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¡mneSc
« *
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v»
2^c/ííL ít^z.
L VEGA.
PERIÓDICO SEMANAL LITERARIO.
AÑO PRIMERO.
MALAQA.— 1863.
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V
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^J
$ " '
I
vi
(.3 - í''J / / O
AÑO I.
DOmNOO
NÚM. 1.*
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SEMANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
535555-— 5 ! .■■^A
Al emprender esta, aunque pe-
queña, para nosotros colosal em«
presa, nos anima la convicción en
que estamos de que el Pueblo ma-
lagueño , cuya tolerancia con pro-
pios 7 estraños es proverbial en
todo el mundo, no dejará en esta
ocasión de tenerla con uno de sus
mas cariñosos hijos.
Acogiéndonos bajo sus auspicios
y conociendo su natural indulgen-
cia, cobramos esperanzas y fuer-
zas para lanzarnos á una senda que
está erizada de espinas.
Para cruzarla tranquilo; para
llegar á su ñn sin que una de ellas
punze nuestra alma y arranque un
grito de angustia al corazón, se
necesita la sabiduría , el tacto y la
esperienoia que seria muy dificil
encontrar reunidas en un solo
hombre.
Pero nosotros, á falta de esas
cualidades indispensables, posee-
mos otras, que tal vez, aunque
muy opuestas, nos den el mismo
resultado.
Somos humildes ; tenemos fé , y
la seguridad de que el Público, si
se muestra inflecsible con el fuer-
te , en cambio es bondadoso y pro-
tector para con el débil.
Por eso nos presentamos des-
nudos de pretensiones, y confian-
do , mas que en nuestros pobres
conocimientos, en su nunca des-
mentida tolerancia.
Pero asegurándole, que traba-
jaremos constantemente y con to-
da el alma, para ver si logramos
algún dia ser dignos de su pro-
tección.
A CirrioQ.
A ustedes, que componen casi
la totalidad de los suscritores á es-
te pequeño periódico;
A ustedes, que tan eficazmente
han cooperado al buen ecsito de
mi atrevida cn^nresa;
A UiStedes , en fin , que llevados
del mejor deseo me animaron á
emprenderla, consagro estas mal
trazadas líneas , con el solo pensa-
miento de mostraros la profunda
gratitud que encierra mi alma.
Pero como hay sentimientos que
pierden su primitiva esencia al
ser tocados por la pluma , yo , co-
nociendo la rudeza de la mia , me
limito á deciros que siempre con-
servaré vuestros favores grabados
en lo mas tierno del corazón.
Sé demasiado que esto no basta;
Sé que debo probaros , no con
palabras « sino con hechos mi sin-
cero recocimiento.
Pero sé también, que me será
muy difícil lograrlo, pues ^olo es
comparable la pobreza de mía re-
cursos , con lo rico de mi voluntad.
Sin embargo , al recordar la be-
nevolencia con que siempre han'*
recibido mis insignificantes pro-
ducciones, abrigo la esperanza de
que á la sombra de la amistad , tal
vez algún dia pueda, sino pagar,
al menos demostraros que me afa-
no por corresponder á los frater-
nales consejos que he recibido.
Entre tanto, y contando con
varios jóvenes muy conocidos por
sus escelentes dotes literarios , pu-
blicaré una colección de articuli-
tos, novelas y poesías, que espero
serán bien recibidas.
A. Cirrion.
Lope de Vega,
EL OIDIUM LITERARIO
EXT •^JlA.TuA.CS'A..
Sin embargo de ser tan ignorante se ad-
hiere algunas veces á personas de instrucción.
En este caso la guasa toma la forma de
enfermedad y el carácter de contagiosa.
La guasa como la savia, pero como una
savia venenosa, se infillra en las costumbres.
Galantemente invitados por la Dirección ' en los oradores, y hasta en esas reuniones
de este Semanario para insertar en él algu- j de cuya decisión depende el bien de nació-
nos articules, quisiéramos tener fuerzas su- Aes enteras.
ficientcs para contribuir, como siempre lo
deseamos, al sosten, en Málaga, de un pe-
riódico literario; pero ya que no con fuerzas,
al menos con voluntad y un poco de trabajo
En Málaga, desgraciadamente, abunda
esa langosta de los campos de la inteligencia.
Todo lo tala, todo lo destruye; se ama de
guasa; se estudia de guasa; se habla de gua-
procurarcmos ocupar algunas do sus cnlum-jsa y poco importa que los que vienen cri-
nas, en la gra!a esperanza y según se nos liquen y anatematicen tal proceder; donde no
promete que el Semanario que nace hoy, lejos hay sensibilidad no hay dolor.
¿Y diremos por esto que en Málaga no
existo el deseo de saber y el gusto de estu-
diar? No debemos pensar asi cuando hemos
de todo partido político y de toda discusión
religiosa, solo se ocupara de ciencias y ame-
na literatura.
En osta suposición tomamos la pluma y escrito este artículo.
en esta suposición escribimos lo siguienlo:::
Ldi guasa os nm palabra que hasta el'mis-
mo Diccionario repulsa.
Ifíuoro quien fué su inventor y quien la
introílujo en el lenguage vulgar; pero si sé
que durante mucho tiempo fué considerada
el esprit de la cursería.
Algunos han querido hacer sinónimas las
palabrtis guasa y gracia tal voz porque son
asonantes, pero maldita la gracia que tiene
el haberlas querido confundir.
La guasa carece de oportunidad y de ta-
lento y no seria di^Mia bajo ningún concepto
Si inútiles son las medicinas para animar
un cadáver, no lo son, ciertamente, para cu-
rar á un enfermo.
A haber creído nosotros reconocer un ca-
dáver en la juventud malagueña seguramente
no le hubiéramos indicado la medicina.
Esta medicina es el estudio, el amor al
saber; y todo ej empezar.
Asi como el que se resbala por la pen-
diente de los vicios al fin cae en ellos y cae
insensiblemente, así el que empieza á subir
Eor la escala del verdadero saber, insensi-
lemente se eleva y en medio de goces es-
de mencionarse, sino fuese una especie de , pirituales llega á una altura desde la cual do-
oidium para las producciones de la inteligen- mina á las pasiones y adora á la virtud,
cia v los actos de la Sociedad. Málaga encierra una juventud que ama
Se discute una ¡dea que de realizarse pue- el saber; á ella me dirijo en este momento
de traer grandes bienes morales, insensible- por que de ella debe esperarse una pronta y
mente se introduce la guasa en la realización saludable regeneración.
de aquel proyecto y, lo que parece increiJ}le,
el proyecto sucumbe.
La' guasa no es el valiente guerrero que
se pone ante su adversario para luchar cara
á cara; es el cobarde gusano que roe ocul-
Si ella también se contagia con los efec-
tos de esa corrupción llamada auasa con ({ue
la ignorancia procura burlarse de las ciencias,
7a elevándolas irónicamente, ya ensalzando-
as con marcada intención, permanerá la lite-
i
tamente las raices de toda planta cuyos fru- ratura malagueña en la mas triste paralización,
tos podrían ser ventajosos para la Sociedad. = imagen de la muerte, hasta que una nueva
Es un ser que no tiene ni carácter ni generación mas emprendedora y ávida de no-
forma, pero que se presenta bajo todas las bles triunfos se levante orgullosa sobre la en-
fermas y se adapta á todos los caracteres. \níza de la que ni aun el recuerdo existe.
En cuanto a su hisloiia en particular es i O bien esperen á que asi como se con-
bicn pocD interesante. quistan las naciones, vengan a conquistar la in-
Nace de la ignorancia, vive en la igno- , lelígencia naciones estrangeras.
rancia y muere en la ignorancia.
¡Qué nobles esperanzas las del que aguar-
Periódico semanal.
da impasible que la mano de la civilización
venga á empujarle y él siga arrebatado por
este impulso con la misma conciencia de lo
que hace que el corcho arrebatado por la cor-
néate de un rio!
Si no hay amor para e1 estudio; si todo lo
constituye ese desprecio hijo de la ignoran-
cia; si para nada sírvela literatura, las cien-,
cias, bajo su verdadero punto de vista, en una
palabra: el saber; estuaiese a lo menos como
se puede estudiar la esgrima y el tiro de pis-
tola para poder luchar siquiera con ese espí-
ritu de ilustración que alumbra al mundo, en
caso de que nos ataque.
Estudióse, siquiera, para no caminar á os-
curas por el siglo luminoso que atravesamos,
ó para tener las suficientes luces para probar
que el siglo es el que va a oscuras.
No basta decir que nada se adelanta, que
estamos como al principio del mundo, es ne-
cesario probarlo.
Repito que en Málaga existen personas que
infructuosamente estudian, trabajan y forman
edificios literarios que nadie se ocupa no ya de
admirar sino ni aun de combatir. No hay emu-
lación, no hay premios, no hay competencias,
y lo que es mas, los estudios ele concienciase
toman por broma; todo se empieza critican-
do y acaba por guasa.
Desaparezca ese oidium de los campos de
•la literatura y este árbol benéfico florecerá
en el suelo de Málaga como florece en cual-
quiera otro suelo donde se cultiva.
José C. Bruna.
LAS FIARES DEL G4MP0 Y LAS DEL JARDÍN.
LA PLOB SHiVBSTBB Y LA CULTIVADA
Un amigo del Sr. D. Salvador Ló-
pez, nos ha facilitado la siguiente be-
llísima composición que conservaba iné-
dita en so poder, y que insertamos con
•el Diayor gusto, consagrando este re-
cuerdo al distinguido y sabio sacerdo-
te que tanto se afanaba por los ade-
lantos literarios de la juventud ma-
'lagueña.
En c] magnífico templo
Mansión de ZéGro y Flora,
A el despertar de la Aurora
Vio la. Fama un raro egemplo
J)e emulación triunfadora.
A rendir sus homenagcs
T á ofrecerle sus olores
Fueron allí hermosas flores,
De muy diversos parages.
Veslidas de mil colores.
Disputando preferencia.
Una en el campo criada.
Otra en jardín cultivada,
Travos© esta competeHcia
Por la Fama publicada.
—¿Para qué vienes aqu¡
Flor cultivada y ^pomposa,
Si el que aparezcas hermosa
Solo se debe, no á tí,
A una mano laboriosa?
— Y tú ¿por qué te presentas
Flor mezquina, agreste y dura.
Si esa común hermosura
Dios mismo, aunque u|^ la ostentas.
La dio k toda criatura?
— Yo soy el tipo y el padre
De tu abultada corola;
Y aunque el matiz te arrebola,
Eres una estéril madre
Por esa cualidad sola.
Yo, sencilla y natural
Cual me vistió el Criador
Brillo en el campo, y mi amor.
Reproduciendo otra igual,
Vuelvo á mi antiguo verdor.
Tú, á quien el lujo y regalo
Nutrieron en el jardín,
Vistes púrpura y carmín,
Y con trage bueno ó malo
Solo agradar es tu fin.
Yo adorno lo tersa frente
De la sencilla aldeana,
Y va al baile tan ufana
Como la dama eminente
Que diamantes engalana.
Mira, en fm, flor engreíd)
Y de tus galas prendada,
Mira la tierra alfombrada,
De rico matiz tegida.
Por mis hermanas bordada.
Lope de Vega,
• \
Desde el encumbrado monte
Hasta el soto y la llanura
Sus cálices de dulzura
Del uno al otro horizonte
Embalsaman la aura pura.
Generosas á porfía,
Tapizando el verde prado
Ofrecemos al ganado
Suave y ^rata ambrosía
En su alimento adecuado.
Frutos reparte al morir
Nuestra sencilla belleza,
Hegalo al hombre y riqueza,
Y siempre reproducir
Nos vé la Naturaleza.
No busca el enfermo en ti
El alivio en susí dolores,
Ni el artista sus colores.
Ni el suave neroli
Lo producen vuestras flores.
Por todas estas razones,
Flor del jardin, es eu vano
Que vengas con aire ufano,
Ni de hermosura blasones
En el templo soberano.
— En defensa de mi honor^
Y al conocer tu ignorancia
Contestaré sin jactancia,
Pues no sé cunl es mayor
Mi paciencia ó tu arrogancia.
El hombre, señor del mundo
Cuya vasta inteligencia
Unió al saber la esperiencia,
Ualló el arcano profundo
Que escondió la Omnipotencia.
Leyó en la Naturaleza^
El arte y combinación
De elevar á perfección
Vuc'r'» original rudeza.
Cual segunda creación.
De una coscoja villana
Forma una copuda encina^
Y de una yerva mezquina
Cria una planta lozana
Que una hermosa flor termina.
Frutos amargos convierte
En dulces y saborosos,
Y cambia en prados frondosos
Los campos de horror y muerte
Y de abrojos espinosos.
Por estas leyes eternas
Y una mano laboriosa
Mi talla erguida y pomposa.
Tronco verde y hojas tiernas
líe venido i ser hermosa.
Yo fui,* como tú, salvage,
No nie^o mi origen, no;
Pero el hombre me elevó
A un distinguido linage^
Y ya DO soy tú, soy yo.
Soy ladelicia y ornato.
En unión de mis Hermanas,
Copudas, frescas, lozanas,
Dignas del regio aparato,
Como otras tantas sultanas.
No todas somos fecundas,
Pero á nuestro lado crecen
Otras muchas que merecen
De Himeneo las coyundas
Y en lecho nupcial se mecen.
Las que el tálamo resisten
Y los lazos conyugales.
Sus órganos secsuales
La hermosa corola visten
De petalos desiguales.
Somos el gusto y pasión'
De los paises templadlos,
Y de los climas helados
Objetos de admiración
De los ricos potentados.
Cada cual se halla dotada
De una atribución preciosa,
Y la joven mas hermosa
Se estima bien comparada
Si se compara á una rosa«
Ven pues, flor deil campo, ven,
Te guiaré á mi jardin,
Y en variedades sin íin
Verás el antiguo Edén
En bóvedas de jazmin.
Símbolo encuentran los hombres
De los afectos humanos.
Ni son los matices vanos.
Ni carecen nuestros nombres
Do misteriosos arcanos.
Flores célebres la historia
Cuenta en sus vastos anales,
Y á deideg inmortales
Elevó la gentil gloria
Varias flores naturales.
¿Qué alegas ya en tu demencia,
Flor del campo, sobre mi?
Confiesa que te vencí,
Y que en esta competencia
Soy muy superior á tí.
Atenta escuchó la diosa,
Y aquel concurso florido
Prestando discreto oido;
Mas el aura vagarosa
Difundió un sordo ruido.
Era ZéGro, que en torno
Batiendo sus alas ^íra,
Y los aromas respira
Feriódioo semanal.
T esparce por el contorno
Que ansioso al favor aspira.
Abrió ^1 carmin de sus labios
Flora y con dulce J sonrisa»
En frase grave, y concisa
Les dio estos preceptos sabios,
Y ¿ cumplirlos les precisa.
aDejad vuestra presunción,
«Flores útiles y bellas,
•Que en medio vuestras querellas
«Soplará un recio { aauilon
nT pereceréis convelías.
aCombatid el vil gusano
«De la envidia roedora,
«Que- cada cual es deudora
«A el Arbitro soberano
«De la virtud oue atesora.
«No hay periec^ion absoluta
«Bajo el sol, y es tan amante
«La sencillez elegante,
«Como aquella que disfruta
cLa pompa y lujo brillante.»
Dijo^ y el sol la arrebata
En su carro, y desparece,
T mi lecho se estremece, ,
Y acabó la ilusión grata
Y el sueño que me la ofrece.
OJEADA BETROASPECnVA
SOBRE LA SOCIEDAD
POR A. CARRION.
Gomo, este periódico eslá dedicado
á tan dislioguida Academia, y como
están llamando la atención en núes*
tra querida ciudad las brillantes se-
siones que presenta, creemos muy opor*
tuno y justo ocuparnos estensamente de
las que lleva celebradas desde su crea-
ción hasta el dia.
Por el sencillo y elegante discur-
so que pronunció el Sr. Presidente en
la sesión inaugural, que insertamos en
el lugar respectivo, comprenderán nues-
tros lectores los desvelos y sacrificios
que han sufrido los jóvenes que com-
ponen la espresada corporación para
llevar á cabo una empresa tan dificil.
Terdad es que si eran ionumera-
bles los obstáculos que encoolrabao
á eada paso, en cambio, teniao un po-
derosa ansiliar para vencerios, cual es
la unión que reinaba entre todos, y
la absoluta confianza que depositaron
en su Junta Directiva.
Esta, después de dos meses de in-
calculables trabajos tuvo la satisfacción
de anunciar á la Sociedad y al Público
que el dia 11 de Enero era el desti-
nado para la inauguración.
Con júbilo inesplicable fué recibi-
da la noticia por los jóvenes entusias-
tas, que al fin tocaban al término de
sis afanes» y vcian realizadas sus es-
peranzas.
Y en verdad que tenian sobrados
motivos para estar orgullosos y satis-
fechos de su obra, pues habían lle-
vado á efecto, aunque en pequeño^ la
formación de una Sociedad artística
como nunca se había conocido en Má-
Isg^' y que tan buena idea daba del
espíritu de su juventud.
Por fin llegó la noche esperada con
tanta impaciencia, y vamos á trazar,
aunque no con sus tintas verdaderas,
pues desconfiamos de nuestra pluma,
el cuadro animado y encantador que
ofrecía la Sociedad Lope de Vega.
Los salones de sesiones y de reci-
bo estaban perfectamente alfombrados
y tapizados, del mismo modo que el
pequeñito, pero elegante tocador de se-
ñoras.
Magníficos espejos y divanes, pre-
ciosas cortinas, aromosas flores y airo-
sos candelabros derramando su luz so-
bre los angelicales semblantes de las
divinas malagueñas, formaban un con-
junto verdaderamcnle mágico.
Al fondo aparecía el telón de boca
obra de bastante mérito, como todas
Lo pe de Vega,
las del inteligenle y simpático artista
D. Manuel Montesinos, y que era ale-
górico al nombre inmortal^ que lleva
la Sociedad.
Las decoraciones estaban pinjadas
también con mucho gusto por el joven
D. Emilio Herrera; y el Teatro t^ons-
traído por el maestro D. José Pérez.
A fia hora anunciada, y apiñando-
se^en el local lo mas escogido de nues-
tras seductoras paisanas, las autori-
dades, una comisión del Liceo y mu-
chas personas notables, se descorrió
el telón, apareciendo en el Palco es-
cénico la Junta Directiva acompañan*
do al Sr. Presidente D. Felipe Plácido
Mar lino, el cual, conmovido por la so-
lemnidad del acto y con el mayor en-
tusiasmo, dijo:
Señores:
Nuestra' hermosa y amada patria,' fué la'que
dló al imperio sumas .grande gefe, Trajaoo; su
roas ilustrado retórico^ Quintiliano; su mas amar-
go satírico, Marcial; su mas profundo y erudi-
to filósofo, Séneca: sino mas, uno de sus ver-
daderos poetas, el Fénix de ios ingenios, el ¡n-
liiortal Lope db Vega, cuya vida y obras qui-
siera fueran esta noche objeto de mi discur-
so, pues con ello habría bastante para pasar
una y otra y mil noches mas; empero ni es
oportuno, bí mi pluma es suficiente, ni mis la-
bios son autorizados para tan grande empresa:
asi es que enmudezco ante cosa tan ardua, y
solo me limitaré á manifestar que esta Sociedad
Artística, al inaugurar su modesto salón, ha
creído que ningún título la honraría mejor, que
el del fecundísimo escritor dramático Lopb dí
Vega, escritor dramático que llena el mundo con
su nombre.
(Se eouUoaui.)
Emanación divina;
Celeste llama ignífera
8ne, el ser que arrebatándose te siente,
ájica, peregrína.
Cual antorcha lucífera
La sacra inspiración arde en su mente:
T cuanto mas vehemente
Agitación volcánica le abrasa^
Rompiendo diques, con valor sin tasa
Vuela libre, y do quier el sello imprime
De logrando, lo bello y lo sublime.
¡Oh! alma misteriosa,
Que elevas al teórico
A la altura del sabio en ciencias y artes!
Rica vena hervorosa,
8ue eternizó el histórico
ombre y saber del físico Descartes!
Confluye en todas partes
Tu magnético ardor, con savia tanta.
Que, al par que al débil é ignorante espanta
Destácase entre el vulgo el grande tngenio^
Cor tí divino ardor aue llaman Gbkio.
La mente en lo infinito
De las regiones del espacio etéreo,
Aérea vaga de tu fuego en alas
Mas ay! asaz maldito,
Sobre la humanidad tu deletéreo
Mortal aliento exhalas!...
;Porqué Genio no igualas
£1 mismo ardor del bien, con noble ejemplo
A tus almas guiando al bello Templo
Do la virtud notoria
Irradia al mundo del amor la gloria!...
¿Porqué al naezquiúo pecho
Haces sentir también tu ardor volcánico.
Cuando el bien incapaz de sentir se halla,
T quizá en su despecho.
Se erije altivo, con furor tiránico.
En el Genio del Mal que atroz batalla
De leyes justas en romper la valla,
Y solo el mal inculca
Y lo sagrado en su impiedad conculca?...
— Este Genio es Satán, que en su desvelo
Mantiene lucha eterna contra el cielo.
El, maléfico y cruel
¿protervo, se ensaña airado y bélico
ontra la humanidad que en Dios confia.
No mas cantar con él;
Vítores mil tan solo al numen célico
?ue con puros raudales de poesía,
plácida armonía,
A tas almas trasporta en raudo vuelo
A las rejiones del inmenso cielo.
Este, vierte fecundo
amor y bienhandanza v paz al mundo.
¡Oh! si á mi tosca lira
Arrancara bov sublime son poético,
La gloria aquí cantara
Del Genío qne suspira
Por todo lo ideal, y en son patético
Al mundo entusiasmado declarara
Con voz robusta y clara.
Cuanto bien, cuanta dicha al alma infuude
La antorcha que difunde
Periódico semanaL
Rayos de amor, qae acrecen.
Cuanto mas á las artes enaltecen.
¡Oh Genio! sin tu ayuda
Como vibrar podré el acento lírico
T elevarme contígol
Ay! ya no tengo duda
De que tras de mi estilo, quizá empírico,
Nunca arderás conmigo!
En vano me atosigo
Y me eanso infeliz en evocarte
Para poder cantarle.
Que aunque tu ardor me niega.
La mente en proseguir se empeña ciega.
Miro al mortal dichoso
Que contigo nació, lanzarse impávido
Con éxito fecundo
En el mar proceloso.
De nuevas glorias y conquistas ávido.
Tal fué el que le inspiraste ardor profundo
Al gran Colon al descubrir un mundo.
Tal el en que lucharon los Pizarros
En el Perú, feroces mas bizarros;
Tal el que denodado y eairatéiico
Sintió Cortee al conquistar á Méjico.
Del grande pensamiento,
Haces lOh Gekio! acaso un ser alijero;
Ora vagando intrépido y gozoso
Con el chocar violento
Del hórrido huracán, cuando 'flamijero
Relámpago dispara sulfuroso;
Ora del mar undoso
Dendiendo audaz la tempestad horrorosa
Absorto en el mujir de hinchadas olas,
U ora en su son halla en playa arenosa
Entonando melifluas barcarolas.
Y ora la alegre fiesta
Célebres tierno, candido ó bucólico.
Del morador del valle y sus amores
En plácida floresta:
U ora enardeciendo del católico
Los místicos fervores
Inspirando á elocuentes oradores;
Siempre eres Genio, el próvido elemento
Que eleva hasta lo sumo el pensamiento;
Constante tu ardor se halla
En el campo, en el Templo, en la batalla.
Por tí, de su sepulcro
Se alzan los manes de Virgilio y Sócrates
Y otros ingenios mil que fueron sabios
Y hoy se veneran mas que al oro pulcro.
Por tí, el eterno Hipócrates
Enseña de sus labios
El arte de curar que científica.
Por ti, se identifica
El arte con la idea y con el alma.
Por tí, la eterna palma
Guarda la historia cou renombre y brillo
A Kubens, Miguel Ángel y á Munllo.
Lleno de tí, cantó el clásico Ovidio;
Contigo, murió Diójenes misántropo;
Contigo, fué elocuente Cicerón.
Tal es el Genio, que al cantar yo 'envidio,
Genio del Bien, que es alma del filántropo;
Genio de ardiente y sacra inspiración!. ••
—También elevó el Genio á Calderón!...
Al festivo Quevedo v gran Cervantes,
En las letras su ardor nunca les niega
Mil producciones ricas, palpitantes;
Y el clarin de la fama al mundo lega
Sus nombres tan brillantes^
Cual el del inmortal LOPE DE VEGA.
¡LOPE DE VEGAI... el ^enio entre los genios!
£1 escritor y poeta fecundísimo!...
El Fénix inmortal de los Ingeniosa.
El filósofo ilustre, eruditísimo!
De este modo los pueblos le renombran
Por sus obras sin un que al mundo asoipbran .
Con entusiasmo, al par que con ternura.
Los sabios venerándole le nombran,
Porque la llama pura
Que en su mente encendiera el rubio Apolo
Fué del Genio sin par que tuvo él solo.
Hoy el joven intrépido se afana.
Emulo de su ciencia, asaz metódico,
.Las sus huellas sesuir^ do el saber mana^
Al comenzar sencillo en un periódico
A redactar modesto algún capítulo.
El, á las letras, anhelante hermana
Su gran veneración, pues dánle un titulo
Que es símbolo de gloria v de fé ciega,
Y es título de honor'LOPE DE VEGA.
Y yo que aplaudo el pensamiento, en tanto
Que me afane con loco devaneo.
En el Genio evocar que humilde canto
Creyendo eficaz ser con mi d^seo;
A tanto noble afán de joven tanto
Felicísimo el éxito preveo^
Si campea del Genio el ardimiento
Cual la flor de tan bello pensamiento.
G. Marti y Franch.
TRADUCIDO POR FEDERICO BEJAR.
Yivia yo por entonces en una modesta calle,
cuya situación ustedes sin duda desconocen, la
calle de Lesdiguieres: comienza ésta en la de
S. Antonio, en frente de una fuente que hay cerca
de la plaza de la Bastilla, y desemboca en la
de Cerisaie,
I Impulsado por el amor á la ciencia me h^^^vv
Lope de Vega, Feriódioo semanal.
■ Jr.-.
meüdo eo una boardilla, donde Itrabajaba de no-
che, pasando el día en la biblioteca yeeina de
MonsietiT. (1)
Vivía frugalmente y me babia ajustado á to-
das las condiciones de la rida monástica, tan ne-
cesaria á los que se dedican á la meditación.
Aun en los días mas bermosos, apenas me pa-
seaba per el boulevard Baurion,
Una sola pasión me hacia abandonar mi mé-
todo de conducta;. mas no era esto también es-
tudiar? Iba á observar las costumbres del bar-
rio, y los caracteres de sus habitantes.
\estido con un traje de obrero, indifirente
i toda compostura, no les hacia fijar en mí su
atención: podia mezclarme en sus grupos, ver
eoncluir sus tratos, y eir sus disputas á la ho-
ra de abandonar el trabajo.
Su observación habiendo venido i ser para
mi intuitiva, penetraba hasta el alma, sin desa-
tender por eso el cuerpo; ó mejor dicho, se apo-
deraba de tal modo de los detalles esteriores, aue
bien pronto tomaba posesión de aquella; mena-
bia dado la facultad de vivir de la vida Bel in-
dividuo sobre el cual se ejereia, permitiéndome
sustituirme ¿ el mismo, como el derviche de las
Mil y una Noches, que tomaba el cuerno y el
alma de las personas á quienes pronunciaba cier-
tas palabras.
Cuando entre once y doce de la noche me
encontraba con un obrero y su muger, que vol-
vían juntos del Amhiaú'Comique, me divertía en
seguirlos desde el boulevard del PotU-ñnx-Ckoux
hasta el de BeanmarchaU.
Esas buenas gentes hablaban entonces de la co-
media que concluían de ver, y sinsabor como lle-
gaban á conversar de sus asuntos; la madre, arras-
traba á su hijo de la mano sin escuchar ni sus
quejas ni sus súplicas, y los dos esposos, con-
tando de antemano con el dinero que les sería
pagado al día siguiente., lo distribuían de mil
maneras diversas.
Ta giraba la conversación sobre los porme-
nores de la casa, ya sobre el escesivo precio de
las patatas, ó sobre lo lar^o del invierno, ya so-
bre el creciente encarecimiento de los combusti-
bles, va sobre la actitud enérgica del panadero
al reclamar lo que se le debía; en fín^ las discu-
siones se agriaban, descubriendo cada cual su ca-
rácter en la espresion de sus palabras.
JEscucliandü á estas gentes podia identificar-
me con su vida, sentía pesar sobre mis hombros
sus harapos y creía estar calzado con sus estro-
peados zapatos; sus deseos, sus necesidades, to-
do pasaba en mi alma, ó mi alma iba á relevar
á la suya.
Esto era soñar despierto.
(Se oODcIairá.)
MISCELÁNEA.
Epigrama.
Cantando D.Juan Chinelas-— dio lo que se llama
un gallOt'^y el pobre por disculparse— de tan
atroz lap8Ui-canto,^dec\di que allá en sus tiem-
pos—con mucho desembarazo— habia dado el do
de pecho. — Uno que estaba escuchando— respon-
dió asi sotto voce:— «se conoce que lo ha dado,
—por eso ahora lo buscaba— y no ha podido
encontrarlo.»
a«rbl.
Charada.
Mí primera y mi segunda— si eres latino verás
— como sin ella en el mundo— nadie pudiera pa-
sar.— Segunda y tercia hay algunas— retrato de
Satanás--^ por el contrario otras— de belleza ce-
lestial. —Cuarta y quinta es instrumento,— y es un
sabroso manjar — mi segunda repetida. — Y el todo
conocerás— si eres un poco entendido -*es nom-
bre de un animal— que ocupa un puesto brillante
—en la Historia Natural.
Zarzuelas.
Esta noche empiezan en el Teatro del Principe
Alfonso las representaciones de la ctfmpañia Hrica-
dramátiea que ha estado actuando en el del (jrco
de Madrid.
Casi todos los artbtas que la componen se pre-
sentan por primera vez en esta ciudad.
£1 mas conocido es el simpático y aplaudido
tenor cómico I). Eugenio Fernandez, á cuyo cargo
está la dirección de escena.
Oportunamente y con toda imparcialidad nos
ocuparemos de los trabajos de esta compa!\ia, que
viene de la Corte precedida de una fama bastante
buena. ^'^
■»
Lope de Vega.
La distinguida Sociedad que lleva este nombre
prepara una sesión para el Domingo prócsimo.
Indudablemente será brillantísima/ pues en elh
se inaugura la sección liteiaria, tomando también
parte' la lírica.
DIRECTOR Y EDITOR RESPONSABLE,
(JJ Mons/eur ¡lermaDO msyor di-1 hfj.
Imprenta de 6iwt7rtri.— Comedías 11.
A:fro I.
DOMINQO 12 DE ABBIL DE 1863.
NÚM. 2/
LOPE DE VEGA,
PSaiÓDICO SSSIANAL DEDICADO A LA bOCiEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
c=asi
i.fcii I f s
OJEADA BETB03PECTIVA
SOBRE LA SOCIEDAD
POR A. CAnftION.
Pocos dm hace que (a Real Acideroia E^-
paA )la, acaba do pagar un tributo á la memo-
ria del referido poeta Lope dk Vega, compramlo
la casa que fué de su propiedad, y en la cual
babíló muchos aHos, y en su fachada ha hecho
oooslruir ¿ sus espensas un roonumeolo mural.
La prensa toda llena l«is columnas do sus pe-
riMicos con elogios al fecundísimo escritor El
acto de inauguración de dicho mi uso leo no pu-
do ser mas brillinte ci mas di^no. Asistió nues-
tro primer cuerpf) literario; las personas mas dis-
tinguidas de todas las carreras del Estado: Se-
nadores; Diputados; individuos del Ayuntamiento
de Madrid; comisiones de las Reales Academias.
de la Universidad, de los poetas dramáticos y
líricos, de la prensa üeriódica, y do los acto-
res dramáticos. Nada, en fio, ha faltado para quA
ai acto fuese lo mas solemrie, lo mas gratide
posible, AIH se pronunciaron discursos reseñin-
do la vida de Lope; se leyeron composiciones; se
improvisó, y por último, con motivo de haberse
escogido para el dia de la inauguración del mo-
nnmento, el del aniversario del natalicio del in-
mortal poeta, en el Teatro de su nombr*^, en el
del Principe y en el de Vaiiedades, veiiricáro:ise
ftinciones que solemnizaron mas y mas un sucei>o
tan fausto para el país, que al mirarle nacer se vio
enriquecido con una brillante página de gloria.
¿Seiores, y cuando tan grata memoria de su
nombre, ha sido resefttda por tantas autorida-
des en la república de las onenas letras, seria
yo tan audaí que pretendiera hacerlo, bien pa-
ra enaltecer sos dptes como autor dramático, ha-
blar de su vida, do su genio, de sus obras?
]Ah! no; bastí y sobra oon que yo lo nombre
CQo respeto, y que .^odos los señores socios que
so encuentran* en este recinto, saluden al Fénix
de los ingenios, al célebre poeta, al fecundo es-
critor, á Lope de Vega.
Con esta denominación se distinguirá desde
boy esta Academia, la que deberán sostener sus
fnndadorcs á true^ de todo. ¿Qué ocupación
mas noble ni mejor podrán elegir, lo mismf> e
nifto que el hombre, el joven q.ie el Viejo? ti Tea
tro á la vez que instruye, deleita: veamos si no
lo que dice un autor, entre ot^os de sue in-
finitos egcmplos, respecto de las obras que se
dedicín al Templo de Ttlli. «Una tragedia p^r-
fe(Ua, es una dn las mas nobles priducciones de
la nituralfza humana, es también la mas apro-
pósto para úir al alma el gusto mas delicioso y
mas instructivo •
Pues si estoes asi, cultivemos tan noble como
sublime arte, dedicando las horas ociosas á tan
útil ocujpaci'in.
Muchos son los que consideran el Teatro co-
mo un simnie desahoj^o del espíritii, y que nin-
gún género de influiMicia puBde ei^ercer en I «s
costumbres; pero son mayor número los que
opinan lo contrario, y yo siempre estoy con la
mayoría, mácsime cuamfo en esta se hallan l(»8
ant(»res mas renómbralas. Scliilier, d'ce: «El
Teatro secunda la justicia social: es una escuela
de sabiduría práctica; ua guia en el camino de
la vida civiL y una llive segura para descubrir
los mas profundos secretos del corazón .. en-
seQa al hombro á conformarse con .su desti-
no contribuye á formar el espíritu nacional.»
Para no fatigar la iitencion del auditorio, que
tan bbnévolam?nle ha escucliado mi nial coor-
dinado discurso, voy á concluir, dándole las
mas esprcsivas gracias p.ir su inilul^eimia, como
igualmente á mis com¡)iñeros los Señores de la
JiiJita, que tan pode ro -a mente han contribuido
á llevar á cabo uní em;»r('.s) tan ardua.
¿Y á los dt^ nás Sres S.)cios do qie se com -
pone esta Academia, como les podré espresar
mi gratitud!
Jóvenes todas, hijos de familia en su mayo-
rfa, que han dedicado sus ahorros y aun m'^s,
para contribuir á la creación de la misma ¡Ahí
para estos no tengo pihbras bistmtes siguí íica-
tivas h fin de baeerlf^s compren ler mi satisfac-
ción, mi gozo al .tenerlos á mi lado.
tínicamente su afición al sublima arte del
Teatro es la que lo consigue en esta inolvida-
ble noche, cuyo gruo recuerdo vivirá eterna-
mente en mi memoria.
He DICBO.
Después de haber ;ip1aud¡do la concur-
rencia tan oportuno discurso ^ klqi?. ^^t^íf^^Scv-
Lope. da .Vega;
mos á leer unas decimitas alusivas á la j Con su natural indulgencia dispensó el
inaugiiracioi, las cuales, aunque por su es- público los visibles defectos de e«a pobre
caso mérito no son dignas de publicarse, composicicn, por lo cual, y cumpliendo un
inv!!íar;*os n]8lo>os, accediendo á las ins- deber sagrado, aprovechamos esta oportuna
tandas ile ¿niicbos amigos que desean con- ocasión para darle las mas repetidas gracias.
' Varias Piezas tocadas al piano por los
simpáticos jóvenes D. Ricardo Pozo y D. Mi-
guel Reina, precedieron á la Comedia en tres
actos titulada: LO POSITIVO, de cuya ege-
servarlas en su poder.
AHSGOKSOGIOSMLOPINTKi.
Si llenos do voluntad,
con !a mejor armonía, • •
Irábajarou noche y dia
en pró de la Sociedad;
sí tras de U^ta ansiedad
llegó la inauguración,
quisiera en esta ocasión
al ver su engrandecimiento,
esprosar como lo siento
lo que siente el corazón.
Mas en vano lo pretendo
con mi ignorancia luchando,
y me presento... tienidld^ndo,
tu indulgencia conociendo,
pues demasiado comprendo
que haciéndolo asi mal obre,
que aunque voluntad me sobre
bien claramente se esplíca
que es una empresa muy rica
para mi que soy tan ponre.
Y solo acierto a decir
que mucho se trabajó,
mas que LOPE, divisó
un bnllante porvenir,
por que ha logrado cumplir
su esperanza mas risuofia,
pues ¿ reunión tan pequefta
á honrarla esta noche viene
lo mas ¿alante que tiene
la sociedad malagueña.
La unión comi)one la vida
y no hay vida sin la unión;
f^or eso en esta ocasión
a unión será nuestra egida;
y no se estrafte que os pida
en mi entusiasmo profundo
que nunca manche el inmundo
soplo de discordia, ailero,
uñ nombre, que es el primero
de los primeros del mundo.
-n
cucion, aunque muy ligeramente, vamos i
ocuparnos.
La Srta. D.' Dolores MQih». esa joven é
inteligente aficionada á la declamación, que
tantos laureles se ba conquistado en las pnn-
cipales sociedades de Málaga, tivo á su cargo
el delicado papel de Cecilia.
La gracia, la desenvoltura y el aplomo
con ffue sostuvo su carácter en las variadas y
difíciles situaciones que ofrece LO POSITIVO,
llamaron estraordinariamente la atención de
la concurrencia, que la aplaudió con entusias-
mo repetidas veces.
(5e ooBliNArl.)
a«3
Sentado en las orillas
que un arroyuelo bafia
Í entre la luz dudosa
e una fresca mafiana,
veíase un mancebo
cree contemplando el agua
lloroso y apenado
y silencioso estaba.
Su mal ha de ser mnde,
pues parece que el alma
se escapa de su pecho
según suspira y calla.
Otro mucnacbo ciego
que por allí pasaba,
hermoso como un ángel
Ícual ángel con alas,
olido de su pena
al oírlo se para
y sentándose al lado
asi diálogo entabla.
—Por quién, dime, mancebo
suspiras con tal ansia?
;Murió tu amor querido,
-ó acaso la manaaa
Periódioo miMiial.
. de mansas ovegiliaa
que solicito guardas
se estravió en el bosque?
—Ahí no, que es mi d^raqía
mayor, pues que ayer (arde
vi á Laun la zagala.
— ^Muy bien que la eonozco.
— Entonce^ por qué estrañas
que yo muera de amores
si una vez la mirara;
si vi de la amapola
la color en su cara
y contemplé los soles
con que airada me mata...
nifio, por Dios te pido
que vengando mis ansias
claves en sú albo seno
zaeta emponzofiada
y bagas que por sus venas
corra amorosa lava.
Calló el mancebo y dando
rienda suelta á sus lágrima»
quedóse pensativo
viendo correr el agua.
R. Franqudo y Homero.
EL AMANECEfl.
Magniflco y encantador es tin duda el espec-
ticalo que la naturaleza presenta al amanecer.
Digno es de admirarse, pues en él encaenlra
el hombre todo aquello que mas le puede aluci-
nar; esperimenta sensaciones mucho mas agrada-
bles que las que pudiera gozar en los mvolos
placeres que el mundo con sus engafios le ofrece.
Si éste adorna sus precipicios con mezquinas
flores artificiales, que cubren Us punzantes espi-
nas que en su seno se hallan, á tin de hacer caer
al incauto; si usa de aquellos hechizos que enlo-
quecen la mente humana; la naturaleza al ama-
necer atrae no solo al hombre incauto sino al mas
previsor, pues está rodeada de flores puras y na-
turales, que alhagan al hombre, fortificándole en
sus religiosos pensamientos.
Apenas el luminoso Feboesuarce su dorada
cabellera, cuando todo se llena Je vida y i^splen*
dor.
Apenas colora las- cimas de las mas elevadas
montañas, cuando mil y mil pintados pajarillos
entonan otros tantos himnos de alegría, saliendo
de los nidos que durante la nochf Yes c^bij^ra y
como dando .gracias al cielo por haberles conser-
vado ua día mas de vida.
Los árfcoles son mecidos suavemente por una
Ugen brisa, la eaal nos fortifica y reanima.
£1 labrador prepara los instrumentos de su
trabajo y sale á cumplir la sentencia del Padre
Omnipotente, que tan admirablemente narra el
Génesis, á fin de poder sustentar su prole.
Los animalillos todos, salen de sus guaridas,
llenos también de nuevo brío, y saltan alejg^res de
risco en risco, aspirando el regalado ambiente de
la mafiana.
Las niantas y las hermosas praderas, lamidas
por cristalinos arroyuelos, aparecen llenas de vi-
da y hermosura.
Las flores bañadas por el fresco roció, lucen
con mas brillantez sus matizados colores, espar-
ciendo un suavísimo perfumo que infumle al alma
sublime y tierna meiancolfa
T que mas grato que este grandioso eraec-
tieulo, donde al par que se goza se spreadef
Ven acá, epícurtsta, observa grandeza tanta,
y dime si en los placeres de tu desordenada eon-
eapiscencia gozas tanto oomo aqut.
T tú alfaeo, contempla el amanecer;, medita un
momento, y quedarás convencido de que hay un
Ser Omnipotente, sabio ó ioOnito qud todo lo or-
dena y que todo io. tiene baje un mano protec-
tora
El sol apareciendo; las avecillas trinando; las
flores eoff sus caprichosos Colores; ¿atura en fia,
con sus bellísimos atractivos, alhaga mas, mocho
mas que los mentidos placeres que el mundo nos
presenta.
Por que esos phceres están adornados con
flores artificiales^ cuya esencia emponzofiada des-
truye la paz y los buenos instintos del hombre.
C, L. Jf.
Li Din A DEL MEDALLÓN,
NOVELA OEíaiKAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
AmaMisimo é mMgentkimo ieclor: hou
que por prirherú te% hago eonocitmmto conti-
go, por medio de mi novel pluma, quiero ee-
pUcprte brevemente los motitos gue me hean
obligado á presentar á tu censura mu «t^t»:^
Lope de Vega,
de poeta, varias veces me he dedicado á es-
erlir cJ junas composiciones que no han sali-
do de un redacidisiíno número de amigos, pe-
ro esto solo por un pasatiempo, sin aspira-
ciones de nintpm género, y sm pmsar jamás
que un dia pudieran ver la luz publica, escritos
solo l/wnos, para leidos en el seno de la
amistad y ae la confianza.
Hoy tampoco pretendo pasar por literato
al d*ir á la prensa las desaliñadas páfjints
de esta novela, y solo he podiib ceder a las
instancias de mis dignos colaboradores dfl
fiuevo periódico que se publica bajo el titulo
de LoPfi DB vüGA, los cuales, haciéndo-
me mas favor del que mi escasísimo talento
merece, contaron desde luego con mi coopera-
ción para redactar dicho periódico. Yo á mi
vez cuento también con su indulgencia, y á ti,
caro lector, te suplico te unas á ellos para di--
simular las mil fallas que encontrares á cada
paso en el curso de la obra.
El Autor.
PRIMERA PARTE.
Amor 7 Desengaño.
1.
Hace tres años que por el roes de Mayo, salí
una mañ»na con intención de dar un lar^ paseo.
£1 sol aun no doraba Jas verdes alfombras de
las matiíadas praderas, húmedas por el roció de
la noche, que cuil gotas de liquido diamante,
E india tembloroso de las hojas mecidas por la
risa matinal. El aire puro de la mañana, tras-
Grtaba en sus alas los deliciosos perfumes de
\ florecillas silvestres, que se balanceaban
galanas en sus flexibles y delgados tallos. Los
arroyos murmuraban al rodar sus cristalinas aguas
sobre un lecho de guijas y de menuda arena.
El cielo límpido y terso como una inmensa su-
períicie de zafir se desvaüecia en el horizonte
en las tintas de rosa y oro con qup se viste la
aurora, precursora del astto del dia. Todo con-
vidaba á la meditación, y cada fuente, cada
mata, cada colina era un manantial de poéticas
imágenes, cuya descripción, digna de mejor plu-
ma, renuncio' ¿ hacer, coa. humildad.
Largo tiempo. hacia aue me paseaba por una
alameda de copudos árooles, que entrelazando
etus ramas formaban una bóveda de follaje, im-r
penetrable á los rayos del sol. En uqo de n^is
¡tascos y al llegar ni estremo de la^'alaitueda dis-
//^/// ///7 hombre, gue sentado sobre el césped,
^.</^/^? ^/ pifreri^r dormido, r^roHufto contra el
tronco de un álamo corpulento- Me aprocsimé
muy despacio, y mi asombro fué grande al re-
conocer en él á un amigo mió, á quien no veia
desde hacia un aAo. Le sacudí fuertemente, di-
ciéndole al mismo tiempo:
—Julio, amigo mió, que haces ahí? Como te
encuentro en este sitio después de tan larga ausen-
cia?
Al pronfo no me reconoció, embargado por
el sueño; pero así que se despejó, levantándose
me estrechó entre sus brazos
— ¿Quéhibrás pensado, me dijo, de laestraña
maneta como me has encontrad«>!
—Qué quenas que pensara? Supuse que como
yo habias venido á dar un paseo, y que sentán-
dote á descansar te habias quedado dormido Pe-
ro lo que me estraña es nuestro raro encuen-
tro, cuando yo le creia por lo menos en Amé-
rica; pues desde que desaparecistes de Málaga,
no he vuelto á saber de tí. ;Qne ausencia ha
sido esa que nos ha tenido privado de tu alegre
compañía? Cuéntame, hombre, cuéntame tus aven-
turas, aue creo han de ser estupendas Apuesto
á que hay alguna muger de por medio; eres tan
aficionado...
— Pues no te equivocas sino en el número.
Son dos mugeres las que hacen el principal papel
en los sucesos acaecidos en todo esttí tiempo.
¡Oh! es una historia que he de contarte despacio.
— Pues mira, la ocasión es un prodigio Yo es-
toy en vacaciones, porque las aulas se han cer-
rado á causa de ciertos rumores de cólera mor-
bo, que traen á esta población consternada. Si
no tienes nada que hacer, eonságrame todo el
día; volvamos á Málaga y en casa me contarás
esa historia que no dudo debe ser divertida.
—Para tí lo será, amigo mió; lo que es para
mí no tiene nada de chistoso. En fin, acepto, pe-
ro con una condición.
— ;Cual es?
-»Que has de cerner conmigo.
— Hombre, estaría bueno; te llevo á casa pa-
ra retenerte á mi lado todo el dia y... vaya,
vaya, tú deliras.
—No, no; es que en tu casa hay familia, y
yo quiero hacer noy mi última locura. Mañana
Eor Ki tarde me voy á Madrid^ y el dia de hoy
I dost'no á divertime. Comeremos en la fonda,
y brindaremos á la salud de mi novia y al prós-
pero resultado de mi futura boda.
- Calla, te casas?
—Si; pero el demonio me lleve si tengo ga-
nas de hacer tal disparate: es boda de conve-
niencia, querido, y no pienso dejar escapar la
ooasion de hacer fortuna, ya qoe hasta hoy he
vivido con la roas estricta economía.
-rPermite Julio que te diga, me estraña mu-
cho ea ti» que siempre haus temdo un corazón tan
noble, esa ambición tan desmedida, y tus pro-
Periódico semanal.
yeclos de saciarla ligando tu suerte á la de ana
muger ¿ quien acaso no amas, por jnasque esta
muger posea una forluna deslumbradora.
—Déjame de amores, me respondió; una sola
vez he amado á una muger con todo el entusias*
mo del primer amor; pero un triste desengaño
ha endurecido mi corazón, viciado mis buenos
instintos y muerto todas mis ilusiones de la ju-
ventud, pero no obstante, no creas voy ft men*
digar las riquezas de esa muger; solo deseo au-
mentar mi fortuna, adquiririua, es verdad, por
medios en que mi buena suerte ha sido el prin-
cipal instrumento, pues en la guerra de... pero
me haces anticipar los hechos y creo voy á de-
círtelo todo áqui mismo y en dos palabras.
—Pues marchemos hacia mi casa, que tiempo
tenemos de hablar.
—Marchemos, y en el entretanto cuéntame lo
que haya por aquí Ayer llegué por la tarde, y no
he visto á ningún conocido. Por la noche me re-
cogí temprano; pero no he podido dormir en to-
dé ella, y esta mañana, cansado de dar vueltas
en mi lecho, pues los pensamientos que se acu-
mulan en mi imaginación me han producido un
insoportable insomnio, s:íIí á dar un paseo, y el
fresco de la madrugada mitigando el ardor de
mi frente me ha peimilido dormir un r^to co-
mo has podido ver.
H<iblando de cosas indiferentes llegamos á
casa, y después de d<'sayunaruos en mi cuarto,
empezó Julio su narración de esta manera.
(Se eonUnnará )
• • •
MI ROSA DE AMOR.
SONETO.
En uDa de Abril plácida mañana
Llena de eocantos, flores y armonía.
Te vi preciosa flor del alma mia,
Tus galas ostentar risueña, ufana;
Alzábaste en tu tallo, soberana,
Y el aura, con carino te mecia,
Cuando á un beso de Fcbo, tierno abría
Tu capullo, de olor hénchiilo y grana.
Viéndote asi, tan bella y fresca rosa.
Ansié libar tu aroma y tus colores
Como fugaz é incauta mariposa....
; Mas. proso el corazón de amor en redes.
De entonces ¡ay! no anhelo mas favores.
Que el caskt amor que tierna me concedes.
- « ■
G. Marti y Prmch.
. V.
Des que te vi mi niña .
de amores siento
latir por tus encantos
mí amante pecho.
Dictioso ñiera
si como yo te quiero
tu me quisieras!
Luz al sol tus ojuelos
arrebataron,
y á las flores tu aliento
su aroma mto,
y tus megillas
robaron á la aurora
sus bellas tintas.
Ojalá que mi lira
cantar pudiera
tus h^'cnizos, tus gracias
y tu belleza...
Mas ¡ay! perdona
si al mirar tus desdenes
tan solo llora.
Se refleja en tu rostro
la viva esencia
dei candor, las virtudes
y la inocencia.
Y es tu mirada
pura como la brisa
de la mañana.
Y en fin, á oue cansarte
con mis palaoras:
no sabes tú, que siempre
mi pecho te ama,
y que la vida -
para nada la quiero
sin ti, alma mía.
Sé clemente conmigo,
que si me quieres
yo seré agradeciiío
tu esclavo siempre.
¿Querrán los cielos
qué atiendas algún día
mí amante ruego.
/. M. Gfi0c<^<s
Lope <te Yoga»
AMORES DE "UNA FLOR.
To, feliz entre \u flores .
mi elegante tallo ergoia
sin prooar los sinsabores
que rementidos amores
causáronme luego un dit.
De la Floresta snliana,
era el cielo el dosel mió,
y mi frente soberana
corona ostentaba ufana
de abrillantado rock).
Cuando la aurora riente
de rosa y oro vestida
asomaba en el oriente
su pura y candida frente
de alba diadema ceñida,
Emula al par que goxosa
risueña me saludaba,
y con sus dedos de rosa
como á la flor mas hermosa
mil ósculos me enviaba
Meciaoe al blando aliento
de la brisa murmurante,
sin tener un seotimie.nto
que dar en quejas al viento,
sin ser amada, oi amunte.
Mas tan pláoida existencia
terminó des que traidor,
vjrtud» reposp^ inocencia
arrebató sin clemencia
un primer beso de amor.
Cierto dia» con anhelo
escuché vago rumor,
y un juguetón arroyoelo
surguió besándome al vuelo
oristalino y seductor.
Yo incliné mi pura frente
al contacto de su beso,
y mil y miles ardiente
depositó el insolente
con voluptuoso embeleso.
¿T como usar de rigores
con tan bello adorador
y rechazar sus amores,
si el deslino de Us flores
es vivir para el amor?
Desde entonces, cada dia
escuchaba su murmullo
con placentera alegría,
y de noche me adormia
do su cántico al arruyo.
Si tranquilo resbalaba
su transparente cristal^
yo en sus aguas me miraba
y orgnHosa contemplaba
mi Mr mesura sin rival.
Si el céflro oaprichoso
le rizaba en blanda ola,
suave y voioptuoso
acarieiana amoroso
mi purpúrea eorola.
Mas dicha tanta debia
sn Gn cual todo tener,
y asi mi dalce alegría
.tornarse vi en agonía
y en eterno padecer.
Del estio á los ardores
incliné mi tallo al suelo,
perdí mis vivos colores,
hastiado de mis amores
uyó el hermoso arroyuelo.
Huyó el ingrato* á buscar
de nuevas flores la esencia,
condenándome á llorar,
pues perdí con tanto amar
mi virginal inocencia.
i
Lectora, la que al amor
te entregas con tanto anhelo,
mitiga un poco tu ardor,
pues nunca falta á una flor
un fementido arroyuelo
E. déla Cerda.
TRAOUCmO POR FBDBRICO BBJAR.
CONTINUACIÓN.
Me enfurecia con ellos^ contra los gefes de
taller que los tiranizaba ó contra las malas prác-
ticas de dejarlos ir á sus casas sin pagarles.
Abandonar sus costumbres, venir á ser otro
que si mismo por la exaltación de las facultades
morales, y haoer este juego á voluntad, tal era
mi distracción.
Pero ¿ que debia yo este don? Es quizás una
segunda visti? Es acaso una de esas cualidades,
cuyo abuso conduce á la locura? No he tratado
jamás de buscar la causa de este poder; lo po-
seo, me sirvo de 61, he ahí todo.
Sabed solamente que desde entonces habia
d'iscomjpaesto los elementos de esa masa hetero-
génea llamada pueblo, y lo babij^analizado de tal
manera, que podia conocer sus cualidades ma-
las. Ó buenas.
FeriódioasexüAttál.
Ta sabia yo de caania atílÑlad me podia ser
este barrio, dúcIco de rerolueieaes, eo el que se
eocneDtraa héroes,. ¡Dventores, sabias prácticas^
tañantes, malvados» virtudes y vicios, todo com--
primido por la miseria, acosaoí» por la necesidad,
dominado por el vino, y gastado por la lortale-
za de los licores. No os pudierais imaginar cuan-
tas aventuras perdidas, cuantos dramas olvidados
en esta mansión del dolor! Cuantas cosas horri-
bles« cuantas cosas bellas!
La imaginación no llegará jamás á poseer la
verdad que en este lugar se oculta y que nadie
puede descubrir; es necesario desceuditf' dema-
siado para poder contemplar esas admirables es-
cenas ya trájicas, ya cómicas, obras maestras vul-
garizadas por casualidad.
No sé como he estado dorante tanto tiempo
sin deciros la historia que voy ahora acontar;
es una de esas narraciones curiosas que quedan
en el saco, de donde la memoria las saca capri-
chosamente como números de lotería: pooeo otras
muchas tan singulares como esta y según las va-
ya recordando les tocará su vez.
Un día mi criada, muger de un obrero, vi-
no á suplicarme honrase con mi presencia las bo-
das de una de sus hermanas
Para- haceros comprender lo que podia ser es-
ta boda^ conviene os diga que daba cuarenta suel-
dos mensuales á esta pobre criatura por venir
todas las mafianas á hacer mr cama, limpiar mis
2a|iatos, cepillar mi ropa» barrer mi cuarto y pre-
pararme el desayuno.
Lo restante del dia lo empleaba eo dar vuel-
tas al manubrio de una máauma, por cuyo peno-
so trabajo percibía diez sueldos diarios. Su ma-
rido, edaiaista, ganaba cuatro francos.
Pero COBO ttte malrímoaio tenia tros hgos,
apenas podían comer honradamente mas que pan.
To no he visto nunoauoa providad mas acriso-
lada que la de este hcunbre y la de esta muger.
Cuando dejé de vivir en el referido barrio, la
sefiora Vaillant, que nunca pudo economizar doce
sueldos^ vino por espacio de cinco afios conse-
cutivos á felieitarrae en mis dias, trayéndome un
ramo de flores y algunas naranjas.
La miseria noe oabia aproximada. Nunca pu-
dél domingo, engat^iAsdas' em floree y eioiasu
bailaban como si el mundo fuere á oonoldirsfi.
Loa desposados ee abrasaba» con eootenta^iealil
geoerel, oyéndose picantes aU abl y eai^máticoi ,
eh! eh! pero en esencia mocho menos indecoro-
sos que las tímidas miradas de algunas jóvenes
bien educadas.
Todas estas gentes manifestaban una alegría
brutal, que tenia yo do se quide comunicativa.
Pero ni las fisonomías de esta reunión^ ni
nada por el estilo, tieoe relación alcona con mi
híslora. Betoned solmente las amgohrMMee
del cuadro.
Representaos la innoble taberna pintada en
roJK^ figuraos oler las emanacíooes del vino, ima-
ginaos oír los aullidos de esta alegría con vi-
sos de locura, quedaos un momento en este bar-
rio, en medio de eMos obreros, de estos ancia-
nos, de estas pobres mugeres abandcnadas al pla-
cer de una soja nocbe(
Compoofaee la orquesta de tres ciegos de loe
Quinze-VingU: el primero locaba el violin, el
segundo el clarinete y el tercero un flautín.
(Se eOBÜnuaré)
MISCELÁNEA.
Boston.
Esta Doche no puede celebrar Lepe de
Ye^a la que anunciaiDOS en el número an-
tenor, por no eslir todavía oonvooientemen-
te ensayadas las piezas que ban de cantarse.
Teataro.
Ya está actuando en el del Principe Al-
fonso la Compañía de Zarzuela.
No pudo presentarse hasta el Lnnes, ape-
sar de que estaba anunciada la primera fun-
de regalarle mas que dies francos, y para eso ^'^° P^"*^ ^* Domingo, á causa del atraso que
tuve que pedirlos presUdoa muchas veces. , ^^^^'^^ ^^ ^^poi' que conducía al barítono Sr.
Esto puede espíicar mi promesa de asistir á Cressy.
la boda; además coataba yo con participar de la { Con UQ lleno monstruo se puso en esce-
alegria de estas pobres «entes. ¡na la Zarzuela en 3 actos, tituladla: ¡SI YO
£1 feslm, el bade, todo tuvo lugar en el prí- FÜERV REY'
Z! í^nít «iVÍfS! í¿ ''?"•' ^í^Charen ¡ ¡7^^ ,,,i^;^^' ^g cgccntó el Martes y el
ion, eo una sata grande iluminada con dos Jám i„pvoc
paras de refractore: de hoja de lata, entipizada , i^V, , . . . , n
con un papel lleno de gras;* hasta la altura de' ^1 Sábado se estreno la que lleva por li-
li» mesas, siendo los asientos bancos de madera lu^t^* DOS CORONAS, la cual probablemente
colocados al rededor de eii^s. \ repetirán esta noche.
En esu sala, óchenla personas cén sus tragesl Loa K.y\W\.^^ VvVtv '5;v\^-\ínr:ív ^^^^v^'^^ N:í^
Lope de Vegiw Periódico semanal.
re ooou) no cnemoB oporloiio oeuparaoi ds'
n» MmpB hasta qoe pami lai priMMB
fllMMM, hm eoncreliiiios á decir qoe hn
^teido rflpelidoi apiñaos la tiple Srt. |iih
t^p y los sefiores Feraandes y Grao.
OnadFoe.
Hamos fseído la aatisfacejon de ver 4f§
piolados al oteo por nuestro emjgo el JlMto
y estudioso arUala 1). José Ruiz Vasco.
Se balhn espoeslos en lu Fabí ka
pejos del Pasage de Heredia y rece
mos á los bnenos aficionados pasen
minarlos.
BecilM el Sr. Roiz nuestra iaaigDl
pero sinsera enhorabuena, por sus
adelantos en la difieU carrera á que
dica con tanto entusiasmo como
disposiciones.
■pigramaa.
Decía don Judas Berrinche
ayer en una tertulia,
hombre chico y muy pedante,
habbindo de aú catalura:
«entre cuatro y cinco pies
ando yo sin duda alguna.»
Mí Julia «e lo escuchaba
le responuió «no, don Judas,
anda ualed solo entre cuatro. >»
Y no mentía mi Julia.
Siempre á sus recuerdos fiel
me disputa don Facundo
que ninguno en este mundo
hizo mas ruido que él.
Y hace bien con tal calor
en defender su porfia.
pues sirvió día por dia
treinta aftos de tambor.
Gkirbl
Charada.
Apellido es mi primera
y si le agregas segunda
es una cosa que abunda
desde Málaga á Yunquera:
si esto bastante no fuera
y quisieres saber mas,
muy fácilmente podrás
hallarlas como apellido,
por ser uno conocido
como luego lu verás.
Mi segunda arbusto es
de la China orí¿5Ínario.
le be visto en un diccionario
■¡ae tengo Espafiol^francés.
Tereia. cuarta y quinta, vés
á tode el que está contento^
ea él mismo sentimiento;
y si jnas daro lo quieres
imébaa en ello que eres
uooibie de poco talento.
Conque abnr y hasta otro dia
qm estoy un poco cansado
y hasta creo que amagado
de ftierte mdancolia:
una vez que todavía
hora no es avanzada
voy á ver á un camarada
que es amigo muy querido
y lleva por apaludo
el todo de mi Charada.
BeHiMU.
i^
M^>«^^^htf^tfM^^^N0«^^^%^^>^ ■ ^M« «^^^^
Nos
rada ieaertaen él
aotaeim á la Cka-
De ümAm la
he acertado eitt tnÜÉlo/
siffníflca ESCAltAff£|)
tal como esli rtátltíS^Bt.
es boaila, variada
y de fácil sohicién;
y sin tener pretenaien
ni dar pruebas de entendido.
el todo, lo he comprendido.
de su buena producción.
MotlthilL
Imprenta de Caií&rí.— Comedias 11
AÑO I*
DOMINOO 19 DE ABBIL DE 1863.
NxiM. 8.*
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SEUANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
^BS¡
OJEADA BETBOSFECTIVA
SOBRE LA SOCIEDAD
LOT^B 3DB "VIBO- A. ,
POR A. CARRION.
También lo fueren mucho, y con jus-
ticia, los Sres. Martino y Pérez, que inter-
pretaron con su acostumbrado acierto los
caracteres del Tio Antonio y Pablo.
Nosotros en el papel de Rafael hicimos
todo lo posible por no aburrir á los especta-
dores; y á la conclusión de la obra, cuando
el público llamó á la referida señorita y á
nuestros compañeros para saludarlos con , el
último aplauso, leímos la siguiente composi-
ción dedicada
A LA SRTA. tOÜA MLQRBS NUSOZ.
•
Nace la flor, al calor
de primavera bendita...
pero pronto se mar<;liita
y no queremos la flor.
Sú armonía nos envia
el ave que cruza el viento,
pero... transcurre un momento
y se acaba la armonía.
Del sol el claro arrebpl
nos anuncia la fortuna...
mas, luego brilla la luna
y nos quedamos sin sol.
La vida, alegre convida
á correr (ras de lá suerte,
y presto llega la muerte
y se concluye la vida.
Con esto, niña preciosa.
probarte quiero, y me fundo.
que todo pasa en el mundo,
todo, menos una cosa.
La memoria de la gloría
que no se acaba, sabrás:
por eso Lola, jamás
se acabará tu memoria.
Y no te creas, que miento
ó ecsagera mi amistad,
pues toda la Sociedad
sintiendo está lo que siento.
Y al corazón la emoción
infunde sublime llama:
por eso LOPE, te aclama -
con todo su corazón.
Un buen rato de animado baile, en el
que lucieron sus atractivos las simpátidas
señoritas allí reunidas, terminó esta primera
sesión, la cual, dejando satisfechos los deseos
de una concurrencia tan escogida, realizó las
aspiraciones de los jóvenes que componen la
Sociedad.
La Junta directiva, que deseaba corres-
ponder á la* constancia y desinterés con que
los Socios habían coadyuvado á la organiza-
ción de la Academia, apenas terminó la pri-
mera sesión se dedicó con el mayor celo á
combinar una segunda.
Contando con la cooperación del joven y
distinguido artista D. Luis de Mondejar. que
ya pertenecía á la corporación como Socio de
mérito, señaló el Sábado 1*7 para que tuviese
efecto, anunciando que en ella tomaría parte
el espresado profesor y la sección dramática.
Algunas pequeñas mejoras verificadas en
el salón, completaban su decorado.
La concurrencia era tan brillante como la
que asistió á la sesión inaugural.
Una buena orquesta, dirigida por el maes-
tro D. Caries Bataller. tocó la Obertura, i
la que siguió la Comedia en un acto^ dlGBL-
PO Y SOMM^.
«F
;. .
Lope de Vega,
La sefiorita de Muñoz y el señor Berdugo ¡
recibieron en sus respectivos papeles inequí-
vocas pruebas del agrado con que eran escn-
chados«
Nosotros en el de Andrés, admiramos de
nuevo la indulgencia y galantería del Pú-
blico.
Terminada la Comedia, se presentó en el
palco escénico el señor de Monaeiar, y el ge-
neral aplauso con que fué recibiclo debió ha-
cerle comprender el nuevo triunfo que le
esperaba.
Amichos del artista y enemigos de prodi-
gar elogios, no mencionaremos los infinitos
laureles que este joven ba conquistado con
su talento musical en la Ck)rte y en las prin-
cipales ciudades de España.
Solo diremos, que mientras tocó al piano
una p:ran Fantasía sobre motivos de LA TRA-
VIATA, tuvo pendiente de sus dedos el alma
de los espectadores.
Y q¡ue la dulce melancolía de tan sentida
composición hizo rodar por mas de una son-
rosada y transparente megilla lágrimas de
entusiasmo y sentimiento.
Después se puso en escena el Juguete có-
mico. UNA NOCHE TOLEDANA, cuyo pro-
tagonista desempeñó el señor Pérez con la
propiedad que esta clase de papeles ecsigen,
Loe los que tanto partido saoe sacar este
en aflcionado.
Por último, el referido señor de Mondejar
egecutó una miscelánea, fantasía nacional, la
cual lleva por título: ¡VIVA MI PATfttA!
Esta preciosa colección de cantos popula-
res, que su autor concluye, tocando al mis-
ipo tiempo, con una mano La Marcha Real y
coa la otra La Gallegada» mereció una com-
pleta y ^traordinaría ovación.
Con baile de sociedad terminó esta segun-
da reunicm, de la que aun conservan un grato
recuerdo muchas de las personas que asis-
tieron.
(Se «OBtiiiurá.)
La Partida del Reolata.
Mirad esa humilde choza
entré sauces escondida^
y de flores circuida
i^it/t/vadas con primor.
Mirad ase manso arrojo
que vá besandct las ñores
y reanima sus colores
marohítoar por el calor.
Nadie sospechar pudie^
al ver tanta lozanía^
que el dolor y la agonía
tienen su morada allí;
ni que dentro de sus muros
yace una madre en el suelo>
sin recibir un consuelo
que calme su frenesi.
Ven las madres este diá
arrancar de las cabanas
los hijos de sus entrañas
que para la guerra van.
Por eso en la pobre chosa
se escuchan hondos gemidos,
que apresuran los latidos
del corazón con afán..
Y allá los ecos del monte
repjten atronadores
de los bélicos tambores
el estrepitoso son,
y nube espesa de polvo
del camino sé levantji
y una tropa se adelanta
en vistosa confusión-
Es de reclutas que parten
dejando loa patrios lares
y para allende los mares
quizás la muerte arrostrar.
Mas que importa ¡yire el cíelo!
si en españoles soldados
corazones esforzados
tan solo se puede hallar!
la turba bisoña
de la choza por la puerta
y una muger medio muerta
asoma lívida faz;
y al ver al hijo querido
hinca en tierra una rodilla
mientras en sus ojos brilla
un relámpago fugaz.
Y viendo que andar no puede
lanza fúnebre alarido,
por los ecos repetido
p6;riddioo semanal.
-— * ■
del una al otro conftn.
Y sale da entre la turba
que se para haciendo oalle
un mancebo de alta talle
dirigiéndose al jardin.
Y estrechando entre sus brazos
i su madre con ternura
«calmad^ dicé^ esa amargura
que me parte el corazón.
Para entrar en ese mundo
por do quier lleno de abrojos,
08 pido puesto de hinojos
▼uestra sacra bendición.»
Y en momento tan solemne
parece callar natura;
ya el arroyo nó murmura^
ya no trina el ruiseñor^
y el céfiro bullicioso
sus ala» de gasa plega
y el hombre de hinojos ruega
al Soberano Hacedor.
Tendió la madre la rugosa mano
sobre la frente candida del hijo,
y sofocada por dolor insano
en medio de sollozos le bendijo;
y sacando del pecho un relicario
3ue pendiente llevó desque naciera
ióle á besar el santo escapulario
hablándole por fin de esta manera:
Si algún dia d reTuelto torbellino
que arrastra al hombre en su. mortal carrera,
nube siniestra lanza en tu camino,
ó cercana prevés tu hora prostera,
hacia esta imagen sacrosanta y pura
eleva con fervor una plegaria/
que ahuyentando la negra desventura
cambie en feUz, tu situación precaria.
Después de aquestas palabras
tornó su madre á besarle
y mil consejos á darle
que prometió seguir él,
y tras un postrer abrazo,
con el ánimo sereno,
partió de ilusiones lleno
el inésperto doncel.
# Modela CWda.
• • •
uPar corrompido jue sea un hombres
simpres y á su pesar, esferimenta un
sentimiento de respeto hacia la virtud. »
Mmí, de Venare.
No sé quien ha dicho, que la vanidad» se
desarrolla y crece á proporción del mal re-
sultado^ del fiasco, del m-éxito de nuestros
esfuerzos.
Quizá este aserto no sea una verdad de
general aplicación; mas, por mi, sé decir,
que en este momento obtiene su xealizacioD
práctica: es un he^cho.
Antes de ahora he escrito; pero^ lo que
he escrito, todos, y con razón, lo han olvi-
dado. Si yo evoco el recuerdo de mi primer
ensayo, es para confesar, pues semejante
confesión debo á mi franqueza, que d éiilo
de mi trabajo no fué el mas lisonjero. El por-
qué, es obvio.
Aunque sin títulos, pues, para molestarte,
lectora bella, escribo hoy, probando el axio-
ma que aduje al iniciar mi articulejo.
I.
Días há que bulle en mi intelecio un de-
seo, una aspiración, que nada justifica sino
mi osadía, y solo tu bondad disculpará, be-
lla lectora que lees distraída y con perezoza
mirada estas incoherentes lineas, tu mente
ouizá embargada por los vapores letárgicos
ae un suefio acariciado por el recuerdo de
una mirada furtiva de tu amor; porque» sin
amor no te concibo» como no se concibe al-
borsMla sin crepúsculo, lirio sin aroma, abril
sin flores.
Y esa idea me acoqjBi y asedia, y exijente
y pertinaz, venciendo mí natural timidez, que
nace en exacta y concienzuda aprticiacion de
mis fuerzas, me decide á volver á lanzar mi
nombre á la prensa.
Perdonen los estudiosos jóvenes, que sál-
fncan con sus sales ó ilustran con sus bri-
lantes producciones, las columnas (!e LOPE
DE \EGA, siendo sabroso deleite y honedla
recreación y útil enseñanza üe sus añonados;
I perdonen, les repito, mi inmiscencia en sus
I tareas.... ó mejor, agradezcanm&U\<s^^:^-
Lope de Vega,
cion con mi insuficiencia. Mas luce, mas ful- ! tan incomprensible! No se presta, es cierto.
Sido, mas diáfano, mas puro aparece el azul \ á las formas de nuestro lenguage. El amor se
el horizonte, si lo empaña y oscurece en un refleja en una mirada, fúlgido relámpago de
punto negra nube. i ternura y pasión: se traduce en un agitado
Volviendo ámi idea; resolvime á escribir, j latir del corazón y las sienes, 6 en Un calen-
Me asilé en mi modesto habitáculo de toda i turiente espasmo ó una febricitante obsesión,
comunicación con el csterior: poraue diz, )*lo que no es muy puro: 6 en una atmósfera
que el silencio y el recojimiento abre las ¡ de frescura deliciosa que <?rea el amor y as-
puerjas de la inleligencia , como el roció y 'piran sus elejidos: ó en un perfume suave
íaamsas los pétalos de la flor.
-^-Empuñé mi pluma de ganso, aunque ace-
rada, y... nada, ni un asunto se me ocurre.
Escribu-é de ciencias? No, no quiero profanar
con mi indigesto estilo sus magestuosas con-
cepciones. De artes? Después de tantas sa-
pienciales elucubraciones!.. De literatura? No
i»é dáinirla, menos trazar sus ámbitos, me-
nos penetrar en su estadio.
Cojo un cigarro. Cuando falta una idea^
él la ^trae, la concibe, la formula, la asienta.
y estampada dá prez y nombre al escritor.
Mas yo, lo fumo, lo fumo; y la misma este-
rilidad. Poco me inspiran las espirales de su
humo.
«Si je savais penser , j ecrirais assez bien, »
u.
Vero, quosque tándems me diréis, agotada
vuestra paciencia con tanta empalagosa ho-
jarasca. Aguardad.
Aleluya! Hosanna! Bendecid conmigo la
Providencia que me depara pábulo á mi cha-
chara, tema para mi artículo.
He tropezado con una deliciosa reminis-
cencia. Todo recuerdo es grato; y yo me he
acordado de mi primer amor! Esta memoria,
es indeleble en todo corazón sensible. Desa-
fia los tiempos y las borrascas y puro é in-
cólume, está siempre pronto á reprislinar su
albura primitiva, apesar del sedimentó y fan-
So de nuestras pasiones y hábitos corrompi-
08, que á veces ahoga su recuerdo. Ese^
amor fija época en nuestra existencia, época •
en ^e se colorean de rosa y verde esperan- !
za los horizontes, y todo se anima con la son-
risa de la ilusión y soñamos días tejidos de
seda y' oro.
(Y, lectora, penetra conmigo en este pa-
réntesis.
No es verdad que el amor es el Scilla en
que naufragan tantos noveles escribidores?
¿'a/Oé^ emanación de Dios, es (an misterioso.
que satura su alma, lo que es mas casto.
Mirada y sensación y emociones que no
se estereotipan, ni se representa gráficamente.
Un alma de superior temple las concibe, pe-
ro no halla términos hábiles de esprésion.
Un grito inortográfico aveces lo espresa bien.
(Se eoBclalrá)
Yutuf-ebu-Sérab.
EN EL ALBUN DE MI LINDA AMIGA
Mariposilla pintada^
la de los vivos colores,
deja la verde enramada
y ocúltÉ^te entre la^ flores
de aquella reja cerrada.
No te impacientes... y espera^
que de blonda cabellera,
de lindos rasgados ojos,
saldrá una niña hechicera
á descorrer sus cerrojos.
Presto abandona las flores
y al admirar sus hechizos
dile, que herido de amores
quedo al ver sus rubios rizos
y sus ojos ojos seductores.
Y qué de su pura frente,
megillas y labios rojos^
sí es que la brisa no miente,
envidia la rosa siente
y el blanco clavel enojos.
•
Dile al partir, que deliro
y exhalo en mi triste anhelo
cuando por fortuna admiro
Periódico semaaal.
sus lindos ojos de cielo^
un doloroso suspiro.
Y al volver á la pradera^
traéme de la cabellera
de esa nina^ por quien muero,
una ó dos hebras siquiera,
que allí impaciente te espero!
H. de M
mis floridos años, agostados al soplo de una vthe
mente pasioD^ que debia causar mi muerte moral.
LA DAHA DEL MEDALLÓN,
HOV1SI.A OBIGINAL»
POR EMILIO DE LA CERDA.
CONTINUACIÓN.
Tengo veinte y seis a&os; soy libre é indepen-
diente; mi madre, cuya memoria venero como el
objeto de mi mas santa adoración, murió dándome
á lux, y mi padre siempre ocupado en sus negó-
cios jamás cuidó de íA\ educación, que desde la
mas temprana edad estuvo encomendada á los
maestros, unas veces rígidos, otras indulgentes,
y solo un instinto de honradez me ba conduci-
do en mi vida, sin que tenga que avergonzarme
al recuerdo de ninguna acción dem'grante. A los
veinte y cuatro años, pintaba regularmente, gra-
cias á la aplicación qiie empleé en este arte, por
el cual desde muv nifio aemostré una vocación
decidida; tu puedes juzgar de mi escaso mérito
habiendo visto casi todas mis obras. Cuando to-
maba la paleta y mis pinceles v frente á frente
del lienzo, copiaba los admirables euadros de
Murilio, de Rafael de Urbino, del Ticiano y
otros maestros, de cuyas obras poseia mi padre
una rica galería, mi alma se olvidüba de todo lo
terrestre para remontarse á las región^ de la
fantasía, se identificaba con mi cuadro, y cada
nuevo rasgo que aumentaba el efecto de la pin-
tura, me proporcionaba goces que solo puede
apreciar el que sea artista de corazón.
Con sentimiento veia llegar la noche, y des-
pués de Cubrir mi cuadro con la misma solici-
tud con que una madre cubre á su hijo en la cu-
na, iba á reunirme con vosotros, sin pensar en-
tonces roas que en dedicarme á las aiversioncs
f propias de la loca juventud, agena de cuidados,
ibro de affl:irguras mientras no hiere su corazón
el emponzofiauo dardo del niño ciego. He aqui
como coccluyeroD para mi estos alegres dias de
I Un sábado, recuerdo perfectamente el dia,
amaneció lloviendo á mares, de suerte que el
.Astudío (yo vivia como sabes en casa de mi
maestro) estaba tan oscuro que era imposible tra-
bajar en el lienzo. Me senté pues cerca del bal-
cón y comencé el diseDo de otro cuadro qna en
mientes traia. El asunto era una muger repre-
sentando la Aurora saliendo soñolienta y velan-
tuosa del seno de las aguas, con el cabello tendido
y rodeada de un vapor diáfano, semejanU* al que
se eleva del mar poco antes de salir el sol. Pero
aquel día tan nublado y lluvioso era poco á pro-
pósito para inspirar bellas imágenes. Siempre b^n
mfluido en mi espíritu las impresiones esteriores
cuando he emprendido alguna obra de mi propia
invención; siéndome pues imposible, pintar por
ejemplo una bacanal en Jueves Santo, dia en que
todo es recogimiento^ y en ({oe la mente se elevt
al cielo en piadosa meditación, ó un euadro mis-
tico, estando impresionado aun por los recuerdos
de una orgia; asi el dia de que te hablo en
vano roe esforzaba en bosquejar un bello ideal
tal cual yo lo deseaba. Al fín, desesperado por
mi torpeza arrojé el lapicero, y poco después, me
lanzaba á la calle paragua en mano, vagando
sin dirección por espacio de media hora, basta
que al atravesar la plaza, vi al otro estremo dos
mugeres que desde fuego llamaron mi atención.
La una parecia anciana y marchaba haciendo es-
fuerzos superiores á sus años, al lado de la otra
que Itfera y gentil, casi tocaba el suelo con sus
menudos pies, calzados con unas botitas apenas
manchadas por el viscoso lodo.
Apresuré el paso para verla de frente v juz-
gar como buen perito del mérito de aquella ni-
ña, cuyo elegante talle y admirables proporciones
hacian adivinar un rostro encantador. Bien pron-
to alcancé alas dos mugeres, y al pasar á su la-
do, Gjé en la mas joven una mirada que debió
parecerle bastante atrevida, pues bajó modesta-
níénte los ojos, al mismo tiempo que un encendido
rubor coloreaba sus mejillas.
Era rubia, con ese color propio de las mu-
geres del Norte; su tez de una blancura deslum-
bradora dejaba entrever á través de su finisi-
mo cutis las azuladas venas que surcaban sus
sienes y garganta; á sus ojos negros y brillan-
tes hacian sombra magnificas y sedosasjjÉtañas
y el arco de sus aterciopeladas cejas, U^jÜRfienie
fruncidas, imprímian á todo el semblantean sello
de dignidad sostenida con modestia, que. hubiera
impuesto respeto al mas atrevido 0. Juan.
Quedó admirado de tauta Inax^^'s»-'^ ^ ^ '^^
1 sé como ^s\k\\^^t\ft \^ ^'^ ^\ ^ \í^^^ ^'^ ■^^a;?»^.
Lape da Vt^
noaeDlo; Laiiime el coraion fuerteipeote, iioa[
dolee liBguidez se apoderó de todo mi ser» y m
«eotímieolo estrafio, indefinible, embargaba mis
sentidos, sin poderme dar caenta de aquel fenó-
meno qae por primera vez se realizaba en mi,
U PltATA
El Piratalll El PiraUfH Mirad como la quf~
lia de su barco negro y puntiagudo corta y di-
que hasta entonces solo habla mirado á las mu-jyíde la mar, al compás de los gritos sacrHesos
geres hermosas como un objeto de arte, estudiando
en ellas los' tipos, los caracteres y rasgos oná
notables, sin que jamás conmovieran mi corazón,
sensaciones tan dulces come las que en aquel
momento me hacia esperimenlar aquella niña.
Seguí paso entre paso á la bella desconocida
Íi una respetable distancia, pero sin perderla
e vista un momento. No obstante mi precaución,
conoció por el sonoro y continuo golpear de las
botas sobre el embaldosado, que alguien la se-
guía, habló un momento á su compaña ra y ambas
apresnraron la marcha, perdiéndolas al fin de vista
al doblar una esquina, y cuando llegué al mismo
sitio, ya habian desaparecido. Como era una calle
muy larga aquella en que me encontraba, y en
la cual so babian eclipsado las dos mugares, rt-
flecsioné que no tenian tiempo de haberla recor-
rido en tan corto intervalo y supuse habrían en*
Irado en alguna casa cercana al esquinazo. A un
mozo, ó mandad(sro que estaba sentado en el esca-
lón de un portal, le pregunté si por casualidad ha-
bía visto pasar ¿ mis dos desconocidas; pero el
buen hombre estaba ebrio y no supo darme razón,
haciéndome perder algunos minutos con su torpe
lengua. Recorrí la acera en !a cual debia estar
la casa donde entraron, y no hallando vestigio
alguno de sos personas me retiraba desesperado,
cuando al pasar por una fonda dirigí mac^uinal-
mente la vista hacia el interior. En medio del
portal habia un pequefio bulto blanco, como on
pafiuelo, y al examinarlo vi envuelto en él un
targetero de nácar éon incrustaciones de oro. An-
tes de abrirlo me llamó la atención la ciflra del
S pañuelo; era un nombre de muger escrito en
ranees y bordado primorosamente con letras de
carácter gótico.
Caurf.
Luego pasé i examinar el targetero. Contenía
una media docenade targetasyen ella se leia.
Laure de Clbrmont.
Vacilé un momento entre la idei de indagar
en el acto su procedencia, ó dejarlo para otra
ocasión, pues un presentimiento me aecia que
aquel debia ser un hilo que pedia servirme para
descubrir el paradero de mi incógnita beldaa.
—¿Crees tu en los presentimientos? Me dijo
Julio interrumpiendo su narración.
(Se oonttonará.)
de su gente-chusma; de la manera que un for-
midable y horrendo grajo hiende m aires cou
el borde de sus alas, acompafiaddosu vuelo con
iofernales graznidos.
Con mar llena v bramadora,
luna ólara y reluciente,
viento duro de Poniente
Íel trapo' á todo correr;
íende las olas con brío,
un bergantin tan velero
y en su correr tan ligero
que apenas se vé mover.
«YALEnoio!*
En el puente
grita el Gefe,
«Nuestro es ya»
T la gente
con chillidos
dice i coro»
«Nuestro es yá'
Dando caza i una corbeta
que se escapa á toda vela,
el pirata alegre, vuela
sobre las olas del mar.
T al ronco mugir del viento
la gentuza traicionera,
reanimaba su carrera
con este fiero tanta r:
•Carga, carga,
Valeroso,
vuela, vuela,
sin cesar.
Que ese barco
que se escapa,
con dos. millas
nuestro es yá.»
La luna oculta su brillo,
el mar su furia sujeta*
y en la gallarda corbeta
el pirata se arrojó.
Boba^ mata v hecha á pique,
de cabo á cabo talando,
y rico botin llevando
su camino prosiguió.
T la chusma
vencedora,
esta letra
en reeitar:
-Con no^tros
viento en popa,
la fortuna
siempre vá.»
Jí. iZomofi.
Pexiódioo flemanai.
•m^
TllAlMÍHSlM) iMt FKDEIMCO BISJAI.
eONTIMÜAeíON.
Habiáose coAvénido los tres eo tocar toda
la ttoche por siete francos, y si bien es ver-
dad que por este precie no Sacian oír trozos de
Rosini oi de Beetboven» en cambio tocaban lo
que mejor querían, no metiéndose nadie en ha-
cerles la menor observación.
Que delicadeza tan encantadora!
Su música lastimaba de tai modo el tímpano,
Íue después de haber bochado una mirada so*
re la reunión, no pude menos de dirijir los ojos
á este trio de ciegos, cuyo uniforme me predis-
puso desde luego á usar con ellos de indul-
gencia.
Estos artistas estaban colocados en el hue-
co de una ventana y para distinguir sus fisono-
mías, era necesario estar cerca de ellos; pero
coando pude contemplarlos á mi satisfacción, no
sé porqué la boda, la música, todo concluyó pa-
ra mí y mi curiosidad llegó á tan alto grado,
que mi alma se trasladó al cuerpo del quo to-
caba el clarinete.
El que tocaba él violin y el de la flauta te-
nían los dos fisonomías vulgares, la fisonomía co-
nocida del cie^o, atenta y grave; pero la del
ciego del ciármete era uno de esos fenómenos
que sorprenden al artista y al filósofo.
Figuraos la cara del Dante vaciada en yeso»
ifuminada por la escasa luz del quiqué y coro-
nada de un bosque de cabellos de un blanco de
plata.
La esprosíon amarga y dolorosa de esta mag-
nifica caneza resaltaba aun mas por la ceguera,
porque el pensamiento habia sustituido i los apa-
gados ojos, de donde salía como un destello
abrasador, producido per un deseo único, ince-
sante y enérgicamente impreso sobre su convexa
frente, surcada por arn^^ae parecidas á ks sa-
lientes de una anticua muralla.
Este viejo soplana ínaquinalmente sin tener
en cuenta para nada hs notas, sus dedos bacian
bajar ó subir las viejas llaves del instrumento
por una costumbre habitual, y con el mayor apio*
mo daba lo que se llaou éanardi en término^
de orquesta, de los que no se apercibian ni lof
<|ue bailaban, ni los otros dos compafteros de mi
italiano, pues yo quería que fuese italiano y en
efecto lo era.
Encontrábase alguna cosa de grande y de des-
pótico en este viejo Homero, que guardaba en
sí mismo una Odisea condenada al olvido. Era
una grandeza tan real que iriunfabí de su ab-
yección y un despotisnio tan enérgico qne do-
minaba la pobreza.
Ninguna de esas violentas pasiones que arras-
tran 4 el hombre ya al bien ya al mal, y que
hacen de él ó un presidiario ó un héroe, dejaba
de estar marcada en esta ^ra noblemente cor-
tada, perfectamente italiana y sombreada por unas
«éjas grises^ que proyectaban su nombra sobre dos
cavidades profundas, en donde se temía ver
reaparecer la luz del pensamiento, como se te-
mería ver salir de la boca de una caverna i unos
bandidos armada de t^f y picales. Había un
león en esta jaíüa de carne, un león, cuya ra-
biase había aplacado inútilmente contra los hier-
ros de su cárceL
El incendio de la desesperación se babia en-
friado; pisro las huellas, los hundimienioii y mi
poco de humo atestiguaban la violencia de la
eropciop y los destrozos del fue{;o.
Estas ideas agolpadas á mi imaginación por
el aspecto de este hombre^ eran tan vivaces en
mi auna, como frías en su semblante.
C6««MUa«»rá)
UEfie Pili IFUIlili T COETO FiEi CUUm
Con la flema de na ingles
7 el TÍQo de an alemas
se fué ayer el pobre Juan
al Banco, dando traspiés,
y dijo á los que alU están:
tt Aqní he venido i oobrar
cuatro sacos de doblones-,
]ra me pueden despachar
porque lee Toy á entregar
ahora mismo los talones.»
Y con la flema de ingles
y el Tino de un alemán
enseño el borrico Juan
los talanes de los pies
á todos los que allí están.
Uno dijo: «Es usted francoh..^
Y él tomando otra postura
replicó: «Si usted no es manco
uq^ede hecharme una herradura:
o herrar, 6 quitar el hmco.
Lope de Vafft, Pij^inoiflnumi^.
MI8CBLÍNSA.
Confuiioado.
CBáBá
«ID
ft DOMINOO 19 M AMUL Dt MM,
le k seccm Lilmrúu
PRIMERA PARTE.
1/ Se leerán varias poesías y dvcursolt.
S.* Gfan fantasía sobre motivos di lá
NOBMA. compuesta y ejecutada al piano por
él profesor D. Luis de Mondejar y Dul aim.
3/ Romanza de tenor de la FAVORITA,
cantada por el sefior D. Manuel ScbinaMl;
á/ La comedia en un acto, AL QUl Ho
QÜISRB CALDO...
8/ ADRL\NNE. Polka brillante de cm-
derto, dedicada á la Srta. Adrianne de^^,
composición dd Sr. Mondejar, ejecutada al
piano por el mismo.
6/ Dicho aelUNr, á invitación de vaiiqa de
sus amigos, ejecutará al piano su compoiMon
EL RELOJ m MÚSICA.
SBOÜNDA PART^'
BAILE DE bOOTEDAD.
COMISIOIIIS.
De recibo de billetes.— D. Dieffo José Mo-
reno, D. Antonio de Toivm y D. Juan Raw>n
del Pino.
De Sefioras.^D. José Tellez, D. Joi¿ Ar-
dizone, D. SatttMo Casilari, D.iÉdqardi Sa-
las y D. EnriquelUndo.
De orden. — La Junta directiva.
Los salones se abrirán á las ocho para em-
pelar á las ocboy medía en piuUo.
BiMcrttoiR.
Dice el capitán Tomirnta
reiriendb sus hasafias
con aetited importante:
«Yo cuMito siete batallas.^)
Es posible que así a^a,
pues yo sin usar casaca
ni sable, puedo contar
las que me diere la gana.
GhorU
Que profunda es mi primera
7 mi segunda penosa
fuera .ocurrencia graciosa
que alguno negar quisiera:
y mucho mas sí dijera
como quien no dice nada
con imprudencia estremada,
que es muy poco conocido
como pueblo y apellido
«I todo de mi Charada.
BeNaoAi.
A mi segunda y primera
un árabe caminaba,
y cuando le molestaba
mi primera con tercera
en mí todo descanNiba.
Teataro.
La Con^pafiia que actúa en el del Príncipe
44^Mio no ha presentado en esta semana nin-
novedad.
Se han egecutado del antiguo repertorio
las Zarzuelas El Ettreno de una Ártitía. B
ÜUmo Mano y Et Dominó AnU.
Apesar de lo vistas que están, el público
4hi recibido estas obras con gusto y aplaudí-
do á varios de los artistas que las desem-
peAan.
Solución.
Por medio de una carta muy atenta, una
sefioríta, á quien tendríamos mucho gusto en
conocer, nos remite la siguiente á la chara-
da inserta en el .número segundo, la cual pu-
Iblicamos, accediendo á sus deseos y con la
; mayor satisfacción.
De Berduoski la Charada
se comprende facihnente;
y le aconsejo que en otra
para que nadie la acierte,
no ponga al final que (wife
en busca de ñhn- íe-ahárB.
USUk
DIBICTOR T EDITGR RESPONSABLE,
Air
«uto d* Caft(art.--Colpedia» 11.
►'
AÑO I.
DOMINOO 26 DE ABRIL DE 1868.
NxÍM. 4/
LOPE DE VEGA,
PERIÓMGO SBIIANIL DEDICADO A LA SOCIEDAD QCB LUYA ESTE NOMBRE.
mm
OJEADA RSTROSFECTIVA
SOBRE LA. SOCIEDAD
\r
POR A. CARRION.
Después de haberse dado dos bailes de
Máscaras, que estuvieron bastante desanima-
dos, pues los pequefios salones de esta So-
ciedad no se prestan á espectáculos de este
género, tuvo lugar la tercera reunión el Do-
mingo 15 de Mano, en la cual inauguró sus
trabajos la sección lírica del modo siguiente:
Un Himno coreadp dedicado al inmortal
LOPE DE VEGA, puesto en música por el
señor don Luis de Mondejar y escrito por
nosotros, dio principio á esta sesión.
Gomo interesados en la obra, omitimos
todo juicio acerca de la música del sefior de
Mondejar, y únicamente mencionaremos el
éxito que obtuvo.
Los Sres. Franqudo, Garrido y Montea-
legre fueron escuchados con el mavor agrado
y tan aplaudidos como los demás jóvenes que
componían el coro.
Al' terminar, el público llamó á la esce-
na á los autores para aplaudir, con mucha
iusticia al de la música y con poca al de la
letra.
Nosotros, con el objeto de felicitar á la
sección que se inauguraba de una manera tan
brillante, y agradecidos á la esquisita galan-
tería de los espectadores, leímos una compo-
sición que decía:
T DENi^ SfflOtiS QM (»imilffl LA SECnON IffiUi
Si tanta gloria este día
Mondejar se conquistó
por que su genio orotó
en torrentes de armonía-,
si la tierna simpatía
de la Sociedad conquista^
mi lira, que tanto dista
de la altura de su gloria,
quiere vibrar, en memoria
de la gloria del artista.
Si sus notas^ dan la calma
á el alma con la ventura,
y penetra su ternura
en lo mas tierno del alma,
justo es se lleve la palma
de ese aplauso atronador
y la flor que en su loor
Lope de Vega le ofrece,
pues Mondejar se merece
el perfume de esa flor.
Y también con el empeño
de mostrar mi gratitud
á la noble juventud
de mi pueblo malagueño,
este don, aunque pequeño
desnudo de adulación,
ofrezco en esta función,
que preside la hermosura,
al mirar cual se inaugura
nuestra lírica sección.
Ella nos dio á conocer
con tanto gusto al cantar,
que el que bien logra sembrar
buen fruto llega á coger.
Mondejar quiso poner
en ellos su inspiración
conociendo la afición
de los cantores noveles:
pues siempre coge laureles
el que siembra aplicación.
Mas... el pobre que animado
por tanta y tanta ind ulgencia^
abusa de la paciencia
de este ijúbUft^ \\\i^\^^^^ »
Lope de Vega,
al mirar entusiasmado
que le ofrece la amistad
cíon eran ¿renerosidad
tu 11 Sí- halados í'avores,
([!a'^ro pi'utí^star, señores^
con toda formalidad.
Esa grata distinoion
á Carriori anonada,
pues no so merecen nada
ios versos de Carrion.
Y tjl Hiuiíio x\\ :j probación
alcanza en este momento,
porque brotó al pensamiento
del gran artista inspirado,
del joven que está premiado
donde se premia el talento.
Después de un corlo intermedio se pre-
sentó el referido señor de Mondejar á locar
al piano un capricho estudio de concierto
litulado: LA ORACIÓN DE LOS BARDOS, el
cual agradó muchísimo á la escogida y nu-
merosa concurrencia que en esta noche lle-
naba la sala.
El señor don José Garrido, con el delica-
do gusto que le distingue, cantó una romanza
de tenor de la ópera MARTA.
A órgano v piano, tocó el señor Mondejar,
acompañado ae su discípulo don Luis Díaz,
el aria de tiple de LA NORMA.
Muy aplaudidos fueron ambos jóvenes en
esta pieza, á cuya conclusión la Sociedad ob-
sequió al señor de Mondejar con una elefante
corona, dando asi un publico testimonio de
afecto al eminente artista y una prueba de
gratitud al incansable presidente de la sección
que inauguraba.
En seguida, el señor don Ramón Fran-
quelo y Romero y los demás señores que
componen la sección, cantaron de una mane-
ra admirable, el aria de bajo coreada de la
ópera NORMA.
Volvió á presentarse el señor Mondejar,
acompañado ae don Miguel Reina, y con el
sentimiento que reouiere tan sublime compo-
sición, tocaron á órgano y piano EL MISE-
RERE DEL TROVADOR.
Al terminarla, tuvimos el gusto de leer la
siguiente octavita, improvisada en aquellos
momentos por nuestro amigo don Federico
Bejar.
AL SlM DON LUIS N MDUiK.
¿disteis brotar torrentes de armonía
de las ebúrneas teclas del piano?
¿No os exaltó la grata melodía
del dulce tono que impulsó su mano,
hasta esclamar con loea fantasía...
«Eres^ Luis^ el genio sobrehumano,
cuyas notas de armónicos raudales
imitan á los ecos celestiales.»
Con un magnifico WALS,* compuesto y
egecutado al piano por el referido artista,
concluyó esta sesión, en la cual también se
inauguró la sección de pintura, presentando
varios cuadros de bastante mérito.
Solo nos resta, hoy que terminamos esta
ojeada, suplicar á nuestros indulgentes sus-
critores, nos perdonen si hemos estado pesa-
dos en unas ocasiones y acaso ecsagerados
en otras.
Pesadez casi natural en todo el que, con
facultades muy limitadas, escribe para el Pú-
blico por primera vez.
Ecsageraciones, hijas, no de un mezquino
espíritu de adulación, sino del verdadero en-
tusiasmo que nos inspira Lape de Vega.
La Vuelta del Recluta.
I.
Era de enero una tarde
triste, lóbrega y sombría,
en que el aquilón gemía
con silvído aterrador;
y en que el horrísono trueno
en los aires reventaba,
y el cielo se iluminaba
del relámpago al fulgor.
Desgajábase la lluvia,
en gruesas gotas primero,
después en recio aguacero
que Impelía el vendabal-,
y á poco se convertían
en anchos ríos las fuentes,
y caían los torrentes
con estrépito infernal.
Periédioo semanal.
Hombres^ árboles y chozas
]a inundación arrastraba,
y por doquiera sembraba
muertes y desolación.
Y gritos desgarradores
por las víctimas lanzados,
se escuchaban medio ahogados
por el ruido del turbión.
Solo una pobre cabana
entre sauces sscaikáiáa
y de un jardín circuida
sobre un cerrillo se vé;
y ante la puerta sus brazos
levanta una cruz de piedra,
donde se enrosca la yedra
que espesa crece á su pié.
Tristeza dá, ver en torno
de aquel oasis de verdura^
tanta negra desventura,
tanta desdicha sin fin;
y la tempestad bravia,
que aumenta en redor y zumba
respeta siempre la tumba,
la cabana y el jardin.
n.
Treinta y dos años habia,
según dice una conseja
del pais, que alli una vieja
de pesadumbre murió.
Y cuenta que de su muerte
fué la causa una noticia,
que aunque del todo ficticia,
cierto soldado le dio.
Hablóle de un hijo suyo
que con él también sirviera,
quien siempre se distinguiera
por su valor en la acción-,
pero que al fin, de su arrojo
víctima fué el desdichado
muriendo á su mismo lado
al escalar un bastión.
Y como todos amabaa
á la anciana, la lloraron,
y sus párpados cerraron
con religiosa piedad:
y el uno cabirla fosa,
el otro talló la piedra
I y aquel trasplantó la yedra
que brota en la soledad.
in.
Bfa esta horrorosa tarde,
sin temor al tiempo fiero,
bajaba por un sendero
donde apenas caben dos,
un hombre, que por las senas
ser algún gefe debia,
de una tropa que venia
de sus pisadas en pos.
Revuelto en los anchos pliegues
de una capa que traia,
solamente descubría
una parte de la faz.
Y lleva fijos los ojos,
do brilla emoción estraña,
en la cruz y la cabana
con mirada pertinaz.
No se conoce en su traza
si es militar ó paisano,
caballero ó aldeano,
hacendado ó menestral-,
mas cuando el viento el embozo
deshace con su bravura,
se vé en torno su cintura
la faja de mariscal.
Y aquí y allí resbalando
en el terreno fangoso
llegó á la cruz, y afanoso
arrodillóse á su pie-,
' y descubriendo su frente
que azota la lluvia helada
con la voz entrecortada
se oye que esclama con fé.
IV.
Madre á quien Dios se llevó
sin que la vieran mis ojos,
y cuyos tristes despojos,
ahora vengo á buscar yo-,
no pienses señora, nó,
que un momento te ha olvidado,
quien de azares rodeado
venir no pudo hasta ahora^
siendo la culpa, señora,
de su sino infortunado^
Lope de Vega,
Tan solo amparo encoatre
en aquella imagen pura
que me dio vuestra ternura
cuando de aquí yo marché*,
también Je debo á mi fé
mis laureles, aunque caros,
pues para proporcionaros
comodidad y reposo
mi sangre vertí gustoso...
¡y ya no puedo abrazaros!!!
Mas ay! que asi se creyó,
y fué causa de tu muerte
cuando mirándome inerte
por muerto se me dejó.
Y hoy que rico vengo yo,
quisieran verte mis ojos
feliz, y son mis enojos
tenerme qne resignar,
tan solo de aqui á llevar
tus funerarios despojos.
V.
Alzóse el buen caballero,
y haciendo seña á su gente
que con respeto obediente
apartada se quedó,
hizo que la sepultura
ea aquel momento abrieran
y que en ella recogieran
restos de la que ecsistió.
Y en una caja de plomo
después de darles mil besos,
mandó encerraran los huesos
que son de su madre al fin.
Y abandonando aquel sitio
que sus recuerdos amarga,
salvó con su triste carga
del huertecillo el confin.
E. de h Cerda.
• • •
CONCLUSIÓN.
También es el Garibdis de incipientes
escritores, un escepticismo romántico, una
afectada escentricídad, cierta desesperada
desilucion y misantropía , en que todo lo ven
negro, todo lo juzgan mentira, la vida sue-
ño, la verdad vano fantasma, la gloría qui-
mera, el hombre sombra.... y en su creen-
cia negativa, afectan tenor duda en la fé, fé
en la duda: aue se £iKgen del mmdo una
vasta necrópolis, siendo su ave del paraíso,
un cuervo: pobres gmioi no ecmprmídiios de
cuyo corazón las deoepeíoaes hicieraa i una
llaga ó una estaUctioa.
Mas si él un escollo refrigera, inspira no-
bles sentimientoB: y, el lOtro desgarra j^ co-
razón y destila hiél é infiltra ponzoña y des-
prende miasmas féUdos: por temperamento,
por convicción prefiero ioundarme en las aro-
mosas ondas aW primero, ¿ SAHuerjirme en
las turbias marismas del segundo.)
Tiempo tts de a]i)rir el paréntesis.
ui.
Hablaré pues, del obielo de ese mi pri-
mer amor. Intentaré sa desoripcion.
¿Gomo empegar? Si muchos titulfis tiene á
honrosa prelacion, su cuerpo todo h^bizos,
mas preciados los aduce su alma, toda encan-
tos. Si es tipo de tedas las bellezas v com-
pendio de todas las seducciones; es aechado
de todas las virtudes, modelo de todas las
bondades. Pues si su tez es densa, es ater-
ciopelada, es trasparente; su candor mas va-
le, guc es de niño, es de virgen, es de ángel.
Y si su aliento es suave, es fresco, es em-
bria^ador; de mas suavidad inunda su ino-
cencia, mas vivifica, mas embriaga. Y si sus
ojos destellan luz, su pureza irradia destellos
de la divinidad.
Su nariz, es muy superior á las concep-
ciones de la estética. Su frente, casi ideal.
Su seno de jazmín y rosa. Su mano diminuta,
si su pié breve. Su cuello digna basa de tan-
to embeleso. Su cintura Mas^ y su alma?
Su alma cual debió ser la de E^a al amanecer
de su primer dia, cuando no la agitaba una
pasión, ni la lastimaba un dolor, ni la mar-
chitaba una decepción, ni un remordimiento
la ennegrecía.
Era tierna, como el pistilo del lirio; im-
presionable, como la epidermis de la sensitiva.
Afable sin afectación, tímida sin empalagosa
meticulosidad, digna y grave sin in&tuacion
orguUosa, comunicativa sin ligera versabilí-
dad. Y sí tales dones poseía, la virtud de la
laboriosidad anidó en ella. Sabía que traba-
jar es orar, y oraba, trabajando, cumpliendo
Periócttoo Mmanal.
isa misión, el destino de todos, la tendencia
de su alma.
Era, en Gn« oomo todos quisieran quefiíe-
se su madre; como no todos, ay! desean a su
amada,
Y bien, vosotros los que escarnecéis el
amor, porque no lo comprendéis, sino mar-
chando sobre el suelo, sus alas manchadas en
el fango, estigmatizareis mi recuerdo?
Ay! Qo era mujer ^m hablaba ú cuerpo.
Con voz célica se dirijia al espirUu. Porque
á la seducción de su alma enmudecía la ar-
gila de nuestro ser, ó su voz no se oia, como
no se percibe el rastrear del insecto en el bos-
que en que modulan trinos el ruisefior v la
mirla.
Mujer que inspira ese sentimiento,- no
inyetuoso como torrente que asóla, sino plá-
cido como arroyuelo que fertiliza, no puede
olvidarse.
De ese amor dice Mad. d'Agout: aQuién
ba conocido el amor? Quizá un hombre en un
8Íglo. Y podrá, querrá decir lo que ha senti-
do? Y 8i h) dice, quien lo comprenderá?»
Amor era que sublima, qye espirituaUj;»
y centuplica las fecullades de nuestro ser.
Aquel amor no era curiatidad, no se pro-
poiiia un término.
Ella murió, pero su recuerdo vive en mi
alma, en el repliegue de mi corazón en que
guardo los sentimientos santos.
IV,
Ahora bien, beUa lectora, quieres inspi-
rar ese sentimiento? Justifica mi calificativo.
Pero, cuenta que hablo de tu belleza íno-
ral, de la hermosura de tu alma.
Con una tez fresca, voz argentina, viva-
cidad, gentileza,... y sin virtud, seréis... «se-
pulcros blanqueados)»; como alguno ha dicho,
«un defecto de la naturaleza» seréis un sole-
cismo déla creación... Mas, si sois huenoM,
tendréis la belleza no efímera como flor de
un día, sino duradera como jipnte baobal,
seréis^ lo que estáis llamadas a ser, lo que
muchas realizáis, el término medio, la irán-
sieion entre el hombre y los ángeles; la supre-
ma obra de Dios.
Lásdiatrivas contra vosotras cesarán, fal-
tas de razón de ser y:
uaun cl hombre mas corrompido sentirá
respeto hacia vosotras.»
Sed, en suma, bmm^f pi^acitic^d jas virtu-
des y seréis ama(las, con un amor qweps hon-
re, pues no será fascinación, poseyendo, co-
mo poseéis, inestimable margarita ée{)uro
oriente.
La moraleja no ^ nueva: pero se repe
tira nuAca sobradamente una verdad?
Yusuf-ebu-Sérab.
vie^fs^qffsspt^
W^
EL DIAMANTE FALSO.
Aquella joven tan linda^
tan adornada de encantos
se llama Eulalia^ y cumplió
hace poco quince £^nos.
Las primaveras que cuenta^
en su rostro reflejaron
los colores de las rosas^
del sol los ardientes rayos.
Sus ojos rasgados^ dieran
al cielo envidia y quebranto^
si las sedosas pestañas
^o los tuviesen velados.
Cuando sus dorados rizos
acaricia el viento blando^
es para robar su brillo
y á la hermos» Venus darlo.
Su boca carminea, encierra
en la estrechez de su ámbito^
ricos tesoros de perlas
entre coral engarzado.
Su talle es lijero, aéreo^
blanca su pequeña mano:
su Yoz, es un fiel remedo
de los angélicos cantos.
Pero^ dicen que esta niña^
por caprichos del acaso^
si tiene tanta hermosura
corazón le falta en cambio.
Que es una flor sin perfume^
que es una estatua de mármol,
que tiene amantes átniles
sin que jamás haya amado.
Que á muchos inspiró amores
sin que n4inca de su llati.t<i.
Lope de Vega,
de su infinito sufrir
hiciese la ingrata caso.
Por eso el que la conoce
esclama con desagrado:
Eulalia es bella^ ideal^
pero^ es un diamante falso.
Manuel Segura.
formaban uoa masa plomiza y compacta en el cielo
comenzaban i abrirse á impulsos de un recio viento.
El sol apareciendo entre los claros que dejaban
las nubes fugitivas iluminó la tierra» y ¿ poco
rato» la animación y el ruido de una población
que empezaba sus cotidianas tareas» paralizadas
por el mal tiempo, vinieron á distraer mi me-
ditación, volviéndome ¿ la realidad de la vida^
Trabajé con ardor en el bosquejo de mi Au-
rora, y, ¡cosa estrafia! casi sin apercibirme, mi
mano trazaba un retrato que yo nevaba graba-
do en el eorazon; y poco después^ cuando hube
terminado una preciosa cabeza de muger, pude
reconocer en ella á la desconocida do por la
mafiana.
Casi estof por asegurar que aquel diseño no
lo hice yo; mi mano obedeciendo á un secreto ios-
tinto, imprimía al dibujo los rasgos que carac-
terizaban la fisonomía de una muger querida, cu-
yo recuerdo obraba en mí, i moda de voluntad.
. I Acabado el diseño, pasé á egecutarlo en el
—T tanto como creo, le respondí; con la cir- ^ lienzo, y desde los primeros toques, conocí que
constancia de que obran en mi el mismo efecto aquella obra inspirada por un ángel, seria mi
que si oyera una voz del cielo que me augurara ' ....
algún suceso; tal es mi creencia.
Li DAHi DEL MEDALLÓN,
90VELA OBiaiNAIf,
POR EMILIO DE LA CERDA.
CONTINUACIÓN.
—Pues eres de mi mismo parecer amigo mió;
y mi firme convicción acerca de la existencia de
este fenómeno no es una pueril superstición; es
el resultado de una esperiencia adquirida por la
realización de hechos consumados en el trascur-
so de mi vida, algún tiempo despue» que ese mo-
vimiento interior me los haya anunciado. T sin
empeñarnos en una grave disertación metafísi-
ca, que creo ninguno de los dos podríamos de-
sarrollar con lucimiento, bien se puede estable-
cer, que siendo nuestra alma un pálido destello
de la sabiduría divina, participando de sus mis-
mos dones, á semejanza suya prevee los sucesos,
bien deducidos de otros intimamente ligados á
aquellos y que forman el presente, bien por una
estraña intuición que nos muestra el porvenir sin
puntos de comparación, aunque vago y confun-
dido en la bruma de los tiempos.
Dejando á un lado disertaciones demasiado
profundas, y que no conducen á nada en la nar-
ración de mi historia, volvamos á temar el hi-
lo en el momento en que lo dejamos.
obra maestra. En efecto, después de aquél cua-
dro, no he vuelto á pintar otro que le su|)ere.
Por la noche al tiempo de recojerme, noté
con el mayor sentimiento que en mi escursion
matutina habia perdido un medallón contenien-
do el retrato de mi madre. Solo la cinta que
lo sujetaba, pendía rota de mi cuello. Esto dio
motivo á completar mi desasosiego, y en toda
la nocbe pude dormir, presa del mas cruel in-
somnio.
Un mes pasé sin que volviera á ver á la jo-
ven de los cabellos rubios, por mas que mis ra-
tos de ocio los empleara esciusivamente en bus-
carla. Blí amor se aumentaba de día en dia, Uef^.
gando á apoderarse de todas las facultades do
mi alma.
To antes tan alegre y bullicioso, me habia
vuelto meditabundo y circunspecto, no hallan-
do placer sino en los momentos que trabajaba en
mi cuadro, copia exacta del objeto de mis amores.
Por este tiempo se abrió en Sevilla, mí pue-
blo natal, la esposicion de pinturas, invitando
Regresé á mi casa forjando en mi imagina- ; á los hijos del país á que presentaran los traba-
cionlas mas descabelladas quimeras. Ya me veía jos hechos desde la última esposicion.
amado por aquella muger, cuyo virginal semblan- 1 Varios pintores amigos mios y paisanos, me
te no se apartaba un instante de mi mente, y animaban á que les acompañase, y á presentar
postrado á sus pies bebia en su mirada mil alha- el fruto de mis trabajos como otros años; pero
güeñas promesas; ya la veia altiva y desdeño- ¡ yo me disculpaba lo mejor que podía, y al fin
sa despreciando mi amor, y entonces la sangre perdieron la esperanza de llevarme en su com-
hervia en mis venas, el corazón palpitaba cual : pañía, marchando todos ellos reunidos^ cuatro
si fuera á saltárseme del pecho, y un vértigo días antes de abrirse la esposicion.
' -• -- - j^j ^jjj.jj ^Qgjjjj ¿ gu i¿rni¡Qo; el maestro rae
elogiaba por mis adelantos y asiduidad en el traba-
cruel ofuscaba mi vista, basta convertirse en un
verdadero delirio.
Eran las doce: las nubes que hasta entonces jo, y mas de una vez me preguqtó de donde ha-
Periódico semazuu.
bi) lomado por modelo, aquella cabeía digoa it
figurar al lado de las mas bellai d« Huritlo y
Rifafll. Quedibase atóoito cuando le aseguraba
ser copia de la de uoa mager, i qaien solo había
viato media hora y al paso. Lnego salii murmH-
nndo:
—Los jóvenes!.. Los jóvenes!.. Ei amor les
|»esia poder hasta para hacer miiaEroe.
T tenia razón; el amor y solo el amor, fué
el autor de usa obra en qoe mis manos «raa
el íitérprete del sentimiento que me animaba,
sin tonar casi parte ni mi raion ni mi inteli-
gMKÍa.
Como ya te he manifestado, un deseo mas vi-
vo que el de alcanzar gloria y uoaittt qntre
el musdo artístico, me detenía en Málaga, espe-
rando encontrar nn dia ú otro á mi desconocida.
Emprendí mil ¡i)vestiga,cioaes con este objeto,
preguntando en la fonda donde bailé el pafiíe-
lo y el targetero si podían darme razón de las
dos sefloras; inútil tarea Anuncié el hallaigo por
medio de la prensa; pero nadie pareció i recla-
marlo.
Apurados ya todos los recursos, resolví es-
perar no caso, y confiando siempre eo mis pre-
■éfatimientos llegué á familiarizarme con la idea
de encentrar k mi amada de un dia ¿ otro; tanto,
que siempre qne salía á la callo, creia ser aquel
e) dia destinado para el feliz encuentro; mas aquel
dii pasaba, y el siguiente lo mismo, y mi ánuno
00 desmayaba: taJ era mi convicción,
Llegó el dia en que vi terminada mi Aurora.
l)e los que la vieren hubo quien me ofreció res-
petables sumas por ella; pero yo no la hubiera
veodido por todo el oro del mundo, siendo mi
mayor placer el pasar horas enteras contemplan-
do aquel divino semblante, que me traia k la
menoría un original mas hermose aun, y en mi
loco desvario hablaba á mi cuadro como ai el
lienio pudiera oir mis quejas y responderme.
Pocos dias después de terminado, sali una
larde preocupado siempre con la misma idea que
me perseguía, desde hacia un mes, y me dirijl
á los muelles, con objeto de hacer algunos en-
cargos para Sevilla, en casa del consignatario
de los vapores de Cádiz en combinación con los
del Guadalquivir.
Entré, pues, en dicha oficina, y terminada
ni comisión iba á salir, cuando apareció un la-
cayo vestido de librea, pidiendo algunos tiquetes
lira el vapor que debía partir al dia signien-
te i las doce para Cádiz.
— ios nombres de los pasageroi? Preguutó el
encargado.
PRIMAVERA Y AMOR.
A A. C. DI M.
Natura risuaDa renace feeunda;
Y en varios matices, louaa y gentil,
la selva f el prado de flores inunda
al soplo del aura del plácido Abril.
Los campos semejan un mar de esmeralda
que flores salpican y hermoso coral;
la vega se estiende del monte en la falda,
swnbroso está el valle, verdece el erial.
Et ave que anida en el verde follaje
del lindo naranjo y almendro precoz,
con trínos melosos deleita, el paisaje
la cepa del árbol hendiendo veloz.
Aliombras de grama despliega en el loelo,
derramando Flora su galas do qnier;
nutriendo los sauces el terso arroyuelo
por entre espadañas mormura al correr.
Dilátase el pecho, se absorve la mente
al ver la belleza de la creación,
y en éxtasis grate, balsámico ^biente
aspira ioefable felit corazón.
El alba rosada ya el cielo colora,
conmiKO, mi Filis, al valle te ven,
verás los amenos pensiles de Flora,
y allí con sus flores ornaré tu sien.
Verás la campiDa; la alegre pradera;
«irás el canoro gentil ruiseñor;
y al mágico influjo de la primavera,
se espaciará et alma con cantos de amor.
Verás el aljófar de blando roclo
cual beben las floras del verde tapiz,
!' atli reclinados, oirás, ángel mis,
a tierna cantiga de amante feliz.
Veo pronto, que quiero sentir á íu lado
les dulces transportes de amor virginal,.,
aqoi el cielo es puro, miriüco el prado,
y ei alma qua adora se elera á lo ideal.
Junto á ti. mi bella, sentado me place,
cifiendo felice tu talle gentil,
ver como natura, fecunda renace
al soplo del aura del plác ido Abril.
GméiMartiyF.
MISCELÁNEA.
En esta semana se ha estrenado en el del
PHriinfw la Zarzuela de gran aparato titalida:
Un Trono Ji tm DetengaHo.
También se baa ^^iíaVa ssi saRRsa. -ftí^ssasi
Lope de Vegae, Perlódiod semanal.
de las antiguas, tales como B Caballero Par-
tieular. Marina y Catado y Soltero.
Ta han empelado las funciones entre tar-
de y noche á beneficio del público.
Aunq[ue estas no son tan Intratas cmno el
beneficiado qriisiera, en cMdbto son verda-
deramente nionstniosasy aítraen bastádte'con-
currencia.
En la díel Lunes anterior, ádedias de las
tres Zarzuelas anunciadas, oantó el Sr. Oossj
unas MakgiteñaM» que foeron muy apbm-
didas.
Lope dé Vega.
Aaoebo debió celobrar esta Sociedad la se-
sión que tenia anenciada para el Domingo y
que no pudo egecntarse i eansa del mal
tiempo.
Opoitntiaménte nos o^nparemos dé ella.
Epigramas.
En una tei^ulia estaba
dona Frisca Cacerolas,
señora de esas que el Tulgo
las denomina yamoita«>
la cual á fuerza de afeite
consiguió en una amapola
convertir su ajado rostro.
Se hablaba allí entre otras éosas
de bellas artes, y ella
su dictáfhen daba en todas
las cuestiones; un sugeto
que 86 hallaba allí, con sorna
la dijo, así que advirtió
la pintura de esta momia:
«hablando de bellas artes.
Frisca, se pinta usted sola.»
Cbn^bi.
Un magistrado impaciente
á un letrado veterano
razonador y afluente,
dijole: aal grano, al grano:
¿por qué el discurso no ataja?»
Y él respondió muy formal:
f( Señor, porque el Tribunal
necesita grano y paja.»
Charadas.
La primera con segunda
significan el engaño.
y la segunda y primera
conspiran contra el calcado.
Denominan en plural
con la segunda y tercera
nuestros vecinos ingleses
á su primera grandeza.
De mi todo. Dios os libre!
pero no de la criatura
que por nombre lo llevare
si encierra amor y fortuna.
E. A.
Smi mi primera y tercera
tna* tei^era persona .
de singular en presente
de tin verbo, que puesto en obra
ai se emplea en mi cabeza
Dios me libre y me socorra,
y que en tiempo del terror
estuvo en Francia á la moda.
Segunda y tercia, en marina
se llama el cable, la soga,
la maroma y el cordel
que con esparto se forma.
Y mi todo, en conclusión,
es donde con muger propia
y con muchas onzas de oro
me largaba viento en popa,
á cruzar los anchos mares
desde una zona á otra zona.
^ • Ckorbl.
Bien por las niñas!
Otra ilustrada sefiorita, nos ha remitido
por conducto de uno de nuestros colaborado-
res, la siguiente solución á las charadas in-
sertas en el número tercero.
A Meca el moro caminaba ansioso
del sol, tal vce al límpido destello,
y si un caUo le quita su r^so
'descansa el musulmán en su Ca-fne4lo.
Muy profundo es el mar^ es indudable,
y en su fondo contiene plata y cuartos,
y la /oi es |>enosa, v no agradable;
no quiera Dios que la padezca Mar-tos.
DnSCTOR T BDITOft BBSPONSABLE,
MMii
Intenta de Cwfíorí.— Comedias 11
AÑO I.
DOMINGO 3 DE MATO DE 1863.
NÚM. 5/
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SEUÁXAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
Nos apresuramos á reproducir un docu-
mento cui'iosisímo que nos parece será leído
con iijterés. Es este, la carta dirigida en verso
por Miguel Cervantes á Mateo Vázquez, se-
cretario de Estado del rey Felipe II, y hallada
recientemente en al archivo de la casa del
señor conde de Altamira. Dice así:
DE MIGUEL DE CERVANTE
A M. VÁZQUEZ, MI SE^OR.
' Si el baxo son de la zampona mía
señor á vuestro oydo no ha llegado
en tiempo que sonar mejor devia,
No ha sido por la falta de cuydado
sino por sobra del que me ha traydo
por estraños caminos desviado.
También por no adquirirme de atrevido
el nombre odioso! la cansada mano
ha encubierto las faltas del sentido.
Mas ya que el valor vio sobre humano
de quien tiene noticia todo el suelo
la eraciosa allives^el Irato llano,
Anichilan el miedo y el recelo
3ue ha tenido hasta aquí mi humilde pluma
e no quereros descubrir su buelo.
De vuestra alta bondad y virtud summa
diré lo menos, que lo mas no siento
quien de cerrarlo en verso se presuma.
Aquel que os mira en el suoido asiento
do el humano favor puede encumbrarse
y que no cesa el favorable viento;
Y él se vé entre las ondas anegarse
del mar de la privanza do procura
d por fas ó por nefas levantarse.
¿Quién dubda que no dize. La-ventura
ha dado en levantar este mancebo
basta ponerle en la mas alta altura?
Ayer le vimos inexperto y nuevo
en las cosas que agora mide y trata
tan bien que tengo embidia y las appruevo.
Desta manera se congoxa y mata
el embidioso que la gloria agena
le destruya, marchita y desbarata.
Pero aquel que con mente mas serena
contempla vuestro trato y vida honrrosa
y el alma dentro de virtudes llena
No la inconstante rueda presurosa
de la falsa fortuna, suerte, ó hado
signo, ventura, estrella, ni otra cosa.
Dize que es causa que en el buen estado
que agora posseeis os aya puesto
con esperanza de mas alto grado,
Mas solo el modo de vivir honesto
la virtud escogida que se muestra
en vuestras obras y apacible gesto.
Esta dize Señor que os da su diestra
y os tiene assido con sus fuertes lazos
y á mas y á mas subir siempre os adiestra.
O sanctos, ó agradables dulces brazos
de la sancta virtud alma y divina
y sancto quien recibe sus abrazos.
Quien con tal guia como vos camina,
de que se admira el ciego bulgo baxo
si á la silla mas alta se avecina?
Y puesto que no ay cosa sin trabajo
quien va sin la virtud va por rodeo
y el que la lleva va por el attajo.
Si no me engaña la experiencia, croo
e se vee mucha gente fatigada
e un solo pensamiento y un deseo.
Pretenden mas de dos llave dorada,
muchos un mesmo cargo y quien aspira
á la fidelidad de una embaxada.
Cada cual por si mesmo al blanco tira
do assestan otros mili, y solo es uno
cuya saeta dio do fué la mira.
Y este quizá que á nadie fué importuno
ni á la soberbia puerta del privado
se halló después de vísperas ayuno.
Ni dio ni tuvo á quien pedir prestado
solo con la virtud se entretenía
y en Dios y en ella estaba confiado.
Vos sois. Señor, por quien dezir podría
y lo digo y diré sin estar mudo
que solo la virtud fué vuestra guia;
Y que ella sola fue b^9Aa!Ci<^^/^?5í&s^
t
Lope de Vega,
levantaros al bieD do estáis agora
privado humilde de ambición desnudo.
Dichosa y felizisima la hora
donde tuvo el real conoscimíenlo
r-Hi ia del ^alor que anida y mora
Pn Viic^íro reposado entendimiento
cuya í¡<it.lidad, cuyo secreto
es de vuestras virtudes el cimiento.
Por la senda y camino mas perfecto
van vuestros pies, que eslaoue el miedo tiene
y la que alaba el seso mas aiscreto
Quien por ella camina vemos viene
á aquel dulce suave paradero
que la felizidad en si contiene.
Yo que el camino mas baxo y grosero
he caminado en fría noche escura
he dado en manos del atolladero
Y en la esquiva prisión amarga y dura
á donde agora ouedo estoy llorando
mi corta infelizisima ventura;
Con quexas tierra y cielo importunando
con sospiros al ayre oscureciendo
con lágrimas el mar acresocntando.
Vida es esta señor do estoy muriendo
entre bárbara gente descreída
la mal lograda juventud perdiendo.
No fue la causa aqui ele mi venida
andar vagando por el mundo acaso
con la vergüenza y la razón perdida.
Diez años há que tiendo y mudo el passo
en servicio del gran Philippo nuestro
ya con descanzo ya canzacm y lasso.
Y en el dichoso dia que siniestro
tanto fue el hado á la enemiga armada,
quanto fue á la nuestra favorable y diestro.
De temor y de esfuerzo acompañada
presente estuvo mi persona al hecho
mas de esperanza que de hierro armada.
Vi el formado escuadrón rolo y deshecho
y de bárbara gente y de christiana
íoxo en mil partes de Neptuno el lecho.
La muerte ayrada con su furia insana
aqui Y^ allí con priessa discurriendo
mo^^trándose á quien tarda, á quien temprana
£1 son confuso, el espantable estruenao,
! )S gestos de los tristes miserables
rue entre el fuego y el agua yvan muriendo.
Los profundos sospiros lamentables
;ii3 los heridos pechos despedían
a) Idiziendo sus hados detestables.
alósales la sangre que tenian
qu ndo en el son de la trompeta muestra
su daño y nuestra gloria conoscian.
Con alta voz de vencedora nuestra
rompiendo el ayre claro el son mostrava
ser vencedora la Ghistiana diestra.
A esta dulce sazón yo triste estava
con la una mano de la espada assida
y sangre de la otra derramaba.
El pecho mió de profunda herida
sentia llagado y la siniestra mano
estava por mil pj^rtes ya rompida.
Pero el contento fué tan soberano
que á mi alma llegó viendo vencido
el crudo pueblo infiel por el christiano
Que no echava de ver si estava herido
aunque era tan mortal mi sentimiento
que á veces me quitó todo el sentido.
Y en mi propia cabeza el escarmiento
no me pudo estorvar que el segundo año
no me pusiese á discreción del viento.
Y al bárbaro medroso pueblo estrafio
vi recogido, triste, amedrentado
y con causa teniendo de su daño.
Y al Reino tan antiguo y celebrado
á do la hermosa Dido fue rendida
al querer del Troyano desterrado,
También vertiendo sangre aun la herida
mayor con otras dos quize hallarme
por ver ir la morisma de vencida.
Dios sabe si quisiera allí Quedarme
con los que allí quedaron esibrzados
y perderme con ellos, ó ganarme..
Pero mis cortos implacables hados
en tan honrrosa empresa no quisieron
que acabasse la vida y los cuydados.
Y al fin por los cabellos me truxeron
á ser vencido por la valentía
de aquellos que después no la tuvieron.
En la galera, Sol que escurescia
mi ventura, su luz, á pesar mió
fue la pérdida de otros y la mia.
Valor mostramos al principio y brío
pero después con la esperiencia amarga
conoscimos ser todo desvario.
Senti de ageno yugo la gran carga
y en las manos sacrilegas malditas
dos años ha que mi dolor se alarga.
Bien se que mis maldades infinitas
y la poca attricion que en mi se encierra
me tiene entre estos falsos Ismaelitas
Quanlo llegué vencido y vi la tierra
tan nombrada en el mundo que en su seno
tantos Piratas cubre, acoge, y cierra,
Periódico semanal.
No pude al llanto detener el freno
que á mí despecho sin saber lo que era
me vi el marchito rostro de asua lleno.
OfTresciose á mis ojos la ribera
y el monte donde el grande Garlos tuvo
levantada en el ayre su vandera.
.Y el mar que tanto esfuerzo no sostuvo
pues movido de embidia de su gloria
ayrado entonces mas que nunca estuvo.
Estas cosas bolviendo en mi memoria
las lágrimas truxeron á los ojos
movidas de desgracia tan notoria.
Pero si el alto Cielo en darme enojos
no está con mi ventura conjurado
y aquí no lleva muerte mis despojos,
Quando me vea en mas alegre estado
si vuestra intercession Sefior me ayuda
á verme ante Phiiippo arrodillado;
Mi lengua balbuciente y quazi muda
pienso mover en la real presencia
de adulación y de mentir desnuda.
Diziendoalto señor cuya potencia,
sujetas trae mil bárbaras Naciones
al desabrido yugo de obediencia.
A quien los negros Indios con sus dones
reconoscen honesto vassallage
trayendo el oro acá de sus rincones.
Despierta en tu Real pecho el gran corage
la gran soberbia con que una vicoca
aspira de continuo á hacerte ultrage.
La ffente es mucha, mas su ñierza es poca
desnuda mal armada que no tiene
en su defensa fuerte muro, ó roca.
Cada uno mira si tu armada viene
para dar á sus pies el cargo y cura
de conservar la vida que sostiene.
De Tamarga prisión triste y escura
á donde mueren veinte mil christianos
tienes la llave de su cerradura.
Todos (qual yo) de allá puestas las manos
las rodillas por tierra sollozando
cercados de tormentos inhumanos.
Valeroso Señor te están rogando
buelvas los ojos de misericordia
á los suyos que están siempre llorando.
Y pues to dexa agora la discordia
que hasta aquí le ha oprimido y fatigado
y gozas de pacífica concordia
Haz ó buen Rey que sea por ti acabado
lo que con tanta audacia y valor tanto
fue por tu amado padre comenzado.
Solo el pensar que vas pondrá un espanto
en la enemiga gente que adevino
ya desde aqui su pérdida v quebranto.
Quien dunda que el Reaf pecho benigno
no se muestre escuchando la tristeza
en que están estos miseros contino.
Rien paresce que muestro la flaqueza
de mi tan torpe mgenio que pretende
hablar tan baxo ante tan alta Alteza.
Pero el justo desseo la defiende,
mas á todo silencio poner quiero;
que temo que mi pluma ya os offende
y al trabajo me llaman donde muero.
El Aura y la Sensitiva.
A la margen de un arroyo
que lloraba en la pradera
su ecsistencia pasagera,
pálida y triste una flor,
sola y á merced del viento,
casi marchita y ajada,
sobre el cristal inclinada
iba perdiendo el color.
Inmenso pesar, profundo,
al ver desventura tanta,
me inspiró la pobre planta
desde el punto en que la vi-,
y si al hacer el relato
no me falta la memoria,
contaros quiero su historia
lo mismo que yo la oí.
En un prado de esmeralda
una Sensitiva hermosa
se veía pudorosa
entre otras flores crecer.
El Aura, de su belleza
liviano prendóse un dia
y de entonces la mecía
á ella sola con placer.
Pero cuanto mas lascivo
mas á la flor se acercaba,
mas ella casta plegaba
su pétalo con pudor,
y el Aura en su empeño ciego
no obteniendo sus favores,
de venganza hizo traidores
proyectos contra la flor.
Era el alba cuando vino
fresco y U^^^q Xxa.'sX.^ ^^^^íA^^s
Lope de Vega,
á ella acercóse y tairaado
así la habló con afán:
«Dame acogida en tu seno,
por piedad, flor inocente,
que tras mí viene inclemente
con gran furia el huracán.»
Ella compasiva y santa
abrió al fin su cáliz puro,
y al torpe céfiro impuro
dio aposentamiento en él;
y fué del traidor engaño
llevado hasta el loco esceso
dar la ponzoña en un beso
á la flor candida y fiel.
Y luego con vuelo altivo
^ encendiendo sus enojos,
dio al espacio sus antojos
y en torno á otra flor voló.
Y la pobre Sensitiva
triste ya, mustia y ajada,
sobre el agua reclinada
avergonzada murió.
R. Franqudo y Romero.
U DAMA DEL MEDALLÓN,
NOVELA OBiaiNAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
COXTINUACIOX.
El señor marques de Ocampo, la scftora mar-
3ucsa su madre, la señorita Julia de Ocampo,
os niñas, hijas de la señora marquesa^ made-
moiselle Laure dé Clermont...
En aquel momento llegaba yo cerca de la
puerta, mas al escuchar el último nombre, que
un estrafio presentimiento, me hacia siempre con-
siderar uniJo á la muger que amaba, volri atrás
y diridéndome al lacayo:
—¿Como, como has dicho? le pregunté.
—El señor marques de...
—No, no; el último nombre que has pro-
nunciado.
— Madcmoiselle Laure de Clormont.
—¿No es una joven rubia, muy blanca, con
ojos negros y un lunar en la mejilla derecha?
•^Carambal j quo bien le ha tomado usted
la filiación, mi amo.
—¿Es cierto? Son efectivamente sus señas?
-Las mismas sin faltarles el mas pequeño de-
talle.
—Acaba tu cometido^ luego hablaremos.
Volvió el criado á ocuparse de su encargo,
y saliéndome del despacho, esperé á que con-
cluyera, para cerciorarme de si mis presenti-
mientos me encañaban esta vez.
No tardó cmco minutos en salir, v cuando
ya estuvo á algunos pasos del despacho^ le to-
qué en el brazo, diciéndole al mismo tiempo:
— Amieo, creo qne no te vendrá mal una
copa de buen rom, y si aceptas, entremos en
este café, y entretanto me informarás de algu-
nos pormenores que deseo saber.
—Si no fuera por que los señores me aguar-
dan...
—Ya encontrarás alguna disculpa; vamos, po-
co he de detenerte.
Convencido el criado me si^ió ai café, y sen-
tados en un rincón, mandé le sirvieran á su gus-
to, procurando provocar su locuacidad con las
espirituosas bebidas que yo mismo le servia con
abundancia. Cuando nubo apurado las primeras
copas, le interrogué de esta manera:
-En primer lugar, dime por qué nombras
á esa joven por quien antes te preguntaba, cq
un idioma que no es el tuyo.
— Toma! porque asi la llaman, la señora mar-
quesa, la señorita Julia y todos los de la casa.
—¿Es francesa?
—Asi parece; estábamos en Madrid hace dos
años, Gfuando vino de Francia recomendada á la
señora (uarquesapara aya de las niñas pequeñas.
—Hace mucho tiempo que está la familia de
la marquesa en Málaga?
—Hoy hemos llegado de Granada, á donde
fuimos hará cosa de un mes, después de detener-
nos aqui un dia á la venida de Madrid. La se-
ñora posee en la Vega una magnifica hacienda»
y como nunca la habi4 visitado, aprovechó nues-
tro paso por Málaga para hacer este viaje.
—¿Luego cuando veníais de Madrid, os di-
rigíais espresamente á alguna otra parte?
— íbamos á Sevilla, oespues de algunos días
de detención en Valencia, por asuntos del señor
marques; pero permítame usted mi amo le pre-
gunte, si conoce á mademoiselle Laure, pues á
quien tanto le interesa adquirir noticias, clebe...
— Si, en efecto, la conozco, interrumpí al laca-
yo. Un amigo mió, que también la ha conocido
en otro tiempo, me diio haberla visto aqui cierto
dia en que llovia mucho; hará cosa de un mes...
—Si, si, eso es; el dia que llegamos á Mála-
ga. Me acuerdo que fué á visitar á una amiga su-
ya y como ella francesa, acompañada del ama
de la señora marquesa, la cual la conserva en
su compañía desde que nació, pues la quiere mu-
cho. Es muy viejecita la pobre. En casa se le
llama la Chacha. El dia en que la vio su ami-
go de usted, llegamos por la mañana al amane-
cer, y apenas tuvieron tiempo de hacer la men-
Periódioo semanal.
cíoDada visita, porque á las dos salimos para
Granada.
— ¿T boy donde para la familia?
—En la jfonda d*" piso entresuelo.
Era la misma en cuya puerta encontré los
objetos pertenecientes á la joven francesa.
Al convencerme de que efectivamente era la
misma joven que tan fuertemente me habia im-
presionado, hasta el punto de convertir en ver-
dadera pasión, el sentimiento de admiración que
me causó en nuestro prin^r encuentro» estuve á
punto de manifestar mi gozo; pero supe ^nle-
nerlo dentro de mi corazón; y como no deseaba
saber mas, pagué el gasto, y al tiempo de levan-
tarnos puse en manos del doméstico un bolsillo
con algunos napoleones, que al pronto qaiso re-
husar; mas después de algunis instancias lo guar-
dó, encargándole yo al mismo tiempo, que si al-
gnna vez me veía en presencia de sus amos^ no
diera señales de conocerme.
Asi me lo prometió, y en seguida partió muy
gozoso á dar cuenta de su comisión.
Yo me dirigí hacia mi casa, y después de for-
mar mi plan, me presenté ¿ mi maestro.
— D. Jorge, le dige desde que entré: acabo
de recibir una carta de mi condiscípulo Luis
Delgado en que me dice lo muy animada que es-
tá este año la exposición en Sevilla; y como
siempre, me insta para que presente mis cuadros.
He determinado pues, ir,
— Hombre! me respondió riendo ¿Que variación
tan reoentina es esa? Antes no sé porqué, te
escusaoas con tus amigos. yhoy« no solo traes
un semblante tan alegre como unas pascuas, des-
pués de un mes de esplín, que me ha tenido en
cuidado, sino que de repente cedes á la menor
instigación, y te preparas á marchar: esplicame
eso muchacho, pues por Dios que no lo en-
tiendo.
=Es muy sencillo, le contesté. Empefiado con
mi cuadro de la Aurora, no tenia humor de salir
de Málaga hasta concluirlo, y come no pensaba
poder terminarlo para presentarlo en la exposi-
ción^ desde luego me negué á acompañar á mis
amigos. Hoy es diferente; lo tengo concluido, y
además una buena noticia...
—Bien, bien, me interrumpió D. Jorge, no
quiero saber mas. ¿Cuando piensas marchar?
— Mañana en el vapor que sale alas doce.
—¿Necesitas dinero?
— No, aun me quedan cinco mil reales de los
diez mil que me mandó mi padre á principios de
invierno.
— Pues marcha cuando qnieras, y desearé que
tus obras sean premiadas como otros años.
Volví en seguida á la oficina del consignata-
rio y tomé un tiquete para el mismo vapor que
debia conducir á mi amada.
Por la noche, despu9S de preparar mi equi-
paje y los cuadros aue pensaba presentar m la
exposición, mediriji hacia la fonda donde paraba
la familia de Ocampo, con 'objeto de ver si por
alguna parle podía distinguir a Laura.
(StMnUflOffA.)
J^ Ha A. J^I^/CUBTCJ^Xy.
Amistad^ virtud preciada^
de puro^ ilustre abolengo^
concede que preconice
tus bondades en mis versos,
que, henchidos irán de fé
si acaso faltos de acento:
pues los dicta el corazón,
é hijos son del sentimiento.
Bien concibo que mi pluma
no basta á tamaño empeño.
Tuviera pluma de ángel
desprendida de los cielos,
y aun asi, asi, mucho dudo
que te ensalzara cual debo,
á no poder divorciarme
de las miserias, del cieno
de nuestra triste morada;
á no emancipar del cuerpo
mi alma, que asciende hacia ti,
y por tí suspira, en tierno
melancólico aspirar
y puro santo deseo.
Antes te dije virtud-,
no te juzgo sentimiento,
ni mucho menos pasión,
que es mas alto, es de mas precio
tu objeto sobre la tierra.
Mucho vales; mucho temo
rebajarte en mis elogios.
Pero no... porque presiento
que los encomios pomposos
y las diatribas lo mesmo,
nada á tu valia añaden
y que te deprimen menos.
Debiera esto retraerme
si en mi corazón, le bello
no hubiera un gran ascendiente,
un ascendiente supremo.
Y á tu vista^ 4 iv\v ^<^^7ct ,
Lope de Vega,
virtud de dulce consuelo,
enmudecer me es vedado.
Sigo un impulso secreto,
una fuerza iri*esistible,
un encantado embeleso-,
y el labio ha de proferir
quizá palabras sin cuento,
mas, que á borbotones saltan
é hijas son del sentimiento.
Eres amistad, luz pura
de fulgurante reflejo,
no fiera y terrible hoguera
de funesto centelleo.
Eres fecunda, das vida
como diafano arroyuelo-,
no desolación y muerte
como torrente altanero.
De la pasión te distingues
en que no eres devaneo,
en que no eres egoísmo,
impulso no eres ciego,
ni irreflecsiva tendencia.
Tú eres algo de mas tierno,
de mas sencillo y sublime
mas puro y grato consuelo.
La pasión los diviniza,
y tú corriges defectos
con tu férula suave
y de omnipotente imperio.
Aquella se irrita y truena;
tú, te quejas en silencio.
Ecsigencias que sublevan
son de aquella los afectos-,
los que sienten amistad
están de abnegación llenos.
La una... mas, para qué
prolongar el paralelo?
Que grandes méritos tienes
que aducir en tu provecho,
lo saben conmigo, todos
los que se precian de buenos.
Que eres tú, dulce amistad,
fresco, suave beleño
que mitiga nuestras penas,
que eleva del alma el vuelo
y que hace al hombre capaz
de remontados conceptos,
es cosa que saben todos,
que ninguno ignora creo.
Y qué pocos, sin embargo,
los que siguen tus consejos!
Cuan reducido es el número
de tus felices adeptos!
Es la amistad planta exótica
que no crece en nuestro suelo,
que marchita quizá el hombre
al contacto de su aliento?
A no hallarla entre nosotros
condenados estaremos?
No, que la historia nos cuenta,
y en nuestros dias lo observo,
distinguidos, de amistad
grandes, si raros egemplos.
Que aun hay almas en el mundo
que pertenecen al cielo,
y que susceptibles son
del dulce amistoso afecto,
y que adhesiones anidan,
y poseen desprendimiento,
y es la franqueza su herencia,
y saben bien ser sinceros.
Decir mucho mas pucnera
pero, mis humildes versos,
ni con mucho corresponden
á la alteza del objeto,
y soltar mi pobre péñola,
lector' en tu obsequio quiero.
Amistad, permíteme,
á ello limitarme debo,
que me atreva á formularte
un fervoroso deseo:
y es, que las tus blancas alas
batas en grato aleteo
siempre al rededor de mí.
Nunca me frunzas el ceño,
que no sienta en la tu faz
un continente severo.
Tú levantarás mi frente,
erguida ante el acaso adverso.))
Allanarás de mi vida
los espinosos senderos.
Mitigarás mis dolores
con siempre obsequioso anhelo.
Tú me rodearás solicita
con atenciones sin cuento,
al declinar de mis dias
en torno mi triste lecho,
cuando lance para ti,
y por tí, mi último aliento.
Yusuf-elU'Sirab.
Periódioo semanal.
-A.3L. I3MXwa:OIiT-A.Ii
SONETO.
Eterna para España es la memoria
Del preclaro escritor que nacer viera,
Y en las letras mil triunfos obtuviera
Que grabados están en nuestra historia-,
Fué en las ciencias estrella de victoria.
En las virtudes grande egemplo diera,
Y el genio de los genios, por doquiera
Viose ensalzado de infinita gloria.
Mas el patricio tan noble y eminente
Arrebatado fué de nuestro suelo
Por el gran Hacedor Omnipotente,
Que elevándolo entre ángeles al cielo.
Premió al Poeta de numen tan fecundo
Cuyo nombre bendice todo el mundo.
Eduardo Monlecdegre.
SB
CANTOS DE UN RUISEÑOR.
Eo una larde del Abril florido
galante céfiro á la flor besaba
y eo el ramaje del edeB perdido
UD ruiseñor de pena suspiraba.
¿De que me sirve mi cantar sentido
Íf ser de entre las aves, esclamaba,
a que mas arrebata con su trino -
si soy juguete del fatal destino?
En otro tiempo por el bosque ameno
descuidado mi vuelo dirigia
y de grata emoción el pecho lleno
mi cántico espresaba la alegría.
De la inconstancia el matador veneno
mi joven corazón desconocia,
y era tan feliz, que en mi locura
pensaba fuera eterna mi ventura...
Que dichoso era yo tan solamente
con aspirar las brisas del estio!
Cuanto gozaba mi ardorosa mente
lanzada en la región del desvario,
los suspiros oyendo de la fuente
ó el triste murmurar de manso rio
al separarse en su fugaz carrera
del bello sitio que nacer les viera!
Con cuanto placer vuela por el prado
en trazos mil el lindo jilgueríllo!
Que delicia escucharlo entusiasmado
en su trinar melódico y sencillo!
Que tierno el solicito cuidado
con que cruza hacia el próximo arbolillo
de orgullo lleno y loco de contento
al llevar á sus hijos el{sustento!
¿Mas porque, ay de mi! si acaso canto
al mostrarnos la aurora sus albores
á mis ojos empaña acerbo llanto
y no sé modular sino dolores?
Ahí., si no te hubiese amado tanto...
DO sufriera los rudos sinsabores
que llenan de tristura mi existencia
y no sabría lo que es inconsecuencia!. ••
To me creí feliz porque mi alma
mas pura aun que el sonreir del niño,
gozaoa antes la apacible calma
Íue me quitó por siempre tu cariño.
' al ofrecerte de mi amor la palma,
tan sincero como blanco es el armiño,
pensé tocar el colmo de la dicha...
pero solo te amé por mi desdicha.
Me acuerdo por mi mal! A la alborada
de una mañana abandoné mi nido
y me fui á posar á la enramada,
por tus bellos encantos atraido.
De entonces senti mi alma aprisionada
y mi destino á tu destino unido,
y en mi pasión le dije: yo te juro
que tú me inspiras el amor mas puro.
Y te dije también en mi delirio
que para mi tu amor era la vida,
que sin ti mi vivir era el martirio
de ver la luz con la ilusión perdida:
que cual se inclina marchitado el lirio,
si con su llama el sol no le convida,
yo que vivia por tus ojos bellos
seria mi muerte carecer de ellos.
Entonces tú de tu belleza ufana
y yo cual nunca por tus gracias ciego,
de mi querer á la espresion galana
corréspondistes con glacial despego.
Y asi como se acrece y se engalana
de la prendida encina el voraz fuego
si con sus alas lo acaricia el aire,
asi creció mi amor con tu desaire.
Y te bable de él,, tenaz enmiporfia,
con el ardor de uu pecho enamorado,
haciéndote observar lo que sufria
por tu seco desden desapiadado.
A mis megos por fin dulce se abría
al sacro amor tu corazón helado
y al preguntarte, ingrata, si me amabas
al contestarme si, tu mt engañabas.
Que nunca reflejó en tu duro pecho
del sentimiento el resplandor divino,
ni vi jamás por el dolor deshecho
tu corazón de fiera y diamantino.
Ahoga mi alma colérico de.%^^«^^
s
I
Lope de Vega, Periódioo semanal.
al recordar que de mi amor en pago
solo me distes hiél, niDgao albagof
No me paffastes, mo, que siempre fuera
yo para ti el esclavo mas amante^
y mi deleite ma^or tan solo era
realizar tus caprichos anhelante;
y nunca me creí que mereciera
en premio de haber sido tan constante,
que tú, veleidosa, me olvidaras
y sin decir por qué me abandonaras.
Solo en el mundo... sin ningún consuelo...
yerto nai corazón... sin esperanza
de término encontrar al desconsuelo
^e sufro por tu pérfida mudanza,
invocaré en mis lá(;rimas al cielo;
Jsi mi tierna súplica no alcanza
e la piedad divina ser oída
tal vez descanse de penar en vida.
Bel íntrÍDcado bosque en la espesura
el ruiseñor asi se lamentaba,
espresando en.su canto la amargura
Jue á su sensible pecho devoraba,
u dulce voz tSn armónica, tan pura,
absorto en sus recuerdos, se apagaba...
y por la oscura noche sorprendido,
vertiendo llanto se marchó ¿ su nido.
Federico Bejar.
mSOELÁNEA.
Charadas.
Brilla tanto mi primera— unida con mi segun-
da,— que si se mira de frente— bien pronto la
vista ofusca.— Mi prima con mi tercera— es, lec-
tora, sin escusa,— cierto irracional cuadrúpedo
— que mas que debiera abunda.— Mi segunda con
mi tercia— los monarcas solo usan.— Que mi cuar-
ta y mi tercera— es un animaL no hay duda,
—muy sensible v vivaracho— y de penetración
mucha;— y mi toao, vóde lejos— mas qaeel mis-
mo moro Muza.
r. B.
Dos vocales sen mi prima, -r-en diptongo pro-
nunciadas;— y si geógraíoeres— verás que es ciu-
dad de Francia.— Segunda es rio que nace— de
las vertientes que manan— del Pirineo, y recor-
re—mucha tierra catalana.— Tercera, aunque con
dos letras— se escribe en esta charada,— pronun-
ciando, has de advertir,— que solo suena una cla-
ra.— Y mi todo lo hallarás,— según los poetas
cantan,— en el Parnaso, do Apolo— tiene su sa-
G. Jf . T p.
Sesión.
En la noche del Sábado último celebró
Lope de Vega la que tenia anunciada.
En ella se inauguró la sección literaria, le-
yendo los jóvenes que la componen varias
poesías y dtficnrsos.
El Sr. Presidente cerró el acto pronun-
ciando uno elegante y sencillo, en el cual de-
mostró sus profundos conocimientos históri-
cos y literarios.
Después el Sr. D. Luis de Mondejar tocó
al piano diferentes piezas que fueron justamen-
te aplasdklas.
Tambten en la Gomedia Al qae no quiere
caldo... estuvieron muy oportunos los sefio-
re* Franquelo y Travecedo.
Esta reunión ternúnó^ según costumbre,
con un anímadisimo rato de baile.
SoiocioD á las Ckaradas id aómero anterior.
El áúlo espresa el engaño -indigno del hom-
bre honrado,— y el lodo es por nuestro dafio —
el que destruye el calzado. — Como no sea que
contemos — las riquezas de los lareSt — ó cuando el
lodo pasemos— para ver á una DO-LO-RES.
Beidittio.
Siendo del verbo cortar,— tu prima y tercera
es cor(a:— mas que no lo sea importa — la beta ó
cordel de atar.— Si entre la jente de mar— se-
gunda y tercia es la b^to,— la solución ya es com-
pleta;— y si está mal descifrada,— que yo me
vuelva charada,— ó me convierta en COR-BG-TA.
G. M. T F.
Comunicado.
Esta Sociedad celebra Junta eeneral ' or-
dinaria, con arreglo al art. 18 del reglamen-
to, el 8 del corriente á las ocho y media de
la noche.
Lo que se publica en este periódico para
conocimiento de los Sres. Socios.
Málaga 2 de Mayo de 1863.— El Secreta-
rio, Antonio Merino.
nnutcroR t Borroft besponsablb,
mam
Bl
Imprenta de Casilari, — Comedias 11
AÑO I.
DOMINOO 10 DE MAYO DE 1868.
NÚM. 6/
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SEMANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
MALAGUEÑA.
Grande ha sido por cierto el entusiasmo
¡f la satisfacción que despertó en mi ánimo la
ectura délos primeros números del periódico
Ldfe de Vega. De ese papel que representa
uno de los primeros y mas princi|)ales pasos
que la juventud malagueña dá hacia el mag-
nifico campo literario.
Solo este acontecimiento, que aunque al
tareoer pemiefio, es de mucha trascendencia,
ubiera podido imprimir en mi corazón el
graiMlé impiilso que no he sabido resistir de
dirigir al público joven, mi voz débil y de-
aautoriíada.
La juventud naturalmente eslá siempre
diapuena á recibir de la manera mas fuerte
lodo género de impresiones, y no solo se
enadlece, no solamente se acalora y agrupa
d bélico fioaar de los clarines, á la mágica
Yoz de la rictoria y al eco que constantemen-
te repite á su oído el nombre de un capitán,
sino que también se mueve y agita al rumor
de la fama literaria, á lontananza que le ofre-
ce la vista de un pueblo que unido contem*
pía la presencia ó la memoria de sus eminen-
tes hijos.
Cuando se la escita y estimula, se la en-
sefia y proteje, esa misma juventud se rege-
nera; á compás de regeneración se desen-
Tuelven los espíritus que lánguidos y oscure-
cidos permanecen, se esfuerzan los corazo-
nes; en una palabra, puede sufrir una trans-
formación tal, que se convierta el vicio en
virtud, lo perjudicial en provechoso, lo in-
significante en sublime. Hay mas, la historia
nos presenta con bastante frecuencia con el
movimiento de las ideas, la aparición de gran-
des hombres de donde nadie pudiera imagi-
narse.
Marchad con firme paso por tan bella sen-
da, V con ciega Té lanzaos al palenque de la
literatura, donde la constancia, el estudio,
los sacrificios todos, los premiará la segura
aureola de la doria.
El titulo dd periódico, sus publicaciones
sencillas y de buen gusto y las diferentes fir-
mas puestas al pié de sus pequeñas colum-
nas, todo debe considerarse como beüos ar-
ranques de naciente ingenio y sabiduría que
hacen respirar la esperanza de estar próxi-
mo el diaen quenada envidiaremos á las de-
mas provincias de España, délas cuales en su
mayor pártela juventud está ofreciendo abun-
dantes y preciosos frutos, hiios de la civi-
lización y la cultura. Llegara por fin el mo-
mento deseado en que este país, que por su
situación meridional produce muchas y bue-
nas imaginaciones, las emplee con ventaja, y
al mismo tiempo pierda el carácter que con-
serva un tanto materialista.
A los que como á mí dotó la Providencia
escasamente, aquellos para quienes es impo-
sible aspirar á la ventura a que otros están
llamados, esos no podemos acompañar á los
demás en su feliz camino; pero si: amantes
del saber y de quien sabe, nos cabrá la sa-
tisfacción ae admirar los jóvenes contempo-
ráneos oue en cualquier concepto se distm-
gan; dicha tan grande nos regocijará hasta
el punto de que, como vá dicho, con el senti-
miento de no poder seguirlos, tendremos el
placer y el orgullo de alabarlos.
Ramón J. Garda.
.i>
r- uz de mi alma, de mi pecho guia,
C nico bien á que en el mundo aspiro,
— ris que alumbra la ventura mia,
(/) i escucharas mi férvido suspiro
> mor hallaras, que tu amor ansia.
Manuel Sequra.
«ik».w
Lope de Vega,
Cortando estaba un anciano
yarías nacientes ortigas^
cuando preguntóle un niño
que acercado se le habfa:
-Decidme, jpor qué cortáis
tan lozanas florecillas?
-Dejarlas, dijo el anciano,
cosa fácil me seria;
mas si arrancarlas quisiera
cuando estuviesen crecidas
ellas, siempre traicioneras,
las manos me punzarian.
-Pues que son? preguntó el niño.
•Son el vicio esas ortigas,
y el vicio debe arrancarse
cuando se vé que principia.
Jo$é C. Bruna.
A la Srta. A. P.
Al dulce primer latido
que dá el corazón humano
cuando en el seno escondido
recibe el soplo encendido
del aliento soberano.
Brota en él pura y divina
una flor que le embellece,
de fragancia peregrina,
cuya colora fascina,
cuyo perfume enloquece.
Mágica flor que asegura
vida, amor, gloria y bonanza;
flor que respira dulzura,
porque esa flor de ventura
es la flor de la esperanza.
Flor que en su grato alvedrio
medra en gala y en esencia,
cuando sostiene su brio
de la pureza el roció
y el aura de la inocencia.
Bendiga Dios, niña mia,
la bella flor de tu amor.
¡Ay!.. Cuan dichoso seria
el que aspirase algún dia
el perfume de esa flor!
E. Fiandar. '
.)
I.
Sentidas trovas de amores
canto de noche en tus rejas,
mas, vanos son mis clamores,
que indiferente, Dolores,
solo con mi amor me dejas.
Mas en pago del desvio
con que acoges tú mi aoento,
yo en mi loco desvarío,
en alas del manso viento ^
tristes suspiros te envío. ^
Y aunque jamás logre verte
mi trova oyendo en tu reja,
no dejaré de quererte;
no exhalaré ni una queja
ni aun en mi lecho de muerte.
Pues bien tú sabes, Dolores,
y te consta que no miento,
que el amor que por tí siento
ni cede con tus rigores,
ni lo aminora el tormento.
Y aunque sigas con desvio
la amante trova escuchando
que con las auras te envió,
te seguirá siempre amando
mientras viva, el pecho mío.
n.
Al partir el trovador
que estas canciones cantaba,
ardiente llanto de amor
dijo el aura con dolor
que de sus ojos brotaba.
Yo á el aura le pregunté
si al fin acogió Dolores
la trova que yo escuché;
y ella meciendo á las flores
triste contestó «no sé.»
Mas es lo cierto, que es fama
según me dijo una flor
que ignoro como se llama,
que mientras vivió el cantor
siguió adorando á la dama.
//. dt M.
Periódico semanal.
T-
A la Independencia de Polonia.
¿Te acuerdas?
Cuando en las noches frías y húmedas del in-
vierno, me sentaba alli anhelando ver entre la os-
curidad una sombra que me indicase esperaba el
Ídolo de mis amores
T entonces vela tu rostro, leia en tu corazón.
T tu seno palpitante me hacía comprender lo
que sufrías.
T tus pupilas, veladas por dos cejas negrísimas
y sutiles, daban sombra á tus ojos, lánguidos como
el sueflo.
T los cabellos, ondulantes sobre tus hombros,
acariciaban tus delicadas formas.
Apoyada en el balaustre de la ventana^ alü
donde nuestras almas se encadenaran para siempre,
donde exhalaras comprimidos suspiros, perdién-
dose su eco en el espacio; allí eras para mi tan
hermosa, tan pura, tan incitante como debió serlo
la Reina que encendió la llama del amor en el
corazón del sabio rev Salomón.
Todo, en una palaora^ hacia que se acrecentase
mas la pasión que alimentaba mí pecho.
Cuando la lluvia, á granitos, comenzaba á caer,
el frío azotaba tu rostro, palidecías, y elevando
los ojos al Cielo, un prolongado adiós ponía Gn á
tan agradable escena...
T pasaba tiempo.
Ya no se temía que los huracanes interrumpieran
nuestras pláticas de amor, porque á la lobreguez
de la noche, sustituíale una clara luna; el cielo no
mostraba densos nubarrones, estaba matizado de
púrpura, azul y esmeralda.
Llegaba, en fin, til verano y aparecías mas be-
lla, mas encantadora.
Entonces el campo nos brindaba con sus flores,
con sus cristalinos arroyos.
|Ahf silenciosas praderas... cuantos recuerdos
me debéis!
Cuantas veces me habéis despedazado el alma!
Cuantas veces habéis ^ido depositarías de nues-
tras lágrimasl
T eumedio de vuestro silencio no comprendíais
roí dolor.
Me habíais robado mi quietud, mis lágrimas,
mis alegrías...
¡La he perdidol
Ta no os quiero ver: despertáis en mí recuer-
dos desgarradores...
Tías lágrimas son el consuelo de los que sufren.
Pero... han sido agotadas.
Ya no las vierten mis ojos...
Están estériicsl
¡Al^, lágrimas dulces, lágrimas inefables, lágri-
mas cariñosas de mi corazoi, tornarme la espe-
ranza.
F. GofizaUf de la Cámara.
SONbTO.
¡Oh Polonia infeliz, que desgarrada
Por cruenta ambición, y repartida
Entre déspotas fieros, cuya vida
De oprobio es y maldición menguada!
Tu noble juventud, años postrada
Yació en esclavitud envilecida;
Y hoy alza la cerviz, el alma henchida
De patrio fuego y libertad amada.
No dudosa será la fiera lucha,
Que empeñada tomó ya raudo vuelo;
Que en tanto cuenta con justicia mucha
Une á su causa su poder el Cielo:
¡Polonia!..,. Salvaras tu independencia
pues del mundo está escrito en la conciencia.
Antonio Ramón Carrillo de Albornoz.
EL SOL Y LAS RANAS.
PABULA.
^Al rubio Febo, de ancha cabellera,
una vez se le puso en la mollera
contraer matrimonio.
«Sugestión del demonio!»
en una voz unánime dijeron,
cuando el caso supieron,
las tristes ciudadanas
del húmedo elemento, vulgo ranas.
<(Si de un Sol los ardores
Í fogosos rigores,
astan para axfixiamos
y con tiesos de fuego achicharrarnos,
en la estación estiva
en que su fuego es mas, su luz mas viva,
si logra sucesión, es cosa llana
que no queda una rana
en aquestos estanques, convertidos
en lagunas Estigias, y perdidos
por nuestra triste suerte,
que no alcance, infelice,
una trágica muerte *
se seque y pulverice.»
Y con estas razones,
llantos é imprecaciones
con súplicas mezclados,
con rostros consternados
á la Suerte pcdiwi
Lope de Vega,
que á los favores mil que le debían
solicita añadiera
eficaz mediación que disuadiera
al SoL que habia en su daño
ideado tamafio
desolador proyeclo,
que, de lograr efecto.
que, de ser realizado
las arruina y mata de contado.
Cuentan, que Esopo un dia,
el anterior apólogo aducia
á un pueblo, que en el gozo se anegaba
en ocasión que un Rey se le casaba.
Yuzuf-ebU'Sérab.
(Tradueida de Lafontaíne.)
Hasta las diez duró la reanioD de familia,
hora en que todos se levantaron, pasando sio
duda á otra habitación, pues aquella en que an-
tes estaban quedó completamente á oscuras.
Me retiré lleno de placer, por la dulce satis-
facción de haber visto á mi adorada Laura, y ase-
gurándome cada vez ma^ acerca dt la existencia
de ios presentimientos, me dormi una hora des-
pués, arrullado por las encantadoras ¡deas que
surgen en la mente de todo enamorado, cuando
abriga alguna esperanza, aun cuando sea muy re-
mota.
Ll DAMA DEL MED \LLON,
NOVELA OBiaiNAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
COXnXU ACIÓN.
Los cristales de los balcones desprovistos de
cortinas é iluminados por las luces interiores, per-
mitian ver desde la acera de enfrente cuanto se
hacía en el entresuelo que habitaba la marquesa
y su familia Distinguiase entre otras cosas un ve-
lador, sobre el que ardía un quinqué; al lado se
mecía en una cómoda butaca, una joven muy be-
lla al parecer; aunque no podía desde lejos ver
bien sus facciones, sombreadas además por la pan-
talla que cubría la luz. Una se&ora.mavor, sentada
en otra butaca, hablaba con un caballero que se
apoyabí en el mármol de una chimenea, y que
de cuando en criando dirigí i sus miradas sobre un
grupo, compuesto de dos niñas y una muger, á
quien no podía ver U cara por estar sentada de
espaldas al balcón No obstante esta circunstan-
cia, mí corazón adivinólo que no podían ver mis
ojos. En aquella cabeza, cuyo perfil trazara no
A las once y medía del día siguiente ya es-
taba instalado en el vapor. Las chimeneas des-
Cedian columnas de blanco humo, y los últimos
otes iban llegando con los pasageros rezaga-
dos. Aun faltaba una familia. De pié sobre el
castillo de papa estendía mí vista sobre la tersa
superficie del mar, buscando un objeto que no
encontraba; era el bote que debia conducir á
Laura 4V)n la familia de la marquesa. Dieron las
doce menos cuarto y empezó la maniobra de
levar el ancha. El capitán preguntaba si habían
llegado todos los pasageros, y no pude contener-
me, respondiendo á su pregunta, y advirtíéndole
la falta de una familia entera. Era éste un ru*
do catalán, exicto en lat horas que fijaba para
la marcha y que en llegando la de partir, no
tenia con nadie consideración. Me respondió con
acritud, que sí no llegaban á las doce en pun-
to se quedarían en tierra; y por mas que qui-
se inducirle á que se retardase la marcha siquie-
ra diez minutos después de las doce, no logré otra
cosa, sino que me volviera hs espaldas para ir
á vigilar la gente, que ya empezaba á mover las
anclas. Desesperado por aquel contratiempo, me
preparaba á abandonar el buque para volver á
tierra, cuando al dirísír una última mirada hacia
el muelle, vi venir á lo lejos una lancha, qne ím->
pulsada por vigorosos remeros hendia las aguas
con la velocidad de una flecha. Tomé un anteo-
) .
jo y lo asesté en dirección de la barca. En ella ve-
nían los que esperaba.
En aquel momento dieron las doce.
Separaba la lancha del vapor la distancia de
hacía mucho tiempo, y que tan grabada tenía en | unas cuatrocientas varas; ya éste empezaba á mo-
la memoria, reconocí la de Laura, el aya de las! verse lentamente, y bien pronto empezamos á de-
hijas de la marquesa, mí aderada en fin. Poco des- jar atrás las demás embarcaciones surtas en el
piics ab.indonó ésta su sitio, dio la vuelta al ve- puerto. To seguía con el alma aquella írhsW barca
Jador y se puso á examinar un libro, teniendo la
luz de frente; do suerte que su rostro iluminado
de lleno so distinguía perfectamente desde mi ob-
servatorio.
Con el corazón palpitante de enocion^ con-
templaba aquel divino semblante, que aun me pa-
recía mas hermoso que cuando le viera por pri-
mera vez.
que cambiando do rumbo, hacia prodigiosos es-
fuerzos por alcanzar al vapor, que cada vez iba to-
mando mayor velocidad. Por fin llegó á Ja distan-
cia de medio cable del buque, y entonces dándo-
le yo á un grumete una gratificación, le indiqué
arrojara un cabo á los de la barca, cuya opera-
ción hecha, pudo acercarse á la escalera y desem-
barcar los pasageros, retirándose en seguicla, pues
Periódico semanal.
el eqaipaje habia sido casualmente llevado á bor-
do ajgvnag horas anies^
Asi <]ue llegaron sobre cubierta, el marques
se dirigió 'al capitán, en tono altanero, repren-
diéndole por su precipitación; pero el catatan sin
hacer aprecio de sus palabras, casi insultantes, sa-
có un monstruoso reloj de plata, y mostrándose-
lo al marques, le dijo en tono reposado:
—Este, nunca se equivoca; son las doce y cin-
co minutos.
— Pero hombre, por cinco minutos. .. replicó el
marques.
— También podiais haber tardado una hora; y
en fin, en los anuncios habréis visto fijadas las
doce en punto para la hora de marcha, sin apén-
dice de minutos; esta hora se me marca v á esa
salgo: y como hiciera conmigo poco antes, le vol-
vió las espaldas.
Terminada aquella discusión, todos los pasa-
geros se reunieron sobre el castillo de popa para
gozar del espectáculo que presenta Málaga.
El dia en que salimos era uno de aquellos que
solo se conocen en Andalucia, durante la estación
de los frios. Ni el mas pequeño celage manchaba
la inmensa bóveda de un cielo diáfano y azul, en
medio del cual resplandecía el sol reberberando
en las aguas sus dorados rayos. El mar« tranqui-
lo y terso como una gran superficie de cristal, la-
mia en rizada espuma la dilatada playa que se es-
tiende á oriente y occidente de Málaga.
Una brisa suave henchía las velas de las embar-
caciones, que ligeras surcaban el inmenso lago, de-
jando tras de sí una huella de plateada espuma.
Nuestro vapor adelantaba rápidamente agitan-
do sus poderosas ruedas.
La tripulación desocupada cantaba alegre al
son de la bandurria^ reunida en la parte de proa,
mientras los pasageros, en bastante número, se
entretenian cada cualá su manera. Estos estable-
cian una partida de ecarte; aquellos visitaban las
máquinas; los poetas escribían versos; las mujeres
hacían labores propias de su secso; los chicos
molian á preguntas d sus pacientes papas, que mu-
chas veces al satisfacerlas decian mas disparates que
sus inocentes hijos; en fin, el buque presentaba un
aspecto animadísimo, y entre las risas, los gritos
y las conversaciones, solia oirse la bronca voz del
capitán, dando alguna orden en ese estilo imperati-
vo, propio de los marinos.
10 basta entonces habia permanecido retirado
detras de un palo, y recostauo en un gran rollo de
• cuerdas, contemplaba esta escena, y particular-
mente á una joven que bastante apartada del resto
de la reunión de mugcres^ seguía atenta la lectura
de un libro que tenia abierto sobre la falda, mien-
tras que con su pequeña y blanca mano acariciaba
la cabeza de un corpulento mastin.
Esta joven era Laura.
(Se MnUnuará.)
EL AMOR Y MI LISA.
Bajo un frondoso laurel
estaba el Amor dormido
y en su delicioso sueño
se reposaba tranquilo.
No parecía el Amor,
de los celos siempre amigo,
pues la quietud se pintaba
en sn rostro peregrino.
El carcaz, abandonado,
de su espalda desprendido,
sobre la alfombra yacía
con el arco entretegido.
Brillaba en la blanca frente
de aquel candoroso hiño
la lealtad, la pureza,
de la fortuna un capricho.
A solas bajo la sombra
dormía el tierno Cupido,
tan solo dejar oyendo
un continuado respiro,
cuando mi Lisa, mas bella
que del alba los suspiros,
fatigada del calor
que la ajaba sus hechizos,
a reposar un momento
se presentó en aquel ^itio,
sin sospechar que durmiendo
estaba un gracioso niño.
Sorprendida se quedó
al mirar niño tan chico,
y creyó que abandonado
estaba en aquel retiro.
Acercóse junto á él,
recogiéndose el vestido
y conteniendo el aliento
para no óausar ruido.
uNo le toques, bella Lisa,
deja que duerma tranquilo
y aléjate de su lado
que si despierta es maligno.»
Pero mi Lisa, ignorante
del mal que conduce el niño,
en su frente de alabastro
un beso estampó quedito.
Al punto el rapaz despierta
de su letargo, y muy Ksto
en los brazos de mi Lisa
se lo paga con cariño.
((Di me, nino: ^porajie caik^^A.
Lope de V«ga,
te encuentro en aqueste sitio?
Contesta: ¿quien eres tú?
¿que hacias aquí dormido?»
«Con mi madre iba cazando^
y de la caza rendido
me vine aquí á reposar
y me dormid como has visto.»
((Eres sagaz y discreto
mas que puede ser un niño.
Mas^ dime: ¿como te llaman?»
((Mi nombre propio es Cupido. v
({¿Cupido? ¡Bonito nombre!
Y dime^ querido niño,
¿este carcaz y estas flechas
de que te sirven. Cupido?»
((Para cazar corazones
y rendirlos á mi arbitrio.»
Y diciendo y desprenderse
de sus brazos, sin sentirlo
mi Lisa, que estaba atenta
á lo que hablaba el chiquillo,
batió las alas alegre,
puso una flecha en el tiro
y al corazón de mi Lisa
apuntó con ojo fijo.
((Detente, niño inocente,
vuelve la flecha á su sitio,
vo vayas á herir mi pecho
por tu inconstante capricho!»
((¿Capricho? nunca lo creas,
cuando es este mi egercicio...»
y hablando, soltó la flecha
y Lisa lanzó un gemido.
Desde entonces, apagado
mi Lisa tiene su brillo,
y yo también desde entonces
por su mirada suspiro.
M, Rotnoti.
¡Oh, mi Elvira querida!
Cuando salga al combate,
de la muerte al embate
me acordaré de ti.
Y tú, tal vez al punto
de la batalla cruda,
mi amor poniendo en duda
te olvidarás de mí.
Do quiera que me lleve
bueno ó fatal destino,
viendo un fulgor divino
me acordaré de tí.
Y tú quizás en tanto,
deidad por quien respiro,
ni ya con un suspiro
te acordarás de mi.
Y en la callada noche,
en mis dichas soñando,
una estrella admirando
me acordaré de ti.
Y enmedio del silencio
cuando ella brille pura,
di, celestial criatura,
¿te acordarás de mi?
Bosa.
O
TRADUCIDO POR FEDERICO BEJAR.
CONTINUACIÓN.
£d el intervalo de cada contradanza el ciego
del vielin y el de la flauta, seriamente ocupados
con una botella de vino, suspendian los instrumen-
tos de un botón de sus rojizas levitas^ alareabao
la mano á una mesíta colocada en el mismo nueco
de la ventana, donde estaba su cantina, y ofrecian
siempre al italiano un vaso lleuo,«que no podia to-
mar el mismo, poraue la mesa se encontraba de-
tras de so silla: cada vez c|ue esto suoedia, el del
clarinete les daba las gracias con un signo amiga*
ble de cabeza.
Este movimiento se veriGcaba con esa preci-
sión que tanto admira en los ciegos de los Quinxe
VinglB Y <][tie hace creer que tienen vista.
Me dirijl hacia ellos con el objeto de oir lo
que hablaban, pero cuando estuve cerca, me he-
charoD de ver y no reconociendo sin duda en mi
al obrero, se callaron.
— De qué país es usted, el que toca el clarinete?
—De Venecia, me contestó el ciego con un acen-
to ligeramente italiano.
—Es usted ciego de nacimiento ó loes por...
—Por enfermedad, repuso vivamente, por una '
maldita gota serena.
— Yenecia es una ciudad hermosísima, y siem-
pre he tenido un vivo deseo de ir á verla.
A estas palabras la fisonomía del anciano se
animó, sus arrugas se agitaron y se conmovió vio-
lentamente.
Periódico semanal.
'«•*
— Si fuerais allá coamigo, ségoram^nte no t>er-
deriais el tiempo.
—No le habléis de Veoecia, ms dijo el del vio-
lio, I>orqae sino nuestro Dux va á refórirnos «a in-
lerminable historia, sia contar con chw el Princi-
pe tiene ya dos botellas almacenadas en su es-
tómago!
—Adelante, padre Canard, dijo el de la flauta.
Todos tres se pusieron á tocar; pero, durante
el tiejppo que invirtieron en ejecutar varias con-
tradanzas» el veneciana no dejaba da dirijir hacia
mi su semblante, adivinando el eacasivo interés
qoe me inspiraba. Su rostro abandonó aquella fría
aspresíonae tristeza, y yo no sé que esperanza ani-
mó sus rasgos, corriendo como uaa llama azul por
sus arrugas; se sonrió, se enjugó la frente, esa
frente audaz y terrible, y en ün, se puso alegre
como el que llega después de muchos afanes á
conseffair sus deseos.
—Qué edad tiene usted? le pregunté.
— Ochenta y dos afios!
—Desde cuando está usted ciego?
—Muy pronto hará cincuenta afios; me respon-
dió con un tono que indicaba que sus penal no pro-
▼enian tan solamente de la pérdida de la vista, si-
no también de la de alguna otra facultad de que
habia sido despojado can la carencia de aquella.
—Porqué le llaman el Dox?
— Ahí los farsanlesl To soy nu patricio de Ve-
lecia^y hubiera sido Dux como cualquiera otro.
—Gomosa llama usted, pues?
— Áquf el padre Canéí. Mi nombre no ha podi-
do ser escrito de otro modo en los registros: mas
en haliano me llamo Mateo Facino Cañe, Frincipe
4$ Várese.
—Como! usted desciende del famoso condottie-
ri Facino €ane, cuyas conquistas han pasado á loa
Duques de Milán?
— £ vero, me constestó. En aquel entonces,
Sr no ser asesinado por los Yiscontí, el hijo de
ne tuvo que refugiarse en Yenécia é inscribirse
en el Libra de Oro; mas ahora no existe en ella ni
tal Gane ni tal libro. E hizo un horrible geéto de
taitriotisrao apagado y de aversión por las cosas
umanas.
—Pero para poder ser senador de Venecia,
deberla usted ser rico. ¿Como ha perdido su for-
tuna?
A esta objeción^ levantó la cabeza hacia mi,
como para contemplarme, con un movimiento ver-
daderamente trájtco^ y me respondió:
—En la desgracia!
Dasde entonces ya no pensó mas en beber;
rechazó con un gesto el vaso de vino que le ofre-
ciaen aquel momento el de la flauta, y después
inclinó la cabeza.
(St eoitiatará.)
A LA MUERTE DE MI BUEN AMIGO
D. Manuel Merelo.
Llorar quiero tu muerte^ empeño vano^
lágrimas ya no brotan de mis ojos;
seco el raudal de llanto^ son abrojos
los tristes ayes del dolor humano.
Tras el tiempo de férvida alegría
que acarició nuestra amistad sincera^
hoy tan solo se escucha por doquiera
el lúgubre estertor de la agonfa.
La fiera Parca terminó tu vida;
de entre mis brazos te arrancó la muerte:
si por siempre de hoy mas, dejo de verte,
mi sincera amistad nunca te olvida.
Emilio Pérez Duarte.
nXiis '^ EL i*-a.stoii,oiij1:íO.
SAFICOS.
Eres tan pura mi querida Filis
como los sueños de la casta virgen,
y cual imagen del amor primero
eres divina.
Una mirada de tus bellos ojo&,
una palabra de tus tiernos labios,
una sonrisa que mi pena endulce
pide mi alma.
Eres el ángel que en mi sueño amo,
eres la estrella que mis pasos guia
en el desierto del inquieto mundo
por do camino.
Mas que las aves á la umbrosa selva,
mas que las flores á la brisa pura
y el desterrado al cielo de su patria
yo te idolatro.
Y solo pido, angelical belleza,
que como premio de mi amor sincero
me des en cambio de la paz perdida
una esperanza.
Así á Filis, con rubor,
á la sombra de una palma
un pastor dice su amor;
y ella contesta: Pastor...
si te adoro con el alma!
Lope de Vega, Periódico aemanal.
MISCELÁNEA.
SatíBfaooion.
Estando ya en prensa el periódico del Do-
mingo anterior, recibimos dos cartas á cual
mas atentas, suscritas, la una por la seftorita
que ha tomado el seudónimo de Leila y la
otra por Una Amiga.
En ellas nos remitían, en bonitos versos»
las soluciones á las Charadas Dolores y Cor-
hela» los cuales no nos iué posible insertar
por la circunstancia referida.
Sírvanos de disculpa con tan .ilustradas
jóvenes, lo mucho que sentimos no poder
complacerlas y el gusto con oue publicare-
mos en lo suc^ivo los que se dignen remitir-
nos, siempre que lleguen á tiempo.
pues tengo mas que bastante
con uno de doña Bárbara.»
Al escuchar la indirecta
ruborizóse madama
y desvió al punto el pié
que mis callos maltrataba.
F. 1.
Charadas.
Concierto.
Gota i gota vá cayendo— de primera con ter-
cera: — y leffosevá voIv¡endo-<mi segunda con
primera.— Prepara bien el talego— de tercia, se-
rda y prima,— y que la goleta luego— su to-
trasporte á Lima.
Mr. KroffminU.
Siempre ha sido celebrada— prima y dos, caan-
do es hermosa, —ora la ves deliciosa^— ora la ves
variada. —May conocido en verdad — es prima y
dos, apellido,— y hay varios establecidos— en esta
misma ciudad — En prima y tres, apurado — an-
da siempre el cazador;— si Wra ser vencedor-
no vuelve muy sosegado — Es herid^muy segara
El conocido é inteligente profesor de pia- «-. - . ^ ...
no D. Luis de Mondejar, dio uno magnífico zr}'^^^^^ .»>ie° tercia y dos,- y te aseguro por
«1 c«{k»^/v .M#:««.rv .»« i^o ooi/.««o A^ rl^^ .^Dios— que SI es grande no se cura.— Para acertar
t S^^^^^ í**'"^^: ?"> ^^l9?®^ ^® ^/^ * la charaSa-no el fueria seas adivino: -sustantivo
Yega» que la Sociedad le cedió.
La concurrencia, sino muy numerosa, al
menos muy escocida, tributó justos y repeti-
dos aplausos al joven artista.
femenino— y palabra ya anticuada.
TiBd«ru.
Epigramas.
Con respeto sin iguala
al duque de Palominos
aguardaba un mayoral^
pues diz que no pagan mal
las gentes de pergaminos*,
mas llegó mal humorado
diciéndole su escelencia:
«¿Por quépues^ no has enganchado?»
Y él respondió atribulado:
«Porque faltaba vuecencia.»
MuzeiM.
Muy justo.
En el invierno pasado
doña Bárbara Tarasca^
sin duda per no aburrirse
formó tertulia en su casa,
donde como pasatiempo
alguna vez se versaba.
aFábio, quiere usted un pié?»
«Adelina muchas gracias-,
Como son dos señoritas las que firman las
siguientes soluciones á las charadas del nú-
mero anterior, las insertamos con preferen-
cia á otras que se nos han remitido.
Tengo por cosa segura
que Miro, trono, asno y mono
son los nombres componentes
de su todo que es ASTRÓNOMO.
P. BallMtcrot.
Es la segunda charada
del número del Domingo,
EU-TER-PE. Lector, verdad
que es un nombre muy bonito?
Zelfana.
DnUCGTOE T KOrrOE RBSPONSABLB,
Imprenta de Ctwi&in.— Comedias 11.
AÑO I.
DOMINGFO 17 DE ULAYO DE 1863.
NÚM. 7.»
LOPE DE VEGA.
PERiÓOlGO SEMANAL DEDICADO A LA SOCnSDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
Recuerdos de la infancia.
EL VALLE DE LA OROTAVA
(TEKEaiFE.)
Gratos recuerdos de la edad temprana,
que pasó como flor que dura un dia,
venia en nubes de zafir y grana
y tornad á mi pecho la alegria;
prestadle acentos á mi voz profana
para cantar en dulce melodía,
de un Edén la magnifica hermosura
donde reina la paz y la ventura.
¡Orotava! feliz quien ha vivido
bajo tu azul y trasparente esfera;
feliz mil veces quien alli ha dormido
entre el plátano umbrio y la palmera,
arrullánclole el trino repetido
del canario que canta en la rivera,
ó el leve susurrar del manso viento
que agita la enramada con su aliento.
Yo he pisado tus mágicos jardines
donde se eleva la magnolia altiva
entre bosques de rosas y jazmines;
donde crece la humilde sensitiva
al lado de la flor aue en los festines,
entre cabellos de enano cautiva,
engalana la frente seductora
de la muger que el pensamiento adora.
Yo he visto alzarse la nevada frente
del gigante volcan, tanto famoso,
en cuyo cráter se revuelve hirviente
de lava espesa un lago proceloso;
alli se eleva la ofuscada mente
en éxtasis profundo y religioso,
y alli creyera en Dios y le adorara
si el coloso un ateo contemplara.
¡Teide, Tahoro! nombres alhagfleños (*)
que conservo grabados en el alma,
¡con cuanto afán atormentáis mis sueños
y cual robáis al corazón la calma!
Quien volviera á los bosaues tan risueños
donde se mece la flecsiole padma,
donde canta feliz el pajarillo
sobre alfombras de grama y de tomillo.
Ya solo en tu recuerdo tan querido
Orotava feliz, puedo gozarme;
mas si un dia del mundo fementido
las desgracias me obligan á alejarme
y á dejar esta patria en que he nacido,
Orotava, te juro retirarme
á terminar mi terrenal carrera
bajo tu azul y trasparente esfera.
EtniUo de la Cerda.
AUSENCIA ES MUERTE !
Una flor trasportada
del patrio suelo^
cuando ya lejos mira
su hermoso cielo^i
siente agonfa,
y es que á morir la lleva
la ausencia impía.
Así'el alma que vive «
de sus amores^
cuando de ellos se ausenta
sufre dolores:..
¡Pobre alma mia!
cual á esa flor te mata
la ausencia impía!..
Barcelona.
Ricardo Moly de Baños
(I) Tahoro, toligno nombre d« QcoU.'^x.
Lope de Vega,
A MI BELLA AMIGA
LA SIMPÁTICA SEÑORITA
D.' D. L. Y V.
Que yo te cante versos,
que yo te entone trovas,
por ti pulse la lira,
la lira de Helicona,
rae pedistes afable^
rae exigiste araorosa.
Debo creerte sincera?
Te juzgaré de broma?
Oh! poco rae conoces,
rai insuflciencia ignoras
al pretensión tamaña
formularme donosa.
Si concebir pudiera
que tu afecto te estorba
en su justa medida
apreciar las mis pocas
y pobres facultades-,
el gozo, el placer Lola,
inundara mi alma
y la llenara toda.
. Por ti tener qnisiera
la inspiración de Arólas,
de Quintana ó Melendez,
de nuestra patria glorias,
para cantarte versos,
para entonarte trovas,
6 sentidas endechas,
ó tiernas barcarolas,
ó suaves idilios,
ó melifluas églogas
que alhagasen tu oido,
regalasen tus horas,
procurándote grata
ocupación sabrosa.
Mas que podré decirte,
que parto de rai cholla,
siendo mi acento débil,
siendo rai voz chillona,
será digno de ti,
de ti, hechicera Lola?
Decirte bien pudiera
en este versi-prosa,
que tus dientes de perlas,
cual de roció gotas-,
y tus labios berraejos,
¿mulos de la rosa-,
y tu seno de virgen,
que exhala suave aroma;
y los puros contornos
de tu pequeña boca-,
y tus ojos de cielo,
de mirar que enamora-,
y tu frente purísima,
sin exceso espaciosa-,
y tu garganta bella,
que encantos atesora...
me seduce y fascina,
me electriza y arroba.
Que la virtud, que ciñe
tus sienes de aureola,
de valia mas preciada
que archi-ducal corona-,
que el candor, la pureza,
inapreciables joyas,
que de carmineas nimbes
tus mejillas coloran
y en rojas oleadas
la tu frente arrebolan;
que tu claro talento,
y esas las gracias todas,
y mil y mil hechizos
que, á porfía te exornan...
me atraen y entusiasman,
extasían y enamoran.
Mas, acaso algo nuevo
estos versos abona?
Pero no es culpa mia,
si antes de mí, cien otras
mejor cortadas plumas,
ora en verso, ora en prosa,
han sabido expresarte
mas que yo, en sus estrofas
6 elegantes periodos:
pues, tu beldad airosa
y gentil donosura,
y virtud que atesoras,
el privilegio tienen
de inundar de valiosa
savia y vena poética,
con fuerza inspiradora,
el raas rudo caletre,
la mas menguada cholla.
Ya he cumplido contigo.
Y qué me resta ahora?
Decirte dos palabras,
dos palabras tan solas,
quizá muy repetidas.
Periódico semanal.
mas sinceras^ cual pocas
al salir de mis labios^
que^ mentira mañosa
jamás han proferido-,
y es que... te amo, Lola^
con un amor inmenso;,
como aman á la Aurora
las canorosas aves-,
y al céfiro, la rosa;
y el marino su alcázar,
que rueda só las ondas-,
como ama al tierno niño
la madre cariñosa;
su tesoro el avaro-,
y el soldado su gloria.
Yuzuf-ebu-Sérab.
U DAMA DEL MEDALLÓN,
n/AL,
NOVELA OBIG:
POR EMILIO DE LA CERDA
CONTINUAaON.
Llevaba cubiertos sus hermosos cabellos ru-
bios por un sombrerillo de terciopelo negro, de
hechura muy semejante á la del popular calañés
que se usa en And alucia y adornado con una pluma
roja que le rodeaba cayendo por detrás. Un lar-
go abrieo de paño^ ceñido al talle» delineaba los con-
tornos oe un cuerpo mórbido al par que esbelto y
un vestido ne^ro de seda completaba el atavio
de la gentil niña.
Perdimos á Málasa de vista. Muchos de los
que hasta entonces habian estado contemplando el
panorama de la costa, mientras pudo distinguirse
con claridad, bajaron ásus respectivos camarotes
para esperar durmiendo la hora de la comida. £n-
tr« estos se contaba la familia de Ocampo^ menos
el señor marqués, el cual en el momento de que-
dar solo se aproximó á Laura.
£n el tiempo que estuvieron hablando, noté
dos singulares circunstancias. El marqués de pié
delante de ella hablaba con animación y á menu-
do fruucia sus crespas cejas con marcadas señales
de impaciencia y reconcentrada rabia, l^aura per-
manecía con los ojos bajos, las megillas teñidas
de un vivo carmin, y también so conocia por los
impacientes movimientos de su pié sobre el pavi-
mento^ que deseaba hallarse libre de la presen-
cia del marqués.
Yo entre tanto padecia los pri* eros síntomas
de los punzantes celos, consecuencia inmediata de
un amor vehemente, y ya por instinto odiaba á
a^uel hombre, en cuya mirada notaba algo de si-
niestro é impuro.
Un lacayo (el mismo ¿ quien hablé en Málaga)
vino á llamarle de parte de la marquesa. Saludó
el marqués á Laura con fría urbanidad y marchó
seguido del criado.
Entonces ella quedó sumida en una profunda
meditación y á poco la vi besar repetidas veces
un objeto pequeño que sacó del pecho, inundan-
do su rostro un torrente de lágrimas.
No pude contenerme por mas tiempo. Al ver
su llanto, que me demostraba que algún dolor aOi-
gia su corazón, saii de mi escondite y acercándo-
me á la joven traté de hablarla, pero una gran
emoción me embargaba el uso de la palabra. Cru-
zó los brazos y permanecí delante de ella innti^vil
y confuso. .
Laura, que seguia con la vista lija en el sue-
lo, al ver interceptada la luz por ui^ cuerpo estra-
fio, alzó la cabeza y Gjando en mí sus hermosos
ojos con asombro, abrió los labios como para lan-
zar una esclamacion; pero pudiendo yo al fin ar-
ticular algunas palabras, y mientras ella ocultaba
con precipitación el objeto que antes besaba, es-
clamé con acento mal seguro:
—¡Llora y. señora! quien fuera tan feliz que
lograse enjugar esas lágrimas. ¡Oh! dichoso el que
puede desahogar sus penas con el llanto, si yo pu-
diera, quizás no sufriria tatíto.
— ¿bs Y. acaso también desgraciado? me dijo
con su voz dulce y sonora.
—Lo bastante para serme la vida insoportable,
señora.
— Tal vez algún dia vea Y. un términ» á sus
dolores, los mios durarán tanto como mi vida.
— La roia será corta, y esa es mi única espe-
ranza.
— ¡Tan joven y pensar en morirl
. —¿Y que es para mi la vida, si fuera de un
sentimiento que ocupa mi corazón enteramente,
todos los demás están muertos?
— Akuna pasión.... dijo Laura con acento ape-
nas inteligible.
— Usted lo ha dicho, si, una pasión sin espe-
ranza, pasión mas fuerte que mi voluntad, que me
subyuga y me mata lentamente. Usted es muger
y como tal sensible, tal vez habrá V esperimen-
tado los efectos del amor^ y nadie mejor podrá
comprenderme.
— Oh! no, le aseguro ú Y. que jamás he amado...
—¡Es posible! ¿tan joven, tan hermosa no ha
habido quien ¡lueda hacer latir su corazón?
— .\unque le hubiera encontrado, mi condición
de muger, me hubiera impedido manifestar amor
á quien tal vez no lo sintiera por mi; ademas, tiem-
blo al pensar que pudiera un dia dar cabida en
mi corazón á una pasión cuyos efectos, según dice
Lope de Vega,
iroa máxima de Mr. de la Rochefaucauld^ se pare-
cen tanto al odio.
— Sefiora, «so es ud sofisma.
—Tal vez lo sea; pero lo cierto es que siempre
esas grandes pasiones traen consigo los mismos
disgust,os que los que origina el odio, y franca-
mente, temería entregar mi corazón á un senti-
miento que un día pudiera tornarse en un supli-
cio.
— Un suplicio es en efecto amar sin esperanza;
pero cuando el amor existe entre dos personas
y pueden decirse que se aman, debe ser vivir en
un paraiso. Un amor correspondido es una causa
tan dulce, que sus efectos no pueden menos de ser
muy dulces también.
—Es verdad, pero como si yo amara á un hom-
bre, mi amor duraría tanto como mi vida, no quie-
ro esponerme A un amargo desengaño que labre
mi eterna desventura; quiero en una palabra, evi-
tar á mi corazón, de suyo lacerado, un sufrimien-
to mayor que el que hoy esperimenta.
— Sm embargo^ no ha mucno lloraba Y. como
al recuerdo de una persona querida.
— Oh! si, lloraba; pero no es el amor el que...
—Vamos, comprendo. Usted desea ocultar aun
importuno que se atreve á mezclarse en sus do-
lores, los sentimientos ^ue abriga su corazón; ha-
ce V. bien, soy demasiado exigente.
—No por cierto; ni considero á Y. como tal,
ni tengo nada que ocultar; no amo á nadie.
—¿1 si hubiese un hombre que adorase á Y.7
— Procuraria desengañarle.
—Y si esto hombre la hubiese á Y. amado des-
de el momento en aue la vio por primera vez; si le
digera á Y. que habia padecido largo tiempo al
verla desaparecer sin esperanzas de volverla á
encontrar, y que habiendo querido el cielo que al
fin supiese su paradero, se apresurara á seéuirla
para nemandarle la vida, pues su amor de V. lo
era parn éi, ¿seria V. insensible á tanto amor, á
lan sulilim'* idoracion?
—.No comprendo... ¿quien puede amarme de
esa manera? ¿donde está ese hombre, cuya exis-
tencia parece Y. asegurar?
—Oh! diga usted, ¿seria correspondido, ó al
menos podria alimentar alguna esperanza?
—Tal vez, pero...
— llable V. Laura; yo lo imploro.
—¡Laura! sabe Y. mi nombre, implora Y. de
mi compacion... acaso...
— Si, si^ Laura querida, aqui á sus pies con-
fieso mi amor. Hace tiempo que amo á Y. con
idolatria, solo por seguirla me hallo en este bu-
que.
(Gran Dios, el me amaba! esclamó alzando los
ojos al cielo.
(Se eoMlínitri.)
A LOS COLABORADORES
IMITACIÓN.
Oh jóvenes amables
que en vuestros tiernos años
al templo de Minerva
dirijis vuestros pasos.
Seguid, seguid la senda
que aquí habéis comenzado
y nunca la fatiga
del ocioso regalo
os detenga en la marcha
de tan hermoso campo.
£1 camino^ de espinas
está todo cercado
y son pocas las flores
que veréis en el tránsito,
mas, decidme ¿que importa
la fatiga, el trabajo,
al brazo vigoroso
que del sol á los rayos
cava la seca viña,
si luego con sus pámpanos
sus bellos tornasoles
y racimos dorados
con usura preciada
ha de recompensarlo?
Ea, jóvenes, ea,
seguid, seguid marchando
al templo de Minerva,
que quizá no lejano
esté el dia en que Apolo
vuestro numen premiando,
hasta la cumbre os lleve
del inmortal Parnaso
y os haga astros que alumbren
al mundo con sus rayos.
R. Franqueh Romero,
Brisas que risan el mar
de imperceptible oleada
para poder retratar
la luna que vá á brillar
ó la temprana alborada-,
sratunal.
Flor, que anhelando rocío
abres tu cáliz ufana,
bordando el margen del rio,
en cuyo líquido frió
se retrata la mañana*,
Aves que rápidas vuelan
^por el sutil elemento,
' que solo su patria anhelan,
y con su canto revelan
lo inmenso del firmamento;
Nubes de vago perfil
y nacarado color,
ora azul, ora marfil,
imagen en lo sutil
de la esencia del dolor;
Nave que el cercano mar
cruzas en plácida calma,
sino te hace naufragar
el huracán, como al alma
cuando la aflige un pesar-,
Estrella que al firmamento
presta en la noche sombría
su reflejo amarillento,
desapareciendo lento
apenas despunta el dia,
óQuien, de todas las que miro
bellezas de la creación
que siempre extasiado admiro,
podrá llevar un suspiro
al ángel del corazón?
Dice la brisa, mi favor te niego:
en vano puedo obedecer á dos,
que como al mar, en cuyo seno juego,
también me tiene encadenada Dios.
Dice una flor, el huracán nog quita
nuestro perfume y matinal color,
¿donde depositar cuando marchita
ese suspiro de tu puro amor?
Dice el ave, seré tu raensagero,
mas si se cansan mis pequeñas alas,
perdido al viento sutil y ligero
irá el suspiro que de amor exhalas.
Dice la nube, mi callado vuelo
y mi color azul, con ilusión
caigo en forma de IFuvia desde el cielo,
como el llanto que riega el corazón.
' Dice la nave, ese suspiro vague
en otras velas que las velas mias,
mi sepulcro será cuando naufrague
el hondo seno de las olas frías.
Dice la estrella que en el cielo luce,
tantos mundos diviso desdé aqui^
que no sé cual esa ilusión produce
cuando suspiras reparando en mi.
Nadie lo lleva, y el suspiro mío
queda perdido en el callado viento:
todos son sordos al dolor sombrío
que agita sin cesar mí pensamiento.
PaUo Cantó A lienza.
Tengo en mi pecho una hoguera
que tus ojos la encendieron,
las lagrimas no la apagan
pues Cupido atiza el fuego.
Cuando paso por tu puerta
alzo los ojos, y al cielo
le digo paloma mía
Ib mucho que por tí peno.
De la cárcel de mi pecho
eres tú la carcelera,
aprisionado me tienes
vida y corazón morena.
Al balcón siempre mirando
por ver tu cara divina
y solo los hierros veo,
tal es la desgracia mía.
F. González de la Cámara.
TRADUCIDO POR FEDERICO BEJAR.
CONTINUACIÓN.
Estos detalles no eran bastantes para apagar
mi curiosidad. Durante la contradanza que tocaron
estas tres máquinas, contemplaba al noble ancia-
no veneciano, presa de las ardientes ideas que de-
voran la mente de un joven de veinte años.
Veia á Yenecia y al Adriático y la veiaca cw.-
nas, bajo el \^cvs\&:4 í^ V^\>ivws^^\^\'^^^'«^^^'^'^
Lope de Vega,
Paseábame por esta ciudad, tan querida de ^us
habitantes y me figuraba ir del Rialto al gran ca-
nal, de la calle de les Esclavones al Lido y que
estaba viendo su catedral, tan originalmente s«-
blime, asi como las ventanas de la casa doro, ca-
da una de las cuales tienen ornamentos distintos:
me quedaba extasiado ante aquellos antiguos pa-
lacios tan ricos en mármoles, y ante todas aque-
llas maravillas por fin, con las que el sabio sim-
patiza, tanto mas, cuanto que fos celoraá su gus-
to y no despoetisa sus ensueños con el espectácu-
lo de la realidad.
La prueba de nuestra simpatia no se hizo es-
perar mucho. Facino Cañe dejó de tocar, levan-
tóse, vino á mí y me dijo un: Salgamos! que me
produjo el efecto de una descarga eléctrica.
Dile el brazo y nos marchamos.
Asi que estuvimos en la calle, me dijo:
— Queréis llevarme á Yenecia, conducirme has-
te alli; queréis tener confianza en mi? seriáis
entonces mas rico que lo sen las diez casas mas
opulentas de Amslerdam ó Londres, mas rico
aue Bothschild, rico en fin como las Mil y una
Noches.
Al oirlo me creia que estaba loco; pero ha-
bía en su voz cierto poder que me arrastraba.
Deíeme conducir y me llevó hacia los fosos
de la oastílla, como si no estuviese ciego.
Tomó asientf en una piedra en un lugar muy
solitario, donde después fué construido el puen-
te que pone en comunicación al Sena con el ca-
nal de S Martin.
To me senté en otra piedra y frente de este
anciano, cuyos blancos cabellos brillaban como
hilos de plata á la claridad de la luna.
El silencio que interrumpía apenas el tem-
pestuoso ruido de los bulevares, que llegaba has-
ta nosotros; la pureza de la noche, todo con-
tribuía á dar á esta escena cierte tinto verda-
deramente fantástico.
. —Hablando de millones á un joven, creéis que
dude un momento sufrir miles trabajos por al-
canzarlos! No os burláis de mi?
—-Que muera sin confesión, respondió con vio-
lencia, si es falso lo que voy á contaros:
Yo he tenido veinte años, como vos los tenéis
ahora: yo era rico; yo era noble; yo era hermo-
so y comencé ñor una de las primeras locuras,
por. el amor. lo he amado como no puede amar-
se mas, hasta meterme en un cofre, espuesto b
ser en él cocido á puñaladas, sin haber recibido
en cambio otra cosa que la promesa de un be-
so. Morir por ella me parecía la vida. En 1760
me enamoré de una Vendraminf, muger de diez
y ocho años, casada con un Sagredo, uno de los
Senadores mas ricos, que contaría unos treinta
años, y que deliraba por su esposa. Mi ama-
da y yo estábamos inocentes, como dos queru-
bines^ cuando el xpoM nos sorprendió hablando
de amores; yo estaba sin armas y habiéndome
él insultado salté sobre él y lo estrangulé con
mis dos manos^ retorciéndole el pescuezo^ como
pudiera haberlo hecho con un pollo.
Quise entonces huir con Bianca, mas ella se
negó á seguirme. He aquí lo que son las mu-
geres!
(Se eontíBuará.)
LA VIRTUD Y EL VICIO.
I.
aSi cual dijo un escritor,
que yo aplaudo por mi fé,
es de la gloria el fulgor
un fantasma engañador
que solo en sueños se vé^
porque, dime, los placeres
te gozas en despreciar,
y al juego y á las mugeres
¡pobre insensato! prefieres
el martirio de estudiar?
Deja tu imaginación
en un quietismo profundo,
y en brazos de la ilusión
lancémonos al turbión
de las delicias del mundo.
Que ese pertinaz empeño
que á saber tan solo aspira,
lástima, Julio, me inspira:
porque la gloria es un sueño
y el sueño es una mentira.»
Así Félix de Guzman
á Julio Mendoza hablaba,
joven que adora el trabajo
y que el saber idolatra;
el cual, lanzando á su amigo
una imponente mirada,
le dice, con voz que muestra
la pureza de su alma:
(iSi el vicio te precipita,
robándote la razón,
V tu locura medita
con su ponzoña maldita
corromper mi corazón.
Periódico semanal.
de ese ateo pensamiento
y necia solicitad
avergonzado me siento,
que es el trabajo^ el cimiento
que sostiene la virtud.
Y si de amistad el lazo
siempre reinó entre los dos,
hoy que vas del vicio en pos,
con desprecio te rechazo
pues el vicio ofende á Dios.
Porque esa idea ilusoria
que la tu mente fascina,
revela en su negra escoria
un alma pobre y mezquina
para comprender la gloria.
Y pues su camino sé
que con fé se halla seguro,
y hoy con espanto miré
que á la antorcha de mi fé
lanzabas tu soplo impuro,
huye de esta soledad
do la mentira me inspira,
y en tu triste oscuridad
vete á buscar tu verdad...
déjame con mi mentira-^i
Y en la justa indignación
que tal proceder le arranca,
fija la vista en su amigo,
severamente señala
con un solemne ademan
á la puerta de la estancia,
por donde Félix salió
lanzando una carcajada.
iz.
«Pues llegó la expiación
de tanto y tanto delito,
al par que mi redención,
vuestra santa bendición
para marchar necesito.
Y si un dia yo turbé
vuestra apacible quietud,
y después que le insulté
en el vicio me arrojé
despreciando la virtud.
hoy rasga mi ceguedad
la mano de la experiencia,
y oigo una voz de verdad
que acalla mí vanidad
brotando de mi conciencia.
Y su poder conociendo,
al fin comprendo llorando,
que yo he vivido muriendo,
tras una dicha corriendo
que solo ecsiste soñando.
T me asusta la memoria
de mi horrible juventud:
que en la vida transitoria
el trabajo dá la gloria
y la gloria la virtud.»
Así Félix de Guzman
le dirige la palabra
á un anciano, que la reja
de su calabozo pasa*,
y al pretender arrojarse
del Sacerdote á las plantas,
éste le tiende los brazos
y entre sollozos esclama:
uSi en un tiempo con terror
Félix, me aparté de ti,
hoy tu dolor, con amor
vengo á consolar aquí,
pues comprendo tu dolor.
Y es tal de Dios la clemencia
que ella te dará la ealma
con su just|i omnipotencia,
porque ese llanto, es la esencia
que purifica tu alma.
Y en tu retiro, libando
la amargura de las penas,
en tus crímenes pensando,
quizá bendigas llorando
tus miserables cadenas.
Y en el triste sacrificio
que el mundo te ofrece ahora,
sufre Félix, sufre y ora,
porque Dios perdona al vicio
cuando arrepentido llora.
Y ya que los desengaños
te pruebau c^w^ ^\ Vc^^\^x
5^P« d^ Vega, Periódioo aemanal.
es el mad puro gozar,
y has luchado tantos aSos
para poder despertar,
guarda siempre en tu memoria
tu perdida juventud:
que en la vida transitoria
el trabajo dá la gloria
j la gloria la virtud.»
Á. Carrion.
mSCEIiÁNEA.
Charadas.
Prima y segunda, enbagel — se ostenta, sin
que te asombre — que también aterra al hom-
bre-psi juzgado sube á él. — Mi tercera sin
temor — el cartaginés cruzara — con audacia la
mas rara — é inusitado valor. — ^Y. aunaue es-
panta entrar en ella, — nos plegamos al con-
tento, — rechazando el sentimiento— de pavor,
su imagen bella. — Mi todo, hermosas habitan
— que aunque no pueden hablar — saben muy
bien espresar — el amor en que se agitan.
Carlota.
Toda moger que fuere mi primera^ unida con
mi tercia, de seguro— ha de tener mi tercia con
mi prima,— y tiene que notarlo todo el mundo.
— Si mi primera f mi segunda usas, — quo es pren-
da de vestir, mas no de lujo. — elegante serás,
pues es bonito— }[ me gusta ppr •cierto aio se-
gundo.— Mas si mi todo gastas, me proveto —
que no vas elegante y te lo juro;— pues solo su
servicio es reservado— para aquel que jamás el
guante tuvo.
. GaUlpa.
Mi primera con segunda— es un mueble
sin igual.— que desempeña en los toros— el
papel más principal— La segunda con' terce-
ra— para poderla encontrar,— aunque difícil
lo creo,-^av¡la, piensa y verás — la tienes en ¡
la Gramática; — no te quiero incomodar, — ^mas I
suprímele la s — de la sílaba final; — pues lo '
aprendistes en aulas — no le se podrá olvidar.
—Y mi todo es apellido, — que por la casua-
lidad, — lo mismo que yo lo he puesto— lobas
de tener que acertar.
S V.
I Moraleja.
I Por bailar doña Antusa un rigodón
pegó un traspiés y se rompió un talón
j y don Cosme Tinajas su pareja
i Sf^^^^ ^^ s^^Io y se partió una oreja
Esto prueba lector que á cierta edad
es el baile una atroz calamidad.
I .- ^ Chorbi .
Epigrama.
Dice un amante infeliz
preguntando á unas señoras:
¿Como se llama el peinado
que tenemos ahora en vega?
Son cocas á h diablo.
¡Que magnifica parodia!
Pues bien puede asegurarse
que les caerá bien á todas.
- Maizepa.
Diálogo.
—Estás, Pepe, endemoniado?
te encuentro de mal humor.
—Es, Enrique, que el calor
me tiene desesperado.
—Pues el remedio acertado
para calmar tu ansiedad
es un baño en santa paz,
(5 que por via de recreo
dieras despacio un paseo...
—Por el Monte de Piedad^
F. B. Zambranoff.
Solocíon á las Charadas del aúmero aoleríort
Que es su todo una GOLETA
dice la primer charada,
y yo, que Mr. Kroffmintz
debe tener mucha guasa.
La segunda es mas difícil
porque tardó en acertarla,
y me parece que el todo
es la palabra VEGADA.
Zelíma.
DISECTOR T EDITOR RKSPONSABUC,
Imprenta de Caiiton.— Comedias 11.
AÑO I.
DOMINGO 24 DE MAYO DE 1863.
Núil. 8.«
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SBIIANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
Oh Caridad, yo te adoro
y rae postro ante tus plantas
pues eres la esencia pura
de las virtudes mas altas.
Caridad, virtud sublime,
tú que del cielo dimanas
siendo el mas hermoso timbre
que Dios nos grabó en el alma,
perdona si yo en mis versos
no te ensalzo, cual reclama
lo preclaro de tu origen
y tu misión sacrosanta.
Dispensa que yo me atreva
á cantar tus alabanzas,
que nunca sabrá mi pluma
debidamente espresarlas;
mas aunque las musas todas
su inspiración me prestaran
no fatigaría mi mente
en buscar bellas metáforas,
que tu modestia rehusa
vestir las brillantes galas
del poético lenguaje
y sus pomposas palabras.
Caridad, virtud ilustre,
tú eres la paloma blanca
que Dios envió á la tierra
á redimir sus desgracias.
Por tí la madre á su hijo
enjuga las tristes lágrimas
que la despiadada hambre
de sus párpados arranca.
Tú acoges al niño espósito
bajo tus candidas alas
si lo abandona una madre
de empedernidas entrañas,
y lo acarician tus brazos
y en tu seno lo amamantas.
Crece el niño y cariñosa
lo conduces á las aulas,
do le inculcan dulce amor
por nuestra religión santa,
hermosa fuente divina,
cuyas purísimas aguas
en su tierno pecho encienden
de las virtudes la llama.
Allí le enseñan también
del saber, la senda clara,
y por tí quizas un genio
honra mas tarde á su patria.
Tú gustosa te desnudas
de tus vestidos y tapas
al naufrago desgraciado
que yerto tiembla en la playa,
El anciano desvalido,
el que nunca tuvo habla
y el mísero que en tinieblas
vive siempre, su desgracia
la sobrellevan pacientes
por tí virtud sacrosanta.
Llena de amor hacia el pobre,
cuyas angustias aplacas,
á los corazones buenos
á la piedad los exaltas
y por tu fuego animados
constituyen esas casas
asilo de la pobreza,
consuelo de la desgracia.
En tí tienen cumplimiento
del evangelio las máximas,
pues por tí el poderoso
con el infeliz se hermana
f' cual cariñoso padre
leva á su pecho la calma.
Tú, con tus manos de diosa
y tu corazón de santa
al enfermo desdichado
ofreces mullida cama,
y para adormir su dolor
viertes bálsamo en sus llagad
y le asistes cuidadosa
mitigando así siis. i.Vk&v^^«
Lope de Vega,
¿Mas para que proseguir
cantando tus alabanzas?
Mi escaso numen rehusa
á una empresa tan ardua-,
pero siempre, oh Caridad,
yo me postro ante tus plantas
pues eres la esencia pura
de las virtudes mas altas
y el mas bello hermoso timbre
que Dios nos grabó en en el alma.
Federico Bejar.
—Veremos.
—No, no, con seguridad.
—Bien, alas doce en este sitio.
—Gracias, Laura.
Y soltando su mano, pasé sin ser visto por de-
trás de los toneles á tiempo aue Julia llegaba á
su lado Detuve un momento el paso ^ pude oír la
vozde aquella que decia á Laura con cariñoso acento.
—¿Qué haces ahí, amiga mía? Te he estado bus-
cando por todas parles y ya me retiraba desespe-
rada.
—No he oido tu llamamiento hasta ahora, dis-
traída con mi lectura.
En seguida vi á las dos que con los brazos en-
lazados se dirigian á la cámara del buque.
U DAIIi DEL MEDALLÓN,
NOVELA ORIGINAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
CONTINUACIÓN.
La VOZ de Julia de Ocampo sonó á nuestras
espaldas llamando á la joven; nadie nos veia ocul-
tos como estábamos por un mástil y varios to-
neles apilados contra él. Yo estaba sentado al
lado de mí amada y habia tomado una de sus
manos, que no tenia fuerzas para retirar; su res-
piración era anhelante; sus manos temblaban, y
después de un intervalo de silencio, ocasionado
por el repentino llamamiento, eschmó:
—Déjeme V. por Dios ..me llaman.
— Escúcheme V. por piedad.
—Oh! no alimente V. hacia mí un amor que tal
vez nos hiciera desgraciados á los dos, no, no q uie-
ro amar á nadie.
— ¿Y porqué condenar su corazón á no sentir
jamás tan gratas sensaciones?
— Ya os lo he dicho; no quiero hacerle mas des-
graciado.
—Con mi amor no lo será nunca.
—Y en todo caso, quién me lo podría asegurar?
—El tiempo á falta de mejor prueba.
—Y quién dice que su amor no sea un capricho
de este momento.
—Esto pañuelo: ¿lo conocoV.? este targetero,
pueden decirle h fecha de mi amor.
—¡Mi pañuelo, mi targetero! ¿cómo ha venido
esto á SU:» manos?
Por segunda vez se oyó la voz de Julia que se
acercaba. Laura se levantó.
— Me voy, dijo, ocúltese V.
— Autes prométanle V. una cosa.
-¿Cual?
—¿Puede V. subir esta noche sobre cubierta
cuando todos duerman?
No obstante habérseme concedido aquella en-
trevista nocturna, estaba desesperado. ¿Tendría
que renunciar para siempre al amor de una muger
que tanto se temia é si misma y que consideraba
como un peligro el abrigar un amor semejante al
que para mi era ya una segunda existencia? ¿No
podría vencer aquel temor, y con la inflexible ló-
gica que presta la pasión echar por tierra aquella
teoría que parecía servir de base á sus opiniones
sobre el amor?
El amor se parece al odio á juzgar por sus efeC'
tos habia dicho, y aquella máxima me parecía en-
tonces una blasfemia, una aberración, un sofisma
que debia confundir. Mas tarde be conocido la fi-
losofía que en ella se encierra.
Pasé el resto del día completamente aislado y
entregado h mis reflecsiones, hasta que la campana
llamó á los pasageros á la mesa.
Habia ya anochecido. La larga mesa de la cá-
mara estaba ocupada por unas treinta personas y
alumbrada por una lámpara cuya ancha pantalla
derramando la luz sobre el centro dejaba á los
concurrentes en una semi-oscuridad.
Cuando llegué no había ningún asiento deso-
cupado, asi es que permanecí en pié sin saber don-
de colocarme. iMe hallabí casualmente detrás de
las niñas de la m^irquesa, y osla qne vio mí pcrple-
gidad, dijo auna desús hrjas.
— Mariquita, ven hija mi i; deja á ese caballero
tu sitio, yo te tendré en brazos.
—Oh! no señora, me apresuré á decir, no lo
puedo permitir, comeré después solo.
— No faltaba pas. no señor, vamos, niña, ven.
— N'ida, nada, no lo permito. Pero la niña se
escurrió ligera y fué á sentarse en la falda de su
madre.
— Señora, siento tanto...
—No hay nada que deplorar. ¿Está V. bien?
—Perfectamente señora; mil gracias.
Estaba colocado entre Julia y la otra pequeñila.
q% tendría unosoeho años. Aliado de ésta seguía
Periódico semanal.
Laura y mas aliáei marqués. Empezó la comida
eo el mayor sileocio. como suceae siempre que
se bailan reunidas personas que no se conocen.
Poco á poco se crazaron algunas palabras elogian-
do este ó el otro manjar y al fin ael segundo pla-
to se generalizó la conversaciou . To entre tanto
hacia los honores á la señorita Julia como caballe-
ro mas próximo; pero sin dejar de observar cuan-
to pasaba á mi derecha entre Laura y el marqués,
quien no cesaba de hablarla eo voz baja y por el
rubor de la joven y la animación del marques se
conocia que la conversación versaba sobre asuntos
de amor.
— Al mismo tiempo Julia me decia:
—¿Es V. de Málaga, caballero?
— No señorita, soy de Sevilla.
— Y se dirige V. á esa población?
— Si señora; voy á reunirme con algunos compa-
ñeros que se hai adelantado y me esperan para
presentar nuestros cuadros en la exposición de
pinturas.
— Ah! es V. artista...
— En efecto, soy un artista novel, y apesar de
que mis obras no merecen llamar la atención, de-
searía ir creándome poco á poco un nombre entre
los grandes pintores. Tengo en mi favor mucha
constancia y una buena dosis de ambición; pero
ambición de gloria, nada mas.
-^Pues tiene Y. conseguida la mitad del objeto
tan noble que se propone.
— Ohl aun queda lo mas diGcil.
— Habiendo fuerza de voluntad...
— Si en efecto...
—Y si alguna persona (de las que nunca faltan
á los artistas) ocupa su corazón é inspira su mente
haciéndola capaz de concebir grandes pensamien-
tos.», porque es indudable, aue el amor toma á
veces mucha parte en las obras de los grandes
hombres de ingenio; el pintor, el músico, el poeta
DO hacen nada mejor que cuando están animados
de esta pasión.
(Se eonUmiari.)
El Jilguero y la Rosa.
FÁBULA.
En un ameno y solitario bosque
un Jilguerillo ufano se hospedó;
y prócsimo al arbusto en que lo hiciera
una Rosa sus hojas estendió.
En una fresca y sin igual mañana,
de aquellas que convidan madrugar,
el Jilguerillo se salió del nido
y fué ¡unto á la Rosa á reposar.
No bien paró su vuelo la avecilla,
cuando la Rosa su maliz perdió; ^
y cerrando sus hojas una á una,
doblando la cerviz entristeció.
El Colorín que la mudanza viera
abrió el pico y la dijo con dolor:
¿Escucha Rosa, di, ^ue te sucede
porqué cierras tus pélalos de amor?
¿Es que pena te causa mi presencia?
¿Es que temes que daño te haga yo?
habla y no temas, que quien fiel te oye
á ninguna belleza maltrató.»
A tales frases, la sentida Rosa
sus hojas abre por segunda vez,
y con graciosa voz, melosa y tierna
esta resnuesta dio con avidez:
((Jamas temi que mal me tratada
un ser tan lindo y con ropaje tal;
aue quien cual tú tan adornado viste,
ebe tener un alma sin igual.
No fué temor á fé lo que sintiera
cuando tan cerca te miré llegar;
es que juzgué que tu plumaje lindo,
con mi botón pudierate manchar.
Es que á tu lado todo palidece;
es que nada es hermoso junto á ti;
es que tú solo adornas estos sitios
y avergonzéme al punto que te vi,»
«Calla y no sigas, el Jilguero dijo,
calla y no aumentes mas mi padecer;
si no es adulación cuanto me dices
yo soy, Rosa, quien debe enmudecer.
Que otramafiana, al despertar la Aurora,
cantando yo, de mí, la vi reir:
y desde entonces el Jilguero calla:
solo puedo cantar para jemir...
Y juzgo ahora que la risa aquella,
que no la pude entonces descifrar,
era mofa que hacia de mi cantó
para darme tormento y malestar.
Porque ella no tenia tu modestia;
ella, orgullosa con su claridad,
burlóse de quien tú, mas linda acaso,
le dispensas cariño y amistad.
Mas á que decir mas, si tú me adoras
ambos bebamos de tan puro amor.
Mientras vivamos, tuya será el alma
de aqueste de tus valles trovador.
Mucho tiempo vivieren los esposos
gozando en su placer tan santa unión.
Sirvalc de provecho á los que aman
de virtud y modestia la lección.
Lope de Vega,
Feliz y alegre respira
porque es libre como el ave,
y porque todo en su nave
al marino brinda paz.
Y goza al hendir las olas
con su corbeta velera,
que en su impávida carrera
corta la espuma fugaz.
Y si tempestad furiosa
viene á matar su esperanza,
su fé, mira en lontananza
un puerto de salvación.
Pero si antes de ancanzarlo
padece penas sin cuento,
recordando en su tormento
las prendas djBl corazón,
Al fin á su hogar regresa
y calma sus aflicciones
las puras demostraciones
del amor y la amistad.
Y acariciando á sus hijos,
allí bendice postrado
al Señor que le ha otorgado
tan dulce felicidad.
Arturo Lengo.
JDJB BAT«Z.AO.
TRADUCIDO POR FEDERICO BKJAR.
CONTINUACIÓN.
Mareliéinc solo, habiendo sido condenado á
muerte y secuestrados mig bienes á favor do mis
herederos; pero me llevé conmigo todos mis dia-
mantes, cinco cuadros de Ticíano ytodoei oro que
poseía. Me fui á Milán, donde lo pasaba tranqui-
la mente, pues mis asuntos no interesaban al Es-
trilo.
— Una pequeña observación antes de continuar,
repuso después de una pausa. Que los caprichos
de una muger influyan ó no sobre su hijo mien-
tras lo lleva en sus entrañas ó cuando lo concibe,
Jo cierto es (jue mi midrc esperimentó una grande
pasión por el oro durante si! embarazo. Yo tengo
por el oro cierta monomanía y su posesión es tan
necesaria á mi vidn^ que en cuantas situaciones me
ho encontrado jamás he dejado de llevarle sobre
mí. Ks una veritadera locura que tengo por el oro:
jóvcD, siempre llevaba sobre mi alhajas, que va-
J/A^/7 wns óc do.<cienlos ó trescientos ducados.
Diciendo esto sacó de sus bolsillos dos duca-
dos y me los ensefió.
—Yo percibo el oro. Aunque ciego, me deten-
go delante de las tiendas de joyería. Esta pasión
me ha perdido: Écheme á jugador por jugar oro,
y siendo un hombre de bien llegué á ser estafador,
después de quedar arruinado.
Cuando no tuve ya un ducado, deseó frenéti-
camente ver á Blanca; me diriji en secreto ¿ Ve-
necia y habiéndola encontrado, fui feliz durante
seis meses, escondido en sa casa y alimentado por
ella. Yo creía pasar asi mi vida en un mar de de-
licias.
Pero ella era buscada por el provisor: este,
adivinó un rival; en Italia se conocen. Nos espió
y el cobarde nos sorprendió. Juzgad cuan encar-
nizada seria nuestra lucha; no lo maté, pero lo
beri gravemente.
Esta aventura destruyó mí felicidad. Des-
pués de este día jamás he vuelto á ver á Bianca.
Yo he gozado grandes placeres y de la amis-
tad de las mugeres mas célebres, venciendo en
esto á la corte de Luis XY; pero en ninguna de
ellas he podido encontrar las cualidades^ las gra-
cias^ el amor de tt)i querida veneciana.
El provisor tenia sus gentes. Las puso en mo-
vimiento y el palacio fué cercado é invadido. Yo
me defendí tenazmente para poder morir á los
oíos de Bianca, la que me ayudaba á concluir con
el provisor.
En otro tiempo esta muger no había querido
huir conmigo^ mas después de seis meses de mu-
tua dicha, quería morir de mi muerte y recibió
muchos golpes. Yo cogido en una gran capa que
arrojaron sobre mí, fui envuelto en ella, metí-
do después en una góndola y trasportado á un
calabozo de tortura.
Tenia entonces veinte y dos años y tenia tam-
bién el resto de mi espada, que para quitármela,
hubiera sido menester cortarme la muñeca. Por
una singular casualidad, ó mejor dicho, inspira-
do por una idea de preeaucion, escondí este pe-
dazo de hierro en un rincón, como si hubiera
de necesitarlo algún día.
(Se eoatlnotrá.)
> ntes^ cuando me amabas
m ra yo de tu peclio
c na estrella querida
r- umbrera de tu cielo.
> hora, pues ya me olvidas,
r- uego un amor mintiendo
-<a no es posible veas
> 1 que le distes celos.
F. González de la Cámara.
Periódico semanal.
I.
En una calleja osoura
de la célebre Granada»
insensible al huracán
que enfurecido rebrama»
contemplando pensativo
una arabesca yentana»
está Zelim-el-Kader
envuelto en su roja capa.
De vez en cuando, su pecho-
un tierno gemido lanza
y humedece su megilla
el contacto de una lágrima-,
y al derramar un relámpago
en el espacio su llama»
dice, poniendo en su rostro
una sonrisa que espanta:
«Por Allah» que es mas ardiente
el fuego que á mí me abrasa
V mas ruda la tormenta
que está rugiendo en mi alma!..
¡Guay de que pierdas un dia
tus esperanzas» Sultana!
¡Guay de que llores» cual lloro
mis risueñas esperanzas'
I
Há tres lunas» que no veo
los soles que me alumbraban»
y tres lunas» que muriendo
mi pobre vida resbala.
Tal vez goces» en lanzarme
el corazón á la cara...
mas» yo bendigo la mano
que el corazón me desgarra.
Mis ilusiones llevóse
el viento de la inconstancia,
y tanto y tanto cariño
con el olvido se paga!..
¡Guay de que pierda^ un dia
tus esperanzas» Zoraida!
¡Guay de que llores» cual lloro
por mis muertas esperanzas!..»
Quedó el árabe en silencio
en la estrecha callejuela
y el grito de un centinela
el sileAcio interrumpió.
Y acaso» para avisarle
que van las horas rodando^
á los creyentes llamando»
la voz 4^1 muezin vibró.
Y al ver ^elim» que esta noche»
cual las noches anteriores»
corresponde á sus amores
Zoraida eon esquivez»
en su amante desvario»
las sus lágrimas secando»
dijo» la vista fijando
en el cerrado agimez:
((A Eblis el alma diera
con este mi amor insano^
y hasta fuera de un cristiano
esclavo con voluntad»
por arrancar de la mente
la imagen de tu hermosura»
que robó» tras mi ventura
mi dulce tranquilidad.
Pero» como no es posible
que mientras Zelim aliente
pueda estinguirse» esta ardiente
abrasadora pasión»
quiero tener por consuelo
sepas» que tras tanto amarte
en la dicha de olvidarte
cifro toda mi ambición.»
Y una guzla» que llevaba
oculta bajo el embozo»
empezó á tañer el mozo
en su amorosa inquietud.
Y al compás del ronco trueno»
el moro entonó este canto»
mezclando á su amargo llanto
las notas de su laúd.
Olvidar Zoraida quiero,
aunque muero»
tu recuerdo ^^4M^\íst ,
Lope de Vega,
á ver si el olvido calma
de mi alma
el tristísimo dolor.
Mas^ en vano lo pretendo^
pues comprendo
que mitiga mi sufrir,
recordar con amargura
la ventura
que para siempre perdí.
Una esperanza perdida
de mi vida
las ilusiones cort¿>
y la flor del desengaño
por mi daño
en mi camino brotó.
Con mi negra desventura,
mi locura,
Zoraida, quiso luchar,
y el cáliz de la tristeza
con firmeza
gota por gota apurar.
lia flor separaba ufano,
mas, mi mano
sus espinas se clavó,
y una lágrima de fuego,
sentí luego,
que mis párpados quemó...
Por eso olvidar yo quiero,
aunque muero,
tu recuerdo seductor,
á ver si el olvido calma
de mi alma
el tristísimo dolor.
Mas en vano yo lo imploro,
pues te adoro
con tan ardiente pasión,
que solo te iré olvidando
arrancando
pedazos del corazón.
IV,
de lágrimas de ternura,
hijas del amor primero,
que es el amor verdadero
que el cielo nos concedió.
Y al dirigir la postrera
mirada de enamorado
á la reja que ha causado
tantas penas á Zelim,
lanzó el bizarro mancebo
un amoroso gemido
porque llegó hasta su oido
el canto de un serafín.
■
Y la tormenta que estaba
en el espacio bramando,
aquel acento escuchando
mágicamente calmó;
y tras de la celosía
del agimez de la mora
una voz dulce y sonora
de esta manera cantó:
Al vibrar la última nota
de aqueste llanto de enojos,
del pobre moro á los ojos
un torrente se agolpó
"V.
No sabes, Zelim del alma,
que mi calma
por tus amores perdí,
y que hace tres lunas muero,
pues te quiero
y en tres lunas no te vi?
Tu no sabes, que angustiada,
encerrada
el mi padre me guardó,
porque un esclavo oficioso,
rencoroso,
nuestra dicha le contó?
Y no sabes, que llorando,
contemplando
las flores de mi jardín,
á la esencia de una rosa,
cariñosa
pregunté por mi Zelim,
Y que la flor, sonriendo
^comprendiendo
el fuego de mi pasión,
me contestó: <( pobre mora,
por tí llora
enfrente de tu balcón.»
Periódico semanal.
Al saber que estás penando^
sobornando
á mi negro guardián^
vine á consolar tu llanto
con mi canto^
para que cese tu afán.
A decirte, que si quieres,
porque mueres
renunciar á mi pasión,
no me olvides, que una mora
cuando adora
adora de corazón
Y si el tujo, con despecho,
en el pecho
pedazos quieres hacer,
no lo rompas por mi vida,
que allí anida
el alma de esta muger.
Y para probar que ansio,
dueño mió,
de nuestras penas el fin,
pasa el pliego que te arrojo,
por tus ojos,
y ven mañana Zelim.
Perdióse la voz, y el moro
de tanta dicha admirado,
UH pergamino arrollado
afanoso recogió,
r á la claridad dudosa
de la luna que nacia,
llena el alma de alegría
entusiasmado leyó:
«Aunque no pueda volar,
una avecilla encerrada
goza en su jaula dorada
con la esperanza de amar;
pero si llega á inspirar
á un ruiseñor tierno amor,
y una mano, con rigor
porque amó, mas la encarcela,
entonces la pobre, vuela
al nido del ruiseñor.
Y pues por tí, sufro aquí
de mi padre lo6 rigores.
y muero por tus amores
y vivo solo por tí-,
hoy el techo en que nací,
con amor abrasador
abandono sin temor,
y al hacerlo, yo confio
mi pureza, Zelim mío,
á lo puro de tu amor.»
«Mañana vendré, Zoraida,
para quebrantar tus hierros,
y hacia mi nido de amores
amorosos volaremos.
Yo tu cárcel romperé
apesar del carcelero,»
dijo, la carta besando
con cariñoso respeto.
Y el bravo Zelim-Kader
dejó la calleja, viendo
que la flor de la esperanza
vuelve á nacer en su pecho;
y que á más, por festejar
su dicha los elementos,
con un séquito de estrellas
brilló la luna en el cielo.
A. Carrion.
MISCELÁNEA.
— ■^^■^w ^« W^^^ ^>^»^y^
Teatro.
En el del Principe Alfonso se ha ejecu-
tado repetidas veces y con la mayor acepta-
ción la zarzuelita original del gracioso poeta
Sr. Frontaura, titulada: En las asías del toro\
También anoche debió ponerse en escena
£7 Caudillo de Ba%a, zarzuela de gran espec-
táculo, que ocasiona á la empresa gastos es-
traordinarios. En ella se estrenan cinco de-
coraciones, que seguramente llamarán la aten-
ción del público que siempre aplaude con tan-
ta justicia las obras del inspirado artista don
Manuel Montesinos.
Lope de Vega.
Esta Sociedad celebrará una sesión mu.v
en breve, en U c>3aV Vjotvw*^ ^"^Ns^Xv^ ^^^-
l Clones \\T\e.^ N XvX^cm'^^
Lope de Vega, Periódioo •emanal.
Cliaradas.
«
Grande primera y segunda — de lana para
colchones, — tener quisiera, 6 de trigo, — ó
mejor aun de doblones.^*— Ello es uo nombre
Íue lo hay — de muy diversos objetos.— Sirve
caballos y malas. — Cristianos hace en el
templo. — Pues, y mi segunda sola,t— á ver,
decidla cantando,-~y pruebe á darla de tiple
— jquien tenga ía voz debajo, — que puede que
mi tercera — al pecho y pulnK)n fe ataque, —
y que venga la renquera — luego, y re-
quiéscant in pace. — Pero no; dadla vosotros,
—contramaestres y serenos, — ya qtte usáis
prima y tercera — ^y á veces \o dais muy re-
cio. — Y dadlo hasta que mi todo — del sueño
eternal despierte,-Hiue murió hace algunos
siglos — repentido de una muerte.
G. M. T F.
En segunda y tercia a Rosa — vio José con
devoción — ^y le robó el corazón > — ya que no
I)udo otra cosa. — En prima y tres, cariñosa
a niña lo redhió— y cuando Pepe acordó-
se encuentra que la coqueta — no le d^a una
peseta — y hasta el todo le quitó.
______ B«rdao»kl.
Mi primera solamente — no tiene significado
— pero si añades segunda — el buey la vá
egercitando— y unida la lleva al cuerpo —
cuando la tierra vá arando. — Prima y tercia
con segundar— la verás por todos lados — si
en el invierno paseas — por la plaza del mer-
cado. — La tercia con la primera — mil veces
la habrás hallado, — bien preservando del pol-
vo, — bien cuando estás acostado.- Y si acier-
tas la dxarada — del todo te haré un regalo,
— que nace siempre en la tierra — y se mue-
re en nuestro estomago.
Vontekofí.
Epigrama.
Presentóse Blas C^piih
¿OD un traje estrajfalario
á D. Juan el empresario
del Teatro de Sevilla,
V con acento sincero
fe dijo: «Solo deseo
cantar en el Coliseo.»
«Es muy justo caballero.
T que voz...» "Lo que me place
hago de ella. Su estencion ..»
«Pues hágase un pantalón,
que mucha falta le hace.*
B«rdiioiki.
Gracias.
Muy repetidas se las damos á las entendí
das señoras que favorecen las columnitas d
nuestra Revista con las siguientes solucione
á las charadas del número último.
Prima y segunda es el palo
que en nadie yo lo empleara
si conforme soy muger
fuera la Ley que nos manda.
Tercera es el war^ que nunca
por mi gusto yo cruzara,
y PALOMAR es el todo
que designa esta charada.
De aquesta otra, lector,
primera y tercera es cfiata
y si al revés las colocas
ninguno te pondrá tacha-
La prima con la segunda
es chaqué, señor Catalpa,
y su todo la CHAQUETA
para el que guantes no gasta.
£1 mueble 6 el instrumento
que Pica lleva por nombre
debe ser prima y segunda
caso de que le acomode.
Y los que hay en la gramática
me han mostrado muy clarito
que solamente PICAS O
debe ser el apellido.
/. P.
1.*
De Carlota la charada
acerté sin trabajar,
es linda y bien convinada,
significa PALOMAR.
3.»
Que era PICASO su todo
bien lo pude descifrar,
pero no sé sí en los toros
Pica es papel principal.
Lola.
DIRBGTOa T EDITOR RESPONSABLE,
Imprmta de Caa/on— Comedias 11.
AÑO X.
DOMINGO 31 DE MAYO DE 1863.
NÚM. 9."
LOPE DE VEGA,
PERIÓMGO SBMAXAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE N09IBRE.
■> ' <a
OIENTOIAS.
A.IÍXBS.
Si íntimo ha sido el placer que hemos ex-
Kerimentado al leer la carta que ha tenido la
ondad de dirigirnos el Sr. D. Isidoro Fer-
nandez Monje, mayor es, si cabe, el que
céntimos al honrar con ella las páginas de
nuestro modesto Semanario. Leyéndola ha
quedado en gran parte satisfecha nuestra no-
ble ambición, pues nada podíamos apetecer
mas en la atrevida empresa, que sin fuerzas
bastantes hemos acometido, que la aproba-
ción de nuestros humildes trabajos por per-
sona tan competentemente autorizada. Publi-
cándola, es indudable que nuestro Semanario
adquiero una importancia que no tenia, y le
abre las puertas de un mas lisongero porve-
nir. ¡Oialá podamos ver realizados los nobles
y patrióticos deseos aue espresa el Sr. Monje,
con la cooperación ae las muchas personas
ilustradas que encierra esta ciudad!
Por lo demás, modesto en demasía el
Sr. Monje, por mas que siempre la modestia
sea compañera inseparable del talento y del
saber, nos pone en el sensible caso de no
pahicipar de su opinión, respecto al valor que
da á sus producciones. Las eslimamos en mu-
cho, tanto como las que mas, y nuestro Se-
manario las ansia. Y ¿cómo no, cuando tan
distinguido y justo puesto ocupa el Sr. Mon-
je en la república de las letras? ¿Cuando tanto
se ha hecho notar entre los literatos malague-
ños en el tiempo que lleva de residencia en
esta hermosa ciudad?....
Reciba el Sr. Fernandez Monj > la sincera
ospresion de nuestra gratitud, y con ella el
denido testimonio de respeto y de aprecio que
le tributa la Redacción del Semanario Lope
DE Vega.
Dice asi la carta:
Sr. D. Antonio Carrion.
Muy Sr. mío y eslimado amigo: Venía yo
siguiendo paso á paso la marcha del aprecia-
ble Semanario que V. dirige, «'inlos de que
ayer tuviese el guslo de hablar con V. uel
niismo asunto.
Expúsome V. el buen deseo con que varios
jóvenes, tan modestos como aplicados, habían
I fundado ese periódico, y la constancia con
que continuaban soslcniéiklolo, njonosde pre-
[ tensiones de utilidad y aún de gloria. Díjome
¡ V. también, si mal n'o recuerdo, que su ex-
! elusivo objeto era tenor abierlo un palenque.
, donde pudieran adiestrarse cuanlos aspiren á
ser con el tiempo concienzudos escritores;
porque nada mas natural que empezar en el
indulgente y amistoso circulo de ia ciudad
: natal, antes de lanzar seguro vuelo á mas
extenso espacio. Y aún me pareció notar,
mas bien que en sus palabras en su silencio,
qiie acaso la fé de alpnos jóvenes decaería
si se correspondiese a su meritorio designio
con equívoco silencio.
Preocupado con el recuerdo de esa con-
versación, tomo hoy la pluma á impulso del
cariño que la empresa de ustedes me ha ins-
pirado.
Careciendo esta populosa é ¡lustrada ciu-
dad de un periódico literario y científico, los
jóvenes que comienzan pQr confesarse meros
principiantes y por demostrar amor al estudio
y al trabajo, necesitaban tener donde ensayar
sus fuerzas intelectuales, que á semejanza de
las fuerzas físicas, también con el ejercicio
se desarrollan y acrecientan en progresión
pasmosa. Y ya que á ustedes se debe el lauro
de haber puesto por obra tan loable propósito,
»estoy seguro de que no han de dcvjarlos en-
tregados á sus propias fuerzas las numerosas
personas de Málaga á quienes de justicia cor-
responde el título de literatos. Conozco, en
efecto, á muchísimos que si son dignos de
alta eslima como escritores, no lo son menos
en verdad por el acendrado amor que profe-
san ásu patria, habiendo dado de ambas vir-
tudes repetidas é incontestables pruebas Los
que tan brillantemente se han hecho conocer
por sus trabajos científicos y literarios en la
prensa, en la Academia del Liceo, donde
quiera que han encontradas V^sgwVxsjx-íi. vs^^kv^s?^
Lope de Vega,
hasta ¡)or patriotismo, no lo duden ustedes,
enriquecerán con sus composiciones en prosa
ó en verso las columnas de esa Revista, alen-
tando á ustedes por consiguiente en sos ta-
reas.
Yo síenfo con intimo dolor que mi nombre
oscuro y humilde no pueda honrar á los de
ustedes si entre ellos apareciese; por eso me
limito á rogarles se sirvan concederle después
de todos un pueslo. Verdad es que su apa-
rición en las columnas del Semanario parece
un obstáculo mas para que presten el suyo
autorizados escritores; pero la natural bondad
de los malagueños nara con los que no tene-
mos la dicha de serlo, y ese mismo amor pa-
trio que antes he invocado, me hacen dese-
char todo temor en esta parte.
Por la mía, asi lo espero confiadamente.
Reiterando á V. la seguridad de mi afec-
to y mi respetuosa consideración. B. S. M.
Isidoro Fernandez Monje,
Málaga, mavo 87 de 1863.
LA INMORTALIDAD.
Sus horribles figuras replegaron,
Tus mágicos acentos
La inercia de los orbes arrancaron.
Se alzó radiante el lumrnar del dia,
Y del ne^ro vacio
Vida surgió, belleza y armonía.
Que mas que el canto mió
Hoy á tí lo dedique, hija del cielo.
Si hacia tu templo augusto
La humanidad dirige en este suelo
Sus vacilantes pasos, si tu nombre
Acalla la inquietud de la esperanza,
Y el horror al no ser de nuestra esencia,
Si á tu mágico impulso siente el hombre
Cuando def mundo en el vaivén se lanza
Menos penosa y dura su existencia.
Sin tí los siglos fueran
Artífices fatales, que al profundo
Abismo del olvido sepultaran
El eterno trabajo de sus manos;
Tormento sin segundo!
Sentir un punto de amorosa vida
En nuestros pechos palpitar el fue^o,
Y sin huella dejar, rodar perdida
y en íondo abismo sepultarse luego.
Tú fuiste, y á. tu soplo
y^s sombras Jí*I olvido
A ti desde la cuna
El hombre adora, y en tu lumbre mira
La estrella que preside á su fortuna.
Faro de luz que en la revuelta noche
Puerto señala al desperado nauta:
£1 hombre solo de tu amor henchido
Hace surgir un mundo
En los ignotos mares escondido;
Y con tu impulso solo
Y una delgada tabla por escudo
Traspasa el ecuador y llega al polo
de vida y luz y de verdor desnudo:
Naturaleza, en vano
Tiende por muro sus hinchados mares.
Que no son á su genio valladares
Las turbulentas olas de Océano.
¿Y que otro uremio al bienhechor del hombre
Que de sus nechos la perpetua gloria ,
Que en indelebles rasgos
Eternamente grabará la historia?
Si ingratitud artera
Olvidara los nombres sacrosantos
De los que tanto por el hombre hicieron,
¿Qué la virtud humana entonces fuera?
Nunca la envidia y la maldad pudieron
Echar la losa del eterno olvido
A sus nombres augustos,
Y si un siglo ignorante y corrompido
Pudo olvidar sus inmortales hechos.
Otra generación agradecida
Le tributa en sus mármoles y bronces
Prendas de gratitud, de eterna vida.
¡Sacra inmortalidad! divino nombre!
¿A los mortales pechos que no obliga
Ün átomo tan solo de tu lumbre?
¿Qué por tu amor no proyectara el hombre?
Para cruzar la dilatada esfera.
Pide ol secreto al animoso viento
Con que se agita en su veloz carrera;
Del rayo destructor la esencia toma
Para envolver su osado pensamiento;
Poriódioo semanal.
Y el misteríe profundo
Del incansable eterno movimiento
De los orbes que pueblan el espacio,
Intenta penetrar su vista osada,
Qm es nay peqnefio^el^muiido
Dende se asienta su primer morada.
¡Sacra inmortalidad! dame tu aliento!
Tu influjo poderoso
Que anime solo mi terrena historia;
Impúlseme tu^noble movimiento,
Inspireme^tu soplo generoso,
1^0 muera con mi polvo mi memoria.
Elofl Garda Valer o.
B»
LA DAMA DEL MEDALLÓN,
irOVELA OBiaiNALt
POR EMILIO DE LA CERDA.
CO-VnNlJACION.
—Oh! si, es cierto: no ha mucho que evocan-
do el recuerdo de una persona querida, salió de
mis manos la mejor obra que hasta entonces hi-
ciera.
—¿Un retrato?
— Ciasi un retrato, ó mas bien era un retrato
poético do la muger que amaba.
--Alguna ninfa, una diosa...
—No, una Aurora.
— Debe ser muy hermosa esa muger; como un
sueño de artista.
— Es bastante bella para inspirar una pasión
F profunda y hacer crear á la mente cuantas be-
las imágenes pudiera concebir un poeta, un pin-
tor, ó quien fuera las dos cosas á la vez.
— Cuanto daria por conocerla.
— No es dificii que algún dia logre V. su
deseo.
¿Vive en Sevilla?
— Hoy nó, pero será probable qu3 pase á esa
ciudad.
— Ah! ¿entonces será en Málaga donde reside?
— Regularmente á éstas horas estdrá como no-
sotros cruzando los mares.
• '-^¿Está viajando?
— Si señora.
— Pobrecilla, estará ansiando que llegue el mo
mentó de ver á V.
— Ay! V. ignora que si bien yo la amo, ella no
corresponde á mi amor.
—¿Como es eso; no le ama ella á V.?
— Nosefiora, por mi mal.
—Al fin llegará á borrarse ese amor de su co*
ráiM y oir« hermosura podrá reemplazarlo...
— üLl no; nunca.
—Muy constante es V.
— Yo soy asi; las grandes impresiones que re-
cibe mi corazón no se borran j«más.
-—Es estrafio, porque los jóvenes del dia tra-
tan el aiDor de una manera tan frivola y super-
ficial. .
— Abi verá Y. yo soy una escepcion.
--*Diga V. mas bien uu fenómeno digno de es-
tudiarse, hombres como V. no se encuentran á
cada paso.
—Tal vez consista en que es mi primera pa-
sión.
— iQue hermoso debe ser el verse amada asi!
—Pues que? no ha encontrado V. quien la ame
con sinceridad?
**Por desgracia nunca he visto en rededor mió
mas que una juventud aturdida, de quien me he
reido siempre^ cuando alguno pretendió obtener
mis favores, pues nunca crei existiese en el hom-
bre un amor tal cual V. lo pinta.
—Entonces desgraciada de V. si algún dia lie-
ga á conocer esta pasión.
—Como no concibo lo que es, no lo temo
- Pues procure Y. no conocerlo jamas, y ahor-
rará á su corazón muchos dis^^ustos.
Terminada la comida fueron los pasageros re-
tirándose á sus camarotes, y yo permanecí toda-
via una hora hablando con la familia de Ocampo,
siendo esta la única que quedaba en la cámara.
Eran las nueve, y aun faltaban tres horas para
mi cita con Laura; protesté un poco de mareo y
me despedí de las señoras para subir á cubierta.
Al pasar al lado de Laura dejé caer un guan-
te, y al recogerlo dije á la joven en voz baja:
— Alas doce...
—No faltaré, repuso en el mismo tono.
Subí pues sobre cubierta á esperar la hora con-
venida.
■VIII,
La noche era magniíica; millares de estrellas
tachonaban el limpio firmamento, y solo su tenue
claridad iluminaba escasamente los objetos, pues
era una época en que la luna salia cercí de ama-
necer. A derecha é izquierda se dibujaban en
lontananza, aunque vagamente, dos lineas negras:
eran Jas costas de Espdña y de Marruecos, indi-
ferentes estas últimas entonces para mi y hoy d«
tan amargos recuerdos.
Sobre cubierta no se veian otras personas qu«
el timonel jíijo en su puesto, y cuatro ó cinco raa-
riñeres que en la parte do proa se entretenían en
jugar á. las cartas á la débil luz de un (at(il\<^^
resto d^ UU\\^nVArÁQ\;>.>i\\'í^í\i\^^>\\x^'^v^. V.'
Lope de Vega,
parlamcnlo, pues el magnífico ücmpo y un derrote-
ro h^rto conocido hacían innecesarios por entonces
sus servicios. No se oia otro ruido que el produ-
cido por la máquina y el choque continuo de las
ruedas en el n^ua.
Esperó senlado en el mismo sitio donde estu-
vo por la mañana Laura, á que mi reló marcara
la media noche. Entre tanto mil reflexiones se
aglomeraban á jin tiempo en mi imaginación, re-
cordando los sucesos del dia. Lo que mas me
estraudba eran ac[uellas palabras de Laura que
tan presentes tenia, cuando al declararle mi amor
csclamó: ¡Cran Dios, el me amaba! Que sig-
nificaba aquella esclamacion? mis ideas se embro-
llabaD y naJa podia deducir de mis reflexiones.
Lentas trascurren las horas para el que espe-
ra con ansiedad la hora en que debe decidirse so
suerte; asi pasaron aquellas en que con la sozo-
bra en el corazón, aguardé á Laura contando los
segundos }K)r los precipitaiios latidos de mis arte-
rias que parecian iban á saltarse á impulsos do la
liebre que se habia apoderado de mi. Estaba de-
cidido á buscar la muerte en cualquier parte don-
de hubiera que arrostrarla, si tuviera que renun-
ciar al amor de aquella muger.
Cuando después de tres mortales horas y ha-
biendo ya señalado el reló las doce, desesperaba
de hablar á mi amada, el ligero crujido de una fal-
da de seda me hizo volver la cabeza y poco des-
pués Laura se presentó ante mi, pálida y temblo-
rosa.
— Caballero, me dijo asi que tomó asiento á mi
lado: lo que hago por V. esta noche se que está
mal hecho, nnnca debí acceder á su |)eticion de
acudir á esta entrevista, cuyo objeto ni yo misma
me séesplicar;pero una vez empeñada una palabra
que di en la precipitación del momento^ fué forzoso
cumplirla.
—Y ha hecho Y. bien porque así concede á un
desgraciado el último consuelo que necesita sobre
la tierra.
—¿Pues que pretendo V. ?
—¿Que he de pretender señora, muertas para
mí todas las ilusiones que pudieran hacerme de-
sear la vida? morir^ nada mas que morir. Has-
ta h^co poco, solo habia alimentado una pasión,
mi arlo; poro hoy (¡nc olro sentimiento mas fuerte
(pie el amor de ía gloria se ha apoderado de mi
alma, sin voluntad para desecharlo^ sin resolución
para huir de quien lo inspira, que debo hacer?
Condenar mi vida á un suplicio horroroso, prepa-
rarme un porvenir de amargos recuerdos, que sin
acabar con mi existencia, la convertirían en un
inlierno de tormentos? No, antes morir; soy muy
cobarde tal vez^ pero no puedo resignarme á vi-
vir deesa modo.
— Ahr calle V., calle V. por Dios. Dice V. que
jüoc ama, que ha sufrido, por mi; pues bien, cuan-»
do solo yo puedo desviarlo de esos funestos pensa-
mientos, y veo lo sincero de su amor, voy á hacer
á V. la confesión de un secreto que siempre hubie-
ra quedado oculto para todo el mundo á no mediar
estas circunstancias.
—Hable usted.
—Hubo un dia en que por primera vez en mi
vida fijé la vista con interés en un hombre. A
él sin duda hube de llamarle también la atención
pues le vi seguir mis pasos, pero desgraciadamen-
te me perdió de vista cuando menos lo esperaba.
Yo lo vi, oculta detras de unas persianas, buscar-
me anhelante por los sitios donde acababa de per-
derme, y hubo un momento en que crei habia des-
cubierto la casa donde entré, pues se dirigió al
portal, permaneciendo allí un momento. A poco,
salió y se marchó sin que le volviera á ver en
todo el dia. A las dos salí para Granada con un
sentimiento nuevo en el corazón; amaba y amaba
sin esperanza!
(Se eontinaari.)
El Príncipe y el Ruiseñor*
FÁBULA.
Un Príncipe de Oriente
en una selva umbrosa
su mente espaciaba
y el pulmón saturaba
de oxigenado ambiente^,
huyendo la afanosa
Corte, con sus dolores
y rudos sinsabores
é incesante ruido, '
cuando un son deleitoso
el viento presuroso
trajo feble á su oido.
Era que en la enramada
un Ruiseñor cantaba,
quizá penas lloraba,
quizá su lengua harpada
desdenes de su amada
sencilla relataba.
Su tono modulado
unas veces quejoso
otras entusiasmado
y siempre cadencioso
y siempre apasionado,
gustó al Príncipe tanto,
halló en él tal encanto
que, ya cojer anhela •
al Ruiseñor sentido;
pero, mueve ruido
Periódico semanal.
y el pajarillo yuela
y huye despavorido.
«Porqué^ dijo su alteza^
cantor tan agradable
nos muestra esa rudeza
esa fiera esquiveza?
Porqué tan insociable
mientras en mi palacio
mil torpes gorriones
con sus toscas canciones
aturden el espacio
con displicentes sones?»
«Es, señor, le responde
su guia que le oyera
hablar de esta manera,
que el mérito se esconde
• y el necio se pondera.
Y ten siempre presente,
lo dice esta esperiencia
con lenguage elocuente,
que es tímida la ciencia
y el tonto impertinente.
subir tranquila á una región, mas pura
que este yalle de amarga desventura.
Yuzuf-elU'Sérab.
(Tradaccioa parafrástica de Florian.)
4 Huid, sino queréis que llegue un dia
En que enredado en retorciioi laxos
Bl corazón, con b.^rba^a por ña
Luchéis por arranciroslo'á pedaios
EsnOTtCTDA.
Lejos de mí visión encantadora;
no turbes de mis sueños el reposo.
Oh! Maria... tu imagen tentadora
me sigue por doquier-, mas si afanoso
la Uamo en mi ilusión arrobadora^
huye cual fuego fatuo luminoso
que entre sepulcros, trémula se mece
y al quererlo alcanzar se desvanece.
Cuando asoma la aurora en el Oriente
de espesa niebla levantando el velo,
y al estender su manto trasparente
tiñe de rosa el esmaltado cieío,
yo te veo llotar en el ambiente,
y al desprenderte del inmundo suelo
Yo veo entre las flores tu sonrisa,
oigo tu nombre al suspirar del viento,
yo aspiro con placer la pura brisa
que recogió tu perfumado aliento-,
y todo lo que en tornp se divisa,
toma tu forma allá en mi pensamiento,
y mares^ prados, céñros y flores
renuevan con tu imagen mis dolores.
Aun buscando en el templo sacrosanto
paz á mi alma, alivio á mis pesares,
también te encuentro allí: oigo tu cantó
mezclarse entre los místicos cantares;
y si arrobado por su tierno encanto
caigo humillado al pié de los altares,
entre las nubes del incienso veo
la imagen que retrata mi deseo.
Oh! Maria, Maria; tú mis sueños
de gloria y de ambición, has convertido
en otros, sí, mas dulces y alhagüéños,
pero que brindan con placer mentido.
¿Que se hicieron los dias tan risueños,
antes de haberte, ay triste! conocido,
en que sentía rebosar el alma
de pura dicha y placentera calma?
Era yo entonces la fugaz barquilla
que graciosa y gentil se balancea,
la mansa ola hendiendo con su quilla
en blanco surco que la mar platea;
hoy, triste nave que en estraña orilla
roto el timón amparo hallar desea,
y solo encuentra el árido peñasco
donde al fin va á estrellar su pobre casco.
Yo te adoro Maria, mas en vano,
que un abismo profundo nos separa;
del destino cruel, la férrea mano
siento posarse, de mi dicha avara,
sobre mi pecho; y cual feroz tirano
que en miembros palpitantes se gozara,
al desterrarme de tus dulces brazos
me arranca el corazón^ hecho pedazos.
Lope, de Vega,
TRAiyDCIDO POR FEDBRIGO
CONTINUACIÓN.
Fui cuididosameote asistido y do siendo mor-
tales DÍnguna de mis heridas me eocootré pronta-
mente restablecido, porque é los veinte y dos años
se sale bien de todo; pero debiendo morir deca-
pitado, me fingí enfermo para ganar tiempo. To
creia eslar en un calabozo vecino del can^l y for-
mé el proyecto de evadirme oradando el muro y
atravesando el canal á nado, aun cuando corriera
el riestgo de ahogarme.
He aqui Jos razonamientos en que se fundaba
mi esperanza. Cnda vez que el carcelero me traia
de comer, leía sobre las paredes de mi encierro
indicaciones como: lado del palacio, lado del ca-
nal, lado del subterráneo , y concluí por concebir
un plan, cuya egecucion me inquietaba poco, pero
espficable por el estado actual del palacio ducal,
que aun no está terminado.
Con el genio que presta el deseo de recobrar
h libertad, llegué á descifrar, tocando con las ye-
mas de mis dedos la superficie de una piedra, una
inscripción irabe,*por medio déla cual el autor
de este trabajo advertía á aus sucesores que habia
separado dos de la última fila de sillares y ora-
dado once pies de subterráneo.
Para continuar su obra era necesario rociar
sobre el suelo del calabozo lospedacillosde piedra
y la mezcla, producidos por el trabajo de la esca-
vacion.
Pero aoD cuando los guardianes ó los inqui*
sidores no hubiesen estado del todo descuidados
en razón ¿ la construcción del edificio^ que no ec-
sigia mas que una vigilancia esterior, la disposición
del piso de mi calabozo, á donde se bajaba por
unos cuantos escalones, permitió ir elevándolo
gradualmente sin que lo echasen de ver los car-
celeros.
Este inmenso trabajo habia sido inútil, al me-
nos para el que lo habia comenzado, porque su
abandono anuneinba la muerte del desconocido.
Para que su advertencia no quedara perdida
para siempre, era menester que un prisionero su-
piese el árabe; pero yo habia estudiado las len-
guas orientales en el convento de los Armenios
Una frase escrita detras de una de las piedras
decia el destino de este desgraciado, victima de
sus inmensas riquezas, las que codiciadas por Ye-
necia, fueron por último á poder de esta.
Necesité un mes para llegar á un resultado.
Mientras que trabajaba y cuando la fatiga me
á/e/^J^a s/ü ft/ieoto, oía el soDido de) oro: reia el
oro delante de mí y me deslumhraba el brillo d%
los diamantes!
Oh! esperad. Una noche, mi enmohecido acero
encontró madera. Aguzé mi pedazo de espada é
hice un agujero en ella. Para poder trabajar, om
desusaba sobre el vientre como una culebra jr na
introducia en el agujero, desnudo ala manera de
los topos, llevando mis manos hacia delaate y ha-
ciendo de la piedra misma un punto de apoyo.
En la vispera del dia en que debia compare-
cer ante mis jueces, durante la noche, me de-
cidí á hacer un último esfuerzo: atravecé la ma-
dera y mi hierro no encontró mas allá resistencia
alguna.
Juzgad cual seria mi sorpresa cuando apliqué
los ojos á aquel agujero! Estaba sobre el techo de
una cueva, en donde una débil luz me permitía ver
un montón de oro!
El Dux y un» de los Diez estaban en ella; yo
oia su voz, y sus palabras me iticieroo comprender
que allise hallaba el tesoro de la República, los
regalos de los dux] y las reservas del botín lla-
mado el último de Yenecia y tomado sobre el pre-
cio de las espediciones.
Me habia salvado!
Cuando el carcelero vino le propuse que si fa-
vorecía mi fuga, nos repartiríamos todo cuanto pu-
diéramos llevarnos.
El partido no era despreciable y aceptó.
Un buque se hacia á la vela paira Levante y
tomadas todas las precauciones convenientes Bian-
ca favoreció las medidas que dicté á mi cómplice.
Para no dar nada que sospechar, Bianca debía
reunirse con nosotros en Smirna.
En una noche el agujero fué agrandado y pe-
netramos en el tesoro de Yenecia.
Que noche!
Mis ojos vieron cuatro toneles llenos de oro, y
en la pieza precedente la plata estaba igualmente
amontonada en dos pilas, por medio de Tas quesd
pasaba á otra sala, donde las monedas arrolladas
contra las paredes, las cubrían hasta cinco píes do
altura.
Yo me creí que el carcelero iba á voIvef80
loco: cantaba, saltaba, reía y brincaba sóbrelos
montones de oro, viéndome precisado 5 amena?arié
con estrangularlo si perdía el tiempo, ó si hacía
el mas mínimo ruido.
En sus trasportes de alegría mi cómplice no
vio al pronto una mesa donde estaban colocados
los diamantes^ y entonces yo me arrojé sobre ellos
con bastante disimulo para llenar mi vestido de
marinero v los bolsillos de mi pantalón.
Pero Dios mió! ni aun U tercera pa^te pude
llevarme!
Debajo de una mesa estaban los lingotes de
oro.
Persuadí á mi compañero a que llenásemos de
este precioso metal tantos saco^^ cuantos pudié-
Periódico semanal.
ramos llevarnos, haciéndole observar que este era
el áoico modo de no ser descubiertos en el ex-
tranjero.
Las perlas, las alhajas y los diamantes nos
denuRciarian indefectiblemente, le decia yo.
Por muy grande que fué nuestra ambición, no
Eúdimos sustraer mas que dos mil libras de oro,
abiendo invertido seis viajes para trasportarlas
á la góndola.
(Se eoBliaoará.)
Bello es ver una noche en verano
reclinado en un lindo jardin
bajo el verde dosel que regala
con su pámpano hermoso la vid,
7 teniendo á sus pies estendida
una alfombra de musgo sutil.
Es mas bella^ si vaga la luna
por el cielo de yago color,
esparciendo su pálido brillo
do se baña la pura creación,
que en las noches de brisa apacible
es mas bella la luna que el sol.
Es mas bella la noche, si al lado
de nosotros se escucha el cantar
do una virgen, que en tierno delirio
nos inspira pasión celestial,
cuya voz es tan solo armonía,
cujo acento es tan solo verdad.
Cómo entonces resbalan las horas!
Cuan fugaces las hace el placer!
No vé el alma ni siente su dicha^
aolo siente y espera su bien:
que a una noche de dicha en verano
hay mil noches de pena cruel.
Pablo Cantó Atienxa.
Graciosa y diligente
su liquido derrama,
que refresca la rama,
la bulliciosa fuente:
y muéstrase esplendente
según que juguetea
y laberintos crea
con sus hilos torcidos
de cristal y de perla.
Mira los pajarillos
alegres y sencillos
que paran para verla,
se bajan á bebería
sin temor al ruido
que produce el corrido
del chorro delicioso.
Corre, querida fuente,
en la bella pradera:
no pares tu carrera
ni tu chorro precioso,
pues á mí me das gozo
con tu maga corriente.
¡Ojalá que mi Lisa,
de mis amores templo,
imitara tu ejemplo,
que aunque es antojadisa,
todo se lo sufriera,
con tal que su amor fuera
como tu arroyo, fuente,
constante y diligente!
M. Rotnoñ.
Con ingratitudes pagas
el amor que por tí siento,
algún dia tú querrás
cuando ya no haya remedio.
Si lengua tuvieran, niña,
las lositas de tu calle
hablaran y te dijeran
lo que Dios tan solo sabe.
Como las perlas de oriente
que deslumhran al mirarlas
son los ojos que tú tienes,
que si me miran me matan.
Cada vez qne paso y miro
donde jurabas amarme,
se renuevan en mi pecho
heridas que me causastes.
Lope de Vega, Periódico semanal.
MiaCELÁNEA.
do en ni alma.— La bella prima y seetnidaMam-
bieo allí 86 encontraba :'-8enteme á su lado al pan-
to— y con poquísima gracia,— como tengo dadas
pruebas-Olí ocasiones análogas,— la dije que ya
Obras de mérito. « . , ^- ,-
-. j 1 A ^ . * j ^r "3C'* tiempo-que en secreto la adoraba— y que
Por encargo del Ayuntamiento de Ve- ser corresponiiido-era mi única esperania.-ünt
lez-Malaga, y perra la Iglesia de san Juan, sonrisa burlona--y un no puede ter, la ¡ngrata-
ha construido el dvefio del Baxar Suí%o fué la respuesta que dió-á mi tan sentida pliti-
D. Carlos Stauffer, nn hermoso reló, dando ca;>- en aquel momento, todo-pareciome calaba-
horas y cuartos, con su magnífica esfera tras- ^^s» •'^«la Chorhi y Montekoff -que en la esceína
párente; y una columna monumentai. de hier- debuiaban.-Salí al momento de allí,-fuime cor-
ro, con cuatro elegantes faroles, destinada "endo á mi casa-y como soy tan bilioso--); la có-
par. alumbrar ffn de I. «teci» X.Th°|:!í;-f.ir,rie';t,ffi;:;.¡5
También nuestro amig# el joven y enten- [;¡ ^ente se abrasaba,- -y me encontré á ios Lmi-
dido artista D. JOié Gallardo del Pino, ha gos-qne ya la sesión fin^da-en Lope, todos con-
acuñado para los señores que componen el tentos-iban de tercera y cuarta. -Ellos al verme,
referido Ayuntamiento, veinte medallas de quisieron- que yo los acompañara,— & lo que ac-
plata con las armas de Velez. cedí gustoso, -pues el silencio y la calma-mas
Hemos tenido el gusto de ver esta pre- profunda hacían h herMa-que mi pecho airave-
ciosa obra, y nos abstenemos de mencionar ^^^\ "^^ ^^^^ T^ '• conciencia- del uwaro
su mérito, pies ne solamente en Málaga, si- ^^^^^^^J^r-y m^homasme parece^-que el todo
no en toda España, es bien conocido, el deli- ^' nu charada, =fierciuosAi.
cado gusto que distingue al seflor Gallardo
en esta clase de trabajos.
Epigramas.
Don Homobono Alcachofas
decia ayer á don Pandoifo,
poeta y colega suyo:
((¿Ha leído usted el tomo
de poesías que publico?»
«Si señor, he leído un poco.»
«¿Y qué le parece á usted?»
((Hombre, moral, filosófico.»
((Pues mas de mil ejemplares
he tirado, don Pandoifo:
iba á tirar cuatro rail
pero...» (íAy, don Homobono,
sentiré á la par del alma
que no los tire usted todos.»
Chorbi.
No tiene un pelo de tonto,
dijo ayer tarde Sofía,
don Cirilo de la Nuca*,
pero lo pensó muy pronto,
sabe Dios de quien sería
el pelo de su peluca.
Mi primera y mi tercera— todos tienen en ver-
dad,— algunas son muy perfectas— y otras cual de
Barrabás;--pero pocas las que iogran~]a príoiera
cualidad.- En prima y dos, te colocas— cuando
Juieres descansar— y es un mueble que en tu casa
e seguro lo tendrás.— El todo es un apellido-de
un joven muy aplicado, que aunque es poco co-
nocido^— en el número pasado— supongo lo habrás
\%\áo,=Bartola.
Siendo varías las señoritas que nos fa-
vorecen remitiéndonos las solucionen á las
charadas del número anterior, insertamos una
de cada una, con el objeto de que las tres
queden satisfechas.
InecsoraUe seré-conPI LATOS mientras viva,
—porque á muerte sentencíela el que á todo le dá
vida =C. A. y P,
No dudo que en mtia— Pepe viera y Rosa,— ni
que ésta en su casa— le hablase amorosa.— Solamen-
te estraño -que al pobre José— hasta la CAMISA
-le hiciera perder. =lf. A.
Reunidas prima y segunda^^-que es la pata be
calculado,— y estas dos con la tercera— forman
PATATA muy claro. =Jíana.
Berdaoski.
Charadas.
Estaba en Lope de Veya — wm nocbe, que ol- j
r/i/^rAr-ifi/ac^ noí/ré, porfíue guardo irhi^ recuer- .
mBBCTOR Y BDlTOa RESP0NS.%BU>
Ingenia di Ciwííorí.— Comedias 11.
AÑO I.
DOMINGO 7 DE JUNIO DE 1863.
NÚH. 10.
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SEMANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
IrreqMÍelam esl cor nostrum doncc in le reqiiesctt.
Siif AeiisTui.
¡Cuan grata es la augusta calma
Y santo recogimiento
Que reinan en tu recinto^
Oh magestuoso templo!
De mi vida borrascosa
En el temporal deshecho
Me acojo á tu santo asilo
Como en un seguro puerto.
El mar del mundo combate
Tus muros con yano estruendo^
Mas tú firme le contrastas
Como roca el mar soberbio. '
En vano por fuera escucho
Rugir formidable y fiero
El Tiento de las pasiones^
Pues ne osa penetrar dentro.
Aquí se calma la eterna
Agitación de mi pecho^
Y hallo el objeto dichoso
De mis errantes deseos.
Aqui del mar alterado
Se apaga el rumor postrero^
De músicas y de himnos
Entre celestes acentos.
Aqui llenan la alta bóveda
Fragantes nubes de incienso
Y el corazón se embriaga
En raudales de consuelo.
Aqui la virgen Maria
Muefitra en su rostro materno
La imagen dulce y celeste
De mis infantiles sueños.
¡Cuántas queridas memorias^
Cuántos plácidos recuerdos
Siento venir á mi mente
Cuando tu imagen contemplo!
De mi juventud primera
En los abriles risueños
En tus aras frescas flores
Puse con amante celo.
Flores que no se agotaron,
Ni su perfume perdieron
Cual las que puse en las aras
De algún ídolo terreno.
Pues aun en este recinto
El suave aroma siento
De aquella flor de inocencia
Y secas las otras veo.
Pluguiera á Dios que mi dicha
Fuera no buscara ciego, ,
Y asi evitara los males
Y quebrantos que padezco.
Y que mi vida corriera
Siempre en quietud y silencio.
Como en valle solitario
Corre plácido arroyuelo.
De una cabana campestre
Bajo del pajizo techo.
En las costas de mi patria
A vista del mar sereno.
Porqué lancé mi barquilla
Al mar del mundo revuelto,
Y me encaminó á otras playas
De gloria un falso lucero?
Mi imaginación ardiente
Anhelaba un bien supremo
Que en objetos de la tierra
Buscaba con vano empeño.
Y al fin con los desengaños
Y los dolores aprendo
Que hasta reposar en Dios
Mi espíritu estará inquieto.
Mas de la fé el claro astro
Nunca mis ojos perdieron
De mis ardientes pasiones
Tras los nublados espesos.
Ni en mi corazón profano
De tu amor se apagó el fuego.
Ni á tus voces mis oidos
Cerrados ensordecieron.
Por eso cuando á tu casa
Otra vez por dicha vuelvo.
Lope de Vega,
De tu piedad y favores
Aun dulce esperanza aliento.
Ya de mí ambición mundana
Reconozco el torpe yerro,
Y la soberbia deploro
De mis yano^; pensamientos.
Mas tú Madre, no desoyes
El firme arrepentimiento,
Y para el pió y humilde
Muestras los brazos abiertos.
Los méritos de tu Hijo
Para expiación te ofrezco,
Y de mi azarosa vida
Los incesantes tormentos.
Aun el porvenir ignoro
Que me reservan los cielos,
Y si volveré á los mares
Que atrás con espanto dejo.
Mas yo anhelo que me acojas
Maria, en tu santo templo,
Y al abrigo de tu manto
Mis dias acabar quiero.
En estas augustas sombras
Mi sepulcro hallar deseo.
Pues á través de ella brilla
De la vida el sol eterno.
P. /. Simona*
Bienaventurados loa pobres...
El pobre Dar4^, Irabají y ninerr; el rico ni«e, to
lidia jf muere: que preferí
el trabajo ó por el ía«lidiuY
ÍAilidia )f muere: que^ preferís, llegar á la muerte por
tumbrándonos con ellos á lo paciente, habi-
tuándonos con ellos á todos los trages, ha-
ciéndonos unave de aguante para todas las
borrascas! »
La esperanza, «cadena de oro que une i
tierra con el cielo:»
Las lágrimas, raudales de aguas puras que
lavan al hombre de la mancha del pecado:
El trabajo, suave ley, condición ineludible
de cuanto existe:
El amor, irrecusable testimonio de nuestro
origen celeste:
El genio, emanación de la bondad eterna:
Son, quien lo duda? casi esclusiva heren-
cia de los pobres.
Y que es el hombre sin esperanza? Árbol
sin savia, flor sin roció, que se agosta y mar-
chita muere.
Y como comprendéis al hombre (}ue jamás
sintió el dolor? £1 genio permanecerá en nues-
tro cerebro, puesto alli por el dedo del Eterno;
pero su germinación, su esflorescencía, casi
siempre se debe i un contratiempo, á un
dolor, á una privación.
Ese es el secreto de muchos grandes hombres
Goethe, Byron, Cervantes, Tasso, Home-
ro... todos fueron quilatados por las contra-
diceiones, por el pesar.
Y sin amor, concebís el corazón humano?
Garlos XU de Suecia, fué el solo hóobre
acaso que no haya amado, y murió loco y
miserable.
En cuanto al trabajo; que fuera sin él la
vida? ((Dios ha colocado el trabajo como sal-
vaguardia de la virtud.»
La RmésvoivaVio.
Bienaventurada la pobreza, porque de ella
es el reino de la esperanza.
Bienaventurados los [)obres, porque ellos
derraman lágrimas y sienten el dolor.
Bienaventurada la pobroza, porque de ella
es el trabajo.
Y permítasenos añadir con un inspirado
contemporáneo:
Bienaventurados los pobres, porque de ellos
es el reino del amor,
Bienaventurada la pobreza, porque ha sido
la madre del genio.
La esperanza, el dolor, el trabajo, el amor,
el genio:
Gran Dios! Cuanto no os debemos, habién-
donos permitido nacer entre los pobres, acos-
Nos parece íiue el ardiente africano, que
atraviesa el Zanara, en su santa peregrina-
ción, calcinados sus pies, pulverizada su gar-
ganta, su tez azotada por el Sahi que ame-
naza envolverlo en cordilleras de arena, y
halla de repente un oasis de luxuriante ve-
jetacion; goza mas en un momento que el
americano á la vista de savánas inmensas do
esplendente verdura, con cuyo panorama está
habituado, menoscabando cada dia que pasa
el placer del espectáculo.
Tal es, la imagen del rico y del pobre:
éste on sueños posee trenes lujosos, suntuo-
sos palacios... y si momentos hay en la vida
que valen por siglos, ved uno: aquel acos-
tumbrado á su ecsislcncia de rico, saciado,
no le queda sino ía inquietud, el temor de
Periódico semanal.
las acechanzas, de la privación que no sabría
soportar.
Suponeos, dos hombres amados: pobre el
uno; las repletas cajas del otro le rodean de
prestigiosa aureola.
No tendrá el primero la convicción de la
legitimidad del sentimiento que inspira?
i al segundo mienten pasión: pero, no se
verificarán eslraúas confusiones en su espi-
rita, asaltándole la duda de si son los pre-
liminares de una transacción mercantil los
que m asientan?
De dos espectáculos: el del pobre, resca-
tada su existencia por el trabajo, rodeado de
su familia objeto ae su solícita predilección,
y el del rico gastado en los placeres de li-
cenciosa orgía:
Aquel duerme un sueño refrigcraale, plá-
cido, pues sabe que Dios nada reusa al tra-
bajo:
£ste se tuerce en insomnios ó en fatigosa
|)esadilla lucha con fantasmas, que no son
sino su conciencia, juez íntegro que sabia-
mente colocó Dios en nosotros.
Cual os seduce mas?
(Inútil que protestemos que en nuestro sen-
tir no son estos todos los ricos, ni así son
desgraciadamente todos los pobres.)
Macho pudiéramos decir, pero no queremos
robar espacio á mejores materiales y termi-
naremos:
Repitiendo que agradecemos á Dios haber-
nos permitido nacer entre los pobres, pues si
sabemos aue no hay mérito por el solo hecho
de serlo, lo hay mucho en llevar la pobreza
con dignidad.
Yumf'tJm-SércA.
En el álbum de la Sra. D/ L. Q.
Entre las flores del prado
nació nevada azucena^
aun mas pura que las auras
que su tierno cáliz besan.
Sobre todas las del valle
su esbelto tallo descuella,
que siempre tiende hacia el cielo
la virtud y la inocencia.
El céfiro enamorado
jamás cruzó la pradera
sin perfumarse en su ambiente
ni besar su alba cabeza.
Ni jamás llegó la noche
al final de su carrera
sin derramar* en su seno
menuda lluvia de perlas.
Un dia, el viento animoso
trajo en sus alas lijeras
germen de estériles plantas
y de ponzoñosas yerbas.
Pronto brotaron altivas
junto á la blanca azucena
el seco y punzante espino
y la planta sin esencia.
Ellas la vida robaron
de la fecunda pradera,
que no dio jugo á sus llores
que encanto del alba fueran.
Marchita dobló la frente
la pura y blanca azucena
y el viento llevó sus hojas
pálidas, mustias y secas.
Murió la flor que del prado
la dicha y el alma fuera,
que no goza larga vida
entre vicios la inocencia.
E: Garda Valero.
LA DAMA DEL MEDALLÓN,
NOVELA OBIGINÁIi,
POR EMILIO DE LA CERDA.
CONTINUACIÓN.
Miettlras le veía alejarse se acercaron á domle
yo estaba dos caballeros (fue viviao on aquella fon-
da y el uno de ellos dijo al otro:
—¿Cómo se llama ese joven pinlor cuyas obras
me han celebrado tanto?
-—¿Quién?
• —Aquel míe va allí, cerca de la esquina.
— Ah! es Julio Duran.
Asi supe el nombre del que amaba.
—Oh! no roe engafieís señora, haciéndome con •
cebir esperanzas que luego deba ver fruslrndat,
—¿No me cftt^ \ X ^^ ^^^éá^^-^^ « w^'*^ ^>^
Lope de Vega,
mentir, en una ocasión en que se decide c[uizás la * tantos ojos de la Providencia, abiertos sobre no-
suerte de ua hombre? Pues bien, vea Y. si conoce
esta joya que ha sido mi único consuelo^ el único
confidente de mis amores.
—¡Dios mió! esclamé reconociendo el medallón
que perdiera el dia en que vi á Laura por primera
vez. ¿Cómo ha venido esto á sus manos? Oh! gra-
cias Dios mio^ gracias, proseguí besándolo una y
mil veces. Mas reparando que Laura sollozaba, in-
terrumpí mi entusiasmo para esclamar: ¿Qué tiene
V. Laura, porqué llora V. cuando me ha dévijpl-
to una joya tan querida?
— Ahí "ya lo sabia yo, esclamó Laura elevands al
cielo sus ojos, amaba á otra!....
— ¿Cómo á otra?..
— Ese retrato...
—Es el de mi madre joven y hermssa, que murió
dándome la vida; de mi madre adorada, cuyo úl-
timo pensamiento fué para el hijo, que aunque ino-
cente, causaba su muerte, encargando que este me-
dallón no se separara un momento de mi.
—Era tu madre! dijo Laura llorando de alegría
y estrechando mis manos con pasión; y yo que ha-
bía creido ver en es« retrato á una muger amada
por tí y do quien eras correspondido.
—¡Pobre Laura! Y cómo ha venido á tu poder
este medallón?
— Lo encontré en el portal jdonde bajé luego que
desaparecistes para buscar los objetos que yo ha-
bía perdido, y en verdad que me causó estrañeza
este hallazgo.
— Ah! si, se conoce que al recoger tu pañuelo
se deslizó sin que lo sintiera y sin echarlo de me-
nos hasta por la noche.
—En iin, casi ha sido tu madre la medianera en
nuestros amores.
—Y yo te juro que si esa es su voluntad, sabré
cumplirla; y que ninguna muger poseerá mi cora-
zón después ciue tú, porque tú serás mi primero y
último amor. Toma, guarda esta reliquia de la que
tanto amo; no te separes nunca do ella.
- Y yo á mi vez te juro por su memoria, no ser
rie nadie mas que tuya> y conservar siempre sobre
mi corazón este medallón sean cuales lueren las
circunstancias por que atraviese.
— Y habéis cumplido bien vuestros juramentos
según parece! dije interrumpiendo á Julio en su
narración.
— Yo por mi parte he cumplido el mío religiosa-
mente, pues bien sabes que aunque ahora me caso
no por eso amo á mi futura, solo quiero vengarme
de un desengaño y para eso necesito oro, mucho
oro. En Gn, déjame proseguir y me darás la razón.
—Prosigue pues.
—Estos juramentos á los que parecían asistir
invisibles los manes de mi madre; en una noche
iramfuila, en una frágil embarcación que se desli-
lizabí sobre un abismo abierto á nuestros pies, y
^J//¿}}/hMj^ordc Jas estrellas qne semejaban otros
sotros, todo les prestaba una solemnidad impo-
nente y fantástica.
Después de algunos segundos de silencio, pre •
gunté á Laura:
—Y porqué, amada mía, te resistia^esta maña-
na á acceder á mis ruegos^ si veías tu amor cor-
respondido?
— ¿Y quién me decía entonces que tu amor fue-
se otra cosa que el capricho de un momento, al re-
conocer en mí una muger que te agradó un día ,
Y de quien quizás no te acordabas? Yo, que lie va-
na aun pendiente de mi cuello este medallón, i|ue
solo por ser tuyo conservaba con cariño, y en cu-
ya cubierta leía estas palabras:
TU ME ACOMPASARÁS HASIA LA MUERTB.
J. D.
¿qué sabia yo si era de tu madre, ó de alguna mu-
ger á quien amabas y á quien habías jurado con-
servarlo hasta el sepulcro?
—¡Es verdad! ignorabas el secreto. Por medio
de un resorte se levanta la miniatura, y dentro de
un circulo de cabellos se lee una fecha, queá la par
indica la de la muerte de mi^adre y la de mi na-
cimiento.
Entonces toqué ci resorte, y llevando á Laura
al lado de la luz que iluminaba la brújula del ti-
monel, leyó esta inscripción:
MUERTA EL 31 DE MARZO DE 1834.
— Ya ves, continué, que mal podía ser de una
muger á quien yo amase en la actualidad.
— Espera! esclamó Laura, á como estamos hoy?
— Es verdad! esclamé adivinando su peosamien-
to, que rara coincidencia! hoy os el 31 de Marzo
de 1859 y cumplo veinte y cinco años.
^Esto nos ayudará á recordarla fechado tan
feliz encuentro, y siempre que llegue su ani-
versario rogaré á tu madre, á la nuestra, que do
nos desampare y ruegue á Dios por nosotros.
— Y yo te acompañaré en tu plegaria.
— Yaya, me voy, bastante tiempo hemos per-
manecido juntos; si observara mi ausencia la fa-
milia de Ocampo...
—Espera un momento; voy á preguntarle una
cosa que es la única que amarga un tanto mí dicha.
—¿Y qué es?
—Parece que el señor marqués te ama.
— /Quién te ha dicho...
— Oh! no es muy difícil conocerlo; lo observé
esta mañana, cuando te habló aquí mismo, y esta
misma noche durante la comida
— Pues bien, n» quiero ocultarte nada, me ha-
bla en efecto de amores; pero que te importa si
yo no hago alto en sus palabras? me vé joven, no
mal parecida, y por costumbre... como sabéis
hacer todos los hombres, dijo Laura con una en-
cantadora sonrisa.
F«riódico semanal.
— Ahí léngo celos Laura.
< —Desecha esa idea. Laufa do p*<lrá ser mat
que tuya.
I Y teudiéodODie uua oaDo que yo besé con ter-
— A Dios, me dijo. i>rocura oíaDana intimar con
la familia de Ocampo para que podamos vernos
eo Sevilla I
—Asi lo haré. j
¥ cada cual march6 i ocupar su estrecho ca-|
marote. !
I2C,
il amanecer del dia síguieote dimos vista á ;
Cádiz y hahieudo pensado la familia de Ocampo
nermanecer dos 6 (res diaa eu esta ciudad, tam-
bién yo deiormíné desembarcar en vei de conti- i
Duar mi viaje á SeTÍlla. !
Me hospedé en la misma fonda que ellos; y'
asi, al trascurrir el tiempo que permaDecímos en
Cádiz, habia trabado coa la familia de Ocampo una i
deesas amistades q[io forman una múlua simpatía ,
y que ea poco tiempo llegan á estrt;charse, rei' |
Bando la maror franqueía, cumo sí su hubiese co- ^
nocido aquella persona de muchos aüos atris.
I A qué referirte todos los pormenores de esta '
viajcT Te baste saber que después de cuatro días,
volvimos á embarcarnos para Sevilla, y cuando
llegamos á esta ciudad, tanto el marqnés como
la marquesa y Julia, me hicierou prometerles una
visita para el día siguiente, á lo cual ya res siac-
cedería coo placer.
En efecto, á la una del oirodia me dirigía
su palacio, pues como tal podía considerarse la
suntuosa morada que habitaban, y desde luego
me inlrodujeroD en un gabinete donde se ha-
llaba unida la sencillez al buen gusto.
Julí^ fui la primera que me recibía. Estaba
encaetadora, con su bala color He rosa que sea-
taba maravílJosamenle á su tez morena, y que ce-
fiida al talle por un cordoo do seda enlretegido
deoro, caiaen ondulosos pliegles, descubriendo
apenas un precioso pié, calzado por una babucha
morisca. Era el verdadero tipo de las hijas de
Andalucía, con su misma gracia, sus rasgados ojos
negros y su hablar dulce y apasionado. Te digo
en verdad, que era una viviente tentación, y so-
lo yo, que tan ocupado tenia ol corazón, podía
miriT con indiferencia tanta hermosura.
Desde que entré se sentó á mí lado en un con-
fidente, y con su picaresca sonrísi que nunca la
abandonaba, me uijo:
— Vamos, caballero, parece que los aires de
su pais alegran su corazón; encuentro á V. hoy
de mejor semblante que aquella noche en que
me hacia la confesión de ese amor tan mal cor-
respondido.
—¿Y á qué alrihuye V. esa rc|ientina variación,
y que nota V . de esirañ ) en mi?
EL POETA Y EL TIEMPO.
Deten ¡oh Tiempo! tu eternal carrera;
Lelia es hermosa: en sü virgínea frente
aun brilla el puro sol de primavera.
Deten, deten tu paso, sé clemente.
Rasga la nube en que llevarla intentas;
rompe el reló que marca su destino;
arroja ia guadaña que sustentas
y tuerce hacia otro lado tu camino.
Plega tus alas que amenazan muerte, /
respeta á Lelia en su angustiado lecho,
ceba tu garra en la materra Jnerle.
que aun de Lelia respira el triste pecho-
jOhl te acercas? no escuchas mi plegaria?
Cernir te veo en el espacio, horrible,
y me asusta tu sombra funeraria
que es tu lorva^mirada irresistible.
Borrarse veo en pos de ti tu huella:
rápida pa.sa tu segur corlando
cual cruza el firmamento la cenlella
'I" "arda nube el corazón rasgando.
as ¡ayf oh Tiempo! len^lu.reló ya miro
ano descender que es de su vida
ás jay triste! el postrimer suspiro-
no falal! delente, está dormida.
. si; mi Lelia duerme; pero velo;
ca ese vaso que llenó la arena;
vuélcalo on segundo por el cielo!
ible sé ¿ mi llanto y a mi pena.
)h! mírala en insomnios cual padece
en su pecho el corazón se abrasa: '
oven ilusión se desvanece
ira al ver tu faz que la amenaza.
)h! respétala Tiempo, aun es lempraiio;
que viva en la encantada tierra;
je esc reló tu tiera mano;
pase el vaso que la arena encierra,
uévalc mi dolor y mi agonía!
[ue escuchas? Te acercas impasible!
^nte por piedad un solo dia!
tu ngido paso!,. — «Es imposible.»
y! que no puede ser? Quién le lo impide?»
El cierno reió ito los destinos
e la exislení ia de los orbes mide:
ha señalado Dios otros c.iminos.»
Il Tiempo dijo: y en sus vifjas alas
ilia arrebato; la viacn pura!
tándole al Abril sus tiernas galas,
índole a) amor una hermosura.
Iiope de Vttga,
UN OSCÜLO-
Un ósculo de amistad
ayer exigi á mi amorj
mas la tirana beldad
roe dijo coa seriedad
cubriéndose de rubor:
Aunque amor yo te profeso,
si tu cariño es sincero
DO debes pedirme un beso,'
pues das á entender con oso
que tu amor no es verdadero.
Nunca ofenderte creí
al bacer tal petición-,
si un ósculo te pedí
fué para probar asi
lo estenso de tu pasión.
Mas perdóname mi Tida,
perdonaj que en su embeleso
un amante siempre olvida
que no es la mejor medida,
probar amor con un beso.
Francisco Andraáe y Bemmoní.
FAjOU^O OA-ITB.
IXE B.AJLZ^V.O.
TSADlI<:iÜO POR FBISSICO BUiR.
£1 centinela qae guardaba la puerta del ca-
nal había siJo gaorido mediaulQ un saco d< diez
libras de oro, y «n cuaoio & los dos gondoleros
creían servir á U Bepública.
Á los primeros albores del dia marchamos. Asi
que estuvimos en alia mar, cuándo me acordaba de
aquella memorabia noche y Je U-f fuertes sensa-
ciones que en ella liabia esperiraenLado, cuanilo
me representaba mi memoria aijucl inmenso tesoro
en el que. según mis cAíciilos, dejaba treinta mi^
llonesen plata, vcí:.'teen oro y muchísimos mas en
diamantas, perlas y robles; se vcrificft en ral co-
no <m moviento de locnr».
Tuve la liebrs del oro.
Llegamos á Smirna y nos embarcamos en se-
guida para Francia; al subir en el buque fnncé»,
tuvo U furtuní de quedar libre de mi cómplice-
£nt6nces no calculé toda lá estennon it este
Efinen da la casualidad, pero del que sin embargo
mu alegraba.
Nuo^lro sobresalto era tal que estábimot mum
aturdidas sin dirigirnos siquiera la palabra, espe-
nDdo attar en seguridad pan entregaraos libre-
B«Dte á nuestra alearia.
No tiene nada Je eslraflo que aquel picaro le
volviese loco.
Por lo qus i mi to«a, ya veréis como me cas-
tigó Dios.
No estuve tranquilo hasta después de haber
vendido las dos terceras parles de mis diiman-
tesen .\inaterdam y Londres y realiíado el pol-
vo de oro cu valores eomorciiles.
Duranm cinco años estuve escondido en Ma-
drid: despucien 1770 vine áParisbajoun mm-
bre cspafiol, donde ostenté un tren brillante.
Blanca había muerto
En medio de mis deleites, cuando goiaba de
una fortuna du sein millones, fui atacado da ce-
guera. No dudo que esta eorermadad fusse con-
secuencia de mi |irUii>a y de mis trabajos es los
muros de ella, si uo es que mí facultad d« ver el
oro, debilitan«Io la potencia visual, me predesti-
naba ú perder la vista.
En aquel tiempo amaba á una mugar perteiM-
ciente á una poderosa familia, con laque penuha
unir mí porvenir. L13 habia dicho el secreto da
mi nombre, y yo lo esperaba tudo del favor que
me dispensaba Luis XV. Tenia puasta ^a micoit-
fianza en esta muger que era la amiga deMme.
Dubarry, cuitndo me aconsejó qaa consultara i
na famososo oculista de Londres; mas después de
algunos mese<> de estancia en esta ciudad, me
abandonó en Uíde-Park, habióndoma antes despo-
jado de toda mi fortuna, sin que me qnedara el
menor recurso, porque obligadoá ocultar mi oom-
bre para librarme do la vanganza de Venecia, no
podía repetir contra ella.
Mi enfernedad fué espbtada por ,los espiís
que cerca de mi dejó colocados; y por no bo-
lestaros os hago gracia de aventuras dignas da
Gil Blas.
Vuestra revolución llegó.
Ful obligado á entrar en los Quinze-ViagU,
donde ella liiio que me admitieran, después de
haberme tenido como loco dos aüos enBicetre.
Nunca he encontrado ocasión de matarla.
Carecía de vista, yera ademas demasiado po-
bre para comprar on braio.
Si antes de perder ^ Beneditto Carpí, mi car-
celero, lo hubiera pedido dalos sobre la situación
de mi calabozo, hjhiese podido reconocer el te-
soro y volvar á Venecia cuando la Itepúbliei fué
destruida iwr Nitpoken.
Periódico semanal.
x>x Jkijoa-o.
LAinu.
Por tus caprichos no paso,
mi novio me juzga hermosa
y aunque opines otra cosa
yo con mi novio me caso.
Tu cariño me asegura
que es un infame perjuro,
y yo, Lola, me figuro
que te engañó su figura.
Y si mi amor sacrifico
muy claramente se esplica
que en cambio seré rauyrica
porque mi novio es muy rico.
Que esta idea, que desea
tu amor, deje sin rodeo,
sin saber cuanto deseo
llevar á cabo esta idea,
vive en la imaginación
tan asegurada y tan...
que siendo el oro mi afán
me caso con un millón.
Y si tú, que eres sencilla,
das de tu belleza el brillo
á un pobre, coa el bolsillo
mas limpio que su ropilla,
y que de amor un tesoro
en su ilusión atesora,
porque no sabes, que ahora
amor, significa oro,
yo, querida, que me fundo
en lo que el mundo se funda,
porque, cuando el oro abunfl'a
sobra el amor en el mundo,
al casarme, solo quiero
del hombre que á mí ,me quiera,
como condición primera
poco amor, mucho dinero.
Y si al fin me sacrifico
muy fácilmente se esplica
que en cambio «eré muy rica
porque mi novio es muy rico.
LOLA.
Sin saber lo que es dolor
ni saber lo que es placer,
nunca podrás comprender
la grandeza del amor.
Si de la ambición el eco
resuena en tu mente hueca,
dejándote el alma seca
y el corazón también seco;
si con triste ingratitud
desprecia tu vanidad
el grito de la amistad
que predica la virtud;
una, á quien tal vez le sobre
el juicio que no te sobra,
y que su cariño cobra
en la pobreza de un pobre
que con amor verdadero
le dá su fé verdadera,
y en vez de riqueza artera
un corazón todo entero,
tu miseria desdeñando
y tu contacto temiendo,
pero al fin, compadeciendo
la sed que te está abrasando;»
tu amistad por siempre deja,
pues yo del vicio me alejo,
mas antes, oye un consejo
sin proferir una queja*
lia que pierdo su razón
y á la riqueza se humilla,
siembra con mala semilla
el campo del corazón:
y cuando juzga en sazón
coger un fruto querido,
brota una voz en su oido
de aquella tierra afrentosa
y le dice: « mala espcTsa,
tu cosecha se ha perdido! )>
Y á fé, que razón á Lola,
amigas, no le faltaba,
que es la muger labrador
que con su conciencia labra.
Muchas niñas, no cultivan
el terreno de su alma.^
.1^*^^
%£•-
Lope de Vega, Feriódioo semanal.
y luego, tarde lo riegan
con un torrente de lágrimas.
Pero esas lágrimas, que
no brotan purificadas
queman la pura raíz
de la flor de la esperanza.
Y cuando piden consuelo
á la esencia de esta planta,
solo recogen... espinas
que en el corazón se clavan.
A. Carrian,
MISCELÁNEA.
Epigrama.
El doctor don Juan Gotera,
gorrón ya muy conocido,
se encontró á Pepe Estampido
y le dijo: achico espera.
Te encontré en feliz momento,
no tengo siquiera un puro,
sácame tú deKapuro:
no fumar es un tormento.»
((Hombre no tengo ninguno.»
((Que no tienes? Que sencillo!
Pues ahí por el bolsillo
me parece 'asoma uno.»
«Si pero capa no tiene.»
((No importa dame ese habano,
porque siendo ya verano
en cuerpo es como conviene.»
Berdnofki.
Charadas.
Mi primera compone
la carcajada
y con ésta y segunda
eche usted planta.
No siendo raro
que segunda y primera
te cause llanto.
Con la primera y tercia
enjaezada
me gusta pasearme
por las mañanas.
Y Dios me asista
ay! cuando me coloquen
en tercia y prima.
Y tan solo, lectores,
á mi me espanta
que te ataque mi todo
con la charada.
Aunque yo espero
que á una niña dispenses
tan pobres versos.
Lola.
Canta primera y segunda,
tercera y segunda rota:
en el cántaro está el todo
sin que le falte una gota.
Berdaofki.
Cualquier manjar es insípido
si le falta mi primera,
y de un párvulo en la frente
es frecuente dos y tercia,
y quizás tengas el todo
archivado en tu despensa.
Vlch.
SolocíoD á las Charadas del nomero anlerioTt
1.*
Calabazas Clara
diote claramente,
y un gato inocente
su r(jJ)0 perdió:
y con tus amigos
te fuistes de boUa,
y la CLARABOLLA
abierta quedó.
M' A.
2.'
Una cara muy bonita
me arrebató esta mañana,
y de reguirla cansado
descansar quise en la cama*
Volvime á mi casa al punto
á hacer lo que deseaba,
pero impidió mi camino
don Canuto de la CÁMARA.
Catalina.
DIRECTOR Y EDITOR RESPONSABLE,
Imprenta de Casilari. — Comedias 11.
AÑO I.
DOMINGO 14 DE JUNIO DE 1863.
NÚM, 11.
LOPE DE VEGA,
PETl'iÓDICO SKMANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QüE LLEVA ESTE NOMBRE.
OIElSrOIA.S.
T^TT:EyRJLTTJTiJ^.
A^IiTES.
^ — ^ *»<M»M1 "M I
XiA. ^^IltTTJID.
su influencia sobre esta misma naturaleza des
pues que ha sido restablecido su equilibrio
moral y colocada la Virtud como regla délas
Existe una idea on el mundo moral á cu- acciones humanas?
ya sola consideración es atraída irresistible- Y en efecto, ella á manera de suave brisa
mente la criatura en sus mas nobles facultades, se ha estendijo por toda la tierra inspirando
y cuya realización y complemento constituyen I su hálito benéfico en todas las institucio-
el orilen y armonía de este mismo mundo nes humanas, ella ha perfeccionado todas las
moral. Grabada en el corazón del hombre I ciencias y despejado la inteligencia del hom-
desde que empieza á lalir con movimientos , bre, descubriendo á sus ojos el oscuro llori-
do vida, ella es el atractivo de lodos los se-|zonte del porvenir, ella ha dado vida alas ar-
res racionales, y la que les marca la senda tes, animando con su espíritu los pinceles de
do la justicia y del deber, antes que la ley i Rafael y de Murillo y colocando atrevidas cíi-
eterna de Dios se presente á sus ojos escrita! pulas' en medio de los espacios, ella es laque
con caraclcros materiales. Tal es la ¡dea de ha inventado establecimientos de beneficencia ,
la Virtud. Como emanación de Dios reúne en asilo del huérfano y del desvalido, ella... ¿Pe-
sa naturaleza la verdad y la bondad, doble ¡ro á que detenernos mas en enumerar uno por
atractivo de la inteligencia y del corazón. Ella; uno los grandes bienes que la Virtud ha re-
es bella y hermosa, como hermoso y bello es ! portado a la tierra después que el Mercader
el orden y armonía que eslablece eñ el mun- Divino nos trajo esta preciosa mercancía? Se-
do de los espíritus. Su brillantez es tal que pe- riamos interminables si hubiéramos de hacer-
nclra y ha penetrado siempre por entre las ■ lo; pero bástenos ahora esta sola consideración
mas densas tiniel)las del error, y están gran- ¡ suficiente por sí para presentarnos de un so-
de su dulzura que sola su consideración lie- ' '
na de suavidad á los corazones mas eslraí:;a-
dos por los mezquinos placeres de esla vi(!a.
Inseparable compañera del liombre, aun en el
mismo infortunio de su degiadacion, (illa es la
lo golpe de vista todos los bienes que ella
nos ha tiaido, y es la completa metamorfo-
sis que se ha obrado en el mundo, ya en el
orden de las ideas como en el orden de las
costumbres, desde el momento mismo en que
que ha inspirado sus máximas morales á Só- fué enseñada á los hombres con el ejemplo y
erales y á Confucio, ella la cpuí ha insliíuido doctrina del Divino Maestro. ¿Y habrá quien
las vírgenes Vestales, ella la (¡iie ha forjado
Caéipos Elíseos para sus fieles seguidores y
Tártaros para los que desoigan su voz, ella la
quo'arranca á los incrédulos; las mas subli-
dude después de tan claras pruebas de su ver
dad y bondad? Yo creo funcíadamenleque no;
seria necesario para ello destruir todo lo exis-
tente y que un nuevo orden de cosas viniese
mes' confesiones, y ella por último laque ha- a sustituirle, seria necesario (lo que es impo-
ce csclamar al hombre corrompido video me-
liora prohoque, íuiníjue conliniie su marcha
de corruccion diciendo deteriorn seí/iior.
Y si tal y lan grand;' ha sido s¡.»¡npre su
sible) que una acción mas poderosa que la de
Jesucristo hiciese una conlrarevolucion á la
revolución del Cristo; y qué. ¿Podría acaso
ejercerla un Sticrates? Escuchemos la voz del
ascendiente sobre la nalural'^za humrma, aun! incrédulo Rousseau, que haciendo parangón en-
on el tiempo mismo en (jUv^ la inteüg.^ncia del
hombre yacía abali'la [)or el execrable pe-
so del error y en ([uo s\i corazón había |)er
Ire Sócrates v Jesucristo, considerando ladoc-
trina vida y carácter de uno y otro, esclama:
Oui si la vie el la morí de Sócraic soní d'iin
dido el gusto de las co^as divinas con el bru- safie, la vie el la morí de Jhns sont d'un
lal goce.de sus pasiones, cuanl; ma\or noes' Dieii.
Lope de Vega,
Y si tan grande os el alradivo que la vlr- ^
tud ejerce sobre la naturaleza del hombre ¿co-
mo puede cpnciliarse con el odio i muerte
que la generalidad de los hombres profesan
al virtuoso? ¿Queréis saberlo? pues bien, bus-
cad el origen de este odio en la errónea doc-
trina de ciertos filósofos que só preleslo de
ensalzar la hermosura y belleza de la Virtud
la remetan al tercer cielo, haciéndola inacce-
sible á la actividad y operación del hombre;
es para ellos la virtud un bello ideal, pero un
bello ideal irrealizable. ¡Insensatos! Los que
asi piensan cierran los ojos para no ver la
luz! No necesitaré, nó, para refutar este error
de nuevos argumentos, me valdré de los mis-
mos con que he demostrado la verdad y bon-
dad de la Virtud. Si la Virtud no es mas aue
un bello ideal irrealizable, ¿como esplican los
adversarios la completa transformación del
mundo por medio de la Virtud? ¿Icaso con
la sola contemplación de su hermosura y be-
lleza? Esto seria querer buscar un principio
de actividad en la misma inacción, lo cual es
un absurdo.
Convengamos por último, en que los que
así piecsan quieren medir la fuerza del justo,
que reconoce en sí á mas del suyo otro prin-
cipio superior de sus operaciones, con las
fuerzas propias debilitadas por las pasiones
que le arrastran cada vez mas al abismo de
su degradación y que lejos de ser auxiliado
con las fuerzas superiores que ayudan al jus-
to, pierde las suyas propias, quedando sujeto
á la mas ominosa esclavitud.
Así y solo así puede esplicarse esa perpetua
contradicción de amor á la Virtud y de odio
al virtuoso que se encuentra en lagenerali
dad de los hombres, así y solo así se conci-
be esa continua re[)ulsa de estas dos ideas
enteramente hermanas, así y solo así tiene
lugar la errónea doctrina de la impracticabi-
lidad de la Virtud. Grande eres joh Virtud!
pero tu grandeza no oprime al hombre, an-
tes sí, lo defiendes bajo tu poderosa ejida:
brillante eres; pero tu esplendor no ofusca al
hombre, sino que aumenta mas y mas la luz
de su espíritu: exelsa eres; pero tu elevación
no te oculta á las miradas escudriiladoras de
aquél que ansioso le busca. ¡Ojala que el
mundo entero corriese en pos de tí como en
pos de su verdadero bien! Tú darías la feli-
cidad al individuo, porque apaciguarías las
continuas luchas de su espíritu; á la familia,
porque el mandato y la obediencia se a))0'
ya en el suave vinculo del amor; á la socie-
dad, porque el orden y la armonía serian los
únicos móviles de su vida y el fundamento de
todas sus instituciones.
Emilio Rosso.
IMITACIÓN DE LAMARTINE,
En el álbum de la Sra. D/ P. G.
En el libro de la vida,
fácil es al corazón
ver de una muerta ilusión
la página dolorida.
Mas la página querida
del amor y la ventura,
apenas radiante y pura
á nuestros ojos se ofrece,
para siempre se oscurece
entre tintas de amargura.
Y en balde nuestros antojos
nos fingen una hoja bella,
cuando no alumbra una estrella
nuestro camino de abrojos.
Y en balde buscan los ojos
la página en que vivimos-,
pues cuando el afán sentimos
de un bien quimérico y vano,
ya está bajo nuestra mano
la página en que 'morimos.
5. López Guijarro.
«■■ I 1 1'.
Li DAMA DEL MEDALLÓN,
NOVELA OmaiNAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
CONTINUACIÓN.
— Quése yo; observo en V. cierta alegria, cier-
ta satisfacción. <.
—Sin duda, al verme al lado de tan aprecia-
ble amiga, tan discreta como hermosa...
— Ola! ¿galanteos, caballero? Yo creí que pa-
ra V. uo debia haber ninguna muger hermosa acs*
Periódico semanal.
pues de su adorada. Vaya, esa misma alegría de
que aotes le hablaba á Y., es la que le anima á
chancearse.
—¿Como puede usted creer tal cosa?
— 1 que otra puedo pensar si sé que son puras
lisonjas las que usted me tributa. Que lástima que
Bo pueda usted acercarse á su tiránica beldad pa-
ra decirle tan bellas flores; de seguro que hablan-
daban su corazón.
— ;Lo cree usted asi?
— Y tanto como lo creo.
— Ay! Julia, cuanto darla por ver á usted pre-
sa de una pasión semejante á la mía, entonces tal
vez en lugar de esos sarcasmos, hallaría usted un
placer en confiar sus penas al que supiera com-
prenderlas.
—Y si lo digese á V. que- se engaña, y que tam-
bién yo amo.
— ¿Usted? Ah! permítame que no lo crea.
— ¿Porqué? ¿porque oye usted siempre de mi
boca la sátira cruel» no puedo abrigar en el cora-
zón un amor tan vehemente como el que usted mis-
mo manifiesta? ¿Y si fuese solo una máscara mi
indiferente desden?
— Ah! crci que sus palabras estaban acordes con
sus sentimientos.
— Nosotras debemos siempre ocultar nuestros
sentimientos, y no pon eso debe calificarse este
proceder do falsedad; no, es una necesidad nacida
del desgraciado destino de la muger. Un hombre^
ami, y le es dado declarar su amor á quien lo ins-
pira aunque luego vea despreciar su pasión; al fm
sabe á que atenerse; pero una pobre muger, á quien
la sociedad le quita este derecho ¿que ha de ha-
cer? ama y muere con su amor, si el hogibre en
quien puso su pensamiento, aquel cuyo recuerdo
acaricia su alma no es bastante sagaz para compren-
derlo, ó si lo vé amar á otra que no es ella
Al decir estas palabras con un fuego que hacía
teuir sus mejillas de un vivo encarnado, observé
que una lágrima empañaba sus hermosos ojos, y que
me£Íéndose en las pestañas vino á rodar por su
rostro. Entonces, temerosa sin duda de que yo
tíoiw su emoción, so levantó bajo pretesto de ir
á bipcar ala marquesa. Atónito al ver aquel cam-
bio en una muger ([u^ parceia no poder nunca
amar, en aquel momento no supe que creer. ¿Era
este un recurso de muger para interesar, ó era
cierto que 5({uel alma sufría los tormentos de una
pasión no comprendida por quien la inspiraba?
Cuando me lijaba en esta última idea, me acorda-
ba do lo que yo había sufrido en una ocasión se-
mejante, y la compadocia.
Cinco minutos después se presentó la marque -
sa , rogándome disculpara ásu hija el no poder vol-
ver porque una leve indisposición ocasionada por
el daño que producían en sus nervios el aroma de
las flores de que estaban cargados los jarrones que
había en la habitacieU; la precisaba á perminecer
en su departamento.
La marqaesa se mostró Hnísima, y aun me in*
vitó á pasar las veladas de familia con ellos, pnes
decía, liabían simpatizado todos conmigo y que de-
seaban traiarixe como á un antiguo amigo de la
casa.
Después de una hora de visita y ya perdida la
esperanza de ver aquel día á Laura, que según me
dijo la marquesa^ estaba ocupada en sus lecciones
con sus hijas, me levanté para marcharme.
—¿Tan pronto? me dijo la marqaesa al ver mi
movimiento.
—Con harto sentimiento mío; pero voy á ver á
algunos amigos do la infancia y á pasarme por la
exposición para preparar un lugar á mis cuadros.
—Y á propósito, ¿cuHudo lo? presentará V.? por
que desearíamos ver sus obras.
— Probablemente, dentro de ocho ó diez dias.
— Pues no dejaremos de pasar á verlos; yo soy
entusiasta por la pintura y aun en tííi juventud
pintaba algo, pero desde que me casé, los cuidados
de la familia me hicieron abandonar completamen-
te el arte; sin embargo aun puedo dar mi opinión.
- Bien, bien, me alegraré mucho encontrar en
V. un buen p?ríto que me juzgue sin piedad, res-
pondí riendo. £n íiu, marquesa, hasta la noche.
—Hasta !a noche.
—Cuando empezaba á bajar la escalera, oique
me llamaban por detrás; me volví con presteza y
el lacayo de quien te he hablado, y que de aquí
en adelante nombraré por Pedro, me dijo mirando
al rededor con cautela.
— Señorito, tome Y. estacarla.
—¿De quien es?
— De mademoiselle Laure.
— Esta bien, contesté, y seguí descendiendo.
Al pié de la escalera estaba la Chacha, aquella
viejecita que te he dicho acompañaba á Laura cuan-
do la encontré por primera vez.
—Señorito Julio, me dijo así que llegué ásu la-
do, tome V. esta carta.
—¿De quien es?
—¿De mi señorita Julia, me ha encargado se la
diera á Y. sin que nadie lo Viera.
¡Y como lloraba la pobrecita cuando la escribía!
—Que lloraba?
—Como una Magdalena.
— Y no sabe V. sobre poco mas ó menos....
— Vamos, señor Julio, ¿quÍ3n mejor que V. lo
ha de saber? V. la quiere y ella á Y. también...»
algún disgustíllo.
—¡Señora! ¿que está V. diciendo?.,.
— Ah! me habré engañado... como repetía sa
nombre de Y* tantas veces cuando escribía... yo
la estaba oyendo, aunque puede Y. creer que sin
intención de sorprender sus palabras.
— No sé á que atribuir todo esto, sin embarga
no le diga Y. nula de nueísUa c><:iVv\^\%•í^^\^^^ v^Sk
Lope de Vega,
{
— Vaya su morcó con Dios.
Quedé admirado, tauto de a(|uclla doble mi-
siva, como de los estrados acoDlecimientos que tu-
vieron lugar aquella roauana en tan corto espacio
de tiempo. El repentino cambio de Julia, su desa-
parición, sus lagrimas, aquella misma carta cuyo
contenido ansiaba saber, pues picaba mi curiosidad
CD alto grado, todo en fin, me era incomprensible
Ale dirigí al cafó mas inmediato y leí las dos
cartas; la primera decía sobre poco mas ó menos
lo siguiente.
Julio: grandes han sido mis deseos de presentar-
me en el gabinete donde lias estado con la mar-
quesa; pero be temido me vendiera mi alegría; yo
DO sé disimular; sin embargo he estado oyendo
vuestra conversación en una habitación inmediata
puedes figurarte con cuanto placer escucharía
a invitación que te se ha hecho para pasar á nues-
tro lado las noches. Solo siento te prives con dis-
gusto de otros placeres propios de tu edad; mas
te creo animado del mismo deseo que yo. y no du-
do será el venir á verme el placer mayor para tí.
Hasta la noche, tu
Laura.
La segunda contenia muy pocos renglones me-
dio borrados por recientes láj^rimasque aun hume-
decían el papel; decía así.
Caballero: ¿como me habrá V. calificado al ver
tan repentino cambio en mis ideas? Ah! dice Y. bien
*¿b:.halla tanto placer en confiar sus penas á quien
pledo comprenderlas! sin embargo, estoy arrepen-
tida de esta confianza; soy una loca, pero V. que
es el único depositario de mi secreto oonfio sabrá
guardarlo como quien es y olvidar nuestra con-
versación.
Julia de Ocahpo.
Pensativo por demás con tan singular carta,
me dirigí hacia la plaza del Duque, donde vivía un
amigo mió de la infancia a la sazón oficial de ar-
lilleria, con quien siempre me unió una sincera
iimistad, la que apesar Jíí su carácter, pues Adol-
fo de Sandoval era un completo calavera, jamas
se enfrió, aunque las circunstancias nos hubiesen
tenido separados l.irgo tiempo. No teniendo pa
dres Adolfo, los cuales murieron siendo él aun
muy joven, ni pariente alguno conocido, su vida
fué todo lo alegre que puede ser la de un adolescen-
te do veinte años, dueño de un pingüe mayorazgo
y coíj una cabeza tan lijen como la suya. A los
.\iiito y ocho años, y después de haber apurado
loil'/í los íToccs, después de haber pasado por to-
das 1 1> peripecias de la vida, acabó por gastar su
conzou. Km cnanto á las mugeres solo veia ya
n\ 'lias un o!>;clo de diversión, ó do utilidad á
suü 1 1] le roses.
Siempre \p oí decir cuando mo daba consejos
sobre el amor: busca una mujer que le convenga,
porque el amor solo existe en los pastorciilos dt
Garcilaso; en nuestra sociedad no hay amor, sobre
todo hoy; tanto en hombres como en mugeres,
esta palabra se traduce por especulación
Entonces rechazaba con indignación sus ideas
positivistas; pero al fin he tenido que convenir tn
ello por una triste esperíencia...
Tal era mi imigo bando ./al.
Apenas llegue h su casa y me hice anunciar,
salió con los brazos abiertos y después del primer
desahogo de nuestra amistad, me dijo haciéndome
entrar en su gabinete.
— Vamos querido, y que viento te trae por es-
tas tierras?
—Vengo á la exposición donde pienso presentar
algunos cuadros como en anos anteriores. ¿Y tu
sigues en tu afición a la pintura?
—Hombre, á propósito; tú nae puedes sacar de
un conflicto.
— Veamos si está en mi mano.
(Se coaUsiurá.)
A YES DEL ALBIA!
Cantar solo dolores
sabe mi lira...
feliz solo es mi pecho
cuando suspira;
Que mis suspiros
se llevan los pesares
entre sus giros!..
Son cual aura que flota
por la espesura,
que embriaga al viajero
con su frescura.
¡Aura de amores,
que al prestarnos consuelo
roba dolores!
Son cual cisne que sufre
melancolía,
cuyo canto es sudario
de su agonía...
¡Felice suerte!
porque al morir cantando
dulce es la muerte!..
Mas el mundo, que falsos
goces ofrece,
rechaza los dolores
del que padece...
»
Periódico semanal.
Y en su Jeiirio
-contesta con insultos
á su martirio.
Por eso al escucharlos
calla mi lira...
¿que ha de cantar si el
solo suspiraí
¡Si mis suspiros
solo llevan pesares
entre sus giros!. -
pecho
Ricardo Motij de Bafíos-
' je í 00 se eiforzase en Ijacerlo conocerá la juventud
tal vida, permitiéndola vivir á su modo.
La juventud vivo vida mns hermosa, siquiera
Sfi menos renl: en ella se encuentra la glori.i con
sil cspleiiüenic aureola, los umores con sua dulcí-
simos encantos; la belleza coa todas sus manircs-
taciones; ul placer uu todas sus fornias: cu ella
no so conocen los remordimientos, torcedores do
la conciencia, los dcsengaQos, que desgarran el co-
ra/üu, ninguno do los dolores que laccr.in el al-
m^i: Iodo en ella es belleza; todo es dulzura; ¿no
merece i|UO se viva?
■ Pero eso no es realmente vivir, repite] ince-
üanlomenle la veje/: vivir es no pensar cu la gloria,
;quc es vaaidad. ui creer en el amor, qüc es una
i mentira; ni abrigar esperanzas, que solo son bar-
laduras quimeras: vivir es ver el munilu tal cual
es, íin dejarnos seducir por sus ruenlidiis bellezas,
niembriaüiirpor sus falsos placeres: vivir es eo iin,
conocer la verdad, único alimento del nlua.s
Admitamos como irrecusable todo esto; ¿pero
DO es en eso caso preferible el sueño i la vid.i? mas
aun; ¿no es necesaria al alma el soñ;ir7 Porque
el alma es al parque inteligente, seusilile; y asi
como por lo primero so complace en la verdad,
por lo sejfundu se complace en la belleza, consLau-
le y natural aspiración de aquella facultad; ¡y bay
tan poca en esa vida que intentan hacerle vivir!
que tienen necesidad de buscarla en los sueAos,
■'— 'io lu^
¥ aunque no fuese esto una necesidad,
tan hermosos los sueDosI que fácilmente se Cü^
Es una verdad inconcusa que en esa larga se-
rle de innumerables generaciones que se suceden
en la vi,ia, cada una de ellas es deudora ó las an- ^^^„^^ necesidad de buscarla
ter.ores de tan gran beneficio como es la entrega ¿^-^^ |„g3r donde se encuentra,
beclia á aquellas par estas del gran caudal de co- " °
nocimieolos adquiridos duraoie su existencia. ^
Pero tal vea descartando del número de dichos prendo cómo ios prefiera eraíoia í¡ ía vida. Pees
conocimientos algunos de ellos, el teneficio se- aun cuando sea un lisonjero y vano fantasma no
ría mucho mayor, si como creemos, estos á que mas la gloria en que han envuelto sus nombres
aludimos solo producen el no muy grato resulta- ijgimos; aun cuando haya sidosolamenlo una deu-
do de despojar al corazón de esas encantadoras ciosa mentira el amor que hiciera gozar inágota-
■■ que forman su felicidad.
Es decir, que acaso no será muy aventurado
asegurar, que si las generaciones que avanzan ha-
cia k muerte no legasen 5 I- s que avanzan ha-
cía la vida, sus conocimientos sobro lo que según
ellas es realmente vivir, el agradecimiento debido
por las unas.á las otras serla doblemente mayor;
porque aquellos ponen ñ las que los reciben en
(leligrü de vivir, y, ciertamente no es esto gran
motivo de gratitud. ¿Pues qué gran bcnelicio es
vivir, si es verdad qué la vida consiste en conocer
. la realidad de las cosas y esta realidad destroza
el alma? ¿Qné vale vivir, sí vivires saber que to-
do lo que alhaga á hs almas jóvenes es una men-
tira, indi;:na ile ocuparnos un instante; si es des-
bles placeres á otros, ¿cómo podemos no desear
luuclias veces llamarnos Cervantes ú Colon; ni mu-
chas mas envidiar é los que tuvieron la dicha de
ser acariciados por los hermosos suchos del amor
de Safo ó la Padilla^
De ningún modo; la naturaleza de nuestra al-
ma, nacida para amar, nos cxíje que busquemos
lu bello donde quiera quu se halle; y la misma
realidad de l.i rida nos disculpa, si es necesario,
de que no quieram;>s vivir.
l'or eso decimos que mas acreedoras fueran á
la gratitud de l-is generaciones jóvenes las que les
Ereceden en la vida, si no se esforzasen éstas en
acerles vivir; porque, lo repelimos por última vez,
si la gloria, el amor, la esperanza ton sueQos, y
lerrar del corazón todo lo que puede conslítuir | despertar es arrojarlos del corazón, dej:iodo áes-
su felicidad, y lu deja convertido cu | le convertido en espantoso yermo de aterradora
.Triste iiáramo .. ¡y lúgubre arid.i, á vivir mGriendo es preferible
' el vivir sonando.
donde no naco una llor?" W ríV
En verdad, ÍMia mas de agradecer que la vc-i
Lope de Vega*
LA VAGA, LA CABRA, LA OVEJA V 81 LBON.
Uoa Cabra y una Vaca cierlo dia
y la Oveja paciente,
se asociaron para ir de cacería
con el León rugiente;
una Cierva corpulenta,
al divmina en partes,
que asi habló el Lcon la Fama ciieula.
usando malas artes:
niia la primera pu<?s León me llamo,
y porque soy fuerte
par) mi la segunda yo reclamo
en cambio de la muerte:
y si mucho mas que vosotras puedo.
V sabéis,
con la ttTcia poi-cion también me quedo
si á mal m
¥ ah de ustedes, si con imprudencia harta
alguna pretendiera
tocar tan solo ó desear la cuarta...
al punto perecieral
Esopo en esta fábula previene
al débil confiado
que con el fuerte tratar no le conviene
pues quedará engafiado.
Federico Bejar.
(TiíJuMioii di Fedto.)
Si letrilla es en verdad
criticar con labio rieate
á todo vicho viviente
que tiene la sociedad,
allá vá á lo que jo entiendo
uoa letrilla jocosa,
disculpadla, porque es cosa
hecha de prisa y corriendo.
Al que educa por su mal
al hijo de una condesa
sin 6 pesa
del sistema decimal
y tOJito apellida al chico,
lo critico.
A la muger que es doctora
6 lo quiere parecer,
si no hay quien la haga saber
que todo la pobre ignora
y cierra aburrida el pico,
la critico.
Los que teniendo alazán
que corta arrogante el viento
montados en un jumento
por miedo ai caballo van
6 en algún sucio borrico,
los critico.
A las que tienen faldero
/ como si fuera un niño
le repiten con cariño:
jAIberto, cuántote quiero!
besándolo en el hocico,
las critico-
Y á mí mismo, que orgulloso
sin cuento,
^<i sentimiento,
fe lector curioso
cuando estos versos mastico,
Bie critico, me critico.
PcAb Cantó AUetaa.
FA.OI3SrO CJ^ÍSTE.
33S SJ^JLZ.A.O.
THADUCÍDO POR FEDERICO BEJAR.
CONCLUSIÓN.
Mas. apesar de mí ceguera, marchemos á Ye-
necia- Yo reconoceré la puerla du la prisión; yo
veré el oro al través de sus murallas y lo per-
cibiré hasta en el fondo <le las aguas, donde se
iia 1 ; porque los ^^^. que
han echado por tierra e y^iemci» soa
tales, el secrelo de o ha debido mo-
mino, el hermano de Blanca, mi
fMf^^n lo^ espero, me habrá puesto bien
con lósViei^
Yo he pasado notas al primer Citnsul y be pro-
puesto un tratado al Emperadorde Austria; pero
todos me han du^oido juzgándome Joco!
Venid, marchemos á Venocia, vayamos men-
digando, que volveremos millonirios; recobraré'
Periódico semanal.
mis bienes, y vos seréis mi heredero, seréis prín-
cipe de Várese.
Aturdido por esta confianza, que en mi imagi-
nación tomaJba las proporciones de un poema al
aspecto de esta cabeza blanca y ante el agua ne-
gra de los fosos de la Bastilla, agua estancada
oomo la de los canales de Yenecia, no le respon-
dí una palabra.
Facmo Cañe, creyendo sin duda que lo juzga-
ba como los demás, con desdeñosa conmisera-
ción hizo un gesto que espresaba toda la filoso-
fía de la desesperación.
Esta narración acaso le trasportó á sus mejo-
res dias, á Yenecia, y tomando su clarinete, tocó
melancólicamente una canción veneciana, barca-
rola que puso de relieve su primer talento, su ta-
lento de patricio enamorado y que se asemejaba
mucho al Super flumina Bahylonis.
Mis ojos se llenaron de lágrimas.
T es imposible que si alguno pasaba entonces
á lo largo del bulevard Bourdon, no se parara á
escuchar esta última queja de un desterrado, el
postrer suspiro de un nombre perdido, al que se
izoia la memoria de Biaoca.
Mas el recuerdo del oro bien pronto asaltó á
su mente, y la fatal pasión borró este destello de
juventud.
— Este tesoro, me dijo, lo ven doquiera mis
ojos, tanto despierto como en sueño; yo me paseo
por él; los diamantes despiden rayos do fuego y
no soy ya ciego como creéis; el oro y los diaman-
tes alumbran mi noche, la noche del último Fa-
cÍBO Cañe, porque mis títulos pasan á los Memmi.
Dios mió! el castigo del asesino ha comenzado
bien temprano! Ave María.,, y recitó algunas ora-
ciones que no entendí.
— Iremos á Y6necia! le .dije cuando se hubo
levantado.
—Ya he encontrado un hombre! esclamó radian-
te de alegría.
Dile elbrazo y lo conduje á los Quinze-Yingts,
es cuya puerta me apretó l.i mano, en el momen-
to que algunas personas volvían de la boda gri-
tando á mas no poder.
—Partiremos mañana? me dijo el anciano.
-*Tan lueso como reunamos algún dinero.
— Pero podemos ir á pié; yo pediré limosna,
soy robusto y siempre es uno joven cuando vé el
oro delante de sí.
MISCELÁNEA.
Sesión.
Lope de Vega celebró una en la noche
del Domingo anterior.
En ella, después de Las Cotlumbre$ dd
Polo Desierto, se cantó por D. José Gar-
rido y Burgos y D. Ramón Franquelo Romero
un dúo de la ópera Belisario, un aria de te-
nor de Linda, y la de bajo, coreada, de La
Norma,
Inútil es decir, que tanto estos señores co-
mo D. Ricardo Pozo, D. Miguel Reina y los de-
mas jóvenes que componen la sección lírica
se conquistaron innumerables y merecidos
aplausos.
También el conocido profesor de piano don
Juan Cansino recibió inequívocas pruebas del
aprecio en que la Sociedad tiene los conoci-
mientos que empleó tan eficazmente para el
mejor éxito de esta sesión.
Según costumbre, y apesar del escesivo
calor, terminó con un animado rato de baile
Facine Cañe murió durante el invierno, de una
pulmonía, después de haber padecido dos meses.
FIN.
Epigramas.
Decia Juan Antonio ayer:
((tiene mi amiga Maria
la cabeza mas vacía
que he conocido en muger.»
El no habrá llegado á ver
que bajo el pelo escondido
tiene el falso de un vestido,
seis varas tul de algodón
y hasta creo que un pantalón
de su candido marido.
Berdaoskí.
De acá para allá cantando
envuelto en un casacon
pasa el dia don Fernando^
viejo rico y socarrón.
Su doméstica Ciriaca,
de genio vivarachon
esclama: ((Como machaca!
Siempre así mi buen señor!»
((En estremo eres satírica
el amo la replicó,
hasta en la ocasión mas crítica
me has de decir machacon»^>
Lopo de Vega, Periódico semanal.
Charadas.
Con mi primera regaño
al que descansando está
en la cuarta con tercera
cuando algo quiere tocar.
De prima^ segunda y tercia
muchas hay en la ciudad
que á cierta clase del pueblo
les agrada visitar.
Mi quinta con mi tercera
en las tiendas hallarás
y sin este requisito
no puede un buque marchar.
Como cristiano que eres
de hinojos te postraras
ante mi todo, implorando
la eterna felicidad.
Lola.
Prima tiene dos letras
que forman una
y á todos nos han dado
tercia y segunda,
no siendo estraño
que la tercera tomes
estando malo.
Segunda, prima y tercia
forman un nombre
sobre el cual mucha gente
se queda pobre,
y lo hay en casas
en donde abunda el todo
de mi charada.
Yiiyc.
Cuando un español de España
vá á Manchester de Inglaterra
allí deja de ser hombre
convirtiéndose eu primera.
Si una muger algún dia
á la lotería juega,
que no conciba esperanzas
siendo primera y tercera,
P^.í:^ j.;o\i r'.'y-v un [)ren}io
M: ucxT-' in '"r nv.-rza
ei L«.-Ji' ?■ üiüv iíih.'ii.i íii.iiio
'■ , * -"* .
i":^ 1 i ii'J-:' ■' iii .! ;!i(.::i ^ : :: W Uv'J.i
i.
hallar desea un esposo
afable y de buenas prendas,
aquí estoy yo, que aunque feo
y sin tener una perla,
mi genio es como una malva
y mi pecho es una hoguera.
Mi todo en confitería
el que lo busca lo encuentra.
Brrdooskl.
Solución á las Charadas del núinero aülcríor.
Con la charada de Lola
no pudo darme Jaqueca;
menos la del Salchichón
que en un santi-amen se acierta-,
y aunque la de Berduoski
me fastidió una hora entera,
luego salió ser un Cántaro
lo que encerró su mollera.
Catalina .
Un jaqm salió una noche
á dar su queja á una dama,
y la niña inconsecuente
con un ja ja contestaba.
Entonces todo corrido
SM jaca á escape volvió,
y el cementerio al cruzar
una caja se encontró.
Jesús! dijo, mal agüero:
todo conspira á mi mal,
mas le prometo á la niña '
que una JAQUECA tendrá.
Comunicado.
I-OI^E 3DE ^^EC3^-A.
Esta Sociedad cclobra Juota general ordinam,
con arreglo al art. 18 del reglamento, el 18 del
corríenle á las doce de la mañana.
Lo qup se publica en este periódico para cono
cimiento de los Sre>. Socios.
Málaga 13 de Junio de 18ü3. — El Secretario,
Antonio Merino.
DlUECTOa Y EDITOR HESrONSABLE,
« :. t w; im t * umm'-.mr '■»*
■
fnipreidi de Casilari. — Comedias 11.
AÑO I.
DOMINQO 21 DE JUNIO DE 1863.
NÚM. 12.
«
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SEMA?(AL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
CIElSrOlA.Q.
XjITEÜ-A^arXJIi-A..
a.:rt:s&.
as»
mJC\. • • •
I.
Fit Fragor.
Hermosos sueños de gloria
Que embellecisteis mis dias
Cuando mi cerebro loco
En esperanzas ardía-,
Pobres flores de mi alma
Frescas ayer, hoy marchitas,
Deshojadas por el soplo
De los vientos de la vida-,
Estrella de los placeres
Que ayer alegre lucías,
Y hoy siniestra entre las nubes
De los desengaños brillas;
Nave de mis esperanzas
Que resbalabas tranquila
Por el mar de la existencia
Al arrullo de las brisas,
Yahora oculta entre los pliegues
Del torbellino que gira
Roto el timón y sin norte
A la ventura caminas-,
Arcángel inmaculado
De las santas alegrías
Que en los abismos del alma
Lloras su calma perdida-,
¿Porque fijos en la mente
Vuestros recuerdos se agitan,
Y el remolino levantan
De las pasiones dormidas?
Ah! respetad el sepulcro
Donde se encierran mis dichas,
Y no busquéis ilusiones
En donde solo hay cenizas.
CSC
II,
Fíjl !i!X.
De entre esos rotos escombros
De mis pasadas delicias,
Que el espíritu enterraron
En el polvo de sus ruinas
Puede hacer brotar un cielo
Un rayo de tu pupila.
Que eres la esencia del ser
Del que en tus ojos se mira...
Por eso si oigo el acento
De algún ruiseñor que trina
A la margen de un arroyo
Entre el zarzal donde anida,
O el murmullo de una fuente
Que aprisionada suspira,
O el susurro de las hojas
Por los céfiros mecidas.
Siento correr por mis venas
Fuego de amor que me anima.
Y es que en sus ecos Natura
Tu acento de ángel imita.
Mientras sobre el mar sin fondo
De mi oscura fantasía
Cruza tu imagen hermosa
Entre ráfagas divinas.
Muger que mis ilusiones
Con alas de ángel cubrías
Vuelve el calor á este pecho
Que con tu ausencia se enfría.
Ven á mis brazos, que aun
En mi corazón respira
El Fénix de los amores
Que nace de sus cenizas.
Padua de Alarcon.
^
HISTORIA NATURAL
IIAUZUPIALES.
Sirena del corazón
Que mis ensueños inspiras.
Radiante luz de mis ojos.
Puro aliento de mi vida^
i Las diferentes maneras que los animales
■que pueblan el globo lorrostrc tienen de re-
'. producirse y continuar sus ej-pocies, han sí •
• (lo y serán siempre obgelos (]ue se pre&leci
^á la admiración v ^^VwvVsft '\^\cs%V^^sí^^^ía^>'^
Lope de Vega»
intentar su clasificación. En unos la curiosi- ¡ de ellos, puesto que nacen sus hijos de una
dad, en otros el entretenimiento y en varios misma manera. Pero en el de sus formas, sus
la instrucción y el estudio, han sido siempre coslumbi os y en el modo de vivir, se dife-
el móvil que los han impulsado para conocer rencian mucho entre si.
á ciencia las diversas familias y especies de En lo primero, es decir, en el modo espe-
scres qno viven, crecen y se reproducen sinjcial de dar áluz sus hijos, son igual«p¿, por-
el auxilio de sus semejantes y cual si fuesen que las hemb.as tienen la piel del vientre
seres que pozan de razón y de entendimien- bastante replegada, que haciendo la misma
tos superiores. Hay muchos cuadrúpedos que figura de una bolsa, se depositan los peque-
lienen estos privilegios. El modo de que se ñuelos que quedan protegidos en la primera
valen para colocar á sus hijos cuando nacen, época de su vida de los agentes esleriores.
ya para librarlos de la intemperie de la at-. También cuando nacen, no están completa-
mósfera, ó ya para sustraerlos á la vista de mente desarrollados y necesitan de la prése-
los dema^ animales por temor de que se cusion de algunos dias para que se verifi-
los arrebaten, merecen una minuciosa obser-jqae en ellos esta metamorfosis, poi* lo que
vacion. que es objeto luego de una profunda sus órganos son rudimentarios. Desde la épo-
atencíon. Las rocas, las grutas, los árboles,
la tierra, son otras tantas parles donde co-
munmente depositan sus hijos y de las que se
ca en que nacen hasta la en que se desen -
vuelven, están agarrados á las tetas de las
madres, y permanecen pendientes de ellas to-
constituyen guardas acérrimos hasta la épo- ; do el tiempo que dura su transformación, que
ca de su perfecto desarrollo, desde donde 1 serán ocho ó diez dias, y desde entonces em-
cm[)iezan po»- si mismo á buscarse el alimen- 1 piezan a ejercer sus funciones. A veces tam-
to sin necesitar de los cuidados de sus padres bien, aun cuando sean grandes, si le ame-
para conducirse entre los demás.
Apenas la hembra se siente embarazada.
naza algún peligro á la madre y no pueden
seguir su veloz carrera, se meten en la bolsa.
empieza á buscar con la ayuda del macho, el ; la que les sirve de refugio y de burla para
sitio donde sin estar espues!o á la vista é im- 1 sus perseguidores. En unas hembras la bolsa
practicable para los demás, sea bien acondi-
cionado para recibir á sus hijos. Hojas se-
cas, trapos y todo cuanto sea necesario para
cubrir el suelo donde vana depositar su cria,
emplean los dias primeros en buscar. Des-
pués, cuando ya conocen que solo pocos dias
está bastante manifiesta, en otras es rudimen-
taria; pero siempre nacen sus hijos de la mis-
ma manera.
Tocante á lo segundo, es decir, en sus
formas, costumbres y modo de vivir se dife-
rencia mucho. Unos se asemejan por sus cos-
le restan para el parto, se colocan eu la ca- tumbres y modo de vivir á los carniceros;
ma y con el calor del cueipo y el estar par- otros tienen mas aialogia con los roedores;
te del dia y toda la noche en ella, calientan algunos se parecen mas á los edentados y
la estancia y ponen su temperatura al nivel varios á los cuadrumanos. Habitan en fami-
de la de su cuerpo; de manera que cuando lias y en diferentes partes del globo, como en
nacen los hijos, aunque no sientan el mis- 1 América, en la Nueva Holanda é Islas adya-
mo calor como cuando estaban encerrados en ' centes.
el vientre de su madre, á lo menos no co- j Los principales géneros de esta clase de
nocen el frió. ; animales, según Gerbier, son los siguientes:
Hemos dicho que la mayor parte de los ! Las Zarigüellas, que comprende diez y ocho
animales cuadrúpedos hacen sus crias en las especies, nalui^ales todas de América. La co-
rocas, grutas etc., pero hay otros y estos mun es igual á un galo mediano, el hocico
son en menor parte, que usan un medio para muy prolongado, la boca muy ondida, las
colocar sus hijos muy diferente de los de- orejas desnudas y la cola larga desprovista
mas animales. Entre aquellos, los que mas de pelos. Su alimento consiste ])rincipalraente
llaman la atención por su raro parlo, son en animales pequeños, en carne muerla y en
los Marzupiales que pertenecen al orden 4.* frutos, por lo que, con esta semejanza y el
de laclase 1.* de los Mamíferos. El carácter alimento de que se sirven, se ha creido que
de estos animales, tocante á el modo de dar tienen alguna analogía con los carniceros. Vi-
¿Juz sas hijos, ftsüijo mismo en cada uno 'ven por lo común en los árboles, haciendo
Periódico semanal.
su nido entre las ramas mas espesafs. Los Fa- [
lanjeros, son naturales de la Nueva Holanda j
y habitan en ella y en las islas roas próximas.
Son parecidos á los monos; algunos tienen
la cola prensil con la que se agarran de las
ramas, quedando colgado lo restante delcuer-
!)o. Viven como los anteriores, en los árbo-
es: sus alimentos son de frutos, y son un
poco tímidos. Y los Canguros que cuentan nu-
merosas especies, que tienen cuatro y cinco
pies de largo. Las estremidades posteriores
muy largas, y la cola también larea. Estos
animales se diferencian bastante de los ante-
riores por la formación de su cuerpo, y ade-
mas por la particularidad que tienen de an-
dar« puesto que sosteniéndose sobre los pies
de atrás y soore la cola como en un trípode,
marchan en esta posición bastante bien y aun
corren lo suficiente para burlarse de sus ene-
migos. Tienen otra cualidad que los anterio-
res carecen de ella, y es que son dóciles; se
alimentan paciendo la yerba que hay en las
Eraderas, v se domestican con facilidad. Ha-
itan en el mismo sitio donde se alimentan,
Ír sus especies son naturales de la Nueva Ho-
anda y de sus Islas.
Tocante á la caza de estos animales no sa-
bemos como se efectuará; pero creemos, y
esto es lo mas cierto/que no se ocupan de ca-
zarlos, por cuanto son animales de poca uti-
lidad y no muy apreciables.
M. Román.
Ella es mi amor, yo la adoro
Y de sus miradas vivo.
La luz de sus ojos claros
Luce en mi alma su brillo.
No sé que vaga dulzura
Siento yo cuando la miro...
Me parece que es un ángel
Que se introduce en mi espíritu.
Tiene los ojos azules.
Que armonizan con los hilos
De sus cabellos de oro
Que caen formando rizos.
Es su boquita un búcaro
De dos corales unidos.
Que en vez de palabras, deb^
Tener flores al (abrirlos.
Flores de suave fragancia
Qué triste yo no percibo-,
Pero que el alma me hiere
Y al pecho arranca suspiros!
Es un aroma que solo
Percibe el hálitr amigo.
Por esto de tantas lágrimas
Se llenan los ojos mies!
Ella es mi amor; yo la adoro. ..
Es mi ideal peregino...
Es el ángel de mis sueños...
El que amamos con delirio.
Y en mi pena asi mirándola
Me estremezco y... la bendigo...
¡Y muero de amor por ella
Que no acoge mi cariño!
Ildefonso Enrique Ollero.
íía¿t\ú.
ESPEREMOS.
((Te he visto, amada, y te quiero.»
Dije á una niña muy bella,
Y érase el fuego primero
Del amor vivida estrella.
Ella bajó la mirada
Porque el amor no la venza:
Y quedó ruborizada
Del color de la vergüenza.
La respetó mi cariño
Una vez, dos y hasta cuatro,
Diciéndola como un niño:
«Yo te he visto y te idolatro.»
Y ella al ver mi afán prolijo.
Abrió sus labios de flores
Y temblorosa me dijo:
((Soy tan niña para amores!»
Juan P. de Guzman.
Madrid .-1863.
LA PAZ DEL CAMPO
El cielo está puro,
la brisa suave
y el canto del ave
se escucha en redor.
La rosa en sus hojas
ostenta el roció
y lánguido el rio
La tímida Aurora
con tintas de fuego,
anuncia que luego
Apolo vendrá
subido en su carro
de ruedas de oro,
llevando ií\!l^'^\^
Lope do Vega,
Y el labriego al paro albor
3ue esparce en torno la Aurora
eja el Jecho sin dolor,
porque comprende que es hora
de comenzar su labor.
Echase al hombro la azada
después que besa á su hijo,
y enloinndo uní balada
marcha con afán prolijo
por cavar de madrugada.
Sus cabrillas apresta
contenió el zagal
y á la verde íloresla
las lleva á pastar.
venturoso, tranquilo,
sin pena ni amor,
á los ecos sonoros
del dulce laúd
Y á ia sombra del tilo, ensalza los tesoros
huyendo del sol, que dá la virtud.
Que dichoso soy! en sii canto murmura
gozando el porfume que exhala ia flor,
tendido en aifombras de amona verdura
que nunca sinlieron los rayos del sol.
Yo quiero pasar en ti campo mi vida
llevando mis cabras al valle á pacer
y dar un abrazo á mi madre querida
cuando á casa la noche me haga volver.
Pues yo no suspiro por falsos amores
([ue el hombre en ciudades pudiera gozar«
tan solo deseo vivir entre flores
y su grata esencia feliz aspirar.
Federico Befar.
U UM DEL MEDALLÓN,
NOVELA OBIGINAIi,
POR EMILIO DE LA CERDA.
CONTINUACIÓN.
I desdo luego llevaba eso adelantado; pero llega la
exposición donde ella presentara algunas obrasio-
yas, y me dice el otro dia: «Adollito ¿no tendre-
mos el gusto de ver algo de Y. en la exposición?
j — Ay! señora, apenas tengo tiempo de hacer oa-
ida con las obligaciones del servicio.
j —Vaya, voy creyendo que es V. pintor en el
nombre.
—Ya ves tú, amigo^ que compromiso.
— ¿Y que has hecho, puesT le dije á Adolfo.
—Prometerle que antes de quince dias vería
un cuadro mió en la exposición, y ya han pasado
ocho y no tengo nada, y...
— ¿En fm que favor era el que reclamabas de mi?
—Casi no me atrevo...
— Vamos, que le preste algún cuadro para ha-
cerlo pasar como tuyo.
—Justamente; mira, me sacarías de un verda-
dero compromiso.
— Purs cuenta con él; casualmente tengo aquí el
retrato del duque de'"
— Oh! no, no, la niña tiene entre otras, la ma-
nía de leer la Discusión v casi es demócrata. Pos de
nobles, como diria nuestro maestro de francés ¿le
acuerdas? aquel ex-jacabino ochentón quo tan bien
nos sentaba su republicana palmeta sin distinción
de clases.
— Entonces Susana eu el bafio...
— Magnifico; le diré por alhagarla que la he
querido retratar á ella.
—Si no so le parece! vas á perder tu crédito.
— Me haré el casto y le diré quo siempre ho
creido que las nuigeres tenian en el baño otra ca-
ra, pues no he visto ninguna.
—Pasarás por estúpido.
—En una palabra, es bonita tu Susana.
— Divina.
—Pues como ella es bastante fea le alhajará
siempre el verse comparada con una divinidad.
— jSiempre tan loco! en íin, cuando quieras pue-
des enviar por él á mi casa, y firmarlo como tu-
yo, pues nadie lo ha visto aun.
—No; cuando presentes los tuyos. Por el pron-
to vamos á córner^ deseo que me acompañes, ya
que no nos vemos hace tanto tiempo.
—Me plaee, después iremos á buscar á los
amigos, que según me han informado, se reúnen en
el cafe de'" todas las tardes, y en seguida mo
_ I de tí para ir en casa déla
facieres que forma mi historia amorosa, me' fal- j Ocampo
-~ Pues has de saber, que para completar el ca-
tálago de mugeres de distintas inclinaciones yca-| separaré de tí para ir en casa
marquesa de
taba una que tuviese la manía de la pintura; ya i —Calla! esta aquí ia marauesa!
en otra ocasión, tratéá una poetisa, y fui poeta ala ' —Ayer vino conmigo toda la familia dosde Má-
fuerza; luego una ñlarmónica, y empezéá anren-jlaga; pero de donde conoces tu á los de Ocampo.
der la müsica, aunque no pude pasar del solfo de ¡ —Le hice el amor á Julia en Madrid, pero co-
escalas. Hoy es mas serio; la niña á quien hago mo chiquilla que apenas cuenta diez y seis años,
el amor, es decir, la que me conviene enamorar, es una devanadera y se fastidió de mi al segundo
es pintora; pero amigo una verdadera profesora; y , dia.
unaJfHíj|f«ondiciones que impone ásns adorado- j —Eres tan atolondrado....
JTs^ esh de ^ue han de ser también pintores. Yo —Entonces, todos los que la han obsequiado son
Periódioo semanal.
como yo» porque con todos se ha portado lo mismo.
—¿Y has quedado «n buenas relaciofies coo la
familia á pesar de esto rompimiento?
— Ta lo creo; fueron nuestros amores tan pa-
sageros, que nadie se apercibió de ellos; por lo
tanto seguí visitando la casa. Esta noche te acom-
pañaré.
— También conocerás á Laura.
— Mucho^ esa es el reverso de la medalla. Tan
juiciosa, como loca su amiga, solo piensa en sus
libros. Si vieras, que triste es la historia de esta
pobre niña I
— ¿Si? cuéntamente, cuéntame, algo de ella.
— Áh! picaro, tú tienes algunas miras hacia
Laura..,
— No, no, te aseguro que jamás he pensado en
ella, es solo curiosidad, pues veo la tratan en la
casa, no como de la clase á que parece pertene-
cer... al On como un aya, sino cual si fuera un
individuo de la familia.
—Como que es una persona bien nacida. T si
hoy parece ser el aya de las niñas de la marque-
sa, es porque ella se ha empeñado... por puro agra-
decimiento.
— Pues í}ien, mientras te vistes, cuéntame lo que
sepas.
— Uc aquí en dos palabras su historia que me
ha referido un sugeto, el cual es persona fidedigna
por que presenció los hechos, y ademas hombre
muy formal. Este mismo fué el que informó ala
marquesa del origen de Laura, aunque á ella ja-
más se le ha hablado naJa acerca do su naci-
miento^ pues parece ignorar completamente que
* DO es hija de quien ella cree.
—Habla pronto, ya te escucho.
Laura pasaba en Paris por hija de Mr. de
Clermont, personage político de bastante impor-
tancia, y que había ocupado puestos muy distin-
guidos en el reinado de Luis Felipe. Este, que
supo apreciar las brillantes dotes parlamentarías
de Mr. de Clermont, como orador y diplomático,
lo encargó (esto se entiende antes del nacimiento
de Laura) de una comisión muy delicada cerca de
nn monarca de Alemania.
Mr. de Clermont tenia una esposa, que pare-
cia ser un modelo de virtud; hermosa como un
ángol, y á quien él am:)ba con delirio.
Sabiendo que su permanencia en el estran-
gero so prolongaría m^s de un año, se despidió
lleno <ie pesar de su t¡erní:»iraa esposa, que regó
con abundantes lágri.nas aquel adiós tan doloroso.
Por este tiempo se presentó en Paris un ca-
ballero español, de arrogante presencia y distin-
guidas maneras, anlo quien se abrieron las puer-
tas de los mas aristocráticos salones de la socie-
dad parisiense.
A una de esta casas concurria Mad. de Cler-
mont, cuando presentaron en ella al apuesto es-
pañol.
Iba siempre esta señora rodeada de criados
y de amigas, para que nunca pudiera decirse nada
contrario á su virtud, durante la ausencia de su
esposo, y hubiera encontrado mil paladines pron
tos á sacar la espada por ella, si algún impru-
dente osara manchar su acrisolada reputación con
una atrevida sospecha.
Mas ay! hubo un dia en que debió venir á
tierra aquellla muralla levantada entre ella y la
maledicencia.
La casualidad hizo que una de las primeras
señoras con quienes hablara el estrangero fué
Mad. de Clermont.
Ambos simpatizaron desde luego; y un dia
tras otro dia, se vieron, é intimaron mas y mas,
y., en fin ha dicho un escritor, moderno con
mucha verdad que la amiitad en la muger, es el
prólogo del amor, y en efecto aquella aonistad de-
generó en pasión.
El amor ciega, y asi cegó á Mad. de Cler-
mont de tal suerte, que primero permitió al ca-
ballero acompañarla á la salida de la tertulia, y
por último> él muy emprendedor y ella demasia-
do débil llegaron al término fatal á que conduce
á una muger un primer mal paso.
Yiósela una noche, entrar del brazo del ca-
ballero en su casa, cuyas puertas se cerraron sin
que volviera á salir el que babia entrado.
Poco á poco se fué retirando de la casa don-
de concurria, al observar en todos frialdad, y
desde entonces se entregó en brazos de su crimi-
nal pasión, con el mayor descaro, y sin miramien-
to alguno hacia el honor de su marido engañado
traídoramente.
Pasaron aun siete meses, hasta que un dia reci-
bió una carta do su esposo^ en la que le anuncia-
ba su regreso, habiendo terminado su embajada
antes de lo que él esperaba.
Aquella noticia anonadó á los amanf^s; pero
no obstante, trataron de verse con sigilo cuan-
do volviera Mr. de Clermont.
Llegó éste en efecto, y la pérfida so mostró
con él aun mas amorosa que antes de su parti-
da. No faltó quien advirtiera á Mr. do Clermont
de lo que sucedía en su casa; mas visto que to-
maba muy á mal estas advertencias, que califica-
ba de inlames calumnias, se guardaron muy bien
los oficiosos de reiterarlas. Pero ¿qué puede que-^
dar oculto sobre la tierra? Hubo un dia en que
ya no le fue posible ú la criminal esposa ocultar
su vergüenza; llevaba en su seno el fruto de
a(|ucllo.s ilícitos amores, lo que no escapéalos
■ ojos de Mr. de Clermont, quien se guardó bien
I de publicar su deshonra con un escándalo^ ^
{cuando á los cinco \ftfc"5íi,s ^^ 'sm \^^^%^ x\^V'«<i.
Lope de Vega,
permanecieodo en una aldea algunos meses, cre-
yendo así ocullar el hecho á ios ojos de la so-
ciedad.
Nació una niña á quien se puso por^ nombre
Laura.
De vuelta á Paris, todos comprendieron el
paso que habia dado y cada cual, como siempre
sucedo, lo calificó á su manera; pero las perso-
nas sensatas alabaron su conducta, y á poco na-
die se acordaba ya de aquel suceso.
(St eOBtiaitrá.)
LA SIEMPRE-VIVA.
Hay una flor en el campo^
imagen de la desdicha^
y aunque es grato su perfume
nadie su perfume aspira.
A yeces el caminante
despreciativo la pisa
para coger de una rosfi
las punzadoras espinas.
Y al sentirlas en el alma,
su conciencia que dormía
con el dolor se despierta
esclamando enternecida:
«Ay! es del mundo un reflejo
esta pobre Siempre-viva...
que allí por coger un yicio
á la virtud sacrifican.
A. Carrion.
SUEÑOS DE GLORIA.
Oh! cuan triste es vivir siempre soñando,
en pos de gloria sin cesar corriendo,
y al paso que los dias van volando
ir nuevos desengaños recogiendo.
Dulce es la^vida. esplecdorosa y bella,
f)ara aquel que distingue en lontananza
os vividos lulgores que destella
el astro seductor de la esperanza.
Mas ay! del que en la edad de las pasiones
cuando iodo parece sonreír
en un ciclo de oscuros nubarrones
esa estrella do paz no vé lucir.
Tíimbien ud (lia por irí pial soñé.
i
I y en mi sueño fantástico creí
y al despertar laTrealidad hallé
y de mi sueño la ilusión -perdi.
Si, que era un sueño mi ambición deglor
lleno de vida y de argentada luz,
sueño funesto de fatal memoria
que mi alma oprime cual pesante cruz....
Soñaba yo en mi juventud primera
que al etéreo vacio me lanzaba
atravesando la radiante esfera
as ignotas regiones traspasaba.
Y un cielt, y otro cielo iba cruzando^
y nuevos soles en redor surgían,
y otros seres fantásticos hallando
que en medio á mi carrera se oponian.
Mas rechazando mi potente diestra
sus negras y fatídicas figuras
de la envidia mundana horrible muestra,
roe elevaba triunfante en las alturas.
Y al fin tocando el término anhelado^
vi bajo un cielo de brillante azul,
un aereo templo con afán soñado
rodar en nubes de flotante tul.
Fantástica aureola refulgente
el templo sacro en rededor ceñía,
cual diadema del oro mas luciente
bordada de brillante pedrería.
Frescas coronas de laurel, ornaban
las bóvedas de pórfido y jacinto
y mil gratos perfumes se aspiraban
en torno de aquel mágico recinto.
Y en el templo de gloria penetré
y coronas sin cuento recogí....
mas, en medio del sueño desperté
y á la terrible realidad volví.
Huyó por siempre mi ilusión querida;
mentira todo fué todo quimera!
¡Porqué no se estinguio mi triste vida
al estinguirse mi ilusión primera!...
Calló el poeta, y su abrasada frente
en las trémulas manos ocultó;
mas rápida otra idea hirió su mente,
y con voz reposada murmuró:
Pobre pigmeo que aspirar osabas
sin fatiga, atan rico galardón,
el saber solo romperá las trabas
que sujetan tu alma en su prisión.
Trabaja, busca, estudia sin descanso»
torna en calma tu loco desvario;
solo con tiempo, del arroyo manso
llega á formarse caudaloso rio.
Emilio de la Cerda.
Periódico semanal.
LAS OBRAS DE MISERICORDIA
PRIMBRA.
Cuando sepas qae alguno
yive sufriendo,
corre sin detenerte,
corre á su lecho,
porque es un bálsamo
la amistad, que consuela
al desgraciado.
<^EGUNDA.
Si llamare á tu puerta
algún mendigo
pidiendo una limosna
por Dios bendito,
calma su hambre,
esperando que luego
Dios te lo pague.
TBRCEIL\.
Y si con sed ardiente
vagas perdido
y un manantial encuentras
en tu camino,
si otro se abrasa,
hasta que el otro beba
no bebas agua.
CUARTA.
Guando el invierno deje
las hojas secas,
si un pobrecito miras
que llora y tiembla,
con tus vestidos
evitarás que el pobre
llore de frío.
QUINTA.
Si un peregrino, muerto
por la fatiga,
á honrar tu casa viene
con su visita,
el mejor sitio
bajo tu techo dale
al peregrino.
SBSTA.
Sí ves uno que lucha
con sus cadenas
7 poder no te falta
para romperlas,
deja al cautivo
libre, para que llore
arrepentido.
SBFTIMA.
Y si tristes despojos
hallas de un muerto,
y con ansia pretendes
ganar el cielo,
cava la tierra
y dale sepultura,
que Dios lo ordena.
PRIMERA.
Si vive en la ignorancia
un desdichado
no temas perder tiempo
para enseñarlo,
que las tinieblas
al fuego se disipan
de inteligencia.
SEGUNDA.
Al que necesitare
de tus consejos,
dáselos, pero cuida
quesean buenos,
porque á los hombres,
los consejos le forman
los corazones.
TERCERA.
Corregir es preciso
á los que yerran,
pero no corrijamos
con la dureza^
porque es muy santo
redimir cariñoso
á los malvados.
CUARTA.
Si te injuria algún loco
en su locura,
nunca quieras vengarte
de sus injurias,
pues perdonarlas
es el deber primero
de nuestras almas.
Lope de Vega, periódico semanal.
QUINTA.
Si un infeliz padece^
llora sus penas
j asi tal vez consigas
que no padezca^
porque es el llanto
el mas dulce consuelo
del desgraciado.
SBSTA.
A tu enemigo sufre
con alma grande,
7 cuida á los enfermos
sin que te canses^
que es la paciencia
virtud que abre del cielo
las santas puertas.
SÉPTIMA.
Ruega á Dios por los vivos
con llanto tierno,
y por la paz eterna
de los que fueron,
que una plegaria
sube al cielo, si brota
con puras lágrimas.
A. Carrion.
MISCELÁNEA.
Charadas.
Primera, tercera y cuarta— es oficio conocido
— y segunda repetida —de seguro que habrás vis-
to—si alguna vrz estudinstes— de mitologia algún
libro.— Sin dos, prima, tercia y cuarta— no mo-
lieran los molinos — A segunda y cuarta nadie —
podrá romper el bautismo. — Y el todo produce
un fruto— que hoy tal vez habrás comido. =Ber-
DUOSKI.
Mi primera y mi tercera— en las Iglesias verás,
— y siempre que voyá misa — desdeallime pongo
á orar— porque de Dullas me quilo— donde me
puedan pisar.— £u Operas y Zarzuelas— también
alguno tú oirás— y si lo ejecutan bien — creo que
te agradará. — Prima y segunda deseo— poseer en
propiedad— para ahorrarme algún dinero — en el
caso do viajar. —Y si el lodo saber quieres — es
el nombre el que se dá — al hombre que está en-
cargado deprima y dos, y además-*con esmero
se dedica— como su ropa, á limpiar.=TRAVFcuiNO.
Mi primera asusta,-— mi segunda salTa— yes
tercera arbusto — de sabor aue agrada: — y el todo
bien puedes— hallarlo sin lalta — pues siempre el
que escribe— ó estudia, lo gasta. =Chorbi8.
Mi prima y tercia verás— no en Málaga sola-
mente,— cruzar las calles y plazas— sino que tam-
bién los puentes. — Mi primera y mi segunda — aun-
que pocas, tú tendrás— y me gustan las mugeres—
que las tienen regular.— El todo de mi charada-
es un sabroso animal— que lo encuentras eo el cam-
po— y también en la ciudad. =T. B. O...
Con primera y tercia franco, — segunda y terce-
ra cisco,— repito la última coco — y ano ser qae
tuestes loco— verás el todo.=FRANCi6eo.
Epigrama.
Doña Tecla Tocatejas
dijo al capitán Pavana:
«es monísima mi Ana,
es muy mona, Capitán.»
«Cierto, respondióle éste,
solo su origen la abona,
su radimi' siempre fué mona
y su padre Orangutan-^>
BerdnosU.
Solución á las Charadas del nónero antoior.
Si adoro el Tabernáculo
de nuestra Catedral,
admiro entusiasmada
su pompa y magostad.
Si en la confitería
llego una vez á entrar,
el suave Mantecado
rae como sin tardar.
Y aquí la clave tienes
de tus charadas tres:
levantando el Petate
adiós hasta otra vez.
Enriqueta Ccdvet.
DIRECTOR T EDITOR'RBSPO^SABLE,
AJSTTOJsrio a-A.iiiiioisr.
Imprenta de Casí/ar».— Comedias 11
AÑO I. DOMINGO 28 DE JUNIO DE 1863. NÚM. 13.
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SEMAXAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA EStE NOMBRE.
QTTF31SrOIA.Q. 1-ITER-A.TXJI^-A.. AI^TES.
MÉTODOS DE ENSEÑANZA
TABLA MNEMÓNICA DE MULTIPLICAR.
I,
((Cultivando el entendimiento, se cultiva naturalmente la memoria; mas no siempre que
se cultiva la memoria, resulla cultivado el entendimiento.» Estas palabras, que hace al-
gunos años escribíamos en cierta obrita didáctica, eran el resultado de la experiencia hasta
entonces por nosotros adquirida, la síntesis de muchos raciocii\ios que á la sazón habíamos
formado: nuestra posterior experiencia, nuestras posteriores reflexiones, nos dan hoy en
orden á la exactitud de aquel aserto completa certidumbre.
Que nuestra proposición es exacta, no puede dudarlo quien conozca medianamente las
facultades del alma ó tenga algunos conocimienlos pedagógicos, por desgracia tan escasos
en España, aun entre muchas de las personas dedicadas á la enseñanza; para las que no se
encuentren en ninguno de ambos casos, bastará un sencillo ejemplo. Decid á un discípulo
que en tal siglo se emprendieron las Cruzadas: fácil es que semejante hecho, de tanto bul-
to en la historia^ no deje rastro en la memoria del alumno, confundiéndose con los millares
de acontecimientos anteriores, simultáneos y posteriores que lo rodean, eclipsan y confun-
den. Y aunque así no fuera y el alumno lo recordara perfectamente, ¿podría en razón ala-
barse de saber algo? ¿Qué lección, qué enseñanza, que provecho sacaría de su estéril re-
cuerdo? — Pero decidle cuáles eran en aquellos tiempos el engrandecimiento, las empresas
y los designios de los muslimes; la situación política y social de los pueblos cristianos; el
espíritu religioso de las naciones occidentales y los peligros de su comercio marítimo; de-
cíale, en iin^ todo cuanto dé á CDUocer la época^ los lugares, las personas y las cosas;
deducid también las principales consecuencias de aquellas guerras y su influencia en la
política, en la legislación, en las ciencias, en la literatura, en el comercio, en las cos-
tumbres, en la civilización del mundo; habladle de todo eso, y el discípulo no solo recor-
dará bien lo que haya aprendido, con lo cual se desarrolla convenientemente la memoria,
sino (jue recordará nociones útiles, y además sabrá algo provechoso, pensará sin querer y
aún sm advertirlo, y desarrollará por consecuencia su entendimiento, su razón; atributo
sublime con que á Dios le plugo distinguirnos de los brutos, algunos de los cuales nos
llevan por cierto considerable ventaja respecto de la memoria.
Y en efecto: si uno délos medios mnemolécnicos, esto es, uno de los medios de fijar
en la memoria las nociones adquiridas; si uno, decimos, el mas eficaz, el mas poderoso,
auizá el único, es la asociación de ideas, indudablemente su poder y su eficacia deben ha-
arse en razón directa del mayor número de operaciones iulelcctuaíes, asociadas á la no-
ción cuyo indeleble recuerdo se desea, y que la tienen por origen, base, foco y lazo im-
prescindibles.
((Pero hay cosas, se dirá, en cuyo aprendizaje entra exclusivamente la memoria, á h
menos por lo pronto, aún cuando después los datos aprendidos sirvan para formar racioci-
nios mas ó menos elevados y numerosos. « Pues precisamente, contestamos, el mérito de
un profesor entendido consiste en cultivar el entendimiento del discípulo, á la vez, con el
mismo compás y en mayor proporción que la memoria, siempre que esta haya de desem-
peñar el papel mas importante, •Procodería con método ni acierto el (jrofo^s^^v vk^ ^w^c^ía^íü^.
Lope do Voga,
que buscase tan solo por el ejercicio el desarrollo de las piernas dejando en inacción los
brazos, ó que enseñase posiciones y actitudes capaces de dar energía á los músculos flexo-
res y nó á los tensores de un mismo miembro? Si debe ser armónica la educación en sos
tres ramos de moral, intelectual y fisica; si es perjudicial el predominio de una facultad
cualquiera entre otras sus iguales; si todo esto en pedagogía es cierto y evidente como un
axioma, perjudicialisima á todas luces debe ser la supremacía de la memoria respecto dd
entendimiento; de la memoria, simple capacidad en el hombre, muchas veces inmensura-
ble en los irracionales, sobre el entendimiento, conjunto de facultades del alma humana,
que en el principio anímico de los brutos se perciben como rudimentarias siempre, siempre
incompletas, siempre tomando por base las ideas de objetos materiales, nunca las produci-
das por la abstracción, por la generalización, por la deducción ni por el sentimiento mo-
ral y religioso. Cultivemos, pues, la memoria por el entendimiento y para el entendimiento;
nó el entendimiento por la memoria y para la memoria. Si el cultivo de ésta favoreciera á
aquel, ¿no habria llegado ya el perro á conocer siquiera su yo, tan limitado, tan simple,
tan inferior al nuestro? Como los gritos del mono jamás llegarán á constituir un idioma,
asi los estudios hechos de memoria nunca producirán luz en el ánimo, nunca formarán un
hombre sabio ni mediano pensador siquiera.
Por eso observamos constantemente que los jóvenes acostumbrados á hacer de memoria
sus estudios, padecen en la edad viril una especie de parálisis intelectual crónica, una pam-
plejía incurable de la razón, que les impide no ya raciocinar, no ya tampoco juzgar, pero
ni aún percibir sencillas relaciones entre las ideas. ¿Y qué ha de suceder tras de prolon-
gada inacción de las facultades respectivas? ¿Qué sucederia al hombre que no hubiese ejer-
citado la locomoción desde el primer dia de su existencia? Que andaría mal y lentamente;
ó mejor dicho, que no andaría, que no podría andar cuando quisiera y aunque quisiera.
Afortunadamente, no hay asunto alguno de cuantos entran en el dommiode la enseñanza,
por mecánico y exclusivo de la memoria que parezca, incapaz de promover el ejercicio, el
desarrollo y la lucidez del entendimiento en el que aprende. Y puesto que, según el docto
f principio del célebre Jacotot, ((todo se encuentra en todo,» hasta en lo que meramente se
lama copia de datos puede hacerse intervenir la acción de las factiltades psicológicas mas
elevadas.
Nos ha sugerido las precedentes consideraciones el haber visto en una obra publicada
en Bruselas por los señores Jaclot y D' Arbel, una tabla de multiplicar que su autor califica
de «mnemónica,» la cual resuelve el problema de enriquecer el entendimiento á medida
guese necesita el auxilio de la memoria. ¿Quién diria que un cuadro de guarismos, con-
junto de datos inconexos, indigesto agrupamiento de cantidades, tan material, tan árido,
tan sin razón de ser para el principiante, habia de elevarse desde la humilde condición
de tabla para multiplicar pequeños números, á la alta categoría de tabla para multiplicar
nuestros conocimientos?
Su autor habia observado que los adolescentes, y sobre todo los adultos, no aprenden
la tabla de multiplicar con tanta facilidad como los niños, y discurrió convertir cada pro-
ducto en un número instructivo. Al ver esta innovación, pareciónos susceptible de mejora
tan útil pensamiento. Convertimos pues, en números de interés general o de importancia
particular para los españoles, los que solamente podian interesar á los franceses; hicimos
algunas correcciones, y agregamos por íin á cada producto una explicación del asunto á
que el número se refiere. Esto último es, en nuestro concepto, lo mas beneficioso de las
adiciones que nos hemos permitido hacer al procedimiento de MM. Jaclot y D* Arbel.
Antes de insertar la Tabla mnemónica explicada, queremos anticiparnos á desvanecer
una objeccion que pudiera hacerse. Diráse que debe ser lento el aprender la tabla d«
multiplicar, complicada con tantas explicaciones y noticias. Pensémoslo. Los productos de
cada número desde el 2 al 12 constituyen once cuadritos: aunque se empleen dos dias en
aprender cada uno de estos y leer después su ampliación, el aprendizaje no habrá excedido
d^ veintidós dias. ¿Os parece poco? ¿queréis que se duplique el tiempo? Sea. Mas recordemos
que por e) procedwiienlo ordinario no dejando invertirse quince días en aprender la tabla
Periódico semanal.
le multiplicar. ¿\ lánlo es un mes de diferencia? ¿No vale mas que esto la considerable
iuma de conocimientos adquiridos en virtud de las explicaciones que hemos agregado al
Míen pensamiento de los autores franceses? ¿No será de este modo menos árido y venla-
Ofo, más ameno y estimulante el estudio?
Véase ahora la tabla á que nos referimos, y que insertamos en la creencia de que ha
le agradar á nuestros leclores.
,^ ^ , Isidoro F. Monje.
¿Porqué de los dulces ojos
De la niña enamorada
Cae una lágrima helada
Entre sombras de dolor?
(Qué tiene? ah! Por lo bella
AdL niña que vierte llanto
Es de su casa el encanto^
Es de Polonia una flor.
En la guerra está sú amante,
Que un día partiera ufano
A luchar con el tirano,
Genio en su patria del mal.
Ella suspiros le envía
Y en soledades tranquilas
Hace mientras reza, hilas
Para el sangriento hospital.
¿Porqué de pronto la joven
Toda se turba y colora?
Es que el soldado que adora
Sin esperarlo volvió.
ÍMe amas cual siempre^ bien mió?
>ice cayendo en sus brazos,
y ella estrechando sus lazos.
Mas que nunca! respondió.
«¿Qué buena estrella preside
Nuestros sinceros amores?
Porqué vuelves?» «Ah! no llores
Mas inquietudes por mi.»
^¿Pero á la guerra no vuelves?»
«Alma tú del alma mia.
Diera el Czar una amnistía
Y á ella al punto me acogí »
Esto la joven oyendo.
Con altivo continente
A su amado frente á frente
Dice con vibrante voz: '
«Lejos el cobarde vaya
Que de morir se redime
Guando á su patria la oprime
La tiranía feroz.
Yo de amar me avergonzara.
Ni en pechos honrados cabe
amar al vil, que no sabe
Por su patria combatir.
Era el amarte mi orgullo.
De tu amor hacía alarde,
Pero el amor de un cobarde
Jamás me pudo engreir,»
«Perdón, esclama el soldado
De rubor el rostro lleno,
La muerte arrostro sereno.
Vine solo por tu amor.
Las cadenas de Polonia
Iré á romper con los bravos,
Que si pueblo es hoy de esclavos.
Libre le hará su valor.»
. •■••••••■ 0f •
Del Vístula en las orillas
El mancebo enamorado
Con esfuerzo denodado
Supo luchar ¡y morir!
Suspira heroica su amante
Y en soledades tranquilas.
Hace mientras reza, hilas
Sin que se la oiga gemir.
Ella un amante tenia
Que adoraba con el alma,
Y del mártir hoy la palma
Trémula la ostenta él!
Si al cielo vuelve sus ojos
Fija al punto las miradas
En sus sienes coronadas
Con las hojas del laurel.
Tiene el corazón partido
Y sin embargo no llora!
Lope do Vega,
Es un mártir y le adora
Como á un ángel tutelar. ^
Después se marcho á un convento
Y allí en el claustro sombrío
¡Salva á Polonia, Dios. mío!
oo la oye siempre esclamar.
tras unas matas,
y enternecióse
al ver lloraba.
Que lo que trovas.
IU.:(!riil.
Ildefonso Enrique Ollero,
LAS LAGRIMAS.
J^ LOXi-A..
«Bella pastora,
bella zagala,
cual las del rio
sonoras aguas
quieren las guijas
por do resbalan,
quiéreme luego,
luego me ama;
cede á mis cuitas,
cede á mis ansias,
y que en tu pecho
prenda la llama
que el pecho mió
de amor abrasa.»
En la serena
noche callada
á Fulanilis
así trovaba
un pastorcillo
á quien sus gracias
robado hablan
y preso el alma,
des que la viera
cierta mañana,
el pelo en trenzas,
corta la zaya
ir á la fuente
con otras varias.
Más Fulanilis,
si bella, ingrata,
oye esa trova
que amor exhala,
y los suspiros
que el pastor lanza,
^ escucba luego
jamás obtienen,
quizás alcanza
una brillante
furtiva lágrima
que silenciosa
que lo que cantigas brota del alma.
Vuziif-ebn-Sérab.
las notas claras
que á su zampona
sentido arranca
y ni una frase,
ni una palabra
que le dé alientos
en su esperanza,
responder quiso
al que cantaba.
Solo desdenes
es lo que halla
en pago, el triste,
á las sus ansias.
II.
Era una tarde
de Abril galana,
y el pastorcillo
sentado estaba
cabe un arroyo
de limpias aguas,
y en Fulanilis
sueña su alma,
pues de sus ojos
brotó una lágrima
furtiva, ardiente,
que por s-u ajada
mustia mejilla
luego resbala.
Cuando de pronto
vé á la zagala
que jadeante
perdida el habla
cíñele el cuello
enamorada.
Y es, qne lo observa
LA DAMA DEL MEDALLÓN,
NOVELA OBiaiNAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
CONTINUACIÓN.
Entro tanto> en la casa de Clcrmont pasaba
una de esas esceojis, que tienen tanta influencia en
los destinos de un matrimonio.
El español había desaparecido, y entonces^ Há-
dame de Clermont trató de volverse á atraer el
cariño de su esposo; pero éste la rechazó dicién-
dole, que si en bien de su honra había podido
ocultar su desliz, desde aquel momento solo ec-
sistian entre los dos, acjueilos lazos que impone
la sociedad, y que vivirían, si bien en la misma
casa, en departamentos completamente separa-
dos, aparentando no obstante^ delante del mundo,
vivir en la mayor armonía.
El desengaño, los remordimientos y la ver-
güenza, minaron la existencia de la infeliz esposa»
victima de la seducción y deJ abandono, y al fin
murió sin poder abrazar ásu hija, que se estaba
criando fuera de la casa, siendo este el castigo,
bastante cruel por cierto, que impuso Mr. de
Clcrmont á su muger.
Tasados algunos años, mandó educar á Laura
en uno de los principales colegies de París; pero
la muerte le sorprendió, dejando aquella niña sin
fortuna, pues habiendo cambiado su situación des*
de la salida de Luis Felipe de la Francia, solo
á costa de grandes sacrificios, pudo llevar á cabo
la obligación que se habia dispuesto de educar
á la hiia de su muger, como si fuera propia.
Quedó la infeliz huérlana abandonada así mis-
ma, sin protectores que cuidaran de su ¡nesper-
ta juventud; pero la Providencia, que vela siem-
pre sobre los desgraciados, le deparó uno.
Casi estaba al cumplir ei ultimo plazo que pa-
gara por adelantado Mr. de Clermont en la pen-
sión, y hubo necesidad de anunciar á Laura qoo
dentro de poco debería abandonarla. Afortunada-
mente, cierta señora de la alta aristocracia, que
visitaba los colegios, dejando en lodos una grata
Periódico semanal.
memoria de su munifíceDcia, enterada por la su-
periora de la triste posición de aquella joven, la
llevó consigo, y la tuvo á su lado todo el tiempo
que vivió.
Esta señora estaba ya muy padecida, y tres años
después ele haber sacado á Laura del colegio,
sintió decaer tanto su salud, que temió un acciden-
te funesto. Viendo que aquella joven iba á que-
dar otra vez sin amparo, escribió á su amiga
íntima la marquesa de Ocampo, solicitando se
llevara á Laura en caso de faltar ella. La mar-
quesa, ademas de la gran amistad que le unia
con esta señora, le era deudora de muchos fa-
vores de importancia, y no tuvo inconvenien-
te en acceder á su petición, añadiendo que seria
para ella otra hija, y que solo se separarla de
su lado si alguna vez se casaba.
Poco tiempo después murió esta buena señora,
no pudiendo dejar á Laura mas que una pequeña
cantidad en dinero y sus alhajas, pues sus parien-
tes tomaron cada uno lo que le corretpondia de
sus bienes.
Marchó Laura á Madrid, según el encargo que
le hizo su protectora al morir.
Desde luego se impuso la obligación de no ser
gravosa á la marquesa; pagándole en cierto modo
sus fivores, con la brillante educación que está
{proporcionando á sus hijas, pues tiene mucho ta
ento y una vasta instrucción. Es adorada de to-
dos, que la contemplan cual si fuera de la fami-
lia, y en particular de Julia con quien le une la mas
estrecha amistad.
Esta es su historia. Ahora si le parece, vamos
á comer.
¡Pobre Laura! pensó en mi interior, aun debo
amarla mas, habiendo sido tan desgraciada.
Pasemos por alto los ocho primeros dias de mi
permanencia en Sevilla, que nada ofrecen de par-
ticular, y vendamos al que precedió á la visita de
la familia de Ocampo á la exposición»
Aquella noche, fui como de costumbre á su ca-
sa, y hallé la novedad de habar marchado el mar-
qués á Madrid, por asuntos urgentes qíie recla-
maban allí su presencia, de lo cual me alegré, por-
que nunca abrigné h;icia él muchas sin:patias>
N^áxime viendo su obstinado empeño en logrir que
Laura le amase, teniéndome que resignar, por no
perder con una imprudencia el ver á mi amada
todos los dias. Ella me juraba que solo corres-
pondía á sus pretensiones con des(»rccios y yo...
como la amaba tanto, la crcia de buena í'é-
La noche de que te hablo, aunque hacia un po-
co de fresco, tuvimos la ocurrencia de bajar al
jardin, en el que ya \oi árboles empezaban á ves-
tirse de flores y ojas á consecuencia de una antici-
pada primavera.
Adolfo Sandoval, que también se hallaba con
nosotros, tomó del brazo á Laura, con quien has-
ta entonces solo me entendia por escrito, disimulan-
do nuestros amores á los ojos de todo el mundo,
y yo ofrecí el mió á Julia. La marquesa seguia
detrá&con otras dos señoras.
Adolfo sostenii con Laura una conversación
muy animada mientras Julia y yo, seguiamos pa-
seando en silencio entregados á nuestras propias
reflecsiones.
Un ahogado suspiro de Julia dio pié para rom-
per aquel silencio tan tenaz.
—¿Sufre V. Julia? dije á la joven.
—¿Porqué me hace V. esa pregunta ?
—Ese suspiro
— Estaba pensando cuantos serán felices en es-
te momento al pasear como nosotros teniendo al
lado el objeto de su amor.
—-Oh! si, dije yo, debe ser muy feliz el que en
medio da bosquecillos tan misteriosos como estos,
sienta sobre su corazón el contacto de un braio
queridopudiendo decir á su pareja cuanto la adora.
—Ambos estamos privados de este placer...
en fin dejemos este asunto; cuando un imposible
nos separa de nuestros deseos vale mas alejarlos
de la imaginación
—Siendo este nuestro único consuelo ...
--Para V. no digo que no lo sea; al fin es V.
hombre, y tiene esperanzas; pero yo!...
—¿Y cuando abandona la esperanza á un co-
razpn que ama?
—Cuando vé que el objeto amado no le pue-
de nunca pertenecer, porque pertenece á otra
persona.
—No comprendo.
—Pues es bien fácil; hablo refiriéndome á mi
misma. Yo amo á un hombre con toda mi alma,
y sin embargo ¿que esperanzas puedo tener aí
verle amar á otra?
—Sufrirá V. mucho al ver á esa muger.
— No la conozco.
—¿Y si han informado á V. mal?
—El mismo me lo ha dicho, sin sab*3r cuanto
mal me hacia.
Ay! Julio, tal vez haga muy mil en revelar á
V. todos estos secretos pensamientos, cuya con-
fesión en otras circunstancias seria impropia en
boca de una muger; pero uno y otro necesitamos
desahogar nuestros corazones que padecen por
la misma causa, y asi no temo abrir mi alma al
que puede apri^ciar estos padecimientos.
Infeliz! no sabia que yo era dichoso, mientras
, ella sufria, y creyendo que también necesitaba de
I consuelo, no me ocultaba nada de lo que pasaba
en su corazón. Yo seguia representando mi papel
,de amante desgraciado, tanto por no despertar
sospechas acerca de mis amores con Laura, como
por no quitarle aquella ilusioada n^\ ^w'^s^.^vx-k
Lope de Vega,
Poco después, nos reunimo» lodos al rededor de
un magDÍfico estanque^ en cuyo cantroelevaba sus
aguas un abundante surtidor.
Se hablaba de la vida. del campo.
—Marquesa, dijo una de las señoras que la
acompañaban; supongo que este verano lo pasa-
rán Vds. en el campo, como cuando otros años han
venido á Sevilla.
^Será muy probable, respondió la marquesa;
i Julia le sientan tan bien los aires de Santa Jus-
ta? sabe V.? la quinta que tenemos á orilla del
rio, que será preciso pasar alli lo mas rigoroso
de la estación.
— Uiciin que aquello es delicioso.
=No cabe mas; luego dirigiéndose á mi; V.
Julio que es pintor podria encontrar allí magiifi-
cos panoramas para sus cuadros. Piensa Y. per-
manecer mucho tiempo en Sevilla?
—Señora, eso dependerá de las circunstancias
—Pues en caso de pasar aqui el verano , le agrá-
deceriamos dedicase unos dias para visitar á los
pobres desterrados.
—Oh! puede Y. creer que tendré un verdadero
placer en ello.
—Nada tengo que decir á Adolfo pues esta
' invitación la puede tomar como hecha también
á él.
—Señora^ respondió el interpelado^ muy eno-
joso es el servicio en esta población, y como so-
mos tan pocos los oficiales^ nuestra presencia es
casi indispensable aqui; sin embargo, acepto la
invitación y prometo á Y. acompañar á Julio si
me lo permiten mis ocupaciones.
— Convenido.
Laura me miró y sonrió de placer^ al mismo
tiempo que Adolfo me apretaba el brazo indicán-
dome á Julia; pero yo no comprendí loque aquel
vale sieniíicaba.
— njue quieres decir? le pregunté por lo bajo.
— Bres muy torpe, amigo mió.
— Esplicate»
— Lueeo, cuando salgamos de aqui.
Poco después nos retiramos, conviniendo antes
con la marquesa, en que al otro dia á las dos,
iriamos Adolfo y yo para acompañarlas á visitar
la exposición
Asi que salimos, y antes de aue yo le pregun-
tara nada á mi amigo me dijo él.
— Julio^ no se porqué se me figura que Julia
te ama.
—¿Estas loco?
—Quilas mas cuerdo que tú. Hace dias, es de-
cir, desde que estamos vieitando la casa, que ven-
go notando tn ella un no sé qué... nna simpatía
hacia tí demasiado significativa. Tú no sé que dia-
blos tíenes que pareces siempre pensar en las mu>
sa rafias, y no adviertes ciertas miradas furtívas,
ciertos suspiros ahogados... y en fin, sin ir mas
Áya^, esta noche cuando te hice reparar en Julia,
parecia aue al oir la determinación de su madre
de marcnar fuera de Sevilla, una sombra de tris-
teza habia oscurecido su semblante; pero cuando
la marquesa te hizo la invitación de pasar á ver-
les en Santa Justa, sustituyó á su melancólica es-
presion, lamas alegre sonrisa, la mas inocente ale-
gría.
— Nada de eso he advertido; respondí mientras
pensaba que ya otra vez la Chacha me dijera lo
mismo.
($• coaUnaará.)
AMOR ES CUENTO.
En el álbum de la Srta. D.' P. O.
El amor es un cuento
que cuando niños
nos reñeren los yiejos
por divertirnos.
Y el tiempo andando
lo contamos nosotros
á los muchachos.
Hoy escuchar te toca
pues eres niña-,
mañana en siendo anciana
serás oida.
Y en todos tiempos
verás^ hables 6 escuches^
que amor es cuento-
Juan A, Viedma-
Erase un jazmin^ y era
Una niña que le amaba:
Él^ mustio se marchitaba
Sin jugo que le nutriera.
Y, el dulce aroma al lanzar
En su pecho^ parecia
Que en cambio de él^ la pedia
Mas vida para gozar.
Ella, la niña^ advírtiendo
De aquella flor los agravios,
La colocó entre sus labios.
Vida por ellos vertiendo.
Periódico semioial.
Y él^ rozagante al sabor
De su aliento delicado^
Irguió su cáliz ajado^
Lanzando efluvios de olor.
Y al ver tal la nina bella^
Le traspasó á sus cabellos^
Porque asemejara entre ellos^
En medio un cielo, una estrella.
Juan P. de Guzman.
El Ciervo y la Fuente.
FÁBULA.
Apagando la sed un Ciervo ardiente
bebia ansioso en cristalina fuente,
y al gustar su frescura,
viendo en ella pintada su figura
sus enramados cuernos alababa
y las delgadas piernas despreciaba*,
cuando su fino oido
percibió á lo lejos el ruido
de fieros cazadores
y presa de terrores,
por las ligeras piernas auxiliado,
cual dardo disparado
echó á correr por valles y por cerros
eludiendo la furia de los perros.
Y creyendo encontrar una guarida
en la selva, prendida
quedó su cornamenta en el ramaje,
y blanco del coraje
de la feroz trailla antes burlada,
murió al decir con voz entrecortada:
ay triste! el fiero sino me ha enseñado
que aquello que tanto he despreciado
bastante mas valia
que lo que en mucho aprecio yo tenia!
(Tradaccion de Fedro.)
Federico Bejar.
EL CORAZÓN Y LA CABEZA.
—Aún quieres á Laura? — Sí.
— Podrás olvidarla? — No,
si no me lo manda... — Yo,
que para mandar nací.
Yo que adoro la verdad,
que es madre de la conciencia,
y alumbro la intelígeneia
rasgando la ceguedad;
Que arranco del corazón
el juvenil arrebato
y convierto un insensato
en un hombre de razón.
Si desdeña tu cariño
que adelantas con tu lloro?
-Y no sabes que la adoro
con la sencillez de un niño?
No sabes que yo crucé
la vida, errante, sin tino,
y que al fin de mi camino
á mi Laura me encontré?
No sabes que en mis enojos
la vida, causóme espanto,
y quise llorar, y el llanto
no brotaba de mis ojos?
No sabes que mi razón
turbó á lo lejos un eco
diciendo: utú tienes seco
el árbol del corazón.»
Y lamenté con dolor
ay! mi juventud perdida
y comprendí, que en la vida
solo es verdad el amor.
Y con tal sinceridad
arrepentido lloré,
que al cabo á saber llegué
lo que era felicidad...
Pero mi cariño tierno
un desengaño mató,
y mi ventura trocó
por las penas del infierno.
Y en mi delirio, dudé
aun del Dios que me creara
porque me arrojó á la cara
los pedazos- de mi fé!
-Después de tanto sufrir
el olvido dá la calma.
-¿Cómo quieres que sin alma
un alma ^ueda^ xvw\
Lope de Vega, periódico semanal.
Corrí de su amor en pos
en mi salvación pensando...
'Pues sufre^ sufre llorando
y ten esperanza en Dios.
-Guando era el ser de mi ser
su amor, para siempre muere!
-Si esa muger no te quiere,
es tan solo una muger.
Si se rie de tu amor
con su frió escepticismo.
Corazón, haz tú lo mismo
y riete del dolor.
Mata las penas gozando,
pasa la vida riendo,
y aunque te sientas muriendo
que no te miren llorando.
Hoy la esperanza y la fé
te brindan con el reposo.
-Ay que sueño tan hermoso...
porqué, porqué desperté!
A. Carrion,
Charadas.
De segunda y prima á todos— se digne librarnos
Dios:—- prefiero llevarla en trage — que en la honra
es un baldón.— Mi primera con mi cuarta — es signo
de la vejez— que el que lo tiene lo oculta — con ar-
tificial saber. — Primera, segunda y cuarta— en el
Caniyitas está— y á todos les hace gracia — porque
le sobra la sal.— Cuarta y segunda se encuentra
— en los alimentos líquidos— y también es un man-
jar — por cierto muy osquisito.^Si lo tomas vice-
versa—es un baile muy vulgar: —solamente á los gi-
tanos— se lo he visto yobailar.- Segunda v tercera
solo— el militar lo gastó— para colocar el arma—
que en destruir se empleó.— £1 todo de mi charada
—es el nombre de una santa —que entre todas Iüs
virtudes— en Caridad fué preclara.— La misma.
I Cuarta y primera reunidas— siempre una perso-
i na han sido— de un verbo, que ac¡íba en er— su
presente infinitivo.— Quien de segunda y torcera—
me descifre el logogrifo,— esto es, loque signiG-
: can — pues tienen cuatro sentidos,— le prometo re-
galar—y se lo cumplo, de fijo,— dos dedos de na
< par de guantes— que compré en un baratillo.—
I El todo de mi charada— es el ilustre apellido-
de un hombre que en toda Europa— por célebre es
' conocido.— D. Juan Palabrilla.
MISCELÁNEA.
Suscrita por Un amigo de las niñas dd
Pindó hemos recibido una carta que ofre-
cemos insertar en el próximo numero,
con la contestación que merece. Como
pensamos no ser muy parcos, y otras
atenciones no nos han permitido ocupar-
nos en darla con la premura que exigía
su publicación instantánea, suplicamos
al comunicante nos disimule, si retar-
damos el placer que debe sentir al ver
impreso en letra de molde el parto de su
ingenio y laboriosidad. Todo es cuestión
de ocho dias, y por mucha que sea su
impaciencia no es de temer le produzca
una grande desazón ó incomodidad este
corto aplazamiento.
Epigrama.
¿Qué tiene usted dona Inés?
•Me duele tanto esta muela!..
■No quiere usted que le duela
si la tiene del revés.
Pide á Dios todos los dias— el cristiano, mi pri-
mera. — Muchos son los que segunda — toman con
mucha frecuencia,- y tercera repetida— será la ni-
fia indiscreta — que quiera dar calabazas«*¿ oa
muchacho de mis prendas. — El todo no te des-
cuide:— si alguna vez te lo encuentras — corre ¿ta
casa ligero— y atrá^ la cara no vuelvas— pues se
traga un hombre vivo— lo mismo que Vd una oUea
SoIdcíod á las Charadas del BÚmero anterieri
UnCOCllERO iba borracho— v atropello i u
LIMONEliO;— un hombre que á la sazón— pasa-
ba con un CARNERO,— á dar parte al celaoer—
corrió por ir mas ligero.— Como el celador no
f ludo— abandonar su BUFETE— dispuso que en so
ugar— fuera corriendo un agento.
La charada de FRANCISCU— tan solo me cansó
espanto— porque temo que su autor — muera loco
rematado.
La misma.
DIRECTOR T EDITOR RESPONSABLE,
Imprenta de Casilari. — Comedías 11.
AÑO I. DOMINGO 5 DE JULIO DE 1863. NÚM. 14.
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SEMANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
OIBlSrCIAS. lilXErRA.TTJIiA..
MÉTODOS DE ENSEÑANZA
TABLA UNEMÓNICA DE MULTIPLICAR
II.
Columna de los 2 cónsules (A)
2x2 = 4 elementos admitidos por los antiguos (a).
2x3 = 6 tiempos en la conjugación del yerbo (¿).
2X4 = 8 maravillas del mundo (r).
2 X 5 = 10 mandamientos de la ley de Dios (rf).
2 X 6 = 12 signos del zodiaco (e).
2 X 7 =: 14 de abril de 1719: apertura de la tumba de S. Juan Nepomuceno (/).
2 X 8 = 16, raíz cuadrada de 256, número do Papas desdo san Pedro hasta
Fio IX (g).
2 X 9 = 18 satélites de los planetas (//)
2 X 10= 20 lustros de un siglo fí)
2 X 11 = 22 cantones suizos (j).
2 X 12= 24 lictores que precedían en Roma al dictador (/)
(A) Había en Roma dos clases de magistrados, unos ordinarios v otros oxlraordiuarios.
Los primeros eran loscónsules, los cuestores, los ediles, los pretores y los tribunos del pueblo:
los segundos eran el dictador, el capitán de guardia, y los censores, á los cuales pudieran
agregarse los prefectos y los decemvivos. — A los cónsules estaban subordinados todos los
demás magistrados, excepto el dictador y los tribunos del pueblo, por más que fuesen estos
de inferior categoría, resultando que el consulado era la ilignidad mas encumbrada de la
república. Llegábase á ella por rigurosa escala, debiendo mediar dos años entre un empleo
y otro. Al principio solamente los patricios podian aspirar al consulado; mas con el tiempo
llegaron á conseguirlo los plebeyos. Elegíanse los cónsules lodos los años en el mes de
agosto; pero no se les daba posesión hasta el 1." de enero siguiente, llamándoseles en
este intermedio cónsules desujnati: si moría onlre tanto alguno de ( líos, el sucesor se
llamaba consiU suffedus. Dos eran en cada año los cU»gidos, con el fin de que siendo tan
corta la duración de su auloridad y recelándose el uno del otro, no abusasen del poder
con perjuicio de la patria. Alternaban por meses on el gobierno, daban los cargos militares.
y no podian salir de Roma sino para mandar los ejércilos. Carecían defaculladespara con-
denará muerte ó azotes á un ciudadano, y de su senlencia se podía apelar cif pueblo,
teniendo poder bastante los tribunos para oponerse á sus decisiones. Cuando peligraba la
república, solía expedir el senado aquel famoso decrelo: Yiderint cónsules ne quid respu-
blica detriinonli capiat, cuya autorización daba á los cónsules facultades omnímodas para
defender la patria a todo trance. Sus insignias eran: veslido talar con guarnición de púrpura.
\hmndo pretexta; bastón, y silla de marlll. Al cónsul que estaba en ejercicio le acompaña-
ban doce minislros llamados lictores, los cuales llevaban unos hacecilos de varas, que de-
bían rendir al pueblo: el que no oslaba en ejercicio llevaba solo un Helor. lias^U v\^>^ '^
siguiente mes entraba oira vez en el lleno do sus fuwcm^s..
Lope de Vega,
(a) Los antiguos creiaii que no había sino cuatro elementos ó cuerpos simples, que
entraban en^ combinación para constituir los demás: c\ fuego, el aire, el agua y Idi tierra.
Otros pueblos, de mas remota antigüedad, admitían solamente tres: el aire, el agua y la
tierra; por lo cual los indios y los egipcios simbolizaban la divinidad con la flor del loto,
planta que tiene su raiz en la tierra, su tallo en el agua, su flor en el aire. Creyendo que
eran compuestos todos los otros cuerpos de la Naturaleza, se inventó la crisopeya ó arte de
formar el oro. La química, ciencia que eumenos de un siglo lu hecho prodigiosos adelantos,
cuenta en el día sobre 01 cuerpos simples ó elementales, cuyos nombres son: oxígeno,
' hidrógeno, silicio, circonio, boro, carbono, fósforo, azufre, selenio, cloro, bromo, iodo,
ázoe o nitrógeno, fluoro, aluminio, arsénico, bario, bismuto, cadmio, calcio, cério, cromo,
cobalto, colombio ó tántalo, cobre, didimio, erbio, estaño, estroncio, hierro, glucinio, iridio,
lántano, litio, magnesio, manganeso, mercurio, moHbdeno, níquel, niobio, oro, osmio, pa-
lado, pclopio, plata, platino, plomo, potasio, rodio, rutenio, sodio, teluro, térbio, titano,
lóroio, tungsteno urano. vanadio, ylrio ó itrio y zinc. Los 14 primeros recibieron el nombre
de metaloides, y el de metales los 47 restantes; pero hoy se clasilican de distinto modo. De
los 61 cuerpos simples, los unos son gaseosos, los otros líquidos y muchos de ellos sólidos.
Entre los metales no hay mas que un líquido; el mercurio. Así como el platino es el mas
piesado de todos los cuerpos conocidos, el hidrógeno es el mas ligero; por lo cual, pesando
7/100 de lo que plisaría un volumen igual de aire atmosfcMico, sirve para llenar ¡os globos
aéreosla ticos.
(¿) Los gramáticos admiten por lo común seis tiempos en el modo indicativo y otros
seis con iguales nombres en el subjuntivo; á saber: presente, pretérito imperfecto, pretéi*ito
perfecto, pretérito plus-quam-perfecto, futuro imperfecto y futuro perfecto: esta es una de
tantas reminiscencias inútiles (¡ue del latín nos han quedado, porque en castellano no puede
haber los cuatro modos verbales como los entendían los latinos. Si hubieran de formarse
lilosóficamenle los idiomas, y considerando el tiempo como una línea indefinida cuyos dos
extremos se pierden en la eternidad, deberíamos fijar un punto de partida, que pudiera ser
el acto de la palabra con el nombre de presente: este tiempo sería absoluto e indivisible, y
formaría época entre dos grandes periodos, el de lo pasado y el de lo venidero. En el pri-
mero de estos periodos convendría también fijar como época ó punto de partida un pasado
absoluto, y en el segundo con análogo objeto un venidero absoluto. Establecidos estos tres
tiempos, deberían señalarse tres pasados relativos: uno anterior, otro simultáneo y otro
posterior al absoluto; y otros I res relativos respectivamente del venidero absoluto con las
mismas calificaciones, en esta forma:
RELATIVOS:
RELATIVOS:
o
.§
PASADO
ABSOLUTO.
-C3
va
OO
PRESENTE
ABSOLUTO Y ÚNICO.
VENIDERO
ABSOLUTO.
En nuestra lengua hay tensos ó formas (jue corresponden á algunos de estos tiempos;
para otros tiempos faltan formas, y ademas hay expresiones verbales que indican el
período a que corresponden, pero no señalan en él época ninguna, distinguiéndose entre sí
por su significación particular. Así es que, prescindiendo de la división de modos que nada
significa en nuestra lengua, pudieran clasificarse de esta manera los tiempos personales
del verbo:
TIEMPOS ABSOLUTOS.
•
Frésente. Coexistencia con el acto de la palabra, aun(|ue alcance á lo pasado y á lo
venidero: «vo amo.^)
Periódico semanal.
Pasado absoluto. Periodo (lelo pasado, época sin relación con ninguna oira: «yo ow?^.»
Venidero absoluto. Periodo de lo venidero, época sin relación con ninguna olra: «yo
amaré. »
TIEMPOS RELATIVOS.
Pasado anterior remoto. Período de lo pasado, época anterior a la del pasado abso-
luto con mas ó menos distancia: «yo habia amado cuando tú amaste.»
Pasado anterior próximo. Periodo de lo pasado, época inmediatamente anterior á la
del pasado absoluto: «Luego que \ o hube amadOy amaste tú»
Pasado posterior. Periodo de lo pasado, época posterior a la del pasado absoluto, al-
canzando su significación ó el sujeto de ella hasta el presente^: «yo he amado-^^
TIEMPOS QDE SEÑALAN PERIODO, PERO NO ÉPOCA.
Pasado condicional. Significación pasada que sirve de condición á otra: «si yo hu-
biera amado ó hubiese amado, habrías amado tú. también.»
Venidero condicional. Significación venidera que sirve de condición a olra: «si yo
amara ó amase, amarías tú también.
Pasado condicionado. Significación pasada sujeta a otra condicional: ayo habría amado
si hubieses amado lú.»
Venidero condicionado. Significación venidera sujeta á olra condicional: «yo amaría
si amaras tú.»
Pasado indeterminado. Significación vagamente pasada respecto de otra presente ()=
venidera: «aunque yo no haya ainado, ama tú.» «después que yo haya amado, amarás tú.»
Venidero indeterminado. Significación vagamente venidera respecto de otra pasada,
presente ó venidera: «has querido que yo ame;^^ «quieres que yo ame;» «querrás que
yo ame.»
Pasado supositivo. Significación pasada bajo una hipótesis ó supuesto: «el que hubiere
amado, que lo diga.»
Venidero supositivo. Significación pasada bajo una suposición ó hipótesis: «el que
amare, será amado.»
Pasado dubitativo. Significación pasada respecto de olra presente ó venidera, indi-
cando duda aunque se determine ó asegure lo contrario: «yo habré amado ocho veces;»
(cindudablemente habrás amado. ^^
TIEMPO VOLITIVO..
Mixto de presente y venidero. Expresión de un deseo en presente |>ara su reali-
zación venidera: «ama tú »
Isidoro F. Monje.
(CoDlíoqará.)
CARTA I cido á pecar con la carta invitación inserta en
' el núm. 9 del Semanario de que es V. Director.
que un admirador de las nueve Aquí hago un parénle>¡s para decir dos palabras
TTp-rmATiM ATivía al Tlirpptor dí^l á mi amigo el Sr. iMonje.
Jiermanas envía ai Uireetor aei Eo^iái.g,^ ciudad esencialmenlo mercantil, la
Semanario Lope de Vega. | literatura es una planU parásita que vejeta á la
j sombra de la indiferencia, pues generalmente ha-
I blando, lo que en esta ciudad se necesitan son
Por Dios y por mi ánima os aseguro, Sr. Di- i buenos dependientes de comercio; acaso ¿para que
rector, que hacia tiempo no liabia entrado en mis sirve la liicraiura? no es mas provechoso dedicar-
mientes el escribir cuatro renglones para que fue- se á el tanto por ciento, y á el giro de las le-
sen impresos, mas como el pecado anda siempre tras de cambio que honroso el trabajar en las
buscándola parte flaca de todo mortal,* hé aquí bellas letras?
que el Sr. Monje, tentación literaria, me ha indu- 1 Sr. de Mon\<i, íi \ , \^ 'wvwa.'^Na. \saR» '^^j^js^^A'^
Lope de Vega,
mas buena, la mas loable intención, al invitar á inz, y yo deseoso de que sa Sermaaario tome^ otra
la juventud malagueña que coadyuve á sostener ^ vida, otro aire, y otro modo do revolverse ea
y alimentar un periódico de literatura que honre la arena periodística, lanzo esta epístola, para que
á Málaga ¡loca esperanza! amigo mió. jdel descansado campo donde yacea sus' redac-
De muchos anos atrás so están sembrando en lores, dirigiendo versos «A una^ Fuente» y otros
esta tierra plantones literarios, pero en vano: con- [K)r este orden, salten á la palestra, ap^oxan sus
ciuyóELGuADALiioRCE, pcriódíco quo para SU épo- j péfiolas y pongrin á fuerza de brazo en el ter-
ca, era notable; El Uubí; La Jovkn Málaga se- reno que le corresponde el periódico oo qve in-
manario donde escribió el entonces oscuro y hoy sertan sus creaciones.
brillante antorcha de la literatura, aquellos ver-
sos í|ue encierran un poema de ambición:
A lle^iar con mi pluma donde, quiero,
Porque ¿cree, V. Sr. Director, que u» periódi-
co redactado en la forma que lo está Lope di
Vega, pueda mantenerse con el coste de la sos-
Euora HomcTo el segundo, yo el primero. 'cricion, si ésta, como creo que es la de este Sc-
Lucgo, on fecha mas reciente, Ei. Círculo, Ór- manario, no fuere el empejio laudabilísimo de
gano do l.i Sociedad do este nombre; El Faro . bna porción de jóvenes entusiastas de las nueire
di:l Mediodía y úllím'^monte La Caridad; todos ' Hermanas? Yo, y conmigo V., no podemos creer-
pues estimado amig », han muerlo de consunción lo; á su periódico le falta ¿desóa Y. saber lo
¿y como no? 'que le falta? Escúcheme.
Daré mis razones. Hay en Malaga un plantel ! Los jóvenes que forman la redacción, incluso
de jóvenes de vcrdadi-rosaber y vasta instrucción, | Y., Sr. Director^ son demasiado descuidados, por
otro mayor do medianías y otro numerosísimo de que, á quien se le ocurro, que un periódico de
nulidades con pretensiones do formar en las filas cortas dimensiones, como lo es el de que trata-
de losj primeros. Los i\ui verdaderamente saben,
niegan sus escritos, y no contentos con esto, se
burlan de los quti llevados del mejor deseo, quie-
mos, debe Heñirse con una colección de chara-
das, dos novelas en publicación v lo que resta
I do poesías? Acaso no le ha pasado por las mien-
ren formar un Semanario que se sostenga en Mú- tes á ninguno de W. que para hacer interesan-
laga y llegue á ser con el tiempo un buen perió- te un periódico, es preciso que encabeze todos sus
dico;*deaqui proviene el retraimiento de los se- números, con un artículo de costumbres, oblen
gundos y queda el campo abandonado á los ter- ¡de ciencia, religión, discusión sobre nuestros poe-
ceros que pluma enristre entran por las frondosas tas, crítica literaria, bibliográfica, artes ytantss
campiñas literarias y talan, destrozan y pisotean ! otras cosas como hay de que tratar? ¿Pues qaé,
el Pindó y sus contornos, hasta tal término señor ^ por que se llatne periódico de literatura solo se
de Monje, que se hace necesario esclamar con el
autor del Hombre de Mundo "^X^ Muerte de César.
¡Yoto al demonio, Juan, que me has parado!
¿Tú literato? ¿Tú escritor? ¿Que es esto?
¿Tú dando que decir por ese lado?
Como quiere Y. pues que las medianías que pue-
dan llegará ser algo, se lancen á las arenas lite
rarias, para ser la mofa de los primeros y tener
que sufrir las sandeces de los terceros.^
Esto. Sr. de Monje, es en lo que me fundo pira
creer que no podrá prevalecer en esta bendita
tierra un buen periódico do literatura.
Ahora, Sr. Director, continúodirigiendo mi epís-
tola ¿ Y. después de cerrar el largo paréntesis
(]uo he dedicado á mi querido amigo el señor don
Isidoro Fernandez Monje.
Tengo la rancia manía, de decir siempre la
verdad, moneda no muy corriente, pero á true-
que de disgustar á unos pocos, me quedo con
la conciencia tranquila y descansando el espí-
ritu, después de haber dicho lo que siento, pues-
to que yo, como decía nuestro gran poeta y pro-
fundo filósofo Quevedo:
No he de callar, por mas que con el dedo, etc.
asi, pues, á vuelta de unos cuantos consejos irán
unas cuantas verdades.
I>e }a á'iscüs'ioD^ faa dicho no sé quien, sale la
por
fian de insertar renglones cortos que se llamen
versos.? Por Dios, Sr. Director, que no téngala
sombra del grande hombre cuyo nombre lleva el
periódico que dirijo, que levantarse do la tumba^
y acusarle de mezclarlo en un baturrillo literario. '
Quizás me dirá Y. que los compromisos le ha-
cen insertar sonetos como uno que apareció no
recuerdo en que númcjro de ese periódico, que
principiaba :
«Ln una de Abril, plácida mañana»
¡Qué trasposición Sr. Director! roas yo no voy
á hacer la crítica literaria de Lope db Vega, solo
sí me llevo la idea de qu-^ esta carta despierte el
sentimiento adormido por el beleño del amor pro-
pio, y se discuta lo razonable, se formen con-
troversias en cuestiones literarias que ilustren,
que tengan interés, que se animen, que se desee
por todos la aparición del número siguiente; en
íin quo..^ Sr. Director, que se sacuda V. decom-
pi omisos, que se deje Y. de charadas, cosa muy
propia para el Bolelin de Toros, que por V. ó por
medio de personas conocidas invite V. á... ten-
taciones he tenido de poner á renglón segnido
los nombres de todas las personas que debían fi-
gurar en el periódico que dirije.
¿Uastá ouando durará en Málaga esta desidia
literaria?
PeFiódico semanal.
Pirece mentira (jue personas oo hijos de esta
tierra tengan que invitarnos ¿ fonnentar, y ayu-
dar una empresa á que estamos obligados
To por mi parte Sr. Director, he acudido ai
llaraaniento; sé que otro conocido mió se ha an-
ticipado, pero la índole de mi genio no podia ha-
cerme ir á colocar el óbolo que me correspon-
de en el altar de la literatura^ sin antes censu-
rar, para que se remedien, las faltas que se noten.
Ño me tome entre ojos la redacción de Lopí oe
Ybca, ataco á el ente moral y no al individuo,
hagan conmigo lo mismo, desmenúsese mi carta^
censúreseme, que yo procuraré en las siguien-
tes, si veo que esta sale ¿ luz, sentar mi baza de
mozo aproyechado, ceder la razón ¿ quien la lle-
ve, inclinar la cervis ante el queme enseííe y dar
animación si puedo á las columnas de Lope de
Vega.
Respecto á mi nombre para n:ida hace falta:
V. Sr Director puede mandarme y llamarme por
el nombre que mejor le parezca; en el entretanto,
me pongo á sus órdenes^ bajo el seudónimo de
Un Xmigo de las Niñas del Pindó.
— Malaga. —
CONTESTACIÓN
que da la Redaocioix del Semanario
Iiope de Vega á la corta -que an-
tecede DEL ADMIHADOR DE LAS
JHUEVE Hermanas, amigo be i^as
mÑAB DEL TnSBO.
Muy señor nuestro é ilustrado consejero y
critico: Por nuestra ánima solamente, (que ha-
cerlo también por Dios, rayaría en lo vedado, y
cosa es esta en que nos miramos mucho) asegura-
mos á V. que hemos Icido con la mayor compla-
cencia la carta que ha tenido Y. la amabilidad de
dirigir al Director del humilde ])erió(lico que bau-
tizamos con el esclarecido nombre de Lope de
Vega, ne por presunción ni pedantería, sino por-
que conociendo nuestra insuliciencia, quisimos que
al menos el periódico llevase algo bueno, siquiera
fuese el nombre. ¥ que nuestra insuficiencia es-
tá probada, dícelo sobradamente la carta de Y ,
cuyo contenido debe guardar perlecta analogía
con su intención, que desde luego reconocemos
por muy sana, asi como la espresion de ella la
mas apropósito para convertirnos en carámbanos,
por intenso que fuese el fuego de nuestro entu-
siasmo literario.
Durillo se muestra V. con nosotros, Sr. Amigo
de las Ninas del Pindó, y en verdad que si como
somos aprendices de literatura lo fuésemos tam-
bién de doctrina cristiana, hablamos de tomarle y
de guardarle rencor; y no solamente por lo aue
dice, y por loque de ello se desprende, analizan-
dolo, sino también por la forma, por lo material
de su carta, por el continente que aun mas que
el contenido revela nos tiene Y. por gente de po-
co pelo, como vulgarmente se dice, y con la
que no deben guardarse esas consideraciones sq-
cíales, que, cuando no otra cosa, dicen á favor
de quien las guarda conoce las reglas de urbani-
dad y cortesía. En efecto, por Y. y por nosotros
hubiéramos deseado recibir su carta, sino en es-
quisito papel perfumado y fileteado en oro, al
menos en un pliego de papel regular, y no en
dos medios pliegos de manos quebradas, y todos
llenos de enmiendas y de borrones. Y. dirá que
esto no puede desvirtuar lo otro, es decir lo es-
crito; cierto es^ pero convendrá que debe con-
tribuir mucho á la opinión que debíamos formar
de Y., y es que peca Y. de soberbio y que desde
la altura donde plugo á Y. colocarle solo ha visto
en nosotros pigmeos También se lo perdonamos.
y por aquí, si otras pruebas no tuviese, puede ya
venir en perfecto conocimiento de nuestra hu-
mildad.
¥ entrando ahora en materia, cumple lo primero
enviar á Y. la espresion de nuestro agradecimien-
to por la cooperación literaria que nos ofrece, si
bien condícionalmente, pues ha de depender de
que vea la luz la carta que Y. nos ha dirigido.
Cualquiera en caso análogo hubiera repugnado el
bollo por nb recibir el coscorrón; pero no noso-
tros; y esto le probará en cuan alta estima tene-
mos los talentos de Y. Todo antes que vernos
privados de sus escritos! Que si por la maestra
ha de sacarse el paño, la que Y. nos da promete
un tegido finísimo, do lo que hoy no se elabora,
y por tanto no se encuentra asi como se quiera.
¡Yaya si será fino!
Nosotros, formados á la buena de Dios, y can-
dido? hasta mas no poder, lo creemos al menos
así; y gracias á esta candidez, lo tenemos á Y.
por un pollo ó un gallo literato de la mejor bue-
na fé posible; asi es también que para nosotros su
carta de Y. no tiene perns... Gracias por ello Ic
damos á quien es debido, pues de otro modo, tén-
galo usted por seguro, hanríamos pasado un mal
rato. ¥ en efecto, si fuésemos maliciosos, ¿cuánto
no podríamos decir de Y. al leer sus lamentacio-
nes por la desidia literaria malagueña, y al ver la
raf»nera como trata do ponerla coto? Pues, y acer-
ca del modo que ha tenido Y. de sacudirse la su-
ya? Cualquiera diria (no nosotros, Dios nos libre!)
pero, iSr. Amigo de las Niñas, por qué si está Y.
obligado á fomentar y ayudar esta empresa, se-
gún confiesa, no envía algo de lo mucho que, se-
gún Y. también, falta áie^V.'^^^xv^^v^^'^^^^^^^
Lope de Vega,
V€z de hacer la enumeración de lo que carece, y
con lo cual no ha hecho V. níugun descubrimiento
que pueda darle nombre, ni nonra, cumpliendo
un noble nropósilo y guiado de un laudable fín,
en lugar de remilir la carta, no ha enviado Y. á
la redacción del Lopr de Vega, uno de esos cien
artículos que menciona, y que cuando menos no
habian decareeer de epigrafü ni de seudónimo p?-
ra suscribirlos, pi^esto que de esto ya nos ha dado
una prueba? ¿Por qué en vez de animar á esos po-
brecitos alicionados, de estimularlos, de enseñar-
los con los sublimes partos de su ingenio, formula
y. una censura tan acre de sus trabajos, y de la
literatura y de los literatos malagueños?...
Todo esto y mucho más> Sr. admirador de
las nueve Hermanas, podria decirle á Y. sin
grandes escrúpulos de conciencia, cualquiera que
de malicioso pecase; pero la redacción del Lorc
DE VíxA, lejos de eso, dice que tiene Y. razón,
y que procurará. Dios mediante, seguir sus con-
sejos. Y como no? si no encuentra un óbice que
oponer á las poderosísimas razones que alega V.
en su carta, sobre todo en el largo paréntesis que
dirige a nuestro ilustrado amigo el Sr. D. Isidoro
Fernandez Mongo? YaI llegar aquí, permítanos Y.
que, imitándole, hagamos también un paréntesis.
(¡Cómo se conoce siempre donde está la verda-
dera ilustración, donde el talento, donde el deseo
vehemente de estimular á la juventud en las sen-
das provechosas del estudio y del saber! Y cómo
saitu á la vista, donde mas que ese talento, esa
ilustración, ese deseo, hay, pudiera decirse así,
celillos de oficio, impulsos irresistibles del amor
propio resentido, acaso por el mal éxito de empre-
sas literarias semejantes á la del Lope de Yega, y
ún tantito de envidia por la buena acogida que.
zo de literatura que pueda Y. tener en su biblio-
teca, qiie debemos suponer selecta. T esto que
pasa aquí sucede en Madrid y en Paris, El tanto
por ciento y el giro con provecho, ha formado
antes y ahora las delicias Je las gentes. Pero Má-
laga, de antiguo, tiene fama de iliterata, y do hay
razón, por lo tanto, para dejar de aplicarle »eiD-
ere la consabida muletilla de hs letras de cam-
io. Podrá haber muchos jóvenes, que aoies no
los habla, aficionados á las letras; podrá haberte
aumentado la aíicion á la lectura, y seguir en
grado ascendente; podrán haberse creado unas j
otras sociedades con la tendencia del estadio,
del saber y de la enseñanza; nodrfi haber varios
gabinetes de lectura dondo pululan los periódicos
de todas clases, asi nacionales como estrangeros,
3 ue contienen tesoros del saber humioo, á pesar
e su, por lo común, modesta presencia y tosca
envoltura; podra, en suma haberse adelaolado en
esto, como en otras cosas, de algunos años á
esta parte, y no progresado mas, a causa de ser
esta una población que cuenta millares de arte-
sanos y jornaleros cuyos escasos medios oo les
permiten distraer una parte, si (juier sea mínima,
para comprar libros y papeles. Todo esto puede
haber sucedido; pero aunque asi sea, por qué oo
hemos de seguir la opinión de nuestros mayores,
respecto á que en Málaga lo que privan son las
letras de cambio?
Bien mirado, estamos por decir que no merecen
perdón esa multitud de jóvenes perteoecieDtes á
familias decentes sí, pero de escasos medios, que
no pudiendo seguir una carrera literaria^ por no
halhr aquí elementos al efecto, se dedican al co-
mercio, que viene á ser el alma, digámoslo así
de esta población! ¿Y no es también altamente
con rn^ron ó sin ella ha obtenido este pobrecilo Se-^ estraño, si se quiere, que en medio de tantas le-
manario! El Sr. Fernandez Monge, ^ugeto asaz
competente, y tan conocido ya por sus produccio-
nes literarias y científicas, por sus talentos, no so-
lamente dirige una carta al director de Lope de
Vega, honrándolo, y animando á todos á seguir en
la empresa acometida, sino que les promete ayuda
poderosa, y de ello les ha dado ya una notable
muestra. Otros reputados literatos también les han
escrito ofreciéndoles cooperación y ayuda, que
admiten, agradeciéndoselo en el alma. En cambio
otros obran como mas les place, y hacen bien. Por
algo y para algo se hizo la libertad!!) Cerramos
este paréntesis, rogando á Y-, no caiga en la ten-
tras de cambio, haya muchos jóvenes, como pnede
haberlos en otras ciudades de iguales circunstan-
cias á k nuestra^ que por aquellas no olvidan las
que se llannn belins? ¿Cuan bien califica, poei,
el Amigo de Im Niñas del Pindó de loca esperanza!
la deque se sostenga y alimente en Málaga un
periódico de literatura! Y si lo espuesto no bas-
tase, masconcluyente es la otra razón que alega.
¿Si otros periódicos de literatura han muerto, eo-
mo han de vivir y sostenerse los que los subsigan?
Muy incrédulo es menester ser, muy testarudo pa-
ra no darse por convencido ante ese razonamien-
to. ¿Y quién no se dará por satisfecho ante las
tacion de encontrar en él alusiones á su carta ni causas que alega para justificar la mortalidad de
á su conducta, y seguiremos esforzándonos en i los periódicos de literatura en Málaga? En Mala-
probar cuan acertado ha estado Y. en todas sus ga, según confesión del Amigo de las Niñas del
P/ndo, hay un plantel de jóvenes de verdaderosa-
ber y vasta instrucción; otro mayor de medianías.
apreciaciones al escribir aquella.
Dice Y. mil veces bien: en Málaga en punto á
letras son preferidas las de cambio. Nosotros, aca-
so por ser hijos de ella, las preferimos también;
y estamos por decir que una de buena firma no
y otro numeroshimo de nulidades, con grandes
pretensiones. De modo que entre el primer plantel,
y el segundo mayor, y el numerosísimo, debe
tendria Y. reparo en trocarla por el mejor tro- ' comprenderse, es de creer, á toda la juventud ma-
Periódico semanal.
lagueoa; por supuesto que esto no obsta á lo de !
las letras ds cambio y el giro^ y el ianto por cÍ0n-
to. Ahora bien» según dicho Amigo, los primeros
no soio niegan sus escritos sino que se burlan
de los segundos, f¿si se contará el admirador
de las nueve hermanas^ por modestia se entien-
de, en el plantel N.* 1.7) y estos, es decir
los segundos, que con razón no están de humor
á servir de hazme-reir, dicen ahí queda eso! Pu&s
aquí que no peco! dicen entonces los terceros, y
como eso debe ser tan sabroso, sobro ello se arro-
jan como perros de presa, y ahi es nada el da-
ño que hacen! ya lo espresa el referido Amigo. Si
todo esto, pues, no satisface sobradamente k pro-
bar que en Málag«) no puede haber un periódico
de literatura, preciso es que el que lo dude sea
asaz descontentadizo.
Ay, Sr, Amigo de las Niñas del Pindó! que con
serlo de ellas d<i bien claras muestras de saber
donde le aprieta el zapato; y cuan peque&itos nos
ha dejado V. con ese descubrimiento! ¿Qué mal
han hecho los del segundo plantel á los del prime-
ro, para que asi se conduzcan con ellos?... Esto
es atroz! Es una falta de caridad que Dios ha de
tomársela en cuenta! Pero y si dicen los por V.
puestos en berlina: ¿Quién ha autorizado á ese buen
señor á penetrar en nuestras intenciones? cuándo
le hemos dado pruebas para su aserto? y sobre to-
do, quien le manda poner á descubierto esta nues-
tra flaqueza, si es que la padecemos? Pues su-
pongamos que añaden los segundos: ¡qué dice V.!
por quién nos toma? somos acaso niños que se eno-
jan por cualquier leve motivo? Aunque medíanlas,
¿üo tenemos conciencia de lo que valemos si quier
sea poco, de lo que podemos hacer?... Dejemos á
un lado á los numerosísimos, pues si estos se em-
peñasen no les seria difícil lograr que su cabeza
de V. se fuese á pájaros.
Mas todo esto, como V. comprenderá, son solo
suposiciones que no deben tenerse en estima; ra-
zón porque las rechazamos, y estamos con Y. en
cuanto dice. ¥ como no es cosa de negar la evi-
dencia, reconocemos del modo mas público y so-
lemne que con su caria ha prestado V. un gran
servicio ala literatura malagueña, honrando de pa-
so á los planteles de su ameno jardin, y no menor
á nosotros por sus sesudas advertencias y leales
consejos, que apreciamos en lo que valen. Y mien-
tras se digna Y. designamos el plantel á que per-
tenecemos, quo de su fína cortesía y aprecio en
que oos tiene, no dudamos sea el tercero, tene-
mos el mayor placer en ofrecerle las columnas de
nuestro humiluc, y ya por Y. sarandeado Sema-
manariOp quedando de V., etc.
La Redacción.
LA INOCENCIA.
A LA SEÑORITA ÜO.S'A DOLORES ESCALONA.
En el Jardin del Cielo
sembró Dios mismo
una planta que cuidan
los angelitos^
y con su aroma
perfuman el ambiente
que hay en la gloria.
Dios, que por redimirnos
diera la vida,
y por nosotros, todo
lo sacrifica,
tan rica planta
permitió que á este mundo
la trasplantaran.
Pero, sin duda alguna
los jardineros,
esa flor tan preciada
desconociendo,
mal la plantaron
y vá muy despacito
fructificando.
Por eso los capullos
apenas brotan,
antes de entreabrirse
pierden su aroma,
que en este suelo
corren para esas flores
muy malos vientos.
Pero la que hoy admiro
en tu sonrisa
nunca preciosa Lola
verás marchita,
porque Dios riega
con su aliento, las flores
de la Inocencia.
A. C arrian.
MISCELÁNEA.
Con el mayor gusto hemos sabido cv^v-,^
habiendo ^te^^ive.\;y.$)LCi ^ "^^^xw^^ "^^ - ^^
Lope de Vega, periódioo Bemanal.
bernador de esta proyincia los exámenes
de los alumnos de la Escuela Normal de .
maestros j de las alumnas de la de maes- j
tras, recientemente verificados, ha diriji- \
do un oficio manifestando su satisfacción j
á los jefes de ambos establecimientos, y ¡
encargándoles que lo participen asi á los '
respectivos profesores. No podia esperar-
se menos del celo é inteligencia de los
señores don Marcelino Insaurriaga, don
Isidoro Fernandez Monje, don José Gar-
cía Vázquez, don Pedro Ignacio Cantero
y don José Fernandez de Segura, que
constituyan el personal de la Escuela
Normal de maestros; asi como de la se-
ñora doña Francisca Fernandez de Se-
gura, del mismo señor Garcia Vázquez, I
de don Salvador Vergara y de don José
de Pina y Diaz, encargados de las ense-
ñanzas en la Escuela Normal de maes-
tras.
La Dama del Medallón.
En el número próximo continuaremos
la' publicación de esta novela, que in-
terrumpimos hoy para dar lugar á la
carta de un Amigo de las Niñas del Pindó.
Epigrama.
Decia don Baltasar:
((hombre, hay ciertos animales
que parecen racionales,
no les falta mas que hablar.»
Y mi Inés que no se ataja,
le contestó: (csi señor,
dé usted gracias al Criador
que le ha dado esa ventaja.»
ChorU.
Charadas.
Mí primera y mi tercera— es apellido espan-
toso—y también quita la vida — aunque pareica
horroroso.— Una letra consonante— solamente ei
mi segunda— y en los jardines mi todo— mayor-
mente es donde abunda. — Pape.
¿Esto es querer?
Mi madre no quiere
que quiera á Javier,
que porque le quiero,
me quiere también.
Mas si ella ha querido
yo quiero á mi vez,
y quiera ó no quiera
le quiero querer.
Si quiero quererle,
quererle querré
mientras él me quiera
cual le quiero á él.
Que dos que se quieren
y quieren con fé,
quieren, como quieren
los que quieren bien.
Y si madre quiere
no quiera á Javier,
([ue quiera ó no quiera
le quiero querer.
Javier.
Siempre que en coehe paseas— mi primera y
dos, que es verbo, — en presente imperativo— la
diriges al cochero. — Tercia y cuarta caliGea— al
3ue perdió el sentimiento,— quintp ysesta, es ubí-
ad — del nuevo sistema métrico.— din mi primen
y mi cuarta— nunca ves al arriero^ — y mi sesU
con mi tercia— signiGca mucho peso;— mus si es-
tá coa la segunda— es fruta de gusto buooo— y
también un apellido— que tú conocos por cierto.
—Mi cuarta con masía sesta— es un manjar saco-
lento,— y mi todo lo hallarás — en Geometría ú
remedio. ==F. B. Zaviiranoff,
i*.
Prima y segunda es un rio,-*seguoda y prina
una letra.— V si estás desesperado— el todoqnita
las penas. — Berdüosiíi.
Mugcr prima y segunda— debe ser mala, — y si
tres y dos viste— está do gala.— Y nunca dado—
que en el todo hay de ellas— y es bien segaro.
l^iiTCior.
SoIqcíod á las Charadas del oomero aiteríoTí
La charada de ESPARTERO— gran júbilo me
causó,— pues siempre que lo recuerdo — su honra-
dez alabo yó.
A Derduoski le encargo— no lo tema á la PAN-
TERA, —que no dobc tener miedo — un machaoho
de sus prendas. — Pape.
te
DlRECTOn Y EDiTOR RESPONSABLE,
Imprenta de Caíí/an.— -Comedias 11
AÑO I. DOMINGO 12 DE JULIO DE 1863. NÚM. 15.
LOPE DE VEGA,
PEUIÓDICO SE3fANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QlIK LLEVA ESTE NOMBRE.
LiTEü-A.TTJRA.. A.IÍXBS.
MÉTODOS DE ENSEÑANZA.
TABLA MNEMÓNICA DE BlULTIPLICAR.
(CONTINUACIÓN.)
(cj Decíase que eran siete las maravillas del mundo, es decir, las obras humanas de
mayor magnificencia ó Jngenio, á saber: el templo de Jenisalem, el mausoleo de Artemisa,
el templo de Diana en Éfeso, las murallas de Babilonia, el coloso de Rodas» las pirámides
de Egipto y el faro de Alejandría: agregóse después á estas el Júpiter Olímpico, con lo
cual resultaron las ocho mencionadas. Los españoles consideramos como la novena mara-
villa el monasterio del Escorial.
Templo de Jeruscdem- Unos mil años antes do Jesucristo, Salomón hizo construir un
templo sobre el monte Mória, en el mismo sitio donde David habi? visto al ángel ejecutor
de la Justicia Divina con la espada amenazadora, y donde el profeta Gad le advirtió de
Earle de Dios que erijiese un altar para ofrecer en él los sacrificios. Mas de 250.000
ombres se emplearon en la construcción de este famoso temi)lo, que se concluyó en solos
8Íeteafios, haciéndose entonces su solemne dedicación. Dividíase en tres partes: él vestíbulo
ó !a parte del pueblo, el santuario ó el lugar de los sacerdotes, y el sánela sanctorum,
subdividiéndose el vestíbulo en dos secciones, una para los gentiles y otra para los judies:
aquellas tres partes se comprendían respectivamente bajo los nombres de Israel, Torah,
Jeovah, es decir «el pueblo,» «la ley,» «Dios,» quedando por consiguiente el sacerdocio
como lazo ó intermedio entre Dios y el pueblo. — El vestíbulo de los gentiles tenía 500
pasos ó varas de circuito, y al redeaor una alta galería, sostenida por muchas columnas
de mármol, con cuatro puertas hacia los puntos cardinales del horizonte. — El vestíbulo de
los judies se comunicaba con el anterior; era muy suntuoso, y estaba rodeado de primo-
rosas galerías: su pavimento era de mármoles de diferentes colores; los muros estaban
cubiertos de oro finísimo, y las puertas de planchas de plata. — El santuario ó voslíbulo de
los sacerdotes, tenia 40 codos de largo y 20 dii ancho: el pavimento era de pórfido, y las
paredes estaban revestidas de láminas de oro. Veíase en el centro el altar de los holocaustos.
lodo de bronce, de 10 codos de altura; y á sus costados había 10 copas ó vasos grandes de
bronce, adornados de querubines, leones, bueyes y palmas, donde se guardaba el agua
que servía para lavar las víctimas: al lado derecho había otra gran vasija del propio metal
sostenida por 12 bueyes de lo mismo y llamada mar, á causa do la prodigiosa cantidad
de agua que contenía y que servia para que los sacerdotes v los demás levitas se lavasen
las manos y los pies antes de empezar los sacrificios.— Dl^síIo a(|uí se iba al pórtico, que
tenia 20 codos de largo y 10 de ancho, donde se veian dos grandes columnas de bronce.
y del mismo metal eran las 200granada.s que de ellas pendían. Servia el pórtico de entrada
al templo sin techumbre, de 60 codos de largo y 20 de ancho, en donde habia un altar lodo
cubierto de oro, sobre el cual no se ofrecían más que incienso y perfumes preciosos; á los
lados habia diez grandes candelabros de siete brazos, otras tantas lámparas que ardían ince-
santemente, y diez mesas de oro.— Del templo se pasaba al sancta sanctorum. cuadrado de
80 codos por cada lado y con la misma altura, la cual hasta la mitad estaba c\3.t^\ftxV*íi. ^^ ^^
Lope de Vega,
V la olra mitad de oro y piedras preciosas. Alii se custodiaba el arca de la Alianza, cu-
bierta por dos grandes querubines de oro. — Joscfo, historiador judío, haciendo la enume-
ración de las riquezas de este templo, dice que habia en él 10,000 candeleros de oro, una
mesa muy grande de lo mismo, otras 10,000 cubiertas de dicho metal, 20,000 copas de
oro, 160,000 de plata, 100,000 redomas de oro, 200.000 de plata, 20,000 incensarios
grandes de oro, 50,000 mas pequeños^ 1,000 ornamentos pontificales guarnecidos de pie-
dras preciosas, etc., etc.
Mausoleo de Artemisa, Asi se ha llamado el sepulcro que Arleraisa, reina de Caria, hi-
zo erijir al rey Mausolo su esposo, en la ciudad de Halicarnaso, mas de 350 años antes de
nuestra era. Tenia 411 pies de circuito distribuidos en cuatro frentes, siendo mayores losde
N. y S., 25 codos de alto y 36 columnas en su circunferencia. Construyéríinle cuatro cé-
lebres arquitectos, haciendo Scopas la parte de Oriente, Timoteo la del &ur, Leocharres la
de Occidente y Bri\ias la del Norte; á los que se agregó Pithio, que levantó sobre el sar-
cófago una alta pirámide truncada, en cuyo extremo superior colocó un carro de mármol
tirado por cuatro caballos. — Artemisa, no pudiendo sobrevivir á la pérdida de su esposo,
murió sin ver concluida esta soberbia obra; pero á impulsos de su excesivo amor á Mausolo,
mandó recojer sus cenizas para mezclarlas con los li(]uidos que tomaba, á fin de darle se-
pultura en su mismo pecho. — Al ver el filósofo Anaxagoras de Clazomene aquella obra tan
afamada, dijo friamente: «He aqui un gran tesoro de plata trasformalo en piedra.» — Del
nombre de Mausolo proviene el llamar «mausoleos^' á los sepulcros ostentosos.
Templo de Diana' Fué construido en Éfeso, principiado por el arquitecto Ctesiphon; pero
so emplearon 220 años en concluirlo y perfeccionarlo, contribuyendo para los gastos toda *
el Asia menor, lo que hoy se llama Turquía asiática. Tenia 425 pies de largo, 220 de
ancho, y estaba sostenido por 127 columnas de 60 pies de alto, adornadas de esculturas y
suministradas por otros tantos reyes; el maderaje era de cedro, y las puertas de ciprés.—
Este magnífico templo, decorado con admirables estatuas, cuadros de valor inestimable y
otras inmensas riquezas, fué incendiado por Eróstrato. que quiso inmortalizar su nombre
por tan bárbaro medio, la misma noche en que nació Alejandro el Grande. 356 años antes
de Jesucristo. Es digno de observarse que este templo fué incendiado y reedificado hasta
siete veces; y que Alejandro ofreció á los efesios cuanto quisiesim si le pormitian poner su
nombre en la inscripción del frontispicio, oferta que ellos reusaron polilicamenle.
Murallas de íiabilonia. Mucho contribuyeron á la celebridad de Babilonia el famoso
templo de Belo, el palacio real con los pensiles ó jardines construidos sobre bóvedas, los
diques y malecones del rio, del lago y de los canales, etc.; pero las murallas sobre todo
eran verdaderamente maravillosas. Su espesor era de 32 pies, su altura de 50 codos y su
extensión de 480 estadios, ó sean 60 millas, formando un cuadrado de 15 millas por lado,
y en cada uno de estos 25 puertas de bronce macizo, que en junto suman ciento. Por esto,
cuando Dios prometió á Ciro la conquista de Babilonia, «Bomperé las puertas de bronce» le
dijo por boca de Isaías.
doloso de Rodas- Llamóse asi una estatua de bronce que representaba á Apolo, y que
en honor del Sol se habia colocado sobre el puerto de Rodas, en la isla del mismo nombre.
Media 105 pies de elevación, apoyando sus enormes plantas sobre dos rocas que formaban
la entrada del puerto, de manera que las naves pasaban por entre sus piernas. Cares de
Lidia inmortalizó su nombre con esta construcción, en la cual empleó doce años. Unos sesenta
subsistió en pié sin detrimento alguno, hasta que fué derribado por un temblor de tierra
ue causó muchos extragos en Oriente, mas de dos siglos antes de la era cristiana. Esta
engracia dio motivo á una cuestación general en favor de los rodios, quienes escribieron
íá todas partes y recibieron infinitos donativos. Los reyes de Asia, las naciones griegas y
los principes de Europa, hicieron alarde de generosidad, enviándoles con la mayor abun-
dancia trigo, dinero, '.ablas. vigas, resina, plomo, hierro, etc. «No ha habido jamás cuesta-
ción mas abundante, dice el historiador Anquetil, porque el pretexto era restablecer el coloso,
y este acto de carácter religioso excitó la liberalidad de todos; pero los rodios dejaron el
dolo en tierra y se aplicaron las ofrendas.)» Guando Moavias, califa de los sarracenos, ge
3
Periódico semanal.
apoderó de Rodas en el afio 667 de nuestra era, vendió el coloso á un mercader judió, que
hizo cargar 900 camellos con el metal de que estaba formado, y computando el peso por
la carga regular de un camello, asciende a 7!20,O0O libras.
(Gootinoará.)
Isidoro F. Monje,
LAS melodías.
Al poeta americano, mi buen amigo D. Anto-
nio Vinageras, en el Álbum de 2>. Adolfo
Quesada.
I.
Blanca, pastora
De dulce risa
Tan pudorosa
Cuanto atractiva;
Blanca, gallarda,
Graciosa nifia
De lindos ojos,
De boca linda;
Blanca era am»da;
Blanca tenia
Un pastor ciego
Por sus caricias.
Mas, desdefiosa
Cnanto divina^
Blanca, esquiveza
Daba á sus cuitas.
«Que vo te quiero.
Él la dccia:
Que eres mi gloria,
Qoe eres mi vida.»
Ni una respuesta.
Ni una sonrisa
En cambio el pobre
La Dierecia.
La luz del alba
De rosa pinta
Cíelos y cumbres:
Flores y brisas
lUdrid.-1883.
Luego despiertan
A nueva vida.
Dentro su choza
Blanca dormia;
Pero á sus puertas
De amor espira
Un pastor, ciego
Por sus caricias.
Del caramillo
Sonó la Abra,
Y en esta trova
Lloró su cuita:
«Pastora, ingrata
Cuanto garrida.
Que el cielo quiera;
Que Dios permita
Qué á amor despiertes^
Que amorte rindfa.»
Lo cual oyendo
Salió la nina
De amor ansiosa^
De amor cautiva.
Lo que le diera
Nadie lo diga;
Mas él al goce
Nació aquel dia:
Que lo que ruegos.
Que lo que cuitáis
Jamás consiguen.
Con dulce Jira
Todo lo alcanzan
Las melodías.
Juan P. de Guzman.
¡VIVIR Sm TI!
Vivir sin tí! ¡que locura!
Dile al pez que al aire salga^
Y que respirando viva
En la atmósfera azulada.
jVivir sin tí, dueño mió!
Dile al ave que sus alas
Despliegue en el sucio fondo
De las cristalinas aguas!
¡Vivir sin tí! ¡con espanto
Lo oí de tu boca ingrata!
Pero miento, lo he leido
En las sombras de tu cara!
En las sombras ¡aj! que esquiva
Al triste que te idolatra
Ocultarle quieres siempre
La luz que de tí se irradia.
¡La ocultas y solo dejas
Que entre las sombras opacas
Puedan exhalar mis ojos
Las muchas penas que guardan!
¡Nunca en la corriente pura
De magnética mirada
Has trasmitido á mí espíritu
Una halagüeña esperanza!
¡Siempre cubrieron tus sombras
Todo el dolor de mis ansias^
Y cuando brillan tus luces
Es solo por ver mis lágrimas!
¡Vivir sin tí! me lo dices!
¡Con tus desdenes lo mandas...
Y triste yo lo comprendo
Con evidencias amargas!
Quiero obedecerte luego
Y exánime al punto y lánguida
Entre suspiros mi vida
Próxima á finar desmaya.
Mi corazón, si obedezco.
Su curso violento para.
Porque una pena profunda
Le impide fiera que lata.
¿Sin raiz cómo pretendes
Que pueda vivir la planta?
¿Cómo quieres, alma mia.
Que viva un cuerpo sin alma?
Lope de Vega,
: Vivir sin tí! no^ no puedo... bello. Desde entooces vemos al género hiimaoo
Dile al pez que al aire salga dividido en dos opueslo« bandos, buscando la
Y que respirando viva poesía por diversos caminos. Unos adheridos
En la atmósfera azulada! ; firmcrnenle á la verdad han encontrado siempre ea
I ella el atractivo de la belleza, y otros apega-
Si quieres que al punto muera, ¡dos insensatamente al error, en medio delaavi-
iJile al ave que sus alas ; dez que él produce, se han visto precisados i
Despliegue en el sucio fondo vestirlo con un ropaje de ficticia verdad paraqui
De las cristalinas aguas! ¡aparezca mas bello; peroque el ojo menos perpicas
! conoce á primera vista cuan falso es su oropel. Ob-
Ildefonso Enrique Ollero. \ ^1^'^,°"?^ ^'"^. ^ "'' R^f^í? ?".^^ liempo que prece-
M . ■> ««.-> : dió & la aparición del Lristianismo De uo lado
H.i.ri'!.— 1863. t . ' II • • «^ • . j
vemos a un pueblo pequeño, depositario, si» do
■ ' ' l.i¿ verdades eternas, pero aislado de los demás
¡ pueblos de la tierra y destituido de la civilisa-
- cion de Atenas y de Roma, y sin embargo susti-
bros Santos llenos están de la mas sublime poe-
sía y de los mas grandiosos conceptos. De otro
Lo bello, dico el divino Platón, os el (esplendor lado pueblos florecientes que dando uo grande
de lo verdadero, luego allí estará la belleza y impulso á las ciencias babian llegado k todo el
la poesía, por esencia, donde está la verdad sub- apogeo de su grandeza; pero que educados en
sistente,; á saber: en Dios. Buscaren otra parte el error, la mayor psrte de sus producciones poé-
el ori^^en de la poesia es buscarla fuera de su ticas se reducen ü impúdicas canciones en las
centro. Dios abrazándose y comprendiéndose en \ que se inculcaban como máxima el goce de les
el circulo inmenso de sus perfecciones infinitas, - placeres, comedias inmorales cuyo mayor tilde es
enjendra al Yerbo que es la poesía misma y el ¡entre otros la santificación del crimen por medio
esplendor de su verdad. El Padre y el Verbo ¡de la dura ley del fatalismo y absurdas teogonias
abismándose en las eternas emanaciones de su adornadas con mentidas palanras de una Mlleía
amor recíproco, producen al Espíritu Santo inmen- sensual. Jimas las Anacreónticas podrán coo-
so piélago de amor y do belleza. Y en este éter- \ pararse con el Cantar do los Cantares ni las Ele-
no movimiento de la actividad divina y en esta gias de Ovidio con los Trenos do Jeremías, ni
continua armonía de su subsistencia es en lo que ' las Oda? de Píndaro con los Salmos del Rey Pro-
consiste la poesía por esencia. Mientras el pro- feta. jY qué airemos de la poesía^ que respiran
fundo silencio del Padre forzó ó los seres á que- | los libros de los Kvangelios.^ Baste coosíaerar
dar enc3rrados en las oscuridades de su nada, es- que ellos han sido siempre la fuente inagotable en
ta belleza, esta poesía eran celebradas con meló- que han bebido los genios de todos ios tiempos
dias celestiales, pero melodías que saliendo del se- '; y un manantial perenne que aun no se ha seca-
no de la divinidad solo tenían eco en la misma di- 1 oo después de diez y nueve siglos de continoas
vinidad; pero pronunció el Eterno una palabra esposiciones y paráfrasis. Y puede dudarse? puessi
y desde aquel momento dulces himnos y delica- ' asi es tendamos la vista por la historia de todas
das pulsaciones de invisibles liras celebraban las las épocas del mundo científico y literario y ella
glorias del Dios Jehová: eran las alabanzas aue nos dirá que han sido los mejores poetas aquellos
lo dirigían sus primeras criaturas; mas no debía que han saciado su espíritu en las puras fuentes del
circunscribirse á los ándeles las manifestaciones Evangelio^ y que ha resaltado grandemente la infe-
esteriores de la belleza divina, y al eco de otra rioridad s pesar de la igualdad del ffénio, en aque-
palabra emanada de la boca del Padre, nuevo líos que han buscado la poesía en el foco ¡Dmando
espacio y nuevos seres salieron del fondo de la de las pisioues humanas; no nos remonta remos muy
nada, y precedidos por el hombre eutonaron atrás para buscar un ejero;)lo, son modernos los ge-
cánticos de aa:or al Criador al son de las armo- nios que vainosá poner en parangón: Yoltaireee sos
nias de la naturaleza y de la música de las csfe- Tragedias y Chateaubriand en el poema Los Márti'
rascelestes; y ved ya aquí el origf^n de la poe- ré?s i/W Cníííonííwo. Hemos visto, por consiguiente,
sía en el mundo: la contemplación de los prodi- que Dios es el orígen^de toda poesia, gue ésti se
gios de la creación y la idea de un Dios Creador, münifostó en el corazón del hombre desde el ios-
Siendo ella espresion de la verdad, la religión tanle en que, abrieirdo los ojos ala luz primera,
era su órgano y vivía á la sombra de sus deli- contempló las maravillas de la creación marcadas
ciosos pabellones; pero rompióse el equilibrio de con li nukleblc huella del Criador, y que ba res-
la naturaleza por la infracción del |)rccepto divi- plandecidu con mas brillo á la sombra de la reli-
no, y desviándose el corazón humano de lo ver- gion, como que estaba cerca de su inmediato ori-
dadero se desvió también de lo verdaderamente gen. Mas no se cre4 que al comparar ye laspif-
Periódico semanal.
ducciones poéticas del genio cristiano con las que '
800 bijas del error o de la impiedad, hablo solo
de poemas y composiciones cuya materia ínme- '
diata sea la religión misma, no, no es ese mi
ánimo. Hablo si de la poesia general. La reli-
gión influyendo en todas las instituciones huma-
nas, como reguladora que es de todas ellas, in-
fluye también sobre la literatura y sobre todo
género de composiciones poéticas. d&nJole con
su influjo mayor belleza, inspirando al hombre
pensamientos mas elevados, y haciendo que las
medianias y aun menos que medianias se sobre- !
pongan á aquellos que se dicen espíritus fuertes '
y antorchas de su siglo, y esto por la moralidad
de sus escritos. T ciertamente quien no}preferi- \
rá cualquier drama vulgar á las tragedias de Vol-
taire? Y ¿cual ha sido la causa de la poca ó nin-
f;una aceptación que han tenido sino la inmora-
idad de sus invectivas contra la religión, que la
hacen desagradables aun á los hombre corrompi-
dos?
Estando todas las cosas de esta vida relacio-
nadas con la eternidad, último fin del hombre, los
recreos y las distracciones honestas sirven tam-
bién de medios para conseguir aquel fin; y no
siendo la literatura considerada en su entidad
Boral, sino un recreo honesto que oponemos á la
corriente de males que nos inunda en est«i vida,
ésta debe proponerse fines morales para que sean
verdaderamente medios y no obstáculos en la con-
secuencia de este fin.
Esto me lleva á levantar mi humilde voz por
medio de este artículo para exortar á la juven-
tud actual que dirija sus esfuerzos á adquirir
el bu(>n gusto en las composiciones y beber en
las puras fuentes de los literatos morales, pro-
poniéndose como modelos principalmente los que
han sobreseído en nuestra querida pitria. Te-
ned por seguro el buen éxito de vuestros escri-
tos entre los hombres sensatos, por mas que aque-
llos no sean fruto de privilegiadas inteligencias
ni de talentos precoces.
JSfntVtb RossO'
— Málaga.—
¿Conde la estrella
de puro encanto
que el cielo cruza
lejos brillando?
¿Dónde las notas
de un pobre canto
bajo tus rejas
improvisado?
Pues solo el ave
que en el espacio
bate sus alas
para cruzarlo,
y el blando céfiro,
y de aquel ramo
ese perfume
que se ha exhalado,
y aquellas ondas
de un puro lago,
y aquella estrella
lejos brillando,
y aquellas notas
de dulce canto,
van á mi hermosa
solo buscando,
para decirla
que he revelado
cuanto la quiero,
cuanto la amo!
Pabh Cantó Atienza
LIDAIIA DEL MEDALLÓN,
NOVELA ORIGINAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
-A. J
¿Dónde irá el ave
que en al espacio
bate sus alas
para cruzarlo?
¿A dónde el céfiro
que susurrando
tierno despide
suspiro vago?
¿Dónde el perfume
de un solitario
rosal que forma
silvestre ramo?
¿Dónde las ondas
del puro lago
que hacen del cielo
cristal rizado?
CONTINUACIÓN.
—Pues no te quepa duda, Julio; y serás un ni-
fio, si no aprovechas esta pasión, porque si te ama
de veras puedes estar seguro de ser el primero:
y sobre todo... es un excelente negocio, amigo
mió... pingües rentas y...
— Ta empiezas con tus discursos, que sabes re-
chazo siempre, por no acomodarse á mi carácter.
— ¡Anlícuadoí tú no eres de este siglo, ver-
dadera edad de oro, en que ya pasaron de moda
los platónicos amores y los desinteresados enlaces.
— Bien Adolfo, déjame vivir á mi modo.
En este momento llegamosj á la*puerta de mi
casa.
— Mañana, dije á Adolfo, es el dia en que de-
bemos presentar los cuadros aun no has firmado tu
Susaaa; los mios ya los he manda hoy ala expo«.
sicion.
—Hombre ¡es verdad! ni me acordaba siquiera
de tai cosa. ¡Tengo esta cabeza!...
— Pues sube, y fírmalo. Ya lo he preparado para
que nuoda pasar como hecho recientemente.
Subimos en efecto, y después que lo hubo fir-
mado, nos despedimos, quedando Adolfo en man-
dar su asistente al olro dia, para que lo llevara á
la exposición Coloqué el cuadro al lado de otros
que no había querido presentar, y siendo ya una
hora bástanle avanzada me recogí.
Aquella noche soñé con Julia y con Laura, las
(los mugeres que parecian destinadas á influir tan-
to en mi porvenir.
Lope de Vega,
Por la mafiana al lerantarme, encontré sobre
una mesa, ana carta de mipadre^ que ¿ la sazón
se bailaba en Marsella, en la que me participaba
la llegada en aquel mismo día á Sevilla, de un
caballero á quien debía grandes favores, y me
mandaba ir á recibirle, debiendo venir dicho su-
Seto en el vapor que llegaba á las nueve de C4-
iz
Eran las ocho y media; no tenia tiemuo que
perder, y salí presurado, encargando ae paso
á la portera^ que si venia el asistente de Adolfo,
le entregara el cuadro, dándole para ello las se-
üu convenientes.
Cuando volvia á las once ¿ mi casa, después
de dejar instalado en una fonda al recomendado
de mi padre, encontré casualmente á Adolfo.
— ;Donde vas tan de prisa? me dijo.
—Voy á almorzar á mi casa, y en seguida i
la de la marquesa
— Pues yendo yo á hacer lo mismo, y estando
mas próxima la fonda que tu casa, creo lo mas
acerlado que almorcemos juntos, y desde allí va-
yamos á buscar á esas señoras.
—No me parece mal pensado; marchemos.
— Ah! se me olvidaba decirte, que ya mi asis-
tente ha llevado el cuadro á la exposición.
— ¿Lo has visto tú?
•—¿Para qué? no se lo has entregado tú mismo?
— Precisamente yo, nó; pero he dejado la orden
á la portera
— Quiera Dios...
— Oue?
—Nada, que tengo jnor asistente el mas torpe
gallego que sale de Galicia, y no tendría nada
decstraño, que hubiera tomado uno ñor otro, y
se baya llevado algún barbudo capucnino en la-
gar de la Susana.
—En cambio, la portera es muy lista, y como
le he dado bien las señas....
— Allá veremos.
Cuando llegamos al palacio de la marquesa j
de Ocampo, ya estaban preparadas las señoras,
y el carruage á la puerta Subimos á él, la mar-
quesa, Julia, Laura y yo. Adolfo saltó al pes-
cante al lado del cochero, y se empeñó en con-
ducir los caballos.
—A ver si nos estrellas, le dige á media voz.
—No hay cuidado; me respondió, y con un
violento latigazo, puso los caballos al galope,
conduciéndolos con tanto acierto como el mas
diestro cochero.
Cuando llegamos á la exposición, h gente se
apiñaba en conluso tropel hacia un mismo lado,
y pa recia contemplar un cuadro del que todos
salian haciendo comentarios.
— iQue pureza de formas! deciauno.
—íQue verdad en el colorido! esclamaba otro.
Laura y Julia acompañadas de Adolfo, ae di-
rigieron hacia aquel sitie, mientras la marque»
y yo, empezamos á recorrer la galería de coi-
dros, que se estendia al lado opuesto.
Hacia un rato que estábamos admirando noa
magnífica copia del famoso Pasmo de Sicilia, qoe
existe en el museo de Madrid, cnando me llamó
la atención un diálogo entablado entre dos se-
ñores de alguna edad, que estaban parados de-
trás de nosotros.
—¿Ha visto y. cosa mas sorprendente? deek
el uno al otro.
— En efecto, es maravilloso ese cuadro; dicen
que su autor tiene aquí otros muy buenos.
— Si; pero su mérito empaladice al compararloi
con su AVRORA.
Al escuchar estas últimas palabras^ me votvi
sobresaltado, é iba á preguntar á estos señores
donde estaba el cuadro de que hablaban, cuando
resonó en el salón un grito a^udo; grito de mo-
ger, que heló la sangre en mis venas. Había re-
conocido la voz de Julia.
Dejo á la marquesa, corro al sitio de donde
saliera el grito, y al llegar i él, veo en medio
de un circulo de curiosos á Julia desmayada, y
sostenida por Laura y Adolfo.
— ¿Que es esto señores ? esclamé abriéndome
paso hasta ellos.
— Nada, nada, respondió Adolfo mirándome
de un modo estraño, es un vahído... el calor...
esto pasará.
En aquel momento llegó la marqnesa.y viendo
á su hija en tal estado se arrojó sobre ella, lloran-
do, besándola y llamándola por su nombre; pe-
ro Julia no daba señales de vida.
— Hija mia, mi pobre hija 1 esclamaba la pebre
madre, y luego dirigiéndose á Laura ¿mademoi-
selle Laure, que ha sucedido? quiero saberlo
todo.
Pero Laura mas muerta que viva, no podía
siquiera pronunciar una palabra, y solo contesta-
ba con sollozos.
Entre tanto, Adolfo me llevó á parte y mos-
trándome un cuadro en el que con terror reco-
nocí á mi Aurora, me dijo con un tono de se-
riedad bien estraño en él. que tan frivolo era en
todo;
(Se oonUnuari.)
MISCELÁNEA.
El Sr. D. Isidoro Fernandez Monje,
aludido en la carta inserta en nuestro
número anterior, nos ha dirijido otra,
suplicándonos que demos en su nombre
las gracias al censor anónimo por lain^
Periódico semanal.
dulgencia con que lo trata, 7 perla jus-
ticia que le hace al reconocer que es bue-
na, sana 7 loable su intención de ani-
mar á los jóvenes principiantes en la car-
rera de la literatura. Nos dice también
que las censuras, 7 soblre todo las cen-
suras anónimas, lejos de desalentarlos^
deben servirles de poderoso estimulo^
considerando que los primeros pasos del
escritor son, como los del hombre en la
vida, siempre débiles 7 vacilantes: que
esos mismos que ahora hacen alarde de
erudición en amontonadas citas, debie-
ran suscribir sus elucubraciones 7 así se
vería si han principiado aplaudidos co-
mo García Gutiérrez, ó quizá silbados
como Hartzembusch, comparación que
honra á cualquiera: que lo de haber po-
ros genios, bastantes medianías 7 mu-
chísimos ignorantes, es cosa 7a tan an-
tigua, que Salomen lo dijo en sus Pro-
verbios; 7 tan común, que así se obser-
va en Londres como en Pekin 7 en Mo-
clinejo: que los escritores no nacen sa-
bios, á la manera que brotó Minerva de
la frente de Júpiter, ni perfectos como
Adam al salir de manos del Criador-, 7
por último, que no busca ni desea polé-
mica literaria ó científica-, pero que,
por sí se la promueve alguno que firme
sus escritos, ha grabado en su pluma
aquella máxima que nuestros padres so-
lían esculpir en sus espadas: «No rae
saques sin razón, ni me envaines sin
honor.»
Sentimos no publicar íntegra la carta
del Sr. Monje-, pero como nos ruega que
no la insertemos, á nuestro pesar le da-
mos gusto.
Compuesto 7a el suelto anterior, he-
mos recibido 7 leido con la ma7or satis-
facción una segunda carta que ha teni-
do la amabilidad de dirigirnos el Amiao
d< las Niñas del Pindó, 7 CU70 contenido
difiere mucho, seguramente, de la ante-
rior. En ella, sin embargo, se muestra
resentido por el modo ligero 7 festivo en
que le respondimos-, pero si reflexiona un
poco tal vez comprenda nuestro impug-
nador que desgraciadamente vivimos en
unos tiempos 7 en un pais en que es
preciso bailar al son que á uno le tocan^'
7 que esa picara circunstancia nos obli-
gó á contestarle en aquella forma, ape-
sar de nuestro carácter pacifico 7 ve-
hementes deseos de llevarnos bien con
todos nuestros prógimos.
¿Quería acaso el articulista anónimo^
que habiendo usado con nosotros len-
guaje 7 estilo festivos, nos enfadásemos
ó nos hiciésemos los graves para conten-
tarle?
H07 que El Amigo de las Niñas nos es-
cribe en el verdadero estilo que exige el
obgeto que se proponía, asegurándonos
en su nueva carta las buenas intencio-
nes que le animan, así queremos reco-
nocerlo 7 con su misma formalidad (en
nuestro terreno) vamos á decirle dos
palabras.
Para dar una prueba de imparcialidad
7 con el obgeto de complacerle, aunque
no teníamos ni tenemos el gusto de co-
nocer á V., nos apresuramos á publicar
su carta, convencidos de que no daría el
resultado que al escribirla se proponía,
puesto que animaba en cierto modo, pe-
ro censurando con marcada severidad á
los jóvenes que hasta ho7 han fomentado
7 sostenido á fuerza de penosos trabajos
nuestra pobre Revistilla.
Estábamos dispuestos á continuar in-
sertando todas las cartas que nos diri-
giese. Sin embargo, algunas frases ha-
lagüeñas que en su última dedica Y. al
Director de este Semanario-, la pertina-
cia con que después continua, como en
su primera, censurando 7 poniendo en
relieve los defectos de señaladas compo-
siciones, escritas por modestos princi-
piantes; 7 sobre todo, un párrafo de su
carta que dice: «No deseo llevar una
cuestión que debe redundar en bien del
periódico al terreno del ridículo, donde
tanto perdería V. como 70, mientras
otros desde barreras 7 metiéndose el dedo
en la boca se mofarían de nosotros 7 nos
harían seguramente lo que se llama la
mamola,^^ todo esto nos pone en el sen-
sible caso de no dar cabida á su carta
en las columnas de Lope de Vega.
Ademas, haciéndolo nos veríamos pre-
cisados á insertar también al^xiwsya. ^^
Lope de Vega, periódico Bemanal.
las machas composiciones, remitidas por
personas que se creen aludidas en esta
cuestión, 7 que sin duda la harían pesa-
da é interminable.
Suplicamos al Sr. Amigo de las Niñas
del Pindó, que reconociendo esas razones,
no dé otra interpretación á nuestra ne-
gativa de publicar su carta, viendo en
ello motivo para dejar de honrar con sus
ilustrados escritos las columnas de nues-
tro humilde Semanario.
Teatro.
El Domingo anterior empezaron en el
del Principe Alfonso los trabajos de las
compañias dramática 7 coreográfica que
han de actuar durante los meses de Ju-
lio 7 Agosto.
Han sido formadas por el entendido 7
simpático actor D. José Sánchez 7 Al-
barran 7 en ellas figuran artistas de
no escaso mérito.
Estos inauguraron sus trabajos con la
preciosa comedia titulada: Uon Tomás,
en la cual fué recibido con un prolon-
gado 7 afectuoso aplauso el Sr. Albarrán
7 escuchados con sumo gusto las señoras
7 señores que en la ejecución le acompa-
ñaron.
El cuerpo coreográfico es bastante re-
gular, sobresaliendo la célebre 7 graciosa
Nena, que recibió en el baile Li Eínlii
de Ancto/ma señaladas muestras de apro-
bación.
El empresario-director Sr. Albarrán,
conociendo su verdadero interés 7 los
deseos del público, ha hecho una consi-
derable baja en los precios, lo cual uni-
do á su esquisito tacto para elegir fun-
ciones variadas, nos hace creer que ape-
sar de ser la estación mu7 poco apro-
pósito para espectáculos de este género,
obtendrá resultados ventajosos.
Don Justo siempre solía
de un caballo que montaba,
si algún amigo encontraba,
alabar cuanto podía.
«¿Qué tal es el vicho? bá:..
de alabarlo no me canso:
es todavía mas manso
que el borrico de papá.
M. D. c.
Dicen que con sangre humana
se enriquece Nicanor,
7 es una verdad mas grande
que el templo de Salomón,
porque vende sanguijuelas
por ma7or 7 por menor.
T. B. o.
Charadas.
Ser primera repelida— cualquier prógimo quisie-
ra— y sola con mi segunda— en el calzada se lle-
va.— Prima y cuarta suele hacerse.— cuaodo se
acopla una letra, —y nadase pega taDlo — como
segunda y pri.¡ era —Segunda y 'cuarta es mi casa
— cuando cae una tormenta, — y el que u(i vé
lo que liace — tercera y cuarta se encuentra.—
Cuarta y seguuda no siempre— ios militares la
llevan,— y mi todo en el palacio— lo verá, quica
verlo quiera.— Bebduoski.
Clarito á continuación— prima y segunda verái,
— y á tu seguiida y tercera — ¡lolalras con ver-
dad—El lodolector querido— de seguro lo ten-
drías— si logras tener un Lijo — en llegándole á
casar.— T. B. O.
Epigramas.
Es mi amigo don Antero
de gran lustre un personage...
(Con la pringue de su trage
se puede hacer el puchero.)
ion á las (haraJas del número aDlerioft
Para, palo, gramo y mole, ^mora, lomo, lelo j
ramo, — t;Miil)¡cn se piie'le decir —con solo CABA-
LE LOGÜ A AiO.— Y si de eslo le C'4nsas — puedes
lirarle de un TAJi),— (jue en MALAGA eocon-
Irarás— apenas des cualro pasos. = A. F. V. 1 E.
Errata.
En nuestro número anterior, plana
tercera, línea 27, dice pusaua, debe decir
venidera*
ClorbI.
DIRECTOR Y EDITOR RESPONSABLE,
Imprenta de CasUari. — Comediai 11.
to I. DOilmoo
18 DE JULIO DE 1863. NÚM. 16.
LOPE DE VEGA,
PBUÓDICO SEMANAL DBDiaDO A LA SOCBDAD QUE LLEVA ESTE NOIUBB.
TtENOIAS. ]
tilTEBA.TTJIiA. ARTES.
MÉTODOS DE ENSERANJÉA^
TABLA MNEMÓNICA DB mOtíStF^XfMR. '.
(COXTIMIAOCM.)
Urámidei de Egipto. A la izquierda del Nil
de Gizeh, vense varías piramidüs. separa
le las cuates esceden bastante á las demás
ida de Cbeops 6 Chops, cuvos cuatro lad
nales, tienen por cada lado ae la base la
del grado terrestre, y su apotema es la
ida pirámide, llamada deCberren, al occi
Uptica, equivalente al i80 del paralelo m
Tiosa, como dice Cantú, de quien hemos t(
.heops, hallamos respecto de bus dimensi
índiendo de los cálcalos hechos por Beck,
lacius Y otros, hallaremos que dan á esta pirimide:
PttpiDlIlBulu'.
Heródoto pies. 800 800
Estrabon 625 600
Diodoro SIculo 660 700
Plinio 660 708
Le Bruyn 616 704
Próspero Alpino 625 750
Thevenot 520 682
Villa 500 682
Malte-Brun , 505 734
Niebuhr 440 710
Greaves 444 648
ero si nos atenemos á las medidas tomadas por los ingenieros franceses de laexpedicion
ipto en tiempo de Napoleón, resulta que la pirámide de Cheops tiene por cada lado de
se 83S metros. 7Í7 milímetros, y de elevación perjiendicular 138 metros: á lo que
eodo dos escalones encima, maltratados, y el doble zócalo tallado en la piedra, resul-
40 metros, 966 milímetros. Acaso es menester agregar otros sois metros, calculando
ipide ó cima ahora abatida, con lo cual resulta el doble de la iglesia do Nuestra Seño-
París. La entrada k su interior va á parar á una galería que desemboca en una cá-
llamada <(de la reina,» qus tiene de largo S metros, 793 milímetros; de ancho U
«y 82 milímetros, y 6 metros, 503 milímetros de alto. La cámara «.«¿üV t>b^* "«a».
etn», 47 centímetros de longitud; 5 metros y %t cfcotonfcViíR ^XíiS&a^, ^ '^ tosSís».
Lope de Vega,
86 cenliinolros de altura, con un sarcófago de granito en el centro. Knel interior se hallan
pozos de una profundidad de G3 metros, 3ii milímetros. La solidez de la pirámide ha sido
calculada en 2.662,628 metros cúbicos, osean 76. 661), 303 pies cúbicos. Las piedras de
nuc está formada tienen de 5 á 6 pies de longitud horizontal, y 3 de latitud vcrticaL sien-
do también horizontales^y verticales los lados ó caras que se descubren, pues no se han
labrado en declive para dar inclinación á las ñic s laterales de la pirámide, sino que cada
hilada de piedras se interna de 9 á 10 pulgadas mas que la inmediata inferior, sirviendo
de escalones estas entradas para poder subir hasta la placeta de lo alto, que mide unos 5i
metros superficiales. Dicesc que 60,000 obreros se ocuparon en su construcción durante 23
años; y según una inscripción que aún conservaba en líenipo de Heródoto y que citaPlinio.
solamente en ajos, rábanos y cebollas para los trab<)jadorcs, se gastaron unos 3i millones
de reales. Respecto al número de los indicados escalones, tampoco hay conformidad entr«
los autores; pues Greaves contó 207, Maillet y Thevennt 208, Pokokc 212, Belom 250 y
Leuwenstein z60. — La segunda pirámide, la de Chefren. tiene 204 metros, 90 centlbetros
por cada -lado de la base sobre el zócalo, y 132 metros de altura perpendicular: contiene
un pozo de profundidad de 20 metros, que conduce á una cámara sepulcral donde hay un
sarcófáffo* & en ella singular que cada piedra de los cuatro ángulos está encajada en la in-
ferior, lo cual la hace sumamente sólida. Las piedras de las fachadas están puestas en seco.
y solo interiormente trabadas con argamasa, no habiendo queiido exponer á la influencia
atmofiféríca nada que pudieraser deteriorado. — La tercera es la de Micerino, otro de los re-
ves egipcios; pero en todos conceptos es inferior á las anteriores. — Yolney calculó que con
lo gastado en estas tres pirámides deGizeh se hubiera podido en aquel tiempo abrir desde
el mar rojo hasta Alejandría, en la desembocadura del Nilo sol)re el Mediterráneo, un ca-
nal de 160 pies de ancho y 30 de profundidad, revestido todo de piedras labradas y de un
parapeto, con una ciudad gorrera y comercial que tuviese 400 casas provistas de cisternas.
— Equivocadamente son consideradas estas tres pirámides como tipo inalterable de todas las
demás de Egipto. La de El-Meiduneh se compone de dos, una sobrepuesta á otra; la mayor
(le las de Saccara concluye en una especie de pequeña pirámide, cuyos lados partiendo de
la base tienen inclinación diferente; la de Abu-Sir está sobro doce escalones; en la del Fa-
yum y otras, en vez de piedras se empleó el ladrillo, de manera que corresponden entera-
mente á las construcciones babilónicas, cuyas reglas habian si(!o trasladadas del Eufrates
al Nilo. Y como estas pirámides del Fayum y Sáccara son anteriores á las de Gizeh. es
mas de creer que semejante modo de construir haya sido llevado de la Mesopolamia á
Egipto, hasta que se inventó el uso mas cómodo de las piedras.
La admiración que causan semejantes moles, últimos eslabones que unen los colosos del
arte con los de la Naturaleza, según ha dicho el einidito üenon, crece no poco al reflexio-
nar que vienen á ser, por decirlo así, las cúpulas ó agujas de inmesas construcciones sub-
terráneas.
Faro de Alejandría. Esta admirable torre tomó el nombre de faro de la pequeña isla
de Pharos donde se edificó, á una milla de Alejandría por el mar y á tres por tierra. Fué
construida bajo el reinado de los Plotomeos ó Lágidas, monarcas de Egipto, sucesores de
los Faraones después de la muerte de Alejandro, y se concluyó 283 años antes do la era
cristiana. Era cuadrangular, y estaba fabricada con unas piedras durísimas y muy blan-
cas, perfectamente adheridas entre si con plomo derretido, que la hacia de extremada for-
taleza. Su prodigiosa altura medía 600 pies de Burgos, y bástalas dos terceras partes des-
de la base ord recta é igual, subiéndose por escaleras anchas y es|)aciosas, con habitacio-
nes interiores bajo de ellas. En el último tercio se estrechaba, aunque siguiendo la propia
figura cuadrada hasta lo alto, con escaleras ya mas angostas y con ventanas á los lados,
lün su extremo superior so encendía fuego todas las noches para guiar á los navegantes que
se dirijiesen á Alejandría, cuyas inmediaciones llenas de bajíos y escollos eran muy peli-
grosas: aquella luz se veia desde doce leguas. Ostentaba una estructura magnifíca, y Cesar
/2 caliíicó do maravillosa: fué obra de Soslralo el Gnidio, es decir, natural do Gnido. i
Periódico semanal.
quien Ptolomeo Filadelfo, en cuyo tiempo parece haberse concluido, le permitió irscribir en
ella su nombre. Costó este edifício 800 talentos de oro, que equivalen, según se cree, á
15.812,941 reales; corta cantidad sin duda para el tiempo presente, pero muy considera-
ble entonces, que no se conocían el Perú ni Méjico, las Californias ni la Australia. No se
sabe la extensión de la base, ni cuándo ni cómo desapareció tan asombroso edifício; se pre-
sume que algún terremoto lo derribaría. — De esta torre han tomado el nombre de «faros»
las destinadas á los fanales ó linternas para aviso nocturno de los navegantes.
Júpiter Olímpico, La ciudad de Olimpia, en el Peloponeso, península de la Grecia, se
hizo célebre por un templo dedicado á Júpiter, apellidado por lo tanto Olímpico. Entre las
inmesas riquezas acumuladas en este templo, á causa de la fama de sus oráculos y de los
juegos olímpicos qne en honor de aauella fabulosa divinidad se celebrsd)aü en las inmedia-
ciones, era digna de admirar la estatua de Júpiter, de 60 pies de alto y de proporcionado
grueso, hecha por Fidias, el mas célebre escultor de Atenas. Representaba al falso dios sentado
en un trono de oro y mariil,de cuya materia era también la estatua: en la cabeza tenia una
corona que parecía de hoja de olivo; en la mano derecha una efigie iconogt'áfica de la Vic-
toria, hecha de marfil y con su corona de oro; y en la izquierda un cetro formado de- va-
ríos metales, que remataba en una águila. El calzado de Júpiter era de oro, y sobre el ro-
paje también de este precioso metal, había diferentes animales y flores. — ^£l trono estaba
guarnecido de marfíl, ébano, oro, pedrería, y muchas figuras de bajo reKeve: en lomas al-
to veíanse á un lado las Gracias y al otro las Horas, todas hijas de Júpiter. Habia otra seis
Yictorias:|cualro respectivamente á los pies del trono, y dos á los de la estatua, y todo al
mledor otras varias figuras, algunas de oro, representando ciertos pasajes mitológicos. El
sitio en que estaba este soberbio trono, se hallaba decorado con pinturas que representaban
los principales combates de Hércules y otros muchos sucesos célebres líe la historia fa-
bulosa.
Isidoro F. Monje.
(ConlÍDiiari.)
El Amigo de las niñas del Pindó, olvi-
dando los inconvenientes que han me-
diado de una y otra parte, nos ha diri-
gido una atenta y razonada carta, cuyo
contenido nos muestra evidentemente el
interés que le inspira nuestra naciente
publicación y que es un verdadero ami-
go de los adelantos literarios de sus jó-
venes redactores.
En ella nos confía una misión para
nosotros sumamente agradable, la cual
terminamos diciéndole á nombre del res-
petable sugeto á que se refiere, que le
agradece infinito sus afectuosas pala-
bras.
También nos remite el artículo que,
con preferencia á otros y con el mayor
gusto publicamos, suplicándole acepte
la espresion de nuestro sincero recono-
oimiento y continúe, como nos ofrece,
honrando las columnas de Lope con es-
critos tan ilustrados como el qno inser- '
tamos hoy.
Rápida ojeaaa sobre el reinado de
D, Juan II y su privado el Con-
destable D. Alvaro de Luna.
AR.'XaCXJX-O I.
El 2o de Dicrembre de U07 entregó su alma á
Dios el rey D. Enrique Ilf, apellidado pI Doliente,
dejando por sucesor al principe ü. Juan, quenoas
tarde fue el segundo de este nombre.
Algunos dias después y resueltos los varios al-
tercados suscitados entre la nobleza que deseaba
sucediese en el trono el infante U. Fernando, her-
mano del difunto rey, se reunió ésta en la capilla
de D. Pedro Tenorio, que está en el claustro de la
iglesia mayor de Toledo, para jurar al nuevo mo-
narca.
Una vez todos reunidos, el Condestable D Ruiz
López Dávalos, preguntó en alta voz al infante
D. Fernando^ á quién se habia de alzar por rey.
¿4 quien sino al hijo de mi hermano? respondió
este con estentórea voz, fijando su vista en la no-
bleza^ quo toda pormancció muda.
Lope de Vega,
Can estose levantaron los estandartes por el rey
D. Juan II, y los reyes de armas le pregonaron por
todas las calles y plazas de la ciudad.
Mas como nuestro ánimo no es, escribir una de-
tallada y minuciosa historia del reinado de este so-
berano, sino, hacer resaltar los sucesos deplorables
que acontecieron en él y el modo en que se encon-
traba Castilla por la época en que D. Juan II, ba-
jo la influencia de ü. Alvaro, manejaba la nave
del estado; dejémosle pues coronado, y demos
principio á nuestra tarea.
Pero para apreciar debidamente los sucesos, co-
loquémonos al fia del reinado, y retrocediendo al-
gún tiempo antes de principiar, vendremos aparar
al fin que nos proponemos.
Solo sentimos que nuestra novel péfiola no sea
suficiente para presentar con todos sus coloridos
de verdad, una época de tantos acontecimientos
estraordinar¡08,que siempre se recordará con dolor !
por los verdaderos hijos de la madre patria.
A la muerte del famoso y formidable rey D. Pe-
dro I, se habían levantado las ambiciones de los
favoritos, que se resguardaban tras el trono, en-
tonces ocupado por sombras coronadas; la lucha
empeñada por los grandes señores, asoló el país
debilitándole con guerras intestinas, y abriendo
de este modo sus fronteras k la guerra esterior;
veremos como se podía mantener un pais tan po-
deroso como el nuestro, teniendo el corazón cor-
roído, al par que comprido por Aragón, Granada,
Navarra y Portagal; aorigaba en su centro una no-
bleza sin fé. sin honor, y loque es mas, sin virtu-
des que pudieran hacer tolerable los abusos socia-
les que han constituido durante tantos siglos á la
humanidad en castas gerárquicas; un clero en la
generalidad y con pocas exepciones un tanto des-
moralizado, que con la misma facilidad empuñaba
la espada para sembrar la muerte, como el cruci-
fijo para predicar el evangelio del hijo del hombre;
en prueba de esto que decimos, y para que no se nos
tacné de apasionado en nada, pues procuramos no
serlo nunca, recuérdese como se encontraría el
clero cuando el gran Cardenal Giménez de Cisne-
ros« muy posterior á esto hizo el arreglo de los con-
ventos de frailes, monjas, y todas las demás pArtes
del clero.
Decíamos, pues^ que todo era una corrupción
escandalosa^ en una corte donde todo se posponía
al placer ó al oro; veíanse unos magistrados sin
conciencia de sus derechos^ que hacian de la ley
una letra vana y sin fuerza, el tesoro exausto, el
comercio era una usura, muerta la industria, los
puertos espuostos á perderse, puesto que no exis-
tía una armada que los defendiese, y por lo tanto
cntregadosal monopolio de losexlrangeros; luego
un pueblo, lástima es decirlo, embrutecido, de
gradado hasta el estremo, sin dignidad y sin inte-
ligencia para reconocer lodos sus derechos, al par
qiíe débiles pira rechazar los abusos que so co-
metian á la sombra del altar y del trono.
Castilla se encontraba en este tristísimo y la^
mentable estado, que en nada exajeramas^ y que
la historia, ese mármol que ni el tiempo desgasta
ni el oro puede hacer decir otra cosa que la ver-
dad, atestigua cuanto vamos refiriendo; decía mas,
que Castilla parecia un cadáver corrompido que
so veía corroída por voraces gusanos; que alginas
veces la defendían de estrauos ataques, no por
honra de la patria, sino por conveniencia propia;
todos se disputaban el poder, no con la sonrisa de
los diplomáticos sino con las mazas de armas, der-
ramando en los campos la sangre de sus hermanos;
cuando esto no bastaba, se apelaba á las prisiones
y en último resultado el verdugo con solo an goW
pe de su hacha separaba del tronco la cabeza que
estorvaba; el verdugo, delante del cual no hay
valientes, delante del cual se crispa el vello del
guerrero que ha reñido en cien batallas; el verdu-
go, que en aquella época era quizas la persona que
mas se necesitaba, puesto que sin él, el trono st
hubiese desquiciado; el verdugo, que es la fatali-
dad armada sobre la tierra ¡triste verdad!; sobre
la sangre húmeda aun que destilaba la cabeza que
el ejecutor de la justicia sostenía en su mano, mos-
trándola al aterrado pueblo, se levantaban nuevas
luchas, nuevas ambiciones, nuevos trastornos has-
ta que llegaba el caso de concluirlas del modo que
dejamos dicho
Murió Eoriquc II, y las mercedes enríqneñas ha-
bían hecho de Castilla el patrimonio de los vasallos
rebeldes á D. Pedro, mientras que en el reinado de
D. Juan el Primero los Enriquez obtuvieron la
privanza; socavóse el cimiento de las franquicias
nacionales y los nobles no repararon en hollar eon
su planta las mas sagradas libertades de Castilla;
poderoso entonces el estado llano, por las con-
cesiones, que para servirse de él en las guerras
estrangeras le hicieron Enrique II y su hijo Juan
el I, resistió por medio de las cortes, en que te-
nia gran prepi^nderancia, los continuados abusos
de la nooleza; mas desgraciadamente, como en
todo lo bueno, en esto se fué introduciendo el so-
borno y 1 is influencias, y los diputidos dejaron
de ser la fiel ^ esplícíta espresion del pueblo, al
contrario, sirvieron para robustecer á ios gober-
nantes, pareciéndose en esto al hijo del pelicano,
que después que su madre leda á luz le desgar-
ra las entrañas para alimentarse. De este modo
pues, se resintió el orden social y administrativo,
se aumentaron los impuestos y se adulteró la ley; el
comercio y la industria fueron cayendo lenta-
mente y al fallecimiento de Enrique III la pros-
peridad nacional que había llegado á una conside-
rable altura, merced á la larga paz y al felíi casa-
miento con D.* Catalina de Lancaster, principió i
derrumbarse y concluyó por desplomarse durante
la larga minoría de D. Juan el Segundo.
Por mas beneficiosa que fuese para el mismo Rey
Periódico semanal.
la regencia del infante D. Fernando el de Ante-
queras y aunque siempre sostuvo la integridad na^
cÍ0nal, rechazando con la fuerza de las armas los
ataques esteriores, no ñor esto dejó de ser fatal á
Castilla; unos le achacaoan que miraba por si de-
masiado, para no perjudicar al reino; aunque
justiciero, leal y valiente, tenia uno de los vicios
muy comunes entre los principes de entonces, este
érala avaric a y el afán de dominarlo todo. Prueba
de esto, que en los primeros afios de su regencia,
alteró el testamento de Enrique III, dándole ala
reina los derechos de guardar y educar á el Bey
su hijo« derechos que estaban designados para D.
Juan de Yelazco y D. Diego López de Záaiga^
razoo por la cual, se principiaron á fomentar par-
cialidades, aunque á los despojados se les indemnizó
con una gruesa suma; á estose agregó el haberse
conferido el maestrazgode Alcántara en la persona
de D. Sancho, hijo del Regente y á D. Enrique su
otro hijo se le dio el maestrazgo de Santiago, ape-
gar de la corta edad que tenia, y de la que le ais-
pensó por medio del favoritismo el papa Benedicto
XIII, que fué antes gran Cardenal de Aragón con
el nombre de I). Pedro de Luna;Duestas las cosas
en este estado, principiaron las reoeldias á ser de-
sembozadas y llegó el caso de elevarse petición
sobre estos abusos, petición que fuédesoida y que
dio lugar á una represión mas violenta; tildóse al
Regente de desleal y ambicioso; mas no tanto como
se dijo, pues demostró que deseaba mas servir á
su patria que ser re^, cuanto que rehusó la coro-
na que por una comisión de la nobleza se le habia
ofrecido en Toledo.
Por un lado el orgullo de la nobleza y por otro
el dellnfante llevaron los desastres á su colmo pero
aun mas, cuando á la muerte del rey D, Martmde
Aragón quedó elegido el Infante D. Fernando para
suceder en la corona de aquel reino merced á los
buenos oficios de Fr. Vicente Ferrer,
Los nobles que aguardaban una ocasión para
vengarse aprovecharon CBta en que quedó Castilla
abandonada, pues ü. Fernando solo podría atender
á rechazar las pretensiones que decían tener á su
corona los Condes de Foix y de Urgel; é indis-
pusieron al Infante con D/ Catalina, la cual ayu-
dada por el arzobispo D. Sancho de Kojas^ por
D. Diego López, justicia mayor y el Cunde de
Haro D. Juan Velazco, se alzó con la regencia,
aunque sin derecho, pues no le correspondía hasta
la muerte de D. Fernando que acaeció en el año
de 1416.
Al fallecimiento del Infante, que había podido
sujetar cuanto era posible las enemistades y las
banderías, sosteniendo cierto equilibrio entre la
■oblen, se desbordaron las ambiciones y principió
desde entonces la calamitosa época de la minoría
de D. Juan el Segundo.
J.
-"Malaca.*-*
Una ilustrada y amable señorita^ ac-
cediendo á nuestras súplicas^ nos remite
el siguiente
Divina fé^ emanación del cielo^
virtud que á nuestra alma fortalece,
bálsamo celestial que al que padece
su vida ensancha en plácido consuelo.
Si punzantes espinas este suelo
7 dolor escabroso nos ofrece^
el fanal de tu luz les desparece
constante en lo inñnito nuestro anhelo.
¿Qué importan los pesares 7 el quebranto
si pura la conciencia con fé existe?
Santa virtud que enjugas siempre el llanto
y transformas alegre el alma triste.
Destello eres de Dios ¡oh fé cristiana!
y de ti el bien eterno se dimana.
Carlpta.
«■■
Recuerdos*
AL EXCMO. SR. D. ANDRÉS ARANGO,
EN EL ÁLBUM DE LOSCHES.
Al llegar á las puertas de la vida-,
Al ver un campo de esperanzas lleno,
¿Por qué el alma inocente ¡ay! dolorida
Su llanto vierte en el materno seno?
Ese tributo de la edad primera.
Es un recuerdo al corazón querido-,
Es el recuerdo que en el alma impera
De otro mundo mejor que hemos perdido.
Y cuando luego hacia la tumba vamos
Hartos del mundo y de su farsa odiosa,
¿Por qué con llanto de dolor turbamos
La paz del alma que, al morir, reposa?
Ese tributo de la vida incierta
Es un recuerdo que jamás perdemos^
Es el recuerdo que el dolor despierta
Los seres al dejar que mas queremos.
Siempre el recuerdo al corazón es grato-,
Recuerdos llora si á la vida avanza*,
Pierde la vida, y llora el insensato '
Un recuerdo al cumplirse su esperanza.
Juan P. (k GuviwsKv.
Madrid.
Lope de Vega,
Li DAHi DEL MEDALLÓN,
NOVELA OBiaiNALf
POR EMILIO DE LA CERDA.
CONTÜTOACION.
--Julio, este cuadro, que sin duda una fatal
equivocación ha traido aquí, pues no puede com-
prenderse otra cosa, rá áser causa de eraves tras-
tornos. Julia te ama^ y tú amabas á Laura hace
tiempo según parece; lo primero, ya te lo habia
advertido; lo segundo, también lo sospechó una
vez, al ver tu empefioen que te contara la historia
de Laura. Ahora bien; decídete; aun es tiempo,
di que ha sid«un capricho, cualquier cosa... y op-
ta por Julia.
—Aunque tal cosa intentara, seria en vano; Ju-
lia sabe desde la prhnera noclie que la hablé en el
vapor> que este cuadro me lo inspiró la muser á
quien amaba. Ademas, Laura será mi primero y úl-
timo amor.
—Algún dia te arrepentirás de no haber seguido
mis consejos; hazlo que quieras; entretanto, vamos
á trasportar á Julia al carruage.
Tomamos á Julia entre los dos^ la colocamos
lo mejor que se pudo, y después de mandar al
encargado de los cuadros, que quitara el mió lo
ocas pronto posible, con objeto de evitar coméa-
nos, empredimos otra vez el camino de la casa de
Ocampo.
Durante la travesía, la marquesa se deshacía en
preguntas acerca del suceso; pero se le disfraza-
ron tanto los hechos, que acabó por creer que solo
el calor, y la aglomeración de gente, habia produ-
cido aquel proloncado desmayo.
—Pero ¿cómo habia ido á parar tu Aurora á la
exposición? Supongo que no seria tu voluntad el
presentar el retrato de Laura á los ojos de la fa-
milia de Ocampo; dije á Julio.
— Consistió en una mala esplicacion mia, ó mas
bien, en la precipitada salida de mi casa aquella
mañana. Le habia dicho á la portera: tSi viene el
asistente de mi amigo Adolfo antes de que yo ha-
ya vuelto, le entregará V. un cuadro que repre-
sent'i una muger saliendo del agua;» y le di esta
vulgar esplicacion para que comprendiera mejor
el cuadro de que se trataba; pero como podía yo
figurarme, que habia de ir justamente á entresa-
car de mis otros cuadros, uno, que sin ser el que
debia entregar, convenía con las senas que le ha-
bía dado de mi Susana en el baño.
, —¡Desgraciada casualidad! Continúa.
—Cuando llegamos á la casa, y después que co-
locaron á Julia en su lecho, Laura se aproximó á
uií y me dijo en voz baja:
—Todo se ha perdido, Julio.
— ¡homo)
—Si, Julia te ama. Ah! y como te ama! tal vez
tanto como yo. Ya meló habia ella confesado; pe-
ro sin saber que yo te amabí, y hoy al ver tu cua-
dro, que es un vivo retrato mió, y al leer al pie tu
firma, lanzó un grito, vaciló, y sino la recibo en
mis brazos hubiera seguramente caido en tierra.
Y ahora ¿cómo te presentas á ella sin renovar
su herida? ¿cómo me presento yo misma, sin tem-
blar ante su mirada de odio?
Pero Laura se engañó. Apenas volvió en sí
Julia, la llamó á su lado, y abrazándola le dijo:
—¿Tú le amas también? verdad? Ob! no me lo
ocultes; si le amas, hazle feliz, porque él te adora.
Desde que sé eres tú el objeto de su arnor^ no
siento hacia él sino una buena amistad ¿Di^ no es
verdad que le amas?
Laura lo negó, pues así se lo habia yo hecho'
prometer, tanto para obrar con mas libertad, como
para no destrozar míis aquel joven corazón que me
amaba con todo el entusiasmo del primer amor, y
lo que es mas, de un amor contrariado.
Ella rogó á Laura que tuviese compasión de
mí y que me amase; pero Laura inílecsiole, le di-
jo, para desengañaría del todo, que amaba á«olro
hombre, y que acababa de desesperanzarme para
siempre. Julia le preguntó (juién era ese hombre,
y Laura sin saber que decirle, respondió que el
* marqués.
— Ah! desgraciada! esclamó Julia, al oir tal
confesión; tu amor es como el mió; nunca podrás
abrigar una esperanza: bien sabes que mi her-
mano debe pronto casarse con la hija del Du-
que de'" y que es tal el compromiso que existe
entre ess familia y la mia, que aunque él te amase,
no podría renunciar á ese enlace.
—Y bien, le contestó Laura ¿no sufres tú, con tu
amor sin esperanza? yo también sufriré, y ambas
nos consolaremos; y ademas ¿quién sabe si un dia
tendrán un término nuestros dolores?...
— Ah! quién me habia de decir, esclamó Julio
interrumpiéndose, que aquella comedia debia con-
vertirse en una realidad, y cumplirse punto por
punto aquellas palabras dichas al acaso.!
De resultas de la terrible impresión que re-
cibió Julia al conocer á la mujer que yo ama-
ba, y que ésta era su misma amiga, cayó enfer-
ma; pero con una de esas enfíirmedaJes para las
que es casi inútil la ciencia, porque son esclusi va-
mente del alma, y solo pueden contrarrestarse por
remedios puramente morales. Julia amaba, y solo
el amor del hombre, objeto de su cariño, podía
salvarla. Así lo comprendía yo: pero no pudieado
hacer nada por ella, sufria sin saber que partido
tomar. \ .
Por el pronto, escribí á mi maestro y á mi pa-
dre la resolución que habia tomado de pcraaiiocer
Periódico semanal.
en Sevilla, donde les decia^ haber empezado á tra-
bajar por mi cuenta.
Pocos días después del fatal acontecimiento de
la exposición, regresó el marques al saber la gra-
vedad en que se hallaba su hermana.
Los médicos, que califíciban la enfermedad de
Julia de afección al corazón, opinaban que solo
mudando de aires en el campo, podria lograrse su
restablecimiento. El marqués apoyó este dictamen
y después de tres meses pasados en la ansiedad,
en que se temió por la vida de la joven, se decidió
marchar á Sta. Justa.
La marquesa que nada sabia de la ocurrencia
de la exposición, mo reinteró su ofrecimiento de
pasar una temporada en la quinta; pero yo derro-
gué mí visita para mas adelante, protestando mis
cauchas ocupaciones.
Julia comprendió mi intención, y apreciando
mi delicadeza me escribió nn billete en que me de-
cía: «que á pesar do que yo tuviera mísesperanias
perdidas, respecto á Laura, no era un motivo para
abandonar á unos amigos que tanto me aprecia-
ban, y que me suplicaba no dejase de ir á ver-
les lomas pronto posible.»
Le conteste ofreciéndole ir, pasado algún
tiempo. ,
La noche que precedió á la marcha de toda
la familia, tuve ocasión de hablar á Laura por unas
rejas del jardín, que daban á una calleja estrecha
!f oscura, y teniendo á Pedro, queera nuestro con-
idente, de centinela á la puerta de entrada por la
parte déla casa.
Hubo lágrimas, protestas de amor, y promesas de
fidelidad. Reitiré á Laura mis temores acerca de las
intenciones del marqués; pero supo desvanecerlos
tan bien, que convencido no volvi á hablarle mas
de ello.
Ya cerca do amanecer nos despedimos.
—No me olvides Julio, me dijo por última vez.
(Se continaari.)
TÚ lloras con un trino lastimero....
I Yo lloro con las cuerdas de mi lira!
Eleva pues tus himnos de misterio
•Y lloremos unidos nue stras penas.
Tú lamentas tu triste cautiverio!
Yo lamento del alma 1 as cadenas!
¡
Que escucho yo? ¿los arpegiados trinos
Son acaso del ave aprisionada.
Que llora en tristes cantos peregrinos
Su triste suerte al verse cautivada?
Oh! si-, los ayes son de mi canario
Que modula sentidos su garganta
Y allá en su jaula él pobre solitario
Exhala un eco triste que rae encanta.
Llora, llora, infelice prisionero,
¡Preso mí corazón también suspira!
Midrid.
Ildefonso Enrique OUero.
rrin el jardin del mundo
la flor mas bella
eres tú, vida mia,
por tu inocencia.
Y de tu aroma
todas las otras flores
su esencia toman.
r-a aurora al contemplarte
celos tendría
del sonrosado hermoso
de tus mejillas.
Y el sol sus rayos
al ver tus lindos ojos
lanzara opacos.
mncantos á porfía
te dio natura,
y Dios un alma bella
como ninguna.
¡Feliz mil veces
el mortal que en la tierra
tu amor posee!
zunca permita el cielo
que pierda el alma,
tu cariño en que cifro
hoy mi esperanza.
Porque á tu olvido
la muerte prefiriera
el pecho mió.
>mame siempre, hermosa,
pues solo anhelo
que me quieras tú tanto
cual yo te quiero.
¡Nuestra existencia
fuera un edén entonces
de dicha inmensa.
Lope de Vega, periódioo semanal.
Bl que su orgullo ha cifrado
en ser digno 7 entendido^
convenido.
Pero el que está infatuado
con la cabeza yacía^
tontería.
El que modesto se aparta
dando paso al atreyido,
conyenido.
Pero tomar siempre cartas
donde otro jugar debía,
tontería.
El que afectuoso quiere
ser de todos atendido,
conyenido.
Mas creer que esto se adquiere
por medio de la osadía,
tontería.
Quien por su claro talento
fuere un poco presumido,
convenido,
Pero darle fundamento
en hazañas que otro hacia,
tontería.
Considerar solo al hombre
prescindiendo del vestido,
convenido.
Pero al que siempre le asombre
del sastre la maestría,
tontería.
Ver paja en el ojo ageno...
habrá quizas sucedido,
convenido.
Pero si 70 no refreno
lo que á mí tocar podía
será doble tontería.
B. /. Garda.
MISCELÁNEA.
, » «- i*nj->j-u - - ~ Lr~ij~ii ^.^^.^^^^-^^- — -- — —— — — ——- ^ —
Epigrama.
Vamos á tirar al blancoi
— Vamos, dame tu sombrero.
— Agapito tú estás loco,
no estas mirando que es negro?
BerteocU.
Charadas.
Me enseñaban en eolegio— á mi primera en el
mapa, — y de un duque amigo soy— que mi segun-
da se llama.— Tercera conozco en músiea;— y el
todo de la charada — es pueblo de esta provmcia
—donde me echaron el agua =T. B. O.
Mi primera con gusto la comemos,— con lase-
Sunda al niño regañamos,— la misma y tercia to-
os la tenemos— y mi todo los hombrea lo lle-
vamos.— Rubisqui.
Prima y segunda es tu cara,— tercia y primera
tu boca:— mi todo cruza los mares- de las áfrica^
ñas costas.=BERD«osKi.
Cuatro letras solas— mi nombre declaran, — val-
go aveces mucho,— valgo á veces nada,— y con
una letra— que al principio añadas— me verás en
guerras,— duelos y batallas— y entre fuego y san-
gre,— muertes y desgracias.
SolQcitfn á las Charadas del oámero anterior.
Es la primera charada
que trajo el número quince,
PALACIEGO. Quien lo dude
será porque no lo cree.
Berdao8ki.<=T. B. 0.=3Ya7e.»«G!iorbi j eompaBli.
La charada de T B O
es COMADRE, y me recuerda
que tengo dos, y que valen
mas que valieran doscientas.
Y si acaso dice alguno
que este compadre exagera,
se vá derecho al infierno
con zapatos y con medias.
Frasquito.
32:
DIRECTOR T EDITOR RESPONSABLE,
AJNTOi^io cjLxixiioxgr.
I Imprenta áe CaeUm.—Ooifkedm 11
AÑO I. DOMINGO 26 DE JULIO DE 1863. NÚM. 17.
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SE&UNAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
IHETODOS DE ENSEÑANZA
TABLA MNEMÓNICA DE MULTIPLICAR.
(CONTINUACIÓN.)
Monasterio del Escorial.. A unas siete leguas de Madrid, en la falda meridional de la
sierra de Guadarrama, Felipe II fundó este monasterio, dándole el titulo de «San Lorenzo
Real de la Victoria,» para recuerdo de la que en 10 de agosto de 1537 obtuvieron en San
Quintín, ciudad de la Picardía, las armas españolas al mando del duque de Saboya contra
las tropas francesas que acudieron al socorrode aquella plaza, de cuyas resullas se apodera-
ron de ella las primeras el dia 26 del propio mes y año. Al fundar el monasterio, encargó
el monarca, que los monjes de San Jerónimo que nabian de habitarlo, rogasen á Dios por
su alma y las de los demás reyes de España, tanto antecesores como sucesores suyos, y
por la prosperidad del Estado, é hizo dar alli sepultura á los cadáveres do sus padres el
emperador Carlos V y la emperatriz Isabel de Portugal, cumpliendo lo que el primero de
estos habia encomendado en su codicilo.
Hízose la construcción de este edificio bajo los planes y la dirección de los célebres ar-
quitectos Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, natural de Asturias. Su planta repre-
senta la figura de unas parrillas, aludiendo al tormento que sufrió el santo de su advocación:
el palacio real constituye el mango y lo restante el monasterio. Los techos están cubiertos de
pizarra y de plomo, y hay repartidas por todo el edificio 8 torres, además de la ciipula ó
cimborio que tiene S93 pies de circuito por la parte exterior, y 330 de altura desde el
suelo del templo bástala cruz, formando una bóveda grandiosa. — La fachada primipal y de
mayor adorno, es la que mira al O., donde está la entrada general: tiene 744 pies de largo
por 62 de alto hasta la cornisa, y en las esquinas elcvanse dos torres con mas de 200 pies
de elevación. La fachada oriental mide los mismos 744 pies en línea recta de torre á
torre, sin contar tres resaltos ó salidas que se encuentran en la fábrica. El lienzo que mira
al S. tiene de torre á torre. 580 pies, y es el mas agradable á la visla por la continuación
de cuatro órdenes de ventanas, no interrumpidas por resaltos, columnas ni otros adornos,
y un pedestal ó estribo que corre por debajo de este lienzo y del oriental, con otro orden
¿ serie de ventanas cuadradas. La fachada septentrional, paralela por consiguiente á la
anterior, tiene los mismos 580 pies de largo, y ostenta tres puertas con 10 pies de ancho
por 20 de alio. El perímetro del edificio es de 3,002 pies; su elevación, como proporcio-
nada, gigantesca; el material, de piedra berroqueña ó de granito, y su forma en la mayor
parte el orden dórico. El conjunto ofrece un aspecto solemne, majestuoso, severo, frío,
melancólico; símbolo exacto del carácter de Felipe II: el lugar doiuíe se halla situado os
también sombrío y mudo, como cuadraba al ánimo del poderoso monarca. — Divídese esta
gran fábrica en tres parles principales: la primera ocupa todo el diámetro del paralelógra-
mo en dirección de 0. a Iv, y en ella se comprenden: la entrada principal, que es un mag-
nífico pórtico de tres arcos; el suntuoso patio de los Reyes, y el templo con todas sus per-
tenencias adyacentes. La segunda es el costado del edificio por el mediotlía, dividido en 4
claustros pequeños, con una torre en medio, y otro grande que ocupa tanto como %cs^<^s^v.
Lope de Vega,
en toda esta extensión se bailan las habitaciones de los monjes conventuales, por lo cual
la llaman ael convento.» La tercera es el otro costado que corresponde en el lado norte,
donde hay otros 5 patios que guardan proporción con los del convento: en los cuatro pe-
queños de esta parte están las habitaciones antes destinadas á colegio de religiosos y se-
minario de jóvenes seglares, y en el grande el palacio, del cual se pasa al claustrillo y ha-
bitación del rey, que figura, según queda dicho, el mango de la parrilla. — El panteón, ó
lugar destinado para sepultura de los reyes de España, está silujado debajo del altar mayor,
de modo que el celebrante pone los pies sobre la clave de la bóveda. Bajase á él por una
preciosa escalera de granito y mármol pardo hasta la bóveda, es cuya portada nay una
gran reja de bronce de bellísimo gusto, la cual orrece enlrada para la escalera del panteón.
Consiste este en una pieza ochavada de 36 pies de diámetro por 38 de altura, toda de már-
moles y jaspes perfectamente pulimentados, con muchísimos adornos de bronce sobredora-
do. Al rededor se cuentan 26 nichos, que contienen otras tantas urnas sepulcrales, todas
de medida, materia y forma idénticas.
No es posible liacer exacta enumeración de las infinitas preciosidades que encierra este
íidmirable monumento. -El suntuoso altar mayor; el riquísimo tabernáculo; el precioso coro;
las numerosas pinturas de lodo género, ejecutadas por tos mas célebres pintores, y muchas
de las cuales han sido trasladadas al Museo de Madrid; las estatuas colosales y demás es-
culturas; los estimables libros y raros manuscritos de su biblioteca; todo, en ñn, es mag-
nífico, y deja absortos á los viajeros mas inteligentes. — Para concluir esta diminuta des-
cripción, baste decir que en este edificio se cuentan 63 fuentes corrientes y 13 sin uso;
ue hay en él 11 algibes, de los cuales el menor puede contener mas de 10,000 cántaros
e agua, y que pasan de 40 las cantinas. Cuéntanse en todo el edificio 12 claustros, mas
de 80 escaleras, 73 estatuas de bronce y otras materias, 4 de mármol algo mayores que
el natural, 6 colosales de piedra berroqueña y una de 15 pies en el exterior del edificio,
como también una multitud de bajos relieves de diferentes materias. Hay también 207 li-
bros de coro, 2 bibliotecas, 13 oratorios, 8 órganos, 16 palios, S refectorios. 9 torres, 14
zaguanes y mas de 10,000 ventanas pintadas para su conservación y hermosura. Duró la
construcción de la fábrica principal cerca de 21 años; esto es, desde 23 de abril de 1363,
en cuyo dia se asentó la primera piedra, hasta el 13 de setiembre de 1584, en que se pu-
so la última. La obra del panteón duró después 9 años, habiéndola empezado Felipe III, y
Jiabiéndola acabado su hijo Felipe lY en 1654.
Isidoro F. Monje,
(GoDtinvará.)
i
HISTORIA DE UN ALMA
Canta, poeta.... loestingiiible llama
de sacra inspiración llena el vacio.
Mira, es la luz... la luz que se derrama
del seno del Eterno como un rio.
De su lecho de aljófar esplendente,
cenida de arrayan la sien hermosa,
salta la Aurora, y del nublado Oriente
pisa la brum^ con sus píes de rosa .
Posase el Sol en la encendida cumbre
que sonóla los limites del cielo,
y los blancos destellos do su lumbre
pródigo oJrecb aJ adormido suelo.
Y arde el mundo en su luz: ecos suaves
pueblan de amores la estension vacía:
despierta la creación: vuelan las aves
derramando torrentes de armonía.
Pende temblando de la débil hoja
la cristalina gota de rocío,
y el seco suelo al desprenderse moja
abrasado del fuego del eslío.
Brota la Tierra de su seno oscuro
flores que al aire su perfume ofrecen,
I y al soplo de las brisas blando y puro
'sobre sus tallos rápidas se mecen.
T allá á lo lejos, en las altas rocas
en donde la Tormenta se reclina,
alzan al cielo sus soberbias copas
el viejo roble y la robusta encina.
Periódioo semanal.
Por la inmeDsa región del firmameato
cruza la Luna rutilante y bolla,
Y eo pos de nube que arrebata el viento
vuela de Amor la vespertina estrella.
La fresca rosa su perfume exhala
que el ángpl bello de la noche aspira,
y el aliento de Dios raudo resbala
sobre el manso arroyuelo que suspira.
Todo incita á cantar: viento fecundo
agita la creación; la mente inquieta
liore se esparce por el ancho mundo
sonriyendo feliz... Canta, poeta.
La voz del mundo habló, del mundo hermoso
que matiza la luz del claro dia,
y repitióla el Eco misterioso
eo el fondo de un alma que dormia.
Y el alma despertó, miró á lo lejos,
al infinito mar de la existencia^
J entonces vio pintarse los reflejos
e la luz eternal en su conciencia.
T vio girar los átomos sutiles,
y volar las alegres mariposas,
y palpitar la vida en centros miles,
y abrirse los capullos de las rosas.
T fué mas lejos^ traspasó la esfera
del firmamento azul, cruzó las nubes
con el vuelo del águila altanera
qoe revela la Tierra á los querubes.
T alli vio arder la hoguera de la vida»
y la llama que de ella se desprende,
Ír en las alas del éter conducida
08 soles y los átomos enciende.
T vio la Eternidad, y en su corriente
sus alas refrescó, como el jilguero
en la sonora cristalina fuente
que brota al pió del verde limonero.
T oyó el sonido virgen sin los lazos
con c|ue el Eco celoso lo sujeta:
creció en la inmensidad; abrió Tos brazos;
estrechó el Universo; y fué poeta.
Después... vogaba per el cielo el alma
como nave que surca uu mir sereno,
y oyó un suspiro qne turbó su calma:
9Bipiro de su ser, voz de su seno.
T tembló como flor de primavera
que fiero agita el huracán bravio^
y detuvo su rápida carrera,
y miró á su interior, y halló un vacío.
A y!... Tac/o de amor, inmensa fosa
sin un rayo de luz, sin un sonido,
cercada do la niebla venenosa
que respiran los genios del olvido.
El alma lloró allí, lágrimas eran
que el dolor á sus ojos ofrecía,
y en el abismo sin amor cayeran,
y engendraron la luz y la armonía.
Y Dios sopló... su espíritu gigante
la niebla penetró, llenó la nada,
como el fuego del Sol vivificante
que atraviesa la atmósfera agitada.
I Y fué el Amor... Los mundos se estrecharon
y al beso de la luz se estremecieron.
El éter y el sonido se abrazaron.
El trueno y el relámpago se unieron.
A la blanca azucena con delirio
el Céfiro besó, y el Aura pura
loca arrulló los pétalos del lirio
que crece solitario en la llanura.
Amor! Amor! En el fecundo rayo
del refulgente Sol trémulo vive.
£n la sonrisa del florido Mayo
su celestial sonrisa se percibe.
La arrebolada nube del Oriente
que encierra entre sus pliegues á la Aurora
es un ángel de amor que vive y siente,
y al asomar el dia amores llora.
El fulgor de la estrella lisongera
que se quiebra en la bípeda azulada
y en las ;)guas del lago reverbera
es del Amor la mística mirada.
En la callada noche la espesura
produce melancólicos rumores:
son los cantos de amor con que Natura
celebra los enlaces de las (lores.
Ay! el alma que huérfana gemía
oyó ese canto que la vida inflama;
y trocóse su llanto en alegría;
y amó; y un án¿el fué... ¡Feliz c^uien a(i».l
. Lope de Vega,
LA DüNi DEL MEDALLÓN,
NOVELA OBIGÜSTAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
CONTINUACIÓN.
—Olvidarte, adorada mía! nunca, nunca.
— Y sobre lodo, que no dejes de escribirme; ya
sabes, á nombre de Pedro; él me entregará las
cartas.
—Todos los dias sabrás de mi^ te lo prometo.
— Y tú también. ¿Cuándo nos volveremos h ver?
—Dejemos que Julia se restablezca, y olvide
esa funesta pasión; es muy niña, y solo nabrá si-
do un pasagero capricko.
— Ah! no^ ella te ama mucho; yo que la he vis-
to despreciar á tantos hombres, sé que este es su
primer amor; amor bien desgraciado por cierto.
— En fin, qué hemos de hacer!
—¿Vendrás á verme, verdad?
—Si, dentro de un mes sobre poco mas ó meaos.
—Bien... adios^ Julio,
— Adiós, Laura mia.
Me retiré lleno de pesar, de aquella mugor que
tan pronto debía variar de pensamioatos y causar-
me el mayor tormento que he sufrido en mi vida.
No puedes figurarte, amigo mió, lo que pade-
cí durante mes y medio de ausencia. Por un iado^
las terribles noticias que recibía, de Julia; por
otro, la repentina frialdad ea las cartas de Laura,
quien en un principio no hubo dia en que no me
escribiera; pero poco á poce empezaron á esca-
sear las cartas, y aun las pocas que recibía eran
cortas é insignificantes.
La marquesa también tne eseribia algunas ve-
ces, y era atroz mi suplicio cuando leia sus car-
tas, en las que para espresarme los progresos de
la enfermedad de Julia, decía: «En nn, Julio, mi
hija se muere sin remedio; no sé lo que causa su
enfermedad, todo me lo oculta; pero yo la veo
languidecer y morir. Ah! venga V. Julio, y de
seguro no la conocerá »
Ya á principios de agosto no pude seguir discul-
pándome, y determiné ir á Sta. Justa, tanto pa-
ra cumplir con la marquesa, como para averiguar
el misterio doaquul repentino cambio de Laura.
Propuse á Adolfo el acompañarme; pero me
dijo que hasta dentro de unos dias, le seria im-
posible salir de Sevilla; que asi so lo hiciese pre-
sente á la marquesa, y qne me prometía reunirse
jíoomigo eu cuanto pudiese.
SjJi una mpSaaa aates del a/ta, pues la ha-
cienda distabacinco leguas largas, y la estación no
era la mas á propósito para caminar con sol.
Cuando llegué á Sta. Justa, era aun muy d«
mañana.
No he visto en mi vida un panorama mas pre-
cioso, que el que presentaba anuel pequeño Edea.
La casa está situada en medio ae nn dilatadí-
simo jardín, que circuye una pequeña tapia, y por
un lado, lo limita el rio que en ondulosas revueltas,
tan pronto aparece como se oculta entre los bos-
ques de naranjos y limoneros de que están cubier-
tas sus márgenes.
Llegué á una pequeña puerta practicada en la
tapia, y llamó; pero no obteniendo respuesta supu-
se que seria aquel algún postigo, y se^ui rodean-
do la tapia hasta hallar la puert) principal.
Solo el gorgeo de los pajarilios que revolotea-
ban en la enramada del jardin interrumpia el si-
lencio de aquella soledad.
Habia abandonado con descuido las riendas so-
bre el cuello de mi caballo que marchaba por
una alfombra de mullido muzgo, y cuando mas
abismado estaba en mis pensamientos, vino á dis-
traerme el rumor de una conversicion tenida al
otro lado de la tapia, aunque no podía percibir
bien de lo que trataba.
Los interlocutores se acercaban, y nn momen-
to después, pude conocer por el diferente metal
de voz, que eran un hombre y una muger.
La ultima, tenia cierta acentuación fraocesa
que me era harto conocida, era Laura en fin; su
compañero, el marqués de Ocampo. ,
Me hallaba suspenso de sus labios.
—Si, Laura, decía el marqués; en mai hora co-
nocí á Y. Cada vez se aumenta mas mi pasión,
y espero con ansia ese dia en que debe V. par-
ticiparme su resolución definitiva. ¿A qué espe-
ra V.7
—Pero Ernesto ¿ha meditado V. bien las con*
secuencias que pudieran traer el que vo cediese
á sus instancias, y le amase? ¿V no sabe, que la
marquesa nunca podrá consentir en ese enlace qoe
me propone Y., puesto que existe un formal com-
promiso con la duquesita de'" el cual no puede
romperse tan fácilmente?
—Señora, soy yo algún chiouiHo á quien se
impone una obligación que deoe cumplir á la
fuerza? Soy mayor de edad, y puesto que mi pa-
dre murió, soy el gefe de la familia. Y sobre to-
do, si mi madre lo toma á maL romperé hasta con
ella si es preciso. Lo único que deseo, es contar
con V.; decida V. pues.
—Ya le he dicho á V.que aun no es tiempo
de dacidir.
— Pues cuándo^ Laura, cuándo?
—O muy pronto, ó nunca.
-^Esplíquese V.
-^No puedo.., conténtese Y. con saber...
A(^ul se eslinguió la voi que poco á poco se
Periódico semanal.
babta ido perdiendo al alejarse Laura de aquel '
sitio. Como pude me alcé sobre el caballo, y
asiéndome á las piedras mas salientes de la ta-
pia, dominé un momento el jardin Alli entre un
Dosquecillo de lilas, divisé h Laura [al lado del
marqués que gesticulaba con calor.
Cuando desaparecieron, bajé de mi observa-
torio, y permanecí un momento inmóvil sin saber
que partido tomar,
¿Es posible, me preguntaba lleno de ira^ que
esa mugcr falte asi á sus juramentos, j que su
corazón que yo creía el de un ángel, se baya
convertido en impuro cieno? Ab/ dice bien Adol-
fo: no hay amor sobre la tierra, cuando asi me
engHfia la muger en quien tenia puesta toda mi
fé, la que tanto parecía amarme. Disimulemos, si,
disimulemos nuestro dolor, y si es preciso, opon-
gamos una perfidia á otra perfldia. Ay/ Laura,
ay de ti, si llegas á desgarrar mi corazón con un
desengaño terrible/
Segui marchando en busca de la puerta prin-
cipal, y al llegar á ella, un hortelano salió á re-
cibirme.
—¿Qué se ofrece, caballero?
— ¿Están levantados los seQorcs?
— ;La señora ó el señor marqués?
— La señora; digale V. que está aquí don Ju-
lio Duran.
— Ah/ es y. un caballero que se esperaba es-
tos dias de Sevilla?
— El mismo,
—Entonces voy á pasar recado.
Pero no tuvo necesidad de moverse, pues por
una calle del jardia vi adelantarse á Julia apoya-
da en el brazo de su madre, y á su lado un se-
fior grueso, de simpática fisonomía, que desde
luego me figuré seria el doctor que la asistía, y
del que ya tenia noticias por la marquesa.
Al pronto no reconocí á Julia. Ta nO era
aquella hermosa joven que te be descrito cuando
te referí mi primera visita. Su cuerpo estenuado
por los padecimientos^ parecía un esqueleto; sus
prominentes megillas estaban cubiertas de una
palidez mortal, y sus hermosos ojos, hundidos y
rodeados de una orla azulada, habían perdido todo
el fuego que animaba antes sus pupilas.
¡Cuanta lástima me causó aquella desgraciada!
Al verme, alzó los ojos al cielo^ como dán-
dole gracias, y me acogió con una triste sonrisa
que al puntóse heló en sus latios; ya no tenia ni
aun fuerzas para sonreír.
La marquesa me señaló á su hija con un ade-
man tan espresivo, que comprendí tenia perdidas
todas las esperanzas.
—Julio, me (lijo la pobre niña sin advertir el
movimiento de la marqueí:a, ¿no es verdad que
DO es mi estado tan alarmante como cree mi buena
madre?
(CMlfiiiar«.)
En el álbum de la Srta. D/ P. O.
Degé de amar: mi pobre pensamiento
es desde entonces pájaro perdido:
boy se para en tu alonm un momento:
mañana de él le arrancará el olvido.
¡Llamadle á la región del sentimiento!
llevadle del amor al casto nido,
antes que, aniquilado en esa guerra,
vuelva al cielo, volviéndome á la tierra!
P. A, de Alarcon.
¿Que abunda en la Sociedad?
Maldad.
¿Contra quién el bueno lidia?
Con la envidia.
¿Porqué impera y vive el odio?
Por oprobio.
Asi diré, que es muy obvio
no encontrar felicidad
cuando mata la verdad
MALDAD, ENVIDIA T OPROBIO.
A. R. Carrillo de Albornoz.
No podemos ver la virtud sin anearla,
ni amarla sin ser felices.^YtntLon.
Felicidad! palabra (]ue todos mientan, no-
ción que pocos se explican, objeto á que todos
tienden... vport^uan diversos y errados cami-
nos! Unos la conciben en la posesión de rique-
zas, otros la cifran en el soplo embriagante del
aura de la gloria^ aquel la simboliza en las co-
ronas de mirto que el amor teje, éste en los go«
ees de la familia, tal en la agitación de la cosa
pública, quien la busca en el retiro de su gabi-
nete, quién en la soledad de los campos... y to-
dos^ ya estén aguijados por esa enfermedad mo-
ral llamada auri sacra fames, ya canosos de los
aplausos de las muchedumbres, va liben el dulce
néctar de los inmortales en hechiceros labios^ x^i^
se sumerjan en loa ^<;^^<& ^^ \v ^'í^Kv«v^'íí^^^ ^^
Lope de Vega«
Ía absortos en la lectura, si estudiosos, ya arro-
ados ante los varios panoramas de una florecien-
te naturaleza, si melancólicos... todos al logro
de sus aspiraciones, á la realización de sus ensue-
ños; ven árido Z'hara lo que se fingieron Eldo-
rado, hallan la vacuidad, el hastio, la nada« I&
deleznable, donde presumieron la plenitud, el
goce, lo imperecedero; y tras un deseo cumplido,
otra ambición, que, realizada determina nuevo
aspirar que mueve, que escita, que aguija, que
retuerce...
Entonces diremos?
«Contentamiento dó estás
Que no te tiene ninguno?»
Pero qué, acaso no es posible la felicidad en
esta vida? No lo creemos.
Este pasaje, esta peregrinación, esta morada
de tránsito, no tiene por objeto sino el sufrimien*-
to, el dolor, la muerte? A qué entonces la acti-
vidad incesante que en todos sentidos se revuel-
ve, á qué el vigor, á qué el insaciable anhelo de
perfeccionamiento, á qué las maravillosas dispo-
siciones y facultades con que Dios se complaciera
en adornarnos?
La vida fuera semejante á un prolongado in-
somnio, seria un reposo, sin nobles movimientos,
sin levantadas aspiraciones, teniendo por única vir-
tud una triste resignación, una atónica pasividad.
Prendas son de que Dios nos concede la feli-
cidad aquí abajo, si la merecemos, si somos f)ru-
dentes para conservarla; esa necesidad instintiva,
esa sea ingénita de dicha, á que los esfuerzos
de todos coadyuvan si.nultáneamente, por las ar-
tes, por las ciencias, por la industria, como in
dividuos y como colectividad, con los preceptos
Jlos sistemas, que tienden á perfeccionar la con-
icion humana en todas las áreas.
Podemos, pues, aspirar á la felicidad en esta
nuestra terrenal morada; mas en donde? Auto-
ridades mil pudiéramos aducir que prueban que
en la virtud, en eltesliroonio de nuestra concien •
cia que nada nos reproche y mucho nos aplau-
da, en un pensamiento fijo en todo lo que es
bueno, lo que es legítimo, santo y honrado, se
halla la felicidad. Pero esto es fácil de compren-
der, y pasamos adelante.
Y para obtenerla necesitamos el concurso uni-
voco de nuestra alma, por las virtudes que acon-
seja; de nuestro corazón, por la bondad que os-
tenta; de la inteligencia, por la instrucción que
nos procura; del cuerpo por la sobriedad que se
debe.
El contentamiento interior de nosotros mismos,
la resignación que nos hace llevar los dolores de
hoy por la esperanza de las fruiciones de ma-
ñana; en cuanto al alma:
La bondad, condición que nos hace cooperar
al hiei) de )os demás garantizándonos su bene-
p^oieacia; en ¡o qae respecta al contoü:
I La instrucción que tanto ensancha los limites
de los horizontes del hombre; en cuanto á la in-
teligencia concierne:
La temperancia, la moderación que contentán-
donos con poco, nos da por frutos la calma y la
paz; en lo que se reGere al cuerpo.
Todo eso, y resumiendo; la práctica de la vir-
tud, es lo que constituye la felicidad; de manera
que el ser felices es una prescricion terminante
que nos impuso Dios, porque nos ordena con su
ejemplo y su precepto ser virtuosos.
Ramona Libes.
La Inconstanoia.
I.
Ninfas que tejéis guirnaldas
bajo los bosques espesos,
donde los rayos del sol
jamás entrada tuvieron;
Las que os bañáis en las limpias
aguas del Betis sereno,
y sobre lechos de rosas
trenzáis el blondo cabellov
Decidme si en vuestros bosques
está la ninfa que quiero,
la que entre amorosos lazos
dejó mi corazón preso.
Decídmelo, que la busco
con loco afán, y no encuentro
de ella mas rastro y señal
que la que deja un lucero.
Que se presenta brillante
en el alto firmamento,
atravesando el espacio
y en el ocaso muriendo.
Decid si habéis escuchado,
conducido por el viento,
un suspiro vago y triste
exhalado de su pecho,
O si de un nombre querido
llegó á vosotras el eco,
pronunciado entre sollozos,
que arranca un dolor acerbo.
Su padre me la ha robado,
pero es en vano su empeño
de que la olvide y me olvide,
pues nuestro amor es eterno...
Decidme, ninfas del Betis,
si compasión os merezco,
Periódico semanal.
si está mi Elisa escondida
en vuestros bosques amenos.
Decidle, si entre vosotras
está, decidle, os lo ruego,
que aunque de mi se halla ausente,
la guardo en mi pensamiento,
Y que solo espero el dia
en que me permita el cielo,
volar á sus dulces brazos
para no apartarme de ellos.
U.
Mientras asi un tierno amante
sus quejas al viento daba,
llorando la triste ausencia
que de su bien le separa,
A orillas del manso Betis^
sobre una alfombra de grama,
bajo una tupida bóveda
de jazmines y de acacias.
Que con sn aroma suave
el aire puro embalsaman
y en ondulosos festones
hasta su cabeza bajan.
Está la inconstante Elisa
tejiendo frescas guirnaldas,
y de otro amante con ellas,
el negro cabello enlaza;
Y con su voz melodiosa,
llena de amorosa gracia,
con voluptuoso abandono
de esta manera le habla:
((Esta oadena de flores
que la tu frente engalana,
emblema de la que une
nuestras amorosas almas^
Que la conserves te ruego
hasta que marchita caiga,
y en tu pecho sus despojos
como una reliquia guarda, m
Mas una ninfa que sabe
del otro amante las ansias,
y que viera tal perfidia
y oyera tales palabras,
((Arrojad, mancebo, dice,
esa funesta guirnalda,
que entre sus flores, oculta
segundo áspid de Cleopatra.
Esa muger que mintiendo
amores, asi os engaña,
y vuestra candida frente
ciñe de flores galanas.
No ha mucho que á otro mancebo
también de flores ornara,
y hoy de punzantes espinas
una corona le labra. »
Alzóse irritado el joven,
arrancóse la guirnalda,
y huyó de la bella Elisa
que boy llora desesperada.
La flor que á muchos prodiga
su purísima fragancia,
pasando de mano en mano
muere al fin, mustia y ajada.
Y el mismo que en otro tiempo
admiró tal vez sus gracias,
hov con desprecio la arroja
y la huella con su planta.
Emilio de la Cerda.
Vamos á empezar ésta, ocupándonos
del solemne acto de la entrega de pre-
mios á los señores que los obtuvieron en
la exposición celebrada por la Sociedad
Económica de Amigos del País, el cual
se verificó el Domingo último en el salón
de la Excma. Diputación Provincial.
Ocupaba la presidencia el Excmo. se-
ñor Gobernador, hallándose en el estra-
do otras Autoridades y los señores que
componen la espresada Sociedad: tam-
bién estaban reunidos casi todos los ex-
positores premiados y muchas ilustradas
personas que habian sido invitadas.
Abrió el acto un oportuno y elegante
discurso pronunciado por el Sr. D. Vi-
cente Martínez Montes, digno presidente
de Los Amigos del País, en el cual se
ocupó» siendo escuchado con la mayor
atención por la escogida concurrencia,
de los ventajosos resultados que las ex-
posiciones proporcionan á los pueblos.
Después, el Sr. secretario primero de
la Sociedad D. José Carvajal- Hué, leyó
con el sentido buen decir que le distin-
gue, una estensa memoria de la exposi-
ción celebrada^ describiendo larga y poé-
ticamente su imijovivDw^x^. ^ \.^^'í>.\sí^^ '^^'^
liOpe de Vega, periódioo semanal.
el mayor acierto cuestiones económicas
7 sociales de gran interés, que demos-
traron una vez mas el entusiasmo con
que se ocupa este ilustrado joven de todo
lo que concierne al progreso de su pais.
En seguida y de manos del Excmo. se-
ñor Gobernador^ recibieron los exposi-
tores sus respectivos premios^ con lo cual
terminó este acto, que tanto dice en pro
de la civilización y de la distinguida y
patriótica Sociedad que los promueve.
También^ y como prueba de los ade-
lantos que de poco tiempo á esta parte
se van introduciendo en esta ciudad^ pa-
ra 1.^ de agosto quedará abierto un be-
néfico establecimiento destinado á socor-
res muchas necesidades y secar muchas
lágrimas: se llama Monte de Piedad y
cortará indudablemente abusos grandes
é impropios del siglo en que vivimos.
Con el mayor gusto sabemos que sé
tratan de verificar algunas reformas de
consideración en nuestra hermosa Ala-
meda: con el mismo vemos terminar la
fuente de Puerta Nueva y el proyecto
de construir otras, una de ellas parti-
cularmente será de bastante utilidad,
pues se colocará cerca de la estación
del ferro-carril.
Los trabajos de éste siguen en gran-
de escala y muy en breve empezará la
explotación del trozo concluido.
Continúa la emigración propia de la
época que atravesamos, siendo muchas
las familias que acuden á Carratraca y
á los pueblecitos inmediatos.
Esa circunstancia hace que estén un
poco desanimados los paseos y el Teatro
del Principe: en éste han empezado las
representaciones de la tan decantada
Pata de Cabra, que nos parece propor-
cionará buenas entradas á la empresa.
Igualmente la que ha tomado á su
cargo dar dos corridas de toros en el mes
{próximo, no quedará descontenta, pues
os muchos aficionados que hay en Má-
laga no han disfrutado este año de esa
diversión. Se asegura que vienen los cé-
lebres espadas Cuchares y el Tato.
Entre los aficionados á la declamación
se habla mucho de la venida de una es-
ee}entú ¿7omj>añia italiana á cuyo frente
figura la célebre trágica D.* Adelaida
Ristori.
También hay esperanzas de que oiga-
mos al distinguido artista Sr. Ronconi.
Un terrible siniestro marino ha teni-
do estos últimos dias ocupada la aten-
ción pública. Este tuvo lugar á unas ca-
torce leguas á poniente de este puerto
y entre dos buques estrangeros, los que
sufrieron un choque espantoso que los
hizo ir á pique, dando apenas tiempo á
que en los botes se salvasen algunos tri-
pulantes.
No terminaremos esta ligera Revista
sin mencionar otra desgracia ocurrida ea
la mañana del Domingo anterior: tal es
la muerte de un sugeto muy apreciado
y conocido en esta ciudad, el cual puso
termino á su vida, sii) duda alguna en
un rapto de locura.
El mismo Domingo fué conducido á la
última morada el cadáver de nuestro ami-
go D. Ángel Sedeño.
Una penosa enfermedad cortó su exis-
tencia cuando apenas "contaba veinte
años, y cuando acariciaban su joven co-
razón las mas risueñas esperanzas de
amor y felicidad.
MISCELÁNEA.
Charadas.
Prima y segunda es un nombre. — dos y
prima un apellido. — ¿De qué sirve hablar del
lodo, — cuando todo está ya dicho?=fier-
duoski-
Prima y segunda aborrezco, — segunda y
prima me' agrada, — y algunas veces el todo
— verás vender en la playa. =r. B» O.
Solución á las Charadas del número anlerior.
Son RIOGOUDO y PANTALON-y CÁRABO
y también CERO— las cuatro charadas que— he
descifrado al momento. =Z£lima.
DIUECTOR Y EDITOa UESPONSABLE,
-AJSrTOI^JIO OAJRI^IOIsr.
Imprenta de Casilari. — Comedias 11
AÑO I. DOMINOO 2 DE AGOSTO DE 1863. Núu. 18.
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SBMAN.U. DEDICADO A U SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
OIEISrOI-A.S. LITBIÍ-A.TTJIÍ-A.. A.K.TES.
MÉTODOS DE ENSEÑANZA
TABLA MNEMÓNICA DE MULTIPLICAR.
(CONTINUACIÓN.)
Mandamientos de la ky de Dios. Creemos excusado reproducirlos aqui; porque ¿qué
cristiano habrá que los ignore? Pero esto no exime de hacer algunas consideraciones, acaso
útiles para quien todavía ignora la tabla de multiplicar: que para estos, no para otros, ha-
cemos las presentes descripciones mnemónicas.
La ley divina se llamó analural» hasta Moisés, y desde entonces se llama <irevelada.»
No son, pues, dos leyes, sino una sola y misma ley; porque como dice el catecismo triden-
tino, ('ninguno hay que no experimente tener impresa por Dios en su alma una ley por la
cual pueda discernirlo bueno de lo malo, lo honesto de lo torpe, lo justo de lo injusto.»
De aquí seinOere que la ley divina rcvela*da es la misma ley divina natural, oscurecida en el
corazón de los hombres por efecto de sus vicios, y que Dios se dignó recordarle de una ma-
nera explícita para que su voluntad fuese en adelante conocida y acatada. — El decálogo, ó
sea los diez preceptos ó mandamientos dados por el Señor, se resumen en dos, que son
amar á Dios sobre todas las cosas, y á nuestros prójimos como á nosotros mismos. Y mejor
dicho, todos se reducen á uno solo, que es el amar á Dios; ponjue el que ama al Criador,
ama á sus criaturas; y ademas, el que ama á Dios, no puede menos de cumplir sus man-
damientos, aun cuando su cumplimiento no encerrase, como encierra, nuestra salud en
este mundo y nuestra felicidad en el otro. Por eso el Señor dice por boca de San Juan:
Aquel ama á Dios, que tiene y guarda sus santos mandamientos; y mas adelante: 5i alguno
me ama, guardará mi ley; y finalmente por San Agustín: El que me ama, cumplió la ley.
— Véase, pues, cómo la ley de Dios, dada por el terror entre deslumbradores rayos y fra-
^orosoi> truenos, viene á ser la ley del amor en su práctica y cumplimiento. — De cómo dio
esta ley el Juoz eterno, se dirá lo suficiente en el producto de 12 por 10.
(%/ Doce sianos del zodiaco. El zodiaco es una faja ó zona circular, de 17 grados y 30
minutos de ancno, que se supone trazada en la aparente bóveda celeste, en la misma direc-
ción que la eclíptica ú órbita recorrida por la Tierra en su movimiento de traslación al re-
dedor del Sol, y cuya zona forma por consiguiente con el ecuador un ángulo de 23 grados*
87 minutos y 58 segundos como la eclíptica. Dentro de dicha faja se hallan comprendidas
doce constelaciones ó grupos de estrellas fijas, llamados los <(doce signos del zodiaco,» que
sirven para determinar la situación real de nuestro planeta y la aparente del Sol, en la
revolución anual de aquel en torno de éste; poraue cuando vemos al otro lado de dicho as-
tro uno de aquellos signos, y decimos que el Sol ha entrado, v. gr. en Aries, es que real-
mente la tierra ha entrado en el opuesto, que en este caso sería en Libra, toda vez que la
tierra es la que gira de Occidente á Oriente.
Seis signos se dicen boreales, y los otros australes, en esta forma:
Lope de Vega,
Nombro
Núm.* de es-
Figuras
Día en que parece
Estaciones
de
trellas que
que parecen
entrar el sol
para nuestro
cada siguo.
comprenden
representar.
en cada signo.
hemisferio.
/ Aries
42
Un carnero
20 marzo.
1 ....Equinoccio.
gl Tauro
207
ün toro
20 abril.
. Primavera.
»)Géminis
64
Dos niños
21 mayo.
?) Cáncer
85
ün cangrejo
21 junio.
) Solsticio.
SfLeo
93
Un león
22 julio.
[ Estío.
\ Virgo
117
Una joven
20 agosto.
)
1 Libra
>l Escorpión
3] Sagitario
g i Capricornio
2 r Acuario
66
Una balanza
22 setiembre.
) ....Equinoccio.
60
Un alacrán
23 octubre.
[ Otoño.
94
Un centauro
21 noviembre.
)
64
Un macho cabrío
21 diciembre.
j Solsticio.
117
Un anciano
19 enero.
i Invierno.
• Piscis
116
Dos peces
18 febrero.
)
El zodiaco, asi llamado de la voz griega zodion que signirica animal, porque casi todos
sus sigQos representan figuras de animales, era de grande importancia para los antiguos as-
trónomos, porque dentro de sus limites se veriñcan las revoluciones de los grandes planetas,
únicas que entonces se conocían, á excepción de Urano; pero ha perdido mucho de su in-
terés, porque los planetas telescópicos, de los cuales hablaremos en el producto de 2 por 9,
dran fuera de los limites que abarca la faja zodiacal.
(/) Apertura de la tumba de San Juan Nepomuceno. Este Santo, canónigo de Praga, ciu-
dad de Bohemia en el imperio de Austria, á d4 leguas de Viena. era el confesor de la em-
peratriz Juana, esposa de Wenceslao. Habiendo este concebido sospechas de la fidelidad
de su esposa, ostigó al santo sacerdote para que violando el sigilo de la conresion. le des-
cubriese lo que por este medio supiera; mas como se nesgase dojididamecte a decir ni una
palabra, ordenó el emperador que fuese arrojado, con grandes piedras al cuello, en las
aguas del rio Moldau, que atraviesa dicha ciudad y desemboca en el Elba después de 62
leguas de curso. Al abrir la tumba del Santo el 14 de abril de 1719, no se encontró mas
que la osamenta-, pero estaba incorrupta aquella lengua que nada habia revelado ni por el
halago de las ofertas ni por el temor de las amenazas.
fgj Multiplicado una vez por sí mismo el número 16, produce el 256, que son los pon-
tífices romanos que cuenta la Iglesia, á saber :
ANO. NOMBRE T PATRIA.
ANO. NOMBRE T PATRIA.
ANO. NOMBRE T PATRIA
33 S. Pedro, galileo.
67 » Lino, toscano.
78 » Cleto, romano.
91 V Clemente, id.
101 » Anacieto, griego.
110 » Evaristo, id.
119 » Alejandro, romano.
130.» Sixto, id.
))
lio s.
133
163
167
173
177
19«
201
.«
Telesf )ro, griego,
nigiuio, id.
Pío. aqaileyense.
Aniceto, siró.
Sotero, italiano.
Eleuterio^ griego.
Víctor, africano.
Coferino, romano.
u
«l'í S
32i »
231 >>
23o
336
3Si
333
334
»
Calixio, ronntio.
Urbino, id
PoncÍHao, id
Antero, griego.
Fabián, romano
Cornelio, id.
I ucio, id.
Esteban, id.
Periódioo semanal.
ANO. HOMBRE T PATRÍA. iÑO.
167 S. Sixto II, romano. 676
t58 » Dionisio, griego. 678
S70 » Félix, romano. 682
S75 » Eutiquiano^ toscaoo. 68i
283 » Cayo, dálmata. 685
S96 » Marcelino, romano. 686
304 > Marcelo, id. 687
309 » Ensebio, griego. 701
311 » Melquíades, africano. 705
314 » Silvestre, romano. 708
336 » Marcos^ id. Id
Id. » Julio, id. 714
352 n Liberio, id. 731
364 9 Félix II, id. 741
367 o Dámaso, español. 752
386 » Siricio, romano. Id.
398 » Anastasio, id. 757
402 » Inocencio, albañés. 768
417 » Zósimb, griego. 772
419 » Bonifacio, romano. 795
423 » Celestino, id. 816
432 » Sixto lil, id 817
440 » León Magno, id. 824
461 » Hilario, sardo. 827
468 » Simplicio, italiano. Id.
483 * Félix III, romano, 8J4
494 » Gelasio, africano. 847
496 » Anastasio II, romano. 835
498 » Celio Simaco, sardo. 858
614 » Hormisdas, de Campania. 867
623 » Juan, toscano. 872
6i3 » Félix IV. napolitano. 882
Bonifacio II» romano. 884
Juan II, id. 885
636 » Agapito, id. 891
636 » Silverio, de Campania. 896
640 Vigilio, id. 897
556 S.Pelagio. id. 89?
566 » Juan III, id. Id.
673 - Benedicto, id. ' 900
677 Pelagio II, rbmano. 903
589 S. Gregorio iHagno, id. Id.
804 Sabiniano, toscano. 90i
606 Bonifacio 111, rom:ino. 911
607 Bonifacio IV, italiano. 9Vi
614 Adeodato, romano. 9H
617 Bonifacio Y, napolitano. 9á8
625 Honorio, de Cnmpnnia. 929
640 Severino, romano. 931
642 JuanIV,dálmita. 936
644 Teodoro, jerosolnnilano. 939
6Í9 S. Martin, te -jiiü. 942
656 Eugenio, romano. 916
657 Vitaliano, de Campania. 956
670 Adeodato II, romano. ^ 964
530
532
»
u
NOMBRA Y PATRIA.
Domno^ romano^
S. Agaton, siciliano.
S. León IL siciliano.
» Benedicto H, romano.
Juan V, antioquino.
Conon, tracio,
S. Sergio, antioquino,
Juan VI, griego.
Juan VII, id.
Sisinio, siró.
Constantino, id.
Gregorio IL romano.
Gregorio IIL siró.
S ZÍacarias, griego.
Esteban II, romano.
Esteban III, romano.
S.Paulo I, id.
Esteban IV, siciliano.
Adriano, ron. ano.
León III, romano.
Esteban V, id.
S. Pascual, id
Eugenio II, id.
Valentino, id.
Gregorio VI. id.
Sergio II, id.
S.Leon lY, romano.
Benedicto III, id.
S. Nicolao^ id.
Adriano II, id
Juan VIH, id.
Martino II, toscano.
Adriano 111, romano,
Esteban VI, id.
Formoso, italiano.
Esteban Vil, romano.
Romano, toscano.
Teodoro IL italiano.
Juan IX, id.
Benedicto VI, romano.
León V, veneciano.
Cristóforo, romano.
Sergio III, id.
Anastasia III, id.
Lando, sabino.
Juan X, romano.
León VI, id.
Kstéban VIH, id.
Ju^n XI, id
León VH, id.
Esteban IX, alemán.
Marlino 111, romano.
Agnpito II, romano.
Juan XII, id.
Benedicto V, id.
ANO. NOMBRE Y PATRIA.
965 Juan XIH, romano.
972 Benedicto VI, id.
974 Domno II, romano.
Id. Benedicto VII, id.
984 Juan XIV, italiano.
985 Juan XV, id. (*)
996 Gregorio V, alemán.
999 Silvestre H, francés.
1003 Juan XVII, romano.
Id. Juan XVHI, id.
1009 Sergio VI, id.
1012 Benedicto VIH, id.
1024 Juan XIX, ramano
1033 Benedicto IX, id.
I0Í4 Gregorio VI, id.
1046 Clemente IL sajón "
1017 Benedicto IX, 2.' vez.
1048 Dámaso II, alemán.
Id. S.Leon IX, id.
1000 VictorlI/id.
1058 Esteban X, lorenés,
Id, Nicolao II, saboyano.
1061 Alejandro H, milanés.
1073 S Gregorio VII, toscano.
1086 Victor 111, napolitano.
1088 Urbano 11, francés.
1099 Pascual H, toscano.
1118 Gelasio II, napolitano.
1119 Calixto H, francés.
1124 Honorio H, bolones,
1130 Inocencio IL romano,
1143 Celestino II, toscano.
11 'i 4 Lucio II, bolones.
Ilio Eugenio 111, pisano.
1153 Anastasio IV, romano.
1154 Adriano IV. inglés.
1159 Alejandro III, sienes.
1181 Lucio ni, luqués,
1185 Urbano III. milanés.
1187 Gregorio VIIL napolitano.
Id. Clemente III, romano.
1191 Cclestmolll, id.
1198 Inocencio III, italiano.
1216 Honorio III, romano.
1227 Gregorio IX, italiano.
1241 Celestino IV, milanés.
1243 Inocencio IV, genovés.*
1254 Alejandro IV, italiano,
1261 Urbano IV, francés.
1265 Clemente IV, francés.
1271 Gregorio X, italiano.
1276 Inocencio V, francés.
Id. Adriano V, genovés.
Id. Juan XX, portugués.
1277 Nicolás 11 1, romano.
(*) Hubo otro Juan elegido y no consagrado^ que sueliiu llwwvt \>\^vw^V^\.
Lope de Vega,
AMO..
R0M6RR Y PATRIA
ANO.
1281 Martioo IV. francés. 1464
1288 Donorio IV, roraaBO. 1471
1288 Nicolao IV, italiano. 1484
1294 S Celestino V, italiano. 1492
id. Bonifacio VIH. id. 1501)
1303 Benedicto X, id. Id
1305 elemento V, francés. 1513
1316 JuanXXí, id 1522
1334 Benedicto XlIJd. 1523
1342 Clemente VI, id. 1514
1352 Inocencio VI, id. 1550
1362 Urbano V. id. 1555
1371 (iregorio XI, id. Id.
1378 urbano VI, napolitano. 1559
1389 Bonifacio IX. id 1566
1404 Inocencio Vil, italiano. 157¿
1406 Gregorio XII, veneciano, 1585
1409 Alejandro V, cretense. 1590
1410 Juan XXII, napolitano. Id
1417 Martino V, romano. 1591
1431 Eugenio IV, veneciano. 1592
1449 Nicolao V, italiano. 1605
1455 Calixto III, español. Id.
1458 Pío 11, sienes.
(Continnará.)
NOMBRE Y PATRIA. ANO
Paulo II, veneciano. 1621
Sixto IV, italiano. 1623
Inocencio VIH, genovés. 1044
Alejandro YI. español. 1655
Pío III, sienes. 1667
Julio II, italiaoo. 1670
León X, florentino. 1676
Adriano VI, flamenco. 1689
Clemente VIL id. 1691
Paulo III, romano. 1700
Julio III, toscano. 1721
Marcelo II, id. 1724
Paulo IV, napolitano. . 1730
Pío IV. milanes. 1740
S Pío V, lombardo. 1758
Gregorio XIII, bolones. 1762
Sixto V, do Ancona. 1775
Urbano VIII, romano. 1800
Gregorio XIV, milanés. 1823
Inocencio IX, bolones. 1829
Clemente > III, florentino. 1831
León XI, id. 1846
Paulo V, romano.
NOMBRE T PATRIA.
> ■ ' »
Gregorio XV, bolones.
Urbano VII, florentino.
Inocencio X, romano.
Alejandro Vil, sienes.
Clemente IX, italiano.
ClemeiteX, romano.
Inocencio XI, lombardo.
Alejandro VIII, veneciano.
Inocencio XII, nanolitano.
Clemente XI, de Urbino.
Inocencio XIII, romano.
Benedicto XIII, id.
Clemente XII, florentino.
Benedicto XIV, romano.
Clemente XIII, veneciano.
Clemente XIV, romano.
Pío VI. id.
Pío VII. id,
Leo 1 XII, italiano.
Pío VIII, id.
Gregorio XVI, id,
Pío IX, id., pontíGce rei-
nante. (')
Isidoro F. Monje.
SOKTEa'O.
«Alza ¡oh Polonia! la abalida frente
Y el sacro rayo de tus iras lanza:
Y sirva de escarmiento lu venganza
Al Despotismo bárbaro é insolente.»
— Dijo así Dios.— Del orto al occidente
l'n himno universal on su alabania
Asciende vencedor I — Feroz avanza
Contra Polonia el ruso omnipotente.
Tru^»na el canon. La atmósfera se inflama
Y hace el Eterno (jue en la cruel pelea,
Flores por lanzas el polaco vibre;
Do muerte herido el moscovita brama:
Polonia triunfa.— Dios la victorea,
Y aprende lodo esclavo á iiacerse librel
Antonio Vinageras.
Mailrid.-1863
I Rápida ojeada sobre el reinado de
D. Juan II y su privado el Con-
destable D. Alvaro de Luna.
En medio de este desquiciamiento social faé
donde con toda sagacidad, labróse su pedestal el
Condestable D. Alvaro de Luna.
Pero retrocedamos akunos^üos y veamos el
nacimiento de este hombre nrimado por la for-
tuna.
Por los años de 1391 el padre de D. Al-
varo conoció en su villa de Cañete á María de
Cafiete, bija de padres desconocidos y que la vi-
lla había apellidado. En una de las monterías que
muy á menudo corría D. Alvaro» conoció á es-
ta z,igala, ysegun cuentan las crónicas, diez me-
ses después y en una mañana que acababa de
levantarse, le presentaron una cesta de mimbres
cubierta con un paño, dentro de la cual se oía
llorar un infante, fruto del conocimiento de D.
Alvaro con la Alaría Cañete: este infante faé
(*) Aparecen aquí 2o8 nombres; ncro rebajando en el año 1047 el de Benedicto IX, que habiaocu-
pBáo U silla pontiticia en 1033. y el de un papa Juan que algunos autores no cuentan, son los S$6.
Periódico semanal.
bautizado con el nombre do Pedro de Luna; pero
mas tarde su tío el arzobispo de Toledo D. Pe-
dro de Luna, le confirmó con el nombre de Al-
varo, en honor á su padre.
Este, pues, es el hombre de quien mas tarde
dijo el docto P. Mariana: «De tan bajos prin-
cipios se levantó la grandeza de este mozo, que
en un tiempo pudo competir con muy grandes
príncipes, de que al fin le despeñó su desgracia.»
D. Alvaro recibió de su tío el arzobispo de
Toledo, una educación esmeradísima y verdade-
ramente docta cual la del hijo de un monarca;
él sagaz y de una imaginación viva al par que am-
bicioso con el ejemplo de su parientes^ entre los
cuales, contaba un papa, un arzobispo y tres ri-
cos hombres; pensó, pues, lo que debía hacer, y
vio que parn alzarse hasta la cúspide^ solo ne-
cesitaba valor y osadía, y aprovechando la oca-
sión, scstenerse sobre la rueda de lafortuní bas-
tí llegar al lin.
En li08 se celebraron en Toledo cortes, y
su tío con esla ocasión pidió al reino un servi-
cio de 150,000 ducados con deslino á la guerra
que se sostenía en Granada. Teaia D. Alvaro en-
tonces 18 anos, era gentil, aventajado poeta, buen
músico y escelehto hombre de armas; con esto
unido á la agudeza «de sus dichos, sus galantes
maneras y la amabilidad de su carácter, impre-
sionaron tanto á la reina, que al momento lo
nombró page en la real cámara.
En los diez años que la reini D/ Catalina so-
brevivió á la presentación de D. Alvaro en la
corte, se captó éste h voluntad del rey, el cual
llegó al estremo de no tener mas voluntad que
la de su favorito, en tanto que la reina encerra-
da en el alcázar de Yalladolid por influencia del
Condestable, no veía ni sabia mas que lo que él
le decía.
Hasta 1414, ano en que murió el arzobispo su
tío, le ayudó con todo su poder é influencia,
tanto que principiaron á lamentarse los nobles
de que se tuviese al rey tan retirado que ni aun
conocia á los grandes que se lo presentaban.
A la sazón cuitaba D. Juan el Segundo once
años, y se dejaba entrever en él lo débil; lo
indolente y lo sensual de su carácter. D. Alva-
ro encontró lo que deseaba, puesto que un rey
joven y educado entre mugeres, le subyugaba á
su deseo y subía sin dificultad los peldaños de
la escala que le dictaba su ambición: apoderóse
del alcázar y de ía persona del rey do modo
que no se daba un solo paso que no fuese por
su orden; cundió con esto el odio entre los no-
bles contra el privado, odio que mas tarde se
convii tió en una guerra á muerte que le decla-
raron éstos.
l'a en esta época, D. Alvaro se bastaba á si
propio; su genio dominante lo avasallaba todo,
y lo probó debidamente á la muerte de la reina
D.* Catalina, acaecida en 1418.
Al hacer esta reseña, no nos anima el deseo
de presentar al Condestable como un ente sin
conciencia, y es^justo que tracemos del mejor mo-
do que podamos, como se encontró Castilla al
poner su planta sobre el último escabel de la for-
tuna, y cuales fueron sus intenciones.
Decíamos que D. Alvaro se encontró que no
había leyes, ni justicia, ni dignidad, ni fuerza: su
' antecesor el condestable Dávalos se había a|)o-
derado de medía España, en tanto que los in-
fantes de Aragón campaban á su placer en el rei-
no, j los moros en la frontera. Navarra y Ara-
gón nos insultaban v so nos atrevía el Portugal;
verdad es que estaba el reino en paz, pernera
la paz del débil y el cobarde, esto es, la paz
de la ignominia.
Vio los insultos hechos al pueblo, y tras la in-
dignación vino la ambición; mas según alguno de
sus cronistas, no la ambición bastarda; no la sed
de riqueza, sino el afán de regenerar, consoli-
dar, y hacer fuerte un pueblo, que en un tiem-
go fué poderoso, y que podia volver á serlo con
ayuda de una hábil mano que lo dirigiese. El
pueblo tenia un cáncer, pero este cáncer eran
los desafueros de la nobleza y.del clero; eide-
ro y la nobleza que deben ser los sostenedo-
res de la gloría y k moralidad de los pueblos:
cada rico-hombre era un déspota odioso; y cada
obispo, cada abad, era un rico-hombre; malgas-
taban las cortes, su tiempo en combatir hi ren-
cillas particulares, sin mirar por el bien de la
nación: mientras el estado llano componíase de
vasallos hambrientos, sin dignidad y sin valor pa-
ra defender su independencia.
Todo marchaba á un desmoronamiento terri-
ble, en el que se hubiese perdido la nacionali-
dad, y cada noble se hubiese constituido en un
reyezuelo independiente, teniendo por nación al-
gunas fortalezas y tal cual villa; á este paso es
indudable que Castilla se hubiera dividido en
pedazos como se dividió España después de la
invasión de los árabes, que en esta época ocu-
paban el reino de Granada, y que éstos se hu-
oiescn estendido de nuevo, puesto que no era
'difícil vencer uno á uno á los fraccionados se-.
ñores, mientras que regi la Castilla por una sola
mano, les era imposible hacer de nuevo la con-
quista.
No abultamos los hechos, léanse las crónicas
de estos liempo-í, cstútlieiise dolíMiidamínte, y
verán nuestros lociores que no era tan dilicil de
hacer lo que doj.'»nios ¡iuIííhIí). Descarada, au-
daz é insólenle, exislia ya inis de cíen años la
rebeldía, y en prueba ik esto, téngase presen-
te, que un bastardo de Alonso XI a^sioó^á su
natural y legítimo señor el gran rey D. Pedro I
de Castilla; ese rey, cuya nislQÚ^. ^g^xící^.'^x
alguno d^^w% ^wm\^<:i%,V, \'^'^\^\'^ ^^^"""^^^^
Lope de Vega,
aparecer cruel, del mismo modo que algunos han
llamado al Condestable miserable v traidor. Si
en lugar de D Juan el Segundo, hubiese sido
D. Pedro, ó D. Alvaro en lugar del Duque de
Alburquerque, es decir, que hubiesen sido de la
misma época D. Pedro 1 y D. Alvaro de Luna,
mucho mejor hubiese $ido para el pais: el rey
hubiera sostenido la corona y el Condestable
la espada; la nobleza hubiese sido reprimida, al
par del clero, v el pueblo regido de una ma-
nera justiciera: hubieran sido los moros arroja-
dos á los desiertos arenales del África; y Ara-
gón^ Navarra, Francia y Portugal se hubieran
estremecido al solo nomore de Castilla; el bien
hubiera partido desde el centro á todas las es-
tremidades de Espaüa, y vuelto áser lo que era
bajo la dominación de la corona goda, un solo
reino potente y temible, circunvalado por dos
mares, y estendido desde las columnas de Hér-
cules al Pirineo; con feudos y vasallos en Fran-
cia y África; hubi*3ran sido^ un Rey digno de un
Condestable y un Condestable digno de un Rey.
Pero el fruto de la traición del infante D. En-
rique contra su hermano y rey D. Pedro L
fué la disolución del reino; los grandes críme-
nes no pueden llevarse á cabo sin que haya gran-
des traidores, llevando éstos tras si con la cul-
pa el castigo. Enrique Uno [>udo ser rey, puesto
que tuvo que ofrecer el reino por la corona;
pronto conoció cuan infames eran los que le ha-
oian ayudado á arrebatar el trono á su normano,
y les temió; solo pudo tenerlos junto asi, com-
prándolos, y los compró; y de aquí provinie-
ron las vergonzosas y escandalosas mercedes en-
riqueñas, prodigadas desde el traidor Duguesclin
hasta el último y miserable aventurero que ha-
bia peleado en pro de la usurpación. Desde
entonces no se sirvió al rey como un deber de
vasallo, sino que fué preciso comprarlos, y para
comprarlos se necesitaba mucho oro; este oro
solo podia facilitarlo el pueblo, y el pobre pue-
blo triturado y vejado, pagó con su sangre la
sangre que habia derramado el infame bastardo
de Alfonso XI; creóse una nobleza de princi-
Eios deleznables, y no bastando los nuevos tri-
utos impuestos, se apeló á nuevos crímenes; á
los judies se les conCscaron sus bienes y se les
robó para satisfacer de este modo la sed de oro
de los grandes: pasó el tiempo, y llegó un dia
en que Enrique III no tuvo pan que comer,
mientras la nobleza y el clero guardaoan en sus
arcas los tesoros sacados al pueblo; de este mo-
do creció la soberbia de los nobles, apareció
la envidia, y cual una chispa eléctrica la guer-
ra civil, que aun en la época de D. Alvaro,
como hemos dicho antes, duraba de un modo ter-
rible; preciso era, pues, que para sosegar á Cas-
tilla, el Condestable derramase mucha sangre,
kac/eodo separar da su cuerpo no pocas ciu>e-
zas traidoras al trono y al pais. D. Ahraro, pues,
vio una lejana luz y quiso llegar hasta ella; y
su ambición y su orgullo le empujaron: él que-
ría ser el salvador de un pueblo, y pasar ¿ la
posteridad con un nombre ilustre, y luchó y re-
luchó; y como dice uno de sus historiadores: «Si
mereció la muerte fué mas por los crímenes de
su vida privada que de su vida de gobernante.»
D. Alvaro sirvió á su rey con lealtad, derra-
mando su sangre en los campos de batalla por
salvar la corona de su soberano^ amenazada por
los descontentos y hasta por su mismo hijo D.
Enrique; gastó su vida en las intrigas palacie-
gas, viéndose obligado á obrar de un modo bajo
y vergonzoso, en la necesidad de vencer á sus
enemigos en todos terrenos; la traición se vence
en el terreno de la traición de la misma mane-
ra que el diamante se labra con el diamante; él
se vio envuelto en una época de cieno y para
vencer tuvo necesidad de enlodarse; su carácter
! le ímpedia retroceder, un hombre como el Con-
destaole no cedia nunca, y mucho menos ante
una nobleza como la do su época^ rebelde y su
propia enemiga.
— Málaga. —
¿Viste acaso un cielo, auc nubes espesas
de negros contornos, plomizo matiz,
cual capuz funéreo, tétrico encapotan,
presentando triste, siniestro cariz?
¿Sentiste que al alma, temor sobrecoje,
y asalta la mente medrosa emoción,
y pávidas sombras ofuscan la vista,
y late temblante luego el corazón?
¿Y el sol refulgente, que en^iíenit discorre
traspasar las nubes, no viste también,
bañando suave con cálido beso,
tu frente marchita, tu pálida sien,
Volviendo á tu alma la paz que perdiera,
á compás tu pecho dejando latir,
abriendo á |us ojos horizontes bellos,
que juntos coloran, nácar y zafir?
Pues esa, mi niña, aquesa es mi historia.
De lúgubre noche, sin un resplandor,
las sombras brumosas mi vida envolvían
en masas de niebla que infunden pavor.
Periodioo semanal.
Mas, vi lu mirada, destello del cielo,
y á nueva existencia naciera a mi vez,
nacarados tintes reemplazando vagos
de mis horizontes la su lobreguez.
Yo. torpe viviera cual vive la planta;
mas, vivo otra vida des que amor sentí;
por eso mi vida hoy niña te ofrezco,
acéptala afable, pues la debo á ti.
Yuzuf-ehn-Sérab.
U DAIl i DEL MEDALLÓN,
NOVELA O&IGnrAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
CONTINUACIÓN.
I — ¡To señora! nada absolutamente; y sin po-
, derme contener le dije en voz baja; allí oo hay
bogquecillos de lilas donde se oyon decía raciones
amorosas..,.
—No comprendo..
^Ta lo sabrás mas tarde.
—Vamos, dijo la marquesa, vamos hacia la
casa; Julio estará cansado, y mi pobre hija, que
tieneifste raro placer de levantarse á pasear tan
temprftno^ necesita ya de algún reposo. /
—¿Tías niftasse&oras? dije advirtiendo su fal-
ta, pues no te be dicho que les babia tomado mu-
cho cariño en el tiempo que estuvieron en Sevi-
lla, V ellas también se volvían locas en cuanto
entraba yo en la casa.
*-Áh! esas lo entienden, repuso la marquesa,
están aun durmiendo.
—¡Felices ellas que pueden dormir! murmuró
Julia, lo cual aunque pronunciado en voz baja,
no escapó á mi oido.
— Que dices, Julia? preguntó su madre.
Nada^ que volviéramos k la casa á despertar-
las para que abracen á Julio. ¡Que contentas se
van á poner!
. — No sé quien les diría que estaba yo alli; lo
t^ierto es, que al llegar cerca de la casa; las dos
salieron á una ventana y gritaron desde ella.
—Julio, Julio.... ahí está Julio, ya vamos, ya
vamos, t poco después se colgaban las dos á mi
cuello.
¡Pobres ángeles; de todos los que nos hallá-
bamos reunidos, ellas eran solamente felices.
Pasó el día sin accidente notable. Laura es-
taba pensativa, v el marqués parecía alegre ¿qué
sígniGcaba aquello? al pronto no lo supe; mas tar-
de lo comprendí todo.
A la mañana siguiente, bajé muy temprano al
jardín; no habia podido dormir en toda la noche.
Hacia media hora que estaba sentado en el
mismo bosque de lilas donde vi el día anterior
á Laura, y al marqués, cuando se presentó Lau-
— Oh! no; está V. algo desmejorada; pero no
para infundir graves recelos; le dije, por no des-
mentir aquel ínocent# consuelo que daba al co-
razón de su madre*
—No, hija mía; tú me ocultas mucha parte
de lo que padeces; pero mis ojos parecen ieer
en tu alma; solo quieres desvanecer mis temores,
y... haces mal, Julia, haces mal; si fueras fran-
ca, tu enfermedad, desconocida de todos^ tal vez
podría tener remedio.
— Ta le he dicho á V. madre mia, que son
simplemente los nervios los que producen mi mal
estar. Desde aqnel fatal accidente en la exposi-
ción, no he quedado buena; pero no para asus-
tarse; Madrid me sentaba, tan bien! volvamos,
pues, allí.
— Aun no estás ea estado de emprender un
viaje; dejemos que pasen los calores; bien sabes ! ra, que ó' no me vio, 6 fingió no veime, pues
que en Madrid el verano es insoportable, y tal' '
vez te empeorarías.
— En efecto, dijo el doctor, seria muy peli-
groso variar ahora de clima.
A este tiempo llegó el marqués y Laura, que
empalideció al verme. Parecía leer en mi sem-
blante el disgusto que no podía ocultar, después
de la escena que presencié detrás de la tapia. El
primero, me alargó la mano, y se mostró bas-
tante afectuoso conmigo. To hice un esfuerzo^ y se
la estreché.
Laura, me saludó algo cortada^ y si bien yo
procuré disimular mi turbación, debió conocer al-
go en mi de estrauo, pues dijo en voz alta:
— Parece que el señor de Duran, (asi me llama-
ba delante de la familia) ha dejado algo por Se-
villa, que le tiene distraído.
se puso á coger flores con distracción. Acto con-
tinuo me levanté, y aproximándome á ella:
— Buenos días Laura, le dije.
— Ah! ¿estabas ahi?
—Venia á buscarte á los sitios qu'3 tú pareces
preferir.
— ¿Porqué dices eso?
— ¿A qué he de repetir lo que sabes mejor que
yo?
—Desde ayer hablas de un modo tan enigmáti-
co, que á la verdad, no te comprendo, me contes-
tó sin dignarse mirarme.
— O no quieres comprenderme.
— Esplícate, pues.
— ¿Qué te decía ayer el marqués paseando por
este mismo sitio?
— lA \n« , ^
Lope de Vega, periódico semanal.
—Basta, Laura; reo quieres negarme loque yo '
mismo he oído detrás de esa tapia, el marqués te
hablaba de su amor^ y .. tú le escuchabas casi
con placer.
— Como siempre, respondió encojiéndose de
hombros; ya te he dicho que oigo con frialdad sus
discursos que me empalagan; pero ya ves, no pue-
do hacerle un desprecio marcado, estando en su
casa...
^Antes me decias que así correspondías á su
amor... pensarás hoy de otra manera?
No pudo responderme, pues el mismo de quien
hablábamos desembocó por una calle de árboles,
y se unió á nosotros.
—Qué es esto señor de Duran, tan de mañana
levantado?
—Soy madrugador por costumbre; y masen el
campo...
— ¿T la hermosa Laura está ocupada en su coti-
diana tarea?
— Si, señor marqués, le respondió sonriendo;
cogía flores para Julia; ¡le gustan tanto!
—¿Y para Y. no guarda ninguna, ó tiene bastan-
te con las que le dice el señor de Duran? porque i
él es muy galante, y no dudo...
—El señor de Duran está de muy mal humor,
y no es esta ocasión de que galantee á ninguna
mu^r.
10 contesté con una necedad, como suele su-
ceder cuando la ira oscurece la razón.
— Ohl no, señorita^ le dije, no tengo ningún
motivo para estar do mal humor; pero soy tan
torpe en esto de galanteos, que cualquier muger
debe hallar muy insípida mi conversación. Y pues^
to que el señor marqués ha llegado tan á tiem-
E... el podrá desempeñar por miel p^pel de ca-
llero galante.
Saludé torpemente, y me retiré.
— ¿Qué le ha dado? oi quo preguntaba el mar-
qués á Laura.
— No sé... parece muy corto, respondió ésta.
Aun creí escuchar cierta risita burlona que me
hizo subir la sangre al rostro; parecía que habia
hecho esprofeso que llegará su eco hasta mi.
Tentado estuve por volver atrás, y, arran-
carle la máscara; pero creí mas conveniente se-
guir observando. No sé por qué, cuando prevcc-
mos algún desgraciado suceso, nos complacemos ;
casi en aguardarlo y permanecemos en la inacción :
sintratarde sustraernos á él. Yo, que nodudaba ya !
que Laura habia dejado de amarme, debí en aquel :
momento huir de ella para siempre; sin embargo/
un secreto impulso me retenía en aquella casa. >
Ahí todabia la amaba. I
Aquella tarde, y ya casi de noche, me pa- j
seaba por el jardín con el doctor, que como te ¡
be dicho, era un sugeto muy simpático por su
Bolsiao trato jr amena conversación.
(Coutiooar^.)
MISCELÁNEA.
Epigrama.
Sus caballos elogiaba
anoche en una reunión
el inglés Mr. Diptong,
con lo cual se entusiasmaba.
Uno le dijo: «yo admiro
al señor cuando lo veo
en su berlina^ pues creo
tiene un magnifico tiro.^>
BerJuMki.
Charadas.
De mi segunda y tercera — un doncel se
enamoró; — y que también le adoró, — dicen,
la niña hechicera. — Prima y tercia le llama-
ban — á la oriental criatura,' — y todos por su
hermosura— y talento, la adoraban: — Mas.
j)ardiez! (jue llegó un dia — en que el galán
la olvidó, — y atónita se quedó — (>cnsando
en su villaniá. — Su tercia y prima, á mi ver
— bien le supo demostrar: — que si bien le
pudo amar, — bien le pudo aborrecer. — Dicen
aue quedó vengada. — después de haber pa-
ecido, — del que llevó el apellido— del todo
de mi charada. — E. A.
Hay la primera y segunda— en España, en
Portugal, — en Inglaterra y en Francia — y en
otras naciones mas. — Mi primera con terce-
ra — es un ligero animal — que corre como
ninguno — cuando lo quieren cazar.— El lodo
amigo lector, — para evitarte pensar — te diré
que es una cosa — que en los árboles verás.
T. B. o.
Solución á las Caradas del oúmero anterior.
Ayer tropecé con ROQUE
y quiáo venderme un RAPE.
¿Es asi la solución
o me he equivocado?
Yayf.
DIIIECTOK Y EDITOR RESPONSABLE,
Imprenta de Cari/arí.— Comedias 11.
AÑO I.
DOMINGO 9 DE AGOSTO DE 1863.
NÚM. 19.
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SBUANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
ae
OIE3SrOIA.S.
Vacilantes y recelosos siempre de lomar la
Eluma con dirección á la prensa, lo hacemos
oy una vez mas, no nados en nuestras dé-
biles fuerzas, porque estas no bastarían á re-
basar los insuperables obstáculos que ofrece
tal empresa, sino en la indulgencia pública,
de que hemos recibido ya pruebas, que esti-
mamos mucho y ({ue nunca olvidaremos.
¡Cuín lejos está de ser amistad lo que mu-
chas veces consideramos así!
¡Qué contraste tan maravilloso forman los
hombres en la sociedad, reunidos acá y allá
en grupos, según su interés, su Índole y sus
tendencias! ¡Qué resultados tan pasmosos ofre-
cen algunas fases de este sublime afecto al
que fríamente lo contempla, tranquila su con-
ciencia, y desviado en lo posible del germen
de intri^^as producido por el fuego de mez-
guinos y asquerosos intereses! Procuremos de-
jar pasar ese funesto torbellino de rencores,
de envidias y falsedades. No tratemos jamás
de gustar su malsana corriente, por que des-
pués de martirizar el alma, solo se disfruta
el placar, si placer puede llamarse, de un bár-
baro sensualismo.
Todos sabemos que la sociabilidad en el
hombre es una ley de su ser, de la cual no
puede prescindir.' De aquí la amistad, modi-
ficada después según el móvil que la anima.
Dos cosas, dijo el sabio Bossuel, son iqdis-
pensables para que se consolide la amistad, á
saber el afecto y la fidelidad. No nos deten-
dremos un momento en comentar esta propo-
sición, pues basta que lleve el nombre de tan
eminente varón, para que solo respetándo-
la debamos tomarla como base de nuestras
consideraciones.
Generalmente se cree que existe este bello
lazo, cuando se observa entre los asociados
cierta unión y contacto frecuente. No es asi:
es preciso que concurran ^n ellos circunstan-
cias muy especiales, para que la unión deque
hablamos merezca un nombre que tanto sig-
nifica.
Vamos á trazar, aunque con rasgos micros-
cópicos, los casos en que la amistad es apa-
rente ó es realmente verdadera.
La que está basada en el interés es la que
con mas fuerza de atracción, pero con menos
verdad une á los hombres. Ya sea ese interés
mezquino ó generoso, ya público ó privado,
tiene tan grande influencia sobre los que di-
cen profesarla, que limita su libertad de ac-
ción, modifica sus naturales arranques, coar-
ta á veces sus aspiraciones, y siempre tra-
tan de ocultar, sea bueno ó malo, cuanto pue-
de perjudicar la realización de la idea que por
aquel camino les conduce. Aunque pocos, hay
casos en que este género de relaciones esta
ayudado también por la analogía que puede
haber en la índole de los que la practican;
pero como esto es casual, se deduce que la
amistad apoyada en el interés, es por decirlo
asi. el anillo que une dos eslabones de me-
tales distintos, y que disuelto aquel lazo, na-
da hay de común entre los dos. Por la mis-
ma razón se resiste hasta lo sumo la creen-
cia de que entre individuos que no poseen
homogeneidad de sentimientos, exista una
concordia tan completa, unas simpatías lleva-
das al estremo, cuando lo que comunmente
sucede, es que se unen y se odian, se abra-
zan y se aborrecen, sin que por esto digamos
en absoluto, que es incompatible la amistad
con el interés; pero sí que son necesarios el
afecto y la fidelidad, preciosas cualidades que
en este caso concurren con lamentable escasez.
No dejaremos pasar desapercibida la amis-
tad especulativa, sin embargo de que no debe
tenerse contra ella tanta prevención; porque
aunque jjeneral mente se presenta revestida de
hipocresía, es hasta cierto punto disimulable,
sino es ridicula y estremosa-, y sobre todo,
que con frecuencia debe ir envuelta en ella
la gratitud, siendo muy perverso el corazón
que no conserve un ápice de tan hermosa \
natural sealioiVfíiWVft .
Lope de Vega,
Quizá esto parecerá difícil de averiguar, circunstancias bajo cuya presión ha nacido:
si se mira superficialmente; pero es lo mas si estas son difíciles, es indeleble el recuer-
pronto y sencillo si se usa de cierta reflec- do que nos deja; si por el contrario son ñor-
sioD y frialdad, puesto que por mucho que | males, nos será grato alo menos, pero jamas
traten de disfrazar, tanto la amistad del inte- indiferente.
res como la amistad especulativa, ambas con- 1 El que rige los destinos de una gran na-
servan siempre el carácter de conveniencia cion, aun agitado por la zozobra aue síem-
material, quedando muy distantes de la leal- : pre ofrece el poder, y rodeado de la afecta-
tad con que se presentan las que tienen otro cion y fórmulas sociales, tiende sin embargo
origen mas espontáneo; y aunque aparezcan su mano á este amigo; lo recibe con ingenui-
como muy firmes y duraderas, son sin em-'dad en el terreno de la confianza, y su pro-
bargo en el fondo las mas frágiles y quebra- . teccion es mas decidida y eficaz que cual-
dizas. I quiera otra, empujada por las altas ecsigw
Pasemos ahora á hacer algunas ligeras cias que acedian al hombre de estado.
consideraciones acerca de la amistad aue es- 1 . El que en humilde y pacífica cabafta, vítb
tá robustecida por la identidad de Índole y . alejado de los centros de población, apesar
tendencias en los individuos. En este caso, \ de su ignorancia, distingue y prefiere al que
la unión se verifica con bastante facilidad, | sincera y fielmente, va solamente en pfe del
porque simpatizan á primera vista, siendo su candido solaz que le ofrece el hogar de su
trato por esta causa franco y esplicito: fra- 1 vecino, al que guiado de otra intención ó
ternizan, se acompañan y asocian mas por ^ cálculo dirige allí sus pasos. A éste se le re-
complacencia que por necesidad. Esaqui tan cibe con frialdad, con indiferencia ó con has-
consiguiente la franqueza, porque no hay te- ¡tío, según la esploracion que so hiciera de
mor de que las ideas ó los hechos de uno, su áaimo; al otro se le acoge con suma cor-
desagraden y sean vituperados por los demás, dialidad, su presencia alegra la familia ente-
puesto que siempre entre ellos existe analo- ! ra, de todos recibe muestras de simpatías,
gia, por lo menos en el fondo. Como regu-! todos le consideran y obsequian hasta donde
larmente preside sus actos la buena fé, lie- es posible en su pequeña sociedad, dulcifi-
gan á amarse prestándose mutuamente auxi-i cando asi la dura soledad de los campos,
lios y consuelos en las épocas de infortunio: | Al que opulento se mece en el revuelto mar
no decimos sacrificios porque el sacrificio de- • de los placeres; al que consagra los dias de sa
ja de serlo cuando la amistad es verdadera. | vida á gozar á todo trance, que por sus cir-
Así queda demostrado que el a/ec/Q y la /S(/e/í- , cunstancias no conoce, ó conoce malla na-
dad se encuentran en una proporción infini- cesidad de paliar y transigir, al que nada
tamente mayor en esta clase de relaciones teme ni desea, á éste también se le observa
que en las de que anteriormente hemos ha- al tratar de esta amistad, una sonrisa que no
blado. I es igual á las demás.
¡Cuánto desearíamos que nuestra pluma Por último, el que aprisionado gime en
pudiese recorrer con acierto el vasto campo oscuro y reducido calabozo; que angustiado
que al llegar aqui se nos presenta! Pero la por el peso del delito y el temor de la justi-
voluntad y el esfuerzo suplirán la falta de cfa, está perplejo en sus palabras y accio-
erudición y la pobreza del estilo. ¡nes, que dfe todos desconfia, que á todos di-
La amistad sublime entre las amistades es rige su mirada suplicante y que ahoga el
la que está fundada eu la igualdad de sentí- secreto que lo devora, sufre horriblemente
roientos. ¡Qué profunda y agradable es la hasta tanto que el amigo verdadero se pre-
sensación que se esperimenta al descubrir senta: entonces se descompone su semblante,
entre los demás un ser cuyo corazón palpita contrastando el dolor y la alegría; sus pala-
ai mismo compás y por los propios impulsos bras quieren sonar todas á la vez, y al cabo
que el nuestro! Desde aquel momento no po- de un momento de lucha cruel, estalla so
demos ya prescindir de demostrarle cierto pecho en torrentes de lágrimas, hijas de so
afecto; aeseamos su trato y su aprecio; y si desventura y también de su gratitud hacia el
é^/^, DO pucNde realizarse, la impresión cau- que llamamos amigo de corazón. Todos los
sada será mas ó menos duradera según las hombres, en fin, sean virtuosos ó deprava-
Periódico semanal.
dos, ilustrados ó ignorantes, buscan con no-
ble ^sia este goce del alma, este afecto su-
blime que deseamos y á Teces herimos^ a la
manera que aspiramos a Dios y le ofende-
mos. Toaos, si, todos buscan en otro la se-
mejanza de sus sentimientos para que nazca
el afecto; todos quiera' luego el conocimien-
to y el contacto para que i'ésulte la fidelidad.
$8ta es, en resumen, la última espreáion
de lo que llamamos amistad; este el refina-
miento del esquisito fruto que nos ofrece,
siendo tan grato, tan delicado, tan divino,
que bien puede decirse supera á la sensa-
ción qne nos causa el encuentro no previsto
dd amigo adquirido en las aulas, o en las,
contrariedades y los riesgos del campamento.
Ramón. J. Garda.
SOÑEMOS.
Cuando admiro de un lago la corriente
Y la estrella polar gira radiosa^
De Ella recuerdo la serena frente,
De sus ojos también la luz. hermosa.
Gallarda imagen que. do quiera miro.
Ensueño casto de mi mente inquieta.
Por tí me abraso y por tu amor suspiro:
Entonces nada mas soy un poeta.
— «La vida es sueño» — Calderón decía:
Del mundo olvido el colosal murmullo:
Solo quiero tus labios^ vida mía,
T el eco de tus besos por arrullo.
Vuelo á cogerlo en sus ramas,
Que Allí se oculta en los nidos
Que forman entre las hojas
Los canoros pajarillos.
Quiero qne aprisione el alma
Otra vez al fugitivo.
Porque sabe los secretos
de mi pecho qne está herido.
En vano lo busca el alma,
Que sutil éomo un espíritu
Entre las auras se pierde
Y no torna al pecho mió.
Huye, suspiro, si quieres,
Yete de mi pecho amigo;
Mas los secretos que sabes
Dalos prudente al olvido.
A los pájaros del árbol
Sin'dud^ ya los has dicho.
Pues escucho que parleros
Los divulgan en sus trinos.
Calladlos por Dios, calladlos.
Calladlos ay! pajaritos.
: Mirad que me olvida ella
Si llega por suerte á oiros!
Madrid.
Ildefonso Enrique Ollero.
De pié ante el tocador está Narcisa
! de lozanía llena y de gracejo, '
i y al trenzar su cabello, una sonrisa
reproduce la luna de su espejo.
Qué es el saber? Un sueno! ¿Que la gloria? q^¿ 1,^1,^ j ^^„ ¿^t^3¡3 murmura-,
¿A qué conduce estruendo tan profundo , pj^g ^j crearme, en su celeste anhelo
;Sirve á un siglo una lápida de historia! ¿^^ ^^ ^i t^^j^^^ 1^ hermosura
Sonemos pues, mientras navega el mundo. ^„ ^«o n„mnH^^ a í^^oI mn/iain
IfoIrtd.-UM.
navega
Antonio Vinageras. '
SUSPIRO DE AMOR.
Huyendo vá de mi pecho.
Huyendo el triste suspiro,
Que vagando por los aires
Para en el bosque de tilos.
8u mas cumplido é ideal modelo.
La rosa tiene envidia á mis colores;
son largos y sedosos mis cabellos,
y cantan sin cesar los ruiseñores
de mis ojos los vividos destellos.
Breve es rai pié: mi voz es el arrullo
que prodiga la tórtola á su amada
y siempre tuve el sin igual orgullo
que anonade á los hombres mi m.ix:«A^
Lope^do Vega,
Y mi talle, flexible cual ia palma,
por esta cinta azul aprisionado,
i cien amantes la .quietud del alma
sin alguna piedad les ha robado.
Cuanto galán con loco desvarío
su amor me pinta con color de fuego!
Mas de sus ayes lángidos me rio,
que siempre tuve al amor por juego.
El amor!... El amor!... Palabra vana
que si traduce mal el pensamiento,
de engañosos ropajes se engalana
para mentir también al sentimiento.
m
No quiero amar: tan solo al cielo pido
que lance el sol un fúlgido reflejo
y alumbre con su rayo enrojecido
la tersa luna de mi amado espejo.
Que él és mi amor, mi vida, mi tesoro
y á todas mis sonrisas se sonríe:
flel me acompaña en mi llorar si lloro,
si rio alegre, de placer se rie.
Así Narcisa su vivir pasaba
orgullosa de ser tan peregrina,
, al paso que tirana se burlaba
del sacro amor, inspiración divina.
Mas ay! ella sin duda no sabia
que aquí en el mundo lo mortal perece
que la belleza es humo que en un dia
el soplo de los tiempos desvanece...
Las frescas rosas de sus quince abriles
perdieron para siempre su perfume:
y al pensar en sus gracias juveniles,
hoy de pesar, Narcisa se consume.
Si hermosa, nunca cariñosa oido
prestó á las dulces cuitas de un amante,
hoy entregara con placer, rendido
su viejo corazón, que está anhelante
por sentir amorosas emociones
y mirar su pasión correspondida-,
mas mueren al nacer sus ilusiones,
que tiene ya su juventud perdida.
Si di scurre tal vez por el paseo,
deseando atraer con su mirada
algún galán, con solo su deseo
vuelve luego á su hogar desesperada.
Y con amargo torcedor despecho
delante de su espejo se coloca*,
y al contemplarse, se le oprime el pecho
y la angustiosa pena ia sofoca.
Yo por mi mal cifraba mi ventura,
dijo vertiendo lágrimas sus ojos,
en prodigar incienso á mi hermosura
sembrando, ay, el corazón de abrojos...
Pero ya que conozco mi locura,
al ver de mi belleza los. despojos
comprendo al fin que nos envia el cielo
para adorar al hombro con desvelo.
Federico Bejar.
LA DAMA DEL MEDALLÓN,
NOVELA OBiaiNAL,
POR EMILIO DE LA CERDA-
CONTINUACIÓN.
Era el doctor Valentin udo de esos proTuodos
médicos que no eoocretaD sus estudios á cono-
cer simplemente la parte fisica del hombre, sino
que estienden sus cooocimientos hasta su parte mo-
rp|, de donde muchas veces provienen las dolen-
cias que aquejan á la humanidad. Asi lo había de-
mostrado en varias ocasiones, grangeáodose la
confianza de su clientela, y esta misma confianza
fué la que indujo á la marquesa á llamarle, para
que se encargara de la curación de Jalia.
En la tarde á que me refiero, nuestra con-
versación versaba sobre enfermedades del cora-
zón, y el doctor me csplicaba las principales cau-
'sas Gue las producían.
Después de una larga disertación, que nunca
creí pudiera tener por objeto, llegar á un fín pro-
puesto^ al que me iba preparando el doctor, éste.
como para terminar fsu discurso, y como por vía
de ejemplo, esclamó:
—En fin, una prueba de cuanto acabo de de-
cir á V. C8 la enfermedad de la pobre Julia. Aun-
{ que ella nida confesaba, aunque nada parecía
j confirmar mis cálculos^ yo seguia en observación
!y espiaba hasla sus mas insignificantes acciones,
Periódico semanal.
pero una f«liz casualidad^ me hizo conocer de una
vez, lo que con tanto esmere me aplicaba en ir
descubriendo poco á poco. Esa niña ama, y ama
sin esperanza; solo clamor podria obrar un mila-
gro, y sin embargo, debemos resignarnos á sufrir
una desgracia.
— Usted cree...
—¿Que morirá? es bien sesuro.
—¿I cómo ha adquirido Y. la prueba de que
el amor es el que causa su fatal dolencia?
— Ta he dicho á Y. que de un modo casual. No
hace muchos días, que estando solo con ella en
el salón, donde los dos nos ocupábamos en leer,
le acometió uno de esos graves accesos que pa-
rece van ¿ poner término á su vida. Acudí á sos-
tenerla, y al llegarme á ella, recogí maquinal-
mente el libro en que Julia leía, y lo guardé en un
bolsillo de mí gabán. Por la noche, á tiempo de
despojarme de la ropa para acostarme, eché de
ver mi olvido en devolverle el libre; y creyen-
do fuese una novela, cosa completamente inútil
para mi, lo arrojé sobre la mesa; pero al caer,
se abrió, y vi era un manuscrito. Llamóme la aten-
ción, pues reconocí la letra de Julia, y deseé ver
su titulo; era este, Memorias de una muerta. Un
rayo de luz vislumbré á través de las espesas nie-
blas que oscurecían aquella tan deseada solución,
¿ la enigmática enfermedad de Julia. Un médi-
co, debe saberlo todo cuando está comprometido
á llevar á cabo la curación de un enfermo. En
aquellas memorias, escritas con el mayor senti-
miento y pasión, hablaba de su amor á un hom-
bre que no la amaba, y por quien moría lenta-
mente. •
Todo lo leí, y aun recuerdo perfectamente el
último período, escrito al parecer en el mismo
día; decía así:
Me siento morir ^ y sin embargo, creo que si Julio
llegase á amarme, volvería á la vida,
— ¿Sabe Y. quien es ese Julio?
Iba á contestar al doctor; pero me interrum-
pió una especie de gemido ahogado, que creímos
oír detrás de las lilas, y aun^ que el ramaje se ha-
bia movido^ como al rozarlo una persona que hu-
yo. Buscamos por todas partes; pero nada^ ni la
mas pequeña huella.
—Prosiga V. doctor, ha sido sin duda el aire,
dije, viendo nuestro engaño.
—No, do; tal vez sea Julia laqne nos esta-
ba escuchando. Ah/ lo siento, porque ella ignora
3ue yo sé su secreto. Julio, esa niña os muy
esgraciada; no digo á V. mas, pues aunque sé
que V. podía salvarla, tampoco puedo exigir que
haga V. un sacrificio.
C;illé, y sabe Dios cuantos pensamientos so me
ocurrieron en aquel instante; tal vez empezaba á
meditar una venganza.
Cuando subimos á la casa, Julia estaba tranqui-
lamente hablando con su madre; hícele notar es-
to al doctor, y quedó convencido como jo, de
que solo había sido el aire el que nos había alar-
mado^ al susurrar entre los árboles del jardín.
Al día siguiente por la mañana, salí como de
costumbre^ á dar un paseo por el campo; iba solo,
y como la soledad mclína á la meditación, ca-
minaba pensativo, y abstraída completamente mi
imaginación en amargas reflecsiones, cuando sentí
acorta distancia el galope de un caballo, y una
voz conocida, queme llamaba por mi nombre. Mi-
ré hacía el lado de donde provenía, y vi á Adol-
fo Sandoval, que dejando el camino de Sta. Jus-
ta, venia corriendo á través de un campo, con ob-
jeto de alcanzarme mas pronto.
— ;Ola.' eb! Julio ¿estás sordo ó te has vuelto
tonto? hace una hora que te estoy dando voces.
— So te he oído, amigo mío. Ayl gracias á
Dios que has venido; ¡tengo tanto que contarte/...
— ¿Ni, eh? pues espera; voy á desmontar, y
así hablaremos mas cómodamente. ¿Cuánto dis-
ta Sta. Justa?
—Una medía legua.
—Pues marchemos despacio, y empieza tu re-
lación.
Conté á mí amigo todo cuanto me pasaba con
Laura; mas él se encojia de hombros, como per-
sona aue halla muy natural cuanto se le refiere.
— ¡Note he dicho mas de una vez, que eso de
amor es una utopia, querido Jiiliol que solo el
maldito interés es el que arrastra á los picaros
mortales! Bien seguro estoy de que por conauis-
tar un marquesado, será Laura capaz de aarte
el mas completo desengaño. Tú, ya no eres un ni-
ño, con quien se juega, ni estas desprovisto de
talento, mira pues la cuestión con mas calma, y
antes de que ella te falte, dá tú uu golpe de es-
tado. Declárate á Julia, y cásate con ella. L^
pobre niña, no desea otra cosa; y cuando sepa su
madre, que salvas tal vez la vida de su hija te
adorará, Julio.
— Ah! eres un demonio tentador.
—O un ángel de salvación.
En esto llegamos á la hacienda^ á tiempo que
entraba en ella una señora, que vivía en otra po-
sesión vecina, y que acostumoraba ir á menudo á
Sta. Justa. Era doña Mónica, que asi se llama-
ba, una de esas viudas, qu3 habiendo perdido ya
la esperanza de hallar una segunda víctima, se de-
dican á buscarla para las dein is mnjores, y cifra-
ba todo su orgullo, en que ya había casado á diez
ó doce muchachas y todas con muy buenos parti-
dos. No sé por que, entonces me causaba anti-
patía aquella vieja casamentera; sin duda un pre-
sentimiento me hacia presagiar que ella debía ser
el instrumento de mi desgracia.
Lope deVega,
á Adolfo saladar li II marquesa, corrió hacia ella,
y le dijo haciendo mil dengues.
-^Marquesa, traigo una pretensioB.
—Hable Y. dofia Ménica.
— Ta sabe V. que hace días me prometió
madlle. Laure que me ensefiaria ese nuevo pun-
to de crochet ¿sabe Y.P como el que llevaban las
almohadas de Rupertíta, mi ahijada, cuando se
casó hace un mes...
—No recuerdo...
—La niña de doña Fausta, con quien hice se
casara D. Leonardo el escribano de Carmena, qué
habia jurado no casarse nunca.
—Si, ya recuerdo? T que pretensión era la de
Y., señora.
—Simplemente la de llevarme á Laure i mi
casa por un par de dias.
—bien, no hallo inconveniente, si ella quiere...
En seguida llamaron á Laura, quien cedió al
momento.
¡Ta lo creo! no habia de ceder, si ella lo habia
asi pedido i la señora Ménica!
—¿Como, ella?...
—Si, ya comprenderás después el objeto de...
—Bien, continua.
Tome acerqué á Laura,! y manifestando dar-
le broma sobre el convite de la casamentera, le
dije en voz baja.
— T te vas asi... con la mayor indiferencia.
— Ta ves.... ün compromiso.... nadie....
T rompió á llorar.
— T que significaba aquel llanto intempestivo?
pregunté á Juno.
— Ai^uellas lágrimas, se las hacia verter el re-
mordimiento anticipado de la acción que iba i
cometer.
. Marchó en seguida esquivando mis miradas,
y evitando el que la volviese & hablar. Desde
aquel momento, no la he vuelto i ver.
(Se ootUnnari.)
En 9l álbum de la Srta. D/ P. O.
Melancolía crepmscular.
1 1
¿Dónde te eipontraré, mi ángel de amores.
Para embriagarme en ti con desvario?
En las perlas del mar, entre las flores .
Que festonan las márgenes del rio.
Álli te encuentro ^ asomar la aurora:
Allí en la tarde cuando el sol declina ;
Alli mi pecho con. pasión te adpra.
Ten ti. se estásia como en luz divina.
¡Si al eco de tus besos me durmiera!
¥*Ie empapara tu aliento de roclo,
por lecho tu falda se me diera!
¡Cuan feliz fuera yo, dulce amor mió!
—Cede la luz porque la noche avanu:
En las brumas del mar la sombra crece:
iSíb un rayo de luz ni de esperanza
Mi espiritu abatido desfallece!
—¡Las sombras son á mi ilusión mentira!
¡Si la miro dó quiei" tan seductora!...
—Sien todas partes mi ilusión la mira.
Cuando voy á tocarla, se eva^ra!
Ni un rayo de sus ojos!— I entre tanto
Cede la luz porque la noche avanza.
—Solo, mejor' derramaré mi llanto,
[Sin un rayo de luz ni de esperanza.
Juan P. d$ Guman.
Niña^ palabras dulces
no te seduzcan
pues en el Diccionario
las hay de azúcar.
Préndate de hechos
pues en el Diccionario
no se hallan esos.
Antonio de Trueba.
Si te encontrara en la calle
la mano te habia de dar
tan solo para decirte:
<(Te acuerdas^ no quiero hablar.»
Aunque dicen que los celoa
ciegan al que tiene amorata •
siempre mis ojos te ven
7 los mios son atroces.
Entre triste y cabisbajo
entre alegre y placentero,
estoy viviendo en el n^undo-,
yo mismo no me comprendo.
AI recordar que te amaba
y se me obligó á dejarte
salen de mi mas suspiros
que piedras piso en la calle.
F, González de la Cámara.
V 9
Periódico Semanal.
¡POBRE POLONIA!
Si este débil sonido
que arranco de las cuerdas de mi lira^
y que imita el gemido
de un pueblo, que oprimido
por su perdida libertad suspira,
á ti llegase ahora
Ángel consolador de la esperanza,
tu mano protectora.
Madre, Reina t Señora,
detuyiera la bárbara venganza
del déspota furioso
que á su egército halaga con placeres,
y le ofrece orgulloso
por pasto codicioso
pobres ancianos, niños y mugeres!..
Ay! Pero como el santo
fuego de inspiración falta á mi acento,
mezcladas con el llanto
las notas de mi canto
entre sus alas arrebata el viento.
Y lleno de amargura,
viendo mi pequenez tras tu grandeza,
á tan preciada altura
renuncio con tristura,
humillando á tus plantas mi pobreza.
Y en silencio, ferviente
elevo de Polonia por la calma
esta plegaria ardiente,
que brota reverente
unida con el llanto de mi alma.
A. Carrion.
MISCELÁNEA<
nándj^z Ilifdine, nc^s obliga á iiitérrumpir
l^oy este incesante trabajo, que fónii-
núarismós pul)licandó, se^'pín nos ofrece
su autor, á la mayor brevedad.
Magia.
El célebre prestidigitador Mr. Héhr-
mann ha dado soirpréndentés^ p^üéBas de
su rara habilidad á las muchas "péirsonas
qüef 'han áéudído' á presenciar su^'^espec-
táculos en el teatro del Principe^ Al/mso.
Todo lo qué se diga áeeréa de éste fa«
mosoinágico-brü jo-diablo, *ilerá ]póco en
comparación de sus mairavilloáos tí^-
bajos.
Por eso, en vista de su poder, nos con-
cretamos á suplicarle:
Que ya qué su brujería
. nos muestra tan á las claras,
en obsequio á los que eáie
periodiquillo fedactaA
y para dar una prueba
de su poderosa magia,
permita que esta Revista
goce una vida muy larga.
Y es muy seguro que entonces
3ueda convencida Málaga,
e que .es el mismo demonio
quien tal marawUa causa.
Lope de Vega.
La Junta directiva de esta distingui-
da Sociedad*se ocupa en organizar una
sesión, que tendrá lugar en los primeros
diasdel próximo Setiembre, inauguran-
do la temporada de invierno.
^^*^^fc*
Zarzuelas.
Tabla mnemónioa de multiplicar.
La compañía contratada para el tea-
tro de Jábettarios y que se halla de paso
en esta ciudad, dára seis únicas repre-
sentaciones en el del Principe.
Para esta noche está anunciada la
primera, compuesta de tres zarzuelas en
Una repentina ausencia de nuestro un acto, dos de ellas nuevas,
distinguido amigo el Sr. D. Isidoro Fer-| Es probahl^ o^^ V^^a» ^xNa^"^^ -5^^'^*^'^^^
Lope de Vega, periódico semanal.
honra y proyecho, pues Tienen algunos
de bastante mérito, figurando como di-
rector el simpático tenor cómico don
Bmilio Garratalá.
Di&lpgos.
— D. Juan^ necesito el portal de su
casa.
— Para qué den Ambrosio?
— Pienso correr mi tieoda .
— No puede ser^ necesitaré de él al-
gún dia.
— Le daré á usted un guante.
— Usted me insulta caballero: sepa us-
ted que aunque yo no los llevo puestos^
no me faltan guantes, ni dinero para
comprarlos.
— Federico... que paraguas tan roto
lleyas!
— No importa: solo me sirvo de él los
dias lluviosos.
Epigramas.
Hay que advertiros que Juana
habla el español muy mal,
y la dije ayer mañana
solo para verla ufana,
que era su boca un panal.
Y dijo con gesto feo
y tono poco castizo:
«Un panal, pos ya lo creo:
asi de chuparme el deo
ma salido un panalizo.»
Aficionado á jugar,'
se trajo Juan por olvido
al acabar un partido
una bola de billar.
Y su mugar, con cuidado
al registrarle el gabán,
dijo enseñándola: «Juan,
hoy vienes muy embolado.»
Pablo Cantó Atien%a.
Charadas.
Le hace primera y tercera
hasta á el mas rico banquero
si pierde algunos millones,
aunque parezca tan fresco.
Sirve segunda y tercera
para subir á una obra,
el material y la mezcla
y otras diferentes cosas.
Y me ha dicho un militar,
que el todo de mi charada
en la guerra de Marruecos
á los moros espantaba.
TB O,
Segunda y tercia es ciudad^
segunda y primera pueblo:^
el todo lo dan las flores
y mi Lola con su aliento.
Yaye.
Mi segunda con primera,
á Dios pureza promete,
y en un retiro se mete
pasando su vida austera.
Y mi todo en conclusión
es un sabroso manjar,
el cual no puedo probar
sin comerme una ración.
Momería.
Una, dos, tres y cuatro
signos de música son-,
y es fácil su solución
cual el ponerse un zapato.
Mr. Kfoiminíz.
Solocion á las Charadas del úmm anleriori
Que eran Zamora y Corteza
sin el ausilio de nadie
adiviné. Conque así
hasta luego.
La Comadre,
DIRECTOR Y EDITOR RESPONSABLE,
Imprenta de Casilari. —Comedm 11.
AÑO I.
DOMINGO 16 DE AGOSTO DE 1863.
NÚM. 20.
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SEMANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
OIBITOIA.S.
Rápida ojeada sobre el reinado de
D. Juan II y su privado el Con-
destable D. Alvaro de Luna.
-A-ORTiaXTIuO III.
Anoque agrandes rasgos hemos dado á conocer
á nneslros lectores en los dos anteriores artículos
á la altura en que se encontraba el pais, duran-
te el reinado de 1). Juan 11. Justo es, pues, que
aunque con mano insegura y falta de maestría,
tracemos de la mejor manera que nuestra ca-
pacidad nos lo permita, el retrat'o moral délos
principales personajes de este reinado^ cuales son
el del Rey, su esposa D/ Isabel do Portugal
y el Condestable D. Alvaro' de Luna.
D. Juan II, arrastraba cons'go^ la degrada-
da trascendencia de sus antepasados. Desde
Enrique II á Enrique IV descendió de un mo-
do escandaloso en esta familia, la virtud, el ho-
nor, y todo cuanto hacen digno, tanto á un rey
como á un hombre. La educación afeminada que
recibió de su madre D/ Catalina de Lancaster,
concluyó por degradarle hasta el. punto de que,
como dice un historiador moderno, se escondie-
se en el último aposento do palacio al menor
asomo de revuelta. La raza ue Trastamara se
arrastraba en un cenagal de abyección. El rey D.
Juan el II no tenia el carácter eraprendeíor,
guerrero y decidido que neccsilabí un monarca
en esta desastroza época; ni aun el talento del
gobierno, pues se veia en la necesidad de poner
las riendas del Estado en manos de su favorito
el de Luna; esclavizado á la voluntad de este, ne-
cesitaba su venia para satisfacer los mus pueri-
les deseos, los mas inocentes desahogos, hasta el
mas sagrado de los debereu, puesto que aun pa-
ra visitar á su esposa, le precisaba pedir per-
miso al privado; era en una palabra, un escla-
vo coronado.
Prescott ha dicho qtio la gran voluntad del
Rey h'icia D. Alvaro, podía servir de norma pa-
ra juzgar todas las desgracias ocurridas á este
pais, durante el reinado que varaos trazando.
No le creemos asi; todas las opiniones son res-
fíetables en el estadio de la prensa; por eso so-
nos permitiremos hacer una objeción k la pre-
sente.
Sin negar en absoluto que eso fuese uno de loi
motivos, preguntamos á nuestra vez ¿si D. Juan
el Segundo no hubiere tenido por favorito al
de Luna, hubiesen dejando de revolver Casti-
lla los Infantes de Aragón? No, porque D. Al-
varo solo fué un pretesto para que los revol-
tosos hermanos del Rey, por instmtos propios^
socabasen los cimientos del trono para ellos apo-
derarse á su vez de lícorona ¿Cómo puede jus-
tificarse nunca el hecho audaz é insolente de»
aprisionar una vez al Rey en Tordesillas, y otra
reducirlo en el castillo de Montalban á comer la
carne de su propio caballo ó algún que otro
alimento que un pastor caritativo le arrojaba por
encima de las almenas?
Y si es el Infante D. Juan^ cuando se unió
con los de Aragón y los magnates de Castilla
para mantener la llama do la guerra civil, por
qué fué sino por desear el trono? No había mi-
ras desinteresadas y nobles es bien de la patria,
solo era la envidia del mando, el deseo de gobernar
y poder acabar de una vez de arruinar el pais
dilapidando sus exaustos tesoros, ó para abrir
quizás hs puertas al enemigo, en sujacecho siem-
pre, y entregar la patria por un puñado de oro;
de los que asi se conducian, nada bueno podía
esperarse.
Confesemos también que por una de esas fa-
talidades que solo la providencia comprende, pu-
dieron reunirse unos infantes dignos de un rey
y un rey digno de tales infantes; éstos sober-
vios y ambiciosos y éste pusilánime y apocado.
Mas como todos los hombres dejan una me-
moria sobre la tierra, D. Juan el Segundo pa-
ra que se le recordase en la historia de algún
modo, quiso que fuese como poeta; si bien es
verdad que de él casi nada se conoce; si se
recuerda que era entendido y liberal lo bastante
para premiar con largueza á literatos y poetas;
que asi como otros pasaron desapercibidos y ol-
vidados en los reinados anteriores, en el suyo
sobresali'íron notablemente. Juan de Mena, Ro-
drigo de Cotta. el Marqués de Santillaua, Alon-
so do Baena, Jorge Manrique y otros que for-
man la pléyade brillantísima que floreció bajo
su cetro, y para quienes empeñaba algunas de
las rentas qtie le dejaba con sus escandalosas
concesiones D. Alvaro de Luna.
El reinado de ü. Juan U fué tan favorable
á la literatura espaüola coovc^ ^V ^^ ^v^^müu^V
Lope do Vega,
para la francesa ha dicho PrescoU, v á fé que ha ¡ Este gran literato^ do quien tan pocos recuer-
sentado una verdad. Pero antes había dicho Jo- dos se tienen, fué el que impulsó la literatura
TcUanos^ esta grande y brillante lumbrera del de nuestro país uniéndola á la de Aragón, y
suelo español, que «Hubo un tiempo en que Es- dando á luz un gran tratado del Arte de trovar
pafia, saliendo de los siglos oscuros, se dio con án- á gaya ciencia, que fué, según Lafuente^ como
sia á las letras; convencida al principio de que el primer ensayo do un arte poético en lengua
lodos los conocimientos humanos e^tán deposita- castellana.
dos en las obras de los antiguos trató de cono- 1 D. Enrique de Aragón no solo empujó con
cerlas; conocidas, trató de publicarlas é ilustrar- vigorosa mano la literatura, sino tamoien las
las, y publicadas, se dejó arrastrar con preferen- matemáticas, la filosofía y la astrologia, cien-
cia de aquellas en que mas brillaba el ingenio ciascon las que se corria mucho riesgo cultivio-
Íque lisongeaba mas el gusto y la imaginación. ; dolas, y que le valió que en el pueblo se le co-
ose procuró buscar en estas la verdad, sino la nociese por mágico y nigromántico,
elegancia; y mientras descuidábalos conocimien- De aquí el antiguo dicho de que el Marqués
tos útiles, se fué con ansia tras de las chispas de Villena se hizo picadillo de su cuerpo y le
que brillaban en ella.* metió en una redoma encantada. Cosa tan falta
D. Juan II de Castilla como D. Juan I de do verdad é invero5Ím¡l como el que D. En-
Aragon, tan semejantes en ¡deas y costumbres, riquo de Aragón .fuese Marqués de Villena.
eran enemigos de todo lo que pudiera hacerle A la muerte de este ilustre hombre de le-
■pensaren los graves negocios del Estado, y se tras todos sus libros los mandó llevar el Rey,
dejaban abandonada la cana del timón de la mo- casa de su Confesor el Obispo D. López de Bar-
narquia, mientras se dedicaban completamente rienlos por que decían que eran «fpágicos ó de
á los goces que proporciona la danza, el cauto, artes no cumplideras de leer.»
la música, la poesía y la bella literatura. \ £1 gran poeta Juan de Mena, dedicó & la
Pueden^ pues, comprender nuestros lectores, muerte de su muy amigo el de Yillena tres de
<50D cuanta razón se veía desquiciado y sin fuer- sus Trescientas coplas, asi como el Marqués de
xa moral el poder del trono, y el país entre- Sautillana compuso un poema ensalzándole so-
gado asi mismo en esa lucha de ambición y egois- bre los mas claros y peregrinos ¡ngenios de la
mo. _ antigüedad.
El antes festivo y satírico escritor, hoy sabio Vamos á dedicar ya que asido preciso, cua-
y justo historiador, D. Modesto Lafiiente, glo- tro líneas á estos dos grandes ingenios, que flo-
ria de las letras, en su Historia de EspaQa co- recieron durante este reinado.
[>ia unos versos que se dicen ser de Juan el II, j Juan de Mena, hijo de pobre cuna y por lo
os cuales tienen sumo gusto y dulzura^ como ' tanto de pobres padres, supo por so, talento y
* ' mérito literario hacerse un lugar entre la ooble-
zaf protegido constantemente por el Rey y el
Aambien cierta forma proveuzal, que dicen asi:
Amor, yo nunca pensé
que tan poderoso eras,
que podrías tener maneras
para trastornar la fé,
hasta agora que lo sé.
Pensaba que conocido
te debiera yo tener,
mas DO pudiera creer
que fueras tan mal sabido.
Ñi jamas yo lo pensé.
Marqués de Santíllana. Fué croBÍsti y secreta-
rio de D. Juan el II, y era en realidad el ver-
dadero tipo del poeta cortesano, nunca se mez-
clo ea contiendas políticas ni en negocios públi-
cos; de humor festivo, de agudo ingenio, fi*
nos y elegantes modales, y de acomodaticio ca-
rácter, supo mantener el equilibrio y buenas re-
laciones con todos los bandos enemigos. Las poe-
sías de Juan de Mena, estaban siempre al par
n«««.t^ r."/vri«r«¿/^ nr.jfl ' ^^^ ''^^^ J^ '^s oracíonos sobre la mesa del
aunque poderoso eras, i n
que podrías tener maneras i\„ ^u . i . •. i r -
Dará trastornar la fé ^ ^^^^ "^ ^^^^ escritor son en general afec-
hasta acora anelosé tadaraonte conceptuosas, saturadas de culteranismo
° ^ * ; y de una fraseología tal, que las hace confusas
Además del grande impulso que el Rey dio y algunas se tienen que dejar de leer por su falta
á la literatura^ sirvió de mucho el contacto en de atractivo y pesadez; en cambio tiene algunas
aue se puso Castilla con Aragón desde que fué revestidas do belleza y energía con esa cadencio-
amado á ocupar el trono de este país un prin- sa melodía que las hace tan dulces,
cipe español, y grande eslabón fué D. Enrique • Las principales obras de esto ingenio son. La
de Aragón, á quien se conoce desde que equivo- Coronación^ Los siete pecados capitales, y sobre to-
cadamente le llamó Pellícer por el Marqués de Yi- das, EtKuaherinto, una imitación del Dante, que
llena, oaando solo lo fué su abuelo á quien des- escitó la admiración de toda la corte.
po9^y6 Enrique III. / La ciencia no embota el hierro de la lanza ni
Periódico semanal.
hace floja la espada en la mano del caballero. Esto
dijo D. lüigo López de Mendoza, Marqués de San-
tillaoa á quien con rozón llamaban gloria y de-
licia de la corlo do Castilla. De lis obras de es
te erudito y gr<)n literato La hecho una edición
el entendido académico D. José Amador de los
Ríos» entre las que se encuentran muchas de
ellas inéditas hasta ahora. Vamos, pues, á d^runa
leve idea de esta antorcha de la literatura.
El Marqués de Santill'ina, fué lo que se lla-
maba en sus tiempos un noble, cumplido y esfor-
zado caballero, fué uno de los principales ac-
tores en las tumultuosas escenas do su época,
eo las que desempeñó importantísimos cargos,
tanto civiles como militares; fué, según Lafucu-
te, de los pocos que en aquella confusión y anar-
quía conservaron limpio su honor y pura su hon-
ra, hasta el punto que ni sus mismos enemigos se
atrevían zaherirle.
Se dedicó al cultivo de las letras y ganó tal
reputación, que de los confínes de EspaRa y del
•stranjero acudían solo para honrarse con su con-
versación y conocimiento.
El gran' puesto que desempeñaba en la corte
de D. Juan el Segundo, y unido al de Yillena,
le permitía ser el protector do los ingenios, su
casa era una academia donde se reunía lo mas
grande y mas ilustre en la nobleza y en la cien-
cía. Conocía la escuela provenzil, y la litera-
tura italiana, asi es que participan sus obras del
gusto y de las formas de ambas, mas predomi-
nando siempre la indígena ó castellana. Imitó á
Aurias March, Mossen Jordi, al Dante, á Petrar-
ca y á Bocaccie con un admirable éxíto> y el
soneto italiano, que después fué aclimatado por
Boscan> fué introducido por él en la poesía cas-
tellana. Verdad es que sus obras tienen cierta
afectación escolástica, y metáforas hinchadas, to-
do esto hijo de la época; pero sus composicio-
nes están escritas con una gracia y una natura-
lidad inimitable.
¿Se puede dejar de recordar la dul/ura y flui-
dez de sus canciones pastoriles que tituló Serra-
nillasí
Nada mas natural, mas tierno, mas melodioso
que aquello de
Moza tan fermosa
non vi en la frontera
como una Vaquera
de la Finojosa.
En un verde prado-
líe rosaüé flores
guardando ganado
con otros pastores,
la vi tan fer.nosa,
que apenas creyera
cine fuese Vaquera
cíe la Finojosa.
Hoy mismo seria dificilísimo hacer una com-
posición tan delicada. El poeta Luis Eguilaz ea>
su Vaquera de la Finojosa ha visto ser imposi-
ble llenar el hueco en q:ic ha intercalado esta
poesía con otra original mas bella.
En' la Comedieta de Panza demuestra el Mar-
qués de Santillana que sabe sobresíílir en toda
clase de metros, y aunque concluyamos este ca-
pítulo con la poesía de aquel tiempo, no podemos
resistir la tentación de que nuestros lectores de-
jen de conocer la cscelenle paráfrasis del Bea-
íu silleda Horacio, que dice así:
(Benditos aquellos que con el azada
sustentan su vida é viven contentos,
é de cuando en cuando conoscen morada,
ó sufren pacientes las lluvias é vientos!
eos estos non temen los sus movimientos,,
nin saben las cosas del tiempo pasado,
nin de las presentes se facen cuydado,
nin las venideras do an nascímientos.
/Benditos aquellos que siguen las fieras
con las gruesas redes é canes ardidos,
é saben las trochas é las delanteras,
é fíeren del archo en tiempos debidos!
Ca estos por saíia no son conmovidos^
DÍn vana cobdícia los tiene subjetos,
nin quieren thesoros, ni sienten defetos
nin turban temores sus libres sentidos.
¡Benditos aquellos que quando las flores
se muestran al mundo dcsciben las aves,
é fuyen las pompas é vanos honores,
é ledos escuchan sus cantos suaves!
¡Benditos aquellos que en pequeñas naves
siguen los pescados con pobres traynas^
ca estos non temen las lides marinas^
BÍn cierra sobre ellos Fortuna sus llaves!
Estas estrofas se escribieron fundadas en el de-
sastroso suceso en que los reyes de Aragón y Na-
varra D. Alfonso y D. Juan, juntos con el infan-
te de Castilla D. Enrique, fueron \v'c\\o% prisio-
neros después de derrotados por los Genovescf
en el combate naval de Ponza, por lo que llamó
á este trabajo la Comedieta de Ponza,
Dej-imos pues sentado que D. Enrique de
Aragón, conocido por el Marques de Villena, don
Iñigo López de Mendoaa, j/arqués de Sanlillana y
el célebre Cordobés Juan de Mena, eran los que
marchaban al frente del movimiento literario du-
rante csia época, señalándose^ particularmente en
la poesía.
El resto de los poetas, como son Villasandri-
no, Imperial y oíros hasta cincuenta de los que
coleccionó' ous romances el judio converso Juan
Alfonso do Baena, no pueden formar sino muy
por debajo de nuestras tres notabilidades.
Aunque después del reinado de 1). Juan el
II, dice un critico so retiraron las musas, no por
esto concluyóla plé^ai^ 4^^A\a&\^NS22)S^^»»^'^'*s-
Lope de Vega,
taba dado, y el chispazo salló 1 la familia de
los Maoriquez, Itodri^o y Gómez hicieroo varios
poemas y poesiits sueltas, mas el que los aven-
tajó á todos por su fluidez seacilla y natural (aé
elesforzado Jorge Ifanriquc, hijo de Rodrigo. Co-
mo mu€slra de su valor y porque hace uua des-
cripción del reiuadode que vamos tratando, co-
piamos á coDlimiacLüD la siguiente poesia.
¿Qué se hizo el rey D. Juan?
ji.os íuranles de Aragón
¿Qué se hicieron?
¿Qué Tuc de l^nto galaoT
¿Qué fue de t^nla toveociou
Como irajerou?
¿Lasju^la y los torneos,
í'aramenlos, bordaduras
Y cimeras,
Fueron sino devaneos?
tQué fueron stoo verdura
)e las eras?
¿Qué se hicieron las damas,
áus tocados, sus vestidos,
Sus olores?
¿Qué se hicieron las liarbas
De tos fuegos eoccudidos
De amadores?
XJuése hizo aquel trovar.
Las músicas acordadas
Que taftían?
¿Qué 8B hizo aquel danzar.
Aquellas ropas chapadas
Que trayan?
No podemos estendernus mas sobre la literatura
porque serian neccsariosmuchos artículos para dar
3 conocer por completo á la altura en que se en-
conlraba eu esta época; dejamos atrás, que por
entonces, según algunos, aunque por otros des-
mentidos, se principió á cultivar la poesia bajo la
forma de drama, y que se cultivó la historia co-
mo por aquel tiempo se conocía, esto es, la crónica
No pensamos esteodcrnos tanto sobre la poe-
KÍa, aunque nuestro deseo es grande, mas hacién-
dose demasiado cslenso el presente artículo, de-
jamos para el siguiente, lo que nos propusimos
al principiar éste.
En otros dos daremos por concluido nuestro
estudio sobre este reinado
/.
— Málaga,—
La Ausencia.— Consuelo estéril.
Aves y flores y rauda fuente
su hondo quebranto B&ben decir.
jporqué con eco triste, doliente
yo mis pesares no he de sentir?
Ahora estoy solo: nada en el mundo
responde al eco que et alma dá-,
pero un snspiro tierno, profundo,
hacia mi amada volando vá.
Cuando se pierde del Sol ponient*
el postrer rayo sobra la mar;
cuando la luna bella, luciente
nuestro planeta Tá á iluminar.
Cierro mis ojos, y en el deseo,
de su hermosura la esplendidez,
con bellas formas pintada veo,
cual la miraba la primer vez.
— Pero já qué viene tanto lamento,
tanto floreo, tanto matiz?
¿No estás alegre? ¿No estás contento?
¿No eres dichoso? ¿No eres feliz!
¿Lloran las flores si se marchitan?
¿Llora una fuente que seca está?
¿Solloza el ave cuando le quitan
su amante alado que al nido yáí
Vano argumento del pecho mío,
que al marchitarse la bella flor,
> la última gota de su rocío
lágrima triste fué de dolor.
Lamentos tiene la dura fuent»
sobre sus tazas de pedernal,
la última gota de su corriente
queda en su seno, llora su mal.
El ave en triste melancolía
el llanto exhala de su pesar,
cantando triste por noche y día
cuando á su amado no vé llegar.
Y si aves, flores y muda fuente
su hondo quebranto saben decir,
¿porqué con eco triste 7 doliente
yo mis pesares no he de sentir?
P(^ Catíá Atimsa.
FRAGMENTO.
Ts idolatraba... y con creciente anhelo
al ver tu indiferencia, yo quería
vivir para llorar!
Mas mis quejas llegaron á ese cielo,
y tanto me quisiste... que creía
morir de tanto amar.
Biccdniíi
Ricardo Sepúlveda Pkmlér.
Periódico semanal.
Li DAMA DEL MEDALLÓN,
NOVEIaA OBIQINAIf,
POR EMILIO DE LA CERDA.
to urgentísimo, y tal vez no volvería eo bastan--
te tiempo. Este modo da roarcliarsin despedir-
se de Dadie> era muy natural en él. hombre brus-
co, y de carácter taciturno y raro, y por lo tan-
to, no me liabia llamado la atención; pero si la
vuelta de Pedro, á quien él tanto necesitaba.
No pude resistir la curioridad, y le hice se-
fia de auo so acercara, á tiempo que a si a el al-
dabón de la puerta para llamar.
—¿Cómo es esto Pedro, tan pronto de vuel-
ta? le dije.
Era el segundo dia después de la partida —Si, señorito, vengo de Sevilla, donde vuel-
vo en el momento q^ue despache mis encaigos.
CONTINUACIÓN.
de Laura. Aquella tardo estábamos reunidos en
mi habitación, Adolfo, el doctor y yo, tomando
el café. El marqués so habia reunido á su ma-
dre al levantarnos de la mesa, y ambos habian
entrado en las habitaciones que ocupaba la úl-
tima.
Hacia una hora larga quo acabáramos de co-
mer, y aun el marqués no habia salido, ^ como
tenia de costumbre, á dar sus paseos solitarios
á las márgenes del rio, loque estragándonos so-
bremanera, íbamos á llamar á Pedro para cer-
ciorarnos de que aun estaba con su madre, cuan-
do de repente sentimos abrirse la puerta de la
habitación de la marquesa, y oimos al marqués
que gritaba:
—Por última vez, señora; ¿se niega V. á dar
su consentimiento?
—Ahora y siempre; dijo la voz de la mar-
quesa irritada.
—Entonces, adiós señora, yo obraré según
mi voluntad.
—Ernesto, mira bienio quo vas á hacer
El marqués no res|)ondió. Entró en su cuar-
to, i y poco después bajó corriendo; llamó á Pe
dro á quien hizo ensillar dos caballos, y obli-
gándole á montar, ambos partieron á escapo, de-
jándonos perplejos sin poder adivinar quo era lo
£1 primero es para y . Ah/ señorito, quien ha-
bia de decir...
-¿Qué?
—Tome V., tome V. esta carta, ella podrá
informar á Y. ipejor; entre tanto, voy á entre-
gar estas tres á la señora marquesa. Vamos,
son las seis, á las diez debo estar en Se-
villa sin remedio. Conque, señor Julio, tomar
las cosas con calma, y... Dios nos ayude á todos.
Tomé la carta^ y asi que marchó Pedro, mi-
ré el sobre; era de Laura. Temblando antes de
leerla, me senté en un sillón, pues adivinando
casi lo que contenia, me sentia desfallecer.
Un copioso sudor bañaba mi frente, el co-
razón me latia con violencia y mi vista se os-
curecia.
Abrí la carta fatal; empezó á leerla, y ape-
nas daban crédito mis ojos á lo quo vcian, te-
niendo que repetir la lectura cuatro ó cinco ve-
ces^ para cerciorarme de que no soñaba.
He aquí la carta que aun conservo^ y que
siempre me acompaña para animarme á llevar á.
cabo mi venganza.
Dice asi:
No me perdones Julio, porque soy muy cul-
pable. Si, ha podido masen mi la vanidad y la-
que habia dado origen á aquella repentina mar- r ambición, que el amor quo te profesaba, y á la
cha. La marquesa pretcstó estar indispuesta y se hora en que recibas esta carta, habré dejado de
negó á recibirnos aquella noche; Julia fué la úni-l pertenecerme; ayer era simplemente Laura de
ca que estuvo jugando al tresillo con nosotros, i tlermont, dentro de un momento, seré la mar-
como teniamos de costumbre. quesa de Ocampo .. AIjI no sabias qué el idola
Se le hicieron algunas vagas preguntas acer-ique adorabas era un ídolo de inmundo barrol..
ca de la escena pasada entre el marqués y su No es este mi solo crimen; he indispuesto á un
madre; pero siempre respondia como cortada, y hijo con su madre, he introducido la discordia
con evasivas, notando yo al mismo tiempo, oue en la familia de mi protectora; soy muy crimi-
me miraba de un modo particular. Algo notable nal, si, muy criminal... Odiame Julio, y no sien-
ocurria que yo no podia comprender. tas la pérdida de tus primeras ilusiones; vuel-
Al siguiente dia por la mañana muv tempra- ve la vista en torno tuyo, y tal vez halles al-
DO, me estaba vistiendo para salir á dar un pa- gun ángel que te consuele. Julia teama, ymue-
seo. Mi habitación estaba en el piso bajo^ y con re por tu amor: ella es roas digna que yo de
ventanas al jardin. Como hacía calor, tenia abier-
ta una de eHas , y asi pude ver pasar por de-
lante á Pedro, que se clirigia á la puerta de la
que la ames, y la hagas feliz.
¿Te acuerdas do nuestros juramentos á bordo
del vapor? Te prometí no ser mas que tuya, y
casa. Mucho me admiró el verle tan pronto conservar siempre conmigo el medallón con el
devuelta, cuando Julia nos digera habia ido el 'retrato de tu madre. No he sabido cumplir el
marqués á Sevilla, donde le llamaba ua asun- primero... Ah! déjame al menos cum^Ut ^l ^»^-
Lope de Ve^a,
gando; no me obligues á devolverte el údíco re-
eoerdo que me queda de nuestros felices días.
Laura di Cleimo»t.
Quedé anonadado con aquella carta. Mil eitra-
fias ideas pasaban por mi imaginación. Las teo-
rías de Adolfo, venian á herir mi mente en con-
fuso tropel y entonces comprendí cuanta verdad
encerraban Al amor mas puro y desinteresado,
siguié el odio mas profundo. Debia estar impe-
liente en aquel momento. 4lon el cabello heriza-
do, los ojos desencajados y fijos, me levanté ri-
gido y terrible como el genio del mal, y una
idea satánica se me oeurríó.
¿Con que no hay amor sobre la tierra, y si
solo ambición? ¿Con que se especula con el co-
razón como con una vil mercancía? Pues bien, de
hoy mas ambición; de hoy mas, odio y venganza.
Y tú muger aue aun deseas conservar ese retra-
to de mi maare que te confié cuando creia en ti,
no gozarás, yo le lo juro, mas tiempo de su po-
sesión, que el que medie entre este momento, y
nuestro primer encuentro. To te arrancaré delan-
te de tu mismo esposo, esa máscara que te cu-
bre, y cuando te vea despreciada por él, y llo-
rando abandonada... entonces., entonces yo pro-
curaré ser feliz.
AI contarme Julio esta parte de su historia,
Íareeia trasportado á aquel funesto dia, y esta-
a casi tan horrible, como él se pintara pocos
instantes hacia. To traté de calmar su encono;
pero vano empeño; estaba tan arriagada en su al-
ma la idea de la venganza^ que nadie ^hubiera,
sido capaz de hacerle desistir de ella.
Ya mas sosegado continuó:
—Tomé una resolución irrevocable. Juila me
ornaba, y me seria fácil hacerle creer que yo tam-
bién la amaba: era rica, y yo necesitaua oro para
vengarme, pues era pobre, y como Laura tal
*vez iba á vivir en una esfera elevada, y deseaba
vengarme de una manera ruidosa, oscurecido
nunca podría lograr mi deseo; casándome con Ju-
lia lo tenia todo realizado.
(Se eootiunará.)
A LA RESTAURACIÓN DE MALAGA,
EN 19 AGOSTO 1487.
De antigua posesión el castellano
Reivindica el derecho que le asiste.
Solo el del moro en la conquista insiste.
Fija la mente en Dios el pueblo hispano.
En su profeta falso el mofo espera.
Obtiene aquel por fruto prez y gloria.
De aqueste el vencimiento solo fuera.
Por eso diz: que el pueblo que en la historia
Dios y derecho ha escrito en su bandera
Préñelas lleva seguras de victoria.
Yuzuf-ebn'Sérab.
SOITETO.
Las triunfadoras huestes del cristiano
Esforzado el Zagal tenaz resiste.
Si aquel valiente sin cesar embiste
Este se bate con empeño insano.
Ella es la luz que alumbra mi desventura;
la que celeste dicha sin fin me augura;
y su alma anida
un amor que consuela
mi triste vida.
De sus ojos los rayos abrasadores,
enloquecen mi pecho... me dan amores...
y allí me miro.
que por sus bellos ojos
solo suspiro!
Y es que tienen tal gracia, tanto atractivo,
que de mirarlos solo;;quedé cautivo;
porque mi amada
cautivo deja á todos
con su mirada...
Por eso la consagro mi amor profundo,
porque es la mas bonita que hay en el mundo;
porque es tan bella,
que el mundo OLtero sigue
tras de su huella!
Entre todos elige mi amor de nifio,
y mis afanes premia con su cariño.
Y es tan hermosa
que de pensarlo, el alma
placer rebosa!!
Yo á los vanos honores su amor preGero,
porque se que me quiere cual ye la quiero;
porque es tan bella.
que sigue el mundo entero
tras de su huella!...
BtfceloiiA.
Ricardo Sepúlveda Plantar.
Periódico semanal.
UDimUGU. UOB, USIGSUIOI.
Laura es hermosa... hermosa como el pri-
mer sDeOo de amor.
Pura cual la pureza-
Y cual la ínoceucia, inocente.
Todo le sonHe.
Realiza la fortuna sus mas pueriles capri-
chos.
Nada ambiciona...
T sin embargo; Laura do ea feliz.
¡Pobre Laura!..
Por eN cruza el jardín deshojando con su
planta laa mas lozanas flores.
Por eso no percibe los trinos con que al
pasar la saludan los pajarillos.
Y por oso no penetra en su alma el pláci-
do murmullo del manso arroyuelo que á sus
pies juguetea. ,
Nada siente, nada oye, nada vé.
Para ella no esiütc la naturaleza.
Para ella do eiislen ni flores, ni pájaros,
ni arroyos.
Busca la soledad!
Solo ambiciona una triste y misteriosa gru-
ta que se oculta en lo mas apartado del jardin.
Allí parece feliz.
Aití se anima su semblante.
Allí resbala en sus labios una encantadora
pero estraña sonrisa.
Especie de saluda que dirige á una ancia-
na escuálida, rcpuguanle y fria, que sale á
recibíria ilel fondo de aquel solitario albergue.
Laura estrecha sus manos, y pasa hora
tras hora contemplando su faz egoísta y sar-
cástica.
Después, suspira; acerca sus labios de co-
ral á la descarnada bora de la vieja, y llení
de pesar abandona tan lúgubre recinto.
Y ¿sabéis quien es esa fantástica visión?
Es la Indiferencia.
Y Laura busca su odiosa compaDía!
Laura es su amiga...
¡Pobre Laura!
n.
Está amaneciendo.
Flores, aves, fuentes y céGros, saludan a
Criador con aromas, trinos, murmullos :
suspiros.
Y comedio de este armónico y espresivo
oncierto, que se eleva al cielo en forma de
uistica plegaria, brillan en el oriente los pri-
neros rayos del sol.
Poco después se inunda la tierra con su luz.
Es de dia.
Que dia tan hermoso!...
Bendito sea Dios..
Alegre cual tierna cervatilta que por reí
irimcra abandona el regazo de su madre.
Ligera como pintada pluma que el viento
nece en sus alas.
Imagen de la dulzura, del. sentimiento y
leí amor.
Tal es Laura.
Tal es la niña que un dia recorrió este mia-
ño jardin, despreciando pájaros, fuentes y
lores.
Entonces, su joven corazón estaba cer-
-ado á las mas dulces sensaciones de la vida.
Desconocía el Amor.
Buscaba la soledad, y en la soledad en-
:ontraba la Indiferencia.
Hoy. aquel tierno capullo entreabre sus
liojas, impregnadas de suave esencia...
Por eso huye de la gruta misteriosa.
Por eso, lleno el corazón de las mas bellas
ilusiones, sonríe á cuanto le sonríe.
Y, uniendo su canto al trino de las aves;
3U perfume al de tas llores, y los suspiros de
3U alma á los tiernos del céfiro que agita su
blonda cabellera, llega á un pintoresco y
alegre bosqnecilto de tilos.
Allí, oculto entre las flores y adormecido
por el eco armonioso de un canoro ruiseñor,
eqiera un mancebo de arrogante y simpáti-
ca figura.
Es el Amor.
Laura exhala un imperceptible y apasio-
nado gemido y corre á sus brazos.
¡Pobre niña!
No sabe que si la Indiferencia seca la raiz
del corazón, el Amor marchila las mas fra-
gantes flores que brotan de ese delicado árbol.
Ignora que el Amor es sueño.
Ignora que al desperlar, en vez de sus ri-
cas ilusiones, solo bailara lágrimas y deseo-
gaftos.
Duerme, duerme inocente niña.
Dios prolongue tu sueño.
Dios proleja tu desjjftí^.'w'.
Lope de Vega, periódico Bemanal.
lis de noche.
No brilla ni nna estrella, ni un rayo de luna!
¡Que oscuridad!
El viento silva á lo lejos.
Menudas gotas de helada lluvia, apagando
el murmullo de las fuentes y el áspero cantar
de las aves nocturnas, despojan a las flores
de su regalado perfume.
Todo infunde melancolía, temor, respeto...
Que noche tan horrible!
Que oscuridad!..
Pálida, triste, desesperada.
Con un mundo de recuerdos en el corazón
y un torrente de lágrimas en los ojos, con-
templa Laura las ajadas flores del jardin.
Las contempla y las envidia.
Y las envidia, porque aun más marchitas
están las puras flores que brotaron de su
alma...
¡Pobre Laura!..
De pronto la inocente niña cae de rodillas
y eleva al cielo una férvida oración.
Sigue llorando.
Pero ese llanto no lastima.
Es llanto de consuelo, llanto que purifica.
¿Queréis conocer la causa de ese cambio
tan repentino?
Pues, mirad:
Las apiñadas nubes se pierden en el espa-
cio, como impelidas por un soplo divino.
Brilla la luna.
Todo lo llena su claridad y el jardin pre-
senta un aspecto delicioso.
Una doncella de noble y tranquilo sem-
blante aparece pisando rosas, claveles y jaz-
mines.
Y las flores le envian sus aromas; sus tri-
nos las aves y las aguas sus murmullos.
«Laura corre á su encuentro.
Llora en sus brazos.
Y en sus brazos terminarán sus pesares.
Terminarán sus pesares, porque esta don-
cella es la Resignación.
El mas dulce consuelo del que padece.
El único tal vez...
Porque asi como la Indiferencia sube del
infierno y el Amor brota de la tierra, la Re-
signación baja del cielo.
A. Carrion,
I
MISCELÁNEA.
Moraleja.
Por hacer el amor á doña Rosa,
solterona, gazmoña y melindrosa,
un polluelo inesperto
estuvo á pique de quedarse tuerto.
Y ella por ver si el atraparlo alcanza
á la calle se lanza
y al volver muy deprisa un esquinazo
I pegado en él dejóse el espinazo.
; Esto prueba que á todas las edades
hace amor cometer mil necedades.
Chorbi
Epigrama.
■
Vete á la calle, le dijo
á su esposo una muger,
y el obediente marido
tomó el sombrero y se fué.
Pabh Cantó.
Charada.
Una letra es mi primera,
y es mi segunda una nota
musical, y sin chacota
también nota es mi tercera.
La bien poblada mollera
que rapó insigne barbero;
el que queda sin dinero
y el yermo pirado sin ñores,
se encuentran caros lectores
cual mi todo verdadero.
SolacioD á las Charadas del Quinero anterior.
Metralla, Aroma y Jamón,
las tres primeras charadas;
y Relamido será
sin duda alguna la cuarta.
ün Veterano.
DIRECTOR Y EDITOR RESPONSABLE,
Imprenta de Casilari, — Comedias 11
AiíO I.
DOMINGO 23 DE AGOSTO DE 1863.
Nújyr. 21.
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SEHANAL DEDICADO A' LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
OIEIsrOI-A.S.
AMOR DE MADRE.
IDOIjOU^A^.
I,
•Sabed/ sabed señor cura
que haciendo de bella alarde,
la vi correr una tarde
risueña por la espesura.
Rindióme su voluntad
(que amor la dije al oido)
y siempre mi encanto han sido
los ojos de Soledad.
Quiero que este amor os cuadre
que es un amor infinito!....
-Juan^ el amor mas bendito,
es el amor de la madre.
II.
-A guerra empeñada y dura
que espanto y venganza clama,
en brazos voy de la fama
y soy feliz señor cura.
Allí la gloria me espera:
¿qué amor tan puro y sagrado,
como el amor engendrado
por la entusiasta bandera?
¿Hay pecho que no taladre
de honor y de patria el grito?...
Juan, el amor mas bendito,
es el amor de la madre.
ni.
-Luchando la fé perdí-,
en campos ricos de flores
tras caprichosos amores
desatentado corrí.
Pesares brindóme todo:
hallé la riqueza, empeño,
hallé la esperanza, sueño,
hallé el entusiasmo, lodo.
¡En donde la dicha, padre!
¡dó el bien que busco infinito!
-En el amor mas bendito;
en el amor de tu madre!
Manuel Rando y Barzo,
EL rocío del alma.
Dulce consuelo que alivias
lo acerbo de mis dolores,
que cual la escarcha á las ñores
das vida á mi corazón:
vén y moja las mejillas
que secara el sufrimiento,
vén, y calme mi tormento
tu benéfica fruición.
¿Que importa que el mundo ria
en su loca indiferencia
de tu mágica influencia,
de tu dulzura sin par?
si tú mitigas del alma
el amargo desconsuelo,
si tú, en mis horas de duelo
aminoras mi pesar.
Tú cuando el pecho se agita
por la desgracia oprimido,
calmas su fiero latido,
templas su agudo dolor-,
tú eres bálsamo preciado
que cierra profunda herida,
eres, á la triste vida,
lo que el roció á la flor.
Por eso aasioso te aguardo,
cuando perdida la. c.^.V\fiia.^
Lope, de Vega,
encuentro sumida el alma
en desconsolado afán.
Por eso tu apoyo anhelo
cuando al paso de los años^
suceden los desengaños
las ilusiones que van.
Sí de mis dias primeros
la poco halagüeña historia
me presenta á la memoria
cuan triste mi infancia fué-,
si alguna vez á mi mente
atormenta el pensamiento
de aquel infausto momento
en que mi suelo dejé...
Si acaso en penoso insomnio
se ñja en mi fantasía,
el desventurado dia
en que ámis padres perdí...
¿donde hallar podré consuelo
sino en tu plácida fuente?
¡Acude llanto clemente!
¡Lágrimas venid á mi!
No temáis, no, que contenga
vuestra corriente tranquila,
no, brotad de mi pupila
y mis párpados mojad.
|Que me importa que la risa
asome en el labio impio?
¿Que me importa el desvario,
de la humana vanidad?
Yo te invoco en mis afanes
y mis súplicas atiendes;
de mi fé la llama enciendes
si está próxima á morir.
Tesoro de ricas perlas
en el fondo del quebranto...
¡Oh, yo te bendigo llanto!
¡Calma siempre mi sufrir!
3fanuel Segura.
sssc.
m CCATRO EüTiCIO]iE^ DS ík líiDl.
Primavera. — Infancia.
Puro está el cielo; ni la mas líjera
mBDchB su límpido azul.
nube
La tierra se cubre de un manto de flores,
que mece el soplo voluptuoso de la brisa.
Las fuentes parecen murmurar cánticos de
alabanza al ser Creador.
El mar, en cuyo diáfano cristal se retrata
el azul de los cielos, aparece tranquilo, y lán-
guido se adormece sobre la playa^ que borda
de leve espuma, ó entre las rocas revestidas
de aterciopelado muzgo.
El tibio sol de primavera brilla en el zenit.
Todo es paz en la naturaleza, todo inocen-
cia, todo alegría...
Asi resbalan los primeros años de la vida.
£1 alma del niño, pura como ese cielo,
inocente como esa brisa que besa las flores,
se eleva á Dios, le bendice y alaba en senci-
llas oraciones, que una madre piadosa le en-
señó á formular.
Sus pasiones duermen en calma, como
duerme la ola mientras no la agita el venda-
val, y sus pensamientos son dulces como ua
rayo del sol de primavera.
¡Dichosa edad!
¿Porqué, porqué tan rápida desapareció,
dejando solo al corazón recuerdos de otros
dias de ventura, que por nuestro mal no vol-
verán jamás?...
Estío.— Juventud.
Han muerto las flores.
Agotáronse las fuentes.
El sol abrasa la tierra con sus ardientes
rayos.
Sopla el Simoun agostando la rica vegeta-
ción del encantado oasis.
Hierve la lava en las entrañas del volcan.
Vive la*naluraleza; pero vive envuelta en
una atmósfera de fuego.
Pronto este fuego se estinguirá al soplo he-
lado del Bóreas.
Juventud, estío de la vida, edad de impe-
tuosas pasiones, edad en la que ya han muer-
to las flores de la inocencia, en la que ya no
se dirijcn los ojos al cielo para entonar him-
nos de alabanza al Creador, sino á la tierra
para adorar al dios del placer y de la locura;
edad en la que la sangre hierve en el corazón
como la lava de un volcan...
Hermosa edad, sino llegaran tan pronto los
desengaños, si tan pi%nto no se rasgara el
velo que cubre nuestros ojos; si la helada
mano de la esperiencia no mitigara imeslra
febril exaltación.
Periódico semanal.
Insensatos devaneos, quiméricos ensueños,
fantasmas seductores; que sois sino partos
de la imaginación exaltada! qué sois smo el
delirio de un cerebro calenturiento!...
Ah! pasad, pasad veloces, como veloz pa-
só mi juventud primera.
Otoño' — Virilidad.
El sol recoge sus rayos.
Al abrasado Simoun sucedió la templada
brise... Pero, ab! esta brisa no mece ya ni
flores ni hojas como la de la primavera.
Las flores se agostaron; las hojas ruedan
marchitas por el suelo.
Pero no importa; las ilusiones volaron co-
mo hoja que arrebata el viento; el fuego que
abrasaba el alma se consumió; pero el corazón
vive en calma.
Tal es el hombre cuando declina hacia su
ocaso.
Ya no sueña; el espíritu domina á la ma-
teria.
Ya es el hombre, digno del fin para que
fué creado.
Invierno — Vejez.
Las últimas hojas han caido del árbol.
El cielo se cubre denegro crespón.
La nieve blanquea los campos como un fú-
nebre sudario que parece unirse al cielo en
un horizonte sin limites.
¿Qué hay mas allá de esc horizonte?
Esta idea aterra al anciano, que ya vé es-
tenderse hacia él los descarnados brazos de
la muerte. ^
¡Idea desgarradora!
Morir, morir y después...
Tal vez un eterno suplicio.
Esta es la vida.
Feliz quien la abandona antes de abrir los
ojos á la luz.
Emilio de la Cerda.
"ünsTA. is/L a.jd:riei.
No pe.aes... enjuga el llanto-,
serénate, prenda mia,
que pronto llegará el dia
en que tu triste quebranto
se convierta en alegría.
íNo te parece razón,
y a mas de razón, deber,
alejar el padecer
que mora en tu corazón
y que aniquila tu ser?
Olvida, aunque no te cuadre,
el amor de esa criatura;
porque es muy grande ventura
tener como tú una madre,
para endulzar la amargura.
•
Puede que tiempo pasando,
se vaya el mal estinguiendo,
y á otro ser vayas queriendo
que solo á tí te esté amando,
y os esté Dios bendiciendo.
Y entoces ya venturosa,
por verte á tí tan dichoso
abrazar al hijo hermoso
que te dio tu tierna esposa,
moriré en paz y en reposo.
No penes... enjuga el llanto-,
serénate, prenda mía,
que pronto llegará el dia
en que tu triste quebranto
se convierta en alegria!
E. Andrey.
LA DAMA DEL MEDALLÓN,
NOVSLA ORIGINAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
CONTiM' ACIÓN.
Estaba haciendo c^tas rcílexioncs. cuando vi
á Julia que so paseaba por el jardín, pensativa
y teniendo en la mano unas cartas abiertas qu»
sin duda acababa de leer.
Compuse mi semblante, y saliendo de mi ha-
bitación me reuní á tila.
Miróme tristemente y me dijo apoyándose
en mi brazo que yo le ofrecí.
— Julio, hay ocasiones en la vida, en las que el
hombre recibe terribles golpes que ponen & prue-
ba su valor. Vov á dar á V. una aQt.v&\\^ ^s^v*»^-
Lope de Vega,
de ó temprano debería saber, y que ha delas-Icho uaa furia y me ha obligado á venir coo Lau-
timar su corazón.
—En recibiéndola de esos divinos labios, seri
menos amarga, le contesté.
—usted amaba á Laura y sabia que ella ama-
ba á mi hermano; pero podia Y. Ggurarse que
Ernesto la amase á ella?
—Sí, lo sabia; y bien ..esa noticia tan fatal...
Tome y. estas cartas, y al paso que se en-
terará de lo que ocurre, podrá juzgar de la in-
Jratitud de una muger que tanto debe á mi ma-
re. Yo sin embargo la disculpo, porque*... Ah!
me olvidaba que estará Y. impaciente por sa-
ber esa noticia; lea Y.
Revestí mi semblante de la mas fria indife-
rencia, aunque sentia estallar de rabia mi cora-
zón, y leí las tres cartas que sobre poco mas ó
menos decían lo siguiente:
Laura do Clermon, á !a marquesa viuda de
Ocampo.
SeDora: no imploro perdón para mi, pues co-
nozco que soy muy culpable; solo le pido para
su hiio, que mducido por mí, y solo por mi, ha
faltado á un compromiso sagrado, que existia
entre dos familias á quienes unía la mas estre-
cha amistad. El me amaba^ yo también á él; pe-
ro debí ante todo acordarme de los grandes fa-
vores que debía á Y. y encerrar en mi corazón
un amor que con el tiempo había de causarla el
disgusto que hoy esperimenta. Perdón para mi
esposo, señora, aunque roe odie Y. á mi sola.
Lauba.
Acabada esta carta la doblé y entregué á Ju-
lia, que me miraba atónita al ver mi indiferen-
cia, y continué leyendo la segunda.
Carta de Ernesto de Ocampo á su madre.
Madre y señora mía: no ha querido Y. ac-
ceder voluntariamente á mis ínstaucias para que
otorgara el permiso, que solo por deferencia le
pedia, aunque no lo necesito, y he tenido que
tomar la resolución de obrar según mí voluntad.
ra y con él á Sevilla, donde estaraos en este mo-
mento, esperando se terminen los últimos prepa-
rativos para la boda, y los tres escribimos á Y.
antes de efectuarse porque nos espera ya el va-
por que debe conducirnos inmediatamente se termi-
ne la ceremonia. Laura se haempeñadoen llevarme
consigo, y yo, á la verdad muy gustosa. Es la
ahijada mas amable y buena que he tenido. Con-
que marquesa, á perdonar á los muchachos y pe-
lillos á la mar; yo de nada tengo la culpa y es-
pero sigamos en la buena armonía que hasta aquí
MóNlCA.
Así que terminé la lectura de estas cartas di-
ge á Julia sonriendo:
— Y bien... yo no veo aun esa fatal noticia que
debía estremecer mi corazón; solo veo la parti-
cipación de un casamiento, bien singular por cier-
to, y nada que pueda tener relación conmigo.
—/Como! y lo dice asi... y ese amor tan in-
tenso, y, esos juramentos de no dejar jamás dd
amar á Laura. . ¿qué esesto?¿no la amaba Y. ya?
—Hace tiempo que dejé de amarla.
— jEs posible! esclamó Julia, y un rayo de
alegría mal disimulada brilló en sus ojos.
—Señora, esi muger es infame, y no merece
que un hombre emplee su amor en ella. Escuche
Y. con atención.
—Yo amaba á Laura, y ella decía amarme
—¡A Y. también.' me imterrumpió Julia ad-
mirada.
— Si^ h mí también; jugaba coa dos barajas.
Ella le ocultó á Y. que e\í>tían relaciones en-
tre nosotros, porque yo asi se lo insinué cuando la
desgraciada escena de la exposición, y engañó
á V. con una verdad, diciénaole que amaba al
marqués, y con una mentira al decirle que él
no la amaba- Luego, durante la larga enferme-
dad de Y. en la que tanto se temió por su vi-
da, iba yo todas las noches como de costumbre
á su casa. En una de estas noches estaba Mar-
Dentro de un momento seré el esposo de Laura, < garita, su hermana de Y, haciendo pajaritas de
Ír ambos partiremos á Francia donde si algo sü!|)apel, y al entrar yo, vino corriendo hacia mí
e ofrece, puede mandar á su hijo y dándome un papel,
EnNESTO. — (Julio, me dijo, hazme una pájara muy gran-
de, que yo no sé hacerla.»
Carta de doña Mónica Meneses á h señora Tomé el papel, que era una carta, y temien-
marquesa de Ocampo. ¡do alguna travesura de la niña, pasé sobre ella
Mi querida amiga: estos jóvenes son unos lo- , la visla. ¿Qué dirá Y. que leí? Pues era una car-
eos y hay que disculparlos. Cuando tuve el gus- [ ta de Laura al marnués, en los términos mas
to de ir por última vez á su casa por mí que- j apasionados. Ya vé Y. como me quedaría,
rida Laura, no llevaba otra intención que la de | —/Infame!
traer á mi lado á esta simpática jóv^n, para en —Pregunté á la niña, de donde había tomado
caso de que V. no se conviniera á dar su ve- aquella carta, y me contestó que de un bolsillo
nía para el enlace en cuestión, mediar en el asun- del gabán de su hermano. Le dije que volviera á
to, y ver de arreglarlo; pero este diablo de mar- ponerla en su sitio, y al otro día escribí á Lau-
7á/^^f//^ //e/7e oJ ^enio de pólvora, ha llegado lie- ' ra una carta en la que le echaba en cara su
Periódico semanal.
perfidia, j deselle entooces habrá Y. notado que
casi 008 hablamos.
—Si. lo habla notado; pero crei que estaba V.
resentido porque ella le había desengañado, se-
gún me dijo.
— Por este tiempo aun seguia V. mala y yo
DO dejé de seguir yendo todos los dias á ver á V.
— ¿Solo por verme á mi?
— Ayl Julia, al verla padecer por mí causa,
al ver la infamia de aquella muger, hice com-
paraciones, y... odié á la una y amé á la otra...
—Julio... ¿qué está V. diciendo?
— La verdad, Julia mia; creí amar un dia á una
muger, ah! me engañé; no amé hasta que Y. me
hizo comprender el verdadero amor.
— ¡Es posible! ¿Julio, Y. amarme á mi?
—Lo duda Y. . Ya lo temía yo; por eso ca-
llaba, y padecía en silencio.
— ¿Y no sabia Y. Julio, esclamóla pobre niña,
tendiéndome la mano, que yo moría de angustia?
— ;Ah! yo me avergozaba de hablarle á Y. de
mi amor después de habeile pintando otro tan
grande, á otra muger...
Julia tenia diez y seis años. A esta edad y
bajo la influencia de una pasión todo se cree,
y... Julia me creyó
— Pero eso es infame, Julio, dije á mi amigo.
—Desde que empecé mi narración te dije que
un desengaño terrible habia viciado mi corazón
Ímis buenos instintos. Yo era bueno, y me han
echo infame; yo era sencillo y me han hecho
astuto y falso, yo era generoso y me han conver-
tido en egoista y malvado. Ah! de todo me ven
garé.
Poco después subimos juntos al comedor, don-
de se hallaba la marquesa con Adolfo y el doc-
tor, refiriéndoles la novedad del casamiento de su
hijo.
—Oh! nunca les perdonaré; decia cuando en-
tramos; él me ha puesto en un terrible compro-
miso, tenia empeñada su palabra con la hija del
Duque de'" y esto vá á ser motivo de romper
COD una familia á quien debió mi esposo en vi-
da mil favores, y con quien nos ligaba la mas
estrecha amistad. ¿Y ella? No, no quiero siquiera
nombrarla. ¡Ingrata!
— Con que se casó Laura, señora^ dije sentán-
dome ala mesa y fingiendo jovialidad; vaya que
Jos niños son ejecutivos como un consejo de guer-
ra, hoy lo piensa y mañana lo ponen por obra.
Yolviose Adolfo hacia mi, y se quedó con la
boca abierta, admirándose de mi es^raña alegría.
— Francamente... no comprendo; murmuró á
mi oído.
— Ahora lo comprenderás.
Señora^ dije á la marquesa, ya tiene Y. un
hijo casado; ahora falta la hermosa Julia.
—/En eso piensa la pobrecita/
¿Y si se engañara Y; si Julia amara á un hom-
bre que la ama^ también mas que á su vida?
— Julia... ama... ¿á quién?
La pobre joven, que estaba á su lado, se arro-
jó á su cuello llorando.
— Ah.' madre mia, le amo á él.
Entre lanto yo le decia al oído al doctor:
— Apóyeme Y. doctor, esta es la ocasión de
salvar á Julia.
—Señora, dijo el doctor, levantándose, en efec-
to estos dos niños se aman, y sí cumple Y. sus
deseos, no hará mas que su deber.
—Mi deber... espliquese Y. doctor.
(Se coBÜnaari.)
LA ORACIÓN DE JESÚS
I.
Es el decimocuarto dia de la luna del mes de
Nisan.
El sol dorando las cumbres de las montañas
de Judea, va á ocultarse en su palacio de occi-
dente, llevando tras de si los rojos celages de la
tarde, como un rey vestido de purpura que segui-
do de su lujosa corte acaba de recorrer sus vas-
tos dominios.
Las altas cúpulas del palacio de Salomón r el
elevado pináculo del templo erigido sobre el Mo-
ría, parecidos á los gigantes que dibuja la fan-
tasía en las regiones de las nubes, señalan con-
fusamente al viajero el lugar donde se sienta la
reina de las naciones.
Un ruido confuso^ semejante al que forma un
enjambre de abejas, ó el ramage ae un bosque
agitado por el viento denota el gentío inmenso
que se remueve en su seno.
Es la celebración de la Pascua en la fiesta del
cordero.
II.
En medio de este grandioso espectáculo, un
hombre en cuyo rostro están marcadas la magos-
tad y la dulzura y cuya frente brilla con una au-
reola divina, atraviesa el torrente Cedrón con
paso precipitado, y con firme y segura planta.
En. su andar ligero que apenas toca á la tier-
ra se asemeja al corzo que al divisar desdo la
cumbre de un cerro las cabanas de los pastores,
corre á ocultarse en las soledades del desierto.
Las brisas de la tarde agitando levemente su
morada túnica dibujan graciosos pliegues , y des-
cubren el desnudo pié que pisa sobre unas san-
dalias, cuyas cintas se cruzan del uno al otro
lado.
Lope de Vega,
Sus dorados cabellos parecidos á los renue-
vos de las palmas, flotan á merced del yiento
rodeando su torneado cuello como la yedra se
enlaza al olmo que le sustenta.
Tras de él marchan silenciosos y con la vis-
ta fija en la tierra, hombres de toscos adema-
nes; pero que revelan en sus facciones la can-
didez de sus almas y las rectitud de sus corazo-
des.
A veces alguno dirige una palabra al oido de
su compafiero, y entonces la tristeza se retrata
en sus semblantes y vuelven á inclinar la vista al
suelo, continuando su interrumpida marcha.
III.
¿Quién es ese personage que asi camina acom-
pañado de este séciuito? ¿Es por ventura algún
filósofo que se dirige con susaíscipulo ¿ la Aca-
demia ó al Liceo?
No, DO es solamente un filósofo, no es sola-
mente un sabio, es la sabiduría misma. ¿Sabéis
su origen? ella dice: To salí de la boca del Al-
tísimo primogénita ante toda criatura
Mas para qué ha venido á la tierra la sabi-
duría increada?
Oid á su Profeta que esclama enagenado! Ben-
dito sea el SefiorDios de Israel; porque ha ve-
nido á visitar y hacer la redención de su pueblo!
Para iluminar á los queest^n sentados en las
sombras y tinieblas de la muerte, para dirigir
nuestros pasos por el camino de la paz.
Si, ha venido para ilustrarnos con su sabiduría
y redimirnos con su muerte, porque solo con su
muerte ha decretado hacer la redención de los
humanos.
¿No escuchasteis? dicho lo ha pocos momentos
antes: Sí el grano de trigo cayendo en la tierra
no nutriese, permanecerá solo y no producirá
fruto.
Aun resuenan estas palabras en los oidos de
sus discípulos y esta es la causa de la tristeza
de sus almas; porque saben que es llegado el
momento del triunfo de las tinieblas.
IV.
Entre tanto continúan marchando.
Ta han dejado atrás el valle de los Muertos,
ya han trepado la falda del monte del Olivar,
ya se encuentran en la heredad de Getsemani.
Alli, volviéndose el Redentor á los suyos les
dice: cercana está la hora en que principie á
tener cum[>limiento cuanto está ei>crito por los
Profetas (leí hijo del hombre; mas, vosotros per-
maneced firmes en mi íé, y scHalándcles al logar
qno pisaban: Sentaos aqui mientras hago oración.
Entonces tomando á tres de sus mas queridos
discípulos, aquellos que dias antes habian sido
iesti^os de su gloria en el Tabor, los llevó con-
sigo á un lugar solitario del huerto, diciéndolosen
el camino: ;Triste esta mi alma hasta la muerte!
Y se retiró algunos pasos de ellos añadiendo:
Venid y orad para no caer en tentación.
V.
Han llegado los últimos instantes del crepús-
culo^ esos íntantes en qae los postreros rayos de
la luz solar van ha mezclarse con las tinieblas de
la noche, como los granos de un reló de arena.
Oscura gasa cubre los horizontes, antes tan
claros con la trasparencia de los cíelos.
Negras y elevadas rocas se destacan de en
medio de las sombras entro cuyas quebraduras de-
jan algunos espacios velados en parte por enredi-
da zarza.
El rojo disco de la luna levantándose de re-
pente por entre las pardas nubes» deja escapar al-
Íunos rayos que penetran con dificultad en aque-
as sinuosidades.
En uno de estos recintos formados por las en-
diduras de las rocas, hace postrado en tierra el
Redentor del mundo, y agoviadppor el peso de una
acerba agonía.
Su frente despojada de gloroisa aureola cae
inclinada sobre el pecho, y sus miembros con-
vulsos cubiertos están de un sudor sanguíneo que
corre hasta la tierra.
De tiempo en tiempo se reniega sobre si mis-
mo, como &i huyera de algún rantasma que le per-
sigue, y es que padece el espíritu los horrores
de su pasión^ ó vé caer sobre su cabeza el aso-
lador torrente de los pecados de los hombres.
Profundo silencio reina en aquel lugar, inter-
rumpido tan solo por los ahogados suspiros qoe
exhala su corazón angustiado.
De repente un general estremecimiento se apo-
deró de todo su ser y levantando la voz dirige
al Padre esta plegaria:
Vedme aquí ¡oh padre mió! dispuesto á sacrifi-
carme por la salud del mundo y á cumplir la
promesa que os hice en los tiempos antiguos,
cuando viendo la ingratitud de los humanos,
esclamé: holocaustos y sacrificios por los peca-
dos no te agradaron; mas he aqui que me ofrez-
co á satisfacer tu irritada justicia.
Pero ¡oh padre mío! cuan profundo es el abis-
mo de tu saoíduría! Yo mido su ostensión y veo
en el fondo infinitos medios para justificar al hom-
bre, é infinitos para tu satisfacción.' ¡Aparta por
lo tanto de mi, sí es posible^ ^an amargo cáliz!...
mas, ^nó.... no se cumpla mi vo! tintad sino la
tuya/....
T levantándose resueltamente de la oración,
repetía: no se cumpla mí voluntad sino la tuya/...
Emilio BossO'
Periódico semanaL
Orgullo, Humildad, Religión.
n
I.
En las puertas del mando
se encuentra hablando
una preciosa niña
con un anciano^
cuyos vestidos
aunque harapos, denotan
que fueron ricos.
Ella, por el contrario,
modesta y pobre,
el brillo de las galas
no lo conoce...
que su alma bella
es pura, como el ángel
de la pureza.
Y cerca de este grupo,
arrodillada,
murmurando en silencio
una plegaria,
atenta escucha
una matrona, imagen
de la ternura.
-No entrarás, en el mundo
yo solo impero,
el anciano la dice
con duro. ceño-,
y ella temblando
contesta humildemente
al duro anciano:
-Déjeme, viejecito,
pasar tranquila,
porque está muy distante
la patria mia,
y hasta mi patria
dejo, por ver cumplidas
mis esperanzas.
Por compasión, dejadme
el paso franco,
porque un poder divino
guia mi paso*,
y al mundo vengo
para ver si ese mundo
se vuelve bueno!
—Niña, que con cariño
del mundo hablas
y por el mundo vienes
desde tu patria,
¿quien te conoce?
¿cuales son tus ideas?
¿cual es tu nombre?
— Me conocen muy pocos...
y desde lejos;
mis ideas brotaron
allá en el cielo*,
y en su clemencia,
Humildad es el nombre
que Dios me diera.
—Humildad!., grita el viejo
dando un rugido,
no entrarás, porque siempre
fui tu enemigo.
— Gran Dios, que escucho!
Enemigos tan niña!...
— Soy el Orgullo.
IV,
La que se hallaba cerca,
noble matrona,
al mirar que temblando
la Humildad llora,
corre á sus brazos
y al Orgullo le dice...
— Escucha anciano:
De Religión te hallas
en la presencia.
Esa niña, del cielo
bajó á la tierra.
Dios lo dispuso.
Tu reinado concluye.
Empieza el suyo.
Abandona este mundo
que te abandona.
Y hoy que por siempre mueres
en su memoria,
juntas haremos
del mundo que has viciado
un mundo bueno.
Lope de Vega, periódico semanal.
MISCELÁNEA.
^tf^tf<h^^^^^H^^^N«^tf^^^«M
¿En qué años hablan menos las mugeres?
— Én los comunes, porque tienen un dia me-
nos que los bisiestos.
Un amigo mió ha hecho la observación de
que saludamos de mejor gana á un conocido
que va en coche, que á un amigo que va á
pié. ¿De qué dependerá esta pequeña mise-
ria humana?
El barro de las calles produce efectos sin-
gulares (decia un hombre muy agudo) por-
que ensucia los pantalones blancos con man-
chas negras, y las botas negras con manchas
blancas.
El amor, dice un filósofo de la Puerta del
Sol, es como la luna; cuando no crece, por
precisión mengua.
— Diga osté, señor curro: ¿quiere osté que
vayamos juntos a los toros? Dicen que son
de logueno que ha salió de mi tierra, tocayo.
— Iremos en buen hora, Sr. D. Casimiro;
pero, ¿por qué me llama Y. tocayo? preguntó t
el otro, levantándose las gafas para mirar á
su interlocutor.
— Porque como yo me llamo Casi-miro y
usté c(m no pe, discurro yo que semos por
fuerza casi-tocayos.
¿Qué es lo que se deja quemar por guar~
dar un secreto? — El lacre.
Epigramas.
Escribe Inés mucha
poesía bucólica,
se llama en su casa
vaquera y pastora.
Y dice su esposo
don Juan Finojosa,
que de puro tonto
no cabe en la ropa:
Inés ¿quien creyera
mirándote hermosa
que fueras Vaauera
de la Finojosar
Pablo Cantó.
Conmovido del sermón
Que un vicario predicaba,
Todo el concurso lloraba
Menos el torpe Simón.
— Y ¿por qué no llora usté
(Le preguntó doña Eustóquia)
Como los otros? — Porque
Yo no soy de esta parroquia.
Charada.
Para acertar mi charada,
es preciso el conjugar
aunque te sea pesado
un verbo acabado en ar.
Mi primera y mi tercera,
lo digo de positivo,
es la primera persona
del presente indicativo.
Mi primera y mi segunda
como verás fácilmente,
es la tercera persona
de dicho tiempo presente. •
Con mi prima, dos y tercia
sale claro el participio
siempre del mismo verbo
que yá te dije al principio.
Primera, segunda y cuarta,
si cualquiera reflexiona,
del futuro indicativo
forma la primer persona.
El todo de mi charada
en toda empresa fecunda
ha sido siempre en España
la reina Isabel segunda.
TB O.
Solocion á la Charada del Domero anteriori
Una charada muy propia
del tiempo que atravesamos
es la que vino el domingo,
pues significa PE-LA-DO.
La Vecina.
DIRECTOR Y EDITOR RESPONSABLE,
Ingenia de Casilari. — Comedias 11.
Alio I.
DOMINGO 30 DE AGOSTO DE 1863.
NÚJU. 22.
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SEMANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
OIE2NraiA.S.
Rápida ojeada sobre el reinado de
D. Juan II y su privado el Con-
destable D. Alvaro de Luna.
Al principio de nuestro articulo tercero tuvi-
mos intención de presentar á nuestros lectores los
retratos de Ü. Juan el II» el de su esposa do-
ña Isabel de Portugal y eldeD. Alvaro; trazamos
el del primero, mas se enredó nuestra pluma
con la literatura de esta época, y tuvimos pre-
cisión de dejar para el presente la descripción
de los dos últimos.
Asi, pues, damos principio.
Era D.* Isabel una reina de irreprochable vir-
tud, de alma noble y valiente, de magnánimo
corazón y con la cual no servia la dulacion ni
los amaños del favorito.
Declaróse enemiga del Condestable desde el
instante quo comprendió con esa perspicacia que
solo las mugeres poseen <[ue I). Alvaro solo ten-
día á dominar la voluntad del monarca, desvián-
dolc de ella.
Soberbia y altiva le avergonzaban las tutelas,
amaba al rey y era amada de éste; pero como
dejamos dicho en uno de nuestros artículos anterio-
res, D. Alvaro se ponia de por medio é impedia que
se acercase el monarca á su esposa, temiendo que
ésta, valiéndose del amor del rey se sobrepu-
siera á el Condestable y derocara su valimiento;
esto la hacia luchar con toda lafueza de su ener-
gía, y «trabajaba por desacreditar al privado^ y
compraba á los parciales de éste; mas de una
vez vendió sus joyas para alentar la guerra ci-
vil con la intención de que creciendo ésta, aho-
Eara la privanza de D. Alvaro; cuando la re-
eldia era sofocada en un castillo, ella la levanta-
ba por otros puntos de Castilla; era pues, un fue-
go que el Condestable apagaba por un lado mien-
tras se prendia por otros, merced á los esfuer-
zos de la Reina ayudada de la envidia de la no-
bleza hacia el favorito; pero éste era un hom-
bre de hierro^ se encendia un motin y de un soplo
lo apagaba; se rebelaba una ciudad y la doma-
ban sus escuadrones; se alzaba contra su padre
el príncipe D. Enriqoe y antes que tomasen mas
fuerzas, y sin saber cómo, los nobles que le se-
guían eran arrojados en el fondo de un castillo
y poco después aparecían sus cabezas separadas
de los troncos, para dar una lección álos enemi-
gos del trono que hacia enemigos suyos.
Disolvíase la liga, y la Reina lograba apo-
derarse del ánimo del Rey, pero el Condestable^
siempre en la brecha, separaba á D. Joan para
llevarlo al cerco de una villa ó á unas cortes
convocadas con tan liviano protesto como las de
Madrigal y Olmedo; si el brazo popular de las
cortes unido á la Reine se alzaba contra él, apa-
recía una real cédula disolviéndolas, y los di-
putados enemigos iban á parar á un calabozo.
Esta era la lucha sostenida de potencia á potencia:
el Condestable quería tener bajo su planta á la Rei-
na, ella por su, parte, demasiado noble, dema-
siado honrada y altiva, con esa altivez que dá
la dignidad ultrajada, no podía doblegarse ante
un favorito, que según ella^ solo quena chupar
la sansre del pueblo por todos los medios.
Muchos surcídores de cuentos, pues no otra co-
sa pueden llamarse, los que desvirtuando la his-
toria para dar interés á sus novelas, hacen apa-
recer de diversa manera ¿ como han sido, á per-
sonajes que pertenecen al pasado, han calumnia-
de infamemente á esta noble princesa, que no fué
otra cosa que una mártir de la nulidad de su
esposo durante su vida, y una desgraciada vícti-
ma cuando viuda, de los perversos instintos de
Enrique IV.
Esta Reina, luchando con la nobleza y el cle-
ro, buscando recursos que anteponer mayores que
lo permitían sus fuerza^, sostenía su dignidad de
Reina, con una energía y una voluntad superio-
res á tods elogio. ,
Abandonada en Madrigal por el innoble En-
rique IV, entre el frío y el hambre, educó á sus
hijos D. Alonso y D.* IsabcL haciendo de ellos
dos ilustres y grandes príncipes: el primero con-
cluyó su reinado de un día, muriendo á manos de
un tósigo: la segunda fué la gran figura del trono
espailol, la gran Keina á quien se debe la unidad
de nuestro uueblo, la valiente, sabia y grande
Isabel la Católica^ la que dio á nuestro país
su independencia, sus posesiones del nuevo mun-
do y el gran principio de su civilización.
Una razón que encierra una fuerza de lógica
incontestable vamos á poner frente a frente de
las calumnias arrojadas para manchar lo memo-
ria de D.* Isabel de Portugal.
Aparte del espíritu que todo ser reciba <L^
Lope de Vega,
Dios, ésto se forma para la sociedad por medio ros de oro é de piala cobiertos de sotiles esmaU
de h educicioo.
Las madres din el ejemplo á sus hijas, y una
mnger sin pudor, sin honor, en una palabra, una
prostituta no puede dejar nunca tras si una vir-
tud, una dignidad y una honradez tan limpia, Un
fura, tan resplandeciente como la que dejó D.'
sabel de Portugal en esa que admiraron ios pa-
sados, admiran los presentes, v admirarán los
tes é labores. Aquel dia fué servido el Rey allí
con un.i copa de oro que tenia en la sobre ca-
pa muchas piedras de gran valia é de esmera-
da perficiou »
Esto hería á ía nobleza en lo mas vivo de su
orp;ullo^ envanecida con sus antiguos blazooes.
süberbi.1 con los timbres heredados do sus abue-
los, no podían ver sin enojo ni envidia^ á hd
venidero?, en su hija la incomparable D.' Isa- ! page convertirse en Conde de Sanlisteban y ele-
bel la Católica, primera do este nombre. i vado á gran Condestable de Castilla. k\ prin-
Dejamos trazado á grandes rasgos el retrato , cipio, esta misma noblez.), creyendo medrar asa
de D/ Isabel, y nos disponemos á preseetar ¡sombra, le aduló hasta la degradación, mas vien-
el de D. Alvaro de Luna. jdo no alcanzaba su deseo, rebelóse y se decla-
En lo mas guardado y recóndito del corazón ró su enemiga,
humano hay un lugar que no se revela sino en ' La nobleza castellana subyugada hábilmenle
ciertas ocasiones, cuando se presentan impresio-
ues que le conmueven, ó cuando nuestra ima-
por el rey San Fernando, favorecida indiscreta-
mente por su hijo D. Alfonso el Sibio, tratada
ginucion deslaca uno de los rayos de luz que por D. Pedro impunemente, alagada por Borí-
posee sobre un fondo oscuro, al final del cual que II y después contenida enérgicamente por
\ó el porvenir de la criatura. Enrique III y el regente D. Fernando, aprove-
El Condestable era agorero, creía eo la fa- ; chó la primera ocasión en que se le presentó
talidad pronunciada por uno de los nigrománticos un rey débil y cobarde, y se desbordó, traspa-
de aqucll s tiempos, une de éstos lehaüia predicho ' spndo los límHes mas respetables. Un siglo hacia
Que moriria en cadalso, reGriéndose al pueblo que ! ya que en Aragón se habia decidido la locha
lleva este nombre; mas él enmedio de las revuel- I entre el trono y la aristocracia en favor delprí-
tas políticas que continuamente peturbaban su es- I mero, merced á un arranque de energía de D.
pirilu pensaba en esto, y veia ante sus ojos un j Pedro el del Puñal, y todavía continuaba en Cas-
patíbulo, y en sus oídos zumbaba á menudo la tilla sufriendo visicitudes, hasta que se diese la
palabra fatil Morte morieris. ¡gran batalla entre ambos poderes, y uno ú otro
Tenia el Condestable una sed insaciable de quedase dueño del campo,
poseeilo todo, nacesit'iba ser grande, para hacer í La nobleza de Aragón se aferró al grande ia-
olviiiar que habia nacido de madre plebeya aun- flujo de los pueblos; las cortes, la de Castilla la
3ue de noble padre, y lo consiguió rodtándose abandonó y lanzóse á decidir la contienda en el
e una corte y un egército, apareciendo desde campo de batalla. Las ciudades, ha dicho Lafuen-
luego como el verdadero poder, el hacedor y te, pedían por escrito y los nobles exigían guer-
desfacedor de todo cuanto so hacia y deshacía reando; replegiibanse los ante monarcas vigorosos
'^n l\ corle; los nobles nunca se hubieran nres- y se sobreponían á los débiles. D. Juan el II lo era
ttdo á admitirlo en bu seno unos por orgullo y en demasía y de aquí el gran rompimiento, te-
otros por envidia, si no hubiese sabido sobrepo- : niendo además por protesto la privanza del de
ner.^e y hacerse temible; alzó un número con- Luna
siderablede lanzas, ginetes y peones; á sus her- j Sí D. Alvaro no hubiese tenido todos los vi-
man.s bastardos, á sus parientes y á sus ser- cios de un pi-ivado, hubiera sido el hombre mas
vidores los hizo nobles y empleólos en el alca- ' apropósito para gobernar Cislilla; pues poreo-
zar real para que h sirvieseu de espías; su pala- tonces ni mucho después hubo uno que faeseca-
cio era espléndido, su servidumbre nu-nerosísi- paz de encargarse del gobierno. /
ma y sus salones suntuosos: la crónica de este Tenia, seguu un autor ciMiocido, la lealtad do
privado, nos dice que cuando recibió al Rey en la soberbia, un desprecio ostensible para el rey,
su villa de Escalona, le h»zo un hospedaje co- y un gran talento para crecer,
mo lo pudiera haber hecho el mas grande n.o i Lo cierto es que D. Alvaro era uoa gran 6-
narca de la tierra Así que obsequio con una eos- gura en el reinado que vamos trazando; pero no
tosa montería á toda la comitiva real y «cuando una fígura odiosa, nada de eso, Castilla no foé
entraron dentro en la casa, falbrdnla muy guar- vencida porque su mano la defendía, para todo
oída do oro .... Los aparadores do estaban las ba- esto necesitaba oro porque ese ha sido siempre
::íilas estaban á la otra parte de la sala en los el único motor que no ha necesitado cebo para
quales avia muchas gradas cobiertas de diversas moverse El Condestable no era ni codicioso ni
piezas de oro é de (data: é donde avia muchas sórdido, porque el codicioso no dá á nadie y el
copas de oro con muchas piedras preciosas, é sórdido se alimenta con recoger y ni consigo mis-
^fanács p)a%(ís, é confiteros, é barriles, é canta- mo se atreve á gastar. No podía tachársele de
Periódico semanal.
nao oi dft orgulloso, si lo hubiese siJs no hu-
biera tenido Di valor, ni sufícienLe firmeza de ca
racter pira haber llegado i ser loque íué, pero
tuvo valor y entereza para afrontar con la res-
pooaabilidad de todos sus actos: él puede decir-
se que arrancó la corona de las sienes del mo-
narca, y dijo i h reina, á la nobleza, á Cas-
tilla toda ¡ante mi, de rodillas.' y A la esposa le
dio el esposo cuando quiso, y á la nobleza le
dio aleuD fueio cuando lo tuvo por convenien-
te y al pueblo lo rigió i su gusto. I
D. Alvaro fué el nombre mas político mas as-
tuto y mas disimulado do su época, ocultaba '
bajo una fría penetración sus intenctunes, y adi-
vinaba las de sus enemigos con una certeza ad-
mirable; infitigablo y entendido en los negocios de
estado, audaiy perseverante en la egecucion desús
proyectos, era al mismo tiempo uji brioso ca-
pitán y un esforzado paladina quien nadie aven-
tajaba ni en serenidad en los grandes peligros:
ni en valorea lo mas arriesgado del combate,
asi lo demostró palp;ibleraeiile en Trujillo y
en Medina del Campo, en Sierra Elvira y en
Atien/a, en Olmedo v en Burgos; fué fiel ji su
rey cuando le libertó en Tala vera y subió al cadal-
so sin haber nunca conspirado contra él.
Durante la grave enfermedad que aquejó á su
hijo D. Juan que le tuvo separado de los ne-
gocios, se conspiró en contra suya de un modo
escandaluso; cuando volvió á la corle do . nue-
vo, se encontró que la situación iba pasando á
EOS enemigos y de una rápida ojeada compren-
diólo todo; vio en derredor de! trono á los Be-
Davenles, Albas y Quiñones, los Carrillos, ios Gi-
rones, los Silvas, Iu9 Ucndozas, los Pachecos
Íloj Almirantes; pero no se desconcertó, se so-
repuso y procuró dominar la tormenta. Acusá-
ronle de discordias v disturbios del reino los in-
botps de Aragón y ios grandes de Castilla, y al
fio lograron que saliese 'desterrado de la corte.
¿¥ que sucedió?
Que con la au<>encta deéste se desbordaron los
desórdenes, los bandos, los crímenes, los escán-
dalos, y una anarquía pjrecia querer ahogar el
reino, tanto, que los mismos que hablan rons-
K irado para que se le desterrare, unidos ai pue-
lo, pediao al monarca la rebabiliticion del de
-Lana
La corte sin la presencia de D Alvaro ha-
bía parecido nn desierto, y al volver él, ton^ó
nueva vida, se restableció el orden en todas las
clases y volvii) á march^T el pais; era sin dis-
puta un planeta que eclipsaba no solo h los as-
tros que redeaban al trono, sino al trono mis-
mo.
¿Por (¡ué, pues, se cütraila que un hombre
que poseia los dotes de D. Alvaro; licitara á do-
minar á un hombre tan débil v pusillinime co-
.— I>. Juan 117
Nada de estraüo es que lo hiciese SeDór da
Ayllon, Ccnde de Santisleban, gran Condesta-
ble de Castilla, gran maestre de Santiago, dneBo
de cuantas villas y lugares quiso, érbitro y dis-
tribuidor de cuantos cargos, dignidades y em-
pleos se repartían.
Imparcíal narrador no podemos menos de con-
ktnT, que a sus grandes prendas personales y
políticas, unia, como dejamos dicho, todos los de-
fectos y todos los vicios do un privado.
Con el articulo V y último, linalizaremos es-
ta colección y espondremus en qus estado se ha-
llaban tas comuuidades religiosas, el como de la
muerte de D. Alvaro v el final del reinado ds
b. Juan 11,
/.
— MAlací.—
UN SUSPIRO
A LA MEMORIA DE MI MADRE.
Sonoras recreaoioDes de los vientos:
Getnidos melancólicos del iiura:
Arpegios del Bulbúi; canlos del Cisne:
FosforesceDcias de la mar fantásticas:
Pavoroso contorno de una nube:
Metálico crujir de la hojarasca:
Flores que la tristura simbolizan:
Siniestro fulgurar de hirvienle ñafiar
Ecos iodcfiníbles de la nccbe:
Suspiros de dolor; de pena ráfagas...
Prestadme inspiración que corresponda
Al pesar que la voz en mi garganta
En sollozo resuelve entrecortado,
Y hace viertan mis ojos tristes lágrimas!
La Musa del Dolor oye mi acento
Y lleca junto á mí; plega sus alas
Y solicita luego me interroga:
— Lloras desdenes de la suerte ingrata?
\ Quizá una decepción triste lamentas?
— Quien nada aspira decepción no alcanza.
i — Es acaso uti estigma que le abruma?
i El recuerdo tal vez de alguna falta?
■No: que cual yo la frente alguno eleva.
Ninguno mas allá consigue alzarla.
Es que lloro la muerte de una madre...
De una madre, gran Dios! no son palabras
Las que expresan mi pena dignamente:
Ni en el lenguage que los hombres hablan
Se combinan hipérnolcs que logren
Siquier pálidamente retratarla.
Esa pena Vt;ií(w:%\iV& «a.wi\\««.
Lope do Vega,
Que de mi pecho sin cesar se exhalan:
La refleja el aliar que en él la elevo.
Ofrenda de rai amor, casi idolálrica.
Era tan cariñosa!... con qué ahinco
En sus hijos fijaba la mirada
En los momentos, que al calor de vida
£1 hielo de la muerte reemplazaba;
En que quizá sus velos descorriera
El porvenir ante su vista avara.
Mostrándola el destino do sus hijos.
Pedazos caros de su tierna entraña!
Era tan buena!... sin mentir virtudes
Con cuánto afán se dedico á su práctica!
Murió: volóse al cielo; que la tierra
No era para albergarla digna patria...
Al cielo que su Fé la predecía,
Bella realización de su Esperanza-
do puedo proseguir... Musa del llanto:
Receje mis suspiros en tus alas,
Y al cielo los trasporta; y los depone
A manera de férvida plegaria.
Como nube de incienso que la ofrezco,
A los pies de una Madre idolatrada,
Cuyo recuerdo llevo en la memoria.
Cuya memoria se grabó en mi alma.
Yiizuf-ebn-Sérab.
LA FLOR Y EL TALLO.
APÓLOGO.
En las aguas del arroyo
una flor que se miraba^
su débil tallo doblaba
con el peso de su apoyo.
Como del agua el reflejo
linda imagen producía,
siempre la bella quería
estar mirando al espejo.
Mas, quejoso el tallo leve
de un esfuerzo tan contíno,
lamentando su destino
esto á decirle se atreve:
Mirad, la flor mí señora,
que ya el cansancio me abruma
y he de quebrantarme en suma
si m% emplea en toda hora.
No de tal modo me tuerza
que me quiebre por el medio,
sí precisa mi remedio
no abuse así de mi fuerza.
La flor por esto ofendida
la audacia del tallo yenga,
haciendo que la sostenga
así por toda su vida.
Callóse el triste vasallo,
mas ya su fuerza agotada
rindióse y murió ahogada
la flor que abusó del tallo.
Y se diz que en su agonía
en vista ya de la muerte
poniendo ejemplo en su suerte
este consejo decía:
((Aquel que dominio ejerza
no abuse jamás del mando,
pues todo lo pierde cuando
abusa asi de la fuerza.
Ildefonso Enrique Ollero.
U DAN i DEL MEDALLÓN,
KOVELA OBIGINAIi,
POR EMILIO DE LA CERDA.
CONTINUACIÓN.
— Es muy sencillo; Julia amaba á este caba-
llero, 8¡D que 6l sospechara su amor, y él... i \»
que parece la amaba del mismo modo. Los hoB*
ores solemos tomar con mas calma estos asan-
tos; pero las jóvenes soo tan vehementes... V.
habrá sido joven, y mejor que nadie podrá ¡vaps
de ello. Es el caso, que la enfermedad que m-
oaba la existencia de su hija de Y. oo tenia mai
causa que nua pasión profunda, y reprimida por
el pudor. So han hablado, se lo han cenfesado
todo; cómo, no sé; pero lo cierto es qui asi
debe haber pasado. ¿No es verdad Jalio?
—Si, en efecto,., una casualidaJ... losúltíooi
aconlecimieotos...
— Pues en resumen, sefiora marquesa, Y. so-
la, puede dar lar vida á su hija...
—Ah! si de eso depende su salud, me prei-
to gustosa á cuanto de mi se exija. Ojalá habió-
sen sido tan de mi agrado los amores de mi hijo.
Gracias, sefiora, mil gracias; me hace Y. Mil
con esa concesión, esclamé^ mientras Julia abra-
Periódico semanal.
zaba ^ besaba á su madre, llorando de alegría. |Se por segura la noticia de que España empren-
día una guerra con Marruecos. Tocóme buen es-
pañol meentusiasmé, j formé el proyecto de mar-
char á África en calidad de |voluntario. Escribí
mi resolueion á Julia, y aunque me contestó rogán-
dome encarecidamente que abandonara mi inten-
to, no hice caso; pero le escribí prometiéndole
no esponer mi vida, que solo era su^a; que iba
únicamente como uno de tantos artistas, y que
su recuerdo me haría no cometer imprudencias.
Desde luego me embarqué para Sevilla el día
17 de Noviembre, y cuando el ^19 pasamos
frente h Tarifa, pudimos percibir el eco del pri-
mer combate con que inauguraba el ejército aque-
lla memorable campaña.
Llegué á Sevilla, y logré agregarme como
roluntario al cuerpo á que pertenecía Adol-
fo Sandoval.
Nos embarcamos para Marruecos el día 30
de Noviembre, y al llegar á Ceuta, recibimos
orden de marchar hacía los reductos de Sierra
Bullones.
Ta sabes la historia de esta guerra, en la
que apenas hubo día sin combate, ni combate
8¡n victoria.
Adolfo y yo, estábamos ilesos, después de
cien reñidas acciones; bien pronto la muerte nos
debía separar, y esta llegó para mí amigo, el día
i de Febrero frente á Tetuan^ y cuando casi to-
cábamos de cerca la reaUzacion de tantas ilu-
siones, y el término de tantas penalidades,
Fué aquel un día terrible, sí bien de impe-
recedera memoria para los bravos españoles que
presenciaron aquel glorioso triunfo.
Empezó el asalto á los campamentos marro-
quíes. La metralla hacía estragos en los enemi-
gos, que por su parte no se descuidaban. El sue-
lo estaba cubierto de muertos y de heridos, y
por todas partes parecía agitar la muerte sus fú-
nebres alas sobre el ejército.
Yo siempre cerca de Adolfo, que con una se-
renidad asombrosa m.indaba su balería^ hacia un
fuego desesperado; y el tronar de los cañones,
el estrépito marcial de las músicas, el olor de la
pólvora, el entusiasmo natural del español, en fin,
me hacia delirar, y entonces ni vela la muerte
3ue se cernía sobre mi cabeza, ni me acordaba
e mis pesares; solo pensaba en mi patria, repre-
sentada allí por aquel ejército de leones^ aue
sin cejar un paso, estrechaba sus filas al reae-
dor del campamento moro^ como una monstruo-
sa serpiente de fuego.
Se nos manda avanzar; atravesamos las la-
gunas al escape, y cuando ya libres de aque-
llos funestos pantanos, pisábamos el terreno fir-
me, suena una horrible descarga que diezma hom-
bies Y caballos. Pasado el piimer momento de
confusión miro en derredor mío y veo al ^q-
bre Adolfo tendido e.vi Vx^wk, ^ iw^ ^^shv^xíw^
—Pues señor, dijo Adolfo, que hasta entonces
había estado callado, aqui todos son ya felices
¿Yo que haré? ¿me volveré á Sevilla á buscar
á mí fea pintora? ¿me casaré, ó permaneceré en
mi astado honesto?
Todos nos hechamos á reír; yo le dije:
—Hombre^ si, cásate, verás como eres feliz.
— Si^ tan feliz como va á ser la pobre Julia,
me dijo al oído.
—¿Por qué dices eso?
— Porque lo que haces no es por convicción
sino por tomar represalias.
— No, no, te aseguro que ya no amo á Laura.
—Si es asi, bueno; pero sí algún día tropie-
zas con ella en tu camino, huyele Adolfo, huye-
le, porque sé lo que ha de suceder.
—Y yo te digo lo mismo, dije á Julio.
— Ah! áti te lo puedo decir. Se cumplirá mi
venganza. ¿No sabes que aquellos sucesos están
tan presentes en mi memoria como sí tuvieran
hoy lugar?
— ;Pero qué es lo que intentas?
—Nada sé, nada proyecto, per* sí se presen-
ta ocasión ¡ay de ella!
Después de un corto intervalo de silencio con-
tinuó Julio:
Ya has oído la relación de mis amores^ aho-
ra oirás aunque muy por encima, ia historia de
mi improvisada fortuna;- y cuando te dije que la
debía á mi buena suerte, me equivoqué; mas bien
debí decir á una desgraciada casualidad.
Como aun estaba Julia delicada, se aplazó
nuestro casamiento para mas adelante. Poco á po-
co empezó á dar esperanzas de restablecimiento.
La reacción que obró en ella mí declaración, y
los sucesos que la siguieron, habían salvado su
vida. Sus megillas, antes tan pálidas, empezaron
á colorearse, y desapareció aquella sombra de
tristeza que antes cubría su semblante, recobran
do al fin su habitual alegría. A principios de Se-
tiembre, como ya habia pasado el rigor del ve-
rano, se pensó en volver á Madrid. Yo quise
acompañarlas; pero me lo impidió una carta de
mi padre, en la que me llamaba ásu lado, á cau-
sa de hallarse gravemente enfermo en Marsella.
Adolfo volvió a Sevilla; la marquesa y sus hi-
jas marcharon á Madrid, y yo me embarqué
para Marsella, donde encontré á mi padre bas-
tante enfermo, estando á punto de sucumbir. Dos
meses duró esta enfermedad, y cuando ya estuvo
en estado de poder fijarse en algo, le participé
mi proyectado casamiento, lo que no le desa-
gradó; pero sin hablarle una palabra de mis amo-
res con Laura.
Ta á principios de Noviembre empezó á dar-
Lope de Vega,
riN DE LA PROfERA PARTÍ.
(Se etmliAiuri.)
Corrí hacia él; creí que estaba muerto; pero al cida lejos de su patria. Quise eotonces coo«oer
desabrocharle el uDiforme para reconocer sus he- si es posible, que un hombre de las ideas qu»
rid^s, seoti palpitar su corazón. Entonces llamé abrigaba Julio, cuando le vf por última vez, po-
á unos conductores de camillas, v. colocándole día ser feliz Tomé noticias fidedignas, y como
en una de ellas, volvimos á pasar las lagunas, y hoy los principales actores de este drama, é no
al Cn de muchos obstáculos, llegamos á nuestro existen, ó están en parte donde jamás penetra el
campamento. j ruido del mundo, me he atrevido á continuar la
la puesto en manos de los físicos, y ha- historia de Julio, siempre bajo nombres supuestos,
biendo estos reconocido sus heridas, pregunté é introduciendo de mi propia cosecha algunas es-
á uno de ellos: cenas novelescas. En esta segunda parte podrá
—¿Son de gravedad, doctor? ¡ convencerse el lector, como yo me he conven-
— rTo tiene una horade vida, me contentó: las cido, de que á despecho de' los que niegan la
balas han penetrado en la cavidad, y no tar- yirtud sobre la tierra, ésta existe alli donde tal
dará en producirse un derrame interior que le vez creemos encontrar tan solo fango y corrop-
matará instantáneamente. ! c'on; y que no es la desmedida ambición (que por
Poco después, abrió Adolfo los ojos, y vién- desgracia va apoderándose cada día mas de loi
dome á so lado, me tendió la mano y me dijo ánimos de la juventud) la que puede conducir
sonriendo á pesir de su estado: ; á una completa felicidad.
— Adios^ amigo, esto acabó, me voy al otro .. '
mundo...
—No pienses en eso« querido Adolfo^ tus he •
ridas no son graves, y el doctor te curará bi3n...
— Ta, ya, no son graves, y siento que la
respiración se me vá por ellas. . bien sé que es-¡
ta es señal de muerte... No confies, pues, en
un imposible... me siento morir por momentos ..
pero antes, quiero dictarte mi última voluntad...
trae recado de escribir.
Obedecí por no impacientarle, y yo mismo
escribí su testamento en el que me dejaba ñor
único heredero de sus bienes á falta de familia.
Pasemos por alto la relación de sus últimos
momentos que no puedo recordar sin dolor.
Después que espiró, volé otra vez al comba-
te^ y te aseguro que para vengarle hice atro-
cidades; hasta que al fin me llegó la vez, y cai
herido de un balazo én el costado derecho, de
cuyas resultas estuve de mucho peligro en Cádiz,
á donde me llevaron con otros heridos.
Cuando á los dos meses pude ya trasladarme á
Sevilla, emprendí las primeras diligencias para to-[
mar posesión de mi herencia, y una vez arreglado
todo, aquí me tienes bien diferente de como salí
de Málaga; rico, futuro esposo de uua muger
que me adora y á quien sin embargo no amo;
con una cicatriz en el costado y otra mal cer-
rada en el corazón; á U primera le debo una
Cruz de San Fernando; á la otra, riquezas y
posición. Esto es lo que se llama medrar; ¿eh,
querido?
—Si, aunque sea á costa del pellejo y de la
pérdida de todas las ilusiones.
—/Ilusiones! ya ves lo que be adelantado con
las ilusiones; primero mucho Amor y después
Un desengaHo,
No he vuelto á ver á Julio. Después de al-
Sun tiempo y aun preocupado con el recuerdo
e dgriplla eslrafia historia, supe su muerte acae-
Pim... pam... ojense los tiros
de dos diestros cazadores»
y un lijero conejillo
por entre las plantas corre,
y asi que libre se vé
de alcanzar las municiones,
se para, y esclama asi
entre angustias y dolores:
«Conejillo desgraciado,
}Como es que Dios no te acoje
viéndote tan perseguido
por la maldad de los hombres?
Siempre detrás de nosotros!
Ah, pérfidos y traidores!
¿No sentis remordimientos!
¿La conciencia no os corroe?
¿Vuestros corazones duros
la voz del llanto no oyen?
Dame protección. Dios mió,
no permitas que este pobre
muera por dar un placer
á quien tu ley desconoce.»
Asi espresó el conejillo
sus bien fundadas razones,
mas temiendo que vinieran
sus duros perseguidores,
con la prontitud del rayo
á la madriguera corre...
Feriódioo semanal.
4m... pam... de nuevo le tiran
3s airados cazadores,
las nuevamente en el aire
8 esparcen los perdigones,
ue él pidió socorro á Dios,
Dios ¿á quién no socorred
Josi C. Bruna.
TXJ nS^IRADA..
UNA LIMOSNA POR D IOS.
e dos faces tu mirada pura
mas aumentan su mirar altivo,
si en el mundo por ventura vivo
orque forman ellas mi ventura,
ido con luz de tu mirada hiere?
obre corazón enamorado,
ido estoy á tu lado
plácida armenia
slirio y pasión con que me quieres
lecho me confia,
as puro placer de los placeres
irculando por el alma mia.
írreseme un velo
nsueños seductores,
?o el aura que con dulce anhelo
Ide la muger en su amores,
si tu mirada
ilical, serena,
elo elevas de amargura llena,
echando quizás no eres amada,
nces yo quisiera
cual abierto libro
3razon tu corazón leyera,
que el alma con verdad creyera
terna fé que te jurara un dia.
Pahlo Cantó Atienza.
lEDENCION POR AMOB.
I crespón encapotaba el cielo
do por la vivida centella:
ó la mano Dios; rasgóse el veló .
campos de zafir, brilló una estrella.
ntre dudas, y mortal recelo
)lto tuve el corazón; mas EUa
jando mí espíritu del lodo
isefló á no dudar... Hoy creo en todo.
Emilio de la Cerda.
Muy hermoso debe ser
el mirar la creación
desprenderse del ropage
que la noche le vistió;
hermoso aspecto presenta
el nacimiento del sol,
por las aves celebrado
con trino acariciador...
pero es mas hermoso, dar
una limosna por Dios.
Pura es la brisa, que vierte
en las flores que meció
una esencia, que es esencia
de la esencia del amor;
puro es también el imperio
de esta sublime pasión,
vivificante rocío
del árbol del corazón...
pero aun es mas puro, dar
una limosna por Dios.
Dulce es secar de una madre
el llanto desgarrador
que se escapa de su ojos
por el hijo que perdió;
dulce es del padre el aspecto
al darle su bendición,
como es dulce la esperanza
cuando el martirio pasó...
pero aun es mas dulce, dar
una limosna por Dios.
A. Carrion.
MISCELÁNEA.
I
Cierto poUoy tonto como él solo, concurría
con suma asiduidad á la casa de una señori-
ta, cuya madre, temerosa de que la vecin-
dad murmurara, se resolvió^ por fin, á in-
terpelar al joven: — Señor raio, es preciso que
con toda claridad me diga Y. si viene á mi
casa para casarse con mi hija, ó con otro ob-
jeto.— Con otro objeto, contestó candidamen-
te el pollo.
Lope de Vega, periódioo semanal.
Cuando me casé (decia un pobre diablo á
un su amigo) era tanto lo que amaba á mi
muger que, mira, creo que me la hubiera
comido viva...
— ¿Y ahora? le preguntó el otro con toda
sorna.)
— ¿Ahora?... Siento en el alma no .haber-
lo hecho.
Cierto avaro habitaba en Dunkerque (Fran-
cia) una casa muy poco segura. Puesto en la
horrible alternativa de verse robado el me-
jor dia, ó de gastar en la manutención de un
perro de guarda, se decidió a aprender á la-
drar, y lo consiguió en términos de quitar
todo mal pensamiento á los ladrones.
Mas ¡oh dolor! álos quince dias se encuen-
tra con una papeleta que le citaba á pagar
diez francos de contribución por su perro de
guarda!!
¡He visto el diablo! ¡he visto el diablo!
gritaba un hombre asustado y huyendo. —
¡Cómo! ¿habéis visto el diablo?— Si. señor,
en figura de borrico... — ¡Bah! eso es que os
ha hecho miedo vuestra propia sombra.
¿Qué £8 EL BESO?
En la mejilla es bondad^
En los ojos ilusión.
En la frente majestad,
Y entre los labios pasión.
Epigramas.
Después que en mesa redonda
Comió la vieja Cifuentes,
Trajo un mozo de la fonda
Palillos para los dientes.
Pasada mas de una hora.
Dijo el mozo con finura:
jY usted qué aguarda, señora?
— Que traigas la dentadura.
Aunque al espejo se miran
Las mugeres ccn frecuencia.
En el vidrio nunca ven
Que es de vidrio su belleza.
Cantar.
Yo sembré una mirada.
Nació un deseo.
Floreció una esperanza^
Cojl un afecto.
Feliz quien siembra,
Si al fin de sus trabajos
Tiene cosecha!
Charadas.
Prima y segunda se halla
desde luego en toda fuente,
j la prima y la tercera
muestra que la edad nos vence:
mi primera con mi cuarta
de la cocina es un mueble:
mi cuarta con mi tercera
forman el globo terrestre,
y mi todo suena tanto
que asustar al débil puede.
F. B
Blanca como la leche
es mi primera,
no te la arrimes mucho
que mancha y quema.
Letra es segunda
que aunque dos la componen
solo suena una.
Tercera me emborracha
como una sopa,
en bebiendo tan solo
un par de copas:
entonces canto,
y en la nota mas alta
mi todo hago.
SoJacíoD á la Charada del aomero anterior.
Deberá ser FUNDADORA
el todo de la Charada,
del mismo modo que es
vuestra afectísima — Laura.
DUIECTOR T EDITOR RESPONSABLE,
Imprenta de Coii/an.— Comedías 11
AÑO I.
DOMINGO 6 DE SETIEMBRE DE 1863.
NÚM. 23.
«B
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SE!UÜkNAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
Ven^ compañera^ á mí lado-,
Ven, compañera del alma^
Y añade un suspiro tuyo
Al suspiro que te llama^
Ya que^ «aunque marchitas^ somos
Dos hojas en una palma^
Dos latidos en un pecho^
Dos ojos en una lágrima.
Ven, compañera, á mi lado-,
Ven, compañera del alma.
Ya que han de llorar los unos
Lo que otros rien y cantan,
En nuestra inquietud busquemos
De nuestra inquietud la calma.
Como dos aves desnudas
Que anidan en una rama,
Y juntan pico con pico,
Y juntan ala con ala
Y con su frió se abrigan
Y con su queja se amparan.
Ven, compañera, á mi lado.
Ven, compañera del alma
Y deja que el mundo corra
Como los espectros vagan-,
Y deja que ignore el mundo
Lo que mi desden le calla.
Ya que aunque marchitas, somos
Dos hiedras en una palma.
Dos latidos en un pecho.
Dos ojos en una lágrima.
1850.
Roque Barcia.
EL AROMA DE LAS FLORES.
De un jardín por la enramada
solitaria y misteriosa,
asidas las blancas manos,
iban dos niñas hermosas.
alegre y viva la una,
triste y pausada la otra.
Cantando á la niña alegre
vá la niña melancólica
de rejas y serenatas
no sé que reciente historia-,
porque la palabra amor
brotó de su dulce boca.
Sorprendida la inocente,
que es amor, dijo curiosa.
hsto repuso mostrándole
la triste dos blancas rosas
que al blando impulso del céfiro
confundían sus aromas.
Luis de Eguilaz.
IDESOOlSrSTJELO.
De vuestra fé á mi amargura,
medía un abismo, señora:
vos sois feliz entre luces
yo desgraciado entre sombras.
Mirad porqué aun siendo niño
yn la aridez me incomoda
de un pensamiento brotado
en mí intranquila memoria,
allá en la ignorada noche
de mis desventuras todas.
Decís que amor es la vida
de los que en tristes congojas,
placeres miran perdidos
y ven esperanzas rotas-,
entonces, al que en amores
fijó su ilusión y ahora
vé su ilusión inocente
errante, olvidada v sola
^qué le resta ya en el mundo
para calmar su zozobra?...
La soledad de una idea,
la adoración de uu^^^xi^^^*
Lope de Vega,
Nave errante soy condesa
después de tormenta ronca,
que en mares sin horizontes
vuela á merced de las olas:
ni una ambición me fatiga
ni una verdad me incomoda-,
y vive Dios q-ue es muv triste
que apenas luzca la aurora
de mi juventud, camine
por sendas rudas y toscas,
sin las caricias de un ángel
sin el amor de una hermosa.
Por eso, guardad el álbum
donde con galanas formas
vuestras virtudes cantaron
Jos que virtudes pregonan,
guardadlo, no sea que acaso
todo el veneno que brota
del corazón, salga imbécil
para ampararse en sus hojas.
Manuel Bando y Barzo.
Ll DAMA DEL MEDALLÓN,
NOVELA. ORIGINAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
FATALIDAD.
CAPITULO I.
PEINCIPIOS DE VENGANZA.
En el saloa principal del café sui/o de Ma-
drid, so hiilabui reunidos ai rededDr de una me-
sa, en !a t^rde en que dá [iríucipio esta histo-
ria, seis jóvenes.
Por i.i narración de sus aventuras, que cada
cual contibt en medio de lis risas estrepito-
sas de los de.iias, y pjr su modo de hablar ato-
londrado y sin í.iut, so conocía debian Tomar par-
le (le la nata v (lor de lo* calaveri»s madrilei^os
Allí se coaienliha y se raetitia sin tenor deDi>s
ni del pró,í; in ), y el que menos, se creia un
nuevo l'anbia^, acaricinlo jior princesas y du-
qUvísa-í, .m i(j I • v-iis nopi*ías*in de ser en reali lad
ütri os I (] h» \i\¿ i'ia elegante modistilla, de esas
3 te á m Hit ¡o Ui^ paramas 5 contemplar detrás
elescapiralc de una tii'nd i de modas, y que
^JJa^ co BU UnVáú^ elevaban á los mas encum-
brados rangos de la sociedad.
De los seis jóvenes, habia uno que perma-
necía en un obstinado s'lencio, y solo de vez
en cuando entreabría sus labios una ligera son-
risa al escuchar las exageraciones y disputas de
sus compañeros; sonrisa que al punto era reep-
plazada por cierta espresioo melancólica, queseo-
taba perfectamente á su pálido semblante.
Uno de los calaveras, que era casi un niño,
pues apenas sombreaba sus labios el primer bo-
zo de la juventud, y que no obstanto su po-
ca edad, hacia ya gala de hombre gastado, decia
á los olres en tono enfático y coa aire despre*
ciativo
— Sefiores; concedo que se hig^n esas lo-
curas á cierta edad en ((ue todo está permiti-
do porque todo lo disculpa el ¿frdor juvenil; pe-
ro que haya hombres como este pobre León, que
se dt'jen subyugar por una muger, hasta el punto
de estar cosidos á ella, porque ella lo manda
como perritos falderos; que abandonen ásus ami-
gos, que se alimenten de amor en vez de pro-
curarse otro alnuento mas sustancioso en casa
de Lard.^ ó en los anialuce^ en compañía de un par
de buenos bebedore<; es cosa, señores, que do
comprendo. E<ta posición, en que voluntariamen-
te se ha colocado nuestro amigo, es la mas rí-
(iic.ula en que puede hallarse un hombre. En
. fin, vean ustedes que cosa tan díverlída: si por
la tarde nos hallamos reunidos en el Prado, f
vé que su reloj (que continuamente consulta) mar-
ca las siete, sale como alma que lleva el diablo, y
vá ¿á donde? en casa de su duquesa, como él U
llama, ó lo que sea, donde le espera ya una can
ele Cuaresma porque ha llegado un cuarto de
hora después de lo que ella le tiene señalado,
y... bih.' bahl cuandj te acabarás de conven-
cer, (|uerido LeoR, de que el andarse en mi-
mos con las señoras mu^eres^ es criar cuervos
que noÑ saquen los ojos!!!
—Emilio... si no f aeras un chiquillo, contestó
Leon^ te espliciria los motivos que me obligan
á obrar \\A\ pero como tú no sabes lo que es
una pasión, ni lo que esta obliga á hacer...
— Brabo! brabo!... esclamaron todos riendo;
eres qu^^rido León, el único para galán joven
del teatro tle Variedades.
— ¡Pero no sabéis, dijo uno de los jóvenes,
I que León es poeta, y pjeta romántico, y qoe
sülo vive de üusones.'
— PuedPíí burlarte tú. intrépido Federico, &-
jo León No has estado haciendo poco el trova-
<lor con esa señora á la modo, con esa Damidel
Meilai.'on (|ue os trae á todos con la imagiu*
cion trastornada
—Ai menos, senti^nental amigo mlo« el ira-
' tar de conquistar el amor de esa bella ía^
nita, tiene su mérito; al Gn como tu has dieM
' ifiuy bien, es una novedad en Madrid, y por !•
kf
Periódico Bemanal.
mismo que hay machos que aspiran á su amor, res comparar á una muger que parece un ángel
el que se Heve la palma. . bajado ael cielo, con una... Vaya, esoesatros,
—Si, pues ya ves lo que has adelantado. Ni no hay virtud segura con vosotros,
una mirada siquiera; y cuando te has atrevido' Levantóse Federico de su asiento, y se fué
á llegar á su palco en el teatro, has dado de hacia la puerta del café, con inequívocas mués-
narices con el avinagrado rostro de ese feroz la- tras de mal humor.
cayo, que la guarda como un eunuco, el cual' —A propósito de la Traviata, dijo Emilio, me
te ha mvitido muy cortesmeote á retirarte. ha acordado (jue mañana se ejecuta en el Teatro
Esto creo que és algo mas ridículo. ! de Oriente» si quieres ver alli á la Dama del Me-
—.¿Y se podrá saber, dijo el joven que ha- dallon....
bia permanecido callado hasta entonces; se po- ' —Si, es verdad, mañana es jueves y je toca ir
drá saber qaien es esa señora que tanto llama á ese Teatro, dijo otro,
vuestra atención? I — ¿Pues qué, va turnando cada dia en uno?
—Quien es ella, dijo Federico, nadie lo sa-' —Si; los lúoes á Variedades, los] martes á la
be. Unos creen haberla visto en otro tiempo; Zarzuela, los...
pero no recuerdan en que época ni dónde; otros . —Caballeros, gritó Federico desde la puer-
opinan que debe ser alguna aventurera; ó la que- ta; en nombrando al ruin de Roma...
rida de algún príncipe ruso, á quien molesta la —¿Qué hay? jqué hay? dijeron todos levan-
gola, y no puede acompañarla; en fin, todas no tándose y corriendo hacia la puerta,
pasan ae ser hipótesis mas ó menos fundadas; pe- -*Que le Dama viene hacia abajo ensucarrua-
ro lo cierto es, que hace dossemnnas apareció je ¡Y qué tiro de caballos trae! ..
en Madrid, y desde luego hizo furor, tanto por > Todos se agolparon á la entrada,
su hermosura, como por el boito con que se Entretanto, uu hombre vestido con el traje
presenta. Ni se sabe si es soltera^ si casada ó de obrero,, que habia permanecido sentado, y
si viuda; por lo regular va acompañada de una vuelto do espaldar á los jóvenes durante su
vieja, muy ridicula por cierto, y otras veces sin conversación, se levantó también al Jevantarse
ella; pero nunca sola, sino con sus lacayos (por ellos, y fué á colocarse á corta distancia, cu-
que es de advertir que jamás se la vé á pié) de briéndose, parte del rostro con un pañuelo,
los cuales, uno de olios, que es al que León ; Los seis jóvenes se apiñaban unos sobre otros
hace referencia, tiene el aspecto mas endiablado para ver pasar á la Dama, que graciosamente
que te puedes imaginar. reclinada en.su carretela, tirada por magnifícos
—¿Y por qué la llaman La Dama del Meda- caballos negros, atraia las miradas de los tran-
LLON? I seuntes; y debia ser una notabilidad en bermo-
— Ah.' esa es otra originalidad suya Figura- ' su ra, cuando tanto llamaba la atención en una
te, que á despecho de Ta moda, lleva siempre, capital donde abundan las mugeres hermosas,
ya sea en paseo, en los teatros, en todas par- i —¡Q^^ muger, qué muger tan divinal escla-
• tes, un pequeño medallón de oro, esmaltado maban á coro los cinco jóvenes.
Ir guarnecido de brillantes, pendiente del cue- ; —¿Pero, quien es? jdónde está? preguntaba
lo por medio, unas veces de una cadenita de el joven melancólico.
oro, y otras de una sarta de perlas, y á mnne- ; —Esa señora que viene en*la carretela délos
ra de collar. Este medallón misterioso, trae lie- caballos negros. ¿La ves ahora? alli, por en-
009 de curiosidad á hombres y mugeres... frente...
—Hasta tal punto, esclamó uno de los jóve- i — Ah/ Dios mió, es eílaí .. murmuró el joven
nes, que hoy cierta señora á quien obsequio, me conteniendo los latidos do su corazón,
ha puesto por condición para admitirme, el que ; —¿Qué tal?... parece que te ha. impresiona-
averigUe su contenido! . do la Dama á pesar de estar, como dices, tan
— 1 esta es la razón, continuó Federico, por enamorado de tu futura esposa, con quien debes
la aue, ignorándose cómo se llama la incógnita casarte dentro de quince dias; dijo Federico,
beldad, la han bautizado con el novelesco ti- < —No... no... seguramente es una mugermuy
lulo de'LA Dama del Medallón bella, pero...
— ¡Pues! .. dijo otro de los jóvenes que la he- . —¿Pero, qué?
chaba de patriota; somos tan necios en este pais, ; —Que be visto otras mas hermosas.
que no sabemos que hicer por parecemos á los. -Concedo que las habrá; pero loque en ella
extranjeros. Nos faltaba una Dama de las Ca- cautiva mas que todo, es esa especio de miste-
melias, y era indispensable tener una Dama de rio de que tan bien sabe rojjearso y que tanto
algo; ahora falta que la imitación sea completa, prestigio le dá.
y que la tan decantada Dama sea una segunda ; — ¡Misterio bien fácil de romper.' esclamó el
Margarita, una Traviata .. joven, con voz opaca.
—Calla, hombre, calla, csclamó Federico; quie- • —¡Cómo! serias la c»^^^•L ^^ %^'«. ^^^
^"v
Lope de Vega,
una muger á la que parece se traca la tierra
sin que se sepa ni dónde vive, ni de dónde ha
salido, y siempre rodeada de una falange de
criados, mudos co.nD unos postes, y graves como
musulmanes?
—No solamente seria capaz de eso, sino de po-
seer el medallón que tanto pica vuestra curio-
sidad.
—Pero eso solo podrías conseguirlo inspirán-
dole amor y exigiéndole la joya como una prue-
ba de carinó; y es tan difícil!...
—No sé como lo baria; pero si queréis ver-
lo, os prometo que en el término de quince dias
he de conseguir ese medallón el cual habéis de ver
entre los diges de mi reloj.
(Se ooBÜBuará.)
En el álbum de la Srta. D.' P. G.
Si es un libro el corazón
que guarda en sus hojas fiel
para dicha ó aflicción
ya el desengaño cruel
ya la risueña ilusión^
plegué á Dios^ niña adorada^
que en el libro de tu vida
nunca encuentre tu mirada
ni una ilusión marchitada
ni una esperanza perdida.
M.,del Palacio.
Una niña hechicera
lanzó un suspiro.
¿Por quien ayes exhalas?
No í¿, me dijo.
¡Pobre la niña
que amor siente y no sabe
por quien suspira
I
Por un ameno valle,
flores cogiendo
vá una preciosa niña
con un mancebo.
El cojió un ramo:
ella una flor llamada
del Desengaño.
¿Oís, oís el lúgubre quejido
De miles edificios, que chocando
Unos con otros, vanse desplomando?
¿Veis las nubes de polvo? ¿El alarido
De la ciudad oísteis, que gritando
Ya en busca de los ^ijos que ha perdido?
¿No ha de ablandarse el mas empedernido
Corazón del impío? ¿Que nefando
Pecado cometió? ¿Es que en la fila
Ingresó de la secta de Lulero?
No. Que es pueblo católico Manila.
Es que dijo el Eterno «ahora quiero
Mostraros mi poder.» Y no aniquila
Sino que dá un aviso al mundo entero.
Simón Bocanegra.
LA ROSA CONSEJERA.
Santiago Casilari.
IMPROVISACIÓN.
Cuando era niño> jugaba
en un hermoso jardín:
flores mil en él hallaba
y una de ellas yo cojí.
Era un capullo, una rosa
cuyo perfume aspiraba
una linda mariposa
que á su al rededor volaba.
Temí robara ambicioso
de su fragancia el tesoro
y la guardó cuidadoso
como un avaro su oro.
Mas al otro dia, ufano
al ir á admirar la rosa,
al colocarla en la mano
se me deshojó la hermosa.
Y en medio de su agonfa
con dulce y sensible voz
estas palabras decia
que grabó en mi corazón:
Periódico semanal.
— ¿Porqué, niño, tu inocencia
de mi lecho me arrancó
7 me dejó á la inclemencia
del tiempo que me mató?
— ¿Porqué tu loca ambición
hizo que mi amor perdiera,
y que con tanta aflicción
sin verlo tan pronto muera?
— ¿Porqué en vez de asesinarme
tu prudencia me regó,
y porqué en vez de encerrarme
tu cariño rae cuidó?
— Presente en tu vida ten
como tan joven y pura
muero, llegando á perder
de mi vida la ventura.
— Yo te perdono mí muerte:
no abrigues remordimiento:
mas cuando en el mundo entres
recuerda mi sufrimiento.
Y vence en él tus pasiones:
conserva limpia tu alma
no sintiendo los dolores
de aquel que pierde la calma.
Peligros mil halla el hombre
de su vida en^la carrera:
de ellos nunca tú te asombres:
te separa una barrera.
Barrera que pura y grande
á todos Dios concedió;
llévala siempre delante,
ella es, sí, la Reflexión.
A su voz estaba atento
cuando la sensible flor
dio un prolongado lamento
y la pobre, así espiró.
•
Pasaron algunos años
des que la rosa así^habló;
su interés lo creí yo engaño
y deseché su razón.
Y siguiendo otro camino
del que la flor me trazó
sin ilusión y perdido
sp encontró mi* corazón.
Para que nuestrasjamables lectoras
aprendan á querer publicamos el siguiente
articulo que nosJiremite una apasionada
señorita.
Madrid.
/. /. Jimenes.
Mi anMo para ni y yo pv a él.
G. M LOS'G.
Xmor, espíritu abrasador que circula^por
Viis venas, quémame ahora con tu mas in-
tenso fuego, para quQ el resplandor de la ho-
güera que arde en mi pecho ilumine con
viveza mi roente^ y el labio mió hable asi
con dulzura.
Voy á cantar al amado de mí alma.
¿No conocéis á mi amado? Es hermoso
como el primer suefio de amor que agita dul-
cemente el corazón.
En su rostro brillan todos los encantos de
la belleza cuando toma la forma de hombre.
Su espaciosa y despejada frente revela la
elevación de sus ideas.
Sus. ojos, grandes y negros como deben
ser los pesares de la amante abandonada,
fascinan como los del Boa. Guando su mira-
da toca á la mía, mí corazón late con violen-
cia, y recorre mis venas el fuego de un
volcan.
Sus labios ¡ah! sus labios destilan miel pa-
ra mi oído; que así son gratas sus palabras.
Y todas las demás partes de su rostro, her^
moseado por el color propio de los hijos de
Andalucía, se armonizan maravillosamente
con éstas.
¡Oh amado mío, que hermoso eres, y cuan-
to te ama mí alma!
Mí corazón se agita dulcemente cuando
mis labios te nombran; mi alma se estre-
mece de placer cuando mis ojos ven á su
amado, y todo mi ser se conmueve cuan-
do tu regalada voz llega á mi oído.
¡Oh amado mío, cuanto te amo!
Tu eres la vida de mi vida; sí tu amor
me dejase también me dejaría la vida, por-
que el lugar de mí alma lo ha ocupado tu
amor.
Envidiadme vosotras las que no sois ama-
das, porque mi alma ha encontrado á su
hermana.
Y yo soy la amada de su cq^^ij^^^
Lope de Vega,
Guando la noche me devuelve á mí ama-
do, él corre, llega á mi reja y esclama:
«Amada mia, abre, que vengo a beber en
tus ojos la vida que con tu ausencia he per-
dido.»
Y yo, estremecida de placer, abro; y en-
tonces él dice: «Yo te amo.»
Y en estas palabras me envia su alma, con
la cual se confunde la mia desfallecida de
amor.
«¡Hermosa mia! medico la voz de mí ama-
do, tú eres la flor, cuyo delicioso perfume me
embriaga; la dulzura de tu voz sobrepuja á
las melodías del laúd que en la noche pulsa
esperta mano, y la mirada de tus ojos es
dulce como el rayo de la luna, y fuerte co-
mo el del sol.
Ámame, hermosa mia, ámame, porque tu
amor es mi gloria.
Ámame, hermosa mia, ámame, porgue sin
tu amor me seria odiosa la vida, si vivir
pudiera.»
Asi dice mi amado, y yo veo en sus ojos
amor, y amor en sus palabras, y mí alma se
embriaga de amor.
Envidiadme vosotras las que sois amadas,
porque no podéis serlo como yo lo soy.
&e es mi amado, mas que el perfume de
la azucena lo es por el aura que la besa.
Y yo soy su amada, asi como la abeja ama
la flor cuya dulzura bebe con delicia.
Noche, tiende tus sombras y devuélveme
al amado de mi alma, porque desfallezco de
amor.
Noemú
AL QUE NO AMA.
La nrager t 1m flWM
■oa pareeidtf ,
BodiA gala á loi ejot
y al lieto aipinai.
Si es que tívíf deseas
libre y tranquilo^
no tengas nunca amores
ó estás perdido;
pues son manjares
que el mismo diablo guisa
/>ara tentarte.
Es la inuger cual pompa
de jabón hecha,
muy vistosa en colores
mas de aire llena;
y al menor soplo
se deshace, y en chispas
cae sobre el polvo.
La muger y la alondra
corren parejas,
el brillo las seduce,
por él se entregan.
'Que esperar quieres
de un ser á quien deslumhran
los oropeles!
Suspiritos suayes^
tiernas caricias,
palabritas tan dulces
como el almíbar;
finas saetas,
que la muger te clava
sin que las sientas.
Y cuando ya tu pecho
mires herido,
y la flecha arrancarte
quieras, amigo,
te harás mas daSo,
pue» flecha que penetra
sale rasgando.
No tan intolerante
soy que no crea
que entre tantas mugeres
alguna hay buena;
mas de esa una,
¡quién puede responderte!
¡quién la asegura!
Lo mejor de los dados
es no jugarlos,
y quien á amores juega
juega á los dados.
Ay! de aquel pobre,
que á una falsa jugada
su dicha espone.
Mas... yo te doy consejos
sin acordarme
de un refrán castellano
que mucho vale:
Decir no puedes
aue del agua que miras
beber no debes.
Emilio de la Cerda ^
Periódico semanal.
A LAS QUE AMAN.
Ifiia, palabra! doleat
M le Mdue^ii
CM ea el Dioeioaario
I hay deaxoeur;
préadaU de beohoe
paei ea el Dieeloaarie
BO M kallaa esos.
Nifias^ que con el alma
estáis amando,
tened con vuestros novios
mucho cuidado...
porque los hombres
son cual las mariposas
para las flores.
Y estas, así que liban
el puro néctar
que brota de las hojas
de la pureza,
su vuelo tienden
mientras la pobre planta
llorando muere.
Y al aspirar volubles
la tierna esencia
de otra flor, escarnecen
la flor primera-,
y hasta se burlan
del rocío que riega
su desventura.
Así los hombres, vuelan
de rama en rama,
llevándose pedazos
de vuestras almas^
y con su vuelo
vuelan las ilusiones
de vuestros pechos.
¡Pobres niñas, que viven
de la esperanza,
y la esperanza es aire
que con sus alas
contagia el hombre
contagiando de paso
sus corazones!
¡Pobres copos de nieve
que en la pradera
ostentáis la blancura
de la inocencia;
pronto los rayos
del sol. vendrán ardientes
á disiparos!
Y veréis como esos
rizados copos,
muy pronto se transfbrman
en turbio arroyo,
que vá rodando
á perderse en los mares
del desengaño.
Así los hombres logran
con sus palabras
derretir las virtudes
de vuestras almas;
dejando solo,
cenizas de un recuerflo,
llanto en los ojos.
Pues la niña que pierde
sus ilusiones,
es sol que no calienta;
prado sin flores;
hija sin madre;
arbolito que arrastran
los huracanes.
Huracán es el hombre
en este suelo:
troncha una flor; las hojas
arroja al viento;
y le divierte
el gemid9 4^® lanza
la flor que muere.
Acallar quieren luego
á sus conciencias,
diciendo que del mundo
sois hs veletas;
pero les falta
saber, que ellos en cambio
son las campanas-
Campanas cuyaljjengnas
tocan á muerto; ^
campanas ¡ay! fundidas
en el infierno,
que solo doblan
publicando la muerte
de alguna honra.
Niñas, que con ternura
estáis amando,
tened con vuestros novios
mucho cuidado...
aunque se hallan
que no son Mariposas
Sol ni Campanas,
¥^-
4
*..
Lope de Vega, peiiódioo semanal.
MISCELÁNEA.
i fc..j«
íiope de Vega.
Ya vuelve á reinar én esta Sociedad
la auimacion que, como era natural, en
los meses de verano había desaparecido.
En el local se están verificando algu-
nas mejoras para la próxima sesión, que
tendrá lugar en el presente mes.
Y la sección dramática estudia la Co-
media en tres actos. Dios sobre todo, la
cual desempeñarán las simpáticas j dis-
tinguidas aficionadas á la declamación
Srtas. D.* Lucrecia Zamora y D.* Esta-
nislaa Box.
Deflnioion del besa.
. De la cuna á el ataúd
va siendo el beso á su vez:
esperanza en la niñez,
amor en la juventud
y recuerdo^ en la vejez.
Epitafio.
Yace aquf Blas, y se alegra.
Por no vivir con su suegra.
Epigramas.
Pregúntale á un sordo Aurora -
con cierto interés y ahinco:
¿Está buena tu señora?
y él no oyendo mas que el -ora
dijo muy s^o: las cinco.
De hacer mil visitas harto
un médico se acostó
y no bien se desnudó •
le llamaron para un parto.
Abrió el doctor la ventana
y dijo con mucho empeño:
«diga usted que tengo sueño,
que lo deje hasta mañana.»
Charadas.
He visto á muchas personas
con mi prima y mi tercera
en un juego permitido
perder las horas enteras.
Segunda y tercia es un dios
que muchísimos adoran
y de su adoración, salen
infinitas trapisondas.
La segunda y la primera
prenda es que suelen usar
los que vivir ambicionan
con toda comodidad.
Y la tercera con prima
allá en los tiempos antig'üos
á los guerreros libraba
de muchísimos peligros.
El todo gasta en España
aquel que tiene dinero,
lo que igualmente sucede
en todo el mundo. —
TB O.
Mi primeí-a es titulo
por cierto afamado
que á los moros hizo
mucho, mucho estrago.
La segunda aprende
quien toca el piano:
es nota, y la saben
hasta los muchachos.
Con tercia vo estuve
desde pies a manos,
¿diré el porque fué?
mejor es callarlo.
Es mi todo nombre
de muger, y raro:
fué mi pasatiempo
muy cerca de un año.
Bl Chigua».
á las Charadas del Domer» astefÑr*
Sin duda alguna serán
CAÑONAZO y CALDERÓN
las dos charadas que trae
el número veinte y dos.
/. A.
DIRECTOR T BMTOR RESPONSABLE,
Intenta de CoM^n.— Comedias 11
ASO I. DOMINGO 13 DE SETIEMBRE DE 1863.
NÚM. 24.
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SEMANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
OTRirrOIAS.
Ha tiempo lei tus versos
Con satisfacción profunda:
{Que eran muy lindos! y eran
De irresistible dulzura.
Llegó tu errante armenia
Desde las playas de Cuba,
A darme vida en el alma:
A darme ilusión fecunda:
Recuerdo que estaba viendo
Un horizonte de brumas, (')
Cuando tus versos leia
Llena el alma de ventura.
Después, levanté mis ojos
Ínote claridad suma:
eran tus versos ¡oh Nice!
Tus versos de ciencia oculta,
Que ponen luz en la niebla
Y al corazón no atribulan.
Son suaves como tu rostro^
Y son fuente de ternura:
Parece que con tu aliento
Tus palabras se perfuman:
¿Quien, dime, pudiera hacerlos
No teniendo tu hermosura,
Tus gracias y tu donaire
Y un alma exenta de dudas?
Son mejores que los mios
Porque mi alma está turbia:
Pero es pura, clara, y santa,
¡Oh linda Nice! la tuya.
¡Pájaro errante de la montafia
Que con perfumes, el aire bafia!
¡Deja la América y ven á España
Para que admire yo tu canción!
(<) En MoDlpellier doode ocupábamos un mfimo pito D. Leo-
poldo Diu (le Mllegu^ íutara|lorU médica de mi paii, y el an-
Mr de eftai Uneai.
¡Ángel gallardo de blanca frente:
Deia los ámbitos del Occidente:
Cubre de olores el vago ambiente
Y ven en alas de mi ilusión!
¡Cubana hermosa de negros ojos!
Yen eclipsando los rayos rojos
Del sol que alumbra flores y abrojos,
Y rica en versos y amores, ven.
No hay aqui palmas; pero hay nogales,
Que sombra vierten en mil rosales^
A cuyas planats corren raudales
Copiado en ellos, todo un Edén.
¡Tu arpa y la mia serán hermanas!
Serán dos liras americanas:
Serán ¡oh Nice! pues son cubanas,
Dos compatriotas bajo otro sol.
¡Ven pues á España, que, España es bella!
Tú entre mugeres, seras estrella;
Y entre los hombres será tu huella
Digna del paso del arrebol.
Te dará flores la gran Sevilla:
Córdoba aplausos: gloria Castilla:
Granada el astro que en ella brilla:
Madrid, palabras de admiración.
Y yo, ¡Sultana de ojos dormidos!
En vez de versos mal concebidos,
Te daré, viéndote, los latidos
Que amor infunden al corazón!
1863.
Antonio Vinajeras.
t • •
En una de esas noches
de triste cielo,
entre las negras nubes
brilla un lucero.
Noche es mi vida,
y tú el lucero eres
que en ella brilla.
?!. ^
Lope de Vega,
Bápida ojeada sobre el reinado de
D. Juan n y su privado el Con-
destable D. Alvaro de Luna
No vamos á hacer una minuciosa y detalla-
da descripción de los conventos y anadias de
esta época; el tiempo ha variado su aspecto '
arquitectónico, el tiempo inexorable con todo <
no ha respetado nada y á reducido ¿ polvo ó ;
ha borrado de la haz de la tierra muchos de esos '
monumentos cuya tradición se pierde en los ma-
res del olvido.
La sociedad moderna ha levantado en el mis-
mo sitio otros nuevos edificios con otro objeto.
La piqueta del egoísmo en este siglo de ilustra-
ción ha herido de muerte antigüedades veneran-
das y magnIGcas ruinas que cada una represen-
taba un girón de nuestra pasada historia.
Las abadias eran unos colosales edificios bi-
zantinos 8ol*re los cuales se levantaban á la pir
los botareles de la cúpula del templo, y las al-
menas de los torreones del castillo; sobre la
ojiva puerta campeaba un grande escudo en el
que se velan sraoados la mitra abacial y el bá-
culo, junto á los signos heráldicos del beñor de
pendón y caldera, de horca y cuchillo; en aquel
edificio y en mancomunidad velase la biblioteca
junto á la armería; la caballeriza junto al claus
tro, y pasando el salón de profanáis, la cáma-
' ra donde se daban los tormentos. Los abades
no bajaban á coro sin ir acompañados de pajes;
ni sallan del convento sin que le precediera un
alférez con pendón tendido v el sayón con el
hacha al hombro y el dog^I á la cintura; se-
guíanle las dignidades, lo¿ heraldos^ los farau-
tes, escuderos y persevantes y como doscientas
lanzas cuando iban á visitar al clero ó los al-
caldes de las villas y fortalezas de su jurisdi-
cion; téngase entendido que en aquel tiempo ca-
da lanza se componía de dos hombres de caba-
llería lijera, y desde seis á diez peones ó in-
fantes.
En esta época , un abad no era lo que á pri-
mera vista se cree, esto es, un monge, sin > un
grande y temible Señor que administraba justicia
é imponía tributos por fuero propio; *\ne era au-
toridad tanto espiritual como temporal; que lo
misario cenia h cogulla, calzaba el coturno y se
calaba el yelmo, sirviéndole el guión monástico
Í)ara edificar á los fieles en el templo y tremo-
arlo en el campo al frente de sus huestes; con
el dominio de Señor feudal vejaba á los vasa-
llos y les prescribía el derecho de ceder el tá-
lamo nupcial la primera noche de bodas; estos
nJbades trataban á la dignidad real de potencia
i potencia^ y se rebelaban eontra ella cuando
le venia en mientes.
Esto parecerá*^ primera vista imposible, pues
nada tan cierto; para apoyar loque diciendo es-
tamos, tenemos los cronistas antiguos y contem-
poráneos, y el recuerdo de las mu ^hisimas difi-
cultades que tuvo que vencer el gran Cardenal
D. 'Fr. Francisco Jiménez de Cisneros, cuando
en virtud de una bula de Alejandro YI espe-
didí en li9 i, tuvieron los Reyes Católicos que
encargarle, como dejamos dicho en otro articu-
lo, la reforma sin la que no podían pasar los
conventos.
Todos los historiadores de entonces, muchos
de ellos de respetable autenticidad, acusan de fal-
ta de observancia de sus reglas, de los placeres
y de las licenchs á que se entregaban las co-
munidades religiosas (le ambos sexos. Cuéntase
entre otras muchas cosas, que los Franciscanos
se hablan alejado tanto de la pobreza que le
prescribía el fundador de su óraen, que vivían
con un lujo y esplendidez tal que causaban es-
cándalos, lo que hacia que se escitara el odio
y las rivalidades de todas las otras órdenes.
Esta reforma llevada á cabo con segura ma-
no por el Cardenal Cisneros, lo primero que pro-
dujo fué una rebeldía descarada y sin antifaz;
mas el cetro de hierro de los Reyes Católicos h
dominó; domada, ya solo fueron imprecaciones
y actos que en lugar de producir el efecto que
ellos deseaban, producían el ridiculo, estos eran
los de lanzarse las comunidades en masa, atra-
vesar las ciudades, entonando el salmo Ex[:tit
Israel, en señal de que eran perseguidos, y lle-
vando delante un crucifijo; mas la fuerza fisica
y moral de Isabel y Fernando, apoyados por el
indomable avasallador de la nobleza Jiménez de
Cisneros, consiguieron aqu(}lla dificilísima conver-
sión; no asi en la época de D. Juan el II, ea
que estaba el desorden de las comunidades, con-
fundido en el espantoso desorden que reinabí
por do quier, campando por si y ante slsm
respetar reglas ni in.^titutos, órdenes ni leyes, lis
comunidad^ que ya de antiguo venían viciadas
y que tomaron gran poderlo con los Jbandos ci-
viles y disidencias políticas.
Preciso nos ha sido ya que habíamos tratado
el estado civil y literario de este reinado, de-
cir algunas palabras sobre el religioso, proco-
raudo alejar el estilo agresivo que pudiera dar
' á entender que nos anima pasión aleona al tra-
■ tar este asunto de suyo espinoso. No bemoe be-
; cho mas que trascribir al le^'.uage moderno el
¡antiguo de Jas crónicas de donde hemos reco-
gido esas noticias.
Así pues, D Alvaro necesitaba luchar contri
estos Señores de horca y cuchillo aue se llaní*
ban abades, y por otro lado con Jos inbatesj
magnates que se conjuraban contra éh
Periódico semanal.
No nos asombre la fatuidad y ambicioa del
favorito considerando la época en que se halla-
ba r la imbecilidad del monarca.
D. Juan el II, era inconstante y veleidoso,
como lo demostraba desterrando al privado sin
el cual no podia hallarse, razón por la que se
veia precisado ¿ llamarle de nuevo á su lado
al poco tiempo de desterrado.
Lo que suelen ser los reyes con sus favoritos
y el final que aguarda ¿ estos nos lo demuestra
mas claramente que ningún otro D. Juan el II
y D. Alvaro de Luna.
Es el que se ha visto descender más ripida-
mente desde el pináculo [del poder al rondo
de un calabozo, desde las gradas del trono, á las
del patíbulo.
Dicen algunos historiadores que estando retira-
do y pobre en Valencia su antecesor D. Ruj
Loplez Dávalos le mandó -el Condestable una vi-
sita y que este envióle á decir con el mensa-
gero «andad y decir al Sr. O. Alvaro, fue cual
98 fuimos y cual somos será^ , pero la realidad so-
brepujó al dicho de este por que D. Alvaro su-
bió mas que él y descendió de un modo mas
rápido y hasta el fondo del infortunio.
fiada hace conocer la amistad mas que la des-
gracia aquellos que mas le adeudaban fueron los
qne mas daño le hicieron.
El infante U. Enrique de Aragón que le debia
80 libertad de cuando lo sacó del castillo de Mo-
ra fué sin disputa su mas constante perseguidor.
Fernán Alonso de Robles firmó el primer des-
tierro del Condestable^ y^áesle debió cuanto era
el de Robles.
Hechura de D. Alvaro fué el marqués de Vi-
llena, y este fué uno de los que mas trabajaron
para arrojarlo del poder.
Por el de Luna, fué reina de Castilla D.* Isa-
bel de Portugal v esta fué enemiga suya.
Alonso Pérez ae Vivero que habia sido gran
confidente del condestable y a quien debia lo que
tenía fué su Judas.
El mismo rey I>. Juan para cerrar el cuadro de
donde se defendió hasta lo sumo, pusiéronle cer-
co del que tuvieron que desistir y en.nembre
del rey tueron á tratar con él Fray Alonso da
Cartagena, obispo de Burgos y Ruiz Díaz de Men-
doza los cuales no consiguieron se entregase bas-
ta que le presentaron uu segifro de vida y ha-
cienda firmado por D. Juan el II.
Con arreglo á las capitulaciones estipuladas en-
trcKÓ D. Alvaro á su gente la q^ae fué desar-
mada, y en el instante se principió á faltar al
seguro dado por el re/. Se le negó presentarse
ante el monarca^ se rodeó de guardias, se le re-
dujo á prisión y en aquel mismo instante fué con-
ducido con una fuerte escolta al calabozo, qu^
le estaba destinado en el castillo de Portillo.
Todo lo que el Condestable reclamó fué en
vano, todo fué desoldó y en el momento se prin-
cipió á formar el |)roceso por el Doctor Joan Ve-
lazquez del Consejo del Rey en uuion de otros
once jueces; no se le admitieron descargos ni pro •
vanzas y tres meses después recayó sentencia que
no fué visada como de derecho era por el con-
sejo del re^.
La historia ha juzgado como debia de este atro-
pello y de esta falta gravísima; todo tendía á
quitar un hombre de en medio fuese cualquiera
la manera. Se holló la inviolabilidad de la ley»
y la palabra real fué arrastrada por el suelo y
escarnecida.
El dia 6 de Julio de li52 se le notificó sn
sentencia á la aue contestó con una grandeza de
alma incomparaole. ^Bendito seas Dios y Señor
que riges y gobiernas el mundo,.
En la través!^ de su prisión á Valladolid le
hicieron se confesase.
Poco después de haber llegado á la capilla
y cabalgando en una muía se le condujo a la
plaza donde estaba levantado un cadalso cubier-
to con negros crespones; en él estaba el tajo y
muy cerca un madero con un garfio de hierro^
frente un pequeño altar con un crucifijo de bron-
ce alumbrado por dos velas amarillas.
Por todo el tránsito y de trecho en trecho
desagradecidos' fué el que después de treinta años se paraba la comitiva y el prego lero gritaba:
de tenerlo junto á si lo mandó al patíbulo sin
un proceso formal en el que apareciese la culpa
porque se le castigaba tan desastrosamente, si-
no acusado por cargos vagos y de ningnn valor;
este rev á quien tantas veces habia salvado el
trono ae mano de sus enemigos y no pocas la
vida á trueque de perder la suva, este rey cobarde
y traidor le engañó trayendole á su lado con
un seguro firmado de su mano, para entregarlo
al verdugo.
Los primeros bajos y despreciables de\ol vie-
ron agravios por mercedes, el rey añadió á la
ingratitud la lalsía.
Sábese muy bien que se fué á prender al con-
«Esta es la justicia que manda hacer nuestro
señor el Rey á este cruel tirano» y á seguida reci-
taba un largo capitulo de sus culpas.
Maravilla y asombra la fortaleza y el valor
de D. Alvaro en la prisión asi como su entere^
za y su serenidad en el suplicio. Oró algunos
momentos incado ante el madero santo de nues-
tra redención, ^ paseó con desembarazo por el
enlutado tablado como lo hubiese hecho por uno
de los salones de su castillo de Escalona; alli
mismo dio consejos con una razón completa, co-
mo si no se tratara de su muerte, platicó un po-
co de tiempo con el ejecutor de la justicia^ de-
sabrochóse la ropilla y sin descomponerse ten-
destable á su casa donde no quiso entregarse y ' díose en el estrado cual si C^»Aftk V ^\»^r»s». ^ ^
Lope de Vega,
sq rostro do se inmutó basta que la cuchilla se- ' el protocolo del Bachiller Feroao Gómez de Cft-
paró la cabeza de su cuerpo. I daoireal; ignórase su autor p«ro pinta perfeoU-
La muerte de D. Alvaro, dice Lafuentt , se . mente en cuanto se tenia ya el pod«r de lot
pareció á la de un héroe sin haberlo sido, y se | grandes,
asemejó á la de un mártir cuanto puede ase-
mejarse la del que no es santo ni justo.
Hizo muchos bienes, pero estamos á decir aue
le sobrepujaron los males, mas preguntamos año-
ra, ¿otro en su lugar dada la época que atravesa-
ba hubiera abusado menos?
Un historiador espafiol lo ha dicho:
Si el rey D Juan hubiera castigado á cada
uno iegun $us delitos, que cansado de tiempos tan
tempestuosos hubiera perpetrcrdo, no tuviera mu-
ehos señores sobre quienes reinar.
Deduzcamos de esto á qué grado de inmo-
ralidad habia llegado el pais.
Después de la muerte del Condestable, fué
cuando D. Juan el II comprendiólo que habia
hecho, se desconsoló, parecíale tener siempre
ante si la sombra del favorito demandando
justicia, y este rey cobarde, lloraba en secreto
el daño que se habia causado, y doblemente cuan-
do vio que la nobleza no por esto era mas su
mita ni mas obediente, sino que por el contra-
rio, viéndose sin traba que sujetarla pudiera, go-
bernaron el pais á su antojo, y ellos y no él
eran los que reinaban.
El suplicio de D. Alvaro dio campo á los pee-
Dice así:
E aunque el proverbio cuente
3ue las leyes allá van
o quieren reyes,
digofe esta vez que miente,
ca do los grandes están
se fan las leyes.
Vamos á concluir la descripción de este rei-
nado diciendo que con un rey tan menguado cual
D. Juan el II, con un principe, unos infantes,
una nobleza tan rebelde y unos privados tan an-
biciosos como el Condestable, ¿que podía espe-
rarse que fuese la monarquia castellana masque
como ha dicho el mismo Lafuente, un hervidero
de ambiciones, de intrigas, de confederaciones,
de conspiración perpetua, de miserables gnerras
personales, de bandos, de desórdenes y de anar-
quía?
Con todo esto no se pensaba en concloir de
arrancar para agregarlo á Castilla el pequeio
reino Granadino, que era también pasto a la am-
bición de los Al-Zakir, los Aben Osnino, los Ben
Ismail, los cuales se degollaban mutuamente en
los magníficos salones de la Alhambra; tdíle
tas, Juan de Mena hizo de orden del rey lamen- parecía dispuesto por Dios; Castilla se postraba
tables trenos. El marques de Saatitlana puso en
boca del Condestable», la siguiente estrofa.
¿Que se hizo la moneda
que guardé para mis daños,
tantos tiempos, tantos años,
?lata. joyas, oro y seda?
de todo no rae queda
sino este cadalso.
Mundo malo, mundo falso,
no hay quien contigo pueda.
También Jorge Manrique espresó su sentimien-
to en la siguiente bellísima copla:
Pues aquel gran Condestable
Maestre que conocimos,
tan privado,
no cumple que del se hable
sino solo que lo vimos
degollado.
Sus infinitos tesoros,
sus vidas y sus lugares,
y su mandar,
¿que le fueron sino lloros,
que fueron sino pesaresi.
al dejar?
y los sarracenos se debilitaban, todo se prepara-
ba para que la católica Isabel levantase á la pri-
mera y venciese á los segundos, colocando ei
lugar de la media luna la cruz, en las almenas
y minaretes de Granada.
Durante el reinado de D. Juan el II» una sola
vez pareció haber resucitado el gran ardor reli-
gioso y el proverbial vigor de los campeooei
castellanos, cuando tremolaron victoriosos en Sier-
ra Elvira los pendones de la fé.
Pero solo fué un destello del poder, una rá-
faga pálida y débil que dejaba entrever de
lo que es capaz la heroicidad del pueblo es-
pañol.
Pero con un monarca pusilánimo y con mag-
nates que lo que aspiraban era á derrocar al
de Luna, no podia haberse continuado la coa-
quista y la cruz, paróse para dejar reponerse i
los hijos del Koran.
Aquí damos por terminado nuestro trabaja»
que se va haciendo harto largo, y vamos acer-
rarlo con el siguiente párrato tomado de la flii-
toria de España por Lafuente, que dice ad:
«El miserable monarca en cuyas sienee ki-
bia oslado cuarenta y ocho años la corona de
Castilla, no se conoció asi mismo hasta trealiorai
antes de morir (liSi) cuando le dijo á su a^
Tawhien se conocen unas trovas bailadas enldico: «que hubiera sido m^or que no^tiM k^'*
Periódioo semanal.
w
m artetano. y hubiera »ido fraile <W Abrojo, I
fue norey de Cíwlilla.» (1)
— Málaga. —
Lágrimas de ternura
Vierten mis ojos...
Parece que me afligen
Dulces enojos.
Yo no comprendo
Como es dulce la pena
Que estoy sintiendo.
Mis párpados se caen
Lánguidamente^
Mientras que altiva y candida
Arde mi frente.
De mi pupila
El espíritu creo
Que se destila.
Allá en mi pensamiento
No sé que existe.
Me languidece el ánimo^
Me pone triste.
Melancolía
Hace que tenga siempre
El alma mia.
De los frondosos árboles
Entre las ramas
Los lindos pajarillos
Tienen sus camas.
Si escuchan ayes
Contémplanos^ me dicen,
Y no desmayes.
Y los comtemplo luego
Con dulce pena^
Sacando de esperanzas
El alma llena.
Pero en mi daño
Huyen luego y me dejan
Un desengaño.
En cambio^ en la amargura
Yo les envió
Suspiros que se exhalan
Del pecho mió.
De mis congojas
Los gemidos se pierden
Entre las hojas.
Recoged^ avecillas
Un ayl perdido
De los que á parar fueran
En vuestro nido.
Y bajo el ala
Traédmelo y que diga
Porque se exhala.
•
' Ay!.. este es de mi pecho
Otro suspiro^
Que manda al aire siempre^
Siempre que miro.
Paró en un ramo...
Preguntadle que dice...
Dice que «amo.»
Matfríd.
Ildefonso Enrique Ollero.
(\) tE me dijo tres horas aDles de dar el
imma: «iBachiUer Cihdaireal, naciera yo fijo ie
un mecánico, i ho^iera sido fraile del Abrojo, é
no rey de CastUU.i» Centón Epistolario, epísto-
la 105.
Li DAHA DEL HEDALLON,
irOVBLA OBIGINAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
CONTINÜAaON.
—Me parece tan imposible, que apostaría mil
duros á que no lo consigues; esclamó Federico,
que era bastante rico para derrochar su dinero
en cualquier capricho como este, en que se in-
teresaba su amor propio.
El joven melancólico, sacó sin hablar una pa-
labra, un abultado paquete de billetes de su car-
tera, y poniéndolo sobre la mesa:
— Quedan apostados los mil duros; dijo con
la mayor serenidad.
—¿1 cuando sabremos el resultado? afiadió
Federico.
^A la primera ocasión que se presente; ella
me entregari el medallón delante de vosotros,
en el teatro, en paseo, en cualquier parte.
— Pues, queda dicho; estos veinte mil reales
los destinaba para comprar un magnifico caba-
llo árabe que acaban de enviarle al vizconde de
San Genaro; pero tengo mas empefio en saber
•i hay un hombre ca^ai 4ft \%^!^\ ^'ís^VsSV!^-
Lope de Vega,
la de hielo i quien do oonmueve nada, y á cu-
yos lerribles guardianes nadie puede corromper.
—Pues resígnate á perderlos, caro Federico,
esa muger me perteneee desde hoy.
Luego continuó con voz en qué se revelaba
.algo estrafio que nadie podia comprender:
—No mil duros, cien mil; mi vida, todo lo
apostaría yo, y estaria seguro de ganar.
—/Cuidado si son ustedes locos/ esclamó Emi-
lio que era pobre, y abria tamafios ojos al oir
apostar tan exorbitante cantidad por solo un ca-
pricho, cuando para él representaba un sueldo
de cuatro aQos.
— Áh/ eso es un ^disparate, esclamaba otro.
—Disparate ó nó, no me vuelvo atrás de lo
dicho, contestaba el« melancólico.
—Ni yo, afiadía acaloradamente Federico; pe-
ro... continuaba, tu debes conocer á esa muger,
ó eres el mismo diablo en persona; para apos-
tar tan seguro...
—No; soy siropleniente Julio Duran, y no co-
Doxco á esa muger.
— Entonces...
—Entonces... basta de preguntas ¿estás en
apostar?
— Mas que nunca.
—Perfectamente; y ahora que ya nada tene-
mos que hacer aqui ¿dónde vamos?
— Al Prado, al Prado, dijeron todos.
—Menos yo,' observó León.
— Ah! eso por supuesto, contestó Emilio; tó
á obedecer á la superioridad.
—Si lo tomas por ahí, me voy con ustedes
Íiara probarte que á mi nadie me impone su vo-
untad, y menos una muger.
—Haz lo que gustes
—Lo dicho, dicno; vamos al Prado.
—/Bravo!!! gritó el patriota.
Antes morir,
Que tiranos con faldas consentir.
En m;arcba señores.
Salió aquella tromba del caíé, á descargar
su terrible remolino sobre el Prado, dejando ató-
nitos á los concurrentes, espectadores de aque-
lla escena, al ver tanta osadía, y tan loca esplen-
didez como encerraba aquella apuesta, por la fu-
tileza de un medallón, ó mas oien de una mu*
ger codiciada por todos.
Buho sin embargo, quien meditando sobre es-
to, dijo:
— Algo grave sucede aquí bajo tan trivial apa-
riencia.
Y^ asi era la verdad; y este algo grave era
el principio de una venganza.
Apenas desaparecieron los seis jóvenes, el
menestral, á quien hemos visto escuchar su con-
renicha con lan señaladas muestras de interés.
salió también, y llamando á ncochero que dor-
mía sobre el pescante de su coche, parado á la
puerta del café, le dio las señas de una ca-
sa, y entró en el carruaje, que partió á escape con
dirección á la Puerta del Sol.
CAPITULO u.
PBEPABATIVOB DB DBFBNBA.
Como á las ocho de aquella misma noche,
E araba una carretela á la puerta de una casa de
uena apariencia, en la plazuela de Sto. Do-
mingo.
El lacayo abríó la portezuela, bajó el es-
tribo, y nna joven saltó ligera del carruaje, que
inmediatamente se retiró.
La joven subió por la escalera de mármol si-
tuada en frente de la puerta, la cual se divi-
dia en dos ramales, qae conducían á las dos
alas de la casa, completamente iodepondienles
una de otra.
Tomó el ramal de la derecha^ y atraTesando
luego un vasto salón elegantemente amueblad o«
é iluminado á la sazón por dos candelabros de
plata cargados de bujías de color de rosa, lle-
gó á una puerta situada en el fondo, y pene-
trando en un gabinete, se dejó caer deualleet-
da en una butaca.
-Oh! Dios mió, Dios mió, esclamó: ¡le he vis-
to!... ]qué demudado está; parece que han pa-
sado por él diez años de vida! T soy yo. . yo
Íuien... Ah! fué preciso; le amaba ella tanto!
lúe desgraciada sov; mis ojos hartos de llorar,
no encuentran ya lágrimas con que poder ali-
viar mi dolor. Sola, sin otra compañía (^ue mis
amargos recuerdos, pues la única con quien po-
dia coosolarm*) es una muger que no me com-
prende; con quien solo puedo contar cuando se
trata de alguna diversión... Ella si goza; pero
yo^ al buscar en el bullicio del mundo un me-
dio de olvidar, no hago mas que aumentar mis
padecimientos... todo me hastia^ todo me pare-
ce insípido... Ah! que vida, que vida!
Quedó un momento pensativa, luego se levan*
tó^ V aproximándose á un timbre llamó.
Presentóse á poco rato una doncella.
—Desnúdame Rosa, le dijo la joven mientras
se despojaba del sombrero y de la manteleta. Lue-
go continuó:
—¿Ha venido Pedroi
— No, señora marquesa.
—En el momento que- llegue íntrodácele
aqui.
—No vuelve á salir V. S.
—No; ni estoy visible absolutamente para na*
die.
—Está muy bien.
Sustituido el elegante tragc de calle por uní
Periódico semanal.
•^
seDcilla bala, y recogido el cabello eon encanta-
dor descuido, despidió á la doncella, y se sentó
delante de un pequefto pupitre de palo de rosa
eon incrustaciones de ébano y marfil; lo abrió con
una llavecita que sacó del seno, tomó un pequeño
medallón que se quitara al cambiar de trage, y
después de abrirlo y besarlo repetidas veces, lo
guardó en un estuche de plata primorosamente
cincelado, que volvió á poner dentro del pupitre.
Cualquiera hubiese dicho^ que aquel medallón
' contenia el retrato del hombre á quien nom-
brara en su desconsolado monólogo, y á quien
parecía amar; no era otra cosa que el retrato
de una mnger, joven aun, y hermosa. ¿Era tal
vez el de su madre? El lector podrá respondar
á esta pregunta, cuando sepa, si ya no lo ha
adivinado, que la joven marquesa no era otra,
que Laura de Clermont, ó La Dama del Meda-
llón.
J)espue8 de guardar el retrato, abrió un se-
creto cajón, y de él estrajo un cuaderno volu-
minoso, cuyas páginas escritas de letra fina
y elegante empezó á hojear, leyendo varios pár-
rafos que hacian asomar las lágrimas á sus ojos;
lij^cimas que al punto eran absorvidas por sus
áridos párpados, como absorven las abrasa-
das arenas del desierto, las gotas de escasa llu-
via que lanza sobre ellas la tempestad.
Tomó la pluma, y siguió escribiendo á conti-
nuación del último párrafo en que dejara aque-
llas memorias.
(Se eoiliuoari.)
{No lo sientes fugaz, pasagero
Escapar^ deslizarse^ correr^
Sin dejar en su oculto sendero
Mas que seres que dejen de ser?
¿No lo sientes robarnos la vida^
La ilusión, el placer y el amor,
Y alejar de la dicha perdida
Un recuerdo no mas de dolor?
El, preside con rostro severo
El festin de locuaz jüyentud;
El> inspira al hombre altanero
Santo amor á la humilde virtud.
Deja huella en la parda muralla^
Mina el pié del desnudo bastión
Cual si fuera continua batalla
Que en pos lleva feroz destrucción.
{Quien su marcha gigante detiene
Al tenerlo presente, quizá
Hay quien sepa de dó el tiempo viene^
Hay quien sepa jamas donde vá?
El,. -convierte en ruinoso edificio
Monumentos de gótica edad:
Fuera el mundo sin tal beneficio
Populosa una sola ciudad.
Cuando me hallo feliz á tu lado^
Cuando siento tu seno latir.
Nunca siento el instante pasado.
Nunca anhelo el que está por venir.
Mas si luego me aparto anhelante.
Solo quiero feliz recordar.
El, momento que tengo delante.
El que acaba tal vez de pasar.
Misteriosos arcanos encierra
Ese tiempo en su marcha fugaz.
El preside el fulgor de la guerra
Trascurriendo lo mismo que en paz.
Deja huella en el rostro adorado
De la virgen que inspira pasión;
Y otras deja su paso marcado
Despojando de fé al corazón.
Si con ansia su paso se busca.
Se complace en su lento marchar,
O la mente del hombre se ofusca
O le turba su negro pesar.
Mas si anhelo deslícese lento
Cuan ligeras sus alas ¡ay! son:
Es entonces un plácido viento
Convertido en furioso aquilón.
Si nos roba algún ser que se adora
Otros seres nos dá para amar.
Si por él alma huérfana llora
El la puede también consolar.
¡Ay! dichoso el que blando confia
A través de su duro dolor.
De que el tiempo le traiga algún dia
Ilusiones, placeres y amor!
IDesdichado el que triste conoce
Que en sus alas no puede traer
Esas horas pasadas de goce.
Ilusiones, amor y placer!
Lope de Vega, peri6dioo semanal.
-Ayer, madre, en mi dolor
tu amor me daba la calma:
hoy, no me calma tn amor
porque ha brotado otra flor
en el jardín de mi alma.
-Ese aroma que te enría
y esos pintados colores
desprecíalos, hija mía,
pues la flor que títc un día
es la flor de ios amores.
II.
-Con el llanto de mis ojos,
madre, vuelvo á la razón:
murió aquella... mas recojo
otra flor^ cuyos abrojos
destrozan mi corazón.
-Ven, pobre nina, á mi lado:
aqui se calmará el daño
de tu pecha, lacerado
por espinas, que han brotado
de ¡a flor del desengaño,
ni.
-Madre, ya no sufro tanto:
y hasta el corazón olvida
las dos flores de mi vida,
porque brota con tu llanto
otra flor desconocida.
>*Hija, esa flor dá la calma
porque no es flor de este suelo:
que en los jardines del cielo
con el rocío del alma
brota la flor del consuelo.
A. Carrion,
MISCELÁNEA.
* ^'^*^*^^^*^>^^^^^^^*mn^^^a^^f^t^m^i^0^
siempre que voy á cazar
llevarla bien preparada
por lo que pueda tronar.
Bn prima y cuarta una vez
me ocurrió ir á pasear,
y, francamente, señores,
por poco escapo muy mal.
Segunda y tercia he notado,
que siempre que hay que pesar
objetos con embalage
se cuidan de descontar.
Tercia y segunda es el nombre
de un desgraciado animal
CUYO completo esterminio
todos procuran lograr,
buscándole tercia y prima
para poderlo pillar.
Segunda y cuarta la usamos
como frase muy vulgar
para espresar que un asunto
logró la atención llamar.
Y mi todo forma el mote
que acostumbramos usar
para con algunos hombres
en la buena sociedad.
Dr. Juan
Charada.
PrJma y ^e^^unda acostumbro
Epigrama.
A un teniente, que no era
de su propio regimiento,
no le saludó un soldado,
wr esofritu de cuerpo.».
Esto aijo al oficial^
el cual contestó ladino:
«usted si que no saluda
por espirilu de vino.T»
Solocidn i las Charadas dd inmero utüriart
EULALIA me despidió
pues dice voy á enfermar
con el TABACO que vende
el estanco Nacional.
DIBBCTOR T EDITOR RBSPONSABLB,
Intenta de CasOari.—QomédiZS 11
AfiO I. DO MINGO 20 DE SETIEMBRE DE 1863. Húvf. 26.
LOPE DE vTeGA^
PERIÓDICO SKMA.NAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
OIErTOIA.S.
LITEFl-A.TTJI^A..
«SH
TORCUATO TASSO. í»eron los dos al campo, como era natural des-
pués del incidente, y Torcuato no solo venció á
su enemigo, sino también á tres deudos de éste
Torcuato Tasso, ilamido el Cisne de Tórrenlo, que le atacaron al mismo tiempo. Sabedor el da-
nació en esta ciudad el 28 de marzo de 15ii, ' que dótales eseesos, puso preso al poeta á pre-
y desde la niñez tuvo que abandonar su patria, I testo de salvarle del furor de sus contrarios,
proscripto con su familia, como rebeldes al Ein-y conociendo entonces aquel su imprudencia,'
aftos, defendiendo conclusiones públicas con ge-
neral ^ipiauso. Pero su aíicion le arrastraba al
cultivo de Tis musas, y dando pronto rienda á
6u numen, escribió el poema de Reyuaído, que
por sí solo le dio ya la reputación de un gran
I^oeta. Después se dedicó á trazar el plan de
a Jerusalen lihertadüt en cuya tarea, viniendo á
interrumpirle el dolor que le causó la muerte de
8U8 padres, pisó á Bolonia, donde su fama le
perador Carlos V, y adictos al príncipe de Sa- empezó á entregarse auna melancolía qut* amena
lerno. Su padre, Bernardo Tasso, po?la y no- zó su salud, y acaso hubiera trastornado su jui-
ble, aunque arruinado por sus compromisos po- . ció, á no haber hallado medio de evadirse de la
líticos, le dio una educación esmerada, hacién- 1 prisión y de Ferrara, aunque sin equipaje, sin
dolé estudiar en Pádua la jurisprudencia, en la j guia y sin dinero. Refugióse en Turín, donde se
cual Torcuato sobresalió ya á los diez y siete oculto con nombre supuesto; pero habiéndose
enterado de su llegada el duque de Saboya,
le mandó á buscar y le colmó de favores. Fi-
guróse, sin embargo, el Tasso, por efecto de su
imaginación en eslremo exiltada, que aquel prín-
cipe podia entregarlo al duque de rerrara, ó por
sugestión de éste envenenarle, y huyó muy pron-
to á Roma, de donde le ocurrió volver ¿ Sor-
rento, su patria, como en efecto lo hizo, disfra-
zado de aldeano, por temor de ser descubierto,
ocultándose en casa de una hermana suya, á quien
apenas conocía, y que le recibió con el mayor
_. júbilo. Entre tanto, mantenia correspondencia con
i Leonor, y habi-índole persuadido ésta á que vol
s-¡ viera arerrara, asegurándole quenada tenia
que temer de su hermano, tomó inmediatamente
el camino de aquella corte. Al llegar á Roma,
le acometió una fuerte eufermedad con un de-
lirio obstinado; pero apenas pudo sostenerse, em-
prendió de nuevo su viíjc y llegó á Ferrara,
donde Alfonso le recihió con amabilidad y sin
dar indicios del menor resentimiento. Encontró,
sin embargo, en todos los que le rodeaban una
indiferencia 6 un desden, q\i¿ contrastaba singu-
larmente con su antiguo prestigio, y cómo no
se le dejaba tampoco ver á su Leonor, estas
contrariedades, unidas á sus padecimientos, le pu-
sieron en un estado de exaltación próximo ala de-
mencia. Acreditóse entonces la voz que ya había
corrido de que estaba loco, y el duque, fingiendo
dar oídos á ella, le mandó encerrar en el hospi-
tal de dementes , de Santa Ana. A los males ¿el
cuerpo se ailadieron entóneos los del alma, y para
colmo de infortunio, supo que su Jerusalen h^-
bia sido dada á luz en Venccia, sacada de una
copia incorrecta, que por casualidad había caído
en manos de un especulador. Mas esta primera
había preparHdo ya una brillante acogida, y de
allí á París, en cuya corte mereció las mayores
distinciones de Carlos IX, que le Hamaca el
gran poeta Al poco tiempo, ll.imado con las ma
yores instincias por el príncipe cardenal de Es
te, hermano de Alfonso H, duque de Ferrara,
fué á establecerse en esta ciudad, y en ella pro
tegido y agasajado del pueblo y de la corte,
empe/ó á trabajar con nuevo ardor en *su poe-
ma, escribiendo en los intervalos do descanso <|ue
le dijaba la musa heroica algunas otras compo-
siciones, tales como Aminlat drama pastoril, tan
justamente admirado y aplaudido de toda Italia.
Por último, en 1573 concluyó La Jerusalen liber-
tada, que corregida minuciosamente y sometida
á la critica de los hombres mas instruidos antes
de publicarse, vino ó consumar cuando fué co-
iK)Cida la rupulacion del gran poeta Desde esta
época empiezan las desgracias del Tasso; enam)-
rado peruidamente de la princesa Leonor, her-
mana del duque Alfonso, dama mas apreciable
que por su cuna, por sus virtudes y por sus ta-
lentos, confió el secreta de su amor á un ca-
ballero de Ferrara, el cual comi'tió la vill««nía
de revelarlo. Indignado Torcuiio, le reconvino
primero como merecía; pero cont colindo ei trai-
dor con mofa á sus reconvenciones, pasó de la ^ ^
calma al arrebato, y le dio una bofetada. Sn-| publicación fraudule'uta, se^ULvd%.4<^ ^Vr^%W^i2^s^«
Lope de Vega,
esparció la gloria de su nombre por todo el orbe
literario. Creía Torcu.ito goz^r pacificamente de uq
triiinfi) que pirecia dulcificar algiiti tanto sus ne-
gares, cuando, levantándose contra el h envidia,
tuvo que sufrir las censuras apasionail is de al-
gunos Aristarcos, h quienes contestó, sin emb irgo. |
victoriosamente Salió por fin de su tncierro ái
los cuarirnta ^fios de su edad, é inmediatamen-
te de una corle que le hajiia sido Un fuui'sta.
Primeraniente pasó á Mantua, desde donde so-
licitó iníl illo p^ra volver á Nípolfs en cuya'
ciu'iad di>rrulópur algún tiempo la trinquilidad |
de que tanto necesitiba, coin[>on¡enilo sobre el
mismo asunto de su poema olio disiiiiio. llama<lo
Jeriisalen conquislada, composición perfectamente
ajustada á las regUs de la epü¡)eya, pero en la j
cual faltan a(|uel fueg), .^q tel!a ins[Hracion que ¡
solo se sienten en ciertas epocis de la vida, y.
que no podía tener el Tasso eii tan alto grado ¡
J jspues de muchos padec'i'n¡enl(V|. Llamado des- j
pues por el du!|ue Fernando á rlorencia, no pu- !
do negarse á sus repetidas instancias, y se tras- i
lado á esta ciudad, siendo recibido en su trin-j
silo por sus mismos Aristarcos con los mayores;
obsequios. Por fin de su carrera poética, escri-
bió en verso sueUo el Mondo crea o, en cuya
obra brilla una admirable y vasta erudición Por
este tiempo fué cuando le escribió el cardenal
A.dobrauilini, llamAntlolo k Uoma para recibir de !
manos del Simo Piuilíüc^í la corona de laurel con !
que, según C(>>tum'>re de «MUonces, se premiaban
á los gramles poetfs. y Ta^s», maiiifeslán-lose ;
sensbie á una gracia t^n esir;'ordiniria, partió i
pira a<|uella capital inmediatamentr'. IVro no bien !
Labia llegado, cuaud) le postró en el lecho una
enfermedad gravísma. y conociendo que.se acer-
caba su fin, pi lió ser llevado al convento de
So Onof e, donile murió piaiio^arnenle en ?iedio
de los preparativos que por todas partes ^e ha-
cían para coronar su giona. Tal Tié la vida de
Toreuato Tasso^ el Virgilio de la Itilia moderna ,
á quien igu iló si no escedió en ingenio y faa- j
tasía. I
ETT TJlSr JLIJBJThO:,
La espresion de tus ojos no comprendo
cuando me miran, dulce dueño mío:
¿el bien mo anuncian porque estoy muriendo
ó tu fatal desvio?
Las dudas con que lucho
me tienen ¡ay! desaliñado y loco;
si no me quieres, lu mirar es mucho;
y si me quieres, tu mirar es poco.
E. Bravo,
m
FLORES DEL ALMA.
ROMANZA.
«
MÚSICA DEL MAESTRO DON J. C
I.
Flores hermosas del alma
Pon la dirha y el amor;
Flores que en la mia brotaron
De lu mirada al ardor.
¡Que el olvido, bellas flores,
Nunca pueda en sus rigores.
Secaros sin compasión!
jFlores bellas cual la calma;
Puras flores de mi a'ma.
Cuanto os ama el corazón!
¡Vivid siempre flores
be dicha y amor!
II.
¡Cuantas voces, luna pura,
A tu tímido fulgor.
Horas paí&ra fugaces,
Dichosas horas de amor!
H )ras felices que huyeron.
Ay! horas que se perdieron -
En la inmensa eternidad.
Como las flores del rio
Y las perlas del ro'io
Piérdeuse en el ancho mar.
¡Ay! horas hermosas
A mi alma tornad!
C. del M. J.
1851
La Violeta y el SoL
Tímida, en su capullo replegada
y entre las verdes hojas escondida.
pasaba una Violeta triste vida,
del Sol enamorada.
Una vez. una sola.
osó entreabrir la cárdena corola
demandando á su amor una mirada.
Obtúvola, V un beso
que la lleno de plácido embeleso
recibió la precita:
pero quedó marchita.
y el Sol siguió su marcha iofü'erente,
durmiérrlose tranquilo en Occidente.
¡Pobre flor sin ventura!
¿Porqué puso su amor á taota altara?
Periódico semanal.
¿Ves esa nave que dejó la rada
y al aire dócil la gigante vela,
se desliza fugaz y abandonada
formando acaso caprichosa estela?
¿No la vés luego dominar airada
cuando la luna sobre el mar riela,
la blanca espuma de que va cercada
la bruma fiel que su costado ,cela?
Mira después si el horizonte toca
como se pierde entre la niebla fría
como se esconde tras la dura roca.
De ese modo la fé que tuve un dia
burló mas tarde fugitiva y loca,
la hermosa flor de la esperanza mia.
Manuel Bando y Barzo.
LIDAIli DEL MEDALLÓN,
NOVELA ORIGINAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
CONTINUACIÓN.
Media hora hacia que escribía sin descanso»
cuando la mismi doncella ll^imó á la pucrla.
— ¿Que se ofrece? pre;i;unló Laura.
—Señora marquesa, Pedro acaba de llegar y
espera las órdenes de Y. S.
—Que pase.
Cerró Laura el cuaderno y esperó.
Un instante después entró Pedro, aquul la-
cayo que hemos conocido en Málaga y Sevilla,
cüuüdenie de los amores de Julio y de Laura,
y que luego sguió á ésta cuando se casó con el
narqué^ En esta época continuaba mereciendo
la confianza de la joven marquesa, como en otro
tiempo de la que era símplementeLaura de Clcr-
mont.
Esperó Pedro á que Laura le interrogase,
— Ayer^ le dijo ésta, te mandé siguieses á Ju-
lio cuando le vimos bajar del tren en la esta-
ción, y que no le abandonases un momento, bas-
ta dentro de dos di4s en que debías venir á dar-
me cuenta de cuanlc»vieses; habla pues ¿cual ha
sido su vid) en este espacio de tiempo?
—Desde que V. S....
—Usted: ya sabes que para ti, soy siempre la
misma, Pedro.
Con la costumbre, se tAe olvida cuando hablo >
en particular con Y.
— Continua.
— Pues como decia; desde que Y. me mandó
seguir al señorito Julio, no le he perdido casi
de vista.
— Lo primero que hice, fué indicar aun mo-
zo de la fonda de Inglaterra, paisano mío, que
le ofreciese una targeta de las que llevaba pa-
ra brindar á los pjsígeros con el establecimiento
de su amo. Cl señorito Julio aceptó, y metién-
dose en un CDclie, partió de ÚW, mientras yo,
haciendo lo mismo, le seguia á corta distancia,
llegando plies los dos coches al mismo tiempo.
Desde .luego establecí mi observatorio en una
taberna situada en frente. A las doce salió, y
fué en casa de la señora marquesa viuda, donds
permaneció dos horas, y en seguida volvió á la
fonda, no saliendo de ella hasta por la tarde,
que fué al Prado, reuniéndose allí con varios jó-
venes, al |)arecer muy IocüÍ los cuales al sa
ber el motivo de su venida á Madrid, le jab:;a
la enhorabuena en medio de mil chistes picmtes.
Yo, disfrazado de obrero le seguia, y pude oir
por su misma boca, todo cuanto le aconteció en
la guerra de África, y que Y. ya sabe por aquel
voluntario, pagado qué hizo en Marruecos loque
yo hago añora aqiii, y por quien supimos desde
Málaga el dia de su llegada á Madrid.
Por la noche, volvió en cisi de la señora
maríjuesa, y á las once se retiró ala fonda, don-
de yo timbién he dormido coii mi paisano*
tloy ha hecho casi lo mismo; pero esta lar-
de. . ah.' señora, porqué pasó V. por la calle de
Alcalá!
¡ —¡Es verdad! ya le he ví^to en el café Sui-
zo con varios jóvenes.
—En aquel mjmeato hablaban de V. y aun
antes de pasar.
— ¿Quién, él?
—No señora, ellos, los jóvenes que son las.
mas malas cabezas de Madrid.
—¿Y qné decian, qué deciau? preguntó Lau-
ra con ansiedad.
— Ha llamado Y. tanto la atención en Madrid,
que no se habla según parece de otra cosa que de
la Dama del Medallón.
—¿Y qué quiere decir eso?...
— Es el nombre con que la designan á Y. él
causa de haber observado lleva Y. siempre esa
joya en el collar.
— Lo habia jurado, pero tendré que renunciar
á ostentarlo; es tan iiequeñi, quj creí no pa-
rase nadie la atención en ella.
— No, no, ahora no conviene esa medida.
—¿Por qué?
—Porque amenaza á Y. un peligro que es pre-
ciso evitar á toda costa; para lo cuál, \a Iaol^sí
I formado mi ^Utv, ^w ^V ^^ 'í.^Vix ^ ^¿s^^^'íí^^
Lope de Vega,
— £spllcate por Dios. en Francia, y que tan amenuJo le repite.
Entonces, Pedro refirió á la joven la apuesta — Ah! señora, muy mal, muy mal.
de Julio, y su decisión de obtener el medallón j — Esli tarde, antes de salir, pasé á verle, y
á todo trance. su ayuda de cámara me dijoestabí descansando.
*^¿Y que hacer? dijo Laura temblando; y lúe- ' ¡PobVe Ernesto!...
go añadió. ¡Como me odia! quiere vengarse... Ti --jTampoco se cuida! .. todo el dia estudian-
esa pobre niña. . ah! si el supiera... (do, y revolviendo libros y papeles; siempre con
—Mucho he meditado sobre esto, señora; y al sus esperimenlos... ya se \é, aspira ciertos ga-
fin un recuerdo que me asaltó de repente, me ha
mostrado el medio de evadir el peligro.
— Dices que debe casarse dentro de quince
dias, y que este es el plazo de la apuesta, pues
es preciso ganar tiempo, y evitar esta locura que
traería funestos resultados. Luego que le vea ca-
sado, convenceré al marques que hap un esfuer-
zo, y abandonemos á Madrid, y si es preciso
le confesaré todo lo que pasa, v de aseguro ac-
cederá. Vea yo felices á los dos, y después...
aunque siga siendo desgraciada...
—¡Qué corazón tan hermoso.' pensó Pedro;
luego continuó en voz alta:
—Para llevar á cabo mi plan, necesito va-
rias cosas.
—Todas lasque quieras; dinero... el quene-
ses que es imposible le sean provechosos. Antes
de ayer su habitación estaba llena de humo, coo
un olor tan nauseabundo, que yo mismo no puJe
aguantar, y saii del laboratorio casi trastorna-
do.
—Se ha empeñado en ser químico, no sé para
qué...
—Es su única distraccien; como jamás sale á
la calle...
—/Otra victima! murmuró Laura lanzamdo un
suspiró.
—Vaya, señora, voy á empezará dar los pri-
meros pasos para llevar á cabo nuestra empresa.
— Anda con Dios.
—Ahí el medallón...
—Es verdad; toma^
cesites.
—En primer lugar, que no salga V. en pú-
blico como BO sea con ciertas precauciones; des-
1>ues un poco dinero, que es el todo en todo;
uego el medallón... vacio; ya él mismo no lo
conoceria habiendo desaparecido con el esmalte
sus inicíales, y la inscripción interior.
—¿Pero que piensas hacer, Pedro?
—Permítame V. que guarde mi secreto, hasta
tanto qm me asegure de si puedo llevar á efec-
to mi plan. ó nó.
—Bueno: ¿cuanto dinero necesitas? yo puedo
disponer hasta de cuatro mil duros.
—Con mil tengo bastante.
—Laura sacó del pupitre un leg:ijo de bille-
tes y se lo entregó al honrado Pedro.
—Si se acaba lo que ahora te doy, pídeme
mas.
— Es suficiente para hacer feliz á un pobre
diablo, y quitarlo de en medio al otro dia man-
dándolo lejos de España.
—¿No necesitas otra cosa?
— Si, señora, ün carruage de lujo; el que hoy
ha conducido á V.
—Bien, yo no he de salir hasta*que todo es-
té terminado...
—Pues creo, saldrá lodo á medida de mi de-
seo.
—¡Dios lo haga.'
Luego con acento en que revelaba un gran
interés y la compasión mas profunda^ añadió:
— Ahí ¿Y el pobre marqués? ¿como sigue? ayer
tarde se sentía bien malo; parece se le empeza-
ban á presentar síntomas do esa funesta fiebre
^ae íoquiríó duraole nuestra corta permanencia
Sacó Laura el medallón, y de él estrajo el
retrato de la madre de Julio, que envolvió cui-
dadosamente en lin paño de seda , volviéndolo
á guardar en el cofrecillo.
—¿(Cuando volverás á verme? preguntó á Pedro.
— MHuana mismo, apenas se baya Y. levanta-
do; esti noche he de saber si debo contar coa
mi hombre; mas bien, con mi muger y mi hom-
bre.
—Pues anda, y que Dios te ayude; ya sabes
que del buen extlo de lu empresa, depende la
felicidad de muchas personas.
Salió Pedro del gabinete, y entonces Laura,
volvió á llamar á su doceila.
—Rosa, desnúdame, voy acostarme, dijo en-
trando en la alcoba.
—¿Está Y. enferma? preguntó ladonc«lla asus-
tada.
—Si, tengo un poco de jaqueca. Cuando vuelva
Ménica, adviértele que no puedo recibirla.
—Ya ha v^'nido, y está ahora con el señor
marqués, que dio orden deque la hiciesen pasar á
su departamento cui ido volviese de la calle.
•-¿Que le querrá el marqués? pensó Laura:
luego dirigiéndose á Rosa, conlinuó, cuando ya
estuvo en el lecho:
—Ya puedes retirarte hija mía. ¿has encen-
dido la lámpara?
— Si señora.
—Bien, adiós, si al señor marqués se agrava-
se, avísame inmediatamente.
—Está muy bien.
Salió ia doncella murmurando entre dientes:
—/Que vida t in particular llevan estos se&ore$
do la aristocracia! si yo me casara con mi Ha-
Periódioo semanal.
Dolo, no viviría cien leguas retirada de él como
esta seiora de su esposo.
Las diez daban en aquel momento en un re-
loj de sobre mesa siluauo en el gabinete.
Por espacio de tres horas estuvo Laura re-
volviéndose en su lecho en la mayor agitación,
hasta que ya rendida, fueron entoraánuose sus
párpados, y poco después se oía su respiración
mas lenta y regular. Estaba dormida.
(Se cMtiiuurá.)
Vislumbré un porvenir en lontananza
Rico en amor, y de placeres lleno.
Mas iay! la duda, que á borrar alcanza
La ilusión, cual mortífero veneno
Emponzoñó otra vez el alma mia,
Y un suefio fué mi amor; fué amor de un dia.
Emilio de la Cerda.
Mas que las ondas
aman la brisa
que con su aliento
las acaricia;
mas que el arroyo
ama la leda
pálida luna
que en él reÜeja;
mas que las flores
aman el céfiro
que blandamente
mece sus pétalos-,
mas que las aves
sus nidos aman,
mas te idolatro
madre del alma.
5. Casilari.
JPLlS/LO:^^ r)E TJIST TDXA.
A MALVINA.
No siento amor: mi corazón gastado
Desde mi tierna juventud primera.
Ya de flores se encuentra despojado
En la edad en que todo es primavera.
Yo soñé un ángel, puro, inmaculado;
Ángel de amor, que mi consuelo fuera,
Y cuando hallarle casi hube creido
Solo hallé una muger; ángel caido.
Hoy al verte, Malvina, la esperanza
Por un momento fecundó mí seoo;
fe'
El amor!
olo esta palabra respira pureza.
Solo esta palabra exhala armonía.
Dichoso mil veces el que haya amado
una sola vez en su vida^ porque enton-
ces ha encontrado entre sus desgracias
un interregno de felicidad.
Cuantas veces se cruce en el sendero
de nuestra existencia algún ser digno de
ser amado^ debe amarse.
Empero, debe verse si se ama ya á
otro ser igualmente digno, porque el
amor ocupa un sitio en el corazón del
hombre y la parte de este sitio que se
desocupe la ocuparán los celos.
El amor y la muger, son indivisibles;
doñee está la muger, alli está el amor,
lo difícil es apropiárselo.
La desgracia, dicen ser el crisol don-
de se purifican las almas. ¿Y acaso con
el amor, no se purifican también? veá-
moslo:
Desde el instante que un alma siente
esa divina pasión, solo pertenece al ser
que se la inspiró-, si ésta le dice amata»
el alma ó por mejor decir la mano del
hombre que la alberga «matará» si le di-
ce «reza» sus labios elevarán fervorosas
plegarias al trono del señor... y como el
amor no puede inspirar mezquinos pen-
samientos, ved ahí purificada el alma
por medio del amor.
Porque nada es tan dulce como obede-
cer á la muger querida.
Ellas son la perfumada esencia del
universo.
Sin ellas respiraríamos eon dificultad.
Sin ellas seria mucho mas corta nues-
tra vida.
Las historias que mas nos enternecen
son las de dos amanten d^^ss^^^^x^^^^^^
Lópé de V'etét,
Ojead las cartas del mutilado Abelar-
do á la infeliz Éloisa. Leed á Pablo y
Virginia, reóitad en fin una sola redon-
dilla de los Amantes de Teruel.
¿Que desengaños son los que dejan mas
vacio en el corazón del hombre?
Los desengaños de amor.
¿Que perdidas dejan mas huellas de
sentimiento en el alma?
Las de una muger querida.
Yo he visto llorar á un hombre.
Solo lloraba por una muger.
Tal vez sin existir esa causa no hu-
biera llorado en toda su vida.
Un hombre habita una pobre buardi-
11a sin muebles, sin alhajas, sin tapices,
sin alfombras; pero si tiene al lado un
ángel en belleza, pureza y hermosura,
tan bien embellece aquella mansión, que
si á todos le parece buhardilla, á su due-
ño le parece palacio.
De noche, la luna nos parece mas be-
lla si irradia palideciendo la frente de
nuestra querida-, el amor dicta enton-
ces las mas dulces palabras, entonces la
elocuencia brota de nuestros labios.
El amor tiene también, como reden-
tor del alma que purifica, su corona de
espinas: la ausencia.
Quisiera no hablar de ella.
La ausencia es la ausencia del amor.
Mas alto: lo definido-, no puedo entrar
en la definición y esto rae confunde, es
entrar en un círculo vicioso.
La ausencia es la falta del objeto ama-
do-, es no sentir sus miradas-, no oir su
voz-, carecer de su presencia, de su lige-
ro contacto-, es verla únicamente al tra-
vés del velo de nuestra imaginación:
Porque como antes dije, la mujer y el
hombre son indivisibles:
Y una mujer á quien no tengamos
amor ¿que es á nuestros ojos sino uti
ser rodeado de empalagoso materialismo?
Existe también el dolor del olvido.
Esto es mentira: en el amor no hay
olvido: hay si, la muerte de un senti-
miento que nada dice en adelante á
nuestro corazón. ¿Olvidamos acaso el
griego apesar de ser una lengua muerta?
El amor todo lo diviniza,, todo lo her-
mosea, todo lo realza.
Una flor que tengamos en nuestro po«
der de mano de la muger amada, es pa-
ra nosstros una alhaja mas preciosa que
las mas ricas diademas.
Una cinta, un lazo, una carta son á
nuestros ojos mas preciado que la opu-
lencia del opulento, que la sabiduría del
sabio.
El amor no tiene lenguage, solo tie-
ne acción: uua sonrisa, una mirada,
un leve apretón de manos bajo la mesa
de una tertulia, son á nuestros ojos pa-
labras, que espresan mejor que los mas
elegantes discursos.
¡Y qué penetración dá el amor! Siem-
pre sabemos las hora$ del diaen que po-
demos gozar de la vista de nuestra que-
rida: sabemos sus deseos, su genio, co-
nocemos á fondo sus cualidades, porque
los amantes nada se reservan, nada se
callan.
Sin el amor no existiera la poesia.
Es la parte principal de ella.
Preguntad al poeta quien le inspira sus
mejores cantos-, decid al pintor quien le
proporciona sus mejores asuntos:
Lo mejor de Espronceda es el canto á
Teresa.
La mejor oda de Garcilaso es amorosa:
«El dulce lamentar de dos pastores
«Salicio y Nemoroso juntamente.
El mejor cuadro de Murillo representa
una muger santa, madre y pura: la Vir-
gen.
La misma naturaleza nos enseñó á amar
Ella nos dá el egemplo.
La enredadera se enlaza amorosamente
al balcón que cae sobre un jardin. Una
palmera del desierto envia con sus semi-
llas quizá el aliento del ameren su póLm,
á otra palmera cuya copa no mas vé en el
inmenso horizonte.
Por eso el hombre debe amar á la rauger,
pues ella rodeade bondadesy cuidados el
estrecho círculo de nuestra limitada vida:
Porque ésta no es nada sin el amor.
Porque el amor es el favorito del alma.
Si nó ¿quien habrá que no haya sentido
un temblar de gozo, un ahogo de ale-
gría al recibir el anhelado si (}e la mu-
ger de cuyos labios pende su felicidad?
Hay tal agradecimiento en el corazón
Periódioo semano.!.
del hombre hacia la muger que le ha cor-
respondido que se forma en él un altar
de adoración en él que la muger es una
livinidad.
Y la muger después de Dios es el Dios
en la tierra.
A ella dirigimos nuestras purisimas
ofrendas y nuestros sacrificios.
Concluyendo. — Las dos grandes po-
tencias que rijen y gobiernan al hombre
en el mundo son la muger y el amor.
Pablo Cantó Xtienza.
!
mXSCELjlNEA.
'' ^'^^^^^^ ^***^rtip^*^ * ^*^f^j» "■■*■■
¡DIOS TE BENDIGA!
i.
«* t • •
Jira niño— Sentí. — Perdí la calma. —
Una esperanza me halagó, finjida. —
Soñé con el amor. — Lancé mi alma
á los revueltos mares de la vida.
Dejo la orilla. — Rebramando el viento
mi pobre nave á la venlura envia. —
¡Cuál se estremece el liquido elemento! —
¡Q.ié tormenta, gran Dios!— Pobre alma mia!
Sin norle... sin timón!— A destrozarme
ol mar me arrastra con su furia loca. —
Brilla una luz!... si, si. — Voy á salvarme
V rae estrello en la luz. — ¡Era una roca!
H.
De entonces lloro mi pasada calma. —
Reina la oscuridad. — Triste y perdida
puerto do salvación busca mi alma
en los revueltos mares de la vida.
Naufragaron mis ricas ilusiones! —
Una tabla encontré por mi fortuna:
la inmensidad cruce. — Mis oraciones
el cielo oyó por fin. — ^Brilló la luna.
Cede la tempeslad.— Vuelve la calma
con el reflejo de una estrella amiga
que aparece en el cielo de mi alma. —
Esa estrella eres \ií.-^¡Dio8 te bendiga!
A. Carrion.
Charada.
A la arena de un palenque
armado de punta en blanco
un caballero ha salido
sobre un fogoso caballo.
Arrogante es su presencia^
su aire marcial y bizarro
y de primera y segunda
el color de su penacho.
Su llegada en el palanque
grande alborozo ha causado
según aplauden las damas,
según grita el populacho.
Solo ruge y se enfurece
un mantenedor del campo,
el que motiva la lucha
y ha ya muchos derribado.
Por envidia y por venganza
á Alfaima acusó villano
ante jueces sin conciencia
de haber su honor mancillado.
Alfaima pura, inocente,
justicia pidió llorando
contra el infame: mas fueroo
inútiles ruego y llanto,
porque los venales jueces,
para la joven votaron
contra todo sentimiento
pena de muerte, si al cabo
de tres dias no yenciera
en abierto y libre campo
algún campeón ilustre
de Dios y el cielo enviado.
Y ya muchos caballeros
á la arena se arrojaron,
mas todos fueron vencidos
por Acmet el africano.
Y ya los nobles se afligen
y se agita el pueblo bajo,
y ya los jueces se alegran
con Acmet el africano,
cuando se presenta airoso,
armado de punta en blanco
sobre un brioso alazán
un caballero bizarro.
Con bocinas gritan luft^<\
Lope de Vega, periódioo semanal.
«Juicio de Dios» los heraldos,
mientras enristran sus lanzas
y toma cada cual campo.
Trompetas suenan y salen
á galope los caballos:
se encuentran, luchan, se hieren,
las lanzas se hacen pedazos.
Salen á luz las espadas
y luchan por breve rato
hasta que asiendo la suya
el de los rojos penachos
descarga un golpe terrible
sobre su vil adversario,
que su cabeza divide
después de partir el casco.
Se agita, vacila y cae
el acero de su mano
y él á su vez yerto y frió
cae de su negro caballo.
En tanto el pueblo vocea
y al aire dá mil aplausos,
y las damas de alegría
agitan sos velos blancos.
Mas él la visera se alza
y se baja del caballo
y sube primera y tercia
del negro y triste tablado
donde Alfaima está, que dijo
llena de amor y entusiasmo:
«cuanto quieras pedir, pide,
porque obtendrás otro tanto.»
Mas dicen que el caballero,
tan galán como es forzado,
no pidió segunda y tercia:
pero añaden que el regalo
que el buen caballero obtuvo
de haber muerto al africano
el amor de Alfaima fue,
que vivió siempre á su lado
en mi todo, que es ciudad
de la que son afamados
sus deliciosos jardines
y un magní-ficü palacio.
f/ Hombre de la Selva Negra.
Epigramas.
Preguntándole Zenon
á la bellísima Inés,
le dijo: jsabes quien és
el Úlósofo Platóní
T ella que aunque se lo mande
Dios, no deja de ser tonta,
dijo, contestando pronta:
Platón, es un plato grande.
Perdió un ricacho escolar
el sesto año que cursaba
á la sazón que habitaba
la Fonda Peninsular.
Burlando la pena honda
del padre, escribió: Paciencia,
si pierdo un curso de ciencia
ya gano un curso de fonda.
Pablo Cantó.
Solociones á la Charada del nóinero anterior»
Con Bot^, Bote y Tara,
Rata, Rabo y luego Tate,
Juan Palabrilla el Doctor
su gran charada formó,
siendo el todo BOTARATE.
MoraMa*
Al fin, doctor, dije: tate,
que he podide descifrar
después de mucho pensar
la charada, BOTARATE.
El de la tristísima figura.
¡BOTARATE! esclamé al punto
que tu charada leí*,
no te ofendas PalabriUa
que no lo digo por tí.
El Licenciado Vidrieras.
Tu charada, Palabrilla,
he descifrado al momento:
es BOTARATE y si miento
que me rompa una costilla.
JA.
DIRECTOR T EDITOR RESPOXSABLB,
Imprenta de Cernían.— Comedias 11^
AHIO I.
DOMINGO 27 DE SETIEMBRE DE 1863.
NÚM 26.
ií
,
LOPE DE VEGA.
PEaiÓDICO SEMANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
OIEig-CIAS.
tji. u-n
mm
W j" ^F
í*MA
•TfininBIi
D. PEDRO CALVO ASENCIO.
SSa-^ De su odorante boca frngnncia el ámbar toma
I Y de su tersa frente los lirios el albor.
Hoy que toda la prensa es-
pañola Hora la muerte de es-
te noble patricio, Lope de
Vega, apesar de ocupar en
ella el lugar mas humilde,
consagra una lágrima á su
memoria, rogando á Dios pre-
mie en el ciclo la constancia
conque se dedicó en la tierra
durante su corta, pero inta-
cliable vida, al bien de la hu-
manidad.
I
I
I
SSBBSBSS
rtÉMHlHMMMM
UNA IRIRADA AL CIELO
Remóntate alma mia y al ver el fírmamento
Que ostenta estrellas miles en campos de zafir,
bel mundo esto que habitas sepárale un momento
Y á la región celeste feliz podrás subir.
Allí el fragante aroma que exhalan bellas flores,
De soles infínitos el rayo brillador,
De ardientes querubines los cánticos de amores
Te inundarán de gozo divino, arrobador.
Verás ángeles bellos pulsando arpas de oro,
Doncelhis coronadas con ramos de azahar;
De mártires heroicos verás el almo coro
Laureles eterno les y palmas ostentar.
Bijo un dosel de estrellas de claros- reverberos,
Teniendo la a!bi luna por bello pedestal,
Verás una hermosura: sus ojos son luceros,
Su talle esbelta palma, sus labios el coral.
De sus afectos puros la tímida paloma
Apfende la inocencia y candoroso amor.
Las aves mas canoras, oyendo sus acentos
Sin que imitar consigan tan dulce vibración.
Aprenden melodías que sueltan á los vientos
Cuando en el alba elevan suavkima caDcioo.
Piadosa es cuanto bella, que siendo soberana
Del cielo y de la tierra nos brinda con si amor
Y mira compasiva nuestia flaqueza humana
Haciendo que deponga sus iras el Señor.
Y ofrece al peregrino doliente y fatigoso
Un valle florecido y fresco manantial,
Do encuentra el infelice dulcisimo reposo
Lavando sus heridas con 7gua celestial.
Oh Virgen bendecida, del cielo bello encanto/
Tus gracias adorables yo quiero contemplar
Y en tus preciosas plantas vertiendo dulce llanto
Yo quiero ¡madre mia! mil besos estampar.
Yo te diré las penas que el alma me rasgaron
Y la eslridpinte risa que mi entusiasmo heló:
Te mostraré las llagas que abiertas me dejaron
Espinas punzadoras que el mundo me clavó.
Mas ayí que el alma mia pretende alzar su vuelo
Y aprésala inhumano tiránico poder;
Los lazos de la carne sujétanla en el suelo
Y la infeliz no puede cruzar el claro etér.
Y solo allá entre sueños te vé mi fantasía
Velada con celajes de plata y de carmín.
Rasgar quiero ese velo ¡mas ay/ que me desvia
Celosa de ocultarte un blanco seraGn.
Aprisionada y ciega cstiendo á tí los brazos
Ansiando ver tus luces ¡oh estrella del amor/
Pues rompe compasiva mis humanales lazos
Si solo asi ver puedo tu célico fulgor.
Anteqn^ra.
Victorina Saenz de Tejada,
Lope de Vega,
Bruto, primer cónsul.
itfueslra ol puñal en sangre purpurino,
Bruto, al pueblri en el for:) eoiijregado,
en el lurg.MiK» pec-h;) sí»pullaílo
de la espora inlVIi/ ¡le C')lalino.
Al clamor del n)in:ino y di*l latino
que rugen como ligre d -salado,
apenas, entre vi\as sofócalo,
se escucha el ^rilo di*l audaz Tarquino.
Se e.>lrem;*ccn los basquéis sc^culares;
retiembla estrinh'ci lo el C ípilolio;
al mar se arroj.i alb iroz.nlo el Tibre-,
Y elevan lo las laces cónsul .res
el héroe dice, d rribando el solio:
«Lucrecia ha muerto, pero Roma es libre!»
A^. de Luaces.
GORGORITO SENTIMENTAL
La estrella del placer se va ocultando:
El astro del dolor vá apareciendo.
Mis sueños de venlura van volando:
Mis horas de infortunio van viniendo.
¡Ay del quí muere, por vivir amando!
¡Ay del que vive, por amar muriendo!
¡Ay <lel qucí solo gozará esperan lo
í mira siempre su esperanza huyendo!
G. R. Larrailaga.
Erefi nn i dkini I <(1, y sin ^in>>ftri;o eret fm,
eomp irada lu UiTinosu' i f» i ti purexi.
El Aú'ioa.
— Y pos'i- sobre mis labios un intenso
beso que penetró hasta el fouJo de mi
corazón.
Y el balito perfumado que desprendia
lle^ó hasta mi alma.
Y mi alma la sintió cerca de sí, y mi
corazón tembló do placer cual la hoja
que mece el céfiro suave en la matinal
aurora.
Y su boca, m"\s dulce que las mieles,
dejó escapar un suspiro, suspiro que re-
co.£,MÓ mí corazón envuelto en un uyo te
adoro.»
Y sus blondos y rubios cabellos cu-
brieron mi cabeza, y sentí su rostro jun-
to al mió, y oí que llorosa y amante me
dijo: «soy la mugor por quien vives.»
¡Y era ella! ella tan resplandeciente
de juventud y hermosura, de virtud y
pureza-, ella tan casta y pudorosa, con
sus rasgados y ardientes ojos-, ella con
su bocra parecida á una guinda entre-
abierta que dejaba ver en el fondo una
sarta de perlas; ella con su rostro an-
gelical ^ su seno pudorosamente cubier-
to-, ella, en aquel instante, era solo com-
parable con la Safo de Losbo.
Mi corazón no pudo resistir la emo-
ción, mis párpados se reunieron, y el
sueño me trasportó á otras regiónos.
Y soñé.
Mi vida la hubiese dado en sacrificio
de aquella muger. La adoré con el mis-
mo entusiasmo que...
Y creí que era amado, quizás lo seria-,
pero en medio de mi dicha, cuando so
naba glorias sin cuento, abrióse ante mi
un vacio, domie se perdía la vista, era
el caos-, y vi cruzar el fantasmade la du-
da, que pasó y se perdió en el espacie-,
volvió á p icar mas tarde, y deséchelo
con horror, mas en vano: presentóse por
tercera vez á mi imaginación y me hizo
ver, señalándola con el dedo, la imagen
de la infidelidad, que ocultaba la cara
en el manto, temerosa de que la descu-
briesen...
Y entonces, loco, fuera de mí, me me-
sé los cabellos y deié escapar una car-
cajada que conmovió en su asiento la es-
tatua de la virtud.
Y desperté.
Y junto á mí, respirando el aliento de
pureza que la dio su madre al nacer,
estaba ella. «i
Ella tan inocente, tan honrada, y con
su conciencia tan tranquila, mirándome
fijamente, como diciémlome, qu3 mirase
ai través del cristal de sus pupilas lo
que encerraba su corazón.
Y un rayo partió de mis ojos y soa-
deó su interior-, su corazón estaba tran-
quilo como un lago en calma^ ea el qoe
solo 86 advertía un rastroi, qud «ra b
Periódico semanal.
estela que dejaba tras de s{ su amor
unido á mi amor.
Y suspiré, y la brisa suave refrescó
mi frente y despejóse mi imaginación, y
la luz de la verdad iluminándome, de-
jóme ver, con caracteres de gloria, un
letrero que decia: ^Existe virtud sobre la
tierra- »
/.
Cuando del tiempo la pesada mano
Cargue de años el yerto corazón;
Cuando del hombre en misterioso vuelo
Huya la juventud que tanto amój
Cuando solo trabajos y familia
Fruto de un dia deliciosa unión,
Amargeu el recuerdo de su dicha.
Le agovien sin cesar en derredor,
Contemplando su mal inevitable
Quizás esclame con sentida voz:
«Bellos recuerdos de mi dulce vida^
Ilermosos ratos de mi alegre humor.
Como pasasteis con veloz carrera.
Sin doleros jamás de mi aflicción!
Recuerdos sois de los que solo dejan
Huellas al alma de mortal dolor! i*
Ni la puede acallar el pecho mió.
Ni la puedo borrar de mi memoria?
¿Quién de su libro de bellezas lleao,
¡Ay! pudiera arrancar una por ana.
Las páginas de amor y de fortuna?
Y sin consuelo espera
En su edad lastimera.
Para variar de suerte *
Que acabe su carrera
El pronto paso de la cruda muerte.
Pablo Cantó Atienza.
LA DAlIi DEL MEDALLÓN,
NOVELA OBIGINAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
Y si esto dice el hombre vigoroso
Que frisa en los cuarenta
Y aunque no muy dichoso,
El tiempo alegre de su vida cuenta^
¿Que no dirá decrépito el anciano.
Que con mas tiranía.
Siente del tiempo la pesada mano?
¿Para el que cada dia
lis muchos pasos á la tumba fria.
Nuevo dolor en su intranquila mente,
Nuevas arrugas en su calva frente?
Ese no podrá menos
De esclamar con acento desvalido
Y con conceptos de amargura llenos:
¡Cuanto goce perdido!
¡Cuanta dulce ilusión desvanecida!
¡Que pasión he sentido
En aquellos instantes de mi vida!
¿Porque la voz de mi pasada historia
CONTINUACIÓN.
Media hora después, cuaodo reinaba en la ha-
bitación el mayor silencio apenas interrumpido por
la dulce respiración de la joven, se abrió sin
ruido una pequeña puerta practicada cenarte en
el muro, y apareció por ella \\ cabeza de un
hombre. Luego adelantó este un pié con precau-
ción, y por ultimo penetró en la alcoba.
Aquel hombre müs se asemejaba á un c<>da*
ver animado por el galvanismo, que á un ser
humano en el uso de sus facultades.
Era alto, y horriblemente ílaco, y aunque ape-
nas contabi) de veinte y cinco á veinte y seis años,
parecia un viejo caduco postrado por los padeci-
mientos. Su rostro, cubierto de un:i paluléz mUe
que le hacía aparecer casi trasparente, estiba
orlado de una barba hrg4, l.icia y dí'scu'Jadn.
El cabello también muy larso y enred .do, sa-
lia por debajo de un gorro de terciopelo ne;5ro,
metido hasta las cejas. Ib^ envueliocn uwa bita,
que apesar de lo caloroso do U estación, era do
damasco, acolchada, y forrada de pieles; y no
obstante tan escesivo abri;;o, aquel hombre tiri-
taba, por efecto de la calentura.
Andando con mucho rerato, llegó h^sta el le*
cho de Laura, cruzó los brazos y conteniendo el
continuado caslañeleo de sus dientes, esluvo con-
templándola por espacio do alj;ü:iüs m;n;Uos; hie-
rro se aproximo á eí'a, ó imprnnió sus ¡irdorosoa
labios en la frente de la hermosa, que se estre-
meció ásu contado, murmip in lo al mism) tiempo:
— Julio, Julia .. seréis felices .. yo os lo juro.
— ¡Siempre la misma idea! esclamó en \oz bi-
ja el hombre misterioso. Oh! Laura, oh! aoaAc
Lope de Vega,
mió! pronlo vas á verte libro de mi... aunque
yo... bien poco te he moleslado... Adiós., adiós
quizás por la úllima vez!
Después dirigió una mirada tiernísima á la jo-
ven en cuyosi labios vagaba una amjrga sonri-
sa, y desapareció por la puerlccilia, que cerró
tras él.
Aquel hombre, aquel espectro, no era otro
que el marqués de Ocampo.
CAPITULO III.
En que consistía el plan de Pedro.
En un sotabanco, de una casa de seis piso del
barrio del Avapies, vivía un matrimonio joven,
y tan pobre que solo contaba como medio de sub-
sistencia con las pequeñas ganancias que le pro-
porcionaba el oficio que profesaban los dos es-
posos, y que consistia en hacer abanicos bastos
de los que se surtian las mugeres del barrio.
El marido conslruia los varillages, que por
lo regular eran de pino, ó de naranjo, pintados
y barnisidos, y la mnger iluminaba las grose-
ras litografias que adornaban las vítelas.
No siempre habia sido tan desgraciada la suer-
te de esta familia.
Gíuseppe Antonelliera italiano, como también
8u mugtr Fiorella Gal vano, con quien hacia
cinco años estaba casado.
Giuseppe, habia formado parte de un club
revolucionario en Yenecia, su patria, el cual,
habiendo sido descubierto por la policía austria-
ca, fué disuelto, y los que' lo conHituian pre-
sos unos, sentenciados á muerte otros, y so-
lo al:;uno8 pudieron librarse, espatriándose, per-
diendo por consiguiente cuanto poseían; pues el
gobierno tiránico del Au tria, coníi.ncó sus bie-
nes y los dejó reducidos á mendigar en tierra es-
trangera su subsistencia, ó á valerse de cual-
quier industria para poder vivir.
Antonclli fué uno de estos últimos, y habién-
dole perseguido la desgracia hasta en el suelo
español, donde no encontró colocaron alguna,
tuvo que echar matio del sencillo ollcio en que
se ejercitaba en la actualidad, y del que fuera
aprendiz en su juventud.
Ya hacia tres años que estaba en España, y
dos que vivia en Madrid, en aquella misma casi.
Todo el barrio le conocía por el tío José el
Abaniquero, y era de lodos querido, porque con
todos simpatizaban tanto él como su joven esí)osa.
Era alio, muy rubio, y de fisonomia alegre
y simpática. Apenas contaría vciiile y ocho años,
y VI tan joven, pns iba sobre él, la desgracia, que
siempre persigue al que se esfiuTza en salvar á
su patria de la cruel tiranía quo la oprime; y sin
embargo de haber sufrido tanto, conservaba siem-
Jre el mismo carácter alegre de sus días de fe-
v'dad.
Su esposa, joven de veinte años, ero... \k qué
hemos de describirla? El que hubiese conocido i
Laura de Clermont, ereeria encontrar en Fioret-
ta la reproducción exacta de Laura, si bien al
fijarse en pequeños detalles, encontrara esas di-
ferencian que no dejan de existir en todas las
cosas por muy sem.'jnntes que sean Sin contar
su acento italiano, y su metal de voz comple-
tamente diferente do I de Lajra^ se ob>ervaha
además, en ella la fnlta del lunar en la mejilla
derecha que tanto agraciaba el rostro do la jo-
ven marquesa: por lo demás, podía presentarse
en cualquier parte donde no se hubiese oído
hablar á Laura, y es seguro que nadie hubiera
dudado deque era la misma BixtMX del Medalhn,
que tanto estaba llamando la atención en Ma-
drid. La casualidad se había compitcido en dar
á dos qersonas á quienes no unía ningún víncu-
lo de parentesco, el mismo tipo, la misma se-
mejanza (]uo se nota en herm mos gemvHos.
En el momento en que presentamos á nses
tros lectores este joven m itrimonio, trabajaban á
la luz de una vela de sebo, mjtida en el cue-
llo de una botella, mientnscanlanban a dúo el
Misserere del Trovador, con el mayor afinamien-
to, como pudieran hacerlo dos cantantes de pio-
fesion.
Asi que acabaron de cantar, Giuseppe escla-
mó en italiano, cesando de trabajar^ y mirando
á su muger:
—¿Sabes Fíorelta,que parece ta voz la de qb
ruiseñor? me estasio oyéndote cantar.
— Y yo á tí Giuseppe; eres un gr?n tenor.
—Mira, Fíoretla, en verdad te digo, queya
estoy cansado de estar todos los días haciendo es-
tos malditos abanicos |)ara luego venderlos por po«
co mas de nada, y te aseguro, que si me ad-
mitiesen en alguna compañía de ópera ílaliana...
— jQue locura!
—/Sí es verdad! trabaje V. trabaje V. sin
descanso y luego ¿para qué? Nada, nada, esto
no f)uede seguir asi. Yo no quiero que tu tra-
bajes, Fioretta; ¡yo quiero ser rico« si, muy rico.
— jBuen camino llevamos!
—¡Per Bacol otros con menos elementos bao
hecho una fortuna.
Mira sino, el amo de tu amiga Lnc¡9 ¿Quieo
le hal.ia de decir n él, ahora diez añ-H, cuinJo
estiba barriendo la tienda donde entró de de-
pendiente 'A venir de Burgos, que debía ser uo
día uno de los banqueros mas fuertes, con ex-
celencia, títulos y Jemas? Pues yo no he sido
nunca un palurdo', y si pudiese reunir algún di-
nero, le ;«sej:uro !.
—Pues justamente es lo que te h^ce falla; di-
nero |)ara empezar; el dinero trae dinero, fiero el
que trae al otro no se gana haciendo abaoicoi
de á diez y siete cuartos y de é peseta.
—Ni barriendo tiendai.
Periódico semanal.
— Giuseppe; todos sabemos como se hacen esas
fortunas improvisadas.
— ¡Diavolol es verdad; pero si no puedo alejar
esti maldita idea que hace tiempo me está mar- 1
tirizandüí
Luego dando una puñada sobre la mesilla^
gritó:
— ¡Fioretta, yo quiero ser rico!
— ¡Vaya un empeño! cuiitesló riendo Fioretta, i
pues si ese es tu deseo, cúmplase amigo mío;
fiero creo que si no le agregas á una cuadril-
la de monederos íiisos ..
— ¡Yo monedero falso! y que ya que ima ver
libré el cuerpo en Venecia por revolucionario,
vaya á dar conmigo en un presidio por ladrón/
— Pues enlóncos... no te veo nunca rico.
— Pues pobre me quedo.
— Vea V si yo tubiera siquiera quinientos
escudos er.'^ feliz Pondría como en Venecia una
tienda de juguetes y... por poco f^e empieza.
— Ya lo creo, con quuiienlos escudos, éramos
unos rjyes ^
Durante su conversación, un liombre ha es- '
tado contemplando esta escena, apoyado en el
marco 'ic la puerta del sotiib'iiico. ¡
Apenas Fioretta acabó de hablar, el hom- !
bre se adelantó, y llegándose al ilaliiuo, le tocó
en el hombro. Gínseppe se volvió precipitada- 1
merite, y se eucont* ó cara a cara con uu señor t
al parecer de bastante edid, á juzgar por los |
rizos de cabellos canos que snlian por deb;tjo
de las alas del sobrero que tenia metido hasta^
los ojos
Llevaba antiparras verde? de cuádruples cris-
tales, y en el ojhI de la levita, se veía la cinta
de la Legión de Honor, lo que hacia creer que el '
desconocido era algún antiguo oGcial del Im-I
peno.
Tomó tranquilamente asiento, y preguntó á
Giusepnc en mal italiano: i
-^¿Sois maese Giuseppe Antonelli? 1
— 1\ mismo, para lo que ordene su señoría.
— Tengo que hablaros.
— Al ¡nt.'inte, señor.
Gmseftpe hizo ademan de mandar á su muger
que les dejase t;olos; pero el caballero la detuvo.
— No, no; al contrario, vuestra esposa debe !
oir nuestra conversación.
— Ya escucho, señor.
El desconocido sacó con mucha calma su caja
de tabaco, tomó un polvo, y después de aspirarlo
coo delicia, dijo al absorto Giuseppe.
— Sois Veneciano espatriado*
— Si ve ñor.
— ¿Deseariiiis, regresar á vuestro país, y vol-
» cr ü emprender vuestro comercio?
— ¡Ah señor! ese es lodo ni deseo; pero á pe-
ar del indulto que ha dado el gobierno aus-
riaco á los emig 'ados, para poder volver á sus
hogares, yo soy tan pobre, que me ha sido im-
posible aprovecharme de él, pues no tengo re-
cursos para costear el viaje á Venecia.
— Bien; pues ahora se os presenta la ocasión
de realizar vuestros deseos y aun de hacer for-
tuna.
— Veamos, señor ¿quien puede interesarse por
mi?
—Yo sé de alguno que os favorecerla á true-
que de otro favor.
— Esplicaos señor, dijo Giusepe aproximando
su silla á la en que el desconocido habia to-
mado á siento.
—Es una cosa, muy sencilla la que se solicita
de vos y de vuestra esposa.
—¿Dé mi señor?, esclamó Fioretta sorpren-
dida.
—Si, hija mia.
Escuchad: se trata de salvar á una muger
cuyo honor peligra, y al mismo tiempo la vida de
una joven.
— Ah! y nosotros...
— Si, vosotros podéis hacerlo; para lo cual
voy ha poneros en antecedentes.
(Se eonUnaari.)
EN EL ÁLBUM
DE LA Srta. D.* concepción T.
No esperes que tus encantos
Compare á los de la aurora.
Cuando, del día precursora.
Viste jalde y arrebol-,
Y con sus nítidas manos.
Abre las puertas de Oriente,
Mientras sale, refulgente.
De su ecuóreo lecho el sol.
Ni á las flores cuyos cálices.
Envidian las mariposas,
Cuando en vueltas vagarosas
Cruzan, leves, el pensil:
Que entreabriendo sus corolas
Oreadas con ricas perlas.
Brotan fragancia al mecerlas
Del aura el soplo sutil.
Ni á la reina de la noche
Cuando apacible riela,
Y entre nubes su faz vela
Con timidez virginal-,
Ni compararé tus ojos
A dos estrellas fal^<^\3LtA%)
Lope de Vega,
Ni á perlas nivea* tus dientes.
Ni tus labios al coral.
Que el raudal de los elogios
Ya otros vates agotaron.
Cuando en ti admirar lograron
De hechizos tal multitud.
Y hallar^ Concha, no me es dado.
Para ensalzar tus primores.
En mi paleta colores.
Ni acentos en mi laúd.
C. delM. J.
1853.
EL CANTO DEL TROTADOB.
I.
Aura de dicha, gentil doncella,
de mis amores grata ilusión,
de mi ventura radiante estrella,
dulce esperanza del corazón:
llegue á tu estancia mí humilde acento,
turbe tu sueño mi triste queja,
y escucha el eco de mi tormento
que amante exhalo junto á tu reja.
Yo soy un peregrino
que cruza errante
por la carrera amarga
de los pesares.
De mi consuelo
en tí, hermosa, diviso
mi ansiado puerto.
u.
Como se observa por el Oriente
del nuevo día la luz brillar,
asi en mi pecho la llama ardiente
de un amor puro siento brotar.
Entre las auras de las praderas
van los suspiros de mi pasión,
y dolorosa» y lastimeras
muruiuran tristes, mí honda aflicción.
Vergel de mis amores,
tú sola eres
la encantadora rosa
que aromas vierte.
Deja que aspire
tu perfumado aliento
guJen por tí vive.
Joya del alma, rico tesoro,
nadie en la tierra quiso jamás
con la vehemencia que yo te adoro-,
cual mi existencia te quiero... y mas.
Mas que ama el triste á su ventura
que el infortunio trocó eu dolor;
mas que al rocío del alba pura
ama la hermosa fragante flor;
mas que las aves aman su nido;
mas que al recuerdo de amor nacido;
como al edén
que en tus encantos vé mi esperanza,
plácido asilo de venturanza,
de goces puros, de único bien.
No desoigas el ruego
del que te ama
y amando tu hermosara
la vida pasa.
No me desprecies,
que tu desden es cierta
señal de muerte.
Y un suspiro amoroso
cual mis suspiros,
que esperanza le infunda
al pecho mío,
los aires cruce,
pues la esperanza es dicha
para el que sufre.
IV.
Mas nada escucho: reina del mnndo
la noche tiende su negra faz;
todo en silencio yace profundo...
doquier la noche sombría, tenaz.
Así la pena reina en mi alma
que con su dicha feliz soñó,
y envuelve en duelo la paz y calma
de la esperanza que alimentó.
Densas tinieblas cubren el cielo
dó se refleja mi desconsuelo.
La blanca flor
de mi ventura, dobla su broche
falta de vida, porque la noche*
del desengaño, mata mi amor.
Adiós, muger ingrata,
de aquí me alejo
llevando el alma^herída
por el desprecio.
De hoy mas, al llanto
yo pediré el consuelo
que i^e has negado.
Féciódioa flemanal.
Cuando la noofae oculte
ya sus crespones
negros, como mis penas
y mis dolores;
cuando la aurora
asome entre matioefl
de nieve y rosa,
al destellar fulgores
en el espacio^
alumbrará angustioso
su primer rayo,
las flores seca9,
de ilusiones que maeran
junto á tu reja.
Lioare«.>«:S6¿.
Bicardo Ayuso Espina$a.
, mu -i s
asxaa
Si babieramos depr6»b»rlo6 6i)nnos frutos que
emanan üe la edacacioi), no ba8tari»n centena-
res (lo volúmenes. K cada paso encimira riamos
ei(;m[)l()s que nos de mostrar ian el aserto de es-
ta verdad.
El hombre, pobre viagero que cruza el áspero
caminí) do la vida, que lucha por llegar al fin que
se pi opone, que h.) visto hundirse á sus plantas
lo |>as.ido, que si lo evoca solo le queda un
recuerdo ¡«jado ])or otros que le sobrepujan, que
hoy vive con la^ ilusiones que alimenta, presen-
tándose u su vista un porvenir rico de gloria,
fascinador por lo que en si envuelve, que de-
jado arrastrar por él, toca el acibar del desen-
gaño, despeñándole á veces, y viendo una rea-
lidad que le despedaza, que U corroe, que le
asesina.
Al bombre debe educifsele desde su mas tíer-
na edad, cuando todavid do ha empezido á co-
nocer «1 torbellino que de dia en día le en-
vuelve habita colocarlo á la altnra déla mas com-
pleta obrecaQÍon; que penelrandj por las puer-
tas del vicio, le vemos salir por las del crimen,
con el corazón lacerado, lleno de hiél, buscan-
do ya arrepentido lo que no le inculcaron en su
edad primera
Por eso repelimos, debe educársele con es-
mero para evitar esos males que por desgracia
tanto abundan en nuestros dias.
Nada exije tanta delicadeza como la educación:
un paso mal dado^ no corregido por los padres,
mifiana les hace derramar abondaotes lagrimas
brotadas por su dejadez.
Pero por el contrarío, el que la ha recibido
tal cual dabe eonsideriraele, iastrciéo en nues-
tra santa religión, en sos máximas, en sa sana
DK>ral, vedlo ahi marchando por la senda del
deber, encaminándose al sinluario de la virtud,
8Íen«io el apoyo de los que le dieron el ser.
La esperiencia nos ha demostrado qne en las na-
ciones donde mas se cüíd*i de la buena edncacíoD
fOn raros los crímenes que se cometen, y gran-
de el número ée virtudes; asi es que Atenas, el
templo de la sabiiluria, la morada de los place-
res, la ciudad meramente filosóftca, sino bo-
bera sido por la etlucacion que recibian sus ciu-
dadanos no hubiera llegado al apogeo de gloria
que eclipsó al mundo.
Hoy^ todas las dates parecen se afanan por
adquirir algunos conocimientos de educación.
ror ese la mi^er de talento que ha busot-
do en los libros lo que le negaba el mundo,
es admirada de todos como una joya de un va-
lor inestimable^ porque ésta, educará á sus hijos
con ta sublimidad de sus palabras, con sus san-
tas y puriscadas doctrinas; y en la edad en que
sos fibras se desarrollen llegando al estado de
comprensión, esta madre pondrá á su vista ejem-
plos que imprimiéndoseles fuertemente, abrirán
en corazón k senlioientos nobles j generosos.
Hoy, organizada la sociedad con gran núme-
ro de escuelas públicas, parece el siglo 19 el
llamado para desterrar la ignorancia y cegue-
dad; vemos que todos los gobiernos trabajan
activamente en ¿crecentar la educación do sus
pueblos. ^
En Espafia también, annque poco á poco, se
vá adelantando en una mejora tan útil para el
pais, y quiera Dios que aunque no sea mas que
por su propio interés y por las ventajas que
ofrece á la humuúdad, so vea desarrollada Án
encoutrar á su paso obstáculos que vencer.
F. González de la Cámara.
tm
MISCELÁNEA.
Teatros.
En el del Príncipe Alfonso sabemos que
del seis al diez de Oclnbre próximo innugu-
rara sus representaciones dramático-itulía'
ñas, la eminente trágica Adelaida Kislo-
ri, estrenándose con una de las mejores
obras de su repertorio, á la que entre otras
seguirán: Anye/o, tirano de Padua» Macbvlh^
Le Gelosie di Zelinda é Lindo/ o^ todas escri-
tas y dedicadas espresamente por autores
extrangeros á la egregia trágica.
La eoi\^reaa, ai^M^x t^Niss^i \^ss\v^i^!^ ^^»r
Lope de Vega, periódico semanal.
tos qiie le ha ocasionado la reaparición de
esta notabilidad artística, abre un abono por
diez representaciones, á precio nada exaje-
rado si atendemos las dificultades vencidas y
los establecidos en otras capitales.
Le auguramos brillante éxito, al par que
esperamos, que como en otra ocasión, la
ilustre trágica añadirá en Málaga, una hoja
mas á sn corona de artista.
Hoy debe llegar á esta ciudad la compa-
fiia dramática que ha de actuar, en la tem-
porada de invierno, en el Teatro Principal.
Numeroso y escogido personal, procedentes
muchos de los artistas que lo forman de los
teatros de la corle, allí ventajosamente re-
putados; otros conocidos en Málaga, donde
recogieron mirecidos aplausos eni)tras tem-
poradas; reparaciones y mejoras introduci-
das en el coliseo; abundoso y brillante re-
pertorio, son prendas seguras de que los afi-
cionados al arte, pasarán ratos agradables
en las medrosas y ateridas noches del invier-
no que llama á nuestras puertas, oyendo la
inspirada voz déla escelenle dramática Sil-
vería del Castillo, bella adquisición de ia
empresa, ya laureada en >! álaga, y objeto
de calorosas y entusiastas defereucias en D.*
Mencia y otros.
Aplaudimos el celo de la empresa que tan
acabado personal presenta, y sm preciarnos
de profetas, le auguramos la justa recom-
pensa á sus sacrificios.
Queda abierto el abono esta semana.
La inauguración de la temporada, el pri-
mero de Octubre, será probablemente con el
drama. El nuevo D, Juan.
Lope de Vega.
Anoche debió celebrar esta Sociedad la
sesión que oportun;mienle anunciamos. Todo
hace creer que tiabrá excedido en bríllantez
á las anteriores, pues ademas de tomar par-
te en ela, por primera vez, las ententlidas y
simpáticas aficionadas á la declamación se-
fioritas doña María Lucrecia Zamora y doña
Estanis'á Borja. se habia hecho un numeroso
y lucido convite.
El) el próximo número nos ocuparemos con
detenimiento de esta sesión, para la cual se
Aaa veríácado algunas mejoras en el local, 1 Imprenta de Coii/ort.— Comedias 11.
Charada.
Es mi primera una letra,
que en el alfabeto se halla;
artículo mi segunda;
mi tercera un rio de llalla;
mi cuarta nada es por si;
{con mi quiuta se pnra.-*
li prima y segunda tiene
muy bello mi amiga Juana;
primera y quinta en las tiendas
es cosa muy necesaria;
segunda y prima un poeta
que goza de grande fama;
3uien llega á tercia y segunda
e fijo gran frió pasa;
tercia y cuarta la gallina
hace mientas viva se halla;
y si estando yo entre amigos
todos al punto se marchan,
entonces quinta y segunda
me quedo.— De esta charada
es el todo una nación
en la historia celebrada,
y que dio nombre á una guerra
sangrienta, y por cierto larga.
Con qué, si sabes historia,
ya puedes adivinarla.
Solociones á la Charada del nnnero anteríirf
Hombre de la selva negra,
aunque bien lo hts ocultado,
el todo .de tu charada .
es, si mú no be calculado,
ia hermosa y lica GUANA DA.
F., B., B. T A.
Un caballero presentóse airoso
á defender de Alfaíma la inocencia;
es color grana su penacho hermoso,
y arrobante y marcial es su presencia.
A su rival venció; suhió dichoso
la grada del tablado, y con vehemencít
todos le aplauden: él no pide nada
y Alfaima le adoró: era GR.VNADA.
B.A.
La charada del Domingo,
apesar de sor t^^n grande
que era GI{ANADA acertó
sin vacilar—
LA COMADRE.
diiuí:tor y editor responsable.
-A.3SrT02SriO CDAJEITIXOUT.
AflO I.
DOMINGO 4 DE OCTUBRE DE 1863.
NÚfiT. 27.
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SEMANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
' *
ZjITEüA-TTJI^-A..
LOPE DE VEGA.
El ingenio mas fecundo en poesía que ha te-
nido España, nació en Madrid el 35 de noviem-
bre de lo62, de Félix de Vega y de Francis-
ca Fernandez, de noble alcurnia. £n el colegio
im|)erial donde estudiaba gramática y retórica,
fué donde empezó á dar muestras de e¿a ina-
gotable vena que lo elevó á la cúspide del Par-
naso. Huérfano á los pocos años, y con no ma-
chos recursos para sostener á su madre viuda,
dedicóse con mas asiduidad á hic^r versos, que
le valieron la proteccioa del obispo de Avila
é inquisidor general don Gerónimo Manrique.
Llevóselo éste consigo, y en aquel palacio com-
puso varias églogas y una piecesila titulada La
Pastoral de Jacinto, primer ensayo de sus varia-
das, ricas y abundantes composiciones dramá-
ticas. Pensionóle el prelado por estos ensayos
que le habia dedicado; y non esta ayud i pudo
marchar i Alcalá á estudiar Glosofia, obtenien-
do con gran aplauso el grado de bachiller. Pa-
rece que 8U intención era dedicarse al estado
eclesiástico, pero el duque de Albj, que le co-
nocía hacia y» tiempo y que eslimaba en mu-
cho sus buenas prendas, su modestia y su eru-
dición, le disuadió de su propósito, nombrán-
dole su secretario. Para el duque compuso en-
tonces la Arcadia^ en la que S3gun un biógrafo,
disfrazó con íingidos nombres, verdaderos su-
cesos y lances de amor de varios señores de la
corte. Casado alguu tiempo después con doñ<
Isabel de Urbino, dama que á una belleza estre-
mada reunía todas las prendas que contituycn
la felicidad de un esposo, cuando la suerte encmigí
vino á turbar su reposo. Uno de esos hombres
maldicientes, áspides de la sociedad qu^^ todo lo
envenenan y se complacen en morder las mas
Euras reputaciones, ó envidioso de 1 1 fama de
ope, ó crevendo que podría ímpuncinente za-
herirla por lo modesto, empleó á todi hora con-
tra él las punzantes saetas de la calumnia; pero
el poeta f|ue no podía perdonar sin deshonor
aquella injusta maledicencia, compuso contra el
maldiciente un romance, en el que pintaba tan
al vivo el carácter, costumbres y círcuo-tancias
del difamador de su honra, que éste no pudien-
do resistir tan justa crítica, desaGó á Lop3 Acep-
tado %l duelo, quedó victoriosa la razón; pero
la justicia intervino, y Lope fué conducido á la
cárcel, y enlabiado el proceso. Sacólo de ella
la astucia de un amigo, Claudio Conde, según se
colige de la dedicatoria del dran)a que después
compuso, y que le dedicó con el título de Bus-
car su propia desdicha. Empero libertador y li-
bertado tuvieron que refugiarse en Valencia. En
esta ciudad tuvo ocasión de pagar el favor re-
cibido: preso el Conde por algunas travesuras
de joven, debió á Lope su libertad. Arreglado
el negocio que le tema alejado déla corte, pu-
do por fin volver á ella y al regazo de su aman-
te esposa. Recibiéronle á su llegada deudos y
amigos con las mayores demostraciones de ale-
gría, pero apenas empezaba á disfrutar de cal-
ma, cuando la muerte le arrebató de su lado á
su querida Isabel. Para aliviar su pesadumbre
se trasladó á Lisboa, resuelto á tomar parte co-
mo soldado en la espedicion qne se dirigía con-
tra Inglaterra en la invencible armada. Conocido
es el desgraciado fin de aquella imponente ma
sa de velas henchidas do esperanzas, que el tem-
poral destruyó; que á éste mas que al valor de
los ingleses debió, tal vez, Isibel de Inglater-
ra su corona. El valiente! Lope, entre tanto,
fuerte de ánimo é inalterable en medio de aque-
lla deshecha borrasca cumplió como bueno, y
se asegura que en los poces momentos que le
dejaron libre el estampido del cañón y el retum-
ba r del trueno, compuso el^ poema épico titu-
lado La Dragonada, y una parte del de La Her-
mosa Angélica, gloriosa emulación del Orlando
de Ario^to; y aun se añade que apesar del do-
lor de haber perdido á su hermano, que herido
vino á esfíirar en sus brazos, y ver deshecha
aquella gigantesca empresa, compuso la festiva
Gatomaquia. Uestituido á Madrid, entró de se-
cretario del marques de Malpica, y luego del con-
de de Lemo, hasta que contrajo matrimonio con
doña Juana de Guardia, dej;quien tuvo,dos hi-
jos; per» al poco tiempo volvió á enviudar, re-
nunciando desde enlonces^al matrimonio, sfigun
unos por amores qii¿ teni.r con una d ima de
alto linaje, casada también, llamada doña Ma-
ría de Lujan; sei^un oíros p )ri^!io des.nií^iñido del
mundo quiso abrazar el estado eclesiá.slíco. Lo
cierto es, que ingrtjsó en la congregación de sa-
cerdotes naturales de Madrid, elevándole en
breve sus relevantes prendas al empleo de ca-
pellán mayor- Su vida, se^uíi 5Í\c'^<^vsís»Kft.^>í^-
Lope de Vega,
nida principalmente hasu entonces á lo que lejcramentales. Sd^^m confesioa del mismo Lope,
producían sus comeili^s y demis escritos, agi- silit l)({U3 trabijó ¿cinco pliegos áii>rios, ^ue
tada con la< vicsil'ides de la rirluQi, tomó un
aspecto mas soregado, y su repiticiou y su glo-
ria llegiron ala m:iV)r a'lura (]<ii3 piisdj ape- Iso eYpi/lo/, que liacha por curiosidad la cuenta.
multiolicndoü por los aSos de su vida, equivalea
á 133,^23 pliegos; y añade Sedaño en su Pama-
tecer un escritor. Compuso el poema titula-
do Coronfl trlgica de liaría Siuart, dedici-
do al papa Urbino Vil!, palien lole una atenli-
8¡mi cartí autóg*'af^ de este ponlifice, que le
Gonferii en pruebí de Hgra<lecimeiUo el grado
de doctor en teología el litábito de Sin Juan,
los títulos de promotor fucal y de notario de
la cámara apostólica, y el de fimihar del tribu-
nal de la inqui icion. Apesnr de la rigidez con
que cumplía ios debenís de su sigra.l*» miuist) .
río, sus trabijos poéticos ibm en aumento con
asombro general de Kspiña y de Kuropi. Lope
era mirado como un prodigio, y coui^uliado co-
mo un oráculo; las gentes se panban en las ca-
lles para verle y onseQirle n otros; y fué tal la
importaocia qué le dio su fecundidad, q :e V'irios
•stranjeros vinieron i Midrid pira conocerle y
entabbr con él relaciones de amistad Con igu^l
por uní pruilente regulación, de los versos que
corresponden n cada pliego, sum^in veinte millo-
nes trescientos diez y seis mil versos. «El F#-
nix de los ingenios, dice un erudito escritor, dan-
do con sus comedias nueva forma al teatro espa-
Hol, lo elevó á un grado de cultura descoDOcido
hasta entonces en Europa >> Otro dice compuso
muchas comedias que solo gastaba en componer-
las veinticuitro horas de tiempo, y alguna ea
menos (!e cinco; escribia el verso sin iDlermisioa
y como se escribe la prosa, y algunas veces, lo
que es aun mas admirable, con la misma preci-
sión y tin correcto como si hubieran sido re-
tocados «Finaimuite, el sabio Quintana co la
introducción de sus poesías selectas caslelUnas,
dicf*: <Qao el hombre que recibió de la natura-
leza mis dones de pjets y el qiie mas abusó de
ellos, fué sin duda Lope de Vega. Don de es-
estima le honraron muchos grandis. prelados y 1 cribir su l^^ngua con pureza, con claridad suma y
toda la nobleza del reino, en particular el du- con elegancia; don de inventar; don de pintar;
don de versificar de la manera que quería; fie*
xíbilidad de fantisia y de espíritu para acomo-
darse a Lodos los géneros y a todos los loóos;
3
ue de Sesa, que se declaró su prolector To-
as estas disti')cioi:es solo sirvieron pi a estimu-
lar aun mas su prodigioso ingenio, aumentando el
número de sus composiciones, que le produje-) una afluencia que )amás conocía estorbo 6 es
ron sumas considerables. Calcúlase en cien mil j cacez; mem^^ria enriquecida cou ana vasta lee-
ducados lo que le valieron las imprusiones de , tura; aolicacion infatigable que aa nentabí It
sus comedias á mas de las pensiones y regalos | facilidad q'it^,natnralm3nte tenia. Coa estas arm»
de varios magnates, que con el producto de las se presentó en la arena, no conociendo en si
capellanías ascedia á mil qiinienlos anufles, to- ambi^Mo i osadií ni límite ni freno Desde el na-
do locuil le pro;)orcianabi vivir en la ab mían- drig I hasu la oda, desde li égloga hasta la
cía, DO lejos le do.de vivía estrt^cliamjnto Cer- 'comedia, desde la novela hasta la epopeya, todo
vántcs, el inmortal autor del Qu'jo:^ En este ; lo recorrió, todos los géneros cultivó, yeolodof
.1 . r I t I. <* lili*. wl ■* • .!.& III
estado atacó á Lope uta violenta enfermedad
que le llevó al sepulcro el 23 de agosto de 1635.
La muerte de Lope de Vega causó un duelo ge-
neral en toda la nación: hiciéronle pomposos
funerales costeados por el duque de Sesa« su tes-
tamentario, á los cuales asistió toda la grande-
za y las personas mis distinguidas do Madrid. Ce-
dejo señales de imaginación y talento. Avasalló
el teatro, llamó á sí la atención universal; los
poetas do su tiempo fueron nada delante de él.
Su nombre era el sello de aprobación para to-
do: las gentes le seguiín en las calles, tos es-
tranjeros le busciban como un objeto estraor-
dinario; los monarcas piraban su atención á coo<
lebróse su novenario, igualen todo á las exequias templarle. Hubo críticos qiie alzaran el gritocon-
del primer dia, con asistencia de la real capilla, tra su culpabK' abandono, envidiosos que leca-
ai cual siguieron tres dias de exequias solemnes, lumniaban. Ejemplo triste, aí\adid > á tos otros
oficiando en cada ano de ellos un obispo, y di- ; muchos que prueban que la envidia y la catain-
ciendo el panegírico un orador de los de mas nía nacen con el mérito y la celebridad; puesto
nombradla en aquella época. Innumerables son que ni la amable cort-'sania del poeta, ni la
las obras de este prodigio de la poesía, verdad^- apacibilidad de su genio, ni el gusto con quoM
ro mónsifwi de la naturaleza, según la espresion prestaba ¿alabir á los otros, pudieron desarmir i
de Cervantes, DO contf^ndose de poeta alguno an- sus detractores, ni templar su maligniditl. Pero
tiguo ni moderno que haya escrito tanto, por- i ninguno de ellos pudo arrebatarle el cetro qm
que ninguno h i estado dolado de igual talento. ' tema en sus manos, ni la consideración que tao-
Log libros de tratados sueltos, de pt)es¡a lírica y tos y tan célebres trabajos le habiau adquirido,
prosa pasan de cincuenia: veintiséis los de poe- Su muerte fué un luto público, su entierro bm
sia dramática, y en ellos se encierran mas de mil concurrencia universal: hay un íd>ro ée poeiiaf
ciutrccÍ0Ql9s comediaa y cuairocíentos autos sa- ' españolas hechas á su muerte, otro d» ildiaMK
Periódico semanal.
y vírieñdo y moriecido, siempre esiuvo oyendo
alabanzas, siempre cogiendo hmreles, admirado
como UD portento, y aclaoiado Fénix de los in-
genios. Los estranjeros, especialmente los france-
8e9, siempre dispuestos á rebnjar las glorias de
las demás naciones, no han podido menos de ha-
cer justicia á Lope de Vega La nar|>c mismo
confiesa que sus gram^es trágicos Racine y Cor-
neille, y el mi«mo Moliere, aprendieron de nues-
tro Lope de Vega el arte de hacer comedias;
y que el último en muchas de las suyas no hí
10. mas que imitarle. El italiano Signorelli es
SOia"BTO.
Ver en él sol mas bello y refulgente
Vn denso y oscurísimo nublado;
Tener el corazón seco y helado
A el placer y el dolor indiferenie-,
No poder soportar el mido hírviente;
. .. - , , k I -. ^.^ I Cansarnos el silencio sosegado;
de sentir que so !e atribuye malamente h cor- 17^ ^1 . ^4^ „«. -.,1 „^„i:„ ^.?p.,^^
rupcion de* nuestro teatro.^ «Porque la corrup-ÍE» fl trato social sentir enfado ^
cion. dice, supone un estado anterior de sanidad j * ®' ^^^^^o matarnos lentamente;
y perfección ¿Y cuál estaba el teatro español ^ , , , . . 1 .j
mies de Lope de Vega? Véase como lo pinta él . Tener el alma de inquietud roma
mismo á sus contemporáneos para disculparse. Sin esperanza de alcanzar nn medio
Y ninguno de ellos ni sus sucesores han podido Para curar esta profunda herida,
olesnientirle.» En Alemania escitaron grande ad- '
miración y entusiasmo las composiciones dramá-
;icafi de Lope, desde que M. Schiegel y otros
eruditos dieron á conocer las machas belhzas que
contienen. Montalban, que entre los poetas espailo
es se distingue como sa ma>yor admirador, le lla-
na portento del orbe, gloria de la nación, lus-
re de la patria, oráculo de la lengua, centro
le la fama, asiento de la envidia, cuidado de
a fortuna, fenit de los ér^fos^ príncipe de los
rcrsos, Orfeo de las ciencias, Apolo de las mu-
as, Horacio de los poetas, Virgilio de los épi-
IOS, Homero de los neroicos, Pindaro de los lí-
icos, Sófocles de los trágicos, y Terencio de
os cómeos. Pero todos estos elogios y los que
ucesivamente se le han prodigado, pueden rea-
ufflirse en la décima siguiente de don Antonio
loriado de Mendoza:
El aplauso en que jamas
Te podrá bastar la fama.
Lo mas del mundo te llama,
T aun te queda á ddber mas.
A los siglos quedarás
Por duda y desconfianza.
Por costumlro a la alabanza^
A la envidia por oficio,
Al dolor por ejercicio,
Por término á la esperanza.
Qm encuentra ineficaz lodo remedio.
Es lo que insoportable hace la vida,
¡La horrible enfermedad que llaman tedio!
Inte^ttJrA.
Yictorina Saen% de Tejada.
PREGUNTAS Y RESPUESTAS.
a=s
En un álbum.
No hay en el mundo poder
con que al vulgo restringir,
la facultad de mentir
j di deleite de morder.
/. E. líartumkudi.
¿De quién es esa imagen vaporosa
que ante mi se desliza sonriente,
mas gallarda, mas bella, mas hermosa
mientras la fijo mas mi vista ardiente?
;E^ acaso del cielo desprendida
lugaz. errante, peregrina estrella
que los espacios al cruzar perdida
la tierra inunda de su luz tan bella?
|Es quizá la que forja los colores
del iris sacrosanto de ventura
envuelta entre celestes respladores.
fuente de amor, de encanto, de ternura,
que descendiendo del dosel divino
Virgen, madre de Dios encantadora
á señalar del cielo vá el camino
al orbe que con fé ciega le adora?
¿O es tal vez que exallada el alma mia
bajo el poder de pesadilla inquieta,
fin;ie mi acalorada fantasía
el bello ideal de un sueño de poeta?
Mas si es un ser divino qiie del cielo
viene á llenar de paz los coraEones,
¿porqué no estionde ya su raudo vuelo
de olro mimdo al conffn y otras re^ooAaJ
Lope de Vega^
4
Y si es visión que un sueño por despojos
tenaz á la intranquila mente lanza,
¿porqué fijos en raí tiene los ojos
dulces, como la voz de la esperanza?
¿Qué sensación que hasta hoy no he conocido
dentro del pecho mió blanda se agita?
¿porqué no puedo ya darla al olvido?
iporqué mi corazón asi palpita?
¡Ah, no es visión! Los tibios arreboles
que al despertar esparce la mañana,
son pálidos y humildes girasoles
de ese astro encantador de forma humana.
¡Solo es muger! pero á creación tan bella
el universo sorprendido admira
Ír ante su faz mi corazón destella
os rayos dulces del amor que inspira.
Solo es muger. y el ancho firmamento
1 alegando sus azules |)abellones.
e muestra en el empíreo un regio asiento
entre sus mas angélicas creaciones.
Solo es mugor. y la existencia mia
tras su huella magnifica, esplendente,
resbala por doquiera noche y dia
cual onda fiel de plácida corriente.
I DECLARACIÓN DE AMOB.
Lln&rei.«-18M.
Ricardo Ayuso Espinosa-
I _
Te vio par*a adorarte el alma mia,
que en juveniles sueños te creaba;
y si aun antes de verte te adoraba
es, mi bien, porque ya te preseotia.
Cuando en mi alma tu imagen no existia
con el tipo de un ángel yo sofiaba;
y al verte, comprendi que viendo estaba
el mismo aquél que vio mi fantasía.
Sí á ti, pues, se rindió mi dulce calma
al punto que logré reconocerte,
ay! dale tu la triunfante palma,
I Porque si aun antes te adoré de verte,
• el puro amor que se arraigó eo el alma
borrarlo no podrá la misma muerte.
♦
Madrid.
Ildefonso Enrique Ollero.
U DAIlil DEL MEDALLÓN,
NOVSLA OBIGINAIi,
POR EMILIO DE LA CERDA.
soisrExo-
Perdonad si soñé,... fué una quimera:
yo un mundo me forjé rico de gloria
y al teneros presente en mi memoria,
os amo tanto que mi vida os diera.
Nada anhelo sin vos; va nada espera
de vos la fé que me animo ilusoria..,
dejadme solo con mi triste historia,
dejad al hombre que suspire y muera.
Os amo, si! Cuando os recuerde inquieto,
vos mi dicha seréis en el retiro
que me impuso tiránico el respeto.
Y si os hablo una voz, si acaso os miro,
yo esta pasión devoraré en secreto
y humilde el labio exhalará un suspiro.
Manuel Bando y Baño.
CONTINUACIÓN.
Suponed que cierta joven, casada, se vé per-
seguida por la venganza de un hombre á quíeD
en un tiempo despreció, aunque le amaba coo
loda su aHa, casándos<$ con otro, para dejar
en liberlad á este joven de que se casara con
una pobre niña, am'ga suya, que le amaba, y
que se moria lenlamente por él
— \PeT Dio sanlol que generosidad! esclamó
el abaniquero.
^Esle joven, continuó el caballero, sea por-
que comprendió que ya sufrido el desengafto no
tenia remedio, s¿a pjrquequisie se demostrar io-
diferencia hicia la niu;4cr que le despreciaba,
que es lo mas probable, hizo creer á la niña
que sola á ella amiba, y la pidió en matrimo-
nio á su mndre.
La casualidad ha hecho que antes de verifi-
carse el casamiento señalado pira dentro de
quince dias, se hayan encontrado los dos anti-
guos amant^^s de<^|iuos de algún tiempo que ha
trascurrido, desde que el joven sufiiera el de-
sengaño ds la muger qus fué su prioMr Mor
Periódico flemanal.
Al volverla á ver, se ha ' despertado en él
el deseo de vengarse, y. ha jurauo hacerlo de-
laDie de varios amigos suyos.
La venganza, al parecer ¡nsígniCcante, con-
liste eo poseór cierta joya que la joven ca- ¡
•ada lleva siempre consigo, y que únicamen-
te podría conseguir obteniendo sus favores;
pero esta joya es un medallón con el retrato
de la madre del joven, que ella en otro tiem-
po le juró llevar siempre sobre si, y que á los
ojos de su marido pasa por sor el de su ma Jre.
De suerte que, si el joven en cuestión, le
exigiese el medallón, aun delante de su mismo
esposo^ no tendría, otro remedio que devolvér-
selo. El procurará hacer de modo que esta de-
volución pase como si ella le diese la joya en
prenda de amor, y ved 'M una muger de una
virtud acrisolada, deshonrada á los ojos del mun
do« que creería lo que el joven quisiese hacer-
le creer.
—/Es verdad/
— Aun hay mas; como faltan pocos dias para
el casamiento del joven, y tal vez pudiese llegar á
oídos de su futura esposa la locura^qua intenta,
y echar por tierra todo lo hecho, pues compren-
dería el sacríHcio que por ella hizo su amiga,
se trata de desorientarle, y hacerle crer que
la muger que él piensa ser su antigua amante,
DO lo es, sino otra muy parecida á ella, con la
cual la ha confundido.
— Üiflcil veo eso, dijo Antonelli.
—No, porque esa muger existe, y es vuestra
esposa; y puesto que él no ha visto al esposo
de nuestra joven, que está muy enfermo y nun-
ca sale á la calle, ni k mi á quien también co-
noce, puede llevarse á cabo el plan que pro-
yecto, y ganar al menos los quince dias que fal-
tan para que 61 se case, y entonces... ó desis-
te de su empeño, 6 mi joven ami^a saMrá de
Maüríil para no volver jamás.
— Si es así, ya lo creo mis realizable. Pero,
decidme señor ¿cómo os habéis acordado de no-
sotros? ¿fuien os ha dirigido á nuestra pobre
bohardilla?
— La casualidad, amigo mió. Hace algunos dias
pasaba yo por e?U calle, y \i salir de la tien-
decilla de enfrente á vuestra esposa, que entró
aquí en seguida
Llamándome ostraordinariamcnl^ la atención
su sini^ular pareciilo con mi amiga, me infor-
mé de li tendera, y supe vuestra historia. No
me volví á acordar de este eucu-Mitro, h ista que
hoy, buscmdo un medio de salvar á la joven,
acuilió su recuerdo á mi im igiíiacion, no sé co-
mo, y por cierto que fué pira mí una provi-
dencia, ('Or(|Mc inmodi iliinente proyecté el plan
que os lie espuesto y que aun no sé si estáis
en secundar
-«CoHtad con nosotros, sefior; dígeron á ud
tiempo los esposos: eo ei mundo estamos para
servirnos unos á otros; hoy por t), mañana por
mi.
— Ta sabia yo, dijo p^ra si el caballero, qae
no hab a venido en valde; este hombre tiene
ambición y ya es mío. Luego siguió en voz alta:
— Pues bien, st^iiores; desde mañana empeza-
remos á obrar. /Estáis prontos á dejaros guiar
por mi?
— En un todo.
—Pues hasta mañana, que vendré á daros ins-
trucciones. Adiós.
—El os guarde señor.
Apenas salió Pedro, pues era él, el finjido
caballero, miráronse los esposos^ y Gíuseppe es-
clamó:
—¿Qué opinas do esto querida Fiorett^?
— Que Dios te ha oído y que voy creyendo
qoo la suerte se nos muestra propicia.
— Como él cumpla su palabra... Me ha ofre-
cido su protecion.
— /Ah qué Ho\ esclamó Fioretta de pronto.
— ¿Que es eso?
— Una cartera; veamos.
Er efecíto; sobre la silla donde estuvo^] sen-
tado Pedro, había una pequeña cartera de tafi-
lete, que Fioretta abrió precífútadamente.
—/Son billetes de banco! esclamó
— Sí, pero no nos pertenecen, contestó An-
tonelli, guardemos esa cartera tal como está pa-
ra restituirla á su dueño..
— Mira, mira, cuantos hay; uno, dos, tres, cin-
co... cada uno de mil reales... ¿Y esto? calla,
una carta... y está abierta.
— Trae, trae acá ¡qué curiosas son las mu-
ge res!
—Espera... si el sobre es para ti, paraGiu-
seppe Antonelli.
—¿Para mí?
—Si, mira... voy á ver lo que dice:
it Aceptad esta pequeña muestra anticipada de mi
agratléctmiento.»
— ¡Luego contaba ya con nosotros! prosiguió
Fioreita.
— A y! hija mía! la miserii se hu^le desde muy
lejos. El sin duda comprendió desde el dia en
que te encontró, que no estábamos muy desaho-
gados, y..
— De todos modos, es muy delicado este mo-
do de proceder.
— Ya lo creo que sí.
—¿Pero quien será ese señor tan esplendido?
debe ser al^uu personat.e.
— ¿Q lé nos importa quien sei? dej'»mo!< ve-
nir la suelte, y no bus(|uomos de quien (hmana.
— Ya me wto otra vez en Venecia, Giu.seppo
mío- Asi podré abrazar á mi buena madre Tu
I no volverás á pertenecer á ninguu club ¿ver*
I dad?
l^tmtke Wégk^
'^iCnñTfo a Béco\ eso no es ñas qoe para una
vei. Que conspiren [los i'icos» ^ne siempre tienen
guardiidas las espaldas; pero un poore... ahí)
siempre se rompe I» soga \íot lo ma^ df Igíiilo.
No^ no; nó mis ffaemíasoneTia £l dia que lia-
meii á la» ama»/ ye el primero. ¡Viva la lihertadt
Sorpresas.
En una suntuosa casa de la calle de Fuencar-
ral, vivia la marqut^sa viuda de Ocampo con su
bíJH Julia solamente, pues las dos niñas se esta-
ban acabando de educar en un colegio donde en^
traron desde su regreso de Sevilla.
Las dos señoras viviao bastante retiradas, ha-
biendo reducido el número de sus visitas á aque-
llas de mas confianza, y rara vez se presentaban
en los sitios públioos, por que Julia estaba tan
triste coo la ausencia de su futuro esposo, y aun
mas sabiendo estaba en la guerra, q<ie solo en-
contraba placer en el retiro y la soledad de su
casa^ donde libremente podia entregarse k sus
recuerdos. Su salud babia mejorado notablemen-
te, aunque no del todo, por h naturaj sobres-
citación en que vivia, temiendo alguna desgracia
de las que siempre famenaaíin al que s«: bal a en
una guerra, aun cuando sea de mero e^spectador,
y su amor aumentabí mts el tenor del peligro.
La marquesa, también sufria, pues aunque
babia jurado no volver á ver á su liijo, al fin
era madre, y bien sabido es que estos propó*^
sitos suelen quedar sin efecto de'^pues de tras-
currido algún tiempo Nada sabia de él ni de
Laura, en la época en que volvemos á eucontrar
la, desde {hacia seis meses, que recibiera nna
carta fechada en Civiía-Vecchia, y en la que el
marqués ie pedia algunos papeles importantes,
que ella conservaba. Desde entóneos no babia
vuelto á tener noticia alguna.
Si la marquesa y Julia hubiesen segnido fre-
cnentmdo como antes de su salida de Madrid,
los teatros y los paseos, de seguro encontrarían
á Laura brillando como un nuevo sol, y eclip-
sando Con su hermosura y su lujo, á las otras
fflug<'res, que pasaron de n odn desde que ella
se presentó en el cielo de la corte. Pero en su
aislamiento no podia lle<^ar hasta ellas el ruido
"^que producia la beldad en] todos los círculos,
y aunque hubiese llegado, solo hubieran oído
un no i'bre estrario, que ni ;remoiamente podían
creer fuese aplicado, a aquella Laura que nadie
conocia, porque mientras vivió con la marquesa
en Madrid, procuró estar retraida de las socie-
dades que aquella frecuentaba, conociendo lo
humilde de sj posición en que voluntariamente
se babia colocado, apesar de las vivas instancias
/fe Ja marquesa, que deseaba siempre ponerla i
nífeí do Inlta, eemo ai foera um dD wáé h^as.
i La marquesa se arrepentfií de te duüeM toa
Íue babia tratado ¿ 8d nijo Coüodo Se casó edt
aura, y solo deseaba volverlo á iref |tara es-
trecharlo en sus brazos, y dar al olvido ios pa-
sadas desavenencias. No Se habla equivaoado al
decir que ti enlace de Ernesto seria motivo de
un rompimiento con la familia del dtK|ue d'** eon
cuya hi/a estaba formalmente comprometido, f
tuvo que sufrir I09 injustos i^proches de esta
familia, con la cualcesron t^da clase de reía*
ciones. Hay gentes que con nadie transigen Cna»-
do se trata de un desaire, que no k su amot
propio, sino á sus intereses perrudiei, y á este
número pertenecía la familia del duque.
I hste era el estado de cosas cnando llegó
Jolio Doran á Madrid, después de nueve mewi
do separación.
(St MnUniári.y
GOCES DE LA VIDA CONYUGAL
I
— ¿Estás conmigo eaojada
esposa^ dime porqué?
— ¡Enojada yo! no á fé,
no es cierto, no tengo nada*;
80I0 quisiera aquel chai
como el de mí amiga Amparo.
— Pero moger es tan caro!
si acaso se encuentra igual...
— Pues no me lo compres, no...
á todo me pones tasa!
la culpa la tengo yo,
mejor estaba en mi casa.
— Pero no sabes, Rosario,
que hay que pagar al casero
y no nos queda dinero?
— Eso no es tan necesario.
— Entonces nada te digo,
toma y cómpralo querida.
— ¡Cuanto te quiero mi vida!...
¡eres tan bueno conmigo!^..
/. A* Calderón.
i^i****fc>
t^Mm
A la Srta. D.' R. V.
Hermosa compañera de mi infancia.
Único objeto de mi tierno amor,
Flor preciosa de plácida fragancia.
Coa los frescas matiees del oendor.
Peri6dioo semMiaL.
iQuá quieres que te caote e) aua Rígido,
Ueuo de penas« de sufrir caosado,
Tíeoe su corazón tao abatido
Que solo de dolor hablar le es dado?
¡Ay! {Cómo quieres ciue la lira mía
Entone del amor los dulces goces.
Si oprimida por torpe tiranía
Me la manda romper adustas voces^
Sumido el corazón en amargura,
Privado de la aleare libertad,
Habito en triste y lucubre clausura
Sin que nadie de mi teqga piedad.
¿Qué valen para mí los dulcesl^dias
De la amante y florida juventud?
¿Qué me importan sus goces y alegría^
Si despide ayes solo mi laúd?...
¿Que vale para mi la primavera,
Sus frescas rosas, perfumado ambiente;
9e grana y nácar en la azul esfera
Lai^ tintas* esparcidas por Oriente?
lY de las niñas cánitidas y hermosas
Qué me importa su mágica oelleza;
Sus miradas traidoras y donosas,
Si envenena mis dias la trístozat
¿No vés en el oscuro y triste invierno
Gomo al través de nube cenicienta
Por mandarnos su luz el astro hodierno
Se esfuerza, mas no logra lo que intenta?
Asi mi corazón de amor ansioso
Por ti se abrasa en amoroso fuego.
Mas del dolor el llanto es tan copioso
Que ni á sentir su ardor á veces llego.
La imagen de tu belleza
mi tristeza
solo puede consolar,
j pensando en tus amores
mis dolores
se llegan á mitigar.
Eres bálsamo precioso
que piadoso
alegras mí corazón-, ^
por tí, Rosario queri(Ía,
en mí vida
siento ardorosa pasión.
Encuentro tanta dulzura
y hermosura
en tu faz angelical-,
que te creo ser divino
peregrino,
mas que mísero mortal.
Pero donde mas ostentas
y acreoiMtaa
de tus graeias el poder,
es cuando tu blanca mano
en el piano
las teclas hace mover.
gatoncas parece estrecjiío
todo el peoho
i mi amante corazón ^
para ensancharse embebido
al sonido
de tu armoniosa canción*
Ahuyentas todas mis penM>
y serena^
mi vida oon tu arrebol,
cual la niebla desparece
si aparece
brillante y radiante el soL
No puede mí vista errante
tu constante
candida mano seguir,
jfor la gracia y iigerej^
y destreza
coa que se la vé partir.
No hay un compás, ni corchea
que no sea
dulce ^^tÍíq en juji interior^
que clavas, belJia tiraba,
con nfajia
donosa risa de ftmor.
Pareces á Clío hermosa
que gozosa
canta de Jove el poder,
de los dioses en la meaa,
y embelesa
de sus trinos el placer*
Goza las cortas deliciosas horaf
Con que la primavera de la vida
De mil encantos á gozar convida
Y placeres nos brinda por doquier.
Antes que avance con gigante paso
El doliente, achacoso y seco eslío
Y con mano estenuada iarrugue impío
Las rosadas megillas de tu tez.
Cándida virgen de inmortal belleza
Que al despertar del suefío de la infancia.
Sientes la pura, celestial fragancia
Que esparce el árbol del sencillo amor:
Quiera el Eterno que por lustros muchos
Conserves tu virtud y tu hermosura^
Y uniendo nuestras almas, de ventura.
De dicha colme, nuestra santa unión.
Antonio itedlirvfkiwv ^^iiXn.^
Lope de Vega 9 periódico semanal.
MISCELÁNEA.
Lope de Vega.
La sesión qiie esta distinguida sociedad
celebró en la noche del sábado último, fué
tan brillante como todas las presentadas des-
de su creación.
Una escogida y numerosa concurrencia
aplaudió con entusiasmo la ejecución de Dios
iobre todo, preciosa comedia en^que' demos-
traron sus admirables disposiciones para la
declamación lis Srtas. de Zamora' y Borja,
siendo obsequiadas al terminarla conj mere-
cidos aplausos y multitud de ramdletes^ re-
partiéndose a todos los convidados una com-
posición que decia:
▲ LA8 SEÑORITAS
Dofta María Lucrecia Zamora
y Dofta Estanislá Boija.
En prueba de estimación
i vuestros pies arrojamos
esta hoja que arrancamos
del libro del corazón.
En ella la adulación
no encontrareis en verdad,
porque la sinceridad
es prenda muy valedera,
y siempre fué muy sincera
de Lope la sociedad.
Conociendo esa virtud,
aceptad las pobres flores
hijas de los resplandores
del Sol de la gratitud.
Y vuestra solicitud
guarde en apacible calma
esas flores, que la palma
hoyostentan de su gloria,
y brotan, para memoria,
de los jardines del alma.
La Soiedad.
Después, uno de los señores de la sección
lírica, cantó con el guslo que le distingue, un
aria, que fué lan aplaudida como las varia-
das y dificües suerlcs de prestidigitacion con
que sorprendió á la concurrencia otro joven
períeaecmle k la sociedad.
ün prolongado rato [de^baile terminó es
sesión, dejando inaugurada la tempora(
de invierno, que promete ser animadisim;
Charada.
Si mi primera y segunda
unidas con mí tercera,
buscas lector^ no medites
y asómate á cuarta y sesta. '
Y si sétima y octava,
te falta estando en aquellas,
tírate sin miedo alguno
y para 'siempre te arreglas.
Mi cuarta y quinta, que iguales
son, por sus formas y letras,
responderé si me dices,
si gusto sesta con tercia.
Mas si la pregunta es,
si quiero muger que sea
mi primera y cuarta unidas
con mi sesta, que no es buena
te diré-, y^que tampoco
tercia, cuarta, quinta y sesta
ha de ser, pues no me gustan .
por lo que después molestan.
Sesta V octava, que son
al revés que octava y sesta,
las primeras no lo bebo-,
las^segundas, son un tema
para formar la charada
cuyo todo es lo que resta.
Es una espresion que dice
como se vive en la guerra.
Sorderas y Zumbidos.
Solacion i la Charada del número anterior.
Por lo que arroja la Historia
PELOPONESO es sin duda
el nombre de la nación
que tuvo guerra tan cruda.
DIRECTOR T EDITOR RBSPONSABLB,
Imprer^a de Casüari. — Comedias 11.
AÑO I.
DOMINGO 11 DE OCTUBRE DE 1863.
NÚüI. 28.
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SEMANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
OIE3SraiA.S.
IjITEIíA.TTJJR-A..
bibliografía.
AURELIO EL FRATRICIDA,
LEYENDA HISTÓRICA
ORIGINAL DE DON FEDERICO DE SAWA.
zalez de quien hemos sabido que es discípulo y
iamigo el Sr. Sawa. La imaginación se demues-
I tra en todo el curso de la leyenda á buena al-
' tura, sabiendo sostenerse en las escenas de mas
interés con galanura de lengu^go, ideas precio-
sas y nuevas, así como llenas de sencillez y
despajadas de todo párrafo que pudiera hacer-
; las pesadas. Nos complacemos en asegurar á nues-
Vamos á decir cuatro palabras sobre esta le-, tros lectores, que dicho libro es el primer es-
yenda de D Federico do Sawa. Hijo de este calón de su brillante carrera de novelista; no
suelo y por lanío comp^riola nuestro, es un creemos tampoco, tal es nuestro parecer, que
deber recomendarlo. No es el suyo un libro apa- el Sr. de Sawa podrá llegar á ser un Fernan-
recido en el campo de la literatura rédenteme n- dez y González, ese hombre todo corazón, ese
te, nada de eso, lleva en el pie de imprenta hombre de imriginacion de hierro, ese fecundo
Ja fecha de 1852, y es muy conocido del pú- y gran novelista, que dá á sus libros masinte-
blico en general, y muy en particular de los Ȏs, mas verdad y respiran mas moral todas
ami'^os del aulor. ¡ ^"^ obras que las de Alejandro Dumas; esto se
Nosotros no nos contamos entre el numero de comprende. Fernandez y González es el hom-
cstos, ni en las filas de los enemigos literarios , bre de convicciones; Dumas, el hombre que co-
del Sr. Sawa; somos, pues, imparciales, y á,mercia hasta con su misma conciencia, que qui-
fuer de tales, vamos á dar nuestra opinión so- , 13 reputaciones á personas y naciones á trueque
bre su obra. Somos los primeros en confesar, de tener para sus obras cuatro lectores mas.
nuestra inutilidad literaria; nuestra opinión es i Pero nos vamos metiendo en el terreno dd
hija de nuestro saber y no trasmitida por nin-: los paralelos, siempre odioso y olvidándonos que
guna notabilidad; como no somos sabios no po- 1 estamos haciendo la- critica, mal dicho, esta no
demos piiodiar las conocidas palabras de Mar- | es la palabra, nosotros no crilicamos, solo nos
tinez de la Rosa, csclamando. Un libro mas, apar- contentamos con demostrar á nuestros lectores
tándolo desdeñosamente á un lado, y pasando nuestra humilde opinión sobre la obra y sobre
sin fijar nuestra vista en él; como somos humil- el autor; el Sr. Sawa posee en alto grado el
des y deseamos aprender, leemos todo lo que gusto y el sabor de las leyendas caballerescas
podemos; porque ¿qué libro por malo que sea
no contiene algo bueno? Esto no es decir que
Aurelio el Fratricida sea un libro mas aue ha
legado su autor al mundo con un dia ae vida
y aventureras, está en su terreno describiendo
torneos y justas, zambras y fiestas, juegos de
canas y trovas de amores: tiene su libro trozos
de verdadero gusto oriental; los caracteres do
y el resto do ella de abandono, no tal, la obra | los personajes que figuran en su obra, están
de que nos ocupamos, si bien puede decirse que : bien sostenidos en general, especialmente el do
1 • 1.11 I **— .al* I -/^ * • •
son los primeros destellos de una imaginación
joven y lozana, es delicada y está bien des<>n-
vuelta su acción. ¿Todos nuestros primeros poe^
tas y novelistas no han principiado medianamente
Aurelio, en el qne so reflejan un conjunto de
pasiones que luchan violentándose unas á otras.
No demostramos detilladamcnle la trama con
que está formada la leyenda, porque Us colum-
p:ira concluir bien? Eso es lo razonable y lo i ñas de Lope de Vega, no nos lo permiten; pe-
fósico; asi. pues, todos los lunares que se noten ro conste que toda la acción está plegada á la
lógico; asi, pues, todos los lunares que se noten
en la leyenda de este autor, deben tenerse pre-
sente que son hijos de su juventud y de su no
completa educación literaria. Por lo demás, en
esta leyenda del siglo VIII se encuentran des-
critas las costumbres, trages y démis acciden-
tes de esta época con exactitud y vaicntia: pe-
ro no es la escuela de Walter Scott, en toda
su pureza, es la escuela de Fernandez y Gon-
ro conste que toda la acción está plegada á la
verdad histórica de un modo que no falta un de7
talle. Recomendamos á nuestros lectores sd ad-
quisición, no tanto por lo que hoy es, sino por-
que todos debemos alentar á esa juventud que
se levanta hoy valiente, ávida de saber, estudio-
sa, digna de apoyo; y que al ver que no se le
mira con desden, se afana y estudia por dar
nuevas creaciones, que enric(ueift?L^ ka. W^xtí^-
Lope de Vega,
a nacional; nuestra literatura, que do necesita
de nada de allende los pirineos para existir, co-
mo ha tenido ia audacia de decir un escritor
que por vergüenza propia callo; nosotros no de-
bemos nada á nadie; si allende hay un Moliere,
un Hacine y algún otro, nosotros tenemos un
Lope de Vega ^ un Calderón, un Moreto y un
Moratin, un Roja y muchos otros que asombran
al mundo con las hojas de laurel ^ue penden de
las coronas que orlan sus sienes; si tienen bisto-
fiadores^ los hemos tenido y los tenemos que no
pueden ponerle un escabol mas bajo, si, acaso
mas alto; si novelistas, ya lo dejamos dicho; si
fabulistas, para un Lafontaine tenemos nosotros
un Samaniego y un Iriarl&, y contemporáneos,
un Principe y un Hartzembusch; pero no nos me-
lamos en el intrincado campo de los reproches,
Jorobado mas de una vez tenemos lo que vale ia
iteratura de la patria del manco de Lepante,
el ffran Cervantes.
No hemos hecho la' apología de un libro, so-
lo hemos llamado sobre él la curiosidad del
amante de las letras; no crean nuestros lecto-
res que ha guiado nuestra pluma la pasión ni
la amistad, solo la mas verdadera inaependen-
cia, pues nuestro norma en todo, es justicia^
principiando por nuestra casa.
¿Quien eres, ángel bello^
que pesaroso
fuera del mundo tiendes
tus alas de oro?
Cual es tu pena?
De quien huyes? — Del hombre-,
soy la Inocencia.
¿Y tú, quién eres, ángel
que de los cielos
con inmortal sonrisa
bajas sereno?
Cual es tu patria?
A quien buscas? — Al hombre*,
soy la Esperanza.
S. Lope% Guijarro.
En un álbum.
Lae en mis versos mi pasión^
lee en ellos mi eterna fé,
que aunque son palabras, son
pedazos del corazón
que en mi delirio arranqué.
R. de Campoamor.
LA GAZIOliA IDBIDIADOU.
r
Doña Tadea
reza el rosario,
y á un relicario
mil besos dá;
pero murmura
con santo celOj
ángel del cielo
luego s«)rá.
Sale del templo
muy compungida,
pero de yida
no mudará.
A un matrimonio
tiene enredado-,
mas no ha pecado
ni pecará.
Súbese al cuarto
de la Tecina;
¡Gracia divina
que tajos dá!
No hay en el barrio
pura doncella,
fea ni bella,
de un año acá.
Duro en el vicio
doña Tadea,
corte y aldea
se van allá.
Todo invadido
lo tiene el diablo...
en un retablo
os veo yá.
E. ds Tapia.
En 9l álbum de la Srta. D/ E. L.
Dame tu blanca v primorosa mano
y á los acordes de ía lira mía
de Cupido al palacio soberano
gustoso yo te serviré de guia.
Ven al alcázar del placer inmeoM
P#riódloo semanal.
donde de aromas lleno el puro ambiente
ofrecen al rey niño grato incienso
vírgenes mil de purpurina frente.
Felices los que en torno de él suspiran,
felices ios que lloran sus cadenas;
porque sus flechas el amor inspiran,
porque arrojan del pecho nuestras penas.
Ven, no tardes, Emilia, ni un momento:
antes que seque tus floridos años,
tos encantos, bellezas y contento
el que solo produce desengaños.
Goza y ama con plácida vehemencia^
pero en tu mente graba esta sentencia:
<cla vida es corta y la esperanza larga
«el bien huye de mi,' y el mal se alarga.»
U DAMA DEL MEDALLÓN,
NOVELA OBIGINAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
Madrid.
Antonio Rodrigue% ViUa.
QUIETUD NOCTURNA
A MI AMIGO HURTADO DS MBNDOZA.
Las auras de la noche su alíenlo misterioso
espareen por los ámbitos del mundo la quietud,
)f el vate entristecido, con eco melodioso,
as cuerdas ayl recorre del lánguida laúd.
La brisa adormecida reposa entre las flores
ansiando sus secretos de amor adivinar,
mas ellas temerosas, su amor y sus dolores
cual vírgenes castísimas, se aprestan á ocultar...
T el genio de la vida, suspenso en la natura
que al hálito de calma su fuerza postergó,
suspira temeroso del bosque en la espesura,
viviendo en los recuerdos del dia qoe pasó.
Bien hayas, dulce noche de paz y de armonía
do encuentra nueva» fuerzas mi débil corazón,
do alienta una esperanza, doliente el alma mia...
de el labio al contemplarte murmura una oración.
Que yo desengañado de la mundana vida,
de tu solemne calma corriendo voy en pos...
Íte bendigo ioh nochel pues para mi perdida
alléeo tus sombras vagas la inspiración de Dios.
iarttioift.
Ricardo Moly d$ Bañoi.
CONTINUACIÓN.
Mucho sintieron las dos sefloras la muerte de
' Adolfo Sandeval, (¡ue Julio les participó desde
. Cádiz, al mismo tiempo que la circunstancia de
! haber quedado su único heredero. Nada les dijo
del estado de gravedad en que le tuvo so he-
rida, dando por escusa de su demora en reunir-
se k ellas^ el arréelo de los papeles pertenien-
tes á la herencia. Julio sabia que aquella noti-
cia hubiera hecho mucha impresión en la pohtt
niña, y aunque él no la amaba, tenia natural-
meitft buen corazón, y queria evitarle un dis*
gui;to, cuando podia tan bien escusarlo.
Ella le suplicaba que acelerase sus negocios
pues ya su madre, de acuerdo con los facultativos
que daban por terminada su curacien, habia coih
venido en que se realizase el casamiento apenas
él llegase.
En la tarde del siguiente dia á aquel en que
Julio hiciera su atrevida apuesta en el Suizo,
Julia bordaba al lado de su madre, que la mi-
raba sonriendo de felicidad ai ver resplandecer la
alegría en el rostro de aquella hija querida, que
tan á punto estuvo de perder.
La joven también sonreía; ensueños del amor
primero arrullaban su alma candida y pura co-
mo la de un querubin.
Amaba, amaba! ahí es tan feliz quien ama/ *
En uno de esos momentos en que absorta la
mente en una idea, no tenemos conciencia de
lo que hacemos; en que la vista vaga errante
por un mondo desconocido, y lejos, muy lejos
del lugar en aue estamos; en uno de esos mo-
mentos, digo, julia cesó de trabajar con el ar-
dor que antes; pronto su mano aescansó sobre
la labor y sus hermosos ojos se alzaron al cie-
lo con una indefinible espresion de ternura. Ca-
sualmente tropezaron con los de su madre, que
risue&a la contemplaba, y ella volviendo de su
éxtasis se arrojó en sus brazos llenándola de
besos.
—¿Porqué sonrio Y. madre mia? le preguntó.
—Porque soy feliz al ver que tú lo eres.
—Ahí si, soy muy feliz/ le amo tanto, y es-
toy tan segura de su amorl
—Tu amor me recuerda mi juventud, cuando
iba á casarme con tu padre; también nos amá-
bamos mucho... ah! Dios lo quiso, él se lo lle-
vó; pero su recuerdo vive siempre en mi corazón.
Los ojos de la marquesa se llenaron de lá-
grimas.
Lope de Vega,
—No se aflija V. madre mia/... Mí buen pa-
dre que seguramente nos mira de^c el cielo, vé
hojr feliz *á su hija, y ruega á Dios porque su
felicidad sea eterna.
—Y lo será, si, Julia; solo me falta tener á
mi lado á mi hijo pira sur completamente di-
chosa.
Callaron ambas, y Julia emprendió de nuevo
su labor.
Poco después volvió i levantar la cabeza.
—Como tarda Julio, dije; me habia prometi-
do venir esta tarde y ya es casi de nocne.
En aquel momento,' un criado alzó la cor-
tina que ocultaba la puerta del gabinete donde
' estaban, y dijo á la marquesa:
«-SeOora, en el salón espera un caballero
que dice llamarse don Eugenio Duran y solicita
hablar con V. S.
— El padre de Julio! dijo la marquesa.
— Es verdad.' Pues Julio no le esperaba tan
pronto.
— Le recibiremos aquí; traiga V. luz Joaquin
y haga V. pasar á ese c;!ballero á esta habi-
tación.
Salió el criado y un momento después anun-
ciaba al padre de Julio.
— Señoras, dijo don Eugenio, después de los
cumplimientos de costumbre, ustedes me habrán]
de (lispensir el que me presente en este trage,
y de una manera tan intempestiva: acabo de
llegar i^hora mismo, y no sabiendo donde po-
dría encontrar á mi hijo, cuya vivienda igno-
ro me he dirigido aquí á Gn de que ustedes me
den razón de él.
— Usted viene siempre bien á su casa señor
don Eugenio; pero lo que nos ha sorprendido
es su inesperada llegada á Madrid; Julio nos di-
jo que solo dentro de ocho ó diez dias tendría-
mos el gusto de verle según lo que Y. le anun-
ciaba en su última carta desde Marsella...
— En efecto, señora; pero como el asunto que
me detenía en Francia ha terminado antes de
lo que yo creía, he anticipado mi viaje para
tener el placer de conocer á ustedes mas pronto.
—Mil gracias.
— Pues si desea V. ver á Julio, creo no debe
tardar; ayer dijo á Julia que vendría esta tar-
de, y ya es casi d^ noche, de manera que pue-
de V. espenirie aquí; sino en el liotcl de Ingla-
terra, calle de Torija, es donde para
—Bien, pues le esperaré sí no tarda mucho,
porque le aseguro á V. señora, que estoy ren-
dido; en quince días no he cesado de viajar,
desde Marsella á París, desde París otra vez
á Marsella; este último viaje... en fin^ ya
no estoy para tanto movimiento, y deseo des-
cansar Hasta ahora me han tenido muy ocupa-
i}o cierta ' pesquisas que he estado practicando
"»/•/? cucóiítnr una niña que un amigo mió me
recomendó al morir, niña abandonada ilesde moy
joven, y fruto de ciertos amores, y á quien pro-
metí buscar y adoptar por hija. Las últimas no-
ticias que he adauirido, es que la joven e^
en t!spaña, y si la puedo hallar, me establece-
ré ya para siempre en Madrid.
Julia, con la natural impaciencia de la mn-
ger que ama y espera, al ver a so madre en-
tretenida en su conversación con el señor de
Duran, se dirigió al balcón á ver si venia Jalio.
Entre tanto el señor de Duran decia á la
marquesa:
—Esta señorita, supongo debe ser la eocaii-
tadora Julia; por cierto que escede en hermo-
sura á cuanto de ella me habia dicho mi hijo.
—¡Le hace Y. mucho favor! señor don £o-
genío
—Oh.' no, lo digo como lo siento, y veo que
mi hijo ha tenido un gusto delicado en su else-
cíon.
—También, yo estoy satisfecho de la de mi
hija...
—/Dios mío! mamá, esclamó Julia desde el
balcón; juraría que era Laura una señora qoe
viene con un señor anciano en una carretela qoe
acaba de salir de la calle de San Onofre.
— jdomo es posiblel á ver... con sa permiso
de y. sttñor de Duran.
Corrió la marquesa al balcón, j apenas, se
asomó á él lanzó un débil grito.
—Si, si, es efla... ¿pero y mi hijo?
—¿Si, y Ernesto? ¿quién es ese caballero que
la compaña? parece extranjero.
—Si, es caballero de la Legión de Honor, di-
jo don Eugenio que se habia aproximado al bal-
cón, es un oücíal francés seguramente, poes...
La voz del señor de Duran se deDÍlitó no-
tablemente, y quedó sin acabar la frase que
comenzara. Había fijado Ri vista en la joven de
la carretela, y creia estar viendo uo fanlasma
salido de la tumba^ que venia á echarle en ca-
ra algún crimen de su vida.
—¡Oh Dios míof murmnró: es un retrato de...
pero, no; no puede ser... y por otro lado... no.
es tontería ¿que tengo yo que ver con esa moger?
Este pensamiento pasó rápido por sa ima-
ginación; así es, que cuando se volvió la mar-
quesa, ya habían desaparecido de su semblants
las señales de emoción que ha poco revelara.
Solo había sido una visión; las visiones son meo-
lint y pronto se olvidan. El señor de Duranol-
vidó su visión.
—¿Quien será ese hombre? decia la marque
sa ¿y mi hiio, como no acompaña á su esposa?
ah! que habrá sucedido?...
—Será algún pariente de Laura; dijo Jslía.
— ¡Y yo que no sabia estubiese en Madrid!
como podremos averiguar donde viven? yo quiero
ver á mí hijo...
Periódico semanal.
—¿Esa seilora es la esposa del sefior marqués?
preguntó el señor de Duran.
— Si señor.
•— Ah! ya me ha dicho algo^Julio sobre ese
enlac(\ que según creo ..
— No fué de mi agrado; pero hoy todo lo
dari.1 por bien empleado, con tal de poder abra-
zar á mi hijo.
—Pues no tardará V mucho en saber donde
vive, y entonces...
Interrumpió al señor de Duran la voz del
mismo criado que le anunció poco antes.
—Señora, dijo, una señora que espera en la
Eorteri:i me ha encargado diga ¿ Y. S. desea
ablarla particularmente, y con premura.
— ;No ha dado su nombre? no la conoce Y?
—No, señora, viene cubierta con un velo, y
se ha negado á dar el nombre; pero dice que
viene de parte del señor marqués, el hijo de
V • d.
¿De mi hijo? voy, voy... pero no, dígale Y.
que esp3re...
—No, no, señora, no lo haga Y. por mí, di-
jo el señor de Duran; veo que Julio tarda y
voy á ver si le encuentro en casa. Conque ¿Ho-
tel de Inglaterra, calle de Torija?
— Perú sino...
—Nada, na(!a, dejo á ustedes; mañana volve-
ré con Julio A los pies de ustedes
Salió el señor de Duran, y poco después el
criado hacia entrar á la presencia de la mar-
quesa la encubierta señora.
— Julia se habia retirado por mandato de su
madre á una habitación contigua, desde donde
DO podía oirse lo que en la otra s^ hablaba.
Apenas enlró la encubierta se dirigió á la mar-
quesa y se alzó el velo.
/Ménica! csclamó la marquesa.
— La misma, señora.
—Que sucede que con tanto afán deseaba Y.
hablarme?
—Ahí señoral en mal hora nos volvemos á
ver; vengo de parte del marqués á rogar á Y.
pase á verle sin dilación.
— Pero algo tstraño sucede, cuando...
—El señor marqués está muy enfermo.
— ¡Mi hijo! Dios mió...
—Si, señora. Anoche me llamó á su lado, y
encontrándose bastante mal, me encargó que^si
hoy se empeoraba viniese á avisar ¿ Y. para
confiarle un secreto, antes de...
— Ai)/ Dios mió/ antes do morir;j:Juego está
de tanto peligro. .
— Muy malo, señora; esta tarde nos puso en
gran cuidado, y por eso he venido.
— ;E1 se muere, y su esposa se pasea entre*
tanto con un desconocido/ esclaroó indignada y
sollozando la marquesa,
(Se eoBlinnari.)
A MI APUGIABLB AMIGO
DON JUAN PABLO LÓPEZ
Letrilla.
En esta casa de locos
que llaman mundo, también
para ser afortunado
condición precisa es
no solo meter gran ruido
sino marchar al rwés.
Por eso, amigo, por eso
tan encaramados ves
á tantos y tantos necios
que ñeles á aquella ley
no solo meten gran ruido
sino marchan al revés*
Los méritos, la experiencia,
la prática y la honradez
las yes, amigo, oprimidas
por los que no las poseen,
por los que meten gran ruido,
por los que van al revés-
El craso don Egoísmo,
y Adulación, su muger,
es unión tan desdichada,
que solo se pudo hacer
por los que meten gran ruido
y los que van al revés.
Si quieres, mi caro amigo,
representar buen papel,
no estudies una palabra
y habla de todo á la vez,
como los que meten ruido
y los que van al revés-
Los méritos, cerno inútiles,
míralos con altivez,
ten á la intriga por lema,
adula al que arriba esté
cual practican los del ruido
y los que van al revés-
Ma<Irid
Antonio Rodríguez Villa
Lope da Teca,
LOS HOMBRES DE AHORA.
No se alarmen!?uste(les.
No me^voy á ocupar de los hombres que
mandan.
Ni aun^siquiera|[de los que mandan en sus
casas.
Lo primero^me lo prohibe la ley.
Lo segundo me lo prohibo yo.
Este articulejo vá dedicado á los hombres
de ahora.
Es decir: á los pollos.
A esos Tenorios en agraz;
A esos despreciables hijos^de la La Cor-
rupcion, asqi^erosa sefiora, que con inaudito
descaro se ha unido a £1 Siglo diez y nueve.
A pesar de que ya se ha escrito mucho,
tanto en broma como en serio, acerca de es-
tos animalitos que traen alborotado el gaili-
nero de la sociedad', yo, en ambos géneros
y animado de la mejor idea, voy á decir cua-
tro palabras.
Empezaré por eí principio:
Sale de la escuela.
Cambia las aleluyas por la baraja, la plu-
ma por el taco de billar y el httmilde cigar-
rillo por el soberbio coracero.
Ya le tenemos en campaña:
Invade los cafés;
Hace el oso en las tertulias.
Y repugna en el paseo.
En los primeros, pierde el tiempo, el di-
nero y la aprensión.
Ya sabrán ustedes que aprensión es ver-
gOenza.
Continuo:
En las tertulias es doade mas sobresale su
necia pedantería.
Aunque se halle entre personas autoriza-
das para la discusión por su edad y espe-
riencia. siempre su opinión es la primera y
su voz la que resuena mas alta.
Nada respeta:
Trastorna la política, pues también se atre-
ve con ella;
Profana el arle;
Dá y quita reputaciones literarias con una
seguriuaa que indigna;
Y lo qne es mas triste:
Maltrata su lengua la honrado alguna mu-
ger. acaso porque despreció sus imperlinen-
íes pretencJones.
Sigámosle al paseo:
Sus atrevidas miradas empalian el candor
' de la niña mas inocente;
I 8u lenguai^, grosero é incivil, hiere con-
tinuamente el oído de las personas bien edu-
cadas que por su lado crutan.
Yá refiere con vot chillona una historieta
de escándalo y amor, en la cual lo primero
que figura es el nombre de la victima;
Ya, lamentando sus pérdidas en el juego,
pronuncia palabras que revelan la impiediMi
de su alma,
O ya, en fin, cuenta la aparición de tina
no/a¿tlídM en alguna de esas casas, donde
¡ soto encuentra decepciones para su aturdido
corazón y canas para su cabeza de niño.
Y entretanto, sus padres se avergüenzan
de llamarlos hijos, y sus madres, vertiendo
lágrimas de sangre, viven en una eonlinua
agonía...
Pobres locas!
No saben lo qne vale el llanto de una ma-
dre!
Y no sacrifican solamente la tranquilidad
de esos cariñosos seres.
Sé sacrifican ellos mismos.
Matan su porvenir.
Y matan su porvenir, porque los estudios
no aprovechan; y si acaso terminan ana car-
rera, mas que con su aplicacioncon los des-
velos y la influencia de sus padres, luego
conocen su ignorancia y se arrepienten entre
sus compañeros, llorando los estravios de su
juventud.
Voy á concluir:
Unos dirán que los trato con macha se-
yeridad;
Otros, que exageradamente;
Y yo contestaré:
La letra con sangre entra.
Afiadiencfo. que felizmente no son iguales
todos los jóvenes que en esa edad llegan á
las puertas de la vida, v que entre los hom-
bres de ahora hay verdaderos hombrecitos,
modelos de aplicación y virtud.
Los que por desgracia no se hallen en es-
te número, vean en mi artículo un amis-
toso consejo, dado con mas ó menos dnreza,
pero con la mas loable intención, pues conoz-
co que, mientras mas desnudo se presenta el
vicio, mas aborrecible se hace á los ojos del
que lo practica.
A. Carrion,
Periódico lemaiiAl.
PLEGARIA.
Oh Dio8^ que desde el cíelo
recibes cpn amor
la adoración sin líqiites
que te tributo yo;
que mandas en el mundo
con podero9^ yoz,
haced que al lado vuelva
del dueño do mi amor.
A ti, que el imposible
sus puertas no Degó^
que imperas en el orbe^
espíritu creador
cuyo divino aliento
de nada lo formó,
te pido me deyí^elyas
ai dueño de mi amor.
Como sin tí seria
opaca niebla el sol*,
como á las flores prestas
perfumes r verdor;
como de tí dependen
consuelos y aflicción,
concede que á ver vuelva
al dueño de mi amor*
El libro del destino
tu mano lo escribió^
pero variarlo puedes
en gracia de mi amor:
perdona si á tu nombre
mezclo en mi verso yo,
el ver como deseo
al dueño de mi amor.
También tú habrás amado
porque eres su Creador,
esa obra magestuosa
sublime Creación,
y ausente de ella acaso
lloraras como yo,
que lloro por la ausencia
del dueño de mi amor.
Los ángeles entonan
al lado del señor
ea melodiosa música
pmrísima oraeion;
á tan dulce plegaria
paréoese su voz,
el purísimo acento
del dueño de mi amor.
Tú das al avecilla
canoro corazón.
La fuente de la vida
tan solo es el amor.
Si á las pintadas aves
QPQpuelaSj solo yo
po me consuelo ausente
del dueño do mi amor.
Perdona si mi ruego
te ofende y^. Señor.
Si la pureza estimas
purísimo es mi amor.
Perdona si en mis versos
con muda^ negra voz,
te pido el dulce lado
del dueño de mi amor.
Pabla Canta Aíüma.
Veréis como un Saboyano
mal tocando el organillo»
aquí os espone sencillo
los fallos del juicio humano.
De Rosini el italiano^
ese gran compositor,
destrozaba lo mejor;
y un bárbaro que lo oia
sin mas examen decia:
que mal compone el Autor!
Ifa4rid.
Ildefonso Enrique Ollero,
MISCELÁNEA.
«^^^«^^«■«««*wa««i^#^n
Teatros.
Han abierto sus puertas el del Prméipe y
el Principal.
En el primero «e ^^«as^ V^ ^sí&m^^s^
Lope de Vega, periódico semanal.
Ristorí con el drama Elisabelta, siendo muy
aplaudida por la escasa concurrencia que
asistió á esta primera representación.
Tampoco fué muy numerosa la que acudió
al Principal en la noche del Viernes, pero
quedó satisfecha de los artistas que desem-
peñaron las Comedias El arte de hacer for-
tuna y Mi muger no me espera.
Allá Teremos.
Lope de Vega.
Muy pronto celebrará esta sociedad otra
sesión, para la cual se ensayan con la ma-
yor actiyidad dos buenas Comedias.
Epigramas.
Hijos somos de Adán en este suelo^
la nada es nuestro abuelo...
Y saÜsteisle vos tan parecida
que apenas algo sois en esta vida.
El que por t{ se muere en dulces lazos
muere con propiedad por tus pedazos.
Y cuando abundas de hermosura en bienes
tantos remiendos tienes,
hermosísimo bien del alma mia,
que siendo tan cruel pareces pia.
(-)
Varias personas cenaban
con afán desordenado,
7 á una tajada miraban
que habiendo sola quedado
por cortedad respetaban.
Uno la luz apagó
para atraparla con modos-,
su mano al plato llevó^
7 halló las manos- de todos,
pero la tajada no.
Charadas.
Cuando barajo las cartas
jugando con Micaela
los dos solos mano á mano,
le do7 siempre mi primera.
Dejo de jugar 7 emprendo
otra diversión honesta,
sa Ja que con mi segunda
dulcemente me enajena.
Y como vivo persuadido
como ella de mi tercera
paso las noches de invierno
tranquilo de esta manera.
Y á pesar de que mi todo
importuno me molesta,
de él, y de todo me olvido
cuando esto7 en su presencia.
Mi primera con tercera
es la primera mitad
de un nombre en náutica usado
por los marinos, 7 á mas
sin la tercera 7 la cuarta
mu7 mal lo hablan de pasar
los pilotos que la llevan
en sus buques para andar.
Segunda 7 cuarta es costumbre
mu7 española 7 general
practicarla un rato antes
de irse de noche á acostar.
Segunda 7 prima le hacen
los que quieren engordar
cierto animal mu7 sabroso
antes de irlo á matar.
La cuarta con la segunda
es por cierto á no dudar,
lo que todo ser viviente*
hace en el mundo al entrar.
Y el todo de la charada
es una gran capital
donde se hace 7 se encuentra
todo lo que dicho va.
Encargándonos con mucho empeño
publicación, nos remiten la siguiente
Solucioni á la charadi del 27 numeri-
Mamen — grosili— pemente
Si — magro— temen — pesili
Mate — gropemen — sisili
PELIGRO— SISIMA— MENTE.
Buena Sombra-
DIRECTOR T EDITOR RESPONSABLE,
tmBBBSKa^BKBSBsaasaaBBmBBmaaBBBBamBBrmammm
Imprenta de Casilari. — Comedias 11.
▲ÑO I. DOMINGO 18 DE OCTUBRE DE 1863. HÚM. 29.
k
^
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SEMANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMRRE.
TI ■■■TTr.TS
IjITEPIA.TTJH-A.. a.i^xes.
y aun existe á los diez y ocho años
aquel semanario-, dio á luz en periódicos
literarios y políticos diferentes artículos
^' I y composiciones poéticas, y todos estos
«No tiene abiertas la sociedad moder- diversos trabajos fueron bien acogidos.
na vias mas difíciles y mas espinosas que Publicó el 1845 un periódico satírico. El
las cuatro en que á los cuarenta años Cínife, destinado á ejercer una crítica li-
faa hecho Calvo Asensio tan grandes jor- teraria decorosa y saludable, en la cual
nadas. dio motivo de señalado ingenio, y El Ci-
Prescindamos de su estudio de la filo- nife llegóá hacer sensación entre la gen-
sofía y de las humanidades en la Uni- te de letras. Escribió en colaboración
versidad de Valladolid, á cuya provincia con su íntimo amigo don Juan Ruiz del
pertenece la Mota del Marqués, donde el Cerro, Valentina Valentona\ y en la de su
estudiante habia nacido-, prescindamos compañero y amigo de la infancia, el
de las ciencias naturales, que cursó distinguido, aunque modesto poeta, don
después de las humanas-, la botánica, la Juan de la Rosa González, varias pro-
mineraiogia, la zoología y química ge- ducciones dramáticas, entre ellas: La
neral, para dedicarse ya en Madrid, pri- venganza d$ un pechero; La estudiantina, ó
mero á la facultad de farmacia, en la el diablo en Salamanca; Fernán- González,
cual se doctoró el año de 44, después al primera y segunda parte, y todas obtu-
estudio del derecho: una carrera escolas- vieron un éxito brillante en los teatros
tica no es una empresa estraordinaria, de Madrid, y alguna se representó trein-'
aunque en ella se logre tan buen nom- ta y cinco noclies consecutivas: compu-
bre, como Calvo Aseosio, por el talento so por sí solo otras, y tuvo siempre gran
y la aplicación. cosecha de aplausos para: La acetan de
La primera senda de verdadera difi- Villalar; Los disfraces; Los infantes improvi-
cultad que acometió después de concluir sados; La escala de la fortuna; Ginesillo el
brillantemente sus estui.os científicos y Aturdido y Felipe el Prudente.
literarios, fué la de escritor: para avan- £7 Cínife fué señal de la transición de
zar por ella es preciso aprender pacien- Calvo Asensio de las ciencias exactas á
te la ciencia infinita del pensamiento y la literatura: un folleto en verso: E^leco
la forma de la invención y la composi- déla Libertad combatido por las bayonetas
cioui ponerla vida, el alma, la juventud, afrancesadas, que publicó en unión con
la alegría, la flor de la primavera sobre el aventajado escritor señor Rosa Gon-
un pedazo de papel, para arrojarlo en se- zalez, siendo perseguidos por la policía
guida tolo reunido al Viento, en esa in- . el folleto y sus autores en las circuns-
mensidad misteriosa que llaman público, tancias críticas de 1844, fué el síntoma
y esperar el fallo del juez indiferente, de otra transición, tan común en Espa-
que al leer la firma antes que el escri- ña, de las bellas letras á la aridez de la
to, esclaina por lo común: . política.
— «¡Desconocido! Un aprendiz raaslw En 1851, los progresistas de la Mota
Empezó Calvo Asensio fundando El del Marqués, recompensaron las pualida-
Restanrador FarmacMlico, testimonio de des que Calvo Asensio habia dado á co-
8us conocimientos en la parte científica nocer, presentándole candidato por aojiel.
de la facultad á que se habia dedicado, distrito, en el c\i^\ o\i\.\r;^ ní.\nsv. ^"ík-^^^-
IfOpe de Vega^
tacion, bien que no triunfara, porque xx.
los esfuerzos del gobierno se sobrepusie- El 18 de' Agosto último, daba i la
ron á la Toluntad de los electores. puerta de mi retiro de aldea, el tierno
En Juniode 1854, en el postrero y mas abrazo de la despedida á CaWo y i Gon*
riguroso periodo del ministerio Sarto- zalo y Teresa, los dos pedazos de su co-
rius. Calvo Asensio emprendió uno de razón, imagen también de su amantísimo
los caminos mas erizados de dificultades padre. El Miércoles último rompia á la
y de sinsabores que pueden imaginarse: yez el sobre de dos telegramas, y ponia
fundó La Iberia, El talento de escribir la vista en uno, que con la concisioD
et. un dou de Dios, que necesita además brutal del telegrama decia: «Véngase
un cultivo trabajoso; el periodismo, á inmediatamente. Calvo se nos muere por
pesar de todo lo que de él se murmura, momentos.» Aquella noche emprendí el
ei el apostolado mas santo del pensa- viaje maldiciendo por el camino la len-
miento; todo el que ha querido ó quiere titud del vapor, y antes de que empezara
reinar sobre la opinión, desde Quintana el Jueves me apeaba á la puerta de mi
Hasta Olózaga, ha sido ó será periodista, infortunado amigo.
Consumada la revolución del 54, tres El 18 de Setiembre, al mes, dia por
provincias, Madrid, Toledo y Valladolid dia, de nuestro abrazo de despedida en
designaron á Calvo Asensio candidato la aldea, el amigo de mi alma era un
en las elecciones para las Cortes consti- cadáver-, Gonzalo y Teresa eran huér-
tujentes^ en las tres obtuvo una gran fanos.
rotación, quedando elegido por la últi- La pluma que hace un ano escribiJ
ma, la de su nacimiento, y obteniendo apuntes biográficos para que acompaña-
ademas el voto de los representantes de ran á una fotografía llena de vida, se
la nación para secretario de aquella me^ resiste á escribir apuntes nedrológiooi
mórable asamblea. Entonces empezó á al dia siguiente de haber sacado el es-
dar repetidas y notables muestras de su cultor la mascarilla de un cadáver*
talento como orador, de sus disposicio-| a u d i »•
nes naturales para la improvisación y| (m«mo Ddí? eniL) «to h?i iitof.
la réplica, de su firmeza como hombre
de partido. Estas cualidades le valieron
una gran popularidad, que se tradujo
bien pronto en su elección para Coman-
dante del primer batallón de artillería „.. . i . , ,
de milicia nacional de JVIadrid, grado con Hya.ael cielo, nacarada rosa
que le brindaban otros dos batallones. ' T^ ^'^^^ ^^\\'^ ^«P"?^» <le dolores.
Convocadas nuevas Cortes en 1858, . ^"'8^°5 f*'^®"» ^*°<l'^,a y hermosa
Calvo Asensio fue designado candidato ^""^ ^«' ^^^^ ^^''««n »08 ««^o^es;
Cómo ha desempeñado este nuevo car- ^"' ^'^^''''^ ''^ P^"^ °^^* punzantes:
go, dícenlo cuatro años de constante lu- puera sin lí la mísera existencia
cha en la tribuna, en la cual se ha ere- io q,ie fuera la flor sin el aiubiente.
cido notablemente; dicenlo la importan- sin ensueños de amor la adolescencia,
cía yjas simpatías de que goza en toda sin cristalinas aguas una fuente.
España, al lado de Olozaga, bagasta, °
Aguirre, Madoz, Figuerola, Zorrilla y Sin lí no hubiera ni virtud, ni amores,
algunos mas de la resuelta y hábil mi- ni ciencia, ni heroisrao, ni poesía;
noria que tan brillantemente sostiene y cual sin luz no existen los colorea
M aetaal campaña parlamenuria. ) la ventura sin ti no eiistiria.
Partódioo 'semMiaL
fres «el ir» que brilló €n el cielo
eomo eeftal de calma y de bonanza.
wes el ángel que desciende al suelo
idesde el trono de Dios, dulce esperanza.
T cual deshace el sol la niebla oscura
con su fulgente abrasadora llama, j
ae deshace la negra desventura
coando lu luz divina ae derrama.
Ah! venturoso el ser que te posee
y enlazado sus brazos á tu cuello
florido porvenir dichoso lee
de tu clara mirada en el destello.
Y desdichado el hombre que si prueba
de la hiél del dolor alguna ¿ola,
henchido de furor en tí se cena
y te arroja de si en pedazos rota.
Ah! ¿cómo existirá, cómo Dios mió
sin que venga á arrullarlo la esperanza?
Empedernido el corazón y frió
solo hallará tiniebla en lontananza.
Oh que felicidad! Hasta las heces
la copa del dolor he consumido;
rasgaron ¡ay! mi corazón mil veces,
mas la esperanza nunca la he perdido.
No hallo en la tierra ya su galanura,
pero en el alto cielo la diviso:
y embriagarme de célica ventura
ella me ofrece allá en el paraiso.
AHÍ perpetuo refulgente dia,
trono de nubes, de zafir j orS,
elocuente suavísima poesía,
cántico arrobador, dulce, sonoro.
Corona de laurel inmarcesible
que anhelo con vehemente exaltación,
lazos de amor divino y apacible
porque suspira y late el corazón.
Miro feliz al resplandor brillante
del sol de mi esperanza bendecida,
que me sostiene el alma vacilante
y torrentes de luz vierte en mi vida.
Por eso no maldigo el hado impío
ni á, mi ceñuda y áspera fortuna;
aunque en el caos profundo y mas sombrío
vi mis dichas hundirse una por una.
Qae lisonjera suerte deliciosa
aunque aorojos no mas halle en el suelo.
alcanza la criatura venturosa
que su esperanza la fijó en el cielo.
Yictorina Saeni de Tqada,
ÁBUfüJrft.
J^ TFiTiT.i.A.»
Mariposilla pintada
que por la verde enramada
vas saltando^
y al admirar tus colores
muertas de envidia á las flores
vas dejando;
Ven, que á la virgen que admtiao
vas á llevarle un suspiro
sílencio^iO;
yen. tan veloz cual el viento.
ven. á llevarle este acento
doloroso.
Y díle que padece el alma mía
devorada por hórrido pesar;
que mi vida sin ella es de agonía
que á el^a sola mi pecho puede amar.
Y díle que la adoro con locura,
que acoja mis acentos de dolor,
que mire con piedad mi desventura,
que trueque sus desdenes en amor.
Y que si escucha en noche silenciosa
el tétrico preludio de un laúd.
no olvide mi plegaria dolorosa...
no olvide de mi pecho la inquietud.
Que por ella padezco cruel tortura,
que por ella padezco cruel pesar,
que mi vida sin ella es de amargura,
que á ella sola mi pecho puede amar.
Mariposilla pintada
que por la verde enramada
vas saltando,
y al admirar tus colores
muertas de envidia á las flores
vas dejando;
ven, que á la virgen que admiro,
vas á llevarle un suspiro
silencioso;
ven, tan veloz cual el viento
ven, á llevarle este acento,
doloroso!
Lope de Vega,
U dkm DEL AlEDALLON,
NOVELA ORIGINAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
CONTINUACIÓN.
—¿Qué dice V. señora? Laura ha estado to-
da 1.1 tarde á ia cabecera do su cama, y allí que-
daba cuando vo he venido.
— Pero como es posible, si ]a he visto yo; si
la ha visto Julia también...
• — Pues h.i sido una equivocación, se lo juro
a >.
—Quisiera creerlo, pero... Sino ya verá Y:
Julia!
—Mamá!
Entró Julia, y viendo á Monica y eslrañándo-
le aquella visita csclamó:
— Usted por aquí, Mónica ¿á que se debe?...
— Ay! hija mia, respondió la marquesa, tu her-
mano nos llama quizá para darnos el último adiós,
—¡Mi hermano! ah.' por favor, diga V. Mónica
¿que sucede á mi pobre hermano?
—Está muy grave, Julita; puede ser que se sal-
ve; pero...
—¿De tanto peligro y Laura se pasea como si
tal cosa sucediese á su esposo? ah.' esa muger no
tiene corazón
— /Lo vó V. Mónicd/ dijo la marquesa.
—Pues señoras, no comprendo como una per-
sona que ha estado delante de mi toda la tarde
al lado del marqués, y á quien acabo do dejar
con él, pueda haber salido, y sobre lodo... con
un ¡lonibre desconocido. Nada, nada, repito que
no puede ser.
— Y' sabe Laura que Ernesto nos manda á
ilnmar.^
— i\o señora, y hasta me encargó el señor mar-
f¡!'és que nada dijese á Laura.
— ¿Y como haremos entoncei para que no nos
vea entrar?
Entraremos por un postigo de la casa; yo en-
traré primero, y haré advertir al marqués que
esperan Yds. para que despida á Laura bajo cual-
quier pretesto.
— Pues apresurémonos,
Ah! Diosmio, J)ios mió; mi mayor deseo era
volverle á ver y tal vex deba abrazarle para
recoger su último suspiro.'...
—No se allija V. madre mía, dijo Julia, que
vu vano tr.itaba de contener ella misma el llan-
to íjue se agolp.'iba ñ sus ojos; no se aflija V.,
puedo ser que haya esjKíranzas? No estaba yo
ck'íi al borde d'il sepulcro, y hoy....
—¿Pero que enfermedad es esa, Mónica, que
/^/j rápidos progiesoi lía hecho en él?
-> Cuando llegamos á Francia, le acometió una
especie de fiebre maligna, que después le ha re-
petido algunas veces, pero no con tanta Jntea-
sidad; luego se quejó... del pecho... y ahora...
— Ah! pobre hijo mió, esa enfermedad cruel
es la tisis, si, mi hijo muere tísico, no hay re-
medio para él. Marchemos, marchemos cuan-
to antes.
Un cuarto de hora después^ nn coche eon-
ducia á las tres mugeres á la plazuela de Santo
Domingo.
Poco después que el coche paraba cerca de
la casa, otro paró también del<<nte de la puerta
principal; bajó de él un caballero y el ceche se
retiró.
Aquel caballero era D. Eugenio Duran; Yea-
mos lo que le traia á casa de Laura.
CAPFTULO T.
I.A CITA.
Dejamos al padre de Julio en el momento de
desnedirse de la marquesa para ir á buscar I
su nno al Uotel de Inglaterra.
Un coche le condujo á esta fonda, y apenas
llegó á ella, preguntó por su hijo.
Julio habia salido, y no volvería aquella noche
hasta muy tarde.
Mandó qne lo introdujeran en el cuarto de
Julio mientras le preparaban á él otra habita-
ción, y encargó no le incomodaran núes pensa*
ba descansar hasta que volviese su nijo.
Empezó á despojarse de su ropa de camino.
Al noner sobre una mesa su reló, vio una
carta aoieria, y desde luego llamó su atención
la letra: era de muger.
/Ola! dijo, una carta amorosa; bah! será de
Julia; están tan enamorados que no se contentan
solo con hablar^
No pudo resiftir la tentación, v tomó la car-
ta para leer ah^o de ella; pero ae repente ei
su semblante se pintó el asombro, y su frente
se arrugó bajo el peso de una sospecha.
La carta decia asi:
Madrid SS de Mayo.
Caballero: se me ha advertido, de qne en ne-
dk) de un café, y en presencia de varios jóve-
nes, ha hecho V. una apuesta, bien poco dis-
na seguramente de un caballero. Ha jaradoV.
deshonrar u una muger que ningún tíafio le ha
causado, y solo por un capricho de calayen.
Quiero saber si el que tiene valor para hacer
estos atrevidos juramentos^ tiene el suGcieote pa-
ra reiterarlos delante de su victima.
Habiendo dado la casualidad deque boy acá*
ba de llegar mi esposo imposibilitándose oe ci-
tar á Y. de día, le suplico venga á vera»
Periódico semanal.
misma noche, mientras mi esposo está en el tea-
tro, donde no faltará.
Irá V. al Real; y preguntando por el palco
de la Dama del Medallón^ que cualquiera podrá
indicarle, esperará á que en él se presente mi
esposo. Esta será la señal de que ha llegado la
hora de vernos.
Mí casa, en la plazuela de Slo. Domingo, al
lado de un taller de coches. El portero introdu-
cirá á Y. solo con decirle: Yo soy el qtie es-
peran.
La Dama del Medallón.
•
¿Qué locura es esta? esclamó D. Eugenio cuan-
do acabó de leer; es preciso que yo sepa quien
es esta muger que bajo prelesto de querer con-
jurar un peligro, que tal vez desea, dá una cita
á mi hijo, cuando su marido está fuera de su
casa.
¡Oh! es preciso. Nó, no quiero que Julio si-
ga las huellas de su padre; harto arrepentido es-
toy de uiis juveniles estravios.
Corramos á evitar, si aun es tiempo esta locura.
Nolvió á vestir su trage el señor de Duran,
y se lanzó fuera de la habitación. Entró en un
coche que pasnba de vacio, y dando al coche-
ro una propina.
—Al Teatro Real, dijo, á escape.
Al llegar al teatro, mandó esperar al coche-
ro; entró, y dirigiéndose á uno de los acomoda-
dores le preguntó si sabia cual era el palco de
una señora, á quien llamaban la Dama del Me-
dallón.
—Le contestó que no sabia de quien le ha-
blaba; mas, un joven á quien ya conocemos, pues
era Federico el de la apuesta con Julio, aue ca-
sualmente oyó la pregunta al entrar, le indicó el
palco, y al mismo tiempo procuraba indagar, por
qne aquel desconocido preguntaba por la Dama;
pero el señor de Duran después de saber lo que
deseaba, y viendo que aun el palco estaba va-
cio, salió apresuradamente, dejando lleno de coa
fusiones á Federico que fué í reunirse con sus
amigos entre los nne se hallaba Julio.
—El señor de Duran dio al cochero las señ^s
de la casa de Laura, y poco después se bajaba
en la misma puerta.
—¿Está el señor en casa? preguntó al portero
que no era otro que Giuseppo Antonelli. pues-
to allí por Pedro.
— No señor, respondió.
— Pues advierta V. á la señora, qu3 un ami-
go del que esperan viene ha hablarla do su parte.
— Tengo orden de no anunciar á nadie, ca-
ballero, mi señora no recibe á nadie esta noche.
— Digale V. que está herido y no puede venir.
Un ligero grito lanzado desde lo alto de la
escalera, hizo volver la cabeza á los dos inter-
loeotoret.
Pro venia de Laura, que al atravesar la me-
seta déla escalera cuando salía de la habita-
ción del marqués y se dirigiaá las suyas, oyó la
conversación entre el Sr. de Duran y el astu-
to italiano.
Laura permanecía como clavada en medio de
la meseta; la noticia de que se hallaba Julio he-
rido, hahia paralizado la sangro en sus venas.
El Sr. de Duran comprendió que aquella era
la Dama en cue^ion, y se dirigió hacia la esca-
lera.
—Pero, caballero, le digo á V... decia Gia-
seppe tratando de detenerle.
— Eh.' déjeme Y.: señora, mi amigo está herido,
acaba de batirse, no...
—Calle Y. por Dios, cab'^llero, respondió Lau-
ra temblando; suba Y , suba Y.
Acabó el Sr. de Duran de subir los últimos
escalones, y así que pudo hacerse cargo de la
Gsonomia de la Dama, dijo entre dientes.
—/Calla, es la esposa del marqués de Ocam-
po! Mi visión, el retrato de Enriqueta.
—Sígame V. caballero, dijo Laura, introdu-
ciendo al padre de Julio, primero en el saion
que ya conocemos, y luego en el gabinete, don-
de los dos tomaron asiento.
(S« eoDÜnuari.)
PÜBSTO EN MüsICA POR EL AUTOR.
Bendiga Dios tu sueño^
hijo del alma!
Pudiera yo ser siempre
quien lo guardara!
Cuanto darla
por tenerte en los brazos
toda mi vida!
Cuando un deber .s.ii^Tarlo
de mí te aparte,
donde hallará consuelo
tu pobre madre!
Y tú hijo mió,
que será de tu vida
sin raí cariño!
Una sonrisa tuya
cuando despiertasi,
basta para que olvide
todas mis penas.
Algunas Y«ce*
JUopeide ¥a8a»
^ne debiesa an ;hij#
mr üiio «iempvé.
>•••
Jhieme tranq^ailo skorá,
duerme^ hijo mió,
«iin Mber que te espena
tantos peligros!. .
A Dios le ruego
•que el valor te comseda
para Teueerlos...
$nm%.
M. Wárdinburg.
EN LA PRIMERA MISA
de mi prediUclo amigo el señor don Enrique
Marlinez Melguiso. presbítero y cursante
de ^ Sagrada Teología en este Seminario
conciliar.
'Admira tu elección, j canta gloria
al Dios que hasta su altarte ha sublimado:
no se aparte jamás de tu memoria
el ver como del mal te ha separada-
Y sobre el mundo al alcanzar victoria
mirándote á tu Dios tan consagrado,
desprecia sus halagos, porque es lodo
cnanto encierra en su seno, polvo todo.
El grande ministerio que inauguras
te dá una dignidad imponderable,
7 un porvenir de salvación auguras
que si sabes ganarla, es indudable.
Consagra á tu Señor con manos puras,
que sea tu sacrificio hoy aceptable:
recibe siempre en gracia el pan sagrado:
si no lo haces así, ya estas juzgado.
Elevado al altar, has contraído
deberes con el pueblo que es tu grey,
porque, sábelo bien. Dios te ha elegido
para que puedas enseñar su Ley.
Del mundo hasta el altar llamado has sido
y de las almas al hacerte rey
es porque puedes perdonar su yerro
rompiendo del pecado el duro hierro.
No estrenes te aconseje la voz mia
con las palabras que le dicta el alma:
son consejos que brota mi alegría
^ ensena el corazón en gnita salma.
Rnra ti toda gloria «en este dia
que abrazas de virtud la hermoM-^
Guárdala en en verdor. Koinaa te ~
llQnemae puede decirte un buen mniifót
Paga á tu Dios. T cuando al ler el dia
te ihve el Fuego de 'tu pecho^ ansiovo^
colmado áe pucf sima alegría
ante las aras de tu Dios glorioso,
del arpa de Sien la melodía
arrobará tu corazón dichoso.
Pide entonces por mí: suplica al eieh
se digne concederme igual consuelo.
Emilio Santa Maria Torre.
I
He aqui una palabra que representa un
idea como muchas otras, tan abstractas, qae
casi es imposible el definirlas.
Para mi, la ilusión es un (hermoio sodio.
No sé si digo no disparale*, pero en caso
de no serlo, pudiera decirse, ateuiéiidoii
al dicho de un hombre célebre, una conse-
cuencia bien rara; tal vez un sofisma.
Perdónenme »los que, mas versados en U
lógica que yo. lean esl^ articulo.
Pues como decia; ateniéndose al dicho dd
que escribió esta frase:
la vida es tueAo.
Pudiera deducirse:
Que sofiar es vivir.
Y que como el que tiene ilusioQei vivs
sonando, la ilusión es la vida.
Otro dijo:
Gozar materialmente, es vivir.
El primero se llamaba Calderoo; él sogai-
do Epicuro.
¿Cual de los dos tiene razón?
Pregúntese á un amante, á un poeta.
Pregúntese á un sibarita.
Los primeros dirán que Calderón; d s^
gundo que Epicuro.
Yo, que ni soy amante^ ni poeta, ai si-
barita, diré que' hermanando las dos idcn
puede formarse un todo, que aaUsbga i Itf
necesidades de las dos |)artes que conslibi-
yen nuestro ser; el espirítu. y la materia.
La ilusión, es una mentira; pero una
PecitdiM senauwial,
4ff
tifa qae es el alimento del alma; el alma sin i líealknézcase esa preatigieaff aweotkv de-
iíiiaioiifó, es un jardin cabierto de abrojos, jadlafen esqueleto; lal cual es, y la ilusios
un cielo sin estrellas, un sol sin rayos.
La vida pasada en la molicie, sin mas as*
piraciones que el goce material, es la vida
del bruto.
Sin embargo: para alga nos.ooncedió Dios
los sentidos.
El hombre neceñta de goces msderiales
que le ayuden á sobrellevar la existencia:
no abusemos de ellos, y rozaremos mas.
Esto mismo dijo un fliosofo' mas autoriza-
bo que yo; J. J R.:
Abstenerse para gozar, es el epUurekmo
dé la razan*
Pero veo que me voy estraviando; mi ob-
jeto no era este cuanda empecé mi articulo
dedicado esclusivamente á la ilusión.
Volvamos á ella:
Magnifica aurora boreal en medio de las
tinieblas déla vida, la ilusión alumbra ques-
tna inteligencia, haciéndola capaz dé conce-
bir sublimes pensamientos.
Pero ¡ay! es, tan frágill ¡se desvanece tan
pronto al menor soplo!
Y entonces se asemeja á la resplandecien-
te luz de una bujía, que ai estinguirse, solo
deja el fétido olor de la pabesa.
desaparece.
Direís que soy demasiada^tepiriliiaK pues
bien, creeiime:
Yo jamás he visto coner, por[ejemplOi i
la muger que verdaderamente he amado.
Me diréis por tanto que jamás me casaré*,
ó que perderé la ilusión si Itego á hacerlo.
Preguntadle esto á los que han pasado por
ello aunque, sean menos escrupulosos que yo,
y os dirán si la han conservado.
No, es imposible.
Esas pequeñas grandes cosas que se tocan
en la vida doméstica, no pueden menos de
disminuir la ilusión.
Pues qué ¿es lo mismo ver á una muger
que os espera bien ataviada, en una sala
amueblada con lujo ó al menos con decencia,
que os habla caiíñosa, que os muestra un
carácter dulcísimo; es esto lo mismo, que
verla desalit^ada. en medio de la revuelto
alcoba. dondiB encontráis: acjui el prosaico^
gorro de-dormir, alli'el antipoelico mirifiaque,
que 08 recuerda una de tantas mentiras como*
rodean á la muger; que la* ois r^aflar á }t
criada, armar una tramontana con^ Ib man^
dadera sobre la miseria de dos maravedises
Muy bien pudiera compararse á uno qus faltan en la cuenta; que á lo mejor os
de esos magníficos mausoleos, cuya belleza ák- una de esas rebotadas que no faltan en
artística admiramos, sin acordarnos de que
solo guarda asquerosa podredumbre: pene-
tremos un momento en su interior, y pronto
huiremos de él con repugnancia.
En los sentimientos que afectan alcorazon^
es en los aue principalmente se hace mas
sensible la aesilusion.
El amor, esa imperiosa exigencia de
nuestra alma, foIo esta reforzado por la ilu-
sión, y es en el que está mas espuesta á
desvanecerse, tanto mas, cuanto delicada es
el alma que abriga este sentimiento.
Para nosotros, la muger que amamos, no
es un ser común; no es la criatura sujeta á
las necesidades de la naturaleza anejas á to-
do ser animal.
La ilusión la despoja de todo lo que tiene
de terrestre: es un ángel, revestido ae forma
humana para que le podamos apreciar por
los sentidos.
Y sin embargo; sabemos que solo es una
muger; pero la ima^nacion se obstina en
creerla un ser escepciontf.
nmguna esposa, o con ransimas excepcioneiit
que la estáis viendo, en fln, tal cual es, una
muger. ni mas ni menos que una mugert
Decidme ¿es^lo mismo?
Oh! por desgracia no lo es.
Y sin embargo; la ilusión es necesaria, es
el lazo que une á Cupido con Himeneo.
Bien lo comprenden asi las mugeres: por
algo se afanan en presentarse á nosotros ar-
madas de todos sus hechizos, naturales y ar-
tificiales.
Otro tanto sucede á ellas respecto de no-
sotros-, aun puede decirse que mas« por lo
mismo|que su alma es mas impresionable,
mas inclinada a las esterioridades.
Presentaos á ellas, sucios, mal pergeñados,
y perderán la ilusión.
Casaos, y yo os aseguro que á poco tiem-
po, habréis conocido un cambio^notable en
vuestra muger.
Que os falte en vuestra casa la comodidad,
el desahogo, los goces materiales^ x ^^a»Safó«^
sentiréis su ci^ui»c^fB&skiak«
Lope de Vega, periódioo semanaL
Y sin embargo*, habéis perdido la ilusión, '
y vivis.
Luego la ilusión, no es la inda.
Y sin embargo, no gozai§, y vivis.
Luego el goce solo, no es la vida.
La vida, para poderse llamar vida, con-
siste en gozar con la materia, basta cierto
Eunto-, y con el alma, basta cierto punto tam-
ien.
Lo demás, es vivir muriendo, ó vivir en
un estúpido letargo.
Soñemos pues con Calderón, y gocemos
con Epicuro.
Emilio de la Cerda.
MISCELÁNEA.
í
^^^^^^«^M^tfkM
Lope de Vega.
Anoche debió celebrar esta Sociedad
8tt sétima sesión, con las Comedias Me-
jor ES CREER y Un paseo á Bedlam.
Atendidas las buenas disposiciones de
las Srtas. y Sres. encargados de su ege-
cucion, es seguro que ésta habrá sido es-
meradísima.
— Ya están en estudio el Drama en dos
actos, titulado: Fernando y el Jugue-
te cómico. Un pollo de sese^íta años,
obras originales de un joven pertene-
ciente á la sociedad^ y que deben com-
poner la próxima sesión.
— También las secciones dramática y
lírica preparan para muy en breve la
Zarzuela, En las astas del toro.
\
Charada.
]Lo que es amar/ En el mundo
00 hay cosa qne dulco sea
como el amar: mas es cuando
se ama con el alma entera
á una virgen andaluza
de ojos negros, lez morona^
rojos If^bios, chica mano,
pié breve y cintura estrecha.
1 se ama hasta dar el alm^
disuelta en ainor; y ella,
la bien amada, en su pecho
s/eate íambieo imB hoguera:
en amoroso deliqoio
os doa yaciendo: la bella '^
algún PRIMERA con cuarta
á su amador hace tierna.
¡Oh entonces/... sin duda es farsa
que de placer alguien muera:
no mueren los que así amao,
¡A placer h mas no llega.
las, si es verdad que no muere
quien tal dicha esperimenta,
también lo es aue el corazón
se agita con tal violencia
cual si quisiera salirse
del pecho, cárcel estrecha;
y que el alma se deshace
y que el cuerpo todo tiembla,
cual tiembla, si el huracán
la agita, segunda y tercia.
T es cierto también que el seso
á punto está de que pierda
aquel dichoso mortal,
pues la dicha su cabeza
trastorna y pone al Gn como
CUARTA con QUINTA (sí á csta
lo agregamos una o
tras de la última letra.)
Ese es el amor: vosotros
los que la dicha sin mezcla
de pesar solo buscáis,
amad, que el amor con ella
os brinda, si por fortuna,
de ojos negros, tez morena,
rojos labios, chica mano,
pié breve, y cintura estrecha
una virgen andaluza'
encontráis que en una hoguera
de amor por vosotros arda.
Mas si hay en las mentes vuestras
alguna idea do ambición,
de gloria, poder^ riqueza,
sabed que algún soberano
de las gentes agarenas
que en edniles que. pasaron
moraban eu nuestra Iberia,
no por amores logrí^,
mas por empresas guerreras
y otras prendas de alta estima,
que sus súbditns le dieran
el dictado que es objeto
de la charadilla aquesta.
El rreslc Joan de Ui Indiu.-
DiUECTOa Y EDITOR RESPONSABLE,
Imprenta de Casilari, — Gomediat 11
AHO i. domingo 26 DE OCTUBRE DE 1863. NÚM. 30.
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SBBCANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
SOBRE LA HISTORIA DE ROMA.
APUNTES . los demás pueblos, sublevando isvis babitantes
y eseitándolos á tomar las armas.
Los ccDinos fueron los primeros que decía -
raron la guerra á los Romanos, pero fueron bien
! pronto derrotados, matando Romulo con su pro-
Roma, capital de los estados pontiGcios y r«- pi» mano á Cleon, su rey, y consagró sus des-
siJencia del Fapi, está situada en un terreno muy pojos á Júpiter Ferelrio.
desigual. Divídela el Tiber en dos partes, délas Subyugados los ceninos, los pueblos de Fi-
cuales la mayor, que está á la izquierda, es Ro- ,denas, de Crnstumerio y A.tenas se levantaron
ma propiamente dicho, y l\ otra lleva el nom- contra el pueblo Romano; pero con poco Ira-
bre de ciudad Leonina ó Transt ibérica, .bajo fueron también derrotados.
Roma fué fundada por Romulo 753 años an- Finalmente los Sabinos, llevando por cen-
íes de Jesu-cristo. Mucnos preleaden probar que ductor á Tacio, marcharon con un podero so ejér-
antes de Romulo ya existía Roma, llamada asi cito contra Roma; mas no podían introducirse
de una muger del mismo nombre, hija de Es- fácilmente en la ciudad á causa de una roca
culapio ó de Ascanio ó de Itilo, pues en esto donde habia una fuerte guarnición, cuyo gefe era
están divididos los pareceres. Tarpeyo.— -Tarpeya. hija del comandante; ena-
Aunque Romstono fundase á Roma, oscier- morada da los brazaletes de oro que llevaban los
to que en ella estableció sk Monarquía, divi- Sabinos en el brazo izquierdo, les propuso entre-
diendo á sus habitantes en tres Tribui, cada garles la ciudad si ellos le entregaban lo que He-
Tribu en diez Curias y cada caria en diez De- vabanen la mano izquierda, sin esplicar si ha-
curias. Las Tribus eran gobernadas por Tribu- hi^LU de ser los brazeletes ó los escudos.
nos, las Curias por Curiones y las Decurias por Consintió Tacio y ella tos recibió una noche
Decuriones, ^Q Ift roca por una puerta desconocida y secreta.
De c»da Tribu se escogían aquello')^ que por Habiendo entrado, lacie fué el primero que se
su nacimiento y acciones heroicas se habían he- qniló sus brazaletes y se los dio á Tarpeya, ti-
cho ilustres, y se les daba el nombre de Pa- rándola al mismo tiempo el escudo; siguieron su
tridos: los demás eran llamados Plebellos. ejemplo los demás y Tarpeya quedó muerta ba-
Para poblar Romulo su ciudad nacienle dio jo ©I peso de los escudos y deloro,
entrada en ella 'á toda clase de hombres sin de- Inflamados de cólera los Romanos y del de-
volver el siervo á su señor ni el criminal á los seo de recuperar la perdidí roca, provocaron al
magistrados, por cuyo motivo se halló Roma al combate á los Sabinos, la batalla fué sangrienta
poco tiempo llena de habitantes. Erñpero habia y cruel; el mismo Romulo salió herido, por lo
tan pocos que tuviesen muger, que Romulo man- que apoderándose el miedo de los Romanos, to-
do embajadores á todos los pueblos á pedir es- marón una fuga precipitada. Romulo haciendo to-
posas para los nuevos Romanos, mas estas de- dos los esfuerzos posibles, reunió su ^cnte para
mandas fueron desechadas por todos. Sintió Ro- volver al combate, pero fueron asomorados por
mulo un iosullü tan grande y resolvió vengarse, un espectáculo que escede á toda nárraoíon.
Fingió poco después haber hallado enterra- Laf^ arrebatadfas Sabinas estaban én medio dé
do un altar de cierto numen llamüdo Con^o y con los dos egércitos con sus hijos, rogando tanto á
esto motivo mandó se hiciesen festejos públicos, los Siibinos como á los Romanos
Llegado el día señalado para la función acudió Sus gritos, sus lágrimas y sus ademanes, de-
una inmensa muchedumbre de todos los pueblo? tuvieron á los conbatientes y habiendo depuesto
comarcanos. Cuando estaban mas atento al es- las armae, los gefes de ambos egércitos se unieron
pectáculo, la juventud Romana á una señal he- á parlamentar y fué convenido que tas Sabinas
cha por Romulo, corrió espada en mano á arre- que quisiesen se podían quedar con sus maridos;
batar las doncellas que se hallaban presentes, que Romulo y Tacio remarían juntos en Bomt
Asustados los padres y parientes de las doñee- y que sus habitantes serían llamados Queritos de
lias robadas, tomaren Iri fuga quejándose de la Curio, patria de Tacio.
hospitalidad burlada y fueron á pedir justicia á Con el transcurso d^l Vv&tOL^^ S.w<<k -«^iss&^^^^h^-
Lope de Vega»
''.•
lioso esln riiulad de manora que llegó á lener de
circuilo üO millas. L"s piierlas de la ciudad lle-
garon al número do 30. Los castillos do las mu-
rallas eran 700. Las fuentes públicas ascendie-
ron a 18. Los fnnosos obeliscos eran 45 Fi-
na Imenic^ las estatuas, las columnas, los puen-
tes, los caminos reales, los baños, los Palacios,
los Templos dedicados á sus Dioses (que llegaron
á un número casi increible) con otras muchas obras
dignas de admiración, (jue refieren los antiguos
escrilores, hicieron de uQma la ciudad mas fa-
mosa de todo el mundo.
Los primeros sucesores de Romulo fueron Nu-
ma Ponpiiio, Tulio Uoslilio, Anco Marcio, Tar-
quino el Viejo, Servio Tulio y Tarquino el So-
b«'rbio, ol cual con su avaricia y crueldades
irritó de tal minora los ánimos de los llomanos.
f^ue lomando por preleslo la violencia hecha á
la hermosa Lucreci.i, estinguieron lf)s Reyes, y
(inisicron que la ciuilad fuese gobernada por dos
liónsuks que elegian todos los anos
lüslos eran superiores á los Pretores, Tribu-
nos, Qnestores, Censores y otros Magistrados.
Cuando la ciudad estaba amenazada do algua
grave peligro elegian un Dictador.
De esta suerte se gobernó la República de
Roma por espacio do ICO años, siendo por to-
do este tiempo el terror del universo, y suge-
táodolo casi todo i su dominio.
Julio César, después de muchas victorias,
y (le la n.uertc de Pomneyo. su competidor,
considerando (jne ol nomore de Rey era odio-
so a los Romanos, so hizo declarar Dictador
perpetuo, 39 años antes de Jesucristo; y últi-
mamente se tituló EmpiTador, nombre que en-
tonces S3 acostumbraba á dar á los generales,
que salían victoriosos de sus batallas, con la muer-
te á io menos de 2000 enemigos.
En el año 30 antes do Jesucristo, obtuvo
Augusto César la Dignidad Imperial con absolu-
to poder, la que conservó 44 años, en cuyo tiem-
\ío naj ó Jesucristo.
Fuerónle sucediendo oíros Emperadores, y el
poder (le los Romanos fué siempre declinando,
principaimonle desde la división de los Impe-
rios, de manera queco el reinado de Honorio, en
409 entró Alarico en Roma y la saqueo. Lo mis-
mo hizo después 6ens6rico en 45ií; finalmente en
el año 479 de Jesucristo, Odoacro se hizo acla-
mar ííey de Ilalia, y después Señor de liorna,
cspeliendo de ella á Auguslolo ó Uomulo Au-
gusto, su último Emperador, y el LXV!I en el
órdi'u de la sucesión.
Eneslo acabó ese antiguo Imperio Romano,
que so habia dilatado de tal manera, que lle-
gó á tener por límites, poí la parte de Oriente
el rio Eufrates; el Monte Tauro y la Armenia:
;)or la de Poniente, el Occcano: por la del Nor-
u* el Daoubio; y por la del Mediodía la Etio-
pia: siendo tantas sus riauczas, que llegaba i con
• tar 20000 ciudadanos, ue los que podía cada uno
i por sí solo sustentar el Imperio; y solamente el
; Egipto pagaba anualmente á la República G5000
'talentos, que equivalen á unos 22. 608, 780 pesos
■■ fuertes.
Casimiro Franquelo.
(Se coocluirá.)
GRANDEZA DEL ALMA
'Es bella la creación, bella es el ave
' tendiendo á el aire su pintada pluma.
ftella es la flor de aroma tan suave
(jue el prado que engalana lo perfuma.
, bello el piélago inmenso dó la nave
rompe montañas de nevada espuma,
! bello es del sol el rayo rutilante.
; bello ese cielo de zafir brillante.
Es bello el pez, la alegre mariposa
que liba las esencias de las flores
es bella, cual la tórtola amorosa
que entona su canción dulce de amores:
bello el arroyo que en pradera hermosa
retrata de natura los primores.
bella la blanca luna y las estrellas
y hasta las mismas nubes son muy bellas.
Relio es, en fín. cuanto el Señor Tonñara
con su potente mano creadora-,
mas que todas sus obras la mas rara,
la que mas perfecciones atesora,
en la que Dios mostró mas viva y clara
su augusta omnipotencia bienhechora,
la que mas esplendor presta á su nombre,
la mas selecta, en fin, es la del hombre.
El hombre! cuyo espíritu elevado
mas ípie la luz purísimo, impalpable.
es vivido reflejo destellado
de aquel Dios de belleza incomparable.
Y cuanto acá en el suelo fué creado
en paralelo suyo es deleznable,
que el Universo al fin todo es finito,
y el ser del hombre no, que es infinito.
No os afanéis filósofos impíos,
que ahogáis en vuestros pechos la eoncieocia.
en negarme con ciegos desvarios
de un Dios omnipotente la existencia.
Periódico semanal.
Que si los pobres argumentos niios
carecen de los rayos de la ciencia, • \
unen lá viva fé qíio anida el pecho >
con estudio sencillo por mí hecho. \
Que en página elocuente y luminosa |
aun mas que vuestro libro mas preciado
estudiando con fé, la prodigiosa
existencia de Dios he confesado.
No penséis que la ciencia tan famosa |
de latinos y griegos he buscado, ¡
que lo que á confesar un Dios me inüma
es el alma inmortal que nos anima.
Que siendo superior á lo visible,
inmaterial, inteligente y pura, j
comprende la razón, que no es posible i
3ue pudiera formarla otra criatura*. -
e un Ser eterno, sabio, indefectible '
debe sin duda ser perfecta hechura: !
y el que á sus obras dio tanta belleza
cuanta debe tener! cuanta grandeza!
Cuando el dolor lá oprime, el ancho espacio
recorre el alma cual ligera nube
y hasta el eterno célico palacio
en raudo vuelo vaporosa sube:
allí en trono fulgente de topacio,
que en sus alas sostiqne albo querube,
decidme ¿no halla un Dios qué dá consuelo
cual nunca nadie lo prestó en el suelo?
También, cuando arrastrado por la mano
del mundo seductor al torpe cieno,
conviértese en vilísimo gusano
de la culpa mortal con el veneno,
¿de quien alcanza auxilio sobrehumano
para vencer su loco desenfreno?
De un Dios piadoso, el cual le ha prometido
que su ruego ferviente será oido.
Por eso, cual la mar en su hermosura
guarda siempre la perla nacarada,
(le las pasiones en la mar impura
el alma para Dios tiene guardada
celeste adoración, dulce ternura
en ignola recóndita morada:
asilo de virtud incorruptible
do al vicio penetrar es imposible.
Y rica y grande mas que el Océano,
pura como el azul del firmamento,
serena cual las brisas de verano,
hermosa y libre cual el sol y el viento
el alma llega a ser, si el pracer vano
3ue las pasiones dan solo un momento
esprecia y con su Dios se identifica-,
que sus dones, entonces, multipbca.
Pues si un alma 'tan grande poseemos,
si hay un Dios que propicio siempre hallamos
con c\iyo fuerte brazo romperemos
la cadena del vicio que arrastramos,
¿porqué nuestra flaqueza no vencemos
y nuestra dignidad no conservamos?
¡Pudiendo alzar cual águilas el vuelo
como insectos volamos por el suelo!
Y si es amor de nuestro ser la esencia,
porqué hemos de fijarlo en lo visible,
desoyendo la voz de la conciencia
siempre justa, severa, incorruptible?
No veis que nuestra ardiente inteligencia
(jueriendo hallar lo grande, incomprensible,
deifica los objetos que está amando
al verdadero Dios equivocando?
¡Ah! ¿^)orqué envenenar la fuente pura
del amoi' que en nosotros se atesora?
Porqué no dar á Dios esta ternura
dulce, vivificante y salvadora?
Porqué manchar del alma la hermosura?
No veis que la infeliz doliente llora
cuando el humo del vicio turbio deja
el claro espejo en ([ue su Dios refleja? I
El alma humana es tierra preciosa
de rica incomparable fertileza, \
que puede producir mies abundosa,
frutos llenos de esencia y de pureza-,
mas si por indolencia maliciosa
dejárnosla se cubra de maleza,
el germen de virtud será perdido
y el del mal brotará tronco podrido.
Pues nuestra voluntad noble y potente
al labrador imite, que afanado
corta la mala yerba dilijcnte
por que no perjudique su sembrado.
Que si él por su trabajo felizmente
coje .el opimo fruto sazonado.
por fruto cojera nnestro desvelo
paz en la vdt y ^ W ^mj^rxV^ v\ vlv^s:^.
m
Lope de Vega,
Ant6qujr&.
Victorina Saem de Tejada.
ROMANCE PUESTO £N MÚSICA POR DON R. LÁZARO.
Siempre luchemos, siempre-, y si la historia
de heroicos esforzados campeones
anhelando el laurel de la victoria
enciende alguna vez los corazones,
en el mundo, sabed no hay mayor gloria
que la de dominar nuestras pasiones:
ni acción heroica de grandeza tanta
cual conservar el alma pura y santa.
I
Sueio del alma,
Santa Inocencia,
Flor cuya esencia
Viene de Dios.
Bendito seas
Nido de amores.
Hecho entre flores
Del corazón.
Dia sin noche.
Hora sin pena.
Que un ángel llena
De tierno amor.
Bendita seas
Santa Inocencia,
Flor cuya esencia
Viene de Dios.
Eres del cielo
Dulce memoria:
Goce en tu gloría
Nuestro candor.
Libra á estos niños
De la inclemencia,
Santa Inocencia,
Ángel de amor.
Gabriel Fernandez.
if.<:rí<i.
En un álbum.
Creciendo en distinto edén
viven unidas dos palmas.
Cuando dos se quieren bien,
aun en la ausencia se ven
y se comprenden sus almas.
jP. á. de Alar con.
Li DAMA DEL MEDALLÓN,
NOVELA OBIGDÍAIi,
POR EMILIO DE LA CERDA.
CONTINUACIÓN.
—Dice y. que su amigo se halla herido y...
—Lo que digo» señora, es que parece 'vmf»-
sible que una muger que lleva el iloslre lilaW
de marquesa de Ocampo^ sea tao infame, que apro-
vechándose de una calaverada de ióveo, y no
ignorando seguramente que éste debe casarse
con su cuñada, le dé una cita, so protesto de
conjurar los efectos de una apuesta, y ésto, ea
ausencia de su esposo, Julio no está herido, ni
aun sabe que yo estoy en Madrid; pero he tt*
bido su cita por una carta olvidada casualmente.
Laara estaba atónita. ¿Cdmo sabia aquel boHi-
bre que era ella la marquesa de Ocampo? No
pedia disimular su turbación, y al tratar ae mea-
tir no pudo: la voz se ahoj^ó en su garganta.
—Quién le ha dicho á V. que yo soy....
—No disimulemos mas, señora; soy el padre
de Julio, y no me iré de aqoi sin que antes
me esplique V. porque una muger que vé ame'
nazada sn honra, la espone aun mas, llamando á su
casa al que la amenaza.
Ambos estaban de espaldas á la puerta de la
alcoba de Laura, y no pudieron ver una Ggura
blanca de muger, que llegó hasta el dintel, y se
ocultó al momento.
Para esplicar esta aparición, debemos retro-
ceder algunos minutos antes.
cAPrrcLO VI.
DOS SACBIFI0I08.
Dejamos á la marquesa y á Julia, acompa-
ñadas de doña Ménica en el momento de parar
el carruage que las conducía, frente al poitigo
de la caf^a de Laura.
Doña Ménica llamé suavemente, y la puerta
se abrió.
—Ambrosio, dijo al ayuda de cámara del
marqués, que era el que habia abierto, ¿eetAaoa
la señora en la habitación del marqués?
—Si, señora.
—Bien, pues entre V., y haga la seña con-
venida.
Entró el ayuda de cámara, y pocos iostantef
después volvió á presentarse.
—La señora marquesa, so disnone á^salirdi
la habilacion del señor; dijo á Móiiioa.
—Entonces entremos, dijo esta i la marque-
sa y Julia.
Periódico semanal.
Al mismo tiempo que eDtraron por el po»-
ligo, 86 bajaba del carruaje el Sr. de Duran,
y eolraba por la puerta principal.
Las tres mugeres subieron unas esealerillas
muy estrechas; atravesaron algunas habitaciones,
y por último entraron en ua salen rodeado de
Julia se dirigió & la puerta*
—No, por ahí no; tira de ese clavo dorado
que parece sostenerfel espejo.
Julia tiró, Y al lado del espejo quedó abier-
ta una puertecilfa disimulada en la pared.
Ese pequeño corredor, dijo el marqués, lle-
UB estante cargado de libros. Sobre las mesas ga hasta la alcoba de Laura, á la que se entra
se veian varias máquinas defisiea y por la en- ¡por una puerta igual á esta.lEo ella verás^ en-
treabierta puerta de un cnartito siiuado al fon-* ; mo hacia sik mitad, un botoa de aeero; empú-
de del salón se distingian los hornillas y apia- jalo, y la puerta se abrirá. En su gabinete en-
ratos que corresponden a un laboratorio de q«U centrarás á Laura; tooaa una luz, porque el cor-
mica. ^ , redorcillo aunqjoe corto está oscuro, y no ve-
Frente á este cuarto, y en et otro testero ras el botón
del salón, ana puerta de cristales con cortini-¡ —No e» preciso^ ''respondió Julia, yo lo ea-
llas de damasco verde, daba paso á la alcoba centraré.
del marqués.
— Sefioras, dijo dona Mónica, tengan ustedes
la bondad de esperar un momento; voy á pre-
pararle á recibir i ustedes.
Abrió Ménica la puerta de la alcoba y en-
tró.
A poco volvió y dijo á las señoras:
— Ta sabes, hacia la mitad de la puerta.
Julia entró por aquel estrecho pasadizo;
tocó luego á tientas la puerteeilla que lo limitaba
y habiendo tropezado con el botón, lo empu-
jó, y la puerta se abrió sin ruido.
Julia oyó la voz de dos personas que ha-
blaban en el gabinete; primero se detuve inde-
— Pueden ustedes pasar. /Valor, señora, so-,cisa, luego avanzó, y cuando llegaba álapuer-
bre todo/ Ita de la alcoba oyó decir las últimas palabras
Renunciamos á pintar esta escena, pues el
lector podrá figurarse lo que pasaría en aquel
momento, en que una madre y una hermana,
▼olvian á encontrar k un hijo y á un herma-
no moribundo, para tal ¿ vez darle el último
adiós.
Solo podemos decir, que hacia la cabecera
del emfermo se veia un apretado grupo de tres
Grsonas, que con los brazos enlazados y las ca-
zas unidas^ se retorcian en convulsivos sollozos.
La Sra. Ménica medió al fin, y no sin tra-
bajo logró calmar aquel inmenso dolor; luego
se retiró por discreción á la habitación inmediata.
— Madre mía, hermana querida, dijo el mar-
ques, comprendo vuestra aflicción; pero es pre-
ciso resignarse; Dios lo quiere. Sufro tanto, que
la muerte es hoy para mi. Ja única esperanza de
descanso; bendito sea Dios que me la envia.
— iHijo de mi alma.^ tú has padecido mucho;
tú debes ocultar algún pesar que te mata ¡ahí
cuéntaselo todo á tu madre.
—No, no; he sido... feliz... aparte de mi en-
fermedad.
— ¡Ay! una madre no se engaña nunca, Er-
nesto ¿acaso tu esposa ..
— Es un ángel, madre mia; y antes de mo-
rir quisiera haceros un encargo respecto á ella:
debo revelaros un secreto que... Permíteme
bable á nuestra madre un momento; dijo el mar-
qués interrumpiéndose, é Julia que lloraba á 9U
lado. Mira, Laura no sabe que habéis venido,
porque yo deseaba tener este momento libre pa-
ra hablar á nuestra madre de ella; pero yaque
estáis aqui, puedes pasar á verla hasta que yo
llame que vendréis juntas otra vez^
que pronunció el señor de Duran, en el momen-
to que suspendimos su conversación con Laura
al presentarse la blanca figura de Julia en el din-
tel de la puerta.
ün presentimiento le decia que debia escuchar.
Mientras ella, oculta, escucha lo que nunca
debió saber, volvamos & k marquesa y su hijo.
—Hijo mió, dijo la marquesa asi que se ha-
llaron solos; ya puedes hablar. To no sé; ñola
un misterio en todo lo que te rodea... ¿qué se*
creto es el que debes confiarme? Tú tienes algo
terrible que revelarme, tú ao has si4p faliz ¿ver-
dad Ernesto?
— ;Ah! madre mial mi vida, desde que me
separé de vosotras, ka sido un continuado mar-
tirio. Podia bajar este secreto conmigo á la tum-
ba pero es preciso que yo le confie á Y. para
3ue viva en espectaoien. Es por la felicidad
e Julia.
^HabU, ya te escucho.
El «marqués hizo aproximar á su madre, y
empezó en voz baja su revelación de esta ma-
nera:
— To amaba á Laura, señora^ con todo el
entusiasmo de mi primer amor; hacerme amar
de ella, llamarla mia un dia, era mi único pen-
samiento^ mi mayor anhelo en este muodo. Va-
rias veces le había reiterado mis protestas de amor
pero ella las escuchaba con desden, hasta con
marcado desprecio. Llegó, en fin« un dia (á po-
co de estar en Sta. Justa) en que empezó á
darme esperanzas, y yo á vivir lleno do ilusio-
nes. Le ofrecí mi mano, á trueque de romper
el compromiso contraído con la hija del Duque
de'" y de enemistarme <Ma y.«.
Lope de Vega,
EU? 8eguia alimentando cada vez mas mis Porque amengüen mi recelo
esperanzas, pero siempre de un modo particular Y el temor de algún desvio,
como el que espera un acontecimiento, que de- j Porque el alma enamorada
ba decidirle á asegurar lo que ha empezado á palpitando de alegría,
prometer, & a desengañar complemente al qne 4, f^v^^+^ „«« w>;»o/^o
ta concebido esperanzas. Hastl que al fin, la ^J ^^^^^^^ una mirada
víspera del dia qne ella partió acompañada de* ^étus ojos y vé el día.
doña Móniea, encontré una carta solire mi mesa ! Y por eso al alma diste
en la que me manifestaba estar pronta á ceder i Dicha tal, si me miraste,
á todo. Aquella misma noche nos hablamos por Y por eso, estando triste,
la ventana de su cuarto que daba al jardin« don-
Delirando me dejaste.
Juan, P. de Gustman.
Madrid.
de YO bajé cuando ya todos dormían en la casa.
Me indicó* fuese á ver á Ménica al otro dia
para decirle habia llegado el momento de po-
ner por obra lo que ya Ménica sabia, pues Lau-
ra todo lo habia preparado de antemano. Bien
sabe V. que no podia encontrar persona mas
apropósito para el caso. To no quise esperar al dia
siguiente, y aquella misma noche fui á ver á
Mónica, y lo arreglamos lodo. Lo que pasó ¡ Pensando siempre con inquieto anhelo
UN SUEÑO.
después, ya lo sabe V.
Vengamos á nuestro desposorio,
(Se contina&rá.)
Hora de las sombras era:
Vi tus ojos y vi el dia.
Que en tus ojos reverbera
Luz de soles, vida mia.
Como;herido de soslayo.
No gozaba de aquel fuego
Que dimana de su rayo.
Que deslumhra y deja ciego.
Y por gloria, ó por olvido
De mi pena acibarada.
Espiaba yo al descuido
Me lanzases tu mirada.
¡Oh que dicha al alma distes
Cuando tierna me mirastes!
Pesaroso estaba y triste.
Delirando me dejastes.
Y aumentando mi embeleso
Tus pupilas tan urañas
Me brindaron dulce beso,
Al velarlas tus pestañas.
Y, aunque en sombras, aunque noche.
Yo su lumbre percibía.
Como en flor que cierra el broche
Se percibe la ambrosía.
Vé, por tanto, porqué anhelo
Tus wJradaSj amor mió.
en la belleza de que estás dolada,
y en lasT.delicias de velado cielo
que promete tu lánguida mirada,
sentí en mis ojos el tupido velo
del sueño, y aunque al pronto no vi nada,
uno tuve'déspues ¡ay! tan hermoso,
que con no despertar fuera dichoso.
Vi una pradera de galanas flores
que a orillas de un arroyo florecían .
ricas de variedad y de colores
como el hermoso prado en que nacian.
Arboles cuya sombra á los amores
convidar con su copa parecían
y enramadas bañadas dulcemente
por los iiUimos rayos del poniente.
Bello paisage de sencillo encanto
á que naturaleza dá sus galas,
el ruiseñor su melodioso canto
y las aves y el céfiro sus alas;
y en ese campo que me agrada tanto,
donde no existen las pasiones malas,
una muger cruzó por un sendero
I que seguí con empeño verdadero.
Ay! eras lú,".quc'la rosada' alfombra
cruzabas ya de la feraz pradera-,
' mi alma, que hasta en'el sueño ya te nombra
I hacia si te llamó, mas tú ligera
\ ibas buscando la tupida sombra
de una bella y magnifícalpalmei'a,
I que orgullosa en los aires se mecía
i cual las palmeras de la patria mía.
Periódico semanal.
Tú te sentaste y me senté á tu lado,
sobre mí reclinaste tu cabeza
y asi tan cerca de mi objeto amado,
de peregrina y singular|bellim.
el co>9zon latía apresurado;
era ma^ bella aun naturaleza:
era yo el mas dichoso de los seres,
y la mas bella tú de las mugeres.
Pero pasó veloz este momento
como pasan las hojas quezal ^estio
suele arrancar el caprichoso viento-,
como se pierde del lejano rio
el callado murmullo, antes violento.
Tal vez ¡ay! exhalara el pecho mió
un suspiro de amor^ cuando admirado
observé que no estabas ¿ mi lado.
Entonces desperté y echéj;;de menos
á uDa sola mirada lastimera,
los bosquccillos de verdura llenos-,
la sombra de la mágica palmera-,
los olorosos prados tan amenos
que allí formaban la gentil pradera,
y echo de menos angustiado ahora
á una muger que el corazón adora.
Pabh Cantó Atienza.
Como tierno suspiro
de dulce pena
dentro del alma mía
un eco suena.
Mi pensamiento
le modula y pronuncia
con un lamento.
A las nubes del cielo
mis ojos miran^
allí los ñjan todos
los que suspiran.
Nube de rosa
de la dulce esperanza
que en ella posa.
Escucho el eco dulce
con tierno encanto-,
y con ojos la miro
llenos de llanto.
Porque mas franca
desengaños me ofrece
la nube blanca.
El mágico sonido
que en mí se exhala
es el rumor de un pájaro
que mueve el ala.
Y como el ave,
toma el alma en los céfiros
vuelo suave.
En las ramas de un árbol
se posa ella,
y el alma vá á posarse
en una estrella.
Y ambas ahora
se acogen en su nido
hasta la aurora.
El ave entre sus •plumas
duerme tranquila,
pero entonces mi alma
también vigila.
Porque halagüeño
siempre el dulce sonido
turba su sueño.
Vuelve la luz del dia...
se abren las flores
y las galas ostentan
de sus colores.
Pero su broche
lo ha llenado de lágrimas
la fria noche.
Son al alma unos ojos
la luz del dia,
y sus galas ostenta
la fantasía. .
Pero sus giros
el desden me trageron
entre suspiros.
Así el alma á las ñores
las llama hermanas.
Ambas son infelices,
ambas galanas.
Por esto ellas
los ayes se confian
de sus querellas.
De la estrella del cielo
Lope de Vega, pertódioo semanal.
por esto el alma
Tiene 7 busca en las flores
su dulce calma.
¡No dan su apoyo!
¡También murmura el eco
allí un arroyo!
Como tierno suspiro
de dulce pena
dentro del alma mia
un eco suena.
¡Jamás lo pierdo!
¡Pues vino con su imagen
á mi recuerdo!
Con la imagen de un ángel,
que un ángel amo,
unida al eco dulce
con que la Hamo.
Eco es amigo,
porque el eco es su nombre
que yo bendigo.
MOrid.
Ildefonso Enrique Ollero,
MISCELÁNEA.
«^*^ib»Maa^i^N^N^«tf^ff«a
Lope de Vega.
En los primeros días del próximo No-
viembre ejecutará esta sociedad la se-
sión de que nos ocupamos en el número
anterior.
También se estudia con el mayor es-
mero la zarzuela titulada: En las astas
del toro>
Celebramos la actividad que distin-
gue á las personas colocadas al frente
de esta sociedad y el apoyo que todos
los jóvenes socios prestan para su sosten
y engrandecimiento.
Epigramas.
Ardiendo un marido en celos
de coraje se arrancó
un gran puñado de pelos
y en el brasero lo echó.
La muger lo vio encendido
jr urgó con sumo cuidado
diciendo: ¿qué habrá caido
que huele a cuerno quemado!
«AqinKp restos están
de la casia dona Bruna»
decia cierto letrero
á la puerta de la inclusa:
y oyendo yo un batallón
de chicos, metiendo bulla,
dije: «si estos son los restos,
¿cuál será toda la suma?
J. M. V.
Charada.
Siempre que en cualquier función
la gente en tropel se apiña, .
es porque hay precisamente
primera y tercia reunida.
Segunda y tercera, es nombre
que los niños y las niñas,
cuando son muy pequeñitas
suelen dar á sus nodrizas.
El todo de esta c]|arada
caro lector, si es bonita,
á cualquier hijo de Adán
trastorna el juicio en seguida:
mereciendo por castigo
si al punto no lo adivinas,
que á la cara no te mire
ninguna, en toda tu vida.
El Licencia A> Vidrieras.
Solacios á la Gharaia del mm
Absorto con mi Lucia,
que me mifíia cual yo á ella,
en amorosa querella
tras la noche viene el día.
De amor tiemblo cual la rama,
y á esta dulce dicha mia
MIRAMAMOLIN tendría
envidia, si ya á otra gloria
por vivir mas en la historia
no remontara su fama.
P. J. G.
DIRECTOR Y EDITOR RESPONSABLE,
Imprenta de Cbitldn.— Comedias 11.
ASO I. DOMINGO 1." DE NOVIEMBRE DE 1863. KÚx. 81.
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SEMANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
r^
Alentados por la buena *aoogida
que el Público ha dispensado á es-
te humilde Semanario y por el efi-
caz apoyo de nuestros numerosos
amigos, hemos trabajado con la ma-
yor constancia para Uevar á cabo
esta difícil empresa.
Hoy, tenemos la satisfacción de
anunciar á nuestros suscritores, que
vencidas algunas dificultades, va-
mos ádar un tímido paso hacia
adelante en el áspero camino que
emprendimos.
Tal es, el aumentar desde 1.^ del
próximo Enero el tamaño de Lope
DB Vega, introduciendo algunas
otras mejoras en su publicación.
No hacemos desde luego esta re-
forma, para dar lugar á que se ter-
mine La Dama del MedaIíLON,
completando un pequeño volumen
que pueda encuadernarse en fin de
año.
Aprovechamos esta oportuna oca-
sión para dar las mas repetidas
gracias, tanto al público, por la
bondad con que recibe nuestros
pobres trabajos; como á las perso-
nas que nos acompañan en esta pe-
nosa tarea, por su constante é ilus-
trado apoyo.
A. Carriol.
APUNTES
SOBRE LA HISTORIA DE ROMA.
CONCLUSIÓN.
Mas, aunque Boma padeció tales contratiem-
pos, Bo s% había oscurecido enteramente su glo-
ria, por ser Capital del mando católico, como
asiento de los Sumos Pontífices, sucesores de
Saa||£edro su primer pontífice, quien derramó
en^r su sanf^re en 29 de Julio del año 66 ó
67 de Jesu- cristo, y el 12 ó 13 del Imperio
de Nerón.
Su actual recinto abraza unas 15 millas; y
ninguna ciudad del mundo ha ofrecido en su recinto
mayor número de monumentos, y por lo mismo
puede decirse sin exageración que Roma es la
primera entre todas las ciudades de la tierra.
Para que no se crea exagerada la relación
que pudiéramos hacer de sus bellezas, dejaremos
hablar á la Geografía Pintoresca de ios señores
Adriano Baibi, Alalte-Brun. Eries, Huot y La-
renandiere.
«A los Sumos Pontifices es á quien debe esta
ciudad el haber revivido de sus mismas ceni-
zas, pues desde mediados del siglo XV los Pa-
pas casi la han renovado enteramente, y secun-
dados por muchos hombres de genio han her-
moseado su residencia con todo cuanto la arqui-
tectura, la escultura y la pintura pueden ofrecer
de mas grande y mas magestuoso.
Entre las quince puertas aue dan entrada á
Roma, la mas septentrional, llamada Porta del
Popólo es la mas bella, y la que con sus ador-
nos anuncia dignamente el esplondor de la Me-
trópoli.
Tres de sus calles son notables por su es-
tension, por su regularidad y por la suntuosi-
dad de los edificios que las adornan; las tres
arrancan de la plaza del Pueblo; la del centro
llamada Stradck^del Corzo, es la mas frecuenta-
da y la mas hi^a, pues llega hasta el palacio
de Venecia, y atraviesa por tanto casi toda la
ciudad actualmente habitada. En esta magnífica
callo es donde tienen . lugar las corridas de ca-
ballos, y donde los magnates se pasean al ano-
checer en coche.
De las otras dos, una va i parar al Tiber,
y otra á la plaza de EspaQa; las demás calles!
aunque en general bastante anchas, son sin em-
bargo frecuentemente tortuosas, y sobre todo mal
conservadas.
El inmenso palacio del Vaticano, que sin con-
tradición es el mayor de toda la Europa, estiedi-,
ficado en la cumbre de la colina que ^ lleva su
nombre mismo: en él hay 4i22 salas y gale-
rías, y 22 patios. Admiránse en él máseos lle-
nos de obras maestras, come el l^^j^^^Vs^-
Lope de ITega,
coonte, el Antiooo, etc.. las galerías y salas pin-
tadas por Rafael, donde nos llena de asombro
la Esouela dt Atena%. la capilU Siitína con el
famoso fresco de Miguel Ángel El Juicio Fi-
nal, etc.
Fl Papa reside á veces ^n el íoTierno en el
Vaticano, y durante el rerano en el QuirinaL
otro palacio no menos suntuoso y lleno de mag-
nificencia.
El Capitolio moderno, levantado por Miguel
Ángel junto al antiguo, es otro de los monu-
mentos que llenan de asombro á los estrangeros:
debute de él esta la estatua en bronce de Marco
Aurelio á caballo, reputada como la mas bella
estátu*) antigua que ^ conoce.
Las villas de Roma, asi llamadas porque son
miradas como quintas de recreo dentro d^l re-
cinto de las murallas, no pueden ser echadas
en olvido, pues la mayor parle hermanan la ele-
Sancia con las sensillez; patios, bosquesillos, jar-
¡068, prado?, juegos de aguas, islas, templetes,
todo adornado con obras artisticas preciosas, he
aqui lo que forma los encantos de osas delicio-
sas moradas.
Entre las 36i iglesias que cuenta la ciudad
de Roma (casi una para cada dia del ano) ci-
taremos las siguientes: la di3 San Pedro que no
solo es el templo mas vasto CQnstrnido hasta el
día sino también el mas bello. También puede
decirse sin hipérbole que es el mas hermoso edi-
ficio del mundo entero. Una plaza inmensa y un
magnifico peristilo circular adornados con dos
soberbias fuentes y uno de los mas grandes obé-
leseos egipcios que se conocen forman, por de-
cirlo asi la avenida de aquella Basílica, cuya
doble cúpula que la corona, tan vasta coma la
del panteón de Agripa, pero suspendida, ñor de-
cirlo asi, en los aires, es mirada como la obra
mas atrevida y mas asombrosa que ha egecuta-
do la arquitectura moderna, üeb^jo de esta cú-
pula gigantesca esta colocado el altar mayor
coronado por un dosel al que sostienen cuatro
columnas retorcidas de bronce dorado^ obra^ la
roas bella y mas magestuosa, toda de bronce.
Debajo de este altar mayor está la capilla sub-
terránea, llamada de la confesión de San Pedro,
cuyos adornos y riquezas nos llenan de asom-
bro.
Las estatuas colosales en bronce de lo; cua-
tro padres de la iglesia, los preciosos cuadros
en mosaico, los magníficos mausoleos de muchos
Papas, la capilla Clementina, y otras, son obje-
tos que dejan atónitos á los espectadores asom-
brados á vista de tantas obras maestras como
encierra el interior de este templo.
Llaman después la atención en Roma, la Ba-
sílica de San Juan de Letran donde se encuentra
Jj b§)h aipAh de Orsini, cuya construcción ae
dice haber costado unos dos millones de pesos;
la iglesia de Santa Maria la Mayor: la de San
Pablo, etc.
Roma posee cuarenta y seis plazas, de las
cuales las mas dignas de citarse son: la de San
Pedro aue hemos ya citado, la plaza de Navona
destinada para mercado y adornada con una mag
nífica fuente, la de España que es la que mas
frecuentan los estrangeros y está adornada tam-
bién, con una fuente, la de ífonie Cabalo, la
de Colonne en la que se levanta una soberbia
columna, y la plaza del Pueblo.
Entre hs doce fuentes principales que ador-
nan á Roma, y la surten abundantemente de
agua, hay cuatro que merecen una mención par-
ticular, la de Trevi^ la fuente Sixtina, la de la
plaza Nova v la de Paulo V*
Los establecimientos literarios y científicos de
esta Metrópoli admirable corresponden á su mag-
nificencia artística.
Por último, los monumentos que conserva de
la antigüedad nos dejan mudos de asombro por
su grandezi; el puente de Elio, la Cloaca Má-
xima, los acueductos de Xcqua-Yergine^ de Acqwi
Martias y de AcquaPaola, el Panteón conver-
tido hoy dia en Stra. Sra. de la Rotumda, el
circo de Caracalla, el coliseo^ los restos del tea
tro de Marcelo, las ruinas de las Termoi de
Tito y de Caracalla, las arcos de Tito, de Cons-
tantino, de Septimio Severo y de Fano, las co-
lumnas de Antooino, de Trajano y la Rostral,
los obeliscos, el mausoleo de Adriano, conver-
tido en castillo de S. Angelo, el de Augusto, el
de Cayo Ceslio, y el de Cecilia Métela, el mag-
nifico palacio de los Cesares sobre el monte Pa-
latino, la sombra del Capitolio, en fin y las roi-
nns del foso Romano, son objetos que hablan mas
alto que las historias acerca de la preponderancia
de Roma y de su estrepitosa ruina.
Después de sus monumentos, el atractivo que
ofrece la ciudad moderna á los viajeros consis-
te en la magnificencia desplegada en sus cere-
monias reí glosas, en los fuegos artificiales del
Castillo de San Angelo y en la iluminación de
la Cúpula de San Pedro, la víspera de este san
to y el Carnaval.»
Si la ciudad eterna ha perdido la soprema-
cia política que tenía cuando los romanos eras
los admiradores del mundo; si tampoco posee
ya la supremacía Theo-politica de que disfrutó
en la edad media, conserva todavía uo lugar
eminente entre Ijs erandes capitales del mando
como residencia del Sumo Pontífice, á qniea
tantos millones de católicos reconocen por gefe
venerado de su santa religión.
Casimiro Franqudo.
Periódico semanal.
SOÑANDO.
La dije en sueño de amoreí:
— (cAlma mía, si me quieres
Te daré lecho de flores
Para dichas y placeres.»
Y me contestó la amada
Murmurando de esta suerte:
— «Solo quiero la mirada
De tu amor para quererte.»
La di un beso y otro beso;
Ella los fué contestando;
Mas^ salí de mi embeleso:
Me encontré solo y... soñando.
Juan. P. de Guzman.
¿Dónde estoy que ya no reo
La sonrisa de tu labio?
¿Dónde estás que ya no miras
Mi rostro en dolor cambiado?
¿Dónde estoy que ya no escucho
La dulzura de tu canto?
¿En donde estás que no sientes
El apoyo de mi brazo?
¿Dónde estoy que no suspiro
Cual suspiraba á tu lado?
¿Dónde estás que no suspiras
Si en mis suspiros te llamo?
Cuando por última vez
Solté con dolor tu mano
¿Porqué tras mí no viniste.
Porqué no quedé á tu lado?
¿Porqué lo que Dios juntó
Los hombres desenlazaron?
Gozaba el alma afanosa
Do los placeres el campo.
Mas con encono temible
Dijo el destino contrario:
o A esa alma la elevaré
del dolor en el espacio.
La separaré, juguete
De mi vendabal contrario.
De sus dulces ilusiones.
De su placer puro y santo^
La haré en alas de la ausencia
Volar á distinto lado.»
Por eso no siento mas
El apoyo de tu brazoj
Por eso no sentí mas
La dulzura de tu canto.
Porque lo que Dios juntó
Los hombres desenlazaron.
MeUlU.
Pabh Cantó Alienta.
DE UH LIBBO I17ÉDITO.
El Cementerio de mi pueblo.
Creo en U rtalsiM iñ'}9t fmUm, m U
reinrreecioo d« U earot y en U f U» per4«-
rftble. Amen.
Saliendo por la parle Sur de mi pue-
blo y dejando atrás las últimas casas, cen-
tioelas avanzados del conjunto de todas las
otras, divisase como á un cuarto de legua
un pequeño valle rodeado por montuosos ter-
renos y escarpados vericuetos; en este valle
aue lo es de descanso eterno es á donde voy
a llevar á mis lectores.
£1 camino que conduce hasta él, es árido.
y dificultoso como el de la gloría; para la
generalidad de la gente nada dice, para el
observador y buen filósofo, indican mucho
las sinuosidades del terreno y las moles-
tias que causa llegar basta este sitio, donde
la madre tierra tiene siempre dispuesta una
fosa para encerrar los restos del que fué.
Es el amanecer: la aurora va descendiendo
[)or la pendiente d» la noche, recostada mué-
lemente sobre su cuadriga de ópalo y grana
sembrado de arabescos de carmín y oro.
Viene como precursora del brillante Apolo
éste, deseoso de conocerla cruje la fusta y
os caballos de su luciente carro aprietan
el galope, pero en vano, porque el resplan-
dor que lleva consigo hace desvanecer la»
formas, envolturas y contornos de la jugue-
tona aurora.
Aparece el sol sacudiendo su blonda ca-
hellera, según espresion de un poeta, empa-
pada en el matinal roció ó en las saladas
ondas del Mediterráneo, que se vé á lo lejo»
mecerse blandamente, llevando qasta la. oa^^^
i
Lope de Vega,
lia una y otra ola inensagera de paz y bien-
andanza!
El camino mostraba á uno y otro lado las
verdes pitas y recostadas addfas, teniendo
pendiente de cada hoja una perla que la au-
rora al pasar habia ido arrojando desdó la
altura.
Llegamos á la puerta: una cruz que hay
sobre ella teniendo al pié una inscripción,
indica el lugar á- que da paso la berja.
Al entrar todo respira soledad y silencio,
tristura y desamparo; a través de las hile-
ras de ciprés y sahuces. se ven otras de fo-
sas, unas cerrada lo boca como satisfecha,
y otras abiertas esperando una victima, sin
odio v sin interés. Al recorrer la vista en
redecfor no puedo menos de esclamar con el
poela Eduardo Palanca en su fantasía^ imi-
tación de Rioja:
«Estes que hoy vemos, campos de la muerte
dó el funeral ciprés se alza arrogante
fueron prados de flores,»
En el centro hay una gran cruz de piedra
sobre cuyos brazos juguetean y trinan las
golondrinas, dando gracias á Dios do míe le
trae la luz del dia. Pero á los armónicos
acentos de los najarillos, no corresponde allí
nada que pucaa alegrar el alma; muy al
contrario, la entristece ver por do quiera
pintada la faz de la muerte.
Hay un consuelo para el buen pensador
en el cementerio de mi pueblo: hasta él aun
no ha llegado el orgullo y la vanidad mun-
dana, representado por mausoleos y panteo-
nes, allí lo mismo el grande que el pequeño,
el rico que el pobre yacen en la fosa co-
mún.
En uno de los estremos divisé al sepultu-
rero que se preparaba á la inhumación. Es-
ta operación que prescribe la religión del
Márlir del Gólgota. ha reemplazado venta-
josamente á la incineración que autorizaba el
paganismo. Es importantísima, pero no de es-
te lugar, la manera con que cada pueblo ha
tratado á sus cadáveres.
Las tumbas del cementerio de mi pueblo
están reducidas á unas pequeñas piedras do
forma somi-circular, en las que se vó una ci-
ta del libro de Job, del Eclesiaslé, delosPsal-
mos ó de las Lamentaciones, citas que impri-
men una unción religiosa, que es el mejor
(i ihulo que puede rendirse a los que fueron.
Esta poesía está muy por encima de los epi-
tafios con que se adornan aun las lápidas en
algunas capitales, porque es mas sablime,
mas santa y en una palabra, porque esta to-
mada del libro divino.
Todas cuantas reflecciones pueden acama-
larse en la imaginación de un hombre en tan
augusto recinto, se acumularon en la mía.
La muerte: la muerte es la cesacioa dala
vida, el no ser, ó dejar de ser, ba dicho m
autor qne ya no existe. I^ vida tiene una du-
ración marcada, sino es que antes por algao
accidente se han roto las relaciones arioóDi-
cas que la constituyen.
Y acaso ¿sabemos nosotros, pobres y débi-
les criaturas, alguna otra cosa qoe adare
ese misterio que existe entre la vida y la
muerte?
Las ciencias no han podido aun resolver
este problema.
Ni yo puedo internarme en el terreno cíen-
tifico que no es el mió,
En tanto, el sol iba avanzando en la mis-
ma progresión que se retira; y sin embargo
creemos que se vá con mas prontitud qoe
aparece. Es porque huye á otro mundo, don-
de le esperan. ¿Acaso es que la muerte ca-
mina con demasiada rapidez? El autor ante-
citado contesta del mouo siguiente: no: es
que temiendo al mundo de las tinieblas, no
aprovechamos el reinado de la luz. La lai,
alma del mundo, disipadora de la oscuridad,
vida de los que tienen limpia la conciencia
Í muerte de los que solo viven en las tinie-
las.
En cada uno de los costados murmuran
blanda y cariñosamente los caños de unas
fuentes al caer en los pilones, desde donde
se desbordan y van mansamente á llevar la
vida á la multitud de plantas diversas que m
crian en los arriates que hay en todo el re-
dedor.
Una modesta capilla se alza en el estremo
opuesto á la puerta de entrada.
Al pisar el pavimento de ella siente d es-
píritu una espansion inesplicable; dentro de
aquel sagrado recinto cesan las miserias de
la tierra y el alma se remonta al tíelo; la
capilla está nobremente alhajada: en cambio
todo respira limpieza-, á los lados jhay coatro
pequeños altares dedicados á los cnatroapóe-
tolcs que escribieron los Evangelio^; en d
altar mayor hay un gran lienzo que rene-
senta el momento de cubrir la loca del San-
Periódico semanal.
to Sepulcro, eoseguodo termino se Té la Vir-
gen» el apóstol querido y las santas mugeres
que aeompaflaron en tan terrible trance á la
Madre del Redentor.
Este templo está alumbrado dia y noche
por una lámpara de metal que pende del te-
cho, costeada por la limosna del rico junta
con el óbolo del pobre. Porción de vasos con-
teniendo ramos de frescas flores se vén ador-
«nando los altares. La devoción, hija de la fé
de los sencillos habitantes de mi pueblo, hace
que á esta capilla no falte un solo dia de pre-
cepto la misa para el eterno descanso de los
diuintos, como también el que todos los alta-
res tengan sus velas para estos casos. Las
paredes se encuentran llenas de milagros de
plata y cera, ^de trenzas de pelo, muletas y
otros ex-votos dedicados bien á la Virgen ó
á los Santos.
De aqui pasé á la sacristía, donde reinaba
la misma.soledad y el mismo silencio, inter-
rumpido cuando yo entré por el gruñido del
perro, fiel guardián y constante compañero
ael capellán, venerable anciano respetado
de todos por sus virtudes y gran corazón. En
otro departamento mas al interior estaba la
pobrisima cama del virtuoso sacerdote, en la
que un rollizo gato blanco que dormitaba se
puso de pié, y arqueando el [lomo erizó el
pelo, como advírliendo lo estraño de mi pre-
sencia en aquel sitio.
El ruido de mis pasos sacó de sus medita-
ciones al hombre que vive hace veinte años
entro los muertos^ que leia el Psalmo 111
que dice: «Librad, Señor, mi alma de la
muerte de la culpa y de las ocasiones de
caer en ella.»
Después de conversar uu rato sobre los
trabajos y miserias de la vida, levánteme y
8ali, dirigiendo una úr.ima mirada a aquella
mansión de paz y recogimiento, desde donde
se oye el murmullo que envia hasta allí el
mundo de los vivos. En el mundo de los
muertos nada se agita, nada sale de su cau-
ce natural, todo sigue la senda principiada.
* El pequeño reló del pueblo envió hasta el
Campo-Santo, el eco cíe sn campana. Eran
las siete.
A seguida el sonoro esquilón de la ca-
pilla vibró su lengua de metal y esparció
. por aquellos contornos su clara y fina voz,
llamando á los fieles á presenciar el grande
y elocuentísimo acto del sacrificio del Hom-
bre-Dios que representa la celebrtcioH de li
misa.
ULTIMO BESO A MI MADRE.
Próximo ja el sol de Medio-dia
Sus últimos reflejos derramaba
Y pálida su luz iluminaba
La noble frente de la madre mia.
Su rostro helado por la muerte impla
Mi labio triste con afán besaba
Y exánime su aliento ya espiraba
Luchando con su hórrida agonía.
Fija su vista en mi... Mirar de duelo
Que deja en la horfandad mi triste suerte!
Arranca al corazón un ¡ay!.. y al cielo
Su espíritu voló. ¡Terrible muerte!
Entonces de dolor en loco acceso
Insensato la di mi postrer beso.
Enrique Romero.
A los paáres dd malogrado jóvm
ELADIO GONZÁLEZ GONZÁLEZ.
Era Eladio de célica inocencia;
Su cariño cuan grande, cuan profundo!
Fué su vida fugaz, como el segundo
Que no vuelve jamás á la existencia.
Implorasteis en vano la clemencia
Del que paz y ventura dá fecundo.
Del que sostiene á todos en el mundo
Infundiéndonos fé con su presencia.
La bondad del Señor, que refulgente
Ha visto los cuidados que prolijo
El paternal amor dio con anhelo.
Magnánimo cual es, hará clemente
Un ángel de virtud á vuestro hijo
Que pida por vosotros en el cielo.
F. Gonxahx de la Cimora.
Lope de Vega,
LA DIHA DEL MEDALLÓN,
NOVELA OBIGINAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
CONTINUACIÓN.
La misma noche del día en que abandonó i Santa
— Estrafia pregunta ¡no he de amarla I
^ Usted sane, continuó, que su vida peligra.
—No creo...
—Oh/ si, el doctor Valentín lo ka dicho. E»a
ni&a se muere si nt hay quien It salre ¿seria
V. c^az de calvarla?
— 1 puedo yo. .
—Si le dijesen á V. di tn vida por ella, lo
haría V?
— Si; pero no comprendo...
Justa, y á eso de las ocho, marchamos k Sevilla, i —Y si le digescn á V. renuncia al amor déla
donde un sacerdote nos unió, no sin algunas di* muger que amas á cambio de conservarle la vi-
Ccuitades que yo procuré se zanjaran en pocas da?...
horas. Laura escribió á Y. mientras se prepa
raba la ceremonia.... y HóDÍca y yo hicimos otro
tanto. Media hora después, Laura era mí esposa.
Yo la vi que estuvo habliodo á Pedro largo ra-
to; pero crei seria algún encargo para Julia, ó
cualquier otra cosa; en fin no nice alto en es-
ta circunstancia^ que poco después supe no ca-
recía de importancia.
—No se... ereo que entonces me mataría.
—Pues bien, muramos los dos« dijo levantin-
dose, y conduciéndome á la obra muerta del buque.
—Señora.. . ¿qué hace \? esclamé lleno de
sorpresa.
=Escuchad marqués, me contestó:
cEn ese mismo sitio que acabamos de aban-
donar, juré á un hombre no ser de otro sino
Yo deseaba salir de España, y viajar por el .suya. £1 cree que he faltado i mí juramento;
estrangero. durante los primeros meses de núes- 1 pero antes moriré. Ese hombre, es Julio Duran
tro casamiento para darle mas encanto i nuestra i quien vuestra hermana ama con idolatría, y
vida de reciencasados; asi es que aproveché la ¡por quien ella muere, porque sabe qve me ama
salida de un vapor (casualmente el mismo que nos' & mi. Yo la veía padecer; pero aunque creía
condujo desde Málaga á Cádiz cuando Juimos á ' que aquella pasión, origen de su enfermedad po-
Sevilla) que marchaba ¿ Marsella, pues yo pen- 1 día llevarla al sepulcro, nunca vi el peligro tas
saba visitar antes que nada la Francia. inminente. Al dar á Y. esperanzas, preparaba on
—Laura se empeQó en llevar con nosotros á ¡ sacrificio enorme para mí, si veía que la vida
dofia Ménica. Aquella misma tarde nos embar-
camos.
Interrumpió al marqués un fuerte acceso de
tos, que le hizo arrojar alguna sangre por la
boca.
La marquesa, trémula le rogaba dejase su re-
lación para otro día; pero el marqués se sonreía,
como el que duda de si llegará á ver el nuevo
iol.
Ya mas calmado continuó:
Yo deseaba llevarme h Pedro; pero me dijo
que no podía seguirme, por que tal vez se ca-
garía en Sevilla. Allí le dejamos hasta que se unió
á nosotros, tres meses después en Cívita-Yecchia
por los motivos que ahora sabrá V.
La misma tarde que nos embarcamos, Laura me
dijo que deseaba hablarme aquella noche á solas
sobre cubierta, y en efecto, á eso de la diez me
condujo á cierto parage del buque; donde recordé
entonces haberla visto .sentada el día que nos
embarcamos en Málaga. También entonces se sen-
tó en el mismo sitio, y yo á su lado
do Julia peligraba; pero ya una noche no me
quedó la menor duda: sorprendí una conver-
sación entre Julio y el doctor, oculta entre las
lilas del jardín donde Us dos hablaban. El
doctor le decía i Julio, que la enfermedad de
Julia era mortaL sí él no la hacía creer que la
amaba y de esta manera la salvaba; Julio calló.
Yo comprendí que era preciso sacrificarme, y
darle un desengaño que le dejara en libertad de
salvar á vuestra hermana. Entonces escribí á Y.
mi resolución de acceder á todo lo que V. qui-
siese. Ahora... soy vuestra esposa... nunca seré
vuestra muger: muramos sí queréis»
—¡Que hacer. Dios mío.' aquella criatura tan
noble, me enseñaba mi deber; salvar á mi her-
mana.
Con el corazón destrozado; pero con el sem-
blante sereno, estrechó su mano, y le juré no
exigirle nunca, nada que fuese contrario á sa
voluntad, y pasar á los ojos de todos como si
fuese realmente su marido cuando solo era para
ella un hermano. La misma Ménica, jamás se ha
—Marqués, me dijo, voy á hacer á Y. una apercibido de este engaño.
revelación cuyas consecuencias tal vez sean fu-
nestas; pero que es indispensable.
Yo temblaba; una idea horrible acudió á mi
mente.
—Hable Y. le contesté.
—¿ÁmM V. i 9ú bornana? me preguntó.
Laura había dado, según me dijo después*
una carta á Pedro para Julio en la que ella mis-
ma se pintaba con los mas bajos colores para
hacerse aborrecer de él. Le dijo que observa-
ra el efecto que en Julio producía, y como Pe-
dro se conoce que fué el confidente de los dos
Periódico semanal.
mientras duraron sus relaciones siguió siéndolo
de ella. Ei le informó at rolver i Sevilla de
la declaración de Julio á mi hermana, y de la
petición de su mano.
—¡Luego ñola amaba/ esclamó la marauesa.
— Ko, madre mia, Julio se casa con ella por
compasión; pero dejadme concluir antes que se
me agoten las fuerzas.
Luego que marchamos de Sevilla, Pedro aue-
dó observando todo cuanto sucedia en Sta. Jus-
ta, sin que nadie supiese que él estaba cerca: si-
guió á Julio hasta Marsella, y solo se reu.iió á
nosotros en Civita-Vecchia, donde nos hallábamos^
cuando vio que Julio marchó á la guerra de
África. Desde entonces, un voluntario asalaria-
do por Laura le ha seguido constantemente, dán-
donos noticia de cuanto le ha ocurrido, hasta ei
momento de salir de Málaga.
Mi vida en todo ese tiempo ha sido un ia
cesante padecer. Amando á Laura con delirio,
tenia que resignarme á tratarla como una her«
mana; sin embargo no le be exigido jamás el me-
nor sacrificio. Consumido por mi cruel enferme-
dad, que se me declaróapenas llegamos á Francia,
y que yo siempre he ocultada á Laura todo lo
que he podido, hasta hoy que ya me ha pos-
trado, soto encontré distracción en el estudio de la
química, al que siempre tuve gran afición. Mi
salud empeoraba de dia en dia y los médicos
me aconsejaron volviera á España, con la espe-
ranza de que los aires del pais natal me serian
provechosos. Pero ahí la enfermedad estaba bien
arraigada; hace dos semanas que estoy en Madrid
y ni un dia siquiera he podido salíi de esta casa.
•—¿Pero y Laura, que vida llevaba mientras tú
padecias?
—Gomo no sabia mis padecimientos, procura-
ba, aconsejada por mi distraerse lo que podia.
Puse á su disposición todo el oro que necesi-
tó; en todas partes fué la reina de la hermo-
sura, y de la elegancia; tuvo adoradores que hu-
bieron de desistir de sus pretensiones al ver
que ella siempce correspondía ésus seducciones
con^ desprecies; si trataron de corromper a ios
criados, hallaron en ellos, gente escogida por
mi, unos Celes servidores de quienes tuvieron
que huir, temerosos de algún percance.
To, entre tanto, al ver su egemplar conduc-
ti, su virtud iutachable, la adoraba mas y mas.
¿Sabe Y. mi único desahof^o?
Mire V. esa puerta por donde antes entró Ju-
lia; estuvo ingnorada de Laura hasta esta noche
Íue todo se lo he confesado. Por ella, y cuando
aura dormia con el sueño de un angél iba á
verla un momento dormida; luego la Besaba en
la frente con cariñoso respeto y Te juro ¿ usted,
madre mia, que ningún pensamiento impuro pa-
saba por mi imaginación.
(St eoaUoatrá.)
• •
¿Porqué volvéis á la memoria oía
Tristes recuerdos del placer perdido
A aumentar la ansiedad y la agonfa
De este desierto corazón herido?
ESPAONCBOA.
¿Porqué volvéis á la memoria mia
Memorias de la dicha 7a perdida ?
Recuerdos sois de la muger querida
Que haciendo van eterna mí agonía*
Trislei recuerdos del placer per dido
Desalojad mi oscurecida mente.
Matando vais vosotros lentamente
Mi corazón llagado 7 dolorido.
•
A aumentar la ansiedad y la agonía
j Venís de un pecho en el dolor profundo.
Para probarme que en el triste mundo
Jamás pude tener una alegría.
De esíi desierto corazón herido
¡ Subleváis dolorosa mí amargura.
Con el recuerdo de muger perjura
que amor 7 juramentos dio al olvido.
Leopoldo González.
aiK
Yo te bendigo, creación galana
Con que á solas mi espíritu divierto*,
Fresco oasis del árido desierto
Que cruzo mísero en mi pena insana.
Tal vez fantástica tu imagen vana
Jamás con ojo la miré dispierto.
Pero tú existes, si-, tu influjo es cierto
Y amor te dice la palabra humana.
El bien tú eres que me das innato
Consuelos mil que ocultan mi alegría
En el disfraz da un sentimiento grato-,
Que exaltada por tí mi fantasía
A edenáB de la gloria me arrebato
Y S07 leliz, amor del alma mia.
IMrid.
Ildefonso Enrique OlUra^
Lope de Vega, periódico semanal.
LA PALMERA.— LA VIRTUD.
Rebrama el Simoun. — Su aliento crece.
Todo lo arrolla su pujanza fiera. —
Una palma se opone á su carrera:
dobla la palma y sigue.— Desparece
y se levanta erguida la palmera.
Asi en el mundo á la Virtud humilla
la vil Calumnia con su torpe vuelo. —
Mas, nace la Verdad: desgarra el velo,
y entonces la Virtud tan alta brilla
que con su aroma se perfuma el cielo.
Á. Carfion,
MISCELÁNEA.
Corona Foéüoa.
Con el mayor gusto sabemos que se
está formando una dedicada á la subli-
me trágica D.* Adelaida Ristori por los
principales literatos de esta ciudad.
Aplaudimos esa oportunísima idea^ no
solamente portel interés que nos inspi-
ra la gloria de la artista^ sino porque
esa demosti|^cion habla muj alto en pro
de los ilustrados poetas malagueños.
Lope de Vega.
Tenemos la satisfacción de anunciar^
que en la sesión que prepara esta Aca-
demia, ademas de las Srtas. de Zamora
y Borja, tomarán parte la señora do-
ña Magdalena de Espuny y la señorita
doña María de la Paz Albarracin.
Teatros.
Han terminado las representaciones
de la Sra. Ristori en el del Principe
Alfonso, y anoche debieron empezar las
de las compañías dramática y de zarzue-
la contratadas para la presente tempo-
rada.
En el Principal continúa la compa-
ra dramática presentando espectáculos
yariados, ea los que son muy aplaudidos
los artistas de que se compone.
Hemos oido decir que la empresa trata
de hacer una baja considerable en los
precios del abono. '
Por su propio inteij^V^l del público
deseamos que esto ta9M|Bfecto^ como
igualmente la venida (í^ila Sra. Santo-
ni, célebre trágica ya conocida en esta
ciudad y que parece está en correspon-
dencia con la empresa para dar algunas
funciones en este teatro.
También se asegura que en uno de
ellos Teremos los trabajos de una com-
pañía de cuadros vivos, siendo religiosos
la totalidad de los que presenta y muy
bien recibidos en las principales capi-
tales de España, que recorre en la ac-
tualidad. •
Charada.
Sobre una caja vacia — que en otro
tiempo encerraba —prima y dos, que yo
admiraba — por ser fruto de valia, — apon-
go papel y tintero — y en tres y cuarta
la pluma:— dos sonetos á la bruma — del
mar, escribo primero-, — mas, esto sé que
no agrada — y no sabiendo que hacer—
lo mejor es componer — (me dije yo) oni
charada— Con tercia y prima á la vista
— fácilmente encontraré — un paeblo..*lo
dejaré: — me abstengo. ¡Soy egoísta!—
Escribiré aquel apuro— cuande al bajar
la escalera... — Nunca contarlo padiert
si al todo no me aseguro.
Berduoiki.
SoIqcíoh á la Charada del oóaero anteriari
Como soy del todo loco
y de modelos un facha
cuando me acicalo un pooo^
despepitóme y sofoco
al mirarme una MUCHACHA.
JOf é Pipt.
DIRECTOR T EDITOR EBSPONSABLB,
Imprenta 4$ CshAin.— Comedias 11.
áMO i.
DOKINOO 8 DB NOVIEMBRE DE 1868.
W6u. St.
LOPE DE VEGA,
PSaifolCO SBMANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
(Cuándo mas digno objeto
lizo vibrar tus cuerdas. lira mia.
Que la^ santa, cristiana independencia
De un pueblo mártir, cuyos grandes hechos
Causan espanto al asombrado mundo?
Su inaudita y heroica resistencia.
Su esfuerzo sin segundo
En lucha con Titanes empeñada.
Probará una vez mas al mundo todo.
Que nunca mas sublime sentimiento
Dio mas esftierzo al alma atribulada,
Ni hizo mas grande un pueblo: ved la historia
T ella os dirá que al celestial acento
De patria y libertad, cada soldado
Un néroe o mártir fué, si la victoria
Ño coronó su esfuerzo denodado.
Oh patria! oh libertad! mágicos nombres:
Su acento, al resonar en el espacio,
A todo pecho arrebató la calma;
Que al peligrar su santa independencia,
ÍQuiím mira con apego una existencia
'enida á precio del honor del alma?
Oh patria! oh libertad! Qué Europa fuera
Sin tu potente voz! Yermas llanuras.
Colonia vil de las atroces hordas
Del Thibet y el Oural, negras legiones
De barbarie y horror, azote horrendo
De pueblos y naciones.
Polonia, noble pueblo.
Asi doblegan tu elevada frente
Al ominoso yugo, y á pedazos
Arrebatan el suelo independiente
Con el sudor regado de tus hijos!...
£1 gigante del polo, cuyos brazos
Abarcan medio mundo.
Para tu voz ahogar, tu grito santo
De noble indepqpdencia,
Vomita en tus regiones
Hordas salvages de natura espanto;
El implacable escita.
El cosaco feroz, dignas legiones
De Gengis kan y Atila;
Son más que las arenas
Y un grupo de valientes
Ataja la carrera destructora
De esa legión de hienas.
Oprobio y deshonor de cultas gentes.
¿Y otra vez vencerán? ¿Y será en vana
De tantos héroes la gibante lucha
Ante los ojos de la culta Europa
Que sus lamentos impasible escucbaf
¿Será eterna la odiosa tiranía
De la barbarie y la crueldad, y al cielo
En vano se alzarán «us nobles brazos
Piedad buscando en su ferviente anhelo?
/Y tu cerviz humillará el escita;
Y segará las vidas a millares?
¿Sus sanguinarias manos
Incendiarán tus plácidos hogares
Y al fin sucumbirás? No, Dios no quiera.
No son eternos, no, tantos horrores
Ni esclavitud tan bárbara y odiosa;
Y el cielo, conmovido á tus dolores.
Nación y libertad dará á tus hijos.
Digno premio á su sangre generosa.
Mueva, Señor, tu celestial clemencia
El martirio de un pueblo generoso
Que pide libertad é independencia;
Constantes defensores de tu nombre.
Soldados de tu fé, su eterno anhelo
Es defender tu ley y sus hogares.
Santos bienes del hombre.
Humilla ¡oh Dios! ia inicua tirania
Del déspota del Newa...
Victoria celestial., triunfo fecundo
Que hará brillar el sol de un nuevo dit
De justicia y de paz al ancho mundo.
BOMDA.— 18(3.
Boy Garda.
Lope de Yegft,
■•»■
La vida pasa^ los año3 huyen, las ho-
ras vuelan: apresurémonos á gozar, dice
el materialista.
La vida es breve, sus horas contadas:
apresurémonos pues á agotar los ricos
manantiales del saber, dice el filósofo.
La vida es una leve chispa que no
tarda mucho en estinguirse-, mas esta
vida transitoria será secundada por una
existencia eterna, imperecedera, de tor-
mentos ó de gloria: fijemos pues á todas
horas nuestros ojos vendados con la fé
y nuestras oraciones en el Supremo Ser,
dice el espiritualista.
Ahora digo yo, preguntad al materia-
lista qué es la vida, y os responderá que
es el intervalo entre la nada y la nada.
Al filósofo, y os contestará que es el
breve término entre el ser y el no ser.
Al espiritualista, en fin, el cual os
dirá, que la mistificación entre la ma-
teria y él espíritu.
Los dos primeros vienen á decir lo
mismo, porque no faltará filósofo que sea
materialista.
Demostración:
Filósofo es lo mismo que decir «aman-
te de la sabiduría » Si dice que el prin-
cipio de toda sabiduría es el temor de
Dios, será espiritualista; mas si dice que
el principio de toda sabiduría es el sa-
ber dudar, entonces será materialista.
El tercero vá en concepto mió mejor
encaminudo; ese dice ser la unión ó mis-
tificación del espíritu con la materia, y
ved ahí la vida tal como es, tal como la
sentimos sobre la tierra.
La vida, en mi sentir, es el don divi-
no quo Dios hace á la materia, unién-
dola un alma, de la cual hemos de dar
cuenta algüti dia; porque si el alma la
forman el conjunto de nuestras ttialas ó
buenas aooióne3, malos 6 buenos senti-
mientos, he ahí la cuenta que le tene-
mos que dar, he ahí la devolución de
una cosa hecha á su imagen y seme-
janza^
Mas aquí se presenta una sutileza de
iat mueMti qu6 torren con gran aplau-
so de los amigos de paradojas.
Si Dios hizo al hombre á su imagen j
semejanza, ¿cómo és que hay hombre
que es muy virtuoso, al paso que hay
otro muy criminal?
Ese también será imagen y semejan-
za suya.
Preciso es confesar que Dios tendrá
muchas semejanzas.
^spantosa y falsa proposición!
Eran á su imagen y semejanza, mas
ya no lo son.
Porque les dio para regirse el libre
albedrio, v el sentimiento del bien y Aet
mal, de lo justo y de lo injusto, y cada
uno eligió el que quiso: quien eligió mal,
dejó de parecerle y de ser su imagen-
£1 libre albedrio, unido al alma que
vá unida al cuerpo, forman, pues, el di-
vino aliento que se llama vida.
¿Porqué decimos «un hombre de mala
vida?w
¿Será porque tenga peores humores,
menos fuerza vital, menos salud que no-
sotros?
No, sino pdrque tiene mas borrones,
mas manchas en su alma.
Desterrados en este suelo, huérfanos,
aunque al lado de la madre tierra, la»
horas de la vida nos parecen breves,
cuando gozamos.
Tardías cuando sufrimos-
Sin duda porque el placer lo apura-
mos con dema.<iada avidez.
En tanto, el dolor con nuestra poet
resignación y paciencia, nos las hace
circular con demasiada lentitud.
Porque esta vida no es la vida de los
goces.
Por eso un momento de alegria es pa-
gado con millares de instantes de des-
dicha.
Muchos se quitan la vida.
Ya comprendería el suicidio, si qui-
tándose la vida pudiera quedar eí hom-
bre en el suelo, y decir: aya puedo ca-
minar ligero^ pues no llevo lo que lla-
maba una carga insoportable^)» paró no
lo comprendo, sucediendo, como por des-
gracia vemos, que lo que queda en la
tierra es la corteza y escoria^ y af{ co-
mo en la tierra el hombre dá ocientá al
Periódloo semanai.
Jims de el mismo/ en efí cielo dá el es-
Íiritu cuenta de sí mismo al Supremo
uéz; esto sin qae olvidemos que kaj
• flos juicios, este y el final.
¡La^vida! triste y melancólico libro,
en que cada letra es un minuto^ cada
palabra una hora, cada renglón un dia,
cada hoja un mes, cada tomo un año; y
si en el libro, después de la última pa-
labra se escribe FIN, en el de la vida,
después de la última hora se escribe
MLÜRTE.
Pablo Cantó Alienta.
Mientras el hombre con delirio insano
sigue del tncío la corriente impura,
la copa del dolor con gozo apura
y el corazón destrózase inhumano.
Mas llega al fin el dia, en que un tirano
fantasma, su conciencia le tortura,
y al contemplar su horrible desventura
maldice su ilusión, su placer vano.
T buscando á su mal algún consuelo
en brazos de la fé. de la esperanza,
un ángel vé que deteniendo el vuelo
le presenlajina dicha en lontananza,
de que tan solo goza, allá en el cielo,
el que cree en laviWud, que es quien la alcanza
Madrid.
/. /. Jiménez Delgado.
Ay! que yo vivo penandof
Ay! que yo vivo muriendo!
Falta la luz á mis ojos.
Falta el calor á mí pecho;
Que ya la niña inocente^
Que ya la hada de mis sueños^
La que templaba mi canto.
La que inspiraba mis versos;
Se fué: y con ella mis goces;
T tonUranf# m\M duel^f
Es tan hermosa... que verla
Y sentir de amor el fuego
Fué en un punto.— Yo te adora^
La dijo el alma, tan quedp
Que lo dijo sin palabras.
Mis ojos se lo mintieron.
Y rióse pudorosa,
Y me contestó: — Te quiero-
Mas, con el mismo lenguaje,
«Con dulce mirar de cielo.ii
Y así hablando nuestras almafj
No mas yá que un alma fueroá*
Y mi pecho llenó el suyo
Y juntáronse en un pecho.
Y yo á su lado vivia
Felia, era mi elemento.
Bien como el pez en el agua
O salamandra en el fuego.
Bien como el ave en los airea
O la liana en el viento.
Mas... sus ojos, claros soles.
Sus ojos, limpios luceros.
Que endulzan una existencia
Con el mirar de un momento;
Sus ojos, que una vez vistos
Se codicia siempre verlos...
Ni me sonríen cariñosos.
Ni me miran placenteros...
Ved, porqué vivo penando!
Ved, porqué vivo muriendo!
Yuzuf-ebn'Sérab.
LiDAMiDELMEDALLOK,
NOVELA OBIGINAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
OOXnNDACIOIf.
— fPübre hijo mió!
— S¡. bieu puede V. decir, pobre hijo mió. po-
bre mártir. Ah! ella también lo ha sido...
— ¡T yo que la culpaba de ambiciosa j de
ingrata I
^Ahora. madre mia. solóme resta pe4it'4li
V. un favor
— iQue podré yo oegarte! .. •.
—Deseo que jamis lepa lolia eilt icirtt Mío-
Lope de Vega^
ría de dolor, ¡este] heroísmo de la amistada pues
•i ella tapíese que el hombre i quien am^» se
casa solamente por compasión, seria canaz de re-
nunciar á esta union^que debejfhaeerjsu felici-
dad, y tal ver...
— Ah/ no, no, yo te juro que no lo sabrá nunca.
— Además; debe V. procurar el alejarla des-
Iues.de casada del lugar donde resida Laura.
alíoflaha amado mucho, y quien sabe... en fin,
madre 'mía, no todos son mártires como yo.
—También te lo prometo.
Hacia media hora que duraba la conferencia.
Nada itenia qua afiadir el ^marqués; asi es,
que indicó á su madre deseaba antes de morir,
estrechar en un mismo abrazo, á ella, & su her-
mana y á su esposa, y quol te ^rogaba pasara á
buscar á su departamento á estas últimas.
La marcjuesa llamó á.Mónica para no dejar
iolo a su hijo, y entró por el pasadizo.
—¿Que puerta es «sa7 preguntó Mónica al
marqués.
traición. So agoellt ttiridaí vib deedeo» y aqvt
desden le irritó.
Ninguno de los amigos qoo le rodeaban se
apercibió de su emoción, y Federica al noiarla
mirada de la Dama, esciamó;
—Voy ere vendo que ganarás, Jolio; et la Tet
primera que la veo mirar á un hombre coa tan-
ta fijeza; seguramente has dado tus primeros pa-
sos y é lo que parece no mal dirigidot. Bian
puedes decir como César: Veni^ oidi, viei.
Julio sonrió siu responder; pero aqut-
lla sonrisa signific^b.): Y i vereb^ ya rereis den-
tro de poco tiempo; ó bien te decía yo que es-
taba seguro de ganarl...
Lo que á todos llamaba la atencioD» era el
sugeto que acompiñaba á la Dama. Siempre la
habían visto, ó sota, ó con Mónica, y aque-
lla tarde habin aparecido de repente con el ñu»
como elluá le llamaban, recordando el parecer
I de los que la creían manceba de algún sefior
muscovita. Julio también se preguntaba, qoieo
ba á sentir que las fuerzas le abandonaban y no
contestó. La conversación llena de doloro-
sos recuerdos que había ) sostenido por espacio
de mas de una hora, le había acabado de pos-
trar.
Éste, ó no quiso responderle, ó ya empeza- ' podía ser aquel ente, y donde estaría el mar
' — • _ 1 I. II. 1 qy^g que jamás acompañaba á Laura.
La Dama dio dos vueltas en el Prado y des-
pués se retiró.
Julio tumo un carruage, y mandó al cochere
seguir al de la Dama. En la calle de Alcalá, jtA-
vio de repente éste, y fuera casualidad (noaotroi
sabemos que no lo fué) ó con inteneion, chota-
ron las ruedas de ambos carruajes al pasar lao
al lado del otro; pero de una manera Un bies
calculada, que las del coche de alquiler talieroa
del eje, y el coche quedó medio tendida.
El de la Dama siguió i escapo.
/Me ha impedido que la siga/ eseJamA Julio;
me ha visto, bien, otro día será.
Mientras el auriga juraba y eedlaba á los
CAPITULO vn.
VENI, VIDI, VIOI.
Veamos, entre tanto pasa n^ estas ""esce ñas Vi-
Bultáneas, que es de Julio, á quien hemos perdí-
do de vista desde el día anterior^ en el momen-
to de abandonar el cafó Suizo con sus amigos.
Julio paso una noche cruel.
Había visto á Laura, y todos sus deseos de | diablos viendo rolo'su vehículo*. Julio, despi
venganza habían estallado mis vivos, mas pun-jde pagarle, se dirigió á sucaí» antes de ir il
xantes que nunca en su corazón. teatro, donde había citado á sus amigos.
Ya no se acordaba de Julia, ni que debiaca- j £t criado que le asistía diariamente, le es-
tarse pronto con ella, realizando asi sus ambí- tregó unacarta que decía haber llevado nnleea-
cíosos proyectos. Solo tenía un pensamiento; la yo.
venganza. | Esta carta ya la hemos leído: órala de la Ah
La venganza por medio de la deshonra; ven- j ma d$l Medallón,
ganza infame, venganza indigna de un hombre i La mas viva alegriase pintó en so somblaote.
de honor; pero ¡a y/ uu desengaño, cuando se | — ¡Ya es mia! esclamaba fuera de sí; ha qpM-
ama como él amó á Laura, tnstorna li razón, rido disfrazar la letra; pero ¿quien puede manaar-
roba la dignidad, mata la honradez, y ensordece me esta sino ella? ella que deseará ▼indicarte;
basta el punto do no oir los gritos de la cjn- pero ¿como ha averiguado mi apuesta? enGa»
ciencia que se revela contra este proceder. : ya veremos: vamos al teatro.
Julio volvió á encontrará Laura enlatar- Bien decía Federico. Puedo decir como Ce-
de sígnente, en el Prado; al menos el creyó que sar: Llegué, vi y vencí,
era ella. Iba acompañada de un desconocido. I En su atolimJramíento, dejó la carta abiertí
Aquella muger, advertida por su compañero, sobre la mesa mientras sedaba el última toqas
lo miró; pero cen una sorisa glicíal, indiferente, al espejo, y sola la echó de menos al ontrar
Esto acabó de exasperarle. Creía que Laura en el teatro.
Jiavaba su imprudencia hasta el estremo de pro- — Bahl dijo ¿quién hade entrar en oü oarta»
fo^fh eoB §tt /orfiferencia, de hacer gal» dt su ni que na importa <f«f 4tti It- — — ^-^^
Pttrtódioo BenuauL
m^
ta liento Da trairia cOBmigo para eñsefiárselí |
á Federico.
Eran las ocho. El teatro Real estaba con-
corriülsimo
Los palcos se veían llenos de hermosuras, que
derramaban ardientes miradas sobre el patio^ des-
de doude asestaban los elegantes sus mortífe-
ros gemelos* y mas de ano encontraba opuesto
al suyo otro, detrás del cual se veían relucir
dos OJOS capaces de volver loco al mas auste-
ro cenobita.
Gemían losviolines bajo los arcos manejados
per manos maestras, que templaban los iiislru-
meotos entre tanto se empezaba el primer acto
de la Traviata. Los dilettanti talareaban trozos
de la ópera que se iba á egecutar, regalando (co-
sa insoportable) los oídos de los que dentro de
poco dubitn oír cantar aquello mismo, y no
destrozado por voces tan desacordes
Todo era animación y ruido.
En una fila de butacas estaban reunidos cin-
co de nuestros calaveras, Julio y comparsa; úni-
camente faltaba Federico.
£n el momento de sonar la sefial para alzar-
se el telón, se presentó éste.
—No sé, dijo reun endose é sus amigos, que
buscará un viejo, que acaba de preguntar por el
talco de la Dama, y á quien nubiera querido
acer algunas preguntas, sino se me hubiese es-
capado como el humo, apenaste señalé el palco.
— Será otro enamorado, objetó Emilio.
—Tal vez, afiadió Julio; pero como no tome
la delantera, se vá á llevar chasco: e^ia no-
che tengo cita... y...
—/Calla/ ¿es posible? esclamó Federico estu-
pefacto.
— Si« be recibido una carta citándome para
esta noche ásu casa... y. . Siento no haberla trai
do para que vierais no era suposición mía.
—No, no, basta. Al fin hemos deverlosre-
eultados: poco nos importan los trámites que á
ellos conduzcan. T además, ya te he dicho que
me parece ganarás.
—/Que lástima de mil duros tan mal emplea-
dos! esclamó Emilio.
— Ayl aun creía yo en la virtud de las mu-
geresl... contestó Federico.
(Se eonUmurá.)
ROSAS LUNARIAS.
i Dolor ei RojOs mi simpática amiga.
Erase en majo^ y era
la mae lin4a a^lborada.
qae presenciara mayo
lucir en sus mañanas.
Y érase un prado^ j era
el prado de mas gala
que matizaron flores,
y que regaron aguas.
Y en esta (deliciosa
primaveral mañana,
en que la luz del cielo
por lo ideal encanta;
y en este prado lleno
de flores las mas varias,
las que inodoras bellas,
y las que no aróojadas;
á orillas de una fuente
magnífico se alzaba
verde rosal cubierto
de rosas encarnadas,
hermosas en figura,
si de perfumes hartas.
Frescas con el roció
que las lloviera el alba,
y frescas con las gotas
que de la fuente saltan,
gallardas en su tallo
la frente levantaban;
mas no pudiendo á veces
sufrir ya tanta carga
de perlas en sus cálices,
temblantes titiíabao,
y el ámbar sacudían
en perlas congeladas,
que, al recoger, la fuente,
riendo á tanta gracia,
por cada blanca perla
cien circuios dilata.
De nuevo mas erguidas, :
por reaojer mas ámbar
del céfiro al impulso,
la frente levantaban,
asi eu sencillos juegos
alborozando el alma, .
cuando el crinado Febo,
que ál cíele se adelanta,
de un tierno cupidillo
en las elitreas alas,
amante enamorado,
mensage tal las manda:
«Flores, las mas hermosas,
las mas bellas de cuantas
el Padre de los dioses
á mayo di¿ por galaa>
de
mmt •0'
oidme: f imy\ ürhtmm
las qné moltura tanta
teoeii; pues hoy par Fabn^
•I dios q}U al cíalo estásia
por sa sin par belleza»
mi débil vos os kabia*
De Júpiter^ elStmxa,
su noble esencia emana»
7 en Delfos tiene altareis]
7 en el Olimpo gracia.
Se arrastra^ heobo pa^MM^
el Sol bajo sus plantas»
dó yá le sigue el día,
la nocke, donde falta,
7 cuando al oielo sui^«
rompiendo la mafiana^
todo ser, que despierta,
en sus honores canta.
Adóranle las flores,
las aves y las ¿uras,
los genios 7 las niofais,
las brisas j las aguas.
Y aunque las diosas todas
compiten sus miradais,
desde la Teina Juno,
hasta Minérya ica«ta,
por oompaSera tiene
su precursora el Alte.
Mas ho7 enamorado
de vuestras dutees graoias
desciende de sn alten
T besa vuestras plantas.
bichosas, «i á BU fuego
dais amorosa calma!
Seréis del prado todo
las reinas adoradas,
tendréis, porque realisa
vuestra beUesa clarfi^
para cantaros, aves,
para alimentos, ámbar,
7 céfiros, que t» besen,
j ninfas, por esclavas,
que con dorados cribos
os ciernan oro 7 grana!
Mas a7! las que imprudentds
no mitiguéis sus ansias!
No habrá para vosotras
en toda la comarca,
ai pájaroe, ni céfiros,
que os oanten, ni que os ladiaaní
ni fuente, que ^s retrate,
ii/« iin/a vfiia no es' bata.
JÚ sel, qao M di eotores,
ni aurora, que os dé gracia,
7 en ma-idicion eterna
tendréis la vida amarga.»
Dijo: quedd esperando
respuesta á su demanda^
7 de una en x>tra rosa
jugue taando salta:
alzó el rosal la frente
de aljófares bañada;
7 con robusto aoento,
que miedo no quebranta,
sonó su Yoz 7 dijo
análogas palabras:
«Aunoue de humilde onoa
■aof; fué mi prosapia
noble, si no celeste,
regia, si no sagrada.
La sangre de una diosa
ennobleció mi alma,
dando á mis flores, tinte
7 esencias perfumadas.
Si he merecidohonorea,
lo digan mis hermanas,
Sues reina en los pensiles
e las flores me llaman,
7 dioses me enamoran,
7 ninfas tengo e3clava$v
mas no por tal orgullo
niego á sus cuitas calnu^^
es otro amor tap puro,
á quien debo constancia.
Si lusco con el dia
en hechiceras galas
«s por regir pii reino
cual Júpiter me manda;
mas guardo mi fé teda,
mi pompa 7 mi fragancia
para rendirla en culto
a quien mi amor 7a gana;
es Luna melancólica,
7 como Febo marca,
celeste cuna tuvo,
dominios regios manda.
Esto vé 7 dile á Febo,
7 aSade á estas palabraé
que por blasones tango;
firmeza, amor, constancia* a
O7Ó el dios ofendido
repulsa tan estrafia,
vibró encendí dps raTOa
de cólera. 7 ds
Pe«iMte# eeiMHML
IMI.
7 erayortf e} rooior
que el eálid rélr«sc(iAki^
con él «orbietée aroflUM^ ^
colofes 7 fraganaU*
Mm diz (i)ie éUaa eoaiUltes»
si de tri6i^ pilklM,
á cada Bueva IvLMé
le ríndeA nuevas dádirat^
en multitud cubriendo
loi tallos 7 las rasotas^
pcv ser del sol envidia^
7 de la luna llamas,
7 á tal firmeza deben
el nombre de Lunarias.
Juan. P. dé Guznum.
«ÉMMüÉMÉtolÉIMíBlMHi
UMA LAGRIMA
A LA MEMORIA DE MI QUBftfDO AHIGO
D. Antonia Leiva (jtarcdA.
El fúnebre doblar de las campanas
resuena por doquier... ¡tócán a mueilol
Súbito de mis ojos brota el llanto
y se estremece de dolor mi pech^ .
Ante eso clamoreo triste y sombrío
evoca el corazón dulces recuerdoa
de una amistad, cuyoa seguros lazos
rompió la muerte cott afán violento.
Dulces recuerdos de amigtad querida,
pasadas horas de tranquilo afecto»
á vuestro lado está la paz del alma
que grita sin cesar: lAotofiio há mnertol
]Mi pobre amigo! Al pronunciar tu nombre
desbordase él mdal del sentimiento
y solo hay en mi ser, acerbo llanto
para esprcsat* mi {)ena v desconsuelo.
¡Cuan veloz para ti ftié la existencia!...
Apenas á cruzar por sn sendero
comenzabas feliz, y ya la tumba
encierra muda tus helados restos!
jfTriste es la vida cuando- el alma sufre!
Triste es vivir si el desengafio ha abierto
marchitando ilusiones y esperanzas,
la úlcera del dolor en nuestro pecho.
A través del martirio, vése al mondo
convertido en un árido desierto
sin placeres, que al alsMi lleven dicha,
sin encantos que al pecho dea sosiego^
T anhela eaténces, la emleneia herida
por su frío padecer y sufrimientos^
en la noche sin fin oe los sepulcros
la paz sia tregua que faHála na tien|H».
Mas, tú, mi pobre amigo^ árbol tofl^álio
respirando en florido campo amtm
savia de juventud, hrisss de añores
bajo un hermoso y apacMe cido}
cuando ya ante ta vista contemplábai
del material destino roto el v«la
y entre Husiones gratas te ofrecía
el porvenir un horisonte bellos
el Genio de la muerte pavoroso
destrozó tu vivir, robando fieroi
á la amistadla una segura preadit
á la famina un hijo, amante, tierno.
¡Ay! ya es vano el afán con que te busca
mi amistad en la Uerrs^: en vaao esliendo
los brazos que estrecháronte otras veces,
pues solo encueairaa un vacio» funeita.
¿Fué tal vez porque al mondo que perdiste
despreciabas por ruin y por pequeOo
V el valor y la fé de tus virtadea
llevar quisiste á la mansión del oíelof
¿O fué de Dios la ciencia soberana
3úe al ver en ti recónditos tormentoi
estruyó la corpórea materíft
por elevar tu espíritu á sn oeno?
•
Dulces recuerdos de amistad querida»
pasadas horas de tranquilo afeoto,
iporqué os escucho pronunciar el.qpiibra
de mi ami^o inleliz con tierno anhelo
si no podéis volverle la existencia...
si ya la tumba sepultó sus restos!
• ,••#
Antonio: duerme en paz. Esas campanu
aun repiten sus fúnebres acentos,
tránsito de las almas que caminan
hacia la eternidad con paso cierto.
Hoy tocan sin cesar á los que vivsi
por la memoria de los que murieron..*
—Descansa en paz. Con lái^imas i^ejícla
una oración exhalo, un triste ruego^
fervorosa plegaria gue dirijo
al Dios que á la existencia pone término,
porque llene de goces inmortales
tu espíritu feliz en ese cielo,
mientras llevo en el alma tu memoria^
mientras la guarda con afán mi pecho,
LUira i.* KMlMikfS.
J^cario Áj/uio A^puiota.
Lope d» Vega, perlódloo MmanaL
No 08 caséis nnnea, ñiflas,
con hombres vieios;
porqae tienen el alma
como sn cuerpo.
Y es una pena
juntar una flor pura
con una muerta.
E. d$ la C.
— La pena mas horrible
entre las penas
es la que yo padezco.
— |Cual es? — La ausencia.
J.B.
Si á una muger amáis,
amad en ella
la virtud, el talento,
ho la belleza.
La marimona
es una flor bonita...
mas sin aroma.
5. C.
No miréis en los hombres,
ni la figura,
ni las palabras dulces»
ni la fortuna;
porque eso pasa
j el alma solo queda:
buscad el alma.
wm
MISCELÁNEA.
Epigramas.
Viendo un niño pregunté
4 Es de usted^ señora Luisa?
Y ella respondió con prisa,
M*.ijr pólitica: ay de usté.»
Un escritor de esta edad.
Que es un '^^Aiv/.o de atún,
Deciu ron gfá violad:
Yo escribo para el común...
Y era la pura verdad.
una moza como vn trompo.
A un hombre chato pbó
Que á Toz en grito saltó
¡Alza ó el alma te rompo!
Y ella con airosa calma
Dijo sin cambiar matices:
«Tiene usté pocas narioea
Para romperme á mí el alma.»
ÍJuez de derecho un jibado!
^ues bastante hemos hablado.
/. M. YillergM.
Charadas.
Nombre de un cónsul romano
es mi primera j tercera
7 en mi segunda y primera
muere e! niño y el anciano;
tercera busca en yerano
todo el que tiene calor,
y por último, lector,
si el todo quieres sabet
es nombre y no de muger.
Tu seguro senridor.
BerduaM.
Primera y tercera es nombre,
segunda... no te lo digo;
y mi todo del gobierno
es un público edificio.
B Licenciado Viáricrm*
— Berduoski, |tu charada
será quizá PASAMANO?
— Justamente lo acertaste.
— {Y que me merezco en cambiot
— Que subas por cuatro Teces
á lo alto del Calvario-,
porque es cosa que ofreciste
y cumplirlo es de cristianos.
Ptpe, MB lodu ni IdrM.
DIRECTOR T EDITOR RESPONSASLI,
A.lSrT03SriO GAJmiXOTT.
Imprenta d$ Coft/orí.— Gomediat if.
ASO I. DOMINGK) 15 DE NOVIEMBRE DE 1863. Núu. 83.
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SRilAN'AL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA FoTE NOMBRE.
OIE1STOIA.S.
ZjIOTEK.-A.'XXJI^A-.
Hé abí, que si la vida es un sueño, la
muerte es su despertar;
Y si ese sueño es una pesadilla, la muerte
es. un despertar delicioso.
Y esj despertar, es inevitable.
lia sonado su hora para un ser.
Entonces, una muger de mirada dulce, de
rostro afable, se acerca y le murmura al
oído con voz de seducción:
«Tus recuerdos de ayer no te molestarán
de hoy más,
Ni el porvenir te amenazará inquietudes.
Ni te conturbará el espectáculo de las mi-
serías del hombre;
Porque van á serte franqueadas las puer-
ta$ de la inmortalidad;
Porque vas á ser iniciado en la vida del
espíritu;
Porque vas á pasar del estado embriona-
rio de tu ser á la plenitud d^ una existencia
inefable.» '^ ,
Entonces, ese ser, si en vida fue bueno,
regocíjese; va á alcanzar -sifsazonado fruto;
Y si en vida fué malo, "túrbese; mas allá
no hay arrepenlir. ^*
Si achacoso, la muerte lo libra de sus pa-
decimientos;
Lo sustrae á la tristeza, si triste;
Si en el dolor á los (¡olores.
La muerte do es, pues, una ley de cólera.
Es, por el contrario, una ley de amor.
Evita al justo las acechanzas del m:il.
Lo parniite deponer las armas en la obsti-
nada luclia que sostiene su razón coivsus ins
tin'os; sus apetitos con su alma.
Asi, el bueno la e.-^pera.
No la tí'ine v huve, cómo el cobanlc.
Ni la desafia y busca, cómo el loco.
Solo para el malo es la muiMle espantosa.
Pero a eso no lo sorprende con uHa no-
vedad.
Todo le recuerda la brevedad de nuestra
perecedera existencia.
La historia de seis mil años, le dice la de-
saparición de doscientas generaciones de
hombres.
Cada oscilación del péndulo, le rememo-
ra que una existencia ha terminado.
Sube que cada día arranca una hoja del
poco hojoso árbol de la suya.
Todo le arguye su lin.
Prepárese pues á él; y para ello,
Viva tranquila, honradamente, pues
La ciencia de morir bien, es, la ciencia de
vivir bien.
• •» • •
Si la vida es una peregrinación,
La muerte es su santa Kaaba.
Un hijo ha emprendido un viaje.
Oleadas de espuma han manchado su pu-
reza,
Arenas candentes han calcinado sus píes;
Una carga tenaz ha agobiado sus espaldas.
Por fin, llega, tras penosos azares, al
puerto, su indeclinable destino.
Ese hijo, es el hombre.
Esas oleadas espumantes, sus apetitos gro-
seros.
Esas arenas, sus pisadas por el vicio.
Esa carga que le abruma con su poderosa
pesadumbre, su carne.
La muerte, el puerto dó le espera Dios
justo y remunerador.
Pero no ha sido solo en su peregrinacíoQ
el hijo del hombre.
Tres hermanas ih origen celeste, se em-
barcaron con él para guiarle.
La una le olVece una flor que abre su
cáliz;
A(|uo!la rocíalo de dulzura;
Esla le dá á gustar un néctar deleitoso.
Ya las conocéis: se llaman,
Fé, Caridad y Esperanza.
Purifiquemos nuestra alma con el llanto;
Fortalezcámosla con sentimientos religio-
sos,
Lope de Vega,
Y, con una conciencia tranquila, espere-
mos la muerte como un bien,
No la anticipemos, que fuera egoista.
Y podremos decir, no cual el fanfarrón,
sino cual el justo:
«Yo no le temo á la muerte
Aunque me salga á'la calle. .»
Esperar la muerte no es desearla.
Aquello es licito, esto pecaminoso.
Esperémosla como Schiller. quien pregun-
tado momentos antes de morir, como estaba,
dijo:
«Cada vez mas tranquilo.»
No la llamemos con un poeta:
ccYen, muerte tan escondida;
Que no te sienta venir,
Porque el placer de morir
No me torne á dar la vida,»
No la anticipemos; no hay en ello lauro.
Es fácil ser Catones.
Sufrir, resignarse, saber padecer, eso es
brioso, es fuerte, es levantado.
Para concluir:
Hay mucho de vituperable al intentar des-
cribir la muerte con tmtes terroríficos.
Habituémonos a ella como á una amiga
que al iniciarnos en la eternidad, nos hace
inalada graycia.
Yuzuf-ebn-Sérab,
DESPEDIDA.
Adiós quizas para siempre^
adiós mi amiga querida,
hermosa flor que en mi vida
dulce bálsamo vertió.
Adiós luna bienhechora
que alumbró la noche oscura
de dolor y de amargura
en que el hado me abismó.
Como el ave que alejada
del valle ameno y querido
al punto 8u amado nido
rápida vuelve á buscar,
yo que me encuentro distante
m mf natal helio suelo^
an^^iosa ya tiendo el vuelo
para volverle á encontrar.
Y tal vez allí me esperen
pena y dolores sin cuento
y algún nuevo sufrimiento,
si alguno desconocí:
tal vez en la hermosa tierra
donde están mis ilusiones
hay amargas decepciones
reservadas para mi.
Mas aunque sufrir espere,
te confieso, Luisa mia,
que en la hermosa Andalucía
quiero volver á morar:
y ver sus estensos campos
de admirable fertileza,
dó quiso naturaleza
toda su pompa ostentar.
«
Quiero ver su sol de oro
bañar la torre moruna
y la nacarada luna
que allí lanza mas fulgor:
quiero, aspirando el ambienta
de azahar y de claveles,
cantar bajo los laureles
que se ciñe el trovador.
Luisa, allí todo es hermoso
y arrebata el pensamiento;
do quiera suena el acento
de un inspirado cantor:
y hay en sus noches y dias
eierta magia indefinible
que inspira á el alma sensible
vago, indeficiente amor.
Y hay allí rostros hermosos
con negros ojos rasgados,
cuyos rayos encontrados
penetran» el corazoQ:
y en las frentes van escritas
la ternura y la franqueza,
y de gracia y gentileza
portento las damas son.
Y de ardiente y puro fuego
son allí los corazones,
y tienen mas ilusiones
que flores el mes de abril.
semanal.
Que allí desplegan los genios
sus alas de rosa y nieye
y la inspiración se bebe
en el Bétis y el Genil.
Vente á raí suelo querido.
Tente Luisa, ángel hermoso,
y allí será venturoso
tu vehemente corazón.
Y allí verás realizado
cuanto hayas visto halagüeño
en tu mas dorado sueño
de lisongera ilusión.
Amor te darán los bardos;
las doncellas candorosas
ornarán con frescas rosas
tu pálida y bella sien:
y pues amas entusiasta
á la sublime poesia,
cantos de dulce armonía
habrás de entonar también.
Vente, sí, que solo falta
para ser un paraíso
la tierra que el cíelo quiso
de tal belleza colmar,
que tú, mi arcángel querido,
de candor y de ternura,
viertas luz brillante y pura
viniendo en él á morar.
T&IftTera.— 1863.
Yictorina Saenz de Tejada.
31» A. -V^XJJBLTA..
BALADA.
Dice cantando la niña:
a ¿En donde está mi doncel?
Cuando torne me habré muerto^ »^
Suspira, y muere después.
Dice la madre llorando:
«Ya no le le volveré á ver.
¡Guárdete Dios, hijo míe!»
olloza, y muere también.
fe'
Lleno de ricos trofeos.
Henchido de amor y fé.
— ¿Dónde están que no me^^esperan
Mi madre y mi dulce bien? —
Y escucha que una campana
Dobla una vez y otra vez.
Para que pase el cortejo
Detiene el bravo el corcel.
— Quien murió? dice. — Tu dicha^
Siente al alma responder.
Luego que dejó en la tierra
Cuanto su ventura fué.
Con bordón, que no con lanza.
Volvióse á Jerusalen.
W DAMA DEL MEDALLÓN,
NOVELA ORIGINAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
En esto vuelve el cruzado
De lidiar con el infiel;
CONTINÜACIOM.
Airóse el telón.
Todos ocuparon sus asientos,! y reinó «nel
teatro el mayor silencio.
Sin embargo, se netaba cierta agitacioii en-
^tre los espectadores. Cada vez que la puerta
de un palco se abría^ hombres y mugeres vol-
vían la vista hacia uno sitaado frente al esce-
nario y que aun permanecía cerrado.
Varias veces se repitió lo mismo, hasta que
en el momento de estarse cantando la preciosa
aria final, y cuando la tiple llegaba i aquella
interesante parte:
Follie!.,. follie!,,, delirio vano é questo!,,,
alzóse un murmullo, en un principio vago, des*
pues mas notable, y que nltimamente creció hatla
el punto de cubrir casi la voz de la actriz, y
la orquesta misma.
Veamos lo que había causado aquel espon-
táneo tumulto; distrayendo completamento la
atención del públice pacífico.
El pnlco cerrado se había abierto; todos ha-
bían vuelto la cabeza al notar el movimiento dt
un grupo de jóvenes que se habían levantado,
y dirigido sus gemelos háeia el palco. Todos
pronunciaban ua nombre:
Lope de Vega,
—La Daína del Medallón!... deeian, ya estáj
abi, ya está ahí...
—Pero señor, sioo se vé á nadiel decía vno
alelado del grupo de jóvenes compuesto do nues-
tros ya conocidos calaveras.
—Va entraré; espere V. un poco. Ella sabe
el efecto que eausa cuando se presenta^ y quie-
re retardar su entrada para causarle mayor.
Una batería de jemelos había dirigida con-
tra el palco.
Un minuto después/ los jemelos se bajaron,
moviéronse las cabezas como un campo de es-
pigas azotadas por el viento, y el murmullo cre-
ció, mezclándose h cL risotadas estrepitosas y
chistes graciosísimos.
— ¿Quienes ese esperpento? preguntábanse unos
á otros.
— ¡Que facha/... con ese pelucongris, yesos
anteojos verdes que le asemejan á una muía de
tahona.
—¿Y esto era lo que esperábamos?
— Se habrá disfrazado la Dama.
— Calla! y es caballero déla Legión de Honor.
— Será el esposo'de la Dama. ósu....
—Es su acompañante^ de esta tarde, decían Us
seis jóvenes.
—En fin, no merece la pena de que por él per-
damos la representación; sentémonos, decían los
mas.
Pero el acto se había acabndo.
Jnlio se despidió de sus amigos, que le de-
searon buena fortuna, y mientras ellos se que-
dab:in haciendo cament-irios acerca de aquel per-
sonuge, salió del teatro, y en cinco minutos un
coche, le llevó en casa de Laura.
CAPITULO vni.
CONTINUACIÓN DEL V.
—No disimulemos mas, señora; había dicho el
Sr. de Duran h Laura; soy el padre de Julio,
y no me iré de aquí sin que me esplique V.
\)0T qué una muger que vé amenazada su honra
la espone m.)s auii^ llamoiido á su casa al que la
amenaza.
Y en aquel momento apareció y desapareció
Jiilia, de la puerta de la alcoba
Ahí caballero, esclamó Laura; V. no sabe cuan
poderosos motivos me han obligado á obrar asi. ! lo, y dijo á este:
—Ya escucho.
—Espere V. un momento.
Laura salió del gabinete, y cinco mioutot
después volvía á sentarge al lado del Sr. de Du-
ran.
Entonces le refirió sus amores: los de Julia;
su sacrificio; la enfermedad del marqués; todo
en fin, cuanto le habia ocurrido desde un año
atrás, hasta aquella noche.
Entre tnnlo, Julia escuchaba con ansiedad.
Comprimía los latidos de su corazoB con am-
bas manos^ deteniendo basta el aliento, temerosa
de denunciar su presencia.
Sus ojos vertían silenciosas lágrimas, y mas
de una vez, no pudíendo contenerse, avanzó
basta cerca de la puerta; pero quería saberlo
todo, todo; la fatalidad la tenia nlli clavada
y suspensa de los labios de su heroica amiga.
La gratitud la arrastraba á arrojarse en ios
brazos.
Laura era para ella un ángel
Apenas acabó Laura su relacioo, se oyó rui-
do en el salón.
Laura se levantó de su asiento y apagó
la luz.
£1 Sr. de Duran estaba conmovido.
Laura alzó ui poco las cortinas que cubrían
las puertas del gabinete, y vio á Julio que aca-
baba de entrar, y estaba sentado en un cod-
fidentc. muy cerca de la puerta.
—Venid.' señor, dijo al padre de Julio.
Este se aproximó á donde ella estaba.
Entonces Julia saliendo de la alcoba, se ce-
locó detrás de un sillón á espaldas de Laura,
La habitación en tinieblas permitía esta ocul-
ta espiacioa.
La salida de Laura del gabinete, antes de
empezar su revelación, no habia tenido mas ob-
jeto que prevenir á Antonelli convertido en por-
tero, que introdujese á Julio en el salón ape-
nas llegase, y que avisara á su esposa, retirada
en otro gabinete situado enfrente de aquel en
que Julia permaneeia con el Sr, de Duran.
Llegó en efecto Julio, y Antonelli le intro-
dujo.
Poco después, la puerta del otro gabinete se
abrió, y apareció una muger. Era Fioretta Gal-
vano, que llevaba bien aprendido sa papel.
rVvanzó hasta Julio que se levantó de su asieo-
«í»
— Si, si; los sé lodos, una apuesta
—Oh! no; son anteriores á esta apuesta.
— Ab/ ¿couque habia mediado motifospara que
i.'iciesc?
—Óigame V. con atención, cabali^ro, y si des-
pués de esta revelación, aun me considera una
muger indigm y desprerinblo. yo misma me prc-
.seniaré á Julio, se lo confesaré lodo, y el me
perdonará.
—Doy á Y las gracias, caballero por sn exac-
titud: tome Y. asiento, aquí, á mi lado...
Pero Julio no se movía: aquella vez no era
la de Laura.
Empezaba á dudar.
—¿Vamos; en que está V. pensando? siénte-
se Y. pues tenemos que hablar.
Jnüo se sentó maquinalmente, y ya iba á
disculparse con la dama, cuando ee le oeorríó
Periódico semanal.
•
la idea doLqu^ tal vez la voz de Laura por cval-
quier estraño motivo habría variado, y que en
sus viajos por Italia babria adquirido aquella
marcada pronunciacioD estranjera. Volvió i su
error, creyó que se hallaba delante de Laura.
— En verdad» señora, que me admira vuestra
sangre fría, lo dijo. ¿So se acuerda Y. ya de
quieu soy yo?
— tjsta es la primera vez q«e veo á V.
— ;Es verdad! después de nueve meses que
han pasado desdo vuestro pérfido engaño... Ahí
no, no tema Y. que. le eche nada encara. So-
lo vengo por el retrato de mi madre, ¿entien-
de Y., señora? de mi madre á quien ha hecho
V. un juramento, y al cual ha faltado. Juré
rengarme de Y.^ nano me he vengado. Maña-
na, todo Madrid sabrá que me ha citado Y.
á su casa, y la tan decantada virtud de la Da-
ma del Medallón vendrá á tierra, y se iguala-
rá con una infame cortesana.
Una so'^ora carc;ijada de la dama interrum-
pió á Julio, que indignado esclamó:
—Que!... ¿se ríe \? ¿ha llegado hasta ese
estremo su imprudencia, que...
—¿Pero, por quién me toma Y., caballero?
Ah.' ya comprendo; me confunde con alguna mu-
ger que le haya dado un desengaño...
— ¿í por quién he de tomaros? gritó Julio
fuera de si ¿por quién he de tomaros, hija dig-
na de su midre? La vuestra engañó á su es-
poso, y la hija, después de engañar á su aman-
te^ sigue sus mismos pasos, engañando á su es-
poso, citando á ese mismo amante en su au
sencia, cuando ól... os aborrece, señora.
— Ah!
—¿Si. no lo sabiais? ¿Creéis ser la hija de Mr.
de Clermont, victima de su adúltera esposa?...
(Si eoneluirá.)
Pronto al pensil granadino
partirás ¡triste momento!
mas tu recuerdo divino,
dulce, puro, peregrino,
vivirá en mi pensamiento.
Nunca habia amado y amé
al admirar tus hechizos-,
y entonces, niña, soñé,
y en sueños te contemplé
envuelta en tus rubios rizos.
También creí que me amabas..
jcuán dulce fué mi delirio!
luego, que al fin te alejabas;
mas tarde, que te olvidabas
de mi amor y mi martirio.
¡Que amargo dolor sentí!
¡que suspiros no exhalé!
¡que de lágrimas vertí!
¡que horribles celos sufrí
cuando á el alba desperté!
• ••.•■ «...r
Parte al pensil granadino-,
mas no olvides mi tormento-,
que tu recuerdo divino,
dulce, puro, peregrino,
vivirá eu mi pensamiento!
F. n. de M:
¿Que son, madre, esas perlas
que en esas llores
reñejan de la aurora
los resplandores?
¡Que hermoso brillo
puso el Dios de los prados
en el rocío!
Durante que de noche
las flores duermen
las gotas del rocío
del cielo vienen,
y, cariñosas,
dejan posar sus perlas
sobre las rosas.
Las pintadas corolas
sus perlas guardan,
y ocultánse en su cáliz
por la mañana.
Asi mi alma
de una hermosa recoge
dulces palabras.
También como las flores
el pecho mió
gozar siempre quisiera
dulce rocío.
Y quizá entonces
las flores renacieran
de mis amores.
Enrif[Ue de Oki^acrva.
Lope de Vega»
Esa aspiración á lo desconocido^ ese
deseo de averiguarlo todo^ esa es cario-
sidad.
Esa es la que giira sorprender un se-
creto, aplica el ojo á la hendidura de una
puerta y al cristal de un tel^s(;ópio.
Porque ¿que es el astrónomo mas que
un curioso decidido á enterarse de los se-
cretos de esos mundos de Dios. ^
j Y qué otra cosa son el filósofo, el his-
toriador, el matemático, que curiosos co-
mo cualquiera vecina nuestra?
¿Y qué es el alma mas que una curio-
sa astuta que subida al mas alto piso de
este edificio llamado cuerpo, tiene pe-
queñas rendijas para desde allí, sin ser
vista, escuchar, ver y oler todo lo que
pasa en su vecindad?
Comprendo que pudiera definirse al
hombre un animal curioso, y creo que esta
definición satisfaría todas las exigencias.
¿No lo veis en el umbral de la vida
traspasar un precepto de tanta conside-
ración por el solo placer de averiguar
lo que ocultaba aquella manzana?
¿No lo habéis visto confiarse á unas
taolas delgadas, único escudo contra la
furia de las olas, y á los pliegues hincha-
dos de un globo^ para satisfacer esta
constante exigencia?
Y ved por otra parte cualquiera de los
seres de la escala zoológica indiferente y
mudo ante tan sorprendentes maravillas
sin que jamás haya formulado esta pre-
gunta: ¿Qué es esto? — Porque no es cu-
rioso.
jEl mundo parece un museo de curio-
sidades inacabable, y no parece estar
combinado de esta manera mas que para
servir de constante estímulo á nuestra
curiosa ansiedad.
Y sin embargo, aquí se realiza el pro-
digio de la catalineta: £1 que mas mira
menos vé.
Esto es desesperador.
Comprendo la indignación de Sócrates
cuando después de tantos afanes solo lle-
gó á enterarse de su propia ignorancia.
Conyengamos en que para este resul-
tado no vale la pena dd tomarse taot
trabajo.
Esto es preciso ocultarlo á los que es-
tudian. Bajo nuestras plantas y por ci-
ma de nuestras cabezas ¡cuantos secre-
tos! ¡Cuantas curiosidades!
No es posible vivir con calma cuando
tanto misterio nos rodea.
Así es tan intranquila la vida.
¡Que contraste con la estoica calma
del asno! Parece que lo sabe todo...
Non plus ultra fijó con gruesos caracte-
res en Calpe la insensatez de otros si-
glos que tenian la pretensión de sabér-
selo todo*
La curiosidad del Genovés echó por
tierra esos monumentos de la preocupa-
ción humana.
Oh! y cómo este solo sentimiento ha
ido derribando tantas columnas como la
preocupación y la ignorancia hablan le-
vantado en los caminos del espíritu.
Copérnico dirigió su curiosa mirada al
espacio y allí sorprendió al padre de la
luz en su perezoso abandono; que como
sultán magnífico hacía danzar en torno
suyo á los mundos envueltos en gasas
trasparentes y voluptuosas como un gra-
cioso coro de seductoras odaliscas.
Su curiosidad cambió la faz de la cien-
cia.
Este sentimiento> en fin, ha transfor-
mado el mundo.
Lo que fué otras veces motivo á la cu-
riosidad de los sabios, es hoy satisfac-
ción de la nuestra.
Temblemos porque llegue el día en que
todo se conozca: aquel dia el mundo
avergonzado huye de nosotros como un
farsario descubierto. ^
Solo existe para entretener nuestra
curiosidad.
Y bien mirado ¿qué seria q1 mundo sin
seres que lo comprendiera?
Una masa oscura, informe^ ruando sin
descanso como una piedra arrojada en
un abismo sin fondo^
Aparece la inteligencia y todo recibe
luz y vida, y entonces hallamos aecretos
y maravillas que sorprender.
Poquito á poco algo vamos conociendo
de la epidermis del orbe que habitamos^
periódico éemanal.
Pero en lo que dstá por cima de nues-
tras cabezas y en lo que nuestros ojos no
preciben^ hacen fiasco todos los esfuerzas
de nuestra curiosidad.
Decididamente^ el dia menos pensado
el alma se me escapa para enterarse de
lo que pasa en esas alturas.
' Hasta entonceis no es posible estar
tranquilo.
Cuando todo 16 sepamos^ estoy seguro
que nos encontraremos satisfechos.
Yo confio en que alguna vez nos he-
mos de enterar de todo.
RoiiDA.-18«3.
Ehy Gúrdia.
A AWíóiao CABBIOir.
PRUEBA DB simpatía.
Constancia, noble virtud
que en el corazón asientas,
y al hombre en su afán alientas
con tierna solicitud.
Sol de estrema pulcritud
que al orbe iluminas claro,
nocturno y brillante faro
que al náufrago prestas guia,
flor de suave ambrosia,
ave de capricho raro.
Al salir del paraíso,
despojado de la gracia.
Dios al hombre én su des^&cíá
por bien tu luz darle quiso.
Por tí sintió de improviso
reanimarse en su calda,
y con la fuerza y la vida
que en su ser dejaste impresas,
á colosales empresas
se lanzó su alma atrevida.
Por ti, de insaciable anhelo
henchido su corazón,
sin bastar á su afición
los tesoros que dá el suelo,
robó las artes al cielo, '
y á los ángeles su estilo.
y con ánimo intra^qtiilo
reuniendo sus fuer);aB todas,
alzó Golosos en Rodas,
Pirámides en el Nilo.
A tn impulso giganteo
domeñó vientos y inares,
y no fueron valladares
su potencia á su deseo.
Ni bastó que el tiempo, ateo
de sus obras peregrinas,
las barriese 'por mezquinas; '
pues por ti con mas nerezas
elevó nuevas grandezas
de sus fecundas ruinas.
Constancia, virtud iñas pur»
de las que el hombre posee,
quien en tu potencia cree
á la gloria se asegura.
En vano Simoun procura,
rodando en la ardiente arena,
quemar la palma serena
que á tu impulso se levanta,
ella hacía el cielo agiganta
los rizos de su melena.
¿Qué empresa tu luz no guia?
¿Y á cual no ^á cima honrosa?
Que el triunfo siempre acosa
por premio de la ósadia.
Y pues quien en tí confia
siente tu impulso fecundo,
por tí con valor profundo,
domando montes de espumas,
del mar á las densas brumas
sorprende Colon su mundo.
Por tí ¡oh divina Constancia!
arrebatando la ciencia
á la natura su esencia,
gozó tu pura fragancia.
Menguó el tiempo la distancia
ante sus nobles inventos*,
y avanzando en sus intentos
el hombre á tu influjo solo,
surcó las nieves del polo
y la región de los vientos.
Constancia, noble virtud
que en el corazón asientas
y al hombre ^iol v\ uiws^ íívnk^^^
Lope de Vega, periódico semanal.
con tierna solicitud.
Sol de estrema pulcritud
que rayos de bien envía;
faro, en la noche sombría
de la terrena existencia:
sé tú, luz de mi conciencia,
sé tú, de mis pasos guia.
Juan. P. de Gu%man.
Madrid.
Lo <iue puedo y lo que no puedo.
Tu hermoso rostro, tu belleza suma
quiero decir, pero me falta voz,
que ahogada brota de mi inquieto labio
por los suspiros de mi tierno amor.
Bl sentimiento que tan bella inspiras
quiero cantar; pero me falta fé
en las débiles cuerdas de mi lira...
que no es fácil cantar como querer.
Y la dulzura que en tu boca vaga
siempre difícil de espresar será,
que eres un ángel que bajó á la tierra
para enseñarme como debo amar.
Mas, la pureza que en el cielo mora
7 que tragiste como emblema aqui,
puedo cantar, por si la fé me falta,
depositando mi esperanza en tí.
Y la virtud, que cual eterno sello,
brilla en tus ojos de radiante luz,
puedo cantar, si inspiración me envia
el ¿er que mora en la región azul.
Pablo Cantó A lienza.
MISCELÁNEA.
Epigrama.
Mi vecina no adivina
como el carbonero medra,
cuando sabe mi vecina
que en vez de carbón de encina
nos vende carbón de piedra.
/. 3Í. YiUergas.
Glíarada.
¿Donde mejor estaré
que mas goce y menos gaste
que en mi primera y segunda
donde todo me complace?
Alli fraguando novelas
6 componiendo romances
mi fantasía remonto
á otros tiempos y lugares-
Ya creo ver en la Alhambra
al famoso moro Tarfe
en su cuarta y prima envuelto
vigilando los adarves.
Ya veo al avaro rico
abrir con múltiples llaves
las arcas de sus tesoros
que se aumentan por intantes,
como que segunda y primera
nunca del dinero hace.
Ora acabo una novela
con un tremendo desastre;
ora con mi dulce todo
hago cesar los afanes
de algún tierno trovador
harto de helarse en la calle.
¿En fin no es esto un placer?
jDonde hay otro que le iguale?
Sí hay alguien que tercia y cuarta
me dice que hago, insultante,
permita Dios que el castigo
en mi dulce todo halle.
Lacerdao.
Solacion i las Charadas del onmero aoUiior.
Después de algún tiempo con todos mis hij(
de noche acostumbro rezar el rosario,
cenar si se encuentra, decir acerlijosv
ó bien dar consejos al chico MACARIO.
Retirólos luego, los duermo, los tapo,
les cierro del cuarto la puerta ó ventana,
y entonces muy quedo, contento me escape
por ver desde fuera la hermosa ADUANA.
Jofé Pep«.
DIRECTOR Y EDITOR RESPONSABLE,
.Aisrxoisrio oa^i^moit.
Imprenta de Casilari.—Caoí^m 11.
ASO I.
DOMINGO 22 DE NOVIEMBRE DE 1863. NÚM. 84.
LOPE DE VEGA.
PERIÓDICO SEMANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
ii ■,»'.
OIEIsrOI-A.S.
lilTEJR^A-TXJÜA..
A tí. Señor, con fervoroso anhelo
herida lanzo mi doliente alma;
á tí. Señor, que desde el alto cielo
sobre el triste derramas dulce calma:
de ti demando plácido consuelo
y de heroica virtud la hermosa palma,
que tú puedes llenar, si. tú Dios mió,
mi pobre corazón que está vacio.
Ay perdóname! ciega y miserable
en la tierra busqué veces sin cuento
objeto que llenara el insondable
hueco anchuroso que en el alma siento.
Y alcé sobre la arena deleznable
altos castillos que barriera el viento
y mundos nuevos de belleza suma
que deshacerse vi como la espuma.
Buscando amor, á veces elevaba
objetos á mi vista peregrinos
y mi exaltada mente los colmaba
de atributos celestes y divinos:
idólatra en sus aras me postraba;
mas ellos que eran débiles, mezquinos,
el prestado oropel no sostenían
y desnudos al fin aparecían.
Entonces por momentos me abatía;
mas otro objeto engataba luego
y el pobre corazón tras él corría
con entusiasmo igual, con igual fuego-
Severa la conciencia le decía:
jDó te vas á estrellar perdido y ciego?
¿No ves que en ese amor hallas tristura?
Adora en el criador, no en la criatura.
Empero no bastaba por mi daño
para templar mi fuego y mi demencia
ni el hielo del amargo desengaño
ni la prudente voz de la conciencia:
¡so
y siempre sumergida en el engaño
amaba cada vez con mas vehemencia
á seres que pagaban mi entusiasmo
con la estridente risa del sarcasmo.
Alguna vez en sueños yo veía
una aurora de amor bella y luciente;
y el universo entero ya creía
trocado en paraíso de repente;
mas la fortuna con su mano impía
me arrancaba del sueño bruscamente:
y enlóncc hallaba el mundo árido y seco,
y el triste corazón cual antes hueco.
Estraña necedad! vivir llorando
por buscar en el mundo una quimera!
¡El cáliz de amargura ir apurando
por de néctar beber gota ligera!
jCuando en arrullo delicioso y blando
Dios rae brindaba dicha verdadera,
y el imperfecto goce de un momento
un año me costaba de tormento!
Por oso (Je luchar ya fatigada
dije vorlieiulo doloroso llanto:
yo quiero mucho amar y ser amada
: no con mundano amor, con amor santo
i ¿En dónde podré hallar ¡desventurada!
, ese celeste, divinal encanto?
• Y al ciego corazón dijo raí mente,
ama solo á tu Dios omnipotente.
! Y aquí me tienes ya, Dios amoroso,
I á tus plantas postrada con fé pura.
I déjame ver tu rostro bondadoso
i y muera yo anegada en tu dulzura.
. aunque bebiera en cáliz ponzoñoso
' brota el alma torrentes de ternura.
¡ pues que sean para ti ¡oh gloria mía!
mí amor, mi inspiración y mí poesía.
AnUqujra.
Yictorina Saenz de Teiadd.
Lope de \rega.
Li DAUi DEL MEDALLÓN,
NOVELA OBIQINAL,
POR EMILIO DE LA CERDA.
GONaUSION.
¿Pero qué estáis diciendo? ¿eslaisloco? To me
Hamo Fioretla Galvano, esposa de un oGcial
del Imperio^ conde de Plomvis.
— No, no; lú eres Laura de Clermonf, la hi-
ja del crimen, nacida en Francia y recogida por
caridad por una persona de corazón generoso,
lú eres...
Un grito terrible lanzado detrás de las cor-
tinas del gabmete hizo volver la cabeza á Ju-
lio.
—¿Quién anJa ahí? cslcamó tomando una luz
y sacando un revólver que preparó mientras se
dirigia á la puerta del gabiuetc. cuyag cortinas
descorrió. Y á la luz de la bujia ^ue Julio
llevaba en la mano, pudo verse el siguiente cua-
dro:
Laura tendida sobre la alfombra vacia des-
mayada. El Sr. de Duran la sostenía llamándola
bija de su corazón. Julia de rodillas al lado de
Laura le hacia aspirar unas esencias en un po-
mo de oro.
Jalio retrocedió con los cabellos erizados.
Crcia estar loco; aquella doble muger, la
inesperada presencia de su padre, lodo le pa-
recía sobrenatural, ó una horrible pesadilla.
Laura abrió los ojos.
— jUíos miel esclamó ¿ha sido un sueño? ese
hombre ha mentido... ha mancillado la memo-
ria de mi madre...
—¡Perdón! hija mia, en nombre de tu madre,
dijo el Sr. de Duran. ^
— ¡Hija mia/ ¿habéis dieho hija mia?... escla-
maron Laura y Julio al mismo tiempo.
— Ah! si... es mi hija... la hija que con tan-
to afaa he estado buscando durante diez años,
la hija de la pobre Enriqueta.
— Ay! esclamó Laura, mi madre se llamaba
Enriqueta! si V. es mi padre. Ahí madre mia,
madre mia... Julio, hermano muí, Dioses gran-
de; Dios quiso que te diera un desengaño pa-
ra evitar un crimen horrendo; pero mira, prosi-
guió sin ver á Julia que lloraba en un ricon os-
curo su perdido amor; mira, Julia te ama, cá-
sate con ella, hazla feliz.
— J^más, jamás, esclamó Julia arrojándose al
cuello de Laura, tute sacrificaste por mi/... él
no me ama ..
—Gran Dios! Julia aquí! eselamó Laura.
-^Si; todo lo be oido oculta en tu alcoba....
tú amabas á Julio, tú te sacrifícastes para que él
se viese libre y me fingiera amor; amor que nan-
ea ha existido... luego propusistes á' mi herma-
no el morir antes de faltar á tu juramento de
no ser mas que de Julio... Ah/ tedo lo sé. Aho-
ra querías acabar tu obra haciendo creer á Ju-
lio que no eras tú la que él creia... ¡generosa
amiga! yo te agradezco todo con el alma; pero
no puedo unirme á un hombre que no me ama...
-— Ah/ Julia, pdrdon... dijo Julio cayendo de
rodillas delante de ella.
— ¿Perdón? ¿y de qué? vuestro corazón es
generoso, quisisteis salvarme; también os lo agra-
dezco.
Julio, encendido de vergüenza al recordar el
motivo que le habia hecho fingirle amante de
Julia, se cubrió la cara con las manos, y per-
manecia aun de rodillas hasta que la voz aeU
marquesa que apareció en el dintel de la puer-
ta le hizo volver en si y levantarse.
— ^Qué veo> Dios mió? esclamó la marquesa ¿qué
significa esto?
— Ah! señora, esclanó Julio, la fatalidad oes
ha reunido en esta casa; la fatalidad dos vá á
separar.
La marquesa no comprendía, pero empezaba
á adivinar.
Con algunas «splicaciones acabó de esclare-
cer sus dudas.
—Madre mia, dijo Julia; puesto que para mi
no puede haber ya felicidad en la tierra, quiero
pedir á V. un favor.
—Habla ¿qué deseas?... Ah/ ya comprendo!
no, no, nunca.
—Si, madre mia, V. comprende que solo ea
la soledad de un claustro puedo hallar la paz
que me ha de faltar mientras viva en- el mundo;
quiero ser monja.
-^/Monja^ Dios mió/ y dejarás i tu madre
sola, inconsolable...
—No, aun quedan á V. dos ángeles que pue-
den ser el consuelo de su vejez; mis hermanitas.
— Ah! nunca pedré consolarme; mi hijo le
muere, mi hija me abandona...
—No, madre mia, yo estaré entretanto rogan-
do á Dios per vuestra felicidad^ por la de mis
hermanas, por la de todos los que be amado
sobre la tierra/
—Querida Julial dijo Laura arrojándose eo
los brazos de su amiga, yo tampoco puedo ser
ya feliz; te acompañaré en tu soledad.
—También tú... esclamó su padre; he deh^
berte hallado para perderte al momento; eh! U
fatalidad se complace en herimos á todos de
un solo golpe...
—Si, padre mió, de hoy mas, la v¡¿a seria pa-
ra mi una|carga insoportable, sino aie ayudan
á llevarla con paciencia... la religión.
Periódico semanal.
•— Ah! Dios mió! bien castigáis mis infames
proyectos de ambición y de venganza, murmu-
ró Julio.
—Vamos Julia, Laura; vamos á dar el últi-
mo adiós á mi pobre hijo; que ignore este ter-
rible desenlance; muera siquiera con la idea de
que su sacrificio no ha sido un sacriGcio estéril;
que crea asegurada la felicidad de Julia...
Cuando quedaron solos padre é hija, éste di-
jo á aquel:
—Padre mió... voy á abandonar á Espafia.
— jQuó dices, Julio.?
— 5j¡, quiero distraerme, voyá viajar...
—¿Bien; pero volverás prontoT
—Tal vez nunca, voy ¿ Italia... alli hay guer-
ra; yo necesito nuevas emociones que me ha-
gan olvidar cuanto he padecido.
La marquesa necesitaba un padre para sus
hijas.
£1 Sf. de Duran, una esposa que le conso-
lase de la pérdida de sus dos hijos.
En este dia, los esposos y las níüas de la
marquesa estabm en la iglesia, como también
el honrado Pedro.
Junto á la pila del agua bendita, cinco jó-
venes, tristes y meditabundos, hablaban en voi
baja.
Eran los amigos.de Julio.
—Pero por fin, Federico, decia uno de ellos,
no me has contado esa historia concerniente á
la Dama del Medallón y á Julio Duran.
—Te la contaré cuando estemos mas despacio.
— Ya se vé, ese maldecido viaje mió á Amé-
rica me tiene tan atrasado de noticias... antes 'de
do entero.
—No te espongas Julio, acuérdate de que no, ayer llegué, y no sé mas, sino que Julio, nues-
te bates por tu nación, que no es una causa que tra pobre amigo, murió en Itaha dos meses des-
te importa defender. pues que yo sali de España. ¿Y quién te ha
—Siempre es bueua b^indera la del partido que contado la historia?
escribe en ella: Independencia y libertad; todos í —El tio José el abaniquero que vivia en una
los hombres son hermanos, su patria el mun- c^sa de mi propiedad en el Avapies, el cual sa-
lió de ella pira marchar á Venecia, su patria,
con un regular capital que le ha legado la Da-
ma del Medallón, ó sea la hermana de Julio.
— /Calla! ¿hermana de Julio?
—Sí, ya lo sabrás todo; ahora atención que
ya empiezan á salir las monjas al coro bajo.
—Bueno es el mundo, bueno, bueno!...
Concluida la ceremonia, un carruaje de cami-
no parado á la puerta de la iglesia, recibía á los
padres de las dos hermanas Sor Teresa de Jesús
SPUiOOO.
Seis meses después recibia yo una carta de
un amigo mió, fechada en Ñapóles. Principia-
ba asi:
Querido amigo Emilio: en este momento aca-
bo de acompañar á su última morada el cada
FIN DE LA DAMA DEL MEDALLÓN.
ver del pobre Julio Duran, muerto en el cam-w Sor Paz; Laura y Julia. El carruaje partió
po de batalla; los pocos amigos suyos españoles ¿acia el camino do ?rancia, en laque hoy vi-
que nos hallamos en esta, podemos dar testimo- ven retirados los últimos miembros de la fami-
nio del valor heroico de este infortunado joven üa j^ Ocampo
á quien en mas de una ocasión hemos visto lan-i Nadie se acuerda ya dé la Dama del Me-
zarse al combate como si un deseo ardiente de dallon.
hallar en él la muerte, le impulsase. No sabe-j El último recuerdo se perdió con el eco que
mos á qué atribmr este tenaz empeño, que al Gn produjeron al cerrarse las puertas de la iglesia.
Je ha llevado al sepulcro. que retumbó por las bóvedas como el adiós que
No dudo que consagrarás una lágrima á su el mundo daba á aquellas dos víctimas de U
memoria, que hartas nos ha hecho derramar [Fatalidad.
Seguian después algunos pormenores de la
guerra.
Me he informado después de la suerte de los
demás personajes de este drama^ y ved aquí lo
que puedo decir acerca de ellos:
£1 dia i de Noviembre de 1861, es decir,
un año después de la muerte de Julio Duran,
la iglesia del convento de'" se hallabí llena de
Senté que concurria á presenciar la profesión
e dos señoras.
Eran estas, Laura y Julia. ^
También en este año habia ocurrido otro su-
ceso notable.
La marquesa de Ocampo yD. Eugenio Du-
ran se babian casado.
A BiANUEL PANCORBO.
Erase un valle galano
Donde la vista descubre
Flores en llanos, y flore?
Sobre los riscos y cumhre^i.
Lope de Vega,
Erase un cielo sereno,
Luces sus astros, y luces
Su pabellón esmaltado.
Sus horizontes azules.
Y érase un manso arroyuelo.
Que por el valle discurre.
Llena de flores la orilla
Porque de ninfas disfrute.
una mañana, altanera
Trepo háoia el cielo una nube;
El sol sonrosó, al mirarla.
El manto conque se cubre;
Pero el arroyo temiendo
Se cierna en lluvia, y enturbie
Sus cristales trasparentes.
Donde sus belleza^^ luce.
Es fama que murmurante.
Que en arroyos es costumbre,
A las flores increpando.
De esta manera prorrumpe:
— «No la miréis deslumbradas
Por su manto de tisúes.
Que dentro del seno lleva
Rayos y truenos la nube.
((No os deslumhréis porque gotas
De vida en su lluvia anuncie.
Que el graniso la aconpaña
Y el aquilón que destruye.
(tYo con las perlas que os riego
De vida os doy néctar dulce.
Tan dulce, que en mil vapores
Libando el sol, lo consume.
«Y con el fresco rocío
Que os dá el alba, cuando sube
Hacia el cielo, y de su falda
Aljófar y oro sacude,
«Esuberantes y bellas
En ofrenda al sacro mimen
Rompéis los tiernos capullos,
Lanzáis los gratos perfumes.
((Mas ay! si su seno abriera,
Chispeando rayos, la nube
Con la tormenta que dentro
De su negro seno bulle.
((Al choque de mil granizos.
Del rayo al primer vislumbre
Muerte bebierais, y muerte
Bebiera en males comunes.
«No la miréis, bellas flores.
Que bajo el manto de tules
El granizo se fermenta,
Y el aqu'úon fiero ruge.» —
No calló, que murmurando
Siguió en sus saltos volubleí-,
Pero lo demás que dijo
Fueron quejas é inquietudes.
Las flores cuando lo oyeron
Temblaron, que sienpre infunden
Temor las murmuraciones,
Y dudas y pesadumbres;
Mas cuando hacia el sol miraron
Y^l sol sonriólas dulce.
Si el sol las dio mas colores
Ellas dieron mas perfume.
La nube entonces sus brazos
Tendió por la eterna cumbre,
Y en leves gotas de lluvia.
Perlas á cargas produce.
No hay yerba, arbusto, ni árbol
Que á peso tal no se abrume
E inclinando las corolas
Perlas las flores sacuden^
Perlas las hojas, y perlas
Los tallos donde se nutren
Y por ramas y por troncos
Perlas á mares discurren.
Mas temblorosas las flores
Alzan los ojos al numen
Titular que las protege.
Porque pió las escude,
Y entonces el Dios crinado.
Padre de flores y luces.
Trazó el arco de colores
Y en humo sorbió la nube.
Fresca brisa dio á los campos
Que revoltosa y voluble
No hay flores que no estremezca^
no hay rama que no columpie,
Y solo el arroyo, solo.
Porque otra vez no murmure.
Por la arena encenagado
Turbio corre y miedo infunde;
Pero crecióse en sus iras,
Y por vengarse, destruye
en sus riveras las flores
Porque de su mal no burlen.
Mas tanta vida bebieron,
Y tanto rico perfume.
Que es fama que desde entonces
Aman las flores las nubes.
Juan. P. de Guxman.
Periódico semanal.
Ved aquí el mágico resorte y el secreto de
toda la maravillosa mecánica de heroísmos y
sacrificios que llevaba á cabo la inculta sen-
cillez de nuestros mayores.
Una sociedad mas adelantada ha sustitui-
do á resorte tan pueril y gastado con otro
estímulo mas útil y positivo, «el oro.»
Bien mirado estamos en un mundo mortal
y perecedero donde todo es deudor á esta
ley de destrucción.
Asi no es estraüo que agonicen:
La gloria.
La moralidad.
La virtud.
Y en su lugar aparezcan:
El interés.
La inmoralidad.
El vicio.
Corruptio unins generatio alterius.
Poder inmenso del oro: Parece mentira
que todas las generaciones de todos los tiem-
pos, se hayan convenido en dar á este metal
un lugar tan preeminente.
Ornnia obediunt pecunia decian ya de su
tiempo los sagrados libros.
Tan antigua es su influencia.
En nuestro siglo, siglo de tan grandes em-
presas, hubiera encontrado Archimedes la pa-
lanca y el punto de apoyo que buscaba para i
mover el mundo.
Parece mentira que el sabio siracusano no
hubiera tropezado en la inmensa palanca que
en el oro se nos ofrece.
;.Qué se resiste á su poderosa acción?
Ella derriba montañas, cambia el curso de
los rios y de los mares, y ella, en fin, mue-
ve la humanidad y el mundo.
¿Se quiere mas?
Su poder alcanza á todas las esferas, adop-
ta todas las formas y se acomoda á todos los
movimientos.
■
Unas veces como rapaz juguetón y travieso
se le ve deslizarse, ocultarse, abrir todas las
puertas ó cegar y aturdir con el polvo y el
estrépito de sus locuras.
Otras veces, inficiona y corrompe, cpmo
soplo pestilente, 6 mina y destruye como ocul-
to gusanillo.
Es el autócrata del mundo, aun en tiem-
po de tantas libertades y autonomías.
El filósofo griego que arrojó á los mares
su oro para ser libre pretendía sacudir el
yugo mas tiránico y humillante.
La inmensa mavoria de los humanos, como
el Midas de la fáLula, reduce á oro cuanto
toca.
El bienestar es oro. el poder, el nombre
lo son también, hasta el tiempo es oro.
Pero al fin Midas se purificó en las aeuas
del Pactólo.
•
Como nada degrada al hombre tanto como
el vicio, no es estraño que veamos prolongar-
se el pabellón auricular de los que como el
desgraciado rey arden en esta sed insacia-
ble...
El oro es evidentemente la síntesis mas
preciosa de cuanto en el mundo existe. No
es estraño que tanto se le ansie.
Lo absoluto de su poder es lo que nos es-
panta.
Sea en buen hora, goces, comodidades,
bienestar material; pero no objeto de honor.,
veneración y culto, que en el mundo solo son
debidos á la virtud y al saber,
La locura humana llega hasta un punto
inconcebible.
A mas sed de riquezas mas privaciones.
El mas perfecto avaro es el mendigo mas
indigente.
¿Comprenderíais la luz entre las sombras,
la virtud entre vicios, la nieve entre las as-
cuas?
Tan absurda es la avaricia.
Y esta que es la mayor de las contradiccio-
nes es también la ma)or de las justicias.
Asi vemos trocarse en suplicio de la vida
lo que hubiera podido ser el manantial de
sus goces.
Es un hecho indesmentible que las moder-
nas generaciones son raquíticas y pigmeas
comparadas con las atlélicas de nuestros as-
cediente de oirás edades.
Asi es que apenas alcanza nuestra vista
hasta donde otras veces llegaban sus brazos.
Ellos mas robustos y dispuestos á la fa-
tiga pudieron locar la cumbre.
Hoy nos falla aliento para subir tan alto.
Asi el templo de la inmortalidad no está
lleno, pero si cerrado como en tiempo de paz
lo estaña el de Jano.
Mas bajo todavía que el polvo que pisan
nuestras plantas se encuentra el oro.
Lope de Vega,
Muy por cima de las cumbres que las nu-
bes coronan está el templo de la inmorta-
lidad.
El camino es espinoso y dificil.
Cuanto mas profundicemos, mas nos hun-
dimos en el polvo.
Cuanto mas nos elevamos, mas sacudimos
8U peso y su miseria.
E.G.
A MI SOBRINA ANGELA.
RBOUERDO.
Ayer^ mi pobre sobrina
á sus padres sonreía
y sus besos reeibia
con alegría infantil,
ufana cual pajarillo
ue en el espacio se mece
como lirio que crece
orgulloso en su pensil.
?
Hoy, tanta dicha j ventura
por siempre desparecieron
y á los besos, sucedieron
tristes ayes de dolor:
y vierten con pena acerba,
al mirar lo que han perdido,
tras doloroso gemido
dulces lágrimas de amor.
Nada en el mundo detiene
de la muerte el rudo brazo,
y ese tan estrecho lazo
ha roto, sin respetar
el dolor mudo de un padre
que per su hija pedia, .
ni la súplica que hacia
un corazón maternal.
Pero... los niños no mueren
que solo mudan de vida*,
y en tu rápida partida
consuela nuestro dolor,
el saber, que allá en el cielo
ángeles mil te reciben,
que ruegan por los que viven
á las plantas del Señor.
Arturo Lengo,
Ya no te quiero, mi Elvira^
adiós, Elvírita, adiós,
porque en dos niñas gemelas
tenga yo puesto mi amor.
Ambas son bellas y hermosas^
y pues me quieren las dos
á las dos tengo entregado
entero mi corazón.
No tengas celos, Elvira,
no tengas celos, por Dios,
que las niñas que yo adoro
niñat de tus ojos son.
Emriqueie Olavarria.
Los pobres tienen salud;
los ricos tienen remedios.
Yo soy mas pobre que el pobre,
pues que soy pobre y me muero.
Pues que soy pobre y me muero
yo soy mas rico que el rico*,
que mi pobreza y mis penas
me hacen en el cielo un sitio.
Solo en mis soledades
mi ayer evoco;
sean penas ó favores,
porqué los lloro?
Porque ya fueron-,
por eso me entristecen.
Ay! mis recuerdos!
Llorando paso los dias;
llorando paso las noches*,
no siento lo que ahora lloro,
siento cuando ya no llore.
Siento cuando ya no llore
porque se acaban m;s lágrimas.
Pena llorada, no es pena*,
pena no llorada, mata.
Por consolarme, á veces,
canto mis penas-,
pero un cantar tan triste...
que las aumenta.
Y así cantando
sin sentirlo, sucede
que vuelvo al llanto.
Yumf- ebn-Sérab.
Perlódioo semaniá.
MISCELÁNEA.
Teatros.
Continúan las representaciones en el
Principd y el del Principe; en este se dan
aunque con escasa concurrencia^ fun-
ciones bastante buenas^ sobresaliendo en
ellas los primeros actores Sres. Guerra
7 Albalat: últimamente ha sido refor-
zada esta compañía con la distinguida
primera actriz D.* Mercedes Buzon^ que
anoche debió presentarse con el Drama
Flores y Perlas.
Por esta adquisición^ que tanto re-
dunda en su beneficio como en el del
público^ felicitamos á la empresa.
También la del Principal se esmera
en complacer: hoj alternan en este lo-
cal dos compañías^ la española y la ita-
liana de la Sra. Santoni.
Esta eminente artista alcanza una
nueva ovaeion cada noche que se pre-
senta: desgraciadamente la concurrencia
no es tan numerosa como debia^ atendi-
do el mérito de la célebre trágica y de
su numerosa compañía.
Por el contrario^ la española obtiene
entradas bastante regulares y los artis-
tas corresponden á esta distinción del
público^ presentando obras tan escogi-
das como bien desempeñadas.
El Jueyes^ dia de S. M. la Reina, se
egecutaron en ambos coliseos magníficas
funciones, repartiéndose en ellas varias
composiciones poéticas, entre las cuales
figuraban las tres que insertamos á con-
tinuación:
A. S. I^.
LA JARDINERA.
Has de saber jardinera,
aunque mi osadia te asombre
al hablar de esta manera,
que la fama que es parlera
corre el mundo con tu nombre.
Y dice, que es peregrina
tu mirada, y que en tu boca
hace una gracia divina^
y que tu voz argentina
constante la paz provoca.
Que en embellecer las floreii
eres muy ducha y muy diestra-,
que te animan sus colores
y que sabes las mejores
cuidar con mano maestra.
Asi á ningunas prefieras
con duras prerogativas-,
pues en el jardin imperas
para que por todas' vivas
para que por todas mueras.
Oh! reparte entre tus fiores
de tu afán el santo fuego,
sin distinción ni favores,
y la prez de tus amores
en cuidado, vida y riego.
Y cuando adviertan que en ellas
tu celo igual se consume,
acabarán sus querellas
y te darán todas bellas
también igual su perfume.
Y probada en tu crisol
serás con placer fecundo,
de las jardineras sol,
y tu jardin español
el primer jardin del mundo.
A S. M. LA REINA.
Naciste y te bendijo
la Reina de la altura,
creciste hermosa y pura
como el primer amor:
el espafiol te adora
porque su madre eres,
porque á tus hijos quieres,
porque les das honor.
La aurora de tu vida
dio luz á estruendo y guerra^
y en enlutada tierra
mecióse tu niñez;
mas tú, sol de la España,
brillaste esplendoroso
en campo portentoso
de lauros y de prez.
Un cuerpo sin el alma,
UD busto sin colores,
«n campo sin vecdc^t^^
Lope de Vega, periódioo semanal.
quedaba á mi nación:
«¡al Arríca!,..» dijiste;
palideqió la Europa;
y tu bisoüa tropa
fué el alma del león.
Tu troDO está basado
en candidos amores,
tu solio brota flores,
tu seno esparce amor;
tu boca es fuente pura
de paz y de consuelo:
tu frente adorna el cielo
con réjio resplandor.
España ha despertado
de su profundo sueño;
Espaita tiene un dueño
Íue corazón le dá;
spañ-i tiene un ángel
que vela por su gloria
y en la futura historia
renombre alcanzará.
Bendita es tu sonrisa,
bendita tu mirada,
tu frente coronada
de seductor laurel:
tu pueblo te idolatra;
por tí en los templos ora;
y de entusiasmo llora,
angélica Isabel.
M. G.
M.
£d los días de S. N. la Reina.
Que sois madre, Señora, de los pobres,
bien lo dice, Señora, la pobreza;
que adoráis el saber; que vuestra mano .
allana los caminos de la ciencia,
la ilustración de mi querida España,
que admiran las naciones estranjeras,
lo publica muy bien: y si no basta,
la envidia con que el mundo nos contempla.
¿Que sois buena española, buena madre,
buena esposa también, y buena nieta
de la Isaoel que conquistaba mundos...
dónde habrá un español que no lo sepa?
Por eso, en este dia, que entusiasta,
el vuestro toda Málaga celebra,
a) recorrer las cuerdas de mi lira
soJo acierto á decir: /Viva la Rein}l
Charada.
Mi primera con tercia
suele dolerme
cuando el tiempo se pone
algo rebelde;
7 es mi segunda
dos letras solamente
que forman una.
Y es mi todo muy fácil
de adivinarlo^
mirando á una criatura
tan solo un rato.
Sé una persona
que muy bueno lo tiene:
se llama, Lola.
E. A.
Soincion á la Charada del número aiilaritf.
Sr. Director del Lope:
Sin pretensiones ninguna^
solo me anima el deseo
de procurarle un recreo
á mi picara fortuna.
Por lo tanto, le suplico
sin ninguna presunción,
inserte esta solución
de vuestra amiga —
Chavioo.
Me gusta mas el paseo
que estar encerrada en casas
y mucho mas, ya lo creo,
ver tras mi toca, quien pasa.
Me gusta, en un desaño
un bonito mete y saca,
que deje al contrario frió
y mas tieso que una estaca.
Y aquel que ufano me diga
que es imposible, que mietUOs
permita Dios que consiga...
atraparme en casamiento.
DIRECTOR Y EDITOR RESPONSABLE,
MÁIiAGA.
Imprenta (ir Casilari.—OM^m 11.
▲90 I.
DOMINOO 29 DE NOVIEMBRE DE 1863. Núm. 85.
LOPE DE VEGA,
PERIÓDICO SEMANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QITB LLEVA ESTE NOMBRE.
la virtud merece recompensa; y elogian el
agradecimiento.
¿Puede darse mayor inconsecuencia?
Porque ¿donde encontrará el hombre un
Contradicción viviente, antitesis personiG-
cada, oposición corporalmente sensible^ tal amigo como el hambre?
es el hombre. { Constancia y sinceridad son sus dos sobre-
Sus acciones son casi siempre directamen- salientes cualidades: ¿qué mas hay que p^
te opuestas á sus pensamientos. dirle?
Asi lo vemos, entre mil actos de la misma
naturaleza, clamar contra la corrupción y
encenagarse en asquerosos placeres; predi-
Y que es constante, absurdo seria negarlo.
Desde que cualquier hombre entabla amis-
tosas relaciones con el hambre, ya puede
car desinterés y desprendimiento mientras la contar con una amiga por todo el tiempo
usura es la ocupación de toda su vida; en- que le plazca.
salzar la fraternidad universal, al mismo | Seguro está que ella lo abandone volunta-
tiempo que rechaza con desprecio y dureza , ñámente.
al desgraciado que le pide socorro. | Es mas: cánsase aquel de tanta intimidad!
No intento investigar ni espoaer la razón huye del hombre; se enconde, y nada consi-
de estos fenómenÓ6:^qel espíritu humano: re-| gue: el hambre le sigue incesantemente^ le
pito solamente una verdad que otros ya han j busca con tierna solicitud, y siempre lo en-
dicho: consignó un hecho, de cuya exactitud cuentra, por mas seguro que él sojuzgue en
puede asegurarse cualquiera que no lo esté,
con solo dirigirse una mirada introspecti-
va.
Pero donde mas patentemente da el hom-
bre una prueba de estas inconsecuencias, es
en su modo de proceder con el hambre.
No tiene el hombre un enemigo á quien
odie tanto como al hambre.
Jamás se reconcilia con ella.
Verla siquiera de léios, le espanta: sentir
su acción sobre él, le horroriza.
ocultos escondriios.
No se aleja del hombre mas que cuando
la arroja á viva fuerza, cuando la rechaza
á bocados.
Y cuando de este modo ha conseguido
apartarla de si, esta fiel amiga no se retira
mucho; sino que se queda espiando el menor
descuido de su ingrato amigo, para arrojar-
se de nuevo á su cuello, acariciarlo con dul-
zura, y estrecharlo cariñosamente entre sus
brazos.
La combate mas que á un ministerio la Siempre se ha llamado á la esperanza in-
oposición, y solo una absoluta necesidad ha-
ce que admita sus relaciones.
Ninguno de los que la padecen, por mas
tolerante que sea la tolera.
Todos tratan de quitársela de encima co-
separable compañera del hombre, y porqué
asi es, se le ha ensalzado hasta las nubes.
Yo no niego el hecho; ¿pero hay en esto
algún gran mérito?
La esperanza es como la anticipada rea-
mo mejor pueden; y á quien no le es dado lizacion de todas las ambiciones del po-
hacerlo de otro modo, «se quita el hambre á deroso. y la satisfacción también anticipada
bofetones.»
Y por último, el principal y constante ob-
jeto de todos los esfuerzos, de todo el traba-
jo del hombre es matar al hambre.
Y sin embargo, los hombres anhelan go-
zar los placeres de la amistad; y dicen que
de todas las necesidades del indigente.
A todos, pues, les es útil; á todos les agra-
da su amistad; nadie la rechaza; todos la
solicitan.
{Qué estraño es, por tanto, que ella sea
constante amiga de tod<\s.^.
Lope de Vega,
Tal voz si alguno pensase nada mas espul-j
sarla de sí, ofendiaa lo abandonaría para',
siempre.
iCuan al contrario sucede con el hambre!
Ya lo he dicho: nadie la tolera, todos la
combalen: nadie la solicita, todos la rechazan.
Y ella sin embargo permanece intimamen-
te unida a los que bien ama todo el tiem-
po (^ue puede.
¡\ cuantos hay que por mas que se esfuer-
zan no consiguen alejarla un paso de ellos!
Si esto no es ser constante y fiel, no sé yo
á que pueda llamársele asi.
En cuanto á la sinceridad de su afecto^
con solo observar que son objeto de él úni-
camente los que nada tienen* está do mani-
fiesto cuan verdadero es.
Porque ¿cuales son las miras interesadas
que pueden llevarla á fingirse amiga (je quien
nada vale, puesto que nada posee?
Y no puede decirse que la esperanza de
que su amigo llegue á ser poderoso la im-
pulsa á obrar de este modo; porque en el
instante que esto sucede, el hambre se reli-
ra satisfecha... de ver á su amigo en tal po-
sición, y él hasta se olvida de que ella existe.
Convengamos, pues, en que el hambre es
un modelo de verdaderos amigos.
;Y qué diremos de sus virtudes?
Dificil es encontrar un hombre que sea su-
geto de muchas de estas.
Pocos son los que tienen alguna en un
grado elevado.
Y esto sucede de tal modo, que á quien
practica una sola virtud, ya la sociedad lo
premia y casi le dispensa todos los vicios que
tenga.
No se verifica lo mismo en la hambre.
En ella se encuentran muchas virtudes, y
todas en un grado eminente: vedlo sino.
Nadie puede acusar al hambre de orgu-
llosa.
Porque ¿quien ha pretendido su amistad
que haya sido despreciado por el hambre?
¿Ni quien la ha visto alguna vez jOLnida
con los poderosos, ó ha tropezado con ella
en las casas de los opulentos, como no estu-
viese acompañando á un mendigo, ó en los
palacios, sino fué llevada por algún pobre
pretendiente? •
De poco liberal no podrá tachársele, pues-
to que nunca tiene nada que dar; y tal es de
sobria, que vive en un continuo ayuno.
Por mas([ue siempre tenga apetito carnal,
no conoce la lujuria: objetos mas dignos de
ella llaman su atención.
Activa: lo es hasta meterle á todo roano;
y tan sufrida, que muchos desearían lo fue-
se menos.
Y por último, el hambre cree firmemente
en la existencia de su bien sumo: mientras
existe, no hace mas que esperar: y tanto es
su amor al prógimo, que siempre lá hallareis
junio al necesitado, siendo con él cariñosa
hasta no abandonarlo por mas miserable que
sea, indulgente hasta encontrarlo todo bue-
no.
¿Quien se atreverá, pues, á decir que el
hambre no es virtuosa basta dejárselo de so-
bra?
Y si es así que el hambre es el summum
de la amistad y la síntesis de todas las vir-
tudes ¿compréndese la razón de ese proce-
der tan ilógico del hombre con ella?
¿Compréndese cómo la humanidad entera
ha decretado esa ley de esterminio contra el
único ser quizás en quien puede encontrar
amistad hasta el heroísmo?
Alcánzanse ios motivos que impulsan a la
sociedad aun en tiempo^ en que no solamen-
te castiga el crimen, sino también premia la
virtud, á huir del hambre donde quiera <me
la encuentra, en vez de ir á buscarla á los
pobres tugurios donde modestamente se ocol-
ta?
¡Inesplicables inconsecuencias humanas!
Cada hombre lanza fuera de si lo que por
encontrar se desvive: la amistad.
Cada hombre destruye en si mismo lo que
en los demás recompensa: la virtud.
¡Oh animal racional, cuantas pruebas das
á cada paso de no ser esto último!!!
Martin.
co emejante i la rosa que en el prado
O stenta hermosa su color divino,
>^ ormando en su matiz anacarado
^ ris dichoso del amor mas fino,
> si mi dulce bien idolatrado,
O ue Dios quiso otorgar á mi destino,
>- si, hermosa Sofía, tú apareces
' ^ osa de amor que á todas oscureces.
i Sorvaslro Quijulmm.
Periódico semanal.
HERNÁN PÉREZ DEL PULGAR.
Qué es ese murmurar armonioso
quo languidez suavísima me inspira
y hace que pulse mi olvidada lira
con sentimiento dulce y delicioso?
Qué es ese monte liquido, espumoso
^e bañada en placer el alma admira,
a cuya vista ya dicha respira
mi corazón herido y congojoso?
Esto que me reanima á la ventura
Ími hermosa ilusión, flor agostada,
ace brotar con nueva galanura
y cual nunca fragante y sonrosada,
no es mas que el agua quo rizada y pura
se desprende en bellísima cascada,
Vict orina Saenz de Tejada.
AnlaquMa.
"■3
EN EL ÁLBUM DE L...
IMITACIÓN DE LAMARTINB.
Pedisme versos y mi pobre lira
Dignos acentos modular no puede.
Que no crece la flor ^n la ribera
Que jugo' y vida, abandonada pierde.
¿Cómo ademas osara el brazo mió
Pintar de flores la ribera alegre.
Sembrar de estrellas el callado cielo.
Clavar sus frutos en la rama verde,
Y tintes dar á la naeiente aurora
Prestando vida á lo que tanta ti^ne?
Si queréis admirar cuanta poesía
El bello suelo en que vivis ofrece-,
En su divino mar, cuando sus aguas
No las rice fugaz céfiro aleve.
En los cristales del tranquilo rio.
En el remanso de la clara fuente.
Vuestros rostros mirad entre sus linfas-,
Que nada alcanza mi infecunda mente
Que pudiera igualar vuestra belleza.
Retratada en las linfas trasparentes
De ese divino mar, cuando sus aguas
No las riza fugaz céfiro aleve.
En los cristales del tranquilo arroyo.
En el remanso de la clara fuente.
MarbelU.— 166S.
E. G.
:R<DTsa:j^i^ojB msTOi^ioo,
Entre una nube de polvo
á todo galope van
quince ginetes cristianos
al castillo del Salar,
que está en poder de los moros,
cuyo alcaide es Mahomat,
caudillo de mucha fama
y de valor sin igual.
¿Mas del moro la bravura
qué se les puede importar,
si al frente de ellos se encuentra
su esforzado capitán.
Pulgar, el de las hazañas,
Hernán Pérez del Pulgar?
Ya llegaron al castillo,
ya ansian el pelear-,
á los moros ya les mandan
su fortaleza entregar.
Mas estos al ver que solos
quince ginetes están
respóndenle con desprecio
al denodado Pulgar,
que no entendiendo de burlas,
«voy por las llaves allá»
les responde, y con los suyos
el muro corre á escalar.
Llueven siívando las flechas,
y las almenas están
coronadas de los moros
y de su alcaide Mahomat.
Atónitos y admirados
de tanta temeridad
arrojan con loca furia
grandes piedras sin cesar.
Una de estas tira al suelo
al temerario Pulgar
á quien muerto creen todos,
puesto que exánime está.
En tropel bajan los moros
al campo para alcanzar
á los pocos españoles
que*no tienen capitán-,
pero entonces Hern¿tn Pérez
que vuelto en sí estaba ya,
atajando con un lienzo
de sangre el ancho raudal,
valor infunde á los suyos.
Lope de Vega,
terror á los moros dá,
y muerte esparce, doquiera
su espada tajante yá.
Entre 1^ turba de infieles
salva el bravo capitán
las puertas en par abiertas
del castillo del Salar.
y allá en la cresta del muro,
^leno de gloria marcial,
a Santiago y España!» grita
ernan Pérez del Pulgar.
Antonio Rodrigue% Villa.
LOS CUADROS VIVOS.
Mirad á Anita.
¡Cuan bella es! que blanquísimo cutis,
que sonrosadas sus megillas, que negras
sus cejas, que carmíneos sus labios, que
pelo tan magnífico, tan abultado!
Pues todo eso es...
Detente, pluma atrevida-, mira que
me pierdes.
Estas malditas plumas de acero tienen
la punta tan aguda como la lengua de
una vívora.
Tomaré una de ave.
Continuo:
Pues señor, toda esa hermosura no es
mas que fie...
¿Qué es esto? Ahora mi pluma se acuer-
da de que en un tiempo formaba parte
de un ala, y quiere volar, se me escapa
de los dedos, y en vano trato de fijar mis
idease pienso una cosa, y mi pluma tra«
za otra.
Sea ella sola responsable de lo que es-
criba en este pedazo de papel.
Pues señor, toda esa hermosura no es
mas que fíctieia, nada mas que una pre-
ciosa máscara, con que Anita remedia
algunas crueldades de la naturaleza.
Acita, no hace otra cosa mas que se-
guir ese impulso que arrastra á la hu-
manidad á imitar lo que apenas podrá
llegar á comprender.
Los hombres son á Dios lo que los ni-
ños á los hombres.
Todo €M imitar.
Un niño, no puede mandar soldadosde
carne y hueso, y manda soldados de pío-
moj no puede montar briosos corceles, y
monta caballos de caña ó de cartón.
Los hombres, no podian inventar una
temperatura constante que en el invier-
no les resguardase de los rigores del
frió, é inventaron las chimeneas; quisie-
ron tener alas, é inventaron los globos;
quisieron tener luz, ¿ inventaron el gas-,
también desearon una vegetación, y for-
maron fiores, arbustos y frutas de cera.
Pero todo imperfecto.
El calor de las chimeneas solo se sien-
te encerrado entre cuatro paredes*, los
globos no tuvieron dirección, y si un dia
llegan á tenerla están espuestos á cual-
quier desgraciado evento-, el gas solo
alumbra un radio limitado-, ese reino
vegetal artificial, carece de olor y de
! sabor.
La muger, cuyo único pensamiento es
(en general) el de agradar, desde que
empieza á tener razón, hasta que se
muere, también imitó la naturaleza.
La fea fué bonita, la morena blanca
como el armiño, la de tez pálida y enfer-
miza, tuvo los colores que presta la sa-
lud y la robustez-, y otras cosas masqas
por sabidas se callan.
¿Queréis saber la historia de Anita j
con ella la de otras Anitas?
¡ Escuchad á mi pluma; ella es la que
habla; ella antes de venir á mi poder for-
mó parte del cuerpo de un ganso á quien
Anita tenia siempre á su lado.
¡ Anita era una muger de su siglo, es
decir, del progresista siglo XIX.
Anita leyó libros en que sus autores
les decian que este mundo no es mas que
una faramalla, que todos nos engañamos
mutuamente, que la verdad es mentira, en
una palabra: que el mundo es un inmen-
so teatro, con el cielo por bambalinas,
la tierra por decoración y la losa del se-
pulcro por telón.
Anita era fea; sino fea, al menos la
faltaba mucho para ser bonita
Anita llegó d los diez y ocho afies sin
que oyera jamás á su paso un galanteo»
sin que ningún hombre la hablase áf
amor.
Feriddioo semanaL
¡Y es tan desgraciada la moger que
no agrada á los diez y ocho añosl
Anita quiso figurar en el gran teatro
del mundo, como una hermosura, pero no
sabia como verificar este milagro.
Un dia, en que debia presentarse en
un baile, su florista le llevó un precioso
adorno compuesto de campanillas azules
salpicadas de rocío.
Anita se lo probó y conoció que le sen-
taba muy mal.
¡Pero era tan bonito!., sentaría tan
bien á una muger blanca y con hermo-
sos colores, v entre las trenzas de un
buen cabello!
Anita contemplaba el adorno y llora-
ba de despecho.
De pronto irguió la cabeza y se sonrió
como debió sonreírse Newton cuando le
cayó la manzana sobre las narices.
Este sabio vio resuelto el gran proble-
ma de la gravitación universal.
Anita vio resuelto el gran problema
de parecer hermosa sin serlo.
Estas flores, se dijo, eran ayer un mi-
serable trapo que cualquiera hubiese ar-
rojado con indiferencia y hoy son dignas
de adornar una cabeza de reina. Y todo
¿porque? por unas tigeras, un poco de
goma y de pintura. Y bien, jno hay flo-
res contrahechas? ¿pues por qué no ha
de haber hermosuras contrahechas?
Anita compró fino colorete premiado
en una exposición con la medalla de oro;
cascarilla superfina y un magnífico aña-
dido para su raquítica cabellera.
Volvió á su casa, se embadurnó la cara,
se colocó el adorno sobre su postizo pelo
y esclamó ensayando al espejo una seduc-
tora sonrisa.
Admirable! Estoy muy bonita! Admi-
rable!
Oh! si, admirable es también un sepul-
cro blanqueado; precípso un reloj de du-
blé; oh! si, muy admirable
Anita vá al baile; consigo su objeto:
saca un novio.
Dado el primer paso en una pendiente
rápida no hay que pensar en retroceder.
Anita siguió siendo un cuadro vivo: una
escultura de carne barnizada; pero está
muy bien pintada-, nadie lo conoce...
Cuando se habla delante de ella demu-
geres que se pintan, no empalidece por
que á una mascara no se la vé nunca em-
palidecer.
Por eso casi todas las mugeres que te-
men empalidecer á la menor palabra que
parezca hacer alusión á su conducta, se
pintan y se blanquean.
Llegará un dia en que Anita se casará
con un ciego novio, y este pobre loco verá
al dia sigiente de su boda que su muger
era solo una joya de plata sobre dorada.
Lectores, os voy á dar un consejo que
acaba de darme mi pluma al oido, muy
quedito para que nadie lo sepa:
Si alguna vez os gusta una muger en
un baile y os enamoráis de ella, la invi-
táis á bailar una polka intima. •• lleváis
guante blanco y...
Ya m^ entendéis; por un usted dispense
os aseguráis de la calidad del género si
es sospechoso.
Mi pluma, quiere escusarse en parte de
su libertad en descubrir faltas agenas;
y lo hace con una cuarteta de Iriarte,
variada según las circunstancias.
A todas y á ninguna
Mis advertencias tocan:
Quien haga aplicaciones
Con su pan se lo coma.
EmiUo de la Cerda.
¡AYÜ!
• • •
Te amo: en mi pecho reina
tu imagen sola.
Del corazón un eco
de amores brota.
Primer suspiro
que tu belleza arranca
del pecho mió.
A amar tu dulce rostro
do se reflejan
Lope de 7egaí,
los encantos mas dulces
de la inocencia^
mando el suspiro
que tu belleza arranca
del pecho mío.
Entre la leve brisa
que en torno tuyo
Yuela, aspirando ansiosa
tu aliento puro^
yá este suspiro
que tu belleza arranca
del pecho mió.
Pura es tu nivea frente;
puro el destallo
de tus ojos que brillan
con luz del cielo,
puro el suspiro
que tu belleza arranca
del pecho mió.
La palma del desierto
la mece el aire.
Palmera es que se mece
tu esbelto talle^
entre el suspiro
que tu belleza arranca
del pecho mió.
Tuyo es mi pensamiento,
tuya es mi alma,
tuyas mis ilusiones
y mi esperanza.
Tuyo el suspiro
que arranca tu belleza
del pecho mió.
LiniTM 1863.
Ricardo Ayuso Espinosa.
I.
«Cómo aroma en el almizcle
es la miel sobre tus labios:
güarte Alláh! luz de mis ojos,
déte el Nabí favor alto.w
Oyerais así la brisa
murmurar en tonos rarios,
cantos que en una mazmorra
oyó decir á un esolavo.
Y era la noche, y la luna
con melancólicos rayos,
sola acompañaba al triste,
por la claraboya entrando.
n.
«Cómo rocío á las flores
tu amor á mi pecho es grato^
Alláh, rawi, te proteja,
para librarte y amarnos.»
Así contestara luego
una fuente susurrando,
trova, que el viento intranquilo
del harem vecino trajo.
Y era la noche, y silencio
sepulcral allí reinando
la doliente melodía
vibró un punto en el ejpacio.
((Cómo al águila su vuelo
sois mi orgullo, rawies claros,
sois de Córdoba los cisnes:
cantad libres, mis esclavos. «
Así terminó esta trova,
sorprendiendo amantes cánticos,
Ald-El-Rkamand, el Ealifa,
del Andalús Emir alto.
Y era la aurora, y el sol
ya el horizonte pasando,
generosidad y amores
cantó con brisas y pájaros.
/non. P. á$ Crtfsmofi.
Granada.
Quiero decirte niña
que amor te tengo
y que tu indiferencia
hiere mi pecho.
No seas ingrata
con aquel que te adora
y te idolatra.
Periódióo semanal.
Tus belliflimos ojos
son dos luceros
que lanzan míraditAs
de yiyo fuego.
Ay! yo quisiera
que mirándome siempre
tú me estuvieras.
Admiro tus encantos
hermosa nina>
y por tu amor^ mi alma
triste suspira.
Y desdeñosa
mi corazón amante
tú me destrozas.
Que feliz ¡ay! seria
el que pudiera
obtener de tu amor
alguna prueba.
Pues á tu lado
felicidad respira
el desgraciado.
Nunca podré olvidarte,
porque te amo
y por tí loco estoy...
¡te quiero tanto!
Mas la desgracia
en pos de mi amor viene...
tú no me amas.
Galeno Reetme.
MI AFICIÓN DE INVIERNO,
Llego á la sierra contento;
arrollando entro la breña,
una veces macilento,
otras moviendo una peña,
ó de golpes dando un ciento.
Tiro veloz un conejo,
muerto queda-, al perro dejo
marchar por ¿1-, presto agarro;
cargo y encieBdo un cigarro
sin caber en el pellejo.
De gozo movida el alma
sigo la ruta sin ealma
en anión de mi Canelo,
que con su cola hacia el cielo
caza de cantueso en palma*
Ya subo tremenda loxahf
ya bajo larga ladera,
ya levanto la paloma,
ya la zorra maiadera
ora se oculta o se asoma.
Ya aquí me 3alta el chorlito
que me atraigo con el pito.
De morada gallineta
mas allá su vuelo quito
tendiéndome la escopeta.
Ya la liebre un sobresalto
al partir me dá, del salto
que egecnta por encima
del maiagallal mas aho
de 7a mas espuesta cima.
Ya observo mi perro quieto
contemplando en un tomillo
algún caprichoso objeto,
que antes de mandarlo, inquieto
dá el avance al gazapillo.
Ya en un olivo el mochuelo
endecha quejas maullando.
Ya el gato uño deja el suelo
y toma, de mi burlando,
un roble que llega al cielo.
Ya una cantada sonora
de la perdiz, mi esperanza,
resonando en lontananza
me entusiasma, me enamora
si el eco á la cumbre alcanza.
¡Al puesto, al puesto! me digo;
doy con él. Pongo el reclamo
y hago meterse conmigo
al pachón, que de su amo
hace su mejor amigo.
De pié sale «el campo dandi
y la jaula de piñones
mi Canelo suspirando
al sentir los señorones,
y yo sin saber temblando.
Uno corre fuerte y fiero
maldiciendo al compañero.
Otro por alto cantando
de furia está regañando
y en la lid es el primero.
Ya un par se viene al momento
que el celo le dá tormento.
Ya algún otro por capricho ^
con ímpetu rasga el vieatA
Lope de Vega, pexiódioo semanal.
pitando en sa idioma. He'^dichoj
Ta tras del ramo eseondida
j envuelta con la maleza
la hembra astuta está acogida^
no mostrando su cabeza
temerosa y abatida.
Hasta que á un descuido^ ufana
pisa la plaza sin miedo.
Mi reclamo se engalana,
7 70 apuntando mu7 quedo
le hago «cantar la tirana.»
De la carrera forzada,
de la rifa 7 la embuchada
del que se acerca ojeando,
de aquel que se yá rabiando
no tengo que decir nada.
En fln, si lo pienso, lloro
del júbilo que atesoro
cuando de caza me escapo;
7 aunque no coja un gazapo
es una añcion que adoro.
José Pep$.
MISCELÁNEA.
Epigramas.
Mi marido, doña Inés,
Es gran hombre 7 guapo chico:
{Es marqués, barón 6 qué es?
Aun ignoro si es marqués,
Pero yaron, certifico.
Siempre soltero Vicente
Soñaba que se casaba-,
T aunque lo hizo felizmente
Cuentan que al día siguiente
Soñó que se divorciaba.
El dia que se casó
Con Celedonio Nemesia,
En el umbral de la iglesia
Con un- cuerno tropezó.
Al punto le leyantó;
Tentóla Dios ó el demonio
Por dársele á Celedonio,
Y al soltarle de sus garras
Dijo: ahi te entrego esas arras
En señal de matrimonio.
Donde Tomás brilla mas
Es en los yersos. Caliste;
T lo peor que 70 he yisto
Son los yersos de Tomás.
J.M.
Charada.
Ha7 en la mar 7 en los rios
mi primera 7 mi segunda,
7 mi segunda 7 teróera
en las compras nos disgusta.
Si yuelyes estas dos sílabas
7 bien lo escrito pronuncias
nombrarás un mineral
de naturaleza dura.
Mi segunda con mi cuarta
á los marineros gusta
hallar en sus escursiones
7 mas si el huraean zumba;
7 el todo es una canción
con que el gondolero arrulla
á las lindas yenecianas
en serenata nocturna.
aOn€B.
Solacion á la Charada del limero aateriir.
Me gusta la muger de oíos melados,
alta, delgada, horrible ó bien preciosa.
Me gusta la chocante 7 la graciosa
de ojos negros, hermosos 7 rasgados.
Me gusta, la que pardos angustiados
téngalos, yieja, amable ó desdeñosa.
Me gusta la que azules, suma cosa,
miren tuertos, derechos ó taimados.
Me gusta la muger hasta estampada
de figurín en el Correo de modas
que de Paris recibo por mu7 bello;
7 si acaso de alguna me elyidaba
conclii70 con decir me gustan todas...
menos la que se encuentre sin Cabbll
Jote P«t«-
DiaSGIOa T EDITOR IBSPONSABLB,
MÁLAGA.
Imprenta d$ AifOrt.— Gomediis il
AÑO I.
DOMINGO 6 DE DICIEMBRE DE 1863.
NÚM. 36.
LOPE DE VEGA,
PEaiÓDICO SEMANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
OIE3SrOIA.S.
XiITEI^.A.TXJIi-A..
EL SEÑOR DE GIRiBAILE
I.
La parte mas pintoresca del reíoo de Jaén
es el cstenso valle que rodean como dos mura-
llas almenadas Sierra Morena y Sierra Segura.
Conforme se sale de Ubeda y Baeza y al otro
lado de su famosa loma, se estiende una lla-
nura de algunas leguas de circuito, enmodio de
la cual selevaiitan Bailen y Linares en primer
término, que se estrecha luego hacia la parte
del norte, dejando á la izquierda empingorota-
do sobre un monte áspero y circular el pueblo
de Vilches, famoso por su ermita y por otras mu-
chas cosas que seria prolijo enumerar. El va-
lle se angosta entre unos montes chatos y des-
poblados que llaman Sierra de Chapines, deja
apenas sitio para una de las últimas colonias
fundadas por Carlos III con el nombre de Ar-
quillos sobre las ruinas de otro pueblo famoso,
vuelve á ensancharse, abandona á Santisteban
colocada en las faldas de la derecha como una
muger sentada en las gradas de un viejo anfi-
teatro romano, al Castellar todavia mas alto, á la
venta de los Santos á la izquierda, y si no fuera
por las asperezas de Barranco Hondo, iria á per-
derse en las interminables llanuras de la Mancha.
Tros rios surcan esns tierjas.
El Guadalimar, poético como su nombre y
enamorado de las gigantes adelfas que se miran
en sus cristalinas aguas; el Guadarrizal, y el
Gualen. cuyo soberbio puente romano tendido do
un monte á otro como un gigante de espaldas
contemplando el abismo, parece un desalío de
la antigüedad á la edad moderna.
La Sierra de Chapines so prolonga en esa
llanura por medio de un monte escarpado cuya
fachada casi perpendicular sostiene en sus hom-
bros las ruinas de un casíillo feudal. Es el án-
gulo saliente de una fortaleza erigida el dia de
ja creación, sobre cuya cresta el hombre ha
querido poner el sello de su fuerza, Giga'nto y
pigmeo!
II.
En las ruinas de esa fortaleza se descubren
rastros de tres razas: la rü:n.jna, la goda y la
árabe. Las líneas rectas y regulares de la
primera se pierden en una ojiva, que no por
ser obra de artista grosero, deja de tener ele-
gancia y, rebuscando entre lus escombros, hemos
encontrado no hace mas do ocho dias, entre las
raices de una higuera loca, s.icudida por los tem-
porales de invierno, restos de mosaicos moru-
nos, que sirvieron tal vez á pavimentar el re-
trete de una sarracena melancólica y enamorada.
A la cuenta, ese castillo sirvió en su origen
á dos fines: á los de la conquista y la paz. Por
sus alrededores pasaba la gran via romana, obra
acabada del imperio, y natural era que en aque-
lla situación casi ínespugnable, se alzara una
obra destinada á protegerla. En sus faldas los mi-
nerales mas codiciados se elaboraban , y cente-
nares de esclavos subian cardados á almacenar-
los en las hondas cuevas del castillo, al amparo
de sus fuertes murallones
Los godos y los árabes le dieron á su vez
el mismo destino y desde su altura la media lu-
na amenazó constante las huestes cristianas que
tuvieron mil veces que alejarse de sus faldas
en la gloriosa época de la reconquista.
Ün soldado aventurero derribó aquella en-
sena ignominiosa y puso en su lugar la ban-
dera de la cruz. En merced de este servicio,
el rey lo colmó de favores, le donó el castillo
y todas las tierras que se vieran desde la torre^
mas elevada. El capitán, que por lo visto lo enten-
dia, levantó un torreón gigantesco que hubiera lle-
gado al cielo si no se lo hubiesen impedido las
leyes físicas, y cuando huho encaramado á lo
alto la úl^pa piedra posible, se subió encima
y miró alrededor.
Todo aquello era suyo.
Al dia siguiente se montó en su caballo ne-
gro, fuerte como una roca y lijero como uqa
pluma, y fué á poner las lindes de su señorío.
Al castillo le dio su propio nombre.
De cuando en cuando volvia a subir á la torre,
miraba aquellas tierras cubiertas de mieses, de
olivos y de vid, aquellos montes que resonaban
con el balido de la oveja y el mugido del toro,
aquellos rios serenos y limpios como la hoja de
su montante, daba al viento su orgullo y escla-
maba:
Yo soy Señor de Giribaile.
No me muero do sed ni de hambre.
Ese dicho soberbio se perpetuó en los la-
bios de sus hijos.
Loi>e de Vega,
III.
Erase por los años ñe 1Í60
Uncía ya muchos que el aventurero habia
traba á randales por la puerta azotaba el ros-
tro de la pobre madre.
Aquella maf^ana se habia levantado al rayar
el día, habia despertado á su hija Asunción,
muerto. i mozuela de diez y ochu abriles que era la en-
Uno de sus nietos era enlóncf^s castellano vi<li^ de las demás' chicas del lugar por sa Iron-
de Giribaile. 'cho de pelo rubio como el oro. y sus ojosazu-
La noche se habia cerrado nogra y tempes- les como el cielo, y juntis habian atendilo al
tnosa Solo tres hres se veian en el ancho ho • cuidado de la casi, mientras que el pidre, b:ien
rizonte Una en la igle-^ia de Vilciies, la segunda viejo de setenta años, cuya ancianidad habia ve-
en la ventana mis alia del cotillo; li tercera nido á dorar el nicimienlo de aquella hija, co-
una legua mas acá: en las orillas «leí Gualen. mo un riyo de so! poniente en un lienzo ile rui-
Ca 'a «ina de csh hiíe-* nre'i?-:ic¡ íb^ u;ia es- ñas, habia salido á trabajar al campo con su hijo
cena del imponente dnma quo vamos á oar- j mayor llamado Juan, gjapo mozo que hubiera
rar. | sido modelo de Hércules en lo antiguo y do
Kn 1 1 i:»Iesii, h lis pies <lo la Virgen del ^^an Cristóbal en lo moderno.
Cantillo, sin elidirse ni d» I» puerta abierta de , aquella casa era una bendición de Dios. Au-
par en p'r, tii del viento húm-Mlo y helado qoe tonia, como buena vieja, tenia el genio cascar-
obügaba á las lechuzís á r volotear graznando reíio; pero queria á sus hj^scon delirio y, mas
por la ii.ive histi encontrar mas abrigo en los que iJum todavía, á Asunción que con sus di-
recodos del edifiíMo, ni did esp'uloso gemir del chos y sus besos le desarrugabí el ceñ >; aca-
huracan que se eng^rganlabí <ntrc los peüiscos bando la madre por quedarse echa una papar-
del monte, una mii;er arroliH fda, casi lesnu- reta siempre que la chica agarraba la imperfecta
da, ron los ojo-j puestos eii la divina efigie, ar- vihuela de a<|uellos tiempos y le can taba una cao-
rasad'ís las mejillas de In^ii'iis y levaiilado el cion morisca, co'io lasque entórices se egerci-
peeho p.)r los «¡ollozos, re/, ibi ó mejor ilicho tabín en traducir lo; jughres vagabundos
gritaba, se relorc a los brizas, juríbi, ofrecía, i Uua tarde, hacía ya mas de dos meses, k
se cillaba. volvía á gritir y volvía á abismarse eso de la puesta del sol, estaba Asunción tañen-
en el desorden lie sus peasamieulo^, qu; habían <le do y cantmdo en el umbral, mientras que su
ser amirgoscomo la desesperación ó crueles co- madre puesta de ospildas daba vueltas á la rue-
rno la vengHuza. ca, minnlj hiuia (íI cinii) El eco ile enfrente
— Mulri'mií! decía con acento salvaje, Midre re,)etia con voz misleriosi los raelíincóücosso-
mia! q e no t 'n:;a perdón dv? D.ííA (|ae se mué- nido* de uaa ctUL^.oi de a^n ire^ «lesdeilados, y
ra de hambre com» un perro! que se muera de la inuchichi, dejan lose arrastrar por el encan-
sed y no enciienl''e quien le dé un vaso de to délas palabras y la vol iptuosid id de la nota,
agua! maldito mil veces, s-'ñora, maMito mil ve- iba bijando la voz, á medida que daba mas pa-
ces Me ha robido ó mi hija, á mi hija que ha- sion al acento. Sus ojos medro cerrados se fijí-
cia raya en el pueblo! mas rubia n!«e uniscan- ban indecii(»sen el collado vecino, cono buscan-
delas, mas limpia qui la patena. Hija mia de do un ser á quien dirigir aquellas tiernas pa-
mis entrañas ¿d )iide estiras ahiri? Perdón, . labras, entre lo> vapores detrio que se levao-
madrec'ta mia; yo no sé lo q\¿ me digo, yo lo tabín al tanto que la cresta relucienie del sol
perdono, señara"; pero qu^^ me devi»*ílva á mi se hundia en el horizonte. De repente parecióle
hij-í. que mo la devuelva. Y mi m irido que ya que aquellos vapores iban tomando cuerpo y Otio
lo sabe y .se ha salido de mi casa comj una este cuerpo se iba aproximando á ella ; abrió los
fier. ; de mi casa q.ie í^sia mafnna estaba tan ojos, m:ró lijamente, quiso hablar y no pudo,
alegre y so^^egadita. Y Juan que ha aülado el A tres pasos <te ella, estaba de pie un hom-
fiJC^a V yo que los he empujado y que les he bre. No se le antojó hombro, se Je antojó ángel,
dicíio á los dos que vayan y que lo mat^n. Per-! Erase un joven como de veintidós a&os, de
don, madre mij, yo no sé lo que he hecho. De- cabellos mas negros que el ébano y de ojos mas
volvedme á mi bija, salvad á mi hombre, salvad negros que sus cabellos Los últimos reflejos
á mi hijo! j del sol doraban su tez m )rena y sacaban fantis-
Y la vieja cayó de naevo en tal abatimien- ticos fesplandores déla rica pedrería que adop-
to, que á 00 ser por lo agitado de su respiración naba su traje de caza y de la finísima malla de
hubierase dicho que era la estatua del dolor pro- ; su cota. Estaba de pié, con los brazos pcD-
fano tallada á los pies del dolor sagrado que ' dientes á lo largo y las manos cruzadas en uní
Maria representa. actitud de admiración reflexiva que también re-
Ási pasó una gran parte de la noche. El trataba su mirada de fuego, fija en el blanco st-
huraean arreciaba cada vez mas, la iglesia se no de la virgen,
bamboleaba en sus cimientos y la lluvia que en I Esta le vio temblorosa moTcrse iMlameole
Periódico semanal.
Lacia ella, doblarse, registrar con cenlclíe^inles Asunción palidoció.
ojos los lesoros mal recHla.los por »il eiUicahifrlo Alf^fin ;s si»^ inilos licspaas oslaba á s^i lada
corpino y tJ''posil;ir en sus labios el bt\S) c^lla- el Señor «le G ribr'lií. Aíimoion uj suj).) lo que
doy misterioso del dc'eíL;. No pulo mis, su^ le p:is:d)a Oyó una p.ihbra de amor susurrada
lab os se abrieron y dieron paso á rm grito «lio- en sus indos con -ícenlo tv'ai')! iroso, y cisi al
gado de dolor que timbien podía louiiirse |)or mismo tiempo pisnlüs de cibillos y gritos de
un quejido mal reprimido de placer. CHzado»-es que se aproxiiuibu); lueí^ó una muger
La madre se levantó sobresaltada, corrió á que se burlaba de su turbicion, algunos chistes
su hija, la encontró desmayada eo el suelo, alzó groseros y una apuesta vergonzosa para su honra,
los ojos, vio á un hombre que se retiraba por . Dos brazos robustos enlazaron su débil talle»
el camino de la Sierra, dio un salto como una la levantaron en alto y la colocaron en la grupa
pantera y le asió de las vestiu entas. de un cab-illo.
£1 maoctbose enderezó como un león ofen- El caballo partió ligero como el viento,
dido, y volvió la cabeZ'i háci i Antonia. ; La turba de los cazidores lo siguió con gri-
Al verle, cayó esta de hinojos á sus plantas. 'tos de Síilvage rei^ocijo.
£1 siguió su camino con paso lento y descuidado. { Asunción pulo gritar y no lo hizo.
—Dios raio! esclamó la pobre muger, cuando ¡' ¿Porqué? Quien es cqnz de idvina.-lo!
le hubo perdido de vista. Dios mió! £1 señor i £1 Señor de Giribaile iba muy contento: ha-
de Giribaile! ' bia hecljo buena caza.
Y escondió su rostro colas manos como para ^ Antonia salió á su puerta al ruido y retro-
nó ver el porvenir, cedió espantada al ver la cabalg'ita que atra-
j-y-^ vesaba como una Hecha la llanura.
Keconoció á su hija y maldijo la hora de sus
Antonia no le dijo nada á su marido; pero nupcias
desde aquel dia veló s« bie su lija con a ]uel Su marido y su hijosubian cantando por la
amor de madre que no teñe coniii ¡ración con veredilla de la c:»sa.
nada de este mundo Si la mo/ ela bijiba al la- Antonia se abalanzó á ellos, les SHlaló la
vadero, la seguía con la vista ika^k* lo mas alto alejíre coniifiva, y esclamó con voz sorda:
de la colina y no se v<»lvia atrás sino cuando la j Mitad oí mat'<dlo/
veja ya reunida con sus compañeras de trabajo. { Las nubes se arremolinaban en el horizonte
Por la tarde iba ella misma á buscarla y se le y dos hombres arenados y furiosos, saltan lo ma-
conocía en la cara la satisfacción^ cuando su hija tas y breñas, se dingiau á las márgenes del
le contestaba con la mayor inocencia á I is pre- Gualen
guillas llenas de sencilla malicia que su cariño y
su zozobra le 8Uf;erian.
Sin embargo, de cuando en cuando la volvía
á poner en cuidado un suspiro que se escapaba
Antonia se fué á la iglesia
V.
del pecho de la joven, al mirar la vihuela'que| El viejo y su hijo fueron á llamar á la puerta-
desde el dia en que la sorprendió el mancebo de un molino situado á la misma lengua del agUH^
no Inbian vuelto á tocar sus m<nos. en uno de los reoodos que forma el totuoso
¿Era un suspiro de amor? jp]ra un recuerdo Gualen.
ó una esperanza? j Ese moüno que entonces era una casich i de
¡Quien sabe! .Hay tantos misterios en el co- piedra y barro con techo de cafHs y }er!>as, sub-
razón de una doncella! siste toil'* vía, reformado por sus actuales dueños.
A medida que pasaban días, se iba Antonia
Se llama el molino del Oro.
tran(]uilizando. Una tarde so entretuvo en casa Repetidas veces golpearon la puerta en va-
y no fué al lavadero por Asunción. Volvíale esta no. £1 silvido del viento y el chapalateo déla
sola, tarareando su canción morisca y mirantio lluvia ahogaban sus golpes,
con cierto negro presentimiento la caza que un Juan pateaba de rabia, y ya la puerta iba
h<'«lcon de los mas hábiles, daba á una pobre pa- á ceder á sus desesperados esfuerztis, cuando
loma torcaz £| avecilla indefensa volaba y re- una vo/ varonil esclamó dentro de la casa en*
volaba, trazindo círculos mil; pero su enemigóla tre enfadada y soñolienta:
seguía de cerca y como si la fascinara, cada vez — ¿Quien diablos llauD á estas horas á la puerta
la iba abatieu.lo unSy hasta que ca^i exánime \ino del molino? Si es caminiute estraviado, tomo |a
a caer á las plantas de Asunción. j trocha que verá á la i/.quierda, pase el puente
£1 halcón lanzó un giito terrible al precipí-¡y vaya á pedir hospitalidad a) castillo, que aquí
tarse sobre su presa, y una esciamacion de ale-, no hay cama ni lumbre, ni 'iunque la hubiera
gria le contestó como un eco al otro lado de ¿os es posada qu^ abre sin mas ni mas la púert
leotiscales. ' al primero qua se lo antojo llamar.
I
Lope de Vega,
—¡Al fin quiso Dios/ esclamó el viejo: abre,
Pepe, abre por todos los santos, que somos no-
sotros que venimos en busca tuya para que nos
ayudes, en el trance mas amargo del mundo.
—La virgen del Castillo me valga! si es el pa-
dre de Asunción! si es Juan! dijo el de adentro, y
descolgó la cadena que sugetaba las dos hojas
de la puerta.
Erase un mozalvetc de veinte anos, fuerte co-
mo un roble y sano como una manzana. Harto
de trabajar, estaba roncando á pierna suelta so-
bre unos sacos de harina cuando logró des-
pertarle el alboroto de los de fuera. Aloirsu
voz se echó de la cama y levantando en alto
el candil cuya luz sacudió fuertemente una rá-
faga de viento, miró el rostro de los rccienlle-
gados.
Estos entraron, ó mejor dicho, se precipitaron
en la habitación.
Venian chorreando agua. En sus pálidos la-
bios, en sus apretados dientes, y en su mirada
de, fuego^ vio el molinero una tempestad mayor
que la que conmovia á aquella hora hasta los
cimientos de su casa.
— Dios mió! qué ha pasado?
—¿Qué ha de pasar? repuso el padre; que ya
DO se pueden aguantar los desmanes del Señor;
que hace ocho dias que de una almena del castillo
cuelga el cadáver de Antón, por haberse atrevido
¿ matir un perro de presa que le habia mor-
dido á su hijo; que anteayer ..ha cruzado de un
iat¡p;azo el rostro del viejo Martin, sin respetar
sus canas y su edad; (jue es un tirano, un ase-
sino, un ladrón; que me ha robado mi hija, que
te ha quitado la novia/
El mozo creyó que era presa de una horri-
ble pesadilla. Se pasó la mano por la frente,
lanzó un rugido y echó mano de sus armas.
Aquellos tres hombres concertaron entonces
el proyecto de su venganza. Cuando lo hubieron
madurado, Juan volvió h salir y fué levantando
uno á uno á todos sus deudos y amigos, para
que acudiesen al molino del Oro.
Todavia faltaban muchas horas para amane-
cer y ya se habian juntada mas de cincuenta.
(Se roncluirá.)
/. de Carvajal' Ilue,
ROMANCE ANTIGUO.
El Rey Don Sancho Segundo
muy mala fama tenia
desque ovo quitado el reino
á sujliermano Don García^
y desque le puso cerco
á Zamora^ aquesa villa
que él Duero y Peña-tajada
y cien torres fortifican,
y que Fernando, su padre,
á Urraca dado le habia:
muy grand descontento el reino
por esse fecho tenia,
y desgracias y desastre»
á Don Sancho predecía.
Pensativo estaba el Rey-,
dentro su tienda yacia-,
en un sitial de madera
su cuerpo tendido habia,
y en una mesa cercana
ambos los brazos ponia;
la frente entre las sus manos;
habia grand melancolía.
Los mayores de su casa
en derredor le asistían-,
allí Don Diego de Lara
estaba, y Rodrigo Diaz,
y otros muchos caballeros
de nobleza y de hidalguía.
Centinelas ya en las puertas,
que nadie pasar debia-,
estaba el Real muy guardado,
que grand cautela y habia.
Los ánimas ya tocadas
en Zamora, aquesa villa,
entró en la tienda un romero,
y á los homes que allí habia
demandó quien era el Rey
porque fablarle quería.
Es muy viejo el peregrino-,
un grueso bordón traía,
sus conchas y su sombrero,
blanca barba y muy crecida.
Desque supo quien el Rey
era de cuantos y habia,
fincó en tierra afinojado,
y fabló de aquesta guisa:
«Señor, un pobre romero,
su romería cumplida,
camina á Palencia, y viene
de Santiago de Galicia:
una jornada muy larga
he fecho en aqueste día,
y descanso necesito,
y á pediroosle venia-,
dadme. Señor, hospedage,
y Dios os bendeciría.»
Periódico semanal.
w^»,mt^mmm «ft*^
Muy airado dice el Rey
que por donde entrado habia,
que los guardas de su campo
passar no le dejarían-,
que si por arte de magia
ó infernal hechicería
en la tienda hubiese entrado,
que Ijiego se partiría,
y que á los guardas del Real,
de castigar el habia,
y que á un tal peregrino
hospedage non daria.
Fabló entonces con mesura
el Cid de Vivar, Ruy Díaz
y díjole al Rey: «Señor,
vuesa orden yo cumpliría
y al peregrino romero
echar de la tienda habria-,
mas heis de considerar
que él hospedage os pedia;
que á nadie negarse debe
un don de tanta valia;
que non hay cosa de magia,
nin yo veo hechicería;
y que si vos non le dais
la posada que os pedia,
de grado vendrá conmigo
á la tienda que yo habia.»
((Non faredes tal, repuso
Don Sancho con grande ira,
ó echaroos hó de mi reino,
y el algo os confiscarla;
y aquese viejo romero
que á importunarme venia,
vayase de mi presencia
y ande luego la su via.»
((Rey D. Sancho, Rey D. Sancho,
el romero respondía
con muy irritada voz;
bien oiréis lo que decía;
porque negáis hospedage
contra las leyes divinas,
y al que protege al cuitado
le amenazáis con mancilla;
porque quitasteis el Reino
á vueso hermano García,
y á Zamora pretendéis
quitar á Urraca, la fija
del glorioso Rey Fernando,
que se la dio en la agonía,
mala muerte hais de tener
unte del seteno dia:
de mataroos ha un traidor
que vueso amigo fingía,
con venablo que en la espalda
vos abra grande ferida.»
Así fabló, y desparece
tras estas palabras dichas
el anciano peregrino
que en la tienda entrado habia:
y antes que el seteno sol
alumbrase las umbrías,
por la mano de Vellido
se cumplió la profecía.
Ramón Linares.
PREMIOS A LA VIRTUD.
..A fin de que tu andes el bacu camino,
7 guardes laa Teredas de los justos.. ProT.
cap.S/'Y. ÍO.
Dos resortes ha puesto la naturaleza á los
lados de la voluntad humana para moverla y
dirigirla, (dice el abate Spedalieri.) El ape-
tito del bien, y el aborrecimiento del mal.
El temor de un castigo que amenaza, nos re-
trae de la violación de las leyes; la esperan-
za de un bien, nos estimula. Aunque el cé-
lebre Teólogo Siciliano no cree posible la
existencia de premios relativos á las penas con
que las leyes castigan el delito, y con fun-
dada razón, puesto que si el castigo ha de
aplicarse al infractor de la leyes, el premio
relativamente debe ser al observador de ellas,
y en este concepto seria preciso premiar á la
inmensa mayoría de la 'sociedad que las ob-
serva y cumple, y que al cumplirlas no va
mas allá de sus deberes; debemos sin em-
bargo fijar nuestra consideración, en que la
virtud es algo mas que el cumplimiento de
las leyes sociales, y así se vé claramente, que
la doctrina del ilustre abate no contradice la
creencia que sustentamos.
El ser que piensa y quiere, no es movido
en sus obras mecánicamente como las fuerzas
ciegas de la naluraleza, ni instintivamente
como los seres irracionales; en él, la inteli-
gencia vé el bien á que la voluntad se dirige
o para reducirlo á mas precisos términos, hay
una causa ó razón de todos sus actos. Las
creencian rclif-iosas de todos los paises. aun
las de aquellos adonde no ha penetrado la
Lope de Vegn,
verdadera dootrioa, pero que llevan en si evi- La sabiduría difisa que ha creado al bom-
denles vestigios de una verdad primiliva, bre so-ial. promete un eteruo premio á sus
transformada y oscurecida, hau eslaclo con- virtudes, que hacen feliz y permanente su
testes en asignar esta caus i y razón á ciertas asociación al hombre, y en esto premio se
acciones, de fines mas dignos y elevados que vé recompensado el sacriGcio y abnegación
los del estrecho círculo en que nos movemos, quo. I9 virtud exige. Si lo que el hombre eo
La virtud que no tiene su razonde ser en la sus débiles recursos puede ofrecerle, fuera
recompeisa que pueda ofrecerle el mundo, su única recompensa, dejarla de existir todo
halla en el digno premio que la religión le género de virtudes en el mundo. Mas sinem-
enseña, mas allá del sepulcro, la suiiciente bargo. vemos á cada momento seres verda-
razón de su existencia. La idea pues de un deraniente virtuosos, pero cuyo temple de
Dios justo hace posible la virtud en la tierra, alma no es tal que resista a las adversidades
y al consagrarla las creencias de todos los con que pueda tropezar en su camino, que
pueblos, parecen ceder á un sentimiento que desfallecen y decaen en las contrariedades y
imprime en nosotros la naturaleza misma, obsiáeulos que puedan estorbar su paso. Es-
Y a la verdad, ¿quien ha sido testigo impa- le es el mayor número de los que practican
sible de esos suhlinies actos de virtml que la virtud sobre la tierra, que tal es la débil
hacen brotar lágrimas de religioso entusias- condición de la naturaleza humana. Los ra-
mo, sin ambicionar en aquellos instantes te- roñes de fortaleza, según el decir del sagra-
soros de ventura que derramar sobre tan no- do testo, superiores á todas las aflicciones y
bles seres, y con que premiar dignamente su adversidades del mundo, son lucidos meteó-
abnegacion y sacrificio Tan elevado senli- rosque no siempre brillan sobre nuestro cie-
mientoes ersentimiento de la naturaleza. So- lo. Para estos genios del bien, en que todo
lo las aberraciones, de que es susceptible la es amor y abnegación, nada es el mundo
inteligencia humana desprovista de la revé- y cuanto el mundo puede ofrecerle; el fin de
lacion divina, han podido consagrar como sus sublimes hechos, y sus aspiraciones esta
virtudes, verdaderos crímenes, y hecho be- mucho mas elevado que los pequeños alcances
bor la cicuta al filósofo mas justo y mas sa- del hombre.
bio de la Grecia. i Para aquellos, si la sociedad agradecida
El cristianismo al dar la noción absoluta ofrece premio para sus virtudes es un eslímulo
y precisa de la virtud, con un profundo co- mas, un medio tal vez eficasisirao para ven-
nocimiento del corazón humano como obra cer diticiiltades, que de otro modo quizás le
del autor de la naturaleza misma, y al pre- hubieran hecho desfallecer en su santa empre-
dicar el desprecio del mundo y sus vanida sa. La sociedad misma interesada en el bien
des. puesto que los dias de esta miserable desús asociados, eslá en el deber de no des-
vida pasan como la sombra, y solo es estable perdiciar medio alguno para el bienestar de
lavidí del espíritu, infundió en el ánimo del susindivi uos.yal recompensar las virlude»
creyente la persuacion de que hay un Dios de sus hijos, les impide decaer en su ardoroso
justo que premia y castiga Los que sostienen y religioso celo, les anima, y estimula^ y al
<|ue nada hay mas allá del sepidcro, y que mnllipücar las virtudes sobre la tierra, con-
los deslinosdel rey de la creación se circuns- tribuye á hacer en cuanto es posible, feliz y
criben á este mundo de miserias en que se venturosa la mansión intranquila del hom-
agita, y que no consigue satisfacer sus infi- bre.
níias aspiraciones, ¿eótnocomprenílen I exis- Si l.i sociedad tiene coronas para sus sa-
tencia social del hombre? Si la abnegación y bio^ y sus héroes, y obeliscos y monumentos
el desprendimiento de la virtud no han de para eternizar la memoria de los que haa
tener alguna vez digna recompensa, ¿cómo merecido bien de la patria, ¿porqué no ha
es posible su exislencia en el mundo? Y ;í1 de reservar también digna recomp nsa para
"desaparecer el último resto de virtud del co- las virtudes de aquells héroes de caridad.
razón humano, /puede exislir ti hombre jun- qiie pasan haciendo lien sobre la tierra? ¿No
to al hombre? Tan horrible creencia relega- es tan digno á nuestro reconocimiento, el que
Ha á las selvas, á la v da del brulo. al ser poseído de un intonso amor por el l^probre
freado k tR)ágen y senoejanza de Dios, se sacrifica por el que sufre ó neceaila, lie-
i
Periódioo lemanal.
vando el consuelo k las almas prúximas qui-
zás á desesperar en eA dolor y la indigencia,
como el defensor del honor é independencia
de su patria, y el sabio qoe la ilustra y en-
seña?
El premio alas virtudes es indudablemente
un paso mas en la regeneración social. Mas
sin embarco, los encargados de la noble mi-
sión de premiarlas en el mundo, no deben
olvidar que la sincera virtud siempre es mo-
desta, que se esconde á las miradas índis-
cretasdel mundo, quees preciso ir á buscarla
en los ocultos rincones donde hay aflicciones
y miserias que consolar, aue la impostura,
siempre descarada, busca la luz del día que
ponga á la vista de todos el falso mérito de
sus interesadas acciones, y que en esta, mas
que en ninguna otra ocasión, es indispensable
la mayor escrupulosidad y rigorosa justicia.
No dudéis que al depositar vuestra ofren-
da para tan altos fines, y ai recompensar la
virtud, os anticipáis y ayudáis á la obra de
la providencia, apresurando la regen.Tacion
social, y el reinado de Dios en el mundo,
que es el reinado de la verdad y de la jus-
ticia.
Eloy Garda.
en dulce placer mecida,
remedia nuestro dolorl
El amor.
S
{Y un ángel que brinda en alaa
e un aura sublime y pura,
á las hermosas las galas
conque aumenten su hermosurat
La ventura.
¿Y una virgen que en el cielo,
límpido sol de belleza,
nos hace ver con anhelo
de la virtud la grandeza?
La pureza.
Pues tú, que admirar me viste
de estas gracias la dulzura,
cuando á mí te apareciste,
te adoré, porque reuniste
AMOR, PUREZA T VENTURA.
A MARÍA INMACULADA.
VAdrM.
/. /. Jiménez Delgado.
" ■ ' ■>«'-***
MISCELÁNEA.
Es el pecado, sombra aue oscurece
el brillo y esplendor del alma humana,
cuando de ella la luz desaparece,
que del rostro de Dios pura dimana;
y es prueba de que Dios nos aborrece
cuando ese brillo el alma no engalana;
por lo cual suceder no pudo un dia
que sin tal esplendor fuese María.
M. P. G.
En un álbum.
A LA Srta. D.* Julia Erro.
¿Hual es la flor que en la vida,
con perfume embriagador.
Teatros.
Cada dia es mayor la animación que
reina en el Principal.
La empresa y los artistas continnan
esmerándose en complacer al público, 7
este á su vez, acude á aplaudir los bue-
nos espectáculos qu>e se le ofrecen.
Últimamente se ha puesto en e^oeiia
El Jorobado, drama de gran aparato qM
ha proporcionado muy reculares entra-
das, allanando la buena dirección y los
sacrificios pecuniarios de la empresa loi
muchos obstáculos que ofrece el presen-
tar dignamente, como ha sucedido, una
obra de esta Índole en el reducido esce*
nario de este teatro.
También en el del Prtncips ee egeca-
tan obras escelentes, sobresaliendo en
ellas la Kra. Buzón y el Sr. Guerra, que
son escuchados y aplaudidos cada vez
con mas gusto por los buenos aficiona-
dos.
Anoche debió tener lugar la primera
representación del, drama ¿oi Co^acots
Lope de Vega, periódico flemanal.
' — ^ i r I II I 11 . j
para el cual no ha omitido la empresa
gasto alguno, construyéndose todo su
grandioso aparato 7 pintándose varias
decoraciones por el distinguido artista
D. Manuel Montesinos.
Publicaremos en seguida una estensa
Revista, que nos han ofrecido, ocupán-
dose con toda imparcialidad de los tra-
bajos presentados hasta hoy por ambas
compañías.
Lope de Vega.
Están terminándose los ensayos de En
las astas del toro y Bruno el Tegedor^ que
son las obras anuncFadas para la sesión
que egecutará esta sociedad á mediados
del presente mes.
Dijo Miguel el soltero,
que solo él decirlo pudo,
«Usted si que no es cornudo.
Señor Don Pedro Roncero.»
Mas Pedro, que se deshace
de fino según el uso,
al momento le repuso:
«Gracias, favor que usted me hace!
Dijo en el sorteo Carlos
al alcalde algo indeciso:
<(Si me llamo Carlos Sánchez,
¿Cómo lie de ser Carlos quinto?»
Pablo Cantó Atienta.
Carta-Revista.
En el próximo número insertaremos
una que dirige á su amigo R. G. A. el
señor Licenciado Vidriera.
Estudios literarios.
LA NOVELA HASTA CERVANTES.
También tenemos en nuestro poder es-
te interesante artículo, que publicare-
mos á la mayor brevedad, suplicando á
su autor, nuestro apreciable amigo don
Manuel Pancorbo, nos dispense sr el mu-
cho material atrasado y las limitadas
condiciones del Semanario no nos han
permitido insertarlo antes, como hubié-
ramos deseado.
Epigramas.
«Envieme usted dinero,
un hijo á un padre escribia,
que no estoy en capitales.»
Y el padre desde Galicia,
avaro le contestó
á la carta recibida:
((Si no estás en capitales,
tampoco estoy en provincias, >>
Charada.
Primera, cuarta y tercera
el nombre de una muger-,
mi segunda con mi teroia
un vicho ladino es;
y él todo de esta charada
planta que huele muy bien.
Un Amigo.
Solución á la Charada del DÚmero aolerior.
Hacia la bella España
llena de gozo el alma
eil un brick barca inglés yo navegaba
procedente de estraña
nación sin vida, en calma ^
con un caro italiano que me amaba.
A él solo conversaba
mientras á toda vela
el buque costeando
sobre rizada estela
iba la roca y cala atrás dejando.
Toquéle á sus amores,
y entonces impaciente dijo: á Lola,
cual gondolero antiguo
mil veces cantaré la BARCAROLA.
José Pepe.
DIRECTOR Y EDITOR RESPONSABLE,
MÁLAGA.
Imprenta de Cocían.— Comedias II
aho i.
DOMINGO 13 DE DICIEMBRE DE 1863.
NÚM. 87
LOPE DE VEGA.
PERIÓDICO SEMANAL DEDICADO A LA SOCIEDAD QUE LLEVA ESTE NOMBRE.
I^ITEI^A.T"CrDFlA..
A.IirrES.
e. j.ii
^
ANIVERSARIO
DE LA MUERTE
DE TORRIJOS Y SUS COMPASEROS.
a
Cobarde y femenlido el torpe bando
ue dobla la rodilla ante las aras
el fiero despotismo, y rinde culto
á deidad tan cruel y sanguinaria;
de sangre liberal siempre sediento,
pues hasta el nombre liberal le espanta,
cuando ^n abierta lid no le vencia,
nefando, á la traición se refugiaba;
que á trueque de lograr su vil empeño
la razón y la ley. bárbaro, hollara.
La ley, la humanidad! ¿qué eran, decidme,
para el bando servil? Solo palabras.
jPor eso ciego, desbocado, loco,
sin en cuenta tener la negra mancha
que imprime la traición al que la abriga,
y por siempre jamás su nombre infama,
traidor, vil, inhumano ser quería
si á su saña mas libres inmolaba.
Oh maldita traición! Siempre alevosa
arrancaste de tierra hospitalaria
un puñado de héroes que- gemían
la esclavitud de su querida patria.
Ardiendo en santo fuego, eran sus votos
porque fuese feliz, libre, y ansiaban
de patria y libertad oir el grito
Íen su ayuda esgrimir la noble espada,
orazones leales, pechos francos,
al dolo agenas sus ardientes almas,
inocentes cayeron en el lazo
3ue, artero, le tendió la impía saña
el hombre fementido á quien la historia
asesino y verdugo solo llama
Y vinieron ay Dios! y ebrios de gozo
al divisar. lasMajagueüas playas,
cantos de libertad al cielo alzaron;
no sospechando la traición nefanda.
Y pisaron la tierra... ¿pero donde,
á do la hueste está, audaz, bizarra^
que á su canto responda, y con las suyas
por patria y libertad una sus armas.
«¡Viva la libertad!..» Pero su grito
eco tan solo en los espacios halla:
DO hay una voz amiga que responda,
ni se vé quien acuda á su llamada...
No es la libertad que ansiosos buscan
la que van á encontrar; no en lides bravas
contra enemiga gente peleando
su sangre va á correr por conquistarla;
su sangre va á correr en el cadalso
que el verdugo Moreno les levanta....
Helos alH... Doblada la rodilla
á Dios elevan férvida plegaria;
un UKTmento después, ¡ay! desprendidas
de sus cuerpos á Dios vuelan sus almas!!
Ya no existen... En cambio su memoria
perdurable será y siempre grata.
Manes ilustres! el eíerno sueño
dormid en paz. En torno de la helada
tumba que encierra restos tan queridos,
los hiios todos de la invicta Málaga
ser libres ó morir tienen jurado,
no mas sufrir dominación tirana.
Publicamos esta sentida composicioo de uno de nuestros poetas malagueños, conside-
rándola muv oportuna con motivo de haber sido el Viernes último el anircrsario del sa-
crificio do Torrijos y sus compañeros.
Lope de Vega,
EL SEÑOR DE GIRIBAILE.
CONCLUSIÓN.
VI.
Asuncum dormía mientras tanto en brazos de
6U amanto.
La cstanoia estaba ricamente aderezada á es-
tilo del siglo.
Las paredes desaparecían bajo tapices de pie-
les adobadas y flexibles como la seda. Grandes
sillones de esculpidos doseles hacían juego con gi-
. gantescos muebles de madera cuajados de atri-
oulos guerreros y de cacería. Una lámpara col-
gada del techo alumbraba á medías el primoroso
artesonado v derramaba su luz sobre el Seüor
y su manceba.
La respiración de esta era agitada.
vn.
Al verla todos esclamaron sorprendidos:
— Su querida/
•-Si, replicó ella con calor> su querida que
viene á ponerlo en vuestras maftos para que
despedazeis al lobo como él despedaza ai corde-
ro! Su querida que os ti*ae la venganza que ne-
cesitáis y que yo necesito también. ¿Ni» eres
tú el hijo de Martín? Pues el látigo qtie ha azo-
tado la cara de tu padre azotará la tuya y las
de tus hijos. No eres tú hermano de Antón? Pues
su cadáver se pudre colgado de una almena y
los cuervos picotean su cráneo abandonado á la
intemperie. No eres tú el padre, no eres tú el
novio de Asunción? pues en estos momentos aca-
ricia el robador su seno y recoje el fruto del
crimen; si sois hombres, si tenéis sanare en las
venas, si os habéis reunido aquí p^ira a^o, echad
suertes, qne uno de vosotros mo siga: la puerta
que me ha dado salida, nos. dará entrada; yo lo
; llevaré al aposento de nuestro enemigo común;
Hondos suspiros salían de su pecho y tal vez , _,
en sueños veía la escena que tenia lusar al mis- Ue señalaré el sitio donde ha de herir y nos
mo (tiempo en las orillas del Gualen
El Señor por el contrario, estaba tranquilo.
Cualquiera buoiera dicho que sa sueño era el
de la inocencia.
Todo el mundo dormía en el castillo*
Solo velaban los centinelas.
gozaremos J4ntos en las agonías de su muerte.
¿Quién quiere venir conmigo?
—Yo! contestaron á un tiempo todos aquellos
hombres.
—No es posible que venga mas que uno. El
menor ruido, el menor movimiento nos vende-
T también una muger que, desceñido el ca- ría. Hemos de deslizamos como sombras para
bello y envuelta en negro m^nto, bajaba como
quien teme ser seguida, por una escalera fatea y
abría con mano temblorosa un postigo de hierro
?[ue, medio escondido en la malez i, daba salida .al
oso.
Lo entornó en seguida y deslizándose como
una sombra á lo largo de la muralla, fué con-
tando sus pasos hasta llegar á un sitio donde
que no nos aperciban los centinelas de la torre.
Ue lo contrario ¡pobre de mi y pobre del que
me siga!
Entonces se entabló una verdadera contien-
da entre el padre, el hermano y el novio. El pri-
mero alegaba el derecho que teni» á lavar la
afrenta hecha á sus canas; el Segundo el deber
que su edad le imponía de sacar la cara por la
se detuvo para practicar un reconocimiento. Sin honra escarnecida de su familia; el último, en fin,
duda le fué favorable, porque con ayuda de unos los fueros del amor ultrajado, toda la amargura
{eidaños toscamente labrados en la roca, que nadie i de sus esperanzas pisoteadas ^ de su corazón
ubiera podido adivínir, escaló el foso, no sin salpicado de fango-
despedazarse antes las uñas para buscar uu pun- Fué forzoso que eligiese Estrella— a^i se Ha-
to de apoyo. . maba la dama celosa — y eligió naturalmente alno-
Solo una muger celosa podía tener bríos pa-
ra tanto.
Era la querida del Señor de Giríbaile, y aque-
lla noche había tenido que dejar su sitio vacio
para que lo ocupara Asunción.
¿A donde iba corriendo desalada por las fal -
das de Cbapines hacia las orillas del río?
Sus labios murmnraban palabras amenazado-
ras:
— Me han dicho que el novio de esa barragana
es el molinero; que la quiere con delirio; pues
bien, ahora lo veremos. Venganza! venganza!
T asi llegó hasta la puerta del molino del
Qro.
7 ej>lf ó.
vio; como que los sentimientos de éste eran los
suyos propios, y que, ardiendo los dos en el mis-
mo fuego, mas fácil le era comprender y guiar
los movimientos de su ira.
Am'bos salieron juntos del molino, dejando
en la mayor ansiedad á los demás conjurados.
Media hora después llegaban á favor de las
tinieblas á la orilla misma del foso. La d^inia
bajó primero y el mozo se aiwestaba á scquirla^
cuando la luna, asomándose por entre dos nu-
bes, lo iluminó con uno de sus mas claros ra-
yos.
—Quien va! gritó el centinela de -una torre
avanzada ¡unto al puente levadizo.
—Bajad pronto ó somos perdidos, dijo con ros
►
Periódico semanal.
ahogada la dama, á qnien ocultaba la sombra trooamie oto de anoche? Si será <^apaz ese milano
misma del foso. ■ de desplumar hoy á mi naloma? afiadió con una
No era ya tiempo. Una ballesta disparada carcajada. Bah! mas vale qoe no nos echo &
con mano certera habla atravesado el corazón del perder el día con sii gesto avinagrado y esos
mozo^aue dio un paso hacia adelante y cayó ro- malditos celos que Dios confunda. Adelante, ca-
dando a la profundidad. nalla.
La dama lanzó un grito de terror y huyó Dijo, y sin volver la cara atrás, dio espue
protegida por la sombra, hasta llegar á la po- las al caballo y se puso á cantar:
terna que cerró tras sí. I Yo soy Señor de Giribaile.
Media hora después el cadáver del pobre: No me muero de sed ni de hambre,
molinero estaba colgado junto al de Antón, como! Como para corroborar su dicho la claridad
un estandarte de desafío á la justicia del ciclo, del dia se esparció por aquellos estensos cam-
' pos y plateó las corrientes de los rios que sor-
vni.
El Sefior de Giribaile se despertó á los pri-
meros albores de la madrugada.
Aquel jdia había concertado echarlo á reses,
peaban por sus dominios.
IX.
Las voces de los ojeadores y las ruidosas
y tema citados en el bato deJ Cerro del Diablo notas de los cuernos de caza que anunciaban
á todos los cazadores de las cercanías. la partida, despertaron á Asunción. •
Asunción seguía rendida por el cansancio j Al principio no recordó que era lo que le
El mancebo no quiso despertarla. Le dio en había pasado. Miró alrededor suyo> y el lujo de
los labios un beso y bajó al patio. ¡ aquella estancii, maravilloso para ella, le entre-
Allí le esperaba ya aparejado su caballo favo • tuvo algunos instantes en vagas y misteriosas ilu-
rito y fuera del puente levadizo una cohorte de sienes. Luego trajo á su memoria su casita de la
ojeadores y monteros que llevaban la divisa del loma, su madre tan limpia y bondadosa, su pa-
SieOor y cuya multitud demostraba su opulencia, dre tan severo, su hermano, siempre alegre y
Por dehíiite iba camino del Cerro del Diablo ! casquivano, su novio, tierno como el que mas
una innumerable jauría de podencos apareados, y formal como ninguno. Entonces vio claro en
El caballo relinchó al sentir el pie en el es- todo lo que le rodeaba, abarcó la inmensa dís-
tribo y salió piafando por el puente cuyos ma- ' tancia que la separaba ya de aquellos sinceros
deros retemblaron con el peso de la alegre com-¡ amores, tuvo vergüenza y se tapó el rostro con
parsa. í las manos.
Al sentir en el rostro el aire húmedo de la | En esa postura permaneció lardeo rato, sin
maQiina, el caballero se volvió hacia la ventana cuidarse de una muger vestida de negro, que acá-
de su aposento, como para volver á saborear con baba de entrar en la habiticion, y cuyos ojos que
el recuerdo auuella noche de triunfos y placeres, rodeaba el surco amoratado del insomnio, pa-
Entónces distinguió entre las nieblas del ama- recían salirse fueíade su rostro pálido como el
neccr otro bulto mas, colga lo de sus almenas, de un cadáver.
— ¿Que es a(|uelto? preguntó sonríéndose ¿Ha ^ La orla de su manto estaba llena de lodo,
habido caza esta noche? y oyó de los labios de ' De pié so mantuvo frente a la mozuela, com-
uno (le los que le rodeaban, como Hoque el ba- templándola en silencio.
Itestero que estaba á la una de guardia, ha- Al cabo,' sus labios se entreabrieron para
bía visto á la claridad de la luna un hombre ba- dar sueltas las ideas que estaban bullendo en
jar al foso y como le había atravesado el cora- su cerebro,
zon de un tiro de ballesta. ! _To también he pensado como tú en los go-
^Bien per Roque/ brava puntería, tunante! ees tranquilos de mi casa, en mfs ancianos padres,
esclamó lleno de entusiasmo^ echando una bolsa ' de cuyo seno el seductor me sacó, no á viva
de cuero al ballestero afortunado que se rubo- fuerza, sino con|dulces palabras que el tiempo ha
ri7ó como una doncella al oír un requiebro. Ahora trocado en amargos desengaños, lo también, des-
veremos sí tienes la misma suerte en el portillo pues de una noche parecida á la que tú acabad
que en la almena; al fin y al cabo todo ello es de pasar, me he sentado sobre las ruinas de mí
Cdzar. ventura y he derramado una Ingrima cu aras de
—Pero ;^ Estrella? repuso, acordándose de su mi ayer muerto, de mí triste presente, de mi
manceba ¿tomo no viene con nosotros, ella aue porvenir sin esperanza. ¥ sin embargo, tú no le
maneja el cuchillo de monte con mas habilidad amas como yo; él ha manchado tu cuerpo; pero
3ue el mismo Señor Nemrod. el primer cazador tu alma esl5 pura y no tienes que echar sobre tu
elus tiempos dntigU'>s. al decir de mí sabio maes- conciencia el peso de tus desventuras. Yo sufro
tro, el bachiller Garcia? Estará llorando su des- además el tormento d^ ^t^^\V^ ^ ^^ ^^ ^ss^^^vís'
Lopo de Vega,
ciada, S^y su qucridí favorila, 'comoel caballo ¡
y como el perro que no excluyen de la cua- 1
dra á oíros aniniales, á quicnos un dia de capri- ,
cbo colma también de caricias.
— Y eres lú? continuó excitándose cada vez mas
¿tú la que vienes á desbaucarme? y le has fi-
gurado, miserable, que voy á convertirme en
esclava tuya, aunque no sea mas que mientras
te marchita con su aliento el amo, como des-
hojaría una flor, ¡or puro pasatiempo? Crees que
ni una hora siquiera vas á ser aqui la Señora,
Y que tu triunfo de anoche puede durar mas que
Ja tormenta que ya ha desaparecido? No me mi-
res con esos ojos tan dulces nue no lograrás en-
ternecerme. Te estoy buscando un castigo igual
al torcedor de mis celos, á la rabia que des-
borda de mi corazón y no lo encuentro.
— Ah! gritó de pronto, dándose una palmada
en la frente y •?.siendo con vigor el brazo do
^la joven; ven, ven, que vas á ver i tu novio,-
*al del molino del Oro. al que te cojia ramos de
flores cuando eras virgen y te ofreció llevarte
para estas pascuas á la iglesia, á que el prior
santificjra vuestros amores. Ven; que vasílver-
lo, te digo. Ahí fuera te está esperando, con su
vestido de dias de Gesta, para cantarte trovas de
amores al son de la vihuela. Viene á saber que
tal has pasado la noche, y es preciso que te aso-
mes á la ventana; ven.
Dijo y arrastrando á Asunción hasta el al-
feizar, le obligó á sacar el cuerpo fuera y le en-
seuó el cadáver del molinero colgado de la ai-
mena.
Asunción no dijo una palabra. Miró fijamente
aquel cuerpo que oscilab i á merced de las bri-
sas matinales. Su vista no se turbó, su rostro no
se descompuso, ni una lágrima brotó de su pa-
pila, ni un sollozo de su pecho.
De pronto arrancó á reír.
Y entonó su canción morisca,
Estrella se echó á temblar y al verlas fac^
cienes inmobles de la joven v aroir los acentos
que se escapaban de sus labios con dulce me-
lancolia, le soltó el brazo y cayó de hinojos es-
clamando:
—Perdón, Dios mió, perdón! Ella está loca
y yo soy maldita!
X.
Cuando los conjurados se enteraron de la
muerte del molinero, acreció el deseo de la ven-
ganza, y resolvieron satisfacerla aquella misma
mañana .
Las fanfarrias de la cacería les indicaron el
sitio que habia escogido para su sangrienta di- 1
versión la gente de Giribailo.
Y 66 apostaron en las salidas por donde te-
lí/jf/} qm pas^T ios cazadores.
Al primer portillo saltaron reses. La aoima-
cion fué cada vez mayor y los maestros asegora-
ron que a posar do sus años v esperiencia, nan-
ea habian visto el monte tan abunilante de caza.
Tudos rivalizaban é porfía; pero OBtre todos
el' que mas llamaba la atención era el SeQor de
Girioaile que seis veces hundió su cuchillo de
monte en el pecho de otros tantos venados.
Su hermosura meridional resplandecía coa la
aureola do la juventud y del enlusiasino. Mien-
tras que sus mozos descuartizaban la res y la
llevaban al hato, él incansable, volvía á subir
á caballo y mezclándose con b3 ojeadores, cor-
ría á levantar mas reses al infernal desconcierto
que armaban los latidos de sus podencos, ó aca-
dia al puesto vecino para disparar una ballesta
en cuanto el pobre animal huido asomaba por la
cumbre á olfatear el viento.
En una de esas, se engrió persiguiendo un ja-
balí y se perdió entro unos tarajales donde tuvo
que echar pie á tierra.
Siguió dando algunos pasos y apenas esca-
chaba ya á lo lejos el griterío de su gente. Per-
dió entonces esperanzas de adelantar camino y
liándose al brazo las riendas de su caballo, vol-
vió atrás para salir de la espesura del monte bajo
y reconocer el sitio. r •
De improviso se vio. cara á cftiia del padre
y el hermanó de Asunción que le babian estado
siguiendo les pasos, desde que se apartó de la
comitiva.
No le dieron tiempo á reflexionar. Veloces
como el relámpago, se echaron sobre él man-
cebo, lo ataron de pies v manos, le fajaron la
boca, le terciaron sobro el caballo y atravesan-
do trochas y matorrales, desaparecieron en lo mas
fragoso de la sierra.
Asi anduvieron hasta el anochecer, sin tro-
pezar con alma viviente.
Llegaron por fin á la boca estrecha de una
cueva donde penetraron con su carga. El Sefior
no podía hacer la menor resistencia. Solo con la
mirada amenazaba tragarse á sus enemigos que
le pagaban con la sonrisa desdeñosa de la fuerza.
Los papeles se habian trocado.
En cuanto estuvieron dentro, lo afianzaron
mas todavía sobre un enorme pefton saliente que
farecia obra de la naturaleza, para otro nuevo
rometeo.
Y se sentaron al lado.
Asi pasó la noche.
Y cuando volvió á amanecer, el rostro del
Señor estaba sereno.
llabia comprendido que iba morir y oo quería
recrear á sus enemigos con el espectáculo de
su dolor.
Juan salió al monte y trajo del frogal alimeii»
to que dan sus árboles.
jül padre y el hijo se pasieroa I eoMor*
Perlódioo semanal.
Para el álbum^de A-f
T ni siquiera volviéronla cara hacia «i cau- dirles los pedazos de pan qoe lea sobraban y
tíY0, se los llevaba corriendo á su madre.
Y transcurrió aquel dia y aquella noche. Era Asunción.
Y amaneció. , ^ , J^ de Carvajal-Hue.
Y las megillas del Sefíor, arqueado sóbrela
roca como un condenado, palidecían por mo
mentes.
Pero sus facciones no se pontraian ni su mi*
rada perdía el sello de la majestad.
Y ellos no le hacían caso.
Volvieron á comer y á beber. ])¡qs esparció con generosa mano
Y cuando los rayos de un ^nuevo sol entra- 1 g^jij^^as mil en cuanlo el sol alumbra;
ron en la cueva, las megillas del Señor esta-, jjj¿ ^ ,^g q^^^^ q^^ esmaltan la libera
f pa7ó Sa noche y los albores déla ma-' Jicos matices d^violado y púipu^
dnigada no hirieron la vidriosa pupila del Señor, Mágicos iniws á las tiernas aves,
que seguía fija en sus verdugos. (Al cáliz de la flor aroma rura, ,
Estos le pusieron la mano en el corazón que ; Ondas de plata al arroyuelo undoso,
ya no latía. ^ ! pálida luz al rayo de la.luna.
Eu seguida montaron á caballo y desapare- 1 inimitables tintes á la aurora,
ren como una exhalación. ; y armonías y luz que el orbe inundan.
Se dice que fueron á renegar al moro. | ^^^ reservaba á vuestro ser los rasgos
• ! De vuestra esbelta angelical figura,
2CI. I jgiiQ conjunto que el artista sueña
Asi murió de hambre y de sed el Señor de ! ^ inútilmente realizar procura.
Giiibailo. ' \
Aquel dia lo buscaron por todas partes. { Bellezas hay que á comprender se alcanza
Batieron la comarca; pero en vano. ; y de almo gozo nuestro pecho inundan,
Poco á poco se esparció el rumor de que qj^^^ veces el alma solo admira
caballo y caballero hahnn caído en una boca mi- y ^ ^ ¡^ ,¡^.3^ la mente oscura
na de la sierra y ese rumor llegó k formar una i; "" * L ^1 X /tim mirara
creencia. ^ Como cegara el ojo que mirara
Como el Señor no tenia padres ni hijos, y Imperturbable el sol que le deslumhra,.. .
sus vasallos le odiaban de muerte,, á poco ya Fascinar, hechizar; esas sus armas,
nadie se acoidaba de él sino para referir sus ¡Ob mágico poder de la hermosura!
crímenes.
Un deudo lejano habla llegado al castillo^ Eloy Garda.
habia tomado posesión de las tierras, había trai- Ronda.«=i8«3.
do nuevas querídrtsy nuevos pages; pero en son'
de amenaza y señal de escarmiento^ ordenó que
no se bajasen los dos cadáveres de las almenas.
Solo una muger iudagó el paradero del^Señor.
En alas de su pasión recorrió Eslrelia la sierra, '
no dejó mata ni hueco, y al fin vino á caer des- Lleno de angustia y de profunda pena
fallecida en brazos del -muerto. Está mi corazón tan dolorido.
Con sus propias manos le dió sepultura y. Que sin consuelo en la mansión terrena
haciéndose cuslodia de sus restos, pasó vida p3'ii- gjrige al cielo su postrer gemido,
lente en la cueva de la Venganza, olvidada de g, ¿^^ , adoraba,
los hombres al misericordioso amparo de D»os. ^.^^^^j^^^^j^ 3^^,. ^^^ ^j ^,.^,3,
¡ Aquel que las borrascas de mi pecho
^^^* I En dulce paz cambiaba.
Do cuando en cuando los pastores de la Sierra ' »^ "/Í ^''"^ '? ^'^f"^ IT.Smo.
tendidos á la sombra de sus encinas seculares, Sus blancas a as eslendio es|dendentcs,
oían el sonido do una vihuela y los melaucóli- Y übundonando rápido su lecho
eos acentos do una canción morisca, ' Entre, nubes de (;loria refulgentes
Una mozQola coronada de flores venia á pe- Su sien ceñida de íilernal co'tqxv^.
EN LA MUERTE DE...
Lope de Vega,
Bteno para los empresarios.
El público aplaude á la Kistori^ á la
Santoni^ á sus compañías italianas*, j i
las dos de yerso que actúan en ambos co-
liseos.
Mejor para los artistas.
Asunto es este sobre el que bien qui-
siera estenderme-, pero no me es posible.
Circunstancias particulares^ que tú
conoces, me impiden ir al teatro, por
miedo que me tomen por un municipal,
apesar de no lleyar uniforme.
Continuo:
El frió ha llegado.
Esta es una noticia fresca sin serlo.
¡Cuidado si te estoy dando noticias!
Pues prepárate que allá ya otra.
La Pascua se acerca y los bolsillos se
estremecen; unos de placer, esperando el
premio gordo; otros dé miedo, esperando
el ataque gordo. Todo es estremecerse.
A buen seguro que ni un motivo ni
otro me haga á mí estremecerme: el la-
mentable estado de mi bolsa, me pone en
el caso de no jugar á la lotería sino las
estraccionesde á peseta, y estoy tan acos-
tumbrado á perder, que muchas me suce-
de que los décimos se rompen de viejos
en mis bolsillos, sin tomarme siquiera la
molestia de mirar la lista. ¡Hasta tal
puntó llega la confianza que tengo en
mi buena suerte!
Tampoco temo que nadie me ataque-,
Del dicho al h^cho hay gran trecho, P^^s estoy tan convencido de que todo
dice un proverbio. ¡«í mundo conoce jni deplorable situación
Yo he venido á probarte el proverbio, V^^ tomarla por un epigrama si alguno
querido amigo, aunque el proverbio es- se acercase á pedirme dinero.
taba mas que probado. I Adelante con los faroles.
Hace tres meses que nos separamos y I Los paseos están muy concurridos
el mismo tiempo que te prometí escri- los domingos y dias festivos, si hay mú-
birte á menudo todo cuanto ocurriera por sica.
esta bendita tierra. Aunque esta costunibre es antigua, no
^ Mi promesa se la llevó el viento, y cui- quiero pasarla peralto por lo notable que
daao que no ha sido el viento del olvido, me parece.
Dispensa esta falta, amigo mió, ya sa- En el Liceo no han podido dar hasta
bes mis muchas ocupaciones y conoces oirás la presente mas sesiones que las dos bri-
causas, que pueden disculparme un tanto liantes y públicas que ha celebrado su
contigo. i Academia de Ciencias y Literatura.
Empiezo, pues, por decirte que los tea-' Según tengo entendido, en la imposi-
tros se abrieron y funcionan casi todas bilidad de presentar por ahora sesión,
las noches, gozando de muy regulares dará reuniones de confianza todas las se-
antradas* I manas-, y para el dia de Inocentes se pre-
En sa diestra blandiendo
La palma aue á las vírgenes' blasona
Por los azules aires fué ascendiendo
Hasta el trono del Padre Soberano.
ÍY resistir mi corazón amante
^odrá á ^olor tan vivo y penetrante?
JAy de mi! que ya en vano
^or dar al corazón algún consuelo
Su dulce nombre sin cesar invoco!
Hasta que poco á poco
En éxtasis profunoo embebecido^
En noche silenciosa.
La vista fija en el empíreo cielo.
Mucho mas que los ángeles hermosa
Mirarla me parece,
Mil y mil rayos de la luz divina
Fulgurando su candido vestido:
Y mi angustiado pecho' se estremece
Si la inmensa distancia se imagina
Que le separa de su bien querido.
Y en este mundo al contemplarme solo
Sin que nadie mis lágrimas enjugue.
Do quiera viendo la perfidia y dolo,
Dirijo al cielo mi postrer gemido.
Antonio Rodríguez Villa.
Madrid. ^
A MI QüERmO AMIGO R G. A.
Periádido semanal.
para una del género de guasa, que como
sabes, es el favorito en esta tierra en que
el buen humor tiene tan hondas raices.
Para ella se ha contratado á por
poco si no lo digo: olvidaba que el artis-
ta es intimo amigo mió y me ha .encar-
gado la reserva.
La Sociedad Lope de V^ga/tan ani-
mada como siempre ha estado desde su
creación.
Te detallarla algunas de sus sesiones
si la misma causa que me impide fre-
cuentrar el teatro no me impidiese tam-
bién concurrir á los salones de Lope en
noches de sesión.
El modesto Semanario que lleva su
nombre, progresa, y fne otmsta que su di-
rector es en suma condescendiente para
con sus amigos.
Una compañía de acróbatas, dirigida
por el célebre aereonauta Mr. Godard,
ha dado varias funciones en la plaza de
toros Sus egercicios son muy bue-
nos aunque todos vistos, distinguiéndose
I^iad. Salvi, que 'en sus paseos por el
alambre demuestra un valor y una sere-
nidad poco comunes en su sexo.
Yo que no monto á caballo por la sen-
cillísima razón de que temo caerme y
romperme las narices*, que no me atrevo
á subirme en ninguna parte que diste
dos dedos del suelo, por idem, idem.
Ídem; yo que paso la mitad de mi vida
metido en una cesta entre paja con *el
santo fin de conservar mi individuo, no
comprendo cómo haya seres que esitimen
en tan poco sus costillas, que crucen
por una cuerda con la misma tranquili-
dad que yo puedo pasearme en mi bohar-
dilla. ¡Digo, á cincuenta ó sesenta varas
del jsueloí Vamos, que no lo entiendo-
Para esto se necesita un valor de que
yo afortunadamente carezco.
Prosigo:
Un prestidijitador ambulante recorre
las calles, amenizando al público y ha-
ciendo un bien (como dice él) vendiendo
ciertas cadenitas con que asegura des-
apareció cualquier dolor por agudo y cró-
nico que sea.
Tentado estoy de comprar una.
Sé de buena tinta» que el sábado por
ser la última repreBentaeion de la Sra*
Santoni, solo hubo veinte y nueva per«
sonas en el teatro.
En fin, basta de noticias.
Concluyo la presente ep queme hees***
tendido mas que pensaba.
Otro dia te diré lo que vaya ocurrien-
do*, no dejes tú tampoco de tenerme al
corriente de lo que sucede en tu suelo
granadino, y entre tanto sabe te quiere
tu amigo
El Licenciado Vidriera^
Malaga 1.* Diciembre 1863.
EN EL A.LBUM DE...
El pintar tus encantOQ
y tu hermosura,
fuera una empresa ardua
para mi pluma.
Que no hay palabras
que espresen dignamente
belleza tanta-
Por eso, sí hoy elevo
á tí mi canto,
un recuerdo tan solo
con él te mando^
del puro afecto
que al fuego de tus ojee
nació en mi pecho.
M. Seguirá.
de la seiQjBUiak.
Para los verdaderoi; aficionados al su-»
blime arte de Taifa, no ha sido mala la
presente semana. El Principáis nos com-
plació poniendo en escena la comedia,
original de Moratin, jf/, si de las niñas;
Contigo pan y cebolla, de D. E. Gorostiza y
Batana de Damas, de Mr. S cribe. Las tres
obras han sido bien ejecutadas; pero la
que mejor éxito obtuvo fué la última.
La cc^mediade Mr% SQ>tv\^^> h¿^ ^^^^^^^^^"^
Lope de Vega, periódico semanal.
la estudiaron con gusto^ pues se nota á
. primera vista. En ella se distinguieron
admirablemente las Sras. Silveria y Li-
rón, y \üs Sres. Farro, Cruz y Banovio.
También interpretaron muy bien la co-
media en un acto que hicieron la mis-
ma noche, nombrada Mi mnger no me es-
pera, dirigida y puerta en escena por el
Sr. Farro, acompañándole además el Sr.
r#epillo y las Sras Silveria, Moreno v
Salvadora. El público se lo demostró,
llamándolos en ambas obras al palco es-
cénico. Aconsejamos á las Sras. Moreno
y Salvadora que estudien sus respecti-
vos papeles; pues sentimos en el alma,
verlas tartamudear muy repetidas veces.
Las demás obras que han dado en la
semana, no dejaron de agradar. Sin em-
bargo, lasque mas llamaron ]a atención
de los concurrentes fueron la. Segunda par-
te de Noehe Toledana, 6 sea Un Caballero y
una Señora, la Sociedad de los Trece, bien
hecha por la Sra. Castillo, y Una hora
de Matrimonio, que estuvo á cargo de las
Sras Lirón y Moreno y los Sres. Bano-
vio, Cruz y Montenegro.
El Teatro del Principe Alfonso, "se afa-
na por complacer á sus favorecedores, y
su director el Sr. Guerra, se esmera ca-
da dia en poner en escena todo lo mas
selecto de nuestro repertorio dramá-
tico.
Escogió para su beneficio el drama
original y en verso, titulado: Deudas de
la honra, la preciosa comedia Aha y baja
y una zarzuela en un acto.
El drama, aunque algo inmoral, está
bien versificado, y lo que respecta á su
egecucion fué buena, particularmente
por el Sr. Guerra y la Sra. Buzón.
La comedia Alza y baja, la desempeña-
ron á satisfacción del público.
De la zarzuela... permítasenos que la
pasemos en silencio.
He aquí en resumen las producciones
que mas éxito han obtenido.
En ambos coliseos promete ser lo que
resta de temporada muy animado*, pues
sabemos se preparan algunas obras de
gran espectáculo y también ana comedía
de magia.
OífOjDuende* •
MISCELÁNEA.
Lope de Vega.
Anoche celebró- esta Sociedad la se-
sión anunciada. Ha debido ser brillantí-
sima á juzgar por el ensayo general de
las obras egecutadas y por el numeroso
y escogido convite que se habia hecho*
En el próximo numero nos ocuparemos
de ella detenidamente.
Bcvista Teatral.
Como habrán visto nuestros lectores,
en este número empezamos á publicar
las que con el seudónimo de Otro Duende
nos remite un entusiasta aficionado á la
declamación, ofreciéndonos seguir ocu-
pándose semanalmente de los trabajos
teatrales.
Epigrama.
De su marido cruel
Quejábase doña Eustaquia
Y dijo una amiga fiel:
¿Quieres defenderte de él?
Estudia la tauromaquia.
/. M. Yillergat.
Charada.
Prima y tercera es un*fruto
del Americano suelo.
En dar mi segunda, á veces
paso entretenido el tiempo,
y si añado la tercera
formo un animal muy feo.
Y mi todo en este mundo
pasa ratos muy tremendos,
Sues depende su reposo
e los caprichos del pueblo.
D/RECroa T EDITOR RESPONSABLE,
.AwlSTTOlsnO C.AJE^£lI03Sr.
MÁLAGA.
Imprenta de Casílm*--Omfíáiw 11
Al90 I. DOMI NGO 20 PE DICIEMBRE DE 1863. Núir. 88,
LOPE delega"
PERIÓDICO ¿KMANAL DEDICADO A LA SOCiEDAD QUE LLEVA E-íTE NOMBRE.
asac
3=S
-r :^.^
OIBITOIA.©.
lilTEH-A-TXJI^A..
A.K,TBS.
Estudios literarios.
LA NOVELA HASTA CERVANTES.
genios que eo él han florecido y por los gran-
(íes frulos que se han sazonatlo^ ha sido la Do-
vela. La novela es la historia de los sentimien^
tos de la familia: es iin poema en prosa que de-
ja las batallas con su triste p^loria y los héroes
con sus coronas salpicadas de san^re^ se ínter-
I. na en el hogar doméstico, y estudia, para en-
señar luego las virtudes do la familia. La no-
Naestra historia, es grande y sublime eil to- vela es el libro que, destinado ¿educar el co-
das sus manifestaciones. Gloriosa, cuando descu- razonen la jpráctica de los deberes, presenta
bre á nuestros héroes: inspirada do un fuego di- egemplo do moral y xle virtud, sacados de la rea-
vina, cumdo mue-^lra á nuestros i^^i^nes artist is lidad do los hechos. T siendo esta su misión, for-
y poetas; y colos.il, verdaiieramünlo grandiosa lalece el sentimiento religioso, anima el t;enti-
en nuestra brillante lilcntura. La literatura es- miento artístico, y abro nuevos espacios á la
pañola, puede decirse que ha sido una de las maes- ciencia del corazón, la poesia. La n{>vela, es pues,
tras de Europa. Nació entro el estruendo de las útilísima: porque^^ ora presente la virtud como
armas y el fragor de los combates, cuando en tipo á donde hayan de encaminarse nuestras ac
encarnizada guerra, luchábamos por la religión | ciones; ora muestre el vicio como el genio del
y libertad perdidas. Estas dos grandes ideas, mal, como causa de todas las perturbaciones de
inflamaron la mente de aqueilos genios. Consa- nuestro espíritu, do cualquier modo, la novela
grados á resucitar nuestra nacionalidad^ duran- ha conseguido el bien por dos opuestos caminos^
te el día derrocaban con denuedo las huestes que vienen á convertir en un punto,
sarracenas, y en la noche, sobre los despojos! Moralizarla sociedad, mejorando las costum*
del combate, con la misma mano que antes em- i bres es el fín de la novela. Admirable conjun-
[luQara la espad» do victoria, se escribían aque-!lo de deberes, que hacen á esta producción de[
las hojas aue llámense romances, cuentos, ó li- ; ingenio, una délas mas interesantes en la rege*
bros de caoallerias, forman li cüni de nuestras , ueracion moral de la sociedad. Mas no síem-
letras. Y como nuestras coní|uisias acrecían, ' pre este bello ramo déla literatura ha conse-
y el sol de nuestras glorias no eacontraba oca- guido los mismos resultados; porque al pasar por
so, cada día se abrim, nuevos horizontes á la cada una de las épocas de su historia, ha reci-
imaginación de nuestros escritores. Nuestra li- bido ¡nsjríracion de ella, so ha identificado coo
teratura. siguió mircliando á iguales pisos que su espíritu, ha hecho suya la idea predominante
nuestra grandeza política Al terminar li rccon- del tiempo en que naciera y progesara. Asi,
quista de nuestro suelo, recogió una brillante pues, cuando el espíritu humano^ sobrecogido
aureola de gloria; cumdo ílespiies qiiiiríendo Dios por el temor do sentimientos exagerados, ca-
premiar nuestni fé y nuestro heroísmo, nos dio minaba por entre las tinieblas do 'a edad media,
el genio de Colon, para que esto nos pusiera a(>arecian los libros de caballerías, que eran ci
en' posesión do un nuevo munio, esto aconte- fiel reflejo de lo maravilloso, de lo eslraordí-
cimíento fecundó las iuleligenc is, y dio poetas nario, do lo monstruoso do aquella época. Guando
á nuestro Parnaso, oradores ü nuestras cátedras, el feudalismo iba do caída, y las guerras se apar-
■ovtlistasá nuestras costumbres; y después, cuan- taron un instante de la escena pública, suce-
da volvimos los ojos á Europa y encontramos dióndose ideas mas pacificas, nació l.i novela pas-
i Flandes y h Italia que nos rendían vaisallaje, toril, que era el emblema de la sencillez, do la
Íá Grecia que, en Lepanto, nos inmortaliza- pureza de la vida do los campos. Cuando Es-
a, dimos el mayor paso que en el camino de paila aumentaba su vida propia, y sosteníamos
las letras, registra nuestra historia. Causa admi- con América una comunicación activa, y por esta
ración y entusiasmo recordar aquella época flo- comunicación varíabam'js nuestras costumbres»
reciente igualmente en verso que en prosa. estos acontecimientos dieron origen á que se es-
T uno de los ramos do la literatura en prosa , c ribíoran las primeras novelas del estilo pica-
fOl mu «otablM •• baeen por los grandes in- [ resco ó satírico. Después, todos estos géoeroi.
Lope de Vega,
se fundieron en el crisol de una inteligencia, tan llenos de absurdos, de ridículaces, de mons
que produjo una obra que era la mas sabíase- truosidades que solo pudieron producir efecto
vera crílíca de los escritos lilorarios de aquel eu aquella época de absurdos sociales, politicos
tiempo. El Qi:ijote auyenló las formas, loses- y religosos. Pero, sin embargo, dice Gil y Zá-
tilos q>ic impcdiaa el pcifticcioiía míenlo de núes- rale, se vé en ellos imaginación, ingenio robus-
tra literatura. Por eso cambia esta al llegar á to, sentimientos nobles que se despiertan á la
Cerranlos. Esta época es el punió á donde de- voz del honor, delicadeza de afectos, religiosidad,
be llegarse para estudiar la novela antigua, y de enlusiasmo generoso, y muchas veces lenguaje
donde debe partirse para estudiar la moderna (luido y elegante* son en tío, el tipo de la so-
Nosolros, que solo nos proponemos reseñar bre- cied^d que les vio nacer,
vemento las fises de la novela en el primer pe- Los primeros libros de caballerías que se es-
riodo, consideramos á estas fases, como forzó- Icribieron en España, fueron Ama(iú df Ca u/a, de
sas consecuencias históricas; á el Quijote, como García Onioflez de MontaKo,- y Tirante el Blanco
la gloriosa revolución que alza nuestra postrada de Juan Martorell. Sstas obras, obtuvieron el
literatura; y á Cervantes como ol primor genio ; privilegio de ser las m=)s leídas, preGríéndose tra-
de esta revolución.
U.
Los libros de caballerías, fueron las primeras
ducídas en castellano, á todas las demás edicio-
nes que h'ibia en otros idiomas. Para probar el
espíritu cabillere:(Co. que era espíritu dado ¿ los
encantos, á lo sobrenatural, basta hacer una com-
paración entre el kmadis que obtuvo un triun-
fo completo, por ser del género propio de la
novelas quo se escribieron en Espina. Hemos di- I época; y el Tirante que, ya mas natural, mis
cho antes, auo nielaron en los si:^los m3dios. I verosímil, guslaba masque severas ficciones, de
Créese por algunos, que tuvieron su cuna en Pran- ! sentimientos propios de una vida mas normal El
cía é Inglaterra, poriue los primeros héroes que espíritu religioso, el valor en su^mayor grado
se celebraron, eran de aquellos pueblos. Otros y la adoración á las mugereseran las tres ¡deas
aseguran ser español el origen de estos libros; que predoraiuahan en el Amadis. Estas tres ideas,
pero arabas opiniones son conjetuns, norqiit3 la oran las funlimentalesdel sistema caballeresco,
verdad se pierde en ol seno de aquellos tiem , Reproduciendo de una m mera admirable las,
pos. Si, se sabe que tuvieron Iuí^u los hechos creenc¡.is, las coslu ubres, los deseos de los si-
quo se refieren en las primeras obras espiñjlas, glos medios hallaba simpatías en todos los co-
^n la Bretaña francesa, país clásico do la c iba- razones. Lo ontrario sucedía al Tirante. Esta
Hería andante. obra era hija de su siglo, pero por sustenden-
La pri.nora íl-jara que es como la encarna
cion viva de la ínlole de estos libros, y que so
cías, por sus fines m )rales, por su estilo perte-
neeia á otra futura época. Y esta época iBstaba
toma por mj.i )lo de héroes^ es el rey Artús, i aun lejana, tan lejana que aun no asomaba por
de ínglaterra. Stlvó la independencia de su pais, ' los límites tie los hjruontes lit3rarios; y por es-
dofeniliéndoie de las invacíones de los s.ijones: to. el Tirante quedó mas tarde olvidado, mien-
cra digno de tal recompensa. La grandeza del tras que el Amadis escrito en todo el apogeo
emperador Cárlo-Migno, sus conquistas, sus he- del feud.il¡smo que ensalzaba, vivió mas tiempo y
chos heroicos llamaron igualmente la atención, mereció mas consideraciones,
y fueron objeto de espjciil relato eu libros y Las emitaciones del Amadis y del Tirante, ina-
ro.mances. La continua ^;uerra contra Iüs sarra- primieron el seilo de nuestra nacionalidad» sien-
cenos, daba diariamente nuevos combates c^ue \ do por consiguiente, verdaderamente espafiolas.
recitar, nuevos héroes que ensalzar. El espíritu Estas dos obras soq las mas notables, oue se es-
caballeresoo se difundía por Europa; la imigi- jcríbieron en aqu3l l-empo. Además de las an-
oacion tomaba atrevidjos vuelos; la literatura ara-; teriores novelas, existen aun hoy otras machas
be, por otra parte, difundió lo maravilloso^ y | cortas ó folletos: h Hada Magalona, los NohUi
so fornó aquella especie de mitología, q\x9 com- Oliveros de Castilla, Artús de Algarhe y otras.
tituia ol carácter predominante de los espíritus • Bl género caballeresco llevó su saviu á la lite*
CD la edad media. I ratura dramática, y tanlj en el teatro como en
LaaGcion que enjcndró la lectura de laspri- los libros de cibillerias, España aventajó á lo-
meris ohns in^hsis y francjsis do esta clise, das las naciones de Europi. No puede negarse
hizo que se comenzase este géojro, brillante cuanto debemos ú la novela cabellesca. Ella, com-
s¡om,)ie, y, i:n ji» ih^y o! dii X) su •n'i3rlí, co- binó la b¿llezi Je la foVmi con la severidad de
mo cuiDplimienlj de su destina li stórico, .ndie la iileí, la im^en coa el pensamiento, creando
podrá nogir que fué el primjro de nuestros tra- completa y b/lía la frase, ella, como abundaba
bijos literario en prosi. Este género de litera- en i.leis oievida-í, hicii no decaer el» e8lilo;ba-
/¿rrí ao es cíbsico. Los libros de cibiUorias es- 'bia siempre interés en sus relatos, y pnuchM Yec«s
«
Periódico semanal.
so encentrabaa unidos á la acción principal to- !
dos lüs episodios; la narnoion era fácil, sínin-J
vecciones de luai guslo; liabia en £n, en estas;
obras, belleza literaria. T esta belleza naciente^
se estendió mas tarde á los denióS géneros de
novelas, y á las modernas de costumbres.
Tales son los libros de caballerías. Pasemos á
ver como nace y se desarrolla la novela pastoril.
in.
Cuando desaparece una época, desaparece con
ella cuanto es obra suya y pertenece á la ley
del tiempo. Por eso, cuando el feudalismo ae re-
sintió en sus cimientos próximo á desplomarse
b^jo el- peso de nuevas instituciones^ principiaron
á perecer todas sus obras, al estruendo de la apa-
rición de los tiempos moderóos, que llevaban en
su seno el germen de renovación universal. En
el mundo moral y en el mundo material, comen-
zó todo á cambiar de aspecto Las artes> las
ciencias, los sistemas dieron grandes señales de
cambio. La literatura, lo mismo; y los libros do
caballerías comenzaron por decaer^ mas tarde por
disgustar, y últimamente por ser reem|)lazados
por otros libros. Era natural: el feudalismo ca-
minaba hncia su ocaso dando sus últimos pisos
la caballeria andante, que era el alma de les li-
bros caballerescos. Las severas ficciones, y el to-
no y lenguaje do estas novelas no estaban en
armonia con la iiidole de la nueva época. Co-
menzó á haber realidad, desvaneciéndose las som-
bras que envolvían el espirito y creaban el mis-
terio. Los triunfos de Carlos I, las continuas
guerras berberiscas, las relaciones con los cau-
tivos á que daban lugar*estas guerras, eran su-
cesos algo mas reales de cuantos pudiera inven-
tar la imaginación. Por otra parte, las antiguas
costumbres caballescas, la nobleza y gravedad
iban modiíicándoso á medid» que nos estrechá-
bamos con otros paises. especialmente con Ita-
lia, pais civilizado y menos guerrero de la cris-
tiandad.
Manuel Pancorbo.
(Se conelairi.)
LA OFERTA
ORIENTAL.
AMIAMIOAF A.
— Zaida, sultana hermosa^
orgullo de Granada,
U jojra mas preciada
de su oriental edén.
La de la ebúrnea frente-,
la de los negros ojos,
la de los labios rojos-,
ven á mi lado, ven:
Yo soy cristiano, y lucho
contra tus moros fieros
y soy de los guerreros
el mas valiente yó.
Mi espada victoriosa
á tí la rindo ufana.
¿Aceptas, di, saltana
mi ofrecimiento? — Nó.
— En tierras de Castilla
poseo un rico palacio
de mármol y topacio
morada de placer.
Allí la vida es bella
y todo dicha augura;
allí vá la ventura
«
sus goces a verter-,
Allí cruzan las brisas
por enire el bosque umbrio
do en el ardiente estio
el sol nunca irradió.
Vente, y allí conmigo
serás la soberana.
¿Aceptas, di, sultana
mi ofrecimiento?— N(5
— En un vergel de flores
de aroma deliciosa
respirarás, hermosa,
las auras del pensil,
que al ver de tus mejillas,
las rosas rutilantes
saludarán amantes
tu aparición gentil.
Y cogeré las flores
que mas besó el amOie' e,
y á ornar irán tu frente
que al alba retrató,
formamdo una corona
esplendida y galana.
¿Aceptas, di, sultana
mi ofrecimiento?— Nó.
— Con un amor que brota
del cielo con la esencia,
esclava mi existencia
de tu belleza está.
Lope de Vcgft,
Y en lides, y en victorias
de mi valor trofeo,
tu nombre á mi deseo
unido siempre vá.
Tu voz, Zaida, es mi encanto,
tn faz la dicha mía,
tu risa mi alegría,
tu amor mi frenesí
Obstáculos no temas,
que Amor todo lo allana.
"¿Aceptas, di, sultana
mi corazón? --.lOh, si!
Liiiru 1BI3.
Ricardo A yuso Espinosa.
jf^ G. JB
ElSr 3WtI A.TTSB3>TOIA..
techo.áel mismo, y las localidades estin
á gusto del que l'es^a primero; pepo so-
bre todo, el que mas me ha chocado, ha
sido el de Cazuela.
\ Movido de curiosidad, he buscado ea
el Diccionario (recurso de todo3 los apren-
dices de escritor) el significado de esta
palabra, y he leído en latín:
GAZUELA,=Prospectu8 é regione scaiúi
cavea en theatro mnlieribus destinata.
He quedado tan enterado como antes;
el Diccionario no me ha dicho mas de lo
que yo sabia.
La Cazuda, es el luyar destinado en tos
teatros para las mngeres.
No sé, pues, por que se llama Cazuda,
ni que analogía tiene con este mueble
de cocina.
Si al menos estuviera en diminutivo,
si dijera Cazoleta pudiera darse esta in-
terpretación:
Se llama Cazoklai^ovqxíe en ella se en-
cierra la pólvora que ha de servir de ce-
bo á los disparos que vienen á herirá los
incautos que dirigen sus ávidas miradas
hacia aquel centro de sirenas.
¡Pero Cazuela, Cazuela!!...
¿Por que no, Olla?
¿Cómo no ha caidoalguna de Isl^ lionas,
que acuden á aquel sitio á ver, sin casi
ser vistas, en llamarle Pot-pourri ú Olla
podrida...
Antes de pasar adelante voy á consulr
tar otra vez el Diccionario.
OLLA... PODRIDA — -El cocido compues-
to de mas especie de carne que el ordi-
nario.
Esto ya os otra cosa.
Ya hay algún viso de semejanza, pues-
to que nos hemos empeñado en darle un
nombre técnico culinario.
Voy á probarlo, si puedo.
EnlaCazuela, entrade todas especies,
dije mal, de todas clases de carne.
Mejor que yo, lo sabéis vosotras, lec-
toras, pues mas de una vez os habrá to-
cado sentaros al lado de alguna prójima
• con la que os desdeñaríais compararos.
Muchas veces me he preguntado, que ¿es verdad?
origen podian tener todos esos nombres Allí se vé á la aristocrática señora (de
de Paraíso, Gdlincro, Cazuela^ etc., que se negHgé, y medio ae incógnito) á la que
ián ¿la parle del teatro cuyo techo es el parece señora y no lo es, á la que ao le
¿Qué imperta que viva ausente
si con el alma te veo,
Carolina de mi vida,
si te adora el pensamiento?
¿Qué sirve que ausente viva,
si un amor puro y honesto
también en la ausencia crece
cual crece el líanto en mi seno?
Nunca está lejos quien ama
aunque haya leguas por medio:
para el alma no hay distancias,
ni violencias para el pecho.
Solo, amor mió, quien olvida
decirse puede está lejos,
que yo do quiera que vaya
en mi corazón te llevo.
Arrhi'lons.— 1863.
Domingo Ayuso Espinosa»
IL..A C.A.ZXJ
A..
Perlódioo semanal.
f es ni lo parece, y á ciertas señoras ' — jComo es esto que te veo por aquí,
" que por desgracia se hallan en todas Teresa? ¿tu marido se vá civilizando?
i partes. . ^o está celoso?
Todas estas clases de carnes, mezcla- — Precisamente porque es aquí es por
: das y confundidas, nadando en sabrosí- lo que me vés-, aquí no hay hombres...
• simo caldo de murmuración, sin que le ' — Por supuesto, que es no saberle en-
failte su picante, su canela y demás ac- señar; á mí me podía el mió venir con
cesorios. que hagan parecer aquel local esas ridiculeces.
una verdadera Olla que hierve y que pal- ~¡Ay, hija mia! no sabes que mi ma-
pitaescitada por diferentes combustibles, rido plantó el dia que nos casamos un
Y no es raro ver, que el sumo grado acebnche en el patio de casa y que al-
de calórico haga rebosar el contenido, gunas veces me alaba prácticamente la
y sino dígalo quien haya subido en los bondad de sus ramas,
entreactos hasta el pié de la escalera ó —Qué ¿te pega^ dem'anda de divorcio
boca de la Olla. al canto y eres libre.
Por otra parte, el golpe de vista es —¿Y ^^ recogerías tú?
magnífico, sobre todo por el contraste.' — Yo... a la verdad... no...
Aquí una hermosa-, allí una vieja; acá — Np hay mas remedio; sufriré hasta
una fresca rosa; mas allá (y haciéndose í^® ^^^^ quiera.
notar mas que ninguna) otra flor con-
trahecha; rubias, morenas, blancas, ver- _j^¡j,e y., tia, que cursi viene Toma-
dos ; unas rojas de amor, otras azules ^^^ ^^^^ noche
(ie ira y de despecho; un arco iris, en _como siempre...
fin, cuyos cambiantes, en su mayor par- _Cuidado que al diablo se le ocurre
te, los producen no un sol, sino muchos ponerse un vestido azul celeste con ban-
. soles con bigotes ó esperanzas de ellos, ¿^ verde!
que se agolpan á las entradas de esa mis- _q^q quieres, esos plebeyos Fon como
tura neutra que se llama Tertulia. ; i^g monos, su afán es imitar á las gentes
Figurémonos por un momento que so- de clase y solo logran ponerse ridículos,
mos una... no, ni por un momento. |
(Jue somos el municipal que guarda la!
puerta y que viene á ser el eunuco de' — Qué bonito peinado traes esta noohe
aquel serrallo de muchos sultanes, y oi- Aurora ¿es nnevo?
gamos algo de lo que se habla en el in- — Si, es peinado de cuernos; mañana
terior de la Cazi^ela ú Olla, si es que algo iré á tu casa y te lo haré.
podemos oir.
— Mira, mira Amalia, allí está mi te-
niente con sus gemelos clavados en mí.
—¡En tí!...
— ¿Si, que te asombra, hija?
— (Aparte y con despecho) Y yo que
creia que era yo quien llamaba su aten-
ción.
==^E1 yo es el lema de las mugeres, (el
municipal.)
— Mira, Lola; es muy feo, no le hagas
caso.
=Si, es feo; pero vá á salir pronto á
capitán.
A este orgumento irresistible, calla
Amalia y se come las unas de ira.
— Quien te ha ensrñado á hacerlo?
— El peluquero de mi marido que vie-
ne á peinarn^e todos los dias.
— O témpora ó mores! esclama el mu*
nicipal.
Varias voces mandan guardar silen-
cio, pues acaban de levantar el telón.
Si, ya van á callar; allí hay cuatro
niñas hablando de modas, y á lo mejor,
se escucha como consonante á un «Voto
á Balcebú!» de un actor, el «Se estilan
los vestidos con fichú,» de alguna sus-
critora de la Moda elegante-
Esto es. en resumen, una Cazuela* Olla
ó como queráis llainíylo.
La murmuración, los asuntos domésti-
cos) y los amoríos son la sustancia^ L%c
IfOpe de ' Vegm*
que tamos como famálióós á olfatear sus
contornos, no recogemos mas que la es-
puma.
Emilio de la Cerda.
MiLACá.
Bs ta nombre, Martina^
Jardín de flores,
que al nombrarse, ellas mismas
forman tu nombre.
Has de observarme,
que citando linas cuantas
voy á nombrarte.
Tu silaba primera
la MAR-garita
te rt)ba, y al robarte
toma ella vida.
No la desprecies
que en los vientos mecida
nace en las fuentes.
Ei Ti^lo siempre fresco,
de alba madera,
tu silaba segunda
también te lleva.
¡Quien fuera Tilo,
que á la sombra en sus ramas
te ha recogido!
El.NA-rdo de flor blanca
grato perfume,
te roba de tu nombre
el fin bien dulce.
Yo, cual el Nardo,
robar también quisiera
tu pecho amado.
Asi, Martina hermosa,
si me has seguido,
has visto que es tu nombre
jardin florido
Y si es que puedes,
te pido que al ver flores
de mí te acuerdes.
Bomanoe histórico.
y i^rld.
Enrique de Olavarria.
LA BATALLA DE LüCENA.
X.
Asomada á un mirador
de la torre de la Alhambra
está destilando perlas
por sus megillas rosadas,
Morayma, la mas hermosa
que mira el Darro en sus aguas,.
la sultana favorita
del rey chico de Granada,
la bella hurí de ojos" negros,
la blanca estrella del alba,
la tierna y amante esposa,
que á su esposo idolatra.
Llora porque vá á la guerra
el espejo de su alma;
porque la ausencia, aunque corta,
se la hará triste y muy larga-,
porque sola en sus salones
ya no irá por la mañana
por Boabdil sostenida
á coger rosas y dalias-,
porque teme que una flecha
á su corazón tirada
de un solo golpe ocasione
la desgracia de dos almas.
Y brotan de sus dos soles
lágrimas tantas y tantas
que, turbia su vista, apenas
vé por la Vega lozana
á la prenda de su vida,
al rey chico de Granada.
n.
¡Qué ejército mas brioso,
y con cuanta gracia marcha
por las floridas campiñas
que el Darro en su curso baña!
¡Qué brillantez de armaduras!
¡Qué bordados en las bandas!
¡Qué alfanjes tan relucientes
que la luz dal sol retratan!
La juventud granadina.
la mas noble y mas galana,
de gloria y de prez ansiosa
para si y para su patria.
Lope de Vega,
CULPA Y ESPLA.CION.
A LOS PADRES DE MI CONSECUENTE AMIGO
MARIANO GUILLEN MESA.
Sumida en pena y llorando^
solitaria caminando
hacia calles apartadas
de la vasta población,
va una muger bien vestida
con su mano al pecho unida
los latidos deteniendo
de su pobre corazón.
Y corriendo, y caminando,
siempre el paso apresurando
va la pobre muger tímida
por hallar la soledad:
recordando su pasado,
su miseria y su pecado •
va dejando la mentira
para entrar en la verdad.
Vé á su paso, que de un templo
de los hombres el ejemplo
sale en forma misteriosa
de la santa estremauncion,
y se para estremecida
meditando que su vida
pondrá fín en un momento
á su negra perdición.
Y sus ojos ardorosos
ven no lejos dos esposos
que, t n-su dicha y su ventura,
la prometen puro amor:
y sus ojos se humedecen
y sus pasos se entorpecen,
con angustia medíiando
la ostensión de su dolor.
Vé los tiempos que, inocente
en las aguas de una fuente
cual espejos cristalinas
se miraba sin rubor-,
vé la imagen del primero
que malvado y embustero
abusó de su pureza
requebrándola de amor.
La vergüenza considera
de su padre y la postrera
vez, que amante sus mejillas
con cariño le besó.
Sus amigas vé: casada
sus hermanas adoradas
y recuerda entre su llanto
la casita en que nació.
Sucumbiendo á tal tormento,
vé cruzur su pensamiento
de la virgen una imagen
á que tuvo devoción "^
Y do sus ojos el llanto
abundante corre, en tanto
que hinca en tierra su rodilla
articulando un ¡Perdón!....
Y oye en el cielo entreabierto
el misterioso concierto,
que de magestad reviste
la palabra del Señor...
Su cuerpo vil desfallece...
su alma en los aires se mece
y pura en brazos se arroja
del Divino Salvader.
Madrid.
Enrice de Olavarria.
Teatros.— Sociedad Lope de Vega.
REVISTA DE UNA QÜINOBNA.
Ciertamente que falté á un deber sa-
grado, no escribiendo, como prometí al
digno director de Lope de Vega, la re-
vistita correspondiente á la semana an-
terior, y fué tan delicado que disculpó
mi falta con sus suscritores, manifestán-
doles que solo la atribuia á la ninguna
novedad que habian presentado los es-
pectáculos, de ambos coliseos. Yo con-
fesaré mi culpa francamente, si culpa
puede llamarse á mis muchas ocupacio-
nes y poca memoria. Esta y no otra fué
la causa que motivó no escribir la cita-
da revista y hecha ya esta salvedad, pa-
so ahora á ocuparme de lo ocurrido en
la quincena.