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Full text of "La verdad católica"

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\ 


U  VDlll]  CAmiCll. 


•*ÍM* 


PERIÓDICO  RELIGIOSO 


DEDICADO 


MARÍA  santísima, 

iN  II  iiDnBio  DI  tu  \mm.ai  ncipcm. 


PDBLICAI>0 


C4»M  iPKMICIOS  f  CBiISURA  ECLESlMTICIt. 


TOMO  ¥11. 


IMPRENTA  DEL  TIEMPO, 

OALu  na  cvBA,  ireiinu)  87. 

1861. 


'  #i#  »i  I II  m 


THE  NEW  YORK 

ASTOíH.  LENOX  ANfJ 

I  TlLDivN  FOUNDATiüiNS  I 

I        ^  1930  L        I 


LA  VEgDAP  CATÓLICA. 

CUARTO  AAO  DE  LA  ''VERDAD  CATÓLICA." 


A  miESTROS  SUSCRITORES. 


L  comenzar  esta  publicación,  tres  años  há,  cumplía* 
^mos  un  deseo  de  nuestro  corazón,  y  llenábamos  una 
fd!)  exigencia  de  nuestra  época.  ¿Acaso  ese  deseo  se  ha 
esterilizado  en  nuestro  corazón,  y  esa  exigencia  ya  no 
existe?  Ni  lo  uno  ni  lo  otro:  he  aquf  el  motivo  por- 
que  hoy  continuamos  nuestra  ardua  tarea,  comenzan- 
do el  cuarto  ano  de  esta  publicación.  Quizá  si  hubiésemos 
visto  4  la  Iglesia  y  á  su  Poutf6ce  triunfantes,  hubiésemos  da- 
do tregua  á  nuestro^  incesantes  trabajos,  que  bien  sabe  Dios 
los  hemos  sostenido  por  su  causa  y  por  su  gloria;  pero  la 
Iglesia  hoy  se  ve  mas  que  nunca  combatida  y  su  Pontífice 
roas  que  nunca  perseguido,  y  mengua  fuera  abandonar  en 
las  actuales  circunstancias  la  defensa  de  los  mas  caros  inte- 
reses para  los  verdaderos  católicos.  Tres  años  de  continuos 
afanes,  y  do  pocos  sinsabores,  bastan  para  producir  .cansan- 
cio al  espíritu,  y  no  poca  fatiga  á  fuerzas  intelectuales  tan 
flacas  como  las  nuestras;  pero  ¿quién  que  de  veras  ama*  sien- 
te sus  propios  males,  cuando  ve  sufrir  á  los  objetos  amados? 
No  busquemos  reposo,  no  demos  tregua  á  nuestra  fatiga, 
corramos  ai  lado  ae  la  Iglesia  y  del  Pontífice,  su  causa  es 


4  LA  VBBDAD  CATÓLICA. 

nuestra,  su  triunfo  nuestro  también  será,  y  si  es  necesario 
sucumbir,  sucumbiremos  envueltos  en  tan  gloriosas  ruinas. 
Bien  conocemos  que  Dios  jamas  abandona  á  su  Iglesia  y  á 
su  Pontífice,  si  bien  los  sujeta  á  prolongados  combates  y  du- 
ras pruebas;  y  los  que  tengan  valor  bastante  para  no  abdicar 
de  sus  mas  firmes  creencias,  sobreponiéndose  á  toda  mezqui- 
na consideración  política  y  social,  deben  sufrir  esas  mismas 
pruebas  y  sostener  tan  rudos  combates.  ¡Oh  Virgen  Inma- 
culada! tú  qiie  lees  en  nuestros  corazones  sabes  con  cuánta 
abnegación  y  valor  hemos  tratado  de  sostener  la  causa  de  Tu 
Bnio,  de  su  Iglesia  y  de  su  Pontífice;  redobla  en  nosotros  ese 
valor,  para  que  con  ardor  siempre  creciente  continuemos  pe- 
leando las  santas  batallas  del  Señor,  y  que  tu  nombre  dulcí- 
simo sea  nuestro  grito  de  guerra,  y  también  nuestro  himno 
de  triunfo. 


Oomlngo  ft  de  Mayo  de  i§61. 


SECCIÓN  RELIGIOSA. 


CABTA  PASTORAL 
4tl  Bx«M.  « litaM.  8r.  Ollip*4e  U  lakaM. 


nos  DOCTOR  D.  FRANCISCO  FLEIX  T  80LAN8, 

9or  la  gracia  de  Dios  y  de  la  Santa  Sede  Apostólica  Obispo  de 
la  Haliana,  Caballero  gran  crní  de  la  Real  y  muy  distingui- 
da orden  espaftola  de  Carlos  III  y  de  la  Americana  de  Isabel 
la  Católica,  Protector  de  la  Sociedad  de  Beneficencia  de  Na- 
turales de  Catalnfia,  Capellán  de  honor  y  Predicador  de  núme- 
ro de  S.  M.,  de  sn  Consejo  éc.  ée. 

Á  NUESTRO  MUY  VENEBABI^  DEAN  Y  CABILDO^   CLERO  T  FIELES 
DE  NUESTRA  DIÓCESIS,  SALUD  EN  N.  S.  J. 

£d  medio  de  los  furiosos  y  violentos  embates  que  actual- 
mente agitan  y  conmueven  la  barquilla  de  San  Pedro,  es  un 
consuelo  ver  cómo  el  Señor,  grande  en  misericordia,  mantie- 
ne firme  y  sereno  el  ánimo  del  piloto  á  quien  está  encomen- 
dado el  timón  para  guiarla  y  sacarla  ilesa  en  medio  de  los 
horrores  del  mas  furioso  y  terrible  huracán.  Si  en  todos  tiem- 
pos fué  ostensible  la  particular  asistencia  del  Espíritu-Santo 
sobre  su  Iglesia,  según  la  promesa  de  su  Divino  Fundador, 
en  los  nuestros  se  deja  ver  de  nn  modo  admirable  y  patente, 
y  aun  esperamos  se  patentizará  mas  según  que  arrecie  la 
tempestad  que  por  todas  partes  ruge  con  un  furor  que  ame- 
naza aamergirla,  y  la  baria  zozobrar  irremisiblemente  si  no 


6  LA  VSSDAD  OATéllCk. 

estuviera  sostenida  por  el  dedo  invisible  y  poderoso  de 
Dios. 

Solamente  una  asistencia  especial  del  Espíritu  Santo  pa- 
diera  hacer  que  nuestro  amado  y  perseguido  Pontífice  estu- 
viera atento  y  solícito  en  tan  críticas  como  turbulentas  cir- 
cunstancias á  todas  y  cada  una  de  las  Diócesis  que  compo- 
nen el  rebaño  universal  que  le  está  confiado. 

Para  darle  una  prueba  mas  de  nuestra  adhesión,  venera- 
ción y  respeto,  y  del  que  vosotros,  Hermanos  é  Hijos  nues- 
tros, le  profesáis,  le  dirigimos  una  carta  de  filial  amor,  ex- 
presándole la  aflicción  de  nuestro  espíritu  y  del  vuestro, 
atestándole  contara  siempre  con  nuestra)  fidelidad  y  constan- 
cia y  la  de  todos  vosotros.  En  prueba  de  lo  cual  I9  envia- 
mos por  conducto  del  Excmo.  Sr.  Nuncio  en  Madrid  las  can- 
tidades cuestadas  no  solamente  en  nuestro  Obispado,  sino 
también  las  reunidas  en  el  Arzobispado  de  Cuba,  cuyas  su- 
mas ascendieron  á  19.000$  en  el  Arzobispado  y  á  58.664  en 
nuestro  Obispado,  que  componen  el  total  de  77.664$,  resul- 
tado de  la  invitación  que  os  hicimos,  y  á  la  cual  os  dignasteis 
corresponder,  depositando  cada  uno  de  vosotros  su  óbolo, 
expresión  de  vuestra  veneración,  amor  y  respeto  al  Vicario 
de  Jesucristo. 

Lleno  nuestro  Santísimo  Padre  de  una  bondad,  solicitud 
y  dulzura,  nunca  en  él  desmentidas  y  cada  dia  mas  acrisola- 
das, nos  envía  una  ca^^ta  llena  de  amor  y  agradecinñientUí  en 
la  cual,  como  si  no  fuera  obligación  nuestra  permanecer  siem- 
pre unidos  á  la  cabeza  de  Jesucristo  cual  miembros  de  un 
mismo  cuerpo,  y  como  si  no  debiéramos  atender  á  su  tribu- 
lación iLCtual  con  los  recursos  y  medios  que  estén  á  nuestro 
alcance  cual  hijos  fieles  y  agradecidos,  nos  da  las  mas  expre- 
sivas gracias,  y  nos  encarga  muy  encarecidamente  os  las  de- 
mos también  en  su  nombre;  suplicándonos  continuemos  to- 
dos ofreciendo  al  Señor,  rico  en  misericordia,  fervorosísimas 
oraciones,  á  fin  de  que  disipe  la  terrible  tempestad  que  ruge 
sobr*^  su  Iglesia.  Y  para  consuelo  nuestro  y  satisfacción  de 
todos  vosotros,  os  trascribimos  íntegra  sn  amorosa  y  bené- 
vola curta,  en  la  cual  nos  muestra  á  todos  su  gratitnd,  de- 
mandándonos nuevamente  nuestras  oraciones.  Dice  así: 

A  Nuestro  Venerable  Hermano  Francisco,  Obispo  de  San  Cris- 
tóbal de  la  Habana,  en  las  Indias  Occidentales. 

Pío  IX,  PAPA. — Venerable  Hermano,  salud  y  bendición 
Apostólica.  Con  suma  verdad  juzgas,  Venerable  Hermano, 


LA  TEBDAD  CAT6uCA.  7 

qae  Nos,  eo  medio  de  las  cruejfsimas  angastias  con  qne  es- 
tamos oprimidos,  recibimos  un  consuelo  no  pequeño  de  las 
brillantes  expresiones  de  fidelidad,  respeto  y  veneración  que 
los  Venerables  Hermanos  los  Obispos  de  todo  el  Orbe  Cató- 
lico 7  los  fieles  encomendados  á  su  solicitud  se  glorian  pre- 
sentar continuamente  á  Nos  y  á  esta  cátedra  de  Pedro.  De 
aquí  puedes  Tá  mismo  inferir  sin  dificultad  cuan  grata  Nos 
habrá  sido   tu  respetuosísima  y  afectuosísima  carta,  fecha 
del  dia  11  de  Diciembre  del  año  anterior,  que  pocohá  hemos 
recibido.  Porque  por  la  misma  hemos  reconocido  mas  y  mas 
tQ  insigne  acatamiento,  amor  y  veneración,   y  loa  de  ese  tu 
Clero  y  Pueblo  fiel  hacia  Nos  y  hacia  esta  Santa  Sede,  y  tu 
acerbísimo  pesar  y  dolor  y  los  del  mismo  Clero  y  Pueblo  por 
causa  de  los  atentados  malísimos  y  del  todo  sacrilegos  con 
que  los  enemigos  de  Dios  y  de  los  hombres,  mediante  ciertos 
ardides  y  tramas  malignas,  hacen  guerracruelísimaá  la  Igle- 
sia Católica,  á  esta  Sede  Apostólica  y  áNus,  y  hollando  todo 
derecho  divino  y  humano,   invaden,  usurpan   y  echan  por 
tierra  el  Principado  Civil  Nuestro  y  de  la  misma  Sede.  Y 
también  hemos  conocido.  Venerable  Hermano,  con  qué  dili- 
gencia y  empeño  verdaderamente  singulares  te  has  apresu- 
rado en  unión  de  esos  fieles  á  aliviar  Nuestras  grandísimas 
angustias,  habiendo  cuidado  de  que  puedan  ser  remitidos  á 
Nos  por  el  Nuncio  Apostólico  en  España  cincuenta  .y  siete 
mil  escudos  de  moneda  romana.  Y  así,  Venerable  Hermano, 
mientras  que  aseguramos  en  gran  manera  los  sentimientos  de 
Nuestro  corazón  agradecidísimo  contigo,  te  pedimos  encare- 
cidamente que  en  Nuestro  nombre  des  con  palabras  afectuo- 
sísimas á  ese  tu  Clero;  Pueblo  muchas  gracias.  Continúa, 
pues«  con  el  mismo  Clero  y  Pueblo,  dirigiendo   á  Dios,  rico 
en  misericordia,  fervorosísimas  súplicas,  á  fin  de  que  disipe 
tan  horrible  tempestad,  y  aparte  dü  su  Santa  Iglesia  tantos 
y  tan  grandes  peligros,  y  la  hermosee  y  aumente  con  nuevos 
y  mas  brillantes  triunfos  en  toda  la  redondez  de  la  tierra,  y 
Nos  ayude,  fortalezca  y  consuele  en  toda  Nuestra  tribula- 
ción. No  dudamos  en  verdad  que,  en  vista  de  esta  iniquidad 
tac  grande  del  siglo,  y  de  tanta  conculcación  de  todos  los 
derechos  divinos  y  humanos,  y  de  la  persecución  contra  nues- 
tra Beligión  divina  empleas  todos  los  medios,  según  tu  dis- 
tinguida piedad  y  celo  Episcopal,  para  defender  valerosamen- 
te la  causa  de  la  misma  Religión,  y  procurar   próvida  y  sa- 
biamente la  salvación  de  tu   grey,  refutar  los  multiplica- 
dos y  funestísimos  errores  de  los  hombres  enemigos,  y  repri- 
mir y  ahogar  sus  conatos.  Finalmente,  os  damos  muy  cari* 


8  LA  VBfiDAD  CAT6UCA. 

ñosamente  de  lo  íotímo  de  Nuestro  corazón  á  Tí  mismo, 
Venerable  Hermano,  y  á  todos  los  Clérigos  y  legos  iBeles 
confiados  á  tu  solicitud,  la  Bendición  Apostólica,  presagio 
de  todos  los  dones  celestiales  y  prenda  de  *  Nuestra  especial 
benevolencia  para  contigo.  Dado  en  Roma,  en  San  Pedro,  el 
dia  21  de  Enero  del  año  de  1861. — Año  decimoquinto  de 
Nuestro  Pontificado. — Pió  JX,  Papa. 

No  puede  ser.  Venerables  hermanos  é  hijos  nuestros,  mas 
consolador  el  lenguaje  que  nuestro  Santísimo  Padre,  Heno 
de  una  fe  y  confianza  dignas  del  sucesor  de  San  Pedro  y  del 
representante  de  Jesucristo  en  la  tierra,  usa  para  pemrnos 
que  oremos  con  fervor  y  constancia  por  la  causa  de  la  Igle- 
sia que  le  está  confiada.  No  de  otra  parte  puede  venir  el 
consuelo  y  la  ayuda  sino  de  Dios.  "La  oración  perseverante 
del  justo  vale  mucho,  dice  el  Apóstol  Santiago;  Elias  era 
hombre  semejante  á  nosotros,  sugeto  á  padecer;  hizo  oración 
para  que  no  lloviese  sobre  la  tierra,  y  por  tres  años  y  medio 
no  llovió;  y  oró  de  nuevo,  y  el  cielo  dio  lluvia,  y  la  tierra  su 
fruto." 

Las  puertas  del  infierno  comprimidas  antes  por  el  brazo 
fuerte  de  Dios  parecen  abiertas  ahora  de  par  en  par,  para 
dar  libre  salida  al  espíritu  maligno,  que,  capitaneando  sus 
innumerables  huestes,  amenaza  sobreponerse  y  anonadar  á 
los  hijos  de  Dios.  No  parece  sino  que  le  ha  sido  concedido 
ahora  á  Satanás  lo  que  en  otro  tiempo  pidió  hacer  con  los 
discípulos  de  Jesucristo,  cuando  el  Divino  Maestro  estaba 
para  ser  entregado  en  manos  de  sus  enemigos:  "Mira,  Pedro, 
que  Satanás  os  ha  pedido  para  zarandearos  como  trigo;  pero 
yo  he  rogado  por  tí  para  que  no  falte  tu  fe."  No  es  otra  co- 
sa lo  que  está  sucediendo  de  algún  tiempo  á  esta  parte  con 
la  Iglesia  de  Dios. 

Las  leyes  mas  venerandas,  los  tratados  mas  solemnes,  los 
derechos  mas  inveterados  y  sancionados  por  la  razón  y  por 
el  tiempo,  todo  se  le  disputa  á  la  Iglesia  de  Jesucristo,  todo 
se  pone  en  tela  de  juicio,  todo  se  infringe,  todo  se  conculca  y 
se  desprecia.  Los  poderes  de  la  tierra  juegan  á  su  antojo  con 
ios  Concordatos,  con  los  Cánones  de  la  Iglesia,  con  las  Bu- 
las Pontificias,  con  los  votos  monacales,  con  las  instituciones 
mas  santas,  con  los  legados  mas  sagrados  y  piadosos;  todo, 
absolutamente  todo,  entra  en  la  zaranda  del  poder  temporal; 
todo  se  remueve  con  la  punta  de  la  espada,  como  si  todo  es- 
tuviera bajo  su  dominio;  como  si  Jesucristo  no  hubiera  deja- 
do en  la  tierra  á  su  Iglesia  una  potestad  libre  é  independiente 


LA  VERDID  CATÓIifCA-  A 

fiar»  regirse  por  sí  misma:  como  m  laa  díaposi  cianea  de  la 
glefia  00  tendterao  directameate  á  la  salvación  de  las  almaa 
al  par  queá  cooseguir  los  bienes  ní?cesarioa  para  el  cuerpo: 
camo  si  iaa  disposiciones  de  1^  Iglesia  fueran  ominosas  para 
la  humanidad^  @e  las  moteja  y  se  las  desprecia,  sustituyén- 
dola/? con  otras,  que  emanadas  de  principios  suvertí  vos,  no 
pueden  menos  de  dar  por  resultado  la  desgracia,  la  miseria, 
la  desolación  y  el  Manto. 

Abandonada  la  Iglesia  de  Jesucristo  de  todo  amparo  hu- 
mano; perseguida  en  todas  partes  y  en  todos  sentidos,  no 
\m  queda  otro  recurso  ot  otras  armaáque  lacracion.  Oremos 
pties.  Hermanos  é  Hijos  núes* tros,  '^'que  la  oractim  del  optimi- 
dú  ira»imMmré  las  nubes  y  no  reposará  hasta  quz  no  llegue  al  cuf- 
io; iw  *«  retirará  hasta  om  el  Altíitmo  la  mire:  y  el  Señor  no  da- 
rá largas  álos  malvados;  ma:¡ Juzgará  ¿i  losjusfos,  y  harájusii- 
da;  y  dfartuhno  Dws  no  iendrá  aguanU;^^  esto  es,  no  espera- 
rá mucho  tiempo  á  manifestar  su  ira  contra  los  que  sin  razón 
oprimen  á  los  ju.^tos;  '*m)  se  retirará  hasta  que  quebrante  eles- 
pisuLZú  de  los  malos  y  á  las  naciones  les  dé  su  merecido;  hasta  que 
dÉsirut^á  la  mulliladde  los  ^berbios  if  orgullosos  ij  quebrante  los 
ctirm  de  los  malos  .  • » .  *  hana  que  hagajuslitm  á  iu  pueblo  y 
üeru  de  pláter  á  los  justos  con  su  misericordia.  Preciosa  es  la 
misericoriia  de  Dios  en  el  tiempo  de  la  tribulación^  como  nube  de 
lluvia  en  tiempo  de  sequedad.^^  Ecle/  35. 

Sf,  Hermanos  é  Hijos  nuestros;  Jesucristo  no  dejó  otras 
armas  á  so  esposa  para  su  defensa  mas  que  la  oración;  acu- 
damos á  ella  con  doble  fervor;  sus  resultados  serán  para  no- 
sotros sobrado  ventajosos  y  halagüeños.  Nuestro  triunfo,  no 
lo  dudéis,  será  seguro,  y  tanto  mas  glorioso  cuanto  mayor 
7  mas  poderoso  haya  sido  el  número  de  nuestros  enemigos,  y 
mas  aventajados  y  formidables  iv^s  medios  y  las  armas  que 
hayan  esgrimido.  La  virtud  y  ventajas  de  la  Oración,  des- 
critas las  tenéis  en  las  palabras  que  anteceden  tomadas  del 
libro  del  Eclesiástico.  Velad  y  orad,  y  no  deis  oidosá  los  en- 
galanados discursos  de  los  impostores,  que,  con  aparentes 
razones  y  halagüeñas  cuanto  falaces  promesas,  pretenden 
seduciros. 

Os  dirán,  que  do  es  al  Vicario  de  Jesucristo  á  quien  se 

Ersigue,  sino  al  Bey  de  Roma:  que  no  es  á  la  fe  ni  á  la  re- 
J10Q  á  quien  se  ataca,  sino  á  la  política  y  al  gobierno  tem- 
poral del  Papa:  que  no  se  intenta  despojar  al  Vicario  de  Je- 
sucristo de  los  poderes  que  este  le  dio,  sino  reducirlo  á  la 
eoodicioo  de  San  Pedro  y  Pontífices  de  Ips  primeros  siglos 
de  la  Iglesia.  Sofismas  son  estos  que  pueden  engañar  y  seda- 

Til.— 2 


10  LA  VERPAD  CATÓLICA. 

cirsolarnenteá  los  que  noconoceo  el  veneno  y  tendencias  que 
encierran.  Tened  presente  que  ese  lenguaje  es  el  lenguaje 
del  engaño  y  de  la  artería.  Nunca  la  Iglesia  fué  perseguida 
solo  porque  fuese  Iglesia  de  Jesucristo;  siempre  se  buscó  al- 
gún pretesto,  cualquiera  que  él  fuese;  y  lo  propio  sucede  al 
presente.  Advedtidlo  bien;  toda  la  parte  mas  sana  de  la  Igle- 
sia, los  Obispos  todos  con  su  clero,  los  fieles  todos  de  mayor 
fe  y  mejores  costumbres,  todosabogan  por  la  causa  del  Pon- 
tífice; porque  es  la  causa  de  toda  la  Iglesia:  todos  ven  en 
esos  planes  de  agresión  y  de  despojo  una  persecución  hor- 
rorosa que  deja  muy  atrás  á  la  de  ios  Nerones  y  Ciilfguiae. 
Solamente  los  cristianos  tibios,  los  católicos  de  nombre  y  de 
pura  fórmula  son  los  que  la  miran  con  indiferencia,  aplau- 
diendo y  secundando  los  planes  de  nuestros  eternos  é  im- 
placables enemigos. 

Sí;  notadlo  con  cuidado:  ningún  hombre  verdaderamente 
honrado,  ningún  sabio  juicioso,  ningún  cristiano  verdadero, 
apruébala  conducta  de  los  que  atacan  el  poder  temporal 
del  Papa.  Es  de  notar,  y  de  admirar  también,  que  nunca  se 
vio  lo  que  se  ve  ahora:  en  todas  las  herejías  y  persecuciones 
de  la  Iglesia,  ha  habido  algún  Obispo  ú  Obispos,  y  persona- 
jes notables  de  ella,  que  han  claudicado  y  apartádose  de  la 
unión  que  debe  haber  entre  la  cabeza  y  los  miembros;  pero 
ahora  por  la  misericordia  de  Dios,  nada  de  eso  sucede;  por 
el  contrario,  nunca  parece  que  se  vio  mas  unión  entre  la  ca- 
beza de  la  Iglesia  y  sus  miembros,  sin  duda  porque  el  peli- 
Í^ro  es  ahora  mayor  que  nunca;  porque  los  enemigos  son  mas 
ormiclables  y  cuentan  con  mayores  elementos;  porque  la 
tibieza  de  la  fe  domina  como  no  dominó  jamás  en  un  gran 
número  de  hijos  adormecidos  con  el  vapor  de  las  pasiones; 
jamas  como  ahora  se  ha  visto  &  todos,  absolutamente  á  to- 
dos los  Obispos  del  orbe  católico  agruparse  alrededor  del  So- 
lio pontificio:  ni  uno  solo  hay  que  aflija  el  ánimo  del  Sobe- 
rano Pontífice,  ni  con  errores  y  malas  doctrinas,  ni  con  desa- 
venencias de  ningún  género.  Solamente  los  hijos  perjuros,  los 
que  han  faltado  siempre  á  su  palabra,  los  que  han  medrado 
á  la  sombra  de  la  Iglesia,  cubiertos  con  el  manto  de  la  hipo- 
cresía; los  que  no  tienen  ni  piedad,  ni  religión,  lA  temor  de 
Dios;  los  que  se  alimentan  de  los  trastornos  y  las  revolucio- 
nes, estos  son  los  que  apoyan  y  defienden  esas  ideas  y  planes 
ominosos. 

Si  las  idaas  da  reducir  al  Romano  Pontífice  al  estado  pri- 
mitivo de  los  tr  tui  primeros  siglos  saliera  del  seno  del  verda- 
dero cristianismo;  sif^eji^n  apoyadas  ademas  por  las  inteli- 


geociM  oras  suas  é  ilustradsg  por  el  espirito  de  Dios,  do  bm* 
bría  por  qué  temer;  pero  siendo  e!  poder  del  ÍDCemo.el  que 
-agita  j  maeve  i  sos  ageotes;  siendo  3I  protestantismo  el  fo- 
co de  donde  parten  los  tiros,  y  los  perjuros  y  malvados  sus 
agentes,  ¿qoé  es  lo  qoe  podemos  esperar?  Lo  que  sucede  y 
se  ve  por  todas  partes  donde  llegan  i  dominar:  nada  hay  se- 
guro paradlos;  el  despojo,  el  saqueo,  la  profanación,  la  in- 
moralidad, la  borla  y  el  desprecio  de  lo  mas  sagrado  v  vene* 
rando,  esa  es  so  condocta,  esa  so  libertad,  esas  sus  reformas, 
e89i  so  moralidad,  esa  so  religión  y  ese  so  culto«  Pretenden 
reducir  no  solo  al  Pa(ui,*sino  i  toda  la  Iglesia,  á  la  situación 
y  forma  de  los  primeros  siglos,  para  que  no  haya  ni  templos, 
ni  altares,  ni  coito  ni  libertad.  Esto  es,  Hermanos  é  Hijos 
noestros,  lo  qoe  en  último  término  pretenden;  sabedlo  bien, 
£1  triunfo  lo  creen  ya  seguro,  pero  Dios  es  grande  y  rico  en 
su  misericordia.  Oremos  sin  intermisión  por  nuestro  amado 
Pontífice  y  por  su  Iglesia:  oremos  también  por  sus  mismos 
enemigos,  para  que  Dios  se  compadezca  de  eUos  y  i')s  dé  la 
gracia  de  ilustración  desvaneciendo  las  sombras  del  error  que 
ofuscan  su  entendimiento:  pidamos  al  Señor  fortifique  y  au- 
mente nuestra  fe  en  el  tiempo  de  la  tribulación  y  alumbre  4 
los  que  están  sentados  en  las  sombras  del  error  y  del  pecado, 
á  cuyo  fin  os  damps  nuestra  pastornl  bendición,  en  el  nombre 
del  Padre  y  del  Hijo  ^  del  Espíritu-Santo.  Amen, 

Dada  en  nuestro  Palacio  Episcopal,  á  24 de  Abril  de  1861 . 

FRAír CISCO,  Obispo  de  la  Habana. 


Por  mandado  de  S.  E.  lima. 

Pedro  Sancbei, 

flBCRIETARIO. 


Encargamos  á  los  Vicarios,  Curas  párrocos  y  demás  minis- 
tros encargados  de  las  iglesias  lean  esta  Carta  Pastoral  á  los 
fieles  al  ofertorio  de  la  misa  en  el  primer  din  festivo  después 
de  so  recibo. 


IS  L4  VBBDAD  OÁTÓUGA. 


BREVE   DIRIGIDO 

p#r  8. 8*  á  loi  bálfam  anldos,  p»r  eondocto  de  Henseitr  Bmnonl,  flca- 
ito  Aptstéllca  út  CoiuUUlMpla. 


Pío  IX,  PAPA. 
Ybnbrablb  hbrmano,  salud  y  bbndicion  apostólica. 

Con  suma  alegría  en  el  Señor  hemos  recibido  las  diferentes 
noticias  publicadas  sobre  ia  vuelta  de  los  búlgaros  á  la  fe  y  á 
la  unidad  católica,  y  hemos  visto  que  este  movimiento  tan  sa- 
ludable y  deseado  habia  recibido,  gracias  á  Dios,  un  principio 
feliz;  porque  eq  estos  dias  nos  habéis  remitido  las  letras  que 
nos  dirigen  muchos  eclesiásticos  y  legos  búlgaros,  por  las  que 
DOS  participan  para  gran  satisfacción  nuestra  que  la  inspira- 
ción de  la  gracia  di  vina  los  há  separado  del  abismo  de  un  cisma 
funestísimo  y  hecho  entrar  en  el  seno  de  la  Iglesia  Católica, 
madre  llena  de  amor.  Por  esta  razón  declaran  expresamente 
en  las  mismas  letras  que  creen  y  profesan  todo  lo  que  cree 
y  enseña  esta  Santa  Iglesia  Romana,  madre  y  maestra  de  tu- 
das las  Iglesias,  y  que  reconocen  con  respeto  y  entera  sumi- 
sión al  Pontífice  Romano  como  jefe  de  toda  la  Iglesia  católi- 
ca, Vicario  en  la  tierra  de  Ntro.  Señor  Jesucristo,  sucesor  de 
S.  Pedro  y  Príncipe  de  los  apóstoles.  También  nos  manifies- 
tan que  han  tenido  la  honra  de  hacer  una  solemne  y  públi- 
ca profesión  de  fe,  formulada  ante  vos,  ante  el  venerable  her- 
mano Antonio,  Arzobispo  Primado  de  los  Armemos  y  á  pre- 
sencia de  otros  Prefectos  Apostólicos  y  sacerdotes  del  clero 
latino  y  armenio,  profesión  que  se  verificó  el  30  de  Diciem- 
bre último.  Cuando  llegaron  á  Nos  las  referidas  letras  de  los 
búlgaros,  en  medio  de  las  angustias  que  nos  causan  las  ter- 
ribles calamidades  que  oprimen  á  la  Iglesia  en  estos  dias  He- 
nos de  luto  y  los  multiplicados  peligros  que  por  todas  paites 
rodean  al  rebaño  católico,  en  la  humildad  de  nuestro  corazón 
hemos  dado  gracias  al  Dios  de  todo  consuelo  que  con  un  su- 
ceso tan  plausible  ha  dado  alivios  á  nuestro  dolor.  Sin  dila- 
ción, venerable  hermano,  os  escribimos  esta  carta,  por  la  que 
08  recomendamos  anunciéis  en  nuestro  nombre  á  los  búlga- 


UL  TiCBDAD  CAT6tlOA.  18 

ro8  unidos  la  alegría  que  nos  inunda  por  su  vuelta  tan  desea- 
da á  la  fe  y  á  la  unidad  católica.  También  les  participareis 
en  nombre  nuestro  y  en  los  términos  mas  expresivos,  la  sin- 
gular y  paternal  ternura  que  les  profesamos,  abrazándolos 
con  amor  como  amadísimos  hijos  nuestros  y  de  la  Iglesia  Ca- 
tólica; hallándonos  dispuesto  á  hacer  todo  lo  que  puede  con- 
tribuir á  su  mayor  bien  espiritual.  ¡Quiera  Dios  que  bien 
pronto  podamos  abrazar  y  ver  reunidos  á  Nos  y  á  esta  cáte- 
dra de  Pedro,  á  los  demás  miembros  de  la  noble  nación  búl- 
gara, principalmente  á  aquellos  que  tienen  órdenes  sagradas 
y  que  tienen  altas  dignidades  eclesiásticas!  Los  búlgaros  uui- 
dos,  hijos  amadísimos  nuestros,  nos  han  expuesto  también 
8U8  votos  por  la  conservación  de  sus  ritos  sagrados  y  legíti- 
mos, de  sus  ceremonias,  de  su  liturgia  y  de  su  jerarquía. 
Vos,  venerable  hermano,  confirmareis  en  nombre  nuestro  lo 
que  ya  les  ha  respondido  el  venerable  hermano  Antonio,  Ar- 
zobispo Primado  de  los  Armenios,  á  saber,  que  Nos  les  con- 
cedemos gustosos  lo  que  hemos  expresado  y  declarado 
claramente  en  nuestra  encíclica  á  los  Orientales,  de  6  de  Ene- 
ro del  año  de  1848.  No  dudamos  que  los  búlgaros  unidos 
continuarán  sirviendo  con  la  fidelidad  propia  de  católicos  á 
S.  M,  el  Gran  Señor,  Soberano  de  Turquía.  Participando  todo 
esto  á  nuestros  amados  hijos  los  búlgaros  unidos,  y  comuni- 
cáudoles  nuestras  letras,  les  participareis  también  que  del 
fondo  de  nuestro  corazón  les  damos  la  bendición  Apostólica, 
haciendo  también  votos  para  todo  lo  que  pueda  labrar  su 
verdadera  felicidad  y  rogando  incesantemente  al  Dios  de 
bondad  y  de  grandeza  difunda  siempre  sobre  todos  la  pleni- 
tud de  los  tesoros  de  su  divina  gracia.  £n  prueba  del  espe- 
cial amor  que  os  profesamos  os  enviamos,  venerable  herma- 
no, la  bendición  Apostólica,  así  como  a  vuestro  clero,  legos 
y  fieles  todos  confiados  ¿vuestra  solicitud.  Dado  en  Roma, 
en  S.  Pedro,  á2i  de  Enero  de  1861.  Año  15  de  nuestro  Pon- 
tificado. 

Pío  IXf  Papa. 


14  LA  VERDAD  CATÓLICA. 


LA    CRUZ. 


"Yo  soy  la  resurrección  y  la  vida",  dijo  Jesucristo,  y  con 
firmó  su  palabra  con  rus  obras.  Conforme  y  resignado  se  en- 
tregó á  la  muerte  por  consumar  U  redención  del  mundo.  El 
mundo  había  muerto  por  la  culpa,  y  él  exclamó  con  voz  om- 
nipotente diciéndole:  '*Lev4n^Ate,  cadáver;  es  hora  de  resu- 
citar para  que  vivas  en  mí  y  por  mí.  Conmigo  lo  tendrás  to- 
do, porque  yo  he  atraído  hacia  mí  todas  las  cosas  para  que 
tá  las  disfrutes,  ¡hvántate,  se  han  abierto  tus  prisiones,  se 
han  roto  tus  cadenas!  En  la  Cruz  está  tu  libertad!'* 

Así  es.  Jesucristo  muriendo  en  la  cruz  nos  da  la  libertad 
y  con  ella  la  enseñanza  mas  sublime.  Nos  presenta  la 
cruz  como  la  cátedra  eterna  de  su  verdad;  nos  muestra 
en  ella  la  muerte  del  pecado  y  la  vida  de  la  gracia  y 
que  él  es  la  verdadera  sabiduría  y  el  único  centro  de  to- 
da felicidad.  £1  deja  la  cruz  como  señal  de  8*1  paeo  por 
el  mundo,  como  regio  estandarte  en  derredor  del  cual  se  con- 
gregarán los  pueblos,  como  puente  misterioso  por  el  cual  pa- 
se el  hombre  del  mundo  de  la  naturaleza  al  mundo  de  la  gra- 
cia. En  la  cruz  prueba  Cristo  con  su  muerte  lo  grande  de  su 
poder,  la  verdad  de  sus  misterios,  su  maravilloso  amor  de  Pa- 
dre de  los  hombres,  la  virtud  de  su  religión,  lo  heroico  de  su 
doble  sacrificio,  la  derrota  del  error  y  el  solemne  triunfo  de 
la  verdad  y  déla  fe.  Cristo  apóstol  escribe  en  ella  con  su 
sangre  su  Evangelio;  maestro,  fija  en  ella  la  cátedra  de  su  fe 
y  su  moral;  sacerdote,  el  altar  de  su  sacrificio,  y  rey,  el  trono 
perpetuo  de  su  gloria.  La  cruz  se  eleva  en  el  Calvario  soste- 
niendo en  sus  brazos  la  santa  humanidad  de  Cristo,  y  en  ella 
son  expiados  todos  los  pecados.  El  mundo  la  ve  como  un  iris 
de  bonanza  tras  una  noche  de  tempestad,  como  una  estrella 
que  en  lo  adelante  alumbrará  su  marcha.  Oye  el  hombre  la 
voz  del  mártir  que  le  dice  que  entre  las  espinas  de  la  cruz 
hallará  las  ñores  de  la  exaltación,  en  su  amargura  el  placer 
verdadero  y  en  sus  brazos  el  refugio,  con  tal  que  negándose 
á  sí  mismo  la  tome  sobre  sus  hombros  y  le  siga.  Se  acoge  el 
mundo  á  la  cruz  y  á  su  sombra  protectora  ve  sus  rfipidos 
progresos  y  llega  al  conocimiento  de  la  verdad.  Criáto  quie- 
re que  la  cruz  sea  visible  á  todos;    la  levanta  en  lo  alto 


LX  TBRDAD  CATÓLICA.  15 

del  monte  de  la  mirra,  para  que  todo  lo -domine,  para  que 
alambre  como  sol  fulgente  á  los  mortales  en  las  sendas  tene- 
brosas de  la  vida.  Desde  entonces  su  luz  no  ha  dejado  de 
alumbramos. 

La  Cruz  es  el  árbol  de  vida  plantado  en  e!  Calvario,  opues- 
to al  árbol  de  muerte  plantado  en  el  Paraíso.  El  nuevo  Adán 
al  extender  sus  brazos  en  la  cruz  lava  la  mancha  del  viejo 
A4an  que  extendió  sus  manos  para  tomar  el  fruto  prohibido. 
En  el  Paraíso  un  hombre,  por  la  soberbia  perdió  á  su  lari(a 
deseeodencia;  Jesucristo  por  su  humildad  la  salva  en  el  Cal- 
Tarío.  El  árbol  del  Paraíso  fué  causH  de  caída;  el  árbol  del 
Calvario  lo  es  de  reparación.  £n  la  cruz  constituye  el  Sal  va- 
dorla  salud  y  salvación  del  mundo;  ella  representa  el  inmen- 
so amor  de  Jesucristo  que  apuró  hasta  Ins  heces  el  tremendo 
cáliz  que  no  pudieron  apurar  ni  los  ángeles  ni  los  hombres. 
£n  ella  consume  Cristo  por  el  fuego  de  su  Pasión  hasta  el  úl- 
timo resto  de  la  culpa  origmal,  da  nueva  forma  á  nuestro  ser 
vistiéndole  de  gracia,  de  poder  y  de  hermosura,  y  no*  brmda 
anaftílieidad  sin  límites,  preciosa  iniciación  de  la  futura  fe- 
licidad. 

De  aquí  es  que  todos  los  bienes  parten  de  la  cruz,  todo  lo 
tenemos  en  ella.  Este  mundo  es  un  mar  á  cuya  opuesta  ori- 
•  lia  se  levanta  la  tierra  de  promisión;  nadie  pasará  este  mar  sin 
embarcarse  en  la  nave  de  la  cruz,  en  esa  nave  que  segiin  un 
sabio  de  laépoca,  tiene  por  timón  la  fe,  por  vela  el  Evang:elio, 
por  enseña  la  verdad,  por  capitán  á  Cristo,  por  soplo  el  Espí- 
ritu del  Señor  que  va  sobre  las  aguas.  La  cruz  está  en  las 
sendas  de  la  vida  como  la  escala  de  Jacob  que  apoyando  un 
extremo  en  la  tierra  y  otro  en  el  cielo,  conduce  al  hombre  al 
Edén  de  las  delicias  inmortales.  Si  las  aguas  del  mar  del  mun- 
do se  convierten  en  amargas,  será  la  cru::  el  madero  de  Mará 
que  las  endulce;  si  un  nuevo  diluvio  nos  amenaza,  ella  será 
el   arca  de  Noé   que  nos   albergue;  si   viene  á  herirnos  el 
enemigo,  ella  será  para  nosotroo  como  el  cordón  rojo  que  li- 
bró á  Raab  y  los  suyos  de  las  iras  de  Josué;  si  envuelven 
nuescras  almas  las  sombras  del  error,  ella  será  la  antorcha  del 
templo  que  nos  bañe  con  su  luz;  ella  será,  en  6n,  la  que  mos- 
trando en  sus  brazos  al  Hijo  de  Dios,  nos  cure  como  la  ser- 
piente de  metal  alzada  por  Moisés  en  el  desierto,  de  las  mor- 
deduras que  nos  causen  las  serpientes  de  fuego  del  pecado. 
Sea,  por  tanto,  venerada  la  Cruz  del  Redentor;  sea  ensal- 
zado ese  árbol  de  salud  bañado  en  ol  torrente  inagotable  de 
la  sangre  del  Cordero,  La  cruz  marcó  la  era  de  la  regenera- 
ción aoiversal,  en  la  gloriosa  fundación  del  Cristianismo;  eAla 


16  LA  VERDAO    CATÓLICA. 

marcha  al  frente  de  toda  civilización  y  preside  lostriun- 
ÍQs  y  adelantos  de  los  pueblos.  Ella  vivirá  siempre  venerada» 
siempre  gloriosa  hasta  el  último  momento  de  los  siglos.  Elli^ 
subirá  al  cielo  después  que  el  mundo  desparezca,  y  allí  reina- 
rá por  toda  U  eternidad. 

¡Oh  Cruz  divina  y  sacrosanta!  préstanos  fuerza  para  llevar- 
te en  nuestros  hombros!  sé  tú  la  nube  de  Israel  que  nos  con- 
duzca en  el  largo  desierto  de  este  mundo;  clávenos  en  tus 
brazos  el  duro  martillo  del  amor!  Mp ramos  de  amor  con  aquel 
que  en  tí  sufrió  la  muerte  y  muriendo  nos  dio  la  vida;reine- 
of  Off  con  aquel  que  reina  en  tí,  y  á  la  sombra  de  su  trono, 
diebajo  de  sus  banderas,  guardados  por  su  brazo,  ciñamos  su 
corpna  y  gocemos  de  su  amor. 

Antonio  Enrique  de  Z(rfra. 


LA  CIEVCIA  DnriBíA, 
6 
n^wt  el  Aatipio  y  Mucto  TetUmciit*!* 


XIV. 


Las  ciencias  y  las  artes  se  lo  deben  todo  al  cristianismo:  la 
exacta  aplicación  de  sus  doctrinas  ofrece  únicamente  ja  per- 
fección "absoluta:  porque  fuera  del  cristianismo  no  hay  mas 
que  error  y  miseria,  siendo  los  mejores  ttístigos  de  semejante 
aserto  los  que,  separándose  del  seno  de  la  Iglesia,  la  han  ele- 
vado á  la  mayor  altura,  mostrándola  mas  grande  y  manifes- 
tando á  los  hombres  la  omnipotente  verdad  de  que  contra  su 
poder  no  pueden  prevalecer  las  puertas  del  inBerno.  Sí:  la 
aaorosanta  Iglesia;  Esposa  de  Jesucristo  y  representante  per- 
petua de  su  ley  salvadora,  tiene  entre  sus  mas  preciosas 
pmrogakivas  la  de  padecer  para  brillar;  siendo  cada  pa- 
otoioumtOt  aÍQ  que   lo  comprenda  el  incrédulo,  permi- 


LA  VBRDAD  CATÓLICA, '  17 

tído  por  Dio9  para  un  nuevo  conocimiento  de  su  glo- 
ría. Cuando  la  Iglesia  llore,  tiemble  el  impío:  porque  la  Igle- 
sia 68  la  figura  continua  de  Jesucristo  en  la  tierra,  que  tiene 
por  precisión  que  padecer  y  sufrir  para  que  el  mundo  reco- 
noica  8u  naturaleza  divina.  Si  la  vida  de  Cristo  fué  llena  de 
dolores  y  trabaji»s>  la  Iglesia  que  le  imita  debe  ser  necesaria- 
meóte  lo  mismo:  de  otro  modo  le  faltaría  la  causa  principal 
desuarTecentamiento,  cuales  la  completa  identidad,  que 
debe  haber  de  acción  y  pasión  en  Cristo  y  en  la  Iglesia  de 
Cristo. 

Aplicadas  al  hombre  en  su  particular  estas  mismas  consi- 
deraciones, puede  afirmarse  que,  «iendo  imagen  de  Dios,  si 
por  Dios  sufre  no  perderá  el  mérito  de  su  padecimiento,  por 
que  Dios  tiene  ofrecido  el  premio  á  los  que  perseveraren  en 
su  santa  Ley,  y  la  palabra  de  Dio.«)  es  eterna  y  tiene  que  cum- 
plirse. 

Esto  sentado  ¿qué  religión  puede  ofrecer  mayores  consue-^ 
lus  que  la  cristiana?  ¡Sufrir  para  gozar!  y  en  esta  idea  se  ve 
el  compendio  de  la  mas  sublime  y  santa  filosofía.  ¡Sufrii«pa- 
ra  gozar!  Búsquese  en  los  libros  de  losBabios  del  mundo,  an- 
tes de  Jesucristo,  semejante  doctrina,  en  Platón,  que  es  el 
que  parece  ha  sido  inspirado  por  Dios  para  preparar  al  hom- 
bre á  recibir  la  verdad  evangélica,  y  dígase  si  se  halla  marca- 
do en  sus  obras  ese  bello,  al  par  que  grandioso  sentimiento 
de  resignación,  que  anima  por  solo  el  amor  divino  á  sobre- 
llevar con  placer  los  mas  acerbos  dolores.  La  historia  nos 
presenta  el  martirio  de  Régulo,  que  por  amor  ásu  patria  su- 
cumbe con  paciencia  en  medio  de  los  mas  atroces  padeci- 
mientos. Pero  esto,  que  parece  un  acto  de  sin  igual  heroismo, 
se  mira  señalado  con  el  bastardo  sentimiento  de  vanidad, 
que  dio  principio  y  causad  tan  terrible  muerte.  Pudo  salvarse 
y  Roma  fué  ia  primera  en  pedírselo,  mas  el  honor,  mal  com- 
prendido por  Régulo,  hace  que  voluntariamente  se  entregue 
á  su  enemiga  Cartas[o,  y  Roma,  aprovechándose  del  sacrificio 
7  los  consejos  de  Régulo,  pudo  obtener  repetidas  victorias 
hasta  alcanzar  el  completo  vencimiento  de  su  rival:  y  he  ahí 
demarcada  la  índole  soberbia  de  la  ciudad  del  mundo. 

El  heroismo  que  al  hombre  recomienda  el  Evangelio  es 
el  dominio  de  sí  mismo,  sin  lo  cual  ningún  valores  perfecto, 
por  referirse  todo  á  esta  pn^ciosa  fuente  de  la  verdadera  gran- 
deza de  alma.  Dos  caso8  principales  puedeja  servir  de  norma 
para  aclarar  en  este  punto  nuestras  sencillas  consideraciones. 
Dice  la  historia  que  al  pié  del  carro  del  conquistador,  á  quien 
se  paseaba  eo  triunfo,  iba  un  lictor,  que  en  medio  del  gene- 

VII.— 3 


18  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

ral  regocijo  y  las  aclamaciones  del  pueblo,  llevaba  la  orden 
de  repetirle  á  intervalos  las  siguientes  palabras:  Acuérdate  que 
eres  liombre.  Palabras  expresivas,  que  no  solo  le  indicaban  su 
naturaleza  frágil  sino  que  también  le  daben  un  prudente  aviso 
para  el  porvenir,  que  podría  ser  funesto  al  mismo  que  tan  vic- 
toriosamente celebraban,  como  aconteció  á  muchos,  según  la 
misma  historia.  Pues  bien;  para  demostrar  mas  al  vivo  el  con- 
traste de  lo  que  acabamos  de  referir,  se  lee  también  ^ue 
los  mártires,  á  quienes  se  debe  creer  dotados  siempre  de  la 
mayor  humildad  por  recomendar  esta  virtud  la  ley  divina  que 
profesaban,  dirigían  al  Emperador  romano  antes  de  llegar  al 
suplicio  las  siguientes  palabras  llenas  de/iignidad  y  firmeza: 
César  y  los  que  van  &  morir  te  saludan.  Esco  es,  César,  los  que 
van  á  morir  han  tenido  el  valor  de  despreciar  tus  inicuos  man- 
datos, y  poseidos  del  mayor  entusiasmo,  te  saludan,  porque 
van  á  comparecer  y  dar  cuenta  de  sus  acciones  ante  el  Señor 
de  todo  lo  creado,  á  quien  tú  impíamente  has  ofendido.  Te 
saludan,  para  que  viva  en  tf,  siempre  fijo,  el  recuerdo  de  tu 
maldad  y  procures  la  enmienda,  convirtiéndote  á  Dios  tu  Sal- 
vador; te  saludan  en  reconocimiento  á  la  soberanía  que  te 
vino  del  cielo,  á  quien  ofendes;  y  te  saludan^  César,  porque 
desde  este  momento  dejan  de  pertenecerte  para  ofrecerse 
del  todo  á  Dios. 

Así  también,  el  hombre  que  cumple  con  la  virtud,  que  es 
el  amor  firme  y  constante  de  un  medio  honesto,  dirigido  por 
la  recta  razón  en  cualauiera  materia,  puede  decir  al  mundo, 
sucumbiendo  al  rigor  ae  sus  males:  te  saludo  lleno  de  seguri- 
dad y  confianza/ porque  á  mi  alma  no  la  ha  contaminado  el 
crimen  y  mi  corazón  se  alienta  y  alegra  en  Dios. 

Como  todo  lo  que  tiene  relación  con  el  cristianismo  es  de 
interesante  referencia,  hemos  querido  mostrar  este  lijero  pun- 
to de  la  sangrienta  historia  de  la  persecución  á  los  leales  ser- 
vidores de  Cristo,  para  hacer  ver  al  lector  piadoso  que  la  sa- 
crosanta Iglesia  tiene  en  sí  misma,  y  en  medio  de  sus  mayo- 
res padecimientos,  el  sobrehumano  poder,  dado  por  Dios,  de 
contrarestar  lo«  ataques  del  mundo.  La  Iglesia  de  los  márti- 
res aun  vive  y  vivirá  hasta  la  consumación  de  los  siglos:  so- 
lo ha  cambiado  la  forma  de  su  padecimiento.  Dejaría  de  ser 
Iglesia  de  Cristo,  y  por  consiguiente  divioa,  si  permane- 
ciera estable  en  delicia  y  tranqulídad.  Recórrase  la  historia 
del  cristianismo,  y  se  verá  que  desde  la  fundación  de  la 
Iglesia  por  los  Apóstoles  ha  sostenido  ésta  una  continua 
lucha  con  el  mundo,  en  la  que  siempre  hia  conseguido  el 
triunfo.    Simón   ](ago,  Anai^f^,  ApoIonÍ9  Tianeo  y  otros, 


LA  VBÉDAÚ  CATÓUtiA  l9 

que  deide  la  poderosa  infancia  de  la  Iglesia  de  Cristo 
han  atentado  temerariamente  contra  su  iníabílidad  y  gran- 
deza» DO  bao  logrado  otra  cosa  que  realzarla  mas  y  mas  á  los 
ojos  del  mundo,  siendo  tanto  mas  alta  su  gloria  cuanta  mayor 
haya  sido  la  persecución  suscitada  contra  su  divino  establecí-  ' 
miento.  Por  eso  repetimos  ahora  lo  que  dijimos  al  principio 
de  este  capitulo:  que  los  impfos,  esto  es,  los  enemigos  de  la 
Iglesia,  han  sido  y  serán  siempre  los  principales  motivadores 
de  su  constante  gloria,  porque  así  como  el  hombre  tiene  por 

Sirecision  que  vencer  á  su  injust^  adversario  para  que  el  mun- 
0  le  llene  de  laureles,  la  iglesia  tiene  aue  combatir  para 
obtener  el  premio.  Ademas,  la  Iglesia,  fiel  depositaría  de  los 
tesoros  del  cielo  y  exacta  imagen  de  Jesucristo,  participa,  si 
puede  decirse  asf,  como  su  excelso  fundador,  de  la  humana 
j  divina  naturaleza.  De  aquí  procede  el  que  la  Iglesia  tenga 
padecimientos  y  trabajos,  porque  este  fué  el  carácter  que 
imprimió  en  ella  Jesucris^,  dándole  ejemplo  en  su  pasión  y 
muerte,  y  que  al  mismo  tiempo  consiga  el  triunfo,  por  ser 
este  el  resultado  fijo  de  la  promesa  eterna  del  Hijo  de  I)ios. 

(Continuará.)  Rafael  de  Cárdenas  y  Cárdenoi. 


DE  LA  FE  T  DE  8Ü8  REOLAS.  (1) 


I.-^BFIKICION  DE  LA  FE   CBl^lAVA. 

La  fe  es  una  virtud  divinamente  infusa  en  nosotros, 
mediante  la  cual  prestamos  plena  acquiescencia  á  las  cosas 
que  Dios  nos  revela;  en  otros  términos,  es  un  don  de  Dios, 
que  ilustrando  nuestra  inteligencia  la  dispone  é  inclina  á 
aceptar  todas  la%  cosas  que  nos  son  reveladas  por  él.  Asf 
como  el  hombre,  por  medio  de  la  luz  natural  de  su  entendi- 

(1)  Hemos  tomado  esta  brillante  disertación  de  la  revista  romana  AnaUeta 
Jmris  Pont^ícU,  que  eon  la  debida  censura  religiosa  sale  de  las  prensas  de  la 
Fropaganda. 


ÜO  LA  VllftDAD   CAT6LÍ0A. 

miento,  juzga  sanamente  de  la  verdad  natural  y  se  encuen- 
tra dispuesto  á  dar  asenso  á  los  principios  t^ue  su  razón  le 
descubre,  así  también  la  inteligencia,  alumbrada  por  la  luz 
de  la  fe,  juzga  sanamente  acerca  de  las  cosas  que  hay  que 
creer  y  se  siente  inclinada  á  dar  asenso  á  las  que  Dios  le 
revela. 

La  fe,  en  cuanto  virtud,  tiene  su  asiento  en  la  inteli- 
gencia cuyo  acto  es  creer  ó  asentir,  cuando  la  voluntad  ae 
lo  ordena.  Esta,  después  de  haberse  determinado  libremente, 
mueve  á  la  inteliffencia,  que  de  por  sí  permanece  indiferente 
en  presencia  de  dos  afirmaciones  contrarias,  á  aceptar  la  ver- 
daa  revelada  por  Dios.  Revelándonos  Dios  ló  que  hemos  de 
creer  de  un  modo  misterioso,  la  luz  de  h.  fe  que  esparee  en 
la  inteligencia  no  la  convence  bastante  fuertemente  para  que 
esta  deba  necesariamente  aseutir,  sino  que  es  preciso  que  la 
voluntad  se  resuelva  y  aunque  por  medio  de  un  afecto  que 
el  Espíritu  Santo  le  comunica,  subyugue  á  su  vez  la  inteli- 
gencia y  le  ordene  que  acceda,  no  sea  que  la  falta  de  evi- 
aencia  le  impida  adherirá  lo  que  Dios  le  propone  creer,  se- 
gún lo  que  dijo  el  Apóstol  en  su  segunda  epístola  á  los  Co- 
rintios: Redigentes  Í7i  captivitatem  ommm  intdlecium  in  obse- 
quium  Christi. 

La  necesidad  de  ese  concurso  de  la  voluntad  está  probada 
hasta  la  evidencia  por  estas  palabras  de  S.  Agustin;  quien  en 
su  tratado  26  sobre  S.  Juan  dice:  *'Que  los  judíos  no  pudie- 
ron creer  porque  no  lo  querían,"  Y  por  la  autoridad  del  Con- 
cilio de  Trente,  que  declaró  en  su  sesión  6?,  cap.  V.:  '*Que 
los  hombres  están  preparados  para  la  justicia,  cuaiido  movi- 
.  dos  por  la  gracia  divina,  se  vuelven  libremente  hacia  Dios 
recibiendo  la  fe  que  se  les  predica,  y  teniendo  por  ciertas  las 
cosas  que  les  son  divinamente  reveladas  y  prometidas." 

Da  lo  que  precede  resulta  que  el  acto  de  fe  justificante  es 
meritorio  porque  se  halla  ordeuado  por  la  voliyitad.  Esto  hizo 
decir  á  S.  A.nbrosb,  ca(>.  17,  epístola  á  los  Romanos:  *'Creer 
ó  no  creer  pertenece  á  la  voluntad.  Nadie  en  efecto  puede 
ser  obligado  á  creer  lo  que  no  está  patente  á  sus  ojos;  única- 
mente puede  invitársele,  porque  no  se  le  violenta,  y  ademas 
persuadirlo.  Por  tanto  el  que  presta  asenso  es  digno  de  re- 
compensa, como  lo  fué  Abrahan,  que  creyó  lo  que  no  veia." 

Esto  sentado,  es  fácil  comprender  cuíín  vana  es  la  preton- 
tion  de  los  protestantes  que  han  querido  sostener  que  el  acto 
á»  fo  justificante  es  un  acto  de  confianza,  la  cual  no  es  otra 
C^aa  que  cierto  modo*de  ser  de  la  esperanza  que  reside  en  la 
Y^iuttad,  mientras  que  creer  es  un  acto  que  emana  de  la  in- 


La  VfiRDAÜ  CATÓLICA.  21 

teligeoeia,  cayo  objeto  es  la  verdad;  es  propio  de  la  fe 
eoooebir,  conocer,  ^aber,  creer  y  dar  aseoso.  Cosas  todas  que 
pertenecen  verdaderamente  á  la  inteligencia,  según  estas  pa- 
labras del  Apóstol  (II.  Corint.,  X):  IncavtivitaUm  redigen- 
Ut  (mvun  inUllcctum  in  obsequium  Christi^  y  Ilebr.,  ÍÍI.Jide  in- 
idligimut  aplata  sesse  sacula.  Ademas,  en  la  tercera  epístola 
á  los  de  Eíeso  distingue  muy  claramente  la  fe  de  la  confian- 
la,  como  causa  la  una  y  la  otra  efecto,  cuando  dice:  In  quo 
h/Biemui fiduciam^  et  accessum  in  conjidentia  per  Jidem  gus. 

La  fe  no  es  pues  una  confianza  de  nuestra  voluntad,  cuya 
función  es  propender  en  virtud  de  cierto  atractivo  á  una  cosa 
que  se  espera,  sino  un  hábito,  una  facultad  de  nuestra  inteli- 
gencia, por  medio  de'  la  cual  creemos  con  certidumbre  lascó- 
os que  nos  son  reveladas  por  Dios.  Creer,  en  efecto,  como 
dice  San  Agustín  (iib.  de  la  Predestin,  cap.  II),  creer  no  es 
otra  cosa  que  pensar  dando  asenso,  es  decir  reconociendo  co- 
mo cierto  lo  que  se  nos  dice.  Notemos  ademas  que  la  espe- 
ranza y  la  confianza  no  tienen  mas  objeto  que  las  cosas  de- 
seables aún  por  realizar,  mientras  que  creemos  en  cosas  que 
ion  males  de  temer  ó  hechos  ya  consumados.  Existe  eviden- 
temente ona  diferencia  esencial  entre  la  fe  y  la  esperanza. 
Por  eso  el  S.  Concilio  de  Trento,  (ses.  6,  can.  XII)  pronun- 
ció anatema  contra  los  herejes  que  osaron  decir:  ''Que  la  fe 
justificante  no  es  otra  cosa  que  una  confianza  en  la  miseri- 
cordia divina  que  nos  perdona  los  pecados  por  los  méritos 
de  Jesucristo,  ó  bien  una  simple  confianza  en  virtud  déla 
cual  somos  justificados  por  los  méritos  de  Jesucristo."  Por 
otra  parte  la  Sagrada  Escritura  distingue  también  muy  cla- 
ramente la  fe  de  la  esperanza,  y  por  lo  mismo  de  la  confian- 
za: Nunc  aufem  manent  fidcs,  s-pes  et  chantas^  tria  hac.  (I  Co- 
rint. XIII),  Injide  fandati  elimmobües  aspe  Evangelii.  {Ad 
Coloss.  I).   Ul  Jides  vesíra,  et  spes  esset  in  Deo  (Petr.  I,  3). 

EquivocadarMnte,  pues,  dijo  Erasmo  en  sus  anotaciones 
al  cap.  XIII  de  la  epístola  á  los  Hebreos,  contra  el  sentir  de 
los  antiguos  intérpretes,  que  el  Apóstol  consideraba,  no  la  fe 
teologal,  tal  cual  la  hemos  definido  mas  arriba,  sino  la  con- 
fianza, cuando  dijo:  ''Que  la  fe  es  la  sustancia  de  las  cosas 
que  debemos  esperar."  Calvino  y  demás  herejes,  siguiendo 
á  Erasmo,  explican  las  palabras  del  Apóstol  de  este  modo: 
'*La  fe  es  la  que  hace  que  las  cosas  que  se  esperan  existan  en 
realidad."  O  bien:  ''La  fe  es  la  posesión  cierta  y  segura  de 
aquellas  cosas  que  Dios  nos  ha  prometido,  y  pues  las  espera- 
mos, no  las  vemos.  Aquel  pues,  dicen,  tiene  fe  verdadera, 
qae  cree,  con  persuasión  firme  y  segura,  que  Dios  le  es  pro- 


SS  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

picio,  y  se  lo  promete  todo  de  su  bondad."  Maa  paraprolMtf 
que  en  este  pasaje  quiso  el  Apóstol  aludir  con  la  palabra 
/e,  no  ya  á  la  conGanza  6  la  esperanza,  sino  á  una  humilde, 
sumisión  del  entendimiento'por  medio  'ie  la  cual  se  cree  en 
la  palabra  de  Dios,  aun  cuando  no  se  comprenda  su  signifi- 
cado ni  plena  ni  evidentemente,  basta  recordar  estas  otras 
palabras  del  mismo  Apóstol:  Oportet  accedenUm  ad  Deum^ 
credere,  quia  est.  Y:  Fide  credimus^  aptata  ¿sse  sacula  verbo  D$L 
£1  Apóstol  alaba  en  ese  mismo  lugar  á  los  santos  por  la  fe  que 
tuvieron  en  la  palabra  de  Dios,  cuyo  testimonio  es  infalible. 

n. — Origen  de  la  fb« 

Ahora  para  dar  á  comprender  mejor  la  primera  parte  de 
la  definición  de  la  fe,  en  que  se  dice  que  es  una  virtud  infu- 
sa, es  del  caso  investigar  de  dónde  proviene  la  fe.  Pues  hubo 
en  otro  tiempo  y  existen  aán  en  el  dia  varios  errores  acerca 
del  origen  de  la  fe.  Vamos  á  exponerlos  uno  tras  otro. 

El  primero  fué  el  de  Tironio,  que  según  se  ve  en  el  libro 
1?  de  la  doctrina  cristiana,  cap.  33,  por  S.  Agustín,  pensó 
que  nos  era  dado  hacer  buenas  obras  por  el  mérito  de  la  fe, 
pero  que  la  fe  misma  estaba  en  nosotros  y  por  nosotros,  de 
tal  suerte  que  no  era  en  nosotros  un  don  de  Dios. 

£1  segundo  fué  el  de  Vital  que  creyó  que  no  se  debia  ro- 
ffar  por  los  infieles,  sino  que  bastaba  predicarles  la  palabra 
de  Dios,  á  la  cual  podian  asentir  por  medio  de  la  libre  elec- 
ción de  su  voluntad  sin  necesitar  para  ello  de  un  auxilio  es- 
pecial de  Dios.  Pelagio  y  Celestio  incurrieron  en  el  mismo 
error  cuando  dijeron  que  la  gracia  de  Dios,  sin  la  cual  nada 
bueno  podemos  hacer,  no  residía  sino  en  el  libre  albedrio,  que 
nuestra  naturaleza  recibió  de  Dios  sin  ningún  mérito  anterior 
por  parte  nuestra,  y  que  el  auxilio  que  reiibíamos  de  Dios 
se  limitaba  á  aprender  por  medio  de  su  ley  y  su  doctrina  lo 
que  debemos  hacer  y  lo  que  hemos  de  esperar. 

£1  tercero  fué  el  de  los  que  pensaron  que  nuestra  natura- 
leza no  era  depravada  hasta  el  extremo  de  no  quecer  ser  cu- 
rada, así  como  también  aceptar  la  verdad  que  se  le  propone 
ó  rechazarla  libremente;  que  por  consiguiente  no  es  necesario 
que  Dios  se  anticipe  á  nuestra  voluntad  por  medio  de  su  gra- 
cia, ni  que  arroje  en  nuestro  entendimiento  una  luz  sobre- 
natural para  ayudarle  á  creer,  sino  que  basta  que  se  nos  ex- 
ponga la  verdad,  á  la  cual  el  libre  albedrfo  que  Dios  puso  en 
Metros  puede  asentir,  naturalmente  y  por  medio  de  sus  pro- 


>  LA  VEBDAD  CATÓLICA.  ;23 

pías  fuerzas,  si  asf  lo  desea,  ó  bien  negar  su  asentimiento. 
Porqae  admitir  que  la  voluntad  de  creer  nos  es  dada,  es  se- 
gOD  ellos  negar  á  la  predicación  toda  clase  de  poder  y  efi- 
cacia. 

El  coarto  error,  parecido  al  precedente,  era  el  de  Iost]ue 
atribuían  ciertamente  áDios  el  principio  de  la  fe,  pero  en 
tanto  solamente  cuanto  nos  mueve  por  medio  de  una  gracia 
preventiva,  nos  persuade  instruyéndonos,  é  ilustra  nuestra 
inteligencia,  permaneciendo  sin  embargo  el  acto  mismo  de 
ereer  en  poder  de  nuestro  albedrfo  que  se  resuelve,  ayudado 
tan  solo  por  un  auxilio  general   de  Dios.  De  donde  resulta 
qoe  dadas  dos  personas,prevenidas  en  igual   grado  por  una 
gracia  interior  y  exterior,  la  una  asiente  á  la  verdad  que  8e 
le  predica,  y  cree,  mientras   que  la  otra  no  cree   y  niega  su 
aienso.  Como  también  de  dos  personas  que  se  hallen  expues- 
tas á  una  tjgual  tentación,  la  una  persevera  y  la  otra  cae.  Por 
eonsiguiente  esos  hombres  pensaban  qae  el  libre  albedrfo  del 
hombre  aun  caido,  nada  ha  perdido  de  su  valor  y  fuerza  en 
sf,  cuando  se  trata  de  contestar  al  llamamiento  de  Dios, 
aceptare!  don  que  nos  ofrece  y  perseverar  en  el  bien,  del 
mismo  modo  que  puede  igualmente  resistir  á  aquel  llama- 
miento, rehusar  el  don  de  Dios  y  escoger  el    mal,  en  otros 
términos,  que  el  alma  del  hombre  no  se  halla  mas  inclinada 
naturalmente  hacia  las   virtudes  que  hacia  los  vicios.  San 
Agustín  (lib.  de  la  Predest.  do  los  Santos,  cap.  VIII)  refuta 
exprofe$o   esa  opinión,  diciendo  que  Dios,  por  medio  de  una 
gracia  interior  y  especial,  obra  en  nosotros  el  creer  y  el  que- 
rer, de  tal  modo  que  el  que  no  quería  llega  á  querer,  y  que 
ademas  por  vías  ocultas,  sabe  en  su  divina  largueza  derramar 
en  el  corazón  de  los  hombres  una  gracia  concedid.'>  de  tal  ma- 
neraque  ladureza  del  corazón  desaparezca  enteramente.  Pues, 
dice  S.  Agustín,  el  hombre  caido  necesita  absolutamente  de 
nn  auxilio  que  no  solo  lo  ponga  en  primer  lugar  en  estado  de 
poder,  puesto  que  sin  él  nada  le  es  posible,  sino  también 
que  ese  auxilio  sea  tal  y  en  tal  proporción,  que  suceda  que 
la  voluntad  del  hombre  quiera,  obedezca,  reciba  el  don  de 
Dios,  lo  conserve  en  seguida  con  perseverancia,  acceda  á  la 
verdad  que  se  le  expone  y  realmente   crea.  Y  todas  esus  co- 
sas las  obra  Dios  en  nosotros  de  tal  modo  que  no  infringe  el 
poder  natural  del  libre  albedrfo  ni    lo  disminuye,  sino  que 
obrando  de  un  modo  que   le  es  propio,  mueve  suavemente 
el  libre  albedrfo,  lo  gobierna,   lo  dirige  y  lo  inclina  al   bien 
de  modo  sin  embargo  que  el  hombre  conserve  en  su  libre 
albedrfo  la  facultad  de  resistir,   de  suerte  que  al  paso  que 


34  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

cree  y  da  asenso  á  la  verdad,  puede  no  creer  y  negar  so 
aaentimiento.  Preciso  es  pues  deducir  con  S.  Agustín  (lib. 
deBon.  Persev.  cap.  VIII  y  cap.  XIIT),  que  todo  debe  ser 
atribuido  &  Dios,  el  principio  del  bien  y  su  complemento,  el 
querer  y  el  hacer  lo  mismo  que  la  perseverancia  en  el  bien: 
pues  es  mas  perfecto  perfeccionar  que  comenzar.  • 

El  quinto  error  es  el  de  los  que  pretendieron  que  la  fe  qo 
debia  atribuirse  á  los  méritos  de  Jesucristo,  sino  á  un  don 
de  la  providencia  general,  del  mismo  modo  que  la  Encarna- 
ción de  Cristo  no  fué  obrada  por  los  méritos  del  mismo  Cris- 
to, sino  por  una  liberalidad  de  la  providencia  de  Dios.  Este 
error  se  halla  refutado  del  modo  mas  formal  por  el  testimo- 
nio de  la  Sagrada  Escritura.  Pues  el  Apóstol,  en  su  epístola  ' 
]?  á  los  de  Esfeso  dice:  Benedixit  nos  omni  benedictione  spiri- 
tuali  in  Christo.  Ahora  bien:  la  fe  figura  seguramente  en  pri- 
mera línea  entre  las  bendiciones  espirituales.  En  la  epístola 
á  los  Hebreos:  Aspicientes  in  auctoremjidei  et  consummatorem 
Jesum.  Y  en  la  epístola  á  los  Fiiipenses:  FobU  donaíum  est  pro 
Christo,  non  solum  ut  in  eum  credatis,  sed  nti  ctiam  pro  tilo  jm- 
tiaminú  Vemos  igualmente  en  S.  Juan,  cap.  XII,  que  Jesús 
oró  por  la  conversión  de  los  que  debían  creer  en  él,  y  pidió 
que  la  fe  les  fuese  dada  por  los  méritos -de  su  oración. 

El  Concilio  Mílevitano,  (cap.  IV),  enseña  que  por  los  mé- 
ritos de  Jesucristo  nos  da  Dios  tanto  lo  que  hemos  de  saber 
como  lo  que  hemos  de  practicar.  Del  mismo  modo  el  Conci- 
lio de  Trente  enseña  (ses.  6,  cap.  VII)  que  recibimos  de  Dios, 
por  los  méritos  de  Jesucristo,  la  fe,  la  esperanza  y  la  caridad, 
y  (cap.  VI)  que  Jesucristo  es  la  causa  meritoria  detoda  nues- 
tra justificación, 

Y  ciertamente  no  podría  decirse  que  Jesucristo  es,  no  la 
causa  meritoria  sino  la  causa  efectiva  de  la  fe  y  de  las  dispo- 
siciones á  la  justiñcacion:  pues  como  enseña  Santo  Tomás, 
en  todo  cuanto  se  refiere  á  nuestra  salvación,  Jesucristo  nada 
obra  en  nosotros  que  tío  nos  haya  igualmente  n^erecido,  pues- 
to que  la  pasión  de  Jesucristo  es  el  remedio  universal  para 
curar  los  males  de  la  humanidad.  La  mÍ9ma  doctrina  se  en- 
cuentra eaS.  Agustín  (li^.  I  de  las  Confesiones  y  lib.  de  la 
Persev,  de  los  buenos,  cap.  VII)  cuando  dice:  Fid^m  dedisti 
mihi^  quam  inspirasíi  per  humanüatem  Filii  tuL  En  fin  ¿no  dijo 
el  mismo  Jesucristo  (S.  Juan,  cap.  XV):  Sine  me  nihil  potes- 
tisfacere'i  Ahora  bien:  querer  creer  ¿no  e»  algo  bueno? 
V  Refutados  todos  los  errores  precedentes,  es  preciso  pues 
creer  con  entera  certeza  que  la  fe  jpor  medio  de  la  cual  so- 
mos cristianos,  tanto  la  que  es  periecta  como  la  que  solo  hisk 


comenzado,  y  lo  mismo  !a  que  es  viva  que  la  que  es  muerta* 
ei  QQ  don  que  Dios  dos  hiso  por  los  méritos  de  Jesuorísto, 
La  fe,  ya  iniciada,  ya  perfecta,  es  un  don  de  Dios»  pero  un 
don  qae  Dios  no  da  á  los  que  no  lo  quieren,  según  estac  ra- 
labras  de  San  Agustín  (lib.  de  prsedest  sanct  cap.  lu): 
Oírmque  eredere  et  velle  bonum^  Dei  est^  guia  ipte  prospitírat 
fUnUatemj  »*t  utmmque  noürum,  quia  monjía  niti  voUntibu»  ñM$. 
T(cap.  IX):  Fidti  igüur  et  inehoata  et  perfecta,  don%m  Dei 

(Finalizaré.) 


DE  Oficio. 

SECRETABIA  DEL  OBISPADO  DE  LA  HABANA. 


YsloBtarla  aMeitaperelfescBa.  é  lltaM.  8r.  ilJiis  a  flif»r  <s 
ftwmíf  SaBtfriaa  Padre  Pleleae. 


Relación  de  las  personas  y  cantidades  que  cada  una  ha  entregado 
para  el  expresado  Meto  en  esta  Secretaria  de  Cámara  y 
Gobierno. 


Parroquia  de  ascenso  de  Quivican. 


Ps.  Cti. 

Su  ma  anterior 51.263  41  i 

Pbro.  D.  José  Anastatio 

Miyaya,  Cara  párroco..  34  „ 
Doña    Marfa  de    Loreto 

Armenteroi- 34  ,, 

D.  Felipe  Varcarcél 17  „ 

i>  M.  V.  P... ---..-- ...  17  „ 
ff  Franeiseo    Rodríguez 

Espinosa 8  50 

,t  Joan  Izquierdo 8  50 

.,    Boiifacio  de    Belén 

DaTÍd 8  80 

„  PoTÜrío  Camerían —  8  50 
,,  Sixto  María  Du»,  Di- 


Pi.    Ctr 


reetor  ^e  la  etenela  prí- 
mana 

Una  persona  qae  oealta  sa 
nombre 

Df  Josefa  Vifias  de  Tron- 


D.  José  María  Dadfiaz... 

„  J.  R.  deE 

,,  Esteban  Pérez  Saaar 

bria 

„Manael  González  Del- 
irado  

Doia  Teodora  Pejnido . . . 
„  JiíftmPelahwiír— • 
VIL — 4 


55 

55 

II 
25 


4    35 


35 
35 
35 


26 


LA  VBSDAD  CATÓLICA. 
Ps.    Cto. 


D.  Pedro  Riera  y  Serra..  4 

„  AbdonValdét 4 

„  Juan  García  Palomo..  4 
Dolía  Martina  Fernandes 

jberuiana 4 

„  Andi  éu  Saooh«»E 4 

M  Juan  Francisco  Villa- 
verde 4 

.,  Vicente  Torres  Diaz..  4 
„  Patricio  Agustín  Re- 
galado   4 

,»  José  Zamora 4 

„  Néstor  Julio  Monte...  4 

M  Norberto  Remís 4 

„  Agustín  Pantaleon  San- 
tana 4 

„  Ricardo  Severo  de  la 

Quardia 4 

,1  Maximiano  León  Diac.  4 

„  José  de  la  Lus  Piedra.  4 

Ofrenda  reservada 4 

Ídem  Ídem 4 

„  Antonio  Díaz 4 

„  José  Saturnino  Gómez 

Leal 3 

„  Gumersindo  Placencia.  3 
„  José  González  Manzo.  3 
„  Antonio  Quintero....  2 
M  Francisco  B.  Quintana.  2 
Moreno  Ubre  Celestino  Pé- 
rez   2 

D.  Federico  Alvarez 2 

Doña  María  de  las  Merce- 
des Martínez 2 

„  José  Antonio  Xenes..  2 

„  Joaquín  Palacios 2 

M  A  gustin  Palacios 2 

„  Higinio  Borotil '2 

Doña  Juana  Borotíl 2 

D.  JoiȎ  Ladislao  Sancbez  2 
„  Ensebio  Rodríguez  Si- 

gler 2 

u  José  Rodríguez  Sigler.  2 
„  Higinio  Fernandez  De- 

labanty 2 

„  José  San  Juan 2 

„  Antonib  Oordovés 2 

„  José  Valdés 2 

M  Toribio  Rddrígnex.. . . '  2 
„  Marcos  Leopoldo  Her^ 

mesilla 2 

DoñaVictoríana  de  Regla 

Gil 2 

D.  Servando    Hernández 

Guerra 2 

„  Serafin  Proto  Valdés 

Palacios '. 2 

Doña  María  L.  Monte. .  J,  2 
D.  Leonoio  Guillermo  de^ 


25 
25 
25 

25 
25 

25 
25 

25 


25 

25 

25 
25 
25 
25 


50 

50 

374 

50 

50 

50 
12é 

124 
124 
124 

a 

m 
m 

184 
12i 

121 
124 
124 

w, 

124 

124 

124 

124 
124 


Pi.    Cti 


124 


2    184 


Armas 2 

„  Gregorío  de  los  Santos 

Gutiérrez. 

»,  Francisco  Magdaleno 

de  Vargas. 2 

Doña  María  Cleofe  Valdés,  2 

„  Maríana  P.  de  Guerra.  2 

D.  Martín  José  Mulier...  2 
„  Liberato   Sabas  Mar- 
tínez   -2  124 

una  ofrenda  reservada...  2  12i 

Id.id.id 2  124 

Id.  id.  id 2  124 

Id.  id.  id 2  124 

D.  José  M.  Campos 2  124 

„  Valerío  P.  Rodríguez.  2  124 

.,  Pedro  Castro 2  l^ 

Doña  Desidería  J.  Roy...  2  '^~ 

D.  José  Olallo  Pereira. ...  2 

H  Felipe  V.  Senjndo 2  1! 

„  Sebastían  Mora  Guerra  2  í 

Doña  Rosalía  Camila  Puig  2  1! 

D.  Juan  de  Mata  Peres  j 

Sánchez 2  124 

n  Felipe  B.  Labrador...  2  124 

.,  Silverío  M.  Gutíerrez.  2  124 

Doña  Sofía  Salomé  Riera.  2  124 

„  MauríciaG.  Torres...  2  I24 

D.  José  Ufredo  Oliva....  2  124 

„  Ramón  Eleno  Saldaña.  2  12i 

„  José  M.  Borges  Acosta.  2  12? 

,,  Honorato  Pedrero 2  1^ 

, ,  Hipólito  J  de  Aguilera.  2  12| 

,,  Guillermo  Galiodo ^  ^^ 

„  Cristóbal  G  Peres. . . .  2  12" 

„  Remigio  Val  verde 2  „ 

Doña  Ménica  B.  Marrero.  2  „ 

D.  Rodrigo  M.  Ramos 2  „ 

Doña  Margaríta  Velix  de 

Soto 2  „   . 

D.  Bernardo  Añero 2  „ 

„  Felipe  Paz  de  la  Riera.  2  „ 
,,  Ennque  Acevedu  FaU 

con 2  „ 

Doña  Teófila    Eustaqnia 

Alfooseca 2  „ 

D.   José  de  la  Trínidad 

Fleitas 2  „ 

„  Atanasio  Contrera  Or- 

tíz... 2  „ 

,,  Gii  Bautista  Arencibia.  2  „ 

„  Jusn  Alfonso  Ledesma  2  „ 

„  José  de  Castro 2  „ 

Doña  Pantaleona  Lopes 

del  Monte 2  „ 

D.  Gerónimo  Rodríguez..  2  „ 

„  Eleuterío  Ríos. 2  „ 

„JoséRomero 2  „ 

,,  Bonifacio G.  Palmer..  2  , 


La  VKBDAD  GAtÓLlCA» 


t)i8iliidon,O.FaiÍM.. 
nJoiefiídeLeoD 

I>.JoiédeiB.B«itÍ8to.. 

MalüreetaV.Goniet. 

^EotinioJ.dflAiXNita. 

Mi  PntdeaeU  F.  Gime» 

•lei 

nOregoriaE.  Delgado.. 

D-fiiodiloJotéMilio.... 
n  Deiidarío  Heraaoilex.. 
nMMQHlEchasabaL... 
»  JoiéCIiro  Ollero.. -. - 
nOottitloGooxaleí  Man- 
ato  

«•Segundo  Alfonao-, 

f.mii6ldeIaO.Barrioa 
«  Victoriaiio  Vallador, 
<^itui  jaez  pedáneo.. 

»^r¡lo  Peres  Casas.... 

«Víctor  García. 

«Tomai  BImooo 

»  pomiogo  Lopex 

"JwuniUrtinex 

\Í^  Teófilo  Martines 

^<*ego 

n  .'itrtin  Bodríffaes  £■- 

Paoía. :. 

«¿«■é  del  Carmen  Mar- 

*ffltt  Capote 

••  Juio  Haonel  Salgado 

ri  Pedro  Ifartínez  Capote. 

nJoié  de  la  Cuesta. 

n  Pedro  Simanco 

II  Stotiago  de  León 

fi  UumA  Fabián  Días . . 

I»  Law  Guerra 

.1  Jaao  FranciMo  AcxMta 

I^oóa  María  Zacarías  Gon- 

njes.  ..•..•^•«.. .... 

D.Pedro  Infante 

u  •nao  Goczalez  Donoso. 
n  Miguel  de  Cárdenas  y 

A](£ar 

n  José  Trinidad  Hernan- 
dos  

„  Gabriel  Rodrigues.. . . 

DoSa  Bosalía  Arendbia. . 

D.  Cesáreo  Hernandos... 

„  Franeiseo  Solano  Bo- 

▼el 

Noere  eselaTos  de  Cárde- 
nas  

Díes  7  seb  de  id.  id 

D.  A.  Leocadio  Snis  7  Aj^ 

riera 

H  AotonloRois  7  Arriera 
Pttfdo  libre  LeondoGoar- 


Fa. 

Os. 

m-^m. 

3 

n 

3 

>r 

9 

« 

9 

f» 

2 

ff 

8 


50 
50 
S5 
95 

85 
85 
181 


90 

90 
80 

871 
75 


rié 75 

Parda  Bfariana  Días 75 

D.  Bartolomé  Padrón. . . .  60 

„  Manuel  Dias Llanos..  50 

tf  JS«  H.  S.. .....>  ..-•..  50 

M  Febpe  Hernandos 50 

t»  Joaquín  Martínez  Gus- 

man 50 

„  Manuel  de  Jesús  del 

Carmen   Alonso. 50 

„  Leonardo Sancbes....  50 
„  Celestino    Hernandos 

Perdomo 50 

„  Salvador  García 50 

„  José  Ramón  de  Torres  60 

.,  Camilo  Fidalgo 50 

„  Manuel  AramUt 50 

„  Pablo  Dias  Regalado . .  50 
„  Ángel    Lorenzo   San- 
ches 50 

„  Juan  Valdes  Mimpier 

res 50 

„  Blas  Fernandez 50 

„  Juan  Ros 50 

„  Mateo  Luis  Abila. 50 

f,  Antonio  Lorenzo 50 

M  Juan  Dam 50 

DoBa  Teresa  Alonso 50 

„  Carlota  Dam. . ^ 50 

D.  Francisco  Piloto 50 

„  Joaquín  G.  Lugo 50 

„  Domingo  Torres. 50 

„    Antonio    Hernández 

NaTarro 50 

Cinco  negros  esclavos  de 

Yaldes  Arostegui 50 

D.  Salvador  Frigola 50 

Doña  Filomena  C rus 50 

„  Agustina  Fernandez..  50 
D.    Pablo    Díaz  Yaider- 

rama 50 

,,  Ramón  Zacarías   Ro- 
dríguez   50 

„Si3vador  Torres 50 

Dofia  María  de  las  Merce- 
des Armeoteros 50 

D.  Francisco  Javier  Cruz.  60 

„  José  Dias  Reyooso. ..  50 

M   Nemesio  R  Martines.  50 

„  Roque  Costa 50 

„  Francisca  Boligan 50 

„  Pedro  Pablo  Sorí 50 

Doña  María  de  Belén  Del- 
gado   50 

„  María  de  la  Cancíela- 

riaAoosta 50 

D.  Mignel  de  Torres. 50 

Dofia  Leocadia  de  Cér 

dova 50 


28 


L4  VKRDÁD  CATÓLICA. 
Pf.    Cts. 


D.  Amode  Rodrigues....  50 

„  Maoael  Rodríguez  Mar- 

tlnei 60 

„  Vicente  R.  Martínez . .  50 

u   OristAbtl   Rodriguei 

Bíartinez ^ 50 

u  Miguel  Rodrigue!  Bar- 
rera   50 

„  Manuel   G.    Hernan- 

det 50 

Dofia  Juliana  NuBo 40 

D.  Jote  Agustín  Peiei,..  97 i 

,,  Lorenso  Etttinoea 25 


D.  Joaquín  Fernandez  de 

Sota 

„   Antonio    Hemandei 

Navarro 

„  Lúcaa  Arteaga. 

Bofia  Eusebia  de  Ar«ia. .. 

„  JoMfa  Gutierres 

D.  Joaquín  Fernandez  Cor- 

dovet* 

„  Clemente  Lazando 

Moreno     Ubre     Eusebío 

Alonso 

Morena  Teodora  Gaitaa. 


Ps.    Cti' 


95 


86 
95 


95 
95 

90 

10 


Suma. 51.76B  94 

bbana  5  de  Mayo  de  166|.— PMf«  8anek»t,  secretario. 

(ConUimará.) 


PEQíSAKIEIfTO. 


Cada  vez  que  la  consideración  se  fija  en  esa  locha  constan- 
te que  sostiene  la  Iglesia  de  Jesucristo  con  sus  propiDs  hi- 
jos que  la  humillan  y  desconocen,  el  cristiano  sincero  se 
siente  abrumado  bajo  el  peso  de  un  mal  enorme  con  que 
aquellos  agravan  la  situación  moral  y  religiosa  de  la  socie- 
dad cristiana.  Quisiera  persuadirse  de  que  son  delirios  mas 
bien  que  realidades  los  nachos  que  ve  y  palpa;  quisiera  per- 
•uadirse  de  que  sus  sentidos  le  engañan  cuando  toca  sus  tris- 
tes efectos;  tan  grande  es  su  enormidad  y  tantos  también  los 
gérmenes  de  mal  q^ue  en  sf  contienen. 

J.  i.  Víctor  Eyzagtiirre. 


SECCIÓN  LITERARIA. 


aBOUBBLDO   DB  ITALIA. 


'AY  aobre  las  bellas  colinas  que  forman  ancha  base  á 
los  altos  Apeninos  una  antigua  ciudad  cuyo  nombre 
sobre  toda  la  tierra  ha  resonado.  Envuelta  al  princi- 
pio en  las  sombras  de  un  misterio  ya  impenetrablot 
se  afirmó  como  en  las  rocas  del  océano,  y  tendió  lue- 
go sus  brazos  de  gigante  para  coger  de  los  pinos  del 
Norte,  y  de  las  palmeras  del  Mediodía  y  de  los  laureles  de 
Oríente,  coronas  inmortales  con  que  ceñir  sus  augustas  sie- 
nes. Fuerte  primero  con  la  dura  deznudez  del  pobre  y  arma- 
da luego  del  hierro  del  guerrero,  armas  y  desnudez  cambió 
por  la  púrpura  perfumada.  Los  labios  que  el  agua  pura  y  los 
toscos  frutos  de  la  tierra  saborearon  ávidos,  luego  buscaron 
el  fruto  embriagador  de  la  uva  y  pidieron  á  distantes  climas 
sus  raras  producciones. 

Débil  y  enfermiza  cayó,  cayó  rodando  como  gastado  ebrio; 
cayó  en  el  polvo  y  de  látigo  herida  por  bárbaras  manos. 

£1  tiempo,  avergonzado  de  tan  tremenda  caida,  echó  á  pu- 
ñados la  tierra  sobre  el  trofeo  y  el  templo,  fermentó  la  vola- 
dora semilla  7  regó  la  yerba  indiferente,  desprecio  de  las 
ruinas.  Pero  ea  medio  w  tamaño  desastre  una  mano  babia 


/ 


30  LA  VÉBDAl)   CATÓLÍOA. 

escrito  el  nombre  de  aquella  ciudad  con  caracteres  ie  ítitf 
dtí  luz  vivísima  cuyo  resplandor,  sereno  y  suave,  se  extendió 

f^or  todas  las  regiones  hasta  donde  había  antes  llegado  el 
ulgor  de  la  espada.  A  las  antiguas  coronas  sucedió  un  humilde 
madero  bañado  en  sangre  preciosa  de  una  raza  regenerada. 

Atacada  en  cien  combates,  maltratada,  saqueada,  hambrien- 
ta, la  ciudad  nueva  fué  el  corazón  de  un  continente  entero, 
fué  el  alma  de  la  tierra  cuyo  brillante  sol  la  calentaba.  Coa 
la  espuda  de  la  justicia  en  una  mano  y  pacíficas  palmas  en  U 
otra,  su  voz  se  oyó  en  medio  del  tumulto  espantoso  de  las 
naciones  que  querían  organizarse,  como,  roto  el  dique,  pre- 
cipita el  torrente  sus  aguas  atropelladas  en  buscade  su  na- 
tural equilibrio.  Su  brazo  fué  el  que  contuvo  y  lanzó  de  nue- 
vo á  los  desiertos  de  Libia  al  árabe  enemigo  que  hubiera  coa 
su  credo  cerrado  para  siempre  las  santas  puertas  de  la  Reli- 
gión y  la  Libertad.  Así  aquella  ciudad  que  antes  dominara 
el  mundo  para  subyugarlo,  dominábalo  ahora  para  rescatarlo 
de  la  esclavitud  y  la  ignorancia.  Así  cuando  la  humanidad 
toda  yacia  en  el  caos,  la  luz  de  aquel  nombre  era  el  único 
faro  encendido,  la  única  lámpara  de  saber,  el  úuico  rayo  de 
libertad.  Al  rededor  de  esta  luz,  inmóvil,  segura,  imperece- 
dera, fueron  poco  á  poco  agrupándose  los  seres  pri  vi  legados 
que  anunciaron  á  las  futuras  generaciones  el  renacimiento; 
la  noble  figura  de  Carlomagno,  la  mirada  mística  de  S.  Ber- 
nardo, la  laureada  frente  pálida  de  Dante,  la  coronada  de  Al- 
fonso, la  mano  inspirada  dé  Giotto. 

La  ciudad  caida,  abandona«1a  en  política,  se  levantó  coa 
una  existencia  nueva,  una  influencia  hasta  entonces  en  el 
mundo  desconocida,  y  separada  de  todo  punto  de  la  antigua 
influencia  guerrera.  Ocupaban  el  trono  ae  la  ciudad  varones 
elegidos,  débiles  por  su  edad,  fuertes  por  su  carácter  augusto, 
jefes  espirituales  de  las  naciones,  depositarios  de  la  ciencift 
divina  y  del  saber  humano.  ¿Qué  mucho  que  en  los  rudos 
combates  de  una  raza  entera  por  organizarse,  se  volviesen 
todos  los  ojos  á  aquellos  jefes  neutrales  para  dirimir  coa- 
tiondas  entre  los  fuertes,  parala  protección  del  débil  oprí- 
luidoX  Todo  lo  que  en  ciencias  morales  y  físicas,  todo  lo  que 
011  las  artes  producia  el  hombre,  pasaba  por  sus  manos.  La 
división  del  territorio,  los  tratados  internacionales,  la  Divina 
(\MUodia,  los  dibujos  de  Cimabue,  los  trazos  de  Galileo,  el 
\Ua|Mi«on  do  Guy  d'  Arezzo,  los  mapas  de  Colon;  todo  iba  á 
av)U«»Ua  ciudad  á  recibir  la  aprobación  ó  desaprobación  del. 
h^ubr^  quo  representaba  la  inteligencia  de  aquella  época 
mtriitiifcL  Si  sus  decisiones  en  ciencias  humanas  no  fueron  del 


LA  VBBDAD  CATÓLICA.  31 

todo  acertadas,  calp^  fué  de  aquel  la  tenebrosa  edad;  y  ¡cutfn- 
toiyeceéla  mano  temblorosa  de  aquellos  indefensos  uncía- 
008 hizo  envainar  la  espada  de  fuertes  guerreros,  movidos 
por  la  ambición  y  la  venganza! 

,  La  gran  ciudaa  caida,  que  de  capital  del   mundo  se  habia 
convertido  en  pobre   capital  de  un   insignificante  ducado, 
rijbajo  estos  ancianos  reverdecer  sus  laureles,  no  ya  cubier- 
tos con  la  sangre  de  la  conquista.  Cuando  por  toda  la  tierra 
penetró  la  luz  que  partía  de  aquella  ciudad  de  las  colinas 
italianas,  ya  esta  descolló  también  por  su  grandeza.  La  cúpu- 
la atrevida  que  levantó  Miguel  Ángel,  burlándose  de  la  ar- 
quitectura del  Panteón,  parece  hecha  para  recibir  una  asam- 
blea compuesta  de  los  genios  de  toda  la  tierra.  Los  caidos 
obeliscos  volvieron  á  encajar  sus  misteriosas  puntas  en  las 
oobes;  cubriéronse  las  paredes  de  pinturas  inmortales  y  des- 
deau  libre  torre  el  sucesor  de  Q-alileo  arrancó  al  firmamento 
▼oces  desconocidas. 

Las  caravanas  del  desierto  descansan  junto  á  las  ruinas 
abandonadas  de  Ninive,  Babilonia  y  Palmira;  el  mar  se  estre- 
lla en  silencio  sobre  las  playas  de  Tiro,  un  grupo  de  mezqui- 
nas casas  sombrea  el  asiento  de  Atenas,  un  pedazo  de  muro 
señala  al  viajero  el  sitio  de  Cartago;  pero  entre  las  ruinas  de 
la  ciudad  de  Italia  se  ha  levantado  otra  ciudad  donde  todas 
laa^neraciones  modernas  han  dejado  su  estampa  de  un  mo- 
do imperecedero.  ¿Quién  ha  forjado  esta  maravilla?  No  es  la 
posición  ventajosa  para  el  comercio;  pues  ni  tiene  puerto,  ni 
estáá  la  entrada  de  grandes  llanuras  agricultoras  ó  á  la  bo- 
ca de  caudalosos  rios;  no  es  la  posición  política,  pues  se  ha- 
llaá  larga  distancia  de  los  puntos  estratégicos  por  donde  el 
eztrangero  ha  amenazado  la  península  italiana;  no  es  el  cli- 
Doa,  porque  su  pantanosa  comarca  pone  pavor  á  los  habitan- 
tea;  no  son  las  riquezas  del  suelo  ni  las  que  encierra  en  sus 
entrañas  la  tierra.  Si  la  ciudad  de  las  colinas  de  Italia  es  es- 
pléndida cuando  sus  compañeras  yacen  en  el  polvo,  es  por- 
que ha  habido  en  su  seno  un  alma  fecunda  y  vivificante  que 
con  los  años  reverdece. 

Sus  venerables  ancianos,  escogidos  en  todas  partes  y  en 
todas  condiciones,  conservaron  en  ella  la  esperanza  délas 
Daciones;  corrieron  con  ella  los  siglos  déla  regeneración;  y 
hoy  se  presentan  todavía  á  su  cabeza  ante  este  siglo  XIX 
que  cree  haberlo  hecho  todo,  como  si  por  décadas  se  escribie- 
ra la  historia  de  la  humanidad.  Y  se  presenta  herida,  mal- 
tratada, escarnecida  por  sus  hijos;  heriaa,  maltratada,' escar- 
necida  por  el  extrangero. 


32  L4TBRDÍD  GlTéLICA. 

Tráiganse  á  plaza  motivos  de  conveniencia  polftiea;  caiga 
la  censura  sobre  los  que  en  cualquiera  estado  y  condición 
fueron  infieles  ala  confianza  que  Dios  ó  los  hombres  en  ellos 

{msieron;  pero  descubramos  la  cabeza  respetuosamente  ante 
os  PAPAS,  que  con  áncoras  inmortales  salvaron  á  ROMA 
del  naufragio  universal  y  dieron  pulso  á  la  sangre  del  man- 
do moderno. 

E.  QuitéroM. 


LA  ESCARVACIOn. 


•• — ¡Dios  te  salve!" — te  dijo  en  blando  acento 
£1  ángel  del  Señor,  bella  María, 
Mientras  la  fuente  del  amor  corría 
Del  portento  de  Dios  á  tu  portento, 

" — Cúmplase  en  mí  su  soberano  intento" — 
Tu  corazón  humilde  respondía, 
Mientras  el  ámbar  de  tu  voz  subía 
Desde  tu  casto  labio  al  firmamento. 

Por  mi!  y  mil  espíritus  llevado 
Tu  dulce  nombre  va  de  gracia  lleno 
Fijando  en  las  alturas  su  prestigio, — 

T  queda  el  orbe  absorto,  anonadado, 
En  tanto  ¡oh  Virgen!  que  en  tu  puro  seno 
Consuma  el  Verbo  su  mayor  prodigio. 

^.  Zambrana 


LA  VERDAD  CATÓLICA. 


EL  ARREPBJHTIMUEBITO. 


Clemente  Dios,  ante  tí, 
Pecador  arrepentido. 
Postrado  mírame  aquí; 
Pésame  haberte  ofendido, 
Ten,  Señor,  piedad  de  mf. 


Mis  graves  pecados  fueron 
Las  cuerdas  que  te  azotaron, 
Crueles  espinas  se  hicieron, 
Y  en  clavos  se  trasformaron 
Que  en  la  Cruz  te  suspendieron. 


La  llaga  de  tu  costado 
Do  el  agua  y  sangre  brotó 
Con  que  me  has  regenerado, 
Mi  impura  lengua  la  abrió, 
Por  ella  fuiste  lanceado. 


Y  pues  con  tanta  impiedad 
¡Oh  dulcísimo  Señor! 
Y  tan  bárbara  crueldad 
Pagué  tu  entrañable  amor 
Colmando  mi  iniquidad; 


No  acuses,  ¡ay  de  mi!  airado. 
Mi  ingratitud  y  malicia, 
Ni  descargues  irritado 
£1  brazo  de  tu  justicia 
Sobre  el  que  ves  h^tpil^a^o, 

vn.— 5 


H  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

Los  yerros  que  cometí 
Causan  hoy  mi  confusión; 
Mas  si  ya  me  arrepentí, 
No  me  niegues  tu  perdón^ 
Compadéciete  de  mí. 


Indigno  es,  Dios  de  bondad, 
De  tu  enojo  soberano, 
En  su  torpe  ceguedad, 
Un  miserable  gusano 
Que  insultó  tu  Majestad. 


Por  esto  y  que  en  perdonar 
Tu  gloria  mayor  estriba, 
Confio  q^ue  me  has  de  dar 
De  llanto  una  fuente  viva 
Para  mis  culpas  borrar. 


iOh  quién,  en  cambio.  Señor, 
De  tanto  que  te  ha  ofendido. 
Te  amara  con  tal  ardor. 
Que  muriera  consumido 
En  las  J  lamas  de  tu  amor! 


Enciende  ¡oh  Jesús!  te  ruego. 
En  mi  corazón  helado 
Ese  ardientfsimo  fuego, 
Y  haz  que,  en  él  purificado. 
Espire  en  tus  brazos  luego. 

(La  España.)  Antonio  Miguel  Romero. 


Oi.. 
LA  VERDAD  CATÓUCA.  M 


ABTI8TA  RELIGIOSA. 


GOKSIffTOBlO  8ECRET0  DBL  18  DE  MARZO  DE  1861 . — Su  San- 
tidad el  Papa  Pió  IX  celebró  el  dia  18  de  Marzo  en  el  pala- 
cio del  Vaticano»  según  sabrán  ya  nuestros  lectores,  un  con- 
tiatorío  secreto  en  eí  cual,  después  de  una  alocución,  propuso 
las  Iglesias  siguientes  iLa  IgU$ia  metropolitana  de  Valencia^en 
Etpaña^  para  el  Ilimo.  Sr.  D.  Mariano  Barrio  y  Fernandez, 
promoviao  de  la  sede  episcopal  de  Cartagena. — La  Iglesia 
metropolitana  de  San  Salvador  de  la  Bahía  de  Todos  los  Santos^ 
en  el  Brasil^  para  el  Ilimo.  Sr.D.  Manuel  Joaquín  de  Silveira,. 
promovido  de  la  sede  episcopal  de  S.  Luis,  en  el  Marañen. 
— La  Iglesia  ínetroptditana  de  Auch^  en  Francia,  para  Monse- 
ñor Francisco  Agustín  Delamare,  promovido  de  la  sede  epis- 
copal de  Lufon. — Iaií  Iglesias  catedrales  unidas  de  Viterbo  y 
Tifscfinella,  en  los  Estados  Pontificios,  para  Monsepor  Cayetano 
.  Bedini,  secretario  de  la  Ssgrada  Congregación  de  la  Propa- 
ganda, trasladado  de  la  Iglesia  arzobispal  de  Tebas,  in  par- 
tibus  infidelium- — La  Iglesia  catedral  de  Ñevers,  en  Francia,  pa- 
ra Monseñor  Teodoro  Forcade,  trasladado  de  la  sede  episco- 
pal  de  la  Guadalupe  ó  Baja-Tierra. — La  Iglesia  catedral  de 
Annecyj  en  Sabaya,  para  el  R.  D.  Claudio  María  Magnin,  Pbro. 
de  la  diócesis  de  Aunecy,  Superior  del  Gran  Seminario,  etc. 
— La  Iglesia  catedral  de  2'royes,  en  Francia,  para  el   R.  D. 
Manuel  Julio  Bavioet,  Pbro.  de  París,  y  Vicario  general  de  la 
mitftna  ciudad  y  arzobispado. — La  Iglesia  catedral  de  Soissons, 
en  Francia,  para  el  R.  t>.  Juan  José  Christoplie,  Pbro.  de  la 
diócesis  de  Saint  Dié  y  cura  de  La  Chapelle  Saint  Denys,  en 
Paris. — La  Iglesia  catedral  de  Bya,  en  Portugal,  para  el  R. 
D.  Antonio  de  la  Trinidad  Vasconcellos  Pereira  de  Mello, 
Pbro.  de  la  diócesis  de  Braga,  etc. — La  Iglesia  catedral  de  Go- 
yaZf  en  el  Brasil^  para  el  R.  D.  Domingo  Quiriuo  de  Souza, 
rbro.  de  la  diócesis  de  San  Salvador  de  la  Bahía  de  Todos 
los  Santos  y  auxiliar  del  cura  de  Estancia,  en  la  misma  dió- 
cesis.—¿a  Iglesia  episcopal  de  Ibora  in  partibus  infideltvm,  pa- 
ra el  R.  D.  Adriano  Wlodarski,  Pbfo.  de  la  diócesis  de  Bres- 
laa,  canónigo  de  la  catedral}  y  diputado  sufragáneo  de  Mon- 


36  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

señor  Enrique  Forster,  Obispo  de  la  misma  sede. — Eq  segui- 
da anunció  S.  S.  la  elección  siguiente,  hecha  desde  el  último 
consistorio  hasta  este:  Coadjutoría  con  futura  sucesión  de 
Monseñor  Emerico  Osego^'ich  de  Barlabassevecz,  Obispo 
de  Segna  y  administrador  perpetuo  de  Modruza,  en  Dalmacia, 
en  favor  de  Monseñor  Wenceslao  Soic,  Obispo  de  las  sedes 
unidas  de  Belgrado  y  Semendria,  en  Servia. — En  fin  la  ins- 
tancia del  sacro  Palio  fué  hecha  al  Padre  Santo  para  las  Igle- 
sias metropolitanas  de  Valencia,  San  Salvador  de  la  Bahía  de 
Todos  los  Santos  y  Auch. 


Iglesia  monumental  que  debe  construirse  en  aquis* 

GRAN    en  memoria  DE  LA  PROCLAMACIÓN    DOGMÁTICA  DE  LA 

INMACULADA  CONCEPCIÓN. — Seguu  lecmos  en  una  correspon- 
dencia de  Alemania,  las  cantidades  recolectadas  para  la  edi- 
ficación de  la  iglesia  votiva  que  está  construyéndose  en  Aquís- 
gran,  en  memoria  de  la  definición  del  dogma  de  la  Inmacu- 
lada Concepción  de  María,  ascendían  á  la  suma  de  82.178 
talers.  Si  sigue  en  aumento  el  celo  de  los  habitantes  de  Aquis- 
gran,  añade  la  misma  correspondencia  que  la  ciudad  Caro- 
lina, que  ya  posee  uno  de  los  nr.a«:  antiguos  santuarios  de  Ma- 
ría, verá  levantarse  el  mas  hermoso  monumento  elevado  en 
honor  de  la  Santísima  Virgen  en  los  tiempos  modernos. 


Exposiciones  dirigidas  al  padre  santo  por  los  caba- 
lleros Y  LAS   SEÑORAS  DE  LA  CIUDAD  DE    MILÁN. — He  aqUÍ, 

aeguD  el  Diario  de  Itotna^  el  doble  documento  dirigido  á  S.  S. 

f>or  las  señoras  y  caballeros  mas  notables  de  la  ciudad  de  Mi- 
an.  La  exposición  de  estos  últimos  dice. así:  ''Santísimo  Pa- 
dre: Que  en  medio  de  tantos  hombres  perversos  como  desco- 
Q0C6D  la  magostad  de  vuestro  poder  soberano,  la  justicia  de 
vuestras  decisiones  y  el  martirio  de  vuestra  vida,  se  eleve 
mayor  número  de  católicos  para  presentaros  con  sus  ora- 
ciones y  «US  ofrendas   el   testimonio  de  una  piedad  ver- 
daderamente ñlial,  es  ya  un  triunfo  gloriosísimo  para  vos, 
Y  estamos  ciertos  de  que  Dios  lo  completará  por  medio  de 
U  TÍcloria  dada  á  la  fe  y  la  paz  devuelta  á  la  Iglesia,  en  el 
áia  filado  por  su  Providencia  y  su  bondad. — Mas  nuestro  co- 
nHOQtie M  Wttai  Santísimo  Padre,  espera  con  impaciencia 
TttMQM  todos  gocen  en  breva  de  ese  triunfo  completo, 


LA    VERDAD   CATÓUCA.  87 

tsDto  mas  cuanto  que  los  enemigos  de  todo  derecho  divino 
y  humano,  hacinando  injusticias  sobre  injusticias  y  añadiendo 
áflus  sacrilegios  otros  mas  horribles  aún,  se  afanan  por  arre- 
batarnos hasta  la  esperanza.  Esto   nos  hace  sentir  mejor  el 
deber  apremiante  y  el  deseo  de  multiplicar  nuestros  esfuer- 
«M por  acelerar  dicho  tnunfo- — Por  tanto  nos  hemos  humi- 
llado interiormente   y  hemos  exclamado:  *'Con  justicia  su- 
mos castigados,  pues  hemos  pecado.  Hagamos  pues  peniten- 
cia. ¡Quién  sabe  si  el  Señor  no  se  dejará  mover  á  compasión, 
n  no  abreviará  el  tiempo  de  prueba,  y  no  hará  que  brille  de 
pronto  el  dia  de  alegría  y  acción  de  gracias!"  Como  pecado- 
re8,  pues,  pedimos  una  penitencia  solemne,  que  pronuncia- 
da por  la  autoridad  del  Oráculo  supremo,  sirva  de  compen- 
sación á  los  excesivos  desórdenes  y  á  los  escándalos  de  nues- 
tros desgraciados  hermanos.  Pedímobla  todos  juntos,  con  un 
mismo  corazón  y  un  mismo  espíritu,  para  que  suba  hacia  el 
cielo  como  un  solo  y  único  sacrifício  bastante  poderoso  para 
hacer  violencia  al  corazón  de  Dios.  La  imploramos  de  vos, 
oh  Vicario  del  Dios  que  perdona  los  pecados  y  salva  al  mun- 
do. Esa  penitencia,  aRÍ  lo  esperamos  firmemente,  por  los  mé- 
ritos de  Jesucriáto  y  de  la  Virgen  Inmaculada,  aceler&rá  el 
fruto  de  la  oración  y  las  ofrenda?,  vuestro   triunfo  y  el  de 
vuestra  santa  causa,  que  es  la  causa  de  la  religión  y  de  las 
naciones,  de  los  príncipes  y  de  los  pueblos.  Esperando  esa 
gracia  con  humildad  y  confianza,  besamos  vuestros  pies  sa- 
grados. Y  Vos,  Pontífice,  Rey,  Padre,  bendecidnos,  á  fin  de 
q«ie  siempre  seamos,  ante  Dios  y  ante  los  hombres,  vuestros 
hijos  muy  humildes,   obedientes  y   sumisos." — {Siguen  las 
famas.) — La  exposición  presentada  por  las  señores  está  con- 
cebida ei:  estos  términos:  ^^üratio  autcmjiebat  sine  infermis' 
tione  ab  Ecclesiu  ad   Dtum  pro  eo.  (Act.  Apost.  c.  XII,  5.) 
Cuando  el  sucesor  de  Pedro,  el  vicario  de  Jesucristo,  se  ha- 
lla afligido  por  tantas  amarguras,  lasque  abajo  firman  sien- 
ten ia  dulce  obligación  y  el  irresistible  impulso  de  su  cora- 
zón, de  seguir  el  ejemplo  de  los  primeros  fieles,  multiplican- 
do las  oraciones  por  su  primer  Padre  y  Pastor.  Oblíganse, 
mientras  duren  estas  tristes  circunrtancias,  que  tan  dolcro- 
samente  acibaran  su  alma,  á  acercarse  á  la  comunión  en  uü 
dia  designado,  á  fin  de  que  no   trascurra   uno  solo  del  mes 
sin  que  ese  tributo  de  propiciación  sea  ofrecido  por  ellas  al 
Señor. — Al  rendiros  este  acto  de  homenaje  con  todo  el  fervor 
de  su  corazón.  Santísimo  Padre,  imploran  para  sí  y  sus  tarai- 
jias  la  bendición  apostólica." — {Siguen  lasjirmas). 


38  la  verdad  católica. 

Erección  de  una  nueva  sede  episcopal  en  espaNa. — 
Según  se  expresa  un  periódico  de  la  corte,  de  fecha  reciente, 
acababan  de  enviarse  á  Roma  los  pliegos  pidiendo  las  bulas 
para  el  establecimiento  de  la  silla  episcopal  de  Vitoria.  El 
mismo  periódico  añade  que  el  Estado  pagará  la  dotación  del 
Sr.  Obispo,  y  que  las  diputaciones'  Torales  están  prontas á  su- 
fragar los  gastos  que  ocasione  la  instalación  de  los  canónigos. 
La  nueva  silla  episcopal  no  podrá  abrazar  toda  la  extensión 
territorial  que  un  dia  llegará  á  tener;  pero  aun  sin  contar  con 
los  pueblos  vascongados  que  pertenecen  á  la  diócesis  de  Pam- 
plona, todavía  la  nueva  diócesis  de  Vitoria  no  dejará  de  te- 
ner gran  importancia  por  la  naturaleza  de  los  pueblos  que 
comprenderá. 


Manifestación  católica. — Con  este  título  publica  la 
Regeneración  de  Madrid,  tomándolo  de  La  Españat.e\  siguien- 
te suelto  relativo  al  espectáculo  que  ofreció  la  coronada  vi- 
lla en  la  última  semana  santa:  '^Séanos  lícito  asegurar  que 
nunca  ha  sido  tan  elocuente  ese  testimonio,  nunca  han  sido 
tan  unánimes  y  edificantes  las  manifestaciones  de  devoción 
como  en  este  año;  no  pai'ece  sino  que  el  buen  instinto  del 
pueblo  lo  ha  conducido  á  protestar  de  un  modo  tan  inequí- 
voco y  tan  irrebatible,  contra  la  inicua  propaganda  antisocial 
y  anticristiana  que  á  toda  prisa  está  haciendo  la  escuela  re- 
volucionaria: por  lo  mismo  que  la  Iglesia  católica  pasa  por 
un  período  de  terrible  prueba;  por  lo  mismo  que  rodean  y 
afligen  al  Soberano  Pontífice  tribulaciones  de  muerte,  y  se 
vuelven  contra  su  sagrada  persona  hijos  ingratos  y  rebeldes; 
por  lo  mismo  que  se  anhela  su  ruina  y  se  buscan  todos  los 
caminos  para  aniquilar  su  poder  y  destruir  su  autoridad;  por 
lo  mismo  los  verdaderos  fieles  que  ven  con  horror  tales  ini- 
quidades y  acompañan  amorosamente  con  sus  oraciones  y 
BUS  deseos  al  Padre  común,  acuden  al  templo  con  fervorosa 
solicitud,  declarando  así  que  no  hacen  causa  con  los  pertur- 
badores de  Europa;  que  rechazan  la  obra  satánica  de  la  Re- 
volución," 


LÁ  VERDAD  CAT6LICA.  9S 


CRÓNICA  LOCAL. 


Te-Deum  y  rogativas. — 36gun  se  anunció  oportunamente 
eo  lá  Gro^e^a  oficial  de  esta  ciudad,  el  domingo  28  del  pasa- 
do secftotó  en  nuestra  sftnta  iglesia  Catedral,  con  asistencia 
Je  las  primeras  autoridades  eclesiásticas,  civiles  y  militares, 
el  solemne  Te-Deum  en  acción  de  gracias  por  haber  entrado 
ooestra  augusta  Soberana  (Q.  D.  G.)  en   el  quinto  mes  de 
su  embarazo.  En  los  tres  dias  subsecuentes  se  hicieron  en  la 
misma  Iglesia  las  rogativas  públicas  por  el  feliz  alumbra- 
miento de  tan  excelsa  Señora.  Sucesivamente  irán  teniendo 
logar  estas  imponentes  ceremonias  religiosas  en  las  diferentes 
parroquias  de  la  diócesis,  y  sabemos  que  nuestro  Excmo.  é 
niraó.Sr.  Obispo  ha  dirigido,  con  fecha  de  25  del  mes  últi- 
mo y  con  tan  plausible  motivo,  una  circular  al  clero  parro- 
quial, disponiendo  que  así  en  las  misas  solemnes  como  en 
las  privadas,  se  añada  con  arreglo  á  la  rúbrica  la  colecta 
'^pro  quacumque  necessitale'^  Hasta  tanto  se  publique  de  oficio 
eula  Gaceta  de  esta  capitarel  feliz  alumbramiento  de  S.  M., 
'^en  cayo  caso,  agrega  la  circular,  y  por  espacio  de  tres  dirs, 
se  dirá  en  las  expresadas  misas  en  lugar  de  aquella  colecta 
la  oración  **pro  gratiarum  uctione.^^ 


Flores  de  Mayo — El  activo  y  celoso  párroco  del  Guatao, 
Pbro.  D.  José  M?  Delgado,  celebrará  en  su  iglesia  estos  de- 
votos ejercicios  en  honor  de  María  con  sermones  en  los  dias 
festivos  á  cargo  de  algunos  Sres.  sacerdotes  de  esta  capital  y 
de  \o%  pueblos  inmediatos  al  dicho  Guatao.  Aplaudimos  este 
rasgo  de  celo  religioso  que  tanto  recomienda  á  aquel  digno 
párroco  para  con  sus  feligreses. 


El  Padre  Trútan  Medina. — En  un  periódico  de  la  corte, 
recibido  por  el  último  vapor  correo,  se  hace  una  reseña  de 
los  oradores  católicos  que  mas  se  distinguieron  por  su  predi- 
cación en  la  pasada  Cuaresma.  Llegando  á  nuestro  compa- 
triota el  Pbro.  D.  Tristan  de  Jesús  Medina,  dice  el  referido 


40  LA  VERDAD  CAT6LICA. 

colega:  ''El  Sr.  Tristan  Medina  en  los  sermones  que  ba  pre- 
dicado en  la  iglesia  de  D.  Juan  de  Alarcon,  ha  manifestado 
profundos  conocimientos  y  dotes  oratorias  que  no  son  co- 
munes." 


Primera  comvnion  de  los  niños  del  coh^io  de  RR.  PP-  Esco- 
lapios^  establecido  en  Guanabacoa. — El  domingo  último,  28  de 
AbriK  tuvo  lugar  en  la  antigua  iglesia  de  S.  Francisco  de 
Guanabacoa,  hoy  á  cargo  de  los  RR.  PP.  Escolapios,  la  pri- 
mera comunión  de  los  niños  pertenecientes  al  colegio  que 
tan  dignamente  dirigen  en  la  vecina  víIIp  los  sabios  y  virtuo- 
sos hijos  de  S.  José  de  Calar^anz.  Antes  de  la  ceremonia  á  que 
aludimos  se  habia  verificado  la  comunión  general  de  los  alum- 
nos del  referido  colegio  que  ya  habian  tenido  la  dicha  de  re- 
cibir á  su  Dios  sacramentado,  y  de  ocho  y  media  á  nueve  de 
la  mañana,  se  dignó  distribuir  la  primera  comunión  ábsque 
atln  no  se  habian  acercado  á  la  mena  eucarístioa  el  virtuoso 
y  respetable  Arzobispo  de  Méjico,  Illmo.  Sr.  D.L.lraro  de  La 
Oarza  y  Ballesteros.  Los  que  habian  de  recibir  á  su  Dios 
por  primera  vez  iban  vestidos  de  bionco,  llevando  en  sus  sie- 
nes guirnaldas  de  flores  del  mismo  color,  y  un  respetable  re- 
ligioso de  las  Escuelas  Pías  tuvo  á  mu  caigo  los  íervorines  y 
el  sermón.  Ceremonias  como  la  verificada  el  domingo  en  San 
Francisco  de  Guanabacoa  deben  siempre  interesar  á  los  aman- 
tes de  la  Religión  y  de  la  juventud. 


El  nuevo  palacio  ej}iscoj)al. — Hace  algún  tiempo  dimos  no- 
ticia á  nuestros  lectores  de  la  adquisición  hecha  por  la  mitra, 
de  acuerdo  con  el  Vice-Real  Patrono,  de  la  hermosa  casa  si- 
tuada en  la  calle  de  la  Habana  esquina  ú  la  de  Chacón,  con 
obieto  de  destinarla  á  ser  palacio  episcopal.  De  entonces  acá 
diferentes vCausas  habian  impedido   emprender  en  el  nuevo 
nalacio  las   reparaciones  indispensables  para  apropiarlo  al 
u^  A  que  ha  de  ser  consagrado;  mas  últimamente  hemos  te- 
n\io  el  «ustode  ver  quepe  han  comenzado  las  obras,  y  no 
-üiamoí  qwe en  breve,  terminadas  aquellas»  cuente  nuestra 
*'    ,^  con  una  residencia   digna  de  la   primera  autoridad 
V*^^;^^  Si  nuestros  informes  son  exactos,   la  parte  baja 
-  T.^TO  palacio  se  destina  á  las  oficinas  del   obispado,  co- 
mi^^iKiiit  y  demás  dependencias,  quedando  los  altos  pj^- 
^      ^     ¿e  nuestro  dignísimo  Prelado. 


DoliilBiro  19  de  Mayo  de  iS61. 


SECCIÓN  RELIGIOSA. 


miOH  OBLA  PRENSA  CATOUCAEN  ITOESTROS  DIA8. 


Temput  tacendif  Umjnu  lo«/uendú 


i  O  somoH  nosotros  ]o«   que  aprobamos  el  sistema,  á 
^nuestro  entender  errado,  de  ciertos  escritores  católi- 
V¿2!^co8,  de  abandonar  las  doctrinas  y  ios  principios  para 
^  atacar  á  las  personas;  ni  aplaudimos  tampoco  el  em- 
'Js   plear  en  el  lenguaje  cierta  dureza  é  inconveniencia 
en  las  palabras,  no  siempre   de  acuerdo  con  la  doc- 
trina de  mansedumbre  que  se  sustenta.  Esta  es  la  regla  que 
hemos  procurado  seguir  desde  la  fundación    de  este  periódi- 
co, dejando  siempre   á  un    lado  á   las  personas,   y  atacando 
con  rudeza  el  error  ó  el  desorden.  Verdad  es  que  alguna  que 
otra  vez  nos  hemos  referido  á  las  personas  ó  á  los  gobiernos; 
pero  e<(to  solo  ha  tenido  lugar  en  casos  indispensables,  cuan- 
do esas  personas  ó  esos  gobiernos  se  han  identificado  con  el 
error  ó  el  desorden,  ó  han  sostenido  principios  opuestos  á  la 
verdad  católica — y  no  otra  hubiese  podido  ser  nuestra  con- 
ducta, á  no   haber   abdicado  nuestras  creencias,  nuestra  mi- 
sión, y  aun  basta  el  título  de  nuestra   revista. 

Nunca  hemos  podido  olvidar  que  todas  las  reglas  sobre  la 
controversia  católica  las  resume  el  imcomparable  genio  de 
S.  Agustin  en  estás  breves  palabras:  In  necessariis  unifas,  in 
dvbiü  libertas,  in  ómnibus  charitas.  Existen  ciertos  principios 
incontestables  que  la  fe  nos  enseña,  la  revelación  nos  comu- 
nica, ó  la  autoridad  de  la  Iglesia  nos  prescribe,  y  la  creencia 

TIL— 6 


4*j  LA  VERDAD    CATÓLICA. 

universal  de  los  escritores  católicos  debe  ser  una,  indivisible, 
invariable:  in  nccessariis  unkas.  Existen  asimismo  otros  prin- 
cipios sobre  los  cuales  la  fe  y  la  revelación  no  son  explíci- 
tas, ni  el  oráculo  de  la  Iglesia  ha  pronunciado  su  fallo;  y  en- 
tóncei^i  guiados  por  una  rectitud  de  intención  y  por  la  luz 
de  nuestra  razón,  podemos  sostener  con  toda  libertad  nuestra 
opinión  en  pro  ó  en  contra:  in  dubiis  libertas.  Pero  tanto  en 
el  primer  caso  como  en  el  segundo,  ya  sea  que  sostengamop 
con  todo  el  entusiasmo  de  nuestras  creencias  las  cosas  en  que 
debe  reinar  la  unidad  y  no  la  multiplicidad  de  opiniones;  ya 
sea  que  nos  convirtamos  en  paladines  de  una  causa  en  mate- 
rias en  que  es  lícita  la  libertad  de  pareceres;  en  uno  y  otro 
caso,  repetimos,  nuestro  entusiasmo  no  debe  degenerar  en 
bastardos  arranques,  ni  la  firmeza  de  nuestra  opinión  con- 
vertirse en  sistema  mezquino  de  terquedad;  porque  esos  mis- 
mos espúreos  arranques,  ó  miserables  terquedades,  nos  colo- 
can en  una  pendiente  peligrosísima,  en  cuyo  descenso  en- 
contramos siempre  el  terreno  fangoso  de  las  personalidades. 
No  debemos  jamas  olvidar  que  la  misión  del  escritor  católi- 
co, si  tiene  verdadera  vocación  por  la  defensa  de  los  intere- 
ses de  la  Iglesia,  es  la  de  combatir  noble  y  generosamente  á 
sus  adversarios,  entrar  en  el  palenque  del  raciocinio  y  de 
una  cortés  discusión,  y  sacar  á  sus  contrarios  de  la<enda  del 
error,  en  la  que  como  hombres  han  podido  caer.  Parac^ínse 
guir  este  fin,  deben  siempre  los  escritores  que  tales  materias 
tratan,  manejar  una  arma,  cuyos  golpes  son  suaves  al  par 
que  decisivos,  pero  aseguran  la  victoria:  esta  arma  que  acón- 
neja  S.  Agustin  en  todas  las  lizas  de  la  inteligencia,   ora  en 

materias  incontrovertibles,  ora  en  materias  dudosas,  es 

ol  amor  hacia  nuestro  adversario:  in  ómnibus  charitas. 

Sentado  este  programa  que  debe  presidir  siempre  á  todas 
las  discusiones  de  la  prensa  católica,  no  podemos  menos  de 
lainontarnos  déla  decepción  de  ciertos  escritores  que,  infie- 
limá  la  custodia  de  los  intereses  del  catolicismo,  pronuncian 
balbucientes  su  consigna,  y  llegando  el  caso  de  entraren  com- 
\\^X^  Hon  traidores  á  la  verdad,  la  que  dejan  indefensa,  ó  la 
oubrt^n»  para  salvarla  del  golpe  de  sus  enemigos,  con  el  man- 
to do  la  mentira.  No  creemos  que  haya  una  decepción  mas 
Um^iiUble,  ó  una  hipocresía  mas  solemne.  Por  lo  que  á  no- 
sH^iAm  iooai  procuramos  guardar  silencio  si  no  podemos  de- 
soír U  vordad,  y  la  verdad,  noá  medias,  sino  entera  y  libre- 
ui^iU^^iu  ambajes,  ni  equívocas  ó  afeminadas  palabras.  T 
vvi^u^  alprt^o^der  de  semejante  modo  no  solo  somos  fíeles  á 
ugi^via  orf^ncias,  que  jamas  unciremos  á  consideración  al- 


LA  VBBDAD  CATÓLICA.  43 

gana,  doo  también  á  loa  preceptos  de  la  Iglesia.  '*£s  traidor 
ála?6rdad  —dice  el  Decreto  de  Graciano —  no  solo  el  que 
la  reemplaza  por  la  mentira,  sino  también  el  que  no  la  pro- 
dama  libremente:  sed  etiam  qui  non  libere  veritatem  pronuntiat. 
LapreDdH  anticatólica  hoy  ha  roto  ya  todos  los  diques  que 
el  orden  social,  el  principio  de  autoridad,  y  aun  la  decencia 
jpúUica  le  impusieran,  y  no  hay   rttrgo  que  no  arroje  á  la 
TOOte  veoeranda  de  Pió  IX,  ni  sarcasmo  que  no  emplee  con- 
tra el  Gefe  de  la  cristiandad  y  su  goi>ifriiü.  Terco,  tenaz,  se 
apellida  al  gran  Pió,  y  aun  motor  de  la  misma  revolución  de 
que  es  víctima,  y  uno  á  uno  van  pasando  por  frente  del  gran 
mártir  de  nuestro  siglo  los  escritores  antipapistas,  ó  mejor 
dicho  anticatólicos,  y  cuáles  le  dicen:  '^Obstinado,  abdica  tu 
cetro,  y  te  sacaremos  del  conflicto  en  que  te  hallas";  y  cuáles, 
mas  liberales  aun,  le  gritan:  '^Enciérrate  en  el  Vaticano,  y  te 
recogeremos  una  buena  limosna  entre  las  potencias  católi- 
ea8«"  Nuestro  corazón  se  parte  de  dolor,  y  la  pUima  se  cae 
de  nuestras  manos,  al  leer  tantos  y  tantos  improperios,  tantos 
7  tantos  vejámenes,  contra  Aquel  á  quien  amamos  con  in- 
meDBoamor.  Pero /lo,  tenemos  una  misión  que  llenar;  á  los 
desastres  que  causa  la  pluma  impía  de  tales  escritores,  de- 
bemos oponer  un  dique,  y  si  por  desgracia  la  sociedad  actual 
está  sobre  el  cráter  de  un  volcan  (en  cuyas   llamas  irremisi- 
blemente perecerá)  debemos  á  lo  menos  morir  combatiendo 
por  Dios,  por  su  Iglesia  y  por  su  Pontífice. 

£o  épocas  de  no  tanta  exaltación  como  la  presente,  la 
prensa  católica  ha  podido  guardar  silencio  tempus  tacendU  sin 
comprometerlos  intereses  que  la  estaban  confiados;  pero 
hoy,  el  silencio  es  el  signo  de  la  decepción,  y  ha  llegado  el 
tiempo  de  hablar  y  hablar  muy  alto,  so  pena  de  ser  infiel  á  la 
verdad,  tempus  loquendL  Y  esa  verdad  que  debemos  hablar, 
que  queremos  hablar,  es  la  verdad  que  impone  al  escritor 
católico  la  ley  de  la  Iglesia,  la  verdad  libremente  proclama- 
da: lU/ere  veritatem  pronuntiare.  Y  no  creemos  que  la  prensa 
católica  pueda  desempeñar  de  otro  modo  su  misión  en  nues- 
tros dias. 

Poco  há  hemos  visto  que  trató  de  prohibirse  á  los  Obispos 
de  Francia  la  publicación  de  sus  pastorales;  pero  aquella 
disposición  que  cerraba  la  boca  al  eminente  episcopado  fran- 
cés, no  ponia  trabas  á  los  diarios  antipapistas  y  garibaldinos, 
y  la  fuerza  de  la  razón  obtuvo  la  revocación  de  aquella  me- 
dida. Hoy  en  todos  los  pueblos,  sin  distinción,  existen  perió- 
dicos partidarios  de  la  revolución  y  enemigos  del  Santo  Pa- 
dre. Ésos  periódicos  ensalzan  los  triunfos  de  la  rebelión,  ins- 


44  LA  VBRDAD  CATÓLICA. 

truyen  á  los  pueblos  de  las  proclamas  de  los  enemigos  de  la 
Iglesia»  preparan  el  cisma  anunciando  la  divergencia  en  el 
cónclave  de  Cardenales  sobre  el  poder  temporal  del  Papa,  7 
en  fin,  son  los  heraldos  del  partido  antipapista  y  revolucio- 
nario; y  en  los  pueblos  en  que  no  se  leen  mas  que  dichos* 
periódicos,  es  indispensable  que  la  prensa  católica  obre  uaa 
reacción  eficaz  y  saludable,  pues  de  lo  contrario  la  acción  de 
la  lava  revolucionaria  arrasará  en  breve  las  mas  venerandas 
instituciones.  Y  no  pudiera  ser  de  otro  modo,  pues  cuando 
la  administración  de  un  país  da  libre  curso  al  torrente  impe- 
tuoso de  las  doctrinas  revolucionarias,  está  en  el  deber  im- 
prescindible de  no  poner  embarazoso  dique  á  las  aguas  man- 
sas y  saludables  de  la  doctrina  católica,  cayo  objeto  es  apa- 
gar el  incendio  producido  por  las  voraces  doctrinas  de  la  re- 
volucion.  O  poner  un  freno  á  la  prensa  anticatólica,  ó  per- 
mitir la  refutación  á  la  prensa  católica;  pero  querer  poner  ea- 
te  freno  á  U  prensa  de  los  sanos  principios,  como  se  preten- 
dió en  Francia,  dejando  que  el  periodismo  de  las  bastardas 
teorías  alce  ufano  el  grito  sin  contrario  y  sin  rival,  es  injus- 
to á  todas  luces,  es  impolítico,  es  monstruoso. 

Al  terminar  nuestro  tercer  año  de  vida  periodística,  hubié- 
semos buscado  un  grato  reposo  á  nuestras  flacas  fuerzas;  pe- 
ro el  abandonar  á  la  Iglesia  y  á  su  Pontífice  en  sus  actuales 
dolores,  hubiese  sido  cobardía  imperdonable,  desamor  á  nues- 
tra Madre  que  sufre,  y  signo  de  bastardía  en  nuestros  senti- 
mientos. Y  si  aun  estos  sentimientos,  que  nos  inspira  nuestra 
fe,  no  fuesen  suficientes  para  sostener  con  todo  el  vigor  posi- 
ble la  causa  que  hemos  abrazado,  la  voz  sacrosanta  que  par- 
te del  Vaticano,  la  voz  de  Pió  IX  en  la  cruz  de  su  martirio, 
bastaría  á  darnos  el  valor  necesario  para  perecer  entre  el  ves- 
tíbulo y  el  altar.  ^'Continúa  por  lo  mismo  — se  ha  dignado 
decirnos  el  Pontífice  reinante —  en  defender  aun  con  mayor 
ardor  y  esfuerzo  la  causado  esta  misma  Religión  y  de  su  sa- 
na doctrina,  y  en  refutar  los  muchos  y  muy  perniciosos  er- 
rores de  los  enemigos  de  la  Iglesia,  descubrir  sus  asechanzas 
é  inutilizar  sus  tiros"  (I).  Y  para  llenar  nuestra  misión,  y  no 
ser  traidor  á  la  verdad,  debemos  proclamarla  libremente; 
libere  veritatem  pronurUiare. 

J.  R.  O. 


( 1 )    Carta  autógrafa  dirigida  por  S.  S.  al  autor  de  este  artículo,  y  publicada 
«»D  la  laguada  entrega  del  mes  de  Diciembre  último. 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  45 


LOS  DOLORES  DE  LA  IGLESIA. 


Dos  fines  se  propone  la  Iglesia  al  recordarnos  los  dolores 
de  la  Virgen  Santísima.  Hacernos  meditar  en  las  acerbísimas 
penas  que  pof  nosotros  sufrió  la  candida  Virgen  de  Nazaret, 
y  mostrarnos  la  razón  de  las  persecuciones  y  de  los  dolores, 
que  jamas  han  faltado  en  la  Iglesia.  La  vida  de  María  fué  la 
vida  del  mártir,  porque  María  era   la  Madre   del  Justo.  La 
▼ida  de  la  Iglesia  ha  sido,  es  y  será  por  mucho  tiempo  la  vi- 
da de  los  mártires,  porque  la  Iglesia .  es  esposa   querida  del 
Justo  y  madre  de  todos  los  que  aman   la  justicia.  Jesús  fué 
persesaido  porque  reprendia  la  perversidad  de  los  fariseos. 
La  Iglesia  no  puede  menos  que  experimentar  contradiccio- 
nes, porque  jamas  dejará  de  lanzar  sus  anatemas  contra  los 
opresores  de  la  inocencia.  A  Siete  Dolores  reduce  la  Iglesia 
loe  innumerables  padecimientos  de  la  Madre  de  Jesús.  Con 
el  mismo  número  fijaremos  nosotros  los  eternos  dolores  de 
la  Esposa  de  Jesús. 

Feliz  se  juzgaba  la  Virgen  Santísima  ñor  haber  sido  la  es- 
cogida entre  miliares  para  ser  Madre  del  Redentor.  Confor- 
mándose en  todo  con  la  ley,  presenta  á  su  tierno  Hijo  en  el 
templo.  Simeón,  santo  y  anciano  sacerdote,  que  esperaba 
el  consuelo  de  Israel,  ve  á  Jesús,  y  enagenado  por  el  gozo, 
pide  al  Señor  que  le  arranque  del  mundo,  porque  ya  sus 
ojos,  después  de  haber  mirado  al  Salvador  de  la  humanidad, 
nada  mas  debian  mirar  sobre  la  tierra.  Manifiesta  el  anciano 
sacerdote  su  piedad  y  su  gratitud  hacia  Dios  por  la  realiza- 
ción de  su  esperanza,  y  al  mismo  tiempo  traspasa  el  Dulcísi- 
mo Corazón  de  María  con  el  anuncio  de  la  muerte  y  doloro- 
sa  pasión  del  divino  Infante  que  presentaba  en  el  templo. 

Lo  mismo  acontece  en  la  Iglesia  con  los  Pontífices. 

£1  mismo  Jesús  dice  á  San  Pedro,  que  Satanás  lo  ha  pedi- 
do para  acribarlo,  como  el  trigo.  Serás  perseguido  en  la  tier- 
ra. En  el  mundo  vivirás  oprimido.  Serás  llevado  ante  los 
jueces  y  condenado  en  los  tribunales.  Por  odio  á  mí,  serás 
aborrecido  de  los  pecadores. 


46  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

Llegará  un  tiempo,  en  el  cual  todo  el  que  te  quite  la  ?ida 
creará  que  presta  un  servicio  á  Dios. 

El  Poutificado,  primera  dignidad  de  la  Iglesia,  no  puede 
comenzar,  sin  el  anuncio  del  dolor  y  del  martirio.  El  hom- 
bre que  ocupa  la  cátedra  de  S.  Pedro,  en  el  día  mismo  de  mi 
ascensión,  necesariamente  recuerda  la  terrible  profecía  de 
Simeón.  Así  lo  experimentó  S.  Pedro.  Así  lo  han  experimea* 
tado  todos  los  Sumos  Pontífices.  Pío  VI  al  ser  elevado  al  tro- 
no de  S.  Pedro,  dijo:  Me  hacéis  Pontífice.  He  dais  el  mar- 
tirio. 

Pío  IX  es  mirado,  como  Crux  de  crucen  como  mártir  por 
excelencia.  Sus  trabajos  se  le  han  pintado  con  terribles  ocio- 
ridos  desde  el  dia  mismo  de  su  elevación. 

El  dolor  es  la  herencia  de  Jesús.  No  es  posible  ocupar  la 

J>rímera  autoridad  de  la  Iglesia  sin  escuchar  la  terrible  pro- 
beta de  Simeón. 

Heródes  deseaba  quitar  la  vida  á  JTesus  para  conservar  su 
degradado  cetro.  María  se  vio  en  la  necesidad  de  retirarse  coa 
Jesús  á  extraños  países,  para  preservarlo  del  degüello  gene- 
ral que  en  odio  suyo  decretara  el  tirano. 

Los  Pontífices  cien  veces  han  tenido  que  aceptar  el  dea- 
tierro, como  medio  único  de  evitar  la  muerte. 

Gelasiü  II,  perseguido  por  la  ambición  de  Enrique  V,  tuvo 
que  dejar  la  ciudad  eterna  y  buscar  asilo  en  Francia.  Euge- 
nio III,  calumniado  y  condenado  por  los  inicuos  partidarios 
de  Arualdo  de  Brescia.  solo  en  el  destierro  pudo  hallar  su 
salvación.  El  tirano  Federico,  con  sus  amenazas  y  sus  vio- 
lencias, también  hizo  salir  de  Roma  el  Santo  Pontífice  Ale- 
jandro III.  En  el  siglo  VIII,  los  Papas  Esteban  II  y  Adria- 
no I,  amenazados  por  los  tiranos  Reyes  de  la  Lombardía,  sa- 
lieron de  la  capital  del  orbe  católico,  y  á  la  protección  de 
Pipiuo  y  Carlo-Magno,  debieron  la  victoria,  la  paz  y  la  ruina 
de  los  Reyes  piamonteses^  que  oprimían  á  la  Iglesia. 

Muchas  veces  los  tiranos  conquistadores  han  pretendido 
dar  la  muerte  al  pontificado;  pero  siempre  uYi  ángel  ha  ma- 
nifestado el  peligro  á  los  Papas,  han  salido  de  Roma  y  solo 
han  vuelto,  cuando  otro  ángel  les  ha  dicho:  volved  á  Ro- 
ma, que  ya  han  muerto  todos  los  ambiciosos  que  pretendian 
destruiros.  Heródes  murió,  y  no  pudo  degollar  al  Niño  Jesús. 
Todos  los  tiranos  han  muerto,  y  la  Iglesia  los  ha  visto  morir 
venciéndolos  á  todos  con  su  abnegación,  con  sus  oraciones  y 
•a  martirio*  La  sangre  de  los  mártires  es  veneno  para  los 
verdugos. 

Jesús  quedó  perdido  en  el  Templo,  y  por  tres  dias  lloró 


LA  VEBDAD  CATÓLICA.  47 

10  pérdida  la  Santísima  Virgen.  S.  Pedro  en  las  cárceles  Ma- 
mertíoas  también  estuvo  perdido  para  los  fieles.  Fio  VI  en 
JBoina  7  en  Florencia,  en  Turin  y  en  .Valonee,  encerrado  en 
ha  cárceles  del  Directorio,  no  podía  menos  de  mirarse,  como 

Erdido  para  los  católicos.  Pió  VII  en  Roma  y  en  Fontaine- 
íau,  despojado  de  su  libertad,  privado  de  la  comunicación 
con  el  orbe  católico,  perdido  estuvo,  durante  los  aflictivos 
perfodos  de  so  encarcelamiento.  Estaban  ya  estos  esclareci- 
m  Pontífices  en  la  prisión;  la  sentencia  se  habia  firmado; 
ei  pontificado  debía  morir,  pero  si  no  las  fuerzas  humanas, 
poseía  la  protección  del  cielo,  y  el  pontificado  apareció  al 
torcer  día,  puro  y  radiante,  lleno  de  vigor  y  ciencia,  confun- 
diendo á  los  doctores  del  orgullo  y  convirtiéndose  en  consue- 
lo y  en  viva  esperanza  para  todos  los  adoradores  de  Jesús. 

En  la  calle  de  la  Amargura  María  encontró  á  su  Hijo  cu- 
bierto de  heridas,  estenuado  por  la  sed  y  por  el  cansancio; 
pronto  á  ser  víctima  de  la  crueldad  humana.  ¡Oh!  ¡Cuántas 
▼eces  la  Iglesia  ha  visto  también  caminar  por  la  calle  de  la 
Amargura,  con  dirección  al  Calvario  y  llevando  la  Cruz  so- 
bra sus  hombros  á  muchos  y  muy  santos  Pontífices  del  cato- 
licismo! 

Grelasio  II,  anciano,  enfermo,  perseguido,  abrumado,  cu- 
bierto de  oprobios,  pasó  por  la  calle  del  dolor,  llevó  la  Cruz 
sobre  sus  hombros  y  vino  á  morir,  víctima  de  tan  duros  pa- 
decimientos, en  un  monasterio  de  Francia.  Gregorio  VII,  por 
ser  amigo  de  la  justicia,  por  haber  odiado  la  iniquidad,  por 
haber  predicado  siempre  la  virtud,  cargado  con  el  peso  de 
enormes  calumnias,  herido  y  azotado  y  coronado  de  espinas 
por  los  malvados  que  se  alimentan  con  el  crimen;  conducido 
de  tribunal  en  tribunal,  por  déspotas,  enemigos  de  Dios  y 
de  los  pueblos,  en  una  apartada  región  de  Italia  dejó  los  pa- 
decimientos del  mundo,  para  gozar  las  eternas  delicias  que 
en  premio  de  sus  virtudes,  de  su  martirio  y  de  su  celo.  Dios 
le  tenia  preparadas  en  la  celestial  mansión. 

Pió  VI,  ya  con  ochenta  años,  fué  también  conducido  al  Cal- 
vario por  la  calle  de  la  Amargura.  Estaba  preso  en  Roma, 
como  diez  y  ocho  siglos  antes  lo  estuvo  Jesús  en  Jerusalen. 
ün  ministro  de  la  humanitaria  república  francesa,  con  tos- 
eos  modales,  se  acerca  á  Su  Santidad,  y  le  dice: 

— **Es  menester  que  salgáis  de  Roma." 

— "Soy  muy  anciano,  contestó  el  Papa;  acabo  de  sufrir 
una  penosa  enfermedad;  aún  no  he  convalecido;  no  pue- 
do abandonar  mi  pueblo  ni  mis  deberes;  quiero  morir 
aquí." 


48  LA  VERDAD   CATÓLICA. 

— "Ka  cualquier  parte   moriréis,   respondió   Haller   cor^ 
acento  brutal." 

— ^No  oréis  mas;  despachaos  pronto,  aña(Jió  el  ministro  d^ 
la  humanidad  revolucionaria. — 

•^To  iré  adonde  me  llevéis,  contestó  el  anciano  Pontífice, 
elevando  sus  ojos  .y  sus  manos  al  cielo. — 

Larga  fué  para  él  la  calle  de  la  Amargura.  Estuvo  en  Flo- 
rencia, en  Parma,  en  Turin  y  pasó  los  Alpes,  por  la  noche 
y  en  lo  mas  frío  del  invierno  y  Dor  encima  de  montañas  cu- 
biertas de  nieve.  Apenas  hubo  llegado  á  Valence,  exclamói 

'*Mis  padecimientos  corporales  nada  son  comparados  con 
las  amarguras  de  mi  espfritu.  ¡Los  Cardenales  y  los  Obispos 
dispersos!  ¡Roma  sin  Papa!  La  Iglesia  ¡oh!  la  Iglesia  es  la 
que  de  dia  y  de  noche  me  atormenta!  ¡En  qué  circunstancias 
voy  á  dejarla!" 

Pió  VII  experimentó  igualmente  los  dolores  del  tránsito 

f)ara  el  Calvario.  Con  toda  la  fuerza  de  un  calor  tropical;  en 
o  mas  recio  del  estío,  fué  conducido  á  Francia  en  un  coche 
cerrado,  sin  permitirle  la  mas  lijera  ventilación,  por  evitar 
que  los  pueblos  pudiesen  ver  á  su  Pastor,  ó  que  el  Pastor 
pudiera  dar  la  bendición  á  sus  pueblos. 

Enfermo  en  el  camino,  estuvo  á  punto  de  espirar;  fué  ne- 
cesario darle  hasta  la  Extrema-Unción:  pero  sus  verdugos  no 
se  compadecen;  le  ponen  un  Cirineo,  lo  calumnian,  y  sin 
quitarle  la  Cruz,  le  fuerzan  á  caminar  con  dirección  al  Cal- 
vario. 

La  Iglesia  entonces  veia,  como  la  Virgen  Santísima,  que 
el  Vicario  de  Jesús,  cargado  con  el  tosco  madero,  oprimido 
con  los  pecados  del  mundo,  atravesaba  la  calle  de  la  Amar- 
gura. 

,  María  vio  clavar  las  manos  y  los  pies  de  su  Santísimo  Hijo. 
La  Iglesia  ha  Uoradg.él  martirio  de  S.  Pedro,  que  en  la  Cruz 
entregó  al  Señor  su  espíritu.  En  los  primeros  siglos,  el  título 
de  Papa  era  la  última  grada  del  cadalso.  La  elección  equiva- 
lia  á  una  sentencia  de  muerte.  Gelasio  II,  víctima  de  la  per- 
secución, murió  en  Cluny.  Gregorio  VII  murió  en  Salerno. 
Pío  VI  fué  cr¡fciJicado  en  Valence.  La  Iglesia,  llena  de  dolor 
ha  tenido  que  llorar  la  persecución  y  la  muerte  de  innume- 
rables Pontífices,  sacrificadps  por  los  adversarios  de  la  justi- 
cia. 

María  tuvo  en  sus  brazos  el  cadáver  de  su  Hijo  Santísimo. 
María,  afligida  con  su  extremada  pobreza,  no  contaba  con 
recursos  para  dar  honrosa  sepultura  al  cadáver  de  Jesús.  Es- 
to aumentaba  mas  y  mas  su  dolor.  El  29  de  Agosto  de  1799 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  49 

morid  Pío  VI,  7  hasta  el  30  de  Diciembre  del  mismo  afio, 
por  falta  de  recursos,  por  exigirlo  asf  la  soledad,  la  pobreza 
7  b  penecocion  de  los  fieles,  no  pudo  ser  conducido  al  se- 
potcrosQ  cadáver.  Y  hasta  que  hubieron  pasado  dos  años, 
baste  el  17  de  Febrero  de  1802,  el  santo  cuerpo  de  Fio  VI 
DO  pudo  ser  trasladado  á  la  basílica  de  IS.  Pedro  en  el  Va- 
fa'eaoo. 

Harfa  llora  inconsolable  al  ver  que  por  la  muerte  quedaba 
aepareda de  Jesús.  Al  dejarlo  en  el  sepulcro,  su  congoja  se 
convirtió  en  mortal  agonfa. 

No  se  ha  visto  la  Iglesia  tampoco  libre  de  estas  aflicciones. 
CosDdo  han  muerto  los  Papas;  cuando  los  conquistadores  ó 
loa  cismas  hacian  diñciles  las  elecciones;  cuando  los  antipa- 
paahan  perturbado  las  conciencias;  cuando  satánicos  conci- 
nibaloshan  pretendido  llevar  el  escándalo  al  orfgeh  mismo 
de  la  soberanía,  fundada  por  Jesucristo,  la  Iglesia  na  llorado 
000  lágrimas  de  sangre,  las  penas,  la  muerte,  la  sepultura  de 
loa  Pontífices. 

Muerto  Pió  VI,  la  elección  parecia  imposible,  y  los  pro- 
testantes exclamaban:  ¡Ta  murió  el  pontificado!  Verdad  es 
que  al  dolor  siempre  ha  seguido  la  alegría  del  triunfo. 

Cuando  el  inmortal  Pió  IX  se  vio  forzado  á  salir  de  Roma 
en  1848,  un  ministro  suyo  había  sido  degollado  en  las  puer- 
tas misnoas  de  \eL  representación  nacional;  moosefior  Palma  ha- 
bía sido  asesinado  en  el  mismo  Quirinal;  el  palacio  del  Papa 
se  hallaba  rodeado  por  traidores  y  por  extrangeros  que  con 
fusiles  y  con  cañones  pretendían  torcer  la  conciencia  del  Pon- 
tifica. Pió  IX  salió  de  Roma;  Gaeta  fué  su  calvario;  los  revo- 
luciunaríos  lo  tenian  ya  por  muerto,  y  ciegos  por  su  fana- 
tismo, llegaron  hasta  el  extn*mo  de  entonar  himnos  á  la  muer- 
te perpetua  del  pontificado,  grande  fué  el  gozo  de  los  en*e- 
migos  de  Dios.  Inmenso  fué  el  dolor  de  los  creyentes.  El 
Papa habia  sido  preso;  inicuos  tribunales  lo  habían  condenado; 
con  la  cruz  sobre  sus  hombros  habia  pasado  por  la  calle  de 
la  Amargura  y  su  crucifixión  se  pregonaba  por  todas  partes. 
Estábamos  entonces,  hoy  estamos  también  en  la  época  del 
dolor.  Esta  es  la  hora  y  la  potestad  de  las  tinieBlas.  Llora  hoy 
la  Iglesia  la  muerte  de  los  Pontífices;  pero  cerca  está  el  do- 
mingo de  resurrección,  y  todos  nos  debemos  preparar,  para 
rasgar  nuestras  vestiduras  de  luto  y  vestirnos  como  en  el  día 
de  las  mayores  solemnidades. 
Resucitaba  después  dk  tres  días. 
Estas  palabras  son  el  gran  consuelo  de  los  católicos. 
{La  Jlegeneracion,) 

VII. — 7 


60  LA  VBBDÁD   GATÓUCA. 


espíritu  santo. 


Siete  siglos  antes  de  la  venida  del  Redentor  habló  Dios 
por  boca  de  Joél,  diciendo:  ''Derrarauré  mi  espíritu  sobre 
toda  carne",  y  Ezeqaiel  se.  dirigió  en  su  nombre  al  pueblo 
cristiano  representado  en  el  antiguo  de  Israel:  ^'Poodré  mi 
espíritu  en  medio  de  vosotros."  Los  profetas  abrieron  paso 
á  aquel  que  los  envió  y  Jesucristo  predicó  de  este  moao  á 
los  judíos:  ''Rogaré  al  Padre  y  os  dará  el  Espíritu  de  la  ver- 
dad." T  en  efecto;  el  Espíritu  Santo  descendió  sobre  la  tier- 
ra y  la  llenó  de  su  divino  fuego,  Iluminado  por  él  el  entendi- 
miento y  abrasado  el  corazón  de  los  apóstoles  fueron  á  comu- 
nicarle á  toda  carne,  es  decir,  á  todo  hombre  sin  distinción 
de  pueblo,  de  edad  ni  condición.  No  [lodian  dudar  de  él  loa 
pueblos,  porque  manifestó  ser  el  mismo  que  Cristo  habia 
anunciado,  que  él  era  e!  término  de  la  Trinidad  Beatísima, 
Dios  verdadero  como  el  Padre  y  el  Hijo  en  virtud  de  la  uni- 
dad eterna  de  la  divina  esencia,  aunque  distinto  de  los  mis- 
mos en  la  persona,  porque  la  fe  nos  manda  que  veneremos 
un  solo  Dios  en  la  Trinidad  y  una  TrinidadUen  la  unidad, 
sin  confundir  las  personas  ni  ¡reparar  las  sustancias. 

El  Padre  no  ha  sido  hecho,  engendrado  ni  criado  por  algu- 
no; el  Hijo  nace  de  solo  el  Padre  en  toda  eternidad,  Dios  de 
Dios,  luz  de  luz.  Dios  verdadero  de  Dios  verdadero;  no  es 
hecho  ni  criado,  sino  engendrado,  porque  el  Padre  mirándo- 
se á  sí  mismo,  produce  al  Hijo  de  su  eterno  entendimiento, 
,  y  de  la  voluntad  del  Padre-y  del  Hijo  procede  una  tercera 
persona  que  es  el  Espíritu  Santo,  el  cual  no  es  hecho  ni  crea- 
do, ni  engendrado,  sino  procedente,  siendo  las  tres  personas 
una  sola  Divirridad.  En  esta  Trinidad  no  hay  primero  ni  pos- 
trero, mayor  ni  menor,  sino  qu3  todas  tres  personas  son 
coeternas  é  iguales  entre  sí.  El  Padre  mirándose  en  el  espejo 
de  su  Divinidad  engendra  eternamente  una  imagen  suya  que 
es  su  Hijo  y  como  ambos  se  están  eternamente  amando,  es- 
tán eternamente  espirando  y  produciendo  al  Espíritu  Santo. 
El  Padre  que  es  el  poder,  contemplándose  á  sí  mismo,  produ- 
ce un  infinito  conocimiento  de  sí  propio,  y  este  conocimiento 


lÁ  VfefiDAb  CATÓLlCl^  ¿1 

ei  Sijodel  I^ddre;  el  Hijo  qae  es  la  sabiduría,  es  engendrado 
porei  eotendimiento  del  Padre  ante  todos  los  siglos,  y  el 
Espíritu  Santo  que  es  el  amor,  procede  de  ellos  por  volun- 
taa,y  los  tres  tienen  el  mismo  poder,  sabiduría  y  amor,  y  por 
tanto,  la  misma  santidad.  Si  un  espejo  se  coloca  delante  del 
sol  7  86  hace  reflejar  su  imagen  en  el  agua,  se  verán  tres  so- 
les, y  sin  embargo,  no  será  sino  uno  8o1o;  asf  en  la  Trinidad 
DO  hay  tres  Dioses  sino  un  solo  Dios  que  resplandece  y  está 
eo  las  tres  divinas  personas;  siendo  l^s  tros  un  solo  sabio  y 
omnipotente,  un  solo  Dios  inmenso,  indivisible  y  eterno. 

El  Padre  formó  nuestra  alma,  el  Hijo  la  reparó  después 
de  80  caida  por  la  culpa,  y  el  Espíritu  Santo  la  dio  su  per- 
íeeeioD  después  de  reparada.  Este  Espíritu  derramó  en  el 
mondo  los  torrentes  abundantes  de  su  luz,  rasgó  las  sombras 
tenebrosas  del  error,  y  el  sol  de  la  verdad  apareció  radiante 
en  la  esfera  inmensa  de  los  cielos.  Desde  entonces  vio  el 
hombre  la  admirable  copia  de  beneficios  que  le  trajo  el  Es- 
píritu de  verdad,  Espíritu  de  enseñanza' y  fortaleza,  de  amar, 
y  protección. 

Es  Espíritu  de  verdad  porque  en  él  permanece  toda  ver- 
dad, y  él  es  la  verdad  misma.  Esta  verdad  debia  alumbrar 
alnQuodo,  esta  fué  la  que  el  mismo  Cristo  prometió  á  los 
hombres,  y  la  cual  no  ha  dejado  un  solo  instante  de  alum- 
brarnos. Ésta  verdad  ha  brillado  y  brilla  siempre  en  todas 
pariesen  medio  de  prodigios  inauditos,  y  brillará  como  estre- 
llaen  perpetua  eternidad. 

Como  Espíritu  de  enseñanza  ha  mostrado  al  hombre  la 
existeDciade  Dios,  la  verdad  de  su  grandeza,  sus  atributos  y 
perfecciones  sin  número,  sus  obras  tidintra  y  ad  extra,  ó  den- 
tro y  fuera  de  su  ser,  y  sus  derechos  al  amor,  veneración  y 
obediencia  universal;  él  enseñó  al  hombre  en  sabias  leccio- 
nes los  misterios  del  principio,  medio  y  fin,  lo  noble  de  su  ser, 
su  dignidad  y  su  destino,  su  imagen  y  semeianza  con  Dios; 
éleuseñó  al  hombre  la  verdad  de  Cristo  y  la  unión  de  sus 
dos  naturalezas,  su  misión  suprema,  sus  méritos  y  su  gloria; 
enana  palabra,  el  hombre  conoció  por  él  las  bj^llas  armonías 
déla  ra¿on  y  de  la  fe,  de  la  naturaleza  y  de  la  gracia,  de  la 
vida  y  de  la  muerte,  de  Dios  y  del  hombre,  del  cielo  y  de  la 
tierra,  del  tiempo  y  de  la  eternidad.  El  virtió  torrentes  de 
enseñanza  en  el  seno  de  los  pueblos,  habló  por  los  apóstoles 
al  mundo,  porque  el  és  el  Espíritu  del  Padre  que  hablaba 
por  el  los,  el  mismo  que  como  Espíritu  de  verdad  enseñara  toda  la 
verdad  y  anunciará  Uls  cosas  que  están  por  venir.  Toda  ense* 


52  LA  VERDAD  CATÓUCA. 

ñanza  nos  vendrá  de  este  divino  Espíritu  que  lo  es  á  la  vez 
de  fortaleza. 

£1  Espíritu  Santo  ayuda  nuestra  flaqueza,  dice  S.  Pablo, 
y  así  es.  £1  nos  cubre  con  la  fuerte  coraza  de  las  virtudes 
para  resistir  los  golpes  del  enemigo,  nos  pone  al  frente  una 
torre  de  David  cubierta  de  escudos  y  de  armas  poderosas  pa- 
ra pelear  y  ser  fuertes  en  la  hora  del  combate.  Ua  un  temple 
tal  á  nuestra  alma  que  nos  hace  sufrir  con  gozo  la  tribulación, 
porque  la  fortaleza  es  gozo  del  Señar.  Fortalecido  por  él  el 
hombre,  no  habrá  pasión  ni  infortunio  que  prevalezca  un 
solo  instante  contra  él.  Por  él  los  apóstoles  sostuvieron  en 
presencia  de  los  reyes  la  verdad  que  predicaban;  por  él  los 
mártires  subieron  denodados  al  altar  del  sacrificio  derraman- 
do su  sangre  en  testimonio  de  la  fe;  por  él  los  santos  resis- 
tieron al  mundo  y  sus  placeres,  al  demonio  y  sus  astucias, 
ala  carne  y  sus  torpes  .incentivos;  por  él,  en  fin,  en  todo 
tiempo  emprendió  el  hombre  con  seguro  paso  el  camino  de 
la  única  felicidad. 

A  mas  que  de  fortaleza,  el  espirado  del  Padre  y  del  Hijo 
es  Espíritu  de  amor,  porque  él  es  la  caridad  sustancial  y  el 
amor  de  entrambos.  El  abrasó  á  los  apóstoles  en  la  viva  ho- 
guera de  su  amor,  unió  á  los  miembros  de  las  tres  Iglesias 
inflamándolos  en  el  fuego  de  su  ardiente  caridad;  á  impulsos 
de  su  amor  obra  la  santidad  del  justo,  nos  regenera  y  per- 
dona, porque  él  fue  dado  á  los  apóstoles  y  á  todos  sus  suce- 
sores para  que  en  su  virtud  perdonasen  los  pecados  de  los 
hombres.  £1  asiste  á  la  Iglesia,  la  rige  y  la  conserva,  porque 
es  su  casta  y  querida  Esposa,  nos  ama  como  á  hijos  predilec- 
tos y  nos  abre  el  tabernáculo  eterno  de  su  amor. 

Espíritu  de  protección,  nos  colma  sin  cesar  de  beneficios; 
los  dones  de  la  gracia,  los  frutos  de  santidad,  todo  lo  tenemos 
en  él;  tenemos  en  él  un  protector  constante,  un  defensor  su- 
premo que  nos  salvadel  grande  abismo  que  en  el  mundo  nos 
rodea;  él  vela  por  el  hombre,  y  le  protege  con  el  mismo  po- 
der que  el  Padre  y  el  Hijo,  porque  los  atributos  del  uno  son 
comunes  á  los  otros,  y  con  ese  poder  nos  favorece;  los  tres 
obran  de  concierto  en  nuestro  bien,  porqueestán  dispuestos 
en  favor  del  hombre  y  ejercen  simultáneamente  su  protec- 
ción y  patrocinio  sobre  él.  ¿Quién  negará  la  eterna  protec- 
ción del  Divino  Eftpíritu?  ¿Quién  podrá  medir  las  grandezas 
Íf  los  bienes  de  este  Espíritu  de  verdad,  de  enseñanza  y  forta- 
eza,  de  amor  y  protección? 

Este  Espíritu  será  siempre  reconocido  y  adorado;  su  doc- 
trina irá  de  pueblo  en  pueblo,  de  generación  en  generación* 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  53 

Sa  cátedra  brillará  en  medio  de  las  revoluciones,  como  el  Ar- 
ca de  Noé  en  medio  de  las  aguas  del  Diluvio;  su  altar  se  al- 
zará lobre  las  ruinas  de  la  impiedad;  su  verdad  sobre  la  tum- 
ba del  error,  su  religión  sobre  el  triste  sepulcro  de  la  here- 
jía. Los  espíritus  del  mal  retirarán  del  mundo  su  copa  de 
7&moj  el  Espíritu  de  Dios  derramará  su  bálsamo  de  sa- 
lud. Machos  combates  sufrirá  la  palabra  del  divino  Espíritu; 
muehos  verdugos  querrán  ponerla  en  el  cadalso;  mucha 
tempestades  bramarán  con  furia  contra  ella,  pero  nada  de- 
tenarásu  paso,  nada  servirá  de  obstáculo  á  su  triunfal  car- 
rera JBste  Espíritu  hará  patente  su  poder,  y  obrado  un  cam- 
bio súfiito  en  las  ideas,  la  paloma  del  Espíritu  Santo  empren- 
derá triaoiante  el  vuelo,  recorrerá  los  aires,  se  detendrá  en- 
tre los  cielos  y  la  tierra,  y  á  la  sombra  protectora  de  sus  alas 
dormirá  trauquila  la  humanidad. 

Antonio  Ennque  cíe  Zafra. 


DE  LA  FE  7  DE  SUS  REGLAS. 


{Finaliza.) 

III. — ¿Los  QUE  DUDAN  POBBEN  LA  FE? 

Después  de  haber  explicado  la  primera  parte  de  lafdefini- 
cioD  de  la  fe,  en  que  se  dice  que  es  una  virtud  infusa,  falta 
hablar  de  la  segunda  que  enseña  que  por  medio  de  la  fe  da- 
mos pleno  y  firme  asenso  á  las  cosas  que  Dios  nos  revela. 
Examinemos  con  tal  motivo  la  cuestión  que  naturalmente 
•e  presenta  al  entendimiento:  ¿los  que  dudan  poseen  la  fe? 

Hay  cierta  duda  que  procede  de  lo  inficionado  de  nuestra 
naturaleza,  y  tal  era  la  de  Pedro,  cuando  Jesucristo  le  dijo: 


64  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

'^¿Porqué  has  dudado,  hombre  de  poca  fe"  (Hath.  XIV).  Es- 
ta especie  de  duda  no  destruye  la  fe,  sino  la  aminora. 

Pero  existe  otra  duda  á  la  cual  llega  á  unirse  alguna  ter- 
quedad. Esa  nos  arrebata  la  fe  y  nos  hace  herejes,  como  en- 
seña S.  Agustin,  el  cual  echa  en  rostro  á  los  donatistas  ha- 
ber perseverado  en  su  cisma,  i  pesar  de  habérseles  probado 
tantas  veces  su  error. 

La  fe  exige  pues  un  asentimiento  firme  y  constante  porque 
descansa  en  la  revelación  hecha  por  la  verdad  primaria  que 
no  puede  ni  engañarse  ni  engañarnos.  Por  consiguiente  el 
que  después  de  haber  tenido  una  manifestación  suficiente  de 
la  verdad,  rehusa  aceptarla  y  prefiere  seguir  dudando,  ese 
debe,  con  justo  motivo,  ser  tenido  por  hereje  lo  mismo  abso- 
lutamente que  el  que  rechaza  tenazmente  un  solo  artículo 
de  fe. 

IV. — ¿PüEDB  ENCONTRARSE  LA  FE  EN  UN  HEREJE? 

Siendo  una  la  fe,  en  su  especie  y  género,  como  lo  atestigua 
el  Apóstol  (Ep,  á  los  de  EÍes.  IV),  porque  nos  hace  creer 
igualmente  verdades  reveladas  todas  divinamente,  resultado 
aquí  claramente  que  los  herejes,  cualesquiera  qne  sean,  nau- 
fragan en  la  fe,  por  la  razón  de  que  negarse  á  creer  tenaz- 
mente un  solo  artículo  es  derribar  todo  el  edificio  de  la  fe,  y 
también  porque  cada  infidelidad  de  esa  clase  nos  hace  perder 

Sor  sí  sola  la  verdadera  fe,  como  definió  el  Santo  Concilio 
e  Trente,  ses.  6?,  cap.  15.  Luego  hay  que  admitir  que  la 
fe  es  absolutamente  incompatible  con  la  herejía,  y  que  una 
sola  falta  contra  la  fe  la  hace  perder,  del  mismo  modo  que 
un  solo  pecado  mortal  destruye  en  nosotros  la  caridad,  como 
enseña  Santiago  en  su  epístola:  Quicumque  totam  legem  ser- 
vaverüy  offendat  autem  in  unoy  factus  e$¿  omnium  reus. 

En  vano  se  haria  la  objeción  de  que  el  hereje  negándose 
á  creer  un  solo  artículo,  parece  creer  en  los  demás,  como 
antes,  en  virtud  de  un  don  sobrenatural:  pues  siendo  la  ra- 
zón formal  de  la  fe  la  autoridad  de  Dios  que  revela,  resulta 
de  aquí  que  carece  de  la  fe  habitual  aquel  que  se  niega  á 
dar  asenso  á  la  autoridad  de  Dios,  puesto  que  se  atiene  á  su 
propio  juicio  de  tal  modo  que  rechaza  lo  que  quiere  y  no  se 
somete  á  Dios  sino  á  su  antojo  y  de  ningún  modo  por  el  há- 
bito de  la  fe,  aunque  esté  al  mismo  tiempo  auxiliado  con 
cierto  don  sobrenatural.  Pues  en  virtud  de  la  fe  damos  asen- 
so á  todas  las  cosas  que  nos  son  reveladas  por  Dios,  porque 
todo  cuanto  Dios  nos  revela  tiene  igual  certidumbre. 


LA  VBBDAD  CATÓUCA.  56 

V.— jDs  CUANTAS  MANERAS  REVELA  DIOS  LA  TERDAD? 

Dioí  puede  revelar  la  verdad  de  dos  maneras.  1?  Por  me- 
dio de  aoa  revelacioD  evidente  comunicando  el  don  de  inte- 
ligencifti  de  ciencia  ó  profecía.  2?  Por  medio  de  una  revela- 
cioo meaclada  de  oscuridad,  que  exija  por  parte  del  hombre 
un  afecto  piadoso  y  humilde  de  su  voluntad  que  cautive  su 
ioteligencia  y  le  ordene  se  someta  á  Jesucristo.  Esa  segunda 
revelación  solo  engendra  un  conocimiento  oscuro  y  enigmá- 
tico, 7  tal  es  el  que  nos  comunica  la  fe. 

La  ^Bvelacion  puede  pues  ser  considerada  bajo  dos  aspee- 
toa.  El  primero  concierne  á  Dios;  el  segundo  á  la  ilumina- 
cioQ  de  la  inteligencia.  Ahora  bien:  por  un  lado»  siendo  Dios 
que  revela  la  verdad  misma,  su  testimonio  es  fiel  y  por  lo 
mismo  infalible;  y  por  otra  al  paso  que  hace  su  revelación 
al  hombre,  Dios  ilumina  la  vista  de  la  inteligencia  de  ma- 
nera que  esta  reconozca  que  es  la  verdad  primaria  la  que  le 
revela  la  verdad. 

La  causa  formal  y  fundamental  de  la  fe,  ó  bien  el  objeto 
formal,  por  medio  y  á  causa  del  cual  cree  el  hombre  formal 
y  príacipalmente,  es  la  verdad  primaria,  que  revela  y  da 
teitimooio  de  sí  misma  en  el  fondo  del  corazón  del  hombre, 
y  uo  la  autoridad,  el  testimonio,  la  voz  ó  los  decretos  de  la 
Iglesia  que  ensena  ó  da  testimonio  de  la  verdad.  Pues  como 
dijo  S.  Agustín  (ter.  I  in  epist.  Joan).  Vox  Ecclesicd  docet  /o- 
riuecus  sed  cathedram  habet  in  cedo,  qui  intus  docet. 

Mas  seria  equivocarse  extrañamente  querer  pretender,  co- 
mo los  herejes,  que  puesto  que  la  causa  primaria  de  la  fe  re- 
side en  el  testimonio  del  Espíritu  Santo  en  el  hombre;  no  es 
necesario  el  testimonio  exterior  de  la  Iglesia.  Pues  el  común 
de  los  fíeles  dista  mucho  de  recibir,  en  igual  grado  que  los 
profetas  y  los  apóstoles  que  fueron  constituidos  primeros 
doctores  de  la  Iglesia,  los  dones  de  fe,  de  ciencia  é  inteligen- 
cia en  virtud  de  los  cuales  pudieron  pasar  sin  el  testimonio 
público  de  la  Iglesia.  En  el  orden  establecido  por  Dios  y 
por  regla  común  Dios  nos  habla  y  nos  comunica  toda  ver- 
dad por  el  ministerio  de  los  maestros  y  doctores  de  la  Iglesia. 

VI. — La  voz,  EL  TESTIMONIO  Y  LOS  DECRETOS  DE  I  A  IGLESIA 
iSOK  LA  BEOLA  Y    EL  VERDADERO    CRITERIO    DE   LAS  CO- 
SAS QUE  HEMOS  DE  CREER? 

Aunque  la  verdad  tenga  su  principio  en  Dios  y  no  en  la 


56  LA  VERDAD   0AT6uCA. 

Iglesia,  y  Dioo  pueda  engendrar  la  fe  en  el  alma  por  medio 
del  solo  hábito  infuso  de  la  fe  y  sin  el  auxilio  de  ningún  medio 
exterior  como  lo  hizo  con  Moisés,  los  proA^ras,  los  apóstoles 
y  cierto  número  de  hombres  mas  á  quienes  instruía  interior-* 
mente,  no  obstante,  la  palabra  exterior  de  la  Iglesia  es  el 
medio  perpetuo  y  ordinario  de  que  ha  querido  valerse  para 
conducir  á  los  hombres  á  la  fe  y  confirmarlos  en  ella.  Asf  ba- 
jo la  ley  natural.  Dios  instruyó  á  los  fieles  por  el  ministerio 
de  ángeles,  6  por  los  primogénitos  de  las  familias;  bajo  la  ley 
escrita,  por  Moisés,  luego  por  los  sacerdotes  y  profetas,  y  en 
fin,  bajo  la  ley  de  gracia,  por  su  divino  Hijo  encarnada  y 
luego  por  los  apóstoles  y  sus  sucesores,  á  los  cuales  conro  la 

misión  de  instruir  á  todos  los  pueblos:  Euníes  dacete  ele 

Qui  vos  audü  etc 

La  voz  de  la  Iglesia  es  pues  un  testimonio  cierto  de  la  ver- 
dad constituido  por  Dios  y  que  todos  están  obligados  á  creen 
pues  cuando  Dios  habla  por  boca  de  la  Iglesia,  no  es  menos 
digno  de  ser  creido  que  si  hablase  sin  intermediarios.  Luego 
debe  ser  creida  la  Iglesia  en  todo  cuanto  enseña,  ya  por  las 
tradiciones  apostólicas  no  escritas,  ya  Hcerca  del  sentido  de 
la  palabra  de  Dios  encerrada  en  las  Santas  Escrituras. 

En  materia  de  fe  lo  que  hay  que  investigar  ante  todo,  no 
es  si  el  que  nos  enseña  puede  instruirnos,  sino  si  el  que  nos 
habla  recibió  misión  de  hablarnos.  Pues  aunque  la  palabra 
de  Dios  puede  encontrarse  en  la  boca  de  un  hereje  y  aun  de 
Satanás,  no  por  eso  debemos  creer  en  su  testimonio  porque 
no  han  recibido  de  Dios  misión  y  autoridad  para  instruirnos 
de  la  verdad.  Sino  que  al  contrario  debemos  creerá  los  doc- 
tores de  la  Iglesia  porque  han  sido  divinamente  constituidos 
legítimos  testigos  de  la  palabra  de  Dios^y  recibido  de  él  au- 
toridad para  instruirnos,  de  tal  modo  que  si  creemos  en  su 
palabra  es  porque  Dios  mismo  se  vale  de  ellos  para  revelar- 
nos y  enseñarnos  toda  verdad,  y  que  ademas  confirmó  esa 
misión  por  la  vía  de  los  milagros.  Luego  )a  enseñanza  de  la 
Iglesia  debe  ser  la  regla  ordinaria  de  las  cosas  que  hay  que 
creer,  y  el  verdadero  criterio,  con  auxilio  del  cual  debemos 
examinar  lo  que  hay  que  admitir  y  lo  que  ha  de  rechazarse. 

VIL — ^La  saqrada  escritura  no  Ipüede  bastar  por  si  so- 
la PARA  RESOLVER  TODAS   LAS  CUESTIONES  DE    FE. 

Encerrando  la  Sagrada  Escritura  la  palabra  ^revelada  por 
Dios,  tiene  por  lo  mismo  una  autoridad  divina.  Es  pues  in- 
falible, y  se  halla  exenta  de  todo  error.  Mas  no  pued^  b^tOit 
sola  para  resolver  todas  las  cuestiones  de  fe. 


LA  VEBDAD  CATÓLICA.  57 

1.  Un  intérprete  es  necesario,  porque  es  fácil,  si  se  lee  con 
ideas  concebidas  de  antemano,  encontrar  en  ella  significados 
eotenmente  opuestos.  Mas  es  necesario  un  intérprete  diví- 
«oameote  ilustrado  por  el  Espíritu  Santo,  el  cual  inspiró  tam- 
bién la  Sagrada-  Escritura. 

2.  Habiendo  sido  redactada  la  Sagrada  Escritura,  en  todas 
tus  partes,  á  causa  de  los  creyentes  ó  teniéndolos  presentes, 
resulta  de  aquí  que  solo  los  fíeles  y  los  ortodoxos  pueden 
poseer  BU  inteligencia,  según  lo  que  dice  Isaías,  VII:  iVúi 
credideritis  non  permanebüis,  y  S.  Pablo  (II  Epist.  Corint., 
III)  enseña  que  los  judíos  no  podian  tener  la  inteligencia  de 
las  escrituras  porque  tenian  sobre  el  corazón  el  velo  de  la 
incredulidad. 

Adenoas  lo  elevado  y  lo  profundo   de  los   misterios  y  la 
concisión  de  los  términos   hacen  que   los  mismos  fíeles  no 

5 ueden  descubrir  siempre  fácilmente   el  verdadero  sentido 
e  las  Escrituras.  ' 

3.  Fuera  del  testimonio  de  la  I({lesia   no  seria  posible  ni 
aan  saber  cuál  es  el  texto  de   la  Sagrada  Escritura:  pues  si 
alguien  niega  el  todo  ó  parte  de  ella,  esta  no  probará  por  sí 
sola  que  encierra  verdaderamente  la   palabra  de  Dios.  Por 
otro  lado,  hay  una  infínidad  de   cosas  que   debemos  creer  y 
que  no  se  encuentran  sin  embargo  en  la   Sagrada  Escritura. 
Su  testimonio  no  puede  pues  bastar  para  determinarlas  bien. 
Ni  los  evangelistas  ni  los  demás  escritores  del  Nuevo  Testa- 
mento se  propusieron  escribir  la  doctrina  de  la  fe  en  toda  su 
eitension.  Dirigian  mas  bien  consejos  y  estímulos  á  los  fíe- 
les después  de  haberles  enseñado  de  voz  viva  lo  que  era  pre- 
ciso creer.  Y  Jesucristo  no  les  habla  ordenado  que  escribie- 
sen su  doctrina,  sino  que  la  anunfíiasen  por  medio  de  la  pre- 
dicación. De  aquí  resultó  que  ei)SíMlaron   muchas  cosas  que 
no  escribieron.  Es  pueí  necesario  que  la  voz  de  la  Iglesia  nos 
proponga  y   nos  explique,  al  mismo  tiempo  que  el  Espíritu 
Santo  nos  ilumina  interiormente,  todas  las  cosas  que  no  se 
encuentran  en  el  texto  de  la  Sagrada  Escritura  y  que  deben 
ser  objeto  de  nuestra  fe  ó  alimentarla. 

En  segundo  lugar,  es  asimismo  necesario  que  haya  en  la 
Iglesia  un  juez  visible  que  en  calidad  de  maestro  juzgue  se- 
gún las  reglas  de  la  fe.  Cuando  se  suscitó  la  cuestión  de  si 
la  circunsicion  y  proscripciones  legales  eran  necesarias  para 
la  salvación,  los  apóstoles  se  reunieron  en  Jerusalen  y  con- 
testaron: Ha  parecido  al  Espíritu  Santo  y  á  nosotros,  etc. 
Por  consiguiente  desde  un  principio  existió  en  la  Iglesia  una 

VIL— 8 


58  LA  VERDAD   CATÓLICA. 

autoridad  encargada  de  aer  juez  de  todas  las  controvenias 
en  materia  de  fe. 

Esa  autoridad,  ese  juez  es  la  Iglesia  y  por  lo  mismo  loa 
maestros  de  la  Iglesia,  es  decir,  el  Sumo  Pontf6ce  y  el  con- 
cilio presidido  por  el  Sumo  PontíBce  ó  por  sus  legados. 
Pasee  oves  meas^  dijo  Nuestro  Señor  á  Pedro  y  en  él  á  todos 
sus  sucesores  (S.  Juan  XX).  Y  ademas:  Rogavi  pro  te  (Fe- 
iré),  ut  non  deficiat  Jides  tua,  et  tu  aliquando  conversus  confirma 
fratres  tuos,  (Luc.  XXII). 

La  voz  de  la  Iglesia,  cuando  decide  ó  resuelve  las  cuestio- 
nes de  fe,  es  cierta  é  infalible. 

1.  Porque  Dios  habla  por  boca  de  la  Iglesia  (Math.  X  y 
XVIII)  á  la  cual  instituyó  para  que  diese  un  testimonio  infa- 
lible de  la  verdad.  El  qué  no  da  pues  aquiescencia  simple- 
mente y  sin  condiciones  á  la  Iglesia  hace  injuria  al  mismo 
Dios  que  habla  por  boca  de  la  Iglesia. 

2.  Dios^no  quiso  venir  en  auxilio  de  la  flaqueza  é  ignoran- 
cia humanas,  en  lo  que  concierne  necesariamente  á  las  cosas 
de  fe,  sino  por  el  ministerio  de  la  Iglesia  enseñante.  Pues  nos 
dio  pastores  y  doctores  ne  siMns  yarvulifiuctuantes  et  circwnfe- 
ramur  omni  vento  doctrina.  Es  pues  necesario  que  en  materias 
de  fe  no  pueda  engañarse  ni  engañarnos. 

3.  Quiso  Dios  que  así  como  él  nos  revela  la  verdad  en 
nuestro  interior,  así  también  la  Iglesia  nos  manifestase  toda 
verdad  exteriormente.  Pues  dijo:  Id  y  enseñada  todas  las  na- 
Clones,  añadiendo:  Estoy  con  vosotros  parn  siempre  hasta  la  con- 
sumación de  los  siglos.  Si  pues  Jesucristo  auxilia  á  la  Iglesia, 
ésta  no  puede  «errar,  puesto  que  todo  error  por  parte  suya 
debería  atribuirse  á  Jesucristo,  como  dice  S.  Crisóstomo,  hom 
adpopulum,  S.  Agustin,  conc.  2,  in  psal.  CI,  León  X  in  bulla 
contra  Lutherum,  y  los  demás  padres. 

4.  La  Sagrada  Escritura  (Joan.  XIV  y  XVn),dice  clara-, 
mente  que  el  Espíritu  Santo  debe  permanecer  perpetuamen- 
te con  los  maestros  de  la  Iglesia  para  enseñarles  todo  lo  re- 
lativo á  la  inteligencia  exacta  de  las  Sagradas  Escrituras, 
como  igualmente  todos  los  dogmas  necesarios  para  la  salva- 
ción. Por  tanto  se  dice  en  los  Hechos  de  los  Apóstoles,  XV: 
Haparecido  al  Espíritu  Santo  y  á  nosotros,  y  en  la  primera 
epístola  á  los  Tesalonicenses,  capítulo  IV:  El  que  desprecie 
esto,  no  desprecia  á  un  hombre,  sino  á  Dios  que  ha  puesto  tam- 
bién su  Espíritu  Santo  en  nosotros. 

5.  La  Iglesia  es  la  columna  y  la  base  inmóvil  de  la  ver- 
dad, de  tal  modo  que  ella  confirma  á  los  fieles  por  medio  de 
su  ministerio  siempre  permanente,  y  ademas  por  su  testimo-' 


ul  verdad  catóuoa  .  59 

oio  ciertamente  verídico  é  infalible  obtiene  que  cuando  pro- 
pone uoa  cosa  á  nuestra  fe,  la  creemos  firmísimamente  sin 
qae necesite  emplear  raciocinios  para  convencernos   ni  elo- 
cuencia para  excitar  nuestro  entusiasmo,  sino  tínicamente  á 
cania  de  la  autoridad  y  del  poder  que  recibió  de  Dios,  para 
emanarnos  la  doctrina  de  la  fe,  explicarla,  distinguirla  del 
error,  y  confirmarla  por  medio  de  u!i  testimonio  irrefragable. 
Portante  vemos  en  todos  los  concilios  conclusiones  y  decre- 
tos, y  no  pruebas  y  argumentacioius,  y  esto,  no  porque,  se 
hayan  aacado  las  conclusiones  sin   pruebas,  sino  porque  se 
obtenían  infaliblemente  por  inspiración   del  Espíritu  Santo 
y  eo  virtud  del  poder  recibido  de  Jesucristo. 

La  infalibilidad  de  la  Iglesia  es  pues  tal,  ya  cuando  cree, 
ya  cuando  nos  propone  creer,  que  nunca  puede  errar.  Este 
ea  punto  de  fe  decidido  contra  los  Teodosianos,  los  Arríanos, 
los  Donatistas,  los  Luciferanos,  los  Iconómacos,  los  Lutera- 
nos, los  Calvinistas  y  demás  herejes  de  los  tiempos  actuales. 
También  se  definió  en  el  concilio  de  Nicea,  y  resulta  en  fin 
del  símbolo  de  los  apóstoles  en  el  cual  se  cree  en  el  Espíritu 
Santo  y  en  la  Santa  Iglesia  Católica.  Si  la  Iglesia  es  santa, 
no  puede  errar. 

Vni. — Que  debe  darse  simplemente  asei^so  a  la  voz  de 

LA    IGLESIA. 

Aunque  la  voz  de  la  Iglesia  no  sea  la  verdad  primaría,  si- 
no la  manifestación  de  esa  misma  verdad,  debemos  no  obs- 
tante escucharla  como  si  Dios  mismo  nos  hablase,  por  la  ra- 
zón de  que  él,  y  no  la  autoridad  del  hombre  la  estableció  co- 
municándole una  infalibilidad  enteramente  divina,  de  tal  mo-^ 
do  que  despreciarla  es  rechazar  al  mismo  Dios.  Al  decirnos, 
(8.  Math.,  XXIII):  omnia  quacumque  dixerint  vobis,  faciie. 
Nuestro  Señor  nos  garantizó  la  perfecta  pureza  y  certidum- 
bre de  la  doctrina  de  los  pastores.  De  donde  resulta  que  de- 
bemos obedecer  á  la  Iglesia  con  toda  sencillez,  cuando  nos 
instruye  acerca  de  la  fe  y  las  costumbres:  pues  si  su  doctrina 
es  subjetivamente  humana,  por  su  origen  es  divina  según  es- 
ta palabra  del  profeta  Ezequiel,  XXXIV:  Ego  pascam  oves 
meas,  es  decir  por  los  pastores  de  la  Iglesia. 

Ahora  bien:  es  de  este  lugar  observar  que  esa  infalibilidad 
déla  Iglesia  no  nace  de  una  revelación  inmediata  del  Espí- 
ritu Santo,  ni  de  la  plenitud  de  ciencia  que  poseen  los  maes- 
tros de  la  Iglesia,  quienes  según  atestigua  S.  Agustin,  epís- 
tolas 3  y  119,  ignoran  con  respecto  á  las  Sagradas  Escritu- 


éO  LA  VERDAD   CATÓLÍCA. 

ras,  mucho  mas  de  lo  que  saben;  ni  tampoco  de  la  certidum- 
bre de  los  argumentos  empleados  para  llegar  á  una  conclu- 
sión, puesto  que  6  menudo  se  hace  uso  de  la  Sagrada  Escri- 
tura y  de  otros  argumentos  sin  que  de  ellos  pueda  sacarse 
una  conclusión  cierta  sino  tan  solo  probable.  Dicha  infalibi- 
lidad tampoco  depende  del  estudio  y  talento  de  los  doctores» 
ni  en  fin  del  solo  auxilio  del  Espíritu  Santo  prometido  para 
siempre;  pues  en  ese  caso  inútil  seria  entregarse  al  estudio 
de  las  cosas  sagradas  y  entablar  largas  discusiones  sobre  pun- 
tos controvertidos,  como  lo  hicieron  sin  embargo  los  sacer- 
dotes con  los  apóstoles  (Act.  XV).  y  se  ha  hecho  siempre. en 
los  concilios  posteriores.  Mas  la  infalibilidad  de  la  Iglesia, 
cuando  enseña  la  sustancia  de  la  fe,  los  dogmas  públicos  y 
las  cosas  necesarias  para  la  salvación,  resulta  para  ella  del 
poder  y  la  gracia  recibida  de  Jesucristo  para  discernir  las  co- 
sas que  son  necesarias  para  la  sal\racioa  de  los  fieles,  de  tal 
modo  que  provista  de  la  asistencia  del  Espíritu  Santo,  siem- 
pre resuelve  lo  que  es  cierto  sean  cuales  fueren  los  argumen- 
tos de  que  haga   uso,  pues  Dios  no  puede  faltarle  en  las  co- 
sas necesarias.  Por  consiguiente  la  doctrina  de  la  Iglesia  se- 
rá siempre  infalible,  aunque  las  razones  que  dé  de  su  ense- 
ñanza puedan  no  serlo.  Respecto  á  esto,  lo3  primeros  maes- 
tros de  la  Iglesia,  por  un  privilegio  especiallsimo,  difirieron 
de  sus  sucesores,  pues  su  doctrina  fué  cierta,  infalible  y  di- 
vina en  todas  sus  partes,  así  en  las  premisas  como  en  las  con- 
clusiones. Ese  privilegio  necesario  para  establecer  en  el  dím- 
bolo  nuevos  artículos  de  fe,  para  promulgar  nuevos  sacra- 
mentos y  escribtr  libros  oonónicos,  no  fué  necesario  á  los  su- 
cesores de  los  apóstoles  porque  no  tenían  que  establecer  fun- 
damentos sino  tan  solo  edificar  sobre  los  cimientos  ya  echa- 
dos. Por  eso  en  los  concilios  los  padres  no  enseñaban  nuevos 
dogmas,  sino  los  que  los  antiguos  les  habian  dejado,  y  para 
combatir  á  los  que  profesaban  nuevas  herejías  no  hicieron 
mas  que  oponerles  la  doctrina  enseñada  por  los  apóstoles  sin 
añadirle  nada  nuevo  sino  contentándose  con  rectificar  las  fal- 
sas interpretaciones  y  deducir  de  ciertos  artículos  de  la  fe, 
consecuencias  que  desde  el  principio  se  hallaban  en  ellos  en- 
cerradas y  ocultas  como  una  semilla  que  debia  germinar  an- 
dando el  tiempo. 

Resulta  claramente  de  lo  que  precede  que  la  voz  de  la 
Iglesia,  no  haciendo  otra  cosa  que  enseñarnos  lo  que  Dios 
mismo  le  reveló  y  encargó  que  nos  diese  á  conocer,  no  puede 
ser  llamada  humana,  sino  que  es  puramente  divina. 

En  segundo  lugar,  fuera  de  los  dogmas  que  los  apóstoles 


LA  VEBDAD  CATÓLICA.  61 

DOS  enseñaroD,  la  Iglesia  no  puede  agregar  otros  nuevos  á 
nuestro  símbolo,  es  decir  proponer  á  nuestra  fe  una  doctrina 
entenimeDte  nueva  y  que  no  haya  estado  anteriormente  con- 
tenida en  la^  tradiciones  apostólicas;  pero  puede  aclarar  to- 
do cuanto  era  oscuro,  deducir  todas  las  consecuencias  encer- 
radas  60  los  principios  y  en  los  dogmas  enseñados  por  los 
apóstoles,  y  á  medida  que  nuevas  herejías  se  presentan,  ex- 
plicar caál  es  la  verdadera  doctrina,  y  por  tanto  hacer  nue- 
Yosartiealos  de  fe,  relativos  á  las  explicaciones  del  dogma, 
mas  sin  cambiar  la  sustancia  de  nuestra  fe;  y  ese  poder  de 
bacer  nuevos  artículos  de  fe,  la  Iglesia  le  tuvo  en  todos  tiem- 
pos y  siempre  le  tendrá.  Que  si  no  puede  establecer  nuevos 
dogmas,  en  el  sentido  que  dejamos  dicho,  no  es  por  falta  de 
lealtades,  sino  porque  así  resulta  de  la  misma  naturaleza 
de  las  cosas,  del  mismo  modo  que  Dios  no  puede  hacer  que 
dos  afirmaciones  contrarias  sean  ambas  verídicas. 

Así  como  bajo  la  antigua  ley  había  establecido  Dios  que 
todas  las  cuestiones  relativas  á  la  religión  debiesen  ser  defi- 
nidas por  los  príncipes  de  los  sacerdotes,  y  que  todo  el  que 
se  negase  á  escuchar  su  sentencia  fuese  castigado  de  muerte, 
así  también  bajo  la  ley  nueva  ha  obligado  á  todos  los  cris- 
tíanossin  excepción  alguna,  á  escuchar  la  voz  de  la  Iglesia, 
es  decir  la  de  sus  pastores,  cuya  cabeza  suprema  es  el  Roma- 
no Pontífice,  sucesor  de  S.  Pedro  y  Vicario  de  Jesucristo  so- 
bre la  tierra,  y  esto  bajo  las  penas  mas  graves,  qyi  Ecclcsiam 
aoA  aúdieriti  sit  tibi  tamquam  ethnicus  et  publicanus,  es  decir 
privado  de  toda  clase  de  salvación.  « 

Pertenece  al  Sumo  Pontífice  juzgar  todas  las  controversias 
60  materias  de  fe  ó  de  religión,  hacerlas  cesar  con  su  autori- 
dad y  por  consiguiente,  si  es  necesario,  componer  un  nuevo 
símbolo.  Porque  debiendo  ser  una  la  fe  de  la  Iglesia,  impor- 
ta que  todos  digan  unas  mismas  cosas  y  oo  haya  disidentes. 
Ahora  bien:  nunca  podría  obtenerse  esto  si  cuando  surge  una 
nueva  controversia  en  materia  de  fe  la  cuestión  no  pudiese 
ser  resuelta  por  un  juez  supremo  y  visible,  dotado  de  la  fa- 
cultad de  imponerá  todos  los  fíeles  la  obligación  de  obede- 
cer desde  el  momento  en  que  su  sentencia  haya  sido  promul- 
gada. Esa  facultad  solo  pertenece  al  Romano  Pontífice,  su- 
cesor de  S.  Pedro,  Pastor  de  la  Iglesia  universal,  al  cual 
por  un  privilegio  especialísimo,  dijo  Je<»ucristo:  Pasee  oves 
meas.  Confirma  fratres  tuos.  Non  deficietjides  tua.  Siqper  hanc 
peíram  adiflcalo  Ecclesiam  jnram^  quas  est  domus  Dei  vivi^  colum- 
na et firmamcntum  veritatis.  Por  medio  de  su  ministerio  y  au- 
toridad enseña  toda  verdad  de  una  manera  infalible  en  virtud 


62  LA  TEBDAD  CATÓLICA. 

de  la  asistencia  del  Espíritu  Santo  que  le  fué  prometida  y  bajo 
la  dirección  de  Jesucristo,  de  tal  modo  que  solo  el  Sumo  Pon- 
tífice puéHe,  por  su  propia  autoridad,  recibida  del  mismo 
Dios,  convocar  concilios  generales,  confirmar  sus  senten- 
cias y  darlas  ratificándolas  por  su  propio  juiéio  como  entera- 
mente ciertas  é  irrefragables. 

Es  cierto  que  los  Obispos  forman  igualmente  parte  de  iofr 
concilios,  así  como  los  doctores,  y  aun  los  representantes  se- 
glares de  los  Príncipes  temporales;  pero  asisten  con  carac- 
teres muy  diferentes.  Pues  los  Obispos  toman  asiento  en  los 
concilios  como  jueces  y  dan  sentenciasen  materias  de  fe, 
como  lo  dijo  el  mismo  Santiago  en  los  Hechos  de  los  Após- 
toles, capítulo  XV:  Egojudico^  mas  su  juicio  no  tendrá  so- 
lidez alguna  si  no  llega  á  ser  confirmado  por  el  Vicario  de 
Jesucristo,  cuya  fe  no  está  sujeta  á  ninguna  imperfección, 
como  dijo  S.  Agustín,  lib.  II  contra  Julianum.  En  cuanto  á 
los  doctores  que  asisten  á  los  concilios,  están  en  ellos  no  en 
calidad  de  jueces,  sino  como  simples  consejeros,  y  los  prfnci- 

fies  y  los  seglares  solo  intervienen  como  defensores  de  la 
glesia,  testigos  de  sus  decisiones  y  encargados  de  apoyarlas 
con  su  autoridad.  Resulta  de  cuanto  precede  una  triple  ense-  • 
ñanza  acerca  de  los  juicios  en  materia  de  fe.  Hay  un  primer 
juicio  que  se  hace  por  la  razón  que  adhiere  sencilla  y  firme- 
mente, y  esto  se  verifica  por  medio  de  la  fe;  esta  clase  de  jui- 
cio es  común  á  todos  los  fieles.  Todo  católico  puede  en  efec- 
to responder  á  los  herejes  según  la  regla  de  fe  observada  por 
él,  aunque  ignore  las  herejías,  según  ob>^erva  S.  Agustín,  lib. 
de  agone  chrisliano,  cap,  IV,  y  lib.  XII  de  Gen.  ad  liu. 
cap.  XIV. 

£1  segundo  juicio  va  acompañado  de  dicernimiento,  es  de- 
cir, que  se  saben  las  cosas  que  hay  que  creer,  así  como  las 
razones  de  su  credibilidad.  Esta  clase  de  juicio  se  encuentra 
en  los  hombres  cuyas  facultades  intelectuales  se  hallan  mas 
desarrolladas  y  mejor  ejercitadas,  tales  como  los  doctores 
que  han  recibido  de  Dios  los  dones  de  sabiduría  é  inteligen- 
cia (S.  Agustin,  trac  98  in  Joannem). 

En  fin  el  tercer  juicio  es  el  que  se  hace  con  autoridad  en 
virtud  del  poder  recibido  de  Jesucristo.  Esa  clase  de  juicio 
solo  pertenece  á  los  prelados  de  la  Iglesia  Católica,  los  cua- 
les han  sido  instituidos  por  Jesucristo  para  gobernarla,  apa- 
centar el  rebaño  que  les  está  confiado  y  enseñar  toda  verdad, 
á  fin  de  que  los  fieles  no  ae  dejen  arrastrar  por  cualquier 
viento  de  doctrina  (Act.  XX  y  Ad  Ephes.  IV).  Pero  entre 
esos  prelados  el  Romano  Pontífice  es  jefe  suprepio  y  todo  el 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  63 

qae  do  se  adhiere  á  su  jaicio,  debe  ser  tenido  por  rebelde  á 
lalgknsyilórden  establecido  por  Dios  mismo. 


IX.— Importancia  t  numero  de  las  razones  que  hacen 

QUE  LOS  ARTÍCULOS  DE  LA    FE    CRISTIANA  SEAN   DIGNOS 
DE  NUESTR.1i  CREENCIA. 

Los  doctores  católicos  prueban  con  ocho  razones  prínci- 
ptleseuáa  evidentemente  conformes  á  la  razón,  y  por  consi- 
guieote  dignas  de  nuestra  creencia,  son  la  fe  cristiana  y  la 
doctríaa  evangélica. 

1.  IjS  antigüedad  de  la  fe  cristiana*  puesto  que  precedió 
eoo  mucho  álos  errares  de  k>8  paganos  (véase  á  Tertuliano 
ioipolog.,  capítulos  19  y  20;  S.  Agustín  lib.  XVIII  de  ci- 
fit  cap.  XXXVII  y  XXXVIII)  así  como  á  todas  las  here- 
jfu  (véase  á  Tertuliano,  lib.  VI  de  Tnnü.;  San  Gerónimo  in 
€pm.ad  Pammachium et  Oceanun;  Optato,  lib,  II.  contra  Parm. 
ySto  Agustín,  lib.  contra  evist.fandam.,  cap.  IV). 

8.  Los  oráculos  de  los  Profetas  (Ensebio,  lib.  demonstr.  evang. 
San  A^ostin,  lib.  IV  de  dvit,,  cap.  XXIV  y  lib.  XXII,  cap. 
VI  y  VII;  S.  Próspero,  lib.  de  jrrcedict.  et  promis.  prnphet,) 

3.  La  extensión  de  \o^  países  y  la  diversidad  de  las  nació- 
naque  han  abrazado  la  fe  evangélica,  mientras  que  laa  sec- 
tas filosóficas  ó  heréticas  siempre  han  sido  circunscritas 
en  cnanto  á  los  tiempos  y  países.  San  Agustín,  de  útil 
erti.,  cap-  XIV  y  XVII,  y  V\h.  contra  epist.fundam,  cap.  IV. 
Epístola  ad  Rom.  I  y  ad  Coloss.  I. 

4.  La  estabilidad  y  sucesión  continua  de  la  fe  católica  en 
virtud  de  las  promesas  hechas  por  Jesucristo  á  sus  apóstoles, 
(Matho  XVI  y  XXVIII;  S.  Justino,  in  dialog,  cum  Triphonc. 
S.  León  ser.  I  ¿c  Petro  et  Panlo.  Tertuliano  lib.  de  prceseript. 
y  los  demás.  Ireiieo  lib.  III  contrajeres,  cap.  III.  S.  Optato 
lib.  n  contra  Parmen.  S.  Epifanio  hoeres.  XXVII.  S.  Cipriano, 
!ib,IVepÍ8t.  II  y  lib.  deunUeccle^.  San  Agustín,  lib.  contra 
epist.Jundamen,  cap.  IV  y  lib.  de  utücred^  cap.  XVII.  Teo- 
doreto,  lib.  IX  de  le^ib.  y  lib.  VIII  y  IX  curar,  groec.  nffcct.  La 
doctrina  de  los  herejes  ha  cambiado  por  el  contrario  cons- 
tantemente. 

5.  Los  milagros  obrados  desde  el  principio  hasta  nuestros 
diasen  confirmación  del  Evangelio,  mientras  que  los  herejes 
ouDca  han  podido  hacer  valer  un  solo  verdadero  milagro  en 
favor  de  su  causa.  (S-  Agustín,  lib.  XXVIII.  contra  Faustum 
cap.  IV,  lib.  contra  eput.fund^  cap,  IV  y  V,  lib.  de  útil,  cred 


64  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

cap.  XVn,  Valero  Máximo,  üb.  VIII.  S.  Epifanio,  hoBrea, 
66  lib.  X  de  civil,  cap.  VIII,  XII,  XVI  y  XXXII.  Gregorio 
Turonense,  hist.  Franc.  lib,  II,  capítulo  III,  Casiano,  collat. 
XV,  capítulo  III,  etc.) 

6.  £1  admirable  acuerdo  de  los  fieles  en  su  constante 
asentimiento  á  todas  las  verdades  de  fe;  igual  doctrina,  igua- 
les sacramentos,  igual  religión.  Entre  los  herejes,  por  el 
contrario,  imposible  es  ponerse  de  acuerdo  sobre  un  boIo 
punto.  (S.  Ireneo,  lib.  I,  cap.  XXI  contra  hateses^  Aug.  de 
bapL.Wh.  I,  cap.  VI,  etc.) 

7.  La  pureza  y  santidad  de  la  doctrina  católica.  Tremola- 
ses de  perfección.  1.  Verdadero  conocimiento  de  las  cosas  di- 
vinas. 2.  Moralización  de  los  hombres.  3.  Auxilio  sobrena- 
tural para  hacer  obrar  .el  bien.  Mientras  que  la  doctrina  de 
los  paganos,  filósofos  y  herejes,  se  halla  mezclada  con  una 
infinidad  de  errores. 

8.  La  eficacia  de  la  doctrina  evangélica,  que  en  poco  tiem- 
po ha  invadido  el  universo  entero.  S.  León,  sermón  89  de 
passione  Dominio  S.  Agustin,  lib.  XXII  de  civitate  DeU  c.  V. 

(Analecta  Juris  PontUicii^ 
Trad.  por  R,  A.  O.) 


ERECCIÓN  DE  LA  NUEVA  PARROQUIA  DEL  CALABAZAR. 


Con  los  tiempos  han  variado  las  coatunibres.  Cuando  nues- 
tra fe  era  viva,  al  fundarse  un  caserío,  una  población  cualquie- 
ra, se  plantaba  una  cruz,  y  del  pié  de  aquel  ilrbol  de  salva- 
vacion  cultivado  por  la  piedad  de  los  primeros  moradores 
brotaba  la  dicha  y  la  ventura  para  el  naciente  pueblo.  Allí 
están  nuestras  antiguas  poblaciones  rurales:  en  cada  una  de 
sus  calles,  en  cada  una  de  sus  casas,  saluda  el  viajero  el  sig;nQ 
de  nuestra  redención.  Hoy  por  lo  contrario,  en  los  modernos 
pueblos,  fundados  en  nuestros  dias,  no  plantan  eseclábftro  di- 


LA    VERDAD   CATÓLICA.  65 

tíoosqi  primitivos  moradores;  no  se  ocupan  de  levantar  una 
iglesia,  ODA  ermita  siquiera;  pero  no  olvidan  construir  una 
glorieta^  und^  vulta  de  gallos  6  un  teatro.  Es  pues  de  celebrar 
coo  júbilo  la  erección  de  una  iglesia,  y  mucho  mas  si  esta  se 
debe  á  la  solicitud  de  los  vecinos  y  al  celo  pastoral  de  nues- 
tro dignísimo  Prelado,  como  sucede  en  la  nueva  parroquia 
erigida  en  el  pueblo  del  Calabazar.   Las  necesidades  espiri- 
tuales de  nuestra  épioca  son  apremiantes,   exigentes  á  lo  su- 
mo, pues  el  desarrollo  de  los  pueblos  viene  elaborándose  in- 
faasíainente  á  expensas  del  progreso  moral  de  los  mismos;  y 
deaquí  la  necesidad  de  multiplicar  las  parroquias,  de  las  cua- 
les, como  centros  religiosos,  deben  brotar  las  aguas  de  la  gra- 
cia y  de  la  salvación  para  todos  sus  moradores.  Poco  ha  pre- 
sentamos un  resumen  de  las  numerosas  parroquias   creadas 
pornuestro  amado  Prelado  dunmte  su  pontificado,  y  con  la 
nueva  de  que  hoy  nos  ocupamos,  son  ya  veintiuna  las  de- 
bidas á  su  celo  pastoral. 

El  pueblo  del  Calabazar  tiene  sinjpatías  generales  por  las 
cualidades  higiénicas  que  le  distinguen,  y  abrigamos  la  ínti- 
ma convicción  de  que  enlazada  esa  linda  población  con  la 
capital  por  el  ferro-carril  del  Oeste,  y  no  distando  de  ésta 
mas  que  veinte  minutos  por  dicha  via,  se  convertirá  en  otra 
Guanabacoa  por  el  incesante  tráfico  con  nuestra  ciudad.  No 
dudamos  del  desarrollo  material  de  aquel  pueblo,  porque 
marcha  paralelo  con  su  progreso  moral  por  medio  de  la  crea- 
ción de  la  nueva  parroquia. 

Bien  es  verdad  que  cuando  los  caseríos  son  muy  pequeños, 
ose  hallan  inscritos  en  el  radio  de  una   parroquia,    no  pue- 
den oficialmente  crearse  en  ellos  otras  nuevas  parroquias,  y  si 
esto  produce  algún  inconveniente  eu  la  pronta  adn^ini^tracion 
de  sacramentON,  es  un  mal  bastantí*  sensible,  pero  irremedia- 
bleporel  pronto,  puesto  que  mientras  esos  lugares  no   reú- 
nan las  condiciones   necesarias,  no  es  posible   que  nuestro 
Exorno,  é  Illmo.  Sr.  Obispo  promueva  la  erección  de  nuevas 
parroquias,  ni  que  el  Gobierno  supremo  promulgue  el  decre- 
to de  su  creación.  Pero  si  los  vecinos  de  esos  pueblos  desean 
ardientemente  acercase  con  mas  frecuencia  á  las  saludables 
aguas  de  la  penitencia  y  asistir  con  mas  comodidad  al  santo 
sacrificio  de  la  misa,  fácil,  muy  fácil  les  es  proveerse  de  un 
capellán  con  aquel  objeto,  acudiendo  para   los  demás  sacra- 
mentos á  la  parroquia  á  que  respectivamente  correspondan. 
Los  deseos  todo  lo  allanan. 

Felicitamos  de  nuevo  á  la  vecina  población  del  Calabazar, 
y  deseamos  que  siempre,  como   ahora,  al  promover  su  pro- 

vil. — 9 


66 


LA  TERDAO  CATÓUGA. 


greso  material,  no  olvide  buscar  al  Dios  de  todo  pro- 
gre$o^  que  si  nos  proporciona  la  ventura  material,  no  es 
comodín,  sino  como  medio  para  obtener  la  ventura  eterna. 

J.  R,  O. 


LA  CIBIICIA  OITIN A, 


)«l  AirtlfM  y  W— vTttiwftt» 


XV. 

El  Evangelio  es  la  fuente  prodigiosa  de  donde  proceden  las 
mas  sublimes  inspiraciones.  Examínesela  historia  de  la  li- 
teratura de  los  pueblos,  de  sus  conocimientos  científicos  en 
los  distintos  ramos  del  saber  humano,  y  se  verá  que  el  sacer- 
dote de  Jesucristo  ba  ocupado  siempre  el  mas  importante  lu- 
gar en  el  magisterio.  Esta  consideración  dispensada  á  los  mi- 
nistros del  culto  en  las  naciones  civilizadas  no  ha  dejado  de 
tener  su  justo  y  razonable  motivo. 

Siendo  los  sacerdotes  piadosamente  reputados  por  santos, 
esto  es,  ligados  á  Dios  con  vínculos  indisolubles  por  medio 
de  solemnes  votos  al  tiempo  de  su  ordenación,  una  sociedad 
religiosa  debia  esperar  de  ellos  la  virtud  mas  completa.  De 
esta  idea,  dominante  en  toda  época,  provino  el  respeto  con 
que  eran  también  mirados  entre  los  gentiles  los  sacerdotes 
de  los  ídolos,  y  en  nuestro  apoyo  pueden  vérselas  mismas 
leyes  antiguas  y  las  noticias  de  algunos  interesantes  frag- 
mentos de  éstas  y  el  índice  de  las  Doce  Tablas,  tan  célebres 
entre  los  romanos,  las  cuales  eat6o  llanas  de  privilegios  y 


LA  VSRDAD  CATÓLICA.  OT 

coDcesionesá  los  sacerdotes  paganos,  como  el  Pontífice  Má- 
ximo, Augares  y  Vesteias;  castigando  hasta  con  pena  de  des- 
tierro y  aun  de  muerte  la  infracción  de  sus  preceptos. 

No  es  ooestro  ánimo  entrar  en  discusión  acerca  de  las  ra- 
zones qae  tuvieran  los  emperadores  gentiles  y  después  los 
crístiaDOs,  para  revestir  al  sacerdocio  de  todo  el  aprecio  y 
dignidad  convenientes,  por  no  ser  del  caso  en  la  materia  pro- 
puesta. Solo  hemos  querido  hacer  una  indicación  para  que  se 
compréndala  legitimidad  de  la  tra^aiisiou  de  los  conoci- 
mientos humanos  por  medio  de  los  ministros  del  altar.  Esto 
dicho,  DO  queremos  perder  una  idea  acerca  del  asunto.  £1 
sacerdote  sirve  á  Dios  mas  intimamente,  medita  en  él  con 
irecueocía  y  enseña  al  hombre  su  sagrada  doctrina.  Siendo 
cstA  la  primera  ciencia  que  debe  enseñarse,  el  sacerdote,  y 
tal  ha  sido  siempre  esta  consideración,  tiene  por  necesidad 
qae  ser  instruido,  que  ser  sabio,  porque  8Ín  serlo  no  puede  ser 
maestro;  y  esta  sabiduría  tiene  que  estar  en  relación  exacta 
con  la  religión  de  que  es  ministro.  Poroso  se  lee  que  en  la 
antigüedad  pagana  los  sacerdotes  enseñaban  al  pueblo  mil 
errores,  porque  errado  era  también  el  culto  que  manifestaban. 
Tsin  embargo,  el  pueblo  fanático  y  estúpidamente  devoto, 
creía  los  prodigios  de  los  augures  y  arúspices  y  las  combina- 
ciones y  demostraciones  de  los  Magos. 

Como  una  consecuencia  de  lo  ya  manifestado,  de  que  la 
ciencia  divina,  estoes  el  conocimiento  d%  Dios,  es  el  princi- 
pio y  fio  de  toda  ciencia,  el  sacerdote  6  ministro  del  culto  ha 
sido,  desde  los  tiempos  remotos,  el  órgano  primero  de  la  sa- 
biduría, por  el  lógico  fundamento  de  que  el  que  enseña  á  ado- 
rar á  Dios  debe  también  enseñar  sus  maravillas.  De  aquí  es  • 
que  los  sacerdotes  caldeos  fueron  los  que  enseñaron  al  hom- 
bre á  adorar  al  fuego,  por  las  benéficas  propiedades  de  éste; 
los  sabeistas  el  respeto  á  los  astros,  dando  principio  en  ellos 
la  astronomía,  ciencia,  que  bien  considerada  eleva  al  hombre 
al  conocimiento  de  Dios,  Así  sucesivamente,  en  cada  ramo 
del  saber,  los  sacerdotes  fueron  encaminando  al  hombre  á  un 
diverso  culto;  pero,  tomándose  á  la  ciencia  como  ala  misma 
Divinidad,  cayeron  en  errores  fatales  de  que  las  leyes,  pro- 
movedoras del  bien,  fueron  víctimas.  La  historia  explica  la 
iofluencia  de  los  oráculos  en  las  determinaciones   de  los  go- 
biernos: mas  de  un  tratado  de  paz  6  pronunciamiento  de  guer- 
ra fueron  redactados  en  el  templo  de  Apolo,  á  quien  se  con- 
sultaba en  los  negocios  arduos.  Constante  es  el   crédito  de 
que  gozaron  las  Sibilas  en  su  época;  y  bien  sabido  es  lo  que 
pasó  con  Tarquino  y  la  de  Cumas. 


68  LA  VEBDAD  CATÓLICA. 

Probado,  pues,  con  la  historia,  que  los  ministros  del  culto 
han  sido  en  todo  tiempo  los  promovedores  de  la  ciencia,  co- 
mo que  en  ellos  estaba  el  secreto  de  la  Divinidad  en  la  cele- 
bración de  los  misterios,  tales  como  los  de  Eleusisy  otro<i  so- 
lemnizados entre  los  gentiles,  el  sacerdote  cristiano,  por  una 
sucesión  de  principios  lógicamente  considerados,  el  sacerdo- 
te cristiano,  repetimos,  que  sin  reserva  alguna  predica  al  ver- 
dadero Dios,  subyugando  al  imperio  y  voluntad  de  Dios  to- 
do lo  criado,  ha  sido  y  es  el  propagador  continuo  de  la  civili- 
zación verdadera. 

La  historia  de  las  órdenes  monásticas,  la  de  la  cruzadas  y 
la  de  los  respetables  misioneros  dan  una  prueba  de  esta  ver- 
dad. 

Los  hombres,  considerando  eo  Dios  el  principio  y  fin  de 
sus  aspiraciones,  se  han  retirado  en  gran  niimero  á  los  cam- 
pos y  desiertos  para  adorarle,  fuena  de  los  disgustos  y  pertur- 
baciones del  mundo,  con  todo  el  ardor  y  libertad  que  la  vehe- 
mencia de  su  corazón  les  exigía.  Con  tal  objeto,  para  hecer 
mas  patente  á  los  demás  hombres  el  mérito  de  la  elección  de 
vida  que  hacian  en  los  apartados  lugares  de  su  residencia, 
quisieron  acompañar  el  sacrificio  del  desprendimiento  de  los 
placeres  y  goces  materiales  con  graves  mortificaciones  y  ri- 
gurosas penitencias,  de  que  solo  la  fe  y  el  amor  á  un  Dios 
único  y  verdadero  pueden  dar  razonables  motivos.  Llena  es- 
tá la  historia  de  hechos  gloriosos  en  este  género  de  vida  con- 
templativa y  ascética,  por  lo  que  seríamos  demasiado  exten- 
sos al  manifestarlos  en   los  reducidos  límites  de  este   tra- 


Alguno  con  poca  meditación  preguntará:  ¿qué  bienes  ha 
traído  al  mundo,  y  en  qué  ha  influido  para  su  civilización  la 
reunión  de  unos  hombres,  entregados  exclusivamente  á  Dios  y 
á  las  prácticas  de  la  devoción  mas  austeray  rígida?  Pero  los  que 
así  se  expresan  no  reflexionan  por  cierto  en  la  causa  primera, 
en  esta,  que  es  en  la  que  el  filósofo  debe  discurrir  y  meditar 
para  alcanzare!  resultado  que  desea.  Usto  propuesto,  consi- 
dérese por  un  momento  al  hombre  apartado  de  su  semejan- 
te para  acercarse  á  Dios,  y  se  verá  la  fuerza  de  esta  unión  po- 
derosa que  le  comunica  un  sobrenatural  instinto  y  forta- 
leza de  ánimo,  capaces  de  toda  empresa  grande;  porque  el 
hombre  para  serlo  es  necesario  que  se  levante  del  nivel  délos 
demás,  y  que  conquiste  por  medio  de  sus  obras  un  honroso 
destino.  Desde  luego,  si  los  hombres  sirviendo  á  otros  hom- 
bres han  obtenido  laureles  y  coronas  de  gloria,  el  hombre 
que  de  todo  corazón  sirve  á  Dios  no  alcanza  en  el  mundo 


LA  VERDAD  CATÓLIOA.  69 

otro  premio  que   el  de  la  inteligencia  para  conocerle  y 
amarle;  y  siendo  este  conocimiento  el  primero  que  distingue 
al  hombre,  y  este  amor  el  mas  sublime  en   categoría,  com- 
prendiéndose la  fuerza  de  este  por  los  prodigios  que  obra  en 
el  que  se  ofrecen  mutuamente  las  criaturas,  el  amor  á  Dios 
debe  ofrecer  también  el  prodigio  mas  grande  que  pueda  ma- 
nifestarse, que  es  el  de  la  sabiduría.  No  es  nueva  por  cierto 
esta  doctrina:  el  Viejo  Testamento  nos  la  explica  satisfacto- 
riamente. Salomón  fué  sabio  mientras  amó  á  Dios;   la  torpe 
idolatría  cegó  después  su  entendimiento.  Confírmase  con  es- 
to  lo  que  antes  hemos  dicho,  de  que  la  ciencia  divina,  á  sa- 
ber, la  dictada  por  Dios  en  los  sagrados  libros,  es  la  primera, 
y,  por  decirlo  así,  la  única  de  donde  emanan  las  demás,  que 
sirven  al  hombre  para  sobrellevar  coa  paciencia  su  peregrina- 
ción en  el  mundo.  El  honibre,  dotado  de  una  sensibilidad  ex- 
quisita y  del  deseo  de  comprenderlo  todo,  no  puede  dar  una 
razón  plausible  á  su  entendimiento  de  los  continuos  fenóme- 
nos que  á  cada  paso  -advierte  en  sí  y  en  cuanto    le  rodea, 
sin  acudir,  para  la  averiguación    que  pretende,  á  esa  cau- 
sa primera,  fundamento   de  todas,  á  Dios,   principio  uni- 
versal de  cuanto  existe,  que  para  hacer  mas  palpable  su  om- 
nipotente 8uperiorida3  que  abate  bajo  sus  leyes  la  creación 
entera,  ha  ocultado  á  los  hombres  el  precioso    tesoro  de  sus 
misterios,  revelando  algunos  ala  humanidad  á  proporción  de 
que  esta  le  ha  tributado  la  adoración  debida,  y  negándole  el 
conocimiento  délos  demás  como  señal  patente  de  la  subordi- 
nación que  se  le  debe.  Extendamos  la  idea:  el  hombre  no  pue- 
de alcanzar  la  sabiduría  si  no  ama  á  Dios  y  le  respeta,  porque 
el  hombre,  inclinado  al  mal  á  causa  del  pecado  abusarla  con- 
tinuamente de  este  supremo  don;  asi  es,  que  no  se  desarrolla 
su  inteligencia  sino  en   relación   á    la  religión   que   profesa, 
porque  este  es  el  poderoso  freno  que  le  contiene  en  los  justos 
deberes  de  su  estado;  de  otro  modo,  lejos  de  serle  favorable 
la  distinción  del  cielo  en  cuanto  á  la  claridad  de  su  entendi- 
miento, le  seria  perjudicial  y  funesta,  y  Dios  no  puede  nunca 
contradecirse  en  sus  obras.  He  ahí  la  causa  porque  el  mun- 
do no  se  ha  llenado  de  luz  sino  después  del  escablecimiento 
del  cristianismo;  porque  este  es  la  mejor  garantía   que  tiene 
deque  el  hombre  no  abusará  impunemente  desús  conoci- 
mientos; y  la  prueba  mas  grande  que  pueda  darse  de  que  Dios 
premia  á  este  según  sus  obras,  se  encuentra  en  la  historia  de 
las  ciencias  y  progresos  del  putendimiento  humano. 

La  G-recia,  nación  poderosa  en  los  primeros  tiempos,  no 
dio  el  nombre  de  sabios  mas  que  á  siete,  y  entre  estos  mis- 


70  LA  VERDAD  CATÓUCA. 

mo8  Tales  fué  considerado  superior  á  todos,  siendo  los  otros 
subordinados  suyos  en  cuanto  á  inteligencia.  Ta  hemos  dicho 
en  otro  lugar  lo  que  pensaba  este  filósofo  con  respecto  á  Dios 
y  su  naturaleza.  Así  como  Grecia,  Roma  tuvo  también  sus  s»- 
bios,  si  darse  puede  este  nombre  á  las  inteligencias  que  des- 
collando entre  las  demás  se  arrogaron  el  dominio  de  las  cien- 
cias que,  sea  dicho  de  paso,  tomaron  de  los  griegos  y  éstos  de 
los  Egipcios  y  sus  sacerdotes.  De  modo  que  remontándonos 
al  origen  verdadero  de  las  cosas,  puede  decirse  con  toda  se- 
guridad que  si  los  egipcios  fueron  difundidores  de  las  cien- 
cias es  porque   las  tomarou  primero  de  los  hebreos  y  de 
las  Santas  Escrituras.  Para  prueba  de  esto  véanse  algunas  de 
las  sentencias  filosóficas  de  los  sabios  antiguos,  y  se  compren- 
derá sin  mucho  trabajo,  á  pesar  del  sentimiento  distinto  de 
religión  que  profesaban,  que  están  sacados  de  los  principios 
sancos  emitidos  en  los  preciosos  libros  de  los  Salmos,  Ecle- 
siastes,  Eclesiástico  y  Sabiduría.  Salomón  dijo  que  todo  era 
vanidad,  y  el  sabio  que  lo  imita  manda  al  hombre  conocerse 
á  sí  propio,  para  qne  comprenda  esa  misma  vanidad  de  que 
habló  el  predilecto  Je  Dios.  Mucho  tendríamos  que  escribir 
si  fuéramos  á  explicar,  punto  por  punió,  lo  que  han  tomadlo 
los  gentiles,  y  con  ellos  los  autores  de  sectas  religiosas,  Zo- 
roastro,  Confucio  &c.  de  los  sagrados  libros,  donde  se  enseña 
la  verdadera  filosofía.  En  ellos,  pues,  bebió  Platón  la  hermosa 
ciencia  que  enseñó  á  sus  discípulos.  Nadie  que  haya   leido 
los  escritos  de  este,  puede  dudar  un  momento  que  su  filoso- 
fía parece  sacada  de  los  libros  de  los  profetas  de  la  antigua 
ley.  Cuanto  mas  bella  parezca  la  moral  de  Platón,  y  cuanto 
mas  opuesta  á  la  generalmente  enseñada  por  los  demás  filóso- 
fos de  su  tiempo,  halagadores  de  la  vanidad  y  del  orgullo  hu- 
mano, tanto  mas  debe  creerse  que  fué  tomada  de  muy  distinta 
fuente.  Para  ilustrar  el  punto,  nótese  pues  que  en  las  calami- 
dades mas  grandes  del  mundo  ha  suscitado  Dios  siempre  una 
superior  inteligencia  que  llame  al  orden  y  contrapese  dealgun 
modo  con  su  virtud  el  abandono  de  los  demás  respecto  ásus 
deberes.  De  este  equilibrio,  guardado  por  Dios  perpetua- 
mente en  el  mundo  para  su  conservación  y  estabilidad,  nos 
dan  una  prueba  los  hombres  grandes,  como  Daniel,  Ezequiel, 
Jeremías  y  otros,  que  en  medio  de  los  mas  detestables  crí- 
menes han  sostenido  la  ley  de  Dios  contra  el  torrente  impuro 
de   la  malicia,  limpia  de  toda  jmancha.  Muy  lejos  Platón  de 
igualarse  á  tan   distinguidos  modelos,  ha  querido  en  parte 
imitarlos  con  su  doctrina  hermosa.  Cualquiera  que   haya 
leido  sabe  muy    bien  que  en  tiempo  de  este  filósofo,  á 


LA  VERDAD  CATÓLICA. 


71 


quien  llamaron  divino  los  hombres»  estaba  el  mnndo  en 
el  apogeo  de  su  corrupción.  El  materialismo  mas  detes- 
table 7  grosero  tenia  embargadas  las  potencias  del  hom- 
bre, Víctima  de  .sus  desarregladas  pasiones,  no  compren- 
día sino  lo  que  estaba  al  alcance  de  su  naturaleza  terrena, 
resolviendo  por  éste  conocimiento  el  destino  de  su  futura 
existencia.  Platón,  nutrido  de  gran  sabiduría,  adquirida  tal 
vez  con  la  lectura  de  los  Salmos  y  demás  santos  libros,  divi- 
nizó al  hombre  en  la  admirable  imagen  que  presenta,  del  Jus- 
to. Platón  fué  el  primero  de  los  filósofos  antiguos  que  con 
mas  bellos  colores  pintó  los  goces  del  alma  y  su  espirituali- 
dad; por  lo  que  este  sabio  fué  suscitado  por  Dios  para  pre- 
parar el  camino  de  la  gracia,  que  el  Evangelio  había  de 
traer  al  mundo. 

(Continuará.)  Rafael  de  Cárdenas  y  Cárdena». 


DE  oncio. 


SECRETARIA  DEL  OBISPADO  DE  LA  HABANA. 

taKiMMi  Y^lntaria  aMrU^r  el  Extaa.  é  IIIbo.  Sr.  OM^h  *  Cavar  é% 
llMatra  aastfilna  Paire  Pía  Raaa. 


Relación  de  las  personas  y  cantidades  que  cada  una  ha  entregado 
para  el  expresado  objeto  en  esta  Secretaria  de  Cámara  y 
Gobierno. 

Parroquia  de  ingreto  de  Santa  María  Magdalena  de  Ci/uentes. 
Ps.    Ota.  Ps.    Cti. 


Sama  anterior 1 

SL768  24 

D-  Juan  Exequiel  Martin, 

Cara  párroco 

102  „ 

n  Victorio  García,  ma- 

yordomo de  fabrica 

17     „ 

Doña  Jaana  Linares  de 

Pared  e« 

17     .. 

D  Jaan  Soto 

8    50 

„  Manuel  Yanix 

8    50 

„  Francisco  de  los  San 

tos 

8    50 

M  J.M.<J 

8    50 

M  Antonio  Zayas. 

4    25 

„  Martin  Landa 

.4    25 

25 
25 
25 
25 
25 


D.  Rafael  Fernandez 4 

„  Celestino  del  Valle. .,  4 

„  Santiago  Mesa 4 

„  Francisco  Martínez..  4 

„  Antonio  Mesa 4 

Doña  María  del   Carmen 

.Affuiar  de  Llerenas...  4 

D.  francisco  Junquera..  2 

„  José  Menendez 2 

,.  Francisco  A.  García..  2 

„  José  Mesa 2 

„  Dominffo  Riera 1 

Doña  María  Loreto  Soto 
4eLaDda. 50 


121 
12i 
12i 
124 


78 


LA  VERDAD  CATÓUCA. 


Parroquia  de  término  de  San  Hilarión  de  Guanajay. 


Ps.    Cte. 


D.    Eduardo    S.  Valdéa, 

Cura  párroco 

Lbí  tres  hermaDas 

D.  Francisco  Acosta 

,,  Ignacio  Valor 

„  Juan  Ignacio  Muñoz.. 

.,  Franco  Valdés 

„  José  Elias  Valdés 

„  Ignacio  Bariño 

Doña  Josefa  Velis. 

,,  Catalina  Martínez 

D,  Pedro  Muyan 

,.  Antonio  Montaña 

„  Julián  Sánchez 

„  Luis  Zalazar 

„  Manuel  Moreno 

„  Carlos  Laguna 

„  Luíh  Pórtela 

„  Domingo  Pórtela 

„  Andrés  Rodríguez 

,,  AnU)Uui  Castillo 

„  Pedro  Giral 

„  Francisco  Roncóse- .. 

..  Ivianuel  Navas 

,.  Taulino  Sigarreta 

.,  José  DiazSuarez 

,.  Juan  Portóla 

,,  Podro  Cha  pie 

,,  i -arlos  Hnliño 

„  José  Autonio  Astiaza 

rair * 

,,  Juan  Galán 

„  Francisco  Sánchez  Lu- 

vittu 

,,  Manuel  Bustauante.. 

..  Pedro  García 2 

.,  Fuuntino  de  Córdova.  2 

.,   M¡)iuel  Nuñoz 2 

,,   Manuel  Torre 2 


62    P2¿ 

17     „ 

4    -25 

4    25 

4     2L 

4    25 

4    25 

4    25 

4    25 

4    25 

4    25 

2    12i 

2    P2.Í 

2    12.1 

2    12< 

2    J2- 

2    P2i! 

2    J2é' 

2-   P2-|l 

2     12.  t! 

2    12m! 

2      12r! 

2     12.  ' 

2    12.  r 

2    12.  i 

5¿    12- í! 

*i    12.  1 

2    J2él 

2    12^1 

2    12ii 

2     I2é! 

'¿  mi 

PS.      Ct8^ 


.  Baltasar  Muñoz 

,  Laureano  Flores 

,  José  Torres 

,  Mario  y  Compañía — 

,  Félix  Regalado 

Tomás  Morales 

,  Pedro  Blanco 

Bonifacio  Quevedo — 

.,  Julián  Román 

M  Rafael  Salamanca 

M  Nicolás  Gimzalez 

if  Antonio  Méndez...*.-. 

„  Cirilo  Soto 

„  Vila  de  Vallo  y  Comp. 

n  Feliciano  Centeno 

,.  Eusebio  Conde • 

M  José  Seoane — 

„  José  María  «^^^uiz 

)i  Antonio  Mora 

„  Francisco  Pérez 

.,  Ignacio  Molina 

„  Domingo  Mej  ía 

„  Franíísco  Abad 

„  Evaristo  Rumoro 

„  Juan  Macha-io 

„  Antonio  Brito 

„  Antonio  Llorona 

„  Antonio  Rojas 

„  Juan  P(*tit 

„  Narciso  Cautos 

„  Francisco  Ayala 

.,  Miguel  Muñoz 

„  Manuel  A  roche 

„  Carlos  Saayedra., 

„  Martin  Mesa 

„  Ramón  Sal  monte 

.,  Félix  del  Moral 

Doña  Isabel  Alvarez 


50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
i>0 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 


Suma 52.182    24 


^UbMua  lí>  de  Mayo  de  1861. — Pedro  Sánchez,  secretario. 


(Continuará.) 


SECCIÓN  LITERARIA. 


BMZXiIA  DE  souLüjrass. 


I. 


AS  doce  acababan  de  dar,  y  el  mas  profundo  silencio 
f  reinaba  en  la  ciudad  de  Paris,  cuyos  habitantes  dor- 
mian  profundamente.  En  una  hermosa  casa  de  la  calle 
de  Tournelles,  brillaban  dos  luces  á  través  de  las  gran- 
des ventanas,  anunciando  que  aun  se  velaba  en  ella:  la 
S limera  provenia  de  la  antecámara,  donde  un  lacayo, 
ormido  delante  de  un  juego  de  dam  is,  esperaba  á  su 
«ñor;  la  segunda  alumbraba  el  cuarto  dormitorio  de  Emilia 
de  Soulanges-  La  joven  llevaba  am^á  pesar  de  lo  avanzado 
de  la  hora,  el  traje  del  dia;  habla  despedido  ásu  doncella,  y 
«ileociosa,  pero  agitada,  esperaba.  En  vano,  para  calmar  una 
inquietud    siempre  creciente,   habla  tratado   de  trabajar  6 
de  leer:  sus  trémulas  manos  se  negaban  á  tirar  de  la  aguja, 
ysu  atención  distraída  no  podia  seguir  los  magestuosos  pe- 
ríodos del  sermón  de  Massillon  sobre  las  Obras  de  Misericor- 
¿¿,  abierto  ante  sus  ojos.  De  tiempo  en  tiempo  iba  á  levan- 
tar las  pesadas  cortinas  de  las  ventanas,  y  echaba  una  mirada 
al  patio  oscuro  y  vacio.  Una  pequeña  luz,  cuya  claridad  sa- 
llada la  habitación  dc;l  portero,  anunciaba  que  también  allí 
velaban. 

— ¡Dios  mío,  sedecia  Emilia  así  misma  en  medio  de  una 
febnl  impaciencia  que  anegaba  en  sudor  su  frente  y  sus  ma- 

VII.— 10 


74  LA  VERDAD    CATÓLICA. 

nos,  no  volverá  pues  á  casa!  ¡He  aquí  una  noche  pasada  co — 
mo  otras  muchas!  Se  está  perdiendo,  ¡ay!  pobre  hermano! 

Dio  la  una,  dieron  las  dos,  las  tres Emilia  se  habia 

arrodillado  en  su  reclinatorio;  y  después  de  haber  rezado  el 
rosario,  vencida  á  medias  por  el  sueño,  murmuraba  aún  las 
santas  palabras  y  hacia  correr  entre  sus  dedos  las  cuentas 

bendita;s Un  gran  golpe  dado  en  la  puerta  la  despertó 

súbitamente Acudió  á  la  ventana;  la  puerta  cochera  es- 
taba abierta  de  par  en  par,  y  daba  paso  á  una  silla  de  mano, 

seguida  de  dos  lacayos  con  hachones Un  joven  salié 

de  ella,  apoyado  en  el  brazo  de  un  criado. . . . 

A  la  luz  de  las  antorchas  pudo  ver  Emilia  el  desorden  del 

traje  de  su  hermano,  su  pálido  rostro  y  su  andar  incierto 

suspiró  amargamente,  y  peosativa,  permaneció  de  pié  en  la 
vent^tna  hasta  largo  tiempo  después  que  el  silencio  se  hubo 
restablecido  en  el  palacio;  oraba,  meditaba  aún  cuando  aclaró 
el  dia,  devolviendo  á  París  el  tumulto  y  la  vida. 

Hacia  las  once,  bajó  lentamente  y  se  dirigió  á  la  habita- 
ción de  su  hermano.  Algunos  lacayos  jugaban  refugiados  en 
la  antecámara;  levantáronse  al  verla. 

— ¿Mi  hermano  ha  llamado?  preguntó. 

— No,  Señorita:  todavía  no  es  de  diáen  el  cuarto  del  Sr. 
Vizconde. 

Emilia  vaciló  un  momento;  pero  reflexionando  que  tan 
pronto  como  entrase  el  dia  se  vería -rodeado  su  hermano  porta 
turbulenta  nube  de  los  amigos,  mercaderes  y  sastres,  se  deci- 
dió á  adelantarse.  Hizo  una  señal,  y  el  criado  abrió  las  puer- 
tas: atravesó  un  gabinete  y  un  salón,  y  se  encontró  en  el 
cuarto  dormitorio  de  Héctor  de  Soulanges,  de  aquel  herma- 
no querido  cuyo  destino  absorbia  todo  su  ser.  Una  débil  cla- 
ridad penetraba  en  aquel  cuarto,  y  dejaba  descubrir  el  de- 
sorden que  en  él  reinaba.  Trajes  preciosos  se  hallaban  echa- 
dos sobre  los  sillones;  una  brillante  espada  arrastraba  por 
tierra,  y  un  reloj,  anillos  y  aiñieres  estaban  descuidadamente 
echados  en  el  sofá.  La  cama  estaba  vacia  y  el  hermano  de 
Emilia  descansaba,  vestido  á  medias,  en  una  vasta  poltrona, 
como  si  el  sueño  y  la  fatiga  que  se  siguen  á  una  noche  de  de- 
sorden lo  hubiesen  arrojado  allí,  derribado  y  vencido.  A  su 
lado,  sobre  un  velador,  se  hallaban  confusamente  esparcidos 

puñados  de  luises Emilia  dirigió  una  triste  mirada  á 

aquel  oro,  probablemente  ganado  al  juego,  durante  aquella 
noche,  que  su  hermano  llamaba  de  placer,  pero  que  para  ella 
habia  sido  de  suplicio,  y  se  arrodilló  al  lado  del  sillón, . . . 

Héctor  seguia  durmiendo;  pudo  entonces  su  hermana  estu- 


LA  VB&DAD  CATÓLICA.  H 

diar  loseitragos  que  las  vigilias  y  las  pasiones  habían  impre- 
so eo  aquel  rostro,  en  otro  tíempo  tan  lleno  de  candor;  arru- 
gas precoces  surcaban  la  pálida  frente  del  joven.  Sus  párpa- 
dos hiochados  y  pesados,  cambiaban  la  expresión  de  sus  fac- 
ciones, marchitadas  antes  de  tiempo,  y  llevando  en  la  prima- 
Tera  de  la  vida  el  triste  sello  de  la  decadencia. 

Emilia  suspiró  y  una  lágrima  cayrS  do  sus  ojos  sobre  la  ma- 
Dode  Héctor.  Este  despertó  súbitamente,  lanzó  en  tomo  su- 
yo ooa  mirada  lenta  y  sorprendida,  y  vit>nfloá  su  hermana  á 
sa  lado,  exclamó: 

-^iQué  quiere  decir  esto?  ¿porqué  no  estoy  acostado,  y 
TOS  estáis  aquí? 

—Qaerido  Héctor,  contestó  la  hermana  tranquilamente, 
debéis  saber  mejor  que  yo  porqué  no  os  habéis  acostado;  y 
sabéis  también  perfectamente  lo  que  á  vuestro  lado  me  trae. 

— Venfs  á  predicarme,  dijo  él  riendo. 

— ^  predicaros? ¡Oh!  no,  sino  á  suplicaros  que  refle- 
xionéis UD.instante  en  la  vida  que  lleváis,  y  veáis  á  dónde  os 

conduce á  la  pérdida  del  cuerpo,  á  la  del  alma.  Oh!  po- 

tre  Héctor  mió,  pensad  bien  en  ello! 

—Sois  demasiado  severa,  hermana  mia:  es  preciso  dar  al 
tiempo  lo  que  es  del  tiempo. 

— Ay!  el  tiempo  ha  de  pasar,  y  ¿qué  os  quedará? 

—¿Qué  importa?  pase  la  vida!  Corta  y  buena,  esa  es  mi 
divisa. 

—Oh!  hermano  mió!  y  la  eternidad,  ¿nunca  pensaisen  ella? 
Acordaos  de  la  muerte  de  nuestro  padre,  de  los  últimos  sus- 
piros, de  las  postreras  miradas  de  nuestra  madre;  ellos  aca- 
baron con  la  muerte  de  los  justos.  Pero  vos,  ¿cuál  será  vues- 
tro fin? 

£1  joven  se  encojió  ligeramente  de  hombros.  Su  hermana 
repuso: 

—Perdonadme  que  os  hable  de  este  modo;  pero  ya  no  te- 
oemos  padres;  solo  tenemos  un  tutor  para  quien  es  bastante 
indiferente  nuestra  suerte;  huérfanos,  todo  los  somos  el  uno 
para  el  otro,  y  aunque  soy  mas  joven  que  vos,  me  parece 
(no  08  riáis)  que  he  heredado  para  con  vos  el  corazón  v  la 
ternura  de  nuestra  madre.  Os  oigo  lo  que  ella  os  diria:  Que- 
rido Héctor,  abandonad  esos  vanos  placeres,  esos  falsos  ami- 
gos, esa  vida  desarreglada;  convertios  en  un  buen  marido, 
un  buen  padre,  y  sobre  todo  un  buen  cristiano. 

— ^Linda  predicadora,  interrumpió  el  hermano,  me  enter- 
neceis  pero  no  me  convencéis.  Mas  pronto  tendréis  otro 
mejor  que  yo  á  quien  predicar. ...  estoy  seguro  quevues- 


76  ^^  V&RDÁD   CATÓLICA. 

tro  desposado,  el  muy  grave  conde  de  Meran,  está  en  el  salón 
hacienao  sus  cumplidos  á  nuestra  respetable  tia.  Id,  precio- 
sita,  id:  el  caballero  debe  venir  á  buscarme  en  breve  para 
ir  al  juego  de  pelota. . . .  Preciso  es  que  me  vista 

Y  llamó. 

Emilia,  desanimada,  salió  haciéndole  una  señal  amistosa: 
bajó  á  la  habitación  de  su  tia,  donde  se  encontraban  algu- 
nos amigos  íntimos,  y  sentada  á  un  lado  ante  su  bastidor  pres- 
tó un  oido  distraido  á  la  conversación.  Se  hablaba  de  su  her- 
mano; se  contaba  con  ese  tono  ligero  de  las  gentes  del  gran 
mundo,  los  gastos  desmedidos  y  las  locas  intrigas  á  que  se 
entregaba  Héctor;  y  esta  narración  que  hacia  desternillar  de 
risa  á  los  oyentes  entristeció  el  corazón  de  la  pobre  Emilia. 
Mientras  que  los  demás  reian,  ella  pensaba  en  aquel  herma- 
no únicamente  amado,  en  aquella  alma,  cuya  salvación  hu- 
biera comprado  con  toda  su  sangre  y  con  su  vida,  y  cuyos  vi- 
cios y  peligros  eran  objeto  de  las  chanzas  de  un  mundo  cié* 
go.  Cristiana,  educada  en  la  escuela  del  Evangelio,  Emilia 

(>oseia  esa  elevada  filosofía  que  considera  como  vanas  y  frívo- 
as  las  grandezas  de  la  tierra  y  solo  aprecia  lo  que  es  eterno. 
Iliéntras  que  en  aquel  elegante  salón  en  que  respiraba  el 
lujo  amanerado  del  siglo  XVIII,  se  hablaba,  y  se  citaba  en 
«^iH>yo  de  una  moral  relajada  un  verso  de  Voltaire  ó  una  co- 
4a  de  Bernis,  Emilia  meditaba  las  severas  lecciones  de  la 
i^v  d«  Dios,  y  se  repetía  á  sí  misma: 

***¿Ue  qué  sirve  al  hombre  ganar  el  universo  si  llega  á  per- 
vWr  *tt  alma?" 

O^mia  por  la  ceguedad  de  su  hermano,  que  prefería  á  esa 
vK>oinua  piadosa  los  goces  mas  descabellados  ó  los  mas  gro- 
«#i\i«  placeres;  oia  la  voz  del  cielo  que  le  décia: 

«^K«iad  listos,  pues  el  Hijo  del  Hombre  vendrá  cuando  mé- 
1^^  l\>  wonsois;"  y  temblaba  recordando  á  Héctor,  á  quien 
u^j^  habia  preparado  para  comparecer  ante  su  Juez,  y  que 
sjv  UM  iu\m)ento  4  otro  podia  ser  llamado  á  dar  una  cuenta 
Vo4«iM^  K^tos  pensamientos  llenaban  su  alma  de  temor,  y 
li^^^<^(^^^  promesas  del  mundo  no  lograban  consolarla. 
^ti^uMUO  ^ra  noble,  rico,  brillante,  pero  esas  grandezas 
uiMiHHWL  »^  l«  impedían  ser  un  pobre  hijo  de  Adán,  sujeto  á 
l^'MU^H^  V  al  juicio  de  un  Dios  que  pedirá  una  cuenta  tan- 
iA^:«M^^t#<dNa  cuanto  mas  haya  dado;  de  un  Dios  paciente, 
;j«.v¿4«W^  ^^*^*  jwicieute  porque  es  eterno. 

^^^ÜKK  ^  l^^  ^^^^*  ^®  decía  ella  ¿habrá  de  crecer  esta 
h¥M^  ^  ^*^^Wt  í^^  oonocpr,  ni  os  ha  de  amar  jamas?  No  lo 
HikMyMí%  ^^rtiM^  iv^Mlde  bondad,  venido  para  salvar  á  los 


i: 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  77 

pecadores; acordaos  con  qué  precio  fué  rescatada  esta  alma 
y  00  permitáis  que  se  pierda!'^ 

Absorta  ea  estos  pensamientos,  notó  apenas  la  presencia 
del  coode  de  Meran,  su  novio;  hasta  entonces  le  había  sido 
grato  ese  proyecto  de  unión  y  de  dicha;  pero  parecia  como 
que  una  ambición  mas  alta  habia  brotado  en  su  alma  y  cre- 
cía en  ella  como  la  planta  confiada  auna  tierra  fecunda,  $ 
pesar  de  influjos  extraños 


n. 

AlgQDas  semaaas  hablan  trascurrido  sin  que  nada  cambia- 
tten  la  vida  de  Emilia  ni  en  la  de  Héctor.  Este  aeguia  el  cur- 
so de  sus  desórdenes,  como  aquella  continuaba  su  vida  de 
recogimiento  y  oración,  atribuyéndose  á  lo  próximo  de  su 
matrimonio  lo  que  se  notaba  en  ella  de  mas  reflexiva.  Quin- 
ce días  debian  trascurrir  aún  antes  de  la  firma  del  contrato, 
cuando  una  mañana  hizo  pedir   á  su  tutor   un  momento  de 
conversación.  Mr.  de  Sevré  la  recibió  en  su  gabinete,  la  hizo 
>Botar,  V  le  besó  la  mano  con  afecto.  Ella,  generalmente  tan 
tranquila,  parecia  conmovida,  y  su  mano  temblaba  en  las  de 
M  tío;  éste  lo  notó. 
— ¿Qué  tenéis?  le  dijo:  ¿os  ha  sucedido  algo  querida  Emilia? 
-^No,  mi  buen  tio,  contestó  ella  haciendo  el  último  esfuer- 
zo por  dominar  su  turbación  y  tratando  de  sonreír;  pero  la 
entrevista  que  de  vos  he  solicitado  n^e  hace  latir  el  corazón. 
—Y  qué!  hija  mia,  ¿parezco  yo  un  tutor  de  comedia? 
—So,  tio  mió,  siempre  ha  beis  sido  bueno  y  perfecto  para 
con  dos  huérfanos;  hemos  encontrado  en  vuestra  casa  una 
Kgunda  casa  paterna;  pero  temo,  si,  temo  afligiros. 
—¡Vos,  Emilia!  apenas  puedo  creerlo. 
—Querido  tio,  dijo  ella  tomándole  la  mano,   quiero  decí- 
foalo  todo  en  dos  palabras:   no  me  siento  llamada  al  estado 
del  matrimonio;  Dios  me  quiere  del  todo  para  sí;  permitid 
qae  le  obedezca. 

—¡Queréis  haceros  religiosa!  esa   es  una  extravagancia! 
maestro  matrimonio  está  arreglado  con  todo  nn  caballero;  ya 
00  es  tíempo  de  romper,  puesto  que  Mr.  de  Meran  tiene  mi 
palabra,  y  vos  habéis  parecido  ratificar  nuestros  cq/npromisos. 
— Ea  cierto,  tio  mió,  fácil  me  fué  acceder  á  ellos  pues  es- 
timo profundamente  á  Mr.  He  Meran;  mas  no  obstante,  la  voz 
de  Dios  se  dejaba  oir  en  el  fondo  de.  mi  alma;  por  largo  tiem- 
po permanecí  rebelde  áella os  amo  á  todos,  bien  lo  sa- 


78  LA  VBRDAD  CATÓUCA. 

beis;  pero  en  fin  la  gracia  ha  triunfado  y  mi  resolución  es 
invariable. 

Mr.de  Sevrá  movió  la  cabeza;  imbuido  en  los  principios 
déla  regencia,  las  vocaciones  religiosas,  el  ardiente  y  gene- 
roso deseo  que  impulto  á  algunas  almas  á  salir  de  la  via  co- 
mún, le  parecían  una  ilusión;  permanecía  insensible  ante  las 
buenas  obras  de  una  Hermana  de  la  Caridad;  pero  se  intere- 
saba gustoso  por  las  víctimas  del  claustro,  y  á  fin  de  librar  ¿ 
Emilia  de  las  seducciones  místicas,  la  habia  sacado  casi  niña 
aún,  de  la  abadía  donde  habia  sido  educada.  Y  á  pesar  de  es- 
ta precaución  prudente  ¿hablabaEmilia  de  gracia  y  devoción? 
Discutió  largamente  con  ella;  pero  todas  sus  observaciones 
encontraron  una  respuesta,  y  la  inocente  seducción  de  la  jo- 
ven obró  de  tal  modo  sobre  él,  que  se  sintió  en  fin  persuadi- 
do de  que  amaba  tiernamente  á  su  familia  al  separar- 
se de  ella,  y  que  sulo  un  influjo  irresistible  la  impulsaba 
á  entrar  en  el  claustro. 

— ¿Escogeréis  sin  duda,  le  dijo,  una  de  nuestras  hermosas 
abadías  de  Francia,  la  de  Tart,  por  ejemplo? 

— Siento  un  gran  respeto  y  un  vivo  agradecimiento  hacia 
eaa  casa,  querido  tio;  pero  todo  mi  deseo  es  consagrarme  al 
servicio  de  los  pobres  y  enfermos. 

— Al  cabo,  reinas  han  hecho  otro  tanto,  contestó  el  buen 
gentilhombre.  Entonces,  podríais  entrar  en  el  convento  de 
las  damas  caballeras  de  S.  Juan  de  Jerusalen,  puesto  que,  & 
Dios  gracias,  sois  de  antigua  nobleza.  Esas  señoras  sirven  á 
los  enfermos  y  hasta  á  los  leprosos. 

Tío  mió,  no  es  ahí  donde  quiero  yo  ir, 

—¿A  dónde  pues? 

He  escogiao  la  Orden  de  Hospitalarias  de  S.  Agustín. 

¡Cáspita!  nada  sé  de  ella.  ¿Qué  viene  á  ser? 

Se  consagra  al  servicio  de  los  hospitales. 

Mr.  de  Sevré  hizo  una  mueca  de  desagrado. 

—Una  Soulanges!  dijo. 

Qy¿i  ¿¡O  rnio,  la  Srita.  de  Melun,  con  la  cual  estáis  em- 

narentado  v  cuyo  escudo  lleváis  en  vuestros  cuarteles  ¿no 
5Í6  su  vida  en  un  hospital?  (1) 

^&tc  raciocinio  apoyado  en  el  nobiliario,  desarmó  á  Mr. 
^  Serré*  este  amaba  á  Emiliaj  pero  no  tenia  ni  los  derechos 
m  ktcfnura  de  un  padre,  y  la  joven  sintió  pronto  que  era 
^fc  ét  átmt  su  propia  suerte.  El  vizconde  habia  ido  á  pa- 

-  %|j-«  kiift  del  Príncipe  de  Eepinoy,  consagró  bu  vida  á  loa 


LA  VBBDAD  CAT6uGá.  79 

sir  la  eitacioo  de  la  eaza  á  la  Baja  Normandfa.  y  solo  debía 
TolFerparael  matrimonio  de  su  hermana.  La  joven  hizosas 
preparativos  de  viaje  con  singular  diligencia,  y  diez  dias  des- 
pués de  liabenie  explicado  con  su  tio,  salía  del  palacio  de  Se- 
rré, y  se  dirigía  hacia  Flandes,  en  compañía  de  la  princesa 
de  SoQbiae,  gobernadora  de  Lila  á  quien  había  sido  confiada. 
La  vispera,  había  escrito  á  Mr.  de  Meran;  pocas  horas  an- 
tes de  partir  recibió  de  él  este  billete: 

"No  podía  cederos  sino  áDios,  y  admiro  vuestra  generosa 
resolacion,  cuyos  motivos  creo  adivinar.  Jamas  os  olvidaré: 
á  Toestra  vez,  acordaos  de  mf  ante  el  Señor. 

"A  DE  M." 
Emilia  quemó  estos  cortos  renglones;  lágrimas  cayeron 
desQs  ojos,  último  tributo  pagado  á  las  esperanzas  de  la 
tierra. 

—¡Que  sea  dichoso!  dijo  ella  en  voz  baja:  Señor,  no  me 
neguéis  la  salvación  y  la  felicidad  de  aquellos  á  quienes  he 
tmado  sobre  la  tierra. 

Partió  al  día  siguiente,  y  unos  cuantos  después  recibía  el 
wonde  esta  carta: 

"Mi  querido  hermano,  mi  Héctor,  no  nos  volveremos  á 
▼ereo  este  mando«  Cuando  os  abracé  antes  de  vuestra  par- 
tida, os  daba  desde  el  fondo  del  corazón  un  eterno  adiós: 
mas  00  me  era  posible  confiaros  mí  designio.  Hoy  todo  está 
arreglado,  todo  ha  terminado.  Parto  para  Flandes,  y  antes 
de  00  año,  seré,  así  lo  espero,  religiosa  profesa  de  la  Orden 

de  S.  Agustín Sí,   hermano  mió,  renuncio   al  mundo 

yáooa  unión  que  hubiera  podido  causar  mi  dicha;  á  Emilia 
de  SouUnges  va  á  suceder  la  humilde  hospitalaria,  sierva  de 
Dios  y  dé  los  pobres.  ¿Pero   para  qué,  me  diréis,   para  qué 
semejante   cambio?  ¿Para  qué  renunciar  á  cuanto  amáis,  á 
cqaoto  hubiera  podido  agradaros?  ¡Oh!  hermano  mió!  sabed- 
lo,  por  vos  y  por  vos  solo  renuncio  al  porvenir  que  me  aguar- 
daba; por  vos  y  por  vos  solo  abrazo   esta  vida  de  trabajos  y 
sacrificios.  Menester  es  una  víctima  á  ese  Dios  á  quien  ofen- 
déis, menester  es  que  alguien  llore  y  ruegue  por  vos  duran- 
te esos  dias,  durante  esas  noches  que  consagráis  á  la  idola- 
tría del  placer:  esa  víctima  seré  yo,  y  Dios,  ^  Dios  de  bon- 
dad DO  rechazará  el  holocausto  de  mis  lágrimas.   ¿Mas  no 
haréis  nada  por  vos  mismo?  Oh!  si  unís  vuestra  buena  volun- 
tad á  mi  penitencia,  si  de  acuerdo  trabajamos  por  la  salva- 
ción de  vuestra  alma,  no,  Señor!  Dios  de  Agustin  y  de  M6- 
DÍca,  no  rechazareis  mí  oración!  Y  vos,  Héctor  mió,  oiréis  la 
woz  de  vuestra  mejor  amiga,  implorándoos  en  nombre  de 


so  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

vuestra  propia  dicha;  do  querréis  que  mi  sacrificio  os  s^ 
inútil. 

**Mas  hay  que  terminar;  preciso  es  dí*jíiro«i  ¡oh  herman  -* 
mió  querido,  oh  amigo  mió,  oh  Héctor  mió!  preciso  ^s  daro^ 
el  último  adiós.  No  tratéis  de  hacer  vacilar  mi   resoluoion^ 
no  lo  lograreis,  pues  mis  votos  sagrados  están  yapronuncia— - 
dos  en  el  fondo  de  mi  corazón.  Solo  os  pido  una  cosa:  todatf 
las  noches,  decid  con  el  alma:  ''¡Señor,  tened  compasión  de^ 
mi!'*  La  misericordia  de  Dios  hará  lo  demás.  Os  deseo  todos 
los  bienes  que  pueden   apetecerse  para  aquellos  á  quienes 
mas  se  ama  sóbrela  tierra:  os  deseo  el   bien  sumo: — la  fe!  en 
nombre  de  nuestro  padre!  en  nombre  de  nuestra  madre!  vol- 
ved á  ser  cristiano!  Adiós,  hasta  mas  ver  en  el  cielo! 

''Emilia  de  SouLANass.*' 

m. 

Algunos  años  habian  trascurrido  después  de  estos  aconte- 
cimientos. Se  estaba  en  el  de  1745.  El  fragor  de  las  armas  y 
el  toque  de  las  campanas  lanzadas  á  vuelo  resonaban  en  la 
ciudad  de  Lila,  viéndose  dirigirse  hacia  los  hospitales  largos 
convoyes  de  heridos,  principalmente  hacia  el  hospital  llama- 
do de  la  Condesa,  antigjua  fundación  de  Juana  de  Constanti- 
nopla.  En  el  rostro  de  los  franceses  heridos  se  unía  á  la  ex- 
presión de  los  padecimientos  la  manifestación  del  triunfo; 
sus  débiles  manos  agitaban  verdes  ramos  en  señal  de  victo- 
ria y  alcgria,  y  sus  labios  moribundos  murmuraban  aun:  ¡Vi- 
va el  rey!  Volvian  del  campo  de  batalla  de  Fontenoy. 

Un  gran  número  de  oficiales  habia  sido  trasportado  al  hos- 
pital de  la  Condesa;  las  literas  y  camillas  se  hallaban  apiña- 
das bajo  la  majestuosa  bóveda  sobre  la  cual  se  elevaba  en- 
tonces una  torre  elegante  y  ligera,  derribada  hace  pocos 
años. 

Las  religiosas  recibían  á  sus  huéspedes  en  una  sala  inmen- 
sa, donde  habia  una  doble  hilara  de  blancas  camas  con  cor- 
tinas de  sarga  verde.  Colocábase  con  cuidado  á  los  heridos 
sobre  aquellos  lechos  preparados  para  ellos;  los  cirujanos 
iban  de  cama  en  cama,  seguidos  de  las  hermanas  con  hilas, 
compresas  y  vendajes,  las  cuales  ayudaban  con  mano  firme  á 
curar  las  mas  espantosas  heridas,  pues  el  Apóstol  lo  dijo:  JLa 
caridtid  todo  lopuede^  íoÍoIo  sufre,  nada  la  arredra. 

Entre  las  religiosas  mas  activas  y  mas  resueltamente  cari- 
tativas, notábase  sobre  todo  á  la  priora,  llamada  Sor  San 
Agustín.  Hacia  largo  tiempo  que  su  regularidad,  su  manse^ 


LA   VERDxiD   CATÓLICA.  81 

dumbre,  bu  pradencia  y  el  espíritu  de  penitencia  cíe  que  se 
hallaba  animada,  eran  el  ejemplo  y  causaban  la  admiración 
desQS  hermanas:  las  mas  antiguas  recordaban  todavía  el  fer- 
vor con  que  habia  entrado  en  el  noviciado,  y  la  firmeza  con 
-     la  cual  habia  resistido  á  las  poderosas  súplicas  de  su  familia, 
jsob're  todoá  las  de  su  hermano,  que  querían  hacerla  volver 
al  mundo.  Los  pobres  poseian  en  ella  una  madre  y  una  cria- 
da; jamas  miseria  alguna  se  habia  separado  de  ella  sin  ser 
eoDsolada.  En  aquellos  momentos,  ocupada  en  los  deberes  de 
«Q  cargo,  recibia  á  los  heridos,  cuidaba  de  que  cada  uno  de 
ellos  fuese  prontamente  atendido,  y  parecía  comunicará  to- 
das sus  compañeras  el  fuego  caritativo  que  ardia  en  su  cora- 
zón. Casi  todas  las  camas  estaban  ocupadas,  cuando  llevaron 
lentamente  en  una  camilla  un  oficial  cubierto  con  la  capa  en- 
carnada de  los  mosqueteros,  arrojada  como  un  sudario  sobre 
so  cuerpo  inmóvil.  Un  cirujano  de  la  Real  Casa  le  acompa- 
ñaba y  cuidaba  solícito  de  él. 
La  priora  se  presentó;  el  cirujano  la  saludó  y  le  dijo: 
—Señora,  hé  aquí  aun  bizarro  oficial  de  la  Real  Casa  que 

confiamos  á  vuestro  cuidado.  Está  de  mucha  gravedad 

Al  pronunciar  estas  palabras,  levantó  la  capa;  el  oficial  te- 
nia una  herida  en  el  pecho,  y  una  mancha  roja  y  húmeda 
tenia  el  lado  derecho  de  su  camisa;  tenia  la  cabeza  caida  ha- 
cia atrás;  al  ver  desde  lejos  su  pálido  rostro  y  cerrados  ojos, 
exclamó  la  priora: — ¡Dios  mió,  está  muerto! 

—No,  vive,  contestó  el  cirujano  aplicando  la  mano  á  la 
arteria. 

El  herido  alzó  ligeramente  la  cabeza,  y  con  voz  apagada, 
dijo  por  dos  ocasiones: 
—¡Señor,  tened  compasión  íle  njí! 

—Héctor!  exclamó  la  priora  cayendo  de  rodillas  ante  laca- 
milla.  Héctor,  ¿SOIS  vos? 

— ^Quién  me  llamad  contestó  el  moribundo;  ya  no  veo • 

ÜD  sacerdote;  que  me  traigan  un  sacerdote;  quiero  morir  co- 
mo cristiano! 

Sor  San  Agustin  se  puso  en  pié  y  corrió  en  busca  del  ca- 
pellán de  I  a  casa. 

—Llevad  los  santos  óleos,  le  dijo,  va  á  morir!  ¡Daos  prisa, 
Padre  mió,  daos  prisa,  pues  es  una  oveja  descarriada  que 
vuelve  al  redil! 

£1  sacerdote  aceleró  el  paso;  el  moribundo  seguia  repi- 
tiendo: 

— ¡Señor,  tened  compasión  de  mi!  ¡Oh  hermana  mia,  si  pu- 
dieseis orar  por  mí! 

VII.— H 


83  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

— He  ahf  el  sacerdote  que  habéis  llamado,  le  dijo  el  ci- 
rujano. 

£l  o6cial  alargó  su  ya  helada  mano,  y  murmuró: 

— Daos  prisa,  voy  á  morir Ah!  ¿porqué  he  esperado 

tanto,  porqué  he  resistido  tanto,  cuando  Dios  me  llamaba...... 

— Os  deja  tiempo  para  todo,  hijo  mió.  contestó  el  sa4$erdo- 
te;  confesad  vuestras  culpas  é  id  á  conquistar  la  eterna  bie- 
naventuranza. 

Durante  este  misterioso  diálogo  entre  el  sacerdote  y  el  pe- 
nitente, la  priora  con  la  frente  en  tierra,  oraba  con  indecible 
ardor. 

Cuando  alzó  la  cabeza,  acababa  el  capellán  de  dar  la  abso- 
lución al  pecador  arrepentido,  apresurándose  á  purificar,  por 
medio  de  la  santa  unción,  todos  los  sentidos,  mstrumentos 
del  pecado. 

El  moribundo  conservaba  su  razón,  y  parecía  unirse  á  U 
sublime  ceremonia  que  le  disponía  á  comparecer  ante  Dios. 

Luego  que  esta  hubo  terminado,  la  priora  se  arrodilló  de 
nuevo  á  la  cabecera  del  moribundo,  y  repitió  también  de 
nuevo: 
,     —Héctor! 

— ¿Quién  me  llama?  dijo  aquel:  ¿hermana  mia,  estáis  eo 
el  cielo  y  me  llamáis? 

— Héctor,  hermano  mió!  con  que  os  vuelvo  á  encontrar! 

El  hermano  reconoció  ásu  hermana,  abrió  los  casi  apaga- 
dos ojos,  y  tocó  con  sus  manos  el  velo  y  las  manos  de  la  re- 
ligiosa: 

— ^Emilia!, dijo;  Emilia!  Oh  cuan  grande,  cuan  bueno  es 
Dios!  Muero  como  cristiano,  por  la  Francia,  y  en  vuestros 
brazos!  buena  hermana,  abrazadme! 

La  religiosa  se  inclinó  sobre  el  moribundo,  tocó  su  frente 
con  sus  propios  labios,  y  le  presentó  el  crucifijo.  Héctor  be- 
só los  pies  de  Cristo,  estrechó  débilmente  la  mano  de  su  her- 
mana, y  murmuró: 

— Muero  contento,  y  voy  á  esperaros 

Ya  no  existia.  Sor  San  Agustín  le  cerró  los  ojos  y  besó 
piadosamente  su  frente  y  sus  párpados.  En  seguida  cubrió 
sus  restos  con  respeto,  y  puso  sobre  la  capa  encarnada  su 
cruz  de  priora,  que  se  quitó  del  cuello.  Después  de  haber 
cumplido  con  este  ultimo  deber,  se  dirigió  vacilante  á  la  ca- 
pilla, cayó  prosternada  ante  el  tabernáculo,  y  oró  por  largo 
tiempo. 

Sus  compaderas  la  levantaron  casi  desmayada,  y  notaron 
que  su  velo  y  su  toca  se  hallaban  empapados  en  lágrimas; 


LA  V8SDAD  CATÓLICA'.  83 

lernas  eo  qae  la  oristíanay  la  hermana  habían  confundido 
sa  r^ijo  y  su  dolor. 

El  meoode  de  Soulanffes  fué  enterrado  en  la  capilla  del 
hospital  de  la  Condesa,  al  lado  de  un  gran  número  de  herma- 
non  rayos  de  armas,  cuyos  nombres  se  leen  aún  sobre  una 
piedra  sepulcral  colocada  en  dicha  capilla:  recuerdo  glorioso 

Írtieroo,  librado  por  casualidad  de  los  estragos  de  la  revo- 
ncioD. 


fiE7I8TA  RELIGIOSA. 


brOISPOSICION  DEL  PAPA  EN  LA  CAPILLA  8IXTINA. — El  COr-  ^ 

responsal  del  Monde  da  una  interesante  descripción  de  la  es- 
cena ocarrida  en  la  capilla  Sixtina  el  martes  de  Pascua.  Notó- 
se que  al  salir  d«3  sus  habitaciones  el  Padre  Saato  parecía 
moy  decaído  y  desazonado.  Contra  su  costumbre,  llevábala 
cabeza  cubierta,   y  puesto  su  manto  encarnado.  Mientras 
qoe  Monseñor  Ricci  cantaba  el  evangelio,  el  Papa  se  sintió 
indispuesto.  Estaba  de  pié  con  los  cardenales  Roberti  y  Ugo- 
lini  á  su  lado,  mas  antes  de  terminado  el  evangelio,  tuvo  que 
sentarse.  Su  cabeza  cayó  sobre  el  pecho.  Se  habia  privado. 
£1  asombro,  juntamente  con  el  respeto  á  las  sagradas  cere- 
moDias,  tenia  á  todo  el  mundo  sin  movimiento.  No  habia 
médico  alguno  en  el  palacio,  ni  remedios  en  la  sacristía.  Pió 
IX,  sentado  en  su  trono,  y  agobiado  bajo  el  peso  de  sus  ves- 
tiduras pontificales,  estaba  privado  de  movimiento  y  al  pa- 
recer de  vida.  Los  dos  cardenales  aterrorizados  le  sostenían. 
Una  ansiedad  indescribible  reinaba  en  la  asamblea.  En  el  es- 
pacio de  seis  ó  siete  minutos  el  Papa  volvió  en  sí.  Los  cria- 
dos trajeron  la  silla  gestatoria,  y  Pió  IX  levantándose  y 
apoyándose  en  los  dos  cardenales,  bajó  lentamente  las  siete 
¡gnÁñA  del  trono.  Sentado  en  ]a  siJia  y  encontrándose»  &atea 


84  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

de  que  los  cargadores  se  pusiesen  en  movimientOt  de  frent9 
á  la  asamblea,  el  Papa  se  puso  completannente  de  pié  coi& 
inexpresable  magestad,  alzando  la  mano  izquierda  á  lo  alto, 
*<coQiosi  buscase  la  bendición  en  el  mismo  cielo*',  según  ex- 
presión de  uno  de  los  prelados,  é  hizo  una  gran  señal  de  cruz^ 
volviéndose  á derecha  é  izquierda,  con  un  movimiento  pau- 
sado y  solemne,  que  afectó  de  tal  modo  á  los  espectadores 
que  todos,  no  solo  los  patriarcas,  obispos^  prelados  y  sacerdo- 
tes, sino  los  mismos  cardenales,  lo  que  no  es  habitual  en 
ellos,  cayeron  de  rodillas.  Conducido   ala  sacristía,  desde 
donde  subió  por  sí  solo  la  pequeña  escalera   que  conduce  á 
la  sala  de  Árazzi,  en  el  segundo  piso  del   Vaticano,  Pió  IX 
permaneció  por  algunos  minutos  sentado,   mientras  que  los 
de  su  servidumbre  se  hallaban   de  rodillas  en  torno  suyo. 
Entonces  fué  cuando  llegó  el  cardepal  Ántonelli,   agitado  y 
falto  de  resuello.  El  Papa  le  recibió  con  una  bondadosa  son- 
risa, diciéndole;  ^^SpecUiculujn  factisumus  mundo  el  hominibtit.^^ 
Por  consejo  de  los  facultativos  Su  Santidad  se  puso  en  cama, 
y  las  noticias  posteriores  acerca  de  su  salud  son  todas  satis- 
factorias. 


Diputación  de  los  BULaAROs  a  su  santidad. — Habia  lle- 
gado últimamente  á  la. ciudad  eterna  una  diputación  envia- 
da por  los  búlgaros  recién  convertidos  al  catolicismo.  Dicha 
diputación  debía  presentar  su  profesión  de  fe  al  Padre  común 
de  todos  los  cristianos. 


Monseñor  glementi,  nuncio  que  ha  sido  de  su  santidad 
EN  LA  república  MEJICANA. — También  vemos  en  los  perió- 
dicos recientes  la  llegada  á  la  capital  del  orbe  católico  de 
Monseñor  Glementi,  delegado  apostólico  en  Méjico,  cuyo  pa- 
so por  esta  ciudad  recordarán  nuestros  lectores. 


Protestas  de  varios  prelados  italianos. — Veinte  y  nue- 
ve arzobispos,  obispos  y  vicarios  capitulares  de  las  cuatro 
provincias  de  Turin,  Milán,  Genova  y  Vercelli,  han  presen- 
tado una  exposición  al  Rey  de  Cerdeña  protestando  contra 
las  medidas  adoptadas  por  el  gobierno  de  dicho  soberano  con 
respecto  á  la  Iglesia  católica. — Dos  cardenales,  cinco  arzo- 


I 


LA  VERDAD   CATÓLICA.  85 

biepos  7  catorce  obispos  napolitanos  han  dirigido  otra  pro- 
tata al  Príncipe  Eugenio  deSaboyaCarignan,  lugarteniente 
general  del  Rey  de  Cerdeña,  por  la  abolición  del  concordato 
y  la  miserable  condición  en  que  se  hallan  la  Iglesia  y  las  ór- 
danei  religiosas,  privadas  de  todos  sus  bienes. 


Expulsión  de  dos  comunidades  religiosas. — Las  auto- 
ridades francesas  han  expulsado  de  Lila  á  los  P.  P.  Reden- 
toristas  establecidos  en  dicha  ciudad,  y  disuelto  la  comuni 
dsd  de  capuchinos  formada  en  Hazebrouk. 


Llegada  a  america  de  un  distinguido  misionero. — El 
dia  19  de  Abril  próximo  pasado  llegó  á  St.  Louis  el  R.  P.  de 
Smet,  célebre  por  sus  trabajos  en  medio  de  las  tribus  indias 
de  la  América  del  Norte,  quien  regresa  á  ésta  después  de 
haber  pasado  cerca  de  un  año  en  Bélgica  y  Holanda. 


NüEYo  arzobispo  de  la  diócesis  de  nueva  orleans. — 
SeguD  leemos  en  un  periódico  católico  de  los  Estados-Unidos, 
ha  sido  designado  para  ocupar  la  sede  arzobispal  vacante  de 
Nueva  Orleans  Mons.  Odin,  obispo  de  Gálveston. 


Las  hermanas  de  la  caridad  en  los  presentes  distur- 
bios DE  LOS  estados  UNIDOS. — Las  Hermanas  de  la  Caridad 
del  hospital  de  S.  Juan  de  Cincinnati  se  han  dirigido  al  cor- 
regidor de  la  ciudad  ofreciendo  sus  servicios  en  favor  de  la 
hamanidad  doliente  '*en  cualquier  tiempo  ó  lugar  en  que 
dichos  servicios  puedan  necesitarse.''  *' ¡Nobles  mujeres!"  ex- 
clama con  razón  un  periódico  local. 


Visita  pastoral  de  un  obispo  norte-americano.— El 
Obispo  de  St.  Boniface  acnhade  hacer  la  visita  de  su  vasta 
diócesis  de  un  modo  bastante  notable.  Salió  en  Julio  de  la 
lile  i^la-Crosae  visitando  vallas  misiones  de  camino,  y  encon- 


86  LA  VERDAD  CATÓLICA* 

trándose  con  Mona.  Grandin.  Volvió  en  Febrero  de  'su  visita* 
después  de  haber  andado  cerca  de  mil  setecientas  milláSt 
cuatrocientas  sesenta  de.  las  cuales  recorrió  á  cabaliot  y  el 
resto  en  un  carro  tirado  por  perros.  Le  acompañaban  unos 
cuantos  guias  indios  y  visitó  varios  establecimientos  de  reli- 
giosas en  la  parte  mas  agreste  del  país.  Su  viaje  duró  sesen- 
ta y  cinco  dias,  cuarenta  y  cuatro  de  cuyas  noches  pasó  al 
aire  libre. 


Oraciones  por  la  paz. — El  arzobispo  de  Baltímore,  con- 
siderando el  estado  en  que  se  encuentra  el  país,  amenazado 
por  todas  las  calamidades  de  la  guerra  civil,  ha  ordenado 
que  se  añada  en  la  misa  la  oración  pro  pace  hasta  nueva  or- 
den. Recomienda  á  todas  las  comunidades  religiosas  que  dia- 
riamente reciten  las  letanías  de  los  santos  con  igual  objeto. 
y  ¿  todos  los  ñeles  confiados  á  su  custodia  que  oren  fervoro- 
samente ¿  Dios  para  que  disponga  en  favor  de  la  paz  á  Tos 
gobernantes,  y  á  cuantos  ejercen  alguna  autoridad. 


CRÓNICA  LOCAL. 


Carta. — Con  motivo  de  la  sentida  muerte  del  Sr.  D.  Isido- 
ro Araujo  de  Lira  (Q.  E.  P.  D.)  la  Redaccion|de  la  verdad 
Católica  dirigió  la  siguiente  carta  al  Sr.  Director  interino  del 
diario  de  la  marina. — Redacción  de  la  verdad  católica. 
— Sr.  Director  del  diario  de  la  harina* — Habana  8  de  Ma- 
yo de  18Ó1. — Muy  señor  nuestro:  La  época  periódica  en  que 
debe  salir  el  número  de  La  Verdad  Católica  correspondien- 
te al  tercer  domingo  de  este  mes  la  consideramos  muy  leja- 
na, atendido  el  dolor  de  que  nod  hallamos  poseídos,  para 


LA  VERDAD  CATÓUGA.  87 

manifestar  á  V.  y  á  esa  redacción  el  profundo  sentimiento 
que  experimentamos  por  la  irreparable  pérdida  del  Sr.  D. 
Isidoro  Araujo  de  Lira.  Aun  cuando  no  teníamos  estrecha 
amistad  con  es**  «lí^^tíngaido  escritor,  nos  ligaban  con  él  el 
▼fócalo  no  méuos  estrecho  del  periodismo  y  la  fraternidad 
de  las  letras,  y  ya  que  nuestras  palabras  no  pueden  ser  atri- 
buidas como  lisonja  al  que  yace  en  la  tumba,  recíbalas  Y. 
oomo  UD  puro  y  sincero  testimonio  de  aprecio  hacia  la  me- 
moria del  honrado  padre  de  familia  que  ya  no  existe,  del  dis- 
tinguido publicista  cuyo  talento,  celo  por  la  causa  pública 
y  laboriosidad  eran  indisputables. 

^Sírvase  Y.  aceptar,  Sr.  Director,  nuestro  mas  sincero  pé- 
same por  tan  lamentable  acontecimiento,  como  también  el 
homenaje  de  la  profunda  consideración  que  á  Y.  profesa — 
La  Redacción  de  la  verdad  católica. 


Flores  de  Mayo  en  el  Seminario  de  San  Cárlos-^hos  alum- 
nos del  Real  Colegio  Seminario  celebran  en  la  capilla  de  di- 
cho establecimiento  estos  devotos  ejercicios  en  honor  de 
María  en  losdias  festivos  del  presente  mes.  Los  oradores  en- 
cargados de  los  sermones  en  dichos  actos  son  los  Pbros.  D. 
Luciano  Santana,  D.  Luis  Marrero  y  D.  Rafael  Tuimil. 


Estatuas  y  cuadros. — Acaban  de  colocarse  en  la  iglesia  de 
Belén,  y  en  sus  nichos  correspondientes,  las  estatuas  de  ma- 
dera de  San  Francisco  de  Gerónimo  y  del  B.  Juan  de  Britto, 
no  faltando  ya  sino  las  de  San  Ignacio  de  Loyola  y  San  Fran- 
cisco Javier,  para  completar  el  número  de  las  do  bienaven- 
turados de  la  Compañía  de  Jesús  que  deben  figurar  en  la 
misma  iglesia.  Según  digimos  en  otra  ocasión,  todas  esas  es- 
tatuas han  sidoencomendadas^al  hábil  cincel  del  Sr.  Yallmit- 
jaoa  de  Barcelona.  En  el  mismo  templo  se  admiran  en  la  ac- 
tualidad tres  cuadros  notables  que  contribuyen,  así  á  desper- 
tar la  devoción  de  los  fieles,  como  á  recrear  agradablemente 
la  rigta  de  los  aficionados  á  las  bellas  artes.  Consisten  estos' 
en  un  lienzo  de  los  cuarenta  mártires  del  Japón,  otro  de  la 
beata  Mariana  de  Jesús  de  Paredes  y  Flores,  y  otro  del  após- 
tol San  Pedro.  Este  último  es  copia  de  un  distinguido  pintor 
romano,  y  todos  se  deben  al  pincel  de)  H.  Sebastian  Galles, 
de  la  Compañía  de  Jesús. 


88  LA  VERDAD   CATÓUCA. 

Novena  dd  Sagrado  Corazón  de  Jesús. — El  dia  29  del  ac- 
tual debe  comenzar  en  la  misma  iglesia  de  Belén  la  noveoa 
que  anualmente  se  hace  al  Sagrado  Coiaz  >  5  I  ■  Jesús,  para 
prepararse  á  celebrar  dignamente  la  6esta  del  dia  7  del  en- 
trante. Hoy  que  la  iglesia  gime,  rodeada  de  tantas  y  tan  gran- 
des calamidades,  pueden  los  Beles  implorar  al  amantísimo 
Corazón  de  nuestro  divino  Redentor  para  que  se  digne  de- 
volver á  su  angustiada  esposa  la  paz  y  el  sosiego  que  tanto 
necesita.  Si  nuestros  informes  son  exactos,  dicha  novena  se 
hará  por  las  mañanas,  siguiéndose  la  que  escribió  el  P.  Car- 
los Borgo,  de  la  cual  tenemos  á  la  vista  una  preciosa  edición, 
impresa  en  Barcelona  en  el  presente  año. 


Grandes  fiestas^ — Recordamos  que  en  la  iglesia  de  áan  Fe- 
lipe, con  motivo  de  la  conclusión  de  las  Flores  de  Mayo,  se 
verificarán  las  siguientes  el  domingo  3  del  mes  entrante. — A 
las  7  comunión  general  y  fervorines. — A  las  9^  suntuosa  fies- 
ta, en  que  pronunciará  el  elogio  de  la  Reina  de  ios  Santos  un 
Padre  de  las  Escuelas  Pias;  á  las  5  de  la  tarde  la  solemne  pro- 
cesión, y  después  el  sermón  de  acción  de  gracias  que  está  en- 
comendado al  Pbro.  D.  Pedro  Arburu.  Todo  esto  completará 
la  corona  de  flores  que  durante  el  mes  de  Mayo  se  habrá  te- 
jido por  los  buenos  cristianos  para  ponerla  como  tributo  de 
devoción  y^mor  filial  á  los  pies  del  trono  de  la  Madre  del 
Amor  Hermoso. — Al  activo  celo  del  Pbro.  Dr.  D.  Mariano- 
Palacio  Lizaranzu  se  debe  el  entusiasmo  religioso  que  han 
despertado  en  esta  ciudad  los  ejercicios  anuales  de  las  flores 
de  Mayo,  pues  no  perdona  gasto  ni  sacrificio  en  honor  y  es- 
plendor del  culto  de  la  Divina  Madre  este  digno  sacerdote, 
que  tan  acreedor  se  ha  hecho  á  la  estimación  general  por  la 
fidelidad  con  que  cumple  los  deberes  de  su  ministerio. 


DomlBiro  9  de  Junio  de  1861. 


SECCIÓN  RELIGIOSA. 


ALOCUCIÓN 

iMftr*  Am^Mm  Padra  H  Pa^  Pt»  IIL»  en  el 
CaoiliCarto  Mcrata. 


Vbnkkablbs  hermanos: 


ARGO  tiempo  ha,  venerables  hermanos,  estamos  con- 
'templando,  ¡>or  consecuencia  de  la  deplorable  lucha, 
nacida  de  la  incompatibilidad  de  principios  entre  la 
verdad  y  el  error,  la  luz  y  las  tinieblas,  la  virtud  y  el 
vicio,  á  la  sociedad  civil  en  nuestros  desdichados  tiem- 
pos mas  que  nunca  conmovida  y  conturbada.  Susten- 
tan anos  ciertos  principios  á  los  cuales  llaman  principios  de 
la  civilización  moderna,  y  detiend<Mi  otros  los  fueros  de  la 
justicia  y  de  nuestra  santísima  Religión.  Exigen  aquellos 
que  el  Romano  Pontífice  se  reconcilie  y  forme  alianza  con  lo 
que  se  ha  condecorado  con  el  nombre  de  progreso^  liberalismo 
7  civilización  moderna;  al  paso  que  éstos,  con  mucha  razón, 
anhelan  por  que  se  conserven  inviolables  é  incólumes  los  in- 
mutables é  inquebrantables  principios  de  eterna  lusticia,  y 
porque  eficazmente  se  proteja  el  saludable  poder  de  nuestra 
divina  Religión,  que  da  esplendor  á  la  gloria  de  Dios,  opor- 
tuno remedio  á  cuantos  males  afligen  al  humano  linaje,  y  es 
norma  única  y  verdadera,  con  la  cual  los  hijos  de  los  hom- 
bres, practicahdo  en  esta  vida  perecedera  toda  clase  de  virtu- 
des, arriban  felizmente  al  puerto  de  eterna  bienaventuranza. 

yii.— 12 


90  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

Lo8  partidarios  de  la  civilización  moderna  no  reconocen  e^^^ 
coutrapo8Ícion  de  doctrinas,  antes  bien  afirman  que  los  v^^' 
daderosy  sinceros  amigos  de  la  Religión  son  ellos.  De  bu^*^ 
grado  daríamos  completa  fe  á  sus  palabras,  si  hechos  sobr^' 
manera  dolorosos,  que  están  pasando  á  nuestra  vista,  no  NO^ 
atestiguasen  diariamente  lo  contrario. 

No  hay  en  la  tierra  mas  que  una  sola  Religión  verdadera 
y  santa,  fundada  é  instituida  por  Nuestro  mismo  Señor  3&^ 
sucristo;  madre  fecunda  y  nodriza  dh  todas  las  virtudes;  ene' 
miga  de  los  vicios,  que  huyen  espantados  á  su  presencia;  li^ 
bertadora  de  !as  almas;  manantial  de  la  verdadera  felicidad: 
y  esta  Religión  se  llama  Católica,  Apostólica,  Romana.  En 
Nuestra  Alocución  consistorial,  de  9  de  Diciembre  de  1854» 
manifestamos  Nuestro  modo  de  pensar  acerca  de  los  que  vi- 
ven fuera  de  esta  arca  de  salvación:^ y  hoy  solo  re^ta  confir- 
mar la  misma  doctrina;  y  cpn  respecto  á  los  que  nos  invitan 
á  tender  la  mano  en  bien  de  la  Religión  á  la  civilizHcion  mo-  ' 
derna,  solo  tenemos  qiie  decirles,  si  en  presencia  de  los  he- 
chos, de  qué  estamos  siendo  testigos,  Aquel  á  quien  el  mif- 
mo  Jesucristo  ha  constituido  divinamente  por  su  Vicario  en 
la  tierra,  á  fin  de  mantener  la  pureza  de  su  celestial  doctrina, 
apacentar  tus  corderoJKy  sus  ovejas  y  confirmarlos  en  la  fe, 
podría  sin  grave  detrimento  de  su  conciencia,  sin  convertirse 
en  piedra  de  escándalo  universal,  formar  alianza  con  esa  ci- 
vilización moderna,  origen  de  tantos  y  tan  deplorables  ma- 
ten, de  tan  detestables  opiniones,  de  tantos  errores'y  princi- 
pios absolutamente  contrarios  ala  Religión  Católica  y  su 
doctrina.  Sin  necesidad  de  mencionar  otros  hechos  jiquién,. 
por  ejemplf),  ignora  cómo  han  sido  unuladas  solemnes  con- 
venciones legítimamente  celebradas  entre  la  Si  i  la  Apostólica 
y  Príncipes  Soberanos,  como  acaba  de  suceder  en  ¿I  reino 
de  Ñapóles?  Nos,  ante  vuestro  pleno  Consistorio,  una  y  otra 
vez  deploramos,  venerables  hermanos,  este  último  aconteci- 
miento, y  reclamamos  con  todas  nuestras  fuerzas,  y  protes- 
tamos contra  él,  como  hemos  protestado  contra  atentados  y 
violaciones  de  igual  naturaleza. 

Estacivilizacion  moderna,  queseempeñaen  favorecer  todo 
culto  no  católico,  que  ni  aun  á  los  infieles  mismos  aparta  de 
los  empleos  públipo8,.v^ue  cierra  las  escuelas  católicas  á  sus 
hijos,  se  desata  por  iifílado  contra  las  comunidades  religiosas, 
contra  los  institutos  fundados  para  dirigir  las  escuelas  cató- 
licas, contra  los  eclesiásticos  de  todas  categorías,  y  hast^  con- 
tra aquellos  que  están  revestidos  de  la  mas  alta  dignidad, 
muahoH  da  los  cuales  gimen  hoy  en  el  destierro  ó  en  los  cala- 


LA  y^EDAD  CATÓLICA.  91 

bozo6;y  por  Último,  contra  esclarecidos  varones  seglares. 
qoe,  adictos  á  Nos  y  á  esta  Santa  Sede,  tan  valerosamente 
defienden  la  causa  de  la  Religión  y  de  la  justicia.  Esta  civi- 
lización, mientras  que  tan  pródigamente  derrama  subsidios  á 
ÍDStitutosy  personas  no  católicas,  despoja  á  la  Iglesia  cató- 
lica de  sus  legítimas  propiedades,  y  pone  todo  su  empeño  é 
inteligencia  en  amenguar  la  saludal^U'  ¡niluencia  de  la  misma 
iglesia.  A  mayor  abundamiento,  mi<^ntras  deja  en  completa 
libertada  los  que  de  palabra  ó  por  CNcriio  combaten  á  todos 
los  que  de  corazón  aman  á  la  Iglesia,  y  mientras  alienta,  sos- 
tiene y  favorece  la  licencia,  ál  propio  tiempo  se  manifiesta 
cauta  y  moderada  para  reprimir  los  violentos  y  odiosos  ata- 
ques, dirigidos  contra  los  que  publican  los  mas  sanos  escri- 
tos, y  toda  su  severidad  la  guarda  para  estos,  si  por  ventura 
JQZgaqueban  traspasado,  siquiera  sea  levemente,  los  límites 
déla  moderación. 

¿Y  asemejante  civilización  podria  nunca  el  Romano  Pon- 
tffiee  tender  amiga  diestra,  y  celebrar  con  ella  cordiales  y 
lioceros  pactos  y  alianza?  Dése  á  las  palabras  üu  verdadero 
significado,  y  entonces  se  verá  que  la  Santa  Sedé^^tá  siem- 
pre de  acuerdo  consigo  misma.  Ella  ha  sido  siempVe  amparo 
y  sosten  de  la  verdadera  civilización;  y  los  monumentos  de 
la  historia  con  toda  la  elocuencia  atestiguan  y  demuestran 
qaeen  todas  edades  ha  llevado  la  Santa  Sede  aun  á  las  tier- 
ras mas  bárbaras  y  remotas  la  verdadera  y  recta  suavidad  de 
costumbres,  el  orden  y  la  sabiduría.  Pero  si  por  civilización 
se  quiere  entender  un  sistema  combinado  á  drede,  para  en- 
íaquecery  quizás  también  para  destruir  á  la  Iglesia  de  Je- 
sacristo,  jamas  la  Santa  Sede  ni  el  Pontífice  Romano  podrán 
aliarse  con  semejante  civilización.  ¿Qué  tiene  que  rcr,  como 
sapiftntísimamente  exclama  el  Apóstol,  la  justicia  con  La  ini- 
quidad, ó  qué  consorcio  puede  haber  entre  la  luz  y  las  tinieblas^ 
(Ni  quéumon  cabe  entre  Jesucristo  y  BeliaU  (\ ) 

Ahora  bien:  ¿con  qué  especie  de  probidad  los  perturbado- 
res y  patronos  de  la  sedición  levantan  su  voz,  para  poner  de 
manifiesto  los  vanos  esfuerzos  que  han  hecho,  á  fin  de  poner- 
se de  acuerdo  con  el  Romano  Pontífice?  E^te,  que  funda  to- 
dasu  fuerza  en  los  principios  de  eterna  justicia,  ¿podrá  aban- 
donarlos jamas  hasta  el  punto  de  que  nuestra  santa  fe  quede 
debilitada,  é  Italia  expuesta  á  perder,  con  su  mayor  esplendor, 
la  gloria  que  goza  ha  diez  y  nueve  siglos,  de  ser  centro  y  si- 
lla de  la  verdad  católica?  Ni  puede  objetarse  que  esta  Santa 

(1)   Epíit.  II.  »d  CoriDth,  c.  VI.  v.  14,  15. 


98  LA    VERDAD  CATÓLICA. 

Sede,  ea  todo  cuanto  atañe  ¿  la  potestad  temporal,  «e  ha  he- 
cho sorda  á  los  clamores  de  los  que  deseaban  una  administra- 
ción mas  libre:  sin  recordar  antiguos  ejemplos,  nos  limitare- 
mos á  hablar  de  esta  nuestra  edad  infortunada. 

Desde  que  Italia  obtuvo  de  sus  legítimos  príncipes  insti- 
tuciones liberales,  guiados  por  Nuestro  amor  paternal  hacia 
aquellos  hijos  que  viven  bajo  nuestro  Gobierno  pontificio, 
Nos  los  hicimos  partícipes  de  Nuestra  administración  civil,  y 
les  hicimos  concesiones  oportunas,  ordenadas,  sin  embargo, 
con  tal  prudencia,  que  la  acción  de  los  malvados  no  pudiese 
envenenar  y  corromper  lo  que  con  ánimo  paternal  leshabia 
sido  otorgado.  ¿Y  qué  sucedió?  Desenfrenada  licencia  se 
apoderó  de  Nuestros  dones;  el  umbral  del  palacio,  en  que  se 
juntaban  los  ministros  y- diputados,  fué  tenido  en  sangre,  y 
manos  impías  se  volvieron  sacrilegamente  contra  el  autor  ' 
de  tanto  beneficio.  Y  si  en  estos  últimos  tiempos  se  nos  die- 
ron consejos  acerca  de  Nuestro  gobierno  civil,  no  ignoraiC 
venerables  hermanos,  que  fueron  admitidos  por  Nos,  excep- 
to aquellos  que  no  eran  pertinentes  á  la  administración  ci- 
vil, sino  que  se  dirigían  á  arrancarnos  Nuestro  asentimiento 
hacia  el  despojo  que  se  habia  llevado  á  cabo. 

No  hay  para  qué  hablar  de  consejos  benigaamMte  escu- 
chados, ni  de  promesas  hechas  por  Nos  sincerfsimamente, 
cuando  los  que  regulan  la  marcha  de  las  usurpaciones  procla- 
man en  alta  voz  que  no  son  reformas  lo  que  quieren,  sino  una 
revolución  completa  y  separación  absoluta  del  legítimo  So- 
berano: Ellos  eran,  que  no  el  pueblo,  los  autores  é  instiga- 
dores de  tan  criminal  atentado,  cuando  ensordecian  al  mun- 
do con  sus  clamores;  de  suerte  que  de  ellos  puede  con  toda 
verdad  decirse  lo  que  el  V.  Beda  decia  (1)  de  los  Fariseos  y 
Escribas,  enemigos  de  Jesucric^to:  *'Nb  las  turbas,  sino  tos  Fa- 
riseos y  Escribas,  eran  los  calumniadores,  según  testimonio  de  los 
EoongeliMa^." 

Ni  tiene  por  único  objeto  la  cruda  guerra,  declarada  al 
Pontificado  de  Roma,  despojar  enteramente  á  esta  Santa  Se- 
de y  al  Romano  Pontífice  de  su  Principado  civil,  sino  tam- 
bién menoscabar  y  aun  destruir  del  todo,  si  posible  fuera,  la 
salvadora  virtud  de  la  Religión  católica.  Para  ello  se  desen- 
cadena contra  la  obra  misma  de  Dios,  fruto  de  la  redención, 
y  contra  la  santísima  fe,  herencia  lá  mas  preciosa  que  hasta 
Nos  se  ha  trasmitido,  merced  al  inefable  sacrificio  consulta- 
do en  el  Gólgotha.  Y  de  que  así  sucede  dan  testimonio  su- 

(1)    Lib.  I  o,  48.  in  o.  11.  Lac». 


LA  VSBDAD  CATÓLICA.  93 

perabuDihote  los  acaecimientos  arriba  conmemorados  y  los 
que  diariamente  van  llegando  á  noticia  Nuestra.  Porque,  en 
meto,  ¡cuántas  diócesis  de  Italia  gimen  ya,   viudas  de  sus 
Obispos,  por  consecuencia  de  las  dificultades  suscitadas  con- 
trs  estos,  entre  aplausos  de  los  decantados  patrocinadores  de 
la  civilización  moderna,  que  dejan  sin  pastores  á  tantas  po- 
blaciones cristianas,  y  se  apoderan  de  sus  bienes  para  apli- 
carlosá  malos  usos!  ¡Cuántos  Obispos  se  hallan  desterrados! 
¡Cuántos  apóstatas  (decírnoslo  con  amargo  dolor)   cuántos 
apostatas,  fiándose  en  la  impunidad,  que  Tes  asegura  un  fu- 
nesto sistema  de  gobierno,  para  derramar,  no  la  palabra  de 
Dios,  sino  la  de  Satanás,  perturban  las  conciencias,  incitan 
á  prevaricar  á  los  flacos,  confirman  en  vergonzosísimas  doc- 
tnoas  á  cuantos  han  tenido  ya  la  desventura  de  sucumbir,  y 
pugnan  por  desgarrar  la  túnica  de  Cristo,   proponiendo  y 
aconsejando,  sin  temor  alguno,  que  se  establezca  lo  que  lla- 
nsan  ellos  Iglesias  nacionales,  ó  haciéndose  reos  de  otras  im- 
piedades de  la  misma  especie!  ¡Y  cuando  así  han  insultado  la 
Religión,  vienen  hipócritas  invitándola  á  reconciliarse  con 
la  civilización  Mtual,  é  hipócritamente  también  osan  exhor- 
tarnos á  que  nos  reconciliemos  con  Italia! 

£s  decir,  en  el  instante  mismo  en  que  despojados*  de  casi 
todo nQettro'príncipado  civil,  no  cubrimos  las  pesadas  cargas 
que,  como  pirocipe  y  Pontífice,  pesan  sobre  Nos,  sino  á  mer- 
ced de  Wpiadosas  liberalidades,  que  los  hijos  de  la  Iglesia 
católica  nos  envian   diariamente  con  el  mayor  afecto;  en  el 
instante  en  que,  sin  motivo  alguno,  somos  blanco  de  la  envi- 
dia y  el  odio  de  los  mismos,  que  nos  aconsejan  la  concilia- 
ción, se  quisiera  también  vernos  declarar  públicamente  que 
cedérnoslas  provincias  usurpadas  de  nuestros  Estados  Pon- 
tificios á  los  usurpadores,  cual  si  fuera  libre  propiedad  suya. 
Tan  audaz  é  inaudita  propuesta  equivale  á  pedir  á  esta  Sede 
Apostólica,  baluarte  perenne  de  la  verdad  y  de  la  justicia, 
qoe  sancione  como  principio  el  que  cosas  injustas  y  violen- 
tamente arrebatadas  puedan  ser  tranquila  y  honrosamente 
poseídas  por  un  injusto  agresor,  y  á  solicitar  de  Nos  la  de- 
claración del  principio,  igualmente  falso,  de  que   una  injus- 
ticia triunfante  no  merma  en  cosa  alguna  la  santidad  del  de- 
recho. Pero  contra  semejante  propuesta  repugnan   las  pala- 
bras solemnes,  que  acaban  de  ser  pronunciadas  en  el  seno  de 
un  grande  ó  ilustre  Senado,  sobie  que  el  Pontífice  Romano 
es  repreientanté  de  la  prindyalfuerza  moral  en  la  sociedad  hu- 
mana. Siendo  así,  el  Pontífice  no  puede  en  manera  alguna 
consentir  un  despojo,  digno  de  vándalos,  sin  derribar  los  ci- 


94  LA  VlKRDAt)  CATÓLICA . 

mientos  de  la  propia  disciplina  moral,  cajra  primera  imagen 
y  cuya  forma  primaria  se  reconoce  en  él. 

Persuádase  cualquiera  que,  por  error  6  miedo,  pensare  en 
dar  consejos  conformes  al  injusto  anhelo  de  los  perturbado- 
res de  la  sociedad  civil;  persuádase,  sobre  todo  en  los  tiem- 
f>os  actuales  que  nada  satisfará  á  esos  hombres,  como  no  sea 
a  total  destrucción  del  principio  de  autoridad,  de  todo  fre- 
no n'ligioso  y  de  toda  regla  de  derecho  de  justicia.  Y  para 
desgracia  de  la.sociedad  civil,  esos  mismos  perturbadores 
que,  con  sus  discursos  y  escritos,  han  logrado  pervertir  las 
conciencias,  enflaquecer  el  sentido  moral,  y  aminorar  el  hor- 
ror á  lo  injusto,  están  haciendo  todo  lo  posible  para  persua- 
dir á  las  gentes  de  que  el  derecho  invocado  por  todas  las  na- 
ciones, donde  reina  eb  sentimiento  de  lo  justo,  no  es  otra  co- 
sa sino  un  injusto  y  despreciable  capricho,  ¡Ay!  La  tierra 
llora,  vacila  y  desmaya;  el  mundo  desfallece;  rehtíja^e  (oda  granr 
deza  de  los  pueblos;  infesta  la  tierra  la  corrupción  de  sus  morado- 
res, porqw  han  CsOncalcado  las  leyes,  ^volcado  el  derecho,  y  rato 
la  eterna  alianza. 

En  medio  de  estas  densas  tinieblas,  que  19io8,  en  sus  im- 
penetrables designios,  permite  envuelvan  á  las  naciones,  po- 
nemos toda  Nuestra  es|»eranza  y  confianza  ea  el  clemen- 
tísimo Padre  de  las  Misericordias  y  Dios  de  Un)  consuelo, 
que  nos  consuela  en  todas  nuestras  tribulaciones.  £1  es  cier- 
tamente quien  nos  inspira,  venerables  hermanos,  espíritu  de 
concordia  y  de  unanimidad,  y  quien  lo  acrecentará  en  voso- 
tros, para  que,  unidos  á  Nos  con  el  mas  estrecho  vínculo,  por 
la  identidad  de  sentimientos,  esleís  prontos  á  sobrellevar  con 
Nos  la  suerte  que  nos  esté  respectivamente  reservada  en  los 
secretos  designios  de  su  Divina  Providencia.  El  es  quien,  con 
lazos  de  caridad,  une  entre  sí  y  con  este  centro  de  la  verdad 
y  unidad  cafólica,  á  los  Obispos  del  mundo  cristiano,  que 
amamantan  con  la  doctrina  evangélica  á  los  fieles  encomen- 
dados á  su  custodia,  mostrándoles  el  seguro  camino,  en  medio 
de  las  tinieblas,  y  anunciando  á  los  pueblos  con  la  virtud 
de  la  prudencia  las  sacratísimas  palabras.  El  es  quien,  sobre 
todas  las  naciones  católicas,  ditunde  hoy  espíritu  de  oración, 
y  quien  inR[)ira  sentimientos  de  equidad  á  las  no  católicas, 
para  que  juzguen  rectamente  de  los  sucesos  actuales.  Esta 
admirable  unión  de  oraciones  en  todo  el  univeri^o  católico, 
estas  muestras  tan  unánimes  de  amor  á  Nos,  expresadas  con 
tan  varios  modos  y  que  acaso  no  tienen  igual  en  las  edades 
pasadas;  todo  esto  muiiifiesta  con  la  mayor  eio^Miencia  cuán- 
to importa  á  los  hombres  de  recta  intención  coü vertirse  há- 


LA  VERDAD   CATÓLICA.  96 

cia  esta  cátedra  del  Bienaventurado  Príncipe  de  los  Apósto- 
les; cátedra  que  ha  sido  siempre  luz  del  mundo,  maestra  de 
verdad  7  nuncio  de  salud,  y  que  hasta  la  consumación  de 
los  siglos  DO  cesara  de  enseñar  las  inmutables  leyes  de  la 
eterna  justicia.  Ko  se  dirá  ciertamente  que  los  pueblos  de 
Italia  sa  hayan  rezagado  en  estos  magníficos  testimonios  de 
filial  amor  y  respeto  para  con  esta  Sede  Ápóstólic»;  pues 
soD  muchos  cientos  de  miles  los  que  nos  ban  escrito  afectuo- 
sísimas cartas,  no  para  exhortarnos  á  esa  reconciliación,  que 
loa  hábiles  Despiden  con  tanto  clamoreo,  sino  para  compar- 
tir nuestras  penas,  nuestros  afanes  y  nuestras  angustias;  pa- 
ra demostrarnos  su  amor  y  probarnos  cuánto  detestan  la  ini- 
cua y  sacrilega  expoliación  del  principado  civil  de  esta  San- 
U  Sede. 

Portante,  antes  de  poner  fin  á  este  discurso,  declaramos 
alta  7  paladinamente,  ante  Dios  y  los  hombres,  que  ninguna 
necesidad  tenemos  de  reconriliarnos  con  nadie.  Pero,  ocupan- 
do aunque  indignamente,  como  en  la  tierra  ocupamos,  el  lu- 
gar de  Aquel  que  oró  por  los  transgresores  de  la  ley,  y  pidió 
perdón  para  ellos,  estamos  del  todo  prestos  á  perdonar  á  los 
que  nos  aborreden,  y  A  orar  por  ello3,  á  fin  de  que,  restitui- 
dos por  la  gracia  de  Dios  á  mejor  camino,  puedan  merecer 
a«{  la  bendición  del  que  es  en  la  tierra  Vicario  de  Jesucristo. 
Si,  de.  todo  ^ÉQB^on  pedimos  por  ellos,  y  estamos  prontos  á 
perdonarlos  flk  bendecirlos  en  la  hora  y  punto  que  se  con- 
viertan. Mas  entretanto,  no  podemos  permanecer  inactivos, 
como  6Í  nada  nos  curásemos  de  las  humanas  calamidades;  no 
podemos  menos  de  sentir  grave  conmoción  y  tormento,  con- 
siderando como  Nuestros  los  daños  y  perjuicios  injustamente 
causados  á  los  que  padecen  persecución  por  lajusMcia.  A 
causa  de  esto,  mientras  el  dolor  of»riine  Nuestro  corazón,  y  al 
propio  tiempo  que  dirigimos  á  Dios  Nuestras  súplicas,  satis- 
facemos al  gravo  cargo  de  nuestro  supremo  apostolado,  ha- 
blando, enserlando,  condenando  todo  lo  que  Dios  y  su  Igle- 
sia enseñan  y  condenan;  á  fin  de  que,  firmes  así  en  Nuestro 
camino,  cumplamos  hasta  el  fin  el  minisSterio  de  la  palabra, 
que  hemos  recibido  d«  Nuestro  S^^ñor  Jesús,  dando  testimo- 
nio al  Evangelio  de  la  gracia  de  Dios. 

Por  consiguiente,  si  se  exig^*  de  Nos  co'ías  injustas,  no  po- 
demos otorgadas.  Si  se  pide  Nuestro  perdón,  de  buen  grado 
le  otorgaremos  amplísimo,  como  lo  hemos  recientemente  de- 
clarado. Mas  para  pronunciar  esta  palabra  de  perdón  de  un 
modo  completamente  conforme  á  la  santidad  de  nuestra  dig- 
DÍdftd  pontificia,  doblamos  ante  Dios  lu  rodilla,  y,  abrazados 


96  LA  VSBDAD  CATÓLICA. 

al  triunfal  estandarte  de  nuestra  redeneionj  snplieamos  ho- 
mildemente  á  Jesucristo  se  digne  llenamos  de  su  caridad, 
para  que  perdonemos,  asf  como  El  perdonó  á  sus  enenuffos, 
antes  de  entregar  su  espíritu  santísimo  en  manos  de  su  Eter- 
no Padre.  > 

Pedírnosle  fervorosamente  que  asf  como»  en  yirtod  del  per- 
don,  por  El  otorgado,  en  medio  de  las  densas  tinieblaa  que 
cubrieron  toda  la  tierra,  iluminólos  espíritus  de  sos  enemi- 
gos, los  cuales,  arrepentidos  de  su  horrible  crimen,  se  toI- 
vían  golpeándose  el  pecho;  del  propio  modo,  en  medio  de 
estas  tinieblas  de  hoy,  se  di^ne  sacar  cíe  los  inagotables  taso- 
ros  de  su  misericordia  infinita  los  dones  de  su  gracia  celestial 
7  victoriosa,  á  fin  de  que  todos  los  extraviados  se  restituyan 
á  su  único  redil.  Y  sean  cuales  fueren  ios  impenetrables  de- 
signios de  su  Divina  Providencia,  en  nombre  de  su  Iglesia 
pedimos  á  Jesucristo  que  juzgue  la  causa  de  su  Vicario, 
causa  de  su  Iglesia;  que  la  defienda  contra  los  embates  de 
sus  enemigos,  que  la  ilustre  y  fortalezca  con  un  glorfoéo 
triunfo.  Pedírnosle  también  se  digne  restituir  orden  y  quie- 
tud á  la  perturbada  sociedad,  y  conceder  este  pastan  desea- 
da para  el  triunfo  de  la  justicia,  que  solo  e¿í  El  esperamos. 
Pues  ciertamente,  en  meoio  de  este  trastorno  de  Europa  y  del 
universo  entero,  y. de  los  que  tienen  el  arduo  cargo  de  regir 
los  destinos  de  los  pueblos,  solo  puede  combatir  con  Nos  y 
por  Nos.  Júzganos,  oh  Dios,  y  dicieme  nv^stra  causa  de  la  na- 
cion  no  santa;  danos ^  Señor,  paz  en  nuestros  dios,  porque  no  hay 
otro  que  pelee  por  nonntros  sino  tú,  que  eres  nuestro  Dios. 


ACTDAL  AOITACIOn  RELIGIOSA. 


La  Europa  se  halla  en  una  conflagraron  general.  Ni 
una  sola  de  sus  potencias  de  primero  ó  segundo  orden 
deja  de  estar  alarmada.  La  Rusia  tiene  á  sus  puertas 
la  insurrección  polaca.  El  Austria  y  el  Piamonte  se  mi- 
ran frente  á  frente,  prontos  á  despedazarse.  Las  cuestio- 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  97 

061  interiores  de  partidor  agitan  la  Prusia.  Turqafa,  ame- 
oaada  de  un  íevantamiento  general,  cuyo  primer  grito  ha 
¡ido  ya  la  Bosnia;  Irlanda,  la  católica  Irlanda,  presenta 
losmanok  encadenadas  á  la  Inglaterra,  y  le  pide  su  indepen- 
dencia; Ñapóles,  vasta  túnica  sobre  la  cual  echan  suertes, 
dispotándose  la  propiedad,  el  socialismo,   los  partidarios  de 
la  easa  de  Saboya  y  los  adictos  á  la  de  Borbon;  Italia,  la  her- 
mosa Italia,  hoguera  encendida  por   la  revolución,  ¿  cuyo 
fuego  se  han  arrojado  los  títulos  mas  venerandos  del  catoli- 
elimo,  las  leyes  mas  inviolables  de  la  justicia,  los  fueros  mas 
nobles  de  la  hidalguía  y  del  honor.  Y  sin  embargo,  este  ne- 
gro horizonte,  preñado  de  tantos  y  tan  graves  acontecimien- 
to! políticos,  no  nos  inspira  tanto  temor  como  un  sordo  ru- 
mor que  presagia  fatal  catástrofe,  trayendo  los  ánimos  con- 
turbados, agitadas  las  conciencias,  y  en  zozobra  los  espíritus. 
iQuiéo  podrá  negar  la  actual  agitación  religiosa,  que  parte 
de  Europa  y  recorre  el  mundo  todo  hasta  su  último  rincón, 
llallí  encuentra  un  corazón  cuyos  latidos  los  inspire  la  fe 
católica?  Siempre  se  ha  dicho  que  las  guerras  de  religión  son 
las  roas  desastrosas,  y  en  esto  que  se  quiere  ver  un  misterio 
incomprensible,  nosotros^  no  solo  encontramos  la  solución 
mas  clara  y  sencilla,  sino  qué  no  acertamos  á  concebir  de  dis- 
tinto modo  el  carác:er  de  nrmeza  é  inconciliacion  de  las  guer- 
ras de  religión»  ¿Qué  se  sostiene  y  defiende  en  estas?  Aque- 
llo que  constituye  todo  el  tesoro  del  hombre,  sus  conviccio- 
nes religiosas,  su  fe  inalterable;  aquello  que  el  hombre  ama, 
6  debe  amar,  mas  que  á  su  patria,  mas  que  á  su  familia,  mas 
que  á  sí  mismo, — su  Dios  y  su  Religión.  Ese  amor  á  Dios,  ese 
culto  ala  fe  y  á  la  Religión,  es  l;i  semilla  de  los  héroes,  la  sa- 
via fecunda  que  convierte  á  lo«  débiles  en  atletas,  á  los  pig- 
meos en  gigantes  y  á  los  hombr(»s  terrenos  en  santas  legiones 
de  mártires.  El  paganismo  nos  presenta  grandes,  aunque  ra- 
ros ejemplos  de  amor  á  la  patria;  el  Catolicismo,   vivifican- 
do nuestro  espíritu,  dándonos  ingentes  y  sobrenaturales  fuer- 
zas, encendiendo  en  nuestro  pecho  una   hoguera  de   amor, 
superior  á  todo  amor,  por  ser  el  amor  mas  puro,  nos  presen- 
ta mas  de  diez  y  seis  millones  de  mártires;  y  no  acertamos  H 
concebir,  repetimos,  cómo  pudieran  presentarse  de  distinto 
carácter  las  guerras  en  que  tercian  los  intereses  mas  caros  á 
nuestro  corazón;  6  mejor  dicho,  las  guerras  en  que  sostenien- 
do los  intereses  de  la  Religión,  defendemos  á^la  par  los  inte- 
reses de  nuestra  patria,  de  nuestra  familia  y  de  nosotros  mis- 
mos; porque  el  amor  á  nuestra  Religión  es  la  ¿síntesis  de  todos 
los  amores  que  justa  y  lícitamente  pqede  y  debe  abrigar  un 

yu.— 13 


98  LA  V  ERDAD  CATÓLICA. 

corazón  católico.  He  ah^  explicada,  á  nuestro  modo  de  ver' 
la  naturaleza  de  las  guerras  de  religión,  como  también  la  mar 
gia  de  ese  grito  de  triunfo  de  los  cristianos  al  subir  al  cadaK 
80 :  CíBsar;  marituri  te  salutanU 

Hoy  el  catolicismo  ha  recibido  profundas  heridas  en  sus 
partes  mas  nobles,  en  su  cabeza  y  en  su  corazón;  y  este  corazón 
y  esta  cabeza,  los  constituye  el  Pontífice  Romano:  porque 
comogefe  y  cabeza  universal  de  Ja  Iglesia  le  debemos  toda 
nuestra  sumisión  y  respeto,  y  como  Padre  por  su  corazón  le 
debemos  todo  nuestro  amor.  Esa  agitación  es  vivísima  sobre 
todo  en  Francia,  donde  en  pleno  parlamento  se  puso  en  tela 
de  juicio  la  cuestión  romana,  y  la  caida  del  poder  temporal 
del  Papa;  y  si  bien  no  faltaron  acusadores  del  Romano  Pon- 
tífice, voces  elocuentes  sostuvieron  con  singular  energía  aque- 
lla noble  causa,  produciendo  sus  discursos  una  viva  emoción, 
no  solo  en  los  ámbitos  del  ipalacio  del  Luxemburgo,  sino  en 
toda  Francia,  en  todos  los  franceses. 

Y  téngase  presente  que  esa  misma  agitación  religiosa  nun- 
ca se  halla  mas  justificada  que  hoy,  porque  si  bien  un  decreto 
de  la  república  romana,  de  9  de  Febrero  de  1849,  declaró  que 
el  poder  temporal  del  Papa  había  caído  de  hecho  y  de  lierecho^ 
ese  grito  fué  pronunciado  por  un  puñado  de  aventureros,  hi- 
jos de  la  revolución,  y  no  llegó  á  inspirar  serios  temores;  pe- 
ro este  mismo  grito  lo  repite  hoy  una  nación  católica,  y  de 
aquí  la  profunda  emoción  que  tiene  conmovidos  á  todos  los 
espíritus,  y  en  alarma  al  mundo  católico.  ^ 

Recordamos  que  el  ilustre  ministro  de  Pío  IX,  el  conde 
Rossi,  primera  víctima  de  la  revolución  de  1849,  exclamaba: 
'*No  dejemos  decapitar  la  cristiandad."  Y  en  efecto,  ¿qué 
serian  Rema,  el  mundo  sin  el  Papa?  Recordad  la  civili- 
zación romana  y  la  civilización  universal  antes  del  primer 
Pontífice  Jesucristo.  £1  mundo  retrogradaría  al  caos,  la  hu- 
manidad se  hundiria  en  la  abyección  pagana,  Ja  verdad  es- 
taría cautiva,  y  terríficos  signos  anunciarían  á  la  tierra  una 
nueva  encarnación  del  Antecristo,  mas  terrible  y  espantosa 
que  todas  las  que  hasta  hoy  la  han  afligido  y  devastado. 

^Una  sola  palabra  partida  del  Vaticano  ha  tenido  siempre 
el  poder  fascinador  de  sostener,  no  solo  el  equilibrio  europeo, 
sino  también  el  del  orbe  católico,  y  si  á  veces  esa  palat>ra  ha 
sido  desoída,  y  las  consecuencias  de  dicha  inobediencia  han  si- 
do desastrosas,  esa  palabra  empero  ha  sostenido  los  principios 
eternos  de  la  justicia,  de  la  moral  y  del  derecho:  Non  Ucet; 
he  ahí  el  velo  inexorable  que  pronuncia  el  Romano  Pontí- 
fice ¿pueblos  y  Reyes  cuando  marchan  en  sus  caminos  acom- 


La  VlStoAD  CAl^LIOA.  d9 

pañidos'de  la  iojusticia  6  de  la  iniquidad.  Si  Pió  IX  no  hu- 
biflie  proDUDciado  esta  palabra,  habieae  conservado  quizás 
N8  propiedades,  pero  ha  preferido  decir  con  la  fortaleza  del 
héroe  7  del  Pontífice  sucesor  del  gran  Gregorio:  ''Sálvense 
k»  principios  y  perezcan  las  temporalidades."  El  triunfo  mo- 
ni «de  rio  IX;  y  la  victoria  material  de  ja  Revolución. 

Y  el  dia  en  que  el  Papa  fuese  subdito  de  una  potencia 
malquiera  ¿quién  pronunciaría  en  nombre  de  la  Religión, 
de  Is  JQiticía  y  de  la  moral  esa  palabra  de  vida,  ese  veto  con- 
aenrador,  baluarte  y  garantía  de  todo  principio  de  orden? 
^i<Q  diría  entonces  con  voz  solemne  á  pueblos  y  reyes 
qoe  marchasen  por  tortuosas  vías:  Non  licetf. . . . 

Debemos  confesarlo:  existe  una  agitación- religiosa,  en  Eu- 
ropa sobre  todo,  difícil  de  ocultarse.  Las  heridas  se  han  diri- 
gido á  la  cabeza  y  gefe  supremo  del  catolicisno,  y  todos  Ips 
qae  somos  miembros  de  ese  cuerpo  hemos  recibido  las  mis- 
mas heridas.  Los  acontecimientos  marchan  con  increible  ce- 
leridad. Las  iniquidades  de  los  hombres  ya  no  reconocen  lí- 
mites, y  tal  vez  la  Justicia  Divina  exija  para  la  expiación  de 
aquellas  una  víctima  tan  noble  y  tan  santa  como  Pío  IX;  pe- 
ro DO  por  esto  habrá  caido  el  Pontificado.  Sobre  la  sangre  de 
este  suevo  Pontífice  mártir,  se  levantará  con  mas  esplen- 
dor el  Pontificado. 

J.  R.  O. 


iPARICIOlSSS  EN  EL  SANTISIHO  SACBAKENTO. 


I. 

Pruebas  históricas  de  las  apariciones. 

El  Salvador  del  mundo  decia  á  los  judíos  que  su  cuerpo 
era  verdadero  manjar  y  su  sangre  verdadera  bebida;  aquellos 
incrédulos  no  podian  dar  asenso  á  su  dicho:  Duras  est  hic 
^^fmo,  et  qui»  potest  eum  audirel  Semejante  duda  ha  surgido  á 
veces  en  el  ánimo  de  los  cristianos.  Pero  la  clemencia  de 
Dios  se  ha  dignado  mas  de  una  vez  curar  la  dureza  de  \oa  co- 


488?^  rso 


loo  La  verdad  oatóuóa. 

razones  valiéndose  de  un  remedio  de  sa  iomenso  amor»  y 
mostrar  evidentísimamente  la  verdad  del  Santísimo  Sacrar 
meñto  de  la  Eucaristía  por  medio  de  apariciones  milagro- 
sas. 

Santo  Tomás  de  Aquino,  58?  Opúsculo,  dice  acerca  del 
particular:  ^'Lqs  que  han  leido  las  vidas  y  los  hechos  de  los 
santos  no  ignoran  que  á  menudo  el  Sacramento  del  Cuerpo 
y  Sangre  de  Jesucristo  ha  sido  mostrado  á  los  hombres,  6 
para  salvación  de  los  que  dudaban,  ó  mas  bien  para  ventaja 
de  los  que  aman  ardientemente;  se  le  ha  visto  bajo  la  forma 
de  un  cordero,  bajo  la  de  un  niño,  con  el  color  de  la  carne  y 
de  la  sangre;  descubriéndose  por  milagro  lo  que  se  halla  en-, 
cubierto  bajo  el  velo  del  misterio.  Esto  sucedió  á  S.  Basilio 
celebrando  la  fiesta  de  Pascua;  habiéndose  mezclado  un  ju- 
dío con  los  Beles  pretendiendo' descubrir  el  misterio  del  ofi- 
cio pascual,  vio  un  niño  que  se  dividía  en  manos  de  S.  Basi- 
lio; y  como  todos  los  fieles  comulgasen,  él  también  se  acer- 
có, y  recibió  una  hostia  qoe  se  convirtió  en  verdadera  carne; 
llevó  los  restos  de  ella  &  su  casa,  y  refiriendo  á  su  mujer  lo 
que  habia  visto,  exclamó:  *'¡El  Sacramento  de  los  cristianos 
es  verdaderamente  terrible  y  admirable!''  Al  dia  siguiente  re- 
currió á  S.  Basilio,  y  recibió  el  bautismo  con  toda  su  fa- 
milia." 

He  aquf  otro  hecho  no  menos  bien  comprobado  que  el  an- 
terior. Un  sacerdote,  llamado  Egidio,  vivia  santísimamente. 
Con  frecuencia  pedia  á  Dios  poder  contemplar  la  naturaleza 
del  Cuerpo  y  Sangre  del  Señor.  Un  dia  que  decia  misa,  se 
prosternó  después  del  Agnus  Dei,  é  hizo  esta  oración:  ^'Dios 
omnipotente,  criador  y  redentor,  descubridme  en  este  misto- 
rio  la  naturaleza  del  Cuerpo  de  Jesucristo,  áfin  de  que  pue- 
da, no  obstantes  mi  indignidad,  ver  bajo  la  figura  de  un  niño 
al  que  en  otro  tiempo  fué  llevado  en  el  seno  de  la  Virgen 
María."  Bajando  al  punto  un  Ángel  del  cielo,  díjole:  ''Leván- 
tate presto,  si  quieres  ver  á  Jesucristo;  he  ahí,  vestido  con 
un  amito  corpóreo,  aquel  á  quien  llevó  en  su  seno  la  Vir- 
gen Madre."  El  sacerdote  se  incorporó,  y  vio  á  un  Ni- 
ño sentado  sobre  el  altar.  El  Ángel  le  dijo  entonces: ''Pues- 
to que  has  querido  ver  á  Jesucristo,  contempla  ahora  con^^ 
tus  ojos  y  toca  con  tus  manos  á  Aquel  á  quien  has  consagra- 
do bajo  la  especie  de  pan  por  medio  de  las  palabras  místicas." 
Lo  que  vamos  á  decir  es  Yerdaderamente  maravilloso.  Coa 
el  auxilio  de  la  luz  celestial,  el  sacerdote  tomó  al  Niño%n  sus 
trémulas  manos;  estrechó  sobre  su  corazón  el  Corazón  del 
Niño,  y  con  sus  labios  tocó  los  del  Salvador.  Hecho  esto,  vol- 


LA  TBBDAD  CAI^SUCA.  101 

v6  á  colocar  al  Niño  aobre  el  altar;  y  prosternándose  por  se- 
gunda fes,  aaplioó  al  Señor  que  se  dignase  recobrar  la  apa- 
rieociaiacramental;  al  levantarse  halló  qae  el  Cuerpo  de  Je- 
saeriito  había  vuelto  á  tomar  su  primera  forma.  Comulgó 
bajo  Qoayotra  especie»  y  terminó  la  misa  sin  mas  prodigio. 

£1  Martirologio  romano  hace  memoria  el  9  de  Noviembre, 
de  ana  imagen  de  Nuestro  Señor  que  crucificaron  los  judíos 
y  diianagran  cantidad  de  sangre:  Beryti  in  Syria  comniemo- 
raí»  ¿MgruiM  SalwUcriit  qiut  a  Judceis  crucifixa  tam  copiosutn 
emintiox^inant  tU  Oriéntala  et  Occidentales  Éccletuty  ex  eo  uber- 
nmaeeeperint.  Pueden  verse  las  notas  del  Cardenal  Barouio 
lObre  este  pasaje  de  Martirologio. 

'  Eocoéntranse  fiestas  perpetuamente  instituidas  para  con- 
lemr  la  memoria  de  las  apariciones  mas  célebres.  En  Augs- 
boigo,  después  de  la  memorable  aparición  cuyo  relato  pe  lee 
en  loe  historiadores  citados  á  continuación,  fué  instituida  una 
fieeta  solemne  con  oficio  y  misa.  Un  inquisidor  apostólico 
latifioó  dicho  culto;  y  las  universidades  de  Ingolstaid  y  Er- 
for  lo  confirmaron  con  su  juicio  doctrinal,  según  puede  verse 
eo  el  libro  Thatmatur^um  Eucharisticumj  ^  14. 

8e  han  visto  apariciones  en  las  cuales  los  milagros  eran 
perpetuos.  Asf  fué  la  santa  Hostia  de  que  habla  Silvestre  Pe- 
traeaDcta,  c«  10  de  miraculis  verpetuist  pág.*73.  He  aquf  lo  que 
dice  acerca  del  particular.  En  tiempo  de  Alfonso  III,  rey  de  « 
Fortagal,  una  sangre  milagrosa  manó  de  esa  hostia;  después 
deaquel  prodigio,  la  hostia  se  ha  conservado  sin  la  menor  al* 
tención;  y  lo  que  es  verdaderamente  mas  maravilloso  que 
eia  misma  conservación,  la  hostia  ha  presentado  el  milagro 
coQtiauo  del  estado  multiforme,  hasta  simultáneo,  en  presen- 
cia de  un  gran  número  de  espectadores,  á  cuya  vista  ha 
ofrecido  los  diversos  misterios  de  la  vida  de  Jesucristo,  su 
Natividad,  su  Pasión  6  su  Resurrección;  ya  el  divino  Niño 
es  loe  brazos  de  su  Madre,  ya  hombre  adulto  y  de  edad  ma- 
dura; ora  amenazando  con  azotes,  ora  apartando  la  cabeza 
con  indignación;  otras  ocasiones  mirando  con  dulzura,  y  á  las 
▼ecee  presentando  la  dignidad  de  un  juez  y  la  majestad  de 
QQ  rey.  Se  ha  visto  á  veces  muy  distintamente  el  Ecce  homoy 
tal  cual  Pilatos  lo  presentó  al  pueblo,  con  la  caña,  el  manto 
de  púrpura  y  la  corona  de  espinas.  Semejantes  prodigios 
confirman  admirablemente  la  fe  de  la  Iglesia,  que  nos  hace 
adorar  en  la  Eucaristía  á  Jesús  Dios  y  hombre.  La  aparición 
milagrosa  de  que  acabamos  de  hablar  es  también  menciona- 
da por  Molina»  part.  1,  qusest.  55,  y  por  Cristóbal  Castro, 
lib.  3  it  Vaiicmiiiy  cap.  3« 


IOS  LA  VKBDAB   CATÓUOA. 

Dios  ha  obrado  otros  varios  milagros  semejantes  á  los  an* 
teriores,  a  fio  de  probar  la  existencia  real  del  Cuerpo  y  San- 
gre de  Jesucristo  bajo  las  especies  sacramentales.  Esos  he* 
chos  milagrosos  pueden  verseen  las  obras  siguientes: 

La  Vida  de  S.  Gregorio  Magno,  por  el  diácono  Juan,  lib. 
2,  cap.  41. 

S.  Pedro  Damián,  en  sus  cartas,  lib.  6,  carta  25. 

Las  revelaciones  de  Santa  Brígida,  lib.  6,  cap.  86. 

Pedro  Tireo,  de  A¡fparitianibu$  Spirituwni  lioro  impreso 
en  Colonia  él  año  de  1600.    . 

Turnan  Bredenbachio,  CoUationum  Sacrarum  libri  Vllh 
nono  hac  ediíione  addUo^  quo  üiustria  naractda  aliquot  in  S^ 
Eucharistia  et  S.  Hoatia  edita  contineniur.  Colonia,  1691. 

El  cardenal  Baronio,  Anales  Elesiásticos,^año  513. 

Teófilo  Reinaldo,  de  Apparitionilnu  in  Eucharisíút  Sacra^ 
menio^  qucest.  4  6¿  5. 

Tomás  Bozio,(/e  signis  Ecclesice,  t.  2,  lib.  14,  cap.  7. 

Majolus,  Dies  caniculares,  site  colloquia  physica  nova  et  mí- 
randa.  Coíloq.  20.  Maguncia,  1614. 

Dauroult,  Catéchtsme  historial^  contenant  qudqucs  beauz 
miracles.  Lyon,  1649. 

Silvestre  Petrasancta,  Rüus  Ecclesüe,  cap.  10,  y  Miraculum 
perpetuum,  cap.  10. 

El  cardenal  Capizucchi,  Controvers.  1,  ^  18. 

Bonifacio  Bagatta,  teatino,  Admiranda  Orbis  christiani^  t. 
1,  lib.  2,  cap.  1. 

Tomás  Cantipratano,  dominico,  Bonum  universale  de  Api- 
bus.  Douai,  1627. 

El  cardenal  Bona,  de  Discretionc  spirituumj  cap.  19,  n.  4. 

Antonio  Masiui,  Scuola  del  cristiano,  cap.  45;  donde  enu- 
mera treinta  casos  maravillosos  indicando  los  autores  que  los 
citan. 

Anastasio  Vochet,  Thaumaturgum  Eucharisricum^  libro  es- 
pecialmente compuesto  sobre  este  asunto,  y  por  consiguiente 
el  mas  completo  de  todos. 

II. 

Aparición  de  bolsena. 

Esta  aparición,  memorable  entre  todas  las  demás,  hizo  ins- 
tituir al  Papa  Urbano  IV  la  fiesta  del  Corpus^  con  oficio  y 
misa  para  la  Iglesia  universal. 

Bolsena  se  halla  en  la  diócesis  de  Orvieto.  La  aparición 
milagrosa  tuvo  lugar  en  el  año  de  1263. 


LA  VEBDAD  CATÓLICA  103 

üo  sacerdote  alemán,  por  otra  parte  honrado  y  piadoso,  se 
hallaba  atormentado  de  dudas  acerca  de  la  presencia  real,  y 
no  podía  comprender  cómo  el  pan  y  el  vino  eran  trasustan- 
dados  en  verdadf^ra  Carne  y  Sangre  de  Jesucristo,  por  medio 
de  las  palabras  del  sacrificador,  Hoc  est  corpus  meum^  hic  est 
iongiüi  meui.  Suplicó  á  Dios  con  instancia  para  que  diese 
una  señal  que  disipase  sus  dudas. 

Dios  se  dignó  escuchar  su  oración,  á  fin  de  curar  el  tor- 
mento de  su  espfritu,  y  de  afirmar  la  fe  de  los  cristianos  en  el 
adorable  sacramento  del  altar.  Dicho  sacerdote  alemán  em- 
prendió la  peregrinación  de  los  santos  lugares  de  Roma.  Lle- 
gado i  Bolsena,  dijo  misa  en  la  iglesia  de  Santa  Cristina,, 
cuando  en  el  momento  de  alzar  la  hostia  sobre  el  cáliz,  una 
carne  real  apareció  cubierta  de  sangre,  y  esta  tiñó  el  corporal; 
mientras  mas  se  esforzaba  el  sacerdote  por  ocultar  el  milagro, 
mas  corría  la  sangre  y  se  esparcía  por  el  lienzo  sagrado.  Ca- 
da gota  de  sangre  que  cayó  sobre  el  corporal  llevaba  la  efi- 
gie de  no  rostro  hu  mano. 

Sobrecogióse  el.  sacerdote  de  terror,  y  no  pudo  c-oncluirel 
sacrificio.  Cuanto  le  fué  posible  hacer  fué  colocar  devota- 
•  mente  la  sagrada  Hostia  en  el  tabernáculo. 

El  Papa  Urbano  IV  habitaba  en  Orvieto  á  la  sazón.  El  sa- 
cerdote corrió  á  arrojarse  á  sus  pies,  y  pidió  la  absolución 
vel  perdón  por  su  duda  contra  la  fe.  El  Pupa  le  concedió  la 
absolución,  imponiéndole  una  saludable  penitencia.  Hizo  lle- 
var el  corporal  milagroso  á  Orvieto,  y  lo  depositó  con  la  ma- 
yor pompa  en  la  catedral.  Los  fieles  no  han  cesado  de  vene- 
rarlo.con  la  mayor  piedad.  Entonces,  para  conservar  la'  me- 
moria de  tan  gran  milagro,  el  Papa  Urbano  IV  instituyó  la 
fiesta  del  Corpus  Dominio  y  ordenó  que  se  celebrase  el  oficio 
y  la  misa  compuestos  por  Sto.  Tomás  de  Aquino. 

Infinidad  de  autores  atestiguan  los  hechos  que  acabamos 
de  referir.  La  constitución  de  Urbano  IV  que  instituye  la 
fiesta  solemne  fué  luego  confirmada  en  el  concilio  general  de 
Viena  por  el  Papa  Clemente  V,  según  se  ve  en  el  libro  de  las 
CUmntinas,  título  de  Relequiü  et  veneratíone  sanctorum. 

Una  inscripción  grabada- en  mármol  el  mismo  año  déla 
aparición,  atestiguó  perpetuamente  el  memorable  prodigio. 
Esta  inscripción  ha  sido  recogida  en  varios  libros  y  particu- 
larmente en  el  de  Alejandro  Donzelin,  Istoría  ed  origine  del 
U  siUnaitd  e  fesla  del  Corpus  Dominio  Roma  1575,  Es  larguí- 
sima; ademas  de  un  juiciosísimo  preludio  que  trata  de  la  ex- 
celencia del  sacramento  de  la  Eucaristía,  contiene  una  rela- 
ción muy  circunstanciada  de  todo  el  acontecimiento,  con  de« 


104  LA   VERDAD  CAT6uCA. 

talles  que  no  se  encueotraa  mas  arriba.  Así»  la  Darte  de  la 
hostia  que  tocaba  los  dedos  del  sacerdote  do  sufnó  niogoii 
cambio,  lo  cual  explica  la  inscripción  en  e^tos  términos:  Nasi 
mico  eadem  hostia  apparuit  vuibiliur  vera  caroy  ti  roieo  cruore 
repersa^  ea  tantum  partícula  dunUaxat  exempta  quc^  ipnut  (»a- 
criAcaruisy  digUis  tangebaturt  quod  abafue  mysterio  non  creditwr 
contigissej  sed  potius  ut  cunctis  innotesceret  iUam  veré  fuisse  hos- 
tiamt  quÁ  ipsius  sacerdotis  manibus  super  calicemferebaíur  etc.  La 
caida  de  la  sangre  sobre  el  corporal  se  describe  en  estos  tér- 
minos: Qucsdam  banda  de  syndqne  ob  ebsequmm  cálice  ttndxUwr 
ex  ipsa  tffusione  sanguinis  extitit  madefacta.  SinguUe  gutUB  ta»- 
guinis  ex  illa  mananUs^  quotquat  ij^us  corporcUis  maculni  can* 
tigeruntj  singtUasJigurcu  ^iaem  similitudinem  hominis  impre»" 
serunt.  Quod  cum  sacerdos  territus  cern/frety  ab  ipsa  ceUbratume 
desíüit,  et  uUerius  procederé  non  prcssumpsit;  quin  imo  tactue  do- 
lore  cordis  intrinsccus  ac  poenitentia  ductus  etc.  Ltf  inscripción 
describe  largamente  la  solemne  traslación  del  santo  corporal. 
El  Papa  y  los  cardenales  fueron  á  esperarlo  fuera  de  Orvieto, 
hasta  el  puente  de  un  torrente;  los  niños  llevaban  ramos  de 
olivo,  como  se  acostumbra  hacer  el  domingo  d^  Ramos.  El 
Papa  se  arrodilló  para  tomar  el  santo  corporal,  y  lo  llevé  has- 
ta la  catedral  de  Orvieto. 

Volvamos  á  Bolsena.  En  el  momento  en  que  la  sangre  di- 
vina cubría  el  corporal,  cuatro  gotas  de  dicha  sangre  cayeron 
sobre  el  pavimento  de  mármol,  dejando  en  él  huellas  inde- 
lebles. Dichas  losas  fueron  por  lo  tanto  trasportadas  á  una 
cripta  inmediata  á  la  iglesia  de  Santa  Cristma.  La  piedad  de 
los  fieles  hizo  de  ellas  un  objeto  de  veneración  pública,  mos- 
trándose á  los  peregrinos  aquel  monumento  del  gran  prodi- 
gio. 

Se  lee  en  Alberto  Leandro,  Descripción  de  Italia  p.  38,  acer- 
ca de  Bolsena:  ''Aquf  ocurrió  el  prodigioso  milagro  de  la  hostia 
consagrada,  para  confirmar  la  fe  católica  en  Jesucristo  nues- 
tro Redentor.  El  milagro  tuvo  lugar  de  este  modo  etc.  La  san- 
gre que  manaba  de  la  hostia  cayó  sobre  algunas  losas  de  már- 
mol blanco,  y  dejó  en  todas  las  que  tocó  la  señal  de  una  san- 
gre vivísima,  según  puede  verse  hasta  el  dia,  y  lo  he  visto  yo 
mismo  á  menudo  al  pasar  por  Bolsena  para  ir  á  Roma  ó  vol- 
ver de  ella.  Esas  losas  de  mármol  se  hallan  conservadas  en 
dicha  iglesia  con  gran  veneración,  como  lo  merecen;  y  el 
santo  corporal,  cubierto  todo  de  sangre,  fué  llevado  á  Orvie- 
to," Lo  mismo  atestigua  Alejandro  Donzelin  Istoria  ed  origi- 
ne della  solennitá  dellafesta  ael  Corpus  Ihminiy  p.  37,  en  estos 
términos:  ''Las  autoridades  que  acaban  de  citarse  prueban 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  106 

suficieoteioeute  el  milagro  y  lo  que  á  él  se  siguió,   asi  como 
las  coflu  qoe  al  mismo  se  refieren.  Hemos  visto  que  el  cor- 
poral j  el  sacramento  fueron  trasportados  á  Orvieto  por  or- 
den del  Papa.  Sin  embargo  la  venerable  iglesia  de  Santa 
Crístíua  DO  quedó  enteramente  privada  de  semejante  don  y 
de  tan  gran  recuerdo.  Pues   cuando  el   sacerdote  abandonó 
el  altar,  seguu  se  ha  dicho  mas  arriba,  lajsangre  que  manaba 
y  corría  aún  cayó  sobre  varias  losas  de  mármol  antiguo  del 
paFJmeoto  de  la  iglesia,  y  las  manchas  de  sangre  quedaron 
tao  impresas,  que  hasta  e!  dia  aparecen  mas  bellas  (]ue  nun- 
ca, como  Habeii  los  que  las  .han  visto.  Dichas  piedras  están 
bien  custodiadas  y  conservadas,  y  se  las  muestra   con  gran 
veneración  á  los  extrangeros  y  peregrinos  que  desean  verlas." 
Donzelin  escribía  en  1576. 

Un  siglo  después,  las  manchas  de  la  sangre  de  Jesucristo 
faeroo  objeto  de  un  nuevo  milagro,  que  vamos  á  referir  en 
un  párrafo  subsecuente. 

III. 

La  ciudad  dkl  santísimo  sacramento. 

La  aparición  de  Bolsena  y  la  institución  de  la  fiesta  anual 
del  Santísimo  Sacramento  en  la  Iglesia  universal,  de  que  fué 
causa  dicha  aparición,  coinciden  en  el  orden  cronológico  con 
"los progresos  de  la  herejía  de  los  Valdenses,  que  sin  neg«r 
aoD  la  presencia  real,  comenzaban  por  lo  méhos  á  desviarse 
de  la  fe  católica  sobre  varios  dogmas  relativos  al  Sacramen- 
to de  la  Eucaristía.  Solo  en  la  época  en  que  pasaron  al  cal- 
vinismo negaron  abiertamente  los  Valdenses  el  dogma  de  la 
presencia  real.  Mas  si  en  otro  tiempo  no  se  atrevian  á  pro- 
nunciarse contra  el  sentir  de  toda  la  Iglesia  tocante  á  un 
punto  tan  importante  de  nuestra  fe.  profesaban  diversos  er- 
rores, y  se  les  sospechó  de  no  creer  en  la  presencia  real. 

Hacia  mediados  del  siglo  V,  la  célebre  aparición  que  tuvo 
lugar  en  Turiii,  é  hizo  dar  n  esta  el  nombre  de  ciudad  dd 
Santísimo  Sacramento,  corivirtió  á  un  gran  número  de  Val- 
denses. Aunque  el  milagi^ose  efectuó  en  la  ciudad  de  Turin, 
tuvo  un  gran  eco  en  los  valles  ocupados  por  los  mismos,  se- 
gún vamos  á  referir. 

Las  piezas  y  documentos  auténticos  que  se  conservan  aun 
co  el  dia  en  los  archivos  eclesiásticos  y  civiles  atestiguan, 
pues,  DO  menos  que  la  tradición  ural  y  escrita  de  los  histo- 
riadores, los  hechos  siguientes: 

VII. — 14 


106  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

Existiendo  la  guerra  eo  1463  entre  los  franceses,  saboyar- 
dos  y  píamonteses,  la  ciudad  de  Exilies,  diócesis  de  Suxa  en 
el  Delfinado,  fué  saqu^da.  La  iglesia  sufrió  la  misma  suer- 
te; la  custodia  que  encerraba  la  Sagrada  Eucaristía  fué  roba- 
da con  otros  objetos.  El  6  de  Junio  siguiente,  unos  descono- 
cidos entraban  en  Turin,  conduciendo  un  mulo  cargado  de 
objetos  robados  en  el  saqueo  de  Exilies;  la  Sagrada  Hostia 
se  hallaba  oculta  en  medio  de  esos  efectos.  Cuando  hubieron 
llegado  á  la  plaza  de  la  iglesia  de  S.  Esteban,  que  entonces, 
era  parroquia,  el  animal  se  detuvo  de  pronto  y  permaneció 
inmóvil,  á  ppsar  de  cuantq  se  hizo  para  hacerlo  avanzar.  Po- 
cos instantes  después,  una  mano  invisible  abrió  todos  aque* 
líos  objetos  é  hizo  aparecer  á  la  vista  de  la  población  la  cus- 
todia descubierta,  y  la  hostia  se  elevó  en  el  aire  resplande- 
ciendo con  una  hermosa  y  brillante  luz.  Conservó  p«r  algún 
tiempo  aquella  posición,  apareciendo  á  los  ojos  de  todos  co- 
mo un  magnífico  sol  en  medio  del  cielo,  hasta  que  el  obispo 
de  Turin  que  acudió  con  su  clero,  se  puso  en  oración, •supli- 
cando al  Señor  que  se  disonase  detenerse  en  aquella  ciudad. 
Mane  n^biscum^  Domine.  Y  todo  el  pueblo  hacia  igual  oración. 
Entonces  el  prelado  tomó  un  cáliz;  la  sagrada  nostia  bajó  áél 
por  8Í  sola,  y  se  la  trasportó  procesional  mente  á  la  catedral, 
donde  por  largo  tiempo  fué  conservada  y  públicamente  ve- 
nerada. 

Tal  H8  la  relación  unánime  de  loa  historiadores,  corrobo 
rada  por  los  numerosos  documentos  originales  que  se  conser- 
van en  los  archivos  de  aquel  país.  En  1835  la  S.  Congrega- 
ción de  Ritos  i'iutórizó  un  oficio  conmtMnorativo  del  milagro 
con  lecciones  propias  que  encierran  toda  su  historia.  Desde 
tiempo  inmemorial,  dicho  oficio  era  recitado  en  la  diócesis 
de  Turin.  Celebrábase  antiguamente  en  un  domingo  de  Ju- 
lio; por  decreto  de  14  de  ATmíI  de  1753,  aniversario  secular 
del  milagro,  la  S.  Congregación  de  Ritos  permitió  recitarlo 
el  6  de  Junio  de  cada  año.  Bn  18*35  el  rey  Carlos  Alberto, 
el  Arzobispo,  el  municipio  y  los  6eles  de  Turin  solicitaron 
la  aprobación  de  las  lecciones  propias,  la  concesión  del  rito 
de  primera  clase  coii  octava,  en  vez  del  rito  doble  mayor  que 
obteni>v  el  oficio  anteriormente,  la  facultad  de  recitarlo  para 
todos  los  miembros  del  clero  secular  y  regular,  y  otros  privi- 
legios prupios  para  aumentar  la  perpetua  veneración  de  ese 
gran  milagro  y  el  culto  del  Santísimo  Sacramento.  El  tenor 
de  la  petición  que  el  arzobispo  de  Turin  dirigió  á  la  Santa 
Sede  para  obtener  las  concesiones  de  que  se  trata,  hace  va- 
ler, entre  otros  motivos  que  determinaron  aquel  piadoso  de- 


La  veédad  católica.  107 

ajgnio,  algaoas  reflexiones  sobre  la  condición  de  los  herejes 
YildeoieB,  que  habiendo  pasado  todos  al  calvinismo,  comba- 
teo teaaxmente  la  presencia  real  de  Jesucristo  en  la  Euca- 
ristia. 

Habiendo  sido  tomada  la  hostia  milagrosa  cerca  de  Suza, 
á  iomediacion  de  los  valles  habitados  por  los  Yaldenses,  el 
milagro  tuvo  grande  eco  entre  aqucüo-s  herejes;  las  conver- 
aiooease  mnltiplicaron,  de  modo  que  el  Papa  Nicolao  V  di- 
rigió al  obispo  de  Turin  el  breve  P.t.sfor  ilU  ccdestis,  para  fe- 
licitarlo por  la  multitud  de  conversiones  que  la  celebridad 
de  tan  portentoso  prodigio  produjo  entre  los  mismos  herejes. 

£1  arzobispado  de  Turin  conserva  en  sus  archivos  varias 
actas  je  los  años  de  1454,  1455  y  1459  que  dan  fe  de  la  apa- 
rieioD  milagrosa.  El  proceso  original  se  ha  perdido,  con 
otru  muchas  piezas,  durante  las  devastaciones  y  guerras  con 
tÍBoaa  del  Piamonte. 

La  aparición  tuvo  lugar  el  dia  de  la  octava  del  Corpus.  De 
ahí  provino  la  costumbre  de  hacer  cada  año  la  procesión  del 
dia  de  la  octava,  costumbre  mas  antigua  en  Turin  que  en 
loi  demás  países.  De  la  misma  época  data  la  [liadosa  costum- 
bre que  ha  conservado  hasta  aquí  el  cabildo  de  la  metrópoli 
de  Turin,  de  cantar,  después  de  la  misa  conventual,  la  an- 
tífooa  O  Sacrvm  CoTivmi/y/z,  seguida  del  versículo  íííc  es¿  pa- 
nity  qui  de  Cosío  descendit,  y  de  la  oración  que  el  celebrante 
recita  en  medio  del  altar.  La  tradición  refiere  que  la  proce- 
sión de  la  octava  fué  prescrita  por  el  obispo  el  año  mismo 
del  milagro. 

Debemos  limitarnos  á  pocas  citas  relativas  á  hechos  pro- 
pios para  celebrar  y  perpetuar  la  memoria  del  Prodigio.  En 
1521,  los  decuriones  del  municipio  de  Turin  obtuvieron  del 
obispo  la  facultad  de  construir  una  iglesia  en  el  lugar  de  la 
aparición  milagrosa,  cerca  de  la  parroquia  de  S.  Silvestre; 
esta  iglesia  fué  enriquecida  con  esculturass  y  pinturas  que 
rf'presentaban  el  milagro.  En  1529,  institución  de  la  céle- 
bre cofradía  del  Santísimo  Sacramento,  que  lleva  por  divisa 
una  hostia  radiante  colocada  sobre  un  cáliz.  En  1009,  hizo 
Toto  el  municipio  de  agrandar  la  iglesia  del  Santísimo  Sa- 
cramento, á  fin  de  que  la  ciudad  fuese  preservada  de  la  pes- 
te; cumplió  dicho  voto  construyendo  la  magnífica  iglesia 
que  aun  existe.  En  1653^  se  celebró  por  primera  vez  la  so- 
lemnidad secular  de  la  aparición;  dicha  solemnidad  no  habia 
podido  verificarse  en  1553,  por  hallarse  la  ciudad  á  conse- 
cuencia de  la  guerra,  ocupada  por  tropas  extrangeras.  En 


108  LÁ  VERDAD  CATÓLtdi. 

1653|  el  obispo  instituyó  una  congregación  de  sacerdotes  pa- 
ra atender  á  la  iglesia  del  Santísimo  Sacramento. 

Entre  los  escritores  que  han  hablado  de  la  aparición,  pue- 
den citarse,  ademas  del  Papa  Pió  IL  contemporáneo  del  he- 
cho, y  de  las  relaciones  escritas  que  se  poseen,  los  siguien- 
tes: En  1677,  Filiberto,  Barón  de  Cusy  y  consejero  del  Rey, 
Aufftuta   Taurinorum  et  Sdxonia^  Sa(HittdUeque   Principum, 
Aroor  gerUilüia,  impreso  en  dicho  año;  el  autor  tenia  ochenta, 
y  pudo  conocer  á  los  testigos  oculares  del  milagro.  Tomó  su 
relato  de  la  investigación  jurídica  que  se  conservaba  entonces 
en  los  archivos  municipales,  según  lo  atestigua  en  su  libro: 
Ex  Civilatis   ArchiviOf  et  inquisüione  testificationcque  publica 
signis,  atque  sigUlis  obJirmcUa.  En  1591,  el  dominicano  Abram 
Bzovius,  continuador  de  los  Anales  de  Baronio,  año  da>  1453, 
núm.  46.  En  1599,  Nicolás  Laghi,  MiracoU  del  SacrametUo. 
En  1601,  Bottero,  Deiprincipí  cristianu   p.  1.,  üb.  3.   En 
1609,  Luis  della  Chiesa,   Historia  del  Piamonte.  En  1624, 
Alfonso  de  Villegas,  Flos  sanctorum,  impreso  en  Toledo.    En 
1645,  Agustin  della  Chiesa,  obispo  de  Saluzo,  Historia  cro- 
nolón;ica  de  los  obispos  del  Piamonte.  En    1648,  Mattíoli, 
Silva^  impresa  en  Roma.  En  1650,  Fernando  Ughelli,  Italia 
Sacra,  tomo  4.  Ea  1657,  Manuel  Tesauro,  Historia  de  la  so- 
ciedad de  S.  Pablo.  En  1680,  Bagata,  de  admirandig   Orbis 
Christianú  tomo  2.  En  1682,  Theatrum   StaXuum  Sabaudia, 
impreso  en  Amsterdam.  En  1686,  Morozzo,  obispo  de  Salu-  ' 
zo,  Vida  del  B.  Amadeo.  En  169J,   Juan  Domingo  Musan- 
cio,  Tabla  Chronolog.  ad  omnig,  Histor.  núm.  11.  En  1712, 
Perrero»  Historia  de  la  augusta  ciudad  de  Turin. 

En  1753,  el  decreto  de  la  S.  Congregación  de  Ritos  que 
permite  el  oficio  y  la  misa  de  la  aparición  para  el  dia  6  de 
Junio  de  cada  año,  y  su  otro  decreto  de  1835  que  ha  eleva- 
do ese  oficio  á  rito  de  primera  clase,  juntamente  con  las  di- 
versas concesiones  expresadas  antes,  son  testimonios  de  gran 
peso  en  favor  del  milagro  en  cuestión. 

Fáltanos  hacer  el  relato  de  otra  aparición  milagrosa  que 
tuvo  lugar  á  fines  del  siglo  XVII,  y  puede  considerarse  como 
no  enteramente  exento  de  alguna  relación  con  los  Valdenses, 
del  mismo  modo  que  los  anteriores,  puesto  que,  siendo  de 
Suza  el  primero  y  principal  testigo,  el  acontecimiento  que 
vamos  á  referir  tuvo  verosímilmente  un  gran  renombre  en 
aquella  comarca. 

{Finalizará.) 


LA  VBBDAD  CATÓLICA.  109 


PRIMERA  COHUmON 
cM»  «■  '«I  €em. 


UNA  IDEA  DEL  CIELO. 

Jamas  hemofl  sentido  una  emoción  mas  pura,  mas  inefa- 
ble, mas  sublime,  que   la  que  experimentamos  el  domingo 
prlbímo  pasado  al  asistir  á  la  primera  comunión  de  varias  de 
iiíaiñaadel  Colegio  que  tan  satisfactoria  y  dignamente  di- 
rígeo  las  Religiosas  del  Sagrado  Corazón  de  Jesús.  Durante 
aquel  acto  tan  magestuoso,  torrentes  de  ternura  bañaban  los 
eonzones  de  aquellas  virginales  criaturas,  de  cuyos  deli- 
qoíoa  participaban  también  los  padres  de  familia  y  señoras 
quese bailaban  presentes.  Las  niñas  con  blancas  vestiduras 
jooronasde  lirios  y  azahares,  inclinadas  modestamente  sobre 
rsclioatorios  cubiertos  de  blanca  tela,  las  luces  que  ardian 
con  profusión  en  la  bellísima  capilla,   elegantemente  ador- 
nada, las  suaves  y  melodiosas  voces  de  las  virtuosas  religio- 
las,  lo8acenti>8  expresivos  del  órgano,  el  recogimiento  y  abs- 
tracción de  todos  los  concurrentes,  clavados  su«  ojos — cubier- 
tos de  lágrimas  difíciles  de  contener — en  el  altar  donde  se  ha- 
llaba patente  el  Dios  prisionero  de  amor  por  los   hombres; 
todo,  todo  aquello  presentaba  un  cuadro   difícil  de  bosque- 
jar, un  mundo  sobrenatural  que  nos  hizo  vislumbrar  las  pu- 
rliimas  delicias  de  la  celestial  Jerusalen,  haciéndonos  conce- 
bir, aunque  imperfectísima,  uTia  idea  delcielo.  Parecíanos  ver 
al  lado  de  cada  una  de   las  niñas  á  su  fíel  Ángel    Custodio 
oMMtrándole  al  Cordero  sip  mancilla  que  descendía  en  medio 
de  radiantes  nubes  á  reposarse  en  sus  pechos.  Parecíanos  ver 
i  la  Inmaculada  María  conduciendo  á  aquel  tierno  rebañito 
de  vírgenes  á  los  pies  del  Pastor  Divino.  Y  nuestra  imagi- 
nación nos  arrebataba  á  contemplar  al  buen  Jesús  recibien- 
do en  su  Corazón  sacratísimo  á  aquellas  felices  niñas,  que  ro- 
deadas de  legiones  de  ángeles,   ofrecian  las   primicias  de  su 
amor  mas  puro  al  Inmaculado  Cordero.  Y  todo  era  luz,  y 
todo  era  armonía,  y  todo  era  espiritual  amor,  y  los  que  allí 


lio  l^  VBRDAD  CATÓUCi  4 

estaban  tenían  sus  pechos  agitados,  sus  ojos  bañados  en  dul- 
císimas lágrimas,  y  su  corazón  abierto  á  desconocidas  emo- 
ciones. Es  verdad  que  el  ojo  no  vio,  ni  el  oído  oyó,  ni  la  in- 
teligencia mas  levantada  puede  comprender  la  celestial  ven- 
tura que  Dios  tiene  reservada  á  los  que  le  aman,  según  el  len- 
{;uaje  hiperbólico  de  las  sagradas  letras;  ¿pero  cuáles  serán 
os  torrentes  de  ternura  ep  que  nuestras  almas  se  verán  inun- 
dadas, si  una  sola  gota  derramada  en  este  mundo  nos  embria- 
ga de  purísimo  placer,  y  enugena  nuestro  espíritu  hasta  ha- 
cernos caer  en  desmayos  de  celestial  amor? 

Uno  de  los  caballeros  que  allí  se  hallaban  presentes,  con 
toda  la  efusión  de  la  ternura  paternal,  escribió  en  el  devocio- 
nario de  una  de  sus  hijas  las  siguientes  palabras:  **Que- 
rida  Hija,  al  recibir  hoy  por  primera  vez  en  tu  inocente  pe- 
cho al  Cordero  sin  mancilla,  habrás  sentido  el  placer  mas 
puro  que  puedas  experimentar  en  tu  vida.  Que  esta  prime- 
ra comunión  te  sirva  siempre  de  recuerdo  imperecedero,  de- 
jando grabadas  en  tu  virginal  alma  hondas  huellas  de  inocen- 
cia, virtud  y  amor  al  Dios  infinitamente  misericordioso,  que 
se  reclina  en  tu  seno  como  en  el  pesebre  de  Belén.  Ama  á 
tu  Dios,  querida  Hija,  con  amor  encendido,  con  amor  sin  lí- 
mites, y  conságrale,  en  cualquier  estado  de  la  vida  á  que 
fueses  llamada,  todos  los  instantes  de  tu  existencia,  todos  los 
latidos  de  tu  corazón.  Ama  también  con  vehementísimo 
amor  á  María  Inmaculada,  tu  excelsa  Reina,  porque  es  Reina 
de  las  Vírgenes,  tu  amorosa  Madre,  porque  eres  su  amante 
hija.  Ama  también  al  Ángel  que  Dios  pmBO  á  tu  lado  para 
custodiar  tu  preciosa  existencia,  y  cobíjate  bajo  sus  alas, 
amparo  seguro  contra  toda  maligna  asechanza.  Sé  casta  co- 
mo la  azucenai  candida  como  la  paloma,  y  que  tus  virtudes 
derramen  por  do  quiera  suavísima  fragancia.  Jamas  olvides 
los  celestiales  desposorios  que  hoy  has  celebrado  con  el  Di- 
vino Cordero,  y  para  alcanzar  todo  bien,  toda  ventura,  reffi- 
giate  siempre  en  el  corazón  Sacratísimo  de  Jesús" • 

No  podemos  terminar  sin  dar  el  mas  sincero  parabién  á 
nuestra  querida  Cuba  por  el  tesoro  que  encierra  en  el  brillan- 
te Colegio  dirigido  por  las  ilustradas  y  virtuosas  Religiosas 
del  Corazón  de  Jesús,  que  tan  inmenso  bien  están  prestando 
al  país.  ¡Felices  las  niñas  que  allí  se  educan!  ¡Felices  los 
paares  de  tan  venturosas  niñas! 

J.  JR,  O. 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  IH 


SLa&osETismo  animal  juzgado  por  la  iglesia. 


Eo  QD  periódico  reciente  del  interior  de  la  Isla  vemos  un 
aoQDcio  en  el  cual  se  dice  haber  llegado  á  cierta  villa  una 

célebre  adivinadora  que  **por  medio  del  magnetismo  respon- 
deátodas  las  preguntas  que  se  le  hagan  sobre  cualquier  acon- 
tecimieDto  pasado  ó  futuro/'  Ignoramos  hasta  qué  punto  pre- 
tende hcélebre  adivinadora  hacer  creer  á  los  que  á  ella  ae  acer- 
can eo  el  poder  maravilloso  que,  segnn  el  anuncio  que  acá- 
bamof  de  citar,  le  comunica  el  magnetismo.  Quizá  no  sea 
eiteiioo  uno  de  tantos  casos  en  que  una  persona,  dotada 
(lecierta  gracia  y  destreza  naturales,  propone,  mediante  re- 
tríbuclpfi,  entretener  y  divertir  agradablemente  ¿cierto  nú- 
modé  espectadores.  Si  asf  fuere,  nada  especial  tendríamos 
qoe  decir  acerca  del  particular  en  cuestión,  puesto  que 
cuantos  concurren  á  semejantes  diversiones  saben  á  qué  ate- 
nerse con  respecto  al  poder  profetice  ó  adivinatorio  de  los 
que  en  ellas  desempeñan  el  papel  principal. 

lías  si  esta  vez.  como  otras  muchas,  se  Quisiera  abusar 
¿e  la  credulidad  pública  haciendo  admitirá  los  incautos  la 
posibilidad  de  descubrir  los  secretos  del  porvenir  por  medio 
de  uoa  pretendida  ciencia  magnética,  creemos  estar  en  el 
cMo  de  advertir  á  nuestros  lectores  que  la  Iglesia,  centinela 
vigilante  en  materias  de  fe  y  de  costumbres,  tiene  expresa- 
mente prohibidas  esas  consultas  hechas  al  sonambulismo, 
iegun  lo  prueba  la  siguiente  circular  dirigida  por  la  Supre- 
mas. Inquisición  Romana  y  Uni verbal  á  todos  los  Obispos 
^inquisidores  del  Estado  Pontificio,  á  21  de  Mayo  de  1866: 

"Desde  el  momento  en  que  los  fenómenos  magnéticos  co- 
menzaron á  ser  conocidos,  la  Santa  Sede,  consultada  acer- 
ca del  particular,  dio  por  órgano  de  la  S.  Penitenciaría  y  del 
Santo  Oficio  varias  decisiones  relativas  á  casos  particulares 
propuestos  sobre  lo  lícito  ó  ilícito  del  magnetismo.  En  lo  to- 
cante al  principio  general,  después  de  profundas  discusiones, 
el  miércoles  28  de  Julio  de  1847,  renovando  la  resolución 
de  25  de  Junio  de  1840,  se  decretó  lo  siguio'nte:  **Alejando 
todo  error,  sortilegio  é  invocación  explícita  ó  implícita  del 
demonio,  el  uso  del  magnetismo,  es  decir»    el   solo  acto  de 


112  LA  V£BDAD  CATÓUCA. 

valerse  de  medios  físicos,  por  otraj)arte  lícitos,  tío  es  moral- 
mente  prohibido,  con  tal  que  no  se  ordene  á  un  fin  ilícito,  ó 
malo  bajo  cualquier  concepto;  mas  la  a|ilicacion  de  princi- 
píos  y  medios  puramente  físicos  á  cosas  y  efectos  verdadera- 
mente sobrenaturales  para  explicarlos  físicamente  no  es  sino 
un  engaño  bajo  todos  conceptos  ilícito  y  herético." 

'^Aunque  semejante  decreto  pareciese  conciliar  lo  relativo 
á  la  ciencia  física  y  la  represión  de  aplicaciones  magnéticas, 
viciosas  y  vituperables,  una  triste  experiencia  ha  hecho  co- 
nocer la  necesidad  de  medidas  mas  eficaces.  Pues  no  se  em- 
plea el  magnetismo  del  modo  conveniente  ni  con  finea  ho- 
nestos y  naturales;  sino  que,  aegun  ¡as  continuas  reclama- 
ciones que  personas  estimables  han  dirigido  de  diversas  ciu- 
dades del  mismo  Estado  Pontificio,  hay  magnetizadores  que 
se  atreven  á  valerse  del  magnetismo  para  fines  no  naturales, 
con  gran  perjuicio  de  la  moralidad  pública  y  privada;  em- 
plean mujeres  á  quienes  someten  á  posturas  indecorosas,  y 
llevan  sus  pretensiones  hasta  querer  adivinar  y  manifiístar  co- 
sas ocultas  y  futuras.  Como  semejantes  espectáculos  oose 
hallan  exentos  de  una  ilusión  ilícita  é  irreligiosa,  se  ha  juz- 
gado necesario  prohibirlos  severamente,  y  castigar  á  sus 
autores,  cooperadores  y  fautores. 

''Por  tanto  se  intima  á  todos  los  Obispos  é  Inquisidores  de 
nuestras  provincias  que  velen  sobreesté  y  procedan  sumaria- 
mente por  la  via  económica  inspecta  rei  veníate^  tomando  la 
opinión  de  personas  concienzudas  é  ilustradas,  proporcio- 
nando las  penas  á  las  faltas,  castigando  con  la  prisión  mas  ó 
menos  larga  según  la  riulpabilidad  haya  sido  mayor  6  menor, 
y  cuidando  de  pasar  el  debido  informe  á  la  S.  Inquisición, 
sobre  todo  si  el  uso  del  magnetismo,  calificado  por  circuns- 
tancias que  demuestren  herejía,  exigiese  un  proceso  riguroso 
según  los  sagrados  cánones. 

**E8ta  circular  será  dirigida  á  los  vicarios  de  distrito,  pro- 
curándose su  exacto  cumplimiento. 

'*Roma,  en  la  cancillería  del  S.  Oficio,  en  el  Vaticano, 
miércoles  21  de  Mayo  de  1866. — V.  Cardenal  Macchi.'* 

Tales  son  las  disposiciones  dictadas  por  la  autoridad  ecle- 
siástica en  los  Estados  de  la  Iglesia  acerca  de  los  abusos  del 
magnetismo.  Mas  como  quiera  que  pudiera  creerse  que  la 
Iglesia  nada  ha  resuelto  con  respecto  al  particular  para  los 
demás  países  del  orbe  católico,  vamos  á  terminar  reprodu- 
ciendo la  encíclica  dirigida  por  el  propio  sagrado  cuerpo  á 
todos  los  Obispos  para  reprimir  los  mismos  abusos  condena- 
dos en  la  anterior  circular. — Dice  así: 


LA  VEBDAD    CATÓLICA.  llS 

"Miércoles  30  de  Julio  de  1856. — En  la  Congregación  Ge- 
neral de  la  Sagrada  Inquisición  Romana  y  Uaiversal,  tenida 
en  el  Convento  de  Santa  María  de  la  Minerva,  los  Emmos. 
y  Rmmos.  Sres.  Cardenales  Inquisidores  Generales  para  to- 
do el  orbe  cristiano  contra  la  malignidad  de  las  herejías, 
examinando  con  sama  atención  lo  que  sobre  los  experimen- 
tos del  magnetismo  han  referido  de  todas  partes  hombres  fi- 
dedignos, han  determinado  que  se  mande  la  presente  encí- 
clica á  todos  los  Obispos,  á  fin  de  contener  los  abusos  del 
magnetismo. 

''Fueses  cosa  averiguada  que  se  introduce  un  género  de- 
superstición  con  los  fenómenos  magnéticos,  con  los  cuales 
muchos  novadores  pensando  que  se  pueden  descubrir  las  co- 
sas ocultas,  remotas  y  futuras  por  arte  del  magnetismo,  ó 
por  prestigio,  principalmente  con  ayuda  de  mujerzuelas, 
pendientes  en  un  todo  del  arbitrio  del  magnetizador,  preten- 
den, no  elucidar  las  ciencias  físicas,  como  era  justo,  sinoen- 
gañ^  j  teducir  á  los  hombres. 


han  dado  sobre  esto  por  la  Santa  Sede  algunas 
respuestas  á  casos  peculiares,  en  tas  que  se  reprueban  como 
ilícitos  aquellos  experimentos  que  se  ordenan  á  conseguirán 
fin  no  natural,  no  honesto,  ni  procurado  por  los  debidos  me- 
dios: por  lo  que  se  decretó  el  miércoles  21  de  Abril  de  1841 
que  en  semejantes  casos  no  es  lícito,  según  se  expone,  el  uso 
del  magnetismo.  También  creyó  la  S.  Congregación  que  se 
debian  prohibir  ciertos  libros  en  que  con  pertinacia  se  es- 
parce esta  clase  de  errores.  Mas  como  ademas  de  los  casos 
particulares  debia  tratarse  del  uso  del  magnetismo  en  fiene- 
ral,  «e  estableció  á  manera  de  regla,  el  miércoles  28  de  Julio 
de  1847,  ^^qrte  ale/ando  todo  error,  sortilegio  é  intocacion  explí- 
cita ó  implÍGÜa  del  demonio,  el  uso  del  magnetismo,  es  decir,  el  so- 
lo acto  de  valerse  de  medios  físicos,  por  otra  parte  lícitos,  no  es 
moralmente  prohibido,  con  tal  que  no  se  ordene  á  un  fin  ilícito  ó 
malo  bajo  ciuilquier  concepto.  Mas  la  aplicación  ¿c  principios  y 
medios  puramente  Jisiv/ys  á  cosat  y  efectos  verdaderamente  sobrena- 
turales, para  explica  ríos  Jhicamimíe,  no  es  sino  un  engaño,  bajo 
todos  conceptos  ilícito  y  herético. ^^ 

"Aunque  con  este  decreto  general  se  explica  bástantelo 
lícito  ó  ilícito  del  uso  ó  abuso  del  magnetismo,  sin  embargo, 
ha  crecido  tanto  la  malicia  de  los  hombres,  que  dejando  el 
estudio  lícito  de  la  ciencia,  y  corriendo  mas  bien  tras  cosas 
curiosas  con  grande  pérdida  de  las  almas  y  detrimento  de  la 
naisma  sociedad  civil,  se  glorian  de  haber  hallado  cierto  prin- 
cipio de  augurio  ó  adivinación.  De  aquí  es  que  con  los  presti- 

YII.— 15 


114  LA  VERDAD   CATÓLICA. 

giosdel  sonamhulUmo  y  clara  iíifuUion,  como  se  les  .  llama, 
ciertas  mujerzuelas,  agitadas  con  gesticulaciones  no  siempre 
modestas,  aseguran  ver  cosas  invisibles,  hablan  de  cosas  reli- 

5iosas,  llaman  las  almas  de  los  muertos,  oyen  sus  respuestas, 
esGubren  cosas  desconocidas  y  lejanas,  y  presuman  con  te- 
meraria audacia  ejercer  otras  supersticiones  de  esta  clase, 
seguras  de  obtener  por  medio  de  la  adivinación  grande  lucro 
para  sí  y  para  sus  señores.  Finalmente  en  todas  estas  cosas, 
sea  cualquiera  el  arte  ó  ilusión  de  que  se  sirvan,  sí  ordenan 
medios  físicos^á  efectos  no  naturales,  interviene  engaño,  bajo 
todos  conceptos  ilícito,  y  escándalo  contra  la  honestidad  de 
costumbres. 

l'Para  impedir,  pues,  con  eficacia  maldad  tan  grande  y 
tan  dañosa  á  la  religión  y  á  la  sociedad  civil,  debe  avivarse 
cuanto  posible  sea  la  pastoral  solicitud,  vigilancia  y  celo  de 
todos  los  Obispos.  Por  lo  cual,  cuanto  auxiliados  de  la  divioa 
gracia  puedan  los  Ordinarios  diocesanos,  ya  con  amonesta- 
ciones paternales,  ya  con  severas  reprensiones,  ya  porfift|M>D 
los  medios  que  el  derecho  les  concede,  según  juzgaren  co^e- 
nir  en  el  Señor,  atendidos  lo^  lugares,  persifnas  y  circunstan- 
cias de  los  tiempos,  pongan  todo  el  posibl^gmpeño  para  im- 
pedir y  extirpar  estos  abusos  del  magnetisfiío,  para  defender 
del  hombre  enemigo  la  divina  grey,  guardar  intacto  el  depó- 
sito de  la  fe  y  preservar  de  la  corrupción  de  costumbre,  á  loa 
fieles  que  les  están  encomendados, 

^^Dado  en  Roma,  en  la  Cancillería  del  Santo  Oficio,  en  el 
Vaticano,  dia  4  de  Agosto  de  1856, — V.  Cardenal  JIacchi." 
Cuanto  pudiéramos  añadir  á  las  anteriores  disposicioneíl, 
seria  completamente  inútil,  pues  ellas  bastan  por  sí  solas  pa* 
ra  que  sepan  los  fieles  lo  que  han  de  pensar  acerca  de  este 
particular  del  magnetismo.  ^ 

ü.  A.  O 


LA  VlCRDÁD    CATÓLICA. 


116 


DE  oncio. 

SEGBETARIA  DEL  OBISPADO  DE  LA  HABANA. 

MüMmi  f •taDUrla  a>l«rta  p«r  el  Excne.  é  lllae.  8r.  OMfpe  A  Uwr  4m 
WMfltre  Santliliiie  Padre  Pía  Mana, 


Relacmde  las  persowu  y  cantidades  que  cada  una  ha  entregado 
jpara  el  expresado  objeto  en  esta  Secretaría  de  Cámara  y 
Mnemo. 


Iglesia  parroquial  de  ingreso  de  Casa  Blanca. 


Fs.    Gts. 

Sama  anterior 52.J82    34 

Pbro.  D.  Francuco  de  la 
Tallioa  y  Aditn,  Cara 
iateríno 17    „ 

I>.  Fraocisco  Ortega  de 
M^nsaao,  Comisaiiu  ce- 
lador.   4    !¿5 


Pi.     Ci. 


).  Antonio  de  Pazos.. 

4 

25 

Ricardo  Berré. ... 

4 

25 

,  Pablo  BtíltrHn,  Mayor- 

domo de  fabrica 

... 

2 

10 

:>o&a   Isabel    Valdés 

de 

Fernandez 

... 

2 

10 

Parroquia  de  ingreso  de  Nuestra  Señora  de  la  Esperanza. 


Ps.     Ct8.1 

Pbro.  D.  José  D.  Llera, 

Cura  párroco 25    50 

D.  Fidef  Saenz  de  Rodri- 
gaSez,  Teniente  cura  in- 
terino          17    „ 

,,  Ignacio  de  Armente- 
ros,  Capitán  juez  local.  8    50 
„  Juan  Bautista  Fernan- 
dez   4    25 

„  Diego  Machiido 4    25 

„  Fennin  Llera 4    25 

.,  f^menoFernaiidei..         ^    ^i 


Ps.    Ctu. 


D.  José  Clemente  Aclay.  2    12é 

Doña  MaHa  M.arrero....  2    12^ 

„  Cayetfl na  Pérez 2    12) 

D.  Bernabé  Maria  Valdés.  I     „ 

„  José  Basarrate 1     „ 

„  Rafael  Pere^  de  Cor- 
cho   1    »» 

,,  Bautista  Pérez  de  Cor- 
cho   1     »» 

„  Martin  Pérez  de  Cor- 
cho   50 


116 


LA  VERDAD  CATÓLICA. 


Parroquia  de  ingreso  de  QuiAra  Hacha. 


Pt.      Ct8. 


PWro.  D.  Jote  Donderis, 

ear»  ÍDteríDO 4  25 

D.  Félix  Jo«á  de  Ar<»ceQá.  4  25 

„  Manuel  Pérez  Prado.  4  25 

.,  Isidro  Laborde 4  25 

„  Cándido  Rubio 4  26 

.,  J.  J.  deLaea 4  25 

^  Pablo  AWarez  Rubido.  2  12^ 

M  Nicolás  Requeizo 2  12¡ 

„  Manuel  Pereira 2  12¡ 

„  Santiago  Pisano 2  12| 

.,  José  KOsado 2  12} 

,,  Demetrio  Torres 2  12} 

„ManuelOrta 2  12^ 


Ps.    C^ 


D.  Manuel  Abanida 

2 

Itf 

„  Simón  Cano* 

2 

1Í0 

„  José  Jayme 

2 

12- 

„  Francisco  González.. 

2 

12^ 

,,  José  Manchal 

2 

13# 

,,  Zacarías  Marrero 

2 

'¿t 

„  Diego  Sesante 

„  José  María  AWarez... 

2 

2 

„  Tomás  Cabrera. 

2 

^, 

»  F.  M....: 

1 

,, 

„  Pedro  Cabrera 

1 

,^ 

..  Juan  Oarcía.     ...... 

1 
1 

M  Antonio  Puig 

" 

„  Críspin  Arambar 

50 

Parroquia  de  ingreso  de  S.  Agustin  de  Ceiba  Mocha. 


Ps.   Cts. 


Pbro.  D.Andrés  Martínez, 

Cura  interino 17 

D- Nicolás  Bello 4 

,,  José  María  Oardonnel.  4 

„  Cristóbal  Arañas 4 

Buüa  Francisca  Ojeda. . ..  4 
D.  Ramón  Iriarte,  Capitán 

juez  local 2 

„  Manuel  Moran 2 

„  Braulio  García 2 

„  Ramón  Ruir 2 

„  Podro  Ojeda 1 

,.  JoséM.  Villulonga...  1 

'.  Juan  Blanco I 

„  Pedro  Antouio  Gomoz.  1 

„  Juan  Monzón 1 

„  Nicolás  Carabttllo 1 

!,  José  Hernández 1 

..  Francisco  Hernández.  I 

!.  José  Pino  Castellanos.  1 

,.' Booiíacio  Diaz ^ 


25 
25 
25 
25 

124 
124 


Pt.  gto. 


.  Pedro  Gonxalez 

,  Teófilo  Grillo 

,  Francisco  ()iiirói.... 

,  Martin  Costa 

,  Pedro  Gonzalet 

,  Juan  Rodríguez 

,  Francisco  Pérez 

,  Rafael  González  de  la 

Peña 

,  Blas  Díaz* 

„  Juan  Estupiñan 

„  José  López 

„  Felipe  Márquez 

„  José  González  Calde- 

rin 

f,  Bernardo  R.  Diaz 

„  Braulio  Camellón 

„  Felipe  Gómez 

Moreno  Dionisio  Domin- 
Kuez 


50 
50 
50 
50 
50 

50 
SO 
50 
60 
50 

50 
50 
50 
50 

50 


Parroquia  de  ingreso  de  S.  Antonio  de  Cabezas. 


Cmv«eiii^  por  él.  8U  mu- 
p£l  IK  h¡ié  Antonio  Ri- 


Ps.    Cts. 

22  „ 

17    „ 

17    .. 
17    „ 


Ps.    Cta. 


D.  Luis  Antonio  Valora  7 

fai^ia 17 

Doña  Antonia  Hernández 

deBello 17 

D.  Sebastian  Perera 8 

„  Francisco  Peí  era 8 

Dofia  Rosalía  Rodríguez.  3    50 


50 
50 


LA  VERDAD  CATÓUCA, 
Ps.    Cte. 


D.FnneíieoB.  Rien...  8  50 

„Joié  Antonio  Bello...  4  25 
„  FnDciaco  de  Zangro- 

oix 4  25 

nJoaoBaatífta  Mágica.  4  25 

„  Fnnciseo  Rodríguez.  4  25 

„  Bomao  Faeeoda 4  25 

„Fnuiciaoo  Tejada 4  25 

El  miiiDo,  como  capitaD  de 

Partido 4  25 

Id.id.id 4  25 

Id.id.id.. 4  25 

..  Joié  B.  Br&bo 4  „ 

Doñt  Dolorea  de  Arce.. . .  2  12^ 
M  María  del  Carmen  L. 

deBello 2  12é 

D.Doinini(oPaatrana....  2  124 

„  JotóYulhumerdi 2  124 

„  Antonio  Montesino. . .  2  124 

«Andréi  Pérez 2  124 

iJoiéPerex  Apórtala.  2  124 

^LonuoPlacenoia....  2  124 


117 
Pf.    Cti. 


„  Antonio  María  Bello.. 

2 

124 

„  Antonio  Sánchez 

2 

124 

,,  Manuel  del  Pino 

2 

124 

„  JOsó  Salas 

2 

124 

„  Federico  Yalhuinerdi. 

2 

„  Lorenzo  J.  Fernandez 

2 

„  Fructuoso  de  Cueto.. 

m 

tt  Antonio  Hernández.. 

134 

„  Antonio  María  Rodrí- 

guez Valora 

jj 

j,  Fulgencio  Méndez  ... 

»» 

El  mÍMuio 

D.  León  Bello  de  León... 

»» 

Doña   Domitila  Bello  de 

León -'-. 

,^ 

D.  José  Rodríguez 

„  Juan  Burraíde 

„  Felipe  íloheverría.... 

1» 

„  Juan  González 

fi 

„  Laureano  Fundura... 

50 

,,  Ignacio  Gaidurralde.. 

50 

Parroquia  de  ingreso  del  Mariel, 


Pt.    Cts. 


D.  José  Fernandez  Porre- 

00.  Cura  Párroco K 

>t 

..  Himon  Valdés J 

1? 

M  José  Pérez 1 

Doña  Juana  Delgado 

'     »> 

„  Lugarda  Soto 1 

*■    »» 

D.  Gabriel  Pérez 

*■    »i 

„  JoséSanti 

„  Juan  de  la  Cruz  Sava- 
ja§ 

„  Canuto  Pérez ] 

*     »» 

„  Felipe  Pérez 1 

M 

„  José  Delgado 

»f 

„  Gamo  Giral 1 

^           tf 

„  Antonio  Giral 

i          ,, 

:)oga  María  de  Jesús  Giral 

50 

„  Águeda  Giral 

„  Manuela  Giral 

50 

50 

.,  Teresa  Alonso 

50 

„  Rosario  Alonso 

50 

.,  Luisa  Alonso 

50 

„  Dolores  Alonso 

50 

Ps.    cts. 


Doña  Lorenza  Alonso 50 

n  Águeda  María  Alonso.  50 

„  Teresa  Giral 50 

„  María  de  Jesús  Giral.  50 

,.  Matilde  Castillo 50 

D.  Francisco  Berra 50 

„  Manuel  Pérez 50 

,,  José   Peñttrednnda. . .  50 

Doña    Carolina  Peñare- 

donda 50 

D.  Valentín  Pérez 50 

Doña  Justa  Pérez 50 

D.  Manuel  Arocha 50 

,,  Francisco  Arocha SO 

.,  Julián   Blanco 50 

Doña  Resano  Blanco 50 

„  Josefa    Severina  Pe- 

reyra 50 

„  Isabel  Pereyra 50 

„  Merced  Pereyra 50 

„  Luisa  Llaneras 50 

D.  Gregorio  Pereyra 50 

Suma 52.685    714 


Habana  2  de  Junio  de  1861. — P^drú  Sanefux^  secretario. 


(Continuará.) 


SECCIÓN  LITERARIA. 


A  Li  MADRE 

BL  AMOR  Bsamoso. 


Deja  que  el  bardo  gozoso 
Te  rinda  sus  dulces  caotoa, 
Madre  del  Amor  Hermoso, 
Reina  de  todos  los  Santos. 

Oh  Virgen!  mis  ansias  mira; 
Dame  rica  inspiración, 
Para  que  exprese  la  lira 
Lo  que  siente  el  corazón! 

Eres  pura  cual  ninguna, . 
La  mas  bella  entre  las  bellas, 
Tá,  calzada  déla  luna 

Y  coronada  de  estrellas. 

Envuelta  en  candida  nube 
Te  elevas,  Virgen  Marfa, 
Mas  hermosa  que  el  querube 

Y  la  luz  del  Mediodía. 

Eres  la  flor  mas  preciosa 
ti^ue  la  mente  concibió, 
TA»  la  rosa  deliciosa 
IM  oampo  de  Jericó. 


ték  VERDAD  CATÓMOA.  H* 

Del  valle  blanca  azucena» 
Mfstíco  nardo  de  Sion, 
Ambarina  nazarena, 
Fresco  lirio  de  Sarón. 

iQuión  no  adora,  Virgen  santa, 
Tu  virtud  y  tu  grandeza, 
Si  en  dulces  himnos  las  canta 
La  vasta  naturaleza? 

Las  aves  en  su  armonía 
Las  repiten  sin  cesar. 
El  bosque,  la  selva  umbría 
T  los  céfiros  del  m^r. 

La  brisa  de  la  pradera 

Y  el  arroyo  que  murmura 
Te  proclaman  por  do  quiera 
Siempre  bella,  siempre  pura. 

Tá  fuiste  la  prometida 
A  toda  la  humanidad. 
Madre  de  Dios  elegida 
Desde  toda  eternidad. 

En  tu  seno  sin  mancilla 
De  Dios  el  Verbo  encarnó, 

Y  por  rara  maravilla 
Tu  carne  y  sangre  tomó. 

Tá  fuiste  constituida 
Del  mundo  consuelo  y  luz. 
Madre  del  hombre  elegida 
Al  mismo  pié  de  la  Cruz. 

Tú  á  los  hombres  concebisie 
En  el  seno  ()e  tu  amor, 

Y  á  luz  mas  tarde  los  diste 
En  medio  de  tu  dolor. 

Tú  la  victoria  cantaste 
Sobre  el  principe  infernal, 

Y  con  Jesús  nos  libraste 
De  la  culpa  original. 


M9  LA  TEHDAD  CATÓLICA. 

Tú  brillaste  como  aurora 
Tras  la  humana  tempestad, 
Ilustre  coredentora 
De  la  esclava  humanidad. 

Nos  encendiste  en  la  llama 
Del  amor  mas  generoso; 
Por  eso  el  mundo  te  aclama 
Madre  del  Amor  Hermoso. 

Tú  el  temor  nos  inspiraste 
A  las  leyes  del  Señor, 

Y  al  mundo  te  presentaste 
Como  Madre  del  temor. 

Tú  nos  enseñas  constante 
De  Dios  el  santo  portento. 
Pues  eres  la  Madre  amante 
Del  santo  conocimiento. 

Quien  de  tf  ventura  espera 
De  tt  la  ventura  alcanza; 
Te  nombra  la  tierra  entera 
La  Madre  de  la  esperanza. 

Hallada  fuiste  mas  pura 
Que  los  querubes  y  arcángeles. 
,■       T  proclamada  en  la  altura 
Como  Reina  de  los  Angeles. 

El  cíelo  en  tf  galardona 
Virtud  y  méritos  tantos, 

Y  te  llama  y  te  corona 
Reina  de  todos  los  Santos. 

Dios  los  bienes  que  atesora 

Y  en  ambos  mundos  encierra 
Te  da  al  hacerte  Señora 

De  los  cielos  y  la  tierra. 

¡Bendita  tú,  Vfrgen  santa' 
Salve,  reina  de  hermosura, 
El  mundo  entero  te  canta 
Siempre  bella,  siempre  para. 


LA  VBBDÁD  CATÓUCA  121 

Te  dan  so  luz  las  estrellas. 
Sos  perlas  te  da  el  rodo, 
Los  campos  sus  flores  bellas, 
Sus  claras  ondas  el  rio. 

Te  rinde  el  hombre,  Señora, 
Ofrendas  y  adoración, 
Pues  eres  su  protector^ 
En  toda  tribulación. 

El  en  Mayo  ha  recorrido 
El  campo  de  sus  amores, 

Y  eo  él  para  tf  ha  tejido 
Una  coronada  flores. 

Recibe  la  pura  ofrenda 
Que  te  viene  á  tributar, 

Y  deja  de  amor  en  prenda 
En  las  gradas  de  tu  altar. 

Recíbela,  Madre  mía. 
Madre  de  amor  y  bondad!  . 
Sobre  los  hombres  envía 
Virtud  y  felicidad. 

¡Del  negro  abismo  profundo 
Los  salve  tu  devoción! 
¡Condúcelos  en  el  mundo 

Y  dales  tu  bendición! 

Ellos  tu  nombre  precioso 
Honrarán  en  dulces  cantos, 
Madre  del  Amor  Hermoso, 
Reina  de  todos  los  Santos! 

Antonio  Enrique  de  Zafra. 


VIL — 16 


122  LA  VERDAD   CÁTÓUCA. 


CANTO 

A  1.A  PURttlMA  COMCBFCIOli. 

A  lÉl  aiÉhM  AitfMto  BurtaM  «•  lato. 


Tras  la  compacta  niebla  de  la  iosondable  nada 
Un  horizonte  claro  se  extiende  siempre  azul, 
T  á  la  razón  inquieta  magnifica  salada 
La  estrella  de  los  santos  con  refulgente  luz. 

Asi  tras  de  mis  yerros,  asi  tras  de  mis  duelos. 
Cuando  olvidé  mi  origen  y  basta  de  Dios  dudé, 
Se  apareció  radiante,  cual  j:isa  de  los  cielos, 
¡Oh  Virgen  pura  y  limpia!  la  luna  de  tus  pies. 


Hollando  el  astro  corvo  te  vi  también,  Marin, 
Venciendo  y  humillando  la  sierpe  del  error. 
Saliendo  de  tu  seno  la  hermosa  luz  del  dia, 
Ornando  tu  cabeza  brillante  resplandor; 

Detras  del  regio  manto,  de  azul,  de  plata  y  oro, 
En  arpas  de  esmeralda  con  cuerdas  de  rubi. 
Cantaba  tu9  milagros  de  arcángeles  un  coro, 
Y  el  sol  vertió  &  torrentes  sus  rayos  sobre  tí. 


Al  ver  tu  dulce  imagen  y  tus  divinos  ojos. 
Me  prosterné  en  la  tierra,  canté  tu  Concepción, 
Juzgando  que  era  poco  postrándome  de  hinojos 
Rendirte  el  alma  toda  y  todo  el  corazón. 

Porque  eres  tú  sublime,  espléndida  Señora, 
Mas  digna  de  otros  cultos,  mas  digna  de  otra  prez. 
Que  es  todo  amor  tu  acpnto,  tus  ojos  una  aurora, 
Tus  lágrimas  estrellas,  tus  labios  suave  miel. 


LA  VSBDAD  GATÓUOA.  1  M 

A  veces  en  las  flores  sentir  tu  aliento  creo. 
Tu  voz  en  los  suspiros  del  céfiro  del  noar, 
Relámpago  brillante  que  es  tu  mirar  ideo. 
Las  cumbres  de  los  Alpes  las  gradas  de  tu  altar. 

Do  quiera  te  contemplo!  dormida  en  el  Ocaso, 
Llevada  en  carro  de  oro  que  huella  al  mismo  sol; 
Mas  luego  en  el  Oriente  pasar  te  miro  al  paso 
T  darle  i  los  dos  mundos  tu  excelsa  bendición. 


Tu  nombre  lo  pronuncian  los  pájaros  cantores, 
Las  brisas,  y  los  mares  con  olas  de  cristal. 
Los  mansos  arroyuelos,  las  entreabiertas  flores, 
Y  el  trueno  que  estremece  la  cruz  del  Quirinal; 

Tu  nombre  los  torrentes  del  Niágara  lo  cantan, 
Lo  ensalza  el  Amazonas  con  mágico  rumor; 
Tu  nombre  inmaculado,  feliz,  á  Dios  levantan 
Los  libres  y  oprimidos  que  esperan  en  tu- amor. 


Tú  luces  en  el  cielo  como  la  blanca  estrella 
Que  á  los  tres  reyes  magos  condujo  basta  Belén; 
Señora  la  mas  grande,  Señora  la  mas  bella,. 
Que  siempre  el  mundo  sea  la  alfombra  de  tus  pies! 

No  dejes  sin  amparo,  Pastora,  tu  rebaño. 
Porque  lo  acecha  el  lobo  terrible  del  error; 
No  dejes  sumergidas  en  hondo  duelo  y  dañ¿  . 
Las  tristes  ovejuelas  que  balan  por  tu  amor. 


Tú  brillas  en  el  bello  Cantar  de  los  Cantares, 
Tu  nombre  ló  modulan  los  Salmos  de  David; 
Inspiras  en  Betulia  con  hechos  singulares, 
Al  pueblo  encadenado  que  es  libre  por  Judith; 

¿as  ínclitas  mujeres  que  ensalza  la  Escritura 
A  tf  te  representan  como  figura  fiel, 
Y  Virgen  siempre  limpia,  inmaculada  y  pura, 
Concibes  al  Mesías,  al  Santo  de  Israel. 


ifii  LÁ  VBftDAD  CATÓLICA. 

Y  mempre  eres  la  misma  majer  sublime  y  faerta. 
El  vaso  de  pureza,  la  torre  de  David» 
La  Virgen  pura  y  limpia  que  da  al  error  la  muerte. 
Mas  bella  que  Rebeca,  mas  grande  que  Judith; 

£1  árbol  sacrosanto  de  cuyas  verdes  ramas 
La  savia  suave  mana  de  amor  y  de  virtud, 
El  sol  de  la  esperanza  que  brota  entre  sus  llamas 
Para  las  almas  tristes,  verdad,  consuelo  y  luz. 


Seguir  tu  huella  augusta  nombrándote  yo  quiero, 

Y  amarte  concibiendo  sublime  al  Redentor, 

De  hoy  mas  que  te  proclama  del  mundo  santo  entero 
La  Iglesia  de  S.  Pedro  sumida  en  el  dolor; 

Jamas  desmamparado  me  dejes,  y  á  mi  llanto 
Solícita  respondfe  con  ecos  de  tu  amor; 
Tocar  dqa  á  mis  manos  las  orlas  de  tu  manto, 

Y  al  modo  que  á  la  adúltera,  le  baste  al  pecador. 


Tu  gracia  se  derrama  cual  lluvia  de  rocío 
Sobre  el  erial  collado  y  el  plácido  jardin, 
Como  un  raudal  inmenso  que  forma  estenso  rio, 
Como  la  luz  del  astro  que  brilla  en  el  Zenit. 

Atenta  al  ruego  siempre  del  hombre,  ¡oh  gran  María! 
Acógelo  y  ampáralo  con  dulce  bendición, 
Que  entre  esa  bella  y  suave,  sonora  salmodia. 
No  falta  quien  te  cante  con  sano  corazón. 


No  falta  quien  anhela  mirarte  peregrina. 
Tan  grande  y  majestuosa,  tan  pura  y  celestial. 
Cruzar  por  este  mundo  como  la  cumbre  alpina 
El  águila  atraviesa  con  pompa  y  majestad: 

Y  oir  tu  voz  sonora  que  amor  de  Dios  derrama, 
Cual  silba  en  las  tormentas  el  Noto  bramador. 
Cual  rugen  los  raudales  del  alto  Tequendama, 
Y  ^n  nubes  de  oro  saltan  con  hórrido  fragor. 


LA  tsrdád  catóuca.  1S6 

Qoiéo  taefia  con  tu  imagen,  magnifica  la  mira 
Envuelta  en  humo  suave  de  mirra  y  aloe, 
Tocando  los  bordones  de  blanda  y  dulce  lira, 
Con  las  floridas  varas  de  Aaron  y  de  Jesé. 

A  veces  delirantes  te  pintan  los  poetas 
Con  ojos  de  turauesa,  con  labios  dé  rubf. 
De  lux  y  aroma  llenos  cual  vieron  los  profetas 
Las  viñas  y  las  flores  sagradas  de  Engadf , 


Por  tf  es  inmenso  espejo  magnffico  de  plata 
El  ancho  mar  Pacífico  de  bancos  de  coral. 
Por  tí  en  el  aire  el  ave  que  baja  y  se  dilata 
Parece  ramillete  de  oro  y  de  cristal: 

Y  en  noche  silenciosa  de  luna  amarillenta 
Los  cedros  en  el  Líbano  derraman  dulce  son, 
Y  en  músicos  acentos  responde  á  su  voz  lenta 
La  onda  consagrada  del  bíblico  Cedrón, 


María!  yo  te  miro  doquier  de  Ibz  ornada. 
De  pié  sobre  la  estrella  magnífica  polar, 
Las  sienes  con  mil  iris  brillantes  coronada; 
Los  límites  del  mundo  tocando  sin  cesar. 

Te  ("scucho  cuando  el  aura  murmura  en  la  pradera, 
Si  corren  los  arroyos  con  mágico  rumor; 
De  noche  en  los  zuzurros  de  la  gentil  palmera, 
De  dia  cuando  el  ave  modula  su  canción. 


Al  ir  á  darte  cantos  en  trono  refulgente, 
Volastes  á  los  cielos  en  nubes  de  zafir. 
De  entonces  he  sentido  brillar  sobre  mi  frente 
La  luz  de  la  esperanza,  la  luz  del  porvenir: 

Pensé  también  brindarte,  magnífica  Señora, 
Un  himno  que  tu  nombre  llegara  á  recordar, 
Mas  ¡ay!  tú  no  permites  que  el  alma  que  te  adora 
Un  himúo  digno  pueda  por  tf  valiente  alzar. 


186  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

Oh!  dame  tos  efluvios  vitalee  deliciosos 
Que  viertes  de  tus  labios  coo  mistico  candor» 
Y  entóuces  los  bordones  del  arpa  melodiosa 
Sublimes  con  tu  nombre  preludiarán  amor: 

Da  luz  y  creaciones  espléndidas  y  bellas 
Al  raudo  pensamiento  que  busca  la  luz  fiel; 
Condúcelo  á  otro  mundo  de  espíritus  y  estrellas. 
Lo  mismo  que  ¿  Tobfas  condujo  Rafael. 


Yo  soy  un  alción  viudo,  doliente  y  solitario, 
Que  vive  entre  las  peñas  sin  árbol,  luz  ni  flor: 
Yo  soy,  en  un  desierto,  madero  funerario 
Que  á  todo  caminante  recuerda  algún  dolor. 

Suspéndeme  á  otro  mundo  de  gloria  y  de  ventura; 
D6  siempre  el  himno  suene  del  bíblico  laúd, 
Y  no  rodar  me  dejes  por  esta  tierra  impura, 
Cual  rueda  por  los  Alpes  inmenso,  horrible  alud. 


¡Misericordia!  gracia!  purísima  Señora, 
Seráflca  María,  sagrada  Concepción, 
Oh!  tú,  entre  cielo  y  tierra  piadosa  mediadora. 
Tú,  luz  de  los  profetas,  imagen  del  perdón: 

Miradme,  incauta  oveja  que  del  redil  huida. 
Déjeme  mis  vellones  prendidos  del  zarzal, 
Y  en  vano  ansioso  busco  la  senda  apetecida 
Que  vuelva  &  conducirme,  florida,  hasta  mi  hogar. 


Y  dulce,  permitidme  vertiendo  amargo  llanto, 
Que  os  nombre  y  os  suplique,  Señora,  en  mi  dolor, 
Y  que  08  consagre  el  pobre,  sencillo,  humilde  canto 
Del  arpa  del  poeta  que  os  da  su  tierno  amor: 

Salvad  mi  rudo  verso  del  polvo  del  olvido; 
Dejad  que  viva  el  tiempo  que  debo  yo  vivir; 
No  el  sueño  de  la  gloria  me  lleva  apetecido, 
Sino  que  el  aombre  vuestih)  se  vuelva  á  repetir. 


LA  VBBDAD  CATÓLICA.  187 

Confiando  en  vuestras  sracias  me  vuelvo  á  mi  retiro' 
T  el  arpa  allf  me  dejo  colgada  donde  fué: 
No  mas  profanos  cantos  á  comenzar  aspiro. 
Perdón  á  mis  errores,  precávame  la  fe: 

Si  juzgas  que  ofenderte  podré,  Vfrgen  ^aría. 
Evítale  esa  pena  terrible  á  un  pecador; 
Cobija  con  tu  manto,  Señora,  el  alma  mia, 
Recógela  en  tus  manos,  y  elévala  hasta  Dios! 

Femando  Pié  y  Faura. 


BBYI8TARELIOI08A. 


Próxima  beatificación  del  p.  pedro  cakisio. — Según 
escribe  de  Roma  persona  autorizada,  se  halla  muy  adelanta- 
da la  causa  de  beatificación  del  P.  Pedro  Canisio,  de  la  Com- 
pañía de  Jesús,  apellidado  Martillo  de  lo9  hergeif  natural  de 
Alemania  y  fundador  del  célebre  y  antiquísimo  Colegio  de 
Friburgo. 


El  illmo.  sr.  obispo  de  michoacan  en  roma. — Por  una 
carta  particular  vemos  que  habia  llegado  á  la  capital  del  or- 
be cristiano  el  Illmo.  Sr.  D.  Clemente  de  Jesús  Mungufa, 
dignísimo  Obispo  de  Michoacan,  que  como  recordarán  nues- 
tros lectores,  vmo  á  la  Habana  en  unión  del  venerable  Sr.  Ar- 
zobispo de  Méjico,  y  cuya  salida  para  Europa^  anunciamos 
oportunamente. 


Ovación  hecha  al  papa  fio  ix  el  día  12  de  abril  pró- 
ximo PASADO  — Quizá  no  ignoren  nuestros  lectores  que  el  dia 
19  de  Abril  de  cada  año  repres(>nta  un  doble  aniversario  pa- 
ra la  ciudad  eterna.  En  este  dia  fué  cqaqdo  el  ilustre  Pió  IX 


128  LA   VERDAD  CATÓLICA. 

hizo  811  entrada  triunfal  en  la  capital  de  sus  Estados,  en  1849 
y  en  él  fué  igualmente  cuando  tuvo  lugar  el  lanientable  hx^^ 
cidente  del  convento  de  Santa  Inés,  en  1855;  accidente  ene^ 
cual  la  vida  del  Sumo  Pontífice  fué  protegida  de  una  romneri»' 

1>rovidencial.  Como  era  natural,  la  expreflion  <lel  afecto  d^ 
08  romanos  hacia  el  Sumo  Pontífice,  en  dicho  dia,  ha  sids^ 
este  Mño  mas  brillante  que  nunca.  Después  de  haber  recibido^^ 
Pío  IX  por  la  mañana  los  homenajes  de  todas  las  personas  ^ 
notables  de  la  ciudad,. la  guardia  palatina  pasó  una  gran  re-   " 
'vista-en  la  plaza  del   Vaticano,  y  durante  toda  la  tarde  las 
músicas  militares  estuvieron  tocando  en  varios  puntos.  A  las 
cinco  el  Padre  Santo  pasó  á  la  iglesia  de  Santa  Inés   extra- 
muros, en  la  que  se  cantó  el  Te  Dtum  y  se  dio  la  bendición 
del  Smo*  Sacramento-  Llegada  la  noche,  toda   la  ciudad  se 
iluminó  de  una  manera  verdaderamente   mágica.  Todos  los 
monumentos  públicos  se  distinguian  por  el  brillo' de  su  ilu- 
minación, y  la  mayor  parte  tenia  en  medio  de  sus  lujosos 
adornos  inscripciones  latinas  ó  italianas  en  honor  del  gran 
Pontífice  Rey. 


El  nuevo  patriarca  boloaro. — En  nuestra  última  en- 
trega anunciamos  en'  breves  palabras  la  llegada  á  Roma  de  la 
diputación  búlgara  encarsada  de  pre(>entar  al  Padre  Santo  el 
homenaje  y  la  adhesión  de  todo  un  pueblo  oriental,  recién 
convenido  á  la  fe  católica.  El  mismo  dia  en  que  salla  á  lux 
el  referido  número  de  esta  publicación  pudieron  ver  nuestros 
lectores  en  un  periódico  «diario  de  esta  capital  el  sentido  dis- 
curso dirigido  á  S.  S*  por  uno  de  los  diputados,  el  archiman- 
drita José,  y  las  tiernas  palabras  con  que  S.  S-  manifestó  al 
orador  con  cuánta  alegría  recibía  la  diputación  de  los  búlga- 
ros y  el  consuelo  que  su  corazón  sentia  con  la  vuelta  de  la 
nación  búlgara  á  la  fe  de^us  mayores.  Fáltanos  añadir  que 
deseoso  el  Padre  Santo  de  complacer  á  los  búlgaros  nombran- 
do su  primer  patriarca  á  uno  de  los  sacerdotes  que  hablan 
tomado  parte  en  el  acto  solemne  de  unión  á  la  Iglesia,  esco- 
gió al  antes  citado  archimandrita  José  ó  Yocif,  para  desem- 
peñar tan  elevado  cargo.  Así  fué  que  al  terminar  su  discurso, 
añadió  S.  S:  ''El  domingo  próximo  consagraré  yo  mismo  á 
ese  buen  anciano,  el  archimandrita,  continuando  asi  la  tradi- 
ción de  mi  predecesor,  el  Papa  S*  Nicolao  I,  que  impuso  las 
manos  á  vuestro  primer  arzobispo."  Después  de  una  pausa, 
prosiguió  el  Padre  Santo:  ''Siento  que  el  cáliz  destinado  al 
nuevo  arzobispo  no  esté  listo  aun.  Como  hemos  querido  quo 


LA  V£K1>AD   CATÓUÜA.  129 

t^^oga  uoa  forma  oriental,  el  artista  no  ha  podido  terminarlo 
ta^ti  pronto  como  hubiéramos  deseado."  En  seguida  se  volvió 
el  Pontífice  hacia  Mr.  ZancoíT,  redactor  del  periódico  La  Bul- 
g^Mfia  y  el  doctor  Mirkovitch,  miembros  seglares  de  la  dipu- 
t^fikcioD,  á  quienes  destina  la  condecoración  de  la  orden  de 
Pi« IX. 'Todos  sa  arrodillaron  entonces  para  recibir  de  nue- 
vo 8u  bendición,  que  S.  8.  les  concedió  paternalmente,  ana- 
cí ieodo  al  levantar  al  archimandrita:  *'Nos  ocuparemos  de  for- 
naar  ud  seminario  para  la  educación  del  clero  búlgaro.'''T 
como  el  archimandrita  se  retirase,  le  dirigió  estas  palabras: 
*^¡  Adiós,  adiós,  patriarca  búlgaro!" 


La  rifa  pontificia  kn  favor  de  los  pobres.— La  rifa 
pontificia,  de  que  antes  de  abora  ik>s  hemos  ocupado,  habia  al- 
^^ozadoáúltimafechael  guarismo  de  cerca  de  700.000  billetes 
y  i^ecibido  un  millar  de  lotes.  La  Sra.  princesa  viuda  Borghe- 
?^  se  hallaba  encargada  de  tan  precioso  deflósito,  que  debe 
^^ber  sido  expuesto  al  público  el  dia  20  de  Abril   próximo 
P^Mado.  Nada  atestigua  mejor  la  tierna  y  piadosa   devoción 
^^  ios  fieles  que  ese  conjunto  de  donativos,  enviados  á  Re- 
cade todos  los  confines  del  orbe.  Al  lado  de   los  mas  ricos 
objetos  artísticos,  de  las  mas  costosas  joyas,   se  ven   figurar 
^l^estas  é  ínfiíniy  ofrendas.  ''He  visto,  dice  un    correspon- 
^,  un  pañolón 'de  tas  Indias  al   lado  de  un  par   de  hebillas 
^zapatos.   T  esto  Mcede  á  cada  paso;  patricias   de  Roma, 
Londres.  París,  Dresde,  América,  etc.  han  enviado   sus  bra- 
zaletes, sus  brillantes,  y  pobres  curas  han  remitido  asimismo 
W  hebillas  de  plata  de  sus  zapatos."  La  nobleza  romana  se 
Itt  mostrado  generosa  y  espléndida,  y  pobres  campesinas  se 
han  despojado  de  sus  zarcillos,  de  hus  collares  de   coral,  de 
«uianillos  y  alfiierones  de  cabeza.  En  una  caja  llena  de  pren- 
días se  leian  estas  palabras  escritas  de  manos   del    Pontífice: 
Offtrte  al  Papa  di  alcune  puvere  contadine  di  una  diócesi  di  Ro^ 
*iajpia.  Todos  ios  lotes  han  pasado  por  las  manos  del  Padre 
Santo,  y  la  mayor  parte   lleva  una   inscripción  puesta  por 
él.  Sobre  un   reloj  viejo   de  plata  se  leia:    Reloj  de  un  po- 
^t  criado  de  un  pobre  OÍnsjw.    En  un  cuadrito  de   la  escuela 
delPerugino  fijó  el  Papa*  un  papel,  en  el  cual  habia  escri- 
^*  Ua  campetino  de  la    Umbría  descolgó  este  cuadro  único 
^h  pared  de  su  cuarto.  Existen  muchos  objetos  pertenecien- 
te al  Padre  Santo.  Entre  ellos  figura  una  hermosa  colección 
<i«  grabados  de  la  Stamperia  Camercde;  al  pié  de  cada  hoja  ha 

vn.— 17 


1 30  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

escrito  Su  Santidad  algunos  renglones;  son  textos  de  la  Es- 
critura, alusivos  al  asunto  que  representa  el  grabado.  Seria 
demasiado  largo  enumerar  los  objetos  enviados  por  el  Car- 
denal Antonelii  y  los  príncipes  católicos,  las  estatuas  de 
má^niol  y  cuadros  de  grandes  maestros.  En  medio  de  esas 
riquezas,  se  ven  objetos  donados  por  los  niños  nijosdel  prín- 
cipe Borghese,  entre  otros  una  caja  de  confites  que  en  días 
mejores  les  habia  regalado  Pió  IX.  Los  niños  devuelven  la 
caja...  vacía.  La  rifa  debe  haberse  verificado  el  9  de  Mayo,  dia 
de  la  Ascención.  El  Papa  no  ha  querido  que  los  que  no  ga- 
nen premios  dejen  de  tener  un  recuerdo  suyo,  y  ha  mandado 
grabar  una  imagen  al  pié  de  la  cual  se  haliaráín  palabras  es- 
critas de  su  propia  mano,  y  reproducidas  po)r  el  sistema  au- 
tográfico.  El  pintor  Overbeck  se  ha  brindado  á  hacer  el  dibu- 
jo, y  su  oferta  ha  sido  aceptada.  El  grabado  debe  represen- 
tar á  Nuestro  Señor  subiendo  al  cieK'iV  dejando  á  áus  discí- 
pulos estas  palabras  divinas:  Pax  vobis;  palabras  que  toman 
en  las  actuales  circunstancias,  y  en  boca  del  Pontífice,  un 
significado  que  el  mundo  sabrá  apreciar. 


Su  SANTIDAD  EiL  PAPA  T  EL  CARDKNAL  WISEMAN. — Habien- 
do publicado  un  periódico  belga,  no  muy  adicto  por  cierto 
al  pontificado,  la  noticia  de  que  S.  S  habi%^municado  áS. 
Erna,  el  cardenal  Wiseman  instrucciones  para  el  mejor  go- 
bierno de  la  Iglesia  mientras  se  nombrara  uq  nuevo  Pontí- 
fice, en  caso  de  que  la  revolución  se  atreviese  á  atentar  con- 
tra la  preciosa  existencia  del  actual  Jefe  de  la  Iglesia,  una 
hoja  católica  de  Londres  hace  notar  cuan  poco  probable  ec 
que  S  S.  haga  saber  á  la  redacción  de  un  papel  revolucio- 
nario secretos  de  tanta  importancia.  Por  lo  demás,  el  perió- 
dico de  Londres  á  que  hemos  aludido  reconoce  que  en  el 
triste  caso  de  ocurrir  una  lamentable  desgracia  en  la  Iglesia 
nadie  seria  mas  capaz  ni  mas  digno  de  tomar  á  su  cargo  la 
custodia  de  los  intereses  del  catolicismo  que  el  sabio  y  vir- 
tuoso Cardenal  Arzobispo  de  Westminster. 


Imponente  solemnidad  religiosa  celebrada  en  la  iole 

MA  DE  las  monjas  TRINITARIAS  DE  MADRID. — En  UU  númerc 

ivnterior  anunciarnos  que  la  Real  Academia  Española  habia 
resuelto  celebrar  honras  fúnebres  por  el  alma  del  inmortal 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  131 

Cervantes.  Dichas  honras  tuvieron  Iugareldia23deAbril  eu 
la  iglesia  de  las  monjas  Trinitarias  de  Madrid,  donde  se  su- 
pone que  existen  las  cenizas  del  autor  del  Quijote.  *'La  con- 
currencia era  escogida,  dice  La  Ref^eneracion^  y  cual  pocas 
Teces  se  ye  en  las  solemnidades  religiosas.  Allí  estábala 
ciencia  oficial  de  nuestra  patria.  En  el  centro.de  la  iglesia  se 
elevaba  el  modesto  túmulo,  sobre  el  cual  se  veian  la  espada 
del  caballerOi  las  cadenas  del  cautivo,  los  libros,  fruto  de  su 
ÍD|^nio,  y  UTia  corona  de  laurel,  símbolo  de  la  gloria  del 
príncipe  de  los  ingenios  i*spauoles.  Presidian  el  duelo  el  di- 
rector de  la  Real  Academia  Española;  el  conde  de  Mirasol,  je- 
fedel  cuartel  de  inválidos;  el  director  de  la  Universidad  cen- 
tral, como  heredera  y  continuadora  de  la  Complutense;  el 
Alcalde  constitucional  y  el  Párroco  de  Santa  María  de  Al- 
calá de  Henares,  por  h;iber  nacido  en  dicha  ciudad  y  recibi- 
do el  bautismo  en  dicha  iglesia  Miguel  de  Cervantes  Saave- 
dra. Ocupaban  dos  sillones  en  el  prebisterio  el  M*  R.  Nun- 
cio de  S.  S.,  y  el  Sr.  Obispo  de  Teruel,  electo  de  Cartagena. 
Celebró  la  misa  de  Réquiem  el  Illmo.  Sr.  D.  Miguel  Sanz, 
Auditor  d^  la  Rota  y  Académico  de  ciencias  morales  y  polí- 
ticas, y  la  oración  fúnebre  la  pronunció  D.  Tristan  de  Medi- 
na. En  mas  de  una  ocasión  hemos  reconocido  las  distingui- 
das prendas  que,  como  orador,  adornan  á  este  joven  sacerdo- 
te. Ayer,  comaltempre  que  le  oiinos,  pedimos  á  Dios  que 
las  cualidades  que  ^e  hacen  sobresalir  en  el  pulpito  sirvan 
psra  alcanzar  *los  frutos  de  la  predicación  divina.  Nuestra 
tociedad,  hoy  tal  vez  mas  que  nunca,   está  necesitada  de  la 

S labra  de  Dios,  que  tiene  el  privilegio  de  destruir  el  peca- 
y  hacer  que  reine  en  su  lugar  la  justicia." 


Conclusión  del  "curso  completo  dk  patrologia"  del 
AB\TE  MiONE. — Según  leemos  en  una  carta  dirigida  por  el 
*bateMigne  al  director  de  la  Bibliogrophie  iJatholique^  é  in- 
wrtaen  el  último  número  de  dicha  revista,  la  gran  colección 
áe  todos  los  Santos  Padres  de  la  Iglesia,  que  publicaba  aquel 
•abio  sacerdote,  ha  acabado  de  im¡>rimirtie.  Comprende  por 
todo  326  volúm*»ne8  en  49  francés,  á  dos  columnas  compac- 
tos. La  parte  latina,  de  Tertuliano  á  Inocencio  III,  que  en- 
cierra los  padres,  doctores  y  escritores  de  los  doce  primeros 
siglos  de  la  Iglesia,  llena  217  tomos.  La  parte  greco-latma, 
qoe  empieza  con  S.  Bernabé  y  acaba  con  Focio,  autor  del 
cisma  de  Oriente,  abraza  109  tomos. 


-KUAl)    iJATflLICA. 

i...wNCi.\L  DK  ciNCiXNATi. — E.  i-ain- 
-..  .:•    ifíduo  stí  inauguró  el  tercr;  :or*ci- 
...A.'.  li  oti.il  aHÍstie.ron  todos  .:'«  Pre- 
..k.     >  -  *i»-nores  de  las  diver¿^a$   vrieneíi 
^o'»  ■•-.  «.' Micilio  y  otros  varios  ec!r«:Ás:i- 
.  ,  iOccsiLiu  fué  magnífica,  tanto  á  iá  :ia  del 
a.  i    4  «.'líL'iiral,  como  ala  vuelta,  of  ciando 
*.   a/.«ioispode  C¡nciiinat¡,y  pronurzoando 
i    :i[ue  |»az  que  nos  dejó  nuestro  S  *L.^r.  el 
. ..  :.iisí.  Despui's  del  sermón  se  cantó  e.  sal- 
ía Letanías,  se  leyeron  los  decretos,   se 
...'...iuüs  que  liabian  de   desempeñar  los  di- 
.  .  i  «.'i.uieilio,  y  éste  quedó  solemnemente 


..    .KZt>BISro  DK  NCKVA  ORLKANS. Se  COU- 

-    \kCf'r  sido  nombrado  para  la  Sede  vacan- 

..  >    i  Hov.  Obispo  de  Gálveston,  Monseñor 

lí   ií'  l.is  últimos  numen)»  del  Propatrn- 

» iiios  reoibido,  se  dice  que  S.  I.  vaclla- 

j  ...iiüiice  cargo  que  le  confía  el  Padre  S.m- 

.  >v..:a  rt»spetíible,  llegada  en  estos  dias  de 

.it.'vo  Arzobispo  se  encontraba  ya  en 

>t  .»».Miia  por   lo  tanto    al  trente   de  la 

*  >  i.lüi" mente  á  nuestros  hermanos   los 

,'ans,   y  les  deseamos  que  tengan   en 

»•  livlo  tan  digno  y  tan  celoso  como  el 

i  *¡io.  Los  antecedentes  del  Illmo.Sr. 

.t  ,ián  será. 


\  \  MISIÓN  DEL  PARAGUAY. — El  R. 

AMiipañía  de  Jesús,  que  última- 

<*  i.itcMnala,   había  salido  para  Ro- 

j>osesion    de   aqtiol    cargo,    ha- 

i  d    17  de  Abril  próximo  pasado, 

i, -XA  el   ü\   del  mismo  mes.  El  25 

..i!  .lo  Burdeos  en  unión  de  otro  re- 

.úoba  del  Tucuman,  donde  pieu- 


La  vxbdad  católica  .  1 33 


CRÓNICA  LOCAL. 


Rectificación. — Al  hablar  en  nuestro  último  número  de  los 
cuadros  nuevamente  colocados  en  la  iglesia  de  Belén,  aludi- 
mos á  uno  de  los  mártires  del  Japón,  siendo  asf  que  el  lienzo 
4  que  oos  contraíamos  era  el  de  los  mártires  dd  BroiiL 


Folúwun  preliminar  de  la  nueva  obra  del  Sr.  D.  Ramón  de  la 
Sagra  sobre  la  lila  de  Ciiba. — Nuestro   apreciable   amigo  el 
Sr.  D.  Bamon  de  la  Sagra  nos  escribe  desde  Madrid  anun- 
ciándonos que  antes  de  su  salida  de  Paris  habia  dirigido  ha- 
da el  Havre,  para  de  allí  ser  conducido  á  la  Habana,  el  tomo 
preliminar  de  su  grande  obra  sobre   la  Isla  de  Cuba,  cuyo 
prospecto  repartimos  oportunamente   á  nuestros  lectores. 
El  tomo  en  cuestión  contiene  la  relación  del  viaje  que  efec- 
tuó últimamente  el  Sf.  de  la  Sagra  á  esta  Antilla,   y  como 
quiera  que  sus  observaciones  no  se  ciñen  á  la  parte  material 
de  los  adelantos  efectuados  por  esta  provincia  de  la  Monar- 
quía Elspañola  en  los  últimos  años,  sino  que  también  abraza 
Ik  parte  moral  y  religiosa,  creemos  deber  recomendar  eficaz- 
mente la  obra  anunciada  á  nuestros  lectores,  seguros  de  que 
en  ella  encontrarán  datos  que  en  vano  buscarían  en  otras  pu- 
blicaciones. Tan  pronto  como  sepamos  la  llegada  del  referi- 
do tomo,  la  anunciaremos  en  este  lugar. 


Com>er$ion  y  bautismo  deun  hebreo. — £1  dia  18  del  pasado  re- 
cibió las  aguas  del  bautismo  en  la  iglesia  del  Sto.  Cristo, 
el  Sr.  D,  Adolfo  Benestri,  natural  de  Polonia  y  miem- 
bro que  ha  sido  de  la  religión  judaica.  Al  ingresar  en  el  seno 
de  la  Iglesia  cambió  su  nombre  de  Adolfo  por  el  de  Venan- 
cio, habiendo  sido  catequizado  y  bautizado  por  el  R.  P.  Le- 
sa, de  la  Ck>mpañía  de  Jesús. 


134  tA  VfiftDAD  CATÓLICA. 

Noticias  religiosas  efe  Puerto  Principe. — Según  leemos  en 
nuestro  apreciable  colega  el  Diario  de  Puerto  Príncipe^  se 
practican  en  este  momento  mejora9  de  consideración  en  la 
iglesia  de  Ntra.  Señora  del  Carmen  de  aquella. ciudad,  como 
son  colocarle  dos  puertas  mas  ;;1  lado  de  la  principal,  única 
que  anteriormente  tenia,  pintar  de  nuevo  sus  altares  y  blan- 
quearla. *'Mucho  nos  alegramos  de  estas  mejoras,  añade  el 
expresado  colega,  que  harán  mas  cómodo  para  los  fieles  y 
mas  digno  del  culto  católico  dicho  templo,  por  cuya  conser- 
vación y  adorno  debemos  velar,  no  solo  como  una  obra  de 
piedad  por  parte  del  religioso  vecindario,  iiino  también  co- 
mo padrón,  el  edificio,  que  recordará  por  muchos  siglos,  lo 
mismo  que  el  Hospital  de  S.  Lázaro,  la  noble  caridad  y  la 
celosa  fe  cristiana  del  venernble  Padre  Espí.'' — El  mismo 
periódico  anuncia  que  el  Domingo  19  de  Mayo  tuvo  lugar 
en  la  iglesia  de  la  Soledad  un<i  solemne  misa  en  que  celebró 
por  primera  vez  de  pontifical,  en  la  presente  visita,  el  Excmo. 
é  Illmo.  Sr.  Arzobispo  de  Cuba.  El  venerable  Prelado  diri- 
gió la  palabra  á  los  fieles  después  de  concluida  la  misa,  á  la 
cual  asistió  una  concurrencia  bastante  numerosa. 


Fiesta  de  Santa  Rita  de  Casia. — En  ki  iglesia  de  RR.  PP. 
Escolapios  de  Guanabacoa  tuvo  lugar  el  dia  21  del  mes  ante- 
rior una  solemne  fiesta  en  honor  deaq^uellasanta  á  expensas 
de  una  devota.  El  Pbro.  Br.  D.  Luis  Marrero  presentó  en 
un  bien  ordenado  discurso  las  virtudes  de  la  santa  como  mo- 
delo de  la  mujer  en  todos  ios  estados,  y  terminó  con  una 
oportuna  y  fervorosa  exhortación.  Esta  función  religiosa  con- 
cluyó después  de  las  once. 


Conclusión  de  las  flores  de  Mayo. — Con  la  suntuosa  fiesta 
del  Amor  Hermo'^o,  la  procesión  y  acción  de  gracias,  conclu- 
yen hoy  los  ejercicios  de  las  Flores  de  Mayo  en  la  iglesia  de 
S.Felipe.  Una  escogida  y  numerosa  concurrencia  ha  ocu- 
pado e¡  expresado  templo  todas  las  tardes,  ansiosa  de  cele- 
.  brar  las  glorias  de  la  excelsa  Virgen.  Los  Sres.  Pbros.  Dr. 
D.  Mariano  Palacio  Lizaranzu,  D  Tomás  de  Sala  y  Figue- 
rola,  D,  Pedro  Arburu,  D.  Juan  Bautista  Rivas,  y  otros  Sres. 
oradores  han  elogiado  dignamente  las  grandezas  y  misterios 
de  María,  y  desenvuelto  el  punto  de  meditación  de  cada  dia 


LAEVSDAD  CATÓLICA.  135 

del  mes,  y  no  dudamos  que  hayan  recogido  abundante  fruto 
espiritual.  Pedimos  á  Dios  que  esta  devoción  de  María  se 
aumente  cada  vez  mas  para  que  se  mantenga  viva  en  los  hi- 
jos la  llama  del  amor  de  la  Madre  sin  mancilla. — Las  flores  de 
Mayo  han  concluido  también  en  la  iglesia  de  la  T.  O.  de  S. 
Francisco  donde  se  han  celebrado  con  solemnidad,  estando 
encomendados  los  sermones  á  los  RR.  PP.  de  la  Congrega- 
ción de  dicbü  iglesia.  Estos  cultos  se  han  promovido  en  San 
Francisco  por  el  celo  del  R.  P.  Fr.  Mariano  Borlado,  y  por 
sas  laudables  esfuerzos  logró  llevarlos  á  cabo. 


Misa  nveva, — El  domingo  26  del  pasado  celebró  su  prime- 
ra misa  en  la  iglesia  de  Santa  Clara  el  joven  Pbro.  Br.  D. 
Miguel  Patricio  de  Luna,  que  recibió  hace  días  las  sagradas 
órdeoesde  manos  del  Illmo.Sr.  Arzobispo  de  Méjico,  residen- 
te en  Guanabacoa.  Felicitamos  á  este  nuevo  ministro  del 
«otuario. 


FitMtas  al  Sagrado  Corazón  de  Jesús. — Con  toda  solemnidad 
ha  comenzad'j  el  dia  23  del  pasado  en  la  iglesia  parroquial 
del  ¿Santo  Ángel  la  novena  del  Corazón  de  Jesús,  con  misa 
cantada  estando  su  Di  viña  Magestad  manifiesta.  El  dia  6  del 
corriente  al  oscurecer  habrá  gran  salve  á  toda  orquesta,  y  al 
dia  siguiente,  después  de  la  comunión  general,  tendrá  efecto 
la  gran  fíest:  en  la  que  predicará  el  joven  orador  Pbro.  Br. 
D.  Luis.Marrero.  Todo  el  dia  estará  expuesto  el  Sacramento 
i  la  veneración  de  los  fíeles;  habrá  misas  de  hora,  y  por  la 
tarde  piadoso  ejercicio  en  que  predicará  el  Pbro.  D.  Pablo 
Ayala,  recién  llegado  de  la  Península.  Estas  funciones  se  ce- 
lebran á  expensas  de  varios  devotos,  y  no  dudamos  que  los 
fieles  acudirán  al  templo  á  rendir  homenajes  á  aquel  Cora- 
zón que  arde  constantemente  en  el  amor  del  hombre  y  está 
siempre  dispuesto  á  favorecerle. — También  en  la  iglesia  de 
Belén  se  celebrará  el  mismo  dia  7  del  actual  la  función  de 
costumbie  al  Sacratísimo  Corazón  de  nuestro  divino  Reden- 
tor. Los  que  saben  la  devoción  que  á  tan  tierno  misterio  pro- 
fesan los  religiosos  de  la  Compañía  de  Je^us,  comprenderán 
cuan  solemnemente  le  tributarán  cultos  en  el  dia  señalado 
por  nuestra  santa  madre  la  Iglesia. — En  el  Monserraté  se 
celebra  igual  festividad,  predicando  elR.  P.  Prior  de  los  Car- 
melitas de  Méjico. 


136 


LA  VbEDAD  católica. 


Sermones  de  Corpus. — ^En  las  fieitas  de  éste  misterio  que  á 
continuación  expresamos  predicarán  los  siguientes  oradores: 
Catedral,  Infraocta va  de  Corpus,  R.  P.  Fr.  Bernardo  Díaz. 
ídem,  Octava,  R.  P.  Fr.  José  Pantiga. 
Monserrate,  Pbro.  D.  Luis  Marrero. 
Santa  Clara,  Pbro.  D.  Salvador  Garcia  de  la  Peña^ 
Belén,  un  Pudre  de  la  Compañía  de  Jesús. 
Santo  Ángel,  Pbro.  D.  Luciano  Santana. 
Merced,  Pbro.  D.  Juan  B.  Rivas. 
S.  Francisco,  Pbro.  D.  Luis  Marrero. 
S.  Felipe,  Pbro.  D.  Rafael  Cortés.  .    . 


Procesión  df^  las  niñas  del  Colegio  del  Sofprado  Corazón  4f 
Jesus.T-E]  dia  31  de  Mayo,  como  último  del  mes  dedicado  á 
María,  las  niñas  del  mencionado  Colegio  salieron  prooesio- 
nalmente  con  una  bellísima  imagen  de  la  Virgen,  precedida 
de  los  estandartes  de  las  distintáis  Congregaciones  estableci- 
das en  dicho  Colegio,  y  se  dirigieron  á  una  huerta  contigaa 
al  establecimiento,  colocando  dicha  Virgen  en  un  altar  pre- 
parado bajo  unas  esbeltas  palmas,  y  entonando  la  letanía 
Lauretana.  ¡Cuan  bello  espectáculo  el  que  ofrece  la  juven- 
tud católica  á  los  pies  de  la  Virgen  Inmaculada! 


Errata.^ — En  la  última  línea  del  primer  párrafo  del  artí- 
culo ''Espíritu  Santo"  del  Sr.  ZÍafra,  publicado  en  la  anterior 
entrega,  dice:  ''ni  separar  las  sustancias";  léase:  "ni  separar 
la  sustancia."  El  autor  hace  esta  advertencia  por  haüarsela 
idea  en  sentido  contrario  á  la  doctrina  del  misterio  de  que 
trata  el  artículo  referido. 


DomlBgo  16  de  JuBlo  de  1861. 


SECCIÓN  RELIGIOSA. 


Pío  n  T  LA  FBOVIDENCIA. 


Da  paetnif  Dominé,  in  dubus  nostris,  ^mm 
non  est  alius  qui  pugnet  pro  nobit,  nin  tu 
Deus  no8Ur. 

Ultima  alooaeioD'de  8.  S.  de  18  de  Marzo 
de  1861. 


I  OBRE  los  escombros  de  la  revolución  italiana  se  alza 
^una  6g<ira  noble  y  majestuosa,  cuyos  pi<'s  apenas  to- 
*^0    can  la  tierra  y  cuya  cabeza  se  esconde  entre  las  nubes. 
V^  Sóbrelos  hombres  menguados,  y  sobre  los  débiles,  y 
^   sobre  los  pérfidos,  desenrolla  un  héroe,  cuya  fortaleza 
no  ha  cedido  á  losalhagos,  ni  ha  temido  á  las  amena- 
zas. Sobre  los  esforzados  atletas  de  la  fe  se  levanta  hoy  uno, 
cuya  pujanza  es  la  admiración  del  siglo,  cuyos  dolores  hacen 
Horar  á  los  ángeles  y  á  los  hombres.  Esa  figura  colosal,  ese 
héroe,  ese  santo,  ese  mártir,  es —  Pío  ix. 

Hace  mas  de  un  año  escribimos  las  siguientes  palabras 
••¿Qué  será  de  Pió  IXV....  Las  huestes  católicas  acudirán  pre- 
surosas ásu  defensa;  una  nueva  cruzada  se  levantará,  si  ne- 
cesario fuese.  , . ."  (1)  Ah!  nuestro  leal  corazón  nos  engañó: 
habíannos  olvidado  que  ya  la  voz  de  Pedro  el  Ermitaño,  del 
Abad  deClaraval,  de  Domingo  de  Guzman,  no  encuentra  eco 
en  nuestro  siglo  para  promover  santas  empresas  en  defensa 

(Ij  "Pío  IJTy  U  Revolocion",  art.  2?.  entrega  41?  de  "La  Verdad  Católica." 

VII.— 18 


138  LA  VBRDAD  OAtÓUOA.  * 

de  los  intereses  católieos.  Diez  y  ochó  meses  han  traoMar- 
rido  desde  que  pronunciamos  aquellas  palabras;  y  ¿qué  baa 
hecho  las  potencias  católicas  en  defensa  del  Santp  ^idrsl 
Doloroso  es  confesarlo;  uoaa  por  debilidad,  otras  por  m»iie- 
ios  diplomáticos,  estas  por  apatfa,  aquellas  dominadas  por 
una  desastrpsa  política,  todas,  todas  han  abandonado  «I  qaa 
es  Padre  y  Pastor  universal  de  todos  los  creyentes*  Algaaoa 
cuantos  discursos  prominciados  en  los  Parlamentos,  algaoaa 
cuantas  palabras  en  notas  diplomáticas  en  favor  del  Ponfi6- 
cado,  he  ahf  la  única  ofrenda  presentada  por  las  naciuaes 
católicas  en  holocausto  á  la  santa  causa  de  Pío  IX,  que  es 
la  causa  de  Dios.  Se  dirá  acaso  que  una  nHCÍ.#n  católica  naon- 
ta  guardia  en  Roma,  pero  al  observar  la  conducta  del  gobier- 
no de  esa  misma  erhíutnítima  nación,  tenemos  derecho  para 
dudar  si  ese  pequeño  ejército  que  guarnece  á  Boma  es  uiia 
guardia  de  honor  al  l&berano  Pontffice,  6  una  custodia  á 
Pió  IX  destronaKiie.  Ya  no  hay  nada  que  esperar  de  los  hom- 
bres^ ya  no  hay  iiiida  que  esperar  de  los  Gb>biernoa,  ya  i|0 
hay  nada  que  esperar  de  las  naciones  católicas:  hombrea,  go- 
biernos y  naciones  con  muy  raras  excepciones,  han  abando- 
nado á  Pío  IX,  abandonando  de  este  modo  la  causa  del 
orden,  del  derecho»  de  la  justicia  y  de  la  civilización,  y  sui- 
cidándose ásf  propios  en  lo  mas  caro  desús  intereses,  en  lo 
mas  vital  de  su  existencia  doméstica,  política  y  social.  ¡Ay 
de  la  Europa  cuando  despierte  de  este  letargo! 

Nada  mas  natural  que  siguiendo  el  hilo  de  nuestro*^  unte- 
riores  artículos  sobre  Pía  IX  y  M  ftepf alucian,  hubié'^etnos 
adoptado  las  mismas  ideas  y  el  mismo  título  para  el  pre^iiute; 
pero  ni  debemos,  ni  queremos,  porque  las  justas  espfranz^is 
que  concebimos  al  terminar  el  segundo  de  dichos  ariicuUis 
se  han  visto  plenamente  defraudadas,  y  esta  decepción  inca- 
li&cable  de  las  potencias  católicas  amarga  nuestro  conizon. 
hasta  el  punto  de  no  creer  en  otro  auxilio,  en  otn»  apuvo  en 
favor  del  Pontífice,  mas  que  en  el  de  la  mano  dt*  Dios — Pin 
IX  y  la  Providencia.  Así  lo  cree  también  nuestro  amado  Pon- 
tífice, confesando  que  solo  Dios.puede  ya  darle  la  paz,  y  oo.n- 
batir  con  él  y  por  él:  Dapacem,  Domine^  indiebua  nostris,  quia 
non  est  oIíias  qui  pugnet  pro  nob'ut  nisi  tu  Deus  nosier.  No  es  de- 
cir esto  que  sin  el  concurso  de  la  Providencia,  de  esa  pnhui- 
ca  poderosa  que  rige  los  destinos  del  universo  y  de  la  huma- 
nidad, algo  pueda  hacerse  en  el  mundo;  pero  rara  vez  obra 
por  sí  sola  directam^^nte  sino  valiéndose  de  agéntese  instru- 
mentos naturales.  En  el  caso  presente  esos  agentes,  eso^  ins- 
trumentos, han  rehusado  cooperar  á  la  obra  de  la  Providen 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  139  , 

eii,  mejor  dicho,  la  han  combatido,  la  han  creado  obstáculoer 
il  parecer  iosuperables;  pero  existe  una  promesa  inmutable, 
ODA  profecía  divina,  una  palabra  sempiterna  que  jamas  pa- 
nriJAcoal  ofrece  espléndidas  victorias  &  la  Iglesia  tras  los 
M&odos  días  de  lágrimas  y  combates. 

La  Revolución  ha  roto  ya  todos  los  diques,  y  como  bacante 
embriagada  pronuncia  su  última  palabra:  *^Roma,  ílomaserá 
í  grado  ó  por  fuerza  la  capital  del  reifu)  de  huliay  £9te  es  el 
grito  que  partiendo  de  Turin  resuena  en  la  aletargada  Euro- 
pa, lio  causar  espanto  á  las  naciones  católicas  que  ven  impá- 
vidas la  próxima  pérdida  de  la  mas  valiosa  de  sus  propieda- 
dm,  la  Roma  de  Constantino,  la  Roma  de  S.  Pedro,  la  Roma 
del  eatolieismo.  Por  la  tuerza  — que  hoy  constituye  el  dere- 
cho político  de  las  naciones —  sí  se  poseerá  á  Roma;  pero 
iqoella  mano  misteriosa  que  alejó  al  primer  E^nperadorcris- 
tiaoo  de  la  mansión  del  Pontífice,  haciéndo|f  ^rasladar  su  so- 
lio á  Bizancio;  esa  misma  mano  que  impij^ió  siempre  que  los 
conquistadores  de  la  ciudad  eterna  fijasen  sü  residencia  en 
ella,  rechazará  hoy  al  que  ose  levantar  su  trono  en  Roma. 
Entrono  vacilará,  esa  dinastía  sucumi>irá,  porque  el  res- 
plandor del  Vaticano  cegará  á  quien  llegue  á  ocupar  el  Ca- 
pitolio. Pedro  se  levantará  de  su  sepulcro  indicando  la  san- 
gre de  su  martirio,  la  augusta  sombra  de  Cario  Magno  pro- 
testará contra  el  usurpador  de  su  regio  don,  los  siglos  álega- 
rin  BUS  venerandos  recuerdos,  lu  justicia  defenderá  los  fueros 
de  la  propiedad,  trescientos  Pontífices  saldrán  de  la  tumba, 
7  el  mundo  y  la  Europa,  conmovidos  al  fin  por  tan  espantosa 
eatáatrofe,  reclamarán  lo  que  no  es  ni  del  Píamente,  ni  de 
Francia,  ni  de  Austria,  ni  de  los  Reyes,  ni  de' los  Emperado- 
na,8inodel  Pontífice  y  del  Catolicismo:  Noli  metangerc.  Un 
soberano  temporal  al  lado  del  Pontífice  romano  seria  lacau- 
^  de  una  reacción  desastrosa  de  los  espíritus  y  de  los  pue- 
blos, y  el  origen  de  una  espantosa  guerra  de  religión. 
Ün  distinguido  escritor  combatiendo  con   rara  energía  y 

admimble  elocuencia  este  proyecto,  dice: "Del  mundo 

tt  el  Vaticano,  como  fué  del  mundo  el  Capitolio.  Los  dos 
oon  propiedades  de  la  humanidad,  mayorazgo  inenagenable 
de  las  generaciones  pasadas,  fideicomiso  indivisible  de  l(í  pre- 
aente  para  el  porvenir.  £1  uno  lo  impuso  la  madre  de  nues- 
tras naciones,  constituidas  en  imperio:  y  el  otro  lo  fundaron 
los  hijos  de  Cristo  congregados  en  Iglesia.  No  hay  en  Roma 
Qo  muDumento  que  no  sea  prenda  ó  despojo  de  una  nación: 
DO  hay  una  sola  piedra  de  aquellos  altares  que  no  represen- 
te una  ofrenda,  una  lágrima,  una  oración,  un  suspiro  de  pe- 


Í40  LA  VSROAD  CAT^liÓA. 

niteocía  6  uaa  gota  de  sangre  de  los  fieles  de  las  eoatro  mñ 
tes  del  mundo.  Del  mundo  7  de  la  Europa  fué  aquel  racmto 
sagrado  por  mas  de  veinte  siglos,  y  ahora  ni  la  EÍuropa  ni  al 
mundo  tienen  otro  lugar  que  el  que  Dios  les  ha  dado  para 
colocar  la  cabeza fle  su  Iglesia,  como  no  tiene  el  hombro  otro 
luffar  que  su  cráneo  para  aposentar  su  cerebro. ..." 

Infinitos  son  los  obstáculos  que,  ademas  de  los  que  hemoa 
indicado^  produciría  la  presencia  de  uh  Rey  en  el  Capitolio 
y  un  Papa  en  el  Vaticano:  un  cisma  inevitable  seria  uoa  de 
sus  funestas  consecuencias.  No  solo  lo  prevemos  Dosotroa. 
témenlo  también  los  hombres  de  la  política  y  de  la  diploma- 
cia. Recuérdense  las  palabras  del  célebre  Mr.  De  Saoy  en  sa 
carta  dirigida  al  Diaro  de  loi  Debaiet  en  23  de  Enero  de  186Q 
Cioosiderando  que  el  Pontifico  no  dejaría  de  ser  subdito  dé  la 
potencia  á  quién  Roma  tocase  en  suerte,  sigile  diseurriendo 
c€fk  innegable  fviersa  de  raciocinio  en  los  siguientes  términos: 
''Supongamos  --Mliee^ —  que  esa  potencia  hiera  el  Piamoate: 
eMi  suMsicion  nada  tiene  de  improbable.  He  ahf,  pues,  al 
Papa,  al  gefe  d^^^^tolicismo,  convertido  en  subdito  piamon- 
té8;esdecir>  <;:^iócaA>  con  respecto  al  Rey  Victor-Manuel  y 
á  Mr.  Cavour,  precitomente  en  la  posición  que  ocupa  el  Sr. 
Arzobispo  de  París,  respecto  del  Emperador  y  del  ministerio 
frattces.  El  Papa!  el  gefe  espiritual  d»  doscientos  millones  de 
católicos,  subdito  piamontéá!  ¡Y  un  subdito  piamontés,  en 
su  calidad  de  obispo  de  Roma,  se  verá  investido  del  poder 
que  os  he  descrito,  sobre  todas  las  naciones  católicas!  ¡Le? 
enviará  legados  ó  nuncios,  y  recibirá  cerca  de  su  persona  los 
embajadores  de  estas!   ¡Por  si  mismo  ó  por  medio  de  sus  re* 

Sresentantes,  irá  á  ejercer  en  el  las  la  mas  elevada  de  las  juris- 
icciones!  ¡Gobernará  sus  conciencias  en  materia  de  fe  y  de 
culto,  celebrará  concordatos,  bajo  el  pié  deigtialdad,  con  sus 
Reyes  ó  Emperadores!  ¿Podrá  ponerles  entredichos  y  exco- 
mulgarlos! ¿Y  creéis  que  las  potencias  católicas  lo  toleren 
largo  tiempo,  y  que  semejante  estado  de  cosas  no  las  con* 
duzca  forzosamente  al  cisma?'' 

Esforzando  aun  mus  el  argumento,  desciende  Mr.  deSacy 
á  un  caso  muy  verosímil:  "Suponed — dice-r-  que.  la  guerra 
estalle  entre  el  Rey  del  Piamonte,  convertido  en  Rey  del 
Papa,  y  alguna  otra  de  las  potencias  católicas.  Como  Obispo 
á'i  Roma,  ¿publicará,  pues,  el  Papa  bulas,  y  ordenará  plesa- 
rias  en  favor  de  su  soberano?  ¿Anunciará  su  boea  intalible 
á  toda  la  tierra  que  la  causa  del  Piamonte  es  la  causa  de 
Dios?  Todos  los  católicos  del  Universo,  aun  aquellos  con  los 
cuales  el  Piamonte  está  en  guerra,  ¿se  verán  sujetos  á  reci- 


LAfcVEDAD  CATÓLICA.  141 

birlu  bulas  del  Papa,  y  á  unir  sus  oraciones  á  las  oraciones 
de  este,  reuniendo  así  el  Piamonte  á  las  armas  temporales, 
el  influjo  de  las  espirituales  deX^ue  es  depositario  el  Pontífi- 
ce? O  bien  ¿quedará  en  suspenso  el  poder  espiritual  del  Pa- 
E I  dorante  la  guerra,  dirigiéndose  la  nadJon  que  ten^a  al 
amonte  por  enemigo  á  otro  Papa  que  el  Obispo  de  Roma 
para  el  gobierno  de  sus  Iglesias?  Vuelvo  á  preguntarlo:  ¿no 
es  evidente  que  el  cisfna,  y  un  cisma  próximo,  inevitable,  se- 
ría la  consecuencia  deesa  pretendida  separación  entre  el  po- 
der espiritual  y  el  poder  temporal,  que  transformaría  al  Gefe 
del  Catolicismo  en  subdito  particular  de  una  potencia  cual- 
quiera?  " 

Es  verdad  que  en  el  reciente  folleto:  ^'Roma^  Francia  é  Ita- 
/¿"'se  dice  con  cierto  aire  de  triunfo  que  el  Papa  se  halla 
hoy  destituido  de  todo  socorro  humano,  y  quizá  á  esta  circuns- 
tancia se  deba  laaudacia  de  pensar  en  Roma  como  capital  del 
Beíno  de  Italia.  En  efecto,  el  Pontífice  no  puede  contar  con 
el  apoyo  de  los  hombres,  porque  es  báculo  quebradizo  ^ue 
hiere  la  mano  que  en  él  descansa;  no  puede  contar  con  el 
spoyo  de  las  naciones,  porque  los  gobiernos  católicos  ó  le 
vuelven  sus  espaldas,  ó  le. aconsejan  que  sacrifique  su  causa 
ala  revolución  y  sus  propiedades  á  la  usurpación  y  al  des- 
pojo. De  nadie  espera  socorro  Pió  IX,  y  por  esto  exclama 
lleno  de  confianza;    Solo  Dios  luchar  A  por  nosotros ...»  non 
Oí  alius  qui  pugner  pro  nobh  nisi  tu^  Deus  noster.  ¿Y  quién 
qoe cuenta  con  el  auxilio  de  Dios  necesita  del  de  los  hombres? 
Eogañóse,  pues,  miserablemente  el  autor  del  citado  folleto, 
si  considerar  que  la  causa  del  Papa  necesitaba  el  auxilio  de 
'os  hombres  para  su  triunfo;  porque  suceda  lo  que  sucediere, 
®'  Santo  Padre  ha  sabido  sostener,  en  estos  tiempos  de  pro- 
í^odo  envilecimiento  y  perfidia,   con  incomparable  firmeza 
J  energía,  los  principios  eternos  de  la  justicia,  de  la  naoral  y 
"^'  derecho.  Una  sola  palabra  de  concesión  hubiese  salvado 
*"«  dominios  y  temporalidadej»;  pero  Pió  IX  ha  preferido  sa- 
p^'^fic^r  sus  temporalidades  á  vulnerar  los  principios  déla 
J^^íioia,  de  la  moral  y  del  derecho  que  tan  valerosamente 
*?*fciene.  El  triunfo  moral  es  de  Pió  IX,  y  la  victoria  mate- 
x^^  la  revolución. 

4^  cuál  será  el  término  de  esta?  Diremos  francamente  nues- 
J^  Opinión.  Creemos  que  las  cosas  han  llegado  á  tal  extremo 
^  Complicación,  que  ni  la  política  ni  la  diplomacia  pueden 
^\  Polución  al  abstruso  problema  que  hoy  llama  la  atención 
Wversal.  Los  hombres  lian  obrado  ya  todo  el  mal,  y  los 


142  I^  VEBDAD  CATÓLICA. 

consideramos  impotentes  para  reedificar  cuanto  han  destrui- 
do: esta  será  la  obra  de  la  Providencia. 

La  Revolución  está  hoy  celebrando  en  la  orgfa  del  triunfo 
la  caída  del  Pontificado.  También  sobre  la  mesa  del  featin 
de  Baltasar  estabai  los  vasos  sagrados  henchidos  de  ardien- 
tes licores.  De  repente  una  mano  misteriosa  escribió  en  las 
doradas  paredes:  Mane^  Theccl,  Phares;  y  esta  fué  la  obra 
de  la  Providencia  después  del  triunfo  Impío  de  aquella  na- 
ción. La  Providencia  será  la  que  también  se  encargue  de  es- 
cribir la  última  página  de  la  historia  de  la  revolución 
italiana  con  las  mismas  fatídicas  palabras:  Mane^  Thecd, 

Phares 

J.  R.  O. 


EL  PADRE  JAVIER  DE  RAVIONAN. 


Vie  du  fí.  P.  XAVIER  DE  RA  VIGNAN.  de  la  Compagnu 
de  JésuM.  Par  le  P.  A.  DE  POSTLEVOY,  de  la  mime 
Compagnie.  Deuxiéme  éditión.  París:  Charles  Douniol, 
1860.  2  tomes  89  (1). 

Habrá  ppcos  de  nuestros  lectores  que  no  hayan  oido  ha- 
blar del  Padre  Javier  de  Ravignan,  aunque  pocos  también 
sabrán  de  él  algo  mas  que  su  nombre.  Y  sin  embargo  es  un 
varón  digno  de  ser  conocido,  un  hombre  que  tuvo  grande 
influjo  sobre  su  siglo,  y  produjo  resultados  que  no  se  olvida- 
rán tan  pronto.  Tuvo  la  dicha  de  ver  durante  su  vida  una 
abundante  mies  cosechada  para  el  Señory  debidaá  las  semi- 
llas del  bien  que  él  mismo  habia  sembrado  durante  una  larga 

(1)  Tomamos  este  notable  artículo  del  dltimo  número  (Abril  de  1B61 )  de  U 
Revifta  de  Brownson,  pubUoaci«m  católica  que  disfruta  de  una  justa  oeleb'-idad 
asi  en  este  como  en  el  otro  Udo  del  Atlántico.  Un  respetable  periódico  de  Nueva 
York,  el  Metropolitan  Record,  órgano  oñcial  del  Iltmo.  Sr.  Arzobispo  de  aque- 
lla ciudad,  y  q>ie  de  algu'i  tiempo  á  eitta  parte  se  muestra  sumamente  fio«til  k 
muchas  de  las  ideas  emitidas  por  el  Dr.  Brownson  y  sus  colaboradores  en  la 
Revista t  reconoce  sin  embargo  que  eete  escrito  merece  figurar  en  cualquier  pu- 
bUcaoioa  religiOBa.— iV.  deU  R, 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  143 

J  /aboiiosa  carrera;  y  esas  semillas  todavía  producen  sus  fru- 
tos, todavía  estáobraodo  la  levadura  que  introdujo  en  la  vi- 
da del  pueblo  francés,  y  la  memoria  de  su  predicación  y  de 
su  ooble  ejemplo  dará  en  años  venideros  nuevo  lustre  á  la 
virtud,  nueva  dignidad  á  la  práctica  de  la  piedad.  Habiéndo- 
le conocido,  gracias  á  estos  dos  tomos  del  Padre  Pontlevoy, 
á  Duestra  vez  lo  presentamos  ahora  á  nuestros  lectores. 

Oustavo  Javier  de  Ravignan  nació  en  Bayona,  el  l?de 
Diciembre  de  1775,  de  padres  nobles.  Desde  temprano  mos- 
tró una  seriedad  de  carácter  y  una  madurez  de  juicio  que  le 
distinguían  de  los  demás  niños  de  su  edad.  Sus  progresos  fue- 
ron rápidos  en  la  escuela,  y  después  de  adquiridos  los  prime- 
ro9  rudimentos  en  Bayona,  fué  enviado  á  París  con  un  her- 
m&no  mayor  para  continuar  sus  estudios.  Allí  se  le  puso,  á 
la  edad  de  once  años,  en  el  colegio  mas  en  vosra  en  la  calle 
l£¿i.Cignon,  cerca  de  los  Campos  Elíseos.  El  {>rimer  »ño  que 

f»&s4en  este  colegio  obtuvo  el  premio  de  aplicación;  y  bien 
o  nnerecia;  pues  el  autor  nos  dice  que  ademan  de  haber  cursa- 
do en  un  solo  año  cuatro  clases,  en  las  cuales  consiguió  con 
trecuencia  el  primer  puesto,   estudió  también  *'el  Inglés,  el 
Alternan,  el  dibujo,  la  música,  el  baile,  la  esgrima,  la  natación 
y  la  equitación."  Cuan  fuerte  imperio  ejercía  ya  la  religión 
en  su  inteligencia,  puede  verse  por  el  siguiente  extracto  de 
una  cartH  á  sus  padres,  fecha  9  de  Junio^e  1 809:  **  Ayer  miér- 
coles 8  de  Junio  hice  mi  primera  comunión  y  recibí  la  con- 
tinuación. La  exhortación  que  nos  hizo  el  sacerdote  antes  Ae 
^^  comunión  me  hizo  derramar  muchas  lágrimas,  y  cuando 
^'^^e  que  leer  las  oraciones  preparatorias,  solo  pude  recorrer 
«08  renglones,  tan   impresionado  me  hallaba.  Otra  persona 
'«8  /eyó  por  mí." 
^  la  conclusión  desús  estudios  de  colegio,  entró  Ravignan 
^'l  Una  escuela  de  derecho  en  Paris,  para  prepararse  áser  ad- 
'íiiti<|Q  en  q\  foro.  Apenas  habla  comenzado  sus  pacíficos  es- 
p^ios  cuando  llegó  áParís  In  noticia  de  la  vueita  de  Ñapo- 
^^  de  la  isla  de  Elba.  Entre  los  muchos  que  ofrecieron  su 
^P*^cla  y  su  vida  en  defensa  de  la  monarquía,  se  hallaba  el 
J"^^ij  Ravignan,  encontrándose  entre  los  pocos   que  se  pre- 
^nt;5iron  cuando  sus  servicios  fueron  necesario-».  Durante  los 
^'^n  Dias  siguió  al  Duque  de  Angulema,   y  ascendió   á  te- 
^^^Ote  de  caballería.  Pero  después  de  la  derrota  final  de  Na- 
P^*^on,  y  no  obsUnte  las  brillantes  ofertas  de  su  General, 
^^ígnan  volvió  al  estudio  de  las  leyes.  Gracias   á  sus  pro- 

Í^^íi «méritos  y  al  favor  ageno,  los  adelantos  en  su  profesión 
^^ron  rapidísimos;  no  habiendo  dignidad  alguna  demasiado 


141  LA    \ttKÜAD    (.'AIÓLICA. 

elevadii  para  su  ambición.   En  la  sociedad  de  París  era  bit^  ^ 
recibido:  noble  y  digno  en  sus  nriodales,  gracioso  en  su  p^^^ 
te,  vivo  y  franco  al  mismo  tiempo  que  entretenido   eu  ^ 
conversación;  pon  su  divisa,  Soyons  distingues^  en  todas  pi^^^ 
tes  llamaba  la  atención,  seguida  en   breve,  de  la  e8timaci<> 
y  admiración.  Tsin  embargo,  en  el  mismo  momento  en  qt^ 
el  mundo  parecía  aonreirle  mas  de  veras,  él  pensaba  en  aba*'  ^ 
donarlo,  y  escribiaásu  hermano: 

*-Estoy  casi  resuelto  á  entrar  en  ei  seminario.  Hace  sei^ 
meses  que  ha  nacido  en  mí  esta  idea.  He  reflexionado  en  elf  ^ 
durante  este  tiempo,  mas  no  he  llegado  aún  á  tomar  una  T9^ 
solución  final.  Mi  madre  se  atormenta  por  ello,  y  me  ator^-- 
menta  á  mí.  Puedes  suponer  que  una  vez  tomada  mi  resolu^ — 
cion,  nada  sobre  la  tierra  podrá  detenerme  He  considerad<^ 
este  proyecto  bajo  todos  sus  aspectos.  Si  Dios  me  llama^ 
obedeceré." 

La  oposición  de  su  madre  le  detuvo  por  algún  tiempo  mas 
en  el  mundo.  A  un  ascenso  se  seguia  otro  ascenso,  sin  que 
él  los  desease  ó  caucasen  la  envidia  de  otros;  no  se  cuidó  por 
mas  tiempo  de  la  alegría  y  diversiones   de  Pa'rís,  sino  qua 
ocioso  espectador,  iqpralizaba  sobre  la  locura  y  lijereza  de 
los  que,  corriendo  en  pos  de  la  vida,  del  saber,  del  placer  ó 
de   la  fortuna,   olvidaban   la  muerte  y  la  inmortalidad.  El 
mundo  no  tenia  ya  atractivos  para  él;  sentia  que  no  vivia  ya. 
en  él,  y  que  habla  sido  criarlo  para  a!go  mas    nvible,  apresu- 
rándole mas  gustoso  á  acudir  á  la  cabecera  de  un  amigo  mo- 
ribundo, á  exhortarle,  consolarle  y    prepararle   para  pasar  á 
mejor  mundo,  que  á  los  salones  d»í  los  ricos  y  grandes,  don- 
do  era  tan  bien  acogido.  La  vida  le  parecía  tan  solo  una  len- 
ta decadencia  y  muerte,  y  la  nriuerte  era  considerada. por  él 
como  puerta  de  la  vida. 

Así  pasaron  dos  años  mas  de  la  vida  de  Ravignan,  fastidio 
Hos  y  poco  satisfactorios  para  él;  mas  eran  el  prt^parativo  ne- 
iM^ario  para  la  futura  carrera  d»»  una  persona  dosiinada  en  lo 
venidero  á  enseñar  á  tantos  la  vanidad  del  placer  mundano  y 
á  consolar  á  tantas  almas  de  sus  semejantes,  obligadas  por  su 
poíiiüioa  á  vivir  en  un  mundo  que  despr«^ciaban  y  á  asistir  á  la 
vana  mascarada  de  la  vida. 

Mas  cuando  esta  lección  fué  sufícienttunente  aprendida, 
Dioa  llamó  á  Ravignan  á  su  servicio.  A  fines  de  Abril  de  1822 
pasó  al  seminario  de  Sul[>iciano8,  en  Issy,  en  los  mismbs  ar- 
rabales Je  París.  Allí  hizo  unos  ejercicios  de  ocho  dias,  con 


La  vbrdad  cátóuca  .  146 

tifio  de  examinar  «u  vocación.  La  carta  en  qoe  anuncia  á  su 
madre  va  propia  decisión  no  puede  menos  que  edi6car  é  inte- 
rnar i  nuestros  lectores. 

'^^Ofiridúnnia  Madre:  Gomo  sabéis.  Dios  me  ba  inspirado  por  largo 
ttn^po  y  en  Yaijas  ocasiones  el  deseo  de  dedicarme  enteramente  & 
80  awioio,  y  sn  bondad  siempre  me  ba  protegido. 

"Llegó  la  época  en  que  era  preciso  tomar  una  resolución.  Consul- 
té á  Mr.  Frayssinous  y  otros  ilustrados  sacerdotes,  y  todos  me  acon- 
s^inon  oue  buscara  en  él  retiro  la  luz  que  me  bacia  falta.  Llegué  á 
hoin  oe  campo  del  seminario  de  S.  Sulpicio,  en  Issy.  Mi  recibí- 
Hteto  filé  Seno  de  la  mas  cristiana  bondad.  Perdonadme,  ezcelen- 
tiiBidn),  por  baberos  ocultado  el  objeto  de  mi  ausencia;  me  era  ne- 
cernió  hacerlo  así;  demasiado  conoda  vuestro  excesivo  afecto  bada 
diaénoi digno  de  vuestros  b^os, 

"No  os  referiré  todas  las  fuertes  y  consoladoras  impresiones  que 
ABrfhkiienm,  por  la  grada  de  Dios,  la  consideración  de  mi  vida  y 
h  contemplación  de  las  grandes  verdades  de  la  relimen,  bajo  la  di- 
^Vitían  de  un  bumilde  sacerdote,  animado  del  Espíritu  de  Dios,  y 
'oMo  de  todo  cuanto  el  mundo  estima  y  todo  cuanto  no  conoce  bas- 
Jjttte  lo  que  debe  apreciarlo.  Mis  reflexiones  y  fervorosas  oradones 
wtm  sabia  y  prudentemente  dirigidas.  Creedme,  toda  ilusión  desa- 
P^>M  en  presencia  de  un  porvenir  tan  formidable  como  la  vida  de 
Qttcerdote. 

**Íb.  MoUevaut»  el  sulpiciano  de  quien  os  bablo,  era  el  bombre  de 
OioiqQe  yo  neoedtaba.  Mr.  Frayssinous' me  dijo  en  Paris  al  dirigir- 
.   J^  i  él:  "Guando  él  baya  dicho  cuál  es  vuestra  vocación,  estaré  tan 
^pilo  como  si  Dios  mismo  bubiese  bablado." 

"IKos  ba  bablado,  querida  madre;  obedezco  con  alegría.  Le  doy 
indas  por  sacarme  del  mundo.  Le  doy  gracias  de  lo  íntimo  del  co- 
'Uoo  por  mi  arrepentimiento,  y  la  vida  pacífica  á  que,  según  creo, 
tte  destina.  Permitid  igualmente  que  vuestro  bijo  os  diga:  madre, 
obedeced  también.  Autorisadme  á  creer  y  saber  mejor  que  vos  que 
Im  oraciones  de  una  madre  cristiana  me  han  atraído  la  especia]  pro- 
teorion  de  Dice  que  abom  experimento. 

''Entareffado  enteramente  á  mis  deberes  y  sagradas  ocupaciones, 
nd  afecto  hacia  vos  ocupará  una  parte  aun  mayor  de  mi  existencia; 
%)8  de  la  disipación  y  el  tumulto  del  mundo  y  sus  negocios,  oerca 
6 1^06  de  vos,  siempre  os  llevaré  en  mi  corazón,  y  nunca  cesaré  de 
fa^mionar  á  Dios  con  mis  ruegos  por  lo  que  es  mi  mas  caro  deseo, 
▼nestraoons^vacion  y  eterna  salvación. 

'KTonsagrado  también  de  un  modo  especial  al  culto  del  mas  augus- 
to modelo  de  madres  religiosas,  le  recomendaré  como  buen  bijo  á  mi 
querida  madre,  y  las  bendiciones  del  cielo  caerán  sobre  vos  y  sobre 
toda  la  &milia. 

**Eélbo  es,  querida  madre,  lo  que  tenia  que  dedros.  Todo  está  de- 
dffido.  Mi  resolución  descansa  en  Dios,  y  nada  puede  alterarla, 
''Sdo  me  resta  ahora  cumplir  con  un  deber  que  vuestra  bondad  é 

Vil.— 19 


146  LA  VBRDAD  CATÓLIGl. 

indulgencia  me  hacen  menos  penoso:  pediros  humildemente  que  per- 
^nels  todos  los  pesares  que  os  he  causado  con  mi  dureza,  mi  orgullo. 
y  mi  falta  de  respeto  hacia  vos,  buena  madre.  Perdonadme  y  ben- 
decidme." 


Habiéndose  separado  repentinamente  de  nn  mundo  que 
por  largo  tiempo  habla  detestado,  Ravigri^n  trat<S  solo  de  en- 
i^arichar  aun  mas  el  abismo  que  los  d¡v¡d¡:i.  Permaneció  seis 
meses  en  el  seminario.  Pero  la  soledad  de  Issy  no  era  basían- 
te  solitaria;  buscó  un  retiro  mas  profundo,  y  mas  complico 
aislamiento  del  mundo  en  el  noviciado  de  la  Compañía  de 
Jesud,  en  Montro.uge.  Cuáles  fueron  los  motivos  que  condu- 
jeron al  joven  seminarista  á  abrazar  la  vida  religiosa,  no  ae 
nos  dice  claramente;  pero  le  encontramos  visitando  aemanal- 
mente  el  noviciado  de  Jesuitas,  al  cual  fué  cobrando  cada 
vez  mas  afecto,  y  Ihimátidole  la  gracia  de  Dios  á  esta  nueva 
vida,  pareció  obrar  gradualmente  en  sus  afecciones,  hasta  que 
una  tarde,  mientras  ieia  la  vida  de  su  patrono,  San  Francisco 
Javier,  animció  súbitamente  su  detertuinacion.  Persuadido 
desde  aquel  momento  d*'  que  Dio»  le  habla  Mamado,  se  apre- 
suró á  obedecer,  sin  ia  menor  duda  ó  vacilación,  y  posterior- 
mente no  cesó  (ie  tener  cada  vez  mas  la  convicción  de  que 
este  era  su  deber,  y    de  amar  mas  y  mas  á  la   Compañía, 

§or  cuyo  medio  debía  llegar  á  su  propia  santificación  y  á  la 
e  otros. 
Algunos  años  después  el  P.  Ravignan  volvia  la  vista  con 
pesar  hacia  aquellos  dos  años  de  probación  pasados  en  Mon- 
trouge,  y  que  él  consideraba  como  los  mas  dichosos  de  su  vi- 
da. Allí  había  encontrado  al  6u  el  reposo  por  tanto  tiempo 
d(3seado.  Olvidando  al  muudo  y  olvidado  por  él,  entreg<^rí 
enteramente  al  estudio  y  práctica  de  las  virtudes  propias  del 
ehtado  de  vida  que  ítabia  abrazado,  y  ai  aveces  su  pensamien- 
to hí  recordaba  escenas  de  pasadas  divorsioties  y  ambiciosa^ 
luchas,  era  tan  solo  para  deplorar  el  tiempo  en  ello  invertido, 
y  renovar  su  profunda  gratitud  al  Criador  que  le  habia  libra- 
do de  las  borrascas  y  peligros  de  una  vida  en  que  tantos  pe- 
recen diariamente,  paní  conducirlo  al  puerto  seguro  y  sose- 
gado de  la  religión.  ¡Cuan  diferente  era  la  dicha  que  ahora 
disfrutaba  de  las  alegrías,  mas  ruidosas  si,  pero  también  mas 
vanas,  en  pos  de  las  cuales  había  corrido  en  un  tiempo!  ¡Cuál» 
distinta  la  crítica  candorosa  de  sus  compañeros  de  noviciado, 
de  las  halagüeñas  congratulaciones  á  que  daba  lugar  cada 
uno  de  sus  triunfos  en  el  foro!  El*  que  habia  aspirado  á  dis- 
tinguirse, abor»  buscab9  1^  sencillez,  y  compensaba  con  su 


LA  VlBDAD  CATÓLICA.  14T 

«xeeriva  pobreza  y  mortificación  las  mundanas  ven  tai  as  de 

Jueantes  había  gozado,  Ntfdie  ya  tan  humilde  como  6^  na- 
je teo  pronto  á  prestar  los  mas  penosos  y  abyectos  servicios' 
á  la  comunidad.  Cubierto  de  una  sotana  vieja  y  roida  sirve 
álosdemas  en  el  refectorio,  6  limpia  los  platos  en  la  cocina, 
saca  lustre  á  sus  zapatos,  compone  su  cama  y  se  sirve  á  sí 
misma  Se  levanta  á  las  seis  de  la  mañana  y  se  ciñe  una  cade- 
na de  hierro  con  largas  y  agudas  puntas  en  derredor  de  su  des- 
oudocuerpo;  una  coraza  del  mismo  metal  cubre  sus  brazopy 
pecho, donde  traza  con  letras  de  sangre  el  nombre  de  Jeétís.  Asf 
ataviado,  lucha  con  sus  pasiones  por  medio  de  la  oración,  de 
unaádüB  horas,  y  en  una  habitación  en  que  aun  no  se  ha 
encendido  lumbre,  por  grande  que  pueda  ser  el  rigor  de  la 
estación.  En  seguida,  después  de  haber  asistido  al  Santo  Sa- 
ch6cio  de  la  Misa,  vuelve  á  su  cuarto  á  estudiar  las  Sagradas 
Escrituras.  Mas  pronto  se  da  la  señal,  y  los  novicios  van  dos 
ádos  por  los  enlosados  corredores,  con  los  ojos  bajos  y  el  co- 
razón elevado  á  Dios,  á  tomar  su  frugal  almuerzo.  Nada  de 
profusión  allí:  un  pan  basto  y  café  hecho  de  bellotas  dulces, 
y  nada  mas,  excepto  cuando  cuatro  veces  al  año,  una  festivi- 
dad, lenta  en  volver,  traiga  consigo  el  lujo  de  una  pequeña 
cantidad  de  mantequilla  para  dar  gu8to  al  último  bocado  de 

C.  Cada  uno  consume  á  toda  prisa  lo  necesario  parasatis- 
r  su  vivo  apetito  hasta  otra  comida.  Y  luego  cubierta  su 
pobre  pero  limpia  sotana  de  un  largo  mandil,  el  que  en  otro 
tiempo  frecuentaba  alegremente  los  salones  de  París,  y  no 
tenía  rival  en  el  arte  con  que  hacia  el  lazo  de  su  corbata 
blanca,  barre  en  cada  rincón  con  una  escoba  casi  gastada  la 
basura  que  diariamente  se  acumula;  ya  de  rodillas  tratando 
desacudir  el  polvo  debajo  de  una  cama,  ya  poniéndose  en 
puntillas  nara  alcanzar  á  una  estatua  de  S.  José  ó  á  un  gra- 
bado del  Sagrado  Corazón.  Suena  la  campana,  y  le  veréis 
entonces,  dejando  á  un  lado  el  mandil  y  sin  que  quede  en  él 
la  menor  señal  de  su  última  ocupación,  marchar  rápidamen- 
te por  la  alameda  del  jardin,  podiendo  apenas  sus  cani  hela- 
das manos  sostener  el  libro  en  que  se  halla  absorta  su  aten- 
ción. Es  el  tratado  de  Alonso  Rodríguez  sobre  la  perfección 
cristiana.  Comenzó  ^  estudiarlo  en  Montrouge,  y  treinta  y 
cinco  años  después  encontraba  todavía  murho  que  aprender 
en  éL  No  tarda  en  dejarse  oir  de  nuevo  la  campana.  Los 
novicios  se  dirigen  al  salón,  donde  el  Padre  Gury,  maestro 
de  novicios,  los  instruye  en  las  reglas  y  el  espíritu  de  la 
Compañía.  A  veces  esta  instrucción  es  eminentemente  prác- 
tica, y  vemos  al  ex-magistrado  arrodillado  con  tranquila  hu- 


lis  LA  VERDAD  CAT¿LICA> 

mildad,  iniéntrasque  los  novicios  se  levantan  en  torno  suyo 

y  designan  las  faltaB  de  di.ic¡p1ina  qne  han  ofíiado  en  su  her- 
mano. El  uno  le  acusa  de  liaber  alzado  con  demasiada  fre- 
cuencia las  ojos,  otro  observa  que  no  pone  suficiente  aten- 
ción en  lo  que  pasa  en  torno  sujo;  este  ch^e  que  toníia  de- 
musiada  parte  en  1ü  conversacioa,  aquel,  quu  es  reservado  y 
aileiicioso.  El  Superior  lu  reprende,  y  él  besa  el  suelo  y 
vuelve  á  su  puerto,  contenió  con  haber  sido  humillado.  En 
la  comida  pone  á  un  lado,  con  espíritu  de  abiiegacion,  aque* 
Ha  parte  de  su  frugal  alimento  que  parece  menos  distante  de 
la  incontinencia,  y  atiende  atentamente  i  la  lectura  de  al- 
gún libro  instructivo  hecha  en  voz  alta  por  un  miembro  de 
la  comunidad.  Sigue  luego  un  c^rto  recreo  después  de  una 
visita  ala  capilln  doméstica.  Divididos  en  grupos  de  tres  ó 
cuatro,  no  á  su  prupia  eleccioui  sino  según  Uva  designa  el  Su- 
perior, los  novicios  conversan  sobre  el  anuntu  <le  sus  medita- 
clones  ó  lecturas.  Pcrtenecieutesá  todas  las  clases  de  la  so- 
ciedad, y  de  toda  edad,  todos  son  iguales,  y  el  ímrmajjo  Ra- 
vignan,  según  se  le  llama  ya,  solo  ve  hermanos  en  sus  com- 
pafieros.  El  ex-diputado  procurador  del  Rey  oye  respetuosa- 
mente la  opinión  de  un  inculto  hermano  lego,  ó  lleva  con 
Íaciencia  verse  contradecido  por  un  joven  de  diez  y  seis  años, 
'erminado  el  recreo,  le  vemos  de  nuevo  en  el  jardín  con  su 
Rodríguez  en  la  mano,  y  de  nuevo  también  con  su  largo 
mandil  azul  barriendo  un  corredor;  y  ast  pasan  los  dias  en 
Montrouge,  en  medio  de  la  oración  y  la  lectura  piadosa, 
mezclada  de  un  poco  de  recreo  y  trabajo  manual.  Bien  po- 
demos imaginarnos  que  el  P.  Ravignan  miraría  en  años  pos* 
teriores  aquel  período  como  el  mas  dichoso  de  su  vida.  Re- 
cien separado  del  mundo,  la  soledad  le  era  tanto  mas  cara« 
Con  calma  y  con  descanso  aplicábase  ya  al  estudio  de  la  per- 
fección, y  á  corregir  toda  inclinación  desordenada.  Ya  tenia 
tiempo  para  estudiarse  á  sí  mismo,  para  examinar  cuáles 
eran  las  peligrosas  tendencias  de  su  carácter  y  el  origen  de 
donde  nacian.  Allí  venció  la  rudeza  y  severidad  de  sus  mo» 
dales,  y  sin  perder  nada  de  su  firmeza  natural,  puso  en  su 
lugar  un  espíritu  de  mansedumbre  basado  en  las  sólidas  vir- 
tudes de  la  humildad  y  la  caridad.  Creia  él  que  habia  dos 
cualidades  indispensables  para  agradar  á  Dios  ó  ser  útil  al 
pró)imo,  un  juicio  sano  y  una  tírme  voluntad.  Por  consi- 
guiente se  emancipó  de  toda  exajeracion  de  pensamiento  é 
ilusión  del  entendimiento,  que  han  hecho  á  tantos  santos  va- 
rones incapaces  de  obrar  rectamente.  Trató  de  considerar  las 
cosas  como  son,  sin  atender  al  colorido  que  les  dan  la  opi- 


tA  VSfiDAD  CATÓLICA  149 

nioD  y  las  preocupaciones,  y  adquirióla  costumbre  de  poner- 
te enteramente  fuera  de  la  cuestión  y  de  juzgar  desde  un 
ponto  de  vista  mas  elevado  é  imparcial.  A  esta  exactitud  en 
iQSJaicios  unia  una  extrordinaria  Tuerza  de  voluntad,  fun- 
dada en  la  idea  del  deber.  Era  lento  en  deliberar,  y  buscaba 
laluzeo  la  oración  y  los  consejos  df^  los  demás,  pero  una 
vez  resuelto  y  convencido  de  que  su  deber  era  obrar,  lo  ha- 
cia pronta  é  irrevocablemente. 

Después  de  dos  años  de  noviciado  siguieron  cuatro  en 
que  estudió  teologfa,  al  fin  de  cuyo  tiempo  el  P.  Ravig- 
oan  fué  ordenado  sacerdote  y  designado  para  enseñar  teolo- 
gfa á  los  jesuitas  jóvenes,  primereen  Francia  y  posterior- 
mente en  Suiza.  En  este  último  pafs  hizo  al  cabo  de  este 
tiempo  el  tercer  año  de  probación  prescrito  por  S.  Ignacio 
antea  de  hacer  profesión  solemne  en  la  Compañía,  á  fin  de 
que  los  que  hayan  estado  ocupados  en  la  escuela  de  la  inteli- 
gencia puedan  completar  sus  estudios  en  lo  que  él  llama  la 
"escuela  del  corazón.'^  El  mismo  P.  Ravignan  nos  explicará 
la  naturaleza  y  el  objeto  de  esta  tercera  probación: 


"Esta  regla  es  la  obra  maestra  de  S.  Ignacio.  Dos  años  de  silen- 
cioso retín)  ha  pasado,  como  novicio,  el  hombre  destinado  al  minis- 
Um  apostólico;  á  estos  se  han  seguido  otros  nueve  años  de  estudios 
7  cinco  ó  seis  de  profesorado;  ya  es  sacerdote,  aunque  no  ha  ejercido 
todavía  las  funciones  de  tal;  con  frecuencia  sucede  que  tiene  treinta 
J  tres  años  de  edad,  de  los  cuales  quince  ó  diez  y  seis  ha  pasado  en 
la  religión.  El  religioso,  el  sacerdote,  vuelve  á  pasar  el  noviciado. 
Durante  un  año  entero  tiene  que  renunciar  de  nuevo  á  todo  estudio 
y  trato  extemo   Es  grande  el  esmero  con  que  se  ha  cultivado  su  in- 
teligencia; debe  ahora,  como  última  prueba  y  preparación  definitiva, 
ejercitarse  en  la  escuela  del  corazón,  in  schola  affectusy  según  la  ex- 
presión notable  de  las  Constituciones.  Esta  palabra  es  difícil  de  com- 
prender, y  yo  necesité  todo  un  año  para  penetrar  su  sentido,  que  no 
trataré  por  tanto  de  explicar.  Diré  solamente  que  este  religioso,  este 
sacerdote,  puede  haber  adquirido  ya  extensos  y  variados  conoci- 
mientos; puede  haber  dado  ya  pruebas  de  su  abnegación  y  su  celo; 
eü  medio  de  la  soledad,  de  una  vida  de  silencio  y  retiro,  en  presen- 
cia de  Dios  y  de  su  propia  alma,  pero  antes  de  consagrarse  al  ser- 
vido de  sus  prójimos,  debe  aplicarse  cuidadosamente  **en  la  escuela 
del  cora/.on''  á  todo  cuanto  pueda  consolidar  y  acrecentar  en  él  una 
humildad  sincera,  un  generoso  desprendimiento  de  su  voluntad  y 
hasta  de  su  propio  juicio,  un  total  abandono  de  las  bajas  inclmacio- 
nes  de  la  carne,  un  conocimiento  mas  profundo  y  un  amor  mas  eficaz 
de  Dios:  de  este  modo,  fortalecida  mas  y  mas  su  alma,  y  como  inun- 
dada en  el  piélago  de  una  vida  verdaderamente  espiritual,  puede 


k  misma  seQiU  ^honn 


el  tercer  año  de.wn¡ha- 

Ji^  prueba.  Este  tíempo  de  saiir 

uk¡r«r.^mas.  Yo  le  he  gustado,  y  no 

LM^ÍMiMí*  sea  cualquiera  el  número  de 

tierra,  el  año  de  reposo  no 


vttMtrai  á  hacer  por  espacio  de  treih- 
SI9  alargan;  el  espíritu  del  Insti- 
la pobreza,  la  resignación,  la 
beres  de  un  religioso,  se  estu- 
_  aas  lecciones  de  doctrina  cris- 
nes  en  el  campo  interrumpen 
;  reludlo  al  ministerio  mas  caro 
o  la  vista  con  placer,  lo  confia- 
,:  :;  |i^é  el  Evangelio  á  la  pobre  gen- 
W  f  t  hado  de  menos  esos  dias:  á  m^ 
r  cansado  mi  corazón  al  predicar  en 
k  quienes  he  tenido  la  dicha  de  ver 
i.  naitMiar  de  la  sagrada  cátedni,  me  per- 
u-^k^  cuando  les  asegure,  con  toda  la  sin- 
be  Recibido  siempre  consuelo. 

se  informan  religiosamenre  de 

%  vienda,  y  el  Padre  General  decide, 

ÍHi»  «I  grado  (gradus)  del  si\jeto.  £s- 

f«  áer  admitido  á  pronunciar  los  úl- 

ó  de  Profeso\  pues  solo  hay  eetas 

««uiFo».  Ambos  son  iguales  en  todo, 

ivi^  para  nadie  en  la  Compañía.  £1 

re  con  preferencia  á  los  Goadjuto- 

A»nietldos  conmunmente  los  Profe- 

^         de  ciertos  superiores  designados 

%  wcn^r  fiarte  en  las  congregaciones  pro- 

%  ^^sMa-  Estas  asambleas,  sin  embargo, 

%  m^i^  íioeos  casos. 

-:  después  de  los  dos  años  del  primer 

^  religión,  simples  aunque  perpetuos, 

ftüt>3  de  prueba  y  estudio,  y  un  ter- 

,^^  ^Uemniüs  de  Profeso,  ó  los  últimos  de 


vieanomía  religiosa  de  pruebas  y 
m  i)sta  legislación  tan  sabia,  tan 
[00  de  S.  Ignacio,  se  representa- 


e.  pv.  $  16.— iDitit.  Soc.  J  1. 1,  pp. 
Y«,  o*  I,  litt.  A;  IiiBt  S.  J ,  1. 1,  pp. 


LA  VBBDAD  CATÓLICA.  161 

rfioso  á este  santo  fondador  como  un  operario  inüntígable*  que  no 
d^ftSQ  obra  de  la  mano  tratando  de  formarla  y  perfeooionarla,  po- 
lifadoU  á  praeba,  volviendo  á  modelarla,  y  no  consagrándola  á  sn 
«pedal  destino  hasta  no  haber  agotado  todos  los  recursos  del  arte 
BiB  «mprandedor  y  laborioso. 

**£!  religioso  de  la  Compañía  de  Jesús  es  preparado  lentamente  de 
este  modo;  primero  se  le  forma  y  se  le  prueba»  y  luego  se  le  lleva  de 
nQeyo  á  la  gran  fuente  de  las  fuerzas  activas  del  espíritu*  á  la 
übrica  del  silendo  y  de  la  soledad.  Mas  no  es  esto  todo.  Oada  dia  de 
m  vida,  durante  largas  horas,  habrá  de  retirarse  en  el  recogimiento 
de  8Q  propia  alma  para  despojarse  de  todo  pensamiento  terrenal,  de 
todo  influjo  mundano,  á  ñn  de  remontarse  á  las  excelsas  alturas  de 
la  fe,  brújula  divina,  con  la  cual  podrá  mas  adelante  lanzarse  al 
birviente  piélago  de  los  errores  y  pasiones  humanas,  y  alargar  la  ma- 
00  áloe  pobres  náufragos  á  quienes  trata  de  conducir  al  puerto  de  la 
eterna  salvación. 

"Ya  sabemos  cómo  se  forma  el  religioso  de  la  Compañía  de  Jesús. 
Ningon  fundador  de  orden  religiosa  ha  multiplicado  ni  prolongado 
tanto  como  el  de  nuestra  Compañía  las  preparaciones  y  las  pruebas. 
Parece  haberse  propuesto  cuidadosamente  imitar  la  educación  ins- 
tintíva  del  ave  que  se  cierne  en  el  espacio.  Quiere  que  sus  discípulos 
ee  hagan  extraños  á  las  bajas  regiones  de  los  afectos  terrenos,  y  se 
renionten  en  su  vuelo  hasta  mirar  de  hito  en  hito  al  divino  sol  de 
justida  y  aprendan  á  restaurar  sin  cesar  las  fuerzas  de  su  alma  y 
acrecentar  el  vigor  de  sus  acciones,  al  calor  vivificante  de  sus  ra- 
yos. 

"¡Qjalá  que  la  gracia  de  Dios  realice  los  deseos  de  nuestro  padre! 
¡Ojalá  que  todos,  por  medio  de  humildes  y  generosos  esfuerzos  cor- 
respondamos al  anhelo  de  su  grande  alma,  y  sigamos  las  huellas  que 
&  nos  df^jó  trazadas! 

"Llegado  al  fin  el  dia  de  obrar,  el  jesuíta  es  mas  que  nunca  indife- 
rente á  cualquier  puesto,  empleo  ó  destino  que  pueda  asignársele  pa- 
ra mayor  gloria  de  Dios  y  provecho  de  sus  .hermanos.  80I0  rechaza 
con  invencible  repugnancia  los  honoie^  y  dignidades  (ljJR(spétalos 
y  admíralos  en  los  demás,  como  el  colmo  del  desinterés  y  de  una 
gloriosa  esclavitud.  También  él  se  sacrifica,  pero  es  para  obedecer, 
jamas  para  mandar;  sin  reserva,  sin  excepción  y  para  siempre.  La 
clase  ínfima  en  un  colegio  ó  la  penosa  vigilancia  dia  y  noche  en  una 
jala  de  estudio  6  en  un  dormitorio;  la  China  6  las  Indias;  los  salva- 
je ó  los  infieles;  los  Árabes  6  los  Griegos;  las  repúblicas  6  las  mo-  . 
jarquías;  el  calor  de  los  trópicos  6  el  frió  del  Polo;  la  herejía  6  la 
jQcredalidad;  el  campo  ó  la  ciudad;  la  sanguinaria  resistencia  de  la 
•íarbarie  6  la  culta  lucha  de  la  civilización;  la  misión  6  el  confesona- 
^0;  la  predicación  ó  el  estudio;  la  cárcel  ó  el  hospital;  el  lazareto 
^el  campamento;  la  honra  ó  la  ignominia;  la  persecución  ó  la  justi- 
<^;  la  libertad  ó  las  cadenas;  la  privanza  ó  el  martirio;  todas  estas 
son  para  el  jesuíta  materias  igualmente  indiferentes,  con  tal  que 

(1)    CoMt.,  P.  VII,  c  n,  $  I,  tu  finé,  f  Oooit.  P.  X,  4  6,  ef  «UK 


ir,r, 

•">x¡¡¡¡,¡ 


Dudo  i  V"'""a''a.s     1   „"  ''"«'  Pnv//, 
'^""«'•án  este  L '*-■"•*""«  al  rLí 


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V .  -Mf^iM.  ^ mor,  y  e«(;^  ^^ 


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rxTÓLiCA.  163 

^  $  «"¡xarnos  la  certeza  de 

^  que  f  u  filosofía 
ñas  saludables  eo 
ifforosos  fundamen- 
leda  ser  junta  y  sepa- 
ito,  participando  siem- 
.'le  constituye  la  Divini- 
[»orque  este  envuelve  en 
..«ncia.  Sí:  Dios  es  omnipo- 
ia  nada.  Es  sabio,  por  eso  el 
i  a  redención  del  hombre.  Es 
-ito  Espíritu  une  á  sí  á  su  Hijo 
::icial  á  su  Divinidad. 
:>  á  imagen  y  semejanza  de  Dios, 
mo9  de  esa  Trinidad  bendita  en  las 
•  jihí  depende  para  su  salvación.  ¿Qué 
jiMnclioso  de  la  voluntad,  que  todo  lo 
.!  montaña  enorme  un  fácil  llano?  ¿Qué 
i  o  la  Sabiduría  infinita  que  todo  lo  prevé 
A  mayor  merecimiento  del  alma?  ¿Qué  es 
!  atnor  en  toda  su  plenitud  para  alcanzar  la 
iia?  Y  ¿puede  alguna  de  estas  virtudes  estar 
'    i.ilqiiiera  de  ellas  no  contiene  las  tres?  ¿Qué  es 
1. 1  l;i(i  y  esperanza?  ¿Qué  es  la  caridad  sin  esperau- 
|UH  e<?  la  esperanza  sin  fe  ni  caridad?  Pero  ¿á  qué 
s  \n\  demostrar  humanamente  la  excelsitud  de  un 
>  ({ue  solo  Dio^  puede  manifestar  en  toda  su  grande- 
Trinidad  Suprema,  asf  como  los  demás  dogmas  del 
üisnio,   eleva  la  inteligencia,  ávida  siempre  por  com- 
'i>>r  ¡os  mas  impenetrables  secretos,  al  mas  encumbrado 
''cinio  y  meditación  profunda,  y  en  la  práctica  racional 
'  'an  piadoso  ejercicio  recibe  el  alma  la  inspiración  divina 
y  íidora  al  Ser  Supremo. 

^ohay  pues  en  la  religión  cristiana  un  solo  dogma  que 
1^0  muevaal  mas  detenido  estudio  del  filósofo,  á  fin  de  alcanzar 
^n  cuanto  cabe  á  la  limitación  de  los  conocimientos  humanos, 
^1  niotivo  de  su  establecimiento  y  de  la  veneración  de  los 
nel(^.  La  Iglesia  de  Cristo,  inspirada  del  cielo  para  conciliar 
^1  bienestar  de  sus  hijos,  no  ha  perdonado  los  mas  penosos 
^nucios  y  cuidados  por  conservar  ileso  el  depósito  de  gra- 
^^iasquele  confiara  el  Hijo  de  Dios,  y  á  este  objeto  ha  pro- 
JJíulgado  leyes  que  tienden  á  su  buena  organización  y  go- 
bierno; pudiéndose  afirmar  con  toda  certeza  que,  por  sencilla 
9°6  á  primera  vista  aparezca,  no  ^ay  una  sola  disposición  de 

vil.— 20 


I  54  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

la  Iglesia  que  no  lleve  el  sello  de  la  mas  encumbrada  sab^ 
durfa. 

El  carácter  de  perpetuidad  es  también  otro  requisito  in^^ 
dispensable  que  contiene  todo  precepto  de  la  Iglesia,  y  he^ 
ahí  la  razón  convincente  ue  que  sea  hoy  la  Iglesia  Católica 
la  misma  que  establecieron  los  Apóstoles,  sin  que  pueda  de- 
cirse que  iiaya  variado  (^n  lo  sustancial  punt<>  alguno  de  su 
constitución,  pues  t^on  las  mismas  sus  oraciones,  susdo]^mas 
y  sacramentos. 

En  cuanto  á  la  |)olicía  interna  y  externa,  la  Iglesia,  en  su 
constitución,  ha  tenido  que  sugetarse.  por  el  mismo  orden 
de  sabiduría  que  ejerce,  á  las  condiciont^vS  de  la  época,  por- 
que U  Iglesia  como  estado  ó  cuerpo  tiene  que  atemperarse 
i  las  necesidades  propias  de  toda  sociedad.  He  ahí  el  moti- 
vo do  la  prohibición  de  muchas  prácticas  y  ceremonias  reli- 
giosas que  se  tuvieron  en  un  principio  por  muy  santas  y 
buenas^  pero  que,  después  de  haber  cesado  la  causa  de  su 
institución,  perdieron  la  ventaja  que  d(^  ellas  pudiera  re- 
sultar. 

La  Iglesia,  fundada  en  medio  del  Paganismo,  necesitó  mu- 
cho de  su  sabiduría  para  destruir  de  un  todo  las  preocu|iacio- 
nos  y  errores  que  había  infundido  en  los  pueblos  un  culto  en- 
loramente  sensual  v  pernicioso,  cual  era  el  tributado  á  los 
dioses  del  Olimpo.  Desde  luego  siendo  solo  la. religión  de  los 
oristianos  la  de  los  afligidos,  la  que  ampara  con  amor  y  con- 
*wolo  A  todo  hombre  por  mas  pecador  y  criminal  que  st^a,  y 
5o  wordone  por  su  arrepentimiento;  siendo  esta  la  que  volvió 
ik\  nombre  sus  primitivos  derechos,  y  la  única  que  con  potier 
«upri^uio  cambió  la  faz  del  mundo,   en^amin  uiJolo  hacia  la 
iH^rfv^ooion  de  que  se  Había  separado  con  su  desobediencia  al 
\\T^vplo  divino,  era   muy  consiguiente  qiia    llevando  por 
ivnooipal  objeto  en  su  institución  la  concordia  y  el  orden, 
ivrliHios  por  la  soberbia  de  nuestros  primeros  padres,  precep- 
xrtktü  A  ^**  fieles  una  especial  conducta  y  ejemplar  compor- 
ii8iftW^^>»  Esto  dio  margen  á  la  confianza  del  pueblo  y  al  es- 
ftíriN4<*  proselitismo,  propagado  con  tal  lapidez  éimportan- 
MH  Au<*  l^v*  mismos  emperadores,  por  razón  de  estí¿do,  se  vie- 
^^^^^3^j5  vives  en  la  necesidad  de  tolerarlos,  y  otras  de  adop- 
tur  rí^ft^l^*^*^^*"^*'  '**®  doctrinas  que  enseñaban.  Mientras  el 
muniUK  en  «w  mayor  parte  olvidado  de  Dios,  se  entregaba  á 
•     tttrpef^  exc^iW  de  detestables  orgías,  la  Iglesia  vio  con 
UAA>Viia«  virtuosos  hijos,  congregados  al  rededor  de  la  Sa- 
^m.  ^^^  ^  *'  convite  de  caridad  que  celebraban  en  me- 
MAla^ótefliti^  4e  U  última  ceaa  en  que  Jesucristo  se  ofre- 


LA  VEBDAD  CATÓLICA.  155 

<^íó  í  8U8  apóstoles  como  manjar  de  vida  eterna,  prometién- 
<loIe8  8U  perpetua  asistencia  en  el  sacramento  de  amor  qae 
ínstituia. 

La  Iglesia  católica  es  la  misma  Iglesia  constituida  por  los 
apóstoles.  En  los  años  que  cuenta  de  establecida  no  ha  varia- 
do un  solo  punto  el  símbolo  de  su  fe;  siendo  esto  precisa- 
"íente  lo  maa  extraordinario  que  puede  referirle  y  lo  que  de- 
íííuestra  muy  á  las  claras  la  mano  del  cielo  en  una  obra  que 
^ada  tiene  de  humana,  puesto  que  fué  dictada  por  Dios  para 
'&  regeneración  del  mundo.  Examínese,  si  no,  toda  doctrina 
'cgal,  toda  disposición  que  tenga  por  objeto  el  establecimien- 
'^  de  una  sociedad  bajo  ciertas  y  determinadas  constitucio- 
^^^f  j  se  verá  que  estas  con  el  transcurso  del  tiempo  pierden 
^^  primera  forma,  porque  este  es  el  orden  natural  de  lasco- 
*^^   puramente  humanas,  sujetas  á  modificaciones  continuas, 
^^S^n  la  marcha  de  los  acontecimientos.  No  sucede  así  con 
'^   doctrina  católica,  que  es  inmutable  por  su  naturaleza;  y 
^'^  esta  cualidad  preciosa  se  comprende  también  la  sabiduría 
^^e  encierra,  pues  solo  esta  no  admite  variación.  Nada  hay  su- 
S^to  al  alcance  de  los  sentidos  que  no  dé  lug&r  á  un  nuevo 
^íTeglo  y   orden  de  ideas;  mas- la  ciencia  divina,  que  mani- 
^^«ta  al  Ser  Supremo  como  debe  manifestarse  la  Sabiduría, 
^'^e  es  la  verdad  misma  enseñada  por  Dios,  no  puede  experi- 
^^^otar  cambio  alguno.  Por  esta  razón  hemos  comenzado  el 
^feaente  capítulo  diciendo:  que  el  cristianismo  en  su  misión 
*vina,  anima  el  espíritu  del  hombre  á  la  esplotacion  de  los 
^^^1  preciosos  arcanos  y  eleva  á  las  ciencias  á  todo  su  esplen- 
^^r.  El  misterio  de  la  Santísima  Trinidad  y  otros  augustos 
'^Uterios  de  la  religión  católica,  que  se  muestran  al  hombre 
V^^ra  su  veneración,  son  pruebas  inequívocas  de  la  divinidad 
^3el  cristianismo:  desde  luego  la  sabiduría  humana,  si  quiere 
^u  adelanto  y  progreso,  tiene  que   respetarlos,   por  ser  estos 
^08  venerandos  é  incorruptibles  principios  de  la  Ciencia  Di- 
vina y  fundamentos  de  la  infinita  sabiduría. 

La  naturaleza,  como  obra  de  Dios,  no  presenta  sino  miste- 
rios; y  sin  embargo  el  hombre  no  se  impresiona  por  eso;  sigue 
con  serenidad  el  estudio  de  la  misma,  y  en  el  ardor  de  su  fe, 

[)resume  descubrir  los  mas  hondos  secretos,  y  esta  propia  fe 
o  va  acercando  á  la  perfección  que  anhela.  Mira  los  prodi- 
gios mayores,  cuja  causa  no  penetra,  y  saca,  sin  compren- 
derlo, resoluciones  ciertas  y  provechosas  que  le  sirven  de 
base  para  el  porvenir,  y  el  hombre,  no  por  la  ignorancia  en  ■ 
que  está  de  los  secretos  de  la  naturaleza,  aun  cuando  siente 
sus  beneficios,  puede  decir  que  es  vana  la  ciencia  porque  la 


166  LA  VERDAD  QAT^LtÚk. 

oscaridad  eavaeWe  tas  mayores  prodigiot.  Vioieado  al  hom- 
bre liy  felicidad  de  que  goza  de  lo  miamo  qjne  nobompfw- 
de  ni  puede  comprender  nunca,  cuales  son  los  miatorioey^to- 
be  amarlos  porque  de  ellos  le  viene  todo  el  bien.  Loe  miste* 
ríos  no  son  otra  cosa  que  Ja  barrera  que  faa  puesto  Dios  á  b 
soberbia  del  hombre:  siendo  la  religión  cristiana  Ja  finioa 
verdadera  y  que  tiende  á  destruir  los  males  de  esta  paatoo 
funesta  por  medio  de  la  Humildad  que  predica,  los  misterios 
que  expone  á  la  consideración  de  los  fieles  conmueven  direo* 
tamenté  la  inteligencia  humana,  acercándola  á  Dios,  j  son 
los  mayores  timbras  de  la  Divinidad. 

(Continuará.)  Rafadde  Cárdenas  y  CárdemiB. 


APABICIONES  EH  EL  SANTÍSIMO  SACRAMENTO. 


(finaujea.) 

IV. 

Segunda  aparición  de  bolsena. 

Esta  aparición  tuvo  lugar  de  dos  maneras  sucesivas.  La 
primera  vez  se  mostró  el  Salvador  en  las  gotas  de  sangre  ba- 
jo.la  forma  de  un  niño;  un  solo  testigo  le  vio  bajo  esta  forma. 
La  segunda  vez  apareció  en  el  misterio  de  su  flagelación, 
manifestándose  así  á  un  crecido  número  de  personas.  Los  he- 
chos siguientes  se  han  extractado  de  la  investigación  legal 
que  hizo  el  Cardenal  Mellini,  obispo  de  Orvieto. 

La  primera  aparición,  bajo  forma  de  niño,  tuvo  lugar  el 
17  de  Abril  de  1693.  Agustin  Bertun,  oriundo  de  Suza,  se 
hallaba  en  Bolsena  para  tratar  de  algunos  asuntos  con  el 

t preboste  de  la  colegiata,  Joaquín  Valery.  gste  le  invitó  á  ver 
as  venerables  gotas  de  la  sangre  de  Jesucristo.  Entraron 
en  la  cripta,  y  mientras  enseñaban  los  mármoles,  Agustin 
dudaba  grandemente  en  sf  mismo  de  que  aquellas  fuesen  ver- 


LASTEDAD  CATÓLICA.  157 

daderamente  manchas  de  sangre,  salidas  en  realidad  de  una 
hoitía  consagrada,  según  se  lo  decia  el  preboste.  Abierto  el 
coarto  relicario,  notó  Agustín  en  la  gota  de  sangre  un  her- 
moso niño  que  se  movia.  Esta  vista  lo  llenó  de  un  reh'gioso 
pavor,  una  viva  emoción  se  ostentó  en  su  rostro;  dijo  en  voz 
alta,  de  modo  que  pudiese  ser  oido  por  todas  las  personas 
presentes,  que  veia  indudablemente  un  Niño  en  la  gota  de 
sangre,  y  lo  mostró  con  la  mano.  Lloraba  con  Ligrimas  su 
iocredulidad,  y  salió  de  la  gruta  con  el  corazón  destrozado. 

La  noticia  dé  un  milagro  tan  insigne  no  tardó  en  divulgar- 
se. El  Emmo.  Cardenal  Bellini,  obispo  de  Orvieto,á  quien  el 
preboste  dirigió  una  relación  de  todo  el  suceso,  examinó  ju- 
rídicamente á  Agustín  Bertun  y  recibió  legalmente  sus  de- 
claraciones. El  gobernador  de  Orvieto,  el  Vicario  general, 
el  Promotor  Fiscal,  y  diez  y  ochó  personas  notables  asistie- 
ron á  los  interrogatorios.  A  fin  de  descubrir  mejor  la  verdad, 
d  Obispo  se  trasportó  á  Bolsena.  El  21  de  Abril  sometió  de 
Duevoá  Agustín  á  examen,  en  la  gruta  misma  donde  el  mi- 
lagro se  habia  verificado;  Agustín  ratiíicó  en  esta  ocasión 
cuanto  habia  declarado  en  los  anterior(?s  interrogatorios;  le 
mostraron  la  piedra,  la  examinó  atentamente,  y  dijo  que  en 
*quel  momento  no  veia  en  ella  sino  las  gotas  comunes. 

£1  mismo  dia  y  en  el  propio  lugar,  examinó  el  Obispo  á 
Joaquín  Valery,  preboste  de  la  colegiata,  y  cinco  personas 
^i  acordes  en  atestiguar  las  palabras  proferidas  por  Agus- 
^D^al  exclamar  que  veia  un  Nifio  en  la  gota  de  la  Sacratí- 
«ma  Sangre. 

He  aquí  la  relación  del  segundo  milagro.  El  mismo  dia  21 
"®  Abril,  el  Emmo.  Obispo,  después  de  haber  practicado  el 
^men  de  Agustín  y  los  otros  seis  testigos,  quiso  reconocer 
|tt  piedras  y  las  gotas  de  sangre.  Plallábanse  presentes  el 
^Imo. Marcelino  Albergotti,  protonotario  apostólico  y  gober- 
nador de  Orvieto,  el  archidiácono  y  el  arcipreste  de  la  cate- 
"'•l  de  la  misma  ciudad,  el  P.  Claudio  Lur.a,  jesuíta,  el  pro- 
'^otorde  la  íe  y  dos  notarios,  un  niño  de  familia  noble  de 
^dde  nueve  años,  eUmédico  público  de  Orvieto  y  otras 
^P»  personas.  Cuando  los  relicarios  fueron  abiertos,  el  mé- 
^ico,  con  un  hachón  en  ía  mano,  se  inclinó  para  mirar  la  pri- 
^^  piedra;  pocos  instantes  después,  dijo  al  P.  Luca  que 
^^iadistíntamente  en  la  gota  de  sangre  la  efigie  de  Nuestro 
^nor.  Habiéndola  visto  también  el  P.  Luca,  ambos  profirie- 
ron QQ3  graQ  exclamación.  Agustín  se  acercó  antes  que  los 
^^nias;  hallábase  bañado  en  lágrimas,  golpeábase  el  pecho, 
J  pedia  perdón  á  Dios;  al  punto  dijo  en  voz  alta:  *' Venid  i 


158  LA   VERDAD  CATÓLtCA. 

vuestra  vez,  y  ved  á  mi  Salvador  que  se  digna  mostrarse/* 
Entonces  el  Emmo-  Obispo  y  las  once  personas  antes  desig- 
nadas observaron  atentamente  la  mancha  de  sangre;  viéronla, 
bastante  levantada  sobre  el  mármol  y  de  un  rojo  vivísimo;  y 
en  medio  divisaron  todos' una  iiuágen  de  Jesucristo,  tal  cual 
Pilatos  lo  mostró  á  los  judíos,  cruelmente  azotado,  la  cabeza 
cubierta  con  la  corona  de  espinas;  el  blanco  de  los  ojos  se 
distmguia  perfectamente,  a^  como  la  dentadura;  todo  lo 
denias  era  rojo  y  negro,  y  el  rostro  pareciía  rodeado  de 
rayos« 

Para  alejar  todo  peligro  de  ilusión,  y  asegurarse  de  sí  la 
vista  no  era  engañada  por  el  reflejo  de  las  luces,  se  cambió 
la  t>osicion  de  estas,  y  se  las  colocó  de  todos  lados;  pero  ea 
cualquier  situación  que  estuviesen,  la  Venerable  Imagen  se- 
guia  visible.  Quince  personas  que  entraron  en  la  gruta,  se 
acercaron  una  tras  otra,  y  cada  una  de  ellas  distinguió  per- 
fectamente la  Sagrada  Imagen.  El  protonotario  extendió  un 
acta  pública  de  todo  lo  ocurrido,  y  el  P.  Luca  hizo  por  su 
parte  una  relación  circunstanciada. 

En  un  asunto  de  tanta  importancia  el  Emmo.  Obispo  no 
quiso  descuidar  ninguna  de  las  precauciones  que  ia  pruden- 
cia podia  aconsejad.  Al  dia  siguiente  22  de  Abril,  fué  de  nue- 
vo á  la  cripta  de  Santa  Cristina,  acompañado  de  varias  per- 
sogas. Abierto  el  relicario,  hizo  levantar  el  cristal,  no  fuese 
que  el  reflejo  hiciese  concebir  alguna  duda  sobre  la  realidad 
de  la  aparición.  Quitado  pues  el  cristal,  S.  Em.  y  todas  las 
personas  presentes  vieron  manifiestamente,  y  quizá  con  mas 
claridad  que  la  primera  vez,  la  imagen  del  Santo  Salvador 
El  protonotario  extendió  otro  instrumento  público;  todos  los 
testigos  de  la  aparición  declararon  el  hecho  bajo  juramento, 
y  siete  de  ellos  renovaron  jurídicamente  su  declaración  ante 
el  protonotario  apostólico  y  otro  notario,  que  obraban  como 
delegados  del  Emmo.  Obispo. 

Ademas  el  16  de  Mayo  siguiente,  D.  Eneas  Pió,  auditor  de 
la  Rota,  visitando  la  cripta  de  Santa  Cristina  y  orando  en  ella 
devotamente,  vio  claramente  el  rostro  de  Nuestro  Señor  bajo 
la  forma  arriba  indicada,  según  lo  atestiguó  por  medio  de 
documento   público. 

El  19  del  mismo  mes,  pasando  el  Obispo  de  Aquapendente 
por  Bolsena  al  volver  á  su  catedral  después  de  la  visita  dio- 
cesana, hizo  abrir  la  piadosa  cripta;  y  después  de  haber  ve- 
nerado las  piedras  sagradas,  vio,  y  doce  personas  que  le  acom' 
liaban  vieron  como  él,  la  Imagen  del  Santo  Salvador  en 


LA  VERDAD   CATÓLICA.  159 

la  gota  de  sangré.  El  Obispo  atestiguó  este  prodigio  en  un 
iostrumento  público. 

Posteriormente  á  estas  apariciones  varias  curas  nriilagrosas 
tuvieron  lugar  por  medio  de  la  invocación  del  santo  prodigio; 
las  investigaciones  jurídicas  á  que  procedió  el  Obispo  de  Or- 
vieto  no  permiten  poner  en  duda  ni  la  realidad,  ni  el  carác- 
ter sobrenatural  de  esas  curas. 

Alejandro  VIH  ocupaba  la  silla  de  S.  Pedro.  Habiéndole 
dirigido  el  Emmo.  Cardenal  Mellini  la  relación  de  las  apari- 
ciones milagrosas  que  acababan  de  tener  lugar,  el  Pontífice 
envió  dos  mil  escudos  para  la  restauración  del  Santuario  de 
Bolsena.  Esto  atestigua  el  quirógrafo  que  dirigió  al  tesorero 
general  á  9  de  Mayo.  "In  nomink  domini.  Amen.  Monseñor 
JoséPallavicini,  Nuestro  tesorero  general.  El  Rmo.  Carde- 
nal Mellini  Obispo  de  Orvieto  nos  ha  dirigido  lu  relación  del 
hecho  ocurrido  últimamente -en    la  iglesia  ó  gruta,  como  se 
le  llama,  de  Santa  Cristina  de  Bolsena,  la  cual  se  halla  con- 
tigua á  la  colegiata  de  aquel  punto,  es  decir  la  aparición  de 
un  Niño  en  una  de  las  gotas  de   la  Sacratísima  Sangre  de 
Nuestro  Señor  Jesucristo,  conservadas  en  aquel  lugar,  apari- 
ción que  fué  vista  por  una  persona  extraía;  ademas,  la  apa- 
nc\on  en  otra  de  dichas  gotas,  de  un  rostro  ó  efigie  de  Ntro. 
Salvador,  vista  por  el  susodicho  Cardenal  y  otras  varias  per- 
sonas, y  posteriormente  por  todas  las  que  allí   fueron,  según 
nos  lo  ha  contado  de  viva  voz  y  puesto  por  escrito  el  referi- 
do Cardenal.  Como  nos  ha  representado  que  tan  precioso  te- 
soro se  halla  conservado  en  un  lugar  poco  decente,  y  como 
quiera  que  queramos  lo  esté  de  un  modo  mas  conveniente,  de 
motu  proprio  y  en  la  plenitud  de  nuestro  poíler  ordenamos 
fe  hagan  contar   dos  mil  escudos   á  dicho  Cardenal  Mellini 
de  los  fondos  de  Nuestra  Cámara,  á  fin  de  qué  los  emplee 
para  poner  y  hacer  poner  aquel  lugar  en  un  estado  mas  con- 
teniente y  decente,  según  lo  juzgue  oportuno,   sin  estar  ja- 
'Dw sujeto,  ni  poder  sugetársele  por  Nos  ó  Nuestros  suceso- 
res 6  por  otros  ministros  y  empleados,  á  dar  cuenta  de  dicha 
'í^nia,  ni  aun  á  justificar  que  la  ha  empleado  en  su  totalidad 
"  en  parte;  pues  desde  hoy  le  dispensamos  y  descargamos  de 
^<lü  rendición  de  cuenta,  como  a?^imÍ8mo  de  toda  justifica- 
^|<>n.  Le  haréis  pues  y  le  dirigiréis  el    mandato  usitado  para 
"icho  pago;  y  así  lo  haréis  porque  tal  es  nuestra  intención, 
^'Nuestra  expresa  voluntad,  no  obstante  cualesquiera  cons- 
tituciones y  ordenanzas  apostólicas,  como  asimismo  todas 
Iw  demás  cosas  y  disposiciones  que  lo  estorbaren,  y  que  de- 


160  LA  VERDAD   CATÓLICA. 

rogamos  expresamente.  Dado  en  Nuestro  Palacio  Apostólico 
del  Quirinal  á  9  de  Mayo  de  1693.'* 


PRINCIPIOS  TEOLÓGICOS. 

Segiin  la  doctrina  de  Sto.  Tomás  (part.  3,  quaest.  76  art. 
8),  las  apariciones  en  el  Smo.  Sacramento  pueden  tener  lu- 
gar de  varios  modos.  A  veces,  aunque  la  persona  vea  exte- 
nórmente  la  eacne,. la  sangre,  un  niño,  ó  un  misterio,  no  hay 
verdadero  cambio  en  el  Sacramento  mismo;  efectuándose  el 
fenómeno  en  los  ojos  del  espectador;  eso  es  verosímilmente 
lo  que  ocurre  en  las  apariciones  que  solo  snn  vistas  por  uno 
ó  dos  testigos,  quedando  ocultas  para  los  demás;  no  discer- 
niendo en  el  Smo.  Sacramento  sino  las  especies  sacramenta- 
les, es  preciso  creer  que  solo  los  órganos  de  los  que  ven  la 
aparición  se  bailan  afectados. 

El  segundo  modo  es  cuando  las  especies  sacramentales  su- 
fren un  cambio  real  y  efectivo  y  la  aparición  se  verifica  en 
realidad  exteriorniente.  hiriendo  Ja  vista  de  cuantos  en  ella 
fijan  sus  miradas.  Parece  que  diíbeii  ser  colocadas  en  esta 
cíaselas  apariciones  que  duran  largo  tiempo,  ó  son  vistas 
por  todo  el  mundo.  Sifi  embargo,  como  hacojí  notar  los  teó- 
logos "O  es  imposible  que  el  fenómeno  no  se  ef(»ctúe  ni  en 
las  especies  sacramentales,  ni  en  los  ojos  del  espectador,  y 
sí  (!n  un  medio.  Ese  medio  s(>rá  o.l  espacio  que  rodea  las  es- 
pecies sacra  mentale«<,  óbien  el  aire  que  existe  entre  estas  y 
la  vista;  allí  se  forma  la  imágCít  de  la  cosa  que  cree  verse,  y 
que,  imprimiéndose  en  el  ojo  del  espectador,  produce  la  vi- 
sión, la  aparición. 

Estas  explicacion-es  permiten  indicar  hasta  dunde  se  extien- 
de el  poder  natural  de  los  Angeles  en  las  a[)aricioncs  prodi- 
giosas de  que  hablamos.  No  parece  dudoso  que  los  Angeles 
tengan  la  facultad  de  opfírar  las  apariciotu's  de  la  primera  y 
tercera  clase;  con  su  podí^r  natural  sobre  la  materia,  pueden 
formar  imágenes  de  nuestro  Señor  que  para  nosotros  son  mi- 
lagrosas; y  como  también  pueden  obrar  sobre  nuestra  vista  y 
oido,  y  generalmente  sobre  todos  nuestros  sentidos,  nada 
impide  que  los  afecten  de  tal  modo,  que  en  ellos  produzcan 
las  apariciones  de  la  primera  clase.  La  dificultad  reside, 
pues,  tan  solo  en  las  de  la  segunda  especie.  Eu  efecto,  los 
santos  padres  y  lo*?  teólogos  están  acordes  en  decir  que  los 
Angeles  no  tienen  la  facultad  de-  hacer  producir  á  un  agente; 


LA  TBRDAD  CATÓUCA  .  161 

OD  efecto  que  no  esté  en  su  naturaleza;  ellos  pueden  poner 
n  faena  en  movimiento,  j  valerse  de  #lla  para  efectos  na- 
tanles;  mas  su  poder  no  se  extiende  hasta  realzar  !a  fuerza 
natural  del  agente  para  obtener  de  él  efectos  superiores  ¿  su 
h  natoraleza.  Puede  verse  la  doctrina  común  de  los  teólogos 
I  wbre  los  milagros,  particularmente  á  Santo  Tomás,  quoest. 
^iemiraaUis,  art.  2;  8-  Agnstm;  lib.  2,  de  Trinitafei  cap.  8, 
ylib.  13,  ¿e  CivUnte  Dei,  cap.  18.  Ahora  bien:  en  las  apari- 
ciones de  la  segunda  especie,  según  hemos  dicho,  tiene  lugar 
el  milagro  y  se  efectúa  el  cambio  en  las  especies  sacramen- 
tales. Por  eso  creen  algunos  teólogos  que  esas  especies  de 
apariciones  deben  atribuirle  á  la  omnipotencia  de  Dios. 

Por  lo  demás,  como  dice  S.  Agustín,  en  todos  los  milagros 
operados  sobrenatural  mente  para  confirmar  el  culto  del  Dios 
solo  y  único  en  quien  únicamente  reside  la  vida  bienaventu- 
nda»  ya  los  efectúen  los  Angeles,  ya  los  lleve   á  cabo  cual- 
quier otra  potencia  sobrenatural,  es  de  creer  que  se  verifiquen 
poraqnellos  ó  por  medio  de  aquellos  que  nos  aman  según  la 
verdad  y  la  piedad,  obrando  Dios  mismo  en   ellos«  For- 
n  atuem  qiuBCumque   miracula,   sive    per  Angelote   sive  quo- 
cntquetnodo  divinitus  fiant,  uí  Dei  unitis,  in  quo  solo  tita  Üeata 
»^  cuUum,  religionemque  commendcnU  ea  vero  ah  eis,  velper  eos, 
fdMtecundum  verilatem,  piefatemque  düigunt  fieri^  ipso  Deo  in 
^i*  operante,  credendum  est,  (Lib.  10  de  Civitate  Dei,  c.  12). 
Sto.  Tomás,  que  reconoce  el  ministerio  de  los  Angeles  en  las 
operaciones  milagrosas,  atribuye,  no  obstante,  los  milagros 
i  Dios. 

No  habria  que  deducir  de  lo  dicho,  que  las  apariciones  pú- 
kiicaaaon  siempre  visibles  para  todo  el  mundo  sin  excepción; 
I»  historia  eclesiástica  contiene  varios  ejemplos  que  demues- 
^an  que  no  siempre  sucede  así.  He  aquí  un  hecho  referido 
por  un  hombre  digno  de  fe,  y  testigo  ocular  de   lo  que  rela- 
mí Tomás  Cantipratario,  religioso  de  la  orden  #de  Santo  Do- 
"íingo,  y  hombre  célebre  por   su   piedad  y   doctrina.  En 
'Q  tratado  de  Apibus,  lib.  2,  c.  4,  cuenta  este  autor  que  en 
l^uai,  en  la  iglesia  de  S.  Amado  obispo,  dando  un  sacerdote 
'^comunión  al  pueblo  el  dia  de  Pascua,  encontró  una  hos- 
^ft  en  el  pavimento  de  la  iglesia;  como  se  arrodillase  para 
cogerla,  aquella  se  elevó  por  sí  sola  en  el  aire,  y  fué  á  colo- 
carse sobre  el  paño  con  que  el  sacerdote  acostumbra  enju- 
S|trse  los  dedos.  El  sacerdote   llamó  á  los  canónigos,   estos 
''egaron  y  vieron  en  el  lienzo  un  cuerpo  vivo,  bajo  la  forma 
^fMn  hermosísimo  Niño.  El  pueblo  acudió  á  fin  de  presen- 
^^r  tan  milagroso  espectáculo,  y  la  yision  celestial   hq  fvaí 

yii.— 21 


162  hA  V£BDAD  CATÓLICA. 

negada  á  nadie,  ''Habiéndome  traído  la  fania  la  noticia  de 
aquel  prodigio,  añade  Tomás  Cantipratano,  partí  para  DouaL 
y  recurrí  al  deán  de  laiglema,  de  quien  era  muy  conocido* 
Le  pedí  ver  el  milagro,  y  él  conaiotió  dando  orden  para 
que  abriesen  el  relicario.  Al  punto  acudió  el  pueblo,  y  desde 
quia  Be  abrió  la  píxide,  todos  exclamaron^  Ya  diviso,  ya  veo 
al  S&lvador,  En  cuanto  á  mU  me  asombraba  de  no  ver  sino 
un  lienzo  blunquísimo;  no  acertando  á  explicarme  cómo  no 
veia  ©I  Sagrado  Cuerpo  del  mismo  modo  que  todos-  Esíta 
ansiedad  no  fué  larga;  pues  distinguí  de  pronto  tjl  Sagnido 
Rostro  de  Jesucristo  en  la  plenitud  de  su  edad,  llevando  la 
corona  de  espinasen  la  cabe^E^  y  dos  gotas  de  saugre  que 
descendian  de  la  frente  por  et  rostro  sobre  ambas  mejinas. 
Pros  témeme  y  adoré  derramando  lágrimasp  Al  levan  tiir  me. 
00  vi  ya  la  corona  en  la  cabeza  ni  la  aangre,  .^ino  simple- 
mente un  rostro  de  hombre  de  una  belleza  inexpresable^  y 
vudto  hacia  laderecba,  de  modo  que  apenas  podia  versf?  el 
ojo  correspondiente  áeste  lado  &c.  Esta  aparición  duro  una 
hora  entera;  entre  tanto,  otros  vieron  aI  Salvador  clavado  en 
la  cruz,  otros  viniendo  á  juzgar  á  los  hombres*  y  la  mayor 
parte  bajo  la  forma  de  un  Nido."  Tal  es  la  relación  de  Canti- 
pratano. 

VI. 

ARTIFICIOS  DIABÓLICOS. 

Acabamos  de  ver  que  las  apariciones  del  Santísimo  Sacra- 
mento no  exceden  el  poder  natural  de  los  Angeles.  4N0  po- 
drían ser  á  veces  obras  del  demonio,  transfigurado  en  ángel 
de  luz?  En  efecto,  el  demonio  tiene  el  poder  de  obrar  sobre 
los  sentidos  exteriores  del  cuerpo  humano  de  que  se  vale  el 
alma  para  sentir,  como  dice  S.  Agustin,  tib.  de  animí^  ca|>. 
29  Puede,  pues,  engañar  al  hombre  de  mil  modos,  ya  por 
medio  de  los  fenómenos  ó  los  cambios  que  efectúa  en  los  ob- 
jetos, ya  valiéndose  de  las  apariciones  que  forma,  ya  obrando 
sobre  nuestros  órganos.  En  una  palabra,  las  explicaciones 
dadas  arriba  sobre  la  naturaleza  de  las  apariciones  parecen 
demostrar  que  la  mayor  parte  de  esos  prodigios  no  esceden 
el  poder  natural  del  demonio. 

Sea  lo  que  fuere  del  poder  natural  y  físico,  acerca  del  cual 
se  dirán  dos  palabras  mas  adelante,  es  cierto  que  el  demonio 
00  tiene  el  poder,  moralmente  hablando  y  atendidas  las  cir- 
cunstancias de  los  hechos  que  consideramos,  de  hacer  apari- 
43¡0Qe8  por  el  estilo  de  las  que  nos  ae^ipan.  Dios  ha  dado  á  la 


LA  Vebdad  católica.  l63 

Iglesia  varias  señales  para  reconocer  las  visiones  falsas,  y  dis- 
cernirlas de  las  verdaderas  apariciones  divinas,  £1  demonio 
puede  tomar,  es  cierto,  todas  las  apariencias,  todas  las  figo- 
ras,  todas  las  semejanzas;  su  naturaleza  y  las  fuerzas  de  que 
se  halla  dotada  le  permiten  valerse  de  agentes  físicos  para 
obrar  sobre  cosas  pasivas  como  son  los  sentidos  exteriores 
del  hombre.  Mas  la  divina  Providencia,  lejos  de  dejar  al  de- 
monio el  pleno  y  libre  ejercicio  de  sus  fuerzas  naturales,  no 
le  permita  hacer  uso  de  ellas  sino  en  circunstancias  tales, 
que  el  hombre  puede  distinguir  su  operación  mediante  seña- 
les qae  los  padres  y  doctores  dan  á  conocer. 

La  primera  señal  consiste  en  la  forma  de  las  apariciones. 
El  demonio  no  acostumbra  mostrarse  bajo  la  forma  de  un 
cordero,  ni  bajo  la  de  una  paloma,  ni  bajo  ninguna  otra  cuya 
•encillez  é  inocencia  naturales  son  la  imagen  de  Jesucristo, 
y  representan  por  consiguiente  su  persona.  Bajo  la  forma 
deán  macho  cabrio,  ó  bajo  la  de  cualquier  otro  animar  in- 
Knando  aparece  el  demonio  por  lo  común,  porque  esos  ani- 
Qiales  representan  bastante  bien  por  medio  de  sus  hábitos 
los?icios,  el  mal  y  el  infierno.  Si  el  demonio  toma  á  veces 
la  forma  humana,  casi  siempre  la  desnaturaliza,  por  lo  me- 
nos en  alguna  parte.  Casi  siempre  se  descubre  pues  también, 
cualquier  máscara  que  tome,  presentando  cosas  que  no  pue- 
den convenir  á  las  personas  cuya  semejanza  toma.  Esta  fué 
la  señal  que  dio  nuestro  Señor  á  la  Venerable  Catalina  Pa- 
luzzi,  según  lo  atestigua  esta  en  la  historia  de  su  vida. 

Debe  considerarse  también  la  forma  de  la  aparición;  la  de 
bruto  6  monstruo  solo  conviene  al  demonio;  los  rugidos,  las 
carcajadas,  los  ruidos,  las  voces  inarticuladas  provienen  de  de- 
monios y  condenados.  Lo  que  decimos  de  las  apariencias  que 
toma  el  maligno  espíritu  para  engañar  á  los  hombres,  debe 
entenderse  de  las  imágenes  que  dibuja  ó  pinta  con  el  mismo 
En.  Aplicando  esta  regla  á  las  apariciones  referidas  antes,  se 
ve  claramente  que  la  imagen  de  Niño  Jesús  y  la  del  Salva- 
dor, formadas  con  tanta  conveniencia  y  belleza  nada  tienen 
de  común  con  las  apariciones  diabólicas. 

La  segunda  señal  consiste  en  las  circunstancias  de  la  apa- 
rición. Aunque  el  demonio  se  transfigure  á  veces  en  Ángel 
laminoso,  no  obstante,  según  hace  observar  Santo  Tomás, 
liempre  comunica  á  sus  visiones  y  apariciones  algo  de  falso, 
de  obsceno  6  de  ridículo;  padre  de  la  mentira,  y  no  tratando 
tino  de  engañar  á  los  hombres,  no  puede  administrarles  la 
pura  y  sincera  verdad,  ni  conservar  la  decencia  y  el  orden 
9ue  las  cosas  deben  tener.  Ahora  bien:  en  los  milagros  de 


1G«  tA  VKEDAD  QAXdUCA. 

qoe  habUmos»  las  aparicionet  del  Niño  Jesús  j  del  Santo 
Salvador  nada  tieaende  iocoaveaieate,  ioútíl  6  desordenado; 
esas  imágenes  excitan  en  los  espectadores  el  pesar  por  sus 
pecados,  el  respeto,  la  deirocion  y  una  gran  alegría  espiri- 
toal.  Son  esos  afectos  que  el  demonio  no  tiene  el  poder  de 
excitar  en  los  corazones,  sobre'todo  si  se  trata  de  un  gran  nú- 
mero de  personas;  pues  Dios  se  lo  impide,  7  no  permite 
que  sus  artificios  alcancen  tan  alto  grado  de  engaño  y  false- 
dad, con  detrimento  de  los  fieles,  que  de  ese  modo  se  verimD 
arrastrados  ¿  ilusiones  funestísimas  y  casi  sin  remedio.  Ha- 
gamos observar  ademas  que  las  apariciones  en  cuestión  re- 
Íresentan  casi  siempre  misterios  de  la  fe  cristiana;  el  Niño 
esus,  su  natividad,  6  los  misterios  de  la  pasión  aparecen  en 
el  Santísimo  Sacramento.  Ahora  bien:  Dios  no  permite  que 
haya  engaño  y  prestigio  en  las  apariciones  que  se  refieren 
¿  los  misterios  de  la  fe,  según  no  vacila  en  afirmar  S.  Agus- 
tín: Circa  Apparitianes  tungenU$my$Uria  Fideisacroy  nunquam 
Deum/ore  permissurtim  dwpíumem  et  prestigia.  (L\b  8  de  Ci^ 
vit.  Dá  cap.  15.)  En  una  cosa  tan  importante  y  tan  seria  in- 
cuAbe  ¿  la  Divina  Providencia  impedir  que  los  cristianos 
caigan  en  una  ilusión. 

La  tercer  señal  para  discernir  las  operaciones  diabólicas 
consiste  en  la  poca  duración  que  tienen.  Sabiendo  el  poco 
tiempo  que  le  es  concedido,  el  demonio,  dice  el  Apocalipsis, 
desciende  hacia  nosotros  con  grande  ira:  DcscendU  diabalus 
ad  nos  ira  magna^  sciens^  quotl  modicum  tempus  habet.  (Cap«  12) 
Las  cosas  que  proceden  de  artificios  diabólicos  no  son  muy 
largas.  Puede  verse  á  S.  Agustín,  lib.  3  de  Civitau  DeU  cap. 
7,  y  según  él  á  Santo  Tomás,  tercer  libro  de  las  Senten- 
cias, díst.  31,  quaest.  2.  Santa  Teresa,  Moradas  sextas  del 
Castillo  interior,  cap.  8,  dice:  ''No  tengo  que  es  posible  du- 
rar canto  siendo  demonio,  haciendo  ten  notable  provecho  al 
alma."  Este  principio  demuestra  que  las  apariciones  referi- 
das ¿ntes,  sobre  todo  las  permanentes,  son  superiores  al  po- 
der del  demonio.  Las  dos  primeras  señales  deben  hacer  es* 
duir  la  intervención  diabólica  de  todos  los  hechos  maravi  - 
liosos  que  aparecen  en  derredor  de  las  especies  sacraménte- 
les; pero  ademas,  con  respecto  á  las  apariciones  permanentes* 
6  de  larga  duración,  debe  tenerse  por  cierto  que  el  poder  na- 
tural del  demonio  nada  puede  para  producirlas. 


L4  VBftDAD  CATÓUCA  165 

vn. 

CONCLUSIÓN. 

Falta  coosiderar  ti  la  imagiDacion  del  hombre  no  podría 
deaempeDar  un  papel  priacipal  en  esos  sucesos  prodigiosos. 
Sabido  es,  eo  efecto,  que  la  representación  de  ciertas  imáge- 
nes no  ae  detiene  en  la  imaginación,  pasando  á  veces  hasta 
loa  aentidoa  exteriores,  á  los  cuales  se  comunica.  Esto  ense- 
ña Sto.  Tomás,  primera  parte  de  la  Suma,  cuest.  1 12,  art.  5. 
Loa  aentidoa  son  afectados  de  dos  modos:  pueden  serlo  por 
medió  de  un  objeto  sensible,  y  á  veces  meaiante  una  impre- 
sión interna.  La  lengua  del  enfermo  todo  lo  percibe  amargo. 
Eato  aucede  con  bastante  frecuencia  en  las  mujeres,  que  for- 
mándose interiormente  una  imagen  de  Jesucristo  cuando 
oran  con  gran  fervor,  creen  luego,  en  medio  cíe  la  vehemen- 
cia con  que  contemplan  aquella  imagen,  verla  realmente  con 
loa  ojos  del  cuerpo.  ¿No  sucederá  acaso  lo  mismo  en  las  apa- 
riciones milagrosas  de  que  hablamos?  ¿So  es  de  temer  que 
la  piedad  con  que  se  desea  ardientemente  contemplar  tan  ad- 
mirables fenómenos,  obre  sobre  la  imaginación  y  los  senti- 
dos, de  tal  modo  que  crea' verse  lo  que  no  existe  en  realidad? 
Esto  ea  tanto  maa  veroaímil,  cuanto  que,  según  se  ha  dicho 
antea,  hay  apariciones  verdaderamente  sobrenaturales  y  di- 
vinas que  no  tienen  mas  asiento  que  en  los  sentidos  humanos, 
independientemente  de  toda  realidad  objetiva. 

Decimos  brevemente  que  es  imposible  que  tantas  perso- 
nas graves,  testigos  oculares  de  las  apariciones  mencionadas, 
ae  hayan  viato  bajo  el  dominio  de  la  ilusión  y  del  error.  Que 
UD  hombre  enfermo,  que  un  cerebro  débil  imaginen  ver  y 
oir  lo  que  no  existe,  la  experiencia  lo  prueba;  pero  que  tan- 
tas personas  racionales  puedan  cometer  semejante  error,  no 
ea  Di  verosímil,  ni  posible.  El  lector  se  convencerá  de  ello 
reflexionando  en  los  hechos  atestiguados  en  las  relaciones 
mencionadas  antes.  La  curiosidad  puede,  cierto  es,  arrastrar 
á  la  imaginación  á  un  engaño;  el  ardiente  deseo  de  ver  una 
imagen  milagrosa,  una  aparición  sobrenatural,  podrá  exaltar 
el  espíritu  y  hacerle  creer  que  ve  en  realidad  un  objeto  que 
DO  existe.  Pero  en  los  hechos  referidos  mas  arriba,  ó  es  á  una 
población  entera  á  quien  se  manifiesta  el  prodigio,  ú  hom- 
bres poco  crédulos,  y  aun  positivamente  incrédulos,  son  ad- 
mtiidos  á  contemplar  la  visión  sobrenatural.  La  aparición  de 
3olseaa,  por  ejemplo,  ¿no  fué  vista  por  treinta  personas, 


166  LA  VbBDAÍ»   OATÓUOA4 

que  el  tribunal  mas  exigente  acogería  8ÍQ  dificultad  como  tes- 
tigos fuera  de  toda  excepcioD?  ¿Acaso  el  Cardenal  de  Orvieto 
y  las  personas  que  le  acompañaban,  el  gobernador  y  loa  ca- 
nónigos, el  médico  y  demás  pueden  pasar  por  espíritus  dé- 
biles y  crédulos?  La  imaginación,  á  ser  el  verdadero  origen 
de  la  visión,  hubiera  debido  representar  al  Niño  Jesús  á  sus 
ojos,  tal  como  el  forastero  de  Suza  lo  descríbia  en  los  inter- 
rogatorios formales  que  acababa  de  sufrir  en  su  presencia; 
lo  que  ven,  por  el  contrario,  es  una  imagen  muy  diversa,  el 
Sagrado  Rostro  de  Jesucristo  coronado  de  espinas  y  vestido 
de  púrpura,  como  la  presentó  Pilatosá  los  judíos.  Notad  que 
esa  imagen  se  forma  en  un  instante,  cosa  superior  alas  fuer- 
zas de  lu  imaginación  humana;  pues  los  mas  hábiles  artistas 
no  pueden  expresar  sus  concepciones  sino  paulatinamente; 
el  arte,  como  la  naturaleza,  comienza  sus  mas  bellas  obras 
por  un  informe  embrión,  conduciéndolas  por  medio  de  un 
trabajo  paciente  y  activo  á  la  belleza  perfecta.  La  misma  ley 
rige  en  el  orden  místico.  Pues  si  las  mujeres  devotas  tienen 
¿  reces  visiones  por  la  sola  fuerza  de  su  imaginación,  esas 
visiones  comienzan  siempre  de  un  modo  confuso,  y  solo  tras 
laboriosos  esfuerzos  de  la  imaginación  se  va  logrando  ver 
los  objetos. 

Estas  consideraciones  pueden  seguirse  y  corroborarse  coa 
infinidad  dé  otras  reflexiones.  Parécennos,  sin  embargo,  sufi- 
cientes para  hacer  ver  que  las  apariciones  del  Santísimo  Sa- 
cramento, tales,  cuales  antes  se  han  descrito,  no  pudiendo 
ser  efectos  de  la  imaginación  de  los  numerosos  testigos  que 
las  presenciaron,  ni  colocadas  en  el  número  de  los  artificios 
que  emplea  el  demonio  para  engañar  á  los  fieles,  deben  atri- 
buirse á  la  divina  Providencia,  que  confirma  la  fe  de  la  Igle- 
sia con  señales  sobrenaturales,  y  muy  propias  para  alimentar 
la  piedad  de  los  fieles  y  abrir  los  ojos  á  los  herejes  que  re- 
chazan el  adorable  sacramento  de  la  Eucaristía. 

{Analecta  Jurit  Pontificih  trad.  por  R.  A.  O). 


U  VERPAP  CATÓ1.1CA.  167 


LAS  FLORES  DE  MATO. 


Dios  eligió  desde  toda  eternidad  una  mujer  santa  en  la  cual 
encarnaíe  el  Verbo  Eterno  para  consumar  la  regeneración 
universal.  Marfa  fué  concebida  en  gracia,  exenta  de  toda  cul- 
pa, y  elevada  sobre  todo  ser  creado.  Se  adelantó  en  las  sen- 
das de  la  existencia,  hermosa  como  la  aurora  que  sucedería 
ala  sombra  horrenda  del  pecado,  brillante  como  un  sol  que 
aluiubraria  á  los  pueblos,  pura  como  la  luna  que  luciría  pro- 
picia en  la  noche  del  dolor,  terrible  como  un  ejército  puesto 
euórden  de  batalla,  porque  ella  confundiría  al  padre  del  er- 
ror y  la  soberbia,  y  echaría  por  tierra  su  poder.  El  Altísimo 
la  7Í6,  se  hizo  amante  de  su  hermosura,  se  dignó  tomarla  por 
esposa,  y  la  colocó  en  la  plenitud  de  los  santos,  porque  ella 
sola  reunía  mas  gracia  y  santidad  que  todos  ellos.  Dios  la 
introdujo  en  el  seno  de  su  amor,  y  dispuso  en  ella  su  caridad. 
Ella  era  toda  de  Dios,  y  Dios  era  todo  de  ella.  Fué  destina- 
da para  Madre  del  Verbo,  para  templo  y  sagrario  de  la  Trini- 
dad, y  en  la  plenitud  del  tiempo,  el  Verbo  descendió  del  cie- 
lo, y  tomó  carne  en  su  seno  virginal.  El  Espíritu  Santo  vino 
sobre  ella,  la  virtud  del  Altísimo  In  cubrió  con  su  sombra,  y 
el  fruto  que  dio  á  luz  fué  llamado  hijo  de  Dios,  Salvador  del 
mundo.  María  fué  hecha  Madre  de  Dios  para  serlo  de  los 
hombres. 

Llegada  la  hora  de  la  inmolación  sangrienta  de  Jesús,  su- 
bió con  él  al  Calvario  y  dio  á  luz  de  un  modo  espiritual  con 
808  dolores  á  toda  la  humanidad:  allí  oyó  de  labios  del  espi- 
rante Unigénito  el  sublime  ^'Ese  es  tu  hijo,"  por  el  cual  que- 
dó constituida  Madre  de  los  hombres,  representados  en  la 
persona  del  amado  Evangelista;  allí  padeció  inmensamente 
por  la  inmensa  manch»  de  la  primera  Eva,  y  cerró  las  puer- 
tas del  infierno.  María  vio  ante  sí  ul  pueblo  numeroso  de  sus 
hijos,  y  derramó  en  él  la  luz  y  la  verdad,  le  llenó  de  gracias 
y  bendiciones:  en  ella  y  por  ella  vino  siempre  á  los  hombres 
todo  bien,  y  nada  hay  de  grande  y  de  difícil,  de  arduo  y  asom- 
broso, que  no  haga  en  pro  de  los  caros  hijos  que  concibió  y 
dio  á  luz  en  el  Calvario. 

María  no  abriga  en  su  mente  mas  que  ideas  de  amor  y  bene- 
ficencia; su  corazón  es  una  hoguera  inmensa;  su  lengua  no  sa- 


4 


16S  LA  VEEDAD  CAtéUCA, 

be  mas  que  proQunciar  palabras  de  coasuelo;  sus  ojoi  \een^ 
en  nueatrai  almas  buacando  ou estro  bieo;  3U@  oídas  están 
atentos  siempre  á  nuestras  HÚplicaa;  sus  manos  nos  colman 
de  favores  y  nos  geñulan  los  oaminos  mas  áeguroüi;  sus  pies 
dan  continuos  pasos  en  pos  del  hijo  ingrato,  d«  ta  oveja  des- 
carriada. María  se  consagra  toda  al  hombre,  vela  por  él  y  le 
protege»  y  por  tanto,  digna  m  de  que  los  hijos  hagan  su  elo- 
gio, y  deque  la  hayan  proclamado  bienaventurada  todas  las 
generaciones. 

El  sabio  en  sus  escritos,  el  poeta  en  sus  cantos,  el  pintor 
en  sus  lienzos,  el  artífice  en  sus  mármoles,  todos  han  elevado 
y  engrandecido  á  la  protectora  del  mundo,  §  la  Eva  de  la 
gracia»  á  la  coredentora  de  la  perdida  descendencia  del  primer 
hombre.  Do  quiérase  han  levantado  templos  y  altaren  en  su 
houor,  en  ta  cumbre  de  los  montes,  en  la  espesura  de  las  sel- 
vas, á  la  orilla  de  los  rios,  en  el  centro  de  las  pla^a^,  en  me- 
dio de  las  ciudades.  Los  reyes  hau  puesto  sus  ejércitos  al 
abrigo  de  su  manto,  y  el  soldado  invocándola  ha  tri^infudo  en 
la  batalla;  el  náufrago  la  ha  llamado  luchíindo  con  los  vien- 
tos y  las  olas»  y  una  tabla  le  ha  llevado  al  puerto  de  salva* 
cion;  el  reo  de  muerte  la  ha  buscado  en  su  agonía,  y  el 
verdugo  ha  tenido  una  víctima  menos  que  inmolar;  el  enfer- 
mo ha  sanado  por  su  medio,  el  preso  ha  sido  libre,  ha  halla- 
do albergue  el  peregrino,  pan  el  mendigo,  agua  el  sediento, 
amparo  el  huérfano,  socorro  el  desvalido,  fortaleza  el  débil, 
instrucción  el  ignorante,  virtud  el  libertino;  todos  han  senti- 
do los  efectos  de  su  gran  beneficencia.  Ella  ha  sido  un  todo 
para  todos  y  para  todas  las  cosas  sobre  la  tierra. 

Gran  nt^mero  de  fíeles,  estimulados  del  inmenso  amor  de 
la  divina  Madre,  la  consagraron  los  piadosos  ejercicios  de 
las  Flores  de  Mayo.  En  este  bello  mes  de  primavera,  llevan 
los  hijos  á  su  altar,  como  rica  ofrenda,  las  flores  de  todas  las 
virtudes,  formando  con  ellas  una  místií^a  corona,  y  María 
vierte  en  cambio  sobre  ellos  torrentes  de  bendición.  Ella 
recibe  esas  flores  naciflas  en  los  corazones  cristianos,  las  es- 
trecha contra  su  amante  pecho,  y  las  hace  mas  bellas  con  su 
aroma,  como  azucena  del  campo  y  lirio  de  ios  vall<^s.  como 
nardo  de  Sion  y  rosa  de  Jericó.  Ella  es  la  flor  mas  bella  del 
Campo  del  Eterno,  el  lirio  mas  hermoso  de  los  prados  celes- 
tiales: á  ella,  pues,  ofrecen  los  hijos  las  flores  de  su  corazón, 
para  que  las  haga  bellas  y  meritorias,  y  ella  les  da  flores  de 
divina  gracia,  cuyo  perfume  es  puro  como  ella,  cuyo  valor 
es  grande  como  su  misma  dignidad. 

Ella  es  digna  de  todo  honor  y  gloria,  de  toda  ofrepda  de 


LA    VERD\D   CATÓLICA.  169 

gratitud.  Ella  fué  la  paloma  que  trajo  la  oliva  de  salvación. 
oespues  del  diluvio  del  pecado;  la  raíz  de  Jesfié,  que  dio  una 
flor  cayo  aroma  disipó  la  fetidez  del  vicio;  la  nube  misterio- 
sa que  condujo  al  hombre  en  los  desiertos  de  la  vida;  la  es- 
trella que  le  alumbró  en  los  mares  de  este  mundo;  el  huerto 
cerrado  que  debian  abrir  los  hombres  para  recoger  sus  flores; 
la  fuente  sellada  cuyas  aguas  saludables  beberían  los  que  la 
abriesen  con  la  lla^e  de  la  virtud;  el  paraíso  de  delicias  á  cu- 
ya sombra  dormiría  tranquila  la  humanidad. 

Reconocidos  á  los  grandes  méritos  y  favores  de  Muría,  ce- 
lebran en  su  honor  las  Flores  de  Mayo  todos  los  años  casi  to- 
dos los  pueblos  de  la  cristiandad.  La  Habana  en  el  año  ac- 
tual como  en  los  anteriores,  ha  probado  su  sincera  devoción 
á   la  Madre  del  Amor  Hermoso,  Reina  de  los  Angeles  y  de 
los  Santos.  Los  RR.   PP.   de  la  Compañía  de  Jesús,  en  Be- 
lén, el  R.  P.  Fray  Mariano  Borlado,  en  S.  Francisco,  el  Pbro. 
Dr.  D.  Mariano  Pnlacio  Lizaranzu,  en  S.  Felipe,  y  el  Pbro. 
D.  Pedro*  Alejo  Llera  en  el   Real  Colegio  Seminario  de  S. 
Carlos,  han  desplegado  un  celo  y  entusiasmo  religioso  harto 
laudables  en  la  celebración  de  los  solemnes  cultos  de  la  Ma- 
dre de  Di«)»y  de  los  hombres.  Una  grande  y  selecta  concuJr- 
reDcia  ha  ocupado  los  referidos  templos  en  las  tardes  de  Ma- 
yo, correspondiendo  al   llamamiento  de  los  ministros  católi- 
cos, que  ensalzaban  los  triunfos  y  grandezas  de  la  Hija  pre- 
dilecta del  Padre,  de  la  Madre  purísima  del  Hijo,  de  la  que- 
rida Esposa  del  Espíritu  Santo.  En  Belén  y  S.  Francisco  han 
ocupado  la  sagrada  cátedra  los  PP.de  ambas  congregaciones. 
En  S.  Felipe,  los  ilustrados  Pbros.  Dr  D.  Mariano  Palacio 
Lizaranzu,  D.  Tomás  Sala  y  Figuerola,  D.  Juan  B.  Rivas,  D. 
Pedro  Arburu,  D.  Agustín  Prats,  D.  Pablo  Ayala,  D.  Agus- 
tín Galian  y  otros  señores  oradores^,  han  ponderado  en  dis- 
carsos  oportunos  los  misterios  y  excelencias  de  María,  y  ex- 
plicado el  punto  de   meditación  de  cada  tarde.  El  «lia  2  del 
actual  se  dio  la  comunión   general,  y  á  las  diez  comenzó  la 
suntuosa  fiesta,  en  que  el  ilustrado  P.  Jofre,  de  las  Escuelas 
Pías,  desenvolvió  una  buefia  proposición  con  la  elocuencia  y 
persuacion  evangélicas  que  le  distinguen.  Por  la  tarde  salió 
la  procesión  siguiendo  la  carrera  de  costumbre,  llevando  un 
numeroso  acompañamiento  y  desplegándose  en  ella  la  mayor 
ponjpa  y  magnificencia.  Entrada  la   procesión,  el  Pbro.   D. 
Pedro  Arburu   pronunció  el  dÍHcursu  de  acción  de  gracias, 
probando  cüán  digno  era  el  corazón  purísimo  de  María,   de 
que  los  fieles   le  ofreciesen   el    suyo  adornado   de  las  flo- 
res de  todas  las  virtudes,  en  aquel  dia  consagrado  á  dedicar- 

VII.— 22 


170  IJl  VERDAD  CkT&UüÁ. 

te  la  corona  mística  ríe  \m  flores  A^  Mayo.  Deacefidiódespaet 
á  rendir  gracias  á  Míiríii  por  tos  favores  dispensados  á  «u§  hi- 
jos durante  el  mea  de  ftqtjellüü  cuitan,  y  concluyó  ptdiemíoiiu 
gracia  y  preteecirtti  pura  todas  sus  devotos,  áqurfmei^  exhor- 
tó á  la  imitación  y  práctica  de  1h!«  virtudes  Jt^  aquella  mujer 
privilegiada.  Con  esto  coneluyeron  las  Plores  de  Mayo  en 
8.  Felipe. 

Las  del  Real  Colei^io  SomiiiarTo  har»tímido  efecto  con  tod:i 
solemnidad.  Una  buena  orquesta  ha  íisistidt»  ttulíis  lii»  tardes, 
los  alumnos  han  cantado  preciosas  letriMas,  y  el  púlpiU*  tía  fti- 
do  dignamente  deí^empeáadik  por  los  Pbros.  D.  Luciano  Sen- 
tana,  D.Riifael  Toymii,  cutednltico!£de  ilichu  plantel,  y  por  ei 
Pbro.  D.  Luis  M^rrefí*,  E^  dia  1?,  en  la  stíleume  aalve,  pre- 
sentaba \n  capilla  uu  hermoso  aspecto,  por  Im  VitriaíOff  y 
precioÉíos  adornos  que  la  decoraban;  el  *1íh  sign^^nte  «e  cele* 
bró  la  fiesta  principal,  después  de  haber  recíbiilo  los  jóvuneí* 
seminarístai  el  Cuerpo  adonibte  de  Jesucnato,  pan  de  vida  y 
de  salad  que  dii  la  vida  eferna.  E!  joven  orador  Sr,  Saotan* 
pronunció  en  dicha  fiosta  un  breve  y  bello  discurro,  en  que 
demostró  hi  purexa  v^  hermosu*"a  de  la  Htja  Jel  Altístíno.  b 
excelencia  de  su  doble  maternidad,  y  lu  contítma  protección 
que  ejerce  aobre  los  hombres,  por  razón  del  augusto  tnitiis- 
terío  que  le  fué  confiado  en  el  Góigotha  por  su  Hijo  mori- 
bundo. Con  esta  suntuosa  fiesta  concluyeron  las  Flores  de 
Mayo,  promovidas  por  el  entusiasmo  del  ÍPbro:  D.  Pedro  Ale- 
jo Llera,  secundado  por  los  alumnos  del  Seminario. 

¡Grato  es  ver  á  la  juventud  estudiosa  postrarse  ame  las 
aras  de  la  Madre  del  gran  Maestro  de  ías  naciones!  ¡Grato  es 
verla  implorar  la  ciencia  sólida,  la  ciencia  de  la  verdad,  siu  la 
cual  es  todo  oscuridad  y  profundo  abismo!  Han  buscado  los 
jóvenes  seminaristas  á  la  divina  Madre,  han  regado  con  flores 
808  altares,  y  esas  flores  se  convertirán  en  abundantes  méritos 
para  ellos.  María,  Maestra  de  la  verdad,  Madre  del  Maestro 
de  los  maestros,  llenará  de  luz  su  inteligencia,  hnrá  gloriosa 
8u  carrera,  y  no  podrá  jamas  desampararlos. 

¡Gloría  y  honor  á  los  dignos  sacerdotes  que  promueven  y 
fomentan  el  culto  de  Marta!  Ellos  serán  enriquecidos  con  te- 
soros de  gracia  y  felicidad!  ¡Gloria  y  honor  á  los  que  honran 
i  Marfa  con  su  sincera  devoción!  Ellos  serán  colmados  de  bie- 
nes y  venturas  celestiales! 

Sí:  ¡Virgen  pura  y  soberana,  Virgen  de  las  vírgenes.  Ma- 
dre de  Dios  y  de  loa  hombres,  Emperatriz  del  cielo  y  de  la 
tierra!  la  Verdad  encarnó  en  tu  seno,  la  diste  á  luz,  y  derramó 
eo  el  muodo  9^^  daros  resplandores;  tú  nos  marcaste  el  ea- 


LA  VERDAD   CATÓUGA. 


llfi 


mino  de  la  única  felicidad,  tú  nos  diste  la  vida  verdadera,  que 
ea  Cristo,  y  tienes  en  ti  el  arca  de  oro  de  todas  las  virtudes. 
**£n  tí  se  haliii  toda  gracia  de  camino  y  de  verdad,  toda  es- 
peranza de  vida  y 'de  virtud;"  tú  annas  á  los  que  te  aman, 
porque  eres  la  Madre  del  Amor  Hermoso,  y  amas  á  los  hom- 
bres con  el  mismo  amor  con  que  fuiste  hecha  Madre  de  Dios, 
que  es  el  mismo  que  recibiste  en  la  comunicación  personal 
del  Divino  Elspfrítu.   ¡Alúmbrenos  tu  luz.  inflámenos  tu  fue- 
go, resguárdenos   tu    manto,  defiéndanos  tu   brazo,  albéf- 
Suenos  tu  seno!  Conozcan  los  impíos  la  verdad  de  tu  eran- 
eza,  adoren  al  Dios  de  toda  graóia,  que  tomó  por  templo  tu 
vientre  virginal!  Caiga  la  venda  de  sus  ojos,  y  busquen  la  ver- 
dad al  pié  de  tus  altares,  en  las  pajas  de  un  pesebre,  en  los 
brazos  de  una  cruz,  en  el  último  suspiro  de  un   hombre  mo- 
ribundo, entre  las  densas  sombras  de  un  sepulcro!  Sean  ho- 
ndos por  esa  luzindefíciente,  que  brotó  de  lí,  yes  la  luz 
(\Qe  alumbra  á  todo  hombre  que  viene  áeste  mundo,  y  unidos 
con  los  verdaderos  creyentes  por  el   santo  lazo  de  la  íe,  te 
rindan  cánticos  y  te  ofrezcan  flores,  que  formen  un  día  su  co- 
rona de  eterna  felicidad! 

Antonio  Enrique  de  Zafra, 


DE  oncio. 

SECRETAEIA  DEL  OBISPADO  DE  LA  HABANA. 
tMiMon  foluntaria  abierta  por  elExcmo.  é  lUmo.  Sr.  Obispe  á  fator  il« 
2fae8(re  Santísimo  Padre  Pío  Hono. 


Rdacionde  las  personas  y  cantidades  que  cada  una  lia  entregado 
para  el  expresado  objeto  en  esta  Secretaría  de  Cámara  y 
Gobierno. 

Parroquia  de  ascenso  de  Ntra.  Sra,  de  las   Nieves  de  Mantua. 


P8.      Ct8. 

Suma  anterior 52.685    7]^ 

D.  Tomás  Martínez,  cara 

párroco.,., 51     „ 

f,  Simen  Fors,    capitán 

jaeslocal •. 8    50 

„  Salvador  Carrillo  Al- 
bemos,    Administrador 


Ps.  CU. 

de  Rentas 4  25 

„  Tomás  MirHuda 4  25 

„  León  de  la  Cruz 4  25 

„  Un  católico 4  25 

„  Francisco  Esqunarosa.  2  12^ 

„  José  Diaz  Saldado ....  2  12^ 

„  Demetrio  Qumtoro...  2  12^ 


l72 


LA  VKRDAD   CATÓLICA. 
Pi.    Cto. 


D.  Santiago  Boza. 

,,  Jo«é  F.  Miranda 

,,  Antonio  Claramunt. . . 

„  Jote  Arteaga 

„  Ángel  Antigüe 

,,  Jorge  EipinoBa. 

„  Manuel  López 

„  RafiMl Flores .... 

,,  Salvador  Llaceger 

,,  José  I.  López 

,t  Florencio  Hernández. 

„  Manuel  Raigada 

Rafael  Montero 


,,  Julinn  Espinosa. 
,,  José  de  la  Cruz. 
,,  Felipe  Pinero... 
,,  Jote  Iz5[iiierdo. 


2    12é 
2    12é 

m 

12é 
124 

!?4 

12é 
2  124 
2  124 
2  124 
2  124 
2    124 


Ángel  déla  Cruz 

José  Alfonso 

José  A.  Pérez 

Agustin  Apaulace 

Ignacio  Urquiola 

Andrés  Lagorracin . . . 

Francisco  Mañas 

Ventura  Colomé 

Manuel  Lavito 

Joséde  A4v& 

Manuel  Rivero 

Francisco  A.  Pelaez.. 

Salomé  Ledesma 

Pedro  CfHíal 

José  Pérez 

Atilano  de  los  Reyes. 


Ps.     Cta- 


D.  Pedro  Hano  Gutiérrez. 

„  Ant^^niode  Quintana. 

„  Femando  Pamenes. .. 

,,  Joaquín  Urquico 

„  Severino  Saco 

Doña  María  del  Carmen 

Pina 

D.  Leandro  Monte 

„  José  Monte 

„  Juan  F.  Pinero 

t,  Manuel  Castro 

„-  Juan  López 

„  Cándido  Dias 

,,  Santiago  de  la  Cruz.. 

„  Cayeta  no  Baños 

„  José  Pinero 

„  Pedro  de  Casas, 

„  Salomé  de  la  Cruz 

„  Alejo  Noguer 

n  Gabriel  Monte ff 

„  Antonio  Noguer 

„  Jo«é  de  la  Cruz 

„  Juan  Coy 

„  JoBé.Coy 

Doña  Teresa  Espinosa. . . 

„  Magdalena  Otero 

D.  Juan  Camejo 

„  Alfonso  de  la  Cruz 

,,  Francisco  de  la  Cruz . . 

„  Se^eríno  Baños 

„  Fermin  Borrego 

n  Varios  individuos 


Parroquia  de  ingfeso  de  S.  Nicolás  de  Bari, 


Ps.    Cs. 


D.  Manuel  Rodríguez,  cu- 

rapárroco GS    „ 

,.  Esteban  Santa  Cruz  de 

Oviedo 17    „ 

„  Eduardo  de    Armen- 
teros S    50 

„  Guillermo  Murdooh..  8     „ 

„  Rafael  de  Córdova....  8    „ 

„  Manuel    Bustamante, 


Ju,ez  local 

„  Rafael  Hernández  Cur- 
belo 

„  Antonio  Regueira 

,,  José  Barolo 

„  Viotoriano  de  las  Con- 
chas  

, ,  Francisco  Jorge 

„  Agustin  Torres 


50 
50 

50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
r>ü 
50 
50 
25 
25 
25 
25 
25 
25 
25 
50 


Ps.  Cts. 

4  25 

4  2ó 

4  25 

2  124 

2  124 

2  124 

2  124 


Suma 52.970    214 

Habana  16  de  Junio  de  1861. — Pedro  SaneheZt  secretario. 


(Continuará.) 


SECCIÓN  LITERARIA. 


IiOS   DOS  CUADROS. 


I. 

(j^^nl^  I  UE  haces,  mi  pobre  Dorotea,  qué  haces?  ¿Por- 
;  qué  recoges  esas  flores  que  ya  no  tienen  ni  fra- 
gancia ni  color? 

Estas  palabras  eran  dirigidas  por  una  joven  y 
graciosa  doncella,  casi  niña  aún,  á  una  criada  de 
edad  madura  y  rostro  bondadoso  y  discreto.  Ha- 
llábanse ambas  en  un  encantador  invernáculo  que  formaba 
la  última  pieza  de  una  serie  de  habitaciones  correspondientes 
á  QDacasa  de  la  aven.ida  de  Montaigne,  en  Paris;  la  flora  de 
todos  los  países  se  ostentaba  entorno  de  ellas;  brezos,  cactos, 
camelias,  mimosas,  la  variada  familia  de  las  orquídeas,  fuc- 
sias, pasando  del  color  de  púrpura  encendida  al  mas  pálido  ro- 
sado«  formaban  sobre  gradas  matorrales  de  espléndidos  colo- 
res y  embriagadores  perfumes;  el  heliotropo  silvestre,  la  flor 
de  la  pasión  trepaban  por  las  parede<);  lámparas  rústicas  pen- 
dientes del  techo  de  cristal,  dejaban  colgar  sus  ramas  y  flo- 
res; on  tanque,  que  parecia  abierto  en  la  roca,  contenia  plan- 
tas acuáticas,  y  encantaba  el  oido  con  el  dulce  murmu- 
llo de  sus  perlas  líquidas  que  sin  cesar  subian  y  volvian  á 
caer;  en  el  fondo  del  invernáculo  una  elegante  pajarera  en- 
cerraba hermosas  aves  de  las  Indias,  que  volvian  á  encontrar 
una  patria  en  ac^uel  aire  tibio  y  perfumado,  y  en  medio  de 
aquellas  brillantes  flores,  Eugenia  iba  de  sus  aves  á  sus  flo- 
let  j  gozaba  de  aquellas  bellezas  de  otro  clima  que  la  fortu- 


174  LA  VBRDAD  CATÓLICA. 

na  había  reunido  en  torno  suyo.  Las  plantas  sobre  todo 
atraian  su  atención  y  sus  cuidados:  había  tomado  unas  tijeras 
y  extirpabaidiestramente  las  hojas  marchitas,  las  flores  desho- 
jadas que  deslucían  los  arbustos;  pero,  según  iban  cayendo 
á  tierra,  Dorotea  las  recogía  cuidadosamente,  colocándolas 
en  un  cestito.  Eugenia  lo  notó  y  la  interrogó  acerca  del  par- 
ticular. Lu  criada  vaciló  un  instante,  y  le  contestó  en  fio: 

— Señorita,  esas  flores  que  vos  arrojáis  agradarán  mucho  i 
cierta  persona. 

— ¿A  quién? 

— ^lOonoce  la  Señorita  á  los  vecinos  del  quinto  piso? 

— ^No,  Dorotea,  bien  sabes  que  nunca  he  subido  hasta  allL 

— Pues  bien  Señorita:  es  muy  buena  gente,  honrada  y  la- 
boriosa, pero  pobre,  ¡oh  tan  pobre!. . ••  son  alemanes»  á  lo 
que  creo;  el  padre  es  grabador  en  metales,  pero  siempre  está 
enfermo,  y  no  gana  casi  nada. . .  •  Luego,  no  es  conocido,  y 
no  van  á  buscarle  al  quinto  piso — •  Sus  hijos  scfo  artistas 
también:  el  varón,  Mr.  Federico^  pinta  grandes  figuras,  cua- 
dros como  los  que  están  en  la  galería  del  amo;  la  hembra»  la 
Señorita  Ida,  pinta  flores 

— Y  tú  le  recoges  modelos!  oh!  mi  pobre  Dorotea  ,  ^á  qué 
no  lo  decías  antes? 

— Oh!  Señorita  Eugenia,  no  me  atrevia....  Es  verdad, 
todas  las  mañanas  recojo  las  flores  marchitas,  del  inverná- 
culo y  de  las  jardineras  y  las  llevo  á  la  Seuurita  Ida,  ésta  las 
estudia,  las  copia,  las  ar/eglaen  forma  de  ramillete,  de  guir- 
naldas  Ah!  tiene  mucho  talento. . . . 

— Pero  ¿gana  algo? 

— No,  todavía,  el  la  y  su  hermano  no  hacen  mas  que  estu- 
diar, y  dicen  que  no  saben  lo  bastante  para  ofrecer  sus  obras 
á  los  compradores....  ¡Son  tan  modestos  y  tan  laboriosos 
esos  jóvenes!  Y  tan  cariñosos  para  con  su  pobre  padre! . 

Mientras  que  Dorotea  hablaba,  Eugenia  habia  tomado  el  ees- 
tito  y  echado  en  él  una  lluvia  de  flores  arrancadas  de  todos  los 
zarzales  del  invernáculo.  Era  aquel  un  grupo  encantador  que 
seguramente  habria  tentado  los  pinceles  de  Van  Spaéndonck. 

— Toma,  chica,  lleva  el  cesto  á  la  Señorita  Ida;  díle  que 
mañana  le  mandaré  albums,  modelos,  y  la  colección  de  her- 
mosas rosas  de  Redo u té.  Somos  cohermanas,  pues  bien  sabes, 
Dorotea,  que  mi  tio  quiere  que  yo  aprenda  á  pintar  flores. 
Yo  haré  que  la  Señorita  Ida  participe  de  todas  mis  riquezas 
artísticas,  de  laa  c  jales  se  aprovechará  sin  duda  mejor  que  yo. 

— Y  la  Señora,  y  vuestro  Señor  tio,  ¿nada  dirán? 

-«¿Acaso  dice  algo  mamá  cuando  se  trata  de  prestar  un 


LA  TERDAD   CATÓLICA.  175 

ser-TJcio,  6  encaeDtra  mi  tio  qué  decir  en  lo  que  hacemos 
mamá  y  yof 

A\  pronunciar  estas  palabras,  se  encogió  graciosamente 
de  hombros;  y  Dorotea,  tomando  el  cesto,  se  retiró  muy 
a.le8:re. 

Xatas  dulces  relaciones,  establecidas  por  una  compasión 
dolicada  y  una  decreta  simpatía,  continuaron,  añadiendo  Eu- 
genia al  mérito  de  sus  atenciones  para  con  los  pobres  artis- 
tas otro  mas  raro,  el  de  la  perseverancia.  Las  flore»  mas  be- 
llas, las  frutas,  los  dibujos,  las  obran  artísticas,  todo  cuan- 
to  la  riqueza  ponia  en  sus  manos,  otro  tanto  prodigaba  a  su 
reza  su  protegida;  mucho  podia,  pues  huérfana  de  padre, 
era  hija  adoptiva,  heredera  designada  de  uno  de  los  mas  opu- 
\eoto8  propietarios  de  Paris.  Su  tio,  Mr.  de  Saint-Dizier,  no 
tenia  mas  afecciones  sobre  la  tierra  que  Eugenia  y  su  madre, 
^ro  ambas,  sencillas  y  generosas  en  medio  de  la  fortuna,  no 
^aabao  de  su  crédito  para  con  el  anciano  sino  en  favor  de  los 
i^ichados,  y  merced  á  tan  amables  abogadas.  Mr.  de  Saint- 
^izier,  que  apenas  se  ocupaba  de  los  pobres,  era  conocido  y 
reiterado  por  mas  de  una  familia  indigente,  ignorando  él  mis- 
^  las  bendiciones  que  rodeaban  su  nombre. 

Eugenia  hubiera  querido  de  buena  gana  derramar  mayo- 
res beneficios  sobre  el  grabador  alemán  y  sus  hijos,  pero  sus 
beoérolos  deseos  fueron  á  estrellarse  contra  una  invencible 
iiefistencia.  En  vano  combinó  los  medios  mas  ingeniosos,  en 
vano  URO  la  diplomacia  que  podía  ofrecer  el  espíritu  inventi- 
vo de  Dorotea;  su  oro  fué  rehusado,  sus  presentes  devueltos; 
los  pobres  y  honradamente  orgullosos  artistas  solo  acepta- 
ban las  flores  del  jardin  ó  el  invernáculo,  ó  á  título  de  prés- 
tamo, algunas  obras  artísticas  y  libros  preciosos.  Ida,  en  ra- 
ras visitas,  le  manifestaba  una  tímida  amistad;  pero  jamas 
podo  obtener  Eugenia  la  confianza  que  le  hubiera  permitido 
ofrecer  libremente  sus  servicios. . 

Estos  obstáculos  no  fueron  sin  embargo  suficientes  para 
detener  su  celo;  por  otra  parte,  bebia  en  aquel  momento  en 
las  fuentes  del  amor  y  la  tierna  caridad:  se  preparaba  á  ha- 
car  su  primera  comunión.  La  víspera  de  aquel  gran  dia  en- 
vió á  sus  vecinos  un  precioso  cesto,  lleno  de  frutas  y  flores; 
en  medio  de  los  gajos  de  rosas  se  encontraba  una  hermosa 
Imitación,  con  estas  palabras:  Eugenia  de  Saint-Dizier  á  su 
amiga  Ida  Kctnig;  y  el  libro,  consejero  de  jos  dichosos,  con- 
tmeXo  de  los  aflijidos,  qo  fué  rehusado, 


176  LA  VBHÜID  CATÓLICA. 

II. 

Uitíz  anos  híin  ferMcarrido,  Eugenia  y  mi  mudre  no  habituí 
ya  en  la  avenida  de  Montaigne  ni  en  la  fíiHíi.ufimi  ch»»  dt>ndei 
vieron  correr  tantos  anos  dt*  rficha;  ta  fortuna  y  »U8  {.iruriie' 
HüH  han  di^saparecido;  mas  en  til  fijndo  dt!  sus  conizories  la 
mutua  ternura  y  la  confianza  en  Dios  han  perraantícido  cual 
inmutables  ti*»oros,  VuelU)808|*icHZ  é  irritable,  átíonáecueii 
cía  de  un  mal  cru**li  Mr.  de  Saíut-Drxier  no  babia  podido 
perdonar  á  su  hermana,  y  poco  tiempo  ñnttís  de  morir,  la 
babia  desheredada,  dejando  hus  bienes  in^neusos  a  uno8  pa- 
rientes lejanos:  Mme.  de  Saint-Dízier  no  ña  quejó  abando* 
uando  con  noble  altanerfa  tu  vugtii  herencia  que  U^  había  sí* 
ÚQ  promi^tida,  y  retirándose  á  Pas^sy  cotí  au  hija;  quedábale! 
una  renta  de  dos  rnil  francos,  y  vi  vi  o  ron  en  eí^trerJia  media- 
nía, olvidadas  del  mundo,olvidándolo  también  yediaíidü  im\ 
«ülo  de  mcnosla  opultrncia  por  el  poder  que  Ina  dabadi*  obrar 
el  bien*  Quiau  Eugenia  sin  embargo  contribuir  á  la  existen- 
cia de  ambas  por  medio  de  tíu  trabajo;  aplicóse  de  nuevo  á 
sus  estudios;  y  sus  habilidades,  ornamento  de  dias  mas  prós« 
peros,  se  convirtieron  en  su  esperanza  y  porvenir.  Mucho  se 
había  ocupado  de  pintura;  volvió  á  sus  trabajos;  prosiguiólos 
con  perseverancia,  y  después  de  dos  años  de  constantes  la- 
bores, acabó  un  cuadro  que  fué  admitido  en  la  Exposición  de 
pinturas.  Habia  trabajado  en  él  con  un  celo  entusiasta;  mas 
desde  que  estuvo  concluido,  solo  sintió  ese  amarino  desalnlhto 
del  artista  que  tiene  el  sentimiento  de  la  verdad  y  de  lo  be- 
llo, y  que  no  puede  realizar  el  ideal  presente  en  su  imagina- 
ción; que  corre  tras  encantadoras  imágenes  que  ^o  puede  fi- 
jar en  el  lienzo;  que  experimenta  en  su  alma  emociones  que 
no  le  es  posible  reproducir.  El  estímulo  del  jurado  fué  im- 
potente para  avivar  su  esperanza  y  compensar  la  severidad 
del  juicio  que  ella  misma  lormaba  de  su  talento;  sin  embar- 
go quiso  volver  á  ver  su  cuadro  á  la  luz  brillante  de  la  Ex- 
posición, entre  las  páginas  de  los  grandes  maestros,  y  fué  al 
salón  de  pinturas  con  su  madre. 

Buscó  su  obra,  y  la  encontró  en  el  rincón  bien  alambrado 
de  una  sala  brillante  de  cuadros  y  colores.  Detúvose  ante 
aquella  creación  de  su  pensamiento  y  de  su  mano,  y  :rató  de 
juzgarla  con  imparjcialidad.  Aquel  cuadro  solo  representaba 
florea,  pero  esas  flores  representaban  á  su  vez  una  idea  y 
sobre  todo  un  sentimiento.  Eugenia,  consagrada  desde  que 
naciera  á  María,  habia  querido  que  su  primer  lienzo  fuese 


LA  VERDAD   CATÓLICA.  177 

dedicado  á  la  dulce  Madre  de  Dio8.  En  las  espesas  ramas  de 
ana  encina  veíase  oculta  una  gótica  iniágen  de  María;  al  pié 
deA  árbol  se  elevaba  un  altar  de  césped,  sobre  el  cual  la  pie- 
Awkú  de  los  aldeanos  había  amontonado  una  enorme  gavilla 
de  flores.  Zarzas-rosas,  botones  de  oro  de  la  pradera,  ger- 
f^Bodrinas  nacidas  &  orillas  de  los  arroyos,  madreselvas  y  li- 
Hosdelos  valles,  rosados  racimos,  acacias,  1  i  las,  peonías  y 
■"Ocas  de  los  jardines,  todas  esas  bellas  flores  de  la  primavera 
9€s  confundían,  .se  enrPazaban  sobre  aquel  altar  en  medio  del 

«-i^^rden  mas  gracioso. f^l  cuadro   se  llamaba  el  Mes  de 

A^úria.  Eugenia  lo  contempló  primero  con  amor,  pues  pen- 
^■^baen  las  dulces  esperanza»  que  habia  alimentado  al  hacer 
^<)uel  trabajo:  la  protección  de  María,  el  amor  de  su  madre, 
^l  recuerdo  ya  lejano  de  Ida,  todas  esas  imágenes   revivían 
I>«raella  en  aquel  lienzo;  mas  después  de  haberle  dado  una 
Tarimera  mirada  lo  consideró  como  artista  y  lo  juzgó  con  se- 
veridad. £1  dibujo  le  pareció   descuidado,  el   colorido  poco 
^lido:  no  era  aque'.la   la  naturaleza,   tal  cual  ella   la  habia 
^to  con  su  gracia  silvestre,  no  eran  aquellas  las  flores,  sen- 
cillas y  preciosas  joyas  derramadas  sobre  la  tierra  por  la  ma- 
^del  Criador;  era  uiía  naturaleza  convencional,  eran  flores 
deram)  ó  de  papel  y  no  verdaderos  pétalos  humedecidos  por 
el  rocío  de  Mayo.  Volvióse  hacia  su    madre  con  tristeza  y 
(tfjole: 

—No  es  eso,  mamá'  Oh!  si  yo  pudiese  pintar  lo  que  ten- 
gO  ea  la  cabeza! 

^  el  mismo  instante  cayeron  hus  miradas  sobre  otro  lien- 
zo que  también  representaba  flores,  y  «e  detuvieron  en  él 
coo  admiración.  Era  un  cesto  lleno  de  rosas,  pero  de  rosas 
v¡?as  y  perfumadas,  unas  blilhca^4  cu  medio  de  hojas  som- 
brías, otras  pasando  por  todos  io^  «natices  del  carmín,  abier- 
tas en  medio  del  musgo  y  recordaiMlo  todas  las  hermosas  va- 
riedades de  la  mas  bella  de  entrp  las  flores. 

— ^¡Qué  cuadro  tan  encantador!  exclamó  Eugenia,  ¡qué  vi- 
da, qué  frescura!  oh!  mamá!  mira  esa  rosa  de  rey,  esa  Mal- 
maiioa  y  esa  magnífica  rosa  musgosa!  qué  riqueza  de  colori- 
do y  qué  seguridad  de  pincel! 

— Hija  mía,  dijo  Mme.  de  Saint  Dizier,  y  ese  cuadro  ¿no 
te  recuerda  otra  cosa? 
— ¿Qué  quieres  decirt 

— Míralo  con  atención:  ¿no  has  visto  nunca  un  cesto  seme- 
jante á  ese,  lleno  de  rosas  de  toda  especie,  y  en  medio  de  las 
flores  un  libro?  Míralo,  es  la  Imitación. . . .  ¿No  recuerdas? 

vu.— 23 


17S  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

— El  ct'sío  (jue  tlí  {i  Ida!  Oh!  rnanici,  tienes  razón,  es  e  — 
mismo,  y  solo  Ida  lia  podido  pintarlo. 

Vivamente  conmovida  buscó  en  el  catálogo,  y  encontró^^ 
con  el  número  283  un  cesto  de  flores,  por  la  Srla.  Ida  Kcoíig^ 
de  Tréveris. 

— Es  ella,  se. ha  acordado  de  mí  después  de  tantos  años! 
ha  sobresalido!  qué  bello  talento  y  qué  noble  corazón!  Oh! 
mamá,  soy  dichosa,  mu^  dichosa  viendo  eso, 

— iQuién  sabe  si  no  volveremos  á  ver'álda?  dijoMme.  de 
Saint  Dizier  á  media  voz, 

— T  aquí  está  el  nombre  de  su  hermano,  anadió  Euy^enia 
que  habia   hojeado  el  catálogo;  mira:    Mr.  Federico  Kcenig, 
dos  cuadros:  S.  Felipe  de  Neri  orando  *m,  las  CaUícumbas  de  Ro 
ma,  y  Rodolfo  de  Hapsbourg  acompañando  el  sa/ito  ViáticA). 

Buscaron  los  cuadros  y  los  hallaron  fácilmente,  pues  la  tur- 
ba los  habia  notado  y  se  detenia  ante  ello<<.  Eran  obras  ma- 
gistrales llenas  de  savia  y  de  fuerza^  no  sabiendo  qué  admi- 
rarse mas,  si  el  éxtasis  de  la  oración  que  expresaba  el  noble 
rostro  del  Santo  orando  en  medio  de  las  tumbas  de  los  már- 
tires, ó  la  piedad  guerrera  del  joven  paje,  conduciendo  bajo 
el  espeso  tollaje,  á  orillas  del  torrente  el  caballo  que  lleva* 
ba  al  Señor  de  los  señores.  Esos  cuadros  parecian  inspirar 
el  recogimiento  cuyo  sello  tenian  y  de  buena  gana  al  con- 
templarlos se  hubiera  hablado  en  voz  baja  como  en  una 
iglesia. 

— ¡Qué  belleza!  dijo  en  fin  Eugenia,  y  que  dichosos  son 
nuestros  amigos! 

Al  dia  siguiente  se  hallaba  sentada  delante  de  su  caballete 
cuando  un  campanillazo  resonó  vivamente.  Dorotea,  cuyo 
andar  habían  entorpecido  los  apos,  fué  á  abrir;  oyóse  inia  ex- 
clamación, y  al  mismo  instante,  una  joven  entró  en  el  ta- 
ller y  corrió  hacia  Eugenia.  Esta  solo  necesitó  una  mirada. 

— Ida!  exclamó. 

— Sois  vos!  sois  vos  en  fin!  os  he  buscado  tanto!  Am^a, 
bienhechora  mia,  os  vuelvo  á  encontrar! 

— Oh!  querida  Ida,  qué  dichosa  soy! 

Miráronse:  yA  no  era  Ida  la  joven  tímida  y  selvática  que 
evitaba  en  otro  tiempo  las  caricias  de  Eugenia,  y  á  quien  el 
orgullo  del  pobre  parecía  haber  dado  una  coraza  de  hielo; 
tríiuquila,  dichosa,  abierta,  .respiraba  su  hermoso  rostro  los 
«^lUimientos  mas  puros  y  tierno».  Después  de  largas  Cññ- 
^\^  Y  palabras  entrecortadas,  dijo  en  fin  á  Eugenia: 

— *Yi>*  misma  ignoráis  todo  cuanto  os  debemos — .  ¿reco- 
iMKVb  Mo  libro?   es  la  Imitación   que  me  disteis  el  dia  de 


LA  VfeRDAD  CATÓLICA.  Í79 

^%:i«»8trH  primera  comunión.  Pues  bien:  á  este  libro,  don  de 
7\^e8tra  mano,  debemos  nuestra  conversión;  pues  éramos  pro- 
te^t^ntesy  y  hoy  somos  católicos,  somos  hijos  de  la  Iglesia! . . 
"Elmcuchad:  cuando  nos  conocisteis,  éramos  muy  desdichados! . 
extrangeros,  pobres,  sin  recursos,  desolados  por  la  muerte 
precoz  de  nuestra  madre  y  por  la  enfermedad  de  nuestro  pa- 
^re,  solo  teníamos  en  el  alma  amargura  y  desolación.  Vues- 
tras delicadas  atenciones  vinieron  á  veces  á  devolver  la  se- 
T^nidad  á  nuestro  espíritu.  ¡Es  tan  bueno,  cuando  uno  sufre, 
quesele  adivine  y  se  le  compadezca!  Es  tan  grato,  cuando 
challa  uno  aislado  en  una  gran  ciudad,  verdadero  desierto 
para  el  indigente  y  el  forastero,  encontrar  una  mirada  bené- 
vola,'ser  objeto  de  una  atención  cordial! Vuestro  libro, 

esa  querida  Imitación^  fué  á  su  vez  para  nosotros  un  gran  con- 
lóelo. Jamas  habíamos  leido  nada  semejante;  lo  abríamos  al 
acaso,  en  un  momento  de  pesar  y  de  angustia,   y  siempre 
encontrábamos  un  pasaje  que  podía  tranquilizarnos  y  forta- 
leeernos.  Mi  padre  la  leia  en  sus  largos  insomnios;  Federico 
la  abría  cuando  estaba  sombrío  y  desalentado;  en  cuanto. á 
mí,  ese  Übrito  era   mi  refugio  é  íntimo  amigo.  Oh!   cuanto 
bien  ha  debido  hacer  á  las  almas  afligidas,  si  juzgo  por  mi 
propia  experiencia,  el  capítulo  del  Camino  Retil  de  la  Santa 
Cruzl  Y  después  de  haber  leido,  después  de  haber  admirado, 
llegábamos  á  decir:  ¡Ese  libro  es  obra  de  un  católico!  Y  leía- 
mos el  cuarto  libro,  y  de  nuevo   repetíamos: — En   su  amor 
hacia  Dios  bebió  el  autor  su  ciencia  de  las  necesidades  del 

corazón Y  la  bondad  divina  nos  dirigia  así  por  la  mano 

bicía  el  conocimiento  de  la  verdad. 

Vuestras  buenas  obras,  querida  Eugenia,  las  de  vuestra 
madre,  contribuían  á  darnos  xma  elevada  idea  de'la  religión 
católica,  y  aunque  no  estuviésemos  aun  dentro  de  la  única 
Isrlesia,  ya  gustábamos  ese  perfume,  que  semejante  al  de 
Magdalena,  da  fragancia  á  toda  la  casa  y  se  exhala  á  la  vez 
de* las  obras  santas  y  de  los  piadosos  escritos  de  los  ingenios 
inspirados.  Todos  esos  sentimientos  iban  naciendo  en  nues- 
tro corazón,  cuando  un  pariente  de  mi  madre  nos  llamó  á 
Tréveris.  Estabais  entonces  en  los  baños  de  Cauterets  con 
Mr.  de  Saint  Dízíer;  no  pude  veros  antes  de  partir,  deciros 
roifi  sentimientos,  mis  deseos  y  confusas  esperanzas •  Par- 
timos. Al  salir  de  vuestra  casa  ¡cuánto  rogué  á  Dios  por  vos! 
Nuestra  vuelta  á  Alemania  fué  feliz:  Tréveris  es  la  ciudad 
católica  por  excelencia,  no  costándonos  trabajo  encontrar  en 
ella  un  buen  sacerdote  que  acabase  con  sus  instrucciones  la 
obra  que  la  gracia  habia  empezado.  Abjuramos   los  errores 


18Ó  tk  VERDAD   GAT¿UCA. 

de  Latero  en  aquella  santa  iglesia  donde  se  conserva  la  túni- 
ca de  Jesucristo,  y  bajo  las  antiguas  bóvedas  que  han  preaen- 
ciado  tanto  llanto,  tantas  oraciones,  tuvimos  la  dicha  de  be- 
ber en  las  fuentes  de  agua  viva  de  los  Sacramentos,  y  como 
vos,  querida  Eugenia,  hice  mi  primera  comunión.  Mí  padre 
no  sobrevivió  largo  tiempo  á  tan  dichoso  dia;  espiró  suave- 
mente mientras  que  yo  le  leia,  en  la  Imitación  de  Crüío^  el 
capítulo  que  tanto  le  agradaba:  Del  deseo  de  la  vida  etema»  Su 
muerte  fué  ¿  la  vez  para  nuestros  corazones  una  amargura 
y  una  alegría;  ya  no  estaba  con  nosotros,  pero  estaba  con 
Dios! 

¿Qué  mas  os  dirét  Retirados  en  nuestra  piadosa  Alemania, 
hemos  orado,  hemos  trabajado;  Federico  se  ha  hecho  un  buen 
pintor,  y  la  celebridad,  la  fortuna  han  venido  á  él,  que  no  las 
buscaba. 

Yo  también  pinto  flores,  y  como  mi  hermano  enviaba  obran 
suyas  este  año  á  la  Exposición  de  París,  pinté  de  merooría 
el  cesto  de  rosas  que  mé  disteis  y  que  encerraba  mi  querida 
Imttacífm.  To  esperaba  ofreceros  ese  cuadro,  mas  no  volví  ¿ 
encontraros  en  la  avenida  de  Montaigne,  y  nadie  pudo,  des- 
pués de  trascurridos  algunos  años,  darme  vuestras  señas, 
vuestro  Mes  de  María  y  el  catálogo  de  la  Exposición  me  las 

han  dado  á  conocer Bendito  sea  Dios!  hermana,  amiga, 

¡con  que  os  he  vuelto  á  encontrar! 

Ambas  lloraban.  Mme.de  Saint  Dizier  entró  en  el  mismo 
instante;  las  dos  jóvenes  con  los  brazos  enlazados,  acudieron 
á  ella,  y  la  hicieron  dichosa  con  su  ventura. 

Hoy,  Eugenia  es  mujer  de  Federico;  Ida,  que  no  quiere 
casarse,  no  los  ha  abandonado;  viven  en  Alemania  con  Mme. 
de  Saint  Dizier,  y  forman  parte  de  esa  pléyade  de  artistas 
cristianos  que  parecen  resucitar  en  nuestros  dias  la  fe,  la  pu- 
reza, la  sencillez  y  el  ingenio  del  Ángel  de  Fiesole  y  de  la 
escuela  de  la  Umbría,  y  glorifican  al  Señor  con  sus  obras  y 
sus  virtudes. 


Lá  V9DAD  CITÓUGA»  181 


aSYIBTARELiaiOBA. 


Su  AAUTIDAD    BL  papa  T  la    señora  M ABQUESA  de  PIMO- 

DAVd— -Según  la  Chceía  del  Mediodía^  redbió  últimamente  el 
Padre  Santo  á  la  esposa  del  heroico  marqués  de  Pimodan. 
'^¡Santísimo  Padre!  Santísimo  Padre!  ¿está  en  el  cielo?"  fue- 
ron las  primeras  palabras  que  ace'rtó  &  pronunciar  la  ilustre 
viuda  al  prosternarse  en  el  dintel  de  la  habitación  que  ocu- 
baba  S.  S.  Comprendiendo  el  Pontífice  el  sentido  elocuente 
de  aquella  pregunta,  contestó  á  la  marquesa:  *'Dios  solo  sa- 
be, hija  mía,  los  que  ha  llamado  ¿  gozar  de  la  plenitud  de  la 
eterna  bienaventuranza.  Desde  la  batalla  de  Castelfidardo 
be  orado  constantemente  por  los  soldados  que  murieron  de- 
fendiendo los  derechos  de  la  Santa  Sede,  y  particularmente 
por  vuestro  esposo.  No  obstante,  puedo  deciros  que  hace  ya 

n'  Qce  días  qué  no  he  vuelto  á  rogar  por  Jorge  de  Pimo- 
^ —  Al  pronunciar  estas  palabras,  una  inspiración  sobre- 
natural parecía  animar  el  rostro  de  Pió  IX. 


COKSAOBACION  SOLEMNE  DEL  NUEVO   ARZOBISPO  T  VICARIO 

APOSTÓuco  DE  LOS  BÚLGAROS  UNIDOS. — ^El  dis  24  de  Abril 

Sróximo  pasado  consagró  el  Padre  Santo  en  la  Capilla  de 
ixto  IV,  del  palacio  apostólico  del  Vaticano,  al  archiman- 
drita José  Socoiski,  arzobispo  y  Vicario  apostólico  de  los 
Búlgaros  recien  convertidos  á  la  fe  católica.  Imponente  es- 
tuvo la  ceremonia,  según  el  Diario  de  Roma,  habiendo  figu- 
rado en  ella  un  gran  número  de  Cardenales,  Superiores  de 
Ordenes  religiosas  y  otros  personages  notables,  entre  loa  cua- 
les se  distinguian  en  primer  lugar  SS.  MM.  el  Bey  y  la  Rema 
de  las  Dos  Sicilias,  como  asimismo  S.  M.  la  Reina  Viuda  de 
Ñapóles  con  SS.  AA.  RB.  los  Príncipes  y  Princesas  sus  hijos. 


El  iLUfO.  SR«  OBISPO  DB  BARCELONA  ha  tenido  que  reti- 
faxae  del  despacho  de  los  ueffocios,  ¿  causa  del  mal  estado  de 
•a  salud,  quedando  encargue  del  gobierno  de  la  diócesis  el 
Tkario  general  de  la  misma. 


182  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

Felicitación  de  s,  s.  al  conde  de  montalembekt. — Se- 
guiAl  Unimnel  de  Briiselae,  Su  Santidad  hii  dirigida  UDa 
afectuosUima carta  alCuodede  Montalembert  con  mütivo  de 
su  elocuente,  enérgica  y  brillante  fülleCa  en  contestaciofi  m\ 
Conde  de  Cavour.  ^^ 

Perdida  sufrida  poií  el  episcopado  framce»  y  doitía- 

ORÁCION  DEL  NtrKVO  PRELADO  DE  FERlGL^ELiX. — Híl  faUecido 

Monseñor  Thibaylt,  obispo  de  Moíiipelk'r  Nació  eii  Rey  oes 
(Versal les)  el  24  de  Febrero  de  J796,  y  fué  precauizaido  el 
24  de  Jiiho  de  1835.  Era  uno  de  loa  obispos^  mas  eabios  de 
Francia, — Al  mismo  tiempo  que  la  anterior  noticia,  recibimos 
la  de  haber  sido  consngruduen  Part^  el  6  de  Mayo,  en  la  igle- 
sia del  BocD  SocorrOí  Monseñor  Büudry,  obispo  de  Perigueux, 
Fueron  consngrantea  el  Cardenal  Arzobispo  de  Burdeos  y 
los  Obispos  de  Nevera  y  de  Troyea, 


CROmCA  LOCAL. 


Manifestación. — ^Nuestro  respetable  amigo,  y  hasta  ahora 
compañero  de  redacción,  el  Sr.  Cura  Párroco  del  Monserrutét 
dirige  la  siguiente  á  los  Sres.  suscritores  y  correspoDüales 
de  este  periódico; — ^No  permitiéndonos  las  ocupacioneii  dp 
nuestro  ministerio  continuar  como  hasta  aquí  en  la  redací* 
cion  y  administración  de  La  Verdad  Católica,  lo  hacerooa 
saber  á  los  suscritores  y  corresponsales  de  la  misma,  para 
que  en  vez  de  dirigirnos,  como  hasta  aquí,  sus  reclamaciones 
y  comunicaciones,  lo  hagan  directamente  á  nuestros  compa- 
ñeros de  redacción,  que  continúan  al  frente  de  dicho  peri6* 
dico,  Sres.  Dr.  D.  José  Ramírez  Ovando  y  D.  Ranxon  de  Ar- 
mas, con  quienes  pueden  y  deben  entenderse  para  todo. — 
Ldo.  Ánácleío  Redondo. —  No  obstante  la  anterior  comuoica- 
cion,  sigue  hecho  cargo  de  la  admioistracioa  de  nuestro  pe- 
riódico para  la  Isla  el  Pbro.  Don  Salvador  Qurcía  de  la 
Peña,  que  la  tenia  «mientras  estuvo  al  frente  de  ella  naá^ 
^  respetable  amigo  y  compañero  el  Sr.  Cura  del  Moiiaer- 


LA   VERDAD  CATÓLICA.  183 

nte,  j  cuantos  tengan  alguna  comunicación  que  hacer- 
ooideben dirigirse  al  expresado  Pbro.  García,  en  el  Real 
Colegio  Seminario  de  esta  ciudad.  L*' 


dfnjirmacionei — El  domingo  2  del  actual,  administró  nues- 
^  Excmo.  é  Illmo.  Sr.  Obispo  el  sacramento  de  la  confir- 
okíoo  á  dos  neóñtos:  D.  Venancio  Benestri,  de  cuya  con- 
venioo  dimos  cuenta  en  nuestro  último  número,  y  la  Sríta. 
W&talina  Brown,  quien  recibió  las  aguas  del  bautismo  el 
<lía  del  Corpus  del  presente  año.  Como  sabrán  quizá  nuestros 
lectore8,  la Srta.  Brown  6gurabaen  la  compafifa  ecuestre  que 
iltirpiiDente  trabajó  en  el  Circo  del  Sr.  Chiaríni. 


Primera  comunión  de  las  niñas  del  colegio  establecido  en  el  Hos- 
V^l it  Cariilad  de  Guanabacoa. — El  domingo  2  del  corriente 
Itt  Diñas  de  dicho  colegio,  asistidas  de  varias  hermanas  de  la 
(bridad,  hicieron   su  primera  comunión  en  la  iglesia  de  los 
PP.  Escolapios  de  aquella  villa.   ¡Qué  espectáculo  tan  inte- 
fCMAtese  presentóá  nuestra  vista!  la  debilidad  y  la  fortaleza 
!•  primera  representada  por  la  infancia,  la  segunda  por  las 
keríicas  hijas  de  Vicente  de  Paul.  Uno  de  los  apreciables 
Padres  de  las  Escuelas  Pías  pronunció  un  bellísimo  discurso, 
tío  tierno,  tan  adecuado  á  la  capacfdad  de  su    infantil  audi- 
torio, á  quien  consagraba  especialmente  esas  palabras,  que 
oodudamos  habrá  dejado  recuerdos  imperecederos  en  aque- 
llas niñíis;  debiendo  confesar  que  cuando  el  orador  las  exhor- 
tó á  que  elevasen    sus  preces    por  nuestro  Santísimo  Padre 
Pío  IX,  dijimos  entre  nosotros:   "Las  preces  de  estas  niñas 
dejarán  burladas  las  intrigas  de   la  diplomacia." — Después 
de  la  comunión  de  las  niñas,  siguióse  la  de  los  niños  exter- 
nos de  las  Escuelas  Pías,  y  de   otras  muchas  personas  pia- 
dosas. 


Fiesta  religiosa  m  el  Colegio  del  Sagrado  Corazón  de  Jesús. 
— Aun  no  se  hablan  extinguido  las  dulces  emociones  que  ex- 
perimentamos al  asistir  á  Is  primera  comuoion  de  las  niñas 
ae  dicho  Colegio  el  domingo  26  del  corriente,  de  que  dimos 
eaenta  en  nuestro  número  anterior,  cuando  se  renovaron  esas 
mismas  emociones  al  presenciar  el  diadel  Sagrado  Corazón  de 


184  LA  VERDAD    CATÓLICA. 

Jesús  la  solemne  fiesta  celebrada  en  el  mencionado  Cole^^  ^ 
La  misa  fué  cantada  por  las  Religiosas  y  im  coro  de  sí  ^ 
DÍfias,  cuyas  suavísimas  voces  y  la  expresión  con  que  ^^ 
interpretada  aquella  mística  música,  nos  convenció  una  '^^^ 
mas  del  triunfo  de  la  sagrada  sobré  la  profana.  En  dic?'' 
misa  tuvo  lugar  una  comunión  general,  no  solo  de  to^^ 
los  niñas  que  actualmente  se  educan  en  el  Colegio,  si ^^ 
de  otras  muchas  Señoritas  que,  concluida  ya  su  educación  ^ 
devueltas  al  seno  de  sus  familias,  no  pueden  olvidar  jain^-^ 
á  su  querido  Colegio,  y  se  reúnen  ii  sus  antiguas  compañería 
y  profesoras  en  tan  solemnes  dias. 


Fiesta  y  procesión  del  Sagrado  Corazón  de  Jesús  en  Belén. — 
El  dia  7  del  actual  tuvo  lugar  en  la  iglesia  de  Belén  la  so- 
lemne fiesta  que  anualmente  se  celebra  en  dicho  templo  al 
Sacratísimo  Corazón  de  nuestro  divina  Redentor.  Dicha  fies- 
ta estuvo  sumamente  concurrida,  según  se  nos  informa,  sien- 
do también  numeroso  el  concurso  de  personas  que  asistió 
á  la  procesión  verificada  aquella  tarde.  La  comunidad  de 
RR.  PP.  Jesuítas,  la  de  Carmelitas  de  Méjico,  los  alumnos 
de  aquel  Real  Colegio  precedidos  de  su  banda  de  música,  y  los 
del  Real  Seminario  de  S.  Carlos  formaban,  ademas  de  un  cre- 
cido número  de  caballeros,  el  acompañamiento  de  Su  Divina 
Magostad,  llevada  bajo  palio  por  el  Sr.  Arcediano,  Provisor 
y  Vicario  D.  Bonifacio  Quintin  de  Villaescusa.  Antes  de  la 
procesión  dirigió  un  elocuente  discurso  al  numeroso  audito- 
rio el  R.  P.  Maruri. 


Muerte  de  una  Hermana  de  la  Caridad. — En  la  tarde  del  12 
del  actual  un  modesto  pero  decente  carro  conducía  á  la  úl- 
tima morada  los  restos  mortales  de  Sor  Gabriela,  una  de  las 
religiosas  del  Colegio  de  Sta.  Isabel.  El  blanco  ataúd  indi- 
caba que  una  virgen,  que  una  esposa  del  Señor  habia  pasado 
á  mejor  vida.  Acompañaban  el  cadáver,  á  pié  y  con  luces  en 
las  manos,  dos  sacerdotes  de  la  Misión,  cierto  número  de  her- 
manas de  la  caridad  y  la  mayor  parte  de  lasalumnas  del  Co- 
legio establecido  en  el  convento  de  S.  Felipe.  La  difunta  era 
joven  aún,  y  murió  en  medio  de  sus  caritativas  tareas,  coma 
el  militar  en  el  campo  de  batalla. — ¡Descanse  en  paz! 


Dontliigro  Y  de  Julio  de  1961. 


SECOIOIV  REIJGIOSA. 


LA  CRISIS  T  LOS  POBRES. 


(tuarilnoit   de  pñvar  al  pobre  de  tu 

liinoRoa 

Provfrb.,  XXL  13. 


U£  el  eHUtdo  actual  <1e  nuestra  plaza  exija  prudentes 
^ccoüointas  tí  aquellos  que  hayan  sido  afectados  en  sus 
Intere^eM,  bien  lo  comprendemos;  que  se  cercene  á  los 
gastos  de  la  vanidad  y  del  lujo  lo  necesario  para  aten- 
der ó  obligacioui'8  mas   ursrentes  y  perentorias,  tam- 
bién lo  concebirnos;  pero  que   esas  econ<»m!HS   y  esa 
reducción  de  gastos  hayan  empezado  á  [irivar  ^ilos  pobres  de 
sus  limosnas,  es  lo   que  no  atinamos   á  coinprender,    ni  aun 
siquiera  á  concebir.  Y  decimos  esto,  porque   nos  consta  de 
«n  modo  positivo  que  varias  personas  ricas,  muy    ricas,  han 
suspendido  sus  limosrias    á  varios   p«)bres  á   quienes  favore- 
cían. Semejante  conducta  nos  hace  creer   que  tales  perso- 
nas consideraban  aquellas  limosnas  romo  gastos  de  puro  lu- 
jo que  debían    suprimir  en  su  presupuesto,    ó  que  no  han 
llegado  á  persuadirse  que  la  limnsua^o   es    un  mero  consejo^ 
9ÍO0  un  inexcusable  yyre6*e/>^/  en  relación  con  las  facultades  del 
que  da  y. del  que  recibe. 

¿Acaso  aquellas  limosnas  han  originado  la  crisis  que  todos 
deploramos?  ¿acaso  alguno  en  el  mundo  se  ha  visto  empo- 
brecido por  el  ejercicio  de  la  caridad?  Antes  de  eso.  bien 
ssbe  Dios  y  bien  sabenrtos  todos,  que  do  es  la  caridad  la  que 

VII.— 24 


186  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

ha  engendrado  el  actual  estado  de  cosas,  sino  los  vicios  opues- 
tos á  esa  celestial  virtud,  el  egoisnio,  la  ambición,  la  avari- 
cia, la  inmoralidad  del  agiotaje  de  1857,  de  ese  año  funesto, 
cuya  expiación,  tan  dura  como  merecida,  son    los  desastres 
del  año  de  1861,  Y  si  la  limosna  no   ha  producido  el  pánico 
presente,  ¿porqué  tratamos  de  extirparla  como  raiz  de  las  do- 
lencias actuales?  So!o  considerado  el  ejercicio  de  la  caridad 
como  un  artículo  de  lujo,  ó  como  un  adorno  de  buena  socie- 
dad, hubiesen  atentado   (y  no   retractamos  la  palabra)  algu- 
nas pe  rsonavS   retirar.sus   ofrendase  lospobn^s:    'Guardaos, 
nos  dice  el  Sabio,  de  privar  al  pobre  .de  »ii  limosna,"   y  esta 
amenaza  va  seguida  de  la  sanción  penal:  ''porque  os  declaro 
que  el  que  cierra  susoidos  á  ios  lamentos  dei  pobre,  cuando 
él  también  gimiere,  no  será  tampoco  oído" (1) 

La  limosna  no  es  un  consejo,  como  generalmente  se  cree, 
sino  un  precepto.  No  necesitamos  recurrir  á  pruebas  teoló- 
gicas, ni  á  citas  de  Santos  Padres  para  sostener  esta  incontn»- 
vertible  verdad.  A  la  rason,  únicamente  á  la  razón  nos  diri- 
giremos, recordando  que  la  Providencia  de  Dios,  esa  Provi- 
dencia tan  bella,  tan  univers»!,  tan  armónica  no  existiera  si 
Dios  no  hubiese  impuesto  á  Ins  ricos  ei  deber  de  subvenir  á 
las  necesidades  de  los  pobres.  ¿Sin  e^^fe  deber  por  parte  de 
los  ricos  se  justificarla  la  desigualdad  de  bienes  entre  los  fa- 
vorecidos de  la  fortuna  y  los  desheredados  de  ella?  Unos  y 
otros  son  criaturas  de  Dios;  unos  y  otros  son  formados  á  su 
imíigeñ  y  semejanza;  unos  y  otros  son  hijos  del  mismo  Ce- 
lestial Padre;  y  la  razón  no  acierta  á  concebir  ladesigualdail 
de  fortunas  y  condiciones,  de  ricos  y  pobres,  de  los  henchi- 
dos de  goces  y  de  los  ebrios  de  dolor,  sin  esa  ley  providen- 
cial, que  impone  á  los  ricos  el  deber  de  socorrer  á  los  pobres. 
La  limosna  es,  pues,  la  primera  (/«M¿¿a  que  afecta  á  nuestros 
bienes,  y  no  debemos  jamas  olvidar  aqiiellas  palabras  terribles 
del  Evangelio:  Va  divitibus.  —  Aij  de  tos  nata! pero  en- 
tiéndase de  los  ricos  que  no  cumplan  con  la  deuda  de  la  li- 
mosna, de  los  ricos  que  se  conjuren  (fara  desobedecer  la  ley 
providencial  de  !a  limosna,  de  los  ricos  sin  misericordia  y 
sin  entrañas  de  amor  hacia  los  infortunados,  de  los  ricos  que 
niegan  á  los  Lázaros  del  mundo  las  migajas  que  caen  de  las 
mesas  de  sus  festines. 

Y  no  olvidemos  las  terribles  penas  de  la  infracción  de  este 
precepto.  ''Retiraos,  malditos,  é  id  al  fuego  eterno  que  os  ha 
sido  preparado^  Porque  he  tonido. hambre,   y  no  me  habeia 

(1)    Proverb.  XXI,  13. 


LÁ  VEKDAD  CATÓLICA  187 

dado  alimento;  he  tenido  sed,  y  no  me  habéis  dado  agua;  no 
be  teoido  donde  morar,  y  no  me  habéis  cobijado;  he  estado 
deioodo,  y  no  me  habéis  vestido;  he  estado  enfermo  y  en  pri- 
sión, y  DO  me  habéis  visitado." 

Entonces  la  turba  sorprendida  dirá  al  Salvador:  '*Ouando, 
Señor,  08  hemus  visto  hambriento,  sediento,  desalogado,  des- 
nudo, enfermo  ó  en  pirisíon,  y  no  os  hemos  asistido."  **Tan- 
tfea,  cuantas  veces  — contestará  el  Salvador —  no  hayáis  asis- 
tido al  menor  de  vuestros  hermanos,  habéis  dejado  de  aaistir- 
me¿iDÍ."(l) 

No  lo  dudemos:  la  limosna  no  empobrece  ^i  nadie,  antes  al 
contrarío  e»  el  tesoro  que  vamos  acumulando  en  el  cielo  para 
el  liia  terrible  en  que  se  nos  pida  la  cuenta  de  los  bienes 
(emponles  de  que  Dios  solo  nos  hizo  depositarios  y  ecó- 
nomos. 

J.  R,  O. 


Eb  PADRE  J&VIER  DE  RA7I0NAN. 


(continua,) 

Httbiendo  jtasado  el  P.  Ravignan  por  todas  las  largas  y  va- 
riadas preparaciones  presííriras  por  el  Instituto,  puede  ya  re- 
coger sua  fruto».  Al  volver  de  Suiza  3e  le  nombró   ministro 
de  la  ca«a  de  Saint-Acheul,  y  al  mismo  tiempo  hizo  su  pri- 
mer ensayo  oratorio  anti*  unn  numero'^a  concurrencia.  Du- 
rante Ih  cuaresma  de  1S35  pn'dicó  una  serie  de  conferencias 
^íi  la  catedral  di^  Amien».  Estas  primeras  conferencias  obtu- 
*'ierün  un  éxito  completo,  tanto  que  muchas  personas  supli- 
caron al  P.  Ravignan  que  las  continuase  después  de  Pascua. 
A  estü  lio  arcedlo;  pero  este  primer  triunfo  pareció  determi- 
oar  á  sus  superiores  á  dedicarlo  especinimente  al  pulpito.  El 
adviento  inmediato  volvió  á  predicar  en  Amiens,  y  en  la  cua- 
resma subsecuente  se  presentó  en  París  en  la  iglesia  de  San- 
to Tomás  de  Aquino,  comenzando  desde  el   año  siguiente 
(1S37)  sus  célebres  conferencias  en  Nuestra  Señora.  El  Obis- 

(I>    S.  Mateo,  XXV,  41-45. 


186  LA  VERDAD  CAT¿LtCA. 

po  Fray88ÍDous  había  inauguradp  alguopa  años  áotes  eu  la 
Iglesia  de  S.  Sulpicio  una  serie  de  conferencias  destinadas 
principalmente  á  esa  clase  de  hombres  que  rara  vez  6  nanea 
concurren  á  la  iglesia,  proponiéndose  refutar  las  varias  obje- 
ciones presentadas  contra  el  catolicismo,  y  por  lo  tanto 
convertirlos  á  la  fe  y  á  las  prácticas  de  la  Iglesia,, Estas  con- 
ferencias fueron  hechas  después,  mas  bifh  que  continuadas, 
por  el  P«  Lacordaire  en  la  catedral  de  Nuestra  Señora.  Este 
último  orador  era  eminentemente  de  su  siglo,  y  habla  reci- 
bido de  Dios  una  elevada  misión  que  supo  comprender  ple- 
namente. Hombre  de  carácter  enérgico  y  juicio  profundo,  re- 
vestia  sus  pensamientos  del  mas  brillante  lenguage,  y  los 
exponia  con  una  elocuencia  y  acción  nunca  sobrepujadas. 
Hombres  quetenian  ojos  pero  se  negaban  á  ver,  oídos  y  no 
querian  oir,  iban  á  escuchar  al  orador  sagrado  como  hubieran 
ido  al  teatro;  pero  su  elocuencia  llevaba  la  convicción  al  co- 
razón de  los  que  le  oian,  y  un  gran  número  de  conversiones 
fué  el  resultado  de  su  celo. 

Pero  habiendo  pasado  el  P.  Lacordaire  á  Roma,  de  donde 
volvió  después  para  establecer  la  Orden  de  Santo  Domingo 
en  Francia,  nadie  fué  juzgado  mas  capaz  de  ocuparan  pues- 
to que  el  P.  Ravignan.  El  Arzobispo  de  París  le  nombró  su- 
cesor del  P.  Lacordaire,  y  sus  superiores  le  ordenaron  qu^ 
aceptase  el  cargo,  que  siguió  desempeñando  por  espacio  de 
diez  años,  hasta  que  una  enfermedad  que  le  atacó  en  1846  le 
obligó  á  abandonar  por  algún  tiempo  sus  tareas  en  París.  Si- 
multáneamente con  la  inauguración  de  sus  conferencias  en 
la  iglesia  de  Nuestra  Señora,  estableció  el  P.  Ravignan  una 
casa  de  su  Orden  en  Burdeos^  de  la  cual  fué  hecho  primer 
Superior.  Por  espacio  de  cinco  años  desempeñó  este  cargo, 
trabajó  con  apostólico  celo  en  su  inmediata  vecindad,  y  solo 
dedicó  los  dias  mas  rigorovsos  del  verano,  cuando  otros  iban 
en  busca  del  descanso,  para  preparar  sus  conferencias.  Du- 
rante la  estación  del  reposo  para  todos',  el  P.  Ravignan,  que 
había  trabajado  con  ahinco  durante  todo  el  año.  no  tomaba 
descanso,  pues  entonces  comenzaban  sus  mas  serias  tareas, 
y  lo  que  siempre  consideró  como  la  mayor  mortificación  de 
toda  su  vida,  la  composición  de  sus  sermones.  Dijo  á  menu- 
do de  sí  mismo  que  no  había  nacido  para  escritor,  ni  sabia 
escribir, 'y  que  aunque  elocuente  en  el  pulpito,  donde  las 
ideas  le  ocurrían  pronta  y  abundantemente,  en  la  soledad  de 
su  alcoba  su  inteligencia  parecía  agotarse,  era  incapaz  de  de- 
sarrollar un  asunto  cualquiera,  y  se  abatia  y  desanimaba.  En- 
tonces escribía  al  G-eneral   de  la   Compañía  diciéndole  que 


LA  VBRDID   CATÓLICA.  189 

mercedásu  falta  de  humildad  se  hallaba  colocado  e  n  una  po- 
flicioo  para  la  cual  no  era  á  propósito,  y  que  á  no  ser  por  su 
soberbia,  Dios  le  hubiera  dejado  en  la  oscuridad  que  él  am- 
bicionaba, y  dado  á  otro  mas  digno  y  mas  capaz  el  cargo  de 
preseotarae  al  mundo.  Mas  trabajó  con  ahinco  y  con  cona- 
taocia,  imploró  el  auxilio  de  Dios,  pidió  consejo  á  los  demás, 
y  con  su  perseveranoi»  triunfó,  mereciendo  á  fuerza  de  traba- 
jo la  bendición  del  éxito. 

Adaptándose  á  su  auditorio,  el  P.  Ravignan  comenzó  sus 
eonfereocias  estableciendo  aquellos  principios  que  al  paso 
que  refutaban  los  errores  fílosóñcos  de  sus  oyentes,  prepara- 
ban el  camino   para  refutar  su  incredulidad  teológica.  Em- 
pezó con  ^  una  especie  de  ñlosofía  de  la  historia  de   la  lucha 
constante  entre  la  verdad  CHtólica  y  la  multiplicidad  de  errores 
y  luego  explicando  la  personalidad  divina  en  acción,  la  liber- 
tad á  inmortalidad  del  alma,  el  fin  del  hombre  y  otros  dog- 
mas fundamentales,   echó  por  tierra  las  varias  dificultades 
que  suscitaban  las  ideas  panteistaa,  deístas,  fatalistas  y  ma- 
terialistas de  aquellos  á  quienes  se  dirigia.  El  primer  año  ar- 
^  rojo  las  semillas  que  crecieron  y  fructificaron  en  las  confe- 
rencias subsecuentes.  El  orador  se  contentó  con  obrar  y  es- 
perar; queria  echar  un  sólido  cimiento  sobre  el  cual  pudiese 
mas  adelante  levantarse  un  grandioso  edificio,  y  no  temió 
perder  su  trabajo  preparando  los  ánimos  de  sus  oyentes  para 
lod  efectos  que  posteriormente  queria  producir  en  ellos.  Es- 
tas primeras  conferencias  lo  dieron  sin  embargo  á  conocer  al 
mundo.  Literatos  y  hombres  de  distinción  buscaron  su  amis- 
tad, y  en  las  conversaciones  privadas  que  con  ellos  tuvo  des- 
cubrió el  P.  Ravignan  el  asunto  de  sus  futuras  conlerenciaK, 
y  fué  causa  de  que  muchos  se  reconciliasen  con  el  cielo.  En- 
tre estHS  primeras  conversiones  se  contó   la  del  Vizconde  de 
Chateaubriand,  quien  fué  inducido  á  cumplir  con  la  Iglesia 
y  antes  de  su  muerte,  ocurrida  en  1848,  retractó  cuanto  ha- 
bía escrito  contra  la  fe  y  la  doctrina  de  aquella.   Los  extrac- 
tos de  su  correspondencia,  y  es[»ecialmente  de  sus  cartas  al 
P.  Roothan,  General  de  la  orden,  extractos  que  el  autor  ha 
incluido  en  su  biografía,  refieren  un  gran  número  de  otras 
notables  conversiones,  acerca  de  todas  las  cuales  habla  el  P. 
Ravignan   con  una  humildad  digna  del  mismo  S,  Ignacio. 
Cuando  el  General  congratulándole  por  el  éxito  de  sos  tra- 
bajos, le  advierte  que  atribuya  la  gloria  de  todo  á  Dios  y  se 
ponga  en  guardia  contra  la  vanidad  ó  el  orgullo,  él  le  con- 
testa que  no  necesita  esf  lazarse  para  hacerse  humilde,  pues 
la  idea  de  la  vanagloria  nunca  podia  tener  cabida  en  su  men- 


190  LA  VERDAD  CATÓUCA. 

te,  tan  visible  estaba  eo  todo  \a  mano  de  Dios.  Y  tenia  razón; 
tan  pobre  opinión  tenia  de  sí  raisnio  y  tan  alta  idea  de  la  per- 
fección á  que  constantemente  aspiraba,  que  no  corría  el  me- 
nor peligro  de  dejarse  llevar  de  la  vanagloria,  aun  eo  medio 
de  sus  mas  halagüeños  triunfos. 

Después  de  haber  pronunciado  sus  conferencias  en  Nues- 
tra Señora  por  espacio  de  tres  años,  elp.^avignan  concibió 
la  feliz  idea  de  a<rregarles  unos  ejercicios  que  habian  de  te- 
ner lugar  en  la  última  semana  de  Cuaresma.  Asiscian  á  ellos 
millares  de  personas,  á  quienes  se  veia  acercarse  al  altar  en 
la  mañana  de  Pascua  [»ara  tomar  parte  en  la  comunión  gene- 
ral. Estos  ejercicios  eran  mas  caros  al  padre  que  las  confe- 
rencias, y  cuando  le  fué  imposible  continuar  estas  ál timas, 
todavía  ansiaba  dar  sus  queridos  ejercicios.   £1  efecto  produ- 
cido por  estos  era  mas   inmediato  y  mas  sensible  que  el  de 
las  conferencias,  aunque  gran  parte  de  él  se  debia  á  éstas. 
£1  autor  dedica  una  parte   considerable  de   su   obra   á  re- 
ferir los  resultados  de   estas  tareas  del  P.  Ravignan.  Toda 
clase  de  hombres  figuran  allí,   desde  los  mas  elevados  hasta 
los  mas  humildes,  y  desde  las  familias  reales  husta  las  actri- 
ces de  teatro.  Una  de  estas  escribió  por  orden  del  P.  Ravig- 
nan un  corto  compendio  de  su  vida,   tan  encantadoramente 
redactado  en  francés,  que  casi  tememos  hacerle  perder  su  mé- 
rito tratando  de  traducirlo: 

"O  Dios  ha  de  auxiliarme,  querido  Padre,  escribía  aquella,  6  jamas 
podré  satisfaceros.  Mi  madre  habia  sido  muy  desgraciada  eu  el  matri- 
monio, y  á  la  edad  de  cuarenta  años  fué  abandonada  por  su  marido, 
que  todo  lo  habia  disipado.  Hallábase  sola  en  París,  sin  dinero,  sin 
amigos  y  sin  acomodo.  Para  empeorar  las  cosas,  estaba  á  punto  de 
darme  á  luz,  aumentando  así  t>u  miserable  situación.  Mi  pobre  madre 
no  poseía  esa  religión  enérgica  que  nos  hace  sufrir  con  paciencia  to- 
das las  pruebas  que  Dios  nos  envía,  mas  tenia  una  fe  firme  en  María^ 
Desde  mi  mas  tierna  infancia  enseñóme  esta  corta  oración  que  nunca 
he  visto  en  ningún  libro:  **üius  mió,  os  doy  mi  cuerpo,  mi  alma,  mi 
corazón  y  mi  vida;  y  me  entrego  enteramente  á  vos.  Concededme  que 
muera  antes  que  ofenderos  mortal  mente.  Amen." 

•*Teniendo  unos  cinco  anos  de  edad  acostumbraba  yo  con  frecuen- 
cia ir  con  una  anciana  á  oir  misa  y  á  adorar  á  Jesús  en  el  sepulcro. 
Volvía  á  casa  llorando  á  la  vista  de  nuestro  Señor  miuriendo  por  noso- 
tros. Mi  madre  reprendía  á  la  anciana  por  excitar  así  mi  sensibilidad, 
y  me  prohibió  positivamente  volver  á  la  iglesia.  Me  vanagloriaba  de 
llamarme  María:  en  casa  me  daban  el  nombre  de  Josefina;  pero  cuan- 
do alguno  me  preguntaba  cómo  me  llamaba  inmediatamente  contes- 
taba: "María;  tengo  el  mismo  nombre  que  la  Santísima  Virgen." 

*'A  la  edad  de  seis  años,  mí  madre  me  puso  en  el  teatro  para  apren- 
der á  bailar.  Pidiéronle  que  me  permitiera  representar,  y  ella  cayó 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  191 

en  la  tentación,  Bepresent^,  y  obtuve  un  gran  éxito.  Oia  yo  á  las  jó- 
venes hablar  de  su  primera  comunión,  sin  i[\w  mi  madre  aludiese  ja- 
mas conmigo  á  ello.    Mucho    deseaba  hacerla,   pero    como  nin- 
gún sacerdote  quería  admitirme,  por  estar  en  el  teatni,  dije  á  mi  ma- 
dr«;  "La  Iglesia  católica  no  quiere  tener  nada  que  ver  conmigo.  Bien! 
puedo  pasar  sin  ella;  iré  á  la  Iglesia  francesa."  Fui  á  ver  á  Mr.  Chá- 
tel:  díjele  todo  lo  relativo  á  mi  i)ersona,  y  él  me  recibió  con  excesiva 
bondad.  Ya  era  yo  completamente  feliz;  voy  á  hacer  mi  primera  co- 
munión, me   decía  á  mí  misma.  A  decir  verdad,   no   tenia  idea 
de  lo  que  aquello  fuera;  pero  no  itnporta,  era  dichosa  con  pensar  en 
«lio.  Mr.  Chátel  bautizó  á  un  niño  eu   mi  presencia  diciendo:  '*Yo 
t-e  ittutizo  en  el  nombre  de  Dios  y  de  Cristo  el  Legislador."  Tan  pron- 
to como  volvimos  á  la  sacristía  le  pregunté  lo  que  era  un  legislador. 
OoDteetóme.  "Y  qué  ¿no  creéis  pues  que  Jesucristo  es  Dios?"  **Tuve 
lea.  deajcracia  de  ir  á  la  escuela,  señorita,  y  allí  aprendí  que  uno  y  uno 
«oa  dos,  y  uno  mas  hacen  tres."  *-rerí»  creéis  (jue  María  es  virgen 
¿ucea  verdad?"  "Xo."  Esto  me  ba>taba;  retirémc,  y  con  el  cora/.on 
^^aai  oprimido  dije  á  mi  madre:  *'Bií»n,  Dios  «o  me  quiere.  Nunca  re- 
<Jibire  la  comunión  de  manos  de  un  hombre  que  hace  de  «íesus  un  le- 
V^lalador  y  de  María  una  mujer  común." 

"Continuó  orando,  y  entre  tanto  seguí  trabajando  Cuando  no  es- 
^ba  en  el  teatro,  hacia  varias  labores  de  aíruja  que  vendia.  Aun  las 
^^#e8  i  quienes  mas  amaba  estahau  todas  Ih'nas  de  vicios  ([ue  me 
^•TWaban  compasión;  pues  mi  madre  me  habia  imbuido  prhicipios 
^\ie ninguna  perversidad  podría  destruir.  Me  hallaba  pobremente  ves- 
^  y  mantenida  con  patatas;  pero  era  feliz  con  mi  madre  Decíame 
4  mí  misma:  Dios  me  ve.  y^^^oy  tan  bella  á  sus  ojos  c(m  mi  fea  gorra 
<5Mno8iii  ella;  él  no  insultJá  la  pobre  María.  Pues  la  gente  me  in- 
staba diciéndome:  "Si  queréis,  tendrck^  [i'iñolones  de  cachimira." 
"Sí  oonte.staba  yo,  pero  tni  madre  se  moríria  de  pesar."  Yo  era  una 
de  las  primeras  en  el  teatro,  y  por  consi^^uiente  muy  admirada.  Os 
<%o  esto  para  que  podáis  comprender  cómo  me  protegió  mi  celestial 
Patrona  en  medio  de  un  impetuoso  torbellino. 

'*M¡  madre  t;nfermó,  y  yo  velé  á  su  lado  toda  la  noche,  pues  care- 
dmm  de  criados.  Representaba  y  ensayaba  de  dia,  y  solo  tenia 
la  DOííhe  para  estudiar  mis  papóles  á  la  cabecera  de  mi  pobre  madre. 
Entonces  fué  cuando  comprendí  la  bondad  y  misericordia  de  Dios. 
Yotenia  muy  escaso  sueldo,  á  pesar  de  desempeñar  un  papel  principal. 
Ysinembargo,  Padre  mió,  no  obstante  esto,  gastamlo  crecidas  sumas 
d<í  dinero  durante  los  cuatro  nuises  y  medio  que  estuvo  en  cama  mi  ma- 
dre, pude  sobrellevarlo  todo  sin  contraiír  deuda  alguna.  Extraño  no 
haberme  enfermado  de  fatiga  é  iiKiuletud,  pero  rogué  á  i)¡os,  y  Dios 
ayodaálos  que  le  ruegan  de  coraz(»n  La  últim:i  uouhe  «[ue  pa.sé  con 
mi  madre,  no  sabia  yo  aun  lo  (^ue  nra  la  agonía  Sus  postreras  palabras 
»1  espirar  fueron  estas:  '-María,  t**  quiero."  ¡Oii  Padre  mió  que  noche 
aquella!  Nunca  me  habia  separado  de  mi  madre  en  toda  mi  vida,  y 
ahora,  i  la  edad  de  veinte  años,  me  hallaba  ^ola,  sin  padres,  sin  ami- 
gos y  sin  Dios,  puesto  que  no  le  poseia.  Juré  á  mi  madre  sobre  su 
inanimado  cuerpo,  y  «obre  la  mano  que  me  habia  bendecido,  que 


4 


192  LA  VKBDAD  CAT6UCA. 

s^lempre  m^  {MmfH'rvma  digns  tle  «IIil  l^itAron  d«i  alejikrixie*  mas  yo 
íío  quise  dfj&r  á  mí  madre  hasfa  no  verla  i-ii  la  f:!jjTibíi*  Tiiv«  rt  va3ar 
de  ent^irarfa;  y  í*nt<ínceft  me  separaron   d©  elUit  pt^^í   no  para  8Íf*iii- 


pre.  Algim  dia  la  volvere  á  ver,  ¿no  ea  v^ordad^  l'adrp  mía'f  Iba 
di 


i 


ioB  loa  días  al  c^sment-erio  de  Montinartiiei  y  cuaiidü  rolria  á  mi  mii 
tú  me  arrodillaba  ante  el  retrati)  de  mi  madre  y  un  pnidfyu  i\ni*  ' 
hm  descansado  sobre  mi  euarpo.  Befaba  el  retrato ^  lirsdta  f'l  ctu< 
fijo,  y  mi  vida  trascurría  <intre  esas  dow  imágeneít.  Q^k4  no  ch*i 
pr«Tidais(  tant^j  amor  bada  una  c^riaiura^ — vos,  í'a<lf©*  cuya  vidx  lí 
toda  en  Dío§;  mum  siempre  aacmiumbrí^  mirar  i  mi  madre  cunio  iin 
sersobrefiatnraL 

"Mis  compíifiera,s  me  llevarou  f^iento  cínriientJi  y  tane^  ñ^iuicüjet; 
sabían  mi  Híí^seria;  no  la  oculUba  ya,  puo»  no  pntísa  imurtarme  nibo?. 
A  menudo  ftJÍ  peíüda  para  <*spoHa;  no  cí)0«íw liaba  mi  «orHión  síbo  ¿ 
Dios  y  á  mi  madre.  Babia  yo  entonces  que  tm^ada  babia  de  agrtidar 
i  Dios  y  á  mi  madre  A!  fin  llegué  d  oiro*.  Ai-laráateís  inís  ^sonñi' 
ma  ideas,  Todavía  soy  muy  ignorante  en  materias  de  religlan, 
a  JesuR  y  á  Mana^  cómo  y  porque,  no  lo  í§é:  los  ama  y  esto  e» 
qm  sé.  Eníoni'e?'  íati  solo  comprtíiidí  mi  poííicion.  8aTitÍBÍoia  Vírgí 
eielamét  ^\  teixÍTo  sin  tí,  ó  tú  ain  el  tí*atro-  Mi  i4ece¡on  m  fáeí!;  p» 
¿cémo  llegar  h^ta  tí?  El  D¡>mingo  de  Qtiasímodo  m  vi  itiaíi  dt* 
oa^  me  hallaba  al  pié  del  pulpito  Escribiré  á  Mr  de  Raf  ign&ii. 
je  yo;  es  imposible  que  fio  me  obteoga  ese  favor  del  Arzobiíí|>ü:  de" 
bo  bac^r  nú  comimion.  Os  e.^cribí:  sabeís  lo  derium;  p<*ni  lo  que  no 
sabéis  es  que  las  buenas  mujeres  i  quienes  me  disteis  á  conocer  hain 
cambiado  todo  mi  ser;  mi  inteligencia  y  mi  corazón  no  son  ya  los 
mismos.  , 

"¡Oh,  ^acias  Dios  mió;  gracias,  R.  Pidlre;  vuestro  celo  lo  ha  he- 
cho todo.  He  hecho  mi  comunión;  quiera  decir  que  soy  la  mas  feli% 
de  las  mujeres  y  me  hallo  rodeada  de  las  señoras  de  Gontaut,  Leva- 
vasseur  y  d'Auberville.  Oh!  creí  en  un  tiempo  amar  á  Dios;  pero 
no,  él  era  el  que  me  amaba  á  mí.  Amaba  á  María,  pero  no  con  esa 
santo  amor  que  ella  nos  profesa.  No  sé  lo  que  Dios  me  reserva,  pe- 
ro sí  desea  hacehne  dichosa,  bien  puede  enviarme  todas  las  penas 
que  quiera,  que  yo  trafiaré  de  sobrellevarlas  con  un  corazón  entera- 
mente suyo.  Si  quiere  conservarme  en  esta  fe  que  me  ha  dado,  pue- 
do hacerlo  todo  por  él.  Hasta  hoy  no  comprendo  á  los  mártires. 

"Os  suplico  que  disimuléis  lo  largo  de  mi  historia,  pues  no  estoy 
muy  acostumbrada  á  escribir.  Para  obedeceros  apunto  estos  deta- 
lles, y  hablando  de  mi  madre  nunca  acabaña.  Mi  primera  acción  al 
salir  del  teatro  fué  una  comunión.  Permita  Dios  que  al  dejar  esta 
vida  me  encuentre  arrodillada  ante  la  sagrada  mesa.  A  Dios,  á  Je- 
sús, á  María,  á  esas  señoras  y  á  vos,  Padre  mió,  pertenece  la  vida 
entera  de 

María." 

—Tomo  II.  pp.  43^49. 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  19S 

El  P.  Ravignan  obtuvo  del  Arzobispo  el  permiso  de  admi* 
oistnrle  los  sacramentos  por  tanto  tiempo  deseados,  pues 
diitahamucbo  de  abrazar  la  opinión,  entonces  casi  universal, 
de  qoe  todos  los  actores  dramáticos  estaban  comulgados.  Ma- 
ría vivió  seis  años  mas,  con  edificación  de  cuantos  la  cono- 
deroo,  y  al  morir  dejó  á  sus  hijos  con  su  última  voluntad  la 
misma  veneración  y  gratitud  que  ella  profesaba  al  padre 
jesuíta, 

Ed  1842,  el  P.  Ravignan  salió  de  Burdeos,  donde  habiá 
ejercido  el  cargo  de  superior,  para  residir  permanente  en 
París.  Hacia  mucho  tiempo  que  t;8te  ciimbio  era  necesario  á 
finde  que  sus  conferencias  pudiesen  producir  el  debido  efec- 
to. No  bastaba  que  el  preuicador  se  presentase  durante  la 
CuHresma  de  cada  año  en  el  pulpito  de  Nuestra  Señora,  sino 
que  también  era  menester  que  estuviese  en  París  todo  el  año 
para  completar  en  lo  privjulo  lo  empezado  en  público;  para 
estar  donde  pudiese  ser  consultado  por  aquellos  á  quienes 
había  conducido  á  la  duda,  para  explicar  mas  completamente ' 
•a  verdad  á  aquel  los  que  iban  á  buscarla,  para  argüir  contra 
las  objeciones  particulares  de  cada  uno  y  persuadir  á  los 
9"e  vacilaban. 

Llegó  Á  París  en  momentos  en  que  su  presencia  era  tam- 
bién particularmente  necesaria  para  otros  fines.  Preparábase 
una  borrasca  que  amenazaba  arrojar  á  los  jesuítas  de  Fran- 
^**ty  las  miradas  de  todos  sus  hermanos  se  fijaban  en  él  pa- 
'^  que  los  defendiese.  De?*de  que  los  jesuítas  habían  pisado 
P^^f  primera  vez  la  tierra  de  Francia,  trescientos  años  antes, 
j|*bian  sido  objeto  de  una  hostilidad  constante  por  parte  de  la 
^universidad;  á  veces  expulsados  del  país,  volviendo  á  él  y 
^"unfando  al  parecer,  nunca  gozaron  sino  de  una  paz  mo- 
"ícntánea.  A  la  sazón  eran  de  nuevo  ataca'dos  por  su  antigua 
^uemíga, aunque  no  acertamos  á  descubvírque  dieran  el  mas 
'«Ve  motivo  para  esta  renovada  hostilidad.  Noexistia  en  Fran- 
^^»8Íiio  un  reduciHo  núrnero  de  ellovS,  trescientos  seis  sacerdo- 
^;  vivían  Tranquilamente,  dedicándose  á  su  ministerio  sin 
^.«zclarse  en  ninguna  de  las  cuestiones  políticas  de  la  época, 
^'erto  número  de  Obispos,  individuos  del  clero  y  seglares  de 
''^ocia,  sin  ninguna  conexión  6  acuerdo  con  los  jesuítas,  has- 
•*  donde  podemos  alcanzar,  protestaron  contra  el  monopolio 
^®Ia  educación  ej'^rcido  por  la  Universidad,  é  invocaron  el 
^^fecho  de  establecer  escuelas  independientes  de  aquel  la  cor- 
P¡^*^ion  pidiendo  al  mismo  tiempo  la  libertad  de  enseñanza. 
^^Qían  un  derecho  indudable  para  hacerlo,  puesto  que  no 
P^ian  auxilio  alguno  al  gobierno,  sino  únicamente  que  loa 

vu.— 26 


194  LA  VERDAD  CAT6l4Cá. 

dejftsa  i«o)op  y  leií  permitiera  p^ítablecer  cíicunla.^  4  m  pro| 
nosta  y  bajo  m\  propin  vísfilannia,  para  la  ed^icaeion  dt? 
iiinos  ih  nqneWm  |mílms  qui*  c*>üt*i(lerábaíi  la  iiiHtnicci 
dada  en  la  Univt»rsífind  como  impía  é  irmioml  Mr.  GuÍ35<i| 
Ministro  de  Instrucción  PiiblicH,  un  «o  mmlr/i  f\t*HñiyQriih\ 
áenU  ptíLitñon,  y  prnínotió  una  Iry  sobrí*  la  induración  í|U? 
concediere  tOiUi  lo  que  era  de  esperar,  ya  qii<^  no  todo  lo 
que  fuera  ífe  ílf'iíiiir,  Períi  íiiUesdeque  esta  ley  fuiise  pmscNi- 
tada  á  Im  cámaras,  tnm  toda  la  prenm  y  el  profesorado eo* 
menzaron  un  furumí  ataqne  cDUtniloí^  jusuitaB,  á  instigíicion 
de  la  Univ*írddnd  Se  iifüimtí  á  t'^toH  dts  sr*r  Ío^  ingtiga- 
dorea  de  lo»  obr8¡ia4  en  t^ii  petición  >'n  favor  d**  la  lilt**rtad 
de  enieñan]^»,  y  los  autores  secretos  dtd  folli^^to  de  un  Oaná* 
nígo  de  Lyon  contra  el  monopolio  tiiiiver«itar¡o,  qu»^  tiabja 
sido  una  <ií^  \m  prinrJpitb*H  cimbas  dtí  nquella  agítacioíi»  E^- 
crihiásf*  t'l  JWio  E^r^a^í?  íie  Kuctímho  Smi  mc\m\et  y  Qut- 
net  prohuneiaroH  «iis  fíiísan  y  necia»  huíííifxuis  contra  «I loa* 
en  el  colegio  He  Franela;  Tb¡t*rs,  di*iíteanfio  volver  al  mJriNJfl 
teriot  flin  atender  á  ba  medios,  abnixó  lacnnsadc  la  Unívci^ 
sirJad;  la  opinión  pública  se  hallaba  excitaila  contra  Ioü  jo- 
euitas;  y  la  Francia  pareció  temer  tanto  ¡í  doscientoa  sacer- 
dotes indefensos,  como. «i  hubieran  tenido,  según  el  dicho  de 
Michelet,  cuarenta  mil  pulpitos  y  cien  mil  confesonarios  (1). 
Leyes  antiguas  contra  las  órdenes  religiosas  fueron  invoca- 
das contra  los  jesuítas,  y  el  gobierno,  excitado  por  la  fuerza 
de  la  opinión  pública,  babia  resuelto  su  proscripción.  Los  je- 
suítas, aconsejados  por  sus  amigos,  determinaron  defender 
sus  derechos.  El  P.  Ravignah  escribió  un  hermoso  ensayo 
sobre  £0(1  existencia  de  los  jesuítas  y  su  inMitnto*  en  que  bosque- 
ja la  vida  del  jesuka  y  el  carácter  de  la  Orden,  y  pido  que 
se  le  haga  justicia.  No  reclamó  privilegio  alguno  ni  excepción, 
sino  tan  solo  la  libertad  de  conciencia  que  la  ley  fundamen- 
tal de  Francia  concedía.  « 


"Cuando  proclamáis  que  los  hombres  son  libres,  dice,  y  luego  les 
*prohibis  seguir  en  lo  interior  y  en  lo  privado  una  vida  religiosa,  in- 
Gurris  en  una  contradicción  flagrante,  y  lastimáis  lo  mas  sagrado  que 
hay  en  la  libertad  de  conciencia.  Ante  el  Estado  unos  hombres,  unos 
sacerdotes  unidos  en  los  mismos  hábitos  de  vida  puramente  religiosa, 
pueden  no  tener  ninguno  de  los  derechos  políticos  y  civiles  de  ana 
corporación,  y  no  los  pedimos;  pero  mientras  no  ejerzan  funciones  ex- 
teriores otras  que  las  que,  como  los  demás  sacerdotes,  han  recibido 

(1)    Miohelet,  Dai  Jé$wU$,  6me.  Le^n,  p.  109. 


LA  VEUDAD  CATÓLICA.  195 

.  delajurisdiccioD  episcopal,  no  podéis  atacarlos  Ic^almcnte,  ániénoá 
qoe  la  libertad  religiosa  sea  un  engaño,  y  los  derechos  públicos  de 
los  franceses,  la  misma  ley  fundamentul,  una  farsu;  pues  estas  pala- 
bras han  perdido  su  signiticado  y  no  sugieren  idea  alguna. 
"¿Ha  proclamado  la  constitución  la  libertad  de  conciencia,  ó  no? 
"La perfección  evangélica  ¿es  ó  no  es  un  dereclio  de  la  concien- 
cia? 

"La  vida  religiosa  no  es  otra  cosa  «jue  la  perfección   evangélica; 
aa  lo  enseña  solemnemente   la  Iglesia,  del   mismo  que  solemne- 
mente también  pnjclama  la  (jonstitucion  la  libertad  de  concúencia. 
Si  pues  yo  francés  deseo  hacerme  en   Francia  benedictino,  dominico 
«jesuíta,  ¿con  qué  derecho  me   lo  estorbáis.'  no  os  pido  ni  una  exis- 
tencia púhlicn  y  reconocida,  ni  la  menor  porción  del  tesoro  dA  Está- 
Jo.  Solo  pido  respirar,  libremente  como  vosotros,  el  aire  de  mi  pa- 
tria- Para  arreglar  mi  vida  privada  y  mi  conciencia,  pido  el  derecho 
íle  pronunciar  votos  religiosos  y  de  oheilecereon  mis  hermanos,  bajo 
el  mismo  techo  y  con  una  paz  común,  á  unas  reglan*  que  la  Iglesia 
católica  ha  aprobado.  ¿Kn  qué,  os  lo  pregunto,   restringe  esta  liber- 
tad la  vuestra?   Restringe  acaso  la  de  nadie. ^  Kn  Inglaterra,  en  Bé\- 
Pca  y  en  los  Estados-ITnídos,  donde  la  libertad  de  conciencia  es  una 
verdad,  las  Ordenes  religiosas,  así  los  jesuítas  como  los  demás,  tienen 
^"olegios  públicos  y  numerosos  establecimientos  de  toda  especie  sin 
<l^e  nadie  piense  que  sea  justo  ni  legal  |>rnscribirlas.  ¿l\)rqué  no  había 
de  ser  así  en  Francia,  donde  ciertamente  no  gozan  tan  extensamen- 
te del  derecho  conmn  de  la  nacii)níF<*l¡zmente  para  honra  de  nues- 
^^ país, ninguna  délas  leyes  Iu»y  vigentes  puede  alcanzarles  en  cuan- 
^  á  los  sagrados  derechos  de  la  existencia  personal  y  de  la  libertad 
de  c<)nciencia.  ¿Es  cierto  en  realidad  que  esta  manera  de  vida,   tan 
j^^l  tan  sencilla,  tan  pacífica  y  oscura,  liaya  levantado  tan  violenta 
'^orniJícaen  la  opinión  pública?  ¡(^nv  henms  hecho?  ¿Qué  hemos  di- 
^^^'  ¿De  dónde  proviene  este  estrépito,  estas  tempestades?  ¿('orno 
*^6mo8  llegado  á  ser  nuevamiMite  objeto  de  tanto  odio,  blanco  de  tan- 
^^  ataques,  causa  de  tantos  temores.'  Vosotros  los  que  pedís  contra 
'^osotrojj^  sacerdotes,  franceses,  ciudadanos  lucres  y  patriotas,  todo  el 
^^  de  la  proscripci«»n  ¿nos  cchioceis?  ¿.nos  habéis  vistoí  ¿nos  habéis 
J  ¿Qué  palabra  salió  jamas  de  nuí'siros  labiiíS  que  hayíi  conq)ro- 
["^'íido  hi  pjiz  pública   ó  el  respeto  debido  á  las  leyes.'  V  sin  epi- 
A^}^^>  nuesiras  doscientas  voces  han  re>onado  en  muchos  pulpitos, 

,rp  ^-    la.s  mas  j»opulosas  ciudad«*s  hasta  ías  mas  humildes  aldeas. 

'   ^^«le  están  las  autoridades  civiles  que  nos  ac.u>an.'  ¿Dónde  las  auto- 
^^••«  eclesiásticas  4[Ue  nos  con»lenaii,'¿SehH  presentado  jamas  nhi- 

fc^ííiriirgiíeontraalgunos  de  nosotros.  La  malí|uerencia,  las  prevencio- 
^^'  las  [»resunciones  no  bastan;  ellas  no  puetlen  suplir  la  falta  de  he- 

,.****•  ^le  pruebas;  una  sociedad  tan  culpable  sob»  puede  oi>rar  por  me- 
^  *A<-  «u^  hjdividuo:í«.  á  quienes  perten»'<e  loda  acción,  todo  (TÍmen  y 

J^  virtud;  ¿quiénes  son  entre  nosol  ros  e>os  miembros  cul[»ablesí  Vi- 

^^r>ss  lejos  de  tuda  ai'cion  é  influencia  jioliticas;  siervos  de  la  Iglesia. 

**Y  í*^^  ''Ha  y  con  ella  existimos,  prosigiiiendo  en  ttxlas  í'|)o<-as,  en 

^^vy  \  ligar  y  bajo  toda  forma  de  gobierno,  la  obra  del  ministerio  evan- 


196  LA  VERDAD  CATÓUCA. 

gélico.  Vosotros  los  que  nos  trasformais  en  enemigos  de  las  in9^^^' 
dones  y  libertades  de  la  Francia  ¿qué  fundamento  tenéis  para  h3X=^^ 
lo?  ¿Qué  motivo  liabia  de  impulsamos?  Cuando  somos  los  útfK^ 
amenazados,  y  los  únicos  exceptuados  de  los  beneficios  de  una  le^^ 
1  ación  liberal,  es  tan  absurdo  como  injusto  dirigirnos  el  cargo  < 
opresores.  Una  ardiente  polémica  se  ha  entablado  sobre  la  libar*^:^ 
de  enseñanza  prometida  en  la  constitución,  abrazamos,  como  ^^ 
bíamos,  la  opinión  unánime  del  clero  y  el  episcopado  francés  aoer"^ 
del  particular:  ¿qué  falta  podéis  encontrar  en  ello?"  [ij. 

{Finalizará.) 


C0N8AOBACI0N  DEL  ARZOBISPO 
y  Vkarld  Ap«stélico  de  los  BAIgarM  en  el  VattoiM. 


He  aquí  en  qué  términos  reñere  tan  inripotiente  ceremonia 
el  Diario  de  Roinai 

Solemnfsiina  ceremonia  fué  celebrada  el  domingo  14  del 
corriente  mes  de  Abril,  en  la  Capilla  de  Sixto  IV,  en  el  apos- 
tólico palacio  Vaticano.  Su  Santidad  nuestro  Sumo  Pontífice 
Pío  IX  ha  conferido  en  ese  dia  la  Consagración  Episcopal  á 
un  Archimandrita  de  Bulgaria,  y  lo  ha  proclamado  Arzobis- 
po Vicario  Apostólico  de  aquella  región. 

En  ese  solo  dia  está  compendiada  la  historia  de  diez  siglos 
enteros;  en  él  han  sido  adunados  y  satisfechos  los  deseos  y 
anhelos  de  tan  larga  edad,  cual  si  la  misericordia  del  Todo- 
poderoso W  tuviera  predestinado  á  ser  comienzo  de  una  nue- 
va era  de  triunfo  y  exaltación  para  su-  Iji^lesia. 

Cainf>líans3  on  él  mil  años  que  habia  llegado  á  esta  Roma, 
ce:itr<)  de  unida  I  de  la  fe  dt3  Jesucristo,  una  embajada  de  an- 
tecesores de  los  actuales  Búlgaros,  buscando  junto  ala  tum- 


(1)     DtV  Ezistence  et  de  V  Institut  de$  Jésuitñs,  pp.  t>.-(^. 


LA  VERDAD  CATÓLICA. 


197 


ba  del  Bienaventurado  Pedro  al  sucesor  de  este  Príncipe  de 
los  Apóstoles,  para  pedirle  que  los  ilustrase  acerca  de  las 
▼erdades  eternas  y  los  guiase  por  el  camino  de  la  salvación. 
Consignada  se  halla  en  la  historia  la  solicitud  que  por  enton- 
ces mostraron  el  Santo  Potitíñce  Nicolás  I  el  grande,  y  des- 
pués de  él,  Juan  VIH.  Ln  Iglesia  universal  venera  también 
como  Santos  ¿  los  hermanos  Cirilo  y  Metodio,  que  unidos 
en  comunión  al  Gerarca  Supremo,  evangelizaron  á  los  Búl- 
garos. Desde  aquellos  tiempos  ha  venido  sucediéndose  una 
perpetua  alternativa  de  acaecimientos,  en  la  cual  el  error, 
luchando  incesante  contra  la  verdad,  logró  al  fin  deshacer 
cuanto  á  la  grandeza  religiosa  de  aquellos  pueblos  convenia, 

L frustró  las  mas  solicitas  diligencias  que  la  Sede  Romana 
kbia  practicado  por  medio  de  los  Papas  Inocencio  III  y 
Alejandro  VII. 

Este  celo  de  la  Santa  Sede  Apostólica  por  restituir  ¿  la 
Qoidad  de  la  fe,  al  gremio  de  la  verdadera  Iglesia,  á  todos  los 
qoe  el  cisma  habia  separado  de  él,  hase  ido  redoblando  ¿ 
medida  que  se  ha  ¡do  presentando  ocasión  mas  propicia  pa- 
n prometerse  éxito  mas  asequible.  Cuando  llamado  nuestro 
ictual  Pontífice  á  regir  la  mística  nave  de  S.  Pedro,  tendió 
QUi  mirada  penetrante  sobre  el  piélago  de  la  sociedad,  y  des- 
cabriendo  las  señales  mensajeras  de  tempestad  que  amenaza- 
ba estallar  furiosa,  levantó  la  voz  para  advertir  del  peligro 
t  los  cristianos,  y  mostrarles  los  medios  de  conjurarlo,  no 
ifi&áB  comprender  en  los  actos  insignes  de  su  pastoral  ca- 
™A  á  los  Orientales,  sino  que  les  indicó  el  sendero  que  ha- 
bia de  conducirlos  al  puerto  de  salvación.  La  Encíclica  In 
Smma  Peirij  que  Su  Santidad  dirigió,  el  dia  de  la  Epifanía 
M  año  de  1848,  á  las  varían  Iglesias  de  Oriente,  es  el  taro  se- 
Ruidó  ya  por  algunas,  y  que  también  lo  será  por  otras,  para 
^^Qcaminarseal  puerto  de  refugio,  donde  se  les  ofrece  alber- 
SpBeo  que  reparar  los  daños  del  naufragio  por  ellas  pade- 
cido. 

Entre  las  convulsiones  que  hoy  agitan  á  los  pueblos  y  ame- 
Dttao  abismar  á  las  naciones,  muchos  Búlgaros  al  teñ- 
ólos ojos  en  derredor  de  sí,  han  recordado  aquellas  amoro- 
^  palabras  del  sucesor  de  S.  Pedro,  y  volviendo  á  Roma  sus 
miradas,  han  visto  en  este  centro  de  unidad  el  foco  á  quien, 
00  obstante  la  variedad  de  ritos  y  ceremonias  de  las  diversas 
DAciones,  era  dado  encender  la  llama  de  la  caridad  inextin- 
gQÍble  de  Jesucristo;  é  interrogando  á  los  monumentos  pe 
w  propia  historia,  vieron  ol  esplendor  de  su  gloria  nacional 
^0  sa  unión  con  Roma:  tal  ha  sido  el  sentimiento  universal 


198  IJL  VERDAD  CATÓLICA 

que  ha  movido,  tal  el  aahelo  que  ha  dominado  al  pueblo 
Búlgaro. 

Ya  á  fities  de  1800,  muchos  Búlgaros,  eclesiásticos  y  se- 
glares, de  los  residentes  en  Constaritinopla,  por  sí  y  á  nom- 
bre de  riuinero'íos  compatriotas  suyos,  jiresentáronse  á  Mon- 
señor Brutioni,  Vicario  Apostólico  Patriarcal,  manifestándole 
su  determinación  de  restituirse  al  gremio  de  la  unidad  cató* 
lica:  y  M  Misrífior  después  de  atento  examen,  recibió,  en  pre- 
sencia de  los  Prefectos  A|»ostólicos  de  Oriente  que  á  U  sazón 
se  hallaban  en  aquella  ciudad,  de  ¡os  Párrocos  y  de  los  Su- 
periores de  Ordeues  religiosas,  y  con  asistencia  de  Monseñor 
Hdssun,  Primado  de  los  Armenios  católicos,  el  acta  solemne 
de  aquella  conversión.  El  gozo  que  causó  al  Padre  Santo 
esta  acta,  trasmitida  original  á  Konia  con  la  súplica  de  ios 
Búlgaros  al  Vicario  de  Cristo  para  que  se  dignase  acogerla, 
muéstralo  el  celo  con  que  Su  Santidad  proveyó  á  los  medios 
de  que  aquellos  Búlgaros  Uni>los  habilitasen  un  edificio  con- 
sagrado á  Dios  para  las  funciones  del  culto,  y  en  el  Breve 
que,  con  fecha  :¿4  del  pasado  Enero/expidió  al  mismo  Vica- 
rio Apostólico  Patriarcal  manifestándole  hallarse  pronto  á 
otorgar  cuanto  aquellos  hablan  solicitado;  es  ií  saber,  la  con- 
servación desús  sagrados  ritos  legítimos,  de  sus  ceremonias, 
liturgia  y  de  la  gerarquía  que  á  su  tiempo  habia  de  insti- 
tuirse. 

Entre  tanto  inaugurábase  eu  Constantinopla  la  iglesia  de 
los  Búlgaros  Unidos,  el  día  correspondiente,  según  el  calen- 
dario Juliano  por  que  se  rigen,  á  la  fiesta  de  la  Natividad 
de  Nuestro  Señor  Jesucristo;  y  ya  en  nuestro  número  del  31 
de  Enero,  hablamos  de  aquella  s(,lemnidad,é  insertamos  par- 
te del  discurso  que  con  .tan  fausto  motivo  pronunció  el  Ar- 
chimandrita Macario.  Posteriormente  una  Diputación  de  los 
mismos  Búlgaro^  solicitó  venir  á  Roma  para  reiterar  sus  pro- 
testas de  unión  á  la  Santa  Sede:  y  tiunado  oportuno  parecer 
de  la  Sagrada  Congregación  de  Propaganda  Fide,  compúsose 
aquella  del  Archimandrita  José  Socoiski,  designado  por  el 
Padre  Santo  para  recibir  la  Consagración  Episcopal,  del  Diá- 
cono Rafael,  y  de  los  dos  seglares  Dracan  Zancoffy  Jorge 
Mirlho^itch,  acompañados  del  Reverendísimo  señor  Eugenio 
Boré,  Prefecto  Apostólico  de  los  Lazaristas  de  Constantino- 
pla, el  cual  se  prestó  á  servir  de  intérprete  en  cuanto  hu- 
bieran de  comunicar  aquellos  nuevos  católicos  con  el  Padre 
Santo  y  las  Congregariones  Romanas. 

Llegado  que  hubieron  á  la  ciudad  eterna,  meta  de  sus  de- 
seos, fueron  presentados  á  Su  Santidad,  en  la  mañana  del 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  199 

lunes  8  del  corriente  Abril,  por  el  Eminentísimo  y  Reveren- 
dísinio  Sr,  Cardenal  Barnabó,  Prefecto,  y  por  Monseñor  Ca- 
pa) ti,  Secretario  de  la  Sagrada  Congregación  de  Propaganda. 
Donnioados  por  el  recuerdo  de  que  en  otro  tiempo  sus  ma- 
yores babian  venido  con  el  propio  fm  que  ellos  á  presentarse 
ante  el  sucesor  de  S.  Pedro,  postnlronse  A  las  plantas  del  Pa- 
dre Santo;  y  seguidamente  el    Diácono  Rafael,    expresando 
los  pensamientos  quede  aquel  recuerdo  surgian  espontánea- 
jnaente,  á  nombre  del   Archimandrita  José,    de  los  otros  dos 
Diputados  y  de  los  compatriotas  sus  comitentes,  dijo  en  len- 
gua búlgara  al  Padre  Santo  que  el  que  allí  á  sus  plantas  te- 
nia, y  los  ílemas  de  su  nación,  habian   renovado  en  sí    la  his- 
toria del  Hijo  Pródigo,    pues   malogrando  los  tesoros  de  la 
heredada  fe  que  en  otro  tiempo  les  habia  comunicado  el  que 
entonces  se  asentabaen  la  Cátedra  de  Pedro,  los  habian  disi- 
pado cayendo  en*  la  miseria  del  cismn;  pero  que  ahora  torna- 
bau  suplicando  dSu  Santidad  que,  como  Padre  amoroso,  los 
MOgie«ey  restituyese  á  la  abundancia   de  la   gracia  divina. 
Leida  luego  en  latín  por  el  Reverendísimo  Sr.  Boré   la  alo- 
cución del  Búlgaro,   respondió  Su   Santidad    con   dulces  y 
consoladoras  palabras,  y  llorando  lágrimas  de  ternura  los 
woí(i6  en  su  paz. 

Deseando  ademas  el  Padre  Santo  coronar  por  sí  mismo  su 
propósito,  quiso  conferir  personalmente  la  Consagración 
Episcopal  al  mencionado  Archiinandrita,  José  Socoíski,  pre- 
conizándolo al  mismo  tiem[)o  Arzobispo  Vicario  Apostólico 
para  los  Búlgaros;  y  al  efecto  de  realizar  la  augusta  ceremo- 
nia en  la  Capilla  de  Sixto  IV,  como  antes  hemos  dicho,  se- 
ñaló el  pasado  domingo  14  del  corriente  Abril.  Dispuso  jun- 
íwnente  para  mayor  solemnidad  del  acto  que,  ademas  de  los 
Eraiñentisimosy  Reverendísimos  Sres.  Cardenales  Palatinos, 
fuesen  invitados  á  él  los  Eminentísimos  Vocales  de  la  Sagrada 
Congregación  de  Propaganda  Fide,  y  que  igualmente  asistie- 
*ncon  híibito  coral  todos  los  alumnos  del  Pontificio  Cole- 
gioÜrbano  de  Propaganda,  y  los  del  Colegio  Q-reco- Ruteno. 
I)Í8puso  ademas  que  asistieran  también  los  monjes  Antonia- 
nos  con  sus  alumnos,  los  Reverendísimos  Paires  Procurado- 
'Cídelas  dos  Oonirregacion''s  llechitarísticas  de  Venecia  y 
^íViena,  y  los  de  las  varias  Ordenes  moiiásticjis  de  la  fncli- 
tanacion  Maronita  y  de  los  flreco-Melchitas,  como  también 
*' Procurador  del  órdeu  Basiliano  de  Polonia. 

Colocados  caíla  cual  en  su  [iuesto  propio  en  el  magnífico 
presbiterio  los  Eminentísimos  Cardenales  y  demás  convida- 


200  LA  VBBDAD  OATÓUOA. 

dos,  á  1m  siete  y  media  de  la  mañana  entré  el  Pfedni  fiÉnlo 
en  la  Capilla  7  ocup%  el  Trono. 

Cuando  So  Santidad  estovo  ya  vestido  de  podüfieil,  ll»>¿ 
mó  asiento  á  su  izquierda  el  Bnlinentfsimoy  Severendf^fito 
Sr.  Cardenal  Alejandro  Barnabó,  Prefeéto  de  la  SagTrnéa  tlU^ 
gregacion  de  Propaganda,  y  llegáronse  al  trono  m>'ifMf#' 
ñores  Anibat  Oapalti,  Secretario,  y  Esteban  Biioti,  Pioihii»i 
tarío  apostólico  de  la  misma.  Acercóse  en  seguida  4  itmgtÉi^ 
das  Monsefior  Soeoiski,  revestido  de  las  ropas  saeerdoClfea 
propias  de  su  ritOt  jaUtaipente  con  el  Diácono  Bafissl,  ra 
también  á  uso  de  km  de  su  nación,  y  ademas  los  Srea. 
cofi  y  Mirlhowitch.  Entonces  Monseñor  Soeoiski,  6m^ 
de  haber  manifestado  en  una  breve  arenga  él  goso  emi  qM  á 
nombre  de  sus  compatriotas  reodia  aquel  homensie  al  Sllind* 
Pontífice,  pidió*  licencia  parA  reiterar  formal  y  soientneowui* 
te  la  protesta  de  unión  de  los  Búlgaros  con  la  Igleiitf  Oi<éli^- 
ca  Apostólica  Romana,  que  ya  había  sido  hecha  en  Oonolna>>  - 
tinopla  ante  el  Vicario  Apostólico  Patriarcal.  Tconv^osse^ 

f;ura,  y  en  su  lengua  patria,  .leyó  las  palabras  que,  lefdM^ 
uego  en  latín  por  el  Reverendísimo  Sr.  Boré,  son  del  tenOr 
siguiente: 

*'Bien  quisiera.  Santísimo  Padre,  en  estas  circunstancias 
tan  dichosas  y  memorables,  manifestar  de  un  modo  esplen- 
dente toda  nuestra  gratitud  por  las  mercedes  que  nos  habéis 
prodigado.  Mas  temo  que  mi  hacinamiento  de  gracias  no  cor- 
responda  ni  con  mucho  á  los  beneficios  insignes  que  hemos 
recibido;  pue^  es  obra  vuestra,  si  estando  muertos  hemos  vuelto 
á  la  vida,  y  si  perdidos  hemos  sido  vueltos  á  hallar  (1).  Estimo 
mas  prudente  que  tanto  en  mi  nombre  como  en  el  de  mis 
compatriotas  los  Búlgaros,  pronuncie  un  testimonio  público 
y  solemne  de  la  fe  que  tenemos  por  verdadera. 

'*Sabed  pues,  SAJrrwiMO  Padre,  que  creemos  y  profesamos 
todas  y  cada  una  de  las  cosas  contenidas  en  el  símbolo  de  fe 
usitado  en  esta  Iglesiaromana.  Veneramos  igualmente  y  re- 
cibimos todos  los  concilios  ecuménicos  celebrados  y  confir- 
mados por  la  autoridad  del  Romano  Pontífice,  especialmente 
el  concilio  de  Florencia:  profesamos  todos  los  artículos  de- 
finidos en  dicho  concilio  á  saber: 

"El  Espíritu-Santo  es  eternamente  por  medio  del  Padre  y 
del  Hijo;  su  esencia  y  su  sustancia,  las  tiene  igualmente  del 
Padre  y  de!  Hijo,  y  de  uno  y  otro  procede  eternamente,  cual 
de  un  mismo  principio  y  única  aspiración. 

.     (1)    Lne.  XV. 


LA  VEEPAD   CATÓLICA.  201 

^*£8ta  locución  Filioque^  empWda  para  expresar  la  verdad' 
por  oeceaidnd  reconocida,  ha  aido  lícita  y  racionalmente  in- 
troducida en  el  símbolo. 

**£n  el  pan  ázimo,  asf  como  en  el  de  levadura  hecho  de  tri- 

Sse  forma  el  Cuerpo  de  Jesucristo,  debiendo  los  sacer- 
tas  conflagrar  uno  ú  otro  para  cambiarlo  en  el  Cuerpo 
mismo  de  J^ucristo,  segan  la  costumbre  de  au  Iglesia,  ya 
oriental,  ya  occidental. 

**Si  los  penitentes  sinceros  mueren  en  la  amistad  de  Dios 
totes  de  haber  satisfecho  por  medio  de  dignos  frutos  de  peni- 
tencia por  las  culpan  que  han  cometido,  sus  almas  son  purifi- 
eadasdtfspues  do  la  muerte  mediante  las  penas  del  purgatorio, 
y  para  eximirlas  dt3  dichas  penas  les  son  útiles  los  sufragios 
^  los  &eles  vivos  á  saber,  el  sacrificio  de  la  misa,  las  oracio- 
Des,  las  limosnas  y  las  demás  obras  de  piedad  que  los  fíeles 
acostumbran  desempeñar  por  otros  fieles,  según  las  institu- 
ciones de  la  Iglesia.  Y  las  almaa  de  aquellos  que,  después  de 
recibido  el  bautismo,  no  se  han  manchado  con  nin^i'n  peca- 
<to;como  así  mismo  las  de  aquellos  que  después  de  haber  oon- 
tnido  la  mancha  del  pecado  se  han  purificado,  ya  en  sus 
cQi^pus,  ya  después  de  separadas  de  estos,  son  en  breve  re- 
cibidas en  el  cielo  y   ven  claramente  al  mismo  Dios  trino  y 
ino  cual  es.  en  razón  sin  embargo  de  sus  méritos  diversos. 
Kn  cuanto  á  las  almas  de  aquellos  que  muercr.  en  actual  pe- 
ndo mortal,  ó  soliimente  original,  no  tardan  en  bajar  á  los 
infiernos  para  ser  castigadas  *in  ellos,  con  penas  desiguales 
úi  embargo. 

*'La  Santa  Sede  apostólica  y  el  romano  Pontífice  tienen  la 
primacía  sobre  todo  el  universo.  Ese  mismo  romano  Pontf- 
fiee  es  el  sucesor  de  S.  Pedro  príncipe  de  los  apóstoles, 
^rdsdero  vicario  de  Cristo,  cabeza  de  toda  la  Iglesia, 
y  padre  y  doctor  de  todos  los  cristianos.  A  él.  como  á 
&  Pedro,  fué  dada  por  nuestro  Señor  Jesucristo  plena  po- 
teitad  para  apacentar,  conducir  y  gobernar  la  Iglesia  univer- 
sal) según  se  halla  expresado  por  lo  (lernas  (como  lo  declara 
el  mismo  Concilio  de  Florencia)  en  las  actas  de  los  concilios 
eucnménicos  y  en  los  sagrados  cañones. 

^Eo  fin,  admitimos  y  profesamos  todo  cuanto  admite  y  pro- 
pia la  Iglesia  romana,  y  del  mismo  modo  todas  las  cosas 
contrarías,  los  cismas,  las  herejías  condenadas,  rechazadas  y 
anatematizadas  por  la  Iglesia,  las  condenamos,  rechazamos  y 
anatematizamos  nosotros. 

"Esto  creen  y  abrazan    bs  Búlgaros  que   recientemente, 
por  inspiración  de  la  gracia  del  Espíritu  Santu,  presuroso»  y 

VII.— 26 


20  2  LA  VERDAD  CATÓMOA. 

alegres,  rt^no varón  »\i  mnv  ásHenán  y  aantí^ima  unión  oon  i 
Sede  de  Pí^riro,  á  !a  auU>rblw!  princliud  de  ín  cml  &m  nmcuu 
fp&e  toiiÉ  ¿tí  ¡glf'fia  íS€áomrm{l)'  Eity  rnií<mü  crecí  y  abrax^ 
yo^  j  ññUí  eiHHñaré  é,  Itt«  ovt'jíie  qutí  V\í**Mnk  SHnti't&il  Jii« 
eon fie.  ¡Muy  dií^hoso»  t*n  v**nU^Í»  «i  emplí^n  il^^  tul  modí»  nm 
esfiierj&Qs  q(jt5  estrié  tímpr^nan  fdlrct*ii  ii^  la  Holiüitud  a|Hií)téit<5iL 
cié  Vuestra  Sínifitiiifí  fcaJii^Jtn  nn  firtígreHíi  y  fin  fiivorábtüNi»! 
Por  to  df^fiiító,  iifilgQ  l/ut^n^  kactimnx,  §1  nígu  burno  hmigiñanyu^ 
»¡  tí  1^0  ubfnnfmm  de  lu  mis*^fktirdfU  de  Dw*  ¡t*tr  mmliff  dn  nufxtra^ 
stiplicm  dl/iri/u  será  med tafite  Í*íh  obras  tj  por  (m  mvntia  ti^m^ud 
niiía  ¡rntéMUid  mm  tj  cruja  utítoridad prcvaiece  en  la  Siltu  tU  ít&- 
tm  (2)." 

A  erttá'í  palribniíi  s**diifru)  iSu  Santidad  r«M|ii*i}cier,  vbibÍB- 
mente  ctunnavido,  los  BÍgtiit*iíti*«  graven  ac.tiiUo»: 

**Laa  tinieblas  de  una  larga  ííe«tinhjfi  *tí  di«íjmii  en  fitj,  mr^ 
cTaridad  e;^pU^ndÍda  fia  irradiudíi  sobre  Í4  ynidrid  aitiiHiUi  y  Íh 
nación  bülgara.  Atestados  irrt^cnsnblt^^  iioá  lian  hecb*.*  %ah**f 
en  eíectu  que  una  porción  cünáídi!rahiiíísim«  de  la  nafiuii  iia- 
bla  vuelto  á  ta  coninniou  dn  H.4ta  8iil&  de  Púdnhtfuc  habttñdo 
tidffulf'ídft  la  gracia  de  la  iñdn  t^trrnii,  rim  eternamrnl*'-  tj  ümjicu 
al  pueblo  de  Dios  (8).  ¿Quién  no  daría  gracia8  al  dispensador 
de  todos  los  bienes?  ¿Quién  no  admiraría  ios  tesoroH  de  la 
divina  nnisericordia?  ¿Qué  íioinbre  habrá  cuyo  férreo  corazón 
no  se  sintiese  contnovído  por  este  exceso  de  la  bondad  celesta! 
SoQ  esas  obras  del  todo  divinas,  y  que  deben  por  conüiguiea* 
te  ser  acogidas  con  una  veneración  y  celebradas  con  aíabaor 
zas  divinas.  ¡A  tf  alabanza;  á  tí  gloria;  á  tí  acciones  de  gra- 
cias, oh  Jesucristo,  fuente  de  misericordias  y  de  todo  consuelo 
que  en  medio  de  nuestra  generación  has  hecho  estallar  mila- 
gros de  tu  piedad,  nara  que  todos  reñeran  tus  prodigios  ad- 
mirables! De  la  sincera  intención  de  los  que  se  retinen  uo 
nos  permitirían  dudar  ni  los  testimonios  recibidos,  ni  sobre 
todo  esa  profesión  solemrK'.  que  acabáis  de  pronunciar  en 
vuestro  propio  nombre  y  en  el  uj  vuestros  compatríotaa* 
Por  tanto  confiamos  en,  que  la  protección  de  Dios  conseriará  sus 
corazones  y  suft  (4).  No  obstan  e,  os  instamos  vivamente 
para  que  perfeccionéis  con  vuestra  diligencia  la  obra  divina- 
mente comenzada,  mediante  la  gracia  del  Espíritu  Santo; 
mereceréis  así 'ser  llamado  y  realmente  cooperador  de  Dios. 
¡Quiera  el  Dios  todopoderoso  que  la  verdadera  Iglesia  de 

(1)  Ir.  1.3.  c.  3. 

(3)  L«o  M.  Serm.  3.  cap.  3. 

(3)  Cypr.  Epwt  71. 

(4)  8.  Leo  M.  Serm.  96. 


LA  VRRDAD   CATÓLICA.  203 

Cristo  fecunda  en  triunfos  extienda  sus  ramas  sobre  toda  la 
Bulgaria  y  derrame  en  ella  mas  abundantemente  aun  sus 
caudalosas  corrientes!  (1).  Fundados  en  esta  esperanza  abra- 
samos á  loa  bálgarori  católicos  con  nuestra  paternal  candad 
jamoroaainente  os  concedemos  á  ellos  y  á  vos  la  bendición 
apostólica," 

Repetidas  en  lengua  esclavona  por  el  Reverendísimo  señor 
Boré  las  palabrHs  de  Su  Santidad.  Monseñor  Socoiski  y  sus 
colegas  de  Diputación  pusieron  copia  del  Discurso  pronun- 
ciado en  lengua  búlgara  y  latina,  firmada  previamente  por 
todos  ellos,  en  maJos  de  Monseñor  Ferrari,  Prefecto  de  las 
CereraoDias  Pontíñcias,  el  cual  le  trasmitió  inmediatamente 
&  Monseñor  Secretario  de  la  Propaganda  con  el  fin  de  que 
fuese  depositado  para  perpetua  memoria  en  los  Archivos  es- 
te documento  auténtico  del  acta  de  Union  de  los  dichos  Búl- 
garos á  la  Iglesia  Romana. 

Seguidamente  Monseñor  Socoiski  y  sus  colegas  de  Dipu- 
tscion  subieron  las  gradas  del  Trono,  y  postrados  besaron  el 
pié  del  Padre  Santo. 

Terminado  este  acto,  el  Padre  Santo  bajó  del  Trono  y  co- 
locándose en  el  sitial  que  estaba  junto  al  altar,  dio  comienzo 
^Is  ceremonia  de  la  Consagradun,  la  cual  fué  celebrada  to- 
<l» conforme  al  Pontifical  Romano,  salvo  que  la  Profe>«on  de 
Pflpronunciafla  por  el  Electo,  lo  fué  al  tenor  fie  la  fórmula 
«liblecida  para  los  Orientales  por  el  Sumo  Pontífice  Ur- 
bano VIIL 

Los  demás  actos  que  pr,ecedoii  ¿í  la  Misa  se  celebraron 
por  Su  Sciniidad  ev  latin,  y  por  el  Electo  en  esclavón,  á  cu- 
ja lengua  habla  sido  traducida  expresamente  para  el  caso 
la  liturgia  propia  de  aquella  ceremonia. 

Restituido  después  á  su  altar  Mons'iñor  Socoiski,  desun- 
cióse en  él  de  sus  vestiduras  sacerdotales  y  tonió  «1  hábito 
9'wopal  propio  de  su  rito;  y  seguidamente,  después  del 
íiiímeij  comenzóle  ácelebrarel  Santo  Sacrificio siínultánea- 
nientepor  Su  Santidaii  en  latin,  y  por  el  Electo  en  lengua 
^lavona  litúrgica.  A  este  último,  para  conservar  en  cuanto 
«r» posible  el  rilo  Oriental,  no  le  fueron  puestos  losguante? 
yaele  hizo  entrega  del  Pastoral  y  de  laMitra  según  el  ri- 
tual gríefío. 

Tomaron  parte  en  la  sacra  ceremonia,  como  consagrantes, 
Monseñores  Esteban  Missir,  Arzobispo  de  Irenópolis,  del  ri- 
to griego,  y  Luis  Eugenio  Regnault,    Obispo  de  Chartres, 

(l)   8.  Cyp.  de  unit&te  Ecoleiie. 


204  LA  \rERDAD  CATÓLICA. 

asistidos  cada  cual  por  eclesiásticos  de  su  respectiva  naci 
De  esta  manera  concurrió  la  intervención  de  un  Prelado 
la  Iglesia  Oriental  y  de  otro  de  la  Occidental  al  solemne 
to  celebrado  por  el  Romano  Pontífice,  centro  de  la  uni( 
católica;  cual  si  el  primero  de  aquellos  Prelados  represent 
allí  la  reparación  del  daño  causado  por  sus  compatriotas 
sidentes  á  la  fe  de  los  Búlgaros,  y  el  segundo  á  la  noble 
cion  francesa  y  á  su  clero  que  desde  los  tiempos  del  Em 
rador  Carlos  el  Calvo,  habian  tomado  una  parte  tan  priri 
pal  en  la  obra  de  consolidar  en  los  Búlgaros  la  fe  de  Je 
cristo.  Tales  pensamientos  surgian  de  suyo'  en  el  ánimo 
los  circunstantes  al  observar  la  serie  de  magníficas  teren 
nias  que  á  sus  ojos  se  estaban  celebrando,  y  á  los  persona 
que  en  ellas  intervenían. 

Pero  aún  llamó  la  atención  otra  circunstancia  que  coot 
buyo  grandemente  á  elevar  los  animosa  consideracionei 
meditaciones  mas  alfas.  Conformándose  Su  Santidad  en  I 
Divinos  Oficios  al  Orden  de  la  Patriarcal  Iglesia  Lateranec 
decia  la  misa  propia  de  S.  León  I  el  Magno  Pontífice,  y  I>< 
tor.  Era  cabalmente  aquel  diasegundo  Domingo  de  Pascí 
y  en  el  primer  Evangelio  de  la  Misa  correspondiente,  leís 
el  pasaje  del  capítulo  XVI  de  S.  Mateo,  donde  se  refiere  c 
mo  Jesucristo  constituyó  á  S.  Pedro  por  piedra  fundamení 
de  su  Iglesia  y  le  entregó  las  llaves  del  reino  de  los  CieU 
el  otro  Evangelio  era  lección  sacada  del  capítulo  X  de  S 
Juan,  donde  el  Redentor  dice  de  sí:  — •*  Yo  soy  el  Buen  Pi 
tor'* —  y  termina  profetizando  ei  advenimiento  del  día  en  qi 
no  habrá  sino  un  solo  rebaño  y  un  Pastor  único. 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  S06 


UL  CIBOrCIA  DIVINA, 
6 


XVII. 


,  Como  el  cristianismo  es  todo  amor,  no  quiere  tener  impe- 
'{^■iDo  en  la  voluntad,  y  en  esta  consideración  observa  por 
^t09o  principio  una  tolerancia  prudente  que  deja  el  cam- 
^^¡erto  al  entendimiento  para  discurrir  y  pensar  lo  que 
"*«  leguir  y  obedecer.  Jesucristo  ordciíaá  sus  apóstoles 
Ve  il  predicar  su  Evangelio,  abandonen  la  tierra  donde  no 
|<K  quisieren  oir  sacudiendo  antes  el  polvo  de  su  calzado, 
l^nuon  de  este  precepto  está  en  consonancia  con  la  doctri- 
i^eóiefiadaen  el  sagrado  libro,  pues  la  misma  grandeza  y 
<uTÍoidad  de  su  origen  no  pueden  permitir  la  indiferencia  ni 
jnéooí  el  desprecio;  porque  el  Evangelio  que,  en  el  amor, 
"Wrapor  base  la  felicidad  de  los  hombres  no  debe  posesio- 
^^  del  alma  sino  por  el  convencimiento.  El  hombre  que 
uenela  desgraciado  no  obedecerlo  recibe  en  sí  mismo  el  da- 
^que  puede  acarreársele  á  un  ciego  qu«í  porsí  solo  empren- 
de un  dilatado  y  peligroso  viaje.  Toda  coacción  es  impro- 
pia de  la  dignidad  del  precepto  evangélico.  Por  esolafuer- 
u 6 virtud  divina  manda  al  espíritu,  así  como  la  humana  á 
lamateria,  y  en  esta  diferencia  se  ve  palpable  el  poderoso 
maro  que  separa  las  cosas  del  cíelo  de  las  de  la  tierra.  El  már- 
tir, que  solo  mira  el  cielo  y  en  él  contempla  su  eterna  feli- 
cidad, preñere  los  trabajes  y  los  horrores  del  mas  terrible 
suplicio  á  la  comodidad  pasagera  de  una  vida  tranquila  y 
•lleoa  '^e  goces  que  pueda  proporcionarle  el  simple  acto  de 
ofrecer  incienso  en  el  altar  de  los  ídolos. 

Cuando  vemos  en  la  historia  que  los  primeros  cristianos, 
eneu  mayor  parte,  fueron  hombres  destituidos  de  represen- 
bcioQ  social,  cuando  vemos  que  los  esclavos  y  afligidos  por 
la  miseria  y  desgracia  eran  los  principales  campeones  del 
Evangelio,  el  alma  &3  llena  de  un  santo  respeto   y  se  humi- 


206  LA  VSRDAD  CATÓUOA. 

lia  ante  las  leyes  del  Eterno  ¡Cuántas  eonaideraeionet  pue- 
den sacarte  de  esto!  ¡La  debilidad  en  lucha  con  b  fuertái  jr 
esta  sucumbiendo  por  medio  del   milaaro!  Qué  prueba  att 
convincente  puede  manifestaba  de  la  di?iuidad  de  Jesúfliíi- 
to  y  su  Evangelio?  ¡Preciso  era  que  el  reino  de  la  humiiddt ' 
representado  por  los  cristianos  y  sostenido  por  Dios,  ab^isü»' 
ra  al  de  la  soberbia,  que  contra  todo  principio  avasállate^;, 
mundo!  El  hombre  renunció  la  pompa  y  orgullo  de  Satanaa' 
para' afiliarse  entre  los  soldados  de  Cristo,  y  se  vistió  con  la 
estola  de  la  inocencia  para  jurarle  fidelidad  y  eonaeguir  la 
gloria. 

No  valen,  pues,  las  asechanzas  del  enemigo  para  impeAr  y 
la  obra  del  cieloj  los  tornieqtos  y  horrorosos  suplicios  dé' 
que  hizo  uso  á  íin  de  contenerlos  progresos  del  nuevo  raioo; 
que  había  de  establecerse,  sirven  poderosamente  á  la  eauaa 
de  Dios,  coutra  la  que  necíaihente  se  intentaba  luchar,  tmb 
la  vez  que  en  los  martirios  se  ofreció  el  admirable  cuadro  áéj 
la  virtud  mas  subiimey  padecimiento  supremo  por  el  amoé' 
á  Dios,  en  cuya  representación  tomaba  ejemplo- él  hombre^  ! 
dando  por  resultado  un  número  creciiio  de  conversiones.  Él 
reinudo  de  la  fuerza  había  de  ceder  du  puesto  al  de  la  man* 
sedumbre,  porque  este  era  el  estado  natural  en  que  Dios  pu- 
so al  hoiiibreen  el  Paraíso,  y  como  lo  vicioso  no  puede  pre- 
valecer de  ningún  modo,  vemos  que  á  pesar  de  todos  los  es- 
fuerzos del  miiudo  por  sostenerse  con  gloria  en  el  puesto  en 
que  lo  había  colocado  su  culpa,  no  pudo  resistirse  á  unoi« 
tristes  hombres,   destituidos  de  todo  influjo  social  y  de  ri- 
quezas, hasta  el  punto  de  recibir  las  leyes  dé  los  mismos  que 
con  opresión   terrible  juzgó  aniquilar,  viendo  al  fin  rendi- 
do el  edificio  de  su  poder,  y  sus  nefandos  ídolos  por  tierra. 
Ll  fausto,  la  voluptuosidad,    la  avaricia  y  demás  torpes  vi- 
cios que  inundaban  a)  mundo  no  tienen  ya  altar  conocido, 
pues  el  hombre,  en  virtud  del  nuevo  feino  que  estableció 
Jesucristo  Qon  su  moral  divina,  ¿olo  les  puede  tributar  ado- 
ración oculta. 

¡Qué  diferencia  tí-n  notable  y  provechosa!  El  culto  público 
que  se  triburaba  á  los  vicios  entre  las  naciones  idólatras  fué 
abolido  para  siempre  por  medio  del  cristianismo:  solo  quedó 
comorestto  de  la  primera  cul[)a  el  del  pensamiento,  deque 
solo  Dioses  el  supremo  juez  para  imponerle  el  condi».n  •  cas- 
tigo Lasleyeí,  en  virtud  de  las  favorables  reformas  promovi- 
das cou  la  promulgación  del  Evangelio  han  reglamentado  el 
ordenen  todas  sus  faces  poniendo  límites  á  la  vanidad  porme- 
diü  de  leyes  suntuarias,  prohibiendo  el  escándalo  bajo  severas 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  807 

penal  é  inculcando  el  amor  al  prójimo  en  la  represión  de 
lo«  ftríiiienes. 

iQ'ié  infltijo  pudieran  tener  las  leyes  para  correíjir  los  de- 
lito* perpetrados  contra  el  pudor,  prirner  fundainniito  de  to- 
<l&morHl  y  justicÍN,  en  una   nación  donde   públiramenfe  se 
tut<)ri»ira  el  escándalo  en  sus  cernmoniHS  y   fiesfus  relifio- 
•w?¿C6mo  pudiera  impedirse  el  hurto,  cunndo  impunemen- 
te, sci^un  los  mismos  principios  religiosos,  podia  cualquiera 
^r  (ie8|iujado  de  su  propiedad  por  medio  de  Ih  consagración 
•lina  deidad  gentílica,  como  se  lee  en   Cicerón  y  otros  «u- 
tore*?  pueden  tampoco  evitarse  los  homicidios  en  donde  los 
Menucio»  humanos  se  celebran  como  actos  de  religión  y  pie- 
^^df  ¡Mientras  mas  no  profundicemos  en  el  insondable  ca09 
"^  ücoutecimientos  que  presenta  la  hintoria,  mayor  seríi  tam- 
í^'en  nuestra  admiración  y  respeto  al   Evaníjelio!  Mahoma, 
P^rn  establecer  con  mas  fruto  la  religión  que  hov  tien»)  ocu- 
pada una  parte  del  mundo,  tuvo  que  confesar  á  Jesucristo  y 
^  s<i  Santísima  Madre  en  su  Alcorán:    pero  no  anticipemos 
!'•  qu»-  en  otro  lugar  se  dilucidará  mas  detenidamente. 

El  Evangelio,  como  dictado  por  Dios,  es  el  único   libro 
4*)«i  contiene  cuanto  el  hombre   puede   buscar  para  su  con- 
suelo. A  todas  las  clases  de  la  sociedad,  á  todos  los  estados 
7  gobiernos  es  necesario  el  código  divir.o,  de  tal  modo  que, 
faltando,   nada  hay  completo  y  seguro,  por  cuanto  él   solo 
puede  hermanar  intereses  diversos,   promoviendo  el   orden 
y,  preceptuando  el  obedecimiento  á  la  ley  como  una  obliga- 
ción que  se  debe  al  que  ejerce   por  voluntad  de  Dios  el  im- 
perio en  la  tierra.  De  este  principio  bello,  que  guarda  en  sí 
*^^*nto  [Hiede  ifnportar  á  la  felicidad  de  los  pueblos,  surgi»- 
^^^  como  por  encanto  esas  reformas  grandiosas  que  mas  de 
Una  Vez  admiraron  al  hombte.  El  mandato  de  fidelidad  fué 
.*  planta  germinadora  del  bien,  c«iyo  fruto  produjo  la  paz  y 
^^(lundancia.  Incierto  ó  vacilante  es  lo  que  no  se  sugeta 
^Cumplimiento  de  la  ley,  de  que  es  el  Evangelio  la  mejor 
^^''Hntía:  sin  él  carece  del  apoyo    divino  y  por  consiguiente 
^   V  ¡(la  y  poder. 

^«nstantinoen  Roma,  Clodoveo  en  Francia  y  otros  ilus- 
P^^  monarcas  convertidos  á  la  religión  cristiana  compren - 
í'^^'on  muy  bien  que  sin  ella  no  po<lia  existir  por  completo 
* '^^guridud  de  un  gobierno.  Y  ¿cómo  habia  de  evitarse  el 
^^  pe  de  estado  que  cambió  enteramente  la  faz  del  mundo, 
?^^ndo  vemos  por  la  historia  que  en  las  ocultas  catacum- 
|r^^<.  donde  se  reunian  los  perseguidos  cristianos  á  orar,  se 
^^^laban  las  esposas  é  hijas  de  los  Césares,  cuando  el  egér- 


i 


208  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

cüose  oomponiapu  su  mayor  parte  delegiane!!  crmlíniíif^ 
i>$us  capitanes  mas  vnlii^ntes  eran  Urv.bien  \o»   mas  t^ntusÍAJí* 
tas  preriicaHores  iM  EviiíiguHo  y  luimilileH  síict^rtiore»  de  Je- 
su  cristo?  ¿Pudía  «1  boíiibre  opoiierst?  á  lo  que  el  cit*lo  habiu 
decictaJo  en  tu«  ^Ituí  juicfojí>    ¡OL  no!  Al  abrazar  el  cri*lii 
nismo  \m  empenidor;?»  j^'^ntileB  no  hicieron    mññ  que  hteti 
•perarse  á  la  t»bni  de   la  ne^i^jitiad,    de  ese   potieroso  inafrí 
mentó  de  que  eurltí  valerse  UÍos  para  despertar   loa  afeetí 
del  corazón  y  regularkur  loi  dedeos  del  áíiimo.  Alexprenar- 
nos  asf  con  respecto  ¿  las  conversionea  célebres  que  ha  efec- 
tuado el  cí  isttH,ii<^ír.o,   no  podemos    tan  poco  dejar  de  com- 
prender la    mucha  partt^  de  e8{>onxaTi«'¡d4.d  que  baya  habtd^^ 
er*  algunnspurno  re^iatirseal  cumpüírilei^ro  de  b  ley  diviniH^ 
Guyoii  efectúa  se  patontisaban  con  ta  admirabl*í  prapagat^tan 
del  Evangelio  en  medio  de  la*i  mtin  cnie^^íi  y  ternbleR  persa- 
cusiooea,  que  con  tan  vivos  colores  nos  presenta  la  hiatiina. 
Una  sola  de  nnn  doctrinaB^  tan  corrompida  ef*tíiba  la  huma- 
nidad, era  hostaote  para  que  el  niunrlo  lo  rechazara:  sin  etn-_ 
bargo  el  fi^angetio  trinrifa  de  todon   Ion  ohstáculo^  que  sal 
le  oponen,  porque  para  las  obra»  de  Dion  nada  hay  inaupe-^ 
rabie-,  «ietido  el  íniíagrí»  el  eardcter  principal  con  que  ae  dis- 
tinguen. Y  décimo:^  milagro  porque  la  humildad,  la  pobre* 
za,  la  castidad  y  el  perdón  de  las   injurias  eran  loacaminoA 
por  donde  debiaconducirse  á  los  noberbios,  á  los  avaros,  á  I09 
disolutos  y  á  ios  rencorosos:  e!  hombre  debía  formarse  otro,  j 
para  lograrlo  precisamente  necesitaba  luchar  consigo  mismo 
y  hacerse  á  eí  propio  una  terrible  violencia  dominaiidn  gas 
gustos  y  viciosas  costumbres.  En  esta  inaudita  contienda  de 
las  pasiones  humanas,  en  laque  el  Evangelio  siempre  ob- 
tuvo la  victoria,  rendía  el  hombre  al  Ser  Supremo  el  home- 
naje de  su  voluntad,   que  es  el  mejor  y  mas  prodigioso  holo- 
causto que  puede  ofrecérsele. 

(Continuará.)  Rafael  de  Cárdenas  y  Cárdeiuu. 


LA   TEBDAD   CATÓUCA. 


209 


DE  oncio. 

SECRETARIA  DEL  OBISPADO  DE  LA  HABANA. 
«HclM  f •ImUria  aUerU  p%T  d  Rxcno.  é  lllno.  Sr.  OUf p«  á  tMWt  é% 
üm^atf  SuCfiliM  Padre  ?!•  ^•n: 


^iondelas  ¡tersónos  y  cantidades  que  cada  una  ha  entregado 
*rc  el  expresado   objeto-  en  esta  Secretaría  de  Cámara  y 


Parroquia  de  ingreso  de  Callajabos. 


Ps.    Cte. 


9ama  anterior 52.970 

D.  Aotonio  Janme. 

•Hioo 34 

^«éMaricbal 4 

«noD  Carava!  1a 4 

aaoie  I>i«»R  Oleaga.  4 

nneiico  Lhfím 4 

»«íto  Reyen 4 

o^  María  Monile« . .  4 

i^bíaDRowich 2 

nuieitco  Alonso 2 

•an  Barbón 8 

oaé  Antonio  Leal 2 

'nmeisco  Leal 2 

^   Haría   Sonto   y 

^qaex 2 

jMiael  Toledo 2 

jiguelSetien 2 

simuD  Oviedo 2 

Ventura  Arcí^ 2 

^J.P 2 

"MCÍ8C0  Maride 2 

^oin/fo  Fuente» 2 

«Q&oGtrcía  Requejo.  2 

Jfwuel  Boncourt 2 

JnDBifco  Alemán 2 

•'«•íCaWerin 2 

Antonio  Miró 2 

Bmiod  Uría 2 

«Pilar  López 2 

^aliwi  GoDzalez 2 

i^aoael  Maranillo \í 

''élixSoMi i¿ 

i  Tirsa  Palacios. 2 

amon  Pumaríe^a I 

'raooiieo  Tn\jiUo 1 


2Ji 


25 
25 
25 
25 
2.Í 
25 

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i2é 
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12i| 

124 
124 
124 
124 
124 
124 


M  I 


Ps.    Ota 


D.  Vicente  Palacios 1 

■»» 

„  Modesto  Pérez i 

»f 

„  Domingo   Betancourt. 

*■    »» 

„  Vicente  Rodríguez...  '        1 

,, 

„  Juan  González 

1    t» 

»,  Juan  Maurí 

„  Francisco  Puig 

'    »f 

„  Antonio  L.  Betancourt 

„  Pedro  Casadevall 

»t 

,,  José  María  Qonzalez.           1 

,, 

,,  Juan  Frías..... 

„  Félix  Oviedo 

l    „ 

,,  Tomás  PinoH 

„  Gregorio  Alfonso 

i    t» 

„  Agu8tin   Vázquez 

1    «• 

„  José    Mein^les 

1    ,, 

„  Junn  Casadevall 1 

„ 

„  Leandro  Lugo 

„ 

,.  Cristóbal  Mesa 

,, 

„  Loreto  Eniz 

„  Cayetano  Prieto 

i    ,, 

„  Francisco  Rosa 

i    „ 

„  Fraij cisco   R«>driguei. 

'    »» 

„  Jobo  Castillo 

„  Domingo Rodriguez... 

1    i> 

„  Francisco  G.  Oviedo. . 

l    .1 

D(»ria   María  del  Carmen 

Plebe 

j^ 

M  Josefa  Félix J 

D.  José  Ramón  Suarez.... 

90 

„  Rafael  Rodriguez 

50 

„  R!as  N'oricpi...- 

bO 

„  Juan  García 

50 

,,  José  Alfonso 

:>o 

,.  Francisco  Sütolongo.. 

50 

VIL— 27 

LA  VVBDAD   CATÓLICA. 
Vm.     cu. 

D,  Hipofiití  QmxvkUsz 

i,  Jo«é  Gürúftt  8ierra..., 
„  gímeon  F<*rei, 
„  Fmtidieo  Sofreí. 
„  €re«cencio  Swñitao--- 

Poñft  Fnitiekeii  Níiúez... 

Lino  Cru£. 

Anitminn  M<*LÍDa., 

Jujín  Cardan !L», 

^ arfa  de  ]m  Ni«vo«  Ino- 

ándrée  Herrera., 
Pétrvna  Veytía . 
ZeferiDK  Vpytis. 
Manuel  Cuerft&. 
Celeatma  Vitoret. 

Parrofjuia  de  término  dé  Nira.  Sra.  de  Guadalt^,  exír 


I>.  Juan  CBttíUo....,,-- 

50 

,,  BaltfleiirS.  Msrtm.--- 

m 

„  Loroniít  Ojuda,.. 

50 

*k  .Toaé  Llfini<« « ..« « «   ..> 

r*o 

».  Af uit<n  OoDiüet 

50 

t,  Pedro  He rrt*pa.   , 

50 

, ,  Rom  u  1  o  Din?  aae , 

oü 

,.  LitaToMurtioHi...-. 

fiü 

r*  Franci  »t?o  l'f^ndi 

¿Ü 

»,  Diomslo   Vega. 

50 

„  Al<»n»«  FrtlKya , 

50 

,.  Mt»d*?sUi  Burrioa . 

hú 

,,  Frnndacü  Javier  Crut 

50 

I>í>fiíi  Frnticípee  P.  Catiípo. 

50 

D.  Jtiéé  Tcodüfo  Cufita, , 

50 

„  Bfintguo  Murtine* . , .  - 
«,  Eulogio  Varga»,. 

50 

40 

,.  TcimaiGoiixiiles...... 

30 

U.J.V. ..,.,._...  102     „ 

Pbre.  P.  Claudio  Valdés, 

eura  párroco 34    ,, 

D.  Javier  Echagtlo 25    50 

Pbro.  D.  Manuel  de  Tor- 
rea, teniento  cura. .... .  17    „ 

Pbro.  D. .  Jo«é  Anacle^o 

Rivero 8    50 

Do&a    Josefa  Herrera   y 

Herrera «    60 

Pbro.  D.  Manuel  Cabrera 

y  Machado 4 

DoBa  Antonia  Hemandea.  4 

La  míaina  ienora 4 

Oo6a  María  del  Roaarío 

Pérez  de  Stgarroa 4    25 

Do&a  Tomasa  Gutierres 

dePlA 4 

D.Nicolás  del  Castillo....  4 

M  Juan  Leandro  Naodin.  2 
„  José  María  Booelly  y 

Zavas..... 2    12i 

„  Vicente  Feria 2    12i 

Dofia  Angela  Mayo^ 2    12é 

„  Manuela  Meireles....  2    I2i 
„  Mariana  Hemandes..  2    12é 
„  Carmen  Vilaró  de  Lo- 
pes   2    121 

„  Blanca  C.  Amaros ....  2    12i 

D.  Julián  Alvares 2    12^ 


25 
25 
25 


25 
25 


D,  Joié  Víctor  Andmde  „  t2 

„  Pa^lo  José  Femandex, 

Ldo.  en  medicina 2 

„  Marcos  Foroaiido  Gar- 

cÍR a 

„  Manuel  Castellanos. ..  2 

, ,  Mariano  Sobrado 1 

Duna  Cecilia  Porras  Pita 
de  Valdés 1 

D.  Isidoro  Gonsalez J 

Dr.  D.  Severo  de  León...  J 

Pbro.  D.  Jusé  Armioan..  I 

Don  J.  D 

.,  V.S 

Una  sefiora 

D.  R.  A  V 

Una  señora 

Una  seSora 

Otra  Ídem 

D.  R,D ; 

„  R.  V 

Una  señora. 

D.  P.Q , 

Pardo    ingenuo  '  Agustín 
iXOS 

Moreno  id,  Juan  Cecilio 
Rossi 

Una  señora 

T).  Ramón  Bobadilla 


Suma. 53.384 


Habana  7  de  Julio  de  íQ6l,^P$dr9  SandUx,  secretario. 

*  (Continuaré 


SECCIÓN  LITERARIA. 


LO  aVE  PUEDE  SVFKIK  VNA  NADKE, 

POR 
EIBiqiJB  COffSCIEÜCE. 


RAN  los  últimos  dias  del  mes  de  Enero  de  1841.  El 
^frio  se  dejaba  sentir  vivatiHuti';  las  calles  de  la  ciu- 
)dad  de  Ámbares  se  hablan  revestido  de  su  traje  de 
invierno  de  uña  blancura  inmaculada;  pero  la  nieve 
no  bajaba  ya  del  cielo  en  copos  suaves  y  ligeros,  se- 
mejantes á  millares  de  plumas  arrancadas  al  ala  de 
la  paloma;  habíase  cambiado  en  una  escarcha  áspera  y  dura, 
qne  caía  con  un  ruido  estridente  en  los  cristales  de  las  casas, 
cuidadosamente  ce.rradas;  debpidiendo  la  inclemencia  del 
viento  norte  al  lado  de  la  lumbre  rojiza  y  sonora  á  los  raros 
vecinos  que  se  atrevían  á  asomarse  al  umbral  de  sus  casas. 
Sio  embargo,  no  obstante  el  rigor  del  frío,  y  aunque  las  nue- 
ve de  la  mañana  habían  dado  apenas  en  el  reloj  de  la  torre, 
un  gran  número  de  personas  se  apiñaba  en  la  calle,  y  se  di- 
rigía al  mercado  que  tiene  lugar  todos  los  viernes.  Los  jó- 
venes entraban  en  caior  precipitando  su  andar,  los  hombres 
apresuraban  el  paso  soplándose  los  dedos,  y  los  artesanos 
golpeando  duramente  sus  cuerpos  con  los  brazos,  trataban 
de  restablecer  asi  la  circulación  entorpecida.  Una  señora  jó- 


Sl2  LA  VEBDAD  CáTÓLtÓA. 

ven  recoma  lili  embargo  lenUrnenta  la  catle  d¿  Im  Tiaíidas, 
deteniéndoBe  casi  en  cada  una  de  la?»  miserables  c^isitas  quefur - 
foan  dtcha  calle,  entrando  en  ellas,  saliendo  y  llevandu  en  0I 
roftro  una  expresión  de  alegría  indtíeible.  Una  capa  de  ra 
cubría  au   esbelto  talle;  una  gorra  de  terciopelo  servia   ildJ 
marco  ástis  mejillas^  á  las  cualeii  coinatiicabu  el  frío  ua  ea 
lor  encarnado  mas  vÍ7o;  tvMilttindoüe  au9  aiatios  eü  un  liadc 
taangüit^b.  Este  exterior  »iíiunciaba  el  bieuedtar,  y  su  fítonaJ 
mía  revelaba  lu  bondad. 

Próxima  á  pus^r  el  unibnil  de  una  c&üiila,  we  detuvo,  y  m- 

pr5ró  á  una  de  sui  amigas  que  lli'gaba  á  su  V62  por  la  g&I1o.j 

La  señora  jóveu  se  Uegó  á  ella  cordialmentc,  diciendo; 

— Bueno !^.  ú]m^  Adela,  ¿cómo  eatés? 

— Bailante  bien,  Ana,  ¿y  lút 

— Oh!   muy  bien,  á  Dios  gracias,  y  llena  de  una  alegría 

que  no  podría  expreaar! 

— De  veras!  La  estación  no  incita  sin  embargo  al  coticen*^ 
to. 

— Ob,  sf!  esta  estación  tiene  sus  alegrías. .  *  *  aolo  hace  y n^ 
hora  que  me  levanté,  y  ya  he  visitado  mas  de  veinte  familias 
pobres,  y  visto  miserias,  querida  Adela,  miserias  inexpre- 
sables  .el  hambre,  el  frió,  las  enfermedades,  la  desnu- 
dez  ,  Ob!  cuan  feliz  me  considero  con  ser  bastante  rica 

para  poder  hacer  algún  bien! 

— ¡Lloras,  Ada!  veo  lágrimas  en  tus  ojos;. . .  •  esa  es  de- 
masiada sensibilidad,  amiga  mia.  Los  pobres  no  son  muy  dig- 
nos de  compasión,  en  verdad;  por  todos  lados  se  busdán  me- 
dios para  socorrerlos pan,  carbón,  papas  les  soa  distri- 
buidos cada  dia  en  abundancia.  Ayer  nada  menos  me  suscri- 
bí por  cincuenta  francos;  pues,  acá  para  entre  nosotras,  me- 
jor quiero  encargar  á  otra  persona  mis  limosnas  que  penetrar 
por  mí  misma  en  el  interior  de  esas  sucias  y  pobres  moradas. 
— Adela,  no  conoces  los  pobres  verdaderamente  dignos  de 
compasión.  No  los  juzgues  por  esos  mendigos  sórdidos  que 
hacen  de  su  miseria  una  profesión,  y  llevan  como  unas  mues- 
tra sus  harapos  y  pálidos  rostros  á  fin  de  excitaren  el  corazón 
del  rico  el  temor  ó  la  compasión.  Si  quisieras  seguirme,  yo  te 
mostraria  artesanos  cuyos  vestidos  no  están  desgarrados, 
cuya  habitación  no  es  desaseada,  cuya  boca  no  sabe  abrirse 
psnra  proferir  una  queja;  mas  á  pesar  de  su  silencio,  leerás  el 
hambre,  el  hambre  horrenda,  en  sus  facciones  alteradas. 
— Verás  un  pan  negro  y  endurecido  en  las  manos  heladas 
de  sus  hijos; —  verás  las  lágrimas  de  la  madre;  adivioarás  la 
sombría  desesperación  del  padre;  y  entonces,  entonces,  á  la 


LA   VERDAD  CATÓLICA.  213 

TMtadeese  espectáculo  desgarrador,  una  alegrfa  celestial 
inoadari  tu  alma  cuando  pienses  que  un  poco  de  dinero  der- 
ximado  por  tu  mano  en  lan  de  esos  desdichados  bastará  para 
calmar  8u  dolor.  Los  chicuelos.  bailando  de  contento,  coge- 
rán el  ruedo  de  tu  vestido;  la  pobre  madre  te  dará  las  gra- 
cias con  las  manos  juntas;  el  padre,  enagenad'o  de  gozo,  es- 
trechará tu  mano  en  la^  suyas  y  dejará  caer  en  ellas  lágrimas 
ardienies.  Llorarás  también,  querida  Adela,  mezclarás  tus 
lágrimas  con  las  de  tus  amigos  los  pobres;  no  retirarás  tus 
manos  de  sus  groseras  manos. Oh!  no!  no Pero  dis- 
pénsame, el  recuerdo  de  esos  momentos  deliciosos  me  con- 
mueve hasta  el  fondo  del  corazón 

Mientras  que  Ana,  con  una  emoción  profunda  y  voz  cn- 

^niecida,  trazaba  este  cuadro,  su  amiga  habla  guardado  si- 

'^i^cio,  y  ni  aun  siquiera  habia  dado  una  de  osas  exclamacio- 

^e%  ix)n  que   el  oyente   toma  parte  en   la  conversación.  La 

•ífUpática  emoción  de  su  amiga  habia  encontrado  el  camino 

^®  su  alma  y  hecho  subir  las  higrimas  á  sus  ojos.  Tomó  en 

^^  la  palabra. 

' — ^Ana,  dijo,  voy  á  visitar  contigo  á  los  pobres;  quiero  con- 
sagrarles toda  esta  mañana. 

-^Ven!  Oh!  qué  buen  encuentro  he  tenido  viéndote — : 
A-Oa  contempló  á  su  amiga  con   dulce  alegría,   y  su  rostro 
^^Presó  cuan  feliz  era  con  haber  adquirido  á  sus  amigos  in- 
digentes una  bienhechora  mas.  Juntas   prosiguieron  su  ca- 
*^iiio,  y  se  alejaron  de  la  casa  cerca  de  la  cual  se  habia  dete- 
^\áo  Ana,  y  que  esta  habia  tenido  inttMiciun  de  visitar.  Ol- 
vidólo, olvido  tanto  mas  perdonable,  cuanto  que  no  conccia 
®0  manera  alguna  á  los  habitantes   de  aquella,  casa,  y  solo 
"^bia  deseado  penetrar  en   ella  á  fin  de  cerciorarse  de  si  al- 
gunoR  pobres  desconocidos  no  ocultaban  sus  padecimientos 
®n  el  fondo  de  aquella  mansión. 


n. 

En  un  cuarto  de  esa  misma  casa  de  que  acababan  de  ale- 

J*íjse  Adela  y  Ana,  habitaba  una  familia  pobro.   Cuatro  pa- 

^©s  desnudas  eran  los  únicos  testigos  de  un  espectáculo  de 

j  PHntowi  miseria,  que  hubiera  inspirado  en  el  fundo  de  toda 

i^JJ^H  humana   un   sentimiento   de  compasión    mezclado  de 

^^^Tgura.  En  aquella  triste  morada  el  frió  parecía  tan  vivo 

^j^o  en  la  calle;  una  huuiijdad  glacial  penetraba  los  vesti- 

^>  el  hogar  encerraba  algunos  restos  de  muebles    que  acá- 


214  I^A  VKRDAD  CATÓLICA 

baban  de  cons'jmiise  arrojando  de  vez  en   cuando  una  débi  ^ 
claridad.  En  la  cama  que  oe  elevaba  en  medio  de  la  habita*^ 
cica  descansaba  una  pobre  niña  enferma,  que  parecía  teñe»  3 
UQ  año  de  edad.  Su  pálido  rostro,  sus  ojos  lánguidos  7  débi--'^ 
les,  sus  bracitos  adelgazados  parecían  anunciar  que  la  ino — " 
cente  criatura  iría  ponto  á  ocupar  su  puesto  en  el  cemente — ' 
río  de Stuyvenberg.  Aliado  de  la  cama,  sentada  sobre  una  ^ 
tosca  piedra,  se  hallaba  una  mujer  joven  aun,  que  se  cubría 
los  ojos  con  la  mano.  Sus  vestidos,  de  un  género  gastado  y 
con  colores  desteñidos  por  el  tiempo,  anunciaban  una  exce- 
siva indigencia,  pero  esa  indigencia  honrada  que  trata  de 
ocultarse,  designio  que  revelaban  por  otro  lado  el  aseo  de 
aquellos  pobres  vestidos  y  el  cuidado  indus^.ripso  con  que  la 
aguja  habia  reunido  los  girones.  Hondos  suspiros  levantaban 
el  pecho  de  aquella  muger;  amargas  gotas   de  agua  corriaB 
de  sus  ojos  á  través  de  sus  dedos;  y  al  mas  lijero  resuello  de 
la  niña  alzaba  la  cabeza  temblorosa,  y  miraba  con  angustia 
sus  ahuecadas  mejillas;  acercaba  el  delgado'  cobertor  á  sus 
pequeños  miembros  helados,   y  volvia  á  caer,  gimiendo  y 
sombría,  sobre  la  piedra  que  le  servia  de  asiento. 

Un  silencio  profundo  reinaba  en  aquella  triste  morada;  so- 
lo se  ola  el  menudo  granizo  azotando  los  cristales  y  el  viento 
rugiendo  en  la  chimenea  y  bajo  las  tejas  del  techo.  Hacia  al- 
gún tiempo  que  la  pobre  mujer  permanecía  inmóvil  y  como 
adormecida,  el  niño  enfermo  no  se  movía;  su  madre  no  al- 
zaba la  cabeza,  y  ni  aun  siquiera  lloraba,  no  viéndose  y^ 
correr  las  lágrimas  entre  sus  adelgazados  dedos.  Parecía  que 
la  muerte  inmóvil  y  silenciosa  habia  tomado  posesión  de 
aquella  alcoba. 

De  pronto  una  voz  débil  salió  del  fondo  del  hogar:  ¡Madre 
mía,  madrecita,  tengo  tanta  hambre! 

El  que  daba  este  quejido  era  un  niño  de  cinco  á  seis  años 
de  edad,  que  se  había  acurrucado  en  el  ángulo  de  la  chime- 
nea, replegado  sobre  si  mismo  y  tiritando  cual  si  la  fiebre 
lo  hubiese  helado;  sus  miembrecitos  temblaban,  y  sus  dientes 
rechinaban  con  movimiento  convulsivo. 

La  madre  no  contestó  á  aquella  queja  y  permaneció  inmó 
vil.  Reinó  un  silencio  mortal,  interrumpido  en  breve  por  la 
voz  mas  elevada  del  niño,  que  repitió:   ¡Madre  mía,  tengo 
hambre.'  oh!  dadme  un  pedacito  de  pan! 

La  mujer  alzó  la  cabeza;  pues  aquella  voz  era  desgarra- 
dora, y  aquel  quejido  traspasaba  como  una  espada  el  alma 
de  la  madre.  Un  fuego  sombrio  brilló  en  sus  ojos,  en  que  se 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  216 

'eía  ana  especie  de  extravió;  en  fio  con  un  raudal  de  lágri- 
°)tt  contestó: 

--¡Bijito  mió,  silencio,  en  nombre  del  cielo!  yo  también, 
pobre  hijo  mió,  me  muero  de  hambre,  y  no  hay  nada,  no  hay 
^ada  en  casa! 

"-Oh!  madre  mia,  me  duele  tanto  el  pecho ;  un  poco 

^«  pan,  US  lo  suplico! 

^  voz  del  niño  iba  siendo  tan  lastimera,  su  rostro  expre- 

^l>%  tan  bien  el  hambre  pálida  y  desgarradora,  que  la  madre 

^  '^nxóde  su  asiento  con  un  movimiento  de  locura  y  espan- 

^'  é  introduciendo  la  mano  bajo  el  cobertor  de  la  cama,  sa- 

jff  'h  mitad  de  un   pan  de  á  sueldo,  con  la  cual  se  dirigió 

^^<=U  el  niño: 

^  ^Toma,  toma,  hijo  querido,  he  aqui  el  pan  que  yo  habia 

t^^'^^y^^o  para  hacer  la  sustancia  de  tu  pobre  hermana;  pe- 

í^^ieo  lo  vnü,  ya  no  la  necesitará 

j'^^^'^opudo  concluir:  su  corazón  de  madre  se  desgarraba. 

r^^^^^ito,  viendo  el  pan  so  estremeció;  los  músculos  de  su 

Hr^^  uT^  ^  agitaron;  sus  labios  manaban  agua,  y  alargando 

bf-^^'w  manos,  se  apoderó  de  aquel  miserable  manjar.  La  po- 

o  ¿  ^       mujer  volvió  á  la  cabecera  de  la  cama,  contempló  á  la 

^!:^  enterma,  y  cayó  de  nuevo  agobiada  en  su  aniento. 
*r  ^^^""^^n  un  apetito  devorador  y  una  alegría  convulsiva,  comió 
li^^  ^^  ^ito  la  mitad  del  pan  y  cousid-'ró  el  resto  de  él.  tenién- 
1^^  ^^  cerca  de  la  boca,  aunque  sin  volver  á  tocarlo.  Acercóse 
r^-^^  lamente  á  su  madre,  tomóle  el  brazo,  sacudióla  suave- 
r^^^  ^  ate  como  para  deitpertarla  del   sut^ño  en  que  parecía  su- 

^^a,  y  mostrándole  los  restos  del  pan,  le  dijo: 
r^       ""•"-— Querida  madrecita,  he  dejado  un  pedazo  de   pan  para 
vi^^stra  Mariquita.  Todavía  tengo  mucha  hambre  y  muchos 
^^.^    1  ores  de  estómago;  pero  cuando  mi  padre  vuelva  á  casa,  él 

^^  dará  una  rebanada,  ¿no  es  verdad,  madre  mia? 

^        Xa  desdichada  madre  arrojó  los  brazos  al  cuello  del  niño 

^     ^  e  estrechó  en  su  seno;  pero  á  este  testimonio  de  sensibili- 

f*^^"^  sucedió  un  profundo  silencio.  Juan  se  escurrió  de  las 

^^^  das  de  su  madre  y  andando  en  puntillas  se  dirigió  lenta- 

^,^*ínte  adonde  estaba  su  hermana  enferma,  y  la  besó  en  la 

^^  «¡illa  lívida,  diciendo: 

— ¡Duerme,  duerme,  María! 
y^^    £1  niño  volvió  al  hogar  después  de  pronunciar  estas  pala- 
^  iras,  y  se  acurrucó  de  nuevo  en  él,  tiritando  y  silencioso. 

Dna  hora  entera  trascurrió  sin  que  la  desdichada  madre 
^^íiese  de  su  amarga  meditación.  También  ella  tenia  ham- 
bre: también  sentia   el  grito  de   la  necesidad  desgarrando 


!J'»  ¡.\    VKK1)\1>    CAIOLICA. 


^ii<  •'  ili  ;i:i.iS.  .  .  .  |M!ro,  <e'it:i'lii  junto  á  a'j  jel  ii'clio  'le  :i  ^- — 
nía,  esperariílo  «le  hora  en  hora,  de  aiimito  en  minuto  C  ^^ 
inexpresable  angustia,  el  último  suspiro  de  %\\  hija«  ¿po:  ^ 
pensar  en  sus  propios  padecimiento^t  Oh!  no!  una  vsi^d  ^ 
siempre  es  madre:  feliz  ó  desgraciada,  pobre- 6  rica,  «¡empr^^ 
siempre  siente,  en  cualquier  circunstancia,  ese  vínculo  mí^ 
terioso  que  le  une  al  fruto  de  üiu?<  entradas;'  pero  quizá  w^^ 
ese  sentimiento  mas  vivo  y  ese  lazo  mas  sagrado  en  aquelli»^ 
que  han  debi  lo  al  título  de  ma Ires  las  mas  mortales  in  ' 
quietudes  y  los  mas  eR¡)anlosos  dolores.  Son  dos  veces  ma- 
dres las  que  han  padecido  por  sus  hijos. 

Hacia  Ia8  diez  de  la  mañana,  la  pobre  mujer  y  su  hijo  sa- 
lieron ambos  de  mu  inmóvil  abütimiento.  Levantóse  la  un» 
de  su  asiento;  suiió  el  otro  del  hogar;  y  dijo  aquella: 

— Ah!  Juan,  ahí  está  tu  padre! 

— Viene  ya,  madre  mia!  exclamó  el  niño! 

Ambos  se  sonrieron;  una  nueva  vida  brilló  en  sus  rostros; 
iban  á  salir  del  cuarto  para  ir  al  encuentro  de  aquel  i  quien 
por  tanto  tioinpo  habian  esperado,  cuandq  este  entró.  Mien- 
tras qne  sacudía  el  granizo  que  habia  caido  sobre  sus  hom- 
bros, Juanito  le  habla  tomado  de  la  mano,  y  héchole  penetrar 
tMi  el  interior  del  cuarto.  El  marido  alargó  la  otra  mano  á 
su  mujer,  contemplándola  al  misMO  tiempo  con  profunda 
tristeza.  Por  fin  suspiró:  * 

— ¡Somos  desdichados,  Teresa,  pobre  mujer!  De*sde  esta 
fuañana  he  estado  con  mi  carro  de  mano  en  el  paradero  del 
ferr(»c.irril,  y  oa  la  \v\  ganado,  nada!  ¿Qué  hacer.  Dios  mió? 
jQnisiiera  haber  muerto! 

Por  amargas  que  fne*<tMi  estas  palabras,  expresaban  a|>ena8 
el  dolor  y  el  desaliento  leí  pobre  artesano.  Su  cabeza  se  ha- 
llaba inclinada  sobre  el  pecho,  sus  ojos  fijos  en  la  tierra;  sus 
puños  Mi  cerraban  con  un  novimiento  convulsivo,  y  su  mu- 
jer, asustada,  olvidando  sus  propios  mnltís,  solo  pensó  en 
c(»n8olarlo.  Echóle  un  brazo  al  cuello,  dicienlí»  con  tornura 
y  dolor: 

— Oh!  Franz,  no  habivís  así!  nuestra   des  lich  i  no  siempre 

ha  de  durar .y  por  otro  lado,  no   tienes  tú   la  culpa  de 

ella 

— Padre,  interrumpió  el  niño,  tengo  mucha  hambre:  ¿no 
me  daréis  ahora  una  rebanada  de  pan? 

Al  oir  estas  palabras  una  espantosa  emoción  trastornó  el 
corazón  del  p-tdre;  palideció,  y  sus  ojos  cayeron  sobre  el'  ni- 
ño con  tan  loea  desesperación,  que  espantado  y  sollozando, 
exclamó  el  pequeñuelo: 


LA  VEBBAD  CATÓUCA.  ^^7 

)b!  padre  mió,  no  lo  volveré  á  hacer  mas! 
Sin  cambiar  de  rostro,  el  desdichado  padre  si^  dirigió  hacia 
I&  «ama,  y  contempló  con  una  mirada  fija  á  su  hija  moribun- 
da«  que  levantó  sus  pesados  párpados  y  fijó  en  su  padre  una 
nnirada  débil  y  vu'ga. 

— ¡Teresa,  exclamó,  esto  es  demasiado,  demasiado  sufrir! 
preciso  es  que  termine! 

— ¿Qué  tienes?  exclamó  la  mujer  con  espanto:  oh  Cielos, 
^qué  es  escof 

£1  acento  aterrorizado  de  su  mujer  impresionó  al  marido, 
y  le  hizo  volver  á  la  razón;  mas  Hosegado,  le  tomó  la  mano  y 
habló  en  estos  tiérminos: 

— ^Desde  que  nos  casamos,  bien  lo  sabes,  mujer,  he  traba- 
jado con  valor:  ni  un diaha  trascurrido  sin   que  yo  haye  ga> 
^o  el  pan  para  tí  y  nuestros  hijos.  T  ahora,   después  de 
fez  años  de  Improbo  trabajo,  ^habré  de  mendigar?  y  el  pan 
^      <|oe  siempre  gané  con  el  sudor  de  mi  rostro,  habré  de  pedir- 
i      lode  puerta  en  puerta?  Teresa,  no  lo  podría,  asi  hayamos 

I        deebpirar  de  hambre  y  de  miseria Con  solo  pensar  en 

;  ello  me  sonrojo  de  vergüenza.  Mendigar!  no,  no.  Todavía 
iH)B queda  una  cosa,  una  sola  que  puede  darnos  para  vivir 
dunnte  algunos  tiias.  Voy  á  llevar  mi  carro  al  mercado  y  á 
venderlo.  Me  duele,  pero  hay  que  hacerlo. . . .  Quizá  encon- 
tfhré  trabajo;  quizá  mas  adelante  podamos  comprar  un  nue- 
vo carro Poco  importa,  antes  de  media  hora  volveré  y 

os  traeré  pan. ... 

Ahora  bieu:  aquel  carro  era  el  único  inncrmnento  de  tra* 
bajo  que  podia  dar  pan  á  la  familia:  venderlo  era  un  duro  sa- 
crificio. 

L&  mujer,  aflijida  lo  mismo  que  el  marido,  no  lo  hizo  sin 
embargo  desistir  de  su  propósito,  pues  el  amor  materno  ha- 
blaba en  voz  alta  en  8n  corazón,  y  pedia  auxilio  para  sus 
inocentes  hijos. 

Por  tanto,  estimuló  á  su  marido  dicié'idole: 
— Sí,  Franz,  vé  al  mercado  del  viernes  y  vende  el  carro; 
pueH  nuestros  pobres  hijos  se  mueren  de  hambre,  y  yo  mis- 
ma sucumbo;  mis  piernas  tiemhhm  de  debilidad,  y  nuestra 
bija,  ese  inocente  cordero,  está  ahí  agonizando!. Oh!  que- 
rida hija  nfia.  ¿porqué  no  eres  un  ángel  del  cielo? 

La  madre  lioiaba,  y  una  sotnbria  ü es* 'operación  se  apode- 
raba del  alma  del  marido.  Este  8a)ió  bruscamente^  y  pocos 
minutos  después  se  oyó  rodar  el  carro  en  la  calle  y  alejarse 
rápidamente. 

viw— 2§ 


21^  LA  VERDAD  CATÓLICA. 


III. 

En  el  irieroado  del  viernes,  cerca  de  la  pequeña  calle  d^^ 
Halcón,  se  encontraba  entre  otros   objetos   mobiliarios  u  ^ 
carrito  de  dos  ruedas,  y  no  lejos  de  él  un  hombre  al  parece^^ 
entregado  &  un  profundo  abatimiento.  Con  los  brazos  cru%a- 
dos  sobre  el  pecho,  dirigiu  sus  miradas    húme<]as   del  |iobri' 
carrito  al  pregonero  de  la  venta,  que  cerca  de  allí  se  ocupa- 
ba de  algunos  otros  objetos.  A  veces  el  pobre  vendedor  pa- 
teaba  como  un  hombre  perseguido   por   importunos  pensa- 
mientos; volvia  luego  á  caer  en  una  calma  dolorosa,   y  con- 
templaba de  nuevo  el  humilde  carro  de  mano  por  medio  del 
cual  habia  ganado  durante  tantos  años,  como  honfado  arte- 
sano, el  pan  de  cada  dia. 

Mientras  que  se  haltabaL  sumido  en  tan  amargos  [>en8a-' 
miento»,  dos  señoras  jóvenes  atravesaban  el  mercado  del  vier- 
nes. Una  de  ellas  echó  una  mirada  al  obrero,  y  de  súbito  de- 
tuvo á  su  compañera  diciéndole  en  voz  baja: 

— ¡Mira,  querida  Adela,  qué  dolor  se  pinta  en  el  roj^trod»» 
ese  hombre! 

— ¿Qué  hombre,'  amiga? 

— Ese .el  que  patea. . .  •  mira. . . .    Oh!  de  seguro  ^s 

.un  desgraciado! 

— ¡Quién  sube,  Ana!   quizá  esté  iracundo 

— Oh!  no,  no,  Adela. . ..:  la  verdadera  desgracia  lleva 
consigo  un  sello  irrecusable,  y  atrae  los  corazones  compasi- 
vos por  medio  de  un  sentimiento  simpático  y  dulce. . .. 
Puedes  eíítar  segur?!  de  ello,  Adeí»i,  ese  pobre  hombre  es  una 
víctima  de)  lartro  invierno. ...  Mira,  sus  vestidos  son  asea- 
dos, aunque  pobres. ...;  pero  acerquémonos,  yft'níie  atreve 
ré  yo  á  hablarle,  — 

En  elmouientoen  que  las  dos  amigas  se  acercaban  al  po- 
bre obrero,  otro  artesano  acudió  á  él,  y  de  un  ínodo  entera- 
mente amistoso  1(8  dio  un  golpe  en  el  hombro  exclamando: 

-7Y  bien,  Franz,  ¿qué  decís  de  este  hermoso  tiempo?  ha- 
ce frió?  eh!  mucho  frió?  Venid  conmigo?  beberemos  un  tra- 
go para  entrar  en  calor.  ' 

El  pobre  Franz  retrocedió  con  una  expresión  de  amargo 
pesar*  sin  proferir  una  sola  palabra.  Su  compañero  le  miró, 
y  notando  lo  que  tenian  de  extraño  lo^  ojos  y  la  actitud  del 
artesano,  añadió: 

— Pero,  amigo,  ¿qué  tenéis? 


LA   VESDAD  CATÓUCA,  ^19 

Franx  guardó  de  nuevo  silencio;  las  dos  señoras  se  acerca- 
ron mas  á  él,  y  oyeron  por  Gn  su  voz  apagada;  decia: 

— Me  invitáis  ¿  bebar,   Gerardo;   pero  ¡si  supieseis  qué 

pesar  tengo   aquf en   el  corazón •    si   lo   supieseis, 

amigo  mió! 

Tan  profunda  angustia  respiraban  aquellas  poaas  pala- 
braii,  que  Gerardo  se  estremeció  hasta  el  alma;  su  alegría 
desapareció  al  punto;  cogió  la  mano  de  su  compañero,  y  le 
dijo  con  ojos  en  que,  á  pesar  suyo,  brillaban  algunas  lágri- 
mas: 

— FnlfiZy  querido  amigo  ¿qué  teoeisV  Teresa  habrá  aca- 
so}.... 

— N09  no,  gracias  al  Cielo,  vive;  mas. .  ••  todo  os  lo  diré, 
L jrque  os  creo  mi  amigo.  Ta  lo  sabéis,  Gerardo,  siempre 
hasta  aquf»  ¡loado  sea  Dios!  he  sabido  ganar  el  pan;  pero  de 
hoy  mas  todo  ha  terminado. ...  Mi  mujer,  mi  buena  mujer! 

desde  hace  dos  días  no  ha  tomado  un  bocado .  Mi  chico 

se  muere  de  hambre,  y  im  cuanto  á  la  pequeñuela,  la  última, 
quizá  habríl  muerto  á  estas  horas.  ...  El  frió  y  el  hambre 
han  secado  la  leche  de  la  pobre  madre .No  puedo  pen- 
sar en  ello,  Gerardo,  haría  una  desgracia!  Gerardo,  decidme 
¿podríais  ir  á  mindigar^ 

— Mendigar;  ¡oh!  no,  mientras  que  Dios  me  deje  manos  y 
brazos! 

— Pues  bieii:  yo  tampoco!  Todo  lo  be  vendido,   todo,  ex- 
cepto mi    pobre  carrito,  con   que  C'ino  el   sustento,   y  helo* 
ahí!  también  van  á  venderlo!   HciMinus   economizado  tanto 
y  comido   por   tanto  tiempo  pan  seco  para  poderlo   com- 

Srar!  Maí<  Dios  lo  quiere  así!  — .  Si  al  menos  pudiera  ven- 
arse pronto,  á  fin  de  llevar  sin  demora  pan  á  mi   mujer  y  á 
mis  hijo8! 

— He  ahí  al  pregonero  de  la  venta,  exclamó  Gerardo. 

El  pregoneru  fué  en  efecto  á  colocar  su  asiento  cerca  de 
los  dos  artesanos,  y  Mamó  á  los  compradores  en  voz  alta: 

— ¡Vengan  los  que  desean  carrretas  y  carros,  vengan  to- 
dos aquí! 

A  estas  palabras  una  sonnsa  iluminó  el  rostro  de  Franz,  y 
la^  dos  jóvenes  se  hablaron  en  voz  baja  con  aire  de  viva  sa- 
tisfacción. ■ 

£1  pregonero  añadió; 

— Treinta  francos  por  el  carrito,  treinta  franco»! 

—Veinticinco  francos!    es  tan  bueno   como  nuevo. ... 

seda  regalado — Veinte   francos!  Ana  hizo  una  señal 

con  la  cabeza;  el  pregonero  prosiguió: 


LA    VElñ>Al>  OATÓLtCA. 

— ^Vetóte  francos!  ¿no  hay  quien  dé  mas? ....  Veinte  fn 

j^lfunos  compradores  se  habían  detenido;  las  pujas  se  lU'"^^^ 
ticdiau  rápidamente: 

— ¡V3intiun  francos! 

—¡Veintidós! 

— ¡Veintitrés! 

— ¡Veinticuatro! 

— ¡Veinticinco! 

— ¡Veintisiete! 

— ¡Veintisiete  francos!  ¿no  hay  quien  dé  mas?  If&a,  dos 
f  tres.  Adjudicado! 

Ana  pagó  la  suma,  y  al  punto  acudió  Franz  al  despacho, 
donde  le  entregaron  el  precio  de  la  venta.  Iba  á  alearse, 
uosin  echar  una  triste  mirada  á  su  carro,  cuando  una  de  lai 
jóvenes  le  dijo:  ^ 

— ^¿Buen  hombre,  queréis  ganar  alguna  cosa? 

— ¿En  qué  puedo  serviros,  señora?  ' 

— Quisiéramos  hacer  conducir  ese  carro  á  nuestra  casa. 

«-Lo  siento,  señora,  mas  no  puedo  obedeceros:  tengo  un 
asunto  urgente. 

Ana,  cuya  tierna  caridad  comprendía  hasta  los  deseos  de 
los  pobres,  se  apresuró  á  tomar  la  palabra: 

— Hay  que  conducirlo  tan  solo  hasta  las  calles  de  las  Tien- 
das. 

— Oh!  entóncei»,  señora,  estoy  á  vuestras  órdenes. 

Tomó  en  su  mano  la  lanza  del  carrito,  y  empezó  á  se- 
guir á  las  señoras  que  andaban  con  paso  apresurado.  Un  pen- 
samiento pesaroso  le  oprimía  el  corazón  conduciendo  por 
v^uenta  de  otros  aquel  carrito,  antes  propiedad  suya  é  instru- 
mento con  que  proporcionaba  él  pan  á  su  familia;  pero  la 
oeitidumbre  de  procurar  el  sustento  á  su  mujer  y  é  sus 
l^^oa  lo  consolaba  en  su  pesar.  Impaciente,  vio  con  disgusto 
lAue  las  dos  señoras  se  detuvieron  en  una  tienda,  donde  com- 
M^M^Mi  un  SHCO  de  papas,  dos  ó  tres  panes  blancos  y  algunos 
W^  ^^  leña,  todo  lo  cual  se  arregló  en  el  carrito,  y  prosi- 
yMit^  ^  camino  hasta  cerca  de  la  casa  en  cuyo  umbral  se  ha- 
M»  vii^oido  Ana  aquella  mañana.  Llegado  allf  se  descubrió 

>  ^^^  .... 

.^>t<^  permitiríais,  señoras,  entrar  aquí  un  instante)? 

sVce^t^o  el  permiso,  entró  rápidamente  y  subió  la  etca* 

Vk^  I iMI  \iivv»  señoras  le  seguían  de  cerca  y  entraron  con  61  tu 

^^*hiW  ,      : 

VM»  ^,i*  ^  espanto  se  apoderó  de  ambas  en  presencia  dol 


LA  VXimAD  GATÓUCA .  221 

empectáealo  de  muerte  y  horror  que  se  ofreció  á^us  miradaH. 
La  pobre  madre  yacía  derribada  sobre  el  pavime  to,  con  los 
0}o8  cerradds,  las  mejiljaa  pálidas,  los  labios  amoratados,  y 
en  UD  estado  de  completa  insensibilidad.  El  niño  había  co- 
gido el  brazo  inmóvil  de   su  madre  y  exclamaba: 
— ¡Madre  querida,  tengo  hambre!  un  pedazo  de.pan! 
£1  marido  á  este  aspecto,  sin  ocuparse  de  la  presencia  de 
Adela  y  de  su  compañera,  se  lanzó  hacia  su  mujer,  llamán- 
dola con  desesperación  y  con  palabras  entrecortadas: 

^T^resa!  oh  Teresa!  pobre  mujer! •  Dios  mió!  Dios 

mió!  ¿hlbrá  muerto?. . .  •  muerto ^de  hambre!  de  frío! 

¿Bemos  merecido  acaso  semejante  suerte  en  este  mundo? 

Ftiera  de  sí,  vio  un  cuchillo  sobre  la  mesa  y  le  cogió;  pe- 
ro Ana,  que  habia  seguido  sus  movimientos,  se  lanzó  con  un 
grito  de  espanto  y  le  arrancó  el  instrumento  de  muerte  ex- 
clamando: 

¡Vuestra  mujer  no  ha  muerto,  no,  no! id  pronto 

en  busca  de  uii  puco  de  ymo 

I>iciendo  esto  le  puso  una  moneda  de  plata  en  la  mano, 
y  Fraoz  salió  del  cuarto  con  la  velocidad  del  rayo. 

Ana  levantó  á  la  desdichada  madre  en  sus  brazos,  y  mintió 
aU&  en  el  fondo  de  su  alma,  según  el  precepto  del  adorable 
Jcaus,  un  sentimiento  de  caridad  fraterna  que  la  unia  á  aque- 
lla pobre  criatura  como  á  una  verdadera  hermana.  Tributóle 
ooQ  el  mayor  cuidado  las  mas  afectuosas  atenciones,  calen- 
tando sus  manos  heladas  en  las  suyas,  humedeciendo  sus  la- 
biosRecos  y  descoloridos  con  el  jugo  de  una  naranja,  y  vien- 
do con  un  grito  de  alegría  abrirse  lentamente  los  ojos  de  la 
pobre  Teresa. 

Mientras  tanto,  Adela,  conmovida  á  la  vista  de  aquel  cua- 
dro de  desgarradora  miseria,  se  habia  ocupado  de  Juanito, 
ouyo  grito  de  desesperación  le  habia  desgarrado  el  alma.  Ha- 
bla ido  al  carro,  y  tomando  de  él  pan  y  uu  trozo  de  leña,  se 
habia  apresurado  á  avivar  la  lumbre,  y  habiéndola  enterne- 
cido hondamente  las  miradas  de  codicia  que  el  niño  echaba 
•Ipan,  se  paso  á  cortar  un  pedazo,  que  le  entregó,  dicién- 
dolecoa  dulzura. 

— Co;ne,  hijo  mió,  come  con  gana.  En  adelante  ya  no  su- 
frirás hambre. 

Juanito  tomó  el  pan  con  suma  alegrfa,  besó  la  mano  en 
señal  de  agradecimiento,  y  dirigió  á  Adela  una  mirada  tan 
dulce  y  can  alegre,  que  ésta  no  pudo  contener  el  llanto. 

Los  ojos  de  la  madre  qno  acababan  de  abrirse,  se  volvían 
llenos  de  contento  hacia  su  hijo,  é  iba  á  dar  gracias  á  sus 


2K  LA  VRRD40  CAtdLtC*. 

btetihechoriiaT  cuando  la  vueitu  ^e  su  marido  le  cortó  la  pal 
bra.  FraiiE,  v  jen  tío  viva  á  su  mujt^r,  se  le  arrojó  al  eutíltu 
derramíiUlio  aa  raudnt  á^i  lágrimus  de  regoeijo,  la  iibrit^ó  emi 
aibümzaescriíohátulalacuntriisu  pecho  cual  te^^oru  reeübrad<i 
y  que  tómia  perder,  y  exclatró: 

— ¡ViVea,  T»íre!4a  iiun!  ¡todo  está  bien  entóitaeji,  todo  es- 
tá bteiiL  •  *  -  He  vendido  iiii  carrito:  p<idn*mo«  com**r  p»n,y 
ahora  que  vuelvo  á  encontrarte  ftoy  dieboíio  cor^o  mi  gnDtó 
del  parafflo .  Creiii  h&bertj  ptírdido  paríi  siempre!.,-. 

Aüa  se  acercó  á  la  mujer  rmi  una  tus^a  lleita  de  vicio  y  la 
preüíeiitd  á  los  labio»  trámalos  de  la  enferma. , , ,  SOeotrai 
que  e¿!ta  tragaba  algunaa  goiHí*  d<^l  b*'iiéii en  cordial,  Ftímt 
Cüii^irleraba  sucetiivauíeüle  con  profnndo  asonibru  á  Ana  y 
á  su  Hiníga, . . .  Adelti  se  hallaba  at  lado  del  hogar  dicitrodo 
al  uiñocun  tonoafectuoio: 

— Calienta  tUíi  raanecitai,  querido  niño,  y  come  etita  re- 
banada, voy  á  darte  otra 

El  |>iibre  artesano  parecía  »alir  de  uu  aueün;  pur  primera 
vez  notaba  en  Bu  la  preiencía  de  ta^t  dos  aeñura». 

-—Excusadme,  dijo  por  último,  excusadme  señoras,  pomo 
baberos  dado  las  gracias  por  vuestras  bondades  para  con  mi 
oiujer.  ¡Gracias  mil  os  seHn  dadas! 

^^Bueua  geute,  dijo  Ana  dando  firmeza  ásu  voz,  ya  sabe- 
jonos  cuánto  o<«  han  hecho  sufrir  el  hambre  y  el  frió,  y  cuan 
penoso  08  seria  pedir  mendigando  uu  pan  qiie  siempre  habéis 
ganado  honrosamente  con  el  sudor  d )  vuestras  frentes.  Se- 
mejantes tentimientO!4  os  honran,  y  de  hoy  mas,  os  lo  pro- 
meto, ¡no  volvereis  á  sentir  la  necesidad! 

Colocó  sobre  la  mesa  un  puñado  de  dinero  y  añadió: 

—He  aqut  una  corea  suma;  á  vue^^tra  puerta  encontrareis 
papas,  pan  y  leña;  todo  os  pertenece.  El  carrito,  con  que 
ganabais  el  sustento,  no  ha  cambiado  de  dueño,  vbestro  es, 
continuad  usándolo;  vivid  honradamente  como  hasta  aquí; 
no  mendiguéis,  y  si  el  hambre  ó  el  frío  os  visitasen  de  Sue- 
vo, he  aquf,  en  esta  tarjeta,  mi  nombre  y  las  señas  de  mi  ca- 
sa; recordad  que  poseéis  en  mí  una  protectora  y  una  amiga* 

Mientras  que  Ana  hablaba  no  se  oía  el  menor  soplo,  pero 
un  torrente  de  silenciosas  lágrimas  inundaba  las  mejillas  del 
artesano  y  su  mujer.  Ni  el  uno  ni  la  otra  podían  expresarse: 
miraban  á  la  joven  con  un  asombro  indecible:  y^puando  hu- 
bo acabado  de  hablar,  la  pubre  madre,  cayendo  Se  rodillaSt 
tomó  la  mano  de  so  bienhechora  y  exclamó: 

— Oü!  señora,  Dios  os  bendecirá  én  la  vida  y  en  la  muer* 


LA  VBHDAD  CATÓLICA.  293 

tB^  &  vn%  qne  habéis  venirlo  cual  buen  ángel  á  nuestra  casa  ^ 
impeHido  que  yo  falleciera! 

— ¿Estáis  con  ten  ta,  buena  naadre?  contesó  Ana  con  dulce 

SODriPB. 

— Oh!  sí,  sf,  señora,  somos  dichosos!  Ved  á  nuestro  '  Jiía- 
nito  bailando  y  saltando  delante  del  fuego.  ¡Pobre  inocente! 
Y  si  nuestra  pobre  hijita,  que  está  ahí,  rnuriéndose  quisa, 

pudiese  hablar,  ella  también  os  bendeciría 

A  estas  palabras,  Ana  acudió  á  la  cama,  contempló  á  la 
niña,  y  no  tanió  en  notar  que  solo  la  necesidad  la  conducia 
al  sepulcro.  Hizo  señs  á  su  compañera,  y  ambas  se  dispusie- 
ron á  partir;  pero  Adela,   á  quien  regocijaba  la  alegría  del 
niño.  Te  tomó  en  sus  brazos,  y  le  dio  un  beso  antes  de  ale* 
]srse.  Ana  dijo  á  ios  padres: 

— ^Quedad  en  paz,  buena  gente;  antes  que  trascurra  me- 
dís hura  un  fHCuitHtivo  vendrá  á  visitar  á  vuestra  hija,  y  si 
mía  presentimientos  no.  me  engañan,  buena  madre,  veréis 
crecer  á  esa  niña  y  hacerse  una  mujer. 

A  esta  predicción  una  sonrisa  de  felicidad  iluminó  el  ros- 
ero tiel  padre  y  de  la  madre,  mientras  que  dirigían  un  dilu- 
vio de  bendiciones  á  las  dos  amigas  que  iban  alejándose. 

Coornovida»  ambas,  no  encimtraban  palabras  con  que  ex- 
presar el  enternecimiento  profundo  y  delicioso  de  que  su  al- 
ma ae  hallaba  inundada.  En  Gn  Ana  tomó  la  palabra. 

— Y  bien  Adela,  ¿crees  que  los  pobres  sean  tan  despre- 
etables? 

— Oh!  no,  mil  veces  no!  contestó  la  joven.  ¡Cuan  dichosa 
*ojj  querida  amiga,  con  haberte  encontrado  esta  mañana! 
parece  que  una  felicidad  celestial,  una  felicidad  deseo noci- 
^^  ^  ha  apoderado  de  mi  corazón!  oh!  ya  no  temo  á  los 
pobres —  .  ¿No  notaste  que  be^é  ropetidns  veces  &  aquel 
nifiu!  Olí!  qué  amable,  qué  dulce  y  alegre  niño!  £n  verdad 
le  quiero! 

-«¡Pobre  pequeñuelo!  lágrimas  tenia  en  los  ojos  &I  sepa- 
Túree  de  tt   ...  y  ahora,  amiga,  ¿hay  dicha  mayor  que  la 
notíNtra?  Esas  buenas  gentes  se  morían  de  hambre,  y  alzaban 
al  cielo  sos  manos  suplicantes;  invocaban  el  auxilio  del  Se- 
ñor, y  he  aquí  que  entramos  en  su  morada  cual  mensajeras 
de  la  Providencia;  nos  bendecían  de  rodillas  como  si  hubié- 
semos sido  ángeles  encargados  de  anunciarles  que  su   ora- 
ción habia  sido  escuchada;  alabaron  á  Dios  dándonos  las 
gracias,  ¡üh!  querida  Adela,  esas  lágríoias  de  alegría   resca- 
tarán algún  día  nuestros  pecados  en  eJ  iribunal  del  Juez  so- 
berano. 


22i  LA  VEEDAD  CATÓLICA. 

— Oh!  como  tú  lo  comprendo  yo;  mi  corazón  me  lo  dic^ 
bastante,  contestó  Adela;  querida  amiga,  permíteme  en  ide — . 
lante  visitar  los  pobres  contigo  y  tomur  imrce  en  tus  buenas 

obras. . . .  hemos  encontrado  ^1  paraíso  sobre  la  tierra 

Oh!  santa  caridad!  desdichados  los  que  te  ignoran!  desdicha^  ^ 
dos  los  que  desdeñan  las  puras  delicias  á  que  das  lugar! 

Hablando  así  las  dos  señoras,  desaparecieron  por  la  esqui^^ 
na  de  la  calle  de  Stoboken. 


REVISTA  RELIGIOSA. 


ííOTABLK  C0NVKR810N. — Escriben  de  Sevilla  con  fecba9 
de  Junio  próximo  pasado,  qtie  habia  sido  bautizado  en  la  ca- 
pilla interior  de  la  casa  de  huérfanos  de  S.  Luis,  de  aquella  . 
ciudad,  el  apreciabie  joven  norteamericano  Mr.  Carlos  Fer- 
nando María  Griífin,  miembro  dt^  una  de  las  i'amilias  mas 
distin«¿;ijida8  de  Nueva  York.  Le  administró  el  sacramento, 
por  delegación  del  Emm9  Cardenal  Arzobispo  de  Sevillu,  el 
R.  P.  Joaquin  María  Medina,  de  la  Conipafiía  de  Jesús,  en 
presencia  de  varia»  personas  entre  las  cuales  tisíuraba  el  Dr* 
Hosaus,  ministro  protestante  alemán,  que  según  parece  imi- 
tará en  b'w»»  el  ejemplo  de  Mr.  GrifTin.  Este  tiene  22  años 
lie  edad  y  í  o  encuentra  actualmente  en  Sajonia.  desde  donde 
escribe  á  su  catequista  que  persevera  en  la  práctica  de  los 
sacramentos  y  que  aguarda  con  resignación  cristiana  la 
muerte  que  hace  probable  y  próxima  la  terrible  dolencia 
que  le  aqueja.  Tales  son  los  resultados  producidos  por  una 
vertladera  devoción  y  el  desprecio  falso  del  respeto  humaoor 
en  un  joven  dotado  por  otra  parte  áe  todo  lo  que  el  mundo 
llama  "brillantes  cualidades." 


la  verdad  oatómca.  226 

Recepción  del  vicario  apostólico  de  los  buloaros  en 
COJWS5T^NTI50PLA. — Lw  católicos  búlgaros  de  Constantinopla 
han  dado  ana  acogida  brillante  al  nuevo  Arzobispo  y  Vicario 
Apost-^lico  consagrado  por  Su  Santidad.  Añádese  que  el  Sul- 
tán quiso  honrar  al  nuevo  prehido  enviándole  dore  individuos 
de  su   guardia  para  que  le  acompañasen. — Se  asesura  que  el 
gobierno  otomano,  de  acuerdo  con    la  comunidad  búlgara, 
acaba  de  designar  la  ciudad  de  Filipópolis  como  residencia 
del    n  uevo  Arzobispo.  Esa  ciudad  dista  unos  1^5  kilómetros 
de  Andrínópolis,  y  encierra  unji  poblariorM-ristiana  nume- 
roí*a. 


^XTELiA  DE  otra  NACIÓN  AL  CA TOLiCíSMo.— Las  Últimas 
noticias  de  Europa  nos  hacen  saber  un  giatu  aconreeimiento: 
di(iese  que  los  grie^jos  de  la  Herzegovii»a  Inferior  desean  ser 
aanaitidos  en  el  gremio  de  la  Iglesia  católica.  La  población 
p  ía  Herzegovina  es  de  unos  200.000  habitante.'!,  de  los  cua- 
¡ea  la  niitad  son  mahometanos  y  el  resto  se  divide  por  partes 
í?^alea  entre  las  Iglesias  Griega  y  Latina.  El  anunciado  mo- 
^J^iento  hacia  el  Catolicismo,  no  solo  hará  volver  al  redil 
oO.OOo  ovejas  descarriadas,  sino  que,  según  expresión  de  un 
P^^iódico,  *»extirpará  de  raiz  los  errores  del  cisma  del  antiguo 
^Jí^aHo  de  S.  Sabas.''  «'Esperamos,  añade  el  mismo  perió- 
^1^^»  poder  dar  en  breve  la  noticia  de  su  consumación  me- 
p*J*«  la  consagración  de  un  patriarca  herzegoviano  por  el 
^*^re  Santo  en  la  capital  del  orbe  católico." 


*-A     SOCIEDAD    DE  8.  VIOKOTE  DE   PAULEN    KsI'\Sa.— Oon 

^  ^  título  acaba  de  publicarse  en  Bélgica  un  foll^íro  en  que 

sooi^^  curiosos  detaUes  aohi-  el  desarrollo  1m  e^t.t  ndmirahlp 

^Vjedad  en  la  Península.  A  fines  de  1859  L-»  ^  .r-.i^lnd  de  S. 

de  U  ^  *^:  ^o  n^"^*"""  *^P^°"  "^'O'  AJ.OOO  :nieinbros, 

reno"  """Üf"  l'^^^  T  wtivos. repartidos  entr^  .363  Coníe- 

de  u'^'-  ^   número  de  pobres  visitados  p.r  e.tos  apóstoles 

de  l,r  ?"^*'* '''''  "7  Prtxitnimente  á  12.000.  ^  h1  mporfp 

^Z.  ^»  limosnas  recolectadas  en  «o  upI  a^\^  ..-    '    ir    '    ;  a 

600.000  francos.  El  autordel  S  oht^v        "  'Zt 

estos  ,on  guarismos  mu,,aiSrií     '     ''''  ?'''"  ^aI 

AarunaideLxactadelaíJ?¿^^^         «^'^^'T^^  d'^tan  d. 

que  en  ella  existen,  adenTdTia  JS3!/;i  ^^J'T^  ^^1 

?av,l,  otras  varias  asociación*  «SSÍ*^  ''^  '\  ^  *f "''  £ 

«Wicsi,  ya  de  hombre*.  /• 

VII. — 20 


226  LA   VERDAD  CATÓLICA 

»le  seíiora'í,  (jue  bajo  distintos  nombres  se  dedica  ti  á  aliv- 
ios padecimientos  de  las  clases  menesterosas  y  suministrari 
los  auxilios  temporales.  (Abreviado  del  N.  Y.  Tablet). 


Segundo  concilio  provincial  dk  nubva-yobk. — ^El  d^:^ 
mingo  2  del  pasado  Junio  se  inauguró  en  la  Catedral  de  Sm^  ^ 
Patricio  de  dicha  ciudad  el  segundo  Concilio  provincial.  Asi^^ 
tíeron  al  acto,  ademas  del  Illmo.  Sr.  Arzobispo  Hughes,  qn  ^ 
lo  presidió,  los  RR.  Obispos  Macfarland,  de  Hartford^  B^^ 
con,  de  Portland,  Bayley,  de  Newark,  Loui^hlin,  de  Breo — 
klyn,  Timón,   de  Búfíalo,  Fitzpatrik,  de  Boston,  ATCIo» — 
key,   de  Albany,   y   los   Señores  Obispos  de  Guadalajar^»- 
y  S.  Luis  de  Potosí,  en  Méjico.  En  dicha  primera  sesión  fue  — 
ron  nombrados  para  desempeñar  los  diversos  cargos:  el  Sr- 
Obispo  M'Clohkey,  para  Promotor,  el  R.  Dr.  Cumminga  pa— 
ra  Notario,  el  R.  P.  Ciampi,  S.  J.  y  el  R.  Mr.  Preston  para» 
Secretarios;  el  P.  Me  Neirny,  para  primer  Maestro  de  cere- 
monias, el  P.  Farrell  para  segundo,  y  losR.  B.  Glackmeyer 
S.  J.,  y  J.  T.  Doyle  para  Chantres.  La  segunda  seaion    del 
Concilio  tuvo  lugar  el  5,  celebrándose  una  misa  solemne  de 
Requitm  por  el  eterno  descanso  de  los  Prelados  difuntos  de 
la  Provincia.  Ofició  el  R«  Obispo  Bacon,  y  predicó  el  Illmo. 
Sr.  Hughes,  Arzobispo  de  Nueva  Tork.  Le^  última  reunión 
se  verificó  el  9  oficiando  el  M.  R.  Arzobispo,  y  ocu{>ando  la 
cátedra  del  Espíritu-Santo  el  Sr.  Obispo  M'Closkey,  de  Al- 
bany. 


Solemne  instalación  de  monsbi^or  odin  en  la  silla 
ARZOBISPAL  de  nueva  orleans. — Las  noticlas  de  esta  última 
ciudad  nos  llegan  con  tal  atraso  que  hasta  ahora  no  nos  ha 
sido  posible  dar  cuenta  á  nuestros  lectores  de  la  instalación 
solemne  de  Monseñor  Oiin,  verificada  en  aquella  iglesia  me- 
tropolitana el  domingo  26  de  Mayo  próximo  pasado.  Según 
ríuestro  apreciable  colega  el  PropagcUeur  Calholique^  tanto 
la  procesión  que  acompañó  al  nuevo  prelado  de  su  palacio 
arzobispal  á  la  catedral,  y  de  ésta  á  aq^iel,  como  la  cere- 
monia misma  de  la  instalación  fueron  en  extremo  imponen- 
tes, no  contribuyendo  poco  á  la  solemnidad  de  estos  actos  la 
presencia  de  la  tropa  que  hizo  los  honores  debidos  al  nuevo 
Arzobispo,  así  como  las  demás  personas  distinguidas  que  á 


La  verdad  católica.  227 

aquellos  coDCurrieron.  Según  vemos  en  la  pastoral  dirigida 

por  Monseñor  Odio  al  clero  y   pueblo  de  su  diócesis,  dicho 

prelado  ha  tenido  á  bien  nombrar  sus  vicarios  generales  al 

abate  Rousselon,  que  ya  lo  era  del  difunto  Monseñor  Blanc, 

y  al  abate  Perché,  digno  director  del  Propagateur. 


FaLLBOIMIENTO  de  UR.  M A2KK0D,  OBISPO  DE  MARSELLA. — 

I)e  algún  tiempo  á  estaparte  nos  hemos  visto  en  la  triste 
precisión  de  anunciar  á  nuestros  lectores  la  muerte  de  varios 
oniiQentes  individuos  del  episcopado  francés.  Hoy  tenemos 
4^U  azregar  el  nombre  de  Monseñor  de  Mazenod,  Obispo  de 
IfaraiHlay  á  la  ñinebre  lista.  El  difunto  prelado,  que  ademas 
de  8u  dignidad  episcopal  tenia  la  del  Senador  del  Imperio, 
posaba  de  una  gran  reputación  como  sabio. 


C!ol7^^RSI0NES  EN  IKQLATERRA. — La  Iglesia  Católica  que 

*®  i'egocijacon  la  conversión,  ya  casi  probada,  de  la  duque- 

'^  de  Kent,  madre  de  la  Reina  Victoria,  en  los  últimos  mo- 

°™®ntosde  su  vida,   cuenta  entre  los   hijos  pródigos   vuel- 

^^^    &  su  seno  á  Sir  Carlos  C.  Domville,  descendiente  de 

^pa^    noble  familia  inglesa,  y  á  uno  de  los   miembros  mas 

^«tinguidos  de  la  Escuela  de  Ih  Reina,  en  Westminster, 

^^'  Harrison.  Este  señor  era  uin»  de  [os  primeros  inscritos 

Pji'a  8er  elegido,  ya  en  la  Iglesia  cíe    Cristo,  Oxford,  ya  en  el 

^oíe^rfo  t¿^  la  Trinidad,  Cambridge.  A  consecuencia  de  su 

^íívtírsion,  Mr.Harrisson  ha  tenido  que  salir  de  la  Escuela 

^^  ^Westminster. 


SüSjDRICION  EN  FAVOR   DE  LOS   CRISTIANOS    DE  SIRIA. — La 

"8t^  76*  publicada  por  la  Obra  délas  Escuelas  de  Oriente,  en- 
5*^8«da  en  París  de  dicha  suscricion,  hace  ascender  lo  reco- 
lectiidQ  hasta  entonces  en  favor  de  los  cristianos  de  Siria  á 
^•lQO,336fr.  JOc. 


^^ATA  NOTICIA. — Ha  de  serlo  ciertamente  para  todos  los 
^*^Iicos  la  que  desde  la  llegada  del  último  vapor  inglés  se 
^^^  Comunicó  verbal  mente.  Hablamos  de  la  conversión  al 
^•^oiiciamo  de  Mr.  Guizot  y  su  hijo  que,  como  todos  sabea> 


SS8  tiA    7EEÓAD  aATÓLlOA- 

han  pertenecido  hasta  ahora  al  culto  protestante.  El  vapuf 
correo  de  España  ha  venido  á  dar  mayor  fuiídameata  é  esta 
aotieitt,  pne5  según  leemos  en  La  fíegemrncifm  de  Madrid 
det  dia6  de  Junio,  La  Armoniu,  periódico  acreditado  de  Tu- 
rin,  dice  con  referencia  k  utia  carta  de  Parh  ''que  m  anuci- 
ciábala  próxima  conFersion  al  catolicismo  de  Mr,  Guizot  j 
de  su  hijo."  ;DÍoi  lo  haga!  —También  el  MetrrrpoUían  Rfcord 
de  Nueva  York  del  99  de  Jmoio,  que  ret^ib irnos  después  á^ 
escrito  lo  que  precede^  nos  da  la  misma  noticia»  auíique  se- 
gnn  dicho  perióitico  se  tenía  ya  por  verificada  la  vuelta  a! 
catolicismo  de  Mr.  ftuizot  y  de  m  bijo< 


Fallecimiento  del  conde  de  cavohe*^ — ^La  muerte  de 
Mr,  de  Cavour,  de  que  ya  tienen  noticia  nuestros  lertortís 
por  loa  periódicos  dianoa,  es  uo  suceso  demasiado  norable  t*ir 
las  actuales  circuostaneitts  para  que  no  nos  detengamos  t\ 
ocuparnos  de  ella,  siquiera  brevemente-  Todas  las  relaciones 
que  hasta  ahora  hemos  recibido  del  fín  de  aquel  hombre  de 
estado  están  acordes  en  decirnos  que  murió  con  los  auxilios 
de  la  religión:  celebraremos  que  así  sea  y  que  haya  fallecido 
con  las  disposiciones. que  debe  tenef  todo  cristiano  al  ir  á 
comparecer  ante  el  Supremo  Juez.  Paz  á  sus  restos,  miseri- 
cordia para  su  alma,  ^les  son  nuestros  mas  sinceros  votoe. 
Al  paso  que  estos  eran  los  sentimientos  deque  te  hallaban 

Í>08eido8  nuestros  corazones  al  recibir  la  primera  nueva  del 
alleciraiento  del  Conde  de  Cavour,  no  podíamos  ménoa  que 
pensar  en  la  fragilidad  de  las  resoluciones  humanas,  '^Deo- 
tro  de  seis  meses  estaremos  en  Roma,"  había  dicho  el  Conde 
en  el  Parlamento  de  Turín,  y  la  muerte  inexorable  ha  veni- 
do á  cortar  su  existencia  antes  que  pudiera  dar  cumpümiea- 
to  á  su  'promesa. — El  falleoimiento  det  Conde  de  Cavour  es 
una  pérdida  irreparable  para  el  partido  que  aboga  y  lucha 
por  la  Ohidad  italiana.  ¿Cifál  será  la  suerte  de  dicho  partido 
después  de  este  suceso?  ¡Dios  solo  sabe  lo  que  nos  tiene  re- 
servado el  porvenir! 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  229 


CROmCA  LOCAL. 


Strmtma  que  han  de  predicarse  en  esta  Santa  Iglesia  Catedral 
^  los  segundos  seis  meses  del  corriente  año  de  1861. 

<^ulio  8.— Sta.  Isabel,  un  Padre  de  las  Escuelas  Pías. 

Id.  9.— Funeral  de  los  Caballeros  de  la  orden,  un  Padre 
délas  Elscuelas Pias. 

Agoato  16. — Asunción  deNtra.  Señora,  Pbro.  D.  Julián 
GfonzaUí. 

id.  18. — ^Dominica  infraoctava  de  id.,  un  Padre  de  la  Com- 
pañía de  Jesús. 

Setiembre  8.— Natividad  de  Ntra.  Señorft,  Pbro.  D.  Rafael 
Ignacio  Cortés. 

^oviembre  19— Todos  los  Santos,  Sr.  Dr.  D.  Marcelino 

l/í    *'**''  C*"^'^*8^  Magistral. 

Id-  3«— Dominica  24  Post.  Pentecostés,  Pbro.  D.  Juan  del 
Cerro. 

n  n  "^^^ — Dominica  26  Post  Pentecostés,  Sr.  Prebendado 
^'  *'^^fon80  Montoya.  • 

*^;  S9,— La  Nube,  Pbro.  D.  Rafael  Ignacio  Cortés. 

Djci^iiíbre  8. — La  Inmaculada  Concepción,  Sr.  Dr.  D. 
^**afj^^l  ino  del  Cagigal,  Canónigo  Magistral. 

•JA  ^^ — La  Calenda,  Sr.  Prebendado  D.  Ildefonso  Montoya. 

Id.  a^^^ — Natividad  de  Ntro.  Sr.  Jesucristo,  Sr.  Dr.  D.  Mar- 
ceuDo   Jei  Cagigal,  Canónigo  Magistral. 

-^^^iento. — Diciembre  19 — Dominica  primera,  un  Padre  de 
•«•^^cuelaa  Pias. 

Id»    15, — Dominica  tercera,  un  Padre  de  las  Escuelas  Pias. 

*^*  S2. — Dominica  cuarta,  un  Padre  de  las  Escuelas  Pias 

^^^  mandado  de  S.  E.  I. — Pedro  Sánchez,  secretario. 


Niétta  parroquia  de  Versalles  en  Matanzas^ — Una  soberana 
disposición,  fecha  16  de  Mayo  último,  acaba  de  añadir  una 
feligresía  mas  á  las  que  ya  contaba  la  diócesis  de  \a  Habana: 
008  contraemos  á  la  que  S.  M.  ba  mandado  erigir  bajo  la 
advocación  de  S.  Pedro  Apóstol  en  Versalles,  una  de  las  bar- 
riadas de  Matanzas.  Tic  tupo  hacia  que  los  habitantes  de 
evU  última  ciudad  se   lamentaban  de  no  contar  con  mas 


];r4rERDAD  CATÓLICA. 

ígt^sm  que  la  parroqnial  de  S.  Cárlaa,  qué  si  bi6n  &i  b&ütimi 
te  esfmciusíi*  no  t^s  «liRüiiiüte  empürtí  ¡mm  llenar  la»  tvücaii^ 
dadt^fl  eapirítudles  dt*  aquel  vasta  vecindiifio.  Pi*r  í*Tra  [nirM 
la  inmt^diata  püblaejun  <Jc^  Pueblu  Nueva,  «iiüadrí  eu  idén^ 
tiento  í!Írcaii9ttt(icm«  que  Venal  le?,  se  huila  dotaJa  hace  tier^ 
po  de  la  car rtíS|H)iNÍitííi te  iglesia  tanibíeti  erigida  en  ¡larroquiaJ 
y  jiíitOi  justfsiiiKi  tira  que  su  htfniníns  V«>rsatles  diflíruitiié 
d*;  iíf'ml  beiit^ficro.  SuIü  falta  ahora  que  unido  el  vacíudurMl 
de  M^c/in^aa  á  ^u  ilustre  Muiiieipío^  coudyuveii  tudos  6  tiiii 
para  qtie  ae  lleve  á  caba  la  por  tantos  aoüi  pruyectads  tgte4 
nin,  de  Versíilleüí  á  fin  que  de  **iía  modo  ae  re4iHct.^ii  los  hené* 
ñcañ  miras  del  8u|iretnti  Gobierno,  al  instituir  esa  ouevado^ 
marcación  eclesiástica.  Ei^to  será  tanto  mas  fácil  cuanta 
que,  fieguu  nueétrai^  noticiáis,  una  peraona  piado^a^  refti^küM 
hoy  en  n\  t*xtrangero,  ha  cedido  un  terreno  al  efeero.  rtf$ce«ft 
tátitlosetim  8tílox]ue  los  re[iresentautes  de  dicha  peraona  e^ 
esta  isla  acaben  de  forniíilizar  la  corr^poodiente  escnturi 
dtí  ceaiau:  ¡Ojalá  que  se^  en  breve!  i 


Comunim  general  y  JiesCa  á  S.  Luis  Oonzaga. — El  21  del 
pasado  celebraba  la  Iglesia  las  glorías  del  angélico  joven  S. 
Luis  Gonxaga.  Con  tal  motivo  los  alumoos  del  Real  Colegro 
de  Belén,  de  quien  es  especial  patrono,  así  como  lo  ea  de  to- 
da la  juventud  estudiosa,  se  prepararon  á  honrarle  de  un  mo- 
do especial  recibiendo  en  su  seno  al  Dios  sacramentado.  AI 
efecto  dijo  á  las  7  de  la  mañana  una  misa  rezada  en  la  is^fe- 
sia  de  Nuestra  Señora  de  Belén  el  Excmo.  é  Illmo.  Sr.  Ooia- 
o,  al  fin  de  la  cual  distribuyó  nuestro  querido  Prelado  el  pan 
vida,  así  á  los  niños  que  por  primera  vez  tenian  la  dioha 
de  recibir  á  aa  Dios,  como  á  los  demás  alumnos  del  colegio 
que  dirigen  los  RR.  PP.  Jesuítas.  Luego  que  hubo  acabado 
de  celebrar  S.  E.  L,  se  dijo  una  misa  también  rezada,  por  uno 
de  dichos  RR.  PP.,  y  aoto  continuo  se  celebró  la  solemne 
fieata  á  S.  Luis  Goozaga,  en  que  ofició  el  Illmo.  Sr.  Arcedia- 
no, Provisor  y  Vicario  D.  Bonifacio  Quintín  de  Villaeacuaa. 
A  su  debido  tiempo  ocupó  la  cátedra  del  Ilspfritu-Saoto  el 
B.  P.  Maruri,  quien  en  un  elocuente  y  sentido  discurao  pre- 
sentó á  su  juvenil  auditorio  al  ínclito  santo  coyas  alabanzas 
hacia  como  ''mártir  de  la  caridad."  Estas  palabras  de  Santa 
Magdalena  de  Pazzis,  aplicadas  á  S.  Luis  Gonzaga  por  la  mis- 
ma sierva  de  Dios,  suministraron  asunto  al  R.  P.  Harurt  pa- 
ra pronunciar  uno  de  los  mas  bellos  panegíricos  qae  hayamos 


LA  YERDID  CATÓLICA.  231 

oido.  Acostumbrados  á  ver  considerar  á  S.Luis  Gonzaga  ba- 
jo unasoiade  sus  fuces  ó  aspectos,  el  de  su  pureza  y  castidadf 
006  «orpreodió  agradablemente  el  nuevo  punto  de  vista  en 
que  se  colocaba  el  orador,  haciéndonos  concebir,  si  cabe, 
mayor  idea  aun  del  noble  descendiente  de  los  ilustres  condes 
deCastelloQ,  trasformado  en  hijo  humilde  de  S.  Ignacio.  La 
música  que  se  cantó  en  esta  fiesta  era  de  un  distinguido 
miembro  de  la  Compañía,  el  R.  P.  Lambillotte. 


ImágñHjbtográfica  de  Nuatra  Señora  de  la  Caridad  del  Co- 
^'^•— Los  numerosos  devotos  que  en  nuestra  Isla  cuenta  la 
milagrosa  imagen  de  Nue<«tra  Señora  que  se  venera  en  el 
santuario  del  Cobre,  se  alegrarán  de  saber  que  unos  fotógra- 
fos de  Trinidad,  los  Sres.  Herr.  y  C^  han  logrado  sacar  una 
copia  fiel  de  dicha  imagen,  cuyos  ejemplares  anuncian  de 
venta  en  8u  laboratorio,  calle  del  Desengaño  n9  104,  en  la 
referida  ciudad.  Nos  llama  la  atención  en  el  anuncio  pu- 
blicado por  dichos  Sres.  en  el  Redactor  de  Cuba,  la  circuns- 
(snciade  que,  según  se  dice,  cada  prueba  irá  acompañada  de 
Ift  relación  impresa  de  un  suceso  ocurrido  al  recibirse  la  ima- 
gen de  la  Santísima  Virgen  en  la  cámara  oscura,  Añíidese  en 
el  mismo  anuncio  que  veinte  personas  presenciaron  el  hecho, 
que  podrán  certificar,  pero  acerca  del  cual  no  se  nos  dan  mas 
poni)enores. 


*|£í  AUhí  Católica^  Periódico  ReligiotOy    Científico  y  Lite- 
rar¿."-.pQr  el  último  vapor  correo  de  la  Península  hemos 
recibido  una  atenta  carta  del  Sr.  D.  Andrés  Rozas,  adminis- 
trador de  la  Comisión  central  de  obras  religiosas,  establecida 
60  Madrid,  en  que  dicho  Sr.  nos  anuncia  la  próxima  publi- 
<^iOQ  de  un  nuevo  periódico  religioso  con  el  título  que  en- 
cabeza esta  noticia,  y  bajo  la  dirección  de  dicho  señor.  Con  la 
referida  carta  llegó  también  á  nuestras  manos  el   prospecto 
de  la  publicación  proyectada,  d^l   cual  extractamos  los  si- 
guieotes  datos,  advirtiendo  que  no  tendremos  inconveniente 
en  hacer  llegar  á  manos  de  los  editores  los  pedidos  de  suscri- 
cíooesque  quieran  hacérsele,  así  como  el  importe  de  éstas, 
por  estar  facultados  al  efecto. — El  Alba  Católica  sMrá  á  luz 
todos  los  lunes  por  entregas  de  á  ocho  páginas  en  folio  y  á 
dos  columnas,  siendo  el  precio  en  Ultramar  el  de  100  reales 
de  vellón,  ó  sean  6  pesos,  a  I  año.  Los  que  se  suscriban  desde 


2o*J  LA    VLRDAD  CATÓLICA. 

e.l  priintíf  ijiiínero  leriilréin  opcñuii  a  «Jtia  coleccjon  df 
de  Illmos.  Sres.  Obispos  y  otras  personas  célebres  queseen  ^^ 
pañarán  ásus  biografías.  Los  editores  se  encargan  ignalnne^  ' 
te  de  evacuar  todos  los  negocios  que  los  suscritores  teng*^^^ 
en  la  corte,  como  presentar  solicitudes  en  las  oficinas  co  ^ ^ 
respondientes  y  dar  gratuitamente  las  noticias  y  consulti^^ 
que  se  les  pidan. 


Fallecimiento  de  un  sacerdote. — El  dia  2  del  actual  falle-  ^ 
ció  en  esta  ciudad  el  joven  Pbro.  D.  Gerónimo  Navarro,  de 
la  diócesis  de  Canarias,  quien  sé  hallaba  de  paso  en  la  Ha- 
bana, á  la  cual  había  llegado  hacia  poco  tiempo.  Victima  de 
la  enfermedad  endémica,  el  Sr,  Pbro.  Navarro  deja  sumido 
en  la  mas  honda  aflicción  á  sfu  Sr.  padro^  que  se  halla  entre 
nosotros,  y  no  dudamos  que  será  también  vivamente  sentido 
por  su  Prelado,  el  Sr.  Obispo  de  Canarias,  que  le  distinguía 
de  una  manera  particular.  Nosotros  que  tuvimos  ocasión  de 
tratarle,  lamentamos  que  haya  perdido  la  Iglesia  en  ese  jo- 
ven sacerdote  un  miembro  útil  que  hubiera  podilo  prestarle 
con  el  tiempo,  señalados  servicios.  Dios  lo  ha  dispuesto  de 
otro  modo.  ¡Loado  sea  su  santo  nombre,  y  quiera  el  Autor 
de  todo  lo  criado  dar  el  eterno  descanso  al  ministro  del  Evan- 
gelio que  acaba  de  bajar  al  sepulcro! 


Iglesia   huérfana. — El   dia   4   del   actual  llegó  á  esta  ciu- 
dad la  triste    noticia  de  haber  fallecido  el  Excmo.  é  illmo- 

SR.  DR.  D.  MANUEL  MARÍA  NEOÜKRÜELA  Y  MENDI,  dignísi- 
mo Arzobispo  de  Santiago  de  Cuba.  La  diócesis  hermana  I  lo- 
ra á  su  Prelado,  la  de  la  Habana  á  su  Metropolitano.  Honra- 
dos con  la  amistad  del  ilustre  difunto  desde  su  llegada  á 
esta  isla,  nos  es  doblemente  sensible  su  pérdida,  ademj^s  de 
que  por  otro  lado  sus  pnnidas  personales  le  hacían  acreedor 
al  respeto  y  consideración  de  cuantos  le  conocian.  Cual 
buen  pastor  ha  muerto  en  medio  de  sus  ovejas,  habiendo 
quizá  contraído  la  enfermedad  que  le  condujo  al  sepulcro  en 
la  visita  pastoral  que  acababa  de  practicar  por  su  diócesis. 
A  reserva  de  ocuparnos  mas  detenidamente  de  este  distin- 
guido miembro  del  Episcopado  español,  deploramos  su 
muerte  y  pedimos  al  cielo  que  dé,  á  él  el  descanso  eterno  á 
que  le  hicieron  acreedor  sus  virtudes  y  celo  pastoral,  y  á  la 
diócesis  de  Cuba  un  prelado  semejante  al  que  acaba  de  per- 
der.—R.  I.  P. 


D^mliftffo  9i  de  Julio  de  IMil. 


SECCIÓN  RELIGIOSA. 


E5ÍTIERRO 

IH£L  KYCÜO.  E  ILLVO.  «R.  ARZOBISPO  DE  CVRA, 


De  El  Rcdiícior  tomamos  el  siguiente  artículo: 


ATRIBULADO  todavía  nu<»stro  espíritu  con  la  inespc- 
^rada  muerte  de  nuestro  t»8clarecido  Prelado  Excnio. 
'élllmo.  Sr.  Arzobispo,  Dr.  D,  Manuel  María  Negue- 
ruela  y  Mendi,  de  que  dimos  cuenta  en  el  nfifnero  an- 
terior, no  podremos  inforninr  á  nuestros  lecton-s  <ie 
8u  entierro,  sino  de  un  modo  muy  breve  y  desaüña- 
J<>;pue«no  es  la  mera  pompa  fúnebre  loque  en  ese  acto 
ncM  debe  ocupar  y  consolar,  sino  la  espontaneidad  de  todas 
ia^i  clases  de  la  población  á  concurrir  á  ese  acto,  y  el  modo 
respetuoso,  circunspecto  y  comedido  con  que  lo  verifica- 
rou. 

Go  efecto,  sin  previo,  convite  y  aun  sin  tiempo  suficiente 
para  avisarse,  porque  todos  creían  que  se  tendría  el  cadáver 
de  8.  E.  I.  tres  días  en  su  palacio,  no  por  esto  dejó  de  verse 
ese  «KÜficio  lleno  de  gentes,  que  con  el  mas  profundo  respeto 

VIL— 30 


234  LA   VERDAD  CATÓLICA. 

se  acercaban  al  venerable  Prelado  á  besar  su  anillo;  pues  que 
con  este  objeto  se  le  colocó  convenientemente  en  el  féretro 
vestido  de  pontifical.  A  ese  respetuoso  acto  acompañaban 
muchas  personas  algunas  oraciqnes,  pronunciadas  en  voz  ba- 
jn  y  conmovida,  y  aun  corrian  algunas  lágrimas;  cosa  nada 
extraña:  porque  aquella  mano  en  que  estaba  el  anillo,  habia 
prestado  el  socorro;  aquel  apostólico  varón  habia  derramado 
el  consuelo  á  muchos  necesitados;  y  ese  recuerdo  no  podia 
ser  indiferente  á  unos  ni  á  otros,  como  no  podia  menos  aun 
serlo  á  los  que  con  mas  elementos  para  juzgar  el  tamaño  de 
la  pérdida,  la  lloraban  y  lloran  con  razón;  porque  allí  se  api- 
ñaban á  la  mente  el  recuerdo  de  los  desvelos  de  S.  E.  I.  por 
mejorar  el  Seminario,  que  es  el  plantel  para  un  clero  tan  nu- 
meroso y  bueno  ctial  la  época  lo  exige;  los  planes  que  su 
ilustrada  uiente  revolvia  para  bien  de  su  Diócesis;  la  Santa 
Visita,  que  acaba  de  hacer  al  interior;  la  fundación  de  la  so- 
ciedad de  San  Vicente  de  Paul,  que  t.intos  bienes  puede  y 
comienza  ya  á  producir;  allí  en  fin  se  veiaii  malogradas  tan- 
tas y  tan  fundadas  esperanzas;  pues  un  Prelado  como  el 
Sr,  Negueruela,  de  tan  profunda  y  extensa  instrucción,  de 
tan  acrisolada  virtud,  de  carácter  tan  justiciero  al  misuu» 
tiempo  que  de  tan  dulce  genio,  de  tan  simpática  amabilidad, 
dt^  solo  cincuenta  años,  cumplidos  el  2  de  Febrero  de  este 
año  y  de  solo  diez  y  ocho  meses  de  permanencia  en  Cuba, 
bien  podia  haber  hecho  un  largo  y  fructuosísimo  Pontificado, 
si  Dios  no  le  hubicíii;  llamado  áotra  viila,  por  ser  esta  su  vo 
luntad,  con  que  nos  conformamos;  porque  somos  cristianos 
y  respetamos  con  «rusto  sus  incomprensibles  misterios. 

Poco  tiempo,  repetimos,  tuvo  el  vecindario  para  ese  con- 
suelo, para  ese  desahogo  á  su  dolí>r;  porque  S.  E.  Illma.  «lis- 
pnso  en  su  testamento  qu»^  no  se  le  embalsamara,  y  sin  ese 
preservativo  no  era  posible  tenerle  ins(»[»ulto  mas  de  doct»  ho- 
ras; pero  hoy  todavía  se  considera  tal,  pu(is  ha  i  ido  niuí*hos 
á  visitar  su  sepultura,  dejar  caei*  sobre  ella  abundantes  lái^ri- 
mas,  elevar  al  <;¡elo  fervorosas  oraciones  y  consagrarle  ter- 
nísimos recuerdos. 

Las  cinco  de  la  tarde  era  la  hora  señalada  para  el  entierro, 
y  mucho  antes  de  esa  hora  estaban  llenos  de  gentes  el  Pala- 
cio, su  patio,  las  calles  por  donde  habia  de  pasar  el  venera- 
ble difunto,  la  plaza  de  Armas,  el  atrio  de  la  Catedral  y  la 
Catedral  misma. 

Los  hermanos  de  la  Cofradía  de  la  Misericordia,  su|»Iích- 
ron  se  les  diese  la  preferencia,  para  ser  ellos  los  que  bajaran 
el  cadáver  del  féretro  en  que  estaba  en   la  sala  principal  del 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  23á 

Palacio  á  otro  que  estaba  colocado  en  el  primer  piso,  &  la  en- 
trada á  ese  edificio,  donde  se  entonaron  los  primeros  cantos 
83grados,  y  partió  el  entierro,  en  la  forma  acostumbrada  para 
los  Sres.  Arzobispos,  por  las  calles  de  S.  Juan  Nepomuceno, 
Enramadas  y  Santo  Tomás,  haciéndose  tres  paradas  para  las 
posas; y  llegando  al  templo,  se  le  hicieron  los  oficios  corres- 
pondientes con  todo  hicimiento  y  pompa,  y  concluyeron  á 
la^  ocho  de  la  noche. 

El  cortejo  de  este  entierro  fué  tan  lucido  como  numeroso; 
pues  áél  asistiero )  el  Sr.  Gobernador  y  Comandante  Gkne- 
ral«  ¿  la  cabeza  del  M.  I.  Ayuntamiento,  que  asistió  con  ma- 
zas; el  H.  V.  Cabildo  eclesiástico  en  la  forma  fúnebre  que 
era  debida,  y  todas  las  autoridades,  corporaciones,  cuerpos 
militares  y  civiles,  títulos  de  Castiliu,  gentiles  hombres,  co- 
legio de  abogados,  escribanos,  procuradoras  y  personas  de- 
centes del  vecindario,  pues  no  hubo  quien  no  tomara  parte 
en  este  duelo,  y  quien  no  procurase  ostentar  ese  generoso  y 
noble  sentimiento  de  amor,  respeto  y  gratitud  al  Prelado. 

Concluidos  los  áltimos  responsos,  se  le  llevó  &  la  fosa  que 
le  estaba  destinada  en  la  misma  Santa  Iglesia  Catedral,  en  la 
nave  derecha,  frente  al  altar  del  Apóstol  Santiago,  donde  se 
le  enterró;  retirándose  toda  la  comitiva  y  el  numerosísimo 
pueblo,  que  llenaba  la  iglesia,  poseído  de  verdadera  pena 
portan  lamentable  pérdida;  pena  que,  ayer  domingo  todavía 
se  advertia  en  toda  la  población,  en  la  que  reinó  un  profun- 
dísimo silencio,  que  revelaba  aun  tiempo  el  sentimiento  de 
todos  los  vecinos,  que  en  esta  oca^íiotí,  como  en  otras  mu- 
chas, han  probado  su  sensatez  y  sus  virtudes. 


536  LA  VERDAD   CATÓLíCAí 

VERDADERAS   TENDENCIAS 
át  U  Re? olMioii  éod  respecto  al  PMitflica4o« 


Antes  de  ahora  lo  hemos  dicho:  ios  que  hipócritamente 
pretenden  asestar  solo  sus  tiros  á  la  soberanía  temporal  del 
Papa,  y  aun  eso  con  la  excelente  intención  de  dejar  al  Pon- 
tífice mas  desembarazado  y  apto  para  el  buen  desempeño  de 
sus  atribuciones  espirituales,  conspiran  en  verdad  y  con  sa- 
crilego intento  por  acabar,  si  pudieran,  con  la  obra  mas  es- 
tupenda que  han  admirado  los  siglos,  la  verdadera  esposa  de 
Jesucristo,  la  Iglesia  Católica  en  fin. 

Mil  y  mil  hechos  han  venido  á  confirmarnos  en  esa  nuestra 
creencia  desde  que  estalló  la  presente  lucha  entre  el  error  y 
la  verdad,  entro  el  desorden  y  la  autoridad,  entre  el  espíritu 
de  las  tinieblas  y  la  que  á  mnnos  llenas  y  á  través  de  los  si- 
glos derramó  siempre  sobre  la  humanidad  los  mas  brillan- 
tes torrentes  de  luz.  Pero  si  fuera  preciso  citar  nuevas  prue- 
bas en  favorde  nuestro  aserto;  si  todavia  hubiese  entre  nues- 
tros lectores  quien  dudase  de  las  verdaderas  tendencias  de 
la  casi  mayoría  de  los  partidarios  de  la  revolución,  las  pala- 
bras que  vamos  á  citar  sucesivamente  de  tres  de  sus  corifeos 
bastarán,  así  lo  creemos,  para  convencer  al   mas  incrédulo. 

Comencemos  por  un  periodista,  oscuro  es  verdad,  Mr,  Be- 
nard,  pero  redactor  del  Siécle,  periódico  quizá  el  mas  avan- 
zado de  la  escuela  revolucionaria,  y  por  consiguiente  eco  fiel 
de  las  ideas  de  los  de  su  partido.  Pues  bien,  Mr.  Benard,  con 
motivo  de  una  tierna  ceremonia  con  que  quiso  últimamente 
honrar  el  Papa  Pió  IX  la  memoria  de  uno  de  los  santos  por 
él  beatificados,  el  B.  Benito  José  Labre,  francés  de  nacimien- 
to por  cierto,  haciéndole  donación  de  un  magnífico  copón  de 
cristal  de  roca,  se  expresa  en  estos  términos: 

"La  Correspondance  de  Rome  da  algunos  detalles  sobre  las 
ceremonias  que  han  tenido  lugar  con  motivo  de  la  beatifica- 
ción de  esk  especie  de  mendigo  llamado  Benito  José  Labre. 

"Los  suscritores  al  Dinero  de  S.  Pedro  se  alegrarán  de  sa- 
ber, no  lo  dudamos,  que  el  Papa  ha  empleado  una  parte  de 
las  sumas  que  ellos  han  abonado,  en  comprar  un  copón  de 
cristal  de  roca  montado  en  oro  y  rodeado  de  una  corona  de 
amatistas,  ¡copón  que  ha  presentado  al  nuevo  santo! 


LA  VEBDAD  CATÓLICA.  237 

^^La  civilización  que  ha  dicho  con  S.  Pablo  que  el  que  no 
trabaja  no  debe  comer,  honra  al  trabajo;  la  corte  de  Roma 
beatifica  la  holgazanería;  el  divorcio  no  puede  ser  mas  com- 
pleto.'» 

Pudiéramos  prolongar  nuestra  cita,  pero  queremos  evitar 
á  los  que  nos  lean  el  disgusto  do  tener  que  tolerar  mas  blas- 
femias. Meditemos  sobre  el  significado  de  las  palabras  sacrí- 
l^as  qae  violentando  nuestra  pluma  hemos  trasladado  al  pa- 
pel. ¿Cómo  se  aviene,  en  primer  lugar,  no  ya  el  respeto  de- 
bido al  Pontíñce,  sino  á  la  misma  Iglesia,  con  las  insolentes 
palabras:  esa  especie  de  mendigo^  aplicadas  sin  mas  comenta- 
rio í  un  mendigo  en  efecto,  pero  á  un  mendigo  que  esa  mis- 
ma Iglesia  ha  colocado  sobre  nuestros  altares?  Nótese  en  se- 
guida la  interpelación  hecha  á  los  suscritores  en  favor  del 
Sumo  Pontífice;  ¿acaso  los  hijos  que  dan  á  su  padre  piensan 
en  pedirle  cuenta  del  uso  que  hace  de  sus  ofrendas?  ¿No  se- 
rán ellos  por  cierto  los  que  siguiendo  el  ejemplo  de  ciertos 
judíos  de  corazón  endurecido  pregunten  al.  Vicario  de  Je- 
sacristo:    Ut  quid  perditio  hctá 

Pero  lo  que  mas  debe  indignarnos,  si  es  que  todo  no  de- 
biera igual  mente  excitar  nuestra  indignación,  es  la  especie 
de  contraste   presentada,  no  entre   San   Pablo   y   la  corte 
romna,   según  pérfidamente   se   expresa    el    autor  de  tan 
nuilhadadas  palabras,   sino   entre  el   Apóstol  de  las  gentes 
y  la'Iglesia  de  Jesucristo?  ¿Es  por  ventura  el  Pontífice  en  ca- 
lidad de  Soberano  temporal  el  que  beatifica  y  canoniza  á  los 
tontos,  ó  bien  lo  verifica  con  su  carácter  de  representante  de 
Jesucristo  sobre  la  tierra?  Por  lo  demás  siempre  distinguió 
la  Iglesia  al  que  por  vicio  se   entrega  á  la  holgazanería  de 
aquel  qoe,  desprendido  del  mundo,  se  trasforma  en  pobre  de 
Jesucristo,  ofreciéndonos  en  su  persona,  según  el  mismo  Sal- 
vador, la  representación  viva  del  Redentor  del  mundo. 

Probada  qued-i,  pues,  la  piedad  del  Siicle  y  de  los  suyos; 
probado  también  el  depravado  fin  que  se  proponen  al  atacar 
el  poder  temporal  del  Papa,  fin  que  no  es  otro  que  despresti- 
giar al  Pontífice  á  los  ojos  de  los  pueblos,  y  arrojar  el  des- 
precio sobre  U  religión  augusta  cuya  custodia  le  fué  confia- 
da por  el  Hijo  de  Dios. 

Acabamos  de  oir  al  periodista  revolucionario;  oigamos  ahora 
al  héroe  de  la  libertada  Dirigiéndose  Garibaldi  á  la  Asociación 
obrera  de  Ñapóles,  con  motivo  de  haberle  dado  esta  el  título 
de  presidente  honorario  y  perpetuo,  le  dice  lo  siguiente,  en- 
tre otras  cosas,  en  una  c.irta  publicada  en  el  periódico// 
Ptrpolo  d'  Italia: 


2*^8  h\    VEKDAD  CATÓLICA. 

'^Jesucristo  ha  echado  las  bases  de  la  igualdad  entre 
hombres  y  entre  los  pueblos,  y  debemos  ser  buenos  cristc 
nos;  pero  cometeríamos  un  sacrilegio  si  corUinuáramos  en  la 
ligion  de  los  sacerdotes  de  Roma^  que  son  los  mas  feroces  ^  i 
mas  terribles  enemigos  de  Italia.  Así  pues,  vaya  fuera  de  nue 
tra  tierra  {dunquejuori  di  nostra  térra)  esa  secta  perversa  ^^ 
contagiosa.  Queremos  que  nuestros  sacerdotes  sean  crístiar-^ 
nos,  pero  no  de  la  secta  de  nuestros  enemigos.  Así  pues,  teo — ' 

{jarnos  al  ^ey galantwnno  á  toda  costa;  pero  arrojemos  fuera  d^* 
a  ciudad  eterna  á  las  víboras  que  hacen  imposible  la  unidad.'^ 

Las  palabras  que  acabamos  de  citar,  y  que  casi  todos  los 
periódicos  de  Europa  y  América  han  reproducido,  uo  dejan 
duda  acerca  de  las  opiniones,  en  materias  de  religión,  de  uno 
de  los  hombres  que  mas  enérgicamente  han  consagrado  su 
brazo  al  triunfo  de  la  causa  de  la  Unidad  it^iafia.  Quiere 
un  clero  cristiano,  pero  no  romano,  es  decir  un  sacerdocio  cris- 
tiano, mas  no  el  legítimamente  instituido  por  nuestro  Señor 
Jesucristo.  Creemos  que  muchos,  muchísimos  revoluciona- 
rios son  del  mismo  modo  de  pensar  que  Garibaldi. 

Con  los  dos  trozos  que  acabamos  de  citar,  tomado  el  uno 
del  periódico  mas  revolucionario  de  París,  y  debido  el  otro 
á  la  pluma  del  solitario  de  Caprera,  pudiéramos  dar  por  de- 
mostrado nuestro  aserto,  pues  ellos  prueban  de  una  manera 
irrecusable  el  espíritu  anticatólico  que  predomina  en  los  fau- 
tores del  movimiento  italiano.  Sin  embargo  existe  otro  per- 
sonaje tristemente  célebre  en  los  anales  de  las  revoluciones 
italianas,  existe  un  monje  apóstata  que  después  de  haber  fi- 
gurado en  la  basílica  de  S.  Pedro,  en  iinion  de  otros  dos  sa- 
cerdotes rebeldes  cuando  el  Papa  Pió  IX  se  hallaba  ausente 
de  Roma  en  1849,  ha  recorrido  el  ñiundo.  revestido  de  sus 
hábitos  profanados,  arrojando  la  calumnia  y  el  desplació  so- 
bre la  religión  del  Crucificado.  Este  monje  apóstata,  Gavaz- 
zi,  pues  no  es  otro,  acaba  de  publicar  un  folleto  en  que  dice 
que  Italia  no  fuede  combatir  con  razón  el  poder  temporal  id 
Papa  sin  hacerse  toda  protestante. 

Como  se  ve  el  ex-monje  ha  sido  aun  mas  explícito,  si  bien 
quizá  menos  blasfemo,  qu.e  el  Siécle  y  Garibaldi.  De  todos 
modos,  una  cosa  queda  probada:  al  atacar  la  revolución  el 
poder  temporal  del  Pontífice,  se  propone  como  último  fin  el 
temerario  y  loco  objeto  de  derribar  la  Iglesia  augusta  funda- 
da por  Jesucristo,  y  de  la  cual  dijo  el  Salvador  del  mundo 
que  edificada  sobre  la  roca  de  Pedro,  no  prevalecerían  contra 
ella  las  puertas  del  infierno. — Esta  es  también  nuestra  mas 
firme  creencia. 

R.  A.  a 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  239 


EL  PADRE  J&VIEB  DE  RAVIONAN. 


(finaliza.) 


EIP.Ravignan  explica  enseguida  la  naturaleza  délos 
ejercicios  espirituales,  las  constituciones,  Has  doctrinas  y 
(oisioQes  de  la  Compañía,  y  concluye  su  tratado  con  el  si- 
guiente trozo,  no  menos  elocuente,  aunque  mas  patético  que 
el  que  acabamos  de  extractar. 

"Pido  la  rehabilitación  de  mi3  padre»!   Hijo  amante,  angustiado 
por  las  prolijas  desventuras  de  los  mios  y  la  injusta  sontencia  que 
Kubre  ellos  pesa,  ninguna  celebridad  ambiciono,   de  ningún  talento» 
quiero  hacer  alarde,  solo  tengo  unaL  firme  convicción.  Solo  pido  justi- 
cia y  ferdad;  nada  mas  necesito.  Pido   la  revisión   de  una  injusta 
*níenc¡a:  la  pido  para  mis  padres  que  ya  no  existen,  la  pido  para  mí 
iflismo.  Tengo  la  mas  firme  convicción  de  su  inocencia,  de  la  nues- 
íni;  ni  se  les  juzgó,  ni  se  les  oyó;  juzgúeseles  hoy  ...    La  pido  en 
nombre  de  la  patria  que  no  puede  ya  ver  con   indiferencia  ultrajada 
yiilipendiada,  con  menosprecio  de  las   leyes,  la  honra  de  hombres 
<jw  no  han  cesado  de  ser  hijos  suyos    La  pido  para  millones  de  ca- 
tólicos á  quienes  se  trata  de  insultar  dáu<loles  un   nombre  que  no  es 
suyo,  sÍDO  nuestro,  y  que  no  debe   ser  ya  una  injuria.  *La  demando 
pwa  todas  las  sociedades  relif^iosits   que  han   [)lantudo   sus  tiendas 
l>aío  el  sol  tutelar  de  la  Francia,  y  sobre  hu<  (niales  recae,   á  pesar 
<ie  nuestros  esfuerzos,  todo  el  peso  de  la  aniuíosidad  con  que  se  nos 
perwgue.  La  pido  en  nombre  de  a(|uello.s  venerables  Obispos,  (niya 
Toz  resonó  solemnemente  para  protestar  contra  la   injusta  proscrip- 
ción de  toda  una  familia  de  religiosos,  fiehís   á  Dios,  á  la  Iglesia,  á 
las  leyes  y  á  la  patria.  La  demando  en  nombre  de  veinte  Papas,  que 
todos  aprobaron,  confirmaron   y  alabar  m   el  instituto  proscrito.  La 
demando  en  nombre  del  Santo  Pontífice  que  por  dos   veces  bendijo 
H  í»iielo  francés  con  sn  presencia,  y  que  en  medio  de  las  prolongadas 
penalidades  de  su  destierro,  se  consolaba  con  la  resolución  de  glori- 
ficar á  Dios  restableciendo  la  Compañía  de  Jesús    ¿Acaso  aquel  ve- 
nerable anciano  que  para  todos  fué   un  reparador   tan  manso   y  tan 
intrépido,   há  perdido  en    el  sepul(;ro  todos   los  derechos   que  da  la 
▼irtud,  y  toda  la  autoridad  de  sus  recuerdos]  La  demando  en  nóm- 
nre  de  la  Iglesia  universal,  que  por  boca  del  inmortal   concilio  de 
Trento,  pronunció  una  irrevocable  aprobación:  pium  ¿nsfUutum;  pi- 
-do,  y  ai  pedirlo  solo  reclamo  para  mis  hermanos  y  para  mí  lo  que  á 


"210  LA    VKR1>AD  (ATÓLK'A. 

Kiflos  perr»'n»'<<',  rl  ain^  (!('  la  piítria,  el  díM^cho  de  vivir,  de  írabají^»- 
y  de  sacrificarnos,  la  libertad  juntamente  con  el  (irden,  la  liberta  -^ 
con  la  justicia. 

**Y  ahora  he  temiiiitdo  mi  tan5a.  Me  retiro  pensando  en  Dioü  j^ 
en  mi  país,  y  siento  en  lo  íntimo  de  mi  alma  la  grandeza  y  solemnH-^ 
dad  de  lo  que  he  hecho.  Si  he  de  sucumbir  en  la  lucha,  ánte«  de  sa-^ 
cudir  el  polvo  de  mi  calzado  al  dejar  el  suelo  que  me  vio  nacer,  iré  ^ 
por  última  ve/,  á  Kentaniic  al  pié  del  pulpito  de  Nuestra  Señora,  y 
allí,  llevando  dentro  de  mí  mismo  la  imperecedera  evidencia  de  U 
justicia  desconocida  lloraré  sobre  mi  patria  exclamando  tristemente: 
Hubo  un  dia  en  que  la  verdad  fué  dicha;  una  voz  la  proclamó;  mas 
no  se  hizo  justicia,  faltó  corazón  para  hacerla.  En  pos  de  nosotinos 
queda  la  constitución  violada,  la  libertad  de  conciencia  destruida, 
la  justicia  ultrajada,  y  un  crimen  mas  cometido;  pero  todo  habrá  «do 
on  vano.  Lucirá  un  dia  mas  sereno;  me  lo  dice  un  in&lible  presenti- 
miento de  mi  alma,  y  ese  dia  no  está  lejano.  La  historia  no  callará 
el  paso  que  acabo  de  dar;   su  fallo  inexorable  caerá  sobre  un  siglo 
injusto.  Por([ue  tú,  oh  Señor,  no  consentirás  que  la  iniquidad  triunfe 
para  siempre  acá  en  la  tierra;  sino  que  ordenarás  que  la  justicia  de) 
tiempo  preceda  á  la  de  la  eternidad"  (1). 

No  se  nota  en  el  libro  del  P.  Bavigiian  el  menor  propósito 
de  refutar  los  varios  cargos  presentados  por  Michelety  otros 
contra  la  Orden;  dejó  esta  Carea  al  P.  Cahour  eu  su  obra. 
LesJésuites,  par  un  Jésuiíe'y  pero  mHuitiestH  la  naturaleza  de 
los  Ejercicios  Espirituales,  de  las  Constituciones  y  Reglas,  y 
de  las  doctrinas  de  la  Compañía,  haciendo  ver  á  un  público  . 
Ignorante  el  verdadero  carácter  de  aquellos  jc^suitas  á  quie- 
nes tanto  temía  por  no  conocerlos,  pidiendo  resueltamente 
la  justicia  y  la  libertad  á  que  les  vlaban  derecho  las  leyes  de 
Francia.  Como  apéndice  áeste  llamamiento  salió  á  luz  una 
discusión  de  las  leyes  relativas  á  las  Ordenes  religiosas  en 
Francia,  por  H.  de  Vatimesnil,  uno  de  lo**  letrados  mas  en-' 
rendidos  de  dicho  país,  en  la  cual  se  probaba  de  un  modo  de- 
cisivo que  las  leyes  en  qae  el  gobierno  trances  se  apoyaba 
tmra  proscribir  á  los  jesuitas  no  les  eran  apucabÍHs,  por  ha- 
ler  sido  derogabas  por  las  disposicioties  del  Código  penal  y 
de  la  constitución. 

Esta  actitud  resuelta  del  P.  Ravignan  estimuló  á  los  ami- 
Vfi^  de  los  jesuitas,  quienes  cornliaban  en  que  el  gobierno  nada 
podría  hacer  contra  el  ios,  á  ruónos  que  ellos  mismos  consin- 
tiimen  en  su  propia  destrucción.  Los  tribunales  de  justicia, 
iaiiibien  celosos  por  la  intervención  de  la  admini^^tracion  en 
uuMunto  que  les  era  privativo,  declararon  que  toda  acción 

I '     íhV  F.ii$t%nct  et  rf«  /*  Institui  des  Jf^suUts,  pp.  I  I.S-J  17. 


L.\  VERDAD  CATÓLICA.  241 

porparte  del  gobierno  seria  ilegal,  puesto  que  si  los  Jesuítas 
nvian  en  Francia  contra  lo  dispuesto  por  la  ley,  á  los  tribu- 
n&lesf  noal  poder  ejecutivo  correspondia  decidir  acerca  del 
particular.  Montalembert,  fieugnot,  Berryer,  Dupanloupy 
otros  abrazaron  su  causa  con  ardor,  vacilando  el  ministerio  en 
cuanto  á  proceder  de  una  manera   tan  sumaria  contra  ellos. 
Entonces  trató  de  valerse  del   Papa.  Cierto  fetrath  llamado 
Rotti,  católico  ren'gfido^  según  le  habla  llamado  Gregorio  XVI 
fuéAnviado  por  Luis  Felipe  ú  dicho  Pontífice,  á  fin  de  obte- 
ner de  él  por  medio  de  amenazas,  promesas  ó  intrigas    U  su- 
presión de  los  jesnitas  en  Francia.  El   Padre  Santo   reunió 
una  congregación  compuesta  de  Cardenales  para  deliberar 
acerca  del  particular,   decidiéndose    unánimemente    que  la 
Santa  Sede  no  podia  ni  debía  Hcce<ler  á  semejantes  peticui- 
nefl.  B^ta  respuesta  fué  dada  á  Rossi,  sin  que  mediasen  nue- 
vas comunicaciones  entre  él  y    la  Santa  Sede.  El   eard<mai 
Lambriiachini,  sin  embargo,  ron    un  carácter   oficioso  y  no 
«íficial,  juntamente  con  otro^,  r«»  lt»ó  al  General  de  los  jesui- 
tii».  per'íiiadiéndole  que  la  paz  de  Francia,  el  bien  de  la  reli- 
gión, y  Hun  las  vidas  de  los  jesuítas  franceses  dependían  de 
l*s  concesiDiie^  que  s»  hiciesen  á  sus  enemigos.  El  P,  Roo- 
than,  poco  al  corrietit«»  del  verdadero  estado   de  las  cosas  lín 
Francia,  sh   (1i*Jó  fMTS'iadir,  y  escribió  á   los  superiores   de 
Francia,  acó  ?!•*»;  jal  I' lo  I  es,  pues  no  tiene  autoridad  para  man- 
ieren semejantes  materias,  que  disminuyesen  ó  suprimiesen 
'««principales  casas  y  noviciados.  La  obediencia  del  P.  Ra 
vignan  y.íle  los  supíMÍores  de  Francia  fiit^   heroica.   Lo  que 
Ip  ííoató  puede  verse  por  lo  que  es<íribió  al   geni'-rí»!*  **í^i  s*» 
hiu^HH  cualesquiera  concesiones  al  ministerio,  no  iim»  atreve- 
rla s^i/iiii-  por  mas  f.iempo  en  P.irí'i  ó  á  presentarme  delan- 
tt*  'Ho«  pares,  diputados  ó   IíCii  I  »s  que    hin  pre  >arado  y 
«prubado  la  admirable  opinión  th  mi  amigo*  Vatini«'snil;"  y 
ruanílo se  recibió  lacarta<lel  ixener;»!  (pie  aconsejaba  la  supre- 
sión (le  casi  todas  sus  <5asas,  escribió:  **To<los  los  defensores  «le 
¡.i  rniina  católica    están    con>Leriiad<i8.    Levantamos  nuestra 
vUu  y  nuestras  manos  á  Dios.  Si  yo  tuviese  una  opinión  que 
rfar.  t4>dav¡a  repetiría:  la   resistenría  legal   en  nombre  de  la 
ley  coaiun  y  de  la  libertad.  Pero  inclinaré  la  cabeza  bajo  el 
yuifi)  e.i  silencio,  si  así  hade  ser    Mí  alma- está  muy  triste. 
Apenas  sé  qué  pensar  ó  qué  hacer.  Muy  feliz  me  considera- 
ría liqnisiestns  enviarme  fuera  de  Francia,  ó   por  \o  menos, 
léfoí  de    París,  á  alj^un  tranquilo  retiro    por  un  año  ó  dos. 
Jfas  [wrd«madme,  cualquiera  cpie  sea  mi  pesar,  ahora  y  siem- 
pre deseo  obedecer." 

vil.— 31 


2i2  LA    VKEDAB  CATÓLICA, 

Tmi  gratidti  era  su  mortiñcaciotí  que  uu  qutsriu  (M^ntiuiiar 
Hus  coiift;rt!nciaB  (en  Nuestra  Señora  el  año  «iguieirteí  m*i** 
la  u|iinmn  de  &u»  ¿iinigos  y  del  Ariobi^po  d«  Paríi  em  qut* 
iTüiitlnuAHe  áü  miiiiüttíríü  tnrt  públicami'nte  cu  mu  áotetit.  Vfv- 
Nt*ntófte  líü  ol  púljiíEo  con  aiayor  éxito  qut*  nunca;  musen- 
te  esfuerzo  fJiyó  uxlmusitfití  kur  íiitírsia-i^.  Su  Kíilud  hiibía  ido 
gaHiátiduéiA  con  hU.>^  detiuiMUtilt»  tí^tcu^iéivoi^  trntuijo^,  van  la 
larga  lucha  «irntenida  l*u  dideuíía  de  í5íí  Ordt*n  Cí.>r^(ra  «I 
gobTt*rnu,  y  pnr  i^l  pesiar  <|ye  expeririHíutiS  cuando  lu*  jf^- 
BU  i  tas  ÉB  vieron  ubtigada^^  A  inmolaf^e^  á  \n  ^ñzon  «^ih'  fa 
victuria  iba  hai^iétidoittí  uuii*  cierta*  StiWá  de  París  [lara  el 
¡*ur  de  F'raucia,  y  puífrerjoriuiuite  \mnt  Rouuu  Su  '^ahid 
fué  ínéjaríindo  léiitiiiuente,  y  en  1S4S  volvió  á  Paríp  y 
fui^  iMicHrgiiílo  íi*í  la  dirííccióri  de  lu  cma  profesa  .íc  U 
ealh^  de  Sévre»*  Al  mismo  tieaipu  entalló  la  Revniuniou  Fran- 
cesa, que  Híd  á  U  Iglusia,  y  e!*pe*^ídl mente  á  los  jeguita»,  la  ü- 
bertad  que  el  iíobierno  «Je  Luí»  Felipe  le?*  Iiabia  arrehatíid**, 
Laeuestieti  ele  la  lib»*rtiul  de  en  seo  a  n  55a,  ijueluibia  f^ido  rej^u**!- 
til  Cí  í !  i  tra  e  1 1  na ,  v  o  i  v  ¡  íS'  A  mi  i  *ci  t ;  1  r  h  e .  E !  cm  tule  il  tt  Fnl  I  u  u  x ,  1 1  n  - 
nistm  «lelintruccrori  pública,  p  rene  tito  al  k  AsambKti  Naeio- 
nal  Jina  ley  sobre  la  ensefiaiiza  que  otorgaba  todos  los  dere- 
cho8  que  era  posible  reclamar  con  éxito.  Dicha  ley  fué  apo- 
yada por  Montalembert,  Dupanioup  y  casi  todos  los  principa- 
les'miembros  católicos.  El  P.  Raviguan  se  mostró  adicto  á 
la  ley  y  á  los  que  la  favorecían;  pero  habiaen  Francia  y  hay 
todavía  en  el  dia  entre  los  católicos  un  partido  cuyo  único 
principio  fiarece  ser  oponerse  á  cuanto  tratan  de  poner  por 
obra  los  eminentes  hombres  de  estado  católicos  que  tomaron 
la  defensa  de  U  ley.  Denunciaron  al  P.  Ravignan  4su  general 
como  un  "ciego  partidario  é  imprudente  favorecedor  de  una 
ley  cismática,  y  como  una  causa  de  división  entre  los  católicos 
y  entre  los  miembros  de  su  Orden."  Estas  acusaciones  tu- 
vieron poco  peso  para  con  el  general,  aunque  afligieron  al 
P.  Ravignan,  sin  traer  ninguna  utilidad  á  sus  autores.  La  ley 
fué  aprobada  á  pesar  de  estos,  y  la  Iglesia  francesa  recogió 
las  ventajas  que  de  ella  provenían.  Cualesquiera  que  fuesen 
las  faltas  que  en  ella  se  notaban,  y  eran  muchas,  debe  consi- 
derársela como  una  gran  victoria  obtenida  por  los  católicos, 
y  como  un  noble  resultado  de  los  veinte  años  de  incesante 
trabajo  del  conde  de  Montalembert.  El  mismo  Pió  IX  la 
aprobó.  *Los  jesuítas  se  apresuraron  á  aprovecharse  de  sus  dis- 
posiciones abriendo  sus  colegios  en  toda  la  Francia. 

Poco  después* del  arreglo  de  la  cuestión  de  la  enseñanza 
por  medio  de  la  adopción  de  la  ley  de  1850,  él  P.  Ravignan 


LA  VEKDAD  CATÓLICA.  24:1 

comenzó  su  bbra  en  dos  tomos  en  octavo  sobre  Clemente.  XIII 
y  Cimenté!  XIV.  La  i'deft  de  esta  obra  le  fué  sugerida  por  el 
P.   Roothan,  quien,  lo  nnisino  que  el  P.  Ravignan  distaba 
mucho  de  estar  satisfecho  con  lo  que  yn  los  amigos,  ya  los 
enemigos  de  su   Compañía  habían   escrito   sobre  ellos.  Los 
amigos  de  los  jesuítas  habían  atacado  il. Clemente  XIV  de- 
fendiendo á  la  Compañía,  y  la  obra  del  P.  Theiner,  que  úl- 
timamente habia  salido  á  luz,  distaba  mucho  de  hacer  jus- 
ticia al  Papa,  aunque  bastante  severa  contra  los  jesuítas.  Re- 
servado estaba  á  un  jesuíta,  <í  un  miembro  de  la  corponicion 
suprimida  pnr  Clemente,  escribir  su  defensa.  La  obra  está  re- 
«laclada  en  un  lenguage  desanasiduado  y  digno,  y  con  un  es- 
pirítii  de  caridad  y  de  bondad;  en  eil»  se  hacen  ver  los  influ- 
jos que  fueron  puestos  enjuego  para  con  el  Papa,  el  cual 
pudo  creer   que  la  supresión   de  los  jes  ai  tas  redundaría  en 
beneficio  de  la  religión,  al.  ver  tan  general  oposición  levan- 
tarse contra  ellos,  y  que  ya  liabian  cesadn  de  existir  casi  en 
toilos  los  paí<^escatól iros,  excepto  en  sfis  dominios  t^mipora- 
les.  No  es  de  extrañar  que  cediese:  '^Povrro  PajMi^  dice  San 
Liguori,  che  potcva/areV^ 

Antes  que  el  P.  Ravignan  hubiese  completado  su  obra 
«obre los  dos  Clementes,  la  muerte  del  general  de  la  Orden 
lelJHinó  á  Roma  para  tomar  parte  en  la  vigésima  segujida 
Congregación  General,  (pie  eligió  por  sucesor  suyo  á  Pedro 
Betix  presidente  general  de  los  jesuítas.  Durante  su  residen- 
ciaen  Roma  el  Papa  pareció  mostrar  deseos  de  ver  al  hom- 
.  pre  que  su  predecesor  habia  llaiiuiiio  v.\  Apóstol  de  Paris,  y 
íiP.  Ravignan  solicitó  una  audiencia.  Nuestro  autor  cita 
«n  corto  extracto  de  una  ndacion  de  Ih  conversación,  que 
traducimos: 

''El  Sumo  Pontífirv, — ¿CüUío  siguen  las  cosas  en  París  ^ 

"£/  P,  RarÁgnan, — Santísimo  l*adre,  todo  está  tranquilo  allí. 

**£!  PtqM, — Pero  París  os  el  centro  de  la  FVaTieia  y  todos  los  sn- 
"Tdotes  expulsados  de  sus  diucesls  se  reúnen  en  dicha  ciudad. 

*'Rani¡(nati. — Puedo  asegurar  á  Vuestra  Santidad  que  si  hay  al- 
pmoa  malos  sacerdotes  en  París,  también  hay  niuehos  buenos,  muy 
l»ueB08.  Creo  poder  decir,  sin  temor  de  equivocarme,  que  si  la  San- 
ta Sede  fuese  atacada  é  hiciese  el  menor  llamamiento  á  la  devoción 
de  la  Iglesia  de  Francia,  «t^a  lo  (¿ne  fuere  en  teoría,  en  la  priu-tíca 
nnestro  país  y  nuestra  nacúon  serian  Uks  mas  fieles  á  Vuesíra  Santi- 
tidad  y  á  los  derechos  de  la  Iglesia  Romana. 

*'El  Pa/jff. — Tamhien  lo  creo  yo  así.  IVro  ;  porqué  semejantes 
í-ontradieciones.'  J^  Teología  de  Bailly,  que  es  sumamente  hostil  á 
la  Santa  Sede,  era  enseñada  en  casi  todos  los  seminarios  de  Francia 


444  Í*A   VKKDAD  CATAf.UJA 

Yo  fui*  yo  Muhh  f^^I  Papa  jjroiiunciú  eáitá  ultima  |iati^brs  con  tuticht» 
enfiláis)  quieii  |)tisíJ  la  Tííüliigia  de  Bailly  i?ü  gí  Mtrr.  Ti^mhlm  m 
tlijü  tín  el  asunto  del  Vnitens  que  yo  fui  iuL-itatit»  4  tomar  part**  con- 
tra el  Arzobispo  íh  ParÍH  á  tMJiiHeeiieín4a  de  la  carta  que  Quie  nw 
tllñgxá  i  Gaet^.  Ma¿  semejan  les  üos&&  mj  mu  á^  tal  natizraleza  411^ 
permanezcan  en  el  mrumiti  á&  un  Papa  N0  an  ¿*stt?  Papa  para  tu 
pri>pia  diversión»  sino  á  fin  do  poder  llevar  8I1  i3má  traa  nuestro  8©- 
ñor  é  imitarle.  Ademas*  yo  uí*  ttdoptí)  ningún  períi^díeo,  iti  tampoco 
defiendo  al  Üñii^frít.  Queriau  que  yo  le  condenase;  no  puedo  apro- 
bar cuanto  en  él  se  ba  éscrit4>,  inas  no  había  funtlatueut4)  paj^  con- 
denarlo. Oigo  hablar  mmilio  por  ambas  partüi^.  Tomo  una  pori?ion 
de  !u  qne  .se  dic^  y  rechazo  la  oíra  porción^  »egun  lo  jusgo  eonve- 
oienle.  Se  me  ha  acusado  de  tratar  de  introducir  por  fuerza  cm  Fran- 
cia la  Liturgia  romana;  yo  uo  paso  m^  allá  de  lo  que  es  raitiooal- 
pero  no  quiero  que  oada  <  lbis|Hi  baga  un  Misal  ó  ua  Breviario  at^gmi 
su  cíonveniencia  Gust^íso  autorizo  las  cogtumbreí*  particulares  To- 
davía  m  me  escril)*!  para  ineítarnie  ^  condenar  el  Trad¡«i&ñaimnm, 
í tengan  paetencia!  No  quieren  pm  fñaií  fkm}m  la  ruzfm.  Pero,  Di*** 
mUí,  *E  fjtia  pohre  mzon  humamt  na  es  t/a  nada^  la  fm^ftnafe  dejara 
r»  hrtu*t'  dr  eéi4ii¡r.  Qm  cada  una  h'nga  lo  qm  It  t'&rreji^poñd€/^ — T* 

Volvleodo  á  París,  Ravignan  emprendió  de  nuevo  sus  ha- 
bituales tareas;  mas  estas  debían  terminar  en  breve;  habia 
suitiinistrado  su  carrera;  durante  veinte  años  de  ministerio 
público  había  trabajado  sin  cesar,  excepto  en  los  raros  inter- 
valos en  que  su  salud  le  obligaba  á  descansar  por  corto  tiem- 
po; durante  esos  veinte  años  habia  dado  á  la  religión  y  á  la 
virtud  un  impulso  tal  cual  apenas  había  sido  cotiocido  antea 
en  la  capital  de  Francia.  Laboriosamente,  y  en  medio  de  pe- 
nas y  obstáculos  que  por  todos  lados  se  elevaban,  habia  lle- 
vado á  cabo  la  misión  que  Dios  le  habia  confiado,  y  ya  con- 
templaba su  Gn  con  la  sosegada-alegría  de  una  bien  fundada 
esperanza.  Cada  vez  que  habia  sentido  acercarse  la  enferme- 
dad, habia  esperado  la  muerte;  en  esta  ocasión  conoció  que  es- 
taba cerca.  Siguió  no  obstante  trabajando  y  debilitándose  mas 
y  mas.  La  última  vez  que  se  setitó  en  el  confesonario  fué  el 
3  de  Diciembre  de  1857,  tiesta  deS.  Francisco  Javier,  su 'pa- 
trono, y  aniversario  de  su  bautismo,  ocurrido  sesenta  y  dos 
años  antes.  Fué  en  la  capilla  del  Sagrado  Corazim.  Los  úl- 
timos víticulos  que  le  unian  á  la  tierra  se  hallaban  á  punto 
de  rompetse;  en  los  confines  de  la  eternidad,  se  dirigió  á  sus 
penitentas  como  uno  que  ya  ha  pasado  las  barreras  que  se- 
paran la  muerte  de  la  inmortalidad;  exhortólas  á  complacer- 
se en  sus  aflicciones  y  padecimientos  como  el  medio  de  unir- 
se mas  estrechamente  coa  Cristo,  asegurándoles  que  allí  tan 


LA  VEKDAD  CATÓLICA.  246 

loIoHicofitrariaii  el  silencio  del  corazón  y   lasoledad  del  al- 
j    lúa,  donde  las  i^ofuis  vanas  temen  entrar,  y  todo  desaparece  de 
I    la  rÍ8ta  excepto  Dioíi  y  lu  conciencia.  Obligado  á  salir  del 
I    eonfeiionario  antes  de  la  hura  de  costumbre,  volvió  con  difí- 
I     cuitada  la  calle  de  Üétrrex,  y  allí  esperó  la  muerte.  Durante 
:      }a»  pocaü  horas  del  dia  en  que  pudo  estar  sentado,  arregló  sus 
papeles,  quemando  los  que  quería  ver  destruidos,  y  se  pre- 
paró, entonces  para  su  larga  jornada.  Sus  padecimientos  y  su 
flebílídad  crecian  t\^  dia  en  dia;  cada  vez  iba  acercándo^te  mas 
la  muerte;  al  fin  habia  llegado;    los  sacramentos  habian  sido 
todus  administrados;  las  oraciones  por  le  s  agonizantes  acaba- 
ban de  completarse;  besó  el  crucifijo  que  se  aplicó  á  sus  la- 
bios, alzó  ios  ojos  para  contemplar  por  última  vez  la  imagen 
del  Salvador  su  cabeza  se  inclinó  y  su  alma  volvió   al  seno 
de  Dios.  Así  salió  de  esta  tierra  el  que  en  nuestros  dias  com- 
pitió en  hechos  heroicos  con  aquellos  grandes  varones  que  la 
Iglesia  ofrece  á  nuestra  imitación.  Ya  le  consideremos  en  su 
carácter  interior  y  privado,  ya  como  apareció  ante  el   mun- 
dü,  no  >»odemos  menos  que  amarle  y  estimarle.  Todas  sus  ac- 
ciones nos  parecen   reguladas  por- los  mas   elevados  princi- 
P¡(M  de  la  razón  y  el  Evangelio;  no  vemos  en  él  nada  de  esa 
miserable  debilidad  que  por  lo  común   empaña   la  dignidail 
fie  toa  hombres  colocados  en  posiciones  eminentes.  Su  vida, 
xucarácter  aparecen  siempre  consecuentes.  En  los  primeros 
años  de  su  vida  religiosa,  en  su  noviciado  de  Montrouge,  ha- 
bía imbuido  profundamente  en  su  espíritu  los  elevados  prin- 
<^ipío8  deiMirrdl lados  en  los  Ejercicios   de  8.    Ignacio,  que  le 
guiaron  durante  el  resto  de  su  vida.  Plenamente  convencido, 
noHolo  en  su  razón,  sino  también  en  su  corazón,  de  la  vani- 
^de  la  ambición  humana,  dedicóse  enteramente  y  con  to- 
■  da  la  fuerza  de  un  carácter  enérgico,  fi  los  verdaderos  objetos 
para  los  cuales  vivia.  Con  el    mismo   afán  con  que   vemos  á 
iuK  hombres  correr  incesantemente  hacia  algún  objeto  visible 
qiieajitiii  plenamente  resueltos  á  alcanzar,   el    P.  Ravignan 
pugnó  constantemente  por  alcanzar  su  fin.   En  esto  encon- 
tra-nos  oí  nisgo  característico  del  P.  Ravignan  y  la  causa  de 
tildo*  8HS  triunfís:  tenia  un  celo  ardcíntísimo.   Estécelo    era 
••I  distintivo   principal  de  su  elocuencia,  y  el  medio  de  que 
tt  valia  para  persuadir.  El  gran  mal  de  este  siglo,  decia,  esta- 
ba «jlara-nente  marcado;  cimsistia  e-i  cierta  vaguedad 'del  en- 
tHodimitíriro  y  languidez  de  I:í   v.ihint.iil:  contra  estas  I ucha- 
1)^1.  St]  solo  aaftecto  era  una  protesta  contra  esa<  faltas;  había 
eierta  nobleza,  cierta  virül  lad  en  cada  rasgo  de  su  semblan- 
te; la  fuerza  se  ostentaba  en  su  ancha  y  erguida  frente",  luvVm^ 


eoürgfa  en  kq  clara  mirada*  por  la  cofimn  humií<í*^  y  mmplP 
tica,  pero  en  que  brillaba  á  vecfa  su  fuego  interior:  en  Iñx 

líneas  fuertoment**    praniineÍÉHJíi*i  de  ^y   niiriaG,   en  sus  labicw 
estrechamentfí  cermdutí,  y  tni  el  tono  tírme  y   profundíi  fit< 

su  V02- 

Semejantas  fiombre»  nuni-n  qutidan  Mlíéfeehoa  ron  alcan- 
zar árnedíu&ei  fin  que  se  propat*eii;  todo  en  ellos  se  subordi- 
na  al  objeto  priuoipal,   bácia  el  cual    tiencfen  ain  casar.  No 
hay  trabajo  que  fe;*  pare?XJi  flufici*^íic**>  ni  tlei^eaní^o  posible. 
Por  tanto  la  tarea  llet'ada  á  cabo  por  el  P.  Ra^^ignan  parejee- 
ria  increible;  solo  hemoi  hablado  a**  unos  ciinnliM   dij  Ion  he- 
chos mas  importantes  de  su  vida;  pi^m  el    pfülre   Pontlevoy 
nos  lo  liace  ^er  viajando  de  iio  e^Erreoio  á  otro  de  Pliiropa*  ya 
predicando  en  Bélgica  ya  de  nm*vo  en  Burd^soii;  unas  veces 
en  Lóudres  y  otniíá  en  Nánten;  uu  día  en  Roma,  poíso  de^ipueii 
en   Ajaccio,  en  Córcega,  y  liego  en   Be'4an(;'.on*   Dumtitü  la 
Cuare^rna   lt3   vernos  no  solo    pre  tieír  su?*   conl'ereticía^  en 
Ntra.  Sra.  de  Parm,  sino  que  A  la  vex  verifica  tre«  Beríes  de 
e/e/mm^,  dados  durante  la  (oi^rua  seín-ma  á  otras  tantas  con* 
gregaciones.  Encontrámusle  dando   Ioís  raisiuos  e}erctcías  á 
las  Hermanas  de  la  Visitación,  á  las  señoras  del  Sagrado  Co- 
razón, á  las  Carmelitas  ó  á  las  Hijaa  de  María:  si  alguna  lo- 
ma el  hábito  ó  profesa,  siempre  está  pronto  á  asistir  d  la  ce- 
remonia ó  á  dar  una  instrucción  apropiada  á  las  circunstan- 
cias. Predicaba  los  Domingos  en  la  Capilla  de  lasTullerfas, 
y  durante  la  semana  á  los  mendigos  socorridos  ñor  las  Her- 
manilas  de  ¿os  Pobres,  abandonando  el  pulpito  ae  Ntra.  Sra. 
para  instruir  á  los  huérfanos  de  S.  Nicolás.  Si  un  colegio  de 
la  Compañía  era  suprimido  por   el  gobierno,  él  era  el   que 
hablaba  con  el  Emperador*y  obtenia  el  permiso  para  que 
siguiera  abierto;  su  auxilio  se  hacia  sentir  en  casi  todo  cuan- 
to se  emprendía  para  el  bien  de  la  religión;  se  interesó  gran- 
demente en  la  fundación  del  Oratorio  de  la  Inmaculada  Con 
cepcion,  acerca  del  cual  había  sido  consultado  por   losTa- 
dres  Q^ratry,  de  Valroger  y  Pététot,  y  en  la   del  monasterio 
de  Pierre-qui-Vire.   Escribió  una  serie  de  artículos  en  an  pe- 
riódico religioso  en  defeiisa  del  dogma  de  la  Inmaculada  Con- 
cepción, y  presentó  al  Gobierno  una  memoria    pidiendo  la 
libertad  de  predicar  el  Evangelio  á  los   árabes  de  Argel,  lo 
cual  se  le  negó  por  razones  de  Estado.  Tomó  parte  en    va- 
rios concilios  como  teólogo  de  diferentes  obispos.  Su  corres- 
pondencia era  inmensa;  recibia  cartas,  á  las  cuales  daba  con- 
testación, de  todos  los  países  de  Europa  y  de  todas  las  cla- 
ses de  la  sociedad.  Solo  á  la  duquesa  de  Hamilton  escribió 


LA  VEKDAD  CATÓLICA.  :.*47 

oada  menos   que  doscientas    en  siete  años;   y  casi    toda^ 
estas  diferentes  cartas,  escritas  en  los  cortos  momentos  se- 
rijos de  que  podia   disponer,  se  hallan  redactadas  en  un 
^Ip  esmerado  y  aiiropiado  á  las  circunstancias,  aunque  su 
Aposentóse  hallaba  casi  constantemente   lleno  de  hombres 
queíbaná  consultarle  sobre  asuntos  espirituales,   y  el  por- 
tero llegaba  á  cada  momento  &  anunciarle  que  algunas  seño- 
ras le  esperaban  en  el  salón.  Si  consideramos  ademas  de  es- 
tos variados  trabajos,  las  horas  que  gastaba  en  el  confesona- 
rio y  á  la  cabecera  de  los  moribundos,  hemos  de  admitir  que 
la  vida  del  P.  Ravignan  fué  bien  empleada»  y   que  aunque 
t»olose  dedicó  durante  veinte  años  al   ministerio  apostólico, 
en  dicho  periodo,  expleoit  tnnpf}ra  multa.  Bien  pudo,  al  cabo 
deeste  tiempo,  contemplar  confiadamente  la  ''corona   de 
vidji**  que  le  estaba  preparada. 

Su  pérdida  fué  vivamente  sentida  en  Parts,  y  por  cuantos 
leconocian  en  Francia.  Una  muchedumbre  afligida  llenaba 
laiffWia  de  S.  Sulpicio  donde  se  hacian  sus  ht>nras,  y  donde 
«*!  Obispo  de  Orleans,  vertido  <le  luto,  daba  rienda  suelta  á 
«» sentimientos  en  un  arranque  de  elocuenria  que  nos  re- 
cuerda los  mejores  triunfos  de  Massillon  ó  de  Bossuet.  Dr- 
fnctutidhuc  lo(f tufar n  fué  el  texto  oportunamente  escogidí) 
por  el  orador,  texto  que  todavía  es  cierto;  lo  que  habia  de 
mortal  en  Ravignan  ha  desaparecido;  pero  su  espíritu  in- 
mortal aun  vive  y  está  predicando.  En  estos  dos  tomos  del 
P-Pontlevoy,  vemos  aun  al  gran  predicador  de  Nuestra  Se- 
ñora y  sentimos  su  presencia  como  »i  todavía  viviera. 

{Browasoax^  Quartcrlij  Itcvicir,  trad,  por  R.  A.  O.) 

H.  F.  B. 


MS  I.  \    VKKDAI)  (AlÚlJC  A. 


ORACIÓN  FÚNEBRE  DE  CRISTÓBAL  COLON, 

prMiiiBclada  en  laKanCa  l|plMÍa  Catedral  ét  la  Habaaa  |i«r«ll»r.  O. 
t|;«iiUn  Caballera  el  It  écBocreéc  119%  fl). 


Ptttasne  vivetU  ossa  tata? 

EZCQ.  CAP.  XXXVII,   V.  3. 

¿Qué  os  parece,  vivirán,  ó  oo,  wkUm  huenM^ 

¡Qué  diversa  es,  esclarecido  Cristóbal  Colon,  grande  almirante  d^ 
las  Indias,  qué  diversa  es  la  entrada  que  acabas  de  hacer  esta  ma- 
ñana por  las  calles  y  plazas  de  la  Habana,  de  la  que  hiciste  en  la 
isla  deliciosa  de  Guanahani  |9r>r  los  años  de  1492!  ¡Qué  dietjntos  lo» 
motivos  de  la  una  y  de  la- otra!  ¡Qué  desemejantes  son  sus  <>bjet4>s! 
Allá  entonando  festivo  hacimiento  de  gracias,  rodeado  de  un  apara- 
to de  triunfo,  música  militar  y  banderas  (fesplegadaa,  fuiste  el  pri- 
mero en  pisar  laí*  márgenes  incultas  de  aquel  nuevo  Uírritorio:  ac-á 
en  medio  de  una  pompa  fúnebre,  enrollados  los  pabellone«  nac^iona- 
les,  sorda  la  músi<'.a,  destempladas  las  cajas  y  apagado  el  resplandor 
de  tu  altA  dignidad,  eres  conducido  en  ágenos  brazos  hasta  el  inte- 
rior del  Santuario.  Allá  se  incit^í  el  deseo  de  ver  realizada»  tus  con- 
jeturas, y  comprobadas  tus  profundas  meditAciones  sobre  la  existen- 
(*ia  de  un  nuevo  mundo:  acá  te  tra^*  el  d(»reclio  que  exclusivamente? 
asiste  á  los  americanos  de  (conservar  tus  cenizas  y  escaparlas  del  in- 
sulto que  podría  inferirlas  alguna  nación  envidiosa:  allá  en  fin,  fuis- 
te á  engrandecer  los  timbres  del  Evangelio,  y  dilatar  el  imperio  de 
los  Reyes  Católicos:  acá  vienes  á  recibir  decorosamente  los  sufragios* 
(jue  merece  tu  grande  alma.  ¡Santo  Dios!  ¡Dios  inmortal!  Bendito 
seas,  porque  mediante  una  cadena  de  siic^'sos  inespera<los,  t^  vales 
hoy  de  los  huesos  del  célebre  Colon,  para  presfniarnos  un  C4)ntra8te 
a«¡iombroso  de  gloria  y  humillación,  de  flatpiezíi.  y  de  poder!  ¿Pero 
qué?  ;no  es  verdad,  Sres.,  que  el  hombre,  aun  el  mas  noble  y  diHin- 
guido,  puede  reducirse  á  polvo?  ¿No  es  verdad  (|ue  esle  mismo  pol- 


( I )  Sermón  fúnebrr  tn  eloífio  dd  Eximo.  Sr,  D.  Cristóbal  Coi^m,  primer 
Almirantñ.  Virey  y  Gobernador  iienrral  de  la»  índúis  Orcúimlnles^  5»  deMcvhri" 
dor  y  ronqnistador^  pronuncuido  con  m.ttjro  dr  haberse  Irmd.idado  sus  eeniza»  de 
la  l^lejtia  Metro]MdUana  de  Sto.  Domingo  h  esta  Catedral  dr  \tra.  Sra.  déla  Con' 
repcion  de  la  Habana ^  por  el  Dr.  D.  José  As^ustiu  Caballero,  maeMro  dr  filofofia 
en  este  Real  y  Coneiliar  Colegio  Seminario  de  S.  Carlos  y  fi.  Ambrosio,  en  la  ma- 
ñana dei  \\)  de  Enero  del  año  de  I71H) — Tal  hk  «'I  título  ruii  quo  |><»r  priuiem 
vez  86  pabliró  HRtA  oración  fiinehro.  cuva  ('(»iiiiini(*}ici<ui  dehpmoK  á  un  nntii^Uf» 
(Catedral,  del  Dr.  Caballpro,  f  I  Sr.  CaniJnico  MaeftrtH'in'la  <li'  esta  «Saot*  I)tle'i«in 
discípulo  Pr.  D.  MHnuol  Kmneisco  Cfarcí*. 


LA   VERDAD  CATÓLICA.  249 

▼O  puede  elevarse  á  la  cHmbre  excelsa  de  los  honores?  Subamos,  si 

qoeremos  desengañamos,  al  origen  de  la  verdadera  grandeza;  vére- 
i     OH»  coodliadas  estas  aparentes  oontradicciones  y  justificada  la  cere- 

nioQia  que  estamos  practicando  sobre  los  huesos  siempre  vítos  del 

famoso  Colon. 
£1  cuerpo  humano,  e«ta  obra  admirable   del  Omnipotente,  ni  es 

m  precioso  como  se  lo  figura  el  sectario  de  Epicuro  que  lo  idolatra. 

ni  tan  despreciable  como  se  lo  cree  el   impío  que  lo   desatiende;  ni 

mem'e  el  aroma  que  se  le  quema  á  su  hermosura,  ni  los  ultrajes  de 
ijUP  .sneli»n  cubrirse  sus  reliquias;  él  es  un  objeto  útil  6  funesto, 
4'oso  6  respetable  según  el  uso  á  que  se  le  aplica;  la  virtud  le  atrae 
honores;  el  pecado  lo  llena  de  horror:  el  cumplimiento  de  las  obliga- 
ciones, escribía  S,  (Iregorio  Nazianceno,  lo  exalta  y  ennoblece;  el 
vicio  lo  denigra  y  lo  difama.  Paraíso,  infierno,  las  almas  solas  no  son 
Iw  que  gustan  vuestras  delicias  ó  vuastros  tormentos;  bien  podría 
HQoeder  que  os  habitasen  los  espíritus,  como  acaeció  cuando  la  obe- 
diencia y  desobediencia  separó  los  ángeles  malos  de  los  buenos;  mas 
Hice  ha  querido  que  los  cuerpos,  á  quienes  se  unen  las  almas,  aumen- 
Un  vuestra  luz,  ó  vuestra  tiniebla..  Cuando  él  venga  sobre  las  nu- 
hes  4  pesar  en  su  fiel  balanza  las  operaciones  de  los  vivos  y  de  los 
nnmtos,  su  trompeta  reanimará  las  yertas  cenizas  de  los  sepulcros, 
pva  que  las  criaturas  congregadas  al  pié  de  su  tribunal  oigan  y 
T<w  ejecutar  sobre  sus  propios  cuerpos  la  sentencia  que  pronun- 
cian. 

Léjoí,  lejos  de  acjuí  el  que  sospechare  que  yo  trato  de  prevenir  el 
jindo  que  formará  Dios,  y  el  destino  que  dará  al  cuerpo  de  Colon  el 
<Üa  de  la  retrihucí^ion  general.  Mil  anatemas  estampados  en  el  nuevo 
y  yiejo  testamento,  caerían  sobre  mí,  si  yo  delinquiese  en  este  punto. 
K  áoimo  ha  sido  justificar,  según  las  doctrinas  de  la  religión  que 
iKofesamos,  los-  honore^s  que  rendimos  á  los  huesos  de  Colon,  omi- 
tíndo  como  superfinos,  muchos  ejemplos  que  nos  suministran  los 
«gipdos  en  el  vestíbulo  de  sus  sepulcros,  los  atenienses  en  el  cadá- 
^  del  vencedor  de  Samos,  Péneles,  y  los  mismos  hebreos  en  el  fu- 
«nl  de  Josaphat,  Osías  y  el  general  Abner.  Y  si  esta  justificación 
«c  deriva  de  la  dignidad  de  los  objetas  á  que  se  aplicaron  los  difun- 
ta criando  vivos,  ningunos  honores,  ni  mas  justos  ni  mas  merecidos 
qoeiosque  estamos  haciendo  á  ht<t  cenizas  del  descubridor  de  la 
América.  Vosotros  me  preguntareis;  ¿y  cuáles  fueron  esos  objetos, 
«to ocupaciones.'  Yo  os  respondo:  Dios  y  el  estado;  una  multitud 
^  virtudes  morales  y  cristianas.  Ved  aquí  el  plan  del  elogio  que 
«  me  ha  encargado  forme  á  la  memoria  de  Colon. 

Si  mi  fantasía  y  mi  pobre  elocuencia  igualasen  al  estupor  que  me 
«iusan  las  ac<3Íones  de  este  héroe  tan  singular,  mi  discurso  corres- 
pondería á  vuestra  expectaccion,  á  mis  deseos  y  á  su  gloria.  Sin  em- 
^MUTP»,  por  grande  ({ue  él  haya  sido  en  la  opinión  de  los  hombres,  no 
recibirá  de  mí  el  homenaje  servil  de  una  adulación  engañosa.  La 
verdad  simple,  pura,  ingenua,  es  el  lenguaje  que  debe  escucharse  en 
la  cátedra  del  Espíritu  Santo,  Así  pues,  con  todo  el  respeto  debido 
á  e^e  lugar,  y  con  arreglo  á  los  mandatos  de  la  silla  apostólica,  en 

VIL— 32 


350  LA  TimOAD    CATÓLICA. 

especial  ti  de  ITrbttifi  VIII  (1),  eomenaart  dicietido  que  ma*  dé  cua- 
tro t  kidades  (2)  íie  dÍ8|nitaii  íoú&vh  la  cuna  de  Colon,  e&ina  dlspii* 
taron  la  de  Homero  Um  Colofonífifi  y  Chíoa»  los  Salaminoa  y  K^iDíf* 
neo^;  prueba  iiií?ont**8íab1í^  dí«I  aprm^ío  mm  que  tódos  miran  el  Tef- 
dadero  mérito.  Dei^d»-  muy  temprano  le  t^neiprmrí  í^iis  padrt^  e» 
ia  Universidad  de  Pavía,  mií^nlraü  logra  poseer  oompletameiit©  la 
teng-na  latina,  la  tm^mografía,  la  aslTonomia  y  el  dif^eao,  l^u  gt'iiio 
le  iTirliiia  df^spiies  Á  la  riaví^gadiíii*  hasta  f*l  oxirtMiíO  de  considerar 
tíomo  esfera  naiy  r^dutuda  el  MediterrántM.>  todo;  él  quií^rt^  visitar  Iü» 
mares  del  Norí«  y  las  orilla w  de  Irtlandia*  Hu  earioNidad  lo  arroja 
allá  al  círeiílo  poíar,  y  hí^  asocia  á  un  perito  L^apitan  t|Uí*  harta  itn* 
l/mces  el  cor$o  n  ím  veneeíanofi  y  trircof*,  rivalew  d^  lo«  íjeiíove>«ws; 
hí  h  vierais  con  qué  prestíncla  de  enprntu  n**  mmtit^uí^  i^uxn*  Uh  (la- 
mas que  inc^^ndfan  su  buque;  mn  qué  ifitrepides!  «alta  al  ag-ua  y  irn* 
da  dos  legna?^,  diríais  f|ue  id  AlíiHíino  lo  prt^ti«gia  y  rt*servai»a  para 
algunas  grandí'S  ptú^/M,  así  como  preHt?rvií  ^n  otro  tiempo  de  laíi 
corrientiííi  ÚA  impetuoso  Njlo  al  que  destinaba  para  jeí*?  de  su  pue- 
hlo.  El  ansia  por  de^ruimr  nuevos  paíscíí  lo  ase rilxí  a í  servicio  de 
Portugal;  lija  en  residencia  en  Lisboa,  y  allí  üoutrae  matrimonio  *xín 
Felipa  Muuíz  J*tírestreüo 

íjaa  delií'ias  del  nuevo  estada*  n!  relajan  la  ii'.tegridad  de  suig  t*f»a- 
tiimbres,  ni  enervan  ía  aí^tividád  de  mi  espíritu.  Dijo  muy  bien  S. 
Juan  Crisóstonifn  el  matrimonie»  no  se  opone  á  la^  eoammbn^sí  y  pa- 
ra Colon  fué  un  motivo  de  nuevas  ocupaciones.  Su  suegro  gozaba 
entonces  la  reputación  del  mejor  náutico  entre  los  portugueses,  Ix)» 
diarios  y  observaciones  de  este  capitán  inflaman  y  lisonjean  su  pasión 
y  lo  llevan  á  la  Madera,  donde  establece  comercio  por  mucho  tiempo 
con  las  Canarias,  las  Azores  y  las  posesiones  portuguesas  en  Guiwea 
y  en  el  continente  de  África. 

Insensiblemente  hemos  arribado  ya  á  la  famosísima  época  de  la  vida 
de  Colon;  aquella,  digo,  en  que  los  mas  expertos  náuticos  atormenta- 
ban sus  ingenios,  por  descubrir  un  tránsito  á  las  Indias  orientales:  este 
fué  el  importante  asunto  que  ocupó  entonces  los  entendimientos  hu- 
manos; pareció  seria  forzoso  costear  toda  la  punta  del  África,  derro- 
tero desconocido,  muy  dilatado,  dificultoso  é  incierto  El  sabio  Co- 
lon tentó  si  era  posible  hallar  otro  mas  corto  y  mas  derecho.  Refle- 
xionando profundamente  sobre  la  materia no  me  atrevo  á  pro- 
seguir este  paso  de  mi  discurso:  exige  una  lengua  menos  balbucient-e 
que  la  mia,  unos  retorísmos  maa  hermosos  y  una  energía  de  qup  care- 
cen mis  tibios  labios,  ¡Cómo  podré  yo  pintar  la  situación  del  cerebro 
de  Colon  en  este  momento,  disipando  preocupaciones,  revolviendo 
unas  ideas  y  creando  otras,  las  mas  útiles  que  ha  formado  la  ment-e  del 
hombre!  ¡Cómo  podré  representar  vivamente  á  un  sabio  qu^  barrunta 
y  congetura,  á  un  cosmógrafo  que  mide,  á  un  astrónomo  que  calcula, 
á  Colon^  en  fin,  que  navega  idealmente  háoia  el  mar  Atlántiwd  Su- 
mergido en  la  mas  alta  meditación,  trae  á  riguroso  examen  loa  prin- 

(1 )    Decreto  de  5  de  Junio  de  1631. 

/2)    GénoTa,  Pla«BBCÍa,  Sayona,  Nepri,  Cugurco. 


i 


LA   VERDAD   CATÓLICA.  251 

cpwde  la  fiaoa  remante  y  las  dootrínas  de  la  teología.  ¡Cómo  po- 
Ain  oaminar  con  las  cabezas  abajo  hombres  colocados  en  un  hemis- 
ferio opaest»  al  nuestro!  ¡Cómo  es  posible  que  unos  hombres  separa- 
dos de  nosotros  por  los  abismos  del  Océano,  tengan  nuestro  mismo 
orígeD.  desciendan  de  Adán  y  participen  del  beneñcio  de  la  Reden- 
doo!  ¿Podrá  habitar  la  especie  humana  bajo  la  zona  Tórrida,  donde 
68  tan  violenta  la  acción  directa  de  los  rayos  solares?  Por  otra  parte 
la  figura  esférica  de  la  tierra  me  hace  concluir  que  los  continentes 
de  Eim)pa,  Asia  y  África,  solo  componen  mía  pequeñísima  porción 
del  globo  terrestre.  La  sabiduría  y  beneficencia  del  Autor  de  la  na- 
tonleza  roe  prohiben  pensar  que  el  vasto  espacio  no  conocido  sea 
cobierto  enteramente  de  un  estéril  Océano,  no  hay  dificultad  en  infe- 
rir qne  el  continente  del  mundo  conocido,  puesto  sobre  las  costas  del 
globo,  es  contrapesado  por  una  oautidad  igual  casi  de  tierras  en  el 
hemiaferio  opuesto.  ¿Qué  otra  cosa  comprueban  esos  fragmentos  de 
nadera  labrada  procedentes  del  Oeste,  que  se  han  visto  flotar  sobre 
Ittagnaa?  ¿Qué  otra  cosa  denotan  esos  árboles  desarraigados,  esos 
ambles  de  extraña  fisonomía  vomitados  por  el  mar  sobre  las  costas 
<felas  Axores?  Así  filosofaba,  Sres.,  nuestro  profundo  náutico,  á  ve- 
^  convencido,  á  veces  indeciso,  cuando  se  acuerda  de  los  consejos 
^  libro  de  los  Proverbios:  No  fies  de  tu  prudencia;  no  seas  sabio  en 
^  eetúnacion;  pregunta,  busca  la  consulta  de  otro.  Rendido  á  estos 
^ctámenes,  ocurre  á  su  cuñado  Pedro  Correa,  testigo  ocular  de  los 
ííechoe  referidos  en  los  papeles  públicos,  y  á  Pablo  Toscanelli,  me- 
¿ioo  florentino  muy  célebre  por  sus  conocimientos  en  la  Cosmogra- 
&.  Si  el  tiempo  me  lo  permitiera  me  detendría  de  buen  grado  en  re- 
comendar las  excelentes  virtudes  escondidas  en  este  pasage  de  la 
^jda  de  Colon,  su  modestia,  su  humildad,  la  desconfianza  de  sí  pro- 
pio, la  confianza  en  Dios,   la  deferencia  á  sus  semejantes;   os  haría 
^er  que  estas  virtudes  solo  nacen  y  fluíicvu  en  los  terrenos  bañados 
y  fertilizados  con  el  rocío  del  Evangelio;  y  que  cuando  la  ciencia  no 
•  *Q  apoya  en  el  temor  santo  de  Dios,  hincha  el  corazón,  no  ilustra  al 
^ma,  antes  bien  la  oscurece  y  rídiculiza  al  hombre,  como  le  sucedió 
áoerto  presumido  filósofo,  que  desnudas  sus  carnes,  se  jactaba  de  un 
descubrimiento  gritando  por  las  calles  públicas:   Invenid  invenii  pero 
inas  adelante  no  faltará  coyuntura  oportuna  para  exagerar  la  religiu- 
Ádad  de  Colon. 

Correa  y  Toscanelli  aprueban  el  novísimo  proyecto;  y  el  autor 
Y^elve  pasar  de  la  teoría  á  la  práctica.  Coucibe  que  esta  ha  de  ser 
^Qy  costosa,  conoce  la  escasez  de  sus  facultades,  y  que  es  indispen- 
•ble  la  protección  de  algún  potentado  de  la  Europa.  Por  una  espe- 
je de  patríotismo  se  diríge  á  Genova:  la  república  le  trata  de  visio- 
^0,  Convierte  después  sus  recursos  á  los  tronos  de  Juan  11  de 
Portugal,  Enríque  Vil  de  Inglaterra  y  Luis  XI  de  Francia:  todos 
<^iifican  sus  propuestas  por  sueños  de  una  imaginación  enferma  y 
•calorada.  No  obstante,  inflamado  siempre  de  aquel  marcial  entusias- 
mo que  sugiere  grandes  empresas,  y  sostenido  siempre  de  su  cristia- 
na sabiduría,  devora  interíormente  los  insultos  y  los  apodos,  y  co- 
^za  á  negociar  con  España.  La  dura  guerra  que  mantenía  entón- 


2fi3  I^   VERDAD  CATÓLICA, 

oeíi  nuestra  nación  oontra  el  reino  de  Oraiiada.  el  tyirácter  d©  F( 
nando  el  OatóÜcso,  que  no  entraba  ligeramente^  eu  negocios  gimTes, 
sino  oon  mutília  premeditaAíion*  y  loa  gritos  qiit^  dieron  algíini>s  pre- 
8Untuc>ííOB  y  puailámuies,  le  ahuytsntaroii  del  territorio  de  E^pafla^ 
Ya  había  entrado  en  la  puente  de  Pmos,  cuando  los  Reyes  catolieo«, 
mejor  informador  por  loa  buenos  uficlos  que  practicaron  cuatro  ei?pa* 
ñolea  de  no  vulgar  instmccíon  (1),  baoen  qne  Colon  retroceda  á  la 
corte*  Es  iraponderable,  íSeñore^,  la  rapidez  con  que  liabela  arregla 
y  formalÍKa  el  plan  del  viaje.  8us  arbitrfoa  y  el  subsidio  de  siete  mü 
florines^  que  preatn  el  eftcribano  8.  Angid,  aprontan  tres  cArabel&s  en 
el  puerto  de  Palos*  y  Coion  queda  despachado  para  partir-  Mas  él  no 
quiere  todavía  haceí"se  á  la  veta;  en  su  jniclo  carece  de  lo«  priinero:^ 
preparativos.  El  sabe  muy  bien,  que  m  Dios  no  edifica,  trabajan  en 
vano  los  arquitectos^  y  que  el  lionibre  que  nada  pjiede  sin  ei  auxilio 
divino,  lo  puede  todo  (3onfr>rtado  de  la  gracia,  Potler,  protección,  lí* 
quezas,  armas,  ¿qué  sois  todas  vosotras  en  la  presencia  del  Sefior  del 
universo?  Su  vista  e^  capaz  de  estremecer  el  gloKo;  el  can  tacto  de 
su  dedo  hace  humear  loa  montes  mas  sólidos,  y  entonces  Yosotri^^ 
desaparécela^  como  s^ntllesi  pajas  atropellada»  del  viento.  Lleno  el  |>^^H 
cbo  de  Colon  de  e^tos  religiosos  scntimíentoR.  Invoca  por  un  acto  p¿^™ 
blico  de  devoción  el  patrocinio  del  cielo.  En  conmirciií  de  lo»  otniR 
viaj»?ros  entra  procesional  mente  en  el  monasterio  de  Rábida:  todos 
confesados  y  absueltos^  recib*n  del  prior  Pérez  aquel  pan  sagrado  con 
que  se  alientan  los  héroes  cristianos,  ("olon,  Señores,  ha  venido  aquí  á 
solicitar  la  fortaleza  y  el  acierto,  no  como  los  héroes  del  paganismo, 
despedazando  el  vientre  de  los  animales  para  registrarles  las  entrañas, 
y  leer  en  ellas  la  suerte  que  les  esperaba,  si  recibiendo  el  Cuerpo  de 
Jesucristo  como  lo  usaron  Sátiro,  Alfonso  VIH  y  Graciano. 

Cuando  yo  me  figuro  la  escuadra  de  Colon  singlando  el  mar  hacia 
el  Oeste  en  pos  del  nuevo  mundo,  rae  parece  veo  salir  de  los  acam- 
pamentos de  Israel  aquella  porción  de  varones  escogidos  de  cada 
una  de  las  tribus,  para  descubrir  y  explorar  la  nueva  comarca  de 
Canaan.  Es  muy  parecido  el  viaje  de  los  unos  y  el  de  los  otros:  . 
aquellos  murmurando  toda  la  jomada  contra  Moisés  y  Aaron  y  de- 
seando mas  bien  haber  permanecido  en  el  Egipto;  estos  revelados 
contra  Colon,  casi  decididos  por  el  regreso  á  Europa;  los  primeros 
mtimidados  de  los  rumores  que  corrían  sobre  el  carácter  y  corpulen- 
cia de  los  habitadores  de  la  tierra  que  iban  á  descubrir;  los  segundos 
resfriados  de  haber  emprendido  el  descubrimiento  de  unos  países  ig- 
norados de  los  mismos  náuticos.  En  un  solo  particular  difieren  estas 
dos  expediciones,  á  saber,  en  que  Dios  castigó  á  los  detractores\le 
Moisés,  y  ahora  no  quiere  escarmentar  á  loa  que  vejan,  amenazan  de 
muerte  á  Colon,  y  le  juran  abandonarlo  si  al  tercer  dia  no  avistan 
tierra.  ¡Qué  estrecho!  ¡qué  terrible  estrecho  para  Colon!  él  apura 
cuantos  medios  le  inspira  la  humanidad  y  alega  cuantas  razonen  le 
dicta  su  pericia  naval:  ya  les  pone  delante  las  glorias  del  Todopode- 

(1)    Lait  de  S.  Ángel,  Alonso  de  Quintanilla.  D.  Pedro  (únzales  de  Men- 
doza, y  Fr.  Juan  Pérez,  confesor  de  la  Reina. 


LA  YBBDAD  CATÓLIOA.  S^3 


#      '^'  y^  ^^  ''^^^  4^^  ^^^  ^  tomar  el  nombre  espafiol  sobre  todas  las 
■M      DadoiMfl  del  orbe;  nada  logra.  Ciertamente  que  ningún  hombre  has- 
m       t&  entonces  se  habla  visto  en  empeño  tan  apretado,  tan  sin  recursos, 
r      Bieo  sé  el  estrecho  en  que  se  vio  Julio  César  con  todas  sus  huestes 
^  las  orOUs  del  Rubicon;  pero  también  se  halló  el  feliz  recurso  de  va- 
dear á  nado  las  aguas.  Tampoco  ignoro  el  conflicto  de  Atenas  cuan- 
do  Darío  acampó  repentinamente  200.000  in&ntes  y  10.000  caballos 
á  mil  pasos  de  los  muros  poco  mas;  pero  se  sabe  que  la  intrepidez  del 
joven  Mücíades  eludió  un  lance  que  parecía  inevitablemente  funes- 
to. La  ffistoría  sagrada  nos  refiere  la  triste  situación  en  que  puso 
lisias  i  Judas  Macabeo,  hasta  hacerlo  llorar  delante  del  Señor;  pero 
aeguidamente  nos  dice,  que  apareciéndose  un  ángel  de  improviso,  ar- 
rolló el  ejército  y  los  elefantes  de  Lisias.  Mas  el  estado  actual  de  las 
cosas,  y  las  anteriores  ocurrencias  no  permiten  á  Colon  tomar  algún 
partido.  ¿Se  arrojarla  al  agua  como  el  Césart  ese  sería  un  suicidio 
prohibido  por  las  leyes  todas.  ¿Acamparía  de  repente  como  Milcia- 
desl  no  habla  tropas.  ¿Invocaría  algún  ángel  como  el  Macabeo?  esos 
espiritas  aguardan  la  voz  del  Altísimo.  No  le  resta  otro  arbitrio  que 
silendar,  Buirir  con  paciencia  y  exclamar  al  cielo  con  el  profeta  Da- 
vid: "Mi  suerte  Señor,  sea  la  que  fuere,  está  en  tus  manos."  En  efecto. 
Dice  que  jamas  abandona  las  rectas  intenciones,  les  presenta  á  los 
treinta  y  tres  días  de  navegación  la  isla  de  Guanahaní;  al  punto  Co- 
lon, siguiendo  el  ejemplo  de  Judas,  bendice  las  misericordias  del 
^üor.  los  ecos  agradables  del  himno  Te-Deum  resuenan  por  la  ca- 
i       mbek  Santa  María,  y  en  este  venturoso  momento  se  acallan  las  ha- 
[       büUis  de  la  tripulación,  se  serenan  los  ánimos,  queda  confundida  la 
enriada  física  de  los  antiguos,  superados  los  deseos  de  Alejandro  y 
fremiada  la  virtud  de  Colon. 

jAh!  ¡ah!  yo  no  sé  hablar,  Dios  mió;  yo  soy  muchacho;  es  menester 
que  tú  me  enseñes,  á  la  manera  que  enseñaste  en  la  antigua  ley  al 
tartamudo  Moisés;  comunícale  á  mi  expresión  el  vigor  que  necesita 
PUieste  rasgo  que  voy  á  producir  de  los  merecimientos  de  Colon, 
^  pierda  su  valor  al  salir  por  mi  boca.  ¡Qué  gustoso  espectáculo 
Pva  Colon,  estar  pisando  unas  arenas  hasta  entonces  desconocidas! 
Vene  en  la  playa  de  la  nueva  isla,  y  que  uno  vierte  un  torrente  de 
%inuis  de  regocijo  sobre  su  cuello,  otro  le  estrecha  afectuosamente 
«ptre  sus  brazos,  aquel  le  imprime  en  los  pies  un  ósculo  de  recono- 
<3núento,  este  le  besa  las  manos,  y  todos  de  rodillas  le  piden  perdón 
^  su  incredulidad,  de  su  ignorancia  y  de  su  insolencia.  Colon  mira 
^as  honras  como  dones  gi^tuitos  de  Dios;  su  corazón  no  se  engríe 
fnla  prosperidad,  y  muy  distante  de  aquella  feroz  arrogancia  que 
inspira  en  las  almas  bajas  el  feliz  suceso,  congrega  á  su  gente,  y  de- 
^te  de  un  crucií^o,  rinde  la  mas  religiosa  acción  de  gracias,  é  invo- 
<A  nuevos  auxilios  para  las  empresas  futuras.  Al  otro  dia  bojea  toda 
b  isla;  descubre  á  Santa  María  de  la  Concepción,  á  la  Femandina, 
^la  Isabela  y  á  Juana,  que  es  esta  en  que  nos  hallamos  al  presente, 
conocida  con  el  nombre  de  Cuba.  En  la  primera  singladura  que  hace 
de  aquí  hacia  el  Este,  avista  hi  Tortuga,  y  no  pudiendo  acercarse  por 
loa  vientos  contraríos,  se  mantiene  dando  vueltas  á  la  Isabela.  Des- 


^4  tJL  VESÜAD  0ATdU<5A. 

pues  de  oorridas  ciento  siete  leguas  d  Levatite  por  It  n/mía  dft  Cn- 
ba,  íSirig©  el  nimbo  k  la  pnuta  orieiiUl  de  ella;  fondea  en  el  puert^j 
8,  Nicolás,  pasa  adelanta  vuelta  al  Norte  y  entra  en  la  Ooneepcion 
y  en  la  Española»  antea  Tortuga* 

Yo  querría  vivieren  líoy  Ion  naturalea  de  Haití  para  que  ello*  mis- 
mos fueren  lew*  pregoneros  de  Iíi  humanidad  y  amor  eon  que  lea  tj^- 
taba  Colon.  ^Lambien  qííerria  viviese  el  cacique  Gtrni-ama/iart  püTA 

Sue  él  recomendase  ka  virtudes  que  adnuró  en  Colon,  cüanda  deáde 
L  isla  de  Santo  Tomás,  le  bi^o  venir  al  cabo  Francés  por  medio  de 
politices  cumplimientos.  Sí,  Sres,,  G^mramikart  no  podría  Gallar  la 
prudencia  cson  que  el  almirante  manejó  \m  estipulaciones  que  cele- 
braron entre  ai;  la  dilig«ncna  con  que  levantó  el  fuerte  Navidad  y 
el  acierto -en  nombrar  á  Diego  de  Arana  por  su  comandante,  con 
treinta  y  ochohombre»  á&  guamicioa.  El  cacique  lo  llora  cuando  ae 
despide;  pero  á  Colon  li  preelija  retirarse:  su^  miraH  son  otras;  la^  co- 
marcas que  va  descubriendo  json  para  sus  vísymi  *.\s  rnenester  les  dé 
eueita  como  buen  vasallo;  y  tomando  el  rumbo  del  Este,  de?seubre 
todos  esos  puerta)»  del  Septiíntrlon, 

Ya  estin  de  vuelta  en  el  desierto  de  Faran  los  exploradores  de 
Egipto;  traen  c-oasigo  higos  hermosos,  ^ruetíoa  radmoa  de  nvm  j 
granadñSi  aseguran  que  el  pais  descubierto  es  amenísimo»  y  que  por 
au  panmento  ñuyen  raudales  de  leche  y  de  micL  He  aquí  un  retra- 
to del  descubridor  Colon,  que  piasen  ta  d  loa  Reyes  Cat¿lieoft,  y  les 
habla  sobre  las  maravillosas  producciones  de  la  América;  hombres 
de  extraordinaria  corpulencia,  metales  esquisitos,  piedras  preciosas, 
firutos  nunca  vistos,  rios  de  plata,  costas  de  oro.  Femando  é  Isabel, 
aun  no  satisfechos  con  el  magnífico  aparato  que  dispusieron  para  su 
entrada,  agregan  nuevas  marcas  de  distinción,  y  le  confirman  los 
privilegios  estipulados  en  el  tratado  de  Santa  Fe  (1).  Estas  muestras 
de  l^uen  suceso  del  viaje  de  Colon  despiertan  á  los  españoles;  la  cu- 
riosidad los  aviva,  y  el  25  de  Setiembre  vuelve  á  salir  Colon  con 
una  escolta  mas  numerosa  que  la  primera. 

Ahora  sigue  una  multitud  increíble  de  descubrimientos,  y  para  no 
cansar  vuestra  atención,  imitaré  á  los  cosmógrafos,  que  en  sus  ma- 
pas representan  una  gran  ciudad  en  un  pequeño  punto:  asilo  hizo  un 
obispo  príncipe  de  Ginebra,  elogiando  las  proezas  del  gran  Felipe  Ma- 

(1)  1.  Fernando  é  Isabela,  como  soberanos  del  Océano,  hacían  k  Colon  Gran 
Almirante  de  todos  los  mares,  islas  y  continentes  que  descubriese,  dignidad 
que  pasada  ásus  herederos,  con  las  mismas  pre rogativas  que  el  grao  almiran- 
te de  Castilla;  2.  Colop  quedaba  nombrado  virey  de  todas  las  islas  y  continen- 
tes que  descubriese;  y  si  para  el  despacho  de  los  negocios  fuese  necesario  esta- 
blecer algunos  otros  gobernadores.  Colon  estaba  autorizado  á  nombrar  tres  sn- 
getos,  el  uao  escogido  por  Femando  é  Isabela.  Este  oficio  de  virey  seria  tam- 
bién hereditario  en  la  tamilia  de  C(»lon;  3.  Femando  é  Isabela  concediau  á  Co- 
lon para  siempre  el  diezmo  de  las  utilidades  del  comercio  y  demás  producciones 
de  los  países  que  descubriese;  4.  En  caso  de  querellas,  ó  pleito  suscitado  sobre 
materias  mercantiles  en  el  territorio  recientemente  descubierto;  Colon  las  ter- 
minaría por  sí  ó  por  jueces  nombrados  á  su  arbitrio;  5.  Se  le  permitia^  á  Colon 
adelantar  algo  para  gastos  de  la  espedioion  y  fondos  del  comercio  que  iba  á  es- 
tablecenM,  por  lo  que  tiraría  una  octava  parte  de  todos  los  emolumentos. 


4 

«I 

4 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  255 

nuel  de  Lorena  (1).  Quiero  decir,  Sres.,  no  haré  masque  nombraros 
la  isla  Deseada,  la  Dominica,  Marígalante,  la  Guadalupe,  la  Antigua, 
S.  Juan  de  Puerto-Rico  y  qué  sé  yo  qué  otras  muchas  hacia  el  Norte. 
Colon  visita  á  Diego  de  Arana  y  halla  atrasada  la  población  por  de- 
sarenencias  entre  indios  y  españoles;  trabaja  de  nuevo  en  pacificar- 
los. Su  prudencia  resiste  las  malignas  persuaciones  de  los  que  quie- 
ren se  apodere  déla  persona  del  cacique;  traslada  la  colonia  á  Santa 
Isabel,  y  consume  el  tiempo  restante  en  precaver  con  ciertos  regla- 
mentos nuevos  disturbios.  Los  seis  meses  siguientes. fueron  una  se- 
rie de  peligros  y  naufragios,  sin  adelantar  otro  hallazgo  que  la  isla 
de  Jamaica  y  los  Jardines  de  la  Reina.  Castigado  así  de  la  fortuna 
se  vuelve  á  la  Isabela.  El  encuentro  inesperado  con  su  hermano 
Bartolomé  alivia  sus  pesares,  y  las  adoraciones  que  recibe  de  todos 
los  colonos  le  llenan  de  gloria  y  satisfaceion;  se  le  mira  como  un 
numen  bajado  de  los  cielos.  ¿Pero  qué  es  lo  que  escucho?  ¿Si  me  en- 
gañará mi  imaginación?  Rato  ha  me  parece  estoy  escuchando  los 
susurros  de  la  envidia.  Así  será,  porque  no  puede  hablarse  de  los 
héroes  sin  oir  pronunciar  este  nombre.  ¡Qué  enfermedad  tan  vil  y 
cruel,  desgraciadamente  conpcida  en  todos  los  tiempos,  en  todos  lu- 
gares! Los  siglos,  escribía  el  mejor  orador  de  Francia,  las  artes,  las 
leyes,  los  usos,  todo,  todo  se  muda,  menos  la  envidia;  enemiga  eter- 
na é  irreconciliable  de  todo  lo  que  es  grande,  combate  el  talento  ó 
la  virtud  apenas  se  presenta.  Ella  fué  la  que  mat^S  á  Alcibiades, 
desterró  á  Temístocles,  tiznó  la  reputación  de  Dátaroes  y  viene 
ahora  á  oscurecer  los  méritos  de  Colon.  Aguado,  Aguado  es  el  fa- 
tal instrumento  de  que  se  vale:  mas  el  almirante  siguiendo  el  con- 
sejo del  Evangelio,  **si  os  persiguieren  en  una  ciudad,  pasaos  á  otra'* 
remite  la  administración  en  las  manos  de  su  hermano  y  se  restituye  á 
Europa. 

La  tranquila  y  modesta  confianza  con  que  aparece,  previene  en 
favor  de  su  virtud  y  de  su  inocencia,  y  hace  ver  que  según  enseña  el 
Jibro  de  la  Sabiduría,  Dios  proporciona  en  los  justos  estos  recios jcom- 
bates  para  que  se  conozca  es  mas  fuerte  la  virtud.  Baste  decir  que 
Colon  se  presenta  otra  vez  en  la  Isabela,  triunfante  de  la  envidia, 
mas  grande  á  mi  ver,  mas  aspectable  que  lo  que  pareció  después  con 
los  laureles  ganados  en  el  descubrimiento  de  la  isla  de  Trinidad,  de 
Cubagua  y  de  Margarita,  Sin  embargo,  aquella  fiera  venenosa,  co- 
mo la  llamó  el  Criaóstomo,  vuelve  á  vomitar  su  veneno;  un  nuevo 
torbellino  se  forma  otra  vez  sobre  la  cabeza  de  Colon.  Algunos  por- 
tugueses y  españoles  que  se  han  aparecido  en  América,  á  idea  de  des- 
cubrir también  nuevos  países,  espesan  el  nublado:  tales  fueron  Ga- 
ma, Qjeda  y  Américo  Vespucio. 

Suspendamos  por  un  rato  el  elogio  de  Colon;  empleemos  alguna 
parte  del  tiempo  en  lamentar  la  injusticia  mas  atroz  que  han  come- 
tido los  hombres  con  otro  hombre.  Levántate,  tú,  grande  almirante, 
levántate  de  ese  sueño  augusto  de  la  muerte;  sal  de  esa  noche  eter- 
na y  véná  reclamar  tus  derechos  violados,  tus  méritos  desatendidos 

(\)    San  Franciicp  jde Salei. 


256  LA  TEE1>AI>  CATÓLICA- 

y  ím  trabAJon  premiados  ei»  agena  cabera;  sal  de  ^m  mti)i^M^m 
Panteón  y  reclámala  injusticia  oon  qite  estos  coütinentes  de&cíjbier- 
tos  á  fuer  de  tus  meditacionefi,  de  ím  desvelos  y  4e  inn  nínnm,  ]\e- 
ran  hojel  nombre  do  üd  videro  intniflo  y  eovidioso,  qup  lo»  visitó 
sietw  años  d<^piie,H  que  tú.  |Injiistai  desapradodda  antigüi^dad!  ¿Por- 
qné  no  llamaste  á  ^stas  idas  Coíomiímas,  m  Colon  rae  4UÍtfo  Iam 
ííeseabrió?  ¿Porqué  con  una  íioI a  palabra  ha¿j  ajado  el  primer  laiinJ 
de  su  oorpna^  le  has  «gurpado  de  toda  m  giorml  ¿Me  permiifw  ikolr 
lo  quequierol  qiiiísiora  que  las  naciones  todas,  oongregada»  <*ñ  pleno 
tíonsejo,  tT«ta&en  de  restituir  á  Colon  e^íte  derecho  impreNeriptJtd«  á 
la  %'erdad,  por  mas  que  loíi  hombreas  prononden  siempre  América: 
yo  quisiera  que  reproduciendo  la  sentencia  definitiva  prtmuneíada  pur 
el  Supremo  Conaejo  de  Indias  el  año  1508 I¥ro  équé  me  deten- 
go en  inútiles  exclauíac^iones  y  vanos  ewfuerEt)?*»  si  ej  mismo  nombrn 
de  América  recordaré í^iemp re  k  injusticia  de  «u  aplicación  y  loí*  me* 
recimientos  del  Almirantes,  eomo  loa  ha  recordado  á  mi  memoria  siv 
lo  el  haber  proferido:  Américo  Vespucio. 

Iba  diciendo  que  un  nuevo  torbellino  se  había  levantado  sol^r*»  b 
cabeza  de  Colon»  BobadÜla  eíí  ahora  el  pesquUidur,  el  eucargado  del 
procedo;  y  desempeña  hu  comisión  c^jn  tai  abus^,  que  lo  declara  ret». 
y  lo  manda  cargar  de  cj.de naa  para  enviarlo  á  Hspaña  ¿Ia»  freeríaise 
Señores-  nadie,  nadie  do  los  que  están  en  derredor  del  AlmiraíiTe  ?ie 
atreve  á  ponerle  los  grillos  todos;  según  la  frase  del  Crisóst^mo, 
hasta  los  enemigos,  admiran  la  virtud;  la  ejecudon  de  la  sentencia 
se  dilata  porque  no  hay  uno  que  no  compadezca,  que  no  respete  á 
Colon;  por  último,  es  menester  que  Tenga  un  monstruo  de  la  espe- 
cie humana  (no  queráis  conocerlo)  á  dar  cumplimiento  al  bárbaro  de- 
creto fallado  por  Bobadilla.  Colon  encadenado  entra  en  el  buqne; 
su  capitán  Alonso  Vallejo,  apenas  pierde  de  vista  la  tierra  de  Santo 
Domingo,  le 'ofrece  quitar  los  grillos  si  se  lo  permite;  no  bien  habla 
aca*)ado  de  hablar  cuando  le  contesta  Colon:  '*No  mi  amigo;  yo  los 
cargo  por  orden  de  mis  Reyes;  debo  obedecer  este  mandato  como  he 
obedecido  los  otros.  Ellos  han  querido  despojanne  de  nú  libertad, 
ellos  mismos  me  la  restablecerán." 

Virtudes  sagradas,  virtudes  evangélicas,  hijas  de  la  religión  de  Je- 
sucristo, vosotras  solo  comunicáis  al  corazón  de  las  criaturas  unos 
afectos  como  los  que  resplandecen  en  las  palabras  que  ha  eructado 
el  virtuoso  Almirante.  Si  en  nuestros  tiempos,  Señores,  hubiera  ha- 
bido muchos  hombres,  maestros  y  profesores  de  la  moral  de  Colon, 
no  hubiéramos  tenido  que  lamentar  todos  esos  desastres,  esas  extra- 
vagancias que  han  asombrado  la  faz  del  globo,  y  deslucido  para  siem- 
pre el  siglo  en  que  vivimos.  Confesemos  hay  mucho  de  excelente  y 
cristiano  en  la  respuesta  del  Almirante,  y  que  este  es  uno  de  aque- 
llos rasgos,  que  partiendo  del  corazón,  caracterizan  á  un  hombre  al 
natural;  no  merece  se  le  sepulte  en  el  silencio  y  en  el  olvido;  yo  lo 
estimo  digno  de  grabarse  con  letras  de  oro,  y  mas  digno  de  la  inmor- 
talidad que  todas  las  otras  hazañas  de  que  abunda  su  vida.  Vosotros 
sabéis  muy  bien  las  sentencias  de  ambos  testamentos,  que  recomien- 
dan la  sumisión  á  los  Reyes,  la  obediencia  á  sus  soberanos  decretoct. 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  257 

1&  necendad  de  sonieteTse  á  un  hombre  que  sea  el  mas  t^ublime  de  to- 
dos, y  otras  doctrinas  contenidas  en  el  libro  del  £c•le^iastes,  en  los 
Salmos  de  David  y  en  las  cartas  de  S.  Pablo  á  los  Romanos  y  á  Ti- 
to. May  pronto  premió  el  cielo  la  generosa  resistencia  del  prisionero. 
Apenas  arriba  á  España,  cuando  los  reyes  rompen  sos  cadenas,  le 
sartén  de  mfl  dacados  y  vnelTen  á  enviairle  á  la  America,  ¡tara  sa- 
tisfacerle y  desagraTÍarle.  Oportonamente  me  ocarre  lo  que  escribió 
el  Grisóstomo  exponiendo  la  conducta  de  Nabacodonosor  con  Daniel 
y  los  tres  niños,  á  saber,  qne  la  virtud  es  tan  respetable,  qoe  el  mis- 
mo Bey  no  se  avergonzó  de  adorar  á  los  cautivos. 

Un  azar  hace  que  (Tolón  ancle  en  la  flspañola.  Su  gn^Lemador 
Ovando  le  ni^a  la  hospitalidad.  Xo  importa;  él  tiene  bastante  con 
aquel  Dios  de  quien  cantó  David  jamas  había  desamparado  al  justo. 
Inmediatamente  se  hace  á  la  vela,  descubre  el  Guayana,  el  Darien, 
toda  la  costa  del  Continente,  desde  el  cabo  de  Gracia  hasta  Puerto 
Eelo,  y  funda  una  pequeña  colonia  en  la  pro\incia  de  Veragua,  á  las 
órdenes  de  su  hermano.  £1  m&s  ñiríoso  temporal  descalabra  su  es- 
cuadra, lo  arroja  á  Jamaica  y  lo  pone  en  la  triste  necesidad  de  enca- 
llar á  propósito  por  no  verse  naufrago  Podría  decirse  que  aquí  se 
agravó  la  mano  del  Todopoderosa»,  y  c-omo  que  se  agotaron  sobre  Co- 
lon aquellas  que  llamó  el  Real  l^ofeta  inmisiones  de  los  Angeles 
malos.  Distante  de  la  Española,  sin  buques  en  que  salir  á  procurar 
el  socorro;  escasos  los  víveres;  si  por  fortuna  los  naturales  le  fran- 
quean sus  pequeñas  canoas  y  Menés  y  Fieschi  salen  en  pos  del  re- 
medio, el  corazón  de  Ovando  está  cerrado  á  los  sentimientos  de  la 
humanidad;  ocho  meses  detiene  á  los  emisarios  sin  despacharlos.  En- 
tre tanto  Colon,  el  anciano,  el  >irtuoso  Colon,  abandonado  de  algu- 
'  nos  de  los  suyos,  insultado  como  autor  de  aquellos  trabajos,  y  hecho 
ya  huésped  pesado  para  los  indios,  mendiga  el  sustento  intimidán- 
dolos artífidosamente  con  el  pronóstico  de  un  eclipse.  Un  bajel  apa- 
rece en  esta  coyuntura;  es  un  espía  del  gobernador  Ovando;  lo  mon- 
ta Escobar,  enemigo  inveterado  de  Colon.  Después  de  lin^^idos  cum- 
plimientos epistolares,  se  retira  á  sangre  fría  sin  remediar  la  estrema 
necesidad.  Para  apurar  mas,  mejor  diclio,  para  probar  Dios  mas  y 
masía  constancia  del  Almirante, esa  virtud,  que,  como  hubeis  visto  ha 
sido  la  arquitectónica  de  todas  sus  operaciones,  le  aflije  con  la  gota, 
hasta  el  extremo  de  no  poder  ir  á  sofocar  una  sediccion  entre  indios  y 
españoles.  Al  cabo  se  ablandaron  los  cielos,  llovió  la  misericordia  so- 
bre el  inocente  apareciéndose  el  socorro  de  la  Española.  Allá  se  trans- 
porta Colon  luego  á  ejercitar  su  paciencia  con  la  hipócríta  política 
de  Ovando;  y  allá  creo  yo,  que  al  llegar,  le  jura  Dios  la  misma  ver- 
dad que  juró  en  otro  tiempo  á  David,  prometiéndole  que  iria  ya  a 
descansar  de  sus  enemigos;  porque  él  no  trata  de  otra  cosa  que  de 
regresar  á.España  de  una  vez. 

Cuando  arribó,  acababa  de  fallecer  doña  Isabela;  sintió  su  muerte, 
mas  no  estrañó  su  protección.  Femando  le  ofrece  dar,  no  solo  los  prí- 
vil<^os  que  le  pertenecían,  sino  otras  muchas  mercedes  de  la  Real 
Hacienda;  le  insinúa  sin  embargo  que  no  quiere  resolver  sin  el  cono- 
cimieDto  do  su  hija  Juana  á  quien  esperaba  con  su  esposo  Felipe  U. 

VII — 33 


5f53  LA   VERDAD  CATÓLICA. 

Mientras  Fernando  lepe ra  en  Laredo,  Colon  reside  en  Valladolid. 
¡QiíP  breve,  qu^  corta  fui*  su  rf?sidencia!  í  Ayl  ya  me  acerco,  Señoreí», 
al  momento  fatal  qm-  va  á  suspender  para  siempre  el  cur^u  de  les 
mm  de  Colon;  torrible  prueba  para  todos  ios  hombre!*  y  principal- 
niente  para  aquellos  á  quiene-a  eierttijí  lazos  íionrosos  y  brillante!*  éti- 
mo los  qne  Jos  mantienen  mas  atados  á  la  trerra:  hm^n  t^^tlgo  d&  lo 
que  hablo  fué  el  temblor  y  conatemaeion  con  que  un  Rey  de  Ama- 
lee exel amaba  al  morir:  iCoii  que  la  muerte  me  arranea  asf  del  mun- 
do por  una  cmel  separación  f  Causado  ya  el  ímerpo  del  almiraiüe  de 
haber  corrido  y  recorrido  Ioíí  ám  mundos;  ni»  pudiendo  ya  su  cabeza 
«oatener  mas  tiempo  el  peso  de  los  laorelesH  arrebatados  ora  líe  las 
sienes  de  Mínenla,  ora  de  las  de  Marte,  entorpecidasn  con  la  gota 
aquella  manofi  tjue  cola  tanto  acierto  manejaron  la  brújula  por  el  ^- 
pacio  oantfnuo  de  diez  años,  y  aqnelloí?  piéfi  que  habían  eNtiimpado 
HtiB  huellas  en  el  guelo  americíino  eon  preferencia  á  todo»  los  euro- 
peoíí,  manda  buscar  los  minijstros  del  Dioí?  vivo  y  los  profetas,  no  pa- 
ra imitar  á  Ochosías  en  manife-starka  flaquejía  y  peaadnmbre,  sí  para 
pedirles  el  pan  de  vida  eterna,  c^ímo  gaje  sagrado  de  la  futura  iimuír- 
t.aHclad;  lleno  en  fin,  He:gim  la  frase  del  Paralípomenon  hablando  de 
David,  lleno  de  dian,  de  glorías,  de  merecí íitíentíí»,  en  buena  vejez, 
y  asistido  de  los  saeramentOíí  de  la  Iglesia,  espira  el  día  de  W  Ascen- 
sión, 20  de  Mayo  de  1506. 

Tal  ha  sido,  Señores,  el  h^roe,  cuyas  cenizas  honramos;  tales  ñie- 
ron  los  objetos  (b^  esos  áridos  liiicsos  cuando  los  animó  el  espíritu; 
tales  las  oínipacioncs  del  almirante  ('olon.  (¡vos  restos  presentes  á 
nuestros  ojos,  nos  arraiiíNan  justas  l{i*rri]nas,  como  á  Jacob  la  vista 
de  la  túnica  ensan^íreiitada  de  su  hijo  Josepli:  sí,  bien  podéis  derra- 
mar lágrimas,  cierto  de  que  las  derramareis  sobre  el  mismo  Colon, 
lo  repito  adrede,  sobre  el  mismo  Colon  La  atiti«»:üedad,  justa  alguna 
vez,  ha  conservado  para  nosotros  las  mismas  reli(]uias  de  ese  [xtso- 
naje  que  la  realzó  sus  glorias  Está  comprobado  con  testimonios 
auténticos,  que  Colon  mandó  trasladar  sus  huesos  de  las  Cuevas  de 
Sevilla,  en  donde  se  sepultaron,  á  la  ciudad  de  Santo  Domiug<»:  que 
esta  los  encerró  en  el  prebisterio  de  su  Catedral,  junto  al  aml>on  del 
evangelio.  Así  lo  escribe  el  Historiógrafo  Antonio  de  Herrera,  Diego 
Orti/  de  Zúñiga,  autor  de  los  Anales  eclesiásticos  y  seculares  de  Se- 
villa; así  aparece  en  el  padrón  general  de  noticias  y  documentoN  exis- 
tentes en  los  archivos  ile  ambos  cabildos  de  Santo  Domingo;  así  lo 
leemos  en  el  título  quinto  del  sínodo  de  aquella  Metrópoli;  así  en  fin, 
lo  ha  escrito  fuera  del  iíeino  el  barón  Samuel  de  Puffendorf  en  su 
introducción  á  la  historia  general  de  viajes. 

Enhorabuena  sean  estos  los  mismos  huesos  de  Colon;  está  bien  to- 
do cuanto  hemos  hablado  acerca  de  los  objetos  y  ocupaciones  á  que 
se  destinaron  en  los  días  de  la  vida;  es  verdatl  que  fueron  muchas  y 
nuevas;  pero  el  elogio  queda  trunco  y  preferido  el  tema,  si  se  »'ierra 
a([uí  el  discurso.  Justítlqnese,  pues,  la  dignidad  de  esos  objetos  y 
de  esas  ocupaciones. 

¡Ah!  /-puede  haber  mayor  dignidad  en  los  objetos  tiue  la  de  pro- 
ducir tantas  glorias  al  cielo  y  á  la  tierra;  á  Dios  y  al  Rey;  á  la  Re- 


La  vehdad  católica.  269 

igion  j  al  Estado?  Ninguna  sin  duda  mas  excelente  y  ninguna  otra 
filé  la  de  lais  pcupaciones  de  Colon,  ¡Cuántos  nuevos  alumnos  del  Ca- 
tolicismo! ¡Cuántas  almas  salvadas,  que  hubieran  siempre  yacido  en 
la  ignoranda  del  verdadero  Dios!  ¡Cuántos  mártires  del  Evangelio! 
¡qué  maltitud  de  nuevas  aras,  de  nuevas  oblaciones!  ¡cuántos  nuevas 
testimonios  de  la  divina  Omnipotencia!  ¡Qué  reforma  en  las  ciencias 
y  en  las  artes;-  hasta  entonces  no  habían  comenzado  á  acercarse  á  su 
verdadera  constitución!  Desde  el  mmortal  Colon  ("estoy  hablando 
con  las  mismas  ejtpresiones  de  un  historiador  español  (1),  desde  el 
inmortal  Colon  hasta  el  incomparable  Cook,  la  geografía,  la  historia 
natural  y  todas  las  ciencias  experimentales  han  logrado  aumentos 
superiores  á  los  que  hablan  tenido  desde  su  origen  en  la  mas  remo- 
ta antigüedad.  La  inmensa  copia  de  metales,  los  nuevos  ramos  de 
comercio  y  las  nuevas  osadas  navegaciones,  varían  hasta  el  sistema 
Tnoral  del  mundo;  los  mares  antes  desiertos,,  se  pueblan  de  innume- 
rabies  flotas;  descubrir,  conquistar  y  comerciar,  vienen  á  ser  los  ca- 
minos del  honor  y  de  la  gloria;  y  toda  esta  revolución,  Sres.,  comen- 
zada por  un  hombre  solo,  por  la  sabiduría,  desinterés  y  constancia  de 
Cristóbal  Colon. 

Ahora  sí  es  tiempo  oportuno  de  aplicar  á  los  huesos  de  Colon  el 
texto  de  su  elogio.  Alguno  dirá  que  he  desordenado  el  discurso;  pe- 
To  advierta  que  la  muchedumbre  de  los  hechos  autoriza  á  veces  el 
d^rden.  Responded,  pues,  á  la  pregunta  que  os  hice  al  principio: 
¿Estos  huesos  vivirán]  6  es  posible  mueran  estos  huesos?  Yo  no  sien- 
to, exclamaba  el  Pontífice  de  Nazianzp  elojiando  á  Cesáreo  su  her- 
mano, no  siento  que  el  cuerpo  de  mi  hermanó  cuando  muera  se  cor- 
rompa y  sé  reduzca  á  polvo;  lo  que  siento  es  que  un  cuerpo,  obra 
de  las  manos  Divinas,  un  cuerpo  adorriado  de  un  espíritu  racional, 
sujeto  á  una  ley  y  alentado  de  la  mas  lisonjera  esperanza,  perezca  co- 
mo el  de  los  brutos  y  sea  de  la  misma  condición.  Así  también  senti- 
rla yo,  Sreí*.,  que  estos  huesos  que  ejercieron  tantas  virtudes;  que 
nivelaron  sus  operaciones  por  el  contexto  de  la  ley,  y  que  obraron 
tantos  prodigios,  quedaran  ahora  confundidos  con  los  de  las  bestias, 
ó  con  los  de  aquellos  otros  hombres  que  procedieron  á  manera  de 
irracionales,  que  carecen  de  entendimiento.  Pregimto  por  la  última 
vez:  ¿Vivirán  ó  morirán?  Vaticinad,   vaticinad  sobre  estos  huesos, 
Vaticinare  de  ossibus  ísHm,  ¿Qué  es  lo  que  respondéis?  Mas  yo  entien- 
do bien  vuestro  silencio:  mucho  ha  habéis  prevenido  mi  pregunta; 
mucho  ha  habéis  dado  á  entender  que  los  huesos  de  Colon  no  mori- 
rán, que  se  conservarán  siempre  vivos  en  vuestro  reconocimiento. 
Yo  he  visto,  y  todavía  estoy  viendo  las  pomposas  demostraciones  con 
que  se  quiere  perpetuar  en  los  fastos  de  la  nación  la  memoria  del 
fiebre  descubridor  de  las  Américas.  ¿Quién  ignora  la  magnífica 
exhumación  que  hizo  la  Metrópoli  de  estos  dignos  huesos?   ¿Quién 
no  sabe  la  brillante  acogida,  el  honroso  recibimiento  que  acaba  de 
hacer  la  Habana  á  estas  exclareoidas  reliquias? 
Apenas  su  Excmo.  Sr.  Gobernador  informa  al  muy  noble  Ayunta- 

(1)    Don  Joan  Bwitiita  Mnfioz. 


960  LA  VERDAD  CATÓLICA 

miento  se  hallan  en  la  bahía,  cuando  el  ilustre  cuerpo  acaloradr^  ^^ 
un  entusiasmo  de  gratitud  y  lealtad  característica,  é  imitando  á  -J^* 
seph  que  solicita  permiso  del  soberano  de  Egipto  pura  enterrar  fc    *^ 
padre.  Si  inveni  gratiam  in  ronítj}erfu  vestro  ascedum  if  sepdxam  ^^^' 
trem  meum,  pide  costear  de  sus  propios  toda  la   ceremonia  de  la        ^ 
pultura;  convoi*a  todas  las  gerarqaías  y  las  clases,   providencia,  i^^^ 
mo  á  porfía,   con  los  otros  cuerpos,   cuanto  conduzca   á  la  ma\íí=^^^^ 
pompa  con  que  deben  sepultarse  los  fragmentos  del  gran  Colon;  ^' 

echando  el  resto  de  su  reconocimiento,  acuerda  suplicar  á  la  pied^=-  ^ 
del  rey  no  salga  jamas  de  esta  Cat-edral  el  estimable  depósito  q^*^  ^^ 
acaba  de  entrar  por  sus  puertas,  y  que  será  desde  hoy  el  timbre  m^-  ** 
alto,  el  primer  blasón  de  la  ciudad.  El  fuego  eléctrico  del  entusiasnr^-^^ 
se  comunica  de  unos  á  otros,  y  yo  los  veo  á  todos  en  una  santa  agit.i^  '** 
cien,  exhalando  ahora  sus  alientos  sobre  Colon,  como  para  sacar  c^3^^- 
da  uno  un  retrato  según  se  lo  figura  su  fantasía  y  mantenerle  sienr"""^* 
pre  vivo  en  sus  corazones.  Si  la  mia  no  me  alucina,  me  parece  qu,      ^ 

así  como  los  huesos  que  vio  Ezequiel  en  los  campos  de  Sennaar  s ^ 

reanimaron  con  el  impulso  del  viento  que  sopló  sobre   ellos  el  esp^^' 
ritu  del  Señor,  así,  digo,  me  parece  estar  viendo  los  de  Colon  rean^     ' 
mados  al  calor  de  nuestras  oraciones  y  sufragios,  reanimados  al  gol    ^ 
pe  de  las  vibraciones  de  ese  aire,  que  conmueve  hoy  estos  tumultuó  — ' 
sos  afectos  de  que  nos  sentimos  sobrecogidos;  reanimados  para  pe-— 
dirnos  miseración.  Plegué  al  cielo  le  veamos  el  dia  del  juicio  fináis 
no  como  acaba  de  representárnoslo  la  imaginación,  recibiendo  los  ho- 
nores del  funeral,  ni  moviendo  nuestros   pechos  á  piedad  y  compa- 
sión; sí  como  vio  en  sueño  S,  (jrregorio  Nazianceno  á   su  hermano 
Cesáreo,  refulgente,  gozoso,  impasible,  lleno  de  gloria. 
Yo  se  la  deseo  para  que  descanse  en  paz. 


EL  TRTONFO  DE  LA  CRUZ. 


El  triunfo  de  la  Cruz  es  el  triunfo  de  la  Iglesia,  el  triunfo 
del  Pontificado  —el  triunfo  de  Pió  IX.  ¿Y  no  será  una  ilu- 
sión de  nuestra  parte  hablar  del  triunfo  de  P¡o  IX  casi  des- 
tronado, del  triunfo  de  la  Iglesia  humillada  y  perseguida,  del 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  2G1 

triunfo  de  la  Cruz  hollada  y  abatida?  Ah!  no:  nuestra  fe  cre- 
ce  en  giganteticas  proporciones    á  nr^edida  que    se   conjuran 
^^leinentos,  y  arman  revoluciones,  y  se   combinan  satánicos 
medíoM  para  derrocar  lo  que  es  indestructible,  para  hacer 
desaparecer  en  el  tiempo  lo  que  tiene  duración  sempiterna. 
El  hombre  podrá  en  su  demencia  destruir  la  obra  de  sus  ma- 
nos; pero  es  completamente  impotente  para  destruir  la  obra 
de  Dios,  conservada  por  su  admirable  Providencia.  La  Cruz 
fné  levantada  sobre  el  Calvario  para  dominar  á  todas  las  ge- 
neraciones presentes  y  venideras.  La  Iglesia   se  alzó  sobre 
esa  Cruz,  y  recibió  la  promesa  divina  de  su  eternidad.  Pedro, 
el  primer  Pontí6ce,  espiró  en  esa  misma  Cruz,  que  legó  por 
herencia  á  sus  sucesores,  y  Pió  IX  sobre  el  sepulcro  de  Pedro 
cíama  por  la  Cruz  que  se  levantó  en  el  Calvario,  y  que  es  el 
emblema  de  la  reconciliación,    por  medio  de  la  sangre,  del 
Criador  con  la  criatura,  el  lábaro  divino  que  se  descubre  en 
las  puertas  de  la  eternal  Jerusalen,  el  símbolo  de  toda  victo- 
ria, de  todo  triunfo  pan*  la  Iglcvsia.  Solo  los  ho?nbres  de  fe 
mezquina  son  los  que  se  atemorizan   al  contemplar  la  tem- 
pestad que  ruge  sobre  el  Vaticano:  sus  temores  acusan  co- 
bardía; sus  zozobras  fe  débil  y  vacilante.  Nosotros  nada  te- 
memos, porque  las  oleadas  de  ese  mar  embravecido  se  estre- 
llarán  contra  la  roca  sobre  que  se  halla  edificada   la  Iglesia 
y  retrocederán  en  precipitada  fuga.  Nada  tememos,  porque 
diez  y  nueve  siglos  de  catolicismo  nos  enseñan  cuál  ha  sido 
el  fln  de  las  persecuciones  y  de  los  perseguidores  de  la  Igle- 
sia. Nada  tememos,  porque  la  voz  divina  que  anunció  comba- 
tes á  la  Iglesia  y  á  sus  Pontífices,  les  aseguro  también  per- 
petuas victorias  tras  los  dias  de  sangre,  desolación  y  lágrimas. 
La  Iglesia  nos  recuerda  todos  los  años  por  esta  época  (16 
de  Julio)  e\, Triunfo  de  la  Sanca  Cruz,  y  este  recuerdo  nun- 
ca es  mas  importante  que  en  los  tiempos  que  atravesamos, 
en  que  librándose  despiadado  combate  aun  santo  y  anciano 
Pontífice,  se  da  el  grito  de  rebelión  contra  la  Iglesia,  y  se 
opone  al  estandarte  de  la  Cruz  el  estandarte  de    la  persecu- 
ción. ¡Funesto  y  hermoso  combate  á  la  vez!  Sin  los  horrores 
del  Circo  no  hubiesen  existido    las  Catacumbas;  sin  los  Ne- 
rones y  Dioclecianos,  no   hubiese  existido  esa  falange   de 
mártires,  cuya  sangre  fecundó  el  catolicismo;   sin  los  Atilas 
no  hubiesen  descendido  los  ángeles  con  espadas  de  fuego. 
Ah!    ¡cuan  bello  es  meditar  sobre  la  Cruz! 

La  familia  infortunada  de  Adán  había  perdido  por  sus  pre- 
varicaciones todo  derechí»  á  la  herencia  del  Padre  celestial: 
su  destino  de  eterna  condenación  estaba  decretado,  y  cerra- 


1 


262  I-A     VERDAD  CATÓLICA* 

do  para  siempre  á  la  humauidad  todo  porvenir  He  laniortal 
leücidftd.  Era  necesario  un  mediador,  y  h*^  aquí  la  misión  d**l 
Hombre-Dios, 

La  alianza  para  la  rehabilitación  del  hombre  se  realizó  so- 
bre la  cima  del  Gólgüta.  El  misino  día  deesa  alianza  fué 
taiubten  el  del  sacrificio,  y  la  agonía  del  Salvador  fué  írt  pro- 
clamación de  la  regeneración  de  la  Imrnaníüad:  Tofio  ejíid 
cfm^umado.  Nuestra  redención,  pur  medio  de  la  s^angre  del 
Hijo  de  Dios,  debe  ser  el  mas  tierna,  el  mas  sagrado,  el  maí» 
sublime  de  todos  nuestros  recuerdos*  Todas  las  verdades  del 
Catolicismo  irradian  de  la  Cruz  ó  vienen  á  r*  Atajarse  sobre 
ella;  laCrux  es  lafuetite  y  el  ñti  de  cuanto  existe  en  el  Cris- 
tianismo, y  las  pavorosas  magnificencias  del  Calvario,  en 
cuya  cima  vemos  una  victima  augusta  cubierta  con  un  velo 
desangre,  so  ti  la  imagen  mas  perfecta  de  todo  un  mundo 
bañado  en  la  sangre  expirttoria  de  su  propio  crimen. 

La  humanidad  caida  solo  poáia  levantarse  de  su  envileci- 
miento para  llegar  á  la  amistnd  de  Dios,  6  por  medio  de  la 
gracia,  ó  por  medio  de  la  expiación.  Dios,  en  su  profunda 
sabiduría,  no  quiso  otorgar  un  per<lon  sin  merecimiento,  y 
desde  entonces  la  reparación  eí*a  indispensable  para  remediar 
el  desorden  moral  tan  profuiuiameFite  arraigado.  El  hombre 
no  podia  rescatarse  á  sí  mismo,  ni  redimir  á  su  alma,  según 
el  lenguaje  enérgico  del  Rey  Profeta:  ó  tenia  que  permane- 
cer para  siempre  en  lóbrego  sepulcro,  cerrada  toda  puerta  á 
la  esperanza,  ó  debia  suspirar  por  la  venida  de  un  mediador. 
Para  que  este  mediador  muriese  era  preciso  que  fuese  un 
hombre,  para  que  esta  muerte  engendrase  la  vida  de  la  hu- 
manidad, y  expiase  la  prevaricación  universal,  era  preciso 
que  ese  mediador  fuese  un  Dios.  ¡Oh  feliz  culpa  que  mere- 
ció tan  digno  Redentor! 

¿Y  si  una  voz  de  súplica,  una  lágrima  del  Hijo  de  Dios  hu- 
biese desarmado  el  brazo  terrible  de  su  eterno  Padre,  ¿á 
qué  fin  la  sangre  y  los  tormentos  del  Calvario?  Ah!  sin  esa 
sangre,  sin  esos  tormentos,  ¡deque  tesoro  de  gracias  nos  hu- 
biésemos visto  privados!  No  olvidemos  que  Jesucristo  vino 
á  satisfacer  una  deuda,  á  cargar  sobre  sí  la  responsabilidad 
de  todos  los  crímenes  de  la  tierra.  Sobre  esa  cabeza  augusta 
se  reunieron  todas  las  iniquidades  pasadas,  presentes  y  futu- 
ras, y  sin  esos  tormentos,  sin  esa  sangre  el  cielo  hubiese  que- 
dado siempre  cerrado  para  el  hombre,  y  las  fauces  del  aver- 
no siempre  abiertas  para  devorar  á  la  desdichada  huma- 
nidad. 

¡Salve,  Cruz  sacrosanta,  trono  de  Dios,  cátedra  de  la  ver- 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  263 

dad!  Tá  eres  el  anhelo  de  todas  las  almas,  el  colmo  de  to- 
dos los  honores,  la  solución  de  todos  los  combates.  Sobre  la 
cima  del  Panteón,  arrojaste  los  falsos  Dioses;  sobre  la  cima 
del  Vaticano  arrojarás  á  los  que  osen  poner  sus  plantas  en  la 
ciudad  eterna.  Enseña  siempre  perseguida  y  siempre  triun- 
tante,  ahuyenta  á  los  enemigos  de  la  Iglesia,  y  acoge  en  tus 
brazos, si  en  los  consejos  eternos  se  hubiese  decretado,  al  san- 
to Pontífice  que  hoy  rige  á  la  Iglesia,  y  que  una  gota  de  su 
sangre  sirva  de  expiación  á  tantas  prevaricaciones.  De  todos 
modos  la  Cruz  siempre  triunfará,  y  ya  se  acerca  la  hora  de 
la  victoria. 

j.  R.  a 


nUERTE  CRISTIANA  DEL  CONDE  DE  CAVOUR. 


Con  indecible  placer  hemos  visto  confirmadas  las  noticias 
'l^e  acerca  del  fin  cristiano  del  Conde  de  Cavour  se  nos  die- 
""On  d**sde  un  principio.*  Según*  parece,  el   confesor  del  Con- 
^'^  fué  llamado  por  este  el  dia  5  de  Junio  desde  que  compren- 
dió 81]  gravedad,  verificándose  el  acto  imponente  de  la  recon- 
ciliación con  Dios  con  toda  la  calma  y  tranquilidad  de  espí- 
"tu  que  requiere  el  caso.  A  eso  de  la  tarde  tuvo  lugar  una 
consulta  de  facultativos,  quienes  informaijon  á  la  familia  que 
h»bia  llegado  el  momento  de  administrar  los  últimos  sacra- 
"^entos.  Entonces  llamaron  al  cura  de  Ntra.  Señora  de  los 
Angeles,  á  cuya  parroquia  pertenecia  el  difunto.  Aquel  sa- 
cerdote conocia  al  Conde  de  Cavour  desde  la  época  en  que 
**«te  publicaba  al  periódico  el  ResorgÍ7nento:  al  presentarse  al 
niinÍ8tro  no  pudo  contener  el  llanto.  Mr.de  Cavour  recono- 
ciéndole,  le    tomó    la  mano  y  le  dijo:  **Ha  llegado  la  hora 
departir."  El  sacerdote    estrechó   la  mano   del  moribundo, 
escribió  cuatro  letras  á  sus  coadjutores,  y  poco  después  lle- 
vaban el  Viático  de  la  iglesia  parroquial  con  las  ceremonias 
de  costumbre  en  Italia:  una  turba  inmensa  seguia  al  sacerdo- 


204  LA    VERDAD  CATÓLICA. 

t«',  y  jxu'iniiiicció  toda    la  tardt*    etérea  de  la    casa.    El  Conr'^^ 
recibió  tMitóiiciís  el  Santo  Viático,  y  se  le  administró  la  Exirt^^^ 
níia  Unción,  Poco  después  volvió   la  fiebre  y  duró   hasta  hr 
cinco  de  la  mañana  siguiente  en  que  comenzó  la  agonía.  Po^^ 
eos  minutos  antes  de  las  siete  habia  dejado  de  existir  Mr.  d^^ 
Cavour. 

Según  el  Tfiblet  de  Londres,  es  imposible  dudar  de  su  xe^^ 
conciliación  con  la  Iglesia,  y  el  Amide  la  fieligion  da  la  si- 
guiente noticia  que  dice  haber  recibido  de  una  fuente  digoa 
de  confianza,  aunque  no  garantiza  su  exactitud:  **E1  miérco- 
les 5  de  Junio,  comprendiendo  el  Conde  de  Cavour  su  posi- 
ción, pidió  se  suplicase  por  telégrafo  al  Padre  Santo  que  con- 
sintiese en  levantar  la  excomunión  en  que  pudiera  haber  in- 
currido. Pío  IX  recibió  la  petición  del  ministro  con  lágri- 
mas en  los  OJOS  — Inmediatamente  y  sin  condiciones —  fué 
la  respuesta  paternal  que  trasmitió  al  enfermo  el  telégrafo 
de  iRoma." 

A  las  anteriores  noticias  agreí^aremos  las  siguientes  pala- 
bras del  notable  artículo  de  la  Armofiúi  de  Turin  en  que  este 
periódico  religioso  daba  cuenta  del  fallecimiento  del  Conde 
de  Cavour,  recordando  varios  rasgos  de  bondad  y  solicitud 
en  favor  de  los  católicos  perseguidos,  rasgos  en  que  se  habia 
ostentado  el  corazón  compasivo  del  ministro  de  Víctor  Ma- 
nuel: 

'^Ligado  con  vínculos  de  parentesco  á  S.  Francisco  de  Sales, 
conservaba  en  su  corazón  la  fe,  esa  fe  que  al  fin  de  su  exis- 
tencia revivió  cun  toda  su  fueiza.  Quiso  dar  una  prueba  pú- 
blica de  ella  llamando  al  confesor  ante>  que  los  médicos 
juzgasen  que  la  muerte  estuviese  tan  próxima. 

•* Junto  á  su  lecho  de  muerte  ha  tenido  el  Conde  de  Ca- 
vour á  un  religioso,  á  un  fraile,  ci>n  quien  hutratH<lu  lo«  ne- 
gocios de  su  alma.  Este  fraile,  única  persona  cuyas  palabras 
háu  sido  de  consuelo  para  el  Presidente  del  Consejo  de  Mi- 
nistros, ese  fraile  confortando  al  pacietíti»  y  animándole  al 
gran  viaje,  ese  fraile  dice  mucho  á  los  |>olílici>s,  á  los  eco- 
nomistas y  á  l<»s  libre-pensadores,  y  responde  elocuentemen- 
te á  la  pregunta  que  tantas  veces  oimos:  ¿Para  qué  sirven 
los  frailes? 

**EI  Conde  de  Cavour  se  inclinó  ante  la  víctima  del  Gól- 
gota,  y  Jesiicristo 

Sulla  deserta  coltricc 
Accanto  a  luí  jhjsó. 

Recibió  el  Santo  Viático  con  gran  devoción,   y  espiró  en 


LA  VBRDAD  CATÓLICA. 


265 


la  mañana  del.  6  de  Junio,  fiesta  del  milagro   del  Santísimo 
Sacramento. 

**Mucho8  rogaron  por  él  durante  su  enfermedad,  y  conti- 
nuarán ahora  pidiendo  por  su  eterna  salvación.  La  divina 
misericordia  es  grande  é  infinita,  y  seria  un  pecado  contra 
efta  divina  caridad  pronunciar  una  palabra  de  insulto  so* 
bre  sus  restos  apenas  frios.  una  buena  muerte  hace  buena 
también  la  vida,  cualquiera  que  esta  haya  sido,  y  el  Cunde 
He  Cavour  ha  muerto  como  católico.  En  su  política  fué  ar- 
rojado hasta  la  audacia,  y  del  mismo  mudo  en  sus  últimos 
momentos  desplegó  un  valor,  raro  en  estus  dias,  el  de  confe- 
sar su  fe.  Descanse  en  paz  su  alma." 

Lo  repetimos:  esto  nos  colma  de  satisfacción.  Con  todos 
los  periódicos  católicos  del  urbe  que  envida  del  ministro 
piamontes  combatieron  su  política,  perú  que,  muerto  este, 
celebran  su  reconciliación  con  la  Iglesia. y  sus  virtudes  pri- 
vadas, formamos  ardientes  votos  por  que  Dios,  en  su  excelsa 
misericordia,  haya  acogido  en  su  seno  el  alma  del  Conde  de 
Cavour. 

R.  A.  O. 


DE  OFICIO. 


SECRETARIA  DEL  OBISPADO  DE  LA  HABANA. 

aaii«rl«l«ii  v«lnitaria  aUcita  por  el  KiLcm».  é  íUm:  Sr.  Obispo  A  fa? or  4% 

üncstro  SantfolBM  Padre  Pío  Hono. 


Rela^ifmdelas  personas  y  canciJaJcs  (jut:  cada  una  ha  entregado 
jMira  el  expresado  objeto  en  cala  Secretaria  de  Cámara  y 
Gobierno. 

Parroquia  de  ingreso  de  la  Sabanilla  del  Encamendadm\ 


Ps.    Cu. 


59 


Suma  anterior 53.384 

Pbro.  D.  P«ídro  de  la  Con- 

r<>prion,  Cura  párroco.         17    „ 
l>4)ñA  Francifca  Monagaa 

d«x  Razarte tf    50 

D.  JuAD  Paadin,  Capitao 


Pg.    Cte. 


juez  local 4    25 

Pbn».   D.   Andrés  Pedro 

Thouvemn 4    25 

D.  Francisco  González..  4    '¿f, 

„  Eugenio    Domínguez, 
mayordomo  de  fabrica..  4    25 

VIL— 34 


266 


LA  VERDAD  CATÓUCA. 

Pt.    Ct.  1 


Doña  Jfifefa  Eoriquez  de 

Monagas 2  1*¿ 

D.  Vicente  Ferror  de  la 

Nüex 2'  12 

Dona  Jaana  Ibarría 2  12 

D   SatarDÍno  Rodríguez..  2  12 

„  FrancÍMSo  Landa 2  12 

„Jo«áPratg 2  12 

Doña  Oertrúdie  Villa  de 

Vila 2  12 

D.  Víctor  Cabrera 2  12 

Ldo.  D.  Márco«  José  Diaz  2  „ 

D.Juan  Fon 1  50 


>.  Pedro  Qnibut 

Pedro  M.Pimentel... 

Cristóbal  Miranda 

Bruno  Perea 

,  Joié    Monagas 

Tomás  Oller 

Esteban  Ribera 

Julián  Diaz 

Pablo  Pereira 

Rafael  Alonso 

Cristóbal  Martioez... 

José  Florencio  Oliva. 

Juan  Grau 


Parro(¡UM  de  (iscenso  de  Guamutds. 


Ps.  Ote. 


Pbro.  D.  Ramón  de  la  Paz 

Morejop,  Cura  párroco.  17    ,, 

JO.  Joaauin  Forn 2     12^ 

Sres.OlÍTer  y  Hermano..  2    12é 
Hms.  Bermudei  Vega  y 

Comp 2    124 

D.  Mauricio  Sánchez i     », 

Doña  Catalina  Hernández  1     „ 

D.Juan  Santos 50 

,,  Ramón  Escovedo 50 

, .  Manuel  Moreno 50 

,,  Antonio  Camacho 50 

„  Ettsebio  LisDÍega 50 

„  Esteban  Urquijo 50 

„  Pedro  Campo 50 

„  Nicolás  Rodríguez 50 

H  Ramón  García 50 

„  Manuel  Sains 50 

„  Francisco  Delgado...  50 

„  José  Hernández 50 


D.  José  l'erez 

„  Antonio  Muñoz 

,.  Juan  González. 

„  Camilo  Pérez 

„  Nazario  Palma 

„  Enríque  FIore8 

„  Buenaventura  Pérez. 

„  Fulgencio  Soto 

„  José  Mnrfa  Diaz 

„  José  Torres 

Doña  María  González . . . 

,,  Sofía  Amaranto 

„  Laura  Siinchez 

,,  Romualda  Ezquibel.. 

„  DoloreH  Marrero 

D.  Miguel  Vega 

,t  Laureauo  Areca 

„  José  Ramos 

„  Filomeno  Mora...:. 

M  Francisco  Martínez.. 


Parroquia  de  ingreso  de  S.  Diego  de  los  Bafíos. 

Ps.  Cts. 


Pbro.   D.    Diego    Muñoz, 

Cura  párroco 25    50 

D.  J.  Joaquin  de  Aguirre 

y  Gruño 4    25 


Doña  Andrea    Fraschierí 

de  Caño 

D.  José  Miguel  de  Cano. 
„  Domingo  Peret 


Soma.^ 53 

Habana  21  de  Julio  de  1961,— P$dr9  Sánchez,  secretario. 

(Cotuintí 


SECCIÓN  LITERARIA. 


BL  TANTO  POR  CZBNTO, 

€■  treí  acUi   j  m  verM»  ctcrlU  por  D.  AdeUrdo  Lop«i 
de   AyaU. 


OS  que  sepao  que  la  comedia  nueva  del  Sr.  López  de 
'  Ayaia  cuyo  título  sirve  de  encabezamiento  al  presente 
artículo  se  representó  por  primera  vez  en  esta  ciudad 
el  14  del  actual  extrañarán  ciertamente  que  nuestro  pe- 
riódico se  ocupe  de  un  asunto  al  parecer  tan  ajeno  de 
su  índole  como  lo  es  una  función  teatral.  No  obstante, 
y  aun  á  trueque  de  escandalizar  al  pronto  á  nuestros  mas  ti 
moratos  lectores,  no  queremos  retroceder  ante  el  deber  que 
nos  hemos  impuesto.  £u  efecto,  considerado  el  teatro  como 
escuela  de  corrupción  mas  bien  que  como  corrector  de  las  cos- 
tumbres, creen  muchos  que  la  Iglesia  se  opone  á  las  represen- 
taciones dramáticas,  sea  cual  fuere  el  mérito  intrínseco  de  las 
producciones  puestas  en  escena,  ó  la  moralidad  que  estas  en- 
cierren. Este  es  un  craso  error:  la  Iglesia  no  es  enemiga  sis- 
temática del  teatro;  lo  teme  sí,  y  con  razón,  pues  raras  veces, 
sobre  todo  en  nuestros  dias,  se  presta  aquel,  no  diremos  á 
que  lo  recomiende,  pero  ni  siquiera  á  que  lo  tolere.  Los  es- 
critores dramáticos  de  estos  tiempos,  siguiendo  las  huellas  de 
los  modernos  novelistas,  presentan  por  lo  común  en  las  tablas 
obras  en  que  el  vicio  con  todos  sus  atractivos  y  cínica  desnu- 
dez parece  ofrecerse  á  los  espectadores,  mas  para  ser  imita- 
do que  para  ser  odiado.  Incalculables  son  los  males  que  bajo 


1 


268  LA  vinDA.n  católica, 

estos  concaptos  ha  producido  el  repertorio  moffprnD.  "Vían 
los  tiíatros,  exclama  Mr.  Carlos  Dupiíi  en  un  discurso,  t«QÍpn< 
do  abierta  escuela  de  corrupción  y  de  perverRidad.  _ ..,  ho- 
llando las  mas  cantas  virtudes  coa  ta  intencioQ  patente  da 
hacer  amar,  acariciar  y  admirar  el  duelo,  el  suicidio,  el  así 
sioato  y  el  parricidio,  el  envetiíAmiento,  la  violencia,  el  aciu 
terio  y  el  incesto  y  precoíiÍ7.ando  esos  crímenes  como  la  fata- 
lidad gloriofia  de  espíritus  syperiore«,  como  uti  progrego  ái 
las  almas  elevadas  que  se  sobreponen  á  la  virtud  da  los  idio^ 
tas,  á  la  religión  de  lossimples  y  á  la  humarjidad  del  puebla 
común.  ¡Esa  literatura  emponzoñada  nos  vuelve  á  conduci 
á  la  barbarie  por  medio  de  la  corrupción.!" 

A  estus  (ía labras  de  un  célebre  orador  agregüreiíios 
siguientes  de  uíj  íacultatiFo  distinguido,  eí  Dr-  Pariset: 
**E1  mal  moral,  dice,  se  introduce  en  el  alma  por  medio  da 
palabras  ó  de  imágenes,  y  se  graba  en  ella  mediante  uiáittmas^ 
ejemplos  y  apulogías^  no  tardando  en  encontrarse  en  todiis 
parte«.  Sígase  la  marcha  del  crimen:  antes  de  presentarse  en 
los  tribunales,  pasa  por  loa  libros  y  por  loa  teatros. . .  *"  Pe- 
ro iá  qué  prolongar  estas  citas.  La  Iglesia,  juez  soberano  eti 
materias  de  fe  y  de  costumbres,  cree,  y  con  razón,  que  las 
representaciones  teatrales  son  generalmente  peligrosas  y  ma- 
chas veces  dañinas  para  los  que  á  ellas  asisten,  Justiñcuda 
queda,  pues,  la  extrañeza  de  nuestros  lectores  al  vernos  abor- 
dar un  asunto  que  al  parecer  nos  está  vedado. 

Mas  hechas  estas  salvedades,  debemos  repetir  que  la  Igle- 
sia católica  no  desecha  el  teatro  en  principio^  antes  bien  lo 
acogería  gustoso  y  reconocería  su  civilizador  influjo,  si  en  to- 
das ocasiones  ofreciese  á  los  espectadores  un  argumento  tan 
moral  como  el  de  El  tanto  por  ciento.  Llevados  del  deseo  de 
juzgar  por  nosotros  mismos  del  mérito  de  una  pieza  que  has- 
ta los  periódicos  religiosos  de  la  Península  nos  venian  enco- 
miando, hemos  asistido  á  su  primera  representación  en  la  Ha- 
bana, y  el  resultado  ha. sido  confirmar  el  favorable  juicio  de 
nuestros  colegas  de  la  corte.  Mas  puesto  que  el  trabajo  se  ha- 
lla hecho,  mejor  cien  veces  de  lo  que  nosotros  pudiéramos 
desempeñarlo,  cedemos  el  puesto  al  redactor  de  La  Regene- 
ración de  Madrid  que  dio  cuenta  de  la  comedia  despueade  su 
estrenou  en  el  teatro  del  Príncipe.  Exprésase  en  estos  tér- 
minos: 

**Tambien  somos  nosotros  de  los  que  creemos  que  el  tea- 
tro, tal  como  está,  no  es  escuela  de  las  costumbres;  pero  que 
tiene  influencia  sobre  las  costumbres:  que  no  practica  el  bien; 


LA  VEHDAD  CATÓíJCA.  2G9 

pero  que  coadyuva  al  mal.  Por  eso  cuando  oimo8  hablar  de 
uua  comedia  que  puede  oirse  sin  escandecerse  la  frente  de 
rubor,  vamos  al  teatro;  por  eso  fuimos  á  la  representación  del 
Taiuopr  cietUo^  del  Sr.  D.  Adelardo  López  Ayala. 

''La  acción  es  sencillísima.  Un  buen  Pablo  tiene  que  pagar 
una  finca  de  recreo,  y  se  encuentra  arruinado.  Lo  calla  á  su 
prometida  esposa  y  vende  una  finca  que  tenia  á  carta  de  gra- 
da á  Roberto,  amigo  de  la  infancia.  Este  es  negociante.  La 
finca  rale  tres  veces  mas,  y  si  las  Cortes  aprueban  la  sub- 
vención al  canal,  que  pasa  por  las  tierní?  de  la  finca  vendida, 
Aumentará  su  valor  treinta  veces.  Roberto  da  parte  á  los  ami- 
gos y  á  los  criados  de  Pablo.  Si  se  casa  este,  su  esposa  es  ri-  - 
<^f  desempeña  la  finca,  y  pierden  todos  el  negocio.  Amigos, 
-^^berto  y  criados  se  conjuran  para  estorbar  el  casamiento: 
^^ríño,  amistad  y  fidelidad,  todo  cede  ante  el  negocio.  El  ne- 
gocio es  lo  primero. 

**Como  producción  literaria,  no  la  juzgamos  exenta  de  de- 
fectos: aluun  consonante  forzado,  situaciones  falsas,  hechos 
<  nexplicables  que  vienen  de  perlas  para  el  enredo  de  la  fábu- 
'  ?'  P^^^  4"^  "^  ^^  fundan  en  la  verdad  do  las  cosas.  No  men- 
cionaremos los  accidentales,  vamos  á  señalar  en  nuestra  cen- 
sura solamente  dos  sobre  los  que  gira  la  composición,  á  sa- 
ber la  resolución  de  Pablo  que,  al  recibir  la  noticia  de  que 
«stA  arruinado,  persiste  en  comprar  la  quinta  de  recreo,  por- 
qiit*  lo  cree  punto  de  honra,  ocultándoselo  á  su  prometida  es- 
tuosa, y  la  mas  inexplicable  del  negociante  Roberto  de  com- 
pra.r  la  casa  á  pacto  de  gracia. 

••Suponemos que  el  Sr.  Ayala  ha  querido  presentarnos  un 
nioíielo  de  hombres  delicados  y  pundonorosos  y  honrados, 
^■1  Pablo.  La  conducta  que  en  nuestro  concepto  debiera  lia- 
V>er  seguido,  al  saber  que  estaba  arruinado,  era  no  comprar 
^^  quinta,  como  á  Gaspar  le  ocurre  al  momento  que  Pablo  le 
confia  su  posición;  y  si  se  creia  obligado  á  efectuar  el  contra- 
^»  hablar  al  vendedor,  contarle  la  desgracia,  y  coiívencerle, 
^  darle  una  indemnización,  que  los  hombres  hablando  se  en- 
tieij(jg„.  y  gi  ,j¡  aun  de  este  modo  podía  evitarlo,  comprarla; 
'^'"o  diciéndoselo  todo  á  la  condesa.  El  silencio  que  guarda 
^"^^  esta  es  indisculpable.  La  oculta  su  ruina,  por  no  dis- 
gustarla;  porque  no  sospeche  que  cuando  poco  antes  la  ins- 
^  ^  á  publicar  su  casamiento,  lo  hacia  con  conocimiento  ya 
.^  ^U  pobreza;  y  no  cae  en  la  cuenta  que  mas  motivo  tenia 
*^-onaesa  para  creerle  interesado,  cuando  reflexionase  que 
^^*^iido  sin  bienes  de  fortuna,  se  lo  callaba  y  llevaba  adelan- 
®  ^  I  casamiento,  aparentando  ser  rico.  Quizá  el  Sr.  López 


270  LA  VEBOA&   CATÓLICA. 

Ayala  en  Pablo  no  nos  presente  al  hombre  vertladeramente 
delicado,  sino  al  exaj  erado,  al  púgil  anime  en  materias  de  hon- 
ra, al  que  temieudo  que  puedan  sospechar  de  su  probirlatl, 
aun  sin  cau^a,  vive  mártir,  a!  bombre  hecho  de  ía  madera 
apropófiito  para  pnirao  de  inlirigantes  agiotistas. 

';Aun  es  mas  incomprensible  el  qne  Roberto,  el  hombre 
de  negocios,  el  espíritu  del  siglo  perDooiíicado,  el  que  quiere 
sacark  las  mtmñm  al  negf/em,  mn  religión  ni  humanidad,  ni 
araiatad,  incapaz  de  afectos  y  de  piedad;  sin  motli^o  ninguno^ 
sin  que  ni  aun  Pablo  se  lo  (*ida;  cuando  ya  este  se  ha  conve- 
nido en  vender  ladebefla,  proponga  espontáneamente  que  sea 
á  carta  de  gracia.  Es  contra  el  carácter»  contra  las  ideas,  con- 
tra los  sentimientos  del  héroe  del  drama,  que  nuuca  obra  en 
perjuicio  de  sus  intereses.  Solo  empeñándose  en  que  se  le 
vendiera  al  instante,  y  negándose  Pablo  »i  no  era  A  carta  de 
gracia,  por  ser  una  finca  querida  y  familiar,  y  temiendo  el 
usurero  perder  la  presa,  era  natural  queaccedieae» 

*Tero  prescindiendo  de  esto  ]cuánta  belleza!  ¡Cuánto  pen- 
samiento sublime  de  bien  estudiadíi  honra,  de  ternura,  de 
casto  amor,  de  religiou  en  la  Condesa!  Quizá  al  final  dema- 
siado buena;  el  perdón  á  todos  no  es  justo  ni  conveniente;  pe- 
ro ¡qué  maestría  en  conmover  el  corazón  de  los  espectadores 
en  el  desgarrador  acto  segundo,  de  tenerlos  en  suspenso  con 
los  incidentes  que  prolongan  et  desenlace,  aunque  conocido 
desde  el  principio,  y  cuánta  gracia  en  el  diálogo,  ¡Qué  Sabi- 
no y  qué  Petra! 

'*Y  sin  ocuparnos  en  detalles  vamos  á  hacerlo  del  pensa- 
miento del  drama. 

''El  del  poeta  es  p» tente:  no  es  pintar  al  mundo,  no  es  im- 
primir el  sello  de  la  infamia  sobre  todos  los  negocios,  no  es 
arrancar  la  confianza  del  corazón  de  los  hombres  honrados, 
como  hemos  oído  decir  á  alguno;  no:  la  réplica  de  Pablo  á 
Roberto  cuando'  á  las  quejas  de  aquel  contesta  este:  ''ese  es 
el  mundo,"  resume  el  pensamiento  del  autor:  "no  es  el  mun- 
do, ese  eres  tú." 

"El  Sr.  Ayala  quiérenos  pintar  á  esa  parte  de  la  sociedad 
(y  que  la  hay,  por  desgracia,  es  ciertísimo),  engendro  de  este 
siglo  que  trata  de  enriquecerse  á  toda  costa,  triplicar,  decí- 

f>1icar,  centuplicar  su  patrimonio,  beneficiando  las  flaquezas, 
a  inexperiencia,  la  desgracia  de  todos  los  que  le  rodean:  es 
personificar  en  un  hombre  el  desprecio  á  todo  sentimiento 
generoso,  el  apego  á  los  intereses  materiales,  el  ansia  fatal 
de  enriquecerse  en  breve  tiempo,  y  no  por  el  camino  del  tra- 
bajo, á  que  tiende  la  generación  actual* 


LA  VKUDAD  CATÓLICA .  27 1 

^^Es  pintar  la  irtitacion  de  la  codicia  que  invade  todas  las 
clases;  la  impaciencia  que  se  apodera  del  criado  para  ser  ca- 
pitalista, de  la  humilde  costurera  por  aumentar  treinta  veces 
Mi  ahorro»,  del  modesto  comerciante  para  poder  ir  en  coche 
;  salpicar  de  lodo  á  sus  iguales,  del  opulento  banquero  para 
añadir  millones  á  sus  millones,  y  poder  aspirar  á  títulos  y  en- 
laces y  dominaciones;  es,  no  la  sociedad  que  es,  sino  el  espí- 
ritu perverso  que  se  va  inoculando  en  ella,  que  trata  de  apo- 
derarse de  ella,  contra  el  que  debemos  luchar  todos,  ponien- 
do ala  vista  el  resultado  inevitable  de  la  exageración  del 
espíritu  de  ganancia,  sin  freno  ni  cortapisa. 

'*La  actual  civilización,  falsa,  irreligiosa,  condenada  por 
todos  los  hombres  pensadores,  irremisiblemente  ha  de  produ- 
cir Robertos  y  Sabinos  corruptores,  y  Gaspares  corrompidos. 
Y  que  esto  es  verdad  no  es  menester  probarlo  con  argumen- 
tos; vaya  el  que  lo  niegue  al  teatro,  y  por  todos  lados  no  oirá 
masque  **¡euán  cierto  es!  eso  es  lo  que  pasa;  tal  es  el  mun- 
do." 

''La obra  del  Sr.  López  Áyala  es  una  protesta  vivísima  del 
^íritu  antiffuo  contra  el  espíritu  moderno;  del  espiritualis- 
iQo  contra  el  materialismo;  de  la  verdadera,  contra  la  falsa 
^civilización:  es  la  demostración  práctica  de  que  cuando  el  in- 
ttíres  domina  desde  las  clases  mas  humildes  á  las  mas  eleva- 
das, cuando  el  negocio  es  el  Rey,  la  sociedad  camina  un  ca- 
lino de  muerte.  ♦ 

'*Pero  no,  no  arranca  la  confianza  del  corazón.  Pablo  no 
'^^gocia,  la  Condesa  es  el  modelo  de  los  tiernos  sentimientos; 
(Gaspar,  el  hombre  extraviado,  débil,  que  cede  un  momento, 
pero  que  se  alza  mas  fuerte  en  sus  convicciones;  el  viejecito 
raajordomo  de  quien  se  habla,  con  sus  lágrimas,  y  su  ''es  im- 
posible" cuando  se  acusa  a  la  condesa,  levanta  el  corazón  y 
"OS  hace  decir;  dos  caminos  hay;  el  del  negocio,  el  de  la  csyc- 
cfikcion  sobre  todas  las  cosas,  que  vuelve  duros  y  egoistas  y 
porver8os;  y  el  del  desprendimiento,  de  la  honradez,  del  ne- 
gocio moderado  por  los  sentimientos  de  caridad  cristiana, 
2"*^  no  medra  con  las  miserias,  que  no  codea  al  socio,  que  su- 
'^i'dina  la  ganancia  á  la  moralidad. 

*'Mil  enhorabuenas  al  Sr.  Ayala,  que  con  mano  maestra  ha 
P^estn  de  manifiesto  esa  plaga  social  que  nos  invade.  De  se- 
guro tendnl  detractores:  bueno;  cuando  el  paciente  levanta 
^'  grito,  el  médico  ha  puesto  la  mano  en  la  parte  dolorida. 

''Su  obra  es  tan  buena  como  la  mejor  del  teatro  moderno. 
Su  obra  vivirá  porque  en  el  fondo  es  verdadera,  porque  es 
^oral^  porque  es  cristiana. 


272  •^  ^     l,A    VERDAD   UATÓLIUa. 

'^Los  que  hayan  u^iistiido  á  una  reprf^scnfncjufi  ikiben  vul- 
verj  loa  que  no,  ir.  Medítese  en  la  moiül  del  e«[j€<retáculu,  y  | 
Mtí  convencerán   de  que  no  vamos  erradyü»  ciirtntiu   nri  día  y] 
otro  día  clitmaiDo.^  contra  los  [tiToieio^o»   tíft^cto»  dt«  ñiH{.'«trifrj 
bastarda  civilizacioti." 


OM  CORAZÓN  DI  LlM0í3NA. 


Eni  Sebai^iían  nn  niño  de  úwz  á  0tie45  B.iim  <1^  «'dad*  Edu- 
cado en  la  escuela  de  la  adversidad,  huérfano  y  pubre,  hübia 
sirio  recogido  por  un  vecino  caritíítivu,  pero  ú  su  ve¿  puco 
afortunado,  trascurriendo  su  infancia  sin  la  menor  alegría, 
sin  caricias,  y  sin  ninguna  de  esas  pequeñas  satisfacciones 
que  hacen  la  vida  del  hombre  mas  gi»ataen  sus  primeros  dias. 

Cada  mañana,  salia  Sebastian  arrastrando  un  carrito  que 
contenia  frutas,  legumbres  ó  flores,  según  la  estación.  Pa- 
se.lbase  así  durante  largo  tiempo  por  las  calles  de  París, 
anunciando  y  ponderando  su$  mercancías  con  una  fisonomía 
franca  y  abierta  que  disponia  en  favor  suyo  á  los  comprado- 
res. Pero  ¡cuan  mínimas  eran  las  ganancias  de  aquella  pe- 
queña venta!  Cuando  Sebastian  llevaba  á  su  protector  el 
producto  de  ella,  éste  solia  entristecerse  diciendo  que  los 
negocios  iban  mal  y  que  esto  dependiade  esa  ó  aquella  cau- 
sa; por  ejemplo,  de  que  JIovia  demasiado  ó  dejaba  de  llover; 
ó  bien  del  calor  excesivo»  ó  de  un  frío  demasiado  riguroso,  ó 
por  últioío  de  la  forma  de  gobierno. 

Era  pues  imposible  para  aquel  buen  hombre  el  dar  dinero 
al  niño  Sebastian:  cuidábale  mucho,  le  abrigaba  lo  mas  que 
podia,  y  le  daba  buena  sopa  y  buen  pan;  mas  esto  era  todo: 
Iluda  mas  podia  hacer  por  él. 

Sin  embargo  el  joven  oia  hablar  á  menudo  de  las  limosnas 
que  hacen  los  ricos  á  los  pobres,  y  decia  para  sí:  **;Ciián  di- 
choso es  uno  teniendo  algún  sobrante,  pues  en  tal  caso,  puede 
uno  darlo,    y  eso  causa  bastante  placer  á  los  dernás  y  á  uno 


LA  tEHDAU  CATÓLICA.  •        273 

niismo!  Pero  á  roí,  ¿qué  me  sobra?  Nada!  es  cosa  triste! 

A  aadie  puedo  socorrer!" 

Una  circunstancia  particular  hacia  aun  roas  penosa  la  re- 
flexión del  niño.  Este  encontraba  cadadia  áá  su  paso  á  un 
pobre  paralitico  muy  digno  de  compasión,  puesto  que  esta- 
ba solo,  apoyado  en  la  pared,  y  mostrando  á  los  transeúntes, 
como  incesante  súplica,  su  triste  mirada  y  sus  pobres  miem- 
bro» inmóviles.  De  tiempo  en  tiempo,  daban  al  anciano  un 
sueldo;  pero  Sebastian,  que  cada  dia  se  sentía  enternecido 
al  verle,  Sebastian  nunoa  le  daba  nada:  carecía  de  dinero,  y 
lo  poco  que  contenia  su  carrito  no  1^  pertenecia;  conocia 
demasiado  bien  su  deber  para  echarla  de  generoso  con  lo  que 
noeraeuyo.  Tenia  pues  mucho  pesar;  pero  un  dia  le  ocur- 
rieron estos  pensamientos: 

"Ve&mos!  ¿qué  tengo  yo  en  este  mundo?  No  mucho;  sin 
embargo,  poseo  un  cuerpo  y  un  corazón;  son  dos  cosas,  y  es- 
to eí  mucho. 

*'Hi  cuerpo  equivale  á  decir  mis  brazos  y  piernas,  está 
bien;  mas  como  he  de  tirar  del  carrito  del  buen  vecino  que 
ineda  de  ctfmer,  es  como  si  no  fueran  mios. 

''Mi  corazón  oh!  ese  si  me  pertenece!  Por  mas  que  quiera 
^Dioa  con  todo  mi  corazón^  éste  es  siempre  bastante  grande. 
Qaizáaea  mayor  de  lo  que  se  cree,  de  modo  que  por  mas 
<|Qepo  él  se  tenga,  nunca  se  llena.  Pues  bien,  ¿nopodria  yo 
^i'al  paralítico  una  parte  de  mi  corazón?  ¿no  podría  yo  acer- 
carme á  él  y  decirle: 

^Nada  tengo,  soy  pobre  y  pequeñuelo,  pero  os  quiero 
mocho? 

*'Y  luego,  me  detendria  un  poco,  como  suelo  di^tenerme 
cuando  espero  compradores;  él  aabria  perfectamente  que  lo 
"*cia  expresamente  para  decirle: — ¿Cómo  esjtais?  ¿padecéis 
^(tíoB  que  ayer? 

^'Sntónces,  le  prestaría  algunos  pequeños  servicios,  y  qui- 
zítodoeso  le  proporcionaria  M¡íj:iin  consuelo.  Oh!  sí,  debe 
consolar  que  se  detengan  expresamente  por  uno,  que  le  ha- 
•^'^n  con  dulzura,  y  le  digan: — Ayer,  anoche,  esta  mañana, 
P^ngé mucho  en  vos.  Voy  á  probar,  y  quizá  el  pobre  hombre 

■^rt  menos  desdichado! 

,  Sebastian  dirigió  en  efecto  cada  dia  la  palabra  al  pobre  an- 
ciano; al  principio  lo  hizo  con  timidez,  luego  cobró  ánimo,  y 
*!  paralítico,  enternecido  con  sus  atenciones,  acabó  por  de- 
^'f»eá  sí  mismo:  "¡En  verdad,  creo  que  me  ama!" 

Oh!  ¡cuan  dulce  es  para  un  desgraciado  creer  que  se  le 
quiere  y  que  ha  hallado  cabida  en  un  corazón!  La  vida  cam- 

VII.— 36 


274    .  LA   VEUDAU  CATÓLICA. 

bta  de  aspecto  ¿  §us  ojor.  Alguimí  m  interettu,  pues,  por  él. 
no  ea  ya  la  candad  iola  tu  quo  con  é\  »tí  practiim,  sino  algo 
mas  grato,  y  que  .se  recibt*  con  oiüyor  agradt*€iri}¡eiitü. 

Durante  largo  tiempo  miTií*.a  dejó  el  niño  de  detenerse  ao- 
te  el  paralíticot  de  habla»  k^  y  cambiar  la  pos^íicioíi  de  iiis  pier- 
nas para  proporcioriíírlt?  aígun  alivio.  Pedfaití  iir*ticias  ^uyas 
y  tambiéíii  lo  caritHba  algo  <U^  su  propia  vida;  pues  et  mutuo 
cambio  dd  ideaos  CiHisti tu  ye  la  amistad.  El  anctano  pagaba  la 
mañana  diciendo:  '*El  ním  m  tí  mnirJ^  Y  por  Iíí  tardo  decía: 
*'El  niño  ka  tmiidft*^^  Y  f*átoera  una  dicbn  para  aquel  pobre 
.ser  ca#r  abandonado. 

iSeba^tiíin  crecía.  Llegó  al  fin  el  día  de  ^u  primera  comii- 
nion.  ¡Qué  santa  aJegrla  lleu6  m  corasion  en  aquella  eircunii- 
tancia!  El  hijo  tM  pueblo  era  tan  dichusí»  como  el  bijode  un 
rey!  cada  laiido  de  mi  co rasión  snbia  á  Dios  csoino  una  ple^a* 
ria  llena  de  efeperttnssa!  ;Pobre  ídño!  R<*etbía«jt  galardón  »df«- 
cido  á  lacaridad.  El  tambÍHii  había  hí-chofinn  limo^íoiK  pue<* 
tu  que  había  tlado  una  parte  de  §u  cora/^on  á  una  pobre  i^ria- 
tura  de  Dios;  [mr  em  el  Señar  m  tnctinaba  con  amor  hacia 
ét  y  MCi^ptaba  todos  Ion  impulsos  de  bu  alma  píadtita. 

Un  día  Sebastian,  quer  ('ontübi.  entnMcey  caturct^  nños,  «¡e. 
detuvo   como  de  costumbre,    mas   prorumpió  en  llanto:  su 

anciano  amigo  no  estaba  allí. Volvió  al  dia  siguiente,  y 

tampoco  le  encontró:  por  6n,  á  los  dos  días,  halló  en  aquel 
lugar  una  persona  que  le  dijo:  **T()ma,  ^sto  es  para  tí."  Y 
el  que  esto  decia  desapareció. 

Sebastian,  sentado  en  las  varas  de  su.carrito,  leyó  estas  pa- 
labras, trazadas  con  el  auxilio  de  una  mano  extraña: 

"Hijo  raio,  soy  viejo,  pobre  y  paralítico,  y  no  tardara  en 
morir.  Si  tuviera  tesoros,  te  los  dejaría,  mas  solo  tengo  el 
pan  del  dia,  y  apenas  lo  necesario  para  acabar  una  vida  mise- 
rable. Sin  embargo,  hijo  mió,  quiero  darte  uii  recuerdo. 
Conserva  ese  crucifijo  que  nunca  me  ha  abandonado,  y  nti 
olvides  que  amándome  me  ha^^  dado  lo  bastante  para  poder 
esperar  sin  sufrir  demasiado  la  vida  mejor  que  Dios  nos  re- 
serva." 

Aquí  se  encontraba  la  firma  casi  ilegible  del  pobre  enfermo. 

Al  dorso  de  este  papel  habían  escrito: 

**Pidoá  algún  vecino  caritativo  que  entregue  mi  crucifijo 
y  este  escrito  á  un  niño  á  quien  se  encontrará,  á  e6o  del  me- 
diodía, en  el  lugar  donde  yo  pasábala  mayor  parte  del  tiem- 
po. Se  le  reconocerá  porque  parecerá  triste  no  viéndome  ya 
allí;  pues  me  amó  mucho,  y  tan  |>ob/'r  como  yo,  solo  él  me 
dio  un  corazón  de  liiposna/* 


LA    T£YD.«n   CAT«»UCA. 


ÍT.> 


£EYISTA  RELIGIOSA. 


La  salud  de  se  santidad. — En  una  corre«|>ond^aciii  lie 
Roma,  fecha  3  de  Junio  próximo  pasado,  leemos  que  el  Pa- 
dre Santo  que  según  costumbre  debia  tomar  part^  en  U  pro- 
cesión que  anualmente  hace  el  Cabildo  de  8.  Peilro  en  ho- 
nor del  Santísimo  Sacramento,  había  tenido  que  desistir  de 
tu  propósito  de  resultan)  de  un  ataque  de  erisipela  en  una 
pierna.  Al  dia  siguiente  Re  hallaba  ya  en  coiivule^ceneia  8u 
Santidad,  aunque  todavía  seguiaen  cama.  Posteriormente  nos 
han  anunciado  los  periódicos  que  el  Pontítioe  habia  participa- 
do á  nuestraaugusta  Soberana  que  se  encontraba  ya  restable- 
cido de  su  indis|)08Ícion,  y  por  último  íJe  nos  dice  que  habia 
empeorado.  ¡Dios  cuide  de  la  preciosa  vida  de  Pió  IX! 


El  dinero  de  s.  pedro. — El  Weelhj  Hegistn-  del  16  de  Ju- 
nio próximo  pasado  da  curiosos  «If  lalit  .s  sobre  el  Dinero  de 
S.  Pedro.  Las  cantidades  recolectadas  en  el  año  de  1860  as- 
cendieron á  1,889,315  escudos  romanos  90A  bajocchi  (.£105, 
415-14  cha.  3  p.)  y  las  recibidas  hasta  el  13  de  Mayo  del  pre- 
sente aílo,  á  635,475  escudos,  49  bajocchi  {£VM,  034-19  chs. 
4  P-)  Las  ofrendas  que  constituyen  estas  sumas  provienen 
principalmente  de  las  diócesis  de  Francia. 


Misión  enviada  por  s.  s.  a  la  india  y  otros  paikks  ouikn- 
tal.es. — Una  carta  de  Roma  refiere  que  Monseñor  (yantimor- 
ri.  Obispo  de  Parma,  ha  «ido  nombrado  por  el  Papa  Vicario 
Apostólico,  Delegado  Extraordinario  de  la  India,  [»arn  visi- 
tar las  misiones  de  Bombáy  y  otros  países  de  Oriente».  Mon- 
señor Cantimorri  pertenece  á  la  orden  de  Capuchinufi. 


276  LA  VEEDAD  CATfiLTCA. 

Academia  de  la  REuatoN  CATÓr.iüA  ejí  boma. — ^Eri  la  pri- 
mera sesión  auual  de  esta  beíieniérita  academia,  pstableciitiíati 
el  archigiíBQflsio  romano,  S.  Erih  üI  Canii''níil  Cagiano  d'Aze- 
vedo,  grati  petiiteDciítrio,  \i*y6  uim  digertaciau  Bricaminüda  i 
probar  qtie  (ajhlm  libertad  ifr  co^wiemia  invocada  jf  éi^cñHd^ 
por  losfilmafiM  imrédidoi  xj  ius  faltm  jVtlUims^  m  la  negucinn  ai* 
soluta  del  orden  admirable  e^fnbkadtt  jtor  Dioi  ¡Kiru  la  dicha  hu- 
mana, Lqs  cardenales  Altieri,  Savelli,  Asquini»  presidente  de 
la  Academiut  Bernabé  Cateríni  y  ud  gran  iidmero  de  perso- 
nan distinguidas,  d«  obispos  y  prelados,  aHÍBtieron  ala  sesioQ 
Y  apiaudierop  la  sabía  lucubracíou  del  ilustre  Cardan  al. 


Petición  dirigida  al  senado  fkamceí^  en  Payor  dk  ix)f  ] 
pp-  KEDENT0ÍÍI8TAS  DE  uiUA, — Eo  la  sesion  del  Scnado  fr»n^ 
cea  celebrada  el  S  ele  Junio  último  bajo  la  preeidencia  th^J 
Mr.  Tróplong,  ee  decidió  imprimir  y  diijtríbuir  para  ser  discu- 
tida en  el  trascuño  de  la  semana  inmediata  una  petición  fir- 
mada por  74  manufactureros  de  Lila  que  supiicubau  al  Se- 
nado tomase  en  consideración  el  caso  de  sus  operarios,  casi 
todos  belgas,  á  consecuencia  de  la  expulsión  de  los  RR.  PP. 
Bedentoristas,  expulsión  que  á  tan  acaloradas  polémicas  ha 
dado  lugar  en  la  prensa  francesa.  Tendrerqos  á  nuestros  lec- 
tores al  corriente  del  resultado  de  esta  petición. 


Nuevas  promociones  episcopales  en  frangía. — El  Afo- 
niteur  publica  oficialmente  el  nombramiento  de  cuatro  nue- 
vos Obispos  á  saber:  Mr.  Deguerry,  Párroco  de  la  Magda- 
lena en  París,  para  la  diócesis  de  Marsella;  Mr.  Le  Courtier, 
Canónigo  de  Nuestra  Señora,  para  la  sede  dcMompeller;  Mr. 
Dubreuil,  Superior  del  Colegio  eclesiástico  de  St.  Pons,  pa- 
ra el  obispado  de  Vannes,  y  Mr.  Colet,  Vicario  General  de 
Dijon,  para  la  sede  de  Lu^on. — ^En  cuanto  á  Mr.  Maret,  nom- 
brado obispo  de  Vannes  por  el  Emperador,  pero  no  recono- 
cido como  tal  por  el  Papa,  se  le  ha  dado  una  canongía  en 
S,  Dionisio,  con  el  rango  de  obispo  in  partibus. 


El  aire  de  la  marsellesa,  música  religiosa. — Un  pe- 
riódico alemán,  citado  por  la  Oazettedes  Po^ef,  pretende  que 


LA   VERDAD  CATÓLICA.  277 

el  aire  de  la  Marselleaa  se  debe  á  un  compositor  alemán,  Hol- 
tzaiao  de  Heersbourg,  antiguo  maestro  de  Capilla  de  la  Hes- 
M-£lectoral.  Según  dicha  hoja,  Rouget.de  Liste  eopió  la  mu- 
flida de  aquella  famosa  canción  del  Credo  número  4  de  la  Mis- 
^toUmm  de  Holtzmau,  y  adaptó  los  versos  á  dicha  melodía, 
^gun  parece,  el  organista  Hammade  Heersbourg  ha  descu- 
bierto últimamente  el   manuscrito  de  Holtzman,  resultando 
<(ee8to  que  la  Marsellesa  no  es  una  remrniscencia,  sino  una 
fliinple  copia  del  Credo  en  cuestión. 


Supresión  dk  las  hermanas  de  la  caridad  en  portu- 

oal,. — En  un  periódico  leemos  lo  siguiente:  "Por  el  vapor 

-^ra^  que  salió  del  Havre  el  26  de  Junio,  se  recibió  el  8  en 

^ueva  York  la  siguiente  noticia:  La  Gacela  Oficial  de  Lis- 

^oa  publica  un  real  decreto  suprimiendo  definitivamente  en 

^Portugal  la  orden  de  las  Hermanas  de  la  Caridad."  Tiempo 

^^cia  que  un  partido  poderoso  se  esforzaba  en  Portugal  por 

^®*5r  suprimir  en  todo  el  reino  loí  conventos  y  colegios  de 

**©rmanas  de  la  Caridad,  La  noticia  que  acabamos  de  trasmi- 

J''  (Prueba  que  al  fin  ese  partido  ha  conseguido  sus  deseos. 

p^^   que  conozcan  á  las  beneméritas  hijas  de  S.  Vicente  de 

^U  1  deben  comprender,  sin  embargo,  que  en  Portugal  co- 

?^^    en  todas  partes  no  hacían  otra  cosa  esas  esposas  del  Se- 

^^  que  sacrificarse  ^n  beneficio  de  la  humanidad  doliente. 


j   Conversión  en  Washington  (d.  c,  e,  ü), — El  dia  12  de 

^ííio  próximo  pa«iadoMr.  John  Renshaw,  antiguo  habitante 

¿i^  Washington  (D.  C)  fué  recibido  en  el  seno  de  la  Iglesia 

^Jitólioa  por  el  R.  M.  F.  Me  Grath.  Mr.  Renshaw  no  creia  en 

ninguna  religión,  y  jamas)  habia  sido  bautizado  hasta  que  lo 

^oinó  á  su  cargo  el  P.  Me  Grath.  Este  es  el  tercer  convertido 

Sue  hace  entrar  en  la  Iglesia  de  poco  tiempo  acá  el  buen 

fadre  dominico. 


Resultados  de  una  misión, — El  M.  R.  P.  Damen  conclu- 
yó el  20  de  Junio  una  fructuosa  misión  en  la  iglesia  Cate- 
tral  de  St.  Paul,  Minnesota.  2600  personas  se  acercaron  á  la 
sagrada  mesa;  un  gran  nú  iiero  de  católicos  que  vivian  aleja- 
dos de  su  Dios  fueron  devueltos  al  redil,  y  un  vivo  interés  se 


278  LATERDAD   CATÓLICA. 

había  despertado  entre  los  protestantes  de  la  ciudad  que  as» 
tian  en  gran  número  á  los  sermones  y  demás  ejercicios  relm 
giosos.  Ocho  individuos  fueron  convertidos  mientras  duró  esB- 
ta,  y  otros  posteriormente,  esperándose  nuevos  frutos  de  la  3 
semillas  sembradas  durante  esta  misión. 


CRÓNICA  LOCAL. 


Sombr amiento, — El  Ilustre  Cubildo  canónico  de  la  SanUí 
Iglesia  Metropolitana  de  Santiago  de  Cuba,  usando  délas 
facultades  que  le  conceden  los  sagrados^  Cánones,  ha  nom- 
brado Gobernador  y  Vicario  Capitular  de  ia  diócesis,  duran- 
te la  vacante  de  aquella  silla  arzobispal,  al  Sr.  D.  Inocencio 
Agustin  Llórente,  doctor  en  ambos  derechos  y  Provisor  que 
fué  durante  el  pontificado  del  Sr.  Arzobispo  Negueruela. 
Según  parece,  este  digno  prelado  legó  al  Sr.  de  Llórente  po- 
cas horas  antes  de  fallecer  los  sólitos,  ó  sean  las  facultades  de 
poder  dispensar  en  ciertos  impedimentos  matrimoniales  y 
otros  casos  espirituahis,  de  cuyas  atribuciones  están  sola- 
mente revestidos  los  Sres.  Obispos  de  Indias,  en  atención  á 
la  distancia  á  que  se  encuentran  de  Roma,  pudiendo  también 
dichos  prelados  trasmitir  estas  facultades  in  articulo  mártir  á 
aquellas  personas  que  á  su  juicio  sean  dignas  de  semejante 
confianza.  Como  se  ve,  no  faltó  esta  previsión  al  digno  Ar- 
zobispo que  por  largo  tiempo  llorará  la  diócesis  de  Cuba. 


Honras  fúnebres, — Ya  que  nos  ocupamos  del  difunto  Pastor 
de  la  vecina  diócesis,  diremos  que  el  Martes  9  del  presente 
debieron  comenzar  en  la  iglesia  de  S.  Juan  de  Dios  de  San- 
tiago de  Cuba,  que  representa  la  Mayor,  las  honras  fúnebres 
en  sufragio  del  alma  de  aquel  Prelado  que  deben  ofrecerse 
sucesivamente  en  cada  una  de  laa  parroquiac*  Concluidas 


LA  VEKDAD  CATÓLICA.  279 

estas  honras  particulares,  el  sábado  siguiente  debieron  cele- 
brarse otras  d¡spuef>ta8  por  el  Clero,  tanto  regular  como  se- 
cular, de  aquella  ciudad,  como  un  testimonio  de  respeto  y 
veneración  á  la  memoria  de  su  difunto  Prelado. — Asf  nos  lo 
hace  saber  El  Redactor. 


Jusiicia. — Con  este  epígrafe  publica  el  Boletín  de  Reme- 
dios un  suelto  que  nos  ha  llenado  de  satisfacción,  por  recaer 
le  que  en  él  se  dice  en  un  digno  sacerdote  con  cuya  amistad 
nos  honramos,  el  Pbro.  D.  Francisco  Javier  Franck.  Según 
el  periódico  citado,  este  ministro  del  Señor  se  distingue  en- 
tre el  benemérito  Clero  remediano  por  su  celo  y  actividad 
incansables  y  por  la  inagotable  candad  que  desplega  en  ins- 
truir á  los  que  ignoran  las  verdades  de  nuestra  augusta  reli- 
gión, perdonar  los  pecados  á  los  que  á  él  se  acercan  en  el  sa- 
grado tribunal  de  la  Penitencia,  y  sobre  todo  en  asistir  álos 
moribundos  en  la  terrible  epidemia  de  las  viruelas  que  hoy 
reina  en  aquella  poblacior).  También  nosotros  felicitamos  por 
su  conducta,  digna  de  un  ministro  del  Evangelio,  á  nuestro 
apreciable  amigo  el  Pbro.  Franck. 


Defunción. — El  lunes  8  del  que  rige  fué  conducido  á  la  úl- 
tima morada  el  CbiKver  del  P.  Manuel  Martin,  religioso  de 
la  Compañía  de  Jesús,  natural  do  Salamanca  y  profesor  que 
era  de  Retórica  en  el  Real  Colegio  de  Belén.  La  muerte  del 
P.  Martin,  víctima  de  la  fiebre  amarilla,  ha  ocurrido  á  poco 
de  saberse  en  esta  el  fallecimiento  de  otro  miembro  déla 
Compañía,  el  P.  Tiburcio  Morales,  natural  de  Méjico,  acae- 
cida durante  la  travesía  de  esta  ciudad  al  puerto  de  Cádiz. 
Varios  RR.  PP.  Jesuitas,  un  corto  número  de  amigos  y  los 
discípulos  del  P.  Martin  acompañaron  el  cadáver  de  osteal 
Cementerio  General. — R.  I.  P. 


Publicacinn  católica. — Ha  llegado  á  nuestras  manos  la  en- 
trega correspondiente  al  presiMite  Julio  de  la  publicación 
católica  norteamericana  titulada  Brownson's  Qiiarterly  Review^ 
Lu  referida  entrega  contiene  las  materias  siguientes:  I. —  Fi- 
losofía de  la  Revelación,  por  Giob«'rti.  II.— Aviñon  y  el  Gis- 


280  ÍJk  V  BROA  I'   CATÓLICA. 

ma.  III< — Poléinrca   católícii,    IV. — ^Lft  ilraa  robtilioii    V- 
— Cerdefia  y  Homa. 


Ofm* — Qriiaiérutnoíf  rectitkar  urj  orror  qnií  ea  ileslissó  #n 
nuestra  til  tima  entrega  al  ñniitidar  \&  nueva  revista  uA\gumtk 
qoe  debe  haber  emfM'zadoá  vertía  lux  en  ta  i^ofte  con  t*!  tí- 
tulo de  El  Athn  i\uólmt,  Al  hablar  del  edittjr  de  í^j^lh  |>u^ 
bliCJiCion  dijímü»  i\\u'  <*ra  I>  Af*dr^s  Rfííias,  í<kit*ndo  usl  qut* 
el  ví^rdudercí  niHiibre  dt*  dicbo  Sr.  íií  Ik  Andrés  Bo/ada, — 
Aprovechfttnoíi  t?&la  ocasión  paní  volver  ü  recordur  á  ijuestro* 
lectores  que  eo  fíita  ¡nnirenta  se  adinitcíi  ^nscrieiaiie*  at  niir- 
va, periódico,  ai  cual  deseainopí  hirga  vida  la  niiftmrt  qu«á  To* 
düíi  los  qne,  d<>tad<ísde  loa  ílebidoí*  ídeint»nta^,  í^e  propínrcn 
defender  lo^f^agrady^  intereiet  fie  íiue»trii  iacromntA  ridigíon* 


Fiesiaa  deJ  Cármm  tn  Sania  Termí^ — El  ifi  del  actual  tu- 
vo  lugar  Insnnttjosn  fieftffi  anua*  de  Níra.  »SrH.  tM  rérnjen 
en  Sta.  Teresa,  desplegándose  en  ella  la  mayor  niagnificen- 
cia.  Una  numerosa  concurrencia  llenaba  el  templo  y  una 
brillante  orquesta  amiientaba  la  solemnidad.  La  cátedra  fué 
dignamente  ocupada  por  el  R.  P.  Prior  de  Carmelitas,  Fr. 
Pablo  del  Niño  Jesús.  Por  la  tarde  salió  la  procesión  por  ta 
carrera  de  costumbre  qu  »dando  con  mayor  lucimiento  que 
los  años  anteriores;  bandas  de  musiera  militar  y  de  cuerda, 
sacerdotes,  oficialidad,  corporaciones  y  un  piquete  de  inge- 
nieros dieron  mayor  realce  al  «agrado  acto.  Las  fiestas  con- 
tinuarán ocho  días  con  salve  la  víspera.  Los  ««amones  esta 
rán  á  cargo  del  R.  P.  Fr.  Felipe  de  la  Concepción,  y  de  los 
Pbros.  D.  Rafael  Medina.  D.  Luis  Marrero  y  D.José  Berges. 
— No  podemos  menos  de  gozarnos  en  este  eulto  y  desear 
que  los  fieles  le  procuren  y  fomenten  rada  dia.  pues  nada 
hay  tan  digno  como  que  los  hijos  celebren  á  la  Madre  que 
los  colma  de  gracias  y  bendiciones. 


Itomüiifo  4  de  Atrosto  de  1961. 


SECCIÓN  RELIGIOSA. 


PROFAH ACIÓN  DEL  DOMINOO. 


Memento  ut  dUm  sabbati  sanetijiees 

Acuérdate  de  santiflcar  el  día  del  Sábado. 


N  dÍH$p»8adoB8tí  ocupó  la  Prensa  de  la  Habana  de 
'  un  proyecto  de  exposición  de  varios  dependientes  de 
)l&  vecina  ciudad  de  Matanzas  á  nuestra  autoridad  su- 
perior, para  que  se  les  eximiese  de  suh  faenas  diarias 
en  los  domingos  y  Gestas  ih  guardar.  Nuestro  colega 
mencionado  aplaudió,  y  aun  apoyó  eficazmente  aquel 
proyecto.  Vemos  ahora  de  nuevo  un  comunicado  en  el  Dúi- 
rio  Je  la  Marina  de  28  de  Julio,  cu  el  cual  ne  aboga  con 
muy  juiciosaM  razones  por  aquella  cauna,  y  se  manifiesta  que 
el  gobierno  ''ha  dictado  órdenes  teritiitiantes  para  la  clausu- 
ra de  toda  clase  de  establecimientos  los  domingos.''  Recla- 
ma en  seguida  el  articulista  todo  el  celo  y  energía  necesa- 
rios para  que  por  los  subalternos  de  policía  cuiden  del  cum- 
plimiento de  tan  fitil  disposición,  y  no  se  defrtuiden  sus  be- 
néficos efectos  y  sus  elevadas  miras. 

Varias  veces  nos  hemos  ocupado  ya  de  la  profanación  de! 
ilomingo,  y  de  los  dias  en  (|ue  el  precepto  eclesiástico  nos 
impone  el  deber  de  suspender  nuestras  tareas  ordinarias.  Aun 
mas  que  indignación,  causa  lástima  ver  á  los  hombres  pros- 
teruadoH  ante  el  ídolo  del  oro,  en  aquellos  dias  en  que  de- 

vii.— 36 


LA  VERDAD  CATÓLICA. 

hieran  prosternarse  ante  los  altares  del  Sefior-  ¿Qué^  U  vi- 
da para  esos  hombres,  qué  gooes  les  ofrecef  Ah!  esa  vida 
es  — lo  diremos  de  una  vez —  la  de  seres  irradoDálei:  eaat 
goces,  los  groseros  de  la  míiteria,  QuíeDesdeftde  el  priínefü 
hasta  el  úftimo  día  del  uño  e&tán  encorvados  sobre  una  car- 
peta, ó  parapetados  detrae  de  un  mostrador,  hacienda  ince- 
santemente cálculos  de  ganancia,  y  con  la  vista  fija  en  el  ca- 
jón del  mostrador  ó  en  el  oro  de  la  caja,  ^pueden  eleirane 
á  las  altas  reglones  del  défitíno  de  la  humanidad,  y  abando- 
nar este  mundo  material  para  remontarse  en  brazos  de  la  fe 
al  mundo  del  espíritu ^  al  mundo  sobrenatural,  qae  con  nues- 
tros méritos  debemos  conqifistarí  CujÍI  es  la  fe  de  esoshom- 
bre.«3,  cuál  su  esperanza,  cuál  su  caridad?  Fácil  es  adivinarlo; 
su  fe  eitribaen  los  negocios  lucrativo!*  que  ya  han  realizado: 
su  esperanzase  funda  en  las  prósperaít  negociaciones  que  han 
emprendido,  y  su  caridod,  en  el  amor  al  oro- 
La  ley  divina»  la  ley  eclesiástica,  la  ley  civil,  la  ley  natural, 
todos  dfí  consuno  prescriben  la  suspensión  de  todo  trabajo 
6  especulación,  dtirante  aquellos^  dias  en  que  solo  debemos 
trabajar  para  nosotros  mismos,  para  nuestra  alma,  y  en  que 
T.odas  nuestrbüespeí^ijlaníoues  deben  referirse  al  únirú  negocio 
necesario,  que  es  el  de  nuestra  salvación:  vnum  porro  est  nece- 
sarium.  Si  bien  este  precepto  debemos  acatarlo,  conveniente 
es  que  reflexionemos  sobre  las  elevadas  miras  con  que  fué 
establecido,  sobre  su  importancia  económica  y  social,  sobre 
la  moralidad  que  engendra  en  la  vida  de  los  pueblos. 

Entre  los  hebreos  el  sábado  era  el  día  consagrado  á  Dios, 
quien  dijo  á  su  pueblo:  '*Acuérdate  de  santificar  el  dia  del 
sábado",  y  este  dia  que  era  el  séptimo  entre  los  hebreos,  y 
que  en  lengua  hebraica  significa  reposo,  cesación,  se  ha  tras- 
ferido  para  los  cristianos  en  el  Domins^o,  dia  llamado  por  ex- 
celencia del  Señor.  Nuestra  simple  nizon  natural  nos  dicta, 
que  para  aplicar  nuestro  espíritu  á  Dios,  si  no  con  toda  la 
santidad  digna  de  El,  á  lo  menos  no  tan  indignamente,  es  ne- 
cesario que  consagremos  al  servicio  público  de  la  Divinidad 
ciertos  dias  y  épocas  determinadas,  en  que  nuestro  espíritu, 
libre  de  las  ligaduras  de  todo  negocio  terreno,  pueda  volar  á 
la  intuición  de  Dios.  Y  este  precepto  se  encuentra  sancio- 
nado en  todos  los  pueblos  de  la  antií<uedad,  aun  en  los  del 
paganismo,  en  los  cuales  se  observaban  con  rigurosa  rijidez 
las  fiestas  consagradas  á  los  falsos  dioses. 

Citado  el  hombre  á  la  imagen  de  Dios,  debemos  ser  fie- 
les imitadores  de  este  tipo  divino.  El  dcvscansó  después  de  la 
«reacion,  y  nosotros  debemos  imitarle  en  sq  obra,  en  su  tra- 


LA  YBRDAD  CATÓLICA.  2^3 

^1^)  en  ñxi  reposo.  Trabajemos  durante  seis  dias  con  ahinco 
y.P^raeTeraDCÍa,  y  al  terminar  estos  seis  de  cada  semana  ben- 
itísimos nuestras  obras  como  Dios  lo  hizo,  y  descansemos, 
^OiioDios  también  descansó  el  sétimo  dia.  Seamos  en  esto 
con  verdadera  humildad  émulos  del  Señor. 

Cuando  investigamos  la  verdadera  causa  de  la  santifica- 
ción del  Domingo,  encontramos  desde  luego  en  este  reposo 
religioso  un  signo,  un  monumento,  un  memorial  de  la  crea- 
ción. Esta  creación  es  el  dogma  fundamental  de  toda  nues- 
tra religión,  de  todo  nuestro  culto,  dogma  generador  queen^ 
cierra  todo  el  símbolo  de  nuestras  creencias.  Las  relaciones 
del  Ser  principio  y  causa  de  todas  las  cosas,  con  los  demás 
seres  derivados  de  ese  principio  y  causa  única:  las  relaciones 
de  la  criatura  y  det  Criador,   del  efecto  y  de  la  causa,  de 
Dios  y  del  hombre,  todo  irradia  del  gran  dogma  de  la  Crea- 
ción. La  antigüedad  pagana  y  sus  mas  eminentes  filósofos 
llegaron  á  olvidar  este  dogma,  y  la  Sabiriuría  Divina  que- 
riendo rehabilitarlo,  estableció  en  su   pueblo  escogido,  por 
medio  de  la  institución  del  dia  consagrado  al  Señor,  un  re- 
cuerdo permanente  del  gran  dogma  de  la  Creación,  princi- 
pio de  toda  nuestra  religión  y  de  todo  nuestro  culto. 

Ademas  dé  esto,  este  dia  de  reposo  en  que  debemos  san- 
tificar al  Señor,  es  una  prueba  también  de  la  obligación 
en  que  estamos  de  santificarnos  á  nosotros  miamos.  Nuestra 
vida  y  nuestros  dias  todos  son  del  Señor  que  nos  ha  creado; 
Bin  embargo  nos  permite  emplear  seis  dias  de  cada  semana 
para  nuestros  negocios,  para  nuestras  necesidades,  y  solo  se 
reserva  un  solo  dia.  Después  de  seis  dias  de  fatiga  reposamos 
el  sétimo  en  brazos  del  Señor:  después  de  la  semana  de  nues- 
tra vida,  reposaremos  también  el  áltimo  de  descanso  en  el 
seno  de  Dios. 

Dos  obligaciones  principales  encierra  la  prescripción  de 
la  santificación  del  domingo:  la  primera  es  la  cesación  de  las 
obras  serviles;  la  segunda  el  ejercicio  de  las  prácticas  piado- 
sas que  deben  reemplazar  á  esas  mismas  obras.  Ademas  de  los 
trabajos  que  pertenecen  á  la  agricultura  y  ^  la  industria,  la 
Iglesia  ha  prohibido  las  ventas,  compras,  y  todo  trato  ó  ne- 
gociación en  dicho  dia,  porque  el  tráfico  es  del  todo  incom- 
patible con  la  santificación  del  domingo.  La  codicia,  el  egois- 
mo,  la  simulación,  y  todas  las  demás  pasiones  que  por  des- 
gracia intervienen  en  el  tráfico  mercantil  de  nuestra  época, 
quitan  ai  alma  toda  la  libertad,  y  la  privan  del  reposo  nece- 
sario para  entregarse  á  la  oración  y  á  la  meditación  de  las 


....|riii  esie  [)rece|>tü,  podrán 
lUír  st»giiriílii(]  di*  alcanzar  la  pa 
esta  inattMÍa,  pero  st^  puedo  ase» 
(lia  destinado  al  Señor,  constitu 
Dios  por  su  grave  taita,  y  |ay  di 
tad  con  Dios! 

Algunos,  mas  por  ignorancia  q 
cío  pretesto  de  que  así  como  el  a 
debe  también  serlo.  Solo  cuandc 
groseros  de  la  materia,  pueden  a 
cusas.  Si  nuestra  vida  solo  depentí 
si  el  hombre  solo  viviese  del  pan  ¡ 
abdicaríamos    nuestra  propia  nic 
tra  segunda  vida,  la  mas  principal 
espíritu  no  se  alimenta  del   pan  m 
necesita  del  alimento  de  la  palabra 
sacramentos,  de  la  práctica,  en  fin, 
**No  solo  vive  el  hombre  de  pan  — i 
de  toda  palabra  que  procede  de  Dic 
lo  regular  las  fortunas  adquiridas  c 
Señor,  al  fin  son  arrebatadas  por  e 
6  heridos  sus  poseedores  por  adveí 
que  llevan  siempre  el  sello  de  la  re 
desprecio   del  culto  debido   al  Señ< 
consagrado. 

La  religión  al  gobernar  nuestra  a 
perioso  freno  á  nuestras  pasiones,  y 
bienestar  social  cuando  los  hombres 
ble  freno,  dan  rienda  supl*^*»  ^  ~ 


LA  YBBDAb  CATÓUCAi  28/> 

mas  veoerandos  preceptos,  no  debe  esperarse  rasgos  de  acri- 
solada moralidad,  porque  esta  no  puede  existir  en  corazones 
en  que  DO  tiene  asiento  la  religión.  Sensible  es  que  millares 
de  jóvenes  peninsulares  abandonen  el  hogar  paterno  y  las 
prácticas  piadosas  para  venir  á  encerrarse  detras  de  un  mos- 
trador, donde  al  cabo  de  quince  ó  veinte  años  salcD  con  ca- 
pital, perosin  haber  asistido  quizás  ni  una  sola  vez  á  misa, 
ni  cumplido  con  aquellos  deberes  mas  estrictamente  nece- 
sarios para  su  salvación. 

Por  toda  cita  en  apoyo  de  la  observancia  del  Domingo  y 
de  la  grave  falta  que  resulta  de  su  infracción,  insertaremos 
Is  siguiente  disposición  de  la  Sínodo  Diocesana  de  este  Obis- 
pado. Dice  así:  *'Soo  tan  sagrados  los  domingos  y  dias  fes- 
tivos, qae  los  tiene  Dios  dedicados  para  que  los  hombres  se 
acoerden  de  su  Criador,  y  le  den  gracias  por  los  beneficios 
quecadadia  reciben  de  su  liberalidad,  y  vaquen  al  Señor,  y 
^abstengan  de  obras  serviles,  y  descansen  del  trabajo  cor- 
l^ral,  lo  cual  no  hacen  muchos  de  los  mercaderes  y  oficia- 
H  y  loe  amos  con  sus  esclavos.  Por  lo  cual  mandamos  á 
*^  los  mercaderes  y  demás  personas  que  tienen  tiendas, 
í"e  DO  las  abran  en  dichos  domingos  y  dias  de  fiesta,  ni  en 
®"os  trabajen  los  oficiales  de  cualquier  oficio  con  ningún 

P'^testo,  pena  de  excomunión  mayor" (1) 

AuQque  no  nos  cabe  dar  consejo  á  los  dependientes  de  la 
^odad  de  Matanzas,  cuyas  quejas  han  prestado  materia  al 
piante  artículo,  sin  embargo  nos  atreveríamos  á  decirles 
Y^  ai  tomasen  la  actitud  que  como  católicos  les  correspon- 
^deresistirá  todas  las  prescripciones  de  sus  principales, 
^a  las  cuales  hubiese  ofensa  de  Dios  y  grave  daño  para  sus 
^''>>as,  no  seria  necesario  acudir  á  la  autoridad  civil  para 
P<>aer  remedio  al  mal  de  que  se  lamentan.  Algo  aventurado 
jdeciaivo  parecerá  á  algunos  este  consejo  y  nos  echarán  en 
J*'*  que  tal  vez  «le  seguirle  se  expondrian  á  perder  sus  co- 
'<>caciones,  pero  les  replicaremos  con  las  palabras  del  Salva- 
^^•^iDe  qué  le  sirve  al  hombre  ganar  todos  los  tesoros  del 
*  íaondo,  si  pierde  miserablemente  su  alma? 

j.  fí.  a 

(U   CoDttitueion  3*  tít.  1.  lib.  2? 


1>S(;  LA   VERDAD    CATÓLICA 


REAL   ORDEN 
rocM,  y  DO  !•!  Alcaldci. 


£d  el  expediente  relativo  á  si  laa  llaves  del  cementerio  de 
Bestabal,  provincia  de  Granada,  deben  estar  depositadas  en 
poder  del  Alcalde  ó  del  Cura  párroco  de  la  expresada  villa, 
las  Secciones  de  Estado  y  Gracia  y  Justicia  y  de  Goberna- 
ción y  Fomento  del  Consejo  de  Estado,  con  fecha  5  del  mes 
último,  han  informado  lo  siguiente: 

''Excmo.  Sr.:  Estas  Secciones  han  examinado  el  expe- 
diente instruido  con  motivo  de  Ida  contestaciones  que  han 
mediado  entre  el  muy  reverendo  Arzobispo  y  el  Gobernador 
de  Granada  sobre  si  corresponde  al  Cura  párroco  ó  al  Alcal- 
de de  Bestabal  conservar  las  llaves  del  cementerio  de  la  mis- 
ma villa. — Siempre  es  sensible  todo  conflicto  entre  las  auto- 
ridades; pero  sube  esto  de  punto  cuando  no  existe  ninguna 
razón  fundada  para  ello.  Esto  es  cabalmente  lo  que  sucede 
en  el  asunto  que  ha  motivado  el  expediente  sobre  que  han 
de  emitir  su  informe  las  Secciones.  Desde  los  primeros  tiem- 
pos del  Cristianismo  han  sido  considerados  los  cementerios 
como  lugares  sagrados,  y  por  consiguiente  han  tenido  los 
privilegios  y  prerogativas  de  tales.  Eran  consagrados  por  tos 
Obispos  con  las  ceremonias  que  para  el  efecto  establece  el 
Ritual  romano,  del  mismo  modo  que  se  hacia  para  consagrar 
las  iglesias.  Y  á  tal  punto  llegó  la  caridad,  que  se  estableció 
la  necesidad  de  la  reconciliación  de  estos  asilos  de  muerte, 
si  por  acaso  eran  profanados.  De  aquí  procedieron  los  privi- 
legios de  que  han  estado  en  posesión  los  cementerios  de  «ser- 
vir de  lugares  de  asilo,  de  estar  exentos  del  comercio  huríia- 
no,  é  incapacitados  para  ser  objeto  de  lucro  ó  negociación, 
de  no  poderse  juzgar  en  ellos  pleitos  de  seglares,  y  otras 
prerogativas  semejantes.  Y  no  podia  suceder  otra  cosa  por- 
que los  fieles,  mientras  viven,  pertenecen  á  la  sociedad  ci- 
vil; desde  que  mueren,  sus  restos  pertenecen  á  la  Iglesia, 
que  los  recibe  y  conduce  al  cementerio  con  las  plegarias  y 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  287 

oraciones  de  los  difunfcos,  y  les  da  sepultura  bendecida  co- 
mo parte  de  la  comunión  de  la  Iglesia  en  que  vivieron.  De 
Aquí  ha  procedido   la  parte   tan  principal  que  la  Autoridad 
^iesíástica  ha  tenido  siempre  en  todo  cuanto  se  ha  referido 
^Cementerios,  que  se  han  considerado  como  una  parte  inte- 
grante de  las  iglesias  parroquiales.   Ambos  derechos,  el  ca- 
nónico y  el  civil,  están  conformes  en  esto.    T  para  que  re- 
cite mus,  si  cabe,  el  carácter  de  lugar  sagrado  que   io4  ce- 
'nenteríos  tienen,  considérense  con  sus  cruces  y  signos  de 
'sfieligion  repartidos  por  todas  partes,  con  la  concurrencia 
de  fieles  que  á  ellos  asiste,  con  el  recogimiento  que  el  lugar 
^ospira,  con  el  sentimiento  religioso  que  por  todas  partes  se 
difunde,  con  las  oraciones  que  por  el  eterno  descanso  de  los 
puertos  se  escuchan. — Si  se  examina  la  dirección  y  admi- 
nistración de  los  cementerios,  se  verá  que  por  la  ley  4?,  tttu- 
'o  13,  partida  1?,  correspondía  á  loa  Obispos  señalarlos,  fijar 
*Q  extensión  y  amojonarlos.  D.  Carlos  III,  por  cédula   de  3 
'*e  Abril  de  1787,  que  es  la  ley  1?,  título  3?  de  la  Novísima 
^copilacion,  restableciendo  la  disciplina  de  la  Iglesia  en  el 
i'^o  y  construcción  de  cementerios,  según  el  Ritual  romano, 
dispuso  que  esta  se  verifícase  á  la   menor  costa  posible  bajo 
^'  plan  ó  diseño  que   harian  formar  los   Curas  de  acuerdo 
^^n  el  Corregidor  del  partido,  costeándose  los  gastos  de  los 
dúdales  de  fábrica  de  las  iglesias,  si  los  hubiere,  prorateán- 
^oae  lo  que  faltase  entre  los  partícipes  en  diezmos,  ayudan- 
••^también  los  caudales  públicos. — Por  la  Real  orden   de  2 
^  Junio  de  1833,  encargándose  la  construcción  de  cemente- 
'''^9  en  todos  los  pueblos,  se  ordenó  que  donde  se  alegase  y 
Probase  que  las  fábricas  de  las  iglesias  no  tienen  fondos  para 
^construirlos  se  eche  mano  de  los  de  propios  donde  puedan 
^portar  este  gravamen;  y   si   tampoco   estos  existen,  los 
'ayuntamientos  propongan  los  medios  que  consideren   mas 
^^^cuados  para  tan  importante  objeto.  Se  ve,  pue?,  con  qué 
^P^cial  cuidado  han  tratado  las  leyes  de  poner  de  mauifies- 
^    la  intervención  que  se  ha  concedido  á  las  Autoridades 
^^l^isiásticas  y  á  las  iglesias  en  este  particular,  ya  concedién- 
^^l«s  el  tomar  la  iniciativa,  ya  presentando  los  fondos  munici- 
pal «8  como  obligados  en  priiner  término  á  costear  estas  obras. 
^  consecuencia  natural  y  lógica  de  esto  que  la  custodia  de  los 
^^  viéntenos  esté  cometida  á  las  Autoridades  eclesiásticas,  cu- 
y^  primera  intervención  siempre  ha  sido  reconocida  por  las  le- 
y^^  Y  no  debe  ser  obstáculo  para  ello  el  que  un  cementerio 
'^^ya  sido  construido  con  fondos  municipales,  porque  no  por 
^^o  se  habrá  cambiado  la  esencia  del  lugar,  puesto  que  desde 


..  ».oiu  (1  ex[)tMisíis  (le    lo 
sultán  lo^'  iiiitt'CtMlt'urrs  (jiu' 
o]i  el  (VMisejo,  se  verá  (jiie  c 
i\o  lo  liaii  í^ido  eii  este  sritili*!» 
con  motivo  de  cuestiones  sub 
de  Falencia,  que  amplió  el  ce 
y  construyó  una  capilla,  y  el 
exacción  de  los  derechos  de  st 
cia  y  Justicia  y  Gobernación 
de  1847  que  no  había  podido 
racter  eclesiástico  del  cement 
cunstancia  de  que  una  parte  h. 
municipales,  ni  alteraba  su  nati. 
plimiento  de  la  ley  1?,  tftulo  r3 
copilacion,  debiendo  considerar 
ala  autoridad    del  Ordinario. — 
mentó  de  inútuí»  acMierdo   tMitrt 
hiendo  sido  oidas  para  su  aprob 
riones,  en  24  de  Jimio  de  1849 
barse;  y  partiendo  del    principie 
considerarse  como  «lependencias 
el  artículo  ¿?4  del  expres.ido    Rt 
nombrado  por  el  Ayuntamiento 
revocable  por  este  //7  luitum.  tei 
entre«rándoseladedia  al  sepultn 
truido  con  motivo  de  la  designa 
al  cadáver  de  Marr.i»»  •'•*  ^ 


LA  VKKDAD   CATÓLICA.  289 

doloqaese  refiere  ásu  policía  y  régimen  en  cuanto   tiene 
relación  con  la  salud.  Desde  las  leyes  de  Partidas   hasta  las 
disposiciones  mas  recientes  se  ha  reconocido  esta  interven- 
ción para  que  por  nadie  sea  disputada.  Las  Autoridades  ad- 
mioistrativas  pueden  y  deben  examinar  los  cementerios  para 
ver  si  se  cumple  con  las  prescripciones  legales  acerca  de  las 
sepoltiinis,  celar  cuidadosamente   pura  que  se   construyan 
'  donde  lio  los  haya,  ejerciendo  una  policía  severa,  no  solo  en 
que  para  su  construcción  se  guaruen  las  re^^ias   al  efecto  es- 
tablecidas, sino  también  en  los  depósiios  de  cadáveres,  en- 
tierros y  exhumaciones. — Es  cuanto  se  refiere  á  cementerios 
mixtifori,  pero  cada  una  de  las  Autoridades  que  intervienen 
en  el  asunto  tiene  terminantemente  deslindadas  sus  atribu- 
ciones de  modo  que  puedan   ejerceríais  sin  lastimarse.  Siem- 
pre que  las  autoridades  locales  tengan  que  entrar  en  los  ce- 
menterios para  cumplir  con  su  cometido,  pueden  hacerlo,  y 
el  Párroco  6  quien  en  su  nombre  tenga  la  llave  deberá  fran- 
quearla inmediatamente,  de  modo  que  el  servicio  público 
pueda  llenarse  sin  obstáculo  alguno. — Opinan  las  Secciones 
\mede  servirse  V.  E.  consultar  á  S.  SI.  que  al  Curn  párroco 
y  no  al  Alcalde  de  Bestabal  corresponde  tener  las  llaves  del 
cementerio  de  dicha  villa,  con  la  obligación  de  facilitarlas  á 
dicho  Alcalde  6  á  cualquier  delegado  en  su  nombre,  siempre 
<)Qe  las  pidan  para  el  ejercicio  de  su  cometido." 

Y  habiéndose  servido  resolver  S.  M.,  de  acuerdo  con  el 
preinserto  informe,  de  su  Real  orden  lo  comunico  á  V.  S. 
como  regla  general  para  lo  snciesivo. — Dios  guarde  á  V.  S. 
mochos  años. — Madrid  18  de  Marzo  de  1861. — Serlor  Gober- 
nador de  la  provincia  de 


Vil.— 37 


29Ú 


hh  VERDAD   CATÍLtCA- 


EL  FBO&RESO  POR  MEDIO  OEL  CBISTiaJIISMO 

POR  EL  E  F.  FÉLIX. 


ANO  TERCERO. 


EL  PROCKEilO  BORAL  POR  MEDIO  DE  LA  AUSTERIDID  CRfBTIAIA« 

Eminentísimo  señor: 

La  [irimera  reac«*¡on  progreíriva  que  realiza  el  cristianismo 
contra  la  concu|>Í8cen<ri;í  es  la.  He  la  humildad  contra  la  so- 
berbia. El  Progreso  por  medio  del  <*risriííiiismo  se  apoya  en 
una  contradicción  aparente:  rebajarse  [>ara  elevarse,  dismi- 
nuirse para  crecei'.  El  hombre  se  elevó  con  Satanás,  y  cayó; 
el  íiombre  desciende  con  Dios,  y  vuelv(í  á  levantarse:  la  imi- 
tación insensata  de  la  grandeza  de  Oíosle  perdió;  la  imita- 
ción (lid  abatimiento  de  Dios  le  restaura.  La  cuestión  del 
progresóse  encuentra  ahí  en  su  raíz  primera:  progreso  babi- 
lónico edificando  con  Sataiuis  sob  re  la  soberbia  todo  el  edi- 
ficio del  mal,  ó  progreso  cristiano  edificando  con  Jesucristo 
sobre  la  humildad  todo  el  edificio  del  bien.  De  esos  dos  pro- 
gresos, solo  el  segundo  es  verdade  ro.  La  humildad  produce 
el  engrandecimiento  del  liombre  y  de  la  sociedad:  ella  (ia  al 
hombre  la  elevación  en  su  persou  a  y  td  poder  en  sus  obras: 
ella  (ia  {\  la  sociedaJ  el  secreto  de  la  armonía  social,  pues  la 
humildad  es  por  su  esencia,  nii^nia  sumisión  y  obediencia, 
principio  conservador  de  todo  órclen  social. 

Señores,  no  podíais  oír  acerca  (le  la  cuestión  del  progreso, 
que  á  todos  nos  preocupa,  una  en^  ♦nlanza  mas  radicalmente 
cristiana;  y  yo  mií  regocijo  en  pret  enoia  y  en  el  corazón  de 
Jesucristo  de  qu->  semejante  enseilanza  haya  recibido  de 
vuestras inteligenc-ias  y  de  vuestros  co  razones  un  asentimien- 
to cuyo  testimonio  no  lía  podido  oc  ultárseme  del  todo.  Ni 
puedo   tampoco    desesperar  de   vosotí  os,  cuando  os  veo  tan 


LA  VERDAD  CATÓLICA «  391 

atentos  y  simpáticos  á  la  doctrina  que  produce  todos  los  bie- 
nes y  salva  de  todos  los  males. 

Pero  la  corriente  de  la  soberbia  no  es  la  única  que  pone  á 
las  sociedades  en  la  pendiente  de  su  decadencia:  con  la  cor- 
riente de  la  soberbia  existe  la  del  sensualismo  y  tras  ella  los 
placeres,  los  goces,  el  libertinaje  y  las  orgias  de  la  carne,  tor- 
rente impuro  que  arrastra  al  abismo  á  la  humanidad  que  cor- 
re por  sus  aguas.   Contra  esa  otra  corriente,  se  necesita  otra 
reacción:  la  de  la  austeridad  cristiana.  En  este  punto  sobre  to- 
do se  descubre  la  impotencia  de  los  reformadores  humanos. 
Un  vicio  común   les  alcanza,  y  condena  todas  sus  tentativas 
á  fracasar  inevitablemente;  carecen  de  valor.  Temen  tocar  á 
6^a  fuerza  retrógrada,  tan  profunda,  tan  delicada  y  tan  po- 
derosa en  la  humanidad.  Ante  la  concupiscencia  de  la  carne, 
'<>s  unos  están  inciertos,  otros  tfmidos,  todos  cobardes;  no  se 
atreven  á  atacarla. 

£1  cristianismo  tiene  esa  osadía;  ese  es  su  milagroso  arro- 
J^y  su  divina  audacia,  se  atreve  á  oponer  resueltamente  á  la 
^^rtcopiscencia  de  la  carne  la  ley  de  ¡a  austeridad.  Aquf,  como 
^^  el  misterio  del  abatimiento,    brillan  la  divinidad  de  su 
?^biduría  y  la  verdad  de  su  progreso.  El  sensualismo,  hemos 
^i^ho,  arrastra  á  la  humanidad  de  arriba  abajo:  el  cristianis- 
mo, venido  para  restablecer  la  ley  del  progreso,  debia  obrar 
^>iitra  esa  tendencia  imprimiendo  la  dirección  de  abajo  arriba, 
^^ra  que   pudiese  haber  un  engrandecimiento  del   hombre 
^^perior,  era  menester  una  disminución  del  hombre  inferior. 
^l  progreso  humano  por  medio  de  la  disminución  del  hom- 
*^^c carnal,  tales  la  ley  del  cristianismo  cuyo  misterio  he- 
'^os  de  ^penetrar  en    estedia.   Por  una  especie   de    reto  á 
*a  naturaleza  del  hombre  y   á  la  ciencia  de    los   sabios,  la 
fortificación    se  presenta  como  principio  de   vida.    Decía- 
los el  domingo  pasado:  rebajarse  para  elevarse,  disminuir- 
^  para  crecer;  hoy  decimos:  mortificarse,  es  decir  dejarse  mo- 
nr  para  vivir.  Al  pié  de  la  letra  en  el  verdadero  cristianismo, 
el  hombre  se  deja  morir,  se  mortifica,  pero  es  para  vivir  mas; 
pues  hace  vivir  en  sí  al  hombre  espiritual  proporcionalmen- 
teá  la  muerte  que  da  al  hombre  carnal,   es  decir,  que  hace 
Cloriren  él  al  hombre  de  la  decadencia  para  hacer  vivir  al 
hombre  del  progreso. 

Tal  es  el  segundo  término  de  nuestro  misterio:  ecce  myste- 
^m  vobis  dico.  Aquí  también  se  apoya  el  progreso  cristiano 
8n  una  contradicción:  mortificarse  para  vivir;  pero  por  me- 
<)io  deesas  contradicciones  introduce  el  cristianismo  en  to- 
^  partes  la  armonía.   Bajo  este  aspecto,  lo  que  predicaba 


392  LA  VERDAD  CATÓLICA 

el  cristianismo  al  principio,  nosotros  lo  predicamos  hoy;  á 
Jesucristo  crucificado,  al  V  erbo  lie  \ñ  %^mz  que  salva  á  cuan- 
tos creen  en  él.  Esa  es  la  predicación  del  progreso  verdadero. 
Lo  que  produjo  el  progreso  del  nmndo  liace  diez  y  ocho  siglos 
fué  el  triuDÍo  de  La  mortificación  cnstiaua  sobre  el  eensualis- 
mo  pagano;  y  lo  que  debe  darle  un  nuevo  impulso  en  el  si- 
glo XIX  es  un  triunfo  igual  sobre  un  nuevo  paganismo- 

I. 

Y  en  primer  lugar,  Señores,  preciso  es  comprender  bieo 
cómo  fué  la  mortificación  cristiana  contra  el  sensualismo  pa- 
gano una  reacción  progresiva. 

Salvo  raras  excepciones  que  pudieran  llamarse  monstruo- 
sas, y  de  las  cuales  no  hay  que  ocuparse,  todos  los  hombres 
que  han  reflexionado  acerca  de  este  asunto  convienen  hoy  ea 
que  en  la  época  en  que  el  cristianismo  tomó  posesión  del 
mundo,  era  necesaria  una  reacción  contra  el  sensualismo.  La 
preponderancia  de  los  sentidos  sobre  el  espíritu  era  univer- 
sal, permanente,  innegada.  El  cuerpo  reinaba  como  sobera- 
no: su  imperio  era  una  tiranía  contra  la  cual  ni  aun  se  pen- 
saba en  protestar;  y  penetrando  ese  sensualismo  en  lo  mas 
íntimo  de  la  civilización  pagana,  habia  hecho  nacer,  aun  en 
medio  de  la  sociedad  mas  culta,  sabia  y  dada  á  las  letras, 
costumbres  que  solo  podemos  caracterizar  llamándolas  co- 
mo la  Escritura  abominables:  Abominabilcs  facti  sunt  i/i  studiis 
suís  (I).  Los  mismos  á  quienes  se  daba  el  nombre  de  sabios 
no  se  hallaban  exentos  de  esa  universal  depravación  que  ar- 
rastraba al  oprobio  á  los  pueblos  mas  grandes  de  la  tierra; 
no  llegando  su  filosofía  á  eximirlos  de  esas  pasiones  de  igno- 
minia que  ni  aun  podemos  nombrar.  S.  Pablo  pudo  decirlas 
con  palabras  que  los  cristianos  recien  salidos  de  las  impure- 
zas del  paganismo  podían  todavia  escuchar  como  evocaciones 
de  sus  propios  recuerdos,  pero  que  nuestras  costumbres  trans- 
figuradas á  la  luz  de  los  siglos  cristianos  no  nos  autorizan  ni 
aun  á  traducir  ante  vosotros. 

Esas  costumbres  fueron  pintadas  por  autores  paganos, 
testigos  y  cooperadores  de  tan  sensual  libertinaje,  y  que  no 
pensaban  en  manera  alguna  al  describirlas  en  deshonrar  el  pa- 
ganismo á  los  ojos  de  la  posteridad.  Ellos  relatan  tales  abo- 
minaciones en  un  idioma  mas  atrevido  que  el  nuestro  para 
referir  cosas   vergonzozaa   al  hombre.  Ño  volveré  á  hacer 


(1)    SalmoXLII,  2. 


LA  V8BDAD  CATÓLICA,  293 

hqui  eao8  cuadros  de  las  costumbres  del  paganismo  tra- 
zados al  natural  por  manos  paganas;  cuadros  curiosos,  pe- 
ro inútiles  para  acabar  de  convenceros.  Todos  admitís  la 
caída  profunda  del  género  humano  en  el  oprobio  de  los  sen- 
tidos, en  la  época  en  que  el  cristianismo  se  presentó  para 
purificarlo.  Sí,  todos,  aun  aquellos  que  conceden  jo  menos 
posible  á  la  trasformacion  moral  obrada  por  el  cristianismo, 
convienen  en  que  el  sensualismo  pagano  desbordaba,  que 
contra  ese  diluvio  que  sumergía  la  tierra,  una  vasta  y  pro- 
funda reacción  babia  llegado  á  hacerse  necesaria.  La  reacción 
contra  el  sensualismo  era  el  único  medio  de  salvación  pa- 
ra el  mundo  antiguo,  que  semejante  á  un  hombre  gastado 
por  una  orgía,  iba  muriéndose  de  libertinaje.  Mas  esa  reac- 
ción, preciso  era  realizarla;  preciso  tener  una  idea  de  ella,  y 
el  valor  y  la  fuerza  de  llevarla  á  cabo.  £1  cristianismo  tu- 
vo esa  idea,  ese  valor  y  esa  fuerza;  y  todo  lo  tuvo  sin  sis- 
tema concertado,  sin  programa  trazado  de  antemano;  esas 
tres  cosas  que  se  esquivaban  pata  el  mundo  entero,  él  las 
tuvo,  8Í  me  es  lícito  expresarme  así,  por  instinto;  siendo  es- 
to coando  en  ello  se  quiere  pensar,  una  magnífica  demostra- 
ción de  su  divinidad.  El  cristianismo  se  presentó  tal  cual  era, 

esaltando  que  por  sí  solo  constituia  la  reacción  eficaz  con- 
•rael  sensualismo  pagano. 

Pero  ¿por  qué  medios,  por  qué  misteriosos  influjos  se  rea- 
iiz6esa  reacción?  De  nuevo  aquí  dejemos  los  detalles,  y  si 
puedo  decirlo,  la  superficie.  Vamos  á  buscar  en  el  fondo  del 
Paganismo  la  idea  madre  que  engendraba  todas  esas  degra- 
daciones. Y  luego  busquemos  en  la  esencia  del  cristianismo 
la  idea  generadora  de  las  reparaciones  cuya  energía  oculta 
lleva  en  su  seno.  De  esa  doble  investigación  saldrá  radiante 
^1  secreto  de  la  restauración  cristiana. 

jCuál  pensáis  que  fuese  la  idea  madre  del  paganismo? 
{CQál  su  principio,  su  término,  y  su  centro?  Todo  puede  abre- 
varse en  este  pensamiento  que  todo  lo  resume:  el  paganis- 
iQo  habia  convertido  al  placer  en  divinidad,  y  lo  habia  ado- 
bado. £1  hombre,  por  mas  que  baga,  se  halla  destinado  á  ado- 
ntr;si  no  busca  á  la  divinidad,  la  divinidad  lo  hostiga;  si  no 
adom  al  Dios  del  cielo,  adorará  á  las  divinidades  de  la  tierra; 
P«ro,  de  grado  ó  por  fuerza,  es  preciso  que  adore.  Sus  mis- 
ónos esfuerzos  de  ateismo  no  lo  eximen  de  la  necesidad  de 
adorar,  que  se  halla  en  el  fondo  de  su  naturaleza  esencial- 
o^te  adoradora,  aunque  solo  sea  ante  un  simulacro  ó  una 
■ombra  de  Dios.  Esa  nece^sidad  de  adorar,  que  no  es  en  el 
lM>iQbresino  su  natural  aspiración  tras  lo  infinito,  el  paganis- 


S94  hk  \T2RDAD  CATÓLICA- 

rno  la  extraviaba  y  Ka  hacia  recaer  sobre  lo  que  mas  dista  áe 
Dios*  Dirigía  á  los  sentidoB  las  adoraciones  del  hombre.  Sü 
carne  se  habia  hecho  divina,  su  placer  adorable;  y  los  ado- 
raba. Eq  una  palabra,  la  adoración  del  hombre  h»bia  recaí- 
do sobre  su  caroe,  y  el  placer  se  habia  convertido,  al  pié  de 
la  letra,  en  dios* 

Tai  era  la  idea  pagana  que  compendiaba  al  paganismo.  Y 
siendo  as!,  el  medio  de  reacciotí  crisUaoa  contra  el  sensua- 
lismo pagado  estaba  iodicado  por  el  exceso  mismo  de  sus 
aberraciones,  y  el  remedio  salía  de  las  profundidades  del  mal. 
El  paganismo  hacia* adorar  el  placer;  para  obrar  contra  esa 
tendencia,  era  preciso  dirigir  las  adoraciones  del  hombre  al 
punto  mas  opuesto  á  aquel  hacia  el  cual  las  eleraba,  y  para 
curarlo  de  la  idolatría  del  placer,  solo  se  necesitaba  hacerle 
adorar  el  dolor.  El  mundo  pagano  se  apegaba  al  placer  por 
su  invencible  necesidad  de  adorar,  es  decir,  por  las  mas  pro- 
fundas raices  de  la  naturaleza  humana;  bastaba  llevar  hasta 
el  sufrimiento  mismo  aquella  necesidad  de  adorar;  consis- 
tiendo la  obra  maestra  en  hacer  de  dicho  sufrimiento,  tan 
aborrecido,  tan  execrado,  uo  una  divinidad  ficticia,  como  to- 
dos los  dioses  que  adoraba  el  mundo  antiguo,  sino  una  divi- 
nidad real,  como  el  Dios  que  iba  á  adorar  el  mundo  nuevo. 
El  pagano  adoraba  en  sí  y  en  torno  suyo  hasta  las  mas  gro- 
seras emociones  de  su  carne;  se  prosternaba,  no  solo  apasio- 
nado, sino  adorador,  ante  una  carne  viva  conmovida  al  soplo 
de  todos  los  placeres  y  voluptuosidades,  que  para  él  habían 
llegado  á. santificarse.  ¿Qué  remedio  mas  eficaz  podía  Dios 
encontrar  para  curarnos,  que  hacer  él  mismo  adorar  su  carne 
atormentada  de  todos  modos,  su  carne  rodeada  de  todos  los 
dolores,  su  carne  azotada,  tnagullada  y  sangrienta;  haciendo 
adorar  así  en  sí  mismo  el  padecimiento  hecho  sagrado,  el  pa- 
decimiento convertido  en  Dios?  Tratad  de  concebir  un  plan 
mas  directamente  progresivo  y  mas  eficazmente  reparador, 
y  no  lo  lograreis;  siéndonos  ya  manifiesto  que  la  sabiduría 
divinase  hallaenel  fondo  de  este  pensamiento.  Sí,  el  Verbo 
encarnado,  la  sabiduría  de  Dios  hecho  hombre  está  allí:  el 
resultado  no  puede  ser  dudoso. 

En  efecto,  llegando  á  realizarse  ese  plan  de  reparación,  he 
aquí  lo  que  debia  acontecer.  Por  la  misma  fuerza  de  las  cosas, 
una  adoración  debia  suceder  á  otra  adoración,  un  culto  á  otro 
culto,  una  religión  á  otra  religión:  y  des  le  luego  un  mundo 
habia  de  suceder  á  otro  mundo;  porque  el  movimiento  del 
orbe  si^ue  invenciblemente  á  sus  adoraciones:  asciende  si 
éstas   ascienden,   y  desciende  si  ellas  descienden.  Pasando 


hk  VERDAD  CATÓUCA.  296 

Ift  adoraeion  homana  de  un  extremo  á  otro,  un  cambio  radi- 
cal pedia  efectuara  en  las  costumbres:  esa  carne  desgarrada, 
ese  cuerpo  azotado,  emblema  y  realidad  del  padecimiento 
adorado,  podía  ejercer  sobre  el  corazón  de  las  generaciones 
oaeTas  un  imperio  e6caz«  Por  él,  la  decadencia  moral  ataca- 
da en  aa  raiz  podia  detenerse,  y  el  progreso  seguir  su  mar- 
cha. Entre  el  placer  y  el  dolor  disputándose  las  acjoraciones 
del  hombre,  no  iba  á  tardar  en  trabarse  una  lucha  grande 
en  la  humanidad.  Pero  el  padecimiento  debia  vencer;  porque 
ii  Dios  estaba  con  él,  si  lo  habia  tomado  en  sf,  y  convertí- 
dolo  en  sí  propio,  su  triunfo  era  seguro:  él  debia,  por  la  divina 
atracción  de  sus  padecimientos,  arrancar  á  las  generaciones 
paganas  de  aquellos  altares  inmundos  hacia  los  cuales  se  pre- 
cipitaban para  adorar  el  placer.  Y  una  vez  dado  ese  impulso, 
ana  vez  cambiadas  las  adoraciones  humaras,  la  revolución 
moral  debia  comenzar,  é  impulsar  en  los  siglos  á  la  humani- 
dad purificada  hacia  un  perfeccionamiento  que  no  habia  de 
tener  mas  término  que  la  pureza  misma  de  aquella  carne 
adorada. 

Señores,  lo  que  acabo  de  mostrar  como  un  plan  de  reac- 
ción eficaz^  y  como  una  simple  suposición,  resulta  que  fué 
'•  milagrosa  invención  del  cristianismo;  invención  verdadera- 
mente  divina  que  el  hombre  solo  ni  aun  siquiera  habría  ima- 

fpnado.  T-  su  invención  fué  su  empresa  y  su  empresa  su  triun- 
b;  y  su  triunfo  la  restauración  del  mundo.  El  cristianismo, 
«n  pié  en  medio  de  los  siglos,  tomó  con  sus  manos  la'  carne 
golpeada  de  su  Dios  crucificado;  y  la  elevó  lo  bastante  para 
f)ue  la  humanidad  pudiese  verla  desde  todas  partes;  y  dijo: 
ISTaciones,  adoradla;  y  las  naciones  la  adoraron. 

Cosa  admirable,  el  cristianismo  que  venia  al  mundo  para 
acabar  con  el  reino  de  la  carne,  se  encontró,  en  su  sustancia 
misma,  no  siendo  otra  cosa  que  la  adoración  de  una  carne, 
pero  de  una  carne  destrozada  y  humillada  por  su  contacto 
con  todos  los  padecimientos.  Ante  el  pesebre,  ante  el  Cal- 
vario, ante  el  altar,  está  la  adoración  de  la  carne;  en  Belén, 
adoración  de  una  carne  que  nace  en  el  dolor;  en  el  Calvario, 
adoración  de  una  carne  inmolada  en  medio  del  mismo  dolor, 
y  en  el  altar,  adoración  de  una  carne  que  cada  dia  nace  y  ca- 
da dia  es  inmolada.  Esa  carne  unida  á  la  personalidad  divina, 
hela  ahí  herida,  de  todos  modos  inmolada:  y  esa  carne  es  á 
la  vez  la  redención,  el  modelo  y  el  Dios  de  la  humanidad: 
ella  es  la  redención  del  hombre  caido  en  la  servidumbre  de 
Satanás;  ella  es  el  modelo  del  hombre  llamado  á  reconquis- 
tar imitiándola  la  libertad  de  ilos  hijos  de  Dios;  ella  es  el  Dios 


296  LA   VE11D4D  CATÓLICA. 

del  hombre  llamado  á  vencer  en  sí  miismo  )a  ndorcicion  del 
placer  qti6  fué  »u  decadencia,  por  medio  de  fii  íidoracion  del 
dolor  quesera  ^u  progreso. 

He  ahí,  Señores,  el  cristiaDÍsnio' ese  es.  iii  querei.^^  en  lado 
arjstero  y  su  hz  lúgubre;  pero  es  él;  la  religión  de  la  crucifi- 
xión, de  la  flagelación  y  de  la  corona  de  espinait;  la  religión 
de\  dolor.en  que  la  adoración  de  los  padecí mietitoi  ha  suce- 
dido á  la  del  placer,  y  en  que  la  carne  voluptuosa  adorada 
en  dioses  falsos  se  halla  reemplazada  por  una  carne  doliente 
adorada  en  ii  ti  Dios  verdadero-  Sin  duda  ese  Dioe-Hombrct 
golpeado,  azotado,  crucificado,  resucitará,  y  mas  allá  de  íiu 
Góigota  mostrará  ciertas  aberturas  luminosas  que  dejarán  ver 
radiantes  las  cumbres  del  Tabor,  pero  lo  que  quedará  como 
modelo  de  esa  vida  de  pruebas  en  que  cada  discípulo  de  Cristo 
busca  su  Tabor  siguiendo  lag  huellasdel  Crucificado  será  esa 
carne  divina,  inmoladat  azotada,  sangrienta;  en  una  palabra 
el  Hombre-Dios  crucificado,  presentándose  al  universo  como 
el  verdadero  Dios  á  quien  es  preciso  adorar,  y  como  el  ver- 
dadero modelo  que  todos  deben  imitar.  Los  adoradores  de  la 
carne  elevan  en  vano  contra  esa  locura  de  la  cruz  la  protesta 
de  su  humana  sabiduría.  En  vano  ataca  su  filosofía  voluptuo- 
sa la  austera  filosofía  del  cristianismo,  la  historia  resiste 
sus  tentativas  deshonrosas.  No  enseriamos  un  sisterr.a;  com- 
probamos un  hecho,  un  hecho  prodigioso,  la  adoración  del 
sufrimiento  sustituida  á  la  del  placer,  y  el  culto  del  espíritu 
sucediendo  de  pronto  al  de  la  carne. 

Ahora  bien,  Señores:  admitido  que  el  cristianismo  tal  cual 
acabo  de  resumíroslo  haya  prevalecido  en  el  mundo;  y  que 
esa  adoración  de  los  padecimientos  personificada  en  J/?sucris- 
to  haya  sido  aceptada  como  el  dogma  y  la  práctica  del  verda- 
dero cristianismo,  es  imposible  que  no  comprendáis  el  golpe 
profundo  dado  en  el  corazón  déla  humanidad  cristiana,  y  lo 
que  de  él  ha  resultado  en  cuanto  á  la  elevación  del  hombre 
y  el  progreso  del  mundo. 

Por  medio  de  esa  sustitución  de  lo  nuevo  á  lo  antiguo, 
he  aquí  lo  que  habia  de  suceder.  El  hombre  habia  imitado  en 
su  carne  lo  que  adoraba  en  sus  dioses:  va  á  continuar  imi- 
tando aquello  que  adora;  mas  su  Dios  ha  cambiado.  Los  alta- 
res de  Venus  impúdica  y  de  Júpiter  adúltero  se  halla»^  der- 
ribados; y  con  ellos  esos  dioses  de  carne  han  caido  destroza- 
dos bajo  sus  templos.  Sobre  los  restos  purificados  de  esos 
templos  derruidos  y  de  sus  dioses  pulverizados,  se  levanta 
otro  Dios,  dispuesto  como  los  dioses  antiguos  á  formar  á  su 
imagen  ala  humanidad   que  le  adora.  Llegó  la  humanidad, 


LA    VERDAD   GAIÓUGA.  397 

miró  i  so  DÍ09  crucificado,  azotado,  golpeado:  ante  su  imá- 
geo  86  proatertió  hadta  el  suelo  en  una  adoración  ardiente  y 
•impática;  ¿qué  digo?  esa  imagen  adorada,  la  tomó  en  sus 
manos;  la  estrechó  contra  su  corazón,  y  dijo  regándola  con 
•lis  lágrimas:  **0b  Dios  del  Calvario,  márcame  con  tu  sello, 
;  quede  yo  para  siempre  adornada  como  con  piedras  precio- 
sas con  tos  divinas  llagas." 

T  cuando  la  humanidad  se  levantaba  de  aquella  postra- 
ción 6D  que   babia  adorado  á  su  Dios  azotado,  se  hallaba 
transfiguma;  no  era  aquella   la  transfiguración   del  Tabor; 
00,  solo  era  la  del  Calvario.  Pero  la  humanidad  se  veia  ro- 
deada de  ona  nueva  luz;  sentia  nacer  en  su  corazón  ambicio- 
nes que  nunca  había  conocido,  la  ambición  de  la  flagelación, 
la  de  la  coronación  de  espinar,  la  de  la  crucifixión,  en  una 
palabra,  la  ambición  de  formar  su  prdpia  carne  á  la  mayor 
seoiejanza  posible  con  aquella  carne  adorada  en  su  Dios  cru- 
cificado. Decid,  si  queréis:  **Eso  es  absurdo,  imposible,  in- 
éenaato;*'  sea:  pero  es  un  hecho:  y  si  no  entendéis  cuál  pue- 
da ser  la  razón  del  prodigio,   no  podéis   recusar    que  se  ha 
efectuado  y  sigue  efectuándose  aún  en  medio  de  la  historia. 
£n  los  siglos  cristianos  se  ha  encontrado  en  toda.s  partes  una 
liUTnanidad  poseída  contra  su  propia  carne  do^una  santa  cruel- 
dad. Hobiérase  dicho  que  el  placer  y  el   sufrimiento  hablan 
f  >er«iido,  el  uno  sus  encantos  y  el  otro  sus  horrores;  que  el 
f[>lacer  se  había  trocado  en    sufrimiento  y  el    sufrimiento  en 
placer.  Al  menos  cierto  es  que  hablan   cambiado  de  lugar 
«n  la  e.stimacion  y  el  amor  de  aquella  humanidad  nueva.  Y 
^esa  ambición  de  la  flagelación,  y  esa  pasión  de  la  crucifixión 
no  era  un  ensueño  de  una   filosofía   estoica,   sino   un  movi- 
miento de  adoración.  Nuera  una  soberbia  hipócrita  diciendo 
al  dolor:  ^'Nada  eres;  yo  te  desprecio,  porque  solo  llegas  á 
una  carne  qne  desdeño."  Era  un  amor  sencillo  que  decía  al 
sufrimiento:  •  Te  amo  porque  me  representas  á  Jesucristo,  á 
quien  adoro." 

¿Hasta  dónde  han  llevado  los  saritos  esa  ambición  de  pade- 
cer? ¿Hasta  dónde  ha  llegado  en  sus  apasionados  rigores  esa 
ambición  que  armaba  á  los  santos  contra  su  propia  carne? 
Señores,  si  quisiese  tan  solo  resumiros  la  historia  de  la  vida 
de  los  santos,  aqní  sobre  todo  os  veríais  tentados  á  oponer- 
me la  razón  de  lo  imposible:  mi  discurso  para  ser  verídico 
tendría  que  dejar  de  ser  ya  verosímil.  Si  yo  os  dijese  lo  que 
han  intentado  contra  sus  cuerpos,  no  solo  los  mártires  sino 
los  anacoretas,  los  solitarios,  los  penitentes  de  toda  clase  y 
condición,  cien  veces  mas  azotados  y  molidos   por  sus  pro-^ 

VII.— 38 


29 R  LA  VEaDAD   CATÓLICA. 

pia&  manos  y  los  inventos  de  su  amor  que  los  mártires  por  la 
mano  de  los  verdugos  y  loa  inventcíS  de  la  tiranm;  si  yo 
explayas*-^  riiiti^  vosotru»  con  toda  bu  terrible  verdíi<i  el  espec* 
táciilo  de  sus  maceraciones.  ayunoci.  vigilias,  cilicioíí.  rade- 
WRH  de  hit^rro,  disciplinaíi,  y  de  aquel  traje  d«  dolnroí^ag  heri- 
dns,  con  que  cubrían  bus  cuerpo»  ensaiígrentafio8;  si  yo  pin- 
ruse  todas  esíis  coms  con  su  n-alidafl  palpitante,  miicfiofi  hotn- 
líresqiieKe  creen  intrépidoíi  ni»  aííustarian  eonjo  niuoí^  al  oir 
tales  narraciones,  y  dirían:  *'No,  la  flaqueza  humana  no  ha 
podido  llegar  á  tanto."  Sea  lo  que  fiií-re,  he  híjuí  el  hecho 
en  su  verídico  resumen:  los  santos  han  agotado  en  etí  cuerpo 
la  facultad  de  padecer.  "Yo  sé,  me  tlvcín  un  médico  célebre 
de  esta  capital,  yo  sé  todos  los  dolores  filíeos  que  la  enfer- 
medad puede  producirten  el  cuerpo  humíino:  puí^sbien;  afir- 
mo que  el  valor  de  los  santos  ha  excedidn,  bajo  tistt*  aspecto, 
á  la  fuerza  de  la  enfermedad:  ellos  han  agotado  al  pié  de  la 
letra  todos  los  recursos  del  dolor."  Lo  comprendo;  los  paga- 
nos habian  agotado  el  placer,  y  unos  cristianos  han  agotado 
U^s  padecimientos. 

Pero  lo  que  importa  ante  to<lo  c.oniprí^nder  bi<Mi  es  *m  ntit».- 
vo  estítnulo  que  ha  coinunicailo  ;'»  la  riiunani(la<i  ^'ri^itian.i  e<M 
pasión  del  dolor,  ¿.(.¿né  han  experinioiUaHo  {\  ronsoniencia 
íit'  »'lla  las  almas,  los  cuerpos,  el  homl)í('  <*ntoroV  Sin  duda 
que  en  es(»  nuevo  movimiento  que  arrastraba  A  los  santos  en 
[>os  (\r  s'i  Dios  azotado  hubo  p!a'lo<5os  exee^'os,  en  los  cuales 
Iras  |)ro(iigios  de  fuerza,  se  daba  d  conocer  aun  la  flaquera 
del  liombre;  mas  no'tengo  que  ocuparme  de  excepciones,  so 
\n  me  toca  comprobar,  bajo  el  punto  de  vista  del  progreso 
íTcneral,  los  (afectos  en  su  conjunto:  ahora  bien,  he  a(|'ií  esos 
efectos  en  tfxla  su  realidad  espleinlente;  la  fuerza  moral  y  la 
fuerza  física  han  recibido  una  y  otra  un  nuevo  temple  en  me- 
«lio  del  dolor. 

Formáronse  en  todas  las  <dases  de  la  sociedad  legiout^s  de 
hombres  y  mujeres  que  armados  contra  sí  mismos  con  (d 
látigo  de  la  Haii^elacion  y  la  espada  de  la  mortificücion,  «e 
ejercitaban  torla  su  vida  en  tan  írenerosas  luchas:  vem^er  los 
cuerpos  para  engrandecer  las  alma=í.  Los  santos  querían  an- 
te todo  una  cosa:  abrazar  lo  mas  posible  el  dolor  físico  para 
asemejarse  también  lo  mas  |)osible  a  su  jefe  r-.zotado.  No  bus- 
caban, como  pudiera  creerse,  el  dolor  por  el  dolor  mismo; 
lo  buscabarí  y  b»  abra/abau  por  Jes;H'ri>i  ^  y  en  Jesucristo 
amado:  y  aun  sin  pensar  en  ello,  as(»cii'ind<)^-'  á  !;!<  |»a!b«i  i 
mientos,  se  asimilaban,  ¡mitándoh).  .v1íj:>  d  '  ^u  d  vina<ji m 
deza.  De  císi^s  luchas  contra  \í}^  carne  qur'   llví^^arou  á  ser  iic- 


LA  VEUDAÜ  CATÓLICA.  299 

róicas,  combates  de  gigantes  en  que  las  almas  se  median  con 
los  cuerpos  para  aminorar  al  hombre  sensual  y  engrandecer 
al  hombre  del  espíritu,  salieron  en  efecto  las  almas  engran- 
decidas. El  alma  humana  volvió  á  encontrar  en  esas  luchas 
una  elevación  que  ya  no  se  le  conocía;  recobró  con  toda  su 
fuerza  su  pureza,  su  generosidad,  su  dignidad  y  libertad;  re- 
cobró sobre  todo  en  esa  sujeción  del  cuerpo,  sometido  á  fla- 
gelaciones vengadoras,  su  verdadera  soberaníu. 

Y  resaltando  el  eograndecimiento  de  las  almas  en  el  ros- 
tro del  hombre  le  dio  como  un  sello  de  incomparable  gran- 
deza. Revelóse  en  la  humanidad  una.físonomía  que  llevaba 
con  la  señal  del  Cruciñcado  un  destello  de  majestad  desco- 
/locida  en  la  antigüedad   pagana.  Viéronse  aparecer  rostros 
que  el  arte  antiguo  no  pudo  pintar,  porque  jamas  los  había 
Contemplado;  rostros  austeros  y  mansos,  con  facciones  ma- 
jestuosas y  serena  mirada;  adelgazados,  no  ya  por  el  exceso 
de  los  placeres,  sino  por  el  uso  de  la  austeridad;  y  que  lle- 
vaban en  su  frente  un  surco  generoso  en  que  la  majestad  del 
hombre  volvia  á  encontrarse  toda  entera.  El  cuerpo  mismo, 
asociado  por  medio  de  sus  dolores  á  esa  renovación  del  hom- 
bre, recobró  una  nueva  fuerza  y  elasticidad.  En  esasoleadas 
<le  sangre  derramadas  por  la  austeridad  libre,  la  carne  misma 
a.dqurió  nuevo  temple,  purificándose  y  fortaleciéndose  al  mis- 
mo   tiempo;  y  borrando  cada  vez  mas  la  señal  de  la  bestia 
que  en  sí  llevaba  impresa,  tomó  algo  de  angelical  en  muche- 
clunabres  transfiguradas.  El  cuerpo,  vuelto  á  fuerza  de  disci- 
plina uiéuos  pesado  y  mas  etéreo,  participó  con  mas  destre- 
za y  agilidad  del  movimiento  del  espíritu;  y  libres  las  almas 
de   la  esclavitud  de  la  carne,  no  solo  llevaban,  sino  que  ar- 
rebataban sus  cuerpos  en  el  ligero   vuelo  que  las  elevaba  á 
Dios.    Ese   prodigio  de  trasformacion  humana  llegó  hasta 
tal  punto,  que  pudo  verseen  algunos  santos  como  una  res- 
tauración de  nuestra  primitiva  grandeza;  el  alma,  libre  de  la 
dependencia  del  cuerpo,  habia  recobrado  sobre  él  algo  de  su 
primer  imperio,  haciéndole  sentir  el  dominio  de  la  Cruz. 

De  ese  modo  la  austeridad  cnsti>^na,  disminuyendo  al  hom- 
bre por  un  lado,  lo  habia  realzado  por  todas  sus  faces.  De  ese 
crisol  del  dolor  había  salido  un  hombre  nuevo,  mas  grande 
que  el  hombre  antiguo.  De  esa  tierra  vivu  de  la  humanidad 
fecundada  por  los  padecimientos,  y  reinada  por  las  aguas  del 
sacrificio  y  la  sangre  del  martirio,  mil  flores  nuevas  habían 
brotado  y  mostrádose  lozanas  bajo  el  rostro  del  Crucificado 
para  embalsamar  con.su  fragancia  al  mundo  regenerado:  y 
entre  ellas,  una  flor  mas  bella  y  mas  suave  que  todas  las  de- 


300  LA  VERDAD  GATÓUGA. 

mas  aparecía  por  doquiera,  como  fruto  espontáueo  de  la  mcr- 
tificacioQ  cristiana,  la  flor  incomparable  de  la  castidad.  Si, 
del  mismo  modo  que  el  sensualismo  pagano  hacia  brotar  de 
su  seno  la  flor  de  la  impureza,  así  también  la  austeridad  cris- 
tiana hacia  crecer  en  medio  de  sus  rigores  la  flor  de  la  cas- 
tidad, cual  rosa  abierta  en  tallo  erizado  de  espinan.  ¡Oh  divi- 
na castidad,  el  mundo  no  te  conocia  ya,  y  para  volverte  á 
'  encontrar  era  preciso  remontarse  al  c|a1o  donde  florece  eter- 
namente, en  la  ciudad  de  Dios,  la  pimiza  de  los  espíritus! 
Por  tanto,  fué  una  grande  época  en  la  vida  de  la  humanidad, 
una  señal  brillante  del  progreso  que  esta  habia  hecho  si- 
guiendo la  senda  del  dolor,  aquella  en  que  del  seno  de  tantas 
corrupciones  amontonadas  por  la  impureza  pagana,  se  te  vio 
reaparecer  tras  los  vestigios  de  la  religión  nueva,  cual  bella 
azucena  saliendo  del  fondo  de  las  ruinas  para  florecer  á  la 
luz  del  sol. 

¡Ah!  cuando  veo  desde  aquí  los  coros  de  vírgenes  de  todo 
sexo  y  condición,  velados  con  su  pudor  y  adornados  con  su 
santidad,  salir  de  esos  templos  y  catacumbas  en  que  sus 
cuerpos  acaban  de  tocar  la  carne  del  Dios  crucificado;  cuan- 
do veo  sobre  todo  vírgenes  como  Sta.  Lucía,  Sta.  Águeda, 
Sta.  Inés  y  Sta.  Cecilia,  triunfar  á  la  vez  de  los  ataques  de 
la  crueldad  y  de  las  asechanzas  aun  mas  temibles  de  la  im- 
pureza, con  una  fuerza  y  facilidad  que  asombran  á  la  huma- 
nidad y  que  la  naturaleza  no  comprende;  ¡oh!  entonces,  ante 
ese  espectáculo  que  la  historia  descubre  á  mi  alma  encanta- 
da, siento  la  necesidad  de  exclamar:  ¡El  placer  ha  sido  des- 
tronado, el  dolor  ha  vencido!  El  alma  ha  encontrado  su  gran- 
deza, la  fisonomía  su  majestad;  el  cuerpo  mismo  ha  recobra- 
do con  su  fuerza  su  pureza  virginal:  el  imperio  de  la  auste- 
ridad ha  reemplazado  al  de  la  impureza,  así  como  el  de  la 
humildad  ha  sucedido  al  de  la  soberbia.  ¡Gloria  á  Dios!  el 
mundo  está  cambiado;  la  humanidad  se  ha  engrandecido,  el 
progreso  avanzará;  avanzará,  como  empezó,  en  medio  del 
dolor  y  de  la  austeridad  cristiana.  Las  filosofías,  poesías  y  li- 
teraturas sensuales  vendrán  á  sembrar  nuestro  camino  de  flo- 
res, aromas,  placeres,  impurezas:  ellas  seducirán  por  espacio 
de  una  horaá  la  humanidad  retrógrada  y  engañada.  Pero  ca- 
da vez  que  la  humanidad  desengañada  quiera  verdaderamente 
volverá  levantarse,  ah!  bien  sé  lo  que  hará;  rechazará  eaas 
flores,  esjs  aromas,  esos  encantos  que  las  pasiones  y  los  erro- 
res riegan  por  el  camino  de  los  pueblos  que  descienden;  vol- 
verá á  tomar  para  Iqs  combates  de  su  vida  ascendente  la 
fuerte  coraza  de  la  austeridad:  descubrirá  el    rostro  de  su 


LA   VBBOAD  CATÓUCA.  301 

Cristo,  velado  por  doctrinas  voluptuosas;  y  tomando  eu  hu 
mano  esa  bandera  secular  que  la  ha  guiado  hasta  aquí  en  to- 
das sus  conquistas,  la  cruz,  y  siempre  la  cruz, — dirá:  Hijos 
del  Calvario,  prosigamos  nuestra  jornada:  anatema  al  placer, 
pam  nosotros  la  austeridad;  el  placer  es  retrógrado,  la  auste- 
ridad 68  progresiva. 

He  ahí.  Señores,  lo  que  ha  hecho  la  humanidad  cristiana 
desde  el  Calvario  en  la  ]M>ra  de  sus  mas  terribles  crisis:  ha 
vuelto  á  empuñar  el  si^o  del  dolor,  y  á  abrigar  en  su  cora- 
zón el  amor  de  la  austeridad:  y  ha  seguido  la  senda  del  pro- 
greso. Ahora  bien:  lo  que  ha  hecho  desde  hace  diez  y  ocho 
ligios,  lo  que  ha  hecho  eu  todas  sus  grandes  fases,  preciso  es 
9(^6  lo  haga  en  el  siglo  diez  y  nueve,  con  arreglo  al   menos 
^  'as  necesidades  de  estos  tiempos.  Dé  esta  condición  depen- 
^^  nuestro  progreso:  contra  un  sensualismo  nuevo  es  me- 
nester una  nueva  reacción. 

(Tradutido  por  R.  A.  O.) 

(Finalizará.) 


DISCURSO 

^ÜONimciADO  POR  EL  R.  P.  JOüE  JOFRE  DE  HARÍA  SANTISIHA, 

9\f^tor  de  la  Escuela  Normal  de  Guanabaeoa,  en  el  aeto  de  Inau- 
^nrse  los  exámenes  correspondientes  á  este  aflo  de  los  alumnos 
A^dlcba  Escuela. 


Illmo.  Sr.: 

£o  medio  de  las  diversas  opiniones,  de  los  contrarios  dic- 
^^uieaes,  de  los  opuestos  sistemas  que  hierven  hoy  dia  eu  el 
'^uodo  intelectual  y  literario  acerca  del  estado  de  la  socie- 
^d,  surge  una  idea  en  que  todos  convienen,  y  sobre  la  cual 
^&die  disputa.  Estamos  bien  seguros  de  que  no  habrá  quien 
|^<>8  contradiga,  cuando  al  señalar  esta  idea,  afirmemos  que 
^  sociedad  está  enferma.  Desde  las  alocuciones  del  actual 
Pontífice  Pío  IX,  quien  como  vicario  de  Jesucristo  vela  so- 


302  LA   VERDAD  CATOLIÜA. 

bre  los  maa  precioáo^dimtinosdé  la  humaoulad^  hagta  logúl- 
tiniúspragrümas  de  Luis  Btaiic  que  ha  deshauciado  la  vida 
de  la  sociedad  actual,  todos  proclaman  mas  ó  menos  directa- 
mente,'con  maa  6  méDüs  elocuencia,  el  hecha  que  i?nuncia- 
íiios*  ¿Quiáu  lo  duda?  Cunndo  no  solo  toUos  los  que  escri- 
ben, sino  también  todos  los  que  lt?tín,  do  solo  los  hombres  de 
carrera  que  han  hecho  estudios  profundos  sobre  las  ciencias 
sociales,  sino  también  los  maé  ineruditos  artesanos,  despuea 
(le  dar  uDa  ojeada  en  tas  coiumuas  de  un  periódico,  tratan  de 
arreglar  á  su  manera  el  mundo,  y  trazan  planes,  y  proponen 
leyes  y  modifican  gobiernos,  ¿qué  otra  cosa  hacen  sino  acla- 
mar el  mal  estado  de  la  sociedad  presente,  y  recetar  nuevos 
medicamentosa  la  augusta  enferma? 

No  es  de  este  lugar  entrar  de  lleno  y  de  frente  en  una 
cuestión  que  abarca  todas  las  cuestiones,  y  de  cuya  solución 
la  generación  presente  es  responsable  á  las  generaciones  fu- 
turas. Mirándola  sin  embargo  por  el  lado  que  nos  pertene- 
ce, como  encargados  de  formar  maestros  de  instriiccion  pri- 
maria, diremos  con  franqueza  que  uno  de  los  síntomas  alar- 
mantes de  esta  enfermedad  es  que  se  habla  mucho  y  se  hace 
poco,  se  habla  en  un  sentido  y  se  obra  en  otro  sentido  opues- 
to. Esto  que  sucede  en  todos  los  ramos  no  podia  dejar  de 
suveder  en  el  de  la  educación,  porque  ¿quién  podia  preser- 
varla del  común  contagio?  Afortunadamente  la  España  es 
la  que  menos  se  resiente  de  este  síntoma  general:  á  la  soli- 
citud del  gobierno  de  8.  M.  (Q.  D.  G.)  debemos  un  estable- 
cimiento, que,  por  cuanto  sepamos,  no  tiene  la  dicha  de  po- 
seer  ninguno  de  los  países  de  esta  bella  parte  del  globo,  es- 
tablecimiento que  secundado  por  las  familias  y  por  los  pue- 
blos, puede  aplicar  al  mal  un  oportuno  remedio. 

Desde  los  tiempos  de  Aristóteles  hasta  los  nuestros  se  lia  re- 
petido constantemente  la  máxima  de  aquel  tilósofo,  de  (pie  'Ma 
educación  lo  hace  todo."  No  podemos  suscribir  en  to»la  su  la- 
titud áMa  sentencia  de  aquel  sabio;  pero  no  hay  duda  que  la 
educación  hace  mucho,  y  si  es  buena,  mucho  uuis.  En  el  esta- 
do normal  la  educación  parte  de  tres  fuentes,  de  la  familia,  del 
estado,  de  la  Iglesia:  la  familia  prepara  individuos,  el  estado 
abre  escuelas,  la  Iglesia  fijii  doctrinas.  Nada  n^.as  armonioso 
y  embelesador  que  la  perspectiva  de  la  niñez,  marchando 
felizmente  hasta  su  com|>leta  formación  bajo  el  triple  con- 
curso de  estos  tres  grandes  agentes  del  mundo.  /,Q'*^^  '^^  \^^^ 
tira  pues  un  buen  maestro,  en  cuya  dignidad  se  reúne  la  in- 
fluencia moral  de  tan  poderosos  elementos? 

Sin  duda  es  mayor  de  lo  que  comunmente  se  piensa  la  im- 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  303 

portancia  social  del  magisterio,  importancia  que  sube  de  pun- 
to en  una  época  en  que  se  han  relajado  en  gran  parte  y  ame- 
nazan relajarse  en  escala  mayor  los  vínculos  sociales.  La  fa- 
rntlia  dista  generalmente  mucho  de  ser  lo  que  debe;  se  halla 
muy  debilitado  el  principio  de  autoridad,  y  por.un  raciona- 
lismo el  mas  irracional  se  pierde  muchas  veces  en  el  aire  la 
palabra  divina  del  Santuario,  Pues  bien:  el  magisterio,  reves- 
tido de  la  importancia  que  le  compete,  puede  reparar  estas 
quiebras,  reanudar  estos  lazos  y  cicatrizar  estas  heridas  que  la 
perversidad  de    los  tiempos  ha  abierto  en  el  cuerpo  social. 
Porque,  ¿qué  hace  un  buen  maestro?  Estableciendo  y  con- 
^rrando  en  la  escuela  una  constante  disciplina,  ihfunde  a 
los  niños  hábitos  de  orden   que  les  acompañan  al  hogar  do- 
méstico, y  acostumbrándoles  á  respetar  su  voz  y  á  estar  pen- 
dientes de  sus  mas  ligeras  insinuaciones,  les  acostumbra  á 
respetar  la  voz  de  los  padres  y  á  cumplir  sus  preceptos.  Así 
indirectamente  y  aun  sin  pensar  en  ello  ofrece  en   la  escuela 
una  viva  imagen  de  orden,  de  justicia  y  de  caridad,  tanto  mas 
pficaz  en  el  ánimo  de  los  niñoa,  cuanto  mas  activa  es  la  par- 
^que  toman  en  ella,  y  cuanto  mayores  son  los  estímulos 
qoe  les  impulsan  á  representar  en  la  misma  el  primer  papel. 
¿i  no  ha  de  suceder  con  frecuencia,  que  al  regresar  el  niño 
ácasade  sus  padres,  vivamente  impresionado  por  la  belleza 
^^^  esta  imagen,  impresione  también  vivamente  con  sus  des- 
tellos á  los  que  le  dieron  el  ser?  ¿Cuántas  veces  las  lecciones 
^e  la  escuela,  repetidas  en  casa  por  los  inocentes  labios  de 
"n  hijo,  han  sido  brillantes  rayos  que  han  inundado  de  luz 
•as  regiones  superiores  de  la  sociedad  doméstica?  No  lo  du- 
demos: un  buen  profesor  convierte  á  muchos  desús  discípu- 
los en  maestros  de  su  familia,  y  lo  que  es  mas  notable,  en 
'íiaestros  que  son  escuchados  sin  prevención,  son  aplaudidos 
con  entusiasmo,  en  cuya  boca  toda^  las  palabras  son  do- 
naires, todas  las  expresiones,  sentencias  y  cuanto  dicen,  un 
libro.  Y  si  tanto  influye  en  la  familia  por  el  contacto  me- 
diato de  su  discípulo,  ¿cuánto  DO  influirá  por  el  contacto  inme- 
diato con  sus  padres,  si  están  en  relación  directa  con  el  edu- 
cador de  sus  hijos  y  se  prestan  á  recibir  sus  inspiraciones? 
Entonces  el  maestro  con  el  nmor  que  profesa  á  sus  discípulos 
*'•  apodera  del  corazón  de  los  padres,  y  manejando  con  pru- 
ílenciacste  poderoso  resorte,  rectifica  muchas  ideas,  destru- 
ye muchas  preocupaciones,  remueve  todos  los  obstáculos  y 
hace  comunes  á  padres  y  á  hijos  los  frutos  de  la  educación. 
A  lo  menos  se  asegura  siempre  la  de  los  últimos;  pues  e\  éxi- 
^  de  la  enseñanza,  en  caso  de  desacuerdo  entre  el  profesor 


304  LA  VISRDAD  CATÓLICA, 

V  los  padre»,  es  nulo/  en  cago  da  indift^rencíii  y  ¡iprirtuniít'n- 
to»  es  dudoso;  en  caso  de  una  feliz  urmonfti  y  coopt^rttcioü.  wi 

gmnde,  seguro,  infalible. 

8i  el  órdpn  es  la  vida  de  la  socted&d,  ^\  pnnnipiíi  de  a ii ta- 
ri dad  es  el  alma  del  órdea*  Desde  1h  caida  del  primer  tiom- 
bn^  cada  inteligencia  fJene  su  modo  de  ver  la^^  cirsHs,  cada 
cornzün  su  regla  de  apetef^erlítí^j  de  lo  que  resulta  un  egots* 
rao  de  enteíídímiefito  y  dp  voluntad,  que  si  no  fuera  dirigido 
de  grado  6  por  fuersía  al  bren  comuii,  produciría  á  rso  tardar 
la  destrucción  del  gént-ro  hunianoi  Sin  el  alnia  de  la  auto* 
ridíid  ea  imposible  toda  armonía  entre  lo«  hijos  de  Adán;  Dio» 
mií§mn  Ta  ha  establecido  para  salvarnos  de  una  ruina  cierta 
é  inevitable,  Y  ¿qui^n  ignora  que  este  principio  salvador 
está  vivamente  lastimado  eu  la  opinión  huniangf  Noa  lo  pre- 
dicíin  con  elocueotes  frases  mochos  escritos  de  antores  que 
aspiran  á  hacerse  famosoí!  por  la  singularidad  de  sus  absur- 
dos; nos  lo  anuncian  rumoren  nada  sordos  que  circufíin  htt§- 
ta  en  las  mas  remotas  aldeas.  El  hombre  recto  y  pensíidor 
se  estremece  y  tiembla  por  el  porvenir,  calculando  los  fruto« 
que  puede  dur  un  árbol  de  í^sta  especi**;  y  di^íicubre  en  esto 
la  razón  porque  los  gobi«»rnos  de  mas  de  un  siglo  i\  esta  par- 
te van  aumentando  |>ro^resi  va  mente  la  fuerza  material,  de- 
seosos de  prevenir  una  v*,atásfcrnfe.  La  soi!Í»*dad,  v'inno  el  indi- 
viduo, está  providencialmente  sngeta  al  instinto  de  conser- 
vación. Mas  así  como  fuera  un  grave  error  contar  únicamen- 
te con  el  elefn»Mito  físico  para  la  conservación  del  individuo» 
así  lo  fuera  tambi<Mi  contar  solo  cor)  el  elemento  material  pa- 
ra la  de  la  socied.id:  es  necesario  ante  todo,  mas  (pie  todo  v 
sobre  todo,  emplear  el  eUímerjto  moral,  que  un  es  otro  que  el 
principio  de  autoridad,  el  cual  armonizando  las  partes  del 
universo  social,  coloca  cada  una  en  el  lugar  que  le  corres- 
ponde, combina  sabiamente  el  inovimiento  común  con  el 
particular,  y  las  hace  marchar  holgadamerite  todo  á  su  pro- 
pio fin.  Y  ¿quién  puede  contribuir  mas  que  un  buen  uuu»s-  { 
tro  á  reanimar  este  principio  vivificador?  En  primer  lugar  el 
maestro  por  su  posición  es  naturalmente  la  avanzada  de  la 
autoridad  social,  siendo  la  primera  que  conoce  el  niño  al  sa- 
lir del  hogar  doméstico.  En  la  escuela  aprende  el  niño  que 
ademas  de  los  padres  miturales  hay  otra  clase  de  padres  á 
quienes  hade  amar  y  obedecer;  allí  sabe  que  pertenece  á 
una  familia  mas  vasta  de  la  cual  es  individuo  nato,  y  cuyos 
jefes  le  prodigan  los  líias  lolíciros  cuidados.  La  escuela  es  una 
Roctedad  en  miniatura:  allí  hay  leyes,  legislador,  ascensos, 
destituciones,  protección,  beneficios,  y  todas  esto  en  mano8 


LA  VERDAD   CATÓLICA.  305 

de  un  profesor,  que  manda  sin  orgullo,  reprime  sin  acrimo" 
oia,  remunera  con  justicia,  castiga  con  benignidad,  siempre 
vigilante,  prudente,  imparcial;  ¿quién  duda  que  deJaprofun< 
das  huellas  en  los  tiernos  ánimos  de  los  niños,  y  les  prepara 
para  que  sean  con  el  tiempo  leales  y  paólfícos  ciudadanos? 
Ademas  el  buen  maestro  inculca  el  respeto  á  toda  clase  de 
autoridades,  lo  confirma  con  su  ejemplo,  y  conocedor  de  los 
errores  de  la  época,  procura  preservar  de  ellos  á  sus  discípu- 
los con  la  repetición  frecuente  de  aquellas  verdades  que  son 
su  propio  y  natural  antídoto. 

Mas  ¿dónde  estiln  estas  verdades?  ¿dónde  hallará  el  sabio 
institutor  razones  tan  convincentes  y  poderosas,  que  doblen 
el  orgullo  Tiatural  del  hombre  ante  la  voz  déla  autoridad? 
Hace  mucho  tiempo  que  se  busca  un  medio  para  imponer  á 
la  razón  humana,  y  no  se  encuentra:  la  razón  humana  no  se 
deja  imponer  ni  de  la  necesidad  ó  fatalismo,  que  la  desespe- 
ra, ni  de  la  palabra,  orden  y  armonía  que  se  desvanecen  al 
mas  leve  soplo  de  una  pasión,  ni  de  la  mage«tad  de  la  ley 
que  ve  personificada  en  sus  iguales.  Señores,  hablando  pro- 
piamente, el  hombre  solo  inclina  su  íViín^e  ante  Dios;  solo 
presta  obediencia  á  quien  le  represiMita:  y  es  un  dogma  ca- 
tAlieo  que  toda  autoridad  constituida  viene  de  Dios,  y  trae 
consigo  una  recomendación  divina.  El  amor  y  el  temor  de 
Dios,  tal  cua!  nos  lo  enseña  nuestra  santa  religión;  ved  aquí 
de  donde  saca  el  guia  de  la  juventud  los  principios  eternos 
que  hacen  no  solo  dignos  de  respeto,  sino  también  de  amorá 
los  depositarios  de  la  autoridad,  pues  como  dict?  uno  de  los 
mas  famosos  concilios  de  Toledo:  *"8oio  será  fiel  á  los  hom- 
bres el  que  á  Dios  sirviere  con  fidelidad." 

Hallamos  pues  en  la  Religión  sólidamente  fundado  el 
prinqipio  de  autoridad,  Y  he  aquí  otro  campo  en  donde  se 
nos  presenta  todavía  mm  colosal  la  importancia  social  del 
maestro.  Para  avalerar  esta  inipurtancia  preguntaremos:  ¿es 
necesario  que  la  sociedad  sea  cristiana?  ¿Puede  el  maestro 
iijfluir  en  la  satisfacción  de  esta  necesidad?  En  cuanto  á  lo 
primero  ningún  católico  de  buena  fe  lo  pondrá  en  momento 
de  duda,  ni  dejará  de  mirar  con  horror  el  principio  de  que  la 
ley  ha  de  ser  atea.  Una  ley  atea  supone  un  legislador  ateo, 
y  lo  uno  y  lo  otro  necesariamente  han  de  atraer  sobre  la  so- 
ciedad así  encabezada  las  maldiciones  del  cielo,  las  cuales, 
que  se  crea  que  no  se  crea  en  ellas,  no  dejarán  de  ser  menos 
Verdaderas  ni  menos  terribles.  La  sociedad  debe  satisfacer 
íiodas  las  necesidades  del  hombre,  debe  por  consiguiente 
conducirle  hasta  conseguir  su  último  fin,  y  esto  no  lo  puede 

VIL— 39 


306  LA  VKRDAD  CATÓLICA 

hacer  »i  nu  en  veniaderamente  criitkna.  Por  esta  llainafQi^ 
eocial  la  influencia  del  raaestro  en  fa  educí»cion  religiosa.  Y 
que  realmente  tenga  esta  influencia^  no  cabe  dudarlo.  ÜQ 
maestro  qne  á  la  su  fl  cien  te  iuf^truccion  retigiosa  une  la  ha- 
bilidad de  coniunicarla,  que  habla  de  tas  verd;idea  cristiana» 
con  el  lenguage  de  U  fe  y  ensena  la^  virtudes^  del  Evangelio 
con  la  expresión  del  buen  ejeni|ilo,  que  vela  «obre  lae  ideas 
y  lag  coitumbrei  de  sus  discípulos,  y  lesavim,  amonesta  y 
corrige  con  la  gravedad  del  sacerdote  y  con  el  cariño  de  una 
madre,  que  les  prepara  y  Ie8  guia  hasta  que  lleguen  á  comti- 
nlcar  directamente  y  por  sí  inismoa  con  Dios  por  todos  aque- 
líos  medios  que  Jesucristo  instituyó  y  la  Iglesia  nos  pone 
delante,  este  maestro  habla  y  su  palabra  cae  como  «nave  ro- 
cío sobre  el  corazón  de  la  niiiez,  hace  que  las  verdades  eter- 
nas penetren  agradablemente  toda  su  alma*  y  les  conquista 
para  la  familia,  para  la  sociedad,  para  el  cielo.  Me  atreveré 
á  decir  que  lii  influencia  del  maestro  en  la  educación  religio- 
sa es  boy  dia  tanto  ó  mas  importante  que  la  de  los  ministros 
del  santuario  por  ia  sencilla  razón  de  que  proporcional  men- 
te son  pocos  los  padres  que  se  olvidan  demandar  sus  hijoaá 
la  escuela  y  muchos  los  que  se  olvidan  de  mandarlos  al  t-em- 
pío.  Toda  la  importancia  de  un  maestro  esta  resumida  en 
esta  sentencia  de  un  sabio  francés:  ''Según  la  educación  es 
la  vida,  según  la  vida  es  la  muerte.''  Una  muerte  cristiana 
asegura  la  felicidad  eterna,  una  vida  cristiana  la  felicidad 
temporal,  una  y  otra  dependen  de  la  educación  y  la  educa- 
ción del  maestro.. 

Se  dirá  tal  vez  que  no  hay  maestros  tan  consumados  en  el 
c.rte  de  educar,  que  prometan  estos  felices  resultados.  No  me 
empeñaré  en  probar  que  los  hay:  diré  sí  que  los  puede  haber, 
y  que  de  cierto  los  habrá,  cuando  las  familias  y  los  pueblos 
unan  sus  esfuerzos  á  los  que  hace  el  paternal  gobierno  de 
nuestra  augusta  Soberana,  cuando  eleven  á  los  maestros  y 
las  escuelas  ai  rango  social  que  les  corresponde;  cuando  los 
padres  representen  á  sus  hijos  los  establecimientos  de  edu- 
cación como  el  templo  de  la  sabiduría  y  de  la  virtud.  Nues- 
tras lecciones  serian  estériles,  si  faltasen  á  los  profesores  las 
recompensas  y  los  estímulos  sociales.  Por  lo  demás,  mien- 
tras 00  veamos  realizadas  estas  condiciones  en  toda  su  am- 
plitud, al  leer  pomposos  discursos  en  elogio  de  la  educación, 
no  haremos  mas  que  repetir  aquel  axioma  de  jurisprudencia: 
**Contra  el  hecho  no  vale  la  protesta'':  Protesiatio /acto  con- 
trarUi  non  valel.  * 

Ue  dicho. 


LA  VfiRDAD  CATÓLICA.  307 


LA  PROCESIÓN  DEL  CORPUS  EN  ROMA. 


He  aquf  como  describe  dende  Roma  el  Sr.  Velez  de  Me- 
drano  esta  solemnidad  religiosa: 

La  procesión  del  Corpus  es  no  solamente  uno  délos  actos 
religiosos  mas  solemnes  de  Roma,  sino  de  toda  la  cristiandad. 
En  la  corte  pontificia  es  donde  únicamente  pueden  verse 
tan  magníficas,  ceremonias  como  lasque  muy  repetidamente 
se  suceden  en  la  capital  del  mundo  católico. 

Miéntrai  que  en  Madrid,  por  gracia  especial  de  Su  Santi- 
dad, veo  que  se  ha  verificado  la  procesión  por  la  tarde,  su- 
cede en  Roma  lo  contrario,  pues  á  una  hora  muy  temprana 
de  la  mañana  es  cuando  tiene  lugar  la  procesión,  en  la  que 
aparece  el  Papa  rodeado  de  los  Cardenales,  de  los  Arzobispos 
y  Obispos,  príncipes  y  altos  personajes  de  su  corte.  A  las 
ocho  y  media  salió  la  procesión,  bajando  de  la  capilla  Sixti- 
na  por  la  llamada  escalera  regia,  para  tomar  la  dirección  de 
los  dos  pórticos  semi-circu lares,  atravesando  la  plaza  Rusti- 
cacci,  cuyo  tránsito  se  hallaba  cubierto  con  un  tupido  tol- 
do, y  elegantemente  adornado  con  pabellones  y  guirnaldas 
de  verdores.  Gracias  á  la  abundante  arena  y  fino  ramaje  que 
ocultaban  las  piedras  del  suelo,  se  habia  obtenido  un  mulli- 
do y  cómodo  piso  para  la  comitiva  de  la  procesión.  El  inte- 
rior y  el  vestíbulo  de  San  Pedro  ostentaban  ricas  colgadu- 
ras de  damasco  encarnado,  y  Jas  paredes  de  las  dos  exterio- 
res galerías  laterales  vistosos  tapices  que  representan  hechos 
de  la  historia  Sagrada. 

Mas  de  hora  y  media  tardó  la  procesión  en  recorrer  el  ám- 
bito de  la  plaza,  y  no  necesito  añadir  mas  para  que  el  lector 
comprenda  y  adivine  lo  muy  vistosarque  seria  la  reunión  de 
tantas  y  tan  diversas  corporaciones  religiosas,  civiles  y  mili- 
tares. 

Abrían  la  marcha  varios  piquetes  de  la  milicia  pontificia, 
apareciendo  sucesivamente  los  recogidos  en  el  hospicio  de  S. 
Miguel  y  huérfanos  de  la  casa  de  Misericordia,  frailes  men- 
digantes y  demás  comunidades  religiosas,  canónigos  regula- 
res lateranenses,  alumnos  del  Colegio  Romano,  curas  par- 


á06  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

róeos  con  el  camarlengo  del  clero,  y  todos  los  capítulos  de  ¡m 
iglesíasj  colegiatas,  y  basílicas  y  patriarcales,  can  «as  cruee» 
y  mangas  correspun dientes. 

Veniao  después  loa  procuradcíres  generales  de  todas  las 
érdenes  religiosas,  los  capf^llfiriei  ordioarios  de  Sii  Santidad 
llevando  cuatro  magnífica?!  tiaras  cuajadas  de  rica  pedrería 
y  tres  betlÍBimas  mitraii.  Unas  y  otras  Bon,  según  creo,  rega* 
los  hechos  al  actual  Sumo  Pontífice  por  Reyes,  príncipes  y 
altos  personajes  en  rüpresentacíon  de  algunas  corporacionea. 
Entre  dichos  regalos  se  cita  como  uno  de  los  mas  ricos,  el 
que  fué  ofrecido,  anos  atrás,  á  Pío  IX  por  la  Heínade  Espa- 
ña Doña  Isabel  II, 

Siguiendo  el  orden  de  la  comitiva^  no»  encontramos  luego 
con  loa  capellanes  ífgrí/iy  aupernuEuerario&  de  Su  Santidad, 
abogados  aol  Sacro  tJonsis torio,  camareros  honorarios  y  ic- 
greiii  Prelados  y  abreviado  rea  del  Parco  Mngginrtf  losi  tt  ci- 
tantes de  Itt  Signatura,  los  clérigos  de  ia  real  cámara  apostó- 
tica,  los  auditores  de  la  Rota  y  el  P-  Maestro  del  Siicro  Co- 
legio* Este  ultimo  es  de  reglainento  (asi  me  lo  aseguran)  que 
pertenezca  á  la  orden  de  predicadores.  El  que  ocupa  en  la 
actualidad  dicho  puesto  es  un  reverendo  de  muy  buenas  car- 
nes, aficionado,  por  añadidura,  á  las  letras,  si  he  de  juzgar 
por  su  constante  asistencia  á  la  academia  de  1  Quiritiy  donde 
le  he  visto  aplaudir  con  verdadero  nrnore  ai  inspirado  poeta 
(que  ya  conoce  V.,  Sr.  Director,  por  mi  carta  anterior)  el  P. 
Felipe  Balzofiore,  de  la  orden  de  San  Agustm,  autor  de  mu- 
chas bellísimas  poesías,  entre  ellas  la  que  se  titula  II primo 
amore,  de  que  hice  mención  á  su  debido  tiempo. 

Volvamos  á  la  procesión  para  contemplar  el  grupo  mas 
interesante,  desde  que  aparece  la  cruz  papal,  á  cuyo  alrede- 
dor se  agrupan  los  penitenciarios  de  la  basílica  Vaticana, 
inpiajieta  bianca.  Conté  hasta  diez  y  ocho  Arzobispos  y 
Obispos  con  mitra,  sin  mencionar  algún  otro  que,  sin  llevar- 
la puesta  en  la  cabeza,  ocupaba  diferente  puesto  en  la  pro- 
cesión. De  los  Cardenales  iban  todos  los  que  se  hallan  en 
Roma,  que  son  bastantes,  y  por  último,  Su  Santidad  Pío 
IX  (1)  que,  llevado  en  magníficras  y  elevadas  andas,  apare- 
cia  postrado  de  rodillas  ante  el  Santísimo  Sacramento.  De- 
lante del  Sumo  Pontífice,  entre  los  Arzobispos  y  Cardena- 
les, iban  también  el  magistrado  y  senador  de  Roma,  el  prín- 

(1)  De  ana  noticia  dada  en  naettro  último  número  parecía  deaprendena 
que  el  Padre  Santo  no  habia  podido  asistir  este  año  á  la  fiesta  del  Corpas,  sia 
embargo,  no  es  así:  nos  contraíamos  á  U  fanoion  de  la  Ottava  del  Corpas. — 
N.  d$  la  R. 


I 


LA  VERDAD  CATÓLICA.      '  309 

cipe  asistente  al  solio,  con  los  auditores  de  la  real  Cámara 
apostólica  y  el  vice-camarlengo  de  la  R.  R.  C. 

Rodeaban  á  Su  Santidad  los  guardias  nobles  á  pié  y  los 
suizos  de  gran  gala.  Los  vistosísimos  abanicos  de  plumas  de 
pavo  real,  que  colocados  en  mangos  muy  largos,  forman  par- 
te indispensable  del  séquito,  siempre  que  Su  Santidad  es  lle- 
vado sobre  los  hombros  de  i  pala/renieriy  6  en  las  citadas  an- 
das del  Santísimo  Sacramento,  contribuían,  no  poco,  al  efec- 
to pintoresco  del  cuadro. 

Detrás  de  las  andas  marchaban  el  decano  de  la  S.  Rota, 
llevando  la  mitra  usual  del  Pontíüce;  el  tesorero  de  la  real 
cámara  apostólica,  el  mayordomo  de  Su  Santidad,  varios  dig- 
natarios ae  la  Iglesia,  entre  ellos  el  Padre  general  de  las  Or- 
denes religiosas  y  algunos  empleados  mas,  dependientes  del 
palacio  apostólico. 

Cerraban  la  comitiva  los  guardias  nobles  á  caballo,  á  cu- 
ya cabeza  iban  sus  capitanes,  el  duque  de  Castelvecchio  y  el 
príncipe  de  Vianb,  entre  los  cuales  se  veiaal  marqués  Patri- 
zi,  vessilli/ero  (portaestandarte)-  hereditario.  Inmediatamen- 
te venían  el  general  francés  conde  de  Goyon,  con  otros  cin- 
co generales  y  un  brillante  y  numeroso  estado  mayor,  todos 
á  caballo,  seguidos  de  varios  destacamentos  del  ejército  de 
ocupación.  Por  áltimo,  la  milicia  pontificia  de  infantería  y 
caballería,  mandada  por  el  general  Kanzler. 

Dar  una  idea  del  aspecto  que  presentaba  la  plaza  en  el 
momento  de  la  procesión,  es  cosa  menos  qne  imposible,  y 
de  la  que  no  se  puede  tener  idea  sino  viéndolo.  El  inmenso 
gentío  colocado  en  balcones  y  tribunas,  y  en  la  calle  sobre 
sillas  ó  de  pié,  el  ruido  de  las  campanas,  el  estampido  de  los 
cañonazos  disparados  desde  el  castillo  de  San  Angelo,  las 
músicas  militares^  el  aparato  y  la  extensa  línea  que  ocupaba 
la  procesión,  formaban  un  conjunto  indescriptible. 

Saliendo  de  la  capilla  Sixtina,  como  hemos  visto,  termina 
la  procesión  en  h  Basílica  de  S.  Pedro,  donde  se  cantó  un 
Te  Deum  y  el  TaíUum  ergOj  dando  el  Santo  Padre  la  trina 
Bentdizione  con  el  Santísimo  Sacramento. 

La  guardia  palatina,  colocada  dentro  del  templo,  forma- 
ba una  hilera  desde  el  llamado  Cancel  de  Carlomagno  hasta 
el  Confesionario  de-San  Pedro.  La  misma  milicia  tuvo  la  hon- 
ra de  acompañar  al  Santo  Padre  á  sus  habitaciones  del  Va- 
ticano, cuando  terminó  la  augusta  ceremonia. 


310 


I^á  VERBA  D  CATÓLICA, 


DE  oncio. 

SECRETARIA  DEL  OBISPADO  DE  LA  HABANA* 

•■Mritl^o  TOlinUrta  aUortap^r  el  Bxmm.  é  IUm».  Sr.  OMtpe  á  Uwé 
f  Mitre  SutftiMe  Padre  Pie  lene. 


Rjdacion  de  Iob  personas  y  cantidades  que  cada  una  ha  enin 
para  el  expresado  objeto  en  esta  Secretaría  de  Céunan 
Qohiemo, 


Parroquia  de  ingreso  de  la  Santísima  Virgen  de  la   Caridad^ 
Sanai   Spíritus. 


Pi.   Ctt. 


Sama  anterior S3.541 

Pbro.  D.  Basilio  María 
Madrigal.  Cura  párroco      102 

Pbro.  D.  José  Lino  Este- 
vez,  Teniente  Cura 17 

D.  Francisco  Abren 17 

Doña  Ana  Ramona  Jimé- 
nez . 17 

D.  Luis  Bernardo  López. .  8 

l'oña  Maria  Francisca  Ji> 
menez 8 

D.  Fernando  de  Pina 8 

„  José  de  Jestis  Fina  j 
Gromez 8 

Pbro.  D.  Gabriel  Font,  Ca- 
pellán de  Tarraffona 4 

D.  Próspero  Amador  Gar- 
cía, mayordomo  de  fa- 
brica  

Ldo.  D.  Agustín  M.  Came- 
jo 4 

D.  Manuel  José  Venegas.  4 

„  Vicente  Sagrera 4 

ff  Manuel  E.  Escribano.  2 


70i 


50 

50 
50 

50 

25 


4    25 


25 
25 
12 
121 


D.  Joaquín  Galí 

„  Melchor  de  Oria 

„  Joaé  María  Venegas.. 

„  José  Maria  de  laa  Cft- 

sas. ^ 

Doña  Ana  Luisa  y  Loren- 
zo Bernal 

D.  Ramón  López  j  Ana  J, 

Santa  Ana 

Doña  Rosa  Pina 

D.  Máximo  de  EUnas 

,,  José  Affustin  Fuente.. 

„  Pedro  Pablo  de  Moya. 

.,  GabrelOrdas 

Doña  Ana  Agoatia  Val- 

dés 

D.  Pastor  Pina 

Doña  María  B.  Valdés .... 
D.  Clemente  Ulloa 

.,  Juan  de  Dios  GiL.... 

„  Bernabé  de  Pina. 

„  José  Inocente  Hernán» 

dez 


P*. 

2 
2 
it 


Cs. 

12 

^   12 


60 


i 


Uk  VBBDAD  GATÓUCA. 


311 


Pútnrojuia  de  omcouo  de  S.  Narciso  de  Altares. 


Pi.    Cti. 


Pbro.  D.  JoAB  A.  Pu  y 

Martiiiox,  Cim  Barroco. 
B.  J.K.A. 

„  Antonio  Pen»  Moren. 

«A.  C 

„  8erafin  Bnpl..^. 

„  Joaé  Muraal  Gtrteya. 

„  Ramón  Gibert 

„  Pedro  Ramis 

„  Cáriot  del  Pino 

„  Fraociteo  Fernandez 
Cabnyi^ 

„  Francisco  Sánchez... 

„  Franeiioo  Airares 

„  Jnliao  y.  Alonso.. 

M  Lorenzo  D.  j  Soerti.. 

M  Pedro  Lonex. 

t«  José  A-  Iremandes.... 

„  Ignacio  Miranda. 

M  José  Potra •• 

M  Josto  Guaran 

n  José  Alentado 

„  Isidro  Sosa 

„  Tomás  Rodrí^ez. — 

„  Nazarío  Rodnguez  Pe- 
res Feo 

Domingo  R  Cano,  moreno 

Carmen  Sosa,  id 

Miguel  Ckirtina^  id 

Jo¿  Ant<inio  de  Pina,  id. 
D.  Jnan  de  laCroz 

„  Espérate  O.  Aoosta.. 

.,  JoséCarballo 

„lforíanoDiaz 

,,  José  Socarras 

„  FF.  Diaz 

,.  Joan  Día/. 

„  Bartolo  Míreles 

„  Ángel  Pérez 

María  de  los  Aogelea  Her- 
nández, morena 

Petra  Fernandez  Rabal- 
cuba. 

JnanTmeba 


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Pi.     cu. 


Faenndo     VilIaTieeneio , 

pardo   I 

Manuel  Soto I 

D.  Femando  Robajna.... 

„  José  Rodríguez 

,,  Antonio  Alentado..... 

„  Francisco  Cruz. 

„  Pedro  Suero 

„  Gerónimo  Arrellega.. 

„  José  Ramírez 

„  Mauuel  Quesada 

„  Juan  Araña 

,.  José  de  Jesús  Curbelo 

,,  Miguel  Pino 

,,  Manuel  Ruii 

„  Rafael  Rodríguez  Mel 

oOl.  .■.^.  •  •>■•••■.•.••••. 

José  Dolores  Curbelo,  mo- 
reno  

Cirilo  Hernández  id 

Romualdo  García,  id 

Sixto  Barrio 

Kegino  Castañeda,  pardo. 
D.  Simo^  González 

„  Antonio  Bafs 

,f  Domingo  Martinez 

„  Miguel  Martinez 

„  Nicolás  Jiménez 

Morenos:  Genaro  Zepero, 
Feliciano  Heroanoez  7 

Elij^o  Gomes 

Tomás  Cordero 

José  González 

A  ntonio  Curbelo- 

Manuel  Taima 

D.  Jesús  González 

Pablo  García,  pardo 

Margarita  y   Oástula   Al- 

▼arex,  pards , 

D  José  Morales' 

Juan  Morales,  pardo, 

Pedro  José  Morfi,  moreno 

Feliz  Vázquez,  id 

Antonio  de  León,  pardo. 


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U\  7BBDAD  CATÓLICA. 


Parroquia  de  mgrtio  de  jííra,  Sm.  ^  Canddarm  4d    Wajay* 

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Ctim  pirrólo 51     ,» 

B.  Bemanlo  í>inníü|ru*?i..  17    „ 

,♦  J  iiMi  ríüiBet.. . .  J- . ,  „  17    ,^ 

El  misiDií  8r . 8    50 

„  Aiíiistin  Murales   y  «u 

ei*p  oün.. .--....,,. e    5í» 

E(  Capitau  J««i  Local  D. 

S«l  u  Blmnii  Pprei. ..,._.  íí    „ 

D,  Podro  P.  Mí^íiocaL...  1    m 

„  hTujid  de  Diíip  Entralgo,  I     „ 

»,  EduHrdó  BaqutK. 1     ,«, 

Roaa,  j  M<?rced  Martmoi 

Onr^f a,  pardM  ....-•..  1     ,  i 
Dodh  RíWíi  Luffore  d«  Cm- 

tellíi.. .„  40 

D ,  J  í>üt>  Bol  r||[an  .*.,»...,.  40 

,,  Birnír^i   A  niflada . .....  3í> 

.,  J.  .íuanCasiil .«  :m 

Dona  Citudelana  Mané..  30 


Una  veciao  *  * . , .  -  - 

Doña  Euiefaia  Bague.,... 

D-  Víctorifino  Ríenfo*... 
,,  DiiiDiftio  Niiñfíí.,.  ,.-- 
■t  Jiiíin  HWero. ..,.,, 

Diiña  Boraarda  Felip»,,,, 
,,  El^nti  Murnleg...,,,*, 
„  Riiiialíii  Alwrez  _,,*-* 
„  Cm*  Alvsreíí _.---_- 

0.  A  I#j  !♦  Chfives -  - 

Díiña  t't'truna  OonwileE.- 

„  CnttctípdiííQ  Henmnduzt 

M  Riisalla  FtiMon.,    

, ^  t íandfl lar ia  Capote 

D.  fíjibrítíl  UüíiíaW 

,,  Riifwsl  García 

Dííña  AnUftiia  Culdprotj- , 
„  Mapiquilla  QuÍtit«ro.^ 
„  Merced  Ahan'^.- . .  *, 


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Suma.... 


54,097     21  é 


Habana  4  de  Agotto  de  1861.— ^^¿ra  Sánchez,  secretario. 

(Continuará.) 


k 


8ECC10JV  LITERAHIA. 


háL  MADRB  DBXi  CARMBLO. 


A  mi  tafB  Mitfg»  el  R.  P.  Fr.  Suiacl  de  l«  YliltoctoB. 

Como  brilla  de  Sion  el  sacro  monte, 
Cual  del  Hermon  la  bíblica  colioa 
Bailada  por  la  luz  del  claro  cíelo, 
Así  brilla  gentil  en  Palentina 
La  mística  montaña  del  Carmelo. 
¡Monte  de  bendición,  yo  te  saludo! 
¡Monte  de  paz  do  el  aura  se  respira 
De  santidad  y  amor,  el  labio  rudo 
Xe  alaba  al  son  de  la  cristiana  lira! 
En  el  aroma  de  tun  bellas  flores 
Que  en  alas  de  los  céfiros  envías^ 
Aspirar  en  mi  fe  sencilla  creo 
El  dulce  aliento  del  profeta  Elias, 
El  purísimo  aliento  de  Elíseo; 

Y  escucho  en  lontananza 

El  himno  arrobador  del  virgen  coro 
Que  canta  de  una  madre  la  alabanza, 

Y  vertiendo  la  luz  de  la  esperanza. 
Desciende  en  nubes  de  carmin  y  oro. 

Es  la  Madre  de  Dios,  Hija  del  Padre, 
Madre  del  Hijo  que  el  Eterno  engendra 
En  la  sublime  eternidad  sin  madre! 
La  celestial  María, 

VII.— 40 


# 
314  LATERDAD  CATÓLICA 

Que  en  la  mente  de  Dios  pura  y  hermosa 
Aun  antes  de  los  siglos  existia. 
Vedla;  ella  es!  Así  como  la  aurora 
Que  á  través  de  las  nieblas  resplandece» 
De  tierra  y  cielo  la  inmortal  Señora 
Entre  la  corte  angélica  aparece; 
El  ángel  besa  de  su  pié  las  huellas 

Y  la  visten  los  rayos  de  la  luna, 
La  coronan  el  sol  y  las  estrellas! 
Perdona,  Madre  amada, 

Si  no  puede  cantar  la  lira  mía 
La  del  Carmelo  aparición  sagrada. 
¡Oh  mujer  sobre  todas  elevada. 
Oh  Virgen  de  las  vírgenes,  María! 
Dale  al  alma  valor,  fuego  al  poeta, 
.    Y  desplegue  en  su  cántico  sagrado 
La  santa  inspiración  del  Rey  Profeta! 
Penetre  el  corazón  el  dardo  agudo 
Que  el  de  Teresa  atravesando  un  dia 
En  amor  abrasó;  desata  el  nudo 
Que  oprime,  dulce  Madre,  mi  garganta, 

Y  cantaré  tu  gloria  y  tu  grandeza. 

Y  ante  la^voz  del  trovador  que  canta 
El  altar  do  tu  imagen  se  levanta 
De  flores  cubrirá  natural  )za! 

Tú  descendiste  al  mundo 
Como  raudal  magnífico  y  fecundo 
De  gracia  y  de  virtud;  tú  fuiste,  oh  Madre, 
El  astro  salvador  del  hombre  triste 
Que  la  mancha  heredó  del  primer  padre; 
La 'nave  bendecida 
Que  nos  libró  propicia  del  naufragio 
En  el  mar  borrascoso  de  la  vida! 
Oh  dulce  Madre  del  Amor  hermoso. 
Madre  del  Carmen,  Virgen  soberana, 
Coredentora  de  la  raza  humana; 
Del  Espíritu-Santo  recibiste 
El  inmutable  amor;  con  él  nos  amas, 

Y  por  él  al  Carmelo  descendiste 
Envuelta  de  tu  amor  entre  las  llamas. 
El  verdadero  amor  vivió  en  tu  seno, 

Y  el  amor  es  la  luz  que  alumbra  al  mundo, 

Y  9on  él  iluminas  en  la  tierra 


LA  YBBDAD  CATÓUCA.  316 

Del  infeliz  mortal  la  senda  oscura; 
T  eres  el  arca  que  la  vida  encierra 
Del  mísero  mortal;  de  tu  ternura 
El  fecundo  raudal  el  pecho  ablanda, 

Y  de  tu  amor  á  la  celeste  sombra 
Descansa  el  hombre  así  cual  peregrino 
Que  de  su  largo  viaje  fatigado 
Reposo  encuentra;  eres  el  camino 

Que  nos  lleva  hasta  Dios;  tú  nos  le  muestras 
Entre  las  obras  del  poder  divino; 

Y  procurando  el  bien  del  hombre  triste, 
Un  manantial  de  amor  y  de  consuelo 

A  la  infeliz  humanidad  has  dado 
En  tus  hijos  queridos  del  Carmelo! 

Ellos,  oh  Madre,  por  el  mundo  llevan 
El  lábaro  esplendente  de  tu  gloria, 

Y  del  error  y  de  los  vicios  triunfan, 

Y  muestran  á  los  pueblos  tu  victoria! 
En  el  mundo  protégelos  amante, 

Y  busquen  á  la  oveja  descarriada, 

Y  la  vuelvan  á  tí;  tu  luz  radiantd 
Extiendan  por  do  quier,oh  fresco  lino 
Del  valle  de  Saron,  fragante  nardo 
De  los  campos  de  Siotí,  candida  rosa 
Que  brilla  en  Jericó;  tu  esencia  grata 

Se  esparce  en  derredor;  la  aspira  el  hombre, 
£q  los  céfiros  suaves  se  dilata, 

Y  como  sube  el  perfumado  incienso. 
Se  eleva  misteriosa 

Al  trono  soberano  del  Inmenso. 

¡Oh  Madre  del  amor.  Virgen  del  Carmen, 
Emperatriz  del  cielo  y  de  la  tierra. 
No  abandones  al  pueblo  de  tus  hijos 
Que  en  tí  su  gloria  y  esperanza  encierra! 
Bendice,  pues,  dulcísima  Señora, 
Al  pueblo  que  te  adora; 
Descienda  sobre  mí  tu  fuego  santo, 

Y  cúbrame  tu  manto; 

Por  tí  mueca  de  amor  y  de  ternura, 

Y  estrechando  al  morir  tu  imagen  pura, 
Tuyo,  oh  Madre,  será  mi  último  canto. 

Antonio  Enrique  de  Zafra. 


316 


LA  YKRDAD   CATÓLICA. 


A  LA  ASUNCIÓN  DE  HARÍA. 


SONETO. 


Rasga,  divina  Madre,  el  puro  ambiente 

Y  asciende  rnagestuosa  en  raudo  vuelo, 
En  blanca  nube  envuelta,  al  sacro  cielo 
Do  te  aguarda  ansioso  el  Dios  potente. 

Sube,  sí,   mas  no  dejes  indigente 
A  esta  tu  grey  que  en  hondo  desconsuelo, 
Tu  ausencia  llora  del  mundano  suelo. 
Donde  angustia  cruel  ciñó  tu  frente. 

Vuelva,  vuelve  los  ojos.  Virgen  pura, 
De  ese  tu  sacro  solio  esplendoroso, 

Y  errar  verás  en  valle  de  amargura 

A  este  rebaño  incauto  y  temeroso 
Que  sin  zagala  igual  á  tu  ternura, 
Siempre  está  mustio,  por  demás  lloroso. 


Leopoldo  de  Btrriel, 


LA    VSRDAD   CAJÓLICA.  317 


EL  SEPULCRO  DE  LA  VIROEN 

BV  JERVSALER. 


Para  dar  á  ouestros  lectores  uDa  idea  del  nuevo  periódico 
religioao  de  Madrid  El  Alba  Católica^  reproducimos  ei  si- 
guiente artículo  que  ha  visto  la  \\xz  en  su  primera  entrega: 

Hacia  la  parte  oriental  de  Jerusaien,  á  poca  distancia  del 
lugar  donde  el  templo  de  Salomón  ha  sido  reemplazado  por 
la  mezquita  de  Omar,  el  viajero  sale  de  la  ciudad  por  una 
pueita  de  una  sólida  construcción.  Cerca  de  allí  se  pasea  á 
lentos  pasos  el  centinela  musulmán,  que  guarda  bajo  los  »om- 
brtos  arcos  la  entrada  de  la  Ciudad  Santa. 

Esta  puerta  es  la  de  Sidi-Marian,  la  Señora  María,  I»  San- 
ta Mujer,  como  la  han  llamado  los  sectarios  del  Profeta,  en- 
tre los  cuales  está  en  gran  veneración  este  nombre. 

Desde  este  puntóse  percibe  delante  de  sí  lajDontaña 
de  las  Olivas,  dominada  por  el  minarete  y  la  cúpula  que  cu- 
bre el  tugaren  donde  Jesucristo  se  manifestó  por  la  vez  úl- 
tima á  sus  discípulos:  hacia  la  derecha  está  el  valle  de  Josa- 
fat;  encerrado  entre  la  escarpada  colina  donde  se  halla  edi- 
ficada Jerusaien  y  la  montaña  de  las  Olivas.  La  del  escán- 
dalo, Mons  Offensionis,  se  pierde  en  el  hoi'izonte  formando  nu- 
merosos rodeos;  á  la  izquierda  el  campo  conduce  á  los  sepul- 
cros de  los  antiguos  reyes  de  Judea. 

Al  principio  del  valle  de  Josafat,  cerca  del  lugar  en  donde 
nace  y  toma  su  origen  el  torrente  Cedrón,  manantial  seco  la 
mayor  parte  del  año,  es  donde  se  encuentra  el  sepulcro  de 
la  Virgen.  Un  camino  escarpado,  dando  vueltas  muchas  ve- 
ces sobre  el  mismo,  conduce  á  él  bajando  á  lo  largo  de  la  co- 
lina cuando  se  sale  por  la  puerta  de  Sidi-Marian.  Algunos 
olivos,  cuyas  secas  copas  demuestran  su  alta  antigüedad, 
contrastan  con  su  triste  verdor  con  el  terreno  quemado  y 
pedregoso  de  aquel^e§olado  país,  A  algunos  pasos  del  mo- 
numento el  huerto  de  Jetsemaní,  encerrado  en  una  muralla 
de  negras  piedras,  oculta  cu  su  estrecho  recinto  la  gruta  en 


318  LA  VERDAD  CATÓUCA. 

que  el  Salvador  del  mundo  tuvo  un  copioso  sudor  de  sangre, 
al  rogar  á  su  Padre  que  alejase  de  él,  si  era  posible,  aquel  cá- 
liz de  amargura:  Pater,  siposstbile  esl^  transeat  ame  calix  iste! 
Uno  de  los  lados  de  esta  muralla  se  prolonga  por  el  camino, 
por  el  que  se  sube  á  la  montaña  de  las  Olivas,  y  que  es  la  pro- 
longación de  aquel  que  se  ha  seguido  al  venir  de  Jerusalen. 

La  fecha  del  monumento  que  encierra  el  lugar  donde  re- 
posó el  cuerpo  santísimo  de  la  Virgen,  está  escrita  á  los  ojos 
del  anticuario  por  la  forma  de  sus  arcadas.  Es  contemporá- 
neo de  la  iglesia  del  Santo  Sepulcro,  de  la  que  está  sobre  el 
suelo  de  la  mezquita  de  Omar,  y  de  tantos  otros  restos  vene- 
rables que  aun  se  encuentran  en  Palestina.  Consiste  en  una 
capilla,  ó  mas  bien  una  pequeña  iglesia  construida  en  un  an- 
cho y  profundo  foso  y  tallada  en  la  piedra  viva,  al  que  se  ba- 
ja por  cincuenta  escalones:  hacia  el  Norte  se  apoya  contra 
la  roca,  cuya  altura  apenas  pasa.  La  puerta  abierta  al  lado 
del  Sur  es  el  único  punto  por  donde  puede  penetrar  la  luz. 

El  sepulcro  de  la  Virgen  está  bajo  la  guardia  y  custodia 
especial  de  los  religiosos  latinos  de  Tierra  Santa,  pero  todas 
las  comuniones  cristianas  han  establecido  altares  en  esta  ve- 
nerada iglesia.  Los  musulmanes  mismos  poseen  en  ella  un 
oratorio,  y  no  es  una  de  las  menores  singularidades  de  aquel 
país  de  contrastes,  ver  en  él  las  mas  opuestas  religiones  con- 
fundirse, reunirse  y  mezclarse  en  un  culto  tributado  á  la  vir- 
tud y  á  la  santidad. 

He  aquí  lo  que  Chateaubriand,  ese  guia  tan  fiel  de  la  Tier- 
ra Santa,  nos  dice  al  hablar  de  este  sacrosanto  lugar:  ^'En- 
tramos  desde  luego  en  el  sepulcro  de  la  Virgen:  es  una  igle- 
sia subterránea  á  la  que  se  baja  por  algunos  escalones  bas- 
tante hermosos:  se. halla  dividida  entre  todas  las  sectas  cris- 
tianas: los  turcos  tienen  también  un  oratorio  en  aquel  lugar; 
los  católicos  poseen  el  sitio  en  que  se  halla  el  sepulcro  de  Ma- 
ría. Aunque  la  Virgen  no  haya  muerto  en  Jerusalen,  fué  se- 
gún la  opinión  de  muchos  santos  padres  milagrosamente  se- 
pultada en  Jetsemaní  por  los  apóstoles.  Euthimio  cuenta  la 
historia  de  estos  maravillosos  funerales.  A  la  llegada  de  Santo 
Tomás,  que  no  se  habia  hallado  presente  al  entierro,  habien- 
do hecho  abrir  el  sepulcro,  no  se  encontró  dentro  de  él  mas 
que  la  ropa  virginal,  simple  y  pobre  vestido  de  la  reina  de 
la  gloria,  que  los  ángeles  habian  elevado  en  sus  brazos  á  los 
cielos.  Los  sepulcros  de  San  José,  de  San  Joaquin  y  de  San- 
ta Ana  se  ven  también  en  esta  iglesia  subterránea.*' 

Tal  lo  ha  visto  Chateaubriand,  ese  célebre  cantor  del 
cristianismo,  tal  existe  hoy,  y  el  15  de  AgQsto,  dia  de  la 


LA  VBBDA  D  CATÓLICA .  319 

Abudcíod  de  la  Virgen  María,  de  todos  los  puntos  del  uni- 
verso cristiano  acuden  peregrinos  que  se  agolpan  en  el  estre- 
cho recinto  de  esta  santa  iglesia,  celebrando  en  unión  de  los 
sectarios  mismos  de  Mahoma  los  méritos  y  las  virtudes  de 
Sidi-Mariauj  la  Virgen  María,  la  madre  de  Cristo,  nuestro  di- 
vino Salvador.  El  ángel  que  habia  anunciado  á  María  su 
maternidad  divina,  le  vino  allí  á  anunciar  su  muerte;  volvió 
á  ver  todos  aquellos  lucares  marcados  con  las  divinas 
huellas  y  aquel  CalVario  donde  cree  aun  oir  la  última  pala- 
bra de  un  Hijo;  seencierraen  su  celdita;  los  ángeles  la  visitan: 
los  apóstoles  dispersos  por  el  mundo  se  reúnen  alrededor  de 
8u  lecho  de  muerte.  Los  bendice,  les  da  sus  consejos.  Da 
gracias  á  S.  Juan  por  sus  desvelos,  aquel  otro  hijo  legado 
por  su  Hijo,  y  abandona  la  tierra.  Cristo  viene  á  recibirla,  y 
un  resplandor  y  divinos  conciertos  llenan  la  estrecha  estan- 
cia á  donde  habian  bajado  los  cielos 

Cuando  envejece  el  fénix  reúne  sobre  lo  alto  de  una  mon- 
taña leñas  aromáticas,  sobre  las  que  como  sobre  un  lecho  de 
honor  va  á  terminar  sus  dias.  Porque  cuando  el  sol  en  lo  mas 
fuerte  de  la  mitad  del  dia  lanza  sus  rayos  mas  ardientes,  este 
pájaro  único,  para  aumentar  sus  ardores,  no  cesa  de  batir  sus 
alaa  sobre  su  hoguera,  hasta  que  prende  el  fuego  y  ardiendo 
con  él  se  consume  y  mu^re  entre  sus  olorosas  llamas. . . . 

Como  la  paloma  del  arca,  María  volvió  al  ciclo,  su  patria. 
Abandonó  su  cuerpo,  aquel  vestido  inútil,  como  Jonatás  en- 
tregó su  túnica  al  hijo  de  Isais:  como  la  hija  de  Merary  aban- 
donó su  vestido  de  viuda  para  revestirse  la  túnica  de  fiesta  y 
adornarse  con  la  corona  de  oro.  Santo  Tomás  hizo  abrir  su 
Sepulcro.  Pero  no  encontró  en  él  mas  que  las  ropas  virgiua- 
't*á  y  un  delicioso  olor  que  exhalaba  la  tierra.  Aquí  fué  don- 
óle, según  los  cristianos  de  Oriente,  las  milicias  celestiales 
^  rrebataron  en  sus  brazos  á  la  que  iba  á  ser  su  reina. 

Este  sepulcro,  como  el  de  Cristo,  no  tendrá  que  devolver 
riada  cuando  en  el  último  dia  suene  la  trompeta  del  ángel,  y 
t^odbs  los  sepulcros  se  abran  para  dar  salida  á  los  cadáveres 
id^epultados  en  ellos  en  el  largo  trascurso  de  los  siglos — , 


320 


LA   VKRDAD  CATÓUCÁ- 


AETISTA  RELIGIOSA. 


Rita  pontificia- — El  D'mtin  fh  Roma  publicíi  íít  hsta  é^ 
toí  niíinera^  |>rt!mi  idos  <ííi  la  rifa  poutiíioiii.  Silbido  eá  que  el 
pnírlucto  fie  dii^lia  riffi  m  dfiíttinaba  á  socarrer  á  la^  familias 
do  Iü5{  Estados  Komanos  que  á  cou^ecueiicia  tle  \o^  aconteci- 
mieutos  hnn  teuido  que  buscar  mi  refusilo  en  Roma^  y  aeen- 
cuL'utran  destituidas  tfe  toda  recurro.  Lf^^  bitc»,  en  número 
de  1540,  eran  objeto»  perteoficientes  al  Píidre  Santo  y  da- 
düs  par  Sn  iSántidad,  y  otros  enviadoí?  de  diveraus  partes 
de!  iM'be  con  aqiHil  objeto.  Entre  \}\%  perstinas  tavorecidfií*  por 
la  nuiTttí  »ií  líita  á  nneatra  nugusta  srdierana  Df  Isabel  11, 
quií-u  SG  ha  sacada  nn  retrato  de  Pió  IX,  cuyo  marco  de 
ninaáico  es  nna  obra  artística  de  grandísimo  mérito  y  valor. 


Pki:conizacion  i>iíl  nltkvo  obispo  dk  oa.iaiw. —Según 
nuestras  norioi.ís  particulares,. Su  Santidad  se  ha  dignado 
preconizar  al  Obispo  electo  de  Oajaca  Sr.  Covarrubias,  uno 
de  los  dignos  inienibros  del  clero  mejicano  que  después  de 
su  destierro  del  territorio  de  la  rejnlblica,  residieron  por  al- 
gún tieínpo  entre  nosotros.  El  imevo  obispo  de  Oajaca  debe 
haber  sido  ya  consagrado  en  la  ciudad  eterna,  y  dicho  Sr.  en 
unión  ib'  ios  Sres.  Obispos  Lavasfeida,  Munguía,  Barajas.  Ve- 
rea  y  algún  otro  prelado  mejicano,  pensaban  trasladarse  á  la 
Península  y  fijarse  en  la  ciudad  de  Sevilla. 


RkFLKXIOXHS  I>K  la   ''AKMONIa"   de  TL'RIN  SOHUE  LA  CAKTA 
DEL  SU.  M  \RQIJES  GUSTAVO  DE  CAVOUK  AL  PERIÓDICO    'LAS  NA- 

cíONAíviDADEs"  DE  aqí:eí>la  mlsma  CIUDAD. — Nuestros  lec- 
tores conocerán  ya  sin  duda  la  carta  en  que  el  hermano  del  di- 
íunto  Conde  de  Cavour  desmiente  las  noticias  dadas  por  la  Ga- 
zeffr  fie  Frdnrr  acerca  de  la  absolnciofi  pedida  por  el  célebre 
hombrede  estado  al  Padre  Safito  antes  de  su  fallecimiento.  La 
Armania,  (]ue  también  habia  dado  acogida  á  las  noticias  p»i 
bl ¡cadas  por  la  Gazcttc,   reproduce  la  carta  del  marqués   1 


I 


LA    VSKDAD  CATÓUCA.  391 

Cayour,  haciéodola  seguir  de  estaa  obserTaciones:  ''£9ta  car- 
ta poDe  fin  á  muchos  rumores  y  explica  muchas  cosas  miste- 
riosas. Esto  nos  aflige,  por  el  que  la  ha  escrito,  t  por  aquel 
acerca  del  cual  ha  sido  escrita.  Habíamos  concebido  al  prin- 
cipio' mejores  esperanzas.  Cuando  decíamos  lo  que  dijimos 
sobre  el  Conde  de  Cavourse  daban  como  positivos  los  hechos 
oa  hoy  desmiente  su  hermano.  Conforme  á  los  principios 
le  ]a  moral  y  el  derecho  canónico,  debíamos  creer  que  cada 
cual  habría  cumplido  con  su  deber.  Mas  esta  carta,  lo  repe- 
tímos, rectifica  muchas  cosas  escritas  por  la  ilnnonta,  y  que 
esta  no  hubiera  escríto  si  hubiera  sabido  lo  que* la  carta  po- 
ne en  nuestro  conocimiento.  No  tenemos  ni  tiempo  ni  vo- 
luntad para  entablar  una  polémica  con  nadie;  pero  llenos  de 
miramientos  hacia  los  vivos  y  los  que  ya  no  existen,  nuestra 
firme  resolución  es  conservar  incólumes  principios  acerca 
de  los  cuales  siempre  se  nos  encontrará  inexorables.  He  ahf 
lo  que  hemos  juzga'lo  conveniente  decir  por  última  vea  so- 
bre este  asunto.  La  historia  dirá  lo  demás." 


Profanación  t  castigo. — En  su  número  del  dia  10  de  Ju- 
nio publica  Lii  Rrgeneracion  de  Madrid  la  siguiente  noticia: 
"El  16  del  pasado  se  celebró  en  la  ciudad  de  Gubbio  la  fies- 
ta de  S.  übaldo,  patrón  de  la  misma,  y  cuyo  cuerpo  se  con- 
serva intacto  y  fresco  en  su  iglesia  titular,  situada  en  una 
montaña  que  domina  la  población.  Pues  el  dia  dicho  presen- 
tóse en  Qubbio  un  puñado  de  miserables  revoltosos  acaudi- 
llados por  cierto  clérigo  apóstata,  que  fueron  allá  expresa- 
mente desde  Perusa  para  descubrir,  decían  ellos,  la  impos- 
tura déla  conservación  del  santo  cuerpo. Presentáronse  efec- 
tivamente al  Obispo  de  la  diócesis,  y  con  irreverente  bruta- 
lidad le  intimaron  que  les  entregase  el  cuerpo  del  santo  pa- 
ra desengañar  al  pueblo.  Respondióles  S.  Illma.  con  mucha 
caridad  y  paciencia  que  la  conservación  del  cuerpo  era  un 
hecho  comprobado  por  ^'wte  siglos  de  experiencia,  y  que  los 
retaba  á  explicar  humanatnente  el  prodigio,  añadiendo  que 
si  estaban  resueltos  á  ver  la  verdad  por  sí  mismos,  podian 
subir  cuando  quisieran  á  la  monUiña. — No  esperaron  aque- 
llos infelices  á  que  se  lo  dijesen  segunda  vez,  sino  que,  frené- 
ticos, gritando  y  alborotando  como  endemoniados,  treparon 
al  monte  Ingino,  que  es  donde  está  la  iglesia  de  S.  Ubaldo. 
^  vil. — 41 


322  LA  TERDAD  GáTÓUCA* 

Precipita tise  en  el  templo,  y  con  esitándalo  de  loa  fieles,  m 
arrojnn  fioUre  hi  urna  de  la  ^ünU  reliqniii,  Pero  íio  bien  ha- 
bla levantado  las  raanos  pitra  tucarla  el  clérrgo  apóstata, 
cuando  herido  de  una  apoplegfa  fulitiiiiañte,  cnjó  muerto  ei» 
lastradas  mismas  del  altan  A  vistu  de  tai»  terrible  y  maüi' 
tiento  castigo,  los  otros  sacrilegos  retroceiiieroii  e^pantadoi, 
y  se  dispersaron  por  la  monÉniíña.  Et  pueblo  quedó  aterrado 
ante  esa  venganza  del  cielo,  obrada  cabalmente  el  día  mis- 
mo que  se  cumplían  siete  siglo**  desde  la  muerte  de  S.  Ubal* 
do. — El  Obispo  de  la  diócesis,  para  traaquílizar  á  lu  pobla- 
ción, ha  dado  permiso  de  celebrar  ua  solemne  triduo  expia- 
torio." 


\ 


ProghescíS  dkl  CATOLiciíiMn  EXüiNEBRA. — SeguD  el  últi- 
mo censo  la  población  de  Ginebra  constaba  de  S3,B45  habi- 
tantes, de  los  cuales  42,35-*  eran  católicos  y  40,Sld  protes- 
tantes. En  1850  lapoblaci'Mí  era  de  61,146  almas,  34,212  de 
las  cuales  eran  protestante ií  y  29,764  católicas.  La  población 
total  ha  aumentado,  pues,  un  32  p&r  cierito.  El  incremento 
del  número  de  católicos  ha  nidu  de  42  por  ciento,  y  el  de  lo» 
protestantes  17  por  ciento.  Los  católicos  constituyen  actual- 
mente el  51  por  ciento  de  la  poblacitíu  total,  y  los  protes- 
tantes tan  solo  el  49  por  ciento,  mientras  que  en  1850  loa 
últimos  formaban  el  54,  y  los  primeros  iolamente  el  4íí  por 
ciento  de  la  población  entera. 


NcKvo  OBISPO  i)K  MARSELLA.— Eu  lu  nómina  publicada  eu 
nuestra  entrega  anterior  de  nuevo,"?  prelados  de¡íiignados  pa- 
ra diversas  sedes  de  Francia  dijimos  que  el  abate  Deguerry. 
cura  párroco  de  la  Magdalena,  en  Paris,  había  sido  n(»rnbra- 
do,  para  la  silla  episcopal  de  Marsella,  E>5  te  sacerdote,  no 
queriendo  separarse  de  sus  feligreses,  ha  hecho  dimisión  del 
cargo  episcopal,  habiendo  Faido  iiontbrHdo  en  su  lugar  el  Phro, 
Cruice,  Canónigo  honorario  d^^  París,  El  abate  Oruire  t-s  un 
eclesiástico  distinguido.  Na  ció  en  Irlaíida  en  l!>15,  de  padres 
franceses. 


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I 


La  VERDAD  CATÓLICA.  323 

El  b.  p.  lacordaire. — Encriben  de   Soréze  al  Journal  d^ 
^omhusez  '^Después  de  una  ausencia  de  tres  semanas  motiva- 
da por  razones  de  salud,  ha  vuelto  el  P.  Lacordaire  el  martes 
último  á  Soréze.  Su  regreso  ha  dado  lugar  á  una  tierna  ma- 
nifeatacion.  El  batallón  de  los  alumnos,  con  la  música  al 
frente,  el  cuerpo  de  profesores  y  las  diversas  corporaciones 
de  obreros  con  sus  banderas  habian  ido  á  recibirle.  El  ilus- 
tre Dominico,  cuyo  rostro  pálido  y  adelgazado  lleva  aun  las 
huellas  de  grandes  padecimientos,  echó  pié  á  tierra  bajo  un 
arco  triunfal  que  había  sido  levantado  en  el  paseo  exterior 
de  la  ciudad,  y  se  dirigió  á  la  Escuela  entre  dos  fílas  de  la 
población,  dichosa  con  volver  á  verle.  El  R.  Padre  se  halla- 
ba visiblemente  conmovido,  y  contestaba  á  cada  paso  con  un 
saludo  afectuoso  á  las  demostraciones  simpáticas  de  que  era 
objeto. — Conducido  al  gran  salón  de  fíestas  de  la  escuela,  dio 
gracias,  con  voz  firme,  aunque  algo  debilitada,  á  los  alumnos, 
profesores,  obreros  y  á  todos  los  habitantes,  por  la  acogida 
que  se  le  hacia  y  las  muestras  de  afecto  que  en  todo  tiempo 
se  le  habian  dado. — Ya  estoy  de  vuelta  entre  vosotros,  dijo 
&l  concluir,  ¿Mesera  concedido  morir  también  en  medio  de 
vosotros?  No  losé.  Lo  dejo  á  la  voluntad  del  que  dispone 
de  nuestros  destinos.  A  todo  estoy  pronto,  ad  vivendum  aut 
moriendum.  Al  menos  os  dejaré  mi  sepultura.  Honradla  con 
una  oración  cada  vez  que  paséis  por  su  lado. — ¿Hay  que  aña- 
clir  que  estas  palabras  de  resignación  tan  cristiana  provoca- 
ron lágrimas  en  todos  los  ojos?" 


Vuelta  anunciada  de  la  reina  viuda  de  prüsia  al  ca- 
"roLicisMO. — En  mas  de  una  ocasión  nos  abstenemos  de  dar 
^  nuestros  lectores  algunas  noticias  relativas  á  conversiones 
importantes,  por  temor  de  que    e^as  mismas  noticias  salgan 
luego  desmentidas,  y  se  nos  acuse  de  ligeros  en   dar  asenso 
¿  cuanto   publican  los  periódicos   europeos:   á  esta  clase  de 
Tumores  pertenece  el  que  vemos  repetido  por  un  periódico 
XAií  conzienzudo  como  La  Regeneración  de  Madrid  acerca  de 
la  próxima  conversión  al  catolicismo  de  S.  M.  la  Reina  Vic- 
t;oria;  fácil  es  comprender  cuánto  celebraríamos  que  resultase 
cierto.  Mas  he  aquí  que  L«  Monde  nos  da,  aunque  con  toda 
Teserva,  la  siguiente  noticia:  **Segun  ciertos  rumores  que  cir- 
culan en  Alemania,  y  cuyo  eco  encontramos  en  el  Campani- 


324  LA  VBBDAD  CATÓLICA 

le  de  Turin,  la  Reina  viuda  de  Prusia  está  á  punto  de  Tolver 
al  seno  de  la  religión  católica.  Referimos  la  noticia  sin  salir 
garantes  de  su  autenticidad/' 


CROmCA  LOCAL. 


Próxima  construcción  de  la  iglesia  de  S.  Pedro  Apóstol  irr^ 
VersalUs. — El  Illmo  Sr.  Provisor  del  Obispado  ha  dirigido  al 
Exorno.  Sr.  Gobernador  de  Matanzas,  con  fecha  16  del  pasa- 
do Julio,  un  oficio  en  que  participa  á  dicha  autoridad  que  el 
Sr.  D.  Antonio  Kessel,  como  apoderado  general  de  su  her- 
mana política  D?  Concepción  E.  de  Abreu  y  como  consorte 
de  D?  Catalina  E.  de  Abreu,  está  dispuesto  á  otorgar  la  es- 
critura de  donación  de  un  solar  cedido  por  la  Srita.  D?  Rosa 
E.  de  Abreu  en  la  ciudad  de  Matanzas,  barrio  de  Versal  les, 
para  la  construcción  de  una  iglesia  en  dicho  terreno.  Su 
Illma.  así  lo  hace  saber  al  Sr.  Gobernador  de  Matanzas  para 
que  este  digno  funcionario  lo  ponga  en  conocimiento  deaque- 
lla Junta  Parroquial,  á  fin  de  que  esta  corporación  '^designe 
con  toda  urgencia  á  la  persona  que  al  efecto  deba  represen- 
tarla en  esta  capital,  sin  perjuicio  de  que  acuerde  lo  que  cor- 
responda en  orden  á  formalizar  el  expediente  de  construcción 
que  existe  en  su  poder,  para  sacar  la  obra  á  pública  subasta 
con  arreglo  al  plano,  presupuesto  y  pliego  de  condiciones 
que  deberá  extenderse  luego  que  se  hayan  rectificado  las 
listas  de  contribuyentes  antiguos  y  formado  la  délos  nuevos, 
así  en  metálico  como  en  especies."  El  Illmo.  Sr.  Provisor 
concluye  su  comunicación  participando  al  Sr.  Gobernador  de 
Matanzas  que  él  Excmo.  é  Illmo.  Sr.  Obispo  diocesano  habia 
tenido  á  bien  señalar  por  titular  y  patrono  de  la  nueva  par- 
roquia al  Apóstol  S.  Pedro  en  conmemoración  de  haberse  ve- 


LA  VKBDAD  CATÓLICA .  325 

Y'>6cado  8U  erección  durante  el  mando  y  bajólos  auspicios  de 
dicho  Sr.  Gobernador,  Brigadier  D.  Pedro  Esteban. 


Escuela  Normal  de  Guanabacoa.—E\  juéveñ  25  de  Julio  se 
/n  Auguraron  en  este  instituto  los  exámenes  públicos  pertene- 
cientes al  presente  año  de  los  alumnos  que  en  él  se  dedican 
i    la  honrosa  carrera  del  magisterio  bajo  la  sabia  dirección 
d^   los  hijos  de  S.  José  de  Calasanz.  Asistieron  al  acto  el 
^11  mo.  Sr.  Regente  de  la  Real  Audiencia  Pretorial,  el  Sr.  Rec- 
t«^^  ^  de  la  Real  Universidad  literaria,  el  Sr.  Secretario  de  Cá- 
í^  ^ra  y  Gobierno  de  este  Obispado   y  otras  personas  dis- 
*^  «^guidas,  y  pronunció  un  elocuente  y  oportuno  discurso, 
4  ^^^  e  encontrarán  nuestros  lectores  en  otro  lugar  del  presente 
^  ^íimero,  el  R.  P.  Jofre,  Director  de  dicha  Escuela.  Los  exá- 
*^^^Bnes  continuaron  en  los  días  26  y  27,  y  terminaron  el  28. 


Partida. — Por  el  último  vapor  correo  raaf  chó  á  la  Penín- 

j-^^j^  la  el  distinguido  sacerdote  de  la  diócesis  de  Cuba  Pbro. 

^^- Francisco  Mendi,  familiar  que  fué  del  difunto  Sr.  Arzo- 

^spo  de  dicha  diócesis,  con  quien  le  ligaban  estrechos  vfn- 

*"  ^los  de  parentesco. 


^      Misa  de  Réquiem, — Ejecutóse  el  27  del  mes  que  acaba  de 

^^rminar,   en  la  iglesia  de  Nuestra  Señora  de  Belén,  por 

^oa   numerosa  retinion  de  profesores,  la  notable  misa  de  re- 

^uiem  compuesta  por  el  Sr.  organista  de  dicho  templo,   D. 

^uan  Luna.  Aunque  extraños  al  arte,  creemos  que  aquella 

Composición  fué  desempeñada  con  toda  la  maestría  que  era 

^e  esperar  de  tan  distinguidos  instrumentistas,  quienes,  de 

paao  sea  dicho,  habian  querido  dar  una  cristiana  muestra  de 

simpatía  á  un  compañero  desgraciado,  tocando  con  el  mayor 

desinterés  en  la  misa  celebrada  por  el  eterno  descanso  de 

tta  difunta  esposa- 


trpfl  /ííc^         premios,  en.cuví 
dedicar        "''""''«"  *'^"t« 


Julio,  en  que  los  RR   pd   ?    , 
costumbre    LT  ^^■^^-  de  la( 
fiesta  ofició  L^  fn'*'"^"/"  ««^"to 

Fr.  Pablo  IfT^íl^P^'^cátodra  c 


LA  VERDAD   CATÓLICA.  327 

cion  de  esta  importante  obra,  tomo  que  abraza  la  relación  del 
viaje  hecho  últimamente  á  nuestra  isla  por  el  Sr.  de  la  Sagra. 
Apenas  hemos  tenido  tiempo  para  recorrer  ligeramente  la 
Dueva  obra  de  nuestro  apreciable  é  ilustrado  amigo,  pero 
desde  ahora  podemos  asegurar  á  nuestros  lectores  que  en 
ella  encontrarán  instructiva,  grata  y  entretenida  lectura.  Se 
halla  de  venta  en  casa  de  los  Sres.  Charlain  y  Fernandez, 
calle  del  Obispo  número  114. 


Imágenes  y  Ornamentos. — Recomendamos  á  los  Sres.  Curas 
párrocos,  mayordomos  de  iglesias  y  personas  devotas,  la  va- 
riada colección  de  imágenes  que*  existe  en  la  calle  de  Com- 
postela  número  51  entre  Muralla  y  Teniente-Rey.  Hay  en- 
tre ellas  dos  imágenes  de  Nuestra  Señora  de  las  Angustias  y 
una  del  Carmen  de  buen  tamaño  para  fígurar  en  el  altar  de 
un  templo;  su   trabajo   artístico  es  de    mucho  mérito  y  el 
precio  de  estas  como  el  de  las  demás   imágenes  de  Jesús  y 
de  Marfa  bajo  distintas  advocaciones  y  otros  santos,   es  bas- 
tante módico.  Se  venden  también  las    urnas  sin   las  imáge- 
nes. Ademas  hay  en  dicha  casa  hermosos  cálices  y  ornamen- 
tos de  lujo  que  pueden  adquirirse  á  precios  proporcionados. 
— En  la  misma  se  hacen  cargo  de  todo  trabajo  de  escultu- 
ra que  se  pida,  ó  de  cualquiera  comisión  ó  encargo  de  imá- 
genes ú  ornamentos  para  Barcelona.   Esperamos  que  los 
Sres.  á  quienes  pueda  interesar  esta   noticia  visitarán  dicha 
casa  y  podrán  adquirir  á  precios  cómodos,  y  al  momento,  lo 
que  quizás   hubieran  adquirido  á  precios  subidos  y  con  mas 
tardanza.  Nos  prometemos  una  pronta  venta  en  vista  del  mé- 
rito y  equidad  de  los  objetos. 


Exámenes  y  distribución  de  premios  en  el  Real  Colegio  de 
Belén. — El  primero  del  actual  han  comenzado  los  exámenes 
públicos  de  los  alumnos  del  instituto  de  educación  que  con 
tanto  celo  dirigen  los  RR.  PP.  Jesuitas  en  esta  capital.  Di- 
chos exámenes  terminarán  el  domingo  11  con  la  solemne 
distribución  de  premios,  precedida  de  un  pequeño  concierto 


1      ' 


""'■  '■'"""■o  del  ,ef„i 


DomlBiTO  18  de  Agosto  de  iS6Í. 


SECCIÓN  RELIGIOSA. 


CIRCULAR 

K«l  Bxcs».  é  lllmo.  Sr.  OMsp«  út  la  Habana  tonvocando  á  «^rdciot  al 
Clero  d«  la  dléceslf . 


K08    DOCTOR    DON   FRANCISCO   FLEIX  Y   SOLANS, 

POE  LA  GRACIA  DB  DIOS  Y  ÜE  LA  SANTA  SEDE  APOSTÓLICA,  OBISPO 
DB  LA  HABANA,  CABALLERO  GRAN  CRUZ  DE  LA  REAL  Y  MUY  DIS- 
TINGUIDA ORDEN  ESPAÑOLA  DE  CARLOS  III,  Y  DE  LA  AMERICANA 
DE  ISABEL  LA  CATÓLICA,  PROTECTOR  DE  LA  SOCIEDAD  DE  BBNF- 
FICEiNCIA  DE  NATURALES  DE  CATALUÑA,  CAPELLÁN  DB  HONOR  Y 
PREDICADOR  DE  NUMERO  DE  S.  M.,  DE  SU  CONSEJO,  ÓL.  ÓL. 

--4  nuestro  muy  Venerable  Dean  y  Cabildo,  Párrocos  y  dema^  eele- 
tiásíicos  del  Clero  secular  y  regular  de  nuestra  Diócesis,  Salud 
en  Núes  ir  o  Señor  Jesucristo. 

F.t  iratu»  tst  Uraco  in  viulitirem:  et  abiit  faceré 
pralium  cum  rdiquis  de  semine^  qiti  custodiunt 
mándala  Dei,  ct  kabent  testimonium  JesuChrixti. 

(Apocal.  XII.  17.) 

/ACE  un  año,  Hermanos  muy  amados  en  Jesucristo, 
que  al  dirigiros  nuestra  circular  convocatoria  para 
los  Santos  Ejercicios,  tomábamos  ocasión  de  las  cir- 
cunstancias azarosas  y  sumamente  amargas  para  el 
corazofi  de  nuestro  amantísimo  Padre  y  Pastor  Pío 
IX  para  manifestaros  !a  obligación  sagrada  que  tenía- 
mos todos  de  acudn-  en  su  auxilio  por  medio  de  incesantes  y 
fervorosas  oraciones  al  que  se  llama  por  excelencia  y  ps  con 

vil. — 42 


I> 


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.•i,.,,,,,;,     ,f\r  '"•■■?''lí¡'-... 

-  ,  •'   ''!'i  tnoiiiij   ,1..  /, 
íg'esia  P«ra  hacer  bíníí"'  ^ 

finante  "Srtl'r-"'-^;"" 

«^"•í  de  los  astros  f    '^''[^'»"<Poti 
sales,  habi-   ti  !  ^"""^  ^^•''  fo'^-'s  'c 

temporal  del  p"  a  ?'.  "^"'^  '^'  ^ 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  í]3l 

Éste  hombre  extraordinario  que  era  como  el  alma  del  ac- 
tual movimiento  italiano,  sin  contar  con  la  iniJeclinable  ac- 
ción de  la  Divina  Providencia,  que  tomó  sieofipre  ú  su  cargo 
la  defensa  de  su  Iglesia  abandonada  y  aun  perseguida  por 
los  hombres,  los  gobiernos  y  las  naciones,  cuando  llega  la 
hora  marcada  en  sus  decretos  eternos,  acababa  de  lanzar 
con  fastuosa  arrogancia  á  la  faz  del  universo  católico  estas 
insultantes  piilabras:  *'Roma  será  de  grado  ó  por  fuerza  la 
capital  del  Reino  de  Italia;''  este  hombre  ha  desaparecido  en 
breves  momentos  de  la  escena  del  mundo  político  y  los  ecos 
de  su  poderosa  palabra  han  espirado  entre  las  frias  cenizas 
de  los  muertos  ¡  Transivi  et  ecce  non  eratl 

Mientras  que  el  inerme  y  venerable  anciano  contra  quien 
iban  dirigidos  sus  tiros,  el  pacífico  jefe  de  la  cristiandad 
reina  tranquilo  en  el  seno  de  la  Ciudad  Eterna,  confiado  úni- 
camente eo  la  misma  Providencia  omnipotente  que  tantos 
prodigio^ está  obrando  en  favor  suyo  desde  el  principio  de 
su  tempestuoso  Pontificado,  sin  que  su  pecho,  lleno  de  aque- 
lla intrepidez  apostólica  y  sacerdotal  que  tanto  realza  el  ho- 
nor de  ia augusta  tiara  que  su  frente  ciñe,  se  haya  arredra- 
do ni  cedido  un  punto,*  ni  por  lo  imponente  y  numeroso  de 
los  ejércitos  enemigos  que  lo  rodean,  ni  por  las  terribles 
amenazas  con  que  sus  enemigos  declarados  ¿encubiertos  han 
pretendido  intimidarlo  y  triunfar  de  su  perseverante  cons- 
tancia, ni  perlas  falaces  cuanto  seductoras  promesas  de  la 
era  de  prosperidad  y  de  ventura  que  aguardaba  á  la  Italia 
una  y  regenerada^  con  las  que  fingidos  amigos  del  Pontífice 
esperaron,  aunque  en  vano,  conmover  su  corazón  bondadoso. 
Resuelto  el  magnánimo  Pió  IX  á  no  transigir  con  ninguna 
pretensión  injusta  y  decidido  á  sufrirlo  todo  antes  que  con- 
firmar con  él  sello  de  bU  autoridad  suprema  la  usurpación 
violenta  y  sacrilega  de  la  mayor  parte  de  sus  estados,  no  ha 
retrocedido,  ni  retrocede  ante  la  perspectiva  de  las  vejacio- 
nes mas  inauditas,  de  las  persecuciones  y  calumnias  mas  in- 
justas y  crueles,  ni  siquiera  ante  el  peligro  inminente  del 
cauHverío   y  de  la  mi^erte. 

Tal  se  presenta,  amados  Hermanos,  en  este  momento  el 
Pontífice  Romano  ante  un  siglo  de  incredulidad  y  de  egoís- 
mo, mostrando  con  sus  heroicas  virtudes  al  universo  entero 
que  es  el  digno  representante  de  Jesucristo  sobre  la  tierra, 
que  es  el  dignó  sucesor  de  Pedro  y  heredero  de  su  alta  y  su- 
prema dignidad,  mostrándose  también  á  sus  hermanos  en  el 
sacerdocio  católico  como  glorioso  dechado  de  magnani- 
midad y  fortaleza  en  la  terrible  lucha  que  va  sosteniendo 


33*¿  LA  VERDAD  CATÓLICA 

por  todas  partes  la  Iglesia  contra  los  hijos  del  siglo,  lucha 
del  espíritu  de  orgullo  y  de  sensualismo,  contra  el  espfritu 
de  humildad  y  de  abnegación.  Lucha  que  no  se   halla  cir« 
cunscrita  á  determinados  lugares  ni  á  determinados  tiempost 
sino  que  es    la  continuación  perenne  y  universal  de  aque- 
lla gran  contienda  quf*  nos  describe  con   sublimes  rasgos  el 
Evangelista  de  Patmos;  que  empezada   en   el  Cielo  en  el 
principio  de  los  tiempos,  no  se  terminará  por  completo  hasta 
la  consumación  de  los  siglos.  Factura  est  prCBlium  magnum  in  ^ 
Calo.  De  esta  gran  lucha  entre  el  prgullo  de  la  razón  diMÍi- 
cada  por  la  impiedad  de  nuestro  siglo,  y   la  humildad  de  la 
Cruz  deificada  también  por  el  Verbo  humanado,  somos  noso- 
tros  testigos  como  hombres,  y  en  ella  debemos  ademas  to- 
mar parte  muy  activa  como  cristianos   y  mincho  mas  como 
ministros  del  nuevo  Testamentos  y  tanto  mas  cuanto  vemos  que 
se  va  empeñando  de  dia  en  dia  con  nuevo  ardor  y  con  ince- 
sante perseverancia;  tanto'mas  cuanto  no  se  trata  ya  de  un», 
lucha  terrena,  de  un  efímero  triunfo  ó  de  una  corruptible  co — 
roña,  sino  que  se  trata  de  un  combate  entre  el  Cielo  y  el  In  - 
fiemo,  entre  Miguel  y  Satanás,  entre  los  hijos  deDiQS  en  cu- 
yos estandartes  augustos  brilla  con  radiantes   caracteres  la 
iiímortal  divisa  del  Príncipe  de  la   milicia  celestial:  Quis  »r. 
Deusl  y  los  hijos  de  Satán  en  cuyas  negras  banderas  se  des- 
cubre en  caracteres  de  sangre  y  de  fuego  la   divisa  del  Ar- 
cángel prevaricador  y  maldito:  Eritis  sicut  Dii! 

¿Y  quién  hay  entre  vosotros,  amados  Hermanos,  que  no 
haya  percibido  los  funestos  y  anticristianos  ecos  que  repiten 
con  celeridad  espantosa  en  los  cuatro  ángulos  de  la  tierra, 
por  las  mil  y  mil  voces  de  la  prensa,  los  enemigos  de  Jesu- 
cristo, y  de  su  Iglesia  resonando  por  do  quiera  el  grito  de 
muerte:  Destruid,  destruid  y  seréis  como  Dioses:  Eritis  si- 
cut Dii.  Destruid,  destruid  el  poder  temporal  del  Papa  pa- 
ra poder  en  seguida  atacar  con  mejor  suceso  su  poder  espi- 
ritual y  echar  por  tierra  el  prestigio  y  dominio  que  ejerce 
sobre  las  conciencias  de  tantos  millones  de  católicos  que  le 
reconocen  por  su  Pastor  Supremo  y  Padre  de  sus  almas.  Dí- 
rumi)amtis  vincula  eorum,  et  projiciamus  á  nobisjugum  ipaomm. 
— Eritis  sicut  Dii. 

Destruid,  destruid  el  influjo  y  la  autoridad  del  Episcopa- 
do Católico,  denigrando,  si  otra  cosa  no  podéis,  sus  miras  y 
sus  intenciones,  acusándole  de  avaro  y  ambicioso,  presen- 
tándolo al  incauto  y  sencillo  pueblo  como  lleno  del  espíritu 
de  dominación  y  de  intolerancia.  Dirumpamus  vincula  eontm 
et  projiciamus  á  nobisjugum  ipsorufn. —  Eritis  sicut  Dii! 


LA    VERDAD    CATÓLICA.  333 

Destruid,  destruid  la  benéfíca  y  social  acción  del  clero  so- 
bre las  masas,  clamando  continuamente  contra  sus  pretendi- 
dos desórdenes,  acusándolo  de  ignorante  y  fanático  y  de  no 
buscar  en  el  desempeño  de  su  ministerio    pastoral  mas  que 

los  emolumentos  temporales.  Dirumpamus  vincula  eorym. 

Erüuncut  DO! 

No  respetéis  nada  de  cuanto  pueda  oponerse  á  vuestra 
obra  de  destrucción,  ni  Historia,  ni  Crítica,  ni  sana  Filosofía, 
ni  Autoridad  alguna  divina  ó  humana;  negad  la  divinidad 
de  Jesucristo,  la  infalibilidad  de  la  Iglesia,  la  obligación  de 
santificar  las  .fiestas,  de  observar  los  preceptos  de  la  absti- 
nencia y  ayuno,  de  sujetarse  al  dulce  y  benéfico  yugo  de  la 
Confesión  y  de  la  Comunión,  repitiendo  altamente  y  con 
inaudita  osadía  que  ha  llegado  por  fin  la  hora  de  la  emanci- 
pación intelectual  y  mo^al  de  los  pueblos;  que  es  ya  tiem- 
po de  que  arrojen  lejos  de  sus  encorvadas  y  degradadas  cabe- 
zas la  lérrea  coyunda  de  la  superstición,  esto  es  de  las  creen- 
cias y  prácticas  religiosas,  y  entonces  quedará  regenerado  y 
ennoblecido  el  linaje  humano  y  empezará  el  feliz  imperio  del 
Verbo  Humano  sobre  las  ruinas  del  imperio  del  Verbo  Divino. 
DirumpHmus  vincula  eorum  et  projiciamux  á  nobisjugum  ijyso- 
ruml — Eritis  sicut  Dii. 

¿Y  á  quién,  sino  á  vosotros,  toca,  Sacerdotes  del  Señor, 
oponeros  como  un  muro   por  la  casa  del  Señor,  contra  las 
maquinaciones  de  sus  enemigos?  Cuantas  veces  ha  peligrado 
la  causa  de  Dios  en  la  tierra,   vemos  que  su   Majestad   ha 
buscado  Sacerdotes  para  defenderla.  Esto   nos  enseñan   los 
siglos,  esto  las  historias,  esto  las  páginas  del  antiguo  y  nue- 
vo Testamento.  Aquel   Suscitaba  mihi  saccrdotem  fiddem^  es, 
por  decirlo  así,  el  recurso  de  Dios  en  todo  tiempo.  Sacerdo- 
tes opone  á  la  heregía,  sacerdotes   presenta  á   la  impiedad, 
y  hasta  á  los  malos  sacerdotes  resiste  con  sacerdotes  virtuo- 
sos y  santos.  Por  eso  las  armas  de  los  enemigos  de  pios  ases- 
tan al  sacerdote  sobre  todo.  No  pueden  tolerar  un  sacerdote 
Rey,  ni  un  gobierno  sacerdotal,  ni    educación  dada   á  la  ju- 
ventud por   sacerdotes.  Quieren  hacer  desaparecer  de  la  es- 
cena del  mundo  al  sacerdote;   taparle  la  boca,  relegarle  al 
Santuario,  reservándose  para  después  el  aplastarlo  bajo  sus 
ruinas. 

¿Y  será  posible  que  un  sacerdote  haga  alianza  con  sus  en- 
carnizados enemigos,  tome  su  espíritu,  siga  sus  máximas, 
abrace  sus  doctrinas? 

No  creemos  haya  en  nuestra  Diócesis  Hermanos  muy  ama- 
dos, quien  se  haga  reo  de  .semejante  inconsecuencia.  Mases- 


3;i4 


LA  VERDAD  CATÓLICA. 


tü  no  basta*  Necesario  es  tomar  la  ofensiva;  porque  á  nadie 
mejor  que  á  loa  aacerdotíis  se  aplir.au  aqnellas  |mfabratt 
Qtü  non  mt  mecum^  contra  me  eaf-  El  Sacerdote  que  se  duer- 
iiie  pii  UD  ocio  fatal  t  secando  I  oí?  planes  del  enemigo,  no  mé- 
no.í!  que  el  general  dormido  miéntríis  los  sitiadores  asaltan 
la  p\-á7A\  que  él  diibín  defender. 

Y  Ácon  qué  armas  hemos  de  combatir?  No  con  otras  que 
con  las  armas  que  nos  indica  el  apóstol  S.  Pablo:  Arma  mi- 
litice  7iostr<t  non  carnatia  sunt.  Nuestras  armas  son  la  oración, 
nuestras  armas  son  la  unión  con  Dios,  nuestro  Capitán  su- 
premo é  invisible,  que  echa  mano  de  los  pequeñuelos  para 
destruir  á  los  fuertes.  Con  la  oración  derribaremos  los  ma- 
ros de  Jericó.  De  la  oración  saldremos,  como  los  Apóstoles 
del  cenáculo,  sin  temor  de  las  potestacíes  del  infierno,  he- 
chos terribles  á  sus  secuaces. 

¿Mas  dónde  mejor  que  en  los  Ejercicios  Espirituales,  ha- 
llaremos el  cenáculo,  y  la  casa  de  oración,  y  las  armas  espi- 
rituales que  necesitamos?  La  experiencia  de  lósanos  ante- 
riores os  ha  debido  enseñar  lo  que  vale  para  el  sacerdote  es- 
te celestial  retiro  (mi  que  se  [>uri(ica  <1^'  las  manchas  eon traí- 
das durante  el  año,  se  insiruye  en  'o  eoneiM'iiienttí  á  su  alta 
misión,  se  prepara  á  los  combativa,  se  anima,  se  robustece, 
se  hace  un  hombre  nuevo.  Por  esto  rjo  dmlamos  oiréis  con 
júbilo  la  nueva  invitación  que  os  Jiac<'mos  este  año,  llamán- 
doos á  los  Santos  EjíMcicios,  que  bajo  nuestra  presidencia  y 
dirección  délos  PP.  de  la  Compañía  de  Jesús,  darán  primu- 
pio  en  el  Colegio  de  ReJen  en  la  nocbe  del  Domingo  2'¿  del 
próximo  mes  de  Set¡(íml)re  y  concltiirán  el  Domingo  2\)  del 
mismo,  en  el  modo  y  íorma  que  tenemos  prevenido  en  nuestra 
circular  número  90. 

Quedamos  esperanzados  corresponderéis  á  esta  invitaciim 
y  vendréis  gtistosos  á  uniros  en  un  corazón  y  un  alma  bajo 
las  alas  del  espíritu  de  Dios  que  ha  de  cobijaros. 

En  nuestra  Santa  y  Pastoral  visita  de  Jaruco,  á  lo  de  Aíj^os- 
to  de  1861. 

Fh'ANOlSCO.  Obispo  de  la  Habana. 


Por  mandado  de  8.  E.  I. — Pedro   Sanchrz,  Secretario. 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  335 

QUEJAS  DE  NUESTRA  SEÑORA  DE  LA  SALETA 

A  LOi  PEOFAHAMEES  DEL  DOSIHM. 


Como  una  continuación  natural  de  nuestro  anterior  artícu- 
lo sobre  la  profanación    del  Domingo,   y  puesto   que   La 
PreBsa  de  la  Habana  del  dia  9  del  corriente  vuelve  áocupar- 
He  de  este  asunto,  haciendo  alusión  á  una  reclamación  de  los 
dependientes  de  Sagua  en  el  mismo  sentido  que  la  de  los  de 
Matanzas,  con  el  fin  de  que  se  cierren  los  escritorios  y  esta- 
blecimientos los  Domingos;  queremos  completar  cuanto  en 
nuestro  primer  artículo  dijimos  sobre  tan  grave  materia,  con 
la  narración  de  un  hecho  portentoso,  en  que  se  maniñestáii 
los  lamentos  de  la  Madre  del  Salvador  y  sus  amenazas  á  los 
que  violan  el  precepto  de  guardar  el  dia  del  Señor.  Esta  es- 
candalosa infracción  fué  una  de  las  principales  causas  de  la 
reciente  aparición  de  la  Santísima  Virgen  á  dos  pastorcillos 
en  unsí  de  las  montanas  de  los  Alpes,  correspondiente  al  ter- 
ritorio de  la  íliócesis  de  Grenoble,  en  Francia.  Pero  ya  nos 
f carece  que  una  sonrisa  de  desden   asoma  ligeramente  á  los 
abios  de  algunos  incrédulos,  que  nos  dicen:  **CreeÍ8  en  mi- 
lagros en  pleno  siglo  XIX:  vuestra  fe  sencilla  os  arrastra  ala 
superstición:  pasó   la  época  de  oscurantismo   en  que  se  dio 
crédito  á  los  milagros:   las   tinieblas  de  esa  época  han  sido 
ahuyentadas  por   las  luces  de    nuestro   siglo."   Creemos   sí, 
— couteataremos  á  esos  espíritus  mezquinos,  á  esos   corazo- 
nes »in  creencias, —  creemosen  la  existencia  de  los  milagros, 
|>orqac  vemos  marcado  con  profunda  huella  el  paso  del  Om- 
ni[»otente  do  quiera  dirigimos  nuestra  vistfi:  las  armonías  de 
la  creación,  las  bellezas  de  la  naturaleza,  el  testimonio  ínti- 
mo de  nuestra  conciencia,  todo  nos   revela  lá  existencia  de 
«ese  Ser  supremo,  Omnipotente,  á  cuya  palabra  el  universo 
se  vio  iimndado  por  océanos  de  luz,  á  cuyo  mandato  lasólas 
entumecidas  se  postran  ante    el  grano  de  arena  que  las  cir- 
cunda,  y  á  cuyo  soplo  el  hombre  se  levantó  del   cieno,  y  se 
elevó  basta  Dios.  Si  rehusamos  nuestro  testimonio  á  los  mi- 
lagros, caemos  en  el  mas  estúpido  ateísmo,  porque  es  incom- 
patible concebir  la  existencia  de  Dios  con  la  negación  de  la 
existencia  de  los  milagros;  y  si   admitida  la  creencia  de  ese 
Dios,  causa  y  principio  de  todo  cuanto  existe,  negamos  la 


MU  itry  «icroíía  (Mi  (leteniiinaiio.^ 

tfidas  para  el  r»'giinrn  de  sus  m\ 

mi  labros,    toda    nuestra  fe  eató 

tra   religión  se   anonada,   y    to( 

Las   promesas  de  una  vida  sobi 

tra-tumba,  ¿existirían  sin   el   mí 

nuestros  cuerpos  en   el    dia   fin 

existencia  del  Hombre-Dios,  ¿n 

la  unión    de   la    humanidad  coi 

culto  de  fe  y  de  amor  á   la  Vi 

redentora   del   Hombre,   ¿no  tier 

su  Maternidad   Divina?  El    homt 

fesamos  á  los  libros  bíblicos,   ¿no 

te  á  los  infinitos  milagros  que  en  e 

resumir  en  uno  todos  los  milagros, 

tentosos  el   establecimiento   del  c 

cion  de  la  Iglesia  de  Jesucristo  tr{ 

combates  por  Reyes,  por  tiranos, 

nos,  por  filósofos,  y  hasta  por  vosol 

creencias,  corazones  áridos  y  marcl 

nos  preguntáis  con  desden  si  creen 

Que  estos  hubiesen  sido  muy  frec 

glos  del  cristianismo,  y  mucho  mas 

ne  su  explicación;  pero  de  confesar 

manifestaciones  milagrosas,  á  incurr 

de  su  existencia  pasada,  presente  ó 

inmenso.   Un  verdadero  católico  \m 

pero  sin  negar  jatnas  la  posibilidad 

tente   que  hace  seis  mil  ur^.^c  »...-.~~ 


La  verdad  católica.  337 

rodearon  al  cristianismo  en  su  infancia.  Los  milagros  como 
hechoB  extraordinarios  perderían  mucho  de  su  influencia  con 
8U  frecuente  repetición,  que  los  convertiría  en  hechos  ordi- 
fiarios;  sin  que  por  esto  dejen  de  existir  muchos  de  esos  he- 
chos maravillosos,  que  por  no  llegar  á  nuestro  conocimiento, 
ó  por  no  herir  suficientemente  nuestra  imaginación,  no  son 
menos  ciertos  y  positivos. 

Nuestras  creencias  en  este  punto  no  nos  arrastran  á  la 
superstición;  pues  así  como  censuramos  la  negación  abso- 
luta de  los  milagros,  censuramos  también  la  indiscreción  de 
prestar  fea  cuanto  se  nos  refiera  tocante  á  manifestaciones 
milagrosas.  Solo  la  Iglesia  está  autorizada  para  calificar  ta- 
les hechos  después  de  mil  y  mil  investigaciones,  que  alejen 
todo  motivo  de  sospecha  ó  duda.  Las  disposiciones  eclesiásti- 
cas, y  sobre  todo  el  Concilio  de  Trento  en  su  sesión  XXV,  es- 
tablecen que:  ''tampoco  se  han  de  admitir  nuevos  milagros.... 
á  no  reconocerlos  y  aprobarlos  el  Obispo," 

Supuesta  la  posibilidad  de  los  milagros,  como  consecuen- 
cia inmediata  de  la  Omnipotencia  Divina,  vamos  á  relatar 
breve  y  sencillamente  el  hecho  portentoso  que  indicamos  al 
principio. 

El  dia  16  de  Setiembre  de  1840  dos  pastorcillos,  Maximi- 
no y  Melania,  conducían  juntos  sus  rebaños  por  una  de  las 
montañas  de  los  Aipes,  no  lejos  del  monte  Gargas.  A  eso 
del  mediodía,  después  de  haber  comido  frugalmente,  durmié- 
ronse á  alguna  distancia  uno  de  otro.  Al  despertar  Melania, 
viendo  que  las  vacas  se  habían  descarriado,  despertó  á  Maxi- 
mino para  ir  en  su  busca,  pero  al  repjresar  quedaron  ofusca- 
dos con  una  claridad  deslumbradora;  no  quedándoles  duda, 
pocos  momentos  despues>  de  la  aparición  de  una  Señora  que, 
radiante  de  luz,  estaba  sentadaal  lado  de  una  fuente,  á  la  sa- 
zón seca,  en  ademan  pensativo  y  melancólico.  Ambos  niños 
quedaron  sobrecogidos,  pero  Itívantándose  la  Señora  con  los 
brazos  cruzados,  y  dirigiéndose  hacia  el  los,  les  dijo: 

"Acercaos,  hijos^mios,  no  tengáis  miedo:  he  venido  aquí 
para  daros  una  gran  noticia." 

La  Señora,  derramando  copiosas  lágrimas,  continuó  ha- 
blándoles  en  estos  términos: 

'*Si  mi  pueblo  no  quiere  someterse,  iiO  puedo  ya  contener 
el  brazo  de  mi  Hijo. 

*'Es  tan  fuerte,  tan  pesado,  que  ya  no  puedo  detenerlo. 

"¡Cuánto  t¡em|>o  ha  que  estoy  sufriendo  por  vosotros!  '*Si 
mi  ílijo  no  os  ha  abandonado,  es  porque  le  estoy  rogando 
de  continuo, 

VII.— 43 


«■,.■„■„.;;;:;;■;  "■"■■■'■  ""■ « 

8onlo8mot,vo«q„eind5ero„'n 

r«rjaj„a,e«eUantuari«de^Drs 

es  de  nfüvdXn;  *■''''•''""•  ^^^«  '"' 
hombre  Pn'    '  "^  "npos'ble  re 

mas  ál  «     :      ^.«^«"t^ré  é  iré  á  mi  n, 
mas  «I  Santuario,  ¿q„éi„fl,..n.,Tl' 


LA  v£r1>ád  católica.  339 

iglesia  sobre  aquella  pobre  alma,  tan  endurecida  como  de- 
gradada?. ... 

Este  grave  mal  ha  sido  causa  de  que  se  hayan  fundado  va- 
rias asociaciones  religiosas  en  Francia  y  en  otros  países  para 
la  observancia  del  Domingo,  habiendo  sido  elevada  á  la  cate- 
ggjría  de  Archicofradío  por  Nuestro  Santísimo  Padre  Pió  IX, 
en  30  de  Julio  de  1847,  la  promovida  por  el  Sr.  Obispo  de 
Langres  con  el  título  de:  ^^ Asociación  reparadora  de  las  blasfe- 
mias y  déla  violación  del  Domingo  ^^"^  ^n  la  cual  se  comprome- 
ten sus  miembros  á  no  proferir  jamas  blasfemias  ni  impre- 
caciones, y  á  no  trabajar  los  Domingos  sin  necesidad  y  com- 
petente permiso  (art.  4?),  así  como  á  reparar  por  sus  oracio- 
nes aquellas  infracciones,  siempre  que  no  pudieran  impedir- 
las (art.  6?). 

Hombres  profanadores  del  Domingo,  oid  á  María:  oíd  que 
con  copiosas  lágrimas  os  anuncia  que  ya  no  puede  contener 
el  brazo  de  su  Hijo,  y  que  si  Este  no  os  ha  abandonado,  es 
porque  de  continuo  le  está  rogando  por  vosotros,  pero  que 
ya  aquel  brazo  omnipotente  está  próximo  á  descargar  sobre 
vuestras  cabezas 

En  nuestro  anterior  artículo  nos  hemos  dirigido  á  la  razón 
de  aquellos  que  infringen  el  día  del  Señor,  haciéndoles  cono- 
cer su  grave  falta  y  la  pena  en  que  incurren:  en  el  presente 
hernos  querido  dirigirnos  al  corazón  de  esos  mismos  hombres 
presentándoles  las  quejas  de  María  que,  siempre  amorosa, 
nos  animcia  que  la  infracción  del  Domingo  es  una  de  las 
causas  principales  del  enojo  del  Señor,  próximo  á  hacerse 
sentir  si  nuestra  enmienda  no  detiene  el  brazo  de  su  indigna- 
ción. Creemos  que  siestas  páginas  arrebatadas  por  el  viento 
llegan  á  las  manos  de  algunos  profanadores  del  Domingo,  y 
estos  no  han  abdicado  su  razón,  ó  no  han  cerrado  su  corazón 
á  todo  sentimiento  de  sensibilidad  y  ternura,  de  alguna  uti- 
lidad puedan  serles  los  lamentos  de  María,  para  decir  de  lo  ín- 
timo de  su  corazón:  "Perdón,  Señor,  por  el  tiempo  perdido 
durante  el  santo  dia  del  Domingo.  He  dedertado  de  vuestro 
santuario  en  aquellos  dias  en  que  vuestros  fieles  servidores 
se  recreaban  en  santas  y  puras  alegrías  en  vuestra  casa, 
mientras  que  yo  prefería  entregarme  á  las  duras  fatigas  de 
un  trabajo  sin  descanso,  ó  de  un  ocio  im  provecho,  ¿aced 
que  repare  esta  inmensa  desgracia,  consagrando  en  adelante 
á  vuestro  servicio  todos  los  instantes  de  aquellos  dias  que  os 
están  dedicados.  Señor,  suspended  el  brazo  de  vuestra  indig- 
nación  María,  enjugad  vuestras  lágrimas vuestro 

hijo  llora  sus  faltas.'' 

J.  R.  O. 


I>lsf iirNO  leido  por  su  autor  en  la  noch 
Real  Col€g:io  de  Huní 

El  siglo  actual  ea  el  siglo  de 
con  su  planta  la  tumba  de  diez 
empresas  y  proyectos  colosales! 
distancias  y  unidos  entre  si  los  i 
mar  y  el  telégrafo  llevando  con 
Sarniento  de  un  punto  á  otro;  el 
á  sus  deseos,  dominando  las  agua 
tierra,  buscando  en  todo  el  secre 
mentó  de  progreso;  vemos  este  n 
el  mundo,  y  parece  que  sale  de  si 
giones  superiores  queriendo  hun: 
da  á  lo  que  no  la  tiene.  Vemos  e. 
los  pasados  siglos,  y  creemos  pode 
y  trazar  un  Jion  plus  ultra  en  las  co 
que  cual  nueva  Babel,  pretende  II 
allá.  Mas  este  siglo,  á  manera  de 
sus  entrañas  un  cáncer  de  muerte 
encendida,  lleva,  á  pesar  de  sus  vi 
fero  en  su   seno:  su  indiferentismc 
olvido  de  las  leyes  de  Aquel   por 
descubre,  y  que  son  las  únicas  rey 
peridad  en  todo.  ¡El  siglo  cieñe  t;i 
el  alma,  sus  fuerzas  enervadafí!  Ni 
te  sin  la  moral,  y  esta  hoy  no  prev 
mientras  abre  su  corazón  á  nuevo; 
nuevos  descubrimí^..^*^- 


LA  VIRDAD  CATÓLICA.  341 

necesita  uq  dique  que  cootenga  el  torrente  de  sus  ideas;  un 
áncora  que  mantenga  firme  su  nave  contra  el  mar  y  el  viento, 
un  pan  de  ciencia  y  convicción  que  sacie  el  hambre  que  pro- 
ducen en  su  espíritu  la  incredulidad  y  la  duda;  necesita  un 
libro  en  que  estudiar  su  verdadera  marcha  progresiva,  una 
fuerza  que  equilibre  su  adelanto  físico  con  su  adelanto  mo- 
ral. 

E^tosolo  puede  hallarse  en  esa  religión  sabia  que  estable- 
ció su  cátedra  de  enseñanza  en  medio  de  las  grandes  revolu- 
ciones que  causó  en  el  mundo  su  aparición;  esa  religión  que 
todo  lo  sabe,  todo  lo  regula  y  lo  fomenta,  puede  sola  hacer 
que  brille  en  el  Sinaí  del  mando  el  arco  de  alianza  del  siglo 
y  la  reliffion,  que  se  celebre  el  casto  desposorio  de  la  razón 
y  delate.  ¿Quién,  sino  ella,  puede  convertir  al  nuestro  en  un 
siglo  modelo?  Antes  de  su  fundación  caminaba  la  sociedad 
al  borde  de  su  ruina,  y  todo  parecía  pronunciar  una  senten- 
cia de  muerte  contra  la  triste  humanidad;  pero  allá  en  el 
horizonte  brilló  la  estrella  del  Cristianismo;  saludó  el  mundo 
la  verdad,  y  quedó  derrotada  la  mentira;  la  barbarie  detuvo 
8U  cuchilla,  y  la  civilización  tendió  su  manto  sobre  lof)  pue- 
blos, las  ciencias  entonaron  el  himno  de  victoria,  y  el  igno- 
rante recibió  la  luz  de  la  sabiduría;  todos  se  unieron  por  el 
lazo  del  mutuo  amor,  y  tuvieron  vida  los  que  estaban  senta- 
dos en  las  oscuras  sombras  <lel  error  y  de  la  muerte!  Se  alzó 
radiante  la  humanidad  regenerada  sobre  las  tristes  ruinas  de 
la  humanidad  caida. 

De  igual  modo  la  sociedad  presente  puede  alzarse  con  ver- 
dadera gloria  mediante  esa  misma  religión  y  hacer  completo 
y  santo  su  progreso;  ella  admite  el  cristianismo,  pero  quiere 
modificarsus  leyes,  acomodarle  á  sus  ideas,  ceñirle  ásu  ca- 
pricho y  reducirle  á  un  pobre  materialismo;  vemos  por  eso 
que  muchos  forman  un  dios  de  sus  pasiones,  y  no  creen  en 
nada  mas  allá  del  círculo  en  que  se  mueven.  Habladles  de 
moral  y  de  virtud  y  exclamarán:  *^Ese  es  un  insulto  á  la  ¿lustra- 
cum*\  y  hasta  el  imberbe  joven  lanza  su  carcajada  á  los  mas 
santos  principios.  Se  piensa  que  todo  está  en  poder  del  hom- 
bre y  que  fué  colocado  en  el  mundo  para  gozar  durante  su 
carrera;  y  en  su  loco  orgullo  santifica  el  vicio,  se  hace  fuer- 
te en  sus  errores,  y  forma  un  triste  remedo  de  los  hombres 
del  Paganismo.  Y  sin  embargo,  los  hombres  del  siglo  actual 
conocen  la  importancia  de  esos  principios  y  no  inauguran 
una  obra  de  la  ciencia,  del  arte  ó  de  la  industria,  no  esplotan 
un  elemento  de  prosperidad  sobre  el  cual  no  invoquen  la 
protección  del  cielo;  así  brilla  la  cruz  en  el  hilo  del  telégra- 


342  LA  VERDAD  CAT^LÍCA. 

fo,  en  la  rueda  del  vapor,  ea  la  primera  piedra  de  un  edítícicff 
en  todo  cuanto  emprende  el  hombre.  Ved  ahf  probada  por 
él  mismo,  en  virtud  de  una  fuerza  extraordinaria,  la  necesi- 
dad  de  una  religión  que  todo  loinaugura,  lo  preside  j  lo  san- 
ciona. El  hombre  del  siglo  por  lo  común  no  ama  la  religión; 
pero  la  busca,  y  ella  acude  cual  buena  madre  al  clamor  del 
hijo  ingrato.  Pues  bien:  es  necesario  que  este  hombre  la 
ame  verdaderamente  y  la  siga  sin  rubor,  que  sean  mas  sóli- 
dos los  altares  de  su  fe  y  las  bases  de  su  moral,  que  no  se  re- 
chacen como  contrarias  á  la  sociedad.  Ellas  tienden  á  su 
bien,  y  el  Cristianismo  es  eminentemente  social.  Es  preciso 
que  el  médico  ponga  la  mano  en  la  llaga  de  la  enferma  so- 
ciedad del  siglo  XIX,  y  prevenga  la  gangrena  moral  que 
puede  destruirla. 

Esto  toca  prevenirlo  á  los  maestros  por  medio  de  una  en- 
señanza sólida  basada  en  la  sana  moral  del  Evangelio,  descui- 
dada por  desgracia  en  nuestros  dias  en  muchos  institutos  de 
educación.  Cristo  evitó  la  muerte  de  la  humanidad  por  me- 
dio del  magisterio  que  de  él  heredaron  sus  discípulos  cuando 
les  dijo:  **Id  y  enseñad  á  todas  las  naciones."  Su  palabra 
constituyó  maestros  á  los  sacerdotes,  y  ellos  han  venido  de 
siglo  en  siglo  al  frente  de  todas  las  civilizaciones,  desplegan- 
do siempre  él  espíritu  inmortal  del  Maestro  de  los  maestros. 
Como  los  astros  reciben  del  sol  su  luz,  ellos  la  rdeibieron  de 
él,  y  al  rayo  de  esta  luz  esplendorosa  huyeron  las  tinieblas 
que  envolvian  al  mundo;  y  no  hubo  para  él  virtud  ni  verdad 
desconocidas,  elemento  oculto  ni  ciencia  velada.  '^Vosotros 
sois  la  luz  del  mundo,"  les  dijo.  A  ellos  tocaba  mostrarle  con 
claridad  sus  sendas  La  razón  guiada  por  sí  misma  marcha 
por  sendas  extraviadas;  £:uiada  por  Dios  camina  por  sendas 
rectas.  Los  ministros  de  Cristo,  maestros  de  la  razón,  la  di- 
rigen y  conservan.  "Vosotros  sois  la  sal  de  la  tierra,"  les 
añadió  el  Maestro  y  continuó:  "Os  daré  fuerza  de  palabra  y 
sabiduría  á  que  no  podrán  resistir  vuestros  enemigos;"  les 
prometió  su  asistencia  é  hizo  sus  labios  depositarios  de  la 
ciencia  para  que  en  ellos  la  buscasen  los  pueblos,  como  dice 
el  Sabio;  y  por  esto  es  que  ellos  la  buscaron;  y  á  la  sombra 
del  sacerdocio  surgieron  grandes  hombres  que  fijaron  el  or- 
den y  prosperidad  de  los  pueblos,  do  quiera  que  sonó  su  voz 
y  sus  obras  se  mostraron.  ¿Quién  puede  enumerar  los  bienes 
que  trae  al  mundo  la  enseñanza  del  sacerdocio?  El  da  al 
hombre  c;aanto  puede  hacerle  feliz  en  la  tierra  y  asegurarle 
la  posesión  del  cielo;  poniendo  en  consorcio  la  virtud  y  la 
verdad,  produce  la  reforma  de  los  pueblos  y  los  lleva  por 


LA  VERDAD  CATÓLICA .  343 

igual  camÍDo  al  mismo  su premo^fín.  Sin  este  magisterio  se- 
ria el  mundo  un  vasto  cementerio  envuelto  en  los  horrores 
de  una  noche  tenebrosa,  un  piélago  de  desgracias,  un  abismo 
de  perdición.  ¿Quién  negará  la  influencia  del  sacerdocio  en 
la  ilustración  y  reforma  de  los  pueblos?  ¿Cuándo  se  ha  opues- 
to á  las  ciencias  naturales?  Cuándo  ha  alzado  muros  á  la  mar- 
cha del  progreso?  ¡Nunca!  ¡responde  la  historia;  nunca!  res- 
ponden desde  su  tumba  los  pasados  siglos. 

Se  ve  que  el  sacerdote  por  su  misión  augusta  puede  influir 
en  el  perfecto  progreso  del  siglo  actual  llevando  la  juventud 
por  un  camino  fácil  y  florido  al  país  de  la  felicidad,  poner  en 
completo  equilibrio  los  intereses  materiales  y  morales  y  tener 
al  hombrejunto  al  hombre  sin  separarle  de  Dios.  Pu^de  obje- 
tarse: ''Ha  habido  sacerdotes  que  han  perdido  á  los  pueblos:" 
eso  no  es  una  regla;  los  males  de  un  individuo  no  son  los  de 
todo  un  cuerpo.  ¿En  qué  sociedad  falta  un  Gavazzi,  en  qué 
a{fóstolado  un  Judas?  Cortada  la  rama  seca  de  un  árbol,  este 
permanece  en  toda  su  lozanía;  extinguida  la  llaga,  el  cuerpo 
queda  sano.  Diremos  que  resaltan  mas  las  faltas  de  estos 
maestros  que  las  de  los  seglares,  y  por  tanto  debe  ser  mas  pro- 
lijo su  cuidado  en  cumplir  la  misión  de  aquel  que  trajo  la  en- 
señanza cierta  y  mantiene  la  ciencia  en  la  mente  de  los  sabios. 
Busque  el  siglo  la  ciencia  y  la  verdad  en  los  principios  reli- 
giosos. Sin  ellos  carecerá  de  fuerzas  para  elevarse,  rallará  en 
sus  cálculos,  errará  en  su  voluntad;  nada  hará  por  sí,  porque 
le  faltará  la  vida,  y  un  cuerpo  sin  vida  no  tiene  acción  ni  mo- 
vimiento, y  nada  puede  dar.  Solo  la  enseñanza  religiosa,  de 
acuerdo  con  la  civil,  hará  que  brille  en  todo  tiempo  para  el 
hombre  el  diaclaro  del  progreso  y  la  verdad,  tras  la  oscura 
noche  del  retroceso  y  la  mentira;  solo  ella  le  llevará  al  centro 
de  la  luz,  al  goce  de  toda  felicidad. 

Entonces  no  sucederán  las  lágrimas  al  triunfo,  ni  morirán 
las  nms  dulces  esperanzas.  El  siglo  seguirá  una  senda  recta 
y  sin  espinas;  será  mayor  su  prosperidad;  santificada  verá  la 
obra  del  pensamiento;  se  estrechará  la  unión  de  los  indivi- 
duos; surgirán  instituciones  útiles;  la  religión  pondrá  su  ma- 
no entre  el  pecho  del  hombre  y  el  filo  del  acero;  reinará  el 
ángel  de  la  paz;  el  espíritu  reformador  del  Cristianismo  se  ex- 
tenderá por  todas  partes,  y  confundido  el  ángel  de  la  guerra, 
los  cañones,  profetas  de  la  muerte,  solo  anunciarán  en  salvas 
estruendosas  los  triunfos  de  la  religión,  el  progreso  universal 
de  la  humanidad. 

Dignos  son,  por  tanto,  de  protección  los  colegios  dirigidos 
por  sacerdotes  consagrados  al  bien  de  la  juventud;  dignos  son 


la  ciencia  y  la  viitutl,  y  nada  te  í 
rera.   Tú  no  Jiznoras  (|ue  el  Crist 
la  en. sena  (iza  para   comunicarla; 
ciencias  huian  de  la  persecuciou 
con  ellas  civilizó  los  pueblos;  as 
den  secularizar  la  ciencia  separa i 
siempre  estarán  juntan,  sin  que  n 
tu  frente  satisfecho,  porque  ves  h( 
dos  tus  esfuerzos,  y  porque  todas 
sola  para  adornar  tu  frente.  Oont 
trándolesel  buen  camino,  y  maña 
porción  hermosa  unos  hijos  que  U 
unos  miembros  útiles  te  deberá  en 
Y  vosotros,  Señores,  los  que  hal 
estas  noches  los  adelantos  de  una  ji 
ahora  sois  testigos  de  los  premios  q 
y    el   talento   de   los  que  deben  re 
conmigo  vuestro  gozo.  Estos  niños 
nueva  generación.  Alentad  en  ellos  < 
tra  mano;  porque  el  hombre  es  sem 
que  siembra,  y  si  los  que  entre  vos( 
lia   descuidan  la  educación  de  su( 
nada  les  deberá  la  sociedad.  Busq 
del  árbol  de  la  ciencia  un  dulce  rep 
gion   docente  que  todo  lo  reforma  ] 
en  los   pórticos  desús  templos  y  á 
á  «sa  juventud  llamada  por  el  prir 
vida,  y  no  con  frivolas  esperanzas 
visiones.  J^»*'=' 


LA  VEKDAD  CATÓLICA.  345 


LA  COSnOOONIA  DE  MOISÉS. 


'  Moisés,  al  principio  del  mundo,  nos  muestra  la  tierra  ro- 
deada de  agua,  y  ofreciendo  á  la  vista  como  un  escollo  per- 
dido en  medio  de  la  inmensidad.  Dt>stinadasá  ser  habitadas, 
esas  grandes  masas  de  agua  hubieran  sido  un  obstáculo  á  los 
designios  de  Dios.  El  Eterno  creó  pues  el  firmamento,  que 
separó  las  aguas,  y  fué  puesto  entre  unas  y  otras,  cual  valla- 
dar insuperable.  Porque  á  la  voz  de  Dios,  la  mayor  parte  de 
esas  aguas,  reducida  .sin  duda  á  sutilísimo  vapor,  se  elevó  por 
medio  de  un  movimiento  rápido,  para  ocupar  su  puesto  mas 
aliü  del  firmamento,  y  lo  restante  de  ellas  se  reunió  en  tu- 
multo, y  se  precipitó  en  los  abismos  del  mar. 

Esas  aguas,  situadas  sobre  el  firmamento,  han  puesto  en 
juego  la  sagacidad  de  los  intórpnítfs  y  comentadores  de  las 
Sagradas  Escrituras;  pregnntándoise  estos,  si  esas  aguas  supe- 
riores eran  distintas  de  las  nubes  que  flotan  en  la  atmósfera, 
qué  lugar  las  encerraba,  cuál  era  su  utilidad  en  esas  regiones 
elevadas,  y  si  la  ciencia  moderna  podia  oponer  serias  obje- 
ciones á  su  existencia. 

Algunosintérpretes,  para  simplificar  la  cuestión,  han  dicho 
que  esas  aguas  no  eran  otra  cosa  que  las  nubes  que  se  ciernen 
sobre  nuestras  cabezas. 

Aunque  semejante  parecer  no  sea  contrario  á  la  fe  católi- 
ca, como  nos  lo  hace  observar  S.  Agustín,  en  su  ComtMitario 
sobre  el  Génesisy  nada  se  aventura  aseverando:  que  dicho  sen- 
tir se  aparta  de  la  interpretación  común  de  los  santos  Padres, 
y  que  hasta  es  opuesto  á  la  letra  del  texto.  Porque  fa  voz 
hebrea  que  corresponde  al  finnamento  significa  una  región 
elevada,  como  la  que  ocupan  los  cuerpos  celestes.  En  el  fir- 
mamento fué,  en  efecto,  donde  Dios  puso  la  luna,  el  sol  y 
las  estrellas;  solo  pues  impropiamente  y  por  extensión  se  da 
ese  nombre  al  aire  grosero  que  respiramos.  '*Ld8  nubes,  nos 
dice  Dugueten  su  explicación  sobre  el  Génesis^  compuestas 
de  los  vapores  del  mar  y  de  las  aguas  que  riegan  la  tierra, 
se  hallan  destinadas  á  producir  las  lluvias  y  á  devolver  á  la 
tierra  lo  que  le  han  quitado.  Así  puiís,  no  son  ellas  las  aguas 
supuriores,  ni  menos  aun  el  firmamento,  que  de  éstas  las  se- 
para. Solo  la  especie  de  aire  que  existe  entre  las  nubes  y  el 

VII. — 44 


á46  LA  VRRDAD   CATÓUCA. 

mar  puede  llevar  ose  nombre;  mas  es  visible  que  dando  al 
firmamento  límites  tan  estrechos,  no  puede  decirse,  en  nin- 
gún sentido  racional,  que  Dios  puso  en  él  el  sol  y  las  estre- 
llas." 

Por  otra  parte,  resulta  del  capítulo  II,  v.  6  del  Géiteiív, 
que  en  el  segundo,  y  aun  en  los  seis  primeros  dias,  ninguna 
nube  habia  aparecido. 

En  fin,  las  Sagradas  Escrituras  distinguen  las  aguas  supe- 
riores de  las  nubes.  Los  tres  niños  en  el  horno  invitan  á  las 
aguas,  superiores  del  firmamento,  á  que  alaben  al  Señor: 
AqtuE  amncs  quce  super  codos  sant.  Y  poco  después  dirigen  á 
las  nubes  igual  invitación:  Benediciíe  nubes  ccdi  Domino. 

El  Real  Profeta  establece  igual  distinción  en  el  Salmo 
CXLVIII.  Habla  primero  de  las  aguas  situadas  mas  arriba 
del  cielo:  Aqu(B  omnes  quce  super  codos  sunt  luudent  nomen  Do- 
mini;  y  después  de  las  aguas  de  las  regiones  inferiores:  Nix^ 
glacies^  spiritus  procellarum. 

El  sabio  Belarmino,  comentando  este  Salmo,  pone  fuera 
de  toda  disputa  la  existencia  de  esas  aguas,  que  colocadas 
en  las  regiones  inaccesibles  del  firmamento,  no  deben  con- 
fundirse con  las  nubes.  Da  por  razón  de  ello  que  el  salmista, 
después  de  haber  hablado  de  los  cielos,  ccsli  ccslorum,  añade 
inmediatamente:  y  todas  las  aguas  que  están  en  el  cielo, 
dándonos  por  ahí  á  entender  que  ese  cielo,  donde  están  las 
aguas,  se  llama  cielo  de  los  cielos,  6  sea  la  región  mas  ele- 
vada: ?]am  hoc  loco  indicat  prophefa  eas  csse  super  crelos  arlo- 
rum,  qu'ui  cum  dlxisset  laúdate  cum  casli  nielorum,  mox  adjuf^it 
aqu(t  omnes  quce  super  ccrIos  sunX,  ülos  videlicet  quos  immediate 
nominaveraí  caslos  ccelorum.  Dios  extiende  el  cielo  como  un 
pabellón,  y  cubre  de  agua  las  alturas  de  los  cielos,  dice  el 
profeta:  Q^tii  tcgis  aquis  superioris  ejus,  es  evidente  que  las  al- 
turas de  los  cielos  no  pueden  aquí  referirse  á  las  regiopes  in- 
feriores donde  están  las  nubes.  Se  trata,  pues,  en  este  lugar 
de  las  aguas  situadas  mas  arriba  del  firmamento. 

Conclusi&n:  las  aguas  superiores  al  firmamento  son  dis% 
tintas  de  las  nubes. 

Tal  es  la  opinión  común  de  los  Padres  y  de  los  comenta- 
dores de  las  Sagradas  Escrituras;  pues  bien  que  haya  entre 
ellos  divergencia  de  opiniones  acerca  de  algunas  cuestiones 
accesorias  é  incidentales,  relativas  al  lugar  que  ocupan  esas 
aguas,  á  su  naturaleza,  y  á  su  utilidad,  todos  los  Padres,  á 
excepción  de  un  corto  námero,  enseñan  que  no  son  las  nu- 
bes. (S.  Basilio,  Homilia  III;  S.  Juan  Crisóstomo,  Homilía 
IV»  sobre  el  Génesis'^  S.  Ambrosio,  Hcxatnerotiy  cap.  III  6 IV; 


LA    VICRDAD   CATÓLICA.  Sií 

S.  Agustín,  lib.  n  sobre  el  Génesis;  y  entre  los  comentado- 
res, Tirino,  Menoquio  y  Belarmino). 

Mas  ¿cómo  pueden  esas  aguas  superiores  permanecer  sus- 
pendidas en  el  firmamento?  Nada  estorba  que  diseminadas  por 
el  espacio,  se  hallen  en  conexión  con  los  cuerpos  celestes, 
cuyas  evoluciones  siguen,  por  medio  de  la  atracción.  Mas  si 
tomando  al  pié  de  la  letra  estos  pasajes  de  las  Sagradas  Es- 
crituras: Utiruim  dirumperes  ccel^s  et  descendisses  (Isaías,  cap. 
LXIV).  Tu/orsiínn  cum  eo/abricatus  es  ccslos  gui  solidissimi 
qunsimrefusi  sunt  (Job.  cap.  XXXVII).  Aperti  sunt  cceli  (S. 
Mateo,  cap.  III,  v.  16).  CataractiB  ccrü  apertce  sunt  (Gen.,  cap. 
VII,  V.  11):  Oh!  si  rompieras  los  cielos  y  descendieras!  ¿Acaso 
tú  juntamente  con  él  tabricastes  los  cielos,  que  son  muy  sóli- 
dos, como  si  fuesen  vaciados  de  bronce?  Los  cielos  se  abrie- 
ron. Abriéronse  las  cataratas  del  cielo,"  y  otros  textos  seme- 
jantes, indicando  que  el  cielo  no  se  abre  sino  violentamente, 
se  admite  U  solidificación  de  la  bóveda  celeste,  la  dificultad 
se  encontrará  muyiam inorada,  pues  esa  solidificación  misma, 
formada  de  gases,  vapores  y  aire,  reducidos  al  estado  de  hie- 
lo, por  el  frío  excesivo,  sostendrá  las  aguas  superiores. 

Libre  queda  cad)»  uno  de  abrazar  ó  rechazar  este  sistema. 
Lo  cierto  es  que  ák  cabal  cuenta  de  la  separación  de  las 
aguas  superiores  é  inferiores  por  medio  del  firmamento. 
Adoptado  por  un  gran  número  de  Padres,  ha  sido  seguido 
por  varios  comentadores.  Tirino,  ese  intérprete  tan  juicioso 
«le  las  Sagradas  Escrituras,  sobre  estas  palabras:  ''Dios  hizo 
el  firmamento,"  nos  enseña  que  Dios  formó  el  cielo,  reducien- 
do una  parte  de  sus  aguasal  estado  de  hielo  liso  como  un 
cristal,  y  consolidándolo  como  el  metal  en  fusión,  y  que  de- 
jado lo  restante  de  las  aguas  abandonado  á  su  naturaleza,  las 
roas  ligeras  se  elevaron  mas  allá  del  cielo,  mientras  que  las 
mas  pesadas  se  quedaron  debajo:  Nam  partem  aquarum  instar 
chrysialU  conglaciando  et  ut  ees  fasum  consolidan ao  vastos  effor- 
mahdtj  reliquis  aquis  naturce  suce  relictis,  suhtilioribus  quidem  su- 
pra  ccd^s^  crassioribus  sub  caslis. 

£1  sabio  geómetra  Mr.  Poisson  parece  dar  la  palma  á  es- 
te sistema,  pues  según  él,  á  cierta  altura,  aire,  vapor,  gasj 
todo  está  solidificado  á  causa  del  frío,  y  se  forma  en  torno  de 
la  atmósfera  una  capa  sólida  de  vapor  vasicular,  donde  iria 
á  anodadarse  la  expansibilidad  indefinida  de  la  materia  pro- 
pia de  las  substancias  gaseosas  (sesión  de  la  AcaJemia  de  Cien- 
cias, 20 de  Noviembre  de  1837).  Probablemente  á  la  presen- 
cia de  esas  aguas  superiores,  semejantes  en  el  cielo  á  un  in 
menso  refractor,  se  debe  esa  claridad  con  la  cual  los  relámpa- 


34S  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

g08  de  calor,  tan  distantes  de  nuestro  horizonte,  nos  trazan 
á  alturas  incomensurables,  bajóla  forma  di3  una  media  esfe- 
ra, la  configuración  de  la  tierra.  Es  hoy  un  hecho  probado: 
que  los  relámpagos  de  calor  no  son  relámpagos  primordiales, 
sino  simplemente  la  reverberación  de  relámpagos  ordinarios 
originados  en  me«]io  de  una  tempesta)!,  cuya  vista  directa  se 
halla  impedida  por  la  redondez  de  la  tierra.  Pero  permane- 
ciendo fuera  de  todo  sistema,  ¿se  tiene  la  certeza  en  física  de 
que  haya  una  gravedad  absoluta,  y  de  que  un  cuerpo  no  de- 
ba la  suya  al  encuentro  de  otro  cuerpo  que  ejerce  su  presión 
sobre  é\1  ¿No  confiesan  los  sabios  que  las  leyes  sobre  la  gra- 
vedad no  son  conocidas  sino  imperfectamente,  y  que,  en  una 
infinidad  de  circunstancias,  escapan  á  las  investigaciones  y 
al  análisis  de  la  ciencia?  LosSres.  Bixio  y  Baral  en  su  viaje 
aereonáutico  de  1850,  refieren  que  en  la  estación  mas  eleva- 
da, á  7000  metros,  llegaron  á  una  nube  de  mas  de  una  legua 
de  espesor,  llena  de  agujas  de  hielo;  esas  agujas  no  caian,  si- 
no que  permanecían  suspendidas  en*la  nube.  Un  sabio,  dan- 
do cuenta  á  la  Academia  de  semejante  fenómeno,  se  pregun- 
taba cómo  era  que  aquella  masa  borrascosa  podia  sostenerse 
en  una  atmósfera  menos  densa  en  una  tercera  parte  ó  una 
mitad  que  el  aire  viciado  del  suelo,  y  declaraba  que  la  cien- 
cia, no  obstante  sus  progresos,  no  da  solución  alguna  satis- 
factoria. 

Conclusión:  Las  leyes  sobre  la  gravedad  no  son  bastante 
conocidas  para  poderlas  opener  á  la  suspensión  de  laa  aguas 
superiores  en  la  atmósfera. 

Ya  tocamos  á  la  última  cuestión.  Hela  aquf:  ¿cuál  es  la 
utilidad  de  dichas  aguas? 

Varios  comentadores  creen  que  Dios  les  ha  comunicado  el 
privilegio  de  la  incorruptibilidad,  de  manera  que  subsistirán 
eternamente.  Apóyanse  en  estas  palabras  statuit  ea  ¡n  (Bíenum 
que  en  el  Salmo  148  siguen  inmediatamente  al  versículo  re- 
ferente á  las  aguas  superiores.  f'Belarmino,  Tirino,  y  la  obra 
titulada:  incognitus  in  psalmos;  en  su  comentario  al  Salmo 
CXLVIII.) 

Es  cierto  que  S.  Pedro  enseña  que  al  fin  de  los  tiempos 
el  cielo  será  disuelto  por  la  acción  del  fuego,  mas  según  la 
observación  del  sabio  Estío,  por  ese  cielo  de  que  habla  S.  Pe- 
dro, puede  muy  bien  entenderse  las  regiones  inferiores  y  cer- 
canas á  la  tierra,  únicas  que  tuvieron  que  sufrir  el  diluvÍ9. 

En  cuanto  á  la  utilidad  ó  conveniencia  de  esasaj^uas  en  tan 
elevadas  regiones,  no  puede  aventurarse  sino  conjeturas. 
¿Fueron  creadas  para  templar  el  ardor  del  sol,  para  impedir 


U  VERDAD  CATÓLICA.  349 

que  sus  abrasadores  fuegos  derritan  osa  capa  de  Iiiolo  que, 
8egUQ  el  sistema  de  varios  sabios,  forma  el  fírmamento?  O 
bien  han  sido  creadas  para  ocultar  á  los  míseros  hijos  de 
Adán  la  vista  resplandeciente  de  la  patria,  y  al  misujo  tiem- 
po para  regocijar  á  los  espíritus  bienaventurados  con  la  va- 
riedad de  su  forma  y  los  delicados  matices  de  su  color?  ¿No 
hace  alusión  S.  Juan  áesas  aguas  superiores,  cuando  nos  ha- 
bla de  aquel  rio  de  agua  vivü,  brillante  como  un  cristal,  que 
le  fué  mostrado  en  el  cielo?  Cada  una  de  esas  hipótesis  tiene 
en  su  apoyo  cierto  número  de  pruebas,  cada  una  puede,  pues, 
revindicar  sus  adherentes  y  probabilidades,  pero  como  esa 
cuestión  nádanos  interesa  para  nuestra  salvación,  y  que  al 
cabo  es  Anas  curiosa  que  útil,  nada  encontramos  ni  en  las  Sa- 
gradas Escrituras  ni  en  la  tradición  bastante  cierto  para  dar 
la  preferencia  á  una  ú  otra  suposición. 

A.  de  S. 


EL  PROGRESO  POR  HEDIÓ  DEL  CRISTIANISMO 

POB  EL  B.  P.  FÉLIX. 


ASO  TERCERO. 

OTJARTA  OOMPBRBITOIA. 

KL  PRMIIE«0  BORIL  POR  HEDIÓ  DE  Ll  AUSTERIDAD  CRISTIAWA. 

(Finaliza.) 

II, 

El  año  pasado  hice  ver  ya,  por  medio  de  una  ojeada  rápi- 
da, al  sensualismo  como  resumen  de  las  tendencias  genera- 
les de  uuestro  siglo.  Hoy,  para  asentar  como  es  debido  la 
necesidad  urgente  de  una  nueva  reacción  cristiana  contra 
el  sensualismo  del  siglo,  debo  desentrañar  de  ese  fondo  sen- 
sual una  idea  directamente  opuesta  á  la  doctrina  que  estoy 


350  LA  VERDAD  CATÓLICA 

predicando,  y  que  es  á  su  vez  la  mas  completa  expresión  del 
sensualismo  contemporáneo. 

Existe,  Señores,  á  la  hora  en  que  os  hablo,  en  la  Europa 
moderna  y  sobré  todo  en  nuestra  Francia,  no  sé  cuantas  sec- 
tas nuevas,  con  nombres  diversos,  pero  todas  acordes  en  esta 
idea  común:  el  progreso  del  porvenir  por  medio  de  la  subs- 
titución de  un  cristianismo  nuevo  al  cristianismo  antiguo- 
Esas  sectas  renovadas  de  Marcion,  Cerinto,  Valentino  ó  Car- 
pocras,  afectan,  no  sin  motivo,  un  lenguaje  nuevo  y  una 
ciencia  oscura.  Verdadero  gnosticimismo  rejuvenecido  de 
ahora  diez  y  siete  siglos,  esas  sectas  que  protestan  respetar 
el  Evangelio  muestran  hacia  la  mortificación  evangélica  un 
horror  que  tienen  por  santo:  y  denunciando  la  mortíScacion 
ante  la  razón  de  este  siglo  apasionado  por  el  progreso,  di- 
cen: La  austeridad  cristiana  es  el  obstáculo  á  nuestro  pro- 
greso y  el  principio  de  nuestras  decadencias.  Según  los  apes- 
tóles de  ese  progreso  nuevo,  el  cristianismo,  con  su  Calvario 
y  su  cruz,  fué  un  beneficio  para  el  mundo  ahora  diez  y  ocho 
siglos;  pero  hoy  la  austeridad  cristiana  es  el  gran  azote  de 
Id  humanidad;  el  valladar  de  nuestros  progresos;  y  lo  que 
fué  entonces  fuerza  progresiva  es  hoy  fuerza  retrógrada.  La 
mortificación  cristiana  fué  saludable  como  reacción  contra 
el  sensualismo  pagano,  produje*  accidentalmente  un  progre- 
so verdadero;  mas  esa  reacción,  bajo  el  punto  de  vista  del 
progreso  general  de  la  humanidad,  no  pudo  valer  sino  como 
transición.  Exageración  del  imperio  del  espíritu  con  detri- 
mento del  imperio  del  cuerpo,  la  mortificación  cristiana  de- 
be desaparecer  para  dar  lugar  á  una  moral  mas  elevada,  mas 
completa,  sobre  todo  mas  armoniosa;  pues  el  deseo  masar- 
diente  de  esa  filosofía  encantadora  es  tener  á  la  humanidad 
en  la  línea  del  deber  en  un  equilibrio  perfecto  entre  los  ex- 
cesos del  sensualismo  pagano  y  los  del  ascetismo  cristiano. 
8i  queréis  saber  lo  que  piensa,  lo  que  quiere  esa  doctrina  tan 
confiada  en  sus  esperanzas  como  candida  en  su  fe,  helo  aquí 
en  un  compendio  imparcial  y  verídico.  Ella  misma  va  á  de- 
ciros, con  su  objeto  y  sus  medios  el  secreto  profundo  que  trae 
á  la  tierra. 

Un  gran  progreso  debe  efectuarse  en  el  siglo  XIX,  aun- 
que por  medio  de  un  proceder  diametralmente  opuesto  al  que 
hasta  ahora  ha  seguido  el  cristianismo.  Este  tiene  la  falta 
imperdonable  do  ultrajar  la  naturaleza  y  exterminar  la  car- 
ne, precipitando  nuestra  decadencia  las  austeridades  de  los 
santos.  Ahí  reside  el  mal  de  nuestra  época;  y  ha  llegado  el 
momento  de  combatirlo.  Preciso  es  apresurarse  á  contener 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  351 

en  las  muchedumbres  que  el  cristianismo  gobierna  aun  ese 
exceso  de  ayunos,  abstinencias  y  maceraciones.  Menester  es 
curar  con  el  encanto  olvidado  de  la  vida  sensual  esa  afición 
depravada  que  conservan  los  cristianos  á  los  gozos  del  Cal- 
vario. Sobre  todo  es  necesaria  por  parte  de  todos  los  hom- 
bres y  mujeres  libres  ó  que  aspiren  á  serlo,  una  fraternal 
coDspiracion  contra  esa  tiranía  que  ejerce  desde  hace  diez 
y  ocho  siglos  el  cristianismo  sobre  los  derechos  desconocidos 
del  cuerpo  y  de  la  carne.  La  religión  cristianaos  indudable- 
mente una  gran  religión;  no  tenemos  inconveniente  en  reco- 
nocer el  principio  de  amor  que  es  la  esencia  de  su  vida,  lo 
sublime  de  su  moral,  la  fuerza  de  su  unidad  y  el  orden  esplén- 
dido de  su  gerarquía.  Hasta  consentiremos  en  admitir  con 
ella  la  mafor  parte  desús  dogmas,  á  reserva  de  explicarlos 
ó  reformarlos  notablemente.  Reconocemos  que  no  existe 
doctrina  mas  completa  ni  institución  mas  fuerte  que  la  doc- 
trina é  institución  católicas;  y  consentimos  en  no  acabar  del 
todo  con  el  cristianismo.  Mas  exigimos  concesiones,  no  so- 
lamente en  el  orden  dogmático,  sino  también  en  el  orden  mo- 
ral. Pedimos  al  cristianismo  que  aminore  algo  la  severidad 
cristiana;  suplicamos  á  esa  religión  del  espíritu  que  sea  me- 
nos inexorable  para  con  la  carne:  En  nombre  de  la  humani- 
dad, apiadaos  algo  de  nuestra  carne  hnmana.  Hace  diez  y 
ocho  siglos  que  la  tenéis  cautiva;  la  hora  de  su  rescate  ha 
llegado  para  ella;  proclamamos  los  derechos  de  la  carne; 
pedimos  como  prenda  del  progreso  en  lo  futuro,  la  igualdad 
del  soberano  y  de  los  subditos  en  la  sociedad;  la  del  hombre 
y  la  mujer  en  la  familia;  la  de  la  carne  y  el  espíritu  en  el 
hombre;  y  tremolamos  sobre  nuestras  cabezas  esa  bandera 
generosa  que  debe  guiar  á  los  pueblos  á  la  conquista  del  pro- 
greso: Rehabilitación  de  la  carne. 

Tal  es  la  doctrina  que  hizo  no  ha  mucho  gran  ruido  cau- 
sando poco  mal,  y  que  hoy  causa  mucho  mal  haciendo  poco 
ruido:  ella  circula,  se  extiende,  se  apodera  como  un  cáncer 
de  las  almas  enervadas  y  abiertas  de  antemano  á  malsanas 
enseñanzas.  Del  seno  de  sus  fórmulas  confusas,  se  desprende 
siempre  una  misma  cosa:  la  carne.  Emancipación  de  la  carne, 
igualdad  del  espíritu  y  la  carne,  armonía  del  espíritu  y  la 
carne,  derechos,  dignidad,  rehabilitación  de  la  carne.  ¡La  car- 
ne y  siempre  la  carne!  Eara  nada  se  tiene  mayores  aten- 
ciones, mas  consideraciones,  mayor  solicitud  ó  mas  ternura. 

¿Quién  creyera,  Señores  que  esa  doctrina,  tan  aduladora 
de  la  carne,  haya  bajado  de  las  alturas  de  la  metafísica?  Sin 
embargo,  nada  es  mas  palpable.  Al  través  de  esa  moral,  tan 


352  LA  VERDAD  CAT6uCA. 

buena  para  las  flaquexas,  tan  fiUsil  para  laa  pasiones,  y  por  la 
cual  se  sienten  pasar  tantos  soplos  de  impureza,  el  panteís- 
mo deja  asomar  su  rostro.  La  igualdad  práctica  de  la  carne 
y  el  espíritu  no  es  mas  que  un  corolario  de  su  dogma  fnn» 
dameutal.  Sei^un  los  datos  del  panteismo  moderno  el  espíri- 
tu y  la  carne  son  las  dos  grandes  manifestaciones  del  Ser  di- 
vino en  la  naturalezi  humana;  el  uno  y  la  otra  tienen  en  el 
hombre  hu  mas  alta  y  mas  completa  expresión.  Y  siendo  asf, 
la  una  es  tan  legítima  como  el  otro;  los  derechos  del  espiri- 
ta y  los  de  la  carne  tienen  en  su  común  divinidad  la  razón 
de  su  igual  legitimidad.  Los  instintos  y  tendencias  del  espí- 
ritu se  dirigen  al  mundo  inteligible;  los  instintos  y  tenden- 
cias de  la  carne  hacia  el  mundo  material:  ahora  bien;  el  mun- 
do inteligible  es  Dios,  y  el  mundo  material  es  taiftbien  Dios: 
y  siendo  así,  ¿porqué  había  Dios  de  oprimir  á  Dios?  ¿porqué 
entre  lo  divino  y  lo  divino  una  lucha,  un  antagonismo,  una 
dependencia?  ¿Y  porqué  los  derechos  de  la  carne,  que  tam 
bien  es  divina,  han  de  inmolarse  en  holocausto  ala  divinidad 
del  espíritu?  Así  pues,  ya  lo  veis,  de  las  cimas  de  la  ontolo- 
gía  panteística  á  las  profundidades  de  esa  moral  epicúrea, 
no  media  mas  que  la  distancia  de  dos  silogismos. 

Señores,  quisierais  quizá  que  á  la  exposición  de  estas  doc- 
trinas diese  nombres  propios,  aunque  solo  fuesen  para  pro- 
porcionar á  los  maestros  ó  discípulos  el  derecho  de  reclamar. 
No  lo  haré.  Ataco  las  ideas,  no  á  las  personas:  sea  cual  fuere 
el  nombre  que  lleven  esas  doctrinas,  poco  importa  á  la  cues- 
tión. Conservo  mi  amor  á  los  hombres  que  se  han  atraido 
con  sus  errores  la  palabra  que  reprueba  las  ideas,  mas  no 
por  oso  dejo  de  reprobar  estas.  Y  en  cuanto  ala  idea  de  que 
se  trata  aquí.  Igualdad  de  la  carne  y  del  espíritu,  rehfibilUacion 
de  la  carne,  dejo  caer  sobre  ella  estos  caliñcativos  que  son 
su  condenación  merecida:  ¡degradante,  retrógrada! 

Al  pronunciar  estas  palabras,  no  pienso  insultar  ni  contris- 
tar á  los  hombres,  sino  solo  pretendo  mostrar  el  fin  que  tie- 
nen las  cosas.  Seguid  con  el  pensamiento  atento  las  conse* 
cuencias  prácticas  de  este  principio  fundamental  en  la  doc- 
trina que  señalamos:  Igualdad  del  espíritu  y  la  carne;  y  os 
espantareis. 

Los  propagadores  de  semejante  idea  calculan  poco  la  tras- 
cendencia que  tiene;  parecen  ignorar  los  desastres  que  en  sf 
encierra.  Una  cósales  impide  ver;  no  cuentan  con  la  caidn 
original.  La  misma  idea  exige  para  s«>8tenerse  que  el  pecado 
original  no  exista;  y  ellos  conceden  la  poca  importancia  que 
según  ellos  se  merece  á  ese  miu^  del  Edén.*  quelos  pueblos 


í^  VERDAD  CATÓLICA.  353 

nó  86  han  formado  'sino  para  consolarse  de  la  miseria  presen- 
te con  el  recuerdo  de  Una. felicidad  perdida.  Pero  al  menos 
preciso  es  que  cuenten  cx)'S  la  realidad  palpitante   del  siglo 
diez  y  nueve.  Sea  lu  que  fuere  de  Adán  y  del  Edén,  nuestra 
vida  actual  nu  es  un  mito:  tampoco  lo  sois  vosotros  pura  mí, 
ni  yo  para,  vosotros;  ahí  estáis  y  aquí  estoy  yo,  con  un  espí- 
ritu que  se  reconoce  encaden^o  ¿  una  carne  que  se  siente 
á  si  misma.   Ahora  bien:  de  cualquier  causa  que  esto  pro- 
venga, es  un  hecho  cuyo  cunocimieuto  es  para  nosotros  in- 
falible como  el   sentimiento   de    la   vida;  esia    carne   cuya 
emancipación  y   rehabilitación   se  nos  pide  es  una  carne 
que  se  rebela  y  tiene  exigencias  insolentes.  El  cuerpo  huma- 
no es  un  eg(»ista  y  un  rebelde;  corno  ios  egoistas  y  rebeldes 
de  todas  á|>ocas  y   condiciones,  exagera  sus  necesidades,  y 
pretende  que  ton  derechos:  es  burlarse  demasiado  solemne- 
mente del  buen  sentido  del  género  humano  el  pedir  rehabili- 
taciones para  ese  eiclavo  rebelde,  digno  de  castigo.  ;Ah!  en 
vez  de  echar  en  cara  al  espíritu  su    tiranía  sobre   la  carne, 
preciso  es    mas   bien  echar  en   cara  á  esta  su  rebeldía  con- 
tra el  espíritu.  Si   el  hombre    se    degiada,  no  es  por  em- 
puñar  con   mano  dennisiado    ñrnie   el    cetro   del    espíritu, 
sino  por  mostrarse  demasiado  débil  ante  las  rebeliones  de  su 
carne.  Queréis   ationadar  en    el  hombre   el    despotismo  del 
espíritu,  y  pedís  la  emancipación,  la  rehabilitación  de  la  car- 
ne. Con  ese  principio  tratad  de  educar  aun  niño,  de  educar 
A  un  pueblo:  ¿sabéis  lo  que  haréis  en  tal  niño  y  en    tal  pue- 
blo? Los  conduciréis  á  ambos  á    la  degradación,   si  no  á  la 
destrucción.  Abandonad  á  un    niño  á  las   exigencias   de   su 
cuerpo;  entregadlo  emancipado  de  las  represiones  del  es^nri- 
tu  á  la  libre  expansión  de  sn  carne.  /.Qué  será  de  él?    ¿qué 
hará?  se  degradará,  "se  enervará,    quizase  exterminará  á  sí 
mismo.    íll  animal  se  deten<irá  por  instinto   en  el   límite  de 
la  necesidad,  el  niño  lo  salvará;   convertirá  su  espíritu  á  la 
ruina  del  cuerjio;  y  fijando  tMi  Ins  groseras   satisfacciones  de 
8U  carne  la  inmensidad  naciiMíte  de  sus  deseos,  quebrará  el 
frágil  instrumento  bastante  fue,rte  para  suscitarlos,  bastante 
débil  para  saciarlos.  ¡Ahisi  dudáis,  interrogad  á  los  que  saben. 
Preguntad  á  los  discípulos  di;  Hipócrates   que    recuenlan  la 
lección  del  maestro  lo  que  puede  ser  da  un    niño  entrega<lo 
á  esa  educación  houíicitia,  que   se  gloría  de    engrandecer  la 
humanidad  rehabilitando  la  carne. 

Y  un  pueblo,  Señores,  ¡imaginaos  lo  que  |)odria  ser  de  un 
pueblo  corriendo  ásu  progreso  bajo  esta  bandera  de  ignomi- 
nia: ¡rehabilifacúm  (le  la  airnel  Lo  que  seria  de  él  ¡ah!  no  me 

VII. — 4o 


354  LA  VBBDAD  CATÓUCA. 

atrevo  á  decirlo:  Por  grande  que  fuese,  ora  por  medio  de  sus 
conquistas,  ora  merced  á  su  civilización,  iría  á  parar  á  don- 
de van  todos  los  pueblos  que  pri|lican  esa  fórmula,  al  esta- 
do salvaje,  á  la  barbarie  al  menos.  Pues  no  lo  olvidéis,  la 
reliabilitacion  de  la  carne  tal  cual  se  pide  produciría  en  el 
hombre  la  destitución  del  espíritu.  T  la  destitución  del  es- 
píritu, en  la  natunileza  humana,  decidme,  ¿qué  viene  á  ser? 
Todo  os  está  contestando:  ¡Barbarie!  estado  salvaje!  Mien- 
tras mas  se  extiende,  en  los  pueblos  del  mismo  modo  que  en 
los  hombres,  el  reino  de  la  carne,  mas  se  estrecha  y  dismi- 
iniye  el  reino  del  espíritu.  Ese  equilibrio  perfecto,  esa  armo- 
niosa igualdad  del  espíritu  y  la  carne  no  es  mas  que  un  sue- 
ño de  impureza,  una  quimera  tras  la  cual  correa  cerebros 
enfermizos,  es  un  mentís. dado  al  mas  puro  crií^tíanismo;  y 
ese  mentís  dado  al  cristianismo  no  es  igualado  sino  por  el 
que  dan  á  la  historia  esos  sistemas  humanitarios  que  no  tie- 
nen ni  aun  el  mérito  vulgar  de  conocer  á  la  humanidad.  El 
cristianismo,  ah!  Señores,  este  dicho  de  es  S.  Pablo,  cuya 
verdad  es  inmortal:  La  carne  codicia  contra  el  espíritu^  y  el 
espíritu  contra  la  camt:  y  la  historia  es  la  consecuencia  de 
esa  lucha  cuyo  rumor  oye  cada  hombre  dentro  de  sí  mismo, 
así  como  se  le  oye  resonar  por  donde  quiera  en  el  universo: 
igualdad  del  espíritu  y  de  la  carne,  novela  de  la  humanidad 
y  degradación  de  los  pueblos;  lucha  del  espíritu  contra  la 
carne,  historia  de  la  humanidad  y  progreso  de  las  naciones. 

Pero,  Señores,  dejemos  á  un  lado  por  un  momento  lo  que 
solo  concierne  á  la  humanidad  en  general;  confrontemos  es- 
ta doctrina  con  las  necesidades  de  nuestro  siglo,  pues  de 
nuestro  siglo  se  trata  aquí;  y  pregúntemenos  considerando, 
tal  cual  nos  aparece,  á  la  humanidad  contemporánea,  si  esa 
doctrina  es  la  que  puede  salvarnos,  y  sa  apostolado  ser  ver- 
daderamente para  nosotros  un  apostolado  de  progreso. 

Señores,  cuando  considero  lo  que  pasa  en  torno  nuestro, 
hoy  que  el  cristianismo,  arrastrando  aun  tras  sí  á  la  huma- 
nidad generosa,  sostiene  con  tanta  firmeza  y  levanta  á  tan- 
ta altura  el  cetro  del  espíritu,  me  pregunto  lo  que  sucedería, 
si  llegando  á  desaparecer  de  pronto  esa  gran  soberanía  del 
espíritu  con  todos  cuantos  la  aceptan,  no  quedase  ya  en  medio 
de  nosotros,  para  hacer  seguir  á  la  sociedad  la  senda  del  pro- 
greso, sino  la  soberanía  de  la  carne  y. los  que  se  proclaman 
subditos  de  esta.  Decidme,  os  lo  suplico:  ¿dónde  reside  á  es- 
tas horas  en  Francia  y  en  toda  Europa,  el  peligro  de  las  so- 
oiedadesy  la  causa  de  decadenciat  Se  pide  la  disminución  del 
imperio  del  espíritu  y  el  engradecimiento  del  dominio  de  la 


LA  VERD4D  CATÓLICA.  355 

carne;  pero  ¿acBfto  el  espíritu  reina  hoy  demasiado  sobre  las 
machedumbres,  y   no  ejerce  la  carne  suficiente  dominio? 
¡Qué!   ¿los  derechos  del  espíritu  son  demasiado  reconocidos, 
y  los  de  la  carne  demasiado  olvidados?  ¡Qué!  ¿el  espíritu  se 
halla  acaso  demasiado   ensalzado,  y  la  carne  humillada  en 
denriasía?  ¡Qué!  el  espíritu  es  demasiado  respetado,  y  la  car- 
ne mirada  con  demasiado  desprecio?  y  ese  es  nuestro  peligro? 
¡Qué!  ¿lo  que  amaga  corrompernos,  perdernos,  degraJarnoH, 
es    el  exceso  de  nuestros   ayunos,  de  nuestras  abstinencias, 
de   nue9tras  flagelaciones  y  de  nuestras  austeridades  todas? 
¡qué!  ¿el  peligro  del  siglo  son  vuestros  cilicios,  vuestros  sa- 
cos, vuestras  disciplinasy  todos  esos  espantosos  instrumentos 
con   que  un  ascetismo  lúgubre  flagela  y  destruye  vuestros 
cuerpos?  ¡Ah!  vosotros  no  lo  creéis;  y  vuestra  sonrisa,  Seño- 
res,  parece  decirme  bastante  que  para  vosotros  como  para 
mí,  el  peligro  está  en  otra  parte.  No,  lo  que  nos  amenaza  no 
68  el  exceso   de  la  austeridad  cristiana,  sino  su  ausencia: -lo 
que  pierde  á  la  humanidad  en  nuestros  dias,  no,  no  es  el  rei- 
no exagerado  del    espíritu,  sino  el  dominio  inmoderado  de 
la  carne.  Veo  pasar  por  delante  de  mí  cuerpos  destrozados  y 
encorvados  antes  de  tiempo,  pero  esos  cuerpos,  ¿quién  los  ha 
destrozado^   Encuentro   vidas  caducas  y   prematuramente 
marchitas;   pero   esas  vidas,   ¿quién  las   ha  marchitado,  y 
quién  leaha  infligido  el  oprobio  de  unacaducidail  precoz?  Veo 
aparecer  rostros  pálidos  y  adelgazados,  aun  en  la  primavera 
de  la  vida;  pero  esa  palidez  ¿de  dónde  proviene?  Y  esa  delga- 
dez, quién  la  ha  producido?  el  exceso  déla  penitencia?  el  del 
libertinaje?  ¡Quizá!  —  .Y  entre  esos  seres  estragados,  deso- 
lados, desfigurados,  que  del  teatro  del  mundo  pasan  á  los  hos- 
pitales, lugar  de  reunión  de  todos  los  dolores,  ¿cuántos  han 
caído   de  resultas  de  los  excesos  del  la  austeridad  cristianad 
Ni  uno  ¿Y  cuántos  han  caido  por  el   exc^iso  de  la  impureza  y 
del  libertinaje  pagano?  ¡Ah!  no  me  atrevo  á  contestar.  Y  ese 
reino  de  la  carne  que  marca  su  paso  por  la  vida  con  irrepa- 
rables ultrajes,  y  á  veces  con  las  vergonzosas  señales  que  deja 
en    la  misma  carne,  se  encuentra  que  no  es  suficiente  ¡y  se 
pide  para  aquella  nuevos  derechos,  nuevas  rehabilitaciones, 
un  imperio  nuevo! 

¡Qué!  ¿habláis  de  los  derechos  de  la  carne,  proclamáis  esos 
mismos  derechos?  Pudiera  preguntároos:  ¿qué  significan 
esas  palabras?  Cuando  deciais:  los  derechos  del  hombre,  podia 
asombrarme,  pero  al  menos  comprendia;  cuando  decís:  dei^e- 
chosdtla  carne,  no  os  comprendo  ya;  ni  puedo  menos  que  afli- 
girme por  esa  barbarie  de  lenguaje  que  recibimos  en  medio 


356  liA  VERDAD  CATÓUCA 

de  la  civilización  de  boca  de  los  sabios,  Pero,  eo  fin,  puestc 
que  para  hacernos  comprender  ü  preciso  hablar  vuestro 
idioma,  ya  que  es  necesario  dedr  con  vosotros:  derechos  de  la 
carne;  en  nombre  de  la  verdad,  dignaos  contestarme:  ¿acaso 
los  derechos  de  la  carne  no  están  bastante  reconocidos?  Yo 
os  digo  que  lo  están  demasiado,  ¡Ah!  lo  que  vosotros  desco- 
nocéis, lo  que  violáis,  lo  que  ultrajáis,  son  los  derechos  del 
espíritu.  La  carue  es  halagada,  acariciada,  adulada;  lacaroe 
es  adornada,  embellecida,  perfumada,  y  permitidme  esta  ex- 
presión familiar,  mimada  de  todos  modos.  Pero  esto  no  «hi 
bastante:  la  carne  hoy  es  ensalzada,  glorificada  y  cantada 
por  ingenios  afamados;  no  le  faltaba  ya,  para  hacernos  vol- 
ver al  paganismo,  sino  hacerse  adorar;  y  hay  quienes  la  ado- 
ran. Sí,  en  una  porción  de  la  sociedad,  cuyas  costumbres  no 
podria  pintar  aquí  mi  palabra,  después  de  diez  y  ocho  siglos 
de  cristianismo,  el  ídolo  de  la  carne  ha  vuelto  á  levantarse 
¡y  encuentra  adoradores! 

Y  aquellos  mismos  que  reconocen  todavía  con  el  reino  det 
verdadero  cristianismo  la  jsoberanía  del  espíritu  se  convier- 
ten por  desgracia  en  siervos  muy  humildes  y  obedientes  de 
la  carne.  Existe  una  sociedad  cristiana  que  aborrece  la  aus- 
teridad también  cristiana:  la  molicie  de  nuestra  época  se 
descubre  de  mil  modos;  y  la  vida  contemporánea,  bajo  el 
punto  de  vista  en  que  nos  hemos  colocado,  se  hac^  demasia- 
do extraña.  En  París,  tres  meses  de  placeres,  de  fiestas,  de 
teatros,  bailes  y  festines,  todo  para  mayor  honra  y  satisfac- 
ción de  la  carne.  Tres  meses  mas  empleados  en  reponer  con 
las  brisas  de  la  playa  y  fortalecer  con  las  olas  del  mar  una 
carne  enervada  en  la  atmósfera  de  los  placeres  y  conmovida 
al  contacto  de  los  goces  de  la  tierra.  Tres  meses  mas  tras- 
curridos buscando,  como  aves  que  huyen  del  aquilón,  soles 
ardientes  y  climas  sin  rigores.  El  resto  del  año  se  pasa  tiu 
hacer  nada,  halagando  la  propia  pereza  eu  medio  de  una  dul- 
ce holganza,  y  atrincherándose  en  el  fondo  de  la  ca«ta  contra 
los  rigores  del  invierno.  Tal  es,  Señores,  la  órbita  afortuna- 
da en  que  la  vi<la  contemporánea  de  muchas  personas  ejecu- 
ta su  revolución  anual;  eterna  primavera  en  que  todo  está 
arreglado,  no  por  la  providencia  de  Dios  sino  por  hi  molicie 
de  los  hombres  para  que  el  cuerpo  no  encuentre  ni  una  priva- 
ción que  le  sirva  de  prueba,  ni  un  soplo  que  le  mortifi- 
que. 

Pues  bien:  después  de  tantas  comtemplaciones,  industrias 
é  invenciones  ideadas  por  el  ingenio  de  este  siglo  para  con- 
servar al  cuerpo  su  savia,  su  flor,  su  belleza  y  su  fuerza,  vuel- 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  357 

Ve    la   austera  cuaresma  con  sus  rigores  cada  vez  mas  miti- 
gados; y  para  soportar  la  carga  del  ayuno  todos  los  cuerpos 
^on  demasiado  débiles;  y  la  minoría  demasiado  robusta  aun 
\>ara  aceptar  el  peso  de  las  prescripciones  comunes  se  con- 
^^erte   para  nuestro  siglo  en  una  especie  de  raza  atlática,  y 
^^1  austeridad  en  una  virtud  excepcional  que  el  vulgo  de  los 
^^rístianos  debe  en  adelante  renunciar  á  imitar.  ¡Oh  progreso! 
^  mientras  qi^  con  la  enervación  de  la  carne  va  pereciendo  el 
^yuno  cada  día,    ¿qué   se  hace  de  la  abstinencia?   En  otro 
tiempo,  cuando  la  austeridad  cristiana  estaba  vigente,  dicen 
que  el  vegetal  solo  bastaba  para  hacer  vivir  al  hombre  hasta 
'o8  setenta  años;  y  á   nadie  ocurria  la  idea  de  que  comer  la 
^rnede  los  animales  fuese    una  condición   de  vida  para  la 
'"ínianidad.  ¡Oh  tiempos!  oh  costumbres!  La  Iglesia  Católi- 
^  8e  atreve  aun  á  pedirlo,  pero  nuestro  siglo  no  se  atreve 
J&  &  realizarlo  y  contesta:  imposibU.  Id  á  ver  á  los  cristianos 
^^'ocados  el  viernes  en  torno  de  la  mesa  donde  van  A  sen- 
^•^e  los  que  reconocen  la  obligación  de  honrar  con  unaabs- 
"j'^iencia  el  recuerdo  de  su  Dios  crucificado:    ¡qué  desprecio 
"**  la  ley  de  la  Iglesia  y  de  la  pasión  de  Jesucristo!  La  pre- 
^*fícacion  se  supone  hasta  tal  punto  ser  un  hecho  universal, 
9'íe  ya  ni  siquiera  se  tiene  en  cuenta  la   posibilidad  de  una 
^^Ofipcion;  cristianos  imponen  á  otros  cristianos,  y  católicos 
*.?t:ros  católicos  la  necesidad  de  violar  su  fe  y  ultrajar  á  su 
^Os,  Así  lo  exige  el  siglo;  el  fostin  no  está  preparado  sino 
P^^'a  las  violadores  de  la  ley  de  Jesucristo.  Y  si  aparece  allí 
'^f^  cristiano  de  los  antiguos  dias  que  se  atreva  á  protestar 
^^^teniéndose  de  probar  los  manjares  vedados  contra  la  uni 
^^í'sal  violación  se  mira  con  sorpresa  á  ese  aparecido  de  otros 
^?,%los;  y  todos  los  dichosos  discípulos  del    progreso  sensual 
^^Cen  con  asombro:  "¿Quién  es  este  bárbaro  qjie   puede  v¡- 
^'r  un  dia  sin  comer  carnei^"  ¡Oh  progreso! 

Diréis  quizá  al  oir  este  discurso:  "Olvidáis  que  nuestros 
Cuerpos  no  tienen  ya  el  vigor  que  poseían  en  otro  tiempo." 
lAh!  tenéis  razón:  nuestros  cuerpos  no  tienen  ya  el  mismo 
vigor  que  se  veiaen  nuestros  cristianos  de  los  tiempos  anti 
guos;  lo  concedo  y  estoy  muy  lejos  deolvidarlo;  mas  pregun- 
to: ¿cuál  es  la  causa  de  esa  diferencia?  ¿porqué  sois  menos 
robustos  que  vuestros  padres?  y  ¿porqué  vuestros  hijos  anun- 
cian deber  ser  aun  mas  débiles  que  vosotros  msmos?  Esa  es 
la  cuestión.  ¿Porqué  van  nuestros  cuerpos  debilitándose  ca- 
da dia  mas?  porque  todo  conspira  en  torno  vuestro  á  ener- 
varlos mas  y  mas;  porque  la  atmósfera  en  que  viven  es  una 
atmósfera  esencialmente  («aervadora;  porque,  vais  quitando 


358  LA   VERDAD  CATÓLICA. 

cada  vez  mas  á  los  cuerpos,  del  mismo  modo  que  tratáis  de 
quitarlo  á  las  almas,  el  aguijoD  del  dolor,  el  uervio  de  la  aus- 
teridad y  el  corroborante  de  la  privación;  porque  en  fin  lo 
3ue  el  siglo  llama  hoy  con  un  nombre  que  nunca  acabará 
e  tener  la  honra  de  ser  francés  (1),  lo  confmuMe^  no  es,  por 
una  burla  del  lenguaje,  sino  el  universal  desfallecimiento  de 
las  almas  acelerado  por  la  enervación  de  los  cuerpoa;  tanto 
que,  mientras  que  por  un  lado  nos  autorizamot  con  la  debi- 
lidad de  nuestros  cuerpos  para  eximirnos  de  la  ley  de  la  aus- 
teridad, el  rechazo  de  esa  misma  ley  contribuye  cada  vei 
mas  á  debilitar  nuestros  cuerpos. 

He  ahí  el  círculo  doblemente  vicioso  al  cual  arrastra  nues- 
tro siglo  con  todos  sus  miramientos  para  i<&on  lá  carne,  i  nues- 
tras generaciones  enervadas.  Y  para  librarnos  de  ese  circulo, 
para  sustraernos  de  ese  desorden  siempre  creciente,  en  el 
cual,  así  como  en  todo  desorden,  no  encuentra  la  humanidad 
sino  apocamiento  y  decadenda,  para  devolvernos  la  fuerza  y 
colocarnos  otra  vez  en  la  armonía,  ¡se  nos  viene  á  proponer 
que  rehabilitemos  la  carne!  ¡se  atreven  á  pedirnos  quedemos 
á  la  carne  una  particliiacion  mas  lata  en  la  vida  y  disminuya- 
mos poco  á  poco,  para  llegaren  breve  á  suprimirlo  del  todo, 
lo  que  constituyó  nuestra  fuerza  y  nuestra  restauración,  el 
resorte  de  la  austeridad  y  la  ley  de  la  mortificación!  ¡Oh  lo- 
cura, oh  irrisión,  oh  ceguedad!  y  sin  sentir  escandalizarse 
nuestra  dignidad  de  hombre  y  nuestra  conciencia  de  cristia- 
no, hemos  leido  los  libros  y  oídos  los  discursos  que  insultan 
hasta  ese  punto  á  la  razón,  al  cristianismo  v  á  la  humani- 
dad!.... 

¡Ah!  Señores,  si  queréis  saber  cómo  podréis  salir  de  ese 
círculo  fatal  en  que  el  error  medita  encerraros  para  siempre, 
yo  08  lo  diré  en  una  sola  palabra:  saldréis  de  él  por  el  cami* 
no  del  Calvario.  El  sensualismo  pagano  os  degrada;  solóla 
austeridad  cristiana  tendrá  el  poder  de  volveros  á  levantar. 
Decia  el  domingo:  la  soberbia  nos  perdió,  la  humildad  nos 
salvará.  Añado  hoy:  la  molicie  pagana  os  pierde,  la  austerí* 
dad  cristiana  os  salvará.  Se  os  pide  la  rehabilitación  de  la 
carne;  nosotros  os  pedimos  la  rehabilitación  del  espíritu. 
Pues  lo  que  está  cautivo  en  nuestros  días,  lo  que  está  humi- 
llado, lo  que  está  degradado  en  fin,  os  lo  repito  porque  nun- 
ca podéis  comprenderlo  bastante,  no  es  la  carne,  es  el  espí- 
ritu. 

Así  pues,  vuelva  el  espíritu   á  levantarse  y  rehabilitarse; 

(1)    Niespaiol.-N.delT. 


LA  VEKDAD  CATÓLICA.  359 

recobre  su  imperio  en  el  siglo  XIX,  y  recóbrelo  como  lo  re- 
cobró al  principio,  haciendo  tocar  á  su  cetro  la  cruz  de  Jesu- 
cristo, y  apoyando  su  trono  en  la  roca  del  Calvario,  Cierta- 
nieDte,  Señores,  no  os  pido  como  ley  de  vuestra  vida  la  prác- 
tica de  los  mas  insignes  cristianoH.  No  os  digo  que  os  cubráis 
de  sayales,  cilicios  y  cadenas  de  hierro;  no  os  digo  que  deis 
nuevo  temple  á  la  energía  de  vivestras  almas,  como  esos  va- 
rones heroicos,  con  la  sangre  de  vuestras  heridas:  pero  os  di- 
ffo:  aceptad  hasta  cierto  punto  la  ley  que  se  os  ha  impuesto, 
ui  ley  ce  la  austeridad.  No  creáis  á  los  que  dicen  que  la  hu- 
manidad debe  bajar  con  Cristo  de  la  cruz.  Tomad  vuestra 
parte  de  la  vida  del  Calvario,  y  conservad  hacia  heroísmos 
que  no  podéis  imitar  una  sincera  admiración  é  inagotables 
respetos. 

¡Ah!  bien  lo  sé,  la  penitencia  corporal,  el  ayuno,  la  absti- 
nencia, la  disciplina  y   la  fla^felacion  de   los  santos,    hacen 
reirá  los  pensadores  de  estos  tiempos,  demasiado  sabios  pa- 
ra practicar  semejantes  locuras.  Tienen  mas  consideraciones 
con  la  carne,  mas  respeto,  y  sobre  todo   mas  amor  para  con 
su  cuerpo;  y  dicen  con  la  sonrisa  en  los  labios   á  la  austeri- 
dad cristiana:  jascetismo,  edad  media,  fanatismo! Deje- 
mos pasar  al  siglo  con  sus  cobardes  discursos  y  fáciles  inju- 
rias. La  verdad  es  que  castigar   voluntariamente   el  cuerpo 
para  vengar  la  dignidad  del  alma  ultrajada  con  su  rebeldía 
es  uoa  cosa  santa  y  sublime.  La  verdad  es,   piensen  lo  que 
pensaren  los  falsos  sabios,  que  redupir  como  S.  Pablo  la  car- 
ne á  esclavitud  no  solo  para  no  ser  un  reprobo,  sino  aunque 
no  sea    mas   que  para- estar  muy  cierto  de  no  ser  nunca 
«u  esclavo  será  siempre  un  acto  de  valor  y   de  magnanimi- 
dad.  La  verdad  es  que  para  conceder  al  cuerpo  el  placer  por 
Uq  motivo  de  satisfacción  egoistu,  basta  ser  un  miserable;  y 
que   para  infligir  al  cuerpo  el  <lolor  voluntario  con  un  fin  de 
featauracion  moral,  es  preciso  ser  esforzado,  ser  verdadera- 
Oiente  grande.  La  verdad,  es  en  fin,  que  esa  raza  de  mortifi- 
cados, cuyo  heroismo  se  entrega  á  la  mofa  del  pueblo,  abre 
^nte  el  siglo  el  camino  del  progreso;  porque  mortificando  la 
o«rne  para  hacer  vivir  mejor  el  espíritu,  conserva  y  desen- 
vuelve en  sí  la  verdadera  grandeza  del  hombre. 

Bendito  sea  el  cielo  por  ello,  esa  raza  heroica  no  se  halla 
agotada  en  el  cristianismo;  y  tengo  la  dicha  de  haceros  sa- 
\>er,  si  tenéis  la  desgracia  de  ignorarlo,  que  esas  maravillas 
<3e  la  austeridad  cristiana  no  están  relegadas  para  siempre 
al  dominio  de  la  arqueología  sagrada.  Ellas  pertenecen  toda 
vía  á  la  historia  palpitante.  La  tradición  del  Calvario  no  es- 


360 


LA   VERDAD  CATÓLICA. 


tá  del  todo  olvidada;  y  las  orgias  de  uo  paganismo  nuevo  no 
han  acabado  en  el  siglo  XIX  con  las  santas  austeridades  de 
la  cruz.  Algunos  hay  entre  vosotros  que  bajo  un  traje  que 
satisface  las  «exigencias  del  mundo  y  brilla  á  las  miradas  de 
los  hombres,  llevan  otro  que  satisface  tas  exigencias  del  Cal- 
vario y  regocija  las  miradas  del  Crucificado.  A  esos  clamo 
con  toda  mi  alma:  Animo;  ánimo  á  todas  las  victimas  volun- 
tarias; ánimo  á  todos  los  azotados;  ánimo  á  todos  los  corona- 
dos de  espinas;  ánimo  á  todos  los  que  llevan  impresas  las  lla- 
gas de  Jesucristo:  sí,  ánimo  á  vosotros  todos,  héroes  de  la 
humariidad  ascendente,  precedednos  en  la  senda  del  Calva- 
rio. Si  no  podemos  seguinis  de  cerca,  de  tejos  os  seguire- 
mos; porque  vosotros  solos  os  halláis  en  el  camino  que  es 
menester  seguir.  La  senda  del  progreso,  como  la  del  Calva- 
rio, es  una  senda  dolorosa:  la  subiremos  con  vosotros,  lle- 
vando en  las  luchas  de  la  carne  y  las  agonías  del  espíritu  la 
única  bandera  que  puede  guiarnos  á  nuevos  progresos;  y  esa 
bandera  generosa,  haciendo  ondear  sobre  las  corrupciont^s  del 
siglo  el  signo  de  pureza,  triunfará  una  vez  mas  del  sensualis- 
mo pagano  por  medio  de  la  austeridad  cristiana. 

(Traducido  por  R.  A.  O.)' 


LA  TXRDAD  GATÓUGA. 


961 


DE  OFICIO. 

SECRETARIA  DEL  OBISPADO  DE  LA  HABAXA. 
^rlclM  t^lonUria  aMcrU  ^r  H  K\€mm.  é  ntmm,  ftr.  ttlip»  *  Uwr  4m 


ftelaciofi  de  Inx  ¡fcrsotuiM  y  cantidmUs  que  rada  wui  ka  aurt^adm 
para  el  expresado   objeto   en  esta    Secretaría  dt  Cámuira  y 
Gobierno. 


Parroquia  de  ingreso  de  ^'umanayasr^ia. 


Pi.    Cu. 


P». 


Sumaanteríxr W.iW 

I^bro.  1>.  Dominf^o  Anto- 
nio Gouznlez,  Cura  pár- 

ropo 2<'l 

*^.  Antonio  Me»a.  Mnvi.r- 

domo  de  fabrica 17 

»,  Pedro  Hernandc/....  17 
1.  Aotonif»   de   Iok  Ri(»8. 

capitán  de  partido 8 

t.  Joité  Arinafl 8 

«.  £lía0  UuKtillo8 fc 

M  Manuel  NíhIhI >* 

..  Manuel  Caatellíinos. . .  « 

,.  Juan  Vilehes H 

.,  Acru-ttin  Junco S 

,,  Antonio  Guerra ^ 

.,  Riifael  Villaron  '^ 

.,  FmnciHco  Mesa •• 

..  Pedn>  l»upuyg 4 

„  Patricio  Nodal 4 

,.  Marcial  Herrera 4 

M  R.imon  Díaz 4 

„  Tornáí»  Fernacdi'z.. -.  4 

,,  José  María  León 4 

„  Bldfl  Heruandt'z 4 

,.  F'rancisoo  del  Puerto..  i 

„  Antonio  del  Pupito...  4 

.,  Joaqiiin  D.  Knt^MiKa...  4 

..  Anselmo  C?ip<»te 4 

„  Ramón  Capote 4 

„  .rofé  Jimn  Tapóte 4 

,.  Pablo  Rodrif^uez   4 


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D- RahW  CürVIo 4  ¿5 

I    M  Jo<4^  Caoutn  Santal*..  4  '^i 

,,  Pablo  (rOED^Z 4  Á 

..  Jitfé  de  la  Luz  Anaai  4  '^ 

.,  jMéKoqu^ 4  ',¿5 

..  Fnioeiieo  VaUa4arM .  4  ^'> 

.,  Xicoláü  fkmfrt 4  '-¿5 

..  Jote  Juoeo 4  í?i 

,.  -Tofé  de  .IfuiU 4  ■^» 

.,  Elía^i  Vailadareii *  <^' 

.,  Martin  LUrra i  ift 

..   ■•lanne!  Aeoita. t  '<£» 

..  íVeundirio  Capi^t^  -  -  -  4  'A 

Ld'i.  D.  Kzequíel  Frruan-  4  '¿5 

de/ 4  2* 

D.  Antonio  Sard'iii 4  '¿5 

.,  Z  icaría*  Va^^oei 4  '/T/ 

.,  Lú'-ap  Orama« 4  25 

..  Lo renzí»  Gutiérrez 2  1-4 

..  Juan  Meodez 2  l^é 

,.  Jf>né  L«>pez. Soler....  2  124 

„  Manuel  Harc#-ló 2  J'^é 

.,  Serafín  Gonzatoz 2  124 

.,  ToojM  Vílcbe» 2  j4 

,,  Manuel  de  la  Gándara.  U  WK 

..  Ku«ebio  Martín*^....  2  I2Í 

„  Bonifacio   I>*J 2  124 

„  Ac[«J<itin  HemaiMlez..,  2  124 

,,  Esteban  ^anch^-z 'Z  V¿^ 

..  Manuel  G.  Hidalgo,..  2  y¿h 

„  CárlíHi  í>dU»» 2  124 

„  iMUtoeítf  da  0«a 2  124 

6 


363                                  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

Pt.  Cts. 

D.  Benvenuto  Águila 2  121    ^'  Manael  de  la  Concha. . 

Ldo.  D.  Pedro  Santbes..  2  „         ,,  Eulogio  Bermades — 

D  Mig  uel  Valladaref 1  „         „  Cayetano  Valladares. .. 

Pardo  José  Escalera 1     „         .,  Luis  Gk»nzalez 

D.  Manuel  Vilches 1     „     ,    ,.  José  Curbelo 

D?  Isabel  y  Df  Ana  D. Vil-  „  Ramón  Cabadat 

ches. 1     „     I    „  Andrés  Duran 

D.  Francisco  Rodríguez. .  1  ,>  '  ' 


Ps.    Cts. 


Parroquia    dd  ingreso  de    Nuestra   Señora    de    Candelaria 
de  Rio  de  Ay. 


Ps.    Cts. 


Pbro,  D.  José  M}  Iriarte.  17  „ 

Excmo.  8r.  D.  Juan  Fer- 

nandez 16  „ 

D.  Pedro  Iznaga  Hernán- 
dez   8  50 

Pbro.  D.  José  de  la  Toi  re.  8  50 

D.  P.  J.  I 4  25 

,,  José  A.  Altunaga 4  25 

„PioBa«tida 4  25 

„  Eduardo  Carret 4  25 

„  Jacobo  Herrera 4  25 

„  P.  R.  Cantero 4  25 

,,  Francisco    Cadalzo  y 

Piedra 2  12i 

Doña  Rita  Cardosa  é  hijos  2  12^ 

Sr.  Capitán  D.  Francisco 

Gómez 2  „ 

D.Joaquin  Fernandez...  2  „ 

„  Leocadio  Mauri 1  „ 

„  Julián  Ortiz 1  „ 


Ps.    Cts 

D.  Manuel  María  Qareía. 

„  José  C.  Fontan 

f,  Luciano  Bravo 

„  Grerman  Landestoy... 

t,  Jesús  Martines 

„  Yictoríauo  de  Esqneliú 

„  Mateo  Vera 

,,  Isidoro  O rízondo....... 

„  .vamonPedrol 

M  Joaquin  Fernandez... 
jt  Dionisio  Fernander.... 
„  Juan  de  la  Cruz  Zer- 

quera 1     „ 

„  J.Ll  L 50 

,,  Julián  Diaz 50 

„  Celestino  Lamartine..  50 

„  Rafael  Fer 50 

M  Lorenzo  Bastida 50 

„  Santiago  Canova 50 

Suma ..54.699    59 


Habana  15  de  AgoslH;  dt)  1961. — Pttdrtf  Sánchez,  aecretaríft. 

(Continuará.) 


LA  VEBDAD   CATÓLICA.  363 

NOS  DR.  D.  BONIFACIO  QUINTÍN  DE  VILLAESCUSA, 

DIGNIDAD  DE  ARCEDIANO  DE  ESTA  SANTA  IGLESIA  CATE- 
DRAL, CABALLERO  COMENDADOR  DE  LA  REAL  ORDEN  AMERI- 
CANA DB  ISABEL  LA  CATÓLICA,  MINISTRO  AUDITOR  HONORA- 
RIO DEL  SUPREMO  TRIBUNAL  DE  LA  ROTA,  DIRECTOR  DEL 
REALT  iX>NCILIAR  COLEGIO  SEMINARIO  DE  SAN  CARLOS  Y  S. 
AMBROSIO  DE  ESTA  CIUDAD,  COMISARIO  DE  LOS  SANTOS  LU- 
GARES DE  JERUSALEN,  VOCAL  DE  LA  INSPECCIÓN  DE  ESTUDIOS 
T  TAMBIÉN  DB  VARIAS  SOCIEDADES  ECONÓMICAS  Y  LITERA- 
RIAS DEL  REINO,  EXAMINADOR  SINODAL  DB  ESTA  DIÓCESIS  Y 
DB  OTRAS,  PROVISOR  Y  VICARIO  GENERAL  EN  LA  MISMA,  GO- 
BERNADOR DEL  OBISPADO  POR  AUSENCIA  BEL  EXCMO.  E 
ILLMO.  SR.  OBISPO  DIOCESANO,  EN  SANTA  VISITA,  DEL  CON- 
SEJO  DE   S.  M.   Sl. 

A  todas  las  personas  á  quienes  lo  infrascrito  tocare  hace- 
mos saber:  que  los  curatos  de  ingreso  de  Ntra.  Sra.  de  las 
Angustias  de  Caibarien,  S.  Francisco  de  Paula  de  Alacranes, 
S.  Antonio  Abad  del  Jíbaro,  Ntra.  Sra.  de  Candelaria  del 
Quemado  de  Güines,  S.  Antonio  de  Rio  Blanco  del  Norte, 
Ntra.  Sra.  del  Pilar  de  Vereda-Nueva,  y  los  de  nueva  crea- 
ción de  Ntra.  Sra.  de  los  Dolores  de  Sto.  Domingo,  8.  Juan 
Bautista  del  Calabazar,  S.  Pedro  de  Ver^alles  en  Matanzas, 
y  Ntra.  Sra.  de  los  Angeles  de  Taguayabon  y  varias  Sacris- 
tías Tenencias  de  Cura,  se  hallan  vacantes;  y  para  su  provi- 
sión en  propiedad  con  arreglo  á  lo  dispuesto  por  el  Santo 
Concilio  de  Trento  y  leyes  del  Real  Patronato,  hemos  man- 
dado fijar  el  presente  Edicto  por  el  término  de  treinta  dias 
en  el  paraje  acostumbrado  de  esta  Santa  Iglesia  Catedral  y 
en  el  de  las  once  Vicarías  de  este  Obispado,  á  fin  de  que  to- 
dos los  que  quieran  hacer  oposición  á  dichos  Beneficios,  se 
presenten  ante  Nos  dentro  del  término  prefijado,  á  practicar 
las  diligencias  necesarias;  en  el  concepto  de  que  los  que  no 
fueren  Sacerdotes  y  deseen  ser  admitidos,  deberán  acreditar 
haber  seguido  su  carrera  en  alguno  de  los  Seminarios  de  esta 
Isla  t'  en  los  de  la  Península,  según  lo  mandado  por  S«  M.  en  la 
disposición  sexta  de  la  Real  Cédu la  de  30  de  Setiembre  de  1852, 
sobre  arreglo  de  culto  y  clero,  y  en  el  de  que  se  proveerán 
los  Beneficios  que  vacaren  dentro  del  tiempo  que  dure  la 
oposición  y  las  resultas  que  hubiere  con  motivo  de  la  misma, 
siempre  que  las  circunstancias  que  concurran  entre  los  can- 
didatos aprobados  ameriten  la  adopción  de  esa  medida. 
Habana  15  de  Agosto  de  1861. —  Vülaescusa, 
Por  mandado  de  S.  S.  Illma. — Pedro  Sánchez,  secretario» 


SECCIÓN  LITERARIA. 


LAS.DOS  COMUNIONBS. 


I. 

— Ven  acá,  hija  mia. 

La  joven  á  quien  se  dirigían  estas  palabras  se  levantó  al 
punto,  y  fué  ú  arrodillarse  sobre  un  cojin  á  los  pies  de  hu 
madre.  Esta  rechazó  su  bastidor  y  miró  á  la  niña  con  cierta 
severidad  mezclada  de  dulzura. 

— Beatriz,  le  dijo,  Simona  vino  á  traerte  un  ramillete  de 
flores  de  ogiacanta:  ¿qué  has  hecho  de  él? 

Beatriz,  á  estas  palabras  tan  sencillas,  se  sonrojó  hasta  la 
frente  y  quedó  sobrecogida. 

—¿Lo  llevaste  á  la  capilla?  continuó  la  Sra.   de  Hervillo. 

— No,  mamá. 

— ¿A  tu  :iuarto  entonces? 

— Tampoco .  yo 

Iba  sonrojándose  cada  vez  mas,  y  sus  párpados  temblaban 
cual  si  hubiesen  querido  contener  las  lágrimas. 

— ¿Era,  pues,  tu  voz  la  que  oí  en  el  patio?  ¿eras  tú  la  que 
decía  á  la  pobre  Simona:  "No  quiero  tus  flores,  huelen  á 
muladar?"  Oh!  hija  mia!  y  en  vísperas  de  hacer  tu  primera 
comunión! 

— ¡Perdonadme,  mamá! 

— Aun  cuando  yo  te  perdonara,  ¿acaso  te  perdonaria  Dios; 
Dios  á  quien  vas  á  recibir  dentro  de  tres  días,  y  cuya  iraá- 
gen  has  ofendido  en  la  persona  de  esa  pobre  niña? 


^       LA    VERDAD   CATÓLICA.  365 

— Oh!  mamá,  liice  muy  mal!  y  Simona,  que  lloraba! 

Beatriz,  á  estas  palabras,  lloró  á  su  vez,  y  apoyó  su  frente 
^  Q  las  rodillas  de  su  madre.  Esta  puso  la  mano  sobre  aque- 
ta cabeza  humillada,  y  añadió: 

— ¿Sabes  que  tenia  el  corazón  oprimido  viéndote  rechazar 
:3e  ese  modo  al  buen  Jesús,  Rey  de  los  pequeños,  y  al  pen- 
isar  que  solo  llevarias  á  los  pies  de  la  mesa'  sagrada,  de  la 
mesa  de  los  ángeles,  donde  todos  los  cristianos  son  iguales, 
sajos  sentimientos  de  soberbia  y  de  dureza?  Beatriz,  ¿te  crees 
iigna  aun  de  participar  en  el  divino  banquete,  donde  todos, 
indigentes  criaturas  como  somos,  solo  podemos  ofrecer  un 
presente  digno  de  ser  aceptado:  un  corazón  fraternal  y  acree- 
dor al  amor  de  Dios  y  de  nuestros  semejantes? 

— Ah!  mamá,  si  vieseis  el  arrepentimiento  que  tengo  allá 
en  el  fondo  de  mi  corazón. 

— ^Me  complazco  en  creer,  Beatriz,  y  me  prometo  que  esa 
Falta  será  la  única  en  que  se  trasluzca  algo  de  las  inclinacio- 
nes perniciosas  de  tu  infancia.  La  acción  para  la  cual  desde 
hace  un  año  he  tratado  de  prepararte  con  tantas  instruccio- 
nes, oraciones  y  exámenes  de  tí  misma,  es  la  nms  grave  de 
tu  vida;  ella  decidirá  de  tu  porvenir  moral  entero,  levantán- 
dote de  la  sagradn  mesa,  ó  afirmada  en  la  práctica  del  bien, 
en  la  caridad,  la  dulzura  y  la  modestia,  ó  endurecida  en  el 
espíritu  de  soberbia  y  en  el  desprecio  de  los  dema^.  Piensa 
en  la  Cena  del  Señor:  de  doce  apóstoles,  once  eran  fieles  y  se 
hicieron,  por  medio  de  la  Eucaristía,  mas  puros  y  santos;  el 

duodécimo  tenia  un  alma  soberbia  y  dura ¿qué  llegó  á 

ser?  Un  perjuro  y  un  deicida. 

— Mamá,  me  hacéis  estremecer;  á  nadie  volveré  á  menos- 
preciar. 

— No,  mi  Beatriz,  no  menospreciéis  á  nadie,  niá  Simona, 
que  es  una  niña  honrada  y  piadosa,  ni  á  ninguno  de  tus  her- 
manos, por  vil  que  te  parezca.  . . .  Dios  ¿no  lo  soporta? 

Prepárate  para  la  fíesta  de  tu  primera  comunión,  adornando 
tu  alma  de  dulzura  y  piedad;  entonces  irás  á  alimentarte  con 
el  pan  de  los  ángeles,  con  la  bendición  del  Señor  y  la  mia. 

Beatriz,  enternecida,  besó  la  mano  de  su  madre,  y  le  dijo 
en  voz  baja: 
— Voy  á  ver  á  Simona. 

II. 

También  Simona  lloraba  al  lado  de  su  madre.  Esta  había 
lejado  caer  el  manojo  de  Vmo  que  agramaba,  y  sucesivamente 


366  LA  VERDAD  CATÓLICA 

dirigía  la  vista  liácía  su  hija  llorosa,  y  hacia  el  ramo  de  ogía- 
cantas  que  Simona  había  recogido  y  que  cubría  con  sus  mar- 
chitos pétalos  el  arca  antigua  de  la  quinta. 

— ¡Pobres  flores!  dijo  en  fín  Simona.  ¡Si  yo  las  hubiera 
llevado  á  la  Santísima  Virgen,  ella  no  las  hubiera  rehusado, 
oh!  no!  Nunca  hubiera  creido  que  la  Srita.  Beatriz  fuese  tan 
dura  de  corazón! 

— Oh!  no,  hija  mia,  esa  joven  no  tiene  dureza,  es  tan  solo 
un  poco  soberbia,  pues,  ya  lo  sabes,  es  bella  y  rica.  Mas  no 
vayas  por  eso  á  guardarle  rencor. 

— Yo  no  le  guardo  rencor,  madre  mia;  pero  tengo  el  co- 
razón afligido  y  nada  mas. 

La  tia  Daniel  tomó  la  mano  de  su  hija,  y  la  miró  con  ojos 
llenos  de  una  simpatía  maternal. 

— Ruega  á  Dios,  dijo,  y  todo  pasará.  Ruega  por  la  Srita. 
Beatriz,  pues  es  hija  de  nuestros  buenos  señores,  que  tanto 
y  tanto  bien  nos  tienen  hecho;  ella  te  ha  dado  un  pesar,  cier- 
to es;  pero  nuestro  buen  Jesús  ¿no  amaba  á  su^  enemigos; 
no  rogaba  por  ellos? 

— Ah!  madre  mia,  cuando  pienso  que  dentro  de  tres  dias 
la  Srita.  Beatriz  y  yo  recibiremos  juntas  á  Nuestro  Señor 
por  primera  vez,  la  una  al  lado  de  la  otra  como  dos  buenas 
hermanas,  mi  rencor  desaparece — .ni  puedo  menos  que 
amarla.  Recitemos  un  Padre  nuestro  por  su  intención.  . .. 
¿Queréis,  madre  mia? 

La  madre  y  la  hija  se  pusieron  de  rodillas  delante  de  una 
imagen  de  Nuestra  Señora  de  Rumengol,  y  recitaron  en  voz 
alta  la  Oración  Dominical.  Habían  llegado  á  estas  palabras: 
Y  perdónanos  nuestras  deudas  así  como  nosotros  perdonamos  á 
nuestros  deudores. 

La  puerta  se  abrió,  y  Beatriz^  seguida  de  su  aya,  entró  vi- 
vamente. Corrió  hacia  Simona,  y  echándole  los  brazos  alre- 
dedor del  cuello,  exclamó: 

— Muy  mal  te  recibí  hace  poco,  mi  querida  Simona:  ¿quie- 
res aceptar  mis  excusas  y  tener  la  bondad  de  perdonarme? 

— Perdonaros!  ah!  señorita,  ;s¡  no  me  habes  ófendid  »! 

— Sí,  sí,  he  hecho  muy  mal,  yo  lo  sé. . ..  Perdóname,  te 
lo  suplico,  á  fin  de  que  pueda  yo  pensar  en  nuestra  dicha  de 
pasado  mañana  sin  inquietud  y  sin  remordimiento. 

Simona  enternecida,  sollozando  en  voz  alta,  exclamó: 

— ¡Dios  os  perdone  como  os  perdono  yo,  señorita,  y  ben- 
dígaos mil  veces! 

— Oh!  gracias,  Simona;  pero  mira,  quiero  Uevarnoe  esas 
flores  que  desdeñé,  á  fio  de  recordar  que  he  ofrecido  áDios^ 


LA  VERDAD   CATÓLICA.  367 

á  mamá,  á  mí  misma,  ser  juiciosa •  Adiós,  buena  tia  Da- 
niel, adiós  Simona, ¡dentro  de  tres  dias! 

Partió  llevándose  la»  flores  medio  marchitas. 

La  arrendataria,  en  el  umbral  de  la  puerta,  la  veía  andar 
esbelta  y  ligera,  y  exclamaba: 

— Ah!  qué  buena  es!  qué  graciosa!  Dios  la  guarde!  Y  tú, 
Simona,  afiadió  entrando  en  la  casa,  recuerda  que  ningún  sa- 
crificio debe  serte  costoso  por  la  hija  de  nuestros  buenos 
señores. 

Tres  dias  después,  en  una  hermosa  mañana  de  primavera, 
los  niños  de  la  aldea  se  acercaban,  respetuosos  y  con  recogi- 
miento, á  la  Mesa  de  los  ángeles.  Entre  ellos,  dos  jóvenes 
parecian  mas  que  ningunas  tranquilas,  dichosas,  penetradas 
de  paz,  coronadas  de  candor:  eran  Beatriz  y  Simona. 

III. 

Diez  años  habían  trascurrido.  Era  una  noche  borra8CO^a 
de  Marzo;  el  campo  parecia  cubierto  por  un  velo  sombrío  al 
través  del  cual  no  pasaba  la  menor  claridad,  ni  la  luz  apaci- 
ble de  la  luna,  ni  esa  blanca  claridad  que  cae  de  las  estrellas, 
oi  aun  las  rojizas  chispas  que  despiden  los  cristales  de  las  ca- 
banas, y  que  descubren  el  hogar  doméstico,  la  velada  tran- 
quila y  la  presencia  consoladora  de  la  familia  humana. 

Ojos  acostumbrados  á  la  oscuridad  hubieran  podido  dis- 
tinguir las  formas  fantásticas  de  los  árboles,  que  doblaba  un 
viento  de  equinoxio  y  los  negros  especillos  de  las *cercas  que 
rodeaban  á  las  heredades.  Sin  embargo,  dos  mujeres  seguían 
una  estrecha  senda;  la  mas  alta  sostenía  la  mano  de  su  com- 
pañera y  la  conducía  con  precaución,  indicándole  las  vuel- 
tas del  camino  que  le  eran  muy  conocidas. 

— Por  aquí,  señorita  Beatriz poco  á  poco,  el  camino 

desciende  un  poco. . . .  cuidado inclínaos  hacia  la  dere- 
cha, pues  he  aquí  los  tejos  del  vecino  Gíraud  que  van  á  azo- 
taros el  rostro ¡Santísima  Virgen!   qué  oscuridad!   qué 

noche! 

— ¡Animo,  Simona,  Dios  nos  ve! 

— ^No  tengo  miedo....  Pero  qué!  ¿no  habéis  oido  cierto  ru- 
mor por  encima  de  las  hojas? ....  No  es  nada;  son  los  caba- 
llos de  Maese  Claudio  que  están  en  el  pasto Mi  sangre 

se  heló .  Creí  que  eran  los  Azules. 

— ¡Quizá  vengan!  dijo  Beatriz  con  voz  apagada,  y  nos  cas- 
tiguen por  haber  cumplido  con  un  deber. 

— ¡Sea  todo  como  Dios  quiera!  Señorita.  De  todos  modos 


308  LA  VRRDAD   CATÓLICA. 

me  alegro  tnucho  de  que  mi   pobre  madre  haya  muerto  sin 

presenciar  nada  de  esto ~Su  corazón  se  hubiera  afligido 

demasiado  al  verla  iglesia  cerrada,  la  cruz  del  cutninoderñ- 
bada  y  la  gente  honrada  llena  de  apuros;  y  nuestroseñor  rec- 
tor que  la  habla  casado,  huyendo  en  los  bosques  y  persegui- 
do como  un  ladrón ¡Pobre  madre! 

— Y  yo  también,  añadió  Beatriz,  doy  gracias  á  Dios  que 
no  permitió  que  mi  madre  viese  estos  horrores. ...  Y  lue- 
go....  murió  en  su  cama,   mientras  que  tantos  perecen  en 

el  patíbulo! 

Simona  le  estrechó  la  mano  en  silencio  y  después  de  algu- 
nos instantes,  dijo: 
— Todo  va  bien:   ya  veo  la  luz  en  la  ventana  del  patrón 

Hanicq. . . .  Dentro  de  dos  minutos  habremos  llegado. 

Bajaron  con  precaución  por  una  senda  rápida  al  extremo 
de  la  cual  se  veia  tembletear  una  pequeña  luz. ...  El  hori- 
zonte se  habia  despejado;  no  se  veian  ya  ni  árboles  ni  zarza- 
les, se  adivinaba   un  espacio  inmenso. Se  oia  como  la 

respiración  de  un  gigante.  Delante  de  ellas  estaba  el  mar, 
el  mar  inmenso!. . . . 

Simona  dio  cinco  golpes  en  la  puerta  de  la  casita  que  alum- 
braba, una  débil  luz;  una  voz  dijo  en  el   interior: — ¡Alabado 
sea  Jesucristo! 
—  Por  siempre!  contestaron  las  jóvenes. 
Corrieron  el  cerrojo  y  entraron  en  una  sala  baja,  cuyas  pa- 
redes estaban  cubiertas  de  redes  y  utensilios  de  pesca;  veinte 
ó  veinticinco  per8<¡>ncis  se  hallaban  sentadas  en  ?ilencio  al  re- 
dedor del  hogar  donde  chispeaba  un  trozo  de  bredo:  las  mu- 
jeres estallan  envueltas  en  sus  capas  negras;  los  hombres  pes- 
cadores ó  campesinos,  teuian  en  las  piernas  sus  gorros  de  la- 
na ó  sus  grandes  sombreros;  todos  se  pusieron  de  pié    al  en- 
trar la  Señorita  de  Herville;  ella  (os  saludó  y  les  dijo; 
— ¿No  ha  llegado  el  señor  rector? 

— No,  Señorita,  contestó  un  viejo  colono,  maese  Hanicq 
ha  ido  á  buscari».»,  pero  la  noche  está  íiiuy  oscura,  y  nuestro 
buen  pastor  es  bastante  anciano. 

— Oigo  ruido!  dijo  una  joven  que  estaba  cerca  déla  puer- 
ta. —  tocan .  —  ahí  está! 

En  efecto  Hanicq  entró  con  el  rector.  Este  último  era  de 
avanzada  edad;  sus  canas  coronaban  de  majestad  su  sen- 
cillo y  venerable  rostro;  proscrito,  perseguido,  expuesto 
á  la  muerte,  s\i  alma  no  era  agitada  ni  por  el  teoior,  ni 
por  la  soberbia;  y  exponiendo  su  cabeza,  se  preparaba  á ce- 
lebrar con  sus  fieles  ovejas  el  gri^dia  de,  la  pascua,  tan  trtn- 


LA   V1¿KDAD  CATÓLICA.  369 

quitamente  como  cuando,  bajo  las  bóvedas  de  su  querida 
iglesia,  entonábala  alegre  aleluya  &  la  luz  del  sol  y  rodeado 
de  seguridad  y  Respeto. 

— ¿Están  aquí  todos  nuestros  amigos?  dijo  interrogando  á 
sus  feligreses  con  una  mirada  benévola. 

— Todos,  Sr,  rector,  contestó  Hanicq.  No  han  quedado  en 
la  aldea  sino  los  niños  y  los  enfermos. 
Siendo  así,  partamos. 

Salieron  de  la  cabana  y  llegaron  siguiendo  la  playa,  á  una 
ensenada  oculta  entre  las  rocas,  donde  mie^e  Hanicq  Labia 
amarrado  su  embarcación.  Todos  tomaron  asiento  en  ella; 
el  viento  hinchó  la  vela,  y  la  embarcación,  cual  si  hubiese 
tenido  alas,  llegó  prontamente  á  alta  mar.  Allí  era  donde  el 
rector  iba  á  celebrar  el  Santo  Sacrificio,  y  á  dar  la  comu- 
nión pascual  á  los  cristianos  valerosos,  pequeño  rebaño  co-  - 
nocido  de  Dios  que  se  agrupaba  en  torno  suyo. 

Fué  una  escena  solemne,  cuando  en  aquella  pobre  barca, 
azotada  por  las  olas,  se  levantó  el  altar  donde  iba  á  bajar 
la  Víctima  santa  queseinmola  por  nosotros.  Dos  cirios,  re- 
cuerdo de  las  catacumbas,  dejaban  ver  al  sucerdote  reves- 
tido de  los  ornamentos  d()  los  dias  festivos,  inclinada  la  ca- 
beza por  la  adoración;  también  alumbraban  el  libro,  el  cá- 
liz y  la  cruz,  consuelo,  apoyo  de  los  cristianos  en  aquellos 
dias  de  prueba,  y  hacia  la  cual  se  elevaban  confiadas  las  mi- 
radas de  aquellos  que  arrostraban  la  muerte  por  servir  á  su 
Dios.  Beatriz  y  Simona,  de  rodillas  la  una  al  lado  de  la  otra, 
se  unian  por  medio  de  la  mas  íntima  oración  al  Santo  Sacri- 
ficio; y  ambas,  próximas  á  recibir  al  divino  Huésped,  pensa- 
ban en  su  primera  comunión,  en  aquel  dia  radiante  y  solem- 
ne y  en  sus  madres  que  las  bendecían. 

La  misa  se  acercaba  á  su  término;  después  de  la  comunión 
del  sacerdote,  los  presentes,  fueron  á  arrodillarse  sucesiva- 
mente al  pié  del  altar,  y  recibieron  la  sagrada  Hostia,  (3n  me- 
dio de  un  recogimiento  solemne.  Beatriz  y  Simona  fueron 
las  últimas  que  se  acercaron;  levantábanse,  cuando  el  pa- 
trón Hanicq  exclamó  con  pavor: 

— Apagad  las  luces!  ahí  están  los  Azulesl  ^ 
Los  cirios  fueron  apagados;  el  rector  sosegado,  impasible, 
continuó  las  últimas  oraciones;  en  el  mismo  instafite  un  pér- 
fido rayo  de  luna  dejó  ver,  «ín  la  inmensidad  del  océano,  la 
barca  de  los  cristianos  que  huia  con  rnpidez  y  una  larga  cha- 
lupa llena  de  soldados  republicanos.  El  que  los  mandaba  ex- 
clamó con  una  voz  que  dominó  el  eterno  susurro  de  las  olas: 

¡Fuego!  Una  detonación  se  dejó  oir *  Simona,  mas  pronta 

VII. — 47 


370  LA   VERDAD  CATÓLICA. 

que  el  rayo,  se  habia  arrojado  delante  de  Beatriz,  y  la  cu- 
bría con  su  cuerpo;  dejóse  caer  sobre  su  compañera  atemo- 
rizada. 

— Oh!  Simona  ¿qué  tienes?  exclamó  la  Srita  de  Herville. 

— Me  muero,  dijo,  pero  vos  vivis!  mi  buen  Jesús,  á  quien 
acabo  de  recibir,  acogedme  en  vuestro  santo  paraíso. ... 

Calló la  barca  huía el  sacerdote  acababa  el  evan- 
gelio de  S.  Juan las  tinieblas  reinaban  en  el  cielo  y  en 

las  olas  y  ocultaban  los  cristianos  á  sus  perseguidores.  Mas 
en  vano  se  trató  de  reanimar  á  Simona;  habia  dado  su  vida 
por  Beatriz. 

Hanicq  logró,  merced  al  conocimiento  que  tenia  del  mar, 
escapar  de  los  republicanos;  al  asomar  el  alba,  hizo  volver 
á  tierra  hacia  una  parte  distante  de  la  costa  la  barca 
donde  habían  tenido  lugar  los  santos  misterios el  rec- 
tor y  sus  fíeles  feligreses  fueron  salvados.  El  cuerpo  de  Si- 
mona fué  enterrado  no  lejos  de  la  orillu;  pero  cuando  sur- 
gieron días  mas  felices,  cuando  la  Srita.  de  Herville  hubo 
vuelto  al  castillo  de  sus  padres,  hizo  desenterrar  los  restos 
do  la  compañera  de  su  infancia  y  colocarlos  en  un  sepulcro 
nuevo  que  cubría  una  piedra  en  la  cual  se  habían  inscrito 
un  nombre  y  dos  fechas:  las  dé  la  primera  y  la  última  co- 
munión, la  del  día  en  que  sus  corazones,  por  un  instante  se- 
parados, habían  vuelto  á  unirse  en  el  Señor,  y  la  del  dia  en 
que  Simona  había  sellado  con  su  muerte  el  pacto  de  su  amis- 
tad. 


REVISTA  RELIGIOSA. 


Su  SANTIDAD  EL  PAPA  PIÓ  IX. — Seguu  Carta  de  Roma,  el 
Papa  no  debía  salir  de  díchaciudad  para  Castelgandolfo  hasta 
después  del  Consistorio,  anunciado  para  el  dia  1*  de  Julio, 
y  luego  aplazado  [lara  el  15,  &  consecuencia  del  retardo  de 
las  informaciones  para  algunos  obispos.  La  salud  de  Su  San- 
tidad era  excelente,  siendo  por  consiguiente  falsas  y  calum- 
niosatt  las  noticias  que  en  contrario  hacían  circular  los  age n- 
4;e8  y  sicarios  de  la  Revolución* 


La  verdad  cat¿lica.  37 i 

ÜN  ENVIADO  POLACO  AL  8ÜM0  PONTÍFICE. — Había  llegado 
áRoma,  procedente  de  Eossowa,  en  Polonia,  un  enviado  que 
los  habitantes  de  dicha  ciudad  habian  despachado  al  Pontí- 
fice para  manifestarle  su  adhesión.  El  enviado  se  llama  Go- 
lomb  y  ha  atravesado  la  Alemania  y  la  Italia,  como  en  los 
tiempos  apostólicos,  pidiendo  limosna  hasta  llegar  á  Roma. 
Detenido  por  los  piamonteses  en  su  camino  hacia  la  ciudad 
eterna,  fué  puesto  en  libertad  al  cabo  de  tres  dias.  Al  entrar 
por  la  puerta  del  Popólo^  le  reconoció  un  artista  compatriota 
suyo,  á  quien  manifestó  que  iba  ^consolar  al  Paya.  El  artis- 
ta se  apoderó  de  Golomb  y  le  condujo  al  convento  de  los  PP. 
de  la  Resurrección,  Dícese  que  el  enviado  polaco  derramó  un 
torrente  de  lágrimas  al  ser  presentado  á  Su  Santidad. 


Horrible  atentado  contra  un  canónigo  de  la  iglesia 
DE  8.  MARCOS,  EN  VENECIA. — A  fincs  del  mes  de  Junio  trató 
un  malvado  de  quitar  la  vida  á  Monseñor  Zinelli,  canónigo 
de  la  iglesia  de  S.  Marcos,  en  Venecia.  Un  periódico  de  di- 
cha ciudad,  al  dar  cuenta  del  hecho,  refiere  que  Monseñor 
Zinelli  venia  hacia  algún  tiempo  desenmascarando  con  valor 
evangélico  los  desmanes  de  la  revolución.  Según  el  mismo 
peri^ico,  el  Prelado  recibió  una  herida  en  la  cara,  pero  el 
asesino,  espantado  de  su  crimen,  no  tuvo  fuerzas  para  consu- 
marlo y  huyó.  El  intrépido  Monseñor  Zinelli,  restablecido 
ya  algún  tanto  de  su  herida,  ha  vuelto  á  comenzar  sus  pre- 
dicaciones, oido  y  aplaudido  por  un  concurso  numerosísimo 
de  fieles,  que  acude  á  honrarle  como  á  mártir  del  Evangelio. 


Nombramientos  episcopales  én  la  península. — Por 
Real  orden  de  19  de  Mayo  último,  ha  tenido  á  bien  S.  M, 
nombrar  al  8r.  D.  Antonio  Monesciílo,  dignidad  de  Maestres- 
cuela de  la  Iglesia  primada,  para  el  obispado  de  Calahorra, 
vacante  por  fallecimiento  del  Illmo.  Sr.  D.  Cipriano  Juárez. 
Por  otro  Real  decreto  de  igual  fecha  se  ha  dignado  la  Reina 
nuestra  Señora  nombrar  al  Dr.  D.  Benito  Vilaraitjana,  Ca- 
nónigo Magistral  de  la  Catedral  de  Urgel,  para  el  obispado 
de  Tortosa,  vacante  por  fallecimiento  del  Illmo.  Sr.  D.  Mi- 
guel Pratmans.  Y  habiendo  los  dos  sujetos  aceptado  sus  res- 
pectivos nombramientos,  se  están  practicando  las  diligencias 
necesarias  para  presentarlos  á  Su  Santidad. 


372  l-A  VERDAD  CATÓLICA. 

Pkopaqanda  protestante  en  la  madre  patria. — Eo  un 
periódico  reciente  de  la  corte  leemos  lo  siguiente:  "Uno  de 
nuestros  colegas  dice  haber  sabido  por  una  persona  bien  in- 
formada y  que  ha  llegado  de  G-ranada,  que  entre  los  sujetos 
que  se  hallan  presos  por  disposición  de  los  tribunales  de  di- 
cha ciudad  contra  los  propagadores  de  libros  y  folletos  de  la 
Sociedad  Bíblica  de  Londres,  figuran  un  sombrerero  y  un  ca- 
rabinero, investidos  con  el  carácter  de  obispos  protestantes, 
y  encargados  por  el  superior,  que  reside  en  Gibraltar,  de  di- 
fundir en  Andalucía  la  nueva  doctrina.  Los  dos  sujetos  refe- 
ridos son  españoles,  como  lo  es  el  superior  que  los  ha  envía- 
do.  Este  superior  es  un  sacerdote  de  Granada  que  huyó  á 
Gibraltar,  y  que  después  de  apostatar  del  catolicismo,  se  hi- 
zo protestante  y  se  casó  en  aquella  plaza,  desde  donde,  co- 
mo jefe  ó  individuo  del  centro  que  allí  está  establecidot  se 
ocupa  incesantemente  en  la  propaganda  contra  su  religión 
primitiva." 


Apostasia  anunciada  del  arzobispo  búlgaro  recién 
consagrado  en  roma. — EL  Ami  da  la  Ileligion  nos  anuncia 
un  hecho  harto  triste  y  que  esperamos  ver  confirmado  antes 
de  dar  entero  crédito  á  la  noticia.  Dice  el  periódico*  citado 
que  Monseñor  Socoiski,  el  Arzobispo  búlgaro  que  el  Padre 
Santo  consagró  últimamente  en  Roma,  acaba  de  apostatar, 
merced  á  los  esfuerzos  de  los  agentes  del  cisma  griego.  Se- 
gún el  mismo  periódico  la  nueva  comunidad  búlgara  católi- 
ca se  ha  reunido  inmediatamente  para  protestar  contra  la 
apostasia  de  su  pastor,  presentando  otro  testimonio  de  ad- 
hesión á  nuestro  Santo  Padre  y  pidiéndole  al  mismo  tiem- 
po un  nuevo  Obispo. 


CRÓNICA  LOCAL. 


Otra  nueva  parroquia  en  nuestra  diócesis, — La  nueva  parro- 
quia mandada  erigir  por  S.  M.  por  Real  Orden  de  20  ae  Ju- 
nio próximo  pasado  en  el  partido  de  Taguayabon,  jurisdic- 
ción de  S.  Juan  de  los  Remedios,  ha  sido  puesta  bajo  el  pa- 


La  verdad  católica.  373 

trocinio  y  será  designada  cod  la  advocación  de  Ntra.  Sra.  de 
los  Angeles. 


Actoi yúblicas  m  el  ítctd  Colegio  de  Belén. — Desde  la  publi- 
cación de  nuestro  último  número  se  han  verificado  en  el  Real 
Colegio  que  con  tanto  acierto  dirigen  en  e^ta  capital  los 
RR.  FP.  de  la  Compañía  de  Jesús  varios  actos  importantes, 
de  los  cuales  tenemos  que  dar  cuenta,  siquiera  brevemente. — 
El  30  del  pasado  comenzaron  los  exámenes  de  las  diversas 
clases,  quedando  los  alumnos  de  estas  con  el  lucimiento  que 
era  de  esperajr,  así  de  su  constante  aplicación  como  del  celo 
y  talento  de  loa  catedráticos,  terminando  aquellos  el  9  del 
actual.  En  los  mismos  dias,  á  las  6  de  la  tarde,  se  graduaron 
de  bachilleres  en  filosofía  los  nueve  alumnos  de  cuarto  año, 
obteniendo  tres  de  ellos  la  honrosa  nota  de  sobresalientes. 

El  domingo  10  tuvo  lugar  á  la  hora  indicada  el  certamen 
filosófico  en  que  el  joven  D.  José  Casamitjana  defendió  con 
el  mas  brillante  éxito  varias  de  las  cuarenta  y  siete  proposi- 
ciones de  filosofía  racional  que  á  su  debido  tiempo  se  impri- 
mieron y  circularon  entre  las  personas  aficionadas  &  dicha 
ciencia.  Presidió  el  acto  el  Sr.  Dr.  D.  Nicolás  Gutiérrez,  á 
quien  habian  sido  dedicados  aquellosejercidios,  y  argüyeron 
al  Sr.  Casamitjana  los  Sres.  Catedrádicos  Pbro.  D.  Rafael  A. 
Toyrail,del  Real  Colegio  Seminario,  y  Dres.  D.  Ramón  Zam- 
brana  y  D.  José  Ramirez  Ovando,  de  la  Real  Universidad 
Literaria.  El  joven  Casamitjana  abrió  la  sesión  con  el  si- 
guiente discurso,  hacia  el  cual  llamamos  la  atención  de  nues- 
tros lectores,  asf  por  lo  correcto  del  estilo  como  por  las  cris- 
tianas y  filosóficas  ideas  que  encierra: 

SeNores: 

''No  es  el  sentimiento  de  mis  propias  fuerzas  ni  la  confianza 
de  salir  airoso  en  mi  empeño  lo  que  me  impulsa  á  presenta- 
ros esta  prueba  de  mis  escasos  conocimientos.  No,  señores, 
yo  sé  que  las  personas  que  van  á  honrarme  tomando  parte 
en  la  discusión  son  distinguidos  profesores  que  han  consumi- 
do los  mejores  años  de  su  juventud  en  el  estudio,  ingenios 
brillantes  que  Cuba  presenta  con  orgullo  á  las  naciones  mas 
ilustradas  como  el  mas  bello  florón  de  su  preciosa  diadema. 
Conozco  ademas  que  la  esfera  de  mis  conocimientos  es  muy 
reducida  para  poder  dilucidar  con  acierto  cuestiones  cuyo 
examen  requiere  mas  peso  del  que  acompaña  á  los  primeros 


374  LA  VERDAD  CATÓLICA 

t 

años  de  la  vida,  y  mas  tiempo  del  que  puede  consagrarles 
quien  tiene  que  dividir  su  atención  entre  los  diversos  ramos 
deinsiruccion  que  el  actual  plan  de  estudios  comprende.  Pe- 
ro si  estas  consideraciones  retraian  mi  ánimo  deacometer  una 
empresa  tan  superior  á  mis  débiles  fuerzas,  otras  razones  de 
mayor  peso  me  indujeron  á  poner  por  obra  mi  atrevido  pro- 
yecto. No  fué  la  menor  entre  estas  la  benevolencia  con  que 
acostumbráis  acoger  los  frutos  que  os  ofrecen  los  tiernos  ar- 
bustos de  este  plantel  cubano.  Ademas  aunque  no  me  ha  de 
caber  la  gloria  de  responder  satisfactoriamente  á  las  cuestio- 
nes que  aquí  se  propongan,  tendré  el  dulce  consuelo  de  ha- 
ber abierto  á  mis  condiscípulos  el  camino  de  discutir  con 
personas  sabias  cuestiones  tan  importantes,  de  tant«  tras- 
cendencia;— ,  importantes,  dije,  y  en  efecto;  ese  conjunto 
de  verdades  que  forman  la  Filosofía  son  la  brújula  que  lleva 
al  viajero  de  este  mundo  hacia  el  puerto  de  su  felicidad;  de 
su  buena  ó  mala  inteligencia  depende  la  rectitud  de  su  pro- 
ceder 6  el  desviarse  de  las  sendas  del  honor  y  del  deber. 
**Esta  importancia  es  tanto  mayor  en  nuestros  tiemblos  cuan- 
to que  vemos  el  prurito  general  que  reina  en  todas  las  clases 
de  la  sociedad,  de  discutir  sobre  materias  difíciles  de  com- 
prender, con  una  audacia  superior,  si  cabe,  á  su  misma  igno- 
rancia. 

*'Cuán  necesario  sea  estudiar  profundamente  la  naturaleza 
humana,  conocer  su  fin,  sus  aspiraciones,  y  determinar  los  de- 
rechos y  obligaciones  que  trae  consigo  el  vivir  en  sociedad, 
no  hay  para  qué  demostrarle.  Cuando  los  partidarios  del  li- 
bre examen  se  hubieron  cebado  á  su  placer  en  la  religión  ca- 
tólica, cuando  ya  no  les  quedó  resorte  alguno  que  mover, 
cuando  agotaron  los  recursos  que  sus  pasiones  extraviadas 
les  sugerían,  entonces  convirtieron  sus  miradas  á  la  moral  y 
pretendieron  sacudir  el  yugo  de  la  ley  natural. 

"Con  mas  o  menos  hipocresía  fueron  sentando  con  artificio- 
so disimulo  principios  subversivos  que  minaban  por  su  base 
el  edificio  de  la  sociedad,  y  no  atreviéndose  á  dirigir  sus  tiros 
á  los  principios  mas  obvios  de  la  moral,  cifraron  todo  su  em- 
peño en  desfigurar  aquellas  verdades  para  cuy.i  inteligencia 
se  requiere  una  capacidad  mayor  que  la  del  común  de  las 
gentes,  halagaron  las  pasiones  ardientes  é  impetuosas  de  la 
juventud,  disfrazaron  el  error  con  vistosos  trajes  y  deslum- 
brantes oropeles  que  cncubrian  su  deformidad,  vertieron  la 
ponzoña  de  sus  seductoras  máximas  en  el  corazón  del  hom- 
bre; sus  sofismas  infestaron  los  códigos,  hallaron  eco  en  (as 
asambleas  populares,  y  con  su  infernal  sistema  intentaron  é 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  375 

intentan  derribar  el  pedestal  sobre  que  descansa  la  sociedad. 
¿T  no  es  laudable  y  casi  necesario  que  la  juventud  cubana  se 
acostumbre  á  desnudar  al  error  de  lafi  bellas  formas  de  que 
se  reviste  para  cautivar  la  voluntad? 

"Yo  asi  lo  creo,  y  la  convicción  de  que  las  discusiones  pú- 
blicas son  ano  de  los  medios  mas  conducentes  á  este  fin,  y  el 
deseo  de  ver  establecida  entre  mía  compañeros  esta  costum- 
bre tan  generalizada  en  Europa,  son  los  móviles  que  me  han 
impulsado  á  presentarme  ante  vosotros,  aunque  no  me  con- 
sidero digno  de  ocupar  vuestra  atención. 

"Réstame  solo  suplicaros  que  perdonéis  á  mis  cortos  años  y 
á  mi  inexperiencia  las  imperfecciones  que  encontréis  en  mis 
expresiones  y  en  mis  raciocinios.  Permitidme  también  dar  las 
mas  rendidas  gracias  al  Dr.  D.  NIcoIjís  Gutiérrez,  Presiden- 
te de  la  Real  Academia  de  Ciencias  médicas,  físicas  y  natura- 
les, por  la  bondad  con  que  se  ha  dignado  admitir  el  homena- 
je que  mi  alma  tributa  á  las  virtudes  del  honrado  patricio 
que  con  generosa  abnegación  sacrifica  su  reposo  al  alivio  de 
la  humanidad  doliente  y  á  los  adelantos  de  su  patria." 

Según  tenemos  entendido,  estos  ejercicios  filo^ficos  se  re- 
petirán anualmente  en  el  Real  Colegio  de  Belén,  y  excusa- 
mos manifestar  cuan  convenientes  los  creemos,  ya  para  dar  al 
público  una  muestra  de  los  adelantos  hechos  por  los  alum- 
nos en  el  curso  de  sus  estudios,  ya  para  prepararlos  de  una 
manera  conteniente  á  las  diversas  carreras  en  que  es  necesa- 
rio hacer  uso  de  la  discusión. 

Réstanos  aún  hablar  de  la  distribución  de  premios,  del 
concierto  musical  que  a  esta  precedió  y  de  la  representación 
del  drama  lírico  deMéhul  titulado:  José  en  Egipto,  verificada 
en  la  noche  del  10,  concierto  y  representación  en  que  toma- 
ron parte  los  alumnos  del  Colegio,  Mas  ¿qué  podriamos  aña- 
dir á  lo  que  acerca  dee  sos  actos  han  dicho  los  periódicos  dia- 
rios de  esta  ciudad?  A  ellos  remitimos  á  nuestros  lectores, 
bastándonos  asegurar  que  sí  en  la  ópera  y  el  concierto  ad- 
miramos el  éxito  sorprendente  con  que  unos  tiernos  niños 
desempeñaron  su  cometido,  no  obstante  haber  pasado  el  año 
entregados  á  mas  serios  é  importantes  estudios,  en  la  distri- 
bución de  premios  no  pudimos  menos  de  aplaudir  que  cada 
cual  recibiese  el  galardón  debido  á  su  conducta  y  aplica- 
ción. Damos  nuestros  mas  sinceros  plácemes  por  todo,  así 
á  los  catedráticos  como  á  los  alumnos  del  Real  Colegio  de 
Belén, 


376  IJí  VERDAD  CATÓLICA . 

Iglesia  de  Santa  Cntnlina. — Eo  ano  de  los  dius  de  la  ^^ 
mana  que  acaba  de  terminar  tuvimos  el  gusto  de  visitar  \&^^ 

obras  emprendidas  en  este  templo,  obras  que  según  vimos., 

se  nos  manifestó,  se  encuentran  ya  próximas  á  su  coDclusion^^ 
Tanto  el  altar  mayor  como  los  cuatro  laterales  estaban  yi^ 
colocarlos  y  poco  faltaba  para  que  también  lo  estuviese  i0 
precioso  pulpito,  como  aquellos,  todo  de  mármol.  LabsniD* 
da  de  las  gradas  que  á  él  conducen  nos  pareció  severa  á  U  pir 
que  elegante.  Se  estaba  dibujando  ya  l;&s  figuras   del  techo 
abovedado  del  presbiterio  y  blanqueando  el  artesonado  del    i 
resto  de  ia  iglesia,  cuyas  rosetas  se  nos  dijo  estaban  listas  y 
doradas.  Pronto  iba  á  comenzar  la  pintura  de  las  paredes  in-  ' 
teriores  del  templo  y  á  estucarse  la  cenefa  ó  zócalo  que  ha 
de  reinar  en  toda  la  extensión  de  aquellas.  Las  obras  de  San- 
ta Catalina  honran  en  gran  manera  á  los  Sres.  Belliére  y  Cor- 
tada, á  cuyo  cargo  se  hallan.  ¡Lástima  es  que  ciertos  detalles 
desluzcan  un  todo  tan  acabado!  Así,  por  ejemplo  ¿no  hubiera 
sido  mas  conveniente  y  sobre  todo  mas  artístico  reemplazar 
el  antiguo  y  macizo  tabernáculo  de  plata  del  altar  mayor,  con 
otro  de  mármol,  mas  en  armonía  con  el  resto  de  dicho  altar? 
Igualmente  nos  parece   poco  acorde  con   las  exigencias  del 
arte  \i%,  colocí^ion  de  cristales  en  los  nichos  de  los  altares.  A 
pesar  de  estas  leves  observaciones,  hijas  del  deseo  de  que  se 
eviten    las  imperfecciones   que  señalamos,   creemos   que  la 
iglesia   de  Santa  Catalina  será,  después  de  terminadas  las 
obras,  una  de  las  mas  bellas,  si  no  la  mas  preciosa  que  encier- 
re nuestra  ciudad.  * 


Snevo  templo, — Se  nos  dice  que  el  Sr.  Cura  párroco  de  la 
colonia  (le  Santo  Domingo,  Pbro.  D.  Joaquin  Fernandez  la 
Granja,  trata  de  edificar  allí  un  hermoso  templo  de  mampos- 
tería,  para  lo  cual  se  ha  abierto  una  suscricion,  á  cuyo  frente 
aparece  el  dicho  Sr.  con  una  suma  respetable.  Deseamos  que 
se  realice  esta  obra  que  tanto  redunda  en  esplendor  del  culto. 


Para  la  Península  marchó  por  el  último  vapor  correo  el 
R.  P.  Manuel  Leza,  de  la  Compañía  de  Jesús,  quien  sujio 
captarse  el  aprecio  general  por  sus  virtudes  y  su  ardiente  ce- 
lo por  el  bien  <le  las  almas  A  dicho  religioso  se  debe,  entre 
otros  trabajos  apostólico**,  la  conversión  de  algunas  personas 
que  tenian  la  tl(»sgracia  de  no  pertenecer  á  nuestra  santa  re- 
ligión. Acorn[)añrin  al  K.  P.  Leza  tres  religiosos  mas  de  su 
orden. 


ItoHilaffo  1?  de  Setiembre  de  IMl, 


SECCIÓN  RELIGIOSA. 


RELIGIONES    "AD  LIBITUM." 


►  O  flebe  chocar  el  título  de  este  artículo.  Diríjase  la 
'  vistii  á  los  que  nos  rodean,  i'stúdkMHüii  sus  creencias, 
>y  se  verá  que  cada  uno  tifiie  á  su  modo  su  religión; 
que  es  un  verdadero  apóstol  de  su  símbolo  de  fe,  y 
que  sostiene  con  ahinco  que  su  religión  es  la  verda- 
dera, y  que  es  el  puro  Evangelio  de  Jesucristo.  Po- 
cos encontraremos  que  acepten  con  fe  reverente  y  humilde 
las  verdades  católicas,  que  practiquen  los  preceptos  de  Dios 
y  de  su  Iglesia  con  laudable  exactitud,  y  que  conserven  unas 
creencias  puras  y  acordes  en  un  todo  con  el  espíritu  evangé- 
lico; y  sin  embargo  muchos,  mucInVimos,  exclaman  con  ne- 
cio orgullo:  '*Yo  tengo  mi  religión  particular:  yo  profeso  el 
Evangelio:  la  religión  de  V.  es  poqu^fia,  es  nimia,  es  supers- 
ticiosa, no  es  ilustrada."  Oomo  estos  sistemas  de  Religión  se 
forjan  ad  libkum,  no  es  posible  presentar  las  distintas  faces 
de  esta  hidra  de  múltiples  cabezas:  sin  embargo,  oiremos  Á 
algunos  de  esos  nuevos  apóstoles. 

**Yo  soy  un  hombre  honrado,  cumplo  mis  contratos,  no 
quito  nada  á  nadie,  y  soy  exacto  en  todos  mis  pagos:  esta  es 
la  verdadera  religión,  la  verdadera  moral  de  Jesucristo" — di- 
cen algunos.  En  efecto;  muy  laudables  son  esas  buenas  cua- 
lidades, pero  algo  mas'constituye  al  hombre  religioso.  Esc 
mismo  apóstol  al  hacer  la  a|)ología  de  su  honradez  desata  tal 
vez  su  lengua  cual  espada  de  dos  tilos,  y  hiere  de  muerte  la 
reputación  del  padre  de  familias,  de  la  mujer  honrada;  y  si 
bien  es  verdad  que  no  despoja  á  nadie  de  sus  bienes,  lo  des- 

VII.— ^^8 


378 


L/i  VERDAD  CATÓLICA. 


poja  despiadada  ni  ente  de  su  honor  y  reputación,  propieda- 
des maa  difíciles  de  restituir  que  e!  dim-ro*  Ese  misino  hom-  ' 
bxk^j  que  se  precia  de  ser  exacto  en  el  cumplimiento  de  sus 
compromisos  y  de  sus  pagos,  quizás  no  se  arredra  ante  me- 
dio  alguno  por  reprobado  que  «en  para  hacer  una  lucrativa 
nt^gociacion.  Tal  vez  ese  misrno  hombre  abandonando  su  pro- 
pia mujer  y  sus  iurelices  hijos,  se  entrega  á  ilícitos  amores 
que  destruyen  la  paz  doméstica,  y  son  causa  de  himeutable-s 
desantres,  Y  ^^creeis  que  mú  liombrtí  honrado  aunque  sea  tin 
ditiiniador,  un  usurero,  un  übt-rtino,  seu  el  hombre  de  la  ver- 
dadera Religión  y  de  (a  moml  pura  del  Evangelio?  La*co%- 
lestacvion  no  puede  ser  dudosa;  estableced  el  paralelo  entre 
la  moral  del  Evangelio,  y  la  moral  del  sai  dkaní  hombre  hon- 
radoí  y  veréis  cuan  inmensa  diferencia  existe  entre  una  y 
otra.  Considerad  que  auti  los  hombres  adornados  deexccleu- 
toe  cualidades  religiosas  eatán  combatidos  por  mil  turbulen- 
tas pasiones,  que  solo  el  freno  rígido  tle  la  Religión  puctle 
encadenar.  Considerad  que  sin  la  práctica  de  íoíÍíí^  las  virtu- 
des criatianas  que  constituyen  toda  la  belleza  moral  evangé- 
lica, no  podemos  decir  que  se  profesa  la  verdadera  religión; 
y  corvsidejsiíl»  pur  Líltinio,  que  sin  los  gíftnfl/^s  socnrros  ilrl  crts- 
fuuiLsnn)  no  ijndemoa  ser  cunalantementftjiflts  á  tothfs  los  scrcroa 
deberes^  cinja  observancia  constttiiije  al  hombre  honrado,  scguu  ti 
t\spírlfu  evangélico.  Si  las  nociones  de  moral  no  se  hubiesen 
lastimosamente  confundido  en  el  mundo,  no  daríamos  el 
nombre  de  hombre  honrado  al  que  hemos  pintado,  (y  cuyo 
tipo  se  vé  reproducido  muy  frecuentemente  en  la  sociedad) 
cuando  si  bien  cumple  sus  contratos  y  paga  con  exaetitíul, 
sus  costumbres  privadas  y  su  frecuente  infracción  de  los  mas 
sagrados  deberes,  le  despojan  de  aquel  título  á  los  ojos  de 
Dios  y  de  la  Religión.  ¡Fuera,  pues,  la  religión  exclusiva 
del  hombre  honrado! 

'*!d¡  religión  consiste  — dicen  otros —  en  hacer  todo  el  bien 
posible:  todo  lo  (Jemas  es  una  preocupación."  Decimos  aquí 
lo  mismo  que  al  tratar  de  la  religión  del  hombre  honrado. 
Muy  laudable  es  el  bien  qut^  hacemos  á  nuestros  semejantes, 
y  mucho  tiene  .ulelantado  para  llegar  á  la  verdadera  Religión, 
quien  ha  entrado  en  esta  hermosa  senda;  pero  este  es  el  me- 
dio para  alcanzar  aquel//?.  Los  que  obran  de  tal  modo  olvi- 
dan que  el  amor  al  prójimo  es  el  segundo  término  del  código 
del  cristiano:  el  |)rimer  término  establece  el  amor  á  Dios, 
como  fumliimento  de  nuestra  Religión.  Si  amamos  á  Dios 
con  lodo  nuestro  corazón,  con  ¿oda  niustra  alma  y  con  todas  nues- 
tras fuerzan,  y  al  prójimo  como  á  nosotros  mismos,  tendremos 


LA  VERDAD  CAT^UCA .  Íi79 

todo  el  compendio  de  la  ley  del  cristiano.  Pero  si  solo  hace- 
mos el  bien  al  prójimo,  y  negamos  el  amor   á  Dios,  nuestra 
religión  es  trunca  y  deleznable,  porque  le  falta   el  amor  á 
Dios  que,  como  hemos  dicho,  es  todo  el  fundamento  y  origen 
de  nuestra  religión.  Y  aun  es  una  ilusión   creer  que  se  ama 
verdaderamente  al  prójimo,   no   amándose  antes  á  Dios,   y 
siendo  fiel  á  todos  sus  preceptos.  Podrá  suceder  que  nos  con- 
tristemos al  ver  una  desgracia,    que  tratemos  de   repararla 
siempre  que  podamos,  que  sintamos   una  verdadera  tenden- 
cia á  hacer  el  bien,  y  que  así  y  todo  distemos  mucho  de  ser 
veligiosos.  Esas  bellas  cualidades  que  acabamos  de  trazar,  si 
residen  en  corazones  que  no  sean  amantes  de  Dios  y  exactos 
cumplidores  de  sus  mandatos,    lo    mas  que  prueban  es  que 
nuestro  corazón,  aunque  bastante  degradado  por  lacaida  ori- 
ginal, conserva  aun  vestigios  de  su  primitiva  grandeza,  y  los 
gérmenes  de  toda  la  belleza  moral  de  que  fué  excelso  santua- 
rio antes  de  la  prevaricación  primera.  Pero  ese  mismo  amor 
al  hombre,  cuando  no  deriva  del  amor  á  Dios,  será  si  se  quie- 
re uní%  virtud  social,  lo  que  hoy  se  llama  Jilantropía;  pero  ad- 
vertid que  la  filantropía  jamás  será  la  caridad,  esa  eterna  suavi- 
dad de  los  hombres  y  de  los  ángeles,  según  la  bellísima  expre- 
sión de  Vicente  de  Paul.  La  filantropía  que  ama  á  la  huma- 
nidad, en  virtud  de  esa  natural  tendencia  del  corazón  huma- 
no, no  es  la  virtud  celestial  que. el  hombre  recibe  de  Dios,  y 
que  ennobleciendo  y  purificando  sus  sentimientos,  lo  conduce 
hasta  el  heroísmo,  haciéndole  arrostrar  toda  clase   de  sufri- 
mientos y  hasta  la  misma  muerh».  ¿Creéis  que  entre  Xosjilán- 
tropos  ha  habido  muchos  misioneros,  que  hayan  ido  á  conquis- 
tar almas  á  precio  de  su  sangre?  ¿Oreéis  que  entre  los^/á/í/ro- 
pos  haya  habido  algún  Francisco  de  Asís,  algún  Juan  do  Dios, 
algún  Vicente  de  Paul,  ó  alguno  de  esos  hombres  extraordi- 
narios que  han  padecido  la   locura  de  la  cruz,  y  han  sido  no 
solo  héroes  y  santos,  sino  también  las  palancas  mas  poderosas 
de  la  verdadera  civilización  y  del  verdadero  progreso  de  los 
pueblos?  La  historia  no  nos  presenta  uno  solo;  y  fuera  de  la 
órbita  universal  y  radiante  que  recorre  la  caridad  católica, 
no  encontrareis  un  solo  hombre,  cuyo  amor  á  la  humanidad, 
si  DO  emana  del  foco  inestinguible  del  amor  á  Dios,  le  haya 
arrastrado  á  derramar  una   sola  gota  de  sangre  por  amor  á 
otro  hombre.  Por  esto  dijimos  que  el  que  proclama  la  bon- 
dad de  su  Religión,  fundada  únicamente  en  hacer  bien  á  los 
otros,  no  ejerce  la  verdadera  caridad,  porque  esta  no  se  ali- 
menta sino  del  amor  de  Dios,  y  no  puede  verdaderamente 
amar  al  hombre,  quien  verdaderamente   no  ama  y  es  fiel  á 


380  l*A  V^ÉDAD   CATÓíAÜX. 

Dios.  Hoy  maü  que  nunca  se  habla  d^  hnmanldadf  de  bene- 
fií^encia,  de  amoral  prójimo,  de  bello»  proyectos^  pero  ob- 
servad los  mezqui  no»  resultadoíi  de  tanta  palabrería-  ¿Y  «a- 
beis  porqué!  porque  la  religión  no  vivifica  esoü  proyectos,  y 
porque  ae  advierte  en  ellos  la  comíileta  at»sencta  de  la  ver- 
dadera caridad  fraternal,  que  conHiste  mi  la  caridad  divina 
del  amor  de  Dio8.  Si  hablílaertios  poco,  y  nufrmemos  y  amase- 
inos  mtíckot  como  Jesucristo,  ese  gran  tipo  de  la  caridad,  loa 
maleíí  sociales,  si  bien  no  desaparecerían  del  todo,  serian 
méoos  intensos.  Estos  existen  cada  vez  mayores,  porque  hny 
\ñ  Jilaníropía  ea  muchtu  y  la  caridad  muy  jmca, 

^vAcepto  todos  loa  preceptos  de  la  Religión  — dicen  otros 
seudo-a  posto  lea —  ménoa  el  de  la  coiifiiMíotí:  yo  no  he  tnata* 
do,  ni  lie  robado,  ni  he  hecho  mal  íi  nadie:  a  o  tengo,  pues, 
de  quo  confesarme,"  Esta  vulgar  objeccion  la  hemos  oído,  y 
ik  nu  ve/*  til m bien  nuestros  lectores,  mú  y  mil  veces*  Maa 
que  indignación  cau^^a  lástima  oír  tan  miserable  escusa,  por- 
que  es  la  prueba  mas  patente  de  que  no  solo  no  se  obedect* 
aquel  precepto,  unicii  úneorn  ríe  unostru  salvarioii,  pt^rdiila 
la  estola  de  nuestra  inocencia;  sino  también  de  que  no  com- 
prenílemos  la  altísima  razón  de  la  institución  del  sacramento 
de  la  reconciliación.  A  é\  llegan  todos  los  pobres  enfermos 
del  espíritu,  y  para  todas  sus  dolencias  encuentran  renuidio. 
Jesucristo  mismo  en  la  persona  del  sacerdote,  cual  médico 
celestial,  baja  hasta  la  piscina  á  buscar  al  paralítico  para  dar 
movimieüto  á  su  tullido  cuerpo.  Allí  el  ciego  del  alma,  ad- 
quiere la  vista  para  llegar  á  la  intuición  de  Dios.  Allí  el  le- 
proso del  pecado,  sale  limpio  de  su  inmundicie;  allí  el  mudo 
para  alabar  á  Dios,  aprende  á  desatar  su  lengua  en  alaban- 
zas divinas:  allí,  en  fin,  para  cada  dolor  hay  un  bálsamo,  pa- 
ra cada  lágrima  un  paño  con  que  enjugarla,  para  cada  caída 
una  mano  que  levanta,  para  cada  victoria  una  corona.  Y  á 
los  que  se  reputan  /mí^cs  porque  no  han  matado,  ni  han  roba 
do,  ni  han  hecho  mal  á  nadie,  pudiéramos  decirles  por  toda 
contestación,  que  Pablo,  aquel  vaso  de  elección,  que  subió 
hasta  el  tercer  cielo,  se  ponía  la  mano  en  el  pecho  y  decia: 
**No  me  tengo  por  justo:"  pero  este  es  el  lenguaje  de  la  hu- 
mildad cristiana,  y  aquel  otro  el  del  orgullo  mundano.  Sin 
embargo,  quizás  esos  apóstoles  de  la  nueva  Religión  sin  con- 
Jesion,  estén  en  aptitud  de  sufrir  un  severo  examen  para  me- 
recer el  título  á  que  aspiran.  ¡Vana  tarea!  Poned  la  mano 
sobre  su  conciencia,  y  veréis  cuan  llena  de  miserias  está.  La 
verdadera  caridad  fraternal,  la  misericordia  hacia  los  pobres, 
el  perdón  de  las  injurias,  la  sobriedad,    la  pureza,  la  casti- 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  381 

dad — .  ah!  virtudes  son  estas,  cuyos  asientos  están  vacíos 
en  aquel  corazón,  y  ocupados  por  vicios  opuestos  y  bastardas 
pasiones. 

Para  no  hacer  interminable  este  catálogo  de  Religiones  ad 
/i6úií9it,  querernos  terminar  refiriéndonos  á  aquellos  que  di- 
cen: "Cada  uno  tiene  su  manera  de  servirá  Dios,  y  es  despó- 
tico prescribir  la  forma  en  que  deba  tributársele  culto  y 
adoración.''  Y  tu  manera,  pudiéramos  decir  con  el  abate  Se- 
gar, es  no  servirle  de  ninguna.  Los  que  predican  la  libertad 
de  conciencia  y  la  libertad  de  cultos,  dan  á  entender  que  no 
profe&n  ninguna  Religión,  ni  ningún  culto.  Nadie  que  de 
buena  fe  discuta,  podrá  alegar  que  la  Religión  católica  admi- 
te la  interpretación  privada  para  adoptar  el  símbolo  de  creen- 
cias que  cada  cual  tuviese  á  bien  escojer.  ¡Pobres  costum- 
bres y  pobre  moral  si  tal  sucediese! 

La  Iglesia,  que  es  el  verdadero  cuerpo  docente,  ha  sido  la 
única  que  ha  recfbido  la  misión  divina  de  enseñar  á  los  hom- 
bres en  materia  de  religión,  y  en  formar  su  conciencia,  si  nos 
es  permitida  esta  expresión.  La  libertad  de  conciencia  en- 
vuelve la  negación  de  toda  religión:  pues  ó  todas  son  verda- 
deras, ó  solo  aquella  que  recibió  su  bautismo  de  sangre  en 
el  Calvario;  pero  suponer  que  tanto  ésta  como  aquellas, 
que  tanto  la  que  la  Iglesia  enseña,  como  las  que  el  hombre 
se  forja,  todas  tienen  igual  grado  de  certeza  é  infalibilidad, 
es  conducir  al  espíritu  humano  á  una  de  las  mas  lamentables 
aberraciones,  y  alejar  los  términos  de  toda  racional  discusión. 

Como  los  sistemas  expuestos,  mil  otros  pudiéramos  enu- 
merar; pero  sujetándolos  todos  al  crisol  de  la  verdadera  Re- 
ligión católica,  apostólica,  romana,  muy  pronto  nos  desenga- 
ñaríamos de  cuan  falaces  son  esas  Religiones  creadas  ad  11- 
bitum. — Y  si  alguno  de  esos  nuevos  apóstoles  os  preguntase 
en  qué  consiste  la  verdadera  Religión,  contestadles  breve- 
mente con  Jesucristo:  en  observar  los  mandamientos:  $crva 
mandola. 

J.  R.  O. 


3$2  hk  VEEDAD   CATÓLICA 


ELPROaRESO  POR  MEDIO  DEL  CRISTI AFnsmO 


ASO  TERCERO. 


QITINTA  CÍOrrEP.BNaiiL 

El  PROCiRE^a  jTIORIL  POR  ]1ti^&m  DE  LA  POBREZI  €RliTlAÍI. 

Señores: 

El  progreso  por  medio  del  cristijinismo  no  es  solamente  la 
reacción  de  la  humildad  contra  la  soberbia,  sino  también  la 
de  la-austeridad  contra  el  sensualismo.  El  paganismo  adora- 
ba el  placer;  el  cristianismo  hace  adorar  el  dolor:  por  este 
medio  el  mundo  fué  trasformado,  y  una  adoración  sucedió  á 
otra  adoración;  desde  entonces  un  mundo  pudo  también  su- 
ceder á  otro  mundo:  pues  la  humanidad  corre  adonde  van  sus 
adoraciones.  De  la  práctica  de  la  austeridad  cristiana,  apren- 
dida en  la  adoración  de  su  Dios  azotado,  salió  una  humanidad 
mas  grande  de  alma  y  de  cuerpo  que  la  humanidad  pagana. 
La  mortificación  produjo  el  siguiente  efecto:  hizo  vivir  mas, 
disminuyó  el  hombre  inferior,  el  hombre  de  la  decadencia; 
pero  engrandeció  al  hombre  superior,  al  hombre  del  pro- 
greso. 

La  reacción  que  se  está  efectuando  desde  hace  diez  y  ocho 
siglos  debe  verificarse  también  hoy  á  fin  de  realizar  el  pro- 
greso en  el  siglo  XIX.  Doctrinas  profundamente  sensuales 
renuevan  en  nuestros  dias,  bajo  el  embozo  de  un  falso  cris- 
tianismo, un  paganismo  nuevo:  se  pide  la  igualdad  del  espí- 
ritu y  de  la  carne,  se  proclama  la  rehabilitacipn  de  esta.  Si 
hemos  de  dar  crédito  á  ciertos  cristianos  nuevos,  el  mal  de  la 
época  es  la  exageración  del  espíritu  y  la  opresión  de  la  car- 
ne; debiendo  el  progreso  realizarse  por  medio  de  un  engran- 
decimiento de  los  derechos  de  la  carne  y  una  disminución 
del  reino  del  espíritu.  Ahora  bien;  todas  las  realidades  de  la 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  3S3 

vida  contemporánea  prueban,  por  el  contrario,  que  la  carne 
reina  demasiado,  y  que  su  creciente  soberanfa  nos  conduce  á 
la  barbarie.  Luego  si  algún  progreso  debe  tener  lugar,  se 
efectuará  por  medio  de  la  austeridad  cristiana,  ó  sea  por  la 
disminución  del  reino  de  la  carne  y  un  engrandecimiento 
del  reino  del  espíritu. 

Pero,  señores,  no  hemos  acabado  de  haceros  ver  las  reac- 
ciones del  cristianisnrio  contra  las  concupiscencias  del  siglo. 
Os  señalé  el  año  pasado  otro  obstáculo  á  nuestro  progreso, 
la  codicia.  La  manifestación  de  ese  mal  os  encontró  conven- 
cidos de  que  en  él,  en  la  codicia,  existe  un  inmenso  obstáculo 
al  progreso.  Humanamente  hablando  carecéis  de  remedio  pa- 
ra curarnos  de  semejante  mal;  lo  veis,  lo  deploraif>;  mas  no 
podéis  contenerlo,  disminuirlo,  aniquilarlo.  Aquí  tanipoco 
hay  otro  remedio  eficaz  que  la  reacción  cristiana.  Ahora  bien; 
la  reacción  cristiana  contra  la  codicia  es  la  pobreza.  El  cristia- 
nismo ha  cifrado  en  el  desprendimiento  el  principio  del  pro- 
greso: el  hombre  desprendido  de  Dios  y  vuelto  hacia  la  tierra 
la  quiere  poseer  inmoderadamente  y  se  fija  en  ella  con  furor; 
el  cristianismo,  para  hacerle  volver  mejor  á  su  Criador,  le 
aparta  de  lo  criado.  De  este  modo  restablece  el  equilibrio,  y 
vuelve  á  producir  el  orden  en  el  hombre.  Sin  duda  no  [.lama 
el  cristianismo  á  la  humanidad  para  que  realice  en  su  seno 
el  reino  de  la  miseria:  esa  es  una  calumnia  que  renuevan  sin 
cesar  contra  él  los  que  lisonjean  á  la  muchedumbre.  ¿Qué 
hace,  pues,  el  cristianismo?  Helo  aquí:  se  opone  eficazmente 
al  libertinaje  de  las  riquezas  y  las  orgías  de  la  codicia,  mos- 
trando á  las  generaciones  ejemplos  de  pobreza  voluntaria  y 
abnegación  heroica.  Por  ese  medio,  con  gran  asombro  de  la 
naturaleza  y  de  la  sabiduría  humana,  inauguró  Jesucristo  en 
el  mundo,  entregado  á  las  corrupciones  de  la  codicia,  el  ver- 
dadero progreso  de  las  naciones,  puesto  que  resistió  divina- 
mente contra  una  causa  profunda  y  universal  de  desorden 
y  degradación  moral.  Por  ese  medio  hace  el  cristianismo  dos 
cosas  grandes  en  favor  del  progreso  del  mundo:  infunde  en 
el  hombre  una  grandeza  incomparable  y  en  la  sociedad  una 
fuerza  inmensa:  porque  la  pobreza  cristiana  es  á  la  vez  un 
engrandecimiento  del  hombre  y  una  defensa  para  la  sociedad. 

L 

Sf,  señores,  la  reacción  de  la  pobreza  evangélica  contra  la 
codicia  es  en  la  humanidad  un  medio  de  progreso,  pues  es  un 
engrandecimiento  del  hombre. 


V  .la  es  iMi  SU  esencia  el   desa: 
íi  Jesucristo:  ella  es  el  alma 
culo  (]ue  no  sea  el  del  amor  r 
La  pobreza,  tal  cual  la  co 
solamente  el  hecho  y  el  result 
bien  el  amor  y  la  voluntad  co 
vacion  enteramente  material 
los  bienes  criados,  sino  un  afe 
una  suprema  adhesión  al  Cria( 
sar  ó  una  virtud  en  el  cristiant 
estado  en  el  religioso  que  la  pr 
se  de  hombres  exclusivamente, 
proporciones  diversas,  el  volunt 
dicacion  de  lo  criado. 

Tal  es  la  pobreza  que  el  cristi 
de  Jesucristo  hace  practicar  pai 
hombre  y  el  progreso  del  mundo 
el  cristianismo  en  contradicción  i 
ñas  que  rechazan  el  verdadero  pi 
que  les  hace  rechazar  el  verdade 
miento  de  lo  criado  que  pide  el  1 
decimiento  del  hombre  y  un  pro 
maldice  hoy  como  una  mutilación 
al  progreso  social.  El  progreso, 
debe  efectuarse,  no  por  medio  de 
apego  progresivo  á  los  bienes  de 
razón  secreta  de  ese  error  anticrii 
mo  término  y  posesión  del  hombr 
tales  sino  la  naturaleza  v  b/^í-  '- 

lo     4.1- 


LA  VERDAD  CATÓUCA.  386 

grandece.  Llaman  sacrilegamente  á  eso  estar  en  comunión  (1) 
con  la  naturaleza:  siendo  ese  epicurismo  disfrazado  toda  la 
eucaristía  de  tan  sensuales  cristianos. 

Pero  por  mas  que  los  apóstoles  de  la  codicia  huníana  de- 
jen oir  el  rumor  de  su  maléfica  elocuencia,  no  harán  callar 
en  la  hamanidad  la  predicación  de  la  pobreza  cristiana:  no 
rendimos  ante  ellos  el  estandarte  de  Jesucristo,  despojado 
voluntariamente  para  producir  el  amoral  desapropio  volun- 
tario. Continuaremos  oponiendo  palabra  á  palabra  y  doctri- 
na á  doctrina.  Direníos  en  una  enseñanza  que  no  ha  de 
callar  hasta  la  consumación  de  los  siglos:  El  desasimiento 
de  lo  criado  es  el  verdadero  cristianismo;  y  ese  cristianismo 
es  el  progreso,  pues  es  el  engrandecimiento  del  hombre. 

Que  el  verdadero  cristianismo  personificado  en  Jesucristo 
sea  el  voluntario  desapropio,  es  decir,  la  pobreza  en  esencia; 
que  ese  voluntario  desapropio  de  Dios  haya  suscitado  en  los 
siglos  cristianos  imitaciones  generosas,  y  creado  todo  un  mun- 
do de  pobres  voluntarios;  es  lo  que  brilla  en  la  mente  de  to- 
dos con  una  claridad  demasiado  radiante  para  que  yo  pida 
aquí  á  la  palabra  que  demuestre  lo  que  es  evi^lente.  He  aquí 
la  tercera  faz  de  miestro  misterio:  Ecce  mystcrium  vobis  Jico. 
Dios  encarnado.  Dios  naciendo  vestido  con  su  sola  pobreza, 

r provoca  el  voluntario  desprendimiento  desapropiándose  vo- 
untariamente.  El  es  por  esencia  la  soberana  riqueza,  y  se 
convierte  en  la  pobreza  absoluta.  Cum  esset  dives^  egenus 
factus  est  (2).  El  Dueño  de  todas  las  cosas  nada  posee  ya. 
Tal  es  el  cristianismo:  Dios  criador  de  todo  revelándose  por 
medio  del  desapropio  de  todo.  Jesucristo  nació,  vivió  y  n)u- 
rió  pobre:  tuvo  para  nacer  el  pesebre  de  Belén;  para  crecer 
la  casa  de  Nazareth;  para  morir  su  trono  del  Calvario;  po- 
bre al  principio  de  su  vida,  carecitMido  hasta  de  pañales  para 
cubrirse;  pobre  á  mediados  de  su  vida,  no  teniendo  siquiera 
donde  descansar  la  cabeza;  pobre  sobre  todo  en  aquella  hora 
solemne  en  queii pareció  en  medio  de  un  absoluto  des|>rendi- 
miento  tomando  por  esposa  en  la  cruz  á  la  divina  pobreza. 
Pues  bien;  allí  en  aquel  libre  desasimiento  de  cuanto  él  mis- 
roo  hizo  en  la  primera  creación,  el  Verbo  encarnado  se  pre- 
senta para  crearen  torno  suyo  ese  mundo  nuevo,  del  cual  va 


(1)  NoB  ba  sido  imposible  traducir  de  otro  modo  que  por  medio  do  un  cir- 
cunloquio el  verbo  communUr  t  l¡t«r;ilment«  oomuigAr)  lo  cual  buce  menos  exac- 
ta la  calificación  de  sacrilega  duda  á  esta  expresión  en  el  sentido  en  que  la  em- 

Slea  el  autor.  Felizmente  en  castellano  no  se  ha  llegado  á  falsear  el  seutidí» 
e  la  palabra  comulgar,  únicamente  reservada  para  expresar  la  acción  de  reci- 
bir el  ouerpo  «agraot»  de  Nuestro  8em»r  Jesucri.8tií«.— ¿Voía  del  traductor. 

(2)  U  Cor.  VIII,  9. 

VII.— 49 


386  LA  VERDAD   CATáLICA, 

á  ser  la  base,  el  centro  y  la  cúspide.  Ah!  creo  ver  desde  nquí 
á  ese  Diotí  pobre  y  ^iespojado  de  todo»  aliatátitlose  á  coiiquia- 
Ur  el  muuiJu  y  á  trasíormar  lu  humanidaiU  nlza  á  la  vsáta  de 
Iqü  grundef«  y  ríeos  de  la  tierra  el  estandarte  de  la  pobreza, 
vej-iílti  regís  ¡irodcuti/t  y  exclamíi  llttinftiidi>  áeunntüs  quiífren 
fi  e  g  u  í  r  1  (f :  ¡A  tn  í  tos  fwb  res!  Q  y  e  r  e  í  *  e  o  ti  q  u  í  s  t  a  reí  p  rog  r  c«o  ^  y 
otí  arrojuis  á  la  conquista  de  la  poses] tni  y  al  t^ngrandecitoíeil^ 
tu  de  vuestros  dominios;  dirteiieos:  os  engunais;  yo  soy  el 
verdadero  restaurador  del  mundo;  minwl  m\  cuna,  mirad  míi 
artnai^,  miradme  á  m!  mismo.  Dueño  de  todü,  nada  poseo  ya. 
¿Queréis  ser  mis  soldador?  &ed  lo  que  yo  soy;  yo  soy  pobre, 
sed  lo  vosotros  también.  Anejad  léjo^í  de  vosotros  e§a  pesa- 
da carga  de  la  riqueza,  e,-B  lujo  de  tos  pueblos  enervados  y 
esa  coilioiade  las  naciyaes  corrompidas;  y  como  yo  y  can- 
migo,  avanzad  en  medio  de  las  privaciones  y  desasidos  de 
todo  para  rentivar  los  pueblos  de  la  titírra.  Satanás  veneíó 
eivu  la  riqueza,  venid  conmigo;  Jíosotros  venceremos  con  la 
pubreza.*' 

Vosotroíi  sabéis,  sefiores,  si  ese  Ifamamieato  fué  escuchado. 
De  cualquier  modo  que  lo  expliquéis,  el  encanto  de  la  po- 
breza síilído  del  p<í«ebrt%  i|e  Naiíinetli  y  del  Calvario^  venció 
en  el  corazón  (le  muchedumbres  ain  cuanto  ios  atractivos  <le 
la  riqueza:  de  todas  las  clases  ilv;  la  socicdaci,  y  en  las  diver- 
sas épocas  de  los  siglos,  s<í  han  alzado  batallones  salidos  de 
la  tierra  como  por  un  encanto  divino,  y  sin  irías  defensa  que 
el  desasimiento  <le  todas  las  eosas:  colocados  en  torno  de  ese 
humildí  pesebre  convertido  para  el  Dios  pobre  en  una  espe- 
cie de  carro  triunfal,  y  han  diciio  con  la  acción  aun  mas  que 
con  la  palabra:  ¡He  aquí  que  llega  nuestro  jefe,  nuestro  prín- 
cipe, nuestro  rey!  ¡Oh  M'testro,  arrastradnos  en  pos  vuestra 
A  íiu  de  destruir  la  codicia;  y  que  por  vos  y  con  vos  reine 
enternamente  la  pobreza! 

He  ahí,  señores,  una  de  las  revoluciones  m.iyores  que  se 
hayan  efectuado  en  la  humanidad:  y  os  pido  me  disculpéis 
si  resumo  en  tan  pocas  palabras  un  hecho  histórico  de  tanta 
importancia.  Lo  que  sobre  todo  corresponde  al  asunto  que 
estoy  tratando,  es  mostrar  cuál  fué  la  trascendencia  de  seme- 
jante hecho  bajo  el  punto  de  vista  del  progreso  humano. 
Ahora  bien;  lo  que  desde  luego  hiere  aquí  mi  vista  es  un  en- 
grandecimiento pro<lig¡oso  del  hombre  fnismo  como  resulta- 
do de  su  voluntario  desasimiento  de  los  bienes  criados. 

Es  una  inclinación  de  la  naturaleza  humana  el  tratar  de 
engrandecerse  á  sí  misma  por  medio  del  aumento  de  la 
posesión.  Parece  que  á  medida  que  el  hombre  va  exteudien- 


1 


LA  VfeRDAt)  CATÓLICA.  387 

do  sobre  la  tierra  por  donde  camina  el  círculo  de  su  domi- 
nio, extiende  también  en  torno  suyo  la  esfera  de  su  persona- 
lidad: la  misma  voz  de  propiedad  sostiene  al  hombre  en  esa 
ilusión  por  me(}iode  la  cual  cree  añadir  á  su  persona  todo 
aquello  que  llevando  su  nombre  se  le  hace  propio  y  en  cier- 
to modo  personal.  El  hombre,  al  ver  extenderse  el  dominio 
de  su  propiedad  y  elevarse  el  edificio  de  su  fortuna,  dice  pri- 
mero en  su  exaltación  naciente:  "Esto  es  mió;  esta  for- 
tuna me  pertenece,  esta  herencia  es  mia,  y  lleva  el  8eIIo  de 
mi  persona  y  del  esplendor  de  mi  nombre."  Ahora  bien;  una 
vez  que  el  hombre  ha  dicho:  Esto  me  pertenece,  estoes  mió, 
no  tarda  en  darle  la  tentación  de  decir  en  un  rapto  de  sober- 
bia: Esto  es  mi  mismo  ser,  esta  fortuna  es  mi  persona  que  se 
eleva;  este  dominio,  mi  ser  que  se  engrandece.  Figúrase  en 
efecto  que  el  límite  del  yo  retrocede  con  el  del  dominio,  y  que 
la  personalidad  asciende  en  él  con  !a  cúspide  de  su  fortuna. 

Esa  inclinación  están  natural  y  poderosa  en  la  humani- 
dad, que  no  se  encuentra  un  hombre  en  cada  mil  capaz  de 
conservar  enteramente  separadas  en  su  mente  estas  dos  co- 
sas tan  profundamente  separadas  en  la  realidad:  la  grandeza 
que  proviene  de  adentro  y  la  que  proviene  de  afuera,  el  va- 
lor de  la  persona  y  el  de  la  fortuna.  No  hay  quizás  aquí  un 
hombre  que  sabiendo  esta  noche  que  un  acaso  feliz  le  ha  he- 
cho poseedor  de  varios  millones,  no  despierte  mañana  con  el 
sentimiento  de  una  grandeza  que  no  reconocía  en  sí  la  vís- 
pera, y  no  se  diga  en  voz  baja  hablando  consigo  mismo:  "De- 
cididamente somos  una.  gran  persona,  y  tenemos  derecho  á 
respetos  iguales  á  la  dignidad  que  se  nos  otorga."  Eáa  ilusión 
de  la  grandeza  imaginaria  que  da  al  hombre  la  soberbia  exal- 
tándose con  la  posesión  es  una  flaqueza  que  proviene  de 
nuestro  estado  de  miseria;  y, la  tiranía  de  las  preocupaciones, 
juntamente  con  la  astucia  de  Satanás,  conspiran  demasiado 
para  dar  á  nuestro  entendimiento  ese  miraje  de  la  falsa  ma- 
gestad  y  grandeza  trastrocada. 

El  cristianismo  procede  aquí  de  un  modo  contrario  á  la  na- 
turaleza: engrandece  al  hombre  con  el  desapropio  voluntario; 
eleva  en  él  la  personalidad  disminuyendo  en  torno  suyo  la 
propiedad;  y  le  agrega  interiormente,  si  puedo  expresarme 
así,  todo  cuanto  le  hace  suprimir  exteriormente;  revistiéndolo 
el  libre  desprendimiento  de  lo  criado  de  una  grandeza  que 
lo  hace  cada  vez  mas  semejante  al  (Jriador. 

Esto  apareció  en  los  siglos  cristianos  con  gran  asombro  de 
aquel  mundo  pagano,  demasiado  acostumbrado  á  medir  la 
grandeza  personal   por  el  tamaño  de  la  posesión.  Cuando  el 


«ic^v;<ii¿  i'i 


lie  pie  y  píen 
lina  cuerda,  y  poseídos  deesa  extrai 
las  dt'inas,  la  de  no  [)()seer  nadií  pa 
A  su  Dios  privado  de  todo;  entóiice> 
dos  cuantos  habían  comprendido  el 
pulso  de  aquella  trasforinacion,  que 
bia  penetrado  en  el  alma  humana 
de  todo  esplendor  y  majestad  que 
esplendor  de  su  alma. 

En  efecto,  el  primer  rasgo  de  esa 
la  pobreza  cristiana,  es  lo  que  pued( 
mas  estrecho,  la  magnanimidad,  la  ' 
hombre:  la  grandeza  humana  devuc 
decir,  al  alma  misma.  El  mayor  obs 
dicia  á  la  grandeza  del  hombre  consist 
deza  fuera  del  dominio  del  alma:  grai 
deza  de  heredad,  grandeza  de  patrim> 
tal,  todas  las  grandezas  en  Su,  meno; 
La  pobreza  evangélica  ha  derribado  c 
do  en  torno  del  hombre  todo  horizon 
de  él;  lo  ha  reducido  voluntariamente 
to  no  era  su  propia  persona,  á  la  pose 
podido  decirle:   "Nada  tienes  yft."    ] 
abria  al  hombre,  en  el  fondo  mismo  d 
finitos  en  que  la  grandeza  del  alma  8< 
tera;  pues  Dios  penetraba  tanto  mas 
lia  de  ella  el  mundo  y  cesaba  de  ahe 
de  lo  :jriado.   Es  señal  de  un  alma  gr 
mortal:  Magni  et  excelsi  animi  est  cnU 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  ÍJ89 

Criador,  ese  mismo  hombre  volvió  á  encontrar  aquel  ca- 
rácter cuya  huella  conservaba  el  mundo  pagano  en  su  len- 
guaje, pero  cuyo  tipo,  borrado  hacia  largo  tiempo,  no  podia 
ya  presentar  en  el  hombre:  la  verdadera  magnanimidad, 
el  hombre  grande  en  su  alma,  y  solo  en  su  alma. 

Con  ese  carácter  de  grandeza,  fué  devuelto  otro  al  hom- 
bre por  la  pobreza  evangélica:  la  libertad;  entiendo  la  liber- 
tad ea*el  sentido  mas  legítimo  y  sublime  de  esta  palabra:  el 
hombre  libre  de  lo  criado  y  emancipado  de  cuanto  no  es 
Dios.  Una  doctrina  muy  diferente  tiende  á  prevalecer  en  los 
áuimos,  practicada  y  preconizada  por  hombres  que  preten- 
den ser  libres,  y  parecen  haber  olvidado  hasta  la  primera  no- 
ción de  la  libertad.  Si  les  dais  crédito,  la  riqueza  es  el  ma- 
yor elemento  de  libertad  humana:  mientras  mas  rico  es  el 
hombre,  mas  holganza  tiene;  mientras  mas  holganza,  mas  li- 
bertad: mientras  mas  libertad  posee,  mas  liberalmente  derra- 
ma so  ingenio  sobre  las  generaciones  los  tesoros  de  su  fecun- 
didad. El  resultado  de  esa  teoría  muy  seductora  es  que  todos, 
y  especialmente  los  literatos,  deben  amontonar  mucho  oro, 
á  fin  de  poseer  mucha  libertad:  el  oro  es  el  dios  que  les  pro- 
porciona el  descanso;  el  oro  es  el  redentor  que  paga  á  los 
acreedores  el  rescate  del  ingenio,  cautivo  de  la  miseria.  El 
oro  es,  en  una  palabra,  el  verdadero  padre  de  la  libertad.  En 
esas  teorías  tan  caras  para  muchos  varones  insignes  de  estos 
tiempos,  solo  se  olvida  una  cosa,  una  sola:  la  verdad.  Se  ol- 
vida que  la  libertad  del  alma  consiste  en  no  tener  trabas,  y 
que  para  no  tenerlas,  el  secreto  es  único:  no  tener  apego  á 
nada  ni  ser  contenido  por  nada.  Todo  el  que  se  liga  á  una 
cosa  es  esclavo  de  ella;  todo  el  que  se  apega  á  la  posesión  es 
esclavo  de  esa  misma  posesión;  y  todo  el  que  se  apega  al 
oro  es  esclavo  de  su  oro.  Afirmo  que  nada  hay  menos  libre 
sobre  la  tierra  que  el  hombre  consagrado  por  su  pasión  al 
servicio  del  oro:  mas  esclavo  que  todo  esclavo,  se  impone  una 
servidumbre  mas  vil  que  todas  las  servidumbres:  porque  á 
quien  sirve  no  es  á  un  hombre,  sino  á  una  cosa.  La  pobreza 
cristiana  saca  á  los  que  la  abrazan  de  esa  esclavitud  mil  ve- 
ces mas  baja  que  la  servidumbre  de  Egipto:  rompiendo  to- 
dos los  lazo8  que  los  unian  á  lo  criado,  ha  hecho  de  ellos,  en 
toda  la  extensión  de  la  palabra,  verdaderos  hombres  libres. 
La  pobreza  cristiana  ha  obtenido,  de  aquellos  que  antes  po- 
seian,  un  amor  de  predilección  hacia  el  autor  de  toda  pose- 
sión; y  para  realizar  mejor  en  medio  de  los  cristianos  ese  ti- 
po de  regia  libertad  que  conviene  á  los  reyes  de  la  creación, 
ha  obrado  en  un  gran  nú  ñero  la  separación  efectiva  de  todas 


390  LA  VERDAD   CATÓLICA. 

SUS  posesiones;  y  apartando  de  su  alma  mas  que  de  su  cuer- 
po lazos  que  podían  dejarle  una  señal  de  cautiverio,  ha  pues- 
to en  las  cumbres  mas  altas  de  la  humanidad  esos  tipos  aca- 
bados de  humana  libertad,  y  ha  mostrado  soberanacnente  li- 
bres en  la  exclusiva  posesión  de  su  Dios  á  esos  bienaventu- 
rados libertos  de  la  creación,  bastante  seguros  de  su  libertad 
para  desafiar  á  todo  cuanto  ha  sido  criado  á  que  jamas  les 
imponga  cadenas,  y  bastante  seguros  de  su  fuerza,  para  de- 
safiar á  todo  poder  á  que  jamás  les  infunda  temor. 

Tal  es,  en  efecto,  el  tercer  carácter  del  verdadero  pobre 
de  Jesucristo,  una  intrepidez  á  toda  prueba.  El  hombre  que 
tiene  la  pasión  de  la  riqueza  teme.  Por  mas  que  se  gloría 
de  intrépido,  cierto  temor  le  acosa  como  el  remordimiento  al 
culpable,  el  de  trastornar  ó  perder  su  fortuna;  un  ruido,  un 
soplo,  una  sombra  le  causan  espanto;  y  como  el  temor  pro- 
duce cobardes,  el  hombre  apegado  á  las  riquezas  es  cobarde 
también;  para  conservar  su  fortuna»  está  pronto  á  cualquier 
cobardía.  Para  librarse  de  todo  temor  y  de  la  cobardía  que 
este  arrastra  consigo,  existe  un  secreto  muy  sencillo:  no  de- 
sear ni  poseer  nada.  En  un  alma  sin  deseos,  el  temor  no  tiene 
cabida.  El  vjue  no  poseyendo  nada,  niula  desea,  tampoco  á 
nada  puede  temerle.  El  que  no  desea  ya  nada,  ni  aun  la  vida; 
nada  puede  tener,  ni  aun  la  muerte.  Y  esa  es  la  situación 
del  verdadero  pobre  de  Jesucristo.  ¿Qué  cosa  podrá  quitár- 
sele cuya  pérdida  le  cause  espanto*/  ¿Su  riqueza?  ya  no  la 
tiene.  ¿Su  herencia?  dejó  de  |>oseerla.  ¿Su  hogar?  carece  ya 
de  él.  ¿Su  patria?  el  mundo  entero  lo  es;  ó  mas  bien,  el  mun- 
do entero  es  para  él  un  destierro,  y  mejor  que  el  sabio  del 
paganismo,  si  le  preguntan  cuál  es  su  patria,  puede  decir  al- 
zando la  mano:  *'¡Mi  jííitria  es  el  cielo!"  ¿Quién  podrá  in- 
fundirle pavor?  ¿la  muerte?  esta  abrevia  su  destierro  y  le 
abre  la  única  patria  que  buscan  sus  deseos.  ¡Oh  potestades 
deK  mundo,  no  esperéis  atemorizar  el  alma  y  el  corazón  del 
pobre!  Su  alma  pertenece  toda  entera  á  aquel  á  quien  no 
puede  perder;  y  su  corazón  esdá  donde  vuestros  golpes  no 
pueden  alcanzarlo. 

Una  sola  cosa  seria  capaz  de  horrorizarlo,  el  perder  á  Je- 
sucristo: **Para  poseer  á  Jesucristo,  os  dice,  todo  lo  he  des- 
preciado. Jesucristo  es  mi  riqueza,  Jesucristo  es  mi  heren- 
cia, Jesucristo  es  mi  patria;  Jesucristo  es  mi  padre  y  mi  ma- 
dre, y  mis  hermanos  y  hermanas;  Jesucristo  es  mi  Dios,  Je- 
sucristo es  n)i  todo:  Dcus  meus  c(  omnia.  Y  yo  sé  que  no  po- 
déis arrebatarme  á  Jesucristo.  Todo  cuanto  me  persigue  me 
acerca  á  él;  todo  cuanto  me  despoja  me  reviste  de  él;  todo 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  391 

cuanto  me  bace  mas  pobre  me  enriquece  mas  con  él;  todo 
cuanto  pueda  causarme  hambre  me  sacia  de  él,  y  la  espada 
que  hiera  mi  cuerpo,  última  propiedad  de  un  alma  impacien- 
te de  poseerle  á  él  solo,  no  hará  mas  que  derribar  la  barrer- 
ra  que  aun  me  separa  de  él."  Tal  es,  sin  esfuerzo,  sin  énfasis 
y  8Ín  insolencia,  el  pobre  de  Jesucristo;  él  es  por  excelencia 
el  hombre  sin  temor,  el  hombre  que  no  tiembla.  Y  si  desde 
que  estáis  en  el  mundo  no  habéis  encontrado  sino  hombres 
que  tiemblan,  sabedlo,  eso  consiste  en  que,  como  aquel  em- 
perador romano  que  aun  no  habia  encontrado  un  obispo, 
tampoco  habéis  dado  con  un  verdadero  pobre  de  Jesucristo. 

Asf  pues,  la  pobreza  cristiana,  despojando  al  hombre  del 
prestigio  de  grandezas  que  no  le  pertenecen,  lo  engrandece 
interiormente  y  le  da  un  carácter  al  cual  no  se  acercaron  ni 
siquiera  de  lejos  las  figuras  mas  grandes  del  mundo  pagano. 
Apenas  se  necesita  deciros  que  ese  grande  ejército  de  po- 
bres voluntarios  llevando  bajo  su  humilde  librea  toda  la  ma- 
jestad dfl  hombre,  no  lo  vio  pasar  la  humanidad  sin  sentirse 
hondamente  conmovida;  y  seria  preciso  compadecer  al  que 
no  comprendiese  la  inmensa  y  profunda  sacudida  que  con 
semejante  espectáculo  sintió  el  mundo  para  su  engrandeci- 
miento y  progreso  general. 

¡Ah!  señores,  aun  cuando  los  pobres  de  Jesucristo  no  hu- 
biesen hecho  otra  cosa  al  pasar  por  la  tierra,  han  obtenido  al 
menos  incontestablemente  un  resultado,  cuyo  influjo  ha  re- 
corrido el  espacio  y  los  siglos:  con  el  espectáculo  de  su  vo- 
luntario desprendimiento,  han  levantado  contra  los  excesos 
de  la  codicia  una  protesta  solemne;  y  ejercido  contra  las  de- 
gradaciones que  aquella  trae  consigo  una  reacción  poderosa 
y  verdaderamente  progresiva.  Ellos  han  conservado  en  su 
inalterable  majestad  la  dignidad  del  hombre  en  medio  del 
envilecimiento  y  de  la  ignominia  de  la  codicia:  y  por  ahí, 
han  impedido  que  esa  ignominia  prescribiese  y  ese  envileci- 
miento llegase  á  ser  el  estado  normal  de  las  naciones  cristia- 
nas. Ahora  bien;  lo  que  esos  pobres  hicieron  una  vez  en  los 
S rimeros  siglos  cristianos  y  tantas  desde  el  establecimiento 
el  cristianismo,  todavia  lo  hacen  en  el  dia:  y  esa  protesta, 
esa  reacción,  mas  necesaria  hoy  que  nunca,  no  será  ni  menos 
poderosa  ni  menos  eficaz  para  levantar  á  las  almas  próximas 
ácaer.  Por  envilecido  que  esté  el  siglo  con  el  imperio  de  la 
codicia  contemporánea,  habrá  de  decir  forzosamente  al  ver- 
los pasar:  He  ahí  unos  hombres  convencidos  de  que  existe 
una  grandeza  humana  que  no  estriba  en  la  materia:  he  ahí 
hombres  que  creen  que  e^^iste  acá  en  la  tierra  para  nosotros 


i\{'\\  |>rrs<Mirars(»  6  imponer  lo  lev  í>i 
te  (lr^ra<lu(l«is. 

Por  tanto,  iiae^Ml  lo  que  queráis 
pobreza  voluntaria  os  queila,  corno 
cia  que  nunca  os  falta  en  la  hora  d 
sidades,  afirmo  que  los  excesos  de  I 
cuyo   oprobio  no  os  he  disimülad( 
Francia.  A  la  hora  en  que  os  hablo, 
tra  vista  espectáculos  vergonzosos, 
muestren  á  vosotros   sin  que  vuestr 
ignominia.  En  presencia  de  esas   de 
queda  un  sentimiento  cristiano  que 
el  fondo   de  vuestras  almas  las  codi< 
aplaudidas.  Buscad  bien  lo  que  cxp 
de  vuestras   almas  que   aun  son    ci 
quien  llamáis  buscnr/or  Je  oro,   hacia 
ce  tal,  el  hombre  de  tlincro,  y  solo  el  h 
vosotros,    quizá  á   pesar  vuestro,  mi 
¿Quién  los  puso  en  vuestras  almas? 
preciar  tan  noblemente  lo  que  ciertí 
adora  de  un  modo  tan  servil?  quién? 
nismo;  el  cristianismo  que    os  ilumii 
bierua,  aun  en  ausencia  de  la  práctica 
co  que  os  muestra  todavía  con  el  eje 
todas  condiciones,  dónde   reside   la 
hombre. 
Deiad  nnoo  r^«««- 


LA  VERDAD   CATÓLICA.  393 

á  vuestra  vez  olvidar  la  pobreza  cristiana;  y  todos  juntos, 
mostraremoB  al  mundo,  bajo  la  salvaguardia  y  el  estandarte 
de  Jesucristo,  la  werdeídersk  grandeza  del  hombre. 

Trad.  por  R.  A.  O.  (Finalizará,) 


EL  R.  P  VENTURA  DE  RAÜLICA. 


En  el  momento  en  que  escribimos,  una  de  las  inteligencias 
mas  bellas  de  nuestra  época  se  halla  en  víftj>eras  de  extinguir- 
se. Desde  hace  unos  quince  dias,  clavado  en  su  lecho  de  do- 
lor, lucha  con  la  muert^el  R.  P.  Ventura.  ;Pero  qué  lucha 
tan  edificante!  ¡qué  espectáculo  tati  admirable  y  consolador 
á  la  vez,  el  de  esc  ilustre  anciano,  con  el  crucifijo  en  los  la- 
bios, con  los  ojos  vueltos  al  cielo,  y  pareciendo  olvidar  sus 
dolores  para  no  pensar  sino  en  Dios! 

En  Versalles,  lejos  de  la  tierra  que  le  vio  nacer,  lejos  de 
su  familia,  da  su  último  combate  el  P.  Ventura.  Pero  en 
Versalles  el  ilustre  anciano  ha  encontrado  amigos  fieles  pa- 
ra aliviarle  sus  dolores,  y  un  venerable  obispo  para  fortale- 
cer su  corazón  y  endulzar  las  angu^^tias  del  terrible  trance 
ante  el  cual  han  temblado  los  mayores  santos.  Monseñor, 
que  desde  hace  largo  tiempo  profesa  al  P.  Ventura  una  pro- 
funda amistad,  no  ha  querido  confiar  á  otros  la  piadosa  mi- 
sión de  ofrecerle  los  auxilios  de  la  religión.  El  jueves  18  de 
Julio  S.  I,  administró  al  enfermo  el  Santo  Viático.  Antes  de 
recibir  el  pan  de  vida,  el  reverendo  Padre  suplicó  aun  Pa- 
dre Capuchino  que  le  recitase  los  siete  salmos  penitenciales. 
Durante  esta  lectura  sus  sollozos,  sus  gestos  manifestaban 
sus  sentimientos  de  humildad,  de  contrición,  de  fe,  esperan- 
za y  amor;  y  en  el  momento  en  que  se  pronunciaban  estas 
palabras:  Ad  /c.  Domine^  expandi  mamis  mcati,  sus  brazos  se 
elevaron  al  cielo. 

Al  entrar  en  su  alcoba,  Monseñor  lo  encontró  en  la  acti- 
tud del  mas  profundo  recogimiento,  con  el  Crucifijo  en  la 
mano,  el  cual  besaba  con  tierno  afecto,  y  le  dijo: 

vu.— 50 


394  LA  VERDAD   CATÓLICA. 

"Reverendo  Padre, 

"He  aquí  á  vuestro  Dios,  vuestro  Salvador,  que  viene  é 
consolaros,  &  animaros.  Este  es  el  Dios  á  quien  habéis  cono- 
cido tan  bien,  que  habéis  dado  á  conocer  tan  bien  al  mundo 
por  medio  de  vuestras  elocuentes  predicaciones  y  sabios  es- 
critos. Renovad  en  vos  los  sentimientos  de  contrición,  repi- 
tiendo con  el  Rey-Profeta: 

^^Ampluis  lava  me  ai  iniqtdtate  mea,  et  a  peccaío  meo  munda 
me, ... 

^^ Asperges  me  hyssnpo  et  mund/ibor;  larabis  me  ct  super  nivem 
dealbabor. . . ." 

"Recibid  á  vue<;tro  Dios  con  la  fe  mas  viva,  la  caridad  mas 
ardiente,  y  sobre  todo  con  la  mayor  confianza.  Deus  meuset 
omnia^  mi  Dios  y  mi  todo,  sed  mi  fuerza,   mi  consuelo  y  mi 
vida!  In  te.  Domine,  speravi,  non  conf andar  in  ceternum  . . .  •fiat  * 
voluntas  tita " 

Escuchando  la  profesión  de  fe  de  S.  Pío  IV,  que  no  podía 
leer  por  sí  mismo,  pudo  juzgarse  la  fe  del  P.  Ventura  y  su 
amor  á  la  Iglesia.  ¡Con  qué  fervor  contestaba  á  estas  pala- 
bras: '^Reconozcoá  la  Santa  Iglesia  católica,  apostólica,  ro- 
mana como  madre  y  maestra  de  todi^  las  Iglesias.  Juro  com- 
pleta y  entera  obediencia  al  romano  Pontífice,  sucesor  del 
bienaventurado  Pedro,  príncipe  de  los  Apóstoles  y  Vicario  de 
Jesucristo.  Creo  y  tengo  por  infalibles  todas  las  decisiones 
de  los  sagrados  cánones,  de  los  Concilios  eucuménicos,  y 
principalmenle  cuanto  ha  decretado  el  santo  Concilio  de 
Trento.  Condeno,  rechazo  y  anatematizo  lo  que  les  es  con- 
trario, y  todas  las  herejías,  sean  cuales  fueren,  condenadas, 
rechazadas  y  anatematizadas  por  la  Iglesia." 

Mas  no  bastaba  á  aquella  alma  ardiente  atestiguar  su  fe 
con  signos  y  gestos.  Reuniendo  todas  sus  fuerzas,  el  P.  Ven- 
tura se  volvió  hacia  el  Padre  Guardian  de  los  Capuchinos  de 
Versalles,  y  le  dijo:  •*Qfiiero  que  se  sepa  que  muero  en  la  fe 
de  la  santa  Iglcsin  católica,  apostólica,  romana,  á  la  cual  he  ama- 
do siempre  tiernamente.^^ 

A  pesar  de  lo^  cuidados  mas  afectuosos,  el  estado  del  en- 
fermo empeoró  durante  el  dia  del  viernes,  y  el  sábado  20,  á 
las  cinco  de  la  tarde  Monseñor,  asistido  por  los  Padres  Capu- 
chinos, {e  administró  el  último  sacramento.  Antes  de  las  un- 
ciones santas,  S.  I.  encontró  en  su  corazón  nuevas  palabras 
de  consuelo  y  estímulo  para  el  piadoso  enfermo,  el  cual,  no 
obstante  su  debilidad,  respondió  él  mismo  á  todas  las  oracio- 
nes. 

Entonces  tuvo  jugar  una  escena   verdaderamente  tierna. 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  395 

Monseñor  se  inclinó  hacia  el  Reverendo  Padre  y  le  dijo:  '^Es 
un  gran  consuelo  para  mf  haber  podido  desempeñar  para 
con  vos  las  funciones  del  santo  ministerio."  El  R.  P.  Ventu- 
ra abrazó  á  S.  I.»  pronunciando  estas  bellas  y  sentidas  pala- 
bras: **Vo8  sois  la  Iglesia,  yo  muero  amando  á  la  Iglesia  y 
abrazándola/'  ¡Palabras  muy  dignas  del   cristiano  que  las 

f pronunció;  testamento  imperecedero   de  su  f*.)  y  amor  hacia 
a  Iglesia! 

La  emoción  era  profunda  entre  \o%  presentes,  y  Monseñor 
se  retiró  con  los  ojos  arrasados  en  llanto. 

Pero  faltaba  todavía  algo  al  P.  Ventura.  Ese  varón  á  quien 
hemos  visto  edificando  á  los  que  le  rodean,  no  quería  morir 
sin  que  el  Jefe  supremo  de  la  Iglesia  bendijese  su  lecho  de 
dolor.  A  petición  suya,  Monseñor  el  Obispo  de  Versal  les 
dirigió  á  Roma  el  despacho  siguiente: 

"Obispado  de  Versalles,  20  de  Julio. 
"El  R.  P.  Ventura  está  muy  enfermo;  ha  sido  administra- 
do el   18  de  Julio,  y  desea  recibir   la  bendición  del  Padre 
Santo.  ^ 

"Pedro,  Obisjyo  de  Versal/es^'' 

El  32  de  Julio,  recibía  Monseñor  esta  respuesta: 

"Roma,  22  de  Julio,  10  hs.  y  60  min. 
de  la  mañana. 
"Illmo.  Sr.  Obispo  de  Versalles, 

"El  Padre  Santo  siente  mucho  saber  el  estado  peligroso 
del  P.  Ventura  de  Ráulica,  y  le  concede  la  bendición  que  ha 
solicitado. 

"Firmado:  Cardenal  Antonelli." 

{Le  Monde,  27  de  Julio.) 


396 


LA    VERDAD  CATÓLICA. 


CÜESTIOlfES 

DE   DERECHO   NilTIJRAL   T   DE    lORAL 

^r^pncitai  por  cl  Cardeaal  CeNil»  con  lai  reipaeatas  dadas  por  el  pría- 
cl|M  dol  Plamonto,  postcriomioiite  Cárloi  Slanael  l¥. 


Creemos  que  nuestros  lectores  verán  con  gusto  este  artí- 
culo que  tomamos  de  unos  opúsculos  del  Cardenal  Gerdíl, 
preceptor  del  príncipe  del  Piamoiite  Carlos  Manuel  que  re- 
nunciando á  la  corona  y  &  las  grandezas  de  este  mundo,  mu- 
rió en  calidad  de  noticio  de  la  Compañía  de  Jesús.  Dichos 
opúsculos  fueron  publicados  por  primera  vez  en  Roma  en 
1852,  con  arreglo  á  autógrafos  existentes  en  el  colegio  de 
PP.  Barnabitas,  á  cuya  orden  pertenecía  el  Cardenal. 


I. 

El  Emperador  Caracalla  propuso  al  célebre  jurisconsulto 
Papiniano  que  hiciese  la  apología  del  asesinato  cometido  por 
ól  en  la  persona  de  su  hermano  Geta.  ¿Podia  Papiniano  pres- 
tar su  pluma  para  justificar  un  crimen,  por  temor  á  la  muer- 
te, con  que  se  le  amenazaba? 

R. 

Papiniano  no  podia  por  temor  de  la  muerte  emprender  la 
apología  del  asesinato  de  Qeta.  Porque  justificar  un  crimen 
es  hacerse  culpable  de  él;  y  tratándose  de  una  acción  con- 
traria &  la  ley  natural,  el  temor  de  la  muerte  no  podia  excu- 
sarla. 

II. 

¿Qué  hemos  de  pensar  del  sentir  de  Puffendorf,  quien  dice 
que  una  acción  arrancada  por  el  temor  no  puede  imputarse 


LA  VERDAD  CATÓUCA.  ^97 

con  mas  razón  al  agente  inmediato  de  ella,  que  á  la  es|Mida 
empleada  para  dar  el  golpet 


Esa  opinión  es  insostenible.  Pues  la  espada  empleada  para 
dar  el  golpe  es  un  instrumento  inanimado,  mientras  que  el 
hombre  á  quien  se  quiere  hacer  cometer  una  mala  acción, 
siendo  un  ser  dotado  de  razón,  puede  y  debe  negarse  á  ello, 
y  antes  sufrir  la  muerte  que  violar  el  derecho  natural.  Es 
evidente  que  nada  hay  voluntario  en  un  ser  inanimado,  y 
que  el  hombre  que  cede  al  temor  hace  una  acción  volunta- 
ría y  que  le  es  imputable. 

m. 

La  ley  prohibía  á  los  Judios  las  obras  serviles  el  dia  del 
Sábado.  Por  consiguiente  varios  judios  creian  en  tiempo  de 
los  Macabeos  que  era  preciso  antes  dejarse  degollar  que  de- 
fenderse siendo  atacado  en  dicho  dia.  ¿Esta  opinión  era  ra- 
cional? 

R. 

No,  pues  la  prohibición  de  trabajar  el  Sobado  era  una  ley 
positiva,  y  la  obligación  de  conservar  la  vida  pertenece  &  la 
ley  natural.  Ahora  bien;  eWerecho  natural  debe  aer  siem- 
pre preferida  al  positivo.  Por  otra  parte  el  temor  de  un  mal 
grave  dispensa  de  la  observancia  de  las  leyes  positivas,  salvo 
el  caso  de  desprecio,  escándalo  ó  bien  público.  Por  eso  Ma- 
tatfas,  consultado  acerca  del  particular,  contestó  que  no  se 
debía  tener  escrúpulo  en  combatir  cuando  se  era  atacado  el 
dia  del  Sábado. 

IV. 

Si  David  no  obró  mal  comiendo  los  panes  do  propiciación; 
¿porqué  Eleazar  no  pudo  comer  carnes  impuras,  por  temor 
de  la  muerte,  puesto  que  ea  uno  y  otro  caso  se  trataba  tan 
solo  de  Áiua,  ley  positiva? 

R. 

David,  en  una  extremada  necesidad  y  por  temor  de  morir 
de  hambre  infringió  una  ley  positiva  sin  menosprecio  ni  es- 
cándalo; podia,  pues  hacerlo,  sin  pecado.  P^leazar  no  hubiera 
podido  sin  pecar  consentir  en  comer  carnes  impuras,  [Miento 
que  se  le  quería  obligar  <í  ello  por  desprecio  á  su  religión  y 


39R  LA  VERDAD   CATÓLICA 

odio  de  la  ley  de  Dios,  lo  cual  es  contrario  al  derecho  natural. 
Con  razón,  pues,  prefirió  Eleazar  una  muerte  gloriosa  &  una 
vida  despreciable. 


Un  particular,  movido  por  el  temor  de  una  escasez  inmen- 
sa, celebra  un  contrato  con  un  extrangero  para  tener  en  un 
tiempo  determinado  cierta  cantidad  de  trigo  á  un  precio  con- 
venido. Sin  embargo  recursos  inopinados  devuelven  laabun- 
dancia;  ¿tiene  derecho  el  particular  á  rescindir  su  contrato, 
so  pretexto  de  que  no  lo  hizo  sino  impulsado  por  el  t^mor 
de  un  peligro  que  ya  no  existe?  «    - 

R. 

Dicho  particular  no  puede  volverse  atrás  de  su  compro- 
miso. Pues  el  temor  de  acontecimientos  naturales  y  fortuitos 
es  uno  de  los  motivos  que  nos  determinan  á  obrar,  lo  cual  no 
impide  que  los  compromisos  sean  libres  y  voluntarios. 


VI, 

Habiendo  recibido  un  malvado  en  depósito  ciertas  escri- 
turas de  un  tercero,  ni(?gase  á  devolverlas  y  amenaza  que- 
marlas, si  el  tercero  no  se  obliga  á  pagarle  una  suma  consi- 
derable. ¿Esta  obligación  está  autorizada  por  la  ley,  y  el 
malvado  tiene  derecho  á  exigir  lo  que  hizo  que  se  le  pro- 
metiera? 

R. 

Semejante  obligación  no  se  haya  en  lanera  alguna  auto- 
rizada por  las  leyes,  porque  compromisos  contraidos  por  un 
temor  injusto  no  deben  ser  tenidos  por  válidos,  no  porque 
sean  absolutamente  involuntarios,  sino  porque  la  prudencia 
no  permite  otro  partido;  luego  no  existe  libertad  suficiente 

Sara  obligar.  Por  otra  parte  el  que  arranca  algo  por  medio 
e  una  violencia  injusta,  no  puede  adquirir  derecho  alguno, 
porque  nadie  debe  sacar  ventaja  de  una  injusticia.  Luego  el 
malvado,  no  teniendo  derecho  alguno  para  exigir,  el  otro  in- 
dividuo tampoco  contrae  ninguna  obligación.  Pues  derecho 
X  obligación  son  correlativos,  no  pndiendo  existir  el  uno  sin 


h\  VERDAD  CATÓLICA.  399 

VII. 

Un  particular  rehusa,  contra  lo  dispuesto  por  la  ley,  ven- 
der su  casa  para  un  uso  público,  y  no  se  resuelve  &  venderla 
sino  por  temor  del  mal  con  que  le  amenaza  el  magistrado. 
¿Es  válida  esta  venta  forzada? 

R. 

Lo  es.  Pues  teniendo  el  magistrado  derecho  para  obligar, 
no  hace  mas  que  instar  al  particular  para  que  haga  lo  que 
debiera  ejecutar  sin  la  mendr  dificultad.  Así,  pues,  ese  justo 
temor  no  destruye  la  validez  de  la  acción. 

VIII, 

Noé  se  embriaga  y  no  peca.  Saulo  persigue  á  la  Iglesia  de 
Jesucristo  por  ignorancia,  y  peca:  ¿de  dónde  proviene  esta 
diferencia? 

R. 

La  diferencia  consiste  en  que  la  ignorancia  de  Noé  era  in- 
vencible, pues  habiendo  sido  ei  primero  que  sembró  la  vid, 
no  podia  conocer  la  fuerza  del  vino.  Saulo  ignoraba  en  ver- 
dad que  la  religión  cristiana  fuese  la  verdadera;  mas  podia  y 
debía  hacerse  instruir  y  conocerla;  su  ignorancia  era,  pues, 
vencible,  y  por  consiguiente  pecaba.  No  conociendo  el  mal 
que  hacia,  no  lo  quería  en  sí  mismo,  pero  sí  en  su  causa,  por 
cuanto  descuidaba  conocerla. 

IX. 

Conversando  un  chino  con  un  europeo  le  habla  con  san- 
gre fria  de  algunos  de  sus  hijos,  abandonados  porque  le  eran 
gravosos.  El  europeo  echa  en  cara  al  chino  su  inhumanidad; 
éste  le  replica  que  nunca  sospechó  el  menor  mal  en  una  prác- 
tica autorizada  por  un  uso  universal  é  inmemorial  de  todo 
el  imperio.  Se  pregunta  si  la  ignorancia  del  chino  podia  dis- 
culpar su  acción. 

R. 

La  ignorancia  invencible  no  puede  ciertamente  tener  lu- 
gar con  respecto  á  Iqs  primeros  principios,  y  á  las  consecuen  • 


400  XJí  VERDAD  CATÓLICA. 

cias  menos  remotas  de  la  ley  natural.  Ahora  bien;  abando- 
nar á  8113  hijos  es  luiíi  acción  contra  los  principios  6  primeras 
consecuencias  de)  derecho  natural;  luego  no  puede  haber  ig- 
norancia invencible  con  respecto  á  este  particular.  Luego  la 
ignoMncia  del  chino,  siendo  vencible,  no  podía  excusar  su 
crimen. 

X. 

Un  atolondrado  arroja  sin  consideración  por  la  ventana,  á 
una  calle  frecuentada,  Suanto  le  cae  á  mano  y  da  muerte  á 
un  tran^^eunte,  nnico  sosten  de  su  íiimilia;  ¿es  culpable  de 
homicidio  el  atolondrado,  y  está  obligado  á  reparar  el  daño 
que  ha  causado  á  la  familia  del  difunto? 

R. 

El  atolondrado  es  reo  de  homicidio;  pues  podia  y  debia 
saber  que  arrojando  por  la  ventana  cuanto  le  caia  á  mano, 
podia  muy  fjifilmente  alcanzar  á  alguno  y  darle  muerte.  Así 
pues,  aun  onamio  no  tuvo  la  intención  directa  de  matar  á  un 
hombre,  sin  enil)argo  quiso  el  homicitüo  en  su  causa.  Por  con- 
siguientií  está  pbligatlo  íí  reparar  el  daño  causado  por  él. 


XI. 

¿Qué  es  menester   para  hacer   ipie  una  acción  sea  moral- 
mente  buenaf  ¿No  basta  la  intención? 

R, 

Preciso  es  qiHí  sea  buena  en  su  objeto,  en  su  lin  y  circuns- 
tancias^;  siiceJe  en  eso  lo  (jue  con  la  belleza,  iitia  sola  facción 
disforme  basta  para  Jtísliirurar;  así  pues,  el  menor  defecto, 
«ea  en  el  lin,  stía  en  las  circunstancias,  hace  la  acción  defec 
tuosa.  La  buena  intención  no  basta,  pues,  para  hacer  buena 
una  acción,  mala  |»or  naturaleza.  Por  eJem|>lo,  n*o  es  hacer 
una  buena  obra  robar  á  un  rico  para  dar  lini'jsna  á  un  pobre. 
Los  que  se  hallan,  [uies,  ocupando  destinos  debei»  instruirse 
afondo  acerca  dt*  suü  deberes,  y  no  descansar  en  sus  buenas 
intenciones,  r.xnuesfosú  faltar  á  lo  que  deben. 


U  VERDAD  CATÓLICA  401 

XII. 

¿Se  peca  obrando  contra  la  conciencia  cuando  ésta  es 
errónea? 

R- 

Se  peca,  pues  se  determina  uno  á  hacer  )o  que  cree 
estar  mal  hecho.  Se  tiene,  pues,  la  voluntad  de  obrar 
mal.  Luego  se  peca;  por  ejemplo,  un  hombre  que  se  creyese 
obligado  á  jurar  en  falso  por  salvar  á  un  amigo  pecaría  no 
haciéndolo,  pues  se  hallaría  en  disposición  de  violar  una 
ley  á  la  cual  se  cree  obligado. 

XIII. 

¿Es  uno,  puen,  siempre  disculpable,  cuando  obra  según 
los  impulsos  de  una  conciencia  errónea? 

R. 

No.  Pues  si  el  error  es  vencible,  se  peca  igualmente  obran- 
do según  los  prmcipios  de  una  conciencia  errónea,  puesto 
que  está  obligado  á  instruirse  y  el  error  mismo  es  culpable. 
Así  pues  el  que  jura  en  falso  creyéndose  obligado  á  ello  por 
salvar  á  un  amigo,  peca,  pues  puede  y  debe  saber  que  el 
falso  juramento  es  siempre  una  mala  acción. 

XIV. 

¿Si  siempre  se  peca  obrando  contra  la  conciencia  errónea, 
y  si  á  veces  se  peca  también  siguiéndola,  no  estii  uno  en 
ciertos  casos  en  la  absoluta  necesidad  de  pecar  por  mas 
que  haga? 

R. 

No.  Porque  cuando  se  peca  siguiendo  á  la  conciencia  er- 
rónea se  está  siempre  en  una  ignornncia  vencible,  que  puede 
evitarse  haciéndose  instruir.  No  ^e  h^Ilf^  iino,  pues,  en  la 
necesidad  absoluta  de  pecar. 


yii. — 61 


402  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

ACTA  DEL  CONSISTORIO  SECRETO 
de  22  de  Julio  de  1861. 


A  reserva  He  completar  ó  rectitioar,  si  preciso  fuertvel  ac- 
ta del  Odiisistorio  secreto  celebrado  en  Roma  el  dia  22  de 
Julio  próximo  pasado,  cuando  recibamos  el  texto  oficial,  la 
damos  á  continuación  tal  cual  la  publica  la  Agencia  Hacas: 

Itonvi  23  de  Julio. — En  el  Consistorio  secreto  celebrado 
ayer  22  en  el  palacio  del  Vaticano,  propuso  Su  Santidad  los 
obispos  siguientes: 

Arzobispo  de  Colosos,  in  ¡xirtibusj  y  coadjutor  con  futura 
sucesión  de  Monseñor  Alejo  Basilio  Menjaud,  Arzobispo  de 
Bárges,  Monseñor  Carlos  Amable  de  la  Tour  d'Auvergne 
Lauragais,  presbítero  de  Moulins,  prelado  doméstico  de  Su 
Santidad,  auditor  de  la  sacra  Rota  Romana,  y  doctor  in  uiro- 
ijuc  jure. 

Obispo  de  Marsella,  el  R.  Dr.  Patricio  Francisco  Cruice, 
presbítero  de  la  diócesis  de  Clonfert,  eri  Irlanda,  superior  del 
Colegio  de  Carmelitas,  en  París,  y  doctoren  teología. 

Obispo  de  Luzon,  el  R.  Dr.  Carlos  Teodoro  Colet,  presbí- 
tero de  la  diócesis  deSaint-Dié,  y  Vicario  General  de  Dijon. 

Obispo  de  Mompeller,  el  R.  Dr.  Francisco  José  Le  Cour- 
tier.  presbítero  de  Paris,  arciprestie  y  canónigo  teologal  de 
la  iglesia  Metropolitana. 

Obispo  de  Vannes,  el  R.  Dr.  Luis  Ana  Du  Breuil,  presbí- 
tero de  Tolosa,  superior  del  Seminario  de  S.  Pons,  en  Mom- 
peller, y  Vicario  general  de  dicha  ciudad. 

Obispo  de  Sura,  inparfibas,  el  R.  Dr,  Enrique  Luis  Carlos 
Maret,  presbítero  de  Mende,  canónigo  honorario  de  la  igle- 
sia Metropolitana  de  París,  profesor  de  sagrada  Teología  y 
doctor  en  dicha  facultad. 

En  segiii.laSuS;ititi(ia'l,en  un  breve  discurso  al  Sacro  Cole- 
gio, manifestó  la  satisfacción  que  le  han  hecho  experimentar 
la  conducta  observada  por  el  episcopado  y  la  unión  de  la  ma- 
yor parte  del  clero  y  de  tantos  millones  de  católicos  como  se 
han  opuesto  valerosamente  al  error  y  ala  injusticia,  y  mos- 
trádose  de  mil  modos  adictos  á  la  Santa  Sede.  Pero  al  mismo 


LA  VEKDAD  CATÓLlCAé  403 

tiempo^ no  puede  el  Padre  Santo  menos  de  deplorar  las  aber- 
raciones de  un  obispo  del  reino  de  Ñapóles,  y  de  varios  ecle- 
siásticos de  dichas  provincias,  los  escándalos  de  una  parte  dis- 
tinguida del  clero  de  Milán,  desgraciadamente  imitados  por 
una  colegiata;  del  ducado  de  Módena,  y  los  malos  escritos  en 
que  han  trabajado  algunos  eclesiásticos,  indignos  de  su  carác- 
ter, ya  en  el  mismo  Milán,  donde  han  sido  reproducidos  por 
un  mal  periódico,  que  por  antítesis  se  da  á3Í  mismo  el  título 
de  Conciliador^  ya  en  Florencia,  donde  una  sociedad  perversa, 
titulada:  SociccUid  de  socorros  mutuos,  ha  merecido  por  parte 
del  fervoroso  Arzobispo  de  dicha  ciudad  una  condenación,  de 
la  cual  ha  resultado  algún  provecho.  Hizo  luego  notar  los  ma- 
les producidos  por  la  viudez  de  tantas  sedes  episcopales  en 
Italia,  de  lo  cual  se  saca  partido  para  disminuir  el  saludable 
influjo  del  clero  en  la  moralización  de  los  pueblos,  como 
asimismo  para  apoderarse  de  los  bienes  de  la  Iglesia. 

Hizo  observar  cuan  horrible  contraste  forman  con  las  pom- 
posas promesas  de  los  enemigos  de  la  Iglesia,  de  proteger  á 
é!<ta  y  á  su  Cabeza,  la  persecución  de  los  ministros  de  Dios, 
y  la  protección  de  las  leyes,  invocada  por  los  autores  de  tan 
perversos  escritos.  Declaró  habnr  manifestado  al  representante 
de  Francia  cerca  de  la  Santa  Sede,  que  al  paso  que  agradece, 
como  debe,  el  fuerte  apoyo  que  le  presta  el  valiente  ejército 
de  la  nación  francesa  en  Roma,  no  puede  por  otra  parte  disi- 
mular el  abuso  que  los  cnejnigos  del  orden  hacen  ya,  y  conti- 
nuarán haciendo,  del  hecho  del  reconocimiento  del  llamado 
rey  de  Italia,  hecho  que  ha  producido  en  su  corazón  una 
aflictiva  sorpresa.' 

El  Paílre  Santo  terminó  su  discurso  exhortando  á  todos   á  . 
confiaren  la  divina  Providencia  que  todo  lo  gobierna  pater- 
nalmente; y  los  incitó  á  continuar,  con  mas  fervor  que  nunca, 
orando  á  Dios  para  que  acelere  la  llegada  de  dias  de  miseri- 
cordia tras  los  de  justicia. 

En  fin  se  pidió  al  Padre  Santo  el  sacro  palio  para  las  igle- 
sias metropolitanas  de  Quito  y  Nueva-0rlean8,así  como  para 
la  de  Marsella,  á  la  cual  fué  concedido  dicho  privilegio  por 
el  breve  de  Su  Santidad,  Romani  PonMccs,  de  19  de  Abril 
de  185i: 


404 


LA  VRRDAD  CATÓLICA. 


DE  OFICIO. 

SECRETARIA  DEL  OBISPADO  DE  LA  HABANA. 

•■•«rlclon  voloBtarla  abierU#«r  el  Emcno.  ¿  lllmo.  Sr.  OMipo  A  ikrmr  4» 
llaettr*  •aallilaie  Padre  Pío  nene. 


Relación  de  las  personas  y  cantidades  gue  cada  una  ha  entregado 
para  el  expresado  objeto  en  esta  Secretaria  de  Cámara  y 
Gobierno. 


Parroquia  de  ingreso  del  Recreo. 


P8.      CtS. 


Suma  anterior 54.699    59 

Pbro.  D.  José  Brígido  Pé- 
rez, Cura  párroco 34  „ 

„  Vicente  Cortés,  Capi- 
tán juez  local 17  ,, 

M  José  Quince 8  50- 

,,  Lúeas  Pérez  Alba 4  25 

,,  Juan  Carol 4  25 

,,  Juan  Manuel  Cortina.  4  25 

,,  Juan  JoséX^armec^ía/  4  25 

„  Manuel  Navarro 4  25 

,,  José  González 4  25 

„  Carlos  Patin 2  12¿ 

„  Carlos  Bitton 2  12é 

„  Carlos  Leyb'ardie 2  12.i 

„  Tomás  Linares 2  12.^ 

„  Juan  H.  Piloto 2  12i 

.,  Domingo  Hernández. .  2  12Í 

,,  Antonio  Alfonso 2  12é 

„  Juan  Hernández 2  12 j 

,,  Antonio  Qumá 2  12Í 

„  Domingo  Anduiande- 

gui 2  12é 

„  Francisco  Perales 2  \2\ 

Manuel  Diaz 2  12Í 

D.  Feliciano  Aldereguia. .  2  12| 

„  Sebastian  Alfonso 2  12j 

,,  Fermin  García 2  12^ 

,,  Francisco  Moya 2  12J 

„LuÍ8Prado 2  12Í 

„JuanSoto 2  124 

„  Benito  ViUamil 2  124 

,,  Quirino  Robreño 2  124 


Pi.    Cti. 


D.  Julián  G.  Mon£<»n 

2 

124 

„  Juan  Dtílgado 

124 

„  Manuel  Rodríguez  — 

124 

M  Miguel  Amate 

1^ 

„  Beruardino  Amate.... 

124 

„  ^edro  Dabesa 

124 

M  Antonio  Mendoza 

124 

„  Máximo  Hernández... 

124 

„  Hermenegildo  Arteaga 
„  Ensebio  Arteaga 

Doña  Benita  Muñoz 

D.  Norberto  Torres 

,1  José  de  la  Luz  Ruiz.. 

„  Leoncio  Hernández.. 

tf 

„  Miguel  Reyes 

»» 

tt  José  Pérez...... .... 

50 

„   Ramón  Martines 

50 

Doña  Juana  Espinosa. . . . 

50 

D.  Juan  B.  Lugones 

50 

,1  Luis  Hernández 

50 

„  Leopoldo  P,  Martínez. 

50 

Doña  Micaela  Aoosta  de 

González --. 

25 

D.  Francisco  Hernández.. 

25 

„  Tomás  Alonso 

25 

„  Juan  Sobrado 

85 

Doña  María  Rodríguez... 

25 

,,  Casiana  Hernández... 

25 

n  Felicia  Ron  y  Mayer.. 

25 

D.  Juan  Fieueroa 

„  Jacobo  Ricabal 

25 

25 

Doña  Francisca  Medina.. 

25 

D.Juan  Franco 

25 

LA    VERDAD  CATÓLICA. 


405 


Parroquia  de  ingreso  de  Nuestra  Señora  de  Chiadalupe  de 
Peñaher. 


Pg.  CU. 


Pbro.  D,  José  Miguel  de 

Ho JOS,  Cura  párroco . .  17  „ 

Dr.  D.  Félix  Herrera ....  4  25 

D.  Antonio  Mesa 4  25 

M  Adolfo  de  Villaesousa, 

Capitán  Juez  pedáneo..  4  25 

„  Francisco  Perex 2  12^ 

.,  Manuel  Padrón 2  I2é 

„  Rafael  Dávila 2  12é 

„  Pedro  García  Cartaja  2  12^ 
'  „  Bafael  Váldós  0-Far- 

rill 2  12é 

„  PedroHerce 2  12i 

„  Antonio  Carreño 2  „ 

M  Antonio  Diaz 2  ,, 

„  Juan  Diaz ^...  2  ,, 

„  Juan  Rodríguez..."!..  1  n 

„  Manuel  Pérez 1  „ 

,,  Rafael  Carmena I  „ 

„  Manuel  Suarez  Peña 

y  Compañía 1  ,, 


Fs.    Cts. 

D.  JoBÓ  Delgado  Hernán- 
dez   I     „ 

„  Tomás  Gómez 1     „ 

Doña  Ana  Josefa  de  Mesa  I     „ 

D.  José  Sánchez 1     „ 

„  José    de  la    Trinidsd 

Romero 1     „ 

,,  Domingo  Chinique...  50 

Dona  Regla  González  Rico  50 

D,  Manuel  Gutiérrez 50 

„  Rafael  Bou  squet 50 

Doña  Antonia  González . .  50 

D.  Clemente  Santa  Ana..  50 

„  Luis  Martinez 50 

n  José  de  la  Ri  va 50 

„  .iamon  Nuevo 50 

„  José  doUTniébano,. . .  50 

,,  Manuel  Maldonado....  25 

„  Melchor  Carbairtl 25 

,,  Ramón  Andrade 20 

Suma ^  54.913    09 


Habana  1?  de  Setiembre  de  1861. — Pedro  Sánchez,  secretario. 

^  (Continuará.) 


SECCIÓN  LITERARIA. 


DE  JAFA  A  JERUSALEN 


ESPUES  de  recorrer  los  lindos  jardines  que  adornan 
los  alrededores  de  Jafa  y  participar  en  la  parca  cena 
sdel  convento,  nos  retiramos  á  la  pobre  pero  limpia 
celda  que  para  nuestro  alojamiento  habian  los  hos- 
pitalarios religiosos  preparado.  Las  impresionas  de 
aquel  día,  sin  embargo,  y  mas  que  todo  la  idea  de  que 
á  la  mañana  siguiente  debíamos  partir  para  Jerusalen,  de 
tal  manera  agitaban  mi  alma,  haciéndola  lurjar  mil  imágenes 
diferentes,  que  elaueño  se  negaba  al  reposo  del  cuerpo  fati- 
gado. Imponente  era  todo  lo  que  nos  rodeaba:  no  habia  ac- 
ción, no  habia  palabra,  por  mas  sencilla  ó  insignificante  que 
fuesen,  que  no  tocasen  la  imaginación  de  un  modo  sin- 
gular. 

íbamos  por  ñu  á  entrar  en  la  Ciudad  santa;  íbamos  &  ar- 
rodillarnos sobre  el  Calvario.  Y  el  sol  que  yo  habia  visto 
por  la  tarde  esconderse  en  las  aguas  del  mar  de  Sirio,  alzá- 
base en  aquella  horade  insomnio  sobre  el  mar  de  las  Anti- 
llas y  asomaba  por  los  montes  de  Camarioca  para  alumbrar 
mi  ciudad  querida.  Mis  ojos  veian  en  la  oscuridad,  ya  las 
ondas  vivasdel  Yumurí,  ya  la  imagen  indefinida  de  Jerusalen, 
y  escuchaba  absorto  las  aguas  del  viejo  Mediterráneo  estre- 
llarse contra  los  antiguos  muros  del  convento. 

A  las  tres  de  la  madrugada  tocaron  á  la  puerta  de  nuestra 
celda,  y  entró  un  mozo  belemita  á  anunciarnos  que  todo  es- 
taba listo  para  nuestra  partida.  Embebido  todavía  on  gran- 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  407 

des  y  encontradas  cavilaciones,  pensé  que  aquel  iba  á  ser  uno 
de  los  dias  mas  solemnes  de  mi  vida  y  bendije  á  Dios  con  to- 
da mi  alma.  Los  religiosos  del  convento  nos  esperaban  en 
uno  de  los  claustros,  cuya  profunda  oscuridad  no  bastaba  fi 
desvanecer  la  débil  luz  de  la  lámpara  de  la  madrugada,  sus- 
pendida en  medio  de  las  tinieblas  como  la  Cruz  sobre  las  in- 
fieles tierras  mahometanas. 

Pronto  interrumpieron  nuestros  caballos  el  silencio  de  la 
ciudad  dormida,  y  los  centinelas  de  las  puertas  salieron  de 
mal  talante  de  sus  oscuros  rincones  de  piedra  para  darnos 
paso. 

Todos  sin  duda  estábamos  poseídos  del  mismo  sentimiento 
de  veneración  hacia  aquel  dia,  pues  dejando  libres  las  cabal- 
gaduras, pausada  y  silenciosamente  caminábamos  por  una 
arenosa  senda  ceñida  de  verdes  tunas.  El  débil  resplandor  de 
la  luna  alcanzaba  apenas  á  alumbrarnos  una  extensa  llanura 
cuyos  confines  por  una  parte  se  desvanecian  en  la  vaga  con- 
fusión de  la  luz  y  las  sombras,  y  por  otra  iban  á  perderse  á 
lo  lejos  entre  lijeras  colinas  donde  empezaba  á  asomar  la  luz 
misteriosa  del  alba.  Vagos  como  ella  y  melancólicos  eran  los 
sonidos  del  desierto  á  aquella  hora;  sonidos  que  el  aire  for- 
ma, tal  vez  por  sí  solo,  tal  vez  pasando  por  las  hojas  inmó 
viles  del  árbol  ó  por  las  cavidades  de  las  piedras.  La  luz  y  la 
voz  unidas  van  lentamente  haciendo  desvanecerse  el  silencio 
y  las  tinieblas  de  la  noche:  al  primer  rayo  de  la  aurora  canta 
el  pájaro  y  relincha  el  orgulloso  compañero  del  árabe  vaga- 
bundo. Pero  en  aquella  mañana  la  luz  y  la  voz  tenian  para 
nosotros  un  encanto  indefinible;  pues  el  sol  iba  á  salir  por 
his  mantañas  de  la  Judea,  y  sus  últimos  rayos  hablan  de  alum- 
brarnos los  muros  de  la  ciudad  de  David. 

Una  á  una  fueron  las  estrellas  desapareciendo;  hundióse 
serena  la  luna  y  por  fin  el  poderoso  sol  inundó  de  luz  la  lla- 
nura lanzando  atrás  los  confínes  del  horizonte.  Entonces  rom- 
pimos el  silencio  y  comenzamos  á  fijar  la  atención  en  nuestra 
caravana:  llevábamos  veinte  caballos,  inclusos  los  que  carga- 
ban el  bagaje  y  provisiones.  Iba  junto  á  nosotros  nuestro 
guia,  el  buen  Matías,  .respondiendo  á  mil  preguntas  en  regu- 
lar castellano,  aprendido  en  el  convente»  de  Jafa. 

Era  Matías  joven  y  de  regular  estatura:  cubrian  su  delga- 
do cuerpo  unos  calzones  sumamente  anchos  de  paño  azul, 
cuyos  pliegues  estaban  recogidos  mas  abajo  de  la  rodilla; 
ceñíale  el  pecho  y  la  espalda  una  chaquetilla  blanca,  cuya 
mayor  parte  desaparecía  bajo  las  vueltas  de  lu  ancha  faja 
pintada  de  vivísimos  colores.  Era  su  calzado  unas  chinelas 


408  LA    VERHAD   CATÓLICA. 

rojaíi  de  punta  ngtida  y  retorcida  y  en  la  cabeza  llevaba  4*1 
fcii  6  gorro  tunesino  Aé  púrpura  con  larga  borla  azul-  Sobre 
este,  para  guareceríie  del  boU  usaba  eí  ktfie,  pafiulon  pintado 
de  líita3  verdes,  amarillas  y  rojast  que  se  sujeta  con  una 
cuenla  de  piel  de  camello  alrededor  de  la  cabeza,  y  una  de 
cuyas  puntas  se  hace  pa^ar  por  debajo  déla  barba.  Comple* 
taban  el  pintoresco  arreo  de  Matfai  dos  bandas  de  cuero  y 
eeda  que  se  cruztibau  en  el  pecho  y  sostenían,  la  primera 
una  carabina  corta ^y  la  otra  una  afilada  cimitarra- 
Al  frente  de  la  caravana,  con  paso  igual  y  firme,  cami  na- 
ba un  negro  abistnio,  llamando  la  atención  de  todos  por  la 
bizarría  de^u  continente,  la  pure^^^a  de  gus  facciones  cauca 
aicas  y  La  soltura  y  vigor  de  su  musculaturai  mal  cubierta 
bajo  una  Untada  manta  echada  con  descuido  sobre  el  ham- 
bro. 

Poco  después  de  la  salida  del  sol  vimos  aparecer  en  direc- 
ción de  Jafa  otra  caravana  mai  numerosa  que  la  nuestra: 
pronto  nos  alf^anzaron  y  reconocimos  á  nuestros  compañeros 
de  viaje  á  bordo  del  vapor  que  no»  habia  dejado  en  Jafa.  Jun- 
tas las  dos  caravanas,  ofrecían  un  raro  contraste  de  traje»  y 
fisonomías. 

El  guia  de  la  segunda  caravana  era  un  joven  armenio  que 
diestramente  regia  un  caballo  bayo.  Blanco  era  el  de  Matías 
y  conio  de  raza  árabe,  un  tanto  chico,  pero  de  buenas  pro- 
porciones, ancas  bien  repartidas,  airosa  cabeza,  robusto  cue- 
llo. Por  casi  todo  su  cuerpo  cruzaban  anchas  fajas  de  seda 
y  algodón  con  mucha  borla  y  mucho  fleco,  que  flotaban  al 
menor  movimiento  del  generoso  bruto.  Como  es  muy  co- 
mún entre  los  árabes,  era  el  caballo  el  mas  valioso  artículo 
de  la  fortuna  de  Matías,  y  solo  éste  habia  oprimido  su  lomo. 
Orgullosos  ambos  guias  con  sus  caballos,  hacíanlos  lucir 
delante  de  todos;  y  cuando  llegamos  al  llano  de  Ramla,  hi- 
cieron las  evoluciones  árabes  conocidas  con  el  nombre  de 
djeriJí,  El  armenio  blandiendo  una  lanza,  y  Matías  remoli- 
neando su  corvo  alfanje,  ungieron  un  reñido  combate  en  que 
demostraron  su  agilidad  v  la  destreza  en  el  manejo  del  ca- 
ballo. 

Al  cabo  de  tres  horas  de  viaje  llegainos  á  Kamla,  donde 
hay  un  convento  español;  y  fuimos  recibidos  por  sus  (ios  re- 
ligiosos con  los  mismos  extremos  (pie  habían  hecho  los  de 
Jafa.  Cuando  vol vitóos  á  fnontar,  el  sol  se  acercaba  á  la  mi- 
tad del  cielo  y  sus  ardientes  rayos  hacian  una  arena  de  fuego 
•  de  la  llanura,  donde  la  tierrí^,  árida  se  niega  á  producir,  y 
donde  solo  á  muy  largas  distanr^jas  se  halla  algún   miserable 


I 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  409 

inaDantial  6  impura  cisterna  para  apagar  la  sed  abrasadora. 
Largas  nos  parecieron  laslioras  durante  las  cuales  la  atrave- 
samos; pero  no  quisimos  detenernos  hasta  llegar  á  guarecer- 
nos A  la  sombra  de  las  montañas.  Sobre  una  de  estas  vimos 
un  montón  de  ruinas,  llamadas  aldea  de  Atrum,  patria  del 
ladrón  que  murió  arrepentido  y  perdonado  al  lado  de  la  Cruz 
de  Jesucristo,  Las  ruinas  pertenecen  á  la  antigua  Emmaús, 
donde  el  Hijo  de  Dios,  radiante  con  la  gloria  de  la  resurrec- 
ción, se  apareció  á  dos  de  sus  discípulos  para  instruirlos  y 
darles  el  mas  precioso  de  los  sacramentos. 

**Y  estando  juntos  á  la  mesa,  tomó  el  pan  y  le  bendijo,  y 
habiéndole  partido  se  le  dio.  Con  lo  cual  se  les  abrieron  los 
ojos,  y  le  conocieron;  mas  él  de  repente  desapareció  de  su 
vista"  (1). 

Pasada  Emmaús,  encontramos  una  aldea  árabe  con  todo 
el  carácter  de  una  población  primitiva:  los  habitantes  nos 
miraban  azorados;  asomando  la  cabeza  por  el  agujero  que  sir- 
ve de  puerta  á  las  casas.  Eran  estas  de  tierra,  y  sobre  el  te- 
cho redondo  se  balanceaba  perezoso  el  humo  del  hogar. 

A  eso  de  las  tres  de  la  tarde  hizo  alto  la  caravana  al  pié 
de  una  loma  sembrada  de  antiguos  olivos  y  bañada  por  las 
aguas  de  un  puro  y  fresco  manantial.  £1  cuadro  que  enton- 
ces se  ofreció  á  nuestros  ojos  era  de  una  novedad  extraordi- 
naria: los  peregrinos,  tendidos  en  todas  direcciones,  fumaban, 
dormian,  ó  escribían  mientras  los  cria<los  desempapelaban 
trastes  y  víveres  para  preparar  la  comida  junto  á  una  hogue- 
ra donde  hervía  el  café.  Los  múcaros  y  el  abisinio  formaban 
un  grupo  aparte,  y  sentado.'*  á  su  modo  sobre  pintada*  man- 
tas, se  entregaban  á  los  placeres  de  la  pipa  y  el  narguiU. 
Amontonados  al  pié  de  un  olivo  yacían  los  equipajes  y  las 
armas;  y  bajo  las  ramas  de  otros  se  apiñaban  en  caprichoso 
grupo  los  caballos  para  huir  de  los  rayos  del  sol. 

Poco  duró  este  delicioso  descanso;  y  de  nuevo  nos  vimos  en 
camino,  subiendo  por  una  alta  y  pedregosa  cuesta,  cuyo  tri- 
llo angosto  y  serpenteado  hizo  que  la  caravana  se  extendiese 
de  un  modo  pintoresco  sobre  la  falda. 

Cruzando  valles  y  subiendo  y  bajando  cuestas  anduvimos 
toda  la  tarde  por  los  montes  de  la  judea. 

Ya  el  sol  se  había  puesto  cuando  por  íin  nos  anunciaron 
la  última  cuesta.  jJeruHalen  se  acerca!  Delante  de  nosotros 
desvanecíanse  las  sombras  del  valle  con   bellísima  armonía. 


(1)    S.  Lúcaí,  XXIV. 

Vil.— 52 


410  LA  VEBDAD  CATÓLICA. 

perdiéndose  en  las  cimas  de  los  montes  donde  la  débil  luz 
del  crepúsculo  alumbraba  todavía. 

Cuando  llegamos  á  lo  alto  ya  era  de  noche.  Mas 'que  con 
los  ojos  con  ei  corazón  trataba  yo  de  ver  entre  las  sombras. 
De  repente  vi  á  los  otros  peregrinos  que  iban  delante  de  mí, 
saltar  del  caballo  y  postrarse  en  tierra. 

Las  sombras  de  la  santa  Ciudad  se  dibujaban  vagamente 
en  el  horizonte. 

Besé  la  tierra  de  rodillas  y  bendije  á  Dios  con  lágrimas 
de  agradecimiento. 

Y  era  un  espectáculo  grande,  solemne  ver  tantos  hombres 
de  regiones  diferentes  de  la  tierra  y  de  distintas  creencias, 
postrados  todos  ante  la  ciudad  del  Calvario. 

Eusebia  Quitirai. 


JESÚS  CRUCmCADO. 


Ya  del  madero  de  la  cruz  pendiente. 
Her.ho  el  escarnio  de  la  plebe  impía, 
Ve  Jesús  acercarse  su  agonía, 
Salir  el  alma  de  su  cuerpo  siente. 

Tristes  sus  ojos,  pálida  su  frente. 
Débil  la  voz  dirígese  á  María, 
Haciéndola  saber  que  allícumplia 
La  voluntad  del  Padre  omnipotente! 

Del  pavoroso  Góigothaen  la  altura 
El  cadalso  fué  el  trono  de  su  gloria, 
No  el  infame  suplicio  del  malvado! 

Libertada  fué  en  él  la  criatura 
Al  anunciar  del  cielo  la  victoria 
La  sangre  de  Jesús  crucificado! 

Antonio  Enrique  de  Zafra. 


LA  VBRDAD   CATÓLICA.  411 


LA  EDOCACION  RELIGIOSA.  (I) 


Flor  es  de  divina  esencia 
Y  signo  de  salvación, 
De  Dios  la  santa  creencia 
Unida  á  la  Educación. 


¿Quién  endulza  de  la  vida 
Los  amargos  sinsabores, 
Y  mitígalos  rigores 
De  la  suerte  enfurecida? 
¿Quién  hermosa  y  bendecida 
Es  signo  de  salvación? 
De  Dios  lu  santa  creencia 
Unida  á  la  Educafdon. 

Padres  tiernos  y  amorosos 
Con  mil  afanes  prolijos, 
Imprimid  en  vuestros  hijos 
Sentimientos  generosos: 
Así  los  veréis  dichosos 
Teniendo  en  el  corazón. 
De  Dios  la  santa  creencia 
Unida  á  la  Educación. 

Si  niños  desventurados 
.Con  incauto  ardor  profundo 
En  el  piélago  del  mundo 
Se  lanzan  alucinados: 


(1)  ün  piadoso  é  ilustrado  caballero  se  ha  servido  remitirnos  la  precedente 
eomposieion  poética,  que  debe  ser  cantada  en  coro  por  los  niños  de  la  escuela 
gratuita  de  uno  de  los  pueblos  de  esta  Isla.— CiV.  deiaR.) 


412  LA  VEtlOAD  CATÓLICA, 

De  9ua  pasD8  extraviado» 
Bastará  la  dirección, 
De  Dm  la  sania  creencia 
Unida  á  la  Educación, 

Haced  que  de  su  existencia 
Se  eleven  siempre  á  porfía. 
De  la  virtud  la  ambrosía 

Y  el  candor  de  la  ttioceneia: 
Eatónees  de  su  conciencia 
Limpiará  todo  borrón, 

J}e  Dm  la  mnia  creencia 
Unida  á  la  Educadún. 

Huya  det  vicio  tirano 
La  palabra  engañadora, 

Y  da  BU  senda  traidora 
Los  aparte  vuestra  rnaDo: 

Y  al  árbol  verde  y  lozano 
Dará  vida  y  bendición, 
De  Dios  la  santa  creencia 
Unida  á  la  Ediicaciún, 

Nunca  del  amigo  impío 

Escuchad  por  un  momento 
Ni  el  engañador  acento 
Ni  el  funesto  desvarío: 
Porque  indiferente  y  frió 
Borrará  sin  compasión^ 
De  Dios  la  Santa  creencia 
Unida  á  la  Educación* 

¡Padres!  cultivad  ansiosos 
Vuestros  arbustos  queridos, 
Y  de  BUS  ramos  floridos 
Cogeréis  frutos  preciosos: 
Hijos  tendréis  carifiosoa 
Que  amen  con  fiel  corazón, 
De  Dios  la  santa  creencia 
Unida  á  la  Eduracian^ 

Nutridlos  con  la  doctrina 
Del  Cordero  inmaculado, 
Que  la  mancha  del  pecado 


LA  VBBDAD  CATÓLICA.  413 

Lavó  con  sangre  divina: 
Y  en  BU  moral  peregrina 
Verán  en  sublime  unión 
De  Dios  la  santa  creencia 
Unida  á  la  Educación. 

Sed  vosotros  los  que  ufanos 
Siempre  les  deis  el  ejemplo; 
De  Dios  al  sagrado  templo 
Llevadlos  de  vuestras  manos: 
T  allí  humildes  y  cristianos 
Invoquen  en  su  oración, 
De  Dios  la  santa  creencia 
Unida  á  la  Educación. 

Persuadidles  noche  y  dia 
Con  puro  y  ardiente  celo, 
Que  es  nada  cuanto  en  el  suelo 
Se  juzga  demás  valía: 
Sírvanles  siempre  de  guia 
En  la  humana  confusión. 
De  Dios  la  santa  creencia 
Unida  á  la  Educación 

A.  D. 


FÁBULAS  MORALES. 


Este  es  el  título  de  un  cuarderno  de  78  páginas  que  ha 
llegado  á  nuestras  manos,  impreso  en  el  establecimiento  ti- 

fográfico  calle  de  la  Muralla  n.  82,  y  el  cual  es  obra  de  'D. 
'rancisco  Javier  Balmaseda  Quisiéramos  habernos  ocupado 
de  él  en  su  oportunidad,  pero  no  habiéndonos  sido  posible 
por  no  tener  conocimiento  de  su  publicación,  lo  hacemos 
hoy  aunque  suscintamenté,  por  ser  corto  el  espacio  de  que 
podemos  disponer. 


414  LA   VERDAD  CATÓLICA. 

El  fín  que  se  propone  la  fábula  es  producir  por  medios  in- 
geniosos una  impresión  moral  en  el  ánimo,  para  mostrarle 
una  verdad,  atacar  el  vicio  por  todos  sus  flancos,  herir  de 
muerte  el  error,  elevar  los  sanos  principios  é  imbuirlos  en 
el  corazón.  A  manera  de  una  lluvia  que  prepara  la  tierra  pa- 
ra dar  sus  frutos,  la  fábula  moral,  puesta  en  manos  del  niño, 
le  dispone  para  hacer  fecundasen  su  alma  las  semillas  de  la 
virtud,  llevándole  á  la  formal  detestación  del  vicio  que  el  há- 
bil fabulista  haya  pintado  en  su  horrible  fealdad.  Inclinado 
el  niño  á  esta  clase  de  composición,  debe  hallar  en  ella  un 
poderoso  estímulo  para  seguir  las  buenas  sendas  que  le  tra- 
za el  magisterio,  y  esta  ha  sido,  en  parte,    una  de  las  causas 
que  han  hecho  adoptar  como  lectura  de  texto  en  todos  los 
colegios  las  fábulas  morales,  que  tienen  la  doble  virtud  de 
recrear  y  de  enseñar,  haciendo  evidente  una   verdad  por  la 
narración  de  un  hecho  no  acontecido,  ó  una  bella  y  útil  rea- 
lidad por  una  bien  dispuesta  alegoría.   Las  parábolas  de  Je- 
sucristo mostraban  la  doctrina  celestial  que  predicaba;  y  la 
fábula,  aunque  de  diverso  modo,  corrijecomo  ella  los  yerros 
de  los  mortales,  que  son  como  las  sombras  que  les  impiden 
el  goce  de  la  luz. 

Nec  aliud  quidquam  per  fabellas  quosrüur, 
Quam  corrigatur^  ut  error  mortalium, 

{Fed.proL  lib.  2?) 

Los  que  propenden  áeste  fín  son  dignos  de  recompensa/ 
porque  demuestran  su  celo  por  la  moralización  de  la  juven- 
tud; así  cuando  vemos  una  obra  cuyo  objeto  es  este,  no  po- 
demos menos  de  gozarnos  y  exclamar  ''¡aun  tiene  defensores 
la  moral!  aun  no  se  ha  extinguido  la  lámpara  de  la  fe,  pues 
hay  quien  crea  en  la  moral  y  vea  en  ella  un  faro  luminoso 
en  la  oscura  noche  de  la  vida!"  Una  sociedad  inrfloral  es  un 
cadáver  corrompido  que  infesta  cuanto  le  rodea,  y  por  esto, 
cuando  veamos  que  la  sociedad  puede  agonizar  porque  el 
veneno  del  vicio  y  del  error  corre  por  sus  venas,  debemos 
presentarle  el  antídoto  que  evite  la  muerte  y  la  corrupción 
moral  que  puede  sobrevenirla.  Una  buena  máxima,  un  pru- 
dente consejo,  una  sencilla  fábula  moral  son  suficientes  á  ope- 
rar un  cambio  súbito  y  alzar  del  lecho  de  agonía  al  infeliz  que 
•e  agita  en  él —  Mucho  se  ha  debido  á  las  fábulas  de  Esopo, 
Fedro  y  otros  en  la  antigüedad,  y  á  las  de  La-Fontaine  y 
Florian,  de  La-Mothe  y  Lessing,  le  Iriarte,  Samaniego  y 
otros  en  los  tiempos  modernos;  algún  fruto  se  ha   recogido 


LA  VERDAD  CATÓLICA  415 

y  este  fruto  permanece  y  se  maltiplica  á  la  sombra  de  las  es- 
cuelas.  Sus  fábulas  han  contribuido  no  solo  á  la  moralización 
de  los  jóvenes,  sino  á  desarrollar  su  ingenio  é  ilustrar  su  in- 
teligencia. 

Acuatque  sese  diligens  industria. 

{Fed.  id.  id.) 


Las  fábulas  del  Sr.  Balmaseda  conducen  por  la  aplicación 
de  sus  ejemplos  al  buen  órdeti  y  reforma  de  las  costumbres 
y  ai  progreso  de  las  luces.  En  versos  generalmente  fáciles  y 
con  buenas  imágenes  muchas  veces  desenvuelve  una  idea 
moral  importante,  procurando  no  apartarse  de  las  reglas  de 
la  fábula.  No  carece  de  lunares  la  obrita  del  Sr.  Balmaseda, 
pues  hallamos  en  ella  algunos  versos  débiles,  alguno  que  otro 
asonante  que  debe  ser  un  consonante,  alguna  palabra  impro- 
pia que  pudo  haberse  sustituido  con  otra,  y  otros  defectos, 
hijos  quizás  de  la  ligereza  con  que  se  habrá  deslizado  por  el 
papel  la  pluma  del  autor;  pero  estos  lunares,  atendido  el  con- 
junto de  la  obra  son  unas  leves  sombras  que  desparecen  an- 
te las  bellezas  que  én  ella  se  contienen. 

En  la  página  cuarta  del  cuaderno  de  fábulas  que  nos  ocu- 
pa, se  leen  Tas  siguientes  líneas  que  extractamos  y  pertene- 
cen al  informe  que  acerca  de  ellas  dio  la  Excma.  Inspección 
de  Estudios:  ^^ La  facilidad  de  estilo,  el  tinte  local  con  que  las  ha 
vestido,  y  la  concisión  y  belleza  del  pensamiento  moral  que  cada 
una  encierra,  las  hacen  acreedoras  á  una  recomendación  espe- 
did" Nada  podemos  añadir  á  estas  palabras  en  encarecimien- 
to de  las  fábulas  del  Sr.  Balmaseda,  cuando  en  otro  lugar 
dice  la  misma  Excma.  Inspección  que  ^^las  ere»',  de  suma  utili- 
dad y  dignas  por  todos  títulos  de  recomendarle  su  lectura  y  circu- 
lación en  los  institutos  de  enseñanza. 

Cumpliendo  con  el  deber  de  amantes  de  la  moral,  reco- 
mendamos esta  obra  á  los  padres  de  familia  para  que  la 
Songan  en  manos  de  sus  hijos  y  con  ellas  los  instruyan 
eleitándolos.  No  hallarán  en  ella  un  modelo,  sino  unos 
principios  de  buena  moral  que  solo  tienden  á  formar  el  co- 
razón de  la  niñez:  mas  que  el  mérito  literario  resplandece 
en  ellas  la  noble  idea  que  inspiraba  la  mente  del  autor,  á 
quien  felicitamos  por  haber  arribado  á  un  género  de  compo- 
sición poco  cultivado  en  Cuba  y  que  es  sin  disputa  uno  de 
los  que  mas  debieran  cultivarse.  Aconsejamos  al  Sr.  Balma- 
seda que  no  desmaye,  antes  bien,  con    mayor  esfuerzo  cada 


416 


hÁ  VlfiUÜAO  CATÓLICA. 


dfa  emplee  tía  él  *4U8  buenas  disposiciones  y  avive  en  §u8tíuc 
pfitríotas  el  tmaorá  la  fábulat  hacjeudo  remiltnr  entre  \m  ^ 
Ilezas  literarias  la  imponente  majeatud  de  la  mcinil  jr 
génimaes  preciosoo  de  la  virtud  y  la  verdad. 

Aníimiú   Enrique  de  Zafra* 


SETISTA  RELIGIOSA* 


% 


Noticias  de  roma. — Desgraciadamente  se  confirma  la  no- 
ticia de  haber  apostatado  el  Arzobispo  y  Patriarca  Búlgaro 
José  Sokolski.  Acerca  de  este  particular  escriben  de  Roma 
al  IVrchi  Reorlstcr  de  Londres  que  deseando  Su  Santidad  con- 
solar .1  los  Búlíí;iros  del  gran  pesar  que  les  hu  causado  el 
abandono  de  su  pastor,  |>iensa  nombrarle  un  sucesor  escogipo 
entre  los  miembros  de  la  Propaganda. — El  Diario  de  Roma 
anuncia  la  muerte  del  R.  P.  Besson,  Superior  de  la  misión 
de  PP.  dominicos  en  el  Kurdistan.  El  P.  BeSvSon  era  un  ex- 
celente pintor,  recordando  en  sus  obras  al  Beato  Arjgelicu 
de  Fiesole.  Su  predicación  ern  como  sus  pinturas,  y  el  exte- 
rior de  su  persona  guardaba  perfecta  armonía  con  la  «*ii¡ti- 
cacion  de  su  palabra.  Tan  distinguido  artista  y  celoso  misio- 
nero lia  muerto  eri  lo  mas  florido  de  su  edad, — Una  comisión 
de  teólogos  se  halla  encargada  <iel  examen  de  la  Teología 
llamada  de  Tolosa  (Francia).  El  R.  P. Modena,  de  la  Congre- 
gación del  Iridice,  y  el  Sr.  Ángel is,  profesor  «ie  derecho  ca- 
nónico en  el  Apolinar,  presiden  dicha  comisión.  Sabido  es 
que  la  Compañía  de  S-  Sulpicio  atribuye  cierta  importancia 
á  la  corrección  v  aprobación  deesa  obra  elemental, — Los  in- 
formes recogidos  ]»or  Su  Santidad  acerca  de  Mr.  Mouniq  obis- 
po designado  para  la  Martinica,  no  han  permitido  al  Sumo 


LA  VBKDAD  CATÓLICA.  417 

Pontífice  aceptar  las  proposiciones  del  gobierno  francés,  pre- 
conizándolo en  el  último  Consistorio.  Mr.  Mounqi  ha  ido  en 
Persona  á  Roma  y  ha  tenido  la  honra  de  ser  recibido  por  el 
Padre  Santo,  habiendo  sido  quizá  el  primero  que  haya  re- 
nunciado á  su  elevación.  Puede  uY)o  ser  un  excelente  sujeto, 
y  sin  embargo  no  llenar  los  requisitos  exigidos  por  la  Santa 
Sede  para  el  episcopado. — El  Diario  oficial  anuncia  las  ges- 
tiones hechas  por  los  protoiiotarios  y  el  Cabildo  de  Santa 
María  Mayor  á  Su  Santidad  4  consecuencia  de  la  defección 
del  canónigo  Liverani  (autor  de  un  folleto  contrario  á  la  So- 
beranía temporal  del  Papa,  y  ofensivo  para  la  persona  del 
Pontífice). — El  jueves  11  de  julio  la  Academia  de  la  Religión 
Católica  se  reunió  en  la  gran  sala  de  la  Univeridad  romana. 
Monseñor  Francisco,  conde  Fabio  Montani,  trató  el  asunto 
siguiente:  ''De  las  calumnias  y  acusaciones  contra  el  Sumo 
Pontífice,  reproducidas  ó  imaginadas  en  una  reciente  historia 
de  los  Papas  y  del  pontificado  de  Urbano  VI."  En  la  primera 
parte  de  su  disertación,  el  prelado  se  extendió  largamente 
sobre  dicha  historia,  cuyo  autores  Bianchi  Giovini,  uno  de 
los  enemigos  mas  encarnizados  de  la  Iglesia  católica.— Su  San« 
tidad  se  ha  dignado  nombrar  consultor  de  la  Inquisición  ro-  * 
mana  y  universal  y  de  la  Congregación  de  asuntos  eclesiás- 
ticos extraordinarios  á  Monseñor  Guiseppe  Papardo,  obispo 
in  partibtts  de  Sínope. 


El  cometa  de  san  pedro. — Todavía  recordarán  nuestros 
lectores  con  cuánto  ahinco  procuraron  muchos  dar  nombre 
al  hermoso  cometa  que  últimamente  se  presentó  en  las  re- 
giones del  cielo.  Quién  queria  que  fuese  el  célebre  cometa 
ae  Carlos  V,  al  cual,  por  cierto,  atribuyen  muchos  la  abdi- 
cación del  famoso  emperador,  siendo  así  que  éste  renunció 
la  corona  en  1555  y  el  astro  en  cuestión  apareció  en  1556, 
y  quién  por  fin,  renovando  las  necias  calumnias  de  Arago  y 
otros  sabios,  se  complacía  en  referir  con  motivo  del  cometa 

3[oe  al  terror  inspirado  por  el  de  145ü  uí  Papa  Calixto  III  se 
ebe  la  costumbre  de  tocar  el  Ángelus  al  mediodía.  Hoy  es- 
tá probado  que  semejante  aserto  es  completamente  falso,  se- 
gún podríamos  demostrarlo  citando  el  texto  de  la  bula  del 
Papa  Calixto.  Volviendo,  no  obstante,  al  astro  que  todos 
han  podido  contemplar  hace  poco,  diremos  que  habiendo 
sido  visto  en  Roma  por  primera  vez  el  dia  29  de  Junio  próxi- 
mo  pasado,  se  1^  dio  allí  el  nombre  de  Cometa  de  S.  Pedro. 

VII. — 63 


418  LA  VERDAD   CATÓLICA. 

Este  modo  de  designar  el  nuevo  astro  nos  parece  tan  feliz 
como  cualquiera  otro,  tanto  mas  cuanto  que  por  una  extraña 
coincidencia  los  soldados  pontificios  de  Roma,  al  celebrar  po- 
co antes  el  aniversario  de  la  coronación  de  Pió  IX,  habían 
cantado  los  siguientes  versos: 

Tostó  sorgere  in  cielo  una  stella 
Tullo  il  mando  sfupito  vedrá. 

(No  tardará  el  mundo  asombrado  en  ver  levantarse  una 
estrella  en  el  cielo.)  No  pretendemos  dar  á  este  hecho  una 
importancia  que  no  tiene,  pero  sí  nos  ha  parecido  oportuno 
citarlo  á  propósito  del  Cometa  de  S.  Pedro. 


Mas  sobre  el  consistorio  secreto  del  22  de  juLio.-Nues- 
tros  temores  acerca  de  lo  incompleto  del  acta  del  último  con- 
sistorio, que  damos  en  otro  lugar  del  presente  número,  han 
sido  confirmados  aun  antes  de  haber  recibido  el  texto  oficial. 
En  efecto  en  el  Tabfef  de  Nueva-York  del  17  del  pasado 
leemos  que  Su  Santidad  habia  preconizado  quince  nuevos 
obispos,  á  saber:  seis  franceses  (los  únicos  queda  la  Agencia 
Havas),  dos  españoles  y  siete  sur-americanos. 


Protesta  que  hace  fr.  atilano  melgüizo,  autor  de  la 
obra  titulada:  -'Son  mas  los  que  se  salvan  que  losqük 
SE  condenan." — Creemos  deber  reproducir  la  siguiente  pro- 
testa, publicada  por  su  autor  en  los  periódicos  religiosos  de 
Madrid:  ^^Advertencia. — Después  de  haber  oido  con  singu- 
lar complacencia  á  personas  de  elevado  carácter,  de  superio- 
res conocimientos  y  de  virtud  acreditada,  hemos  conocido  la 
necesidad  y  conveniencia  de  manifestar  expresa  y  terminan- 
temente nuestra  firme  adhesión  á  las  doctrinas  de  nuestra 
madre  la  Iglesia  católica,  apostólica,  romana,  declarando, 
como  formalmente  declaramos,  que  al  poner  en  este  libro  el 
epígrafe  ó  título:  *'  ^on  mas  los  que  se  saloan  que  los  que  se  con- 
denan,^^  no  ha  sido  nuestra  intención  enunciar  ni  proponer 
una  tesis  de  absoluta  certidumbre,  sino  la  de  exponer  laft 
razones  en  que  se  funda  un  i  opinión,  discutible  entre  los 
controversistas  católicos,  que  nos  parece  muy  consoladora 
para  los  cristianos  que  desean  su  eterna  salvación,  habiendo 


LA  VERDAD  CATÓLICA  419 

sido  nuestro  intento,  al  escribir  lo  que  hemos  escrito,  el  de 
alentará  los  nimiamente  temerosos  y  pusilánimes  para  que, 
viviendo  cristianamente,  confíen  en  la  infinita  misericordia 
del  Señor  Dios  nuestro;  el  de  contener  á  los  obstinados  pe- 
cadores en  los  caminos  que  conducen  á  la  desesperación,  na- 
ciéndoles entender  que  con  la  verdadera  penitencia,  el  ar- 
repentimiento de  sus  culpas  y  el  propósito  firme  de  no  vol- 
ver á  pecar,  deben  esperar  de  la  divina  clemencia  el  perdón 
de  sus  pecados,  (>or  muchos  y  enormes  que  ellos  sean,  y  el  de 
hacer  que  todos  se  aparten  del  mal  y  sigan  el  bien.  Decla- 
ramos, ademas,  que,  siempre  adictos  á  \n8  doctrinas  de  los 
Santos  Padres  y  al  común  sentir  de  los  teólogos  ortodoxos, 
jamas  hemos  querido  apartarnos  desús  enseñanzas,  sino  qne 
hemos  procurado  dirigirnos  por  ellas  en  las  obras  religiosas 
que  hemos  dado  á  luz,  podiendo  asegurar  que  si  puede  ha- 
ber errores  en  nuestro  entendimiento  por  nuestras  exiguas 
luces,  ninguna  parte  tiene  en  ellos  nuestra  voluntad,  dispues- 
ta á  confesar  y  defender  la  Religión  católica,  en  cuyo  seno 
queremos  vivir  y  morir  con  los  auxilios  de  la  divina  gracia. 
**Madr¡d  2  de  Julio  de  1861.— Fr.  Atilano  Melguizo:' 


Misiones  franciscanas  en  el  perú. — Los  religiosos 
franciscanos  españoles  de  los  colegios  de  Lima,  Ocopay  Cuz- 
co invitan  á  los  PP.  exclaustrados  de  los  reinos  de  España  á 
tomar  parte  con  ellos  en  el  cultivo  de  aquella  floreciente  mi- 
sión, que  presenta  un  porvenir  halagüeño.  Los  Illmos.  Sres. 
Obispos  Orueta,  deTrujillo,  y  Herrera,  de  Arequipa,  desean 
fundar  otros  colegios  en  sus  respectivas  diócesis,  no  pudien- 
do  realizar  sus  deseos  por  falta  de  religiosos.  En  tal  virtud 
han  enviado  á  la  Península  á  Fr.  Luis  Bieli,  Comisario  de 
Tierra  Santa  en  aquella  república,  autorizándole  para  reunir 
los  PP.  que  tuvieran  vocación  para  empresa  tan  grande  co- 
mo es  la  de  evangelizar  á  aquellas  tribus  salvajes  y  morali- 
zar á  los  fieles  sedientos  de  la  divina  palabra.  Los  religiosos 
que  deseen  tomar  parte  en  tan  santa  empresa,  pueden  diri- 
girse al  mencionado  Fr.  Luis  Bieli,  Calle  de  Santa  Ana  nú- 
mero 21,  piso  segundo,  Barcelona. 


Conversión  al  catolicismo. — El  periódico  inglés  Kerry 
Star  anuncia  como  ocurrida  en  Londres  la  conversión  al  ca- 


LA  V£RDA0  CATÓLICA 


tolici«mo  de  la  duquesa  viuda  de  Sutherliind.  Fuá  recibida 
en  el  seno  de  la  Iglesia  par  el  R.  P.  Faber,  eu  el  Oratorio,  el 
día  á7  de  Jutiio  próximo  pasado,  y  sugun  el  corresponsal  del 
periódica  citado,  fué  vista  en  misa  por  su  iuformante  en  uoíon 
de  1 11  duquesa  de  Buccleugh,  otra  convertirla.  **Este  es  reaU 
mente  un  gran  acontecí  miento  para  el  mutido  católico,  añade 
dicho  corresponsal,  puerto  qtie  una  persíona  tjín  elevada  y  de 
tanto  influjo,  y  que  es  la  mano  derecha  d^  la  reínUf  ba  renun- 
ciado quizá  al  favor  de  Su  Majestad  por  abrazar  la  verdad/" 
Debemos  agregar  qqe  el  London  Univental  NewA  confirma  la 
noticia  anterior- 


El  ultimo  cesso  de  Irlanda  bajo  el  pükto  de  vista 
RELioroso. — Del  censo  de  la  población  de  Irlanda,  hecboy 
presentado  al  Parlamento  inglés  en  el  presente  año,  se  des- 
prenden los  guarismos  siguientes: 

Provincias.     Habitantes  en  1861.     Protestantes.     Católicos.       Presbiterianos. 


Leinster...  l,4;59.r.í)(i  171/2;M  l,'24r>.-2.-'>3  10,911 

Munster...  l,r)0:i;iUÜ  76,t>!)¿  1.410,171  3,6.<) 

Ulster....  I,910,4ü8  390,130  963,0^7  r>l],371 

Connaught.  911.339  40.r)05  8G4.472  3,023 


Total...  5,704,543  078,001         1,490,583  52í^.9i)2 

Advertencias. — Bajo  el  nombre  de  Protestantes  figuran  en 
esta  lista  los  miembros  de  la  religión  del  Estado. — Los  66,307 
habitantes  restantes,  hasta  el  completo  de  los  5,704,543,  cor- 
responden á  otros  varios  cultos,  como  Judíos,  Mormones,  &c. 


Octavo  aniversario  secular  de  la  consagración  de 
LA  CATEDRAL  DE  SPIRA  (alemania). — El  15  de  Agosto  próxi- 
mo pasado,  dia  de  la  Asunción  de  la  Santísima  Virgen,  debe 
haberse  celebrado  en  Spira  el  octavo  aniversario  secular  de 
la  consagración  de  la  iglesia  catedral  de  dicha  ciudad.  A  tan 
imponente  ceremonia  debió  asistir  un  gran  número  de  pre- 
lados, entre  otros  el  Arzobispo  de  Colonia,  los  obispos  de 
Bamberg,  Wurzbourg,  Maguncia,  Tréveris,  y  Strasburgo. 
Con  motivo  de  la  liesta  se  habrá  celebrado  una  exposición  de 


LA  VKBDAD  CATÓLICA  421 

reliquias,  objetos  destinados  al  culto,  etc.  que  duraría  ocho 
días  y  en  la  cual  tomarían  parte  laa  diferentes  regiones  de 
Alemania. 


HONOBBS  CONCEDIDOS  AL  ABATE  MIGNK  POR  LA  UNIVERSI- 
DAD DB  wuBZBODRa  (bavibra). — El  sabio  sacerdote  católico 
abate  Migne,  editor  del  Curso  completo  de  Teología  y  de  la 
Patrología  (obra  esta  última  de  que  nos  ocupamos  hace  po- 
co) ha  sido  nombrado  doctor  en  Teología  de  la  Real  y  Pon- 
tificia Universidad  de  Wurzbourg,  en  Baviera,  por  sus  impor- 
tantes publicaciones  en  general,  y  particularmente  por  las 
dos  que  dejamos  mencionadas. 


Importante  decisión  del  tbibunal  de  casación  en  bél- 
gica.— Este  supremo  Tribunal  acaba  de  decidir  que  no  hay 
motivo  para  perseguir,  con  arreglo  á  las  leyes  belgas,  á  la  aso- 
ciación llamada  del  Dinero  de  S-  Pedro.  Sabido  es  que  los  tri- 
bunales de  Bélgica  trataron  de  impedir  hace  algún  tiempo  el 
establecimiento  de  dicha  asociación  fundándose  en  que  tedia 
por  objeto  hacer  colectas  para  remediar  alguna  necesidad, 
cosa  no  permitida  en  aquel  pais  sin  previa  autorización  del 
Gobierno.  Los  jueces  del  tribunal  de  casación  fundan  su  fa- 
llo, favorable  á  la  Asociación,  en  que  esta  tiene  por  objeto  la 
reunión  de  cierto  número  de  individuos  para  proporcionar 
recursos  á  una  causa  que  creen  moral  y  religiosamente  justa, 
siendo  asf  que  la  ley  solo  prohibe  esas  colectas  cuando  se  ha- 
cen sin  previa  autorización,  á  fin  de  evitar  los  abusos  que  pu- 
dieran cometerse.  Todos  los  católicos  han  aplaudido  la  re- 
ciente decisión  del  tribunal  de  casación  de  Bruselas. 


El  r.  p.  de  8MET. — Este  célebre  misionero  que  durante  un 
gran  número  de  años  ha  estado  consagrado  á  evangelizar  á 
los  indios  de  la  América  del  Norte,  y  á  quien  el  mismo  go- 
bierno de  los  Estados-Unidos  tiene  dadas  pruebas  de  confian- 
za por  los  servicios  que  en  diferentes  ocasiones  le  ha  prestado, 
se  bailaba  últimamente  en  Nueva-Tork,  según  parece  para 
asuntos  relativos  á  su  misión. 


429  LA  VERDAB  CATÓLICA. 

Las  HBUMANAB  DE  LA    CARIDAD    EX  EL    IIOÍIPITAL   MILIT^I  _ 

DE   RiCHMOND. — Una  Hermana  de  la  Caridad  en  carta  en-' 

crita  desde  Riclimond  á  algunofl  amigos  de  Baltimore  hace 
la  aiguietite  relación  de  au  vida  de  hospital,  y  suministra  ta 
prueba  de  qup  íoi  heridos  de  amboa  ejércitoa  beligeraotes 
del  vecino  país,  hoy  al  cuidado  de  las  Hermanas,  son  aten- 
didas con  igual  ternura:  "Decid  á  —  que  puede  pertNHralgy- 
nm  vecea  que  me  está  viendo  al  lado  de  los  herid ost  en  el 
hospital  militar  que  se  halla  á  nuestro  cargo.  El  Dr.  Bell  Gi- 
bison,  anteriormente  de  Baltimore,  estí  al  frente  de  dicho 
hospital,  pudiendo  difícilmente  encoíjtrarfie  una  persona  maa 
bondadosa  para  con  nosotras,  Eete  es  un  vasto  campo  para 
el  ejercicio  de  la  caridad  y  de  la  crrujfa,  ¿Qué  diría  mi  buen 
hermanoi  si  me  viese  curando  Im  heridas  producidas  por  las 
balaeí?  Encuentro  que  es  cosa  inapreciable  hoy  para  raí  el 
haber  tenidn  que  sobrellevar  mis  propios  padecimientos*  tan- 
to para  hacerme  compadecer  los  sufrimientos  ágenos,  como 
para  ser  mas  experta  en  hacer  cataplasmas  y  curar  heridas 
de  io  que  de  otro  modo  sona;  a-^i  v*mo.^  que  todo  ocurre  pa- 
ra bien. —  Nuestros  soldados  parecen  todos  satisfechos  y 
agradecidos  por  los  cuidados  que  se  les  prodigan.  ...  En  el 
hospital  tenemos  á  ía  vez  muchos  de  nuestros  valientes  del 
Sur  y  tfvmbien  soldados  del  Norte.  Pobre  gente,  la  compa- 
dezco; pues  debe  sufrir  mucho,  y  yo  creo  que  muchos,  mu- 
chísimos habrán  dejado  tras  sí  familias  afligidas." 


CRÓNICA  LOCAL. 


Prncmnn  de  la  Tutelar  en  Gaanahacoa.  ^FA  domincro  25 
del  pasado  se  voriíicó  por  fin  la  procesión  solemne  que  anual- 
mente hacen  los  cristianos  vecinos  de  Gruanabacoa  á  su  ex- 
celsa Patrona,  Nuestra  Señora  de  la  Asunción,  el  15  de  Agos- 
to, pero  que  este  año  no  pudo  tener  lugar  el   referido  dia  á 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  423 

consecueDcia  del  mal  tiempo.  Nada  perdió,  sin  embargo,  de 
su  esplendor  esa  religiosa  solemnidad  por  haberse  demorado 
algunos  días.  En  efecto,  un  numeroso  concurso,  tanto  de 
vecinos  de  la  villa  como  de  personas  llegadas  de  esta  capi- 
tal, contribuyó  á  dar  mayor  realce  al  acto.  Figuraba  en  es- 
te una  orquesta  de  instrumentos  de  cuerda,  y  una  banda  mi- 
litar, marchando,  si  la  memoria  nos  es  fiel,  un  piquete  de  in- 
fantería, otro  de  voluntarios  y  cerrando  la  procesión  otro  de 
caballería.  Ademas  de  la  cruz  y  ciriales  de  la  parroquia,  iban 
los  de  la  iglesia  de  Santo  Domingo  de  la  misma  villa  y  va- 
rios estandartes.  En  cuanto  á  las  sagradas  imágenes,  la  del 
Patriarca  San  José  precedía  á  la  de  la  Santísima  Virgen, 
cuyos  brazos  elevados  á  lo  alto  parecían  implorar  copiosas 
bendiciones  para  la  piadosa  villa  puesta  bajo  su  custodia  y 
protección.  Era  ya  entrada  1a  noche  cuando  regresó  la  pro 
cesión  á  la  iglesia  parroquial. 


Fiesta  solemne  á  S.  José  de  ('alasanz. — Ya  que  de  la  veci- 
na villa  de  Guanabacoa  nos  ocupamos,  no  queremos  dejar  de 
mencionar  la  función  solemne  con  que  los  RR.  PP.  Escola- 
pios celebraron  en  su  iglesia  de  S.  Francisco,  el  27  del  mes 
último,  al  fundador  de  su  orden,  S.  José  de  Calasanz.  Ador- 
nado el  altar  mayor  con  todo  gusto  y  esplendidez,  lucía  en 
él  la  imagen  del  santo.  Ofició  de  pontifical  el  virtuoso 
y  venerable  Sr.  Arzobispo  de  Méjico,  figurando  entre  los 
sacerdotes  que  le  auxiliaban  en  el  desempeño  de  las  sagradas 
funciones  el  Sr.  Secretario  de  Cámara  y  Gobierno  de  este 
Obispado,  Monseñor  D,  Pedro  Sánchez.  A  su  debido  tiempo 
subió  á  la  cátedra  del  E-^píritu-Santo  el  Pbro.  D.  Juan  Bau- 
tista Rivas,  quien  en  un  elocuente  discurso,  cuyo  texto  fué 
este  del  Salmista:  Tibí  derelicfus  est  pauper;  orphano  tris  ad- 
jutor —  hizo  ver  al  escogido  auditorio  la  admirable  vocación 
y  obras  estupendas  de  S.  José  de  Calasanz.  Feliz  estuvo  el 
Sr.  Pbro.  Rivas  en  todo  su  discurso,  pero  cuando  mas  con- 
movió á  sus  oyentes  fué  al  implorar  la  mediación  del  santo 
fundador  del  instituto  de  las  Escuelas  Pías  en  favor  de  nues- 
tro Santísimo  Padre  Pió  IX,  de  nuestra  augusta  Soberana 
D?  Isabel  II,  del  ilustre  Prelado  que  oficiaba  en  aquella  so- 
lemnidad, lejos  de  su  diócesis  y  apartado  de  su  querida  grey, 
y  por  último  en  favor  de  todas  las  autoridades,  así  civiles  co- 
mo eclesiásticas  y  militares,  que  rigen  los  destinos  de  esta 
isla. — Concluida  la  misa  y  dadas  gracias  por  el  Illmo.  Sr.  Ar- 


424  LA   VERDAD  CATÓLICA. 

zobíspo,  casi  toda  la  concurreocia  acudió  á  la  entrada  de  la 
sacristía  para  tener  la  satinfacctoa  de  besar  el  anillo  del  ilus- 
tre Prelado, 


Obra  devota. — Una  persona  respetable  de  esta  capital   ha 
tenido  la  feliz  idea  de  verter  &  nuestro  idioma  la  obrita  que 
con  el  título  de  Aspiraciones  á  las  sagradas  Llagas  de  Nuestro 
Señor  Jesucristo^  escribió  en  francés  el  R.  P.  José  María  de 
Géramb,  religioso  déla  Trapa.  Según  se  nos  ha  informado, 
el  traductor  ha  querido  hacer  una  buena  acción  dedicando 
el  producto  de  su  trabajo  al  alivio  de  los  pobres  que  socor- 
re la  Conferencia  de  S.Vicente  de  Paul  del  Sagrado  Cora- 
zón de  María.  Las  señoras  que  componen  dicha  Conferencia 
harian  bien,  á  nuestro  ver,  en  fijar  un  punto  donde  pudiesen 
los  que  quisieran  adquirir  la  obrita  del  P.  de  Gléramb,  cuya 
traducción  va  precedida  de  la  siguiente  breve   introducción: 
"Tan  luego  como  hubimos  leido  el  devoto  ejercicio,  objeto 
del   presente  librito,  que  con    tanto  fervor,   tanta  unción  y 
tanta  ternura  escribió  en  francés  el   Reverendo  l^adre  José 
María  de  Géramb,  determinamos  su  versión  al  castellano  pa- 
ra el  uso  de  los  fieles  quienes,  no  dudamos,  encontrarán  eo 
su  piadosa  lectura  uno  de  los  modos  mas  eficaces  de  lograr 
una  buena  contrición  antes  de  llegarse  al  Santo  Tribunal  de 
la  Penitencia,  único  medio  de  obtener  la  naoiision  de  sus 
culpas.— E,  T.'' 


Errata. — Una  cometimos  en  nuestro  número  anterior,  ques 
aunque  fácil  de  advertir,  no  queremos  dejar  pasar  desaperci- 
bida. Al  dar  cuenta  de  un  acto  académico  celebrado  en  el 
Real  Colegio  de  Belén,  dijimos  por  equivocación  que  dicho 
acto  habia  tenido  lugar  el  día  10  del  pasado;  entiéndase  que 
fué  el  domingo  4. 


Domtaffo  15  de  Setiembre  de  iS61. 


SECCIÓN  RELIGIOSA. 


CIRCULAR 


MrlgUU  i^r  el  Hislttcrlo  de  firaeia  y  Justicia  á  los  srcs.  OMapos  de  la 
PcaiBMila,  con  netlve  de  la  nocva  circmiscripcion  de  diócesis  á  que  lu 
éc  i^rtfedcrsc  con  arrc^U  al  Concordato  do  ISftl  y  convenio  adicional. 


Ministerio  de  okacia  y  justicia. — negocios  Eclesiásticos, 
Negociado  1?. — Circular. 


ONSflÍNTE  el  gobierno  en  su  propósito  de  llevar  á 
efecto  las  e'stipulaciones  consignadas  en  el  Concor- 
dato de  1851  y  convenio  adicional,  á  medida  qne  las 
circunstancias  lo  vayan  perniitiendo,  cree  llegadas  las 
de  proceder  á  la  nueva  circunscripción  de  diócesis. 
Nadie  mejor  que  V. ..,  que  diariamente  estará  tocan- 
do los  inconvenientes  que  ofrece  la  actual  para  el  buen  ré- 
gimen y  gobierno  de  la  suya,  comprenderá  la  oportunidad 
de  esta  resolución.  Pero  su  importancia  y  grave  trascenden- 
cia, las  delicadas  consideraciones  que  deben  tenerse  presen- 
tes antes  de  tocar  una  organización  consagrada  por  el  pres- 
tigio de  tantos  siglos,  dan  á  conocer  con  cuántü  circunspec- 
ción, con  qué  esmerada  diligencia  debe  caminarse  para  no 
incurrir  en  dificultades  mayores  que  las  que  se  pretenden 
evitar.  Varios  han  sido  los  trabajos  hechos  con  este  objeto 
en  los  últimos  años;  obstáculos  imprevistos  no  permitieron 
llevarlos  á  completa  sazón,  ppntribuyei^do  ademas  las  vicv 

VII. — 54 


426  LA  VRRDAD  GATÓUCA. 

situdes  por  que  la  nación  ha  pasado,  á  que  no  se  sacara  de 
ellos  el  fruto  que  debiera  prometerse.  Para  suplir  su  falta,  y 
que  pueda  utilizarse  lo  poco  que  resta  en  la  forma  mas  apro- 
piada, completándolos  con  otros  de  que  también  se  carece, 
y  cuyo  resultado  no  ha  de  ser  menos  provechoso,  la  Reina 
(Q.  D.  G.)  se  ha  servido  disponer  signifique  á  V su  vo- 
luntad, de  que  á  la  brevedad  que  consiente  lo  delicado  de  la 
operación,  devuelva  Y . . . .  á  este  ministerio  el  estado  que 
adjunto  le  acompaño,  llenas  sus  casillas  con  la  mayor  escru- 

[>ulosidad.  En  ía  primera  columna  deberá  V anotar  los 
imites  que  hoy  terminan  esa  diócesis,  expresándolos  con  sus 
nombres  propios,  ora  consistan  en  accidentes  naturales,  co- 
mo arroyos,  ríos,  montes  6  valles,  ora  en  signos  convencio- 
pales,  como  caseríos,  lugares  ó  pueblos.  Este  trabajo  es  la 
base,  el  cimiento  sobre  que  ha  de  estribar  todo  lo  que  ha  de 
hacerse  después.  Y  esta  sola  consideración  será  suficiente 
para  que  V. ...  comprenda  qué  privilegiada  atención  debe 

K restarle.  Pero  no  basta  esto;  una  relación  sucinta  de  nom- 
res  no  alcanzará  muchas  veces  á  hacer  formar  idea  adecuada 
de  lo  que  se  intenta  saber.  Por  eso  deberá  V. . . .  acompa- 
ñarla de  cuantas  observaciones  estime  conducentes  al  efecto, 
siendo  preferible  el  exceso  de  ilustración  á  lo  diminuto  de 
las  noticias.  Muy  útil  será  también  que  V. . . .  formule  to- 
das las  que  le  ocurrieren  sobre  sus  ventajas  6  inconvenientes, 
poniendo  de  manifiesto,  con  el  conocimiento  que  la  experien- 
cia le  habrá  sugerido,  unas  y  otros.  Al  anterior  estado,  es 
también  la  voluntad  de  S.  M.  que  agregue  V •  otro  tra- 
bajo en  que  presente  la  nueva  circunscripción  que  en  con- 
cepto de  V .  oyendo  si  le  pareciere  necesario  4  su  cabildo, 

deba  darse  á  esa  diócesis,  describiendo  sus  nuevos  términos 
con  la  misma  claridad  y  distinción  con  que  habrá  expuesto 
los  actuales,  expresando  8u  extensión  superficial  en  leguas 
cuadradas,  su  población,  y  la  distancia  á  q<ie  se  hallare  de  la 
capital  diocesana  la  parroquia  mas  distante  de  la  misma.  Es 
de  desear  que  siempre  que  las  necesidades  religiosas  y  la 
conveniencia  física,  fundada  en  la  topografía  del  terreno,  lo 
permitieren,  esta  división  se  acomode  á  la  civil  de  las  pro- 
vincias. Y  también  debe  aspirarse  á  que,  tomándose  en  cuen- 
ta la  última  de  dichas  circunstancias,  y  la  de  los  medios  de 
comunicación  existentes  y  probables,  se  fije  el  número  de  al- 
mas de  manera  que  se  equiparen  en  lo  posible  las  diócesis, 
facilitando  el  trabajo  de  sus  Pastores.  Para  el  mejor  desen- 
volvimiento de  estas  indicaciones  y  mas  completa  explicación 
ue  lodo   lo  que  es  de  tener  presente  en  asunto  tan  delicado. 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  427 

S.  M.  verá  cod  satisfiguscioa  que  V acompañe  á  su  proyec- 
to cuantas  observaciones  juzgue  dignas  de  ser  apreciadas,  así 
para  demostrar  su  conveniencia,  como  para  esclarecer  y  po- 
ner de  manifiesto  todos  sus  pormenores.  S.  M.  no  cree  nece- 
sario inculcar  á  V el  alto  interés  que  va  unido  á  una 

operación  de  esta  especie,  ni  excitarle  á  que  se  consagre  á 
ella  con  todo  el  empeño  que  su  importancia  exige.  Se  lison- 
gea  con  la  idea  de  que  V lo  comprenderá  inmediata- 
mente, 7  se  decidirá  sin  mas  estfmulo  á  dedicarse  á  la  parte 
que  es  llamado  ú  desempeñar,  con  todas  las  condiciones  que 
su  perfecta  ejecución  reclama.  V  — .  se  hará  acreedor  al 
especial  aprecio  de  S.  M.  y  á  la  gratitud  del  país  si  llegare 
al  grado  que  de  su  celo,  patriotismo  y  religiosa  piedad  es  de 
esperar.  Por  último,  á  fin  de  que  no  se  pierda  momento  en 
utilizar  los  trabajos,  me  manda  S.  M.  decir  á  Y que  pue- 
de remitir  cada  uno  de  los  dos  que  se  le  encomiendan  luego 
que  lo  tuviere  concluido,  sin  esperar  el  envío  simultáneo  de 

ambos,  si  V no  lo  creyese  necesario  4)ajo  algún  punto 

de  vista  especial. 

De  real  orden,  comunicada  por  el  Señor  ministro  de  Gra- 
cia y  Justicia,  lo  digo  á  Y . . . .  para  su  inteligencia  y  cum- 
plimiento, debiendo  Y acusar  el  recibo  de  esta  comuni- 
cación. Dios  guarde  á  Y muchos  años. 

Madrid  29  de  Junio  de  1861. — El  Subsecretario, — Anto- 
nio Casanova. 

Sr.  Obispo  de 


428  LA  VKBDAD  CATÓLICA . 

nUERTE 
del  R.jP.  Joa^Bln  fentora  de  RáoUca. 


De  nuevo  tenemos  que  ocuparnos  del  R.  P.  Ventura  de 
Ráulica,  pero  esta  vez  para  anunciar  su  muerte,  ocurrida  en 
la  ciudad  de  Versallesel  2  de  Agosto  próximo  pasado.  Nues- 
tros lectores  saben  ya  con  qué  cristianas  disposiciones  se 
preparó  á  comparecer  ante  su  Dios  y  Señor  el  célebre  reli- 
gioso Teatiuo,  cuya  elocuente  voz  se  habia  dejado  oir  así  en 
el  pulpito  de  la  basílica  de  S.  Pedro,  en  Roma,  como  en  los 
de  las  iglesias  de  Sta.  María  Magdalena  y  de  S.  Luis  d'  An- 
tin  en  Paris;  el  orador  sagrado  de  quien  dijo  el  Papa  Gre- 
gorio XVI  que  era  el  hombre  mas  sabio  de  Ropia,  añadien- 
do: "Tenemos  sin  duda  teólogos,  apologistas  de  la  religión» 
filósofo»,  publicistas,  oradores  y  literatos  distinguidísimos; 
pero  solo  el  P.  Ventura  es  todo  eso  á  la  vez."  Y  sin  embar- 
go, el  mismo  hombre  de  quien  hizo  semejante  elogio  un  ¡lus- 
tre Pontífice,  el  que  predicando  en  un  idioma  que  no  era  el 
suyo  mereció  que  refiriéndose  á  él  dijese  el  elocuente  orador 
Mr.  Berryer:  "Acabo  de  oir  á  S.  Pablo  hablando  al  areópa- 
goy  conmoviendo  con  su  acento  extrangero  todos  los  áni- 
mos, y  los  corazones  todos,"  ha  fallecido  sin  que  su  muerte 
llamara  la  atención,  y  sin  que  á  su  entierro  asistiera  sino  un 
corto  número  de  miembros  de  su  orden  y  algunos  amigos. 
En  efecto  en  una  carta  escrita  desde  Paris  leemos  lo  siguien- 
te: "Los  PP.  Teatinos,  unos  cuantos  miembros  del  Clero 
secular,  un  periodista  alemán,  y  un, individuo  de  la  prensa 
de  Paris,  componían  el  cortejo  que  seguía  á  su  última  mora- 
da al  hombre  justamente  célebre,  al  profundo  teólogo,  al 
ilustre  orador,  al  sacerdote  cuya  palabra  llegaba  al  corazón 
de  los  grandes  de  la  tierra,  y  hasta  á  oidos  de  los  reyes:  al 
Padre  Ventura,  en  fin." 

A  los  detalles  que  en  el  número  anterior  dimos  sobre  la 
última  enfermedad  del  distinguido  orador  católico,  agrega- 
remos, con  referencia  á  un»  carta  dirigida  desde  Roma  al 
Weekly  Register  de  Londres,  que  el  R.  P.  Ventura,  ademas 
de  implorar  la  bendición  del  Sumo  Pontífice,  hizo  llamar, 
para  que  pasase  á  asistirlo,  á  algún  miembro  de  su  familia, 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  429 

residente  en  l^icilia,  6  á  cualquier  religioso  de  los  de  su  or- 
den. El  R.  P. General  délos  Teatinos,  estimulado  según  se 
dice  por  el  mismo  Padre  Santo,  no  quiso  confiará  otros  tan 
sagrado  deber,  después  de  conocerse  la  imposibilidad  de  ha- 
cer llegar  un  parte  de  Roma  á  Sicilia,  atendido  el  estado  del 
fiaís,  é  inmediatamente  se  puso  en  camino  para  suministrar 
os  últimos  consuelos  á  su  hermano  moribundo.  Los  funera- 
les del  P.  Ventura  tuvieron  lugar  en  Versalles  el  dia  4  de 
Agosto. 

Era  el  P.  Ventura  natural  de  Palermo,  en  Sicilia,  donde 
nació  de  padres  nobles  en  1792:  contaba  pues  69  años  de 
edad  al  ocurrir  su  muerte.  A  los  quince  años  ingresó,  á  rue- 
gos de  8U  madre,  en  el  Colegio  de  la  Compañía  de  Jesús  de 
aquella  ciudad,  no  tardando  en  ser  nombrado  profesor  de  re- 
tórica del  mismo.  Cerrado  aquel  establecimiento,  se  hizo 
miembro  de  la  orden  de  Teatinos,  en  la  cual  se  ordenó  de  sa- 
cerdote. 

El  nuevo  ministro  del  Señor  se  dedicó  á  la  predicación, 
hacia  la  cual  se  sentia  grandes  disposiciones,  distinguiéndo- 
se principalmente  en  las  oraciones  fúnebres,  lo  que  le  valió 
entre  sus  compatriotas  el  nombre  de  Bossuet  italiano.  No  con- 
tribuiria  poco  á  hacerle  conservar  tan  honroso  dictado  la 
obra  que  poco  después  publicó  bajo  el  título  de  Influencia 
dd siglo  XVI,  obra  que  muchos  han  equiparado  á  las  famo- 
sas Variaciones  del  célebre  obiopo  de  Meaux. 

En  1824  habia  llegado  á  tal  extremo  la  fama  del  P.  Ven- 
tura y  la  opinión  de  que  gozaba  entre  los  miembros  de  su 
orden  que  se  le  nombró  Prepósito  General  de  ella.  Distin- 
guíase ademas  de  tal  manera  por  su  saber  que  fué  nombrado 
•  individuo  de  una  comisión  de  censura  juntamente  con  Orio- 
li  y  Michara,  que  después  fueron  cardenales,  y  el  P.  Cape- 
llari,  posteriormente  Papa  bajo  el  nombre  de  Gregorio  XVI. 

Por  la  misma  época  se  le  dio  la  cátedra  de  derecho  ecle- 
siástico, juntamente  con  el  cargo  de  capellán  de  la  Univer- 
sidad de  Roma.  Era  tal  el  crédito  de  que  entonces  disfruta- 
ba en  la  Corte  pontificia  que  habiendo  ocurrido  en  1830  la 
revolución  que  puso  en  el  trono  de  Francia  al  rey  Luis  Fe- 
lipe, al  P.  Ventura  se  debió  el  reconocimiento  de  dicho  so- 
berano por  la  Santa  Sede,  si  no  como  monarca  legítimo,  al 
menos  como  rey  de  hecho. 

En  el  año  de  1828,  es  decir  antes  del  período  á  que  acaba- 
mos de  aludir  en  el  párrafo  anterior,  habia  escrito  el  P.  Ven- 
tura SQ  obra  titulada:  De  m$thodo  Philosophandi,  obra  enca- 
minada á  defender  la  au  ligua  filosofía  cristiana  ó  escolástica, 


430  LA    VERDAD   CAT6uCA. 

y  que  le  malquistó  con  su  antiguo  amigo  el   célebre  abata 
Lammenais. 

Mas  queriendo  el  P.  Ventura  adquirir  un  cooocimieoto 
profundo  de  las  Sagradas  Escrituras  y  los  Santos  Padres,  se 
dedicó  por  largo  número  de  años  á  tan  importantea  estudios, 
después  de  terminados  los  cuales,  en  1839,  publicó  sus  Be- 
llezas déla  Fe.  A  estas  se  siguieron  sus  célebres  predicado- 
nes  en  las  iglesias  de  S.  Andrés  della  Valle  y  de  S.  Pedro  de 
Roma.  Pero  la  mas  célebre  de  las  oraciones  del  P.  Ventura,  la 
que  mas  cimentó  su  reputación  de  orador  católico,  fué  el  pa-  ' 
negfrico  de  O'Connell,  obra  qne  traducida  en  casi  todos  los 
idiomas,  corre  en  manos  de  todo  el  mundo,  y  que  vertió  al 
castellano  un  distinguido  hijo  de  Cuba,  el  actual  Sr.  Conde 
de  Peñalver. 

Posteriormente  pronunció  el  P.  Ventura  su  célebre  discur- 
so sobre  las  víctimas  que  cayeron  en  Viena,  discurso  que 
condenado  mas  tarde  por  la  Safi:rada  Congregación  del  ín- 
dice, lo  fué  también  por  su  autor,  quién  retractó  desde  luego 
cuantas  ideas  hubiese  vertido  en  él  contrarias  á  lo  admitido 
por  la  Iglesia.  Esta  sumisión  filial  del  P.JV^entura  es  uoo  de 
los  rasgos  de  su  vida  que  mas  le  honran,  y  sin  duda  habrá 
compensado  ante  el  eterno  Juez  las  faltasen  que  como  todos 
los  mortales  incurriria  por  otra  parte  el  célebre  orador. 

Al  ocurrir  la  revolución  de  1848,  encontró  esta  al  P.  Ven- 
tura fuertemente  predispuesto  en  favor  de  la  idea  de  una 
gran  Confederación  italiana,  cuya  presidencia  habia  de  darse 
al  Papa.  Todos  convienen  en  que  este  pensamiento,  poste- 
riormente adoptado  por  un  poderoso  soberano,  se  debió  ea 
un  principio  al  célebre  Teatino.  Sea  lo  que  fuere,  la  revolu- 
ción romana  le  cogió  en  la  ciudad  eterna  donde  permaneció 
después  de  la  salida  de  Pió  IX  para  Gaeta.  Bríndesele  la 

Presidencia  déla  Asamblea  Constituyente,  pero  él  la  rehusó, 
oco  antes  de  la  toma  de  Roma  por  los  franceses  abandonó 
el  P.  Ventura  la  capital  del  orbe  cristiano,  trasladándose  á 
la  ciudad  de  Mompeller,  en  Francia,  donde  se  dedicó  al  es- 
tudio del  idioma  de  Bossuet,  y  donde  también  se  dejó  oir 
por  primera  vez  ante  un  auditorio  francés. 

Después  de  haber  residido  por  espacio  de  dos  años  en  Mom- 
peller,  pasó  el  P.  Ventura  á  París,  en  cuya  capital  adquirió 
inmensa  fama  con  sus  predicaciones  en  las  iglesias  de  la 
Asunción,  la  Magdalena  y  S.  Luis  d'Antin,  como  asimismo 
en  la  capilla  de  las  Tullerfas.  La  cita  que  al  principio  de  este 
artículo  hacemos  de  Mr.  Berryer  basta  para  que  se  compren- 
da la  gran  popularidad  que  con  sus  sermones  supo  gran- 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  431 

jearee  en  la  capital  de  Francia  el  R.  P.  Ventara.  Ta  conocen 
naestros  lectores  cuáles  fueron  sus  tJltimos  dias  de  vida  y  las 
disposiciones  que  abrigó  constantemente  durante  su  larga 
agonfa. 

Solo  nos  restaría  dar  una  idea  de  las  numerosas  obras  del 
ex-general  de  Teatinos:  de  algunas  hemos  hablado  inciden- 
talmente  en  el  curso  de  esta  ligera  reseña  histórica.  Para  ocu- 
pamos de  todas  se  necesitarla  mas  espacio  del  que  por  aho- 
ra tenemos  á  nuestra  disposición.  Solo  hemos  querido  dar 
á  conocer  la  pérdida  inmensa  que  acaban  de  sufrir  la  tribuna 
y  las  letras  cristianas.  ¡Dios  haya  acogido  en  su  seno  al  R.  P. 
Ventura!  Beguiescat  in  pace. 

R.  A.  O. 


mSIOHBS  DE  FERNANDO  POO  T  ANNOBON. 

Carta  4el  B.  P.  Sauuirtl,  8.  J.,  al  R.  P.  Proflodal  de  la  CMipaiía  é» 
Jerai   en  BqMiia. 


Creemos  que  nuestros  lectores  verán  con  interés  la  siguien- 
te carta,  en  que  se  da  cuenta  de  un  viaje  verificado  por  su 
autor,  misionero  de  la  Compañía  de  Jesús,  á  la  isla  de  Anno- 
bon,  y  de  lo  que  para  bien  de  las  almas  tuvo  ocasión  de  prac- 
ticar en  dicha  isla. 

Santa  Isabel,  Mayo  29  de  1861. 

Mi  reverendo  padre  provincial:  nada  hay  mas  grato  al  co- 
razón de  un  buen  hijo  como  hablar  con  su  padre,  y  decirle 
sus  cosas;  por  esto,  y  porque  sé  el  interés  con  que  V.  R.  si- 
pie  los  progresos  de  esta  misión,  he  querido  enviarle  la  re- 
acion  del  viaje  que  por  orden  del  padre  superior,  y  con  apro- 


Tac 


432  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

bacion  del  señor  gobernador,  acabo  de  hacer  á  la  isla  de  An- 
nobon,  para  que  nada  ignore  de  cuanto  hacen  sus  hijos  en 
estas  remotas  partes.  No  vaya  V.  R.  á  figurarse  que  las  cosas 
que  voy  á  referir  sean  de  aquellas  que  excitan  el  entusiasmo, 
exaltan  la  imaginación  y  hacen  palpitar  el  corazón  del  que 
las  lee;  son  hechos  sencillos,  humildes;  son  los  primeros  en- 
sayos de  un  bisoño  en  la  carrera  del  apostolado;  y  con  esto 
está  dicho  todo.  Me  embarqué,  pues,  con  uno  de  nuestros^ 
hermanos,  en  la  goleta  de  guerra  Ccres^  con  rumbo  á  aquella 
isla,  y  después  de  una  navegación  feliz,  dimos  fondo  en  uno 
de  sus  puertos  el  23  del  mes  pasado.  No  me  fué  posible  sal- 
tar en  tierra  aquel  mismo  dia,  por  causa  de  un  fuerte  tempo- 
ral de  truenos  y  agua;  pero  quedó  convenido  que  lo  verifica- 
ria  al  siguiente,  y  que  por  primera  vez,  después  de  mucho 
tiempo,  celebraría  en  ella  el  Santo  Sacrificio  de  la  Misa,  y  bau- 
tizaría á  los  párvulos  que  me  presentasen,  y  á  los  adultos  que 
hallase  suficientemente  instruidos.  A  la  mañana  siguiente, 
no  bien  habia  amanecido,  cuando  empezaron  á  rebullirse  en 
la  rada  multitud  de  botes  y  canoas,  cuyas  tripulaciones  en- 
derezando las  proas  hacia  nosotros,  remaban  á  toda  prisa  en 
dirección  á  la  goleta. 

Eran  los  buenos  isleños,  que  noticiosos  de  nuestra  llegada, 
venian  apresurados  á  darnos   la  bienvenida. 

Iba  en  una  de  aquellas  embarcaciones  el  gobernador  de  la 
isla,  y  en  otra,  el  custodio  de  la  iglesia,  que  los  naturales 
llaman  Cura.  Eran  las  seis  y  media  cuando  el  señor  coman- 
dante y  yo  entramos  en  el  bote,  y  nos  dirigimos  á  tierra,  con- 
voyados por  la  escuadrilla  do  canoas.  íbamos  acercándonos  á 
la  costa,  cuando  de  repente  oimos  el  alegre  son  de  las  cam- 
panas, cuyos  repiques  anunciaban  nuestra  llegada. 

Fué  el  primer  objeto  que  se  presentó  á  nuestra  vista  un 
grupo  de  mujeres,  vestidas  de  blanco,  que  con  cruz  inhiesta^ 
nos  salian  al  encuentro  haciendo  resonar  el  aire  de  sus  fes- 
tivos (iantares. 

En  pos  de  ellas,  y  á  corta  distancia,  iban  dos  hombres  con 
tambores,  sesfuidos  de  una  muchedumbre  de  pueblo,  que  cal- 
culamos en  mil  quinientas  personas  de  todas  edades  y  sexos. 
Saltamos  en  tierra,  y  rodeados  de  aquella  multitud,  loca  de 
contento,  nos  encamiiuirnos  juntos  á  la  iglesia.  El  templo, 
si  bien  bastante  capaz,  no  pudo  contener,  ni  con  mucho,  la 
gente  que  nosseguia. 

No  importa;  los  que  quedaban  fuera  observan  que  la  igle- 
sia tiene  unas  ventanas  que  dan  al  presbiterio,  y  corren  pre 
surosos  á  encaramarse  por  las  paredes.  Tar^  codiciosos  esta- 


LA   VERDAD  CATÓLICA.  433 

ban  todoB  de  asistir  de  cerca  al  Santo  Sacrificio  que  se  iba  á 
celebrar.  Nada  extraño  era  que  con  aquella  novedad,  y  con 
la  alegría  que  les  causaba  visita  tan  inesperada,  hubiera  un 
momento  en  que  aquellos  corazones  esparcidos,  cediendo  á 
las  impresiones  que  recibían,  se  olvidasen  del  lugar  en  que 
estaban,  y  se  oyera  un  murmullo  casi  general;  quién  pregun- 
taba al  otro  lo  que  se  iba  á  hacer;  quién,  cómo  se  llamaba  el 
-  misionero,  de  dónde  venia,  de  dónde  era,  con  otras  mil  y  mil 
ocurrencias  que  es  fácil  adivinar;  pero  poco  bastó  para  que 
la  gente  se  compusiera;  un  gesto  que  hice  fué  suficiente  pa- 
ra imponer  silencio  á  todos,  sin  que  durante  la  misa  volvie- 
ra á  oirse  una  sola  palabra.  Oyéronla  todos  con  la  mayor  de- 
voción y  compostura:  la  mayor  parte  estaban  arrodillados, 
y  hubo  algunos  que  en  las  partes  principales  de  la  Misa  in- 
clinaban el  cuerpo  hasta  tocar  el  suelo  con  la  cabeza. 

Concluido  el  Santo  Sacrificio,  todos  á  porfía  pidieron  que 
bautizase  ásus  hijos  y  bendijese  sus  matrimonios,  lo  que  no 
pude  hacer  por  entonces,  por  una  indisposición  que  me  so- 
brevino, que  me  obligó  á  restituirme  al  barco.  Cuatro  dias 
tardé  en  volver  á  ver  á  mis  queridos  negritos;  por  fin,  el  28  por 
la  mañana,  algo  restablecido,  pude  saltar  en  tierra  y  celebrar. 
Viendo  entonces  que  los  dias  de  mi  permanencia  en  la  isla  se 
iban  acortando,  resolví  desembarcar  de  una  vez,  y  estable- 
cerme entre  aquella  pobre  gente.  Me  movió  también  el  deseo 
de  experimentar  el  clima  de  la  isla,  por  si  algún  dia  me  ca- 
be la  dicha  de  ser  el  designado  por  la  obediencia  para  cul- 
tivar aquella  porción  de  viña  confiada  á  nuestros  cuidados. 
De  acuerdo,  pues,  con  el  señor  comandante  y  el  médico  de 
la  goleta,  toní>é  mi  hatito,  y  me  refugié  en  una  capil lita  aban- 
donada, larga  de  ocho  pies,  sobre  cmco  de  ancho,  y  abierta 
á  todos  vientos  por  faltarle  puertas  y  ventanas.  No  bien  em- 
pezó á  cundir  la  voz  de  que  el  misionero  había  bajado  á  tier- 
na, cuando  de  todas  partes  acudieron  los  naturales  con  sus 
hijos  para  que  los  bautizase. 

A  ciento  doce  ascendió  el  número  de  párvulos  y  de  niños 
menores  de  siete  años,  que  tuve  el  consuelo  de  regenerar  en 
las  aguas  del  Bautismo  en  los  dias  3,  4,  5  y  G  de  Mayo.  Mas 
el  gozo  de  que  estaba  inundado  mi  corazón  se  aguó  en  parte, 
por  no  hacer  participantes  de  aquella  gracia  á  los  muchos 
adultos  que  me  lo  pedían.  Los  pobres  carecen  de  la  instruc- 
ción necesaria  para  recibir  aquel  Sacramento,  ni  yo  podía 
dársela,  tanto  por  la  premura  del  tiempo,  como  por  ignorar 
yo  su  lengua,  y  no  saber  ellos  una  palabra  de  castellano  ó 
portugués.  Los  consolé  como  pnde,  asegurándoles  que  co.q  el 

VII. — 56 


434  LA  VERDAD  CAT6lICA  • 

favor  de  Dio8  volverfamos'mas  tarde  á  visitarlos  mas  despa- 
cio, 7  quizás  á  establecernos  alif  para  vivir  en  su  compañía. 
En  aquellos  dias  también  bendije  el  matrimonio  del  gober- 
nador de  la  isla,  que  con  su  mujer  habia  asistido  puntual- 
mente á  la  explicación  de  la  doctrina  que  les  hice.  Con  és- 
tos pude  entenderme;  aunque  con  algún  trabajo.  La  iglesia, 
inclusa  la  sacristía,  mide  105  pies  de  largo  por  25  de  ancho; 
es  de  tabla,  y  bien  se  deja  conocer  que  las  obras  de  arte  no 
son  lo  que  llama  mas  allí  la  atención. 

Los  habitantes  de  Annohon  tienen  su  calendario  ó  alma- 
naque, que  consiste  en  un  palo  cuadrado  de  unos  cuatro  pies 
de  alto.  Cada  cara  contiene  un  trimestre:  unas  líneas  tras- 
versales indican  los  diasde  la  semana,  y  los  domingos  y  fíes* 
tas  principales  van  marcados  con  una  cruz  en  forma  de  X; 
pero  como  no  computan  los  años  bisiestos,  así  es  que  oos 
llevan  algunos  dias  de  adelanto.  Muchos  de  aquellos  infelices 
ignoran  casi  del  todo  los  principales  misterios  de  nuestra  fe; 
otros  hay  sin  embargo,  bastante  instruidos,  mayormente  per- 
sonas de  alguna  edad.  Sus  costumbres,  si  no  se  conservan 
en  el  grado  de  pureza  que  fuera  de  desear,  distan,  sin  embar- 
go, mucho  de  la  corrupción  que  se  nota  en  otros  puntos 
donde  ha  penetrado  la  luz  del  Kvangelio.  Yo  me  complazco 
en  tributarles  este  elogio.  ¿Quién  no  creyera  que  un  pueblo 
que  vive  mtichos  años  há  en  el  mayor  abandono,  privado  de 
maestros  que  lo  enseñen,  de  sacerdotes  que  le  inculquen  la 
santidad  y  los  deberes  de  la  fe  que  profesan,  en  un  clima  abra- 
sador, y  donde  no  se  ven  mas  que  incentivos  al  mal,  quién 
no  creyera  que  este  pueblo,  soltando  la  rienda  á  los  mas  bru- 
tales apetitos,  viviera  encenagado  en  toda  clase  de  vicios  y 
desórdenes?  Y  sin  embargo,  no  es  así:  la  fidelidad  queseju 
ra  en  sus  contratos  matrimoniales  se  guarda  con  una  religio- 
sidad que  honraría  «1  otros  pueblos  que  blasonan  de  civiliza- 
dos: yo  no  he  encontrado  uno  solo  que  estuviera  infringien- 
do esta  ley.  Lo  que  les  aflige  es  no  tener  un  sacerdote  que 
bendiga  aquellas  uniones. 

Estas  son,  amado  padre  mió,  las  particularidades  mas  no- 
tables del  viaje  que  acabo  de  hacer,  que  espero  no  será  el  úl- 
timo. Poeo  interés  tienen,  bien  lo  conozco;  pero  me  alienta 
la  idea  de  que  las  cuento  á  un  padre,  cuyo  amor  no  le  deja 
ver  los  defectos  de  que  adolece  mi  narración. 

Recíbalas,  pues,  V.  R.  como  un  testimonio  de  veneración 
y  del  amor  que  le  profesa  su  mas  humilde  y  obediente  hijo 
en  Cristo. 

Lorenzo  Sanmartíj  S.  •/• 


LA   VERDAD  CATÓLICA.  435 


LA  CRUZ  T  LA  ESPADA. 


La  historia  de  los  pueblos,  la  historia  de  la  humanidad, 
nos  ofrecen  páginas  ominosas  en  que  el  derecho,  la  justicia, 
la  fuerza  moral,  la  Religión,  la  Cruz,  en  fin,  han  sostenido 
■aogrientoB  combates  con  la  injusticia,  la  opresión,  la  fuerza 
material  representada  por  la  espada  de  vandálicos  conquista- 
dores, 6  despóticos  gobernantes.  En  esa  lurhu  sempiterna  á 
veces  el  poaer  ha  vencido  momentáneamente  á  la  debilidad, 
la  fuerza  al  derecho,  la  espada  á  la  Cruz;  pero  estos  efímeros 
triunfos,  por  lo  mismo  que  producen  un  desequilibrio  injusti- 
ficable en  el  orden  social  y  moral,  no  tienen  derecho  á  una 
larga  existencia,  y  con  satisfacción  confesamos  que  jamas  han 
alcanzado  largos  dias  de  vida.  La  expiación  es  la  gran  ley 
reparadora  del  desorden  que  hemos  mencionado.  Cuando  ve- 
mos que  la  injusticia  triunfa,  6  la  espada  vence  á  la  Cruz,  no 
lanzamos  blasfemos  cargos  á  la  Providencia;  antes  por  el  con- 
trario esperamos  con  paciencia  el  dia  en  que  todas  las  cosas 
recobren  su  perdido  nivel  y  en  que  el  equilibrio  que  la  ley 
providencial  tiene  establecido,  se  restablezca  completamen- 
te. Vemos  debajo  del  Sol  — pudiéramos  decir  en  el  hiperbó- 
lico lenguage  bíblico—  en  el  lugar  del  juicio  la  impiedad  y 
en  el  lugar  de  la  justicia  la  iniquidad;  pero  Dios  juzgará  al 
justo  y  al  impío,  y  entonces  será  e!  restablecimiento  de  to- 
das las  cosas.  Esta  es  la  armadura  con  que   debe  revestirse 
todo  verdadero  católico:  combatir  sin  tregua,  fijar  siempre  su 
mirada  en  el  porvenir,  y  tener  fe  en  que  á  la  Cruz  están  re- 
servados espléndidos  triunfos  sobre  la  espada.  Y  para  que 
esta  memoria  sea  imperecedera,  la  Iglesia  en  sus  simbólicas 
ceremonias,  en  sus  ritos,  en  sus  oraciones  y  cánticos,  nos  re- 
cuerda con  frecuencia  esas  gloriosas  conquistas.  Hace  poco 
tiempo  celebró   el  Triunfo  de  la  Cruzj   y  ayer  mismo  (14) 
presenta  á  nuestra  vista  en  La  Exaltación  de  la    Cruz  á  un 
egregio  Emperador  que  con  los  pies  descalzos,  despojado  de 
todas  sus  vestiduras  imperiales,  y  ceñido  el  cuerpo  con 
una  humilde  tánica,  toma  en  sus  hombros  el  Sagrado  Leño, 
conquistado  al  impío  Cosroas,   y  lleva  la  sacra  enseña  de 
nuestra  redención  hasta  el  mismo  monte  Calvario.  Estos  re- 


436  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

cuerdos  debea  hoy  mas  que  nunca  traerse  á  la  memoria  de 
los  hombres  de  nuestra  época,  para  que  no  olviden  jamas 
que  la  guerra  encarnizada  que  hacen  á  la  Cruz,  tendrá  para 
ellos  un  dia  de  inexorable  expiación  y  venganza. 

Recuérdese  como  abrió  la  Cruz  su  reinado.  £1  fundador 
del  cristianismo  espiró  en  el  Gólgotha;  sus  discípulos  y  após- 
toles fueron  víctimas  de  una  cruel  persecución.  Pero  apenas 
aquellos  hombres  obtuvieron  momentáneamente  el  triunfo 
de  la  fuerza  sobre  la  justicia,  de  la  iniquidad  sobre  la  bondad 
infinita,  terríficos  signos  anunciaron  el  próximo  dia  de  la  ex- 
piación para  la  raza  maldita  de  Israel.  Los  verdugos  al  sen- 
tir que  la  tierra  bamboleaba  bajo  sus  pies,  y  que  el  cielo  se 
cubria  con  velo  de  sanjrre,  y  que  las  piedras  chocaban,  y 
que  la  naturaleza  exhalaba  hondos  gemidos,  llenos  de  pavor 
exclamaban:  ''En  verdad  que  el  que  hemos  crucificado  era 
el  verdadero  Hijo  de  Dios."  ¡Tardío  arrepentimiento!  Desde 
aquel  mismo  instante  la  Cruz  triunfó,  y  continuará  siempre 
triunfando. 

Fijad  la  vista  en  el  anfiteatro  romano.  Una  muchedumbre 
inmensa  se  agolpa  en  él.  Sobre  la  arena  se  divisan  animales 
feroces,  ávidos  de  sangre:  dase  la  señal,  y  una  serie  de  vícti- 
timas  ¡lustres  sirve  de  pasto  á  las  voraces  bestias.  La  sangre 
cubre  la  arena,  el  populacho  aplaude  frenético,  y  la  Cruz 
aparece  vencida  en  aquella  gloriosa  era  de  los  mártires  hasta 
que  al  fin  á  los  bordes  del  Tíber,  á  la  vista  del  Capitolio,  dos 
religiones,  dos  mundos,  se  encontraron  frente  afrente:  Cons- 
tantino y  Maxencio:  la  Cruz  del  primero  venció  la  espada 
del  segundo. 

Desde  entonces  han  sido  incesantes  los  combates  entre  los 
hijos  de  la  Cruz  y  sus  enemigos,  quedando  siempre  reserva- 
dos á  aquellos  los  inmarcesibles  laureles  de  la  victoria.  La 
Cruz  vence,  la  Cruz  domina  el  universo,  y  los  que  han  que- 
rido en  nuestra  época  encerrar  en  un  sepulcro  los  progresos 
de  la  idea  cristiana  y  del  trabajo  religioso  que  se  opera  ac- 
tualmente en  el  mundo,  olvidan  que  el  cristianismo  triunfa 
siempre  de  la  tumba  en  que  se  le  pretende  encerrar. 

Dirigid  la  vista  al  Asia:  el  hálito  cristiano  de  Europa  ha 
refrescado  las  ardientes  arenas  de  esa  tierra  de  todo  lo  grande 
que  ha  existido  entre  los  hombres.  El  Occidente  se  inclina 
con  amor  hacia  el  Oriente,  y  la  Cruz  extiende  allí  su  domi> 
nio. 

La  Inglaterra,  ávida  de  riquezas,  es  á  veces  el  instrumen- 
to de  que  la  Providencia  se  vale  para  extender  el  imperio 
de  la  idea  cristiana.  La  Cruz  se  ve  ya  enarbolada  en  la  Chi- 


LA    VBBDAD  CATÓLICA.  437 

na,  y  por  aquellas  mismas  puertas  por  donde  entran  los  pro- 
ductos iodustriales  de  la  protestante  Albion,  entran  también 
loB  misioneros  católicos. 

Eq  África,  se  levántala  Cruz  sobre  las  mismas  mezquitas 
conquistadas  en  Argel  por  la  heroica  Francia.  La  católica 
España  alza  sobre  los  templos  de  Tetuan  la  enseña  de  nues- 
tra redención,  y  obtiene  en  su  último  tratado  de  paz  el  dere- 
cho de  establecer  misiones.  Irlanda,  la  católica.Irlanda,  con- 
sigue al  fin  su  emancipación  religiosa.  Recientemente  una 
nación  de  cuatro  millones  de  habitantes,  la  Bulgaria,  aban- 
dona el  cisma  griego,  y  acude  como  el  Hijo  pródigo  á  la  ver- 
dadera Iglesia.  El  protestantismo  toca  á  su  tercer  siglo  de 
existencia^  término  máximo  de  todas  las  heregías,  y  ya  anun- 
cia con  signos  precursores  su  regreso  al  Catolicismo. 

La  conversión  de  la  duquesa  de  Kent,  madre  de  la  actual 
reina  de  Inglaterra,  de  la  duquesa  de  Sutherland>  de  muchos 
ilustres  personages  de  Inglaterra  y  sobre  todo  los  vehemen- 
tes deseos  de  abrazar  el  catolicismo  de  su  Reina  Victoria, 
son  las  grandes  conquistas  de  la  Cruz,  en  compensación  de 
las  desastrosas  conquistas  de  la  espada  en  la  desventurada 
Italia.  En  este  hermoso  país  vemos  hoy  mas  que  nunca  en- 
carnizada la  lucha  entre  la  Cruz  y  la  espada.  La  autoridad 
de  la  Iglesia  católica  se  ve  allí  borrada  por  la  punta  de  la 
espada.  La  Cruz,  emblema  de  todo  poder  y  de  toda  autori- 
daid,  ha  sido  pisoteada  por  la  Revolución  que,  arrojando  la 
máscara  de  la  hipociesfa,  proclama  guerra  abierta  á  la  Cruz 
y  á  toda  autoridad.  Ese  antagonismo  profundo  de  la  Revo- 
lución átodo  principio  de  autoridad  es  su  carácter  distintivo 
en  el  cielo  y  en  la  tierra.  En  el  cielo,  la  rebelión  de  Satanás 
se  ensañó  contra  la  autorid&d  del  Verbo  eterno.  En  la  tier- 
ra, se  ensaña  también  contra  la  autoridad  de  ese  Verbo  divi- 
no, presente  en  su  Iglesia,  y  representado  por  el  sucesor  de 
Pedro. 

Es  un  error  gravísimo  considerar  que  la  autoridad  de  la 
Iglesia  se  opone  á  la  autoridad  de  la  sociedad  civil.  El  poder 
de  la  Cruz  no  es  un  poder  rival  para  las  sociedades  cristia- 
nas; es  por  el  contrario  un  poder  aliado  y  verdaderamente 
Erotector.  A  medida  que  ese  poder  crece  en  todos  los  pue- 
los,  crece  también  el  poder  de  los  Reyes  y  de  los  gobernan- 
tes. E^se  poder,  divino  en  su  origen,  espiritual  en  su  domi- 
nio, produce  directamente  el  bien  y  la  vida  moral  de  los  pue- 
blos. Objeto  grandioso  para  cuya  consecución  es  impotente 
el  poder  civil;  cuando  mas  combatirá  el  dominio  del  mal, 
pero  jamas  podrá  crear  él  dominio  del  bien.  Hoy  todo  lo  ve- 


438  LA  VERDAD  CATÓUCA. 

moB  trastornado,  y  la  Cruz  abatida;  pero  ¡ay  del  día  de  la  ex- 
piación! Esa  gran  ley  no  ha  podido  jamaH  ser  derogada  por 
el  hombre  del  código  del  Dios  fuerte  y  justiciero.  Laespada 
vence  hoy  á  la  Cruz,  pero  digamos  con  confianza:  '^Vernos 
debajo  del  sol  en  el  lugar  del  juicio  la  impiedad,  y  en  el  lu- 
gar de  la  justicia  la  iniquidad;  pero  Dios  juzgará  al  justo 
yaiimpfo,  y  entonces  será  el  restablecimiento  de  todas  las 
cosas."  ¡Apresurad,  Señor  Dios  de  los  ejércitos,  vuestro  jui- 
cio para  que  la  Cruz  venza  á  la  espada! 

J.  R.  O. 


EL  PROGRESO  POR  nXDIO  DEL  CRISTIARISUO 

POB  EL  K.  P.  FÉLIX. 


ASO  TERCERO. 

QiniTTiL  OOlTPBIlBMOliL. 

BL  PROCRKSO  IHORilL  POR  IIEIIIO.DE  LA  PORREEA  CRISTUIA. 

(Finaliza.) 

II. 

Pero  la  pobreza  no  es  tan  solo  un  principio  de  engrandeci- 
miento para  el  hombre,  sino  también  un  baluarte  para  la 
sociedad.  He  dicho  que  la  humildad  cristiana  es  una  gran 
fuerza  social,  pues  es  por  su  esencia  misma  la  sumisión  ala 
autoridad;  hoy  confrontando  también  la  pobreza  cristiana 
con  las  necesidades  sociales,  digo  que  es  uno  de  los  mas  fuer- 
tes antemurales  de  la  sociedad  en  el  siglo  XIX. 

Con  el  principio  de  autoridad,  necesario  para  el  sosten  de 
todo  orden  social,  hay  otro  de  una  necesidad  no  menos  abso- 
luta, y  es  el  de  la  propiedad.  Esta  es  el  punto  de  apoyo  de 


LA  VERDAD   CATÓLICA.  439 

la  eatabilidad  social.  Sin  propiedad  no  existe  ya  la  sociedad; 
la  familia  misma  deja  de  sostenerse  y  el  orden  moral  se  en- 
óaentra  comprometido.  No  insisto  sobre  estos  elementos: 
todos  admitís  como  inatacable  el  derecho  de  propiedad.  Mas 
necesitáis  comprender  bien  en  el  dia  donde  están  los  firmes 
baluartes  y  los  verdaderos  defensores  de  la  propiedad  ame- 
nazada. No  trato  especial  mente  de  la  propiedad;  y  no  la  con- 
sidero sino  bajo  el  aspecto  que  se  refiere  al  asunto  que  estoy 
tratando;  ahora  bien:  digo,  Señores,  que  uno  de  los  mas  fuer- 
tes baluartes  de  la  propiedad  es  la  pobreza  cristiana,  y  que 
los  mas  firmes  defensores  del  derecho  de  ios  propietarios  son 
los  pobres  de  Jesucristo.  Esta  afirmación  inesperada  puede, 
á  primera  vista,  pareceres  una  paradoja;  mas  cuento  bastan- 
te con  la  rectitua  de  vuestro  juicio  y  la  fuerza  de  la  verdad 
para  esperar  que  dicha  afirmación  os  dejará  convencidos. 

En  efecto,  si  queréis  considerar  estas  dos  cosas,  la  propie- 
dad y  la  pobreza,  en  su  sentido  íntimo  y  en  sus  destinos  his- 
tóricos, veréis  que  se  hallan  enlazadas  en  la  naturaleza  por 
las  relaciones  mas  estrechas  y  en  la  historia  por  el  paralelis- 
mo mas  constante. 

La  pobreza  voluntaria  considerada  en  sus  relaciones  con 
la  propiedad,  hace  en  favor  de  ésta  dos  cosas  que  van  á  pa- 
rar á  un  mismo  resultado:  suprime  el  principio  que  la  ataca, 
7  le  da  una  consagración  que  la  afianza;  aleja  á  sus  enemigos, 
y  le  asegura  defensores. 

¿Cuál  creéis  que  sea  el  principio  que  declara  desde  el  fon- 
do de  las  almas  guerra  á  la  propiedad?  ¿De  dónde  provienen 
tantas  nuevas  teorías  en  que  el  derecho  de  propiedad  se  en- 
cuentra, si  no  radicalmente  destruido,  al  menos  profunda- 
mente comprometido?  Al  leer  tal  libreó  escuchar  tal  discur- 
so, ^n  que  cuantos  poseen  algo  son  denunciados  á  las  ven- 
ganzas populares  como  tiranos  de  los  que  nada  poseen, 
podríais  creer  que  los  autores  de  semejantes  libros  ó 
discursos  son  hombres  de  una  abnegación  perfecta  y  de  un 
desinterés  que  nada  deja  que  desear;  y  os  sentiríais  inclina- 
dos á  creer  que  consentirian  por  su  parte  en  ser  los  menos 
ricos  de  bienes  de  este  mundo,  con  tal  que  la  humanidad  en- 
tera entrase  en  posesión  de  la  riqueza.  08  engañáis:  esos 
hombres  tienen  la  ambición  de  poseer.  Quisieran  hacer  creer 
que  existen  contra  la  propiedad,  allá  en  su  metafísica  social, 
razones  cuyo  peso  se  oculta  al  vulgo  de  los  hombres:  esas 
razones  no  se  nos  han  ocultado  del  todo:  un  deseo  inmodera- 
do de  poseer,  una  pasión  impaciente  de  gozar,  tales  son  esas 
graves  razones.  En  nombre  de  la  verdad,  declaro  que  no  hay 


440  LA  VERDAD   CAT6uCA. 

otras.  Nada  ma8  cierto:  lo  que  hace  que  vacile  en  las  inteli- 
gencias el  derecho  de  propiedad  es  el  amor  de  la  posesión 
que  se  agita  en  los  corazones. 

Las  bases  de  la  propiedad  descansan  en  lo  mas  hondo  de 
los  siglos  y  de  las  almas;  mil  veces  la  ciencia  del  derecho  ha 
comprobado  sus  títulos,  y  los  pueblos  la  han  consagrado  con 
un  asentimiento  universal  y  una  práctica  secular.  ¿Ded6n«le 
proviene,  puep,  que  esta  pregunta  venga  á  presentarse  de 
tiempo  en  tiempo  á  la  razón  popular:  ¿Porqué  hay  propieta- 
rios? Ciertamente  la  justicia,  el  orden,  las  sociedades  y  los 
siglos  han  contestado  á  esa  pregunta,  y  el  buen  sentido  de 
las  nación  !8  responde  eternamente.  Pues  bien;  á  pesar  de  esa 
respuesta  unánime,  cada  vez  que  el  soplo  de  la  codicia  lie- 
ga  á  agitar  las  almas;  cuando  la  pasión  de  poseeiF  se  extien- 
de á  todos,  al  punto  esa  pregunta,  siempre  viva  en  el  fondo 
de  los  instintos  codiciosos,  sube  á  la  superficie.  Se  hacen  sis- 
temas, se  idean  teorías,  se  aventuran  utopias  en  que  los  de- 
rechos, las  instituciones,  la  sociedad  misma  se  ponen  en  tela 
de  juicio.  ¿T  porqué?  ¿Qué  hay  en  la  esencia  de  esas  teorías, 
de  esos  sistemas  y  de  esas  utopias?  Hay  en  ellos  algo  ver- 
daderamente serio?  Sí.  Señores,  hay  algo  muy  serio.  ¿Y  qué? 
¿existen  en  semejantes  inteligencias  grandes  ideas?  No,  hay 
en  esos  corazones  grandes  pasiones;  y  entre  todas  las  demás, 
la  de  poseer,  que  produce  los  enemigos  de  la  propiedad.  Esos 
hombres  hablan  de  fraternidad,  sí,  pero  tratan  de  poseer;  de 
libertad,  sí,  pero  buscan  la  posesión;  de  abnegación,  sí,  pero 
se  afanan  por  poseer  En  verdad,  os  lo  digo,  una  cosa  impor- 
tuna á  esos  grandes  enemigos  de  los  propietarios,  y  es  el  no 
serlo  tanto  como  ellos  desearan. 

Admitido  como  una  verdad  incontestable  que  el  gran  ene- 
migo del  derecho  de  propiedad  es  el  deseo  inmoderado  de 
poseer,  no  es  difícil  comprender,  considerando  la  esencia  de 
las  cosas,  cómo  la  pobreza  evangélica  es  el  mas  firme  baluar- 
te del  derecho  de  propiedad.  En  efecto,  el  primer  resultado 
de  la  pobreza  es  aminorar  6  suprimir  en  los  corazones  el  de- 
seo de  poseer.  La  pobreza  evangélica  es  un  amor  sustituido 
á  otro  amor:  el  amor  del  desasimiento  sustituido  al  de  la  po- 
sesión. Es  el  desprendimiento  de  lo  criado  por  amor  de 
predilección  hacia  el  Criador.  No  estoy  explicando  de  qué 
modo  ese  segundo  amor  se  sustituye  al  primero;  compruebo 
tan  solo  que  la  pobreza  implica  amor,  y  es  ese  mismo  amor. 
Luego  la  pobreza  tiende  á  debilitar  ó  á  destruir  completa- 
mente en  el  hombre  la  enemistad  á  la  propiedad.  Desde  que 
este  ha  puesto  su  cQf&zon  en  uq  (|l>jeto  mas  alto  que  lo  cria^ 


LA 'VERDAD  CATÓf^ICA.  441 

do;  desde  que  hace  del  Criador  mismo  su  patrimonio  y  su 
herenoia;  desde  que  ha  dicho  con  el  profeta:  Domlnus  pars 
hámreiUaíit  me^  el  calicis  met;  cuando  ha  dicho  á  Dios  con  un 
pobre  de  Jesucristo;  Dadme  vuestro  amor,  y  soy  bastante 
rico:  Da  mihi  ameren  et  dives  sam  satis  (1):  yo  lo  pregunto, 
¿qué  cosa  podría  desde  el  fondo  de  au  corazón  conspirar  con- 
tra los  propietarios?  ¿De  dónde  le  provendría  la  tentación 
de  poner  en  duda  6  de  negar  un  derecho  cuyo  desempeño  no 
puede  oi  dañarle  ni  alcanzarle?  Desde  las  alturas  á  que  le 
eleva  su  amor  uniéndole  al  Criador,  asiste  con  serenidad  d 
esa  perpetua  batalla  en  que'los  hombres  están  en  lucha  pa- 
ra disputarse  los  pedazos  de  la  tierra.  Mientras  que  en  tor- 
no suyo  los  codiciosos  tuercen  el  buen  sentido,  la  justicia  y 
la  historia,  para  encontrar  razones  contra  un  derecho  esta- 
blecido por  aquellos.  Semejante  hombre  nada  tiene  que  de- 
cir contra  la  verdad,  que  brilla  para  él  á  la  luz  de  su  juicio 
desinteresado,  ve  las  tinieblas  que  la  codicia  acumula  en 
torno  del  resplandor  del  derecho;  pero  éste  no  cesa  de 
brillar  para  él  mas  allá  de  las  nubes;  los  relnmpagos 
que  surcan  ó  los  truenos  que  conmueven  la  atmósfera  en 
que  se  agita  la  codicia  no  lo  encuentran  alterado:  contempla 
el  sol  siempre  brillante  en  medio  del  puro  éter  en  que  ha- 
bita; tanto  mas  apto  para  decidir  acerca  del  derecho,  cuanto 
que,  como  la  justicia  personificada  en  un  magistrado  íntegro, 
no  puede  ya  abrigar  pasión  alguna  contra  el  derecho. 

£q  efecto,  la  pasión  que  protesta  en  el  corazón  del  hom- 
bre contra  la  propiedad,  es  entre  todas  las  demás,  la  envidia, 
enemiga  natural  de  toda  posesión  que  no  sea  suya:  la  envi- 
dia que  tiene  por  desgracia  la  felicidad,  por  oprobio  la  glo- 
ría, por  humillación  la  grandeza  y  por  pobreza  la  riqueza 
ajena.  En  nuestros  dias  sobre  todo  en  que  la  ambición  se 
hia  vuelto  hacia  la  riqueza,  la  envidia  ha  recaido  brutalmente 
sobre  la  materia.  Hemos  decaído,  hasta  en  nuestras  pasiones. 
Nuestra  envidia  en  otro  tiempo  se  fijaba  en  la  gloria,  y  el 
honor  sobre  todo  tenia  en  Francia  el  privilegio  de  atraerse 
envidiosos.  ¡Estamos  muy  degenerados!  En  el  dia,  ¿qué  se 
necesita  para  ser  envidiado?  poseer  mas  que  el  vecino.  Esa 
envidia  que  pretende  ser  legítima  y  se  proclama  justa,  que 
se  muestra  aquí  con  el  odio  en  el  alma,  allí  con  la  amenaza 
en  los  labios,  mas  allá  con  el  puñal  en  la  mano,  es  la  antigua 
enemiga  de  la  propiedad.  ¿Existe  algún  medio  de  curar  á 
nuestras  generaciones  de  ese  mal  de  |a  envidia  que  codicia 
^^^^"^■■^  ■  ■  ■■   I.  jii 

(1)    Ejercieioi  d«S.  Ignacio. 

VII. — 66 


412  LA   VERDAD  CAT6uCA. 

la  propiedad  agena?  Sf,  eae  medio  existe:  ditminuir  eo  las 
almas  el  amor  de  lo  criado  y  la  ambicioD  de  poseer.  Apar- 
tad los  corazones  de  la  tierra,  y  la  envidia  desaparecerá  de 
ellos  no  quedando  mas  que  ese  fraternal  amor  que  nace  en 
el  corazón  de  Dios  para  derramarse  sobre  los  hombres  bajo 
la  forma  de  bene6cíos.  Ese  amor  convertido  al  cielo  cesa  de 
conspirar  con  sus  deseos  contra  los  poseedores  de  la  tierra; 
y  el  pobre  de  Jesucristo,  arrancado  por  su  amor  de  esa  arena 
formidable  en  que  la  codicia  de  los  unos  y  la  de  los  otros  se 
disputan  y  destrozan,  es  para  el  derecho  de  propiedad  un 
enemigo  menos  y  un  defensor  maé. 

El  hombre  que  abraza  la  pobreza  voluntaría,  no  solo  des- 
truye en  sf  la  pasión  de  poseer  que  amenaza  la  propiedad;  si- 
no que  con6rma,  abdicando  la  posesión,  el  derecho  de  poseer 
y  le  da,  despojándose  libremente,  la  mas  generosa  consagra- 
ción. El  pobre  de  Jesucrísto  practicando  esta  palabra  evan- 
gélica: "j(i,  vended  lo  que  pateéis  y  dadlo  al  pobre  (1),*'  confir- 
ma, el  derecho  de  poseer  desposeyéndose  á  sí  mismo.  Para 
vender  es  preciso  ser  propietario;  para  dar  es  necesario  tener. 
El  hombre  que  se  consagra  á  la  pobreza  pretende  evidente- 
mente efectuar  una  abdicación;  y  para  abdicar  menester  es 
tener  un  derecho.  Cierto  dia  dice  un  hombre  contemplando 
la  parte  que  Dios  le  dio  de  los  bienes  de  la  creación:  He  aquí 
mi  dominio:  este  castillo  es  mió;  mío  ese^te  patrimonio;  mió 
este  capital;  mía  esta  riqueza;  es  el  trabajo  de  mis  padres;  el 
sudor  de  mis  mayores;  esta  heredad  es  mía.  Al  dia  siguiente 
el  mismo  hombre  dice  con  toda  verdad:  No  tengo  ya  ni  un 
grano  de  polvo;  soy  un  pobre.  ¿Cómo  ha  sucedido  esoV  por 
medio  de  la  traslación  del  dominio  legítimo.  Ese  hombre 
fraterna)  quiso  darlo  todo  á  los  que  nada  tenian.  Pero  notad- 
lo bien,  al  dejar  su  herencia  á  los  pobres,  no  dijo:  **Becobrad 
vuestros  bienes:  yo  creía  poseer,  me  he  equivocado:  olvida- 
ba que  entre  hermanos  todo  es  común:  recuperad  vuestros 
derechos  tomando  posesión  de  mis  dominios."  No,  el  hombre 
que  consagra  á  Jesucristo  desapropiado  de  todo  su  propio 
desprendimiento  no  dice  nada  de  eso;  exclama:  **Yo  podia 
conservar  estos  bienes,  no  los  quiero:  quiero  parecerme  á  mi 
maestro:  mi  maestro  nada  tiene,  nada  mas  quiero  tener:  quie- 
ro cifrar  mi  ríquezaa  en  dejar  de  poseer.  Asi  como  él  se  des- 
pojó voluntariamente,  voluntariamente  también  me  despo- 
jo yo:  lo  que  hago,  nadie,  sino  él,  tiene  derecho  á  exigírmelo. 
El  mismo  no  lo  exige;  pues  me   dice:  si  quiere^  {ler  perfecto; 

(1)    Miit„XIX,2L 


LA  VBRDAD   CATÓLICA.  443 

para  aceptar  ese  desapropio  que  es  la  imitacioD  de  él  mismo» 
espera  mi  cooseotimiento:  vasallo  libre  aun  y  propietario 
bajo  sa  dominio  absoluto,  quiere  que  mi  desapropio  sea  uu 
aeto  de  esa  soberanía  quede  él  mismo  he  recibido.  Luego  al 
dar  mis  bienes  no  pretendo  satisfacer  una  deuda;  no  quiero 
sino  abdicar  mi  derecho;  no  doy  satisfacción  á  la  justicia,  si- 
no á  mi  amor:  Amo  Christum^  amo  á  Cristo,  y  á  Cristo  des- 
pojado: y  consiste  mi  dicha  en  desprenderme  de  todo  para 
ser  menos  indigno  de  mi  Dios  que  ya  nada  posee.*'  Asi,  ab- 
dicando la  posesión  el  pobre  de  Jesucristo  desempeña  un  acto 
de  propietario  y  confirma  el  derecho  de  propiedad. 

Pero  no  basta  esto;  desempeña  también  un  acto  de  frater- 
nidad. Imitar  á  Jesucristo  es  la  primera  dicha  de  su  abdica- 
ción, socorrer  á  sus  hermanos  es  la  segunda.  Sabe  que  des- 
haciéndose de  su  propiedad  acude  en  auxilio  de  los  demás; 
algunos  hermanos  se  enriquecerán  con  su  pobreza;  algunos 
serán  vestidos  con  su  desnudez;  algunos  mantenidos  con  sus 
abstinencias;  quiere  desempeñar  la  fraternidad;  la  verdadera 
fraternidad;  quiere  dar  sin  recibir. 

Pero  indudablemente  para  que  su  acción  tenga  ese  signi- 
ficado afectuoso  y  fraternal,  ya  lo  veis,  hay  que  suponer  una 
cosa,  á  saber,  que  cuando  da  tiene  derecho  de  retener.  Si 
suponéis  que  el  don  que  hace  no  es  mas  que  un  pago  á  la 
comunidad,  su  acción  nada  tiene  ya  de  sacrificio;  es  el  de- 
sempeño de  un  deber  vulgar.  Ese  hombre  es  un  comunista 
sincero,  que  cree  seriamente  en  la  comunidad,  y  cumple  con 
la  ley  mas  elemental  de  ella.  Pero  no  es  ese  el  sentido  de 
esa  abdicación  generosa  cuyo  beneficio  fraternal  van  á  reca- 
ger  los  pobres.  El  se  proclama  hermano,  y  pretende  hacer 
un  acto  de  fraternidad,  pues  da  lo  que  es  suyo. 

De  ese  modo  continúa  la  fraternidad  verdaderamente  li- 
beral que  los  hermanos  de  la  primitiva  Iglesia  ostentaron 
desde  la  cuna  del  cristianismo,  y  á  la  cual  han' dado  los  no- 
vadores contemporáneos  interpretaciones  tan  falsas,  por  no 
decir  tan  ridiculas.  Todos  los  bienes,  dice  la  Escritura. 
eran  comunes  entre  los  cristianos:  Erant  illis  omnia  communia; 
sí,  pero  ¿de  qué  modo?  por  medio  de  la  donación  fraternal  y 
de  la  abdicación  voluntaria  de  lo  que  cada  uno  queria  po- 
ner á  la  disposición  de  todos.  Vendían  en  primer  lugar  lo  que 
les  pertenecia:  Véndenles  afferebant  pretia  eerum  qua  vendebant; 
y  luego  daban  libremente;  ponian  á  los  pies  de  los  apóstoles 
esos  donativos  de  la  fraternidad:  ponebant  ante  pedes  apostólo^ 
rvffi;  v  de  esos  donativos  voluntairios  procedentes  de  tan  fra- 
ternal abnegación  se  componia  el  tesoro  de  la  comunidad  cris- 


444  LA  VBRDAD  CATÓLICA: 

tiaiía,  que  la  caridad  inteligente  y  libre  hacía  refluir  sobre 
cada  uno  con  arreglo  á  sus  necesidades:  DividebcUur  singulis 
prout  cuique  opus  eraí  (1). 

Los  nuevos  intérpretes  de  la  Sagrada  Escritura  quieren 
hallar  á  toda  fuerza  en  las  palabras  citadas  la  constitución 
radical  del  comunismo  y  la  supresión  de  la  propiedad;  eso  es 
precisamente   lo  contrario  de  lo  que  significan.   El  hecho 
prodigioso  consignado  en  el  libro  de  ios  Hechos  de  ios  Após- 
toles nos  muestra  el  origen  de  la  verdadera  fraternidad,  que 
consiste  en  dar  lo  que  poseemos,  y  no  lo  que  á  todos  perte- 
nece. En  nombre  del  Evangelio  que  predicamos,  en  nombre 
de  la  Iglesia  que  nos  envia,  en  nombre  de  la  verdad  que  se 
proclama  así  misma,  denunciamos  á  los  falsos  hermanos  y 
su  engañosa  fraternidad.  En  el  Evangelio  veo  escrita  la  ley 
de  la  fraternidad;  pero  en  el  mismo  Evangelio  veo  escrita  tam- 
bién la  ley  de  la  justicia.  Aceptáis  la  página  que  trata  de  la 
caridad:  ¿porqué  desgarráis  la  que  se  ocupa  de  la  justicia? 
Abrazad  una  y  otra;  en  el  seno  de  la  verdadera  doctrina,  la 
justicia  y  la  caridad  se  hallan  eternamente  unidas,  y   nada 
podrá  destruir  su    indisoluble  unión.  Entre  el  móvil  de  los 
primeros  cristianos  dando  sus  bienes  á  los  pobres,  y  el  de  \od 
novadores,  grande  es  la  diferencia:    aquellos    hermanos  de 
la  Iglesia  primitiva  querian  dar,  y  solo  dar;  los  hermanos  del 
nuevo  cristianismo  quieren  recibir,  y  solo  recibir;  y  si  no  se 
les  da  al  punto  lo  que  piden  prometen  valerse  de  la  muerte 
para  realizar  la  fraternidad.  Esos  hermanos  generosos  quie- 
ren recibir  á  título  de  justicíalo  que  creen  pertenecer  igual- 
mente á  codos.  Los  hermanos  del  verdadero   reino   de  Dios 
quieren  dar  á  título  de  caridad  lo  que  les  pertenece  en  par- 
ticular. Los  unos  suprimen  la  propiedad  porque   tienen  el 
apego  á  las  riquezas;  los  otros  la  defienden  porque  tienen  el 
amor  de  la  pobreza. 

La  historia  al  mostrarnos  aquí  en  la  apariencia  de  las  co- 
sas lo  quo  en  la  esencia  de  ellas  se  encuentra  atestigua  de 
un  modo  brillante  que  en  todas  partes  los  .eneniigos  de  la 
pobreza  han  resultado  serlo  igualmente  de  la  propiedad.  No 
quiero  dar  mas  importancia  de  la  necesaria  á  la  coincidencia 
histórica  de  los  sucesos  humanos.  Ciertos  hechos  pueden 
ocurrir  en  una  misma  época  del  tiempo  sin  tener  un  enlace 
íntimo  ó  una  secreta  afinidad  que  loa  ponga  en  mt^tua  rela- 
ción. Pero  cuando  esa  coincidencia  persiste,  está  uno  plena- 
mente autorizado  á  creer  que  la  coexistencia  de  los  hechos 

(1)    Hechos  de  lot  Apóttoleí,  lY.  32-35. 


LA  VKSDAD  CATÓUCA.  445 

depeude  de  uoa  afinidad  de  la  oaturaleza.  Sea  lo  que  fuer»", 
es  digno  de  observarse  que  en  toda^  las  épocas  de  conmocio- 
nes sociales  se  encuentra  en  las  sociedades  cristianas  dos 
guerras  simultáneas  y  contemporáneas,  la  que  se  hace  á  la 
propiedad  y  la  que  se  declara  á  la  pobreza. 

Ya  desde  la  edad  media  se  habian  visto  sintonías  de  ese 
paralelismo  singular  entre  el  odio  á  la  pobreza  y  el  odio  á 
la  propiedad.  En  aquel  tiempo.,  bandas  armadas  recorrieron 
los  caminos  de  Europa,  pidiendo  In  repartición  de  las  rique- 
zas, amenazando  los  castillos,  y  denunciando  como  invento 
de  Satanás  el  derecho  de  propiedad;  pero  al  mismo  tiempo, 
6  al  menos  por  la  misma  época,  se  declaraba  guerra  á  los  ins- 
titutos nuevos  que  acababan  de  presentarse  fomo  la  mas 
magnífica  glorificación  de  la  pobreza.  Los  hijos  de  S.  Fran- 
cisco y  de  Santo  Domingo,  que  arrojaban  sobre  la  pobreza 
cristiana  la  doble  gloría  del  ingenio  y  de  la  santidad,  eran 
denunciados  como  enemigos  de  la  sociedad;  y  resultó  que  se 
amenazaba  á  la  vez  á  los  libres  poseedores,  y  á  los  desapropia- 
dos de  los  bienes  de  este  mundo. 

Mas  adelante,  una  guerra  mas  solemne  fué  declarada  &  los 
pobres  de  Jesucristo.  Un  moDJe  apóstata  dio  la  señal:  un 
hombre  que  á  su  vez  había  vestido  la  santa  librea  de  la  po- 
breza, se  puso  al  frente  de  esa  guerra  maldita  declarada  á  la 
misma  pobreza.  A  aquellos  pobres  acusados  de  haberse  en- 
riquecido, demasiado  se  les  despojó  como  violadores  de  la 
ley  de  Cristo.  Abusos  particulares  sirvieron  de  pretexto  á 
esa  insurrección  que  corria,  impulsada  por  la  coaicia,  á  la 
ruina  de  la  pobreza;  y  se  vio  á  los  ricos  enriquecerse  aun 
mas  con  los  despojos  de  los  pobres.  Pero  mientras  que  la  co- 
dicia de  los  grandes  suscitaba  esa  guerra  contra  la  pobreza, 
la  codicia  de  los  pequeños  suscitó  una  guerra  contra  la  pro- 
piedad. Vióse  entonces  á  hermanos  yendo  á  pedir  á  los  ricos, 
con  la  espada  en  una  mano  y  el  Evangelio  en  la  otra,  que 
devolviesen  á  la  comunidad  ultrajada  la  larga  usurpación  de 
los  siglos.  Degüellos  y  desolación  que  tenian  por  objeto  ane- 
gar en  la  sangre  de  los  propietarios  su  misma  propiedad  cor- 
respondían &  las  devastaciones  que  tenian  por  objeto  supri- 
mir la  práctica  de  la  pobreza  con  el  despojo  ó  el  asesinato  de 
los  pobres  de  Jesucristo. 

Posteriormente  una  nueva  fase  se  presentó,  en  que  pudo 
y  aun  puede  contemplarse  en  el  dia  esa  coincidencia  histó- 
rica entre  la  guerra  declarada  á  los  propietarios  y  la  que  se 
hace  á  los  pobres.  En  una  época  que,  bajo  cualquier  punto 
de  vista  en  que  uno  se  coloque  para  juzgarla,  será  siempre 


446  LA   VERDAD  CATÓLICA. 

famosa  en  la  historia,  se  vio  reproducirse  esas  dos  tendeociii 
eu  medio  del  movimiento  general  en  que  tantas  cosas  se  mez- 
claban. Algunos  ideólogos  de  aquel  tiempo  pidieron  y  obtu- 
vieron la  supresión  de  los  votos  de  pobreza.  Pero  al  mismo 
tiempo,  otros  ideólogos  pidieron  la  revisión  del  derecho  de 
propiedad.  Y  mientras  que  de  una  parte  se  hizo  á  la  pobreza 
evangélica  una  herida  profunda  decretando  la  expulsión  ó  la 
disolución  de  las  órdenes  religiosas,  se  infería  á  la  propiedad 
otra  herida  cuyas  consecuencias  han  encontrado  un  eco  eo 
nuestras  borrascas  civiles,  decretando  la  supresión  de  los  bie- 
nes de  la  Iglesia;  propiedad  doblemente  sagrada  que  tenia  por 
base  la  donación  del  8acri6cio  y  la  religión  de  la  conciencia, 

Ír  por  manifestación  la  luz  de  la  historia  y  la  consagración  de 
os  siglos.  I4OS  hombres  que  en  aquel  tiempo  habian  acome- 
tido la  empresa  de  destruir  en  un  dia  juntamente  con  la  pro- 
piedad de  la  Iglesia  la  obra  de  los  siglos,  no  notaban  que 
hacian  bambolear  con  sus  manos  los  límites  de  su  propia 
heredad;  se  les  ocultaba,  que  el  golpe  dado  contra  un  domi- 
nio cuya  legitimidad  racionalmente  incontrovertible  solo  po- 
dian  poner  en  duda  las  pasiones,  debia  ejercer  un  influjo  so- 
bre su  propio  dominio:  la  propiedad  de  la  Iglesia  suprimida 
entonces  por  motivos  que  ofendían  la  justicia  indignada, 
¿quién  podía  impedir  mas  adelante  que  la  codicia  emplease 
contra  toda  propiedad  las  mismas  razones  aducidas  contra  la 
propiedad  de  la  Iglesia.^  Y  en  efecto,  los  mismos  hombres 
que  aplaudieron  el  despojo  de  la  Iglesia  y  la  expulsión  de  los 
pobres  de  Jesucristo,  vieron  con  espanto  y  el  rostro  descom- 

Kuesto,  al  error  contemporáneo  conmover  bajo  sus  plantas 
i  propiedad  de  su  mismo  dominio  con  las  armas  empleadas 
por  sus  antecesores  contra  la  propiedad  de  la  Iglesia.  Habéis 
visto  la  guerra  declarada  á  la  propiedad  volver  á  estallar  ea 
vuestra  presencia,  ya  sorda,  ya  ruidosa,  ora  tímida  ó  audaz; 
y  todos  lo  comprendisteis  tan  perfectamente,  que  por  un 
momento  temisteis  tener  que  empuñar  las  armas,  no  ya  para 
defenderla  patria  contra  una  invasión  extraña,  sino  para 
proteger  vuestros  hogares  contra  la  invasión  intestina. 

Señores,  lo  que  acabo  de  decir  acerca  de  esa  corriente  de 
ideas  hostiles  á  la  propiedad  no  es  mas  que  para  avivar  vues- 
tros recuerdos;  vuestros  pensamientos,  bien  lo  sé,  se  adelan- 
tarían en  este  caso  mucho  mas  que  mi  palabra;  no  quiero  in- 
sistir; mas  lo  que  importa  haceros  notar  es  la  nueva  coinci- 
dencia de  esa  guerra  declarada  á  la  propiedad  con  la  que  d  la 
pobreza  se  declara.  Penetrad  hasta  el  corazón  de  esos  ruido- 
sos enemigos  de  los  propietarios,  y  en  él  encontrareis  odios 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  447 

^Qtra  los  hombres  que  profesan  la  pobreza.  Entre  esos  re- 
iqrniadores  fraternales  que  meditan  arrojaros,  á  vosotros  y 
maestros  hijos,  de  la  heredad  de  vuestros  padres,  no  hay  uno 
lolo  que  no  piense  al  mismo  tiempo  expulsar  de  sus  pacfG- 
coa  retiros  á  todos  los  pobres  de  Jesucristo.  Sí,  á  esos  su- 
puestos amigos  del  pueblo  pobre,  el  traje  de  la  pobreza  ins 
pira  un  indecible  horror:  el  capuchino  que  no  pide  á  las  po- 
testados  sino  que  se  le  deje  en  el  puesto  humilde  que  él  mis- 
mo se  ha  escogido,  es  para  ellos  el  enemigo  que  amenaza  de- 
vorarlo todo;  aquel  traje  es  á  sus  oios  la  consagración  por  la 
Iglesia  y  la  tolerancia  por  el  estado  de  la  cosa  mas  despre- 
ciafda  y  aborrecida,  es  la  tolerancia  y  la  consagración  de  la 
pobreza?  alargar  la  mano  para  invocar  en  nombre  del  amor 
de  Dios  los  auxilios  del  amor  fraternal  les  parece  el  mayor 
oprobio  de  nuestra  humanidad. 

¡Ah!  guardaos  de  declarará  vuestra  vez  la  guerra  á  los  po- 
bres voluntarios  6  de  conspirar  con  los  que  la  tienen  decla- 
rada; porque  tras  esas  persecuciones  que  amenazan  la  liber- 
tad de  los  pobres  de  Jesucristo,  se  ocultan  ambiciones  que 
amenazan  el  derecho  mismo  de  propiedad;  y  quizás  algún 
dia  seríais  castigados  con  el  despojo  de  vuestras  propias  ri- 
quezas, por  esa  guerra  mal  aconsejada  declarada  á  los  discl- 
palos  de  la  pobreza.  Os  lo  repito,  guardaos  de  declarar  la 
guerra  á  los  pobres  de  Jesucristo;  en  el  corazón  de  los  que 
la  hacen,  he  descubierto  instintos  satánicos:  el  demonio  del 
mal  atiza  en  el  corazón  de  los  hombres  codiciosos  esos  odios 
contra  los  pobres  voluntarios.  Esas  guerras  declaradas  á  los 
pobres  de  Jesucristo  son  para  los  ricos  preludios  de  catástro- 
fes. Siempre  y  en  todas  partes  veréis  á  la  impiedad  malévo- 
la, perversa  y  odiosa,  cuando  se  presenta  como  señora  de  un 
pueblo,  desplegar  su  torpe  poder  desterrando  de  sus  mora- 
das á  pobres  inermes;  y  en  todas  partes  los  mismos  hom- 
bres siempre  dispuestos  á  derribar  la  puerta  de  un  con- 
vento, para  arrojar  de  él  á  unos  pobres,  se  mostrarían  dis- 
puestos, en  el  dia  de  su  triunfo,  á  derribar  la  puerta  de  los 
Srandes  dominios  para  lanzar  de  ellos  á  los  ricos.  ¡Y  después 
e  tantos  experimentos,  tenemos  aun  sobre  la  tierra  grandes 
políticos  que  creen  ver  en  unos  pobres  reunidos  para  orar 
entre  desnudos  muros  el  peligro  de  los  Estados!  Mientras 
que  los  enemigos  de  la  propiedad  conmueven  con  sus  tramas 
la  tierra  que  pisan,  se  hallan  gloríosamente  ocupados  en  dar 
leyes  y  mas  leyes  para  alejar  de  sus  fronteras  á  los  pobres 
voluntaríos,  es  decir,  á  los  mas  firmes  defensores  de  la  pro- 
piedad atacada  por  los  codiciosos.  Et  nunc^  reget,  irUelUgüe. 


448 


LA  VRRDAD   GATÓUCA. 


¡Ob  reyes  de  la  tierra,  y  vosotros  tambieiit  oh  propietarios, 
qae  sois  como  reyes  en  vuestros  domÍDÍos!  ¿cuándo  compren- 
dereis en  dónde  están  vuestros  verdaderos  enemigos?  No  son' 
,  los  que  desean  despojarse  á  sí  mismos  para  tener  la  dicha 
de  ser  pobres  con  Jesucristo;  vuestros  eneroiffos  son  los  que 
tratan  de  despojar  á  los  demás,  y  si  preciso  fuere  de  derro- 
car los  Estados,  para  enriquecerse  con  los  despojos  de  los 
príncipes  y  la  ruina  de  las  naciones. 

Señores,  digo  estas  cosas  con  una  gran  libertad:  apóstol 
del  Evangelio  y  pobre  de  Jesucristo,  mi  primer  deber  es  no 
temer  á  nada;  solo  temo  una  cosa,  y  es  no  decir  toda  la  ver- 
dad. Hombres,  familias  y  pueblos,  seguimos  una  corriente 
opuesta  6  la  del  Evangelio.  Una  de  estas  dos  cosas  es  inevi- 
table: ó  remontareis  la  corriente  impulsados  por  Jesucristo; 
ó  la  seguiréis  impulsados  por  vuestro  siglo.  Ahora  bien;  el 
soplo  del  siglo  es  la  pasión  de  la  riqueza,  el  de  Jesucristo  es 
el  amor  de  la  pobreza;  seguidlo,  pues  el  da  al  orden  social 
la  fuerza  y  la  estabilidad.  Y  abrazando  el  partido  de  la  po- 
breza evangélica,  consolidareis  en  torno  de  vuestros  domi- 
nios el  mas  fuerte  baluarte  de  la  propiedad;  pues  estas  dos 
cosas,  pobreza  y  propiedad,  libre  abdicación  y  libre  posesión 
de  la  riqueza,  se  hallan  para  siempre  unidas,  así  en  la  natu- 
raleza de  las  cosas  como  en  los  acontecimientos  de  la  his- 
toria. 

(Trad.  por  R.  A.  O.) 


LA  VSBDAD  CATÓUCA  449 


DSFEBSá  DEL  DICTAHEH 

tas   €■  IM  tcapefta^ct,  P#r  » 


Hace  alguo  tiempo  reprodujimos  en  la  Vebdad  Católica 
un  lumiooso  informe  escrito  por  el  Sr.  D.  Julián  González 
de  SotOy  de  orden  del  Ezcmo.  é  Illmo.  Sr.  Arzobispo  de  Tar- 
ragona, sobre  la  conveniencia  de  tocar  las  campanas  al  apro- 
ximarle las  tempestades,  según  lo  tiene  prevenido  la  Iglesia 
desde  época  bastante  remota.  Añadimos  al  trabajo  del  Sr. 
Qonsal^  de  Soto,  y  en  comprobación  de  su  doctrina,  una 
citado  Mr.  Arago  en  su  tratado  sobre  el  Rayo,  cita  que  tu- 
vimos el  gusto  de  ver  reproducida,  juntamente  con  el  in/or- 
me^en  la  excelente  revistH  de  Sevilla  titulada  La  Qruz. 

Hoy  tomamos  del  Boletín  Eclesiástico  de  Barcelona  un  nue- 
vo escrito  del  Sr.  Rector  del  Seminario  de  Tarragona,  enca- 
minado á  defender  algunos  de  sus  asertos  relativos  al  toque 
de  las  campanas  en  las  tempestades,  escrito  en  que  ae  verá 
que  sa  ilustrado  autor  se  apoya  precisamente  en  Ihs  palabras 
de  Arago  que  no.sotroü)  tradujimos  y  reprodujo  La  Cruz. 
Creemos  que  esta  nueva  producción  de  un  sabio  sacerdote 
no  es  menos  digna  de  atención  que  la  primera,  y  puesto  que 
la  opinión  de  Mr.  Arago  es  de  tanto  peso  en  la  cuestión  tra- 
tada, vamos  á  dar  una  ligera  idea  det  capítulo  en  que  el  céle- 
bre astrónomo  francés  se  hace  lí  sí  inisino  esta  pregunta: 
¿Es  átil^  ó  peligroso,  tocar  las  namminas  durante  las  tempesta- 
desl  (1) 

Comienza  Mr.  Arago  por  anunciar  que  va  á  examinar  di- 
cha cuestión  sin  preocuparse  de  las  decisiones  dadas  acerca 
del  particular  por  varias  corporaciones  sabias,  administrati- 
vas ó  judiciales,  como  asimismo  sin  admitir  que  las  creencias 
generalmente  recibidas  sobre  la  materia  hayan  de  apoyarse 
en  una  base  sólida.  Agrega  en  seguida  que  no  hay  mas  que 
un  paso  de  la  opinión  por  él  sosteoi  la  de  que  el  ruido  de  la 
artillería  pueda  desgarrar  las  nubtsa  y  disipar  una  tempestad 

(1)    Le  T0nnerre,  chap.  XLIIÍ,  p&g.  321.  fiel  tou|o  1?  de  1m  Notiees  Scienti- 
M^tm  de  Mr.  Arago. 

VIL— 67 


460  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

á  admitir  que  igual  resultada  pueda  conseguirse  haciendo 
vibrar  una  campana  grande.  No  habría  que  creer,  sin  embar- 
go — añade —  que  á  este  orden  de  ideas  se  deba  la  costum- 
bre de  repicar  las  campanas  en  las  tempestades,  pues  sería 
fácil  probar  que  esa  costumbre  es  anteríor  á  la  invención  de 
la  pólvora.  A  consideraciones  religiosas  debe  mas  bien  atrí- 
huirse  semejante  práctica.  Como  se  verá,  el  sabio  escéptíco 
se  halla  en  esto  de  acuerdo  con  nuestro  piadoso  autor. 

No  nos  parece  tan  acertada  la  segunda  causa  que  atribu- 
ye á  una  costumbre,  según  veremos,  sancionada  y  aun  reco- 
mendada especialmente  por  la  Iglesia,  y  confesamos  que 
tiene  mas  de  ingenioso  que  de  cientí6co  el  decir,  que  se 
puede  atríbuir  á  la  necesidad  que  siempre  han  experimentado 
los  hombres  de  aturdirse  (con  algún  ruido)  cuando  han  tenido 
miedo.  Pasaremos,  pues,  por  alto  la  comparación  que  nos 
hace  del  cobarde  en  la  oscuridad  y  de  los  pueblos  salvajes 
tratando  de  hacer  cesar  con  sus  gritos  atronadores  el  eclipse 
de  sol  ó  de  luna  que  les  infunde  pavor. 

Mr.  Arago  cita  á  continuación  un  hecho  referido  en  las 
Memorias  de  la  Academia  de  Ciencias  de  París,  hecho  acaecido 
en  la  noche  del  14  al  15  de  Abril  de  1718  y  que  consistió  en 
la  caida  del  rayo  en  veinticuatro  iglesias  en  la  extensión  com- 
prendida entre  Landerneau  y  Saint-Pol  de  León,  en  Breta- 
ña. £1  célebre  Mr.  Deslandes,  que  trasmitió  dichos  detalles 
á  la  Acade>n¡a,  añade  que  ^/^«io^  inmediatas,  donde  no  se  toca- 
han  las  cam¡)anas^  fueron  praer cadas.  Mr.  Arago  no  admite 
que  esto  pruebe  nada  contra  la  opinión  favorable  al  toque  de 
las  campanas,  por  razones  que  sentimos  no  poder  reproducir, 
pero  que  la  falta  de  espacio  nos  obliga  á  omitir.  Al  hecho  á 
que  acabamos  de  aludir,  agregad  sabio  francés  otro  no  me- 
nos curioso,  ocurrido  en  1769,  y  que  sirvió  de  argumento 
contra  la  práctica  de  la  Iglesia.  En  Agosto  de  dicho  año  ca- 
yó el  rayo  en  la  torre  de  la  iglesia  de  Passy,  donde  no  habia 
cesado  de  repicarse  durante  una  tempestad,  pero,  añade  Mr. 
Arago,  se  reconoció  asimismo  que  no  se  tocaba  con  menos  ar- 
dor en  Auteuil  y  Chaillot,  entre  cuyas  poblaciones  se  en- 
contraba el  campanario  de  Passy,  y  sin  embargo  nada  tuvie- 
ron aquellas  que  sufrir. 

De  estos  ejemplos  terminantes  deduce  Mr.  Arago  la  con- 
ik^uencia  que  ya  conocen  nuestros  lectores,  á  saber,  que  en 
tí  t9hulo  actutU  (te  la  ciencia  no  está  probado  que  el  toque  de  las 
f^imif^á^is  fiaga  la  caida  del  rayo  mas  inminente.  Sin  embargo, 
^^v^^H^  que  no  por  eso  debe  dejarse  de  recomendar  la 
lü^y^^^M)  de  dicho  toque,  por  el  peligro  que  corren  los  que 


LA  VBSDAD  CATÓUCA.  451 

ponen  en  movimiento  las  campanas,  peligro  que  equipara  al 
de  los  imprudentes  que  durante  las  tempestades  se  refugian 
bajo  árboles  elevados.  Esta  recomendación  de  Mr.  Arago 
queda  desvirtuada,  probado  que  sea  que  el  toque  de  las  cam- 
panas aleja  el  rayo,  y  á  eso  tienden  los  dos  interesantes  tra- 
bajos del  Sr.  González  de  Soto. 

Hemos  dado,  tan  extensamente  como  nos  ha  sido  posible, 
la  opinión  de  Mr.  Arago,  favorable  en  muchos  puntos  á  la 
del  ár.  Rector  del  Seminario  de  Tarragona,  á  quien  somete- 
mos lo  escrito  por  el  sabio  astrónomo  francés^  por  si  creye- 
re oportuno  valerse  de  ello  en  algún  trabajo  posterior. 

Mas  ya  es  tiempo  de  dar  la  Drfensa  del  dictamen.  Dice  así: 

En  Julio  anterior  extendí  de  orden  del  Excmo.  é  Illmo. 
Sr.  Dr.  D.  José  Domingo  Costa  y  Borras,  nuestro  dignísimo 
Arzobispo,  un  dictamen  ¿obre  la  conveniencia,  de  tocar  las  cam- 
pana» en  occuion  de  tempestades:  dirigíase  el  escrito  aun  caso  par- 
ticular que  se  presentó,  sin  que  me  ocurriese  entonces  que  po- 
dría llegar  á  publicarse.  No  obstante,  lo  di  á  leer  privada- 
mente á  algunos  amigos,  y  entre  ellos  al  Excmo.  Sr.D.  Cris- 
tóbal Bordiu,  ex-ministro  de  Fomento,  mi  antiguo  director  y 
compañero  en  el  Real  Consejo  de  Agricultura.  Este  señor, 
uno  de  los  mas  competentes  de  España,  no  solo  aprobó  mi 
dictamen,  sino  que  quiso  honrarlo  publicándolo  él  mismo,  y 
añadiendo  un  prefacio:  insertaron  después  el  mismo  escrito  Él 
Pensamiento  españoU  La  Razón  católica^  La  Cruz,  El  Semina- 
rista, y  otros  periódicos:  aun  mi  amigo  el  Sr.  D.  Felipe  Mon- 
lau,  que  creyó  debia  impugnar  algunas  de  mis  opiniones, 
tuvo  la  delicadeza  de  insertarlo  íntegro  en  El  Monitor  de  la 
»alud  (1). 

No  esperaba  en  verdad  tanta  publicidad:  ella  prueba,  mas 
que  el  mérito  del  escrito,  el  grande  interés  con  que  todavía 
se  miran  en  las  lenguas  de  Aragón  y  de  Captilla  cuantas 
cuestiones  frisan  con  la  Religión.  Algunos  de  los  muchos  que 
se  habian  comprometido  escribiendo  impremeditadamente  y 
de  buena  fe  contra  el  tocar  las  campanas  en  las  tempesta- 
des se  han  visto  precisados  en  esta  ocasión  á  defenderse,  y 
sin  negar  abiertamente  mis  principales  aserciones,  han  tra- 
tado de  oponer  reparos,  no  contra  el  fondo,  sino  tan  solocon- 


(1)  Pudo  haber  agregado  el  apreciable  aator  á  La  Verdad  Católica,  eamo 
uno  de  los  periódicos  que  se  apresuraron  á  dar  á  conocer  su  interesante  es- 
crito.—iV.  déla  R. 


452  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

tra  ciertos  puntos  muy  secundarios  de  mi  escrito,  y  contra 
algunas  pruebas  débiles,  confesadas  por  tales. 

Conforme  á  lo  dispuesto  por  S.  E.  I.,  voy  á  responder  á 
las  objeciones  que  se  se  me  han  hecho,  y  lo  haré  tan  franca, 
leal  y  sinceramente,  como  redacté  mi  dictamen,  sin  otras 
pretensiones  que  la  de  esclarecer  el  punto. 

He  observado  que  casi  todoí<  los  que  han  hablado  de  este 
asunto  han  dado  por  sentado  que  el  toque  de  las  campanas 
en  las  tempestades  era  nada  mas  que  una  práriíca  piadosa 
libre,  una  costumbre  voluntaria  introducida  en  épocas  de  ig- 
norancia y  sostenida  por  la  preocupación  terca  de  los  aldea- 
nos. Algunos  han  pasado  mas  adelante:  llaman  al  citado  to- 
que de  las  campanas  una  mala  acción,  una  costumbre  antigua 
que  ni  es  buena  ni  prudente:  así  se  expresa  un  almanaque  de 
1861:  me  duele  haber  de  citar  un  »)scrito  de  una  corporación 
respetabilísima;  pero  el  libro  anda  en  manos  de  los  sencillos, 
y  ha  menester  este  correctivo.  Esloy  seguro  de  la  buena  fe 
con  que  se  han  estampado  estas  expresiones,  y  no  dudo  que 
la  corporación  á  que  me  refiero  sabrá  corregirlas  otro  nño, 
en  cuanto  se  haga  cargo  de  la  verdad,  y  se  emancipe  de  la 
rutina  introducida  y  generalizada  por  los  enciclopedistas,  y 
sostenida  por  los  meticulosos. 

Es  necesario  que  entiendan  los  fieles  que  el  tocar  las  cam- 
panas en  ocasión  de  tempestades  es  un  precepto  general  de 
la   Iglesia  católica   promulgado   en  el  Ritual  romano:  este 
libro  es  nada  menos  que  el  segundo  entre  los  seis  litúrgicos: 
solo  el  Misal  le  precede  en  autoridad.  (Véase  Merati,  Catala- 
no,  &c.)  Hay  en  este  libro  preces  para  todas  las  necesidades: 
para  pedir  lluvia,  para   obtener  buen    tiempo,  para  el  caso 
de  hambre,  de  peste  y  para  el  de  guerra:  en  todas  estas  oca- 
siones se  ha  de  convocar  el  pueblo  al  templo,  y  no  obstante, 
el  Ritual  no  mienta  el  toque  de  las  campanas  para  nada,   ni 
directa   ni  indirectamente:    pero  al  llegar  al    título  de  las 
Preces  para  repeler  la^  tempestades,  dice   así:  Pulsantur  cam- 
panee, et  qui  adesse  possunt  in  Ecclesiam  convocatis,  dicuntur  Li- 
tanice,  etc.   Tócanse   las  campaiuis:  y  congregados  en  la  Iglesia 
los  que  puedan  asistir,  se  dicen  las  Letanías,  etc.  Sí,  se  nos  dirá; 
pero  ese  tocar  las  campanas  es  para  congregar  los  fieles,  pa- 
ra excitarlos  á  orar,  no  para  ahuyentar  la  tempestad.    Mas, 
aunque  así  fuese,  todavía  es  notable  que  solo  en  esta  ocasión 
de  entre  las  citadas  se  mande  expresamente  convocarlos  á 
son  de  campanas. 


LA  VBBDAD  CATÓLICA.  453 

Error. 

Pero  es  el  caso,  ae  nos  replicará,  que  el  vulgo  cree  qu  e  el 
sonido  de  las  campanas  ahuyenta  las  tempestades,  y  ese  es 
UD  error:  la  ffsica  no  ha  probado  que  tenga  tal  virtud.  En 
efecto  no  lo  ha  probado:  es  opinión  nuestra  que  sirven  para 
ese  efecto,  pero  ya  decimos  en  nuestro  dictamen  que  la  físi- 
ca da  poquísima  importancia  á  las  meras  opiniones.  Pero  de 
que  la  ciencia  no  les  haya  hallado  esa  virtud,  ¿se  sigue  que 
no  la  tengan?  El  agua  bendita  estudiada  ffsica  y  química- 
mente solo  contiene  agua  y  sal:  la  física  y  la  química  no 
Sueden  probar  que  estas  dos  sustancias  tengan  la  propiedad 
e  ahuyentar  los  espíritus  malignos,  y  la  de  sosegar  las  ma- 
las pasiones;  la  virtud  comunicada  por  la  bendición  con  nin- 
gún reactivo  químico  se  descubre:  ¿sigúese  de  aquí  que  sea 
un  error  el  poder  que  el  Catolicismo  atribuye  al  agua 
bendita? 

Superstición- 

Aquf,  se  nos  dirá,  está  precisamente  el  error  y  la  supersti- 
ción. El  vulgo  cree  á  pié  juntillas  que  las  campanas,  por  es- 
tar bendecidas,  tienen  la  propiedad  de  alejar  ó  destruir  la 
tempestad:  así  las  toca,  no  simplemente  para  llamar  los  fíe- 
les á  la  oración,  sino  que  las  voltea  y  repica  con  furor,  como 
para  estrujar  de  ellas^  una  virtud  sobrenatural  que  los  libre 
de  la  tempestad:  y  esto  es  evidentemente  una  verdadera  y 
estúpida  superstición. 

No  tanto:  es  cierto  que  los  fíeles  sencillos  creen  que  la 
bendición  da  á  las  campanas  virtud  contra  las  tempestades; 
pero  también  lo  es  que  si  en  esta  creencia  hubiese  supersti- 
ción los  fieles  podrían  decir  á  la  Iglesia:  Si  hay  erraren  esto, 
íúj  Manta  Madre,  nos  hfis  engañado. 

En  efecto,  el  Pontifícal  romano  en  la  bendición  de  las  cam- 

Sanas  les  atribuye  las  mismas  virtudes  que  el  vulgo  católico; 
ice  así:  Donde  quiera  que  sonare  esta  campana  huyan  lejos  la 
incurnon  de  los  torbellinos,  la  herida  de  rayos^  la  lesión  de  los 
truenos,  la  calamidad  de  las  tempestades  y  de  toda  clase  de  tor- 
mentas. . .  •  Cuando  su  melodía  sonare  en  los  oidos  de  los  pueblos, 
crezca  en  ellos  la  devoción  de  la  fe,  arrójense  lejos  el  estrépito  del 
granizo  y  piedra,  los  huracanes  y  el  ímpetu  de  las  tempestades: 
témplense  los  aterradores  truenos,  y  las  oleadas  del  vendaval  se 
hagan  mansas  y  saludables.  Estas  expresiones,  que  también  se 
hallan  en  el  concilio  do  Colonia  de  1536,  justifican  la  creen- 


454  LA  VKKDAD  CATÓUC  A  • 

cia  del  pueblo  en  la  virtud  de  las  campanas  contra  las  tem 
pestades.  Lo  mismo  creía  Benedicto  XIV:  así  en  su  pastoral 
47  dice:  Amonestamos  especialmente  á  los  prepósitx)^  encargadas 
de  la  custodia  de  ku  iglesias^  que.  cuando  se  presenten  nuUadoi, 
no  sean  negligentes  en  tocar  Uu  campanas;  y  afiade  luego  una 
razón  muy  especial,  &  saber,  que  en  aquella  ocasión  superfino 
parece  el  sonido  de  las  campanas  para  incitar  los  fieles  á  orar, 
puesto  que  mas  les  incita  el  estrépito  de  la  tempestad  que  excede  al 
sonido  de  cualquier  campana.  Con  esto  maní  Gesta  que  al  man- 
dar el  Ritual  que  se  toquen  las  campanas  en  las  tempesta- 
des no  lo  hace  únicamente  para  excitar  los  fieles  á  orar,  sino 
mas  bien  para  utilizar  la  gracia  que  por  la  bendición  concede 
Dios  al  sonido  de  estos  instrumentos:  así  en  varios  países,  no 
solo  se  tocan  las  campana»  de  las  parroquias,  sino  ademas  las 
de  las  ermitas  solitarias,  y  aun  en  las  casas  particulares  de 
los  devotos  se  hacen  sonar  campanillas  de  Loreto. 

De  lo  dicho  se  colige:  1?  Que  está  mandado  tocar  las  cam- 
panas cuando  amenaza  tempestad:  2?  Que  el  sonido  de  las 
campanas,  por  la  bendición  de  las  mismas,  tiene  virtud  con- 
tra las  tempestades. 

Mas  como  los  preceptos  de  nuestra  benignísima  madre  la 
Iglesia  católica  no  obligan  jamas,  cuando  de  la  observancia 
de  los  mismos  se  ha  de  seguir  grave  perjuicio  extrínseco  al 
precepto,  llegado  es  el  caso  de  preguntar  si  deberá  omitirse 
el  toque  de  las  campanas  cuando  la  ciencia  averigüe  que  es- 
te toque  es  perjudicial. 

La  cuestión  es  completamente  inútil:  ese  caso  no  llegará 
mientras  Dios  no  altere  las  leyes  metereológicas.  Podia  no 
saberse  física  cuando  la  Iglesia  dispuso  que  se  tocasen  las 
campanas  en  las  tempestades;  pero  ciertísimamente  lo  sabia 
el  supremo  Hacedor,  y  ese  ha  sido,  es  y  será  el  per  pétuo 
asesor  de  la  Iglesia,  cuando  esta  impone  preceptos  al  Catoli- 
cismo: nótese  de  paso  que  el  precepto  del  Ritual  es  por  su 
naturaleza  universa!  y  perpetuo,  y  nótese  también  que  el 
tal  precepto  no  se  refiere  á  costumbres  humanas  variables, 
sino  á  leyes  metereológicas  invariables. 

Mas  ya  que  se  hacen  objeciones  que  creemos  de  buena 
fe  contra  lo  mandado  por  la  Iglesia,  veamos  lo  que  sobre  ellas 
nos  dice  la  física  conocida  hasta  el  dia. 

(Finalizará). 


LA  VERDAD  CATÓLICA. 


455 


DE  oncio. 

SECRETARIA  DEL  OBISPADO  DE  LA  HABANA. 

▼•Intorfa  aMertop^r  «I  Excbo.  é  IIIm*.  8r.  Oklipe  k  Uwr  de 
llMflra  Saatíilaa  Pa4r«  Ptoliraa* 


Rdacian  de  las  personas  y  cantidades  que  cada  una  ha  entregado 
para  el  expresado  objeto  en  esta  Secretaria  de  Cámara  y 
Gobierno» 


Parroquia  de  ascenso  de  Santa  Catalina  Mártir  de  Mcumriges. 


Ps.  Cti. 

Sama  anterior 54.913  09 

Pbro.  D«  Jo«é  Casimiro 

Martines I(h¿  „ 

Pbro.  D.  Diego  García...  34  „ 
Pbro.  D  .  Castor  Hierro 

Mármol 34  „ 

Dofia  Conoepoion  Rodrí- 

g«o« 17  „ 

D.  Cristóbal  Martinez. . . .  17  ,, 

„  Ramón  (}a11o 17  „ 

„  Miguel  Yinií 17  ,. 

„  JaanN.  Montenegro..  8  50 

Sree.  Bodega  y  Hermano.  8  50 

D.  Manuel  Nnñez 8  50 

„  Norberto Troncóse...  8  50 
Dofia  PrimitÍTa    Gil    de 

Troncóse 4  25 

M  Lorenza  Boirau 4  25 

D.  Isidro  Alfáras 4  25 

Ldo.  D.  Antonio  Pórtela.  4  25 

Ldo.  D.  Lnis  Costales..  4  25 

D.  Francisco  Alfonso 4  25 

„  Antonio  de  Armas 4  25 

,,  Nicolás  de  Cárdenas..  4  25 

„  José  Maria  González. .  4  25 

„  José  L.  Hernández. ..  4  25 

„  Pedro  Urtiberea 4  25 

„  Ventara  Cabrera 4  25 

„JaanLoDez.. 4  25 

„  Manuel  Puentes 4  25 

„  Juan  García 4  25 

„  Francisco  Diaz  Mar- 
tínez   4  25 

„  Buenayentura  de  Luna  4  85 

„  Jnan  Hernández 4  25 

M  José  de  J.  Morejon. ..  4  25 
Dofia  Agustina  Pérez  de 

UTorre 2  124 


Ps.   Cts. 


D.Francisco  Diez 2  12é 

„  Francisco  Zamora 2  124 

„  Francisco  Barreda....  2  124 

,,  Victoriano  Cádiz 2  124 

,,  Juan  A.  García 2  124 

„  José  Rafael  Romero..  2  124 

„  Pedro  Alfaras 2  124 

„  Manuel  de  J.  Almeida.  2  124 

„  Dámaso  Laine 2  124 

„JaanEfnard 2  124 

,,  JoséMaginTarafa...  2  124 

„  Antonio  Roque 2  124 

„  Manuel  José  Várela..  2  124 

„  José  Inocencio  Yániz..  2  124 

„  Evaristo  Gil  Llereua..  2  124 

Sres.  Belzagui  y  Mante- 
cón    2  124 

Ldo.  D.AgustinValdés..  2  124 

D.  Vicente  Rueda 2  124 

M  Francisco  Martínez  y 

Montes 2  124 

,,  Joaquín  Diaz 2  124 

,,  José  González  Rodfles  2  124 

„  Juan  Bautista  Alfonso  2  124 

„  Andrés  Fernandez —  2  124 

„  Juan  Fernandez 2  124 

„  Francisco  Rodriguez..  2  124 

„  Manuel  Diaz... 2  124 

,,  Antonio  8.  Roldal 2  124 

„LuisAbreu 2  124 

„  Francisco  Orosoo 2  124 

Ldo.  José  Marcos 2  124 

D.  Facundo  del  Monte ...  2  124 

Doña  Caridad  Cabrera  de 

Francolí 2  „ 

D.  Narciso  Fernandez  de 

Castro , 2  „ 

,1  Julián  Rodriguez 2  „ 


456 


LA  TBBDAD  CATÓLICA 

Pi.    Oto. 


P.  EKamoDDias 

2    ., 

„  Lals  de  SotoloDgo 

2    .. 

„   Jotó  María  Veler 

2        M 

„  Luis  de   Sotolongo  y 

Lima • 

1    60 

„  Pedro  Bodrígaez 

1    6é 

„  Francisco  Pinera  Gar- 

cia 

1    6i 

„  Santiago  Brionei 

f,  BafaelMora 

*     ff 

,f  Federico  de  Sotolongo. 

„  Domingo  Farías 

'    »» 

„  Pablo  Uoet 

„  Ja«nnto  Martines 

Ldo.  Antonio  A.  Hernan- 

dos           J 

*■    t» 

M  Francisco  Sosal ^ 

*■    »» 

„  José  Esteban ^ 

*■    »» 

„  ManaelP.de  la  Mesa..         ] 

'•    »f 

»  Carlos  María  Valdés.          1 

»» 

1,  Jaan  Fretnillo 

»i 

M  José  L.  Silva 1 

^    tt 

„  Ramón  Rodrigues.. ..          1 

tt 

„  SandaliodeBen^...          1 

ft. 

„  Francisco  Martines..,. 

ti 

„  Vicente  Yanes.. ] 

tf 

„  Nazario  del  Pino 

, ,  Carlos  González 1 

,j 

„  Cristóbal  Peres 1 

I» 

„  Mateo  Hernández 1 

ff 

„  Marcial  Acuña 1 

ff 

„RafaelGoro ] 

„  Antonio  Carbelo 1 

ff 

„  José  Antonio  de  Acuña          1 

ff 

,.  Francisco  Sánchez  de 

Acuña 1 

ff 

M  Fernando  García  l'ias.          1 

ff 

„  Casimiro  Menendes. . .          1 

ff 

n  Ramom  Abreu 1 

f» 

„  José  María  Peres 1 

ff 

M  Luciano  Pérez 1 

f* 

>»  .lacinto  Reyes 1 

Doña  Filomena  Gimenes. 

50 

D.  Esteban  de  Ángulo.... 

50 

,,  Ventura  Dejado 

50 

„  Juan  Saez 

50 

„  José  Igartúft 

50 

„  Francisco  Echeverría. 

50 

„  Juan  Bautista  Delgado 

50 

„  José  -Polo 

50 

„  José  Vega 

50 

,.  Eligió  Pino 

50 

„  Juan  Pino  Calero 

50 

„  Locas  Correa 

50 

Pb.    Cts. 


D.  FrsBciieo  Ceja. 50 

„  José  Coto 50 

,,  José  Otero 50 

„  Eligió  Padrón 50 

,,  Vicente  Risoo 50 

Doña  Boleo  de  U  Vega...  25 

D.  Bianael  Viero. 35 

,f  Migael  Amondaramo..  25 

„  Francisco  de  la  Pas..  25 

„  Rafael  Torres 20 

,,  Eme terio  Palacios....  20 

,,  Fernando  DoMÜ 20 

„  Simón  Calleja 20 

,,  JoeéR.Ar6stegai....  20 

..  Julián  Cabrera 20 

„  Pedro  Peroira 20 

„  ManoelCoba. 20 

„  M&nnel  Mandrí. : .  20 

,.  José  María  Carrasco . .  20 

„  Francisco  Castellano . .  20 

„  Francisoo  Yanes. 20 

Pardo$  libres. 

María  del  Pilar  Peres l    50 

María  Estefanía  Yera I 

Tránsito  García 1 

Jaan  José  Caro 1 

Marcelina  Carhial 

María  Carlota  Franqvt  • . . 

Félix  Pino 

José  de  la  Merced  Fran- 
<|tti 

Luis  Carbial 

Olaya  Travieso 

Matilde  Cabrera 

Ramona  Duarte 

Micaela  4vonceray 

José  Yera 

Antonio  Morejon 

Juan  Matos 

Andrés  Rodrigues 

Morenos  librBM, 

Serafina  Mendiondo 4 

Cosme  Caraballo 4 

Eulogia  Carballo 

Gumersinda  Cárdena»... . . 

Isabel  Alfaias 

Catalina  Carbiar 

José  María  Murales 

Hipólita  Meran 

Potonio  Rodríguez 

Inocencia  Morales 

Pastora  Morejon 

Francisco  García 

Pedro  Gronsaga  Pineda. . . 


50 


50 
50 
50 

50 

25 
20 
20 
20 
20 
20 
20 
20 

25 
25 
50 
50 
50 
50 
50 
25 
25 
20 
20 
20 
20 


Suma 55.414    561 


Habana  15  de  Setiembre  4^  l8ñlf-rmPédro  Sánchez,  secretario. 


(Caníinuará.) 


( 


SECCIÓN  LITERARIA. 


PLEGARIA  A  HARÍA  [1]. 


Bendita  de  Dios,  bendita, 
Bendita  tu  mano  sea. 
Señora  y  Madre  de  gracia, 
Fuente  de  luz  y  pureza! 
Bendito  de  Dios,  bendito 
Tu  nombre,  Virgen  suprema. 
Manantial  de  mi  consuelo, 
Tesoro  de  mis  creencias. 

Ante  tu  altar  prosternado 

Incliné  mi  frente  á  tierra 

Brotó  la  voz  de  mis  labios, 
Demandándote  clemencia, 

Y  el  ángel  de  mis  amores 
Que  ya  respiraba  apenas, 

Y  con  voces  apagadas 
Me  pedia  la  existencia. 
Volvió  de  nuevo  á  la  vida, 

Y  como  blanca  azucena 
Que  cobra  con  el  rocío 

Nuevo  vigor vida  «nueva. 

Alzó  su  preciosa  frente, 


(1)    Estos  Tersos  fueron  escritos  por  su  autor  «ou  motivo  de  habepie  «nha- 
do  su  bya  de  una  grave  oofermedad  que  arneunj^j^l^a  $^  existencia.— iV^  fie  la  R. 

yii — 5í^ 


458  LA  VERDAD  CATÓUCA. 

Me  extendió  sus  manos  bellas, 
unió  á  mis  labios  sus  labios, 
T  con  sonrisa  hechicera« 
Cubrió  de  besos  mi  rostro. 
Vertiendo  lágrimas  tiernas. 

¡Hija  del  alma! ....  yo  nunca 
Podré  olvidar  esta  escena. . . . 
Tu  madre  estaba  sentada 
Del  lecho  á  la  cabecera, 
Sobre  su  pecho  amoroso 
Reclinada  tu  cabeza,  ^ 

Y  la  madre  de  tu  madre 
Llena  de  ansiedad  inmensa. 
Con  sollozos  expresaba 
Lo  que  su  alma  sintiera, 
T  Carmen,  la  buena  Carmen, 
Esa  amiga  verdadera 
Que  Dios  te  ha  dado  en  el  mundo. 
Donde  tan  pocas  se  encuentran, 
Desde  un  rincón  de  la  alcoba 
Te  miraba  placentera. 

Oh  María Virgen  pura. 

Fuente  de  paz  y  belleza, 
Madre  del  Dios  infinito.  .  . . 
¡Bendita,  bendita  seas! 
To  nunca,  noble  Señora, 
Nunca,  divina  Donct^lla, 
Podré  olvidar  el  consuelo 
.    Que  le  ofreciste  á  mis  penas. . . . 
T  si  fuere  mi  memoria 
Tan  débil,  que  acaso  pueda. 
Olvidar  tantos  favores. 

Olvidar  tanta  clemencia 

¡Que  la  luz  falte  á  mis  ojos! 
¡Que  á  mis  pies  se  hunda  la  tierra! 
¡Que  no  halle  sombra  mi  cuerpo! 
¡Que  los  hombres  me  aborrezcan! 
¡Que  nadie  me  dé  su  mano! 
¡Que  en  mi  hogar  no  me  apetezcan! 
¡jQue  me  abandone  tu  gracia. 
Que  es  la  luz  de  mi  existencia!! 
Sbre.  10del861. 

JoU  Socorro  de  Letm. 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  459 


A  HáRIA. 


Virgen  divina, 

Vfrffen  preciosa, 

Maore  amorosa 

Del  Redentor, 
Ante  todos  los  tiempos  elegida 
Y  (le  Dios  en  la  mente  concebida, 

Abrásanos  de  amor! 

Eva  de  gracia 

Que  nos  libraste, 

Que  nos  salvaste 

De  Satanás; 
El  hijo  de  tu  amor  en  tf  confia! 
Oh!  nunca  le  abandones,  Madre  mia! 

Oh!  no  le  olvidarás! 

De  Monserrate 

Las  altas  peñas 

Y  duras  breñas 

Tu  luz  llenó, 
Y  al  vivo  rayo  de  tu  sol  fecundo 
De  polo  á  polo  por  el  vasto  mundo 

Tu  gloria  se  extendió. 

La  virgen  Cuba 

Guarda  en  su  seno, 

De  amores  lleno. 

Tu  devoción; 
Es  la  India  de  América  escogida 
Que  por  el  rayo  de  tu  luz  herida 

Te  da  su  corazón. 

En  Monserrate 
Tú  luces  bella 
Como  la  estrella 
De  la  piedad; 


460  *       LA  VERDAD  CATÓLICA. 

Y  para  gloría  de  la  indiana  pobre 
Desde  las  sierras  ásperas  del  Cobre 
Derramas  Caridad- 

Bendita,  ¡oh  Madre, 

La  mas  hermosa, 

La  mas  preciosa 

Que  el  mundo  vio! 
Mientras  haya  en  la  tierra  un  solo  hombre. 
De  siglo  en  siglo  vivirá  tu  nombre 

Que  el  cielo  consagró. 

Si  de  la  tierra 

Subes  al  cielo. 

En  raudo  vuelo 

Te  seguiré; 
T  pues  conmigo  de  la  tierra  subes, 
Al  entonar  su  canto  los  querubes 
Tu  gloria  cantaré. 

Antonio   Enrique  de  Zafra. 


EL  VOTO  DE  LAS  TRES  HERMAlNAS. 


En  otro  tiempo,  bajo  el  reinado  de  Balduino  I,  rey  de  Je-* 
rusalen,  vivian  tres  huérfanas,  hijas  de  Raimundo  de  Ros- 
taing,  ilustre  caballero  que  habla  tomado  la  cru'i  y  seguido  á 
Godofredo  de  Bouillon,  cuando  este  fué  á  libertar  el  gran  $e- 
ptdcrOf  el  sepulcro  de  Cristo.  La  madre  de  esas  jóvenes  no 
se  habia  apartado  de  su  esposo,  quien  encontró  una  muerte 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  461 

gloriosa  en  la  batalla  de  Ascalon;  poco  le  sobrevivió  su  e.s- 
posa,  mas  antes  de  morir,  confió  sus  tres  hijas  á  una  viuda 
noble,  santa  y  piadosa  que  habitaba  en  Jerusalen.  El  rey 
Baduino  rodeaba  á  las  huérfanas  de  una  protección  regia  á 
la  vez  que  paternal;  los  ancianos  guerreros,  compañeros  de 
armas  de  su  padre,  las  miraban  con  respetuoso  interés,  vi- 
viendo ellas  lejos  de  la  Francia,  que  no  esperaban  volver  á 
ver,  lejos  de  su  heredad,  invadida  por  manos  desconocidas; 
y  semejantes  á  tres  hermosos  lirios  arrancados  de  su  valle  na- 
tal, florecian  sin  pesar  en  extrañas  regiones. 

La  mayor  de  las  jóvenes  se  llamaba  Blanca;  mas  sosegada, 
mas  recogida,  y  sobre  todo  mas  secretamente  entusiasta  que 
sus  hermanas  gustaba  del  abrigo  de  los  altares  y  preferia  las 
silenciosas  profundidades  de  la  iglesia  de  la  Resurrección 
al  palacio  délos  reyes  de  Jerusalen.  Complacíase  en  surtir 
las  lámparas  de  un  aceite  puro  y  fragante;  gustábale  quemar 
incienso  y  regar  flores  sobre  aquellos  mármoles,  sobre  aque- 
llas gradas  santificadas  por  los  pasos  de  un  Dios,  sobre  aque- 
lla tierra  regada  por  su  preciosa  sangre.  Sus  pies  conocian 
todas  las  sendas  del  templo  edificado  por  Sta.  Elena;  y  pros- 
ternada á  menudo  ante  aquel  sepulcro  triunfante,  del  cual 
se  levantó  vencedor  de  la  muerte  el  Hijo  de  Dios,  repetia  es- 
tas palabras,  noble  clamor  de  guerra  de  los  Cruzados:  Cristo 
vive^  Cristo  reina ^  Cristo  impera. 

Aleys,  la  segunda  de  las  tres  hermanas,  mas  parecida  á 
Marta,  que  tuvo  la  dicha  de  hospedar  en  su  casa  al  Salvador 
del  mundo,  no  contenta  con  encontrar  á  su  Dios  en  el  repo- 
so contemplativo  de  los  tabernáculos,  le  buscaba  también 
bajo  el  velo  de  la  miseria  y  las  enfermedades.  Encontraba  á 
Cristo,  viajero  sobre  la  tierra  y  sin  tener  dónde  descansar 
su  cabeza,  en  aquellos  peregrinos  á  quienes  lavaba  los  pies 
y  á  los  que  sus  hermanas  brindaban  una  generosa  hospitali- 
dad; encontraba  á  Cristo  padeciendo  por  nuestros  pecados  y 
hecho  semejante  á  un  leproso,  en  los  enfermos,  á  quienes  se 
complacia  en  aliviar  de  sus  dolencias.  Encontraba  al  Niño 
de  Belén,  rey  de  los  pobres,  en  aquellos  indigentes  á  quienes 
su  mano  rompia  el  pan  de  cada  dia;  y  viendo  las  miserias  in- 
finitas del  hombre,  recordaba  mejor  á  Jesucristo,  que  se  las 
hizo  suyas  y  las  tomó  todas  sobre  sí. 

La  tercera  hermana,  ó  sea  la  mas  joven  de  las  huérfanas, 
Raimunda,  amaba  también  á  Dios  y  á  los  pobres,  mas  sin 
embargo  parecía  adherida  á  la  vida  por  un  lazo  mas  fuerte 
que  sus  hermanas.  La  existencia  le  interesaba:  tomaba  par- 
te en  las  fiestas,  placeros,  peligróse  inquietudes  que  se  agi- 


462  hJL  VERDAD  CATÓLICA. 

Uban  en  derredor  suyo;  complacíase  con  subir  á  las  mura- 
llas y  ver  regresar  á  los  soldados  de  la  Cruz  de  alguna  expe- 
dición lejana;  gustábanla  los  torneos  y  cañas»  en  que,  du* 
rante  el  descanso  de  una  larga  paz,  iban  los  emires  sarra- 
cenos á  romper  lanzas  con  los  barones  cristianos;  en  el  inte- 
rior de  la  casa,  animaba  á  sus  hermanas  con  su  viva  y  tierna 
alegría;  su  voz  armoniosa  repetía  bajo  techos  de  cedro  las 
canciones  de  los  antiguos  alcázares  de  las  Galias;  ayudaba  á 
la  dama  Isabel  en  los  cuidados  domésticos,  é  imitando  el 
arte  de  la  reina  Matilde  (1),  trazaba  sobre  el  lienzo  con  la- 
nas de  diversos  colores,  las  hazañas  de  Godofredo  de  BouilloD 
y  de  sus  belicosos  compañeros, 

^^De  ese  modo  vivian  aquellas  tres  hermanas,  diversas  en 
sus  gustos,  mas  semejantes  en  gracias  y  virtudes,  las  tres  ex- 
clusivamente bellas,  castas  y  enlazadas  con  estrecha  unión. 

Jerusalen,  ni  en  aquella  época,  ni  en  ninguna  de  su  mag- 
nífica y  sombría  historia,  merecía  el  dulce  nombre  de  tUion 
de  paz,  que  le  habia  dado  en  otro  tiempo  el  pontífice  Melqui- 
sedee.  Igualmente  cara  para  los  musulmanes  y  cristianos, 
unos  y  otros  de  los  cuales  la  apellidaban  la  Ciudad  santa, 
era  objeto  de  sus  discordias  y  blanco  precioso  de  sus  mor- 
tíferas guerras. 

Balduino  I,  antes  conde  de  Edesa,  empuñaba  con  mano 
gloriosa  la  espada  que  su  hermano  Godofredo  le  habia  deja- 
do; siempre  á  caballo,  defendía  las  fronteras  de  su  reino  con- 
tra las  continuas  incursiones  de  los  Sarracenos;  la  tienda  de 
campaña  era  su  regio  pabellón,  la  silla  del  corcel  su  trono, 
la  espada  hacia  las  veces  del  cetro,  y  la  celada  era  la  única 
corona  que  habia  pesado  sobre  su  frente.  Veia  en  torno  su- 
yo, entre  los  que  eran  sus  sus  hermanos  de  armas  y  no 
sus  cortesanos,  algunos  de  los  héroes  de  la  primera  cruzada: 
Taneredo,  cuyo  nombre,  carácter  y  altas  hazañas  han  bas- 
tado para  ilustrar  un  poema;  Raimundo,  conde  de  S-  Gil  y 
de  Tolosa,  cuya  posteridad  desdichada  habia  de  ser  á  su  vez 
objeto  de  una  tercera  cruzada;  Boemundo  de  Antioquía,  el 
Ulíses  de  aquellas  guerras  homéricas;  Balduino  de  Bourg, 
que  debia  heredar  el  reino  de  Jerusalen;  después  de  sus  dos 
primos,  Josselin  de  Courtelay,  cuyo  cuerpo,  quebrantado 
por  los  años,  se  hallaba  animado  por  el  alma  mas  intrépida; 
y  por  fin  otros  muchos,  cuyos  nombres  están  inscritos  en  las 


(1)  Matilde,  esposa  de  Guillermo  el  Conquistador,  reprodujo  las  guerraa  k 
que  asistió  su  esposo  eu  una  tapicería,  llamada  oonmunmente  TajnMffa  d* 
Bayeux,  £•  un  monumento  curioso  de  laa  artes  doméstioas  en  el  siglo  XI. 


LA  VERDAD   CATÓLICA.  463 

crónicas  ó  en  las  páginas  de  aquel  poema  escrito  en  medio  de 
un  campamento  y  sobre  un  broquel,  y  que  dio  á  los  héroes  de  la 
Cruz  mas  celebridad  que  la  voz  varonil  de  los  mas  graves 
historiadores. 

Los  sultanes  de  Damasco  y  de  Mosul  y  varios  emires  de 
Mesopotamia  habian  allegado  un  ejército  de  treinta  mil  hom- 
bres, é  inundaban  la  Galilea.  Las  riberas  del  Jordán,  las  del 
lago  de  Gbnesareth,  lugares  cuyos  solos  nombres  son  tan 
gratos  para  los  cristianos,  fueron  testigos  de  una  guerra  san- 
grienta. El  rey  de  Jorusalen  trató  de  combatir  tan  peligroso 
enemigo:  mas  fué  derrotado  por  los  Sarracenos  en  los  valles 
inmediatos  al  Tabor.  El  gobernador  de  Antioquía,  el  conde 
de  Edesay  de  Trípoli,  fueron  en  auxilio  de  Balduino;  mien- 
tras que  se  defendian  en  los  montes,  las  ciudades  de  Palenti- 
na eran  saqueadas  por  los  musulmanes;  Jerusalen  se  vio 
amenazada;  la  campana  mayor  del  Santo  Sepulcro  anuncia- 
ba la  proximidad  del  enemigo;  las  mujeres,  los  niños,  los  an- 
cianos, encerrados  en  sus  casas  ó  prosternados  ante  los  ta- 
bernáculos, esperaban  la  decisión  de  su  suerte. ...  De  pron- 
to oyóse'  en  la  Ciu<lad  santa  el  ronco  y  salvaje  sonido  de  las 
trompetas  musulmanas:  los  soldados  de  la  Cruz  se  arma- 
ron y  entablaron  la  lucha,  en  medio  de  las  calles,  contra  una 
pequeña  partida  de  Sarracenos  que  habia  entrado  en  la 
ciudad  por  sorpresa. 

Un  joven  caballero,  que  graves  heridas  habian  detenido 
largo  tiempo  en  Jerusalen,  tomó  parte  en  aquel  combate; 
mas  de  súbito  gritos  desgarra«lores  hirieron  sus  oidos;  pare- 
cían provenir  de  una  calle  estrecha  y  sombría .  El  joven, 

sin  calcular  el  peligro,  penetró  en   aquel  desfiladero,   y  vio 

á  tres  doncellas,  sin  velo,  sin  manto,  suelto  el  cabello 

defendíanse  con  sus  débiles  manos  contra  varios  musulma- 
nes que  querian  arrastrarlas.  Una  de  ellas  estrechaba  con 
sus  brazos  delicados  las  columnas  de  un  antiguo  pilar,  y  he- 
ría su  hermosa  frente  contra  el  mármol,  resistiendo  á  los 
esfuerzos  de  sus  robadores;  la  segunda  forcejeaba  en  brazos 
de  un  Sarraceno,  mientras  que  la  tercera  casi  desmayada,  es- 
taba acostada  en  la  grupa  de  un  caballo  que  debia  llevár- 
sela. 

— Ah!  villanos!  exclamo  el  joven:  ¡Dios  y  S.  Jorge  me 
asistan  en  esta  hora! 

Lanzó  su  caballo  y  cayó  sobre  aquellos  cobardes,  como 
un  vengador  que  el  Cielo  enviaba  á  la  inocencia.  La  javeli- 
na  de  los  Sarracenos  se  tiñó  por  dos 'veces  en  su  sangre,  mas 
él  se  mantuvo  firme  sin  perder  los  estribos,  y  al  cabo  de  unos 


464  LA  VERDAD  CATÓLICA . 

cuantos  minutos  de  combate,  vio  á  tres  de  sus  enemigos  der- 
ribados á  sus  pies,  y  á  los  otros  dos  estrechando  con  la  voz 
y  la  espuela  sus  ágiles  corceles. 

Luego  que  quedó  solo  con  las  jóvenes,  se  quitó  el  casco, 
enjugó  el  sudor  y  la  sangre  que  caian  de  su  frente,  y  dijo  hu- 
mildemente: ''¡Alabados  sean  Dios  y  su  Santísima  Madre!" 
— Noble  señor!  exclamó  la  mas  joven  délas  señoritas,  ¿es» 
tais  herido? 

— Es  poca  cosa,  contestó  él  sonrojándose;  no  merece  vues- 
tra atención.  Permitidme,  nobles  señoritas,  que  os  acompañe 
hasta  vuestro  alojamiento el  rumor  del  combate  ha  ce- 
sado, y  las  calles  deben  estar  seguras. 

— Vivimos  no  lejos  de  aquí,  dijo  la  mayor,  volvíamos  de 
la  Iglesia  del  santo  Sepulcro  cuando  esos  infieles  se  arroja- 
ron sobre  nosotras.  Sin  vos,  señor mas  dignaos  acompa- 
ñarnos hasta  el  lado  de  nuestra  madre  adoptiva;  allí  tan  solo 
podrán  las  hijas  de  Raimundo  y  de  Rostaing  manifestaros 
su  agradecimiento. 

La  señora  Isabel  los  acogió  con  lágrimas  y  trasportes  de 
alegría.  Las  jóvenes  trataban  de  dar  gracias  á  su  libertador, 
mas  el  níodesto  carmin  que  d/iba  color  á  sus  varoniles  meji- 
llas, y  el  embarazo  de  su  aspecto  interrumpieron  aquella  ha- 
lagadora conversación.  Por  fin  Blanca,  la  mayor,  tomó  la 
palabra,  y  bajos  los  ojos,  y  sosegado  y  grave  el  aspecto, 
dijo: 

— En  el  instante  en  que  sentí  que  las  fuerzas  me  faltaban 
y  que  mi  honra,  mil  veces  mas  preciosa  para  mí  que  la  vi- 
da, iba  quizfís  á  recibir  un  golpe  mortal,  elevé  mi  alma  á 
Dios,  y  le  ofrecí,  si  se  dignaba  salvarme,  consagrarle  mi  vi- 
da en  el  monasterio  del  Monte  Carmelo.  Madre,  hermanas, 
y  vos,  señor,  sois  mis  testigos:  no  tendré  mas  esposo  que  Je- 
sucristo, 

Aleys,  á  su  vez,  estrechando  la  mano  de  Blanca,  dijo  con- 
movida: 

— Un  mismo  pensamiento  nos  ha  inspirado.  En  presencia 
del  peligro,  ofrecí  al  Señor  consagrar  mi  vida  al  servicio  de 
los  enfermos  y  los  peregrinos.  En  adelante  soy  sierva  de 
los  pobres;  ¡Dios  me  castigue  si  falto  á  mi  juramento! 

Raimunda  nada  decia;  miraba  á  sus  hermanas  y  las  lágri- 
mas corrian  por  sus  mejillas. 

— Y  vos,  hija  mia,  ;.habeis    hecho  también    algún  voto  á 

Dios?  Parecéis  turbada'   explicaos  claramente Hablad! 

dijo  la  señora  Isabel. 


1.%  TKKDAD  CAT6uCa.  465 

Con  la  TOS  baja,  oprimida,  j  fijos  los  ojos  en  la  tierra,  con- 
teató  Baimnoda: 

— ^Viéndome  abandonada  de  todo  auxilio  humano,  ofrecí  á 
Dios,  si  me  enviaba  un  libertador,  no  negarle  nada  de  lo  que 
la  fe,  la  honra  y  la  hidalguía  me  permitiesen  concederle. 

£1  caballero  que  tenia  la  fista  fija  en  ella  se  conmovió  al 
oir  estas  palabra?,  se  acercó,  y  dijo  con  gran  turbación: 

— Señorita,  ¿habéis  comprendido  en  esa  promesa  el  don 
de  vuestra  fe  jurada  en  los  alures? 

Ella  00  osó  contestar.  £1  guerrero  dobló  la  rodilla,  v  aña- 
dió: 

— ^He  atrevo  á  reclamarla sed  mi  señora,  mi  esposa  y 

compañera. 

— ^He  ofrecido  ante  Dios,  dijo  tímidamente  Raimunda.  ^ 

— ^Pero  caballero,  interrumpió  la  señora  Isabel,  ignora- 
mos  

— Soy  de  noble  alcurnia,  contestó,  me  llamo  Raúl  de 
Theude,  y  poseo  á  orillas  del  Escalda  un  castillo,  donde  mi 
madre  me  espera. 

— Yo  seré  su  hija,  dijo  Raimuiida;  y  su  maiu»  cayó  en  la 
del  caballero. 

II. 

Dos  años  habían  trascurrido.  Las  doce  de  la  noche  aca- 
baban de  dar  en  el  monasterio  del  Monte  Carmelo,  asilo  de 
la  contemplación,  nido  desde  donde  el  alma  solitaria  se  lan- 
zaba, como  una  paloma,  hacia  las  regiones  celestiales.  La 
luna,  crecida  y  brillante,  reflejaba  su  luz  en  el  mar,  que  pa- 
recía un  segundo  cielo  luminoso  y  estrellado;  y  penetrando 
por  los  arcos  de  la  capilla,  mezclaba  su  blanca  luz  á  la  de 
la  lámpara  que  ardía  constantemente  ante  el  tabernáculo. 
La  capilla  estaba  silenciosa:  una  religiosa  se  hallaba  proster- 
nada al  pié  del  altar:  llevaba  la  túnica  de  lana,  el  manto 
blanco  y  el  velo  negro  de  las  profesas.  En  el  mundo  llamá- 
basela  Blanca  de  Rostaing;  en  el  claustro  tenia  por  nombre 
Sor  S.  Pablo,  en  memoria  del  ilustre  solitario  del  desierto  de 
Scete.  Su  destino  se  hallaba  consumado.  Unida  á  su  Dios 
por  medio  de  la  penitencia  y  la  caridad,  saboreaba  las  mis- 
teriosas delicias  que,  aun  en  este  mundo,  reserva  el  Verbo 
divino  á  sus  amantes,  como  primici^y)  de  una  vida  mejor. 
Con  las  manosjuntas,  y  los  ojos  fíjos  en  el  tabernáculo  que 
encerraba  al  inmortal  Esposo,  repetía  con  voz  conmovida 
las  palabras  sagradas  de  los  Cantares;  Mí  amado  para  mí,  // 

VH-— «9 


466  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

yo  para  él;  púsele  como  un  sello  sobre  mi  corazón^  hasta  que  s(h 
pie  el  dia  y  declinen  las  sombras. 

Aquella  misma  noche,  en  el  hospicio  de  Jerusalen,  Sor 
Aleys  recitaba  las  últimas  oraciones  de  los  agonizantes  jun- 
to á  un  anciano  soldado  de  la  Cruz,á  quien  ffraves  heridas 
arrastraban  al  sepulcro.  Las  cortinas  de  lino  de  su  cama  se 
hallaban  levantadas  y  permitían  ver  al  guerrero  sosteniendo 
el  último  combate.  Su  frente  varonil  estaba  inundada  por 
un  frió  sudor,  sus  ojos  dirigían  profundas  miradas  en  vago, 
y  sus  debilitadas  manos  erraban  convulsivamente  sobre  el 
cobertor.  Aleys,  vestida  con  un  traje  gris  y  llevando  en  la 
cabeza  una  toca  y  en  el  pecho  un  griñón  de  hilo»  eataba  de 
pié  á  su  lado:  sosteníale  con  una  mano  la  cabeza,  mientras 
que  con  la  otra  le  mostraba  el  Crucifijo.  Estaba  hermosa, 
hermosa,  aun  bajo  aquel  humilde  hábito  de  hospitalaria,  y  al 
lado  de  aquel  anciano  soldado,  parecía  á  la  vez  una  hija  res- 
petuosa, una  tierna  hermana,  un  ángel  de  consuelo  y  de  paz. 
Su  voz  dulce  y  algo  temblorosa  resonaba  sola  en  el  silencio 
de  aquella  vasta  sala;  decin: 

**Sal  de  este  mundo,  alma  cristiana,  en  nombre  del  Padre 
que  te  crió;  de  Jesucristo,  Hijo  de  Dios  vivo,  que  sufrió  por 
tí;  y  del  Espíritu  Santo,  cuya  efusión  recibiste.  Que  al  se- 
pararte del  cuerpo,  un  libre  acceso  te  sea  abierto  en  la  mon- 
taña de  Sion,  en  la  celestial  Jerusalen,  en  la  innumerable 
compañía  de  los  ángeles  y  de  los  primogénitos  de  la  Iglesia. 
Levántese  Dios  y  disipe  las  potestades  del  abismo." 

Fué  interrumpida  en  su  oración:  la  cabeza  del  soldado 
caia  pesada  é  inanimada;  ya  no  existia.  Sor  Aleys  alzó  la 

vista su  mirada  suplicante  parecia  seguir  á  aquella  alma 

que  acababa  de  volar  al  cielo .y  luego,  después  de  ha- 
ber arrojado  el  sudario  sobre  el  cadáver,  sin  tomar  descan- 
so, se  acercó  á  la  cama  de  otro  enfermo 

El  dia  inmediato  á  aquella  noche,  el  castillo  de  Theude 
estaba  de  fiesta.  Acababa  de  llevarse  á  la  pila  bautismal  al 
primogénito  del  matrimonio  del  fir.  Raúl  de  Theude  con  la 
noble  Señora  Raimunda  de  Rostaing.  Esta,  sentada  entre 
sus  dos  madres,  pues  Isabel  habia  seguido  á  Europa  á  su 
hija  adoptiva,  esperaba  en  el  gran  salón  de  su  castillo  el  re- 
greso del  esposo  y  el  recien  nacido.  Estaba  bella  y  adorna- 
da; un  doble  escudo  guarnecía  su  vestido,  una  rica  limosne- 
ra pendía  de  su  cintura,  y  una  corona  deoro  prendía  en  tor* 
no  de  8u  frente  el  velo  cuyos  pliegues  eran  ligeros  y  gracio- 
sos. Todo  era  en  derredor  suyo  esplendor  y  riqueza;  en  su 
alma  todo  era  amor  y  ventura.  Y  cuando  lasalegres  tocatas 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  467 

resonaron  en  los  corazones,  cuando  su  joven  esposo  volvió 
¿su  lado,  cuando  su  hijo  estuvo  en  su  regazo,  cuando  oyó 
los  clamores  de  agradecimiento  que  daban  desde  fuera  los 
pobres  á  quienes  se  distribuia  dinero,  vestidos  y  víveres:  y 
cuando  enjugándose  los  ojos  solo  encontró  caras  anoigas,  mi- 
radas alegres. .  • .  entonces  su  corazón  rebosó  de  felicidad, 
y  alarffó  la  mano  á  Raúl,  diciendo: 

— ¡Oh  cuan  dichosa  soy! 

Asf  fué  escuchado  el  voto  de  cada  una  de  las  tres  herma- 
nas, dichosas  y  bendecidas  las  tres:  la  una  al  pié  de  los 
altares,  la  otra  á  la  cabecera  de  los  enfermos,  y  la  tercera  en 
el  seno  de  una  familia  virtuosa. 


ftEVISTA  RELiaiOSA. 


COMJ^LBMENTO  Y  RECTIFICACIÓN  DEL  ACTA  DEL  ULTIMO  CON- 
SISTORIO SECRETO. — En  nuestra  entrega  anterior  ofrecimos 
rectificar  ó  completar  el  acta  del  último  Consistorio  secreto 
al  recibir  el  texto  oficial.  Teniendo  hoy  á  la  vista  dicho  tex- 
to, tal  cual  lo  dan  el  Giomaíe  di  Roma  y  la  Correspondance 
de  Romej  debemos  advertir>que  el  principio  del  antepenúlti- 
mo párrafo  del  análisis  de  la  alocución  de  Su  Santidad  {pag. 
413,  delprtsente  tamo  déla  T^.  C.)  debe  leerse  asf:  **Manifestó 
{el  P*  oan^)  las  pomposas  promesas  hechas  por  los  enemi- 
gos del  Pontificado,  de  proteger  á  la  Iglesia  y  su  Cabeza,  y 
el  contraste  que  formaban  con  esas  mismas  promesas  la  ili- 
mitada publicación  de  libros  irreligiosos,  y  la  persecución 
de  los  ministros  de  Dios,  bajo  el  dominio  y  en  virtud  de  las 
mismas  leyes  invocadas  en  su  favor  por  los  autores  de  esos 
escritos  anti-católicos/' — ^En  cuanto  á  los  prelados  preconi- 
Hidos  en  el  Consistorio  de  que  nos  ocupamos,  fueron,  ademas 


468  LA  VRHDAD  CATÓUCA. 

de  los  que  ya  conocen  nuestros  lectores,  los  siguientes:  Para 
la  iglesia  catedral  de  Cartagena,  en  Murcia,  España,  el  Illmo. 
Sr.  D.  P.  Landeira  y  Sevilla,  trasladado  de  Teruel.  Para  la 
iglesia  catedral  de  Cu  mayagua,  en  la  América   Central,  el 
Illmo.  Sr.  D.  J.  F.  de  Jesús  Zepeda.  Para  las  iglesias  unidas 
de  Calahorra  y  la  Calzada,  en  Castilla  la  Vieja,  el  R.  D.  An- 
tonio Monescillo,  Predicador  de  S.  M.  y  Doctor  en  Teologfa. 
Para  la  iglesia  catedral  de  S.  Luis  de  Marañen,  en  el  Brasil, 
el  R.  D.  Luis  de  la  Concepción  Saraiva,  Abad  del  Monasterio 
de  Benedictinos  de  Rio  Janeiro.  Para  la  iglesia  catedral  de 
Antequera  ú  Oajaca,en  Méjico,  el  B.  D  José  María  Covar- 
rubias,  presbítero  de  la  diócesis  de  Méjico.  Para  la  iglesia  ca- 
tedral de  Cuenca,  en  la  América  meridional,   el  R.  D.  José 
Antonio  R,  Estevesde  Toral,  presbítero  de  Quito.  Para  la 
iglesia  catedral  de  Guayaquil,  América  meridional,  el  R.  D. 
Tomás  Aguirre,  Pbro.  de  Guayaquil.  Para  la  iglesia  episco- 
pal de  Listres,  Í7i;7am6ti«  infidelium^  el  R.D.José  Ignacio 
Checa,  Diputado  Auxiliar  del   Obispo  de  Cuenca,  en   la 
América  meridional. — En  seguida  Su  Santidad   anunció  la 
promoción,  por  medio  de  letras  apostólicas,  de  Monseñor 
José  Lonovicz,  antes  Obispo  de  Casanad  y  Temeswar  en  el 
Banat  de  Hungría  á  la  iglesia  arzobispal  de  Amasia,  in  par- 
tibus  inádelium. — Las  siguientes  elecciones   de  Obispos,  he- 
chas por  medio  de  la  Sagrada  Congregación  de  la  Propagan- 
da desde  el  último  consistorio,  fueron  también  anunciadas: 
Para  la  iglesia  Metropolitana  de  Nueva-Orleans,  en  los  Es- 
tados Unidos  de  América,  Monseñor  Juan  Maria  Odin,  trasla- 
dado de  G&iveston,  Tejas.  Para  la  iglesia  catedral  de  Savan- 
nah,  E.  U.,  Monseñor  Agustín  Vérot,  Vicario  Apostólico  de 
la  Florida.  Para  la  iglesia  catedral  de  Hariem,  en  los  Bafses 
Bajos,  el  R.  Gerardo  Pedro  Wilneer.  Para  la  iglesia  episco- 
pal de  Sion,  inpartibus  in/idelium,  el   R.  Sebastian    Franco- 
vich,  Diputado,  Vicario  Apostólico  de  Bosnia.  Para  la  igle- 
sia episcopal  de  Cidonia,  in  partibus  infidelium^  el   R.  Jorge 
Butler,  Vicario  general  de  Limerick,    nombrado  Coadjutor 
con  futura  sucesión  de  Monseñor  Juan  Rivan,  Obispo  de  Li- 
merick. Para  la  iglesia  episcopal  de  Leuca,  in  partwus  infidt- 
lium,  el  R.  P.  Angelo  de  Caprousa,  Vicario  Apostólico  de 
Agrá,  Indias  Orientales. 


El  nuevo  obispo  de  los  búlgaros. — El  corresponsal 
romano  del  Weekly  Register  de  Londres  dice  á  dicho  perió- 
dico que  es  positivo  que  la  Santa  Sede  ha  confiado  por  abo- 


LA  VKRDAD  CATÓLICA.  469 

ra  el  cuidado  de  los  búlgaros  católicos  á  dos  sacerdotes,  anti- 

S os  alumnos  de  la  Propaganda,  que  hoy  se  encuentran  en 
nstantinopla,  y  que  en  tiempo  mas  oportuno  hay  la  in- 
tención de  escoger  para  obispo  á  uno  de  esos  mismos  sacer- 
dotes, cuya  fe  es  conocida. 


La  bbina  victoria.— En  la  Prensa  Católica  de  Liverpool 
se  léelo  siguiente:  '*En  uno  de  nuestros  últimos  números 
dábamos  como  casi  cierta  la  conversión  de  la  Reina  Victoria. 
Esta  conversión  se  ha  realizado.  Sabemos  por  conducto  se- 
garísimo  que  el  deseo  mas  vivo  de  S.  M.  es  publicarla,  y 
que  solo  ha  suspendido  la  ejecución  de  ese  proyecto,  madu- 
ramente reflexionado,  por  evitar  el  trastorno  que  ha  de  in 
traducir  en  la  organización  religiosa  de  Inglaterra.  La  augus- 
ta convertida  encuentra  ademas  serios  obstáculos  en  su  mis- 
ma familia,  para  que  el  aislamiento,  cuyo  motivo  han  queri- 
do explicar  los  periódicos,  se  haya  juzgado  indispensable. 
Su  convicción  es  inquebrantable.  Ha  visto  la  luz,  y  las  ti- 
nieblas no  la  persuadirán ...  El  protestantismo,  corroido  por 
8Q  misma  corrupción,  desaparece  paulatinamente.  Pocos 
días  há  que  la  duquesa  de  Kent  moría  papista:  ayer  la  du- 
quesa de  Sutherland  abjuraba  públicamente  una  religión  sin 
consistencia  y  sin  razón  de  *ser:  hoy  la  soberana  de  los  tres 
reinos,  entrabada  con  mil  ataduras  políticas,  rompe  sus  ca- 
denas y,  ansiosa,  se  arroja  en  brazos  de  la  verdad." 


La  NUEVA  CATEDRAL  DE  COLONIA. — En  la  Última  semana 
de  Julio  próximo  pasado  debieron  terminarse  las  obras  de 
la  nueva  catedral  de  Colonia.  Decíase  que  el  dia  aniversario 
la  colocación  de  la  primera  piedra,  cuyo  hecho  tuvo  lugar 
hace  61ü  años,  debia  adornarse  el  techo  del  templo  con  el 
ramillete  de  flores  tradicional,  para  indicar  la  conclusión  de 
la  fábrica.  La  torre  central  de  dicho  templo,  ó  sea  la  prime- 
ra de  lastres  que  ha  de  llevvr,  debe  hallarse  concluida  en 
breve. 


470  ^^    VERDAD   CAT6íACk. 


CROmCA  LOCAL 


Defunción  y  vacante.^'ññ  fallecido  el  dia  19  del  actual  el 
conocido  y  antiguo  Pbro.  D.  José  Julián  Valdés,  maestro  de 
ceremonias  que  fué  de  la  Santa  Iglesia  Catedral  y  que  sirvió 
muchos  años  de  un  modo  satisfactorio  los  diferentes  cargos 
eclesiásticos  que  se  le  dieron.  La  Secretaría  del  Illmo.  Ca- 
bildo convoca  á  los  aspirantes  á  la  citada  plaza,  que  áltima- 
mennte  desempeñaba  dicho  Pbro.,  para  que  en  el  término 
de  treinta  días  presenten  sus  instancias  al  efecto. 


La  Merced. — El  dia  catorce  se  ha  izado  la  bandera  que 
anuncia  la  serie  de  fiestas  en  honor  de  la  Vfrgen  de  la  Mer- 
ced en  la  iglesia  de  su  nombre.  Habrá  novena  con  sermón 
por  las  tardes  basta  el  23,  que  será  la  salve:  al  dia  siguiente 
ia  gran  fiesta,  y  después  la  octava»  igualmente  con  sermón. 
La  procesión  será  el  último  dia. 


Monserrate. — Se  ha  celebrado  con  toda  solemnidad  la  no- 
vena de  la  Virgen  del  Monserrate  en  la  iglesia  de  su  nom- 
bre. Una  numerosa  concurrencia  ha  ocupado  el  templo  to- 
das las  tardes;  el  sábado  7  se  celebró  la  gran  salve,  y  el  do- 
mingo á  las  siete  tuvo  lugar  la  imponente  ceremonia  del  re- 
conocimiento de  María  como  Patrona  del  2?  batallón  de  vo- 
luntarios de  esta  plaza.  El  joven  Pbro.  D.  Luis  Marrero  pro- 
nunció un  discurso  alusivo  al  acto,  quedando  con  el  luci- 
miento que  era  de  esperarse. — Después  de  esta  solemnidad 
se  efectuó  1^  gran  fiesta  anual  que  el  Sr.  Conde  de  Santove- 
oia  consagra  á  aquella  Virgen,  y  hoy  se  hará  la  fiesta  de  la 
Parroquia  y  por  la  tarde  la  procesión. 


Conñrmacion, — El  domingo  8  del  actual  administró  dicho 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  471 

santo  Sacramento  á  un  corto  número  de  niños,  en  la  iglesia 
de  S.  Francisco  de  Guanabacoa,  el  Tilmo.  Sr.  Arzobispo  de 
Méjico. 


Gran  Jieiía. — Hoy  se  celebra  en  Guadalupe  la  suntuosa 
fiesta  anual  de  Nuestra  Señora  de  la  Caridad  del  Cobre,  Pa- 
trona  del  49  batatallon  de  voluntarios  de  esta  plaza.  Predica 
el  aventajado  joven  orador  Pbro.  D.  Luciano  Santana,  y  no 
dudamos  que  su  discurso  será  digno  del  objeto  á  que  se  di- 
rige. Por  la  tarde  será  la  solemne  procesión. 


Otra  gran  finita. — El  dia  24  del  corriente  se  efectuará  en 
la  iglesia  parroquial  de  Guadalupe  la  solemne  fiesta  que 
anualmente  dedican  á  la  Stma.  Virgen  de  las  Mercedes  en 
8Q  dia  las  niñas  del  Colegio  de  este  nombre,  dirigido  por  la 
respetable  y  virtuosa  Sra.  D?  Francisca  Chiclana.  Ocupará 
la  cátedra  el  sabio  y  popular  orador  sagrado  Pbro.  D.  Pedro 
Arburu,  cuyos  discursos  son  tan  justamente  celebrados.  Un 
escogido  y  numeroso  convite  se  hace  para  esta  solemnidad. 


Fundones  religiosas  en  Regla.-Segun  se  nos  informa,  las  fun- 
ciones religiosas  celebradas  en  el  santuario  de  la  inmediata 
población  de  Ragla  en  honor  de  su  santa  Patrona  se  han  ve- 
rificado es^  año  con  la  mayor  solemnidad,  no  escaseando  por 
cierto  el  concurso  de  fieles  que  siempre  suele  acudir  en  se- 
mejantes ocasiones  á  implorar  alguna  merced  ó  á  dar  gracias 
por  alffun  favor  conseguido  por  la  mediación  de  nuestra  Se- 
ñora de  Regla.  La  procesión  solemne  debe  verificarse  hoy  do- 
ra ingo  15  de  Setiembre. 


Nuestra  Señora  de  las  Escuelas  Pías. — Hoy  15  de  Setiem- 
bre debe  también  verificarse  en  la  vecina  villade  Guanabacoa, 
y  en  la  iglesia  de  S.  Francisco  la  fiesta  solemne  que  al  San- 
tísimo Nombre  de  Mafia,  bajo  k  advocación  de  Ntra.  Sra.  de 
las  Escuelas  Pías,  tributan  los  RR.PP.  Escolapios.  En  esta 
función  religiosa,  con  la  cual  honran  los  ilustrados  hijos  de 
S.  José  de  Calasanz  ásu  excelsa  Protectora,  oficiará  el  Illmo  . 


472  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

Sr.  Arzobispo  de  Méjico.  T puesto  que  de  la  devocioo  á  Nues- 
tra Señora  de  las  Escuelas  Pías  nos  ocupamos,  hacemos  m- 
ber  á  quellos  de  nuestros  lectores  que  lo  ignoren,  y  princi- 
palmente á  los  que  residan  en  Guanabacoa,  que  en  el  Cole- 
gio de  PP.  Escolapios  de  dicha  villa  está  establecida  la 
Asociación  de  nuestra  Señora  de  las  Escuelas  Pías  y  S.  José 
de  Calasanz,  incorporada  á  la  Real  y  primitiva  Congregación 
canónicamente  establecida  en  el  Colegio  de  S.  Fernando  de 
Madrid,  habiéndose  inscrito  ya  cierto  número  de  fieles  en 
las  listas  de  asociados  abiertas  al  efecto. 


''El  Alba  Católica.*^ — Ha  llegado  á  nuestras   manos  la  2? 
entrega  de  este  nuevo  periódico  religioso  que   se  publica  en 
Madrid,  y  que  recomendamos  eficazmente  á  nuestros   lecto- 
res, advirtiéndoles  que  se  reciben   suscriciones  en  esta  im- 
prenta; que  el  periódico  ve  la  luz  por  entregas  mensuales  de 
á  cuatro    pliegos;   que  juntamente  con  él  se  reparte   á  los 
Sres.  suscritorea,  que    lo  sean   desde  el   principio,  retratos 
perfectamente  litografiados  de   los  prelados  mas  ilustres  de 
España,  y  por  una  módica  retribución  un  pliego   de  música 
impresa  que  comprenderá  misas,  villancicos  &c.;  y  por  últi- 
mo que  el  precio  de  suscricion  en   la  Habana  es  de  5  pesos 
al  ano,  recibiéndose  el  periódico  franco  de  porte. — Con  la 
primera  entrega  se  repartió  á  los  suscritores  el  retrato  de  Su 
Santidad  el  Papa  Pió  IX,  y  con  la  tercera  el  del  Exorno,  é 
Illmo.  Sr.  Obispo  de  Almería.  Los  dos  primeros  pliegos  de 
música  comprenden  el  principio  de  una  misa  solemne  átres 
voces.   Lo  repetimos;  el  Alba  Católica  es  acreedota  á  la  pro- 
tección de  las  personas  sensatas   é  ilustradas,  y  nos  parece 
sobre  todo  útilísima  para  los  miembros  del  clero   en  general 
y  los  Sres.  curas  párrocos  en  particular. 


W^wníngo  6  de  Octubre  de  1861. 


SECCIÓN  RELIGIOSA. 


SAN  FRANCISCO  DE  ASÍS  (1) 
CABALLERO,    POETA    T    SAXTO. 


I. 

Una  familia  de  men<ligo8  haatrHvosndo  la  tierra. 

Un  ejército  de  mártires  ha  derramado  en  e\  mundo  lagos 
de  sangre. 

Una  milicia  apostólica  ha  conquistado  con  su  palabra  y 
con  su  amor  millones  de  almas. 

Al  jefe  de  esa  familia,  al  capitán  de  ese  ejército,  al  gran 
apóstol  deesa  milicia,  consagramos  hoy  estas  breves  líneas 
en  homenaje  déla  profunda  veneración  que  le  profesamos, 
del  amor  inmenso  que  nos  inspira  tanto  heroismo,  tunta  per- 
fección, tanta  santidad. 

¡Edades  católicas,  inclinad  vuestras  trentes  ante  la  figura 
raiíiante  de  majestad  y  gloria  de  Francisco  de  Asis!  ¡Huma- 
nidad doliente  levantad  vuestra  voz,  y  entonad  el  cántico  de 
gratitud  al  gran  amador  de  la  pobreza!  Almas  degradadas  y 
muertas  á  la  vida  de  la  gracia,  salid  de  los  hórridos  desiertos 
y  tributad  vuestras  alabanzas  al  gran  patriarca  de  esa  ínclita 
familia,  que  os  rescató  con  su  sangre  de  la  muerte  del  peca- 
do! Hijos  de  Francisco  de  Ahís,  salid  de  la  tumba,  y  renova- 
reis de  nuevo  la  faz  de  la  tierra!  Hombres  amigos  de  la  civi- 
lización, ved  en  las  obras  de  Francisco  el  tipo  del  verdadero 
progreso  católico! Y  vosotros  también  los  perseguido- 
res, los  verdugos  de  Francisco  y  de  su  familia,  los  que  be- 

(1)  Ante  ayer,  4  d«  Octubre,  ha  celebrado  la  Iglesia  la  festividad  de  este 
gran  Santo. 

VII.— 60 


474  LA  VERDAD  CATÓUCA. 

bfsteis  BU  sangre  en  el  vértigo  de  la  revolución,    ¡Hombres 

del  año  1835 ¡¡¡Hienas!!! Ya  la  tea  no  tiene  edificios 

que  incendiar,  ni  el  puñal  corazones  que  atravesar:  ya  todo 
es  ruina  y  desolación;  y  sin  embargo,  Francisco  y  sus  hijos 
os  envían  desde  eí  Cielo  palabras  de  perdón 

La  pluma  se  detiene,  el  corazón  se  angustia,  la  voz  se  tor- 
na en  sollozo  al  considerar  tan  inmensos  beneficios  prestados 
por  Francisco  y  su  familia,  y  tantos  horrores  cometidos  en 
pago  de  tantos  bienes. 

Para  bosquejar  los  rasgos  principales  de  la  vida  de  Fran- 
cisco, necesitaríamos  la  pluma  deS.  Buenaventura;  pero  su- 
pla el  amor  á  la  elocuencia,  y  contemos  á  las  almas  enamo- 
radas de  Francisco  (que  por  fortuga  no  son  escasas  en  esta 
Capital)  algunos  de  los  episodios  de  esa  vida  rica  en  maravi- 
llas. La  esterilidad  de  la  narración,  la  compensará  el  recuer- 
do gratísimo  que  despierte  en  esas  mismas  almas  aquel  hom- 
bre-ángel; y  si  nuestra  profana  pluma  languidece,  fijad  1» 
vista  en  el  monte  Alvernia,  y  allí  encontrareis  escrita  toda  la 
historia  del  Serafín  de  Asis. 

Al  terminar  el  duodécimo  siglo,  la  Iglesia  sumida  en  cons- 
ternación v  luto,  vislumbraba  en  el  subsiguiente  un  porve- 
nir preñado  de  grandes  catástrofes  y  desolaciones.  Comien- 
za el  infausto  decimotercio  siglo,  y  en  él  pudo  exclamar  el 
hombre  sin  fe  y  sin  creencias:  **Prevalecido  han  contra  la 
Iglesia  las  puertas  del  infierno."  Arnaldo  de  Brescia,  Pe- 
dro Valdo,  Raimundo  de  Tolosa,  levantaron  6  dieron  fo- 
mento á  poderosas  herejías.  Abelardo,  célebre  por  sus  im- 
púdicos amores,  y  funestó  por  sus  doctrinas,  se  presentó  tam- 
bién en  el  gran  palenque  de  las  escuelas  católicas,  renovan- 
do lamentables  crrorres.  El  malogro  délas  Cruzadas,  que 
abría  á  los  Bárbaros  las  puertas  del  Occidente,  el  cisma  grie 
go,  mas  encendido  que  nunca,  la  fe  católica  cual  nunca  tam- 
bién mas  apagaila,  la  avaricia,  el  egoísmo  universal  domi- 
nándolo todo;  he  ahí  el  cuadro  que  nos  ofrece  aquel  siglo. 
Tantos  elementos  combinados  para  socavar  la  roca  dó  se 
asienta  la  Iglesia,  parecían  lograr  su  satánico  intento.  Aque- 
llc^  eran  los  momentos,  en  que  (como  hoy)  impotente  el 
hombre  para  reconstruir,  todo  ae  espera  de  los  juicios  de 
Dios  y  de  los  consejos  de  su  Providencia.  ¿Quién  fué  el  Moi- 
sés enviado  para  el  rescate  del  Occidente?  ¿Quién  fué  el  in- 
victo Macabeo  destinado  para  pelear  contra  los  Antiocosdel 
error?  ¿Quién  debía  combatir  la  avaricia  reinante  con  la  mas 
perfecta  abnegación?  ¿Quién  debía  destruir  el  egoismo  con 
el  mas  encendido  amor?  ¿Quién  tiebia  realzar  la  humildad  y 


LA  VEBDAD  CATÓLICA.  476 

la  pobreza,  elementos  regeneradores  de  una  sociedad  gasta- 
da por  el  vicio  y  la  disipación?. . . .  Todo  esto  fué  la  misión 
de  Francisco  de  Asís,  quien  tuvo  por  compañerb    al  ínclito 

^DorairjKO  de  Guzman. 

La  pequeña  ciudad  de  Asis  vio  nacer  1  nuestro    héroe:  el 
cielo  de  Umbría  cobijó  su  cuna.  El  que  debía  imitar  con  tan- 
ta perfección  á  Jesucristo,  el  que  cruzó  su  brazo  en  la  Cruz 
con  el  brazo  divino  de  la  augusta  víctima  del  Calvario,  ha- 
biade  serle  también  semejante  en  su  nacimiento.  Francisco, 
como  el  Hijo  de  María,  nació  en  un  pesebre,  y  sobre  su  es- 
palda tenia  naturalmente    marcado  el  signo  de  la  Cruz.  Su 
padre^rico  y  avaro   comerciante  de  Florencia,  le  daba  una 
educación  puramente  mercantil,  al  paso  que  su  piadosa  ma- 
dre confiaba  aquel  precioso  depósito   á  los  cuidados  de  los 
piadosos  eclesiásticos  de  la  Iglesia  de   San  Jorge.  Entre  la 
dureza  de  carácter  y  avaricia  del  padre,  y  las   ideas  caballe- 
rescas, espíritu  de  piedad  y  beneficencia  del  hijo,  se  echaba 
de  ver  un  singular  contraste.  Francisco,  asido  al  mundo  en 
sus  primeros  años,  tenia  un  carácter  noble  y  altivo,  y  demos- 
traba una  vehemente  pasión  por  la  vida  aventurera  y  caba- 
lleresca, tan  en  voga  en  aquellos  tiempos.  Su  rostro  expresi- 
vo, BU  marcial  continente,  sus  costumbres   romancescas,  el 
atractivo  de  su  palabra  y  las  bellas  cualidades  de  su  alma  le 
constituian  el  mas  hidalgo  y  cumplido  caballero,   y  el  ente 
necesario  entre  la  noble  y  alegre  juventud  de  la  ciudad  de 
Asís.  Al  veile  pasear  por  las  noches  en  medio  del  séquito  de 
BUS  amigos,  al  son  de  cantigas  y  con  hachas  encendidas,  el 
pueblo  le  victoreaba  y  le  proclamaba:  **La  flor  de  la  juven- 
tud.'' ¡Ah!  Quién  imaginara  que  algunos  años  mas  tarde  el 
mancebo  de  Asis  seria:  "La  flor  de  la  santidad." 

Alimentado  su  espíritu  caballeresco  con  tan  alhagadores 
testimonios,  no  habia  aventuras  que  no  soñase,  ni  lance  en 

Siue  no  desease  verse  empeñado,  concibiendo  el  proyecto  de 
ormar  parte  de  la  comitiva  de  Gualterio  de  Briena,  que  se 
disponía  á  reivindicar  de  Federico  II  el  trono  de  Sicilia. 
Cuando  estas  ideas  bullían  en  su  mente,  y  su  fantasía  exal- 
tada se  dilataba  ante  horizontes  de  conquistas  y  gloria,  le 
sobrevino  un  sueño  misterioso.  Parecióle  hallarse  en  un  so- 
berbio palacio,  cubierto  de  lucientes  armas  y  ricos  arneses, 
marcados  con  el  signo  de  la  Cruz,  y  que  una  voz  le  decia 

3ue  aquellas  armas  y  trofeos  serian  para  él  y  para  sus  solda- 
os,  si  quedan  llevar  la  Cruz  por  divisa,  y  combatir  valerosa- 
mente oajo  esta  enseña  diviña.  Después  de  este  sueño  mis- 
terioso, Francisco  correspondió  á  las  inspiraciones  de  la  gra- 


47fí  LA  VBRDAD    CATÓLICA* 

ciíi»  y  comenzó  su  heróicfi  vida  de  oriiríon  y  obras  santi^. 

La  candad  ríe  Pranciaoo  rayaba  en  lo  maravilloso,  Despo- 
jrtbasp  (i»'  sus  ^'estídos  para  vestir  &  loa  pobrei.  Beanba  con 
iodeciblt^amor  las  llagas  de  loa  liíproáoa,  trocaba  sus  humildes 
veí^ti'iunift  por  lo^harapoíi  del  mas  miserabttí  mondrsfcify  íie 
mezclaba  en  la  turba  de  los  pordioterod,  para  repartir  laa  M* 
moMíH^  entre  los  detuas  pobres.  Su  coríuou  se  dilataba  como 
uoopéíino,  y  en  él  quería  recoger  todrici  las  miserias,  todas 
las  dei^dichaa  de  la  humanidad,  para  al u^ jarlas  cou  ^u  amor, 

Sua  ideas  caballerescas,  depuradas  de  1;í  escoria  de  las  va- 
nidades del  mundo,  no  le  abandonanin  nunca,  y  cuéntase 
que  íin  día  que  se  hallaba  paseando  eu  ademan  pensativo, 
dijeron  le  «íus  amigos  si  pensaba  despíHan^e,  á  lo  que  conten- 
tó el  santo  maticabo:  '*Lo  habéis  ilicho,  en  verdad:  pienso 
tOTnar  por  esposa  una  Datua,  la  mas  noble,  ta  mas  rica,  la 
ina^  hermosa,  cual  jamas  se  lia  visto  otra.^^  T  á  esta  Dama 
consagró  Francisco  su  primera  trova  de  amor  divino* 

m 

Oiíl  el  canto  del  poeta  cristiano.  Oid  esas  misteriosas  estro- 
fas Htnas  de  fiiego,  qiie  revelan  el  incendio  que  devora  el  al- 
ma del  penitente  de  Asís. 

"Señor,  tened  compasión  de  mí  y  de  mi  Dama  la  Pobreza. 
Y  lie  aquí  que  está  sentada  en  el  muladar,  y  es  la  reina  de 
las  virtudes;  quéjase  de  que  sus  amigos  la  han  desdeñado 
y  hachóse  sus  enemigos. . ..  Recordad,  Señor,  que  vinisteis 
de  la  mansión  de  los  ángeles  para  tomarla  por  esposa,  y  te- 
ner de  ella  un  crecido  número  de  hijos  que  fueren  perfec- 
tos  

**Ella  os  recibió  en  el  establo  y  el  pesebre,  y  ella,  acom- 
pañándoos durante  todo  el  curso  de  la  vida,  cuidó  de  que  no 
tuvieseis  donde  descansar  la  cabeza.  Cuando  comenzasteis 
la  guerra  de  nuestra  Redención,  la  Pobreza  siguió  vuestros 
pasos,  cual  fiel  escudero:  permaneció  á  vuestro  lado  durante 
el  combate,  no  retirándose  cuatido  los  discípulos  empren- 
dieron la  fuga. 

"En  fin,  miéntms  que  vuestra  madre,  que  al  menos  os  si- 
guió hasta  vuestros  postreros  pasos,  y  tuvo  una  parte  en  to- 
dos vuestros  dolores;  mientras  que  semejante  madre,  á  causa 
de  lo  elevado  de  la  cruz,  no  podia  llegar  hasta  vos,  en  aquel 
momento  mi  Dama  la  Pobreza  os  abrazó  mas  estrechamente 
que  nunca.  No  quiso  que  vuestra  cruz  fuese  labrada  con  pri- 
mor, ni  que  el  número  dedos  clavos  fuese  suficiente,  y  éstos 


LA  VERDAD  CATÓLICA,  477 

agudos  y  pulimentados;  sino  que  solo  preparó  tres,  y  los  hizo 
toscos  y  duros  para  realizar  mejor  el  propósito  de  vuestro  su- 
plicio. Y  mientras  moríais  de  sed,  cuidó  de  que  se  os  negase 
un  poco  de  agua;  de  modo  que  entre  los  estrechados  brazos 
de  esa  ^posa entregasteis  el  alma.  Oh!  quién  no  amará,  pues, 
á  mi  Dama  la  Pobreza  mas  que  á  todas  las  cosas!" 

Abrid  todos  los  poemas  de  la  edad  media,  pudiéramos  de- 
cir con  Ozanam,  y  no  encontrareis  seguramente  canto  mas 
ÍDgeoioso,  palabras  mas  inflamadas  que  las  del  penitente 
de  Asfs. 

El  aspecto  de  la  naturaleza,  el  gorgeo  de  las  aves,  el  mur- 
mullo de  los  arroyos,  escitaba  al  alma  sensible  y  el  corazón 
apasionado  de  Francisco  basta  hacerle  prorumpir  en  llanto 
de  amor  hécia  su  Dios.  Ved  esa  garza  y  ^esa  oveja  que  siem- 
pre acompañan  á  la  imagen  de  Francisco,  para  darnos  á  en- 
tender el  dominio  que  adquirió  sobre  los  animales,  á  los 
cuales  profesaba  singular  amor. 

Cuando  salia  por  los  bosques  de  la  Umbría,  en  aquella  na- 
turaleza selvática  y  agreste,  que  la  huella  del  hombre  apenas 
habia  pisado,  los  animales  le  rodeaban  para  admirarle  y  ser- 
virle. Las  liebres  y  los  faisanes  se  escondían  en  los  pliegues 
de  su  tosco  sayal,  las  ovejuelas  levantaban  la  cabeza  para  mi- 
rarle, y  los  pájaros  detenian  su  curso  revoleteando  en  torno 
de  aquel  hombre-ángel.  Esto  y  mucho  mas  cuenta  su  cróni- 
ca, á  la  que  prestamos  entero  crédito. 

Otro  canto  célebre  de  S.  Francisco  debemos  á  las  investi- 
gaciones de  Ozanam:  el  cántico  del  SoL 

Dice  aquel  autor  que  el  décimo  octavo  año  de  su  peniten- 
cia el  gran  siervo  de  Dios,  después  de  haber  pasado  cuarenta 
noches  en  vigilia,  cayó  en  un  éxtasis,  después  del  cual  orde- 
nó al  hermano  Leonardo  que  tomase  una  pluma,  y  escribiese 
el  siguiente  cántico: 

"Muy  alto,  poderoso  y  buen  Señor,  á  vos  os  pertenecen 
las  alabanzas,  la  gloria  y  toda  bendición.  A  vos  solo  perte- 
necen, y  ningún  hombre  es  digno  de  pronunciar  vuestro 
nombre. 

**Loado  sea  Dios,  mi  Señor,  por  todas  sus  criaturas,  y  sin- 

S^ularmente  por  nuestro  hermano  el  Sol,  que  nos  da  el  dia  y 
a  luz!  Es  hermoso  y  radiante  de  esplendor,  y  da  testimonio 
de  vos,  oh  mi  Dios. 

"Loado  seáis,  Señor,  por  nuestra  hermana  la  luna  y  tam- 
bién por  las  estrellas.  Las  habéis  formado  en  los  cielos,  cla- 
ras y  bellas. 
''Loado  seáis  vos,  mi  Señor,  por  mi  hermano  el  viento,  por 


478  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

el  aire  y  por  las  Dubes,  por  la  serenidad  y  por  las  estaciones 
todas,  buenas  6  malas,  cualesquiera  que  sean,  ¡porque  para 
el  bien  de  las  criaturas  habiais  creado  estaciones,  nubes, 
aire  y  viento! 

''Loado  seáis,  mi  Señor,  por  nuestra  hermana  el  agifk,  que 
es  tan  útil,  humilde,  preciosa  y  casta! 

''Loado  seáis.  Señor,  por  nuestro  hermano  el  fuego.  Por 
medio  de  él  ilumina!8  la  noche:  bello  y  agradable  á  la  vista, 
indomable  y  fuerte  ademas. 

"Loado  seáis,  Señor,  por  nuestra  madre  la  tierra,  que 
nos  sostiene,  alimenta  y  produce  para  nuestro  sustento  toda 
clase  de  frutos,  y  también  las   pintadas  flores  y  las  yerbas!" 

El  temor  de  prolongar  demasiado  este  artículo  nos  arredra 
para  continuar  ovendo  los  suspiros  de  amor  del  trovador  de 
Asís;  pero  no  podemos  resistir  al  deseo  de  presentar  otro 
cántico  de  S.  Francisco,  que  según  Ozanam  lo  atribuia  S. 
Bernardino  de  Sena  á  nuestro  santo,  después  de  la  impresión 
milagrosa  de  sus  llagas.  Esos  conceptos  sublimes  fueron  á 
no  dudarlo  pronunciados  después  de  aquel  maravilloso  acon- 
tecimiento, pues  lleva  impreso  todo  el  fuego  de  amor  del 
mas  encendido  serafín. 

"El  amor  me  ha  puesto  en  la  hornaza,,  el  amor  me  ha 
puesto  en  una  hornaza  de  amor. 

"Mi  nuevo  esposo,  el  amante  Cordero,  me  ha  entregado  el 
anillo  nupcial;  y  luego,  habiéndome  encarcelado,  me  ha  he- 
rido con  una  hoja  y  hendido  el  corazón. 

"Me  ha  hendido  el  corazón,  y  mí  cuerpo  ha  caido  en  tier- 
ra. Esas  flechas  que  dispara  la  ballesta  ael  amor  me  han  he- 
rido abrasándome.  La  paz  la  ha  trocado  en  guerra;  me  mue- 
ro de  dulcedumbre. 

'*Me  muero  de  dulcedumbre.  No  lo  extrañéis.  Esos  golpes 
me  han  sido  dados  por  una  lanza  de  amor.  El  acero  es  largo 
y  tiene  cien  brazas  de  ancho,  sabedlo:  me  ha  traspasado  de 
parte  en  parte. 

"T  luego  las  flechas  caian  tan  repetidas,  que  me  encontra- 
ba agonizando.  Entonces  tomé  un  broquel;  pero  los  golpes 
fueron  tan  repetidos  que  ya  no  me  protegió;  rompiéronme 
todo  el  cuerpo,  tan  fuerte  era  el  brazo  que  los  asestaba. 

''Asestábalos  tan  fuertemente  que  desesperé  de  poderles 
dar  quites,  y  para  librarme  de  la  muerte,  grité  con  todas  mis 
fuerzas:  "Faltas  á  las  leyes  del  palenque/'  Mas  él  aderezó 
una  máquina  de  guerra  que  me  agovió  de  nuevos  golpes. 

"Los  proyectiles  que  lanzaba  eran  piedras  guarnecidas 
con  plomo,  cada  una  de  las  cuales  podia  pesar  mil  libras;  y 


LA  VERDAD  CATÓUCA.  479 

las  lanzaba  formando  tan  espesa  granizada,  que  no  podia 
contarlas.  Ninguna  de  ellas  erraba  el  golpe. 

* 'Jamás  hubiera  dejado  de  alcanzarme,  tan  certeros  eran 
sus  tiros.  Hallábame  postrado  en  tierra,  sin  poder  auxiliar- 
me con  mis  miembros.  Tenia  todo  el  cuerpo  destrozado,  y 
sin  mas  sentimiento  que  un  hombre  difunto. 

"Difunto,  pero  no  de  muerte  verdadera,  sino  por  sobrada 
alegría.  Y  luego  recobrando  posesión  de  mi  cuerpo,  me  sen- 
t{  tan  fuerte,  que  pude  seguir  á  los  guias  que  me  conducian 
á  la  corte  celestial. 

"Después  de  haber  vuelto  en  mí,  al  punto  me  armé,  decla- 
ré la  guerra  á  Cristo;  cabalgué  en  su  territorio,  y  habiéndole 
encontrado,  vine  á  las  manos  sin  demora,  y  me  vengué  de  él. 

"Cuando  me  hube  vengado,  celebré  un  pacto  con  él;  pues 
desde  un  principio  me  habia  amado  Cristo  con  amor  verda- 
dero. Ahora  mi  corazón  se  ha  hecho  capaz  de  los  consuelos 
de  Cristo- 

"£l  amor  me  ha  puesto  en  la  hornaza,  el  amor  me  ha  pues- 
to en  la  hornaza;  me  ha  puesto  en  la  hornaza  de  amor.'' 

III. 

Si  nuestra  pluma  ha  podido  correr  sin  gran  embarazo  al 
considerar  al  gran  Francisco  como  Caballero  y  como  Poetan 
confesamos  que  se  nos  cae  de  las  manos  al  considerarle  como 
Santo.  ¡Inspiradnos,  Señor,  para  que  la  unción  brote  de 
nuestras  palabras,  y  quemad,  si  es  necesario,  con  encendido 
carbón  nuestra  lengua,  para  que  podamos  hablar  dignamen- 
te del  serafín  de  Asia! 

¿A  qué  ha  debido  la  humanidad  y  la  civilización  esa  innu- 
merable familia  de  mendigos  que  renovaron  la  faz  de  la  Igle- 
sia y  del  mundo?  ¿Cuál  es  el  génesis  de  esa  inmensa  familia 
qué  ha  militado  como  guerreros,  perecido  en  la  cruz  y  en 
la  hoguera,  ocupado  loa  patíbulos  y  las  cátedras,  predicado 
en  las  cortes  v  en  los  desiertos,  obtenido  los  mayores  triun- 
fos y  alcanzado  los  mas  inauditos  vejámenes?  Ya  lo  hemos 
dicho  anteriormente;  Francisco  tomó  por  Dama  á  la  santa 

f pobreza,  se  unió  con  ella,  y  de  esta  unión  íntima  tuvo  origen 
a  ínclita  y  humilde  orden  de  Hermanos  menores. 

No  hay  un  solo  rasgo  en  la  vida  de  Francisco,  un  solo  epi- 
sodio de  su  historia,  ante  el  cual  no  quede  atónito  el  espíri- 
tu considerando  tan  estupenda  santidad,  contenida  en  el  frá- 
gil vaso  de  humana  criatura. 
Las  excelsas  virtudes  de  Francisco  encontraban  por  dó 


480  LA  VERDAD  CATÓUCA. 

quiera  fuertes  diques  en  las  contradicciones  de  su  padrct  al 
estremo  de  llenarle  de  injurias  y  vejámenes,  y  tenerle  encer- 
rado en  un  calabozo  de  la  casa  paterna.  ¿Pero  quién  paeds 
luchar  contra  Dios,  que  se  habia  formado  un  santuario  en  el 
corazón  de  Francisco?  Cansado  el  padre  de  la  heroica  cons- 
tancia del  hijo,  preséntase  con  éste  ante  el  Obispo  de  Am 
implorando  su  intercesión.  El  virtuoso  Prelado,  encontrando 
disposiciones  admirables  para  la  santidad  en  el  maltratado 
hijo,  le  exhorta  á  perseverar  en  su  santo  propósito;  y  enton- 
ces Francisco,  ebrio  de  alegría,  exclama:  ''Señor,  sed  testigo 
de  que  devuelvo  á  mi  padre  todo  lo  que  le  pertenece,  hasta 
mis  propios  vestidos,  y  que  renuncio  para  siempre  á  todos 
sus  bienes."  En  seguida,  arrastrado  por  un  santo  celo,  se  des- 
poja de  su  humilde  vestidura  en  presencia  del  Obispo,  y  ex- 
clama de  nuevo  dirigiéndose  á  su  padre:  ''Hasta  ahora  os  be 
llamado  padre,  sobre  la  tierra;  pero  de  aquí  en  adelante  po- 
dré decir:  Padre  mió  que  estás  en  los  Cielos,  en  quien  |>ongo 

todo  mi  tesoro  y  toda  mi  confianza'* y  cayó  en   tierra. 

¡Magnífica  y  tierna  escena  que  hizo  derramar  abundantes  lá- 
grimus  á  todos  los  que  la  presenciaron!  Tomóle  en  seguida 
en  sus  brazos  el  Santo  Obispo,  cubrióle  con  su  manto,  y  le 
hizo  vestir  el  viejo  trage  de  un  campesino,  único  que  acep- 
tó Francisco. 

Rotas  ya  las  ligaduras  paternas,  que  le  impedian  dar  libre 
curso  á  su  ardiente  caridad,  buscó  Francisco  un  lugarsolita- 
rio,  donde  morir  mas  y  mas  así  mismo,  y  vivir  á  la  vida  de 
Jesucristo.  Mas  presto  conoció  cuan  distinta  era  su  misión- 
Hallóse  poseído  de  un  ardiente  deseo  de  conducir  á  los  peca- 
dores á  la  penitencia,  por  medio  de  su  predicación  y  de  su 
ejemplo. 

Mártir  de  deseo,  llama  la  Iglesia  á  Francisco,  y  en  efecto 
vedle  asociarse,  (no  abandonando  jamas  su  espíritu  caballe- 
resco) íi  la  sexta  cruzada  de  Caballeros  cristianos,  que  ponia 
sitio  ú  Damieta.  Frente  afrente  ambos  ejércitos,  abandona 
Francisco  el  campo  cristiano,  y  parte  al  sarraceno  en  busca 
del  martirio,  acompañado  de  un  solo  religioso.  Encuentra  en 
el  camino  dos  ovejas,  y  dice  á  su  compañero:  *'He  aquí  que 
vamos  como  ovejas  á  perecer  entre  lobos."  Detenido  por  las 
avanzadas  enemigas,  es  conducido  ante  el  feroz  Sultán, 
quien  le  pregunta:  ¿Quién  os  envía? 

— *Dios — contesta  intrépidamente  Francisco —  para  en- 
señarte á  tí  y  á  tu  pueblo  el  camino  del  Cielo. 

La  firmeza  y  resolución  de  Francisco  dejaron  atónito  al 
Sultán,  quien  lejos  de  enzañarse  por  tan  inesperada  respues- 


LA   VERDAD  CATÓLICA.  481 

ta,  le  invitó  á  que  permaneciese  en  su  corte  y  en  su  com- 
pañía. 

"Acepto  la  proposición  — contestó  Francisco —  si  tú  y  tu 
pueblo  se  prestan  á  oir  la  palabra  de  Dios.  Pero  si  dudáis 
de  mis  creencias,  y  titubeáis  entre  Jesucristo  y  Mahoma, 
manda  presto  á  enoender  una  hoguera,  y  á  ella  me  arrojaré 
con  tus  falsos  sacerdotes,  para  que  el  Dios  de  los  elementos 
haga  patente  cuál  fe  debe  seguirse. 

Como  esta  proposicon  no  fuese  aceptada,  añadió  Francis- 
co:— "Pues  bien,  me  arrojaré  solo  al  fuego,  si  tú  y  los  tu- 
yos me  ofrecéis  abrazar  la  verdadera  religión,  si  me  veis  sa- 
lir ileso  de  entre  las  llamas." —  Proposición  que  tampoco 
filé  aceptada  por  el  Sultán,  quien  temió  una  sublevación  po- 
pular, si  el  pronóstico  se  cumplia. 

Dispónese  al  fin  Francisco  á  abandonar  el  campo  infiel,  é 
indignado  de  verse  así  respetado  por  los  enemigos  de  su 
Dios,  dice  á  su  compañero:  -'Salgamos  presto  de  aquí,  her- 
mano mió;  huyamos  lejos  de  esos  bárbaros,  demasiado  hu- 
manos para  nosotros,  que  nos  han  conpideraJo  indignos  de 
derramar  nuestra  sangre  por  nui^Htr*)  Dios:  huyamos  lejos 
de  aquí  donde  á  trueque  del  aiiniado  martirio  recogemos  va- 
nos honores.  Si  no  merecemos  la  cruz  del  martirio,  acabemos 
nuestra  vida  en  la  penitencia,  ó  busquemos  un  rincón  donde 
apuremos  hasta  las  heces  la  copa  de  la  ignominia  de  la 
Cruz." 

Las  arcas  de  la  divina  misericordia  estaban  siempre  abier- 
tas de  par  en  par  psra  Francisco,  y  éste,  sin  pedir  jamas  cosa 
alguna  para  sí,  pedia  tesoros  de  gracias  para  los  pobres  pe- 
cadores y  para  los  hombres  todos  en  general.  De  esto  amor 
sin  medida  de  Francisco,  y  de  la  misericordia  también  sin 
medida  para  con  él  de  Dios  y  de  la  celestial  María,  tuvo  origen 
ese  singular  privilegio  de  la  Porciuncula^  el  mas  amplio  jubi- 
leo concedido  á  la  Iglesia. 

Pero  apresuremos  nuestros  pasos  para  llegar  al  monte  Al- 
vernia:  sobre  aquella  cima  se  ofreció  Francisco  en  holocausto 
&  Dios,  se  selló  el  pacto  de  alianza,  y  recibió  la  milagrosa 
impresión  de  las  cinco  llagas  del  Redentor.  Si  el  grado  de 
santidad  se  regula  por  el  de  las  celestiales  concesiones,  ¿cuál 
seria  la  de  Francisco,  cuando  Jesucristo  le  hizo  el  divino  don 
de  aquellas  enseñas  gloriosas  que  constituian  su  único  patri- 
monio, el  símbolo  de  sus  combates,  de  sus  conquistas,  de  su 
amor  hacia  los  hombres? 

Pero  ved  á  Francisco  prosternado  en  tierra  con  sus  ojos 
y  brazos  elevados  al  Cielo  y  en  un  delicioso  éxtasis.  De  im- 

VII.— 61 


LA  YBBDAD  CATÓLICA. 

proviso  un  serafin  desciende  con  rápido  vuelo,  y  suspendido 
en  el  aire,  se  coloca  cerca  de  él.  ¡Cuan  encontradas  emocio- 
nes batallaban  en  el  corazón  de  Francisco!  La  presencia  de 
Jesucristo  bajo  la  forma  seráQca  le  causaba  una  inenarrable 
alegría;  pero  la  cruz  de  que  pendía,  recordándole  todos  los 
misterios  del  Calvario,  le  hendia  el  alma  con  aguda  espada 
de  dolor.  Allí  moria  de  amor  Francisco:  8u  contemplación 
subía  en  raudo  vuelo,  su  espíritu  levantábase  á  la  divina 
intuición,  su  alma,  prisionera  de  amor  divino,  moría  en  vo- 
raz incendio  para  renacer  con  nuevo  brío  de  amor,  y  volver 
á  morir  dulcemente  en  los  brazos  de  su  amado 

Desciende  en  fin  Francisco  de  aquel  monte,  testigo  de  la 
maravillosa  impresión  de  sus  llagas,  acontecimiento  que  la 
Iglesia  ha  reconocido  como  auténtico,  instituyendo  una  fies- 
ta especial,  con  oficio  propio,  en  honor  de  los  estigmataa 
gloriosos  del  Serafín  de  Asis. 

Hemos  bosquejado  rápidamente  al  principio  el  estado  de 
la  Iglesia  y  del  mundo  en  la  época  en  que  apareció  Francis- 
co: aun  podemos  dar  una  pincelada  mas  á  este  bosquejo.  Una 
noche  hallábase  Domingo  de  Guzman  en  oración,  y  apare- 
ciósele  Jesucristo  irritado  contra  el  mundo,  y  su  excelsa 
Madre  que  le  presentaba  dos  hombres  para  aplacarle.  Reco- 
nocióse Domingo  en  uno  de  ellos,  ¿pero  quién  era  el  otro*? 

Al  siguiente  dia  encuentra  Domingo  en  una  iglesia  á  un 
mendigo  cubierto  con  un  tosco  sayal,  y  le  dice:  **SoÍ8  mi 
compañero,"  y  le  refirió  la  visión  de  la  noche  anterior.  ¿Quién 
fué  ese  mendigo?  Ya  lo  presiente  el  corazcn,  y  lo  pronun- 
cian los  labios Francisco  de  Asis. 

El  encuentro  de  Francisco  de  Asis  y  de  Domingo  de  Guz- 
man, se  ha  trasmitido  de  generación  en  generación,  y  en  ese 
abrazo  fraternal  han  estrechado  con  su  palabra,  con  su  san- 
gre y  con  su  amor  al  universo  entero. 

Supo  Francisco  por  revelación  el  dia  de  su  muerte,  y  se 
hizo  llevar  á  su  querida  Iglesia  de  Ntra.  Sra.  de  los  Angeles. 
Allí  mandó  cantar  el  cántico  de¡  Sol,  y  queriendo  terminar 
su  vida  como  el  Salvador,  se  hizo  despojar  de  su  humilde 
sayal  y  colocar  en  tierra,  á  fin  de  que  su  último  suspiro  fue- 
se también  un  ejercicio  de  pobreza.  Entonces  el  guardián  del 
convento  tomó  un  hábito  raido  y  una  cuerda,  y  ordenó  á 
Francisco  que  recibiese  aquella  limosna  bajo  santa  obedien- 
cia. Rodeado  Francisco  de  su  familia,  la  exhortó  al  amor  de 
Dios,  á  la  práctica  de  la  pobreza  y  de  la  penitencia,  y  cru- 
zando después  los  brazos  sobre  su  pecho,  la  dijo.  '*  Adiós,  hi- 
jos mios,  perseverad  siempre  en  el  temor  del  Señor",  y  al 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  483 

concluir  el  último  versfcnlo  del  Salmo  41,   hu   alma  yoló  al 
Cielo 

Fué  canonizado  por  Gregorio  IX  el  año  de  1228. 

La  tierra  bendice  á  Francisco,  loe  Cielos  exaltan  al  serafin 
de  Asís. 

/,  R.  O 


DEFENSA  DEL  DICTAMEN 

Mkre  Im  cm? CDlcncla  de  tocar  las  canpaoai  en  lan  leni^MtadM,  p«r  D. 
Jallaa  Qtnzalez  de  Soto,  Rector  del  Menliiarlo  de  Tarragona. 


(Finaliza  ) 

En  nuestro  informe  establecemos  las  dos  proposiciones 
principales  siguientes: 

I?  No  pueda  (lernostrarse  por  ninguna  de  las  leyes  de  físi- 
ca descubiertas  hasta  el  día  que  el  toque  de.  las  campanas 
durante  las  tempestades  pueda  producir  ningún  efecto  per- 
nicioso. 

Esta  proposición  es  inconcusa:  así  nuestro  amigo  el  Sr. 
Monlau,  con  la  sinceridad  que  le  caracteriza,  la  confiesa  de 
plano  por  estas  palabras:  Cierto  (¡ue  no  está  demostrado  que  las 
campanas  en  movimiento  atraigan  el  rayo. 

Entre  los  que  han  tenido  á  bien  impugnar  nuestro  dicta- 
men, solo  sabemos  de  un  escritor  religioso  á  quien  parece 
no  cuadra  nuestra  proposición:  dice  que  si  no  se  ha  demos- 
trado, podrá  demostrarse  en  adelante,  y  así  que  del  no  es  al 
no  puede  hay  mucha  distancia.  A  e.^to  solo  respondemos, 
que  cuando  llegue  ese  caso,  que  no  llegará,  la  Iglesia  sabrá 
lo  que  ha  de  hacer. 

Nuestra  segunda  proposición  dice:  Todavía  podemos  aña- 
dir que  ni  siquiera  nos  parece  de  modo  alguno  probable  que 


484  LA    VERDAD  CATÓLICA. 

el  citado  toque  de  las  campanas  sea  perjudicial,  ni  que  esto 
pueda  sostenerse  como  opinión  razonable. 

La  doctrina  de  esta  proposiciones  algo  mas  dura,  per&  en 
yerdad  no  es  nuestra:  mas  explícito  es  todavía  Arago  cuan- 
do dice:  En  el  estado  actual  de  li  ciencia  no  está  prohado  qme 
el  sonido  de  las  campanas  haga  la  caida  del  rayo  mas  inminenU 
ni  mas  peligrosa.  Si  no  está  probado  ni  para  Arago,  que  esta- 
dio  la  cuestión  de  propósito  y  largamente,  ni  para  Arago, 
que  aduce  y  examina  todos  los  hechos  que  se  nos  objetan,  ni 
para  Arago  que,  aunque  poco  amigo  de  la«  cosas  de  la  Igle- 
sia, era  hombre  serio,  es  que  la  opinión  contraria  al  toqae 
de  las  campanas  no  es  razonable:  y  ¿quién  enmienda  la  pla- 
na &  Arago  en  metereología? 

Ahora  bien:  manda  la  Iglesia  en  el  Ritual  que  se  toquen 
las  campanas  para  repeler  las  tempestades:  ¿se  habrá  de  omitir 
ese  toque  para  contentar  á  los  meticulosos,  cijando  notabili- 
dades físicas  como  Arago  declaran  que  no  puede  probarse 
que  ese  toque  sea  perjudicial? 

Las  dos  proposiciones  anteriores  son  la  parte  importante 
de  nuestro  dictamen;  la  parte  de  certidumbre,  como  allí  de- 
cimos: ellas  bastaban  para  defender  el  precepto  del  Ritual, 
y  acaso  hubiera  sido  mejor  limitarnoi^  a  ellas  solas;  pero  en- 
tonces c  reimos  conveniente  añadir  como  opinión  ntiestraqne 
el  toque  de  las  campanas  contribuye  físicamente  a  alejar  las  tem- 
pestades y  á  la  inmediata  formación  de  la  lluviaj  y  alegamos 
razones  verosímiles,  que  tal  dictado  les  dimos,  y  tan  solo  emi- 
timos aquella  opinión  para  haqer  ver  á  nuestros  adversarios 
que  contra  su  parecer  habla  otro  plausible  diametralmente 
opuesto.  Desgraciadamente  esta  proposición  ha  sido  recibi- 
da con  alguna  intolerancia,  casi  con  desazón.  Dos  escritores 
graves  nos  han  dicho  que  no  hemos  demostrado  nuestro  aser- 
to/tienen muchísima  razón:  no  lo  hemos  demostrado;  pero 
¿cómo  no  han  advertido  estos  buenos  señores  que  no  es  po- 
sible demostrar  una  mera  opinión?  Si  se  demostrase  seria 
certidumbre^  no  opinión.  Nos  importa  muy  poco  que  se  des- 
precie esta  última  parte  de  nuestro  dictamen,  no  le  damos 
maldita  importancia,  porque,  como  decimos  en  el  mismo,  la 
física  actual  mira  con  desden  las  que  solo  son  opiniones,  y 
ya  no  hay  quien  rompa  lanzas  por  ella<).  Concédansenos  las 
dos  proposiciones  primeras,  que  no  pueden  negarse,  y  en 
cuanto  á  esta  tercera,  hagan  de  ella  lo  que  gusten.  Si  el  so- 
nido de  las  campanas  no  contribuye  físicamente  á  disipar  las 
tempestades,  contribuye  en  virtud  de  la  bendición,  y  eso 
nos  basta:  así  lo  creen  tos  que   dan  mas  importancia  á  la  fe 


LA  VERDAD  CAT6liCA.  485 

[(Qe  á  loa  recelos  de  los  que  no  son  Aragos  y  quieren  ser  mas 
cautos  que  Arago  y  que  la  Iglesia. 

Reeifmamos:  tres  opiniones  hay  en  la  materia:  1?  Que  el 
boqnede  las  campanas  ni  aleja  ni  atrae  físicamente  las  tem- 
pestades; esta  es  la  opinión  de  Benedicto  XIV  y  la  de  Ara- 
5 o:  citamos  al  primero  por  la  parte  eclesiástica,  y  al  según- 
o  como  la  principal  autoridad  de  la  metereología  actual: 
debiendo  observar  que  en  ciencias  físicas  no  son  autoridad 
de  ningún  valor  los  que  solo  saben  lo  que  han  estudiado  en 
los  libros,  los  que  nada  nuevo  han  descubierto,  los  que,  en 
una  palabra,  son  discípulos  y  copistas.  Las  únicas  autorida- 
des que  pueden  citarse  son  las  de  los  que  han  descubierto  le- 
yes nuevas,  como  Kircher,  Keplero  y  Newton  en  su  tiempo, 
y  Arago,  Oerested  y  pocos  mas  en  el  nuestro;  2?  Que  con- 
tribuye físicamente  el  tal  toque  á  disipar  la  tempestad:  á  es- 
ta opinión  me  inclino  yo,  y  algunos  pocos,  y  como  la  física 
no  nos  debe  el  haber  adelantado  ni  un  paso  de  hormiga,  re- 
salta que  nuestra  autoridad  es  de  ningún  valor;  3?  Que  ese 
alarmante  toque  contribuye  muchísimo  ¿i  atraer  la  tempes- 
tad: esta  es  la  opinión  de  los  enciclopedistas  y  de  los  medro- 
sos, y  la  defienden  con  calor,  y  no  llevan  con  paciencia  que 
se  dé  poca  importancia  á  sus  razones.  Cierto  son  muchos 
los  que  hoy  la  sostienen,  pero  no  sabemos  que  entre  todos 
ellos  haya  uno  soto  á  quien  la  física  deba  nada,  si  no  es  pala- 
bras, palabras  y  solo  palabras,  como  dice  Shakespeare.  Es- 
coja quien  quiera  entre  las  dos  primeras  opiniones:  respecto 
de  la  tercera  ya  hemos  dicho  nuestro  sentir:  acaso  acierte 
quien  las  deseche  todas,  y  espere  que  la  ciencia  hable  mas 
claro.  Nosotros  seguiremos  creyendo  que  los  preceptos  de 
la  Iglesia  son  todos  y  cada  uno  provechosos  al  alma  y  al 
cuerpo^  y  que  ninguno  de  ellos  es  perjudicial  físicamente, 
porque  el  Autor  de  la  gracia  es  el  mismo  de  la  naturaleza. 

1*   Obfecioír 

Un  amigo  que  ha  leido  lo  que  antecede  nos  dice  que  aca- 
so se  extrañe  no  hayamos  apelado  á  los  preceptos  de  la  Igle- 
sia en  nuestro  dictamen^  y  que  ahora  lo  hagamos  con  tanta 
frecuencia  erí  este  escrito.  En  efecto:  nos  servimos  solo  de 
la  física  en  el  dictamen,  porque  lo  dirigíamos  al  Excmo.  é 
Illmo.  Sr.  Arzobispo,  y  hubiera  sido  intemperancia  y  falta 
de  respeto  indicar  ni  de  lejos  lo  que  S«  E.  I.  sabe  para  ense- 
ñar. En  este  escrito  es  otra  cosa:  lo  dirigimos  á  los  que  nos 
han  honrado  con  su  censura:  muchos  de  ellos  son  seglares  y 


486  LA  TBBDAD  CATÓUCA. 

DO  tieDen  obligación  de  saber  lo  que  sobre  el  caso  dice  el 
Ricual  y  el  Pontifical,  y  creemos  nos  agradecerán  se  lo  diga- 
mos: sin  dudaá  muchos  de  ellos  les  venga  muy  de  nuevo- 

Pero  acaso  se  nos  diga:  e^^ta  es  una  cuestión  física,  trátese 
solo  físicamente.  No  pensamos  así:  es  una  cuestión  mista, 
porque  media  precepto  de  la  Iglesia;  es  necesario  por  lo  tan- 
to tratarla  en  ambos  terrenos.  Ya  sabemos  que  algunos  de- 
sean que  se  prescinda  de  la  Religión  en  ciertas  cuestiones; 
pero  se  ha  abusado  de  este  modo  de  discurrir:  estos  tales  son 
como  aquel  gerundio  que  dijo:  Pero  dejemos  la  sagrada  Es- 
critura y  vengamos  á  la  verdad'  No:  los  católicos  no  hemos 
de  prescindir  en  ningún  estudio  de  la  obediencia  á  la  Igle- 
sia. Una  verdad  jamas  puede  ser  contraria  á  otra  verdad. 

2?  Objeción. 

Causa  que  apela  á  sofismas  ó  que  oculta  el  lado  débil  es 
causa  perdida  ante  ¡a  conciencia  de  quien  la  defiende.  En 
este  caso  se  hallan  algunos  de  los  enemigos  del  toque  de  las 
campanas.  Ningún  íímíco,  ni  aun  entre  los  medianos,  ha  dicho 
jamas  que  los  metales  atraigan  ó  repelan  la  electricidad:  no 
obstante,  algunos  al  ventilar  este  punto  han  hablado  ambi- 
guamente, de  modo  que  el  vulgo  de  los  lectores  entendiese 
que  los  metales  atraen  el  fluido.  Los  que  saben  loque  dicen, 
no  afirman  expresamente  que  lo  atraen;  pero  hablando  de 
las  tempestades  y  de  las  torres,  repiten  una  y  mil  veces  lo 
peligrosas  que  son  las  enormes  masas  metálicas  colocadas  en  al- 
tOy  y  con  estas  exhorbitancias  inducen  en  error  á  los  ignoran- 
tes. Si  confesaran  con  sinceridad  que  los  metales  no  atraen 
por  su  naturaleza  ni  por  la  cantidad  de  su  masa,  pero  aña- 
diesen que  su  superficie,  excelente  conductora,  facilita  la 
chispa  por  agolparse  instantáneamente  toda  la  electricidad 
aun  punto,  nos  entenderíamos  y  hablarian  con  exactitud. 
Pero  eso  no  les  conviene:  la  superficie  metálica  de  una  enor- 
me campana  es  muy  poca  cosa,  es  necesario  esponjarla  lla- 
mando la  imaginación  á  los  quintales  que  pesa,  y  lo  logran 
repitiendo  lo  de  las  enormes  masas  metálicas  colocadas  en  alio: 
aun  pasa  el  evidente  sofisma  mas  adelante,  puesto  que  ha- 
blan con  énfasis  de  los  sonidos  metálicos:  ¡qué  poca  ciencia,  6 
qué  falta  de  sinceridad! 

Para  desvanecer  este  sofisma  supongamos  dos  campanas 
colocadas  á  la  misma  altura:  la  una  de  bronce  que  pese  cien 
quintales;  la  otra  del  mismo  tamaño  y  forma,  pero  de  cor- 
cho plateado,  ó  cubierto  con  papel  de  estaño  que  entre  todo 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  487 

tolo  pese  una  arroba.  Si  preguntamos  á  un  verdadero  físico 
cuál  de  estas  dos  campanas  provoca  mas  fácilmente  la  des- 
carga eléctrica,  respondería,  8Í  es  sincero,  que  ambas  igual - 
meóte,  y  dirá  bien.  Por  esta  confesión  se  echará  de  ver  que 
toda  esa  alharaca  de  las  enormes  masas  metálicas  no  es  digna. 
Hemos  dicho  que  ningún  físico  ha  pretendió  que  los  me- 
tales atraigan  la  electricidad;  ahora  recordamos  que  años 
atrás  corrieron  por  Europa  ciertos  físicos  que,  mediante  va- 
rillas metálicas  electrizadas,  pretendían  hallar  los  filones  de 
las  minas  y  los  tesoros  escondidos:  si  realmente  la  atracción 
alcanzase  aun  par  de  varas,  hubiera  sido  gran  negocio:  lás- 
tima que  á  esos  tales  haya  de  llamarlos  la  ciencia  charla- 
tanes. 

3?  Objeción. 

Digo  en  mi  dictamen  que  estoy  prevenido  á  favor  del  to- 
que de  las  campanas,  y  se  me  hace  un  cargo  por  ello:  nada 
tengo  que  responder:  confieso  que  así  es:  estoy  prevenido  & 
favor  de  la  Iglesia  católica  y  de  sus  preceptos. 

4?  Objeción. 

Un  escritor  religioso  me  dice  que  no  pongo  límite  en  el 
tocar;  en  efecto,  el  Ritual  romano  no  marca  el  número  de 
badajazos  que  se  han  de  dar,  y  no  se  me  ha  comisionado  pa- 
ra adicionar  aquella  disposición.  Creyendo  el  toque  por  lo 
menos  inocente,  como  lo  cree  Arago,  y  sabiendo  que  el  soni- 
do de  la  campana  es  útil  por  la  bendición  para  repeler  la 
tempestad,  no  atino  porqué  se  me  pide  que  cuente  los  vol- 
teos, y  mucho  menos  que  me  lo  pida  un  escritor  religioso. 

6?   Objeción. 

El  mismo  escritor  lamenta  que  yo  no  distinga  entre  el  to- 
car cuando  la  tempestad  está  lejos  de  cuando  está  cerca. 
Efectivamente  no  hago  esa  distinción,  porque  la  creo  inútil 
respecto  del  tocar  que  no  produce  cosa  perjudicial;  pero  se- 
pa el  objetante  que  nuestro  dignísimo  Prelado,  que  tiene 
misión  para  explicar  y  aplicar  los  preceptos  del  Ritual,  ha 
dispuesto  que  se  toquen  las  campanas  en  las  tempestades,  y 
se  omita  el  toque  cuando  el  nubarrón  está  cercano  á  la  torre, 
porque,  en  este  último  caso,  el  estar  en  ella,  sea  tocando  6 
no  tocando,  es  peligroso.  Aquí  diremos  de  paso  que  la  regla 
que  da  el  escritor  eitado  y  otros,  de  que  no  hay  todavía  ríes- 


488  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

O  cuando  entre  el  relámpago  y  el  trueno  median  dos  seguo- 
08,  98  á  veces  una  regla  muy  equivocada,  que  puede  costar 
la  vida  á  los  que  fíados  en  ella  se  estén  en  las  torres  en  las 
tormentas.  Sucede  con  frecuencia  que  la  nube  que  dirige 
relámpagos  á  otra  cargada  de  electricidad  contraria  está  le- 
jos de  la  torre  y  no  es  temible;  y  lo  es  muchísimo  un  nubar- 
rón silencioso  que  se  cierne  cerca  de  la  torre,  y  acaso  lleve 
en  su  seno  la  electricidad  del  rayo.  Suponer  que  en  las'tem- 
pestades  hay  unidad  de  electricidad  entre  todas  las  nubei 
es  un  error. 

6?  Objeción. 

Se  nos  objeta  con  énfasis  que  en  1718  descargó  en  las  coa- 
tas de  Bretaña  una  furiosa  tempestad,  en  la  cual  cayeron  ra- 
yos en  veinte  y  cuatro  torres,  precisamente  en  Wis  mismas  en 
que  se  tocaban  las  campanas,  y  no  en  las  que  no  tocaban.  Si 
un  hombre  de  bien  y  algo  entendido  nos  refiriese  este  hecho 
como  averiguado  por  él,  cierto  nos  daría  que  pensar;  pero 
viniéndonos  la  noticia  por  un  conducto  tan  completamente 
desautorizado  en  cuanto  puede  referirse  á  las  disposiciouea 
de  la  Iglesia,  no  hay  para  qué  molestarnos  en  examinar  el 
cómo  pudo  ser  lo  que  no  creemos  que  haya  sucedido  como 
se  cuenta.  Los  incrédulos  del  siglo  pasado,  en  eso  de  faltar 
ala  verdad  contra  la  Iglesia,  fueron  muy  liberales  y  aun 
pródigos,  y  se  auxiliaban  unos  á  otros.  Así  rogamos  A  cierto 
escritor  que  por  Dios  no  nos  cite  en  estos  pu-ntos  ni  la  Aca- 
demia francesa,  ni  mucho  menos  al  impío  Deslandes,  ni  otros 
por  el  estilo.  La  Academia  francesa  ha  procurado  siempre  te- 
ner en  su  seno  las  notabilidades;  pero  sabido  e^^  que  en  el  si- 
glo pasado  monopolizaron  este  título  los  impíos  para  sisólos: 
y  al  paso  que  se  auxiliaban  todos  con  su  autoridad  en  cuan- 
to podia  perjudicará  la  Iglesia,  rechazaban  con  intolerancia 
á  cuantos  tuvieron  el  valor  de  mostrarse  religiosos,  como 
le  sucedió  á  Pirón, 

Qui  nefdt  rien. 

Pos  mime  académicien. 

Además  el  famoso  hecho  citado  lo  supo  Arago,  quien  co- 
nocia  perfectamente  el  valor  y  las  tendencias  de  los  teutigoa; 
y  bien,  ¿qué  impresión  le  hizo?  Ninguna:  ya  hemos  visto  su 
modo  de  pensar  (1). 

(l)  Dejamos  indicada,  en  la  introducción  que  pusimos  en  la  entrega jmta- 
rior  al  concienzudo  trabajo  del  Sr.  Gk>nEaIez  de  Soto,  la  opinión  de  Ango  tobre 


Ll  VEBDAD  CATÓLICA.  489 


7?   Objeción* 

Se  Bos  objetan  par  iiltimo  los  luiichos  rayos  que  han  oaido 
en  las  torree,  lo  cual,  como  decimos  en  nuestro  informe,  so- 
lo prueba  que  Ins  torres  son  peligrosas  con  cnmpanas  y  sin 
ellas.  Mas  como  este  hecho  sea  el  origen  del  recelo,  permí- 
tasenos dirigir  dos  preguntas  á  solo  los  físicos  de  profesión: 
los  que  no  lo  sean  no  tienen  voto. 

Supongamos  el  frecuentísimo  raso  de  una  torre  electriza- 
da por  le  influencia  de  una  nube  que  se  cierne  encima. 

1.  ^  En  esta  circunstancia,  ¿dóiid^  se  acumula  mas  elec- 
tricidad? ;^En  el  bronce  de  la  campana,  ó  en  la  madera  del 
cabezal  que  está  encima  de  !h  campana?  La  física  nos  dice 
que,  siendo  la  madera  mediano  conductor,  y  estando  en  con- 
tacto con  la  campana,  al  muy  poco  rato  se  agolpará  la  elec- 
tricidad á  la  parte  superior  del  cabezal,  por  estar  aquel  pun- 
to mas  cercano  á  la  nube  electriza  lora:  así,  la  madera  ten- 
drá entonces  mas  electricidad  que  el  bronce. 

2.  ®  En  el  mismo  ra^o  ¿ílónde  híibr.i  ina<  eU^ctricidad.^  ¿En 
las  campanas,  ó  en  la  parte  de  la  torre  que  esté  mas  elevada 
que  ellas?  También  en  esta  circuüstancia  nos  dice  la  física 
?iue  no  estando  las  campanas  ais/fuías,  sino  en  comunicación 
con  ol  receptáculo  general,  siendo  las  torres  medianos  con- 
ductores, y  aun  mas  que  medianos,  si  reina  humedad,  como 
en  tales  casos  sucede,  mas  cantidad  de  electricidad  se  halla- 
rá reunida  en  la  parte  superior  de  la  torre   que  en  las  cam- 

f>ana8:  y  si  la  torre  acaba  en  [>unt<i,  mas  todavía  por  razón  de 
a  forma;  y  muchísima  mas  si  el  ch»]>itel  está  cubierto  de  ho- 
juela fie  plomo,  conjo  lo  vemos  en  muchas  torres   Contra  es- 

eite  hecho  citado  por  Deidandcrt  en  fav<»r  di'  mi  teoría.  He  aquí  las  palabras 
textaalcsdel  cólebr«  d¡n»íít<»r  del  Observatorio  lU  París;  "La  üb«ervao.ion  ha 
«ido  referid  •  de  un  uhmIo  demaKÍado  lacónico.  Lni*  tempestades  anolan  á  veces 
largas  zonaa  de  terrenos  estret^hírtinias;  ¿no  8uce<l¡ó  otro  tanto  en  Bretafinf  ¿No 
•e  encontraron  las  iglesias  respetadas  por  el  rayo  fuera  de  la  dirección  recorri- 
da por  las  nubes  tempestuosas?  En  loi?  campana-^ios  donde  se  tocaba.  la  muer- 
te o  \ñ»  graves  heridas  do  los  que  poninn  en  movimiento  las  campanas  compro- 
baron sin  equivocación  alguna,  la  caida  del  meteoro  mientras  que  en  los  demás, 
habiéndose  quizá  reducido  t4»do  el  estrado  á  ligeras  grietas  en  las  paredes,  ó  á 
la  Caida  de  algunas  torta-*,  ¿habrá  que  extrañar  que  no  hv  hubiese  notado?  Cuá- 
les eran,  á  mayor  abundamiento,  las  altura<«coniparati»'' s  de  los  campanarios 
heridos  jM»r  el  rayo  y  de  los  que  no  fueron  alcanzados  per  este,  &o.  ote?  En 
presencia  de  todas  estas  incertidumbres,  la  observación  du  Deslaíides  no  tiene 
menester  es  confesarlo,  el  carácter  de  una  ve.dadera  demostración;  la  ciencia 
no  puede  admitir  la  consecuencia  que  de  ella  se  ha  sacado  sint»  á  título  de  sim- 
ple probabilidad  *' — Con  esta  cita  completamos  en  el  lugar  oportuno  lo  que  por 
falta  de  espacio  omitimos  en  nuestra  introducción  ai  presente  escrito. ~iV.  dr 
la  R.  de  la  V.  C. 

VII. — 02 


490  LA  VBRDAD  CATÓUCA . 

to8  chapiteles  no  les  ocurrió  declamar  &  los  enciclopedistas. 
No  son  de  institución  eclesiástica,  no  son  campanas:  lo  de 
las  enormes  masas  metálicas  puestas  en  alto  ¿solo  se  refiere  alas 
campanas?  Ya. 

Conclusión, 

Henioíi  procurado  desvanecer  los  reparos  que  se  nos  han 
propuesto,  pero  habiendo  coufesado  que  las  torres  son  muy 
peligrosas  por  su  elevación;  siendo  el  rayo  tan  temible,  y  tan 
poderoso  el  miedo,  lo  único  que  habremos  logrado  será  que 
no  se  moleste  tanto  á  los  fieles  sencillos  A^  las  aldeas  quedan 
importancia  á  la  virtud  comunicada  por  la  bendición  al  sonido 
de  las  campanas,  y  que  no  por  eso  se  los  llame  JKupersticiosos, 
porque  eso  seria  en  este  caso  llamar  supersticiosa  á  la  Iglesia, 
romo  hemos  explicado. 

Mas  corno  á  pretexto  de  la  física  vSe  vierten  con  frecuencia 
ideas  ambiguas  (pie  utilizando  el  miedo  inducen  en  error,  nos 
hemos  proput'sto  escribir  y  estamos  terminando  un  tratndí- 
to  de  electricidad  extática,  que  incluirá  nn  Arte  d^  construir 
y  colocar  para-rfujos  al  alcance  de  los  herreros  de  las  aldeas^  auxi- 
liados parios  srtlorex  Cu 'as,  Eu  estaobrita  enseñamos  el  mo- 
do de  fabricarlos  con  poquísimo  dispendio,  y  confiamos  que 
aprobarán  nuestro  intento  así  los  amigos  como  los  adversarios 
del  volteo  de  las  campanas. 

Arago  en  su  Tratatln  sobre  d  rayo,  después  de  decir  que 
ha  obíff;rvado  suma  reserva  al  explicarse  acerca  de  la  utilidad  ver- 
dadera ó  imaginaria  de  tocar  las  campanas  durante  las  tcmpestu- 
des,  hace  solemntf  rei.hifla  de  una  autoridad  civil  que  condena- 
ba el  toque  de  las  cam[)anas  por  supersticioso,  y  concluye  por 
estas  notabilísimas  palabras:  En  verdad  la  falsa  ciencia  no  es 
menos  ptdigrosa  (¡ue  la  ignarancia  completa. 

Sominario  de  Tarragona  30  de  Abril  de  1861, — Julián 
González  de  Soto, 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  491 

EL  PROGRESO  POR  MEDIO  DEL  CRISTIANISMO 

POR  EL  R.  P.  FELa. 


AÑO  TERCERO. 


EL  PRMRESO  fllORlL  POR  NEDIO  DEL  AHOR  W,  JESUCRISTO. 

Emmo.  señor: 

La  tercera  reacción  progresiva  del  cristianismo  contra  la 
concupiscencia  es  la  reacción  de  la  pobreza  contra  la  codi- 
cia. La  práctica  de  la  pobreza  cristiana  ó  el  abandono  de  lo 
criado  por  amor  al  Criador,  ha  devuelto  al  hombre  su  ver- 
dadera grandeza,  le  ha  resniruido  sobre  todo  estos  tres  cprac- 
téresque  completan  la  majestad  de  la  fisonomía  humana:  la 
magnanimidad,  la  libertad  é  intrepidez.  Fué  un  progreso, 
pues  fué  un  engrandecimiento  del  hombre. 

La  pobreza  cristiana  ha  hecho  mrt«5;  fia  asegurado  á  la  so- 
ciedad el  principio  de  su  estabilidad,  conciioion  de  todo  pro- 
greso verdadero.  La  estabilidad  social  descansa,  como  sobre 
8u  base  necesaria,  en  el  derecho  de  propiedad.  Ahora  bien; 
la  pobreza  cristiana  se  revela  como  el  mas  firme  baluarte  de 
la  sociedad.  Considerada  en  sí  misma,  es  el  desprendimien- 
to de  la  posesión;  disminuye  ó  apaga  en  los  corazones  el  de- 
seo de  poseer,  y  por  lo  mismo  suprime  ó  aminora  la  causa 
que  opone  obstáculos  al  derecho  de  propiedad,  es  decir,  el 
deseo  inmoderado  de  la  posesión.  Considerada  en  la  histo- 
ria, aparece  invariablemente  enlazada  con  los  destinos  de  la 
propiedad.  Li  guerra  declarada  á  los  pobres  de  Jesucristo 
se  convierte  en  todas  partes  en  guerra  declarada  á  los  pro- 
pietarios; encontrando  siempre  y  en  todas  partes  unos  mis- 
mos enemigos  los  libres  poseedores  y  los  que  voluntariamen- 
te se  han  despVendido  de  los  bienes  de  este  mundo. 

Señores,  al  mostraros  en  la  pobreza  evangélica  el  progre- 


49¿  tk  VERDAD  CATÓLÍCA. 

80  del  hombre  y  de  la  sociedad,  no  he  pretendido  pediros  á 
todos  ese  desapropio  absoluto  cuyos  tipos  acabados  son  para 
nosotros  los  santos:  aquí  también  he  mostrado  en  unos  hé- 
roes la  heroica  iniciativa  de  una  reacción  á  la  cual  podemos 
todos  asociar  nuestro  valor  en  igual  proporción.  Lo  que  he- 
mos dicho  sobre  este  asunto  se  aplica  á  todos  aquellos  que, 
practicando  el  espíritu  de  la  pobreza  evangélica,  disminuyen 
en  sí  el  deseo  de  poset^r.  Es  inútil  aña<iir  que  no  he  queri- 
do ni  contristar  ni  adular  á  nadie.  Los  que  quieran  leer  las 
Conferencias  del  año  pasado  pueden  asegurarse  de  que  do 
he  halagado  á  los  poseedores  de  la  riqueza.  Nada  he  disimu- 
lado de  los  abusos  monstruosos  de  la  posesión  en  hombres 
codiciosos.  Pero  oor  encima  de  los  abusos  que  es  preciso  re- 
probar,  existe  el  derecho  que  es  menester  defender.  A  los 
que  atacan  el  derecho  lo  mismo  que  &  los  que  desconocen 
el  deber,  decimos  la  verdad,  sin  temer  á  nadie,  y  conservan- 
do para  todos  sentimientos  de  afecto  y  caridad. 

De  los  discursos  precedentes  resulta  que  los  humildes 
los  mortificados  y  los  pobres  de  Jesucristo,  es  decir  los  san- 
tos, son  los  veidaderos  caudillos  del  progreso  moral,  puesto 
que  por  medio  de  estas  tres  reacciones  victoriosas,  humildad, 
austeridad  y  pob»'eza,  hacen  desaparecer  los  tres  grandes 
obstiiculos  que  la  concupiscencia  opone  á  nuestro  progreso, 
la  soberbia,  el  senaualismo  y  ia  codicia.  Así  pues,  hemos  pa- 
sado del  corazón  del  siglo  al  corazón  del  cristianismo,  y  mo<5- 
trado  en  el  uno  el  poder  de  curar  todas  las  heridas  del  otro. 
Ese  es  el  doble  punto  de  vista  y  también  el  doble  punto  de 
apoyo  de  mi  apostolado,  el  corazón  del  siglo  y  el  del  cristia- 
nismo; y  el  ñn  único,  ñu  apostólico  y  fraternal,  es  atraer 
mutuamente  esos  dos  corazones,  á  fin  de  que  absorbiéndose 
el  uno  en  el  otro,  reine  Jesucristo  y  sea  todo  en  todos:  Om- 
nifi  in  ómnibus  Christtis.  El  año  pasado,  algunas  personas  po- 
co atentas  al  conjunto  de  las  cosas  podian  encontrar  que 
nuestro  apostolado  no  era  bastante  cristiano:  lo  era  no  obs- 
tante; entonces  os  mostr  íbamos  á  Satanás,  y  os  deciámos: 
Rechazadlo,  pues  es  la  decadencia.  Aburaos  mostramos  á  Je- 
sucristo, y  os  decimos:  Abrazadle;el  progreso  es  él  mismo. 

Debe  ser  evidente  para  vosotros,  Señores,  según  cuanto 
hasta  aquí  se  ha  dicho,  que  el  progreso  necesario  antes  que 
todos  los  demás  es  el  progreso  moral,  es  la  santidad  cristia- 
na; y  que  la  santidad  cristiana  es  una  reacción  eficaz  contra 
la  soberbia,  el  sensualismo  y  la  codicia,  esos  tres  productos 
de  la  concupiscencia,  obstáculo  general  al  verdadero  progre- 
so humano. 


LA   VERDAD   CATÓLICA.  493 

Mas  me  parece  que  aun  no  estáis  satisfechos.  Me  decís: 
Sí,  estamos  convencidos  de  ello:  el  progreso  está,  y  no  puede 
estaren  otra  parte,  en  la  reacción  de  la  humildad,  la  auste- 
ridad y  la  pobreza  contra  la  soberbia,  el  sensualismo  y  la  co- 
dicia; estamos  prontos  á  defender  esa  enseñanza  generosa  y 
esa  doctrina  progresiva.  ¿Pero  cómo  practicar  la  humildad, 
la  austeridad,  la  pobreza?  La  santidad,  armada  con  esas  tres 
cosas,  68  el  remedio  á  todo.  Pero  ¿quién  da  á  los  santos  y 
puede  darnos  á  nosotros  mismos  esa  triple  fuerza  que  hace 
caer  las  tres  cabezas  de  la  hidra?  Es  evidente  que  los  santos 
han  conmovido  el  mundo:  ¿de  dónde  les  provenia  la  fuerza 
que  á  su  vez  los  habia  conmovido?  Señores,  desde  hace  lar- 
go tiempo  esperaba  el  momento  oportuno  para  deciros  lo 
que  lo  resume  todo.  Ese  momento  ha  llegado;  y  mi  corazón 
se  conmueve  al  descubriros  su  secreto:  ¡elximor  de  Jesucristo! 
He  ahí  la  fuerza  divina  que  levantó  la  tierra,  y  que  podemos 
llamar  la  gran  fuerza  motriz  del  progreso  cristiano.  Jesu- 
cristo, al  hacerse  amar  por  los  hombres,  ha  sustituido  su 
amor  á  la  concupiscencia,  y  ese  amor  de  Jesucristo  en  po- 
sesión de  la  humanidad  la  engrandece  de  todos  modos. 

¡Oh  Maestro!  vos  me  habéis  llamado  á  pronunciar  vues- 
tro nombre  desde  un  lugar  elevado  en  que  es  uno  oido  á  lo 
lejos.  Me  propongo  decir  íí  mis  contemporáneos,  con  el  se- 
creto de  vuestro  am(«r,  el  secreto  olvidado  del  progreso  cris- 
tiano. Mas  que  nunca,  tened  compasión  de  mi  miseria.  Dad 
á  mi  palabra  acentos  profundos,  y  á  esos  acentos  ecos  victo- 
riosos. Escuchad  á  los  que  ruegan  por  el  indigno  apóstol: 
enviadme  por  la  intercesión  de  su  plegaria  un  soplo  que  lle- 
ve ¿  todos  los  corazones  que  oigan  un  eco  de  mi  vpz  esta 
verdad  tan  dulce  como  soberana:  El  progreso  cristiano  es  el 
adelanto  en  vuestro  amor. 


El  amor  de  Jesucristo,  Señores,  es  el  principio  mas  radical 
y  eficaz  de  progreso  para  el  cristianismo,  pues  es  por  su  na- 
turaleza la  reacción  mas  directa  y  mas  profunda  contra  el  obs- 
táculo general  que  se  opone  á  nuestro  progreso.  La  concu- 
piscencia, hemos  dicho,  es  en  la  humanidad  la  gran  fuerza 
retrógrada,  puesto  que  por  su  naturaleza  misma  no  es  mas 
que  el  amor  del  corazón  humano  desviado  de  su  fin  y  des- 
prendido de  su  centro.  La  concupiscencia  es  el  foco  total  de 
todas  las  pasiones;  es  el  amor  separado  de  Dios;  el  amor  fuera 
de  su  esfera,  huyendo  á  la  par  que  de  su  centro  del  orden,  la 


494  íiA  VERDAD  CATÓU^A. 

armonía  y  el  progreso;  y  haciendo  deslizar  la  vida  entera  por 
las  tres  corrientes  de  la  soberbia,  el  sensualismo  y  la  codicia, 
hacia  el  desorden,  la  corrupción  y  la  decadencia.  Esa9  nocio- 
nes ya  desenvueltas  son  para  nosotros  como  axiomas,  y  solo 
necesitaba  recordároslas. 

Besulta  de  esos  principios  elementales  tomados  en  la  esen- 
cia de  la  naturaleza  humana  y  del  cristianismo,  qne  para  des- 
truir el  obstáculo  general  al  progreso,  y  dar  á  este,  si  así  me 
es  lícito  expresarme,  un  nuevo  resorte  en  la  humanidad,  ha- 
bla que  hacer  una  cosa  glande  y  difícil.  Era  preciso  hacer 
volver  á  su  centro  el  amor  del  corazón  humano.  Todo  el  mis- 
terio del  progreso  se  oculta  tras  esta  fórmula:  volver  á  diri- 
gir la  vida  hacia  su  fin  y  el  amor  hacia  su  centro*  En  efecto, 
mientras  mas  nos  damos  cuenta  de  los  movimientos  de  la  na- 
tunileza  humana,  mientras  mas  sondeamos  el  misterio  de  sus 
grandezas  ó  de  sus  caldas,  de  sus  prosperidades  ó  de  sus  de- 
sastres, de  sus  progresos  ó  sus  decadencias,  mas  nos  confirma- 
mos en  esta  convicción  saludable,  á  saber,  que  así  todas  las 
cuestiones  relativas  á  la  vida  de  los  pueblos,  como  las  que 
se  refiíiren  á  la  vida  de  los  hombros  se  reducen  á^sta  cuestión 
capital:  introducir  el  orden  ó  el  desorden  en  el  amor.  El  amor 
es  el  gran  motor  de  los  hombres  y  de  las  sociedades;  según  se 
mueve,  se  mueven  también  los  pueblos  y  los  individuos;  y  no 
hay  en  la  vida  h'imana,  vida  individual  ó  vida  social,  una  per- 
vers/on,  un  desastre,  una  herida,  una  ruina,  que  tengan  otra 
causa  í^ue  esta:  un  desorden  en  el  amor.  Pretender  realizar  el 
progn\so  en  la  humanidad  sin  introducir  el  orden  en  el  amor, 
es  ignorar  la  ¡dea  oleme:ital  y  la  raiz  profunda  de  todo  pro- 
greso. Producir  el  progreso  moral  en  la  humanidad  fuera  de 
ese  principio,  que  es  el  de  todo  orden  moral,  es  tan  absurdo 
é  imposible  como  constituir  el  orden  sideral  fuera  de  la  ley 
que  rige  la  armonía  de  los  mundos. 

Pero  para  que  el  amor  vuelva  al  orden  volviendo  á  su  cen- 
tro, y  con  esa  restauración  se  eleve  el  hombre  á  su  verdade- 
ra altura  juntamente  con  su  corazón  ¿«|ué  liabia  que  hacer? 
la  respuesta  es  muy  sencilla:  hacerle  amar  á  Dios.  Para  que 
el  hombre  suba  es  preciso  que  tienda  á  Dios;  pues  el  progre- 
so humano  es  la  marcha  del  hombre  hacia  Dios;  ahora  bien; 
para  que  el  hombre  tienda  libremente  á  Dios,  para  que  se 
esfuerce  por  subir  híicia  él,  preciso  es  que  le  ame:  el  hombre 
no  puede  tender  hacia  lo  que  no  ama,  ni  puede  gravitar  ha- 
cia su  centro,  si  este  no  le  atrae.  Así  llegamos  conducidos 
por  la  fuerza  de  las  cosas  á  esta  conclusión  de  una  inmensa 
trascendencia:  para  que  el  progreso  humano  exista,  es  preci- 


Ll  VERDAD  CATÓLICA.  495 

SO  que  el  hombre  ame  á  Dios;  si  no  le  ama,  huye  de  su  cen- 
tro, y  la  ley  de  su  vida  lo  condena  á  descender.  La  ley  de  la 
vida  es  amar:  no  amando  ya  dentro  lie  <u  centro,  preciso  es 
que  ame  fuera  de  él;  no  dirii^iéndose  ya  su  atnor  á  una  región 
que  le  es  superior,  menester  es  que  se  dirija  á  otra  inferior; 
girando  su  vida  en  medio  del  d<^rden  para  llegar  á  la  degra- 
dación. ¡Ah!  Señores,  olvidáis  dema<<iado  lo  nocesario  de  la 
vida  y  la  base  profunda  del  progreso:  el  amor  de  Dios  se  os 
presenta  como  una  cosa  vacía,  indiferente,  propia  de  ascetas 
y  místicos;  y  la  falta  de  él  os  deja  una  tranquilidad  que  me 
llena  de  espanto;  y  sin  embargo  nunca  destruiréis  esta  doc- 
trina invencible:  para  realizar  el  progreso  es  preciso  dirigirse 
al  centro;  para  ir  al  centro  es  preciso  tender  á  él  por  medio 
del  amor;  ahora  bien;  Dios  solo  es  centro.  Luego  para  que  el 
progreso  exista  en  el  hombre  es  preciso  que  este  ani«*  á  Dios. 
¿So  es  esto  claro?  ^no  es  bastante  radical  y  no  se  halla  bas- 
tante sólidamente  apoyado  en  el  granito  de  la  metafísica  po- 
pular? ¿Tienen  acaso  los  filó*<ofos  contra  esta  doctrina  razo- 
nes que  se  me  oculten?  no.  Señores,  no,  no  las  hay;  no  pue- 
de haberlas:  para  producir  el  progreso  humano,  vuelvo  á  re- 
petirlo, es  preciso  que  el  hombréame  á  Dios* 

Esto  tiene  una  grave  trascendencia,  Señores;  de  aquí  resul- 
ta inmediatamente  que  el  cristianismo  solo  puede  realizar  el 
progreso,  pues  solo  él  hace  amar  á  Dios  por  medio  del  amor 
de  Jesucristo  Señor  Nuestro. 

En  efecto,  fuera  del  cristianismo,  en  el  cual  se  ama  á  Je- 
sucristo, en  ninguna  parte  aparece  Dios  verdaderamente 
amado  por  los  hombres.  Que  haya  un  amor  de  Dios  abstrac- 
tivamente posible,  aun  en  el  orden  puramente  natural,  es 
lo  que  no  pretendo  discutir;  no  necesito,  por  ahora,  sentar 
la  cuestión  en  ese  terreno:  digo  solamente  abrazando  las  co- 
sas en  su  conjunto  mas  vasto,  que  fuera  del  cristianismo 
Dios  no  aparece  amado;  y  que  por  tanto,  no  queda  en  el  co- 
xazon  humano  sino  un  amor  que  se  desvia  de  su  6n,  sino  un 
amor  que  desciende. 

El  paganisn)o  ignoró  el  fenómeno  del  amor  de  Dios;  como 
tal,  era  el  antagonismo  del  amor  divino;  pues  era  el  amor 
de  lo  crifldo  y  de  lo  humano  elevado  &  su  mas  alta  poten- 
cia. El  paganismo  eradla  concupiscencia  misma:  el  amor  de 
BÍ  mismo  llevado  hasta  la  repulsión  de  Dios.  En  vez  de  ele- 
var el  amor  del  hombre  hasta  Dios,  hizo  exactamente  lo  con- 
trario; hizo  extender  la  Divinidad  á  los  objetos  de  su  amor; 
en  vez  de  emplearse  en  amará  Dios,  puso  sacrilegamente  á 
Dios  en  todo  cuanto  amaba.  Pijo  Bossuet  que  **Todo  era 


496  LA  VRRDAD   GAT6LIC4« 

dios  en  el  mundo,  excepto  el  mismo  Dios;**  nostitros  pode- 
mos añadir:  Todo  era  amado  en  el  paganismo,  todo  excepto 
el  amor  mismo.  De.  ahí  en  el  paganismo  una  imposibilidad 
radical  de  efectuar  el  progreso  moral. ^  Ese  amor  que  ya  no 
se  uirigia  á  su  centro,  cn  decir  á  Dios,  seguia  dos  corrientes 
diversas;  6  b'en  trataba  de  elevarse,  y  entóuces  iba  á  per- 
derse en  lo  vago  de  la  abstracción;  y  sustituyéndose  á  esa 
Divi/iidad  de  la  cual  solo  conservaba  un  fantasma,  se  exal- 
taba en  medio  del  vértigo  de  una  desmedida  soberbia.  O 
bien  ese  amor  ten<lia  ádescendery  entonces  iba  á  precipitar- 
se en  un  lodazal  inmundo.  Y  a^í  de  una  parte  como  de  otra 
lijándose  en  la  tierra  para  hacerse  con  ella  un  festin  de  goces 
ó  un  pedestal  de  soberbia,  se  abandonaba  á  esos  excesos  de 
codicia  cuyo  oprobio  inmortal  nos  ha  trasmitido  la  hist.oria. 
Así  obraba  en  el  paganismo  el  amor  del  corazón  humano. 
Cualquiera  que  fuese  ei  camino  que  tomase  aquel  amor  extra- 
viado, no  venia  á  ser  mas  que  continuas  caidas.  Vélasele,  aun 
en  los  hombres  mas  ilustres,  ya  elevarse  á  las  mas  altas  cum- 
bres del  éspiritualismo  doctrinal,  ya  descender  á  las  últimas 
regiont^s  del  materialismo  práctico  dejándose  caer  de  las  al- 
turas de  la  idea  en  la  cloaca  de  los  placereí*;  revelándose  como 
maestro  eií  esos  carnaleí^  placeres,  cuyo  nombre  ni  aun  po- 
demos pronunciar,  el  contemplador  mas  grande  del  mundo 
ideal. 

Era  preciso,  pucvs,  para  volver  atraer  el  progreso  al  mun- 
do, crear  en  el  corazori  humano  un  amor  de  Dios  respecti- 
vamente nuevo,  y  (pie  no  era  en  la  esencia  sino  el  amor  de- 
positarlo en  el  corazón  <lel  hombre  en  la  primera  creación. 
Para  reformar  las  costumbres  era  inbispensable  una  trasfor- 
macion  en  los  sentimientos  del  corazón  humano.  Ahora  bien; 
todos  los  sentimientos  dtd  corazón  humano  se  abrevian  en 
uno  solo:  el  amor.  Este  es  en  el  corazón  deí  liombre  un  sen- 
timiento univercal;  uno  y  múltiplo  á  la  vez,  en<^endra  y  resu- 
me en  sí  todas  las  pasiones  del  corazón.  Era  preciso,  pues, 
para  inaugurar  en  el  mundo  un  progreso  nuevo,  cambiar  to- 
talmente el  amor  del  corazón  humano.  Arquímedes  decia: 
Dadme  un  punto  de  apoyo,  y  levantaré  el  cielo  y  la  tierra: 
Dic  ubi  cniísistam,  aAam  ferrunque  movebo.  Ahora  bien:  el 
punto  de  apoyo  necesario  para  levantar  la  humanidad  ¿dón- 
de estaba,  decídmelo?  en  el  corazón  del  hombre.  Sí,  allá  en 
el  fondo  del  corazón  humano  era  preciso  apoyar  la  fuerza 
que  debia.  levantar  el  mundo  moral.  Menester  era  que  esa 
fuerza  llegase  á  apoderarse  del  amor  entero  del  corazón  hu- 
mano, inclinado  á  todo  desorden  y  á  toda  decadencia,  y  que 


Xk  VKBDAD  CATÓLICA. 


497 


prodigio  inaudito  antes  del  Calvario,  lo  hiciese  vol- 
'  rilen  y  al  progreso  dirigiéndolo  de  nuevo  á  Dios. 
M  prodigio  obrado  por  el  cristianismo.  Este  hadado 
ik  la  huitianidad  el  golpe  victorioso  que  ha  vnel- 
>|«c*íri*l  orden  en  el  amor,  y  por  tanto   comunica- 
[f€!f!tosu  impulso  soberano.  Tal  es  pur  excelencia  la 
^ra  cristiana.  El  cristianismo  viene  á  ser  el  corazón 
puesto  en  conexión  con  el  de  Dios  por  la  media- 
dor de  Jesucristo.  El  Verbo  hecho  carne,  Jesu- 
fimnr  fUlos  hombres;  y  el  Verbo  estaba  en   Dios, 
era  Dios:  luego  Jesucristo,  haciéndose  amar,  ha- 
Dio^  y  volvía  á  conducir   el  corazón  del  hombre 
dft  la  fuerza  de  ese  mismo  amor,  á  su  centro  ver- 
fesufriniú  se  hizo  amar  de  los  fiambres:    este  fué  el  se- 
liglo  lie  su  unión  con   la  humanidad.  Por  medio 
io  de  su  encarnación  se  realizo  la  unión    hipostá- 
\e\  Verbí*  divino  y  una  naturaleza  humana  privile- 
rnecttodel  triunfo  de  su  amor  sobre  los  corazones, 
we  realisíó,  la  unión  mística    enfn»    Dios  y  la  hu- 
Oor  mp^liiicion  di»  ese  misnu)  amor.  Jvsucrist^  se  hi- 
ilos  hftmhrf*»;  y  si  este  fii«»ra  el    lugar  oportuno,  po- 
I  Vi^r  en  ese  solo  hecho  la  mas  alta  manifestación 
iciidad.  yiñH  no  necesito  de  niouiento  sino  compro- 
Üiechtí»  ^^1  hecho  en  sí  mismo  mas  prodigioso,  y  en  sus 
cías  morales  mas  decisivo  que  se   haya  verificado 

había  vuelto  Jesucristo  á  los  cielos;  apenas  había 

$  realizarse  el  miiauro  de  su    mística  unión  con 

id,  cuando  se  hizo  evidente  que  un  amor  nuevo  ha- 

Íq  posesión  del  corazou  humano.  Esta  palabra  del 

^Perseptnid  en  mi  amar,  h^h'Mi  ci\]do  '^omo  una  llama 

Kon  de  los  discípulos.  La  vf)l untad  del  amor  encar- 

ilizabii,  **Fuego  vine  .i  poner  sobre  la  tierra:  ¿Y 

fú  sino  qui3  arda?"  (1). 

efecto,  no  tardando  hombres  y  mujeres  de  toda 
idicion^  en  realizar  el  milagro  de  un  mismo  amor, 
lal  hasta  entonces  no  se  habia  amado  sobre  latier- 
Bis  oír  los  acentos  de  ese  amor  manifestando  su  pre- 
palabru"  que  son  ásu  vez  un  milagro?  Escuchad: 
íio  no  ama  a  nuestro  Señor  Jesucristo,  sea  excomul- 
Et  amor  de  Cristo  nos  estrecha  (?}.  ¿Quién  nosse- 


Cor,,  XVI,  22. 
^  Cor,,  V.  14. 


VII.— 63 


498  LA  VBROAD   CATÓLICA, 

finrurií  del  amor  de  Cnuto?  tribu lufí ion?  ¿  angiifttísf  »  ha m- 
bri'V  6  desiiuílexf  ó  pelifírfiT  fS  pentíciicicHií  t\  e^paíla?  Mu»  en 

íüitns  esta»  cosas  vencemos  [lor  aq^el  qiio  nos  ñmú.  Par  lo 
t'ijnl  estoy  f  ¡Éírto  quí^  ni  mnoriet  ni  vida,  ni  áríq^eícs^  ni  prÍ5- 
<*i]KiditH,  ni  virtudes,  ni  co«:í«  pr<?aantes  ni  v*tír>idi*raíi,  ni  for- 
t}i!i«;fu,  id  nltura,  nt  profundidaJ,  ni  f>tm  t*.riatura  non  podrá 
aparrar  del  umor  de  Dio»,  qtjt*  m  en  J^HycrijítiJ  ^S^nlor  auc«- 
tr(K.  Nee  crettturtí  ai  la  jyoírrii  /?o.í  srpararv  a  duirUate  Del  qitm 
rM  m  CitrisiQ  Jemí  (1)." 

Alalinos  años  después*  wn  hombre  cargado  de  cadenaB  por 
iu  tiranía  era  conducido  á  Roma  (lor  nuidadon  qim  rti^iari  en 
torno  suyo  como  leopardos;  iba  á  morir  devorado  por  las  fie- 
ras en  aquel  CoIísíío  famot*o,  <*nya  ruiníi  gigantesca  8C  !  ^van- 
ta  aun  para  atestiguarlo;  e^rju^hmi  lo  que  dice  el  oaártir  de 
Jesnoriííto:  **Ojaíágoce  del  furor  dtí  las  fieras  que  me  espe- 
rar», preparadííJ*  pdra  mi  í^nplicio;  ütinnm  fnmr  bfxhis  qum 
mihi  smit  jn^tparatm*  Ahí  le^  suplico  qtie  «ean  prontas  en 
afíírinentarmt^  y  darme  muerte;  qu«  en  vex  de  temer  tocar- 
me eomo  les  hu  sueediLlocon  otros  mártires,  se  sientan  im- 
fiiil^fidiii  á  devorar  mi  carup*  Si  no  quieren  venir,  yo  mn^mo 
las  violeritiM'í^,  vo  mismo  ia^s  incitaré  á que  me  devoren.  Q^iwd 
sí  rrtñrc  nítlurriiu  fgo  me  nnrtho  ut  dcvorcr.  Perilonadme,  hijos 
Olios,  si  con  vosotros  empleo  este  leoí^iiíije;  yo  sé  lo  qoe  me 
está  bit'H.  Ahora  coiiiietizo  a  ser  iif)  (li<cí[)iilo  de  Oristu,  no 
deseando  ya  nada  de  iianto  se  ve  sobre  la  tierra,  á  tlii  de 
encontrará  mi  Oisto  en  (uMsond.  Venicaii  id  fuego,  la  cruz, 
las  fieras,  la  rotura  de  mis  huesos,  la  laceración  de  mis  miem- 
bros V  el  destrozo  de  tod<)  mi  cu*ír|)o.  veusran  en  fin  contra 
mí  todos  los  tormento'*  inveutados  por  Satanás:  2\in.tum 
nt  Chrisfo  fruar.  con  tal  íjuc  goce  de  Jesucristo/'  xVsí  ha- 
blaba ese  amante  apiísiunado  d(^  Cristo;  v  cuaiido  ya  con 
denado  á  ser  arrt)jadoá  las  fieras,  oia  el  rugido  de  los  leones, 
iuipacieute  <le  uiorir,  v'xc!a:naba:  "Soy  trigo  de  Jesucristo 
V  íniier.j  ^er  molido  por  los  ditMites  de  las  fieras,  á  fin  de  con- 
vertii'uiC  «MI  pan  iinnaculado:  DciUihus  hesliarum  mola}\  ut 
¡nni'is  innnJ(i:<  ¡uceniar  (2)!"  Acaba's  de  oir  el  grito  de  un 
apóstol  desafiando  á  toda  la  cr«*acion,  el  ^rito  de  un  mártir 
d»^safi;in  lo  la  persecución;  escuchad  á  una  virgen,  escuchad 
á  una  niña  en  medio  de  la  rentacion:  '-Retírate,  pábulo  de 
la  muerte,  otro  se  te  ha  adelantaílo.  Cristo  ha  puesto  sobre 
mi  frente  la  señal  de  su  amor;  y  yo  no  puedo  ya  amará  otro 


{\)     Kom.,  VIH,  liT.. 

{"Z)     8.  Ignacio  de  Antioquíd,  mártir,  k  los  Koiiia  ios. 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  499 

qae  á  él:  Posuü  signum  injaciem  meam,  ut  nullum prcBter  eum 
amatorem  admütam.  Para  él  solo  guardo  mi  fe;  á  él  solo  doy 
toda  mi  devoción;  me  he  desposado  con  aquel  cuya  majestad 
sirven  los  ángeles,  cuya  belleza  a«lniiran  el  sol  y  la  luna.  El 
me  dio  su  anillo,  él  me  adornó  con  su  corona.  Retfrate,  amo 
á  Cristo:  Amo  Christum!  sí,  le  amo;  pues  su  amor  me  deja 
mi  castidad,  y  el  desposorio  sagrado  que  me  hace  esposa  su- 
ya me  deja  mi  virginidad:  Quem  cum  amavero,  casta  sum;  cum 
a€ceperOj  virgo  sum  (1)." 

Tales  son  los  acentos  nuevos  que  el  amor  de  Jesucristo 
hace  salir  délos  corazons  de  que  acab.i  de  tomar  posesión;  asf 
hablaron,  en  circunstancias  tan  diversa^),  Pablo  de  Tarso, 
Ignacio  de  Antioquía  élnés  de  Roma.  Por  boca  de  Pablo  os 
han  hablado  todos  los  apóstqles;  por  boca  ne  Ignacio,  todos 
los  mártires;  por  boca  de  Inés,  todas  las  vírgenes,  y  por  bo- 
ca de  esos  tres  santos,  el  corazón  de  todos;  él  os  manifiesta 
la  última  expresión  de  la  santidad  en  los  santos,  y  la  última 
expresión  también  del  progreso  en  esos  varones  progresivos: 
el  amor  de  Jesucristo, 

Sí,  Señores,  hay  una  palabra  que  compendia  la  santidad 
cristiana:  el  amor  de  Jesucrieto.  Ahí  está  la  soberana,  la  úni- 
ca pasión  de  los  santos;  ahí  reside  el  secreto  profundo  de  su 
santidad.  £1  santo  no  lo  es  sino  por  la  energía  de  ese  amor. 
Un  santo  es  un  gran  crisliiano;  ahora  bien;  el  cristiano  mas 
digno  de  este  nombre  es  aquel  que  sabe  decir  mejor  y  sobre 
todo  ejecutar  con  mas  perfección  la  palabra  de  Inés:  Amo 
Christum,  amo  á  Cristo;  no  siendo  el  heroismo  de  la  santidad 
sino  el  milagro  de  ese  amor  elevado  á  su  mas  alta  potencia. 
Buscad  en  toda  la  histora  de  la  Iglesia  un  santo,  un  verdade- 
ro santo,  que  no  haya  abrigado  en  su  corazón  esa  pasión,  ese 
entusiasmo,  esa  embriaguez  del  amor  de  Jesucristo,  y  no  le 
encontrareis.  Y  los  que  han  sido  santos,  es  decir,  los  que 
amaron  á  Jesucristo  con  santa  locura,  no  lo  olvidéis,  han  sido 
millones  en  cada  siglo  cristiano,  y  su  amor,  principio  genera- 
dor de  su  santidad,  determinó  la  marcha  del  progreso  moral. 

Sí,  reinando  ese  amor  en  el  hombre  reina  el  verdadero  pro- 
greso en  la  humanidad;  pues  él  es  la  derrota  completa  de  la 
concupiscencia,  el  amor  convertido  á  Dios,  el  amor  conforme 
al  orden.  La  condición  de  todo  verdadero  progreso  es  la  per- 
fección moral;  esta  es  el  orden  en  el  amor,  y  el  orden  en  el 
amor,JesucrÍ8to  amado  [»or  los  hombres;  y  Jesucristo  amado 
es  el  progreso,  pues  es  la  derrota  radical  de  la  concupiscencia, 

(1)    Sta.  luóa,  Brev.  Eom. 


500 


LA  VE&OAD   CATÓLICA, 


finíívn  obstáculo  al  progreso»  Eata^  verdades  se  ettlaMQ  citmaJ 
los  eslabones  de  una  carleiia;  y  porque  t'l  Criati&niatna  cofii*J 
prende  v  r^alis^aesta  adratrable  easeñair/a,  ea  él  solo  y  ¡mml 
aíempre  la  Verdadera  religión  del  firogreso. 

Al  tomar  posesíotí  del  corazón  humana  el  amor  de  Jesu-  ' 
cristo,  ha  obrado  en  él  un  movimiento  ile  reiiceíoa  tomenao 
contra  íacoiieupiacencia.  Para  Ví^ncer  ía  soberbia  hizo  amar 
la  morti&cacion;  para  vencer  la  codicia,  hi?:o  amar  !a  pobre- 
za. Y  para  bacer  amable^i  estas  tres  cosas  soberanarnente 
odiabltJS,  él  mismo  ae  hizo  humildad,  aue^teridad  y  pobreza! 
y  -lijo  á  la  humanidad:  Amadme  tal  cual  soy;  humillado,  cru- 
cihcado,  despajado*  Y  la  humanidad  verdíideramente  cristia- 
na contestó  con  Inés:  Amo  ChrUtum^  Amo  á  Cristo;  ?í,  amo 
á  mí  Oriato  anonadado,  amo  á  mi  Cristo  azotado,  ama  á  mi 
Cristo  pobre;  ese  amor  que  me  une  á  él,  mu  une  á  estaa  tres 
compañeras  de  gu  vida,  humildad,  austeridad  y  pobreza,  y 
armado  con  ese  amor^  que  lo  ha  suplido  todo  en  mí,  corro 
con  su  fuerza  á  derrotrar  uii  soberbia,  mi  aensualis  no  y  m\ 
codicia;  abato  bajo  mi  vencedora  planta  ese  obstáculo  at  pro- 
greso que  Satarms  levanta  siempre;  lucho  en  fin  cuerpo  á 
cuerpo,  dia  por  dia  y  hora  por  hora  con  ese  triple  desorden; 
y  miétitras  mas  triunfo,  mas  siento  restablecerse  en  mí  la 
armonía  de  los  primeros  días;  ¿porqué?  porque  ese  amor  que 
yo  dejaba  caer  sobre  la  rierra,  sobre  mis  sentidos,  sobre  mí 
mismo,  se  separa  de  la  tierra,  se  arranca  de  mis  sentidlos,  y 
se  retira  de  mí  mismo,  para  colocarse  en  el  centro  de  todo 
orden,  de  toda  armonía,  de  todo  progreso,  es  decir,  en 
Dios. 

Señores,  os  lo  pregunto,  bajo  cualquier  bandera  que  uno 
se  aliste  ¿puede  concebirse  mas  profunda  restauración  del  or- 
den, mas  magnífica  idea  del  progreso?  He  ahí  en  la  cúspide 
y  en  el  centro  de  toda  la  humanidad  cristiana  á  Cristo  en 
quien  todo  se  restaura  en  e!  orden  y  se  sostiene  en  armonía: 
el  omnia  in  ipso  conslant  (1).  En  ese  amor  y  por  ese  amor  de 
Jesucristo,  veo  realizarse  esta  fórmula  abreviada  de  todo  or- 
den y  de  todo  progreso;  todos  los  hombres  unidos  con  Dios, 
todos  los  hombres  unidos  t^ntre  sí,  y  todos  marchando  á  su 
centro  común.  Dijo  el  paganismo  que  el  dueño  de  los  dioses 
tenia  á  las  generaciones  de  los  mortales  p»3ndientes  de  la  ca- 
dena de  oro  del  destino;  ah!  he  aquí  una  cosa  Fnuy  sujierior 
á  la  ficción  <ie  la  Fábula;  la  magnificenci.i  de  la  historia,  la 
gran  realidad  cristiana.   Desde   lo   alto   del  cielo    Jesucristo 


(\)    Col.,  I.  17. 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  .    601 

tieoe  unidos  á  su  corazón  por  medio  de  la  cadena  de  su  amor 
á  las  generaciones  que  le  aman;  atráelas  al  centro  atrayén- 
dolas ¿  sí;  y  esa  atracción  de  la  hamanidad  hacia  el  corazón 
de  Jesucristo  es  el  progreso  cristiano. 

(Finalizará.) 


UNA  VICTIMA  DEL  CLAUSTRO. 


El  año  pasado  los  periódicos  revolucionarios  hacian  oir 
grandes  clamores  de  un  padre  de  familia  que  aseguraba  que 
unos  frailes  le  habían  quitado  á  su  hijo,  á  su  joven  hijo,  á  su 
hijo  querido,  y  le  estaban  haciendo  matarse  con  toda  ciase  de 
mortificaciones  y  maceraciones  absurdas.  Dt^  estos  clamores  * 
yo  rebajaba  la  mayor  parte;  pero  sin  embargo,  no  podia  me- 
nos de  decirme:  ¡qué  imprudencia  la  de  esos  religiosos!  ¿Por- 
qué habrán  arrebatado  un  tierno  joven  á  su  padre?  ¿Porqué 
no  le  han  aconsejado  que  se  quedase  en  su  casa? 

Ayer  tuve  ocasión  de  ver  é,  uno  de  esos  frailes.  Padre,  le 
dije,  contadme  francamente  el  caso.  Se  os  atacaba  con  furor, 

Í'  DO  respondisteis  una  sola  palabra.  ¿Cuál  es  la  verdad  de 
a  historia? 

Ninguna,  me  respondió.  Ese  tierno  niño  habia  ya  cumpli- 
do con  exceso  veinte  y  cinco  años.  Estaba  muy  enfermo,  y 
tenia  algunas  razones  para  no  querer  morir  bajo  el  techo  pater- 
nal; qui^o  salvar  su  alma,  quiso  emprender  el  gran  viaje  re- 
vestido del  hábito  y  rodearse  en  sus  últimos  momentos  de  to- 
do lo  que  facilita  el  paso.  ¿Hay  en  esto  nada  de  extraño? 

No;  pero  ¿y  su  padre? 

Su  padre  hubiera  consentido  que  se  hiciera  sansimoniano, 
foorrieristat  soldado,  saltimbanquis;  pero  no  quería  que  se 
hiciese  fraile,  que  es  lo  que  queria  hacerse  el  hijo,  y  lo  que  al 
fin  hizo.  Se  le  recibió  en  el  prímer  convento  en  que  se  pre- 
sentó, se  le  llevó  á  la  enfermería,  y  se  le  empezó  á cuidar  con 
el  mayor  esmero,  aunque  haciéndosele  ya  la  sepultura,  por- 
que iba  muriéndose  conocidamente.  Su   padre  acudió  á  re- 


602  LA  VBRDAD  CATÓLICA. 

clamarle.  El  prior  le  dijo:  '^Vuestro  hijo  quiere  morir  aquí; 
tieae  el  derecho  de  quedarse  entre  nosotros,  y  yo  no  puedo 
rechazar  á  una  pobr^  alma  que  se' arroja  en  mis  brazos.**  El 
padre  rabió  con  esto;  envió  alguaciles,  físcaies,  escribió  á  los 

fieriódicos.  Por  consideración  hacia  su  nuevo  hermano,  los 
railes  no  se  defendieron,  guardando  el  silencio  de  la  santa 
caridad.  Hicieron  bien,  y  ya  veis  que  ese  padre  terrible  ha 
concluido  por  calmarse.  ^ 

Y  el  hijo,  ¿qué  ha  sido  de  él? 

En  los  mismos  dias  en  que  los  periódicos  aseguraban  que 
se  le  estaba  matando,  ya,  á  fuerza  de  contento  suyo  y  de 
cuidados  de  los  buenos  Padres,  estaba  en  vias  de  curación. 
Ahora,  ya  curado,  ha  entrado  en  la  Orden. 

Desearía  verle,  repliqué. 

Miradle,  me  respondió  el  Padre  con  una  dulce  sonrisa: 
soy  yo. 

(Les  libres  Penseurs,  por  Mr.  L.  Veuillot,  3?  edición,  pági- 
na 111.) 


MISIONES  DE  TIERRA  SANTA. 


En  nuestra  entrega  anterior  publicamos  una  interesante 
carta  escrita  por  un  misionero  de  la  Compañía  de  Jesús  al 
Provincial  de  dicha  orden  en  España,  sobre  el  viaje  empren- 
dido por  el  primero  á  la  isla  de  Annobon  con  el  fin  de  atnier 
nuevas  almas  al  seno  de  la  Iglesia.  Aunque  de  distinta  índo- 
le, creemos  que  no  ofrecerá  menos  interés  á  nuestros  lectores 
la  siguiente  correspondencia  de  los  Padres  Franciscanos  de 
Tierra  Santa  que  publica  nuestro  apreciable  colega  barcelo- 
nés la  Revista  Católica. 

JcrusalenU^  de  Mayo  de  1861. 

Caros  amigos:  Con  mucho  gusto  tomo  la  pluma  para  es- 
cribirles, pues  creo  no  podrá  menos  que  sorprenderles  é  inte- 


LA   VERDAD  CATÓLICA.  503 

resarles  la  siguiente  noticia  que  dice  relación  con  uno  de  los 
santuarios  que  un  dia  estuvieron  bajo  la  dirección  de  Vds. 

Es  el  caso  que  en  los  primeros  de  Abril,  hundióse,  con 
las  muchas  lluvias  y  abundante  nieve  de  este  año,  el  santua- 
rio de  la  Visitación.  Trasladóme  al  instante  &S.  Juan  para 
enterarme  del  suceso.  En  efecto,  el  santuario  estaba  conver- 
tido en  un  montón  de  rupa's  y  escombros.  Volví  á  Jerusa- 
len,  enteré  al  superior,  el  que  me  mandó  de  nuevo  á  S.  Juan 
para  que  me  encargase  de  la  reconstrucción  del  vsantuario. 

Lo  primero  que  traté  de  hacer  fué  desembarazar  aquello, 
ocupando  veinte  y  cinco  hombres  en  esta  operación,  que  yo 
cslculaba  seria  cosa  de  dos  ó  tres  dias.  ¿Creerán  Vds.  que  em- 
pleamos diez  eternos  dias  hasta  dar  con  terreno  sólido  para 
edificar?  Todo,  todo  se  habia  derribado,  hasta  el  peñasco  en 
que  se  apoyaba  el  santuario.  Parecía  como  que  los  santos 
Zacarías,  Elisabety  Juan  se  hubiesen  empeñado  en  arruinar 
completamente  la  mezquina  casa  que  se  les  habia  dedicado 
(pues  ya  saben  Vds.  que  solo  podia  contener  cinco  ó  seis  per- 
sonas), para  que  en  su  lugar  se  les  levantara  otra  mas  digna 
y  capaz. 

Miéntros  buscábamos  terreno  sólido  para  echar  los  ci- 
mientos descubrimos  de  improviso  á  mano  derecha  cerca  de  la 
escalera  un  lienzo  del  muro  antiguo.  Mandé  entonces  que  se 
trabajara  por  el  lado  opuesto  cerca  del  cementerio,  y  encon- 
tramos el  otro,  aunque'muy  derribado.  Sin  embargo  se  arre- 
gló de  modo  que  pudiese  levantarse  sobre  ellos  la  bóveda. 
Concluida  esta,  se  buscó  el  antiguo  pavimento,  que  encon- 
tramos entre  los  escombros  que  faltaba  sacar,  y  ¡cosa  sor- 
prendenteí  descubrimos  un  arco,  y  debajo  de  él'  una  gruta, 
toda  internada  en  el  peñasco  y  ennegrecida  por  el  humo  de 
las  lámparas  que  un  tiempo  debian  allí  arder,  pues  aun  ne 
veiael  lugar  en  que  estaban  situadas.  Al  lado  opuesto  esta- 
ba marcado  un  semicírculo  caido,  parte  del  otro  arco  que  de- 
bía haber  allí. 

Este  descubrimiento  corrobora  lo  que  dicen  los  viajeros 
del  siglo  XIII,  quienes  afirman  que  en  la  gruta  fué  escondi- 
do S.  Juan,  cuand  j  la  persecución  de  Heródes;  que  en  la  iz- 
quierda, en  donde  se  ve  el  semicírculo,  fué  circuncidado  el 
mismo;  y  que  en  aquella  habia  un  altar,  altar  que,  según  di- 
ce Cuaresmio,  se  conservaba  aun  en  el  siglo  XVI. 

Ahora  bien,  si  pudiese  arreglarse  esta  gruta,  se  converti- 
ría sin  duda  en  una  magnífica  capilla.  ¿Lo  podremos?  ¡Cosa 
admirable!  Doce  ó  quince  dias  después  del  descubrimiento, 
mandáronme  de  España,  y  de  una  persona  que  no  conozco, 


504  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

pero  que  es  un  religioso,  la  cantidad  de  500  duros;  pasados 
otros  quince  días  se  me  envió  una  letra  de  5,000  francos,  y 
ambas  limosnas  al  objeto  exclusivo  de  restablecer  el  santua- 
rio de  la  Visitación. 

Pero  ¿quién  habia  dicho  que  se  habia  hundido  el  santua- 
rio? ¿quién  inspiró  el  que  se  mandasen  estos  dineros?  Yo  creo 
que  los  santos  Zacarías,  Elisabety  Jiían.  • 


Jeru$alen  5  de  Julio  de  1S61,  Santuario  de  la  T^iniacúm. 

Caros  amigos:  Espero  que  la  presente  les  merecerá  el  mis- 
mo favor  y  acogidaque  nuestra  última,  pues  viene  á  ser  como 
la  continuación  y  conclusión  de  ella.  El  2  de  Julio,  diaen  que 
la  lorjesia  nuestra  Madre  celebrad  misterio  de  la  Visitación  He 
la  Virgen  á  Sta.  Isabel,  se  ha  abierto  de  nuevo  á  la  piedad  de 
los  íielps  este  antiguo  santuario  con  la  sencilla  pompa  que 
nos  permiten  las  difíciles  circunstancias  por  que  atraviesa 
el  Oriente. 

Hermosas  colgaduras  de  lana  pendián  de  una  bien  talladíi 
cornisa  ó  moldura  de  madera,  comprada  al  efepto,  cubriendo 
aquellos  muros  laterales,  que  portante  tiempo  permanecie- 
ron sepultados  en  ruinas,  y  que  este  dia  se  levantaban  impo- 
nentes, severos  y  majestuosos,  cual  si  con  su  aspecto  inten- 
taran producir  un  santo  recogimiento  en  los  que  visitaban 
la  casa  misma  que  un  dia  honró  con  su  visita  la  Reina  de  los 
Angeles,  Emperatriz  de  los  cielos,  María. 

En  medio  de  los  dos  arcos,  de  que  les  hablé  en  la  anterior, 
se  ha  colocado  un  altar,  que  iluminamos  con  cuantas  lám- 
paras, candeleros  y  cornucopias  disponibles  teníamos,  embe- 
lleciéndole ademas  con  muchas  y  variadas  flores.  También 
dentro  de  la  gruta  hemos  levantado  un  altar  sencillamente 
adornado. 

Así  dispuesto  el  santuario,  en  la  víspera  de  la  fiesta  por 
la  tarde  resonó  ya  en  aquel  el  solemne  canto  de  Vísperas  y 
Completas,  acompañándonos  nuestro  excelente  organista,  el 
P.  Jaime  Radó,  con  el  instrumento  llamado  armonium;  fina- 
lizamos con  las  Letanías  lauretanas  con  música. 

El  dia  de  la  fiesta,  por  la  mañana,  después  de  celebrado  un 
número  crecido  de  misas,  se  cantó  á  las  ocho  la  solemne  en 
música;  y  si  bi^n  era  sencillo  el  poro,  pues  lo  constituian  dos 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  605 

tenores,  dos  chantres  y  dos  tiples,  acompañados  del  órgano, 
era  tan  acorde  la  armonía,  que  casi  nos  atreveríamos  á  de- 
cir que  la  Virgen  Santísima  y  la  santa  Familia  comunicaban 
al  sagrado  canto  suavidad  y  arrebatadora  emoción. 

Por  la  tarde  cantáronse  de  nuevo  las  Letanías  lauretanas, 
después  de  las  que  un  diácono  entonó  el  evangelio  del  dia, 
j  deteniéndose  al  llegar  al  Magnificai  qoe  pronunció  la  Vir- 
gen en  aquel  puesto  mismo,  el  coro  acompañó  á  su  vez  bri- 
Ilanteroente.  El  mismo  evangelio,  pero  en  árabe,  entonó  el 
Cura  párroco,  concluyéndose  con  el  canto  de  las  antífonas 
á  los  santos  Zacarías,  Isabel  y  Juan. 

Es  ahora  de  todo  punto  imposible  pretender  pintarles  la 
devoción  con  que  se  ha  asistido  á  estas  sencillas  funciones, 
y  el  gozo  con  que  hemos  celebrado  esa  apertura  del  santua- 
rio, que  con  el  anterior  descubrimiento  ha  ganado  muchí- 
nmo. 


VIL  —64 


SECCIÓN  LITERARIA. 


ORACIOli   DBI«  POETA  MORIBCliDO  (1). 


¡Oh  Dios  infinito,  oh  Verbo  increado 
Por  quien  se  crearan  la  tierra  y  el  cielo, 

Y  que  hoy  entre  sombras  de  místico  velo 
Estás  impasible,  mudo  en  el  ajtar! 

Yo  te  adoro:  en  vano  quieren  sublevarse 
Mi  razón  rebelde  y  cuatro  sentidos; 
De  Dios  el  acento  suena  en  mis  oidos, 

Y  Dios  á  los  hombres  no  puede  engañar. 

Mi  fe  te  contempla  como  si  te  viese 
Cuando  por  la  tierra  benéfico  andabas 
Curando  mil  males,  y  al  hombre  anunciabas 
El  reino  celeste,  la  vida  sin  fin. 

Y  en  aquel  momento  que  arrancó  á  la  tumba 
Al  huérfano  joven  tu  palabra  fuerte, 
Cuando  abrió  sus  garras  la  atónita  muerte, 

Y  gimió  de  gozo  la  viuda  en  Naim. 


(\ )  No  pretendemot  abrir  juicio  sobre  esta  componioioQ  inédita  de  nuA.tro 
Heredia.  Más  que  bellezas  litoraríaSf  vemos  en  ella  con  inmenso  jjb'lo 
los  erístianos  sentimientos  que  en  sus  últimos  instantes  abrigaba  el  poeU  miwTv 
kmio.-^N.  áelm  R.ieUV.C. 


LA  VERDAD  CATÓUGA  607 

¡Redentor  divino!  Mi  alma  te  confiesa 
En  el  Sacramento  qae  nos  has  dejado. 
De  pan  bajo  formas,  oculto,  velado, 
Victima  perenne  de  inefable  amor. 

Cual  si  te  mirase  sangriento,  desnudo. 
Herido,  pendiente  de   clavos  atroces. 
Morir  entre  angustias  é  insultos  feroces, 
Entre  convulsiones  de  horrendo  dolor. 

¡Señor  de  los  cielos!  ¿Cómo  te  ofreciste 
A  tan  duras  penas  y  bárbaros  tratos 
Por  tantos  inicuos,  por  tantos  ingratos 
Que  aun  hoy  te  blasfeman,  oh  dulce  Jesús? 

Yo,  si  bieo  cargado  con  culpas  enormes, 
Mi  Dios  te  confieso,  mi  Señor  te  llamo, 
T  humilde  gimiendo  mi  parte  reclamo 
De  la  pura  sangre  que  manó  tu  cruz. 

¡Extiende  benigno  tu  misericordia, 
(La  misma,  Dios  bueno,  que  usaste  conmigo) 
A  tanto  infelice  que  hoy  es  tu  enemigo, 

Y  alumbre  sus  almas  triunfante  la  fe! 

Ojalá  pudiera  mi  pecho  afectuoso 
Por  todos  servirte,  por  todos  amarte. 

De  tantas  ofensas  fiel  desagraviarte 

¿Mas  cómo  lograrlo,  ¡mísero!,  podré? 

Permite  á  lo  menos  que  mi  labio  impuro 
Una  su  voz  débi!  á  los  sacros  cantos 
Con  que  te  celebran  ángeles  y  santos, 

Y  ellos,  Dios  piadoso,  te  alaben  por  mf . 

Mis  súplicas  oye:  aumenta  en  mi  pecho 
Tu  amor,  Jesús  mió,  la  fe,  la  esperanza. 
Para  que  en  la  eterna  bienaventuranza 
Te  adore  sin  velo  gozando  de  tí. 

José  María  Heredia. 


608  I^  VBBDAD  CATÓUCA. 


SLANfiELDELASAYI». 


Saefto. 

Habia   leído  &  prima  esas  Fioretti  de  S.  Francisco  que  Fe- 
derico Ozanam,  el  inteligente  jardinero,  ha  trasplantado  del 
idioma  italiano  al  francés,   sin  hacerles  perder  nada  de  su 
frescura  ni  de  su  divino  aroma.  Mí  espíritu  y  mi  corazón  se 
hallaban  como  perfumados  con  tan  pura  y  suave  poesía.  Ha- 
bíame sobre  todo  detenido  con  delicias  en  el  capítulo  en  que 
el  santo,  devorado  del  amor  de  Dios,  pone  en  práctica  el  sal- 
mo que  exhorta  á  la  naturaleza  entera  &  alabar  al  Señor. 
'* Alabad  al  Señor  los  que  sois  de  los  cielos:  alabadlo   en  las 
alturas;  alabadlo  .todos  sus  ángeles;  alabadlo  sol  y  luna;  ala- 
badlo todas  las  estrellas  y  la  lumbre;  alabad  al  Señor;  fuego, 
granizo,  nieve,  helada,  espíritu    de  las  tempestades,  bestias 
y  todos  los  ganados,  reptiles  y  aves  aladas,  alabad  al  Señor/' 
Habia,  pues,  seguido  bajo  los  auspicios  de  Ozanam,    la  mi- 
sión que  el  amable  santo  de  Asís  hizo  á  (as  aves,  sus  herma- 
ñas,  según  se  complacía  en  llamarlas,  pues  el  amor  de  que 
se  hallaba  poseído  su  corazón  se  derramaba  sobre  la  natura- 
leza entera. 

''Como  el  santo  siguiese  adelante,  siempre  con  igual  fervor, 
alzó  los  ojos  y  vio,  á  un  lado  del  camino,  algunos  árboles  so- 
bre los  cuales  estaba  posada  una  multitud  casi  infinita  de  aves, 
de  lo  cual  se  maravilló  S.  Francisco,  y  dijo  á  sus  compañeros: 
"Me  esperareis  aquí  en  el  camino,  mientras  yo  voy  á  predi- 
car  á  las  aves.*'  Entró  en  el  campo  y  comenzó  á  predicar  á  las 
aves  que  estaban  por  tierra;  al  punto  las  que  se  posaban  so- 
bre los  árboles  acudieron  á  él,  y  todas  juntas  permanecieron 
sosegadas  hasta  que  S.  Francisco  les  hubo  echado  su  bendi- 
ción. Y  según  contó  Fray  Masser  á  Fray  Santiago  deMassa, 
S.  Francisco  iba  en  medio  de  ellas,  las  tocaba  con  su  túnica, 
y  ninguna  se  movía.  La  sustancia  de  la  predicación  de  S.  Fran- 
cisco fué  ésta:  "Pajaritos  míos,  sois  en  extremo  deudores  de 
Dios,  vuestro  Criador,  y  siempre  y  en  todo  lugar  alabarle 
debéis,  pues  os  dio  libertad  de  volar  por  todas  partes,  y  os  ha 
dado  ademas  una  doble  y  triple  vestimenta,  en  seguida  por- 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  509 

que  preservó  vuestra  especie  en  el  arca  de  Noé.  á  fin  de  que 
vuestra  raza  no  llegase  á  faltar.  También  le  sois  deudores 
por  el  elemento  del  aire  que  os  ha  dado  en  parte.  Ademas, 
ni  sembráis,  ni  segáis,  y  Dios  os  da  los  rios  y  las  fuentes  pa- 
ra apagar  vuestra  sed;  os  da  los  montes  y  los  valles  por  refu- 
gio, y  los  empinados  árboles  para  hacer  vuestros  nidos.  Y 
porque  no  sabéis  ni  hilar  ni  coser,  Dios  cuida  de  vestiros,  á 
vosotros  y  vuestros  polluelos,  de  modo  que  vuestro  Criador 
os  ama  mucho,  puesto  que  tantos  beneficios  os  concede. 
Guardaos,  pues,  del  pecado  de  ingratitud,  y  poned  siempre 
todo  vuestro  estudio  en  alabar  á  Dios«" 

Habiéndoles  dicho  S.  Francisco  estas  palabras,  las  aves 
todas,  cuantas  eran,  comenzaron  á  abrir  el  pico  y  las  alas, 
alargando  el  cuello  é  inclinando  la  cabeza  hasta  el  suelo,  y 
con  sus  movimientos  y  sus  cantos,  mostraban  que  el  Santo 
les  causaba  gran  contento.  Y  S.  Francisco  %e  regocijaba  con 
ellas;  encantábanle  y  maravillábanle  6u  muchedumbre,  su 
admirable  variedad,  y  también  su  atención  y  familiaridad;  y 
con  tal  motivo,  hallaba  ocasión  en  ellas  de  alabar  devota- 
mente al  Criador.  Finalmente,  terminada  la  predicación,  S. 
Francisco  les  hizo  la  señal  de  la  cruz,  y  les  dio  licencia  para 
que  partieran.  Entonces  todas  aquellas  aves  se  elevaron  por 
los  aires  con  cantos  maravillosos,  y  luego  siguiendo  la  cruz 
que  habia  hecho  S.  Francisco,  se  dividieron  en  cuatro  banda- 
das: la  una  voló  hacia  el  oriente,  la  otra  al  occidente,  otra 
hacia  el  mediodía  y  la  cuarta  hacía  el  aquilón:  y  cada  banda- 
da volaba  repitiendo  maravillosos  cantos." 

Al  seguir  respirando  los  deliciosos  perfumes  de  las  flores 
espirituales  con  que  se  halla  como  esmaltado  aquel  plantel, 
supe  cómo  un  dia,  interrumpiendo  unas  alondras  con  sus 
cantos  una  predicación  del  santo  de  Asís,  les  ordenó  este  que 
guardasen  silencio  hasta  que  hubiese  anunciado  lu  palabra 
de  vida  á  las  almas  que  de  ella  estaban  sedientas.  Y  las  aves 
de  Dios  callaron  ante  el  hombre  del  mismo  Dios.  Luego  un 
dia  el  santo  encontró  á  un  joven  que  habiendo  tomado  varias 
tórtolas,  iba  á  venderlas.  Francisco,  que  siempre  habia  mi- 
rado con  singular  compasión  los  animales  pacíficos,  contem- 
plando con  aire  de  conmiseración  aquellas  tórtolas,  dijo  al 
que  las  llevaba:  *'0h  buen  joven!  te  lo  pido,  dámelas,  á  fin 
de  que  esas  aves  tan  mansas  que  en  la  sagrada  Escritura  son 
símbolo  de  las  almas  castas,  humildes  y  fíeles,  no  caigan  en 
manos  de  hombres  crueles  que  las  harian  morir."  Al  punto 
el  joven,  inspirado  por  Dios,  se  las  dio  toda!<á  S.  Francisco, 
y  él,  tomándolas  en  su  seno,  se  puso  á  hablarles  tiernamen- 


510  LA  VBRDAD  CATÓUGA. 

te:  '*0h  sencillas  tortolil  las  mias,  inocentes  y  casias,  ¿porqué 
os  dejais  coger?  Ahora  quiero  libraros  de  la  muerte  y  hace- 
ros vuestros  nidos,  á  fin  de  que  teugais  pequeñuelosy  os  mul- 
tipliquéis según  el  mandato  de  vuestro  Óriador."  S.  Fran- 
cisco se  fué,  les  hizo  á  todas  sus  nidos;  y  ellas,  domesticándo- 
se, comenzaron  aponer  sus  huevos  y  á  empollarlos  delante 
de  los  kermanos,  como  hubieran  podido  hacerlo  gallinas  cria- 
das por  ellos. 

Daba  y  volvia  á  dar  vuelta  á  las  páginas  sin  que  semejan- 
te lectura  pudiese  hastiarme.  Esa  perfecta  inteligencia  en 
que  el  Santo  de  Asis  vivia  con  toda  la  creación,  me  encanta- 
ba. Ese  ardor  en  alabar  á  Dios  y  convidar  á  toda  la  natura- 
leza para  que  lo  hiciese  juntamente  coo  él,  como  si,  semejan- 
te á  esas  fuentes  abundantes  que  envian  á  cuanto  las  rodea 
sus  frescas  y  cristalinas  aguas,  necesitase  derramar  sobre  cuan- 
to tenia  vida  esA  agiyu)  del  amor  divino  de  que  su  corazón  se 
hallaba  como  inundado,  me  hacia  comprender  un  mundo 
nuevo  y  sobrenatural,  el  de  la  fe,  la  esperanza  y  el  amor. 
Encontré  por  fín  la  leyenda  *del  Ruiseñor.  ''Una  noche  que 
el  Santo  se  enterneció  hasta  llorar  con  los  cantos  del  ruise- 
ñor, sintióse  movido  á  contestarle,  y  hasta  muy  entrada  la 
noche,  cantó  alternativamente  con  él  las  alabanzas  del  Se- 
ñor; mas  Francisco  fué  el  primero  que  se  cansó,  y  alabó  al 
ave  que  lo  habin  vencido." 

Al  leer  esta  leyenda  me  pregunté  á  mí  mismo  si  la  virtud 
no  podría  restablecer,  en  efecto,  las  cosas  en  el  estado  en  que 
se  hallaban  en  el  mundo  primitivo  é  inocente  ¿No  ha  dicho 
la  Escritura  que  en  nuestro  corazón  llevamos  nuestro  paraíso 
ó  nuestro  infierno?  ¿Porqué  el  santo  de  Asís,  que  tenia  el 
paraíso  en  el  corazón,  no  habria  de  haber  encontrado  el  pa- 
raíso perdido  en  esta  tierra,  maldecida  por  haberla  mancha- 
do el  hombre?  ¿Porqué  no  le  habria  de  haber  revelado  Dios 
el  misterio  de  esos  himnos  de  la  creación,  cuya  inteligencia 
se  nos  oculta  porque  nuestro  oido  está  maleado,  como  nues- 
tros ojos,  como  nuestro  corazón,  que  corrompido  primero, 
ha  corronfipido  también  todos  nuestros  sentidos? 

Esta  preocupación  me  atormentaba.  Volvíame  hacia  las 
aves  que  cantan  despertando  bajo  la  enramada,  y  les  decia: 
Criaturas  de  Dios,  decidme  quién  ha  sido  vuestro  maestro; 
¿quién  os  ha  enseñado  ese  himno  matutino  que  se  eleva  has- 
ta el  trono  del  Criador,  con  todos  los  murmullos  de  la  crea- 
ción? Y  luego  prestando  oido  á  los  gemidos  aéreos  de  los 
álamos  melancólicos,  que  se  inclinan  y  vuelven  á  enderezarse 
cual  si  quisieran  medir  el  tiempo  que  desaparece,  les  pedí  el 


LA  VERDAD  GAT6lIGA.  511 

secreto  de  ras  melodías.  Arroyos  que  regáis  las  llanuras  ¿de 
qaé  me  hablan  vuestros  murmullos?  Voz  de  los  ríos  majes- 
tuosos que  corréis  impetuosos,  acentos  de  la  tempestad,  mas 
Seoetrantes  que  las  trompetas  guerreras,  formiaables  rugi- 
08  del  trueno,  ¿qué  nombre  misterioso  repetís  á  mi  oido?  T 
tú,  ruiseñor,  émulo  y  vencedor  de  Francisco  de  Asís,  peque- 
fio  y  frágil  vaso  de  donde  salen  torrentes  de  armonía,  ¿quién 
te  ha  revtslado  esos  himnos  que  tienen  á  toda  la  naturaleza 
atenta?  ¿de  quién  eres  discípulo,  oh  ruiseñor  melodioso,  can- 
tor de  la  creación? 

Dejábame  así  arrastrar  por  mis  pensamientos;  con  los  ojos 
aun  fijos  en  el  libro  que  los  habia  inspirado,  pensaba,  medi- 
taba, oraba,  escuchaba  las  voces  interiores  que  se  elevaban 
dentro  de  mi  ser,  como  un  piadoso  eco  de  las  leyendas  que 
acababa  de  leer.  Poco  á  poco  mi  cabeza  se  me  hizo  pesada, 
mis  ojos  se  cerraron,  y  mi  meditación  comenzada  terminó  en 
sueño.  Hallábame  en  una  hermosa  campiña  cuyos  verdes 
céspedes  cercados  de  blancas  margaritas  encantaban  la  vista 
con  su  brillo  y  perfumaban  el  aire  con  la  mas  suave  fragan- 
cia. Veia  levantarse  á  lo  lejos  los  arcos  cubiertos  de  musgo 
de  una  iglesia  arruinada.  Las  voces  humanas  habian  cesado 
de  entonar  en  ella  las  alabanzas  de  Dios;  mas  divisé  en  la 
cúspide  de  los  arcos  aun  en  pié,  nidos  de  aves  cuyos  poUue- 
lofl  acababan  de  nacer.  Un  ángel  de  Dios,  radiante  de  celes- 
tial belleza,  y  medio  reclinado  &^bre  los  arcos,  modulaba  con 
un  doble  caramillo  las  alabanzas  de  Aquel  que  da  el  alimen- 
to á  los  polluelos  de  las  aves,  así  como  el  brillo  á  la  flor,  el 
rayo  al  sol,  la  inspiración  al  poeta;  y  las  aves,  revoleteando 
en  torno  del  celestial  profesor  como  al  rededor  de  la  madre 
cuando  les  daba  el  cebo,  se  ejercitaban  en  esos  cantos  divi- 
nos que  nos  hacen  alzar  la  cabeza   hacia  el  cielo.  Y  yo,  en 
mi  sueño,  lesdecia:  '^Lindas  avecillas,  ¿no descendéis  de  las 
tórtolas  silvestres  que  Francisco  de  Asís  calentaba  en  su  se- 
no, ó  del  ruiseñor  con  el  cual  luchó  y  por  quien  se  recono- 
ció vencido,  6  de  aquellos  innumerables  huéspedes  del  aire 
á  los  cuales  enseñó  á  alabar  al  Dios  que  cuida  de  darles  el 
vestido,  pues  no  saben  ni  tejer  ni    coser,  y  que  les  dié  los 
montes  y  los  valles  por  refugios,  y  los  empinados  árboles 
para  hacer  sus  nidos^''  Y  luego,  sin   atreverme  á  alzar  la 
vista  hacia  el  ángel,  cuyos  repplandores   me  deslumhraban: 
^^Huésped  del  cielo,  murmuré,  ¿no  seréis  vos  el  alma  de  S. 
Francisco  de  Asís,  transfigurada  en    la  gloría  y  viniendo  á 
enseñar  las  alabanzas  de  Dios  áesos  seres  inocentes   á  quie- 
nes amó  durante  el  curso  de  su  vida  mortal?  Si  les  enseñáis 


512 


ÍJí  VERDAD   CATÓMCA. 


á  orar,  decidles  que  ruegqen  por  nosotros,  y  pedid  á  Dios 
que  nos  dé  también  dos  alas,  la  fe  y  e\  amor,  para  que  poda- 
mos reunimos  algún  dia  con  vos  en  su  seno  paternal.^ 

F.  a 


AEVISTA  RELIGIOSA. 


Consistorio. — Leemos  en  un  periódico  de  fecha  reciente 
que  el  Papa  había  fijado  para  el  23  de  Setiembre  el  Consis- 
torio en  que  deben  haberse  promovido  nueve  cardenales.  No 
tardaremos  en  saber  lo  que  haya  tenido  de  cierto  esta  no- 
ticia. 


Distinguida  religiosa  carmelita, — En  una  correspon- 
dencia escrita  desde  Burgos  con  fecha  17  de  Agosto  último 
leemos  que  en  la  visita  que  hizo  S,  M.  la  Reina,  ásu  paso  por 
dicha  ciudad  de  vuelta  á  la  corte,  al  célebre  convento  funda- 
do por  Santa  Teresa  de  Jesús,  le  fué  presentada  una  joven 
novicia  cuya  historia  es  por  demás  interesante.  Hija  de  una 
de  las  mas  opulentas  familias  de  Inglaterra  y  educada  en  el 
protestantismo,  manifestó  desde  sus  primeros  años  deseos  de 
abrazar  la  religión  católica,  lo  cual  logró  al  fin  recibiendo  se- 
cretamente el  bautismo  en  su  propio  país  y  resolviendo  to- 
mar el  hábito  de  las  Carmelitas  en  uno  de  los  conventos  fun- 
dados por  Santa  Teresa.  Desheredada  por  su  familia,  pasó  á 
España  recomendada  al  Sr.  Arzobispo  de  Burgos,  quien  le 
sirvió  de  padrino  en  la  toma  del  hábito.  Extraordinariamen- 
te bella,  de  maneras  muy  distinguidas,   habla  cuatro  idio- 


LA  VERDAD  rAT6uCA.  513 

mas,  conoce  la  música  y  t»  bajo  todos  coocepUM  una  seño- 
rita de  recomendables  circunstancias.  S^un  el  corresponsal, 
la  joven  debía  profesar  de  allí  á  seis  meses,  y  U  que  estaba 
destinadai  brillar  en  el  gran  mundo  se  halla  hoy  encerrada 
entre  cuatro  paredes,  y  reducida  á  la  pensión  de  dos  francos 
diarios  que  las  leyes  inglesas  han  obligado  á  señalarle. 


Anoucaho  convertido. — Mr.  Diego  Pool,  inglés  de  na- 
ción, de  la  secta  anglicana,  y  oñcial  del  taller  de  cilindros 
en  la  fábrica  de  Trubia,  acaba  de  abjurar  sus  errores,. abra- 
sando solemnemente  la  religioa  católica. 


Numero  de  alumnos  de  los  seminarios  conciliares  de 
LA  península. — Los  últimos  datos  estadísticos  oficiales  dan 
en  los  seminarios  conciliares  un  número  de  21.170  alumnos, 
comprendiendo  internos  y  externos,  teóloi;oí»  y  jóvenes  con- 
sagrados á  estudios  gramaticales  y  He  Hlosofía;  el  número  de 
alomnos  de  segunda  enseñanza  en  los  institutos  del  Estado 
es  de  20, 040.  * 


Establecimientos  benéficos  de  Sevilla. — En  la  actua- 
lidad existen  en  Sevilla  los  siguientes  establecimientos  bené- 
ficos: Hospital  Central,  Hospital  de  la  Caridad,  Hospital  lia 
mado  del  Pozo  Santo,  Id.  de  los  VieJ4)8,  Id.  de  S.  Lázaro,  Hos- 
picio asilo  de  Mendicidad  de  S.  Fernando,  Casa  de  Materni- 
dad, Hospicio  de  Sta.  Isabel,  Casa  de  Arrepentidas,  y  Aso- 
ciaciones de  Beneficencia  Domiciliaria  y  de  S.  Vicente  de 
Paul. 


COBOKA  POÉTICA  A  LA  INMACULADA  CONCEPCIÓN  DE  MARÍA. 

El  presbítero  de  Lérida  D.  José  Escola  ha  concebido  el  feliz 
pensamiento  de  dedicar  una  oorona  poética  á  la  Santísima 
Virgen  é  Inmaculada,  á  cuyo  fin  ha  invitado  á  todos  los  poe- 
tas j  poetisas  de  España  para  que  le  consagren  el  tributo  de 
sn  inspiración.  Creemos,  dice  un  periódico  de  la  corte,  que 
el  libro  de  que  se  trata  será  precioso,  asi  bajo  el  aspecto  re* 
ligioso  como  literariamente  hablando. 

VIL— 66 


514  la  verdad  católica. 

Real  colegio  del  escorial,  bajo  la  dirección  del 

EXCMO.  SR.   D.  ANTONIO  MARÍA  CLARBT. — LeeOlOS  en    La  ÍU- 

generación:  '*Se  ha  presentado  al  gobierno  para  su  aproba- 
ción el  reglamento  del  Real  Colegio  del  Escorial  que  debe 
abrirse  en  Setiembre  próximo,  bajo  la  dirección  del  Excmo. 
Sr.  Claret,  confesor  de  S.  M.  Según  los  informes  que  tene- 
mos, se  dará  en  dicho  colegio  la  segunda  enseñanza  completa 
y  las  clases  preparatorias  para  todas  las  carreras  espaciales, 
habiendo  también  clases  de  adorno,  como  dibujo,  pintura, 
gimnasia  y  música  vocal  é  instrumental.  El    precio  de  la 

(tensión  de  cada  alumno  será  ocho  reales  vellón  diarios  satis- 
echos  por  trimestres  adelantado;),  quedando  A  cargo  del  es- 
tablecimiento la  enseñanza  de  las  indicadas  materias,  una 
asistencia  e^^merada,  inclusa  la  médica  en  las  enfermedades 
ordinarias,  &c.  &g.  Se  admitirán  alumnos  externos,  pagando 
Bolamente  los  derechos  de  matrículas." 


Fallecimiento  del  obispo  de  recanate  y  ix)reto. — 
Ha  fallecido  en  Roma,  donde  residía  haeealgiin  tiempo,  Mon- 
señor Juan  Francisco  Magnani,  Obispo  de  Recanate  y  Lo- 
reto,  que  habln  nacido  en  Roma  en  1802  y  habia  sido  preco- 
nizado el  año  de  1855. 


**La  regeneración"  de  MADRID  SOBRE  LA  REINA  DE 'IN- 
GLATERRA Y  EL  PRINCIPE  DE  GALES. — A  pesar  de  habcr  leído 
en  un  periódico  diario  de  esta  capital  la  noticia  de  haber  re- 
sultado falsa  la  conversión  de  la  Reina  Victoria  al  Catolicis- 
mo, creemos  que  nada  puede  ast^gurarsi»  de  un  modo  positivo 
acerca  del  particular.  He  aquí,  por  lo  demás,  lo  que  refiere 
nuestro  apreciable  colega  madrileño  La  Regeneración  en  su 
número  del  24  de  Agosto:  **La  Reina  Victoria  continúa  ha- 
ciendo una  vida  muy  retirada,  y  absteniéndose  de  concurrir 
á  los  actos  oficiales.  EstiO,  unido  áotras  circunstancias,  aumen- 
ta el  rumor  de  que  se  ha  convertido  ó  está  próxima  á  conver- 
tirse- A  [Hopósito  del  príncipe  de  Gales,  dice  un  correspon- 
sal del  üniversel  en  Londres: — Los  protestantes  irlandeses, 
que  son  diez  ve«!e8  mas  protestantes  que  \o^.  ingleses,  están 
furiosos  con  el  príncipe  de  Gales,  porque  este  visitó  lase- 
mana  pasada  el  gran  colegio  eclesiástico  deMaynooth/* 


LA   VERDAD  CATÓLICA.  616 

Consagraciones  episcopales. — Según  el  periódico  Le 
Monde,  del  27  de  Agosto  próximo  pasado,  el  domingo  ante- 
rior a  dicha  fecha  había  sido  consagrado  en  la  iglesia  de  Car- 
melitas de  París  Monseñor  Crtiice,  obispo  de  Marsella.  Ofi- 
ció el  Illmo.  Sr.  Arzobispo  de  Aix,  auxiliado  por  los  Sres. 
Obispos  de  Autun  y  de  Valence.  A  la  misma  hora  se  verifi- 
caba en  laSorbona  la  consagración  de  Monseñor  Maret,  Obis- 
po in  partibus  de  Suva.  Consagró  al  decano  de  la  facultad  de 
París  S.  Em.  el  Cardenal  Morlot,  asistiendo  al  acto  el  Sr. 
Obispo  de  Beauvais  y  el  nuevo  prelado  de  Mompeller,  Mon- 
señor Lecourtier. — Por  último  el  S  de  Setiembre  debió  veri- 
ficarse en  Tolosa  la  consagración  de  Monseñor  Dubteuil, 
obispo  electo  de  Vannes. 


Nuevo  auditor  de  la  bota  romana. — Dice  La  Patrie 
de  París  que  elSr.  abate  Lavigerie,  que  tanto  se  distinguió 
últimamente  por  su  celo  en  favor  de  los  cri.stianos  de  Siria, 
ha  sido  nombrado  auditor  de  Rota,  en  reemplazo  de  Monseñor 
de  La  Tour  d'  Aavergne,  promovido,  en  calidad  de  coadju- 
tor, al  arzobispado  de  Bourges. 


Soldadura  de  las  campanas  r.\jadas. — Escriben  de 
Croix,  cerca  de  Roubaix  (departamento  del  Norte)  á  un  pe- 
riódico de  París:  **Lo8  Sres.  Watel  y  Chatel  han  encontrado 
un  medio  de  soldar  las  campanas  rajadas  y  devolverles  su  so- 
noridad. Acaban  de  experimentarlo  aqui  con  el  mas  cabal 
éxito."  Si  este  descubrimiento  llegase  á  generalizarse  cree- 
mos seria  en  muchos  casos  útilísimo  &  los  Sres.  párrocos  cu- 
yas campanas  se  hubiesen  deteriorado. 


Suspensión  del  periódico  de  türin  "el  conciliador." 
— Todavía  recordarán  nuestros  lectores  la  condenación  que 
hizo  recaer  el  Papa  en  su  última  alocución  al  Sacro  Colegio 
■obre  el  periódico  de  Turin  impropiamente  llamado,  según 
Su  Santidad,  El  Conciliador.  Los  redactores  de  éste,  dóciles 
á  la  voz  dol  Pastor  supremo,  han  suspendido  la  publicación 
del  periódico  tan  pronto  como  llegó  ásu  noticia  la  reproba- 
ción de  que  habia  sido  objeto  por  parte  del  -Vicario  de  Je- 
sucristo. 


616  LA  VSBDAD  OATÓLÍCk. 


CRÓNICA  LOCAL. 


Nueva  obra. — Con  el  tf  tulo  de  Recuerdos  históricos  y  religo- 
sos  del  fíeal  Monasterio  de  Monserrate^  publicados  am  el  titulo 
de  glorias  de  María  Nuestra  Señora,  ha  da<io  á  luz  D.  Ramón 
Barreray  Sánchez  un  libro  de  treinta  y  tres  pliegos  det^s- 
n^erada  impresión  adornado  con  varias  láminas  é  ilustrado 
con  notas  históricas  y  tradicionalesn  relativas  al  poema  que 
el  autor  ha  dedicado  á  la  Madre  de  Dids  bajo  aquella  advo- 
cación V  que  forma  parte  de  dicho  libro.  Aplaudimos  la  devo- 
ción del  autor,  que  ha  procurado  rendir  á  la  Madre  del  Dios, 
del  modo  que  le  ha  sido  posible,  un  tributo  de  amor  y  ve- 
neración. 


Guanabacoa. — Nos  dicen  de  la  vecina  villa  que  la  6esta 
anunciada  por  nosotros  en  nuestro  último  número  y  dedica- 
da á  Nuestra  Señora  de   las  Escuelas  Fias  se  veridcó  en  la 
iglesia  de  S.  Francisco  el   15  del  pasado  con  la  solemnidad 
que  era  de  esperar,  oficiando  de  pontifical  el  Illmo.Sr.  Arzo- 
bispo de  Méjico  y  celebrando  desde  el  pulpito  las  grandezas 
y  misericordias  de  María  un  joven  y  elocuente  religioso  de 
la  orden  fundada  por  S.  José  de  Calasanz. — Añade  naestro 
comunicante  que  también  se  celebró  en  dicha  iglesia  con  to- 
da solemnidad  la  fiesta  de  las  llagas  de  S.  Francisco,  habien- 
do tomado  por  tema  el  orador  sagrado  encargado  del  sermón 
la  siguiente  proposición:  S.  Francisco  fué  mártir  sin  verdu- 
gos y  comprensor  aun  antes  de  disfrutar   de  la  gloria. — Por 
último  nos  hace  saber  el  mismo  amigo  que  el  dia24  del  pasa- 
do tuvo  lugar  la  fiesta  que  anualmente  se  tributa  á  la  Madre 
de  Dios,  bajo  la  advocación  deNtra.  Sra.  de  las  Mercedes, 
en  la  iglesia  parroquial  de  la  villa;  pero  no  habiendo  podido 
el  referido  amigo  asistir  á  di(*.ha  función,  nada  nos  es  tampo- 
co posible  decir  acerca  de  ella. 


Religiosos  proscritos. — Por  el  último  vapor  inglés  entrado 
en  nuestro  puerto  procedente  de  Santómas,  llegaron  á  esta 


I.A  VBBDAD    CATÓLICA  617 

ciudad  doce  religiosos  de  la  Compañía  de  Jesús  de  los  ex- 
pulsados de  Nueva  Granada  por  el  gobierno  del  general  Mos- 
quera. Entre  ellos  se  encuentran  los  PP.  Joaquín  Cotanilla, 
Fausto  Legarra,  Nicasio  Eguiluz,  Mario  Cavallieri  y  Félix 
Ciampi,  que  antes  de  ahora  habían  estado  en  la  Habana.  Te- 
nemos entendido  que  solo  los  dos  últimos  permanecerán  en- 
tre nosotros. 


nombramiento. — El  joven  orador  sagrado  Pbro.  Br.  D.  Luis 
Marrero  ha  sido  nombrado  catedrático  de  Filosofía  del  Real 
Colegio  Seminario  de  S.  Carlos.  Celebramos  esta  elección  por 
recaer  en  un  sacerdote  de  las  buenas  ctialidades  del  Sr.  Mar- 
rero. 


Fiestas  de  Santa  Teresa. — Las  RR.  MM.  de  este  monasterio 
se  preparan  á  celebrar  los  cultos  de  su  ilustre  y  sabia  funda- 
dora en  los  dias  15,  16  y  17  del  presente  con  las  solemnes 
fiestas  de  costumbre.  El  día  14  después  de  las  vísperas  será 
la  gran  salve,  y  al  siguiente  la  solemne  festividad  en  que  pre- 
dicará el  R.P.  Fr.  Pablo  del  Niño  Jesús,  Prior  de  lo?  RR. 
PP.  Carmelitas,  y  en  los  subsecuentes  ocuparán  el  pulpito  el 
R,  P.  Fr.  Felipe  de  la  Concepción,  y  otro  orador  de  cuyo  nom- 
bre no  se  nos  ha  informado.  Puesto  que  en  dos  de  las  fiestas 
predican  padres  Carmelitas  no  fuera  mal  que  en  la  otra  pre- 
dica se  el  joven  sacerdote  de  la  misma  religión  ordenado  en 
esta  ciudad,  y  a»!  tendría  lugar  una  confirmación  de  aquellas 
palabras  del  Sabio:  *'Se  levantaron  los  hijos  y  tomaron  á  su 
carffo  el  elogio  de  la  madre;*'  pues  siendo  los  tres  oradores 
de  la  misma  orden,  Santa  Teresa  seria  elogiada  por  tres  hijos 
de  su  espíritu. 


Cultos  á  San  Ra/aeL — El  celoso  y  activo  Cura  párroco 
interino  del  Santo  Ángel,  Pbro.  D.  Agustín  Galian  prepara 
lossolemaes  cultos  de  San  Rafael,  con  novena  por  las  tar- 
des desde  el  dia  16,  en  que  se  izará  la  bandera,  hast^  el  24, 
en  que  «era  la  gran  fiesta,  y  en  los  días  subsecuentes  la  oc- 
tava por  la  mañana  hasta  el  dia  último  en  que  tendrá  lugar 
la  procesión,  en  la  cual  se  estrenará  el  hermoso  trono  en  que 
saldrá  el  glorioso  Arcángel. — Los  oradores  de  la  novena  son 
los  Sres.  sacerdotes  que  á  continuación  mencionamos: 

Dia  15,  Pbro.  D.  Buenaventura  de  Cases. — Id.  16,  Pbro. 


518  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

D.  José  María  Bergaz. — Id.  17,  Pbro.  D.  Salvador  Oarcía  de 
la  Peña. — Id.  18,  Pbro.  D.  Tomás  de  Sala  y  Piguerola.— 
Id.  19,  Pbro.  D.  Agustín  Galian.— Id.  20,  Pbro.  D.  Pedro 
Arburu.— Id.  21,  Pbro.  D.  Luis  Marrero.— Id.  22,  R.  P.  Fr. 
Felipe  de  la  Concepción. — Id.  23,  Pbro.  D.  Fernando  Ro- 
dríguez.— Id.  24  por  la  mañana,  en  la  fiesta,  el  Pbro.  Don 
Luciano  Santana. — Hasfta  ahora  no  tenemos  noticia  délos 
Sres.  oradores  encargados  de  los  sermones  de  la  octava. 


Solemne  función  religiosa. — La  que  anunciamos  en  nuestro 
número  anterior  que  debia  verificarse  el  24  del  pasado  en 
la  Iglesia  parroquial  de  Guadalupe,  se  celebró  con  la  ma- 
yor solemnidad. — Las  niñas  del  Colegio  de  la  Merced,  que 
consagraban  á  María  esos  cultos  como  á  patrona  y  titular, 
se  extendían  delante  del  Presbiterio,  vestidas  de  blanco  y 
con  Cándidas  coronas,  como  emblemas  de  la  pureza  de  la  in- 
fancia y  de  las  santas  intenciones  con  que  daban  como  bue- 
nas hijas  el  homenaje  de  su  amor  á  la  Madre  de  Dios.  Los 
adornos  del  altar  y  del  resto  del  templo,  la  escogida  concur- 
rencia y  los  acordes  de  una  bien  dirigida  orquesta  daban 
mayor  realce  al  sagrado  acto. — Entonado  el  Gloria  se  repar- 
tieron entre  los  fíeles,  impresos  en  hojas  sueltas,  unos  versos 
en  honor  de  María,  originales  del  Sr.  Zafra,  invocando  su 
auxilio  sobre  todos  los  cristianos  como  Madre  y  protectora. 
Cantado  el  Evangelio  subió  á  la  sagrada  cátedra  el  sabio  y 
popular  Pbro.  D.  Pedro  Arburu,  quien  en  un  magnífico  dis- 
curso interesó  y  conmovió  el  ánimo  de  sus  oyentes. — 
La  función  religiosa  concluyó  tarde.  Felicitamos  á  la  respe- 
table señora  D?  Francisca  Chiclana,  digna  directora  del  ins- 
tituto de  la  Merced,  por  haber  visto  felizmente  coronados 
sus  deseos  en  honor  del  culto  de  María,  y  la  alentamos  á  que 
continúe  como  hasta  aquí  buscando  en  ella  todo  bien  para 
sí  y  su  instituto,  que  tan  digno  es  de  la  protección  de  los 
padres  de  familia  por  la  enseñanza  religiosa  que  en  él  se  in- 
culca. 


Imagen  de  ííucstra  Sra.  del  Carmen. — En  la  casa  del  Sr. 
Soler,  calle  de  Compostela  núm.  61,  se  halla  de  ventea  una 
bonita  imagen  de  la  Madre  del  Carmen,  traida  de  Barcelona, 
de  buena  escultura  y  tamaño  regular,  la  cual  nos  parece  muy 
á  propósito  para  colocarse  en  un  oratorio,  como  el  del  pue-. 


LA.  VERDAD  CATÓLICA.  519 

blo  del  Carmelo,  en  cuyo  caso  se  daría  á  un  precio  bastante 
módico. 


Ejercicios  espirituales  del  Clero  de  la  Diócesis. — El  lunes  30 
del  pasado  terminaron  los  ejercicios  espirituales  del  clero 
diocesano  verificados  en  el  Real   Colegio    de  Belén  bajo  la 

{iresidencia  del  Excmo.  é  Illmo.  Sr.  Obispo,  y  dirección  de 
os  PP.  Maruri  y  Avino,  de  la  Compañía  de  Jesús.    Satisfe- 
cho ha  debido  quedar  nuestro  Prelado  de  dichos  njercicios, 
pues  creemos  que  ningún  año,  desde  que  S.  E.  I.  introdujo 
en  su  diócesis  tan  provechosa  práctica,  ha  acudido  á  su  lla- 
mamiento un  número  tan  crecido  de  sacerdotes  y  personas 
próximas  á  serlo.  A  mas  de  cincuenta  han  ascendido  los  ejer- 
citantes.— Antes  de  ahora  nos  hemos  ocupado  de  los  ejerci- 
cios y  de  las  diferentes  partes  de  que  se  componen;  excusa- 
remos por  tanto    repetir  lo  que  ya  tenemos  dicho,  para  tío 
contraernos  sino  á  los  dos  últimos  dias:  el  domingo  29  se 
manifestó  desde  temprano  el   Smo.  Sacramento,  que  siguió 
expuesto  durante  todo  el  dia,    velando  á  su  divina  Majes- 
tad  los  sacerdotes   presentes  que  se  relevaban  de  cuatro  en 
cuatro.   Por  la  tarde  tuvo  lugar  la  reserva  y  bendición  por 
el  Exmo.  é  Illmo.  Sr.  Obispo. — El  lunes  30  celebró  nuestro 
Prelado  el  santo  sacrificio   de  la  Misa  con  acompañamiento 
de  órgano  y  canto  y  se  verificó  á  su  debido  tiempo  la  comu- 
nión general  de  los  Sres.  ejercitantes.    Acto  continuo,  y  re- 
vestido S.  E.  I.  de  sus  hábitos  episcopales,  tomó  asiento  en 
el  pequeño  presbiterio  de  la   capilla  de  los  alumnos,  y  fué 
recibiendo  de  cada  uno  de  aquellos  ministros  del  altar  la  re- 
novación del  voto  de  obediencia  que  presta  todo  sacerdote 
á  su  Prelado  al  ordenarse.  Terminado  este  acto  imponente, 
entonó  S.  E.  I.  el  Te-Deumy  en  seguida  dirigió  una  opor- 
tuna plática  al  clero.  Contestó  á  nombre  de  este  el  Sr.  Ca- 
nónigo Magistral  de  esta  Santa  Iglesia  Catedral,  dando  las 
gracias  al  Sr.  Obispo  por  el  buen  ejemplo  que  á  todos  ha- 
bla dado  asistiendo  á  cada  uno  de  los  actos  que   componen 
los  ejercicios,  no  menos  que  porhaber  introducido  en  la  dió- 
cesis esos  mismos   ejercicios,  institución   que  no   vaciló  en 
llamar  la  más  útil  de  cuantas  se  hablan  inaugurado  durante 
el  pontificado  de  S.  E.  I.  Concluyó  el  orador  felicitando  al 
clero  por  los  buenos  resultados  producidos   por  los  ejerci- 
cios que  anualmente  practica,  resultados  que  ya  se  hacian 


530  LA  VBRDAD   CATÓLICA. 

visibles  en  nuestra  diócesis;  ofreciendo  á  nuestro  querido 
Pastor,  á  nombre  de  todos,  que  ninguno  faltaría  el  año  en- 
trante á  su  llamamiento,  é  implorando  la  bendición  pasto- 
ral que  S.  E.  I.  se  dignó  conceder,  recibiéndola  todos  reve- 
rentemente arrodillados. 


Misión  á  Santo  Domingo. — Según  nuestras  noticias,  deseo- 
so el  Exorno.  8r.  Capitán  General  de  promover,  en  cuanto 
de  su  parte  esté,  los  intereses  espirituales  no  menos  que  el 
bienestar  material  de  la  antigua  provincia  española  que  ba- 
jo sus  auspicios  ha  sido  devuelta  á  la  Madre  Patria,  pien- 
sa enviar  en  breve  á  Santo  Domingo  cuatro  eclesiásticos 
que  visitando  sus  principales  poblaciones — Santo  Domin- 
go, Santiago  de  los  Caballeros  y  AsAa — rieguen  en  ellas 
la  semilla  de  la  divina  palabra.  También  tenemos  entendi- 
do que  los  misioneros  designados  son  los  RR.  PP.  Aviñó, 
Cotaniila  y  Maruri,  de  la  Compañía  de  Jesun,  y  el  Sr.  Pbro. 
D.  Jtiliafi  González.  EHperamos  poder  dar  á  nuestros  lecto- 
res oportuna  cuenta  del  resultado  de  esta  misión,  que  desea- 
mos sea  tan  satisfactorio  coiiio  pueden  prometérselo  nuestra 
digna  primera  autoridad  y  los  celosos  misioneros. 


Suscricion  a  favor  de  Su  Santidad. — La  falta  de  espacio 
nos  obliga  á  suprimir  en  este  número  la  continuación  de  la 
lista  de  las  personas  que  han  contribuido  coi!  kus  ofrendHS  á 
aliviar  la  situación  de  nuestro  Smo.  Padre  Pío  IX.  Dicha  lis- 
ta está  próxima  á  su  conclusión. 


O^mlBiTO  30  d«  Clctabre  d«  t$61. 


SECCIÓN  KELIGIOSA. 


Exposición 

4M  «I  CxcHM.  é  llfaM.  8r.  An^Ms^  de  Tarragona  áiriiri^  á  8.  n.,  por  si, 
f  co  BMBbre   ét  MM  Mrfl-agáoeot,  para  la  represión  ét  l9u  errores 
•■  f  proteslaatet. 


SEf^ORA: 


L  Metropolitano  y  Obispos  sufragáneos  de  laprovin- 
'cia  eclesiástica  de  Tarragona  tienen  la  honra  deacu- 
)dir  respetuosísimos  á  V.  M.  suplicándola  se  digne  re- 
primir los  abusos,  sienripre  crecientes,  que  cometií  una 
parte  de  la  prensade  España  en  orden  á  materias  reli- 
giosas. Son  tantos  y  de  tal  naturaleza,  que  abren  una 
brecha  espantosa  en  las  verdaderas  creencias,  y  causan  la- 
mentables estragos  en  las  buenas  costumbres  de  los  pueblos 
de  V.  M.  fiados  á  nuestra  solicitud  pastoral.  Y  si  faltan  la  fe 
y  la  moralidad,  /.de  qué  sirven  las  leyes? 

Señora:  Cuando  se  impugna  ó  escarnece  la  Religión  y  lo 
que  á  la  misma  otañe,  se  consuma  el  mayor  atentado  contra 
la  sociedad,  porque  se  lamina  por  su  mas  sólido  cimiento. 
Este  es  un  principio  reconocido  y  proclamado  unánimemen- 
tepor  los  filósofos  y  [íor  los  políticos  antiguos  y  modernos, 
jRiadie  osó  contestarlo  hasta  ayer,  qutí  para  castigo  de!  mun- 
do se  levantaron  ciertos  genios  maléficos  que  naila  tenian  ni 
de  lo  uno  ni  de  lo  otro.  Demasiado  aprovechados,  por  des- 
gracia, han  salido  sus  discípulos,  pues  hasta  los  mismos  gen- 

VII.— 66 


522  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

tiles  se  asombrarían  y  no  podrían  darse  cuenta  al  ver  cómo 
se  trata  Hqiif  la  Religión  por  ciertas  plumas.  Aquellos  iapo- 
nian  siempre  sobre  todo,  y  desgraciado  el  que  aun  remotísi- 
mamente  la  desacataba.  Sabían  ser  libres  sin  ser  irreligiosos. 
Obedecían  aun  sentimiento  que  brotaba  de  lo  mas  íntimo 
de  su  corazón,  porque  el  hombre  es  naturalmente  religioso. 
Tenían  la  desgracia  de  no  conocer  la  verdad;  pero  así  y  todo, 
solo  por  considerar  sus  supersticiones  como  religión,  las  ve- 
neraban hasta  el  delirio,  y  nada  omitían  por  conservarlas 
ilesas.  ¿Y  ha  de  poder  mas  entre  gentiles  el  error  que  entre 
cristianos  la  verdad?  ¿Y  ha  de  ser  mas  respetada  la  idola- 
tría, baldón  y  ruina  del  hombre,  que  nuestra  santísima  Reli- 
gión, honra  y  salud  del  mismo?  Pues  «sí  sucede  por  una  in- 
concebible fatalidad,  merced  &  las  malas  artes  de  los  concul- 
cadores  de  lo  mas  santo  y  sagrado  que  existe  sobre  la  tier- 
ra. Pero  ya  saben  ellos  lo  que  se  hacen.  Los  pueblos  que 
no  temen  á  Dios  no  se  dejan  ijobernar  por  los  hombres;  las 
naciones  divididas  se  destruyen;  el  principio  de  autoridad  se 
extingue  en  ellas,  y  todo  marcha  hacia  la  disolución,  que  es 
lo  que  se  proponen  tales  hombres.  Bien  comprendido  lo  tie- 
ne V.  M. 

Señora:  *'La  Iglesia  ha  d«*bido  ser  siempre  y  ha  sido  en 
efecto  el  primer  auxiliar  y  el  mejor  amigo  del  Estado;  el  mas 
noble  y  decidido  defensor  del  principio  de  siibordinncion,  y 
el  guardián  mas  celoso  de  las  públicas  costumbres."  Tales 
son  las  palabras  que  salieron  de  los  augustos  labios  de  V.  M. 
consignadas  en  la  circular  dirigida  á  los  P rielados  del  reino 
en  6  de  Febrero  de  1856.  Los  exponentes  las  han  meditado 
mas  de  una  vez,  y  reconocen  que  si  es  grande  la  honra  que 
se  les  dispensa,  mayores  todavía  la  responsabilidad  que  se 
íes  impone.  Por  este  motivo  se  atreven  á  asegurar  á  V.  M. 
que  en  las  actuales  circunstancias  tienen  muy  de  lleno  cabi- 
da y  aplicación  las  referidas  palabra'^,  y  aquellas  otras  de  la 
mencionada  circular:  '*que  nunca  el  cumplimiento  de  estos 
safl;rados  deberes,  tan  viva  y  elocuentemente  recomendado 
por  los  santos  Padres,  ha  tenido  la  importancia  social  que 
le  dan  hoy  de  una  parte  el  carácter  proiundamente  reforma- 
dor de  la  época  que  atravesamos,   y  de  otra  el   especialísimo 

estado. en  que  se  encuentra  la  nación   de  los   Recaredos 

y  Fernandos,  la  nación  católica  por  excelencia." 

Es  muy  sensible,  Señora,  que  algunos  funcionarios  públi- 
cos, tan  nimios  aveces  enHo  que  se  roza  con  la  política,  de- 
jen pasar  sin  correctivo  loque  afecta  6  perjudica  á  la  Reli- 
gión. Esto  no  es  nuevo;  pero  hoy  aparece  mas  de  relieve, , .  - 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  523 

¿Quién  autoriza  á  algunos  escritores  para  ensañarse  contra 
las  personas  y  cosas  religiosas?  Nadie. ...  V.  M.  es  católi- 
ca; el  Gobierno  también  es  católico;  el  pueblo  en  su  inmen* 
sa  mayoría  tiene  y  quiere  la  fe  de  nuestros  padres;  todas  las 
leyes  del  reino,  con  la  fundamental,  la  garantizan;  el  Con- 
córchate  no  puede  estar  mas  explícito.  Sin  embargo,  unos  po- 
cos escritores,  la  mayor  parte  periodistas,  tienen  la  desfacha- 
tez de  atrepellar  por  todo  y  de  difundir  diariamente  por  el 
país  muchos  miles  de  errores  y  de  diatribas  contra  la  Reli- 
gión y  sus  ministros,  principiando  por  nuestro  Santísimo 
Padre.  Esto  es  lo  que  sucede,  y  no  es  posible  explicarse  sin 
herir  la  susceptibilidad  de  personas  muy  elevadas,  á  quienes 
los  exponentes  acatan  y  veneran.  Si  en  política  se  permite  un 
desbordamiento  como  el  que  deploramos  en  orden  á  Reli- 
gión, no  es  directamente  de  nuestra  incumbencia  el  recla- 
marlo. Pero,  en  cuanto  á  la  última,  nos  es  imprescindible  el 
hacerlo  con  todo  el  respeto  debido  á  V.M.  y  con  toda  la  e6- 
cacia  que  exige  el  abuso.  Esa  libertad  tan  cacareada  y  tan 
mal  entendida  y  practicada  por  algunos,  jamas  debe  llegar 
hasta  tocar  el  arca  santa  de  nuestras  creencias,  únicas  verda- 
deras, de  nuestra  moraf,  intachableátodaprueba,  y  de  nues- 
tra ejemplar  y  sana  disciplina,  que  es  su  mas  fírme  ba- 
luarte. 

Nada  mas  cierto  ni  mas  terminantemente  declarado  por 
V.  M.  Toda  nuestra  legislación  viene  en  apoyo  de  la  Real 
orden  de  19  de  Febrero  de  1856,  en  la  cual  V.  M.  se  dignó 
manifestar  **que  el  Gobierno  estaba  firmemente  resuelto  á 
desplegar  el  mayor  rigor  contra  prüi)ios  y  extraños  que  pre- 
tendan, bajo  cualquier  pretexto,  romper  ó  turbar  la  unidad 
religiosa  que  á  la  Providencia  divina  debe  por  su  dicha  el  pue- 
blo español;"  ofreciendo  **premiar  ampliamente  los  servicios 
que  en  cosa  tan  delicada  presten  los  funcionarios  del  orden 
judicial."  Pues  bien,  los  pro/;¿os  que  intentan  romper  ó  tur- 
bar nuestra  unidad  religiosa  son  por  lo  visto  los  escritores 
susodichos,  que  se  denuncian  á  sí  mismos  en  el  hecho  de  es- 
parcir errores  que  no  pueden  dar  otro  resultado,  y  sobre  to- 
do, en  el  de  manifestar  sin  rodeos  sus  reprobadas  intencio- 
nes. Los  extraños  son  principalmente  los  ingleses,  según  se 
colige  de  lo  que  en  sus  Cámaras  han  declarado  poco  ha  los 
mas  altos  empleados  y  primeros  políticos  de  aquel  país  sin 
ventura,  ciego,  en  medio  de  las  luces  de  que  vanamente  se 
jacta.  La3  explicaciones  provocadas  y  dadas  allí  han  versa- 
do sobre  sucesos  y  aspiraciones  que  tienden  á  propagar  y 
arraigar  el  Protestantismo  en  España,   esto  es,  á  descatoli- 


524  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

zarnos,  á  dividirnos  j  á  desnacionalizarnos,  si  se  sufre  esta 
última  expresión. 

No  es  poco  lo  que  llevan  adelantado  aquí  con  su  propa- 
ganda de  escritos,  con  sus  pastores,  con  sus  ridículo^  ensa- 
yos de  servicio,  todo  á  la  sombra  de  esa  insidiosa  á  par  que 
reprobada  diferencia  entre  nacionales  y  extranjeros,  entre  lo 
público  y  lo  secreto.  Foreste  motivo  los  exponentes  se  sien- 
ten vivamente  impulsados  &  suplicar  á  V.  M.  un  saludable 
correctivo  en  un  punto  tan  trascendental  como  resbaladizo, 

f morque  las  interpretaciones  contrarias  al  espíritu  de  nuestras 
eyes  y  de  nuestro  pueblo,  y  favorables  á  lo  que  algunos  han 
dado  en  llamar  libertad,  son  un  paso  de  gigante  para  la  de 
cultos.  No  la  permita  el  Señor  entre  nosotros,  porque  esta 
seria  el  presagio  de  calamidades  sin  cuento,  que  desean  ale- 
jar de  V.  M.,  del  Gobierno  y  del  país  estos  fieles  subditos  de 
V.M. 

Concluyen,  Señora,  los  exponentes  rogando  muy  encare- 
cidamente á  V.  M.  se  digne  acoger  con  la  benevolencia  que 
le  es  característica  los  votos  de  los  mismos,  prestando  su  so- 
berano apoyo  á  los  principios  tutelares  de  nuestra  unidad 
religiosa,  acordes  con  la  legislaciop  del   reino.  Tales  son: 
19  Que  en  materias  religiosas  no   hay  libertad  de  imprenta, 
sino  censura  eclesiástica  previa;  29  es  como  consecuencia — 
Que  para  que  dicha  censura  sea  una  verdad  por  entero,  y  no 
á  medias,  ha  de  ejercerse  también  en  los  escritos  diarios,  pues 
de  lo  contrario  hay  censura  y  no  la  húy  á  un  mismo  tiempo 
y  en  las  mismas  materias,  lo  cual  es  una  flagrante  contradic- 
ción que  hace  ilusorio  el  fin  de  las  leyes.  Este  no  es  ni  pue- 
de ser  otro  que  el  de  evitar  la  publicación  del  error,  conser- 
vando ilesas  por  la  censura  previa  las  sanas  creencias  y  doc- 
trinas católicas   de  los  españoles.  Y  si  esto  se  procura  en 
otras  producciones  literarias,  ¿porqué  no  en  las  diarias,  mas 
peligrosas  por  mas  continuas?  Así  se  evitarian  los  disgustos 
consiguientes  á  las  condenaciones  episcopales  de  escritos  er- 
róneos. A  este  extremo  jamas  se  debe  llegar  bajo  de  un  Q-o- 
bieríio  católico,  pues  siempre  ha  de  precaverse   la  publica- 
ción del  error.  ;,Y  cómo  se  logra?  ¿Dejando  á  solo  el  fiscal 
esta  incumbencia?  No,  porque  este  funcionario,  así  como  el  ' 
jurado,  es  incompetente  para  juzgar  sobre  religión;  fuera  de 
que  la  experiencia  ha  demostrado  cuan  ineficaz  es  el  ^xilio 
que  le  prestan.  No  es  cosa  dudosa.  Señora,  que  si  ha  ue  ha- 
ber censura  eclesiástica  para  los  escritos  religiosos,  como  es- 
tá en  la  ley,  en  la  índole,  y  en  la  importancia  de  los  mismos. 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  525 

ha  de  comprenderlos  todos,  en  cualquier  tiempo,  modo  ó 
forma  con  que  se  publiquen. 

No  se  oculta  á  los  exponentes,  Señora,  lo  que  se  blasona 
acerca  de  las  idea^  dominantes  en  Europa,  y  de  lo  que  se 
practica  en  otros  países  en  orden  á  los  gravísimos  puntos 
que  motivan  esta  reverente  exposición.  Pero  siendo  V.  M. 
tan  católica  y  prudente,  excusado  es  detenernos  mucho  so- 
bre el  caso.  ¿Pues  qué,  el  error,  por  mas  general  que  sea, 
deja  de  ser  error?  ¿Deja  de  ser  la  muerte  del  hombre  y  de 
las  naciones,  mientras  la  verdad  es  la  vida  de  aquel  y  de  es- 
tas? ¿Y  quién  duia  que  nosotros  poseemos  la  verdad  religio- 
sa, y  esos  pueblos  tan  orgullosos  y  altivos  se  hallan  senta- 
dos entre  tinieblas  y  sombras  de  muerte?  En  buena  lógica, 
ellos  son  los  que  debían  aprender  de  nosotros  y  no  nosotros 
de  ellos,  ni  menos  dejarnos  arrastrar  por  su  mal  ejemplo.  ¿V 
á  tal  extremo  ha  de  llegar  la  prostitución  del  mundo,  que 
derribe  de  su  trono  á  la  verdad,  para  colocar  en  el  mismo  al 
error?  Las  circunstancias,  pues,  de  la  Europa  no  son  sino 
un  motivo  mas  para  resolverse  á  precaver  ó  cortar  con  deci- 
sión los  abusos  de  la  prensa  en  puntos  religiosos.  Limítese 
esta  á  la  política  y  á  lo  que  sea  de  su  resorte,  y  respete  á  la 
Religión  y  ásus  ministros,  como  debe  hacerse  en  un  país  ca- 
tólico, sin  dar  motivo  de  que  se  diga  que  cabalmente  en  la 
nación  mas  religiosa  es  en  donde  mas  menudean  los  escritos 
contra  la  Religión.  ¿Y  qué  quedará  firme  si  esta  se  debilita? 
¿Y  qué  se  invocará,  y  á  qué  se  apelará  cuando  pierda  su  as- 
cendiente entre  los  pueblos? 3®  Que  se  reconozcan  por 

propios  y  extraños  los  principios  y  las  prescripciones  de  la 
mencionada  Real  orden  de  19  de  Febrero  de  1856,  atajándo- 
se el  paso  á  las  insidiosas  maquinaciones  de  los  sectarios  que 
pugnan  sin  tregua  por  inocularnos  el  veneno  de  sus  errores, 
minando  nuestra  unidi^d  religiosa. 

Dios  nuestro  Señor  conserve  por  dilatados  años  la  precio- 
sa vida  de  V.  C.  M.,  según  se  lo  ruegan  los  mas  atentos  y 
fieles  subditos  y  capellanes  de  V.  M. 

Tarragona  25  de  Junio  de  1861, — Señora: — A  L.  R.  P, 
de  V.  M, — Por  sí,  y  en  nombre  de  sus  sufragáneos  los  Obis- 
pos de  Gerona,  Lérida,  Urgel,  Barcelona  y  Vich. — José  Do- 
mingo, Arzobispo  de  Tarragona. 


626  LA   VERDAD  CATÓLICA. 

EL  PROGRESO  POR  MEDIO  DEL  CRISnáHISHO 

POR  BL  S.  P.  flUZ. 


ASO  TERCERO. 

8BZTA  OOXTTBIUBlTaZA. 

EL  PROORBM  mRII.  POS  ■»!•  VU  MOR  M  JRSDCRIST*. 

(Finaliza,) 
II. 

Bien  pudiera,  recorriendo  aquí  la  serie  de  los  progresos 
ascendentes  que  estamos  Mamados  á  realizar,  mostraros  en 
todo  orden  de  cosas  la  acción  progresiva  del  amor  de  Jesu- 
criso:  ese  amor  en  el  cristianismo  tocaá  todo:  tiene  sus  pun- 
tos de  contacto  con  la  ciencia,  con  el  arte,  con  la  sociedad; 
es  como  el  soplo  que  da  á  todo  inspiración,  incremento  y 
vida;  es.  en  una  palabra,  el  compendio  divino  del  pro- 
greso cristiano;  si  Dios  nos  lo  permite,  veremos  reaparecer 
mas  de  una  vez  en  cuanto  nos  queda  que  decir  el  influjo 
oculto  de  ese  amor  de  Jesucristo,  motor  universal  del  mun- 
do cristiano;  y  la  ciencia  y  el  arte,  y  el  orden  social  y  aun  el 
material  en  lo  que  tiene  de  legítimo,  recibiendo  de  ese  mis- 
mo amor  un  impulso  fecundo.  De  momento,  me  limito  á 
haceros  ver  la  trasformacion  moral  verificada  en  el  corazón 
humano  por  el  amor  de  Jesucristo. 

Jamas,  Señores,  aun  después  de  haber  reflexionado  en  ello, 
podréis  comprender  en  toda  su  extensión  la  trasformacion 
obrada  en  el  corazón  humano  por  el  triunfo  del  amor  de  Je- 
sucristo sobre  la  concupiscencia.  Toda  trasformacion  pro- 
funda de  la  vida  humana  se  realiza  por  medio  de  la  trasfor- 
macion del  amor.  Para  cambiar  á  un  hombre  ¿qué  es  menes- 
ter? Cambiar  su  corazón.  Este  es  el  centro  de  la  vida,  y  el 
que  se  lleva  el  corazón  se  lleva  también  la  vida.  Ahora  bien; 


LA  VBBDAD  CATÓLICA.  527 

loquees  cierto  hablando  de  un  hombre  es  cierto  también 
tratándose  de  la  humanidad;  cambíese  en  todas  partes  el 
amor  del  corazón  humano,  y  se  tendrá  una  humanidad  nue- 
va. Tal  es  el  secreto  incomunicable  del  divino  trasformador 
del  mundo;  puso  en  el  corazón  del  hombre  un  amor  nuevo, 
el  suyo;  y  de  este  modo,  cambió  en  la  misma  humanidad  to- 
do el  movimiento  de  la  vida.  Jesucristo  se  ha  apoderado  de 
los  corazones:  los  ha  arrebatado  y  levantádolos,  al  pié  de  la 
letra,  con  una  fuerza  que  solo  es  igualada  por  su  dulzura,  y 
ha  arrastrado  con  ellos  y  por  medio  de  ellos  la  humanidad 
entera  con  su  propio  movimiento.  Si  deseáis  saber  cuáles  son 
el  significado  y  la  dirección  de  ese  movimiento  nuevo  impre- 
so al  corazón  del  hombre  por  el  amor  de  Jesucristo,  solo 
tenéis  que  considerar  un  momento,  en  el  corazón  de  ios  san- 
tos verdaderos,  el  amor  trasformado  al  contacto  del  corazón 
de  Jesucristo;  y  vais  á  ver  que  el  amor  de  Jesucristo  ha  co- 
municado al  del  corazón  humano  todos  los  atributos  que  lo 
hacen  progresivo,  y  preparan  en  su  progreso  todos  los  de- 
roas. 

El  primer  atributo  que  el  amor  de  Jesucristo  da  al  del  co- 
razón humano  es  la  elevación;  de  él  se  ha  dicho:  Nada  mas 
alto  que  el  amor,  nihil  altuis  amore.  Era  preciso  hacer  subir 
ese  amor  del  corazón  humano  tan  profundamente  caido;  y 
paca  eso  ¿qué  habia  que  hacer?  Era  preciso  apoyar  en  el  co- 
razón del  hombre  la  fuerza  del  amor  divino  para  elevarlo 
hasta  el  corazón  de  Dios;  esto  fué  hecho  por  el  amor  de  Je- 
sucristo. Dícese  que  un  fuego  central  tormo  las  montañas 
levantando  en  ciertos  puntos  del  globo  la  superficie  de  la 
tierra.  El  amor  de  Jesucrisio,  colocándose  en  el  centro  de  la 
humanidad,  ha  hecho  algo  análogo  en  el  mundo  moral;  los 
«'.orazones  que  han  experimentado  su  fuérzase  han  levantado 
sobre  la  humanidad;  y  no  temo  decir  que  aun^  en  el  dia,  toda 
generación  que  ha  recibido  el  golpe  de  esa  fuerza  elevadora, 
es  decir,  toda  generación  cristiana  que  ama  á  Jesucristo,  se 
eleva  sobre  el  nivel  general  de  la  humanidad,  así  como  los 
montes  de  los  Andes  y  del  Himalayase  elevan  por  su  altu- 
ra sobre  todas  las  llanuras  y  colinas  de  la  tierra.  ¿Quién  se 
atreverá  á  negar  este  hecho  tan  evidente  como  la  luz,  la  ele- 
vación del  corazón  de  los  santos  por  el  amor  d¿  Jesucristo? 
Ah!  cuando  ese  amor  se  ha  apoderado  de  veras  de  un  cora- 
zón, por  envilecido  que  lo  encuentre,  lo  levanta  consigo  á  lo 
mas  grande,  lo  mas  bello,  lo  mas  santo,  lo  mas  sublime;  in- 
funde en  el  corazón  que  de  él  se  halla  poseído  aspiraciones 
y  deseos  que  loimpq|s$^,  v  pon  él  al  hombre  entero,  hacia 


528  LA  VERDAD  CATÓLICA. 

las  mismas  regiones  donde  habita  ese  amor;  amor  divino  que 
no  baja  al  corazón  del  hombre  sino  para  hacerlo  subir  con- 
sigo hacia  su  propia  elevación;  «emejante  á  esas  aguas  que 
se  hacen  bajar  de  uu  lugar  elevado  para  hacerlas  subir  por 
su  propio  peso  á  la  altura  desde  donde  caen. 

Ese  amor,  que  es  el  mas  elevado,  es  también  el  mas  lato; 
diciéndose  de  él:  nihillatius  amore.  Nada  en  la  tierra  puede 
excederle  en  tamaño,  porque  su  misma  naturaleza  consiste 
en  carecer  de  medida.  Corremos  hoy  en  pos  de  un  amor  lato, 
inmenso,  y  como  dicen  los  novadores,  humanitario;  buscamos 
el  amor  que  nada  excluye  de  cuanto  es  humano,  y  que  lle- 
ga hasta  donde  se  extiende  la  humanidad.  Mas  ese  amor,  cu- 
yo sentimiento  generoso  lleváis  en  vuestras  almas  tan  solo 
porque  el  cristianismo  enseñó  á  vuestra  inteligencin  su  ideal 
sublime,  ¿dónde  está?  decidme  ¿y  quién  podrá  dároslo?  ¡Oh 
vosotros,   los  que  lejos  de  Jesucristo  soñáis  uu  imposible  y 
corréis   tras  una  cosa  imaginaria,  escuchad:  ese  amor  que 
vosotros    buscáis,   está  ahí,    en  su   fuente  divina,  en  el  co- 
razón de  Jesucristo.  El  solo,  triunfando  de    la  concupis- 
cencia, sabe  dar  al  corazón  humano  esa  dilatación  que  siem- 
pre va  creciendo   sin  aminorarse  jamas.  Allí  reside  el  amor 
que  no  conoce  límites,  amor   que  abraza  á   los  grandes  sin 
excluir  á   los  pequeños;  amor  universal  en  que  no  existen 
blancos  ni   negros,   libres  ni  esclavos,  Escitas  ni  Griegos; 
en   que  solo   hay    hombres  amados    en   Dios   y   por  Dios, 
en  Jesucristo  Señor  nue.8tro;  amor  fraternal    en  fin,  en  que, 
desde  los  puntos  extremos  del  mundo  mural  y  del  físico,  los 
hombres  se  tienden  el  corazón  y  la  mano  para  unirse,  amar- 
se y  abrazarse  en  Jesucristo.  Recorred  el  mundo  y  encontrad, 
si  podéis,  un  amor  comparable  á  este  amor.  Lejos  de  Jesu- 
cristo y  de  su   corazón,   por  mas  que  busquéis  y    volváis 
á    buscar,  solo  encontrareis  un  amor  limitado,  parcial,  ex- 
clusivo;   un    amor  atrincherado  en    el    hogar,    la  raza,    la 
familia,    la   patria;   un   amor   que    se  detiene  en   los    lími- 
tes  de  un   sÍ8t<Mna,    en  la   frontera   de  una  opuiion,   en   la 
sombra  de  una  bandera;  amor  miserable,  estrecho  como  un 
partido,  frió  como  el  egoísmo,  y  quizá  cruel  como  la  pasión. 
Ah!  bien  es  cierto  que  en  todas  partes  se  pide  el  amor  de  la 
humanidad  entera;  mas  si  miro  en  torno  (nio,  solo  encuen- 
tro, con  gran  dolor  de  mi  alma,  hombres  ocupados  en  exco- 
mulgar á  otros  hombres;  y  aquellos  sobre  todo  que   hablan 
mas  alto  de  fraternidad   universal  y  de  amor  humanitario, 
son  los  que  veo   cubriendo  de  odio  á  media  humanidad,  y 
amenazando  con  sus  venganzas  á  la  mitad  de  sus  hermanos! 


LA  VERDAD  OATÓUOA.  529 

Ah!  8i  queremos  amar,  no  solo  mas  allá  del  yo,  sino  tam- 
bién mas  allá  de  la  familia,  mas  allá  de  la  raza,  mas  allá  de 
todo  partido,  amemos  á  Aquel  cuyo  amor  se  extiende  á  la 
humanidad  entera,  y  mas  allá  aun;  guardemos  en  nuestro  co- 
razón ese  amor  tan  latamente  fraternal:  porque  en  cuanto  á 
mí,  lo  confieso,  nada  puedo  excluir  de  ese  amor  que  todo  lo 
abraza;  y  aquel  á  quien  sus  errores,  sus  prevenciones,  y  aun 
sus  odios  alejan  mas  de  mí,  allí  le  encuentro;  y  así  fuese  un 
enemigo,  siento  que  aun  puedo  estrecharle  ea  mis  brazos 
como  un  hermano. 

Ese  amor,  el  mas  lato  y  elevado  de  todos,  es  al  mismo 
tiempo  el  mas  profundo;  del  mismo  modo  que  el  océano 
tiene  profundidades  insondables.  Por  tanto  es  al  pié  de  la 
letra  el  único  amor  que  nunca  se  agota.  El  amor  humano 
se  seca  fácilmente,  pues  le  falta  profundidad:  podrá  tener 
cual  hermoso  lago  aguas  límpidas  y  brillantes  superficies, 
mas  no  insondables  abismos:  es  una  ola.  que  pasa,  no  un 
océano  permanente:  ni  tiene  el  poder  de  derramar  constante- 
mente sus  aguas  sin  agotarlas  jamas.  El  amor  de  Jesucristo 
tiene  esa  facultad,  porque  nada  llega  á  su  fondo,  que  es  el 
mismo  Dios.  Como  el  océano,  ese  amor  encrespado  por  bor- 
rascosos vientos  puede  por  un  momento  agitarse  en  sus  abis- 
mos; pero  pasada  la  borrasca,  se  le  encuentra  tan  lleno  y 
tan  profundo  boy  como  lo  estaba  ayer  y  lo  estará  mañana: 
nada  hay  mas  profundo  ni  mas  lleno  al  mismo  tiempo:  nikü 
pUnius.  Por  un  atributo  del  todo  divino,  ese  amor  se  extiende 
sin  perder  nada  en  profundidad.  Mientras  mas  vasto  y  uni- 
versal se  hace  con  el  amor  de.  Jesucristo,  mas  y  mas  abre  en 
el  fondo  de  su  ser  fuentes  siempre  nuevas,  de  donde  manan 
los  poros  afectos  cual  aguas  que  crecen  sin  disminuir  la  fe- 
cundidad de  su  origen.  Ese  amor  que  el  hombre  de  placer, 
de  riqueza  ú  honores  hace  caer  gota  á  gota  sobre  toda  cria- 
tura, el  cristianismo  lo  recoge  dentro  de  sí  mismo,  abriéndole 
en  su  corazón  un  receptáculo  profundo.  Y  ese  amor  que  aco- 
pia, no  es  para  guardarlo,  sino  para  derramarlo;  no  es  para 
proporcionarse  una  dicha  egoísta,  sino  para  hacer  con  él  á 
los  demás  generosos  donativos  y  fraternales  sacrificios.  Mas 
antes  de  derramarlo  en  torno  suyo,  pónelo  en  comunicación 
con  el  amor  inagotable;  hácelo  pasar  por  el  corazón  de  Je- 
sucristo, para  asociarlo  en  cierto  modo  á  su  infinita  grande- 
za: y  acontece  de  ese  modo  que  dicho  amor  puede  sin  consu- 
mir su  fuente  derramase  en  todas  direcciones.  Del  mismo 
n>odo  que  la  sangre  se  acopia  y  revivifica  en  el  corazón  para 
de  allí  distribuir  su  vida,  por  el  cuerpo  entero,  así  también 

vil.— 67 


530  Vk  VERDAD  CATÓLICA. 

el  amor  del  cristiano,  pasando  por  el  corazón  de  Jesacrísto, 
reaviva  en  sus  profundidades  infinitas  su  inagotable  fecun- 
didad. 

El  mas  profundo  de  todos  los  amores,  el  mas  fuerte  tam- 
bién, pues  de  él  se  ha  dicho  asimismo:  nihüforiius.  No,  nada 
hay  mas  fuerte;  siendo  el  secreto  de  su  fuerza  su  misma  pro- 
fundidad. Nadaos  ma^  fuerte  ni  resiste  durante  mas  largo 
tiempo  que  lo  que  teniendo  rafees  profundas,  penetra  en  un 
terreno  firme.  Ahf  reside  el  secreto  de  la  fortaleza  de  ese 
amor;  él  es  el  que  tiene  las  raíces  mas  hondas,  y  esas  raíces 
le  ligan  á  Dios,  es  decir  al  Ser  inmutable;  pues  ese  amor  se 
halla  arraigado  en  el  amor  mismo  de  Dios,  siendo  también 
Dios  su  inmutable  fundamento:  tu  charitate  radicati  et  funda- 
ti  (1).  He  ahf  porqué  nada  puede  vencer  sobre  la  tierra  al 
amor  de  Jesucristo.  Ah!  demasiado  cierto  es  que  cuando  ese 
amor  está  en  mí,  puedo  dejarlo  desfallecer  y  decrecer,  y  en- 
tonces podéis  vencerme;  solo  soy  una  caña,  y  podéis  quebran- 
tarme; mas  cuando  guardo  ese  amor,  cuando  me  adhiero  á  él; 
cuando  todos  mis  pensamientos,  todos. mis  deseos,  todiis  mis 
ambiciones  y  mis  fuerzas  todas,  en  fin,  me  enlazan  ei\  torno 
suyo,  como  las  raíces  de  u'i  áibol  al  derredor  de  una  roca; 
entonces  por  débil  que  aparezca  á  los  ojos  de  los  que  se  pro- 
meten conseguir  una  fácil  victoria  sobre  mí,  no  puedo  ser 
vencido.  Como  Pablo,  como  Ignacio,  coíno  Inés,  desde  el 
fondo  de  mi  flaqueza  me  siento  invencible.  Ese  amor  nada 
teme,  y  porque  nada  teme,  es  en  verdad  mas  fuerte  que  to- 
do: núiil/nrtius. 

Señores  ¿he  acabado  acanto  de  deciros  todos  los  atributas 
sobrehumanos  que  comunica  A  nuestro  amor  el  amor  Ae  Je- 
sucristo?. . . .  He  dicho  que  es  el  amor  mas  elevado,  mas  la- 
to, mas  profundo  y  mas  fuerte;  ¿es  eso  todo?  Ah!  olvidaba 
un  atributo  que  nos  le  hace  mas  atractivo  y  mas  simpático 
que  todos  los  demás;  olvidaba  deciros  que  es  el  mas  dulce 
también,  pues  de  él  se  dijo  igualmente  esta  palabra:  nihil 
swivius.  El  amor  de  Jesucristo  es  el  del  cordero  de  Dios. 
Cuando  se  le  ama  le  alcanza  á  uno  el  feliz  contagio  que  exha- 
la en  torno  suyo  el  soplo  del  'íordero;  se  experimenta  la  nece- 
sidad deserbuenocomo  Jesucristo  fué  bueno,  dulce  como  dul- 
ce fué  Jesús,  y  como  Jesús,  paciente:  mostrándose  una  vez 
mas  que  el  amor  de  Jesucristo  es  el  amor  divino,  puesto  que 
no  solo  es  sublime,  profundo,  lato  y  fuerte,  sino  suave  y  dul- 
ce como  el  amor  de  Dios.  Esto  no  me  sorprende;  ese  amor 


(1)   Eph  m,  17. 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  531 

ea  el  amor  del  hombre  dentro  del  orden,  el  amor  vuelto  á 
peñeren  su  centro,  encontrándose  allí  en  contacto  con  Dios 
todos  los  atributos  que  elevan,  fortalecen  y  trasfiguran  la 
vida! 

Oh!  si  pudierais  comprender  cómo  bajo  el  impulso  de  ese 
amor  el  hombre  entero,  arrastrado  por  su  corazón  hacia  lo 
mas  grande  que  existe,  entra  á  toda  vela  en  la  senda  del  pro- 
greso! ¿De  qué  cosa  bella,  pura,  santa,  legítima,  sublime, 
divina,  podrá  huir  un  corazón  impulsado  por  esa  fuerza  de 
Dios,  como  una  nave  por  un  soplo  del  cielo^  y  cómo  no  ha- 
bría de  ambicionar  el  que  navega  arrastrado  por  ese  amor 
aportar  á  las  riberas  mas  afortunadas  que  el  progreso  descu- 
bre en  un  porvenir  lejano?  Ah!  esos  hombres  apasionados  por 
el  amor  de  Jesucristo;  esos  hombres  cuyo  corazón  se  ha  he- 
cho mas  elevado,  mas  lato,  mas  profundo,  mas  tuerte  y  mas 
dulce,  que  todo  lo  humano,  son  tan  ardientes  y  al  mismo 
tiempo  tan  poderosos  para  cuanto  es  generoso  y  verdadera- 
mente progresivo,  que  si  una  cuarta  parte  tan  solo  de  la  hu- 
manidad se  dejase  poseer  del  imperio  de  ese  amor,  no  hay 
que  dudar  de  que  esa  minoría  heroica  arrastrarla  en  pos  de 
sí  ala  humanidad  entera.  ¿Veis  al  principiar  el  cristianismo 
y  á  través  de  su  larga  historia  á  esos  cristianos  ilustres  que 
han  ¡levado  en  el  corazón  como  suprema  pasión  ese  amor  so- 
berano? ¡qué  hombres  aquellos!  ¡qué  costumbres,  qué  vir- 
tudes las  suyas!  El  amor  de  Jesucristo  ha  penetrado  tan  pro- 
fundamente en  su  corazón,  y  por  medio  del  corazón  en  todo 
su  ser,  que  hace  brotar  de  él,  como  producto  espontáneo 
suyo,  costumbres  y  virtudes  que  se  creerían  imposibles  en  el 
hombre;  sus  costumbres  imitan  las  costumbres  divinas,  sus 
virtudes  representan  las  divinas  virtudes,  y  su  vida  manifies- 
ta la  vida  divina.  Ese  es  el  hombre  tal  cual  lo  pedia  S.  Pa- 
trio, cuando  decía:  manifiéstese  la  vida  de  Cristo  en  vosotros: 
vita  Ghristi  manifestetur  invobis.  He  ahí  la  dulzura;  ¡pero  qué 
dulzura!  he  ahí  la  paciencia;  ¡pjro  qué  paciencia!  he  ahí  la 
caridad;  ¡pero  qué  caridad!  he  ahí  la  pureza;  ¡pero  qué  pure- 
za! he  ahí  la  virtud;  ¡pero  qué  virtud!  he  ahí  la  perfección; 
¡pero  qué  perfección!  Ah!  reconozco  y  saludo  á  esa  perfec- 
ción como  hija  legítima  del  verdadero  cristianismo.  Esa  per- 
fección es  el  hombre  hecho  á  imitación  de  Cristo,  el  hombre 
perfecto,  el  hombre  del  progreso! 

¿Y  cómo  80  efectuó  ese  cambio  súbito,  inaudito,  milagro- 
so? Esa  trasformacion  tan  radical  del  corazón  del  hombre,  y 
de  toda  su  vida  ¿quién  lo  ha  hecho  de  pronto?  ¿cómo  ha  lle- 
gado en  tan  poco  tiempo  ese  progreso  tal  cual  la  humanidad 


633  LA  VBRDAD  CATÓLICA. 

no  lo  realiza  sino  tras  largos  siglos  de  esfuerzos?  Ese  progre- 
so es  el  resultado  de  esta  palabra  que  ha  penetrado  en  el  co- 
razón de  los  hombres  por  medio  del  amor  de  Jesucristo:  Uh 
nuid  en  vuestro  corazón  los  sentimientos  del  corazón  de  Jesucristo. 
Jesucristo  ha  tocado  los  corazones  con  el  suyo,  j  al  contacto 
de  tan  divino  corazón  nuevos  sentimientos  han  nacido  en  el 
de  los  hombres;  esos  nuevos  sentimientos  han  engendrado 
costumbres  nuevas;  y  la  expansión  de  esas  costumbres  nue- 
vas en  los  individuos,  la  familia  y  la  sociedad,  ha  ostentado 
bajo  el  cielo  un  mundo  superior  que  nace  en  la  cuna  de  Cris- 
to parado  allí  desarrollarse  en  el  porvenir. 

He  ahí.  Señores,  cómo  el  amor  de  Jesucristo  ha  cambiado 
COR  la  atracción  del  mundo  moral  el  movimiento  de  la  hu- 
manidad, y  determinado  con  su  poder  un  inmenso  progreso. 
Pues  bien;  aun  en  el  dia  es  preciso  que  un  cambio   idéntico 
se  efectúe  en  medio  de  nosotros:  es  preciso  que  bajo  un 
nuevo  impulso  del  amor  de  Jesucristo,  se  obre  un  nuevo  en- 
grandecimiento en  el  seno  de  la  humanidad  cristiana.   ¿De 
qué  creéis  que  depende  que  nuestras  costumbres  tienden  de 
nuevo  al  paganismo?  Los  corazones  están  separados  de  Jesu- 
cristo; al  separarse  de  él,  se  han  apartado  de  su   centro,  y 
convertídose  de  nuevo  á  la  abyección  y   la  decadencia.   Ah! 
demasiado  cierto  es,  Jesucristo  no  es  amado!  Cuando  con- 
templo en  torno  mío  tantos  hermanos  degradados  y   desdi- 
chados, á  quienes  quisiera  devolver  su  grandeza  y  su  felici- 
dad perdidas  ¿sabéis  lo  que  traspasa  cual  agiida  espada  mi 
corazón  de  hombre,  de  cristiano  y  de  apóstol?  Ah!  voy  á  de- 
círoslo; es  ver  ausente  de  tantos  corazones  cristianos  el  amor 
de  Jesucristo;  es  sentirme  obligado,  ante  la  realidad  que  me 
aflige,  á  hacer  oir  este  grito  de  mi  alma  desolada:  ¡Jesucris- 
to no  es  amado!  Decidme  ¿acaso  no  habéis  notado  cómo  Je- 
sucristo se  convierte  cada  dia  para  una  multitud  de  cristia- 
nos en  un  Dios  extraño?  Todavía  me  equivoco;  conviértese 
para  muchos  en  un  hombre,  un  reformador,  un  sabio;  para 
varios  es  aun  menos  que  to«io  eso;  es  una  idea,  una  imagen, 
un  símbolo,  un  mito:  es  una  personificación  admirada,  no 
una  persona  amada. 

Por  tanto  ved  lo  que  es  el  amor  de  Dios  en  el  fondo  de 
esos  corazones  que  han  dejado  apagar  en  sí  el  fuego  sagrado 
del  amor  de  Jesucristo.  Esos  hombres  que  aun  tienen  el  nom- 
bre de  Cristo  en  los  labios,  pero  que  en  su  corazón  nada  tienen 
de  su  amor  ¿creéis  acaso  que  amen  áDios?  lo  creéis?  contes- 
tadme. No,  no  le  aman;  como  en  otro  tiempo  en  el  corazón 


LA  VKRDAD  CATÓLICA.  533 

de  loB  paganos,  el  amor  de  Dios  ha  muerto  en  el  corazón 
de  los  cristianos. 

Esos  sabios,  esos  filósofos  y  esos  reformadores  que  sueñan 
en  un  cristianismo  reprobado  por  Jesucristo  ¿creéis  que  aman 
á  Dios?  ¿Cómo  habian  de  amarle?  en  el  seno  de  sus  doctrinas 
sobre  el  hombre,  la  creación  y  la  providencia,  el   amor  de 
Dios  se  disipa  como  una  quimera,  un  sueño,  un  imposible:  y 
apoderándose  cada  vez  mas  las  teorías  panteistas  de  las  inte- 
ligencias enfermizas  y  los  corazones  cangrenados,  dejan  á 
esta  triste  humanidad  ante  la  sombra  iria  del  Dios  imperso- 
nal. T  esos  poetas,  esos  literatos,  esos  novelistas,  esos  dra- 
maturgos,  que  se   han  olvidado  de  su   primera  comunión 
¿aman  acaso  á  Dios^  ay!  no;  esos  hombre?,  grandes  quizá  de 
corazón  y   ricos  de  amor,   arrojan  al  viento  los  tesoros  de 
su  corazón;  y  su  amor  sin  objeto  fijo  y  sin  dirección  gene- 
rosa va  á  perderse  en  lo  vago  de  sus  aspiraciones,  é  á  desva- 
necerse en  medio  de  sus  vértigos  en  los  arrebatos  de  la  vo- 
luptuosidad. T  esas  almas  meditabundas,  almas  amant'v.  pe- 
ro tristes,  que  buscan  con  la  vista,  al  través  de  la  atmósfera 
sombría  de  la  realidad  las  visiones  espléndidas  de  lo  ideal;  y 
que  parecen  poseer  bastante  amor  para  abrazar  á  cuanto 
respira  sobre  la  tierra  ¿aman  por  ventura  á  Dios?  No,  no  le 
aman;  buscan  lo  imposible,  aspiran  á  lo  imaginario;  creyen- 
do poder  amarlo  todo,  y  no  amando  en  realidad  sino  á  sí 
mismas,  van  á  todas  las  riberas  á  derramar  muellemente  la 
superabundancia  de  su  corazón,  sin  tener  el  valor  de  hacer 
remontar  hasta  su  fuente  esos  amores  extraviados  y  esos 
afectos  perdidos. 

Y  si  de  las  almas  de  artistas,  de  poetas  y  filósofos,  y  de 
cuantos  buscan  aun  en  las  regiones  del  espíritu  el  culto  de 
un  ideal,  pasamos  al  otro  extremo,  es  decir  á  los  adoradores 
de  la  materia  y  de  la  carne,  amantes  apasionados  de  lo  posi- 
tivo y  lo  real  ¿encontraremos  acaso  el  amor  de  Dios?  ah!  mu- 
cho menos  aun.  Decidme,  esos  industriales  sin  cristianismo, 
esos  economistas  sin  moral,  esos  positivistas  sin  principios, 
todos  esos  materialistas  sin  fe  y  sin  virtud  ¿aman  por  ventu- 
ra á  Dios?  no,  mil  veces  no.  Tienen  sin  embargo  un  corazón; 
y  en  ese  corazón  un  amor.  ¿Sobre  qué  recae?  Qué!  ¿lo  pre- 
guntáis? recae  donde  su  culto  y  adoración  han  recaido,  sobre 
la  carne  y  la  materia. 

T  todo  ese  pueblo  que  apenas  conoce  el  nombre  de  Jesu- 
cristo; todo  ese  pueblo  que  empuña  el  cincel,  la  lima  ó  el 
martillo,  inclinado  sobre  un  trabajo  que  ni  siquiera  inter- 
rumpe ya  el  día  del  Señor  ¿todo  ese  pueblo  ama  por  ventura 


534  LA  VERDAD   CATÓUCA. 

á  Dios?  ¿Qué  pide,  qué  ambiciona  ese  pueblo?  No  lo  aé:  mas 
Dios  no  entra  ec  sus  deseos,  Dios  qo  entra  en  sus  ambicio- 
nes. ¿Porqué?  Porque  no  posee  ya  su  amor.  Ah!  ese  pueblo, 
que  á  su  vez  tiene  necesidades  generosas  é  instintos  sublimes, 
en  otro  tiempo  amaba  á  Dios,  porque  amaba  ¿  Jesucristo;  y 
su  vida,  por  agobiada  que  pareciese  bajo  el  peso  del  trabajo, 
solevantaba  de  nuevo  al  soplo  de  ese  amor:  hoy  nada  ya  lo 
levanta,  porque  nada  ya  le  nace  amar  á  Dios.  Y  por  lo  mis- 
mo que  Dios  no  es  amado  ya,  todo  en  esas  generaciones  nue- 
vas desciende  á  lo  que  mas  dista  de  Dios.  Ese  amor  aparta- 
do de  su  centro,  hoy  como  hace  tres  mil  años,  en  Francia  y 
en  París,  lo  mismo  que  en  Grecia  y  en  Roma,  todo  se  incli- 
na á  la  soberbia,  al  sensualismo,  á  la  codicia,  al  culto  de  la 
carne,  á  la  idolatría  del  oro,  á  la  adoración  de  sf  mismo;  en 
una  palabra,  todo  cae  en  la  concupiscencia  y  por  ella  y  con 
ella,  todo  tiende  á  su  ruina,  todo  nos  anienaza  con  la  deca- 
dencia. ^ 

Señores,  ¿quién  hará  que  la  humanidad  vuelva  á  levantar- 
se? ah!  el  solo  poder  queMa  hizo  subir  ahora  dos  mil  años:  el 
amor  de  Jesucristo  al  renacer  en  el  corazón  de  los  hombres, 
volverá -á  ponerlo  en  contacto  con  el  corazón  de  Dios;  y  rom- 
piendo la  barrera  que  nos  detiene,  volverá  á  abrir  ante  noso- 
tros la  carrera  del  progreso  cerrada  por  la  concupiscencia. 
He  ahí  el  reinado  de  Dios  que  ha  de  renovar  la  tierra.  Ya  lo 
veis  es  el  reinado  del  amor;  es  el  amor  divino  llamado  á  triun- 
far de  nuevo  en  medio  de  nuestra  humanidad  egoista;  y  que 
ligando  en  sí  y  por  sí  el  corazón  de  los  hombres  con  Dios,  y 
todos  nuestros  corazones  entre  sí,  debe  inaugurar  entre  noso- 
tros un  engrandecimiento  y  un  progreso  nuevos.  El  siglo  pi 
de  ese  reinado  de  Dios,  la  Providencia  lo  prepara  y  la  huma- 
nidad lo  espera:  y  mi  palabra  interpretando  las  esperanzas 
de  mi  corazón  se  atreve  á  profetizarlo! 

Ah!  yo  he  contemplado  á  este  siglo  que  desciende;  ¿y  qué 
he  visto,  Dios  mió?  un  mundo  desolado,  lleno  de  corazones 
amantes,  fraternales,  generosos,  que  pudecen  un  malestar  in- 
menso y  no  saben  dónde  descansar:  he  visto  en  el  fondo  de 
esos  corazones  el  amor  agitándose  con  ansiedad,  con  tristeza, 
por  no  decir  con  desesperación:  He  sentido  psisar  un  soplo 
universal  que  tras  algo  aspiraba;  soplo  suave  y  terrible,  fe- 
cundo y  borrascoso  á  un  mismo  tiempo!  ¿Y  qué  es  eso?  mi- 
llones de  corazones  que  se  han  apartado  de  su  centro  y  di- 
cen al  pasar  en  medio  de  sus  desordenados  movimientos: 
"Queremos  amar,  pero  no  encontramos  el  amor."  ¿Se  ha 
sentido  jamas  como  en  nuestros  tiempos  en  la  atmósfera  de 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  535 

las  almas  la  respiración  del  amor?  del  amor  que  sueña,  del 
amor  que  padece,  del  amor  que  se  Vamenta,  del  amor  que  se 
desespera,  del  amor  que  se  siente  morir  por  no  encontrar 
dónde  descansar  su  vida?  ^Se  ha  visto  jamas  como  en  nues> 
tros  tiempos  de  luchas,  conmociones  y  borrascas,  en  todas 
partes,  en  las  academias,  las  escuelas,  los  partidos,  los  cír- 
culos y  los  talleres,  tantos  predicadores,  buscadores,  orga- 
nizadores y  soñadores  de  amor?  ¿creéis  que  esa  respiración 
de  las  almas,  ese  soplo  de  los  corazones  y  esos  estremeci- 
mientos de  un  siglo  mas  conmovido  en  su  fondo  que  todos 
los  demasy  no  nos  anuncien  nada,  y  que  en  los  designios  de 
la  Providencia  todo  eso  no  deba  pasar  en  medio  de  nosotros 
sino  como  el  huracán  que  se  precipita,  sin  mas  vocación 
que  la  de  hacer  formar  un  torbellino,  á  su  paso,  al  polvo 

del  desierto? 

Ah!  Señores,  desengañaos.  Lo  que  la  Providencia  nos  trae, 
os  lo  digo  en  verdad;  es  una  renovación,  una  restauración, 
es,  en  fio,  un  inmenso  progreso  del  amor.  Sí,  pero  esa  res- 
tauración ¿cómo  se  verificará?  ese  progreso  ¿de  qué  modo  se 
llevará  á  cabo?  Ah!  por  el  poder  de  ese  amor  que  todo  lo 
restaura  en  los  cielos  y  en  la  tierra:  por  el  poder  del  amor 
de  Jesucristo. 

Cuando  veo  ante  mis  ojos  tantos  amores  como  se  extra- 
vian en  el  error,  se  precipitan  sobre  la  carne  ó  se  pierden  en 
el  vacío;  y  cuando  veo  otros  tantos  que  no  saben  adonde  van, 
me  digoá  mí  mismo,  en  un  arranque  de  amor  fraternal  y  de 
ambición  apostólica:  Oh!  si  todos  esos  amores  viniesen  áese 
foco  de  todo  amor!  S:  esos  vientos  que  conmueven  la  tierra 
conspirasen  todos  juntos  para  traer  de  nuevo  todos  esos  co- 
razones á  su  centro,  es  decir  al  corazón  de  Jesucristo;  ¡gran 
Dios!  ¡qué  cambios  er  los  hombres,  y  qué  restauración  en  las 
cosas!  qué  ascensión  en  lan  almas,  qué  armonía  en  los  cora- 
zones, qué  fuerza  en  la  sociedad  y  qué  progreso  en  la  huma- 
nidad! Me  digo  á  mí  mismo,  contemplando  el  corazón  abier- 
to de  Jesucristo,  habitáculo  vivo  del  amor:  ,Si  todos  nues- 
tros corazones  estuviesen  allí,  en  tornddel  sagrado  Corazón; 
centro  de  la  vida  de  Cristo  y  del  progreso  cristiano!  ¡Si  es- 
tuviesen allí,  prontos  á  seguir  el  movimiento  que  lo  impul- 
sa á  él  mismo! ¡qué  porvenir,  gran  Dios! Ah!  es  un 

ensueño  quizá;  mas  vosotros  me  lo  perdonareis;  sueño  en 
vuestra  grandeza,  en  vuestra  dicha;  y  sueño  en  el  corazón 
de  aquel  á  quien  amo,  en  vuestro  cielo  sobre  la  tierra.  Per- 
donadlo, es  un  ensueño  de  amigo,  es  un  ensueño  de  herma< 
no;  es  un  ensueño  de  ap^st^)!  también;  y  mi  Dios  que  me  lo 


63% 


LA  VERDAD  CATÓUCA. 


envía  me  dice  acá  en  el  corazdn  que  eae  ensueño  puede  lle- 
gar á  ser  en  breve  y  será,  si  no  para  todos  al  menos  para  el 
mayor  número,  la  realidad  que  apetezco. 

¡Oh  Dios!  vos  queréis  que  arrastremos  á  los  corazones  por 
el  poder  del  vuestro;  y  como  en  otro  tiempo,  habéis  dtoíio: 
¿A  quién  enviaré?  Quem  mitlanít  mi  corazón  os  ha  contestado: 
¡Heme  aquí,  oh  Maestro!  enviadme:  Ecce  <^9,  müte  m«!  (1). 
Creo  en  el  poder  de  vuestro  amor  para  triunfar  del  coraron, 
de  los  hombres;  dad  su  fuego  á  mi  corazón,  su  llama  á  mi  pa- 
labra, y  enviadme:  Ecce  ego,  milte  me.  Si  no  á  todos  arrastro, 
arrastraré  á  una  parte,  generosa  y  capaz  de  dar  el  impulso 
á  la  otra  parte;  y  ojalá  que  esa  minoría  haga  ver,  con  el  mi- 
lagro de  su  amor  y  el  prodigio  de  su  engrandecimiento  mo- 
ral, que  el  progreso  por  medio  del  cristianismo  es  lo  que 
hemos  llamado:  el  amor  de  Jesucristo  reinando  en  los  cristianos. 

(Trad.  por  R.  A.  O.) 


(1)  iMíM,yi,  s. 


AHOR  T  RESPETO  DEBIDOS  A  LA  IGLESIA. 


I. 


No  hay  cosa. mas  común  en  los  tiempos  que  alcanzamos 
que  encontrar  sujetos  que  protestando  mirar  con  gran  res- 
peto y  aun  suma  veneración  la  institución  sacrosanta  fun- 
dada por  nuestro  Señor  Jesucristo  cuando  vino  á  la  tierra 
— la  Iglesia  en  una  palabra —  no  pierden,  sin  embargo,  occi- 
sión alguna  de  cubrir  de  desprecio  á  sus  ministros,  comen- 
zando por  su  augusta  cabeza,  declarando  que  esa  misma  Igle- 
sia ha  perdido  su  virtud  y  santidad,  y  que  si  bien  pudo  con- 


LA  VERDAD  CAT6uCA.  537 

venir  en  siglas  de  ignorancia  y  de  tinieblas,  no  se  halla  hoy 
á  la  altara  del  siglo,  con  tan  poca  modestia  Uancado  del  pro- 

Sreso.  Cómo  se  avenga  aquel  aparente  respeto  con  tan  osa- 
a  declaración,  es  lo  que  no  acertamos  á  comprender. 
Si  nos  detenemos,  no  obstante,  un  momento  á  pensar  en 
asunto  de  tamaña  importancia,  no  tardaremos  en  descubrir 
que  siendo  la  Iglesia  nuestra  madre,  y  habiéndonos  dado  á 
luz  en  medio  de  las  lágrimas  y  la  sangre,  pues  su  destino  ha 
sido  siempre  verse  mas  ó  menos  combatida,  estamos  obliga- 
dos  á  amarla  con  amor  entrañable.  Pero  ademas  de  ese  amor, 
6  mejor  dicho,  como  consecuencia  de  ese  mismo  amor,  le 
debemos  un  grandísimo  respeto,  proporcionado  á  lo  elevado 
délas  funciones  que  para  con  nosotros  desempeña  desde  la 
cuna  hasta  el  sepulcro,  y  á  la  divinidad  del  supremo  Funda- 
dor, que  al  morir  sobre  la  cruz  nos  la  dejó  como  madre, 
maestra  y  guia  en  este  mundo,  y  para  que,  por  medio  de  su 
enseñanza,  ritos  y  sacramentos,  nos  abriese  las  puertas  déla 
eterna  gloria. 

Estas  verdades  parecen  quedar  demostradas  con  solo  enun- 
ciarlas, y  sin  embargo,  tal  es  por  desgracia  la  propensión  del 
corazón  humano,  á  alejarse  de  aquello  que  de  él  exige  sacri- 
ficios, auna  trueque  de  grnndfsimas  ventajas,  que  creemos 
no  estará  demás  discurrir  algún  tanto  sobre  ese  amor  y  res- 
peto debidos  á  nuestra  santa  madre  la  Iglesia. 

Cuando  nuestras  madres  naturales,  después  de  un  período 
de  angustias  y  dolores,  logran  al  fin  darnos  á  luz,  rodéan- 
nos  de  toda  clase  de  cuidados,  sin  que  su  solícita  atención 
desmaye  un  instante  en  ¡a  ardua  tarea  de  nuestra  conserva- 
ción. Mas  adelante,  libres  ya  d(^  los  peligros  déla  primera 
infancia,  predígannos  nuestras  madres  las  primeras  enseñan- 
zas que  deben  prepararnos  á  adquirir  posteriormente  los  co- 
nocimientos con  que  se  ha  de  robustecer  nuestro  entendi- 
miento, pero  conocimientos  que,  no  tememos  asegurarlo, 
caerían  en  gran  parte  sobre  un  terreno  estéril,  si  nuestros 
tiernos  corazones,  cual  tierra  nueva  y  próxima  á  sembrarse, 
no  hubiesen  recibido  antes  los  solícitos  y  amorosos  cuidados 
maternos.  De  aquí  el  cariño  con  que  las  miramos  desde 
que  comenzamos  á  tener  uso  de  razón,  cariño  instintivo 
y  que  por  largos  años  les  profesamos  sin  darnos  cuenta  de  él; 
pero  cariño  también,  menester  es  confesarlo,  que  raras  veces 
se  iguala  al  que  nos  tienen  nuestras  madres. 

Algo  análogo,  aunque  en  un  orden  muy  superior,  nos 
acontece  con  la  Iglesia.  Si  nuestras  madres  naturales  nos  dan 

VIL— 68 


538  LA  YBEDAD  CATÓLICA. 

la  vida  del  cuerpo,  la  Iglesia,  iostítuida  por  el  Redentor  de 
la  humanidad  eaida,  nos  devuelve  la  vida  de  la  gracia,  mis- 
teriosamente perdida  para  todos  nosotros  por  la  culpa  de 
Adán  y  Eva.  Desde  el  momento,  en  efecto,  en  que  el 
agua  del  bautismo  cae  sobre  nuestras  frentes,  nace  en  no- 
sotros el  hombre  nuevo,  y  desechadas  las  reliquias  del 
Eecado  original,  adquirimos  una  nueva  vida,  y  nos  hacemos 
erederos  del  reino  de  los  cielos.  ¡Pero  cuan  poco  dura,  por 
nuestra  propia  culpa,  ese  estado  de  perfección  en  que  ha- 
bia  vuelto  á  colocarnos  nuestra  amorosa  madre!  Al  pecado 
original,  herencia  de  nuestros  primeros  padres,  no  tarda  en 
suceder  el  pecado  actual,  que  borrando,  por  lo  menos  hasta 
donde  de  nosotros  depende,  el  sello  de  pureza  que  nos  habia 
impreso  el  santo  bautismo,  vuelve  á  abrirnos  las  puertas  del 
infierno,  hasta  que  la  misma  cariñosa  madre  — la  Islesia — 
nos  acoge  en  sus  amorosos  brazos,  y  por  medio  del  sacra- 
mento de  la  Penitencia  verifica  vuestra  reconciliaciou  con 

el  Padre  celestial,  gravemente  ofendido .  Pero  ¿á  qué 

proseguir  la  relación  de  los  grandiosos  favores  que  á  sus  hi- 
jos prodiga  la  Iglesia?  ¡No  permita  Dios  que  seamos  ingratos 
hasta  tal  punt^  que  tan  pronto  los  hayamos  olvidado!  Pero 
en  vista  de  ellos  ¿no  podemos  asegurar  que  si  á  nuestr^is  ma- 
dres según  la  naturaleza  somos  deudores  de  toda  nuestra  gra- 
titud y  amor  por  los  incesantes  cuidados  y  atenciones  con 
que  nos  rodean  en  el  curso  de  nuestra  existencia,  á  nuestra 
madre  en  el  orden  de  la  gracia,  á  la  Iglesia,  debemos,  por 
lo  mismo  que  nos  otorga  favores  de  una  especie  muy  supe- 
rior á  la  de  aquellos,  un  amor  ilimitado  que  solo  habrá  de 
ser  superado  por  el  que  tributemos  á  nuestro  Dios  y  Señor? 

II. 

De  lo  que  en  el  párrafo  anterior  dejamos  dicho  acerca  del 
amor  que  debemos  á  la  Iglesia,  pudiéramos  deducir  desde 
luego  la  necesidad  en  que  estamos  de  tenerle  veneración  y 
respeto.  No  se  concibe,  en  efecto,  el  amor  por  parte  de  un 
inferior  hacia  su  superior  sin  que  á  ese  mismo  amor  vaya 
unido  el  respeto.  Sin  este  no  tardaria  en  desaparecer  aquel. 
Ahora  bien:  que  la  Iglesia,  nuestra  madre  y  nuestra  maestra 
desde  que  llegamos  al  mundo,  sea  superior  á  nosotros,  es  co- 
sa que  no  necesita  demostración. 

Pero  también  podemos  aducir  otras  razones  poderosísimas 
en  apoyo  de  nuestro  aserto.  Designada  por  Dios  mismo  para 
enseñar  á  todas  las  naciones  cuando  dijo  á  sus  apóstoles  y  en 


liA  tBRDAD  CATÓLICA.  ^  689 

elloÉ  á  sus  Éucédores:  Euntesdócete  omne»  gentes  (1)  — Id  y  en- 
señad á  todas  las  naciones,  estamos  obligados  á  oirta  con  el  ' 
mismo  respeto,  con  igual  veneración  que  si  nos  hablase  el  mis- 
mo Jé^u  cristo^. 

Otra  laieultad,  mas  grande  si  cabe  que  la  de  instruir  á  to- 
das }afi  gentes,  itré  dada  á  la  Iglesia  por  nuestro  divino  Re- 
déntoir  en  la  persona  de  s<u  primer  Vicario,  S.  Pedro:  **A  tí 
dat'élas  llaves  del  reino  de  los  cielos.  T  todo  lo  qne  Irgares 
sobre  la  tiétra,  libado  será  en  los  cielos,  y  todo  lo  que  desa- 
tares sobre  la  tierra,  será  desatado  en  los  cielos  (2)."  ¡Oh 
prerogativa  sin  ignal  concedida  por  el  Salvador  del  ótundo 
¿  su  inmaculada  esposa  la  Iglesia!  ¿Y  cuál  no  debe  ser  nues- 
tro téspetio  y  admiración  hacia  ese  cuerpo  augusto,  del  cual 
formamos  paVte,  y  al  cual  prometió  Je^cristo  que  estaria 
con  él  hasta  la  consumación  de  los  siglos  (3)? 

Mas  éi  dejando  á  un  lado  esaís  consideraciones  de  un  orden 
tan  superior  miramos  por  un  momento  á  la  Iglesia  con  ojos 
puramente  humanos  ¿cuál  no  habrá  de  ser  también  nuestra 
admiración,  nuestro  respeta?  Fundada  antes  que  todas  las 
monarquías  hoy  existentes  sobre  la  tierra,  subsiste  después 
que  las  que  fueron  contemporáneas  de  su  establecimiento 
han  desaparecido  de  sobre  la  haz  de  la  tierra,  y  según  la  pro- 
funda reflexión  de  un  sabio  escritor  protestante,  Lord  Ma- 
caulay  (4),  lleva  trazas  de  exiotir  cuando  las  mas  poderosas 
naciones  que  hoy  causan  nuestra  admiración  hayan  ido  á 
reunirse  con  las  que  las  precedieron  en  el  hondo  abismo  de 
la  eternidad.  Esto,  que  para  el  célebre  lord  era  una  proba- 
bilidad, tiene  para  nosotros  todos  los  elementos  de  la  mas 
completa  certeza. 

Las  mismas  desgracias  de  la  Iglesia,  las  persecuciones  que 
desde  los  primeros  tiempos  del  cristianismo  hasta  nuestros 
propios  dias  ha  sufrido,  la  hacen  acreedora  á  nuestros  ma- 
yores respetos.  ^Qué  cosa  mas  augusta  que  una  inmensa  des- 
gracia áignamente  sobrellevada?  ¿Y  quién  supo  jamas  como 
la  Iglesia  soportar  con  dignidad  nunca  desmentida  las  con- 
trariedades que  de  continuo  le  ha  suscitado  y  sigue  susci- 
tándole el  espíritu  de  las  tinieblas? 

Sucede,  por  otra  parte,  con  ella  lo  que  jamas  acontece  á 
ningún  ser  racional  6  ente  moral.  El  hombre,  en  efecto, 
el  rey  de  la  creación,  pierde  con  los  años  su  primitivo  vigor, 

(i;  S.  Mateo.  XXVIII,  19. 

(2)  S.Mateo,  XVI,  19. 

CA  8.  Mateo,  XXVIII,  20. 

(4;  Sdinborgh,  Reriew. 


640  LA   VERDAD  CAT6UCA. 

vaelve  en  cierta  énoca  de  la  7ida  á  su  primera  edad*  y  por 
consiguiente  pierde  también  por  mas  que  haga,  algo  del 
respeto  que  en  la  edad  viril  Re  le  tributaba.  Las  enfermeda- 
des también  le  aquejan  y  tienden  á  debilitarlo,  y  perdida 
quizá  la*  razón  por  uno  de  esos  decretos  de  la  eterna  sabidu- 
ría que  no  nos  es  permitido  comprender,  cesa  al  punto  esa 
sublime  majestad  que  parece  habiBr  impuesto  el  mismo  Dios 
en  la  frente  del  hombre —  .Lo  que  aquí  decimos  de  este  en 
particular,  pudiéramos  asegurarlo  con  igual  certeza  de  toda 
sociedad,  que  no  pasa  de  ser  al  cabo  sino  un  conjunto  de  hom- 
bres. Tanibien  ellas  tienen  su  época  de  decadencia,  como 
los  simples  mortales;  como  á  estos,  también  les  sorprende 
la  muerte;  causándonos  á  veces  verdadero  pavor  el  leer  en 
la  historia  el  miserable  y  triste  fin  de  las  mas  afamadas  na- 
ciones. 

Nada  de  esto  ocurre,  lo  repetimos,  con  la  Iglesia  Católica. 
Fundada  desde  un  principio  con  todos  los  elementos  necesa- 
rios para  su  conservación  y  el  buen  desempeño  de  la  eleva- 
da misión  que  le  fué  confiada,  no  le  faltará  la  asistencia  di- 
vina en  toda  la  duración  del  tiempo,  y  mas  allá  de  éste,  sub- 
siste y  subsistirá  gloriosa  é  inmortal  en  la  gloria.  He  aquí, 
pues,  un  nuevo  y  poderosísimo  motivo  de  respeto  para  no- 
sotros: la  incorruptíbilidad  y  eterna  duración  de  la  Iglesia. 

Queremos  limitarnos  á  las  razones  expuestas,  aunque  bien 
podríamos  extendernos  al  tratar  esta  materia.  Con  una  ob- 
servación deseamos,  sin  embargo  terminar,  como  consecuen- 
cia de  cuanto  llevamos  dicho. 

Amor  y  respeto  debemos  á  la  Iglesia.  ¿Y  no  se  deduce  de 
aquí  que  también  estamos  en  la  imprescindible  obligación 
de  presteLvle  obediencial  Puesto  que  reconocemos  su  superio- 
ridad sobre  nosotros,  puesto  que  no  se  nos  ocultan  los  mu- 
chos é  importantes  motivos  que  tenemos  para  amarla  y  res- 
petarla ¿no  estamos  en  el  caso  de  escuchar  su  voz,  de  acatar 
sus  mandatos,  cumplir  con  sus  disposiciones  y  condenar  y 
anatematizar  cuanto  ella  ha  condenado  y  anatematizado, 
así  como  aprobar  todo  aquello  que  por  ella  baya  sido  apro- 
bado? 

Y  sin  embargo,  muy  pocos  cristianos  observan  tan  juicio- 
sa conducta.  Admiten,  es  verdad,  en  unas  cosas  las  decisio- 
nes de  la  Iglesia,  p  >ro  en  otras  prescinden  completamente 
de  su  divina  enseñanza,  cuando  no  la  reprochan  abierta- 
mente. 

¡Lejos  de  nosotros  semejante  inconsecuencia!  Seanhos  ca- 
tólicos de  corazón:  católicos  de  nombre  y  católicos  en  los  he- 


LA  VKRDAD   CATÓLICA.  541 

chos,  de  modo  que  cuando  para  nosotros  llegue  el  trance  fa- 
tal por  donde  todos  hemos  de  pasar,  podamos  decir  con 
veraad: 

He  amado  á  la  Iglesia,  la  he  respetado,  y  he  obedecido 
sus  mandatos. 

R.  A.  O. 


LA  filosofía  moderna. 


Ha  llamado  justamente  la  atención  de  todas  las  personas 
de  sanos  principios  y  verdaderamente  religiosas  el  discurso 
pronunciado  por  el  Sr.  Catedrático  de  la  Escuela  General 
Preparatoria  D.  José  G.  de  Arboleya  el  día  29  de  Setiem- 
bre próximo  pasado,  y  publicado  en  la  Qaceta  de  la  Habana 
de  3  del  actnal.  Las  ideas  expresadas  en  el  referido  discurso, 
que  no  nos  fué  posible  oir  y  de  que  no  tuvimos  noticia  has- 
ta su  publicación  en  el  periódico  oficial,  son  las  que  debian 
esperarse  de  un  profesor  católico  encargado  de  comunicar  á 
la  juventud,  ávida  de  conocimientos,  las  nociones  cientíBcas 
que  mas  adelante  habrán  de  permitirle  desempeñar  con 
acierto  las  importantes  carreras,  cuyos  servicios  reclama  el 
estado  aotual  de  nuestra  civilización. 

PintM«la8  disolventes  teorías  á  que  ha  dado  lugar  en  to- 
das partes  el  estudio  de  una  fílosoña  racionalista  en  contra- 
posición á  los  benéficos  ó  por  lo  menos  inocentes  resultados 
que  dan  de  sf  los  conocimientos  científicos  que  se  adquieren 
en  establecimientos  como  la  Escuela  General  Preparatoria 
de  esta  ciudad,  nes  parece  ser  el  fin  que  se  propuso  el  Sr.  de 
Arboleya  en  su  discurso  á  la  escogida  concurrencia  que  acu- 
dió á  presenciar  el  acto  solemne  de  la  distribución  de  pre- 
mios hecha  á  los  alumnos  de  dicha  escuela  é  inauguración 
de  los  cursos  correspondientes  al  año  de  186 J -1862.  Volve- 
mos £  repetirlo:  el  referido  discurso  ha  dejado  plenamente 


54Í3  LA  VEftDAD  CAT6UGA. 

compTacidas  á  Tas  personas  senáatas  qae  lo  oyeron  6  lo  tiáo 
leidó,  y  aun  si  iello  nos  creyéramos  aatorízados,  manifesta- 
ríamos la  satisfacción  con  que  nuestro  querido  Prelado  faa 
visto  las  ideas  eminentemente  católicas  vertidas  en  so  com- 
posición oratoria  por  el  Sr.  Arboleya. 

Pero  citemos  algunos  de  los  rasgos  del  discurso  á  que  nos 
contraemos.  Mas  que  nuestros  elogios  hará  comprender  á  los 
lectores  de  La  Verdad  Católica  el  mérito  del  discurso  del  Sr. 
Arboleya  la  extensa  cita  que  vamos  á  hacer: 

''Cuando  se  compara  la  civilización  actual  con  la  de  los 
siglos  precedentes,  no  puede  menos  que  formarse  un  elevado 
concepto  del  progreso  de  la  humanidad,  medido  por  el  grao- 
de  abismo  que  nos  separa  de  la  edad  media;  pero  retroce- 
diendo hacia  la  antigüedad  la  comparación  rebaja  aquel  con- 
cepto, el  abismo  de  separación  reduce  sus  proporciones,  y 
bajo  ciertos  puntos  de  vista  pareee  basta  que  hemos  retro- 
gradado. Miguel  Ángel  y  el  Tasso  no  son  mas  que  restaura- 
dores: su  época  se  I  lama  del  renaümienco.  ¿Qué  pudiera  envi- 
diar Homero  á  nuestros  mas  grandes  poetas?  ¿Cuál  de  nues- 
tros pintores  desdeñaría  el  paralelo  con  Apeles?  jQué  ora- 
dor moderno  sentiría  igualarse  á  Demóstenes?  ¿Qué  médico 
á  Hipócrates,  qué  letrado  á  Cicerón,  qué  teólogo  áS.  Pablo? 

''¿Negaremos,  pues,  el  progreso  de  la  humanidad,  o  con- 
sistirá este  en  que  los  conocimientos  humanos,  vinculados 
antes  en  pocos,  se  han  difundido  ó  vulgarizado? 

"Distingamos.  Las  ciencias  matemáticas  y  naturales  ofre- 
cen patentes  progresos  en  todos  sentidos.  En  ^osofía  suce- 
de otra  cosa.  La  lógica  es  inmutable,  la  estética  tiene  un 
pulimento  de  que  carecia  en  la  edad  media;  la  ética  de  hoy 
es  superior  á  la  de  la  antigüedad.  Pero  la  ideología,  la  psico- 
logía, nuestros  sistemas  filosóficos  propiamente  dichos  son 
iguales,  si  no  inferiores,  á  los  de  las  edades  precedentes.  Es 
porque  la  razón  humana  tiene  sus  limites:  dentro  de  ellos 
adelanta,  traspasándolos  se  extravia. 

"Brevesejemplos  justificarán  esta  idea  que  escandalizará 
á  muchos:  Copérnico,  apoderándose  de  una  idea  de  Teofras- 
to,  la  estudia,  la  desenvuelve,  y  formula  un  sistema  univer- 
sal que  sirve  de  cimiento  al  grandioso  edificio  de  la  cosmolo- 
gía moderna.  Colon,  explotando  las  fábulas  de  la  geografía 
oriental,  descubre  un  nuevo  mundo.  He  aquí  el  progreso 
científico. 

"Pero  Condillac  queriendo  resucitar  á  Aristipo  y  Epicuro 
convierte  al  hombre  en  estatua:  Cousin  procurando  reunir 


LA  VERDAD   CATÓLICA  643 

las  verdades  dispersas,  construye  un  monstruo  abigarrado, 
un  arlequin  carnavalesco,  legítimo  representante  del  espíri- 
tu de  secta  con  que  la  tolerancia  y  el  libre  examen  han  frac- 
cionado  la  comunión  cristiana.  He  aquí  el  retroceso  filosó- 
fico. 

"Los  filósofos  alemanes,  tan  fascinadores,  tan  admirados 
de  la  juventud  actual,  no  tienen  otro  mérito  que  haber  bar- 
nizado, por  decirlo  así,  las  teorías  de  los  idealistas  y  materia- 
listas helénicos,  procurando  conciliar  con  una  pureza  de  doc- 
trina moral  superior  á  la  del  mismo  Sócrates  el  sensualista 
escepticismo.  Si  prescindimos  de  esa  pureza  de  principios 
de  que  se  reviste  la  idea  moderna,  nada  descubro  aceptable 
en  la  filosofía  alemana.  La  negación  de  la  realidad  que  redu- 
ce el  mundo  á  una  ilusión  de  los  sentidos  no  puede  admitir- 
se sino  como  una  insigne  locura:  el  panteísmo  que  deifica  la 
materia  no  puede  mirarse  sin  horror,  ün  Dios  cuya  alma 
asocia  en  sí  misma  el  genio  y  castidad  de  Üaton  y  Franklin 
á  los  instintos  brutales  de  Óalígula  y  Rosas;  un  Dios  que 
hiede  en  los  fermentos,  rebusna  en  el  asno,  comeen  el  antro- 
pófago, estrangula  en  el  verdugo  y  se  deleita  en  los  lupana- 
res es  una  monstruosidad  mayor  que  los  mas  monstruosos 
grupos  mitológicos.  Prefiero  adorar  á  los  dioses  del  Olimpo, 
prosternarme  con  Sesóstris  ante  el  buey  Apis,  arrodillarme 
con  el  indio  americano  ante  el  ardiente  sol  de  los  trópicos. 

"Poca  penetración  se  necesita  para  comprender  que  una 
filosofía  creadora  de  taicMp  monstruosidades  no  ha  podido  ser 
el  manantial  purísimo  en  que  bebieron  sus  sectarios  los  prin- 
cipios de  justicia  y  amor,  de  igualdad  y  fraternidad  que  res- 
petan é  invocan  en  medio  de  sus  extravíos;  y  como  esos  prin- 
cipios son  los  que  constituyen  el  progreso  en  el  orden  moral, 
dedúcele  que  nada  debe  este  á  la  filosofía  moderna.  T  en 
efecto  antes  que  ella  existiese,  antes  que  la  fisiología  hubiese 
demostrado  la  unidad  de  la  especie  humaua,  el  Evangelio 
babia  destruido  los  límites  respetados  por  Aristóteles  entre 
la  raza  libre  y  la  esclava;  las  desigualdades  creadas  por  la  ti- 
ranía entre  el  fuerte  y  el  débil,  entre  el  hombre  y  la  mujer; 
y  analizado  la  horrible  confusión  en  que  el  egoismo  tenia  la 
justicia  con  la  conveniencia,  el  derecho  cotí  la  fuerza,  la  be- 
lleza física  con  la  moral.  £1  cristianismo  es  quien  predican- 
do la  igualdad  ante  Dios  ha  derribado  los  cimientos  de  la 
servidumbre,  quien  humillando  á  los  poderosos  ha  hümuni- 
zado  las  legislaciones,  quien  erigiendo  altares  á  las  virtudes 
las  ha  elevado  en  la  consideración  de  los  hombres  sobre  pe- 
destales que  el  orgullo  humano  solo  destinaba  al  saber,  al 


544  LA  VKKDAD  CATÓUGA. 

valor,  á  ia  fuerza.  El  cristianismo,  6  mas  bien  el  catolieunno, 
es  quien  apoderándose  de  los  instintos  innatos,  y  por  Ip  tan- 
to, indestructibles  del  hombre  h&cia  lo  maravilloso,  hacíala 
idolatría  y  hacia  la  apoteosis,  para  enderezarlos  á  su  verda- 
dero fin,  á  un  solo  Dios  Omnipotende,  ha  hecho  á  la  civili- 
zación las  magníficas  conquistas  que  aplauden  los  mismos 
que  le  increpan  por  sus  santos,  sus  milagros  y  sus  funerales. 
¿Han  comprendido  por  ventura  la  influencia  moral  de  enal- 
tecer sobre  conquistadores  que  asolaron  al  mundo,  á  humil- 
des héroes  de  caridad  y  abnegación  como  Juan  de  Dios  y 
Vicente  de  Paul?  Si  esa  forma  del  culto  de  la  virtud  que  es 
el  culto  de  Dios,  se  llama  fetichismo,  á  orgullo  tengo  confe- 
sarme idólatra,  inclinándome  reverente  ante  los  altares  de 
mis  padres. 

'^No  aplaudo  el  fanatismo,  detesto  la  superstición:  contra- 

Í^éndome  á  la  doctrina  hago  la  apología  del  dogma,  defiendo 
a  fe. 

<'Y  la  defiendo  por  considerarlo  un  deber  del  que  la  profe- 
sa en  presencia  de  los  grandes  estragos  que  hace  la  reforma 
militante  contra  ella.  Mientras  en  los  pueblos  católicos  laá 
clases  tienden  á  confundirse,  á  nivelarse;  mientras  en  ellas 
el  menesteroso  y  aun  el  esclavo  se  acercan  sin  cesar  al  mag- 
nate y  al  señor,  en  los  pueblos  protestantes  es  cada  vez  mas 
profunda  la  sima  que  los  separa.  Y  no  puede  ser  de  otro  mo- 
do: el  protestantismo  cuidándose  únicamente  de  la  cabeza, 
olvida  el  corazón:  el  catolicismo  negando  la  omnipotencia 
de  la  razón  hurpana  la  subordina  al  corazón.  Aquel  para  cul- 
tivar la  inteligencia  y  hacerla  soberanamente  libre,  exprinie 
la  viscera  del  sentimiento  y  le  agota:  este  para  conservarla 
húmeda  de  emociones  generosas,  pone  un  límite  al  orgullo 
humano,  á  la  ambición  egoista  del  cerebro. 

'*¿A  dónde  nos  lleva  ese  egoismo  que  descuella  como  un 
gigante  devastador  en  las  tres  cuartas  partes  del  mundo  ci- 
vilizado? Fácil  es  comprenderlo  viendo  las  tendencias  y  los 
esfuerzos  de  una  democracia  insaciable.  Escandalizada  de 
que  en  el  siglo  de  las  luces  haya  un  Pontífice  soberano,  no 
hay  medio  que  no  acepte  con  tal  que  tienda  á  derribarlo. 
Hacer  de  cada  soberano  un  pontífice  parece  un  contrasentido 
en  los  que  se  horrorizan  á  la  vista  de  uno  solo;  y  sin  embargo 
el  medio  se  propone  sin  temor  de  retrogradar  á  la  teocracia 
de  los  pueblos  bárbaros,  y  sin  escrúpulo  de  inconsecuencia. 
Haciendo  de  cada  soberano  un  pontífice,  un  mismo  golpe  bas- 
ta para  que  caigan  las  dos  autoridades  á  la  vez,  para  hundir 
la  monarquía  con  el  pontificado,  el  trono  con  el  altar.  Por 


LA  YKSDAD  CATÓLICA.  545 

otra  parte,  el  pontíEcado  aniversal  es  un  llamamiento  per- 
petuo á  la  anidad  4p  las  creencias,  á  la  fraternidad  de  las  na- 
clobes:  derribándole  se  dificultan  las  alianzas  internacionales: 
rotas  estas  alianzas,  la  federación  desatará  fácilmente  el  lazo 
nacional  que  liga  á  las  provincias;  el  municipio  independien- 
te romperá  la  unión  délos  pueblos,  el  matrimonio  civil  y  su 
inmediata  consecuencia,  el  divorcio,  disolverán  la  familia;  el 
comunismo  y  la  lascivia,  infiltrados  en  todas  partes  por  la 
novela  social,  consumarán  el  resto  de  esa  obra  vandálica  tan 
hábilmente  emprendida. 

^'Quiero  creer  que  sueño  ó  que  deliro;  pero  como  veo  me- 
dio realizada  esa  disolución  en  la  mayor  parte  del  continente 
americano  y  recien  iniciada  en  sus  mas  florecientes  territo  - 
ríos;  como  por  otra  parte  veo  en  Europa  ese  coloso  ham- 
briento, andrajoso  y  descreído  que  se  llama  Pauperismo, 
enardecida  la  frente  con  las  aspiraciones  de  una  inteligencia 
soberana,  exprimido  el  corazón  por  los  hierros  de  un  feudalis- 
mo inexorable,  excitado  el  apetito  cual  otro  Tántalo  con  el 
raudal  de  goces  cuya  perspectiva  incitante  le  exaspera;  co- 
mo le  veo  acechar  el  momento  de  la  venganza,  y  á  tantos 
sabios  publicistas,  á  tantos  prohombres  de  buena  ó  mala  fe, 
alentándole,  secudándole,  dirigiéndole;  reconozco  que  estoy 
despierto  y  tiemblo  por  la  humanidad." 

Tenemos  que  suspender  aquf  nuestra  larga  cita,  y  espera- 
mos que  lo  que  dejamos  trascrito  incitará  á  los  que  nos  lean 
á  conocer  el  resto  del  discurso,  notable  por  todos  conceptos. 
En  cuanto  á  nosotros  nos  concretaremos  á  felicitar  al  Sr.  Ar- 
boleya  por  su  luminoso  trabajo,  y  á  la  Escuela  General  Pre- 
paratoria, en  cuyo  seno  se  han  dejado  oir  tan  cristianas  co- 
mo oportunas  palabras. 

R.  A.  O 


VIL— 69 


646  Ul  VKaDAD  OATÓLICá. 

EZTCmiMI  A  LA  I0LE8IA  UmVERSAL 
del  oficio  y  misa  propl»  do  Saiil»  Angola  ~do  MérlcL 


Un  decreto  de  la  Sagrada  Congregación  ue  Ritos,  de  11 
de  Julio  de  1861,  extiende  á  la  Iglesia  Universal  el  oficio  y 
misa  propia  de  Sta,  Angela  de  Mérici,  qae  la  Santa  Sede  con- 
cedió desde  hace  largo  tiempo  á  algunas  ciudades  y  diócesis 
particulares. 

Hombres  verdaderamente  malvados  y  culpables  trabajan 
con  todas  sus  fuerzas  por  destruir  la  Iglesia  y  la  sociedad. 
Depravar  á  las  mujeres,  á  las  jóvenes  sobre  todo,  es  uno  de 
los  medios  que  se  emplean  con  mas  persistencia  é  infamia. 
Importa,  pues,  apelar  de  un  modo  especial  á  la  protección  y 
al  mérito  de  los  santos,  á  fin  de  preservar  del  contagio  del  vi- 
cio y  del  error  al  sexo  que  tan  eficaz  influjo  ejerce  sobre  la 
educación  y  las  costumbres.  Semejante  al  lirio  cercado  de 
espinas,  Santa  Angela  de  Mérici  representó  en  esta  tierra  la 
pureza  y  belleza  de  los  ángeles.  Animada  de  la  mas  viva 
piedad,  visitó  los  santos  lugares  de  Palestina  y  fué  en  seguida 
á  Roma  á  venerar  los  sepulcros  de  los  santos  apóstales  Pedro 
y  Pablo.  Allf  se  sintió  inspirada  á  trabajar  en  la  educación 
de  las  niñas  á  fin  de  sustraerlas  del  viento  pestilente  del  pro- 
testantismo, que  en  aquella  época  reinaba  en  el  norte  de 
Italia.  Fundó,  pues,  á  su  regreso  á  Brescia,  un  nuevo  insti- 
tuto bajo  la  protección  y  el  nombre  de  Santa  Úrsula,  vír- 
f^en  y  mártir,  y  que  se  propone  enseñar  los  rudimentos  de 
a  fe  á  las  niñas,  asf  ricas  como  pobres,  y  formarlas  para  la  vi- 
da casta  y  púdica  y  las  ocupaciones  del  sexo  femenino.  La 
bendición  divina  ha  fecundado  y  propagado  maravillosamen- 
te ese  instituto  en  todas  las  provincias  del  orbe  cristiano. 

Algunos  Cardenales  y  varios  Obispos  de  todas  las  regiones 
del  universo  católico  han  pedido  á  nuestro  santísimo  Padre 
el  Papa  la  extensión  del  oficio  y  misa  propia  de  Sta.  Angela 
y  su  inscripción  en  el  calendario  general  de  la  Iglesia  uni- 
versal, con  el  rito  doble-menor.  De  ahí  el  decreto  Urbis  et 
Orbis  promulgado  por  la  Sagrada  Congregación  de  Ritos. 

(Correspondance  de  Rome). 


LA  VERDAD  OATÓUGA. 


647 


DE  OFICIO. 

SECRETARIA  DEL  OBISPADO  DE  LA  HABANA. 

SaMrleUn  t tilanUrla  aM«rtapor  «I  Rxcdm.  é  lllno.  Br.  OMiM  á  faior  de 
lliMiitro  flantitlmo  Padre  Fl«  llMie. 


Rdoxion  de  las  persornis  y  cantidades  que  cada  una  ha  entregado 
para  el  expresado  objeto  en  esta  Secretaría  de  Cámara  y 
Qvbierno. 


Parroquia  de  ascenso  de  San  Juan  y  Martínez. 


Pi.    Ota. 


Suma  anterior....  56.414    56^ 


Pbro.  D.  Ramón  Bentin.. 

51 

ti 

D.  Javier  Malvar 

2.5 

tf  José  del  Campo 

25 

„  José  Gener 

25 

„  José  Brito 

25 

„  Lorenxo  Guerra 

25 

„  Domingo  Guardia-.... 

25 

„  Joan  Barbarás 

25 

..  José  AloneoT..r . . . .,* 

25 

„  A.  María  Rodrigues.. 

m 

„  Narciso  Soley 

2 

124 

„  Eduardo  Hernández.. 

2 

\2i 

„  Antonio  Diax 

2 

12^ 

„  Teodoro  Puentes 

2 

124 

„  Manuel  Robayna 

2 

12* 

Moreno  Juan  Martmes, . . 

2 

124 

D.  Rafael  Fundora 

2 

124 

„  LnisBaroeló 

2 

„  Antonio  Peres  Villegas 

2 

♦  1 

Doña  Juana  Rodríguez. .. 
D .  Laureano  Regalado.. . . 

2 

t| 

2 

ti 

„  José   Gutiérrez 

2 

tt 

La  Guardia  Civil  del  pue- 

blo  

D.Joséi  Perdigón 

Ldo.  D.  Jaan  Tomas 

*t 

11 

D.  Valentín  Sanchos 

91 

„  Juan  Rubio 

,t  Germán  Castro 

tt 

„  Pedro  Pit 

tt  Manuel  Bustamante.. 

tt 

Ps.    Cts. 


D,  José  María  Suarez  — 

„  Cipriano  Tagle 

,,  J.osé  Rodríguez 

„  José  María  Rodriguen. 

„  José  Abras 

Doña  Dolores  EUidríguez. 

„  Manuela  Rojas 

tf  Josefa  Mena 

„  José  Trueba 

„  Domingo  Gutiérrez... 

„  Antonio  Rodríguez... 

,,  Nicolás  Hernández... 

jf  Esteban  Miranda. 

Doña  Lugarda  Lesoano.. 
D.  Esteban  Rodríguez. . . . 
Doña  Pastora  Genzalez. . . 

,,  Rosalía  Soberado 

D.  Florentino  Rodrigues. 

„  Martin  Bauta... 

„  Manuel  Rabona 

„  José  María  Rabona.. 

,.  Joaquín  Rabona 

„  Pedro  Pérez 

, ,  Sebastian  Gómez 

Doña  Ana  Bento 

D.  Ajfustin  Cruz.... 

,,  Alanuel  Saavedra 

„  Juan  Barríonuevo.... 

„  Alonso  Fuentes 

„  José  Fonte...^ 

,,  Bernardino  Fonté 

„  Susano  Lopeí 


548 


LA  VERDAD  CATÓLICA. 

Pi.    Oto. 


Moreno  Loreto  Alvarez.- 
D.  José  Román 

„  Uburio  Vi»lil^9 

j,  Jqan  Gomi*!,     

BoBa  Niciwiit  itumoi 

D.  Dionisio  Morejon 

Doña  Juana  Bento 

D.  Fraiu! !*«'*» -^^^^'*^  

,,  Fruncí «íst^  Bt*^k» 

,,  jiinnOuaríliola 

.,  Rafael  Tamayo 

,,  Felipe  Fort 

f,  Diego  de  Armas 

,,  Fernando  Sánchez.,.. 

..  Juan  Esteva 

f,  Blnn  MondoTa-*. 

D<i5a  Liiííirda di?  Le^oa.-. 
D.  Franclseo  BaroEa 

u  RjiTOofl  Gutierreí*,... 
Doña  Petrijrxu  Rtnlrigüe*. 
D.  Francisco  de  ZayaJ...- 

«    T'^nLU' í'<''i!í  pimtTfirin... 

',  José  Vega 

„  José  Gutiérrez -- 

„  Juan  Francisco  Meras 

„  Leocadio  Feroz. 

„  Domi  II í£0  Marre ro 

„  Jaime  Bar«lb 

„  Jobé  Lazo  de  la  Vega. 

„  FraiiciBGO  Ru« 

„  GroRonoSiWtt 

„  Francia^o  Barceló  — 

,^  Luis  Morejon 

,,  José  Camero 

„  Ramón  Torres. 

„  Antonio    Fe;íiirro.... 

,.  Franciftco  Pnentea -. 

„  José  Simón t/astillo.. 
Moreno  Rafael  Puente... 
D.  Antonio  Rtidnguez,... 
Dona  Eflfnt^k  Morejon  .. 
D.  Jotté  Villaf ranea 

„  ilftrtki  Ou*^rrft .  

„  José  de  la  R-  Guerra.. 

„  Bernardo  de  León 

„  Quírino   Hernítndi^K-. 

^,  JUHÍo  Rodrijíuez 

.,  Miguel  pQfltitef...... 

Efcrm  DoJoreí*  rrib^llí^ro.. 
D,  Diego  Salí  CuMeron.. 

,,  Clemente  itodniínez.. 
Uoña  Juana  MJ  Lugarda.. 

D.  Aütonio  Acosta 

Dofia  retrona  Díaz 

D.  Fílíjt  Rodriünez  ----* 
Doña  Ciinnen  Ó.mEalez-, 
J>.  Francisco  Rodríguez. - 

„  Franciioo  Sai*  Calde- 


80 
75 
75 
75 
75 

r>ü 

50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 

50 
50 
50 


Ps,    Cta. 


ron 

„  Manuel  Marrero 

,,  Bianuel  Esteban  Rabé. 

„  Joaé  Perit 

„  Miguel  Pérez 

„  Juan  Biuta    

„  Buenaventura  Felice.. 

Un  deruto  

Dt*ñ*  Dülore*  Porei 

D.  Antonio  L^»n  .  - .  - 

„  Diego  Áéí  EeaU 

„  Aiilonio  Regalado 

„  Renitíi  Garriga. 

„  FrancTSí'O  Zflyn«  Igle- 
sias  

Doña  María  d  i  Jesús  Soto 
D.  Zeferino  Alvarez 

,.  Narciso  Porta.      ....  • 

,,  Joan  de  la  Campa 

Dofia  Dolores  Loreto  de 

Mena 

D,  JoȎ  Forteta, 

,,  Antonio  Mena 

,.  Ant**iiÍo  do  la  Campa,. 

„  Andrés  Duran 

,.  Jacinto  Roíg...- 

„  Juíii'  Jesujs  Mean 

„  Claudio  Padrino 

„  Tomás  Arencibia 

Moreno  Mfttlag  Pert-z     .. 

Moreno  José  Morcón 

Moreno  Gavíoo  Pnato.. .  - 
Moreno  Matías  Morajon.. 
D.  Juan  Moreno 

„  Gerónimo  MooHeco  .. 

„  jaciuto  Castillo 

„  Eulogio  Diaz 

„  José  Belén  Quintana.. 
Moreno  Domingo  Arenci- 
bia.   

Pardo  Perfecto  Ramo*- . . 

D.  Manuel  Peua,        

Morena  Encarnación  Pé- 
rez  

D,  SebaAtiflD  Gomalei. .. 

„  Martin  Dia^ 

,.  Pedro  Fon  ti?..     .----- 

„  Nazario  Torres 

„  Antonio  Rodríguez... 

„  Luis  Brito 

„  José  Montano ... 

Morena  Petrona  Valdrá.. 
D.  Qüinno  Regalado.  ... 

„  JoBé  García 

„  Jnan  Broy 

„  Ramón  Nuñez 

„  Anselmo  Beazcoecbea. 

„  Jaime  Caní 

„  Francisco  Sánchez... 


50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 

50 
50 
50 
50 
50 

50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 
50 

50 
50 
40 

40 

40 

40 

40 

40 

40 

32é 

30 

30 

25 

25 

25 

25 

25 

25 

25 


LA 

VBBDAD  CATÓLICA. 

649 

Ps.    Cts. 

Ps.    Cts, 

Doña  Francisca  Seycher. 

25 

D.  Francisco  Pérez 

30 

»,  Benita  de  León. . -  - 

25 
25 

n  Telmo  Ledo 

20 

D.  Tomas  Pérez 

Doña  Paula  Hernández.. 

20 

„  Bonifacio  Bu stamante. 

25 

M  Angela  Hernández 

20 

„  José  Obrcgon 

25 

,t  Rita  Hernández 

20 

„  Manuel  Silva 

25 

,,  Loreto  Hernández 

20 

Morena  Ignacia  Espinares 

25 

Doña  Nicolasa  Hernández 

20 

n.  Basilio  Fuentes 

25 

Moreno  Narciso  Hernán- 

,, Basilio  Nardis 

25 

dez 

20 

,.  Juan  Bautista  Zalaa.. 

25 

Ldo.  Florencio  Echenlque 

20 

„  Francisco  Orillana. . . . 

25 

Morena  Dolores  Alvarez.. 

20 

Doña  Coleta  Valdés 

25 

D.  Ignacio  Méndez 

M  José  Escobar 

20 

,,  Catalina  Valdés 

25 

20 

„  Nemesia  Reina 

25 

tt  Juan  de  Dios  Puentes. 

20 

„  Josefa  Diaz 

25 
25 
25 

M  José  Hernández 

tf  José  Romero 

20 

Moreno  Cristóbal  Santos. . 

20 

D.  Antonio  Abad  Puente. 

, .  Juan  de  Puentes 

20 

Moreno  Juan  Vicente  Gon- 

20 

zález 

25 

D.  Pedro  Silva 

20 

Pardo  Encamación  Marín. 

25 

„  Felipe  Rodríguez 

20 

D.  Vicente  Perer 

25 

,,  Zacarías  Puentes 

20 

,.  Manuel  Rodríguez 

25 

,,  Antonio  Valido 

20 

„  José  Benitez 

25 

„  Aptonio  Villafranco... . 

20 

,,  Baldomero  Sánchez... 

25 

„  Nicolás  Monterey 

20 

„  Francisco  Pastor 

25 

M  Estanislao  Zubizarreta 

20 

Moreno  José  Acauda 

25 

„  José  Bustamante 

20 

Doña  Isabel  Hernández.. 

25 

„  Faustino  Ruz 

20 

D.  Desiderio  Sandoval... 

25 

„  Ramón  Puentes 

20 

,,  José  Reyes 

25 

„  Buenaventura     Villa- 

,,  Salvador  Roy 

25 

franca 

20 

„  Mañano  Menendez. .. 

25 

„  José  Belén  Vega 

20 

„  José  Calero 

25 

„  Juan  García 

20 

,,  Buenaventura  Otaño.. 

25 

Moreno  José  Pina 

20 

„  Antonio  Borifos 

25 

D.  Joaquín  Menendez.... 

20 

„  Benito  MeiraM 

25 

„  Justo  Hernández 

20 

„    Francisco    Qonzalez 

„  Pedro  Rodríguez 

20 

Moüna 

25 

„  Zeferíno  Alvarez 

20 

25 

Doña  Rosarío  Mesa 

20 

Doña  María  Martínez 

25 

Moreno  Camilo  Molinelo. 

20 

„  José  Fuentes  Peleque. 

25 

D.  Manuel  Pereda 

20 

'  „  Ramón  Alcalde 

25 

Doña  Angela  Alpizar 

D.  Manuel  Fr^ó. 

20 

„  Máximo  Padrón 

25 

20 

Doña  Rosa  Forteza 

25 

„  Máximo  Cruz 

20 

,,  Manuela  de  la  Campa. 

25 

Doña  Cruz  déla  Cruz 

20 

D.  Antonio  Puente 

25 
25 

D.  José  Rivas 

20 

„  Ramón  Roig 

„  Manuel  Castro 

20 

Morena  Carolina  de  León. 

25 

,,  Emilio  Llevada 

18^ 

Morena  Resano  Hernán- 

„ Tomás   Esquijarosa.. 

181 

dez 

25 

„  Petronilo  Pérez 

18é 

Morena    Candelaria  Gon- 

„ José  González 

18j| 

zález 

25 

Moreno  Jacinto  Pedroso. . 

17é 

Moreno  Nazarío  Rodríguez 

26 

Moreno  Gonzalo  Rojas. .. 

12i 

D.  José  de  León 

22é 

Doña  Josefa  Alvarez 

12é 

„  Pedro  Rodríguez.... 
Morena  Carmen  Gobea. . . 

20 
20 

..  Inés  Alvarez 

D.  Cosme  Pando 

12i 

Doña  Mnría  del  Rosarío 

20 

..  José  Rubedo 

12é 

Alíontfo 

„  José  de  Guevara 

10 

„  María  MamerU  Alfon- 

,t Luis  Escobar 

10 

so. 

20 

, ,  Ramón  Peguero 

10 

6M 


LA  VSBDAD  GkWÓUOá. 

Pi.    Cti. 


D.  Manuel  Pe^ro 10 

,.  Manaal  Remoto 10 

„  Antomo  Carbiülo 10 

„  Oregorío  BImoo 10 

•,  Slíat  Henwndes 10 

„  Ui&ro  Puestee 10 

„  Agoitin  Diw 10 

M  Eulogio  Traiillo 10 

Doie  Roeario  Diae 10 

„  Rosario  LoM 10 

D.  Gerónimo  CeMloc. . .  10 

..PedroLaio 10 


Pe.    Cti' 


D,  Frmneiieo  Laío 10 

„  Juan  Acoata 10 

„  Policarpo  Diego 10 

„  Antonio  AlTares 10 

„  Joeé  Ceballoa  Fneñtee  10 

Doia  AuMtatia  Celudloe.  10 

D.  IKxtoCnix 10 

Dofia  Joaquina  C  rus 10 

D.  Juan  Qomet 10 

M  Francitoo  YaUadáree.  10 

„  Bernabé  Morejoa 10 

„  Anattaaio  Forteza  —  5 

Suma 55.647   95é 


Habana  SO  de  Ootabrt  de  I9él. *^Fédfo  Sánchez,  teeretarto. 


(Continuará.) 


SECCIÓN  LITERARIA. 


:p^. 


Astro  de  paz  que  iluminas 
Mi  ejtistoucia  solitaria, 
Triste  de  ini,  triste!  triste 
Si  tu  luz  DO  me  alumbrara! 
Único  faro  que  brillas 
Ed  el  mar  de  mi  desgracia, 
Sin  tu  luz  ¡ay  de  la  nave 
Que  conduce  mi  esperanza! 
Estrella  sola  en  el  cielo 
De  mis  noches  enlutadas, 
De  mis  noches  siempre  oscuras, 
De  mis  noches  siempre  aciagas! 
¿Qué  fuera  de  mi,  qué  fuera 
Si  tus  rayos  me  faltaran? 
Yo  te  adoro,  yo  te  adoro, 
Luz  divina  y  sacrosanta. 
Que  deshaces  mis  tinieblas 

Y  mi  porvenir  «oleras! 
Yo  por  tí  firme  y  sereno 
En  Drazos  de  la  constancia 
Lanzo  i  los  revueltos  mafeü 
Del  mundo  mi  débil  barea; 

Y  i  tu  üombra,  árbol  pref-ioso, 
Encuentro  la  sombra  grata 
Que  busca  el  beduino  errante 
Sn  Im  demr^B  del  Aiom! 


562 


LA  VERDAD  CATÓLICA. 

Ed  tu8  aguas,  clara  fuente. 
Mi  labio  su  sed  apaga, 

Y  se  consuela  mi  pecho, 

Y  mi  vida  se  restaura. 
Fe  divina,  fe  preciosa. 

No  me  abandone  tu  gracia, 
Porque  sin  ella,  deshecha 
Mi  pobre  nave  naufraga! 
No  te  alejes  de  mi  vista, 
Antorcha  pura  y  sagrada, 
Porque  tu  esplendor  sostiene 
De  mi  corazón  las  alas! 
¡Infeliz  de  mf  si  un  dia 
De  mi  senda  te  apartaras! 
Confuso,  aturdido,  ciego, 
Sentiría  que  á  mi  planta 
Faltaba  la  dura  tierra 

Y  que  después  me  tragaba! 


José  Socorro  de  León. 


EL  MORIBUNDO. 


PLEGARIA. 


Virgen,  Madre  de  Dios,  luz  que  me  guia. 
Soberana  inmortal  del  firmamento. 
Oye  ¡oh  Señora!  desde  tu  alto  asiento 
Los  roncos  ayes  que  mi  amor  te  envía. 

Tú,  á  cuya  voz  la  tempestad  bravia 
Calma  su  arranque  y  su  furor  el  viento^ 


LA  VERDAD  CATÓUCA.  663 

Templa  ¡oh  Madre!  el  rigor  de  mi  tormento, 
Dulcifica  mi  angustia  en  la  agonía. 

Voy  á  morir:  de  mi  bajel  mundano 
Roto  el  velamen  naufragar  espera, 
Ay!  y  demanda  salvación  en  vano. . . . 

Oh!  sé  tú  mi  fanal  en  la  ribera, 

De  este  mundo  al  partir .  dame  tu  mano; 

Y ábrase  en  pos. ...  la  eternidad  severa. 

F.de  la  Madrid. 


LK  BENEFKXnCIA. 


Inatinto  nataral»  aUá  en  el  teño 
Del  hondo  corazón  yace  escondido, 
Dó  el  orgullo  y  el  vicio  fementido 
Lo  adaermen  con  in  pUcido  veneno! 
A.  LISTA,  Lm  heu^fieeneia, 

I. 

Del  mendigo  que  lloroso 
La  frente  mustia  doblega, 
Detiene  el  raudal  de  l^rimas 
La  dulce  beneficencia. 
El  misero  abandonado 
Dentro  la  alforja  no  lleva 
Ni  un  mendruffo  seco  y  duro 
Que  preste  vida  á  sus  fuerzas. 
Ni  á  sus  labios  contraídos 
Agua  pura  y  grata  acerca. . .  •! 
Pero  en  medio  de  su  ruta 

VII.— 70 


LA   yBADABOAVtaJGA.* 

Con -seres  boesoi  se  eoooMitrat 
Que  compasivos  le  míraD, 
T  con  afables  maneras, 
Sus  neoesidades  cubren 

Y  sus  pesares  consuelan! 
Entonces  6¿,  prosternado, 
Humilde  besa  la  tierra 

T  al  cielo  pide  que  premie 
La  dulce  beaeficencial 

n. 

Llora  el  infante  en  la  cuna 
En  que  la  madre  lo  entrega 
A  la  compasión  del  pueblo, 
Por  ocultar  su  vergüenza; 

Llora .y  mientras  que  murmuran 

De  la  madre  dura  y  necia 
Que  asi  ultraja  torpemente 
La  sabia  Naturaleza; 
Recoffe  al  niño  cuidosa 
La  dulce  beneficencia. 

ra. 

Gime  en  su  lecho  de  muerte 
La  desvalida  miseria 
Que  ve  acercarse  la  hora 
De  su  plegaria  postrera: 
Sin  recursos  que  le  bagan 
Henos  cruda  su  dolencia, 

Y  sin  palabras  dulcísimas 
Que  tornen  mas  llevadera 
Su  hora  triste  de  agonfa 

Y  de  amargHrast  extremas! 
Pero*. .  •  •  ved  aquella  &da 
Que  al  lecho  presto  sé  acerca 

Y  tiene  por  nombre  grato: 
La  dulce  beneficmeial 
Dejadla  hermosear  gozosa 
Elcofldlro  que  se  presenta 
A  los  qjosr  moribundos* 

Que  pierden  su  lumbre  bellai 
Dejaiiki  ^ae -amable  cttide- 


LA  VBftSAD  ^oiffAueA .  MM 

El  alma  que  en  lucha  fiera 
Pugna  por  romper  la  cárcel 
Donde  gimió  entre  cadenas! 
Que  cuando,  extínta  la  savia 
De  la  vida,  el  cuerpó^muera, 
Aprisionando  les  manos, 
De  Cristo  la  sacra  ensefia; 
Recogerá  4a  mirada 
De  los  ángeles  que  llevan 
En  triunfo  el  alma  á  los  cielos, 
La  dulce  beneficencial 

IV. 

Xilora  como  el  tierno  infante 
La  pudorosa  doncella 
Que  se  ve  sola  en  un  mundo 
De  maldades  y  miserias, 
Donde  airado  el  galanteo 
Infatigable  la  asedia, 

Y  donde  el  vicio  horroroso, 
Que  al  alma  degasta  y  seca. 
Robarle  infcua  procura 

Su  delicada  pureza! 
Oh  Dios! — ¿perderá  la  niña 
De  la  flor  de  Ta  modestia 
Los  deliciosos  aromas? 
De  la  virgen  pura  y  tierna 
Se  marchitarán  los  sueños, 

Y  partir  verá  entre  penas 

Sus  floridas  ilusionest 

Oh!  no,  que  sonriendo  11^ 
La  maga  de  rostro  lindo, 
La  dulce  beneficencial 

Y  bajo  el  manto  que  luce 
Oro,  azul,  valiosas  perlas. 
Resguarda  á  la  casta  joven 
Del  vicio  que  el  alma  seca! 
Que  allí  dó  llore  el  mendigo 

Y  solloce  la  inocencia, 

Y  al  cielo  pida  favores 
La  desvalida  miseria, 

Y  clame  entre  sus  heridas 

El  valiente  hombre  de  guerra; 


566  I«A  YKRDAD  CATÓLICA. 

Doquiera   que  broten  ayet 
Que  los  ángeles  se  llevan 
Hasta  el  solio  del  Altísimo; 
Doquier   que  su  manto  tienda 
La  abrumadora  amargura, 
Y  se  aposenten  las  penas. 
Habrá  de  hallarse  la  maga 
De  faz  hermosa  y  risueña, 
Que  tiene  por  nombre  grato 
La  dulce  benejícencial 

(Stbre.  24  de  1861).  C.  ie  Estrada  y  Zenéa. 


3BSB  £:s. 


En  el  siglo  XV  la  ciudad  de  Valladolid,  hoy  sin  importan- 
cia, compartia  con  la  antigua  de  Toledo  el  privilegio  que 
aun  no  tenia  Madrid  de  servir  de  residencia  real.  En  aquella 
época  hallábase  dividida  España  en  cuatro  reinos,  siendo  Cas- 
tilla el  mas  considerable;  comprendia  ademas  de  Castilla  la 
Vieja  y  Castilla  la  Nueva,  las  provincias  de  León,  Vizcaya, 
Extremadura,  Murcia,  Andalucía  y  Asturias.  Comparativa- 
mente hablando,  el  reino  de  Aragón  hubiera  carecido  de  im- 
f)ortancia,  si  se  hubiese  limitado  al  territorio  que  ocupa  en 
a  península.  Mas  las  conquistas  hechas  por  la  casa  de  Ara- 
gón en  el  Mediterráneo  habían  aumentado  considerablemen- 
te su  poder,  poniendo  bajo  su  dominio  la  Sicilia,  Cerdeña  y 
Ñapóles.  Esto  sentado,  y  sin  ocuparnos  de  las  otras  dos  di- 
visiones de  España  — Navarra  y  Granada —  que  ninguna 
conexión  tienen  con  el  asunto  que  tratamos,  suplicaremos 
á  nuestros  lectores  que  se  trasladen  con  nosotros,  por  medio 
de  la  imaginación,  en  medio  de  los  jardines  del  real  alcázar 


LA  VKBDAD   CATÓLICA  557 

de  Valladolid.  Dichos  jardines  forman  un  gran  palalelógramo 
que  comprende  cuatro  divisiones  adornadas  con  fuentes  y  se* 
paradas  unas  de  otras  por  medio  de  calles  de  árboles  seculares. 
En  una  de  estas  calles,  privada  de  verdura  por  el  otoño,  — es- 
tamos en  el  mes  de  Octubre  de  1469 —  se  pasea,  en  compa- 
ñía de  sus  dos  damas  de  honor,  la  princesa  Isabel,  sobrina 
del  soberano  reinante  Enrique  IV,  quien  la  ha  reconocido 
como  heredera  presunta  de  la  corona  de  Castilla. 

— Sf,  querida  Bobadilla,  el  infante  de  Aragón,  el  bizarro 
Fernando  ha  llegado  al  fin  á  Dueñas,  no  sin  haber  corrido 
ffraves  peligros,  de  los  cuales  se  ha  visto  felizmente  libre  á 

favor  de  un  disfraz Espero  con  alguna  impaciencia,  lo 

confieso,  el  regreso  de  D,  Alfonso  de  Falencia  que  ha  ido  á 
rendir  homenaje  al  príncipe  y  á  invitarle  en  mi  nombre  y 
en  el  de  su  abuelo,  el  almirante  Federico  Enriquez,  para  que 
se  reúna  cuanto  antes  con  nosotros  en  esta  residencia. 

Así  se  expresa  la  princesa,  dirigiendo  primero  la  palabra 
á  aquella  de  sus  damas  á  quien  se  considera  como  su  mas 
íntima  amiga,  D?  Beatriz  de  BobadilIa,y  luego  á  la  marque- 
sa Mencía  de  la  Torre,  que  posee  en  igual  grado  que  D?  Bea- 
triz, si  no  el  afecto,  al  menos  la  estimación  y  la  confianza 
de  Isabel. 

— Señora,  dijo  la  marquesa  de  la  Torre  ¿no  creéis  que  D. 
Fernando,  deseoso  de  manifestaros  las  atenciones  que  tan 
bella  y  heroica  princesa  merece,  no  dejará  á  vuestros  envia- 
dos el  tiempo  de  volver  á  instruiros  del  momento  en  que  ha 
de  venir  á  arrojarse  á  los  pies  de  Vuestra  Alteza,  y  que  no 
tardaremos  en  verle  al  mismo  tiempo  que  á  ellos? 

— ^Ya  te  comprendo,  contestó  con  una  sonrisa  la  infanta, 
tu  pregunta  es  un  aviso  indirecto  á  la  novia  del  infante  de 
Aragón  para  que  se  prepare  á  recibir  á  su  futuro  esposo. 

Al  acabar  estas  palabras,  Isabel,  que  seguía  entonces  una 
dirección  opuesta  á  la  del  alcázar,  se  volvió  con  la  intención 
evidente  de  entrar  en  sus  habitaciones  para  ocuparse  de 
su  tocado.  La  princesa,  cuyo  carácter  era  modesto,  cuyos 
gustos  eran  sencillos  y  el  entendimiento  vasto,  necesitaba  á 
veces  que  se  le  hiciese  recordar  la  obligación  en  que  están 
las  damas  de  elevado  rango  de  consagrar  algún  tiempo  y 
atención  áous  galas.  La  belleza  de  Isabel  de  Castilla,  á  la 
vez  graciosa  é  imponente,  no  necesitaba  de  adornos  para 
atraer  y  fijar  las  miradas.  El  largo  vestido  de  raso  verde,  li- 
so 7  cerrado  al  cuello,  que  en  aquel  momento  llevaba,  per- 
mitía á  penas  juzgar  la  perfección  de  su  talle;  un  sombrero 
de  terciopelo  negro,  de  alas  algo  anchas,  guarnecido  con  una 


566  I«A  TBRDAD  CATÓLICA. 

pluma  de  avestrnz,  daba  sombra  á  bu  frente  j  á  sus  ojos,  ca- 
yo color  azul,  así  como  lo  blanco  de  su  tez  formaban  un  en- 
canto, dice  un  historiador,  muy  raro  en  las  Españolas. 

Al  volverse,  Isabel  y  sus  dos  damas  se  encontraron  frente 
á  frente  y  á  muy  corta  distancia  de  tres  6  cuatro  señores  que 
acababan  de  salir  del  alcázar.  Acercáronse  estos  entonces 
á  los  lados  de  la  alameda  para  dejar  pasará  la  princesa,  es- 
perando respetuosos  sus  órdenes. 

— Veniais  á  mi  encuentro,  Señores,  les  dijo  la  princesa; 
jteniais  que  comunicarme  alguna  nueva  relativa  &  mi  real 
hermano, D.  Enrique  IV,  6 al  principe  de  Aragón?' 

— Seflora,  contestó  uno  de  los  hidalgos,  no  ha  llegado  al 
alcázar  ningún  correo  de  Segovia  ó  de  Dueñas;  pero  el  almi- 
rante de  Castilla  espera  á  Vueotra  Alteza  en  el  gran  salón.... 
Naturalmente,  desea  ser  el  primero  que  salude  al  futuro  so- 
berano de  Castilla  en  la  persona  de  su  nieto. 

— Oh!  repuso  con  tono  alegre  Doña  Isabel,  á  rai  me  toca 
el  derecho  de  felicitar  antes  que  nadie,  por  el  buen  éxito  de 
su  empresa,  al  principe  que  no  ha  vacilado  en  empeñarse  ca- 
si solo  é  incógnito  en  tan  peligrosa  jornada  por  venir  á  reu- 
nfrseme. 

— Puede  estar  segura  Vuestra  Alteza  de  que  el  infante  de 
Aragón  no  se  dejaría  disuadir  por  nada  de  este  mundo  del  de- 
ber y  el  sentimiento  que  le  arrastran  hacia  la  infanta  de  Cas- 
tilla. 

— Vos,  D.  Gutierre,  conocéis  personalmente  al  infante, 
puesto  que  formasteis  parte  de  la  embajada  que  á  principios 
de  este  año  fué  á  presentar  mi  contrato  matrimonial  con  D. 
Fernando  á  la  fírma  de  dicho  príncipe  y  del  rey  su  padre. 

— Sin  duda  alguna,  tuve  la  honra,  juntamente  con  D,  Al- 
fonso de  Falencia,  de  ser  admitido  en  audiencia  particular 
cerca  del  infante  de  Aragón. . .  • 

— Pues  bien,  continuó  Isabel,  en  cuanto  le  veáis  aparecer, 
desde  el  balcón  de  la  gran  galería  donde  debo  recibirle,  avi- 
sadme. 

— Vuestra  Alteza  será  obedecida,  contestó  Cárdenas. 

Al  paso  que  conversaba  con  este  señor,  la  infanta  de  Cas- 
tilla habia  llegado  á  la  entrada  del  alcázar.  Era  este  un  vas- 
to edificio  dedos  pisos,  enteramente  construido  de  ladrillos; 
una  de  las  fachadas  daba  á  los  jardines,  la  otra,  á  una  plaza 
destinada  á  las  corridas  de  toros.  En  lo  interior  del  palacio 
habia  una  magnífica  sala  toda  dorada,  en  medio  de  la  cual 
se  hallaba  un  trono;  doce  grandes  arañas  de  plata  maciza 
pendían  del  techo  á  iguales  distancias  unas  de  otras.  D.  Fe- 


LA  VERDAD  CATÓUCA.  559 

deríco  Enriquez,  el  arzobispo  de  Toledo  y  otros  varios  per- 
sonajes emiDeotes  se  hallaban  reunidos  en  aquel  lugar. 

—Señores,  dijo  Doña  Isabel  atravesando  la  sala  del  trono 
¿no  os  pareee  como  á  mí  impropio  de  la  heredera  presunta 
de  la  corona  tomar  asiento,  en  cualquier  importante  ocasión, 
en  la  sala  del  trono  de  uno  de  los  alcázares  del  soberano  rei- 
nante? 

Al  pronunciar  estas  palabras  entró  la  princesa  en  la  gale- 
ría contigua  á  la  sala  mayor,  galería  citada  con  frecuencia 
por  su  colección  de  retratos  de  personajes  ilustres  y  de  cua- 
dros representando  grandes  ciudades,  como  asimismo  por  el 
reloj  colocado  en  uno  de  sus  extremos,  y  cuyo  modelo,  se- 
mejante al  del  reloj  deStrasburgo,  representa  á  un  pelícano 
con  una  esfera  y  un  globo  en  las  garras.  Isabel  no  se  detu- 
vo largo  tiempo  en  aquella  galería,  á  la  cual  la  habian  se- 
guido todos  los  señores.  La  princesa  pasó  en  seguida  ásus 
habitaciones  particulares  para  escribir  á  su  hermano  el  rey, 
á  la  sazón  en  Sevilla,  y  noticiarle  la  llegada  del  infante  de 
Aragón,  suplicándole  que  ño  retractase  el  asentimiento  dado 
algunos  meses  antes  á  su  matrimonio  con  dicho  príncipe. 
La  infanta  ordenó  que  un  correo  partiese  al  punto  para  lle- 
var aquella  carta  &D.  Enrique;  después  de  lo  cual  aejó  que 
sus  criadas  la  vistiesen.  Cuando  volvió  á  aparecer  en  medio 
de  su  pequeña  corte  notó  que  D.  Gutierre  de  Cárdenas,  que 
en  aquel  momento  se  encontraba  muy  inmediato  á  una  ven- 
tana abierta,  no  se  acercó  al  sofá  donde  ella  tomó  primero 
asiento,  en  un  extremo  de  la  galería. 

— ¿Qué  miráis  en  la  plaza,  D.  Gutierre?  preguntó  Isabel. 

— ^Si  rae  atreviera  á  tanto,  suplicaría  á  Vuestra  Alteza  que 
viniese  á  ver  lo  que   estoy  mirando,  contestó  el  hidalgo. 

— ^Ya  voy,  dijo  la  princesa  comprendiendo  la  intención  de 
Cárdenas.  Levantóse  al  mismo  tiempo  y  se  dirigió  hacia  la 
ventana.  Por  la  parte  hacia  la  cual  se  fijaron  primero  sus 
miradas,  la  plaza  estaba  desierta. 

— Nada  veo,  repuso,  evidentemente  burlada  en  su  espe- 
ranza. 

Cárdenas  extendió  silenciosamente  su  dedo  índice  hacia  el 
otro  extremo  de  la  plaza,  por  donde  varios  ginetes  desembo- 
caban de  una  calle  estrecha. 

— Bien  sabe  Vuestra  Alteza,  dijo,  que  el  príncipe  de  Ara- 
gón conservará  el  incógnito  para  el  público,  hasta  que  la 
princesa  de  Castilla  le  haya  ordenado  que  renuncie  á  él. 

— ¿Está  entre  esos  caballeros?  preguntó  Isabel  con  algu- 
na emoción. 


560  LA  VKBDAD  CATÓLICA. 

— Ese  esf  contestó  D.  Gutierre  desigaando  á  la  infanta  un 
joven  de  hermosa  presencia  qne  manejaba  con  mucha  gra- 
cia y  destreza  un  togoso  corcel. 

AI  lado  de  aquel  joven,  cuyo  traje  en  nada  se  diferencia- 
ba del  de  los  caballeros  que  le  acompañaban,  iba  D.  Alfonso 
de  Falencia;  pero  Isabel  no  lo  veia;  su  pensamiento,  como 
sus  ojos,  se  hallaba  concentrado  en  el  personaje  que  le  habia 
designado  Cárdenas  con  estas  dos  palabras:  Ese  es —  . 

Pocos  instantes  después,  la  infanta  de  Castilla,  que  habia 
ido  á  tomar  asiento  en  un  sillón  de  estrado,  recibía  al  prin- 
cipe Fernando  que  le  fué  presentado  por  el  almirante  Enri- 
quez  en  calidad  de  abuelo  materno  del  infante.  Los  dos  futu- 
ros esposos  se  agradaron  mutuamente  desde  que  se  vieron; 
conversaron  juntos  mas  de  una  hora,  y  cuando  el  principe  se 
hubo  retirado  á  Dueñas,  donde  débia  permanecer  hasta  que 
se  celebrase  su  matrimonio  con  Isabel,  esta  princesa  dirigién- 
dose á  Cárdenas,  le  dijo: 

-*¿Cómo  podré  recompensaros  por  la  presteza  con  que  me 
habéis  designado  la  persona  del  principe  mi  futuro  esposo? 

— Permitiéndome  trasmitir  á  mi  posteridad  el  recuerdo  de 
la  satisfacción  que  Vuestra  Alteza  se  ha  dignado  manifes- 
tarme, replicó  Cárdenas. 

— Cierto,  no  es  mucho  exigir,  dijo  sonriendo  Isabel;  y  pa- 
ra que  ese  recuerdo  sea  duradero,  añadió,  os  autorizaré,  D. 
Gutierre,  cuando  sea  reina  de  Castilla,  para  que  lo  perpe- 
tuéis por  medio  de  un  signo  de  blasón  en  vuestras  armas. 

— Será  grande  honra  para  la  casa  de  Cárdenas,  contestó 
el  hidalgo.' 

Isabel  de  Castilla  recordó  su  promesa:  habiendo  sucedido 
á  su  hermano  Enrique  IV  en  1474,  otorgó  á  D.  Gutierre  car- 
tas de  autorización  para  introducir  en  su  blasón  la  figura  de 
dos  S,  siendo  la  pronunciación  de  esa  letra  repetida  dos  ve- 
ces consecutivamente  poco  mas  ó  menos  igual  á  la  de  las 
dos  palabras  antes  citadas:  Ese  es. 

a  L. 


LA  VERDAD  GATÓUCA.  661 


AEVISTA  RELIOIOSA(l). 


Nuevos  Cardenales. — Dice  La  Regeneración  del  2  de 
Setiembre  próximo  pasado:  ''Escriben  de  Roma  afirmando 
que  serán  nueve  los  Cardenales  proclamados  en  el  próximo 
Consistorio.  Los  españoles  serán  los  Arzobispos  de  Santiago 
y  Granada,  quedando  para  otra  promoción  los  de  Burgos  y 
Tarragona,  Los  otros  siete  Cardenales  son:  Mons.  Quaglia, 
Mons.  Sacconi,  Mons.  Alberghini,  Mons.  Bedini  y  el  P.  Pa- 
nebianco,  mínimo  conventual,  por  Roma;  el  Arzobispo  de 
Chambery  por  Francia,  y  el  Arzobispo  de  Venecia  por  Aus- 
tria." 


Beatificación, — Parece  que  el  Santo  Padre  se  proponía 
celebrar  á  fines  de  Setiembre  próximo  pasado  la  beatifica- 
ción del  Venerable  Leonario,  fundador  de  los  Hijos  de  la 
Madre  de  Dios.  Los  decretos  para  la  beatificación  fueron  leí- 
dos por  Su  Santidad  en  la  Chiesa  Nuova  el  día  de  la  fiesta 
de  S.  Felipe  de  Neri. 


El  dinero  de  s.  peduo. — A  consecuencia  de  una  consi- 
derable remesa  de  ofrendas  hecha  por  los  católicos  italianos 
al  Dinero  de  S.  Pedro,  publicó  el  Diario  de  Roma  las  siguien- 
tes líneas:  **En  medio  de  la  amargura  de  que  se  llena  el  co- 
razón del  Padre  Santo  al  considerar  la  serie  de  actos  con  que 
se  atropelia  la  justicia,  se  conculca  el  derecho,  se  atenta  con- 
tra la  Religión  y  se  pretende  en  suma  desquiciar  todo  orden 
social  en  esta  península,  sirven  de  gran  consuelo  al  noble  do- 
lor de  nuestro  Beatísimo  Padre  la  abundancia  de  los  testi- 
monios de  amor  y  adhesión  que  áél  llegan  de  todas  las  co- 
marcas de  Italia,  probándole  que  no  es  inferior  la  generosidad 

(1 )  £d  nuestra  última  Revista,  al  ocuparnos  del  periódico  italiano  El  Con- 
ciliador, cuyos  redactores  creyeron  deber  suspender  su  publicación  después  de 
las  palabras  pronunciadas  por  Su  Santidad  en  el  Consistorio  del  mes  de  Julio, 
dijimos  equivocadamente  que  diuho  periódico  veia  la  luz  en  Turín,  siendo  así 
que  se  pabUeaba  en  Milán . 

Vil.— 71 


563  LA  VEEDÁD   CATÓLICA. 

de  los  italianos  á  la  de  los  católicos  de  las  demás  naciones. 
Contribuye  en  gran  manera  á  la  satisfacción  de  sa  ánimo  el 
conocer  la  varia  condición  de  las  personas  de  quienes  proce- 
den las  ofrenda?,  y  el  ver  que  las  provincias  de  la  Santa  Sede 
inicuamente  arrebatarlas  á  su  paternal  autoridad  dan  asímis* 
mu  señales  inequívocas  de  permanecer  fieles  álos  vínculos 
de  sumisión  que  la  iniquidad  quisiera  presentar  como  rotos 
irrevocablemente.  Las  generosas  personas  á  que  nos  referi- 
mos prueban  estar  seguras  de  que  el  Padre  Santo  es  para 
ellas  todo  amor  y  gratitud:  sentimientos  á  cuya  efusión  se 
entrega  con  la  mayor  complacencia  al  enviarles  su  apostó- 
lica bendición  para  sí  y  sus  familias.^' 


Colegio  de  escuelas  pías  de  s.  Ildefonso  de  alcalá 
DK  HENARES. — Teuemos  á  la  vista  el  reglamento  de  este  im- 
portante establecimiento  de  primera  y  segunda  enseñanza 
que  acaban  de  fundar  los  ilustrados  y  religiosos  hijos  de  S. 
José  de  Calasaoz  en  el  edificio  de  la  antigua  universidad  de 
Alcalá  de  Henares,  debida  al  insigne  Cardenal  Jiménez  de 
Cisneros,  y  donde  hizo  su  educación  el  santo  fundador  del 
instituto  de  las  Escuelas  Pías.  ^'Felicitamos  muy  sincera- 
mente á  todos  los  que  hau  contribuido  á  la  realización  de 
este  suceso  —dice  un  periódico—  y  muy  particularmente  á 
los  que  con  celo  plausible  han  logrado  librar  de  una  ruina 
completa  la  celebrada  universidad  de  Alcalá  de  Henares." 


Neófita — Leemos  en  un  periódico  de  Madrid:  *'Hemos 
presenciado  imade  esas  escenas  conmovedoras  que  llenan  el 
alma  de  fe  y  el  corazón  de  santa  y  verdadera  alegría.  En  la 
capilla  del  colegio  de  las  Ursulinas,  ha  recibido  hoy  el  agua 
del  bautismo  una  joven  inglesa  que  ya  pertenece  al  gremio 
de  la  Iglesia  Católica.  Tendea  unos  veinte  años  y  es  de  una 
fisonomía  dulce,  simpática  y  graciosa.  Con  su  traje  blanco 
parecia  una  de  esas  vírgenes  que  siempre  consagrarán  su  vi- 
da al  servicio  de  los  altares.  Durante  la  imponente  y  tierna 
ceremonia,  ha  estado  verdaderamente  poseida  de  I  is  nuevas 
creencias  que  han  de  hacerla  tan  dichosa.  Sus  ojos  no  se  se- 
paraban de  las  imágenes  de  la  capilla  y  del  libro  de  Misa  que 
atentamente  leia.  A  su  lado  estaban  sus  padrinos  los  seño- 
res marqueses  de  Mirabel.  La  marquesa,  con  su  bondad  que 


LA   VERDAD  CATÓUCA,  563 

tiene  siempre  retratada  eo  su  bello  semblante,  y  con  esa 
dulzura  propia  de  su  corazón  tan  noble  y  tan  cristiano,  se- 
guía todos  los  movimientos  de  su  ohijada,  y  parecia  orgu- 
llosa  de  verla  ya  revestida  de  Jesucrkto.  Cuando  el  baño  del 
bautismo  descendía  por  su  frente,  los  concurrentes  todos  de 
la  capilla  sintieron  u:ia  emoción  extraordinaria  que  se  demos- 
tró en  lágrimas  y  su:9piros.  Algunos  exclamaron  sin  poderse 
contener:  **Ya  es  nuestra;  ya  está  con  nosotros."  ¡Sublime 
religión  la  que  tales  lágrimas  provoca  y  tales  pensamientos 
inspira!  Graciosas  y  pequeñas  niñas  entonaban  cantos  de 
alabanza  al  Ser  de  los  seres.  Se  dijo  una  misa,  y  luego  María 
Isabel  Matilde  (tal  es  el  nombre  de  la  nueva  católica)  reci- 
bió la  Comunión.  Vimos  sus  ojos  cubiertos  de  lágrimas  y  su 
frente  inclinada  sobre  el  pecho,  y  casi  sentimos  los  latidos 
de  su  corazón  que  ardia  en  verdadero  y  puro  amor  á  la 
Reina  de  los  Cielos." 


El  Nuevo  arzobispo  de  manila. — S.  M.  la  Reina  ha  te- 
nido á  bien  nombrar  á  D.  Gregorio  Meliton  Martínez,  deán 
de  la  Catedral  de  Pamplona,  para  la  iglesia  y  arzobispado  de 
Manila. 


Horrible  ASESINATO  y  profanación. — El  6  del  pasado 
Setiembre  fué  asesinado  el  Cura  de  Castell-llebre  dentro  de 
su  iglesia,  y  cuando  acababa  de  celebrar  la  misa  primera.  El 
sacristán  fué  hallado  también  atado  y  con  varias  puñaladas. 
Los  asesinos  robaron  la  casa  del  desgraciado  sacerdote. 


Música  sagrada. — En  un  periódico  de  la  corte  leemos  lo 
siguiente:  **EI  editor  D,  José  Carafa  acaba  de  publicar  en 
su  Año  musical  una  Misa  notable.  Esta  obra,  digna  de  figurar 
entre  las  primeras  de  su  clase,  ha  sido  compuesta  por  el  dis- 
tinguido joven  D.  Osear  Campo,  á  quien  no  podemos  menos 
de  felicitar  portan  excelente  trabajo. 


El  ex-monasterio  de  santas  creüs,  en  la  provincia  de 
TARRAGONA. — La  comlsion  de  monumentos  de  la  provincia 
de  Tarragona  tiene  yaá  su  disposición  la  cantidad  de  ocho  mil 


664  LA  VERDAD   CAT6uCA. 

reales  para  la  restauración  del  palacio  de  D.  Jaime  11  en  el 
ex-monasterio  de  Santas  Creus. 


El  8r.  obispo  de  Barcelona. — Según  leemos  en  el  Bole- 
tín Oficial  Eclesiástico  de  la  capital  del  Principado,  este  ilus- 
tre Prelado  hubia  regresado  precipitadamente  á  Barcelona 
Ímra  asistir  á  su  señora  madre  que  se  hallaba  gravemente  en- 
erma,  habiendo  recibido  ya  los  áltimos  sacramentos. 


Fallecimiento  de  un  sr.  arzobispo  "in  partibüs". — 
Monseñor  Francisco  Pichi,  Arzobispo  de  Heliópolis,  t»  par- 
tibtíSy  ha  fallecido  en  Ancona,  de  donde  era  canónigo. 


£l  r.  p.  LACORDAiRE.^En  uu  períódico  de  Madrid,  fecha 
13  de  Setiembre  próximo  pasado,  leemos  que  el  célebre  ora- 
dor dominico  y  miembro  de  la  Academia  Francesa,  R.  P. 
Lacordaire,  se  hallaba  gravemente  enfermo.  Mucho  sentiría- 
mos, por  nuestra  parte,  que  tras  la  reciente  pérdida  del  P. 
Ventura  sufriese  la  Iglesia  la  del  célebre  autor  de  las  Confe- 
rencias de  Nuestra  Señora  de  Paris, 


CRÓNICA  LOCAL. 


Novenario, — Para  el  próximo  Noviembre  se  prepara  en 
Guadalupe  el  novenario  anual  de  Animas  que  se  celebra  allí 
á  devoción  del  celoso  y  apreciable  teniente  de  cura  de  dicha 


LA  VERDAD  CATÓLICA.  666 

parroquia  Pbro.  D.  Manuel  Torres  de  Feria.  Los  sermolies 
están  á  cargo  de  los  acreditados  oradores  Pbros.  D.  José 
Francisco  Padrón,  D.  Pedro  Arburu,  D.  Luciano  Santana, 
D.  Luis  Marrero  y  otros  cuyos  nombres  no  recordamos. 


Santa  María  del  Rosario. — El  domingo  13  del  corriente  la 
ciudad  de  Santa  María  del  Rosario  celebró  la  fiesta  de  la 
augusta  Patrona  con  una  solemnidad  de  que  no  hay  memoria 
en  los  anales  de  aquel  pueblo,  A  invitaciun  del  celoso  cura 
párroco  D.  Vicente  Arias  acudieron  desde  el  sábado  anterior 
algunos  PP.  Escolapios  del  Colegio  de  Guanabacoa  con  el 
objeto  de  atender  al  culto  con  toda  la  magnificencia  que  de- 
seaban aquellos  piadosos  habitantes.  Así  la  salve  déla  víspe- 
ra, seguida  de  brillantes  fuegos  artificiales,  como  el  dia  si- 
guiente la  misa  que  se  cantó  á  las  diez  de  la  mañana  y  la 
procesión  que  se  verificó  por  la  tarde,  todo  con  asistencia  de 
la  autoridad,  atrajeron  un  concurso  extraordinario  tanto  por 
la  majestad  y  pompa  con  que  se  celebraren  los  divinos  ofi- 
cios, como  por  la  música  escogida  que  tocó  una  acreditada 
orquesta.  El  orador,  que  fué  el  P.  Pedro  Alvarez  del  Espí- 
ritu Santo,  manifestó  en  un  discurso  elegante,  patético  y  lle- 
no de  erudición  que  el  Santísimo  Rosario  abraza  como  en 
compendio  las  verdades  mas  importantes  de  nuestra  Santa 
Religión  y  que  para  alcanzar  todas  las  virtudes  cristianas  no 
hay  mejor  tueJío  que  la  práctica  de  rezarlo  devota  y  cotidia- 
namente. A  la  solemnidad  del  culto  correspondió  la  piedad  y 
recogimiento  de  los  fieles,  siendo  de  notar  que  fué  una  fiesta 
exclusivamente  religiosa. 


Fiesta  á  Ntra.  Sra.  de  los  Dolores.^E]  domingo  14  del  ac- 
tual se  celebró  en  el  Monserrate  una  solemne  fiesta  que  unos 
buenos  devotos,  animados  del  mejor  celo,  consagraron  á  la 
Santísima  Virgen  en  sus  Dolores.  El  discurso  que  pronun- 
ció el  Pbro.  Sr.  Rivas  correspondió  bien  al  objeto  de  loa  cul- 
tos, como  debia  esperarse.  Entre  los  fieles  fué  repartida  una 
composición  poética  impresa,  original  de  D.  Antonio  Enri- 
que de  Zafra,  ponderando  la  grandeza  de  los  dolores  de  Ma- 
ría en  pI  Calvario  junto  á  la  cruz  concurriendo  con  ellos  á  la 
obra  de  la  redención,  y  haciendo  ver  los  frutos  saludables  que 
pueden  esperar  los  hombres  de  aquellos  padecimientos  que 


566  LA  VKRDAD  CAT6LICA. 

soportó  por  su  amor. — La  Gesta  concluyó  &  buena  hora,  sa- 
liendo los  fieles  complacidos  de  ella. — Aplaudimos  el  rasgo 
de  devoción  de  los  Sres.  que  promovieron  la  fiesta  á  que  ala- 
dimos. 


La  (tbra  "De  Regimine  Principutn^^*  de  Santo  Tomás  de 
Aquino. — En  carta  que  nos  dirige  nuestro  apreciable  amigo 
D.  León  Carbonero  y  Sol,  de  Sevilla,  nos  dice  el  apreciable 
director  de  La  Cruz  que  por  la  fragata  Entrdla,  de  Cádiz, 
que  no  debe  tardar  en  llegar  á  nuestro  puerto,  en  vi  a  la  pri- 
mera remesa  de  la  obra  de  Santo  Tomás  que  tradujo  dicho 
señor  con  el  titulo  de  El  Gobierno  Monárquico.  Aviso  &  los 
Sres.  que  han  hecho  pedidos  de  dicha  obra,  y  á  quienes 
suplicamos  dejen  sus  nombres  y  señas  de  casas  en  esta  im- 
prenta ó  en  la  librería  de  los  Sres.  Charlain  y  Fernandez,  á 
nn  de  que  reciban  sus  respectivos  ejemplares  tan  pronto  co- 
mo éstos  lleguen  á  la  Habana. 


Oposiciones. — Las  que  acaban  de  hacerse  á  diferentes  bene- 
ficios vacantes  en  esta  diócesis  comenzaron  el  dia  2  del  ac- 
tual habiendo  terminado  los  ejercicios  literarios  el  14. 
A  treinta  ascendió  el  número  de  opositores,  distribuidos  del 
modo  siguiente:  Sacerdotes  24,  Ordenantes  3,  Seglares  3. 
— Oportunamente  esperamos  poder  dar  pormenores  acerca 
de  estas  oposiciones  como  también  el  resultado  de  ellas. 


Fiestas  soletnncs  al  arcángel  8.  Rafael,  costeada  por  los  Sres. 
Marqueser  de  la  Real  Proclamación* — Según  tenemos  entendi- 
do, el  dia  24  del  actual  debe  verificarse  en  la  iglesia  de  S. 
Francisco  de  Ouanabacoa  la  solemne  función  que  anualmen- 
te dedican  al  arcángel  S.  Rafael  los  Sres.  Marqueses  de  la 
Real  Proclamación. 


A  las  personan  devotas. — Un  religioso  que  pertenece  á  la 
orden  franciscana  y  ha  llegado  hace  poco  de  Roma,  provisto 
de  las  debidas  certificaciones  de  sus  superiores  eclesiásticos, 


LA  VERDAD   CATÓLICA.  667 

tiene  á  la  disposición  de  los  fíeles  varias  reliquias  curiosas  y 
propias  para  excitar  el  fervor  de  las  personas  que  aun  no  han 
teniio  la  desgracia  de  perder  la  fe.  Creemos  que  cada  una  de 
esas  reliquias  trae  su  correspondiente  outénticaj  y  por  otro 
lado  se  trata  de  una  obra  de  caridad,  pues  las  limosnas  reco- 
gidas de  los  fíeles  se  dedican  á  la  construcción  de  un  templo 
en  el  lugar  donde  se  ha  hallado  el  cuerpo  de  Santa  Clara  en 
la  ciudad  de  Asís.  Los  que  quieran  mas  pormenores  podrán 
acercarse  al  Hermano  Fray  Andrés,  en  el  Convento  de  San 
Agustin  (Tercera  Orden  de  S.  Francisco). 


S.  Felipe.. — En  estos  diás  hemos  visto  que  se  hacen  algu- 
nas obras  de  albañilería  en  la  iglesia  de  S.  Felipe.  Según  se 
nos  informa,  se  está  solando  el  piso  de  dicho  templo,  á  expen- 
sas de  una  señora  devota. 


Monasterio  de  Santa  Catalina. — En  los  momentos  en  que 
esto  escribimos  se  están  terminando  los  trabajos  emprendi- 
dos para  hermosear  la  iglesia  del  monasterio  de  Santa  Ca- 
talina.  Nos  contraemos  á  los  del  interior  del  tem;[^lo.  Este 
aparece  completamente  trasformado.  no  acertando  nosotros 
á  decir  lo  que  nos  ha  parecido  mejor  ejecutado,  si  el  bello 
artesonado  ó  las  delicadas  pinturas  ejecutadas  en  el  techo  abo- 
vedado del  presbiterio.  Con  gusto  hemos  visto  que  los  mar- 
cos de  las  vidrieras  de  los  altares,  que  en  un  principio  pare- 
cían deber  ser  de  caoba  barnizada,  han  sido  armonizados  con 
tíl  material  de  dichos  altares,  recibiendo  un  hermoso  color 
blanco  que  á  primera  vista  se  confunde  con  el  del  mármol. 
He  aquí  en  qué  términos  hizo  nuestro  apreciable  coleea  el 
Diario  de  la  Marina^  la  descripción  de  las  obras  realizadas  en 
la  iglesia  de  que  nos  ocupamos: 

''Como  indicamos  cuando  se  empezó  la  obra,  en  el  pres* 
biterio  se  ha  construido  una  media  naranja. debajo  de  la  cual 
está  colocado  el  nuevo  altar  mayor.  En  dicha  media  narania 
el  señor  Bear  ha  hecho  alarde  de  su  delicado  pincel  pintando 
al  óleo  una  especie  de  gloria  cuyo  centro  ocupa  el  Eterno 
Padre,  figurando  á  su  derecha  Nuestra  Señora  del  Rosario  y 
ásu  izquierda  la  santa  cuyo  nombre  lleva  el  monas  terio.  Al 


E 


SdS  TiA  VEEDAD  CATdLlCA. 

pié  del  Eterno  Padre,  en  una  banda  blaoca  soateDidn  por  do« 
ángeles,  se  lee  en  carsctéres  hebreos  Jehova,  y  eü  torna 
del  cuadro  se  ven  grupos  de  ángeles  coovetüentemen te  calO' 
cadíís:  detde  el  arco  del  presbiterio  hast^i  el  extremo  opuesto 
de  la  iglesia  ae  ha  construido  un  techo  arteeoaado,  que  siu 
duda  ea  la  mejor  obra  que  de  esta  clase  existe  en  la  Habana, 
Se  compone  eti  la  mayor  parte  de  rosettines  primorosameiit^ 
trabajados,  que  con  el  adorno  que  llevan  de  oro  y  plata  for- 
man el  mejor  juego  con  los  colorea  blanco  y  azul  del  techo. 
En  el  centro  de  este  se  destaca  un  grait  medallón  en  que  íi- 
iiran  el  escudo  dtí  armas  diil  Santo  fundador  de  la  orden  de 
oniínicos,  y  á  conveniente  di.^tancía  otroa  dos  matlanutH'S 
or  el  eatilo  de  aquel,  en  cuyo  centro  lleva  el  niio  el  noui- 
re  díi  Jesús  y  el  otro  el  de  María.  Con  eatas  obras  el  dis- 
tinguido artista  señor  Ferran  ha  dtido  una  |irueba  naaá  di>1 
justo  renombre  que  su  pincel  le  ha  valiJo.  FuriniUHlo  jue- 
go con  aquellas  aumentan  el  mérito  artístico  del  referido 
techo  otros  cuatro  medallones  que  llevan  respectivamente 
el  escudo  de  España,  el  de  la  ciudad  de  la  Habana,  el  de 
armas  del  Excmo.  Sr.  Capitán  General  y  el  del  Excmo-  é 
Illmo*  Sr*  Obispo  Diocesano,  y  en  los  cuales  el  íicreditado 
pintor  8r.  Planella  ha  tenido  ocasión  de  demostrar  los  cono- 
cimientos y  (il  exquisito  tacto  que  posee  en  el  bello  arte  de 
la  pintura.  Los  cinco  altares  se  liallan  ya  terminados.  Tan- 
to el  mayor  como  los  cuatro  restantes  llevan  io.^  zóealos 
y  los  costados  de  milrmol  ceniciento  y  las  mesas,  columbas, 
cornisas  y  demás  adornos  de  milrmol  blanco.  El  primero  es 
de  orden  corintio,  los  dos  inmediatos  á  él  de  orden  dórico  y 
los  otros  de  orden  toscano.  El  pulpito  es  también  de  már- 
mol y  corresponíle  al  estilo  que  se  ha  obs(?rvado  en  los  alta- 
res. Las  paredes  del  templo  han  sido  pintadas  imitando  da- 
masco de  color  de  caña  oscuro  llevando  un  friso  do  arabescos 
azul  y  blanco,  aparentando  estar  sostenido  por  ihénsijlas  de 
iguales  formas  y  colores,  debiendo  llevar  un  z()calo  y  con- 
trazócalo de  estuco  blanco  perla  el  primero  y  de  c^>!<>r  oscuro 
el  segundo,  todo  lo  cual  revela  el  ^usto  mas  exquisito  y  un 
profundo  conocimiento  de  arte.  La  obra,  bajo  la  dirección 
de  los  se.lores  Planella  y  Cortada  debtí  qiie.l  ir  terminada,  á 
lo  que  parece,  en  el  presente  mes.  ¡Lástima  que  el  templo  no 
tenga  la  |)uerta  por  la  calle  de  Compostela,  para  que  al  en- 
trar eti  él  se  pudiera  de  un  solo  golpe  de  vista  comprender  el 
efecto  de  trabajo  de  tanto  mérito." 

FIN  DEL  TOMO  SÉTIMO. 


índice  general 

de  las  materlaii  contenldafi  en  este  sétimo  tomo. 

PaG8. 


Cuarto  Año  de  la  Verdad  Catómca. 
A  nuestros  suscritores. — LL  RR 


SECC^lOM  RFI«IGIOSA. 

Carta  Pastoral  del  Excmo.  é  Illmo.  Sr.  Obispo  de  la  Ha-  • 

baña 6 

Breve  dirigido  por  S.  S.  á  los  Búlgaros  unidos,  por 'con- 
ducto de  Monseñor  Brunoni,  Vicario  Apostólico  de 

Constantinopla 12 

X#a  Cruz. — Antonio  Enrique  de  Zafra 14 

La  Ciencia  Divina,  ó  Consideraciones  sobre  el  Antiguo 

y  Nuevo  Testamentos  (Conlinija)   XIV,  XV,  XVI, 

XYU.—  Rafiiel(íiCárilena^ y  Cárdenas.    16,66,162,  206 

De  la  Fe  y  de  sus  reglas— I,  II,  III,  IV,  V,  VI,  VII, 

VIII,  IX.-^Analecta  Juris  Pontifica,   trad.  por   H. 

A.  O 19,     63 

De  oficio. — Secretaría  del  Obispado  de  laj  26,  71, 
Habana.-Snscricion  voluntaria  abierta  por/ ll6,  171, 
el  Excnoo.  é  Illmo.  Sr.  Obispo  á  favor  de)209,  266, 
nuestro  Santísimo  Padre  Pió  Nono. — (Co»-  l3IO,  361, 

tinúa.) 1404,  466,  647 

Pensamiento. — J.  J,  Víctor  Eyzaguirre 28 

Misión  de  la  Prensa  Católica  en  nuestros  dias. — J.  R.  O.     41 

Los  Dolores  de  la  Iglesia 46 

Espíritu  Santo. — Antonio  Enrique  de  Zafra 60 

Erección  de  la  nueva  parroquia  del  Calabazar — J.R.  O.     64 
Alocuucion  de  N.  S.  P  el  Papa  Pío  IX,  en  el    último 

Consistorio  secreto 89 

Actual  agitación  religiosa, — J.  R.  O 96 

Apariciones  en  el  Santísimo  Sacramento,  If  II,  III,  IV, 
V,  VI,  VIL — AnaUcta  Juris  Pontificüy  trad.  por  JR. 
A^   P-..,,,.r.^ • 99,  166 


Pags. 

Primera  comunión  de  las  niñas  del  Colegio  del  Sagrado 
Corazón  deJesuB,  establecido  en  el  Cerro. — ^Unaidea 

del  cielo.— J.  R.  O 109 

El  Ma|^netÍ9mo  animal  juzgado  por  la  Iglesia, — R.  A.  O.  111 

Pió  IX  y  la  Providencia. — J.  R.  0 137 

El  Paíire  Javier  de  Ravignan. — H.   F»    D.  (Brawnson*$^ 

Quarterlv  íteview,  trad.  por  R.  A.  O.) 142,  18^,  239 

Las  flores  de  Mayo. — A.  £.  de  Zafra 167 

La  crisis  y  los  pobres. — J,  R.  0 185 

Consagración   del  Arzobispo  y   Vicario  Apostólico  de 

los  Búlgaros  en  el  Vaticano 196 

Entierro  del  Excmo. é  Illmo.  Srv Arzobispo  de  Cuba..  233 
Verdaderas  tendencias  de  la  Revolución  con  respecto  al 

Pontificado.— ft.  A    0 236 

OrHcion  fúnebre  de  Cristóbal  Colon,  pronunciada  en  la 
8ta.  Iglesia  Catedral  de  la  Habana  por  el  Dr.  D.  José 

Af^ustin  Caballero  el  19  de  Enero  de  1796 248 

El  Triunfo  de  la  Cruz,— J.  R.  O 260 

Muerte  cristiana  del  Conde  de  Cavour. — R,  A.  O....   263 

Profanación  del  domingo. — J.  /I.  0 291 

Real  Orden  resolviendo  que  las  llaves    de  los  cemente- 
rios deben  tenerlas  ios  párrocos  y  no  los  alcaldes —    286 
El  Progreso  por  medio  del  Cristianismo. — Año  Tercero. 
— Cuarta,    Quinta  y   Sexta   Conferencias. — Trad.   por 

ñ.  A.  0 290,  349,  382,  438,  491,  526 

Discurso  pronunciado  por  el  R.  P.  José  Jofre  de  María 
Santísima,  Director  (le  la  Escuela  Normal  de  Guana- 
bacoa,  en  el  acto  de  inaugurarse  los  exámenes  corres- 
poi)Hient(*8áeste  año  de  los  alumno^  de  dicha  Escuela.   301 

La  procesión  del  Corpus  en  Roma 307 

Circular  del  Excmo.  é  Illmo.  Sr.  Obispo  de  la  Habana, 

convocarido  á  ejercicios  al  clero  de  la  diócesis 329 

Quejas  de  Nuestra  Señora  de  la  Saleta  á  los  profanado- 
res   del  domingo. — J.  R,  0 335 

Influt^ncia  del  sacerdocio  en    la    educación. — A.    E.  de 

Zafra 340 

La  Cosmogonía  de  Moisés. — A.  de  S 345 

Edicto  del  Illmo.  Sr.  Gobernador  del  Obispado  llaman- 
do á  los  que  quieran  hacer  oposición  á  varios   beneíi- 

ci(»s  vacantes  en  esta  diócesis 363 

Religiones  ad  Ubüum. — J.  R.  0 377 

EIR.P.  Ventura  de  Ráulica 393 

Cuestiones  de  derecho   natural   y  de  mo/al  propuestas 


Paos 

por  el  Cardenal  Gerdil,  con  las  respuestas  dadas  por  el 
rríncipe  del  Píamonte,  posteriormente  Carlos  Manuel 

IV ., 396 

Acta  del  Consistorio  Secreto  de  22  de  Julio  de  1861.. .   402 

Circular  dirigida  por  el  Ministerio  de  Gracia  y  Justicia 

¿  los'Sres.  Obispos  de  la  Península,  con  motivo  de  la 

nueva  circunscripción  de  diócesis  á  que  ha  de  proce- 

derlb  con  arreglo  al  Concordato  de    1S61  y  convenio 

adicional , 425 

Muerte  del  R.  P.  Joaquin  Ventura  de  Báulica — R.  A.  O.  42B 
Misiones  de  Fernando  P6o  y  Annobon. — Carta  del  R.  P. 
Sanmartí,  S.  J.,  al  R.  P.  Provincial  de  la  Compañia  de 

Jesús  en  España 431 

La  Cruz  y  la  Espada. — J.  R.  0 436 

Defensa  del  dictamen  sobre;  la  conveniencia  de  tocar  las 
campanas  en  las  tempestades  pf»r  D.  Julián  González 

de  Soto,  Rector  del  Seminario  de  Tarragona 449,  483 

San  Francisco  de  Asis. — Caballero,  Poeta  y  Santo. — ^I, 

II,IIL— J.ü.  0 473 

Una  víctima  del  Claustro 601 

lílSíónea  de  Tierra  Santa 602 

Exposición  que  el  Excmo.  é  Illmo.  Sr.  Arzobispo  de  Tar- 
ragona dirigió  á  S.  M.,  por  sí  y  á  nombre  de  sus  su- 
fragáneos, para    la  represión  de  los   errores  impíos  y 

protestantes    621 

Amor  y  respeto  debidos  á  la  Iglesia. — R.  A.  0 636 

La  Filosofía  Moderna.—/?.  A.  0 641 

Extensión  A  la  Iglesia  universal  del  oficio  y  misa  propia 
de  Sta.  Angela  de  Mérici 646 

SECCIÓN  E.ITERARIA. 

Recuerdo  de  Italia. —  E.  Guitéras 29 

La  Encarnación. — R.  Zambrana *ó2 

El  Arrepentimiento.—^,  M.  Romero 33 

Emilia  de   Soulanges. — I,  II,  III 73 

A  la  Madre  del  Amor  Hermoso. — A.  E.  de  Zafra 118 

Canto  á  la  Purísima  Concepción. — F.  Pié  y  Faura 122 

Los  dos  Cuadros. — I,  II 173 

Lo  que  puede  sufrir  una  madre. — I,  II,  III. — E.   Cons- 

cience.,. » 211 

El  Tanto  por  Ciento^  comedia  en  tres  actos  y   en  verso, 

escrita  por  D.  Adelardo  López  de  Ayata i  •  267 


pAOg. 


Un  corazaii  de  limoeina . -.-...---  079 

La  Miidre  del  Carmelo* — A.  E.  de  Zafra ..,,-..  313 

A  U  Aguoeiotidí^  Maríü^-^Sofieto. — Leapofd^de  Berrido  316 

El  Sepulcro  de  la  Virgen  en  Jerusalen. ...,   317 

Las  dos  comuníoni's. — I»  IT,  ITL -•-. ,.   364 

De   Jafa  i  Jerusalen. —  E.  Guiíéroi,, ..•...--,.... Wñ 

Jesui  Crucifíoadü. — /I,  Ede Zofra,*. , ,•.  410 

Lft  Edncacíon  religiosa. — A.  D ^  411 

Fábü  1,1^  inoi ules,— 4-  E.  de  Zafra.  _ ,  413 

Plegaria  á  Marta.^ — Jú$c  Sororra  de  Lean .,---.--. 457 

A  Muría, -4.  E  de  Zafra.., , ,,  4^%9 

El  voto  de  las  tres  hermanas, — L  IL.  * .  - , 460 

Oración  del  poeta  moribundo, — Jmé  Marm  Heredia ,  ^ , ,  50G 

El  Anpel  de  lúa  Airea.— Sueüo.—F^  H.,^ 50S 

Fe. — Joié  SocmVü  de  Lerm. .,.,..,. *,.->. ,  *  -   6ñl 

El  Moribundo. — Plegaria. — F. de  In  Madrui *  _  , .     55g 

La  BuneBcencia.^I,  II,  III,  IV—  C.  de  Estrada  y  Zmea.  553 
Ese  es.— C,  L,, .- ___.......___  55í» 

RETIST4  REi.IQIO§4. 

Conaistorio  Secreto  del  18  de  Marzo  de  1861 35 

Iglesia  Monumental  qne  debe  construirse  en  Aquisgran 
en  memoria  de  la  proclamación  dogmática  de  la  In- 
maculada Concepción. — Exposiciones  dirigidas  al 
Padre  Santo  por  los  Caballeros  y  las  Señoras  de*  la 

ciudad  de  Milán 36 

Erección  de  una  nueva  sede  episcopal  en  España. — Ma- 
nifestación católica 38 

Indisposición  del  Papa  en  la  C^lapiila  Sixtina 83 

Diputación  de  los  Búlgaros  áSu  Santidad. — Monseñor 
Clementi,  Nuncio  que  ha  sido  de  Su  Santidad  en  la 
República  Mejicana. — Protestas   de  varios  Prelados 

italianos 84 

Expulsión  de  dos  comunidades    religiosas. — Llegada  á 
America  de  un  distinguido  misionero. — Nuevo  Arzo- 
bispo de  la  diócesis  de  Nueva  Orleans.  —Las  Hermanas 
de  la  Candad   en  los  presentess  disturbios  de  los  Es- 
tados Unidos. --Visita  Psstoral    (le  un    Obispo  Norte- 

Afíierican»» 85 

Oraciones  por  la  paz 86 

Próxima  beatificación  del  P.  Pedro  Canisio. — El  Illrao. 
Sr.  Obispo  de  Michoacan  en  Roma. — Ovación  hecha 


al  Papa  Pío  IX  el  día  12  de  Abril  próximo  pasado. .   127 

El  nuevo  Patriarca  búlgaro 128 

La  rifa  pontificia  en  favor  de  ios  pobres 129 

Su  Santidad  el  Papa  y  el  Cardenal  Wiséman. — Impo- 
nente solemnidad  religiosa  celebrada  en  la  iglesia  de 
las  monjas  trinitarias  de  Madrid 130 

Conclusión  del  Curso  completo  de  Patrología  áe\  Abate 
Mignf» 131 

Tercer  Concilio  provincial  de  Cincinnati. — ^Monseñor 
Odin,  Arzobispo  de  Nueva  Orleans. — ^El  Padre  Supe- 
rior de  la  Misión  del  Paraguay 132 

Su  Santidad  el  Papa  y  la  Marquesa  de  Pimodan. — Con- 
sagración solemne  del  nuevo  Arzobispo  y  Vicario 
Apostólico  de  los  Búlgaros  unidos. — El  filmo.  Sr. 
Obispo  de  Barcelona 181 

Felicitación  de  S.  S.  al  Conde  de  Montalembert. — Pér- 
dida sufrida  por  el  episcopado  francés  y  consagración 
del  nuevo  Prelado  de  Perigueux 182 

Notable  conversión 224 

Recepción  del  Vicario  apostólico  de  los  Búlgaros  en 
Constantinopla. — Vuelta  de  otra  nación  al  Catolicis- 
mo,— La  Sociedad  de  S.  Vicente  de  Paul  en  España.  225 

Segundo  Concilio  provincial  de  Nueva  York. — Solem- 
ne instalación  de  Monseñor  Odin  en  la  Silla  Arzobis- 
pal de  Nueva  Orleans 226 

Fallecimienlo  de  Monseñor  Mazenod,  Obispo  de  Marse- 
lla.— Conversiones  en  Inglaterra. — Suscricion  en  fa- 
vor de  los  cristianos  de  Siria. — Grata  noticia 227 

Fallecimiento  del  Conde  de  Cavour 228 

La  salud  de  Su  Santidad. — El  dinero  de  S.  Pedro. — ^Mi- 
sión enviada  por  S.  S.  á  la  India  y  otros  países  orien- 
tales  275 

Academia  de  la  religión  católica  en  Roma. — Petición 
dirigida  al  Senado  ñ-ances  en  favor  de  losPP.  Reden- 
toristas  de  Lila. — Nuevas  promociones  episcopales  en 
Francia. — El  aire  de  la  Marsellesa,  música  religiosa.   276 

Supresión  de  las  Hermanas  de  la  Caridad  en  Portugal. 
Conversión  en  Washington  (D. C,  E.  ü,) — Resulta- 
dos de  una  misión 277 

Rifa  pontificia. — Preconización  del  nuevo  Obispo  de 
Oajaca. — Reflexiones  de  la  Armonía  de  Turin  sobre 
la  carta  del  Sr,  Mar  [ués  Gustavo  de  Cavour  al  perió- 
dico LüM  Nacionalidades  de  aquella  misma  ciudad... .  320 


Paos. 

Profanación  y  cautivo asi 

Progresos  del  Catolicismo  en  Ginebra. — Nnevo  obispo 
de  Marsella. 322 

El  R.  P-  Lacordaire. — Vuelta  anunciad»  de   la  Reina 

viuda  de  Prusia  al  Catolicismo 323 

Su  Santidad  el  Papa  Pío  IX 370 

Un  enviado  polaco  al  Sumo  Pontffíce. — Horrible  atenta- 
do contra  un  canónigo  de  la  iglesia  de  S*  Marcos,  eiATe- 
necia. — ^Nombramientos  epi^^conales  en  la  Península.  371 
Propaganda  protestante  en  la  Madre  Patria. — Apoetasía 
anunciada  del  Arzobispo  búlgaro  recien   consagrado 

en  Roma 372 

Noticias  de  Roma 416 

El  Cometa  de  S.  Pedro 417 

Mas  sobre  el  Consistorio  Secreto  del  22  de  Julio. — Pro- 
testa que  hace  Fr.  AtilanoMelguizo,  autor  de  la  obra 
ti  tu  lada:  Son  mas  los  que  se  sainan  que  los  que  se  condenan,  41 8 
Misiones  Franciscanas  en  el  Perú. — Conversión  al  Ca- 
tolicismo  419 

El  último  censo  de  Irlanda  bajo  el  punto  de  vista  reli- 
ffioso. — Octavo  ani vendarlo  secular  de  la  consagración 

de  la  catedral  de  Spira  (Alemania) 420 

Honores  concedidos  al  abate  Mígne  por  la  Universidad 
.    de  Wurzbourg  (Bayiera). — Importante   decisión  del 

tribunal  de  casación  en  Bélgica. — El  R.  P.  deSmet..  421 
Las  Hermanas  de  la  Caridad  en  el  Hospital  militar  de 

Richmond 422 

Complemento  y  rectificación  del  acta  del  último  Con- 
sistorio Secreto....  j 467 

El  nuevo  obispo  de  los  Búlgaros : .  468 

La  Reina  Victoria. — La  nueva  catedral  de  Colonia 469 

Consistorio. — Distinguida  relijiosa  carmelita 512 

Anglicano  Convertido. — Número  de  alumnos  de  los  Se- 
minarios conciliares  de  la  Península. — Establecimien- 
tos benéficos  de  Sevilla. — Corona  poética  á  la  Inma- 
culada Concepción  de  María 513 

Real  Colegio  del  Escorial,  bajo  la  dirección  del  Excmo. 
Sr.  D.  Antonio  Claret, — Fallecimiento  del  Obispo  de 
Recanati  y  Loreto. — La  Regeneración  de  Madrid  so- 
bre la  Reina  de  Inglaterra  y  el  Príncipe  de  Gales 514 

Consagraciones  episcopales. — Nuevo  auditor  de  la  Rota 
romana. — Soldadura  de  las  campanas  rajadas. — Sus- 
pensión de^  periódico  de  Milán  El  Conciliador, ....  515 


Paos. 

Nuevos  Ctirdenales. — Beatificación. — El  dinero  de  San 
Pedro. — Colegio  de  Escuelas  Pías  de  S.  Ildefonso  de 
Alcalá  de  Henares. — Neófita. — El  nuevo  arzobispo 
de  Manila. — Horrible  asesinato  y  profanación* — Mú- 
sica sagrada. — ^£1  ex-monasterio  de  Santas  Creus,  en 
la  provincia  de  Tarragona. — El  Sr.  Obispo  de  Bar- 
celona.— Fallecimiento  de  un  Sr.  Arzobispo  in  parli- 

bus. — El  R.  P.  Lacordaire 661 

t 

CR01VIC4    IAICAIn 

Te  Deurii  y  rogativas. — Flores  de  Mayo. — El  Padre 
Tristan  Medina. — Primera  comunión  de  los  niños  del 
Colegio  de  RR.  PP.  Escolapios,  estableccido  en  Gua- 
nabacoa. — El  nuevo  palacio  episcopal.    39 

Carta. — Flores  de  Mayo  en  el  Seminario  de  S.  Carlos. — 
Estatuas  y  cuadros. — Novena  del  Sagrado  Corazón 
de  Jesús. — Grandes  fiestas 86 

Rectificación. — Volumen  preliminar  de  la  nueva  obra 
del  Sr.  D.  Ramón  de  la  Sügra  sobre  la  isla  de  Cuba. 
— Conversión  y  bautismo  de  un  hebreo. — Noticias  re- 
ligiosas de  Puerto  Príncipe. — Fiesta  deSta.  Rita  de 
Casia. — Conclusión  de  las  Flores  de  Mayo* — Misa 
nueva. — Fiestas  al  Sagrado  Corazón  de  Jesús. — Ser- 
mones de 'Corpus. — Procesión  de  las  niñas  del  Cole- 
gio del  Sagrado  Corazón  dé  Jesús. — Errata 133 

Manifestación. — Confirmaciones. — Primera  comunión 
de  las  niñas  del  Colegio  establecido  en  el  Hospital 
dé  Cavidad  de  Guanabacoa. — Fiesta  religiosa  en  el 
Colegio  del  Sagrado  Corazón  de  Jesús. — Fiesta  y  pro- 
cesión del  Sagrado  Corazón  de  Jesús  en  Belén. — 
Muerte  de  nna  Hermana  de  la  Caridad 192 

Sermones  que  han  de  predicarle  en  esta  Santa  iglesia 
Catedral  en  los  segundos  seis  meses  del  corriente  año 
de  1861. — Nueva  parroquia  de  Versalles  en  Matan- 
zas.— Comunión  general  y  fiesta  á  S.  Luis  Gonzaga. 
-^Imagen  fotográfica  dn  Ñmütra  Señora  de  la  Caridad  • 
del  Cobre. —  É^  A'ba  <\U'üica^  Periódico  religioso, 
cietuifico  y  literario, — Fallecimiento  de  un  sacerdote. 
— Iglesia  huérfana 229 

Nombramiento. — Honras  fúnebres. — Justicia. — Defun- 
ción.— Publicación  católica- — Otra, — Fiestas  del  Car- 
men en  Sta.  Teiesa 278 


Paos. 


Próxima  conetruccton  de  la  iglesia  de  S.  Pedro  Apóstol 
de  Versalleii.^ — Escuela  Normal  de  Ouanabaeoa.^ — 
Partida. — MiíOiile  Réquiem- — Real  Colegio  de  Huma- 
nrdaden  de  Jeaiisr, — Piesta  líe  S.  Ignacio  de  Loyol». — 
Hisioria  física ,  eamomicQ-pi^^ilíau  intcíertuaí  y  moral  dé 
la  hiude  Cuim^  por  D.  Raruotí  de  la  Sagru. — líiiége- 
nea  y  oroatnentus.— Exámenes  y  distribución  de  pre- 
mios eo  el  Real  Colegio  de  Belén, — Fiestas  de  Sta* 
Clara  y  Hío.  Domingo., . ,  * . . 324 

Otra  nueva  parroquia  en  nuestra  diócesis. — Actos  públi- 
cos en  el  Real  Colegio  ñe  Belén — Iglesia  de  Sta.  Ca- 
talina*— Nuevfí  templo. — ^Para  la   Penfnsula,  -..-.*  072 

Procesión  de  la  Tutelaren  Guanabacoa, — Fiesta  solem- 
ne á  S.  Joaéde  Cal íisanx-— Obra  devota. — Errata.... ,  422 

Defu ncion  y  vacante. — La  Merced, — Monserrate. — ^Cun-     ' 
ñrrnacion.^ — Gran  fiesta,— 43 tra  grao  fiesta. — Funcio- 
nes religiosa»  en  Regla. — Niiestni  Señora  de  las  Escue 
la^  Pías.^ — Ei  Alba  Catáiim 470 

N ueva  obra. — (ruanabacoa. — Rtl igioso^  proscrito?.^ — 
Nimibramienta.^ — Fiesfas  (\v  8ra,  Tereísa. — CtJÍtoa  á 
S.  Rafael. — 8()l«^nnie  f'unrion  reiigioí^a. — Imagen  de 
Ntra.  íSia.  del  O.iriiií'n. — Kjt'icicios  ebpirituales  del 
Clero  de  la  dióí-e.sis. — MÍnÍon  á  Sto.  Domingo. — 8ur- 
crieion  á  favor  de  Su  Santidad ólf> 

Novenario. — Sania  María  (\e\  Rosario. — B''ie8ta  á  Nfra. 
Sra.  «le  los  Dolores. — La  nbra  De  Rigimiji'  Pri/wr 
puiíiy  de  Sto.  Tomás  de  AmiUío. — Oposiciones. — Fies- 
ta solemne  al  ar^-ángel  S.  Ilaíael,  costeada  por  los  Se 
ñorevS  Marqueses  de  la  Real  Proclamaeiou. — A  las 
personas  devintas. — S.  Feli|Hv — Monasterio  de  Santa 
Catalina 664