes chilenas. 

En virtud de este articulo, además, modificamos substancial- 
mente los tratados vigentes, suprimiendo el peritaje del tercero 
en discordia. Más aún : para que fuera nombrado el tercer pe- 
rito, era menester que ios peritos estuvieran en desacuerdo so- 
bre un hecho : eso no ha sucedido ni sucede. Hasta ahora, no 
existe desacuerdo alguno en la colocación material de hitos. De 
modo que ese artículo suprime el tercer perito y va directamente 
al arbitraje, que era un recurso supremo reservado por los tra- 
tados vigentes en casos determinados. 

6° En el articulo quinto se habla del a hito de San Francisco », 
— que quedó en proyecto, pues el perito argentino jamás lo 
aprobó — y se dice que queda en proyecto, y que esas operacio- 
nes son ((estudios para la fijación definitiva de la linea)), dejan- 
do abierta toda la cuestión, pues Chile no dice que el hito está 
mal allí, ni dónde debe colocarse. Es decir, sanciona ese artí- 
culo una candidez: lo que cíe /acío existe. Chile nada cede, 
antes por el contrario, deja en pie todas sus pretensiones. 

Ya le he citado á Vd. la opinión significativa de la prensa 
chilena respecto de la manera cómo allí interpretan ese artículo: 
implica para ellos sostener la buena colocación del hito, sobre 
lo que fallará el arbitro... 

70 En el articulo sexto, la disposición es de trámite, sobre 
reanudación de la demarcación, á pesar de que parece confir- 
mado el rumor gravísimo de que algunos hitos — como el de 
Reigolil, conocido por (( hito del discurso »— ha sido colocado en 
la línea de división continental de las aguas, y á 16 leguas más 
acá de donde hoy mismo hay una guarnición militar argentina. 

8<> En el articulo séptimo se ratifica el acta de 1895, ordenan- 
do seguir la demarcación y dejar salteadas las dificultades. Por 
ese procedimiento, Chile no aceptará sino los hitos donde coin- 
cida la línea de las aguas con la de las más altas cumbres, y 
alegará que el tratado no admite otra interpretación que la suya. 
El arbitro interpretará á su vez, y Dios sabe qué líneas trazará 
para unir los hitos colocados, y partir amigablemente el terreno 



48 LA POLÍTICA ARGENTINA 

discutido. Es, pues, un triunfo chileno, pues que la materia á 
dividir estará siempre de este lado de la cordillera. 

9** En el articulo octavo se designa al gobierno inglés como ar- 
bitro, olvidando que Inglaterra domina comercialmente á Chile, 
y que los poderosos sindicatos salitreros de North — el nitrate 
king — y otros, hacen hasta hoy en Londces una atmósfera deci- 
siva en favor de Chile. Porque el gobierno inglés nombrará una 
comisión de geógrafos ó jurisconsultos para que estudien el 
asunto, y aceptará su solución como fallo. Es, pues, habilísimo 
de parte de Chile haber obtenido como arbitro á Inglaterra. 

Además, es preciso recordar que hace años Chile viene gas- 
tando ingentes sumas en hacer propaganda favorable en los cír- 
culos científicos — especialmente geográficos — de Inglaterra y 
Alemania. Ha hecho grabar en los talleres del ramo de aquellas 
dos naciones infinidad de mapas y aún de atlas, en los cuales 
se da como un hecho la línea mistificada del divortium aqua- 
rum, y ha hecho publicar repetidos artículos en las revistas y 
periódicos geográficos más afamados, sosteniendo esa doctrina. 
De modo que, apriori, la opinión técnica en Inglaterra está in- 
fluenciada á favor de las pretensiones chilenas, ya que nosotros 
no hemos hecho ni hacemos nada en sentido contrarió. 

En una palabra, el desastre diplomático ha sido tan grande, 
que cuando pase un poco la fiebre de negocios que va á soplar 
como un simoun por la Argentina, la opinión ha de reaccionar 
con energía, ha de juzgar severamente esta política de fra- 
casos, y Dios quiera que, á la larga, no sea la guerra la única 
manera de desatar estos (( nudos gordianos » con que nuestra 
cancillería nos deja maniatar I El tiempo dirá de parte de quién 
está la razón... 



CAPÍTULO III 



LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA ((HABILIDAD» ARGENTINA (1) 



Sumario : El libro de Moreno y el alegato de Barros Arana. — Las pre- 
tensiones de Bulnes. — índole 7 alcances del libro del perito argentino : 
los especialistas del Museo de La Plata. — Los trabajos de Barros Ara- 
na y los técnicos de la Universidad de Chile. — Las publicaciones del 
Anuario hidrográ/lco de Chile, y las del Boletín del Instituto Geográ- 
fico argentino. — La solución del arbitraje preparado por Chile en su 
favor : su propaganda en Europa. — La cuestión de la Puna, excluida 
del arbitraje, y hoy paralizada: la concurrencia de Bolivia. — La pre- 
sente agitación periodística en Chile: tendencias de su política interna- 
cional. — Actitud argentina: su debilidad ante la arrogancia chilena. 

— Influencia de la política interna de Chile sobre la cuestión externa. 

— La solución del conflicto debe ser pacífica, próxima y definitiva. 



La cuestión de limites chileno-argentina parecía haber entrado 
en un periodo de silencio, por cuanto, después de la ruidosa po- 
lémica internacional de 1895, los trabajos de las comisiones de- 
marcadoras se han conservado en la mayor reserva, ya que el go- 
bierno argentino no ha considerado conveniente dar á conocer las 
actas de los hitos aprobados. £1 gobierno chileno ha procedido, 
sin embargo, con distinto criterio, y sus Memorias de Relacio- 
nes Exteriores insertan constantemente las actas de las subco- 

(1) Esta entrevista fué publicada en Tribuna, en los números de abril 
19 á 22, del presente año. Provocada por la propaganda de la prensa chi- 
lena con motivo del libro de Moreno, esclarece el estado de la cuestión 
de limites en aquel momento. Con análogo motivo. La Quincena, de 
enero pasado, publicó otra entrevista al doctor Quesada. Forzados á ele- 
gir entre ambas piezas, en la imposibilidad de amalgamarlas, hemos pre- 
ferido la posterior como más completa. (Nota del editor}. 

4 



50 LA POLÍTICA ARGENTINA 

misiones de aquel país, las cuales redactan esos documentos 
basándose ostentosamente en el principio del dicortium aqua- 
ram; las comisiones argentinas se niegan á suscribirlas en esos 
términos. Hay, pues, que suspender todo juicio á ese respecto, 
hasta tanto se publiquen aquí aquellos documentos. 

Al público han trascendido ciertas deplorables disidencias en- 
tre miembros de algunas de las subcomisiones argentinas ; pero, 
reorganizadas éstas, parecen ahora marchar sin tropiezos. El pe- 
rito Moreno, además, ha encarado su misión de una manera co- 
rrecta : se ha trasladado al terreno de la demarcación, instala las 
subcomisiones, dirige y vigila sus trabajos. 

Mas ha coincidido con este periodo de tranquila labor mate- 
rial, la publicación del resultado de exploraciones efectuadas en 
años anteriores en la región andina, por el mismo Moreno, cuando 
era director del museo de La Plata. Esos trabajos, que á dicho 
museo pertenecen, han sido dados á luz en la Revista del mismo, 
habiéndose hecho una tirada aparte de las páginas de Moreno, 
en forma de libro, á fin de que pudieran conocer esos resultados 
las personas que no reciben las publicaciones técnicas de dicho 
establecimiento. Aquellas exploraciones, hechas por un estado 
mayor de sabios extranjeros, incorporados al referido museo, no 
podían menos de confirmar sobre el terreno la claridad de la li- 
nea divisoria por la^ más altas cumbres, según el criterio de los 
tratados vigentes. Ese hecho viene á demostrar científicamente 
lo que ya jurídicamente estaba probado : á saber, la absoluta fa- 
lacidad de la doctrina de Barros Arana, sobre el pretendido d¿- 
vortium aquarum intercontinental. De ahí que la prensa chilena 
haya puesto el grito en el cielo, y, no pudiendo impugnar del 
punto de vista científico el libro de Moreno, armó un tolle-tolle 
infernal, sobre la base más deleznable: rú, que dicho libro im- 
porta un prejuzgamiento, y que inhabilita á Moreno para conti- 
nuar como perito argentino. Esto demuestra una vez más « la fe 
chilena», pues cuando en 1895 publicó el perito Barros Arana 
su ruidoso Memorándum, que importaba un verdadero desafío 
internacional, sostuvo que tal documento, lejos de inhabilitar á 
dicho funcionario, lo habilitaba doblemente para el desempeño 
de su puesto. Es exactamente el caso actual de Moreno, con esta 
sensible diferencia : Barros Arana inventaba una teoría ad hoc 
para desnaturalizar los tratados vigentes ; Moreno no se ocupa de 



LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA (( HABILIDAD )) ARGENTINA 51 

los tratados, sino que estudia la región andina y la línea diviso- 
ria de las más altas cumbres, tal cual la naturaleza la ha deter- 
minado. 

Pero los artículos del historiador diplomático Gonzalo Bulnes, 
publicados en El Ferrocarril, de Santiago, colocan la cuestión 
en otro terreno : ya no se trata de saber si la publicación del libro 
de Moreno es ó no un acto de corrección internacional ; se trata 
de sostener claramente y sin ambages que, malgrado la letra cla- 
ra é intergiversable de los tratados, Chile pretende de este lado 
de la cordillera una Patagonia chilena, cuya extensión se fija 
en 5000 leguas cuadradas, y que abarca valles poblados por ar- 
gentinos, como los valles de Maipú y 16 de Octubre. El publicis- < 
ta chileno afirma « la imposibilidad de hacer una transacción I 
equitativa para Chile». ¿Vamos á asistir á una nueva agitación 
internacional, que, tras largo debate, nos Hevea un nuevo y de- 
sastroso pacto? 

Nos ha parecido conveniente, en semejante emergencia, entre- 
vistar al autor de La política chilena en el Plata, quien, en 1895, 
promovió en la prensa argentina el esclarecimiento de la cues- 
tión. El doctor Ernesto Quesada se prestó á satisfacer nuestro pe- 
dido, y he aquí, más ó menos, el relato de la entrevista. 

Después de explicarle la razón de nuestro propósito, plantea- 
mos la cuestión derechamente, diciéndole : 

— ¿Ha leído Vd. el articulo de Bulnes en El Ferrocarril? 

— Aquí tiene Vd. dicho artículo. ¿ Lo preocupa á Vd. la 
frase sobre « la imposibilidad de hacer una transacción equitativa 
para Chile?» La explicación es sencilla. Lea Vd. este otro pá- 
rrafo del articulo : « Y si se considera que al compás de ese creci- 
miento (el de nuestro país) se va operando la diminución de los ' 
salitres de Tarapacá, cuya existencia ha sido calculada por la / 
inspección general de salitreras en 700 millones de quintales, ó 
sea, según la exportación actual, para 28 años de trabajo, enton- 
ces se comprende que el problema del sur es un gran problema, 
que el país debe contemplar en toda su gravedad y tratar de solu- 
cionar con la inquebrantable resolución de defender, por todos los 
medios c[ue el derecho nos concede, las orillas de terreno que nos 
dejó el tratado de 1881 ». De ahí que la presente agitación no nos 
tome de sorpresa : es lo mismo que ha hecho siempre la política 
chilena : el sur ha sido y es su supremo objetivo ; las dificultades 



I 



52 LA POLÍTICA ARGENTINA 

suscitadas en el norte, han servido para allanar el camino á las 
pretensiones del sur. Tal resulta de la historia de las negociacio- 
nes diplomáticas que hice en el libro que Vd. conoce ; tal ha sido 
la marcha de la cuestión, de protocolo en protocolo, como hete- 
nido oportunidad de manifestarlo en las entrevistas á que se me 
ha sometido más de una vez, y cuyo resultado se ha publicado 
en revistas y diarios. 

— ¿ Por qué, entonces, no vuelve Vd. á la prensa y se ocupa 
de la cuestión, ya que juzga este incidente como una faz lógica 
del litigio internacional ? 

— No considero la situación análoga á la de 1895. Estamos 
próximos á la renovación del gobierno nacional, y probablemen- 
te vendrán otros hombres al poder, los que, aleccionados por la 
experiencia anterior, han de evitar los escollos en medio de los 
cuales, en esta cuestión, ha navegado y navega el gobierno ac- 
tual, ya que la cancillería argentina está hoy en las mismas ma 
nos que entonces . 

Los acontecimientos han demostrado, con desgraciada elocuen- 
cia, cuan justificada era la campaña periodística de 1895, hecha 
por EL JiempOy y continuada después por La Prensa, Cuando 
se puso al desnudo la inhabilidad de nuestra cancillería y lo in- 
genuo de nuestra diplomacia, muchos creyeron que había en ese 
cuadro exageración manifiesta y no poco palrioterismo. 

Que no ha habido lo primero, lo demuestran los resultados ; 
que lo segundo no era exacto, es evidente, pues nada es más fá- 
cil que tachar de patrioterismo el esfuerzo más desinteresado y el 
cumplimiento más sincero de lo que se considera un deber : el 
patriotismo lo entiende cada ciudadano á su manera y según su 
conciencia, y no es permitido hacer de buena fe el' reproche de 
patrioterismo á todo lo que no cuadra con lo que el crítico cree 
deber ser el « patriotismo », que á unos se les antoja vigoroso y 
previsor, mientras á otros se les ocurre manso y tibio. Es cuestión 
de criterio y quizá de temperamento. La historia podrá sólo juz- 
gar cuál de las dos tendencias es la verdadera. 

Puedo equivocarme — ya que es humano el errar, — pero me 
ha guiado sólo el amor á la patria y la defensa de lo que entien- 
do son sus más sagrados intereses. Sin duda los que han dirigi- 
do ó dirigen la política internacional argentina, no piensan ó pa- 
recen no pensar de la misma manera y reclaman para sus actos 



LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA « HABILIDAD )) ARGENTINA 53 

la razón y el patriotismo : respeto sus opiniones, pero creo haber 
hecho uso de un legítimo derecho al ser uno de los que las han 
combatido, y al declarar que las considero perniciosas. 

He hecho siempre prescindencia de las personas al criticar las 
opiniones ó la conducta de los funcionarios ó políticos, pero es 
privilegio de todo ciudadano el juzgar la vida pública de los que 
son ó aparentan ser los estadistas de su país, y es una carga de 
todo hombre público someterse á dicho examen. 

— Pero, entonces la cuestión actual no tiene mayor importan- 
cia. ¿Considera Vd. que el libro de Moreno no provocará un nue- 
vo protocolo, como lo provocó el opúsculo de Barros Arana?... 

— Exactamente. La cuestión está dilucidada del punto de vis- 
ta del derecho internacional y de la ciencia. Está hoy reducida 
¿ fijar en el terreno la linea que la naturaleza, el derecho y la 
ciencia, prescriben. Entiendo que los esfuerzos de Chile se cir- 
cunscriben á esto : tratar de vencer hábilmente á cada subcomi- 
sión argentina y llevarla á consentir en la fijación de cada hito, 
á semejanza de aquel desgraciado « hito de los discursos » de ma- 
rras. En este sentido, la publicación de las exploraciones reali- 
zadas por cuenta del museo de La Plata, viene muy á tiempo pa- 
ra contrarestar el efecto de las diversas expediciones que la uni- 
versidad de Santiago habia despachado á la codiciada región del 
sur, y cuyos resultados se han publicado en los A nales de aquel 
instituto. 

Ambos casos son idénticos, con esta diferencia : que Moreno, 
en el museo de La Plata, no ha hecho sino imitar lo que hacía 
Barros Arana en la universidad de Santiago ; siendo así que 
aquél era un simple director de museo, y éste, á la vez que rector 
de universidad, era nada menos que el perito de Chile en la cues- 
tión de límites. Ambos institutos hicieron venir de Europa un 
batallón de sabios y especialistas : geólogos, paleontólogos, botá- 
nicos, geógrafos, etc. Ambos establecimientos los lanzaron sobre 
la región andina á fin deque la explorasen científicamente, para 
que sus trabajos fueran decisivos en el debate sobre límites ; con 
esta diferencia : que Moreno, sin cargo oficial en el litigio, lo ha- 
cía como parte del plan general de exploración científica de todo 
el país, que el museo está realizando metódicamente y con gene- 
ral aplauso ; mientras Barros Arana trazaba instrucciones preci- 
sas á los exploradores, á los que previamente incorporaba á las 



54 LA POLÍTICA ARGENTINA 

comisiones técnicas de limites, á 6n de que sacaran avante las 
pretensiones chilenas. Moreno, al sernombrado perito, ha imita- 
do á Barros Arana, en el sentido deque ha incorporado á lasco- 
misiones técnicas argentinas una parte, por lo menos, del perso- 
nal de especialistas del museo. 

Recorra Vd. las colecciones de los Anales de la Universidad 
de Chile. Para no citarle una lista interminable, me bastará lla- 
mar su atención hacia la relación de un viaje de estudio á la re- 
gión andina, comprendida entre el golfo de Reloncavi y el 
lago de Xahuelhuapij por el doctor Juan Steffen, y al apéndice 
sobre los trabajos cartográficos de la expedición, por Osear de 
Fischer : ambos trabajos están publicados en la entrega de octu- 
bre de 1893. Más aún, lea Vd. la memoria general sobre la 
expedición exploradora del rio Patena, por Juan Steffen, pu- 
blicada en las entregas de octubre y noviembre de 1894 ; la del 
doctor Pablo Krúger sobre la misma región, en la entrega de 
marzo de 1895; los de Karl Reiche y Roberto Pólhmann, sobre 
lo mismo, en la entrega de mayo de 1895 ; y, finalmente, las 
observaciones sobre la construcción de la carta general, por 
O. de Fischer, publicadas en el referido número. 

Revise Vd. aho^a la colección incipiente de la Revista y de los 
Anales del Museo de la Plata : encontrará Vd. trabajos científi- 
cos de subido valor, pc^o expediciones semejantes, ninguna. La 
exploración organizada y dirigida por el director del museo, y 
de que da cuenta el libro de Moreno, ha sido, puede decirse, 
realizada para conocer hasta qué punto había sido mistificada la 
verdad científica en la serie de exploraciones interesadas, orga- 
nizadas por Chile, y de las cuales las dos citadas son 4ébil 
muestra. 

Recorra Vd. ahora la colección del soberbio Anuario hidro- 
gráfico de la marina de Chile, y verá Vd. cómo constantemente 
el gobierno trasandin > se ha preocupado de la región sur. El 
primer trabajo publicado por el A nuario, en 1875, fué el de las 
ej^p lo rae iones hechas por la corbeta uChacabuco)) en la costa 
occidental de la Patagonia; en 1877, publica la exploración de 
la corbeta (( Magallanes)) á la costa y parte austral de la Pata 
gonia; en 1880, las operaciones de la a Chacabuco » en su expe- 
dición á los canales occidentales de la Patagonia; en 1886, el 
reconocimiento del rio Buta Patena y del canal Fallos, por 



LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA (( HABILIDAD » ARGENTINA 55 

el vapor « Toro », y la extensa memoria sobre la región cen- 
tral de las tierras magallánicas^ de Alejandro Bertrand, 
el asesor técnico de Barros Arana, mientras el trabajo anterior 
era de Serrano Montaner; y asi en casi todos los tomos. 

Al mismo tiempo, cada volumen contiene la reproducción de 
viajes inéditos á la Patagonia, efectuados en siglos anteriores^ 
como las exploraciones de José de Moraleda, el viaje de Cosme 
Ugarte, los del padre Méndez, etc. Toda exploración hecha por 
marinos extranjeros en el litoral patagónico ó de la Tierra del 
Fuego, en el acto ha sido reproducida en el Anuario, Parece 
que no ha habido tras los Andes otra preocupación que el litigio 
de limites, y la Patagonia, ansiada, soñada, adorada. 

De parte nuestra, salvo algunos esfuerzos particulares y ais- 
lados, sólo puede citarse — como valor científico técnico— el Bo- 
letín del Instituto Geográfico Argentino, que contiene algunos 
articules pertinentes y las relaciones de las pocas exploraciones 
que los limitados recursos de aquella benemérita sociedad pri- 
vada ha permitido realizar. Más aún : del personal científico eu- 
ropeo, traído en épocas anteriores para nuestras universidades, 
casi nada hay que registrar en ese sentido ; y entre las excep- 
ciones, supo Chile, desgraciadamente, captarse simpatías ocul- 
tas, como en el caso de cierto profesor alemán, de Córdoba, que 
llegó á publicar mapas y trabajos cartográficos sobre nuestro 
país, en los que se deslizaban las pretensiones chilenas; nuestros 
gobiernos habían fomentado esos estudios y contribuido á su 
publicación, sin examinarlos previamente, de modo que fué 
menester pasar por el ridículo de una desaprobación poste- 
rior. 

Hoy, gracias á Moreno, las cosas han cambiado : álos Ste£Een, 
Fischer, Krüger, Reiche, Pólhmann, y otros especialistas ale- 
manes al servicio de Chile, oponemos nosotros á Wolf, Zwilg- 
raeyer^ Hauthal, Schiórbeck, Roth, Lange, Frey, Arneber, Kos- 
lowsky y otros. Esta falange ha trabajado y tiene practica'dos 
estudios fundamentales: la prueba de ello es que el mentado li- 
bro de Moreno trata sólo de los apuntes preliminares sobre una 
excursión á los territorios del Neuquen, Rio Negro, Chubut y 
Santa Cruz^ hecha por las secciones topográfica y geológica del 
museo. Necesitamos conocer los estudios técnicos y científicos, 
que han de ser decisivos, pues los planos y las numerosas vistas 



56 LA POLÍTICA ARGENTINA 

f otográfícas que adornan lo publicado, demuestran con la eviden- 
cia de la certidumbre absoluta, cómo es la región reconocida, y 
dónde se encuentra el limite internacional, por las más altas 
cumbres del macizo central^ mientras que el divortium aqua- 
rum intercontinental es cosa completamente distinta, y quenada 
tiene que ver con la frontera arcifínia. 

¿Fué prudente la publicación fragmentaria de esos estudios, 
vale decir, la simple introducción de Moreno, que afirma rotun- 
damente, sin dar á conocer la prueba técnica contenida en los 
trabajos de los especialistas? Tarde es ya para resolver esa cues- 
tión, pero lo que hoy es evidente es que ahora no debe demorar- 
se la publicación de aquellos estudios. Es preciso que el mundo 
científico los conozca, y se convenza de su exactitud. Si, con 
nuestra habitual non curanza, dejamos inéditos esos trabajos, 
para nuestra condenación bastará comparar con las chilenas la 
pobreza franciscana de nuestras publicaciones al respecto... 

— Desgraciadamente, es terrible la comparación. A ese paso, 
Chile va á concluir por mistificar la opinión científica en todas 
partes del mundo, y las pretensiones actuales de Bulnes sobre 
la fantástica Patagonia chilena^ y el valle 16 de octubre^ y 
todo lo demás, tienen probabilidades de venir á complicar la 
cuestión, suscitarnos nuevas dificultades, y quizá enredar el ar- 
bitraje eventual, que se ha pactado como final de drama. 

Resultan, además, confirmadas sus previsiones, hasta en lo 
que Vd. se negaba á conceder : á saber, que el gobierno argen- 
tino no saldría de su apatía y que no se preocuparía de hacer en 
el exterior la propaganda del caso, pues si algo se ha hecho, 
nada ha trascendido al respecto, y las publicaciones geográficas 
siguen con « el chilenismo » á que Vd. se referia. 

— Por eso hay que aplaudir la publicación del trabajo de 
Moreno, lamentando que no se den á luz las diversas memorias 
científicas encomendadas á los técnicos de la expedición. El 
museo debía publicar un número extraordinario de sus Anales^ 
para dedicarlo á esos trabajos^ y hacerlo circular con profusión 
en el mundo científico. 



— De modo que^ á pesar de la pericia y buena voluntad de 
Moreno, aún suponiéndole tan avisado que Barros Arana no lo 



LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA « HABILIDAD » ARGENTINA 57 

envuelva en sus hábiles redes ; en deBnitiva, parece que si Chile 
no logra por las buenas hacernos suscribir actas de deslinde que 
le regalen las codiciadas 5000 leguas patagónicas, habrá que ir 
al arbitraje, porque no supongo que haya que recurrir á la ulti- 
ma patio.,, 

— Sin duda. Se irá al arbitraje. Si bien, vuelvo á repetir á 
Vd., los hombres nuevos que vengan al gobierno en la próxima 
presidencia — porque me resisto á creer que continúe la política 
desgraciada de la actual cancillería de la Casa Rosada — pue- 
den cambiar fácilmente todo. Bastará un poco de energía y de 
habilidad diplomática, pues afortunadamente el derecho nos asiste 
y hasta el sentido común nos habría de favorecer. 

— Ya nos habla La Tarde, de Santiago, de arbitraje como 
de una amenaza. Y recordará Vd. que hace algún tiempo se corrió 
que dos de los hitos en la provincia de Valdivia servirían de pri- 
mera materia al fallo de la reina Victoria. 

— Pero aquella noticia no tuvo confirmación, por más que 
parecía indicada, porque aquel arbitraje prematuro no podía ser 
sino un nuevo fracaso, consecuencia lógica de una polftica de 
no interrumpidos fracasos. 

El último de los pactos chileno-argentinos hizo creer á nues- 
tros vecinos que esa nueva derrota diplomática argentina haría 
inútil la demarcación sobre el terreno, y que para nosotros, man- 
tener numerosas comisiones técnicas, pingüemente rentadas, 
sería arrojar el dinero por la ventana. Habíamos claudicado de 
nuestros derechos y de nuestras pretensiones, dejando toda la 
cuestión en manos del gobierno trasandino ; el cual podía im- 
ponernos al día siguiente el « caso de arbitraje », y entregar al 
fallo de un tercero el principio mismo del criterio para la demar- 
cación. Los límites arcifinios sabiamente fijados por Carlos III, 
al crear el virreinato del Río de la Plata, quedaban así rotos, y 
entregada nuestra frontera á la (( buena voluntad » de nuestros 
vecinos. Y era preciso ser ciego para no apercibirse de que éstos 
nos habían llevado pacientemente al terreno que mejor les con- 
venía, poniendo todo en cuestión, y dejando para el arbitraje sus 
desmedidas pretensiones sobre lo que, por el derecho, por el he- 
cho y por la naturaleza, ha sido, es y será argentino. Cada tra- 
tado, cada pacto, cada protocolo, ha sido una transacción, vale 
decir, una cesión de nuestro territorio, — porque ambas cancille- 



58 LA POLÍTICA ARGENTINA 

rías, al emplear términos análogos, los interpretan de diverso mo- 
do: asi, transacción, significa en la terminología argentina, con- 
cluir un incidente á costa de un sacrificio, masó menos doloroso ; 
en la terminología chilena, significa simplemente ganar una nue- 
va concesión, sin abandonar ninguna pretensión, antes bien, au- 
mentándolas. 

El tratado de 1881 fué, es cierto, una transacción, pero hecha 
conscientemente por estadistas serios, que deseaban cortar así el 
nudo gordiano de la cuestión histórica. Si nuestra cancillería se 
hubiera atenido estrictamente al espíritu y á la letra del tratado, 
llevándolo sin demora y con método perseverante á la práctica, 
se habrían evitado las complicaciones posteriores. Pero nos olvi- 
damos de él, después de haberlo celebrado; dejamos pasar los 
años y que nuestros vecinos, alentados por la indiferencia nues- 
tra, incubaran nuevos apetitos... Aturdidos después ante las di- 
ficultades que nos promovieron, creímos salir del paso con pro- 
tocolos más ó menos reticentes, de modo que hemos venido des- 
virtuando el tratado famoso, y hoy se le han agregado tantos es- 
colios y acotaciones, que la glosa sirve para tergiversar el texto 
original. Esa es la obra de cancilleres inferiores á la tarea que 
desempeñan ; ese es el resultado del descuido de una diplomacia 
sin norte fijo y sin propósitos claros. Desgraciadamente, el país 
es quien paga los platos rotos. Lo que nos pasa es culpa exclu- 
siva nuestra, y Chile, de su punto de vista, hace perfectamente 
en aprovecharse de nuestra inhabilidad y en sacar todas las ven- 
tajas que pueda. 

El protocolo último fué el colmo de los colmos : . Chile nos 
arrancó el arbitraje obligatorio, renunciando nosotros á determi- 
nar la materia del arbitraje : de modo que cualquiera de las más 
fantásticas pretensiones chilenas puede servir para constituir « el 
caso )). 

¿Cuál sería « el caso » que Chile elegiría? Era lo único que 
un argentino no podía prever. Lo que sí podía afirmar es que, 
apenas conviniera á Chile, se nos arrastraría al arbitraje, en la 
más desfavorable y desairada de las posiciones, y sin que Chile 
corriera riesgo de perder una pulgada de lo suyo, sino antes bien 
en situación de recibir, á título de juicio salomónico, una porción 
más ó menos grande de lo ajeno. 

Por eso, en una carta que dirigí á uno de nuestros diarios en 



LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA (( HABILIDAD )) ARGENTINA 59 

aquel entonces (1) decia : « El desastre diplomático es irrepara- 
ble. Hoy es deber de todo argentino contribuir á disminuir las 
consecuencias, y concurrir en la esfera posible á facilitar la tarea 
del abogado argentino que el gobierno envíe á Londres, paraex- 
poner y defender nuestros derechos ante el arbitro constituido. 
Si esa misión es bien confiada y mejor desempeñada, aún es po- 
sible salvar mucho de lo que impremeditadamente se ha puesto 
en cuestión ». 

— Entonces Vd. ha creído que el arbitraje seria inmediato, á 
pesar de que el gobierno constantemente ha declarado que no 
era sino mediato, y que lo inmediato era solucionar ambas partes 
directamente toda dificultad... 

— Eso podría ser pour la galerie. Tan evidente era la exac- 
titud de mi opinión, que la prensa londinense ha afirmado con 
persistencia que el doctor Pellegrini seria el abogado ad hoc, y 
que emprendería su viaje á mediados del presente año. Más aún : 
Chile tiene ya en Londres una misión extraordinaria, destinada 
á servir de asesor legal en el juicio de arbitraje. 

Entiéndase bien que siempre el arbitraje deberá recaer sobre 
un caso concreto, pero jamás sobre el principio mismo de la de- 
marcación : Chile, en el congreso pan-americano de Washing- 
ton, defendió explicitamente esa doctrina, y su cancillería no 
seria osada á defender hoy una pretensión que entonces con- 
denó. La pendiente fatal de su sinrazón la Ibva, sin embargo, 
en ese camino, pero desea llegar á él como una transacción para 
calmar la vocinglería de su prensa regimentada. 

Chile, mientras tanto, ha apresurado sus trabajos de propa- 
ganda técnica en Europa y principalmente en ínglaterra, donde 
su hábil diplomacia ha asegurado el concurso de una serie de 
geógrafos y escritores que, en las revistas científicas y en la 
prensa general, tratan constantemente la cuestión y siempre en 
sentido favorable á las más avanzadas pretensiones chilenas. 
Puede decirse que la opinión europea está hoy decididamente 
impresionada á favor de Chile, Además, nuestros vecinos han 
tenido la habilidad de estar atentos al movimiento cartográfico, 
y donde debia publicarse un atlas geográfico cualquiera, que 



(1) Propaganda geográfica anti- argentina. Carta á La Prensa (núme- 
ro de junio 19 de 1896). 



60 LA POLÍTICA ARGENTINA 

comprendiera un mapa de Sud- América, los agentes de la diplo- 
macia chilena lograban introducir, por medio de lineas y colores, 
las pretensiones trasandinas. La revista geográfica más notable, 
y cuyas aseveraciones hacen f e : las Pettermann's Mitiheilun- 
gen, de (jotha, está, puede decirse, al servicio de Chile. Esta 
propaganda constante, hecha por sabios europeos y en un terreno 
puramente cientifíco, ha sido como la gota que horada la piedra : 
á fuerza de repetir en artículos y de reproducir en los mapas, 
las pretensiones chilenas, la inmensa mayoría las considera hoy 
como la expresión imparcial de la verdad y mirará con irritado 
asombro que nos presentemos objetándolas. 

En ese sentido decía en la ya citada carta : « es urgentísimo 
que nuestra cancillería dirija hábilmente la acción de nuestras 
legaciones en Europa, para que difundan entre los círculos téc- 
nicos y donde corresponda, el conocimiento de nuestros derechos, 
distribuyendo libros y mapas, haciendo la propaganda del caso, 
á fin de llevar á la opinión autorizada europea el conocimiento 
claro de la razón que nos asiste ». ¿ Hemos hecho algo en ese 
sentido?... NihiL Dejamos á nuestras legaciones sin instruc- 
ciones precisas, esterilizando asi tan valiosos elementos ; más 
aun : se les prohibe que procedan mota propio, debiendo espe- 
rar órdenes... y éstas no llegan! 

Por eso he aplaudido los trabajos científicos del museo de La 
Plato, y Li tirada aparte del de Moreno, lamentando que no 
se apresure la publicación de la serie de memorias científi- 
cas, resultado de aquellas exploraciones. Trabajos semejantes 
deberían hacerse circular profusamente, dentro y fuera del 
país. 



— Lo que sacamos en claro, sin embargo, es que ha desapa- 
recido « la cuestión del norte », que tanto preocupó en el debate 
anterior. Hoy lo que está sobre el tapete es « la cuestión del sur d. 
La Puna de Atacama será entonces tranquilamente entregada á 
su dueño, ó sea á nuestro país, á despecho de las habladurías 
de los diarios chilenos, y de aquel ruidoso decreto del gobierno 
trasandino, encomendando al agrimensor San Román la con- 
fección de un mapa de Chile, incluyendo expresamente la 
zarandeada Puna... 



LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA (( HABILIDAD » ARGENTINA 61 

— Eso lo Único que demuestra es que el gobierno chileno, 
dueño de escoger el terreno, ha elegido el del sur, porque más 
le conviene. Vd. recordará que en esa sección se colocó el fa- 
moso « hito de los discursos », con una ridicula efusión de ame- 
ricanismo de zarzuela, por parte nuestra, y con un metódico 
informe de la comisión chilena, haciendo constar que el hito se 
hallaba en la linea del dioortium aquarum. 

— ¿Entonces la Puna está fuera de cuestión? 

— Nunca ha corrido más peligro. La revisión del hito de San 
Francisco parece ser un mito, y su colocación en su verdadero 
lugar, ó sea en el portezuelo de Maricunga, un sueño de las mil 
y una noches. 

— ¿Cómo explicar las seguridades dadas por el perito Mo- 
reno en alguno de sus primeros reportajes chilenos? 

— ¿A cuál de los reportajes se refiere Vd. ? En el de La Li- 
bertad Electoral, leo estas palabras de nuestro perito : a No hay 
arbitraje para la parte comprendida entre los paralelos 23 y 26, 
sino desde el paralelo 26 al 52. No cabe ninguna dificultad. 
Todo se reduce á conocer y hacer amplios y detenidos estudios 
sobre el terreno )). 

Me dirá Vd. de paso que esta última declaración habria hecho 
sonreir, si poco tiempo después el gobierno hubiera sometido á 
arbitraje dos hitos, olvidándose de que el perito pedia previa- 
mente (( estudios amplios y detenidos ». GUssons, rCappuyons 
pas, Pero respecto de la primera afirmación, ella se ajusta á la 
letra del protocolo de abril 17 de 1896, que dice : (( debiendo tra- 
zarse la linea divisoria entre el paralelo 23 y el 26*^ 52' 45" con- 
curriendo á l,a operación ambos gobiernos y el gobierno de 
Bolivia, que será solicitado al efecto ». 

¿Por qué se ha abstenido nuestro gobierno hasta ahora de 
obligar al de Bolivia, á que concurra á la operación? Cuando 
se envió de aqui á Sucre la misión del doctor Dardo Rocha, se 
creyó que ese fuera uno de sus objetos. Aquel diplomático cele- 
bró un protocolo, el protocolo Rocha-Cano, en dicitmbre de 
1895, pero nuestra cancillería lo ha arrojado al polvo del archi- 
vo, á juzgar por el silencio guardado. ¿Por qué tanto misterio? 
La Puna es territorio argentino desde el tratado con Bolivia de 
1889, reformado y ratificado en 1891. El protocolo Rocha-Cano 
no puede ser sino la solemne confirmación de ese hecho, y su 



62 LA POLÍTICA ARGEPíTlNA 

publicación es imprescindible, porque termina con las continuas 
tergiversaciones. 

El Heraldo, de Valparaiso, lo ha reconocido hace poco : « En 
efecto, dice, si Solivia ha transferido esa parte de su territorio á 
la República Argentina, su gobierno lo declarará lealmente. En 
tal caso, el gobierno de Chile,, haciendo honor á su palabra em- 
peñada en pacto solemne, aceptará como linea divisoria con la 
República Argentina el mismo deslinde que tuvo con BoUvia 
hasta el añp 1879, conforme al acta pericial de Pissis y Mujia )). 

Y bien : he ahí el quid de la cuestión, y la explicación de por 
qué Chile deja dormitar la cuestión de la Puna, y se apresura á 
forzar el arbitraje en la región del sur. El protocolo Rocha- 
Cano establece terminantemente el hecho de que el territorio 
cedido por Bolivia á la Argentina, en la Puna, está dividido de 
Chile por la línea Pissis y Mujia ; ahora bien : esa línea es la 
famosa linea anticlinal ó sea la de c las más altas cumbres del 
encadenamiento principal de la cordillera », es decir, la doc- 
trina histórica, geográfica y jurídica de los tratados, defendida 
siempre por nosotros. La cancillería chilena conoce el protocolo : 
no le conviene provocar su publicación, porque ese derecho nos 
da razón y resuelve la controversia ficticia sobre el criterio de la 
demarcación. Aclarado ese puntó en el norte, jamás pediría el 
arbitraje para el sur, pues el arbitro tendría clara é incontrover- 
tiblemente fijado el criterio de la linea divisoria, en el de la 
linea Pissis y Mujia. 

La inhabilidad de nuestra cancillería ha consistido en no an- 
teponer á todo la cuestión de la Puna, y no usar en el acto del 
protocolo Rocha-Cano. Ha dejado que Chile, apercibido del pe- 
ligro, se precipite á ganarnos de mano, y pueda cualquier dia 
forzar la decisión del arbitro, eligiendo los hitos que parezcan 
ser más favorables á sus pretensiones. 

Tan es así, que Chile, perfectamente al tanto de lo que pasa, 
se ha apresurado á salvar las formas^ y ha solicitado del gobierno 
de Sucre su concurrencia á la demarcación, haciendo que la can- 
cillería boliviana le conteste en forma ambigua, llena de reti- 
cencias, y solicitando una serie de aclaraciones previas, que 
Chile naturalmente ha dejado en suspenso contestar. Mientras 
tanto ¿qué hemos hecho nosotros?... Nihil, Porque nos hemos 
concretado á solicitar á nuestra vez la concurrencia de Bolivia, 



LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA « HABILIDAD )) ARGENTINA 63 

pero, á su pedido de (( aclaxaciones )), no hemos dado otra respues- 
ta que dirigirnos con ese objeto á Chile, donde han encarpetado 
la contestación . Y nos quedamos como si nada pasara. 

Ahora bien, habiendo sido expresamente exceptuada del arbi- 
traje la cuestión de la Puna, resulta que, dirimido el litigio del 
sur, nos quedará el del norte, con esta circunstancia agravante : 
que el tiempo que transcurra crea en cierto modo derechos para 
Chile, (( porque — como lo dijo su ministro Alfonso — la posesión 
de hecho se afirma y afianza más y más, y en defecto de cuales- 
quiera otros títulos, éste es de los mejores )). 

Pero, preciso es convencerse de que aun cuando deje Chile 
en pie la cuestión del norte, lo que le interesa es el sur, ó sea los 
valles andinos, las fértiles regiones situadas de este lado de la 
cordillera, y que, para más sangrienta ironía, tenemos hasta men- 
suradas y pobladas, como el valle 16 de Octubre. 

— Sin embargo, esa colonia es bien argentina; está en estado 
próspero, y el gobierno del territorio del Chubut se enorgullece 
de ella. Más aún : el congreso, en 1896^ reglamentó la escritu- 
ración de terrenos á los pobladores de dicha colonia, y entonces 
se dijo : « si la colonia 16 de Octubre fuese sometida á arbitraje, 
el hecho significaría que se ha puesto en litigio todo lo más im- 
portante y valioso de la Patagonia, y que es la base déla riqueza 
del vasto territorio, á despecho de hallarse al oriente de la cor- 
dillera de los Andes, en su encadenamiento principal )). 

— Exactísimo. De ahí que el diario á que Vd. se refiere^ La 
Prensa, agregara con ese motivo : « Por lo tanto, el protocolo 
se caracterizaría como una completa y desastrosa derrota de la 
diplomacia argentina. No podemos consentir ni creer posible 
tamaña monstruosidad. Poner esta parte de la soberanía en jui- 
cio de arbitros, sería como comprometer en la misma forma el 
pueblo del Chubut ». Y, sin embargo, el articulo de Gonzalo 
Bulnes, que fué el punto de partida de esta conversación, es jus- 
tamente lo que pretende. 

Por eso, mucho me temo que el propósito chileno sea ir direc- 
tamente á un arbitraje ambiguo, y que está al acecho del caso 
favorable. 



¿De manera que Vd. es contrario m totum al arbitraje? 



64 LA POLÍTICA ARGENTINA 

Sin embargo, lo hemos pactado... Y ese es el reproche que hacen 
algunos á los que llaman « los chaumns argentinos ». 

— Son apreciaciones miopes, debidas á extranjeros que sólo 
conocen superficialmente la cuestión. El arbitraje lo hemos pac- 
tado; siempre hemos abogado por él, y es tradición honrosa de 
nuestra cancillería. Chile, por el contrario, siempre lo rehuyó, 
á él se opuso en el congreso pan-americano de Washington; y 
tuvo que pactarlo en nuestra cuestión, á instancias nuestras. Es, 
pues, una bandera argentina la que, vuelta al revés, hacen fla- 
mear ahora como pendón chileno. 

En la campaña periodística de El Tiempo ^ y en mi libro so- 
bre La política chilena en el Plata,he defendido el arbitraje ra- 
cional, es decir, sobre casos concretos y divergencias determina- 
das. Eso es lo que establecen los tratados. Someter al arbitro 
la demarcación en globo, sin que de fado se haya producido 
disidencia en un hito dado, sería absurdo, contrario á los trata- 
dos, y equivaldría á poner en cuestión el principio mismo déla 
demarcación, ó sea la línea arcifinia, que se ha estipulado expre- 
samente sea la cordillera de los Andes, en hn más alias cum- 
bres del macizo central, aunque corte ríos ó partes de ríos. 
Ese principio jamás puede ser sometido á arbitraje. Eso lo he sos- 
tenido j lo sostengo. Sé bien que por eso algún extranjero me 
ha llamado chauvin, pero... no se puede contentar á todo el 
mundo. 

Chile se encarga de explotar esos juicios: para él todos los ar- 
gentinos somos chaumns, jingoes, patrioteros; todos los chile- 
nos son patriotas desinteresados, imparciales, sinceros. Es una 
táctica sencilla ad usum populi. Mientras tanto, sabe bien cuan 
absurdo sería pretender un arbitraje general, y no se atrevería á 
insinuarlo; busca preparar la atmósfera para que, apenas elegido 
un caso, cuente con las probabilidades de un fallo favorable, lo 
que no impedirá que trate siempre de arrancarnos, por vía de 
un nuevo protocolo, alguna concesión. 

La constancia de Chile es, en esto, admirable, y algo sabe de 
ella el señor Bulnes, pues cuando fué ministro de su país en Ale- 
mania, contribuyó no poco á fomentar aquella nube de artícu- 
los, estudios y comunicados, debidos á geógrafos, á escritores, á 
viajeros, que aprovechando cualquier pretexto, dan como única 
solución científica de la controversia de límites la doctrina de 



LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA (( HABILIDAD » ARGENTINA 65 

Barros Arrana sobre el divorcio continental» Hasta los atlas 
geográficos últimos, ¿recuerda Vd. el de Philipps, de 1896?, dan 
como cosa «arreglada » y como lo más natural del mundo, la lí- 
nea chilena, de modo que la opinión inglesa tendrá como ar- 
tículo de fe que esa linea corresponde. Ahora bien, conocido el 
procedimiento universal en casos de arbitraje, confiado aun so- 
berano ó á un gobierno, sabido es que la reina Victoria nombra- 
rá una comisión de geógrafos ó personas técnicas, á la que pa- 
sará los antecedentes para su estudio y para que redacte la solu- 
ción que firmará en seguida, convirtiéndola en fallo arbitral. 
Los miembros que compongan esa comisión son, pues, en defi- 
nitiva, los que van á fallar: si viven en una atmósfera científica 
adversa á nuestros derechos, acostumbrados á encontrar acepta- 
da como únic^ solución la pretensión chilena, en los atlas y en 
los mapas más modernos, es indudable que, prima facie, se in- 
clinarán á favor de Chile. El abogado argentino tendría queha- 
cer esfuerzos sobrehumanos, é ir bien munido de extraordinarios 
elementos probatorios, para cambiar esa predisposición desfavo- 
rable. 



— Entonces seria oportuno agitar la opinión pública argen- 
tina, para sacar de su apatía al gobierno actual, pues la prepa- 
ración del terreno, en caso de arbitraje, no es cosa de un día. 
Además, en Chile la grita periodística aumenta día á día; y se 
habla desembozadamente de la guerra, se excita el celo de Kór- 
ner y de sus famosos « lansquenetes )) tudescos, se obliga á las 
cámaras á celebrar sesiones secretas, y se anuncia ruidosa- 
mente que se ordena á Europa la compra de millones de ba- 
las... 

— Vd. ha caracterizado esta tormenta : « se anuncia rui- 
dosamente» dice Vd., así es. Crea que si hubiese un propósito 
serio, no se haría la cosa tan « ruidosamente ». En Chile están 
acostumbrados á corrernos con ruido de latas : sus rotos saben 
que, golpeando sobre los guardamontes, en el acto se ha creído 
aquí en el fantasma de la guerra, y que el sentimiento de la paz 
ha impuesto á nuestros gobiernos, en esos casos, el pasar por 
las horcas caudinas. Pero han abusado del sistema, y, como 
en la fábula del pastor y del lobo, á fuerza de gritar por chacota : 



66 LA POLÍTICA ARGENTINA 

« al lobo, al lobo », han desvirtuado el efecto, y hoy nadie se 
preocupa de su gritería. No tema Vd.: no habrá guerra... por 
ahora. Estoy seguro de que ciertos estadistas trasandinos, dema- 
siado seducidos por el miraje de una politica a á la Portales », 
están convencidos no sólo de la necesidad, sino hasta de la con- 
veniencia de una guerra : en 1836, la declararon á la confede- 
ración perú-boliviana, sin la sombra de un pretexto, porque con- 
venia dar empleo á la actividad del pueblo, reducido ala mi- 
seria, por la crisis del trigo; en 1879, la declararon al Perú y 
á Solivia, sin razón alguna, tan sólo porque era necesario ocu- 
par al pueblo, agobiado por la crisis del cobre ; hoy, estarían 
dispuestos á declararla á la Argentina, pues creen que es indis- 
pensable distraer al pueblo, inquieto por la crisis del salitre. No 
olvide Vd, que las guerras internacionales de Chile han coin- 
cido siempre con la crisis del principal producto en que basaban 
su riqueza... 

Creo, sin embargo, que Chile no declarará la guerra, y me 
parece que obra así cuerdamente. En nuestro país, no habría 
gobierno que provocara semejante guerra, ni nadie que la de- 
see : todos aquí claman por la paz, porque todos necesitan de 
ella para trabajar y hacer prosperar sus intereses. De modo que 
no tendremos guerra. 

Pero Chile conoce demasiado nuestro profundo, y á veces exa- 
gerado, amor por la paz. Sabe que nuestro actual gobierno es 
timorato hasta lo imposible: conoce al presidentC'actual, por su 
larga residencia trasandina, y sabe cuan contrario es á toda so- 
lución belicosa... De la cancillería argentina de hoy no hay que 
hablar... De modo que hace muy bien Chile en intentar esta 
campaña deseperada de grita periodística, de meetings, de dis- 
cursos inflamables, de sesiones secretas, e aínda mais, á fin de 
ver si atemorizan del todo á la Casa Rosada, y le arrancan un 
nuevo protocolo, con nuevas concesiones. He ahí el peligro. Ya 
este gobierno parece ñaquear : el haber consentido en el viaje 
inopinado ó impolítico del perito argentino, sacándolo de San- 
tiago en términos que los diarios chilenos han interpretado como 
una cuasi fuga y como una tácita retractación, ha sido de una 
« habilidad » singular. 

Por otra parte, justo es confesar que en Chile son lógicos al pro- 
ceder como lo hacen. Hasta ahora esa táctica ha consistido en ex- 



LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA (( HABILIDAD )) ARGENTINA 67 

aoerbar la cuestión internacional; llevar la opinión al borde del 
abismo; inflamar las masas con la perspectiva de una guerra in- 
mediata; influenciar la atmósfera suspicaz en que vive el mundo 
bancario; y, como consecuencia fatal, ejercer indirectamente 
presión sobre el gobierno argentino, arrancarle una nueva con- 
cesión^ 7 calmar con ella el apetito araucano. Asi hicieron en 
1881; así lo repitieron en 1893; asi lo renovaron en 1895; y así 
obraron en 1896; tal lo intentan nuevamente ahora. Nosotros cu- 
bríamos cada concesión con la capa de un pretendido triunfo : 
« hemos definitivamente comprado la paz », se decía al pueblo, 
y el pueblo aplaudía. Un par de años después, resulta que no 
hemos comprado nada, por lo menos « defínitivamente » : hay 
que recomenzar, y que recorrer el consabido via-crucis. La 
gritería va in crescendo : repercute en Europa; los banqueros 
suspenden sus negocios con nosotros, la inmigración se para- 
liza, los negocios dentro del país se estancan, los capitales se 
tornan medrosos; entonces principíala grita anónima de la po- 
blación, que pide paz á todo trance... y los gobiernos ceden, y 
cubren su cesión con el consabido manto : de que « ésta es la 
definitiva)), agregando, para los recalcitrantes, « no estamos 
preparados ))! Esta ha sido toda la a habilidad )) argentina en 
presencia de la marcha perseverante de la diplomacia chilena, 
que no ha tenido ni siquiera que variar el juego : eso es lo que 
se intenta otra vez en estos momentos; eso es lo que significa la 
vocinglería trasandina, sus amenazas demasiado (( ruidosas )), y 
todos los demás aditamentos de la presente campaña periodís- 
tico-política de tras-los-montes. 

La terrible situación económica de Chile es el factor más pe- 
ligroso en esta emergencia : no sólo su bancarrota fiscal está \ 
próxima, sino que la inconversión es deseada por medio Chile, 
hipotecado á oro al otro medio : de ahí viene la gritería perio- 
dística, que sólo tiene eco en un círculo reducido de lectores, ya 
que los rotos chilenos son analfabetos en su cuasi totalidad. La 
miseria del pueblo, que no encuentra trabajo en parte alguna, se 
presta á estas excitaciones quijotescas; pero los estadistas trasan- 
dinos conocen demasiado su responsabilidad, para arriesgarse á 
una aventura guerrera, que pondría seguramente en peligro sus 
fructíferas conquistas del Pacífico. Lo único que puede encegue- 
cerles es que nosotros descuidemos los asuntos militares, que 



68 LA POLÍTICA ARGENTINA 

DO regularicemos nuestras administraciones técnicas, y comple- 
temos nuestros preparativos bélicos. S¿ vis pacem.,. 

Además, preciso es reconocer que la cuestión andina es, en 
Chile, un arma de combate para la política interna, de la que se 
apoderan los varios círculos y facciones partidistas, para hacer 
y deshacer efímeras coaliciones parlamentarias, más ó menos 
híbridas— ¿ quiere Vd. algo más inexplicable que la actual coa- 
lición conservadora-balmacedista, compuesta de los implacables 
enemigos y de los fieles amigos del mártir de 1891 ? ¿ no están 
ambos grupos separados por divergencias irreconciliables de 
doctrina, y por los odios imborrables de la revolución del 91 
y de los terribles salteos santiaguinos ? — practicando así el 
remedo de parlamentarismo británico, que les obliga á cambiar 
ministerios cada trimestre, y reduciendo al presidente constitu- 
cional al papel de rey viga ; mientras que es funcionario res- 
ponsable y que carece del derecho de disolución del parlamento, 
las dos condiciones típicas del sistema. Esa peligrosa instabili- 
dad gubernamental trata de corregirse, de vez en cuando, agitan- 
do el trapo rojo del peligro internacional, á fin de acallar las 
aspiraciones banderizas y disciplinar momentáneamente á los 
grupos díscolos, en que se ha fraccionado el otrora gran partido 
liberal. La profecía de Balmacedase realiza: no podrá haber go- 
bierno serio, mientras esté subordinado á coaliciones enfermi- 
zas de banderías parlamentarias. Y eso constituye un grave pe- 
ligro para nosotros, pues estamos condenados áser el eterno Mam- 
brú del <( parlamentarismo )) trasandino. 

Por supuesto, el que conoce á Chile y sus hombres públicos, 
sabe que hay allí estadistas de valer y de largas vistas, que la- 
mentan en silencio ese malgaste de fuerzas, y que desearían en- 
contrar el medio de marchar en armonía con la Argentina, á fin 
de que ambos países puedan desenvolverse sin trabas ni recelos, 
en lugar de esterilizar sus fuerzas é insumir sus recursos en es- 
ta perpetua guerra in tempo di pace, sosteniendo una paz arma- 
da ruinosa, desacreditándose ante el extranjero, y desempeñan- 
do un papel que, á los ojos de los hombres circunspectos de go- 
bierno, tiene tintes subidos de ridículo. La solución de la dificul- 
tad es quizá el huevo de Colón . Abrigo la convicción de que se 
/ ha de arribar á ella, y deque bruscamente podrá cambiarse esta 
. ; politiquilla enfermiza de las desconfianzasy las chicanas, en una 



LA DIPLOMACIA CHILENA Y LA « HABILn)AD )) ARGENTINA 69 

política americana amplia, cimentada en la armenia de Chile y 
la Argentina, haciendo desaparecer el aparente antagonismo de 
sus intereses. 

Pero eso no podrá suceder mientras nuestra cancillería y nues- 
tra diplomacia estén confíadas á manos inhábiles y á los vaive- 
nes de una perpetua timidez é indecisión. Afortunadamente, se 
vislumbra ya una saludable reacción en ese sentido. Por eso 
espero y confio que nada substancial será resuelto por nuestro 
gobierno actual, que está en vísperas de concluir. La nueva pre- 
sidencia tendrá que preocuparse de resolver definitivamente 
esta cuestión, que se convierte en periódica y fatigante amenaza, 
debido tan sólo ala inhabilidad argentina. Espero que no llega- 
rá el caso de recurrir al arbitraje, y confio que el nuevo presi- 
dente sepa resolver definitiva y fundamentalmente este enredo, 
y deje terminada y enterrada la histórica cuestión. 

No creo, pues, sea conveniente dar importancia á la agitación 
periodística chilena : es una tormenta en un vaso de agua. 
Dentro de poco todo habrá cambiado. Esperemos la acción del 
nuevo gobierno argentino. 



CAPÍTULO IV 



LA POLÍTICA ARGENTINA EN LA CUESTIÓN DE LÍMITES CON CHILE, 
Y SU INFLUENCIA SOBRE EL EQUILIBRIO CONTINENTAL SUDAME- 
RICANO (1). 



La espada de Damocles, de una guerra posible entre Chile j 
la Argentina, parece haber estado, y aún estar, á punto de des- 
colgarse sobre la cabeza de ambos países, atrasándolos de me- 
dio siglo y comprometiendo su porvenir político y económico. 
Ese peligro ha mantenido, y mantiene, en zozobra á las demás 
naciones sudamericanas, sobre todo á las que lindan con los 
presuntos adversarios. La intranquilidad que ésto produce ha 
repercutido en Europa, por ser estos países el refugio de su 
excedente de población y el mercado para el empleo de sus ca- 
pitales inactivos. De modo que la cuestión de límites chileno- 
argentina se ha elevado á la categoría de cuestión continental y 
de problema mundial . 

Hemos pasado por las alternativas de paz y guerra inminentes, 
sufriendo todos los inconvenientes reales de semejantes cambios 
bruscos. 

La situación internacional no puede ser más vidriosa. La 
prensa diaria la envenena, puede decirse, con sus comentarios 
violentos, sus exageraciones irreflexivas y sus indiscreciones 

(1) Esta entrevista (véase La Quincena, de julio pasado) es un 
estadio completo de la faz actual del litigio y de sus proyecciones 
en la política continertal. Puede que el resultado de la reunión actual 
de los peritos llegue á modificar sus conclusiones, pero hemos creído 
deber incluirla en el presente libro, por ser la última palabra del autor 
sobre la eterna cuestión. (Nota del editor,) 



72 LA POLÍTICA ARGENTINA 

verdaderamente culpables. La de Chile parece haber perdido toda 
noción de justo medio en esto, y son innumerables las enormi- 
dades de todo género á que se ha entregado. La de este país ha 
conservado mayor sangre fria, y parece querer discutir la cues- 
tión con un ligero dejo de escepticismo ; pero, á las veces, ha 
caído en la irresistible tentación del noticierismo, y no ha sabido 
evitar indiscreciones lamentables: o. g. aquella sobre la compra 
de los barcos que se construían para el Brasil, y que, revelada 
á destiempo, hizo imposible tal adquisición. Alguien ha dicho 
que el arte, el secreto de un periodista honrado, consiste no en 
saber lo que debe decir, sino lo que debe callar. 

Pero no lo es menos que una indiscreción no seria posible sin 
un funcionario débil ó imprudente. De todas maneras, hemos 
conceptuado siempre como un deber de la prensa seria — sobre 
todo, de la prensa periódica, que á ello más se presta por su am- 
plitud misma — el estudiar las cuestiones del dia, y sobre todo 
las de carácter internacional, con criterio sereno v levantado. 
Para nada entra en esto la información periodística, que por en- 
tero incumbe al diarismo ; de modo que no puede haber peligro 
de indiscreción posible. Por ende, deseosos de tener á nues- 
tros lectores al corriente del estado en que se encuentra la 
cuestión con Chile, que preocupa en estos momentos, casi en 
absoluto, los ánimos de todos, hemos pedido de nuevo al Dr. 
Ernesto Quesada — que ya en otras ocasiones ha tenido la defe- 
rencia de darnos su opinión sobre estos asuntos — quiera expli- 
car, según su personalisimo criterio, el carácter y alcance de la 
faz actual de la situación internacional . 

La entrevista que con él hemos tenido, puede traducirse como 
sigue : 

— Doctor, nuevamente vengo á pedirle para La Quincena su 
franca opinión sobre el estado actual de nuestra cuestión con 
Chile. Flota en la atmósfera el presentimiento de que una gue- 
rra puede ser inminente, y desearía que Vd. me explicase cómo 
sería posible desenlace semejante, después del rosario de trata- 
dos, convenciones, protocolos, actas y demás documentos diplo- 
máticos, que han establecido y repetido que el arbitraje sería 
la única solución en el peor de los casos. 

— Me parece escusado hablar á Vd. de lo que todo el mundo 
siente, si bien pocos lo dicen. Además, parece Vd. creer que de 



LA política continental ^ LA CUESTIÓN DE LÍMITES 73 

lo que se trata es exclusivamente de la demarcación técnica de 
la línea de fronteras, y del recurso arbitral local en caso de de- 
sacuerdo de los peritos: se atiene Vd. ala letra de los pactos... 

Ahora bien, preciso es convenir que, sin quererlo sin duda, he- 
mos propagado la corruptela de considerar á los peritos como 
simples funcionarioá de los gobiernos, de modo que aparecen és- 
tos interviniendo en todos los incidentes de la demarcación, en 
los estudios previos, y en las divergencias de las subcomisiones 
en materia aún no tomada en cuenta por los peritos mismos. 
Los peritos son jueces arbitros: ellos practican la operación téc- 
nica de la demarcación — « deberán ejecutar en el terreno la 
demarcación de la linea», dice el protocolo Lastarria-Uriburu — 
y, para usar del texto mismo del tratado de 1881, a en caso de no 
arribar á un acuerdo, será llamado á decidirlo un tercer perito 
designado por ambos gobiernos », con cuyo carácter ha sido in- 
vestida la corona de Inglaterra, según el pacto Guerrero-Quirno 
Costa. Se trata, pues, de un tribunal arbitral, cuya primer ins- 
tancia la forman los dos peritos existentes, y cuya última ins- 
tancia, en caso de apelación de parte, la constituye la Ingla- 
terra. 

Los gobiernos, pues, no son sino partes en el juicio arbitral; 
nada tienen que ver con los peritos, que son los jueces. Es, pues, 
hasta incorrecto atribuir álos peritos el carácter de funcionarios 
subalternos, porque esto menoscaba su majestad de jueces. Esa 
confusión es la que autoriza la grita prematura del diarismo, 
pues para que hubiera fundamento á suponer una dificultad 
cualquiera, es menester que ésta se produzca, y, dentro de los tér- 
minos de los tratados, esta nunca puede quedar sin solución. 

Los peritos organizan sus trabajos con entera independencia 
de los respectivos gobiernos, cuya única y exclusiva interven- 
ción en ellos es darles el personal y recursos que soliciten. Nada 
deben saber los gobiernos de lo que los peritos hagan ó discutan: 
son actuaciones ó deliberaciones de tribunal, en las cuales los 
litigantes no pueden inmiscuirse. Cuando los peritos den su fa- 
llo, esto es, cuando resuelvan un punto, sea la colocación de un 
hito ú otro asunto cualquiera, se notifica sencillamente á las 
partes, no para solicitar su asentimiento, sino tan sólo para que 
acaten sin discusión lo resuelto. Si el fallo es de acuerdo entre 
los dos jueces peritos, las partes litigantes no tienen nada 



74 LA POLÍTICA ARGENTINA 

que observar, porque de antemano han renunciado al derecho 
de apelación. Si el fallo es en desacuerdo entre los jueces peri- 
tos, entonces viene, por el propio ministerio de la ley, vale de- 
cir, por las estipulaciones de los pactos vigentes, la apelación en 
ambos efectos al tercer perito, que ipsofacto queda constituido 
en arbitro único. Cualquiera que sea el fallo de éste, las partes 
litigantes tienen que acatarlo. Sólo pueden desviarse de este pro- 
cedimiento, en el único caso expresamente exceptuado : á saber, 
si^ notificados del fallo en desacuerdo, lograran celebrar un 
arreglo directo entre ambas partes, lo que ipsojure haría inne- 
cesaria la apelación ante el tercer perito, ó sea el arbitro único. 
Ese trámite no es obligatorio, sino facultativo; es decir, que am- 
bos gobiernos pueden ó no ensayarlo: si lo ensayan con éxito, 
la dificultad termina ahí; si lo ensayan sin éxito, ó si prefieren 
no ensayarlo, corresponde /wrw et dejare la apelación ante el 
arbitro. 

Tal es el procedimiento solemnemente establecido. Es^ pues, 
una corruptela ó una chicana avocarse previamente cualquier 
dificultad, real ó eventual. Mientras los peritos no hayan dado 
su fallo, les está vedado á las partes, por decoro propio, interve- 
nir en el litigio. Menos, pues, puede inmiscuirse la prensa y 
dar por existentes dificultades más ó menos imaginarias: las di- 
ficultades sólo pueden fluir del fallo pericial. 

No hay, pues, ni haber puede fundamento legalmente serio 
para discutir ahora el procedimiento de la demarcación. Es abu- 
sivo todo lo que al respecto se haga, fuera de lo que dispongan 
los peritos. De ahí que, en realidad, no existan las decantadas 
dificultades en la demarcación. Si se las inventa ó se las discu- 
te, es porque se las toma por simple pretexto para encubrir mo- 
tivos ó disidencias de otro orden. Cualquier observador frío é 
imparcial tendrá que convenir en ello, de modo que al estudiar 
el tolle-toUe presente, tiene que prescindir del pretexto ostensi- 
ble de la demarcación y buscar en otra parte la causa de la per- 
turbación reinante. 

— - Me permito observarle que si las cosas fueran tan senci- 
llas como Vd. las expone, sería inexplicable la actitud presente 
del gobierno de Chile. Entiendo que la argumentación de éste 
es sencillamente la siguiente : en el actual litigio, la Argenti- 
na emplea medios dilatorios para eternizar la solución, contando 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 75 

con que cada dia ganado es una ventaja material para ella y 
una pérdida real para Chile; éste no puede aceptar una situación 
que lo obliga á una paz armada onerosísima, y, por ende, se ve 
obligado á ponernos la disyuntiva : ó se somete sin más trámites 
todo el litigio al arbitro nombrado, lo que ipsofacto restablece 
la tranquilidad, oes preferible solucionar por las armas esta in- 
sostenible situación. Si la Argentina no ha de rehuir el arbitra- 
je, ¿porqué no lo acepta sóbrela marcha? ¿á qué continuar 
agravando esta espectativa, que consume á ambos pueblos?... 
Puesta asi la cuestión, el ultimátum chileno se explicarla : es ne- 
cesario poner término á este enredo inacabable. 

— Ruego á Vd. me escuche con calma, y verá pronto cuál es 
el sofisma de esa fantasmagoría. 

Suponga Vd. por un momento que el pleito de límites entre 
ambas naciones, fuera un pleito do medianería entre dos particu- 
lares, propietarios de campos colindantes. Los litigantes han ce- 
lebrado un compromiso arbitral, con expresa renuncia á todo 
otrorecurso, yen virtud del cual entregan la fijación de la línea 
lindera á un tribunal arbitral, compuesto, en primera instancia, 
de dos jueces, llamados peritos, nombrados uno por cada parte; 
y, en segunda instancia, de un tercer perito, llamado arbitro úni- 
co ; en ambos casos, esos arbitros no sólo son juris et de jure, 
sino de equidad, teniendo la más absoluta latitud de acción, y 
siendo inapelables sus fallos. Si el tribunal en primera instancia 
unifica su opinión y dicta sentencia, el litigio fenece allí; si el 
fallo es en disidencia, el arbitro en segunda instancia lauda en 
definitiva. 

Este es un procedimiento corriente en la vida forense, como 
es considerado de la corrección más elemental que, una vez cons- 
tituido el tribunal, los litigantes se abstengan de inmiscuirse en 
las actuaciones que los jueces determinen: sólo deben esperar el 
fallo. Apenas se dicta la providencia : autos, ya cesa la inter- 
vención de las partes. 

Si, en esa altura de la secuela del expediente, los jueces ar- 
bitros dan un auto interlocutorio, en el que ordenan una inspec- 
ción ocular, para mejor proveer, nada pueden ni tienen que ob- 
servar las partes. Si, más adelante, resuelven que los informes 
de la inspección ocular sean traidos al tribunal ad effectum ti- 
dendi, las partes nada pueden decir. Si, siguiendo la tramita- 



76 LA POLÍTICA ARGENTINA 

ción, los jueces fijan fecha determinada para considerar los au- 
tos en estado de sentencia, sólo tienen las partes que esperar esa 
fecha. Si, continuando con las actuaciones del caso, llegada la 
fecha de que los autos se encuentren en estado de sentencia, 
presentados los informes recabados ad effectum videndi, y prac- 
ticada la inspección ocular decretada para mejor proveer, los 
jueces se llevan por turno el volumi/ioso cuerpo de autos para 
estudiarlo y proyectar su voto, las partes no pueden decir nada. 
Si, después de practicado ese estudio y preparado el dictamen 
respectivo, se reúne el tribunal y da su fallo, las partes no tie- 
nen más que notificarse^ sin poder observar si la sentencia ha 
tardado más ó menos en ser dictada. Si el fallo es unánime, la 
cuestión termina ; si no lo es, procede la apelación ipso fado á 
la segunda instancia, ó sea al arbitro único, el cual dictará las 
providencias que considere oportunas, practicará las operaciones 
técnicas que crea del caso, se tomará el tiempo que le sea me- 
nester, y terminará dictando la sentencia definitiva, sin que, 
sea en el tiempo que preceda á ésta, ó al notificarse de ella, pue- 
dan las partes hacer observación de género alguno. 

Cualquier abogado le dirá á Vd. que esto es el a, b, c, del 
procedimiento curial. Le agregará también que, en cualquier 
estado del juicio, cabe hacerlo terminar por medio de una tran- 
sacción directa entre las partes. 

Pues bien : ese es exactamente el caso y el procedimiento en 
la cuestión delimites entre Chile y la Argentina. 

El pleito se encuentra ahora en este estado : los peritos, por 
acta (auto interlocutor ¿o) de mayo 1° de 1897 resolvieron, con 
el objeto de encontrarse habilitados para determinar una linea 
general de fronteras (para mejor proveer) que, durante la tem- 
porada 1897-1898 se practicara un estudio general, de máximxi^ 
en toda la ooTáiWevsL (inspección ocular), y que los informes de 
las respectivas subcomisiones se trajeran ante los peritos para 
dar base técnica (ad effectum videndi) á la discusión de la linea 
proyectada. Posteriormente, al finalizar la temporada de traba- 
jos, en mayo último, reunidos ambos peritos, el argentipo de- 
claró estar habilitado para proponer en el acto la línea, pero el 
chileno confesó necesitar algún tiempo para recibir ciertos in- 
formes ; se determinó, entonces, fijar el mes de agosto para la 
reunión definitiva de los peritos (autos en estado de sentencia). 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 77 

¿ Cabe algo que observar en lo anterior ? ¿ Puede cualquiera 
de las partes inmiscuirse en el litigio, en esta situación? Claro 
y evidente está que no. Nada, absolutamente nada, hay que de- 
cir : el juicio se prosigue con perfecta corrección. 

Y, sin embargo, es en este estado del juicio que el gobierno, 
el pueblo y la prensa de Chile, arman un alboroto infernal, 
acusan á la Argentina de mala fe, de rehuir el arbitraje, etc. 
Esto es absurdo. 

No han dado su fallo los peritos. No se ha producido disi- 
dencia. Cuando se produzca, vendrá el subsiguiente procedi- 
miento ante el arbitro, ó sea Inglaterra. Nadie ha soñado en 
rehuir el arbitraje, ni en hablar de él : no cabe discutir la se- 
gunda instancia, cuando aún la primera no se ha pronunciado. 

¿ Qué se diría, en el foro, si^ en un juicio arbitral común 
y en el indicado estado, antes de estar los autos en estado de 
sentencia, uno de los litigantes, olvidando todo decoro, recu- 
rriera á la prensa, apostrofara ala parte contraria, la acusara de 
mala fe, y pretendiera que rehuye el arbitraje? Se diría sim- 
plemente que ese litigante lo que desea es embrollar el asunto, 
hacer imposible que se dicte el fallo de primera instancia, y, 
temeroso de perder el pleito, tratar de darle otro sesgo de ca- 
rácter personal, para terminar en un duelo lo que era materia 
de una tramitación judicial. La chicana es palmaria: se cuen- 
ta con que la parte insultada se indigne, conteste en el mismo 
tono, la cuestión se vuelva personal, el litigio quede relegado á 
segundo plano, y se dé el corte de un desafío á lo que es asunto 
de los tribunales. 

Eso, simplemente eso, es lo que hace Chile ahora. ¿ Por 
qué ? Muy sencillamente porque se considera, en este momen- 
to, superior á nosotros en el terreno de las armas y prefiere 
aprovechar esa ventaja fugaz, por si después la pierde. Tenga, 
entonces, la franqueza de adoptar esa actitud, pero no trate de 
mistificar la opinión con pretendidos alegatos y con supuestas 
quejas, como si fuera agraviado en la secuela del litigio. Diga 
varonilmente que no le conviene el procedimiento arbitral pac- 
tado, por ser lento ó por cualquier causa, y que busca una tran- 
sacción directa para poner término brusco á la cuestión : pero 
tenga la lealtad de no atribuir á la Argentina una mala fe que 
no existe, y un propósito falso de rehuir el arbitraje . 



78 LA POLÍTICA ARGENTINA 

Digamos la verdad una vez por todas : la actitud argentina en 
este asunto es de una perfecta corrección ; la actitud chilena es 
la incorrecta, por falta de franqueza. Nada habría que observar 
si hubiera entablado negociaciones para una transacción directa, 
porque esto cabe en cualquier estado del juicio. Lo que hay que 
condenar es la malicia con que esgrime una chicana innecesa- 
ria y de mala ley . 

Por supuesto, debe decirse que en Chile la opinión pública 
afecta considerar estos asuntos con el criterio opuesto, y que pre- 
gona que la actitud correcta es la suya, y que la Argentina obra de 
mala fe, etc. Pero, para aquilatar la exactitud de ese criterio, bas- 
tará referirse al argumento capital, al móvil secreto que creen á 
pies juntillos, tras los Andes, que inspira la política argentina. He 
aquí cómo lo formula netamente un conspicuo diario chileno: 
« Los pueblos que se sienten fuertes — dice Xa Tarde (de junio 
14 último) — pueden tentar la guerra como un recurso creador 
de riquezas y de predominio, cuando en la victoria entreven no 
la adquisición de tierras, sino la de yacimientos de salitre; no 
valles más ó menos fértiles en la cordillera, sino dos puertos, 
el de Iquique y de Antofagasta, en el Pacífico; la posesión de 
dos provincias que encierran cientos de millones en productos, 
y la hegemonía política y comercial de todo un continente)». 
Riaum teneatís,.. Parece esto una broma pesada : ¿se refiere 
aquel diario al Chile de 1879, ó á la Argentina de 1898 ? Argu- 
mentos semejantes no merecen ni refutarse, porque el ridículo 
de plan semejante es demasiado abrumador ! 

— Esas razones, doctor, son las de carácter populachero. Pero 
los hombres sensatos de Chile no piensan así. ¿ No ha leído 
V. la sesión del senado chileno, en 15 del último junio ? Me 
parecen significativas las palabras del excanciller Puga Borne... 

— Confirman lo que he expuesto áVd. Analiza aquel estadis- 
ta las causas del enredo actual del litigio, y dice : « Ellas han 
consistido, en mi concepto, en errores graves y numerosos 
que se han cometido en el curso de las operaciones de demar- 
cación ; y, si los indico, no es para hacer estériles recrimina- 
ciones, sino para prevenir su repetición. El error capital ha 
consistido en no dejar, en no entregar exclusivamente á la acción 
de los peritos la obra de la demarcación, dando intervención en 
estas operaciones á la opinión pública de ambos países y á las 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 79 

cancillerias también de ambos países. La publicación de un ma- 
nifiesto y en seguida de un libro por parte del perito chileno, 
y la publicación de otro manifíesto y de otro libro hecho por el 
perito argentino, destinados á imponer á ambos países un cri- 
terio dado respecto de la cuestión de límites, han sacado de las 
oficinas técnicas este negocio para entregarlo á las tempestades 
de la prensa. La intervención de las cancillerias, empeñadas en 
aclarar lo que estaba claro, por medio de una numerosa serie de 
protocolos y de convenciones, ha venido á hacer más lenta y 
prolongada la obra de la demarcación. » 

¿ De quién es la culpa de esas irregularidades ? Ahí están los 
hechos... £1 perito Barros Arana, con su memorándum, puso 
fuego á la santa bárbara. 

En seguida, el mismo senador continúa con su implacable 
análisis, y dice : « En 1893 un protocolo obtuvo para Chile, 
contra la prensa argentina, el triunfo de la renuncia á un puer- 
to en el Pacífico. . . En 1895, otro protocolo obtuvo, contra las 
pretensiones periodísticas, el triunfo de que no se suspendiera 
la obra de demarcación por el desacuerdo que pudiera ocurrir 
sobre algún punto entre los dos peritos. Si la demarcación de los 
peritos ha costado á ambas naciones doscientos millones de pe- 
sos, los protocolos les han costado la postergación indefinida de 
la conclusión de los trabajos; y ambas cosas juntas han traído 
por resultado convertir la paz en una inminencia de guerra )). 

¿ Cómo ha comentado la prensa chilena esas declaraciones ? 
Lea V. la Nueva República, del día siguiente de la sesión : 
(( ahí está la solución del problema — dice — imponer la paz, 
el respeto á los pactos de límites, y la limitación de los elemen- 
tos bélicos, con las armas en la mano. Cuando el pueblo ar- 
gentino vea á Chile convertido en un gigantesco campamento, 
abrirá los ojos y medirá la profundidad del abismo á que pue- 
de caer... ». 



— Desearía que Vd. me aclarara con franqueza esta cuestión : 
¿ tienen razón el gobierno y la opinión chilena al sostener rei- 
teradamente que la demora inconcebible en la demarcación 
fronteriza, pactada en 1881, y aun en sus comienzos en 1898, 
se debe exclusiva é intergiversablemente al gobierno argentino. 



80 LA POLÍTICA ARGENTLNA 

que ha opuesto dilaciones de todo género, hasta ordenar en 
los últimos tiempos á las subcomisiones periciales que no dis- 
cutan ninguno de los hitos propuestos por las comisiones chi- 
lenas, empleando una argucia y chicana que denota el propó- 
sito decidido de entorpecer el deslinde ? Si ese cargo, que los 
chilenos pregonan urb¿ et orbe con la convicción de iluminados, 
resulta cierto ó plausible, habrá que convenir en que la grita 
trasandina tiene alguna razón de ser... 

— Voy á ser categórico y esplicito. Sabe Vd. que jamás he 
titubeado cuando he creído deber criticar los procedimientos de 
la cancillería argentina, de modo que emitiré mi opinión con 
absoluta independencia. 

Cierto es que en 1881 se pactó el límite internacional en la 
cordillera de los Andes : « la línea fronteriza — dice aquel trata- 
do — correrá por esa extensión por las cumbres más elevadas de 
dichas cordilleras, que dividan las aguas, y pasará por en- 
tre las vertientes que se desprenden á un lado y otro ». Pero 
sólo en 1888 logró el gobierno argentino, después de reiteradas 
instancias, arribar al convenio Lastarria-Uriburu, por el cual 
se resolvió proceder á demarcar en el terreno la línea pactada, 
encomendando la tarea á dos peritos arbitros : « los peritos — 
decía aquella convención— deberán ejecutaren el terreno la de- 
marcación de las líneas del tratatado de límites ». Todavía el 
gobierno de Chile demoró el canje de esa convención, hasta el 
11 de enero de 1890. Nuestra cancillería había nombrado desde 
junio de 1889 como perito á Pico, pero nada podía hacerse has- 
ta que la Moneda no ratificase el pacto y nombrase á su vez pe- 
rito. Por fin se verificó esto, y en abril de 1890 se reunieron los 
dos peritos, á fin de dar principio á sus tareas. De nuevo Chile 
interrumpió el trabajo, alegando la perturbación causada por la 
revolución congresista de 1891. La Argentina seguía esperando : 
10 años se habían pasado desde la firma del tratado, y, á pesar 
de todos nuestros esfuerzos, aún no se lograba dar principio á 
la demarcación. 

En enero de 1892, reanudan los peritos sus tareas. Tranquila- 
mente, Barros Arana exige que se estableciera que « la valla 
divisoria correría por el divorcio continental de las aguas, con 
total prescindencia de la cordillera de los Andes ». Pico declaró 
que, « en su concepto, los peritos eran peritos, y no tenían atri- 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 81 

buciones para sobreponerse á las cancilierias y congresos, mo- 
dificando los pactos )). Barros Arana, dispuesto á crear un litigio 
donde no existia, replica que « la línea no puede cortar nin- 
guna corriente, sea rio ó simple arroyo ». ¿ Qué hacer ? Tuvo 
que intervenir nuestro gobierno y signicar al de Chile que aque- 
llo era una obstrucción insólita, que imposibilitaba la tarea : el 
gabinete de la Moneda se avocó la cuestión, y obligó al perito 
Barros Arana á cambiar de actitud, y á concertar con el perito 
Pico las bases de los trabajos. Pero, la temporada de 1892 pasó 
en esta chicana y no se hizo nada en el terreno. Muere en el Ín- 
terin Pico, yes sostituido con Virasoro: en enero de 1893 cele- 
bra éste su primer conferencia con Barros Arana. Este volvió 
á (( sostener la doctrina del divorcio continental de las aguas^ y 
á oponerse á los estudios del terreno ». Era de nuevo la obstruc- 
ción, agravada esta vez con haberse apercibido deque, con arre- 
glo al tratado de 1881,1a Argentina venía á poseer bahías y 
puertos que comunicaban con el Pacífico. El gobierno argen- 
tino, paciente y deferente, negoció directamente una convención 
con el gobierno chileno, para desautorizar oficial y solemne- 
mente la chicana de Barros Arana : el precio que se pagó por 
esa desautorización innecesaria fué enorme, pues consistió en 
los canales y puertos argentinos que salen al Pacífico. En mayo 
de 1893 convinieron, pues, ambos gobiernos que w se tendrá á 
perpetuidad, como de propiedad y dominio absoluto de la Repú- 
blica Argentina, todas las tierras y todas las aguas; á saber : la- 
gos, lagunas, ríos, y partes de ríos, arroyos y vertientes, etc., 
que se hallen al oriente de las más elevadas cumbres de la 
cordillera de los Andes ». Para celebrar ese pacto Errázuriz- 
Quirno Costa, fué necesario que la Moneda separase de su pues- 
to al perito Barros Arana, el que volvió á reasumir sus funciones 
después de terminado el protocolo. Pero la temporada de 1893 
se había perdido, y no se hizo nada en el terreno. 

Quedaba, por lo menos, muerta en germen la obstrucción, y 
claramente establecido que la regla de demarcación era el enca- 
denamiento principal de la cordillera, con tan absoluta prescin- 
dencia de la división continental de las aguas, que se estipuló ex- 
presamente que si hubiesen ríos que atravesaran la línea, las par- 
tes que quedaran á cada lado pertenecerían á cada país. Pero Ba- 
rros Arana parecía resuelto á prescindir de todo : al iniciarse la 



82 LA POLÍTICA ARGENTINA 

temporada de 1894, sostuvo con una audacia singular « que los 
ayudantes tuvieran como regla de criterio la división de las aguas, 
con total prescindenciadel encadenamiento andino ». Fué nece- 
sario que el gobierno argentino solicitara nuevamente del chile- 
no que llamara al orden al perito obstruccionista, y se le ordenó 
entonces firmar el acta de enero de 1894, en la que se determinó 
que la linea correría por el encadenamiento principal de los An- 
des, con arreglo al reciente protocolo. ¿ Qué hizo entonces Barros 
Arana? Declaró en las instrucciones á sus ayudantes que «por 
las palabras : encadenamiento principal de los Andes, entendía 
la línea no interrumpida de cumbres que dividen las aguas y que 
forman la separación de las hoyas ó regiones hidrográficas, tri- 
butarias del Atlántico por el oriente, y del Pacifico por el occi- 
dente ». De esa manera, resultaba que las comisiones chilenas 
no podían entenderse con las argentinas, y que la temporada 
quedaba prácticamente esterilizada. No le bastó eso á Barros 
Arana : á fines de 1894 pasa una nota al perito Quirno Costa, é 
insiste en su doctrina de la división continental de las aguas. 
Aquél entonces le contesta, en diciembre 14 : a Permítame no 
ocultarle mi profunda sorpresa por la limitación que Vd. esta- 
blece de una de las estipulaciones más terminantes del protocolo 
de V de mayo, y que fué objeto de difíciles y largas conferencias, 
que causaron el retiro de Vd. al firmarse dicho ajuste interna- 
cional. ¿ Cómo puede Vd. reabrir una discusión sobre un punto 
resuelto por medio de un tratado solemne, sancionado por los 
congresos de las dos naciones interesadas ? La estipulación sobre 
los canales del sur, es el abandono expreso del pretendido y per- 
turhsiáoT divortium aquarum interoceánico». La temporada de 
1894 pasó, pues, con estas chicanas y obstrucciones. 

En 18951a situación había cambiado: el gobierno de Chile ha- 
bía resuelto el año anterior realizar una formidable preparación 
militar, enviando á Europa al general Korner á comprar arma- 
mento y contratar oficiales alemanes, y encargando la construc- 
ción de una segunda flota. Se diría que la chicana de Barros 
Arana respondía á dar tiempo para que se realizara aquella pre- 
paración. ¿ Qué hace entonces el perito chileno ? Al comenzar los 
trabajos de la temporada, sostiene que « partes de rios^ son los 
arroyos, porciones de ríos, ó ríos incompletos que no llegan has- 
ta el mar, accidente muy común en ambos países, sobre todo en 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 83 

la región del norte, donde se encuentra á cada paso cursos de 
aguas interrumpidos, porque la evaporación ó filtración no les 
permite llenar las depresiones que se hallan en su camino ». Y 
no contento con esta nueva chícana, lanza por la prensa su rui- 
doso Memorándum, sosteniendo pública y aparatosamente toda 
su chicana obstruccionista, malgrado los tratados, los protocolos, 
y las reiteradas observaciones de ambos gobiernos. La tempora- 
da de 1895 tenía, pues, que ser estéril : las comisiones chilenas 
y argentinas no podían entenderse. La obstrucción de Barros 
Arana ganaba asi un año más, y había logrado enardecer la opi- 
nión, pues fué justamente esa actitud la que provocó la ruidosa 
campaña periodística de El Tiempo, para abrirlos ojos de nues- 
tro gobierno y hacer conocer de la opinión argentina la sospe- 
chosa tenacidad de la obstrucción y chicana del perito chileno. 
El gobierno argentino, siempre paciente y conciliador, buscó sal- 
var las dificultades con un nuevo protocolo, y se celebró el de 
septiembre 5 de 1895, redundante en lo del criterio de la demar- 
cación . En esta, como en las ocasiones anteriores, siguiendo su 
conocida táctica, Barros Arana se esquivó ruidosamente. 

La temporada de 1896 comenzó bajo malos auspicios. Los pre- 
parativos militares de Chile iban á vapor: la Argentina parecía 
dormir el sueño de los justos. Para adormecerla más, al mismo 
tiempo que de nuevo Barros Arana con sus instrucciones capcio- 
sas hacía imposible que las comisiones chilenas se entendieran 
sobre el terreno con las argentinas, la cancillería de la Moneda 
celebró con la Casa Rosada el nuevo protocolo de abril 25 de 
1896, determinando el arbitro en caso de disidencia y señalando 
los casos de arbitraje de una manera taxativa. Resultado : lu tem- 
porada fué estéril como las anteriores, porque seguía la obstruc- 
ción de Barros Arana. 

Es nombrado perito argentino Moreno, y éste, apercibido de la 
irritante chicana chilena, obliga á su colega Barros Arana, por 
acta de mayo 1« de 1897, á comprometerse á practicar el estudio 
completo de la cordillera durante esa temporada, á fin de presen- 
tar una línea general y real de frontera en mayo de 1898. Estre- 
chado Barros Arana, no encuentra subterfugio. Pero hace que 
las comisiones dejen sin estudiar regiones enteras, y. en su nota 
de marzo 18 de 1898 declara que necesitaría 2ó 3 años más para 
practicar esos estudios. .. Pero el perito argentino había tomado 



84 LA política argentina 

á lo serio el compromiso: multiplicó las comisiones, cumplió su 
palabra, y en mayo de este año se presentó en Santiago listo para 
discutir la linea... Entonces Barros Arana, no teniendo ya nada 
que oponer, tuvo que pedir próroga, y se le acordó hasta agosto. 
El fiasco era terrible : Barros Arana trató de tergiversarlo por 
medio de informaciones capciosas en ciertos diarios : el mismo 
jefe actual del gabinete, irritado probablemente contra tanta chica- 
na y terquedad, acudió á la prensa y desmintió en El Porvenir 
semejante aseveración. «El señor Barros Arana — dice un artí- 
culo ruidoso — no ha declarado estar en aptitud de presentar in- 
mediatamente la linea general de la frontera. Y esto es lo que el 
país entero, lo que la opinión, en sus formas más respetables, tiene 
razón de echar de menos en el señor perito, quien desde tanto 
tiempo viene asegurando que conoce esa línea, que puede presen- 
tarla, y que son los ingenieros argentinos los únicos culpables 
de todos los retardos. » Y agregaba : « Es inverosímil, y no pue- 
de ser exacto que el señor Barros Arana ignorase que no se tra- 
taba de principios de demarcación, sino de línea, de trabajos de 
demarcación, de estudio y conocimiento del terreno, de trazo de 
la línea fronteriza en los planos; es inverosímil y no puede ser 
exacto, que el señor Barros Arana confundiese los puntos estu- 
diados, la ubicación de tales ó cuales hitos aislados, la línea par- 
cial é incompleta, con la línea general y completa, estudiada en 
el terreno y trazada en los planos ». Esto es bien claro. Pero la 
Memoria de Relacionen Exteriores de Chile acaba de revelarnos 
que el perito Barros Arana declara que en agosto no tendrá aún 
los estudios de regiones enteras, como la situada entre los para- 
lelos 47 y 49 1/2... 

En presencia de esta rápida exposición histórica, estrictamen- 
te ajustada á la documentación oficial, y para facilitar la cual 
hemos prescindido de la chicana de Barros Arana respecto de la 
Puna, ¿cabe aseverar que la demarcación se ha demorado ó 
enredado, por dilaciones ó culpa del gobierno argentino? ¿no 
es un sarcasmo que Chile esté repitiendo esa falsedad en todos 
los tonos, en las notas nerviosas de su diplomático en Buenos 
Aires, en los artículos apasionados de sus diarios, y en esa llu- 
via svi-generis de folletería con que á la vez, y en todos los 
idiomas, hace sudar las prensas de las grandes capitales de Eu- 
ropa y América, para congraciarse la opinión del mundo y ha- 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 85 

cernes aparecer como pleitistas de mala fe, chicaneros, y dignos 
de ser execrados por el concierto de las naciones civilizadas? 

Mientras tanto, la preparación militar de Chile se ha comple- 
tado, y coincide con ese hecho la grita general que levanta. No- 
sotros los argentinos hemos estados dormitando^ y tan sólo la 
inminencia del peligro nos ha hecho despertar á mediados del 
corriente año. 

Pero Vd. ve, por lo expuesto, que la cuestión de límites, y la 
demarcación sobre el terreno de Ja linea fronteriza, parecen haber 
sido en Chile sólo una pantalla para encubrir otros propósitos : 
por lo menos esa es la única explicación plausible de la inexpli- 
cable terquedad de Barros Arana. 

No sé si estas referencias son suficientemente claras y explí- 
citas. . . 



— Por completo. El hecho es que la perturbación en las rela- 
ciones entre ambas partes, existe. Si no es producida exclusiva y 
derechamente por la misma cuestión de limites, ¿á qué causa 
obedece? ¿cuáles son sus móviles? 

— Ha herido Vd. la cuestión en el punto sensible. Tratar de 
descubrir las causas efectivas, y analizarlas, es contribuir á bus- 
car una solución á la presente situación, y, en todo caso, darse 
perfecta cuenta de su alcance. 

Es preciso, pues, alzar la mirada. La cuestión estrecha y de 
forma, el pretexto, es la demarcación ; la cuestión lata y de fondo, 
la causa, es otra. Me he cansado de repetirlo desde que, en 1895, 
inicié en nuestro periodismo el debate de esta cuestión; el título 
del libro que publiqué como consecuencia de mi campaña perio- 
dística en El Tiempo, sintetizaba mi criterio: se trata de la po- 
lítica chilena en el Plata, y la delimitación fronteriza no es 
más que un detalle... y un pretexto. Desgraciadamente, muy po- 
cos parecen entenderlo así, y se concretan á dar vueltas al derre- 
dor de los parágrafos de los protocolos. 

Tengo la firme convicción de que el pleito de medianería jamás 
será defitivamente resuelto, mientras no levantemos la cuestión, 
y la coloquemos en la región del equilibrio político sudamerica- 
no. En el fondo, de lo que se trata es de la política continen- 
tal ; lo que se resolverá en este debate, celis nolis^ es el problema 



86 LA POLÍTICA ARGENTINA 

de la hegemonía en esta parte de América; lo que se juega es 
nada menos que el porvenir de las naciones de la extremidad 
austral del continente en el siglo próximo. 

Muy miopes serán los políticos que consideren la situación 
con diverso criterio, y muy graves las consecuencias que para el 
país respectivo puede tener un error semejante. Un estadista está 
en el deber de mirar lejos y sentir hondo : el cuarto de hora 
presente no debe atrofiar su percepción y empequeñecer su crite- 
rio ; justamente aquella es la característica del verdadero hom- 
bre de Estado, y que, á la larga, lo destaca sobre el fondo más ó 
menos incoloro de todos los políticos de segunda fila. 

— Pero, entonces ¿á qué tanto cambio denotas, á propósito 
de los incidentes más nimios, como el del pueblo San Martín 
de los Andes, en territorio ocupado por nosotros desde 1882? ¿á 
qué tantas declaraciones oficiales, tantos artículos oficiosos, y 
tantos reportajes de peritos y de ministros? Entiendo que la 
cuestión es simplemente ésta : que en agosto se discuta una lí- 
nea general de fronteras, y que en la temporada próxima se pro- 
ceda á la colocación material de los hitos en los puntos indica- 
dos en dicha línea. Y es inconcebible cómo, siendo tan sencilla 
la situación, en vez de esperar tranquilamente á la discusión pe- 
ricial en el próximo agosto, la prensa de ambos países se muestre 
nerviosa, y todo el mundo esté inquieto como si se encontrara 
sobre un volcán que debe estallar de un momento á otro. ¿Qué 
hay? tal es la pregunta que, asombrados, se hacen todos. El co- 
mercio está paralizado; no viene inmigración ; los capitales eu- 
ropeos se retiran ; flota en la atmósfera algo como un sentimien- 
to de opresión y de angustia, como si fuera inminente un cata- 
clismo... 

— Justamente. Y eso le demostrará cuan justificada fué mi 
campaña periodística desde su principio. 

En marzo de 1895, planteaba así el problema : « La cues- 
tión de límites es para Chile un accesorio hoy : lo principal es 
su acción libre en el Pacífico. Chile se ha servido de la cues- 
tión de límites para ponernos en la forzosa: ó somos sus aliados, 
/ ó somos sus adversarios. No puede tolerarnos neutrales ; menos 
aún sospecharnos contrarios. Esta no es cuestión de sentimien- 
tos: es asunto de intereses. La política debe ser positiva. Chile 
necesita de otros territorios para vivir : ó los busca en el Pacifi- 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 87 

00^ Ó hacia el Atlántico. No le conviene buscarlos á ambos lados 
á la vez, porque esta situación es violenta y precaria : si lo ha he- 
cho hasta hoy, es muy á su pesar, y forzado por nosotros. Chile 
comprende que su interés verdadero está en una alianza estrecha 
con la Argentina, porque eso le aseguraría el tranquilo predomi- 
nio del Pacifico y sus eventuales ensanches...» 

La exposición era cruda, pero era perfectamente exacta. Es 
el simple comentario del grito famoso de Vicuña Mackenna en 
1881, al entonar un himno á una posible confraternidad chileno- 
argentina: ((El Pacifico para los chilenos, el Atlántico páralos 
argentinos». 

En presencia de esa solución, ¿qué ha hecho nuestro país? 
Decíamos en el recordado artículo : (( En el Plata ha dominado 
la política sentimental, en contraposición de la política positiva 
de los intereses. Hemos sido, y somos aún, quijotes en esa mate- 
ria. Todas nuestras cuestiones internacionales las hemos perdido 
por ello. La política del desprendimiendo es una supina nece- 
dad. Proclamar que la victoria no da derechos, es simplemente 
pueril: está bueno para la república ideal de Platón, pero no 
para este mundo. ¿Cuándo nos convenceremos de que en polí- 
tica sólo deben t«ínerse en cuenta los intereses y las convenien- 
cias de los países, y no los ideales y los sentimientos de los teó- 
ricos?» 

Parece que... nunca. Hoy, como en 1895, como antes, pare- 
cemos vivir en un mundo ideal. En efecto, ¿en presencia de la 
situación de Chile, qué camino nos conviene adoptar? No había 
más que dos soluciones : ó con Chile, ó contra Chile. Pero era 
imprescindible decidirse por lo uno ó lo otro; y lo único que he- 
mos hecho y que seguimos haciendo, es no decidirnos ni por lo 
uno ni por lo otrol 

Examinemos friamente la cuestión. La solución con Chile, te- 
nía que conducirnos á una alianza estrecha con dicha nación, 
lo que, á la vez que implicaba la solución instantánea de la 
cuestión de límites, establecía la recíproca garantía de (( la es- 
fera de influencia » de cada uno de los aliados; Chile quedaba 
con las manos libres en el Pacífico, la Argentina en el Atlánti- 
co. Era la repartición mancomunada de la influencia continen- 
tal, lo que importaba asentar el equilibrio de Sud-Amérlca so- 
bre la base de granito de la unión chileno-argentina. Era la se- 



1 



88 LA POLÍTICA ARGENTINA 

goridad completa para el futuro, pues, practicadacon lealtadab- 
soluta, representaba esa política la perfecta certidumbre para ca- 
da una de las partes de atender á su desarrollo ulterior sin preo- 
cupaciones. Era la garantía más sólida de la paz continental, 
bajóla éjida de la hegemonia de la alianza. 

Tal ha sido, y tal continuará siendo, el ideal secreto, jamás 
confesado, de la política trasandina. Aquí nunca han querido 
darse por aludidos de ello ¿ por indiferencia, por repulsión, por 
ser prematuro ? Sea por cualquiera de esas causas, el hecho es 
que más bien, en la práctica, nuestra cancillería parece haber 
obedecido á un sentimiento repulsivo respecto de esa política 
« bismarckiana )). 

Cansado Chile de nuestra actitud enigmática é interpretándo- 
la como adversa, trató de resolver el problema, exactamente en 
\ los mismos términos, pero sustituyendo en la combinación á la 

,' Argentina por el Brasil. Consiguió dar cima á su propósito con 
el imperio... pero coincidió ello con la inesperada agonía y sú- 

\ bita desaparición de aquel régimen. He aquí cómo, en documen- 
to reservadísimo, caracterizaba esa política el almirante brasile- 
/ ro Mello : « Así como en Europa, la Alemania unida al Austria 

, y á la Italia, han formado una triple alianza para garantir el 
equilibrio europeo, así, en la América del Sud, el Brasil y Chile 
podrían formar una alianza para garantir la paz y la estabili- 
dad en esta parte del continente, para mantener el equilibrio 
sudamericano, y para ser los arbitros de los destinos de esta re- 
gión. Sus intereses estarían recíprocamente asegurados. Es la 
dnica alianza sólida que cabe en esta parte del mundo, y es la 
única que garante á ambos contratantes el justo predominio que 
á cada uno corresponde en los respectivos océanos que bañan 
sus costas». La caída del imperio desbarató esa combinación, 
que habría constituido un peligro gravísimo para toda Sud- Amé- 
rica, porque el Brasil linda por sus fronteras con todas las nacio- 
nes del continente, menos Chile, de modo que jamás podría ca- 
ber conflicto de ambiciones entre ambos, sino, por el contrario, 
ti paralelismo de acción. 

/ ó sonli^^stra cancillería ni aceptó para sí la combinación, ni la 

I aún sosf^P^^i^ ^^ ^^ o^^ forma : la providencia se encargó de 
tos: es asu^l í^^do gordiano, 
necesita de c^^ ^^ política con Chile, habríamos debido abrazar 



\ 



/ 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 89 

con decisión la política contra Chile, que parece ser la tradición, 
más ó menos indecisa, de nuestra vaga diplomacia. Erigidos en 
campeones del equilibrio sudamericano, sobre la base incon- 
movible del uti possidetis de 1810, nos convertimos en paladi- 
nes de la integridad territorial de los estados americanos y en 
adversarios decididos del «derecho de conquista », que fuimos 
hasta condenar de una manera ruidosa y grandilocuente en el 
congreso pan -americano de Washington, después de haber des- 
plegado á la faz del continente el pendón audaz de la famosa 
nota á Colombia en 1880. Perfectamente : era esa una política 
decidida y franca. Pero ella nos obligaba á gestionar una alian- 
za argentino-peruano-boliviana, para oponer esa combinación 
tripartita á la unión bipartita chileno-brasilera. Eran dos gru- 
pos políticos en el continente, y el equilibrio tendría que resul- 
tar del contrapeso recíproco de unos y de otros. Era latrans- 
plántación, mutatis mutandis, de la situación de Europa : el 
grupo de la triple alianza alemana-austriaca-italiana, contra- 
pesada por la alianza franco-rusa. Nada había que objetar teóri- 
camente á esa combinación : nuestros aliados forzosos, el Perú y \ 
Bolivia, exhaustos después de la guerra del Pacífico, hacían algo \ 

precaria la combinación, pero en último caso nos obligaban á 
multiplicar nuestro esfuerzo. Pero esa combinación requería una 
acción enérgica y arriesgada, porque implicaba casi una guerra, 
en el caso que la balanza de por sí no se inclinara de nuestro 
lado. Tan es así, que de haber adoptado esa línea de conducta, 
debimos haberlo hecho antes de la guerra que decidió el proble- 
ma de la preponderancia marítima del Pacífico. 

¿ Qué hicimos ? Pues todo lo contrario. En diversas ocasiones 
esa política fué iniciada y sostenida, sea por las cancillerías, sea 
por los congresos, pero siempre nos apartamos de ella en el 
momento de resolvernos definitivamente. Rawson, en una carta 
célebre, refiere cómo logró hacer rechazar en el senado argen- 
tino esa alianza, sancionada ya en la cámara. Eso pasaba en 
1873, es decir, cuando aún era tiempo... Resuelta entonces esa 
política, la guerra del Pacífico no habría tenido lugar, y hoy la 
la faz de la política continental sería otra, y predominante la 
influencia argentina en el (( concierto sudamericano » ; como lo 
ha sido la influencia alemana en el (( concierto europeo », hasta 
que en los últimos tiempos el equilibrio de aquel continente se 



\ 

/ 



/ 
/ 
\ 



I 



90 LA POLÍTICA ARGENTINA 

ha asentado sobre otras bases. Pero, como el perro del horte- 
lano, «ni comimos, ni dejamos comer»: ni nos resolvimos en 
oportunidad con, ni contra Chile, de modo que, en definitiva, 
sólo logramos enajenarnos las simpatías de todos, de Chile por 
un lado, del Perú y Bolivia por otro ; como en la época ante- 
rior, aliados del Brasil contra el Paraguay, nos enajenamos las 
simpatías de aquél sin conquistar las de éste. Tal es el resultado 
evidente de la falta de política firme y estable, y de toda canci- 
llería indecisa y sin convicción, que no atina en el rumbo á 
tomar, va hoy por un lado, mañana por el otro, descontenta á 
\ la larga á todos, se reduce á la impotencia, queda en un aisla- 
miento lamentable, y concluye por merecer el desdén de los 
fuertes y el desprecio de los débiles. Alguna razón asistía, pues, 
al diplomático extranjero que, en 1880, decía á su gobierno en 
I un documento célebre : « A medida que avanzo en el estudio de 
la política internacional argentina, veo con más y más claridad 
j no sólo que es egoísta, sino, lo que es peor, si cabe, que carece 
j de plan, de previsión, de sagacidad y de firmeza ». 

Cuando se examina la politica argentina desde 1870 acá, el 
/ estudioso se pregunta asombrado : ¿qué ha querido este país? 
/ ¿ qué rumbo ha tomado ? ¿ ha flotado indolente é indeciso al so- 
\ pío del viento del momento? pero entonces ¿cuál ha sido la 
tradición de su cancillería y de su diplomacia ?... Y la conclusión 
es desconsoladora: aliados del Brasil y la Banda Oriental, des- 
hicimos esa alianza, sin sostituirla con nada, perdiendo á la vez 
amigos y adversarios ; en presencia de las rivalidades latentes y 
visibles al ojo menos avisor en el Pacífico, tampoco supimos 
resolvernos por unos ó por otros : por ambos cortejados, á ambos 
desairamos, dejando enconados á todos. ¿Era entonces nuestra 
política la famosa de la splendid isolation británica, el « aisla- 
miento altivo )) ? 

Tal parece haber sido, más por la fuerza de las cosas que por 
plan preconcebido, la orientación de nuestra política. Era adop- 
tar de lleno la orguUosa divisa : Nisi Domi ñus /rustra, « sin la 
ayuda del Señor, nuestros esfuerzos serán vanos ». Pero enton- 
ces, si habíamos de descansar sobre nosotros solos y la provi- 
dencia, se imponía la enérgica organización de nuestro poder 
naval y militar, para ponernos á cubierto hasta de la veleidad 
de una oposición cualquiera, y para poder hacer efectivo en todo 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 91 

momento el lema altivo : Dieu et mon droit. Esa política inter- 
nacional podía tener sus inconvenientes, pero no carecía de 
seducciones ; pero lo que es evidente es que, proclamarla pom- 
posamente sin garantizarla materialmente^ era exponernos á 
repetir el adagio, « de lo sublime á lo ridículo no hay más que 
un solo paso ». Y ese paso fatal lo dimos, pasivamente y por 
incuria. La célebre (( nota colombiana » de 1880 hizo flamear esa 
bandera, convirtiéndonos en paladines del derecho y de la justi- 
cia, del desinterés y del americanismo, en medio de la estupenda 
conflagración del Pacífico. En seguida ¿qué hicimos? Nos echa- 
mos á dormir. El esfuerzo había sido tal, que nos creímos con 
derecho á descansar. No pasó siquiera por nuestras mientes que 
era necesario, para forzar la ayuda de Júpiter, que principiára- 
mos por ponernos en condiciones de no necesitar la ayuda de 
nadie. 

El colosal desarrollo material del país absorbió nuestra activi- 
dad : torrentes de gentes y de capitales inundaron nuestro sue- 
lo ... y nos olvidamos que habíamos girado sobre el porvenir 
una letra terrible, cuyo pago se nos exigiría algún día. Y ese día 
llegó. Solucionada la contienda del Pacífico, con el aniquila- 
miento del Perú y Bolivia, Chile se irguío altivo y poderoso, 
resuelto á protestar la letra girada por nosotros si no podíamos 
cubrirla. Pronto estaba para reclamar su cobro, realizada su 
combinación con el Brasil... Nosotros, entre tanto, seguíamos 
sordos y ciegos. Entregados á los goces de la paz y al desenvol- 
vimiento de la riqueza, nada vimos y nada oimos. Nisi Domi- 
nn^ frustra. En el momento crítico, la ayuda de la providencia 
nos salvó : el derrumbe del imperio brasilero paralizó á Chile y 
le obligó á rehacer su tela de Penélope I 

Aquella advertencia providencial ¿nos abrió, por lo menos, 
los ojos, y nos hizo acaso aprovechar esa « tregua de Dios », para 
impedir la repetición del peligro que habíamos corrido?... Nos 
olvidamos del socorrido : non licet in helio bis peccare, y volvi- 
mos á tornarnos ciegos y sordos. Nos dejamos arrastrar por la 
lluvia de oro de «la crisis de progreso ». Superficialmente pre- 
tendimos demostrar que habíamos entrado en el camino de la 
anhelada preparación : en el fondo, y en puridad de verdad, ja- 
más lo hicimos, pues esa « preparación » no se comprende á 
medias, sino por entero, y nunca nos resolvimos á abordar el 



92 LA POLÍTICA ARGENTINA 

problema, sino por partes, comprando de cuando en cuando un 
barco de guerra, adquiriendo armamento en cantidad insufi- 
ciente, preocupándonos tibiamente de la organización militar, y 
todo eso sin método, á empellones unas veces, fragmentaria- 
mente otras. 

¿ Cuál fué el resultado? Que repuesto Chile de su revolución 
de 1891, y resuelto á resolver el problema continental o por la 
razón ó por la fuerza», se entregó de lleno á militarizar el país 
y prepararlo para dirimir de una vez por todas la contienda. La 
dictadura militar de Kórner, su legión de colaboradores alema- 
nes, imperó desde entonces tras los Andes; la preparación se 
realizó metódicamente y sin ahorrar sacrificio : la escuadra, el 
ejército, fueron puestos en un pie de guerra formidable, los 
pertrechos bélicos acumulados. « La actitud de Chile — ha dicho 
periodista tan definido como don Galo Irarrázabai — ha sido me- 
dianamente previsora desde 1894 en adelante». Medianamente 
previsora.,. Conste, por lo menos, que los mismos chilenos de- 
claran que en 1894 se dio principio á la presente actitud de 
Chile. . . 

Fué entonces, en 1895, que, desesperados ante la inexplica- 
ble ceguera y sordera de nuestra cancillería, resolvimos empren- 
der en las columnas de Jíí Tiempo una vehemente campaña pe- 
riodística, para conmover la opinión nacional, para dar el grito 
de alarma, para obtener que la presión déla opinión pública 
abriera los ojos y los oidos del gobierno, y se procediera sin 
pérdida de momento á la organización militar del país. 

Aún era tiempo. ¿Fué acaso nuestra actitud debida á un 
menguado odio á Chile?... Tenemos por Chile respeto, y 
hasta admiración por su marcha y por la habilidad de su po- 
lítica. Nuestra actitud entonces fué inspirada por el más puro 
patriotismo : por la firmísima convicción de que si no variaba 
nuestro país su línea de conducta, podría encontrarse en el borde 
del abismo el dia menos pensado; y por la convicción no menos 
firme de que, si lográbamos prepararnos de una manera formi- 
dable, ipso/acto alejábamos en absoluto todo peligro eventual, 
y garantizábamos nuestra política de « aislamiento soberbio » ; 
permitiéndonos al mismo tiempo — siempre que nuestro poder 
militar estuviera colocado en posición de evidente superioridad 
con relación al de Chile— solucionar tranquila y pacíficamente 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 93 

nuestra fastidiosa controversia de límites. La inercia y la incu- 
ria que nos habla caracterizado, nos obligó á la transacción del 
tratado de 1881, como nos condujo á la concesión lastimosa del 
protocolo de 1893. Aún era tiempo de poner límite á esas ce- 
siones sucesivas y lamentables. Dijimos en marzo de 1895, en 
el ya citado artículo : « Para iniciar una nueva política interna- 
cional, es necesario solucionar el enredo actual; para ello, es 
menester no complicarlo más, es decir, suspender los trabajos de 
colocación de nuevos hitos; es indispensable celebrar un tratado 
definitivo. Y, para obtener éste, es de todo punto imprescindible 
mostrar á Chile que llevamos, como el romano antiguo, la paz 
ó la guerra en los pliegues de la túnica. Fuerte con el apoyo de 
la nación armada, nuestro gobierno podrá hablar con la fran- 
queza requerida, y en Chile sabrán oírlo ». 



-- ¿Luego, para Vd., la razón verdadera del enredo actual es- 
tá, no en las diñcultades técnicas del deslinde ó en las am- 
bigüedades diplomáticas de los pactos que lo reglamentan, sino 
en nuestra falta absoluta de política internacional americana ? 
Permítame, sin embargo, que le observe que esa opinión es re- 
sistida por la generalidad de nuestros hombres públicos, y por 
nuestros grandes diarios. La Nación critica acerbamente lo que 
se ha dado en llamar « gran política ». Sin ir más lejos, y con 
motivo del último protocolo, dijo aquel mismo diario : « entre 
todas las observaciones hechas, hay una que merece que nos de- 
tengamos en ella, porque, si bien no ha figurado en lageneralidad 
de las que han sido dirigidas al protocolo, forma el motivo in- 
con fosado de las resistencias que ha sublevado. Hemos desper- 
diciado sin reparos, se dice, la última oportunidad que se nos 
presentaba de hacer gran política, política continental...» Y de- 
sarrolla la opinión de que « la gran política, en una república 
democrática, no tiene que ser continental^ tiene que ser interna. 
Su objeto primordial ha de ser afianzar, dentro de las fronteras, 
el reino déla libertad y las conquistas del progreso económico : 
ella no concibe la irradiación al exterior de la grandeza de una 
nación... » 

Como V. vé, colocada la controversia en ese terreno, se ele- 
va á la altura de una cuestión principista, pues resulta que ca- 



94 LA POLÍTICA ARGENTINA 

racteriza la política internacional argentina, de un modo que la 
circunscribe á sus fronteras y la concreta al desarrollo econó- 
mico y liberal del país, sin cuidarse del exterior. Convendrá V. 
que esa es la tendencia predominante en nuestros hombres pú- 
blicos, por más que Vd. atribuya áesa clase de política interna- 
cional justamente todos los desastres exteriores que hemos su- 
frido en todas nuestras cuestiones de límites. Se trata, pues, de 
una divergencia radical de criterios. ¿ No cree Vd. que su opinión 
pueda adolecer del vicio de un prejuzgamientoó de una involun- 
taria parcialidad ? 

— El diario que Vd. cita puso, en efecto, el dedo en la llaga. 
Siempre he creído que la política que defiende en las frases alu- 
didas, y que alguien, con exageración, sin duda, ha calificado con 
el término cruel de c( política de campanario », había sido la 
causa de todos nuestros errores y debilidades internacionales, 
pues nuestra cancillería, en medio de la clásica inconstancia, ha 
sido sólo constante en esa actitud desgraciada y negativa. Por 
eso, llevados de ese egoísmo lírico, perdimos á Tarija cuando la 
guerra del Brasil ; perdimos al Chaco, á raíz de la guerra del Pa- 
raguay ; hemos perdido á Misiones ; y estamos perdiendo la Pa- 
tagonia y la línea histórica arcifinia de Jos Andes ; todas, abso- 
lutamente todas nuestras cuestiones internacionales, las hemos 
perdido de una manera lamentable. Poco á poco nos han aban- 
donado nuestros vecinos y nos hemos enajenado las simpatías 
que teníamos en América; hoy nos encontramos aislados, sin 
alianzas, sin simpatías y sin prestigio. Se nos considera no sólo 
egoístas sino, lo que es peor, ilusos é ingenuos; nadie se atre- 
ve á contar con nosotros, y nuestras sucesivas derrotas diplomá- 
ticas son acogidas con sonrisas irónicas en las demás cancille- 
rías americanas. 

— Es bien duro ese juicio, doctor... 

— Lo es, pero discúlpeme la ruda franqueza. Tengo al res- 
pecto una convicción profunda, que arranca del estudio de es- 
tas cuestiones en América. Y de paso debo rectificar una asevera- 
ción incidental de La Nación : « No nos sorprende, dice aquélla, 
que haya todavía entre nosotros pensadores, aun ilustrados, im- 
buidos en tales concepciones sobre el objeto y medios de la po- 
lítica internacional ; las habrán bebido en el estudio de la histo- 
ria europea ; no se han fijado que es distinto el criterio que se 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 95 

ha de aplicar á la historia del nuevo mundo.» Debo declarar, en 
cuanto á mí, que esa convicción arranca, por el contrario, del 
estudio de la historia del nuevo mundo, sin que por eso crea 
sea de desdeñarla del viejo mundo, pues conviene aprovechar de 
las enseñanzas de la historia y no creer que debamos inventar 
cosas desconocidas. En la América republicana, la política in- 
ternacional no puede basarse (( en el prestigio de una dinastía )>, 
para usar el símil de La Nación, pero sí debe calcular los 
intereses y el prestigio de cada nación. Si alianzas se celebran, 
no serán las personales entre principes monárquicos, sino la 
justa combinación de los intereses reciprocos. Aislarnos y no 
importársenos nada de los vecinos, abandonando á otras na- 
ciones americanas en la hora del peligro, es condenarnos á ser 
más tarde la victima segura de la ambición de cualquier po- 
tencia^ que nos sacrificará sin que nadie en América ni inter- 
venga ni se le importe de nosotros ; antes bien, aplauda el justo 
castigo de nuestro egoísmo y nuestra imprevisión. 

— ¿ Me permite una interrupción? No acierto á explicarme 
cómo sostiene La Nación esa política negativa de encierro en 
la propia casa, cuando en otra época se pactó la alianza con el 
Brasil y la República Oriental, á fin de hacer la guerra al Pa- 
raguay... 

— Muy cierto. Aquella política internacional argentina era 
continental y de activa intervención en las naciones vecinas, 
como no lo ha olvidado el partido blanco uruguayo. Alberdi la i_ ^ 
combatió desesperadamente desde el extranjero y, entre otros. 
Navarro Viola aquí mismo; pero no combatieron la « política 
continental», sino lo que consideraban una mala orientación y 
un error histórico : creían que era inhábil el exterminio dei Pa- 
raguay, cuya buena voluntad pudimos quizá haber conquistado 
á tiempo, combinando nuestros intereses, y que, en todo caso, 
nos servía de antemural para las pretensiones del Brasil. 

Pero^ no entremos por ahora al examen de esa cuestión his- 
tórica. A mi propósito bastará oponer á las doctrinas de La 
Nación de hoy, las que sustentaba La Nación de ayer. Cuando 
el general Mitre, á raíz de la presidencia del general Roca, 
combatía desde las columnas de aquel diario la política de la 
cancillería argentina, llegó á decir en un articulo magistral : 
«... Esta propaganda, de que llegaron á participar los mismos 



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96 LA POLÍTICA ARGENTINA 

gobiernos que habían recibido el legado de tan preciosa alianza 
(la triple), hizo que desde entonces sus lazos comenzaran á de- 
satarse. Chile, resentido porque no habíamos aceptado el endoso 
del bombardeo español por su cuenta, en odio al Brasil nos 
denunció oficialmente ante la América como traidores al prin- 
cipio de la democracia americana, por habernos aliado con un 
imperio contra una república. Y la alianza argentino -brasileña 
quedó de hecho rota, encontrándose los dos aliados el uno frente 
al otro en actitud hostil, perdiendo nuestra política internacio- 
nal su punto de apoyo, sus rumbos y sus objetivos claros.,. » 

— ¿En qué número de La Nación se encuentra ese articulo? 

— En el número 3054, año XI. Pero fíjese Vd. en las consi- 
deraciones que agregaba el general Mitre : «¿Cuál ha sido el re- 
sultado de estos graves errores de nuestra política internacional? 
El primer hecho que salta á los ojos es que estamos solos en 
el mundo, sin aliados posibles en nuestras cuestiones exterio* 
res, a^i para la acción conjunta, como para prevenir conflictos 
por la común influencia ». 

En seguida analiza esos errores de la « política de campana- 
rio )), diciendo : «No supimos propiciarnos la voluntad del Pa- 
raguay, que se inclinaba de nuestro lado; y lo echamos, por exi- 
gencias que nosotros mismos habíamos alentado por antagonis- 
mo artificial con el Brasil, del lado de éste. Nos desligamos del 
Estado Oriental, en el hecho de separar nuestra causa de la 
común del Río de la Plata, dando á nuestra discusión diplomá- 
tica un carácter agresivo, estrecho, sin alcance y sin sentido 
internacional Echamos al Brasil, al menos ostensiblemente en 
cuanto á buena inteligencia diplomática, del ladp de Chile, que 
en odio al Brasil había condenado nuestra alianza y que él bus- 
caba. De aquí las alarmas continuas de alianzas del Brasil, y 
de la República Oriental con Chile, en nuestro daño, que han 
venido complicando moralmente y agriando nuestra cuestión 
de limites con la república vecina de ultra-cordillera. De aquí 
esos planes de paz armada en tierra y en las aguas, para con- 
sumirnos en la paz ante la posibilidad de una guerra en pers- 
pectiva, cuando la más simple buena inteligencia basta para dar 
estabilidad al fiel de la balanza internacional...» 

Pues bien : esas palabras, escritas hace 18 años, parecen pen- 
sadas en estos momentos. Hoy, como entonces, debido al aban- 



LA POLÍTICA COiNTINENTAL Y LA CUESTCÓN DE LÍMITES 97 



dono de una « gran política », ó sea, de una política continental, 
<( estamos solos en el mundo, sin altados postbles en nuestras 
cuestiones exteriores, asi para la acción i ^jUj^Tí}^j\)mf^ fx''*jli. 
prevenir conflictos por la común influencia )^Por egoísmo ó por 
doctrinas desgraciadamente erradas, abancK^amos al Perú j 
Bolivia en el momento histórico y decisivo de la guerra del Pa- 
clñco, dejando romper, en daño nuestro, el equilibrio continen • 
tal americano. Nuestra cancillería se echó á dormir j nuestra 
diplomacia se llamó á silencio; cuando quisimos reaccionar 
fué tarde, y sólo nos quedó el lírico recurso de condenar plató- 
nicamente el derecho de conquista, lo que no impidió que lo 
ejercitara Chile, aniquilando á dos naciones que eran nuestros 
aliados naturales, y quedando agriado con nosotros por tan pos- 
tuma declaración. Mientras tanto, Chile había practicado la 
« gran política », ó sea, la política continental, y con éxito bri- 
llante : en víspera de su conflicto perú-boliviano, neutralizó al 
Brasil y á la República Oriental, poniéndolos de su lado, como 
lo decía el general Mitre en su citado artículo ; y se apresu- 
ró á neutralizar la acción de Colombia^ que era simpática á 
nuestros aliados naturales, celebrando el tratado de octubre 11 de 
1880, que puso á aquella nación de su parte. Al mismo tiempo 
se congració al Ecuador, y nos adormeció á nosotros, primero 
con el anfibológico pacto Fierro-Sarratea, y después con la ma- 
quiavélica misión Balmaceda. El resultado fué que Chile tuvo 
«US manos libres, y consumó la ruina del Perú y Bolivia á pre- 
sencia de toda América, arrebatándoles sus más ricas provin- 
cias con toda tranquilidad. 

¿Hemos aprendido algo, nosotros, de esa tremenda lección 
histórica? Nada. Absolutamente nada. Hoy, como entonces, re- 
novamos el mismo error. El interés — ya que no un cariño perdi- 
do justamente — ponía ahora á Bolivia y al Perú de nuestro lado : 
nuestra actitud y nuestra influencia podían sólo salvarlas de la 
definitiva desmembración que las amenaza. Está en el interés 
argentino impedir el engrandecimiento desmedido de Chile y su 
hegemonia práctica en el Pacífico, ya que, cuanto más poderoso 
sea nuestro adversario, más dificultoso será el arreglo d^ nuestra 
cuestión de límites y más arrogantes serán sus pretensiones. El 
momento histórico era excepcional : la crisis económica de Chile 
es terrible y amenaza postrar á aquel país, cuya prosperidad fi- 



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98 



LA política argentina 



nanciera ha sido artificial, ya que se basaba ezclusiyamente en 
los ingresos extraordinarios de las salitreras de Tarapacá, que 
forman el 65 ^/o de sus rentas fiscales ; la crisis política es gra- 
yisima, pues la multiplicación de sus facciones partidistas y de 
sus banderías parlamentarias hace inestable todo equilibrio mi- 
nisterial y precaria toda acción gubernamental, obligando á aquel 
país á vivir en perpetuas y efímeras coaliciones de agrupaciones 
enfermizas. 

¿Qué hacemos en momento semejante? Lo que menos, habría 
sido solucionar clara, categórica y dignamente, nuestra cuestión 
de límites, para impedir por ese solo hecho que Boliviay el Perú 
pasen á ser feudos de Chile. Deberíamos estar curados de quijo- 
tismos. 

Permítame un recuerdo. He citado en alguna parte una con- 
versación con Balmaceda referente á su misión en 1879. « Lie- 
^ > vaba al Plata — dijo aquel chileno eminentísimo— la facultad de 

l_ \ transar nuestra cuestión de limites, cómo, cuándo y en ]a forma 

\ que se quisiera, en cambio de la neutralidad en la guerra perú- 

\ ] boliviana. La fatalidad daba ¿ Vds. ganancia en el pleito histó- 
rico ; pero era indispensable guardar las espaldas á Chile. Pues 
bien: mi sorpresa fué suma, cuando conocí á los estadistas ar- 
gentinos: ¡ qué grandeza de almal A las primeras palabras^ se 
me dijo : la Argentina no es país que aproveche las dificultades 
de un adversario para obtener ventajas: eso no sería caballeresco; 
vaya Vd. á Chile y lleve la seguridad de nuestra completa neu- 
tralidad durante la guerra, que después de ésta, y cuando Vds. 
estén repuestos del magno esfuerzo, entraremos á discutir núes- 
\ tros derechos respectivos...» \ 

Grima da recordar una... bondad semejante, /digna de la 

i ^ 

cancillería que, áraíz de una sangrienta guerra, en lugar de arre- 
glar definitiva y razonablemente sus cuestiones con el vencido, 
exclamó : la victoria no da derechos ; como si los gobiernos tu* 
vieran el derecho de hacer derramar la sangre de un pueblo y 
arruinar su tesoro, para dejar todavía pendientes sus problemas 
internacionales! 

¿Hemos sido acaso consecuentes hoy con esa política de feme- 
nina sensiblería ? ¡ Dios lo quisiera ! Pero, ni eso siquiera ; en 
lugar de no aprovechar el momento histórico aplazando el arre- 
glo de nuestra cuestión internacional, hemos ido más allá: nos 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 99 

hemos entregado maniatados al adversario, sufriendo una derro- 
ta diplomática inconcebible, renunciando al bien saneado que 
nuestro tratado con Bolivia nos reconocía, dejando en pie las 
pretensiones más exageradas de Chile á la Puna y al hito de 
San Francisco, y sacrificando la razón de ser de nuestro tratado 
de 1881, «el limite inconmovible», que entregamos hoy indirec- 
tamente á un arbitraje forzado, sin reservarnos siquiera el dere- \} 
cho de calificar el caso de arbitraje. ^— ^ 

— Pero, doctor, si el arbitraje lo establecía ya el tratado de 1856 
y el de 1881... 

— Si, establecían el arbitraje; pero eso no quiere decir que se 
aplicara ciegamente. Tan es asi, que cuando, antes de 1881, 
Chile propuso someter á arbitraje la Patagonia, invocando el tra- 
tado de 1856, nuestra cancillería se negó á ello rotundamente, 
sosteniendo que era facultad del gobierno determinar la materia 
de arbitraje. Y tan es esto así, que antes de esa negativa, ambas 
cancillerías habían ya discutido cuál sería la materia de arbitra- 
je ; y nuestro ministro Elizalde llegó á proponer á Chile que se 
sometiera á arbitramiento, nada menos que la determinación de 
la materia misma de arbitraje. 

Chile mismo así lo ha sostenido siempre, llegando sus delega- 
dos á declarar solemnemente en el congreso pan-americano de 
Washington, en 1890: «...El gobierno de la república recurrirá 
al arbitraje para dominar las dificultades ó conflictos internacio- 
nales en que pueda hallarse comprometido, siempre que consi- 
dere que la controversia que se trata de solucionar sea acepta- 
ble de aquel arbitrio... el gobierno decidirá si la dificultad pen- 
diente es de tal naturaleza que pueda ser resuelta por medio del 
arbitraje. . . No sería temerario decir que un país que se hallase 
dispuesto á someter toda clase de cuestiones á la suerte de un 
fallo arbitral, carecería de razón de ser.)) 

Y nosotros, de antemano, sometemos al fallo arbitral toda clase 
de cuestiones en el litis de límites, borrando el artículo 6<> del 
tratado de 1881^ que establecía una excepción neta y sine qua 
non : « quedando, en todo caso, como límite inconmovible la 
cordillera de los Andes ». 

La derrota diplomática no puede ser más grande, agravada 
por la excepcional situación internacional, á nosotros favorable ' 
bajo todos conceptos. 



100 LA POLÍTICA ARGENTINA 

Estos son los resultados de una política estrecha, de una (( po- 
lítica de campanario». ¿Qué prestigio puede tener en América 
un país que así procede, y que proclama como desiderátum que 
(( no concibe la irradiación al exterior de la grandeza de una na- 
ción », 7 que a su objeto primordial ha de ser afianzar, dentro de 
fronteras, el reino de la libertad y las conquistas del progreso 
económico »? Dentro de fronteras.,, hay en esa frase un sarcas- 
mo horrible, si se reflexiona que, desde la emancipación, la Ar- 
gentina no ha hecho sino cercenar sus fronteras, desprendién- 
' dose de territorios al norte, al este, al oeste y al sur, en favor de 
sus vecinos... Y eso que la sangre generosa de sus hijos jamás 
se economizó cuando la patria lo exigía ! 

Ahí tiene Vd., pues, los resultados de renunciará tener poli- 
tica internacional, es decir, á practicar una política continental. 
Sólo la historia dirá cuál de las dos políticas es la que mejor cua- 
draba á la grandeza y al porvenir de nuestra patria. 

El general Mitre cerraba el artículo de La Nación á que an- 
tes me he referido, diciendo : « El tiempo enseña á los pueblos, 
y en estas lecciones retrospectivas y ante estas perspectivas, hoy 
iluminadas por la razón pública, todos aprenden; unos en cabeza 
propia y otros á costa ajena )). A esas palabras me atengo. 

— Una palabra más, doctor. Citó V. alguna vez una frase 
terrible del diplomático peruano Gómez Sánchez. ¿ A qué políti- 
ca argentina se refería el enviado peruano ? 

— A la que llamó « política de campanario ». Esa frase per- 
tenece á una nota reservadísima de aquel diplomático, y la nota 
respectiva fué encontrada en el archivo secreto del Perü, y publi- 
cada por Chile para afrentarnos con ella. Lleva la fecha de no- 
viembre 12 de 1880, y contiene algunas declaraciones que, aun 
cuando se refieran á cosas de entonces, son aplicables ala época 
presente, mutatis mutandis. 

Helas aquí : (( La falta de las condiciones que caracterizan 
una hábil política, se ha hecho patente en todo el curso de las 
/ negociaciones que su diplomacia ha sostenido con la de Chile, á 
propósito de esas mismas cuestiones, durante la contienda del 
Pacífico. El gobierno argentino, en la época á que me refiero, 
se dejó engañar por el de Chile. Quiso terminar sus cuestiones 
de limites con éste, y consintió en la suspensión de las negocia- 
ciones durante la misión de Barros Arana. Creyó que Balmace- 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 101 

da venia con la intención seria de tratar, cuando no trajo otro 
encargo que, de acuerdo con Lastarria, ministro en Rio Janeiro 
y Montevideo, espiar la actitud de la República Argentina res- 
pecto de los aliados, cruzar los planes de éstos, y magnetizar á 
los estadistas argentinos, tranquilizándolos respecto de la alian- 
za de Chile con el Brasil. Concibió grandes esperanzas del re- 
greso á su país del último negociador chileno, y hasta hoy está 
aguardando la respuesta que le ofrecieron traer. Pudo emplear / 
el ardid de activar los tratados de alianza con el Perú y Boli- 
via, ó el de hacer creer á Chile que iba á ponerse á la cabeza I 
de un movimiento americano, y permaneció inactivo y sin dar ; 
síntomas de que se ocupaba de las cuestiones exteriores. Cono- . 
ció que la opinión pública no quería aplazamiento^ y los otorgó ^ 
en proyectos de tratados, y aun de hecho, después que éstos fue- j 
ron rechazados por la prensa, por los partidos, y por el congreso. 
Tuvo sobrado tiempo y oportunidad para explotar la situación 
de Chile, ó para llevarle la guerra por honrosa causa y con re- j 
aultados seguros y gloriosos, y dejó pasar los dias y despreció / 
las ocasiones, y no sólo el honor y la gloria, sino el provecho. I 
Agregúese á todo esto, que lejos de cultivar y estrechar las reía- 1 
cienes con los naturales y constantes aliados de este país, el/ 
Imperio del Brasil y la República Oriental, las descuidó y dejó 
que se aflojaran, hasta el punto de que Chile pudiera casi substi-» 
tuirlo en ambos estados ; y se verá con cuánta razón he avanza- 
do la opinión de que la diplomacia argentina carece de las 
condiciones que posee la más bisoña y débil que imaginarse 
pueda, y que no ha estado á la altura de la misión protectora 
de los grandes intereses de la América, pero ni de los muy im- 
portantes de esta república, de tan gloriosos antecedentes, como 
de grandes destinos, en el presente y en el porvenir. » 



— Me parecen exagerados esos reproches, y sobre todo, poco 
aplicables ahora. Las cuestiones internacionales han sido am- 
pliamente discutidas por la prensa, y han apasionado la opinión 
nacional. Los ojos están hoy bien abiertos. La prueba está en que, 
de 1895 acá, las cosas han cambiado, en ese sentido, del todo en 
todo. Tras la campaña de El Tiempo, vino la de La Prensa, 
que hasta hoy ha continuado incansable con su propaganda, y 



102 LA política argentina 

últímamente Tribuna ha dedicado especial estudio no tan sólo 
ala cuestión de limites en si, pero á la política americana en ge- 
neral. Excuso referirme á otros diarios : todos prestan preferen- 
te atención á estos asuntos, si bien lo hacen con criterio diverso. 
Más aún : el congreso se ha preocupado seriamente de los asun- 
tos militares; el pueblo mismo ha suscripto sin vacilación fuer- 
tes empréstitos internos con ese objeto ; todos sienten al uniso- 
no que el país debe reaccionar de su vieja apatía, 7 ponerse en 
condiciones de hacer oir su voz en América. El mismo go- 
bierno... 

— Doblemos la hoja. Es muy exacta su referencia á La 
Prensa, pero la misma persistencia con que insiste, 7 sigue 
insistiendo, hoy como hace tres años, en que todo ó casi todo 
está por hacer, le demuestra que desgraciadamente sino todo, por 
lo menos casi todo, no se ha hecho adn . Tribuna ha levantado 
la cuestión á la altura que ho7 corresponde, por su influencia 
sobre los destinos del resto de este continente. H07, todo elpe^ 
riodismo clama al unísono con el país en ese sentido. Pero si 
el gobierno hubiera estado convencido de ello desde 1895, como 
parece estarlo ho7, la presente situación no se habría producido. 
Los mismos ó menores esfuerzos que ho7 habrían bastado para 
preparar al país, 7 en 1895, en 1896 ó en 1897, pudimos 7 debi- 
mos haber hecho lo que estamos haciendo ahora. Los barcos 7 el 
armamento comprados apresuradamente 7 á última hora, 7 que 
estamos esperando, debieron haber sido metódica 7 tranquila- 
mente adquiridos entonces, 7 encontrarse 7a en nuestro poder. 
La organización militar que todavía estamos discutiendo en el 
congreso, ha debido ser discutida 7 puesta en práctica entonces, 
7 ho7 habría dado sus frutos. 

En 1895 todavía era tiempo. Chile necesitaba aún dos ó tres 
años para completar su organización militar 7 realizar su plan 
de preparación bélica. H07 7a su organización está terminada, 
7 completa su preparación. No le faltaba sino un detalle, 7 en 
estas últimas semanas se llenó : la llegada del O'Higgins 7 de 
la flotilla de transportes que convo7a, 7 que van llenos de los 
últimos pertrechos bélicos. Chile, con eso, pretende tener una 
escuadra más poderosa que la nuestra; j, armado 7 pertrechado, 
un ejército más numeroso que el nuestro. Hasta que no lleguen 
los nuevos acorazados que hemos adquirido, 7 el nuevo arma- 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 103 

mentó que ha ido á buscar á Europa el propio jefe de estado 
mayor, Chile, podrá tener una superioridad militar momen- 
tánea. 

Ese desequilibrio militar en nuestras relaciones, pudo j debió 
ser evitado, si el gobierno hubiera aprovechado desde 1895 en 
prepararse. Pero es notorio que sólo en febrero de este año, pa- 
rece haber despertado de la catalepsia en que yacia. Mientras 
tanto, esa negligencia, verdaderamente desgraciada^ pone en pe- 
ligro la paz^ porque deja en manos de Chile el resolver la guerra 
inmediata, si viere convenirle, y si creyere deber aprovechar su 
momentánea superioridad, sabiendo que, declarada la guerra, 
es posible tratar de impedir la salida de los astilleros de los aco- 
razados adquiridos, y la remisión del armamento que se fabrica, 
ose está fabricando... por más que haya sido práctica constante 
en las naciones europeas, considerar que es compatible con la 
neutralidad el hecho de que las fábricas particulares de armas 
sigan vendiendo pertrechos bélicos á los beligerantes — como su- 
cedió en Alemania durante la guerra de Crimea, la americana 
de secesión, y la turco-rusa, — pues son esas operaciones co- 
merciales en que no intervienen los gobiernos, los que tampoco 
acostumbran impedir que naves de guerra beligerantes se apro- 
visionen en sus puertos hasta de pertrechos militares, siempre 
que sean particulares los vendedores. 

La razón principal de la creencia chilena en su superioridad 
militar actual, estriba, no sólo en que consideran más poderosa 
su escuadra después de la incorporación del CyHiggina, sino en 
que pretenden tener en sus arsenales armamento, municiones y 
pertrechos para 200.000 hombres ; artillería en mayor número 
que la nuestra ; y su ejército en mejor pie de guerra, pues Kor- 
n^ y sus legionarios alemanes han cuidado de la instrucción 
militar de « las clases » de la guardia nacional, habiéndolas 
acuartelado y obligado á la vida de la tropa de linea ; mien- 
tras que sostienen que nosotros, al proceder á la inversa, lo ha- 
cemos por vano propósito de ostentación en paradas numerosas, 
pero que nuestros cuerpos de milicia tienen una oficialidad ab- 
solutamente incompetente, de manera que serian simples aglo- 
meraciones colecticias^ sin organización ni instrucción sólida ; 
pues los sonados ejercicios de tiro, en los polígonos, se han 
hecho con tan vergonzosa falta de método, que los soldados no 



104 LA POLÍTICA ARGENTINA 

saben tírar^ sino consumir pnerílmente cartuchos á millares, des- 
componiendo el armamento... Todo esto será^ ciertamente, exa- 
gerado; pero hace poco, diario tan autorizado como La Na- 
ción, ha tenido que confesar : « Hemos ido á los poligonos, es 
cierto^ este año más que en ningún otro, pero la verdad sea di- 
cha, no á aprender á tirar, sino á gastar munición por el lujo de 
gastarla, causando un serio perjuicio á la tropa, porque, tirando 
á mansalva, el soldado adquiere malas costumbres, imposible 
de corregirlas más tarde, ó, por lo menos, dando un trabajo im* 
probo para hacérselas olvidar ». ¿Qué hay de cierto en esto? La 
duda sola es dolorosa, y seria la condenación más absoluta de los 
hombres que gobiernan el país, si se prestaran á farsa semejante. 
El poder militar de Chile puede fácilmente deducirse del cóm- 
puto de su población : en 1895, tenia 2.712.145 habitantes, pero, 
como dice! el Censo último, « es enorme la láortalidad que diezma 
la población ». La cifra oficial de su guardia nacional es de 474. 554 
hombres, ó sea, el 175 **/o de los habitantes. Esto es, sin duda, una 
exageración : si movilizara 100.000 hombres, la proporción sería 
todavía mayor que la de Alemania, en la guerra de 1870 ; en 1879, 
cuando la guerra del Pacífico, escasamente puso 50.000 sobre las 
armas. La reorganización de Kórner dará como «efectivo mili- 
tar )), para octubre, é\ oca en que la cordillera es practicable, 
87.700 soldados instruidos, de los cuales 3400 son oficiales; y 
esa cifra se descompone así : a) oficiales de línea, 700 ; b) tropa 
de línea, 8300 ; c) bajas de línea, 10.000 ; d) movilizados de 1891, 
oficiales, 300; e) idem, tropa, 4000; policías, 5000; g) clase de 
20 años, 32.000; h) contingente guardia nacional activa, 25.000 ; 
i) subtenientes, 2400. El sistema adoptado es exactamente el 
prusiano. Los cuadros que registran las Memorias de Guerra 
son siempre inferiores á la realidad, pues sólo se refieren al mí- 
nimum de los batallones de línea, pero estos, en realidad, son 
cuadros de «clases », ó núcleos del verdadero ejército, cuya tropa, 
después de pasar por los cuarteles un tiempo determinado, se en- 
cuentra entregada á las tareas de la vida ordinaria. La movili- 
zación, en caso de guerra, sería, pues, una operación instantánea, 
que presentará en 24 horas un mínimum de 50.000 veteranos 
uniformados, armados, comandados y... en marcha; en pocos 
días más, los cuerpos de la guardia nacional, marcharían en to- 
tal de 35 á 40.000 soldados, con buenos oficiales. Siendo estra- 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 105 

iéji^cas las lineas férreas chilenas, y administrándolas el Estado, 
en menos de 48 horas calcula poner en territorio argentino, 80.000 
soldados. « Están vencidas todas las resistencias que entorpecie- 
ron los trabajos de reorganización de Korner — dice un libro téc- 
nico reciente — y todos, en el ejército, son no solamente sus dis- 
ciplinados subalternos, sino aun sus atentos colaboradores, y, en 
fín, jefe indiscutido ya, lo es más aún en este momento en que 
todos en Chile, pueblo, soldados, oficiales, se preparan para la 
guerra, la desean, creen que estallará dentro de semanas, y sa- 
ben que el que la dirigirá es el general Korner ». Si consultamos 
el Memorándum del ejército chileno, 1898, aquellas cifras son 
aún más elevadas. En esa publicación oficial, la cifra sola de la 
guardia nacional está fijada en 474.560 hombres. Hay que tomar 
esas cosas cum grano salis. En cuanto á la marina, basta darse 
cuenta de que su incremento ha sido colosal : en 1890, sus buques 
sumaban 15.000 toneladas ; 5 años después, llegaban á 44.000... 
Pero ¿es todo oro lo que reluce ? ¿ estarán acaso mejor que no- 
sotros en Chile? ¿será tan sólida, como se pretende, su organi- 
zación é instrucción militar? Un militar argentino — ¿mayor 
Sejrato ? — que acaba de estudiar aquel país y ha publicado un 
curioso libro : A través de Chile, sostiene que allí los defectos 
son iguales ó mayores á los nuestros, y que es una verdadera pa- 
ralogización la que sufrimos, al aplicar al revés el concepto cono- 
cido de (( ver la viga en ojo ajeno y sólo la paja en el propio». 
Puede ser. Mas, no se ocultará que es de sana prudencia el va- 
lorar, como debiera ser, la condición del adversario, y no el des- 
deñarla so color de que (( en todas partes se cuecen habas, y allí 
á calderadas». Tan esto es así, que es conocida la franca actitud 
del general Canto y de la mayor parte de los jefes chilenos, en 
oposición á los planes de organización militar de Korner. El ge- 
neral Canto no sólo se opuso á la germanización ciega del ejér- 
cito, y á la contrata en masa de una legión de oficiales alemanes 
para servir de instructores, sino que, públicamente también, ha 
criticado la organización dada por Korner á la guardia nacional 
chilena, que sostiene se debilita como entidad militar, debilitan- 
do conjuntamente al ejército de linea, en cuyos cuadros se pro- 
yecta englobarla. En el mismo Chile, pues, son bien autorizadas 
las opiniones de los que no ven todo color de rosa en la autocra- 
cia militar de Korner y su círculo... 



106 LA POLÍTICA ARGENTINA 

-^ Pero, entre nosotros, nadie cree en la guerra... 

— Asi es, pero sucede lo contrarío en Chile. Un observador 
reciente acaba de decir : « aquí se duda de ella en el momento mis- 
mo en que el gobierno chileno, acallando repugnancias, reincor- 
pora á los oficiales balmacedistas ; forma miles de oficiales de 
guardia nacional ; instruye á la ves tres contingentes ; tiene acuar- 
telados 40.000 hombres ; hace salir de Europa el 0^Higg¿n8B.nVss 
de que esté terminado ; apresura febrílmente la terminación de 
vías férreas estratégicas, como son las que van hacia Riradaria 
y el Choapa ; hace votar la emisión de 50.000.000 de pesos papel 
para conservar oro como tesoro de guerra... Nuestra confianza 
raya en ceguera. En 1879, Chile hizo á Bolivia una propuesta 
de arbitraje, que debia aceptar ó rechazar dentro de 48 horas ; 
antes de que hubiera sido materialmente posible contestarla, y 
sin previa declaración de guerra, fuerzas chilenas desembarca- 
ban en Antofagasta... que hoy es chilena. Asi hará nuestro ve- 
cino, en 1898 : nos atacará primero, y después nos declarará la 
guerra... Y el invasor será el vencedor ». 

Graves son esas consideraciones. Por de contado, es exacta la 
observación del espíritu bélico que reina tras la cordillera, y la 
segundad que allí se nota de que la guerra es un hecho. La con- 
fianza que denotan en el triunfo, es otro rasgo característico de la 
presente situación. La militarización de aquel país es evidente: 
la influencia de Kórner y sus colaboradores alemanes ha sido 
sensible ; todos están convencidos de que el conflicto es inevi- 
table. 

De parte nuestra sucede todo lo contrario : hasta los círculos 
militares están convencidos de la paz ; de ahí que se formulen 
libremente críticas á nuestra organización militar, á la sanitaria, 
á todo lo que aquí se hace. « La causa de nuestra debilidad — 
decía Del Valle, en un reportaje ruidoso en 1895 — era la corrup- 
ción administrativa y la desorganización militar : la llaga estáá 
la vista, y se curará ; lo exige el país y lo quiere el gobierno». 
Si esto se ha hecho ¿cabe aún la duda que, como decia aquel 
tribuno, « tortura el alma de la juventud, é inquieta el espíritu 
de los estadistas ))?... 

El hecho es que la convicción chilena de su superioridad mi- 
litar del momento, por más que descartemos lo referente á su 
guardia nacional, se basa en el mayor número de buques de su 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUE8TIÓN DE LÍMITES 107 

escuadra y en el mis copioso armamento depositado en sas ar- 
senales. Y esto nunca debió suceder, si el gobierno argentino 
hubiera tenido la más elemental previsión... 

^ Entonces ¿ la situación es realmente grave, y hay razón 
para el malestar reinante? Pero es imposible que, sin razón 
plausible y sin pretexto, Chile se lanzara ahora auna guerra que, 
malgrado la hipotética (( superioridad militar momentánea », 
que Vd. le atribuye, ó parece atribuirle — supongo que con el 
único objeto de extremar el argumento — seria siempre una aven- 
tura peligrosa, con la cuestión aún abierta de sus conquistas 
al Perú y Bolivia. Seria una locura arriesgar todo en una em- 
presa semejante : no creo que haya estadista chileno que tal 
haga. 

— Amen, Quiero creer que así sea. Pero ¿ no es la más ab- 
surda de las imprevisiones, el haber dejado que el pais se en- 
cuentre acorralado en el callejón sin salida de aceptar una gue- 
rra, si el adversario comete la locura de empujarlo á ella? Si el 
país se hubiera preparado en los últimos tres años, estaríamos 
hoy en evidente superioridad militar respecto de Chile,y ácubi^- 
to por lo tanto de la posibilidad de una guerra^ porque, en condi- 
<;iones semejantes, claro está que nadie en Chile sucumbiría á 
la tentación de provocar un desastre á sabiendas. Lo único que 
nuestro país ha necesitado era esa preparación, en tal grado, 
que no fuera posible dudar de que nuestros elementos bélicos 
superaban á los trasandinos ; esa superioridad jamás habría 
constituido un peligro para la paz, porque nadie ignora que aquí 
todo el mundo repugna á la guerra, porque necesitamos de paz, 
p€UB multa, porque nos conviene la paz, porque ella es para no- 
sotros garantía de riqueza y bienestar. 

Ahora mismo, si nuestra preparación militar se hubiera he- 
cho oportunamente, la situación del país sería muy diferente. 
No habría surgido el más leve rumor bélico. Y la guerra hispa- 
no-yankee, que inmoviliza en Europa la inmigración á Estados 
Unidos y el empleo allí de capitales, habría arrojado á nuestras 
playas esas gentes y esos dineros : el país estaría hoy nadando 
en una prosperidad inaudita, y con la perspectiva del porvenir 
más risueño... Mientras tanto, el no haber hecho á tiempo la 
preparación debida, nos expone á una guerra eventual, malgré 
nou8, paraliza entre nosotros los negocios, hatraido una situación 



106 LA política argentina 

angustiosa, y de Europa ni un hombre, ni un real se dirije á 
este paf s : el mes anterior, no ha habido inmigración ! 

Nuestra imprevisión ha sido tan singular, que en presencia 
de los preparativos metódicos de Chile para una colisión evi- 
dente, practicamos « la política del avestruz », creyendo que con 
cerrar los ojos impediríamos el peligro... En plena época critica, 
nuestros políticos de primera fíla cometieron el error inexplica- 
ble de afectar una conñanza extraña, proclamando la inutili- 
dad de los gastos de armamento, diciendo á voz en cuello en los 
club sociales que no se debía gastar más en buques y fusiles^ y 
llegando hasta hacer que nuestro parlamento tomara la quijo- 
tesca resolución de adelantarse al pago integro de nuestros em- 
préstitos, so color de reconquistar ó afianzar el crédito financie- 
ro... No hemos querido ver que el conflicto con Chile era fatal : 
hemos obrado como España^ en presencia de la actitud de los 
Estados Unidos en la cuestión cubana. Para nadie era un mis- 
terio que los Estados Unidos iban á la guerra : los políticos es- 
pañoles prefirieron no creerlo y no se prepararon. Cuando el 
conflicto fue inminente,, se apresuraron á encargar precipitada- 
mente barcos y armamento . Fué tarde : los Estados Unidos no 
dieron tiempo para que enmendaran el yerro... y el resultado 
de tanta imprevisión está á la vista. ¿No hay acaso alguna ana- 
logía entre ambas situaciones ? 



— Y tan la hay, que justamente es esta extraña situación lo 
queme ha movido á entrevistar á Vd. y á solicitar su opinión, 
para poderse uno explicarlo que, á primera vista, parece inex- 
plicable. Porque, desde que nuestro pleito de límites no ha dado 
margen hasta ahora á un solo desacuerdo de hecho, y que éste, 
en última tesis^ deberá ir al arbitraje, ¿cómo explicar esta ten- 
sión de los ánimos y esta conciencia del peligro de una guerra ? 
¿cuál es la dificultad, el casas helli ? I^as guerras no se decla- 
ran, porque sí. Tenemos pactado el arbitraje, para el caso de 
desacuerdo de los peritos. No tenemos otra cuestión fuera de 
esa. Entonces ¿ si hemos de ir al arbitraje, para qué se discute 
la posibilidad de una guerra, que no cabe ni en la fantasía? Hay 
en todo esto un imhroglio singular. . . Quizá, eñ el fondo^ esto 
no es más que « ruido de latas )> — como Vd. alguna vez ha di- 



) 



LA POLÍTÍCA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 109 

cho — para obtener ahora una nueva cesión, como se obtuvo 
en 1896, como se logró en 1895, como se había sacado en 1893, 
como exigieron en 1881 . . . 

— Sin duda, que después de haber cedido cuatro veces, es natu- 
ral que Chile suponga que estamos dispuestos á ceder una quinta 
vez. Pero puede que ni esa hipotética y nueva vergonzosa cesión 
— que serían, sin duda, las mentadas 5000 leguas de Búlnes — 
impida la guerra, si Chile cree llegado « su momento ». 

Examine Vd. con calma la situación. Chile, hoy, ha llegado 
al máximum posible de su preparación militar : jamás podrá 
sobrepasarlo ; ni su población actual, ni sus fínanzks esquilma- 
das, pueden permitirle la ilusión siquiera de lograrlo. Más aún : 
no puede mantener por mucho tiempo el pie de guerra actual ; 
sus recursos están agotados. La Argentina, por el contrario, 
puede fácilmente doblar su preparación actual : tiene para ello 
población y recursos suficientes. Si la guerra no estalla ahora, 
cada día que pase, — como Vd. lo ha dicho — es una pérdida v 
para Chile y una ganancia para la Argentina. 

La incuria de nuestro gobierno ha permitido que, momentá- ) 
neamente, hasta fines de septiembre, por lo menos^ Chile tenga ; 
una superioridad militar aparente. Pasado septiembre, y una j 
vez que estén aquí los nuevos acorazados y el armamento pedido, i 
esa superioridad momentánea no sólo desaparece, sino que se I 
torna á la inversa. / 

Nunca Chile se ha encontrado en situación más favorable para 
lanzarse á esta soñada aventura. ¿ Qué le faltarla ? Acaso tener 
al frente de su gobierno un nuevo Portales que, como aquél, sea 
audaz y sin escrúpulos, y esté resuelto á jugar el todo por el todo . . . 

La situación interna de Chile conspira en ese sentido. Las / 
finanzas públicas están desequilibradas, gracias á la irremedia- 
ble crisis del salitre, que constituía la principal riqueza fiscal y 
el más importante producto de Chile. Esa crisis salitrera, y la 
imprudente conversión metálica, han arruinado á txes cuartas 
partes del país, cuyas fincas están hipotecadas á oro á la otra 
cuarta parte, no pudiendo ni pagar su servicio ni encontrar pos- 
tores en subasta pública. La población pobre — los rotos — se 
encuentra sin trabajo, vagando en turbas hambrientas, que hoy 
encuentran pan y techo en los cuarteles. Si la guerra se declara, 
todo el mundo ingresará al ejército, pues así el Estado lo man- 



lio LA POLÍTICA ARGENTINA 



/ 



i 

I 



tendrá, y esas tropas se arrojarían famélicas sobre la ricas cam- 
piñas argentinas... Vendría, como primer medida impuesta por 
la necesidad, el torrente de papel moneda y la franca inconrer- 
sión : el agio subiría á las nubes, y las hipotecas se aliviarían en 
otro tanto, además de que probablemente se decretaría una sus- 
pensión de términos judiciales. Si la guerra no se declara, hay 
que licenciar legiones de rotos, que irán á vagar por las calles y 
caminos, sin encontrar trabajo y sin saber con qué comer, loque 
provocaría una situación social interna peligrosísima ; el régimen 
metálico, por más que hoy sea ya más bien papelista, concluiría 
por arruinar 'á los hipotecados y deudores, y concentraría en 
unos pocos banqueros todo el numerario, sumiendo á las prin- 
cipales familias en una miseria sin nombre. 

Ningún estudioso verdadero en asuntos de historia, ignora hoy 
que los más grandes acontecimientos han sido simple conse* 
cuencia de fenómenos económicos, y que la historia y la política 
no son sino la marcha razonada de las necesidades económicas 
de los pueblos. ¿ Qué otra cosa fueron la magna revolución in- 
glesa, la trascendental revolución francesa, la misma revolución 
americana? No fueron sino manifestaciones de fenómenos eco- 
I nómicos, que sólo la miopía de algunos historiadores ha podido 
confundir con la lucha ó antagonismo de clases. De ahí, pues, 
la lógica evidente de la historia y de la política de Chile : sus 
guerras no han obedecido sino á razones económicas ; su política 
se ha subordinado inconscientemente á ello. Hay, por lo tanto, 
que prestar preferente atención á esa faz de la cuestión. 

Todas las guerras internacionales de Chile han obedecido á 
causas de aquella índole, y se han producido exactamente en 
circunstancias análogas : en 1836, la terrible crisis del trigo, que 
constituía el principal producto de Chile, y que trajo el desequi- 
librio de las finanzas y la ruina de los particulares, se solucionó 
por la guerra contra Santa Cruz ; en 1879, la grave crisis del 
cobre, á la sazón producto principal de Chile, y que produjo la 
ruina de las fortunas privadas y de las finanzas, tuvo como solu- 
ción la guerra del Pacífico. Hoy, existen análogas causas. 
¿ Tendrán análogos efectos ? ¿ Se dirá que la presente violenta 
crisis económica que amenaza postrar á Chile, haría imposible 
la guerra? Pero justamente crisis análogas la provocaron en 
1836 y 1876 ; además de que, cuando la ruina existe, nada se 






LA política continental Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 111 

arriesga perder, y de que, en esas condiciones, seria cuestión de 
emitir j emitir billetes, sin fijarse en su depreciación^ en la es- 
peranza de restablecer el equilibrio con una eventual y colosal 
indemnización de guerra... Tan es asi que ¿ no le parece á Yd. 
sospechosa la súbita y rara unanimidad, de gobierno y oposi- 
ción, al consentir en una emisión desproporcionada de 50 millo- 
nes de billetes, siendo asi que las necesidades de la circulación 
no exigen sino 20 ? ¿ no podria tratarse de formar « un tesoro de 
guerra », siquiera sea sobre la base deleznable del papel mone- 
da?... Estos hechos dan que meditar. ^ 

— Es Vd. muy pesimista... 

— Error. Le refiero dos ejemplos sacados de la historia de / 
Chile, tan sólo para probarle que lo que pasa hoy, no es una nove* 
dad que haya podido sorprender á nuestra cancilleria. La crisis 
salitrera se dibujaba claramente desde 1895, desde que la exce- 
lencia y la baratura de los abonos quimicos principió i desalojar 
del mercado el empleo del salitre, malgrado los esfuerzos deses- 
perados del famoso sindicato que había organizado aquél Norih» 
que fué llamado el Nitrate King, Cualquier estadista veia en 
1895 venir claramente la posibilidad de la presente situación de 
1898, como á ninguno se ocultaba el único y eficaz medio de 
evitarla, oú : apresurar y completar una formidable preparación 
militar. Era lo único que habría desviado la posibilidad de 
solucionar el problema de la crisis chilena por medio de una 
guerra eventual con nosotros ; los estadistas transandinos, si 
hubieran notado á tiempo que esa solución era imposible, forzo- 
samente habrían tenido que idear otra. 

Vuelvo á repetir á Vd. que estoy simplemente analizando la 
situación por su peor aspecto, por cuanto entra en lo posible, y 
siempre es cuerdo tener presente la faz adversa de un asunto, 
ya que la faz favorable jamás nos sorprenderá. 

— He escuchado á Vd. con atención. Pero justamente lo que 
encuentro en esa faz de la cuestión, es que no es posible. ¿ Con 
qué sombra de pretexto nos declararia]la guerra Chile? Y por más 
que trajera de los cabellos el pretexto más absurdo, jamás la 
guerra podria sobrevenir sobre la marcha, sino que la precede- 
rian incidentes diplomáticos previos, los que^ por más rápidos 
que fuesen, durarían lo necesario para permitir la llegada de 
nuestros acorazados y de nuestro armamento. . . 



112 LA POLÍTICA ARGENTINA 

— Esa apreciación es errada. Si la guerra fuera cosa resuelta, 
el pretexto seria fácil de hallar á la mano : cualquier reclama- 
ción en forma de ultimátum, j cuyo lenguaje forzara el envió 
de los pasaportes... Además, ni eso necesitaría Chile. Ahí está 
su historia. Cuando la crisis del trigo hizo necesaria la 
guerra de 1836, el adversario era^ militarmente, más poderoso : 
Santa Cruz contaba con ejército más fuerte y con marina más 
numerosa ; Portales 'entonces no titubeó : en plena paz, mandó 
la escuadrachilena al puerto del Callao, donde entró como ami- 
ga, aprovechó la noche para apoderarse por sorpresa de los bu- 
ques peruanos, que ni soñaban en una agresión ; hecho eso, que 
daba á Chile la superioridad marítima, envió la declaración 
de guerra. . . Cuando la crisis del cobre impuso la guerra de 
1879, antes de declararla y en plena paz, Chile se apoderó con 
su escuadra, manu militari, de la costa boliviana, y sólo des- 
pués envió la declaración de guerra... La máxima política de 
Maquiavelo : « si la guerra ha de ser mañana, es preferible 
que lo sea inmediatamente )), fué puesta, en ambos casos, en 
práctica sin|el más ligero remordimiento. ¿ No cabe, entonces, 
en lo posible que si hoy la crisis del salitre los llevara á una 
guerra con nosotros, la declaración se produjera al día siguien- 
te de estar ocupado el Neuquen por un ejército chileno, y las 
costas patagónicas hasta Bahía Blanca por la escuadra ? No 
ignora Vd. cuanto se ha dicho acerca del plan de campaña que, 
para esta guerra, hace años se hizo confeccionar en Europa por 
estratégicos de fama, el hoy general Kórner. 

Ahora bien : ¿ es eso probable? Eso es otra cuestión. Es posi- 
ble — y por ello bueno es tenerlo en cuenta. 

El pretexto!... Es ingenuo creer que, si hubiera resolución 
por la guerra, pudiera faltar « el pretexto ». Sin ir más lejos 
¿ no ha leído Vd. recientemente que se ha efectuado, en aguas 
del Estrecho de Magallanes, una sospechosa concentración de 
barcos de guerra chilenos? Esos barcos han llevado un mate- 
rial bélico, que se dice destinado á minar los canales y artillar 
las embocaduras del Estrecho. Ahora bien, por el tratado de 
1881, aquellas aguas y esas costas debían permanecer siempre 
abiertas para el comercio universal, estableciendo la expresa 
prohibición de fortificar el Estrecho ó de estorbar la navegación 
de sus aguas. Pues, á pesar de ello, parece confirmado que el 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 113 

O'Higgina desembarcó material de fortificación en la bahía de 
San Gregorio, donde el gobierno chileno ha establecido sigilo- 
samente un puesto militar^ con oficiales técnicos que están mi- 
nando los pasos difíciles y artillando los puntos estratégicos, 
con cañones de grueso calibre emplazados en baterías fijas : 
constantemente practican sondajes y levantan planos de los ca- 
nales del Estrecho. Si el hecho aludido resultara cierto, estamos en 
presencia de una violación flagrante de dicho tratado, efectua- 
da con propósitos evidentemente hostiles y en vista de una gue- 
rra inmediata, á fín de impedir el paso de la escuadra argenti- 
na por aquellos canales. Sería, pues, deber primordial de nues- 
tro gobierno el exigir explicaciones, y reclamar de la violación 
de los tratados. La cuestión, entonces, dejaría de ser cuestión 
de límites, y se convertiría en una grave reclamación internacio- 
nal. La negativa de Chile, sea á dar explicaciones, ó á desistir 
de su propósito de violar el tratado de 1881, traería por sí apa- 
rejado el caaua helli... 



—Pero el resto de América ¿ qué diría ? ¿ qué haría? No po- 
dría permaner impasible... 

— La situación política actual de la América del Sur es muy 
interesante. Los países de su parte norte : Colombia y Vene- 
zuela, gravitan al rededor de un centro de atracción diverso del 
nuestro, por sus concomitancias con las pequeñas repúblicas 
centro-americanas, por su vecindad con México ; y porque él mar 
de las Antillas las pone en contacto demasiado directo con los 
Estados Unidos, para poder escapar á su terrible esfera deinfluen- 
eia. El Ecuador tiene ya otros puntos de contacto con el equili- 
brio de la parte austral del continente, pues sus fronteras tocan 
á la vez con el Perú y el Brasil. Este último, que no puede ser 
indiferente á lo que pase en el resto de Sud- América, siquiera 
porque su inmenso territorio con todas las naciones hispano-ame- 
ricanas linda, salvo Chile, constituye un factor importantísimo 
en el damero internacional. El Perú y Bolivia, en su relación 
con Chile ; la Argentina y las naciones río-platenses, también 
en relación con Chile : he ahí el nudo del problema. 

¿ Cuál es elaí^pecto que presentan estos países ? El Brasil ti- 
tubea entre las aspiraciones encontradas de la parte sur y norte. 



114 LA política argentina 

de su propio territorio; sus intereses internacionales son tan vas- 
tos y complejos á la vez, sus problemas internos tan numerosos 
y difíciles, que la fuerza misma de las cosas lo obliga á renun- 
ciar por ahora á una' política de ambición activa, y lo coloca en 
la cómoda posición de un espectador que contempla tranquila- 
mente lo que pasa á su derredor, seguro de no perder nada por 
su actitud prescindente, y sabiendo que siempre ganará algo, 
cualquiera que sea el resultado del entrevero de influencias y 
aspiraciones de sus vecinos. 

¿Me dirá Vd. que el Brasil no podrá permanecer neutral, por- 
que lo liga á Chile ertratado de alianza ofensiva y defensiva, que 
con Balmaceda celebró don Pedro 11? En primer lugar, la re- 
pública no tiene las mismas razones que el imperio para man- 
tener pacto semejante, ya que fueron intereses dinásticos los que 
principalmente influyeron en su celebración. En segundo lugar, 
los acontecimientos posteriores, sobre todo el fallo de la cuestión 
Misiones, han modificado fundamentalmente la posición de las 
partes contratantes : ningún interés tiene hoy el Brasil para to- 
mar parte en una lucha contra la Argentina. En tercer lugar, la 
situación interna de aquel país es delicada y vidriosa, pues están 
latentes aún los sacudimientos del último movimiento rio-gran- 
dense, y de la reacción monárquica de Canudos. Además, ¿no 
pesará en la balanza el hecho singular de que Chile ha buscado 
la amistad del Brasil tan sólo desde hace 20 años, es decir, des- 
de que las incidencias de la cuestión chileno-argentina hicieron 
que pensara en traernos algún día la guerra, para lo cual nece- 
sitaba el apoyo moral y la cooperación material del entonces im- 
perio ? Por otra parte, sabe el Brasil, y no puede olvidarlo, que 
están recientes « esos tiempos — para usar las palabras del bra- 
silero Nabuco — en que Chile aún no estaba con el Brasil, y en 
que la lealtad, la intuición, el genio político de Mitre, lo preservó 
de una coalición americana contra el imperio)). La triple alianza 
ha dejado rastros que no es fácil permitan al Brasil desnudar hoy 
su espada contra el amigo de ayer, en defensa del enemigo de 
entonces... Cierto es que diario tan autorizado como el /ornaZrfo 
Comercio, ha insinuado que la alianza está vigente : creo que la 
neutralidad se impondría por la fuerza de las cosas. Por otra parte, 
el Brasil está todavía convalesciente de su reciente crisis econó- 
mica, y sería una calaverada lanzarse á una aventura semejante. 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 115 

Además, el egoísmo más elemental aconseja al Brasil imitar 
el ejemplo de la Prusia, cuando en 1859 fué prescindente en la 
guerra entre Austria y Francia, las dos potencias que se dispu- 
taban la hegemonía europea : quedó debilitada el Austria, y la 
Prusia aprovechó de la circunstancia para entrar á suplantarla, 
como al fin lo ha logrado ; así el Brasil, en el caso de una guerra 
entre Chile y la Argentina, permaneciendo prescindente, verá 
debilitar ó aniquilar á uno de los contendientes, y siempre podrá 
repartirse con el supérstite la decantada hegemonía y la real in- 
fluencia continental. Sin arriesgar un hombre, ni gastar un real, 
]a prescindencia lo hará aprovechar de una guerra, sea quien 
fuere el vencedor. 

El grupo de naciones del Pacífico se encuentra encadenado al 
insoluble problema de la liquidación de la última guerra ; Perú 
y Bolivia se debaten al rededor de ese punto: Chile trata de sal- 
var sus conquistas y, á la vez, la hegemonía material que le pro- 
porcionó el éxito de sus armas . 

El grupo de naciones río-platenses aspira y necesita emanci- 
parse de las preocupaciones extrañas, para no paralizar su desa- 
rrollo material, visible por lo portentoso en la Argentina ; por más 
que desgraciadamente el Paraguay vegete, y el Uruguay fermen- 
te. Pero la fatalidad los une á Chile, y, por ende, al grupo chi- 
leno-peruano-boliviano, á causa de la cuestión de límites argen- 
tino-chilena, que es el eje verdadero sobre el cual gira la política 
de la Argentina, — y sus hermanas Uruguay y Paraguay — y 
Chile, con Bolivia y Perú ; arrastrando, siquiera de lejos, de una 
parte al Brasil, de otra al Ecuador. 

¿ Cuáles son las razones de ser, sean remotas ó inmediatas, de 
aquellas naciones ; cuáles sus medios de obrar, mezquinos ó po- 
derosos ; cuáles sus objetivos, sean grandiosos y deliberados, ó 
próximos y obscuros ? « Es preciso — se ha dicho — observar esas 
razones de ser, medir esos medios, determinar esos objetivos ; 
trabajo minucioso y largo, que permitirá esbozar la política teó- 
rica de esos estados, formular sus reglas superiores de conducta, 
descubrir las ambiciones justificadas que incuban, ó las quimeras 
que persiguen. Esa política, es aplicada por hombres ; esos hom- 
bres, tienen su carácter, su debilidad y su grandeza, sus pasio- 
nes y sus cálculos ; dirigen á otros hombres, igualmente débiles, 
apasionados, ó indiferentes; en su aplicación, la política se de- 



116 LA POLÍTICA ARGENTINA 

forma, la regla se tuerce, la ambición se calma ó se exalta, la 
quimera se agranda ó desaparece. La política especulativa tiene 
que bajar al nivel de los propósitos y necesidades de los pueblos ; 
pero no es eso sólo : la ambición choca, por encima de las fron- 
teras, con aspiraciones opuestas, el interés roza otros intereses, 
las quimeras suscitan otras quimeras, las voluntades en tensión 
se empujan y las luchas estallan ; cuando el esfuerzo se agota, 
las ambiciones satisfechas se callan, los intereses se combinan, 
las aspiraciones se adormentan, y las quimeras, á las veces, se 
esfuman... » ¿Qué otra cosa ha pasado, en el presente siglo, en 
el grupo de naciones sudamericanas, cuya costa baña el Pací- 
fico? Chile, pobre y ambicioso, tradicionalmente indiviso del 
Perú desde la época colonial, codicioso de las riquezas fabulosas 
de Bolivia, se propuso un objetivo á su política : dominar á sus 
dos rivales, arrancarles su riqueza, acrecentar su territorio á su 
costa, hacerlos comercialmente sus tributarios, convertirse en el 
centro y en la cabeza de las naciones del Pacífico. La razón de 
ser de su ambición es remota : viene desde los tiempos colonia- 
les ; sus medios son mezquinos á veces, como en 1836, podero- 
sos otras veces, comeen 1879; su objetivo es grandioso y delibe- 
rado : la hegemonía política y comercial, enriqueciéndose y en- 
sanchándose al mismo tiempo. A ese fin ha tendido su política 
teórica ; y su regla de conducta ha sido subordinarlo todo al lo- 
gro de aquella ambición razonada: esa es la quimera que han 
perseguido siempre. Según los hombres que han dirigido los 
destinos de Chile, ha sido la marcha má!s ó menos agresiva de 
su tradicional política. La lucha ha sido larga : la ambición chi- 
lena chocó desde el principio con las aspiraciones opuestas del 
Perú y de Bolivia, culminante en la rivalidad de Portales con 
Santa Cruz. La tregua se produjo, pero la lucha recomenzó en 
circunstancias esta vez más favorables para Chile. Los resulta- 
dos de la última guerra demuestran cuál ha sido la orientación 
que los sucesos han dado á aquel grupo de naciones americanas. 
¿ Cuál ha sido, en esos acontecimientos, la impulsión inicial 
que domina áesos países, la acción desús hombres, la influen- 
cia de las circunstancias, la parte de la casualidad, las reaccio- 
nes del exterior, sus causas y sus efectos; en una palabra, có- 
mo explicarlo que cada uno de esos países quería? «Una am- 
bición — hase observado — se traduce en una política activa; y 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 117 

las grandes líneas de ésta son : la autoridad sin cesar reforza- 
da en el interior, la extensión constantemente buscada en el ex- 
terior, la alianza con los débiles contra los fuertes, las compen- 
saciones dadas á los primeros por la ayuda prestada al teñeron 
jaque á los otros, el mantenimiento del equilibrio internacional 
y, si debe ser roto, su ruptura en provecho propio. Pero una po- 
lítica no vale, sino en relación de los medios de que dispone. 
Preciso es conocer los recursos de cada país, la densidad de su 
población, sobre todo en relación con sus vecinos, la fertilidad 
del suelo, y lo que la industria produce; y determinar si, en caso 
de encontrarse desequilibradas las finanzas ñscales, están flore- 
cientes las de los particulares ; darse cuenta, en una palabra, 
del poder latente de cada nación . Por otra parte, los medios de 
acción no valen, sino por aquellos que los ponen en obra : pre- 
ciso es conocer los hombres de Estado, si han heredado de sus 
predecesores la necesaria tradición, si tienen una política, alian- 
zas celebradas, ó acuerdos posibles, costumbres establecidas y 
procedimientos sesudos. También es cierto que el hombre de 
Estado no tiene acción enciente, sino en tanto cuanto es segui- 
do y animado por aquellos á quienes dirijo. Conveniente es pe- 
netrar en el alma de una nación, saber lo que piensa y quie- 
re, cuáles son los propósitos deliberados, y las ambiciones defi- 
nidas de sus clases ilustradas, y cuáles las aspiraciones confusas 
y latentes de sus masas populares )). Apliquemos al caso de Chi- 
le esos preceptos : ¿qué observamos? Su ambición precoz se 
traduce en política activa, bajo la férrea dirección de Portales. 
¿Cómo? Reforzando sin cesar la autoridad en el interior, has- 
ta llegar á la terrible constitución de 1833, que hizo la a paz var- 
soviana» que á su país impuso el ciclo Montt y Varas; se alió 
con los partidos débiles de las naciones vecinas, á fin de lanzar- 
los contra los que dominaban, obteniendo compensaciones fruc- 
tíferas; trató de mantener el equilibrio, poniendo en jaque áBo- 
liviay el Perú, entre sí, y cuando ese juego ya no fué posible, 
rompió aquel equilibrio con ganancia propia. ¿De qué medios 
dispuso ? Aunque pobre en general, Chile ha tenido períodos de 
relativa opulencia, dados por ciertos productos, como el trigo an- 
tes de 1836, el cobre antes de 1879, el salitre antes del presen- 
te; está poblado más densamente que Solivia y el Perú; sus fi- 
nanzas fiscales más de una vez se han desequilibrado, pero las 



118 LA POLÍTICA ARGENTINA 

de los particulares, hasta la presente crisis, habían logrado resis- 
tir con éxito. Su marina se ha desarrollado envanecida, y su 
ejército se enorgullece de su solidez : tal ha sido su poder laten- 
te. ¿ Y sus estadistas ? Desde Portales, todos han sido fíeles ásu 
política de ambición tradicional, y han empleado procedimien- 
tos y medios siempre concordes á ese fin. El pueblo, por fin, 
siempre ha apoyado á los bombes dirigentes : las clases cultas 
han tenido la misma ambición consciente, que las masas de ro- 
^08 han aceptado sin detenerse á analizar. 

¿Cuál hasido, en cambio, la faz análoga del Perú y Bolivia? 
Echemos un velo sobre esa página triste: la anarquía imperando 
al calor de facciones que se destrozan entre sí ciegamente; ausen- 
cia total de todo plan político, con el solo y menguado ideal de 
disfrutar del día de hoy, despilfarrando riquezas fabulosas; ca- 
rencia de estadistas verdaderos; y clases dirigentes corrompidas, 
al lado de masas populares embrutecidas... 

Es lamentable. El Perú, con recursos al parecer inagotables, 
compuesto de la raza dirigente concentrada en pocos centros, 
sobre todo^ en la región costeña, y de la raza indígena, á todo 
resignada é indiferente á todo ; dejó que unos cuantos ambiciosos 
vulgares se turnaran en el poder, arrebatándoselo los unos á los 
otros, sin cuidarse del derrumbamiento material y moral que 
aquello producía. Sus clases acomodadas, aristocracia banal, 
sporímen y clubistas, se divirtieron, es cierto; pero pasaron co- 
mo las flores, de las cuales, una vez secas, se echan á la basura 
las hojas inodoras. En vano sus mandones efímeros se hicieron 
levantar monumentos : esas mediocridades no vivirán, porque 
no dieron fruto, y por éste se ha de juzgar del valor de cada uno; 
fueron figurones sin mañana. Para cualquier observador impar- 
cial, la situación del Perú y de Bolivia era verdaderamente an- 
gustiosa, al estallar la crisis suprema con Chile : y debe servir 
alas demás naciones sudamericanas de cruel enseñanza, porque 
da la clave de lo que pasa en casi todas ellas, por las imprevi- 
siones, las intriguillas, la camaradería, y las mediocridades triun- 
fantes; no se columbró un carácter en medio de aquella terrible 
angustia. La suerte de aquellas naciones da pavor : hasta sus 
riquezas, consideradas inagotables, resultaron agotadas. Lo que 
entonces aconteció es una lección : la fuerza parece ser ahora el 
dios ante el cual se inclinan poderosos y humildes. En Chile ha- 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 119 

bia un objetivo y un propósito : mientras en el Perú, sin direc- 
ción, el país semejaba un bajel sin piloto, al capricho de las olas 
y al impulso de los sucesos; digno final de una comedia represen- 
tada por politices de pega y por administradores depetipieza. De 
una manera terrible se paga la imprevisión, la mala administra- 
ción, y la corruptela fiscal ; así como el espiritu camorrero y 
levantisco de un adversario, no causa mayores desaciertos, 
siempre que la dirección de la cosa pública esté en manos sesu- 
das y enérgicas, que no se fian en las opiniones de la gente 
soñadora y esperanzada de cosas, que pretenden siempre están 
ocultas, pero que son de grande importancia. 

Chile, pues, ha sido y es un^/uerza. Preciso es estimar áésta 
en lo que vale. El éxito ha coronado su política. Mas ahora su 
vuelo se encuentra detenido, porque, tras los Andes, cree co- 
lumbrar la rivalidad argentina... De ahi que se vuelva airado 
hacia nosotros, cuya intervención no sólo le impide avanzar, si- 
no que lo paraliza y hasta lo amenaza con retroceder. Chile, por 
eso, se ha reconcentrado enfurecido : para él, el resto de Améri- 
ca no se compone sino de dos grupos : amigos ó enemigos; no- 
sotros no entramos en la primer categoría, luego nos incluye en 
la segunda. Ese criterio es peligroso, porque es demasiado subje- 
tivo, desdeña el punto de vista de los demás países. 

Así, la cuestión de la cordillera es un proceso abierto entre 
ambas naciones, un pretesto permanente, del que se puede ha- 
cer fluir la guerra instantáneamente en cualquier momento. 
Los hombres públicos <ie Chile tanto han predicado la cruzada 
contra este maltrecho Cuyo, que se han convertido en amena- 
zadores, logrando que las masas populares se inquieten y se pre- 
paren al choque anunciado. El temor y el odio empujan á Chi- 
le á las medidas violentas : la persistente preocupación de las 
pampas transcordilleranas lo fascina y lo incita á atacar : es una 
pendiente insensible que conduce á la guerra. El primer hecho 
lo hacía posible; el segundo, lo convierte en probable. La con- 
flagración parecería fatal, pero ¿ quién la determinará ? En el 
interior de Chile, sus partidos políticos han perdido la brújula, 
están desencantados, y no ven horizonte en el actual derrumba- 
miento económico ; parecen apurados por recobrar el equilibrio 
á favor de una guerra, que consolide el poder- y les ofrezca más 
claras perspectivas. Los partidos violentos y desesperados ven 



120 LA POLÍTICA ARGENTINA 

siempre en la guerra el medio de apoderarse exclusivamente del 
gobierno. ¿Es, pues, inevitable el conflicto? Los hechos diri- 
gentes, y las circunstancias que, en la confusa marcha de los 
acontecimientos^ orientan la corriente, parecen asi indicarlo. 
Pero, falta saber cómo obrarán esos motores determinados. No 
se oculta á los estadistas chilenos que nada es más fácil que 
desencadenar la tormenta, pero, « si el hombre puede dejar la 
rienda á los principios y poner en movimiento el empuje for- 
midable de los apetitos, de las aspiraciones, de las pasiones y 
de los odios, no puede tan fácilmente detener la obra en mar- 
cha, y es preciso dejar un amplio margen á la casualidad y ala 
fatalidad)). He aquí, en efecto, cómo expone esta razón un maes- 
tro eminente: « Un hombre se encuentra en la cumbre de una 
montaña rocallosa; tiene un pico y un cartucho de dinamita; 
cava un pozo de mina y coloca el cartucho ; todos esos actos los 
ejecuta libremente, y ninguno entraña todavia consecuencia. El 
hombre es dueño de detenerse ahí : va mas adelante, ejecuta el 
movimiento definitivo, y la explosión se produce. Desde aquel 
instante, ya no es dueño de nada. La piedra se rompe, según la 
fuerza del explosivo, se despeña sobre pendientes desiertas y se 
detiene inofensiva ; ó bien, rueda sobre valles habitados^ salta 
de un lado á otro, se precipita, deshace, mata, destruye el tra- 
bajo humano, aplasta bombres, y lleva por doquier la ruina y el 
dolor; y todo eso es necesario, á partir del momento en que la 
explosión se produjo )). Bien, pues : Chile es el hombre colocando 
el cartucho de dinamita, tiene la mecha en la mano : ¿ la aplicará 
al explosivo? ¿y las consecuencias ?... He ahi el problema pa- 
voroso : he ahi lo que ha de detener dos veces el movimiento que 
ocasione la temida explosión ! 



— De manera que Vd. parece creer que hay de parte de Chile 
la voluntad manifiesta de provocar un conflicto con nosotros, 
y que está dispuesto á impedir toda solución amigable... 

— Podría contestarle con las palabras de un publicista argen- 
tino, Alberdi, cuyos escritos postumos parecen demostrar que 
pensaba más como chileno que como argentino : « No hay solu- 
ción amigable — ^^ dice — como no hay sentencia ó justiciado 
amigos. Donde hay amistad no hay conflicto, porque la amis* 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 121 

tad le impide nacer. Donde hay conflicto, la amistad no existe» 
y por eso es que hay conflicto. El conflicto reside en las volun- 
tades, más bien qué en los derechos y en los intereses. Renun- 
ciar su derecho, no es resolver el conflicto ; es cortarlo en ger- 
men, es prevenirlo. La transacción, es la paz negociada antes 
que estalle la guerra ». Si Chile, pues, estuviera resuelto ala 
guerra, á todo trance, sería inútil querer impedirlo por la vía di- 
plomática : el único medio coercitivo práctico, es poseer una su- 
perioridad militar efectiva. 

No creo que Kórner sea una causa impulsora de la guerra. 
Muy por el contrario. Todas sus conveniencias están por con- 
servar su cómoda situación de dictador pacifíco en lo militar: 
seguramente sabe mejor que nadie, que la táctica y la estrategia 
alemanas no pueden aplicarse ciegamente en un teatro distinto 
y con materia prima diversa. Nadie mejor que él ha de com- 
prender que en la decantada organización militar, » no es oro 
todo lo que relumbra ». Un desastre seria para él la pérdida ab- 
soluta de su situación excepcional... que hoy sólo amenaza 
la aplopegía, que, según pretenden sus émulos chilenos, lo 
acecha por su potencia extraordinaria de Gargantúa y Gambri- 
nus combinados. Pero es una causa concurrente, en el sentido 
deque puede marear el buen juicio de los políticos dirigentes, y 
hacerles creer que, gracias á su concurso, son invencibles. De 
ahí el recrudecimiento de la audacia chilena respecto de losacu- 
yanos » ; de ahi su voluntad decidida, cada vez más terca y em- 
pecinada, de sacar lo que pretenden ó, de lo contrario, ir á la 
guerra. Y esa terquedad encuentra eco simpático en las masas, 
de antaño enseñadas á mirar con desprecio todo lo argentino, 
y que ansian por la guerra, pues la consideran como un fácil 
paseo militar, y como medio de recoger espléndido y seguro bo- 
tín. El odio internacioaal es mal consejero : (( á quien Júpiter 
quiere perder — decía proverbio antiguo — primero enceguece ». 

Por otra parte, en los graves problemas de la organización 
política de Chile está, puede decirse, incrustada la necesidad 
brutal de una guerra para tronchar por ese medio un nudo gor- 
diano que sus estadistas se muestran incapaces de desatar. 
« Políticamente, Chile es una aristocracia territorial. Su riqueza 
consiste en la gran propiedad indivisible que está en manos 
de los señores, á cuyo alrededor giran los siervos, trabajadores 



122 LA POLÍTICA ARGENTINA 

sin derecho á la más mínima parte de la tierra que explotan. Es 
un pais de patrones, de todos los privilegios, y de odios declases. 
La dirección del Estado les compete á ellos, y se dividen, según 
sus diferentes posiciones, en miembros del parlamento, jefes de 
la marina y del ejército^ y presidentes de la república. Repitién- 
dose la división clásica entre nobles y plebeyos, era fatal que 
unos y otros se trabasen en lucha para el dominio definitivo. La 
dictadura de Balmaceda no tuvo otro significado que ser el órga- 
no del pueblo contra la aristocracia. La derrota de Balmaoeda 
importó la victoria de los señores, el triunfo conservador de la 
vieja sociedad contra la nueva. La ciudad antigua venció con la 
marina, que en los tiempos modernos tiene un carácter aristo- 
crático, como lo tuvo en otras épocas la caballería, por su selec- 
ción de cultura, de corazón, de sentimientos. £1 ejército es, por 
el contrario, plebeyo ; se forma de las clases mestizas y pobres; 
sobre ellas no podía descansar la defensa de una sociedad no- 
ble, como la de Chile. Una nueva guerra internacional, en que 
el ejército tuviera que representar el papel preponderante, será 
decisiva para destruir el predominio de la nobleza en Chile. 
Y tal vez sea éste uno de los problemas que la cuestión argen- 
tino-chilena lleva escondido en sus entrañas. El ejército ven- 
cedor será la victoria del pueblo, y entonces se realizarán los 
ideales de Balmaceda ; ideales que hasta ahora no murieron, 
que parecen cada vez más vivos, pues ya no se puede gobernar 
á Chile sin contar con ellos, y cx)n sus representantes. Estos 
problemas de organización política no alterarán el carácter 
chileno, el único de los caracteres sudamericanos que, si no está 
cristalizado, está, por lo menos, vaciado en bronce. Su carácter 
es aquel que la naturaleza, la vida de combates, los anteceden- 
tes históricos, indican: un carácter fuerte, resuelto, positivo. Se 
podría llamar, como el de los romanos, un egoísmo disciplinado. 
La forma de este egoísmo es social, colectiva, la consecuencia 
déla abnegación individual. El chileno olvida su bienestar, su 
interés propio, por el del país; tiene un patriotismo enérgico, 
combatiente, un vínculo íntimo, estrecho, con la sociedad. Esta, 
que es la suma de los desprendimientos de cada uno, se mani- 
festará como un todo orgánico, compacto, y en sus planes y 
ambiciones será dura é intratable, para con todos los que la ofen- 
dan ó intenten destruirla. El enemigo será siempre aquel que 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 123 

esté en vías de desenvolvimiento: sea el ciudadano que toma las 
armasen sus guerras civiles, sea el país vecino que le amenace su 
independencia ó le estorbe sus proyectos de engrandecimiento. » 

Pero, forzoso es convenir que hay además razones de tradi- 
ción y sentimentalismo, que fomentan ese espíritu bélico. £1 
antagonismo de Chile y la Argentina tiene hondas raices en 
la historia. El hecho de que la independencia de aquel país, 
que fracasó en manos de su caudillo Carrera, haya sido del)ido 
después al ejército de San Martín, lastima la vanidad nacional 
de allende los montes, y forma una herida profunda que el tiem- 
po, en lugar de cicatrizar, ha ido enconando másy más. En vano 
sus historiadores han querido por todos los medios á su alcance 
tergiversarlos hechos, y hacer aparecer á San Martin como un 
general sin patria, al frente de un ejército chileno: esos sofismas 
y esas chicanas^ sólo han logrado poner una vez más de mani- 
fiesto la estrechez de miras, con que algunos hijos poco avisados 
contribuyen á que se tilde á su patria de pueblo poco agradecido, 
á pesar de debernos su independencia, y de que, desde los tiem- 
pos de Carrera, aquel país pregonó siempre la eterna gratitud 
chilena, para arrancar á la Argentina hombres, armas y dinero, 
á fin de conquistar y obtener su libertad contra ejércitos realis- 
tas, que era impotente á combatir. La éter na gratitud chilena!,.. 
parece hoy un sarcasmo hablar de ella, á pesar de los históricos 
nombres de los argentinos Martínez de Rozas, San Martin^ y 
Vera; el precursor de su libertad, el héroe de su emancipación, 
y el autor de su himno. Hasta la misma estatua de Buenos Ai- 
res que, en un instante de fugaz reconocimiento, levantaron en la 
Alameda de Santiago, se ha querido sacarla de ahí y relegarla 
entre el grupo de estatuas alegóricas de ciudades americanas, que 
pululan en ese mosaico que llaman cerro de Santa Lucia, so pre- 
texto de que era prudente evitar la tentación de que se repitiera 
la pueblada que, en otros tiempos y bajo las órdenes del ex- 
ministro Adolfo Guerrero, la derribó y arrastró por los suelos.. . 

Mas no es esto sólo. Estudie Vd. la situación topográfica de 
Chile, recorra aquel país, y se dará cuenta de que, á las razones 
de sentimentalismo, de aspiraciones encontradas, de exigen- 
cias comerciales, hay que añadir otra* quizás la más importante: 
la necesidad de ensanche, á que lo obliga la forma y calidad de 
aquel territorio. 



124 



LA política argentina 



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A nadie puede ocultarse que Chile necesita expansión : si lo- 
gramos impedirle que la obtenga por el sur ó por el éste, sólo le 
queda el norte, ya que el oeste lo constituye el océano. En el 
norte, el desierto le pone una valla infranqueable : hoy mismo, 
las conquistas de la última guerra le obligan á comunicarse con 
« las provincias cautivas )), por agua, ya que por tierra la na- 
turaleza se lo veda. No cabe, pues, mayor ensanche por ese lado. 
Sólo una dirección tiene abierta la necesidad chilena : el noreste, 
es decir las ricas provincias mineras de Bolivia, que lindan por 
el norte con la Argentina. Si Chile tuviera « las manos libres », 
es decir, si contara con el beneplácito argentino, es casi seguro 
que por ahí se ensancharía, y que su ambición seria llegar hasta 
la frontera brasilera de Mattogrosso : para ello necesitaría hacer 
de Bolivia una Polonia americana, y repartirsela con los veci- 
nos complacientes que encuentre... 

Pero, aún en la imposible hipótesis de que hubiera estadistas 
argentinos tan torpes ó tan inhábiles!para consentir en esa mons- 
truosidad, por más pasivamente que fuera, el interés elemental 
/ de este país repugnaría admitir como posible el gravísimo peli- 
/ gro de tener á Chile como lindero norte, ya que lo tenemos como 
( lindero oeste y sur. Vendríamos á quedar rodeados en tres la- 
idos por Chile, que nos empujaría lentamente hacia el cuarto, 
, que es el océano. Sería exponernos al abrazo de la túnica de 
Neso. 

No puede, por lo tanto, ni en hipótesis discutirse ese ensan- 
che. Luego, pues, Chile sabe que^ en las circunstancias actua- 
les, nosotros le cerramos el paso, directa ó indirectamente, en 
todas direcciones. ¿ Puede resignarse á ser asfixiado lentamente, 
dentro de la campana neumática de sus angostas serranías? He 
ahí el problema. « Por la razón ó por la fuerza», según reza el 
lema de su escudo, Chile tiene que tratar de resolverlo. 

No es una ilusión el encarar de ese modo la cuestión. Al- 
guien ha observado recientemente con verdad profunda que, 
(( ahogado por la orla estrecha que le cupo en suerte, Chile bus- 
ca su ensanchamiento : la suprema aspiración de su raza es 
desdoblarse al otro lado de los Andes. En el norte ya lo hicieron, 
atravesando el Atacama é internándose en el suelo de Bolivia. 
Pero su desilusión fué profunda: no era un desierto lo que les 
faltaba ; lo tenían ya al sur. Lo que necesitaban eran tierras 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 125 

fértiles y ubérrimas, grandes pasturajes para el ganado, plani- 
cies, valles y ríos; aproximarse, en fín, á esta civilización orien- 
tal de que los Andes los rechaza ». ¿Es, pues, realmente una 
necesidad absoluta, fatal, la que impulsa á Chile á salir fuera de 
su territorio, y la que lo obliga á arriesgar el todo por el todo 
para quitar á sus vecinos lo que pretenden es para ellos de ne- 
cesidad vital ? He aquí como contestaba á esa pregunta un pe- 
netrante observador brasilero : « Chile es una orla de tierra esca- 
sa, que la naturaleza ha abierto entre la cordillera y el Pacifico ; 
al norte está la región desolada de Atacama, al sud la Patagonia, 
fría y estéril. Las montañas forman una mole inmensa, cuyas ci- 
mas perforan las nubes; son rocas escarpadas, sin vegetación , inac- 
cesibles, cuya nieve eterna disuelve raras veces el fuego de los vol- 
canes. El mar no es un lago como el de Grecia, — encerrado entre 
las islas, comunicando pueblos y penetrando en las mil sinuosi- 
dades del litoral; — es la superficie inmensade un océano, que lle- 
na el alma de horror y de espanto. La costa forma una línea casi 
rectaen la región poblada, quebrándose en una que otra ensenada, 
abierta para recibir las montañas, grandiosas é imponentes. En 
su aislamiento del resto del mundo, entre cuatro monstruos : el 
Atacama, el Pacífico, la Patagonia y la Cordillera, el chileno 
está circunscripto, oprimido, y su vida es una continua lucha 
contra los agentes físicos. La región parece una cindadela inex- 
pugnable, cuyos horizontes están cercados por vallas que atur- 
den la imaginación. No hay para los chilenos una salida fácil 
y natural, que los ponga en comunicación con los demás pue- 
blos. El mar los tentó al principio, y un día se aventuraron á 
navegarlo. El suelo es pobre y casi árido. No tiene pasturajes 
para el ganado. No tiene ríos caudalosos, como en toda la costa 
occidental de América; los lagos son más bien pantanos y sali- 
nas. Es un terreno sin vegetación, é impropio para la agricul- 
tura, limitada á los cereales, sin una gran producción que pue- 
da ser llevada álos mercados universales. Lo que Chile produce, 
alcanza casi sólo para su propio consumo. Su pequeña riqueza 
consiste precisamente en minas de cobre, de las que vive su ex- 
portación. )) 

Por otra parle, y además de la verdad que encierra la observa- 
ción precedente, preciso es tener en cuenta que la topografía 
misma del territorio de Chile, lo impulsa de por sí á una guerra. 



126 LA POLÍTICA ARGENTINA 

Es una ley histórica comprobada, que los pueblos de las mon- 
tañas codician siempre las llanuras. Chile, encerrado entre los 
pedregales de sus serranías, malgrado la hermosura de sus va- 
lles, contempla siempre, por encima de las altas cumbres, las 
pampas inconmensurables de este lado de los Andes ; y la fe- 
racidad inagotable de este suelo privilegiado lo atrae, lo subyu- 
ga, lo fascina. Asi también, en los tiempos antiguos, los mon- 
tañeses de la Macedonia codiciaban los fértiles llanos del Ático, 
y estaban en acecho del momento en el cual pudieran despren- 
derse, como avalancha irresistible, desde sus picos escarpados, 
sobre los sembrados y plantíos, que formaban la alfombra de 
esmeralda de la Grecia, y circundaban la brillante Atenas, como 
la corona de la riqueza y de la civilización: tan fatal fué aquella 
obsesión, que al fin se precipitaron; y arrasaron, en su impulso 
frenético, la cultura y el bienestar del pueblo más brillante y en- 
cantador que registra la historia. Ciertamente (( la comparación 
no es razón », pero, si parva licet componere rnagnis, hay en 
la histórica codicia trasandina por las llanuras cis-cordilleranas, 
algo de la obsesión fatal de los macedonios respecto de los 
griegos. 

Y, sin embargo, esa atracción no es máá que un verdadero 
espejismo. La diversa naturaleza del territorio de ambas repú- 
blicas, les señala rumbos diferentes en su actividad económica : 
la Argentina es país esencialmente agrícola y pastoril, pues su 
riqueza y porvenir estriban en el desarrollo de sus industrias 
rurales; Chile es netamente minero y comerciante, basando su 
grandeza en la explotación de la vetas de sus cerros y en la ex- 
pansión de su marina mercante. La Argentina, perlas condicio- 
nes de su suelo y su situación geográfica, está destinada á ser el 
granero y la proveedora de carnes de los países del viejo mundo; 
Chile, por la topografía de su angosto territorio y su carácter 
montañoso, está llamado á monopolizar el comercio del Pacífi- 
co, y á tener un papel prominente en la navegación de todos los 
mares, así que la apertura del istmo de Panamá lo acerque más 
al resto del mundo civilizado. Para la Argentina, el mercado 
consumidor seráexclusivamente la Europa; para Chile, los mer- 
cados de su comercio serán las naciones del Pacífico y la in- 
mensa región del Extremo Oriente. ¿ Por qué, pues, violentar 
la naturaleza, renunciar al destino manifiesto de su posición 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 127 

geográfica, y querer asumir el peligroso disfraz de potencia 
conquistadora, « á la prusiana », queriendo dominar el interior 
del continente ?... Es un triste daltonismo el que lo impulsa á 
convertirse en país guerrero. 

Chile parecía predestinado á ser la Inglaterra de América, 
mientras que se empeña erróneamente en transformarse en la 
Prusia de este continente. País de costas puramente, su destino 
es ser marítimo y su dominio es el mar : sus riquezas mineras y 
carboníferas lo colocan en situación excepcional. Renunciar á 
esas ventajas, y transformarse en potencia militar mediterránea, y 

buscando anexarse territorios de los países vecinos^ es conspi- 
rar contra su porvenir : las conquistas hasta ahora sólo males 
le han acarreado, y las mismas riquezas momentáneas que le 
produjeron, han ocasionado el desequilibrio económico de que 
padece, además de procurarle la vidriosa situación en que se en- 
cuentra respecto de todos sus vecinos. 

La Argentina, por el contrario, malgrado sus costas, es país 
esencialmente mediterráneo, y la inmensidad de sus llanuras lo 
obliga á ser país de agricultura y de ganadería, condiciones eco- 
nómicas que lo fuerzan á ser pacífico y tranquilo, teniendo den- 
tro de fronteras demasiado territorio despoblado, para necesitar 
pensar en invadir el cercado ajeno ; y demasiado en qué ocupar- 
se dentro de casa, para mezclarse en lo que pasa fuera de ella. 

De ahí, pues, que nos repugne la tendencia conquistadora y 
guerrera de Chile, que sueña con ser (( la primer potencia militar 
de Sud- América ». 

Desgraciadamente, Chile parece condenado por el hado fatal 
de su destino, á ser una nación agresiva y peligrosa para todos 
sus vecinos. « Sin industria, sin labranzas, sin una gran preo- 
cupación de comercio, la nación no se caracteriza como un tipo 
mercantil, sino como un pueblo guerrero y militar. La organiza- 
ción social, de acuerdo con el medio físico, le han fijado ese 
destino : Chile, en sus tiempos prehistóricos, es el país de la 
Araucania. Sus valerosos antepasados le dejaron la energía in- 
domable, que fructificó con la savia de los aventureros españoles, 
de los piratas ingleses y holandeses. Todas estas razas comba- 
tieron allí largos años, y los hijos de su cruzamiento, que son los 
chilenos, comenzaron á pelear desde temprano. Su independen- 
cia fué costosa y su nacionalidad política brotó con esfuerzo, pero 




128 LA POLÍTICA ARGENTINA 

con firmeza y tenacidad. Fué la gestación del roble. Hay en las 
lineas generales de esta formación, algo délo que sucedió en Ro- 
ma : el mismo aspecto de cindadela, las mismas luchas de desen- 
volvimiento. Sin embargo, las diferencias del medio físico fue- 
ron profundas y desfavorables para Chile. Roma no tenía la cor- 
dillera, tenia las colinas ; Roma no tenía el mar tenebroso, tenía 
tierra humana, otros pueblos que excitaban sus energías. Las li- 
mitaciones naturales que oprimen á Chile, lejos de vigorizar su 
espíritu, como las dificultades que se oponían al progreso de Ro- 
ma, debilitan más bien su pensamiento, para desenvolver y soltar 
las riendas de su imaginación; y se ve dominado por la necesidad 
física que tiene la raza, de trabajar y vencer el hambre. Y como 
elemento de mayor perturbación moral, no faltan los terremotos, 
que, por su carácter de acontecimiento imprevisto, transmiten la 
impresión de lo sobrenatural, haciendo insegura la vida y vaci- 
lante el porvenir». Cuan diversa ha sido la génesis y el desen- 
volvimiento de la nacionalidad argentina ! 

Pero, hay otra cuestión, más grave y transcendental si se quie- 
re, que envenena las relaciones de Chile para con la Argentina, 
y en la cual desgraciadamente nada podemos hacer por parte 
nuestra. El punto es delicado, y lo trataremos sirviéndonos de 
datos chilenos. Poco hace. El Heraldo, de Valparaiso, estudian- 
do el movimiento de Buenos Aires, en mayo último, decía (en 
su número de 17 de junio) : a En el mismo mes de mayo, según 
las estadísticas del registro civil de Santiago y Valparaíso, que 
han visto la luz pública, en ambas ciudades ha habido un exceso 
de defunciones sobre los nacimientos, de modo que mientras en 
Buenos Aires se notaba un crecimiento vegetativo de 1903 habi- 
tantes en un solo mes, en nuestras ciudades principales se pro- 
ducía una considerable reducción, que no obedece á causas 
pasajeras ó accidentales, sino que es el movimiento demográfico 
normal en los primeros centros de población de la república. 
Decimos que la serie de batallas que perdemos, con relación á la 
República Argentina, es de doble importancia, puesto que la po- 
blación de aquel país se acrecienta, no sólo por el movimiento ve- 
getativo, sino por el caudal de la inmigración europea, que puebla 
rápidamente sus campos y explota sus riquezas agrícolas. No exis- 
tiendo en Chile ese subsidio de población, la reducción que acusa 
la estadística demográfica continúa en progresión creciente, ame- 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 129 

nazando el aniquilamiento de nuestras poblaciones y la decaden- 
cia del poder nacional. » Y agrega virilmente tan sesudo diario : 

(( Es preciso plantearse estos problemas con perfecta sinceri- 
dad, y contemplarlos frente á frente en toda su amplitud y en 
toda su transcendencia. No es virtud propia de patriotismo, sino 
vicio deplorable de la vanidad, ocultar los males propios, evi- 
tando asi que iniciativas inteligentes les apliquen el oportuno y 
eficaz remedio. Por eso, antes de halagar el amor propio nacio- 
nal con el anhelo de grandezas futuras, comencemos por exa- 
minar los males sociales que amenazan nuestra prosperidad, 
para que sea posible combatirlos con la energía de todas las 
fuerzas nacionales. )) 

¿ Cuáles son las causas de ese deplorable fenómeno ? Aquel 
diario agregaba : « entre nosotros no son la esterilidad ni el ce- 
libato las causas de la despoblación : es la falta de higiene pú- 
blica y de obras de saneamiento en las ciudades, especialmente 
en las más populosas». Y terminaba diciendo : «Nuestra pobla- 
ción se muere y extingue, porque el poder central no acude á sal- 
varla con los recursos múltiples del arte y de la higiene pública ». 
De ahí su patriótica conclusión, que tiende á buscar el reme- 
dio del mal, no en la destrucción del rival sino en el saneamien- 
to propio : « Esas armas que nada crean, nada fructifican, nada 
impulsan, consumen toda la energía nacional, y hacen necesa- 
rio echar en olvido las exigencias más delicadas y premiosas 
del porvenir. I^a ráfaga pasará, debemos creerlo, y horas de 
tranquilidad y de cordura permitirán pensar en problemas de 
índole transcendental, que se relacionen con la prosperidad y 
engrandecimiento futuro déla nación». 

Ojalá todos los chilenos pensaran así, y abandonaran esa ten- 
dencia perturbadora á un imposible predominio militar, á una 
fementida hegemonía, á una política agresiva y de conquista, 
que busca erróneamente curar los propios males y restablecer 
el equilibrio de la población y riqueza con otras naciones, por 
los medios vedados que sugiere un desgraciado espíritu beli- 
coso I 

Departe nuestra, sucede todo lo contrario; es decir, militan 
todas las razones posibles, desde las sentimentales, hasta las 
temporales, y sobre todo las de intereses económicos, en favor 
de la paz . 

9 



130 LA política argentina 

La guerra, sin embargo, pudiera tener efectos incalculables 
sobre los destinos argentinos. No respecto de ensanches terri- 
toriales, que no los busca ni necesita este país ; pero si como 
profundo sacudimiento, para vaciar en un solo crisol los múlti- 
tiples elementos discordantes que están hoy formando la nacio- 
nalidad argentina, en razón de ser retoños de cepas extranjeras, 
del origen más diverso y, á las veces, más antagónico por razón 
de raza, de lengua, de religión. Falta hoy, quizá, un verdadero 
espíritu nacional ; no se percibe claramente el alma de la patria. 
Se diría que es, éste, un pueblo sin ideales, y que sólo piensa 
con criterio de mercader, sólo en atmósfera de mercader vive. 
Eso explica, posiblemente, el cuasi despego con que la pobla- 
ción considera las cuestiones internacionales, que relega á ran- 
go secundario; pues parece no desear ni aspirar sino á la tran- 
quilidad material, cueste lo que cueste, para que prosperen los 
intereses materiales, asegure sus réditos el capital empleado, y 
sin peligro eventual se realicen las especulaciones mercantiles. 
El becerro de oro parece, á primera vista, ser su único norte. 

Sinduda^ hay en esto un falso miraje, y las cosas, en puridad 
de verdad, no son asi. Pero algo hay, siquiera en la superficie, 
que justifica aquella observación equivocada, y ese algo puede, 
con el andar del tiempo y gracias á la indiferencia pública, irse 
ahondando y concluir por echar raices que sea más tarde difí- 
cil extirpar. La enorme masa de población extranjera, y el in- 
menso cúmulo de capital forastero, ejercen una influencia tan 
tremenda sobre la opinión genuinameifte argentina, que, en 
realidad, en los grandes centros de la república parece á pri- 
mera vista que el sentimiento del patriotismo altivo se encuen- 
tra subyugado por el del interés mercantil, que antepone á to- 
do — hasta á la dignidad nacional misma, verbigracia, á una 
guerra — el desarrollo material del país. Uempire, c^est la paix : 
tal fué la palabra de orden con que el tercer Napoleón ahogó 
en Francia las libertades políticas y las aspiraciones populares. 
La paz, es la riqueza : tal es el lema con que todo se cohonesta 
entre nosotros, y merced al cual se juzga sin importancia por 
más de uno las sucesivas cesiones territoriales que hemos he- 
cho á todos nuestros vecinos, que por cuatro veces hemos re- 
petido á favor de Chile^ y que amenazan aún repetirse una 
quinta vez, si no hubiere otro medio de impedir la perturbación 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 131 

de la decantada paz. Cartagineses I ese es el mote con que allen- 
de los Andes nos apostrofan. Bizantinos I ese es el concepto en 
que nos tienen los que, ultra cordillera, claman por la guerra... 
La claudicación vergonzosa de 1893, al rasgar el tratado de 1881, 
y cederle los canales y costas que del Pacifico se internan á este 
lado de la cordillera, les hace creer que^ después de esa hu- 
millación, por todo podemos pasar. 

Hay exageración manifiesta en semejantes excesos de lengua- 
je. La prueba evidente de ello la daría una guerra, pues ha* 
b ría de demostrar que no somos cartagineses ni bizantinos. Ilu- 
sión semejante podría ser fatal para nuestros vecinos. Pero^ el 
solo prurito de ponerlo en evidencia no compensaría los males 
de la guerra, á la que no se debe recurrir sino cuando real- 
mente estén agotados todos los medios dignos de evitarla. No 
en vano se la llama : ultima ratio. 

De parte nuestra, pues, no hay ni puede haber el más remoto 
peligro de que la paz se perturbe: todo depende exclusivamente 
de Chile, el cual, paradlo, tendría que prescindir de los trata- 
dos vigentes y del arbitraje pactado... 

Permítame ahora, para sintetizar las condiciones respectivas 
de ambos países, recordarle lo que hace poco observaba un pro- 
fundo pensador europeo : « gracias á las nuevas condiciones de 
la sociedad moderna, la solidez de la composición social ha ve- 
nido á ser un importantísimo elemento de superioridad. La gue- 
rra en nuestros días exige grandes multitudes de soldados y re- 
quiere, durante un tiempo más ó menos largo, toda la energía 
del país ; de donde resulta que suspende la vida entera de un 
pueblo y turba gravemente su equilibrio social ; de modo que 
un país que sea pobre, en el cual la multitud sea ignorante, el 
gobierno sea poco querido del pueblo, y las relaciones entre las 
clases sociales, ásperas y duras ; un país en el cual sólo la mano 
de hierro del poder militar consigue mantener un orden relati- 
vo, y haya numerosos partidos que espíen un momento de de- 
bilidad del gobierno para sublevarse y derrocarlo ; un país como 
ese, resistirá dificilmente á la larga prueba de una guerra. Á un 
país deesas condiciones, sólo podría salvarlo una victoria; pero 
si la guerra se prolonga, el gobierno debe dedicar la mayor par- 
te de su fuerza á precaverse del peligro de la revolución interna, 
y, por consiguiente, no puede conducir enérgicamente la gue- 



132 LA POLÍTICA ARGENTINA 

rra. En cambio, una nación en que el pueblo y la clase media vi- 
van holgadamente, en que la cultura esté difundida, el gobierno 
pese poco sóbrelos, gobernados y éstos no lo odien, las relacio- 
nes entre las clases sociales sean amables y cordiales ; una so- 
ciedad que se mantenga, no por la fuerza bruta sino por el libre 
consentimiento de los ciudadanos afectos al gobierno ; una na- 
ción como esa, podrá afrontar una guerra aunque ésta sea larga, 
porque el gobierno, sintiéndose seguras las espaldas, sabiéndose 
sostenido por todo el pueblo, podrá desenvolver toda su energía á 
seguir la guerra y vencer. » 

¿Cree Vd. que en Chile sus estadistas ilustrados no toman 
en cuenta argumentos semejantes, máxime en el momento ac- 
tual en que, á la gravísima crisis económica, se une la no me- 
nos honda perturbación de la crisis social, que lleva á sus rotos 
á la desesperación y á la miseria, y que se «leja entrever en las 
manifestaciones socialistas de las calles de Santiago y en los 
atentados anarquistas ? 

La rivalidad entre Chile y la Argentina por la hegemonia sud- 
americana es un hecho fatal. Sólo los políticos miopes, que pre- 
fieren vivir al día, pueden negar el conflicto latente: obedece 
éste á leyes históricas que no pueden esquivarse. ¿Á quién 
pertenecerá el triunfo? La respuesta es sencilla : al que tenga 
mayor poder en el momento critico. Paradlo es menester que 
la dirección de cualquiera de ambos países caiga en manos de 
estadistas de verdad, que vean claro el objetivo, y dediquen toda 
su actividad á desenvolver el país en un sentido dado, trazándose 
una política de la que no se desvíen, procediendo implacable- 
mente en alejar los obstáculos internos ó externos que se opon- 
gan ásu plan, organizando seriamente tres cosas capitales : las 
finanzas, el poder militar y la diplomacia. ¿Cuándo llegará el 
momento crítico ? Dentro de diez años ó dentro de medio siglo : 
poco importa, pero es menester que, en el más breve plazo po- 
sible, el país que hade prevalecer .esté preparado ; á ese sólo pre- 
cio podrá lograr el resultado apetecido de ejercer la supremacia 
continental. ¿Significa acaso esa política tendencias agresi- 
vas de ensanche territorial, de sojuzgamiento de las demás 
naciones ? Seria insensato pretenderlo : no es la política de 
Napoleón I . la que debe adoptarse, es la política de Bis- 
marck; que lleva á su patria paulatinamente á la unidad, al 



LA política continental Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 133 . 

engrandecimiento, al poderío, para inspirar respeto al resto del 
continente y para abrir de par en par las puertas del futuro á la 
prepotencia comercial, industrial, intelectual y política de la pa- 
tria. Esa será la gran tarea del siglo xx en esta parte del mun- 
do : quiera el cielo que en la Argentina se revele el estadista de- 
seado 1 Sin duda, habrá que luchar contra la corriente, contra 
la opinión del «término medio », contraía inmensa mayoría de 
los políticos de segunda fila: muy pocos son los que entreven ob- 
jetivos semejantes y se resuelven á sacrificar una existencia en- 
tera, para preparar soluciones que se realizarán en el futuro, pues 
es más cómodo el resultado inmediato y el aplauso momentáneo. 
Pero, justamente, en ello estriba la diferencia entre un gober- 
nante común y un estadista excepcional. 

Pero, se dirá, para desarrollar una política de tan vastos alcan- 
ces, forzoso es conformarse con la paz armada, y ésta es un mal 
terrible. « La paz armada — ha dicho un grande hombre de Es- 
tado — es otra forma de la guerra, en la cual se combate con oro 
como proyectil. El país que pueda soportar por más tiempo esa 
carga, es el que tieneque triunfar. Es una especie de prima de 
seguro, que pagan las naciones para garantizar el mantenimien- 
to de la paz. Es dura, ruinosa : convenido; pero, ¿qué es en re- 
lación con el desastre que representa la guerra más feliz? El des- 
arme es una quimera: ¿se querría acaso asegurarlo con ciertos 
controles? daría el casus helli permanente. Preciso es, pues, 
vivir con aquella enfermedad : puede que el porvenir descubra 
su remedio .» 

¿Puede Chile pretender desarrollar una política continental, 
normalizándola paz armada, soportando su carga aplastadora? 
¿ Se lo permitirían sus finanzas ? ¿No le es preferible recurrir á 
una guerra inmediata, por más que en ella arriesgue el todo por 
el todo? El gran capitán, don Juan de Austria, ha dicho : «que, 
aun en las cosas ordinarias, se dice que quien no aventura, no 
ha ventura; pero esta verdad . tanto más poderosa y cierta es en 
las cosas de las armas, en estas donde no se conquista, si no 
se pelea». 

Hay más de uno, entre nuestros vecinos trasandinos, que 
todavía sostiene que, como el estado de la hacienda chilena es 
una ruina, para salvar la miseria, aquel pueblo va á proceder 
con nosotros sin escrúpulo alguno : la razón sería la necesi- 



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134 LA POLÍTICA ARGENTINA 

dad, con la que querría disculparse ese bandidaje en acción. 
Inútil parece demostrarlo insensato de ese argumento. Pero ese 
peligro, por remoto que sea, debe hacer reflexionar dos veces á 
los estadistas argentinos, y quizá inclinarlos á creer que, para 
evitar tal guerra, que para nosotros sería ruinosa, es necesario que 
nuestra diplomacia atraiga á nuestros vecinos á estrecha alianza, 
como medio de conservar la paz, porque les quitaría á los quijo- 
tes pobres, el deseo de satisfacer el hambre en casa ajena. Este 
argumento es exagerado, como el otro, pues entonces vendría- 
mos á considerarnos recíprocamente, los unos como bandidos au- 
daces, los otros, como candidos sin previsión, adormecidos por 
suponer que la justicia es la fuerza. Descartemos, pues, la exa- 
geración manifiesta de ese punto de vista. 



— Pero, aun prescindiendo de esas consideraciones, ¿ acaso 
sería favorable el momento para Chile, cuando aún no está defi- 
nitivamente solucionada la situación legal de sus conquistas en 
el Pacífico ? ¿ no habría temor de que el Perú y Bolivia, con ó 
sin alianza con nosotros, aprovecharan el conflicto para recupe- 
rar lo perdido ? 

— Sin duda, la cuestión del Pacífico está aún abierta. Chile 
ha hecho esfuerzos desesperados por solucionarla. 

En Bolivia ha tratado de ejercer presión, gracias al partido 
de Arce y compañía, núcleo numeroso enfeudado á los capitales 
chilenos, y cuyo ideal es marchar de acuerdo con la cancillería 
de la Moneda. Los tratados Gutiérrez-Barros Borgoño tendieron 
á ese fin, mistificando la opinión boliviana con el falso miraje 
de Arica, unas veces, de la caleta Vítor, otras. A pesar de que la 
opinión boliviana neta, representada por el partido liberal, se 
opuso resueltamente á esos pactos, que el menos avisado com- 
prendía no eran sino sarcástica burla, se logró que el con- 
greso de Sucre los aprobara. El resultado ha sido triste : tres 
años han pasado ; en Chile se han reído de la credulidad coya, 
y la astucia araucana se ha burlado una vez más de sus vecinos. 
Estos tienen que estar, y deben estarlo, furiosos. Se les hizo 
legitimar la conquista chilena á trueque de un plato de lentejas, 
y, á la postre, se les niega esto mismo... 

En el Perú, Chile necesitó derrocar el gobierno antichileno 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 135 

de Cáceres, para que subiera Pierda, simpático á la Moneda, 
con cuyo auxilio de dinero y de armamento se pretende que 
logró vencer á su rival. Ha concluido por celebrar el protocolo 
Billinghurst-Latorre^ con el que aparecen contentas ambas par- 
tes y — risum teneatis I — hasta el congreso peruano lo ha 
aprobado... Chile ha maniobrado con habilidad diplomática: pa- 
ra celebrar con Bolivia el tratado Barros Borgoño-Gutiérrez, fué 
menester que estuviera en el poder el círculo achilenado de 
Arce ; para firmar con el Perú el protocolo Billinghurst-Latorre, 
ha sido necesario que esté en el gobierno la facción chilenófílade 
Piérola. Asi, ambos países están gobernados por hombres adictos 
ó simpáticos á la política chilena. Pero aquel protocolo es, como 
el tratado boliviano de 1895, sólo una burla y un sarcasmo, por- 
que concede en principio el plebiscito en « ]as provincias cauti- 
vas ))^ pero lo rodea de tantos trámites y de tantos arbitrajes pre- 
vios, que deja abierto un semillero de cuestiones para hacerlo 
ineficaz en el momento oportuno. No comprendo cómo la opi- 
nión netamente peruana no se ha alzado contra pacto semejante, 
sobre todo después de la reciente experiencia de la vecina Boli- 
via. Es fatal la reacción, sin embargo; y Piérola y su partido 
serán los primeros en sublevarse de indignación, apenas se con- 
venzan de que se le ha calmado con el (( agua de rosas » de la 
diplomacia. Chile se burla hoy del Perú, exactamente como se 
burló de Bolivia hace tres años : el congreso chileno no ha 
aprobado los tratados bolivianos, sino en la parte que le conviene; 
probablemente no aprobará los protocolos peruanos, sino en lo 
que tienen de inofensivos. ¿ Cómo no ven estas cosas los políti- 
cos de Sucre y de Lima? Increíble parece, sobre todo que estos 
últimos, con el ejemplo reciente de los otros, se hayan dejado 
enredar tan candorosamente. Bien es verdad que, para eso, Pié- 
rola puso en ridículo á su ministerio y á su cancillar Riva Agüe- 
ro, haciendo que Billinghurst negociara con prescindencia de 
aquellos ; también es exacto que en ese juego (( á las esquinitas )>, 
que Chile practica con Bolivia y Perú, hace creer á unos que 
engaña á los otros, pero que con ellos será leal, y... cada uno lo 
cree, frotándose las manos de placer, porque pretende revelarse 
más hábil que el compañero de infortunio. Desgraciadamente, la 
ilusión durará poco. Es el colmo de la ingenuidad, que diarios 
sesudos como La Opinión Nacional, de Lima, supongan que el 



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136 LA POLÍTICA ARGENTINA 

lobo de 1879 se ha transformado en cordero en 1898, y que ese 
protocolo es el mea culpa de Chile arrepentido... 

El protocolo Billinghurst-Latorreha sido originado por la in- 
minencia del conflicto chileno-argentino, con el objeto de alejar 
al Perú de la Argentina y malquistarlo con Bolivia. La di- 
plomacia peruana se ha dejado engañar candorosameute : pudo 
haber aprovechado la critica situación para exigir, en cambio de 
su neutralidad en caso de una guerra eventual^ simplemente el 
cumplimiento liso y llano del artículo 3** del tratado de Ancón, y 
aún quizá, la transferencia directa y sin más trámite de las ((pro- 
vincias». En cambio, ha ñrmado un protocolo que será siempre 
una vergüenza peruana: deja al arbitro determinar la nacionalidad 
de los que hande votar el plebiscito, sin estipular siquiera que en 
cualquier caso lo harán los peruanos; de modo que se expone á que 
voten no sólo chilenos, sino bolivianos, y tutu quanti, cuyos votos 
puede manipular Chile. La designación del arbitro en la reina de 
España, absorbida hoy por otras atenciones, es un ardid chileno 
para ganar tiempo, y tener las manos libres, si en el Ínterin re- 
suelve á su sabor (( por la razón ó por la fuerza » la cuestión con 
nosotros. Pero, lo más doloroso en aquel protocolo, es la inclusión 
de Tarata en el plebiscito, pues esa provincia fué ocupada manu 
militari — como lo fué la Puna boliviana— y no la comprendió 
el tratado de Ancón : el Perú siempre ha protestado contra ese 
abuso de la fuerza, que hoy sanciona. En una palabra : Chile 
obtiene la sanción de su ocupación de Tarata, sigue retenien- 
do á Tacna y Arica, nada da en cambio, pone en cuestión hasta 
quiénes podrán votar en el mítico plebiscito, establece un arbi- 
traje problemático, (( gana tiempo » según su política tradicio- 
nal. ¿ Es posible suponer que tan enorme resultado lo habría po- 
dido obtener del Perú cacerista? Se ha necesitado la subida de 
Piérola al poder, y que el negociador sea Billinghurst, cuyos in- 
tereses están en Iquiquey cuyas conexiones íntimas con Chile 
son públicas y notorias. Con razón acaba de decir EL Nacio- 
nal, de Lima : (( que todas estas usurpaciones, que todas estas 
iniquidaclüSf se realizaran por la fuerza, se explicaría: Chile tie* 
ne escuadras y ejércitos de sobra para llevar á cabo esas em- 
presas; pero que nosotros los despojados, las victimas de la es- 
poliación, tomemos de la mano á nuestro victimario, á nuestro 
implacable enemigo, y lo llevemos ante un soberano europeo 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 137 

para otorgarle alli, ea un fallo arbitral, el titulo más solemne y 
legitimo de propiedad de aquello mismo que nos usurpó, es algo 
tan extraño, tan incomprensible, tan opuesto á la razón, tan 
contrario aun al instinto de conservación, que sólo podria cali- 
fícarse como el suicidio de la nacionalidad )>. Más aún : otro 
diario, Las Provincias, del Callao, ha dicho : « Este nuevo 
pacto, cual el de Ancón, deja pendiente la cuestión Tarata, y tien- 
de á imponernos un presidente designado por Chile, y puede 
imponer á la república las mismas funestas consecuencias que 
ocasionó aquel ». Chile, efectivamente, auspicia la candidatura 
Billinghurst para suceder á Piérola... como en Bolivia auspició 
la candidatura Baptista para suceder á Arce. 

Chile lo que busca es ganar tiempo. Considera á Bolivia como 
factor sin importancia ; cree haber neutralizado al Perú con el 
cordial último. El juego es peligroso : Bolivia es una nación 
valerosa y se encuentra indignada por el desparpajo con que se 
la trata ; el. Perú, al conocer que ha sido objeto de una simple 
treta, se indignará á su vez. Si la guerra estallara con la Argen- 
tina, es fuera de duda que ambos países se conmoverían honda- 
mente, y seria difícil á sus gobiernos contener el torrente popu- 
lar. La fuerza de las cosas los haría volver por sus fueros y rei- 
vindicar las conquistas desgraciadas de la última guerra ; esa 
actitud los convertiría en nuestros aliados indirectos. Tan es así 
que, últimamente, El Comercio, de Cochabamba, decía : (( Seria 
culpable miopía creer que Chile desea conceder algo á Bolivia. 
Su prensa manifiesta propensiones francas á la polonización ; 
sus hombres públicos discurren sobre el sacrificio de este país ; 
su gobierno §e burla, hace imposiciones depresivas, y firma tra- 
tados estelionatarios de imposible ejecución... Si Chile venciera 
á la Argentina en los campos de batalla y nosotros fuéramos 
neutrales, el pato de la boda sería siempre Bolivia ; en todo 
caso, una vez que se imponga Chile en la América, somos la 
víctima segura. Al contrario, si aunamos nuestros esfuerzos con 
la Argentina, es seguro que contenemos á Chile en los límites 
del derecho, y resguardamos el equilibrio continental en la Amé- 
rica del Sud. Sí triunfamos con la Argentina, hemos recuperado 
nuestro territorio, hemos asegurado nuestra nacionalidad ; tene- 
mos soberanía política y comercial. Si la suerte de las armas nos 
fuere adversa, no hemos perdido más de lo que hoy mismo 



138 LA POLÍTICA ARGENTINA 

piensa Chile respecto de nosotros )). Esos párrafos son harto 
significativos. Por otra parte, en Bolivia puede afirmarse que 
hoy, pueblo y gobierno, todos los partidos, todo el mundo — 
salvo el grupo diminuto « huanchaquista » de Arce y Baptista — 
se inclina á la Argentina, y ve en una alianza estrecha la solu- 
ción de sus problemas : ese movimiento ha sido como un torrente 
irresistible, y los llevará, si necesario fuera, hasta la reconstitu- 
ción del virreinato I 

Por otra parte, no puede ocultarse ni al Perú, ni á Bolivia, 
quo la Argentina ha puesto fin á su evolución anárquica, con 
sus crónicas revoluciones y sus endémicas guerras civiles. Hoy 
eso pertenece al pasado. Desde luego, ese solo hecho tiene que 
influir en que este país despierte de su letargo internacional, y 
sea cual fuere el rumbo definitivo que adopte, tiene en su pro- 
pio interés que velar por la integridad territorial del continente, 
y por el respeto de su peculiar derecho internacional, cuya pie- 
dra angular es el uti posstdetis de 1810. De ahí que, bajo princi- 
pio alguno, convenga al Perú ó á Bolivia entrar en arreglo cual- 
quiera que tienda á dar su asentimiento á una violación, sea del 
uti possidetis, sea de la integridad territorial. Cuanto más 
tiempo ganen ambos países, su situación será mejor : el hecho 
de la posesión por parte de Chile, no menoscaba su derecho de 
propiedad; no corre, en materias semejantes, la prescripción, y 
sólo su asentimiento expreso puede variar el aspecto jurídico de 
la situación. Estar á la espectativa, es, pues, la gran política 
peruana ó boliviana : aprovechar de cualquier coyuntura favo- 
rable para reivindicar lo que les ha sido violentemente arreba- 
tado, tiene que ser su única norma de conducta. 

¿ Puede ignorar Chile ese estado de cosas? Lo conoce mejor que 
nosotros. Pero... tiene el más soberbio desdén por sus vecinos 
del norte. Poco hace, Vial Solar estudiaba en un libro los pro- 
blemas del norte, y decía: « Chile podrá hacer de Bolivia una 
nación feliz que, unida por fin á la nuestra, constituya en Amé- 
rica una unidad política enérgica y poderosa, que haga oir su 
voz con el derecho de la razón y de la fuerza en el concierto 
sud-americano ». Bolivia convertida en apéndice de Chile, incor- 
porada como provincia á sus dominios . . . Proh pudor I Tal es la 
manera cómo aprecia Chile el estado de cosas del Pacífico. Lue- 
go, si llegara á prescindir de él, y se resolviera á pesar de todo á 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 139 



]a sonada guerra con nosotros, querría eso simplemente decir, ó 
que no temía la hostilidad eventual de sus vecinos del norte, ó que 
habrá tomado sus medidas para neutralizarlos en el momento 
crítico. 

La burla á Bolivia, por los tratados de mayo 18 de 1895, pa- 
reció corregirse por el protocolo de diciembre 9 de aquel año, en 
el que se estipula (( que no se dará por llenada la obligación por 
parte de Chile, sino cuando entregue un puerto y zona que satis- 
fagan ampliamente las necesidades presentes y futuras del co- 
mercio é industrias de Bolivia». Sabido es que eso ha quedado 
letra muerta. ¿Con qué criterio aprecian hoy en Chile esa estipu- 
lación /jro formad «La cuestión de obtener para Bolivia un 
litoral adecuado á las necesidades de su comercio,— ha dicho re- 
cientemente La Revista de C hílese reduciría lisa y llanamente 
á dañar á sangre fría y con premeditación los intereses peruanos 
y los intereses chilenos, que hoy aprovechan del estado de cosas 
existente ; á dañarlos sin necesidad ni motivo, llevados solamen- 
te de un sentimentalismo inconsciente y vaporoso. Un ferrocarril 
por Arica á Bolivia, perjudicaría al ferrocarril peruano que pasa 
por Puno y Arequipa, y á la aduana de Moliendo, y perjudica- 
ría al ferrocarril chileno que de Oruro llega á Antofagasta ». Y 
el exdiplomático chileno, Javier Vial Solar, en su último y rui- 
doso libro, dice: «No podría ese comercio {el boliciano) ser ma- 
yor que el que en la actualidad se hace por Antofagasta, y que si 
daría animación y vida á la playa que se extiende al pié del Morro, 
ello habría de suceder á espensas del puerto chileno, que^ á su 
turno, pasaría á ocupar el lugar de caleta abandonada. En más 
sencillos y lacónicos términos, el puerto boliviano de Arica ma- 
taría al puerto chileno de Antofagasta; lo cual ¿puede por razón 
alguna ser halagador para el patriotismo?» 

¿Quiere Bolivia una declaración más franca y categórica? Se 
le da á entender que ni en caso de incorporar definitivamente á 
Chile las provincias cautivas, conviene darle una salida propia : 
es menester que sea siempre tributaria... 

Un diario de Sucre decía recientemente: « La política inter- 
nacional argentina se ha resentido hasta ahora de falta de pre- 
visión en contra de la energía y solapada actividad chilena, que 
busca anular la simpatía y los intereses comunes entre Bolivia 
y la Argentina. No otra cosa sucede ahora con el Perú, que 



140 LA POLÍTICA ARGENTINA 

concluirá entendiéndose con Chile, en detrimento de la influen- 
cia argentina. La república Argentina, llamada providencial- 
mente á hacer politica trascendental americana, con influencia 
soberana, se achica y reniega del porvenir brillante, ante Chi- 
le...» Algo de eso podría explicar los arrogantes reportajes de los 
ministros del gabinete santiaguino, cuando hacen desfilar en lon- 
tananza 200.000 rotos armados, y se disponen á hipotecar hasta 
las plazas públicas para ello. Declaraciones semejantes no se 
hacen, ó no deberían hacerse, sino cuando se está dispuesto á 
ir á la guerra á todo trance, cueste lo que cueste. 



—¿De modo que Vd. presta entero crédito á las manifestacio- 
nes de la prensa chilena? Mientras tanto, se ha pretendido que 
el periodismo transandino no es verdaderamente «popular», en 
el sentido de que las masas chilenas son en su mayor parte anal- 
fabetas, por cuya razón los diarios no representan sino tenden- 
cias personales ó aspiraciones de círculo... 

- Hay mucho de exacto en eso. Los diarios que allí van á la 
cabeza de la prédica guerrera, son : La Ley y La Tarde ; este 
último es nuevo, sirve de órgano á los señores Irrarazábal y 
parece no tener una circulación extraordinaria ; mientras el otro 
tira unos 11.000 ejemplares, es el órgano reconocido del partido 
radical, y es el diario «rojo» por excelencia, recordándose las 
ruidosas excomuniones de que fué objeto, y distinguiéndose por 
su oposición á todo trance al gobierno actual. Podría quizá su- 
ponerse que, dados esos antecedentes, la campaña guerrera en 
la cuestión internacional es sólo un pretexto para el ataque polí- 
tico en la cuestión interna: Barros Arana está afiliado á ese par- 
tido. 

De los demás diarios. La Ahueca República es el órgano de los 
balmacedistas sanfuentistas ; La Libertad Electoral, de los se- 
ñores Matte; El Ferrocarril es el que tiene probablemente ma- 
yor circulación, 15.000 ejemplares ; y El Porvenir, diario con- 
servador, parece servir de porta-voz al jefe actual del minis- 
terio, señor Carlos Walker Martínez. Esos son los diarios más 
notorios santiaguinos. De los de Valparaíso, El Mercurio res- 
ponde á los señores Edwards, El Heraldo es el órgano autoriza- 
do y circunspecto del respetable señor Francisco Valdez Vergara 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 141 

—quizá el único chileno que ha visto claro en la cuestión inter- 
cionaly en la cuestión económica, sin logar ser creído,— Za 
Tribuna es diario radical, y La Unión es el representante más 
serio del periodismo «á la moderna», por su servicio telegrá- 
fico. 

Merece mención aparte El Chileno^ órgano del partido obre- 
ro, que ha demostrado una independencia y suspicacia singula- 
res en los asuntos de limites en los últimos tiempos, teniendo el 
valor de mostrar al perito Barros Arana las contradicciones ña- 
grantes en que incurre, como en el caso de su informe sobre la 
fundación del pueblo San Martin de los Andes, y en la esterili- 
dad de su oposición terca á las exploraciones sobre el terreno, re- 
pitiendo constantemente los argumentos ya viejos que contienen 
sus informes de los años anteriores. 

Todo esto lo sabe Vd. mejor que yo, como conoce igualmente 
el cómodo sistema de las transcripciones con que llenan aquellos 
diarios su material de lectura. El pueblo verdadero poco los lee: 
las clases dirigentes y las clases medias, si. Luego, en puridad 
de verdad, si no puede decirse que interpreten la opinión públi- 
ca en su sentido lato, no sería permitido negar que represen- 
tan la opinión dirigente, que, en definitiva, es lo que interesa. 
De ahí que deban tenerse en cuenta con la discreción debida. 

Y, de ese punto de vista, siendo unánime el espíritu belicoso de 
la prensa de Chile, puede afirmarse que es unánime el sentir de 
las clases dirigentes en lo relativo á la guerra... 



— Luego, en su opinión, ¿es inevitable la guerra? Porque si 
Chile está resuelto á hacerla, enoers et contre tous^ tendremos 
que someternos á ese capricho: no dependerá de nosotros el evi- 
tarla. ¿Es ese el resumen de su opinión? 

— Muy por el contrario. Abrigo la convicción de que no habrá 
guerra, y de que todo este imhroglio no pasará de una «tormenta 
en un vaso de agua». 

Me fundo principalmente en el hecho de encontrarse hoy go- 
bernando á Chile estadistas de verdad, y creo que niel presiden- 
te Errázuris, ni el ministro Carlos Walker Martínez, cometerían 
la ligereza de arrojarse á semejante aventura. La cuestión de lí- 
mites no les da ni sombra de pretexto : ambos conocen perfecta- 



142 LA POLÍTICA ARGENTINA 

mente el « patrioterísmo » de Barros Arana, y la razón de ser de 
su actitud anti-argentina. El cohete del dioortiam aquarum con- 
tinentaly como criterio antagónico de la linea del encadenamien- 
to principal de la cordillera^ tiene que provocar una involun- 
taria sonrisa en Walker Martinez. «Es tan esplícito el texto del 
tratado, en su articulo 1® sobre este punto, — decía en ocasión so- 
lemne, y dirijiéndose oficialmente al gobierno de Chile, el hoy mi- 
nistro Carlos Walker Martínez — que se necesita no entender el 
valor de las palabras, para suponer que altas cimas ó divortia'aqua- 
rum^ puedan tener otro alcance que el que la lengua, la ciencia, 
y el sentido común le dan. Un protocolo especial para explicar 
lo mismo que explico en las palabras que acabo de consignar, me 
parece excusado. Basta, á mi juicio, que yo declare, como lo hago, 
que mi gobierno entiende por su limite oriental sólo las altas 
cumbres de la cordillera, y no otra cosa. Creo que esta declara- 
ción es bastante clara y no dejará lugar á dudas ». Y añadía en 
otra nota oficial: «El nuevo tratado, usando la expresión divor- 
tia aquarum, no puede dar lugar á duda ninguna, pues no hay 
quien no sepa lo que estas palabras significan. No hay en la cor- 
dillera sino un dioortia aquarum, así como no hay sino unas 
solas altas cumbres )) . El señor don Carlos Walker Martinez 
concluía aquella memorable nota, inserta en la Memoria de Re- 
Iliciones Exteriores de Chile, con estas altas y significativas pa- 
labras : « Abrigo la convicción que la misma honradez que se 
lleva á los actos privados y á los negocios particulares, se debe 
llevar á los actos internacionales y á los negocios públicos . Es 
así como me parece representar dignamente á mi país ; pues, de 
otra suerte, traicionaría no sólo á mi conciencia, sino á la con- 
fianza que en mí ha depositado el supremo gobierno)). 

En presencia de esas nobilísimas palabras, que afianzan las 
anteriores espli citas declaraciones, ¿no cree Vd. que estoy auto- 
rizado á suponer que mientras don Carlos Walker Martínez se 
encuentre al frente de los negocios de Chile, todo conflicto con 
la Argentina, en razón de la chicana de Barros Arana, es ab- 
solutamente imposible ? 

Además, la cancillería de la Moneda no puede ignorar que el 
archivo de su perito encierra declaraciones terminantes á este 
respecto, como cierta significativa nota pasada por Barros Ara- 
na al perito Pico, á propósito de la Puna, y en la cual le decía- 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 143 

rasin ambages ni reticencias, que en esa región hay que atener- 
se al criterio de las altas cumbres que dividen aguas, por ser ina- 
plicable su teoría del divorcio continental, ya que las hoyas hi- 
drográficas no son visibles sino, por el contrario, casi imposibles 
de precisar con exactitad. Es un colmo. j 

Por otra parte, el lema oculto de nuestra política : Nisi Domi- 
nas frustra — que también lo ostenta en sus blasones la ciu- 
dad de Edimburgo — ha sido confirmado varias veces para no 
admitir la posibilidad de que lo sea aún otra, a Vanos serán 
nuestros esfuerzos, sin la ayuda de la providencia»; luego, aun 
en la hipótesis de ser vanos realmente nuestros esfuerzos, nos 
queda la esperanza de la providencia. Sin duda, para cubrir la 
letra relativa á la política continental, que giramos en la céle- 
bre ((nota colombiana», los esfuerzos vanos no son la mejor 
moneda, ni la del peso y liga de la ley, pero la ayuda de la pro- 
videncia, aunque moneda fiduciaria, si la tenemos, siempre es 
moneda al fin... 

No crea Vd. que hay en esto ironía. Por el contrario, creo fir- 
memente que la ayuda de la providencia se ha manifestado en 
forma de estallido de la crisis económica y financiera en Chile, 
de modo que se encuentra imposibilitado para emprender razo- 
nablemente la guerra. La situación económica es allí un volcán 
en plena erupción : la conversión metálica fué un negotium de 
la camarilla ban caria que alimentóla revolución del 91; y la 
cual, después de acaparar, á tipos bajos, el papel moneda, im- 
puso la conversión á tipo alto, pararecojer todo el oro, mandarlo 
á Europa ó guardarlo en sus cofres, y hoy, deja que se impon- 
ga por sí sola la incon versión, á fin de que el billete baje al ti- 
po de los asignados, realizando entonces pingües ganancias con 
el oro acaparado. Es un simple negocio bancario, que, en lugar 
de operar sobre una Bolsa, como se hace en Europa, opera tran- 
quilamente sobre el país entero, al que deja esquilmado... El es- 
tallido ha comenzado á producirse : apenas comienzo la corri- 
da de los bancos, vendrá el cataclismo^ y ante el sálvese quien 
pueda, tendrán que silenciar los poco avisados que azuzan á la 
guerra. En Chile, en efecto, no hay, en la acepción lata de la 
palabra, capitales acumulados : tan es así, que los prácticos co- 
lonos alemanes de Valdivia, de tiempo atrás^ han ido acaparando- 
toda moneda de oro que llegaba á sus regiones ; y las fábricas,. 



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144 LA POLÍTICA ARGENTINA 

que comienzan á cerrarse, no pudiendo vivir sin numerario, ten- 
drán que arrojar á la calle millares 7 millares de infelices, que 
no podrán ni siquiera rascarse los sábados, como hasta hoy lo 
han efectuado. El comercio... pero sólo existe en ocho cuadras 
de Valparaíso, y en el par de cuadros de los «portales» de San- 
tiago! El krach chileno, además, repercutirá en Londres, y no 
habrá un peso dentro ni fuera de aquel país para políticas napo- 
leónicas... 

Y ese cataclismo financiero no sólo imposibilitará á Chile pa- 
ra emprender una guerra, que exige siempre ingentes recursos, 
sino que ha de contribuirá modificar la opinión sensata trasan- 
dina respecto de la influencia, verdaderamente nefasta, que ha 
tenido en esta emergencia el perito Barros Arana. Debido á su 
sofisma, Chile se ha enceguecido; gracias á sus esfuerzos conti- 
nuos por presentarse él inmaculado y nosotros como perversos, 
aquel país se ha dejado arrastrar insensiblemente por la pen- 
diente belicosa, descuidando su administración, antestan proba, 
y el desarrollo de sus fuentes naturales de riqueza, para cx)ncen- 
trar toda su actividad é insumir todos sus recursos, en una paz ar- 
mada que ha concluido por aniquilarlo. ¿ Cuál es la causa efec- 
tiva de la presente terrible crisis económica en Chile? Exclusi- 
vamente sus armamentos militares y navales, en absoluta des- 
proporción con sus finanzas. ¿Por qué razón se han efectuado 
esos armamentos? Únicamente por haber mistificado Barros 
Arana, con su teoría sofística, la opinión de su país y hecho di- 
fícil la solución del problema de la demarcación. Triste galardón 
ha conquistado aquel perito, arruinando á su país, presentándo- 
lo como litigante de fe dudosa, tan sólo por satisfacer una ven- 
ganza de rencor personal, por el fracaso de su tratado Elizalde- 
Barros Arana, que, en 1878, lo hizo tildar injustamente de trai- 
dor por el gobierno de su país, en pleno parlamento I Tan pro- 
funda y terrible fué la impresión que aquel amargo trance lepro- 
dujo, que, al ocuparse nuevamente de la misma cuestión, ha 
querido borrar hasta el rastro de aquel mote denigrante, exage- 
rando las pretensiones y la animosidad contra lo argentino; lo 
que, á la larga, lo ha llevado, de exageración en exageración, has- 
ta fomentar la rivalidad internacional y preferir aparecer empu- 
jando á la guerra. Un acto de prudencia ó de buen sentido de 
su parte, estaba expuesto á ser tachado de reincidencia en la 



LA política continental Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 145 

<( tendencia acuyanada» que otrora se le reprochó. Y asi co- 
mo en 1878 produjo, sin quererlo, una tirantez terrible en las re>- 
laciones de ambos países, que estuvo á punto de provocar la 
guerra; asi, en 1898, es el causante de la situación vidriosísima 
de estos momentos, que puede conducir á una guerra á la menor 
imprudencia. Singular destino el de Barros Arana: jettatura 
triste para su patria I Es realmente un porte-malheur. 

Cuando los espíritus se serenen, y el mismo Barros Arana 
reflexione fríamente, la reacción de la opinión chilena contra 
aquel perito tiene que ser violenta, porque en realidad le ha to- 
cado el triste lote de no hacer sino mal á su patria. Es lástima que 
se haya asi malgastado la vida de un ciudadano distinguido, 
investigador profundo de la historia americana, metamorfoseado 
primero en diplomático desgraciado, y veinte años después en 
perito más desgraciado aún^ lo que en definitiva lo convierte 
en hombre funesto para su patria. ¿ Por qué fatalidad el temor 
ciego á que pudiera ser tachado de tibio, y se renovara el fatídico 
gnto de traidor, lo ha hecho aparecer como un sofista, especie 
de rezago retardado de los retóricos de la decadencia romana? 
Es lamentable que sea necesario el espantoso derrumbe econó- 
mico de Chile, para que se haya puesto de relieve lo nefasto 
de esa influencia. 

De todos modos : « mejor es tarde que nunca », reza el viejo 
adagio. Cuanto más pronto abra los ojos Chile, más rápida- 
mente puede ser solucionada la cuestión actual. Y, disipado todo 
temor de conflicto, restablecida la tranquilidad, podría entonces 
aquel país concentrar todos sus esfuerzos en aminorar la crisis 
que hoy ha estallado con furia : le quitaría, por lo menos, el 
principal combustible de que se alimenta. Porque, no hay que 
hacerse ilusiones : el krach de nuestros vecinos no sólo trae 
aparejada la inconversión monetaria, sino la ruina de las clases 
acomodadas, y, como única salvación, la reconstrucción de las 
fuentes de producción, tarea lenta que exige un buen número de 
años. 

La situación, por otra parte, es más grave que lo que parecen 
creerlo los optimistas chilenos : El Heraldo, de Valparaíso — 
en cuyas columnas se refleja el espíritu lúcido de Valdez Vergara, 
uno de los pocos chilenos que desde hace años ha visto claro, pero 
que en su país es sólo la bíblica « voz que clama en el desierto » 

10 



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146 LA POLÍTICA ARGENTINA 

— acaba de decir con profunda verdad : (( de todas las conferen- 
cias celebradas por gobernantes, legisladores y banqueros, sólo 
se ha sacado en limpio que el fisco carece en absoluto de recur- 
sos para hacer frente á la crisis monetaria ; que no hay en Eu- 
ropa quien acepte nuevos empréstitos, porque el desgobierno y 
los aprestos bélicos han destruido el crédito de la república, y» 
finalmente, en las opiniones consultadas para resolver el pro- 
blema económico, hay una confusión tan grande como las len- 
guas de Babel )) . Eso era de suponer : Chile nada ha aprove- 
chado de la experiencia análoga nuestra, porque es ley humana 
que sólo en propio cuerpo se adquiere la experiencia. 

El resultado era fácil de prever desde que Chile entró en lucha 
financiera con la Argentina, forzando la nota de la paz armada. 
£1 esfuerzo tenia que ser ficticio, á la espera de una victoria 
eventual y de una sólida indemnización de guerra. Si eso no se 
realizaba, la ruina era evidente : la razón es obvia, a La desgra- 
cia de Chile — ha observado un financista inglés — consiste en 
que sus producciones y riquezas naturales, son minerales. Las 
tierras de labor dan perennes cosechas, y los hatos y rebaños se 
multiplican^ pero la riqueza minera es una precaria garantía. 
La zona sur del país es friay casi sin valor alguno; la zona norte 
del país es un árido desierto donde no llueve nunca, y ninguna 
industria puede implantarse en ella para reemplazar á la del sa- 
litre ; la región central contiene todavía terrenos no cultivados, 
pero hace tiempo que no se ha hecho ningún esfuerzo para dar- 
les valor, aunque el gobierno ha entrado en discusiones de pro- 
yectos para construir líneas estratégicas de ferrocarriles, que 
nunca pagarán su costo. La creciente riqueza de los argentinos 
influye mucho en la desmoralización de los chilenos, en los apres- 
tos bélicos, en el aumento de sus armamentos, porque ven en la 
cuestión de límites un medio de agregar pampas productivas á 
la estrecha faja del territorio chileno ». Desgraciadamente para 
Chile, sólo ha logrado precipitar y ahondar su ruina económica 
con ese formidable tren de preparación bélica, absolutamente 
desproporcionado á sus recursos, á su potencia económica y á 
su crédito : de ahí que, de 1895 á la fecha, sus 17 millones de 
libras de deuda exterior, que se cotizaban en Londres del 98 V2 
á la par, valgan hoy apenas 70 0/0 y amenacen derrumbarse 
más; desde que, para el pago de los cupones, ha tenido que to- 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 147 

mar, en letras de tesorería, medio millón al tipo usurario del 
10 o/o de interés. La suspensión de pago del servicio de la deuda 
externa será la consecuencia fatal de tantos desaciertos : la ban- 
carrota financiera marchará ala par con la crisis económica. La 
inconversión metálica traerá el régimen fiduciario y la depre- 
ciación del billete, á pesar j á causa de las emisiones sucesivas 
que no podrán evitarse. Es el principio de la débdcle. 

La cordura más elemental impone, pues, renunciar á una 
política de conquistas napoleónicas, basadas en la clásica razón 
del quia nominor leo. Es preciso concentrar todos los recursos 
y toda la actividad en combatir la crisis que se inicia, y que el 
ejemplo reciente de la crisis argentina, primero, y de la crisis 
brasilera, después, demuestra ser un asunto bien grave y serio. 
La Argentina ha necesitado casi 10 años para liquidar su crisis 
y ponerse en aptitud de reaccionar : ¿ cuánto tardará en ello 
Chile ? 

La medida previa para esa reacción económica está en solu- 
cionar pacificamente, sin demora, y de manera radical, la sempi- 
terna cuestión : bastará desear hacerlo, para realizarlo. 



La demarcación técnica de la línea fronteriza podrá así llevarse 
á cabo en armonía, y con evidente provecho no sólo para ambos \ 

países, sino para la ciencia en general. Hoy, según la opinión 
técnica europea, se han perdido 10 años y, se dice : « se han mal- 
gastado sendos millones, sin resultado decisivo para los países 
respectivos y sin utilidad alguna para la ciencia; ambos grupos 
de comisiones han trabajado con ideas preconcebidas y con el ob- 
jeto de sacar triunfante una tesis á priorística : sus exploraciones ' 
técnicas no han sido practicadas con desinteresado espíritu cien- 
tífico ni tienen el sello de la impa^rcialidad, para que se preste 
ciega fe á los resultados que se publiquen, sea del punto de vista 
meramente de la ciencia, sea de la operación internacional. La 
cordillera, hoy, como antes, queda como incógnita científica : no , 
se conocen los resultados verdaderos de las exploraciones, y los 
publicados son tachados de adulterados ». ¿ Hasta qué punto será 
exacto ese reproche? Difícil es saberlo ante la reserva enigmá- 
tica de ambos gobiernos, pero las revistas científicas de Europa 
han insinuado ya que no se puede prestar absoluto crédito á los 



148 LA POLÍTICA ARGENTINA 

planos y á los estudios publicados por las comisiones, acusán- 
dolas de confeccionar trabajos intencionados y parciales. 

Sin duda no será exacto reproche semejante, por lo menos en 
absoluto; pero no se oculta almas prevenido, que hay funda- 
mento para ello. Se ha perdido la confianza en el carácter cien- 
tífico de aquellas exploraciones ; se ha destruido el crédito del 
personal técnico empleado en ellas. Se le cree, sino incompeten- 
te, por lo menos de dudosa sinceridad. De parte de Chile, se ar- 
guye que ha estado regimentado desde el primer instante con el 
propósito preconcebido de falsear la verdad : hoy, todos los traba- 
jos que profusamente ha publicado en las revistas europeas, son 
tomados en cuenta «con beneficio de inventario». De parte de 
la Argentina, se pretende que los diversos peritos que se han su- 
cedido en el cargo, han cambiado sucesivamente el personal, eli- 
giendo á veces elementos de competencia dudosa, y produciendo 
entre ellos una verdadera anarquía, lo que da un valor muy de- 
sigual á los trabajos de las diversas subcomisiones, y según la 
temporada de que se trate. Pero, como no se han dado á la publi- 
cidad esos trabajos, ni en su conjunto ni en sus detalles, resulta 
que se trata en realidad de una simple conjetura, basada en ru- 
mores más ó menos fidedignos, y justificados sólo por ciertas di- 
vergencias lamentables entre algunos de los ingenieros emplea- 
dos, que han creído deber recurrir á los diarios para dirimir 
esas querellas de antesala. 

El hecho es que esa atmósfera desfavorable corre peligro, sino 
de esterilizar esas exploraciones del punto de vista del conoci- 
miento científico de la región cordillerana, por lo menos de hacer 
titubear la fe de la opinión de ambos países en la linea fronteriza 
que pueda deducirse como resultado final. A nadie se ocultará 
que es de desear que esos rumores se desvanezcan y que, al pu- 
blicarse en la oportunidad debida los trabajos de las comisiones 
argentinas y chilenas, la opinión se convenza de su exactitud y 
la ciencia pueda aprovecharse de ellos con absoluta certidumbre. 
Ambos países están en ello interesados, pero mientras no seden 
á la publicidad aquellos trabajos, no existe, en realidad, base 
sensata para divergencias irreconciliables y que no tengan sino 
la solución desesperada de la guerra. 

— Entonces, ¿todo quedará en nada ? 

— Tanto como eso no es posible decir. Creo sí que todo este 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 149 

recrudecimiento bélico tiene por fundamento el tratar de ejercer 
presión sobre un gobierno agonizante y notoriamente débil é irre- 
soluto, como el que hoy tenemos. Chile sabe muy bien que, ape- 
nas inaugurado el nuevo gobierno en octubre próximo, se acaba- 
ron las esperanzas de intimidación, de cesiones en perspectiva, 
de balandronadas^ y de (( ruido delatas )). £1 gobierno futuro será 
sin duda un gobierno serio y enérgico, con el que no se atreverá 
la chicana : de ello están convencidos tras los Andes. De ahi los 
esfuerzos desesperados para reducir el ánimo, que consideran 
apocado, de los actuales mandatarios ; de ahi el haber apelado al 
recurso de indiscreciones voluntarias de todo el personal diplomá- 
tico de Chile : un secretario de legación primero, un plenipoten- 
ciario aquí después, otro plenipotenciario en pais vecino más tar- 
de ; todos estos funcionarios parecen de repente haber olvidado 
lamas elemental corrección diplomática, y se multiplican sus re- 
portajes intencionados y reticentes, á ñn de saturar la atmósfera 
de rumores bélicos... Con proceder tan inusitado, sólo logran re- 
petir la fábula del pastor y del lobo ; de modo que, á fuerza de 
querer alarmar, ya comienzan á tranquilizar. 

En efecto, tal desborde reportero-diplomático es notorio que ha 
repercutido en la Bolsa de Londres, y Rothschild — que, hasta 
ahora, ha sido el escudo salvador del crédito chileno — se ha vis- 
to forzado á telegrañar á la Moneda insinuando que, si tal es la 
intención de aquel gobierno, declina su responsabilidad en la ba- 
ja inevitable de los títulos y en la restricción absoluta del crédito. 
La respuesta forzosamente ha debido ser clara, y ella indica que 
no habrá tal guerra y que los incidentes actuales encontrarán su 
fácil solución dentro de las estipulaciones de los tratados. Resul- 
ta, pues, que se trata tan sólo de extremar las apariencias con el 
objeto de sacar ventajas del momento, y si esto fuere así, casi 
estaríamos inclinados á creer que Chile, viendo frustrados sus 
designios, tratará de evadir el ridículo del much ado ahout no- 
thing^ saliendo del paso con algún protocolo más ó menos ino- 
cuo, que por la centésima vez repita que ambas naciones se obli- 
gan al arbitraje... cláusula que la Argentina impuso en el trata- 
do con Chile en 1854 ! 

Tan es asi, que la cancillería de la Moneda, en una ruidosa 
nota, acaba de confesar que (( su representante en Buenos Aires 
gestiona en estos momentos, para completar los acuerdos ce- 



150 LA POLÍTICA ARGENTINA 

lebrados por los peritos, y ha propuesto al gobierno procedi- 
mientos fáciles para que el ¿rbitro empiece á desempeñar sus 
funciones, si no llegan en agosto á definitivo acuerdo ». Si de 
ello sólo se tratara, si tal fuera el objetivo de toda la presente 
algazara, malgrado que parecería tratarse sólo del clásico mus 
horaciano, creo que no deberla haber inconveniente en conceder 
tan inocente satisfacción de amor propio. Pero, me resisto á creer 
que sólo se busque un protocolo que sea la sexta inútil re- 
petición de la cláusula de arbitraje en caso de discordia de los 
peritos : sería inconcebible que así fuera. ¿ No será ese « ino- 
cente )) protocolo un nuevo caballo troyano ? Es indudable que 
habría que estudiar con redoblada cautela el texto del nuevo do- 
cumento. Pero si, convencida la cancillería argentina de su ino- 
cuidad, lo reviste con las solemnes formas de la diplomacia, y 
basta eso para calmar la efervescencia reinante, bienvenido sea 
el tal protocolo. Pero de todas maneras conviene no adormecer- 
se, y es preciso redoblar los esfuerzos, á fin de emplear todos los 
medios necesarios para alejar la posibilidad de un conñicto. En 
ese sentido, la mejor garantía es la actitud del general Roca, 
quien, no como presidente electo, sino como forzoso general en 
jefe, en caso de un conflicto eventual, despliega hoy la más sor- 
prendente actividad y la mayor previsión. En él están hoy fijas 
las miradas de amigos y adversarios ; en él están cifradas las 
esperanzas de todos los que habitan este país. También es cier- 
to que eso implica una responsabilidad más grande. Pues bien : 
es voz pública que el general Roca está convencido de que no 
habrá guerra y de que todo esto concluirá en paz, dejando á sal- 
vo la dignidad y la integridad del país. 

Estome confirma en la opinión que siempre he manifestado. 
En un reportaje publicado en Tribuna, en abril de este año, de- 
cía : (( Por supuesto, el que conoce á Chile y sus hombres públi- 
cos, sabe que hay allí estadistas de valer y de largas vistas, que 
lamentan en silencio ese malgaste de fuerzas, y que desearían en- 
contrar el medio de marchar en armonía con la Argentina^ á fin 
de que ambos países puedan desenvolverse sin trabas y sin rece- 
los, en lugar de esterilizar sus fuerzas ó insumir sus recursos en 
esta perpetua ^aerra ín tempo é?¿ /)ace, sosteniendo una paz ar- 
mada ruinosa, desacreditándose ante el extranjero, y desem- 
peñando un papel que, á los ojos de los hombres circunspectos de 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 151 

gobierno, tiene tintes subidos de ridículo. La solución de la difi- 
cultad es quizá el huevo de Colón. Abrigo la convicción deque se 
ha de arribar á ella» j de que bruscamente podrá cambiarse esta 
politiquilla enfermiza de las desconfianzas y las chicanas, en 
una política americana amplia, cimentada en la unión de Chile 
y la Argentina, haciendo desaparecer el aparente antagonismo 
de sus intereses. Pero eso no podrá suceder mientras nuestra 
cancillería y nuestra diplomacia estén confiadas á manos inhá- 
biles y á los vaivenes de una perpetua timidez é indecisión. Afor- 
tunadamente, se vislumbra ya una saludable reacción en ese sen- 
tido. Por eso espero y confío que nada substancial será resuelto 
por nuestro gobierno actual^ que está en vísperas de concluir. La 
nueva presidencia tendrá que ocuparse de resolver definitiva- 
mente esta eterna cuestión, que se convierte en periódica espa- 
da de Damocles^ debido tan sólo á la inhabilidad argentina. Es- 
pero que no llegará el caso de recurrir al arbitraje, y confío que 
el nuevo presidente sepa resolver definitiva y fundamentalmen- 
te este enredo, y deje terminada y enterrada la histórica cues- 
tión. )) 

Pienso hoy como entonces. Más aún : pienso que la futura 
presidencia está llamada á desenvolver una política internacio- 
nal firme y amplia, reorganizando nuestra cancillería y nues- 
tra diplomacia. ¿ Cómo ? ¿Con qué rumbos? ¿ Volveremos á la 
política antigua con la base de la alianza argentino-brasilera; 
nos inclinaremos á la alianza ofensiva argentino-peruano-boli- 
viana; preferiremos la combinación bismarckiana chileno-ar- 
gentina; consolidaremos la bñÜnicsL splendid isolation, garan- 
tizando ese (( aislamiento soberbio» con la creación de un po- 
derío militar formidable...? Cuestiones son éstas que el porve- 
nir resolverá. Cualquiera de esas resoluciones cabe dentro de 
lo posible, como caben otras que es ocioso mencionar: lo único 
que, en nuestra opinión, no cabe, ni puede ni debe caber, es 
la incuria de los últimos años, la falta de plan, el eterno ti- 
tubear, el criterio estrecho y miope de semi-soluciones á corto 
plazo. Y una vez que hayamos adoptado una línea clara y defi- 
nida de política internacional, la paz quedará asegurada para 
más de medio siglo, y nuestro país se irá á las nubes, en una 
rápida y vertiginosa carrera hacia la prosperidad, la riqueza y 
el engrandecimiento de la patria. Sursum corda : sí, todos an- 



152 LA POLÍTICA ARGENTINA 

helamos trabajar en el presente, con tranqailidad 7 desemba- 
razo^ para, preparar un porvenir grandioso. Y, en menos de un 
siglo, la Argentina se habrá convertido en los Estados Unidos 
de la América del Sur, con la población, la riqueza 7 la ener- 
gía del coloso sajón, pero conservando los ideales de desinterés 
7 de fraternidad déla raza latina. 

Para llegar á ese resultado^ necesitamos tener una política 
internacional americana clara 7 deñnida : tenemos que salir de 
nuestro aislamiento, 7 entrar en la vía de la política de alianzas. 
Ahora bien, no ha7 que olvidar que, como ha observado un es- 
tadista célebre, a las alianzas de las grandes potencias sólo tie- 
nen valor, cuando sellan la expresión de los intereses positivos 
recíprocos ; 7 todas las cláusulas 7 declaraciones no podrán 
reemplazar la falta de la buena voluntad 7 de la acción enér- 
gica, cuando una de las partes se ha aventajado ó se considera 
tratada malajlde ». 

Chile se ha colocado ho7 como una barrera inamovible en el 
camino de la Argentina : la dirección de nuestra política tiene 
forzosamente que orientarse contra esa barrera. Por este cambio 
en la constelación sudamericana, las demás naciones, sobre 
todo el Brasil, sólo pueden ganar en importancia 7 en libertad 
de movimiento, 7 les es un contingente favorable para su política 
indecisa, que entre tanto se extreme el antagonismo entre Buenos 
Aires 7 Santiago. 

Ha7 que considerar las cosas con frialdad. Una entente cor- 
díale, ó una alianza, entre Chile 7 el Brasil es, ho7 por ho7, 
tan natural que se la debe presuponer ; son éstas las dos úni- 
cas entre las potencias americanas que, por su posición geográ- 
fica 7 sus tendencias políticas, llevan en sí los menores gérmenes 
de divergencia, 7 que, menos que cualesquiera otras, contienen 
en su seno intereses antagónicos. Antes esa alianza no fué po- 
sible, por la repugnancia de Chile para con el régimen imperial 
brasilero ; ho7, que ha desaparecido esa razón, nada habría que 
pudiera impedir el acercamiento de ambas potencias. ¿ Podría 
la Argentina, aun en la hipótesis del concurso peruano-boliviano, 
resistir la presión conjunta de los aliados, operando sobre los 
extremos opuestos de sus fronteras? El problema es gravísimo, 
sobre todo si se añade la posible benévola neutralidad del Uru- 
gua7 7 Paragua7, ó su concurso pasivo en favor de la alianza 



LA política continental Y LA CUEOTIÓN DE LÍMITES 15S 

sea permitiendo el paso de ejércitos brasileros por su territorio* 
ó el uso del puerto de Montevideo á la escuadra chilena. 

Además^ ¿quién dice que Chile, en previsión del conñicto, no 
cuenta con la neutralidad interesada del Perú, donde su inñuen- 
cia es considerable, como lo ha demostrado el incidente gráfico 
del protocolo Billinghurst-Hatorre; y no neutralizaría defacto 
á Bolivia cediéndole, en último caso, un puerto en el Pacifico, 
ó prometiéndole compensaciones territoriales sobre el Chaco» 
para darle salida al rio Paraguay? Cuenta ya con la neutralidad 
amenazante del Ecuador, que ha de influir en Lima para incli- 
narse del lado de Chile. 

Mientras tanto, aproximándose la tormenta, ¿qué hace la 
Argentina? ¿cuál es la orientación de su política? ¿cuál el re* 
sultado de su acción diplomática sobre los países vecinos? £1 
eje de la combinación chilena es el Brasil ¿ha logrado nuestra 
diplomacia apartarlo de la vieja alienza chilena, neutralizarlo, 
ó atraerlo á nosotros ? Ecco U problema. En este terreno, esta- 
mos reducidos á conjeturar, porque cualquier cancillería, por 
bisoña que fuera, no revelaría ese juego, ni habría discreción en 
intentar adivinarlo. El tiempo sólo podrá decir si ha habido, ó 
no, previsión. ¿No podría aplicarse, en presencia de esta situa- 
ción, la frase célebre del canciller de hierro : « veo en esta situa- 
ción un peligro para mi país, que sólo podra conjurarse tarde ó 
temprano/erro et igni, si á tiempo, y en debido momento, no 
se le desvanece con medidas de sensata previsión » ? 



— Antes de seguir adelante, permítame invocar el manoseado : 
retournons a nos moutous, para hacerle una nueva pregunta. 
¿No cree Vd. que las manifestaciones recientes en favor de la 
paz, y de las cuales las más típicas son el discurso del general 
Mitre y el telegrama de todo Chile, pueden dar margen al nuevo 
protocolo del que tanto se susurra, y dejar las cosas en statii 
quof 

— Paréceme que el discurso á que Vd. alude fué quizá dema- 
siado fervoroso en favor de la paz « á todo trance )), invocando 
toda clase de consideraciones ; y que el telegrama chileno, por 
expresivo que fuera, contenía una reticencia que lo destruye. 
Habla del arbitraje ilimitado^ y esta frase implica la previa ce- 



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154 LA POLÍTICA ARGENTINA 

lebración de un nuevo tratado, que deje sin efecto todos los ante- 
riores» y que bórrelas cláusulas precisas del limite dentro de la 
cordillera, y reabra toda la cuestión ; sometiendo á un arbitro 
y la línea pactada dentro de la cordillera, por una parte, y la lí- 
nea fantástica de la división continental de las aguas, fuera de 
la cordillera, por la otra. Sería ese un triunfo inaudito de Chi- 
le : un triunfo ultra petita, para usar un término forense. Y 
esto es tan imposible, que hace poco se ha dicho en una confe- 
rencia ruidosa, dada por el diputado Garzón : u La Argentina 
no puede ceder territorio al oriente de los Andes, porque esta 
cesión importaría entregar su seguridad exterior para el porve- 
nir, legando á las generaciones venideras un pleito sangriento ; 
porque ellas, guiadas por el espíritu de propia conservación, 
tendrían que expulsar á los que, por descuido nuestro, se hubie- 
ran apoderado de aquellos territorios, para desde allí empren- 
der la conquista de la Patagonia, que tanto ambicionan » . 

La situación actual no tiene más que tres soluciones posibles: 
a) continuar el procedimiento arbitral, con arreglo estricto á las 
cláusulas de los tratados, lo que. una vez producida la disiden- 
cia en el fallo de los peritos, lleva la cuestión al tercer perito, ó 
sea al gobierno inglés; b) una transacción directa de gobierno á 
gobierno, sancionando una linea precisa dentro de la cordille- 
ra; c) ó la guerra provocada por Chile. Descarto la cuarta so- 
lución, que busca Chile : viz, abrogación de los tratados exis- 
tentes, y pacto de un arbitraje ilimitado, para estipular una lí- 
nea entre la cordillera y la división continental de aguas; esta 
reapertura del pleito sería imposible, sin retrotraer la situación 
á 1881, es decir, sin renunciar Chile al Estrecho, Patagonia sud, 
canales del Pacífico, y demás granjerias que ha ido sonsacando 
en los diversos protocolos celebrados . 

Para adoptar, con perfecto conocimiento de causa, cualquiera 
de esas resoluciones, era menester el previo estudio del terreno 
litigioso. Por eso el doctor Bernardo de Irigoyen, en 1895, sostu- 
vo por la prensa que lo correcto era suspender la demarcación, 
y proceder conjunta ó separadamente á una exploración dete- 
nida de toda la cordillera. Chile se opuso, y la Argentina tu- 
vo que conformarse. Los hechos han demostrado la sabiduría 
del consejo de aquel estadista argentino, y hoy, hasta en el par- 
lamento chileno se reconoce que lo cuerdo habría sido aquel 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 155 

estudio previo. El senador Puga Borne acaba de decir: «Yo, 
haciendo honor á la lealtad de la República Argentina, me doy 
una explicación satisfactoria de las dilaciones provocadas en los 
cursos de los trabajos de la limitación. Creo que la razón no ha 
sido otra que el deseo de formarse un concepto general del terri- 
torio en que deben trazarse estas lineas, antes de precisar puntos 
de detalle, para poder proponer, con pleno conocimiento de causa, 
una línea general que pudiera, con pequeñas modificaciones, 
llegar á ser la linea definitiva. » 

Y bien : estamos en vísperas de llegar á ese resultado, y Chile 
sólo habla de guerra! El mismo senador aludido termina su dis- 
curso diciendo : « Yo espero que se presenten pronto al congreso 
proyectos para acordar fondos, y la autorización para elevar la 
defensa nacional al pie de las fuerzas navales y militares de la 
República Argentina, porque no quiero que jamás se encuentre 
Chile en la triste disyuntiva de soportar exigencias desdorosas ó 
de entrar en campaña sin los elementos necesarios. » 



— Permítame una interrupción : ¿no deben acaso reunirse 
en el jiróximo agosto los peritos? ¿qué fundamento positivo 
puede haber para dar por sentado la disidencia entre aquellos ? 
y, si logran ponerse de acuerdo ¿no terminará todo ahí? En- 
tonces ¿para qué entrar á discutir hipótesis, más ó menos auto 
rizadas ? 

— Desde luego, la reunión de los peritos en agoslo se verificará 
sin falta. Entiendo que el perito Moreno tiene todos sus trabajos 
listos, habiendo al efecto aumentado el personal técnico y doblado 
las horas de trabajo : se embarcará para Chile en la primera se- 
mana de aquel mes. Antes de finalizar agosto, se sabrá el resul- 
tado de la ansiada reunión. 

¿ Se asombra Vd. deque dicha reunión no exija discusiones 
determinadas, comparación recíproca de los trabajos y resultados 
de ambas series de comisiones, y determinación de la proyecta- 
da línea general? Debería ser así, en efecto. Pero, en mi opi- 
nión, aquella reunión será de mera fórmula. ¿Por qué? Por 
la sencilla razón de que el perito Barros Arana nada tiene que 
estudiar ni comparar : se aforra á su sonado « criterio de la regla 
de demarcación », fijándolo en la linea que resulte del divortiam 



156 LA política argentina 

aquarum intercontinental, que sale de los tratados y los anula, 
puesto que se encuentra « en región plana de las pampas »^ ó 
sea» fuera de las cordilleras. Y como los tratados vigentes esta- 
blecen precisamente que la linea correrá dentro de la cordille- 
ra, todos los trabajos técnicos que llevará el perito Moreno y la 
linea que propondrá, estarán dentro de la cordillera y no fuera 
de ella. No cabe, pues, discusión ni comparación. Son dos po- 
siciones absolutamente inconciliables. £1 resultado de la reu- 
nión de peritos está, pues, descontado : tendrá lugar sólo pro 
forma, y por ello será breve. De ahf que, á ñn de agosto, se ha^ 
brá forzosamente producido la divergencia y provocado el con- 
flicto, que no será seguramente caso de arbitraje, porque no está 
previsto en los tratados. 

Tan es asi, que desde ahora la cancilleria de la Moneda afec- 
ta tratar como superfino el trámite de la reunión, y pretende 
considerarlo como un paso dilatorio : hasta ha insinuado ofi- 
cialmente la conveniencia de suprimirlo... aunque con la consa- 
bida «reserva mental». En efecto; recuerde Vd. los anteceden- 
tes de la faz actual de los trabajos de los peritos . Es público y 
notorio que, á raiz del nombramiento de los primeros peritos, 
establecieron éstos en una acta que corre por ahi, que cada uno 
propondría una lista de los puntos donde debían fijarse los hi- 
tos. Eso implicaba el reconocimiento previo de la región cordi- 
llerana, porque, de otra manera, cualquier lista habria sido ar- 
bitraria. Desgraciadamente, ni Pico ni sus sucesores se dieron 
bien cuenta de ello, y se dejaron enredar por el perito Barros 
Arana, poniéndose á fijar hitos aislados, sin saber á qué línea 
responderían. El perito Moreno, que conocía la cordillera, se 
apercibió del grosero error cometido, y provocó entonces el acta 
de la reunión de 1^ de mayo de 1897, en la cual, ateniéndose al 
estricto cumplimiento de lo convenido, se resolvió suspender la 
colocación aislada de hitos arbitrarios, y proceder á la explora- 
ción completa de toda la cordillera, á fin de proyectar una línea 
general : es decir, la lista de los puntos donde debían Jijarse los 
hitos. En virtud de ello, al reunirse los peritos en mayo de 1898, 
en el gabinete del presidente Errázuriz,el perito Moreno declaró 
que estaba pronto para presentar su lista, y el perito Barros Ara- 
na se vio precisado á confesar que sus comisiones no habían ex- 
plorado la región comprendida entre los grados 47 y 49 Va» ^n 



LA POLÍTICA CONTINENTAL T LA CUESTIÓN DE LÍMITES 157 

cuyo lago San Martin sólo habia estado incidentalmente el ayu- 
dante Fischer : el presidente de Chile, que oculta una gran pe^ 
netración tras de su aparente bonbomía, comprendió que Ba- 
rros Arana estaba mistificando la opinión de su pais^ y que no 
habia cumplido con lo convencido. No era posible confesar ofi- 
cialmente el fracaso, y se resolvió postergar la reunión hasta 
agosto, para dar tiempo á Barros Arana á que se preparara, con- 
viniendo en que si, al reunirse nuevamente, carecia siempre de 
datos respecto de aquella ú otras regiones, la linea seria proyec- 
tada sobre los planos y los trabajos técnicos que presentara el 
perito argentino. « Don Diego », — como por antonomasia llaman 
en Chile á Barros Arana, asi como aqui se designa al general Mi- 
tre por « don Bartolo », — Don Diego, pues, á pesar de su olímpica 
calma y de su conciencia de mirar á los demás mortales de lo 
alto de su zócalo de Júpiter, con la sonrisa amable é insinuante 
del que condesciende con un inferior, tuvo que convenir en 
lo que estableció el mismo presidente Errázuriz : asi lo de- 
claró en términos precisos el ministro Carlos Walker Mar- 
tínez, en un ruidoso artículo publicado en El Poroenir, 
Ahora bien, ¿podrá Barros Arana, en la próroga de tres me- 
ses, efectuar las penosas exploraciones que requiere el reco- 
nocimiento de la región cordillerana, del grado 47 al 49 1/2? Evi- 
dentemente, no. No hay posibilidad material. (( Al sud del lago 
Nahuelhuapi, hasta el paralelo 47, al sud del de Buenos Aires, — 
dice el Mensaje del presidente de Chile, presentado al congreso 
el I"* de junio último — puede delinearse en los planos formados 
con las exploraciones de ambos paises, toda la linea divisoria, con 
excepción de la parte ocupada por el lago La Plata. Entre los 
paralelos 47 y 49 ^2» la ubicación geográfica de la linea di- 
visoria en la cordilleray es completamente desconocida. Desde 
el 49 Vs hasta el 52, puede trazarse aproximadamente en parte. 
La única región donde no es posible trazar en un mapa, siquie- 
ra aproximadamente, la linea divisoria, es la comprendida entre 
los paralelos 47 y 49 ^/^ de latítud, ó sea entre los orígenes del 
rio Deseado hasta el lago Viedma; según los datos incompletos 
que acerca de esta región se tienen hasta la fecha, sus accesos 
por una y otra parte son difíciles ». Desde luego, esa confesión 
oficial prueba que en agosto Chile no puede honestamente pro- 
poner una línea general^ con conciencia, pues declara que le fal- 



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158 LA POLÍTICA ARGENTINA 

ta conocer un trozo intermedio, por el que forzosamente hay que 
ubicar dicha linea. Después de tanto ruido, resulta que Chile no 
está preparado para abordar en agosto el trazo convenido de la 
linea general. Por el contrario, la Argentina e^^dpreparada para 
ello, pues ha terminado sus exploraciones en toda la cordillera. 
Entonces, ¿se atenderá á los trabajos argentinos? Seguramente, 
no. No hay probabilidad de esperarlo. Luego ¿cuál tiene que ser 
su actitud? Indudablemente, plantear como cuestión previa, lo que 
él llama « criterio para las reglas de demarcación)). ¿ Puede el 
perito argentino aceptar la discusión en ese terreno ? Evidente- 
mente no, porque saldría de su misión de perito, y de lo conve- 
nido en las actas antes referidas : presentar una lista de los pun- 
tos donde deben Jijarse los hitos. En esa emergencia ¿qué 
sucederá? Naturalmente, no habrá lugar á discusión : la con- 
ferencia terminará ahí, y cada perito elevará los autos á co- 
nocimiento de su gobierno. 

No hay que olvidar que Barros Arana no oculta su propósito 
preconcebido. « El perito de Chile — dice en nota oñcial, de 
marzo 14 último — se ha creído preparado para resolver acerca 
de una linea general de fronteras, desde la iniciación de sus fun- 
ciones. Tal vez se ha atribuido á las palabras : línea general 
de demarcación, un sentido más concreto que el que en este caso 
puede tener, y, en ese sentido, indudablemente, debo declarar 
nuevamente, como lo he hecho ya en otras ocasiones, que no seria 
posible en menos de dos ó tres temporadas más de trabajo, con 
las comisiones actuales, obtener un trazado tan detallado y minu- 
cioso de linea de frontera, como el que contienen los prolijos pla- 
nos levantados hasta la fecha. Pero no me cansaré de repetir que 
esos planos no son en manera alguna indispensables para resol- 
ver acerca de las reglas de demarcación que deben dar por resul- 
tado tal ó cual línea general, ni tampoco para señalar los pun- 
tos más importantes por donde han de pasar esas lineas, de tal 
manera que pueda desde ahora apreciarse cómo habían de que- 
dar divididos los territorios en conformidad aellas )). Se ve, pues, 
claramente : 1° que no tiene Chile, ni tendrá este año, listos sus 
trabajos de exploración cordillerana; 2® que la demarcación 
sobre el terreno la considera secundaria; 3^ que está resuelto á 
poner la cuestión previa de que la cordillera no es limite, sino 
las hoyas hidrográñcas, que salen del centro de la pampa. 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 159 

Ahora bien, siendo esa la actitud del perito chileno, ¿ por qué 
razón aquel gobierno no exigió en mayo último que se trazara 
la linea (( ideal » de frontera^ con arreglo á la peregrina doctrina 
de Barros Arana ? ¿ para qué se postergó el plazo hasta agos- 
to ? Los diarios chilenos se pierden en conjeturas : a la razón 
no se comprende — dice La Tarde y de junio 15 — porque si 
estaba listo nuestro perito para presentar inmediatamente, ó de- 
terminar una línea general, y los principales puntos por donde 
debe pasar esa línea, no había para qué postergar esa determi- 
nación hasta agosto ; si no se trataba de linea general, sino de 
un trabajo detallado de toda la región limítrofe, tal como lo es- 
tán haciendo las subcomisiones, trabajos que son de todo punto 
innecesarios para ñjar aquella linea, tampoco se explica el plazo, 
porque él no bastaría : Barros Arana bien claramente lo dice, 
cuando declara que, para concluir esos estudios detallados, 
se necesitan tres ó cuatro años más ». El dilema es férreo, y de- 
muestra que Chile no está preparado para trazar ni discutir una 
linea general de fronteras, sobre el terreno, como establecen los 
tratados y reglamentan las actas de los peritos, sobre todo la de 
mayo de 1897. 

A nadie se oculta esto en Chile. El mismo diario á que acabo 
de aludir, ha dicho : « Todavía no se ha hecho prácticamente un 
estudio general de delimitación^ y mal se puede, en consecuen- 
cia, presentar hoy, ó dentro de poco, una ó más lineas limítrofes 
que vengan á resolver en toda la extensión de la cordillera la di- 
ficultad que existe. » La confesión es paladina. Y esto concuer- 
da con lo que^ en otra ocasión, habia manifestado la prensa chi- 
lena: «¿Coincidirían las opiniones científicas del señor Moreno 
con lasde su colega, el señor Barros Arana? ¿ Uno yotro podrán 
arribar á una misma conclusión, y decirnos : hemos encontrado 
una línea divisoria única, y en perfecta conformidad de opinio- 
nes técnicas, para zanjar de un modo fácil y definitivo las difi- 
cultades existentes sobre limites andinos?... Creer que puedan 
coincidir las opiniones de los dos peritos sobre esta materia, es 
simplemente un despropósito. ¿ Para qué alentamos una espe- 
ranza en algo que es, bajo todo punto de vista, imposible que su- 
ceda ? )). 

Desde luego, pues, y dadas esas ideas, la reunión de agosto se 
convierte asi en una farsa. La situación que se producirá es cu- 



1'66 LA POLÍTICA ARGENTINA 

riosa . Propiamente no habrá caso de arbitraje, pues éste sólo 
nace al Jijar en la cordillera los hitos divisorios; esas son las úni- 
cas divergencias á que se refiere el acuerdo de 1896. El perito 
chileno rehuirá la discusión : no entrará en materia. ¿Qué solu- 
ción cabe ? Sólo dos : la renuncia de Barros Arana, y el nom- 
bramiento de otro perito, que, según los tratados, entre k fijar 
en la cordillera los hitos, presentando previamente una lista de 
los puntos donde deben fijarse, ó sea, una linea general fronte- 
riza ; ó la continuación de Barros Arana, y entonces los gobier- 
nos se avocarán este caso singular, que implica la imposibilidad 
en que se encuentra el tribunal arbitral de primera instancia, pa- 
ra dar un fallo cualquiera en el pleito que le ha sido sometido. 
¿Qué harán las partes? No pueden elevar los autos al tercereen 
discordia, porque no hay materia de discordia, no hay fallo: no 
cabe la segunda instancia, cuando no existe la primera. 

Eso explica la actitud reticente, inquieta, y un poco sin brúju- 
la, que está adoptando la cancillería de la Moneda en esta emer- 
gencia. 

— ¿ De manera, doctor, que no se debe abrigar gran fe en el 
éxito de la entrevista de los peritos, á pesar de la sólida prepara- 
ción y extraordinaria labor del perito Moreno ? 

— El perito Moreno se ha convertido hoy en una figura na- 
cional. Su augusto carácter de juez arbitro» lo pone por encima 
de las aspiraciones de sus compatriotas. Él no defenderá lo que 
más convenga, sino lo que por justicia corresponda : este país no 
litiga por territorio, sino por su derecho, que reviste para él la 
importancia suma de representar una frontera natural y estraté- 
gica, seguridad de la paz futura. 

Los resultados de la tarea del perito en la última temporada, 
son sorprendentes. Toda la región cordillerana ha sido definiti- 
vamente explorada : más de 45 nuevos lagos y varios grandes ríos 
han sido descubiertos, todo al oriente del macizo central ; mien- 
tras que al occidente, son 5 los ríos descubiertos, «de los cuales 
3 de gran caudal, y han sido explorados dos que eran poco co- 
nocidos, nuevas islas y varios canales y esteros, que no figuraban 
todavía en los mapas, además de un número considerable de nue- 
vos cordones y macizos de montañas ». Esto hace decir al peri- 
to : (( estos estudios no se han concretado á determinar la topo- 
grafía de la cordillera de los Andes y sus límites laterales, que 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 161 

era indispensable conocer eh toda su extensión para trazar en 
ella la línea divisoria de la frontera : se han reconocido vastas 
zonas útiles en la Patagonia, indisputablemente argentinas ; se 
ha comprobado la facilidad de acceso á ellas navegando los ríos 
y lagos ». 

En una palabra : posee completos los estudios de la linea norte, 
entre los paralelos 23 y 26' 52' 45" , que está excluida del arbitra- 
je, y los del resto de la línea, hasta el 52^, que puede ser sus- 
ceptible de llevarse ante el arbitro. El perito tiene en más de 20 
estantes centenares de planos y fotografías, que son, aquéllos y és- 
tas, trabajos soberbios por su precisión y elocuencia gráfica; dis- 
tinguiéndose el gran plano, hecho en una escala de 5 por 1000, 
cuyas partes unidas forman una carta de 16 metros de largo, por 
3.60 de ancho, y en el cual se ven hasta los menores detalles de 
la región cordillerana. 

El perito argentino ha cumplido, pues, el solemne pacto del 
acta de mayo 1** de 1897 (( procurar hallarse en aptitud de resol- 
ver sobre la línea general de la frontera, al término de la tempo- 
rada venidera de operaciones». 
¿ Y el perito chileno ? 

Éste acaba de declarar que (( los trabajos encaminados á la 
presentación por parte de Chile de la linea general de la frontera, 
se encuentran totalmente terminados )). Los resultados gráficos 
han sido consignados en un plano cinco veces más pequeño que el 
argentino y en una escala cinco veces menor, según comunica el 
telégrafo. Pero ¿cómo conciliar esta declaración rotunda del perito 
Barros Arana, con su no menos rotunda declaración, inserta en 
los anexos al mensaje del presidente de Chile, presentado el 1° 
de junio último, y en la cual aquél dice « que si bien él está pre- 
parado para resolver una línea general de frontera desde la ini- 
ciación de sus funciones, no lo está para obtener un trazado de 
línea fronteriza como el que contienen los planos levantados : 
para eso habría necesitado dos ó tres temporadas más de traba- 
jo »? Y, en el resumen de los trabajos practicados hasta la fecha ^ 
por las comisiones chilenas, se nota : 1^ que esos trabajos, al sur 
del 40** no están ligados entre sí ; 2^ que entre el 31® y 31^75' han 
dejado una interrupción de 120 kilómetros ; 3* que del 32° al 39° 
hay una interrupción de 250 kilómetros ; 4** que entre el 47° y 
49°50' la región no ha sido explorada... , 

it 



162 LA POLÍTICA ARGENTINA 

Resulta, pues, este hecho confesado por el perito chileno: que 
no ha podido cumplir su compromiso y que no está preparado, 
con exploraciones de verdad, para discutir la linea general, como 
se convino en el acta de mayo 1° de 1897. Desde luego, esto no 
puede ser más grave. Si el perito Barros Arana no está listo téc- 
nicamente, el perito Moreno no ha debido concurrir á una reu- 
nión desigual, donde tendrá que dar á conocer el resultado de 
sus exploraciones, sin que el adversario haga lo mismo, sino que 
se contente con la fácil crítica y la eterna chicana obstruccionista 
de (das reglas de criterio». La reunión de los peritos es, pues,, 
informal, y no puede en puridad de verdad ligar á los gobiernos : 
el de Chile, se encuentra en inferioridad técnica, por carencia de 
datos ; el argentino, prevé que Barros Arana volverá á reeditar 
su sempiterna obstrucción. Entonces ¿á qué concurrir? 

Mucho me temo, pues, que la reunión de los peritos sea una 
nueva, journée des dupes. El argentino irá lealmente con sus pla- 
nos á la vista, descubriendo todo su arsenal, lo que será hermo- 
so, pero es quizá un poco ingenuo ; el chileno cautelosamente no 
mostrará sino trabajos fragmentarios, recogerá los datos ajenos,. 
y ejercitará su critica disolvente, con toda la consumada habili- 
dad diplomática que nadie le niega. 

Por de contado, como en condiciones semejantes no se han de 
entender los peritos, ocurre que lo más hábil de parte del argen- 
tino seria, ó exhibir conjuntamente los planos, ó no exhibir nada. 
El resultado será el mismo. 

¿ Qué harán entonces los gobiernos ? Por de pronto, tienen 60 
días para poder llegar á un avenimiento, con arreglo al protoco- 
lo de 1896 : durante ese plazo — especie de « comparendo de con- 
ciliación )) — no proceded arbitraje. Suponiendo que la disiden- 
cia se produzca afines de agosto, el plazo vence á fin de octubre, 
es decir, en la próxima presidencia argentina, cuando el gobierno 
esté en otras manos. Y ese gobierno podrá deliberar con tanta 
mayor tranquilidad cuanto que, para aquel entonces, estarán en 
. nuestras aguas los nuevos acorazados Belgrano y Puet/rredón, 
y, en los arsenales, el armamento necesario. 

Chile ha de oir la razón. La ha de oír por muchas causas. 
Sus estadistas no ignoran, porque no pueden ignorarlo, que el 
pleito de limites entre la Gran Bretaña y los Estados Unidos, por 
la frontera entre el territorio de Alaska y la Colombia británica,. 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMJTES 163 

está planteado en análogos términos al nuestro: que la linea di- 
visoria debe correr por las más altas cumbres que ñjan el divor- 
tium aquarunij en las montañas Rocallosas... Y los Estados 
Unidos sostienen la exclusividad del dicortíum aquarum, porque 
penetran en los llanos de la Colombia británica ; mientras la In- 
glaterra defiende las más altas cumbres que dividan las aguas, 
porque garantizan la frontera dentro del macizo de aquella cor- 
dillera. Los alegatos presentados por ambas partes son muy in- 
teresantes : hay un blue-book inglés muy sugestivo... 

En condiciones semejantes, nos convendría á nosotros ir al 
arbitraje, pero ¿qué se ganaría? ¿cuántos años demoraría el ar- 
bitro en fallar, ya que debe hacer previos estudios técnicos sobre 
el terreno? Durante ese tiempo, la paz armada continuaría en 
crescendo, la espada de Damocles de un conflicto posible segui- 
ría suspendida sobre nuestras cabezas, y no sería obra de esta- 
distas serios el prohijar una semi-solución semejante, que no 
conviene á Chile ni á nosotros. Se impone, pues, una solución 
directa y definitiva. ¿Podrá efectuarse en los 60 días de plazo, 
á que se refiere el protocolo citado? Sería una ingenuidad el 
creerlo ; pero puede ser iniciada dentro de ese plazo y puede es- 
tar terminada antes de fin de año. 

Lo único que podría entorpecer esa solución, es el propósito 
de Chile de ir á la guerra. Pero hoy... parece eso abandonado. 
Ya Chile se convence de que debe oir razón. La crisis económi- 
ca interna, y nuestros refuerzos navales y militares, si bien no 
son argumentos decisivos, son razonamientos concomitantes. En 
el jaque á la reina con que se nos amagaba en el tablero de aje- 
drez internacional, un movimiento de torre y la diagonal de un 
arfil han cambiado la partida : un buen maestro sabe que, en 
situación semejante, hay que variar rápidamente la ofensiva en 
defensiva : una casilla libre, por descuido, ha permitido cambiar 
el aspecto de la jugada. Hay que pasar á otra cosa... 

— Entonces, ¿considera Vd. que será violenta, ó á lo menos 
incómoda, la posición del perito argentino? 

— La situación del perito Moreno, en sus primeras entrevistas 
con su colega chileno, tiene que ser muy delicada. Por de pronto, 
no puede ni debe exhibir sus mapas y planos, mientras no acla- 
re la previa cuestión de que la linea á proponer forzosamente de- 
be encontrarse dentro de la cordillera. El perito Barros Arana, 



164 LA POLÍTICA ARGENTINA 

en el mapa que ha hecho construir ad hoc, es de creer se haya 
atenido á las exploraciones de verdad, es decir, habrá tenido 
que suprimir las fantásticas serranías que coloca pintorescamen- 
te Steffen á lo largo de la línea continental del dioortium aqua- 
rum : su teoría deberá sostenerla con todo rigorismo, trazando 
la linea en «la región plana de las pampas», como dijo su ayu- 
dante Bertrand. Si esto sucede, la conferencia termina ahí, j es 
materia de una simple acta, de la cual tomarán conocimiento los 
respectivos gobiernos. 

Pero, si el perito chileno traza su línea al oriente del macizo 
central, si bien en los contrafuertes de la cordillera, el perito ar- 
gentino tendrá que discutir hito por hito, y ñrmar en disidencia. 
Ese es el caso claramente previsto en el protocolo de 1896, y que 
corresponde ser fallado por el arbitro. Lo mismo sucederá si la 
línea chilena, en lugar de extremar la tesis y colocarse en las 
últimas lomadas orientales de los contrafuertes, se ubica en la 
cadena oriental de la gran bifurcación de la cordillera : el maci- 
zo central, según las alturas, es la ramificación occidental, por 
más que las ensenadas del Pacífico interrumpan en varias partes 
su continuidad, pero la cadena sigue visible hasta el grado 52. 
Entre ambas ramificaciones, en la gran bifurcación longitudinal, 
hay una extensión inmensa de terreno fértilísimo, que constituye 
los valles cordilleranos : es indudable que cualquier línea traza- 
da por Chile dentro de esa región, por más colocada al oriente 
que esté, por más que sólo se apoye en la razón suprema de que 
(( les conviene », en todo caso es materia de controversia y sus- 
ceptible de ser llevada ante el arbitro. 

La otra cuestión importante en la línea sur, es la de « las 
costas de los canales del Pacífico )), cedidas en el protocolo de 
1893. En esa dificultad, cada perito presentará sus planos y qui- 
zá proyectará una costa de ancho diferente. La divergencia al 
respecto no tiene para qué ir al arbitro, sino ser tranquilamente 
resuelta por ambos gobiernos. 

En cuanto á la línea norte, parece que no hay ni debe haber 
cuestión : necesario es atenerse á la línea Pissis y Mujia ; todo 
el trabajo de los peritos consistirá en ligar entre sí los diversos 
puntos capitales de aquella línea anticlinal. Tampoco es esta di- 
ficultad susceptible de arbitraje, sino que ha sido reservada á los 
gobiernos respectivos. 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 165 

La discusión entre los peritos será una verdadera batalla di- 
plomática, en la que cada uno tratará de hacer prevalecer su opi- 
nión. Lo que importa á ambos países es que se pongan de acuer- 
do respecto de la dirección general de la línea ; en cuanto á los 
hitos parciales, es cuestión de mayor ó menor habilidad de cada 
uno, y de pruebas más ó menos concluyentes. 

¿ Por qué Chile pone tantos obstáculos á solucionar la cuestión 
de la linea norts, en la Puna? Porque la posee... y aporque — 
para usar las ya célebres palabras de la cancillería chilena — la 
posesión de hech > se afirma y afianza más y más, y en defecto 
de cualesquiera otros títulos, ese es de los mejores». El ministro 
Alfonso decía : ((siempre me ha parecido que se debe sostener 
que la Patagonia nos pertenece, sólo para asegurar la posesión 
completa del Estrecho». En este caso, Chile no asegura nada: 
posee de hecho, y hace lo posible por impedir que se trate ese 
punto. 



— ¿Cómo se explica, entonces, eloriginal reclamo diplomático 
sobre el pueblo de San Martin de los Andes, fundado á orillas 
del lago Lacar, en el cual existi5 desde 1882 un fortín argenti- 
no y un destacamento militar, reconocido oficialmente por las 
autoridades chilenas, y que hoy, álos 16 años, viene á motivar 
la actitud más singular de aquella cancillería? 

— Efectivamente, es un reclamo que debe calificarse de enorme 
ingenuidad diplomática... si es que no tiene otro alcance. Recla- 
mar ahora por una posesión reconocida y sancionada durante 16 
años, y hacer para ello que el perito Barros Arana pase unas no- 
tas tan exageradamente alarmistas que hacen sonreír, pues, ade lo 
sublime,., etc. », es cosa inexplicable. Aquel lago está al oriente del 
encadenamiento principal de la cordillera : basta y sobra. Si Chile 
pretendiera que está al occidente, nada más sencillo que compro- 
barlo; eso no será motivo de dificultad. Sobre todo, sería cuan- 
do más una simple incidencia de la línea limítrofe : según don- 
de se fije ésta y se coloquen los hitos, quedará resuelto si aquel 
lago, y por lo tanto el pueblo á sus orillas fundado, está ó no al 
oriente del encadenamiento principal de la cordillera, de su ma- 
cizo central, de sus más altas cumbres que dividan aguas. In- 
coar un litigio por separado sobre aquella incidencia sería, pues. 



166 LA POLÍTICA ARGENTINA 

una ingenuidad. ¿Se propone Chile provocar una cuestión di- 
versa, y buscar un pretexto para un rompimiento ? 

— ¿Cómo conciliar ese propósito, con la repetición singular 
de que pide Chile á gritos el arbitraje? ¿No le parece á Vd. 
sincero ese propósito? 

— La respuesta es fácil. Ha coincidido el ruidoso telegrama 
sobre arbitraje ¿limitado, con la citada nota del gobierno chile- 
no, en la cual, á propósito de un incidente diplomático secunda- 
rio, propone suspender la demarcación, prescindir délos peritos, 
y someter á Inglaterra toda la cuestión, abrogando los tratados 
existentes, y manteniendo las pretensiones respectivas : la ar- 
gentina, de que el limite se trace dentro de la cordillera, según 
lo estipulado en los tratados; la chilena, deque se trace fuera de 
la cordillera, como si no hubiera habido tratado. A eso llaman 
arbitraje amplio y sin restricciones. 

Eso, como se ve, parece un sarcasmo. Sería una burla indeci- 
ble reabrir de nuevo el litigio clausurado en 1881. En aquel en- 
tonces la pretensión llegaba hasta el rio Negro : se la limitó á 
la cordillera. Hoy pretende borrar ese pasado, y adelanta su pre- 
tensión hasta el centro de la pampa patagónica. ¿ Para qué se 
celebran entonces tratados, y para qué se han hecho tantas con- 
cesiones territoriales? ¿Para que sean burladas, disfrazándolas 
con el sofisma hipócrita de un arbitraje sin restricciones?... 
Se trata, pues, de un peligroso bailón d^essai, que no es posible 
ni siquiera tomarlo en consideración. Pero llama la atención la 
tenacidad con que la cancillería chilena se aferra áesa tesis des- 
graciada, pues es notorio que ha hecho mover al « alto comer- 
cio )) inglés de aquel país, para que eleve un memorial suigene- 
ris á lord Salisbury, pidiéndole que el gobierno británico se 
avoque desde luego el conocimiento de la cuestión, so color de 
su carácter de arbitro. El memorial del comercio inglés, se ve 
que está redactado por persona allegada á la cancillería trasan- 
dina ; (( el gobierno chileno y el pueblo mismo — dice aquel do- 
cumento — seria y frecuentemente han expresado el deseo de una 
pronta solución del litigio de límites, porel arbitraje incondicional 
y sin reservas, de suerte que es imposible dudar de que todo el 
anhelo de esa parte es al presente concluir con esta intolerable 
situación, por un inmediato recurso á los oficios del gobierno de 
S. M.; desgraciadamente, parece ahora que los arreglos de arbi- 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 167 

traje, estipulados en el protocolo del896, aunque por lo demás am- 
pliamente efectivos, no procederán con la rapidez necesaria^ si no 
se le presta la debida j mutua cooperación que la diplomacia chi- 
lena evidentemente no ha podido obtener del gobierno argentino)). 
Se ve, pues, la evidente preparación forense «de la coartada)). Tan 
peregrina pretensión ha sido apoyada en Londres, de una manera 
oñciosa, por la legación chilena, como se ha visto por declara- 
ciones publicadas en el Times, y ha dado por resultado una cu- 
riosa comunicación del gabinete de Saint James á los gobiernos 
chileno y argentino, inquiriendo el estado de la cuestión, y sig- 
nificando que está dispuesto á ejercerlas funciones de arbitro, si 
ha llegado el caso. La oficiosidad y singularidad de esa nota es 
evidente : el gobierno chileno, agarrando la oportunidad por un 
cabello, se ha apresurado á dar extensa cuenta, en forma de 
alegato pro domo sua^ del estado de la cuestión, terminando por 
decir que está dispuesto á someter, desde luego, todo el litigio, 
de una manera amplia y sin restricciones, al arbitraje inglés. 
Esta enormidad es una ingenua intriga diplomática, para dar in- 
gerencia al gobierno de Inglaterra en el estado actual del litigio. 
Mientras tanto, esa maniobradiplomática surte su efecto, ha- 
ciendo aparecerá Chile ante Inglaterra como animado del des- 
interés y buena fe más grandes, y á la Argentina como pleitis- 
ta camorrero, que se abroquela tras la letra de los pactos con so- 
lapada mala fe. El apresuramiento de Chile para aceptar lame- 
diación oficiosa, y nuestra negativa á someternos á ella, prim^ 
faciCy tiene que predisponer á Inglaterra en sentido favorable 
para nuestros vecinos, y desfavorable, por el desaire, para noso- 
tros. El alcance que eso tiene sobre el ánimo del futuro arbitro, 
es evidente. . . Pero no es eso sólo. La contestación-alegato con 
que Chile ha respondido á la insinuación del diplomático britá- 
nico, ha sido seguramente comunicada en circular á las legacio- 
nes chilenas en el extranjero, y á las legaciones extranjeras en 
Chile. Hoy todas las cancillerías se han impuesto del noble des- 
prendimiento de Chile que, en aras de la paz y por evitar per- 
juicios al comercio, se muestra dispuesto á entregar el conflicto 
pendiente, tal como se encuentra, á la decisión arbitral del go- 
bierno inglés; mientras la Argentina rehusa, se retrae, y deja 
fundadamente sospechar que sus intenciones puedan ser aviesas, 
cuando se niega á imitar el desinterés del adversario... Si ma- 



168 LA POLÍTICA ARGENTINA 

nana sobreviniera la guerra, a priori las cancillerías extranjeras 
se inclinarían á prejuzgar á favor de Chile y en contra nuestra... 

¿Cómo se han dejado llegar las cosas hasta ese extremo? ¿No 
tenemos acaso una cancillería y un cuerpo diplomático organi- 
zado ? El memorial del comercio inglés en Chile, fué presentado 
al ministro Audley Gosling en junio 3 : para su tramitación, 
comunicado al gabinete de Saint James, ha debido emplearse el 
telégrafo, y enviar instrucciones al diplomático residente, para 
que explorase el terreno en el sentido de una mediación oficiosa. 
Nuestro gobierno debió tener conocimiento del memorial el mis- 
mo día de su presentación, y por telégrafo debió dar los pasos 
para que nuestro ministro en Londres precaviera al gobierno de 
S. M. Británica del lazo que se le tendía y de la improcedencia 
del paso á que se le invitaba ; así se habría salvado todo, y evita- 
do el desaguisado subsiguiente, quitando á la cancillería de la 
Moneda el pretexto para influenciar los gobiernos de los países 
civilizados con sus circulares intencionadas. Debe creerse que 
nada ha hecho el gobierno argentino, cuando el incidente se ha 
producido. 

Ahora bien : no contento Chile con esa maniobra diplomática, 
y por si nuestro gobierno lograba malograrla, aprovechó el viaje 
á Roma del ministro italiano Greppi, para que insinuara á la 
Consulta que Chile, dando pruebas del desinterés y nobleza 
más ejemplares, estaría dispuesto á acoger una mediación oficiosa 
de Italia, para compeler amistosamente ala Argentina á aceptar 
el arbitraje... En estos momentos la gestión se realiza en Roma. 
I Dejará otra vez nuestro gobierno que lo burle la diplomacia 
trasandina? Nótese bien, que todos estos hábiles pasos son otros 
tantos antecedentes favorables ante las cancillerías europeas y la 
opinión sesuda de aquel continente, sea para inclinar la balanza 
á favor de Chile en el caso de arbitraje, sea para congraciarle 
simpatías en caso de una guerra. 

Entretanto^ al mismo tiempo que tratan de captarse la buena 
voluntad del gobierno italiano, los diarios chilenos no ocultan 
su furor por la actitud de los numerosos residentes italianos en- 
tre nosotros, dispuestos á formar legiones militares en caso de 
guerra, y dicen que « quedarán, en el evento de una guerra, en- 
tregados á su propia suerte, como mercenarios puestos al servi- 
cio de un ejército extranjero, sin las consideraciones que se 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 169 

deben las naciones civilizadas )), llegando en su furor hasta 
denigrar todo lo italiano. La Tarde decía recientemente que 
(( si es cierto que Garibaldi con mil italianos derrotó y venció á 
cincuenta mil, esos cincuenta mil eran también italianos, y nues- 
tra admiración se reparte entre los mil valientes que vencieron 
y los cincuenta mil gallinas que se dejaron vencer 1... » 

¿Qué se propone Chile con todas esas maniobras diplomáticas? 
No sólo preparar en su favor la opinión extranjera, sino ejercer 
presión sobre nuestro gobierno, enajenarnos simpatías si no acce- 
demos á insinuaciones amistosas, y compelernos así indirecta- 
mente á tranzar por último, sometiéndonos á la pretensión chi^ 
lena del arbitraje ilimitado. Con eso el pleito estaba ganado para 
ellos, pues habrían logrado que aceptáramos como simple pre- 
tensión nuestra el límite solemne pactado en 1881, y como liti- 
giosa media Patagonia, situada entre la cordillera y la fantás- 
tica línea del ¿¿¿{7or¿mm aquarum intercontinental. Y obtendrían 
esa enormidad, asumiendo el aire de víctimas, que consienten en 
someter « su derecho )> al fallo arbitral de una potencia amiga, 
simplemente por deferencia á ésta, por su amor á la paz, por su 
deseo de evitar perjuicios al comercio universal ! De modo que 
todavía aparecerían ellos como los sacrificados, y nosotros como 
reos sometidos contra su voluntad, que refunfuñan y que cons- 
ituyen un peligro para el orden social. . . 

En una palabra : ese nuevo y reticente arbitraje importaría 
salirse de los tratados vigentes, violarlos, hacer caso omiso del 
precedente convenido, é iniciar una nueva dificultad. Considero 
innecesario insistir sobre este tópico. 



— Tiene Vd. razón. Pueden condensarse, en efecto, las dis- 
posiciones pertinentes en este breve resumen : 

« El arbitraje del gobierno de S. M. Británica está estipulado 
en el articulo 2** del acuerdo del 17 de abril de 1896, que dice : 

Materia del trbi- (( SÍ ocurricsen divcrgcncias entre los peritos al 

FIJAR EN la cordillera DE LOS ANDES (( límite 

inconmovible » (véase artículos 1<> y 6^ del trata- 
do de 1891, y 1«> y 2* del protocolo de 1893) los 
HITOS DIVISORIOS al sur del paralelo de 26® 52' 45' ' 



iraje 



170 LA POLÍTICA ARGENTINA 

y no pudieran allanarse amigablemente por 
acuerdo de ambos gobiernos, quedarán someti- 
dos al fallo... * 
Arbitro. .... del gobierno de S. M. Británica, á quien 

las partes contratantes designan, desde ahora, 
con el carácter de arbitro... 

Calidad del arbitro CUCargado dc APLICAR ESTRICTAMENTE (AR- 
BITRO DE derecho) en tales casos las disposicio- 
nes del tratado y protocolo mencionado... 

Procedimiento. .... PREVIO EL ESTUDIO DEL TERRENO por Una 

comisión que el arbitro designará. )) 
Término para recu- (( Scscnta dias dcspués dc producirsc la diver- 
rnr al arbitro (bate 40 gg^^^jg^^ ^^ j^g (»asos á quc sc refieren las bases an- 
teriores, podrá solicitarse la intervención del ar- 
bitro por ambos gobiernos de común acuerdo 6 
por cualquiera de ellos separadamente. » 

La base 1' del acuerdo de 1896 dice : 

« Las operaciones de demarcación de límite entre la Repú- 
blica Argentina y la República de Chile, que se ejecutan en con- 
formidad al tratado de 1881 y al protocolo de 1893, se extende- 
rán en la cordillera de los andes, hasta el paralelo 23 de 
LATITUD AUSTRAL Y EL 26^ 52' Y 52", concurrieudo á la operación 
ambos gobiernos y el gobierno de bolivia, que será solicitado 
al efecto » . 

El articulo 1** del tratado de 1881, dice que el límite entre 
los dos países hasta el grado 52, es la cordillera de los andes, 
y que la línea fronteriza correrá en esa extensión (desde el grado 
23 hasta el 52) por las cumbres más elevadas de dichas cordi- 
lleras que dividen las agua^, y pasará por entre las vertientes 
que se desprenden á un lado y otro. El prot03olo de 1893 dice 
en su artículo 2"* qne, según el espíritu del tratado de limites de 
1881, la República Argentina conserva su dominio y soberanía 
sobre todo el territorio que se extiende al oriente del encadena- 
miento PRINCIPAL DE LOS ANDES^ hasta las costas del Atlántico, 
como la república de Chile el territorio occidental hasta las cos- 
tas del tratado. El límite en la cordillera de los andes que 
fija el tratado de 1881, es inconmovible, según el artículo 6° de 
ese tratado, y el arbitro no podrá, pues, en ningún caso modifi- 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 171 

cario; deberá resolver solamente las divergencias entre peritos 
que se produzcan, al Jijar en la cordillera de los andes hitos 
DIVISORIOS, al sur del paralelo 26''52'45", que no puedan allanar 
amigablemente los gobiernos argentino y chileno )). 

— Parecería, en realidad, un exceso de suspicacia insistir en 
no desnaturalizar el arbitraje, después de recordar disposiciones 
tan terminantes y precisas. 

No sería mí ánimo el hacerlo. Pero deseo recordar á Vd. que 
así ha procedido siempre la táctica de la diplomacia chilena. 
Nuestra cuestión de límites no era, hasta 1872, más que la re- 
clamación pendiente por haber Chile ocupado en 1843 Puerto Fa- 
mine, en el Estrecho de Magallanes. A solucionar ese sencillo 
incidente fué Félix Frias á Chile ; pero el ministro chileno 
Ibáñez tuvo la habilidad de enredarlo, de insinuación en insi- 
nuación, de discusión en discusión, hasta convertir el litigio de 
un punto aislado, en la cuestión de la Patagonia integra^ pre- 
tendiendo hasta el río Negro. Frías fué en esto, para la Ar- 
gentina, lo que después ha sido Barros Arana para Chile. 
Enardecido por las hábiles insinuaciones de Ibáñez, se lanzó 
á combatirlas, lo que originaba la discusión, y convertía eñ 
litigioso lo que el día antes no se había soñado. La habilidad 
chilena desvió y transformó todo el litigio, y la falta de previ- 
sión de nuestra cancillería nos dejó arrastrar al terreno que á 
Chile convenía. ¿ Querrá Chile, ahora, con la nota en que in- 
sinúa el arbitraje amplio^ intentar renovar aquella feliz estra- 
tagema, y, de insinuación en insinuación, provocar nuestra refu- 
tación para replicarnos en seguida, concluyendo por transformar 
la cuestión, desviándola de su estado actual, para incoar sobre 
ella un nuevo litigio? Sería, en todo caso, demasiado candorosa 
la cancillería argentina, si abriera la puerta á esa chicana aboga- 
dil. Non bis in idem. Pero no está demás recordar el precedente, 
y ser muy cautos para no caer en el suave lazo tendido. 

No parece desprenderse del texto de la nota referida, que Chile 
adelante aquella indicación como conditio sine qua non, pero 
debe reconocerse que ese paso, sin embargo, hace parte del plan 
que parece seguir la cancillería de la Moneda, y que debería 
conducir irremediablemente á la guerra, la cual vendría á 
estallar queriendo mistificar la opinión del mundo, al darle por 
causa nuestra negativa á someternos al... arbitraje. Ostensible- 



172 LA POLÍTICA ARGENTINA 

mente, en efecto, Chile establece la disyuntiva: ó arbitraje ilimi- 
tado y absoluto, 6 la guerra. Las «indiscreciones» de todos sus 
diplomáticos ; los 200.000 rotos de su primer ministro ; y el em- 
peño que demuestra por convencer á todos — con una jactancia ver- 
daderamente singular — deque celebrará su fiesta nacional del cítc^- 
iocko (el 18 de setiembre próximo) en plena y victoriosa guerra 
con nosotros, me hace creer justamente que no se resuelve á ella. 
Por supuesto, oficialmente Chile sólo hablado paz. Reciente- 
mente decía en el senado, el ex-ministro de relaciones exterio- 
res, Puga Borne : « no creo en la guerra como consecuencia de 
las dificultades y accidentes que puedan sobrevenir en la demar- 
cación delimites, porque sé que esta tarea está regida por un tra- 
tado que se ha puesto en todos los casos, y establecido todas las 
soluciones posibles. De manera que aquella nación que, toman- 
do pretexto de la aplicación de estos tratados, promoviese la 
guerra, se haría reo de tan grave delito, que la haría indigna de 
seguir figurando entre las naciones civilizadas». Más aún ; 
aquel senador agregó : « recientemente hay, por desgracia, un 
incidente ocurrido en Chile que ha podido contribuir á perturbar 
la claridad con que debiera precederse, y que ha causado proba- 
blemente esta actividad bélica de la República Argentina. Me re- 
fiero á la publicación de un reportaje hecho al señor ministro del 
interior, que tal vez la República Argentina ha considerado como 
una provocación ó una amenaza. Esta publicación — que, siento 
decirlo, es deplorable— ha venido á perturbar la claridad con que 
nosotros habríamos podido ver que la República Argentina ad- 
quiría armamentos...» 



—Sin embargo, doctor, ¿no ha oído Vd. que el actual minis- 
tro chileno aquí, señor Joaquín Walker Martínez, había aposta- 
do varios cajones de habanos con un alto personaje argentino, 
á que la guerra estallaba á comienzos de septiembre? 

— He oído ese rumor, pero no he podido darle crédito, ni si- 
quiera como houtade más ó menos altanera : habría sido una li- 
gereza demasiado burda, para que la cometa un diplomático. 

¿Qué quiere Vd. ? Todo eso me confirma en la creencia de que 
no habrá guerra. La conducta de Chile^ en estos momentos, se 
asemeja á la de un individuo que, á voces, en plena vía pública. 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 173 

insulta á otro ó lo amenaza de muerte, al solo efecto de que los 
pasantes se apresuren á interponerse entre ambos 7 hagan im- 
posible la pelea. Es un recurso conocido : el viejo refrán lo dice : 
«Caló el chapeo, requirió la espada, fuese, y no hubo nada». Si 
hubiera efectiva decisión por tentar la aventura peligrosa de una 
guerra^ Chile no lo proclamaría tan ruidosamente : emplea ese re- 
curso como simple medio de hacer presión sobre nuestro gobierno, 
y el poderoso elemento extranjero, que sufriría con una guerra. 

— De modo que, en última tesis, todo este alboroto, verdadera 
tormenta de verano, puede caracterizarse con esto : que hay una 
facción política en Chile, que busca forzar la mano de aquel go- 
bierno, y llevarlo á la guerra, con el objeto de escalar altas posi- 
ciones, unos, ó de conservar las ya escaladas, otros. De ahí la 
propaganda furiosa de ciertos diarios chilenos, en cuya redacción 
parece aspirarse la nostalgia de la vida diplomática ; de ahí el sin- 
gular empeño de algunos diplomáticos por disfrazarse de « Mo- 
reiras » de cancillería. ¿No le parece á Vd^queno debe hacerse 
responsable al gobierno de Chile de esa doble presión de abajo 
y de arriba? Un gobierno serio no echa mano de esos recursos. 

— Tiene Vd. razón : mejor es que así sea. No se preocupe Vd. 
demasiado, pues, con las ruidosas a indiscreciones » de los di- 
plomáticos chilenos. 

Por otra parte, no lo tomará de sorpresa que le diga que no 
hay jamás que dar absoluto crédito á las manifestaciones diplomá- 
ticas, sobre todo cuando son oficiosas. «El diplomático — se ha 
dicho alguna vez — no se considera atado por el imperativo ca- 
tegórico de las relaciones privadas : el hablar la verdad es una 
convención social, la mayor si se quiere, pero sólo una conven- 
ción; y jamás ha sido aceptada por la diplomacia. El objeto de 
ésta es, ó debe ser, obtener lo más que se pueda para su país , 
y cuanto más importante es el objetivo, mayor es la concesión 
que hay que hacerle. La verdad entra, pues, en lugar secunda- 
rio. Si alguien cree que un diplomático debe forzosamente de- 
cirle la verdad en todas las ocasiones, mejor es que se absten- 
ga de tratar con ellos ». Muy exacto. De ahí que no haga car- 
gos á Chile por tratar éste de desviar la opinión pública con sus 
manifestaciones ostensibles, sea por medio de los discursos de 
sus ministros, sea por Jas indiscreciones de sus diplomáticos, ó 
por los telegramas de sus políticos. Hace bien en emplear ese re- 



174 LA POLÍTICA ARGENTINA 

curso, como hará bien la Argentina al no tomar al pie de la letra 
lo que allí se dice. 

Además, no hay que olvidar que, en este caso, la cuestión ex- 
terna está ligada con la situación interna, la cual exige de aquel 
gobierno un tacto inñnito y hasta lo obliga á concesiones deli- 
cadas. La influencia perniciosa de la prensa chilena, por lo que 
toca á las buenas relaciones con la Argentina, es considerable. 
¿ De dónde proviene : representa la opinión de diversas fraccio- 
nes politicas, ú obedece á insinuaciones ofíciosas y discretas de 
aquella cancillería? Por de pronto, la característica del perio- 
dismo trasandino influye en ese modo de ser : los diarios allí 
discuten muy poco los problemas internos, casi podría decirse 
que, por tácito convenio, evitan el tratarlos, obedeciendo á la 
consideración de un falso patriotismo que les induce á no dar á 
entender que en su país se cometen errores ó existen deficien- 
cias; de ahí que el material de que se componen lo formen 
abundantes transcripciones de la prensa extranjera ó produc- 
ciones meramente literarias. Su servicio telegráfico, con excep- 
ción de La Unión, de Valparaíso, es tan deficiente que casi no 
existe : tan sólo en los últimos tiempos, los despachos de Buenos 
Aires han tomado importancia. Pero, los gobiernos allí siempre 
han considerado conveniente influir^ siquiera de modo indirecto, 
sobre la opinión por medio de la prensa, cuando estaba en el 
tapete alguna cuestión internacional : poroso, en las dificultades 
argentinas, se ha observado siempre una actitud singularmente 
regimentada en la prensa trasandina. Últimamente, su campaña 
fué la de traer á diario una noticia sensacional, que conmoviera 
al público é inflamara el patriotismo : los lectores se acostum- 
braron á ello, lo exigían de sus diarios y éstos, á su vez, de sus 
corresponsales. ¿De dónde sacar novedades y penetrar en el 
misterio de las negociaciones? De ahí el tono, marcadamente 
oficioso, de la propaganda periodística de nuestros vecinos. A 
ella se debe que el espectro de la guerra haya angustiado los 
ánimos en ambos países, y producido los enormes perjuicios 
comerciales y económicos que todos lamentamos. ¿ Es del dia- 
rismo sólo la culpa? En manera alguna : la credulidad del pú- 
blico y su perversión por lo sensacional, tienen tanto ó mayor 
responsabilidad. No hay que olvidar, además, que toda prédica 
guerrera es siempre el producto de una minoría : facción política 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 175 

Ó ministerial; porque, por lo general, la mayoría de cualquier país 
es eminentemente partidaria de la paz. Además, un gran esta- 
dista ha dicho con verdad : « La gritería de los diarios jamás 
engendra, por si sola, las guerras ». Pero... contribuye en gran 
parte, y tan es esto exacto, que en Chile la opinión de las 
masas ha sido exacerbada por una prensa belicosa, y las 
manifestaciones callejeras han llevado hasta el atentado bru- 
tal contra el perito Moreno. (( La guerra á los cuyanos » : ese 
es el grito de las turbas. Todos creen ciegamente en ella, 
y se les antoja tibieza ó cobardía de sus mandatarios el que 
no la hayan declarado ya. Los hombres del gobierno tienen 
que contemporizar con ese estado de cosas. Aquel gobierno, 
gracias á su instabilidad parlamentaria, está lejos de ser un 
gobierno fuerte ; y es sabido que los gobiernos débiles se ven 
forzados á cortejar la gritería populachera y el patriotismo 
callejero. Se corre peligro de provocar la anarquía, si se pro- 
cede de frente contra las turbas excitadas. De ahí que las ma- 
nifestaciones guerreras de Chile, los discursos de sus ministros 
— recuérdese que los 200.000 rotos de Walker Martínez, no son 
sino el apéndice de los famosos 300.000 que nos desplegó vez 
pasada en Montevideo el finado Isidoro Errázuriz, (( el Metter- 
nich chileno », — los reportajes, conferencias, y hasta apuestas 
de sus diplomáticos, no sólo sirven como medio de ejercer pre- 
sión sobre el gobierno argentino, sino también y quizá muy 
principalmente, para acallar y tranquilizar e\ jingoísmo belico- 
so del pueblo trasandino. Hay, pues, que tomar estas cosas 
cum grano salís ; por otra parte, la debilidad gubernamental en 
Chile no puede ser duradera^ si mantiene al frente de los nego- 
cios públicos á un hombre como Walker Martínez, de quien se 
ha dicho con razón que « sin rodeos, ni diplomacia, va derecho 
al objeto que se propone; con tal de llegar al fin, no escogita me- 
dios; hombre de fuertes pasiones, tritura á sus enemigos )). Por 
eso tenemos fe en que sabrá imponer la cordura á las veleidades 
inconsultas de la calle, a La primera condición de un gobierno, 
— ha dicho un gran estadista, — es la energía. No tiene que preferir 
la comodidad del momento, y sacrificar á ella el porvenir. Un 
gobierno debe ser consecuente. La firmeza, á las veces la du- 
reza misma, de un gobierno, es la mejor garantía de la paz, tanto 
interna como externa. Un gobierno que estuviera dispuesto á 



176 LA POLÍTICA ARGENTINA 

ceder ante una mayoría, sea local ó temporaria, parlamentaria ó 
sediciosa, y que mantuviera su posición á fuerza sólo de conce- 
siones, cada una de las cuales aplana el camino para otra nueva, 
— gobierno semejante se encontraría en una situación bien 
critica )). 



— Pero ¿en qué forma podrá el jefe del ministerio chileno, 
don Carlos Walker Martínez — de cuyas condiciones tiene Vd. 
tan alta idea — entrar á resolver el litigio, si el perito Barros 
Arana le cierra todas las puertas? 

— Muy sencillamente : procediendo como estadista, y levan- 
tándose por sobre el amor propio del perito, para no preocuparse 
sino del bien de su país y de la estabilidad de la política inter- 
nacional de esta parte de América. ¿Cómo? Cimentando la paz 
por medio de un arreglo directo y definitivo. 

Ahora bien, á cualquier observador imparcial no se le oculta 
que, despejada la situación internacional por el hecho sólo de 
inaugurarse la próxima presidencia argentina, no quedan en pie 
sino las dos soluciones anteriormente apuntadas. Por mi parte, 
insisto en creer que no es difícil llevar á cabo la segunda, esto 
es, la fijación dij^ecta de una línea entre ambos países^ dentro 
de la cordillera : la fantasía de Barros Arana queda absoluta- 
mente descartada, pues hay que atenerse álos tratados. En Chi- 
le algo barruntan de esta decisión argentina por dar un corte al 
nudo gordiano de la dificultad, pero parten del error de suponer 
que es aversión al arbitraje, sea por los precedentes adver- 
sos que para nosotros ha tenido ese recurso, sea porque tema- 
mos que ellos hayan predispuesto favorablemente la opinión in- 
glesa, ó porque sospechemos que Inglaterra daria un fallo salo- 
mónico que les fuera favorable, siquiera porque así acrecentaría 
la riqueza de aquel país, donde ha invertido tantos capitales, 
mientras no debilitarla la del nuestro, ni causaría por ende per- 
juicio álos valiosos intereses aquí radicados. Esa creencia es un 
error, qu,e parece inoficioso refutar, por más apariencias de ver- 
dad que tenga. ¿ Por qué, entonces, se impone el arreglo di- 
recto entre ambos gobiernos ? 

La solución directa es tanto más práctica, cuanto que hay am- 
plia materia para una transacción honrosa para ambos países. El 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 177 

tratado de 1881 adolecía del gravísimo defecto de ambigüedad 
en la redacción de su famoso artículo primero, pues^ como se ha 
aclarado después, se partió del error de que la cordillera era una 
cadena de aristas perfectas, como si fuera la cumbrera de un 
galpón. Los estudios científicos conocidos, de demarcación entre 
países separados por cadenas de montañas, debieron haber impe- 
dido ese error elemental. Pero el hecho es que ambas partes 
contratantes incurrieron en él. Naturalmente, apenas se princi- 
pió la exploración del terreno, se notó que la cordillera es una 
vasta región montañosa, con diversas cadenas de cumbres, más 
ó menos elevadas, más ó menos sin solución de continuidad, y 
que encerraban valles inmensos dentro de sus serranías. Más 
aun : se notó que, al descender al sud, la cordillera se fragmen- 
taba hasta el punto de parecer perderse á las veces en altiplani- 
cies sin límites. Se creyó obviar la dificultad, precisando la línea 
divisoria en el encadenamiento principal, en el macizo central. 
También en el terreno se pudo notar más tarde, que no era siempre 
evidente ese criterio. Todo esto provino de la redacción deficien- 
te de tratados y protocolos, que carecían da la base sólida del 
conocimiento del terreno. 

De modo, pues, que dentro de la cordillera^ cabe la diversi- 
dad de criterio, en el sentido de que el encade^iamiento princi- 
pal puede á veces ser considerado por los unos más al este, por 
los otros más al oeste. Las más altas cumbres que dividan aguas 
son las referentes al encadenamiento principal, es decir, que el 
diüortium aquarum cordillerano coincide con el macizo central. 
Peno como éste no forma una linea recta, como hace, desgracia- 
damente, zigzags, y óomo deja valles de un lado y otro, cabe 
perfectamente una transacción equitativa entre ambos países, 
y, en el supuesto de estar suficientemente terminado el recono- 
cimiento técnico del terreno, la rectificación de la línea fronte- 
riza de modo conveniente para las dos naciones colindantes. La 
frontera queda siempre dentro de la cordillera^ pero la linea di- 
visoria sería regular y podría servir de frontera estratégica, mien- 
tras que, de aplicarse la letra de los pactos vigentes, los peritos 
ó el arbitro tendrán que terminar fijando una línea quebrada, di- 
fícil de guarnecer del punto de vista aduanero y militar, pues 
entraría á veces en el territorio de un país, á veces en el del 
otro. 

12 



178 LA POLÍTICA ARGENTINA 

Está en el interés de ambos países que su frontera sea clara j 
precisa. Para conseguirlo, no hay más que un solo medio : un 
pacto directo. Demás está decir que requiere el completo y previo 
conocimiento verdadero del terreno, 7 el espíritu más amplio j 
amistoso por ambas partes. Lo que sí es indudable es, que los 
conocimientos que ya se tienen hoy, autorizan á declarar que 
esa línea conveniente no se podrá obtener por los medios escogi- 
tados en los tratados, ni por el recurso final del arbitraje. 

Ahora bien : la influencia desgraciada del perito chileno Ba- 
rros Arana puede entorpecer ó demorar una solución por tran- 
sacción directa, en el sentido de que, si bien las comisiones de- 
marcadoras argentinas han terminado el estudio de máxima de 
toda la región cordillerana — por más que la forzosa rapidez de 
esta exploración á « vuelo de pájaro », haya impedido practicar ex- 
ploraciones detenidas y completas, — resulta que las comisiones 
chilenas similares sólo han recorrido regiones parciales y general- 
mente fuera de la cordillera : en a la región plana de la pam- 
pa », para usar la frase gráfica del ingeniero Bertrand. Esto se 
explica, por cuanto Barros Arana no ha tenido sino inte- 
rés secundario en el reconocimiento efectivo de la región cor- 
dillerana, habiéndose abroquelado tras de su sofisma, de que la 
operación no consistía tanto en la exploración técnica, cuanto en 
la fijación de la regla de demarcación, sosteniendo ser ésta el 
dicortium aquarum interconiinentaL Naturalmente, con crite- 
rio semejante, era secundario el estudio real del terreno. De ahí 
que los trabajos de exploración por parte de Chile, sean fragmen- 
tarios, y lo coloquen en situación difícil para juzgar de la región 
cordillerana con exacto conocimiento de causa. 

Este grave inconveniente puede quizá obstar á un rápido y 
feliz desenlace de este pleito sencillísimo, y que parece haber ha- 
bido interés en complicar sin medida. Ambos gobiernos deberán ^^ 
pues, encarar esta faz del asunto con espíritu amplio y levanta- 
do, concentrando de buena fe todos sus esfuerzos en este deside- 
rátum: fijar una línea divisoria que constituya una verdadera 
frontera arcifinia, lo raás regular y recta que sea posible, divi- 
diéndose equitativa y razonablemente la región cordillerana, de 
modo que no haya lugar áconflictos en el futuro, y que quede sa- 
tisfecho el amor propio de ambos países. A ese resultado es fácil 
arribar: siempre la cordillera de los Andes será grosso modo el 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 179 

deslinde de ambos países, y los hitos fronterizos quedarán con- 
venientemente fijados. 

Descartada la intransigencia insostenible y sofística de Barros 
Arana, y disipada la posibilidad de emprender una política na- 
poleónica, el patriotismo de ambos países encontrará pronto la 
solución deseada. 

La separación de Barros Arana del cargo de perito se impone, 
pues, por la fuerza de los acontecimientos. Es un obstáculo in- 
salvable, sea para eL estricto cumplimiento de los tratados y ob- 
servancia de los trámites establecidos, sea para la celebración de 
un arreglo directo. Por otra parte, su influencia perniciosa en este 
asunto es ya demasiado visible á los ojos de sus mismos compa- 
triotas, para que pueda continuar, y que su patria se sacrifique 
por satisfacer el amor propio de un solo individuo. Además, polí- 
ticamente. Barros Arana no tiene más vinculaciones que con los 
radicales, que constituyen notoriamente el partido de la guerra ; 
los conservadores lo miran con esquivez, tanto mayor cuanto que 
les ha fastidiado la debilidad del desgraciado prólogo que puso 
al tomo de su Historia de Chile, publicado después de la caída 
de Balmaceda, y en el cual trata de las campañas inmortales de 
Chacabuco y Maipú, llegando á decir— para congraciarse las 
simpatías de los vencedores — que la revolución de 1891 era más 
gloriosa y trascendental que la estudiada en ese libro! El minis- 
tro Carlos Walker Martínez^ espíritu levantado y altivo, no po- 
drá olvidar... cosa semejante. 

Y tan es así, que es voz corriente que el gobierno de la Mone- 
da^ para contestarla sonada nota del ministro argentino, llamó 
al asesor técnico ingeniero Bertrand, en lugar de Barros Arana, 
porque éste se habría contentado con reeditar su estéril oposición, 
con los mismos párrafos ya publicados en años anteriores, y 
porque aquel ingeniero conoce la cordillera, mientras el perito 
jamás ha estado en ella. Hay, pues, fundamento para creer que 
se hará á un lado el obstáculo que ha- presentado siempre la 
obcecación y el despecho desgraciados de aquel funcionario. 
Pero, se impone el arreglo directo por otras razones además. 
La solución directa tiene la ventaja de zanjar definitiva- 
mente esta eterna cuestión, que hace tantos años paraliza 
nuestro progreso. El arbitraje, por rápido que sea, necesitará 
varios años para dar su fallo, porque exige el previo reconocí- 



180 LA POLÍTICA ARGENTINA 

miento pericial del terreno. Esa operación» además, ocasionaría 
gastos cuantiosos al tesoro de ambos países, y mantendría en 
suspenso la suspicacia de ambos hasta la decisión final. Todo 
esto se evitaría con un arreglo directo^ claro y definitivo: está en 
la conveniencia de ambos países el intentarlo, porque no sólo les 
evitaría una nueva sangría financiera, sino que desenvolvería 
violentamente su progreso material, pues, alejadas en absoluto 
las causas de perturbación internacional, todo conspira, en la 
situación actual de Europa, á que torrentes de gentes y de capi- 
tales se desprendan, como avalancha gigantesca, sobre estos paí- 
ses. Además, y last, but not least, una solución directa sería 
ol punto de partida para no sólo cimentar la paz, sino para 
inaugurar una nueva política internacional con rumbo defi- 
nido. 



—Pero, y esta alternativa es menester tomarla en considera- 
ción, ¿si Chile se ni'íga ó hace imposible una transacción directa? 
¿no queda entonces más recurso que la guerra? ¿no puede acaso 
provocar por si solo el arbitraje, aprovechando la ocasión para 
plantearlo en la forma ilimitada que preconiza? ¿no es éste un 
peligro posible? 

— Si lo es. Porque debido á la desgraciada y constante inha- 
bilidad nuestra, cada protocolo ha sido una derrota diplomática, 
y así, en el de 1896, nos arrancó Chile una cláusula que dice : 
« sesenta días después de producida la divergencia, podrá solici- 
tarse la intervención del arbitro por ambos gobiernos de común 
^QxxQTáOf 6 por cualquiera de ellos separadamente)). Caímos 
ingenuamente en el lazo... 

De modo que, calculando que los peritos no logren entenderse 
en todo septiembre, para noviembre Chile puede llevar el litigio 
á Inglaterra, y en forma de autos tan enrevesados, que nos coloca 
en situación desfavorable á la vez que desairada. Formulará 
sus pretensiones de una manera cruda: tendremos que oponer- 
nos, pero el arbitro habrá entrado en funciones y el litigio estará 
incoado, con burla real de los tratados pero con aparente respeto 
de los mismos. ¿Que hará Inglaterra? La intriga diplomática á 
que nos referíamos hace un momento, provocada por la gestión 
del comercio británico en Chile, ha preparado el camino, y ha 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 181 

comprometido casi la actitud inglesa, con la tentativa de media- 
ción oficiosa. 

Si tal hace Chile, la situación sería gravísima, y pudiera que 
la Argentina, cansada de ser víctima de tanta argucia, violenta- 
ra sus intereses y sus deseos, prefiriendo cortar el nudo gordiano 
con la espada de Alejandro. Bajo principio alguno, encubierto 
en forma cualquiera, puede este país tolerar que Chile se pose- 
sione de territorios al oriente déla cordillera délos Andes: si he- 
mos de perder el limite arcifinio y cordillerano, señalado por la 
naturaleza y por la historia, es preferible que las armas decidan 
la contienda. 

Cierto es que los expresidentes argentinos Mitre, Roca y Pe- 
llegrini, han afirmado la paz y garantizado el arbitraje, pero el 
país ha entendido y entiende, que es la paz con dignidad y el 
arbitraje con estricto arreglo á los tratados. Por otra parte, estoy 
convencido de que no llegará el caso de plantear el problema en 
esa forma, y de que la cordura de los hombres dirigentes de am- 
bos países arribará á una solución directa. 

Basta. Basta ya de cesiones territoriales y de derrotas diplomá- 
ticas. En 1881, Avellaneda decía: «se ha hecho el tratado con 
Chile ; puede ser un acto de gobierno, pero no una transacción 
directa : Chile gana, y ultra petita, su pleito de tierras, merced 
á su pertinacia de 40 años )). Y nuestra prensa confesó que a el 
tratado consagra un triunfo pleno y completo de la diplomacia 
de Chile». Hasta Mitre dijo: «en realidad, Chile gana su pleito 
aun más allá de lo que pretendió en su origen»- 

Pues bien : el sacrificio de 1881, lo hemos repetido en el pacto 
de 1893, en la convención de 1895, en el protocolo de 1896... 
¿Hasta cuándo? 

Y todo eso ¿por qué? «Las concesiones que hicimos — ha dicho 
el negociador argentino del tratado de 1881— fueron deliberada- 
mente acordadas en favor de la paz y de los intereses comercia- 
les de esta parte del mundo ». La razón real fué la de carecer de 
absoluta preparación militar. Idéntica razón se adujo en 1893, y 
se ha repetido sucesivamente en 1P95 y 1896. ¿Es posible supo- 
ner que sea hoy invocada? Sería absurdo. Hoy el país, á pesar 
del descuido desgraciado del actual gobierno, está en vísperas 
de encontrarse en aptitud de no temer una agresión, y de poder 
hacer respetar sus derechos. Basta, pues, de la eterna debilidad 



182 LA política argentina 

y de la perpetua humillación: todas las cosas tienen su limite, y 
la más santa paciencia se agota á las veces. 

Pero... todo esto es hipotético. Vuelvo á repetir á Vd. : no lle- 
gará el caso. Es absolutamente imposible. Hoy Chile se encuen- 
tra gobernado por estadistas sesudos, y jamás se lanzaría por 
sendas extraviadas, donde sólo podrían conducirlo (( políticos 
aventureros ». La prudencia ha de hacerse oir. Mi convicción á 
ese respecto es profunda : entiendo que los hombres chilenos^ en 
su inmensa mayoría, son políticos serios, que no pueden dejar- 
se manejar por la gritería callejera ó por las intemperancias de 
cierta prensa. La solución del conflicto será pacífica. Lo contra- 
rio sería inconcebible... 

Quizá para ello se necesitaría que los escritores trasandinos 
abandonen su original sistema de ser « monocordes » : todos los 
libros, folletos y artículos, que en Chile se publican sobre la cues- 
tión de límites, repiten eternamente los mismos argumentos de 
Barros Arana, sin detenerse á examinarlos, sin discutir las 
opiniones argentinas, sin citar un solo autor nuestro, como si, 
con ese silencio calculado, pudieran convencer al pueblo chileno 
que no hay más voz que la suya, y que en la Argentina sólo 
existe una grita sin fundamento alguno. Es candoroso ese pro- 
cedimiento. Para facilitar su argumentación, tuercen los hechos, 
truncan las referencias, y afirman pomposamente como cosa 
averiguada las tesis más arriesgadas. Resulta que esa literatura 
no resiste á la lectura fuera de Chile, y el estudioso se encuen- 
tra absorto ante ese procedimiento cuasi infantil. Todos caen 
allí en ese defecto : Barros Arana, con su Memorándum ; Ber- 
trand, con su Estudio técnico ; Serrano Montaner, con sus Li- 
miten con la Argentina ; E. de la Barra, con el Problema de 
los Andes ; F. Fonck, con su Orografía y geología de la re- 
gión austral de Sud América; y seguramente seguirá las 
j mismas huellas escritor tan distinguido, como el historiador 

I Gonzalo Bulnes, en el libro que sobre este debate anunciad te- 

^ légrafo que va á publicar. Es una lástima : no hay discusión ; 

sólo hay afirmación. Es la infalibilidad laica en una cuestión 
i internacional. 

Mientras tanto, los escritores argentinos analizan y discuten 
/ los libros y producciones chilenas ; pesan y combaten sus argu- 

mentos ; debaten el punto, en una palabra. Esa es la manera de 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 183 

hacer polémica fructífera, pues de la discusión resaltará, en de- 
finitiva, la verdad. La opinión imparcial dirá cuál de los dos 
procedimientos es el más adecuado para esclarecer bona fide 
esta cuestión. 

Pero, vuelvo á repetirlo, tocamos al fin de este larguísimo 
pleito . Pronto no será sino una curiosidad histórica, pero que 
dejará provechosa enseñanza parael estudio de la política inter- 
nacional 7 de la historia diplomática de Sud América. 

— ¿Luego Vd. cree que Chile renunciará á sostener « el crite- 
rio hidrográfico » de su perito, y acatará la regla orográfica del 
tratado de 1881 ? Sin embargo^ todos los escritores trasandinos 
pretenden que la teoría de su perito es la doctrina chilena, . . 

— Asi lo sostienen, porque no hacen sino repetir constante- 
mente el sofisma de Barros Arana, con los mismos argumentos 
de su Memorándum, como si no hubieran sido ya ampliamente 
refutados por los escritores argentinos. Recordará Vd. que en 
mi libro La política chilena en el Plata^ al refutar punto por 
punto el alegato de bien probado del perito chileno, he demostra- 
do que la doctrina del dicortium aquarum intercontinental no . 
sólo es arbitraria y violatoria del tratado de 1881^ sino que es 
contraria á todos los antecedentes emanados de los publicistas, 
gobierno y diplomacia de Chile. 

El sofisma de Barros Arana proviene de un juego de pala- 
bras. El diüortium aquarum de la cordillera es la linea de las 
más altas cumbres de su encadenamiento principal: en ese sen- 
tido ha sido siempre empleado, y tal lo consagra el tratado. El 
dicortium aquarum continental sale fuera de la cordillera : se 
ubica « en la región plana de las pampas », como tan elocuente- 
mente lo dijo Bertrand, y, en este sentido, es completamente con- 
trario á lo estipulado en los tratados, que pactan solemnemente 
el limite internacional a en la cordillera de los Andes ». Se ter- 
giversa la cuestión con ese juego malabar, abusando de la casi 
paridad de los conceptos. 

Le recordaré á Vd. un solo antecedente. Cuando Lastarria 
vino al Plata, en 1865, como ministro de Chile, y agitó la cuestión 
de limites, reducida entonces á la subrepticia ocupación chilena 
de Punta Arenas, en el Estrecho de Magallanes, dijo en una 
nota muy conocida : ((Del seno del Reloncavi hasta el grado 50, 
la cordillera no tiene el mismo carácter orográfico que on el 



184 LA POLÍTICA ARGENTINA 

centro de la república, por lo cual las corrientes de las aguas 
no tienen una linea divisoria determinada, como aún sucede 
en parte de la provincia de Valdivia, según lo ha comprobado 
el ingeniero Frick en su exploración en las alturas del Riñi- 
hué )), por cuya razón propuso « adoptar como línea divisoria una 
que fuera la prolongación de la que corre en la cordillera cen- 
tral por las más altas cumbres )). Y agrega : « siendo ésta la 
linea que siempre se ha reconocido como límite en la parte cen- 
tral de la república». Se ve, pues, que, expresa y formalmente, 
Chile repudiaba la división de las aguas /aera de la cordillera, 
y sostenía como lindero la línea prolongación de la que corre 
en la cordillera central por las más altas cumbres. Más aún; 
el mismo honrado diplomático chileno, que había tenido la sin- 
ceridad de declarar oficialmente : « Ni en la discusión verbal, 
ni en las proposiciones escritas, se hizo por mi parte cuestión, 
ni siquiera mención de los territorios de la Patagonia, domina- 
dos por la República Argentina», insistía en su criterio de de- 
marcación, refiriéndose á los potreros cordilleranos, en esta for- 
ma : « Es justo que Mendoza ejerza jurisdicción sobre todos los 
valles intermedios, que están situados al oriente de la linea que 
corre por las más altas cumbres que separan las aguas. » 

Como Vd. ve, ese es el criterio del tratado de 1881 : « las más 
altas cumbres que dividan aguas », y nunca w las corrientes de 
las aguas que no tienen línea divisoria determinada », que Chile 
mismo repudiaba en 1865. 

En este sentido se han empleado siempre en ambos países — 
hasta que Barros Arana inventó su sofisma — las dos expresio- 
nes: « las más altas cumbres » y divortium aquarum, como sinó- 
nimos déla línea anticlinal. Esta es la expresión honrada de 
la verdad. En ese sentido el gobierno de Chile dio en 1849 sus 
instrucciones á Pissis, para levantar el mapa del territorio : « de- 
dicará particular atención — le dice — á la cordillera de los 
Andes, que, examinará del modo más prolijo que le sea posible, 
á fin de señalar con precisión el filo ó linea culminante que se- 
para las vertientes argentinas de las que se dirigen al territorio 
chileno»; en ese sentido, el gobierno de Búlnes constantemente 
se refiere á la linea culminante de la cordillera^ entre las ver- 
tientes^ y en otra ocasión, dice : « trazando en los Andes la lí- 
nea anticlinal divisoria de las aguas, pues el gobierno de Chile 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 185 

ha entendido, como todo el mundo, de acuerdo con una regla 
internacional universalmente adoptada, que cuando una monta- 
ña ó cordillera separa dos países, el límite entre ellos lo marcan 
en las cumbres las caídas de las aguas ». Tal es el sentido del 
tratado de 1881. 

Y, sin embargo, el hijo de aquel presidente, Gonzalo Búlnes, 
en uno de sus briosos artículos sobre la cuestión, llega á esta 
conclusión : « Una línea de altas cumbres no se puede trazar si- 
no en el mapa: si el tratado de 1881 dijese eso, habría que con- 
venir en que la diplomacia y la gramática son las más absurdas 
invenciones humanas.» Como se vé, es el sofisma de Barros 
Arana : pretender que Chile sostiene el dívortium aquarum 
continental, y que la Argentina defiende las altas cumbres ab- 
solutas y aisladas, lo que es un absurdo. 

Pero ¿qué de extraño tiene eso, cuando la ofuscación chilena 
llega ahora á sostener que el articvilo 5<> del tratado de 1881, que 
dice : « El Estrecho de Magallanes queda neutralizado á perpe- 
tuidad y asegurada su libre navegación para las banderas de to- 
das las naciones. En el interés de asegurar esta libertad y neu- 
tralidad, no se construirán en las costas, fortificaciones ni de- 
fensas militares que puedan contrariar ese propósito»; sosten- 
gan, decimos, que ese artículo « se limita al tiempo de paz, co- 
mo es natural, porque lo demás habría sido no otorgar una ven- 
taja al comercio y ala navegación del Pacifico, sino renunciar 
á la soberanía sobre una parte del territorio »? Pues bien, es 
Gonzalo Búlnes quien sostiene enormidad semejante. Verdad es 
que, en su afán por dar la razón á tort et á traoers á su país — 
anhelo que no le criticamos, pero que debe hacerse constar — 
sostiene que Chile no sólo tuvo mejores títulos coloniales que 
los argentinos al uti possidetis (á pesar de que confiesa que fué 
lo contrario desde 1810 hasta la fundación de Punta Arenas, 
hostigado por Sarmiento en odio á Rosas y con el solo objeto de 
ver si agresión tan burda y manifiesta encendía la guerra entre 
ambos países, y los emigrados medraban en el entrevero), sino, 
lo que es otra enormidad, que litigó siempre sus derechos á la 
Patagoniade buena fe„. sarcasmo horrible, pues fué un chile- 
no, el respetable doctor Manuel Bilbao, quien, indignado por 
.tanta doblez, tuvo el coraje de decir en la prensa de su país : « el 
señor ministro de relaciones exteriores de Chile, cree que la re- 



186 LA POLÍTICA ARGENTINA 

pública que está del otro lado de los Andes, es argentina, y, sin 
embargo, hace saber á su país que desaprueba el tratado, porque 
no puso en litigio lo que es ajeno, lo que no tiene cómo cuestio- 
nar ». ¿ Será necesario reproducir de nuevo las pruebas ? Véase 
esta carta : « Ministerio de relaciones exteriores. Octubre 1** de 
1876... Todos los datos que he podido recoger, es que el territo- 
rio patagónico del otro lado del Atlántico, es de muy poco prove- 
cho. Esta circunstancia, unida á la distancia que de nosotros se 
encuentra, hace que en realidad sea para mi de muy poca codi- 
cia. Siempre me ha parecido que se debe sostener que nos per- 
tenece, sólo para asegurar la posesión completa del Estrecho, 
Nuestra situación geográfica y nuestro interés aconsejan, sin 
duda, que no debemos extendernos por ese lado. Pero la cues- 
tión está ya planteada, y debemos insistir en mantenerla, bajo 
la base de la última discusión. José Alfonso.^ 

¿ No es, pues, un sarcasmo hacerse ahora en Chile los olvida- 
dizos, y entonar himnos á la «buena fe» de su cancillería? Peor 
es meneallo : sabido es que cambió todo, cuando las exploracio- 
nes chilenas en la Patagonia convencieron á su gobierno de que 
debía ser, en vez de « muy poco codiciada», simplemente « muy 
codiciada » ; entonces vino la serie de chicanas y de avances, has- 
ta que quedó incoado el litigio sobre « lo que no le pertenecía á 
Chile», según las propias palabras de su canciller. Pero, todo 
eso pertenece á la historia: echemos un velo tupido sobre el pa- 
sado. ¿ Para qué remueven esas cenizas ingratas los escritores 
trasandinos ? 

Y esos mismos escritores chilenos, que llevan su parti prís 
hasta sostener que (da Argentina no necesita flota, porque carece 
DE COSTAS », son los que forman hoy el estado mayor de Barros 
Arana, y pretenden suprimir del tratado de 1881 no sólo las más 
altas cumbres, sino bástala cordillera misma, con el sofisma de 
« la línea divisoria de las aguas », erigida en principio opuesto á 
la cadena de los Andes. « El tratado de 1881 — dicen — determi- 
nó como deslinde el divorcio de las aguas ; fuera de esa línea no 
hay sino una espantosa confusión, un caos veteado de negro y 
rojo : caos de una obscuridad negra y de una irradiación sangrien- 
ta! » ¿Qué tal el argumento? Irradiación sangrienta.,, si no se 
escamotea la cordillera, se penetra en plena Patagonia « en la re- 
gión plana de las pampas», para buscar nacientes de cursos de 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 187 

agua por (da hinchazón de una llanura baja : en ciertas partes hay 
necesidad aun de medir la altura del suelo para conocer exacta- 
mente la línea divisoria.. .» Parece uno soñar cuando lee que eso 
se encuentra estipulado en el tratado de 1881, que señala como li- 
mite divisorio las más altas cumbres ! Hasta dónde lleva la ofus- 
cación» por más que, esta vez — para diferenciar el caso del mi- 
nistro de relaciones exteriores de Chile en 1876, — creemos que 
se sostiene « todo eso » honájidel Pero, al hacerlo asi, esos es- 
critores sólo demuestran una curiosa ignorancia de la historia di- 
plomática de su propio país ; afirmación de muy sencilla prueba. 
Cuando se formalizó el tratado de 1881, como lo he observado 
en otra ocasión, estaban frescos los recuerdos déla discusión di- 
plomática entre Bolivia y Chile, en 1875, con motivo de que el 
tratado de 1874 fijaba como limite el divortium aquarum á secas ; 
las declaraciones del gobierno de Chile fueron claras, rotundas y 
contundentes. Ya las he citado antes, pero no está demás repe- 
tirlas, porque el órgano para hacer aquellas solemnes y honestas 
declaraciones — no existía aún el sofisma de Barros Arana — fué 
el actual ministro del interior y jefe del gabinete de Chile, don 
Carlos Walker Martínez. El tratado decía : « El paralelo del gra- 
do 26 desde el mar hasta la cordillera de los Andes, en el divor- 
tía aquarum, es el límite entre las repúblicas de Chile y de Bo- 
livia. » La opinión pública boliviana se alarmó ante la frase di- 
vortla aquarum, y el ministro Baptista pidió aclaración. Enton- 
ces Walker Martínez contestó : « Una explicación cualquiera se- 
rá bastante para darle el genuino sentido que él tiene, y no los 
otros antojadizos que los ignorantes han querido darle. Jamás 
Chile ha pretendido extender sus límites á la otra parte de la 
cordillera... La cordillera de los Andes, que forma, de norte á 
sur, su limite oriental, es claro que seguirá siendo su límite has- 
ta el paralelo 24, y es tan explícito el texto del tratado en su ar- 
tículo 1** sobre este punto, que se necesita no entender el valor de 
las palabras, para suponer que altas cimas 6 dioortia aquarum, 
puedan tener otro alcance que el que la lengua, la ciencia y el 
sentido común le dan... Basta, á mi juicio, que yo declare, como 
lo hago, que mi gobierno entiende por su limite oriental sólo 
LAS ALTAS CUMBRES dc la cordillera^ y no otra cosa. No hay en 
la cordillera sino un dioortia aquarum, así como no hay sino 
unas solas altas cumbres . » 



\ 
\ 



188 LA POLÍTICA ARGENTINA 

El gobierno de Chile, pues, siempre — hasta que nació el 
sofisma de Barros Arana* — ha considerado como sinónimos los 
términos : más altas cumbres y divortium aquarum, porque 
siempre se ha referido á la cordillera de los Andes ; mientras 
que los polemistas trasandinos que siguen hoy las huellas del 
Memorándum de su perito, desechan el divortium aquarum 
de la cordillera, salen fuera de ésta, penetran en la región pla- 
na de las pampas, y ubican allí un caprichoso divortium aqua- 
rum continental, que resulta contrapuesto al macizo central ó 
encadenamiento principal de la cordillera. ¿Es posible que pros- 
pere tamaño sofisma ? Muy grande tiene que ser la ofuscación de 
los escritores trasandinos, cuando salen á romper lanzas por esa 
mistificación, violatoria de la letra y del espíritu de los tratados. 
Afortunadamente, es jefe del gabinete chileno el mismo diplomá- 
tico que interpretó de modo tan afirmativo el tratado chileno- 
boliviano, y que no puede hoy honestamente prohijar sino (( el 
genuino sentido que él tiene, y no los otros antojadizos que los 
ignorantes han querido darle ». Por eso abrigo la profunda 
convicción de que el actual gobierno chileno ha de impedir que 
su perito persevere en su sofisma, y de que la próxima reunión 
de los peritos ha de arribar á una solución. 



— Por otra part«, doctor, ¿ la reunión de los peritos podrá 
resolver todas las dificultades ? Entiendo que la línea fronteriza 
que debe presentarse no es la total^ sino la que corresponde á la 
parte donde las divergencias son susceptibles de arbitraje. Pero 
¿ en el norte, en la Puna de Atacama? ¿ cómo puede dejarse 
eso pendiente ? Y, si se dejara en suspenso, resultaría que aun 
allanadas las dificultades en el sur, queda en pie la cuestión 
del norte... 

— Exactamente. Por eso la opinión pública de ambos países 
sufre una peligrosa sugestión, si cree que en la próxima reunión 
de los peritos toda la cuestión quedará zanjada, sea por acuerdo 
de ambos funcionarios, sea por arreglo directo de los gobiernos, 
sea por arbitraje. La cuestión del norte es amenazadora, y Chile 
no oculta su propósito de no resolverla. 

Acaban de oirse en el senado chileno frases como esta : « Yo 
confio en que no habrá en Chile un ministro de relaciones exterio- 



LA POLÍTICA CONTLNENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 189 

res bastante osado, un ministro que se sienta con hombros de titán 
bastante fuertes, para soportar el peso de la responsabilidad de 
resolverla cuestión relativa á la demarcación déla Puna... » 
¿En qué consiste, pues, la extrema gravedad de esta cuestión? 

Colocado provisionalmente, y mal colocado, un hito en el paso 
de San Francisco, fué necesario que las cancillerías se avocaran 
la dificultad, porque el perito Barros Arana no quería reconocer 
el error. De ahi que en el protocolo de 1893 se estipulara la re- 
visión de lo ejecutado en aquel paso, y « caso de encontrarse 
error, se trasladara el hito al punto donde debió ser colocado, se- 
gún los términos del tratado de límites ». Al proceder al cum- 
plimiento de esa cláusula. Barros Arana alegó « que los estudios 
del hito de San Francisco se limitarían á inquirir si estaba ó no 
ubicado en ese punto ». El perito Quirno Costa rechazó tal chi- 
cana ; en su nota de diciembre 14 de 1894 le dice : « debo obser- 
var que por mi parte no doy al protocolo, en lo que se refiere al 
hito de San Francisco, otra inteligencia que la que expresa su le- 
tra clara é intergiversable ; y que, por más consideraciones que me 
merezcan las razones que tuvo V. S. para negar al perito señor 
Virasoro el derecho de rever la operación, lo que, entre otras co- 
sas, provocó la negociación diplomática que terminó en mayo 1°, 
me llama la atención que V. S. vacile todavía en la apreciación 
de los términos del protocolo». Como se ve, la chicana de Barros 
Arana sobre la estipulación clara del protocolo de 1893, había 
hecho necesario el convenio de 1894, suspendiendo entretanto 
los estudios en el terreno... La pertinacia del perito Barros Arana 
impidió que se efectuara dicha revisión, dejando en suspenso la 
cuestión de la Puna ; hasta que, para zanjar la dificultad, ambas 
cancillerías celebraron el pacto de 1896, cuyo articulo 6 obliga 
á los peritos á realizar conjuntamente las operaciones de des- 
linde de la Puna de Atacama. Barros Arana ha opuesto la iner- 
cia : nada, absolutamente nada, se ha hecho todavía. 

La política de la cancillería chilena ha sido en esto habilísi- 
ma : la cuestión de límites la tenía perdida, si se hubiera trata- 
do primero el incidente de la Puna; su interés estaba en re- 
legarlo á segundo término, para ver si, arribando á alguna 
transacción en la línea sur, podía sacar alguna ventaja al 
último en la linea norte. Por el contrario, el interés argen- 
tino consistía en postergar la consideración de la parte sur y 



190 LA POLÍTICA ARGENTINA 

dilucidar primero la cuestión del norte, porque tenia asi ga- 
nado el litis. La diplomacia chilena ha obtenido el señalado 
triunfo de esquivar la discusión en un terreno desfavorable para 
ella, y llevarnos á nosotros al terreno más simpático á Chile. 
Es un colmo que hayamos consentido. 

En efecto : la cuestión de la Puna és clarísima. Cedido ese 
territorio por Bolivia á la Argentina en el tratado de límites 
argentino-boliviano, de 1889, constituía un departamento divi- 
dido de Chile por la comisión Pissis y Mujia en 1870, ratificada 
por el tratado de limites chileno-boliviano, de 1874. ¿Cuáles 
eran esos limites? La linea anticlinal de los Andes, ó sea sus 
más altas cumbres : el criterio netamente orográfico. Chile ha 
reconocido expresa y categóricamente esa linea, no sólo en el 
protocolo Lindsay-Corral, y en el tratado Walker Martínez - 
Baptista, sino en declaraciones solemnísimas de su cancillería, 
como muy bien lo sabe el jefe actual del gabinete de la Moneda, 
quien era á la sazón ministro de Chile en Bolivia, y en cuyo 
carácter, obedeciendo á órdenes expresas de su gobierno, declaró 
que el limite eran sólo las más altas cumbres de la cordillera. 
A raíz del tratado argentino-boliviano, nuestro gobierno exigió 
del de Bolivia la garantía de evicción, ó sea, su compromiso 
de entregarnos el territorio cedido, que acababa de ser subrepti- 
ciamente ocupado por Chile, en 1887, so pretexto de establecer 
cordones sanitarios contra el cólera : el ministro boliviano en 
Buenos Aires, Baptista, en 29 de enero de 1892, declaró en nom- 
bre de su gobierno que se comprometía á ello. En esa virtud, el 
ministro argentino en Bolivia, Rocha, exigió, en diciembre 9 de 
1895, que el gabinete de S.ucre ratificara solemnemente « que, por 
pacto alguno, ha sometido á jurisdicción extraña ni consentido 
en la ocupación de territorios al sur del paralelo 23, ni al oriente 
de la linea anticlinal ó de las altas cumbres de la cordillera de 
los Andes»; y el gobierno de Bolivia, en el protocolo Rocha- 
Cano, de aquella fecha, asintió á declarar : « siendo reconoci- 
das á la República Argentina todas las tierras situadas al orien- 
te de esa linea y al sud del paralelo 23, desde su intersección con 
ella hasta Sapalegui ; las que, en tal virtud, quedan unidas con 
las tierras consideradas en todo tiempo como argentinas ». Ahora 
bien : ante la chicanade Barros Arana, se convino en el protoco- 
lo chileno-argentino, de abril 17 de 1896, que concurriría á la de- 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 191 

marcación en esa parte de la Puna el gobierno de Bolivia. Evi- 
dente era que éste tenia, en virtud de los compromisos referidos, 
que concurrir para dejar fuera de controversia el limite interna- 
cional en la linea anticlinal, ó sea de las altas cumbres de la 
cordillera. 

En esta emergencia ¿cuál era el interés evidente de la po- 
liúca] argentina? Anteponer á todo la fíjación del limite norte, 
con la concurrencia de Bolivia, pues aceptada alli la linea anti- 
clinal, no cabía el sofísma del criterio hidrográñco de Barros 
Arana para la linea sur. El interés chileno era exactamente lo 
contrario. ¿Qué pasó? En noviembre de 1896 ambos gobiernos 
solicitaron del de Bolivia que, de acuerdo con lo estipulado en el 
protocolo Guerrero-Quirno Costa, concurriese á la demarcación 
en la Puna. Al mismo tiempo, la cancillería de la Moneda in- 
fluía, por la vía reservada, con la de Sucre, para que promoviese 
dificultades. Asi fué que, á una presentación conjunta de los 
ministros chileno y argentino, en Bolivia, para exigir la con- 
currencia solicitada, el canciller boliviano manifestó « que esti- 
maba que á Bolivia no le correspondía otro papel que el de una 
entidad especiante, por cuanto ella no figuraba como parte en el 
pacto firmado entre la Argentina y Chile ». Y, con fecha 24 de 
diciembre de aquel año, el ministro de relaciones exteriores de 
Bolivia, espuso : « No hallándose directamente interesado el go- 
bierno de Bolivia en la realización del acuerdo del 17 de abril, á 
cuya celebración no concurrió, surgen las siguientes dudas: ¿su 
intervención seria continua, ó la ejercitarla tan sólo en casos de 
divergencia entre los vecinos gobiernos de Chile y la República 
Argentina? ¿ cuál seria, en este último caso, el valor de sus 
juicios ? Si su acción fuese permanente y conjunta con la de los 
gobiernos empeñados en la solución del asunto, como parece 
significarlo el propio acuerdo, ¿ ejercerla tan sólo buenos oficios 
para propender á un amigable avenimiento, ó tendrían sus de- 
claraciones cierto carácter decisivo, no obstante la acción arbi- 
tral reconocida en el pacto ? Si la designación del gobierno de 
Boliva para concurrir á las operaciones del deslinde, hubiese 
obedecido al contacto inmediato del territorio de esta república 
con los que han de ser objeto de los trabajos, habriase procurado 
indudablemente su concurso á la celebración misma de las esti- 
pulaciones concernientes ». 



192 LA POLÍTICA ARGENTINA 

Como se ve, la intriga chilena había dado sus frutos, ultra 
peüía. El gobierno boliviano, cedente del territorio de cuya deli- 
mitación se trataba, habiendo afianzado su garantía de evicción 
por declaración de su plenipotenciario Baptista, en 1892, ycom- 
prometidose solemnemente á concurrir á fín de garantizar la linea 
anticlinal como límite, por el protocolo Rocha-Cano, de 1895, 
se manifiesta sorprendido del asunto un año después, promueve 
toda clase de dudas, afectando no tener nada que ver con el 
asunto ! Es realmente singular esa política boliviana... ¿Qué hi- 
cieron, en presencia de esa dificultad, los gobiernos argentino y 
chileno ? Hasta la fecha, en el correr de los largos años, nihil ; 
salvo un cambio de notas tendentes á ponerse de acuerdo en la 
respuesta que debían dar á las « preguntas » bolivianas. Chile 
ha dado largas al asunto, y con razón ; nosotros, nos hemos de- 
jado coger en el lazo... y hoy estamos en statu quo, como Que- 
vedo, que ni adelanta ni se está quedo. 

Esta derrota diplomática argentina es de consecuencias graví- 
simas. No habría cuestión en el sur, si hubiéramos sabido ur- 
gir la solución de la cuestión del norte. Pagamos, pues, las cul- 
pas de la sempiterna inhabilidad de nuestra cancillería... 

Por otra parte, la delimitación en la parte de la Puna ha sido 
expresa y categóricamente excluida de las divergencias que son 
susceptibles de arbitraje. Ahora bien : la línea fronteriza de la 
Puna es casi la mitad de la divisoria general. Chile mete gran 
ruido ahora con la línea del sud ; nada dice de la del norte. De 
modo que el pleito medianero jamás quedaría resuelto, en el me- 
jor de los casos, en la próxima reunión de los peritos : de ahí 
que se imponga doblemente la necesidad de un arreglo directo 
y definitivo entre ambos gobiernos, para fijar toda la línea, tanto 
la del sur como la del norte. De lo contrario, la paz armada 
continuará y seguiremos con el arma al brazo, y tarde ó tem- 
prano estaremos nuevamente al borde del abismo... Vivir cons- 
tantemente expuestos á los peligros de una guerra, no es vivir : 
implicaría la estagnación, la absoluta paralización de los ne- 
gocios, la supresión de la inmigración, la ruina económica... 



— Coincide esa observación con estas palabras de la ruidosa 
carta del doctor Pellegrini : «el espectáculo que ofrecen nuestros 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 193 

dos pueblos, jóvenes y vigorosos, arruinándose por simple des- 
confianza reciproca, agotando todos nuestros recursos, que, apli- 
cados á obras de paz, nos harían grandes y poderosos, es crimi- 
nal, y, en el fondo, es algo peor, es cobarde )). 

— Exactísimo. Pero permítame recordarle el breve comentario 
con que La Nueoa República, de Santiago, acompañó aquella 
carta : « Chile — decía en su número de junio 13 último — no 
prestará oídos á los que le hablen de fraternidad y de concor- 
dia, mientras terminan poderosas naves de combate; no caben 
ya ilusiones ni sorpresas : no se trata ahora de impedir la gue- 
rra, lo que se procura es imponer la paz )). ¿ No le parece á Vd. 
bastante significativa esa cita ? Pues tal fué la opinión unáni- 
me en Chile. £1 señor Galo Irarrazábal Z., en una contestación 
al doctor Pellegrini, publicada en La Tarde (de junio 14) le 
decía : a su carta no logrará que el gobierno y el congreso de 
Chile, traicionando las opiniones de este país, cometan el gran 
crimen de prolongar un día siquiera la hora definitiva, ni de 
llegar á esa hora sin ir dispuestos á celebrar la paz, pero tam- 
bién perfectamente preparados para hacer la guerra )). 

Por lo demás, la carta de Pellegrini ha puesto el dedo en la 
llaga, al decir : «... me pregunta Vd., por qué se arma la Ar- 
gentina en la medida que lo hace. Se lo diré con toda franqueza. 
Porque del estudio que tenemos hecho de la situación interna de 
Chile, y de la influencia que pueda ejercer sobre su política exte- 
rior, llegan muchos de nuestros hombres públicos á esta conclu- 
sión — que existe la posibilidad de que las agitaciones y la situa- 
ción interna puedan llevar á los consejos de gobierno de Chile, á 
políticos aventureros, que sean tentados de buscar la solución de 
problemas internos y el porvenir de su país, en las aventuras de 
una guerra, tomandocomo base los resultadosinmediatos déla del 
Pacífico. Lo que haya de exacto ó de puramente imaginativo en 
este juicio, son Vds. los indicados para examinarlo y contestar- 
lo. Por nuestra parte, ante la sola posibilidad, por remota que 
sea, de que ese juicio sea exacto, la más vulgar prudencia nos 
ordena tenerla en cuenta, y entonces la única manera de ga- 
rantizarnos contra esa aventura, es armarnos y organizamos, 
para que la partida sea tan difícil y tan riesgosa, que evite 
hasta la tentación maléfica. Aunque tengo plena confianza en 
la sensatez de los hombres públicos de Chile, nunca me creería 

t3 



194 LA POLÍTICA ARGENTINA 

autorizado para negar mi voto á esos gastos, aunque nos cues- 
ten grandes sacrificios» porque, al fín^ aunque sólo exista una 
bolilla negra en mil blancas, es posible que el destino saque la 
negra)). 

La prensa de Chile ba puesto el grito en el cielo ante aná- 
lisis semejante ; hasta el sesudo Mercurio afirma que « cuestión 
social no hay en Chile ninguna )), pero llega á esta conclusión: 
(( queda de manifiesto que lo que da lugar á tenernos por una 
nación peligrosa, á causa de los graves problemas interiores que 
se supone tengan á Chile en una agitación que busca salida por 
el exterior, no es otra cosa que la desorganización de nuestros 
partidos, cuyo fraccionamiento y falta de adherencia, hasta en- 
tre los grupos de ideas afines, no permite que se forme un cen- 
tro de fuerzas, suficientemente vigoroso para mantener durante 
años ministerios prestigiosos en el ejercicio del gobierno ». 

Lo único que de la carta de Pellegrini ha encontrado aproba- 
ción entre nuestros vecinos, es esta afirmación, al demostrar 
que de parte de la Argentina no cabe una política agresiva : 
« ¿ Seria acaso por cuestión de influencia ó predominio poli- 
tico en el continente, ó buscando herir á Chile en su prospe- 
ridad y su porvenir ? Pero si la naturaleza nos ha marcado es- 
feras de influencias absolutamente distintas! En el hecho, el Rio 
de la Plata y nuestro Atlántico, están más lejos del Pacífico, que 
del Mediterráneo ó Canal de la Mancha. Nosotros no tenemos 
ni podemos tener nunca interés alguno en el Pacifico. ¿En qué 
nos puede incomodar Chile ? Jamás podrá interponerse entre 
nosotros y la Europa ó Norte-América, donde están todos nues- 
tros intereses materiales, ni hacernos competencia alguna en 
ese sentido. El campo de acción de Chile es completamente in- 
dependiente de la Argentina, y jamás nos podrá encontrar en su 
camino. Si hay dos naciones que pueden fácilmente aliarse, son 
justamente la Argentina y Chile, porque no tienen intereses 
económicos ni radio de influencia política que se choquen ó se 
crucen .» 

La prensa trasandina saludó alborozada esa declaración. « Con- 
cuerdan perfectamente con las constantes ideas del Mercurio, 
las explicaciones del doctor Pellegrini respecto de que el campo 
de acción, para hoy y para el porvenir de la Argentina, está 
completamente separado del de Chile^ y por consiguiente no 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 195 



presenta margen de ningún género para un antagonismo entre 
estas dos naciones : el porvenir de la una está en el Atlántico, 
el de la otra está en el Pacífico ; ambas, sin estorbarse en lo más 
mínimo, pueden llegar á ser ricas, grandes y poderosas nacio- 
nes )). 

Es el viejo ideal de Vicuña Mackenna. Pero, ¿implicaría ello 
que la Argentina abandone las naciones del Pacífico, á la in- 
fluencia sin contrapeso de Chile ? Me parece gravísimo aven- 
turar siquiera el punto interrogante, y en el Pacífico no será 
considerada esa hipótesis como insinuación hábil^ sino muy des- 
graciada. En el supuesto de que tal hubiera de ser la solución, 
dejarla adivinar sin que esté resuelta, implica acarrearnos sobre 
la marcha la animosidad del Perú y Bolivia, para los cuales la 
duda sola es un desastre. Enajenarnos esas simpatías, sin ob- 
tener nada en cambio, es realmente singular : ¿tiene acaso otro 
alcance esa hipótesis, arrojada como manzana áurea á los pies 
déla Atalante chilena, que parece lanzada en vertiginosa carrera 
hacia la guerra?... 

Y luego ¿ es posible concretar el problema del equilibrio conti- 
nental sudamericano, alas naciones de origen español, pres- 
cindiendo del Brasil, que ocupa las dos terceras partes del conti- 
nente, que linda con todos los demás países, que es una nación 
poderosa, de vitalidad extraordinaria, y con la cual la Argentina 
no tiene ya choques que temer, ni rivalidades, ni problemas, 
sino todas las razones que puede aconsejar el interés bien enten- 
dido, para marchar ambas de común acuerdo, y de común acuer- 
do garantizarla paz del continente? En una palabra : ¿ cuál es 
el eje más sólido del equilibrio continental, á fin de borrar del 
horizonte político esta serie de puntos obscuros, que amenazan 
de tiempo en tiempo tornarse en borrascas deshechas, impidien- 
do un progreso metódico, razonado y sólido? No se trata de 
vanas é ilusorias aspiraciones á hegemonias peligrosas ; se trata 
de asentar la paz y la tranquilidad internacional en Sud- América^ 
sobre bases que garanticen un futuro seguro y brillante. Pues 
bien : la respuesta áese grave punto interrogante la dará el rum- 
bo que fije nuestro próximo gobierno á la política continental 
de este país, y revelará si el futuro cancilleres ó no estadista de 
verdad, que sepa prever el porvenir. 



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196 LA POLÍTICA ARGENTINA 

— Una palabra más, y ponemos punto final á esta entrevista. 
¿ No le parece á Vd que el doctor Pellegrini levanta la cu^tión 
al exclamar : (( Todo esto quiere decir, lo siguiente : No des- 
conñen de la Argentina, y vamos á terminar la fiesta en paz. 
Quién sabe lo que el porvenir nos reserva, el norte se pone obs- 
curo, y es prudente vivir unidos y fuertes, por lo que puede so- 
nar ))? 

— Y puede Vd. agregar que esa apreciación del estadista ar- 
gentino, coincide con la siguiente de un diplomático chileno, 
en otra carta publicada casi conjuntamente (en El Ferrocarril, 
de junio 17) : « Para nosotros — decía Augusto Matte — la cues- 
tión queda en muy segundo término, al lado del gran peligro 
que envuelve para nosotros y aun para la raza latina, la creación 
, del poder naval de los Estados Unidos. Si Chile y la Argentina 
) no son ciegos, deberían preocuparse, antes que todo, de aunar 
/ sus fuerzas para defenderse en el porvenir de los amagos de aquel 
coloso, en vez de preocuparse de sus mezquinas rivalidades de 
vecindario. Ojalá los gobernantes de ambas naciones sepan com- 
prender estos grandes problemas. » 

Pero^ me permitiré observarle que el dilucidar esa faz impre- 
vista de la política argentino-chilena, nos llevaría demasiado le- 
jos, y requeriría, como se dice comunmente, (( capítulo aparte » : 
bástenos hacer notar la coincidencia de aquellas opiniones, que 
abren horizontes singulares en el porvenir... 

La política internacional sudamericana revestirá suma im- 
portancia en el siglo que se acerca. Se siente la necesidad de 
constituir el equilibrio continental sobre base sólida, y con la 
garantía de grupos de alianzas, entre las naciones que constitui- 
rán (( las grandes potencias » de esta parte del mundo. La Eu- 
ropa jamás será para estos países un peligro, pues más de un 
siglo tardará en repartirse el resto de África y de Asia; pero el 
gran peligro para Sud- América vendrá del avance fatal y avasa- 
llador de la gran república sajona, que necesita forzosamente 
monopolizar estos países como mercado consumidor de sus pro- 
ductos fabriles. Esa razón económica inspirará sin ambages la 
política americana. Y pudiera ser que ese fuera un peligro tan 
serio, que se encontraran justificados los vaticinios tanto del 
doctor Pellegrini como del señor Matte : quizá el siglo próximo 
imponga la solución inesperada de una estrecha alianza chile- 



LA POLÍTICA CONTINENTAL Y LA CUESTIÓN DE LÍMITES 197 

no-argentina, para cimentar sobre ella el equilibrio político sud- 
americano, y permitir á las repúblicas de origen latino, resistir 
al avance orgulloso y temible de la gran república americana de 
origen sajón, y para salvar no sólo la autonomía internacional 
de estos países, sino su independencia económica, base indes- 
tructible de su porvenir. 

¿ Me dirá Vd. que si esa solución se columbra en el futuro, por 
qué entonces no ir derecho á ella, sin circunloquios ni subterfu- 
gios?... Seria ese un procedimiento que dejaría estupefactos á 
todos I 

Pero, para llegar á esa ó áotra política internacional sudame- 
ricana, hay que partir de la base de que el actual conflicto ar- 
gentino-chileno se solucionará pacíñcamente, pues si la guerra 
decidiera el litigio, sus resultados marcarían el rumbo de la po- 
lítica futura, y lo harían sin reatos ni candores : « la victoria no 
da derechos », es máxima ingenua que no puede ni debe repetir- 
se. Esos derechos no serían nunca los de la conquista, porque el 
equilibrio continental reposa en la conservación del utipossi- 
detisde 1810; pero serían los suficientes para garantizar sólida- 
mente la paz futura, al fin de que quede al abrigo de estas per- 
petuas y periódicas amenazas de una política agresiva y belico- 
sa. Ese mismo resultado se ha de alcanzar por otros medios, si 
bien habrá que llegar á él por camino más largo. Por el mo- 
mento, loque es de toda evidencia es que la solución del conflicto 
chileno-argentino será pacífica; no habrá guerra; Chile no la de- 
clara; la razón se hará oir : mucho enseña la desgracia, y la te- 
rrible crisis económica y financiera que postra á nuestro vecino 
trasandino, habrá servido por lo menos para disipar el ensueño 
napoleónico de una absorción americana ; como la presencia ca- 
sual, al frente de aquel gobierno, de estadistas que, como don Car- 
los Walker Martínez, han declarado oficial y solemnemente que 
el límite oriental de su país es sólo las más altas cumbres de 
LOS ANDES Y NO OTRA COSA, dcstruyc CU absoluto el sofisma del 
criterio hidrográfico del perito Barros Arana, único causante de 
la constante tergiversación de esta cuestión de límites. Demos 
por ello gracias á la providencia : nisi Domtnus frustra I 



CAPÍTULO V 



LA CUESTIÓN DE LA PUNA. — EL CONFLICTO 
CHILENO-BOLIVIANO-ARGENTINO (1) 



Eq mayo pasado se nos anunció la próxima aparición de este 
trabajo, del que nos hacían grandes elogios cartas recibidas de 
Bolivia. Hemos leido el libro, que lleva la fecha del mes pasado, 
y nos parece interesante dar á conocer su contenido, pues trata 
de la gran cuestión internacional que agita en estos momentos 
los espíritus^ y es conveniente darse cuenta de la manera cómo 
es apreciada aquélla en los otros países de Sud-América. 

Quizá se encontrará que es demasiado insistir sobre semejan- 
te tema, dilucidado ya con tanta copia de detalles en la prensa 
argentina. Pero creemos que jamás será exagerada la insisten- 
cia, tratándose de la cuestión internacional más importante que 



(1) Reproducimos este artículo, publicado por el autor, cuando era re- 
dactor de El Tiempo^ en julio de 1895, porque, á pesar de los años trans- 
curridos, es hoy de palpitante actualidad. Fué provocado por un libro del 
diputado boliviano Abel Iturralde : Supuesto antagonismo entre el 
tratado de limites bolioiano-argentino y el pacto de tregua con Chile (La 
Paz, 1895, 1 volumen de 94 páginas). La situación de la cuestión poco 
ha variado desde entonces : el protocolo Rocha-Cano, de diciembre 9 de 
1895, formalizó la « garantía de evicción » por parte de Bolivia; y el 
convenio Guerrero-Quirno Costa, de abril 17 de 1896, hizo concurrirá Bo- 
livia á la demarcación fronteriza chileno -argentina en esa región. En 
los capítulos anteriores, el autor ha tratado esa faz de la cuestión, ex- 
plicando las razones ocultas del actual statu quo, en la delimitación de 
la línea norte. El presente capítulo es, pues, un complemento necesario 
de los anteriores. Para mejor inteligencia del punto, reproducimos en el 
Apéndice el texto del protocolo Rocha-Cano. (Nota del editor). 



200 LA POLÍTICA ARGENTINA 

se ha promovido en la América del Sur desde su emancipación, 
y en la cual va envuelta nuestra tranquilidad, y nuestra situación 
como gran potencia entre las naciones americanas. 

He aquí cómo se expresaba recientemente el diario bo- 
liviano El Comercio, de Cochabamba, en su número de junio 
22 : « El acuerdo de paz y de comercio, celebrado entre los gobier- 
nos de Bolivia y Chile, ha caído como una bomba en los campos 
de la diplomacia argentina, mientras en Santiago toma el rango 
de una espléndida victoria, que desata dificultades^ despeja el 
horizonte y afirma en sus designios á la poderosa nación del Paci- 
fico. Bolivia juega irrevocablemente su suerte, al cerrar con un 
tratado la guerra del Pacifico. ¿ Recobra y asegura su perdida 
independencia, por medio de una paz justa y estable? Al calor 
de pactos amistosamente celebrados, y al simple estudio de la 
linea divisoria entre Chile y la república del Plata, sobre las 
altas cumbres de la cordillera andina, se debaten al otro lado de 
nuestras fronteras, cuestiones de suma trascendencia; se pesa y 
se valoriza el poder efectivo de ambas naciones en el grado de 
su actual prosperidad, y se investiga la solución que ha de afian- 
zar la paz en el porvenir, con la preponderancia de una ú otra 
de las dos potencias, ó con el acuerdo de ambas y tal vez me- 
diante la alianza con otros estados. Los destinos de Bolivia no 
pueden ser extraños al desenlace que surja del acuerdo ó de la 
contienda de sus poderosos vecinos. En momentos de tanta sig- 
nificación, Chile, que gozaba tranquilamente de las cuantiosas 
riquezas del litoral boliviano y de las franquicias sin competen- 
cia que supo aseguraren nuestro territorio á favor de su industria 
y de su comercio; que en tan ventajosa situación aplazaba los 
acuerdos de paz, hasta que Bolivia, con el transcurso del tiem- 
po, pudiera resignarse á la pérdida de su única costa ; cambia 
de rumbo, ofrece, estipula y firma en breves días, el pacto defi- 
nitivo con la nación vencida. ¿Cuan arduos problemas de 
prósperos ó adversos resultados para el porvenir de la república, 
se han abordado al celebrarse este desiderátum, en la hora mis- 
ma en que se trataba de establecer el equilibrio internacional, 
hondamente perturbado por las victorias y las expansiones con- 
sumadas en la guerra del Pacífico? » 

No nos reprochemos^ pues, de dar á ese asunto la importancia 
que tiene, y cooperemos á que todos los argentinos lo conozcan 



LA CUESTIÓN DE LA PUNA 201 

hasta en sus menores detalles, para que tengan al respecto un 
juicio propio, y plena conciencia de la actitud que debe asumir 
este país. 



Por de pronto, haremos á un lado una cuestión de detalle. £1 
libro del señor Iturralde ha sido escrito como una réplica á un 
estudio anterior nuestro, pero que el autor demuestra no haber 
conocido sino por transcripción parcial de la prensa boli- 
viana. 

En marzo 7 decíamos: « Es sabido que Chile retiene los terri- 
torios linderos con Catamarca y Salta, que Bolivia nos ha cedi- 
do : — ¿se cree que la cancillería déla Moneda no evacuaría en el 
acto esos territorios, si obtuviera en compensación la provincia 
de Lipez))f El Telégrafo, de La Paz, se apresuró á reproducir 
esa frase, agregando estas significativas palabras : (( Los territo- 
rios que Bolivia ha reconocido en favor de la Argentina, debe 
ocuparlos ésta por los medios pacíficos de la diplomacia, y si 
esto no basta, debe emplear los que le aconsejen su prudencia y 
su dignidad, sin que legítimamente sea dable pagar con los bie- 
nes del amigo las componendas que sugiere el temor ». 

El señor Iturralde parte de aquella cita trunca, y dice : « al 
leer esos conceptos, no se puede menos que lanzar protestas de 
indignación contra las sugestiones de los que han enarbolado en 
América el estandarte de la conquista, han invocado como un 
título la teoría del derecho de la fuerza y de la supremacía de los 
unos sobre los otros. Esa pérfida é inicua sugestión del maquia- 
velismo chileno, ha encontrado eco en la prensa de Buenos 
Aires... No se puede menos que lamentar que los diarios argen- 
tinos no contradigan las afirmaciones de Chile, referentes á la 
supuesta colisión del pacto de tregua con el tratado de límites 
boliviano-argentino, ni les demuestren con la investigación de 
esos documentos, que no existe ninguna oposición de derecho&, 
y que son en extremo injustas las apreciaciones chilenas. » 

Por cierto La Paz está lejos de Buenos Aires, y son difíciles 
las comunicaciones entre ambas. Eso sirve de excusa al señor 
Iturralde, para hacer aquellas aseveraciones tan faltas de funda- 
mento, y que sólo se explican por no conocer de la prensa ar- 
gentina más que la transcripción de algún párrafo trunco, hecha 



202 LA política argentina 

de vez en cuando por los diarios de Bolivia. La prensa argenti- 
na ha debatido minuciosamente (da supuesta colisión del pacto 
de tregua con el tratado de limites boliviano-argentino», y hace 
rato que no hay al respecto dos opiniones. 

Por lo que á nuestro estudio se refiere, recordaremos que ya en 
mayo 24 decíamos con motivo de esa transcripción trunca de El 
Telégrafo, y refiriéndonos á la frase que tanta impresión ha 
causado en Bolivia : « Al expresarnos asi, sabíamos que dába- 
mos en el clavo, señalando la verdadera ambición chilena. No 
eraen manera alguna ni una fantasía, ni una insinuación nues- 
tra : el ingeniero San Román acababa de decirlo, en un ruido- 
so artículo en La Unión, de Valparaíso... Estábamos, pues, au- 
torizados para formular la pregunta. Y el reciente tratado chile- 
no-boliviano ha venido á dar razón á esas previsiones. » 

£1 mismo señor Iturralde, al finalizar su libro, tratando del 
pacto Barros Borgoño-Gutiérrez, no puede menos de darnos in- 
voluntariamente razón, cuando dice : (( Se concibe á primera 
vista que las pretensiones de la Moneda, son las mismas que 
acentuaba el ingeniero San Román en sus escritos publicados 
últimamente. » 

La publicación del libro La política chilena en el Plata, an- 
terior al folleto del señor Iturralde, pone este punto fuera de dis- 
cusión. 

Pero, aunque la causa originaria del libro boliviano, haya 
resultado ser un simple mal entendido, éste no quita su valor 
y su oportunidad al trabajo, y nos felicitaremos siempre de 
haberlo provocado. 



El autor estudia sucesivamente : 1^ soberanía de Bolivia so- 
bre el litoral de Atacama ; 2^ tratado de limites de 1866 ; 
3^ protocolo Lindsay-Corral ; 4^ tratado de limites de 1874 ; 
5® antecedentes de la guerra del Pacifico; 6° guerra del Pacifi- 
co ; 7^ pacto de tregua ; <9° antecedentes del tratado de limites 
entre B olida y la Argentina; 9^ tratado de limites bolivia- 
no-argentino ; 10*" tratado de paz con Chile, 

No vamos á entrar en el' análisis detenido de la historia de la 
cuestión, desde el descubrimiento, y al través de las capitulacio- 
nes y reales cédulas de los monarcas españoles. 



LA CUESTIÓN DE LA PUNA 203 

Tenemos sobre nuestra mesa de trabajo algunas publicaciones 
más completas -que ésta, y á ellas remitimos á los que deseen 
profundizar esa faz de la cuestión. No daremos de ellas una lis- 
ta completa, pero si nos referiremos á las más importantes. He- 
las aquí : 1"* Cuestión internacional : Chile y Bolioia, Salta 
1863, 1 vol. de 36 págs. (este folleto contiene la reproducción 
de la notable memoria del ministro de relaciones exteriores de 
Bolivia, don Rafael Bustillo, presentada en Oruro, en mayo 6 
de 1863); 2"" Miguel Luis Amunátegui, Cuestión de limites en- 
tre Chile y Bolioia, Santiago, 1863 ; 3^ Solivia y Chile : cues- 
tión de limites, por José María Santibáñez, Gochabamba, 1864, 
1 vol. de 96 págs. (este libro es una refutación al alegato chile- 
no, escrito por Amunátegui de orden de su gobierno) ; 4"* La 
exposición de los molióos que justifican por parte de Chile la 
reivindicación del territorio comprendido entre los paralelos 
23 y 24 latitud sur; refutación, por J. M. Santibáñez, Cocha- 
bamba^ 1879, 1 vol. de 76 págs. (este opúsculo es la contesta- 
ción boliviana á la audaz circular de la cancillería chilena, 
justificando la ocupación militar de Antofagasta, en febrero de 
aquel año . Esa circular había sido ya desmenuzada por el señor 
Juan Gualberto Baldivia, en sus artículos sobre la cuestión chi- 
leno-boliviana, en La Bolsa de Arequipa; por don Miguel Tabor- 
ga, en su carta al obispo de la Serena, inserta en El Cruzado, de 
Sucre ; y por el señor González de la Rosa, en su estudio Los 
límites de Chile en Atacama, publicado en El Nacional, de Li- 
ma); 5° Solivia. Exposición de los motivos de nuestro conflicto 
con Chile, por Félix Reyes Ortiz, La Paz, 1870, 1 vol. de 74 
págs. (el autor era redactor del periódico oficial La Democra- 
cia, por cuya razón este libro tiene especial importancia); 6'* La 
usurpación en el Pacifico : Solivia y Chile, y su tratado de li- 
mites, por Santiago V. Guzmán, Buenos Aires, 1879, 1 vol. de 
104 págs. ; 7° Memorándum acerca de los antecedentes y estado 
actual de la guerra del Pacifico, en cuanto puede concernir á 
la República A rg entina, Buenos Aires, 1881, 1 vol. de 53 págs. 
(fué presentado por la legación boliviana); 8* Memorándum 
presentado al exmo. gobierno de la República Argentina, 
impugnando la circular de la cancillería de Chile, de 24 
de diciembre de 1881, Buenos Aires, 1882, 1 vol. de 40 págs. ; 
9** Discurso pronunciado por el senador Mariano Paptista 



204 LA POLÍTICA ARGENTINA 

contra la moción de retiro á su informe sobre el conflicto in- 
ternacional con Chile, La Paz, 1883, 1 vol. de 19págs. 

Sólo recordamos de paso que el señor Iturralde no hace sino 
confirmar, en lo pertinente, lo que ya es cosa juzgada en la 
opinión argentina. 

Asi, refiriéndose á la demarcación de limites entre Chile y 
Bolivia, ejecutada en 1870 por los comisionados Pissis y Mujia, 
dice : (( Resulta de esta demarcación que, no obstante de que el 
articulo 1» del tratado de 1866 señala de una manera vaga como 
lindero divisorio entre una y otra república el paralelo 24 de 
latitud sur, desde el litoral del Pacifico hasta los limites orien- 
tales de Chile, sin designar cuáles son éstos, los comisarios Pi- 
ssis y Mujia los señalaron en la línea anticlinal de las altas 
cumbres de los Andes, marcadas por los picos Llullaillaco, Jo- 
nal, Llicancaur y Pular, interpretando asi el tratado, que era 
incomprensible en esta parte ». Debe recordarse que, con moti- 
vo del incidente de las minas de cobre de Caracoles, el gobierno 
boliviano, en 1871, propuso al de Chile que se renovase la opera- 
ción de la demarcación. El ministro Ibáñez se negó rotunda- 
mente á ello, (( fundándose en que los actos periciales de su co* 
misario Pissis, no habían dado lugar á ninguna desconfianza 
de parte de su nación, y en la absoluta conformidad que mani- 
festó el comisario boliviano en las operaciones geodésicas, cual 
aparece del acta de demarcación, firmada el 11 de mayodel870. )> 

El señor Iturralde, al analizar esa negociación, concluye di- 
ciendo: «Respecto al limite oriental, se acentuó que no podía me- 
nos que ser la cordillera de los Andes, en sus cumbres más promi- 
nentes, pues las bases propuestas en junio 3 de 1866 por el secre- 
tario general, señor Mariano Donato Muñoz, que sirvieron de 
antecedentes al tratado, fijaban en su articulo 2°, que la juris- 
dicción de Chile y su soberanía se extenderá hasta el grado 24, 
latitud austral, y la jurisdicción y soberanía de Bolivia alcan- 
zará hasta el mismo grado, latitud meridional ; entendiéndose 
quelalongitud fijada al territorio de Bolivia comprende desde el 
litoral hasta la cordillera de los Andes. » 

Efectivamente, asi se entendió siempre el limite oriental de 
Chile. El protocolo Lindsay-Corral, de diciembres de 1872, que 
puso término á la controversia anterior, dice en el articulóla, (c que 
los limites orientales de Chile eran las más altas cumbres de los 



LA CUESTIÓN DB LA PUNA 205 

Andes, y que la linea divisoria de aquella república j Bolivia, 
fijada en el grado 24 de latitud sur^ partía desde el mar Pacifico 
basta dichas cumbres » . 

En cuanto al tratado de limites de 1874^ llamado Walker 
Martinez-Baptista, lo hemos estudiado en el libro : La política 
chilena en el Plata, donde detenidamente analizamos sus 
antecedentes al refutar el memorial Barros Arana. El señor 
Iturralde lo interpreta exactamente del mismo modo : « la 
demarcación fijada en el tratado de límites de 1874, es decir, 
el paralelo 24, desde el mar hasta el divortium aquarum 
en las más altas cumbres del macizo central de la cordillera 
de los Andes, donde se encuentran los picos Llicancaur. Jonal, 
Pular y LuUaillaco, reconocidos como término oriental en 
dicho tratado de 1874 ». 

Analiza el señor Iturralde la negociación seguida por el mi- 
nistro boliviano Terrazas — el diplomático que hoy seencuentraen 
Lima,— con motivo de la ley chilena de 1888, creando la pro- 
vincia de Antofagasta. Desde que fué presentado el proyecto al 
senado de Chile, el ministro Terrazas protestó, entre otras cosas, 
« en cuanto á la denominación, y el orden de los puntos fijados 
en el pacto de tregua para la delimitación de los territorios que 
ocupaba precariamente Chile; porque no podían variarse las 
fronteras sino de común acuerdo entre las partes contratantes, 
sin resolverse las dificultades que se suscitasen acerca de la ubi- 
cación de los puntos divisorios, y de la dirección de las lineas 
para ellos señaladas, sin dar lugar á la operación geodésica de 
ingenieros, como se prescribe en el articulo 2° del pacto». 

Esa nota de enero 14 de 1887, fué contestada por la cancille- 
ría santiagui na en febrero 7, pero eludiendo (Uoda explicación 
respecto á las modificaciones de la linea divisoria reconocida por 
el pacto de tregua )>, lo que dio motivo al ministro Terrazas para 
declarar, en su despacho de febrero 24, que el silencio del can- 
ciller chileno equivalía (( al asentiniiento de la reclamación boli- 
viana, debiendo subsitir mientras dure la tregua, los límites tra- 
zados por el pacto de abril 4 de 1874 ». 

Con todo, el congreso chileno aprobó la referida ley, en julio 
12 de 1888. Nuestros lectores recordarán el análisis de la mis- 
ma que hicimos en el curso de la polémica con motivo del me- 
morial de Barros Arana. 



206 LA POLÍTICA ARGENTINA 

La protesta solemne del mÍDÍstro Terrazas contiene, entre otras 
causales, las siguientes: I*" que desconoce la regularidad y los 
efectos de toda medida emanada de los poderes de Chile, sin la 
previa anuencia de Bolivia, mediante la cual se haya producido, 
ó se produzca, alteración en los limites de su litoral ocupado á 
titulo bélico, determinados en el pacto de tregua ; 2® que no ha- 
biendo reconocido los altos poderes de Bolivia, por el referido 
pacto, ni por otro acto de carácter internacional, variación de 
género alguno en los limites de ambos países, demarcados por el 
tratado de agosto 6 de 1874, se hallan subsistentes, mientras que 
el cambio de soberanía no tenga base legitima en otro tra- 
tado. 

A esa protesta de noviembre 12 de 1888, se refiere el señor Itu- 
rralde cuando dice : « La legación boliviana protestó oportuna- 
mente contra esas demarcaciones arbitrarias y atentorias á la so- 
beranía del Estado, dejando así salvados nuestros derechos sobre 
las zonas orientales de Atacama, separadas del litoral por medio 
déla cadena andina, netamente perceptible en su arista diviso- 
ria, cuyas cumbres principales entre los paralelos 22' 50' y 27" 
son : Llicancaur, Jonal, Hecar, Llullaillaco, Azufre, Doña Inés 
y Cerro Bravo ». * 



... Entramos ahora á la parte más interesante del libro, porque 
se refiere á la Puna de Atacama, cedida por Bolivia á la Argen- 
tina en 1889, ocupada hoy militarmente por Chile, ácuyo terri- 
torio lo incorporó abusivamente la ley citada de 1888, y que, en 
el reciente pacto Barros Borgoño-Gutiérrez, ha sido objeto de sin- 
gular silencio. (( Los negociadores, — ha dicho El Heraldo, de 
Valparaíso, — se han hecho los desentendidos, como si esa ce- 
sión territorial no existiese, ó no tuviese importancia alguna. » 

El señor Iturralde dice : « Las injustas pretensiones de Chi- 
le sobre el territorio de Atacama, se circunscribieron siempre á 
la zona situada entre el mar Pacifico y aquellas altas cumbres de 
los Andes, aún en la época en que se suscribió el pacto de tre- 
gua, el cual reconoció su posesión militar al oriente de la cor- 
dillera, sólo hasta Sapalegui, en el paralelo 23, siguiendo de allí 
al noroeste la línea divisoria provisional, que termina en la fron- 
tera de Tarapacá. Al sur de Sapalegui y al oriente de los An- 



LA CUESTIÓN DE LA PUNA 207 

des, subsistía la soberanía de Bolívia, porque la línea anticlinal 
de la cordillera de los Andes, que se desarrolla entre el LluUai- 
llaco y el Llicancaur, fué reconocida como límite divisorio en 
los tratados de 1866 y 1874, en el protocolo Lindsay-Corral de 
1872, en el acta de demarcación subscripta por los comisarios 
Pissis y Mujía, y en otros documentos de las cancillerías chilena 
y boliviana, y de sus legaciones, desde 1866. De acuerdo con to- 
dos estos precedentes diplomáticos, levantó el señor Amadeo Pis- 
sis sus cartas geológicas y geográficas de los Andes, recono- 
ciendo siempre como término divisorio de la región chilena do 
Atacama, hasta el grado 24, la línea anticlinal formada por el 
Jonal, Pular y Llullaillaco. En 1884, cuando se ajustó el pacto 
de tregua, consideró Chile subsistente en el litoral el límite ante- 
rior, al sud del paralelo 23, excluyendo toda pretensión sobre la 
zona oriental comprendida entre dicho paralelo, la cordillera de 
los Andes, y la frontera divisoria con la Argentina.» 

Pero Chile, antes de dictar su ley de 1888, habla hecho explo- 
rar detenidamente la región de la Puna de Atacama, por sus in- 
genieros San Román y Bertrand, y había resuelto ocuparla por 
la razón ó por la fuerza. El razonamiento es éste : el pacto de 
tregua de 1884, al fíjar el paralelo 23 como límite sur de la ocu- 
pación chilena, reconoce implícitamente que Chile linda por el 
norte con dicho paralelo, pues la cancillería de la Moneda, en la 
circular de 1879, declaró que reivindicaba como chileno todo el 
territorio boliviano hasta el paralelo citado. Como la Púnase 
encuentra en la región reivindicada, el pacto de tregua nada te- 
nía que hacer con ella, y por eso no la menciona. De ahí que 
Chile organizara esos territorios por su ley de 1888, y que se 
sienten en el congreso de Chile, senadores y diputados por dichos 
territorios. « Bolivia, al cederlos en 1889 á la Argentina, cedió 
una cosa que no le pertenecía, — arguye Chile, — por lo menos 
cedió una cosa litigiosa, de cuya posesión carecía. Si la Argenti- 
na tuvo la inhabilidad de comprar un pleito, sin exigir de Boli- 
via el saneamiento de la cosa cedida, ni su garantía deevicción, 
la cancillería de Chile nada tiene que ver con esto, pues se trata 
de una res ínter alio% acta. Cuando la Argentina pretenda in- 
vocar sus derechos, entonces Chile sabrá qué actitud debe asu- 
mir. )) 

Tal es la argumentación chilena, que hemos expuesto desear- 



2ü6 LA POLÍTICA ARGENTINA 

nadamente, en obsequio de la brevedad. ¿Cuál es ahora la ar> 
gumentación boliviana? 

El señor Iturralde, después de referir las exploraciones de Ber~ 
trand y San Román^ dice : « Los anteriores cambios de fronte- 
ras, con infracción del tratado de 1874 y del pacto de tregua» no 
obedecieron sino al plan de absorción territorial de Chile, que 
pretende ahora apoyar esas usurpaciones en los estudios de los 
ingenieros Bertrand y San Román, y en la ley arbitraria san- 
cionada en julio 12 de 1888. De este modo abandonaron los chi- 
lenos el ¿¿¿oor^¿u/n aguarum de la cordillera de los Andes, por 
uno nuevo continental, que sirvió de base á la creación ilegal y 
abusiva de la provincia de Antofagasta, protestada por el pleni- 
potenciario de Bolivia, señor Terrazas, en su nota de noviem- 
bre 12 de 1888, y por su sucesor, el enviado extraordinario, se- 
ñor Heriberto Gutiérrez, quien, por su despacho de julio l^de 
1890, renovó aquella protesta, que tuvo por objeto conservar en 
toda su integridad las estipulaciones del pacto de tregua, desco- 
nociendo todos los actos efectuados por Chile en oposición al es- 
píritu y á las condiciones expresadas en el citado pacto. Igual- 
mente, el presidente constitucional de Bolivia, en su mensaje de 
agosto 6 de 1889, dirigido al congreso nacional, amparó y sos- 
tuvo por medio de declaraciones explícitas las protestas de la le- 
gación Terrazas, resguardando así publica y solemnemente la 
soberanía del estado sobre los territorios que propasó Chile al 
sur de Sapalegui y oriente de los Andes.» 

Llama la atención que el señor Iturralde, en su prolija expo- 
sición, incurra en omisiones graves. Así no cita la importante 
ley de noviembre 13 de 1886, dictada por el congreso de Bolivia, 
en plena vigencia del pacto de tregua. Por dicha ley se declara- 
ba que las pequeñas poblaciones de Quetena, Susques, Rosario, 
Pastos Grandes, Antofagasta del desierto y Carachipampa, per- 
tenecían ala provincia Sur Lípez. 

Esa referencia es capital, porque aquella ley dio origen á la 
comunicación del diplomático chileno Zañartú, observando que 
Bolivia legislaba sobre territorios ocupados militarmente por 
Chile. El ministro boliviano Carrillo, protestando la falta de 
uniformidad en las diversas cartas geográficas, defirió á las ob- 
servaciones del ministro chileno, en cuanto insinuó el esclare- 
cimiento del limite divisorio, por medio de la comisión de inge- 






( 



^ 



LA CUESTIÓN DE LA PUNA 209 

nieros indicada en el articulo 2^ del pacto de tregua. El gobier- 
no boliviano, en consecuencia, previo acuerdo de gabinete, 
declaró que mantendría el statu quo anterior á la citada ley, 
como « acto de alta deferencia, pero no de reconocimiento del 
derecho pretendido ». A 

Esto es lo que se conoce, en la historia diplomática chileno- ( 
boliviana, como protocolo Carrillo- Zañartú. / 

No se explica el silencio del señor Iturralde al respecto, pues 
hasta esa ley, Chile no había ocupado la Puna, ni pensado en 
hacerlo. Fué el incidente promovido por la ley boliviana de 1886, 
unido á las exploraciones de Bertrand y San Román^ los que 
llamaron la atención de Chile hacia la Puna. 

Recién en 1886, el subdelegado de Atacama comenzó á nom- 
brar en aquel territorio uno que otro corregidor ; en 1887, la ocu- 
pación ya se formalizó, pues el subprefecto de Lipez puso en 
conocimiento del gobierno boliviano, que fuerzas chilenas habían 
ocupado á Susques y Rosario^ deponiendo á los corregidores nom- 
brados por aquella subprefectura. Y el ministro de relaciones 
exteriores de Bolivia se contentó con recomendar al prefecto de 
Potosí, que las autoridades bolivianas se limiten á hacer constar 
la paulatina y constante ocupación chilena, mediante actas. 

Nada de esto dice el señor Jturralde, y, sin embargo, esos an- 
tecedentes son interesantes. 

Más aún. En enero 10 de 1887 llegaron fuerzas chilenas á 
formar un cordón sanitario con motivo del cólera que reinaba 
en Tucumán. En abril 4 de aquel año, el corregidor de Susques 
remite copia al subprefecto de Lípez, de la nota que le dirige el 
subdelegado de Atacama, en marzo I"", encareciendo ponga en 
su conocimiento todo lo que ocurra allí, el resultado de la con- 
tribución que cobraba el subprefecto, la marcha que observaba 
el cura, para comunicarlo al gobierno de Chile, añadiendo al 
final : « De esta nota debe Vd. guardar la reserva debida ». 

Tampoco dice palabra sobre esos antecedentes administrativos 
de ese gobierno. 

El señor Iturralde omite sentar un precedente que tiene im- 
portancia suma, y que estaba indicado al estudiar los antece- 
dentes de la guerra del Pacífico. 

Chile, efectivamente^ cuando en 1842 se descubrieron las 
primeras cobaderas de guano, adivinó la riqueza extraordinaria 

14 



210 LA POLÍTICA ARGENTINA 

que eso representaba, y aprovechándose de la triste situación 
interna de Bolivia, dictó la ley de octubre 31 de 1842, y el decre- 
to de la misma fecha de 1843, declarando por el primero (( pro- 
piedad nacional las huaneras que existen en las costas del de- 
partamento de Coquimbo, el litoral del desierto de Atacama, y 
en las islas é islotes adyacentes » ; y, por el segundo, creando la 
provincia de Atacama. 

Ahora bien : ese territorio era entonces indisputablemente bo- 
liviano. (( Salta álos ojos, — dice un publicista paceño, — que 
estos dos actos del gobierno de Chile, no podían constituir titulo 
de propiedad, pues el propietario más fuerte extendería los límites 
de su territorio, sin más que un sicjuheo, sic voló autocrático . » 

Pues bien : exactamente igual es el procedimiento de Chile, 
en el caso de la Puna. Despertada su codicia por las exploracio- 
nes ofíciales de sus ingenieros San Román y Bertrand, dicta 
tranquilamente la ley de julio 12 de 1888, erigiendo esos territo- 
rios en provincia chilena, y englobándolos en la de Antofa- 
gasta. 

Hoy pretende arrancar su titulo de ese sic jubeo, sic voló, 
porque el de « la reivindicación » no cabe en el presente caso, 
desde que jamás Chile cuestionó territorio boliviano al oriente 
de los Andes. El artículo 9** del convenio de diciembre 5 de 
1872, llamado Lindsay-Corral, fija terminantemente los límites 
de Bolivia y Chile, « bajo la base inconmovible del grado 24 y 
de las altas cumbres de la gran cordillera de los Andes ». 

La ley de 1842 y el decreto de 1843, dejaron estupefacta á Bo- 
livia, porque era enorme el disponer, tranquilamente y en plena 
paz, de su propio territorio. Principió en el acto el oia crucis de 
las negociaciones diplomáticas, desde la misión de don Casimiro- 
Olañeta. Este mismo estadista boliviano, siendo ministro de re- 
laciones exteriores de su pais, decía en 1848 al congreso de su 
patria : (( Por la vía más expedita, el gobierno de Chile ha re- 
suelto la cuestión de límites que discutíamos^ ocupando de mano 
armada nuestro territorio hasta Mejillones. Esparamos de la 
justicia del gobierno de Chile una reparación, aunque muy poco 
hay que esperar de un gobierno que, pendiente un negocio, 
antes de ventilarse y resolverse definitivamente, sin previa no- 
tificación, como es de uso entre las naciones, ocupa un territorio 
ajeno ». Se ve que el señor Olañeta había estudiado bien el mx)^ 



LA CUESTIÓN DE LA PUNA 211 

du8 opertndi de Chile, que hoy, con el territorio de la Puna de 
Ataeama, quiere repetir lo mismo que en 1842 con Mejillones. 

La Puna hoy es un pleito conocido, con un litigante ensober- 
becido. ¿ Es creíble que la cancilleria argentina se haya hecho 
cargo ingenuaniente de semejante litis ? Veamos cómo explica 
esta faz de la cuestión el autor de este libro. 

Estudiando el señor Iturralde la cuestión de límites argentino- 
boliviana, incurre en inexactitudes de gran bulto, que creemos 
ocioso rectificar, por tratarse de un asunto que sólo tiene interés 
histórico, puesto que el tratado de límites de 1889, ratificado por 
ley argentina de noviembre 12 de 1891 y la boliviana de sep- 
tiembre 15 de 1892, puso término á dicha controversia. 

(( La cesión de la Puna de Atacama, — diceel señor Iturralde, — 
obedeció al designio de entregar á la soberanía de la Argentina, 
esa vasta é importante región que estaba amenazada por Chile, * 
no contento aún con las usurpaciones que llevó á cabo en el li- 
toral.)) 

Sólo de paso hace referencia el señor Iturralde á las negocia- 
ciones que, sobre el litoral de Atacama, inició en Bolivia el mi- 
nistro chileno Ángel C. Vicuña, y el protocolo Reyes Ortiz-Mat- 
ta, de mayo 19 de 1891, por el cual se convino en que « Bolivia 
cede el litoral en los límites de la actual posesión chilena )). 

Como la actual posesión chilena se extendía á la Puna, así 
que La Voz del Pueblo, de Cochabamba, publicó en octubre 27 
de 1891 dicho convenio, el gobierno argentino se alarmó al ver 
que Bolivia cedía á Chile en 1891, lo que ya había cedido á la Ar- 
gentina en 1889. Es cierto que se trataba de un pacto entre Bo- 
livia y el gobierno revolucionario de Iquique, pero se pidió aquí 
explicaciones al ministro boliviano, que era entonces el señor 
Baptista, actual presidente de su patria. 

El gobierno argentino, en su nota de enero 2 de 1892, después 
de reseñar la cuestión, exigió que Bolivia, en caso de ajustar el 
tratado de paz, debía hacer la salvedad correspondiente á la so- 
beranía de la República Argentina, que el tratado reconocía so- 
bre los territorios orientales de Atacama. El diplomático bolivia- 
no contestó en enero 29, dando las seguridades convenientes de 
que Bolivia había salvado en las bases preliminares del tratado 
de paz con Chile, los derechos de la Argentina sobre la zona de 
Atacama, que le correspondía en virtud del pacto de límites fir- 



212 LÁ POLÍTICA ARGENTINA 

mado en 1889. Y la cancillería boliviana, en nota de abril 26 de 
aquel año, ratificó todo lo declarado por el ministro Baptista. 

Por eso es tanto más singular el eclipse de memoria sufrido 
por el presidente Baptista, cuando, en su carta á los diarios, da- 
tada en Sucre, á mayo 17, dice: (( Como condición del pacto 
modificado, propuse yo á ese gobierno que Bolivia garantizaría 
la posesión de ese territorio. El gobierno argentino, obedeciendo 
al voto de sus cámaras, rehusó la garantía, en homenaje al po- 
der nacional, que para sustentar su derecho no había menester 
de un apoyo extraño. Este cambio de ideas se produjo, mirando 
á los obstáculos que pudiera suscitarnos Chile, aduciendo el pac- 
to de tregua...» 

Cuando fué oportunamente publicada aquí aquella carta, nos 
llamó la atención esa categórica declaración del actual presiden- 
te de Bolivia, y su diplomático aquí, cuando se negoció el trata- 
do. Contradecía las constancias publicadas y á que acabamos de 
referirnos, de las notas de enero de 1892, pero supusimos que se 
tratara de algún nuevo arreglo entre ambas cancillerías. Nos pa- 
reció realmente pueril aceptar la cesión de un territorio que es- 
taba en poder de un tercero, que pretendía derechos propios so- 
bre él, y que lo había incorporado á su país en la categoría de 
provincia. A cualquiera se le ocurriría que, por lo menos, había 
allí un litigio, por más absurdas é infundadas que fuesen las 
pretensiones de Chile y que, por lo tanto, no había necesidad 
alguna de evitará Bolivia el desagrado de discutir el punto, abo- 
cándonos nosotros, sin necesidad, un nuevo litis, de cuya exis- 
tencia teníamos perfecto conocimiento al aceptar el presente grie- 
go de la cesión déla cosa litigiosa. Lo que ocurría al sentido co- 
mún es, que la cancillería argentina aceptara condicionalmente 
dicha cesión, quedando obligada Bolivia á hacer entrega de la 
cosa, saneada. ¿ A qué echarnos encima un nuevo pleito), cuan- 
do ya son bastante complicados los que tenemos ? 

Por eso encontramos muy correcta la exigencia de esta canci- 
llería, en su nota de enero 8 de 1892, comprometiendo á Boli- 
via para que, cuando celebrara el tratado de paz con Chile, hi- 
ciera la salvedad correspondiente á la Puna, á fin de entregar- 
la saneada. Así lo prometió el ministro Baptista en su nota de 
enero 29; asi lo confirmó la cancillería boliviana, en su comu- 
nicación de abril 26. 



LA CUESTIÓN DE LA PUNA 213 

Asi lo entiende el señor Iturralde en su libro. 

Pero llama la atención que este señor no conociera la ruidosa 
carta del presidente Baptista, de mayo 17, pues de lo contrario 
habría aclarado la incógnita. Como miembro del congreso boli- 
viano, debe tener conocimiento de la documentación reservada 
del caso, y si existe un arreglo posterior en el sentido indicado 
por el señor Baptista en su carta, quiere decir que ha quedado sin 
efecto el compromiso que consta de los documentos publicados. 

Mientras tanto, cualquiera se inclinaría á creer que la afirma- 
ción del presidente Baptista sea exacta, porque Bolivia, al cele- 
brar su tratado de paz con Chile, no se ha creído obligada á men- 
cionar para nada ala Puna. Una nota oficiosa de la cancillería 
de la Moneda, á raíz del pacto Barros Borgoño-Gutiérrez, y pu- 
blicada en los diarios chilenos, dice : « los dos negociadores se 
han hecho los desentendidos, como si esa cesión territorial no 
existiese, ó no tuviese importancia alguna». Y otra nota oficiosa 
de la cancillería boliviana, inserta en los diarios de La Paz, di- 
ce claramente: (( Los territorios que Bolivia ha reconocido en 
favor de la Argentina, debe ocuparlos ésta por los medios pacífi- 
cos de la diplomacia, y si esto no basta, debe emplear los que le 
aconsejen su prudencia y su dignidad.» 

¿Quiere decir entonces que hemos comprado un pleito? Luci- 
da quedaría la cancillería argentina si la cosa resultara así. Por- 
que ¿quién nos mete á calentarnos la cabeza en probarle á Chile 
que su ocupación de la Puna es abusiva, que su reivindicación 
es ilusoria, que el pacto de tregua no le da derecho alguno ? ¿ Quién 
nos mete á redentores ? 

Pero... nos permitirá el señor presidente Baptista que no sólo 
desconfiemos de su p:ilabra, sino que, ante su categórica afirma- 
ción, le declaremos que está trascordado. Es perfecta y absoluta- 
mente inexacta la referencia que hace en su carta de mayo 17 
pasado, el señor presidente de Bolivia. No podrá exhibir ningún 
documento oficial que abone su palabra. No existe en el archivo 
de la cancillería argentina documento alguno que diga lo que el 
señor Baptista afirma, con tanta sangre fría cuanto increíble ine- 
xactitud. 

Lamentamos el incidente, pero nos creemos obligados á reve- 
lar lo que pasó, y que no es un misterio para el que está al cabo 
de nuestros asuntos diplomáticos. 



I 



214 LA política argentina 

Es perfectamente exacto que el señor Baptista, como plenipo- 
tenciario boliviano, pasó á nuestra cancillería una nota que con- 
tenia, entre otras cosas, el ofrecimiento de garantía á que alude 
en su reciente carta. Pero esa nota contenía muchas otras cosas : 
era un largo alegato de bien probado contra la cancillería argen- 
tina, por la demora en la aprobación del tratado, atribuyéndolo 
á temores de una complicación con Chile, en forma tan poco con- 
veniente, que en acuerdo de ministros se resolvió devolver ori- 
ginal dicha nota al señor Baptista, diciéndole que la dignidad 
nacional no admitía ayudas ni temores. 

Eso es lo que pasó, pero eso no invalida por lo tanto la obliga- 
ción, de sentido común y de constancia expresa, de la cancillería 
boliviana, en su nota de abril 26 de 1892, de que, al celebrar el 
tratado de paz con Chile, serían expresamente salvaguardados 
los derechos cuyo traspaso se gestionaba á la Argentina. 

La afirmación del señor Baptista es, pues, incorrecta y de una 
buena fe que no se alcanza, porque induce en error á la opinión. 
Pero ella arroja una luz singular sobre el criterio de la cancille- 
ría boliviana, y explica el por qué ha preferido callar al respecto 
al celebrar el reciente tratado de paz chileno-boliviano, dejando 
pendiente un verdadero pleito entre Chile y la Argentina. 

El señor Iturralde, como diputado al congreso de su país, no 
puede permitir que se ponga en duda la lealtad de Bolivia, ni 
que se sospeche á su diplomacia de duplicidad. La cesión de la 
Puna es un acto leal, y dejaría de serlo, si Bolivia, conociendo 
la actitud de Chile, pacta su paz con ella en términos ambiguos 
que permitan á ésta sostener sus pretensiones. En ese caso, habría 
cedido á la Argentina un caballo troyano, y esa conducta, des- 
pués de la solemne declaración de la cancillería boliviana, en 
abril de 1892, dejaría á la nación en un punto de vista que nos 
abstenemos de calificar. 

Chile se empeña en hacer que Bolivia desempeñe un feo pa- 
pel en este asunto, porque quiere apartarla para siempre de la 
Argentina, haciendo que infiera á ésta una de esas ofensas que 
jamás se olvidan. 

Pero, por más que el señor Iturralde sea del círculo « pacista » 
y obedezca á la influencia de Arce, no podemos creer que el que 
ha escrito, en el libro que analizamos, frases de tan vibrante pro- 
testa contra la fe pánica, la política cartaginesa, y la doblez arau- 



LA CUE9TIÓN DE LA PUNA 215 

cana de Chile, pueda permitir que su patria celebre un tratado 
que la haría acreedora á alguna de esas calificaciones. 

No. Bolivia no puede dejar de ser leal 7 recta. Pueden algu • 
nos políticos del círculo pacista ó posibilista, adorar el éxito, 7 
enceguecerse por él, pero es imposible que la nación boliviana 
suscriba pactos semejantes. Así, por otra parte, lo dicen con elo- 
cuencia las cartas que de personajes bolivianos se han publicado 
en otra época en la prensa argentina, 7 las transcripciones que 
se han hecho de los principales diarios de Bolivia. 

Esperemos que, cuando llegue la hora, hemos de ver al señor 
Iturraldedel lado de la buena causa. 



Indudablemente, la pretensión de Chile á la Puna es insoste- 
nible : el señor Iturralde lo prueba una vez más. Pero á Bolivia 
le tocaba haberlo demostrado, 7 no á nosotros, que éramos Juan 
de Afuera en el asunto. 

(( Hemos comprobado, — dice el señor Iturralde, — con la cita 
de documentos fehacientes 7 autorizados, que la cordillera en su 
encadenación principal, ó sea, la segunda zona orográfíca de Ber- 
trand, es el término de la jurisdicción de Chile en el litoral, 7 
que no puede aceptarse la pretensión de su gobierno 7 peritos, 
de considerar como línea fronteriza la cadena oriental de cerros 
7 volcanes, que principia en San Francisco 7 remata en Sapa- 
legui. Esta cadena, casi paralela á la cordillera de los Andes, 
puede considerarse cuando más su escalón oriental, como la de 
Varas, que es su contrafuerte occidental, pero no confundirse 
con aquel ramal central, que es de distinta formación geológica.)) 

Mu7 exacto. También lo es la demostración de que el pacto de 
tregua no autorizaba dicha ocupación. También lo es que el go- 
bierno 7 perito de Chile sostienen lo contrario, aunque sus pu- 
blicistas más honrados se avergüencen de semejante enormidad. 
(( En Chile — ha dicho el señor Valdez Vergara, en El Heraldo, 
de Valparaiso, — domina la creencia general de que aquel terri- 
torio ha sido definitivamente incorporado ala república después 
de la guerra del Pacífico, 7 esta creencia se ha robustecido por el 
hecho de que nuestro gobierno ha7a conservado una guarnición 
en Pastos Grandes. Sin embargo, nosotros levantamos nuestra 
voz contra esa creencia, que es acaso una aspiración nacional, 



216 LA POLÍTICA ARGENTINA 

y hacemos ver que el texto del pacto de tregua no cede á Chile 
el dominio de ese territorio, ni autoriza su ocupación. La lealtad 
obliga á reconocer estos errores» claramente demostrados, por 
más que ello sea contrario á nuestros deseos personales, ó á las 
aspiraciones populares. Por eso, nosotros reconocemos que si 
Chile tuvo la intención de adquirir derechos á la ocupación de 
la Puna de Atacama, el texto del tratado de tregua no responde, 
sin embargo, á esta intención, y no le da aquel derecho. » 

Esto es evidente. Pero, lo repetimos : el gobierno y el perito 
de Chile se empeñan en sostener lo contrario, por más insoste- 
nible que sea, pues traban litigio sobre la cosa, y habrá que dis* 
cutir esas pretensiones por absurdas que sean . ¿ Qué razón tenía 
la Argentina para sustituirse á Bolivia innecesariamente en tarea 
tan odiosa, y salir á discutirle á Chile, lo que Bolivia debió ha- 
ber discutido ? 

El señor Iturralde agrega : (( El perito chileno, señor Diego 
Barros Arana, prescindiendo del principio de las altas cumbres, 
ha desarrollado su teoría del divorüum aquarum continental, 
como límite divisorio, estableciendo que la frontera en toda la 
extensión de los Andes chileno-argentinos, era la separación de 
las hoyas hidrográficas, ó sea la línea divisoria de las aguas. 
Como se ve^ esta idea de la separación continental de las corrien • 
tes, es divergente de la fórmula de las cumbres más elevadas 
que dividen las aguas en el macizo dominante de los Andes, 
que reconocen el tratado de 1881 y el protocolo de 1893, y se 
halla en flagrante contradicción con el principio del dioortium 
aquarum en las altas cúspides déla cordillera occidental, que ha 
reconocido Chile en el tratado de límites de 1874, que celebró 
con nuestro país. Dichas altas cúspides no son otras que el 
Llicancaur, Jonal, Pular, Llullaillaco, Azufre, Doña Inés y Cerro 
Bravo, Bjadas como línea anticlinal por los comisarios Pissis y 
Mujía, en la demarcación que efectuaron en 1870, de conformi- 
dad con el tratado de 1866. Después, el pacto de 1874 declaró 
fírme y subsistente aquella demarcación de los comisarios, y se- 
ñaló el dioortium aquarum en aquellas cumbres, como el límite 
divisorio entre Chile y Bolivia.» 

Concluye el señor Iturralde con un capítulo sobre el reciente 
tratado Barros Borgoño-Gutiérrez, y, al pasar, dice : «Se 
viene en conocimiento que Chile se resiste á reconocer como de 



LA CUESTIÓN DE LA PUNA 217 

dominio de la Argentina, los territorios orientales de Atacama, 
que fueron legítimamente cedidos por Bolivia á esta segunda 
nación. Hemos evidenciado que la zona oriental de Atacama, ó 
la Puna, forma parte integrante de la soberanía de Bolivia hasta 
el momento que la entregó á la jurisdicción argentina, en uso 
de un legitimo derecho que no puede desconocer Chile, sin vio- 
lar la justicia y la moral, y sin traspasar las estipulaciones del 
tratado boliviano-argentino de 1889 )>. 



En resumen : el libro del señor Iturralde es interesante y tie- 
ne indudable importancia como exf)osición boliviana del asunto. 
Es lástima que haya sido escrito sin conocimiento del detenido 
debate internacional entre la prensa chilena y la argentina, pues 
habría así podido terciar convenientemente en la discusión. Vi- 
niendo tan de a tierra adentro », ese libro tiene algo como el 
eco de un sonido que ya hemos oído, de modo que nos produce 
una impresión confusa, que se mezcla con la de las opiniones 
vertidas en Chile y aquí sobre tan vital tema. 

Lo que es indudable es esto : que un libro escrito en el cora- 
zón de Bolivia, sin conocer sino vagamente la polémica chileno- 
argentina, hace el análisis de la cuestión á la luz de documen- 
tos genui ñámente bolivianos^ y llega exactamente á las mismas 
conclusiones que la prensa argentina. Viene á confirmar en to- 
dos sus detalles la parte pertinente del libro LapoUtica chilena 
en el Plata, 

Esto demuestra que la razón está del lado argentino, y aun 
cuando sólo ese fuera el mérito del libro del señor Iturralde, for- 
zoso sería convenir que no ha podido ser más valioso y oportuno 
su testimonio, y que su libro figurará en primera línea entre las 
publicaciones destinadas á ilustrar esta magna cuestión, que ha 
enredado á tres naciones sudamericanas, y que tendrá una in- 
fluencia decisiva en el equilibrio internacional del continente. 



APÉNDICE 



I 



Consideramos oportuno reproducir á continuación el sumario 
de las materias contenidas en el libro La política chilena en el 
Plata, porque es un índice útil para conocer la marcha de la 
cuestión, hasta mediados de 1895. 

He aquí dicho índice : 



PARTE PRIMERA 



BALMACEDA Y LA GUERRA CON LA ARGENTINA 



CAPÍTULO I 

BALMACEDA. — 4 QUERRÍA ACASO LA GUERRA CON LA ARGENTINA? 

Cuestión suscitada con motivo de Koraer.— Las contestaciones de dos 
ez-ministros de Balmaceda.— Actitud de la emigración balmacedista. 
Reminiscencias personales.— El gobierno de Balmaceda en 18S9.— 
El brindis delquique.— Los nuevos buques de guerra.— La inaugu- 
ración del ferrocarril trasandino.— El discurso de balmaceda. — Una 
conversación política en Santiago : la política oerdadera y necesaria 
de Chile.— La opinión anti-cuyana de las masas.— « La virtud de la 
democracia ea que vivimos » . 



220 LA política argentina 



CAPÍTULO II 

CHILE Y LA ARGENTINA.— BALMACBDA 

Carta del ex-ministro Mont. 

CAPÍTULO III 

CHILE Y LA ARGENTINA. — Á PROPÓSITO DE BALM ACEDA 

La réplica del señor Pérez Mont. — El banquete de Santa Rosa. — El 
brindis del señor Marcial Martínez. — La emigración balmacedista en 
la Argentina y la emigración unitaria en Chile.— La política de la can- 
cillería argentina.— La palabra de Balmaceda. — Criterio argentino j 
criterio chileno . 



PARTE SEGUNDA 

NEGOCIACIONES DIPLOMÁTICAS QUE PRECEDIERON 
AL TRATADO DE 1881 

CAPÍTULO IV 
LA CUESTIÓN CON CHILE Y LAS NEGOCIACIONES CON BARROS ARANA 

Cuestión chileno-argentina.— Debió solucionarse con arreglo al uti poS' 
sidntis de 1810.— Por qué razón se desvió de ese principio el tratado 
de 1881.— El testimonio del doctor I rigoyen.— ¿Qué influencia tuvie- 
ron las negociaciones diplomáticas anteriores?— La misión Lastarria. 
— La discusión Frías-Ibáñez. - La misión Barros Arana en 1876.— Ne- 
gociaciones de 1876 y 1877 con el ministro Irigoyen. — Por qué fraca- 
saron esos proyectos. — La política indecisa del ministro Alfonso. — 
La negociación Barros Arana-Elizalde en 1878.- Razones de la desa- 
probación chilena.— Testimonio del secretario Toro.— Polémica escan- 
dalosa de Toro con Ibáñez y Alfonso.— Terrible desautorización del 
señor Barros Arana.— Principios aceptados por éste en esas negocia- 
ciones : son los mismos del tratado de 1881, que ahora reniega. — Las 
explicaciones de los ministros Irigoyen y Elizalde. — Razón de ser de 
la política chilena : la campaña periodística del doctor Bilbao. 



APÉNDICE 221 



CAPÍTULO V 

BL PACTO FIBRRO-SARRATBA. — SU SIGNIFICACIÓN Y SU RECHAZO 

CoDsecueDcias del fracaso Barros Arana.— La situación del Pacifico y 
la guerra de Chile con Bolivia 7 el Perú.— El pacto Fierro-Sarratea . 
— La ewpoBíción del ministro Montes de Oca.— Triunfo diplomático 
de Chile. — La circular del ministro Alfonso.— Jamás Chile crevó 

■r 

suya la Patagonia : una carta reservada del ministro Alfonso.— El 
rechazo del pacto. 

CAPÍTULO VI 

LA MISIÓN BALMACEDA . — DEPLORABLE DERROTA niPIX)MÁTICA ARGENTINA 

Chile envía á Balmaceda al principiar la guerra del Pacífico.— Palabras 
de Balmaceda sobre su misión.— £1 eiñpeño del ministro Montes de 
Oca por celebrar algún tratado. — La reserva del plenipotenciario Bal- 
maceda y su política de ganar tiempo.— Diversas proposiciones.— La 
memoria reservada que pasó Balmaceda.— Verdadero objeto de su 
misión : paralizar á la Argentina y asegurar la neutralidad, en cam- 
bio. . . de buenas palabras. — Cómo engañó á los estadistas argentinos.— 
La política argentina en presencia del conflicto del Pacífico.— La opi- 
nión del general Mitre. — Balmaceda obtuvo cuanto quiso, sin conce- 
der nada en cambio.— Grave responsabilidad délos hombres públicos 
argentinos, por esa derrota diplomática en aquel momento histórico. 



PARTE TERCERA 



EXAMEN crítico DEL MEMORIAL DEL PERITO BARROS ARANA 



CAPÍTULO VII 

La cuestión de límites entre Chile y la República Argentina, por Diego 
Barros Arana. 
§ 1* Antecedentes del tratado de límites de 1881, con respecto á la 

cordillera. 
§ 2* £1 tratado de límites de 1881 . 

§ 3* Aplicación del principio del dioortium aquarum, en la limita- 
ción geográfica. 



222 LA POLÍTICA ARGENTINA 

§ 4» El protocolo de 1893. 

§ 5* El hito de San Francisco. 

§ 6* La revisión del hito de San Francisco. 

§ 7* Conclusión. 

CAPÍTULO VIH 

EL PERITO BARROS ARANA Y SU MEMORIAL. — ¿ES CHILENA 8U DOCTRINA f 

La doctrina del dioortium aquarüm continental, Sa origen : controver- 
sia sobre los potreros andinos en 1847.— Loque entonces opinaron los 
gobiernos argentino j chileno.— Nuestro propósito : examinar crono- 
lógicamente la opinión de los estadistas chilenos.— El plan de defensa 
de 1810.— Decreto de la Junta Provisional, en 1811. — La proclama 
del padre Henríquez.— EVplan del general 0*Higgins, en 1815.— La 
Memoria del general Guido, en 1816.— Las instrucciones del virrey 
Pezuela, en 1817.— El reglamento orgánico de 1823.— Decretos y le- 
yes de ese año sobre «el mapa corográflco». — Las constituciones de 
Chile en 1822. 1823> 1828, 1828 j 1833.— Valor de este testimonio : la 
doctrina del ministro Ibáñez. — Decreto de 1826. — Contrato de Gay, 
1836.— Los nuevos obispados, de 1836.— La bula pontiflcia de 1840 y 
eategaatur del presidente Bulnes en 1843.— Erección del obispado de 
Ancud.— Tratado con España, en 1844.— Origen de la posesión de 
Punta Arenas: propaganda de Sarmiento.— Informe de Ingran, Es- 
piñeira y Barros.— Protesta argentina.— Opiniones chilenas en 1843 
y 1844.— El ministro Vial, en 1847.— Los potreros andinos : reclama- 
ción Girón.— £1 discurso de Bulnes, en 1848.— La declaración del 
plenipotenciario Rosales, en 1849.— El ministro Varas, en 1849.— Las 
instrucciones á Pissis. — Resumen de la marcha de la cuestión chile- 
no-argentina.— Avances de Chile en 1843, 1847, 1866, 1872, 1873 y 1876. 
El tratado de 1854.— La declaración de Lastarria, en 1866.— La polí- 
tica doble de los ministros Ibáñez y Alfonso. — La alianza de Chile 
con el Brasil.— Las doctrinas de la cancillería chilena ; resumen de 
sus contradicciones.— Las negociaciones de Chile con Bolivia: decla- 
raciones del ministro Walker Martínez, en 1874. 



CAPÍTULO IX 

REFUTACIÓN DI^. MEMORIAL 

Razón de esta refutación . — Las doctrinas del perito contradicen las de 
la cancillería de su país.— Alcance de la doctrina: suplantar la^on- 
tera arciflnia por una linea arti/tcial, viniendo Chile de este lado 
DE LOS Andes.- No puede dejarse perder la frontera arciflnia. — El 



APÉNDICE 223 

señor Barros Arana conflesa que Chile litigó de mala fe al pretender 
la Psx&gonití,-^ Primer argumento : acuerdo existente desde la colo- 
nia para aplicar el dioortium aquarum.-^Segundo argumento: el ma- 
pa de Pissis y los geógrafos argentinos.— Tercer argumento: el go- 
bierno argentino propuso en 1881 el dioortium aquarum,^ Cuarto 
argumento : el artículo 1* del tratado de 1881 consagra esa doctrina. — 
Quinto argumento : el trazado por las más altas cumbres sería eterno 
7 formaría zig-zsLgs .^ Seatto argumento: la doctrina del dioortium 
aquarum interoceánico la consagran los escritores, los tratados y la 
conveniencia de ambas panes. — Examen de esa doctrina: razones 
chilenas para sostenerla.— La convención de 1888.— El pacto de 1893. 
— El encadenamiento principal y las partes de ríos, — La cesión de 
las costas de los canales en el Pacífico. — Séptimo argumento: el hi- 
to de San Francisco ha sido bien colocado.— Estudio del asunto. — 
Dónde ha dicho Chile que pasa la oerdadera cordillera. — Responsa- 
bilidades. — Conclusión: razón que explica el memorial.— Cuál debe 
ser la solución. 

§ l'^ Los antecedentes del tratado de 1881. 

§ 2* i Quién propuso el dioortium aquarum f 

§ 3<* ¿ Hay ambigüedad en el artículo 1* f 

§ 4** La doctrina de la división interoceánica. 

§ 5* Por qué se empeña Chile en esa doctrina. 

§ 6* El protocolo de 1893. 

§ 7" El pretendido «hito» de San Francisco. 

§ 8* i Cabe el arbitraje 1 

§ 9<* Conclusiones. 

APÉNDICE 



I.— Exposición del doctor Irigoyen. 
§ 1* La cuestión de límites. 

§ 30 Refutación al memorial Barros Arana. 

§4» - - - 

§5* - - - 

II •— Política internacional. 

§ 1« ¿ Es posible una alianza entre el Brasil y Chile, después del fa- 
llo de Misiones 1 

§ 2* La política del Paraguay. 
III.— La política internacional en el Pacífico. 

§ 1* La ineptitud argentina.— El reciente tratado chileno-boliviano 
es una derrota vergonzosa nuestra.— 4 Qué hace la diplomacia na- 
cional ? 

§ 2* La diplomacia chilena. — Significado de los arreglos chileno- 
peruano-boliviano.— Actitud déla Argentina.— Consecuencias y 
pronósticos . 



224 LA POLÍTICA ARGENTINA 

§ 3* Diplomacia coya y política criolla.— El equilibrio internacional 
en el Pacífico. 

§ 4* El equilibrio sudamericano.— ¿Qué política internacional con- 
viene adoptar? 

§ 5* La Puna de Atacama.— 4 Qué dice la opinión boliviana f 
IV.— Conclusión. ] A- prepararse I 4 La guerra? 
V.— Tratados de límites con Chile. 

§ V El tratado de 1881. 

§ 2* Convención Lastarria-Uríburu. 

§ 3* Protocolo Quirno Gosta-Errázuriz. 
VI.— Bibliografía de la cuestión de límites. 
VIL— Mapas y planos. 

a) Trazado de las líneas verdadera y pretendida en la región del hito 
de San Francisco, según el ingeniero Bovio. 

b) La línea de las más altas cumbres, según el explorador Lista. 

c) La línea anticlinal entre los grados 24 y 88 latitud sur, según el 
geógrafo Pissis. 

d) El mapa chileno de Tornero. 

e) El trazado del Paso de San Francisco y corte ideal de la Cordi- 
llera, según el ingeniero Chapeaurouge . 

/j Trazado de la línea fronteriza, según el criterio del dioortium 
aquarum interoceánico y la regla de las más altas cumbres del 
encadenamiento principal, entre los grados 42 y 46, latitud sur, 
según el coronel Rhode. 



II 



PROTOCOLOS COMPLEMENTARIOS DEL TRATADO DE LÍMITES (1) 



Protocolo Matte-Quirno Costa 

En Santiago de Chile, á los seis días del mes de septiembre de 
mil ochocientos noventa y cinco, reunidos en la secretaria de re- 
laciones exteriores el señor don Norberto Quirno Costa, enyia- 



(1) En el libro La política chilena en el Plata, del mismo autor, se 
encuentran los documentos diplomáticos relativos á la negociación de lí- 
mites, anteriores á 1895, oiz : I« Tratado de 1891 ; 2« Convención Lastarria- 
Uriburu(1888); 3« Protocolo Quirno Costa-Errázuriz (1893). (Nota del 
editor.) 



APÉNDICE 225 

do extraordinario y ministro plenipotenciario de la República 
Argentina, y el señor don Claudio Matte, ministro del ramo, de- 
bidamente autorizados, dijeron que, animados sus respectivos 
gobiernos del propósito de que la demarcación de limites entre 
ambos países continúe sin interrupción, cumpliéndose los pactos 
internacionales de 1881, 1888 y 1893, acordaban lo siguiente : 

Primero, Los peritos dispondrán que las subcomisiones mix- 
tas de ayudantes demarcadores continúen sus trabajos de des- 
linde, saliendo aquellos para sus destinos, respectivamente, de 
Buenos Aires y Santiago, del quince de octubre al primero de 
noviembre próximo. 

Segundo, Dichas subcomisiones proseguirán sus trabajos des- 
de los puntos en que los suspendieron en la última temporada. 

Tercero, Si, en el curso de ellos, las subcomisiones mixtas 
no pudieran ponerse de acuerdo en la ubicación de alguno ó al- 
gunos hitos divisorios, levantarán, en cada caso, el plano res- 
pectivo, y, con el estudio del terreno, lo remitirán á los peritos, 
para que éstos, en uso de sus facultades, se empeñen en resolver 
la divergencia. Aun cuando se presentara el desacuerdo, las sub- 
comisiones continuarán la demarcación desde el punto más in- 
mediato á aquel en que se haya suscitado la dificultad, y en el 
mismo rumbo de sus trabajos, pues el propósito de los gobiernos 
es que no se suspendan hasta su terminación en toda la linea di- 
visoria. 

Cuarto. Si los peritos no llegaran á terminar las divergencias 
que pudieran presentarse en el curso de la demarcación, elevarán 
todos los antecedentes á sus respectivos gobiernos, á ñn de que 
éstos las solucionen con arreglo á los tratados vigentes entre am- 
bos países. 

Redactado el presente acuerdo en dos ejemplares de igual 
tenor, los señores ministros lo firmaron y le pusieron sus sellos. 

N. QuiRNo Costa. — Claudio Matte. 



Protocolo GuerrerO'Quirno Costa 

En la ciudad de Santiago de Chile, á diez y siete dias del 
mes de abril de mil ochocientos noventa y seis, reunidos en la 

15 



226 LA POLÍTICA ARGENTINA 

sala del despacho del ministerio de relaciones exteriores, el señor 
don Norberto Quirno Costa, enviado extraordinario y ministro 
plenipotenciario de la República Argentina en Chile, y el señor 
don Adolfo Guerrero, ministro del ramo, expusieron que los go- 
biernos de la República Argentina y de la República de Chile, 
deseando facilitar la leal ejecución de los tratados vigentes que 
fíjan un limite inconmovible entre ambos países* restablecer la 
confianza en la paz, y evitar toda causa de conflicto, persiguiendo» 
como siempre, el propósito de procurar soluciones por aveni- 
mientos directos, sin perjuicio de hacer efectivos los otros recur- 
sos conciliatorios que esos mismos pactos prescriben, han llegada 
al acuerdo que contienen las bases siguientes : 

Primera. Las operaciones de demarcación del limite entre la 
República Argentina y la República de Chile, que se ejecutan 
en conformidad al tratado de 1881 y al protocolo de 1893, se ex- 
tenderán EN LA CORDILLERA DE LOS ANDES hasta cl paralclo vciute 
y tres de latitud austral, debiendo trazarse la linea divisoria 
entre este paralelo y el veintiséis grados, cincuenta y dos minu- 
tos y cuarenta y cinco segundos, concurriendo á la operación 
ambos gobiernos y el gobierno de Bolivia, que será solicitado al 
efecto. 

Segunda. Sí ocurrieran divergencias entre los peritos al fijar 
EN LA CORDILLERA DE LOS ANDES los hítos divisorios al sur del 
paralelo 26° 52' y 45" y no pudieran allanarse amigablemente 
por acuerdo de amboá gobiernos, quedarán sometidas al fallo del 
gobierno de Su Magestad Británica, á quien las partes contra- 
tantes designan, desde ahora, con el carácter de arbitro encar- 
gado de aplicar estrictamente, en tales casos, las disposiciones 
del tratado y protocolo mencionados, previo estudio del terreno, 
por una comisión que el arbitro designará. 

Tercera. Los peritos procederán á efectuar el estudio del te- 
rreno en la región vecina al paralelo 52% de que trata la última 
parte del articulo segundo del protocolo de 1893, y propondrán 
la linea divisoria que alli debe adoptarse si resultare el caso pre- 
visto en dicha estipulación. Si hubiere divergencia para fijar es- 
ta linea, será también fijado por el arbitro designado en este 
convenio. 

Cuarta, Sesenta dias después de producida la divergencia, 
en los casos á que se refieren las bases anteriores, podrá solici- 



APÉNDICE 227 

tarse la intervención del arbitro por ambos gobiernos de común 
acuerdo, ó por cualquiera de ellos separadamente. 

Quinta. Convienen ambos gobiernos en que la actual ubica* 
ción del hito de San Francisco, entre los paralelos 26 y 27, no 
sea tomada en consideración como base ó antecedente obligato- 
rio para la determinación del deslinde en esa región, estimán- 
dose las operaciones y trabajos efectuados en ella en diversas 
épocas, como estudios para la fíjación definitiva de la linea, sin 
perjuicio de realizarse otros que los peritos tuvieran á bien dis- 
poner. ' 

Sexta. Los peritos, al reanudar sus trabajos en la próxima 
temporada, dispondrán las operaciones y estudios á que se re- 
fieren las bases primera y tercera de este acuerdo. 

Séptima. Convienen, asimismo, ambos gobiernos en ratificar 
el acuerdo tercero del acta de 6 de setiembre de 1895, para la 
prosecución de los trabajos de demarcación, en el caso que se 
presentara algún desacuerdo, á fin de que estos trabajos, como 
es el propósito de las partes contratantes, nunca sean interrum- 
pidos. 

Octava. Dentro del término de 60 dias después que hubiera 
sido firmado el presente acuerdo, los representantes diplomáti- 
cos de la República Argentina y de la República de Chile, acre- 
ditados cerca del gobierno de Su Majestad Británica, solicita- 
rán conjuntamente de estela aceptación del cargo de arbitro que 
se le confiere, á cuyo efecto los respectivos gobiernos impartirán 
las instrucciones necesarias. 

Novena. Los gobiernos de la República Argentina y de la 
República de Chile, abonarán por mitad los gastos que requiera 
el cumplimiento de este acuerdo. 

Los ministros infrahscriptos, en nombre de sus respectivos 
gobiernos y debidamente autorizados, firmaron el presente acuer- 
do en dos ejemplares, uno para cada parte, y les ponen sus 
sellos. 

N. QuiRNO Costa. — Adolfo Guerrero. 



228 LA POLÍTICA ARGENTINA 



III 



ACTA DE LOS PERITOS PARA LA FIJACIÓN DE LA LÍNEA 

GENERAL 

Ed la ciudad de Santiago de Chile, á 1^ del mes de mayo de 
1897,. reunidos en la oficina internacional de limites los peritos 
que suscriben, don Diego Barros Arana, por parte de la Repú- 
blica de Chile, y don Francisco P. Moreno, por parte de la Re- 
pública Argentina, después de cambiar algunas ide^s acerca de 
los medios de impulsar y apresurar los trabajos de demarcación, 
y para procurar hallarse en aptitud de resolver sobre la linea 
general de las fronteras^ al término de la temporada venidera 
de operaciones^ satisfaciendo así los anhelos de los gobiernos 
que representan; acordaron, en uso de las facultades que les con- 
fiere la cláusula 2* del convenio entre la República Argentina y 
Chile, de fecha 20 de agosto de 1888 : 

Primero. — Solicitar de sus respectivos gobiernos el nombra- 
miento detres ayudantes primeros, y tres segundos, los cuales for- 
marán tres nuevas subcomisiones que trabajarán en la cordillera 
de los Andes. Estas subcomisiones, verificarán sus operaciones: la 
primera, desde el grado 41 hasta el 44; la segunda, entre el grado 
44 y 47; y la tercera, entre el 47 y el 49° 30' aproximadamente. 

Segundo, — Solicitar igualmente de sus respectivos gobiernos 
el nombramiento del número de auxiliares que sean necesarios, 
para llevar con toda actividad los trabajos de las nuevas sub- 
comisiones, asi como los de las actualmente existentes. 

Tercero, — Si, durante las operaciones, se suscitasen diver- 
gencias entre los respectivos ayudantes sobre la ubicación de la 
línea divisoria, se proseguirán siempre, sin interrupción, los 
trabajos de reconocimiento y relevamiento del terreno hasta el 
término de la temporada. 

Los señores peritos levantaron y firmaron la presente acta en 
dos ejemplares. 

Diego Barros Arana. Francisco P. Moreno. 

Alejandro Bertrand. Diego González Victorica. 



APÉNDICE 229 



IV 



PROTOCOLO ROCHA-CANO 



Publicamos á continuación, por cez primera entre nosotros t el texto de 
la parte pertinente del protocolo Rocha-Cano, firmado en Sucre, el 12 de 
diciembre de 1895, por el ministro argentino Dardo Rocha, y el canciller 
boliviano Emeterio Cano. No podemos insertar íntegro el texto oficial, 
porque en la Argentina la cancillería parece haberlo ocultado cuidadosa- 
mente, pues ni rastros de la celebración do ese protocolo se encuentran en 
las MemoricLS de Relaciones Exteriores; la parte dispositiva que conoce- 
mos ha sido publicada oportunamente por la prensa de Bolivia, de donde 
la sacamos, pero hemos solicitado del exdiplomático Rocha se sirva de- 
cirnos si el texto es fidedigno, y no hemos obtenido más respuesta que 
indicarnos lo comprobáramos en la Casa Rosada. Hemos renunciado á 
ello, pues nuestra cancillería parece haber cobrado un singular ho- 
rror á publicar hasta las piezas diplomáticas más inocuas, lo que da á 
las Memorias el aspecto de informes consulares inofensivos; mientras 
que, en Chile, Bolivia y el Perú, las cancillerías publican todo lo que in- 
teresa á los asuntos internacionales y no ha sido materia de reserva espe- 
cial... y á veces hasta esto mismo, haciéndolo llegar ala prensa en forma 
oficiosa. Tal ha pasado con el protocolo Rocha-Cano : lo curioso del caso 
es que no lo hemos visto reproducido en la prensa argentina. 

Esto protocolo se publicó en Bolivia, con motivo de una ardiente polé- 
mica, provocada por la actitud del congreso chileno al negar su aproba- 
ción á los pactos boliviano-chilenos, es decir, al protocolo Matta-Cano, pe- 
ro aceptando el tratado Barros Borgoño-Gutiérrez. «Es incalificable esa 
conducta — decía un diario de Sucre— porque si se obtuvo mayoría en el 
congreso de Bolivia para aprobar los tratados de mayo, fué expresa y ex- 
clusivamente á condición de que el gobierno los complementara, celebran- 
do al mismo tiempo dos protocolos : V el protocolo Matta-CanOy en el 
que se declara que el tratado Barros Borgoño-Gutiérrez está subordinado 
á la condición resolutoria de qne el puerto que Chile dó á Bolivia, satis- 
faga ampliamente sus necesidades presentes y futuras ; 2<* el protocolo 
Rocha-CanOy por el que consta que el territorio de la Puna, cedido por 
Bolivia á la Argentina en 1889, y abusivamente detentado por Chile, tiene 
por límite con esa nación el de 1874, es decir, la línea anticlinal de Pis- 
sis y Mujía. El primero de esos protocolos fué firmado en diciembre 9 de 
1895, el segundo en diciembre 12, es decir, tres días después, coincidien- 
do esa fecha con la votación del congreso aprobando los pactos chileno- 
bolivianos. Hoy Chile aprueba sólo la transferencia contenida en el tra- 
tado est^lionatario Barros Borgoño-Gutiérrez, y encarpeta el protocolo 
Matta-Cano, sin el cual jamás habría sido aprobado aquel arreglo ; maña- 



230 LA política argentina 

na querrá desconocer el protocolo Rocha- Cano« y promovernos una nue- 
va cuestión por la ocupación de la Puna, para provocarnos dificultades 
con la República Argentina. Es necesario, pues, precaverse, y que el país 
sepa que Bolivia se ha comprometido á la garantía de eoicción respecto 
de aquel territorio, pues no signiflca otra cosa el compromiso solemne 
contraido por el presidente de la república, entonces ministro boliviano 
en buenos Aires, don Mariano Baptista.en nota de enero 29 de 189S, ho}' 
convertida en obligación perfecta y absoluta de nuestro gobierno, por el 
protocolo de diciembre 12 del año pasado». 

Se ve, pues, cuál es la importancia del protocolo que se reproduce á 
continuación, y cuya celebración bastaría para haber hecho benéfica la 
misión Rocha. Esta tiene á su haber otros títulos á la consideración del 
país, pues, si hemos de atenernos á las revelaciones que entonces hizo 
la prensa de Lima, se debió á la intervención eficaz del diplomático ar- 
gentino el evitar un rompimiento entre Bolivia y el Perú, y hacer recibir 
por el gobierno de Sucre, como enviado peruano, al doctor Riva Agüero. 
No encontramos tampoco rastro alguno de esto en nuestras Memorias de 
Relaciones Exteriores^ pero tampoco, que sepamos, han sido desautori- 
zadas aquellas versiones de la prensa de Bolivia y el Perú. 

He aquí ahora el texto publicado por los diarios de Bolivia : 



... expresó el excino. señor Rocha : Que, con el objeto de evi- 
tar toda difícultad que pudiera presentarse al fíel cumplimiento 
del tratado de limites argentino-boliviano, canjeado en 10 de mar- 
zo de 1893, la República de Bolivia debe salvar expresamente 
los derechos á la Puna de Atacama, reconocidos por ella á la Ar- 
gentina en el tratado á que se hace referencia al principio, y de- 
clarar en el presente protocolo, de acuerdo con las seguridades 
dadas con anterioridad, y entre otras ocasiones, en nota de 29 de 
enero de 1892, dirigida por el excmo. señor doctor don Mariano 
Baptista, en Buenos Aires, al ministro de relaciones exteriores 
argentino, y ratificada por el ministro de relaciones exteriores 
boliviano, con fecha 26 de abril del mismo año: que, por pacto 
alguno ha sometido á jurisdicción extraña, ni consentido en la 
ocupación de territorios al sur del paralelo 23, ni al oriente de la 
linea anticlinal ó de ¿as altas cumbres de la cordillera de los 
Andes; por el contrario, ha procedido como lo ha expresado en 
la citada nota de 29 de enero, siendo reconocidas á la República 
Argentina todas las ¿ierras situadas al oriente de esa linea, y 
al sur del paralelo 23, desde su intersección con ella hasta Sa- 
palegui, las que, en tal virtud, quedan unidas con las tierras con- 
sideradas en todo tiempo como argentinas ; que, en consecuen- 



APÉNDICE 231 

cia, espera igualmente que Bolivia coDcurra eficazmente á la de- 
socupación de esa zona, haciendo las gestiones necesarias y dan- 
do las órdenes correspondientes á sus autoridades en ella, para 
la entregaála República Argentina, luego que se verifique la de- 
limitación con arreglo al artículo 2"" del tratado de limites. 

El señor ministro de relaciones exteriores, expuso : que, de- 
seando mantener las cordiales relaciones de paz 7 amistad con 
la República Argentina, reitera, en cuanto á los derechos cedi- 
dos á ésta en el territorio de Atacama, por el tratado de limites 
canjeado en 10 de marzo de 1893, las declaraciones contenidas 
en el oficio explícito de respuesta, dado por nuestro enviado ex- 
traordinario y ministro plenipotenciario, doctor don Mariano 
Baptista, fecha 29 de enero de 1892, al igual de 8 del mismo 
mes. Por lo demás, defiere á lo pedido por el excmo. señor Rocha 
y y en cuanto á la demarcación sobre el terreno, se verificará por 
peritos, á que se refiere el artículo 2° del tratado argentino-bo- 
liviano. 

El presente protocolo será considerado como parte adicional ó 
integrante del referido tratado, y sometido como tal á la aproba- 
ción de los respectivos gobiernos. 



índice 



Advertencia 



CAPÍTULO PRIMERO 



BL PACTO MATTB-QUIRNO COSTA Y EL ARBITRAJE 



La táctica chilena : 1881-1893-1895 9 

Inflaencia del presente pacto en la política de Bolivia y el Perú.. 13 

El antagonismo de los criterios argentino y chileno 16 

4 Qué se entiende por caso de arbitraje f 20 

Doctrina sostenida por Chile en el congreso pan-americano de 

Washington, en 1890 21 

Aplicación á nuestra cuestión 25 



CAPÍTULO SEGUNDO 



EL PROTOCOLO GUERRERO-QUIRNO COSTA 

La opinión argentina y chilena : los escritos de Rawson y las cartas 

de Ibáñez 29 

Caracteres distintivos de la política internacional argentina 84 



234 LA POLÍTICA ARGENTINA 

La aspiración chilena 37 

Característica del presente protocolo -. 40 

El arbitraje pactado 42 

Análisis del nuevo convenio : su preámbulo y sus diversos artí- 
culo^ 43 

Conclusiones 48 



CAPÍTULO TERCERO 



LA DIPLOMACIA CHILBNA V LA « HABILIDAD » ARGENTINA 

£1 libro de Moreno y el alegato de Barros Arana 49 

Las pretensiones de Bulnes 51 

índole y alcances del libro del perito argentino : los especialistas 

del Museo de La Plata 53 

Los trabajos de Barros Arana y los técnicos de la Universidad de 

Chile 54 

Las publicaciones del Anuario hidrográfico de Chile, y las del 

Boletin del Instituto Geográfico argentino 55 

La solución del arbitraje preparado por Chile en su favor : su 

propaganda en Europa 57 

La cuestión de la Puna, excluida del arbitraje, y hoy paralizada : 

la concurrencia de Bolivia 60 

La presente a^tación periodística en Chile : tendencias de su poli- 
tica internacional 63 

Actitud argentina : su debilidad ante la arrogancia chilena....... 65 

Influencia de la política interna de Chile sobre la cuestión externa. 67 
La solución del conflicto debe ser pacífica, próxima y definitiva. . . 68 



CAPÍTULO CUARTO 



LA POLÍTICA ARGENTINA EN LA CUESTIÓN DE LÍ.MITES CON CHILE 

Y SU INFLUENCIA SOBRE 
EL EQUILIBRIO CONTINENTAL SUDAMERICANO 

Razón de ser de esta entrevista 71 

Estado actual del litigio 72 

El procedimiento arbitral 73 



ÍNDICE 235 

Los peritos son jueces arbitros ea primera instancia 73 

Los gobiernos son simples litigantes, que no deben intervenir en 

las funciones de los jueces 74 

Su acuerdo implica fallo : si hay discordancia procede la apela- 
ción ante el arbitro tercero en discordia, constituido en tribunal 

de segunda instancia, cuya sentencia es dednitiva 75 

I Existe chicana de parte de alguno de los litigantes para trabar ó 

entorpecer el juicio t 76 

Análisis de todo procedimiento judicial en caso de jurisdicción ar- 
bitral : su aplicación al litigio de limites , 77 

Los autos a en estado de sentencia »; los trabajos de exploración 
terminados; inminencia de la sentencia arbitral ó sea de la deci- 
sión de los peritos 78 

Incorrección de la intervención de las partes en ese estado del li- 
tigio 79 

Causa de los tropiezos eu la demarcación 80 

Actitud del perito Barros Arana 81 

Las demoras de 1881 á 188^ 82 

Por qué nada se hizo durante las temporadas de 1892 y 1893 82 

El protocolo de 1893 : la doctrina del dcoortium aquarum inter- 
oceánico y las « partes de rio » 83 

La obstrucción de Barros Arana : pérdida de las temporadas de 

1894 y 1895 83 

El convenio de 1896: 83 

Esterilidad de los trabajos por causa de las instrucciones capciosas 

de Barros Arana 84 

Actitud del perito Moreno : el acta de mayo V de 1897 84 

El perito chileno declara en marzo último que necesita de dos á 

tres años para completar sus trabajos 84 

Notable declaración del ministro Carlos Walker Martínez 85 

La última Memoria de Relaciones Exteriores de Chile 85 

Causas verdaderas de la perturbación presente 86 

La política continental y la hegemonía sudamericana 87 

Pretextos actuales y perturbación que causan 87 

La aspiración chilena ; la actitud argentina 88 

Soluciones al problema político : con Chile ó contra Chile 88 

La alianza chileno-brasilera : declaración del almirante Mello 88 

Nuestra política del « aislamiento soberbio » : cómo la hemos prac- 
ticado 90 

Necesidad de cambiar de rumbo 91 

La « gran política» 93 

La tradición de la cancillería argentina 94 

La política de la triple alianza 95 

Efectos de nuestro cambio de orientación : el conflicto del Pacíñco 

y la impotencia argentina 96 

La opinión de un diplomático 100 

Cambio actual de la opinión 101 

El desequilibrio militar entre Chile y la Argentina 103 



236 LA POLÍTICA ARGENTINA 

Nuestra falta de previsión 107 

La arrogancia chilena : busca una quinta cesión, para completar 

las cesiones de 1881. 1893, 1895 y 1896 109 

Razones que influyen para que Chile extreme sus pretensiones. . . . 110 
La intepretación económica de la historia : causas de las guerras 
exteriores de Chile; la crisis del trigo y la guerra de 1836; la baja 
del cobre y la campaña de 1879; la ruina del salitre y la situación 

actual 111 

Situación política de la América del Sur 113 

Colombia y Venezuela 113 

El Ecuador 113 

El Brasil : cuál será su actitud 114 

Las naciones del Pacífico : el grupo rio-platense 115 

Estudio de la política internacional de Chile 116 

La actitud del Perú y de Bolivia : análisis histórico 118 

Característica de aquellos tres países 119 

La política prusiana de Chile : su choque con la Argentina 120 

Su criterio respecto de nosotros : Korner y los políticos trasandinos. 121 
Influencia de la organización política de Chile en su tendencia in- 
ternacional 122 

Antagonismo histórico entre Chile y la Argentina 123 

Necesidad de expansión territorial de Chile : la configuración geo- 
gráfica lo obliga á ser agresivo 124 

Como pueblo montañés codicia las llanuras 126 

Comparación entre el porvenir de Chile y la Argentina : rasgos que 

los diferencian; causas que los distancian 127 

Aspiración violenta por la paz en la Argentina : influencia que ten- 
drá una guerra sobre el carácter nacional 130 

Los países pobres y los países ricos, en caso de guerra 131 

4 Es auspicioso el momento para Chile f 134 

Los tratados chileno -bolivianos y el protocolo peruano-chileno: 

estado de la opinión pública en Holivia y el Perú 135 

Su actitud en un conflicto argentino-chileno 138 

La actitud de la prensa chilena 140 

Razones para no creer en la guerra 141 

Las declaraciones del ministro Carlos Waiker Martínez, referentes 
al dioorttum aquarum : su opinión terminante en favor del enea- 

denanuento principal de la cordillera 142 

La ayuda de la providencia 143 

La situación económica de Chile : el papel moneda y la crisis finan- 
ciera 143 

Causas del krach 144 

Influencia de Barros Arana en la militarización del país 145 

La demarcación técnica de la línea fronteriza 147 

Característica de los trabajos de las comisiones demarcadoras de 

Chile y nuestra 148 

La presión diplomática de Chile y las « indiscreciones » de sus 

funcionarios 149 



índice 237 

¿ A qué tienden ? 150 

Las tendencias pacílScas de los expresidentes argentinos y las de- 
claraciones chilenas sobre arbitraje « ilimitado » 153 

La reunión de los peritos en agosto 155 

Carácter del debate , 157 

Brevedad y súbita disconformidad 158 

Cuestión de los respectivos criterios 159 

Corrección de la actitud argentina : los trabajos y la actitud del 

perito Moreno 160 

Confesión del perito chileno sobre zonas inexploradas : la región 

del 47 al 49 Vt grados latitud sud 161 

El prejnzgamiento de Barros Arana y su actitud de obstrucción 

sistemática 162 

El dilema chileno 163 

El conflicto 164 

Singularidad del extemporáneo reclamo sobre San Martín de los 

Andes 165 

Tenacidad por rehuir el debate sobre los planos, y pretender un 

arbitraje « ilimitado » sobre las reglas de demarcación 166 

Recientes maniobras diplomáticas de Chile : la solicitud del comer- 
cio británico de Valparaíso y la exploración oficiosa de la can- 
cillería inglesa 167 

Requerimiento chileno para otra mediación italiana 168 

Sólo cabe el arbitraje estipulado por el tratado de 1896 en la forma, 

términos y condiciones en detalle señalados en dicho pacto 169 

Explicación de la pertinacia chilena por hacer caso omiso de las 

estipulaciones pactadas 171 

Las « indiscreciones » súbitas y concurrente de los diplomáticos 

chilenos en diversos países 178 

La presión de la situación política y social de Chile sobre la acti- 
tud de su cancillería 174 

La solución directa del conflicto 176 

4 Cabe una transacción dentro de la cordillera f 177 

Necesidad do la previa eliminación de Barros Arana, como perito. 178 

Posibilidad y ventajas de un arreglo directo 179 

Alternativa : actitud eventual belicosa de Chile : pretensión de for- 
zar por si solo el arbitraje sobre lo que sostiene y con presciuden- 

cia de lo estipulado 180 

Actitud eventual argentina 181 

La opinión de los escritores chilenos 182 

El sofisma de Barros Arana 183 

Antecedentes : declaraciones de Lastarria 184 

Declaraciones del presidente Bulnes 184 

Actitud contraria del escritor Bulnes 185 

Su doctrina sobre « la neutralización » del Estrecho : sólo para la 

paz y no para la guerra 185 

La buena fe de la cancillería chilena : opinión de Bilbao 186 

La carta del canciller Alfonso 186 



238 LA POLÍTICA ARGENTINA 

El criterio orográñco y el criterio hidrográfico, en el tratado chileno- 

bollTíano 187 

La línea norte queda en suspenso 188 

Necesidad de solucionar conjuntamente el conflicto de la demarca- 
ción en el norte y en el sur : actitud reticente del perito chileno. 189 

El interés de la política chilena en esto 189 

Las conveniencias de la política argentina 191 

La actitud de la política boliviana 192 

La opinión del expresidente Pellegrini 192 

Cómo ha sido apreciada en Chile 193 

Su insinuación en favor de una alianza chileno-argentina 194 

Efecto de la proposición en Bolivia y Perú 195 

¿Es posible garantizar la estabilidad del equilibrio político sudame- 
ricano, prescindiendo del Brasil 1 195 

El peligro yaukee 196 

Necesidad de rumbo definitivo para la política internacional argen- 
tina en Sud-América 197 



CAPÍTULO QUINTO 



LA CUESTIÓN DE LA PUNA. — EL CONFLICTO BOLIVIANO-CHILENO-ARGBNTINO 



El libro del diputado boliviano Iturralde 199 

Las aspiraciones de Chile á « poloaizar y> la provincia de Lípez .... 201 

Literatura boliviana sobre la cuestión Atacama 202 

La demarcación Pissis-Mujia, de 1870 2()4 

El protocolo Lindsay-Corral, de 1872 205 

El tratado Walker Martinez-Baptista. de 1874 205 

La ley chilena sobre Antofagasta, de 1888 : protesta del diplomático 

boliviano Terrazas 206 

Las exploraciones de San Román y Bertrand 207 

La ley boliviana de 1886 sobre la Puna 208 

El protocolo Carrillo-Zañartú 209 

La ocupación chilena de la Puna, en 1887 209 

Precedentes : ocupación de Mejilloues, en 1842 210 

La diplomacia de la Junta de Iquique : el protocolo Reyes Ortiz- 

Matta, de 1891 211 

La protesta argentina, de 1892 : amplia satisfacción de Bolivia 212 

El tratado Barros Borgoño-Gutierrez, de 1895' 213 

La garantía de eoícción del ministro boliviano Baptista 214 

El limite internacional en la línea anticlinal 215 

El sofisma de Barros Arana, según la opinión boliviana 216 



ÍNDICE 239 



APÉNDICE 



I. El contenido de La política chilena vn el Plata 219 

II. Protocolos complementarios del tratado de límites : 

El pacto de 1895 224 

El convenio de 1896 225 

III. Acta de los peritos para la fijación de la linea general 228 

IV . El protocolo Rocha-Cano 229 



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