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OBRAS
DI
JUAN LEÓN MERA,
de u
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
LA VÍRGEN DEL SOL
KBirSIfSA
MELODÍAS INDÍGENAS
TOMO s^^°-^-^^
^k^ LJBKHRliL ^1^
k/ VENTA DE OBRAS
DE AUTORES NACIONAkE
TIMBRE IMPERIAL, SECCIÓN TIPOGRÁFICA DEL CRÉDIT
12, ESCUDIUL.ERS, 12
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PR6SERVATI0N
COPYAÜOEO
^ Pf9PMa4 d^^ autor.
Quedo hecho éh^epósito que
marca la ley.
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LA
yíRGEN DEL SOL
DEDICADA A MI MADRE,
como testimonio
de tictno a^moz \^ pecando tcy\pcto.
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JfmóafOj Noviembre de i8s6.
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'20
Dice
el furor
á un árbor *
Que á mí azota
Cliimborago
adornada
Pílalos ,,
Kivales del cíelo
rubíes,
su primera
Sin saber, donde
liu ven
A la fin Amunta
es entonces
ya deslumbra
entornando
Poner en cabna
Fuisteis
desposado
crece
la familia
potente
mal
A la QÍudad
amarga
tus horas
el silencio
al furor
un iu"l)ol
Que íi ]ní niíi az^'^ta
Gliimborazo
ornada
Pétalos
Rivales del del ciei-^
rubíes
su primer
Sin sa1)er donde,
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ya le dcsluni1)ra
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Tristes
despojado
crecer
á la faniiliíi
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A la ciudad,
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sus horas
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(1) No se ponen "^sino las muy sustanciales, dejan-
*do al buen juicio del lector los cambios, faltas y
aumentes de letras y puntuación y otros errores ti po-
. gráficos que no dañan la medida del verso ni alte-
aran los conceptos.
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7
I Dice
tuviese
T trémula audaz
Y cuátil
De ha más
malo á sí mismo
mucho más
le turba
Que en lloroso
de repente
presura
morada
la más
Yo no soy
vuelven
Chimborago
su furia
días
Hoy aun
muerte
la ala
faz
impía
el corazón
Íue no adora
>e entonces
el sol
canosas
canosas
de mi frente
Juan
Guzco
estremecer
y mi gloria
Chimborago
Léase.
tuviera
Y trémula andar
Y errátil
Do ha mág
malo y a sí mismo
muy más
le conturba
Que en el lloroso
repente
presurosa
moraba
lo» más
Ya no soy
vuelan
Chimborazo
á su furia
dios
Hoy al fin aun
suerte
el ala
paz
ímpia
un corazón
Íue adora
)e entonce
del sol
canoras
canoras
de esta mi frente
Tomás
Cuzco
estremecerle
y mi alta gloria
Chimborazo
Pág,
868
875
>*
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396
I Lín 1 Dice |
5 El tiempo ¡oh sol! retarda
6
21
21
20
17
1
Di esposo
Ves
Vano
Senaina-Cápac
dramacicar
este poeta
Léat»
El tiempo iob sollretardk
Qna las deagradas gaarái
Mi esposo
Ver
Vago
Gnainar-Oápac
dramatizar
este poem»
PRÓLOGO
Por 18^4 me hallaba en el pueblecito de los Baños,
perteneciente á la provincia Tungurahua, y bello y
poético como una población suiza. Baños está en
el fondo de la rotura de \oi Andes orientales, á la
orilla derecha del tumultuoso río formado por las aguas
del Chambo y del Patate, y sobre la antiquísima lava
del volcán vecino. Allí escrihi La inspiracióny comienzo
de La Virgen del Sol. Quien conozca ese lugar deli-
i:ioso puede adivinar esto sin que yo se lo apunte:
aquellas estrofas saben y huelen á la tierra en que na-
cieron, á esa tierra en que hierven y humean las afa-
madas aguas que llamamos santas; en cuyas vecindades
se yergue hasta las nubes el magnífico Tungurahtia, da
su gran salto el Agoyán y comienzan las seculares é
inmensas selvas que se dilatan hasta el Amazonas.
Cuando escribí esos versos no tenía yo plan nin-
guno, y sólo quise hacer algOy sin saber lo que al fin
resultaría; cuento, leyenda ó poema. Desatinada manera
de comenzar, á fe mía. Pero me olvidé pronto de aquel
VIII PROLOGO
embrión de obra poética, hasta que dos años después
(á principios de 1856) di con él al revolver unos pape-
les, y renació al punto mi antiguo vago pensamiento.
Conocí la necesidad de darle forma determinada y fijeza,
de hacer un plan ordens^, y le hice, en efecto, y
canto^tras canto quedó terminada ía obrita en poco
tiempo.
En aquellos días me preocupaba ya la idea, que
después maduró y adquirió forma y colorido decisivos,
de que tes «nierícanos podíamos y aun debíamos dar
novedad. ánuestralHeratttra, ^j>artándont)iS'i^l camino,
dlásico ó Tomántko, trillado por las escuelas ewopeas;
novedad ^noáheraSora de las formad ni corrti{Hora de
4a lengua, eososdign» 9e veneraciónyqtre debemos
cultivar con afón, sino enoaminada á renovar y vigo-
rizar élfondo^ismo de nuestras prodtrceiones litera-
rias, lío es mi intento Te^oducir en este ^prólogo lo
que tantas veces he dicho en escritos anteriores; pero
sí apuntaré'breveraente mis ideas matrices, «i cabe de-
cirlo, que desenvaéftas en La 'Virgen del Sol ^n C«-
mandáy en muchas poesías líricas, han venido á probar
que la originalidad por mi recomendada i& los poetas
americanos no es irrealizable. En efecto loque yo deseo
y, á mí juicio, sería loable en ellos, es la novedad en
la manera de sentir y pensar en vista de la naturaleza
que nos rodea y nutre, de la historia antigua de nues-
tros pueblos, de la del tiempo colonial, especie de
Edad Media del Nuevo Mundo, de la histcyria de núes-
"PRÓLOGO Wt
tra independencia, rebosante Ide heróisttit» y gi*atídeza,
de la de nuestras axjtuáles República, 'módico de Vir-
tudes y vicios, esperanzas y desengaños, aciertos y
errores, glorias é infamias; en vista de nuestras cos-
tumbres que toiiavfa no han sido fundamentalmente
modificadas y que á pescar de 'los refinamientos de ka
modas y dét lujo europeos, conservan hermosos retazos,
direlo así, de tela indígena y colonial en su sencillez
patriarcal y ^ureaía dignas de aMbán2?a; én viita de'bs
creencifl^s religiosas de los antiguos hijos del sol, y de
los*triuiífossébre éllasalcanrados por ta fe tíriétíána; en
Tista, finalmente, de las luchas de la Vitfa, asaz diversas
en nuestra sociedad de lo que «on en 'la vieja sócieSad
europea. Para un observador, siquiera isea poco pérs-
•picaz, así en la superficie eterno en las entrañas de la
naturaleza, la historia y las costumbres americanas,
hay mucho nuevo que puede utilizar en la poesía y la
literatura. Bícese que muchas veces él asuntó de una
composición se resiste porisu nátufaleza i\ americanis-
mo que recomiendo. Yo no puedo negfarlo; pero tam-
poco se me negará que en muchos casos líábe muy bien
«ierta novedad que no sólo no repugna en asuiitos
poco ó nada conexiomiaos con América, sus pueblos,
•costumbres, letc, «ino que los avalora á maraívifla. ¿fío
tenemos mil objetos que pueden servirnos ptfra com-
paraciones é imágenes originales? ¿Para qué, por ejem-
plo, acudir á las orillas del Rin en busca de castillos
viejos, ni al Sena en bu^a de ondas -turbiias, ni ál
PROLOGO
Pactólo á pedirle arenas de oro, ni al Vesubio á admi-
rar sus erupciones, ni al África á oir bramar sus fieras^
ni al Oriente á robarle sus perlas? Todo esto han hecho
algunos poetas y escritores americanos, sin acordarse
que por aquí tenemos ruinas interesantes, y ríos mag-
níficos, y estupendos volcanes, y una fauna riquísima
y una ñora asombrosa, y mares que encierran ñnísimas
perlas, y otras cosas muy buenas, muy poéticas, — so-
beranamente poéticas, y que pueden servir para enga-
lanar y dar nada común realce á cualquier argumento.
Para realizar mis ideas y hacer prueba de la po-
sibilidad de echar nuestra poesía por camino desusado,
pero conveniente, escojí un asunto indio de los tiem-
pos en que se eclipsaba la gloria de los incas y los
shiris, y en que España ponía los cimientos de su do-
minación en Sud-América. En La Virgen del Sol hay
rasgos históricos, pero que han entrado solo inciden-
talmente: la historia principal, así como los episodios^
son ficticios. Entre las miras que tuve presentes al
acometer este poemita, una fué la de ensayar las fuerzas
de mi ingenio para emprender luego un trabajo de más
aliento: me atreví á pensar en una epopeya; más cir-
cunstancias adversas, que sería inútil recordar aquí^
han hecho que Huaina-Cdpac no se eleve del plan á
la ejecución; ni será posible que en adelante realice
mi pensamiento: un largo y difícil poema no es obra
que se hace á mi edad. Felizmente con no hacerlo creo
que poco ó nada pierden las letras.
PROLOGO XI
El manuscrito de La Vírgen del Sol fué visto en
1857 por unos pocos amigos de reconocida competen-
cia literaria^ El Dr. D. Gabriel García Moreno elogió
la obrita con entusiasmo, y me aconsejó que la diese á
la estampa. Igualmente favorable fué el voto de los
doctores D. Pedro F. Cevallosy D. Miguel Riofrío; don
Julio Zaldumbide acompañó la alabanza con algunas
juiciosas observaciones, que supe aprovechar.
Al fin, por 1 86 1 la leyenda vio la luz pública en
esta capital. Tuve miedo, á pesar del juicio halagüeño
de aquellos competentes censores. Confieso ingenua*
mente que nunca me ha faltado temor de publicar mis
obras, y creo que he tenido razón, no porgue careciese
de fe en lo bueno de mis principios literarios, sino por
desconfianza dé -poderlos llevar á la práctica con buen
éxito. Sin embargo, el juicio público no tardó en con-
firmar el privado, y la censura de inteligencias extra-
ñas vino á tepitir cuanto había dicho la amistad. Y^
con todo, ñi entonces creí, ni creo ahora, que La Vir-
gen DEL Sol barbee con la perfección; muy al contrario,
la estética tiene sin duda mucho de que quejarse, aun
despules de las correcciones y añadiduras hechas para
ia segunda edición. Esta leyenda no pasa, pues, de ser
uñ ensayo de poesía indígena.
^' La primera edición se agotó muy pronto, y luego
sobrevino la demanda del poemita, así en el Ecuador
como fuera de él; demanda que no ha podido ser satis-
fecha hasta ahora. Mis críticos me habían hecho algu-
XII PROLbí.O
nas observaciones, entre las cuales hallé ño pocas que
merecían ser acogidas. Siempre he procurado ejecutar
■el pensamiento quie «asenta en una nota de mi Ojeada
Msfóríco-críticd sobre la poesía ecuatoriana: «Todo el
que se da al oficio de escritor, debe* tener dos cántaras
lÍ5tas, ía una desfondada para recibir en ella los votos
de las malas pasiones y de la injusticia, y la otra entera
para guardar cbn cuidado los de la honradez y la im-
parcialidad ilustrada. ;> Era, pues, necesario dé todo
punto revisar y limar la Leyenda, y yo no tenía espacio
para hátérlo; y esa hfeCésidad sé me presentaba tanto
thayor, cuanto yo mismo había descubierto lunares y
m'anch^s que era preciso quitar. Al cabo, tras largó
tiempo de impotentes deseos, pude hacerlo, y he aquí
la «egunda edición á más de los veinticinco años dé la
primera, con cambios, alteraciones y aumentos.
Pero con viéttie qué ihe apresure á advertir al lector,
xjue he puesto especial cuidado en no desvirtuar ni en
lo nrá's mínimo fe nattiralidíad y sencillez del plan pri-
mitivo, ni él colorido local, ni ihénós el espíritu iiídí-
géha de los personajes del poema; pues al haberlo hecho
a^í, habría censurado tácitamente á quienes le acogie-
ron con agradó á causa de esas cualidades. La ViitGEN
DEL Sol de 1886 es la mistna, sin la más U)ér'a diferen-
cia sustancial, que la de 1 86 1. Hay algunas pei'sonas
que cuando vén reproducida una obra con enmiendas
ó iagreg'ados, hallan algo qiié iió les gtísrta, algo qué
juzgan defecto qué no tuvo la edición anterior, no sien-
PROLOGO XiH
do á las veces otra cosa que aprensión proveniente de
haber acostumbrado el ent^Adimiento á lo que leyeron,
primero, y de tropezar en las lecturas posteriores con
cosas que no esperaban y les sorprende por cuevas.
Las correcciones que he.becho son principali»ente de ♦
lenguajey de estilo: he puesto, palabreas castellana^ en v^^
de las quichuas que abundaban inutümen,te en la primera,
edición, dejando de, éstas sólo las que.njjehan parecido
necesarias, porque al fin,^ en un^ obra indígena, en el
fondo, hay cosas que no se expresan bien con nombres
españoles. En punto al estilo, he procurado limar todx>
aquello que me ha parecido impropio de las Musas.
Cosa es ésta, á mi ver, por extren\o delicada, y mere-
cedora de que en ella^se fijen cojí ahinco todos, cuantos
han trabado conexiones con esas deidades; pues las
ideas por muy poéticas que. sean, sino salen á^ luz -bien
aseadas y elegantemente vestidas, hacen el mismo efepto
ingrato que algunas aldeanas bonitas coa sus trajes de
tela burda, adornos extravagantes y maneras ridiculas.
El P. Solano, religioso francisco de respetable me-
moria por la copia y brillo de su. saber, me había hechor
la observación de que el P. Niza no figuraba cual debía
en la Leyenda, y que Titu y Cisa, y Amaru.y Gualda
aparecían convertidos y casados con presteza inverosí-
mil. Censura juiciosa, á no dudar, y cuyo fundamento
he procurado hacer que desaparezca en lo posible. En
1861 era todavía incierta la manera como había desapa-
recido ó muerto el tirano Rumiñahui, é incurrí en el
XIV PRÓLOGO •
mismo error histórico en que cayera el P. Valasco, que
io creía perdido entre las escabrosidades de la montaña
que lleva aquel nombre; pero las indagaciones del
erudito y laborioso Dr. D. Pablo Herrera han puesto
en claro la verdad, y era menester trasladarla á mi Le-
yenda. Quizás Rumiñahui tomó el nombre de la mon-
taña, y no ésta de aquel indio. Lo primero era muy
usado antiguamente, y todavía se hallan muchos ape-
llidos que tienen ese origen: Chimbora;^os, Tungnrahiias,
CollaneSy etc., etc.
Llevado del deseo de sacar á luz mis obras (las que
fuesen menos indignas del público), he formado el
primer tomo añadiendo á La Virgen del Sol las Melo-
días Indígenas, que son del mismo género, y está bien
que formen un solo grupo.
Para escribir las Melodías procuré hacer lo mismo
que para escribir la Leyenda; esto es, trasladarme con
la mente y el corazón á los tiempos en que cantaban
los haravicos ó poetas indios, y, fingiéndome uno de
ellos penetrar los sentimientos de la raza indígena
plantada y desarrollada en las mesetas de los Andes
ecuatorianos, y estudiar sus pensamientos, creencias,
costumbres é historia: he intentado, pues, hacerme
también indio y olvidar la civilización y más condicio-
nes de la vida moderna predominante en la sociedad
íimericana. Estoy muy lejos de creer que he llenado
mi propósito. ¡Es tan difícil la trasformación de nuestro
ser moral é intelectual! ;es]co3a tan ardua eso de volar
PROLOGO XV
en pos del sentir y pensar ágenos para hacerlos propios,
y, á nuestra vez, trasladarlos sin esfuerzo á otros cora-
zones é inteligencias! ;Y buscar esos afectos. é ideas en
siglos lejanos, en upa raza diversa de la nuestra, y entre
las cenizas de una civilización muerta y olvidada!...
Sin embargo, creo que mi' atrevida pretensión de dejar
de pensar d la moderna para hacerlo como un hijo del
sol de ahora tres ó cuatro siglos, ha servido á lo menos
para añadir á nuestra literatura unas pocas páginas nue-
vas y originales. Algunas de mis poesías indígenas,
que han salido á luz en varios periódicos, han merecido
aprobación de parte de literatos y de otras personas de
buen gusto, así nacionales como extranjeros. Esto me
ha estimulado á incluir en el presente volumen algunas
piezas que permanecían inéditas.
El segundo tomo comprenderá las poesías de otro
género, y en los demás irán las obras en prosa, que, si
fuese necesario, llevarán un nuevo prólogo.
J. León Mera
Quito, á 25 de Julio de 1^86.
VlRGEN^DEt^SOt
LA INSPIRACIÓN
¿En dónde estás oculta,
Oh inspiración divina?
¿Del blanco Tungurahua
En la elevada cima,
O del añoso bosque
En la espesura umbría?
¿O entre las negras peñas
£)o el Agoyán se agita
Y sus soberbias ondas
Atronador abisma?
¿Tal vez de la cascada
Entre las rotas linfas?
¿Acaso en el ardiente
,I(S J. LEÓN MERA
Arroyo que vomita
. . X^ íi§rra y á los hombres
•./ rd^'i Ja: salud convida?
. ...iPeida'd encantadora,
r ••Ifispjrjoión divina,
Do quiera que estuvieres
Te invoca el alma mía!
¡Oh, ven, y en mí difunde
Tu llama sacra y viva,
Y vierta yo raudales
De indiana poesía!
;Oh, ven, y aquí contigo
Alegre cante, ó gima
Doliente, al son de humilde,
Pero armoniosa lira!
Ya vienes, ya te siento...
Mi mente se ilumina,
Mi alma se extremece,
Mi corazón sp agita...
¿Qué cuadros son aquellos
Que pones á mi vista?
¿Qué sombras son aquellas
Que en mi contorno giran?
¿Has descorrido acaso
El velo que cubría
Los misteriosos tiempos
De la india historia antigua?
LA VIRGEN DEL SOL
¿Intentas que haravico (i)
Tornado yo, del Inca
Recuerde la era, y cante
Extrañas maravillas?
¿Qué grandes héroes, loe,
Que altos nombres reviva
De varones que fueron
De otros siglos delicia?
;Ah, no! Sólo me exiges
Que fácil y sencilla
Relate una leyenda
De esos remotos días.
Por eso al desplomarse
Dos grandes monarquías
Por intestinas guerras.
Por bárbaras conquistas,
Me ensenas conturbada
La paz de las familias,
Y amores inocentes
Virtud, sabiduría.
Del Sol el culto santo,
Las castas Escogidas ^ (2)
Hollados por pasiones
Que insultan y denigran.
Por eso me presentas
Al pié del gran Pichincha
La patria de los Shiris (3)
En lamentable ruina:
20 LA VIRGEN DEL SOL
Y amnntas (4) y guerreros
Que míseros espiran,
Y amantes perseguidos
Por la venganza impía;
De un bárbaro tirano
La vergonzosa huida,
Y las cristianas huestes
Que á Quito se aproximan.
Principio; pero tiemblo
Como el que en frágil quilla
Por vez primera cruza
La inmensa mar bravia,
Y teme los escollos
Ocultos á su vista,
A do tal vez le lleva
Su sobra de impericia.
Principio; mas no dejes,
;Oh inspiración divina!
De hacer vibrar tú sola
Las cuerdas de mi lira.
PRELIMINARES
Cinco veces apenas de Inti-vaimi (5)
Vio la fiesta magnífica Atahualpa,
Desde que el trono, herencia de los Shirís,
Con derecho legítimo ocupaba;
Cuando la paz divina 7 la concordia
Que el almo Pachacámac (6) dio á la patria,
Se ocultaron al grito de la guerra,
Que desde Cuzco el ambicioso Huáscar
Hasta el Pichincha resonar haciendo
Esclavitud y ruina amenazaba.
Mas despiértase el genio belicoso
En el nieto magnánimo de Cacha, (7)
Y á sus voces acuden los guerreros
De combates sedientos y de fama;
Y la soberbia y populosa Quito
Conmueve Tumbal, (8) dios de la batallas.
Del caracol el ronco son medroso
Y el redoblar del atambor se alcanza
Donde quiera á escuchar; prepáranse arcos
Y de flechas se llenan las aljabas;
Gime el yunque de piedra en todas partes
J. LEÓN MKRA
Forjando petos y ligeras lanzas,
Y do resuena el bilico ruido
Las enseñas del SJiiri al viento se alzan.
Y confusas, inciertas, vagas' voces.
Cual las de un hombre que soñando habla,
Misterioso y fatídico se escucha
El profético nombre de un fantasma:
¡Viracocha! se dice, ¡Viracocha!,,, {())
Va á llegar... ha venido... trae armas...
Es grande, es poderoso, hijo del Cielo;
Su diestra rayos espantosos lanza...
Más la verdad encúbrese á los ojos
De pueblo y rey; á nadie penetrarla
Es dado, y esas voces los afanes
Y el eco de la guerra presto acallan.
Así en la selva el céfiro volando
Susurra en voz confusa entre las ramas;
Pero su acento ahógase y espira
Cuando retumba el trueno en la montaña.
Empero en medio del marcial ruido
No interrumpen ni pueblo ni monarca
Las religiosas ceremonias: arde
Del astro sumo en las lucientes aras
El incienso purísimo; las flores
Sus esencias despiden, y la blanca
Inocente paloma en holocausto
LA VIRGEN DEL SOL
Por el gran sacerdote es inmolada.
Y la pura mujer del AcUaJmasí,
La virgen fiel, del Sol esposa casta,
Mira pasar el sueño de la vida
Lejos del mundo y de sus pompas vanas;
Y al amuanta pacífico el estudio
Prolijo de los astros entusiasma.
Su curso inquiere y las nocturnas horas
Siempre la esfera contemplando pasa.
El poeta celebra de natura
L^s sublimes bellezas y las gracias,
Y ensalza á la deidad que allá se emplea
Del alto cielo en derramar 'las aguas. (lo)
Rompe el labriego el seno de los campos,
Y en vez de abrojos ó de estéril grama.
El fecundo maiz que cubre el surco
Realizada le muestra su esperanza.
Y en alta noche silenciosa, cuando
La madre luna el universo baña
Con su luz melancólica, se escucha
El dulce son de la amorosa flauta
Que q\ yaraví (ii) modula, ó bien la trova
De amartelado pecho, que en las alas
Arrebatada del fugaz favonio
Hasta el lecho penetra de la amada.
II
MISTERIOS NOCTURNOS
Es una noche de aquellas
Que á los poetas inspiran,
En que lucen las estrellas
Más expléndidas y bellas,
Y dulces auras suspiran;
En que la luna convida
Al peregrino á marchar
Cantando en voz conmovida
;Ay! la memoria querida
De su familia y hogar.
Noche en que en sí se concentra
Religioso el corazón;
Noche en que el ánima encuentra
Calma silenciosa, mientra
Se sume en honda abstracción.
El Machángara, tendido
Sobre su lecho de arena
LA VIRGEN DEL SOL 2 5
Y de verdor guarnecido,
Se desliza adormecido
Bajo una sombra serena;
Y en su tace cristalina
El follaje se retrata,
O rompiendo la cortina
De verdura, la divina
Luz da reflejos de plata.
V Todo es paz, todo reposo;
Sólo una flauta lejana
Da sonido melodioso.
Como el trinado amoroso
Del jilguero en la mañana.
Y á veces calla y se escucha
Triste acento enamorado,
Tierno, dulce, entrecortado:
Es de un amante que lucha
Con los caprichos del hado.
«Ven presto á mis brazos
Ven, Cisa querida:
Te espero, mi vida,
Te aguardo, mi amor.
* »Sin tí ¿qué es mi alma?
J. LEÓN MERA
Un campo abrasado
Do nunca ha brotado
Lijero verdor.
» Sin tí ¿qué es mi pecho?
Flor que desfallece,
Se abate y perece
Del viento el furor.
;í^Sin tí ¿qué es mi vida?
Es fruto caido,
De insectos roido,
De amargo sabor.
»Sin tí nada encuentro
Que tenga hermosura,
Ni el fruto dulzurg.
Ni esencia la flor.
»Oh, ven á mis brazos,
Ven presto, querida:
No tardes, mi vida.
No tardes, mi amor.»
A más de un tiro de flecha
Distante del manso río
Hállase un bosque sombrío.
•
LA VIRGEN DEL SOL 27
Cuyo fallaje se estrecha
Dejando raro vacío.
Conjunto asaz caprichoso
De árboles de especie varia,
En el día caloroso
Fresco y grato y temeroso
En la noche solitaria.
Y en lo más oculto allí
Se escuchan leves pisadas,
Y crujen, al ser holladas,
Las hojas del capulí
Secas y desparramadas.
Una mujer atraviesa,
Blanca, lijera, anhelosa,
Cual errante y vagarosa
Sombra que recorre á priesa
Su morada misteriosa;
Una mujer que ha salido
De la tierna infancia apenas,
Más que ya el pecho ha sentido
Por vez primera oprimido
En amorosas cadenas;
Casi una niña... ¿Quién puede
28 J. LEÓN MERA
Retratar esa belleza
Que á toda belleza excede?
¿Quién habrá que fiel remede
Tanta gracia y gentileza?
De su faz encantadora
La imagen hallo mejor
En la estrella del amor,
Cuando la admiro en la aurora
En su más puro explendor.
El tierno sauce que airoso
A impulso del amoroso
Dulce viento balancea,
De su talle voluptuoso
Me ofrece apenas idea.
La candida cervatilla
Triscando en una pradera,
O andando viva y libera,
Acaso muestra sencilla
De sus movimientos diera.
La clara y límpida fuente,
Hija del hielo deshecho,
Enseña aunque débilmente,
La pureza de su frente,
La inocencia de su pecho.
LA VIRGE^^ DEL SOL 29
Al mirarla y de su acento
Al escuchar la armonía,
No hay alma apática y fría
Que resista al sentimiento
De una ciega idolatría.
Y esa joven corre, vuela
Cual ave al nido que ama
Cuando el polluelo reclama,
Que del alcotán recela
Posado allá en otra rama.
Mas un ligero ruido
Le hace volver la cabeza;
Detiénese y el vestido
Siente por detrás asido
Con indecible presteza.
Va á gritar; pero al instante
— No temas, Cisa querida,
Dice una voz conocida;
Soy Toa. ¿Qué haces errante
En esta selva escondida?
— |Ah, Toa! ¿por qué has querido,
Contesta Cisa, asustarme?
Yo no ando errante: ¿has oido
Ese. cantar? pues sentido
3 o • J. LEÓN MERA
Voló á mi casa á llamarme.
— ¿De quién la voz melodiosa
Es que hace volar tus pies?
— De mi amante, y aun quejosa
Me llama; Toy presurosa.
¿Escuchas? Es Titu... ¡él es!
¡Es Titu! ¡él es! en el alma
De Toa va á resonar;
Mas su cólera ocultar
Ella procura, y con calma
Simulada torna á hablar.
— Aguarda, Cisa; ¿á dó vas
Tan de priesa? Tu pasión
Quizás te engaña. — ajamas
Me engañó mi corazón.
— Tal vez burlada serás.
— No temas. Suéltame. Adiós,
La replica, y al instante
Se separaron las dos;
Y Cisa ligera en pos
Se va del cantor amante.
Cerca á un árbol se descubre
LA VIRGEN DEL SOL
Cual fantasma solitario
Junto á una tola (12) que cubre,
Como manto funerario
La violeta salubre.
Árbol sombrío y funesto
De hojas mínimas compuesto,
Que plantó uno mano amiga,
Y aquel sepulcro modesto
Con sus festones abriga,
Molle, (13) entre cuyo ramaje
Juega el aura voladora,
Do acaso una sombra mora
Que escondida entre el follaje
Ora canta, gime ora.
Junto á su tronco nudoso
Y lleno de grietas mil
Está un joven anheloso
De que á su canto amoroso
Acuda Cisa gentil.
De la luna un débil rayo
Su gran penacho ilumina
De plumas de papagayo,
Que en negligente desmayo
Sobre la frente se inclina.
J. LEÓN MERA
Su faz en parte se ofusca
Con la sombra del plumaje;
Ya su vista errante busca
Algo en el bosque, ya brusca
Se clava en algún celaje.
La llama de la pasión
En su frente está pintada;
Del alma la agitación,
La ansiedad del corazón
Expresa bien su mirada.
Ruedan su flecha y aljaba.
Y en su delirante anhelo
No siente que ya hasta el suelo
De caer la flauta acaba,
Compañera en su desvelo
Pero canta, y su canción
Atrae á Cisa, y tal vez...
;Ay! de la música el son
Sirve también de atracción
A la víbora y al pez!...
Llega al fin. Titu la mira,
¡Cuánto á sus ojos más bella,
Más linda está! Corre á ella,
Y un poco atrás se retira
LA VIRGEN DEL SOL
?y
Con timidez la doncella.
— ;Ah, Cisa, amor mío! exclama
¿No hirió mi cantar tu oido?
¿Por qué no has luego acudido?
;Oh, cuánto pena quien ama!
;Oh, cuánto por tí he gemido!
— ¡Gemir tú por mí! la tierna
Cisa responde turbada;
Oí tu voz; ocupada
Por cierta inquietud interna
Venía; mas fui tomada...
— ¿Por quién? — Por Toa. El semblante
Inmútase del amante^
Como si golpe de muerte
Le hiriese; más po lo advierte
Cisa, y prosigue al instante:
— Acaso Toa escuchó
También la voz melodiosa ,
Conque su amor la llamó,
Y al encontrarme, celosa.
Mis pies extraviar pensó.
— Que su amor y sü fortuna
Goce Toa... más ahora :
34 J- LEOX MERA
Va acercándose la aurora...
¿Ves? palidece la luna
Y el oriente se colora...
Vuélvete, pues, Cisa mía,
Vuelve á tu lecho al instante;
¡Jamás la lumbre del día
Te sorprenda en compañía
De tu desdichado amante!
— ¡Titu, Titu desdichado?
Pregunta Cisa, y vislumbra
Que no es pueril ni infundado
El receloso cuidado
Que el alma le apesadumbra.
;Y así me alejas de tí!
¡La voz que turbó mi sueño
No era tal vez para mí!
¡Y en vano en mi amante empeño
A ti mis pies dirigí!
— ¡Calla, Cisa! no inhumana
Mi negro pesar aumentes;
No con celos me atormentes.
¡Ay! el viento, flor lozana,
Que á mi azota, aun no sientes!...
¡Calla!... Mira, ésta es la tola
LA VIRGEN DEL SOL 3^
De mi padre el guerreador;
Junto á él duerme su amor,
Mi madre, tierna amapola
Que segó fiero dolor;
Y sus sombras inmortales
Que en nuestro contorno giran.
Nos oven, palpan y miran;
Ven mis incógnitos"*hiales.
Ven tus celos, y suspiran.
Yo te amo, te adoro, Cisa;
Tú eres de mi vida aliento,
Tú mi corazón... Mas siento
Leve ruido... ¡Vete á prisa!
— Es el gemido del viento.
— ¿No escuchas? crece el ruido.
— Ya escucho. Se acerca; adiós.
Y amor eterno y rendido
Entre el adiós repetido
Se prometieron los dos.
ÍII
LA FAMILIA DE HUMAN
En aquella ed^ ya hundida
En el pasado sombrío ,
En esos tiempos de dulce
Recordación para el indio,
El grande guerrero Cáran,
Sliiri primero de Quito,
Al Sol amado, su numen,
Erigió soberbio y rico
Templo en la cima elevada
Del hermoso Panecillo, (14)
De ^te á las faldas se vía
Del AcUay (15) el edificio;
Fábricas de las que hoy sólo
Queda el nombre por vestigio:
¡Arruinólas la codicia,
Devoráronlas los siglos!
De la ciudad casi fuera.
Cerca de esos edificios.
Una familia reside
LA VIRGEN DEL SOL 37
Retirada del bullicio.
En una estancia modesta
Do todo es pulcro y sencillo,
Y donde los vicios nunca
Labrar pudieron su nido,
Sentado un dia un anciano
Cabizbajo y pensativo,
De que algo serio le ocupa
En el- semblante da indicios.
Es Human amunta sabio
Cual nadie, y esclarecido,
De genio cortés y afable.
De ademán contemplativo.
Su existir ha declinado
Como el astro rey divino.
Ora en tormentas envuelto,
Ora brillante y tranquilo.
Su frente está ya rugosa.
Sus ojos están marchitos;
Mas su clara inteligencia
Los años no han extinguido;
Y aún largos dias y noches
Pasa en estudio continuo.
Contemplando sol y estrellas,
Señalando los solsticios.
' Ama tanto sus estudios
Y silencioso retiro,
Que raras veces le miran
}S J. LEÓN MERA
Aun SUS deudos y smigos.
A Raba, su esposa, vése
De aquel felice recinto
En un ángulo, sentada
En una piel de cabrito.
La helada mano del tiempo
Inexorable é impío
Borró de su noble frente
La belleza y atractivos;
Mas nunca pudo de su alma
Ni de su pecho sencillo
Arrebatar la terneza,
Suma Í3ondad y cariño.
A su alma pura se había
El alma de Human unido.
Porque de entrambas el cielo
Hacer una sola quiso.
Ella, como él, -es amante
Del silencio y del retiro.
Prendada de sus quehaceres^
Enemiga de atavíos.
Apenas el canto escucha
Del alegre pajarillo.
Que de entre el follaje oscuro
De algún capulí vecino
La nueva aurora saluda
Con varios y dulces trinos,
LA VÍRGEN DEL SOL 39
El muelle lecho abandona,
Y, dispertando á los hijos,
Después que en fervientes voces
Gracias al Cielo han rendido,
Todos á par dan comienzo
Al trabajo más activo.
Ella afanosa traslada
Al huso en rápido giro
El vellón de la vicuña
A hebra fina reducido.
A un lado sus hijas tiernas,
Las que á un mismo tiempo han visto
Rayar la luz de la vida.
Y ambas juntas han crecido:
Tortolillas inocentes
Que dueñas de un solo nido,
Disfrutaron por igual
Los maternales cariños.
Con las manos adiestradas
En laJabor de continuo.
Carmenan blandos capullos.
Más Cándidos que el armiño.
A otro lado su hija Cisa
Borda un lienzo blanco y fino
Con un alfiler de plata
En el regazo prendido.
Anda de ésta' el pensamiento
De la labor fugitivo,
40 J. LEON.xMERA
Y de la inquietud de su alma
Hay en su semblante visos.
De cuando en cuando los ojos
Lánguidos alza y divinos,
Que al lienzo los vuelve prestos
Y los pone cual dormidos.
Leer acaso pudiera
Quien la observase prolijo
En esas vagas miradas,
En ese pálido brillo
De sus pupilas, la angustia
De su alma ardiente, el martirio
De su pecho generoso
Por la pasión oprimido;
Y acaso escuchar podría
Algún profundo suspiro,
Y al resbalar sorprendiera
Sobre su rostro benigno
Dos perlas bellas, más puras
Que las del blando rocío
Cuando ruedan de la rosa
Sobre el pétalo encendido.
El primogénito Amaru
De ojos oscuros y vivos,
De frente limpia y serena
Y de modales pulidos;
En cuyo pecho se abrigan
LA VIRGEN DEL FOL
Todo el valor, todo el brío,
Que son prendas del guerrero
En los mayores peligros;
Cuyo corazón no siente
Aun del amor los conflictos,
Porque orgulloso desdeña
Esclavizar su albedrío;
Pero que no sabe ;ay triste!
Cuánto pueden los hechizos
De la belleza, no sabe
Que alguien le ama con delirio.
Amaru también allí.
Siempre afanoso y activo, .
Luengos venablos aguza,
De la caza al ejercicio
Destinados, y en voz baja
Que apenas hiere el oido,
— Hermana mía, á la bella
Joven dice, yo el amigo
Soy de Titu; nuestra unión
Empezó cuando ambos niños
Eramos, y en las orillas '
Del Machángara nos vimos
Corriendo juntos en pos
De un arisco paj arillo.
Que había saltado incauto.
Sin fuerzas aun, de su nido.
Desde entonces, hermanita,
4C J. LEÓN MERA
Po^rá sólo dividirnos
La tola,,. ¡Oh, no! ni la tola:
A ella me iré con mi amigo.
Y Titu ¿lo sabes? Titu
Te quiere. — El rostro divino
De la joven al pimiento
Le roba el color más vivo.
Amafru lo observa, mueve
Su labio ledo sonriso,
Y prosigue; — Sí, te ama:
«Yo adoro á Cisa, me ha dicho;
Es más bella que del bosque
El amancay (i6) fresco y lindo;
Más que el patillo graciosa,
Cuando el maternal abrigo
Huyendo, por vez primera
Nada en el lago tranquilo;
Es más que la miel sabrosa
Que vierte el maguey herido.» (17)
Hermana mía, sus voces
¿Aún no han hallado propicio
Tu corazón? ¿No ha sonado
Aún su flauta en tus oidos? —
Esto el hermano la dice,
Y ella en silencio al oirlo.
Unido á inocente gozo
Siente incógnito martirio;
Y á la suave sonrisa.
LA VIRGEN DEL SOL 43
De alegría leve indicio,
Le sigue amargo, profundo,
Desconsolador suspiro.
En tanto el amunta grave
Levanta el rostro marchito,
Cual si de un sueño saliera
En que yació sumergido;
Y haciendo visible esfuerzo
Por buscar algún alivio
De algo que su mente inquieta
Y su corazón benigno,
— Oidme, á su esposa dice
Y á sus caros, tiernos hijos.
Cuando hoy dejaba la cumbre
Sagrada del Panecillo;
Después que al Sol nuestro padre
Y á Pachacama infinito
Hube, cual siempre invocado
Y adoraciones rendido;
Después que vi en las columnas
Donde mi ciencia ejercito
Hacia qué parte la lumbre
Se inclina del astro vivo,
Encontróme Cushipata,
Aquel sagrado adivino.
Del Sol amado, y tras luenga
Sabia plática me dijo:
«Tarco, el hijo de Pucari
44 J- lEO^-' MKRA
De la tribu del saino,
Joven noble y valeroso,
Bello, ligero, advertido,
Ama á tu hija Cisa, y quiere
En su garganta de armiño
Colgar una linda sarta
De corales y mariscos,
En testimonio sincero
De su amoroso delirio, .
Y de que en el Hnma-raimi
Anhela ser á ella unido.» (19)
De desprecio y de disgusto
Simultáneo y expresivo
Movimiento anima todos
Los semblantes al oirlo.
Cisa asustada, los ojos
En su padre tiene fijos,
En tanto que el pensamiento
Conturbado busca á Titu.
Human escucha el confuso
Murmurar, seguro indicio
De que hasta el nombre de Tarco
Es ingrato á los oidos
De los suyos; si, lo escucha,
Y siente en el alma alivio,
Pues el joven Tarco siempre
Le fué también repulsivo.
IV.
EL SÍ DE LA NOVIA
Es la vida. un continuo y vario juego
En este bajo circo mundanal,
Y de cuyos caprichos, loco ó ciego,
Es el juguete el infeliz mortal.
Ya á una región llevándole sublime
De la envidia le dan al aquilón,
Donde entre oro y vana pompa gime
Y en sus glorias merece compasión;
Ya desnudo de gozos y ventura
En un futuro bien le hacen soñar
Y el tiempo vuela y nunca la dulzura
De ese soñado bien llega á probar;
Ya. fingido le dan grato sosiego,
Tras el pesar forzándole á reir,
Mientras el hierro aguzan con que luego
¡Ay! volverán su corazón á herir!
Así del sabio amunia desterrando
•46 J. LEÓN MERA
La angustiosa fatídica inquietud,
Van de gozos efímeros colmando
Y de esperanzas mil su senectud.
De noble frente y ademán severo, '
De ánimo firme y corazón audaz
Es el viejo Pacoyo, aquel guerrero
Diestro en las armas, próvido en la paz;
Aquel cuyo mirar chispea luego
Al redoble del bélico tambor;
Aquél que es todo irresistible fuego
Cuando la voz escucha del honor;
Que de Incas y de Shiris se ha sentado
En el suntuoso opíparo festín,
Llena la copa del licor sagrado
Apurando con ellos hasta el fin;
Que en su abrigo la blanda tela emplea
Que la Escogida del Acllay tejió,
Y la sabrosa coca saborea
Con que del Sol el hijo le obsequió. (19)
Del albergue de Human al de Pacoyo
Quinientos pasos interpuestos hay,
Y aunque anciano los anda sin apoyo
Este bravo y egregio Apusquipay, (20)
LA VÍRGEN DEL SOL 47
Un gallardo mancebo le acompaña
Que lleva contristado el corazón,
Y su frente, que tibio sudor baña,
De honda inquietud anubla la espresión.
¡Oh! si claro lo interno se pudiera
Descubrir de quien ama á una mujer!
;Oh! si del hombre al hombre dado fuera
Los secretos del alma conocer!
¡Cuál en su hermoso y noble compañero
Los pudiera el anciano descubrir!
¡Cuál con ánimo indómito y entero
Le enseñara sus penas á sufrir!
Mas el pecho del joven es abismo
De esperanzas, temores y pesar;
Es arcano que nadie, que ni él mismo
Pudo nunca en su anhelo penetrar.
Siente en su alma sensible de contino
De oculto mal acérrimo escosor,
Y lucha sin cesar con su destino,
Tenaz opuesto á su inocente amor.
Ya se aproxima el suspirado instante
En que Titu ha de hallar su ansiado bien;
Cisa le anva, y de su amor constante
48 J. LEÓN MERA
Ha ya cien pruebas recibido y cien.
Sí, ella le ama y de su labio puro
No oirá jamás el desabrido nó:
Jamás, que siempre, de su amor seguro,
El si dichoso repetir la oyó.
Mas ¿por qué siente acongojada el alma?
¿Por qué le roe el pecho la aflicción?...
;Ay! nunca en vano de ella huye la calma!
¡Nunca en vano se agita el corazón!
El sol su cuna ya dejado había
Y entre el oriente y el cénit mediaba,
Y la lumbre que al suelo derramaba
De la aurora las perlas absorvía;
Ya el indio fiel le había adoraciones
Rendido mil, y del virgíneo coro
Aún humeaba en los altares de oro
El perfume de puras oblaciones;
Cuando de Human penetra en la morada
El viejo adusto, y el mancebo fuera.
De mil temores combatido, espera
El instante de ver á su adorada.
— Guerrero, exclama el virtuoso amanta.
LA VIRGEN DEL SOL 49
¿Qué á pisar mis umbrales te ha movido?
¿ Sobre el curso de Cóillur (2 1 ) has querido
Venir á hacerme acaso una pregunta?
Habla, y el astro santo te bendiga
Por la honra que me trae tu presencia;
Yo indagaré con mi sublime ciencia
Cuanto de cielo intentes que te diga.
— Hijo del grande Cóndor, (22) noble sabio^
El guerrero contesta en grave acento,
Yo no buscó tu ciencia y tu talento;
Mas la palabra escucha de mi labio.
♦
(Y juntos los dos viejos se sentaron
En un rústico banco de madera,
Como los viejos de la edad primera
Que en la inocencia y la virtud reinaron.)
Y Pacoyo prosigue: — El descendiente
Del tigre, Chuqui, que jamás vencido
De humano brazo fué, pero que herido
Al postre sucumbió de hado inclemente;
Chuqui, mi amado y generoso amigo.
Que siempre, de mi lado inseparable,
Por Cacha combatía, y formidable
Fué de la cara- patria al enemigo;
Chuqui y Runto, su tierna y bella esposa^
So J. LEÓN MERA
De las almas al irse á la morada,
Dejaron á mi amparo encomendada
La única prenda de su amor hermosa.
Yo levanté la funeraria tola
Sobre sus frios cuerpos, y junto á ella,
En señal de mi llanto y mi querella,
Planté el funesto molle y la viola.
Yo al huérfano adopté, y él ha crecido
Junto á mí, como crece al pié del roble
Añoso el arbolito cuya noble *
Frente aún el huracán no ha sacudido.
Yo le enseñé á tirar el dardo agudo
Y el hambre á soportar, calor y frió;
Y gracias al poder del arte mió
Vencer á todos en la lucha pudo.
Hoy la sangre de Chuqui confundida
Con la del grande Human verse procura,
Para estender en descendencia pura
La progenie del tigre esclarecida.
Titu ama á Cisa. ;E1 astro soberano
Quiera, Human, fecundar de tu hija el seno
Como escondido en el feraz terreno
Del preciado maíz fecunda el grano!
— ¡Labre el hijo de Chuqui su cabana,
LA VIRGEN DEL SOL ^I
Y Únase mi hija al hijo del guerrero!
Exclama Human, y el rostro placentero
A la palabra sincera acompaña.
— ;A Titu por su esposo, á Titu elijo!
Raba dice también; la madre Luna
Propicia á entrambos les dará fortuna
Y en mis brazos veré de mi hija al hijo!
— ¡Únanse Titu y Cisa! Amaru exclama;
Y pasmada y estática la bella
Ve lucir de esperanza una centella
Que en su alma el gozo del amor derrama.
Y entra Titu de Human al aposento;
Le repiten sus votos el anciano,
Y Raba y todos; y ebrio de contento
Le abraza Amaru y le apellida hermano.
Y los ojos de Titu se encontraron
Con los de aquella celestial mujer,
Y sus miradas un lenguaje hablaron
Que ellos sólo pudieron comprender.
Lo que en los dos pasaba en ese instante
Nadie pudo ni quiso descubrir;
Mas lo puede pensar quien es amante,
Quien sabe el fuego del amor sufrir;
Quien del deseo devorado vive
5 2 J. LEÓN MERA
De que fuese verdad una ilusión,
Y cuando al fin la realidad percibe,
Teme, duda, se agita el corazón.
Cisa temblando y de rubor cubierta
Deja el sí de sus labios escapar,
Como deja la rosa medio abierta
El aljófar del alba resbalar.
¡Oh cuánto es bella la mujer amada
Cuando descubre de su amor la fe!
; Cuando por siempre al amador ligada
Por el sí dulce y seductor se ve!
¿A qué viva y ardiente fantasía
Formar es dado igual otra mujer?
¿Dó está la voz de grata melodía
Que pueda con la suya contender?
Cerca la fiesta de Antasitua viene,
Fiesta de baile y confusión marcial;
Una luna después otra solene
Sigue de danza y gozo general.
Uma-ra ¿mi es su nombre; el triunfo en ella
Obtendrán el amor y la virtud,
Y Titu y Cisa su feliz estrella
Verán lucir en plácida quietud.
Mas á un bosque lejano irán primero
LA VIRGEN DEL SOL ^3
Titu y el hijo del amimta Human,
Y el temido león soberbio y fiero
En su albergue musgoso cazarán;
Y el dia de las bodas anhelado,
Libre por siempre de temor cruel,
El amante de Cisa irá adornado
De la fiera tremenda con la piel.
¡Esperanza feliz!... ¡áy! si la suerte
No aniquilara, su preciosa flor!
; Si no guardara el porvenir la muerte
Para tan puro y delicioso amor!
LA FIESTA DE ANTASITUA
Rasga el nocturno y tenebroso velo
Pálida luz que el horizonte dora;
Luego las nube^ de carmín colora
Y huyen las nieblas del rociado suelo.
Crece del Inca el religioso anhelo
De ver el astro que sumiso adora,
E inquieto aproximarse ve la hora
En que se eleve á la región del cielo.
Asoma al fin, y de su faz ardiente
Un rayo lanza que á su imagen de oro
Hiere en el templo la bruñida frente.
Le adoran pueblo y rey; dulces cantares
Le tributan sus vírgenes en coro
Y el sacerdote incienso en los altares.
Y la anchurosa plaza de guerreros
Henchida se halla, en cuyas frentes nobles.
Brilla el valor del hijo de los Andes
Y el alto orgullo de un glorioso nombre;.
LA VIRGEN DEL SOL S^
Los bravos aquí están que en un soberbio
Cóndor del Chimborago reconocen
De su familia el tronco, y no hay humano
Que incauto violar sus fueros ose;
Allí están los Curacos, (24) descendientes
De atroz león, espanto de los bosques;
Acá los ñustis, (25) cuyo egregio padre
De la raíz nació de un viejo roble;
Los cariques allá, cuyo sagrado
Progenitor veneran en un monte,
O en un claro torrente que rompido
De peña en peña estrepitoso corre.
Unos adornos de plumajes llevan
De formas diferentes y colores
Gayes cual los del iris; en la espalda
Otros la hermosa piel van del feroce
Tigre ostentando; aquel nerbudo pecho
So un peto de oro fúlgido se esconde;
Éste luce tahalí de ricas piedras.
Ese un collar de conchas y de flores;
Y alarde todos de sus arcos hacen.
De hachas y lanzas de luciente cobre,
Y entre gritos de gozo y de entusiasmo
Al viento agitan bélicos pendones.
De su querido pueblo al centro el Inca
Goza también; los hombros de cien nobles
En su espléndido trono le sustentan;
Brilla á sus lados su soberbia corte;
=)6 J. LEÓN MERA
Todo es magnificencia, todo es digno
De quien junta la sangre y los blasones
De la prole de Manco y de los Shiris
De cien pueblos y cien dominadores.
De los hijos de Tumbal animosos
Entre la multitud vése en desorden
Grato vagar hermosas y hechiceras
Doncellas mil, robando corazones.
Suelta la negra cabellera al aire,
La sien adornada de amancay del bosque,
Ledo el rostro divino, mal cubierto
El seno tentador, las mira el hombre:
Las mira, y se estremece, y arde todo
Y tras sus pasos, delirante corre,
Y esquivas ellas se escabullen, huyen.
Tornan y encienden donde quiera amores.
La música resuena
Más viva y más alegre;
Principia ya la danza
Y el regocijo crece.
Cada alma ansiosa busca
El alma de quien pende
Su amor, y cada pecho
"Se agita, duda, teme.
Mil gratas ilusiones
Se forja alguna mente.
LA VIRGEN DEL SOL 57
Que cual pompillas de agua
Instantáneas perecen;
Se cruzan mil suspiros,
Colóranse mil frentes,
Se mezclan y se chocan.
Amores y desdenes;
Celos, enojo, enyidia
Se engendran, nacen, crecen,
Y algún amor antiguo
Acaso entonces muere.
Y airosas y fugaces
Las parejas se mueven,
Y, cual del mar las ondas,
Se retiran y vuelven.
Allá un guerrero, al hombro
La rodela pendiente,
En torno de su bella
Da vueltas doce veces.
Cantando ardientes versos
En voz suave y leve.
Que en premio una sonrisa
Dulcísima le obtienen;
Aquí un gallardo joven
Y una doncella alegre
Se miran y enamoran
Danzando frente á frente;
Más lejos enlazados
Muchachas y donceles.
5 8 J. LEÓN MERA
Saltando en armonía
Al son de un panderete,
Se cruzan y se enredan,
En círculos se extienden,
Se alejan, se aproximan,
Dan giros, van y vienen.
Y del baile y los cantares
Entre la grata armonía
De Amaru en el corazón
El amor hizo manida;
Y es Toa quien le enamora
Con su hechicera sonrisa,
La hermosa Toa, que á muchas
Objeto es quizás de envida;
Pero ¡infeliz del incauto
A quien sus gracias cautivan!
Es flor de pétalos bellos
Y de fragancia exquisita;
Mas ¡ay del mísero quinde (26)
Que ciego de amor la mima,
Y en vez de miel en su cáliz
Humor ponzoñoso liba!
Ignora Amaru que es Toa
Quien por su amigo delira,
Y le descubre y entrega
El corazón y la vida;
LA VIRGEN DEL SOL 59
No sabe que ella al desprecio
Los halagos dá y caricias
De todo otro fino amante
Que ser su amado codicia;
Ni que Tarco es instrumento
De sus perversas intrigas,
Ni que otro resorte á él mismo
Quiere hacer de sus perfidias;
Ignora que ella en su pecho
Guarda veneno, que Cisa
Es objeto de sus odios
Y quien sus celos aviva;
Y engañado* cree y goza
En la esperanza la dicha,
Y ella más y más le engaña
Con expresiones de almíbar.
— Yo seré, Amaru, le dice,
Tu fiel esposa y amiga;
Tu Htíoca será mi Hüaca^
Tu Vilca será mi Vilca. (27)
Tú labrarás nuestra choza
Del Machángara en la orilla,
Y allí los dos formaremos
Una dichosa familia.
Pero ¡ay! la edad que requiere
La ley no tengo cumplida:
Fáltanme aún cuatro lunas
Con exceso de unos dias.^
^^ J. LEÓN MERA
Su bello y pérfido labio
Gozos á su amante brinda,
Mientras no deja importuna
De herir á Titu su vista.
Eterna perseguidora
Del fiel amante de Cisa,
Se mostró celosa, aleve
Y fácil siempre á la ira;
Por eso de Titu nunca
Con sus encantos se había
Turbado el pecho, ni el alma
Jamás le rindió sumisa;
Empero al ,oir su nombre,
Y mucho más si la mira.
Siente su alma estremecerse.
Su corazón se horripila:
Tal como al ver una boa
O al oiría cuando silba
El caminante en el bosque
Se conturba. y horroriza,
Y con espantados ojos .
<2.ue aquí y allá prestos giran
Al peligro que le amaga
Busca remedio en la huida.
Entre multitud de bellas
-Que el gran baile solemnizan.
LA VIRGEN DEL SOL 6l
A no estar de Human y Raba
Presente la hermosa hija,
Fuera Gualda la primera;
Gualda de frente y mejillas
Más frescas que los rosados
Pítalos de la arocjilla;
De ojos negros como el fruto
Sazonado de la oliva, -
De labios rojos y bellos
Como la madura guinda.
De corazón tierno y franco.
De alma inocente y sencilla
Pero de ánimo capaz
De alzarse hasta la osadía;
Gualda que de Human al hijo
Ama con pasión tan viva.
Que en sus miradas chispea
Por mucho que arda escondida..
;Ay escondida! ¡Infelice!
¡Gualda infelice! la impía
Suerte le veda que á Amaru
La revele, y las delicias
Del amor correspondido,
De almas tiernas luz y vida,
Jamás gozará la suya!
Pero ¿quién sabe?... ¿Qué VisX^dk.
Humana ve en lo futuro
Ni venturas ni desdichas?
62 J. LEÓN MERA
Tan linda naciera Gualda,
Que la fortuna, á las lindas
Siempre adversa, condenóla
A vivir amargos dias.
Sus padres buenos y pios
Del Sol la juzgaron digna,
E hicieron solemne voto
De consagrarle la niña;
Pero aunque es tal su belleza
Que á muchas otras eclipsa,
Y aunque de noble hace alarde
Justamente su familia,
En sus venas no circula
Sangre de Shíris ni de Incas,
Ni su alcurnia es de Caciques,
Ni de algún amiinta es hija:
Así no del Sol esposa,
Sí humilde sierva, su vida
Consumirá en el servicio
De las demás Escogidas.
Catorce veces apenas
Ha visto volver el dia
En que se abrieron sus ojos
Del Sol á la luz divina,
Y el en que ;ay! sepultarse
Debe para siempre viva
Del Acllajy entre los muros
Sombríos ya se aproxima.
LA VIRGEN DEL SOL 63
Cual dos palomas bellas
Por el amor unidas,
Entre otras confundidas,
Se dicen sus querellas,
Se cuentan su pesar.
Así de Chuqui el hijo
Y la hija del atnunfa,
Que amor atrae y junta
En medio el regocijo
Guerrero y popular.
Confúndense bailando
Entre muchas parejas
Que, alegres ó perplejas,
Calladas ó cantando.
Se mueven á compás;
Y en plática amorosa
Él y ella los pesares
Cuéntanse y los azares
Con que una suerte odiosa
Los hiere más y más.
— jCuán largo tiempo y cuánto,
Oh amada Cisa, mi alma
Carece de su calma.
Víctima de quebranto
Fatídico y cruel!
El dia se aproxima
64 J. LEÓN MERA
En que serás mi esposa,
Y crece á par sañosa
' La pena que lastima
Mi pecho amante y fiel.
¿Por qué mi infausta suerte
Se empeña en afligirme?
¿Por qué para oprimirme,
Amada mía, al verte
Se aumenta mi dolor?
Así Titu la dice;
Pero esplicar no sabe
Cómo tal duelo cabe
Si presto á ser felice
Va con su dulce amor.
Y Cisa le contesta:
— No eres, Titu querido,
Tú solo el que has sufrido
Y aún sufres tan funesta
Cruel persecución;
Pues la obstinada suerte
También me acosa impía,.
Y siente el alma mía
Temores de perderte,
Y tiembla el corazón! —
y ¡Fatal presentimiento-
LA VIRGEN DEL SOL 65
Que amargas la alegría!
¿Porqué el cielo te envía
Al hombre en el momento
En que vislumbra un bien?
¿Porqué aun con la inocencia,
Negro fantasma, envistes,
Y su alma, en sombras tristes
Envuelta á tu presencia,
Doblega el alba sien?
En lo más alto del cielo
Está ya el dios de los Incas,
Y sus verticales rayos
Al pueblo alegre fatigan.
Poco á poco de la plaza
Los guerreros se retiran
A dar pábulo á la fiesta
En medio de sus familias.
Atahualpa, que ha gozado
De la general delicia.
En honor del astro sumo
El licor sagrado liba
Por última vez, y huyendo
También las llamas estivas
En su aurífero palacio
Busca la sombra benigna.
El melancólico Titu
66 J. LEÓN MERA
De SU amada se retira,
Y ambos se miran mil veces
Hasta perderse de vista.
Gualda también, triste y muda,
A su choza se encamina,
Y de Amaru al despedirse
Toa se muestra afligida
Mirándola de soslayo
Va un joven á quien la risa
Los toscos labios dilata
Con expresión bien maligna:
Es Tarco que al disimulo
La sigue siempre y la mira,
Que ni la quiere ni la odia.
Mas que por tema la atisba.
Toa, que sagaz y astuta
En Amaru al fin domina,
Ha columbrado al hablarle
La unión de Titu y de Cisa;
Mas cerciorarse procura
Hablando con Cisa misma,
Y en el camino la estrecha
Con solapada malicia;
Y después que la regala
Con dulcísimas caricias.
Sobre amorosas escenas
Entrambas solas platican.
Recuerdan aquel encuentro
LA VÍRGEN DEL SOL ÓJ
Del bosque, la melodía
De la flauta y la dulzura
De aquella voz expresiva.
— Él era, sí, era Titu
Dicela inocente Cisa
A cuya voz esa noche
Mis pies ligeros corrían,
Llegué, le vi; mas al punto
Creyó que rayaba el dia;
Luego al oir un ruido
Me dijo: «¡Vete, querida!»
De Toa los labios mueve
Fugaz y leve sonrisa
Mezclada con el veneno
De sarcasmo y de malicia.
Cisa la nota; más piensa
Que es reflejo de alegría
Inocente: juzga á Toa
Cual ella pura y sencilla;
Y á su inquirir simulado
Ábrela el pecho, y que unida
Será á Titu le asegura
Del üma-raimi en el día.
No quiere saber más nada
Su astuta y pérfida amiga,
Y se despide ocultando
Despecho, celos y envidia.
VI
TOA Y SU PADRE
De P^^coyo y de Human entre las casas^
Del camino vecina, y á igual trecho
De ambas, vése una choza de amarilla
Paja cubierta y de espinosos pencos.
Medio la esconden las cruzadas ramas
De silvestres arbustos, y del techo
Ciérnese el humo á persuadir al hombre
Que de seres humanos es albergo.
Sí, que allí mora un venerable anciano,
ün sacerdote ilustre, á quien el pueblo.
Los Curacas y los Ñnstís y los Incas
Como al hombre contemplan más perfecto.
Oráculo el más fiel y más seguro
De la quiteña gente en el concepto.
Consulta al Sol, la Luna y las Estrellas,
Las víctimas observa, explica sueños.
Su talla colosal, antes erguida,
Háse humillado de la edad al peso,
Y ya se ve como árbol doblegado
Al recio soplo de continuos vientos.
LA VIRGEN DEL SOL 69
Surcada tiene la espaciosa frente,
Es entrecano y pobre su cabello,
Luengas las cejas, la mirada torva,
Hundido el labio y el color de muerto.
Dióle natura despejada mente
Y el ingenio sutil en grado extremo.
Conque ocultando vicios é impiedades
El alma pura muestra, noble el pecho.
Gran sencillez en el vestido afecta,
Modestia en el hablar, en su alimento
Suma frugalidad; en fin, al mundo
Con la hermosa mentira engaña diestro.
Único fruto de su amor perdido
Es su hija Toa; en lo gracioso y bello
Retrato fiel de su difunta madre,
Y trasunto cabal en lo perverso •
De su hipócrito padre, cual si hubiese
l^aturaleza, acaso por funesto
Capricho, una alma sola dado á entrambos
Y un mismo corazón puesto en su pecho.
Y ella sola es la diosa á quien él ama,
A quien adora con delirio ciego,
Por quien tan solo vive, en quien seguros
Su esperanza mantiene y su consuelo.
Sólo ella manda; á su imperioso tono
Jamás opone resistencia el viejo,
Y á sus vanos antojos sacrifica
Su influjo y honra y popular respeto;
JO J. LEÓN MERA
Y aun de su Dios el nombre maldijera
Y arrasara del Inca el grande imperio,
Si tal poder tuviese y de su Toa
Lo exigiera el capricho ó desenfreno.
Aun se escuchaban los rumores sordos
Que al retirarse levantaba el pueblo,
Cual los chasquidos de la mar turbada
Que resuenan confusos á lo lejos.
Al ocaso la faz el sol volvía
Donde de rojas nubes un inmenso
Sudario le esperaba, desplegado
De la cumbre del monte al vago cielo.
La viva luz de la ardorosa tarde
Por las rendijas mil del pobre techo
Invaden más que por la angosta puerta
Del viejo Cushipata el aposento.
Toa, sentada del hogar al lado,
La bella faz oculta entre los dedos,
Y el torneado brazo leve apoya
En la ancha piedra que circunda el fuego.
Silenciosa é inmóvil en su mente
Mil revuelve fugaces pensamientos;
Ora á los ojos le resalta la ira
Que arde en su alma ó los furiosos celos;
Ora sus labios la sonrisa amarga
Del desdén entreabre; ora el desprecio
LA VIRGEN DEL SOL 7 1
Cruel los mueve, y en su frente hermosa
Ya hay arrebol, ya palidez de muerte.
Irresoluta, ideas encontradas
Adopta mil y las desecha luego,
Y otras crea y reforma, y no halla alguna
Que venga justa al fin de su deseo.
Silencioso también, la vista en ella
Tristemente clavada, el padre viejo
Está de pies junto al hogar, y teme
Hablar á su hija y sondearle el pecho.
Mas con presteza al fin alza los ojos
Toa, de rabia y de despecho llenos,
Y mirando á la faz á Gushipata
Así le dice en tembloroso acento:
— Te lo dije: fundadas mis sospechas
Fueron ;oh Gushipata! Y tú ¿qué has hecho?
¡Nada! ¡nada!... ¡Y el pérfido se ríe!
¡Y triunfa mi rival, á quien detesto!
Desde que á Cisa en el boscaje hallando
Aquella noche, la seguí en secreto,
Y de Chuqui en la tola con su amante
Razonando la vi, ¡oh! de mis celos
La furia crece, me devora el alma!...
¡El alma, padre! ¡el corazón!... ¿Qué has hecho?
¿Que has hecho, di?... ¡Por siempre van á unirse!
¡Y tú los dejas, y de rabia muero!...
Volvió á cubrir el conturbado rostro
Entre las manos, y quedó en silencio.
72 J. LEÓN MERA
pl viejo al observarla, acongojado,
Hablóla así con paternal afecto:
— Calma, calma tu cólera, hija mía;
No del dolor te entregues al exceso.
¿Qué esperas más del poderoso influjo
Que aun de los Incas en el alma ejerzo?
Si á más no alcanzo, di, ¿por qué me culpas?
Del hijo de Pucari, con manejos
Simulados y ofertas lisonjeras
Pude á Cisa inclinar todo el afecto;
Pero la hija de Human ha rehusado
El de corales y de conchas bello
Collar, y aun el amunta y su familia
Han despreciado al pretensor mancebo.
De Atahualpa después en la presencia
Puse todo mi afán, todo mi empeño.
Porque el hijo de Chuqui, á los combates
Contra Huáscar marchando, el amor ciego
De su Cisa olvidara, así á tu alma
Celosa dando caro refrigerio.
Ya que tu ardiente amor desdeña Titu
Y ni teme amenazas ni oye ruegos;
Pero más pudo el guerreador Pacoyo,
Y Titu ya no irá. ¿Qué más yo puedo? —
— ¿Y todo es esto, insigne Cushipata?
Toa pregunta con atroz desprecio.
— Esto es todo, replícala el anciano
Con balbuciente voz, y añade luego:
LA VIRGEN DEL SOL 73
— ¿Por qué tu Huaca^ Toa mía, quiere
Que ames tan solo á Xitu? ¿No hay apuestos
Y bellísimos jóvenes en Quito?...
El mismo Tarco te ama, y tu su afecto...
— ¡Calla, padre! No más en mi presencia
Ese nombre pronuncies que detesto!
¡Yo amar á Tarca y olvidar á Titu! *
¡Jamás! jamás! jamás! ¿Cómo mi pecho
Ha de abrirse á otro amor, aunque él ¡ingrato!
Dé el suyo á otra mujer? ¿Cómo, si siento
Que para amarle vivo, y mi ventura
En adorarle esta?... Mas ya le veo
En otros brazos!... ¡Ay! su amor su vida
•Son ya de mi rival!... ¿Y no hay remedio?
^Ha perecido mi esperanza?... Amaru
Díjome cosas que á entender me dieron
Que pronto se unirán. Luego ella misma,
Ella misma, radiante de contento,
Mé abrió su corazón, confióme todo.
jOh! sí, todo lo sé; ya no hay misterio!...
Más aun queda en tus manos, Cushipata,
A mi despecho un lenitivo al menos...
— Habla, habla. Toa! ¿qué pretendes? pide;
Nada te negaré; todo lo puedo
Por tu amor, hija mía. — Quiero, pido
Que con tu influjo, tu valer, tu empeño
Los separes por siempre; que ni el nombre
Oiga Titu de Cisa, y sacrilegio
74 J- LEÓN MERA
Le sea aun pronunciarle... ¡Padre! padre!
¿Comprendes ya mi postrimer intento?
Así olvidado de su amante un día
Quizá rendido escuchará mi ruego -
Titu, ó al menos mi enemiga odiada
No será nunca de su amor la dueño.
— ¿Cómo hija mía separarlos quieres?
¿Con qué poder á Titu vedaremos
De su amada hasta el nombre? Dime, Toa^
Dímelo, manda y te obedezco ciego. —
Ella muda alza el brazo y las murallas
Le enseña del Acllaj^, — ¡Ah! te comprendo,
El viejo exclama entonces, de sus mustios
Labios dejando deslizar un gesto
De complacencia; ya comprendo, Toa,
Cual es tu voluntad, cual tu deseo.
Déjame obrar; es fácil el asunto
Y su éxito feliz desde hoy te ofrezco.
Fatídica expresión de íntimo gozo
Brilía en la faz de Toa, fiel reflejo
Del placer infernal que de improviso
Sucede en su alma á los rabiosos celos.
En tanto hablaban, ya de pies la joven
De su honda excitación al movimiento.
Por obra maquinal con la siniestra
Asía de su padre el manto negro;
Y el anciano, inconsciente, se dejaba
Impeler al dintel del aposento.
LA VIRGEN DEL SOL 75
Donde fin al diálogo ponían,
Ya concertado el pérfido proyecto.
Más en este acto mismo (¡y ni él ni ella
De su dios el enojo comprendieron!)
Les negó el Sol su luz, tras densa nube
La faz radiosa súbito escondiendo.
vil
LA CAZA
Allá tras el Pichincha que se alza magestuoso,
De las andinas cumbres fatídico Titán,
En cuyo ardiente seno del genio misterioso
De espanto y de ruinas oíase el bramar;
Del genio que lanzando sus llamas hasta el cielo
Retaba á las estrellas en el azul cénit,
Y sacudiendo montes y destrozando el suelo
Los templos y palacios tornaba polvo vil;
Allá tras el Pichincha en cuyas verdes faldas
De Quito se levanta la egregia población.
Mirando cual baluartes que guardan sus espaldas
Las escarpadas rocas de fúnebre color;
En cuya cima oscuras y pavorosas vuelan
Las nubes que la atmósfera ennegreciendo van,
Y en tempestades caen que la campiña asuelan
Y á rayos retumbantes conturban la ciudad;
De cuyos riscos saltan los nítidos raudales
LA VIRGEN DEL SOL ^^
Que el suelo fertilizan benéficos do quier;
Cuyas inmensas plantas oprimen los metales
De la codicia ocultos á la insaciable sed;
Allá tras el Pichincha, de las pasadas eras
Testigo á quien los siglos no pueden destruir,
Que vio de los indígenas, indómitas y fieras,
Las huestes por sus reyes trabar horrenda lid;
Que vio de Rumiñahui feroz la tiranía,
Y en Quito sobre escombros triunfar al español.
Con cuya sangre luego, regada por impía
Discordia, de Iñaquito la tierra se empapó;
Que en su riscoso pecho después ha sustentada
Legiones que lidiaron batalla* sin igual.
Do fué el León hispánico por el León postrado
Que á redimir viniera la patria de Carán:
Allá tras aquel monte.
Que marca del ocaso el horizonte,
Sombrías, misteriosas, dilatadas
Selvas se hallan, que acaso aún este día
Tiene senos al Nómade escondidos
Que libre y ruda vida encuentra en ellas;
Tal vez en otra edad no profanadas
De la osada codicia por las huellas
Con sangre en todas partes estampadas
78 • J. LEÓN MERA
¡Con la sangre de víctimas sin cuento !
¡Y oh Cielos! ¡oh justicia! con la propia
Del victimario, de riqueza hambriento!
Allí el cedro levanta
Cual regio dombo su frondosa cima,
Y á su tronco se arrima
Y enreda y sube trepadora planta.
Allí, de ingratitud imagen cierta,
Crece á la sombra de higuerón hermoso (50)
El débil arbustillo que, tornado
Gigante de la selva poderoso,
Da muerte al bienhechor. Allí el preciado
Huayacán, y la chonta negra y fuerte.
Hierro del guerreador de la montaña;
Y el árbol que el aroma grato vierte
Consagrado á los dioses, y el frondoso
Seivo, vestido de suave seda;
Y el vijao cuyas hojas la cabana
Cobija de los hijos del desierto;
Y allí el flexible -mimbre, allí la caña
Que se entretejen, cruzan y sostienen,
(Simil de la amistad de firmes pechos)
Y en lozanía eterna se mantienen.
Allí junto á las clásicas palmeras
De penach::das y elegantes copas
Los variados heléchos
De plúmeas hojas, frescas y ligeras...
LA VIRGEN DEL SOL 79
Al influjo del astro soberano
Brota la tierra el amancay fragante;
Rivales de la bella y arrogante
Reina de los jardines, del liviano
Céfiro al soplo, mécense otras rosas,
Cuyo nombre y virtud sólo conocen
Las deidades del bosque misteriosas.
El paj arillo de doradas hojas.
La arvejilla .olorosa y purpurina, ■
La simbólica y hoiXz pasionaria,,.
Mil ñores blancas como plata, rojas
Como la brasa, azules como el cielo
O en tintura brillante y peregrina
Bañadas, y de varia
Forma infinita; de tapiz del suelo
Unas, otras aéreas, que cual aves
Presas de hilos sutiles, en suaves
Vaivenes se menean^
Desparciendo fragancia al tenue vuelo
De las brisas que en ellas se recrean.
Y en aquestos fantásticos pensiles
Ricas en visos de oro y en colores
Rivales del cielo y de las flores,
lín incesante afán miles y miles.
Inconstantes, voltarias.
Leves, fugaces, lindas mariposas
En callado volar las alas baten...
8o J. LEÓN MERA ■
¡Alma Naturaleza, cuan preciosas
Son las galas diarias
Que ostentas de mi patria en las regiones!
Nobles aspiraciones
De emularlas agitan el ingenio;
Pero impotente humíllase y suspira:
El dechado magnífico le abruma;
El pincel cae, rómpese la pluma,
Y enmudecen las cuerdas de la lira.
Mas no, yo en mi entusiasmo, ó mi locura,
¡Oh madre de la vida! jOh gran Natura!
No dejaré que la sonora mía
Niegue su voz á mi atrevido intento:
;La obligará mi indómita porfía!
El aire sosegado
Corta el volar continuo de las aves,
Ya en blando movimiento,
Ya en curso arrebatado;
Y esos alados músicos_, vestidos
De brillante plumaje matiza. .j,
Con notas armoniosas y suavjs
Deleitan los oidos.
De los ojos delicia y embeleso,
Los lindos colibríes.
Cual ricas esmeraldas.
Topacios y rubíes.
Con aliento de vida.
LA VÍRGEN DEL SOL • 8l
Dando beso tras beso
Con franqueza atrevida
En los abiertos labios de las flores,
Su néctar van hurtando;
Y aquí y allí sin descansar girando,
Fugándose y volviendo
Y espiras mil haciendo,
Al cab¿ son de todas burladores.
Allá junto á las nubes, con mesura
Regia, bate las alas formidables
El cóndor de alba gola, de los vientos
Dominador. Fatídica bravura
Sus miradas enciende.
Cuando desde su altura,
Presta la garra á sacrificios cruentos.
Por los valles ó páramos las tiende;
O, si de hallar su víctima no cura.
Déjalas con desdén vagar inciertas,
Cual si sólo de luz quisiese hartarlas.
En las regiones célicas desiertas.
Entre las ñores y hojas que tapizan
El siempre húmedo suelo, se deslizan
En ondulosos giros las culebras;
O por las colas á las verdes ramas
De árboles corpulentos
Suspendidas se mecen las escamas
Bruñidas ostentando. Rojas hebras
Semejan las mortíferas corales.
J. LEÓN MERA
La de cola sonora
Temida cascabel, la silbadora
Equis de gualdo vientre y negro lomo,
Las reinas son allí de los reptiles.
La cuadrúpeda grey no sin monarca
En esos bosques vive: de melena
Desnuda la cerviz, no de gentiles
Formas ni de bravura despojado,
Reina el león allí; y el feroz tigre
Que el poder le disputa,
Cuando el hambre su audacia ha duplicado,
Como él rugiendo en su sangrienta gruta,
A gran distancia la espesura atruena
Y de terror á sus vivientes llena.
A estos bosques ornados
De eternas hojas y de eternas flores;
A estos sitios poblados
De insectos y aves y terribles fieras,
Titu y Amaru acuden á la caza.
De sus manos certeras
Vuelan rectas las flechas; asustados
Los inocentes pajarillos huyen;
En vano la torcaza
En las más altas cimas busca amparo:
El arma voladora
La alcanza y rasga el pecho temeroso;
LA VIRGEN DEL SOL 83
La pava en vano Con la amiga rama !
Que oculta el nido caro,
Prudente huyendo y tímida, se cubre:
La mirada oteadora
De Ti tu la descubre,
Y la saeta aguda
Le lleva al escondite muerte cruda;
En vano intenta el papagayo verde
En su encumbrado vuelo
Defender su existencia: allí la pierde
Del diestro Amaru al infalible tiro,
Y á plomo descendiendo, en tibia sangre
Al pié del cazador empapa el suelo.
Y de ardorosa emulación movidos
De otras presas en pos corren y saltan
Ambos amigos por medrosas peñas.
Que la hiedra y el pardo musgo esmaltan,
O por raudos torrentes que, oprimidos
Entre profundas breñas,
Ruedan lanzando tétricos gemidos,
O por lo más espeso y apartado
Del bosque dilatado.
Más de Amaru la vista
Advierte luego las marchitas hojas
Esparcidas por tierra, en sangre rojas;
Indudable señal, segura pista
Del pasa del león, que ha devorado
84 J. LEÓN MERA
Su presa aun palpitante
Y á su oscuro cubil se ha retirado.
El mancebo soberbio y arrogante
Ir desdeña por Titu acompañado
De aquella fiera en pos: á la victoria
Difícil y á la gloria
De tan terrible caza ir solo aspira.
Empero Titu, que el peligro mira,
De su arrojado amigo no se aleja
Aunque lanzarse á él sólo le deja.
De entre los dos á limitado trecho,
Bajo un tronco roido por los años,
Asoma, en fin, el lecho
Do, fatigada de pillaje y daños.
La cruel bestia yace, de despojos
Sangrientos rodeada. .
La fatídica lumbre de sus ojos
Breve sueño ha robado,
Y su enorme cabeza
Entre las corvas garras ha doblado;
Pero al sonar en su mansión umbrosa
De los dos cazadores la pisada,
Yérguela con presteza,
Y su ardiente mirada y espantosa
Vuelve hacia el joven, que con firme planta
Y el arco apercibido, se adelanta
El torvo rey del bosque álzase entonces,
LA VÍRGEN DEL SOL 8^
Enarca el lomo, gruñe, se espereza,
Y al sacudir la testa -en fiero amago
Desparce en torno sanguinosa espuma.
Ageno al miedo de inminente estrago
Al siniestro codillo Amaru apunta;
Parte cual rayo la emplumada flecha;
Pero ¡ay! no va derecha
Cual ir solia, y la aguzada punta
Se 'hunde en el tronco secular, hiriendo
Levemente la fiera. Enfurecida
Esta al sentirse herida,
Dobla los corvejones y se eficoge,
Las garras pone en alto,
Y á dar rápido salto
Va sobre Amaru, que á la aljaba acude
Segunda vez ligero y atrevido.
Su amigo, empero, al trance peligroso
Atento, se apresura y vibra el dardo
Que parte silbador y va derecho
A sepultarse en la mitad del pecho
Del enemigo atroz. ¡Ay! el temido
Monarca de las fieras
Al hado propio y al valor humano
Rinde el poder y la existencia! En vano
En las ansias postreras
Lanza amenazador ronco bramido,
Y muerde el arma que arrancar procura
Peí desgarrado corazón, y quiere
té T. LEÓN MERA
Acometer: por tierra cae, se alza;
Y torna á derribarse. Su bravura
Ya es inútil ¡cuitado! En su agonía
Con la convulsa cola el suelo hiere;
Y bufa, y gime y trémulo suspira,
Se estremece y estira.
Cierra los ojos, enmudece y muere.
Titu y Amaru en la efusión del gozo
Que su espléndido triunfo les inspira
En abrazos se enlazan,
Y no más aves ni más fieras cazan;
Su insólido alborozo
Llena las selvas; su vehemente anhelo
Saciado está: ía hermosa piel del pzwia (31)
De los hombros de Titu irá pendiente,
Cuando benigno á su pasión el Cielo
Conceda á su alma la delicia suma
De ser de Cisa para siempre dueño.
¡Dulce esperanza de un amor ferviente!
¡Ay! serás realidad? serás un sueño?
VIH.
LA TEMPESTAD
Ya del cénit el astro soberano
Con magestad sublime descendía,
Y los rayos de luz que despedía
Fatigaban al mísero mortal;
Mas de las selvas el follaje espeso
Su lumbre abrasadora interceptaba,
Y favonio que entre ellas revolaba
Su hálito desparcía celestial.
Todo es calma en el bosque: no las aves
Por mortíferas flechas perseguidas
Vuelan ya sin cesar; no las guaridas
De las fieras asalta el cazador
Títu y Amaru, en la mullida alfombra
De las hojas caidas recostados,
Yacen también al ocio abandonados
Y embebidos en pláticas de amor.
Recuerda el hijo del guerrero Chuqui,
La impresión indecible que sufriera
88 J. LEÓN MERA
Cuando turbado por la vez primera
Sintió latir con fuerza el corazón;
Cuando el germen de amor en el crecía
Ardoroso y vehemente, más sin nombre;
Pues oscura é ignorada para el hombre
Arde en su edad primera esta pasión.
El instante recuerda en que á su amada
Con timidez su amor le descubría,
Y ella, temblando, á su mansión huía
Como el cordero al próximo redil;
Y las noches de luila venturosas
En que al son de su flauta ó de su canto
Cisa venía á él, cual por encanto
De su pasión ardiente y juvenil.
Y palidece y calla reservado
Al recordar la noche malhadada
En que Toa, su amante desdeñada,
El andar de su Cisa interrumpió;
Su turbación por ésta no advertida
Cuando el encuentro dijóle de aquella,
Y los celos de Cisa y su querella,
Y el siniestro ruido que él oyó.
Recuerda el sí que la inocente virgen
De Human y Raba en la presencia dijo,
Y del joven Amaru el regocijo.
LA VIRGEN DEL SOL 89
Y de SU amante pecho el...*, no sé qué.
¡Oh cuan dulce, cuan grata es la memoria
De cuanto por amor se goza ó pena!
Memoria siempre de ilusiones llena
Del fugitivo tiempo que se fué!
Y loco Amaru, enageñado, ciego
Con su primera pasión; solo respira
Auras de tierno amor; duda, suspira,
Teme y espera y gózase á la par;
Y sólo Toa el corazón le ocupa.
Toa su único bien. Toa su estrella;
El mundo todo sin su Toa bella
No tiene nada bueno que admirar.
Mas no sabe que el nombre de su amada
Por su ardoroso labio repetido.
Es un nombre por Titu maldecido,
Un nombre ;ay! fatídico tal vez;
Ni le es dado advertir en su dehrio
Que su amigo al oirle se estremece,
Y en su serena faz luego aparece
Súbita y temerosa palidez
El bosque abandonar disponen luego,
Y aunque el fulgor del sol se disminuye,
Presto á su luz la luna sustituye
Con apacible y dulce claridad.
^O j. LEÓN MERA
De la diosa al amparo irán seguros
Gozando de la noche el fresco ambiente,
, Y antes que el nuevo dia alce la frente
Habrán pisado la gentil ciudad.
Mas del Pichincha en la escarpada altura
Nube negra y siniestra se levanta,
Cuyo medroso aspecto la bravura
Del fuerte pecho de los dos quebranta;
Pues anunciando tempestad segura
Por el inmenso espacio se adelanta
Y el vespertino brillo se oscurece,
Y el rayo de la luna desfallece.
Y allá á lo lejos en opuesta sierra
Surge también, monstruoso, amenazante.
Espeso nublo que los montes cierra,
Y luego arriba al cielo en breve instante.
Tal conducidos por furiosa guerra,
A cual más animoso y arrogante.
El uno y otro ejército avanzando
Muerte y desolación van presagiando.
Y el corazón de Titu es invadido
Entretanto por nubes de tristeza,
Que han otras veces ¡ay! oscurecido
De sus amantes sueños la belleza.
LA VIRGEN DEL SOL 9 1
El de SU pecho abrumador latido,
La inquietud de su alma y la flaqueza
Algo le dicen de su adversa suerte.
Algo peor le anuncian que la muerte.
-Volar al punto á la ciudad quisiera
Donde se alberga su mitad querida,
Divino ser, cuyo albedrío era
Ley de su corazón, ley de su vida
jOh! si del cielo disipar pudiera
La negra tempestad enfurecida!
Mas aunque al astro soberano invoque,
De las nubes comienza horrendo el choque.
En la hendidura de un añoso tronco
Ambos á dos los cazadores entran.
Bajo ese techo natural y bronco
Como esquivar el temporal encuentran,
Y al primer trueno que retumba ronco
En su fondo musgoso se concentran
Cual dos cervatos que el rugido escuchan
De dos tigres que de ellos cerca luchan.
La horrible oscuridad tiende su manto;
Zumba atroz vendabal; llueve á torrentes;
Desgájanse las ramas, y el espanto
Cunde por todas partes; refulgentes
Mil centellas se cruzan, y entretanto,
92 J. LEÓN MERA
A SUS cárdenas luces, los vivientes
De la selva se vé, del susto heridos,
Sin saber, dónde huir lanzando aullidos.
Abren las nubes su encrespado seno
Y mil rayos arrojan inflamados,
Que retumbando en incesante trueno
Estremecen los montes dilatados;
Y entre raudales de corrupto cieno
De peñasco en peñasco desbordados
Ruedan en confusión troncos robustos
Y destrozados árboles y arbustos.
jTodo es horror! que Pachacámac s\x ira
Lanza del cielo en la tremenda lumbre:
El relámpago vivido que gira
Del gran Pichincha en la riscosa cumbre
Es su mirada, que terror inspira;
De su planta la grave pesadumbre
La tormenta va hendiendo; sus]acentos
Los truenos son, su soplo son los vientos.
Asi del hombre un tiempo castigaba
La insolente protervia, y descendía
El fuego en que la esfera se abrazaba
Y el agua en que tierra se sumía.
El corazón de Amaru que ignoraba
Que cosas fuesen miedo y cobardía,
LA VIRGEN DEL SOL ()}
A este aspecto tan lúgubre y horrendo
Late agitado, el ánimo perdiendo.
Y tiembla Titu; su temblor, empero,
No lo causa del cielo la tormenta:
Es la del corrzón, es aquel fiero
Incógnito dolor que se acrecienta
Con un fatal y aterrador agüero;
Que aun al indio más bravo desalienta
Un agüero fatal, y el más cobarde
Hace, si es bueno, de valor alarde:
El ímpetu de un rayo un corpulento
Seibo derriba en la mitad trozado,
Y de su nido un buho ceniciento
Al estridor escápase asustado;
Mas va y penetra al rústico aposento
Por los dos cazadores ocupado,
Y al tornar á salir, la sien azota
Con la ala á Titu y su penacho bota.
Tras horas largas de mortal congoja
Los amigos, en fin, miran del cielo
La tempestad huir; ya se despoja
De su luto la. luna, y el consuelo,
En la luz que ella de su frente arroja,.
Pachacama aplacado envía al suelo;
Ya de aquilón ha poco enfurecido
94 J- LEÓN MERA
Se oye lejano el postrimer zumbido.
' De los riscos que turbias gotas huyen
De tarde en tarde desprendidas caen
Rocallas con fragor; se disminuyen
Los raudales lodosos, pero aún traen
Despedazadas bestias, con que obstruyen
Su álveo, ó el. agua empozan ó distraen:
Aquí se ve los restos de una danta,
Un tigre más allá, que aun muerto espanta.
El crudo cierzo entre las ramas vuela,
Y la luz de la luna que resbala
Por la húmeda atmósfera, riela
En las mojadas hojas; tibio exhala
Vapor la tierra; el cárabo que vela
En la nocturna soledad el ala
Bate, y del agua al tétrico murmurio
Junta sus gritos de siniestro augurio.
Titu y Amaru emprenden su camino.
Este contempla un rato las estrellas
Y las pregunta acaso su destino;
Expresa aquél sus lúgubres querellas.
Y embebecida en un amor divino
Busca la luna las fugaces huellas
De su ígneo esposo; y toca ya en la altura
Do se muestra más lánguida y más pura.
IX.
ELECCIÓN IMPREVISTA
Es la hora que confunde
Las luces con las tinieblas:
No bien termina la tarde
Ni bien la noche comienza.
El afanoso labriego,
Dejadas ya sus tareas,
A los inocentes gozos
De su familia se entrega
Tras el riscoso Pichincha
Se ve enlutada la esfera,
Y Iqs tronidos se escuchan
De una lejana tormenta.
En tanto del gran Amunta
En la morada se observan
Preparativos y afanes
De las bodas que se acercan
De su hija Cisa. Su larga
Comedida parentela
Al doméstico servicio
De buen talante se entrega.
^6 J. LEÓN MERA
Nadie mano sobre mano
Ni indiferente se encuentra:
Aquí una anciana matrona,
Haciendo de ligereza
Alarde, \zjora (32) extrae
Del abrigo en que fermenta;
Por allá corre una moza
Un haz trayendo de leña;
Otra atiza diligente
El hogar y astillas le echa;
Aquí se muele el maíz,
Un paco allá se degüella.
Hasta el Amunia, gustoso
Las labores de su ciencia,
Por tomar parte en aqueste
Afán de familia, deja.
Raba, su discreta esposa,
Todo lo mira y ordena,
Y sumisas á su voz
Acuden ambas gemelas.
Y Cisa, Cisa es el blanco
A do las miradas vuelan
De todos; todos admiran
Su hermosura y su modestia.
No falta pecho de joven.
Su amiga y fiel compañera.
Que de una inocente envidia
Picazón oculta siente;
LA VIRGEN DEL SOL . 97
Ni falta ardiente mancebo
Que ser el novio quisiera,
Y cuyo anhelo traiciona
La mal refrenada lengua;
Que entre bulliciosa risa
Vienen y van agudezas,
Y entre las frivolas burlas
Deslízanse muchas veras.
Del crepúsculo á la luz
Melancólica y postrera.
Que huye de los dulces rayos
De la luna que se eleva,
En el umbral de la estancia
La desposada se sienta,
Y á la labor de sus manos
Dar presto término anhela:
Labra un penacho vistoso
Con plumas gayas y luengas
Del pintado papagayo
•Y de la blanca "cigüeña;
Es el presente que á Titu
Hacer en sus bodas piensa.
jOh cuánto para su esposo
Será agradable esta prenda!
Mas Cisa suspira y clava
La vista en la nube negra
Que lanza toda su furia
Sobre la lejana selva.
98 J. LEÓN MERA
— Amaru, Titu^.. ¡Quién sabe!...
Estarán acaso en ella;
Tal vez no hallarán refugio
Contra tan ruda tormenta.
¡Cuánto tardan!... ¡Qué peligros
En este instante los cercan!
Esos bosques son guaridas
De las más atroces fieras,
Y tal vez son impotentes
Para los tigres las flechas...
Mi esposo, mi hermano... ¡Oh cuánto,
Cuánto dilata su vuelta! —
Estos son los pensamientos
Que de ella en la mente vuelan,
Y las congojas del a^ma
le avivan y le acrecientan.
¡Cisa cuitada! la dicha
De su corazón se acerca,
Pues ya pocos soles faltan
Para la espléndida fiesta
Del Uma-raimiy en que todos
Sus matrimonios celebran,
Y en ese día con Titu
Formará también pareja,
Y empezará nueva vida
De amor y delicias llena;
Pero la infelice duda
Y teme, y suspira y tiembla.
I,A VIRGEN DEL SOL 99
Su ajuar está ya completo,
Regalo de sus parientas;
Su mansión está labrada
De la dé sus padres cerca;
Mas uno y otra le infunden
Inesplicable tristeza:
¡Algo extraño, ^Igo funesto •
En mansión y ajuar encuentra!
¡Presagios del corazón
Que nunca en vano se inquieta
Y que del tiempo que viene
Tristes sucesos revelan!
¡Y cómo, ¡ay! dos desgraciados
Que unió de amor la terneza
Se" entienden y corresponden
Aun cuando alejados penan!
¿Quién explica estos misterios
Que esconde naturaleza
En lo íntimo de las almas
Que para el martirio crea?
En Quito la hija de Human
Y Titu en lejanas selvas
Miran, escuchan y sufren
Igual horrible tormenta;
Esa tormenta formada
Por sus lágrimas secretas
Que los pechos destrozando
Las esperanzas asuela;
100 J. LEÓN MERA
De cuyos rayos y vientos
Las iras no tienen tregua,
O que vuelven con más furia
Si un momento se temperan.
Súbito un anciano viene
Y detiénese á la puerta,
Donde la amante de Titu
A sus labores se entrega.
— La paz el Sol os envié,
Dice á todos, la cabeza
Casi hasta el suelo bajando
En señal de reverencia;
Y PachacámaCy prosigue
Con más expresivas muecas -
Que su profundo respeto
Por este nombre demuestran;
Pachacámac esta casa
En auge y gloria mantenga,
Y todos los que la habitan
Favor de su mano obtengan —
Todos al verle se inclinan,
Sus respetos le presentan,
Y su negra vestidura
Con humilde labio besan.
Es el viejo Cushipata.
LA VÍRGEN DEL SQL ^ - tt^í*,
A quien el pueblo venera
Y quien del Inca y los nobles
En los festines se sienta;
Es el padre de la joven
Cuyo amor Titu desdeña;
Es quien á todos engaña
Con virtuosa apariencia.
Al verle Cisa se turba
Como si delante viera
Algún fantasma ó vampiro
De hosca mirada y siniestra;
Tiembla cual tímida liebre
Cuando el águila revuela
Sobre ella y á refugiarse
No alcanza en su oscura cueva.
¡En presencia de aquel monstruo
Justo es que se turbe y tema!
— Ven, el Amunta le dice,
Ven, Cushipata, que llenas
De bendición mi familia,
Mi pobre casa y hacienda.
Mas, sagrado sacerdote,
¿A qué has vanido á mi puerta?
¿Por qué de honor tan insigne
Me colmas con tu presencia?
¿Quieres indagar acaso
El curso de alguna estrella?
Habla, Cushipata, dime
:iJbi .: : : :*•."".;. león mera
¿Qué de mi ciencia deseas?
— Yo te traigo, sabio AmuntUy
El sacerdote contesta,
De parte del Sol divino
De un grande favor la nueva.
Y luego á Cisa mirando
Prosigue:— Feliz doncella,
Del Dios del cielo bendice
La gracia que te hace excelsa:
En tu tálamo de plumas
Recibir á un hombre piensas,
Y hete aquí que tu destino
En más dichoso se trueca;
Su esposa casta y sin mancha
El Sol te manda que seas.
;Oh venturosa Escogida,
Ya el Acllahuasi te espera!
De sorpresa enmudecidos
Todos al oirle quedan,
Cesa el afán y las manos
Caer las labores dejan.
Cisa queda enagenada.
Transid! el alma de pena.
Pálido el rostro, los miembros
Trémulos, muda la lengua.
Gran merced es para esposa
Del astro-Dios ser electa:
¡Oh! muy grande; pero nunca^
LA VIRGEN DEL SOL !&}
Jamás para la belleza
Cuyo corazón sensible
Humano amor encadena
;Oh! para ella la clausura
Cuan terrible es, cuan horrenda!
— ¿Callas? el pérfido viejo
Dice á la joven, ¿no aceptas
De tu Dios el amor santo?
¿Dudas? ¿temes? ¿no contestas?
— Permite, dícele entonces
Human, que yo dé por ella
Contestación. ¡Hija mia!...
;Ah! no la ves? ¿no la observas?
¡Cuál se turba!... Sacerdote...
Cushipata, yo quisiera
Que á mi razón des oidos...
; Sí! la merced es inmensa
De nuestro dios; más no ignoras
Que Cisa dio por repuesta
El si al hijo de Chuqui
De Pacoyo en la presencia.
Ya se acerca el Uma-raími;
Todo está presto... — ¿Y tú piensas,.
Human, á un dios posponiendo
Dar á un mortal preferencia?
— Consagrarle la mujer
Ya á un hombre dada, es ofensa»,
— ¡Aniunta! ¡Amunfa! tú dudas
104 J- LEÓN MERA
De mis palabras, tú niegas
Lo que el padre Sol te pide!
¡Mortal infeliz! tu lengua,
Si á sus designios te opones
Nunca á invocarle se mueva.
¿Quién á no querer te induce
Lo que el dios quiere y ordena?
¿Del supajy (33) las arterias
A tal impiedad te llevan?
¿Su soplo tu mente ofusca
Y tu pecho vuelve piedra,
Que tus deberes olvidas
Y el castigo no recelas?
— ¡No soy impío! — Pues cede.
— ¿Por qué mi albedrio fuerzas
Y el de mi hija? — Lo hace el Cielo.
— ¡Dios no es malo! — Mas su diestra,
A quien sus voces no escucha
Ni humilla ante él su cabeza.
Hiere horrible. — No la teme
Quien se escuda en su inocencia.
— ¿No la temes? ¡Desdichado! —
Y el viejo hipócrita, vuelta
Hacia el Pichincha la frente
Que cruzan rugas siniestras.
Tiende las temblosas manos,
Y en voz que se escucha apenas,
Mas con fervor, de seguida
LA VIRGEN DEL SOL IO5
Frases misteriosas suelta.
Y — ¿No miras, continúa,
Al numen á quien ordena
El Sol que todas sus aguas
Vierta allá sobre las selvas?
¿No ves cómo el rayo horrendo
Desgarra y surca la esfera?
¿No adviertes cómo los crudos
Vientos mueven la tormenta,
Chocar furiosas haciendo
Entre sí las nubes negras?
¡Y tú no temes, oh Amunta,
Que contra ti su ira venga!
Human, del astro supremo
Es la venganza tremenda:
Nadie le ofendió é impune
.Siguió viviendo en la tierra.
Acaso este mismo instante
Le obedece una centella
Y á Amaru y Titu aniquila.
Por culpa tuya, en la selva. —
De un estrepitoso rayo
La lumbre en esto serpea.
Cual si en corroboración
De estas palabras viniera.
Cisa, al verla, se estremece,
Y dos cristalinas perlas
De sus párpados se escapan ]
I06 J. LEÓN MERA
Y hasta su regazo ruedan.
Raba de su hija el tormento
Con triste rostro contempla,
Y ninguno alza los ojos,
Ninguno mueve la lengua.
Human, presa de mil dudas
Y mil tréticas ideas,
Siente que el alma le oprime
Cierta extraña y cr .:el fuerza.
La autoridad del anciano
Y sns palabras funestas.
Su Dios, cuyas iras teme.
De su hija la pena acerba.
De Amaru y Titu el peligro....
Todo en su mente se enreda:
Que en rudas contrariedades
Y en inesperadas penas
No hay entendimiento claro
Ni hay alma firme y entera.
El astuto Cushipata
Todo en silencio lo observa
Y en voz resuelta prosigue:
— No ignoras tú que revela
El Sol, Human, sus designios
A quien agraciar desea.
A mi, su siervo, esta noche
Me reveló que su nueva
Escogida era tu hija.
LA VIRGEN DEL SOL IO7
Y que su enlace impidiera
Me ordenó. Luego en sus aras
Sacrifiqué dos corderas,
Observé al correr su sangre
Y me cercioré por ella
De que fué sueño divino
El sueño que yo tuviera.
¿Aún dudarás, caro Amunta
Que la elección fuese cierta? —
No hay más resistir: el sabio
Human á tan clara seña
Que el viejo pérfido finge
Dobla humilde la cabeza,
Bendice al astro supremo
Y dá su final respuesta:
— Mi alma Huaca no permita
Que haga yo más resistencia;
Vaya Cisa al Acllahiiasi:
El Sol lo ha querido, ;sea!
— El lo ha querido murmura
Raba á su vez, que su sierva
Mi hija sea. Y en profundo
Silencio sumida queda.
¿Y Cisa? ¡infeliz! por siempre
Ve su esperanza deshecha!
¡Titu no vuelve del bosque,
Y-nige allá la tormenta!
¡Cielos favor!... ¡No hay remedio!...
J. LEÓN MERA
Y la voluntad en ella
¿Tiene más virtud acaso
Que en el ánima paterna?
Se conturba y cabizbaja,
Suspira, solloza, tiembla,
Y con mustio labio.— El Cielo
Lo ordena, mumura, ¡sea!
Y funesto parasismo
De la infeliz se apodera.
En la casa del Amunia
Confusión y angustia reina;
Y Cushipata — Mañana,
Antes que el sol resplandezca,
La Virgen ha de pasar
Del Acllahuasi la puerta
Dice con voz imperiosa;
Y haciendo tres reverencias
yase, y los pasos dirige
Por una torcida senda
Que hacia Pacoyo conduce,
Llevándose el alma llena
De gozo infame y forjando
Nuevas falsedades, nuevas
Lisonjas é hipocresías
Con qué aturdir la cabeza
De aquel anciano guerrero,
Y humillar su alma severa.
X.
LA VÍRGEN DEL SOL
Cuatro murallas de pulido canto
El Acllahuasi cercan; tres seguras
Puertas conducen á su centro, donde
Se alza la habitación que el pueblo santo
De doncellas bellísimas se esconde
Al ojo mundanal. Jamás impuras
Plantas de hombres sus ámbitos hollaron;
Jamás allí del mundo resonaron
Los tristes ayes ni la insana risa,
Ni el susurro mordaz de la implacable
Murmuración; jamás allí la brisa
Sopló de la pereza abominable.
El corazón ardiente y la existencia
Toda al astro sublime han consagrado
Sus castas Escogidas; la inocencia
De la amable paloma, el sosegado
Contento, de la paz del alma fruto
Y de la pura, virginal conciencia,
Las acompañan. Al brillar su esposo,
Detras del monte alzándose, en tributo
no J. LEÓN MERA
De gratitud, un cántico armonioso
Le ofrecen, á la par del delicioso
Olor de los perfumes y las flores;
Y al ocultar sus últimos fulgores
Del sombrío Pichincha tras la cumbre,
Vuelve el canto divino, y la sagrada
Del aurífero altar vivida lumbre
Consume nuevamente la preciada
Ofrenda de odoríferas resinas.
Y mientras vuelan las diurnas horas,
A constante faena consagradas
Las vígenes están; afanadoras
Tejen y bordan candidas y finas
Telas que el Inca y su familia egregia
Visten, ó los Curacas y los nobles
A quienes generoso privilegia;
O el pan fabrican y el sagrado vino
Que á su almo esposo el sacerdote ofrece
Juntos con la vicuña ó con el ciervo
O el paugí penachudo trasandino,
Con cuya sangre el ara se enrojece.
En virtudes, nobleza y hermosura
No menos claras hay que las esposas
Del luminar divino otras doncellas,
Que en servidumbre viven y gozosas
Con ellas parten la eternal clausura;
Y mujeres ancianas y prudentes,
Flores un tiempo candidas y bellas,
LA VIRGEN DEL SOL 111
Marchitas hoy en el retiro oculto
Del AcUahnasi, á todas en el culto
De su inmortal esposo diligentes
instruyéndolas van y en la suave
Cotidiana labor, que á todas cabe.
¡Oh noble, y santa y encumbrada idea
Que del alma deidad la mente humana
Concebir suele á veces, á despecho
De la sombra de error que la rodea!
Luz inefable que de lo alto emana
Y del alma en el fondo centellea;
Luz á cuyo esplendor el hombre lee
De la conciencia en lo íntimo grabado;
«Existe un mundo inmaterial, existe
En él un Ser eterno; adora y cree.
Ama y espera.» ;Oh luz! ¡oh luz divina!
¡A qué virtud por ella se ha elevado
La humanidad en su destino triste!
Por ella el corazón á soberana
Abnegación resígnase; ella altares
Sacros erige, el incensario enciende,
Suelta la lengua en célicos cantares
De amor y gratitud; por ella asciende
La mente á lo ideal; sólo por ella
De Cuzco y Quito la sencilla gente
Al dios que adora con sincero pecho
Lo más puro consagra y delicado
Que darle puede racional criatura:
12 J. LEÓN MERA
La virginal virtud y la inocencia,
¡Flores encantadoras, del sagrado
Jardin de un alto Numen sólo dignas!
Pero ;ay! vírgenes tiernas, de vosotras
Si el corazón sentis á la locura
De terrenal amor ya encadenado,
Y librarle pensáis entre la sombra
Y el silencio y la paz de la clausura!...
Allí, cuando á elevaros hasta el cielo
Vayáis en busca del amor divino,
Al peso atroz de bárbaro destino.
Roto vuestro querer, vendréis al suelo.
¡Oh! del amor huid; mas si en sus brazos
Mágicos os estrecha, y no hay rescate,
No luchéis, no: santificad sus lazos,
Y si esto no podéis.... ¡qué Dios os mate!
Es la hora del alba risueña;
Y su luz en la humilde cabana
Penetrando, los párpados baña
Del dormido dichoso zagal.
Se dispierta y visita el rebaño.
En estrecho redil prisionero,
Y oye atento el cantar lisonjero
De la mirla, el gorrión y el turpial.
El suave fulgor del oriente
LA VIRGEN DEL SOL 1\¿
Va el espacio infinito inundando,
Y en las faldas del monte va alzando
Blanca niebla su denso vellón.
Cae al beso del aura el rocío
Y levantan las flores sus frentes.
Que dispiertan parece aun las fuentes,
Que despiden más plácido son.
Junto al grande Acllahuasi resuena
Entretanto rumor de gentío,
Que cual olas inquietas de un rio
En bullir incesante se está;
Y al tañer de una flauta, y de un grave
Sacerdote al mandato, se estrecha
Una angosta dejando y derecha
Larga callé que al pórtico va.
Luego en triste silencio desfilan
Dos hileras de nobles ancianos.
El bastón en las trémulas manos,
A la tierra inclinada la faz.
Las matronas tras ellos. Su rostro,
Medio oculto so el manto, demuestra
Religioso respeto; en la diestra
Llevan ramos, emblemas de paz.
Van en pos doce vírgenes tiernas
De perfumes cundiendo el ambiente.
114 J- LEÓN MERA
De pudor se ha teñido su frente,
Y, aunque oculto, las sigue el amor.
A su centro, cual pálida rosa
Que entre rojos claveles descuella,
Va una joven y hermosa doncella,
Muda, presa de intenso dolor.
Cisa es ésta; de azul vá vestida.
La faz mustia, los ojos llorosos.
Indeciso el andar, temblorosos
De su cuerpo los miembros se ven.
Lleva el alma de angustia inundada,
Lleva ahogado en suspiros el pecho;
¡Ay! ha visto el pimpollo deshecho
De su flor — la esperanza del bien!
Y cerrando el gran séquito marchan
A la fin Amiinta y su esposa.
Anunciando en la faz respetuosa
De su pecho la fiera ansiedad.
Lleva Human una nivea cordera.
Raba un tierno pichón en su nido:
Cortos dones que el Sol ha exigido
De su pura y sencilla piedad.
Ya el anciano é infiel Cushipata
En el pórtico está; la cuchilla
Matadora en su diestra ya brilla;
LA VIRGEN DEL SOL 11^
Ya comienzan los leños á arder,
El ministro los ojos al cielo
Y las manos temblosas levanta;
Breve estrofa en voz lúgubre canta.
Y va el don á su Dios á ofrecer.
Religioso terror en el alma
Se difunde del pueblo al instante, !
Y, postrado en el polvo el semblante, i
Voces cree divinas oir;
Y las víctimas caen; el suelo '
Con su sangre rocían; la hoguera
Las devora, y el humo á la esfera i
Vése en densas madejas huir. I
;E1 momento ha llegado!... A la virgen
El anciano la diestra le toma
Y cual tierna, inocente paloma
Que en ofrenda conduce al altar.
Tal la acerca al umbral y le dice:
— Noble joven, del Sol escogida,
¿Le consagras por siempre tu vida?
¿Juras, dime, sus leyes guardar?
— Sí, contesta con débil acento.
— El te asista, replica el anciano;
Y tendiendo la trémula mano,
—Entra, añade, tu voto á cumplir.
I l6 J. LEÓN MERA
Un adiós repetido se escucha;
Cisa vuelve su rostro divino
Y contempla un instante el camino
Por do debe su amante venir.
Más profundo, más fiero, espantoso
Es entonces el dolor de su alma,
Y vacila cual débile palma
Sacudida por crudo huracán,
Que ya siente su planta moverse,
Que le faltan vigor y firmeza.
Que ya inclina la mustia cabeza,
Que sus ramos doblándose van.
Y en su adentro, y en mudo lenguaje,
Doloroso, inefable, sublime.
Que oye sólo su alma que gime.
Que comprende tan solo su dios,
— jAy! exclama, ¿dó estás amor mió?
¿Ni aun me das de escucharme el consuelo?
¡Titu, adiós!... ;Titu, adiós!.,. ;Ya en el suelo
No hay poder que nos junte á los dos!...
Mas el gozne que rueda tras ella
Recrugiendo decirla parece:
— Entra, oh joven, y al hado obedece
Que dirige á este asilo tu pié —
Luego un coro de vírgines bellas
LA VIRGEN DEL SOL 117;
La saludan y ponen al centro,
Y del muro disforme por dentro
Suena este himno de amor y de te:
CORO
Ven, oh virgen escogida!
Ven, oh del Sol casta esposa!
Ven, el mundo vano olvida,
Y por siempre venturosa
Tu existencia aquí será.
¡Oh! ven y ensalcemos de júbilo llenas
Al dios que te libra del mundo maligno,
Al dios que te colma de gracias benigno,
Al dios que á su lecho te llama nupcial. '
CORO
Ven, oh virgen escogida!
Ven, oh del Sol casta esposa!
Ven, el mundo vano olvida,
Y por siempre venturosa
Tu existencia aquí será.
jOh! ven y no tardes; ya el tálamo santo
Ornato te aguarda de pieles de pumas,
De flores del bosque, de candidas plumas,
De hermosos corales, de conchas del mar.
I l8 J. LEOÑ MERA
CORO
Ven, oh virgen escogida!
Ven, oh del Sol casta esposa!
Ven, el mundo vano olvida,
Y por siempre venturosa
Tu existencia aquí será.
¡Cuan bello es el astro, tu dios y tu esposo.
De frente gloriosa bañada en fulgores!
¡Qué tiernos, qué dulces sus sacros amores!
¡Cuan puros sus gozos y eterna su paz!
CORO
Ven, oh virgen escogida!
Ven, oh del Sol casta esposa!
Ven, el mundo vano olvida,
Y por siempre venturosa
Tu existencia aquí será.
Mira, ya en oriente despídese Chasca y
De trémulo brillo la faz circuida,
Y presto el Esposo, feliz Escogida,
Con vividas luces tu frente herirá.
CORO
Ven, oh virgen escogida!
Ven, oh del Sol casta esposa!
LA VIRGEN DEL SOL II9
Ven, el mundo vano olvida,
Y por siempre venturosa
Tu existencia aquí será.
Ya viene el Esposo, ya brilla en levante;
Oh vírgenes todas, cantad sus loores,
Cantad inflamadas de amor sus amores.
Cantad, y en sus aros perfumes quemad.
Cuanto más en los claustros se interna
De las vírgenes bellas el coro,
'Se oye menos su canto sonoro.
Es más débil su célica voz.
Mundo 9,. Sol,,, existencia,,, confunde
En sus pliegues el aura suave.
Cual los últimos trinos de un ave
Que huye y cruza los aires veloz.
Del sabio Amunta el alma generosa,
Al ver la prenda de su amor perdida,
Lucha en la mar de angustias borrascosa
Y al fin se salva, á la virtud asida.
No así triunfa su doliente esposa;
De afecto maternal sólo asistida.
Sin fuerzas, sin valor ¡ay! lucha en vano
De su fiero pesar en el océano;
i ¿o J. LEÓN MERA
Y al despedirse del sagrado muro,
Sepulcro de su bien, los ojos vuelve
Una vez y otra vez, y en mal seguro
Paso á moverse apenas se resuelve;
Mas insensible el pueblo al trance duro
Que abruma á la infeliz, presto la envuelve
En oleada que inmensa se dilata, '
Y lejos de aquel sitio la arrebata.
En tanto el viejo Cushipata vuela
Hacia su Toa, el seno palpitante
Y risueña la faz — ¿Qué más anhela,
Hija mia, exclamando, el delirante
Amor que te constrisñe y te desvela?
Ella, el gozo pintado en el semblante,
— ¡Padre! contesta sólo, y enmudece.
Abraza al viejo; tiembla, desfallece.
Mas, rompiendo la densa muchedumbre
De la curiosa gente que se aleja.
Publicando su faz la pesadumbre
Que su inocente corazón aqueja.
Otra hermosura va so la techumbre
Del Acllai á ocultarse, y atrás deja,
A no verlos jamás, caros objetos...
¡Sólo lleva de su alma los secretos!
No hay quien de ella se duela, no hay cortejo
LA VIRGEN DEL SOL
Que con pompa solemne la acompañe,
No hay ofrendas ni cantos de festejo,
Nadie ante ella la flauta dulce tañe;
Solo á su lado van su padre viejo
Y su madre infeliz que triste plañe,
Y al verla del Acllai pasar la puerta,
Apenas ¡Gualda! á proferir acierta.
XI
¡TARDE ES YA!
El Sol, dejada su cuna,
Del monte la cima dora,
Y ya se acerca la hora
En que el indio frugal se desayuna;
Y de Human en la morada
Do ayer el gozo reia.
Impera tristeza hoy dia
De gemidos y llanto acompañada.
Su hermosa Huaca perdió,
Se fué su genio divino:
El implacable destino
¡ Ay! para siempre á Cisa arrebató!
Vanas del Amunta sabio
Son las frases de consuelo;
En vano Raba del Cielo
Favor implora con ardiente labio;
LA VIRGEN DEL SOL 1 23
El sentimiento ha crecido
Tanto en su mísero pecho,
Que al sentirle al fin estrecho
Un torrente de llanto le ha rompido
Tal con el agua abundante
De las tempestades crece
El Ambato, y se embravece,
Y corre y se desborda á su talante.
Lloran las gemelas bellas....
¡Todo es allí luto y duelo!
Todo es allí desconsuelo,
Ayes sin fin, inútiles. querellas!
Entretanto, de la tierra
Entre los pardos vapores
Envueltos dos cazadores
Se ve llegar por la vecina sierra.
Son Titu y Amaru. En vano
De fatal presentimiento
Al impulso violento
Pisar anhelan la ciudad temprano;
Y corren, vuelan, la carga
De sus hombros despreciando,
Y la aspereza burlando
De la senda del bosque ignota y larga.
124 J- LEÓN MERA
¡Tarde es ya! mayor ventura
Al hijo de Chuqui fuera
Que el rayo en la selva diera
Término á su existir y á su amargura!
Amaru al menos columbaa,
Aunque engañosa una estrella
Que nace lejana y bella,
Y con su incierta luz ya deslumhra:
Como el novel caminante
Que juzga luz matutina
La hreve luz repentina
De exhalación que esplende allá en levante,
Y apenas mueve la planta,
Acaso en suelo ignorado,
En un abismo encerrado
Se ve de oscuridad que á su alma espanta.
Joven iluso, ama, adora,
Y en alas de la esperanza
A las regiones se lanza
De una dicha ideal y encantadora;
Y acaso la madre Luna
Ha de pir sus voces luego.
Que en cantinelas de fuego
Han de ensalzar su amor y su fortuna.
LA VIRGÉK DEL SOL li^
¡Tarde es, ay! en demasía!
Amaru perdió su hermana,
Y marchitarse temprana
Titu mira la flor de su alegría.
Juntos á la estancia llegan
Del Amunfa; oyen gemidos;
De pasmo sobrecogidos
Y de temor los labios no despliegan.
Una gemela los mira,
Y en voz espirante casi,
— ¡Cisa está en el Acllahiiasi!
Les dice, y gemebunda se retira.
— ;Ay Cisa! exclaman unánimes;
— ¡Cisa! mi hermana querida!
— ¡Mi esposa! el bien de mi vida!
quedan ambos á la par exánimes.
¡Cisa! ¿quién te precipita
de entre sus brazos al claustro?
¡Titu infeliz! ¿quién el austro
Del infortunio contra tí concita?...
En el pecho del amante
Clava más- atroz la garra
El dolor, y le desgarra.
Sin tregua dar ni consentir calmante.
120 J. LEÓN MERA
Ni del Sol el nombre basta
A moderar su martirio,
Y en su funesto delirio
Aun de su Dios la voluntad contrasta;
Y allá en su mente, ya estrecha
A mil pensamientos vagos,
A mil recuerdos aciagos,
Se levanta cruel una sospecha:
Toa es la rival de Cisa,
Y es vengativa y astuta,
Y su querer ejecuta
Su padre vil con atención sumisa...
Un impulso de ira ciega
Contra el viejo Cushipata
Y su hija le arrebata;
Pero Human le contiene y le sosiega;
Y porque el rigor suavice
De su amarga y honda pena,
Su mismo dolor refrena
Y en paternal acento así le dice:
— Ni auiríLe mi cierifcia, hijo mió,
El secreto sobrehumano, ,
Que me enseña en las alturas
El camino de los astros
LA VIRGEN DEL SOL 1 27
i "
Ha podido revelarme
El misterio de los hados
Que á mi Cisa destinaban
Del Acllahuasi á los claustros.
¡Así el S9I los pensamientos
Trastorna de los humanos!
Y á nosotros solo cabe
Bendecir sus juicios altos.
¿Ni quién resistir podría
A su celestial mandato
Sin que el rayo le destroce
Que es su vengador esclavo?
¡Bendita de nuestro Dios
La sabia y próvida mano
Que á Cisa nos arrebata
Y la lleva á un lugar santo!
Hijo del guerrero Chuqui,
Sacrifica al Sol un paco^
Y haz á tu Vilca un presente
De aroma de saramajo. (34)
Ellos en tu triste pecho
El consuelo derramando,
En pos de otra virgen bella
Guiarán al fin tus pasos. —
Más Titu vase á Pacoyo
Lanzando quejas al Cielo,
Y en vez de breve consuelo
J. LEÓN MERA
¡Cuitado! busca á su dolor apoyo;
Pues alma que han lacerado
Golpes de pena reciente,
Gusta de hallar confidente
Que de atizar su mal tenga cuidado.
Pero del soldado viejo
Es imperturbable el alma,
Y con sabia y grave calma
En imperiosa voz le dá consejo:
— Hijo de Chuqui y de Runto,
Calma tu pesar; no en vano
Por tus amores perdidos
Te quejes al astro santo.
¿No le ves? sordo á tus voces
Te mira desde lo alto,
Y de compasión tal vez
No descarga en tí su brazo.
La pusilanimidad
Que amengua pechos humanos
Del Dios provoca el enojo
Y enciende su horrendo rayo.
Titu, si no te resignas
Mancillas tu nombre claro.
¡Cómo! ¿Tú gimes? ¿tú lloras
Débilmente despechado?
LA VIRGEN DEL SOL II29
Dime ¿no tienes del tigre
El corazón fuerte y bravo?
Pues tú de un tigre desciendes,
De un tigre jamás domado;
Y eres hijo de un guerrero
De más formidable brazo
Cuanto más se vía herido
Y en propia sangre bañado,
Terror de los que en Tiocajas
Y Atuntaqui batallaron
(Contra el Inca descendiente
Del ilustre y grande Manco.
El Cielo unirte con Cisa
Habráte impedido acaso,
Porque realce en la guerra
Des á tu nombre preclaro.
|A la guerra, hijo de Chuqui!
Rodela apercibe y arco.
Pues no en su noble ejercicio
Te adiestró mi afán en vano.
;A la guerra! ¡Oh! si mis fuerzas
No me robaran los años,
Cual tu padre en otro tiempo
Combatieras tú á mi lado,
Y de Huáscar ambicioso
Arrancáramos el llanto
Para ceñirle en la frente
De nuestro Inca soberano. •
130 J. LEÓN MERA
¡Marcha! olvida tus pesares,
Rodela apercibe y arco,
Pues sólo á débiles hembras
Conviene el mísero llanto.—
Y el viejo con tal vehemencia
Habla, que el joven amante
Siente á su influjo un instante
La acción ceder de su moral dolencia.
Tal eficaz paliativo
Conforta á infeliz paciente;
Pero el alivio aparente
Huye al embate de dolor más vivo;
Y más vivo y más agudo
Titu le siente, y más fiero,
Y así al anciano guerrero
En acento contesta airado y rudo:
— Iré, y el cielo permita
Que alguna enemiga mano
Me hiera el pecho y desgarre
Con un agudo venablo.
Ya na4a espero en el mundo:
¡Ya en él sólo me han quedado
Un doloroso recuerdo
Y un corazón solitario!
XII
¡VENGANZA, NO MÁS AMOR!
Aunque embebido en su pena,
Titu sus armas repara,
Limpia, acicala y prepara,
Y de agudas flechas llena
Su argénteo y bello carcax;
Y aguarda que el ronco churo (35)
Le anuncie la ansiada hora
De partir, cuando la aurora
Despida el lánguido y puro
Albor de su rósea faz.
Pero no ingrato á la guerra
Irá sin haber llorado
Con humildad prosternado
Junto á la fola que encierra
La ceniza paternal.
Ella á su ánima abatida
Quizá infundirá consuelo...
O tal vez ¡ay! á su duelo
Creces dará, de su vida
Doblando el terrible mal!
n2 J. LEÓN MERA
La noche reina. Al funesto
Sarcófago se encamina
El infeliz; lo examina,
Y en su honda entraña el modesto
Presente pone después.
Luego postrado en la alfombra
De la fúnebre violeta,
Que humilde en torno vegeta,
De Chuqui evoca la sombra,
Y algo escucha... ¿Qué ruido es?...
¿Es la sombra? ¿ó es que cae
Del molle una hoja arrancada?...
Su memoria fatigada
¡Cuántos recuerdos le trae
Tal ruido al escuchar!
Allí su Cisa querida
Había á su voz venido;
Y al oir igual ruido
Ambos el alma oprimida
Sintieron de hondo pesar.
¡Cuánto recuerdo se aduna
Y atropella su memoria,
De amor, de anhelo, de gloria.
De su pasada fortuna
Y su actual desolación!
¡Recuerdos que en violento
LA VIRGEN DEL SOL I 33
Temblor su espíritu ponen,
Y unos con otros se oponen,
Chócanse, y en desaliento
Le postran el corazón!
Más al cabo el infelice,
Alzando al cielo llorosa
La faz, en voz temblorosa
Aquestas palabras dice
Hijas de intenso dolor:
—¡Caros padres! molle umbrío!
; Flores! tola! en otro dia
Testigos de mi alegría!
; Ay! sedlo hoy del duelo mió
Por mi destrozado amor!
Pero la faz entornando
Mira que hacia él avanzando
Viene un bulto silencioso
Que parece misterioso
De otro mundo aéreo ser;
A paso tardo adelanta,
Y bajo su breve planta
Las secas hojas ruido
No hacen, y el aura el vestido
Parece apenas mover.
— ¿Acaso, Titu murmura.
134 J- LEÓN MERA
De Runto la sombra es ésta?
;De mi pecho á la amargura
A dar alivio se presta
Después que mi voz oyó!
¡Madre mia!... Mas de Runto
Apartado el pensamiento,
Recuerda á Cisa al momento:
— jAy! mi Cisa! siempre al punto
Así á mi voz acudió!
Y queda estático y lacio,
La vista en el bulto fija.
Cual si el destino rehacio*
Que tal vez se regocija
En hacerle padecer,
Suspenso verle quisiera
Entre el daño que deplora
Y un bien que gozar no espera,
Entre el tormento de ahora
Y las delicias de ayer.
Desde su trono nublado
La luna algún tanto opaca
Vibra su rayo argentado
Sobre ese fantasma ó huaca
Qne mira Titu venir.
Es mujer. Suelto el cabello
Mitad de la faz le vela;
LA VIRGEN DEL SOL t}'y
Ambas manos sobre el bello
Pecho tendidas, anhela
Poner en calma á su latir.
El desaliño gracioso
De la blanca vestidura
Que envelve su talle airoso,
Aumenta su donosura
De lo fantástco á par;
Y cuanto más paso á paso
Va limitando el caminOj
De bellos rasgos no escaso
Muestra rostro peregrino.
Mas que no puede agradar:
Es cual bella á quien la muerte
Hirió de súbito impía
Y en cuya face se advierte
Una gracia muda y fría
y una medrosa expresión.
La luna en tanto sobre ella
Vierte luz más clara y bella;
Alzase Titu de un salto;
Siente fatal sobresalto,
Y huye su alusinación.
Conócela; retrocede....
Es Toa su fiera amante,
i)^ J. LEÓN MERA
Que así le dice al instante:
— ;E1 amor tanto en mi puede
Que en tu presencia me ves!
Aún ¡ingrato! á mi gemido
A mi amorosa amargura,
¿Ha de ser tu alma tan dura?
;Aún tu pecho empedernido
De desdenes mina es?
;Titu! ¡Titu! el justo Cielo
Que sabio todo lo ordena,
Ha roto al fin la cadena
Con que á ligarte en el suelo
Tbas con otra mujer:
Hoy otro amor te conviene;
¿Y encontrarás en el mundo
Uno tan vivo y profundo
Como el que mi alma te viene
Rendida y iSel á ofrecer?....
—Basta, mujer, yo no te amo.
Dice el amante ofendido;
Y añade en tono sentido;
4 Las lágrimas que hoy derramo
No son lágrimas de amor!
— ¡No te amo! Toa repite.
¿Es mi amor tan despreciable?
—De amor tu labio no me hable;
LA VIRGEN DEL SOL 1 37
Calla, Toa; hoy sólo admite
Mi alma frases de dolor!
— ¡No te amo! de nuevo esclama
De vil Cushipata la hija;
Y la ira el alma le aguija, .
Y la vergüenza le inflama
Y turba la hermosa faz.
— ¡Oh monstruo! que de mi pecho
La ardiente pasión desdeñas !
Mira, mira cual te empeñas,
Con ahondar mi despecho.
En matar tu misma paz!
Combatida tu existencia
Por el pesar y el hastío,
Te acabará su influencia,
Y cual miserable impío
Sin tola serás después
— Calla, Toa, no delires
— Tu porvenir es funesto»
—Calla, mujer: te detesto;
Vano es que por mi suspires,
Tu predicción vana es.
— ;Me detestas! ¡La esperanza
Murió para siempre! ¡Escucha!
Si antes mi pasión fué mucha,
138 J. LEÓN MERA
Hoy Sé trasforma en venganza:
¡Mi odio eterno para tí! —
Trémula así, medio loca,
Toa se expresa; los ojos
Desencajados y rojos
Y la contraida boca
Muestra dan de frenesí.
Y los brazos estendidos,
Y los puños ajustados,
Con pasos acelerados
Por la furia dirigidos,
Váse al pasmado garzón.
Aqueste retrocediendo
Esquívala; ella creciendo .
En rabia, más le persigue,
Por si el anhelo consigue
De arrancarle el corazón.
Pero ahí cerca vé al punto
A un joven de faz airada j
Párase de susto helada.
Queda su rostro difunto,
Y se la oye balbucir:
— ¡Amarul-^jPérfida amante!
Grita el hijo del Amtmta,
Lo sé todo. — Y su semblante
La ira y despecho trasunta
Que en su pecho siente hervir.
LA VIRGEN DEL SOL 1^9
— [Toa infame! añade, |callal
No más pronuncies mi nombre!
Aunque fueses tegisi palla (36)
No fueras digna de un hombre
De su honra amante, cual yo.
Mi noble pasión mataste
Cuando menos lo temía.
Mira aquí la flauta mía:
Del amor que me inspiraste
Sonar ahora debiól
¡Que aun ella muera! — Y con ira
Despedaza el instrumento, .
Sus trozos al suelo tira.
Los huella y corre al momento
A donde á su amigo vé.
Titu le mira pasmado.
La vista inquieta y turbada.
La lengua muda y helada,
Cual si fuese tigre airado
Quien siempre su hermano fué.
Más— Huye de estos lugares,
Amaru dícele; vamos,
Vamos, Titu: ¿qué esperamos?
De la guerra los azares
Sufrir juntos vale más.
Huyen, mas Toa les grita:
140 J- LEÓN MERA
— ¡Os seguirá mi venganza!
Si mi brazo no os alcanza,
Vuestra familia maldita....
¡Ahí no os perdono jamás!
Y después mira tras ella
Otro joven que ligero
Sondándose la empella
Al paso, y con altanero
Mirar la vé y con desdén.
Y al estar al bosque junto
Suelta infernal carcajada,
Y ella, en furia trasformada.
Le amenaza y grita al punto:
jTarcoI ¡Tarco! tú también!...
Más el paso él apresura
Y del bosque en la espesura
Piérdese, mientras demora
En Avenir la dulce hora
Del amable rociclér.
Raya al fin. El ronco churo
Y el parche suenan. La gente
Acude; sólo presente
Tarco no está, y es seguro
Que nadie allí le ha de ver.
El despejado levante
LA VIRGEN DtL SOL 141
De viva luz ondas vierte,
Y el inca marcha arrogante
Guiando al triunfo ó la muerte
La quiteña juventud.
Y Amaru y Titu, anhelando
Sangriento fin al despecho
Que anida en su triste pecho.
Con ella van, descollando
En la inmensa multitud
Ya el Machángara pasaron
Monarca y gente guerrera;
Ya á las espaldas dejaron
Del Yahuirac la ladera;
Ya lejos, lejos están...
Hijos del Pichincha cano,
¡Adiós! jAh! del hado fiero
Ignoráis el hondo arcano:
En brazos de un extranjero
Vuestras glorias morirán!....
l_A
VIRGEN^DEL SOL
I
EL FUROR DE LA VENGANZA
Del grande Uiracocha la terrible
Profecía cumplióse ¡ay, desdichados,
Fuisteis hijos del Sol!... Del inca Huáscar
A la soberbia frente el victorioso
Brazo de Hualpa arrebató la insignia
Del sucesor de Manco — el rojo llaufo.
Tumba de un gran poder y de otro cuna
Quipáipanfué. (37) ¡Salud, hijo de Paccha!
¡Salud! Si en tí la sangre generosa
De incas y shiris se mezcló, ya unidos
El peruano fleco y la quiteña
Bella esmeralda en tus augustas sienes,
Un sólo imperio tu ambición abarca.
¡Ay, efímero imperiol ¡Cuál Fortuna,
144 J- LEÓN MERA
De grandezas y glorias burladora
Que ciegan y enloquecen á los hombres.
De Atahualpa huye luego, y el cuitado
Del solio rueda y trágale el sepulcro!
De sueño secular el Cotopaxi
Al estridor de la conquista vuelve, (38)
Y su fuego, y su lava y slis bramidos
• Muestras son de dolor, de ira señales
Ante un cruel derecho victorioso
Y ante un mundo inocente que sucumbe.
jAh! ¿porqué ese derecho al de la excelsa
Razón y al del amor unido viene?
¿Por qué el acero en las audaces manos
De la ambición y la rapaz codicia
Tercia del alma Cruz en la obra santa*
De dar divina luz á un mundo ignaro?
¿Por qué mezclar con su inocente sangre
La onda sagrada á depurar dispuesta
Su espíritu inmortal y alzarle al cielo?
¿Por qué del desposado numen indio,
Padre de las estrellas luminoso,
A los áureos altares se levanta
Al vero Dios, de víctimas y ruinas
Para luego cercarle? ¿aman y adoran
Los muertos, por ventura, ó de los hierros
Gusta Dios, y del llanto y luengos ayes?
¡Oh tiempos de heroismo y fé robusta,
Y á par á instintos bárbaros propiciosl
LA VIRGEN DEL SOL I45
] Cuántas páginas de oro os debe Españal
¡Cuántas de hierro y de sangrientas sombrasl
Ministro de Jesús, más no en sus leyes
De amor nutrido, en Cajamarca suelta
Su voz Valverde, y la sagrada efigie
Del Dios de caridad enseña en alto,
Testigo á ser de una feroz matanza. (39)
La inerme multitud, despavorida
Al repentino embate, al espantoso
Tronar del arcabuz, al inaudito
Rudo lanzarse del brindón contra ella,
Al aspecto medroso de guerreros
Que jamás en la mente le trazara
La vaga mano de enfermizo sueño.
Sucumbe en mar de sangre sumergida,
O corre por los campos desbandada.
La muerte huyendo que do quier la acosa-
Allí el nieto de Cacha aprisionado
Su poder ve eclipsarse y su ventura.
En vano su imperial prerogativa
Invoca, en vano su justicia al trono
Hispano anhela encomendar, inútil
Es la riqueza fabulosa, tasa
De su ansiado rescate: el monte de oro
Puesto á la$ plantas del cruel Pizarro,
Ni su codicia aplaca, ni la noble
Víctima al vil patíbulo arrebata.
Con el trágico fin del inca egregio
10
146 J. LEÓN MERA
De SUS leales subditos perecen
Bienestar, honra, todo, y la miseria
Y la muerte en sus brazos los torturan.
Así al morir el sol y de la noche
Las sombras al caer, la luz fenece,
Cesa la actividad y todo calla...
Excepto el torpe vicio, el cauteloso
Aleve crimen y el dolor, al día
Menos adictos que al nocturno imperio.
Un cadáver no es oro; de un difunto
Monarca nada puede el yerto brazo;
Así de Hualpa los despojos tristes,
Al matador inútiles, y el miedo
Ya disipado, al vencedor de Huáscar,
A la veneración y amor cedidos
Son de la inca familia y de los nobles
Que ha perdonado la extranjera espada.
Del Pichincha en la falda la gran tohiy
Silenciosa morada de los Shiris
Del fuego de la vida despojados,
Abrióse á recibir del postrimero
Las heladas reliquias, de las tiernas
Lágrimas ¡ayl del pueblo rociadas.
Y diz que el cielo de la triste Quito
Cual nunca enlutecióse en ese día,
Y rebramaron con horror sus nubes,
Y de la tempestad rotas las urnas
Mares bajaron á abrumar la tierra.
LA VÍRGÉN DEL SOL 147
Y entre la umbría copa de los cedros,
Del molle y capulí bajo los ramos,
Y por el túrbido aire, y por las grietas
Del suelo ocultas, vagos se cruzaban
Y misteriosos ayes, que añadían
Pánico al duelo, ya en extremo crudo,
De la abatida y gemebunda gente.
Un sólo pecho sigiloso encubre
Con muestras de dolor infame intento:
Es el de Rumiñahui, es el del monstruo
Alzado á dar razón al venedizo
Que atravesando las andinas cumbres
Un reino secular volcó por siempre, .
A los hijos de quitus y de caras
Rindiendo al pié del estandare hispano.
Es una tarde. En las nevadas cimas
De los andes el rayo postrimero
Brilla del astro-dios, cual la mirada
De compasión^por su angustiado pueblo.
De fatiga abrumados y congojas
Llegar se vé dos jóvenes guerreros
A una eminencia á la ciudad vecina
Y entre la grama reclinar el cuerpo.
Cual dos mastines que en difícil caza
Vanamente sus bríos consumieron.
El humo pardo desde allí comtemplan
148 J. LEÓN MERA
De los hogares del nativo suelo;
Y ven acá del Sol la áurea morada
Allá la de la Luna, menos lejos
El grande Acllay, en cuyos tristes muros
Fijan más su mirar ambos mancebos;
Las que se alzan en torno lomas verdes
Ringles de capulís, grupos de cedros....
Y en tanto anhelan con mirada ansiosa
Sus caras chozas descubrir entre éstos,
En su memoria aglomerando vánse
De no remotos dias los recuerdos.
Mustios, inmobles, silenciosos, ambos
Muestran del alma el hondo sentimiento;
Empero el uno en el semblante anuncia
Que aún late con vigor su noble pecho.
Pudo acosarle atroz el infortunio.
Mas no extinguir de su valor el fuego:
Pueden las lluvias apagar las llamas
Que la selva voraces invadieron;
Mas bajo un tronco entre cenizas arde
La brasa activa que al soplar el viento
Ha de alzarse y crece, en espantosa
Hoguera trasformando el bosque inmenso^
No así á su amigo resistir es dado .
La fuerza del dolor: ningún consuelo,
Ni una breve esperanza le confortan;
Sólo en la tumba el eficaz remedio
Piensa hallar de su mal: ^ay! cuántas veces
LA VIRGEN DEL SOL 1 49
De la tierna amistad el dulce ruego
Pudo sólo esquivar la aguda punta
Que iba á rasgar su misrable seno!
De aquel en tanto se dispierta y alza
Allá en el corazón vivo un deseo,
Y — ¿Cuál será de la ciudad la suerte?
Súbito exclama en triste voz. Anhelo
De tí saber ¡oh Quito! antes que pise
De mi choza el umbral. Aquí en mi pecho
Habla un dios este instante presagiando
No sé qué duros males de mi pueblo.
^Quién que este augurio no es verdad me dice?
Preguntemos, hermano. --Y va ligero
Hacia un pastor, y sigúele su amigo
A igual secreta voz obedeciendo.
Temeroso el zagal vibra el azote,
■Corren los pacos en la nube envueltos
Del polvo que levantan; él anima
La carrera y veloz huye tras ellos.
jVana presura! Al ca.bo en la presencia
Hállase de los tétricos mancebos.
Que de la ropa asiéndole, malgrado
A detenerse fuérzanle. De miedo
Las rodillas le tiemblan, conturbada
Su faz se alonga, de color de muerto
Su piel teñida está. Cálmanle afables,
Y al fin presta á los dos oido atento.
Ellos á par al verle se turbaron:
IJO J. LEÓN MERA
Acaso un hombre semejante vieron
Alguna vez; acaso un conocido....
Un contrario tal vez, que en otro tiempo....
Pero á su frente con hollin manchada
Guedejas caen de áspero cabello;
Cúbrele el cuerpo un sayo de retazos
De viejas telas y de pieles hecho;
Cíñele el ancho talle tosca cuerda;
De sus hombros, alzados con esfuerzo,
Un lio pende, y todo contribuye
La mirada á engañar y el pensamiento.
Grado por grado el repugnante rostro
Animándose va; brilla siniestro
Fuego en sus ojos, en sus labios vaga
Sonrisa maliciosa, dientes negros
E irregulares enseñando, como
La choza enseña que arruinó el incendio
Restos de ahumados postes. Por no breves
Instantes muestra pensativo aspecto,
Cual si en la mente acumular quisiera
De larga historia los variados hechos;
Ambos guerreros á la fin escuchan,
Muda la lengua, conturbado el pecho,
El siguiente relato que en palabras
Rudas les hace y destemplado acento:
— Vaya! ¿qué? ¿sois acaso mitimaes (40)
Recien venidos á esta tierra? ¿el suelo
No conocéis en que pisáis, que ahora
LA VIRGEN DEL SOL IJI
Con preguntas venís sobre mi pueblo?
¿Que anheláis, pues, saber? La hija del sabio
Cushipata, merced á los manejos
Y astucia de este ancia/io, es hoy esposa
De Rumiñahui — ¡Toal jToa! á un tiempo
Ambos esclaman los amigos, y ambos
Se mirejí, tiemblan, callan.... Un recuerdo
Cruza sus mentes y sus pechos hiere
Cual centella veloz. En tanto en ellos
Clava el pastor mirada más intensa
Y una sonrisa, un malicioso gesto
Los labios le abren, demostrando el gozo ^
Que causa á su alma vil el mal ajeno.
¡Oh! cuál tocar en lo más vivo sabe
Del lacerado, miserable pecho!
Pero después que ün breve instante en su obra
Dañina se gozó, rompió el silencio:
— ¿Qué más queréis saber? ;Oh! qué exigentes!
Pues escuchad: sumida en nuevo duelo
Hoy se halla Quito; del difunto inca
La memoria tal vez este momento
Háse ofuscado: nadie de Atahualpa
Se acuerda ya, mirando otros sucesos.
¿De Cori os acordáis? ;La pobre Cori!
¡Del inca la viuda! De su muerto
Apasionada, con puñal agudo
Se hiriá tres veces por sí misma el seno.
— ¡Y ha muerto! — Sí, murió, y al de su esposo
152 J. LEÓN MERA
Junto, cual ella quiso está su cuerpo.
Más escuchad, y soltareis cual niños,
Si de piedra no sois, el llanto acerbo:
. Hoy Rumiñahui espléndido banquete
Dio á curacas, átnuntas y guerreros
Y de Atahualpa la familia toda,
Para tratar en general consejo
Y del Sol en presencia los negocios
' Más grandes de la patria y su gobierno,
Arreglar mientras crece el tierno Cápac,
Primer hijo del inca y su heredero....
Pero ¡atended! Mirad que de mis frases
líi una se lleve inútilmente el viento!
En medio del festín llenas las copas
Bebieron del licor que causa sueño,
Y que el astuto Rumiñahui hiciera
Adrede preparar, la ley rompiendo. (41)
A corto instante, á su fatal influjo,
Unos tras de los otros se abatieron,
Y aletargados todos semejaban
Troncos tendidos en el ancho suelo.
Del brebaje tan sólo Rumiñahui
Y los suyos sagaces se abstuvieron,
Y Toa la mujer (más expresiva
Sonrisa el burdo labio mueve en esto
Del vil pastor) ¿Lo oísteis? Toa, digo,
De Rumiñahui esposa. ¡Ea! atentos
«Oyéndome seguid; que mi relato
LA VÍRGEN DEL SOL 1)3
Tiene interés para vosotros creo.
Quedó también el desgraciado Illescas
Con sus sentidos y su juicio enteros,
Cuando improviso una atrevida mano, ,
A su gran dignidad sin miramitento,
Con un duro cordel á las espaldas
Le ató los brazos y detuvo preso;
Mientras los otros sin piedad reían
Y á la presencia misma de este bueno
Del hermano de Hualpa los puñales
En los pechos inermes van hundiendo
De la dormida gente, ó bien tronchando
A fieros tajos los desnudos cuellos.
De Rumiñahui á los terribles golpes
Las viudas del inca perecieron
Y su hierro homicida la existencia
No perdonó ni á los infantes tiernos.
Niños, mujeres, jóvenes, ancianos.
Todos espiran en su sangre envueltos;
Y Toa misma, ¿me escucháis? la esposa
De Rumiñahui ha destrozado el seno
De Pacoyo y de Human... i»- ¡Human! Pacoyo!
^Nuestros padres!... — ^Ya veis: ¡esos dos viejos
Sabios, del pueblo amados!... — ¡Nuestros padres!
Tornan á una á exclamar los dos guerreros.
^Hablas verdad? — Verdad: ¿por qué mentiros?
•Quién los vio me lo dijo: fueron ellos —
Los nobles mozos uno á otro vénse.
154 J- LEÓK MERA
Como si sondear su pensamiento
Quisiesen, ó el dolor que en ese instante
Les parte el alma repentino y fiero.
Absortos, mudos, pálidos, inmobles.
Das estatuas semejan; corre en hielo
Convertida su sangre. Las miradas
Luego tornan al rústico mancebo,
Y aún este siente la sonrisa impía
Abandonar sus labios un momento;
Más presto vuelve y la expresión renace
De satánico gozo en su grosero.
Sórdido rostro y el relato anuda
En más fingido y desacorde acento:
— jEh! no os dejéis morir: oidme, oidme:
Algo más triste que anunciaros tengo.
Raba también y las mellizas tiernas
Bajo el puñal de Toa perecieron,
Qué «¡venganza!» furiosa iba gritando.
— ¡Raba, mi madre! ¡mis hermanas! ¡Cielos!
Amaru exclama; ¡la venganza, Titu!...
¡Ah! la venganza atroz!... Sí, yo recuerdo
Las palabras de Toa aquella noche:
Ella juró vengarse...— ¡Oh Sol excelso!
Exclama Titu, ¿á qué destino horrible
¡Ay! reservaste mi existencia! ¡Muertos!...
¡Y ella!.. — Y un nombre espira entre sus labios
Como un blando gemir que apaga el viento.
Ambos al punto las megillas mustias
LA VIRGEN DEL SOL 1^5
Sienten bañarse en lágrimas de fuego:
Llanto de indignación, de ira potente,
Y de acerbo dolor y de despecho,
Que ya en su alma no cabe y se desborda
Como la lava del Sangay horrendo.
— ¡Basta, zagal, exclaman ambos, ¡basta!
Pero insensible á su doliente ruego,
Y por ahogar la risa, que en la boca
Dilatada le hierve, haciendo esfuerzos,
— No es esto sólo, el relator prosigue:
Después que Illescas con turbado aspecto
Viera espirar las víctimas dormidas,
Murió, apretado de un dogal el cuello;
Y ordenando al instante Rumiñahui
Le arrancaran la piel del tibio cuerpo,
Un atambor con ella ha fabricado.
Para infundir con sus redobles miedo.
Luego al subir al trono de los Shiris,
De nuestro dios el grande y rico templo
Ha despojado hoy mismo, y de las bellas
Vírgenes castas sus mujeres ha hecho.
Y de ellas una (¿oísteis bien?), se dice
Que una de ellas, hermana de un guerrero,
Hija de un sabio Amunta,,. — ¡Basta! basta!...
— Cual la más linda y más amable en genio
Será ante todas... — ¡Basta, pastor! calla!...
— Pero escuchad... — ¡Oh, no! ¡calla, mancebo!
Tus palabras nos matan; ¡ah! cada una
1^6 J. LEÓN MERA
Dardo es cruel que nos destroza el pecho!
— Esa virgen al tálamo... — ¿Y prosigues?
¡Bárbaro! — Pues ya callo. Mas al menos
Venid conmigo y pasareis la noche
Lejos de la ciudad. ¡Pobres! ¡qué riesgo
De perecer corréis! ¿Veis esa gruta?
En ella á daros voy seguro albergo.
¡Pobrecitos! ¿Vendréis? Hasta la aurora
Podréis entrambos descansar sin miedo.
En tanto yo os traeré nuevas noticias,
Y luego al punto un pobre refrigerio.
No temáis, pues; seguidme.— El mozo dice
Y del rebaño en pos váse lijero,
La antipática faz á cada paso
Volviendo hacia los dos, hasta que á trecho
Dictante ya se pierde entre las matas
Que la cima coronan de un otero.
Inmobles quedan, mustios, aterrados
Titu y Amaru, cual si allá en el cielo,
Dando al rayo veloz de herirlos orden,
Del Sol oyeran el terrible acento.
Pero ambos á una voz al fin exclaman.
— ¡Cisa infeliz! del infortunio fiero
Que la amarga salvémosla al instante;
Y si nos niega el Sol este consuelo.
Si perecemos del feroz tirano
Bajo el puñal ¡dichosos! no seremos
De la infamia de Cisa los testigos.
LA VÍRGEN DEL SOL 1 57
¡A la ciudad! La luz de los luceros
Séanos hoy propicia. — El ígneo numen
Al mundo en tanto sus fulgores bellos
Niega, y la noche el incesante llanto
A escuchar viene del quiteño pueblo.
II
EL PASTOR FINGIDO
Con los ojos centellantes
Y la sonrisa en los labios,
Hacia un redil espacioso
El zagal guía sus pacos\
Pero sus ojos relucen
Con aquel fulgor extraño
Que del corazón revela
Algún intento dañado,
Y en la sonrisa que tiene
Mezcla de desden amargo,
De su espíritu egoista
Se traslucen los resabios.
Y en tanto que va siguiendo
El ancha vía el rebaño,
Él «sta vulgar letrilla
Va «n ronca voz entonando:
Con tal que yo pueda
Contento vivir.
El mal de los otros
¿Qué me importa á mí?
LA, VIRGEN DEL SOL I 59
Vayan con sus reyes
Todos á la lid,
Y á flecha y á lanza
Perezcan allí.
Con tal que yo pueda
Contento vivir.
Arda toda Quito
En fuego sin fin;
Con que á mí una chispa
No me venga hostil,
El mal de los otros
,¿Q.ué me importa á mí?
¡Horrible es la muerte!
Contento á sufrir
La suerte me avengo
Más triste y más vil
Con tal que yo pueda
Tan sólo vivir.
¡Hermosa es la vida!
Me agrada existir;
Con tal que yo goce
De bien tan gentil.
El mal de los otros
¿Qué me importa á mí?
1 6o J. LEÓN MERA
Aqueste pastor un tiempo
Era también cortesano
Y de su familia toda
Era distinguido el rango.
En las ciencias y las artes
Le instruyó un maestro sabio,
Y un guerrero en el manejo
De la espada, lanza y arco;
Pero á ninguno estirpar
De su pecho le fué dado
El germen de las maldades
Qué sembró Satán acaso;
Y ni el padre ni el maestro,
Ni el ejemplo ni los años,
A extinguir la cobardía
De su alma ruin bastaron.
Por eso el duro egoismo
Es su norma en todo caso,
Y cuando él no pena, ríe
De los ajenos fracasos;
Por eso al feroz carácter
De un corazón depravado
Enlazó siempre la infamia
De perfidias y de engaños;
Por eso ya tres solsticios
Hace, y más, que anda vagando
Por los apartados bosques
Y los solitarios campos.
LA VÍRGEN DEL SOL l6l
Temió seguir las banderas
Del Shiri su soberano,
Y en vez del arma luciente
Empuñó el corvo cayado.
Cuando todos la sonora
Voz del tambor escuchando
Ardían por irse en busca
De afamadores trabajos;
Cuando todos aprestaban
Espadas, flechas y dardos,
Y era todo animación,
Todo marcial aparato.
Sólo él, merced á la noche.
De su honor en menoscabo
Se fugó y al campo fuese
Á pedirle indigno amparo.
Allí disfrazó su rostro,
Vistió ridículo sayo,
Y variando el propio nombre
Apellidóse Lucato.
Desde entonces penetrar
En la ciudad le es vedado.
Que á más de la infame huida
Halló luego otro embarazo:
¡Ay del infeliz si cae
De una mujer en las manos,
Que mil veces por perderle
Le ha tendido ocultos lazos!....
102 . J. LEÓN MERA
Era su padre un guerrero
De corazón denodado,
Y su madre una india bella
De alma pura y pecho blando;
Pero ya al mundo partieron
' De las almas, há seis años,
Y bajo una tola duermen
Juntos los huesos de entrambos.
¡Dichosos, cual todo padre
A. quien deshonra hijo malo,
Y la benéfica muerte
Liberta de mal tamaño!
Lucato tiene parientes
Que le ven como un contagio;
Amigos tuvo que luego
Huyeron cuerdos su trato.
Jamás hizo bien ninguno,
Y obrar mal es su encanto:
Tener parece en vez de alma
Metido en el cuerpo un diablo.
Pero el carnicero tigre.
De las selvas rudo espanto,
A la tigre busca y se une
Por ciego instinto obligado;
A la loba se une el lobo,
A la lagarta el lagarto,
Y el tiburón á su hembra
LA VIRGEN DEL SOL I ¡63
Allá en el grande océano;
Y aquel malvado pastor
También la suya ha encontrado
Que le ama y que le adora
Con frenesí bien extraño.
¡Pobre mujer! ella le ama,
Y el corazón de Lucato
Del propio amor solamente
Está lleno y rebosando,
Es una joven zagala
Nacida entre los rebaños,
De tosco talle y de rostro
De todo atractivo escaso,
De alma feroz y arrojada.
De nervudo y fuerte brazo,
De corazón á los vicios
Más infames inclinado;
En las pasiones violenta
Nunca sufre amor contrario,
Y cuando aborrece es su odio
Ardiente siempre y rehacio.
Ella es quien de Cushipata
Apacienta el gran rebaño;
Ella es de Toa la amiga
Pastora á quien con su trato
Familiar á honrado siempre;
Ella con meloso labio
Aprueba sus pensamientos,
164 J. LEÓN MERA
Y con fementido aplauso
Las pasiones lisonjea
De su corazón tirano,
Así al fuego ya encendido
Más combustible arrojando;
Por ella que nada ignora,
Todo lo sabe Lucato
De cuanto en la corte pasa
Desde que él yerra en los campos.
Uua mezquina caverna
Abierta en duro peñasco,
Y de árboles y de matas
Bajo la sombra y resguardo.
Era el albergue primero
Del joven prófugo. Largos
Y bien enojosos días
•Allí pasó, y era escaso
Consuelo para su alma
Ver de continuo á su lado
A la idólatra pastora
Víctima de sus engaños;
Quien con afán le traía
Grato sustento diario,
Y las nuevas que de Toa
Recababa con amaño.
Mayor consuelo y holganza
Hallaba su pecho ingrato
LA VIRGEN DEL SOL ló^
Por los apartados bosques
Aves y fieras cazando;
Y mil veces á su amante
Hizo regar tierno llanto,
Cuando vino al escondite
Y le encontró solitario.
Pero há ya más de dos lunas
El nuevo pastor Lucato
Dejó la gruta salvaje,
De ella al postre fastidiado,
Y buscó de su pastora
La cabana; y aunque largo
Tiempo ha sido su existencia
En continuo sobresalto.
Ha gozado con su amante
Serenos días al cabo.
Cuando ella va en pos de nuevas
A la ciudad de \os pacos
Él cuida sólo, y, seguro
De su disfraz, en los prados
Libre vaga todo el día
Apacentando el rebaño.
El pastor á la cabana
Llega al fin tarareando,
Y en el umbral se presenta
1 66 J. LEÓN MERA
Su amante, abiertos los brazos.
Con muestras de loco afecto
Le tiene un rato enlazado,
Y en las tostadas mejillas
Le imprime el ardiente labio.
Siéntase después, y fuerza
A reclinarse á Lucato
En las faldas, y la frente
Pálida sobre él doblando
Permanece enagenada
E inmóvil un breve espacio.
Más de lo íntimo del pecho,
Por la congoja ahogado.
Suelta un suspiro y tras él
Raudal copioso de llanto
Que lava de su zagal
El rostro adrede manchado.
Lucato al sentirlo, se alza
Con presteza y asustado,
Y exclama: — ¡Glauca! ¿qué tienes?
¿Por qué lloras? Habla claro.
¿Qué peligro nos amarga?
¡Ay! contesta ella, mi Tarco!
Corre á tu caverna, corre!
¡Tarco mío! es necesario
Fugar otra vez. — ¿Qué sabes?
Dime por tu Vilca, ¡vamos! ^
¿Viene la muerte á buscarme?
LA VIRGEN DELvSOL 1 67
Ha más de dos lunas paso
En esta choza, y felice
Gozo la vida á tu lado...
Dime, dime, Glauca mía,
¿No me hallo so el tosco sayo
Muy bien oculto? ¿no bastan
Mi cabello enmarañado,
Mi sucio rostro y mi voz
Que semeja k de un pacó^
Oye, Glauca, tu no sabes
Que vengo á dos engañando;
Y, por su Huacay que yo era
Lucato el zagal tragaron.
— Pero oye, mi Tarco, atiende:
Yo vengo á Toa escuchando:
¡Oh, cuan furiosa la he visto!
Sus ojos causan espanto.
Hoy, dice, que á su venganza
Ya tan sólo faltan cuatro,
Y que ha de regar su sangre
Cual veces mil lo ha jurado.
Tu, Tarco mío, eres uno,
Y Cisa es la otra, y su hermano
El tercero, y Titu, el hijo
De Runto y Chuqui, es el cuarto.
— ¡Y yo soy uno! en confusa
Temblosa voz dice Tarco.
Huye su sonrisa al punto,
l68 J. LEÓN MERA
Sécasele el mustio labio,
Y con ojos que revelan
Del alma cobarde el pasmo,
Mira á Glauca de hito en hito
Y en silencio luengo rato.
Mas vuelve de su estupor.
Disminuye el sobresalto,
Y con amarga sonrisa
Y voz aún trémula un tanto,
— ¡Vamos! dice, ¡cuan injusta.
Cuan terrible es tu ama! Acaso
Una breve carcajada
Merece tan duro trato?
Reíme, cierto, esa noche
Ante ella, ¿cómo negarlo?
¡Oh! por ojos y por boca
Echaba fuego contra ambos...
Para no reir de verla
¿Era yo de piedra ó palo?
Tu también como yo habrías
De risa. Glauca, estallado.
Pero óyeme; si en las garras
De la venganza entregamos
De tu ama á Titu y Amaru,
¿Podrá salvarse tu Tarco?
— ¡Ah, querido!... Sí... no dudes:
De Cisa contra el hermano
Y contra el hijo de Chuqui
LA VIRGEN DEL SOL 169
Está de Toa gritando
Más la furia; pero ¿dónde,
Querido mió, apresarlos?
— ¡Bah, Glauca! pues si á ellos vengo
No lejos de aquí engañando!
Juntos y solos me aguardan
Ocultos tras un peñasco.
¡Los bobos! pues ya son nuestros;
En la red están entrambos.
Corre, vete y habla á Toa
Y hazle el consabido trato;
Si esto no bastare, emplea
Lágrimas, ruegos, halagos.
— Sí, vuelo, mi Tarco, vuelo;
Lisonjas, ruegos y llanto,
Alma, corazón y vida,
Cuanto tengo, cuanto valgo
•He de emplear porque libre
Al fin te veas y salvo.
¡Perezcan ellos! perezcan!
¿Qué importa? ¿qué? Tú, mi Tarco,
Tú solo salvarte debes;
¡Oh! tú sólo! y el anciano
Cushipata muera luego,
Y con él Toa, y ni el amo
Que hoy nos manda, Rumiñahui,
De la muerte salga zafo.
Mas si Toa se empecina...
170 ■ J. LEÓN MERA
Si aún cruel... ¡Ay amado!
Cálzate ya tus zandalias,
Apercibe aljaba y arco,
Pues salvarte puedes sólo,
En los bosques más lejanos. —
Esto dice Glauca y llora
Y de su amante en los brazos
Se arroja; más luego parte,
Y ni á los ojos ni al labio
Del mancebo, de ternura
Señal asoma, y si acaso
Se agita su pecho, es sólo
Del infortunio al amargo.
ni
LLANTO DE LA VÍRGEN
El Acllahuasij ayer mansión tranquila
De la inocencia y la virtud, ahora
Siente pesar la mano abrumadora
De un infortunio súbito sobre él.
El genio de la paz dejó los claustros
A no volver jamás; huyó el contento
De las vírgenes bellas, y en tormento
Atroz apuran del dolor la hiél.
Un impío tirano las arrastra
Desde el tálamo santo al suyo inmundo,
Y de infamia las cubre, y ante el mundo
;Ay! les arranca el velo del pudor.
¡Y el esposo divino á su doliente
Querella sordo está! duerme su ira,
Y el propio ultraje indiferente mira,
Y el perverso se mofa de su honor!
Aún es la tarde del aciago día
De exterminio y horror. La más hermosa
172 J. LEÓN MERA
Virgen del Acllahuast, en lastimosa
Voz, expresa de su ánima el pes^r.
Gualda que en pos de esta doliente bella,
Sin pompa y sin ruido, entrara al santo
Claustro, su amor, y su infortunio y llanto
En el sagrado asilo á sepultar; .
La joven Gualda, á quien la poderosa
Simpatía de idéntica desgracia
Con la Escogida uniera, á la rehacia
Suya presenta firme el corazón;
Y enjugando sus lágrimas de acibar
Intenta hoy de la virgen infelice
En el alma infundir alivio, y dice
Con dulce voz de celestial unción:
— Oye, sagrada palla; soy tu sierva;
Más tú me amas, y soy tu confidente:
Puedo alzar ante tí mi humilde frente,
Puedo á tí mis palabras dirigir.
Cisa, del Sol amada, el genio malo,
De la virtud perseguidor eterno.
Hoy cruel te desgarra el pecho tierno,
Y estás de pena á punto de morir.
Mas ¿posible será que así te lleve
Tan presto la desgracia á la honda tola
Como el agua crecida la amapola
LA VIRGEN DEL SOL 1 7;
. L_ ___.: __ 1
!
Recien abierta al negro cenagal? ■
¿Por qué tú misma te abandonas ciega
Del dolor á la furia? ¿por qué al Cielo, i
En vez del rayo destructor, consuelo
No pides, di, para tu fiero mal?
¡Ah! clama, clama á Dios. Su providencia
La lluvia envía á la sedienta planta,
Y del polvo ardoroso la levanta
Refrescándole el tallo y la raiz:
Y á tí, pura Escogida, casta virgen,
¿Podrá negar su beneficio santo?
¿No ha de acudir á tu doliente llanto?
¿No ha de dar vida á tu ánima infeliz?
¡Ah! clama, clama á Dios. Su diestra pía
A la liebre da pasto suculento,
Y el cáliz de la flor, para sustento
Del quinde, llena de sabrosa miel;
Y á tí que vales más ¿podrá dejarte.
Ciego á tu mal y sordo á tu querella.
Que perezcas tan joven y tan bella
Ahogada en un piélago de hiél?
Cisa de Gualda en el regazo esconde
La macilenta faz bañada en lloro,
Y en su dolor descuida su decoro
Y caer deja el manto virginal;
174 J- LEÓN MERA
Y cuello, y pecho y brazos de suaves
Divinas formas descubiertas muestra.
Gualda encúbrese el roístro con la diestra
Y brota de sus ojos el raudal;
Que siempre en vano la mujer pretende
Secar la que le dio naturaleza
Fuente de llanto, á par de la terneza,
Tesoros de su dulce corazón.
Con lágrimas y amor calma pesares,
Con lágrimas y amor prueba y convence,
Con lágrimas y amor desarma y vence:
Ellas su fuerza y poderío son.
— ;Ay! llora, Gualda, exclama Cisa, llora:
Tu llanto me hace bien, no tu palabra;
;Oh, no, no esperes que mi pecho se abra
Dulce consuelo á recibir de hoy más!....
Padres, hermanas mias, caras prendas,
¡No existís ya! ¡No existe mi ventura!....
jMi corazón hundido en amargura
No ha de volver al júbilo jamás!
Como huérfana tórtola me veo
Salitaria en el mundo: en vano hiende
Los aires mi gemir: ¡ay! nadie entiende
De mi asolado corazón la voz! ^
Soy como flor del tallo desprendida
LA VIRGEN DEL SOL 175
Y en un desierto campo abandonada,
A juguete del viento destinada,
O pasto á ser de un animal feroz!
Nada tengo en el mundo, á nadie tengo
A quien volver en mi pesar los ojos;
Hasta el numen, mi esposo, sus enojos
Ha convertido injusto contra mí.
¡Ay, Gualda, Gualda! mi dolor contempla,
Acompaña mi llanto ¡Ah! tu intercedes
Ante el cielo por mí, mas ni aun tú puedes
Del mal huir que te amenaza aquí!.... —
Así dice la virgen desdichada
En triste voz que el corazón lastima;
Y en tanto hacia ella un hombre se aproxima
Con imperioso aspecto y firmes pies.
Encorvar no han podido trece lustros
Su talla, ni robar su cabellera;
La torva frente y el mirar de fiera
Diciendo están su espíritu cual es.
Este hombre es Rumiñahui: Fresca sangre
Tiñe aún su ropa y su alevosa mano,
Y de su infame tiranía ufano
El AcUahuasi recocrriendo está.
Tiemblan las Escogidas- al mirarle
Y esquívanle prudentes, cual polluelos
176 J. LEÓN MERA
El gavilán al ver que por los cielos
Con grave lentitud girando vá.
Para el^ tirano á Gualda y á la virgen
Contemplando un instante, y luego — Cisa
Alza, dice, la faz, ¿oyes? ¡aprisa!
Que te lo manda el Shirt^ tu señor.
Y el cabello meciéndole repite
Con acento más rudo y altanero:
; Alza la faz! de tu belleza quiero
Ver si puede cegarme el esplendor —
Cisa obedece y el semblante muestra
Más bello en el dolor. Estupefacto
Vele el feroz tirano, y en el acto
Amor le hiere el corazón tal vez.
Pero taii dulce sentimiento pasa
Cual relámpago rápido y la ceja
Plegando horriblemente, al punto aleja
De Cisa su mirar con altivez.
— ¡Basta de llanto! esclama airado, ¡basta!
Las lágrimas detesto. Cisa mira:
El ciego amor que tu beldad me inspira
Pierde con tanto lloro su virtud.
Yo te honrara en mi tálamo esta noche
Si no pasaras en llorar tus horas;
Más te juro, mañana si no lloras
Ese bien gozarás en plenitud.
LA VIRGEN DEL SOL J77
Váse el malvado, el repugnante fostró
Volviendo á cada paso á Cisa y á Gualda,
Y el suyo dolorido entre la falda
Torna la virgen de su amiga á hundir;
Y — ¡Oh Dios! exclama, tu poder invoco:
Destrózame, aniquílame.... ¡El tirano
Mi virtud va á ultrajar! ¡ay! cuan cercano
Me espera un espantoso porvenir!.... —
Gualda el tesoro, al £a, de sus ideas
Consoladoras agotarse siente;
Con angustia .mortal dobla la frente;
Fáltale al pecho aliento, al labio voz.
Mas como exhalación en negra noche
Luce en su mente al cabo un ;pensamiento:
¡Huya Cisá!... Más ¿como? ¿en que momento?...
La idea viene y w, sutil, vetoz,,..
Llega entretanto la funesta hora
En que tétrico manto el mundo envuelve;
Todo el sitencfto y i la os^ma vuelve,
Menos del infeliz lel ooratón:
Y desdichado» mi esuáerra :Qttito, .
Cuyas qujB^ JWadas |ipr el autlro
Escucha Casaidesdeielhciado^i^ustto^
Do la abruma cruel tribulación.
IV,
LA FUGA
No en el espacio infinito
De negro azul trasparente
La madre luna fulgente
Discurre, enseñando á Quito
Su pura y hermosa frente;
Pero no hay nube importuna
Que empañe el coro de estrellas
Resplandecientes y bellas,
Y en ausencia de la luna
La ciudad alumbran ellas.
¡Ay! la luna se ha ausentado
Quizás por no ver el duelo
De la ciudad, cuyo suelo
Se encuentra en sangre bañado,
¡En sangre que clama al Cielo!
Las vírgenes escogidas
En un mar de amargo llanto
LA VIRGEN DEL SOL 179
Yacen también sumergidas,
Pues que fueron sorprendidas
Por el general quebranto.
Del Acllahuasi la puerta
Antes de guardias poblada,
Esta noche está cerrada,
Y silenciosa, y desierta
Cual de una tumba la entrada.
En tan infausto día
Los guardianes se fugaron
Con indig[na cobardía ^
O á la crápula á porfía,
Los que no, se abandonaron.
Mas en la calle sombrosa
Dentro del AcUay se mira
Una joven que suspira,
Y con planta temblorosa
Cerca de los muros gira.
Aquesta tierna beldad
¿Salió de su habitación
Sólo por curiosidad?
¿O quiso en la soledad
Espandir su corazón?
1 8o J. LEÓN MERA
¿Por qué examina los muros
Y la puerta prohibida?
Cordera allí recluida,
¿Los anhela mal seguros
Y propicios á la huida?
Sí, mal seguros están.
Fugarse es tal vez su intento;
Mas si es firme el pensamiento,
Inciertos vienen y van
La voluntad y el aliento..,
¿Dudar? ¿temer? Quizás no;
Tal vez resuelto es su pecho,
Mas ¿qué proyecto forjó '
Que así á dejar la obligó
Tan á deshoras el lecho?...
¿Por qué suspiros exhala?
¿Han sus padres perecido?
¿O algún recuerdo querido,
Por su estrella buena ó mala,
En su mente ha renacido?
Bien todo esto puede ser:
Ella oculta algún misterio:
I Le fué forzoso perder
Acaso en el monasterio
Una ilusión de mujer!...
LA VIRGEN DEL SOL 18 1
¡Ah! cuantas veces se mata
Una hechicera ilusión,
A pesar del corazón
Que en lágrimas se desata
Y hunde en eterna aflicción!
El de esa joven acaso
Tuvo la suya muy bella,
Y hoy á solas se querella
Porque el Acllay fué el ocaso
De su ideal, cara estrella.
Por eso un nombre murmura
En voz callada y suave,
Y con singular ternura
Una pasión que no cabe
Ya en su alma expresar procura;
Y canta; más el acento
De' su amoroso cantar
Es tan cortado y tan lento,
Que solo un oido atento
Pudiera aquesto escuchar:
«Era su rostro más bello
Que el rico prado florido,
Y su talle más erguido
Que el más lozano maguey.
l8z J. LEÓN MERA
«Era más ágil que el ciervo,
Más fuerte que el duro roble,
Y su presencia más noble
Que la presencia de un rey.
«Yo le amaba con delirio
Y al mismo Sol preferíle;
Sin reserva el alma díle
Y le rendí adoración;
«Pero castigóme el Cielo
Y mi amor desventurado
Arde preso é ignorado
En mi triste corazón.»
Pero á un ruido que produce
De la puerta el gozne duro,
En esta vez mal seguro.
Vuelve la faz, que reluce
Cual del alba el astro puro;
Y asústase y quiere huir;
Mas en voz débil escucha
— ¡Cisa! ¡Cisa! repetir;
Y siente el pecho latir
Y con sus temores lucha.
La puerta entreabrirse mira,
Siente que alguno respira,
LA VIRGEN DEL SOL 1 83
Y advierte por fin un hombre
Que repite el mismo nombre
Y se acerca y se retira.
Esa voz le es conocida
Quizá otra vez la escuchó
Cuando en su dicha soñó....
Y al oiría repetida
Torna el sueño que pasó...,
¡Un hombre!... ¿Quien puede ser?.
Duda... teme... Al fin se atreve,
Y — Soy Gualda, con voz leve
Dice; ¿y tú?... ¿podré saber?
Añade en tono más breve.
— Soy Amaru, la interrumpe
El hombre en igual acento,
Y casi en un violento
Grito de asombro prorrumpe
La hermosa Gualda al momento.
Pero contiene y sofoca
La voz, y solo murmura:
— ¡Amaru! y luego apresura
Los pasos hacia él y toca
De la puerta á la abertura.
Mas^ reprimido al instante
184 J. LEÓN MERA
Ese impulso involuntario»
Que la arrastra hacia adelante^
Temblorosa y aohelante,
¡Vete, dice, temerario!
— Si cuanto tienes de bella
Tienes de buena y piadosa,
Contesta en voz amorosa
Amaru, dlme, doncella,
Si vive Cisa la hermosa;
¡Oh! dímelo, y sus favores
Prodíguente Sol y Luna,
Y tu Huaca te dé amores,
Y jamás los sinsabores
Pruebes de cruel fortuna.
No el viento con más veheniencia
Sopla una hoguera y la inflama,
Y la devorante llama
Con furiosa violencia
Por el bosque desparama,
Que esas voces y ese ruego
En el seno ya turbado
Soplan de Gualda, y el fuego»
De antiguo amor, atizado,
Se aviva y le abrasa luego-:
LA VIRGEN DEL SOL 185
Torna á dar hacia adelante
Dos pasos^ y en la alta esfera
Clava la vista un instante
En actitud suplicante
Que hasta un tigre conmoviera.
Llorosa, tierna, expresiva
Fija después su mirada
En Amaru, y le traslada
Con ella la llama viva
De su alma enamorada.
jAh! ¿cuándo alma juvenil
De rechazar se ha preciado
El certero proyectil
Del mirar apasionado
De mujer bella y gentil?
No el hijo de Human ignora
La afección que le conmueve:
Ya en otro tiempo una aleve...
¡Más pasión que se deplora
Jamás renovar se debe!
— ¿Vive Cisa? Dime presto,
¡Dímelo! vuelve á insistir
Amaru, y sino, protesto
No moverme de este puesto:
¡Aquí me verás morir! —
1 86 J. LEÓN MERA
Disimulando del alma
La violenta agitación,
Oprimiendo el corazón
De la diestra con la palma,
Y con voz de vibración,
— Vive, Gualda le contesta,
Más el dolor despedaza
Su pecho; ¡y aún le resta...!
|Oh cuánto mal la amenaza!
¡Oh suerte dura y funesta!
— ¡Gualda! ¡Gualda! te comprendo!
El tirano va á ultrajarla;
Toa va á despedazarla
Después, ¡oh destino horrendo!...
Pero ¡yo vengo á salvarla!
— ¡Bendito el Sol que te envía
Con intento al mió igual!
— ¿Me ayudarás, Gualda mía?
¡Que no la sorprenda el día
En este sitio fatal!
— Sí, que se fugue. Te ofrezco
A la empresa coadyuvar.
Soy relámpago en obrar
Y de arrojo no carezco,
Voy el peligro á arrostrar.
LA VIRGEN DEL SOL 187
Gualda dice, y con cautela
Parte al punto. — ¡Vuela! vuela!
Amaru inquieto murmura,
Y asomado á la abertura
De la puerta aguarda y vela.
En un oscuro aposento
Como el centro de un abismo,
Un respiro se oye lento
Cual soplo de tenue viento,
Y un suspiro suena ahí mismo.
La dulce respiración
Es de las vírgenes bellas,
Cuyo tierno corazón
Ha olvidado sus querellas
Del hondo sueño al tesón.
Y ese doliente gemido
Bs de una de ellas también.
Cuyo pecho adolorido
Ni aún del sueño ha podido
Gozar el ligero bien.
Gualda, que al gemido atiende,
Hacia el dirige su planta ;
Entrambos brazos estiende.
r88 J. LEÓK MERA
La densa tiniebla hiende
Y paso á paso adelantad
Lleva el cuello dilatado,
Y el breve aliento sofoca
Entre el labio mal cerrado;
Su pié leve apenas toca
El suelo duro y helado.
Al fin se acerca, y el hombro
De la gemidora palla
Con tiento palpa; ésta calla,
Y luego llena de asombro
Junto á sí un bulto halla.
Pero una voz al oido,
Suave, dulce, callada,
La dice: — Ven, Cisa amada;
Sigúeme: el Cielo á querido
Que fueses al fin salvada.
Alzase Cisa al momento;
Gualda le toma la mano,
Y cruzan el aposento
Con más pausa, con más tiento
Que un débil, trémulo anciano.
Luego se dan contra un lecho
LA VIRGEN DEL SOL 189
Y dispieirta una Escogida;
De ambas se conturba el pecho;
Pero á brevísimo trecho
Quédase aquella dormida.
Pasan la* anhelada puerta,
Y nadie hay que las advierta;
Respiran con libertad,
Y hallaij al fin claridad
En la ancha calle desierta.
Al punto Gualda en acento
Conmovido dice á Cisa:
— No te pares indecisa;
Te espera Amaru violento;
A salvarte date prisa.
A este nombre más no aguarda
La Escogida; corre, vuela;
Y Amaru que acecha y vela
E&desciibríria no feurda,
Y correr también anhela;
Mas detiénele el respeto
Del Acllahuasiy y espera.
Llega Cisa.... ¡Quién tuviese
De conmover el secreto
Y esta escena describiera! .
190 J. LEÓN MERA
Quien pudo á la huesa umbría
Su bien amado robar .
Y á la existencia tornar,
Ese podrá la alegría
Del guerrero descifrar.
Y quien de sangre en un lago,
Entre angustias y fatiga,
Vio cierto su fin aciago,
Mas presto una mano amiga
Le salva del fiero estrago,
Ese voces encontrara
Para expresar lo que siente
En ese acto la inocente
Virgen, á quien circundara
Un mar de sangre ferviente.
Amaru los brazos tiende
Y en ellos á Cisa enlaza;
El llanto á rios desciende,
Y ninguno se desprende,
Y más cada uno se abraza.
Con impetuosos latidos
Los corazones se tocan;
Las palabras son gemidos;
Los alientos confundidos
Se detienen, se sufocan.
LA VIRGEN DEL SOL I9I
Mas Guolda que ha contemplado
Esta escena de ternura,
Y cuyo llanto ha empañado
De su rostro la. tersura,
Y hasta su seno ha inundado,
— Huid, les dice, huid presto.
— Contigo, Amaru contesta;
No quedes, joven, espuesta
A un accidente funesto.
— Aún que hacer aquí me resta:
Una anciana agonizante
Confiada está á mi asistencia,
Y mientras tenga existencia.
Abandonarla un instante
Sería impía indolencia.
— Eres bella, y el tirano....
¡Huye, Gualda! Cisa dice.
— Virgen, tu temor es vano:
Nuestro numen soberano
Vela por esta infelicé.
Mas decidme ¿Dónde iréis?
—Del monte á la opuesta falda,
— Cisa, Amaru, ¡oh no olvidéis.
Cuando, en las selvas estéis,
A la desdichada Gualda!
192 J. LEÓN MERA
En SUS brazos, conmovida,
Gualda estrecha á la Escogida,
Y sollozando cada una
Exclama— ¡Adiós! Que tu vida
Guarden el Sol y la Luna!
Parten, y el joven guerrero
Auséntase con dolo:
Su corazón altanero
Queda en la red prisionero
Del nunca vencido amor.
Y en la apasionada cuita
Que el espíritu le agita.
Gualda olvida el sitio y hora,
Y desatentada grita:
— ¡Amaru, mi alma te adora!
Pensativa queda luego;
Mas después con alegria
Dícese-^No, no es baldía
Aprensión de mi amor ciego;
¡El me llamó Gualda mia!
En tanto Amaru á su hermana,
— Titu, dice, nos espera
A distancia no lejana-^
Y á estas palabcas se viera
La faz de Cisa hecha grana;
LA VÍRGEN DEL SOL l()}
Y se notara en su pecho ^
Una nueva turbación....
Del Acllajy á corto trecho
Dentro de uñ boscaje estrecho
Titu está en observación; ]
I
Y^l ver venir hacia él I
A su antigua prometida,
Siente avivarse la herida
En su pecho siempre fiel
Por la pasión mantenida.
Y de recuerdos un mundo
Se aglomera en su memoria,
Y recorre en un segundo
De su esperanza la historia
Y de su dolor profundo.
Y casi ella se desmaya,
Y tiembla cual la cordera
Cuya aurora apenas raya,
Y trémula audaz ensaya
Paso á paso en la pradera,
Pero ambos cobran valor,
Y los tres la fuga emprenden:
Así salvarse pretenden
Del tiro del cazador
Tres aves que el aire hienden.
194 J* LEÓN MERA
Mas jay! si la cruda suerte
Las persigue con tesón,
En vano esquivan la muerte:
El cazador las advierte
Y les rompe el corazón.
Entretanto se oye ruido
De voces y de pisadas
Confusas, aceleradas,
Y el sordo y vago sonido
De las armas golpeadas;
Y se ve un destacamento
Desordenado marchar,
Y el Machángara pasar
Sin detenerse un momento
La fatiga á reparar.
Delante va una mujer
Que con misterioso afán
Murmura: — Sí, ahí están;
Ir volando es menester;
Y sino se fugarán.
Ellos un pastor esperan
En una escondida gruta....
LA VÍRGEN DEL SOL 1 95
; Y mirad si soy astuta ! . . . .
¡Ea! que caigan, que mueran,
Seguidme: os muestro la ruta. —
LA CABANA EN EL BOSQUE
Corren los fugitivos
Por la escabrosa senda al pié formada
Del inmenso Pichincha, como ciervos
Que el correr y el ladrar de la jauria
Oyen cerca detrás. Amaru y Titu,
Incansables y activos,
En sus robustos hombros suspendida
Arrebatan del Sol á la sagrada
Virgen, ya fatigada
Y á su penar atroz aún más rendida;
Pues ;ay! harto reciente
Está el momento aciago
En que el terrible estrago
De su familia vio, y el lloro siente
Descender de sus ojos donde riela
La suave lumbre de los astros bellos;
Hondo gemir su corazón exhala;
El aura de la noche que revuela
Apacible y fugaz, con débil ala
Desordena los nítidos cabellos
LA VÍRGEN DEL SOL 1 97
Que velan de su rostro la hermosura,
Como la sombra oscura
Y cuátil del espárrago que mece
Su flexible penacho sobre el tierno
Pálido lirio que junto á él florece.
Corren, vuelan; dispiértase la aurora,
Tíñese de arrebol la blanca nube;
Nace el astro de fuego, al zenit sube
Y radiante señala el mediodia;
De su descenso al fin llega la hora,
Y los prófugos van por la sombría
Selva cruzando ya, cuya espesura
Puede serles quizás mansión segura.
Dilatadas, frondosas, verdes selvas
De há más de tres veranos
Bajo de vuestros dombos por las manos
Audaces del mortal nunca medidos,
Vuestros habitadores
Se vieron por las flechas perseguidos
De dos infatigables cazadores
Firmes en la amistad, al amor fieles;
¡Oh selvasí no es el tigre carnicero
Que os estremece en hórridos rugidos
Más sanginario y fiero
Que de Quito misérrima el tirano;
No, no son más crueles
198 J. LEÓN MERA
Ni la coral, ni la equis, ni la boa.
Que la feroz y vengativa Toa.
Musgoso tronco que 1^ edad encorva
Con el mismo poder que postra al hombre.
Mas que nada te éMorba
Útil á ser, cual á éste el egoismo
Y el salvage rencor impiden serlo,
Y á otros le tornan malo á si mismo.
Oh venerable tronco que de Amaru
Y Titu fuiste generoso abrigo
Contra la horrenda tempestad de entonces;
Tu que viniste á ser. mudo testigo
De las angustias de un amante pecho,
Para quien ¡ay! los hados son de bronce,
Aquí en tu cavidad, bajo tu techo
Tosco, labrado por natura, vuelve,
Vuélveles á hospedar: huyendo ahora
De tormenta mucho más desoladora
A guarecerse tornan en tu seno:
¡Atroz tormenta en que diluvia sangre,
Y en que el terrible trueno
Es la voz del furor y la venganza
Que el corazón de dos malvados lanza!
Sí, la hoquedad de aquel añoso tronca
Torna á ser habitada;
Pero ya no es ni lóbrega ni estrecha.
Es clara y dilatada
LA VÍRGEN DEL SOL 1 99
Por la prolija y agenciosa mano
A duras faenas hecha
De un amante leal y de un hermano:
Aquí rompe y descuaja la maleza,
Allí una rama incómodo separa;
De vijdo con hojas y corteza
El ancho suelo cubre,
O bien con ellas el techado ampara
Contra el soplo del ábrego insalubre.
Titu que ha conservado
Con singular cuidado.
Cual prenda de infortunio, la mullida
Piel de la fiera, á qnien rasgara el pecho-
En ese bosque mismo, hoy afanoso
Forma con ella el abrigado lecho
Donde en brazos del sueño la Escogida
Halle dulce reposo.
La Escogida, la esposa casta y pura
Del astro soberano.
En quien una deidad no una criatura
Los dos amigos ven! En su presencia
Amaru su poder de hombre y hermano-
Depone humilde; y la amorosa llama
Que el corazón inflama
Del malhadado Titu, crece oculta:
Amor le manda obedecer su impulso^
200 J. LEÓN MERA
Amor tenaz le obliga
Que bajo el yugo de su ley prosiga;
Mas cuando intenta ciego,
Delirante, convulso,
Abrir los labios, revelar su fuego,
Oye una interna voz y misteriosa
Que le turba, abate y anonada:
«Tente, mortal; esa doncella hermosa
Es de tu dios la bendecida esposa!»
Nada, nada hay profano
Que insulte ó mengue allí la reverencia
Que Cisa impone al corazón humano.
Convertida en santuario la cabana
Allí se ama y adora
La beldad infeliz y encantadora,
La sencilla bondad y la inocencia.
De la agreste montaña
La soledad sublime
De ambos amigos en el alma imprime
Un religioso y santo
Sentimiento indecible por la virgen
Del tálamo del Sol ayer señora;
Y el misterioso encanto
De las umbrías selvas, y del viento
La vaga voz el áspero bramido
De las terribles fieras, repetido
Por el eco en las bocas
LA VIRGEN DEL SOL 201
De las hendidas rocas;
El trueno que retumba allá lejano
Tras el veloz relámpago medroso;
El vaho que el pantano
Exhala de su seno tembloroso;
Las lianas en flor que coquetean
Cuando el céfiro amante las adula;
El aroma gratísimo que aspira
Resina tanta; de las dulces aves
El vario trino;.... en fin, la unión aquella
De sonidos asperrímos y sauves,
De tanto objeto horrible,
De tanta cosa bella
A acrecentar y enardecer conspira
Aquel del alma afecto indefinible;
Todo, todo parece
Que á la humana deidad bella y sensible
Culto incesante y magestuoso ofrece.
La voluntad de Cisa
Es la suprema ley que se obedece;
Cual á oráculo santo
Se atiende á sus palabras; su sonrisa
Causa en las almas indecible gozo,
Y algún débil sollozo
Mensajero de llanto.
Basta á sumirlas el mortal quebranto.
Junto al tronco de un cedro corpulento
202 J, LEÓN MERA
Cercano á la morada,
Sobre rústico altar de peña y césped
Arde el fuego divino preparado
El sacrificio á consumir sagrado.
Del Sol al nacimiento
Acá viene la virgen, coronada
De candido amanacay, y en dulce acento
De la mañana el cántico entonando
Va la ofrenda á las llamas arrojando.
«Sacro esposo, mi bien, mi delicia.
Rey del cielo, del mundo ventura.
Tu alma faz ya encendida fulgura.
De adorarte el momento llegó.
He aquí el fuego, hijo tuyo, que pide
De mi amor el sincero tributo;
Cual me ordena tu ley lo ejecuto.
Pues tu esposa y tu sierva soy yo.»
Ya son guirnalda de olorosas flores
Que en la aurora ha tejido
Ya canastillas de sabrosas frutas,
Ya un paj arillo tierno sorprendido
Al saltar de su nido,
Ya del propio cabello
Un cinturón ó un brazalete bello,
El don que en medio de la selva umbrosa
Al Sol ofrece su poscrita esposa.
Y en tanto que en domésticas labores
LA VÍRGEN DEL SOL 20}
Después ella sé emplea,
Melancólica Titu por el fondo
Del bosque inmenso y secular vaguea;
Y dar pábulo gusta á sus amores
Vedados ¡ay! trayendo á la memoria
De su tierna pasión la triste historia.
Pero al volar de la perdiz ó al grito
de lá silvestre pava ó del chorlito,
A vec^s se distrae,
Alza el arco, la flecha se desprende,
Y sangrienta á sus pies el ave cae.
El. intrépido Amaru, siempre ansioso
De luchas peligrosas,
Porfiada lid emprende
Con bestias temerosas.
Del oso, del león, del tigre fiero
La furia ha sido inútil y perdida:
El venablo certero
Del joven cazador fin á la vida
De todos ellos puso, y la cabeza
De cada fiera á un árbol amarrada
Muestra vana fiereza
En su inmóvil y gélida mirada.
Mas en tanto que en pos del tigre core
Amaru, y del león sigue la huella,
Nada, nada hay que borre <
La que dejó el amor grabada en su alma
204 J- LEÓN MERA
Con saeta sutil la noche aquella
En que de Gualda contempló el hermoso
Rostro al fulgor de las estrellas débil;
En que la grata voz trémula y flébil
De esa tierna doncella
Le robó del espíritu la calma,
Tesoro escaso ya^ mísera sobra
Del acerbo dolor y la zozobra.
¡Oh! la huella de amor! surco de fuego
Que en un pecho constante
Al del terrible rayo es semejante
Cuando lo graba en la marina roca:
Firme las tempestades desafía;
Y el furioso huracán, la ola bravia
Que mil veces y mil contra ella choca.
Son, más bien que á razarle.
Parte á avivar su traza y ahondarle.
Luego viene la noche sosegada
Con su luto, sus pálidas lumbreras.
Su silencio, misterios y quimeras.
Del hogar en contorno los proscritos
Sentados, las extrañas aventuras
Recuerdan de la guerra, el infortunio
De los hijos del Sol y los delitos
De la barbada gente advenediza;
Ni execración les falta
Contra el monstruo que á Quito martiriza.
LA VIRGEN DEL SOL 205
Cuyo nombre tan sólo su tira exalta.
De su pueblo infeliz las desventuras
Unidas á las propias amarguras
Enumeran después, y el triste llanto
Que mana de sus ojos, á despecho
De sus heroicas almas, testifica
¡Ay! cuan grande y mortal es su quebranto!
Mas ya la lumbe del hogar se apaga,
Y el sueño dulcemente
De los míseros prófugos halaga
Con su diestra benéfica la frente,
Y el bálsamo esparciendo del olvido
Alivia un tanto el pecho dolorido.
Era diciembre. Ya el sabroso grano
Del capulí de rojo se teñía;
Ya el cultivado llano
La tierna planta del maiz cubría.
Próvida por do quier naturaleza
E infatigable, su obra proseguía;
Privó al árbol de flor mas la riqueza
De sazonado fruto dio á sus ramas;
No ostentaban los campos la belleza
De fresco trébol y verdinas gramas,
Pero brotaba su fecundo seno
Que destrozó la puntiaguda reja,
A recrear del labrador los ojos
206 J- LEÓN MERA
Y el corazón, risueña la esperanza
Lleno de amor y de ufanía lleno,
Exento de temor, libre de enojos,
El mirlo negro de dorado pico.
Del viejo capulí posado en lo alto,
Su sonoroso trino al viento lanza;
Y el bello huirochtiro (42)
De gualdo pecho y alas de' azabache.
No cuando canta de armonías falto,
Pero en índole siempre arisco y duro.
De otro árbol curpulento en la eminencia
Suelta la voz, del mirlo en competencia.
Llena la luna recorrer el cielo
Tres veces los proscritos han mirado,
Y sienten el consuelo
Descender á su pecho lacerado:
Asi baja benéfico rocío
A refrescar el seno de las flores;
Pero ¡ay! si un sol de estío
Luego rayos despide abrasadores,
Y si aun el polvo se calcina y arde,
¿Qué será de esas flores por la tarde?
Un denso manto de parduzcas nieblas
Una mañana viste el horizante
De improviso, y el monte
Con el cielo confunde, las tinieblas
Nocturnas prolongando;
LA VIRGEN DEL SOL 207.
Y el corazón de Titu y el de Cisa
De más negro pesar se van llenando
Que la sombra fatal que los rodea,
Cual siempre que su bárbaro destino
En amargar su vida se recrea.
Empero el matutino
Fulgor un tanto la neblina oscura
Rompiendo luce, cual fugaz sonrisa
Que en lloroso rostro se divisa
De infeliz melancólica hermosura..
Cisa ha dejado ya su muelle lecho,
Y de una clara fuente en los raudales
Borrar intenta en vano las señales
Que en su pálida faz el llanto ha hecho.
Para la ofrenda de su esposo hermosas
Flores toma después, y distraida
En su mudo pesar, las silenciosas
Selvas recorre con tardía planta.
En el bosque vagando así perdida
Cual huérfana cuitada gamezuela,
Algún alivio anhela:
Su corazón al cielo se levanta.
Su mente al cielo vuela;
Pero no alcanzan !ay! del alto cielo.
Ni el corazón doliente
Levísimo consuelo.
Ni breve rayo de su luz la mente!
2o8 J. LEÓN MERA
De ella cerca de repente
Ve un grosero pastor; corre asustada:
Llama á Titu y Amaru, que á la entrada
De la mansión los arcos aprestando
Para la caza están. Le reconocen:
Es el pastor de sayo miserable,
De enmarañado y áspero cabello,
De sucia faz, de voz desagradable;
Es el zagal Lucato,
Que con sonrisa amarga breve rato
La turbación observa que á su vista
Agita de los prófugos el alma.
Asi también con aparente calma,
Pero la garra á destrozar ya lista,
Y dejando entrever feroz agrado
En los ardientes ojos y en la boca
Que abierta horror provoca,
Contempla el lobo en el estrecho aprisco
O en el pendiente risco,
Al cabritillo tierno, que al mirarle
Tiembla y bala asustado,
Sin que pueda en sus ansias evitarle.
Mas el rudo zagal un tanto aquieta
Los conturbados pechos: asegura.
En voz cuál siempre tosca y destemplada,
Y con su eterna y repugnante risa.
Que del bosque lejano á la espesura
Le atrajo á toda prisa
LA VIRGEN DEL SOL 209
Una leona que terrible daño
Hízole en el rebaño,
A la cual castigar de muerte jura.
Y en tardo modo que cansancio muestra
En el arco se arrima,
Una pierna doblando sobre la otra
En la que el cuerpo carga. Con la diestra,
En distracción hipócrita, el cabello
Tiende por frente y cuello,
Y el magro roetro de expresión anima
Muy más vil y siniestra.
Al fln el hijo del piadoso Amuntd
Por la querida patria le pregunta.
— Dínos, pasior Lucato, por tu Vtlcay
¿Qué pasa en Quito, la oiudada amada
Del Sol y de su esposa?
¿Aún llora infortunada?
¿Aún mana sangre su inocente pecho?
¿No ha cambiado su suerte desastrosa?
¿Qué tiranías más el bárbaro á hecho
Y la hija atroz de Cushipata impio?
;Ay! que tu lengua se desate ansio,
Aunque á las almas que te escuchan debas
De destrozar con espantosas nuevas!
Y en habla intercadente, á cada paso
La atención aguijando, y repitiendo
210 J. LEÓN MERA
Siempre el más triste y lamentable caso,
O el hecho más impuro y más horrendo,
El pastor da en respuesta
Una prolija relación funesta.
De inquieto anhelo y de temor movidos
Todos atienden; ni del ave el canto,
Ni el zumbido del tábano quisieran,
Ni del viento el gemir que los oidos
A distraerles importunos fueran.
Escuchan cojí espanto
De que manera la sañosa Toa
Se venga aun de los muertos: cuando apenas
Supo la fuga de la virgen, llena
De su terrible furia la medida,
Prendió ella misma fuego á las moradas
De Pacoyo y de Human, y del guerrero
Chuqui y de Runto fiel la bendecida
Tola rompiendo, extrajo las sagradas
Cenizas, y con fiero
Impío frengsí al viento diólas....
Ee el ageno mal se goza un rato
El zagal, y prosigue su relato.
Cual fiiera que descansa,
Lámuse el labio y la nariz,* y luego
Torna á la presa con activo diente;
Refiere, pues, cual la aguerrida gente
Del tirano feroz ha combatido
Con las heroicas huestes españolas
LA VIRGEN DEL SOL
Que Viracocha manda, por las olas
Traídas de la mar, y cuya mano
Lanza el rayo encendido
Que así hiere y destroza el pecho humano
Como traspasa el del león temido.
Cuenta qtie el terremoto y el estruendo
Del Cotopaxi horrendo,
Cumplimiento de tristes profecías
De muy remotos dias,
En el quiteño numeroso bando
Sembraron tal pavor, que abandonando
El campo de- la guerra^ en presta fuga
A la corte llegaron, por do quiera
De cobarde furor señales dando;
Que mientras Viracocha con su fiera
Gente á' Quito camina,
Rumiñahui, con furia sin ejemplo.
Roba, viola, quema, tala, arruina
El Acllahuasi^ el templo...
Cuanto á su paso topa,
Cuanto á su alcance encuentra:
Todo parece á su contacto estopa
Que la llama devora. A breve pausa
Torna el pastor, y ufano y satisfecho
Contempla el mal que su relato causa
De sus oyentes en el triste pecho.
Su expresión crece bárbara y maligna,
Y en voz burlona á referirles entra
!I2 J. LEÓN MERA
El más funesto hecho
Que pudo consumar cruel tirano:
— Escuchadme, les dice: ayer temprano
Han perdido cien vírgenes la vida
Bajo de tierra; el nuevo Shiri quiso
Que así muriesen. ¡Pena merecida
Por su conducta candida y liviana!
¿Sabéis cómo eso fué? Pues del extraño
Barbudo que se acerca, Rumiñahui
Les habló con malicia; ellas á insana
Sonrisa, aunque harto breve.
Sus labios prestan, sin calar su daño.
¡Bah! que el supay me lleve
Si no es malo reir y no se debe
Dar á este crimen ejemplar castigo!...
Y si en vez de sonrisas hay risadas,
Por quien soy os lo digo,
Las consecuencias son ¡qué desgraciadas!...
Mientras así Lucato
Habla, movido de un recuerdo ingrato,
— ¡Cruel! ¡cruel! exclaman todos, ¡monstruo!
¡Monstruo infernal! Y Cisa estremecida
Del dolor y sorpresa
De que su alma virginal es presa
Y se traslucen en su faz hermosa,
Quiere hablar; más se anuda
su débil voz, y permanece muda.
LA VIRGEN DEL SOL 213
¡Gualda tal vez!... ¡Doncella generosa!...
El dolor atraviesa
De Amaru el corazón; hiela su sangre;
Vacila su valor. ¡Ay! ¿qué acontece
En esa alma briosa?
Amaru, el fuerte Amaru se estremece,
— ¡Gualda! murmura apenas, y enmudece.
La triste queja al fin es repetida
Por los tres desdichados, y en el bosque
Resuena de la bella
Virgen adolorida
El lúgubre lamento, cual querella
De solitaria tórtola afligida.
Y el fingido pastor, — Ya, dice, es hora
De que yo parta: el Sol se ha levantado;
Las nieblas van de presura huida
Ante su luz radiante.
Que él no os niegue su faz consoladora
Y aquí os conserve. Oidme: yo os advierto
Que estáis aquí á cubierto
De la diestra cruel de Toa airada.
]Oh, qué bien! oh, qué bien! Sois cuerdos, vamos!
Esto es saber salvarse. ¿Cuándo brujo
Ninguno os podrá hallar? Esta morada
No abandonéis jambas, y aquí aguardadme
Es seguro que os traiga
Nuevas de la ciudad antes que caiga
2 14 J- ^E^^ MERA
Por vez tercera el Sol en el ocaso.
. Cual ahora á venir tornaré sólo
Y en silencioso paso...
¡Pobres! pobres!...Adiós!— Y un pensamiento
De perfidia y maldad llevando, parte.
Más no su infame dolo
A los proscritos míseros se esconde:
Dudan, sospechan, temen;
Y aquel latir fatídico y violento
Del corazón de Titu y la Escogida
Claro les dice que en la selva donde
Gozar pensaron descansada vida.
También penetra su incansable suerte
Llevando en pos de sí desdicha y muerte.
VI
LA DELACIÓN
Junto al redil y cerca
De la humilde cabana
Su faz de amargo llanto
Glauca mísera empapa,
Y en sus lágrimas brilla
La luz triste y escasa
Que el véspero naciente
Sobre el campo derrama;
A sus gemidos se unen
Los susurros del aura,
De los pacos el grito
Y el murmurio del agua;
jY no hay quien la consuele!
¡Y no hay para su alma
Ni un leve refrigerio
Ni una leve esperanza!
¿Dó está, dó está su Tarco?
¿Acaso en la montaña
Del tigre ha perecido
Entre las corvas garras?
'2 1 6 J. LEÓN MERA
Apenas entre nieblas
Brilló la luz del alba,
Con tiernos alimentos
De pan y frutas varias,
Solícita al retiro
Donde su bien morada
Fuese; pero ;ay! en vano.
En vano ¡desdichada!
En la desierta cueva
Los restos sólo halla
Del pobre desayuno
De la anterior mañana.
Recorre cual demente
El bosque, llora, clama,
Se postra, alza los brazos
Y faz desesperada,
E invoca á grandes voces
Sus Vílcas y sus Huacas.
— jTarco! Tarco! repite;
Mas sólo se levantan
Las aves á sus gritos
Y vuelan desbandadas;
Y en árboles y peñas
Se posan á mirarla,
Cual si de su infortunio
Dolidas desearan.
Dando de Tarco nuevas.
Dar á su pecho calma.
LA VIRGEN DEL SOL 217
De la cueva en el centro
Dejando abandonadas
Las frutas, regresóse
Por fin á su morada.
Ya la menguante luna
.Muestra su faz opaca
Por entre un manto oscuro
De nubes apiñadas;
Y allá en la más distante
De la espaciosa pampa,
Confuso entre la sombra
De cercas y de matas,
Un bulto se distingue
Que velozmente avanza
Hacia la humilde choza
De la afligida Glauca.
Esta, ligero salto
Dando al mirarle, se alza,
Cual cierva que columbra
Los galgos á distancia;
Y el pecho le palpita,.
Se le estremece el alma;
Las lágrimas enjuga,
Fija más la mirada;
^ Y entretanto aquel bulto
Más y más se adelanta;
llS J, LEÓN MERA
Es gente... y es un hombre...
De joven tiene trazas... •
Viste zayal... y trae
Un arco y una aljaba...
Luego... ;Ah! ya no hay duda!
El es, sí, no se engaña!
Da un grito Glauca y vuela,
¡Y á Tarco, á Tarco abraza!
Así el lebrel que á su amo
Perdido lamentaba,
Desde lejos descubre
Y á su encuentro se lanza,
Y ora con gritos, ora
Con saltos mil lo halaga.
— jOh, Tarco, amada mió!...
Mira, ¡cuánto tu Glauca
Por ti ha llorado! ¡oh, cuánto!...
¡Abrázame!... Mi Huaca
A mí te vuelve... ¡Estréchame!
¡Tarco, Tarco de mi alma!... —
Y el delirante gozo
La voz de Glauca embarga.
A su loca amante
El zagal abraza.
La estrecha, la besa,
Su Glauca la llama;
Y es falso el abrazo,
LA VIRGEN DEL SOL 219
Las caricias falsas;
Sus labio el hielo
Revelan del alma.
Su vista inquieta
Luego divaga
Por la campiña,
Por la cabana,
Cual de salvaje,
Tímida gama.
— ¿No hay quien escuche?
Pregunta á Glauca.
— Nadie, amor mió.
¿Qué quieres? Habla.
— Mira que temo.
— No temas nada.
Y al oido
Y en voz baja
El cobarde
Tarco la habla;
Ella escucha
Conturbada;
Más repente
Grita y salta.
— ¡Tú, dice, tú los viste!
Sí, Glauca; pero calla;
Mira, temo hasta el viento
Que pasa á la montaa.
Más ¿qué te tiene? corre,
J. LEÓN MERA
Vuela al punto, mi amada.
Para perder las presas
Un sólo instante basta.
¿Recuerdas? há tres lunas,
Mientras me acariciabas.
Los dos aprovecharon
Tu culpable tardanza... —
Al punto Glauca vuela,
Y azuzada del ansia
Ni á ver á Tarco vuelve,
Ni á tomar huelgo para:
Tal el galgo, incitado
Del cazador, se lanza
Tras el ciervo, en el suelo
Dejando breve estampa
De los pies: las corrientes
Más rápidas traspasa.
Los llanos atraviesa,
Los matorrales salva.
Sí, la hija de Cushipata,
Mujer que jamás acata
Ni la virtud ni el honor;
Mujer de maldad innata
Que en obrar el mal se goza,
Y á sus rivales destroza
Con satánico furor;
LA VIRGEN DEL SOL 221
Sí, aquel monstruo inhumano
De Rumiñahui tirano
Es predilecta mujer:
Las astucias del anciano
Vil Cushipata han vencido,
Y Toa al fin ha subido
De Cojya (43) al rango y poder.
Para saciar su venganza
Fuerza era hacer alianza
Aunque fuera con Satán.
Lo quiso, y sin más tardanza
Puso su idólatra viejo
En acción diestro manejo,
Y no fué estéril su afán;
Aunque no al monarca mismo
Del hondo y terrible abismo
Consiguió á su Toa unir,
Pudo á fuerza de embolismo
Juntarla con aquel hombre,
Cuyo maldecido nombre
Basta pavor á infundir.
O acaso en el alma impía
De entrambos la simpatía
Del crimen lugar halló;
Y el diablo los juntaría
J. LEÓN MERA
Para hacer al mundo males,
Porque en ellos las señales
De ser sus hijos miró.
De suaves pieles de llamas
En un lecho delicado
Toa del sueño ha pensado
Las dulzuras disfrutar;
Pero le falta en el pecho
La calma de la inocencia,
Y es un tormento su lecho
Do se agita sin cesar.
De siniestros pensamientos
Tiene la mente preñada
Y el alma toda abrasada
De inestingible furor.
De sus víctimas las sombras
Amenazantes y fieras
Deslizarse vé en hileras
Con sordo y vago rumor:
Pacoyo, Human, Raba... todos
En formas descomunales,
Clavados sendos puñales
En medio del corazón,
Preséntansele; más ella
LA VIRGEN DEL SOL 223
Sin arredrarse los mira,
Y en su frenética ira '
Les lanza una maldición.
;Si de Titu, Amaru y Cisa
Así vengarse pudiera!
¡ Si así sus aspectros viera
En torno de ella vagar!...
Pero rabia de despecho
Al ver huir su esperanza
Y quisiera en su venganza
En sangre á Quito ahogar.
A su lado Rumiñahui
También insomne se agita:
Su alma proterva y maldita
Es hoguera de ambición;
Y cual todo traicionero
De corazón estragado,
Es cobarde y altanero
En su misma agitación.
Uiracocha se aproxima;
Esperarle es peligroso;
Fugarse es muy vergonzoso
Y en ello le va el honor.
¡Ah! quisiera én su despecho
Que á Uiracocha y á él mismo
224 J- Í-EON MERA
tos arrastrase al abismo
El rey del mal y el terror!'
Más no: si él ama la vida,
Necesario es defenderla:
¿Qué valen, ésta perdida,
Honores ni dignidad?
— Huyamos, á Toa dice;
Nuestros tesoros llevemos;
Pero antes de huir dejemos
En cenizas la ciudad.
— Huyamos, Toa repite...
Mas suena en este momento
El quicial del aposento
Y aparece una mujer.
— De súbito Rumiñahui
Y Toa saltan del lecho,
Y de la incógnita el pecho
De aquel la espada va á hender.
— ¡Detente! exclama ella al punto;
Soy Glauca: ¿piensas acaso
Que pudiera abrirse paso
Otra mujer hasta aquí?
— Glauca ¿qué quieres la dice
Su ama por fin sosegada.
— Una nueva afortunada
Traigo, Ttía, para tí. —
LA VIRGEN DEL SOL 225
Cuando el fiero hambriento lobo
Dormita en su oscura cueva,
Y el fugaz viento le lleva
Del corderino el valar,
Se dispierta, crece su hambre,
Álzase, el oido afila.
Arde su estrecha pupila.
Se dispone á devorar:
Así Toa siente ^1 alma
De placer estremecerse,
Y en su faz pudiera verse
Estampado este placer.
Si un vivo rayo de luna
Sobre su frente brillara,
Y no tan solo alumbrara
Pálido á esotra mujer.
— jUna nueva! Dila, dila.
— Diréla, si tú me ofreces...
Sime haces... cual otras veces....
— ¿Qué pretendes? — ¡Un favor!
— ¡Concedido! — ¡Tú perdonas,
Oh cara Toa, á mi amante!
jTarco es libre en este instantel
¡Tarco, el dueño de mi amor!
Ebria Glauca de contento
2 20 J. LEÓN MERA
De Toa á los pies se postra,
Pero á esta fiera al momento,
— |Tarco! se oye repetir.
¡Tarcol este nombre para ella
Es odioso y maldecido;
Mas un favor á ofrecido
Y debe Tarco vivir.
Empero en. voz recia añade:
— Piensa, Glauca, en lo que dices,
Y no mi cólera atices
Con la falsedad soez:
Ya otra ocasión has tentado
Mi enojo con la- mentira;
Si ahora me engañas, mira
Que no hay perdón otra vez.
— Titu, Amaruy la Escogida
Están seguros: mi Tarco,
Dice Glauca, su guarida
Pudo por fin encontrar.
— ¡Viva Tarco! Mi venganza
Sólo esos tres pide ahora:
¡Esta sed que me devora
Quiero en su sangre apagarl
¡Vengan, vengan á mis manos
Titu, Amaru y la Escogida!
LA VIRGEN DEL SOL 227
Antes que emprenda mi huida
He de verlos perecer!
Así Toa grita airada,
Y con Tarco una docena
De satélites ordena
Irlos al punto á prender. •
— ¡Véngate! ;Ah! la venganza
La dice el feroz tirano,
Cuan dulce es al pecho humano
Que arde con fuego infernal!
¡Oh! si en mis manos cayera
Viracocha^ mi enemigo!...
Pero ¡cuitado! ¿qué digo?
¡Si el triunfa, por mi mal!... —
Llega en tanto Cushipata
Por las voces atraido,
Y, en la noticia instruido,
Exclama con frenesi;
— ¡Cisa á la hoya! ¡Titu al fuego!
¡A la horca Amaru! irritado
El Sol así lo ha ordenado:
¡Vengadle! mueran así!
Por ellos sobre nosotros
Lanza sus iras el Cielo.
¡Extirpad de nuestro suelo
228 J. LEÓN MERA
Los profanos de raiz!
No queden ni de sus huesos,
Ni aun de sus nombres señales,
Y así huirán tantos males,
Y Quito será feliz.
VII
EFUSIÓN DE AMOR
Dicho lo tengo y lo repito ahora:
Nunca se agita el corazón en vano:
¡Ay! algún mal el porvenir cercano
Le hace entrever, que bárbaro le azora!
Titu infeliz, Amaru desdichado,
Y tú del Sol infortunada esposa,
Ya no basta la selva estensa, umbrosa,
Para ocultaros al destino airado:
Do quiera vais sobre vosotros vuela.
Donde quiera os descubre su mirada.
La sentencia os intima y, levantada
Su cruel mano, vuestra muerte anhela.
¡Oh destino! oh destino incomprensible!
Tirano universal, de Dios secreto,
¡Ay! cuántas veces la inocencia objeto
De tu injusticia fué dura y terrible!
230 J. LEÓN MERA
Nueva fuga los prófugos emprenden
Apenas de ellos el pastor se aleja,
Y ni aun breve señal su planta deja,
Que á no dejarla con prudencia atienden.
Dos largas horas por el bosque yerran;
Perdidos en mitad de la espesura,
No saben donde van: la niebla oscura
Y el espeso follaje los encierran;
Y en vez de huir de la masión delante.
Siempre el engaño por opuesta vía
En mil giros y mil, ciego los guía,
La ciudad acercando á cada instante-
Tal el ciervo montes que se intimida
Del trueno, del volcan, al estampido,
Huye en oscura noche, é inadvertido
Se aproxima del tigre á la manida.
Al pié de una alta roca solitaria.
Resto tal vez de gigantesco monte,
Cuya tajada ciina hace horizonte
Y provoca á la cabra temeraria;
Entre arbustos, heléchos y maleza
Una caverna oscura se divisa:
LA VIRGEN DEL SOL 23 I
Huye, al verla, del labio la sonrisa
É invade el corazón negra tristeza.
En sus sombras acaso se juzgara
Que un malévolo genio vive oculto,
Y que allí acepta el repugnante culto
De bruja infame que á sus pies se ampara.
De Human empero el hijo valeroso
De la cueva encamínase á la boca;
No bien su firme planta en ella toca
Retrocede tres pasos cauteloso.
Se inclina entre el ramaje, el arco tiende^
La flecha vuela, y al instante ronco
Suena un rugido, que en las breñas bronco
Eco repite que las nieblas hiende;
Y de un rápido salto, de la cueva
Lánzase una leona, y al guerrero
Abatiendo de súbito, un reguero
De ardiente sangre á la espesura lleva.
Atravesada en el siniestro lado
Va la flecha fatal... Ambos la miran
Titu y Cisa á la par; tristes suspiran,
Y el corazón les late aún más turbado:
232 J. LEÓN MERA
¿Quién sabe dónde va la herida fiera
Sin aliento á caer?... Su voz doliente
Se oye lejos sonar ya débilmente,
Cual si eco de volcan remoto fuera.
Mas Amaru cansado, y llena el alma
También de sinsabores, abandona
A su destino á la feroz leona,
Y algún solaz anhela y dulce calma.
Y aunque el asilo de la fiera opone
Sus negras sombras y espantable aspecto.
Es por los tristes prófugos electo,
Y hacer de el su escondite se dispone.
Quizá el peñasco les dará defensa.
Tal vez la sombra les será propicia,
Y del fiero enemigo la injusticia
Allí huirán y la mortal ofensa.
¡Esperanza falaz! ¡Ay! es en vano
Que el gilguerillo tímido se acoja.
La muerte huyendo, so la débil hoja
Que no puede ampararle del milano!
El día en tanto rápido se oculta
Entre el nocturno velo; el ancho mundo
LA VIRGEN DEL SOL 233
Duerme en silencio sepulcral, profundo,
Y entre nubes la luna se sepulta.
Mas de Titu y *de Cisa no en la frente
Mustia se posa el sueño sosegado,
Y á su pecho, que late acelerado,
Pachacámac la paz niega inclemente.
;Oh qué noche, qué noche, santo Cielo!
De memorias de amor dulces, queridas.
De imágenes de un bien desvanecidas.
De pena, y ansiedad y desconsuelo!
Horas fatales que el dolor prolonga.
Horas de maldición en que se lanza
En vano al cielo un ;ay! pues nada alcanza
Que al torrente del mal un dique oponga.
Así esa noche de tormento y prueba
La virgen pasa y su infeliz amante.
Clamando en su ansiedad á cada instante
Por la tardía luz del alba nueva:
Como infelices náufragos que un rayo
De luz anhelan que en las sombras luzca
Del abismo en que ruedan, y produzca
Algún alivio á su letal desmayo.
234 J- LEÓN MERA
La aurora torna al fin; vuelve la lenta
Neblina; el sol tras ella se levanta;
En vez de consolar su luz quebranta,
Que ora pálida brilla, ora sangrienta.
Armase Amaru y por la selva umbrosa
En pos de caza va, mientras su hermana
Ve las horas volar de la mañana.
La vista inquieta, el alma congojosa.
De la cueva diez pasos no se aleja,
Y en un tronco sentada, en el regazo
La diestra apoya, y el siniestro brazo
Negligente caer á lado deja.
El cabello en desorden esparcido
Sus hombros cubre, el ábrego le mece
Y la niebla pesada le humedece;
Su cuerpo tiembla en hielo convertido.
De la desolación imagen viva
Semeja la infeliz: ahí sentada.
Por el cielo y el hombre abandonada,
jAy! hasta el ave su presencia esquiva!
Pero hay un ser que de ella no se aleja:
Titu, su bien perdido, único dueño
De su vedado amor, su eterno ensueño.
Origen del martirio que la aqueja.
LA VIRGEN DEL SOL 235
El, apoyado en el peñón desnudo,
La faz velada en la temblosa diestra.
En la actitud y en los gemidos muestra
Cuánto es ahora su pesar más rudo.
Fijo en Cisa el rehacio pensamiento,
Mas inflamado el pecho; enferma, flaca.
Débil ya la razón, no más aplaca
De la pasión el ímpetu violento.
No más de la piedad la voz interna
Suena para él: en la obstinada lucha
Venció el amor al fin: ya sólo escucha
La voz del corazón intensa y tierna.
jNo más silencio! En nombre le robaron
De una deidad su bien, y hoy le reclama.
¡Oh, sí, suya es la virgen; que ella le ama
De su pecho los golpes le anunciaron!
Como el agua á la acción de activo fuego
Ebulle, sube, y por vaciarse acaba;
O cual licor que opreso fermentaba
El frágil vidrio rompe y salta luego,
Así el amor que la piedad tuviera
Y el respeto y temor aprisionado.
Rompe su valla, y libre, apasionado.
Habla Titu á la joven hechicera:
236 J. LEÓN MERA
— ¡Cisa! Cisal no puede el pecho mió
Su ardiente afecto conservar oculto,
Y aunque á tu alta virtud sea un insulto,
Sabe que por tu amor aún desvarío.
Te amo y adoro ¡oh virgen Escogida!
Si mi pasión es crimen ante el Cielo,
Hiérame al punto, y déjeme el consuelo
De perder á tus pies mi triste vida! —
Dice, y cae postrado ante la hermosa
Hija de Human, que conturbada mira
Tal exceso de amor; tiembla, respira
Apenas, y con voz clama llorosa:
— jHijo de Chuqui!... jcalla! Tus palabras
Estremecen mi espíritu!... ¡Ay! advierte
Que esposa soy de un Dios! Teme la muerte
Que con tu amor sacrilego te labras!
Yo no soy la mujer que un tiempo amante,
Y cuyo tierno corazón rendiste:
¡Ay!... Cisa... Cisa para tino existe!
¡Tú por siempre para ella ¡ay! acabaste!
Álzate, joven, mi virtud no tientes;
No más del Sol provoques la ira santa;
No la congoja atroz que me quebranta,
Tu infausto amor al recordarme, aumentes! —
LA VIRGEN DEL SOL 237
— ¡Cisa, perdón! exclama el infelice;
La causa soy de tu penar: de tu alma
La inocencia robé, la dulce calma: .
¡Yo con mi amor desventurada te hice!
Quise atraer tu corazón al mío,
Pensé á tu suerte unir la suerte mia
Cuando el fiero infortunio me seguia,
¡Kl infortunio que hoy te acosa impío!
jAh momento infeliz aquel momento
En que por vez primera nos miramos!
¡Infeliz el amor que nos juramos,
Hoy convertido en bárbaro tormento! — x^
En perlas mil el llanto acibarado
De los ojos de Cisa se desprende,
Y empapando su faz brilla y desciende
A ocultarse en su seno congojado.
— No, Titu, no, de mi desgracia impía
Replica sollozando, no el origen
Hallo en tu amor; pero ¡ay! las que te afligen
Acerbas penas hoy, son obra mía!
¿Por qué no huí de tí? ¿Por qué en tu pecho
Con n*i infeliz pasión, cebé un engaño?
¿Por qué ¡insensata! ocasioné tu daño
De los Cielos amándote á despecho?
238 J. LEÓN MERA
¡Oh cuan feliz otra mujer te hiciera!
Búscala amigo, olvídame.., — jOlvidarte!
jDe mi ardoroso corazón borrarte!...
¡Mande más bien que le desgarre y muera!
Pero olvidarte... ¡Ah, Cisa! ¡mi ventura
Buscar en otro amor!... No más tu labio
Torné á lanzarme tan atroz agravio,
De tu beldad impropio y tu ternura!
Yo vi de Manco en el estenso imperio
Bellezas mil, y si intentaba alguna
Ser de mi pecho reina, su fortuna
Era escuchar tal vez cruel dicterio.
Yo vi montes inmensos de riqueza
A domeñar mi corazón alzarse;
Más al punto los via derribarse
Chocando de mi amor con la firmeza.
¡ Siempre en mi pecho tú! ¡siempre el querido
Recuerdo de tu amor en mi memoria!
Con él en las batallas tras la gloria,
Con él tras de las paces he corrido...
¿Qué belleza, qué amor podrán tu imagen
Arrebatarme, di? ¿Será posible
Que la alta esfera tornen accesible
Y sus luces divinas desencajen?
LA vi ROEN DEL SOL 239
— Y yo... Titu... ¡aydemí!... Cisa contesta,
Contra el amor en vano combatiendo
Olvidarte pensé: ¡siempre creciendo
Ha ido en mi alma esa pasión funesta!
j Ah! sí: funesta: ni un instante solo
Dejóme en paz en mi sagrado asilo;
Y aunque sumido en eternal sigilo,
Patente en mi conciencia tuve el dolo.
¡Siempre conmigo tú! Ni aun en mi sueño
Me has dejado jamás, hijo de Runto!
¡Cuántas veces juzgué tu aliento junto
A mi faz percibir, tibio, halagüeño!
¡Cuántas veces creí tu acento blando
Escuchar en las auras de la tarde.
Cuando ligeras en risueño alarde
Iban los muros del Acllay besando!
Si aguardando la luz del nuevo día.
Mis pupilas fijaba en el oriente,
Alzarse allí tu imagen esplendente
Entre candidas nubes ver creía.
Si en la sagrada lumbre el oloroso
Saramajo quemaba^ tras el velo
Diáfano de humo que se alzaba al cielo
Mi alma te vía como el Sol hermoso.
240 J. LEÓN MERA
;Oh poder del amor, que ni lo puro,
Ni lo santo respeta! ¡oh fuego impío
Que ha devorado atroz el pecho mío,
Y en vano ahora sufocar procuro! . . .
¡Cielos, perdón! ¡Perdón Dios ultrajado!
¡Ten lástima de mí! ¡Calma tu ira,
Que soy débil mujer!... ¡Ay! mira, mira;
A otro amor fué mi corazón robado!... —
Y enmudece la virgen, embargada
Por el dolor la lengua. Titu, ageno
Ya á la cordura, se retuerce; el seno
Hiérese, y grita en voz desconcertada:
— ¡Ella no es tuya! ¡no, no es tuya Cisa!
¡Sol, devuélmela: no más tirano
Mi bien usurpes!... ¡Ay! de un vil anciano
A la pérfida voz cedió sumisa!...
¡Y tú esa prenda arrebatada á un hombre
Aceptas, Dios!... ¡Oh! vuélvela á mi pecho,
O aquí á tus rayos muera yo deshecho.
Maldiciendo tus obras y tu nombre!...
VIII
LA LEONA HERIDA
Apenas el dolor arranca al alma
Del triste joven la blasfemia atroz,
Turba del bosque la solemne calma,
Cerca sonando, conocida voz.
Es el hijo de Human que acelerado.
Inquieto el corazón, mustia la faz.
Gritando viene: — ¡Al arma! ha divisado
Gente armada mi vista perspicaz!
De Lucato tal vez traición indina
El secreto vendió, y. hoy perecemos.
¡Fuga! fuga! la gente se avecina...
Toa tal vez... ¡la bárbara! Seremos
De su furor las víctimas, si al punto
Asilo en otro suelo no buscamos.
No, no es hijo de miedo mi barruntó:
Toa es quien nos amaga. Titu, vamos;
16
242 J. LEÓN MERA
Vamos, hermana, que hoy la fuga es vida —
Como queda la tímida paloma
Por súbito terror sobrecogida
Cuando en su nido habrienta zorra asoma.
Así queda la virgen: se le hiela
De improviso la sangre; se horripila
Su cuerpo todo; congojosa anhela;
Quiere los pié§ mover, pero vacila.
Con expresión mayor de duelo intenso.
Su amador infeliz, con más ternura,
En ella tiene su mirar suspenso,
Y dos lágrimas vierte de amargura;
Mas se avergüenza y las enjuga al punto,
Entra en la gruta, se arma y al instante
Vése, á su amigo valeroso junto.
Decidido guerrero y arrogante.
Con zandalia de sólida corteza
Trémula Cisa al fin calza su planta.
Suspende el velo en la gentil cabeza
Y á partir la primera se adelanta.
¡Cuánto más bella en la actitud de prisa
Entre las sombras del peñasco está!
Blanca niebla parece que la brisa
Ante los montes impeliendo va.
LA VIRGEN DEL SOL 243
Más ;oh dolor! apenas de la gruta
Deja la entrada, un ;ay! exhala y cae:
Del bosque umbrío por estrecha ruta
Trece guerreros ve que el hado trae.
A largos pasos todos y en ringlera,
Cual flexible serpiente ceteando,
Ya ocultos, ya visibles, la ladera
Próxima al escondite van bajando.
— ¡Traición! traición es esta! á par exclaman
Ambos amigos; pero Amaru siente.
Que su alma y corazón súbito inflaman
El valor indomable y. la ira ardiente.
Y — Combatamos, Titu; ¿qué tememos?
Torna á exclamar furioso; ¡miserables!
¡Titu, á la lid! matemos, destrocemos
A esos de Toa esclavos detestables!
— ¡A la lid! á matar! Titu contesta,
Tornado el sentimiento ira eh su pecho;
Hoy nos será la suerte más funesta,
U obtendremos el triunfo á su despecho.
¡Tumbac, danos tu furia; sé propicio
A quien tu nombre invoca en la pelea!
¡Muera el bárbaro á tu honra en sacrificio,
Y su sangre dulcísima te sea! —
244 J- L^^N MERA
Dicen y fuera salen; más prudentes,
Cual guerreros á lides avezados,
Arrímanse al peñón y, aunque impacientes
Aguardan ser por el traidor buscados.
Así al león del África tremendo
Diz que el astuto cazador espera.
Las inermes espaldas defendiendo
De las agudas garras de la fiera.
. En tanto de los dos al firme aspecto
Detiene el paso el agresor, y queda
Inmóvil un instante, cual inseto
Al ver la equis tendida en la vereda.
■ De fresca piel una rojiza banda
Encubre su ancho pecho, y en la diestra,
Dispuesta siempre á la traición nefanda,
En sangre tinta una saeta muestra.
Entrambas prendas los guerreros miran,
Las conocen al punto y se sorprenden...
De aquel en tanto las miradas giran
Por todas partes, y al hacerlo ofenden.
— ¿Dónde, al cabo con voz insultadora.
Dónde, exclama, se oculta la Escogida?
¡Ea! decidme, que sino, la hora
Postrera es esta que gozáis de vida. —
LA VIRGEN DEL SOL 245
Su' limpia faz, su voz, su nuevo traje
Rompen el velo de un fatal engaño,
Cual rompe el viento el cárdeno celaje
Que presta al horizonte aspecto extraño.
Claro el pasado á la memoria torna
De ambos proscritos: en su patria un día
Este hombre vieron de doblez y sorna.
Concitador de eterna antipatía.
De ambos un tiempo en la amorosa historia
Su ingrato nombre el pérfido mezcló;
Y temiendo la muerte huyó la gloria,
Y del campo marcial despareció.
Una noche... — ¡cruel reminiscencia!
¡Noche de rabia y maldición!— -le vieron
Pasar fugaz cual sombra á su presencia,
Y, lejos ya, su carcajada oyeron....
Sí, conócenle: es Tarco; la mirada
Fijan, y aún más descubren: es Lucato,
Es el mancebo de la faz tiznada,
De menguado zayal y áspero trato.
Que hoy soberbio aparece y altanero,
Y de poder y de valor alarde
Hace, ocultando en aire de guerrero
De su alma vil lo bárbaro y cobardea
246 J. LEÓN MERA
-^"i Vamos! añade Tarco aún más altivo,
Esas armas inútiles rendid;
Mirad que de los dos ninguno vivo
Quedará si conmigo entráis en lid.
De Human al hijo esta insolencia irrita,
Y — ¡Ven malvado, infame delator!
Ardiendo en rabia, en voz terrible grita,
¡Ven, si anima tu pecho algún valor!
¡Ven! acércate, pérfido, y tu lanza
De entrambos pueda el corazón partir:
¡A tomar vivos tu poder no alcanza
A hombres que anhelan con honor morir!-
Dice, y le apunta al corazón la flecha.
Mientras Titu, gritándole á la par,
El arco tiende y pónele derecha
El arma aguda próxima á volar.
Al verlo Tarco retrocede y muestra
En el semblante miedo y turbación,
Y apenas puede con temblosa diestra
Tocar de su arco el cimbrador bordón.
Y de Amaru y de Titu, como un rayo
Las flechas vuelven al pastor infiel;
Pero tuercen su curso y de soslayo
Pasan rompiendo la terciada piel.
I,A VÍRGEN DEL SOL Í47
Toman al punto del carcaj provisto
Nuevas armas; el arco se prepara;
Tiran; más Tarco el ademán há visto,
Y de un árbol detrás veloz se ampara.
— ^¡Tomadlos! á los otros, ;al momento!
Ronco grita; más nunca los matéis:
Dad á la orden de Toa cumplimiento,
O vosotros la pena sufriréis.
¡Ea! ¡vamos! ¡cargad! — Y la docena
De esbirros acomete. A un golpe rudo
Saltan los dardos, y retiembla y suena.
Del enemigo el tachonado escudo.
Cual treme y suena la macisa roca
Cuando el rayo la hiere impetuoso, .
O el escollo volcánico en que choca
La onda del mar hinchado y borrascoso»
Blanden luego los prófugos su lanza,
Y, el pecho firme al anemigo opuesto.
Cada uno de ellos contra seis alcanza
Y es cada golpe al agresor funesto.
Se retiran, se cubren, vuelven, hieren;
Avívase el valor, crece el ¿especho; .
Ya dos esbirros del tirano mueren.
Hendido el cráneo, destrozado el pecho.
24S J. LEÓN MERA
Así el trige feroz con los saínos
Traba rudo combate, y en su saña
Hiere, mata, destroza, y sus ferinos
ímpetus estremecen la montaña.
Sangre salpica la musgosa peña,
Sangre la tierra empapa, y en pedazos
Conchas caen y plumas de cigüeña
De cinturas, de sienes y de brazos.
Atento sólo á herir, el entreabierto
Labio ninguno mueve; el tremebundo
Estridor de las armas, del desierto
Turba el hondo silencio sin segundo.
El Dios de Lapuná, terrible en su ira.
Anima la pelea y la preside;
Cruelse goza en el furor que inspira,
Y en su sed infernal más sangre pide.
Un rato más, un corto, un breve instante
De lucha tan porfidiada y tan terrible,
Y huirá el agresor que, vacilante.
Su intento de ¡cejar muestra visible.
I Un instante, no más! ya el desaliento
En el contrario corazón se interna...
Pero ;ay! Tarco resuélvese al momento
A lo profundo entrar de la caverna.
LA VIRGEN DEL SOL 249
El tronco deja do yacía oculto,
Y se lanza cual lobo en el redil;
Mas á la entrada de la cueva un bulto
Encuentra y teme, y tiembla su alma vil.
Y ese bulto allí inmoble es la Escogida,
Es la infeliz que exánime cayó,
Cuando al salir para emprender la huida
Llegar de Toa los esbirros vio:
Aún ¡desdichada! sin sentido yace
En el húmedo suelo, fría, mustia,
Y estampados se advierten en su face
Las tristes huellas de profunda angustia.
Así queda la tierna cervatilla
A quien del rayo sorprendió el furor,
Y en cuyos ojos lacrimosos brilla
La expresión triste del mortal dolor.
Tarco inhumano agárrala del débil
Brazo y álzala, el pecho le desnuda,
Y enseñando un cadáver tierno y flébil
Y levantando una cuchilla aguda,
— Si os obstináis en el combate, exclama,
Haré trizas al punto el blanco pecho
De esta Escogida, á quien la ley reclama:
Rendid las armas ó veréis el hecho. —
2*5 o J. LEÓN MERA
De Chuqui al hijo el ánimo le falta
En tan duro incidente: el bjrazo afloja;
La lanza cae de su diestra. Salta
Amaru en tanto y sobre el vil se arroj a
Que así á su hermana insulta. A la amenaza
Suéltala Tarco al punto y retrocede,
Y un enemigo por detrás abraza
A aquél y el brazo contenerle puede.
Empero voló el arma, y la cobriza
Piel del infame pecho ha lastimado;
Y al ver gotas de sangre se horroriza
Tarco, y lanza un quejido prolongado.
Juzga herida mortal la raedura
Que pudo el arma del proscrito hacer,
Y ve en su espanto muerta la ventura
Que comenzó su vida á esclarecer.
Pero sangre y dolor contiene al punto
De cierta yerba la especial virtud;
Vuelve al rostro el color, y con el junto
La expresión de la mofa y la acritud.
Titu es ya preso y ásperos cordeles
A la espalda sujétanle ambos manos,
Y con cinco satélites crueles *
Amaru lucha con esfuerzos vanos;
LA VIRGEN DEL SOL 2$ I
Y se retuerce, y forcejea y brama,
Lumbre de ira sus ojos despidiendo:
—¡Traicioneros, soltadme! ronco exclama,
Y moriré cual bravo combatiendo! —
Así preso por bárbaros pastores
Del Chimborago el regio cóndor lucha,
Más no pueden salvarle sus furores
Ni de sus garras la potencia mucha.
De su profundo síncope ó letargo
Al fin la virgen infeliz dispierta;
Mas le quedan reliquias del embargo
Y está como un cadáver muda y yerta.
¡Cuánto la triste más feliz sería
Si á la existencia nunca más tornara!
Entre las sombras de la huesa fria
El dulce bien de eterna paz gozara!
En su débil memoria mil pululan
Vagos recuerdos, y en desorden pasan;
Y otros vienen y van, y ora la adulan.
Ora inquietan su pecho, ora le abrasan:
Ya son como burbujas instantáneas
De un estanque en la faz que lluvias hieren,
Ya como de una hoguera las erráneas
Brillantes chispas que en los aires mueren.
252 J. LEÓN MERA
Y se figura Cisa en su delirio
Que al mundo de las penas descendió,
Condenada á sin fin cruel martirio
Porque amando á su Titu delinquió.
En su amarga ansiedad en vano implora
De Pachacámac y del Sol favor:
Al terrible pesar que la devora
No alcanza alivio su febril clamor...
Sí, turbada su mente cual sus ojos
Está, y su vista tímida vaguea;
Más ya hacia Tarco arrástrase de hinojos
Y con trémulos labios balbucea:
— ¿Quién eres?... ¡Ay! ¿ministro de las iras
Del Sol acaso á anonadarme vienes?
Si á castigar mi sacrilegio aspiras,
¿Por qué tu brazo vengador detienes?
Hiéreme; cumple tu deber. Vengado
Quede mi esposo al fin... Pero... me pierdo
En conjeturas... ¿Titu allí apresado?...
¿Y mi hermano también?. . . ¡ Ah! . . . ¡sí! . . . ¡recuerdo!
Y horrorizada tiembla: repentina
La terrible verdad ^nte ella luce;
Salta el llanto á empapar su faz divina,
Y en tono humilde que á piedad induce.
LA VIRGEN DEL SOL 255
— ¡Por el astro supremo! ¡por tu Huaca!
Dice, ;no más rigor!... Mira, guerrero,
Contémplame á tus pi^s y tu ira aplaca...
¡Oh! yo tu gracia para mí no quiero!...
Pero liberta á Titu y á mi hermano;
Sálvalos; [ay! ninguno es delincuente!...
Yo sola soy culpada.; no inhumano
Quieras regar pqr mí sangre inocento!
Cúmplase en mí la merecida pena,
Sólo en mí que la ley rompí sagrada!... —
Pero sordo á sus voces Tarco ordena
Vaya en infame cuerda aprisionada.
¿Qué al rapaz gavilán la queja importa
De la avecilla mísera? La enviste.
Acosa, atrapa, hiere y fiero corta
Entre las garras su existencia triste.
Al ver Amaru atada á la Escogida
Terribles frases de despecho lanza,
Y, el alma en vano jen cólera encendida
A su insensible dios pide venganza.
El mustio labio de su amigo amante
El dolor ha sellado; más ni un punto
La mirada desvía del semblante
De su adorada, lánguido y difunto.
254 J- LEÓN MERA
El gozo en la alma y en la faz la risa
Más amarga, más vil, más injuriosa,
— ¡Vamos! exclama Tareo, ¡á prisa! á prisa!
Y tras una risada estrepitosa,
— Compañeros, añade, ved la huella
Que la herida leona nos trazó;
¡Ea! seguidla, que sino es por ella
Hoy pereciera con vosotros yo.
;A Quito! á Quito! Allí de la ventura
Esperándome está la embriaguez:
Tras mi largo destierro y mi amargura
Venir debe la dicha alguna vez.
¡Vamos! á Quito!— Y al marchar entona
En voz descompasada la canción
Que el egoismo bárbaro pregona
Posesor de su infame corazón:
Con tal que yo pueda
Contento vivir.
El mal de los otros
¿Qué me importa á mí?
IX.
LAS PRISIONES.
No el tigre feroz más inquieto,
Si el hambre atormenta su entraña,
Espera la presa y regaña
Si pronto en sus garras no cae,
Cual Toa sus víctimas tristes
Espera y se inquieta aquel día;
La vuelta de Tarco tardía
Ceñuda é iracunda la trae.
Confusa la luz de la aurora
Apena el oriente doraba,
Y Toa á prestar ordenaba
Un hoyo, una pira, un cordel;
Mas quiere que todo dispuesto
De modo se encuentre que mire.
Muriendo cada uno en su puesto
Del otro el tormento cruel.
Ya el astro de los Incas padre
2^6 ' J. LEÓN MERA
Su templo profanado hería
Con luz amortecida y fría
Su faz tras los Audes bajando á ocultar;
Y el mundo se envplyía en sombras,
Y de astros se adornaba el cielo,
Y en calma reposaba el suelo,
Cuando óyese al punto mil voces sonar.
El pueblo ese clamor levanta
Y el llanto de amargura riega:
¡La Virgen escogida llega
Temblosa, anhelante, bañada en sudor!
Tras ella, cabizbajo y triste.
Su amante desdichado viene,
Y Amaru que serena tiene
Erguida la frente, mostrando valor.
La flor de la hermosura, la virgen hechicera.
Envidia de otras vírgenes, tesoro del Acllay^
' Atrae las miradas de la ciudad entera
Y al corazón arrancan más insensible un ;ay!
— Miradla, dicen todos, mirad como sus manos
Sujetas á la espalda con duro lazo van;
Mirad como en su rostro las huellas de inhumanos
Dolores ;ay! grabadas profundamente están.
LA VIRGEN DEL SOL 2^7
¿Por qué la abandonaron" los genios tutelares
A la terrible saña del genio del dolor?
¿Por qi^é la arrancó el Cielo de sus queridos lares
Para negarla luego su divinal favor?
En vez de esas prisiones, su brazo ornar debían
El oro del LUquinOy (44) las conchas de Puna,
Su sien los amancayes que las florestas crían.
Su corazón el gozo que el amor santo dá.
En vez del triste llanto que de su rostro amengua
El esplendor, debía la risa en el vivir,
Y en vez de voces lúgubres, su tierna y pura lengua
Del Sol los sacros himnos debia repetir.
Más de sonrisa bárbara su face baña Toa,
Sujetas su furia las víctimas al ver;
Y Amaru, siempre altivo, sobre esa fiera boa
Fulmina su mirada que la hace estremecer.
El femenino pecho favor del Cielo implora^
Más de los hombres fuertes se indigna el corazón:
Otra' injusticia impía de Toa vengadora,
Y ha de estallar acaso la hirviente indignación.
Pero ¡ay! ya la cobardía
De los pechos se apodera,
2S8 J. LEÓN MERA
Y en más de una alma altanera
El entusiasmo se enfría.
¡Cuan pocas veces el fuego
Que enardece el pecho humano
No se torna en humo vano
Y se desvanece luego!
Pasión que dura á lo sumo
Lo que la arista inflamada,
Que en un breve i listante es nada
La arista, el fuego y el humo.
Simpatía miserable
La del pueblo es con frecuencia:
Ya sonrie á la inocencia.
Ya al crimen abominable.
Quien te cree, multitud,
Cuando triunfas y te engries,
Cuando lamentas ó ríes
O haces gala de virtud.
De convencerse es capaz
De que en el viento hay firmeza,
Y qiíe el mar en su braveza
Mantiene tersa su faz.
LA VIRGEN DEL SOL 259
Las gentes á retirarse
Ya comienzan, y mañana
Verán á la atroz tirana
En sus víctimas cebarse;
Mañana á la plaza irán,
Y en contorno del suplicio
¡Cuántos, ay, el sacrificio
Sin conmoverse verán!
Como el sacrificio ven
Que el sacerdote piadoso
Hace á sus dias luminoso
Demandándole algún bien;
Y de Cisa y los guerreros
Escucharán los quejidos,
Cómo escuchan los balidos
De los míseros corderos.
. Pero llorarán después
Los furores de la suerte,
Y do quiera en ruina y muerte
Han de tropezar sus pies!...
Verán la ciudad arder.
Verán al tirano huir;
Y á los cristianos venir
Luego también han de ver.
26á J. LEÓN MERA
Y cada uno inclinará
Ante al hado la cabeza,
Y negra y honda tristeza
Entre escombros reinará.
Entretanto á prisiones diversas
Conducidas las víctimas son,
Do empeoran las guardias perversas
De los tres la cruel situación.
De la lengua" soez desprendido
El atroz improperio va á herir
De la virgen del Sol el oido
No avezado improperios á oir.
Pero Cisa la frente inclinada,
Su gemido hace sólo escuchar,
Esperando la luz destinada
Su terrible martirio á alumbrar.
La circundan tinieblas medrosas
Cual del seno de muerto volcán,
Y al contacto de gélidas losas
Enervando sus miembros se van.
Aire aspira que el húmedo suelo
Ha impregnado de extraño fetor;
LA.VÍRGEN DEL SOL 26 1
Se han helado sus lágrimas; hielo
Es también de su frente el sudor.
Todo allí representa el imperio
De la muerte sombría y fatal,
Y al espíritu abruma el misterio
De otro mundo de bien ó de mal.
¡Triste virgen, quien diera á tu alma
Ese bien ya seguro entrever!
Quizá en ella pudiera la calma
Con la excelsa visión renacer!
Pero teme; su esposo irritado
Cuyo amor bendecido ultrajó,
¿Ppdrá abrirle su cielo anhelado
Do alma indigna jamás penetró?
¡ Ay! de Titu el amor que en la tierra
Debió hacerle dichoso el vivir,
Hoy aun los cielos le cierra,
Porque en él va embebida á morir!
Mas ;oh Sol! ¿es culpada la amante
A quien niegas tu mismo el poder
De vencerse, de ser inconstante,
De olvidar, de no amar, de no arder?...
202 1. LEÓN MERA
¡Ah, qué ideas, qué triste delirio,
Qué recuerdos del tiempo que fué
Anticipan de Cisa el martirio
Que incesante acercándose ve!
¿Hubo nunca belleza en el mundo
En más honda y mortal lasitud?
¿Hubo nunca dolor más profundo
Que oprimiera inocencia y virtud?
Titu á par entregado á sus penas
En su pecho no encuentra valor.
;Ay! no siente sus duras cadenas
Ni le causa la muerte pavor;
¡Más la virgen! ¡la casta Escogida,
A quien supo constante adorar,
Va á perder inocente la vida!...
¡Oh! no puede este mal soportar!...
Y quisiera mirarla, quisiera
Escuchar su angustioso gemir,
Y decirla con voz lastimera
Cuanto siente un amante al morir:
Un amante que muere en castigo
De tener corazón siempre fiel,
¡Ay! que muere y ar.rastra consiga
A su amada á un suplicio cruel!
LA VIRGEN DEL SOL .263
Pero Cisa está lejos, ¡óh dura,
Fiera muerte, en herirle tenaz!
¡Qué le niega una leve dulzura!
¡Que le niega un consuelo fugaz!
Hasta Amaru descubre en su frente
De su pecho indignado el pesar,
Y entre la ira del ánimo ardiente
Su despecho se deja notar.
Mil recuerdos su mente quemando
Pasan, vuelan, cual rápida luz
Que las sombras nocturnas rasgando
Torna al seno de negro capuz.
Ora cree mirar la esperanza
Cual destello lejano esplender;
Ora piensa en su justa venganza,
Y sus hierros quisiera romper.
Mas sujeto á un gran poste semeja
Un furioso y tremendo león,
Que rabiando impotente se queja
Y estremece la oscura prisión.
LA AMANTE FIEL
El impío delator
Que con otro centinela
Custodiando á Amaru vela,
Que de la aurora el albor
No tarde en lucir anhela;
Pues el guardar le fastidia
A tan bravo prisionero,
Y á más con el sueño lidia,
Y á los que duermen envidia
Aqueste bien lisonjero.
Pero de las cuatro la una
Parte sólo ha recorrido
La negra noche, y la luna
Bella no bien ha salido
De su nebulosa cuna;
Y ya bastante menguada
LA VÍRGEN DEL SOL 265
La linda faz argentada,
Púdica virgen parece
Que la suya algo tapada
Y de perfil nos ofrece.
Glauca que estrechó á su seno
Con loco amor á su amado,
Que al verle de gozo lleno
Sintió su pecho sereno,
Antes de llanto inundado;
Al ausentársele ahora
Ávida un beso le imprime
Y de nuevo llora y gime...
Mas vendrá cuando la aurora
Bella y gaya se aproxime.
Tarco que siempre la engaña
Con su fementido amor.
La ve con cierto dolor,
Y su alma toda se baña
En un secreto pavor.
Mas no bien Glauca se ausenta
Mira hacia él otra mujer
La breve planta mover,
Cual sombra que avanza lenta,
Visión que hace estremecer.
266 J. LEÓN MERA
El centinela dudoso
La mira, y cobarde Tarco
Pónese en pié, temeroso,
Toma una flecha y al arco
Aplícala presuroso.
Se acerca al fin y se aclara
La misteriosa visión,
Y — ¿Quién eres? Habla y para —
Dice Tarco, y se la encara
Aún con cierta turbación.
En dulcísima voz el)la
Y en acento tembloroso,
— Soy, le dice, una doncella
A quien arrastra su estrella
A tus pies, joven hermoso:
¡Yo te amo! — Tarco á esta voz
Fija en ella la mirada;
Quédase su alma extasiada;
Amor hiérele veloz,
Y exclama: — ¡Ven, adorada! —
En el instante se trueca
El miedo en pasión ardiente,
Que en su pecho inconsecuente
Prende como fuego en seca
Paja y le abrasa repente.
LA VIRGEN DEL SOL 267
Bella es la joven, graciosa
Como blanca y tierna rosa
Ppr la clara luna herida
Y por la ala mecida
De aura dulce y amorosa.
Bella es la joven, divina;
Su lánguida faz brillante
Que el pálido astro ilumina,
La hace aún más peregrina
A los ojos de su amante.
Bella es la joven; parece
Que es el genio del consuelo
Que Pachacámac del cielo
Envía á quien desfallece
Sumido en profundo duelo.
Y que á esa prisión oscura
Donde gime la inocencia
Va con su grata presencia
A mitigar la amargura
De tan doliente existencia.
Tarco se deja hacia ella
Arrastrar de torpe intento;
Abre los brazos violento;
Más los esquiva la bella
Y le dice en blando acento:
208 J. LEÓN MERA
— Yo no tu amor pagaré
Si un testigo aquí nos vé,
Y ni antes que por favor
Bebas el <iulce licor
Que para tí preparé.—
Tarco ordena al centinela
Al punto de allí alejarse:
Quedar solo quiere ea vela,
Y el licor beber anhela
Y á la torpeza entregarse.
Lo apura; crece el deseo;
Más su efecto hace el narcótico;
Siente angustioso mareo;
Quiere hablar, pero su* erótico
Acento es ya balbuceo.
El cuerpo se le amortece,
Siente faltarle vigor,
La vista se le oscurece,
Al fin olvida su amor.
Tiembla, cae, desfallece...
La hermosa desconocida
Entra en tanto en la prisión,
Ágil, resuelta, atrevida,
Cual mujer en quien la vida
Abunda y el corazón.
LA VIRGEN DEL SOL 269
Un dulce rayo de luna,
Aunque pálido y escaso,
Disminuye, por fortuna,
La lobreguez importuna,
Y guía firme su paso.
Llégase á Amaru callada.
Saca un cortante puñal,
Y con mano acelerada
Rompe la cuerda fatal
A sus brazos ajustada.
Con su diestra blanda y fina
La diestra del joven toma,
Y hacia fuera le encamina;
Pero prudente examina
Si aquel centinela asoma.
Todo en silencio reposa;
Amaru apenas respira,
Y mudo sigue á la hermasa,
Y cuanto asombrado mira
Juzga visión engañosa:
¡No cree en la realidad!
¡Le rodea la ilusión!
¡Es un sueño esa beldad!
¡Mentira su libertad,
Cierta sólo su prisión!...
270 J. LEÓN MERA
Pero marcha precedido
Por ese incógnito ser...
Su espíritu conmovido
Y de su pecho el latido
Le fuerzan en sí á volver.
Ve la luna, mira el cielo,
Ve do quier la sombra vaga,
Siente que el aura le halaga.
Siente hollar un frío suelo,
Siempre tras de aquella maga.
Pero aún juzga que vagando
Va por. ignotos desiertos,
Y que- el genio de los muertos
Le va á la tola arrastrando
Con pasos breves é inciertos.
Y la mano palpa fría
De su fantástico guía,
Y ora teme, y ora duda,
Quiere hablar y desconfía,
Y en silencio tiembla y suda.
Ella al fin vuelve la faz
Y con voz trémula dice:
— Hijo de Human, se felice,
Ponte en salvo, vive en paz
Y grato al Cielo bendice.
LA VIRGEN DEL SOL 27 1
Yo voy á tentar la suerte,
Y si aún propicia me vé,
A Titu y Cisa daré
La libertad, ó la muerte.
Si es adversa, sufriré. —
Como el que en honda mazmorra
Tuvo algún confuso sueño
Entre infeliz y halagüeño,
Y al salir de la modorra.
Ya libre, ve el sol risueño,
Así ve Amaru á la bella,
Y al escuchar su voz grata
Absorto exclama: — ¡Ella! ¡ella!...
¡Gualda mi prisión desata!...
¡Oh generosa doncella!...
Y un instante inmoble queda
Abismado en su hermosura,
Y luego en voz que remeda
La del aura en la arboleda,
A decirla se apresura:
— ¡Gualda! ¿por qué te moviste
Tanto peligro á arrostrar?
¿Cómo del Acllajy saliste?
De la guardia di ¿qué hiciste?
¿Quién te pudo á mi guiar?
272 J. I,EÓN MERA
¡Gualda! tu acción temeraria
Amor tal vez te inspiró
Y tus pasos dirigió,
Y de mi suerte nefaria
La ira tu mano apagó. —
La hermosa joven suspira
Y con ternura le mira;
Pero tímida y modesta
De él la mirada retira
Y con sencillez contesta:
— Tantas degracias oí,
Se animó mi corazón.
Como todo en confusión
Está, del Acllay salí
Y he llegado á tu prisión.
Luego á Tarco embriagué
Con un narcótico sumo,
Y á do estabas penetré.
Lo demás no te diré:
Que nada ignoras presumo.
Hijo de Human, huye; el Cielo,
Añade en voz conmovida,
Conserva acaso tu vida
Para ser dulce consuelo
De tu amigo y la Escogida;
LA VIRGEN DEL SOL 2"]}
¡Y también... también de mí!...
¡Oh cuári feliz yo sería
Si pudiese en compañía
De Titu y Cisa y de tí,
Amaru, verme algún día!...
Más huye presto, huye. ¡Adiós!
— ¡Yo separarme!... ¡dejarte!...
¡Gualda, jamás! — ¡Parte! parte!
Si nos miran á los dos,
Amaru, van á tomarte. —
— ¡Fugarme sin que conmigo
Te fugues, y fugue Cisa,
Y Titu, mi caro amigo!
Así la vida maldigo...
— ¡Amaru, sálvate aprisa!
— Mira, Gualda, ni aún el ave (45)
De la montaña de hielo
Deja á su hembra y tiende el vuelo:
Arrostrar junto á ella sabe
Hasta las iras del cielo. —
Esta amorosa porfía
Interrumpe un sordo son
De pasos y vocería
Que inquieta la fantasía.
Que conturba el corazón.
274 J- LEÓN MERA
Y ven hacia las prisiones
Muchos guerreros marchar
Con inflamados hachones,
Y oyen una voz sonar
Que hiela los corazones:
— ;Id, matadlos! la voz fué,
Y es de mujer el acento...
Y cien hombres al momento
Se destacan, y se ve
Doblar la guardia otros ciento.
— ¡A la horca el guardia! resuena
De nuevo esa voz. ¡Infame!
Que sobre él caiga la pena:
No hay más perdón, aunque llena
De dolor su amante clame. —
Y un grupo de ruda gente
Entre risadas y gritos
A Tarco arrastra. En su frente
Pálida lleva patente
La marca de los precitos.
Llena el alma de pesar
Amaru entonces y Gualda
Fúganse, y al voltear
A aquellos sitios la espalda,
Óyeseles exclamar:
LA VIRGEN DEL SOL 27^
— ¡Cielo santo! tu asistencia
Hoy sumisos imploramos:
Salvar ¡oh Dios! la inocencia
O morir, en tu presencia
Y por tu nombre juramosl —
Y ambos tras una colina
Desparecen, cual neblina
Nocturna que el campo exhala,
Y la luna la ilumina
Y empuja del viento el ala.
XI
ÚLTIMOS CONFLICTOS
El astro dios de resplandor vestido
Ya corona de oriente la montaña:
Cual nunca hermoso, puro y encendido
De Caran la ciudad en luces baña;
Mas encuentra que el pueblo, pavorido
Al ver de Toa la funesta saña,
Le niega infiel el sacrificio diurno,
Y su lumbre contempla taciturno.
De Viracocha en tanto se repite
En vagas voces el temido nombre,
Y aún hay quien diga, jure y acredite
Que ha visto cerca ese fantasma ú hombre;
Y esta nueva que al punto se trasmite
De labio en labio, sin que acaso asombre
Mucho á quien la inventó, suena al oido
Del tirano feroz y maldecido.
Bufando al fin en su despecho, ordena
Dar la gittdad al fuego en el instante
LA VIRGEN DEL SOL 277
Y la huida emprender; pero refrena
La precipitación mientras su amante
Esposa acabe su infernal faena,
Y su sed de venganza extravagante
Atenúe al mirar el sacrificio
De Cisa y Titu en el cruel suplicio.
Rumor de llanto y quejas dolorosas
Luego se escucha á la prisión cercano:
Ayes que dan las tristes y piadosas
Gentes, al ver el término inhumano
Que aguarda á la inocencia; las esposas.
Madres é hijas al astro soberano
Claman postradas, y en inútil ira
Se inflama el hombre y mísero suspira.
Y á par se escucha de confuso acento
La ronca vibración, como el graznido
Que el cárabo en la noche lanza al viento
Para engañar al tordo inadvertido:
De un anciano es la voz, que en detrimento
De la inocencia y la virtud: — Cumplido
Del Cielo Vais á ver, al pueblo esclama.
El castigo que envía á quien le infama.—
Y este anciano es de Toa el padre impío
Cómplice vil de su venganza injusta;
A su lado ella va, cuyo albedrío
278 J. LEÓN MERA
Es la ley sola que cumplir le gusta.
Tras ellos corre el popular gentío
Que porfía, atropella, pisa, ajusta,
Y un grupo á otro, y este á otro impeíe.
Cual la onda á la onda en el océano suele.
Luego al centro de ruda soldadesca.
Que á Rumiñahui y á sü esposa jura
Infame lealtad, y con burlesca
Risa virtud ultraja y hermosura.
Marcha Cisa infeliz, flor tierna y fresca
De dulce cáliz y de esencia pura.
Que en la edad del amor y la esperanza
Una mano cruel del tallo tranza! "^
Hija del sabio Amunta, tu naciste
A dar al dulce amor abrigo y vida
En tu sensible corazón, y ¡ay, triste!
¡Vas en profunda huesa á ser hundida!
¿Es este el nupcial lecho que entreviste
En tu grata ilusión? ¿así perdida
La dicha ves que un tiempo imaginabas
Que segura en tus brazos enlazabas?...
¡Cisa infeliz! grabada vá eñ su face
La huella del dolor más percuciente.
Que en desgarrarle el corazón se place^
¡El corazón ternísimo, inocente!
LA. VIRGEN DEL SOL 279
El cabello, deshecho el pulcro enlace,
Cae á velar su pudorosa frente,
Y su párpado en llanto humedecido
Va, cual marchito pétalo, abatido.
Su pecho apenas el ambiente aspira;
Muda su lengua está; frió, temblante.
Lacio su cuerpo del pavor se mira.
Trémulo el pié y el paso vacilante.
La vista alzando, algunas veces gira
Atrás el mustio y pálido semblante;
.Pero le vuelve á la actitud primera
Cual si á un estraño impulso obedeciera.
¡Quisiera en este instante al golpe fuerte
Del dolor sucumbir! ¡quisiera al seno
Del sepulcro bajar! pero la suerte,
— «Aún á penar, la dice, te condeno:
Aguarda, aguarda y sufre, que la muerte
Es para tí la dicha, y aún no estreno
En tí mi furia toda: aún en el fondo
De tu cáliz fatal ponzoña escondo.»
¡Ay! sus ojos hallaron la mirada
De su amante infeliz que vá tras ella!...
De Titu está la «uerte encadenada
A la de Cisa miserable estrella;
Su existencia, por esto, vá forzada
28o J. LEÓN MERA.
En pos corriendo de la infausta huella
Que en este suelo estampa la Escogida
,En su postrera y eternal partida.
Titu de sí se olvida: sus cadenas
Lazos débiles son; á los rumores
Que alza en su torno el pueblo, presta apenas
Breve atención; pero ;ay! de sus amores
El ídolo allí mira, cuyas penas,
Cuyos hondos, vivísimos dolores
Le causan tan cruel y atroz tormento.
Que el corazón le arrancan de su asiento!
Su corazón, y su alma y su sentido: •.
Con la Escogida van. ¡Oh cuánto j cuánto
Por salvarla daría!... Su gemido
Muestra sus rudas ansias y quebranto.
¡Y no hay remedio! ¡y todo está perdido!
Y al suplicio caminan entretanto
Ambos amantes, ¡ay! de la esperanza
Viendo espirar la luz en lontananza!
¿Y Amaru? ¡el noble Amaru! Al trance duro
Presente no se encuentra.... ¿Acaso esconde
De su cárcel aún el doble muro
Su terrible dolor?... ¡Oh! ¿dóade, dónde
Está que á Cisa en su postremo apuro
Abandona y á Titu, y no responda
LA VIRGEN DEL SOL 281
A SU mortal gemir? El pensamiento
Búscale; en vano afán,, por un momento.
Ya se descubre, en fin, á corto trecho
Los infames suplicios preparados,
Y nueva herida en su angustiado pecho
Sienten rasgarse entrambos malhadados:
De un hombre miran en dogal estrecho
Los restos oscilar mustios y helados.
¡Amaru acaso! ¡Amaru!... Mas en junta
Se vé también una mujer difuntal...
Y nadie en torno de esos cuerpos gime;
¡Oh dolorosa incertidumbre oscura
Que ofuscando la mente el pecho oprime! . .
Mas con trémula planta mal segura.
Con rostro cadavérico en que exprime
Sus tormentos el alma y su amargura.
De la ancha huesa á la sombría boca
Del Sol divino la Escogida toca.
Al suplicio también su amante llega,
Y al ser atado en la elevada pira,
Pálido el labio y con temblor despliega.
Vuelve á la virgen el mirar, suspira.
El llanto brota y las pupilas ciega,
Y — ¡Cisa! jídolp mío! ¡ay! mira, mira.
Exclama al fin, á dónde te condujo
De mi fatal amor el triste influjo!
252 J. LEÓN MERA
Que me robe la vida el hado impío
A mí, tan sólo á mí, no sentiría;
Mas que á tí te condene, ;ay, amor mío!
A morir cual la infiel que contraría
Del astro soberano el albedrío,
jOh! no puede sufrir el alma mía!
¡Y he de ver tus tormentos y tu muerte
Sin poder contrastar tu cruda suerte!
;Oh Sol, padre del Inca! ¿así abandonas
A fin horrible y negro vituperio
A tu Cisa infeliz? ¿así coronas
Sus virtudes: su amor, su cautiverio?
Tú, gran deidad, que de poder blasonas
Y con un soplo abates un imperio,
¿Dejas triunfar á Toa, é indiferente
Ves morir á tu virgen inocente?
Hija de Human, paloma abandonada
Entre las garras del cruel milano,
Piensa al menos que mueres adorada
Cuál no lo ha sido nunca ser humano.
Único bien de mi alma destrozada.
Víctima tierna de mi amor insano,
;Ah! si yo fuese Dios no perecieras,
É infinita y feliz también vivieras! —
De los ojos de Cisa desbordados
Corren al fin dos nítidos raudales;
LA VIRGEN DEL SOL 28^
Y á par entre sollozos ahogados,
De crudas ansias y dolor señales,
Están de amargas lágrimas bañados
Cuantos á la ternura son leales;
¡Sólo de Toa el pecho empedernido
Es insensible al llanto y al gemido!
Y entre los ayes que el gentío exhala,
De poco en poco á la profunda huesa
s^ Temblorosa la virgen se resbala,
Aún por las manos á la jespalda presa:
Y al descender por la pendiente escala,
Fijos los ojos en su Titu, expresa
Así en débiles, lúgubres acentos
Sus postreros y tristes sentimientos:
— ¡Oh tierno, fiel y desdichado amante!
¿En quién pusiste tu inocente anhelo?
;Ay! en mí, sólo en mi que á cada instante
Te atraje la ira del terrible Cielo!...
¡Hasta mirar el término infamante
De tu amor, de tu vida!... ¡Oh desconsuelo!.
¡Gran Pachacama, una mirada tuya
El dolor de mi Titu disminuya!...
¡Pachacama^ favor!... ¡Oh Sol piadoso!.. ►
¡Sostenmel...— Dice, y sus acentos mueren
En su. garganta seca. Un angustioso
284 J. LEÓN MERA
Silencio un rato reina; sólo hieren
El viento que discurre perezoso
Breves y amargas quejas que profieren
Ignotos labios. Una activa tea,
También sonando, pálida chispea.
Más repente se escucha un gran estruendo
De carreras, de voces, de alaridos,
Y ya en los pechos de dolor transidos
Se suceden el miedo y confusión;
Y hacia do el ruido suena, conturbada
La faz el pueblo tumultuoso gira,
Y en las faldas advierte del Yahuira
Entre nubes de polvo un batallón.
• Y el caracol resuena de los indios,
Y se oye el eco del tambor de guerra,
Y aún se cree que treme el alta sierra
Del fogoso bridón al relinchar.
— ¡Viracocha! se grita, ¡Uiracocha!
jLos cristianos! ;sé acercan los cristianos!—
Y cual turba de necios ó de insanos
Mírase al pueblo no correr, volar:
Huye desatentado: acá una madre.
Con el hijo en los brazos cae y rueda;
Un pobre anciano allá maltrecho queda,
Que hollado fué por el brutal tropel;
LA VIRGEN DEL SOL 285
Aquí llora un chicuelo abandonado
Sin que acuda en su ausilio alma piadosa,
Y aún joven hay que á su querida hermosa
En tan terrible trance olvida infiel.
El fuerte al débil, al anciano el mozo
Empujan, botan, pisan: ni de grave
Matrona, ni de virgen allí cabe
Los nobles fueros respetados ver.
A nadie importa que perezcan otros
Con tal que salve él sólo su existencia,
Pues el pánico infunde la indolencia
Y puede bruto al racional volver.
Toa, su padre y Rumiñahui juntos
Huyen, llenos de espanto los primeros
Y los siguen al punto sus guerreros.
Aún sin volver la pavorida faz;
Empero Toa, que en su pecho aduna
El miedo infame y la cruel venganza,
Sobre un verdugo rápida se lanza
Y de una tea se apodera audaz;
Y como furia que despide llamas
Por boca y ojos, y en la frente muestra.
Alzada al ver la omnipotente diestra.
De turbación señal y de terror.
Tal en su miedo y su brutal venganza
286 J. LEÓN MERA
A la pira de Titu el fuego arrima,
Y de Cisa á la hoya se aproxima
Y la arroja la tierra del redor.
— ¡Morid! grita ¡moridl ¡saciad la saña
Que en mi pecho encendisteis! ¡Vil soldado!
¡Virgen infiel que al Sol has infamado!
Bajo su ira y la mía pereced!
Dice, y se lanza en impetuosa fuga
Como cobarde perseguida cierva
Que de diente del galgo se preserva
De sus rápidos saltos á merced.
Cébase en tanto la vorace llama
En la de secas leñas alta pira,
Y el humo espeso en espirales gira
En la etérea región al revolar;
Y Titu siente que el calor le abrasa
De esa hoguera infernal, y de humo y fuego
Densa cortina se interpone luego
Entre él y Cisa, próxima á espirar.
El forcegea, y se retuerce y gime
Como en el ara el ciervo de la ofrenda
Atado, herido ya: la muerte horrenda
Palpando va su infausto corazón.
Cisa se siente en paroxismo hundirse:
Túrbanse sus ideas; desfallece
LA VIRGEN DEL SOL 287
.A SUS ojos la luz; desaparece .
Todo en extraña y vaga confusión.
Más ya llega la tropa que, asomada
A lo lejos, causó cual por encanto
El desorden total y rudo espanto,
É hizo la huida á todos emprender;
Vuela á su frente un ínclito guerrero
En cuya faz la audacia va pintada,
Y tierna, hermosa, varonil y osada
Corre también con él una mujer.
Sube el primero á la inflamada pira,
Rompe de un tajo los infames lazos
Que atan á Titu, y álzale en sus brazos
Y torna al suelo rápido á saltar.
La bella en tanto, que ha saltado á la hoya.
Levanta á la Escogida, la desata,
Y en hombros hacia fuera la arrebata.
Aunque apenas la puede sustentar;
Tal la leona, cuando el fuego se alza
Que en la selva prendió la impía mano
De astuto cazador, y ya cercano
A su lecho de musgo ve cundir.
Toma en la boca al tierno cachorrillo,
Huye, le salva, y, lejos ya, respira,
Y dulce y amorosa al hijo mira,
Y siente en gozo el corazón bullir.
288 . J. LEÓN MERA
Pero ¡ay! la virgen sin sentido yace,
Y polvo vil empaña su hermosura!
¡Flor arrojada entre la tierra impura
Por la mano de imbécil labrador!...
Mas ya ^n la espalda de un guerrero puesta,
Fuga veloz emprenden todos juntos,
Y al encontrar al paso dos difuntos.
De asombro lleno, exclama el salvador:
— ¡Mirad! mirad como castiga el Cielo
Al hombre impío, al delator malvado!
Y la bella, que siempre va á su lado,
— ¡Amaru! Amaru! exclama, ¡esa mujer!...
— Esa mujer ¡oh Gualda! la interrumpe
El hijo del Amunta, ha perecido
Porque de lo alto el rayo la habrá herido,
¿Y puede el Cielo una injusticia hacer?
Sí ¡miradle! ¡Tarco es! Del hondo sueño
Recordó en la horca para Amaru alzada,
Y en cruel agonía prolongada
Pereciendo, sus crímenes pagó.
Llegó su Glauca tarde ya: furiosa
En su dolor violento, delirante.
Con un puñal hirió su pecho amante,
Y de Tarco á los pies su alma exhaló
XII
FINAL
Por cien diversas partes la llama destructora
Levántase en el seno de la infeliz ciudad,
Como si la caterva de genios malhechora
Que en las cavernas lóbregas de los infiernos mora
Cebar quisiese en ella su gran ferocidad.
El viento con la lumbre se mezcla y juguetea
Madejas esparciendo igníferas do quier:
Aqui á su soplo el fuego más vivido chispea,
Allí sobre las brasas se arrastra y aletea,
O rompe y arrebata la llama á su placer.
Enmarañadas selvas el humo acá figura,
Allá columnas forma de colosal grandor;
Mas todo al fin confúndese con singular presura,
Y es un abismo Quito de horror, cuya pintura
Jamás hacer podrían ni vate ni pintor.
El humo cubre el cielo, y entre su oscuro manto
Mil globos y mil lenguas y de figuras mil
19
290 J* LEÓN MERA
Se chocan y se cruzan del uno al otro canto
De la ciudad, y siembran el miedo y es espanto
En el humano espíritu más grande y varonil.
Resuena el maderamen al devorarlo el fuego,
Y saltan los sillares con estallido atroz,
Y casas, y palacios y templos vénse luego
De las inquietas llamas al incesante fuego
Caer y consumirse con ímpetu veloz.
Y vénse entre las llamas y el humo confundidos,
Hirsutos los cabellos, atónita la faz.
Niños, mujeres y hombres correr dando alaridos,
O míseros que exhalan sus últimos gemidos,
O pálidos cadáveres en temerosa faz.
Amaru y la doncella, su hermosa y fiel amante,
Juraron dar á Cisa y á Titü libertad,
Y el Rey de las alturas,' amparador constante
De la inocencia víctima del vicio y la maldad,
Tendióles compasivo la diestra poderosa,
A su altna dio esperanza, valor al corazón,
Y en Toa y Rumiñahui y en su caterva odiosa
Sembró cerval espanto, causó gran confusión.
Parientes numerosos y amigos rodearon
Al hijo del Aniunta y á Gualda, y con valor
LA VIRGEN DEL SOL 29 1
Ardiente sobre Quito veloces se lanzaron
Do la impía muerte alzaba su cetro destructor.
Huyeron los tiranos cual buitres que abandonan
Cobardes en el campo la moribunda res,
Cuando los niveos témpanos que la sierra coronan
Rodando con estrépido se abaten á sus pies.
Huyeron: los valientes cumplieron ya sus votos
Sin que batiesen armas en peligrosa lid:
Mirad á Titu y Cisa ya salvos, ved ya rotos
Los hierros de la muerte con ingenioso ardid.
Miradlos: ya sentados en la vecina altura
Las fuerzas agotadas intentan recobrar;
Pero ;ay! se llena su alma de insólita amargura
La patria de los Shíris ardiendo al contemplar!
Así desde los árboles gigantes, á lo lejos,
Las aves el incendio contemplan con dolor
Que avanza devorando sus caros bosques viejos,
Amparo de sus nidos, testigos de su amor.
La virgen entretanto, que yace reclinada
De Gualda en el regazo y aún en mortal quietud,
Cual candida azucena marchita y doblegada
Sobre purpúrea rosa y en lánguida actitud,
Merced á los cariños que Amáru la prodiga,
Y al fuego de los ósculos de Titu su amador.
2.93 J. LEÓN MERA
Y al dulce y tierno halago de su constante amiga,
A dar principia muestra del fin de su sopor.
Los párpados levanta, la vista en torno envía,
Y como quien de un sueño dispiértase fatal
Y escucha de repente de una arpa la armonía
Y un canto que presume ser canto celestial;
Así la hermosa virgen acentos de dulzura
Escucha en torno suyo mil veces repetir,
Y acaso en las mansiones del Cielo se figura
De un coro de Escogidas la grata voz oir.
Más todos prosiguieron la fuga, y al oriente
El rostro apenas torna del padre de la luz,
A una campiña llegan do la cristiana gente
Ostenta sus pendones y arbola su gran cruz.
¡Qué cuadro ante sus ojos se muestra y desarrollar
¡Qué mundo, qué guerreros, qué extraña confusión!
En sensaciones varias su espíritu se embrolla;
Incrédulo, pasmado se agita el corazón.
Ayer ya de la muerte pisaban las regiones
Los míseros amantes, y hoy sorprendidos ven
Bajo la grata sombra de extraños pabellones
Brotar serena y pura la fuente de su bien.
LA VIRGEN DEL SOL 293
Con voces que ablandaran el corazón ferino
La historia de los prófugos Amaru relató:
La crueldad reciente de su fatal destino
Con elocuencia insólita sus labios animó.
Mil ojos empapados en llanto tierno y puro
Se fijan de la virgen en la hechicera faz,
Y acaso en algún pecho sencillo y mal seguro
Amor su llaina esconde fatídica y voraz.
Más luego un hombre se alza de oscura y luenga veste
T cuyo dulce rostro revela su virtud:
Él es de quien las almas de la cristiana hueste
•Consuelos mil reciben y celestial salud:
Es Niza, el sabio Niza, ministro del Eterno,
De cuya lengua brotan raudales de verdad,
Y, abierto siempre al hombre su pecho pío y tierno,
Le abriga y le defiende con santa caridad.
Como el albar suave precede al claro día,
Así del gran Las Casas es Niza precursor;
Si la conquista monstruos al Nuevo Mundo envía,
La religión sus ángeles de luz, de paz y amor.
Los prófugos tributan profunda reverencia
Al noble Uillac-umá (46) de la cristiana grey
Él habla, y en sus almas procura la creencia
Sembrar de la evangélica maravillosa ley; , ■
294 J. LEÓN MERA
Él habla y en sus pechos renace la esperanza
De ser por siempre dueños de su inocente amor:
Con los divinos rayos que la verdad les lanza
Les vuelve la ventura que les robó el error.
Pero ;ah! jamás las sombras en que las almas nacen
Y en el camino reinan por do avanzando van,
Como las de la noche tan presto se deshacen
Cuando las vivas luces del sol en ellas dan.
¡Cuan duro es de los dioses paternos despedirse!
¡Volcar su viejas aras, cuan dura cosa es!
¡Cuan duro á la enseñanza de extraños avenirse,
Postrarse de extrangeras deidades á los piésl
De esos quiteños jóvenes, del Sol adoradores,
Trabóse en la conciencia porfiado batallar;
Que las antiguas sombras en ella á los fulgores
De Cristo se empeñaban el triunfo en disputar.
Más ¿quien del sacerdote vencido no se siente
Que la verdad austera ministra envuelta en miel?
¿Qué del error los lazos desata con prudente
Manera, y hacia Cristo conduce al alma infiel?
¿Qué en tanto que entre abrojos va en pos de su des-
Llevando alegre al hombro su ponderosa cruz, tino^
Para las almas débiles limpiando va el camino
Por miedo de que caiga su tímida virtud?
LA VÍRGEN DEL SOL 2()'y
¿Qué el oro menosprecia que no adora la codicia,
Y á Dios rendir los pueblos es su única ambición,
En lazos de fe santa, de amor y de justicia
Unidos, que es la sola durable y graíta unión?
¿Qué si ardorosas frases vibra su docto labio,
A la razón centellas y al oido placer,
Su vida es elocuente más que el discurso sabio,
Y á quienes la contemplan magnético poder?
Este es el sacerdote que sigue el estandarte
Que del shiri en la cuna levanta el español.
Que de tus templos de oro consigue desterrarte
Y de los indios pechos por siempre, ;oh claro Sol!
Los hijos del Pichincha de aquel poder sublime
Que sin cruel violencia siempre invencible fué,
Al fin el santo impulso sienten que los ledime
Del hado que los postra de la mentira al pié.
— ;Oh caros hijos mios! el sacerdote dice.
Dejad vuestras tinieblas y hacia la luz venid;
El Dios de los cristianos os ama y os bendice:
Los bienes que os envía de lo alto recibid.
El sol esplendoroso, la luna dulce y casta
Y las lumbreras todas que en el espacio veis.
Los gigantescos montes, la mar rugiente y vasta ^
Cuanto, infelices ciegos, por númenes tenéis,
296 J. LEÓN MERA
El Dios que yo os anuncio, con poderosa diestra.
Creó para su gloria, para deidades, nó;
Con su divino aliento también el alma nuestra,
Para la eterna dicha, purísima creó.
El ángel que al averno rodó por su soberbia,
Luzbel para nosotros y para vos Stipay.
Dañó de Dios la obra, y errores y protervia
De entonces acá, y desgracias por todas partes hay.
Perdiéronse las almas; pero el amor divino,
Inmenso más que el cielo y ardiente más que el sol,
Al mundo, á restaurarlas, desde su imperio vino,
Y él es á todas ellas benéfico crisol.
En él purificadas, les es restituida
La celestial herencia que les robó Luzbel.
Aquel amor es Cristo^ Su muerte es nuestra vida,
Su muerte en afrentosa crucifixión cruel.
Su triunfo es triunfo nuestro, su gloria, gloria nuestra.
Su reino es para todos: hijos del sol, venid.
De Cristo el sacerdote luz y camino os muestra;
Su voz es voz del cielo; — confiados acudid.
No os traigo, no, cadenas, ni el hambre me devora
De la mundana dicha, del oro corruptor:
Las almas vuestras dadme, y al Dios á quien adora
La mía Uevárelas en brazos de mi amor.
LA VIRGEN DEL SOIf 297
No vengo, no, hijos míos, vuestro sencillo pecho
De afectos y esperanzas cruel á desnudar,
Y erial desapacible por mis razones hecho
En él ver levantarse las nieblas del pesar;
Son puros los amores que noble y fiel abriga,
Son justos los deseos en que os sentis arder:
Mi voz los legitime, mi diestra los bendiga
Al pié del ara santa del increado Ser.
¡Oh vírgenes! los votos que hiciesteis inocentes
A un falso dios, por nulos, por írritos los doy.
Nada temáis, y alegres doblad las castas frentes
Al sacramento augusto que á ministraros voy.
¡Oh jóvenes heroicos! en tierra la rodilla.
Dad gracias á los Cielos y bendecid la cruz.
Esposos de estos ángeles, para vosotros brilla
De paz y de ventura la amable y dulce luz.»
Pasaron seis auroras; la sétima el divino
Rocío, de los neófitos lavar las almas ve.
Que van de otra existencia siguiendo ya el camino
Por el amor guiados y la ardorosa fé.
Y de los patrios númenes los ritos abjurados.
Hijos de la cristiana sublime religión
298 J. LEÓN MERA
Ya Titu y la Escogida, y Amaru y Gualda aunados
Por el amor más puro y el himeneo son.
El sabio Niza dales la bendición eterna;
Un árbol es el templo y una ancha piedra altar,
El sol la única antorcha que brilla en esta tierna
Escena que hace lágrimas dulcísimas regar.
Mirad hacia el oriente, mirad esa montaña
Cuyos rotos picachos en este instante baña
La luz matutinal: "^
Allí, cuando los cielos enluta la tormenta.
Se ven alzarse espectros de face macilenta,
De talla colosal;
Allí, de la alta noche rompiendo el misterioso
Silencio, un eco suena que sordo y cavernoso
El suelo hace tremer;
Y vénse fatuos fuegos que entre los riscos vuelan,.
Y el existir de ignoto sarcófago revelan
Con su siniestro arder.
Allá fué Rumiñahui con su feroz esposa
Y el viejo Cushipata, su infame y tenebrosa
Historia á sepultar;
Y allí grandes riquezas, de la ciudad despojos,
Entre quebradas peñas, acaso, y entre abrojos
Pudieron ocultar.
LA VÍRGEN DEL SOL 299
Sentados én la cima de una pelada roca,
Con espantados ojos y enmudecida boca,
Y opreso el corazón,
Allá, medio velada por candidos vapores
Ver Quito aún podían, vaso de hermosas flores...
¡Marchitas de aflicción!
Y llanto de despecho, cual quemadora lava.
Entonces sus megillas escuálidas bañaba
Entre ronco gemir.
¿Si llorarán los tigres? Si lloran, por ventura,
Será como ésos monstruos de racional figura
Sobre ellos al sentir.
Pesar la ruda mano de adversidad terrible,
Y al ver por todas partes borrarse lo posible
De dicha y de placer,
Y al escuchar las voces Je la cruel conciencia:
«¡Jamás podrán dolores de crímenes herencia
Consuelo merecer!»
La edad y los pesares, del hambre los tormentos.
En breve á Cushipata robaron los momentos
De su existencia vil.
De un vértigo de rabia un día Toa presa,
Lanzándose á un abismo, dio en sus entrañas huesa
A su beldad gentil.
300 J. LtÓN MERA
Maldito Rumiñahui como Caín, y errante,
Feroz remordimiento, sin tregua de un instante,
Do quiera le acosó;
Mas vida tan horrible de un tribunal el brazo
Cambió muy presto... ¡El bárbaro desde un infame lazo
Al báratro rodó!
FIN
melodías indígenas
" ^ "r^" ;?¿ EIX v-
fL mi quí|iti3o ^ro
í;1 X)oqtoi[ Don Uicplá^ CQai[tín8z
A CORI DESDEÑOSA
Linda doncella, Cori adorada,
El sol ardiente la tez morena
Te dio, y la luna la luz serena
De tu mirar;
Tiñó tus crenchas noche atezada,
Pintó tus labios la rósea aurora,
Te dio su talle la cimbradora
Palma real;
Las tiernas aves de la montaña
Te han enseñado gratos cantares,
Gracias te han dado los tutelares
Genios del bien;
Miel en tu lengua la dulce caña
Vertió, y la brisa que entre las flores
Vuela á tu aliento dio los olores
De algún clavel;
Pero ¡ay! los Andes cuando naciste
Alma de crudo hielo te han dado,
Y de sus rocas ¡ay! han labrado
304 J. LEÓN MERA
Tu corazón;
Pues no te inflamas de ver al triste
Yupanqui en llanto por tí deshecho,
Ni su gemido mueve tu pecho
Que nunca amó.
TUS OJOS
Hoy en la alta cumbre te vi del YahuirUy
Cuando el sol de oro que en el templo está
El sol de los cielos con rayos de fuego
Bañando la frente la hacía brillar.
Yo de entrambos soles — el dios y su imagen —
Con mirada absorta contemplé la faz;
Mas viendo en seguida la tuya, bien mío,
Tus ojos divinos me encantaron más.
Si por esta culpa quisiere el padre inca
De Quito en la plaza mandarme colgar,
— Antes, le diria, que lo hagas, te ruego
Que mires los ojos de la hija de Human.
jOh hijo de los dioses y rey poderoso!
Si entonces no en tu alma sucumbe la paz
Y amor en tu pecho no enciende una hoguera,
Daré sin disgusto mi cuello al dogal.
LAS PRENDAS
Umbríos bosques, pardas montañas,
Limpios arroyos murmuradores,
Campos vestidos de grama y flores,
Canosas aves, ¡feliz ya soy!
Quiero contaros cuál es mi dicha,
Cuál el delirio de mi contento;
Que el pecho mío, sino os lo cuento,
Va de emociones á estallar hoy.
La hija del sabio grande adivino
Que ha veinte lunas duerme en la tola;
La que en la selva, cazando sola,
A un feroz tigre rompió el testuz;
La en la carrera siempre triunfante.
La que las ondas nadando humilla,
La que en las fiestas cual nadie brilla,
Trozo de cielo bañado en luz;
La que á desdenes me asesinaba
Cuando le abría mi amante pecho;
La que... ¡Oh ventura! ¿Sabéis qué ha hecho?
MELODÍAS INDÍGENAS 307
, 1
¡Lo creo apenas de su altivez! i
Esta mañana, junto á la fuente
Que al pié del viejo molle borbota,
La hallé posada como gaviota
Que aguarda inmóvil asome el pez.
Vióme al soslayo con dulce modo;
Yo sorprendido tomé una bella
Flor y á su falda tirela, y ella
La alzó y al lindo labio acercó.
Tímida luego me dio otra en cambio;
Y en voz me dijo suave, amorosa:
— Hé aquí mi prenda: seré tu esposa;
Al uma-raimi no faltes, no. —
Umbríos bosques, pardas montañas.
Limpios arroyos murmuradores.
Campos vestidos de grama y flores.
Canosas aves, ¡cuan feliz soyl
Para la fiesta diez soles faltan;
¡Pasen veloces!... Al dios propicio
A mis amores, en sacrificio
Dos negros pacos á darle voy.
LA INDIA ORGULLOSA
« ¡Unirme á tí! decía
La bella Glura á Turpi el guerreador;
¡Cuan necia es' tu porfía!
¿No vés que mancharía
Mi noble raza tu ruin amor?
Del bosque la palmera
Quiere á la palma que á su lado ve;
Mas desdeña altanera
Amar á la rastrera
Planta que besa tímida su pié.
Mi padre descendiente
De un cóndor fué, mi madre de un nandú; (48)»
Y una infame serpiente
Fué el tronco de la gente
De quien, pobre amador, desciendes tú.»
«No sé cuál fué mi cuna,
El amante ofendido contestó;
Mas sé, por mi fortuna,
MELODÍAS INDÍGENAS }0()
Que no hay pujanza alguna
Que el arco encorve que manejo yo;
Que ninguna ha postrado
Más enemigos que mi lanza sé.
¿Quién como yo ha tornado
De trofeos cargado?
¿Quién se atreve á pisar donde pisé?
¿Mi nombre no resuena
Cual señal de victoria en toda lid?
¿Quién mi audacia encadena?
¿No está la selva llena
De la gloria de Turpi el adalid?
Pero |ay! un amor tierno
Hoy me ha vencido, y sé que tu esquivez
En un dolor eterno,
En un horrible infierno
Esa pasión ha de tornar tal vez!...
Óyeme, hermosa Glura:
Teme insultar al noble amor en mí;
Que el cielo mi amargura,
Al verte ingrata y dura,
Puede tornar airado contra tí.»
Oyó esto la indomable
3IO J. LEÓN MERA
Beldad, y el rostro con desdén volvió;
Y Turpi, el formidable
Guerrero, en miserable
Llanto de amor y enojo prorrumpió.
LETRILLA
«Puro es, linda mía,
Mi férvido amor:
¡Por Dios, no me trates
Con tanto rigor!
;^Si vengo por. verte.
Con tu enojo doy;
Desdeñas hablarme.
Te ofende mi voz:
Así vuelvo siempre,
¡Fatal precisión!
Llevando en mi pecho
Terrible dolor,
¡Por Dios, no me trates
Con tanto rigor!
»E1 inca tu abuelo.
Que en Quito reinó,
De cada vasallo
Domó el corazón
Con cetro suave
I
312 J. LEÓN MERA
De bondad y amor;
Pero ¡ay! que su nieta
Mi tirana es hoy!
¡Por Dios, no me mates
Con tanto rigor!
»La estirpe del inca
Estirpe es del Sol
Que da vida al mundo
Con dulce calor,
Y enciende en las almas
El fuego de amor;
Mira quien es, niña,
Tu progenitor,
¡Por Dios, no me trates
Con tanto rigor!
¡ »La luna es la esposa
I Del divino Sol,
' i De los incas madre
I Y antorcha de amor;
Del amor la estrella
Precede á los dos.
¡Tu sólo no abrigas
I Tan dulce pasión!...
I ¡Por Dios, no me trates
Con tanto rigor!»
MELODÍAS INDÍGENAS )l}
Así anoche un joven
Cantando pasó
Junto á una cabana
Que conozco yo,
Hasta que sus rosas
Desplegó el albor;
Y aún á mi oido
Resuena su voz:
«¡Por Dios, no me trates
Con tanto rigor!»
EL MITIMAE
Soy mitimdey de Cuzco vengo,
Ciudad hermosa, del Sol querida;
De Cuzco vengo, fíel al mandato
Sabio del inca.
lOh tu la joven de ojos de gamal
¡Oh tú la tierna flor del Pichincha!
No al extranjero te muestras nunca
Dura y esquiva.
Barro á tu suelo, paja á tus lomas
Para mi casa vengo á pedirles,
Y he de labrarla junto á la tuya.
Si lo permites.
Junto á tus campos hánseme dado
Eriales tierras, secas y tristes,
A que la lluvia de mi frente
Las fecundice.
Sembraré granos de especies varias,
Pingües cosechas haré de todos.
Tendré diez pacos de fino pelo,
Bellos y gordos.
melodías indígenas 3I«)
En las solemnes fiestas de raimi
Como ninguno llevaré adornos
De alegres plumas, de lindas conchas,
De plata y oro.
Frente á la puerta de mi aposento
Un altarcillo tendrá mi Huaca^
Numen sagrado, protector mió
Desde mi infancia.
Todos los días, apenas brille
Allá en los cerros la luz del alba.
Le daré besos y pondré flores
Sobre sus aras,
Pero ¡ayl doncella la de los ojos
Dulces de gama, la de los dientes
Como granizo que dos gemelas
Rosas suspenden.
Si tu no habitas mi pobre choza
Jamás mi pecho latirá alegre...
¡Vente conmigo, linda doncella!
¡Conmigo vente!
Nuestros caseros dioses unamos,
De nuestras almas hagamos una,
Y á un sólo lecho presten sus pieles •
Llama y vicuña;
3l6 J. LEÓN MERA
Y el Sol bendiga nuestros amores
Y nos dé prole bella y robusta
Que olvidar me haga mi patria hermosa
Y amar la tuya.
EL FUEGO NUEVO.
Doncellita la del rostro
Hermoso como el lucero
Que encima del monte brilla
Después que la tarde ha muerto,
De mi corazón la historia
Que escuches atenta quiero,
Pues con temblorosos labios
A revelártela vengo.
Óyeme: ayer en la fiesta
Del sagrado fuego nuevo,
¿Viste como el sacerdote
Le hizo descender del cielo?
Brillaba el sol en su trono
De la altura azul en medio.
Sin nubes que le impidiesen
Lanzar sus rayos al suelo.
Chocan éstos en el de oro
Bruñido y cóncavo espejo,
Y en el blando combustible
Cayendo, le inflaman luego.
Mientras tú miras absorta
De qué modo el Sol hace esto
3l8 J. LEÓN MERA
Porque renovada sea
La sacra lumbre del templo,
En tu tersa frente brilla
Otro irresistible fuego,
Que viene á mí de rechazo,
Y el combustible es mi pecho...
Doncellita, doncellita
Del rostro como lucero
¡Eres de mi amor origen!
¡Eres de mi amor objeto!
Cada año el fuego divino
Renovaráse en el templo;
El mió no, pues que nunca
Dejará de arder cual nuevo.
De mi corazón, bien mío,
La historia es esa. No quiero
Que á enseñarme la del tuyo
Desates tu dulce acento:
Yo la adivino en tus ojos
Que bajas cuando los veo,
En tus labios en que vagan
Pudor y besos á un tiempo,
Y en tu pecho, cuyos golpes
Mueven hasta el blanco lienzo
Con que delicada ocultas
Tesoro tan rico v bello.
AL NUMEN DE LAS LLUVIAS.
Pacha rúrac,
Pachacámac,
Uiracocha
Cai hinápac
Churasunqui,
Camasunqui
(De una poesía quichua
que cita Garcilaso Inca.)
Traducción. — «El autor del
universo, el que le da vida, y
el dios Uiracocha, para este
oficio te criaron y animaron.
No el espantoso rayo
Veloz el aire surque,
Ni de mi amada el pecho
Con su estridor conturbe;
No caiga el mal granizo
Que la mies destruye
Ni el aluvión los campos
Desolador inunde;
Mas tú, Ñtísta divina.
Que habitas en las nubes,
De las benignas lluvias
Almo, piadoso numen.
320 J. LEÓN MERA
Escucha mi plegaria
Que á ti humilde sube,
Y esparce al bajo suelo
Tus aguas claras, dulces.
Las plantas á su influjo
En mi heredad pululen,
La espiga fructifique,
Crezca el maíz y abunde.
Los prados reverdezcan.
Retoñen las legumbres,
Las frutas de mi huerto
Con profusiój;! maduren;
Y á mí Cemila bella
Y á mí ledos circunden
Mis amigos, y todos
De tanto bien disfruten.
Así, celeste virgen.
Los vientos no te insulten,
Ni el agua de tus vasos
Jamás su soplo turbe;
Así del inca el padre
Sus rayos atenúe
Cuando veloce corra
Por tu mansión de nubes;
Así el omnipotente
Pachacámac te ayude,
Y aumente tu hermosura.
Difunda en tí sus luces.
LAS DOS TÓRTOLAS
A mi querido amigo el doctor don Juan Rendan
«¿Dónde vas, Páucar gallardo?
¿Dónde vas?... ¡Ah! ya comprendo:
En tu frente airoso ondea
El penacho del guerrero;
La aljaba de muerte henchida
Cruje á tu espalda; el siniestro
Brazo ostenta el ancho escudo;
Nueva cuerda al arco has puesto.
¡Ya comprendo! Tu mirada
Me enseña de tu alma el fuego,
Y tu arrojo se trasluce
En tu sombrío silencio.
La guerra te llama: el ronco
Son del tambor rompe el viento,
Y alzado en medio del campo
Flota al aire el rojo lienzo.
Se acerca de Cuzco el Inca;
Nubes trae de guerreros;
Mas con nubes de valientes
Le sale Cacha al encuentro.
21
•)2 2 J. LEÓN MERA
Marcha, marcha, hijo querido,
Al lado del Shiri excelso,
Y do lo mande pelea
Cual buen soldado quiteño.
Pero no olvides... no olvides,
Páucar, que en este mi seno
Hubiste el don de la vida,
Y escucha mi último ruego:
Si al golpe del enemigo
Tu espíritu huye del cuerpo.
En forma de tortolilla
Venga á posarse en mi pecho;
Que también mi ánima, al verla,
De esta vieja carne huyendo.
Se le unirá y al instante
Partirán juntas al cielo. )!>
Así la noble viuda
Del noble y bravo Hualeco
Dijo al partir á la guerra
Su hijo Páucar, mozo bello.
Partió;' la tierna mirada
Maternal le vio á lo lejos
Perderse entre el seco polvo
Que alzaban sus pies ligeros,
Cual se pierde entre la niebla
Del horizonte el lucero
MELODÍAS. INDÍGENAS }2}
Paje del dios cuya lumbre
Presta vida al universo.
No regó llanto la anciana;
Mas con el gentil mancebo
Se fueron ;ay! sus sentidos,
Su alma y corazón se fueron!
De Huaina-Cápac la gente
Y la de Cacha soberbio
En las pampas de Tiocajas
Como tigres combatieron.
La arena se empapó en sangre;
Hubo como arena muertos,
Y de triunfo gritos hubo,
Y hubo gritos de despecho.
Los del Inca victoriosos
Quedaron del campo dueños;
Los del Shiri destrozados,
Pero no vencido^ fueron.
Y en la lucha cayó un joven
Desde cuyo herido seno
Alzóse una tortolilla
Que hacia Quito tendió el vuelo.
Voló, voló sin descanso.
Voló, voló más que el viento,
Y de una anciana afligida
A descansar fué en el pecho.
324 J. LEÓN MERA
«;Mi hijo!» esclamó la infelice;
«¡Hijo mío!» y al momento,
Lanzando triste gemido,
Cayó desplomada al suelo.
En los macilentos labios
La avecilla le dio un beso,
Y asomó tras un suspiro
Otra tórtola de entre ellos.
Unidas ambas entonces,
Del sol al rayo postrero
Se lanzaron al espacio
Y en las nubes se perdieron.
LOS AMANCAYES.
Tímur, el de las selvas
Joven guerrero,
Amaba á Pañi, virgen
De rostro bello;
La virgen casta,
Corazón de Paloma
Y alma áe palla.
Pañi miraba á Tímur
Con dulces ojos;
Más del Sol eta esposa.
Del Sol celoso,
Y ;ay! la infelice
Sufrió por sus miradas
Castigo horrible!
El dios la envió imprevista
Dolencia ruda
Que á la tercer aurora
La hundió en la tumba.
¿Veis de amancayes
326 J. LEÓN MERA
Aquel grupo allá lejos?
Allí ^stá Pañi.
Tímur (lo cuentan á una
■ Las tradiciones)
Iba á llorar por Pañi
Todas las noches;
Y diz que dijo
A la Luna tres veces
El pobre Tímur:
«Piadosa madre, dime,
Dime si Pañi
Benigna el llanto acoge
De este su amante,
Ó bien si adusta
Cual ofensa le mira;
¡Dímelo, Luna!
Si benigna, mi llanto
Produzca flores;
Si enojada, que abrojos
Y ortigas brote.
Divina hermana
Del Sol, aquesta seña
Te pide mi alma.
Las milagrosas ñores
Me darán vida
MELODÍAS INDÍGENAS }2']
Para llorar la muerte
De mis delicias;
Más los abrojos...
jAyl cubrirán mi pobre
Sepulcro ignoto!»
En la tercia velada
Más tierno y vivo
Fué el ruego y expresado
Sólo en gemidos:
Calló la lengua,
Pero la voz del alma
Voló á la esfera;
Voló: la madre Luna
Oyóla y dijo:
«Tímur lo anhela, demos
La seña á Tímur:
Hermosas flores
De su llanto, y no ingratas
Espinas broten.»
Y de la amable diosa
Blanda mirada
Resbalando entre nubes
Crespas y blancas.
Hizo amancayes
Lindos sobre el sepulcro
Nacer de Pañi.
328 J. LEÓN MERA
Y de la amable diosa
Mágico aliento,
Bajando cual suspiros
De aura ligeros,
Prestó á las hojas
De aquellas lindas flores
Suave aroma.
¿No veis? los amancayes
Por eso ostentan
El color de la Luna,
Color de perla;
Gratos por eso
De pura escencia rinden
Tributo al cielo;
Por eso ellas las flores
Son de las almas
Que sus muertas venturas
Llorando pasan;
Por eso brotan
De infelicas amantes
Siempre en las tolas.
LLANTO DEL ALMA
Lloré por Coillur, mi amada
Lloré por la niña hermosa
Que el día de ser mi esposa
La escondió la tumba helada.
Y lloré más apenado,
Sin descanso ni consuelo
Porque estando ella en el cielo
Me habia, ingrata, olvidado.
Pero mi llanto fué tal,
Tales los ayes que di.
Que volvió á pensar en mí
Y á dolerse de mi mal;
Y todas las noches viene
Misteriosa, aérea, sola,
Y en las flores de su tola
Hasta el alba se detiene.
}}0 J. LEÓN MERA
Allí suspira. Yo atento
La oigo con triste delicia,
Y aún siento que me acaricia
La frente su blando aliento.
Mas con el alba se aleja
La reina de mis amores,
Y en el cáliz de las flores
Sus tiernas lágrimas deja.
Yo á beberías me apresuro,
Pues ellas bálsamo son
Que á mi infeliz corazón
Prestan alivio seguro.
AMOR PERDIDO
Blanca flor, tierna y hermosa
Reluciente grano de oro,
Vida mia_, amor de mi alma,
Por quien ayer fui dichoso;
¿Qué te has hecho? ¿dó te has ido?
Dónde te hallarán mis ojos.
Por tu repentina ausencia
Hoy de lágrimas arroyos?
Desde ayer, no bien salido
El sol, buscándote corro
Por las sierras y los valles.
Las praderas y los sotos.
Por ti á las brisas pregunto,
Y me responde su soplo:
¡Pasó! Pregunto á las fuentes,
Y ¡pasó! clamar las oigo.
332 J. LEÓN MERA
A las hiervas y á los flores
De los campos interrogo,
Y ipasó! pasó! me dicen
En susurros misteriosos.
A las aves me dirijo
Con mis lúgubres sollozos,
Y á las nubes que cabalgan
De los montes en los lomos,
Y ¡pasó! pasó! me gritan
En voz que entiendo yo sólo:
— No. la busques en los valles.
Ni en las sierras ni en los sotos;
No la busques de las selvas
En los senos silenciosos;
No la busques de los ríos
En los cristales sonoros:
Ella está donde no pueden
Hallarla mortales ojos,
Allá en país muy distante,
Allá en país muy hermoso. —
¡Ay! amor, amor de mi alma!
¡Doncella de lindo rostro.
Más lindo que los del Sol
Jardines de plata y oro! (49)
MELOpÍAS IflDÍOBNAS 33^
Ya comprendo que te has ido
Al alto mundo, del polvo
Huyendo de aqueste mundo
Donde gimo en abandono.
Mas ya sé como te fuiste,
Y ya el camino conozco;
Por el he de irme á buscarte
Hasta ese país ignoto;
Y cuando una iola vean
Levantada donde hoy moro,
— ¡Al fin, dirán mis hermanos,
Al fin la halló y es dichoso!
EL AVE DE LA TOLA
Ya el astro excelso tras el monte cae,
Ya entre sombras va el suelo á reposar.
Triste mi alma del mundo se sustrae,
Y á un sitio agreste y áspero me atrae
Del solitario el lúgubre cantar.
AUi veo la tola abandonada
Alzada al pie del molle secular;
Cual guardián de la fúnebre morada
Allí está el solitario en la ramada
Dando al viento su lúgubre eantar.
Há mucho, mucho tiempo, aquí venía
Una doliente madre á lamentar;
Mas hoy del hijo la ceniza fría
¡Ay! tiene sólo, al espirar el día,
De un solitario el lúgubre cantar.
De una virgen, tal vez, la sombra cara
Suele un amante idólatra invocar,
MELODÍAS INDÍGENAS 335
Y era esta tola del dolor el ara
Do tierno llanto y flores derramara
Entonando su lúgubre cantar.
Acaso de los muertos en la fiesta,
Cuando todo gemía en el pesar,
Cien amigos sentábanse en aquesta
De un bravo guerreador tumba modesta
A ofrendarle su lúgubre cantar.
Mas ya de este sarcófago la historia
Han borrado los siglos al pasar,
Y hoy solo, vaga, rápida, ilusoria,
En mi espíritu se alza una memoria
Del solitario al lúgubre cantar.
De este molle á la sombra refrigerio
Viene el pastor á veces á buscar,
Y profana del túmulo'el misterio
Una piedra lanzando y un dicterio
Contra el ave de lúgubre cantar;
O el peregrino, de sudor la frente
Empapada, se arrima á descansar
A esta ignorada tola, y nunca siente
Respeto ni emoción, é indiferente
Oye del ave el lúgubre cantar.
33 6 J. LEÓN MERA
Mas cuando cae el sol tras la montaña
Yo vengo á entristecerme y meditar;
No huye el ave de mí jamás huraña,
Y posada en su molle me acompaña
Dando al viento su lúgubre cantar.
LA TOLA VOLCADA
— ¿Qué haces? Mal extranjero, ¡tente! |tente!
No esa tola derroques;
No la ira de Jos dioses, imprudente,
Con un crimen provoques.
¿Juzgas que encierra en sus entrañas oro?
¡Falsísima noticia!
Oculta el montezuelo gran tesoro,
Más vano á tu codicia:
Huesos de una que fué rara belleza
Que mi alma idolatraba,
Polvo de un corazón cuya terneza
Mi vida deleitaba,
¿No viniste á mi patria, el mar surcando,
En pos de otros caudales?
¿A qué te cansas con afán buscando
Cenizas sepulcrales? —
92
3t8 j. león mkra
— Rústico infiel, me engañas: aquí el oro
Se esconde que me tienta —
Volcó la tola el blanco, halló el tesoro...
¡Tesoro de osamenta!
ATAUCHI EL HUÉRFANO
A mi querido amigo don J. Abel Echevarría
Murió cual bravo su padre
En la guerra contra Huáscar,
En que ganó el rojo lláuto (50)
El nieto del shiri Cacha.
Murió su madre de pena,
Pena tan honda y amarga
Cual nunca de otra viuda
La sintiera igual el alma.
Y él, huérfano desvalido,
Niño aún, preso entre fajas.
De hambre y frío sintió exceso
Y de amor y besos falta.
; Pobre Atauchi! como arbusto
Creció que en el muro arraiga
De triste cueva, y que nunca
Del sol los rayos halagan.
34^ J. LEÓN MERA
Mozo ya, su bella frente
Huellas de pesar surcaban,
Y del corazón las quejas
Brotaban con sus palabras;
Qiie á los pesares de quien
Quedó sin madre en la infancia
No suelen ser medicina
Años que vienen y pasan.
Pero Atauchi pudo cosas
Aprender de un viejo amautúL,
De esas que suelen los dioses
Revelar á pocas almas:
Para él la luz de los astros
Nunca es muda, para él hablan
Las nubes, para el la negra
Noche secretos no guarda;
Él de los vientos traduce
La voz misteriosa y vaga.
Oye frases en los truenos.
Oye «n el agua («labras;
Sabe qué dice una fiera
Cuando ruge ó cuando brama;
melodías indígenas 341
Gusta de oir cual las aves
Sus amores se declaran;
Encantan le los coloquios
De las flores con las auras
¡Sólo á veces no comprende
De cuanto habla el hombre, nada!...
Y era también cazador
¡Cazador en hora mala,
Porque la sangre y la muerte
Son el placer de la caza!
Terribles son en sus manos
El arco y la cerbatana:
Jamás de ellos tiro parte
Que presa al suelo no traiga.
Contra su flecha es inútil
Que el tigre posea garras,
Y pies veloces el gamo,
Y el cóndor rápidas alas.
Contra el globillo de barro
Que su cerbatana lanza
Nada á los pájaros valeii
Elevadísimas ramas.
342 J. LEÓN MERA
Y diz que una vez con él
A un cóndor con fuerza tanta
Dio, que le hizo de una roca
Descender muerto á sus plantas.
Un día, cuando aún el sol.
Delicia de la mañana
Del Yahuira en la eminencia
No ilumina su áurea casa;
Cuando aún las hojas del bosque,
Y de los campos la grama,
Y de las flores el seao
De la noche el llanto guardan;
Cuando las madrugadoras
Aves todavía cantan,
Y á buscar sustento aún
No dejan nidos ni ramas,
Atauchi, en la diestra mano
La certera cerbatana.
Del Machángara vaguea
Por la orilla solitaria.
Entre el follaje de un árbol
Medio oculta á ver alcanza
Una tórtola, las plumas
En arreglarse ocupada;
MELODÍAS INDÍGENAS 343
Y que luego se sacude,
Y después estiende el ala
Y á soltar el vuelo al campo
Viva y lista se prepara.
Pero antes él cuello hermoso
A mirar el nido alarga,
Do su pechó, hace un instante.
Un pichoncillo abrigaba.
En tanto el joven se encorba
Y pasito á paso avanza.
Fijos vista y pensamiento
En la presa descuidada;
Alza con tiento y aplica
Al labio entrearbierto el arma;
Sopla, y el golpe terrible
A la infeliz descalabra.
Da esta una rápida vuelta
Sobre sí propia; en las ramas
En vano busca asidero:
Cae y el suelo en sangre mancha.
Del cazador en las manos
Aletea, y fatigada.
Agonizante, en acento
De angustia lleno le habla:
344 J' ^^^ MERA
«¡Ah, cruel! ¿qué daño te hice,
Que así me hieres y matas?
¿Por qué á mi hijito infelíce
La tierna madre arrebatas?
»|Ay1 mira, injusto enemigo,
Que mi cuidado aí faltarle,
El hambre y el desabrigo
Van en el nido á matarle!»
No dice más. Se estremece
En las postrimeras ansias,
Y espira, en Atauchi puesta
La dulce y triste mirada.
Y Atauchi siente movidas
De compasión sus entrañas,
Y devolver con su aliento
Quisiera esa vida cara
Que robó impío; en sus labios
El pico introduce, y nada.
Nada consigue. A los cielos
Ojos suplicantes alza;
Mas los Cielos, la merced
Que así le pide, negada,
En el nido al huerfanito
Descubren á sus miradas:
MELODÍAS INDÍGENAS 345
PoUuelo de rojas carnes,
Aún ciego y desnudo, alarga
El cuello y la frente hiergue
De sutil vello cercada;
Y á la madre no encontrando
Torna á encogerse, y aguarda;...
¡Más vendrá sólo la muerte,
Que no la madre esperada!
Regando entonces el joven
Lágrimas que brota su alma,
Por el dolor y el despecho
Harto herida y ahogada,
Apoyando en la rodilla
La funesta cerbatana.
Rómpela y lejos la arroja,
Y en resuelta voz exclama:
«¡Oh, Sol! ¡oh padre del inca!
Si á ejercer vuelvo la caza.
No tornen jamás mis ojos
A gozar tu luz sagrada!>>
LA MADRE Y EL HIJO
Arde el numen
Peruano,
Y en el llano
Su calor
Abrasa al indio mísero
Que el suelo surcando árido,
La faz quemada
Siente empapada
Por el sudor.
A la sombra
De un añoso
Y frondoso
Capulí,
Meciendo al primogénito
La esposa, en voces trémulas
De tortolilla
Canta sencilla
Su yaraví.
MELODÍAS INDÍGENAS 347
«Calla y duerme,
Preíida mía,
Y en mí fía,
Caro bien;
Que yo siempre solícita
Con mis cantares rústicos,
Haré que el sueño
Pose halagüeño
Sobre tu sien.
Calla y duerme,
Y así olvida
De la vida
La aridez:
Olvida que las lágrimas
Han sido tu herencia única,
Porque de triste
Raza naciste
De oscura tez.
Ve á tu padre
Cuál le oprimen:
¿Es un crimen
Su color?
¡Ay! de la suerte pérfida
Solo es capricho bárbaro!
A ella le plugo
Cargarle un yugo,
Darle un señor.
34^ J- I-EÓN MERA
De estos campos
Era el fruto
Un tributo
Por su afán,
Y hoy con fatigas ímprobas
Fecunda el suelo estérile
A que su dueño
De altivo ceño
Coma su pan.
Tú así un día,
¡Oh hijo amado!
Fatigado
Te has de ver,
Y como vil acémila
Bajo el infame látigo
Con tu faena
La hacienda agena
Verás cecer.
Más entonces
Ya mi suerte
Con mi muerte
Finirá;
Y tú quedarás huérfano...
¿Quien ¡ay! el sudor férvido
De tu inocente
Marchita frente
Enjugará?»
MELODÍAS INDÍGENAS 349
Y de la india
Tierno llanto
Corre en tanto
Por la faz;
Pero su arrullo lánguido
Es el poder magnético
De su cariño,
Y el pobre niño
Se duerme en paz.
CANTO FÚNEBRE
Con motivo de la matanza de los solaados del Inca ov ut
isla Puna, (hoy Pund). (5/)
¡Llorad: hijos del Sol! ¡ayl los valientes
Por infame traición muertos han sido!
¡Oh vos los de la Puna
Que las aguas del mar cercan rugientes!
¿Qué habéis hecho? Transido
Está de pena el corazón del Inca;
Más no hay pena ninguna
Que le quiebre la diestra vengadora:
Alzada está, y en ella resplandece
La ira santa cual llama abrasadora.
¡Temblad los de la Puna!
¡Llorad, hijos del Sol! El que merece
Fiero castigo la maldad inicua.
Presto se hará: ¡temblad, ejecutores
Del nefando delito!
Pero llorad, hijos del Sol: conspicua
La gente fué que á golpes de traidores
Cayó en la mar que devoró sus cuerpos.
¡Ay! los que fueron desde Guzco á Quito
MELODÍAS INDÍGENAS 35 I
Como rio impetuoso, como roca
Del alto monte al valle desplomada.
Como llama en las selvas por la loca
Furia del aguilón arrebatada,
Sin tumba yacen. Levantad el grito
De dolor, y de ira y de despecho,
¡Llorad, llorad hijos del Sol! Los peces
Con los difuntos su festín han hecho;
Los huesos de los bravos en el fondo
Del agua están cual piedras esparcidos.
¡Oh ilustres capitanes!
Y no con vuestros restos el redondo
Escudo está, la aljaba y arco fuerte;
Ni se os darán los panes
Y el dorado licor que son debidos
Al que habita la casa de la muerte.
De cieno el lecho y de ligeras algas
Tienen vuestros misérrimos despojos;
No caerá sobre él de nuestros ojos
La amarga lluvia, y sólo el formidable
Bramar de la tormenta
Llegará á estremecer en los abismos...
¡Oh suerte, oh suerte cruda y lamentable!...
¿Por qué en la lid sangrienta
No murieron con honra esos guerreros?
La punta de la flecha ó de la pica
Su existencia preciada
Romper debió, no golpes de remeros.
352 J. LEÓN MERA
No traición por los dioses reprobada.
¡Llorad, hijos del Sol, llorad sin tregua!
Que el cielo justifica
Tan profundo dolor, tan largo llanto.
•Llorad! que vuestro lloro testifica,
Más que del haravec el triste canto.
Cuan cara es la memoria
De las ilustres víctimas, y cuánto,
Cuánto es grande su gloria!
LA FIESTA DE LOS MUERTOS
Ya la luna ha tornado en que solemne
Fiesta á los muertos se hace;
De la hermana del sol, cual arco argénteo,
Vimo» ayer la fase.
Hoy el padre del Inca, el astro excelso.
Su luz nos ha escondido,
Y su sagrada prole y sus vasallos
De luto se han vestido.
Todo es triste gemir y llanto amargo,
Porque hoy los corazones
Se acuerdan de las almas que se fueron
A ignoradas regiones.
Y de los huesos y del trío polvo
Se acuerdan que en la tierra
Ellas dejaron, y en su oscuro seno
La sepultura encierra.
354 J- LEÓN MERA
El cielo está lloroso; las montañas
De niebla están vestidas;
Suspiran los arroyos, y las aves
Lamentan afligidas.
Vamos hermanos míos, ya está abierta
Del Dios la santa casa.
Llevadle miel y pan, y del cordero
La fresca y suave grasa.
Yo del numen augur, al sacrificio
Llevo mi negra oveja;
Tierna es, como le agrada: aun no he cortado
Ni una vez su guedeja.
Inmolada la víctima,, su sangre
Diráme ;oh cuántas cosas
De las profanas gentes ignoradas,
Terribles, misteriosas!
«¡Ay, si me veis palidecer! ¡si brota
El sudor de mi frente,
Y de mis ojos, con espanto abiertos,
Alguna gota ardiente!
¡Temblad, hermanos!... Pero la hora llega:
Subid al monte sacro;
Ya está abierta la casa donde brilla
Del Sol el simulacro.
melodías indígenas 355
Después iremos con ofrendas todos
A las fúnebres folas,
Alzadas en hileras en el valle
Como del mar las olas.
Y el vino, pan y miel de los queridos
, Muertos renovaremos,
Y el polvo que los cubre con dolientes
Lágrimas regaremos.
;Oh benéficos padres, caros Incas,
Del cielo habitadores!
¡Generosos gvierreros, de cien bravos
Pueblos sojuzgadores!
¡Sacerdotes del Sol! ¡sabios amuntas!
¡Vírgenes sin mancilla!
¡Todos los que caisteis de la muerte
Bajo la atroz cuchilla!
Ya á vuestras folas vamos; de cantares
Lúgubres y gemidos
Los aires cundiremos; vuestros huesos
Serán extremecidos.
Y desde el alto mundo, silenciosas,
Vendrán las almas vuestras
Agradecidas á juntarse un breve
Momento con las nuestras.
DESPEDIDA DEL GUERRERO
Ya el caracol guerrero
Su grito al viento lanza;
Ya el lienzo, tinto en sangre,
Flotando airoso en su asta
Me llama á combatir.
¡Adiós, hermosa mía!
Tu dulce amor me encanta;
Pero otro amor mi pecho
Hoy poderoso inflama —
Amor de noble lid.
¿Oyes? También las voces
Del atambor me llaman,
Y en sed de sangre ardiendo
La lengua de mi lanza
Me dice: ¡A combatir!
¡Adiós, hermosa mía!
No llores: tus amargas
MELODÍAS INDÍGENAS 357
Lágrimas corran sólo
Si no mi brazo alcanza
El triunfo en la ardua lid.
HUAINA CAPAC
Del astro dios el vastago felice,
Huaina-Cápac, el Inca poderoso,
Sobre el valiente Cacha victorioso,
A mi su siervo y haravec me dice:
«Celebra mi valor y mi gloria
En noble canto digno de memoria.»
Mi corazón se asusta^
;Oh príncipe magnánimo y divino!
Más ¿quién loar no gusta
De su Inca y padre amado el claro nombre
Y el excelso destino!
Pero no en la lengua de hombre.
Decir cabe jamás las cosas grandes:
Númenes de los Andes,
Vosotros las diréis y que se asombre
De ellas el mundo y reverencie al Incat
Azuay, tú que á la guerra
Le viste apercibido
melodías indigenxs )yg
Cual de la tempestad el dios temido
Que, oculto entre las nubes^ axneoaza
Con fragorosos rayos á la tierra,
Di cual es su. poder, cuál de su maza
Y pica hambrienta de enemiga carne
La fuerza vencedora.
Proclama, Chimborago, en los confines
De Purúa (52) sentado.
Tú que res la morada y los jardines
Dónde la hija del Shiri encantadora
Gozó su juventud, proclama al héroe
Cuyo terrible ardor has comtemplado
En la saagrienta arena de Ti&cagas,
La roja borla y la sagrada pluma
Del ave de los lacas en su frente
Resplandecen con mágicos fulgores;
Sabiduría suma,
Don del eterno Sol sus labios manan;
Centellea su diestra armipotente,
Y los más valerosos guerreadores
Del impetuoso Shiri^ vanamente
Por contener al vencedor se afanan:
Caen ó retroceden: vedlos, vedlos,
¡Se van!.... Tras ellos Huaina-Cápac vuela
Como el cóndor aadaz de férreo pico
Y alas que rompen el furioso viento
De cruda tempestad. De^ Duchicela
>éo J. LEÓN MERA
Domado está el país hermoso y rico,
Y atrás lo deja el Inca.
¡Oh Cotopaxil
A tí del vencimiento
Y el noble vencedor te toca ahora
Proclamar la grandeza sin segundo;
Tú á quien designa misteriosa suerte
Como nuncio de ruinas y de muerte.
Hoy que del gran Yupanqui ves al hijo
Dueño y señor del suelo en que te asientas,
Sé nuncio de victoria y regocijo.
Más también Quito sojuzgada llora,...
¿Llora? Cese, Pichincha, cese el llanto
De tu hija bella, y en tronar profundo
Su futuro esplendor anuncia al mundo.
Ya la generación del Inca santo
A enaltecerte viene:
Sierva nunca serás, Quito felice;
Preyen la altiva siene
A la imperial insignia que, á despecho
De la ciudad de Manco, (53) ceñiraste.
El sagrado adivino lo predice
Que al cóndor fiero oyó de pardo pecho
Que graznaba del Inca sobre el techo,
Y luego en regia magestad las alas
Tendió, y siguiendo el curso de la guerra
Desde su aérea región vinoá esta tierra.
MELODÍAS INDÍGENAS '^Sl
Imbabura, ¿qué estruendo
Allá en tus campos fértiles resuena?
¡Ah del combate horrendo
Los ecos son! El numen de la Puna
Cual nunca su furor desencadena.
De Hualcopo el legítimo heredero
Su trono á defender, su hogar y cuna,
Se fortalece allí; soberbio y fiero
La paz rehusa y la amistad del Inca.
«¡Guerra! guerra sin tregua al extrangero!
Yo, yo lo mando; muera quien delinca,
Desatento á mi voz, y sus despojos
Sin tola yazgan, de los buitres pasto!
Esto diciendo, con terribles ojos
El campamento recorría vasto
De armada gente henchido.
Un dia, y otro, y otro en el reñido -
Combate busca el Inca mayor gloria,
Y Cacha su defensa y su venganza
¡Oh Cacha! cede: el Sol en cuya mano
Sabia está la victoria, ■ j
A su hijo dio el consejo y la pujanza.
¡Oh Cacha! el soberano
Del cielo apresta ya la aguda lanza
Que el cetro de la diestra ha de robarte
Y del heroico pecho la existencia.
¿No la veis? ¿tío la ves? por toda parte.
Como irritada víborai, en tu torno
^02 J. L£ON MERA
Vibra silbando enrrojecida lengua....
;Ay! cayó el valeroso, cayó el fuerte!. ,
¡El que existir venddo tuvo á meagu^
¡Cacha murió! Su campo está en trastoriio;
De su reino cambiada está la suerte.. (54}
Como se abate el seibo en la montaña
Del rayo al golpe atroz; cual se desploma^
De la mar combatida por la saña.
Roca gigante y fuerte, aa ei herido
Shiri cayó, y el llanto de los muertos
Sonó de loma ea loma.
De rio en rio, estremeció las selvas, .
Conmovió los desiertos.
El magno nieto del divina Manco
Del caido rival el nombre ensalza;
¡Oh ejemplo de virtud, y de nobleza!
Del Inca el pecho generoso y franco
Se cubre de tristeza;
Y entre ayes y entre cánticos ñmestos
Del rey que fué los venerados restos,
De armas lucientes y de ricas joyai
Y de preciosas telas rodeados,
En la tumba real son colocadas.
Egregio sucesor del" gran Yupanqui,
¿Qué te falta? La veixie, la preciosa
MELODÍAS INDÍGENAS )é}
Piedra en ta frente brilla ^
En tu frente cien veces gloriosa.
¡Ah! tricn&r en la guerra
Y humillar á sus pies toda la tierra,
Para el hijo de un dios no es maravilla!
Otra victoria alcanzas^ otro imperio
Más valioso domeftas
Por el de amor suave ministerio;
Cual juntas las enseñas
Vencidas á las tuyas vencedoras;
Como del Shiri la brillante insignia
Unes con tu purpúrea borla, y como
Enemigas naciones incorporas
En tu grande nación, sin que ni asomo
De renccw é ira la fusión contraste,
Así de Paccha, beüa j codiciaUe
Más que el triunfo y la gloria, y adorable
Más que la dulce paz, el amoroso
Virginal corazón al tuyo aunaste.
¡Oh unión! Obra de amor! firme cimiento
De paz y de ventura
De dos nobles naciones! vuestra fama
Del haravec supera el pensamiento,
De su voz la armonía y la dulzura
Y de su viva inspiración la llama.
Númenes misteriosos dé los Andes,
Cantad de nuevo: genio de Imbabura,
364 f J- LEÓN MERA
Invita al de Antizana genio agreste,
Al de Pichincha arrebozado en nubes,
Al que aviva la horrenda eterna fragua
Del Cotopaxi, al que selvosa veste
Dio y corona argentina al Tungurahua,
Al qué más que ninguno á la celeste
Región se encumbra, Chimborazo augusto:
Cantad todos, cantad, 7 la armonía
De los vuestros cantares
Diga á las selvas, rios 7 anchos mares
Cual es de Quito el justo
Orgullo, y la esperanza 7 alegría.
Cantad, cantad; del Inca el áureo trono
De la victoria levantó la mano
Del modesto Ma<:^4áigara en la o .illa;
Mas en el coraz-óí^, del soberano,
Amor puso susill^ -jx^ ^i -
Y Paccha en ella 4<OTinando brilla.
HIMNO
DE LAS Vírgenes del Sol,
al saber la prisión de Atahualpa en Cajamarca
ÉL SACERDOTE
Cantad, piadosas Vírgenes,
Y al Sol el ruego alzad;
Vuestras ofrendas luego
Consuma el sacro fuego.
Conque amainar la cólera
Podáis de la deidad.
LAS VÍRGENES
¡Oh Sol, esposo nuestrol
Del universo encanto.
De Pachacámac santo
Eterno y puro amor,
Hermano de la Luna
Que sigue fiel tus huellas
Señor de las estrellas.
Del Inca genitor.
l66 J. LEÓN MERA
Escucha nuestras súplicas
Con paternal bondad.
EL SACERDOTE
Cantad, piadosas Vírgenes,
Y al Sol el ruego alzad;
Vuestras ofrendas luego
Consuma el sacro fuego,
Conque amainar la cólera
Podáis de la deidad.
LAS VÍRGENES
¡Oh Sol! que en Tumipampa (55)
Al Shiri libertaste,
Y á su favor mandaste
QyxQ, obrase el Hado al fin;
Tú que vencer le hiciste
Al enemigo hermano,
Y el llanto soberano
Le diste por botín,
De la prisión hoy sálvale,
Calma nuestra ansiedad!
EL SACERDOTE
Cantad, piadosas vírgenes,
Y al Sol el ruego alzad;
MELODÍAS INDÍGENAS 367
Vuestras ofrendas luego
Consuma el sacro fuego
Conque amainar la cólera
Podáis de la deidad.
LAS VÍRGENES
¿De qué huracán en alas,
Por qué cruel destino
La extraña gente vino
Que al Inca aprisionó?
¿Quién de tu horrendo rayo
Armó su impía diestra,
Que en Cajamarca muestra
De sus lurores dio?
Contra tu grey pacífica
¿Por qué esa atrocidad?
EL SACERDOTE
Cantad, piadosas Vírgenes,
Y al Sol el ruego alzad;
Vuestras ofrendas luego
Consuma el sacro fuego,
Conque amainar la cólera
Podáis de la deidad.
LAS VÍRGENES
¿Llegaron [ay! llegaron
3^)8 J. LEÓN MERA
Acaso ya los días
Que duras profecías
Cumplidas han de ver?
¡Aterradora idea!...
El tiempo ¡oh Sol! retarda
Que el alma hacen tremer,
Y el vaticinio lúgubre
Se cumpla en otra edad!
EL SACERDOTE
Cantad, piadosas Vírgenes,
Y al Sol el ruego alzad;
Vuestras ofrendas luego
Consuma el sacro fuego,
Conque amainar la cólera
Podiás de la deidad.
LAS VÍRGENES
¡No, no de U ir acocha
Se realice el sueño!
Tú del destino dueño
No lo consientas, Sol.
No lo consientas, rompe
Del Inca las prisiones,
Y arroja á otras regiones
Por siempre al español,
MELODÍAS, INDÍGENAS 369
Que viene cual insólita
Y horrenda tempestad.
IL SACERDOTE
Cantad, piadosas Vírgenes,
Y al Sol el ruego alzad;
Vuestras ofrendas luego
Consuma el sacro, fuego,
Conque amainar la cólera
Podáis de la deidad.
LAS VÍRGENES
Y esa temida gente
Diz que á otro dios adora,
Y de riqueza ahora
Ansiosa viene en pos.
¡Oh! llévese nuestro oro.
Si en el su dicha finca;
Más déjenos al Inca, .
Respete á nuestro dios:
Son estos de sus subditos
Honor, felicidad.
' EL SACERDOTE
Cantad, piadosas Vírgenes,
Y al Sol el ruego alzad;
24
370 J. LEÓ¥ MERA
Vuestras ofrendas luego
Consuma el sacro fuego,
Conque amainar la cólera
Podáis de la deidad.
LAS VÍRGENES
Consuma ¡oh Sol! el fuego
Las flores más hermosas,
Las gomas olorosas
Que trae nuestra fé;
Consúmalas, y el humo
Que Vuele hacia la altura
Conviértase en ventura
Que tu largueza dé
A quienes en sus cánticos
Imploran tu piedad.
EL SACERDOTE
Cantad, piadosas Vírgenes,
Y al sol el ruego alzad;
Vuestras ofrendas luego '
Consume el sacro fuego.
Conque amainar la cólera
Podáis de la deidad.
MUERTE DE CORI. (56)
Detente ;oh madre de los Incas! Luna,
Compasiva deidad, párate y mira,
Y contempla un instante
De los Shiris la patria sin fortuna.
Vibráronle los Cielos rayos de ira,
;Y hela ya destrozada, agonizante!
Deja caer tu dulce y misteriosa
Mirada sobre el campo do la muerte
Junto á una ilustre víctima prepara .
Otra bella y preciosa.
Si exige impía la invencible suerte
Más cruentos sacrificios, jay! aclara,
Triste Luna, tú sola
El que hace tu hija, la divina Cori,
Del amor desolado sobre el ara.
Junto á la grande tola^
Postrimera mansión de egregios Shiris
Vaga la reina de Atahualpa viuda.
La del fiero dolor cuchilla aguda
172 J« LEÓN MERA
Desgarra sus entrañas amorosas.
El cuerpo tembloroso
. Y el pálido semblante,
Las túrbidas miradas angustiosas
La caballera negra y abundante,
Presa del abandono y el descuido
Cual la bordada faja y el vestido...
Todo en ella lo insólito y penoso
Está de su alma y corazón diciendo.
Con ambas manos juntas oprimiendo
El pecho, en rica tela mal velado.
Cual si ahogar quisiese el presuroso
Latir que le atormenta,
En frase apasionada, así al amado
Esposo llama y su dolor le cuenta:
''<Oyeme, hijo d^l Sol, tú á quién adoro
Hasta en la huesa fría,
Tú cuyo triste fin rios de lloro
Me arranca noche y día;
Óyeme, Hualpa: baja un breve instante,
Baja á darme consuelo,
Y por los brazos de tu esposa amante
Cambia tu hermoso cielo. ^
¿Por qué del todo de tu amor me privas?
¿Por qué tu faz me escondes?
MELODÍAS INDÍGENAS 373
^Por qué, bien mío, de mi amor te esquivas?
¿Por qué no me respondes?
Ven, que te aguardo, ven. Mi pechó abierto
Se apresta á tu venida.
Ven, yo te juro que mi amor no ha muerto
Con tu fatal partida.
;Ah, no seas cruel! no en este mundo
Sin consuelo me dejes!
No con tu ausencia y tu callar profundo
Más y más ;ay, me aquejes!»
Delira la infeliz, y sobre el canto
Que de los muertos la morada cierra
Postra la frente, y al atroz quebranto
Que el alma le desgarra, se abandona.
Y en tanto que sus lágrimas empapan
Mejillas, losa y tierra,
Ave desorientada, inquieta yerra
Su insana fantasía: al cielo asciende
La ventura á buscar aquí perdida;
Baja luego y emprende
Forjar una quimérica esperanza;
Al abismo después veloz se lanza
Donde la sierpe del despecho anida;
Asústase, huye de él, y en breve espacio,
Ya maldice la \dda/
374 J- Í-EÓN MBRA
Ya maldice la muerte,
Ya aumenta su vigor, ya en vuelo lacio
Sin objeto voltea, y sin que acierte
El círculo á romper que la aprisiona
O'rculo de hoscas qubes que la suerte
De la reina misérrima retratan.
Más súbito la faz ésta despega
De la funérea losa,
Con su contacto y lágrimas caliente
Que del volcan del pecho se desatan.
Luego en seguida el llanto que la ciega
Con el revés enjuga de la hermosa
Diestra, y yergue la frente.
Sonrisa de ironía más amarga
Que la angustia que^el alnia le satura,
Sus labios entreabre; la mirada,
Que con medrosa extraña luz fulgura,
Fija en la bella luna que; cercada
De su esplendente coro.
En silencio sublime el cielo cruza;
Y al cabo la cuitada
Suelta su acento así, firme y sonoro; .
«¿Qué digo? qué pretendo? ¡Estoy demente^
Deidades soberanas!
¡Sí, loca estoy! de mi pasión ardiente
Son ¡ay! las quejas vanas!
MELODÍAS INDÍGENAS 375
Del país de las almas no se torna
De los vivos al grito:
¿Quién, poderosos númenes, trastorna
Vuestro fallo infinito?
¡Atahualpa! Atahualpa! caro esposo!
¡Di esposo idolatrado!
El cruel brazo de extrangero odioso
La vida te ha robado!
Ya nunca más alumbrarán la mía
Tus claros, dulces ojos:
Las ñores de mi gloria y alegria
Trocáronse en abrojos.
¿Qué soy, qué soy sin tí? ¿qué hago en el mundo»
Sola y desamparada?
¿Qué hace mi pecho herido y moribundo?
¿Qué mi alma desolada?
Soy como los escombros de una casa
Que devoró el incendio:
Lástima infundo al que á mi lado pasa^
O acaso vilipendio...,
¿Qué hag<j en el mundo? ¿Ves la extraña-geftte
Que abortó el Grande Lago (57)
Traer al pueblo mió de inclemente
Guerra el bárbaro estrago?
376 J. LEÓN MERA
¿Ver las casas del Sol y de la Luna
Sin piedad derribadas;
De su honor y virtud las sin fortuna
Vírgenes despojadas?
¿Ver nuestro suelo y la riqueza nuestra
Botín del extrangero?
Ver el imperio Q.uitu de su diestra
Hundirse al golpe fiero?
¡No, jamás lo veré!... No la española
Mano me alcance viva...
¡Ábrete para mí, sombría tola!,,,
¡Tu seno me reciba!...»
Dice y del cinto saca
Con manera violenta -
De acicalado cobre ancha cuchilla. (58)
De la Whxa la faz pónese opaca,
T á su luz macilenta
El arma apenas brilla;
Zumba del cierzo helado el aleteo
Que el árbol y el arbusto
Pone en vano meneo;
La lumbre temblorosa y amarilla,
Que del vulgo en el alma infunde susto
De la tierra al brotar ó del pantano,
Aquí y allí por la llanura oscila....
MELOI>ÍAS INDÍGENAS 377
Muda y pasmada la doliente reina
Señales piensa ver de que natura
Del cruel suicidio se horripila
A que el dolor la arrastra y el despecho. ,
Luego (jCori infeliz cual criatura
Ninguna vio la tierra!)
Luego su propia fantasía añade
Nuevas sombras al cuadro que la aterra:
Juzga que el llano invade,
Rotas las folasy bandas de esqueletos
Que la llaman en voces misteriosas,
Y acercándose van, y la rodean,
La enlazan y la ajustan, y secretos,
Que ella no entiende, dícenla al oido.
Del mundo inmaterial puede que sean,
De do el alma jamás al nuestro vuelve, .
O del medroso porvenir, anuncios.
Cual árbol en la orilla estremecido,
Cuando airadas las olas le golpean
Unas tras otras, por turbarle, el tronco.
Así está Cori. Al fin, entra la turba,
Una sombra distingue... ¡El esl... La marca
Del infame suplicio el cuello muestra...
La frente adorna insignia de monarca...
¡Es él!... sí!... Con la diestra
La llama al alejarse en tardo paso.
Ella con labio trémulo murmura '
De Hualpa el nombre, y sigúele al instante,
37^ J. LEÓN MERA
De ansias de amor el seno palpitante
Y hacia él tendidos los desnudos brazos.
El paso él apresura;
Cori vuela también, mas no le alcanza.
Así los dos tres veces de la tola
Vueltas en torno dan. Sordo alarido
Ella á lá: postre lanza:
Háse desvanecido
Súbita la visión, y se halla sola!
Otra vez la sonrisa indefinible,
Hija del alma á la razón agena,
Lúgubre más que el gesto que la pena
En la faz de su víctima, dibuja,
De la reina infeliz el rostro anima.
Vacila, y el flexible
Talle medio inclinando busca apoyo
Y en el sepulcro, á no caer se arrima.
Con la siniestra mano el pecho estruja
En inconsciente afán, en tanto el puño
Del arma ajusta la crispada diestra.
Álzala, y con inmóvile mirada
Contémplala, en que muestra
Del ánimo el intento. A la estrellada
Bóveda torna los enjutos ojos¿
Luego frases soltando
Escuchadas tan sólo por el viento
Que su pálida faz pasa azotando,
MELODÍAS indígenas 379
Los baja al cinerario monumento.
En voz al fin más clara
'Y que el murmurio de una mente imita,
Cómo á su negra y espantosa cuita
Quiere ya poner términ<y declara:
«jOh mi esposo adorado! la muerte
Te encadena en su reino eternal,
Y es preciso dejar, para verte,
La infelice mansión terrenal.
¡Hualpa! Hualpa! tu lecho de tierra
Cuan suave á tu Cori va á ser I...
jYo á tu lado!... |oh mi amor!... |No me aterra^
Por gozar tanto bien, perecer!...
A la siguiente aurora
Una joven pastora
Halló, al pasar, de Cori el cuerpo frío.
Como sobre las hojas de tronchado
Mustio amancay, sobre él ha derramado
Sus cristalinas perlas el rocío.
El alma, al irse, le dejó la marca
De su dolor en la marchita frente,
Muy más que la del suyo la honda herida.
Rodéala de sangre helada charca,
Y aprieta aún en ademán furente
^u yerta mano el arma enrojecida.
380 J. LEÓN MERA
Cual toda triste nueva
Difúndese el suceso, y presto lleva
Muchedumbre curiosa y dolorida
A cercar de su reina los despojos.
No hay pecho á tal desgracia indiferente,
Ni quien niegue tributo de lamento
Postrado allí de hinojos;
Y aun diz que el Sol, que la radiosa frente
Alzaba ese momento,
•Con negra nube se cubrió los ojos.
JuliOy 1860,
NOTAS Á LA VIRGEN DEL SOL
( 1 ) Haravico ó haravec. Poeta . Los haravícos no sola
cantaban la religión, el heroismo y el amor, sino que
ensalzaban también en sus versos la astronomía y la
agricultura. Si hemos de cr^er á Garcilaso de la Vega,
aun componían dramas que eran representados en la
corte por personas nobles.
(2) Escogidas, Vírgenes que se consagraban al sol.
El historiador citado las compara justamente coa las
Vestales romanas, y añade que sus estatutos eran muy
semejantes. Para ser Virgen ^5¿:í?^/¿f¿? ó esposa del sol,
se requería la condición de que fuese noble y bella.. La
especie de monasterio en que vivían reclusas se lljima-
hz Acllahuasi — casa de escogidas. — Acompañábanlas
otras vírgenes de segundo orden en calidad de sirvien-
tas, sujetas como las otras á rigurosa clausura. Para'
este empleo no era preciso que las jóvenes fuesen no-
bles, pero sí hermosas y puras. La ocupación de unas
y otras era hilar, tejer, bordar la ropa que vestía éi
Inca y su familia, y amasar el pan destinado á los sa-
crificios. Las que envejecían se ocupaban como maes—
382 J. LEÓN MERA
tras de las novicias. La violfación de los votos era cas-
tigada con extremo rigor, pues se quitaba la vida á la
delincuente y se exterminaba . su familia; pero «si ella
juraba por el sol que éste la había embarazado, debían
mantenerla con vida hasta que pariese, y después se-
pultar á ella sola.» (Velasco. Historia de Quito). Ase-
guran los historiadores que nunca faltó á sus votos
ninguna virgen.
(3) Shiri^ que quiere decir señor de todos ^ fué el tí-
tulo de los reyes de Quito. Este reino, cuyos orígenes
no es posible fijar con exactitud, dícese que fué esta-
blecido por Quifu, de donde le vino el nombre. En
época remota fué conquistado por los Shiris de Cáran^
cuya dominación duró mucho, y durante ella puede
decirse que maduró y se consolidó su poder, por lo
cual no parece impropio decir que (^iiito llegó á ser su
patria.
(4) A /«w«/j, astrólogo. AuLuita^ filósofo, sabio,
botánico. Los amuntas y los .i r,] antas eran respetadísi-
mosy se les confiaba regulaniieiite la educación de los
oven es.
(5) biti-raimiy fiesta del sol. Se la celebraba por
el mes de Junio, y era una de las más solemnes.
(6) PachacámaCj el que anima el universo. Tal
, era el nombre que los indios del Perú y Quito daban
al verdadero Dios, á quien llamaban también Dios no
conocido. Jamás hicieron estatua ni pintura que le re-
presentase, y ni aún se atrevían á nombrarle, sino con
X
NOTAS 383
muestras de gran temor y veneración, y sólo en caso
de grave necesidad. Los peruanos le dedicaron un rico
templo en el valle que aún lleva el nombre dé Pacha-
cámac,
(7) Cacha, último shiri^ hijo de Hualcopo-Duchi-
cela y padre de Paccha,, murió en la batalla de Atunta-
-qui por los años de 1487. Con su muerte se coronó la
conquista de Quito por Huina-Cápac, y ééte afirmó su
poder tomando á Paccha por esposa, la cual fué procla-
mada heredera de su padre y por tanto reina legítima
de Quito. El matrimonio del inca con ella fué, pues,
un acto de política muy oportuno para terminar la
guerra y quedarse de soberano del reino que acababa de
conquistar. Cacha se defendió con justicia y sostuvo
sus derechos con extraordinaria energía; pero fué de
carácter violento y temerario.
(8) Tumbal^ el Marte de los indios de Quito, y á
quien habían consagrado un templo en la isla Puna.
El dios y sus aras estaban frecuentemente bañados con
sangre de prisioneros, hasta que Senaina-Cápac abolió
tan bárbara costumbre.
(9) Viracocha, El príncipe Inca-Rípac, hijo del
inca Yahuarhuácac, ó llorador de sangre. Vil sobera-
no del Perú, tuvo una visión ó sueño en que un fan-
tasma le reveló ciertas cosas relativas al imperio y que
se cumplieron, se dice, al pié de la letra. El fantasma,
á quien adoraron desde luego como á una nueva divi-
nidad, se llamaba Uiracocha, nombre que Inca-Rípac
384 J. LEÓN MERA
tomó en su coronación. Aseguran algunos histotiado-
res que este príncipe predijo la conquista dé suimpe-
riOj y los españoles, bien sea por esto, ó porque sé pa-
reciesen al fantasma en el traje, barba, etc., fueron ál
principio mirados como seres sobrenaturales y llama-
dos Uiracoehas, Nuestros indios llaman así todavía á
los blancos.
(10) «Y ensalza á la deidad que allá se emplea ' ^
Del alto cielo en derramar las aguas.»
Las creencias de los antiguos indios eran frecuente-
mente poéticas; entre ellos era notable y delicada, á
mi juicio, la que colocaba en las nubes una divinidad
dulce, virginal y simpática, á cuyo imperio estaban su-
jetas las lluvias benéficas. Tenía un hermano de carác-
ter maligno, y cuando éste le rompía los cántaros so-
brevenían las tempestades. Llamábanla Ñusta, título de
las doncellas desangre real. Garcilaso de la Vega ha
conservado unos versos en que la celebró un haravico:
Yo he tratado de imitarlos en la melodía indígena que
lleva por título El Numen de las lluvias.
(11) Yaraví, Las tonadas- llamadas j'íZ/víí?/^^ son
popularísimas en el Perú y el Ecuador. Generalmente
tristes, se adaptan muy bien á la índole melancólica de
la raza americana, sin dejar de ser agradables aun para
los descendientes de la española y para los "mestizos.
No hay pueblo ecuatoriano ó peruano en que no se use
el yaraví en las serenatas, y es inexplicable la sensa-
ción de dulce tristeza que se experimenta al'oirlo de
NOTAS 385
un rondador (especie de flauta de Pan, compuesta de
varios tubos) ó de una guitarra, en altas horas de la
noche, bajo un cielo limpio y sereno y á la luz apaci-
ble de la luna. Yaraví es palabra de uso tan común y
antiguo en nuestros pueblos, que bien merecía la hon-
ra de ser incluida en el Diccionario de la Academia,
como, si no me engaño, ,1a puso en el suyo don Vi-
cente Salva.
Los antiguos indios gustaban también de las sere-
natas, como lo prueba Garcilaso de la Vega.
(12) Tola y sepulcro de los antiguos quiteños, de
figura medio cónica y labrado de. sólo piedras y tierra.
Sepultaban los cadáveres con los instrumentos, alhajas
y aun alimentos que fueran de más gusto para la per-
sona que ponían bajo la tola en cuanto moría. La chi-
cha y los manjares eran renovados con frecuencia por
medio de un conducto abierto hasta el fondo del se-
pulcro. Hoy son muy raros éstos, ya porque los con-
quistadores y sus descendientes los han destruido bus-
i:ando tesoros, ya porque han desaparecido en los
terremotos ó por otras causas. .
(13) Molle. Árbol de regular magnitud, muy
frondoso, de hojas largas, menudas, pegajosas y de co-
lor verde claro y olor acre y punjente, que cuelgan en
forma de pequeñas palmas. El fruto «s redondo y del
grueso de la pimienta, rojo y en racimos semejantes á
los de la uva. El tronco, espontáneamente ó por inci-
sión, despide una resina blanca, melosa y de olor fuer-
25
386 'J. LEÓN MERA
te. Fué árbol en otro tiempo muy estimado de los
indios, que hacían uso de las hojas y resina en diferen-
tes medicamentos, / empleaban la película de la si-
miente en las bebidas. Hoy nace y crece en los lugares
incultos, y abunda especialmente en el centro de la
provincia Tungurahua. Cuando se le cría con cuidado,
es bellísimo como árbol de adorno.
(14) Panecillo^ nombre español dado al monte-
zuelo que se alza al sur de Quito, á causa de su figura.
Los indios lo llamaban Yahidra^ y en su cima se halla-
ban el templo del sol y las columnas gnomónicas,
que servían para las observaciones de los amtintas ó
amantas ,
(i«)) Para el nombre Acllai ó Acllahuasí véase la
nota 2.
(16) Amancajy. Especie de azucena; las hay sil-
vestres y comunmente son blancas.
(17) «Es más que la miel sabrosa
Que vierte el maguey herido*»
Sabido es el uso que los indios hacen del maguey
6 agave americano; sin embargo, en el Ecuador no se
fabrica el pulque como en Méjico, y la miel (chahuar-
mísliqui) la emplean en sus comidas solo los indios. •
(18) Hiima-raími se llamaba la fiesta anual en
que se celebraban todos los matrimonios.
(19) Solía ser muestra de grande estimación que
el inca daba á sus más nobles vasallos, el convidarlos
á sus festines, brindar con ellos, obsequiarles la cocay
. NOTAS, t 387
•que usaban solamente los príncipes, y aun darles sus
vestidos, que, como se ha dicho, eran tejidos, cosidos
y bordados por las vírgenes del Sol.
(20) Apusquipay^ el que mandaba un gran nú-
mero de tropas ó todas ellas; equivalía á generalísimo.
.(21) Coillur, Constelacción de las Pléyades, se-
^ún el P. Velasco; Garcilaso dice que era el nombre'
común de las estrellas.
(22) «Hijo del grande Cóndor.» Las principales
familias indias creían descender de aves,- fieras^ mon-
tes, etc., y de ello se enorgullecían. Antes que Manco-
Cápac trajese el culto de los astros al Perú, y que los
shiris de Cdran lo introdujesen en Quito, estos pueblos
sumidos en rudísima barbarie tenían por dioses los ani-
males, montes, rios, y otros objetos de la naturaleza.
Esta idolatría primitiva llegó á desaparecer con la cul-
tura que trajeron aquellos conquistadores; pero quizás,
abolido el antiguo culto^ los incas y shiris consintie-
ron y aún fomentaron por política, pues les conven-
dría halagar la vanidad de sus nuevos subditos, la idea
de que los ascendientes de éstos fueron los seres que
habían adorado.
(2^) La fiesta de Aufa-situa era marcial, como se
indica en el texto, y á ella concurrían todos después de
haberse preparado con ayunos y ceremonias religiosas,
como se preparaban para las demás. Parece que los
disfraces y bailes que con el nombre de danzantes usan
todavía los indios, especialmente en la festividad del
588 J. LEÓi^ MERA
Corpus • y eñ Cuasimodcr, son reliquk^ del Anid"
Sitúa, ■ ■ *•- •' "•■'- • .- : • . :':■•■■
(24) Curaca^ ^tiOT de un estado.
(25) Ñustí, nóble^ especialmente la persoíia de
sangre real.
(26) Quinde^ Nombre quichua,, y aún boy ^popu*
lá^, def colibrí. *.
(27) «Tú Huaca SQvá mi Huaca y -:
Tu Vélca será mi Vika.:^
Los Huacas y los Yilcas eran los dioses doméstioos
de los indios, como los Penates de los romanos^ y les
erigían altarcillos en las casas. Huacas llamaban, tam-
bién los templos y otros lugares sagrados.
(28) Alverjilla 4y arvejilla^ planta enredadera, sے~
mejante á la de la arveja común, pero más grande;
produce una flor bellísima y muy fragante; su color es
variado, pero comunmente es roja.
(29) P<?«¿:¿?,* la hoja del maguey y la cabuya-, y que
los indios hacen servir á manera de teja para ^cubrir
sus barracas. ^
(30) El kignerdn es uno de. los árboles más. corpu-
lentos de nuestras selvas. En su tronco ó en sus rarjas
como en las de cualquier otro árbol, ser. cría el parásito,
cuyos mimbres descienden como delgadas cuerdas has-
ta el suelo; lina vez arraigados en él, se desarrollan
con rara vivacidad y fuerza, enlazan y matan el árbol
que les ha dado la vida, y queda triuníante el ma tapa I ff^
que casi siempre llega á una robustez y altura deseo-
kotAs, ^89
munal. Greo inútil aumentar en una leyenda como la
- presente, el número de notas esplicativas de árboles,
arbustos y flores. El texto se comprende bastante bien
sin ellas. El lector curioso puede consultar el opúscu-
lo Juicio imparcial sobre La Virgen del Soly por Fray
Vicente Solano. Ctienca\ 1861.
(51) Puma, Nombre quichua del león.. Aún lo
conservan los indios.
(52) Jord. Maiz germinado con se- fabrica la chi-
cha^ bebida favorita de los indios.
()3) Supay, El diablo. Los indios de las selvas de
Oriente le dan el nombre de Mungia,
(34) Saramajo. Árbol que da. una. resina blanca
del mismo nombre, que tiene olor semejante al incien-
so cuando se le quema,
(35) Churu. Caracol. Soplado por el conducto
que se le abre en el vértice, da un sonido monótono
y fuerte. Era instrumento marcial de los indios,: y hoy
lo usan. en algunas partes para animarse en los trabajos
en común, lo cual llaman minga ó chaco.
()6) Palla, princesa, aún soltera, de la familia de
los incas.
(3 7) Huáscar, primogénito de Huaina-Cápac, cayó
prisionero de su hermano Atahualpa en la batalla de
Quipáipan, por Abril de 1532. El vencedor fué pro-
clamado inca soberano del imperio que había poseido
el padre común, esto es, Perú y Quito unidos. Una flo-
cadura carmesí que rodeaba la cabeza, y una pluma de
39*^ J. LEÓN MERA
curíquíngUí^ ave sagrada de los incas, eran las insignias
del soberano del Perú, y una gran esmeralda al pié '
de un magnífico penacho, la de los shlris Ó reyes de
Quito.
(38) «De sueño secular el Cotopaxi
Al estridor de la conquista -vuelve.»
Es seguro que el Cotopaxi hizo muchas erupciones
antes de la conquista; pero quizás llevab4 siglos de no
mostrar actividad, cuando vino á aterrar á.los morado-
res de sus vecindades, y aún de lejanas tierras con la
erupción quie hizo en los días en que los españoles con-
quistaban el reino de Quito. El haber asegurado los
indios que el suceso estaba pronosticado como señal
del término de su poderío, puede que fuese ocurrencia
de esos días ó poco posterior; pues los indios, como to-
da pueblo sencillo, han sido siempre inclinados á lo
misterioso y á dramaticar los hechos más naturales.
(39) . . . . «En Cajamarca suelta
' Su voz Val verde, etc.»
Según la historia, el P. Valverde dio á Atahualpa
el Breviario ó los Evangelios, diciéndole que allí en-
contraría la explicación de los puntos religiosos de que
lie había hablado; el inca aplicó el libro al oido, y al
ver que no le decía hada, lo arrojó al suelo. El P. gri-
tó * entonces encolerizado: «¡Alarma, cristianos, que
este perro arroja los Evangelios de Jesucristo!» y le-
vantó el Crucifijo; á cuya señal acometieron los espa-
ñoles á la multitud é hicieron espantosa carnicería en
NOTAS V>l
ella. Todo lo, dicho en este trozo de la Leyenda* y. en
algún otro es, pues, rigurosamente histórico. Es nece-
saria esta advertencia, porque en España y aún hoy en
América, no faltan personas quisquillosas que toman
como ofensa á la madre patria el recuerdo y la conde-
nación que alguna vez se hace de las injusticias y cruel-
dades de ,1a conquista, como si en España mismo falta-
sen escritores que las han condenado. El autor de esta
obrita, que se precia de descender de españoles, se pre-
cia también de ser siempre respetuoso para con la
verdad histórica, y de no haber dejado que penetren
nunca en su corazón las prevenciones injustas y. hasta
pueriles ni el odio salvaje que se atribuye á algunos
americanos respecto de los españoles. Cuando es pre-
ciso hablar de lo pasado, lo hace con toda verdad;
cuando se ve en la necesidad de elogiar ó vituperar las
acciones de los hombres, lo hace sin extralimitarse de
lo justo. Hijo de España, tiene por ella simpatías y
respeto; americano, ama á la América con entusiasmo;
pero hombre de bien, ante todo, idolatra la verdad y la
justicia y las rinde sincero culto.
(40) Mitimaes, Dábase este nombre á las familias
y á los individuos que, por orden del Inca, se traslada-
ban de un pueblo á otro á establecerse en el. La polí-
tica de los Incas trató siempre de unificar la raza de
sus vasallos, borrando toda diferencia de lengua, reli-
gión, costumbres, leyes, etc.; y para esto se valieron
de la medida indicada y de otras, propias del absolu-
39? J. LEÓN MERA
tismOj que era el alma de su gobierno. Parece que
consiguieron su objeto, pues en tiempo de Huaina-
Cápac, e^ccepto quizás en la lengua que gonservó, al
precer, la variedad del dialecto, la unidad del imperio
fué admirable. ' .
(41) . . .4 «Llenas las copas
Bebieron del licor que causa sueño,
Y que el astuto Rumiñahui hiciera
Adrede preparar, la ley rompiendo.»
' El hecho es histórico. Los Incas, que cuidaban mu-
cho de la moralidad de las costumbres, habían prphi-
bido bajo pen^s severas la preparación y uso de bebidas
que embriagan y embrutecen.
(42) Huirochuro. La siguiente descripción de este
pájaro bellísimo, es exacta: «Es del tamaño déla mirla,
co,n la cabeza . grande y el pico grueso y negro. Todo
el es de color amarillo, con manchas negras y blancas
en las al^s. El canto natural, que es de voz alta, com-
pite con el del ruiseñor j teniendo varias diferencias
altas y bajas, bellísimas. Nunca se domestica cogido
grande, y aún criado desde tierno es indomable y fu-
rioso.» (Velasco, Hist. de Quito). Sólo en el elogio
del canto el P. Velasco no está e¿i lo justo, pues no es
tan agradable.
(43) Cojya^ reina; la primera esposa del Inca, que
era regularmente su propia hermana.
(44) LhquinOy uno de los rios auríferos de U re-
gión oriental del Ecuador.
iíOT\s 393
(45) Lü bandurria y ave que vi^e en los páramos y
junto á los nevados. Es del tamaño d^ una gallina,
cuello algo semejante al de la gafza, zancas amarillas y
pluma cenicienta. Sé hallan bandadas de seis, doce ó
más, y son compañeras fieles hasta la muerte: cuando
cae una al tiro del cazador, las demás voltean á poca
altura de ella, mostrando inquietud y gritando cual si
quisieran animarla á levantarse y volar. Esta constan-
cia imprudente por salvar á una compañera, suele cos-
tar la vida á muchas otras.
(46) Uillac-uma, gran sacerdote del sol.
(47) En la primera edición de esta Leyenda se ha-
cía desaparecer á Rumiñahui entre las qtiiebras del
monte de éste mismo nombre, que según él historia-
dor Velasco lo había recibido de aquel tirano. Como
se indica en una notia de aquélla edición, el doctor don
José Fernández Salvador tuvo conocimiento del fin de
Rumiñahui, á quien ahorcaron los españoles; pero yo
quise atenerme al relato dé Velasco. Posteriormente el
doctor don Pabló Herrera; mi amigó, imfatigáble in-
vestigador de nuestra historia antigua, ha venido á con- .
firmar el dicho del doctor Fernández Salvador, con
haber descubierto el acta del juzgamiento y muerte de
Orominaviy alteración de Rumiñahui. Esta manera de
desfigurar los nombres quichuas era común, entre los
conquistadores, y de ello nos dan muestras repetida^
los historiadores de indias de aquellos tiempos. En
cuanto ala circunstancia de haber dado Rumiñahui su
^94 J- LKÓN MERA
nombre á la niantaña, me inclino á creer que fué lo
contrario, esto es,, que el indio tornó el de ella. ¿Quién
sabe si, conforma á la creencia de esa gente, Rumiñahui
no se creía descendiente de esa eminencia volcánica de
los Andes, conocida aún cqn su nombre? ;
^ - ^"^rr^ sCiz
NOTAS ÁlAS MELODÍAS INDÍGENAS
— ís— — _
(Las notas anteriores esplican muchos nombres y
hechos de estas poesías, por lo cual no se repiten sus
aclaraciones).
(48) Nandú, Abestruz.
(49) Los Incas solían poner delante de los templos
del Sol magníficos jardines, en los cuales se admiraban
plantas, flores, frutas, aves, etc., labrados de oro y
plata. (Véase á Garcilazo Inca) A estos jardines se alu-
de en los versos del texto.
(50) Llanto ó llauta, insignia del inca reinante.
Consistía en una flocadura púrpura que le rodeaba la
cabeza. La insignia de los soberanos de Quito era una
esmeralda.
(51) Poco tiempo después de conquistado el reino
de Quito por el inca Huaina-Cápac, el régulo de Puna
le invitó á que pasase con los nobles y guerreros que
NOTAS . 3*95
le acvonipañaban, á su residencia en aquella isla, para
festejarlos como amigo; éstos se adelantaron, y- en la
travesía fueron sorprendidos y asesinados. Huaina-Cá-
bac atacó á mano armada al régulo y demás traidores,
los venció é hizo en ellos terrible escarmiento.
(^2) Punía, nombre quichua de lo que es hoy pro-
vincia del Chimborazo. En este territorio, que un tiem-
po constituía un estado indio independiente, tenian los
incas palacio suntuoso y jardines. A una jornada de
Ric-pampa (hoy Riobamba) está la llanura de TiocajaSy
en donde se dio la batalla á que alude el texto.
(53) Cuíco y capital del imperio peruano fundada
por Manco- Cápac. Huina-Cápac, conquistado el reino
de los Shiris, prefirió residir en Quito.
(54) Con la muerte del shiri Cacha en la batalla
de Hatun-taquiy quedó terminada, más no segura, la
•conquista de Huaina-Cápac. Este, hábil político como
egregio guerrero, la dio firmeza con honrar noblemen-
te la memoria de Cacha, tratar l?ien á sus soldados ven-
cidos, y casarse luego con Paccha, hija del shiri y here-
dera del trono.
(5.5) Tumípampa^ ciudad notable en las inmedia-
ciones de Cuenca, la cual fué arrasada en las guerras
civiles de los incas Huáscar y Atahualpa. Este no fué
nada feliz al principio de ellas y cayó prisionero en
Tumípampa; mas pudo fugarse de la prisión, y sus va-
saUos tuvieron este hecho como prodigio obrado por
el Sol á favor de su descendiente.
39^ J. LEÓN MERA
(56) El hecho en que se funda este poeta es his-
tórico: Cori se suicidó de dolor el dia en que trajeron
á Quito el cadáver de su esposo Atahualpa.
(57) Grande lago; (Haiun-Cocha) ó Lago madre
(Mama-Cocha) llamaban los indios al mar. Al princi-
pio de la conquista creían que los españoles habían
nacido de él.
(58) «De acicalado cobre ancha cuchilla.
Los indios no usaban el hierro en sus ^mas y he.-,
rramientas, aunque parece que no les era desconocido,
sino el cobre, la piedra, el hueso y las maderas duras,
como la chonta, ■■\-
ÍNDICE
Pág.
Prólogo. ' .' . \ . . . . ; / . . . . ' vil
La Vírgení del ; Soll^ — Príiliera p^rte. La inspira-
xióii. . - . '". ; . . . . . ■. .' . . . ^'17
I-^ i Preiitiftina'f eií* * . \ . . / . . . . 21
II Misterios nocturnos '. . . t*4'
III La Familia de Human. . 36
IV El sí de la Novia 43
V La Fiesta de Antasitua 54
VI Toa y su Padre 68
VII La Caza 76
VIII La Tempestad 87
IX Elección imprevista 9S
X La Virgen del Sol 109
XI ¡Tarde es ya! 122
XII ¡Venganza, no más amor! 131
SEGUNDA PARTE
Pág.
I El Furor de la Venganza 143
II El Pastor Fingido 158
398 ÍNDICE
Pásr.
III Llanto de la Virgen .171
IV La fuga 178
V La Cabana en el Bosque 196
VI La Delación. 215
Vil Efusión de Amor 229
VIII La Leona herida 241
IX Las Prisiones 255
X La Amante fiel '. 264
XT Últimos conflictos.. . : 276
XII Final 289
. MELODÍAS INDÍGENAS
Vá<r.
A Cori desdeñosa 303
Tus ojos 305
Las Prendas 306
La India orgullosa , . . 308
Letrilla 311
El Mitimáe 314
El Fuego nuevo 317
Al Numen de las Lluvias 319
Las dos Tórtolas J21
Los Amancayes ^25
Llanto del alma 329
Amor perdido ^31
El Ave de la Tola 334
La Tola volcada. ^^7
ÍNDICE • 399
p<tg.
Atauchi el Huérfano.' 339
La Madre y el Hijo •. 346
Canto fúnebre 350
La Fiesta de los Muertos . .353
Despedida del Guerrero 356
Huaina-Cápac 358
Himno de las Vírgenes del Sol. ...... }6'y
Muerte de Cori * 371
Notas 381
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