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Full text of "La vuelta del proscrito; recepción hecha por el pueblo de Caracas al ilustrísimo y reverendisimo señor doctor Silvestre Guevara y Lira, antiguo arzobispo de Venezuela. Día 8 de agosto de 1877"

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THE  LIBRARY  OF  THE 

UNIVERSITY  OF 

NORTH  CAROLINA 


ENDOWED  BY  THE 

DIALECTIC  AND  PHILANTHROPIC 

SOCIETIES 


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Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2012  with  funding  from 

University  of  North  Carolina  at  Chapel  Hill 


http://archive.org/details/lavueltadelproscOOcara 


JLA  VUELTA 

DEL 

PROSCRITO 


RECEPCIÓN 

9 

•  HECHA  POR  E  PUEBLO-  DE  CARACAS 

AL  ILUSTEISIMO  Y  EÍT^KENDISIMO 

SEÑOfi  DOCTOR  SILVESTRE  GUEVARA  Y  LIRA. 

ANTIGUO  ARZOBISPO  1)E  VENEZUELA. 


día  8  DE  AGOSTO  DE  1877. 


CARACAS. 

IMPRENTA  DE  "  LA  TRIBUNA  LIBERAL." 

1877.' 


rac»'^ 


•       UNIVERSITY IIBRARY. 
UNIVERSITY  OF  NORII I  CAROLINA 
ATCHAPELHILL 


Jé 


LA   VUELTA 


DEL 


PROSCKITO. 

RECEPCIÓN 
HECHA  POR  EL  PUEBLO  BE  CARACAS 

AL  ILUSTEÍSIMO  Y  REVERENDÍSIMO 
ANTIGUO  AEZOBISPO  DE  VENEZUELA. 

EL  día  8  DE  AGOSTO  DE  1877 


CARACAS. 
Imprenta  de  La  Tribuna  Liberal. 


<&         DE 


V.M.OVALLES'^^ 


.Cr73 
C  5 


,  1 


AL  LECTOR. 


Desde  que  por  disposición  del  Gobierno  na 
cional  presidido  por  el  Gran  Demócrata  General 
Francisco  Linares  Alcántara,  se  abrieron  las 
puertas  de  la  patria  para  los  venezolanos  que  en 
estranjera  tierra  permanecían  proscritos,  la  ciu- 
dad de  Caracas  pensó  en  la  manera  de  recibir 
dignamente  á  uno  de  esos  compatriotas,  al^  man- 
sísimo pastor  á  quien  habia  amado  en  la  silla 
apostólica  que  honrara  con  su  autoridad  y  sus 
virtudes,  y  por  quien  habia  derramado  lágrimas 
sin  cuento,  cuando  sobre  su  santa  frente  se  des- 
cargaron las   tempestades   de  la  desgracia   y  le 


^  4  — 
arrojaron  fuera  de  su  suelo,  fuera  del  cariño  y 
veneración  de  su  grei,  á  soportar  el  más  duro  de 
ios  martirios,  que  no  cesó  para  su  noble  corazón, 
ni  con  la  grande  y  sublime  acción  de  un  despren- 
dimiento admirable. 

Al  punto  se  organizó  una  Sociedad,  en  toda  la 
Arquidiócesis  que  rijió  el  Ilustrísimo  y  Reveren- 
<i£simo  Señor  Doctor  Silvestre  Guevara  y  Lira, 
<ion  el  objeto  de  solicitar  fondos  para  comprar  y 
ofrecer  al  Ilustre  Proscrito  un  hogar  propio  en 
esta  capital,  estableciéndose  con  tal  fin  en  ella 
una  Comisión  Directiva,  que  ha  sido  y  está  sien- 
do el  centro  de  la  gran  Sociedad. 

Próxima  después  la  venida  del  amado  Pastor, 
esta  misma  Comisión  se  constituyó  en  junta  di- 
rectiva de  los  preparativos  de  recepción,  para  la 
€ual  el  pueblo  de  Caracas  se  manifestó  lleno  de 
an  entusiasmo  incalculable,  prometiendo  de  ante- 
mano el  mas  grande  y  espléndido  acto  de  cuan- 
tos han  realizado  en  este  país  el  amor  y  la  espon- 
taneidad. 

El  primer  trabajo  de  la  Junta  fué  la  elabora- 
ción del  programa  de  esa  recepción,  que  es 
también  la  primera  pieza  de  este  opúsculo ; 
programa  en  que    nada  se  prescribió  que    no 


fuese  sencillo  é ingenuo;  desde  elinocente  color 
de  las  banderas  que  debian  adornar  la  ciudad 
entera,  hasta  la  exclusión  de  esos  recursos- 
estrepitosos  con  que  en  casos  semejantes  se  suple 
la  grandeza  de  ellos  con  el  ruido  de  los  fuegos  y 
las  armonías  de  la  música. 

Cómo  fué  cumplido  el  programa,  cómo  fueroo 
excedidas  las  esperanzas  de  la  Junta,  cómo 
correspondió  el  pueblo  de  Caracas  á  este  home- 
naje santo  de  su  amor,  de  su  íé  y  de  su  patriotis- 
mo, se  verá  en  las  pajinas  de  este  folleto,  que  con 
tal  fin  se  publica  y  se  divulga  en  toda  la  Repú- 
blica, por  disposición  de  la  misma  Junta  qoe 
presidió  los  obsequios  populares  á  su  Pastor 
eminente;  gloria  de  la  Iglesia,  y  dechado  de 
todas  las  grandes  virtudes  del  ciudadano. 

Bien  merece  que  queden  para  la  Historia, 
recojidos  y  compilados,  los  magníficos  episodios 
de  esa  ovación,  única  en  los  anales  de  Venezue- 
la, así  como  han  sido  singulares  la  virtud  y  el 
martirio  del  preclaro  Varón  á  quien  se  ha  tribn- 
tado. 

C&rácas,  Agosto  de  1877. 


PROGRAMA 

FORMULADO  POR  LA  JUNTA  DIRECTIVA 

PARA   LA   RECEPCIÓN 

DEIIIÜSTRISIMOSR.  DR,  SILVESTRE  GUEVARA  Y  IIRA, 

Dignísimo  antiguo  Arzobispo  de  Venezuela. 


Artículo  19 

Se  excita  á  todos  los  habitantes  de  la  capital 
que  tan  gratos  recuerdos  conserva  del  Digno 
Pastor,  á  que  tan  pronto  como  se  sepa  el  arribo 
del  lUmo.  señor  Gruevara,  al  puerto  de  La  Guaira 
adornen  los  frentes  de  sus  casas  con  banderas 
blancas  sobrepuestas  de  un  gallardete  con  los 
tres  colores  nacionales. 

Artículo  2? 

Se  excita  igualmente  á  la  población,  para  que 
ilumine  el  frente  de  sus  habitaciones  del  mejor 
modo  que  le  sea  posible  y  por  el  mayor  número 
de  noches  que  le  sea  dado. 


Artículos? 

Se  excita  á  los  gremios  ó  corporaciones  cien- 
tíficas, industriales,  artísticas,  políticas  y  perio- 
dísticas y  á  todas  las  demás,  á  nombrar  una 
comisión  de  cinco  de  sus  miembros,  para  que 
vayan  á  recibir  al  venerable  amigo,  en  el  dia  de 
su  regreso  á  esta  capit^. 

Artículo  4? 

Por  la  prensa  periódica  y  por  carteles,  se 
avisará  oportunamente  al  público,  así  su  arribo 
á  La  Guaira,  como  su  marcha   á  Caracas  y  la 

hora  en  que  ha  de  entrar. 

Artículo  5? 

La  Junta  Directiva  en  cuerpo,  los  represen- 
tantes de  todos  los  gremios,  el  pueblo  que  quiera 
hacerlo  y  al  cual  se  excita  en  tal  sentido,  forma- 
rán el  cortejo  que  ha  de  acompañar  al  Ilustre 
Proscrito,  hasta  la  morada  donde  haya  de  hos- 
pedarse. 

Artículo  6? 

La  Junta  Directiva  ofrecerá  un  coche  decente 
y  cómodo  al  lUmo.  señor  Guevara,  á  fin  de  que 
en  él  haga  su  entrada  á  la  capital. 

Artículo  79 

El  punto  de  reunión  de  la  comitiva  que  vaya 
á  recibir  al  señor  Doctor  Guevara,  será  en  Oa- 


—  9  — 
tía  y  en  la  casa  de  habitación  del  señor  Edu^r-- 
do  Marquiz,  que  al  efecto  la  ha  ofrecido. 

Artículo  89 

Hahrá  dos  individuos  que  en  nombre  de  la 
Arquidiócesis  de  Vene/.uela,  saluden  á  Monse- 
ñor Guevara,  uno  en  Catia,  otro  en  la  casa  don- 
de llegará.  Esos  dos  individuos  serán  los  seño- 
res general  Domingo  Santos  Ramos  y  Doctor 
Arbonio  Pérez. 

Artículo  99 

La  noche  del  arribo  del  Illmo.  Antiguo  Arzo- 
bispo de  Venezuela,  se  cantarán  en  la  morada- 
de  éste,  himnos  religiosos  por  los  profesores  y 
aficionados  que  quieran  tomar  parte  en  esta  fies- 
ta, y  cuya  dirección  está  á  cargo  del  artista  se- 
ñor José  María  Velásquez, 

Artículo  10. 

La  carrera  de  la  procesión  será  del  camino 
nuevo  á  la  Casa  Amarilla,  de  aquí  á  la  Palma  y 
de  ésta  á  San  Pablo,  casa  de  la  señora  Luisa 
Oriach,  viuda  del  Ilustre  Procer  general  José 
Tadeo  Monágas,  donde  vaá  hospedarse  el  Illmo. 
Monseñor  Guevara. 

Espera  la  "Junta  Directiva"  de  la  recepción 
de  Monseñor  Guevara,  que  todo  habrá  de  estar 
á  la  altura  del  noble  sentimiento  que  inspira 
estos  actos,   el  de  la  gratitud  hacia  aquel  que 


-^  10  — 

siempre  dio  á  la  sociedad  ejemplos  de  modera- 
ción, de  cordura,  de  templazay  de  unción  evan- 
gélica. 

Caracas  debe  vestir  sus  más  preciosas  galas  y 
<lar  espansion  á  sus  más  elevados  sentimientos 
el  dia  en  que  se  cumpla  la  justicia  nacional,  jus- 
ticia que  ha  devuelto  á  la  Patria  los  hijos  que 
en  orfandad  inmerecida,  apuraban  el  acíbar  del 
destierro,  y  cumian  pan  amasado  con  lágrimas  ; 
justicia  que  con  su  mano  severa  ha  traído  á  sus 
lares  al  peregrino  de  la  caridad  y  del  amor  cris- 
tiano, apoyado  siempre  en  el  báculo  de  sus  ex- 
celsas virtudes. 

Caracas,  Julio  30  de  1877. 

El  Presidente,  Barrtolomé  hiendo. 

El  Vicepresidente,  3uan  de  D.  Méndez. 
El  segnndo  Vicepresidente,  Jesús  María    Goya. 
El  Tesorero,  José  Talavera. 
El  primer  Secretario,  H.  Fanger  hijo. 

El  segundo  Secretario,  Víctor  Antonio  Zerpa. 


__  11  _ 


liA  VUELTA  DEL  PROSCRITO. 

*  (Editorial  de  La  Tribuxa  Liberal) 

Esta  mañana  llegó  á  La  Guaira  el  Ilustrísimo 
señor  Dr.  Silvestre  Guevara,  nuestro  antiguo 
Ar'/obispo. 

Desde  que  en  Caracas  se  recibió  tan  grata 
noticia,  la  ciudad  entera  se  mostró  poseída  de 
«n  grande  júbilo  ;  todas  las  habitaciones  tueron 
decoradas  con  h  bandera  blanca,  emblema  de  la 
paz  y  al  propio  tiempo  de  la  candorosa  alma 
<lel  Pastor  mártir.  Fuegos  artificiales  y  otras 
demostraciones  de  contento  y  entusiasmo  pro- 
pagaron en  el  acto  como  con  chispa  eléctrica,  la 
fausta  nueva  de  un  extremo  á  otro  de  la  pobla- 
ción ;  y  al  punto  dieron  á  agitarse  las  comisio- 
nes preparatorias  para  la  solemne  recepción  que 
Oaráeas  ha  de  ofrecer  á  su  venerable  amigo  y 
Padre. 

La  Guaira  ha  correspondido  á  lo  que  de  ella 
se  aguardaba.  Allí  han  tenidp  la  dicha  sus  mo- 
radores de  ser  los  primeros  que  recibieron  en 
los  brazos  al  Ilustre  Proscrito  y  los  primeros  en 
ser  bendecidos  por  su  mano  evangélica. 


—  12  — 

Los  telegramas  que  en  seguida  publicamos 
darán  una  idea  de  la  recepción  que  ha  tenido  en 
La  Gruaira;  habiendo  sido  una  de  las  palabras 
que  primeramente  arrullaran  su  oido  con  los 
acentos  del  amor  venezolano,  la  de  nuestro 
agente  en  aquel  puerto,  señor  Francisco  Grarcía, 
de  lo  cual  se  da   los   parabienes   La  Tribuna 

LlBEEAL. 

Caracas  aguarda,  prendida  ya  de  sus  inocen- 
tes galas  ;  aguarda  impaciente  la  llegada  de  ese 
ansiado  amigo,  de  ese  santo  varón  que  hallará 
en  nuestro  suelo  alfombra  de  flores  regadas  por 
castas  manos,  para  curar  las  heridas  que  el  abro- 
jo del  martirio  le  causara  en  la  peregrinación 
del  ostracismo. 

Mañana  en  la  tarde  hará  Monseñor  Guevara 
su  entrada  en  la  capital. 


Caracas,  7  de  Agosto  de  1877. 
á  las  10  y  35  a.  m. 
Ihisírísimo  señor  Docto?'  Silvestre  Guevara   y  Lira,  An- 
tiguó Arzobispo  de  Caracas  y  Venezuela. 
La  Tribuna  Libéralos   envia  su  cordial  saludo 
en  el  momento  en  que  pisáis  las  playas  de  la  Patria 
tras  largo  pero  sublime  martirio,  en  el  cual   ha  ate- 
sorado vuestra  alma  más  grandes   y  más  nobles  mé- 
ritos, que  realzan  la  santidad  de  vuestra  conducta  de 
Pastor,  y  la  grandeza  de  vuestro  amor  de  patriota. 


—  13  — 

Sed  bien  venido,  Patriarca  Venerable,  sacudid  para 
siempre  vuestras  sandalias  de  peregrino,  y  poned  ya 
firme  vuestro  pié  en  la  tierra  que  os  aguarda  como 
una  devolución  que  le  debia  la  Providencia,  después 
de  la  devolución  de  sus  libertades. 

Nicanor  Bolet  Peraza. 

Telégrafo  eléctrico  de  Venezuela. — De  La  Gruaira  á 
Caracas,  el  7  de  agosto  de  1877,  á  las  7  hs.  30' 
a.  m. 

Señor  general  Bolet  Peraza. 

Llegó  el  vapor  ingles   de  Trinidad.     Monseñor  está 

á  bordo  todavía.     La  comisión  se  prepara  para  traerlo 

á  tierra. 

El  corresponsal,  F.  García. 


Telégrafo  eléctrico  de  Venezuela. — De  La  Guaira  á 
Caracas,  el  7  ie  agosto  de  1877,  á  las  7  hs.  25' 
a.  m. 

Señor  general  iSicanor  Bolet  Peraza. 

Llegó  Monseñor  Gruevara  y  treinta  pasajeros  más. 

J.  Iradi  Rívas. 

Telégrafo  eléctrico  de  Venezuela. — De  La  Gruaira  á 
Caracas,  el  7  de  agosto  de  1877,  á  las  7  hs.  30'  a.  m. 

Señor  general  Bolet  Peraza. 

Monseñor  Guevara  á  bordo.     Mucha  gente  en  el 

muelle  y  gran  entusiasmo.     Felicitaciones  mil. 

H.  Fanger,  hijo. 


-—  14  — 

Telégrafo  eléctrico  de  Venezuela. — Agosto  7  de  1S77, 

á  las  7  hs,  50'  a.  ni. 
Señor  general  N.  Bolet  Feraza. 

Monseñor  Guevara  á  bordo  del  vapor.     Grran  gen- 
tío en  el  muelle. 

Su  amigo,  J.  B.\Aharez^ 


Telégrafo  eléctrico   de   Venezuela. — De  La  Guaira  á 

Caracas,  el   7  de  agosto  de  1877,  á  las  8  hs.  a.  m. 
Señor  general  N.  Bolet  Peraza. 

Los  pasajeros  del  vapor  Dee  son  :  Monseñor  Gue- 
vara, general  W.  Navarro,  Pablo  Giusseppi,  Dr.  Ami- 
tesarove,  J.  M.  Perdomo,  N.  Machado,  Pérez,  señori- 
tas Amitesarove,  señoritas  Ustáriz,  señorita  Padrón^ 
M.  Aristeiguieta,  E.  F,  Marcano,  señorita  Martínez  y 
otros.  El  vapor  francés  no  ha  llegado.  El  muelle 
cargado  de  familias  y  de  numerosa  concurrencia. 
El  corresponsal,  Francisco  García. 


Telégrafo  eléctrico  de  Venezuela, — De   La  Guaira  á 
Caracas,  el  7   de  agosto  de  1877,  á  las  9  hs.  a.  m^ 
Señor  Dr  Bartolomé  Liendo,  Fresidente  de  la  Junta 
Directiva. 
Llegó  el  Illmo.  señor  Guevara  !    Aún  está  á  bordo. 
Mucha  gente  en  el  muelle  y  en  las  calles.     Gran  en- 
tusiasmo en  la  población. 

El  secretario,  H.  Fanger,  hijo. 

'     Agosto  7,  á  las  10  y  30'  a.  m. 
Señor  general  Bolet  Feraza. 

Le  trasmito  los  telegramas  que  ha  dirigido  el  señor 
Arzobispo.     "El  antiguo  Arzobispo  de  Caracas  pre- 


—  15  — 

senta  sus  respetos  y  saluda  al  Gean  Demócrata  Pre- 
sidente de  Venezuela." 

"El  antiguo  Arzobispo  de  Caracas  tiene  el  honor 
de  saludar  al  señor  Doctor  Laureano  Villanueva  y 
colegas." 

El  agente  corresponsal, 

F.  García. 

A  las  10  a.  m. 
Señor  general  Nieanor  Bolet  Peraza. 

Monseñor  fué  conducido  en  procesión  hasta  la  Igle- 
sia  parroquial  por  una  concurrencia  numerosísima^ 
donde  estuvo  algún  tiempo  elevando  sus  preces  al 
Cielo.  Al  salir  de  allí,  el  pueblo  de  La  Gruaira  exi- 
gió al  Doctor  Samper  tomase  la  palabra,  para  lo  cual 
lo  subieron  al  atrio  de  la  Iglesia.  El  orador  estuvo 
feliz  como  siempre,  más  luego  diré  el  dia  y  hora  en 
que  parte  para  esa.  Es  indescriptible  el  gran  en- 
tusiasmo. 

Iradi  Rívas, 


A  las  7  hs.  11  ra. 
Señor  general  Bolet  Peraza. 

Recibí  su  telegrama.  En  cuenta.  Es  necesario 
que  U.  haga  constar  en  su  popular  diario  que  el  señor 
Chataing  se  ha  mostrado  digno  del  huésped  que  hoi 
abrazamos.  Monseñor  ha  llegado  y  reposa  en  la  casa 
de  aquel  ciudadano  donde  ha  sido  objeto  de  las  más 
finas  felicitaciones.  Se  prepara  una  ovación  para  esta 
noche  con  música  y  con  la  natural  alegría  que  reina- 
en  todo  el  pueblo  guaireño. 


—  16  — 
El  Doctor  Samper  pronunció  un  famoso  discurso 
•eo  el  atrio  de  la  Iglesia  ante  Monseñor.     El  pueblo 
vio  aplaudió  frenéticamente. 

Fué  una  procesión  entusiasta  y  arrebatadora  la  que 
oíKS<3«jo  á  Monseñor  del  muelle  al  templo.  Una  mu- 
.diedtimbre  contenta  iba  dándole  Víctores  como  tam- 
hí&n  al  Gkan  Demócrata, 

El  agente  corresponsal, 

F.  García, 

A  las  11  hs.  40  minutos. 
Eeñor  general  N.   Bolet  Peraza, 

El  Illmo.  Monseñor  Guevara  ha  invitado  á  comer 
.^ta  tarde  al  eminente  orador  señor  Doctor  Samper. 

H.  Funger,  hijo. 

A  la  1. 
:Señor  general  Nicanor  Bolet  Perazn. 

Después  de  haberse  oido  al  Dr.  Samper  que  se 
í&allaba  de  pié  sobre  el  atrio  de  la  iglesia,  electrizando 
ks  corazones  con  la  magia  de  su  palabra,  se  dirijió 
Jíotaseñor  á  la  casa  que  le  ofreciera  el  señor  Chataiiig, 
;8egMido  del  innumerable  concurso  que  le  acompañaba 
•desde  el  muelle.  La  mansión  del  Ilustre  Proscrito 
.^8  invadida  de  continuo  por  la  multitud.  Los  discur- 
sos se  suceden  los  unos  á  los  otros.  Para  esta  tarde 
411®  -ofreció  decirme  la  hora  de  su  partida  pues  se 
iiace  dudosa  porque  quieren  dejaile  dos  .ims  más. 

J.  Iradi  Rivas. 


~  17  — 

A  la  i  y  20  p.  m. 
Señor  general  Nicanor  Bolet  Peraza. 

Después  de  haber  pronunciado  un  breve  pero  elo- 
cuente discurso  el  señor  Jerman  Riechekoff  en  el  mue- 
lle, habló  el  doctor  Samper  en  la  plazoleta  de  la 
iglesia.  Bello  estuvo  el  discurso.  Monseñor  Guevara 
se  halla  en  la  casa  del  señor  Teodoro  Chataing. 
Mucha  animación  en  toda  la  Guaira. 
Su  amigo, 

.].  B.  Atvarez. 


A  las  12  y  2-5  p.  m. 
Señor  general  Bolet  Peraza. 

Monseñor  saldrá  por  la  mañana,  almorzará  en  el 
camino  ;  de  modo  que  estará  mañana  en  esa. 

García. 

A  las  12  y  25  p.  m. 
Señor  general  Nicanor  Bolet  Peraza. 

Definitivamente  partirá  Monseñor  Guevara  mañana 
á  las  6  a.  m.  y  almorzará  en  Guaracarumbo. 

Esta  noche  á  las  7  pondrá  la  Junta  én  manos  de  Su 
Señoría  el  Álbum  precioso  con  que  la  diócesis  de 
Caracas  significa  su  amor  y  respeto  por  las  excelsas 
virtudes  del  Santo  Pastor. 

Iradi  Rívas. 

A  las  2  p.  m. 
Señor  general  Nicanor  Bolet  Peraza.  *. 

Le  trasmito  estos  telegramas  para  su  conoci- 
miento. 

2 


—  18  — 

"  Señor  Proviso?',  Vieario  general  y  Gobernador  dd 
Arzóbis]pad9. 

''Hemos  cumplido  vuestra  eomision.  Monseñor 
Guevara  ha  llegado  sin  novedad  y  me  encarga  decir  á 
US.  que  agradece  y  corresponde  las  finas  atenciones 
del  Ilustrísimo  señor  Arzobispo,  y  saluda  afectuosa- 
mente á  US.  ofreciéndose  á  su  disposición. — Román 
Lovera. — Arcediano." 

F.  García. 

*'  De  Caracas  á  La  Guaira  el  7  de  agosto  de  1877. — A 

las  10  hs.  50  ms.  a.  m. 
Al  Antiguo  Arzobispo  de  Caracas. 

El  Presidente  de  la  República  estima  el  saludo  que 
se  ha  servido  dirijirle  el  Antiguo  Arzobispo  de  Caracas, 
y  tiene  el  honor  de  retornárselo  considerando  á  tan 
importante  compatriota  como  un  obrero  esforzado  de 
la  paz  nacional,  que  es  !a  suprema  aspiración  del 
pais." 

"  De  Caracas  á  La  Guaira  el  7  de  agosto  de  1877. — A 

las  10  hs.  50  ms.  a.  m. 
Al  Antiguo  Arzobispo  de  Caracas. 

El  infraescrito  en  su  nombre  y  en  el  de  sus  colegas, 
estima  cordial  mente  el  saludo  que  les  dirijo  el  Antiguo 
Arzobispo  de  Caracas,  cuyo  regreso  al  seno  de  la 
Patria  será  sin  duda  un  elemento  poderoso  para  la 
paz  pública."'     - 

L.  Villanueva. 


—  19  — 

...       .   ,-4^,,;w> 
"  De  Caracas  1  La  Guaira  el  7  de  agosto  de  1877. — A' 

las  10  hs.  40  ms.  a.  m. 
llustrísimo  Señor  Arzobispo. 

Saludo  y  abrazo  al  amigo  y  compadre  cuyo  regreso 
á  la  patria  celebro  con  toda  satisfacción." 

T.  Célis  Avila. 

"  De  Caracas  á  La  Guaira  el  7  de  agosto  de  1877.— A 
las  3  bs.  p.  m. 

Los  infraescritos  saludan   respetuosamente  al  llus- 
trísimo y  Rererendísimo  señor  Doctor  Silvestre   Gue- 
vara y  Lira,  y  le  suplican   se  digne  participarles  hoi 
cuando  sale  para  esta." 
B.  S.  M. 

Bartolomé   Liendo.-^Jiia?i   de    D.    Méndez. — J.   M. 
Goya. —  Víctor  A.  Zerpa. 

De  Caracas  á  La  Guaira  el  7  de  agosto  de  1877. — A 

las  10  hs.  40  ms.  a,  m. 
limo.  Señor  Arzobispo, 

Salud  y  bienvenida  para  el   Ilustre  Proscrito  que 
pisa  hoi  la  patria  libre,  tras  largos  años  de  ostracismo 
que  no   han  podido   nada  sobre  su  carácter  manso  de 
Pastor  ni  sobre  su  corazón  ardiente  de  patriota. 
Pablo  Giuseppi  Monagas. 

Telégrafo  eléctrico  nacional. — De  La  Guaira  á  Cara- 
cas el  7  de  agosto  de  1877. 
El  Antiguo  Arzobispo  de  Caracas  saluda  á  su  primo 
y  amigo   el  señor   general   Nicanor  Bolet   Peraza,  y 
pide  al  cielo  bendiciones  para  él,  ahijada  y  familia. 


—  20  -— 

Telégrafo  eléctrico  nacional. — De  Caracas  á  La  Guai- 
ra el  7  de  agosto  de  1877. — A  las  2  hs.  25  ms.  p-  m- 

Monseñor  Silvestre  Guevara  y  Lira. 

Saludo  á  U.  filial  y  respetuosamente.     ¿  Cuándo  es 

su  venida  ? 

JE.  Scanlan. 

De  Caracas  á  La  Guaira  el  7  de  agosto  de  1877. — A 

las  5  hs.  25  ms.  p.  m. 
Monseñor  Guevara. 

Respetado  Ilustrísimo.  Felicito  á  U.  de  corazón. 
Caracas  todo  sabrá  corresponder  á  las  grandes  virtudes 
de  Monseñor. 

Su  afectísimo  amigo, 

Celso  M.  Guevara. 

De  Petare  á  La  Guaira  el  7  de  agosto  de  1877. — A 

las  5  hs.  15  ms.  p.  m. 
Monseñor  Guevara. 

Tiene  el  gusto  de  saludar   al  antiguo  y  querido- 
prelado. 

Su  antiguo  y  agradecido  subdito. 

Rosendo  Orta. 


De  Caracas  á  La  Guaira  el  7  de  agosto  de  3  877. — A 

las  7  hs.  50  ms.  p.  m. 
Ilustrísimo  señor  Silvestre  Guevara  y  Lira, 

Le  saludamos  respetuosamente  á  Su  Señoría  Ilus- 
trísima. 

Sus  amigos  afectísimos, 

D.  G.  Guanches  y  señora.^ 


—  21  — 

De  Puerto  Cabello  á  Caracas  el  8  de  agosto  de  1877. 

A  las  2  lis.  10  ins.  p.  m. 
Al  llustrísimo  Monseñor  Silvestre  Guevara  y  Lira, 

Le  felicito  por  su  arribo  y  envío  un  estrecho  abrazo. 

J.  M.  Pirela  Sutil. 

De  Valencia  á  Caracas  el  9  de  agosto  de  1877.^ — A 

las  4  p.  m. 
llustrísimo  Señor   Doctor  Silvestre    Guevara  y    Liraj 
Antiguo  Arzobispo  de  Caráeas  y  Venezuela  asistente 
al  sacro  solio  Pontificio. 

Vuestro  regreso  al  país  es  motivo  de  júbilo  para 
vuestros  hijos,  que  os  veneran.  Os  felicitarnos  con  la 
-efusión  de  nuestro  filial  afecto. 

Pro.  Sanña^o  Delgado. — Pro.  Francisco  Pérez, — 
Pro.  Manuel  A.  Michelena. — Pro.  Tomas  Lorenzo, — 
Pro.  H.  Alexandre. — Pro.  José  G.  F.  Cordero. — Pro, 
Braulio  Fontaines. — Pro.  M.  Pinero  Olivero. 

De  Valencia  á  Caracas  el  9  de  agosto  de  1877. — ^A 

las  4  hs.  p.  m. 
llviStrisimo  señor  Doctor  Silvestre  Guevara  y  Lira. 
**    Mis  felicitaciones  por   su  regreso   al  seno   de  la 
Patria. 

J.  M.  Maduro. 


2g 


LA  TUEILTA  ®EIi  FI£®¡§CRIT€Í. 


(Editorial  de  La  Tribuna  Liberal) 

Ayer  á  las  cinco  de  la  tarde  hizo  su  entrada  á 
esta  capital  el  Illmo,  señor  Dr.  Silvestre  Guevara 
y  Lira,  Antiguo  Arzobispo  de  Caracas  y  Vene- 
zuela, á  quien  el  Presidente  de  la  Re^úblicíi, 
General  Alcántara,  abrió  las  puertas  de  la  affia- 
da  Patria,  en  el  momento  en  que  ésta  ábfia 
también  su  seno  á  la  libertad. 

Intentar  una  descripción  de  ese  acto  que  ayer 
ha  presenciado  un  pueblo  entero,  y  en  que  ha 
sido  actor  cuanto  encierra  de  noble  y  virtuoso 
esta  ciudad  histórica,  seria  vana  empresa  de 
nuestra  parte,  que  no  conocemos  el  secreto  de 
traducir  en  frases  escritas  las  grandes  cosas 
que  sabe  hacer  el  amqr  de  los  pueblos,  en  honor 
de  aquellos  que  son  objeto  de  su  verdadero  cari- 
ño y  gratitud ;  ni  sabemos  que  haya  lenguaje 
bastante  elocuente  para  comprender  las  variadas 
emociones  que  hinchen  el  pecho  de  las  multitu- 


—  23  — 
des  cuando  las  posee  ese  entusiasmo  nobilísimo', 
incontenible,  exaltación  sujyreina  del  alma,  mez- 
'cla  de  aíiior  y  culto,  especie  de  oración  pronun- 
ciada en  alto  en  honor  ai  Dios  de  las  justician 
inmortales,  con  que  saludan  y  reciben  á  los  hé- 
roes de  la  humildad,  á  ios  mártires  de  la  forta- 
leza; así  cuando  la  visible  mano  del  Señor  los 
levantaba  ilesos  de  los  circos  sangrientos,  como 
cuando  ahora  los  devuelve  á  la  Patria  la  mano 
de  los  hombres,  movida  por  el  soplo  providente 
de  los  cielos. 

Nuestros  ojos,  acostumbrados  ya,  en  la  larga 
jornada  que  hemos  hecho  por  entre  las  miserias 
de  la  vanidad,  por  entre  las  ostentaciones  de  los 
que  se  hacen  grandes  á  íuer/a  de  pequeneces, 
y  atan  á  los  pueblos  al  carro  de  sus  triunfos  y 
al  séquito  de  sus  fugaces  inmortalidades,  no  ha- 
bían visto  jamas  tan  solemne  (iemostracion  de  la 
espontaneidad,  tan  ínagnífií-o  tributo  de  los  co- 
razones. 

¿Quién  era,  eu  efecto,  e!  que  provocaba  seme- 
jante ovación  á  que  concurria  todo  el  hogar,  con 
sus  ancianos  venerables,  con  sus  castas  mujeres, 
con  sus  mancebos  altivos,  con  sus  niños  inocepi- 
tes,  los  ángeles  de  la  alegría  y  el  candor! 

I  Es  acaso  el  guerrero  vencedor  de  legiones 
que  trae  á  su  patria  en  una  mano  los  trofeos  de 
la  victoria,  y  en  la  otra  la  espada  convertida  en 
cetro  1     ¡  Hace  tanto  tiempo  que  la  humanidad 


—  24  ■— 
•no  tiene    palmas  ni  flores,   víctores  y  clamor  de 
júbilo  sino  para  los  héroes  del  éxito! 

I  Cómo  es  que  ahora  todo  el  mundo  corre  á 
encontrar  al  hijo  humilde  de  nuestros  altares,  al 
manso,  antiguo  pastor  de  este  rebaño  cristiano, 
al  que  ha  padecido,  al  que  ha  suírido,  al  que  ha 
luchado  y  ha  vencido  por  la  mansedumbre  del 
carácter  y  por  la  firmeza  del  espíritu  ;  al  que 
trae  los  pies  lacerados  de  caminar  por  playas 
que  no  le  vieron  nacer,  el  pecho  convertido  en 
campó  de  batalla  en  donde  se  libró  y  se  ganó  por 
su  abnegación  la  grande  y  sublime  de  la  unidad 
de  su  iglesia;  pobre  soldado  de  Cristo  que  ya 
pedia  á  la  tierra  extraña  la  limosna  de  un  hueco 
para  su  cuerpo,  próximo  á  abandonarlo  el  alma 
sin  esperanza? 

Es  que  .no  son  héroes  solamente  los  que  ven- 
cen formidables  ejércitos  y  debelan  extraordina- 
rios peligros  para  la  patria ;  hai  también  héroes 
de  sí  mismos,  vencedores  por  la  abnegación,  que 
salvan  las  grandes  causas  con  nobles  arranques 
del  alma,  y  que  con  la  fé  y  la  humildad  de  Isaac, 
saben  que  les  aguarda  el  sacrificio,  y  llevan  so- 
bre sus  espaldas  el  haz  de  leña  para  consumar 
aquel  en  el  ara  del  Señor. 

Y  cuando  los  hombres  han  salido  de  la  escla- 
vitud; cuando  han  puesto  entre  la  libertad  y  sus 
tiranos  las  aguas  del  Mar  Rojo  y  han  visto  pere- 
cer en  ella  la  iniquidad  de    Faraón,  su   primer 


—  25  — 
movimiento  es  el  cántico  de  gratitud,  su  primer 
acento  es  puro,  su  primer  entusiasmo  el  de  la 
rehabilitación. 

He  ahí,  pues,  á  ese  pueblo  libre,  dando  espan- 
sion  al  alma,  rindiendo  culto  á  la  virtud,  regando 
flores  al  martirio,  f  exaltando  hasta  la  apoteosis 
la  santidad  del  proceder.  Grlorioso  homenaje, 
envidiables  merecimientos  ! 

Al  hacer  el  relato  de  esta  entrada  triunfal  del 
amado  Pastor  á  la  que  fué  su  grei  adorada,  debe- 
mos comenzarlo  desde  la  llegada  á  la  G-uaira,  cu- 
yos habitantes  tuviéronla  dicha  de  ser  los  prime- 
ros en  abrir  las  ovaciones  y  en  ofrendar  al  Proscri- 
to las  primeras  palabras  de  amor  filial,  que  después 
harecojido  como  lluvia  prodigiosa,  de  los  labios 
de  todos  sus  antiguos  hijos  ;  himno  sublime  de 
alabanzas  en  que  para  que  sea  más  digno  y  más 
grato,  solo  interrumpe  uno  que  otro  rugido  de 
la  maldad  vencida,  atada  al  poste  de  la  impeni- 
tencia. 

Al  desembarcar  Monseñor  á  la  Guaira,  no 
tocó  el  suelo  patrio  con  sus  pies ;  sino  que  cayó 
en  los  brazos  de  una  multitud  que  se  disputaba 
el  calor  de  aquel  pecho  generoso,  y  la  primera 
lágrima  de  sus  ojos ;  cansados  de  buscar  por 
tantos  años  los  horizontes  de  la  nativa  tierra. 
Del  muelle  á  la  iglesia  y  de  la  iglesia  al  aloja- 
miento que  se  le  tenia  preparado  fué  una  proce- 
sión, en  que  aquel  pueblo  cristiano  se  enloquecía 


—  ^6  — 
de  eniusiasmo.  En  el  atrio  del  templo  se  dejé 
oír  la  voz  del  elocuentísimo  Doctor  Samper, 
aquella  vo'/.  que  suena  bronca  y  ruda  en  los  oí- 
dos rebeldes  á  la  palabra  de  libertad,  á  los  qoe 
no  gustan  sino  de  lo  melifluo  de  la  cortesana 
adulación  ;  pero  siempre  varoeil,  siempre  grata 
para  los  que  tienen  un  eco  simpático  para  ei 
acento  de  la  independencia,  cuando  á  más  de  s« 
prestigio  natural,  habla  con  el  de  la  elocuencia 
sublime,  como  es  la  que  brota  de  los  labios  pn- 
vilegiados  del  orador  colombiano. 

Monsefior  se  conmovió  visiblemente  ante 
aquel  tributo  de  un  hijo  de  América,  de  un  her- 
mano nuestro,  que  lleva  en  la  frente,  húmeda 
aún,  el  ósculo  cariñoso  de  esta  sociedad  q,ue  le 
tuvo  orgullosa  en  su  regazo.  Luego  que  el  Ilus- 
tre Proscrito  dio  gracias  al  Todopoderosa  en  eli 
primer  altar  venezolano,  se  dirigió  á  la  mansií>ií 
preparada  al  efecto,  y  allí  le  siguió  el  pueblo  cd- 
tusiasta,  victoreándole  y  aclamando  sus  virtudes. 
Recibió  en  seguida  las  respetables  visitas  de 
cuanto  tiene  de  valioso  é  importante  aquel  puer- 
to, y  fuéronle  llegando  por  el  hilo  telegráfico 
multitud  de  felicitaciones  de  las  cuales  publica- 
mos hoi  algunas,  comenzando  por  la  del  Presi- 
dente de  la  República. 

Wna  comisión  del  señor  Provisor  compuesta 
del  señor  Arcediano,  el  Pro.  M.  Gámey,  cura  áe 
la  Guaira  y  el  Pro,  Dr.  Castro,  cura  de  Maiqae- 


—  27  — 
tía,  presentó  las  congratulaciones  de  la  autoridad  ' 
eclesiástica;  otra  comisión  de  la  Junta  Directiva 
de  su  recepción  le  ofreció  las  del  pueblo  de  Ca- 
racas, su  antigua  grey.  Gomponian  esta  comi- 
sión los  señores  Ledo.  Lorenzo  Taraayo,  Juan 
Bautista  Alvarez,  Francisco  Alcalá,  M.  A.  Ta- 
basca  y  Eloi  Sosa. 

Una  comisión  especial  puso  en  manos  de  Mon- 
señor el  Álbum  de  gratitud  que  ha  formado  la 
ciudad  de  Caracas  con  25  mil  firmas.  El  señor 
general  Amando  Barazarte,  de  paso  en  aquel 
puerto,  le  dirigió  un  discurso  elocuente,  apasio- 
nado, lleno  de  amor  ingenuo,  el  cual  publicamos 
en  seguida  de  esta  crónica,  con  las  demás  piezas 
oratorias  de  esta  espléndida  recepción. 

A  las  seis  de  la  mañana  partió  Monseñor  con 
dirección  á  esta  capital,  seguido  de  nunaerosa 
comitiva.  Por  todo  el  camino  salian  á  encon- 
trarle los  inocentes  haBitadores  de  aquellos  cam- 
pos, regando  con  flores  la  via,  disparando  cohetes 
y  haciendo  retumbar  en  el  eco  de  las  montañas 
vecinas,  las  descargas  de  sus  armas  cazadoras, 
como  en  los  dias  de  la  aleluya  en  aquellas  mis- 
mas comarcas.  Los  honrados  conductores  de 
carros  se  ponian  de  hinojos  al  pasar  su  antiguo 
Pastor,  y  se  descubrían  en  señal  de  reverencia  á 
su  Tenerable  virtud, 

En  Gruaracarumbo  se  le  sirvió  un  espléndida 
aílmuerzo.     Allí  hablaroa  el  Dr.  A.  Ponce,  y  los 


—  28  — 
seSores  Eloi  Sosa,  Francisco  Alcalá  y  Juan  Bau- 
tista Alvarez,  todos  con  esa  elocuencia  que  mana 
del  corazón  y  que  será  siempre  el  tormento  del 
arte,  que  no  puede  suplirla  con  ningún  recurso 
de  la  dicción  ni  del  talento.  En  las  Trincheras 
fué  obsequiado  por  el  señor  J.  Serrana,  con  un 
esquisito  lunch ;  después  del  cual  volvió  á  em- 
prender camino  para  no  detenerse  sino  en  Cátia, 
en  donde  le  aguardaba  inmenso  gentío,  la  Junta 
Directiva  que  en  cuerpo  había  salido  á  recibirle 
y  las  comisiones  diputadas  por  los  diversos  gre- 
mios, habiendo  sido  el  primero  en  felicitarle  á 
nombre  del  Presidente  de  la  República,  el  señor 
Pro.  Dr.  M.  F.  Estéves,  cura  de  la  iglesia  Ca- 
tedral. 

En  Cátia  se  desmontó  Monseñor  y  reposó  por 
algunos  instantes  en  la  casa  del  señor  Marquis, 
preparada  debidamente  para  tan  honroso  hués- 
ped- La  ciudad  se  desgafaba  ya  hacia  ese  sitio  ; 
á  los  pocos  momentos  el  gentío  era  compacto, 
los  coches  y  calesas  ocupados  por  familias  se 
sucedían  en  interminable  afán.  La  señal  de  par- 
tida fué  dada,  y  difícil  fué  arrancar  á  Monseñor 
de  entre  los  brazos  de  un  pueblo  amado,  de  en- 
tre el  delirante  alborozo  de  las  respetables  ma- 
tronas que  hasta  allí  fueron  á  encontrar  al  Bien- 
hechor proscrito,  de  entre  la  sencilla  admiración 
de  los  niños,  ansiosos  de  conocer  aquel  varón 
ilustre  cuyas  virtudes  y  beneficios,   cuya  santi- 


™  29  -- 
dad  y  martirio  oían   dia  y  noche  mezclar  como 
grato  recuerda   en   sus  oraciones  á  las  madres 
amorosas.  , 

L  El  pueblo,  poseído  de  una  exaltación  indefi- 
nible no  consintió  que  sn  antiguo  Pastor  fuese 
llevado  por  la  pareja  de  hermosos  caballos  que 
con  espléndida  carretela  le  habia  destinado  la 
Junta  Directiva ;  y  desunciendo  los  nobles  bru- 
tos, arrastró  el  carruaje  con  sus  propias  manos, 
en  medio  del  más  formidable  hurra  de  entusias- 
mo provocado  por  aquella  resolución,  digna  de 
este  gran  pueblo  que  reservaba  á  la  virtud  tan 
singular  tributo. 

Junto  con  Monseñor  iba  en  la  carretela  el  se- 
ñor Pablo  Griuseppi,  respetable  propietario  de 
la  Isla  de  Trinidad,  su  protector  asiduo,  su  ami- 
go afectísimo  y  abnegado,  que  más  de  una  vez 
enjugó  las  lágrimas  del  Proscrito  y  serenó  su 
espíritu  con  el  sublime  calmante  de  la  amistad. 
Aquel  respetable  caballero  no  representaba  á  su 
lado  tan  solo  al  amigo,  sino  que  también  repre- 
sentaba á  la  generosa  Antilla,  que  supo  agasajar 
como  gloria  suya,  aquella  gloria  nuestra  sin 
patria  y  sin  hogar,  y  que  cuidó  los  preciosos 
dias  del  Pastor  venezolano,  con  la  bondad  de  su 
clima,  con  la  generosidad  de  su  índole,  con  el 
amor  de  sus  hijos,  con  el  calor  de  su  Iglesia, 
para  devolvérnoslo  en  el  momento  en  que  tuvié- 
semos  una  Patria  libre  y   digna  donde  recibirlo. 


—  so  — 

Delante  de  la  carretela  iba  el  pueblo  llevando 
palmas  y  regando  flores ;  una  comitiva  de  á 
caballo  y  otra  de  carruajes  que  llenaban  todo  el 
camino,  formaban  con  el  gentío  de  á  pié,  como 
nu  inmenso  mar  de  olas  humanas.  Magnífico 
espectáculo  que  doraba  con  sus  rayos  un  sol 
radiante  como  la  faz  de  todo  aquel  concurso. 

AV  llegar  á  la  entrada  déla  ciudad  se  hizo  im- 
posible la  locomoción.  La  multitud  era  inmensa. 
Gon  ella  se  hablan  incorporado  millares  de  per- 
sonas que  coronaban  las  colinas  inmediatas,  y 
todos  cuantos  de  la  ciudad  salían  á  encontrar  al 
Ilustre  proscrito.  Eran  dos  masas  humanas; 
una  que  le  llevaba  en  triunfo  y  otra  que  le  iba 
á  recibir.  Estas  atenciones  inevitables  eran 
aprovechadas  por  las  angelicales  hijas  de  Cara- 
cas para  derramar  profusas  flores,  coronas  y 
emblemas  sobre  el  augusto  Pastor,  y  para  sacar 
á  los  balcones  y  ventanas,  decorados  con  banderas 
y  palmas,  braseros  en  que  humeaban  olorosas 
resinas  que  perfumaban  con  sus  espirales  aquella 
escena  grandiosa. 

Monseñor  saludaba  al  paso  á  todas  aquellas 
familias  avaras  de  una  demostración  de  su  cari- 
ñoso recuerdo,  y  bendecía  á  los  que  de  hinojos 
le  pedían  de  lejos  la  gracia  de  su  mano  evan- 
jélica. 

jksí  llegó  aquel  concurso  jamás  visto,  trente  á 
k  Casa  Amarilla,  en  donde  Monseñor  penetró  á 


—  31  — 
saludar  á  la  digna  esposa  del  Grenerai  Alcántara, 
j  á  confiar  á  tan  noble  conducto  las  congratula- 
<ííones  que  su  corazón  agradecido  debia  á  aquel 
Majistrado  generoso,  que  le  habia  devuelto  su 
afnada  patria  después  de  ilustrarla  por  su  virtud 
republicana.  Ausente  en  ese  instante  el  Gene- 
ral Alcántara,  Monseñor  Gruevara  cumplió  de 
aquella  manera  el  primer  deber  de  su  corazón. 
En  seguida  se  mostró  al  balcón  principal  de  la 
mansión  presidencial,  y  dirigióndose  al  pueblo, 
que  llenaba  la  calle  y  la  plaza  toda,  habló  con  su 
ingénita  dulzura  y  unción  en  estos  términos. 
Señores  ; 

'*A1  pisar  de  nuevo  el  suelo  querido  de  la 
Patria,  la  primera  necesidad  de  mi  alma  es  ben- 
decir esa  adorable  Providencia  que  gobierna 
•con  sabiduría  y  bondad  el  Universo  todo;  y  que 
brilla  con  no  menos  magestad  en  el  gobierno  de 
[os  individuos  como  en  el  de  las  naciones,  y  que 
si  algunas  veces  nos  somete  á  darás  pruebas,  es 
para  enseñarnos  á  estimar  mejor  sus  beneficios. 
Munca  la  salud  es  tan  preciosa  como  después  de 
aguda  enfermedad,  ni  la  libertad  tan  cara  como 
después  de  haber  sentido  el  pesado  yugo  del 
despotismo,  ni  los  horizontes  de  la  patria  más 
bellos  que  después  de  haber  estado  nuestros 
ojos  privados  de  su  luz  encantadora. 

"Bendigamos,  pues,  á  Dios  que  ha  cumplido 
una  vez  más  con  nosotros  su  palabra  de  ciernen- 


•—  32  — 
cía  consignada  en  este  oráculo  bíblico:  "des- 
pués de  la  noche  del  llanto  vendrá  la  aurora  de 
la  alegría."  Aurora  tan  espléndida  ésta,  alegría 
tan  intensa  que  nos  bace  olvidar  esa  larga  noche 
con  todos  sus  horrores.  Esa  noche  ya  pasó 
como  pasa  todo  en  este  mundo  instable,  porque 
la  perpetuidad  no  es  palabra  que  el  hombre  pue- 
de usurpar  en  su  mezquino  lenguaje.  Ya  pasó. . . 
y  en  los  alborozos  del  regreso  no  hai  cabida 
para  los  tristes  recuerdos  de  la  ausencia. 

"Natural  y  justo  es  señores,  que  después  de 
Dios,  vuelva  mi  corazón  al  órgano  que  El  ha 
escojido  para  esa  obra  insigne  de  clemencia  que 
ha  enjugado  tantas  lágrimas;  al  Magistrado  po- 
pular que  inspirándose  en  los  principios  del  cris 
tianismo,  ha  desdeñado  la  fuerza  como  medio  de 
gobierno,  desacreditado  ya  por  la  experiencia,  y 
se  apoya  en  Dios,  en  la  justicia  y  el  derecho. 

"El  Gran  Demócrata,  General  Francisco  Li- 
nares Alcántara,  se  ha  erigido  él  mismo  al  princi- 
pio de  su  Administración  un  arco  espléndido  de 
triunfo,  no  adornado  con  trofeos  que  cuestan  lá- 
grimas y  sangre,  sino  con  flores  y  coronas  que  la 
gratitud  pública  le  discierne.  Ese  monumento  es 
el  inmortal  Decreto  de  24  de  mayo;  acto  de  justi- 
cia quje  repara,  de  sabia  política  que  asienta  sobre 
base  de  granito  la  paz  pública  ;  que  arranca 
aplauso  é  impone  reconocimiento.  El  Gran  De- 
mócrata, naerece  bendiciones,  y  yo  me  hago  un 


—  33  — 
deber  de  servir  de  eco  á  las  que  se  elevan  de 
todos  los  pechos  agraciados.  Que  el  Cielo  siga 
inspirando  su  gobierno,  y  que  cuando  regrese  al 
hogar,  no  oiga  otras  voces  que  himnos  y  alaban- 
zas de  la  Patria  agradecida. 

**Esta  ovación  no  es  para  mí  sino  para  el  Ge- 
neral Alcántara,  pero  todo  obsequio  al  bienhe» 
chor  es  para  mí,  como  para  todos  los  que  tenemos 
que  agradecerle  tanto. 

"Réstame  solo  saludar  con  efusión  del  alma  á 
mis  compatriotas  todos,  especialmente  á  los  que 
fueron  mi  grei  amada.  Sin  distinción  alguna 
doi  á  los  presentes  y  envió  á  los  ausentes  el 
cordial  saludo  de  la  partenidad  cristiana;  que  la 
paz  sea  con  vosotros,  la  paz  de  Dios,  la  paz  de 
la  buena  conciencia,  la  paz  de  la  concordia  mu- 
tua. He  venido  solo  para  deciros  :  os  he  amado, 
os  amo,  os  amaré  mientras  el  corazón  lata  en  mi 
pecho." 

Repetidos  y  frenéticos  aplausos  interrumpie- 
ron la  palabra  del  Ilustre  Proscrito,  y  Víctores 
fervientes  que  repetían  á  una,  mas  de  diez  mil 
voces,  aclamaron  al  Gran  Demócrata  y  al  an- 
tiguo Pastor  de  nuestra  grei.  En  seguida  Mon- 
señor Guevara  bendijo  á  sus  hijos  en  el  Señor 
allí  en  innumerable  multitud,  la  cual  escuchó  las 
palabras  y  recibió  la  bendición  *  que  le  enviaba, 
descubriéndose  reverálifce  para  uno  y  otra  acto. 
3 


—  34  — 
El  sefioF  general  Domingo  Santos  Ramos» 
orador  nombrado  por  la  comisión  directiva  para 
llevar  por  ella  y  por  la  ciudad  de  Caracas  la  pa- 
labra en  aquel  momento  de  la  ovación,  subió  á 
la  tribuna  improvisada  en  un  carruaje,  y  desde 
allí,  con  su  acostumbrada  elocuencia,  pronunció 
el  discurso  que  nuestros  lectores  verán  al  termi- 
nar esta  crónica.  Fué  aplaudido  con  furor  el 
señor  general  Ramos ;  y  no  podía  ser  menos. 
Su  discurso  correspondía  á  la  solemnidad  del 
acto  y  á  la  espectativa  de  los  ánimos. 

En  seguida  el  señor  general  Manuel  Salvador 
Bricefio  leyó  unos  apasionados  versos  dedicados 
á  Monseñor,  los  cuales  también  publicamos,  y 
fueron  acogidos  con  unánimes  aplausos  por  el 
auditorio,  y  con  muestras  de  agradecimiento  por 
el  personaje  á  quien  iban  dedicados. 

Pidió  luego  el  concurso,  por  repetidas  veces, 
que  hablase  el  Redactor  de  La  Tribuna  Libe- 
bal,  que  en  su  calesa  marchaba  inmediatamente 
después  de  la  carretela  de  Monseñor,  y  no  pu- 
diendo  rehuir  tan  imponente  exijencia,  hubimos 
de  emitir,  en  descompuesta,  pero  sentida  impro- 
visación, las  ideas  que  en  aquel  momento  se  agol- 
paban á  nuestra  mente  y  los  sentimientos  que 
borbotaban  en  nuestro  corazón,  por  más  de  un 
títujo  comprometido  en  aqtf^la  demostración  del 
amor  y  del  patriotismo. 
No  es  posible  que  recordemos  ahora  palabras 


—  35  — 
y  conceptos  que  brotaron  espontáneos  por  la 
fuerza  de  impresiones  del  momento;  ni  habrian 
tampoco  de  servir  á  la  gala  que  este  relato  nece- 
sita. Bastante  es,  para  nuestra  modesta  aspira- 
ción, el  aplauso  generoso  del  pueblo  y  el  cordialí- 
simo  apretón  de  manos  con  que  completó  nues- 
tro honor  el  virtuoso  Pastor  y  amigo,  á  quien  nos 
dirijimos  en  nombre  de  la  justicia. 

Pidió  también  e'  au-ütorio  que  hablase  el 
señor  general  Eduardo  Scanlan,  lo  que  hizo  este 
talentoso  joven  coi»  brillantes  conceptos  y  fran- 
cas ideas,  que  le  luerecieron  un  aplauso  constante 
del  concurso. 

Púsose  luego  en  marcha  el  numerosísimo  sé- 
quito, y,  al  llegar  á  la  esquina  de  Pajaritos,  el 
joven  Teodoro  del  Olio,  desde  los  andamios  de 
la  fábrica  del  establecimiento  del  señor  Sturup, 
único  sitio  propicio  al  efecto,  dirijió  la  palabra  á 
Monseñor,  en  los  términos  que  nuestros  lectores 
verán  en  el  discurso  que  hemos  logrado  obtener 
y  que  publicamos  también  en  seguida. 

El  auditorio  aplaudió  y  victoreó  con  caluroso 
entusiasmo,  excitado  por  la  voz  de  aquel  gallardo 
mancebo ;  y  se  dirijió  luego  la  comitiva  á  la  casa 
de  la  señora  viuda  del  Ilustre  Procer  General 
José  Tadeo  Monágas,  en  la  que  se  debia  alojar 
Monseñor. 

La  plaza  de  San  Pablo  estaba  henchida  por 
un  gentío  extraordinario,  que  al  juntarse  con   el 


—  36  —  í 

que  acompañaba  la  ovación,  se  hizo  inpenetra-    i 

ble.      Imposible   habría  sido   que  descendiese    \ 

Monseñor  de  la  carretela,  y  no  hubo  mas  medio    \ 

que  entrar  en  ella  hasta  los  corredores  de  la  caiaít,    . 

en  donde  le  recibió  la  digna   matrona  que  ha    | 

sobrevivido  á  la  gloria   de  una  larga  familia  dé    \ 

Proceres,  para  presenciar  todavía  las  grandezas    | 

de  la  Patría  después  de  sus  dolorosas  humiílá^^  , 

cienes.    Todos   los   deudos  de  la  señora  Oriach    ¡ 

de  Monágas,  rodearon  á  su  grande  y  noble  amigo 

y  le  colmaron   de  agasajos ;  los   primeros  de  la 

familia  que  recibiera  después  de  tantos  años  de    j 

ostracismo.  | 

El  señor  Dr.  Arbonio  Pérez,    orador  designa-    \ 

do  para  hablar  en  aquel  acto,  lo  hizo  en  elocuén-    ; 

te  discurso  que  hoi  publicamos,  y   que  arrebatas    i 

al  auditorio,  lo  conmovió  y  lo  satisfizo,  «orñóíí 

sucede  siempre  cuando  habla  el  talento  en  alian-^  'i 

za  con  el  corazón. 

Recogido  luego  Monseñor  en  su  habitación  : 
de  descanso,  el  pueblo  continuó  en  los  espacio-  i 
sos  corredores  y  patio  de  la  casa,  hasta  tarde  de  i 
la  noche,  en  tanto  que  una  orquesta  ejecutaba  j 
piezas  escogidas  y  aumentaba  con  las  armonías  '\ 
de  la  música  el  encanto  y  el  alborozo  de  aquella  ;j 
escena.  • 

Volvieron  á  hablar  por  exigencia  del  pueblo  :^ 
el  Redactor  de  La  Tribuna  Liberal  y  el  de  La  '-\ 
Independencia,  general  Domingo  S.  Ramos ;   y  \ 


—  37  — 
por  último,  ya  avanzada  la  hora,  dejó  el  numero 
so  concurso  entregado  el  Ilustre  Proscrito,  al 
sueño  apacible   de  la  primera   noche  del  hogar, 
durante  el  cual  habrá  soñado  con  aquella  luz  di 
vina  de  té,  que  le  alentó  en  el  destierro  y  forti- 
ficó su  alma  en  el  martirio. 

Caracas  debe  estar  orgullosa  de  la  manifesta 
cion  de  ayer.  Esa  es  la  más  elocuente  prueba 
que  puede  dar  este  gran  pueblo,  de  que  no  han 
muerto  en  él  las  grandes  virtudes  que  en  su  co- 
razón sembraron  nuestros  mayores,  y  de  que  si 
la  reciente  autocracia  quiso  pulverizar  hasta  las 
raices  de  los  nobles  sentimientos,  todavía  queda 
vivo  el  principio  santo  de  la  religión  y  del  honor, 
como  elemento  para  recuperar  el  carácter  y 
rehacer  la  Patria. 


DISCURSO 

PEONUNCIADO 

POR  EL  GENERAL  DOMINGO  S.  RAMOS 

FEENTE  A  LA   CASA  AMARILLA. 

Venerable  y  digno  Prelado. 

Ya  estáis  aquí  entre  vuestros  compatriotas 
oyendo  los  latidos  de  todos  estos  corazones,  sin- 
tiendo los  impulsos  de  todas  estas  almas,  aspi- 


—  38  — 
rando  este  ambiente   de  amor,   de  entusiasmo  y 
de  gratitud ;  viendo,  por  decirlo   así,  el   espirita 
de  este  gran  pueblo  venezolano  que   aoia  toda- 
vía la  justicia,  la  honradez,  la  virtud. 

Larg'a  ha  sido  vuestra  peregrinación  para  el 
anhelo  de  vuestros  conciudadanos:  corta  para  la 
injusticia.  Al  fin  volvéis,  volvéis  al  hogar  de 
vuestros  afectos,  al  cariño  de  vuestros  herma- 
nos. 

Ved,  Señor,  ese  pueblo  que  os  rodea.  ¿  Quién 
le  ha  congregado  aquí  1  i  Ha  recibido  acaso 
orden  de  nadie! 

No  :  él  viene  á  saludar  al  proscrito  del  amor 
cristiano  que  regresa  tras  dilatada  é  injusta  pe- 
regrinación, traído  por  la  mano  de  la  Justicia 
Nacional,  de  esa  justicia  que  no  se  hace  cargo 
de  las  pasiones  humanas,  sino  de  las  desgracias, 
de  los  estravíos,  de  las  lágrimas,  de  los  dolores, 
para  derramar  bálsamos  de  noble  consuelo  sobre 
todas  las  heridas,  sobre  todos  los  errores  que 
forman  el  triste  patrimonio  de  esta  flaca  huma- 
nidad. 

El  camino  de  vuestro  destierro  fué  una  verda- 
dera vía  dolorosa:  el  de  vuestro  regreso  á  la 
patria  es  un  verdadero  triunfo. 

Sí ;  un  verdadero  triunfo,  no  de  esos  triunfos 
amasados  con  lágrimas,  acompañados  del  ruido 
monótono,  tardo  y  siniestro  de  las  cadenas  que 
impone  el  vencedor ;  no  de  esos  triunfos  para 


—  39  — 
los  cuales    levantan   arcos,  trofeos   y   templete;^ 
los    entusiasmos    del    interés,     y  entonan    him- 
nos de  alabanza  los  labios  lisonjeros  de  los  corte- 
sanos. 

Es  el  triunfo  de  la  justicia,  de  la  verdad,  de 
la  virtud,  trinidad  sublime  que  Dios  puso  en 
nuestras  almas,  como  la  más  pura  y  divina  ema* 
nación  suya,  porque  la  justicia,  la  verdad  y  la 
virtud,  no  pueden  perecer,  á  menos  que  perecie- 
ra la  idea  de  üios,  y  porque  veladas  hoi  por  la 
nube  sombría  de  las  pasiones,  reciamente  azo- 
tadas por  las  tempestades  del  corazón,  al  fin 
tornan  á  lucir,  serenas  y  tranquilas,  señoreando 
e!  mundo  moral,  á  la  manera  que  el  sol  domina 
el  mundo  tísico,  después  de  sombría  y  borras- 
cosa noche,  ajilada  por  la  furia  del  vendabal  y  el 
rujir  de  los  elementos  desenfrenados- 

Aquí  está  este  inmenso  pueblo  que  os  ama, 
que  os  venera.  Este  inmenso  pueblo  que  se  ha 
formado  del  mismo  modo  que  los  grandes  rauda- 
les de  esta  nuestra  pomposa  zona  tropical,  es 
decir,  que  desde  la  cabana  del  labriego,  desde  el 
tugurio  del  trabajador  pasó  á  la  ciudad,  se  entré 
por  las  calles  y  plazas  y  vino  á  formar  este  apa- 
cible y  dilatadísimo  lago  de  amor,  de  veneración 
y  entusiasmo  que  os  rodea. 
No  de  otro  modo  pudiera  ser. 
Se  os  admira  y  se  os  venera,  señor,  no  ya  sola- 
mente porque  sois  un  digno  sacerdote  de  Aquel 


—  40  — 
'  cuya  trájica  pasión  brilla  con  todos  los  resplan- 
dores de  la  gloria  que  alcanzó  en  el  Gólgota ;  si 
que  también  porque  sois  un  hombre  de  corazón, 
un  buen  ciudadano  y  un  digno  patriota;  no  ya 
solamente  porque  tenéis  la  humildad  y  la  man- 
sedumbre de  un  Vicente  de  Paúl,  la  caridad  de 
un  Francisco  de  Asis,  la  prudencia,  la  energía 
y  la  circunspección  de  un  Crisóstomo,  sino  por- 
que, por  sobre  todo,  amáis  á  vuestra  patria,  la 
servís  con  desinterés,  y  buscáis  para  ella  la  unión, 
la  paz,  el  progreso,  deidades  todas  dignas  de 
ser  veneradas  por  los  hombres  de  alma  superior. 

La  Patria,  la  Justicia,  la  Libertad,  Dios ;  he 
allí  las  ideas  sublimes  ante  las  cuales  ¡deben  cul- 
to y  adoración  los  hombres  que  tienen  á  su  cargo 
dirijirlas  naciones,  enseñar  los  pueblos  y  buscar 
la  felicidad  desús  conciudadanos.  ^ 

Todo  lo  demás  es  pequeño,  accesorio,  subor- 
dinado á  las  humanas  catástrofes. 

Las  pasiones  del  corazón  se  disipan  al  frió 
glacial  de  la  muerte,  los  intereses  de  momento 
se  estrellan  y  rompen  como  frágiles  vidrios  ante 
otras  ambiciones;  las  grandezas  del  poder  son 
nube  de  una  hora  que  barre  el  aquilón  furente 
de  los  cataclismos  populares ;  solo  la  justicia  y 
la  virtud  no  perecen  ;  "  solo  Dios  es  grande," 
como  dijo  el  elocuente  Masillon  en  su  oración 
fúnebre  al  altivo  rei  Luis  XIV. 

Heme  aquí,  escaso  de  merecimientos,  débil  de 


»_  41  — 
íiutoridad,  todavía  en  la  mitad  del  áspero  camino' 
de  la  vida,  llevando  la  voz  en  nombre  de  esta 
sociedad  que  os  admira.  A  mí,  que  no  sé  por 
cual  bondad  de  mis  amigos,  <5  por  cual  capricho 
de  las  circunstancias,  se  me  encarga  de  una 
misión  superior  en  mucho  á  mi  escasa  riqueza 
intelectual,  pero  no  á  mi  corazón,  palpitante  siem- 
pre á  impulsos  de  toda  idea  generosa,  de  toda  idea 
úe  perdón,  de  toda  idea  de  fraternidad. 

Heme  aquí,  señor,  intérprete  pálido  y  débil 
de  este  altísimo  sentimiento  de  veneración  que 
vuestras  excelsas  virtudes  inspiran  á  venezola- 
nos y  extranjeros,  y  que,  no  encontrando  una 
forma  adoptable  á  mi  pensamiento,  que  traduzca 
lo  que  bulle  aquí  en  el  alma,  compararía  á  ese 
agasajo  perpetuo  que  el  aura,  la  flor,  el  ave,  tri- 
butan diariamente,  al  oido  atento  del  hombre, 
á  la  mano  que  la  cultiva,  al  maestro  que  le  guia. 

Venid,  señor,  á  tomar  asiento  en  la  Patria ; 
ella  os  necesita ;  necesita  oir  la  voz  de  vuestro 
consejo  que  enseña,  el  ejemplo  de  vuestra  mo- 
deración que  consuela,  la  unción  de  vuestra  pa- 
labra que  guia  á  la  virtud :  necesita  de  vuestra 
cordura,  de  vuestra  mansedumbre,  de  vuestra 
abnegación,  para  enseñar  á  las  gentes  que  la 
verdad  no  perece,  que  el  error  es  humo  y  que 
la  virtud,  hija  del  Cielo,  bañará  con  resplando- 
res inmortales,  así  la  cabana  del  humilde  como 
el  alcázar  del  poderoso. 


«K 


—     4:2     — 

Venid  á  contribuir  á  la  paz  dé  que  tanto  ne- 
cesita esta  patria  de  nuestros  padres,  esta  patria 
de  nosotros,  esta  patria  de  nuestros  hijos  ;  venid 
á  unir  todos  los  corazones  en  los  dominios  del 
bien,  del  amor  y  de  la  fraternidad. 

Venid  á  esparcir  con  vuestra  mano  benéfica  la 
simiente  fecunda  del  amor  cristiano,  de  la  cari- 
dad que  no  reconoce  iinages,  ni  privilegios,  ni 
grandezas,  porque  ora  vela  solícita  en  el  humilde 
lecho  del  moribundo  campesino,  ora  en  el  lecho 
dorado  del  alcázar  de  los  Reyes. 

Oh  !  noble  misión  la  vuestra,  digna  de  ser  en- 
vidiada por  todas  las  almas  que  aspiran  al   bien  ! 

Una  última  palabra.  La  justicia  humana  co- 
mo la  justicia  divina  tiene  su  criterio,  su  san- 
ción y  su  dia  prefijado.  Ese  dia  es  este  para 
vos,  dia  en  que  los  venezolanos  todos  abren 
sus  brazos  para  recibir  en  ellos  al  amigo,  al 
pastor,  al  patriota ;  sus  pechos  para  dar  espan» 
sion  á  todos  los  nobles  sentimientos.  Recibid, 
peregrino  del  amor  cristiano,  recibid ;  en  nom- 
bre de  Venezuela,  el  saludo  fraternal  que  os 
envía,  á  vos,  venerable  anciano,  que  volvéis  hoi 
á  la  patria  traído  por  la  mano  de  la  justicia  na- 
cional y  apoyado  en  la  base  inquebrantable  de 
vuestras  excelsas  virtudes  cristianas  y  de  vues- 
tras nobles  prendas  de  patriota. 


—  43  — 

LA  7ÜELTA  DEL  PROSCRITO. 


AL  ILÜSTRISIMO  Y  REVER ''líDISIlO 
SEÑOR  DR.  SILVESTRE   GUEVARA  Y  MEA 

DE  CARACAS  Y  VENEZUEJ.A. 

(Versos  leídos  por  su  autor  en  la  recepción  de  Monsém^^ 


Ven  !  ven  !  manso  Prelado, 
Dignísimo  Pastor, 
La  grei  que  bahías  mandada 
Te  brinda  con  su  amor  ! 

Que  siempre  fuiste  en  ella 
Un  tipo  de  bondad 
Cual  es,  tu  alma  bella 
Mansión  de  caridad ! 

Ven  !  ven  !  que  en  este  suelo 
Cesó  la  tempestad, 
Y  brilla  en  nuestro  cíelo 
El  Sol  de  Libertad ! 

AI  Dios  Omnipotente 
¡  Sapremo  bien  y  amor ! 
£1  pueblo  fiel»  creyente, 
Lo  adora  sin  temor ! 


^ 


—  44  — 

El  Clero  y  Eeligion 
Se  encuentran  venerados, 
Los  templos  son  sagrados 
Asilos  de  oración ! 

Tu  injusto  extrañamiento 
¡  Oh  Mártir  abnegado  ! 
Tu  heroico  sufrimiento, 
Tu  gran  valor  probado  ; 

Tu  fé  tan  admirable. 
En  fin,  tu  adversidad, 
Te  dan  el  envidiable 
Honor  de  Santidad ! 

Por  dar  ejemplo  augusto 
De  Paz  y  de  obediencia, 
Te  obliga  la  prudencia 
Sin  pena  y  sin  disgusto, 

Dejar  tu  grei  amada, 
Tu  Sede  renunciar. 
Sin  cuenta  para  nada 
Que  habrías  de  mendigar ! . . . . 

Mas..  ¡  Santa  Providencia ! 
No  te  haces  esperar, 
Hoi,  premio,  tu  clemencia 
Al  Justo  quiere  dar  ! 

La  puerta  ayer  cerrada 
La  Patria  te  abre  en  par. 
Te  brinda  en  ella  hogar 
Y  vida  sosegada ! 


—  45  — 

El  Pueblo  así  obtendrá 
Tas  santas  bendiciones, 
Y  en  cambio  te  dará 
Por  Sede corazones  !  ! ! 

Caracas,  Agosto  8  de  1877. 

Manuel  S.  Bricbño. 


IMPROVISACIÓN 

Del  sEítOR  Teodobo  del  Ollo  a  MonsbSor  GuevASA, 

Monseñor : 

Oís  ese  murmurio  \  Veis  esas  miradas  tiernas, 
amantes  y  cariñosas,  que  mujeres,  niños,  jóvenes 
y  ancianos  os  prodigan  ? 

Veis  esa  ale^^ría,  ese  alborozo  y  esa  dicha  que 
se  agitan  á  vuestro  alrededor  lleno  de  gozo  y 
entusiasmo  ? 

Es  el  pueblo  de  Caracas,  que  recibe  con  los 
brazos  abiertos  á  su  querido  é  inolvidable  pastor. 

Es  el  pueblo  que,  henchido  de  alegría,  viene  á 
recibir  ai  austero  y  respetable  sacerdote,  que 
supo  guardar  incólume  la  religión  del  Cristo. 

Es  el  pueblo  que  viene  en  tropel  á  recibir  al 
virtuoso  sacerdote,  que  prefirió  soportar  la  palma 
del  martirio  antes  que  menoscabar  los  sagrados^ 
derechos  de  la  Iglesia. 


^  -_  46  — 

Es  el  pueblo,  que  viene  á  daros  el  abrazo  de 

Itíetivenida,    á  vos,    que   con   vuestra   ejemplar 

Srmeza,    supisteis    darle    fuerza    y    vigor   para 

perseverar  en  la  religión  de  nuestros  primeros 

v|8adres. 

Es  Venezuela  entera  que  llena  de  las  fruicio- 
aes^el  amwr,  por  causa  de  vuestro  feliz  arribo, 
^s<|iiiere  tributar  un  homenaje  digno  de  vuestras 
ejemplares  virtudes,  quemando  en  el  pebetero 
Je  su  alma  candorosa,  la  mirra  de  la  gratitud  y 
«!  inciensajjel  cariño,  para  que  suban  en  espira- 
fes  basta  Dios. 

j  j  ¡  Viva  mi  padrino  ! ! ! 


BISCUBSO  DEL  DOCTOR  ARBONIO  PÉREZ. 

EN   LA 
RECEPCIÓN  DE  MONtíEÍÍOR  GUEVARA. 

Wj  autok  lo  dedica  al  seííor  albjahdeo  león. 

Bmora$,  Señoritas^  Caballeros. 

EJejido  por  la  Junta  Directiva  para  llevar  la 
¡glabra  en  esta  espléndida  ovación,  que  la  Arqui- 
¿tóicesis  de  Venezuela  ofrece  á  tan  dignísimo 
pf^lado  por  su  feliz  ambo  á  las  nativas  playas, 
jr  conjuntivamente  ai  digno  ciudadano  Presidente 


—  47  — 
de  la  República,  que  en  momentos  de  sublime 
inspiración  ordenara  el  retorno  al  país  de  los 
hermanos  que  vagaban  en  extranjero  suelo,  yo 
no  puedo  dejar  de  deferir  á  ese  espontáneo  lla- 
mamiento que  me  colma  de  honor  y  distinción 
aunque  para  ello  no  sea  poseedor  de  los  arran- 
ques oratorios  que  son  indispensables  para  llenar 
tan  elevado  cometido ;  pero  confío  en  que  esa 
dualidad  del  poder  temporal  y  el  poder  espiri- 
tual, le  dará  caudal  inmenso  á  las  inspiraciones 
de  mi  alma. 

Ante  todo,  pues,  permitidme  que  os  rinda  mis 
más  cumplidas  gracias  por  el  honorífico  encargo 
que  me  habéis  encomendado,  y  que  confíe  en 
que  vuestra  benevolencia  servirá  de  velo  á  mis 
débiles  ideas. 

Monseñor ! 

Vos  que  llegáis  á  esta  tierra  de  delicias,  ras- 
gado el  hábito  por  las  espinas  del  suelo  siempre 
árido  del  ostracismo,  que  traéis  los  pies  ensan- 
grentados por  los  abrojos  punzadores  de  la  exó- 
tica ribera ;  que  encontráis,  no  un  pueblo,  sino 
agrupaciones  de  pueblos  que  os  abren  los  brazos 
y  os  acojen  con  amor  y  con  cariño  j  vos,  Mon- 
señor, sed  bienvenido  á  esta  tierra  y  á  esta  Ca- 
pital, que  hace  gala  desque  hayáis  sido  su  pastor. 

Buscad  con  interés  en  todos j  cada  uno  de  los 
semblantes  de  los  que  hemos  venido  á  recibiros 
alguna  cosa  que  os  parezca  indiferente,  y,  seguro 


—  48  — 
•r^stoi,  que  no  la  encontrareis;  porque  hoi  os 
acojemos  como  al  ilustre  proscrito  que  trae  á  sus 
sienes  ajustada  la  inmarcesible  diadema  de  los 
sufrimientos;  diadema  con  que  siempre,  y  en 
todas  ocasiones,  hemos  visto  enaltecidos  y  honra- 
dos á  los  dignos  apóstoles  del  Cristo. 

Bienvenido  seáis,  reverendísimo  señor :  reco- 
jed  todas  las  auras  perfumadas  que  se  os  brin- 
dan ;  todas  las  sinceras  salutaciones  que  por 
doquiera  se  os  dirijen  ;  todos  los  fervores  de  los 
espíritus  cristianos,  y  tochas  las  palpitaciones  de 
los  senos  de  las  honradísimas  matronas  y  de  las 
candorosas  vírgenes  que  saludan  vuestro  arribo. 
Bienvenido  seáis  ! 

Yo,  hijo  de  la  parte  occidental  de  la  Repúbli- 
ca, de  esa  tierra  tan  espléndida  como  magnífica, 
en  donde  á  Dios  le  plugo  no  esquivar  al  hom- 
bre ninguna  de  sus  dotes,  y  decir  á  la  naturaleza 
que  le  prestara  todos  sus  dones  y  sus  galas :  hijo 
de  allá,  en  donde  el  relámpago  siempre  centellea, 
donde  se  ve  chispear  en  el  oleaje  del  Coquivacoa  * 
la  luz  de  las  estrellas ;  á  cuyas  márgenes  rever- 
decen los  corpulentos  árboles  de  la  zona  tropi- 
cal y  en  cuyas  costas  se  contempla  exhuberante 
la  mano  del  Creador :  hijo  de  allá,  no  solo  de  la 
azul  laguna,  sino  también  del  caudaloso  Motatan, 
del  impetuoso  Chama  y  del  apacible  Torbes,  yo 
os  saludo. 

Para  ser  eco  sincero  del  aprecio  que  tiene 


=--  49  -— 
esta  culta  sociedad  por  vuestras  virtudes  ejein^ 
piares,  preclara  inteligencia  y  elevada  ilustración, 
confieso,  con  toda  la  franqueza  que  me  es  ingé- 
nita, que  me  falta  la  palabra. — Vos  sois.como  el 
sacerdote  de  las  escrituras:  aquel  que  corno 
Melquisedec  se  prosterna  compungido  ante  el 
arca  salvadora  de  la  Alianza,  y  que  como  Samuel, 
ha  sabido  prescindir  de  su  propia  personalidad, 
para  rendir  culto  á  los  divinos  secretos  de  lo 
Alto.  Vos  habéis  sido  un  poco  más ;  y  aquí 
vuestra  gloria  y  nuestra  gloria;  habéis  sido  hu- 
milde; por  eso  se  cumple  en  vos  en  estos  mo- 
mentos de  deleite  lo  preceptuado  por  la  máxima 
sagrada:  "Los  que  se  exalten  serán  hmillados  ; 
los  que  se  humillen  serán  exaltados." 

Monseñor:  no  es  solo  el  vivificante  rocío  de 
la  Cordillera,  ni  el  ambiente  embalsamado  del 
Apure  y  Portuguesa,  ni  las  aspiraciones  de  las 
otras  poblaciones  de  Occidente,  ni  el* brillante 
reflejo  de  mi  hermoso  lago,  ni  las  verduras  de 
nuestras  pampas  dilatadas  lo  que  tengo  hoi  el 
encargo  de  ofreceros  ;  nó  :  es  también  el  suspiro 
del  oriente  de  la  patria  con  sus  emociones  de 
placer:  la  aurífera  Guayana,  que  demora  arru- 
llada por  las  olas  del  majestuoso  Orinoco;  la 
Nueva  Esparta,  que  con  su  nombre  resuelve  su 
historia  y  su  inmortalidad;  Cumaná,  Barcelona 
y  Maturin,  cunas  de  celebérrimos  varones,  vienen 

4 


—  50  — 
'también  á  tomar  parte  en  el  armonioso  concierto 
de  Caracas,  en  dia  y  en  momentos  tan  solemnes. 
Y  ya  que  tantas  guirnaldas  se,  os  disciernen,, 
tanto  incienso  se  os  ofrenda  y  tanto  merecido 
elogio  se  os  tributa ;  no  miréis  la  mano  que  os 
ofrece  ese  incienso  y  esa  mirra,  sino  el  corazón 
de  los  venezolanos,  que  es  el  búcaro  de  amor  en 
que  se  queman. 

Al  gran  pontífice  de  Venezuela,  ella  le  saluda  ■ 
eordialmente,  en  este  dia  de  reparación  que 
refresca  los  recuerdos  del  inmortal  decreto, 
fechado  en  24  de  Mayo  del  presente,  por  el 
digno  magistrado  á  quien  están  encomendados 
los  destinos  del  pais= 

Bienvenido,  ya  que  se  encuentran  allanadas 
las  desavenencias  habidas  entre  el  gobierno  de 
la  Iglesia  y  el  popular  de  la  República ;  salva- 
das asimismo  las  vallas  que  pudieron. conducir- 
nos á  un  cisma  ridículo  como  impopular,  y 
zanjados,  por  otra  parte,- los'  obstáculos  que  im- 
pedían la  buena  marcha  que  debe  existir  siempre 
entre  ambas  potestades. 

Bienvenido ;  porque  todo  ello  se  debe  á  vues- 
tra austeridad  siempre  ensalzada  y  á  vuestras 
virtudes  ejemplares. 

Por  ello  es  justo,  pues,  que  todos  veneremos 
esos  sublimes  rasgos  de  abnegación  y  patriotis- 
mo, como  lejítimos  hijos  de  las  doctrinas  predi- 
cadas y  puestas  en  práctica  por  el  Cristo,  que 


—  51  —       ' 
sobre  el  duro  terraplén  del  Gólgota  derramara 
su  sangre  divinal  por  redimir  la  especie  humana. 

Es  justo  sí;  que  todos  propendamos  á  estre- 
char más  y  chas  los  vínculos  de  alianza  respecti- 
va, entre  los  directores  de  la  ciencia  que  emana 
de  los  cielos,  y  los  encargados  de  garantizar  la 
ciencia  de  la  organización  social. 

Es  justo  sí;  que  los  venezolanos  todos,  cató- 
licos sin  ser  fanáticos  y  demócratas  por  convic- 
ciones, nos  esforzemos  porque  jamás  llegue 
el  caso  desgraciado  de  presenciar  desavenencia 
alguna  entre  los  pastores  de  las  almas  y  los  di- 
rectores de  la  honra,  vida  é  intereses  de  los  hijos 
de  Bolívar. 

Yo  tengo  la  evidente  certidumbre  de  que  no 
se  verá  tamaño  escándalo  durante  el  presente 
período  constitucional,  en  que  el  Greneral  Ciuda- 
dano Encargado  de  la  Administración  pública 
ha  sabido  dar  "  á  Dios  lo  que  es  de  Dios  y  á 
César  lo  que  es  de  César,"  Y  no  creáis,  seño- 
res, que  sea  esto  hijo  de  la  adulapion  ó  de  pasio- 
nes banderizas,  nó :  El  ciudadano  Presidente  lo 
deja  comprobado  con  sus  decretos  y  resoluciones 
inmortales:  veamos  si  es  verdad: 

¿  No  es  él  quien  por  el  órgano  del  Ministerio 
de  Relaciones  Interiores  dispusiera  que  se  amue- 
blara decentemente  el  palacio  arzobispal,  ha- 
ciendo las  erogaciones  indispensables  para  el 
caso  1     i  No   es  él,  quien   ordenara  el  pago  de 


-     52  — 
las  erogaciones  hechas   á  las  venerables  madres 
exclaustradas  de  los  conventos  de  esta  capital  y 
4el  Estado  Mérida,  y  de  varias  del  Beaterío  de 
Valencia?     i  No   es  él,   quien   ha  permitido  el 
culto  público  de  esa  divina  religión  que  nos  re- 
velaron nuestras  madres,  y  por  la  cual  levanta- 
mos  nuestro  espíritu  hasta  Dios,  en  medio  de 
las  personas  que,  como  débil  tributo,  damos  al 
Ser  increado  y  al  Hijo  de  la  flor  de  Nazaret? 

Eso  basta  por  sí  solo  para  corroborar  nuestros 
asertos,  y  para  garantirla  armónica  indestructi- 
bilidad que  existe  entre  el   pontificado  y  el  go- 
bierno actual  de  nuestra  Patria;  siendo  una  de 
las  prendas  de  esa  unión,   y   uno  de  los  anillos 
que  forman  esa  cadena  del  cuerpo  y  del  espíritu, 
vuestras  incoiQparables  virtudes,  ilustrísimo  se- 
ñor    Bien    venido  en  nombre  del  pueblo  de 
Caracas  y  de  la  República  entera,  que  os  acoje 
con  gozo  indefinible. 

Aquí  debiera  terminar ;  pero  antes  de  des- 
cender de  esta  tribuna,  levantada  por  el  desin- 
teresado afecto  de  mis  compatriotas,  séame  per- 
mitido agregar  un  pensamiento,  que,  estoi  cierto, 
aplaudiréis  con  el  entusiasmo  que  yo  lo  he 
concebido. 

Helo  aquí: 
¡  Quiera  el  Cielo  que  nuestro  digno  Presidente 
siga  transitando  el  camino  del  deber  y  el  sende- 
ro de  la  lei  que  se  ha  trazado  ! 


—  53  — 

Si  así  lo  hiciere,  entonces  verá  que  los  pue- 
blos de  Venezaela  le  erijen  estatuas  de  gratitud 
en  el  fondo  de  su  corazón,  que  son  las  únicas 
nobles  y  magnánimas. 

Gracias  á  la  Junta  directiva  y  al  pueblo  de 
Caracas. 


IDISOTJIEIBO 

PEONUNCIADO 

fflLA.GÜAM  POR  IL  SEPR  GMERAL  AMANDO  BARAXlRfB. 

Ilustrísimo  Señor. 

La  justiñcacion  de  la  Gasta  Susana,  por  los 
labios  de  una  criatura  aún  envuelta  en  los  abri- 
gos de  la  cuna:  el  ministerio  evangélico  confia- 
do al  rústico  decir  de  los  pecadores  de  Galilea 
el  apostolado  de  las  Naciones  ejercido  por  Pa- 
blo, él  mas  irapacable  enemigo  de  las  doctrinas 
de  Jesús;  el  hombre-Dios  ungido  sin  profana- 
ción por  Magdalena;  esos  y~  mil  más  hechos 
históricos  del  mismo  carácter,  demuestran  incon- 
trovertiblemente que  Dios,  para  la  consumación 
de  sus  más  altos  designios,  se  ha  valido  constan- 
temente de  los  más  humildes  órganos  de  la  na- 
turaleza, y  esplica  cómo  y  por  qué  á  mí,  el  más 
desautorizado  por  la  palabra,  el  más  indigno  por 
condición  social,  y   el   más  incopetente   para  el 


—  54  -^ 
conocimiento  de  vuestras  virtudes  y  sacrificios^ 
le  ha  sido  confiada  la  altísima  y  honrosa  comi- 
sión de  llevar  la  palabra  en  esta  solemne  ocasión, 
á  nombre  de  la  comisión  encargada  de  presenta- 
ros la  preciosa  ofrenda  que  se  ha  consignado  en 
vuestras  manos. 

En  efecto,  Monseñor,  es  un  contraste  que  solo 
se  explica  por  medio  de  los  inescrutables  desig- 
nios del  Altísimo,  que  un  hombre  que  solo  puede 
modelar  su  acento  en  el  feroz  rugido  del  ja- 
guar, en  el  mugido  del  altivo  toro  de  nuestras 
pampas,  en  el  terrible  bramar  de  los  vientos 
que  agitan  las  seculares  selvas  de  mi  país,  sea 
el  que  dulcifique  su  voz  para  elevar  himnos  al 
Dios  de  las  misericordias,  por  vuestro  feliz  re- 
greso á  esta  Patria,  que  se  pretendió  dejar  huér- 
fana de  vuestra  paternal  benevolencia,  deshe- 
redada de  vuestros  caros  y  santos  afectos.  Es 
te  es  un  sacrificio  para  mi  pobre  intelecto,  pero 
sacrificio  necesario  y  por  demás  pequeño  ante 
los  méritos  de  aquel  que  todo  lo  merece  por  sus 
evangélicas  virtudes. 

Ocupóme,  pues,  de  hablaros  de  la  ofrenda,  ob- 
jeto capital  de  la  Junta  que  viene  á  felicitaros 
por  vuertro  regreso. 

Esa  ofrenda,  Monseñor,  es  una  azucena  purí- 
sima de  fragantes  emanaciones,  nacida  en  el 
abonado  campo  de  cristianas  conciencias,  que 
viene  á  ser  depositada  á  los  pies  de  aquel  que, 


—  55  ^ 
digno  discípulo  del  hijo  de  María,  fiel  imitador 
de  la  abnegación  y  mansedumbre  de.su  maestro, 
ha  consagrado  su  vida  entera  al  bien  de  la  hu- 
manidad, al  servicio  espiritual  de  la  católica  Ve- 
nezuela. Aceptadla,  señor,  para  que  ocupe  el 
puesto  de  aquella  corona  de  espinas  que  ciñó 
sobre  vuestra  frente  la  injusticia :  aceptadla  de 
manos  de  ese  pueblo,  que  se  ha  inspirado  en 
vuestra  mansa  alma  para  perdonar ;  que  ha  de- 
puesto sus  iras  al  oir  de  vuestros  edificantes  la- 
bios ese  sublime  concepto:  "Padre,  perdónalos, 
porque  no  saben  lo  que  hacen." 

Dignaos,  Monseñor,  deteneros  en  que  22,000 
firmas  autorizan  esa  ofrenda  ;  numerosa  signatu- 
ra que  representa  á  22,000  familias  de  donde  se 
elevan  millares  y  millares  de  oraciones,  unas 
por  vuestro  regreso,  otras  en  acción  de  gracias 
por  ese  feliz  acontecimiento  que  llena  de  júbilo 
al  católico  pueblo  venezolano,  y  significa  la  per- 
sonificación en  vos  de  todas  las  virtudes  que 
encierra  el  divino  culto  que  profesamos. 

Me  permito  también  observaros  que  en  este 
culto  festival  es  porte  de  alto  mérito  la  concu- 
rrencia del  bello  sexo ;  preciosa  mitad  del  géne- 
ro humano  que  en  actos  como  este  solo  se  inspira 
en  la  idea  religiosa,  y  su  tributo  tan  puro  como 
desinteresado  es  el  más  elocuente  testimonio  de 
que  su  contingente  solo  y  tan  solo  es  ofrecido  á 
inmaculadas  virtudes  cristianas. 


—  §6  — 
Termino,  Monseñor,  suplicándoos  que,  ya  que 
mis  indignos  brazos  no  pueden  posarse  sobre 
vuestros  venerables  hombros,  os  digneis  conce- 
der para  la  piadosa  Caracas,  para  la  culta  Ve- 
nezuela, para  el  que  la  palabra  os  dirije,  vues- 
tra paternal  bendición.  (En  este  acto  todo  el 
auditorio  se  puso  de  rodillas  y  fué  hendecido  por 
Monseñor.) 


CARTA  DE  MONSEÑOR  GUEVARA 

A  MONSEI^OR  GONIN. 
Y   KESPUESTA   DE    ESTE    A   DICHA    CARTA. 
(Traducción.) 
San  José,  30  de  Julio  de  1877. 

Monseñor : 

Sabéis  ya  que  después  de  un  ostracismo  de 
siete  años,  la  Divina  Providencia  se  ha  dignado 
al  fin  concederme  el  insigne  favor  de  volver  de 
nuevo  á  mi  patria,  y  aunque  mi  posición  en  ella 
haya  cambiado  mucho,  i  designios  inescrutables 
de  ese  Dios  á  quien  adoro  y  bendigo!  creo  no 
obstante  de  mi  deber,  regresar  á  aquella,  á  satis- 
facer los  deseos  de  mi  antigua  grei,  y  á  tratar  de 


—  57  — 
cicatrizar  en  lo  posible  y  en  los  límites  de  mi* 
nueva  situación,  las   profundas   heridas   que  ha 
recibido  la  Iglesia  venezolana. 

Séame  dado,  antes  de  partir,  llenar  para  con 
vos,  un  deber  que  me  es  bien  caro,  y  satisfacer 
una  necesidad  imperiosa  de  mi  corazón,  espre- 
sándoos todo  el  agradecimiento  que  os  debo  por 
los  servicios  tan  constantes,  y  los  caritativos  fa- 
vores con  que  no  habéis  cesado  de  agobiarnos,  á 
mí  y  á  los  sacerdotes  que  han  compartido  conmi- 
go el  destierro. 

El  celeste  Kemunerador,  os  reserva,  Monse- 
ñor, la  recompensa  que  tiene  prometida  á  los 
que  tienden  la  mano  del  socorro  al  necesitado,  á 
los  que  enjugan  las  lágrimas  del  infortunio,  á 
aquellos  cuyo  corazón  sabe  sufrir  con  los  sufri- 
mientos de  sus  hermanos ;  pero  quiero  aquí 
protestaros,  que  no  habéis  sembrado  en  tierra 
ingrata,  que  los  títulos  con  que  os  habéis  hecho 
acreedor  á  nuestra  gratitud  son  imperecederos 
y  que  siempre,  al  dirigir  preces  al  cielo  por  nues- 
tros bienhechores,  será  vuestro  nombre  el  prime- 
ro  que    pronunciarán    nuestros    labios    agrade-, 

cidos. 

Permitidme  que  en  esta  espresion  de  nuestros 
sentimientos  de  afectos  reconocidos,  una  á  vos, 
como  ya  lo  está  en  vuestra  administración,  á 
Monseñor  O'  Carroll,  así  como  á  todo  vuestro 
digno  y  virtuoso  clero,  y  mui  especialmente  á 


— -  58  — 
todos  los  R.  R.  P.  P.  Dominicanos,  celosos  coope- 
radores vuestros,  quienes  incesantemente  han 
hecho  todo  su  posible  para  aliviar,  para  dulcificar 
nuestras  penas,  y  cuyo  recuerdo  no  se  borrará 
jamás  de  nuestro  corazón. 

Donde    quiera   que    me  encuentre    hallareis 
todos  en  mí  un  servidor  y  amigo  afectuosos. 

t  Silvestre. 
Antiguo  Arzobispo  de  Caracas. 

A  su  Señoría,  Monseñor  el  Arzobispo  de  Puerto 
España, 


Trinidad,  Julio  31  de  1877. 
Monseñor : 

Me  apresuro  á  daros  cordialmente  mis  más 
espresivas  gracias  por  los  sentimientos  generosos 
que  habéis  tenido  á  bien  expresar  en  carta  de  30 
de  Julio,  referente  á  vuestro  próximo  regreso  á 
Venezuela,  en  obsequio  mió,  de  Monseñor  O' 
Carrol,  así  como  en  el  de  mi  clero  y  especial- 
mente en  el  de  los  Reverendos  Padres  Domini- 
canos. Acojiéndoos  en  Trinidad  á  vos  y  á  vues 
tros  dignos  sacerdotes,  lo  mejor  que  nos  ha  sido 
dado,  no  hemos  hecho  sino  cumplir  un  mui 
sencillo  deber  de  hospitalidad  fraternal. 

Acabáis  de  ofrendar  á  Dios  un  mui  grande 
sacrificio,  y  en  él,  tengo  la  íntima  convicción, 
habéis  reservado  para  vos  la  mejor  parte,  y  El 


—  59  — 
OS  recompensa  ya  con  los  votos  multiplicados 
que  por  vuestro  regreso  os  dirigen  de  Caracas 
y  más  aún,  no  lo  dudo,  con  esas  alegrías  íntimas 
de  la  conciencia  que  acompañan  siempre  toda 
inmolación  seria  de  sí  mismo,  que  se  haga  por  el 
amor  de  Dios. 

Espero  que  tendréis  el  consuelo  de  verá  la 
iglesia  de  Venezuela,  rehacerse  poco  á  poco  de 
las  persecuciones  que  acaba  de  sufrir.  En  cuan- 
to á  nosotros,  conservaremos  con  agradecimiento 
el  recuerdo  de  la  edificación,  de  que  habéis  sido 
ejemplo  durante  vuestra  mansión  entre  nosotros, 
j  el  de  los  servicios  desinteresados  que  vuestros 
excelentes  sacerdotes  han  prestado  en  las  dife- 
rentes parroquias  de  la  Diócesis  donde  fueron 
llamados  para  ejercer  su  zelo. 

Me  recomiendo  así  como  la  Diócesis  de  Puer- 
to España,  á  vuestras  buenas  oraciones  y  os  re- 
Quevo  Monseñor  las  protestas  de  respeto  y  afecto 
en  Nuestro  Señor. 

t   F.   JOACHIN   LOUIS. 

Arzobispo  de  Puerto  España. 

.A  su  Señoría  Monseñor  Silvestre  Guevara,  Anti- 
guo Arzobispo  de  Caracas. 


_  60  ~ 

EDITORIAL  DE  "UN  PE  MÓDICO" 

DE     VALENCíA. 

EEPAEACIOÍT. 

Ayer  en  la  tarde  debe  haber  hecho  su  entrar 
da  en  Caracas  el  Ilustrísimo  señor  Doctor  Sil- 
vestre Guevara  y  Lira,  Dignísimo  Antiguo 
Arzobispo  de  Venezuela. 

Por  el  telegrama  que  publicamos  ayer,  habrán 
quedado  impuestos  nuestros  lectores  de  que  en 
la  capital  de  la  Kepública  reinaba  un  gran  entu- 
siasmo, con  motivo  del  regreso  de  este  ilustre 
prelado  de  la  Iglesia. 

Y  no  podia  suceder  de  otra  manera :  la  hora 
de  la  reparación  ha  sonado :  y  el  pueblo  de 
Caracas,  que  presenció  la  horrible  escena  pro- 
movida y  realizada  por  un  ministro  constituido 
en  instrumento  de  la  impiedad,  debia  apresurar- 
se ahora,  como  lo  ha  verificado,  á  protestar 
solemnemente  contra  una  violencia  cometida 
en  nombre  de  la  República,  no  siendo  otra  cosa 
que  la  manifestación  ruidosa  de  un  sentimiento 
de  rastrera  venganza. 

Está,  pues,  otra  vez  en  el  seno  de  la  patria  el 
Apóstol  de  la  firmeza  y  de  la  abnegación,  que 
sufrió  por  siete  años  consecutivos,   con  inimi-- 


—  61  — - 
table  mansedumbre,  la  triste  suerte  del  pros- 
crito. 

Cuando  por  una  inconsecuencia  inesplicable, 
el  pueblo  de  Venezuela  puso  sus  destinos  en  las 
manos  de  un  hombre  animado  de  los  sentimien- 
tos más  antipatrióticos,  necesitándose  una  vícti- 
ma para  iniciar  las  arbitrariedades  con  que  el 
nuevo  gobierno  habia  de  marcar  los  actos  de  su 
administración,  fué  elejido  para  el  sacrificio  el 
Ilustrísimo  seño/Doctor  Guevara. 

Por  siete  años  seguidos  sufre  este  ínclito 
varón 'los  golpes  que  una  mano  impía  descarga 
sobre  él ;  pero  como  su  firmeza  nace  de  la  con- 
ciencia de  un  deber  cumplido,  ninguna  penalidad 
alcanza  á  hacerle  apartar  del  camino  que  le  seña- 
lara la  honra  de  la  Iglesia  de  Jesús. 

El  pueblo  de  Caracas,  libre  ya  de  la  opresora 
mano,  é  inspirado  en  el  noble  sentimiento  de  la 
justicia,  se  adelanta  hoi  lleno  de  júbilo  á  reiterar 
las  protestas  de  su  amor  á  la  inocente  víctima, 
y  á  recibir  la  influencia  saludable  de  su  paternal 
bendición. 

La  ovación  que  Monseñor  Guevara  debe  haber 
recibido  del  pueblo  de  Caracas,  debe  llenarle  de 
una  santa  satisfacción,  porque  ella  es  el  testimonio 
más  elocuente  de  la  fidelidad  de  ese  pueblo  que 
él  por  tanto  tiempo  nutrió  con  los  ejemplos  de  la 
más  severa  virtud. 
El  Gobierno  del  General  Alcántara  ha  empe- 


—  62  -- 
fiado  una  vez    más  la   gratitud  del    pueblo    de- 
Venezuela,  por  ese  acto  de  espléndida  reparación 
que  hoi  tiene  lugar  en  la  capital  de  la  Eepá- 

blica. 

Los  partidarios  del  personalismo  autócratico 
inventaron  no  ha  |muclio,  un  medio  de  estorbar 
el  regreso  de  Monseñor  Guevara :  pronunciaroB 
la  palabra  cisma!  como  para  hacer  retroceder 
al  pueblo  en  el  camino  de  la  justa  reparación 
que  preparaba. 

¡Mostrarse  celosos  de  la  unidad  de  la  Iglesia,., 
los  mismos  que  ayer  pedian  el  desconocimiento 
de  la  autoridad  del  Papa!  Mostrarse  celosos 
de  la  unidad  de  la  Iglesia,  los  mismos  que  ayer 
fraguaban  en  diabólicos  conciliábulos  el  plan  de 
hacer  á  Venezuela  protestante ! 

Seria  irrogar  una  grande  ofensa  á  nuestro 
actual  Arzobispo  y  á  Monseñor  Gruevara,  el  su- 
poner que  el  regreso  de  este  último  pueda  dar 
margen  á  disensiones  religiosas;  porque  bieu 
conocido  es  el  espíritu  que  anima  á  estos  apósto- 
les del  Evangelio. 

El  amor  que  el  pueblo  de  Venezuela  ha  pro- 
fesado á  Monseñor  Guevara,  aumentado  hoi,  más 
y  más  por  el  recuerdo  de  su  noble  y  heroico 
sacrificio,  en  nada  se  opone  al  que  también  pro- 
fesa al  Ilustrísimo  señor  Doctor  Ponte.  Por  el 
contrario,  todosf  creemos,  como  lo  ha  dicho  el 
xnismo  señor  Doctor  Ponte,  que   la  vuelta  de!< 


■  -  63  — 
Ilustre  proscrito  será  una  prenda  más  de  segu- 
ridad para  la  paz  de  nuestra  Iglesia. 

El  parte  telegráfico  que  publicamos  ayer 
mantiene  á  Valencia  en  la  mayor  alegría,  y 
unida  en  sentimientos  al  pueblo  caraqueño,  hace 
votos  por  la  felicidad  del  Óptimo  Prelado,  como 
le  llamó  Pió  IX,  y  le  presenta  una  vez  más  las 
protestas  de  su  amor  y  de  su  sincera  adhe- 
sión. 

Al  llegar  aquí,  hemos  recibido  el  telegrama 
que  á  continuación  insertamos  : 

Telégrafo  Eléctrico  de  Venezuela.— De  Caracas 
á  Valencia  el  9  de  agosto  de  1877.— 10  hs. 
a.  m. 

Señoi'  Redactor  de  Un  Periódico, 

Ayer  entró  Monseñor  Guevara. 

La  recepción  que  le  hizo  Caracas  fiíé  esplén- 
dida.    El  entusiasmo  del  pueblo  fué  locura. 

Víctor  Ai  Zekpa. 


^  <•  1^1  t»  ^^ 


EDITORIAL  DE  LA  "  PRENSA  UBRE." 
ARZOBISPO  GUEVARA. 

Caracas,  la  gentil  capital,  la  piadosa  cuna  de 
los  Avilas,  Espinosas,  Escalonas  y  Quinteros^ 


—  64  — 
varones  ilustres  en  ciencia  y  santidad ;  Caracas 
la  hermosa  joya  del  catolicismo,  vestida  de  luto 
y  con  lágrimas  en   sus  ojos,  por  sus  templos  de- 
rruidos, por  sus  altares  profanados,  por  sus  vírge- 
nes insultadas,  por  sus  prendas  y  vasos  sagrados 
desposeídos   y   robados,    por  los  ministros  del 
santuario  perseguidos ;  en    esta  actitud  triste  y 
melancólica,  recibe   como  un  bálsamo    celestial 
el  retorno  á  la  patria  de  su  antiguo  Pastor,  del 
justo  mártir  por  su  inmensa  caridad,  del  Óptimo 
^Prelado,    según  la    feliz    calificación  del    gran 

Pió  IX. 

Sí;   Caracas,   anegada  en    lágrimas  de  placer 
abraza  y    se  postra  á  los   pies   del  humildísimo 
Arzobispo,  para  recibir  sus  bendiciones  ;  bendi- 
ciones que  tienen  algo   déla  virtud   ysantidad 
de  los  Flavianos,  Ambrosios  y  Crisóstomos.     Un 
torrente  inmenso  de  ideas  se  agrupan  en  todas 
las  cabezas,  al  recuerdo  de  los  infinitos  males 
que  ha  sufrido  la  Iglesia  de  Jesucristo.    No  hai 
quien  no  tenga  presente  las  injurias   al  Santo 
Padre,  la  amenaza  del  cisma,  separando  á  Vene- 
zuela de  la  unidad  católica,  el  proyecto  vigente 
de  libertad  de  cultos,    negándolo  á  los    católicos 
las  gerarquías  canónicas  como  medios  indirectos 
¿e  coacción  contra  el  Ilustrísimo  señor  Guevara 
^  para  obligarlo  á   renunciar  su   mitra-  y  cuantos 
*  desafueros  pudo  inventar  la  malevolencia  y  odio- 
:sidad  de  un  enemigo  de  Dios  y  de  su  Iglesia.— 


—  65  — 
Pero  nó;  el  mal  no  se  perpetúa :  la  justicia  divi- 
na otorga  á  Venezuela  su  paz  en  las  conciencias, 
la  seguridad  en  su  fé  y  el  consuelo  de  tener  una 
reparación  hermosa  y  digna.  Un  Magistrado 
honrado  y  justo,  sucediendo  en  el  mando  como 
Nervá  á  Oalígula,  es  el  instrumento  de  que  se  ha 
valido  el  cielo  para  nuestro  bien:  y  por  sus  pro- 
videncias tan  cristianas  como  políticas  tenemos 
el  gozo  inefable  de  estrechar  en  nuestros  pechos 
al  Padre  amoroso,  al  antiguo  Jefe  de  la  Iglesia 
de  Venezuela,  al  virtuosísimo  señor  Doctor  Sil- 
vestre Guevara  y  Lira. 

Caracas  está  de  plácemes  y  enhorabuenas, 
por  este  suceso ;  y  nosotros  aunque  distantes 
accidentalmente,  estamos  unidos  en  espíritu  y 
afectos  á  nuestros  conciudadanos  de  aquella 
capital  para  presentar  á  nuestro  respetable  amigo 
y  compañero  de  infortunio  el  testimonio  mas 
espresivo  de  nuestra  constante  deferencia,  de 
nuestras  simpatías  naturales  hacia  su  persona, 
y  nuestras  congratulaciones  sinceras  por  su  feliz 
retorno  á  la  patria. 

¡  Quiera  el  cielo  prolongar  sus  dias,  llenos  de 
paz  y  felicidad ! 


*  *  % 


.—  66  — 


DEL  TKECE  DE  AGOSTO. 

LA    PAZ    ©E    BIOS, 

Al  pié  de  estas  líneas  tenemos  el  honor  de 
publicar  la  carta  que  á  su  llegada  á  Caracas 
escribió  Monseñor  Guevara  á  Monseñor  Ponte, 
y  la  contestación  que  el  Ilustrísimo  señor  Arzo- 
bispo dio  á  <iicha  misiva. 

Inútiles  nos  parecen  los  comentarios  á  que  se 
prestan  estos  dos  hermosos  documentos,  que 
vienen  á  sellar  todas  las  esperanzas  de  cuantos 
aman  la  paz  y  quieren  la  armonía  y  la  unidad  de 
nuestra  Iglesia. 

Ya  los  enemigos  de  esa  paz  y  de  esa  Iglesia 
no  tienen  pretesto  para  levantar  sus  pérfidas 
insidias  ;  ya  los  que  recibieron  al  Ilustre  Pros- 
crito con  una  puñalada  alevosa  á  su  reputación 
y  á  su  virtud  tendrán  que  avergonzarse,  si  es 
que  pueden,  de  su  innoble  y  cobarde  proceder. 
Ya  no  hai  pasto  para  el  diente  de  la  calumnia, 
ya  no  es  posible  seguir  viviendo  á  costa  de  la 
sangre  de  este  noble  pueblo,  dividido  siempre 
para  esplotarlo. 


■—  67  — 

\  Cuan  grandes  se  muestran  esos  dos  Ministros 
del  Señor !  ¡  cuan  cristianamente  inspirados  en 
el  sentimiento  de  la  fraternidad  y  de  la  concor- 
dia! 

Hé  aquí  las  cartas  : 


Caracas,  agosto  9  de  1877. 

ILUSTRISIMO  Y  RETEMNDISIMO  SR.  DR. 

JOSÉ  ANTONIO  PONTE. 

DIGNÍSIMO  ARZOBISPO  DE  CARACAS  Y  VENEZUELA. 

Estimado  hermano  y  amigo. 

Al  fin  me  encuentro'ya  en  la  Patria  por  uno 
de  esos  decretos  siempre  adorables  de  la  Divina 
Providencia.  Ayer  á  las  cinco  y  media  de  la 
tarde  era  saludado  con  religioso  entusiasmo  por 
los  hijos  de  Caracas,  diocesanos  de  VS.  Ilustrí- 
sima,  con  los  testimonios  más  explícitos  de  un 
amor  que  siempre  ambicioné  como  vínculo  de 
caridad,  y  que  quizás  no  he  sabido  merecer  su- 
ficientemente. Aquí  me  tiene,  pues,  VS.  Illma. 
á  sus  órdenes. 

Satisfecho  de  tales  demostraciones  de  afecto, 
algo  me  faltaba,  sin  embargo ;  yo  sentia  un  gran 
Yació  en  mi  corazón :  era  que  no  estaba  en  Cara- 
cas mi  antiguo   amigo   Monseñor   Ponte.     Para 


—  68  — 
VS.  Illtna.  habría  sido  mi  primer  abrazo :  yo 
habría  ido  inmediatamente  á  visitarle  en  su  Pa- 
lacio en  testimonio  de  que  acato  y  venero,  como 
debo,  la  autoridad  de  que  VS.  lUma.  se  halla 
canónicamente  investido.  Pero  ya  que  Nuestro 
Señor  lo  ha  dispuesto  de  otro  modo,  yo  quiero 
dar  alguna  espansion  á  mi  alma,  y  es  por  esto 
que  le  dirijo  la  presente  carta.  , 

Yo  le  saludo,  Ilustrísimo   Señor,   mui  cordial- 
mente,  con  toda  la  sinceridad  del  verdadero  ami- 
go: yo   vengo  á  poner  á  su  disposición   mi  pe- 
queño valimiento,  á   ofrecerle    mi   cooperación 
por  los  intereses  de  las  almas,  que  son  los  inte- 
reses déla  Religión  :  vengo  á  poner  mi  pequeño 
contingente   en  las   aras  de   la  reconciliación  y 
concordia  de  todos  mis  compatriotas,  propen- 
diendo de  consuno  con  VS.  Illma.  en  cuanto  de 
mí  dependa,  al  bien  de  la  Iglesia  y  á  la  paz  de 
la  República,  sin  aspiraciones  personales  de  nin- 
gún linaje.     De  esto  puede  VS.  Illma,  estar  se- 
guro.    Me  bastaría  para  ello  el  simple  título  de 
Obispo  católico.     Aún  no  tengo  ya,  ni  puedo, 
ni  pretendo  tener  jamás  ninguna  parte  dé  la 
jurisdicción  que  he  renunciado,  y  que  VS.  Illma. 
ejerce  en  toda  su  plenitud ;  no  por  esto  me  creo 
exento  de  cumplir  estos  deberes  siempre  anexos 
á  la  Dignidad  episcopal. 

,  Cumplo  así  el   grato  deber   dé   ponerme  enií 
comunicación   con  VS.  I.    manifestándole  cuales<| 


-—  69  — 
son  mis  propósitos  y  sentimientos.  Cuando 
VS.  I.  regrese  á  la  capital,  yo  me  apresuraré  á 
visitarle  personalmente.  Mientras  tanto  me 
pongo  á  la  disposición  de  VS.  I.,  deseándole 
buena  salud  y  opimos  frutos  de  bendición  en  sus 
tareas  pontificales.  Yo  me  complazco,  Monse- 
ñor, en  suscribirme,  de  YS.  Illma.  afectísimo 
amigo,  obediente  servidor  y  hermano  en  Jesu- 
cristo. 

t  Silvestre, 
Antiguo  Arzobispo  de  Caracas  y  Venezuela. 


SILYESTRE  GUEVARA. 

ANTIGUO  ARZOBISPO  DE  CARACAS. 

Carrizal,  -agosto  12  de  1877. 

Muí  venerado  señor  y  querido  amigo  y  her- 
mano en  J.  C. 

Con  particular  satisfacción  he  leido  la  respe- 
table é  interesante  carta  de  su  Señoría  fecha  9  del 
corriente,  que  recibí  ayer  de  mano  del  señor 
Arcediano  Dr.  Lovera.  En  ella  me  comunica 
V.  S.  Ilustrísima  su  feliz  llegada  á  esa  ciudad, 
el  entusiasmo  con  que  ha  sido  recibido  por  sus 
antiguos  hijos,  su  pena  afectuosa  por  no  haberme 


—  70  — 
encontrado  en  Caracas,  sus  sentimientos  bené- 
volos y  apostólicos  respecto  á  la  unión 'que  desea 
conservar  conmigo,  y  su  voluntad  de  continuar 
prestando  á  la  Iglesia  sus  servicios  importan- 
tes. 

Ya  comprenderá  V.  S,  Ilustrísima  que  todos 
esos  conceptos  no  pueden  menos  que  conmover 
vivamente  de  gozo  mi  corazón.  Yo  me  congra- 
tulo con  su  Señoría  por  el  término  feliz  de  su 
dichoso  viage,  por  los  testimonios  de  amor  que 
le  ha  tributado  esa  ciudad,  por  la  salud  de  que 
disfruta  y  que  le  permite  consagrar  nuevas  y 
santas  tareas  á  la  mística  viña  del  Señor.  Ben- 
digo su  misericordia  por  tantos  dones,  y  le  pido 
en  mis  humildes  ruegos  continúe  prodigándolas 
á  manos  llenas  sobre  la  persona  de  su  Se- 
ñoría. 

Satisfactorio  igualmente  me  habria  sido  recibir 
á  su  Señoría  en  el  palacio  arzobispal  y  sentir  el 
abrazo  fraternal  que  me  traia,  y  que  me  ofrece 
para  mi  regreso ;  pero  comprometido  para  estar 
en  Cura  y  la  Victoria  en  las  fiestas  del  Carmen, 
y  practicar  en  ambos  pueblos  la  visita  para  se- 
guirla en  los  Altos,  no  pude  esperar  á  su  Seño- 
ría sino  hasta  el  12  del  pasado,  para  cuya  fecha 
tampoco  era  segura  su  venida  en  el  paquete  de 
agosto.  La  tardanza,  sinembargo,  aunque  larga 
para  el  afecto  rio  ib  será  realmente  para  ef  tiem- 
po.    A  fines  de  este  mes,  si  Dios  no  se  opone, 


—  71  —         * 
volveré  á  Caracas  y  tendré  el  placer  de  salu- 
darle y  de  estrecharle  en  la  efusión  de  mi  cristia- 
no afecto. 

Su  Señoría  encuentra  en  su  patria  la  novedad 
de  que  la  mitra  se  halle  colocada  en  la  persona 
mas  indigna  de  los  que  componían  su  antiguo 
clero ;  pero  que  poseído  siempre  de  los  senti- 
mientos de  amor  y  de  respeto  que  profesó  á  su 
Señoría  como  su  Prelado,  los  conserva  aún 
como  que  los  formó  y  mantiene  vivos  la  ca- 
ridad. 

En  la  Diócesis  de  ese  antiguo  hijo  puede  por 
tanto  su  Señoría  ejercer  todas  las  funciones  epis- 
copales y  la  jurisdicción  que  desee,  lo  cual  lejos 
de  mortificarme  en  nada,  me  será  especialmente 
grato.  En  la  Diócesis  haí  trabajo  hasta  para 
tres  Obispos,  y  los  pueblos  ganarían  mucho  con 
el  pasto  espiritual  apostólico  aumentado  consi- 
derablemente. Su  Señaría  sabe  muí  bien  que 
en  Venezuela  tanto  ó  mas  que  en  Judea  hai 
lugar  de  esclamar  penosamente  con  el  Divino 
Eedentor ;  Messis  quidevíi  multa  oyerari  autem 
pauci. 

Doi  las  gracias  á  Su  Señoría  por  las  demás 
protestas  que  me  hace  de  adhesión  á  mi  autori- 
dad y  de  voluntad  de  ayudarme  en  el  difícil  de- 
sempeño de  mi  Arzobispado.  Su  Señoría  como 
el  clero  de  la  Arquidiócesis  prescinde  entera- 
mente de  la  indignidad  de  la  persona  para  fijarse 


—  72  — 
en  la  unción  santa  que  cayó  sobre  mi  insuficien- 
te cabeza.  Esta  es  la  lei  de  la  Iglesia ;  pero 
reconozco  la  humildad  de  los  que  la  cumplen 
levantando  su  consideración,  á  objetos  mas  ele- 
vados que  mi  pobre  individualidad. 

Acepto  Monseñor,  con  todo  reconocimiento 
su  valioso  contingente  para  los  altos  fines  que 
me  indica.  La  paz  de  la  República,  la  obedien- 
cia á  las  autoridades,  el  bien  de  las  almas,  el 
progreso  de  la  Iglesia,  la  unión  de  nuestros  con- 
ciudadanos. Quiera  el  Señor  bendecir  nuestras 
intenciones  y  facilitarnos  los  medios  de  cumplir 
su  Santa  voluntad. 

Mientras  tanto,  deseo  que  los  aires  de  la  pa- 
tria le  sean  tan  saludables  como  gratos  al  cora- 
zón; que  nada  perturbe  el  contento  de  su  re- 
greso al  país,  y  que  siga  adornando  su  anciana 
cabeza  con  el  ejercicio  de  sus  virtudes  apostó- 
licas- 

Me  suscribo  de  su  Señoría  íUma.  con  toda 
consideración  y  respeto,  afectísimo  amigo,  ser- 
vidor y  hermano. 

Q.B.S.  M. 

José  A, — Arzobispo  de  Caracas, 


—  73  — 


SILVESTRE  GUEVARA  ¥  LIRA- 

ANTIGUO   ARZOBISPO  DE  CARACAS  Y  VENEZUELA. 

Los  que  suscribimos,  vecinos  de  Los  Teques, 
cabecera  del  Distrito  Guaicaipuro,  no  podemos 
callar  ante  el  impulso  de  nuestros  corazones  de 
hijos  agradecidos,  en  el  momento  en  que  regoci- 
jada toda  la  República  por  vuestro  feliz  arribo 
al  seno  de  vuestra  antigua  grei,  después  de  lar- 
go y  penoso  martirio  que  por  el  acendrado  amor 
que  profesabais  á  vuestros  hijos,  sufristeis  con 
la  humildad  y  resignación  de  un  mártir  siguien- 
do el  ejemplo  que  en  el  Gólgota  nos  dio  el  Dios 
hombre  al  inmolarse  por  nosotros. 

Recibid,  pues,  Illmo.  señor,  las  felicitaciones 
que  por  vuestro-  regreso  al  seno  de  la  Patria,  os 
dirije  esta  partQ  de  vuestros  hijos  ;  y  creed  que 
en  nuestros  corazones  habéis  ocupado  y  ocupa- 
reis siempre  un  lugar  distinguido. 

Esperando  con  la  mayor  humildad  vuestra^ 
evangélica  bendición  nos  suscribimos  de  vuestra 
Señoría  Ilustrísima  vuestros  amantes  y  respe^ 
tuosos  hijos. 


^  —  74  — 
Los  Teques,  Agosto  12  de  1877, 
José  R.  Pinto,  I.  A.  Guerrero,  Juan  D.  Pinto, 
Rafael  L.  Acosta  Toisen,  Marcos  Matute,  Oami- 
lo  Gómez,  Pedro  Pérez,  Nicanor  Pérez  Crespo, 
Pedro  Diaz,  Fernando  Pérez  Crespo,  Pedro 
Quintana,  J.  del  Carmen  Tortosa  Hidalgo,  J. 
de  B.  León,  Zoilo  Rodríguez,  P.  Tobias  Cam- 
posano,  Jesús  María  Graterol,  Pedro  Trujillo, 
Eliseo  Reveron,  José  María  Alvarez,  Blas  Flo- 
res, Antonio  José  Guerrero,  Evaristo  Reveron, 
*  José  Justo  Crespo,  J.  Zoilo  Reveron,  Francisco 
R.Pinto,  Julián  Yánez,  Alejandro  Figler,  To- 
mas Galindez,  José  de  los  A.  Cedeño,  Pedro 
Hernández^  José  Tomas  Ledesma,  J.  Manuel 
Alvarez,  Francisco  A.  Diaz,  Rosalio  Fernández. 


MONSEÑOR  GUEVARA. 

Ilustrísimo  Señor. 

Al  pisar  las  playas  de  Venezuela,  habéis'  eoü- 
movido  de  gozo  todos  los  corazones. 

El  Dios  de  la  justicia  no  podia  permitir  que 
fuese  estéril  el  martirio  que  aceptasteis  con 
tanta  valentía,  en  defensa  de  la  Iglesia  y  de<la 
Patria  misma. 


—  75  — 

Vuestra  rehabilitación  ha  sido  espléndida :  á 
la  altura  de  los  horrores  del  Calvario,  donde  se 
puso  en  evidencia  vuestra  fé,  sin  las  vacilaciones 
del  temor.  A  medida  que  crecia  la  tempestad, 
permanecíais  mas  dueño  de  vos  mismo  y  mas 
se  animaba  esa  Divina  llama  que  os  fortaleció 
para  todas  las  pruebas.  En  ese  corazón  Pa- 
ternal, se  refugió  la  Iglesia  de  Jesús,  y  allí  per- 
manecía mas  adorada  de  vos,  mientras  mayores 
eran  los  golpes  que  se  renovaban  para  destruir- 
la. En  medio  de  tantos  reveses,  vos  aguarda- 
bais impasible  el  dia  de  la  victoria. 

Habéis  llenado  la  historia  de  vuestro  Ponti- 
ficado con  el  semillero  de  todas  las  virtudes 
cristianas,  sobresaliendo  entre  ellas,  como  es- 
pléndidas diademas,  la  de  la  abnegación,  la  de 
la  mansedumbre  y  la  de  la  caridad,  Vuestro 
nombre  se  ha  popularizado  por  el  amor,  y  hai 
dulzura  en  el  acento  de  cualquier  idioma  en  que 
se  pronuncia.  Habéis  leido  en  la  fisonomía  de 
la  Patria,  que  ella  os  ama  y  venera  con  la  ter- 
nura de  un  corazón  agradecido ;  y  que  tendrá 
siempre  nuevos  afectos  que  explotar  de  sus 
ricas  minas,  para  ensanchar  el  vuestro.  Por- 
que el  corazón  avaro  del  amor  sublime,  se  di- 
lata sin  diques,  ni  horizontes  que  lo  gobier- 
tíéíiV' 

Al  fin  ya  estáis  entre  nosotros:  hecho  el  pri- 
sionero del   amor :  tenéis  que  soportar  abruma- 


—  76  — 
do,  todos  los  afectos,  todas  las  bendiciones,  todas 
las  nobles  aspiraciones  del  espíritu.  Vuestro 
regreso  al  seno  de  la  Patria  es  el  símbolo  mas 
significativo  de  la  Paz,  de  que  habéis  sido  siem- 
pre su  primer  obrero.  Se  sentia  un  vacío  que 
nada  podia  llenar  sino  el  Ilustre  Proscrito,  Por 
eso,  el  Gran  Demócrata,  Dignísimo  Presidente 
de  la  República,  interpretando  el  sentimiento 
nacional,  y  dando  á  la  vez  generoso  vuelo  á  los 
nobles  impulsos  de  su  alma,  os  abrió  sin  reser- 
vas, el  hogar  de  la  Patria,  hoi  libre  y  feliz.  Alia* 
do  formidable  del  Poder  y  de  la  Iglesia,  seréis 
involuntariamente  la  columna  mas  firme  del 
orden  y  de  la  paz  pública,  y  la  Iglesia  á  la  vista 
de  vuestro  santo  ejemplo,  reposará  defendida 
en  el  santuario  de  la  oración  y  de  la  concien- 
cia. 

Recibid,  Venerable  anciano,  la  mas  cordial 
felicitación  que  os  dirijo  por  vuestro  regreso  al 
pais :  por  la  digna  acogida  que  habéis*  recibido 
de  este  pueblo  cristiano,  que  ha  querido  haceros 
olvidar  el  espinoso  camino  del  destierro,  junto 
con  las  amargas  lágrimas  que  derramasteis  en 
la  tenebrosa  noche  del  infortunio.  ¡  Quiera  el 
cielo  estender  su  Misericordia  sobre  este  pueblo, 
digno  de  compasión  por  sus  desgracias !  y  que 
ella  descienda  abundante,  por  el  esfuerzo  de 
vuestras  súplicas  las  mas  puras,  las  mas  ferva-, 
rosas,  á  fin  de  que  el  don   precioso  de  la  Paz 


—  77  — 
que  hoi  disfrutamos,  emanado  del  orden  y  de 
la  libertad,  se  consolide  perdurable,  agasajada 
'  y  sostenida  por  esa  Santa  Religión  que  os  ele- 
vó al  Martirio  y  que  hoi  veis  restablecida  en 
las  conciencias  y  adorada  del  Hombre  Provi- 
dencial que  encamina  los  destinos  de  nuestra 
Patria. 

Jesús  María  de  los  Ríos. 
Caracas,  agosto  15  de  1877. 


^   H     ♦     M» 


AL  ILUSTRISIMO  ¥  IÍE\^ERENDISIMO  SR. 

SILVESTRE  aUEVARJL  Y  LIRA. 

APITIGUO  ARZOBISPO  DE  CARACAS. 

Monseñor ! 

El  Club  de  Amigos  dé  Carúpano,  compuesto 
de  jóvenes  amantes  del  progreso  y  admiradores 
sinceros  de  las  glorias  de  Venezuela,  tiene  el 
honor  de  saludaros,  en  el  momento  en  que  des- 
pués de  siete  años  de  ostracismo  regresáis  á  la 
Patria,  trayendo  sobre  vuestras  sienes,  mas  res- 
plandeciente que  nunca,  la  corona  de  vuestros 
altos  merecimientos. 

Dejais  en  el  extrangero,  desde  donde  habéis 
lamentado  durante  ese  tiempo  nuestras  pasadas 
desgracias,  una  auréola  brillante  que  irradia  so- 


--  78  — 
bre  el  Clero  virtuoso  de  la  República  y  la  cono- 
cida piedad  del  pueblo  venezolano. 

Recibid  las  felicitaciones  del  Club  de  Amigos, 
que  se  honra  en  ser  hoi  mas  que  otras  veces, 
intérprete  de  los  caru paneros. 

Carúpano,  agosto  de  1877. 

Pedro  Luis  Medina,  J.  B.  Lyon,  José  Manuel 
Suniaga,  Antonio  J.  Font,  Juan  Antonio  Orsini, 
Crispin  Marcano,  Bernardo  Olivier^  Aurelio 
Lyon,  Feliciano  Requena,  Antonio  José  Lyon, 
José  Lyon^  hijo,  V.  A.  Montes  de  Oca,  José  María 
Marcano,  Ramón  Méndez,  José  Pablo  Pérez^ 
Ezequiel  Rodríguez,  Francisco  A.  Carrera,  Mjo, 
Domingo  Font,  Antonio  Dincentelli  Orsini,  Luis 
Molinar,  Juan  Paran  S. 


IDISOTJT^SO 

PRONUNCIADO 

POR    DAVID    VILLAS MIL 

M  U  lElICITACM  QUE  HIZO  LA  JUVENTUD 

A  MONSEÑOR  GUEVAEA 
El  15  de  Agosto.  ^ 

Bustrísimo  Señor. 

Ved  aquí  á  la  juventud   venezolana,   que   se 
reúne  hoi  con  la   espontaneidad   de  su  dignio 


~  79  — - 
carácter,  y  se  acerca  triunfadora  á  este  hogar  tan 
dulce  de  vuestros  recuerdos,  para  presentaros  el 
homenaje  de  sus  respetos;  y  ofrendar  en  vuestra 
honor  en  los  altares  de  la  gratitud  la  víctima  de 
su  ternura. 

"  La  juventud  es  el  porvenir"  y  esta  ovación 
espléndida  que  se  os  tributa  y  en  que  figuran  á  la 
par  las  inefables  fruiciones  del  corazón  y  los 
arranques  espontáneos  del  entusiasmo,  os  dice 
mui  bien ;  que  vos  seréis  siempre  nuestro  único 
padre,  nuestro  caro  pastor — y  no  os  alarmeis-?r- 
por  el  corazón. 

Lejos  está  de  mí,  venir  á  recordar  hoi  los 
terríficos  episodios  de  ese  escandaloso  atentado 
por  el  cual  se  os  arrojó  con  crueldad  feroz  del 
seno  de  vuestros  hijos. 

Yo  no  vengo  á  execrar  á  los  verdugos,  ni  á 
compadecer  á  la  víctima.  • 

¿  Y  á  que  renovar  esos  tristes  recuerdos  que 
ya  pertenecen  al  dominio  impasible  de  la  histo- 
ria, de  ese  gran  libro  en  donde  la  juventud  que 
ve  con  la  mirada  inocente  de  los  primeros  años, 
sin  sombras,  sin  manchas,  los  hechos  que  se  con- 
suman, tiene  un  derecho  mas  estricto,  á  escribir 
en  él  una  letra,  una  palabra,  una  página  de  sus 
reminiscencias  1 

- 1  A  qué  volveros  á  la  memoria  esos  hechos, 
si  habéis  salido  del  deshecho  temporal  coa  mas 
gloria  de  la  que  efitrásteis:  si  lo  habéis  soporta» 


—  80  — 
4o  con  la  sonrisa  del  justo  en   los  labios,  y  la 
'dignidad  del  varón  de  Dios  en  el  corazón  1 . . . . 

Bien  sé,  que  sois  un  hombre  justo,  y  las  almas 
templadas  en  la  santidad  y  la  justicia  no  tienen 
para  los  estravíos  del  prójimo  sino  una  palabra 
"de  perdón,  una  palabra  de  raridad. 

Semejantes  al  Divino    Maestro,    los   varones 
justos  solo  bendicen  a  sus  verdugos  y  claman  al 
^Padre  Celestial  los  perdone  por  que  no  saben  lo 
que  hacen. 

Permitidme,  sí,  evocar  á  la  memoria  los  pri- 
meros albores  de  mi  vida  juvenil  que  se  relacio- 
nan tan  directamente  con  vuestro  pontificado, 
esos  brazos  siempre  abiertos  para  recibirme,  ese 
corazón  siempre  dispuesto  á  bendecirme,  esos 
consejos  paternales,  e^as  insinuaciones  tan  llenas 
de  caridad  y  prudencia  que  me  han  servido  de 
poderoso  talismán  contra  las  miserias  de  la  vida 
y  las  que  á  despecho  del  tiempo  y  la  distancia 
ian  hecho  exhalar  de  mi  alma  atribulada  y  con- 
fiar á  los  favonios  tutelares  muchas  palabras 
de  bendición,  muchos  suspiros  de  ternura. 

La  juventud  de  Caracas  os  íelicita  por  vuestro 
felix  regreso  á  esta  capital  que  os  recibe  no  ya 
simplemente  como  un  obispo  católico  sino  como 
un  Apóstol  de  la  Iglesia  y  un  Mártir  de  la  cris- 
tiandad. 
°  Nos  habéis  hecho  recordar  aquellos  festivales 
espléndidos  con  que  la  ciu<iaá  <ie  Alejandro  reci- 


—  81  — 
bia  de  vuelta  del  ostracismo  á  su  santo  patriarca, 
y  que  solo  son  comparables  á  aquellos   triunfos 
solemnes  de  la  antigua  Roma. 

Para  terminar  pido  á  nombre  de  mis  compa- 
ñeros que  nos  permitáis  besar  llenos  de  admira- 
ción vuestra  mano  justa  y  consagrada  por  el 
martirio,  y  nos  concedáis  vuestra  paternal 
bendición  que  será  como  lus  que  llenará  de 
vividos  fulgores  los  horizontes  de  nuestro  por- 
venir. 

¡Jóvenes  compañeros :  yo  os  imploro  á  que 
nos  postremos  de  hinojos  para  recibir  la  bendi. 
cion  del  Santo  patriarca  !. . . . 


DISCURSO 

PRONUNCIADO 

M  EL  MISMO  ACTO. 

Ilustrísimo  Señor ^ 

Ante  el  verbo  poderoso   del   compañero  que 
acaba  de  precederme  en  la  palabra  ¿  qué  podría 
deciros  \     Mas  cuando  el  corazón   palpita  lleno 
5 


—  82  — 
de  amor  y  el  pecho  se  ensancha  á  irapulsosdel 
entusiasmo,  es  imposible  callar. 

Hubo  un  campo,  señor,   pequeño   pero  bellí- 
simo, sombreado  por  corpulenta  encina,   donde 
pastaban   multitud  de  ovejillas ;  todo   era  con- 
tento.    Pero  llegó  un  dia,  en   que   unas  fieras 
dispersaron    el  manso   rebaño,  el  rayo  destruye 
la  encina  y  todo  se  tornó  en  luto  y  en  ceniza. 
Ese   campo,    era  la  "  Escuela  del  Niño  Jesús ;" 
el  árbol,  erais  vos ;  las  ovejas,  los  jóvenes  que 
iban  á  buscar  allí  la  ciencia  y  la  virtud  que  el 
mundo   con  mezquindad  nos  niega,  y  yo,  señor, 
soi  uno  de  los  proscritos  de  ése   Edén,  que  viene 
hoi,  lanzado    por  la   mano  del  destino,   á  rendir 
á  los  pies  de  su  amoroso   padre  el   homenaje  de 
su  gratitud. 

Sopló  sobre  nuestra  patria  el  desencadenado 
huracán  de  las  discordias  civiles,  y,  Venesíuela 
se  conmovió  en  sus  bases;  resultando  de  esa 
terrible  conmoción,  que  sentara  sus  reales  en 
ella  un  poder  absoluto,  despótico,  odioso,  y  que 
fueran  lanzados  de  su  seno  los  seres  más  queri- 
dos, y  una  de  ellos  fuisteis  vos.  Se  nos  casti- 
gaba, señor  !  Pero  la  mano  de  Dios,  que  siem- 
pre se  nos  muestra,  detuvo  el  rayo  de  su  justicia, 
dejó  lucir  la  luz  de  su  clemencia,  echó  por 
tierra  el  monstruo  de  la  tiranía,  y  sepultó  en  el 
polvo  sus  leyes,  su  poder  y  sus  mentidas  glorias. 
En  medio  de  nuestros  dolores,  hablábamos  de 


—  83  — 
tos;  llorábamos  con  vuestro  lloro;  reíamos  con 
vuestra  risa,  porque  estábamos  seguros,  que 
siempre  nos  bendecíais,  que  siempre  confia- 
bais alas  verdi-negras  olas  del  turbulento  mar 
«n  suspiro  de  amor  para  vuestros  hijos. 

Esta  felicitación  que  os  presenta  la  juventud, 
no  tiene  nada  que  pueda  tacharse,  nada  que  la 
manche,  señor,  pues  esa  juventud  es  la  misma 
que  un  dia,  de  triste  recordación,  victoreó  vues- 
tro nombre,  grito  fué  ese,  señor,  salido  del  fondo 
del  alma,  lazada  misteriosa  conque  el  cielo  ataba 
el  Pastor  á  sus  ovejas  ;  sí,  esa  es  la  juventud  de 
alma  templada  por  el  heroísmo  ;  la  de  conciencia 
recta,  que  jamas  se  ha  doblegado  ante  el  despo- 
tismo, sino  que  por  el  contrario,  se  baña  siempre 
en  los  esplendores  de  la  libertad  ;  la  misma,  en 
fin,  que  está  orgullosa  de  haberse  cubierto  con 
el  polvo  que  levantaban  los  cascos  de  los  ven- 
turosos corceles  que  condujeron  el  carro  de 
vuestro  triunfo.  Kecibid,  pues,  esta  'manifes- 
tación de  su  entusiasmo  y  de  su  gratitud. 

Formad,  señor,  en  vuestro  corazón  un  nido, 
donde  esta  juveutud  vaya,  como  tiernas  avecillas 
á  reposar  y  á  aprender  de  vos,  cuánto  vale  ia  en- 
tereza de  alma  ante  el  infortunio ;  y  cuánto  pue- 
de la  virtud  en  lucha  con  el  vicio. 

Y  vosotros,  jóvenes,  permitidme  que  descorra 
el  velo  del  porvenir,  y  asegure  á  este  mártir  su-' 
blime,  que  su   heroísmo  y  sus   virtudes   pasarán 


—  84  — 
incólumes  de  generación  en  generación,  y  que  su 
nombre  ofrecerá  páginas  infinitas  á  todas  las 
epopeyas  de  nuestra  historia  patria. 
He  concluido. 


AIITÍGULO  PÍIBUGABfl 

ENTUSIASMO. 

Grande  ha  sido  el  que  ha  reinado  en  la  capital 
con  motivo  de  la  llegada  del  mui  digno  pas- 
tor Monseñor  Silvestre  Guevara  y  Lira,  Ar- 
zobispo que  fué  de  Caracas,  y  boi  Obispo  de 
Amasia. 

Su  Señoría  Ilustrísima  entró  á  esta  capital  en 
medio  de  los  víctores  y  aclamaciones  de  alegría. 
No  de  una  mentida  alegría,  sino  un  regocijo 
salido  del  corazón;    de  un    regocijo   franco-  y 

puro. 

Todos  los  ánimos  estaban  vivos,  despiertos, 
¿y  cómo  no  regocijarse  al  ver  de  nuevo  al  manso 
cordero,  que  si  fué  expulsado  del  seno  de  Cara- 
cas, fué  porque  se  excedió,  porque  cumplió  de- 
masiado bien  sus  deberes  1 
.  No  podemos   menos  que  creer  en    la  proteo- 


~  85  — 
cion  de  Dios   hacia  el  «ctual   Presidente   de  la 
Kepública. 

La  venida  del  Ilustrísimo  Prelado  viene  á 
acabar  de  hacer  feliz  al  Gran  Demócrata,  al 
eminente  ciudadano  que  ocupa  la  presidencia  de 
la  República.  -      ' 

Y  si  acaso  hai  algunos  que  amarguen  su  re- 
greso, con  sus  ignominiosas  calumnias,  no  hai 
que  dar  oido  á  ellas,  pues  la  honra  y  dignidad 
de  un  Prelado  que,  como  Monseflt)r,  es  un  ver- 
dadero representante  de  Jesucristo,  no  son 
ajadas  por  las  conversaciones  de  hombres  sin 
conciencia,  ni  juicio  de  razón. 

Así  pues,  deseamos  al  magnánimo  Prelado 
dias  de  goces  y  felicidades  en  el  seno  de  sus 
antiguos  y  verdaderos  amigos ;  pues  este  es  el 
gran  placer  que  podemos  tener. 

Caracas,  agosto  9. de  1877. 

Rafael  Emigdio  Villanueva. 


RAFAEL  CARABAÑO 

FELICITA   A 
MONSEÑOR  G-UEVARA  7  LIRA, 

ANfIGÜO  ARZOBISPO   DE    CARACAS  \   VEfflüELA. 

POE  SU  REG-RESO  A  LA  PATRIA ;  _ 

Y  tiene  el  honor  h  ofrecerle  sus  respetos  y  consideraciones, 
Ortiz,  agosto  20  de  1877. 


—  8G  — 


Una  deseada  y  feliz  recepción,  dá  origen  á  los 
siguientes  conceptos. 

Si  los  antiguos  creyentes  de  la  primeía  igle 
sia  saludaban  con  indecible  placer  á  los  Santos 
Apóstoles,  no  menos  saludaban  con  la  mayor 
cordialidad  y  sumisión  de  fé  los  feligreses  de  la 
Federación  Venezolana  al  mui  dignísimo  y  re- 
verendísimo 'Señor  Doctor  Silvestre  Gruevara  y 
Lira,  antiguo  Arzobispo  que  fué  de  Caracas  y 
Venezuela. 

Después  de  las  tenebrosas  nubes  que  oscure- 
cian  el  horizonte  de  nuestra  querida  patria,  como 
por  encanto  sublime  se  han  visto  desplegar  los 
negros  nubarrones,  y  ese  mismo  cielo  interrum- 
pido, tornarse  en  blanco  trasparente,  símbolo 
sin  duda  de  bonanza  y  serenidad. 

Vuestro  regreso  después  de  la  dura  perma- 
nencia en  tierra  estraña  donde  os  redujo  la 
suerte  ppr  la  más  cruel  imposición,  ha  sido,  Señor, 
para  el  país  de  tan  halagüeña  esperanza,  que 
todo  corazón  cristiano  salta  de  contento,  por 
ver  cesantes  las  distintas  peripecias  por  que 
estaba  pasando  la  Eépública,  debido  al  desam- 
paro que  sufria  la  Iglesia  Católica ;  sí :  esa 
Iglesia  militante  de   todos   los  tiempos.      Vos 


—  87  — 
Ilustrísimo  Señor,  como  predestinado,  habéis 
venido  á  satisfacer  todas  las  necesidades,  por 
una  de  esas  celestiales  disposiciones"  de  la  Divi- 
na Providencia.  Rociad  Serenísimo  Señor  con 
tu  santa  bendición  vuestra  grei,  que  con  ella 
queda  borrado  uno  de  tantos  pecados  que  pesan 
contra  la  afligida'  humanidad,  cuya  bendición 
recibiremos  postrados  de  rodillas  sobrecogidos 
con  fervoroso  júbilo ;  y  que  vuestros  pasos  de 
peregrinación,  allá  en  lejanas  playas,  hayan  sido 
fructíferos  y  del  mejor  beneplácito ;  imitando 
aquellos  célebres  varones  del  Evangelio,  imitan- 
do la  resignación  y  heroísmo  de  Flavio  Cle- 
mente de  Antioquía,  imitando,  la  humildad  y 
sacrificio  de  Zénovio,  Arzobispo  de  la  capital 
del  mundo  cristiano,  imitando  por  último,  en  lo 
posible,  lo  que  fué  en  Jerusalen  el  Justo  Naza- 
reno. 

En  fin,  de  vuestra  indulgencia  señor,  espero 
disculpéis  los  errores  que  naturalmente  tendrá 
esta  mi  espontánea  manifestación;  pero  si  ca- 
rece de  estilo,  solo  veréis  en  ella,  solo,  la  franca 
espansion  de  mi  alma,  y  el  deseo  de  hacer  oír 
mi  desautorizada  voz  y  mi  eterna  gratitud,  y 
mientras  tanto  repito  nos  echáis  vuestra  episcopal 
bendición. 

Caucagua,  agosto  10  de  1877. 

Eusebia  Lorente. 


EDITORIAL  DE  "  LA  TRIBUNA  IIBIRAL "  DEL  4  ñ  SETIBIBRi 

Ayer  en  la  tarde  recibió  Monseñor  Guevara 
en  su  casa  de  habitación  la  visita  de  un  grupo 
de  niñitas.  La  señorita  Teresa  de  Jesús,  de 
edad  de  siete  años,  hija  del  señor  Jesús  Ma- 
ría de  los  Ríos,  con  acento  decidido  y  cando- 
rosa gracia  pronuncióla  felicitación  que  á  conti- 
nuación publicamos.  Feliz  el  venerable  Prela- 
do, cuyas  virtudes  y  santidad  penetran  y  levantan 
himnos  de  alabanza  y  veneración,  hasta  en  el 
corazón  délos  seres  que  solo  respiran  inocencia 
y  sentimientos' angelicales, 

llustrísimo  Señor, 

Habéis  tornado  al  seno  de  la  Patria,  después 
de  largo  y  doloroso  martirio. 

El  paternal  Gobierno  que  hoi  nos  rige  des- 
truyó las  barreras  que  os  cerraban  la  entrada, 
y  sobre  la  cumbre  del  árbol  de  la  Paz,  que 
estiende  sus  magestuosos  brazos  para  albergar 
al  Ilustre  Proscrito,  que  la  patria  lloraba  en  la 
soledad  de  sus  ruinas,  flamea  victoriosa  la  bande- 
ra de  la  fraternidad.     Estáis  al  abrigo  del  amor 


—  89  -^' 
que  habéis  sabido  conquistar  por  vuestros  nobles 
hechos,  y  los  mudos  aplausos  de  la  conciencia 
cristiana  ¡  cautiva  tantos  años !  resuenan  en 
esta  brillante  época  magnificados  por  los  acentos 
de  la  libertad.  Habéis  sabido  conservar  la 
verdadera  grandeza,  enseñando  á  los  débiles"  y  á 
los  desertores  de  la  Fé,  cómo  se  ha  de  defender 
el  depósito  de  nuestra  santa  religión  cuando  se 
ha  recibido  del  cielo. 

Bajo  el  dulce  arrullo  de  mis  padres,  mi  cora- 
zón suspiraba  el  misterioso  camino  de  la  vuelta, 
y  mis  labios  murmuraban  la  celebridad  de  vues- 
tro nombre.  Cristo,  el  mismo  de  la  barca  en  las 
aguas  del  lago  de  Genezareth,  apareció  disipando 
la  tempestad  que  oscurecía  el  cielo  de  mi  Patria, 
y  os  señaló  el  puerto  del  reposo :  el  de  los  cora- 
zones que  os  aman  y  bendicen. 

Venid,  pues,  á  descansar  sobre  tan  simpático 
trono. 

He  dicho. 


El  siguiente  discurso  pronunciado  por  el  Dr. 
José  María  Samper  en  la  Guaira,  se  publica  en 
este  lugar  por  haber  sido  remitido  de  Barranqui- 
11a  por  su  autor,  después  de  estar  impreso  el  res- 
to de  este  opúsculo. 


—  90  — 

DISCURSO 

EN  HONOR  DEL  ILLMO-  SEÑOR  DOCTOR 

SILVESTRE  GUEVAEA  Y  LIRA, 
ANTIGUO  AEZOBISPO  DE  CARACAS  Y  VENEZUELA, 

POR  EL  DOCTOR  JOSÉ  MARÍA  SAMPER, 

AL    LLEGAR     EL    PRLMERO   A    LA    GUAIRA 

y  partir  el  segundo  para  Colombia. 

Ilustrísimo  Señor. 

Os  soi  enteramente  desconocido  hasta  el  mt)- 
mento  actual,  y  mi  voz  no  tiene  ni  puede  tener 
importancia  para  vos,  prelado  ilustre  y  venerable, 
sino  porque  es  la  de  un  ciudadano  colombiano 
que  os  admira,  de  un  venezolano  de  corazón  c[ue 
os  estima  y  de  un  hermano  que  ha  aprendido  en 
Venezuela  vuestro  nombre  con  veneración  y  á 
amaros  con  dulzura.    (Aplausos.) 

Vengo  á  saludaros  con  vivo  entusiasmo,  aquí, 
en  el  atrio  de  la  casa  de  Dios,  porque  soi  uno  de 
aquellos  republicanos  amigos  del  progreso  y 
defensores  de  las  doctrinas  verdaderamente  libe- 
rales, que  no  se  avergüenzan  de  inclinarse  con 
respeto  delante  de  los  apóstoles  del  Evangelio, 
y  confiesan  con  gozo  su  fé  en  la  justicia  y   mise- 


—  91  — 
ricordia  de  Dios,  y  su   culto    por  la   iglesia  de 
Cristo  y  todas   las   consoladoras  verdades  de  su 
divina  religión.     (Ruidosos  aplausos.) 

Vos,  señor,  sois  grande  por  la  virtud,  la  ciencia 
y  la  bondad,  y  yo  pequeño  por  todo,  menos  por 
el  corazón,  lleno  de  íé,  de  amor  y  de  esperanzas. 
Pero  i  á  quienes  han  de  honrar  los  pequeños»  si 
no  es  á  los  grandes,  cuando  estos  lo  son  moral- 
mente  y  aquellos  tienen  sinceridad  y  honradez 
de  alma*?  Y  ademas  ¿  cómo  no  he  de  saludaros 
yo  con  alborozo,  si  hemos  sido  hermanos  de 
proscripción :  vos,  hasta  hace  poco  proscrito  de 
vuestra  iglesia  y  vuestra  patria  por  sostener  con 
incontrastable  firmeza  los  fueros  del  Evangelio  y 
la  idea  de  la  concordia  fraternal ;  y  yo,  proscrito 
de  mí  suelo  natal  por  haber  defendido  con  mi 
pluma  y  mi  espada  la  soberanía  popular  y  la 

libertad  de  la  conciencia  religiosa'? Recibid, 

pues,  Ilustrísimo  señor,  el  homenaje  que  os  pre- 
sento, y  el  saludo  que,  en  el  momento  en  que  voi 
á  alejarme  de  vuestra  cara  patria,  donde  he 
recibido  la  más  fraternal  hospitalidad,  dirijo  al 
abnegado  pastor,  al  apóstol  de  paz  y  de  perdón  á 
quien  hoi  recibe  en  sus  brazos  la  noble  Venezue- 
la; merced  al  espíritu  republicano  y  el  senti- 
miento justiciero  de  aquel  Gean  Demócrata 
que  ha  abierto  á  todos  los  proscritos  las  puertas 
de  la  patria.     (Grandes aplausos. J 

Algunos,   señor,    han    querido    hacer   creer^. 


--  92  — 
«iquiera  ellos  mismos  no  puedan  ni  deban  creer- 
lo, que  al  venir  vos  á  Venezuela  habrá  un  cisma 
en  la  iglesia  venezolana.  Nó  ;  sé  mui  bien  que 
esto  es  imposible,  porque  vos  amáis  la  paz  y  la 
concordia,  respetáis  la  lei  y  sois  un  verdadero 
apóstol  del  Evangelio.  Monseñor  Ponte  es  hoi 
el  legítimo  arzobispo  de  Caracas,  por  vuestra 
propia  renuncia  de  la  mitra,  por  voluntad  del 
Pontífice  y  por  ministerio  de  la  lei  venezolana ; 
y  así  como  é\  sabrá  amaros  y  estimaros  con 
veneración,  vos  sabréis  respetar  y  considerar  la 
autoridad  eclesiástica,  de  que  él  está  investido, 
{Aplausos.)  Vosotros  viviréis  en  la  santa  armo- 
nía de  la  paz  en  Cristo,  porque  en  tanto  que 
Monseñor  Ponte  será  el  jefe  oficial  de  la  iglesia 
venezolana,  el  arzobispo  de  la  lei,  símbolo  al  pro- 
pio tiempo  de  la  soberanía  nacional  y  de  la 
unidad  de  la  iglesia,  vos  seréis  (y  este  papel  es 
sobrado  grande  y  noble  para  que  nos  os  deje 
satisfecho)  seréis,  digo,  el  arzobispo  de  la  concor- 
dia y  la  conciliación,  el  consejero  de  la  paz  y  la 
misericordia,  el  consolador  de  todos,  el  mediador 
íntimo  y  afectuoso  entre  las  autoridades  y  los 
partidos  antagonistas;  y  vuestra  autoridad,  pu- 
ramente moral,  sin  dejar  de  ser  sacerdotal,  solo 
\&e  hará  sentir,  por  medio  de  la  dulzura,  en  favor 
de  toda  obra  que  concilio  el  orden  con  la  libertad 
y  la  conservación  con  el  progreso !  {Aplausos 
prolongados.) 


—  93  — 
Vos,  señor,  llegáis  á  tiempo  al  suelo  patrio. 
El  patriota  General  Alcántara  ha  inaugurado 
una  política  de  reparación,  de  restauración  de 
las  libertades  públicas  é  industriales  y  de  verda- 
dera regeneración.  Y  el  pueblo  venezolano  está 
correspondiendo  á  tan  hábil  política,  maneján- 
dose con  un  admirable  buen  sentido  y  una  cor- 
dura que  le  honra  mucho.  Pero  conviene  que 
una  voz  tan  autorizada  como  la  vuestra,  voz  de 
hombre  sabio  y  de  apóstol  lleno  de  mansedum- 
bre y  de  dulzura,-— modelo  de  grandes  sacerdo- 
tes, puesto  que  los  más  humildes  son  los  que  más 
se  acercan  á  Jesucristo,— venga  á  prestar  apoyo 
á  los  buenos  gobernantes  y  los  ciudadanos,  á  fin 
de  mantener  el  fuego  sagrado  del  patriotismo 
cristiano ;  es  decir,  pacífico,  noblemente  republi- 
cano y  generoso.  (Mui  bien  !)  De  este  modo, 
sefíor,  se  asegurarán  al  propio  tiempo  en  Ve- 
nezuela todas  las  reparaciones  reclamadas  por  la 
justicia ;  todos  los  progresos  exijidos  por  una  sana 
civilización ;  todas  las  libertades  que  son  necesi- 
dades de  la  república  democrática,  y  todos  los 
actos  de  conciliación  inherentes  á  la  política 
de  la  paz  y  la  legalidad!  {Gi'andes  aplau- 
sos^ 

Venezuela  os  conoce  bien,  os  ama  y  venera  j 

■,  os  recibe  gozosa,     Ella  sabe  que  la  república 

democrática  es  inseparable  de  la  práctica  del 

Evangelio,  puesto  que  los  más  grandes  y  fecu»- 


—  94  — 
dos  progresos  de  la  civilización  son  debidos  al 
cristianismo,  fundado  en  la  justicia.  Ella  sabe 
que  vos,  en  lo  íntimo  de  vuestro  generoso  cora- 
zón de  mártir  cristiano,  desde  las  playas  que 
-os  ban  dado  asilo  hospitalario  durante  vuestro 
destierro,  habéis  perdonado  á  los  que  os  han 
perseguido !  {Aplausos.)  Por  lo  mismo,  sabe 
también  que  de  vuestros  labios  solo  saldrán  las 
palabras  cciwc¿?r¿/m  y  jyerí?<9W,  jamas  las  áQ  perse- 
cusion  y  venganza.  {Aplausos.)  Verdadero 
ministro  del  Dios  de  misericordia  y  caridad, 
vuestros  acentos  llevarán  el  consuelo  á  todos  los 
corazones  y  la  calma  á  todos  los  espíritus.  De 
este  modo,  señor,  así  como  habéis  pasado  toda 
vuestra  vida  ejerciendo  la  caridad  y  propagando 
la  luz  del  Evangelio,  haréis  un  inmenso  bien  á 
Venezuela  ;  y  el  dia  que  Dios  sea  servido  llama- 
ros á  su  seno,  vuestra  noble  alma  se  alzará  tran- 
quilamente hacia  el  divino  amor,  y  vuestro  se- 
pulcro será,  junto  eon  el  de  Bolívar,  una  de  las 
más  puras  y  santas  glorias  del  pueblo  venezo- 
lano! {Prolongados  aplausos,  Monseñor  Gue- 
vara, mui  conmovido^  ahraza  estrechamente  al 
orador,  con  tiernas  muestras  de  cariño,  y  este  es 
calurosamente  felicitado  por  muchas  señoras  y  mu- 
chos ciudadanos.) 


— .  95  — 

EDITORIAL  DE   "EL  PUEBLO" 

DE  BARINAS. 

El  dia  7  de  los  corrientes  arribó  al  Puerto  de 
La  Guaira  Monseñor  Guevara,  y  el  8  á  las  5 
de  la  tardé  pisó  la  capital  de  la  República  con- 
ducido por  una  inmensa  multitud :  todo  lo  más 
escojido  de  la  sociedad  caraqueña,  los  altos 
funcionarios,  los  empleados  públicos,  los  gremios 
sociales,  el  bello  sexo,  las  pespetables  matronas, 
en  una  palabra,  toda  la  población  de  la  capital, 
alborozada,  loca.de  entusiasmo,  concurrió  á  esta 
magnífica  recepción,  única  en  los  anales  de  la 
Gran  Ciudad, 

Ovación  más  popular  no  se  había  presenciado, 
tíi  más  espléndida,  ni  más  espontánea,  en  que 
se  manifestar0^  con  más  sinceridad  el  verdadero 
amor  á  que  es  acreedor  el  dignísimo  personaje 
á  quien  se  tributara.  Es  así  como  un  pueblo 
cristiano  y  agradecido  acoje  al  virtuoso  Pastor, 
después  que  largos  años  de  destierro  á  que  fué 
condenado  por  el  más  insolente  despotismo,  le 
hicieron  sentir  en  playas  extranjeras  pesares, 
escaseces,  sinsabores,  males  sin  cuento.  Ese 
distinguido  y  humildísimo  prelado  ha  sabido 
sufrir  la  Cruz  del  martirio  con  cristiana  resig- 
nación, y   se   ha   hecho  merecedor  y  mui  digno 


—  96  — 
de  recibir  las   muestras  de  gratitud  y  verdadero 
aprecio  con  que  le  ha  distinguido  la  capital. 

Damos  gracias  á  la  magnanimidad  del  Gran 
Demócrata  por  su  humanitario  decreto  de  am- 
nistía que  nos  ha  restituido  á  tantos  preclaros 
varones  y  útiles  ciudadanos  que  el  Autócrata  ha- 
bía precipitado  fuera  de  la  Patria.'' 


(Hoja  suelta  de  Cumaná) 

Frescas  aún  las  impresiones  gratísimas  que 
produjera  en  la  culta  Caracas  la  espléndida  re- 
cepción del  Ilustre  Proscrito,  cuyo  nombre,  ya 
histórico,  encabeza  estas  líneas,  creemos  opor- 
tuno dar  á  conocer  al  mundo,  en  especial  á 
nuestros  compatriotas,  cómo  pensó  Cumaná  en 
1872  respecto  de  Monseñor,  cuando,  volviendo 
del  destierro  bajo  mentidas  promesas  del  tirano 
de  la  Patria,  pisó  por  instantes  nuestro  suelo, 
para  ser  en  breve  devuelto  á  las  penalidades  del 
ostracismo  en  castigo  de  su  digna  y  ejemplar 
entereza  contra  las  inicuas  condiciones  de  aquél, 
humillantes  para  los  fueros  y  prerogativas  de  la 
Iglesia  venezolana  y  la  propia  dignidad  personal 
de  su  alto  Apóstol.    En  ese  pensamiento,  copia- 


~  97  — 
mos  en  seguidas  la  hoja  que  entonces  debió 
haber  visto  la  luz  pública,  y  que  nos  fué  forzoso 
régervar  para  ocasión  como  la  presente,  propicia 
par-a  nuestras  libertades,  solo  por  librar  de  dura 
^aña  los  nombres  de  amigos  estimables  que 
revela  nuestpo  escrito;  y  sóbrelos  que  habria 
caido  poderosa  é  inexorable  la  airada  segur  del 
tirano.     Dice  así  nuestra  hoja. 

KK§Ei§0  Dil  PE0§6EIf  0. 

Esperimentamos  en  la  vida  sensaciones  de  tal 
magnitud  en  la  escala  del   placer  y  los  encantos, 
que  nada  es   bastante  á  medirlas  y   apreciarlas 
con  esquisiía   exactitud   fisiológica.     Los    actos 
en  que  esas  sensaciones  dominan  tienen  tal  pres- 
tigio de  absorción,  que  años  y  aún  siglos  se  re- 
sumen en   una  hora.     De   esa   naturaleza  es  la 
visita  de  Monseñor;  objeto   de  una  ovación  es- 
pontánea, sencilla,  tierna,  edificante,   como  las 
patéticas  circunstancias    que   la  dieron    origen ; 
y  para  la  que   no   hubo    programas,   aparatos  ni 
ceremonias.     Apenas   hablan   tenido  tiempo  de 
darse   la    palabra  las    corporaciones   religiosas ; 
apenas   hablan  logrado    las  señoras  y  señoritas 
invitarse  mutuamente  para  salir  al  encuentro  del 
Venerable  Pastor  devuelto  á  su   Patria.     Este 
suspirado  regreso  se  aguardaba,  pero  no  se  tenia 

,»   vqsii2oiS 


— '98  — 
de  di  noticia  segura.  El  dia  mismo  fijado  para 
tocar  en  este  puerto  el  paquete  de  Oriente,  vacila- 
ban las  ánimos  entre  inciertas  congeturas.  Con 
todo,  algunas  familias  acudieron  á  la  playa,  an- 
siosas de  ser  las  primeras  en  saludar  al  Ilustre 
Proscrito.  La  población  cuenta  impaciente  las 
horas  que  transcurren  sin  que  el  vapor  aparezca. 
Así  pnsan  los  dias  27  y  28,  entre  vacilaciones  y 
dudas  exacerbantes  del  espíritu.  Ya  se  resuel- 
ven, en  la  impaciencia,  á  no  esperar  más  la 
llegada  del  paquete.  Ya  se  asegura  por  algunos 
que  la  empresa  déla  lineaba  cesado,  cuando, 
¡  bondad  divina  !  el  29  á  las  3  p.  m.  los  atalayas 
establecidos  al  intento  anuncian  que  el  vapor 
está  á  la  vista.  Una  emoción  singular  y  súbita 
se  apodera  del  ánimo  de  todos.  Gumaná  se  alza 
entusiasmada  del  lecho  de  pesar  en  que  la  tenia 
sumida  laindesicion  del  arribo  ; — las  fisonomías 
se  tornan  gozosas; — las  calles  se  reaniman; 
las  alturas  se  coronan  de  gente  que  dirige  ávida 
la  mirada  hacia  el  inmenso  pliegue  que  borda 
el  horizonte  entre  el  cielo  y  el  mar ;  sobre  el 
cual  se  destaca  informe  el  deseado  bajel,  envuel- 
to en  la  atmósfera  divina  que  presagia  siempre 
al  justo. 

Venia  allí,  en  efecto  el  virtuoso  y  mártir  Pre- 
lado. Tan  luego  echó  anclas  el  vapor,  la  goleta 
nacional  Josefita,  surta  en  el  puerto,  telegrafió 
la  venida   del   Ilustrísimo   Señor   Arzobispo  á 


—  99  — 
bordo  del  paquete,  engalanando  rápidamente  sus 
topes  con  gallardetes  y   grímpolas  de   vanados 
colores.     Desde  aquel  feliz  instante  todo  fué  ani- 
mación, alegría,   entusiasmo,    movimiento,    elec- 
tricidad en  este  pueblo,  que,  á  pesar  de  su  infor- 
tunio casi  tenaz  y  creciente,  cuenta  siempre,  ra- 
diantes de  luz,,  llenas  de   vida,  grandiosas,  inten- 
sas, las  manifestaciones  de  su  levantado  espíritu. 
En  dias  de  tales  pruebas  para  el  corazón,  el  alma 
inspirada  de  Cumaná   parece   contaminar  dulce^  * 
mente  á  la  naturaleza  :  el  esplendoroso  sol  de  los 
trópicos   se   muestra   magestuoso :  el   cielo  está 
poético,   trasparentando   innúmeras   estrellas   en 
noches   plácidas  y    serenas :  los    hermosos  cam- 
biantes de  lúzase  ofrecen   bellísimos  á  la  risueña 
perspectiva:    el    Océano,    dócil  y    sereno,    riza 
apaciblemente  su  argentada  superficie:  el  Man- 
zanares no  ostenta  la  cólera  de  otros  dias,  ni  aún 
el  rumor  ordinario,  sino  armonías  de  paz  v   amor 
en  sus  ondas  -de  cristal  :-todas  son   em'ociones 
gratas  :— j  hasta  las  ruinas  se  desnudan  de   todo 
lo  tétrico,  de  todo  lo  mustio  y  sombrío,    para   no 
producir  en  el  ánimo  sino  impresiones   de  espe^ 
cial  encanto  y  verdadero  arrobamiontí^:, ' 

Las  iglesias   pusieron  al   instante  4  vuelo  sqs    ' 
bronces,  publicando   alborozadas  la  presencia  del 
dignísimo  Apóstol:  los  fbegos   artificiales,   que- 
mados  enproíbs.¡on/|IenAroM'éi'aire    en   todas 
direccionés':,,^ja,;es|^aciosa'  cííle  de 'iier 


—  100  — 
carrera  principal  de  la  ciudad  al  puerto,  si  vistió 
de  improviso  con  numerosos  y  vanados  pabello- 
nes; estableciéndose  desde  luego  una  corriente 
humana  por  aquella,  ansiosa  de  conocer  al  Mártir, 
admirarle  de  cerca,  tocar  sus   sagradas  vestidu- 
ras, depositar  en  el  santo  anillo  sendos  besos  lle- 
nos de  ternura  y  amor,  y  recibir  contritos  la  ben- 
dición apostólica.     En  breves  instantes  poblaban 
el  puerto  más  de  mil  personas  de  toda  edad,  sexo 
y   condición  política  y  social,  que   reclamaban 
exaltadas  la  presencia  del  Ilustre  huésped.     El 
Presidente  del  Estado,  general  Manuel  Morales, 
los  Venerables  Curas  de  Santa  Inés  y  Altagra- 
cia,  el  Pro.  Castillejo,  los  Doctores  Andrés  Eloi 
Meaño  y  Baldomcro  Benítez,   el   señor   Pedro 
Ezequiel   Rojas  y   otras  respetabilidades,  por  su 
propio  deseo  y  como  intérpretes  del  querer  po- 
pular, se  trasladaron  al  vapor  á  saludar  á  Su  Se- 
ñoría en    nombre    de  Cumaná.   y  á  suphcarle 
viniese  á  tierra,  aunque  fuese  por  cortos  instan- 

4-pe 

Pudieron  más  en  el  ánimo  del  dignísimo  Pre- 
lado  lo  caracterizado  déla  diputación  y  la  cre- 
ciente exitacion  que  reinaba  en  la  playa,  que  su 
propósito  formado  desde  Puerto-España  de  no 
desembarcar  en  punto  alguno  del  tránsito.  Vino 
á  entregarse  al  pueblo  de  Cumaná,  que  le  recibió 
éon  señalados  trasportes  de  júbilo,  que  se  dis- 
putaba entre  sí  la  preferencia  de  acercársele,  de 


—  101  — 
conducirle,  de  besarle  el  anillo  episcopal;  y, 
manso  como  el  cordero  de  Dios,  se  dejaba  tomar 
la  mano,  y  pagaba  con  bendiciones  y  evangélica 
sonrisa  la  popularidad  y  el  delirio  de  esta  amo- 
rosa ovación.  Algunos  pasos  anduvo  así  en  di- 
rección de  la  ciudad.  La  multitud  no  estaba 
satisfecha.  Faltaba  algo  á  su  espíritu  de  adora- 
ción que  debia  cumplir  en  aquel  digno  Apóstol 
de  nuestra  Santa  Religión.  Lo  detenia  en  su 
paso,  lo  aclamaba  en  manifestaciones  de  acen- 
tuado amor ;  lo  estrechaba  sin  fatigarle,  le  abria 
calle,  volvia  á  cerrársela, — y,  ¡  poder  de  intui- 
ción !  cuántos  llegaban  á  acercársele  doblaban, 
inspirados,  de  súbito  la  rodilla. 

Ño  puede  menos  que  ser  pálida  toda  descrip- 
ción de  esta  sublime  escena,  en  que  el  sentimien- 
to de  lo  grande  invadía  dulcemente  las  almas,  el 
espíritu  religioso  se  elevaba  en  alas  de  lo  mages- 
tuoso  y  adorable,  y  la  magnificencia  y  alteza  de 
Dios  se  cernia  intuitivamente  sobre  este  encuen 
tro  dichoso— de  un  pueblo  cristiano,  dolorido  y 
casi  sacrificado  por  los  sufrimientos  y  decepcio- 
nes de  un  largo  martirio,  y  el  discípulo,  el  vir- 
tuoso Apóstol  de  Jesucristo,  devuelto  á  su  Patria 
y  á  su  amada  grei  tras  un  penoso  destierro. — 
Cumaná  y  el  dignísimo  Pastor  eran  dos  infortu- 
nios, que  se  miraban  y  se' confundían.  Grandio- 
so cuadro,  que  tuvo  por  marco  el  cielo  y  el  mar 
y  por  lienzo— una  tierra  empapada  en  lágrimas 


—  102  -- 
de  profundo  afecto.     Sí;  lo  hemos  dicho,- — esa 
sublime  escena  estaba  presidida  por  Dios. 

Haciéndose  paso  por  en  medio  de  aquella  ma- 
sa compacta  de  ardorosos  cristianos,  llegó  hasta 
Su  Señoría  una  comisión  del  Concejo  municipal^ 
que  le  felicitó  á  nombre  de  la  ciudad.  El  Ilus- 
tre Proscrito  contestó  á  la  salutación  del  respe- 
table Ayuntamiento  con  breves  y  sentidas  pala- 
bras, llenas  de  amor  y  unción  evangélicas. 

El  digno  Apóstol  hubiera  satisfecho  la  ardien- 
te aspiración  de  Cumaná  aceptando  entre  noso- 
tros la  hospitalidad  de  unos  dias ;  pero  le  era 
forzoso  partir. 

Tocó  su  turno  á  las  corporaciones  religiosas. 
I  Cuan  grande  y  admirable  se  muestra  la  cordial 
entrevista  de  las  almas  piadosas ;  de  esas  almas 
levantadas  hasta  Dios  por  los  méritos  de  la  ora- 
ción y  el  sagrado  recogimiento !  Los  cofrades 
del  Santísimo  de  las  iglesias  de  Santa  Inés  y 
Altagracia,  decorados  con  las  armas  de  la  Orden 
divina,  y  las  virtuosas  hermanas  del  Sagrado 
Corazón  de  Jesús,  se  acercaron  á  su  vez  á  Mon- 
señor á  ofrendarle  sus  respetos.  En  presencia 
de  tanta  grandeza  para  la  Iglesia  de  Venezuela, 
el  dignísimo  Jefe  de  ella  realzó  sus  bondades 
significando  su  alegría  y  reconocimiento  con  pala- 
bras de  amor,  propias  de  un  corazón  verdadera- 
mente cristiano. 

La  multitud  se  reproducía  en  oleadas  por  de- 


— 103  — 
lante  del  Venerable  Proscrito;  sobre  cuyas 
manos  depositaba  en  el  frenesí  de  su  admiración, 
desesperados  y  múltiples  besos.  El  paso  hasta 
Monseñor  llegó  á  hacerse  difícil.  En  ese  su- 
premo instante  de  ardorosa  excitación  popular, 
circuló  una  hoja  suelta  de  "  bienvenida,"  felici- 
tación de  Oumauá  al  estimable  Prelado;  corta, 
pero  tierna,  y  llena  del  sentimiento  y  el  espíritu 
de  la  agradecida  ciudad.  En  breves  frases  in- 
terpretó nuestro  amigo  José  Antonio  Meaño 
Velásquez  la  edificante  impresión  de  un  pueblo 
apegado  á  la  Fé,  en  cuyo  corazón  se  engrandece 
y  sublima  el  amor  á  su  grande  bienhechor  abru- 
mado por  el  infortunio  (*).  Su  Señoría  se 
afectó  profundamente  con  la  lectura  deesa  hoja, 
y  vertió  sobre  ella  lágrimas  sencillas,  testimonio 
de  un  pesaroso  recuerdo.  Acababa  de  cruzar 
la  mente  del  Apóstol,  inspirada  por  las 
palabras  de  Meaño  Velásquez,  fáciles  y  elocuen- 
tes, la  memoria  de  da  Cumaná  feliz,  ataviada 
con  las  galas  del  encanto  y  la  belleza  ;  derruida 
más  luego  y  abatida,  soportando  cristianamente 
las  calamidades'del  destino. 

La  noche  empezaba  á  caer,  sombría,  sobre  la 
agitada  ciudad.  Volaba  el  tienspo  en  medio  de 
aquella  fiesta  del  espíritu  exaltado  hasta  el  amor 

(*)  En  la  epidemia  del  cólera  en  Cumaná  en  1854,  el  Arzobispo 
Guevara  solicitó  y  obtuvo  del  Gobierno  General  el  cuantioso  axilio 
de  víveres  y  medicinas  con  que  fué  consolada  la  parte  menesterosa 
d«  la  población. 


^  104  — 
divino;  cuya  embriagadora  espansion  reclamaba 
largas  horas  de  verdadero  deliquio.  Estaba  fa- 
talmente próxima  la  partida  del  vapor,  ¡Feliz 
él,  permítasenos  la  metáfora,  que  llevaba  en  su 
seño  el  objeto  preciado  de  nuestra  rápida  con- 
templación ! 

En  medio  de  aquella  ovación  regresó  Monse- 
ñor á  la  ribera  del  mar.  Cumaná  aspiraba  á 
que  visitase  sus  ruinas  y  las  inspirase  santamen- 
te. Ella  hubiera  querido  retener  al  Ilustre 
personage,  que  lleva  en  sí  el  simpático  y  triple 
prestigio  de  la  alta  dignidad  Scoerdotal,  la  auste- 
ra virtud  y  la  desgracia.  La  emoción-  del  con- 
"  curso  habia  crecido  hasta  el  delirio.  Pero,  de 
súbito,  tórnase  el  contento  en  manifestaciones  de 
ternura.  Estaba  resuelta  la  separación  del  Pas- 
tor. La  falúa  atracada  ala  orilla  aguardaba  al 
Ilustre  pasag-ero.  Su  Señoría  se  puso  de  pié 
sobre  uno  de  sus  bancos,  dominando  con  su 
dulce  mirada  el  inmenso  gentío.  Iba  á  cum- 
plir con  Dios  y  con  su  afecto  bendiciendo  á  este 
pueblo  cristiano.  El  concurso  se  prosternó  en 
el  mayor  recogimiento.  La  solemnidad  de 
aquel  instante  fué  conmovedora  y  sublime.  Ape- 
nas se  destacó  sobre  el  mar  la  imponente  figura 
del  dignísimo  Prelado,  todo  rumor  se  perdió  en 
el  espacio,  é  imperó  admirablemente  la  más  pro- 
funda abstracción  de  lo  terreno.  Podia  notarse 
la  vida  de  los  corazones  en  sus  más  íntimos  lati- 


—  105  — 
dos.  Las  divinas  palabras  de  bendición  brota- 
ron dulcísimas  de  los  labios  del  Apóstol;  vi- 
brantes por  la  emoción,  claras,  inteligibles  para 
todos  en  medio  del  silencio.  Su  mano  estendida 
hacia  la  multitud  derramaba  la  Fé  sobre  nuestras 
cabezas  con  los  votos  del  Cielo.  Los  tiempos 
bíblicos  parecían  revivir  en  esta  escena  de  ado- 
ración, que  produjo  no  pocas  lágrimas. 

A  las  9  p.  m.  zarpó  el  paquete  siguiendo  su 
destino.  Tras  él  fueron  nuestras  fervorosas  pre- 
ces al  Eterno  por  la  vida  de  Monseñor. 

Cumaná  correspondió  dignamente  á  la  despe- 
dida del  Pastor.  Las  calles  estuvieron  luego 
solitarias.  La  población  se  reconcentró  en  un 
profundo  y  santo  temor  á  Dios  por  los  sufrimien- 
tos del  Ministro.  La  naturaleza  se  mostró 
quejosa  :  todo  apareció  velado  por  las  sombras 
del  desencanto  y  el  pesar.  Así  trascurrió  la 
noche  para  todog,  en  medio  de  la  más  intensa 
absorción  del  espíritu  ;  pidiendo  á  Dios  siempre 
para  Cumaná  sus  santísimos  bendiciones,  co- 
mo las  que  á  su  Altísimo  nombre  estendiera 
sobre  nosotros  el  Ilustre  Pastor,  exaltado  por 
la  virtud  y  santificado  por  el  martirio  y  la  des- 
gracia. 


Ochodias  más  tarde,  ¡fatalidad  de  la  suerte! 
reapareció  el  paquete  en  nuestro  puerto   condu- 


— 106  — 
ciendo  á  Su  Señoría  de  regreso,  al  destierr©. 
Puédese  juzgar  cuánto  seria  el  dolor  de  OumaBá 
al  saber  la  nueva  fatal.  El  duelo  fué  genera]  j 
profundo.  Las  iglesias  todas  tocaron  á  rogativas 
por  la  salud  del  Ilustre  Proscrito.  Prohibiáeí 
como  estuvo  el  acceso  al  vapor  para  dar  al  pri- 
sionero nuestro  sentido  adiós,  hasta  el  cual  sokf 
pudo  llegar,  con  esfuerzos,  un  corto  obsequióle 
viage  dirigido  por  dos  matronas  respetables  «fe 
esta  ciudad,  nos  resignamos  á  pedir  al  Padre  ée 
las  Misericordias,  para  el  desgraciado  Mimstjs)^ 
los  inefables  consuelos  de  su  bondad  infinita  5— 
que  el  dia  de  las  reparaciones  no.  ha  de  tardisj 
para  la  alegría  y  los  perdones  del  Justo. 
Cumaná,  Setiembre  15  de  1872. 

Los   CUMAlffESES. 

Como  se  vé,  Cumaná  no  tuvo  en  cuenta  pars 
nada,  en  tan  espléndida  ovación  al  Arzobispo 
proscrito,  la  inicua  persecución  que  contra  tas 
virtuoso  Apóstol  que  llevó  á  término  el  genejssi 
Guzman  Blanco  en  medio  de  la  contenida  repr«>- 
bacion  general;  llegando  á  tal  grado  su  adhesies 
al  digno  Prelado,  que  la  Legislatura  del  Estaáse- 
en  1873  despreció,  por  absurda  y  tiránica^  1& 
orden  semi-oficial  de  Guzman,  pidiendo  se 
librase  voto  público  de  censura  contra  nuestM> 
Dignísimo  Antiguo  Arzobispo ;  y  cuyo  noble 
proceder    de    aquel    alto     cuerpo     se    ii 


—  ioV  — 
en   el  buen  sentido  del' general  Jos^  Ensebio 
Acosta. 

Cumaná  aprovecha  esta  bella  oportunidad  pa- 
ra saludar  cordialmente  al   digno  Prelado  en  su 
vuelta  á  la  Patria;  y  á  quien  se  prometió  admi- 
rar de  nuevo    teniéndole  en  sus  playas  siquiera 
^cortos  instantes  á  su  tránsito. 

La  iglesia  venezolana  resucita  hoi  á  la  vida  de 
sus  encantos  y  esplendores  de  ayer  con  er  re- 
torno á  la  grei  amada  del  Dignísimo  y  Antiguo 
Arzobispo ;  tan  humilde  en  medio  de  su  celebri- 
dad, como  grande  por  los  santos  dones  que 
forman  la  hermosa  aureola  de  su  alma. 

Y  pues  que  al  ciudadano  Gran  Demócrata 
y  sus  ilustrados  Ministros  debemos  I^  alta  con- 
cepción de  la  vuelta  del  Ilustre  proscrito,  que 
ha  colmado  nuestros  corazones  de  gozo  indeci- 
ble, que  el  Dios  de  las  Alturas  inspire  y  presida 
siempre  sus  grandes  actos, — para  bien  de  la 
República  y  la  gloria  y  eternidad  de  su  fama. 

Agosto  29  de  1877. 

La  ciudad  de  cümana. 


—  108 


I^EUFILES. 


Hace  23  años  que  el  eminente  escritor  vene- 
zolano señor  Licenciado  Cecilio  Acosta,  hoi  lum. 
brera  de  las  letras  españolas  y  gloria  americana, 
€scribia  los  siguientes  rasgos  sobre  el  Ilustrísimo 
Señor  Doctor  Silvestre  Guevara  y  Lira,  en  el 
opúsculo  de  los  funerales  que  se  tributaron  al 
Señor  Doctor  Manuel  José  Mosquera,  Dignísimo 
Arzobispo  de  Santa  Fé  de  Bogotá. 

¡  Han  trascurrido  tantos  años  desde  que  fuq,r 
ron  trazadas  estas  líneas,  y  al  cabo  de  ellos  la 
noble  y  santa  figura  del  Pastor  se  encuentra 
seimpre  digna  de  tan  delicadas  apreciaciones,  y 
cada  vez  más  grande  y  excelsa  ! 

Hé  aquí  esas  cortas  pero  profundas  y  exactísi- 
mas palabras : 

"Los  lazos  de  fraternidad  que  nos  unen  con  la 
República  vecina,  y  el  nombre  de  su  Hijo,  esta- 
ban pidiendo  un  tributo  demostrativo  á  su  me- 
moria por  parte  de  nosotros.  Concibió  luego  el 
pensamiento  para  llevarlo  á  ejecución  el  Ilustrí- 
simo y  Dignísimo  Señor  Arzobispo  de  Caracas 
Doctor  Silvestre  Guevara  y  Lira,  joven  Prelado 
nacido  para  hacer  cosas  grandes  en    medio  de 


—  109  — 
SU  Grei.     Donde  hai  un  bien  hecho  ó  por  hacer, 
donde  hai  una  acción  magnánima,  allí  está  su 
tnano,  su  cooperación  ó  su  celo.     Es  un  regalo 
de  la  Providencia  hecho  en  un  dia  de  regocijo  y 
de  triunfo  celestial.     Si  pudiéramos  leer  en  su 
corazón,  no  hallaríamos  más  que  dos  palabras : 
"  Dios  y  amor."     Si  la  piedad  hubiera  tenido 
que  formar  un  apóstol  en  los  moldes  secretos  del 
Señor,  él  hubiera  sido  ese  apóstol.     Su  físico 
participa   de   su   índole :  ni    una    estension   de 
músculos  que  indique  la  viveza  de  pasiones  exal- 
tadas, ni  una  demostración  jamas  de  enojo :  su 
risa  simpática,  y  la  suave   luz  de  sus  ojos,  dan 
con  frecuencia  á  su  semblante  un  baño  de  grave 
jovialidad  que  lo  hace  franco,  dulce  y  fácil     La 
virtud  en  él  no  es  lucha,  sino  instinto.     Su  cari- 
dad es  de  siempre :  no  tiene  mañana,  medio  dia, 
noche  ni  descanso.      Seria  menester   ir  hasta 
San  Ambrosio,  para  encontrar  su  mismo  don  de 
gentes,  su-  mismo  espíritu  evangélico.    Le  cono- 
cimos y  tratamos  antes  de  ser  exaltado  al  Epis- 
copado: llevaba  ya  en  su  compostura  el  sello 
del  ministerio  y  la  conciencia  de  su  misión. 
Dios  escoge." 


—  lio 


ALBUMOR  LA  GRATITUD. 


Este  Álbum  contiene  (21.870)  :üeinte  y  un 
mil  ochocientas  setenta  firmas  autógrafas  "de  per- 
sonas de  ambos  sexos,  de  todas  las  condiciones 
y  gremios  de  esta  sociedad,  precedidas  déla 
manifestación  que  al  pié  de  estas  líneas  inserta- 
mos, la  cual  ha  caligrafiado  con  esquisita  delica- 
deza y  gusto  artístico  el  renombrado  calígrafo 
señor  Iradi, 

La  encuademación  del  Alburp,  ejecutada  por 
el  acreditado  señor  C,  Hening,  es  de  magnífico 
terciopelo  azul,  con  cortes  dorados,,  y  en  letras 
de  oro  se  leen .  las  siguientes  inscripciones : — 
Homenaje  á  la  virtud.  Venezuela  al  llustrísimo 
señor  Doctor  S.  Guevara  y  Lira.  En  el  reverso 
se  lee  esta  otra:  Anagra?na :  Yib.tvd  eeserve 
A  LA  IGLESIA.  Este  Album  fué  presentado  á 
Monseñor  Guevara  por  una  comisión  á  su  llega- 
da á  La  Guaira, 

Está    precedido   de   la   siguiente    manifesta- 


ción. 


—  111  — 

Emtrísimo  ^eñor  Doctor   Silvestre    Guevara  ij 
.lAra,  Antiguo  Arzobispo  de  Venezuela. 

Illmo.  Señor. 
Xos  abajo  firmados,    vecinos   de   esta  ciudad, 
tetiemos  la  honra  de  dirigiros  esta  comunicación' 
osatando  con  que  os  dignareis  atender  á  los  de- 
seos que  ella  encierra,  que  son  los  votos  de  toda 
&  República.     Toda  ella  en  masa,  desde  vuestra 
íi^encia  forzada  del  país,  la  ha  llorado  como  el 
acoQtecimiento    más    grave    que    haya    podido 
^íjir   su  corazón,   y    un   dia  tras  otro    no    ha 
hmho  otra  cosa  que  levantar  las  manos  al  cielo 
y  rogarle  que  os  abriese  las   puertas  de  la  Pa- 
■Cscía. 

Leyes  severas  de  conciencia  os  separaron  de 
ella:  os  habéis  engrandecido  más,   si   cabe,  por 
muestro  carácter  y  virtudes;  habéis  derramado 
i%rimas  de  amargura,  como  el  Israelita,  con  el 
a«-pa    colgada  en  los  sauces  de  Babilonia;  pero 
^  8on  las  ordenaciones  de.oxl^-,ol>ro videncia; 
^éxQ  le  puede  ir  á  la  mano  en  la   tribulaciones^ 
íi^  nos  envía;  hoi  áespues   de   siete  años  de 
s^^bar,   ya  veis  que  ella  misma  ¿s  abre  el   seno 
é&  ^«estra  tierra  natal,  en  donde  no  hai  más  que 
^«ebos  que  os  aman  con  ternura  y  labios  que  no 
^san  jamás  en    vuestros  loores. 
'Esta  no  es  una  carta  de  política  sino  de  invi- 
^^on.     El  día  de  la   historia  lleg^  y  á  ella  le 
«^responde  el  juicio;  por  ahora  no  nos  toca 


—  112  — 
estar  sino  de   enhorabuena.     El  decreto    fecha 
veinte  y  cuatro  de  los  corrientes,  espedido  por 
elGEAN  Demócrata.  General  Alcántara,  para 
honra  de  su   Administración,  en  favor  délos 
extrañados  del  territorio,  os  llamaá  él,  y  os  roga- 
mos y   esperamos   que   no   os  dejéis    aguardar- 
Vosno  podéis  imaginaros,   ni   en  el    candor  de 
vuestra  conciencia  íntima,   esa  conciencia  que 
tiene  uno  del  efecto  délas  buenas  obras,  cuanto 
se  os  quiere   en  Venezuela,  por  vuestra  ñrmeza 
incontrastable,  vuestro  alto  decoro,  vuestra  sabi> 
duría  administrativa,   vuestro  don  de  gentes  y 
vuestro  pontificado  lleno  de  beneficencias  y  bon- 

dades 

La'historía  de  él  se  cuenta  aquí  con  una  uni« 
formidad  encantadora,  por  toda  clase  de  perso- 
nas, como  una  bendición  del  cielo;  y  si  fuere 
menester  condensar  la  frase  para  expresar  «lejor 
esto  mismo,  diriamos  que  vuestro  nombre,  Ilus- 
trísimo  señor,  goza  en  nuestra  Patria  una  espe- 
cie de  culto.  .  . 
Venid,  pues,  á  nosotros.     Aquí  hallareis  siera 

preá  vuestros  hijos,  el  solar  de  vuestros  padres, 
el  cielo  que  os  vio  nacer  y  las  comodidades  y 
vida  tranquila  á  que  tenéis  derecho  por  vuestra 
alta  dignidad.  Nada  os  faltará  en  una  tierra  como 
esta,  en  donde  todos  somos  hermanos,  todo  esta- 
rá á  disposición  del  Ilustre  compatriota,  que  ha 
, '  sido  el  más  amoroso  de  los  padres,  y  uno  de  los 


— 113  — 

Pontífices  más  célebres  de  nuestra  Iglesia,  asf 
como  es  uno  de  los  varones  más  esclarecidos  de 
América. 

Con  la  esperanza  de  que  nuestros  clamores 
sean  oidos,  nos  suscribimos  de  US.  Ilustrisima, 
con  obediencia,  respeto  y  amor,  sus  fieles  ami- 
gos. " 

Caracas,  Junio  19  de  1877. 
J.  Iradi  Rívas,  Nicanor  Bolet  Peraza,  Diego 
Antonio  de  Alcalá,  Emilio  de  las  Casas,  Ramón 
Iradj,  P.  G-uisseppi    Monágas,   Juan   Guisseppi 
Monágas,  Francisco  Alcalá,    J.  M.    Rada   Lan- 
daeta,  Andrés  Socarras,  Eloi    Sosa,  Manuel  Te- 
jera, José  Amundaray,  Ramón  Mosquera,    Anto- 
nio Irady,  R.   Montano,    Víctor  Antonio  Zerpa, 
Daniel   Aristeiguieta,  J.   B.   Hernández,    J.  M. 
Reveron,  O.  González,  Celedonio  Correa,   Luisa 
Oriach  de  Monágas,  Vicenta  Monágas,  José  Ta- 
deo  Monágas,  Pro.  José  León  Aguilar,  H.  Tán- 
ger   hijo,    Juan   de    Dios    Méndez,    Bartolomé 
Liendo,    Concepción     Irady,   Josefa    C.    Irady, 
Mercedes  Irady,  I^uisa  Teresa   Monágas   de  Iri- 
barren,  Dolores  Irady,  L.   Guisseppi   Monágas, 
Tomas  Michelena,  J.  Alcalá  de  Casas,   Gregoriá 
C.  de  Fánger,  José   I.   Cardozo,  Dolores    A.  de 
Cardozo,  Clara  A.  Monágas  de   Guisseppi,  Gui- 
llermo Iribárren  Arana,  Clara  A.  Cipriani,  Luis 
Gil,  Inés   Segura  de  Gil,  Encarnación  Arévalo, 
8 


—  1J4  — 
Feliciano  Gual,  Francisco  A.  Villanueva,  Josefa 
de  Villegas,    El  cura   y  Vicario   de    Aragua  de 
Barcelona  José  María  Urdaneta,  Domingo  A.  01a- 
varría  h.,  J.  M.  Maduro,  con  suma   satisfacción, 
Francisco  Javier  Linares,  S.  Díaz  Peña,  Miguel 
Antonio  Latouche,  Cecilio  Acosta,  firma  por  que 
venga  Monseñor  (huevara ;  José  Manuel  Maucó, 
Amelia  La  Fé,  Carlos  La  Fé,  Mercedes  G.  de 
Caraballo,  Elvira  M.  de  Pérez,    Magdalena  Ce- 
ballos,  Emilia  Calcaño  Paniza,  Ramón  Montilla, 
José  Márquez  Salcedo,  Rosa  Pompa  de  Landae- 
ta,  Isabel  L,  de  Palacios,  Eloi  Gr.  Palacios,  Car 
los  V.Landaeta,  M.  Ustári/.,  A.  Chapellin,  Joa- 
quín Núñez,   Rómulo  Terrero,   J.  M.   Larralde, 
Luis  de    Legórburu,  Francisco    G^armendia,   k^ 
Isturriagá,     Amando  Barazarte,    Leopoldo    Ri- 
chard, L.  Tamayo,   Félix  I.  Oraa,   R.    Montilla 
Troanes,  Concepción  M.  de  Méndez,   Isidora  G. 
de  Mendoza,  Juana  Mendoza,    Lorenzo   Mendo- 
za, Gerónimo  Martínez,  Eugenio  Méndez   Men- 
doza, Juan  de  D.  Méndez  hijo. 
Siguen  las  firmas. 


APÉNDICE 


—  117  — 


Caracas,  Setiembre  7  de  1877. 
llnstrísimo  Señor. 

Los  infrascritos,  principales  funcionarios  de 
una  grande  y  respetable  sociedad  constituida  en 
esta  capital  con  el  fin  de  expresar  al  Ilustrísimo 
y  Keverendísimo  señor  Doctor  Silvestre  Grue- 
vara  y  Lira,  á  nombre  de  sus  antiguos  diocesa- 
nos, el  contento  inefable  que  experimentan, 
por  el  regreso  al  seno  de  la  patria  de  este  varón 
preclaro,  objeto  de  su  profunda  veneración,  amor 
y  ternura  filial,  tenemos  á  honra  mui  distinguida 
dirigirnos  á  vos,  Ilustrísimo  señor,  y  á  vuestro 
digno  coadjutor  Monseñor  O'  Carrol,  en  cum- 
plimiento de  especial  encargo  de  la  sociedad, 
para  consagraros  un  voto  de  eterna  gratitud  por 
las  singulares  atenciones  y  esquisitos  cuidados 
que  tributasteis  á  Monseñor  y  á  los  sacerdotes 
que  le  acompañaron  en  su  prolongado  y  doloroso 
extrañamiento. 

Sabemos  cuanto  os  dolisteis  con  el  Pastor 
amado,  de  las  tribulaciones  y  peligros  de  nuestra 
Iglesia,  cómo  derramasteis  sobre  su  angustiado 
corazón  el  dulcísimo  bálsamo  de  la  caridad 
evangélica  y  cuan  gratas  fueron  para  él  vuestras 


—  118  — 
palabras  fraternales.  Asi!  confundidas  con 
nuestras  alabanzas  por  tan  alta  dispensación  del 
cielo,  se  elevan  á  El  nuestras  fervientes  preces 
para  que  os  colme  á  vosotros  y  á  vuestra  amada 
grei  de  todas  sus  bendiciones. 

A  vuestro  zelo  apostólico  confió  la  suma  Pro- 
videncia el  sagrado  depósito  de  esa  arca  miste- 
riosa. Regocijaos,  Dignísimos  Prelados,  por 
que,  al  reclamárosla,  habéis  podido  devolverla 
para  cumplirse  los  decretos  inescrutables  del 
Altísimo. 

Dignaos  aceptar  la  expresión  cordial  del  pro- 
fundo respeto,  afecto  y  gratitud,  con  que  nos 
suscribimos, 

Vuestros  humildes  servidores. 

El  Presidente.  —Doctor  Bartolomé  hiendo . — 
El  Primer  Vicepresidente. — Doctor  Juan  de 
Dios  Méndez,-— W  Segundo  Vicepresidente. — 
Doctor  Jesús  María  Gaya, — El  Tesorero. — José 
Tdavera. — El  Primer  Secretario.— (?ewer«/  H. 
Fánger,  hijo. — El  Segundo  Secretario. — Bachi- 
ller Víctor  Antonio  Zerpa 

llustrísimo  y  Reverendísimo  señor  Dr.  Joaquín 
Luis  Gonin,  Arzobispo  de  la  Isla  de  Trinidad, 

,   Puerto  España. 


119  — 


A  los  señores  Reverendo  Padre  Brocon^  Superior 
del  Colegio  de  la  Inmaculada  Concepción, — 
y  Reverendo  Padre  Hilaire,  Superior  de  los 
Padres  Dominicanos  de  Puerto  España. 

Trinidad. 
Reverendos  Padres : 

Sentimos  un  placer  inefable  al  presentaros 
nuestro  homenaje  de  gratitud,  en  nombre  de  la 
Arquidiócesis  de  Caracas  y  Venezuela,  por  los 
singulares  beneficios  y  los  eficaces  consuelos  con 
que  habéis  aliviado  los  rigores  de  la  proscrpcion 
á  nuestro  venerado  y  Antiguo  Arzobispo,  Doctor 
Silvestre  Guevara  y  Lira. 

A  través  de  tantas  y  tan  incesantes  tribulacio- 
nes, Dios  nos  devuelve  el  modesto  y  manso  Pre- 
lado. Nos  lo  devuelve  para  contento  de  su 
antigua  grei  y  como  edificante  ejemplo  de  lo 
que  vale  siempre  la  perseverancia  en  la  virtud, 
por  graves  que  parezcan  las  contrariedades  á  que 
nos  esponen  las  mudanzas  humanas. 

Los  que,  como  vosotros,  recibieron  en  su  seno 
al  atribulado  peregrino,  y  le  tuvieron  bajo  su 
cuidado  hospitalario,  han  sido  los  escogidos  por 
el  cielo,  para  mostrarnos,  con  este  desenlace  feliz 
en  que  se  goza  hoi  Venezuela,  los  prodigios  de  la 
fé  y  de  la  humildad  cristiana. 

Recibid  Reverendos  Padres,  la  expresión  del 


—  120  — 
amor  con  que  los  moradores  de  esta   Eepública 
recompensan  vuestra  bella  conducta. 

Que  el  cielo  os  guarde  para  bien  de  la  gene- 
rosa y  hospitalaria  Trinidad. 

El  Presidente. — Doctor  Bartolomé  hiendo, — 
El  Primer  Vice-presidente. — Doctor  Juan  de 
Dios  Méndez. — El  Segundo  Vice-presidente. — 
Doctor  Jesús  María  Gaya. — El  Tesorero. — José 
Talavera. — El  Primer  Secretario. — General  H. 
Fanger,  hijo.~^\  Segundo  Secretario. — Bachi- 
ller Víctor  Antonio  Zerpa. 


RENUNCIA 
DE  MONSEÑOR  GUEVARA- 

Santísimo  Padre. 

Humildemente  prosternado  á  los  pies  de 
Vuestra  Santidad,  Padre  y  Pastor  Supremo  de 
ovejas  y  corderos  del  rebaño  de  Jesucristo  Nues- 
tro Señor  y  Redentor,  vengo  á  deponer  la  santa 
y  grave  carga  del  Episcopado,  en  las  mismas 
manos  que  por  un  exceso  de  bondad  y  no 
por  mérito  alguno  de  mi  parte,  la  impusieran 
hace  veinte  y  dos  años  sobre  mis  débiles  hom- 
'bros. 

El  móvil  de  esta  resolución  no  es  otro  que  el 
deseo  de  Vuestra  Santidad,  expresado  en  notas 
del  Excelentísimo  Señor  Cardenal  Secretario  de 
Estado  al  Excelentísimo  Señor  Delegado  Apos- 


—  121  — 
tólico  para  la  República  de  Venezuela,  residente 
en  Santo  Domingo.  El  deseo  vuestro,  Santísimo 
Padre,  fundado  sin  duda  en  su  juicio  supremo 
de  ser  así  conveniente  al  bien  de  la  Iglesia,  tiene 
para  mí,  hijo  sumiso  de  la  Santa  Silla,  la  fuerza 
de  un  mandato. 

Vuestra  Santidad  conoce  los  esfuerzos  que  he 
hecho  por  ver  de  poner  término  á  la  persecución 
que  sufre  la  Iglesia  de  Venezuela,  esfuer- 
zos y  sacrificios  que  han  quedado  estériles,  pero 
que  testifican  mi  voluntad  de  posponer  toda 
consideración  personal  al  bien  de  la  Iglesia  que 
me  estaba  confiada.  Ahora  que  se  cree  que  mi 
separación  puede  servir  á  obtener  aquel  fin, 
hago  en  obsequio  de  él,  este  supremo  sacri- 
ficio. 

En  esta  virtud,  y  para  ofrecer  á  Vuestra  San- 
tidad un  claro  testimonio  de  obediencia,  de 
acuerdo  con  mis  reiteradas  protestas  anterio- 
res de  sumisión  y  acatamiento  á  sus  simples 
deseos,  presento  aquí  formalmente  á  Vuestra 
Santidad  la  renuncia  del  Arzobispado  de  Ca- 
racas. 

Dígnese  Vuestra  Santidad  proveer  lo  conve- 
niente y  bendecir  á  su  amantísimo  y  obsecuentí- 
simo hijo. 

Puerto  España,  Mayo  17  de  1876. 
Santísimo  Padre. 

Silvestre  Arzobispo  de  Caracas. 


122  — 


CONTilTáCION 
DE    SU    SANTIDAD. 

Venerabilis  Frater,  Salutem  et  Apostolicaía 
Benedictionem.  Si  finnitas  tua  in  obstitenda 
sacrorum  inrium  usurpationi  istisque  asserendis, 
et  quidquid  idcirco  passus  es  pro  nomine  Doml- 
ni,  Venerabilis  Frater,  luculenter  demonstrarunt, 
quanto  studio  et  amore  prosequaris  Ecclesiam  ; 
splendidius  omnino  id  nunc  confirmasj  dura,  ad 
conciliíindam  ipsi  tranquillitatem,  aut  saltera  ad 
leniendas  ejus  geruranas  in  comraisso  tibi  popu- 
lo, nulla  vi  coactus,  a  tuo  muñere  recedis.  Ciim 
autem  profitearis,  te  ad  hujusmodi  consilium 
inde  máxime  moveri,  quod  non  ambigas,  id 
acceptum  Nobis  futurum,  quos  in  tanta  tempo- 
rum  difficultate  multa  tolerare  deberé  non  igno- 
ras, aut  etiam  ad  avertenda  graviura  mala  utilia 
ducere,  quas  alus  in  adiunctis  inopportuna  et 
improbanda  censenda  íorent;  prseclarum  quo- 
que  sic  exhibes  testimonium  sinceras  illius  et 
absolutse  devotionis  huic  Petri  Cathedrse  qua 
prsefulsisti  semper,  et  mérito  gloriaris.  Licet 
igitur  segro,  grato  tamen  animo  excipiraus  abdi- 
cationem  tuam ;  eo  recreati  solatio,  quod  haec 
amplissimura  tibi  sit  comparatura  meritum  apud 


—  123  — 
Deum,  in  cujus  obsequium  editiir,  ubérrima  que 
propterea  tibi  conciliatura  celestis  gratiee  in- 
crementa. Haec  nos  tibi  plañe  cumulata  adpre- 
camur;  dum  superni  favoris  auspicem  et  prse- 
cipuae  Nostrse  benevolentiae  testera  tibi,  Vene- 
rabilis  Frater,  totique  cui  prsefuisti,  clero  et 
populo  B.enedictionem  Apostolicam  peramanter 
impertimur. 

Datum  Romas  apud  S.  Petrum  6  Julii  1876. 
Pontificatus  Nostri  Anno  Trigessimoprirao.     . 

Pius  P.  P.  IX. 


Traducción. 

Venerable  Hermano^   Salud  y  Bendición  Apos- 
tólica. 

Si  tu  firmeza  en  resistir  á  la  usurpación  délos 
sagrados  derechos  y  en  defenderlos  y  asegurar- 
los, y  todo  lo  que  á  causa  de  esto  has  sufrido  por 
el  nombre  del  Señor,  Venerable  Hermano,  ha 
demostrado  ya  claramente  cuanto  interés  y  amor 
tienes  por  la  Iglesia;  de  un  modo  mucho  más 
espléndido  lo  confirmas  ahora,  cuando,  para  pro- 
curar su  tranquilidad,  ó  á  lo  menos  aliviar  sus 
penas  en  la  grei  confiada  á  tu  cuidado,  renun- 
cias tu  encargo,  sin  que  á  ello  hayas  sido  obliga- 
do por  ninguna  fuerza. 


— 124-  — 

Declarando  que  á  semejante  resolución  te  ha 
movido  principalmente  el  no  dudar  que  tal  paso 
había  de  ser  grato  á  Nos,  que  no  ignoras  debe- 
mos tolerar  muchas  cosas  por  la  gran  dificultad 
de  los  tiempos,  ó  á  las  veces,  para  evitar  mayo- 
res males,  juzgar  útil  lo  que  en  circunstancias 
normales  se  consideraría  inoportuno  y  repro- 
chable ;  exhibes  también  un  preclaro  testi- 
monio de  tu  sincera  y  absoluta  adhesión  á 
esta  Cátedra  de  Pedro,  en  la  cual  has  resplan- 
decido siempre,  y  de  la  cual  te  glorías  con 
razón. 

Así  pues,  aunque  con  pena,  aceptamos  tu 
dimisión ;  consolados  sinembargo  y  animados 
por  la  esperanza  de  que  ella  te  ha  de  alcanzar 
un  mérito  grandísimo  delante  de  Dios,  en  cuyo 
obsequio  ha  sido  hecha,  y  ha  de  atraer  sobre  tí 
copiosos  incrementos  de  la  gracia  celestial,  la 
oual  pedimos  te  sea  dada  con  abundancia  ;  en 
tanto  que  como  gage  del  favor  divino  y  testimo- 
nio de  nuestra  particular  benevolencia,  damos 
con  amor  nuestra  Apostólica  Bendición  á  Tí, 
Venerable  Hermano,  y  á  todo  el  Clero  y  pueblo 
que  registe. 

Dado  en  San  Pedro  de  Roma  el  6  de  Julio  de 
1876,  año  trigésimo  primero  de  nuestro  Pon- 
tificado. 

Pío  P.  P.  IX. 


— 125  — 
TITULO  DE  ARZOBISPO  DE  AMASIA. 

IN  PART.  INFID. 

PIÜS   PAPA  IX 

Venerabili  Fraíri  Sihesiro  Guevara,  Archiepiscopo  de 
Venezuela. 
Venerabilis  Frater,  salutem   et   Apostolicam 
Benedictionem.  Apostolatus  oficiara,  meritis  li- 
cet  imparibus,     Nobis  ex  Alto  commissumí  quo 
Ecclesiarum  omnium  regimini,  Divina  Providen- 
tia,  praesidemus  utiliter  exequi,    adjuvante   Do- 
mino,  cupientes,     solliciti    corde    reddimur   et 
solertes,  ut,  cuín  de  Ecclesiarum  ipsarum  regi- 
minibus  agitur  committendis,  tales  eis  in  Pasto- 
res prseficere  studeamus,  qui  Populum  suse  curae 
creditum  sciant,  non   solum  doctrina   verbi,  sed 
etiam  exemplo  boni  operis,  informare    commis- 
sasque  sibi  Ecclesias  in  statu  pacifico   et  tran- 
quillo velint  et  valeant,  auctore  Domino,  salu- 
briter   regere  et  feliciter   gubernare.     Dudum 
siquidem  provisiones  Ecclesiarum  omnium  nunc 
vacantium,  et  in  posterum  vacaturarum  ordina- 
tioni    et  provisioni     Nostrse   reservaviraus,  de- 
cernentes   ex  tune   irritum   et  inane,  si   secus 
super  bis  a  quoquam  quavis  auctoritate  scienter 
vel  ignoranter  contigerit  attentari.     Postmodum 
vero    Ecclesia    Archiepiscopali    Amasiensi    in 
partibus    infidelium,     cui    Venerabilis    Frater 


— 126  — 
Joannes  Pompallier,  ultiraus  illius  Antistes, 
praesidebat,  per  ejusden  Venerabilis  Fratris 
obitum,  Pastoris  solatio  destituta,  Nos  ad  illius 
provisionem  celerem  atque  felicem,  in  qua 
nemo  prseter  Nos  se  potest,  poteritve  immisce- 
re,  Decreto  et  reservatione  obstitentibus  hujus- 
modi,  ne  illa  exponatur  longse  vacatioiiis  incom- 
modis,  Paterno  ac  sollicito  studio  intendentes, 
postquam  sedulb,  attenteque  cogitavimus  de 
prseficiendo  eidem  Ecclesise  personam  utilera 
ac  fructuosam,  demun  ad  Te,  Venerabilis  Fra- 
ter,  qui  ab  Archipreesulis  muñere  tuse  istius 
Ecclesise  de  Venezuela  sponte  te  abdicasti, 
oculos  mentis  Nostrse  converlimus.  Quse  cum 
ita  sint,  Te,  Venerabilis  Frat'er,  a  vínculo,  quo 
isti  Ecclesise  de  Venezuela' adstrictus  detineris, 
de  Apostolicse  potestatis  Nostrse  plenitudine, 
per  preesentes,  solventes,  simul  ab  quibusvis 
excommunicationis  et  interdicti,  alus  que  eccle- 
siasticis  sententiis  censuris  et  poenis  quovis 
modo  vel  quavis  de  causa  latis,  quas  si  forte 
incurreris,  hujus  tantum  rei  gratia,  absolventes 
ac  absolutum  fore  censentes,  auctoritate  Nostra 
Apostólica,  tenore  prsesentium,  ad  Archiepisco- 
palem  Ecclesiam  Amasiensem  in  partibus  infi- 
delium  transferimus,  teque  illi'in  Archiepisco- 
pum  praeficimus  et  Pastorem,  curam,  régimen 
et  administrationem  ipsius  EcclesisB  Tibi  in 
Spiritualibus    ac    temporal! bus    plenarie    com- 


—  127  — 
mhtená&f  in  Illoqui  dat  gratiam  et  largitur  dona 
confísi,    quod    dirigente    Domino    actus    tuos, 
pta.  Ecclesia  Amasiens  per  tuse  circunspectionis 
iudustriam  et  studium  utiliter  ac  prospere   diri 
gator,  grataque  in  spiritualibus  ac  temporalibus 
orthodoxa  religio  suscipiat  incrementa.     Jugura 
igitur  Domini  prompta  devotione  animi  amplec- 
tens,  curam   et  administrationem  ptas.  ita   stu- 
lieas  fideliter  prudenterque .  exercere,  ut  Apa- 
siens  Ecclesia  gaudeat  se  próvido  administratori, 
ac  fructuoso    administratori    esse    commissam, 
Toque  praeter   seternse   retributionis   prsemium, 
Wostram   quoque   et  Sedis  Apostolicse   uberius 
exinde  consequi  mersearis  benedictionem  et  gra- 
tiam.    At  enim   volumus  ut  quousque  ea,  quam 
diximus,    Amasiens    Ecclesia    sub    infidelium 
fuerit  potestate,     ad     illam    accederé,   et  apud 
ipsam    personaliler    residere    rainime  tenaaris. 
Non  obstantibus  constitutionibus  et  Sanctionibus 
Apostolicis,   nec  non  dictarum  Ecclesiarum,  tum 
de  Venezuela,  tum  Amasiens,   etiam  juramento 
confirmatione  Apostólica,  vel  quavis  firmitate  alia 
yoboratis  Statutis  et  consuetudinibus,  cseterisque 
contrariis  quibuscumque.     Datum   Romse  apud 
S.  Petrum  sub  Annulo  Piscatoris,  die   IX   Ja- 
nuarii    MDCCCLXXVII    Pontificatus    Nostri 
Anno  Trigesimoprimo. 

J.  Cardenal  Asquirinus. 


—  128  — 
(traducción.) 


f 


Al  Venerable  herjnano  Silvestre  Guevara,  Arzo- 
bispo de  Venezuela. 

Veneraple  hermano,  salud  y  bendición  apos- 
tólica.— Deseando  desempeñar  de  la  manera  mas 
útil,  mediante  la  voluntad  de  Dios,  el  cargo  del 
Apostolado,  que,  aunque  sin  mérito  alguno  se 
Nos  ha  confiado  de  lo  Alto,  y  en  virtud  del  cual 
nos  hallamos  presidiendo  con  el  favor  de  la 
Divina  Providencia,  el  Gobierno  de  todas  las 
Iglesias,  procuramos,  con  toda  nuestra  alma,  al 
constituirles  Pastores,  que  estos  sepan  guiarlas 
é  instruirlas,  no  solo  por  la  doctrina  de  la  pala- 
bra, pero  también  por  el  ejemplo  de  las  buenas 
obras,  y  así  puedan  conservarlas  pacíficas  y  tran- 
quilas, rigiéndolas  y  gobernándolas,  saludable  y 
felizmente,  por  la  autoridad  del  Señor.  Y  como 
por  otra  parte  nos  hemos  reservado  la  ordena- 
ción y  provisión  de  todas  las  Iglesias  vacantes 
ó  que  en  lo  sucesivo  vacaren  ;  y  decretado  que 
tendeemos  por  írrito  y  nulo  todo  cuanto  se  hicie- 
re-que  sea  opuesto  á  esta  reservación  por  cual- 
quiera autoridad,  ya  sea  á  sabiendas  ya  por 
ignorancia.  Y  por  cuanto  la  Iglesia  arzobispal 
de  Amasia,  in  partibus  inñdelium,  que    regia  el 


—  129  — 
Venerable  hermano,  Juan  Pompallier,  su  último 
arzobispo,  se  halla  destituida  del  consuelo  de 
Pastor,  queriendo,  Nos,  con  paternal  y  solícito 
cuidado,  darle  pronta  y  feliz  provisión,  en  la  cual 
nadie,  fuera  de  Nos,  puede  ni  podrá  inmiscuirse 
obstando  á  ello  nuestro  decreto  y  reservación 
pitada  y  á  fin  de  no  esponerla  á  los  inconvenien- 
tes de  una  larga  vacante,  y  después  de  haber 
pensado  atenta  y  cuidadosamente  la  manera  de 
proveer  á  la  misma  con  persona  útil  y  [Prove- 
chosa, hemos  vuelto  los  ojos  de  nuestra  alma  é 
Tí,  Venerable  hermano  que  has  presentado 
espontánea  dimisión  del  cargo  de  arzobispo  de 
tu  Iglesia  de  Venezuela.  Y  á  este  fin  Venera^ 
ble  hermano,  declarando  por  las  presentes  letras 
y^ según  la  plenitud  de  nuestra  apostólica  potes-i 
tad  disuelto  el  vínculo  con  que  te  hallas  ligado 
á  la  Iglesia  de  Venezuela,  así  como  absolvién- 
dqte  y  dándote  por  absuelto,  solo  para  esté 
objeto,  de  cualesquieras  sentencias,  de  excomur^ 
nion  y  entredicho,  que  por  acaso  se  hayan,  pro- 
nunciado contra  tí  ú  otras  censuras  y  penaa 
eclesiástica^,  en  que  de  cualquier  modo  ó  por 
cualquier  causal  hayas  podido  incurrir;  en  uso 
de  nuestra  autoridad  apostólica  y  por  el  tenoFj 
de  las  presentes  letras  te  declaramos  trasladado 
á  la  Iglesia  Arzobispal  de  Amasia,  in  paríibus^ 
infideliuin,  y  te  constituimos,  Arzobispo  y  pastoiv 


9 


hh 


—  130  — 
dé  ella,  confíándote  plenamente  el  gobierno, 
régimen  y  administración  de  dicha  Iglesia,  eñ 
lo  temporal  como  en  lo  espiritual,  confiados  eii 
que  el  Señor  que  da,  la  gracia,  y  colma  de  dones, 
dirigirá  tus  actos,  á  fin  de  que  puedas  regir  útil 
y  prósperamente  la  referida  Iglesia  de  Amasi*^ 
con  interés,  amor  y  circunspección,  y  la  religión? 
ortodoxa  reciba  gratos  incrementos  espirituales 
y  temporales.  Abrazando  pues  con  sumisiori 
de  espíritu  el  yugo  del  Señor  procurarás  ejercéU 
fiel  y  prudentemente  los  referidos  Gobierno  y* 
Administración  de  la  Iglesia  de  Amasia,  de  tal 
modo  que  esta  pueda  regocijarse  de  poseer  un* 
bueno  y  útil  administrador,  y  á  mas  del  premie^ 
de  la  eterna  retribución  merezcas  también  conse- 
guir en  abundancia  nuestra  benevolencia  f. 
bendición,  así  como  la  de  esta  Sede  Apostólica; 
queremos  también  que  mientras  lá  reíeridá' 
Iglesia  de  Amasia  se  encuentra,  bajo  el  podeir 
de  los  infieles  por  ningún  respecto  estés  obligadci* 
á  ir  ni  residir  personalmente  en  ella.  No  obs-' 
tatido,  eu  contrario,  ningunas  constituciones  Ó' 
leyes  apostólicas,  ni  de  las  dichas  Iglesias  de" 
Venezuela  ó  Amasia  aunque  e^as  se  hallen 
robustecidas  por  juramento,  confirmación  apos-*' 
tólíca ó  cualquier  otra  formalidad;  ni  tanpócó' 
estatutos  ó  costumbres  cualesquiera  que  sean. 
Badó  en  San  Pedro  de  Roma,  bajo  el  anillo 
del  pescador  el   dia  nueve   de  Enero   de   mil 


— 131  — 
ochocientos  setenta  y  siete,  año  trig^S[imo  pri- 
mero  dé  nuestro  Pontificado,  f^rt^ffl  nn  rtí^^hjrj 

PioP.F.IX.       ) 


Ya  al  cerrar  este  folleto  recibimos  las  siguioQtes  contesta^ 
Clones  á  documentos  en  él  insertos. 

Puerto  España,  Setiembre  28  de  l^lf!^^ 

Al  señor  Presidente  y   demás  dignatarios  de  la 

Junta  Directiva  de  la  sociedad  organizada  para 

lá  recepción  y  obsequio  de  Monseñor  Guevara — 

Caracas. 

Señores: 
De  gratísima  sorpresa  me  ha  llenado  la  lectura 
del  precioso  voto  de  gracias  que  habéis  tenido  la 
bondad  ds  dirigirme  con  fecha  1?  de  los  corrien- 
tes en  nombre  de  la  Arquidiócesis  que  represen- 
tais,  tanto  para  disponer  el  orden  de  la  recepción 
espléndida  con  que  ella  ha  querido  acoger  á  su 
antiguo  y  benemérito  Pastor,  cuanto  para  pre- 
parar la  ofrenda  que  ella  misma  se  dispone  ha- 
cer al  Ilustre  mártir  de  la  libertad  de  esa  Igle- 
sia, á  cuyo  seno  ha  vuelto  él  despojado  heroica^ 
mente  dei  cayado  que  empuñara  largo  tiempo  y 
con  lustre  singular,  pero  llevando  no  obstante  ea 
su  diestrq,  la  palma  de  confesor  déla  fé,  signo 
de  gloria  ese  que  inspira,  si  es  posiMcí  ní^ayor 
yenefacion  y  más  acendrado  amor,     < ,   ,      , 


— 132  — 
"^■'He  apellidado  gratísima  la  impresión  produ- 
cida en  mi  alma  por  la  lectura  de  vuestra  %éllá 
exposición,  porque  ella  revela  los  nobles  y  cris- 
tianos sentimientos  con  que  los  fieles  de  esa 
Arquiqiócesis  saben  respetar  y  estimar  á  los\ 
Prelados  que  los  dirigen  en  los  caminos  de4 
cielo.  Ellos  os  honran  y  son  una  esperanza 
viva  para  el  porvenir  de  esa  Iglesia  y  de  esa  Re- 
pública, con  las  cuales  la  Trinidad  se  halla 
ligada  por  tantos  vínculos.  Y  permítanme  uste- 
des manifestarles  en  esta  circunstancia  oportuna 
el  grande  interés  que  nos  inspira  la  prosperidad 
de  ese  pais,  por  la  cual  hacemos  votos  sinceros; 
pues  en  nuestro  empleo  de  maestros  de  la  juven- 
tud hemos  tenido  ocasión  de  admirar  y  apreciar 
la  bella  índole  y  las  favorables  disposiciones  dé 
espíritu  con  que  Dios  ha  dotado  á  los  habitante* 
de  Venezuela.  Los  alumnos  venezolanos  que 
ha  contado  nuestro  colegióle  han  dado  cumplida 
honra  y  han  recompensado  con  opimos  frutoá 
nuestras  pobres  tareas.  Ojalá  pudiéramos  con 
nuestro  magisterio  propender  al  bien  de  Yene-i 
zuela,  educando  con  todo  el  esmero  de  que  su- 
mos capaces  los  jóvenes  que  se  nos  confíen  : 
íjueasí  pagaríamos  también  la  deuda  con  que 
Quedamos  cargados'  por  el  voto  de  gracias  y  la 
ofrenda  de  afecto  que  nos  habéis  dirigido.  -'^''^' 

En  efecto ;  habéis  excedido  en  la  recdrtí^ién'sa 
á  lo  que  podemos  merecer  por  los  obsequios  que 


— 133  ~ 
tributamos  á  Monseñor  Guevara  durante  su  des- 
tWíió;  ydé  aquí  la  sorpresa  y  hasta  la  confu-^' 
sion  que  rae  causara  vuestra  carta.  Cuan  poco 
hemos  podido  hacer  en  alivio  del  egregio  pros- 
crito !  Eso  sí :  nuestra  veneración  ha  sido,  es  j 
será  grande,  nuestra  admiración  profunda,  nues- 
tro afecto  sin  límites  por  el  noble  mártir  de  la 
inás  santa  de  las  causas.  '"'^  ii;t»i  ab 

^  Recibid,  señores,  y  trasmitid  á  todos'vuestros 
Bonciudadanos  nuestros  parabienes  por  la  feliz 
vuelta  al  seno  de  la  Patria  del  que  fué  vuestro* 
Arzobispo,  y  que  hoi  edifica  aún,  con  ^é  abnega- 
ción y  demás  virtudes  apostólicas,  realzadas  por 
el  sufrimiento  y  por  un  heroico  sacrificio. 

Rev.  James  Brocone. 

Superior  del  Colegio  de  la  Inmaculada  Con- 
cepcion.'-'*^''^^^"  *  1    "  '^^   íiJjí- íi*»íj»*daov 

Junta  Directiva.  '  "^^     .Cíotóiiao 

Es  copia.— ^Et  primer  secretáí46V^^"í  ''"^'' ' 

**'-"^       H.  Fánger^  hijo.        • 
jrisqaoiq  al 

**» ■     •  TV 

'■'    'Jíu'uí.  .í>  DiíoTciSíí  'iJürl 

Trinidad  le  '2  OetcAir$¡<h%%l mU'^  i 
Messieurs.  ;  '  <>  insu. 

Nous  venons  de  recevoir  par  l'entremise  á& 
vos  representants  á  Trinidad,  l'adresse  par  la- 
quelle  vous  voule^  bien  nous  exprimer  vos  re-^ 
merciments  de  l'accuéil  cordial  que  nous  aVbns 
fait  au   tres  Ilustre  et  tres  Reverend  Seigneur 


—=134  — 
Silvestre  Guevara  y   Lira  á  son  iarrivée  á  Tri- 
n^4acl,  ainsi   qu'aux   membres  du  clergé  Vene- 
suielien  qui  l'ont  acompagné  dans  cette  colonie. 

Nous  sommes  bien  sensibles  á  la  genérenle 
appreciation  que  nous  avons  iait  ponr  ce  digne 
Prélat  et  pour  son  clergé.  En  íaisant  ce  qm 
a  dependu  de  nous  pour  adoucir  les  épreuves 
de  leur  position,  nous  n'avons  fait  que  remplir 
un  devoir  bien  simple  d'hospitalité  fraternelle 
et  il  nous  a  paru  que  raccomplissement  de  pe 
devoir  etait  un  hopneur  et  une  consolation  poi^f 
nous  niémes. 

C'est  avec  un  vif  plaisir  que  nous  avons 
appris  la  reception  enthousiaste  qui  a  et^  faite 
derniérement  a  Caracas  h  Monseigneur  Gueva- 
ra et  toutes  les  marques  d'attachement  et  de 
veneration  qui  leur  ont  eté  prodigues  á  cette 
ocasión.  Nous  esperons  que  des  manifesta- 
tions  populaires  de  cette  nature  vont  inaugurer 
une  ere  nouvelle  á  Venezuela  pour  la  paix  et 
la  prosperité  de  1'  Eglise. 

Nous  saisirons  á  notre  tour  cette  occasion  de 
redre  temoignage  á  l'edification  que  Monseig- 
neur Guevara  nous  a  donnée  k  Trinidad  par 
sesvertus  privées  et  surtout  par  la  resignation 
avec  laquelle  il  a  fait  le  sacrifíce  de  sa  position 
officielle,  dSs  qu'il  h  pensé  que  ce  sacrifice 
pouvait  étre  utile  &u^,\i^\^ié,^8,  4p  l^  ^ligipn 
et  á ceux  de  sa  patrie,, ,     »)  ati  uií    -Vjt   na  i». 


—  136  — 

Nóus  ne  devons  pás  non  plus  oüblier  danis 
cette  expression  de  notre  reconnaissance  les 
excellents  prétres  de  Venezuela  qui  ont  bien 
voulu  pendant  leur  ezil  accepter  des  paroisses 
dans  la  Diócése  de  Port  Espagne  et  qui  se  sont 
adquittés  de  leur  charges  avec  tant  de  zélé  et 
de  devouement:i  " '*^'i  I'  '^^  * 

Veuilléz   agr^erj    Méssieurs,   avec   les  voeüx 
que  noüs  faisons  pour  la   prosperité  spif itueHe 
et  temporelle   de   votre   patrie  V  assurance  de 
nos  sentiments  empress^s. 
/t*^  ;  t  JoACHiM  Loüis. 

archeveque.        *,'*^^j 
ta.  P'OCarrollok.  '^^' 

Cy.  Cod,  du  Port  d'  Espagne. 

,UiiUl<;^   8^uif>*i,  i^.Ofiiq  (-Av  üw  i^'tj 

Messiéurs: 
Doctor  Bartolomé  Liando,  President. 
Doctor  Juan  de  Ds.  Méndez,  Vioe  President. 
Doctor  Jesús  M*  Goya,  second  Vice  President. 
José  Talayera,  Tresorier. 
General  H.  Fanger  hijo,  I"  seoretaire. 
Bachiller  Víctor  Antonio  Zerpa,  2?  secretaire. 


(traducción.)  " 

Trinidad,  2  de  Octubre  de  1877. 
Señores, 
Acabamos  de  recibir  por  conducto  de  vuestros 
épresentantes  en  Trinidad,  la  manifestación  en 
que  queréis  significaros    vuestras  afcciones  de 


r 


—  136  — 
gracias  por  la  acogida  cordial  que  hemos  hecho 
al  Ilustrísimo  y  Reverendísimo  señor  Silvestre 
Guevara  y  Lira,  á  su  llegada  á  Trinidad,  as\ 
comoá  los  miembros  del  clero  venezolano  C[U^ 
le  han  acompañado  en  esta  colonia.. >,^}rj[  gj  g,tf;f) 
Somos  bien  sensibles  á  la  generosa  aprecia^-, 
cion  que  nos  manifestáis,  por  lo  poco  que  hemos^ 
hecho  por  ese  digno  Prelado  y  por  su  clero. 
Haciendo  lo  que  ha  dependido  de  nosotros  para 
dulcificarlas  pruebas  de  su  posición,  no  hemq^ 
hecho  otra  cosa,  que  llenar  un  deber  biei?, 
sencillo  de  hospitalidad  fraternal,  y  nos  ha 
parecido,  que  el  cumplimiento  de  ese  deber, 
era    un  honor    y    un    consuelo    para   nosotros 

Con  un  vivo  placer  hemos  sabido,  la  recep- 
ción entusiasta  que  ha  sido  hecha  últimamente 
en  Caracas  á  Monseñor  Guevara  y  todos  los 
testimonios  de  amor  y  veneración  que  le  ha^ 
sido  prodigados  en  esa  ocasión.  Esperamos,í^ 
qup  manifestaciones  populares  de  igual  natura^j 
leza,  van  á  inaugurar  una  era  nueva  en  Ve*= 
nezuela,  para  la  paz  y  prosperidad  de  la 
Iglesia.  (.íípiooüOAaT) 

Aprovechamos  á  nuestra  ye¿  esta  ocasión, 
para  rendir  testimonio  de  la  edificación  que 
Monseñor  Guevara  nos  ha  dado  en  Trinidad, 
por  sus  virtudes  piivadas,  y  sobre  todo  por  la, 
resignación,  coii  la  cual  ha  hecho  el  sacrificio  de 


—  137  — 
su  posición  oficial,  tan   luego  como   pensara  que 
ese  sacrificio  podia  ser  útil  á  los  intereses  de  la 
Religión  y  á  los  de  su  Patria. 

No  debemos  tampoco  olvidar  en  esta  espre- 
sion  de  nuestro  reconocimiento,  á  los  excelen- 
tes sacerdotes  de  Venezuela  que  han  querido, 
durante  su  destierro,  aceptar  parroquias  en  la 
diócesis  de  Puerto  España  y  que  ^ han  cum- 
plido con  sus  deberes  con  tanto   celo  .y  abnega- 


ción 


Aceptad,  señores,  con  los  votos  que  formamos 
por  la  prosperidad  espiritual  y  temporal  de  vues- 
tra Patria,  la  seguridad  de  nuestros  sentimientos 
de  respeto  y  decisión  en  N.  S. 

Fr.  Joaquín  Luis. 
Arzobispo  de  Puerto    España. 

G,  D'  O  Carrol  O.  P. 
Obispo  Coadjutor  de  Puerto  España. 
Señores  :  Bartolomé  hiendo,  Dr.  Juan  de  Dios 
Méndez,  Dr.  Jesús  María  Goya,  general  H.  Fán- 
ger,  hijo  y  Bachiller  Víctor  Antonio  Zerpa. 
Es  copia. — El  Secretario. 

H,  Fánger  hijo- 


n^^