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Full text of "Lo que fuimos y lo que somos, o, La Habana antigua y moderna : 1857"

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THE  LIBRARY  OF  THE 

UNIVERSITY  OF 

NORTH  CAROLINA 


ENDOWED  BY  THE 

DIALECTIC  AND  PHILANTHROPIC 

SOCIETIES 


F  1799 

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T62 

1913 


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This  book  ¡s  due  at  the  WALTER  R.  DAVIS  LIBRARY  on 
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in  2012  with  funding  from 

University  of  North  Carolina  at  Chapel  Hil 


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COLECCIÓN  CUBANA 


LO  QUE  FUIMOS  Y  LO  QUE  SOMOS 

—  ó  — 
LA  HABANA  ANTIGUA  Y  MODERNA 


COLECCIÓN  CUBANA  de  Libros  y  Documentos  Inéditos 
6  Raros,  dirigida  por  FERNANDO  ORTIZ.   ~  ~  ~     Vol.  1. 


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JOSÉ  H.  DE  LA  TORRE 


LO  QUE  FUIMOS  Y  LO 


QUE  SOMOS  ó 


LA  HABANA  ANTIGUA 


Y  MODERNA 


1857 


HABANA 

Librería 

"Cervantes", 
1913 

Galiano    62. 

ÍNDICE 


Prs. 

Índice V 

Nuestra.  Colección VII 

Biografía  de  José  María  de  la  Torre,  por  Vidal  Morales  y 

Morales XIX 

Lo  que  fuimos  y  lo  que  somos  o  la  Sabana  antigua  y  moderna, 

por  José  María  de  la  Torre XXXII 

Prólogo 1 

Capitulo         I    Fundación  de  la  Habana 3 

Capitulo       II    Puerto  de  la  Habana , 8 

Capitulo      III    Progresos  de  la  población.  Intramuros 16 

Capitulo      IV    Progresos  de  Estramuros 23 

Capitulo        V    Divisiones  de  la  Ciudad 48 

Capitulo       VI    Razón  de  los  nombres  de  las  calles  y  de  algunos 

otros  lugares  de  la  Habana 50 

Capitulo    VII    Plazas,  Mercados,  Medidas  y  Distancias 83 

Capitulo  VIII    Iglesias,  Hospitales,  Casas  de  Beneficencia,  etc..  87 

Capitulo      IX    Fortificaciones 99 

Capitulo        X    Arsenal 109 

Capitulo      XI    Variedades 113 

Capitulo    XII    Imprentas,  Periódicos,  Librerías,  Bibliotecas 121 

Capitulo  XIII    Aguas,  Ingenios  de  azúcar  en  la  jurisdicción  de 

la  Habana , 139 

Capitulo   XIV    Cronología  de  los  sucesos  no  mencionados  en 

otros  capítulos 143 

Capitulo     XV    Hijos  de  la  Habana  que  se  ban  distinguido  por 

talentos 173 

Apéndice.   Un  día  en  la  Habana 174 


NUESTRA  COLECCIÓN 

Nuestro  amor  por  los  libros,  especialmente  por  los  libros  vie- 
jos, en  cuyas  páginas  podemos  atisbar  las  siluetas  del  pasado  es- 
fundadas por  el  olvido,  nos  llevan  a  iniciar  un  esfuerzo  que  des- 
de hace  tiempo  nos  atraía,  como  atrajo  a  otros  cubanos  de  épo- 
cas que  fueron. 

En  Cuba  hay  mucho  libro  cubano  olvidado.  Las  ediciones, 
generalmente  cortas  y  caras,  se  han  agotado,  a  veces,  con  pronti- 
tud y  rara  vez,  aun  siendo  solicitadas,  han  merecido  la  reproduc- 
ción librera.  Han  faltado  los  editores  mercantiles  conocedores 
de  los  buenos  libros  de  esta  tierra,  y  muertos  los  respectivos  au- 
tores, ningún  espíritu,  ni  el  del  interés^ni  el  de  la  gloria,  ha  da- 
do nueva  vida  a  los  libros  agotados. 

Los  bibliófilos  sabemos  cuanto  cuesta  adquirir  una  edición 
cubana  de  hace  sólo  veinte  años.  Hay  que  esperar  que  alguna 
vieja  librería  particular  caiga  en  poder  de  los  libreros  de  uso, 
para  echarnos  entonces,  como  aves  de  presa,  sobre  aquellos  des- 
pojos de  la  muerte  o  de  la  ruina. 

Nuestra  mejor  literatura  está  agotada  totalmente:  Arango, 
Várela,  Saco,  Zequeira,  Villaverde,  ninguno  de  nuestros  anti- 
guos pensadores  figura  en  los  anaqueles  de  nuestras  librerías,  y  el 
extranjero  que  llega  a  Cuba  y  pide  en  las  librerías  cubanas  li- 
bros cubanos,  no  obtendrá  más  que  las  últimas  ediciones  de  los 
libros  que  publican  los  autores  por  su  propia  cuenta;  los  libros 
cubanos  de  texto  de  consumo  forzoso  en  los  centros  escolares,  o  al- 
guno que  otro  volumen  de  firma  contemporánea  que  ha  logrado 
crédito  en  Europa  y  que  nos  mandan  de  España  o  de  Francia,  y 
los  muy  contados  tomos  de  ediciones  populacheras  de  poesías 
criollas. 

Esta  incuria  librera   en  Cuba    es  inverosímil.    La   librería 


VIH 

cubana  no  existe.  Los  libreros  son  importadores.  Con  los  libros 
pasa  aquí  como  con  los  huevos,  las  papas  o  el  maíz  (¡perdonen 
las  musas!);  la  producción  de  la  tierra  se  esconde,  tanto  más 
cuanto  mejor  y  más  deseada,  y  la  importación  del  extranjero  lle- 
na los  mercados.  Y  como  en  el  comercio  de  materias  alimenticias, 
las  adulteraciones  abundan  y  las  intoxicaciones  consiguientes  no 
son  escasas. 

Y  no  se  diga  que  el  público  no  compra  los  libros  cubanos ;  si 
son  buenos,  los  busca  y  los  pide. . .  y  los  paga.  Por  un  ejemplar 
usado  de  la  Cecilia  Valdés,  de  Villaverde,  he  visto  pagar  ocho 
pesos ;  por  un  Manual,  apolillado,  de  Arboleya,  he  pagado  cinco. 
El  público  que  paga  estos  precios  no  es,  naturalmente,  numero- 
so; pero  es  lo  suficientemente  bibliófilo  para  que  aun  a  esos  pre- 
cios, no  duren  mucho  en  las  librerías  de  viejo  esos  libros  raros.  Y 
sin  embargo,  la  Cecilia  Valdés  salió  a  luz  apenas  hace  más  de 
treinta  años. 

La  edición,  pues,  de  libros  cubanos,  no  habría  de  ser  un 
campo  tan  estéril  como  parece  por  el  abandono  en  que  se  le  tie- 
ne. Bastaría  seguramente  un  ligero  espíritu  de  empresa  acicatea- 
do por  un  poco  de  amor  a  Cuba,  para  que  ese  campo  se  roturara 
y  produjera. 

Claro  está  que  una  edición  cubana  no  puede  dar  grandes 
lucros  al  editor,  como  una  edición  de  un  libro  pornográfico,  de 
esos  que  inundan  nuestro  mercado  librero;  ni  tampoco  la  li- 
teratura cubana  puede  lanzar  libros  al  mercado  de  Cuba  en  la 
proporción  que  un  centro  editorial  enciclopédico  de  Madrid  o  Pa- 
rís. Pero  en  Cuba  hay,  por  lo  menos,  cien  volúmenes  agotados 
que  todos  buscamos  y  que  nadie  encuentra  sino  por  casualidad 
feliz.  Ni  siquiera  nuestra  Biblioteca  Nacional,  a  cuyo  frente  es- 
tá un  apasionado  investigador  de  nuestra  bibliografía,  y  cuya 
base  consistió  en  las  bibliotecas  particulares  de  bibliófilos  ilus- 
tres, como  Vidal  Morales,  Ponce  de  León  y  otros,  puede  vanaglo- 
riarse de  tener  prácticamente  completa  la  biblioteca  cubana  del 
siglo  último. 

Por  otra  parte,  existen  hoy  día  muchos  libros  que  tratan  de 
Cuba  y  que  los  cubanos  no  conocemos.  ¿Qué  librería  de  Cuba 
tiene  en  sus  estantes  y  al  alcance  del  comprador  la  notabilísima 
Historia  de  la  esclavitud  en  Cuba,  por  Hubert  H.  S.  Aimes,  por 
ejemplo?  ¿No  habrían  de  venderse  en  Cuba,  siquiera  mil  ejem- 
plares de  ese  libro,  si  se  publicara  traducido  ? 


IX 

Además,  hay  en  nuestras  bibliotecas  y  archivos  muchos  tra- 
bajos inéditos,  que  corren  peligro  de  perderse  para  la  patria. 
La  dificultad  económica  unas  veces,  y  la  imposibilidad  política 
otras,  impidieron  a  muchos  cubanos  publicar  sus  escritos,  y  de 
muchos  de  nuestros  escritores  se  han  perdido  valiosos  inéditos. 
Solamente  con  los  escritos  no  publicados  de  nuestros  pensadores, 
pero  que  se  sabe  han  existido  ultimados  y  cuyo  destino  se  ignora, 
aunque  se  presume  con  dolor  patriótico,  se  podría  formar  una  nu- 
trida e  importantísima  biblioteca.  Entristece  el  ánimo  pensar  el 
tesoro  perdido  para  el  pensamiento  cubano,  en  libros  agotados  en 
absoluto,  de  los  cuales  no  tenemos  un  sólo  ejemplar,  como  las  cró- 
nicas del  Obispo  Morell  de  Santa  Cruz,  o  en  obras  manuscritas, 
como  varias  de  Tranquilino  S.  de  Noda. 

Pero  no  todo  ha  de  perderse,  como  se  perderá  sin  duda  si 
continúa  nuestra  apatía  por  esa  clase  de  riquezas  que  una  vez 
perdidas  no  pueden  ser  reemplazadas  ni  readquiridas.  Aun  que- 
da bastante  por  conservar,  si  registramos  con  fe  y  buen  deseo 
nuestras  bibliotecas  y  archivos  públicos  y  privados. 

La  Historia  de  Santiago  de  Cuba,  por  José  M.  Callejas,  que 
hallamos  apolillada  en  la  Biblioteca  de  la  Sociedad  Económica  y 
que  después  de  adaptada  a  las  necesidades  de  la  publicidad,  in- 
sertamos en  la  Revista  Bimestre  Cubana,  y  que  más  tarde  pu- 
blicamos aparte,  es  un  buen  ejemplo  de  lo  que  decimos.  Así  resca- 
tamos para  nuestra  literatura  histórica  una  obra  desconoció  r%  y 
un  autor  olvidado. 

Y  así — ¿por  qué  no  decirlo  de  una  vez? — hemos  logrado  la 
posibilidad  de  hacer  entrar  en  la  circulación  literaria  de  Cuba 
dos  libros  completamente  inéditos.  Uno,  que  a  veces  hemos  vis- 
to citado,  con  insistencia  bochornosa  para  Cuba,  con  el  título  de 
Crónicas  inéditas  de  Cervantes,  obra  que  es  un  tesoro  de  noticias, 
minucias  y  curiosidades  de  antaño,  de  hace  más  de  un  siglo  y  que 
ha  venido  a  parar  a  manos  de  un  cubano  culto  y  lleno  de  amor 
por  los  libros  de  nuestros  antepasados  0)  el  cual  con  generosidad, 
aquí  no  muy  frecuente  que  digamos,  permite  a  quien  esto  escri- 
be, la  reproducción  pública  de  su  parte  publicable.  El  otro  li- 
bro, confundido  con  papeles  casi  inútiles,  incompleto  aun,  pero 
ya  sustancioso,  redactado  con  la  letra  clara  y  enérgica  del  autor, 


(1)     El  señor  Enrique  Castañeda  y  Castañeda,  al  cual  vayan  desde  aho- 
ra las  primeras  manifestaciones  públicas  de  nuestra  gratitud. 


reveladora  de  su  labor  de  luengos  años,  lo  hubimos  de  descubrir 
también  en  la  Biblioteca  de  la  Sociedad  Económica.  Libro  éste 
inédito,  que  es  la  última  obra  del  gran  Saco,  la  cual  verá  la  luz, 
apenas  esta  pluma  torpe  pueda  reordenar  las  cuartillas  manus- 
critas del  gran  cubano,  componer  algunos  párrafos  y  capítulos 
solamente  hilvanados  y  tratar  de  llenar — aun  cuando  con  auda- 
cia hija  de  la  devoción,  que  no  de  la  irreverencia — algunos  de  los 
vacíos  que  Saco  no  pudo  colmar,  sin  duda,  por  sorprenderle  la 
muerte  en  su  labor. 

A  esta  tarea  de  desempolvar  viejos  papeles  se  consagran,  des- 
de hace  años,  con  celo  y  competencia  notable,  revistas  tan  serias 
como  El  Curioso  Americano,  del  Dr.  M.  Pérez  Beato;  el  Boletín 
de  la  Biblioteca  Nacional,  dirigido  por  D.  Figarola-Caneda,  y  el 
Boletín  del  Archivo  Nacional,  dirigido  hoy  por  el  Sr.  J.  Llave- 
rías,  todos  ellos  autorizados  bibliófilos,  amén  de  la  Revista  Bi- 
mestre Cubana,  que  edita  la  Sociedad  Económica  de  Amigos  del 
País.  Pero  las  publicaciones  periódicas,  que  forzosamente  han 
de  truncar  los  trabajos  de  cierta  índole,  precisamente  los  de  fon- 
do, no  son  las  más  propicias  para  la  difusión  popular  de  libros  y 
textos  viejos,  y  la  biblioteca  es  para  ellos  indispensable. 

Ahora  bien,  si  la  idea  de  una  Colección  cubana  de  libros  y 
documentos  inéditos  o  raros,  podemos  creerla  muy  nuestra,  la 
idea  análoga  de  una  Biblioteca  de  escritos  cubanos,  ya  es  antigua 
en  Cuba.  Hoy  por  la  rareza  de  los  autores  cubanos  en  circula- 
ción— rareza  que  siempre  ha  habido  en  Cuba — los  dos  proyectos 
casi  se  confunden.  Casi  y  no  totalmente  decimos,  porque  noso- 
tros ampliamos  la  idea  de  José  Gutiérrez  de  la  Vega,  Goberna- 
dor de  la  Habana  en  1868,  y  de  Anselmo  Suárez  y  Romero,  cre- 
yendo que  en  la  colección  o  biblioteca  pueden  entrar  para  mayor 
provecho  de  todos,  no  solamente  las  obras  de  nuestros  compatrio- 
tas, sino  también  no  pocas  de  extranjeros  sobre  Cuba,  y  muchos 
documentos  sin  autor  conocido  o  de  carácter  no  literario  que, 
sin  embargo,  son  útiles  para  el  estudioso  de  nuestra  vida  actual 
y  pasada. 

No  queremos  vestir  ajenas  galas  y  nos  complacemos  en  ha- 
cerlo constar  así,  sumando  a  nuestra  voz  débil  la  de  aquel  literato 
ilustre  que  hace  ya  medio  siglo  quiso  que  cristalizara  el  proyecto 
bibliófilo,  inspirado  por  su  culto  a  la  memoria  de  los  grandes  pa- 
tricios muertos,  presintiendo  quizás  que  sus  propios  escritos,  en 
los  que  tanto  se  reflejan  los  anhelos  de  la  sociedad  cubana  de  su 


SI 

época,  habrían  de  desaparecer,  como  ya  hoy  día  ha  sucedido,  de 
las  librerías  de  Cuba  y  de  las  manos  de  los  cubanos  lectores. 

Por  eso  insertamos  a  continuación  el  valioso  trabajo  que  fué 
publicado  por  su  autor  diez  años  después  de  redactado,  en  la  Re- 
vista de  Cuba.  (Tomo  III,  pág.  289  y  siguientes).  Dice  como 
sigue,  el  proyecto  de  Suárez  y  Romero : 

Para  una  biblioteca  de  escritores  cubanos.   (') 


Descubierta  la  Isla  de  Cuba  a  fines  del  siglo  XV,  no  hubo  en  ella, 
sin  embargo,  establecimiento  alguno  tipográfico  basta  principios  del  si- 
glo XVIII,  y  cuantos  fijen  la  vista  sobre  el  catálogo  de  las  obras  aquí 
impresas,  habrán  de  reconocer  que,  aún  en  las  épocas  de  mayor  movi- 
miento intelectual,  el  número  de  producciones  dadas  a  la  estampa  ha  si- 
do sumamente  escaso  en  comparación  de  la  multitud  de  libros  que  apa- 
recen sin  cesar  en  otros  países.  Quedaron,  por  consiguiente,  inéditos 
no  pocos  trabajos  de  importancia,  y  respecto  a  los  mismos  que  lograron 
ver  la  luz  a  pesar  de  no  ofrecer  la  menor  esperanza  de  lucro  a  sus  auto- 
res, es  sabido  que  las  ediciones,  limitadas  por  lo  común  a  una  exigua 
cantidad  de  ejemplares,  rara  vez  llegaron  a  repetirse,  y  que  las  circuns- 
tancias hicieron  introducir  supresiones  en  virtud  de  las  cuales  los  pen- 
samientos no  se  presentaban  con  la  fuerza  que  se  habían  concebido. 
Apenas  ha  resonado  tampoco  entre  nosotros  la  prepotente  voz  del  perio- 
dismo, y  largo  tiempo  transcurrió  sin  que  hubiese  más  papel  diario  que 
el  publicado  en  esta  ciudad,  formando  singular  contraste  con  el  lúgu- 
bre silencio  que  guardaba  el  resto  de  las  poblaciones. 

Las  cosas  han  principiado  a  variar,  porque  la  verdad  es  que  las  im- 
prentas no  están  reducidas  a  una  sola,  que  con  más  frecuencia  se  publi- 
can libros,  que  los  acentos  del  periodismo  intentan  levantar  del  mortal 
desmayo  a  los  pueblos,  que  va  surgiendo  el  deseo  de  discutirlo  todo,  y 
que  en  esta  tarea,  hacia  la  cual  con  pujante  energía  arrastra  el  espíritu 


(1)  El  señor  don  José  Gutiérrez  de  la  Vega,  Gobernador  de  la  Habana, 
concibió  el  proyecto  de  publicar  en  una  serie  de  volúmenes,  con  el  título  de 
Biblioteca  de  escritores  cubanos,  las  obras  más  notables  que  éstos  hubiesen 
dado  a  luz  o  permaneciesen  inéditas,  y  con  el  fin  de  que  lo  ayudasen  en  su 
propósito,  convocó  para  varias  juntas  en  su  morada  a  todos  aquellos  que  se 
habían  señalado  por  su  amor  a  las  ciencias  o  las  letras. 

A  la  última  de  las  sesiones  celebradas  concurrí  yo,  y  en  ella  se  me  de- 
signó unánimemente  para  que  redactase  el  Proyecto.  Puse  desde  lu^go  ma- 
nos a  la  obra,  y  por  conducto  de  Antonio  González  de  Mendoza  se  lo  remití 
a  Gutiérrez  de  la  Vega,  a  quien  no  agradó  ;  por  lo  cual  y  porque  además  pre- 
tendía introducir  algunas  variaciones  desacordes  con  mis  ideas,  escribí  otro 
prospecto,  que  se  halla  copiado  después  del  presente,  y  que  le  complació  mu- 
cho ;  pero  como  siempre  quisiese  añadir  algo  de  su  cosecha  y  yo  me  prestase 
a  ello,  nada  más  volvió  a  hablarse  de  la  Biblioteca  de  escritores  cubanos. — 
Nota  de  A.  S.  y  R.. 


XII 

de  la  época,  tropezamos  con  menos  obstáculos  que  los  que  antes  impe- 
dían señalar  hasta  los  extravíos  de  la  administración  municipal.  La 
afición  a  leer  se  propaga,  las  ediciones  no  hallan  tan  difícil  salida,  el 
ejercicio  de  la  imprenta  es  ya  una  industria  entre  nosotros,  y  los  escri- 
tores suelen  recoger,  sobre  el  galardón  de  los  aplausos,  la  pecuniaria  re- 
compensa debida  a  los  trabajos  del  entendimiento.  Erígense  escuelas, 
ábrense  institutos,  hablase  de  fundar  otra  universidad;  colecciónanse 
obras  por  medio  de  piadosos  donativos  para  formar  bibliotecas  locales; 
tiéndese  la  vista  por  las  sociedades  de  recreo  a  las  clases  sumidas  en  la 
ignorancia  con  el  fin  de  enseñarlas;  comiénzase  a  combatir  la  funesta 
inclinación  a  buscar  placer  en  el  servil  pasatiempo  del  juego,  en  lugar 
de  correr  a  saborearlo,  puros  y  enaltecedores,  en  el  desarrollo  de  la  in- 
teligencia y  en  la  depuración  de  los  afectos;  pronúncianse  discursos,  con 
los  cuales  nos  ensayamos  en  el  uso  de  la  palabra;  sostiénense  en  liceos 
públicas  controversias;  pensiónase  a  jóvenes  que  afuera  se  instruyan 
en  los  principios  de  cuanto  se  enlaza  con  la  agricultura,  y  hácense  tales 
desembolsos  con  el  designio  de  que  a  las  prácticas  hijas  del  acaso  reem- 
place el  racional  movimiento  de  la  ciencia;  reconócese  el  derecho  de  los 
vecinos  para  intervenir  en  el  empleo  de  las  contribuciones  destinadas  a 
satisfacer  necesidades  municipales;  dase  un  paso  para  borrar  el  taracea- 
do cuadro  de  nuestros  gravosos  impuestos,  sustituyéndolo  con  el  siste- 
ma de  gabelas  que  directamente  fijadas  en  proporción  a  las  rentas  de  los 
ciudadanos,  lejos  de  adormecerlos  por  la  ignorancia  del  tamaño  del  de- 
sembolso, los  excitan  a  pensar  en  la  relación  que  hay  entre  los  tributos 
y  los  gastos;  colúmbrase  alboreando  en  el  horizonte  la  supresión  de  las 
aduanas  y  la  fraternizadora  libertad  de  los  cambios;  y  presiéntese,  en 
medio  de  la  efervescencia  de  las  ideas  que  al  fin  se  condenará,  por  esté- 
ril y  peligroso,  el  método  que  en  el  momento  aciago  adoptamos,  hace 
más  de  tres  siglos,  para  explotar  los  bellos  y  feraces  terrenos  en  donde 
al  lado  de  las  palmas  y  las  seibas  crecen  la  caña  y  el  cafeto.  Con  gas 
nos  alumbramos,  usamos  caminos  de  hierro,  y  alambres  telegráficos,  ya 
elevados  en  pilares,  ya  posados  en  el  fondo  del  mar,  nos  permiten  comu 
nicarnos  instantáneamente  hasta  con  los  demás  pueblos. 

Evidente  inexactitud  sería  negar  que  la  Isla  de  Cuba  de  hoy  no  es 
ni  la  inculta  región  que  en  las  aguas  caribes  encontraron  los  descubri- 
dores, ni  la  casi  desierta  colonia  que,  antes  de  abrirse  muchos  años  des- 
pués una  brecha  al  monopolio  mercantil,  arrastraba  una  existencia  lán- 
guida y  obscura  entre  la  pobreza  y  la  ignorancia,  ni  tampoco,  por  últi- 
mo, la  tierra  en  que,  cerca  de  la  actual  generación,  el  saber  era  patrimo- 
nio de  contados  hombres  excelsos  que  luchando  con  todo  linaje  de  in- 
convenientes, sobrepujaron  empero  a  sus  contemporáneos  hundidos  en 
caliginosa  noche.  Si  estaría  aquí  fuera  de  lugar  la  enumeración  de  las 
diferentes  causas  que  han  contribuido  a  esta  especie  de  nueva  vida,  me- 
nester será  que  impulsados  por  la  justicia  nos  acordemos  de  los  varones 
eminentes  cuyos  escritos  cooperaron  a  traer  las  cosas  a  la  situación  en 
que  se  hallan.  Sobre  la  tierra  que  los  cubre  no  se  levantan  suntuosos 
mausoleos;  pero  sus  palabras  las  deben  escuchar  siempre  con  religioso 
respeto  cuantos  sienten  palpitar  en  su  pecho  un  corazón  cubano;   fue- 


XIII 

ron  hombres  que,  nacidos  aquí  o  allende  los  mares,  derramaron,  a  des- 
pecho de  los  valladares  de  la  época,  los  tesoros  de  su  saber  y  de  su  ins- 
piración; y  ya  que  durante  su  vida  recogieron  algunos  la  cosecha  de  los 
dolores,  nos  proponemos  ahora  demostrar  nuestra  gratitud  de  la  única 
manera  que  creemos  dignas  de  sus  preclaras  intenciones. 

¿Más  qué  hombres  son  esos  de  cuyos  trabajos  intelectuales  de 
general  influencia  vamos  a  reproducir  en  la  Biblioteca  de  escritores  cu- 
banos? Son  los  que  habiendo  colocado  las  primeras  piedras  del  edificio 
de  nuestra  regeneración  social,  dejaron  obras  impresas  o  manuscritas 
que  hoy  pueden  leer  solamente  las  personas  que  a  costa  de  inmensas  fati- 
gas han  logrado  reunirías  en  sus  bibliotecas  particulares;  son  los  que  la 
tradición,  esta  especie  de  jurado  cuyos  veredictos  sirven  de  base  a  los 
fallos  de  la  historia,  nos  ha  enseñado  a  venerar;  y  son  por  fin,  los  que 
un  necio  desdén  nada  más  se  atrevería  a  despreciar. 

No  hay  labios  que  no  pronuncien  en  Cuba  el  nombre  de  Félix  Vá- 
rela, por  haber  sido  incuestionablemente  quien,  con  sus  obras  filosóficas 
arrimadas  como  arietes  a  los  muros  de  rancias  doctrinas,  las  desmoronó, 
abrió  el  anchuroso  campo  de  la  investigación  y  de  la  controversia,  nos 
enseñó  a  pensar  por  nosotros  mismos,  y  cuando,  a  la  edad  de  treinta  y 
dos  años,  partió  para  ocuparse  en  los  debates  parlamentarios,  había  de- 
jado tras  sí  líYi  reguero  de  luz  imperecedera. 

Tomás  Romay,  que  alcanzó  una  vida  octogenaria  consumida  fer- 
vientemente en  el  asiduo  estudio  y  el  inmaculado  ejercicio  de  las  virtu- 
des privadas  y  públicas,  es  también  uno  de  nuestros  ilustres  mayores. 
Su  perspicuo  talento,  sin  poderse  encerrar  en  el  espacio  de  la  medicina, 
se  cernió  sobre  las  otras  ciencias,  y  sus  obras  serán  siempre  notables, 
así  por  la  profundidad  de  los  pensamientos,  como  por  la  elegancia,  con- 
cisión y  energía  del  estilo.  Este  varón  extraordinario  no  había  salido 
nunca  de  las  playas  cubanas. 

Francisco  Arango  sí  tuvo  ocasión  de  aumentar  sus  conocimientos 
visitando  tierras  extranjeras.  De  ellas  nos  trajo  el  hielo,  la  caña  blan- 
ca, y  una  multitud  de  mejoras  en  nuestra  agricultura.  Obra  suya  fué 
el  desestanco  del  tabaco,  la  libre  introducción  de  brazos,  las  nuevas  fran- 
quicias comerciales,  y  el  preclaro*'  ejemplo  de  la  donación  de  una  espa- 
ciosa casa  destinada  a  la  enseñanza  de  las  primeras  letras  en  un  pue- 
blo del  campo.  Por  la  importancia  y  variedad  de  sus  escritos,  se  ase- 
meja al  insigne  Jovellanos. 

José  de  la  Luz  y  José  Zacarías  González  del  Valle  descollaron  en  la 
filosofía.  El  primero  estudió  profundamente  todo  lo  que  en  los  tiempos 
antiguos  y  modernos  se  ha  escrito  sobre  esta  ciencia,  para  lo  cual  le  sir- 
vió el  conocimiento  de  siete  idiomas  que  escribía  y  hablaba  con  pasmosa 
facilidad  y  corrección;  pero  si  en  filosofía  fué  el  más  espléndido  astro 
americano,  señalóse  también  entre  los  otros  ramos  del  saber,  y  como 
educador  puede  afirmarse  que  en  ningún  país  ha  habido  quien  le  aven- 
taje por  el  método,  por  la  paciencia  y  por  el  amor. 

Joven  falleció  el  segundo  a  consecuencia  de  perennes  trabajos  in- 
telectuales, y  sin  embargo,  en  las  aulas  se  recordará  por  mucho  tiempo 
aquella  portentosa  memoria,  aquella  honda  percepción  para  la  cual  lo 


XIV 

más  abstruso  era  sencillo,  y  aquel  raudal  de  elocuencia  con  que  seducía 
al  auditorio. 

Antes  que  Várela,  antes  que  Luz  y  antes  que  González  del  Valle 
brillasen  en  la  ciencia  de  Platón,  se  veía  discurrir,  grave  y  modesto,  por 
los  claustros  de  un  edificio  que  nosotros  nunca  debemos  olvidar,  al  pres- 
bítero José  Agustín  Caballero.  Sabio  para  aquellos  tiempos  y  para 
nuestro  suelo,  sabio  lo  habrían  proclamado  también  a  cualquiera  otra 
edad,  y  todos  los  países  civilizados.  Su  discurso  pronunciado  ante  las 
reliquias  de  Cristóbal  Colón,  palpita  con  los  férvidos  arrebatos  oratorios 
en  que  hubieran  prorrumpido  Demóstenes  y  Cicerón,  si  hubieran  tenido 
la  dicha  de  saber,  atónitos,  que  en  los  confines  del  dilatado  mar  occiden- 
tal se  extendía  el  continente  y  las  islas  de  la  América. 

Remigio  Cernadas  fué  un  religioso  dominico,  que  entró  en  el  con- 
vento de  su  orden  para  aprender  muy  pronto  todas  las  ciencias  eclesiás- 
ticas, lanzar  miradas  de  águila  a  través  de  las  paredes  del  monasterio 
sintiendo  el  sacudimiento  de  las  ideas  del  siglo,  como  se  conmueven  las 
peñas  al  embate  de  las» olas,  y  derramar  en  elocuentes  arengas  el  fondo 
de  doctrinas  y  el  primor  en  la  frase  que  lo  elevaron  a  la  altura  de  un 
distinguido  orador  sagrado. 

En  el  centro  de.  nuestra  isla  hay  una  región  en  que  se  dilatan  las 
llanuras  y  se  alzan  los  troncos  de  árboles  seculares.  La  mayor  parte 
de  aquel  territorio  está  dedicado  a  la  crianza  de  ganados,  cuyas  carnes  y 
pieles  constituyen  su  principal  riqueza.  En  un  río  de  allí  entraron,  al 
anochecer  del  27  de  Octubre  de  1492,  las  tres  famosas  carabelas.  Pero 
después  de  tres  siglos  de  casi  completo  aislamiento  ocasionado  por  la  di- 
ficultad de  las  comunicaciones,  la  comarca  de  Camagüey  apenas  produ- 
cía sino  lo  estrictamente  necesario  para  el  consumo  propio,  las  costum- 
bres eran  añejas,  las  preocupaciones  hormigueaban,  y  en  medio  del  co- 
mún atraso  solamente  surgían  capacidades  privilegiadas  por  la  natura- 
leza. Se  necesitaba  un  hombre  que  rompiese  aquel  letargo,  y  este  hom- 
bre fué  Gaspar  Betancourt.  Sus  escritos  se  parecen  a  los  retumbantes 
golpes  del  martillo  que  cae  sobre  el  hierro  colocado  en  el  yunque.  Mer- 
ced a  sus  ciclópeos  esfuerzos,  las  locomotoras  rujen  día  y  noche  desde  la 
ciudad  de  Puerto  Príncipe  hasta  la  bahía  de  Nuevitas. 

Jovellanos  decía  que  los  juicios  de  la  opinión  jamás  se  niegan  al 
mérito.  Prisionero  cayó  en  Bailen  el  famoso  Pedro  Alejandro  Auber, 
y  luego,  conducido  en  frágil  balandra  por  un  marinero  griego,  atravesó 
las  líneas  de  los  sitiadores  de  la  Coruña,  enderezando  el  rumbo  hacia 
Santa  Cruz  de  Tenerife.  De  allí  vino  a  Cuba.  Naturalista  y  matemáti- 
co, en  Cuba  se  dedicó  al  magisterio;  en  los  periódicos  de  Cuba  escribió 
infinidad  de  artículos;  en  Cuba  habló  desde  las  cátedras  de  botánica  y 
de  física  y  en  Cuba  resplandecieron  dentro  del  hogar  doméstico  todas 
las  virtudes  del  jefe  de  una  familia.  Así  es  que  Auber  no  fué  francés, 
sino  cubano. 

En  Venezuela  nació  Domingo  Del  Monte;  pero  hasta  los  idsgos  de 
su  fisonomía  eran  los  nuestros.  Su  predilección  por  la  lengua  castella- 
na hizo  que  la  manajase  con  singular  atildamiento.  Dióse  a  la  más  asi- 
dua averiguación  de  los  hechos  de  la  historia  americana.    Con  ática  sal 


XV 

trazó  en  algunos  artículos  nuestras  costumbres.  Sacó  del  laúd  armo- 
niosos versos,  en  los  cuales  campeaban  los  aliños  de  una  dicción  afili- 
granada. Agrupábanse  en  torno  suyo  los  hombres  aficionados  a  las  le- 
tras, y  cuando  el  buen  gusto  que  contribuyó  a  formar  con  su  crítica  jus- 
ta y  amable  no  lo  colocase  entre  nuestros  compatriotas  acreedores  a 
honrosa  recordación,  sabido  es  que  él  fué  un  incansable  propagador  de 
las  doctrinas  que  aconsejan  la  caridad  para  con  una  raza  infortunada. 

Ley  providencial  parece  ser  que  haya  en  todos  los  países  criaturas 
por  extremo  sensibles  a  la  belleza  para  endulzar  las  penalidades  de  la 
vida  con  los  arrobadores  acentos  de  la  lira.  Por  eso  desde  las  regiones 
orientales  de  Cuba  brotaron  las  malencólicas  melodías  de  Manuel  Justo 
Rubalcaba;  y  Manuel  Zequeira,  emprendiendo  remontado  vuelo  desde 
las  márgenes  del  Almendares,  describió  con  heroico  pincel  gloriosas  lu- 
chas, aproximándose  a  menudo  al  robusto  tono  de  Quintana  y  de  Galle- 
go, hasta  que,  herido  de  una  enfermedad  tan  triste  con  la  muerte,  an- 
duvo vagando,  cual  sombra  sepulcral,  en  los  últimos  años  de  su  exis- 
tencia. 

En  la  ciudad  de  Méjico  está  enterrado  el  cadáver  de  Don  J^éé  Ma- 
ría Heredia,  quien  a  la  edad  de  ocho  años  traducía  a  Horacio,  a  la  de 
diez  hacía  versos,  y,  después  de  haber  vivido  siempre  una  vida  tan  agi- 
tada como  proceloso  era  su  espíritu,  murió  en  Toluca  a  los  treinta  y 
seis  años.  El  sacrosanto  amor  a  la  patria  fué  la  sublime  cuerda  que 
en  su  laúd  resonó  grandiosamente,  y  que  nunca  palideció,  ni  aún  en 
aquel  momento  en  que  contemplando  las  cataratas  del  Niágara,  echa  de 
menos  entre  los  agrestes  pinos  el  blando  susurro  de  las  palmas  que  aquí 
mecen  sus  penachos  al  soplo  de  la  brisa  bajo  un  cielo  purísimo.  Los 
tormentos  de  la  proscripción  bañaron  de  amarga  melancolía  muchos 
cantos  suyos.  Por  eso,  como  montañosa  obra  que  precipitadamente  vie- 
ne a  quebrantarse  gemebunda  en  las  rocas  de  la  playa,  fué  turbulenta  y 
breve  la  existencia  de  Heredia. 

Aconteció  a  José  Jacinto  Milanés  lo  que  a  Zequeira.  Coii  la  razón 
perdida  vivió  muchos  años  en  la  misma  ciudad  que  había  escuchado  los 
preludios  de  su  lira,  escritos  desd£  el  despacho  de  la  casa  de  comercio 
donde  ganaba  un  sueldo.  Poeta  meditabundo  y  grave,  convirtió  su  aten- 
ción a  las  dolencias  sociales.  La  ternura  de  su  alma  angélica,  transpira 
en  cada  nota,  y  por  entre  formas  con  frecuencias  duras  y  desapacibles, 
se  descubre  siempre  la  hidalguía  de  sus  intentos.  El  entierro  de  este 
artista,  a  quien  todos  amábamos  porque  él  nos  amaba  a  todos,  fué  una 
magnífica  ovación  tributada  por  el  pueblo  al  genio  y  a  la  virtud. 

Dos  hombres,  obscuros  por  el  nacimiento,  se  dejaron  también  arre- 
batar entre  nosotros  por  el  mágico  poder  con  que  la  poesía  expresaba 
las  ideales  creaciones  de  la  fantasía,  Gabriel  de  la  Concepción  Valdés 
fué  el  uno,  y  Juan  Francisco  Manzano  se  llamaba  el  otro.  Las  inspira- 
ciones del  primero  se  parecen  a  los  relámpagos  que  en  medio  de  una 
borrasca  hienden  las  lóbregas  nubes;  y  aunque  incorrecto  por  lo  co- 
mún en  sus  obras,  quizás  en  la  lengua  castellana  no  habrá  ningún  ro- 
mance que  supere  a  uno  de  los  suyos,  ni  hay  corazón  tampoco  que  no 
se  contriste  al  repetir  las  supremas  palabras  por  él  murmuradas  en  mo- 


XVI 

mentos  terribles.  El  otro  poeta  había  sido  esclavo.  Esclavo  aprendió 
a  leer  y  a  escribir,  esclavo  compuso  sus  primeros  versos,  y  esclavo  tra- 
bó amistad  con  los  literatos  que  le  redimieron.  Su  musa  severa  y  le- 
vantada, casi  no  permite  oír  el  ruido  de  las  cadenas  del  cautiverio;  pero 
como  si  el  dolor  hubiese  sido  su  único  numen,  Juan  Francisco  Manzano 
enmudeció  cuando  a  las  noches  de  la  servidumbre,  sucedieron  las  auro- 
ras de  la  libertad. 

Tales  son,  a  grandes  rasgos  pintados,  algunos  de  los  hombres  que 
habiendo  descendido  al  sepulcro,  deben,  sin  embargo,  continuar  hablando 
por  medio  de  sus  obras,  con  nosotros  y  las  generaciones  futuras.  Mu- 
cha paciencia  exige  sin  duda  la  tarea  que  nos  hemos  impuesto,  y  los 
gastos  que  ocasionará  la  Biblioteca  de  escritores  cubanos,  no  podrían 
cubrirse,  si  dejaran  de  recurrir  presurosos  a  apuntarse  en  las  listas  de 
suscripción  todos  los  amantes  de  las  glorias  patrias;  pero  abrigamos 
completa  fe  en  la  feliz  cima  de  nuestra  empresa,  no  solamente  porque 
en  Cuba  abundan  los  ciudadanos  generosos,  sino  también  por  otra  cir- 
cunstancia. 

La  iniciativa  del  proyecto  se  debe  al  Excmo.  e  Iltmo.  Sr.  D.  José 
Gutiérrez  de  la  Vega,  Gobernador  Político  de  esta  ciudad;  quien  reflexio- 
nando que  uno  de  los  medios  más  eficaces  para  promover  el  adelanta- 
miento de  los  pueblos,  es  reproducir  los  selectos  trabajos  intelectuales 
de  cuantos  se  distinguieron  por  su  saber  y  patriotismo,  convocó  una 
junta,  compuesta  de  individuos  dedicados  a  las  ciencias  y  las  letras, 
con  la  mira  de  que  lo  ayudasen  a  realizar  en  Cuba  lo  que  había  hecho 
en  otros  dos  puntos  de  la  monarquía  respecto  de  los  escritores  granadi- 
nos y  de  los  dramáticos  griegos.  Allí  expuso  que:  "si  antes  de  venir 
"a  ejercer  su  mando  entre  nosotros,  había  tratado  con  intimidad  y  que- 
"rido  mucho  a  varios  cubanos,  no  le  eran  desconocidos  las  mejores  pro- 
ducciones en  prosa  y  en  verso  con  que  no  sin  bastante  fundamento  nos 
"envanecíamos;  que  aquel  afecto  a  sus  hermanos  ultramarinos  se  había 
"acrecentado  después  hasta  lo  sumo  y  con  él  la  favorable  idea  que 
"acerca  de  nuestros  progresos  tenía;  "que  nuestras  glorias  lo  eran  tam- 
"bién  de  la  Nación  de  que  formamos  parte;  que  se  había  llenado  de  sen- 
"timiento  cada  vez  que  ansiando  leer  alguna  obra  de  nuestros  antepasa- 
dos, no  lo  había  logrado  por  falta  de  ejemplares;  y  que  creía  prestar 
"un  servicio  a  la  causa  de  la  ilustración  ofreciendo  su  ardiente  apoyo  co- 
"mo  particular  y  funcionario,  con  el  objeto  de  que  se  imprimiesen  co- 
"rrecta  y  elegantemente  en  muchos  volúmenes  las  producciones  de  los 
"cubanos  que  hubiesen  contribuido  a  impulsar  esta  hermosa  provincia 
jiacia  el  grado  de  cultura  en  que  se  encuentran." 

Los  concurrentes  oyeron  con  profundo  placer  las  palabras  del  Ex- 
celentísimo e  Ilustrísimo  Sr.  D.  José  Gutiérrez  de  la  Vega,  así  por  los 
elogios  que  entusiasmado  tributaba  a  los  hombres  que  aquí  han  desa- 
rrollado en  las  ciencias  y  las  letras,  como  por  la  esperanza  de  que  sus 
esfuerzos  verían  al  cabo  realizados  los  deseos  que  ya  habían  abrigado 
acerca  del  mismo  particular.  Procedióse  a  nombrar  una  Comisión  Di- 
rectiva para  que  escogitase  los  medios  más  a  propósito  para  dar  princi- 
pio cuanto  antes  a  la  impresión  de  la  Biblioteca  de  impresores  cubanos; 


XVII 

y  esta  Comisión  Directiva,  bajo  la  presidencia  del  fervoroso  iniciador 
del  proyecto,  es  la  que  ahora  decidida  a  trabajar  constantemente  hasta 
realizarlo,  tiene  el  honor  de  excitar  al  público  a  fin  de  que  suscribiéndose 
proporcione  los  recursos  necesarios. 

Habana,  y  Abril  2  de  1868. 

Últimamente  el  señor  Risquet,  un  culto  representante  a  la 
Cámara,  modesto  hijo  de  modesta  cuna,  hombre  de  color,  dio  for- 
ma a  un  proyecto  de  ley  por  el  cual  tamaña  empresa  de  publicar 
las  obras  de  los  grandes  escritores  cubanos,  se  encomendaba  a 
una  comisión  de  ciudadanos  y  se  fijaba  un  cuantioso  crédito  por 
el  Estado  para  la  realización  del  empeño.  Pero,  desgraciadamen- 
te, el  proyecto  no  ha  llegado  a  discutirse,  según  creemos. 

Pero  no  por  eso  es  menos  apremiante  la  necesidad  de  aco- 
meter siquiera  la  realización  del  ideal,  que  ya  han  realizado  todos 
los  pueblos  civilizados,  la  de  mantener  siempre  viva  su  propia 
literatura. 

Y  si  el  ejemplo  es  necesario,  surja  el  ejemplo,  aún  cuando 
viniese  del  menos  capacitado  para  ofrecerlo,  aunque  sí  del  más 
fervoroso  para  sentirlo. 

En  espera,  pues,  de  que  un  editor  ilustrado  realice  la  mag- 
na obra  de  revivir  esos  cien  libros  muertos,  en  los  cuales  palpite 
desnuda  el  alma  de  la  patria,  nos  proponemos  nosotros,  modes- 
tos y  llenos  de  fe,  cooperar  con  la  pequenez  de  nuestras  energías  a 
esa  obra  de  reconstrucción. 

Y  eso  habrá  de  ser  esta  biblioteca  que  solos  iniciamos.  Eso 
deberá  ser  la  Colección  cubana  de  libros  y  documentos  inéditos  o 
raros:  trabajo  de  reconstrucción,  fuerza  de  vida  para  obras  en- 
terradas por  la  polilla  y  por  el  olvido  de  los  cubanos;  resurrec- 
ción para  nombres  de  compatriotas,  asfixiados  bajo  el  polvo  de 
los  años. 

Si  en  nuestra  labor  de  homenaje  a  los  grandes  varones  cu- 
banos y  de  cariño  por  su  hija  la  patria  republicana,  caemos 
desfallecidos,  no  se  nos  culpe  a  nosotros  cuyas  flaquezas  confesa- 
mos, sino  a  los  muchos  que  pudiendo  aquí  ser  Cireneos  de  los 
ideales  puros,  los  desamparan  en  la  angustia  de  la  impotencia  y 
los  crucifican  en  la  cruz  del  egoísmo. 


Comenzamos  la  serie  de  esta  biblioteca  con  la  reproducción 


de  un  libro  agotado  desde  hace  muchos  años,  de  discutible  valor 
literario,  pero  repleto  de  datos  interesantísimos  para  la  historia 
de  Cuba  y  especialmente  de  la  Habana.     Tal  es  la  obra  titulada 

LO  QUE  FUIMOS  Y  LO  QUE  SOMOS  O  LA  HABANA  ANTIGUA  Y  MODER- 
NA, publicada  en  1857  por  el  habanero  José  María  de  la  Torre  y 
Cárdenas,  que  hacemos  preceder  de  la  biografía  del  autor,  escri- 
ta por  Tidal  Morales  y  Morales,  para  la  Revista  de  Cuba,  en  la 
cual  vio  la  luz.     (Tomo  II,  pág.  385  y  siguientes.) 

A  este  tomo  seguirán  otros  inéditos  o  antiguos,  si  los  com- 
plicados factores  que  pueden  favorecer  esta  labor  actúan  eficaz- 
mente y  si  las  fuerzas  de  su  iniciador  no  se  debilitan  más  allá  de 
la  ya  actual  debilidad  propia  de  su  modestia.  Sea  nuestro 
lema  el  que  sirvió  para  la  obra  nacionalista  en  sus  periodos  de 
mayor  fe  y  sacrificio:  ¡labor emus! 

Seamos  laborantes,  como  lo  fueron  los  que  con  su  labor  nos 
construyeron  una  patria,  que  perderemos  si  no  laboramos  tam- 
bién nosotros  con  igual  tenacidad  y  con  la  misma  fe. 

Habana,  30  de  Junio,  1913. 

Fernando  üktiz. 


JOSÉ  MARÍA  DE  LA  TORRE  (*) 

ESTUDIO    BIOGRÁFICO 

POR 

Vidal  Morales  y  Morales 

La  verdad  sólo  será  quien  dé  ma- 
teria a  mi  discurso. — Jovellanos. 

A  fines  de  Diciembre  del  año  1873,  a  bordo  del  vapor  correo 
español  Guipúzcoa,  en  su  travesía  de  Cádiz  a  la  Habana,  y  ya 
muy  próximo  a  la  ciudad  de  San  Juan  de  Puerto  Rico,  falleció 
repentinamente  a  los  cincuneta  y  ocho  años  de  edad,  víctima  de 
una  aplopegía  serosa,  un  distinguido  cubano,  cuyo  nombre  es  ge- 
neralmente conocido :  el  Ledo.  D.  José  María  de  la  Torre  y  de  la 
Torre.  Apenas  existirá  un  natural  de  la  isla  de  Cuba,  pertene- 
ciente a  esta  generación,  que  no  haya  empezado  a  balbucear  las 
primeras  letras  en  sus  populares  textos  y  que  no  conserve  un  gra- 
to recuerdo  de  su  memoria.  A  la  circunstancia  de  haber  coinci- 
dido su  inesperada  muerte  con  la  llegada  a  Puerto  Rico  del  vapor 
mencionado,  se  debe  que  sus  mortales  restos  no  descansen  en  el 
fondo  del  mar  Caribe,  pues  así  fué  posible  que  hallaran  reposo 
eterno  en  el  cementerio  de  aquella  eiudad. 

Don  José  María  de  la  Torre  y  de  la  Torre,  sobresalía  entre 
los  hijos  de  este  país,  como  geógrafo,  estadista,  anticuario  y  pro- 
pagador de  la  enseñanza. 

Nacido  en  la  Habana  el  día  1.°  de  Septiembre  de  1815,  fue- 
ron sus  padres  D.  José  María  de  la  Torre  y  Cárdenas  y  D.a  Mon- 
serrate  de  la  Torre,  primeros  pobladores  de  la  capital.  Habien- 
do tenido  la  desgracia  de  quedar  huérfano  desde  muy  joven,  brin- 
dóle constante  tierna  protección  su  tío  el  coronel  D.  Antonio  Ma- 
ría de  la  Torre  y  Cárdenas,  que  ocupó  por  espacio  de  algún  tiem- 
po elevados  cargos  en  el  gobierno  de  la  Isla,  y  consagró  a  la  edu- 
cación de  su  sobrino  el  mayor  cuidado. 


(1)     Este  estudio  se  publicó  en  Noviembre  30  de  1877-   por  la  Revista 
$e  Cuba, 


XX 

Según  el  Sr.  Calcagno,  en  la  biografía  que  conserva  inédita 
de  este  autor,  a  los  seis  años  de  edad  ingresó  en  la  escuela  laneas- 
teriana,  que  por  la  Sociedad  Económica  dirigía  D.  Esteban  Na- 
vea,  quien  habiendo  manifestado  al  inspector  D.  Francisco  de 
Arango  y  Parreño,  su  admiración  por  la  facilidad  con  que  el  niño 
La  Torre  aprendió  desde  el  primer  día  las  letras  que  componen 
el  alfabeto  castellano  y  en  pocos  a  escribir  corrientemente,  tuvo 
la  grata  satisfacción  de  que  el  insigne  Arango  le  felicitara  por  su 
celo  y  aplaudiera  la  portentosa  precocidad  del  alumno,  haciendo 
que  este  hecho  se  publicase  en  los  periódicos  de  la  época,  para  es- 
tímulo de  los  demás  y  recomendación  del  sistema  que  Navea  ha- 
bía introducido. 

Estudió  latinidad,  retórica,  filosofía,  física  general  y  juris- 
prudencia en  el  Real  Colegio  Seminario  de  San  Carlos,  ese  ra- 
diante foco  de  luz  que  ha  producido  tantas  ilustraciones  en  el 
país.  Apesar  de  haber  asistido  a  las  elecciones  de  José  Agustín 
Govantes,  en  aquellas  aulas,  de  haber  practicado  el  derecho  en  el 
bufete  de  José  Antonio  Cintra,  y  de  haber  sido  un  discípulo  aven- 
tajado de  éste,  nunca  demostró  verdadera  afición  por  su  carrera, 
de  la  cual  le  alejaban  su  mismo  carácter  y  sus  propias  inclinacio- 
nes, siendo  ésta  probablemente  la  causa  porque  no  llegó  a  reci- 
bir su  grado  de  licenciado  en  derecho  hasta  el  22  de  Abril  de 
1841,  en  nuestra  Real  Audiencia  Pretorial. 

Antes  de  haberse  graduado,  demostró  José  María  de  la  To- 
rre, cuál  era  el  rumbo  hacia  donde  se  dirigirían  en  lo  sucesivo  sus 
estudios.  Así  como  en  la  Península  hizo  ver  su  notable  afición 
por  la  geografía  D.  Fermín  Caballero,  dando  a  luz  aquellos  céle- 
bres folletos  que  tituló  Corrección  fraterna,  impugnando  con 
acierto  el  Diccionario  de  Miñano,  del  propio  modo,  entre  nosotros, 
demostró  la  misma  aptitud,  tanto  para  la  geografía,  como  para  la 
historia,  D.  José  María  de  la  Torre,  publicando  un  curioso  y  pro- 
fundo estudio  geográfico,  histórico,  cronológico  de  la  Isla  de  Cu- 
ba, en  la  época  de  su  descubrimiento  y  conquista,  que  tituló  Ma- 
pa de  la  isla  de  Cuba  y  tierras  circunvecinas,  según  las  divisio- 
nes de  los  naturales  y  las  derrotas  que  siguió  el  almirante  don 
Cristóbal  Colón  en  sus  descubrimientos,  y  los  'primeros  estableci- 
mientos de  los  españoles  para  servir  de  ilustración  a  su  historia 
antigua,  y  que  es  su  título  literario  más  envidiable,  por  el  interés 
y  originalidad  de  la  materia  que  estudiaba  y  esclarecía  por  pri- 
mera vez,  pues  hasta  entonces  nadie  se  había  ocupado  de  hacer 


XXI 

un  mapa  de  la  Isla  con  la  división  y  la  designación  de  las  provin- 
cias, según  las  denominaban  sus  primitivos  habitantes. 

Para  levantar  este  plano,  dice  el  infatigable  erudito  Sr.  Ba- 
chiller y  Morales,  a  quien  habrá  que  consultar  siempre  que  de  Cu- 
ba se  trate,  tuvo  su  autor  ocasión  de  disfrutar  de  los  interesantes 
manuscritos  del  sabio  naturalista  D.  Felipe  Poey,  quien,  merced 
a  su  exquisito  gusto  y  afición  por  los  estudios  históricos,  brillante- 
mente demostrados  en  lo  que  ha  traducido  de  las  "Décadas  de 
Pedro  Mártir  de  Anglería",  y  en  otros  escritos,  recogió  varias  y 
copiosas  apuntaciones  de  las  obras  inéditas  conservadas  en  biblio- 
tecas y  archivos,  mientras  permaneció  en  España,  llegando  hasta 
el  extremo  de  haber  trasladado  en  caracteres  tipográficos  volúme- 
nes completos  de  varias  obras.  Muchas  de  dichas  apuntaciones 
han  visto  la  luz  en  las  inapreciables  Memorias  de  la  Real  Socie- 
dad Económica  de  Amigos  del  País,  cuya  interesante  publica- 
ción es  de  sentir  que  no  haya  continuado  esta  corporación. 

La  obra  del  Sr.  de  la  Torre  tiene  un  gran  mérito,  no  sólo  en 
su  parte  científica,  sino  en  la  literaria,  advirtiéndose  en  el  estilo 
de  la  disertación  y  en  el  del  diccionario  que  acompañan  al  ma- 
pa, cierto  sabor  clásico,  que  recuerda  el  rancio  de  los  historiado- 
res que  acababa  de  consultar,  estilo  que,  según  un  ilustrado  críti- 
co, fué  perdiendo  en  sus  producciones  posteriores. 

Apareció  el  Mapa  a  fines  del  año  de  1837,  cuando  su  autor 
apenas  contaba  veintidós  años  de  edad.  Habiéndolo  dedicado  a 
la  Real  Sociedad  Patriótica,  ésta  nombró  para  su  examen  una  co- 
misión, y  en  virtud  del  informe  de  los  ilustrados  miembros  que  la 
formaron,  se  acordó  incorporarle  en  su  seno  en  calidad  de  indi- 
viduo de  mérito,  cuando  tan  honroso  distintivo  era  escasamente 
concedido,  y  cuando  el  simple  título  de  socio  era  solicitado  con 
empeño  y  otorgado  con  parsimonia. 

Los  señores  D.  Juan  Agustín  Ferrety,  D.  Manuel  González 
del  Valle  y  D.  Domingo  Delmonte,  que  fueron  los  comisionados 
por  la  Real  Sociedad  Económica,  después  de  admirar  la  decidida 
afición  que  demostraba  la  Torre  por  las  cosas  de  esta  provincia 
y  de  aplaudir  la  perseverancia  y  el  valor  con  que  había  empren- 
dido el  estudio  y  examen  de  las  infinitas,  complicadas  y  contra- 
dictorias relaciones  y  crónicas  de  los  descubrimientos  del  Nuevo 
Mundo,  y  de  admirar  también  la  sagacidad  con  que  había  puesto 
en  claro  la  existencia  y  topografía  de  unas  nuevas  provincias, 
que  hasta   entonces   habían  permanecido   ocultas   en   la  mente 


XXII 

de  cuantos  de  esas  materias  se  ocupaban,  concluyendo  exponien- 
do a  la  corporación,  que  para  premiar,  en  cierto  modo,  la  aplica- 
ción de  D.  José  María  de  la  Torre,  y  empeñarlo  en  la  continua- 
ción de  tan  provechosas  tareas,  debía  acordarse,  primero :  darle 
las  gracias  muy  expresivas,  por  medio  de  oficio,  por  la  dedicato- 
ria que  había  hecho  a  la  Sociedad  de  su  obra ;  segundo :  acompa- 
ñarle con  dicho  oficio  el  título  de  individuo  de  mérito  de  la  So- 
ciedad, relevándole  de  la  obligación  de  pagar  las  cuotas  corres- 
pondientes, y  tercero,  mandar  que  se  publicara  en  sus  Memorias 
el  opúsculo  acompañado  del  Mapa. 

En  el  Noticioso  y  Lucero  del  año  de  1841,  se  publicó  lo  si- 
guiente relativo  a  este  mapa :  ' '  El  mérito  de  la  obra  no  está  al  al- 
'  canee  de  todos.  Es  preciso  meditar  las  dificultades  que  vence 
'el  hombre  de  estudio,  que  revolviendo  el  polvo  de  tres  siglos, 
'restablece  las  divisiones  territoriales  de  un  pueblo  que  no  exis- 
'te.  Bajando  nosotros  la  consideración  a  este  ímprobo  trabajo, 
'apenas  hemos  podido  comprender  tal  constancia  de  observa- 
ción, de  examen,  de  pesquisa  en  una  imaginación  juvenil.  No, 
'no  es  esta  la  obra  ordinaria  de  la  juventud.  Y  el  mérito  del 
'señor  la  Torre  es  aún  mayor,  si  reflexionamos  que,  ilustrando  la 
'historia  de  esta  Isla,  rectificando  errores  y  resucitando  datos  ol- 
'vidados,  facilita  el  camino  de  las  investigaciones  a  los  hombres 
'de  letras  que  se  ocupan  de  la  historia  del  Nuevo  Mundo." 

No  fué  tan  sólo  nuestro  patriótico  Instituto  quien  supo  apre- 
ciar dignamente  obra  tan  original,  pues  también  mereció  el  pre- 
mio de  otras  sabias  corporaciones.  La  Real  Academia  Española 
de  la  Historia,  cuyas  puertas  sólo  se  abren  al  verdadero  mérito, 
en  sesión  de  22  de  Agosto  de  1845,  siendo  su  director  don  Marcial 
Antonio  López,  censor  don  Vicente  Sarvá,  y  secretario  el  conoci- 
do traductor  de  la  más  notable  obra  del  anglo-americano  Pres- 
cott,  don  Pedro  Sabau  y  Larroya,  lo  llevó  a  su  seno  nombrándole 
individuo  correspondiente,  otorgándole  igual  distinción  la  de 
Geografía  de  París,  la  de  Londres,  el  Instituto  Etnográfico  de 
Nueva  York,  y  a  propuesta  del  sabio  barón  de  Humboldt,  tam- 
bién le  acogió  con  entusiasmo  la  de  anticuarios  de  la  capital  de 
Dinamarca.  En  1864  la  Sociedad  Económica  de  Santiago  de 
Cuba,  queriendo  participar  de  la  justa  fama  que  haoia  saoido  al- 
canzar, le  incluyó  en  su  lista  de  socios  corresponsales. 

Continuando  el  examen  de  la  disertación  que  acompaña  al 
mapa  antiguo  de  Cuba,  dice  la  misma  comisión  informante,  que 


XXIII 

además  de  la  novedad  de  su  crítica,  es  notable  porque  en  ella  co- 
rrige el  autor  algunos  errores  en  que  incurrieron  ciertos  historia- 
dores del  siglo  décimo  sexto,  y  porque  combate  con  lógico  vigor 
las  opiniones  de  los  respetables  señores  Navarrete  e  Irving,  res- 
pecto a  la  ruta  que  por  estos  mares  siguió  el  almirante  en  su  se- 
gundo y  cuarto  viaje  de  descubrimiento.  Oigámosle  por  un  ins- 
tante. 

"Me  parece  así  mismo  conveniente,  manifestar  por  separado 
los  fundamentos  que  me  han  servido  para  trazar  los  derroteros  de 
Colón  por  estos  mares.  El  del  primer  viaje  está  arreglado  al  há- 
bil examen  que  trae  el  señor  Irving.  Para  trazar  la  derrota  en  su 
segundo  viaje  por  el  Sur  de  esta  Isla,  me  he  dirigido  por  la  narra- 
tiva que  de  él  hace  Bernáldez  (más  conocido  por  el  cura  de  los 
Palacios)  en  su  historia  de  los  Reyes  Católicos,  capítulo  131,  la 
cual  fué  extractada  y  publicada  en  estas  Memorias  por  el  señor 
Poey  i1)  :  supliendo  de  la  historia  M.  S.  de  Sevilla,  de  la  historia 
de  Colón  por  su  hijo  don  Fernando,  y  de  las  Décadas  de  Herrera, 
lo  que  aquella  no  alcanza.  La  diferencia  más  esencial  entre  el 
trazado  del  señor  Navarrete  y  el  mío  consiste  en  que  aquel,  si- 
guiendo parece  a  Muñoz,  supone  que  Colón,  de  vuelta  de  su  reco- 
nocimiento, surgió  al  Norte  del  Banco  de  Nueva  Esperanza  para 
oir  la  primera  misa  en  Cuba,  cuando  Bernáldez  dice  terminante- 
mente que  "llegaron  a  la  provincia  de  Ornofay  y  surgieron  allí 
en  un  gran  río  y  proveyeron  el  navio  de  agua  y  leña  para  nave- 
gar al  austro  siguiendo  otro  camino  y  dejando  las  islas  del  Jar- 
dín de  la  Reina  a  la  izquierda.-" 

"Si  el  señor  Navarrete,  siguiendo  como  yo  a  Bernáldez  y  la 
historia  M.  S.  de  Sevilla  (capítulo  128),  hubiera  hecho  desem- 
barcar a  Colón  en  la  Isla  el  18  de  Mayo,  cuando  navegaba  hacia 
Occidente,  atribuyera  su  equivocación  a  decir  Fernando  Colón, 
que  después  de  salir  su  padre  del  grupo  de  islas  del  Norte  de  las 
de  Pinos,  se  dirigió  al  oriente  hasta  que  volvió  a  acercarse  a  la 
Isla  de  Cuba  hacia  Oriente  a  donde  había  estado  en  su  primer 
viaje ;  pero  ni  esta  disculpa  merece,  sin  embargo  de  que  don  Fer- 
nando Colón,  con  claridad  bastante  da  entender  el  mismo  punto 
que  Bernáldez,  como  se  comprende  fácilmente  comparando  en- 
tre sí  las  relaciones  de  ambos  historiadores,   por  las   cuales  se 


(1)      La  Sociedad  de  Bibliógrafos  andaluces,  publicó  en  1869,  en  Sevilla, 
esta  obra  del  bachiller  Andrés  Bernáldez,  cura  de  los  Palacios. 


XXIV 

vendrá  así  mismo  en  conocimiento  de  la  situación  de  Or- 
nofay.  ¿Y  de  qué  otro  punto,  si  de  este  modo  no  fuese,  podría 
navegando  al  Sur,  dejar  dichas  islas  de  los  Jardines  de  la  Reina 
a  la  izquierda  o  sea  a  estribor  ?  Y  en  estos  mismos  términos  con- 
tinúa combatiendo  el  derrotero  del  cuarto  viaje,  según  lo  traza 
el  señor  Navarrete.  (Memorias  de  la  Sociedad  Patriótica  de  la 
Habana,  por  una  comisión  permanente  de  su  seno ;  tomo  13,  pági- 
na 18. — Habana. — Imprenta  del  Gobierno,  1841. ) ' ' 

El  historiador  escocés  Robertson,  aconseja  a  los  que  refieren 
sucesos  de  una  época  remota,  que  para  tener  derecho  a  la  confian- 
za pública  han  de  exponer  los  testimonios  en  que  apoyen  sus  aseí- 
ciones;  y  don  José  María  de  la  Torre,  no  olvidando  tan  pruden- 
te consejo,  apoyóse  en  la  autoridad  de  una  carta  que  escribió  Die- 
go Velázquez  al  Emperador  Carlos  V,  en  1.°  de  Abril  de  1513, 
tomada  de  la  colección  del  malogrado  Muñoz ;  en  la  de  Fray  Bar- 
tolomé de  las  Casas,  en  la  del  citado  cura  de  los  Palacios,  cronista 
de  los  épicos  tiempos  de  Fernando  e  Isabel  y  en  la  de  otros  respe- 
tables historiadores  de  Indias,  para  levantar  el  plano  de  la  Isla 
de  Cuba  antigua,  y  redactar  el  opúsculo  y  diccionario  que  le 
acompañaban,  obras  cuyo  irrefutable  mérito  no  nos  cansaremos 
de  ponderar. 

Según  acabamos  de  verlo,  el  estudio  de  la  geografía  e  histo- 
ria de  la  Isla  era  su  pasión  predilecta,  y  en  él  es  donde  brilló  en 
sus  juveniles  años  y  donde  después  había  de  continuar  brillando, 
prestando  relevantes  servicios  que  no  debemos  olvidar,  aplau- 
diendo, por  lo  contrario,  su  incansable  laboriosidad  y  aquella  pa- 
ciencia y  constancia  que  le  impulsaban  a  pasar  días  enteros  con- 
sagrados a  la  investigación  de  nuestras  antigüedades,  sumido  en 
el  polvo  de  los  archivos  y  de  las  bibliotecas.  (x) 

El  periódico  literario  La  Siempre  Viva,  que  en  1838  se  pu- 
blicaba en  esta  ciudad  por  los  señores  Bachiller,  Costales,  Betan 
court,  y  Suzarte,  empezó  a  insertar  otro  escrito  del  señor  de  la 


(1)  En  1847  hizo  el  autor  una  segunda  edición  de  este  Mapa,  rodeándole 
de  una  orla  formada  de  pequeños  cuadros  que  representan  hechos  históricos  de 
la  mayor  importancia :  "era  preciso  una  aplicación  decidida,  un  estudio  conti- 
nuado, un  genio  particular  como  el  de  nuestro  historiógrafo,  por  haber  logra- 
do trazar  esta  carta  tan  interesante  y  tan  completa,  que  ella  solo  basta  para 
guiarnos  al  .conocimiento  de  parte  de  nuestra  historia  antigua." 

"El  trabajo  es  interesante  y  bien  acabado,  contribuyendo  a  dar  una  bue- 
na prueba  de  la  acreditada  inteligencia  y  laboriosidad  del  autor,  que  con  tan- 
ta propiedad  ha  sabido  trasladar  a  la  época  presente  hechos  y  lugares,  nom- 
bres y  escenas  que  pertenecen  a  los  primeros  tiempos  del  descubrimiento." — 
(M.  de  la  R.  S.  E.) 


XXV 

Torre  acerca  de  las  primitivas  poblaciones  de  esta  Isla  y  costum- 
bres familiares  de  sus  moradores,  que  aunque  incompleto,  no  de- 
ja de  tener  mérito,  pues  da  una  aproximada  idea  de  sus  conoci- 
mientos históricos  y  del  profundo  estudio  que  había  hecho  de  los 
primitivos  historiadores  de  Indias. 

II 

En  virtud  de  la  reforma  de  los  estudios  universitarios  en 
1841,  a  propuesta  del  Excmo.  Sr.  D.  Jerónimo  Valdés,  Goberna- 
dor Superior  Civil  de  esta  Isla,  se  creó  entre  otras  asignaturas  de 
la  facultad  de  filosofía,  una  cátedra  de  geografía  e  historia,  y  se 
nombró  para  su  dsempeño  al  señor  de  la  Torre. 

Tarea  ingrata  sería  juzgarlo  como  catedrático,  y  puesto  que 
no  queremos  ser  su  censor,  tampoco  seremos  su  apologista. 

Era  don  José  María  de  la  Torre  de  natural  bondadoso,  suave 
de  carácter,  de  excelente  corazón,  afable  y  cariñoso  con  todo  el 
mundo  y  modesto  hasta  el  extremo  de  aparecer  como  persona  vul- 
gar, sin  que  jamás  diera  importancia  a  ciertos  elogios,  muy  fre- 
cuentes en  Cuba.  Verdad  es  que  aun  que  poseía  erudición  va- 
riada, carecía  de  dotes  para  lucirla,  pues  no  era  de  esas  privile- 
giadas inteligencias  sintetizadoras,  que  asimilándose  con  maravi- 
llosa facilidad  cuantas  ideas  y  pensamientos  contienen  las  obras 
que  han  leído  y  meditado,  poseen  al  mismo  tiempo  esa  brillantez 
en  la  forma  de  exponerlas,  que  es  propia  del  hombre  nacido  para 
la  difícil  misión  de  enseñar.  Luchaba  con  dificultades  naturales 
que  le  impedían  usar  con  facilidad  de  la  palabra. 

Si  en  el  desempeño  de  su  cátedra  no  se  remontó  el  señor  de 
la  Torre  a  la  altura  que  su  enseñanza  requiere  en  la  época  pre- 
sente ;  si  sus  lecciones  no  fueron  elocuentes ;  si  la  ruidosa  ebulli- 
ción de  las  ideas  y  la  elevación  de  los  pensamientos  apenas  se  no- 
taban en  sus  explicaciones,  hay  que  atribuirlo  a  que  carecía  de 
formas  oratorias  y  de  otras  cualidades  indispensables  para  todo 
buen  profesor. 

No  por  eso  se  hallaba  alejado  del  movimiento  de  las  ciencias 
morales  en  Europa.  Conocedor  de  varios  idiomas  modernos,  leía 
con  entusiasmo  y  admiración  al  gran  Macaluay  y  al  férvido  Mi- 
chelet,  para  quien  la  historia  no  era  una  narración,  ni  un  análi- 
sis filosófico,  sino  una  resurrección  (x)  ;  no  ignorando    el  movi- 


(1)     Jules  Michelet  par  Gabriel  Monod.     París,  Sandoz,  1876. 


XXVI 

miento  que  a  los  estudios  históricos  dieron  en  Francia  los  traba- 
jos de  Thiers,  Guizot,  Quinet,  el  citado  Michelet  y  Thierry.  Nun- 
ca podremos  olvidar  el  día  en  que  le  oímos  explicar  el  desenvolvi- 
miento de  los  estudios  sobre  filosofía  de  la  historia,  y  con  la  ani- 
mación y  brillantez  que  jamás  le  notamos  en  cátedra,  juzgar  las 
obras  de  Bossuet,  Vico,  Voltaire,  enalteciendo  la  de  Herder,  que 
tenía  sobre  la  mesa  y  cuya  lectura  era  para  él  un  verdadero  rego- 
cijo. Desde  entonces  comprendimos  que  si  como  catedrático 
era  poco  inspirado  y  nada  persuasivo,  debíalo  más  bien  a  su  ca- 
rácter modesto  y  retraído  que  a  falta  de  estudios  y  de  aptitud 
para  el  desempeño  de  su  cargo. 

Siendo  Comandante  General  del  Apostadero  de  esta  ciudad 
el  Excmo.  Sr.  D.  Francisco  Javier  de  Ulloa  y  Ramírez  de  Lare- 
do,  y  deseando  resolver  las  dudas  que  a  algunos  célebres  historia- 
dores de  América  habían  ocurrido  acerca  de  la  primera  isla  a  que 
recaló  Colón,  cuando  su  descubrimiento  del  Nuevo  Mundo,  como 
punto  perteneciente  a  una  de  las  más  gloriosas  páginas  de  la  his- 
toria nacional,  y  teniendo  noticia  de  los  especiales  conocimientos 
del  señor  la  Torre,  lo  escogió  para  verificar  una  exploración  ma- 
rítima con  aquel  objeto,  proporcionándole  una  goleta  de  S.  M.  al 
mando  del  teniente  de  navio  D.  Antonio  Montoto,  cuya  comisión, 
según  palabras  textuales  del  señor  Ulloa,  ' '  la  desempeñó  satisfac- 
toriamente, trayendo  objetos,  diseños  y  descripciones  geográficas 
de  los  puntos  que  reconoció,  escribiendo  después  una  notable  di- 
sertación sobre  dicho  viaje,  que  no  nos  ha  sido  posible  hallar. 

El  licenciado  don  José  Florencio  Turbiano,  en  su  laudable 
empeño  de  ver  terminada  esta  biografía,  nos  ha  facilitado  algu- 
nos apreciables  datos,  entre  otros,  una  carta  que  en  Abril  de 
1874  le  dirigió  don  Esteban  Pichardo,  el  notable  geógrafo  y 
agrimensor  a  quien  todos  conocemos.  De  ella  tomamos  el  si- 
guiente paisaje,  que  dará  una  ligerísima  idea  del  viaje  antes  re- 
ferido: "La  descripción  de  Colón  relativa  a  Guanahaní  no  co- 
rresponde a  lo  que  hoy  presenta  esta  Isla.  Llana  y  baja,  pu- 
eblada de  árboles  y  abundante  en  aguadas  la  describe,  y  precisa- 
"  mente  ninguna  de  estas  cualidades  tiene.  Quebrada,  alta  y  ari- 
' '  dísima,  todos  sus  árboles  son  los  de  la  costa  de  Cuba,  conte- 
"niendo  solamente  una  pequeña  y  pantanosa  laguna".  Tal  es 
la  brevísima  descripción  que  de  aquella  expedición  científica  hi- 
zo el  señor  la  Torre  a  su  amigo  el  señor  Pichardo,  y  que  única- 


XXVIl 

mente  en  el  caso  de  no  encontrar  la  que  dirigió  al  señor  Ulloa, 
que  es  uno  de  sus  trabajos  más  notables,  reproducimos  aquí. 

El  sabio  marino  español  don  Martín  Fernández  de  Navarre- 
te,  cuya  ''Colección  de  viajes  y  descubrimientos  que  hicieron  por 
mar  los  españoles  desde  fines  del  siglo  XV",  fué  calificada  por  el 
eminente  barón  de  Humboldt,  el  nuevo  descubridor  de  América, 
de  uno  de  los  monumentos  históricos  más  importantes  de  los  tiem- 
pos modernos,  ya  había  tenido  ocasión  de  hacer  la  misma  observa- 
ción que  después  hizo  el  señor  la  Torre,  y  habiendo  examinado  el 
diario  del  grande  almirante,  sus  derrotas,  recaladas,  señales  de 
la  tierras,  islas,  costas  y  puertos  de  esta  primera  isla  que  descu- 
brió y  pisó,  poniéndole  San  Salvador,  conviene  en  que  debía  ser 
la  misma  que  está  situada  más  al  Norte  de  las  Turcas,  llamada 
del  Oran  Turco,  pues  sus  circunstancias  son  las  más  conformes  a 
la  descripción  que  de  ella  ha  dejado  hecha  el  insigne  genovés; 
fundado  en  lo  cual,  puede  asegurarse  que  la  primera  isla  descu- 
bierta por  Colón  fué  la  llamada  del  Gran  Turco,  y  no  la  de  Gua- 
nahaní,  como  generalmente  se  cree. 

En  las  citadas  Memorias  de  la  Real  Sociedad  Económica,  se 
publicaron  también  producciones  de  la  Torre  referentes  a  la  his- 
toria y  estadísticas  de  esta  Isla,  habiendo  manifestado  sus  redac- 
tores que  estimaban  como  una  circunstancia  feliz  para  el  perió- 
dico su  ilustrada  colaboración,  que  con  suma  frecuencia  aplau- 
dían. 

El  Excmo.  señor  don  Mariano  Carrillo  de  Albornoz,  Subins- 
pector del  Real  Cuerpo  de  Ingenieros  de  esta  Isla  en  1844,  te- 
niendo presente  la  inteligencia,  celo  y  aptitud  que  en  varias  pu- 
blicaciones históricas  y  estadísticas  había  ya  demostrado  el  señor 
la  Torre,  le  comisionó  para  la  redacción  de  una  memoria  acerca 
de  los  servicios  que  a  la  Isla  había  prestado  aquel  Real  Cuerpo, 
y  que  desempeñó  a  completa  satisfacción  de  su  comitente.  Di- 
cho trabajo,  tan  rico  en  hechos  y  en  noticias  históricas,  vio  tam- 
bién la  luz  en  la  publicación  de  que  hemos  hablado  varias  veces, 
y  vino  a  demostrar  una  vez  más,  el  esmerado  estudio  que  había 
hecho  su  autor  de  las  cosas  concernientes  a  su  país,  natal,  acerca 
de  cuyo  conocimiento  pocos  le  aventajaban. 

En  1842  presentó  al  Excmo.  señor  Capitán  General  don  Je- 
rónimo Valdés,  y  en  1844  al  Excmo.  señor  don  Leopoldo  O'Don- 
nell,  un  notable  estudio  sobre  división  territorial  y  administrativa 
de  Cuba,  acompañado  de  una  memoria  justificativa,  en  la  cual 


XXVIII 

se  advierte  la  acertada  aplicación  de  las  doctrinas  de  los  publi- 
cistas Bentham,  Comte,  Posada  Herrera  y  otros,  exponiendo  que 
las  consideraciones  que  había  tenido  presentes  para  formular  esa 
división,  habían  sido  la  seguridad  de  la  Isla,  el  deseo  de  armoni- 
zar todos  los  ramos  de  administración  pública,  incluso  el  eclesiás- 
tico, el  de  facilitar  la  acción  de  la  justicia  en  toda  su  fuerza  y  el 
de  fijar  los  límites  naturales,  teniendo  además  en  cuenta  las  cir- 
cunstancias físicas  del  territorio,  y  ofreciendo  la  posible  igual- 
dad en  la  riqueza,  superficie  y  población  de  cada  uno  de  los  dis- 
tritos jurisdiccionales,  estudio  que  mereció  los  honores  de  la  pu- 
blicación en  nuestra  Revista  de  Jurisprudencia. 

Habilísimo  calígrafo,  tuvo  a  su  cargo  en  varios  colegios  la 
enseñanza  de  este  arte,  y  sus  trabajos  eran  tan  delicados  y  pri- 
morosos, que  en  Octubre  de  1848  el  instituto  de  Nueva  York  le 
concedió  un  honorífico  diploma  por  un  plano  dibujado  en  un 
pañuelo.  (For  the  best  worked  pocket  handkerchief,  dice  el  cer- 
tificado a  que  aludimos).  Sus  muestras  de  letras  y  sus  cuader- 
nos para  aprender  a  escribir,  son  muy  apreciados  por  lo  que  faci- 
litan esta  enseñanza  y  por  la  gallarda  forma  de  los  caracteres. 

Infatigable  investigador  de  las  antigüedades  del  país,  colec- 
cionó multitud  de  interesantísimos  documentos  que  le  obligaron 
a  aprender  el  difícil  arte  de  la  paleografía,  recibiendo  en  Madrid 
lecciones  de  los  que  más  se  habían  distinguido  en  su  cultivo.  Allí 
estudió  las  obras  de  don  Esteban  Paluzié  y  Cantalozella,  don 
Luis  José  Velázquez,  don  Juan  Bautista  Ferro,  la  biblioteca  uni- 
versal de  don  Cristóbal  Rodríguez,  lo  más  selecto  de  don  Esteban 
de  Terreros  y  la  escuela  Paleógea  de  don  Andrés  Merino.  El  re- 
sultado de  estos  estudios  fué  su  obra  inédita  Paleografía  Cubana, 
libro  de  nuestros  manuscritos,  destinado  a  perfeccionar  en  la  lec- 
tura de  los  más  antiguos  documentos  de  nuestros  archivos.  In- 
dudablemente debió  a  sus  estimables  conocimientos  en  la  mate- 
ria, el  ser  nombrado  calígrafo  y  paleógrafo  del  Excmo.  Ayunta- 
miento y  así  mismo,  que  en  1864  fuese  designado  por  el  regente 
de  nuestra  Real  Audiencia,  para  el  cargo  de  perito  en  paleogra- 
fía y  antigüedades  de  la  Junta  de  archivos  de  la  misma. 

Son  también  dignos  de  mencionarse  el  mapa  de  la  Isla  de 
Cuba,  publicado  en  1842,  acompañado  de  un  cuadro  geográfico 
administrativo  de  la  misma  y  el  Cuadro  Sinóptico  de  la  Monar- 
quía Española,  obras  que  obtuvieron  los  más  favorables  elogios 
del  competente  geógrafo  don  Fermín  Caballero.     Posteriormen- 


XXIX 

te  se  han  repetido  las  ediciones  del  primero,  las  cuales  por  su 
exactitud  y  utilidad  merecieron  siempre  los  más  lisonjeros  plá- 
cemes de  la  prensa  periódica  y  la  más  entusiasta  acogida  del  pú- 
blico, que  rápidamente  las  agotó. 

III 

Hasta  ahora  hemos  visto  al  laborioso  don  José  María  de  la 
Torre  prestando  útiles  servicios  a  la  ciencia,  vamos  a  verle  pres- 
tar otros  no  menos  útiles  y  estimables  a  la  causa  de  la  enseñanza 
y  examinaremos  sus  más  notables  obras  didácticas. 

Apasionado  en  extremo  de  los  estudios  geográficos,  como  di- 
ce el  señor  Pichardo,  conocía  palmo  a  palmo  el  territorio  de  su 
patria,  y  sin  negar  el  mérito  del  mismo  Pichardo,  de  Poey,  Pela- 
yo  González,  Javier  de  la  Cruz,  Sagarra  y  otros  que  aquí  se  han 
dedicado  con  lucimiento  a  los  mismos  estudios,  nos  es  forzoso  de- 
cir que  pocos  han  aventajado  en  este  ramo,  al  señor  la  Torre, 
que  sin  duda,  era  una  especialidad. 

Sin  saber  la  situación  de  los  lugares  no  es  posible  recordar 
las  fastos  de  un  pueblo,  siguiéndole  en  todas  sus  vicisitudes,  y 
con  razón  dijo  el  malogrado  sabio  español  don  Isidoro  de  Anti- 
llon,  que  la  deliciosa  ciencia  que  tiene  por  objeto  describir  nues- 
tro globo,  era  universalmente  precisa  a  todas  las  clases  de  la  so- 
ciedad. 

Don  José  María  de  la  Torre  escribió  unos  Elementos  de  Geo- 
grafía nacional,  unas  Nociones  de  la  universal  y  otras  sobre  esta 
Isla,  que  siempre  han  merecido  elogios  de  la  prensa  y  la  acepta- 
ción unánime  del  país,  cuya  descripción  comprende  con  exacti- 
tud, claridad  de  estilo,  abundancia  de  datos  e  interesantes  noti- 
cias. 

En  1845  publicó  también  sus  Elementos  de  cromología  uni- 
versal y  particular  de  España,  Cuta  y  Puerto  Rico,  que  demos- 
tró una  vez  más  cuan  incansable  era  su  laboriosidad.  La  crono- 
logía es  otro  auxiliar  indispensable  para  el  estudio  de  la  historia, 
y  con  la  geografía,  constituye  los  ojos  de  ésta.  Pero  los  sucesos 
que  hayan  de  exponerse  en  su  tratado,  han  de  ser  exacta  y  jui- 
ciosamente elegidos,  pues  cuando  el  discernimiento  no  preside  a 
la  elección,  el  cultivo  de  la  cronología  se  convierte  en  una  fatigo- 
sa complicación  de  fechas,  que  no  produce  resultado  alguno. 
Existen  acontecimientos  que  son  más  importantes  que  otros  en  la 


XXX 

historia  de  un  pueblo,  y  el  tacto  del  que  produce  un  libro  sobre  la 
materia,  consiste  en  llamar  la  atención  hacia  aquellos  más  culmi- 
nantes, cuya  influencia  ha  sido  decisiva.  Sentadas  estas  premi- 
sas, diremos  que  la  cronología  del  señor  la  Torre  adolece  del  de- 
fecto de  ser  demasiado  minuciosa  y  detallada  en  la  parte  de  la 
obra  relativa  a  la  Isla  de  Cuba,  y  no  consideramos  que  llena  el 
objeto  para  que  fué  escrita,  pues  sólo  debe  enseñarse  a  la  ju- 
ventud aquello  que  sea  digno  de  grabarse  en  su  memoria,  y  no 
esa  serie  de  noticias  que,  si  bien  curiosas,  no  tienen  verdadera 
importancia  histórica.  Por  lo  demás,  es  una  compilación  de  da- 
tos de  cierto  interés  local,  que  prueba  la  sagacidad  y  diligencia 
de  quien  realizó  la  ímproba  tarea  de  investigarlos  y  coordinarlos 
por  sus  respectivas  fechas,  (*) 

Es  innegable  que  con  sus  obras  dedicadas  a  la  enseñanza  de 
la  niñez,  de  las  cuales  se  han  hecho  innumerables  ediciones,  algu- 
nas de  ellas  con  tirada  de  cuatrocientos  mil  ejemplares,  contribu- 
yó mucho  a  difundir  la  ilustración  por  todas  las  clases  sociales. 

Sin  embargo,  en  varias  de  aquellas  el  mismo  afán  de  que- 
rer ponerlo  todo  al  alcance  de  los  tiernos  seres  a  quienes  están  de- 
dicadas, le  hizo  incurrir  en  conceptos  y  frases  triviales.  En  el 
Róbinson  Cubano,  que  es  el  cuarto  de  sus  libros  de  lectura,  y  que 
viene  a  ser  un  conjunto  de  lecciones  obre  objetos,  inspirándose 
en  las  doctrinas  de  Pestalozzi,  de  Campe  y  de  Defoe,  intentó,  si- 
guiendo el  plan  de  otro  ensayo  publicado  en  esta  capital  el  año 
de  1833,  (2)  no  solamente  ofrecer  a  la  juventud  un  libro  más  de 
lectura  útil  y  agradable,  sino  también  inculcar  por  medio  de 
ejemplos  prácticos  los  más  sanos  principios  de  religión  y  moral, 
inclinándola  también  a  las  ciencias  y  a  las  artes,  las  cuales  trata 
de  mostrárselas  por  el  lado  más  agradable,  como  es  el  de  sus  apli- 
caciones, destruyendo  errores  que  sirven  de  obstáculo  a  nuestros 
conocimientos,  despertando  su  afición  hacia  los  estudios  útiles, 
ofreciendo  a  la  insaciable  curiosidad  que  se  despierta  en  los  albo- 
res de  la  vida  la  revelación  de  multitud  de  secretos  de  la  indus- 
tria humana,  y  tratando  principalmente  de  que  se  vuelva  en  ex- 
tremo investigadora,  por  medio  del  desarrollo  portentoso  de  su  ac- 
tividad intelectual.  Basta  la  simple  lectura  del  prólogo  para  ad- 
quirir el  convencimiento  de  lo  que  desde  el  principio  venimos  di- 


|1)     C.  Villaverde. — Flores  del  siglo. 

(?)     Texto  de  lectura  graduada. — Imprenta  del  Qobierno. — 1833. 


XXXI 

ciendo,  que,  si  bien  don  José  María  de  la  Torre  por  ciertos  ras- 
gos de  su  carácter  aparecía  estar  apartado  del  movimiento  inte- 
lectual de  su  época,  en  realidad  no  sucedía  así,  pues  no  le  eran 
desconocidas  las  obras  más  notable?!  de  la  física,  la  química  y 
otras  circunstancias  naturales,  habiendo  estudiado  con  provecho 
la  mayor  parte  de  ellas;  de  otra  manera  no  hubiera  podido  pre- 
sentar esa  serie  de  explicaciones  claras  sobre  la  variedad  de  ma- 
terias científicas,  artísticas  y  literarias,  que  aunque  con  defec- 
tuosa forma  y  a  veces  incorrecto  estilo,  ha  satisfecho  lo  suficiente 
la  ávida  curiosidad  de  los  niños,  corrigiendo  las  equivocadas  ideas 
que  estos  se  forman  aún  de  los  objetos  más  comunes  que  les  ro- 
dean, haciéndoles  al  propio  tiempo  adquirir  insensiblemente  y 
sin  el  aparato  de  una  lección  formal,  un  caudal  de  conocimientos 
y  obtenido  así  el  ejercicio  nemotécnico  y  el  de  todas  las  de- 
más potencias  mentales. 

La  descripción  de  las  diversas  clases  de  embarcaciones,  el 
viaje  por  las  costas  de  Cuba,  0)  las  nociones  sobre  la  fabricación 
de  los  espejos,  del  vidrio,  de  la  loza  y  vasijas  de  barro,  del  jabón 
y  de  las  conservas  alimenticias,  las  teorías  metereológicas  sobre 
el  rayo,  el  capítulo  sobre  voces  corrompidas,  el  modo  de  prepa- 
rar el  fósforo,  el  origen  de  los  apellidos  españoles,  son  los  temas 
mejor  tratados  del  libro,  que  a  pesar  de  adolecer  de  grandes  de- 
fectos en  la  forma  y  de  algunos  errores  en  el  fondo,  conteniendo 
también  páginas  que  nada  enseñan,  obedece  al  más  ventajoso  de 
todos  los  métodos  de  instrucción,  al  método  explicativo  de  Wood, 
a  cuyo  benéfico  influjo,  según  ha -dicho  un  sabio,  deberán  algún 
día  los  niños  ser  esencialmente  pensadores  acostumbrándose  des- 
de su  más  tierna  edad  a  no  conformarse  con  la  superficie  de  las 
cosas,  sino  a  levantar  su  espíritu  a  la  contemplación  de  los  obje- 
tos más  sublimes. 

Todas  las  demás  obras  del  señor  de  la  Torre,  los  Nuevos  Ele- 
mentos de  Aritmética,  la  Tabla  de  cuentas,  los  Elementos  de 

(1)  Con  el  objeto  de  dar  una  muestra  del  estilo  del  autor  en  este  libro, 
copiaremos  la  descripción  que  hace  de  estas  costas : 

"Cojímar  es  el  puerto  por  donde  hicieron  su  desembarco  los  ingleses  en  el 
año  de  1762,  cuando  se  apoderaron  de  la  Habana,  resistiéndoles  el  corone]  Ca- 
ro con  algunos  vecinos  de  Guanabacoa,  entre  los  cuales  se  distinguió  el  alcai- 
de provincial  de  dicha  villa,  don  José  Antonio  Gómez,  más  conocido  por  P  pe 
Antonio,  que  murió  a  poco,  en  una  estancia  nombrada  Aldama,  que  se  hal'a 
más  al  interior.  Aquellas  son  las  sierras  de  Peña  Alta,  donde  en  1812  fraguó 
una  célebre  conspiración  el  negro  Aponte,  que  fué  ahorcado  con  ocho  más  de 
sus  cómplices.  Estas  las  nombradas  Escaleras  de  Jaruco,  y  aquellas  de  más 
allá  Jos  Arcos  de  Canas!  y  el  alterso  y  renombrado  Pan  de  Matanzas," 


XXXII 

Gramática  Castellana,  sus  Reglas  de  urbanidad,  moral  y  buenas 
maneras,  el  Libro  de  las  niñas  de  la  Isla  de  Cuba,  el  Calígrafo 
universal  y  otras,  han  merecido  que  el  Gobierno  los  declarase  de 
texto  para  las  escuelas  públicas  y  privadas.  No  nos  detendremos 
en  su  examen,  porque  la  mayor  parte  no  pasa  de  ser  compilacio- 
nes y  extractos  más  o  menos  acertados  de  otras  obras  clásicas  en 
la  materia,  aunque  no  dejan  de  servir  provechosamente  a  la  ins- 
trucción. 

Es  muy  digno  de  mención  un  mapa  de  la  Isla  de  Cuba  pu- 
blicado en  Nueva  York  en  1861,  por  J.  H.  Colton,  cuya  detalla- 
da descripción  puede  verse  en  el  diccionario  histórico-geográfico 
de  la  misma  por  el  señor  Pezuela ;  lo  son  también  sus  curiosos  da- 
tos sobre  la  población  del  departamento  oriental  en  1761,  sus  tra- 
bajos en  la  comisión  oficial  de  Estadística  para  la  organización 
del  censo  general,  que  dieron  por  resultado  el  cuadro  estadístico 
de  la  Isla  de  Cuba  en  1845,  publicado  por  el  Gobierno  en  1846,  y 
su  valiosa  cooperación  en  la  comisión  de  División  Territorial,  ha- 
biendo intervenido  muy  directamente  en  la  formación  de  un  nue- 
vo plan  de  esta  división,  que  desde  luego  fué  aprobado  por  la  au- 
toridad superior  y  puesto  en  planta. 

IV 

No  son  para  olvidarse  los  servicios  prestados  por  el  señor  la 
Torre  a  la  agricultura  de  la  Isla  de  Cuba.  Encarecerlos  con  hue- 
cas declamaciones  y  elogios  exagerados  sería  inoportuno  en  este 
lugar,  cuando  tantos  son  los  testimonios  existentes  que  bastan  pa- 
ra comprobarlos. 

En  1849  solicitó  el  auxilio  de  la  Junta  de  Fomento  para 
viajar  durante  uno  o  dos  años  por  los  países  más  civilizados,  con 
el  objeto  de  examinar  los  adelantos  que  tuvieran  inmediata  rela- 
ción con  el  progreso  de  nuestra  agricultura,  industria  y  comer- 
cio ;  y  la  mencionada  Junta,  teniendo  en  consideración  los  favo- 
rables resultados  producidos  en  otras  ocasiones  por  los  viajes  de 
Arango,  Arozarena,  Bauduy  y  Olivan,  y  la  acreditada  instruc- 
ción y  laboriosidad  del  promovente,  acordó  asignarle  1,500  pe- 
sos anuales,  proponiéndole  los  siguientes  puntos  como  objeto  de 
estudio  en  su  excursión:  el  examen  práctico  y  detenido  del  siste- 
ma usado  en  la  Luisiana  para  el  cultivo  de  la  caña;  los  métodos 
allí  empleados  para  dotar  y  sostener  sus  ingenios  en  la  reproduc- 


XXXIII 

ción  de  los  esclavos,  con  una  relación  de  las  leyes  que  rigen  para 
esta  clase;  los  trenes  para  fabricar  azúcar  de  Meper  y  Rillieux; 
el  cultivo  y  preparación  del  tabaco  de  Virginia  y  así  sucesiva- 
mente una  serie  de  materias  que  constituían  un  programa  nutri- 
do, que  si  bien  revelaba,  como  decía  el  Redactor  de  las  Memo- 
rias en  aquella  fecha,  la  inteligencia  de  la  Junta  y  sus  constantes 
y  laudables  deseos  por  el  fomento  de  esta  Isla,  eran  muy  arduas 
y  difíciles  para  un  individuo  sólo  a  pesar  de  que  el  que  debía  in- 
formar sobre  ellas,  estaba  adornado  de  vastos  conocimientos,  ge- 
nio investigador  y  de  un  espíritu  prolijo  de  curiosidad  que  tanto 
le  distinguía. 

"Tan  interesantes  cuestiones,  continúa  el  mismo  Redactor 
"de  las  Memorias  de  la  Real  Sociedad  Patriótica  no  podían  ser 
"resueltas  sino  por  una  comisión  compuesta  de  personas,  versa- 
' '  da  cada  una  en  los  diferentes  ramos  científicos  que  abrazan ;  sin 
"embargo,  aunque  el  señor  la  Torre  ha  concluido  su  comisión,  no 
w  creemos  que  han  sido  infructuosas  sus  excursiones.  Su  carác- 
"ter  comunicativo,  en  el  corto  tiempo  que  han  durado,  ha  hecho 
"que  la  Junta  reciba  frutos  no  reducidos  de  un  viaje  que  no  pa- 
"só  de  los  Estados  Unidos." 

El  mismo  señor  la  Torre  nos  da  cuenta  de  este  viaje  en  las 
comunicaciones  que  dirigía  a  la  Junta  de  Fomento,  y  que  se  pu- 
blicaron en  sus  Memorias  y  en  el  Artista,  de  don  José  Q.  Suzar- 
te.  Con  arreglo  a  las  instrucciones  que  tanto  a  él  como  a  su 
compañero  don  Jacobo  de  Villa*Urrutia  dio  la  Junta,  remitió 
una  colección  de  instrumentos  y  útiles  perfeccionados  para  las 
operaciones  agrícolas,  algunos  animales  de  la  clase  de  ganado  va- 
cuno y  lanar,  varias  aves,  semillas  de  pastos,  de  hortalizas  y  le- 
gumbres, habiendo  realizado  en  el  corto  espacio  de  menos  de  cin- 
co meses,  las  miras  que  la  Junta  se  propuso. 

Entre  otros  muchos  frutos  preciosos  de  este  rápido  viaje,  no 
fueron  los  menos  valiosos  los  de  dar  a  conocer  las  importantes 
obras  de  M.  Ewourd  Portwine  sobre  maquinaria,  los  excelentes 
tratados  de  Evans,  Mac-Culloh,  Wray  y  la  Revista  de  Bow,  sobre 
cultivo  de  la  caña  y  producción  azucarera,  de  una  de  las  cuales, 
(la  de  Wray),  dijo  el  inteligente  agricultor  señor  Dau,  que  iba 
a  causar  la  felicidad  del  país. 

Pero  el  resultado  más  ventajoso  que,  sin  duda,  produjo  este 
viaje  de  investigación  científica,  ha  sido  el  haber  despertado  la 
afición  a  los  progresos  de  la  agricultura  y  de  la  industria,  ensan- 


XXXIV 


chando  consiguientemente  el  comercio,  movimiento  que  está  de- 
mostrado en  los  artículos  que  con  tal  motivo  se  publicaron  en  los 
diarios  de  la  época.  El  señor  don  Antonio  Bachiller  y  Mora- 
les, entonces  director  del  Faro  Industrial,  escribió  tres  bastantes 
extensos  artículos  sobre  los  benéficos  resultados  de  esta  excursión. 

Don  Eugenio  Coloma  y  Garcés,  en  su  Catecismo  de  agricul- 
tura cubana,  dice  que  a  dicha  expedición  era  debida  la  favorable 
revolución  que  desde  1848  a  la  fecha  se  notaba  en  los  estudios 
agrícolas. 

En  las  mismas  Memorias  de  la  Sociedad  Económica  se  pu- 
blicaron las  observaciones  recogidas  por  el  señor  la  Torre,  sobre 
los  ingenios  de  fabricar  azúcar  en  la  Luisiana,  que  dan  bastante 
luz  sobre  el  particular  que  tantos  nos  interesa. 

Auxiliado  por  el  profundo  agrimensor  don  Tranquilino  San- 
dalio  de  Noda,  aquel  que  muy  joven  todavía  fué  premiado  por  la 
Real  Sociedad  Patriótica  con  el  título  de  socio  de  mérito,  por  ha- 
ber escrito  la  mejor  memoria  sobre  el  cultivo  del  tabaco,  empren- 
dió la  formación  de  un  diccionario  histórico  geográfico  de  la  Isla 
de  Cuba,  obra  que  ha  quedado  inédita  entre  los  extraviados  pa- 
peles del  señor  la  Torre,  y  de  la  cual  se  insertaron  algunos  frag- 
mentos en  las  Memorias  ya  tantas  veces  citadas.  Uno  muy  lumi- 
noso es  el  referente  a  la  jurisdicción  de  Mariel  o  Marien,  abun- 
dante en  noticias  históricas,  geográficas  y  estadísticas,  que  da  una 
exacta  idea  de  la  importancia  de  esta  obra.  El  aspecto  general 
del  territorio,  el  origen  histórico,  la  geografía  física,  la  políti- 
ca, la  división  administrativa,  la  agricultura,  el  comercio,  la  to- 
pografía, la  instrucción  pública,  la  población  y  la  estadística  de 
las  fincas  rurales,  todo  está  allí  expresado  con  la  mayor  exactitud 
y  no  deja  nada  que  desear,  formando  estos  trabajos  parciales  de 
cada  jurisdicción  de  la  Isla  un  cuadro  completo,  detallado  y  cu- 
rioso de  la  misma,  que  posteriormente  ha  debido  consultar  el  se- 
ñor Pezuela  con  bastante  provecho  para  la  publicación  de  su  Dic- 
cionario. 

En  1853  fué  nombrado  vocal  de  la  Junta  para  el  estableci- 
miento del  sistema  métrico  decimal  en  la  Isla  de  Cuba,  cuyo  co- 
nocimiento fué  el  primero  en  difundir  por  medio  de  una  Tabla 
de  cuentas  que  publicó  en  1849 ;  y  también  fué  designado  para  el 
cargo  de  secretario  de  la  Inspección  de  Estudios. 

En  1854  fué  nombrado  por  el  Marqués  de  la  Pezuela,  secre- 
tario de  la  sección  de  Artes  de  la  Real  Sociedad  Económica,  poste- 


XXXV 

riormente  vocal  de  la  Junta  local  de  instrucción  pública  de  esta 
ciudad,  donde  fueron  relevantes  los  servicios  que  prestó. 

Por  demás,  prolijo  sería  ir  enumerando  cada  uno  de  los  múl- 
tiples y  variados  cargos  que  desempeñó  este  hombre  que  parecía 
poseer  el  don  de  ublicuidad  a  quien  siempre  llamaban  nuestros 
Capitanes  Generales  para  oirle  cuando  pretendían  establecer  al- 
guna reforma  de  importancia  en  cualquier  ramo  de  la  adminis- 
tración. Por  Real  orden  comunicada  por  medio  del  Presidente 
del  Consejo,  a  este  Gobierno,  en  27  de  Marzo  de  1863,  fué  nom- 
brado Caballero  de  la  Real  orden  de  Isabel  la  Católica,  gracia 
que  se  le  concedió  por  el  mérito  contraído  en  la  formación  del 
mapa  de  la  Isla,  de  que  habla  el  señor  Pezuela.  Cuando  las  con- 
decoraciones se  conceden  al  mérito,  es  únicamente  cuando  debe 
hacerse  mención  de  ellas. 

También  fué  nombrado  en  1866  juez  del  Tribunal  de  exáme- 
nes creado  por  el  reglamento  orgánico  de  las  carreras  de  la  ad- 
ministración pública  de  esta  provincia,  de  3  de  Junio  del  mismo 
año,  para  el  ingreso  en  las  mismas.  Comisionado  también  por 
el  Gobierno  Superior  para  que,  en  vista  del  expediente  sobre  la 
proyectada  población  en  el  punto  de  Unión  o  Reyes  y  traslación 
a  ella  de  la  cabecera  del  distrito,  emitiera  su  opinión,  extendió 
un  detallado  informe,  que  ilustrando  el  particular  sometido  a  su 
examen,  fué  aprobado  por  dicho  Gobierno.  Este  trabajo,  uno  de 
los  más  extensos  y  meritorios  de  su  autor,  se  publicó  asi  mismo 
en  las  Memorias  de  la  Real  Sociedad  Económica. 


A  ejemplo  de  Campmany  y  Mesonero  Romanos  que  publica- 
ron dos  importantes  obras  sobre  la  historia  antigua  de  Madrid, 
don  José  María  de  la  Torre  dio  a  luz  en  1857  su  libro  "Lo  que 
fuimos  y  lo  que  somos,  o  la  Habana  antigua  y  moderna",  que 
dedicó  al  erudito  señor  Bachiller  y  Morales,  para  que  el  nombre 
de  una  de  las  personas  que  con  más  éxito  se  había  entregado  al 
estudio  de  nuestras  antigüedades,  sirviera  de  patrocinio  a  dicha 
obra,  i1) 

"Aunque  su  autor  la  llama  modestamente  opúsculo,  dice  el 
crítico  de  la  misma,  en  el  juicio  inserto  en  las  Memorias,  bien  me- 


(1)     Memorias  de  la  Real  Sociedad. — 1857. 


XXXVI 

rece  otro  mayor,  constan  de  180  páginas  en  4.°,  y  contienen  reu- 
nidas una  multitud  de  noticias  que  la  hacen  amena,  instructiva  y 
apreciable. 

"A  su  capítulo  primero,  que  trata  de  la  fundación  de  la 
Habana,  precede  un  mapa  ilustrativo  de  lo  que  fué  esta  ciudad 
desde  la  conquista,  con  señalamiento  de  los  terrenos  que  la  cir- 
cumbalan  y  el  origen  de  sus  mercedes  y  propiedades". 

La  fundación  de  la  ciudad,  su  puerto,  el  progreso  de  la  po- 
blación de  intramuros,  el  de  la  de  extramuros,  la  división  de  la 
ciudad,  la  designación  de  sus  calles,  plazas  y  mercados,  de  sus 
iglesias,  hospitales  y  casas  de  Beneficencia,  sus  fortificaciones,  ar- 
senal, y  otra  multitud  de  exquisitas  noticias,  son  objeto  de  esta 
obra  importante,  en  cuya  autoridad  se  han  fundado  algunas  ve- 
ces nuestros  tribunales  de  justicia  para  resolver  intrincados  liti- 
gios sobre  propiedad  de  terrenos  en  esta  ciudad. 

Antes  de  concluir  este  trabajo  citaremos  la  opinión  que  per- 
sonas ilustradas  y  competentes  han  emitido  sobre  el  Sr.  la  Torre. 

Don  Antonio  Bachiller  y  Morales  en  su  notable  obra  sobre 
Antigüedades  Americanas,  después  de  elogiar  su  laboriosidad 
que  sabe  proporcionarse  cuanto  puede  contribuir  al  estudio  de  la 
historia,  dice  que  debe  algunos  datos  para  su  obra  al  Sr.  la  Torre. 

También  el  señor  don  Jacobo  de  la  Pezuela,  en  su  Historia 
de  la  Isla  de  Cuba  y  en  su  Diccionario  histórico  geográfico  de  la 
misma,  hace  la  expresada  confesión. 

Don  Eamón  de  la  Sagra,  en  la  Relación  de  su  último  viaje  a 
Cuba,  publicado  en  París  en  1861,  se  lamenta  de  que  sólo  en  mo- 
mentos fugaces  veía  al  laboriosísimo  don  José  María  de  la  Torre, 
a  quien  era  deudor  de  multitud  de  importantes  documentos  para 
sus  obras  anteriores. 

Las  Brisas  de  Cuba,  Las  Flores  del  Siglo,  la  Revista  de  la 
Habana  y  las  Memorias  de  la  Real  Sociedad  Económica,  se  ocu- 
paron frecuentemente  de  sus  obras  y  publicaron  extensos  elogios 
de  las  mismas. 

El  señor  Pichardo  dice  en  carta  a  nuestro  amigo  el  señor 
Turbiano,  que  le  debió  noticias  y  datos  para  la  primera  edición 
de  su  mapa,  tan  magnos  y  exquisitos,  cuanto  que  sin  alguno  de 
ellos  su  primera  obra  (calificada  por  el  señor  Pezuela  del  primer 
trabajo  geográfico  moderno  de  España),  hubiera  adolecido  de 
algunos  defectos. 

Fué  uno  de  los  más  asiduos  colaboradores  de  los  Anales  de 


XXXVII 

la  Isla  de  Cuba,  por  don  Félix  Erenchun,  y  casi  todos  los  ar- 
tículos geográficos  y  estadísticos  publicados  en  esta  obra,  son  del 
señor  la  Torre. 

Don  Felipe  Poey  en  su  geografía  de  la  Isla  de  Cuba,  publi- 
cada en  1839,  dice  que  le  debe  la  correspondencia  de  los  nombres 
antiguos  y  las  noticias  históricas.  Finalmente,  para  terminar, 
insertaremos  el  siguiente  párrafo  que  tomamos  de  una  interesan- 
te obra  inédita  de  Anselmo  Suárez  y  Romero : 

' '  Don  José  María  de  la  Torre  es  una  escepción  a  nuestra  de- 
sidia. Pocos  tendremos  su  paciencia  para  registrar  archivos  y 
bibliotecas.  Si  al  narrar  los  acontecimientos  en  la  cátedra  de 
historia,  jamás  exalta  el  ánimo  a  sus  alumnos  con  reflexiones  gra- 
ves, respecto  de  nuestra  geografía,  de  nuestra  cronología,  de  nues- 
tra estadística  y  de  nuestras  antigüedades,  ha  acumulado  noti- 
cias importantes,  cuya  defectuosa  exposición  no  es  un  obstáculo 
para  que  los  mismos  le  niegan  todo  mérito,  se  aprovechan  a  cada 
paso  de  sus  trabajos." 


LO  QUE  FUIMOS  Y  LO  QUE  SOMOS 


O  LA 


iiiSt/i' 


& 


ANTIGUA  Y  MODERNA 


POR 


lo  li^i  ML41I4  II  M  11111 


üí 


"La  Habana  es  la  llave  del 
*  Nuevo  Mundo,  y  antemural  de 
las  Indias  Occidentales." 

Reales  Cédulas  de  24  de 
Mayo  de  1634  y  10  de  Marzo  de 
1717. 


HABANA 

Imprenta  de  Spencer  y  compañía. — O-Reilly,  110 

1857. 


PROLOGO. 


"Es  breve  la  vida  de  cualquie- 
ra ciudadano  que  muere  sin  ren- 
dir algún  obsequio  a  su  patria." — 
El  Conde  del  Tesoro. 


El  opúsculo  que  ahora  ofrecemos  forma  parte  de  la  descrip- 
ción de  nuestra  ciudad  natal  que  ha  de  llevar  la  "Guía  del  via- 
jero en  la  Isla  de  Cuba  y  principal  en  su  capital  de  la  Haba- 
na", en  que  nos  ocupamos  i1)  ;  y  siendo  un  trabajo  sujeto  a  mil 
rectificaciones,  nos  hemos  decidido  a  darlo  a  luz  anticipadamen- 
te y  en  el  estado  de  imperfección  en  que  se  encuentra  (pues  solo 
está  preparado);  persuadidos  de  que  las  personas  ilustradas  que 
saben  apreciar  sus  ventajas  se  servirán  contribuir  a  su  perfeccio- 
namiento, indicándonos  las  enmiendas,  aclaraciones,  modifica- 
ciones y  ampliaciones  que  crean  deba  sufrir;  pues  aunque  nues- 
tras especiales  circunstancias  (2),  y  sobre  todo  nuestras  muchas 
diligencias  y  no  pocos  desembolsos  nos  han  proporcionado  un  cú- 
mulo de  noticias,  tales  que  con  ellas  solamente  pudiéramos  llenar 
volúmenes,  no  somos  presuntuosos  para  que  se  nos  oculten  las 


(1)  Hace  algún  tiempo  que  tenemos  preparada  esta  importante  obra, 
pero  a  vista  de  los  ningunos  recursos  con  que  contamos  para  su  publicación, 
la  habíamos  relegado  al  olvido :  más  habiéndola  examinado  un  especulador, 
se  ha  hecho  cargo  de  publicar  las  ediciones,  que  como  la  presente,  no  que- 
rramos  hacer  de  nuestra  cuenta. 

(2)  Nos  contraemos  a  que  siendo  nosotros  descendientes  directos  de 
Antonio  de  la  Torre  y  de  Diego  de  Sotolongo,  que  fueron  de  los  primeros  po- 
bladores y  Regidores  de  la  Habana:  acreditando  nuestros  segundos  apelli- 
dos de  Cárdenas,  Urrutia,  Díaz  Pimienta,  Montoya,  Sotolongo,  Calvo  de  la 
Puerta,  Pedroso,  etc.,  etc.,  nuestras  relaciones  con  las  más  antiguas  familias 
de  la  capital,  y  habiendo  sido  criados  por  nuestro  ilustrado  tío  carnal,  el  Co- 
ronel don  Antonio  María  de  la  Torre  y  Cárdenas,  secretario  que  fué  por  es- 
pacio de  veinte  años  del  Gobierno  Superior  Civil  de  esta  Isla  y  comisionado 
en  1,819  para  la  delincación  de  la  vasta  parte  no  poblada  de  extramuros,  es 
fácil  comprender  la  posesión  en  que  estamos  de  noticias  y  tradiciones  sobre 
la  Habana,  tal  vez  inasequibles  para  otros. 


2  José  Mabía  de  la  Tobbe 

mejoras  que  recibirá  el  trabajo  mediante  la  colaboración  de  otras 
personas. 

Es  de  advertir  que  nuestro  objeto  en  lo  que  ahora  publica- 
mos se  ha  limitado  a  indicar  la  parte  curiosa  de  la  historia  de  esta 
capital,  y  principalmente  el  ¿por  qué?  de  sus  accidentes  y  nom- 
bres topográfico^,  como  ¿  cual  es  la  razón  v.  g.  de  que  tal  calle  sea 
torcida,  cerrada,  o  mas  ancha  que  otra?,  ¿de  dónde  procede  su 
nombre?,  ¿cuándo  y  por  quién  fué  fundada  esta  plaza,  iglesia, 
fuente,  etc.,  etc.?  circunstancias  que  ocurridas  la  mayor  parte 
de  las  veces  sin  plan  ni  concierto,  escitan  naturalmente  la  curio- 
sidad de  propios  y  aun  de  extraños. 

Si  mereciere  alguna  aceptación  este  traba jito,  lo  reimpri- 
miremos así  separadamente,  refundiendo  las  rectificaciones  y 
ampliaciones  que  se  nos  dirijan,  y  tal  vez  lo  aumentaremos  con 
otros  capítulos  interesantes,  como  artículos  de  costumbres,  (en- 
tre ellos  interesantes  e  instructivos  que  tenemos  preparados  con 
los  títulos  de  "Una  reunión  de  los  barrios  de  la  Habana"  y 
"Una  visita  a  los  últimos  indígenas  de  Guanabaeoa"),  y  ade- 
más con  láminas  (como  retratos,  comparación  de  trajes  de  diver- 
sas épocas,  etc.,  etc.),  que  tenemos  ya  dibujadas. 

Ninguna  ocasión  tal  vez  más  oportuna  para  la  publicación 
del  presente  trabajito;  porque  tratándose  de  llevar  a  efecto  el 
derribo  de  las  murallas  del  recinto,  y  de  dar  mayor  ensanche  a 
la  población,  formándose  hermosas  barriadas  en  lo  que  hoy  sou 
estancias  o  terrenos  baldíos,  conviene  que  en  alguna  obra  se  con- 
serve lo  existente  para  que  pueda  apreciarse  el  porvenir. 

Y  pues  que  está  reconeida  la  utilidad  de  que  se  conserven 
hasta  los  acontecimientos  mas  insignificantes  que  pasan  en  los 
pueblos,  leguemos  a  la  posteridad  los  datos  o  elementos  con  que 
puedan  también  escribir  su  Lo  que  fuimos  y  lo  que  somos. 


CAPITULO  I. 
Fundación  de  la  Habana. 

"La  Habana  es  el  más  precioso 
engaste  de  esta  rica  presea  de  la 
corona  española,  y  la  más  esti- 
mable concha  de  esta  occidental 
margarita." — Dávila  Orejón,  Ca- 
pitán General  que  fué  de  esta  Is- 
la desde  1,664  hasta  1,670. 

San  Cristóbal  de  la  Habana  fué  la  última  de  las  siete  villas 
fundadas  en  esta  Isla  por  el  conquistador  de  la  misma,  Adelan- 
tado D.  Diego  Velázquez,  natural  de  Cuéllar,  provincia  de  Se- 
govia.  Fué  asentada  primeramente  hacia  la  desembocadura  del 
río  de  Güines  o  Mayabeque,  el  día  de  San  Cristóbal  (25  de  Ju- 
lio) de  1,515;  por  cuya  razón  lleva  el  indicado  nombre  de  San 
Cristóbal.  (x)  A  más  del  expresado  motivo,  para  dar  a  la  Haba- 
na el  nombre  de  San  Cristóbal,  no  dejaría  de  concurrir,  como  di- 
ce Arrate,  el  de  obsequiar  con  la  memoria  y  título  de  este  santo 
mártir,  al  Almirante  de  las  Indias  D.  Diego  Colón,  por  haber  te- 
nido su  glorioso  padre  este  mismo  nombre.  El  de  Habana  lo  de- 
be a  haberse  asentado  en  la  provincia  india  de  este  nombre.  La 
razón  de  haber  fundado  en  la  costa  del  Sur,  fué  porque  enton- 
ces los  más  de  Jos  descubrimientos  que  se  hacían,  y  empresas  que 
intentaban,  eran  hacia  el  Sur  de  la  Tierra  Firme,  y  así  se  facili- 
taba mejor  el  comercio  con  todas  las  partes  descubiertas. 

Los  primeros  vecinos  de  la  villa  fueron:  t  Juan  de  Rojas, 
t  Pedro  Blasco,  t  Antonio  de  la  Torre  (2),  t  Antonio  de  Reina, 
t  Baltasar  de  Avila,  t  Francisco  Martín,  t  Antonio  López,  f  Ber- 
nardo Nieto,  f  Juan  Lobera  (que  fué  luego  Alcaide  de  la  Fuer- 
za), f  Juan    de  Inestrosa,     f  Juan    Gutiérrez,     f  Calixto    Cal- 

(1)  En  la  Isla,  por  especial  indulto  de  la  Silla  Apostólica,  se  celebra 
San  Cristóbal  el  Ü  6  de  Noviembre,  para  no  embarazar  la  festividad  con  la 
de  Santiago,  patrón  de  España  y  dé  la  Isla. 

(2)  Primer  ascendiente  del  autor  de  esta  obra  que  vino  a  esta  Isla. 


4  José  Masía  de  la  Tobee 

derón,  t  Bemardino  de  Soto,  t  Antonio  de  Rojas,  t  An- 
tón Recio,  t  Ambrosio  Hernández,  f  Bartolomé  Cepero, 
t  Juan  Núñez,  t  Sebastián  Bravo,  t  Francisco  Rojas,  t  Juan 
Díaz,  f  Bartolomé  Bazago,  Tomás  Daza,  Manuel  Juan  (carpin 
tero),  Domingo  Alonso,  Jerónimo  Rodríguez,  f  Juan  Genovés, 
Francisco  de  Aguilera,  Antón  de  Alonso,  f  Martín  Ruiz,  Cris- 
tóbal Galindo,  f  Francisco  Pérez  Borroto,  Reverendo  Martín, 
Pedro  Andrés,  Domingo  de  Córdoba,  Domingo  de  Talavera  (sas- 
tre) ,  Francisco  Genovés ;  y  moradores  o  sean  transeúntes,  13 ;  de 
suerte  que  por  todos  eran  50.  (x) 

A  consecuencia  de  las  plagas  de  insectos  y  de  reconocerse 
malsano  dicho  sitio,  sobre  todo  para  los  recién  nacidos,  se  trasla- 
dó a  poco  la  villa  a  desembocadura  del  río  Casaguas  (hoy  Cho- 
rrera o  Almendares.)    (2) 


( 1 )  Según  el  mismo  auténtico  y  fehaciente  documento  de  donde  toma- 
mos esta  noticia,  inserto  en  los  Anales  y  Memorias  de  la  Real  Sociedad  Eco- 
nómica, año  de  1,854  (debido  al  señor  don  Jacobo  de  la  Pezuela),  en  1,555 
contaba  la  Habana  (además  de  los  vecinos  precedidos  de  una  -f)  a  Cristó- 
bal Velázquez,  Domingo  Talavera,  Francisco  Ginovés,  Antonio  de  Zurita, 
Francisco  Mejía,  como  vecinos;  y  cinco  más  como  transeúntes  o  moradores ; 
haciendo  por  todos  34.  Los  que  faltan  (añade  el  documento),  excepto  Ber- 
nardo Nieto,  que  falleció  de  enfermedad,  murieron  en  el  combate  de  la  for- 
tificación y  el  reencuentro  del  Gobernador  con  los  franceses,  en  Julio  d° 
1,555.  Da  el  testimonio  de  este  documento,  por  mandado  del  Gobernador 
don  Gonzalo  Pérez  de  Ángulo,  Francisco  Pérez  de  Borroto;  escribano  púb'i- 
co  y  del  Consejo  de  la  Villa,  en  20  de  Diciembre  de  1,555. — Aunque  no  apa- 
recen en  este  documento,  no  cabe  duda  que  también  fueron  primeros  veci- 
nos de  la  Habana:  Francisco  Montejo  (después  Adelantado  de  Yucatán  y  el 
cual  poseía  haciendas  en  Marien,  hoy  Mariel)  ;  Gari  Caro,  Sebastián  Rodrí- 
guez, Juan  de  Nájera,  Ángulo,  Pacheco ;  dos  hermanos  Martínez  y  un  Santa 
Clara,  todos  los  cuales  salieron  de  la  Habana  con  Cortés,  el  año  de  1,51  8  :  y 
por  tanto  es  muy  presumible  que  estuviesen  avecindados  en  ella  desde  sn 
fundación.  Además,  Pedro  de  Barba  (primer  teniente  de  Gobernador  d  • 
ella),  Juan  Sánchez,  el  mozo,  y  Alfonso  y  Diego  de  Soto  (o  sea  Sotolongo.) 
En  una  representación  que  elevó  este  Diego  de  Soto  a  S.  M.  el  año  de  1,567 
(y  se  inserta  en  la  Real  cédula  confirmatoria  de  20  de  Noviembre  de  1,569), 
expresa  que  vino  a  la  Isla  en  1,528,  en  que  estaba  realizada  la  conquista  de 
Méjico  por  Cortés,  por  lo  que  no  parece  cierto  el  que  dicho  Soto  acompañase 
a  éste  en  la  expedición,  como  asienta  Arrate.  Fué  Adelantado  y  poblador, 
y  habiendo  dejado  alguna  sucesión,  conviene  indicar  algunas  noticias  acerca 
de  su  distinguida  ascendencia.  Fué  biznieto  de  don  Juan  Rodríguez  Soto- 
longo,  armado  caballero  en  la  vega  de  Granada  por  el  rey  don  Enrique,  el 
22  de  Junio  de  1,1/55.  El  hijo  de  éste,  Juan  Bautista,  casó  con  doña  Ana  de 
la  Madrid.  El  hijo  de  éstos,  don  Andrés,  que  se  tituló  de  la  Madrid  y  So- 
tolongo, casó  con  doña  Isabel  de  Rojas,  y  tuvo  por  hijos  a  don  Bartolomé, 
don  Diego  y  don  Cristóbal,  los  dos  últimos  de  los  cuales  vinieron  a  Indias. 

(2)  El  nombre  de  Almendares  lo  debe  este  río  a  los  provechosos  baños 
que  se  dio  en  él  el  Obispo,  Fr.  Enrique  de  Armendariz,  en  el  sitio  que  aun 
hoy  conserva  el  nombre  de  baños  del  Obispo.  Los  poetas  han  suavizado  aun 
más  la  palabra  Armendariz,  llamándolo  al  río  Almendares,  que  es  como  se 
conoce, 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos. 


En  1519  se  hizo  la  traslación  desde  la  Chorrera  (que  con- 
servó por  algún  tiempo  el  nombre  de  Pueblo  viejo),  al  punto 
donde  hoy  se  halla:  conociéndose  desde  entonces  por  Habana, 
pues  antes  solo  se  decía  villa  de  San  Cristóbal. 

El  primitivo  terreno  ocupado  por  la  población  fué  el  que 
se  halla  entre  la  Fuerza,  la  casa  de  Gobierno  (donde  se  situó  la 
iglesia  matriz)  y  la  Aduana;  así  por  encontrarse  ya  en  él  algu- 
nas chozas  de  naturales,  como  porque  ofrecía  ventajas  á  las  em- 
barcaciones para  con  más  seguridad  y  facilidad  desembarcar  sus 
cargamentos. 

Prefirióse  para  su  asiento  la  banda  occidental  por  ser  la  que 
ofrecía  mayor  llanura;  siendo  las  opuestas  alterosas  o  cenago- 
sas.  i1) 

En  el  mismo  año  de  1519  se  celebaron  la  primera  misa  y  el 
primer  cabildo  debajo  de  una  hermosa  seiba  que  existía  en  el 
punto  donde  hoy  se  halla  el  Templete,  conmemorativo  de  dichos 
sucesos.   (2) 

Sin  embargo  de  no  haberse  basado  en  un  plan  determi- 
nado el  establecimiento  de  la  población,  su  planta  puede  decirse 
que  es  bastante  regular,  debiéndose  el  defecto  de  sus  calles  es- 
trechas a  lo  prevenido  por  la  ley  título  siete  libro  4,  Recopila- 
ción de  Indias,  que  dice :  ' '  En  los  lugares  fríos  sean  las  calles  an- 
chas, y  en  los  calientes  angostos":  aunque  añade:  "y  don- 
de hubiere  caballos,  convendría  que  para  defenderse  en  las  oca- 
siones sean  anchas,  y  se  dilaten  en  la  forma  susodicha,  procu- 
rando que  no  lleguen  a  dar  en  *algún  inconveniente  que  sea  cau- 


(1)  La  altura  del  suelo  en  el  campo  de  Marte,  esquina  del  Prado,  en- 
trada del  Paseo  de  Tacón  y  casa  sanitaria  de  Garcini,  es  de  30  varas  sobre 
el  nivel  del  mar.  El  punto  de  la  quinta  de  Pernandina  (conocida  antes  por 
la  fundición  de  Raguez,  que  estuvo  en  ella)  está  14  varas  castellanas  más 
elevado  que  el  campo  de  Marte.  El  punto  de  intersección  de  las  (¡alzadas  de 
Tacón  y  de  Belascoaín  resulta  estar  a  25  metros  (o  sean  30  varas  castellanas 
sobre  el  nivel  del  mar,  según  medida  practicada  en  11  de  Marzo  de  1,857, 
por  el  entendido  agrimensor  de  la  ciudad,  don  Mariano  Caries. 

(2)  Conservóse  robusta  y  frondosa  la  indicada  seiba  hasta  1,753,  en 
que  el  Gobernador  don  Francisco  Cagigal  de  la  Vega,  deseando  perpetuar  la 
noticia,  dispuso  derribarla  y  levantar  en  el  mismo  sitio  el  padrón  o  pilar  de 
piedra  que  aun  existe  ;  habiéndose  sembrado  a  poco  tres  seibas  a  su  alrede- 
dor, las  cuales  fueron  reemplazadas  por  las  actuales  en  1,828,  en  que  se  le- 
vantó el  indicado  Templete,  trazado  por  nuestro  tío  el  Coronel  don  Antonio 
de  la  Torre  y  Cárdenas. 


6  José  Mabía  de  la  Toree 

sa  de  afear  lo  reedificado  y  perjudique  a  su  defensa  y  comodi- 
dad." H 

Está,  pues,  situada  la  villa  (hoy  ciudad)  de  San  Cristóbal 
de  la  Habana  en  la  Península  que  en  su  banda  occidental  ofre- 
ce el  soberbio  y  concurrido  puerto  de  su  nombre  (conocido  antes 
por  de  Carenas),  hallándose  su  fanal,  o  sea  farola  del  Morro,  a 
los  23°  9 '26  latitud  y  76°  4 '40  longitud  O.  del  merdiano  de  San 
Fernando :  situación  ventajosa,  que  le  hizo  recibir  desde  los  pri- 
meros tiempos  los  dictados  de  Llave  del  Nuevomundo,  antemural 
de  las  Antillas. 

La  indicada  península  en  que  se  halla  asentada  la  Habana 
(o  sea  su  terreno  de  intra  y  estramuros),  eran  tan  fértil  que  no 
solo  abundan  en  ella  arbustos  como  tunas,  hicacos,  uvas  caletas, 
y  otros  frutales,  sino  aun  árboles  mayores  como  j  aguas,  anones, 
mamones,  seibas  y  aun  cedros;  jobos  y  caobas.  "Los  cangrejos, 
escribe  un  viajero  en  1598,  abundaban  tanto,  que  hacían  ruido 
como  las  tropas  cuando  de  noche  iban  a  la  población  en  busca  de 
desperdicios."    Lo  que  no  debe  estrañar  al  que  los  haya  visto 


(1)  Ignorándose  en  esta  época  que  un  suave  ambiente  mitigaba  los 
ardores  del  clima  tropical,  se  dispuso,  según  convenía  hacerlo  en  los  países 
frios  conocidos,  donde  en  verano  más  conviene  la  sombra  que  el  aire  libre. 
Así  vemos  que  para  preservarse  del  calor,  en  Sevilla  y  demás  pueblos  de  la 
Península,  se  cierran  y  riegan  las  piezas  habitadas.  No  es  de  extrañar  en 
los  tiempos  antiguos  lo  defectuoso  de  las  plantas  de  las  poblaciones,  y  de 
sentir  que  en  los  tiempos  modernos  no  se  hayan  puesto  en  planta  los  princi- 
pios que  rigen  para  la  formación  de  las  poblaciones,  imposición  de  los  nom- 
bres de  sus  calles,  etc.  Triste  cosa  es  en  efecto  notar  aun  las  direcciones  N. 
S.  y  E.  O.  que  se  dan  a  las  calles  de  las  nuevas  poblaciones,  cuando  la  más 
conveniente  en  este  país  tropical  son  la  de  N.  E.  a  S.  O.  y  de  N.  O.  a  S.  E. : 
tristte  es  ver  los  ningunos  principios  que  se  siguen  para  la  anchura  de  las  ca- 
lles y  tamaños  de  las  manzanas,  cuando  diez  metros  para  lo  primero  y  una 
hectárea  para  lo  segundo,  sería  tan  ventajoso  hasta  para  fijar  en  la  mente 
estas  medidas,  que  se  imponen  a  las  nuevas  calles  y  plazas,  cuando  el  siste- 
ma de  numeración  o  localidad  para  las  segundas  son  tan  expeditos ;  y  toda- 
vía más  triste  es  notar  lo  poco  que  se  atiende  a  las  circunstancias  higiénicas 
de  los  puntos  elegidos  para  el  vecindario,  pues  solo  las  de  la  Habana  han  si- 
do químicamente  reconocidas.  Recomendamos  la  lectura  del  informe  que 
por  comisión  del  Gobierno  dimos  acerca  de  la  proyectada  población  en  el  pun- 
to de  la  Unión.  Se  halla  inserto  en  la  entrega  segunda  del  tomo  4.°  (1.S51) 
de  los  Anales  de  la  Real  Junta  de  Fomento  y  Sociedad  Económica  de  la  Ha- 
bana. 


Lo  que  Fuimos  t  lo  que  Somos.  7 

por  el  puente  de  Chávez  y  sus  cercanías  (que  tomaron  el  nombre 
de  los  Cangrejos. 

Pronto  fueron  aprovechados  los  terrenos  baldíos  hasta  la 
loma  del  castillo  del  Príncipe  para  formar  jardines  o  huertas  y 
estancias.  (x) 


(1)  Como  en  los  documentos  anteriores  a  este  siglo  se  leen  siempre 
indicados  estos  terrenos  con  dichos  nombres,  conviene  saber  que  se  llamaba 
huerta  la  estancia  que  abundaba  en  aguas,  y  jardín,  la  que  servía  más  bien 
de  recreo  o  temporada. 


CAPITULO  II. 

Puerto  de  la  Habana. 

Colón  no  visitó  el  puerto  de  la  Habana.  El  capitán  Sebas- 
tián de  Ocampo  fué  el  primero  que  aportó  á  él  en  1508,  en  que 
por  mandato  de  Nicolás  de  Ovando,  Gobernador  de  Haití,  bajó 
o  circunnavegó  la  Isla  para  resolver  si  era  isla  ó  continente.  Dió- 
le  el  nombre  de  Puerto  Carenas  por  haber  carenado  en  él  las  dos 
naves  que  traía,  con  un  betún  que  encontró  en  el  mismo  puer- 
to.  0) 

Para  comprender  lo  que  ha  perdido  el  puerto  ó  bahía  (2)  así 
en  superficie  como  en  fondo,  baste  saber  que  por  el  boquete  de  la 
Pescadería  entraba  un  brazo  de  mar  que  llegaba  hasta  San  Juan 


( l  >  Este  betún  es  el  asfalto  o  nafta,  que  los  naturales  llaman  cha- 
papote. 

(2)  El  señor  don  José  María  Gómez  Colón,  en  su  interesante  Memoria 
sobre  la  conservación  del  puerto  de  la  Habana,  publicada  en  Santiago  de 
Cuba,  en  1,852,  capítulo  3,  página  45,  dice:  "En  1,742,  49,  73  y  83,  se  sondeó 
el  puerto  de  la  Habana,  y  como  en  1,789  se  volviese  a  ejecutar  nueva  sonda, 
hubo  de  reconocerse  por  la  comparación  de  estos  trabajos,  haber  perdido  en 
el  período  de  47  años  la  bahía,  50  varas  horizontales  y  de  una  y  media  a  do? 
brazas  en  los  placeres  y  veriles ;  empero  sin  sufrir  sensible  disminución  él 
fondeo  en  lo  propiamente  dicho  canal.  Por  otra  operación  análoga  se  sabe 
que  en  1,723  midió  la  entrada  del  puerto  entre  la  Cabana  y  San  Telmo,  350 
varas  de  anchura,  que  en  1,783  se  redujo  esta  extensión  a  335  varas;  que  en 
1,803  a  304;  y  en  1,812  a  225  ;  resultando  de  todo  ello  haber  en  69  años  per- 
dido la  bahía  por  esa  parte  95  varas,  o  sea  mas  de  la  cuarta  parte  de  su  an- 
chura. Pérdida  que  atendidos  los  efectos  de  las  mareas,  solo  se  explica  sa- 
biéndose que  era  una  ciénaga  esa  parte  de  la  costa  ahora  llamada  San  Tel- 
mo. Esto  respecto  a  sondas  lejanas,  si  bien  es  verdad  que  las  más  próximas 
no  dan  resultado  a  examinarse  con  minuciosidad  y  detenimiento.  Véase  si 
nó  la  operación  verificada  a  fines  del  siglo  próximo  pasado.  De  ocho  a  diez 
brazas  de  agua  se  encontraron  en  el  canal.  De  cinco  a  seis  en  el  fondo  me- 
dio del  placer  de  la  bahía ;  de  una  a  tres  en  la  ensenada  de  Guasabacoa ;  de 
una  a  dos  en  la  de  Atares,  y  de  cuatro  a  seis  en  la  de  Regla.  De  una  a  dos 
brazas  de  agua  se  encontraron  sobre  el  bajo  de  San  Telmo,  de  una  a  dos, 
igualmente,  en  el  de  Regla,  y  de  una  a  dos,  también,  en  aquella  parte  obs- 
truida a  lo  largo  de  la  costa  en  toda  su  sinuosa  extensión.  Por  último,  esa 
parte  del  fondo  disminuida  o  encenagada  allí  en  la  continuidad  de  las  ori- 
llas, alejábase  solo  de  ellas  un  tercio  cable  paralelamente  ;  mientras  el  bajo 
de  Regla  se  adelantaba  cuatro  décimos  de  milla  hacia  el  N.  E."  No  ignora- 
mos el  origen  de  estos  datos,  pero  no  podemos  admitirlos  del  todo,  porque  en 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos. 


de  Dios,  donde  hubo  un  colgadizo  para  guardar  en  él  atada  la 
falúa  del  Gobierno,  quedando  más  tarde  cenagoso  todo  ese  espa- 
cio; por  lo  que  la  plazuela  de  la  Catedral  se  llamó  Plaza  de  la 
Ciénaga,  y  por  lo  que  el  tramo  desde  la  Catedral  hasta  San  Juan 
de  Dios  fué  elegido  para  el  primer  ensayo  de  empedrado  (á  me- 
diados del  siglo  pasado)  dando  nombre  a  la  calle  de  lo  Empedra- 
do. (Véase  el  capítulo  de  la  razón  de  los  nombres  de  las  calles.) 
La  Zanja  Real  derramaba  en  dicha  plazuela  de  la  Ciénaga  por 
una  avertura  como  de  una  vara  cuadrada  que  elevada  sobre  vara 
y  media  del  suelo  había  en  el  callejón  del  Chorro. 

Mediante  la  construcción  de  la  muralla  comprendida  desde 
la  Puerta  de  la  Punta  hasta  el  cuartel  de  la  Fuerza  (y  la  cual  co- 
menzó en  1730)  perdió  la  entrada  del  puerto  por  esa  parte  una 
porción  de  varas,  puesto  que  dicha  Muralla  se  levantó  sobre  el 
mismo  mar.  (x) 

Perdió  también  mucho  el  puerto  por  la  parte  del  muelle  que 
ha  ido  avanzando  a  medida  de  su  extensión  y  mejoras.  Y  en 
nuestros  días  hemos  visto  lo  que  ha  perdido  con  motivo  de  la 
construcción  de  los  almacenes  de  Regla  y  de  San  José,  y  con  el 


primer  lugar  no  comprendemos  como  no  habiéndose  ejecutado  desde  1,730, 
por  lo  menos,  otra  obra  en  la  entrada  del  puerto  de  la  Cabana  y  San  Telmo, 
que  la  de  la  cortina  de  Valdés  en  1,842,  robando  unas  doce  o  catorce  varas 
al  mar,  y  no  habiendo  sufrido  alteración  alguna  la  banda  opuesta,  haya  po- 
dido verificarse  reducción  alguna  de  dicha  entrada  por  ese  punto  ;  la  cual 
por  otro  lado  no  aparece  del  excelente  plano  del  puerto  levantado  y  publica- 
do en  1,798  por  el  muy  entendido  Capitán  de  fragata  don  José  del  Río,  ni 
del  que  trae  el  Portulano,  comparado^  con  el  levantado  y  publicado  en  1,854 
por  el  Depósito  Hidrográfico  ;  salvo  la  indicada  de  la  cortina  de  Valdés.  En 
segundo  lugar  comparados  los  datos  sobre  sondas  que  presenta  con  los  ofi- 
ciales que  damos  al  fin  de  este  capítulo,  aparece  la  bahía  en  el  día  con  el 
mismo  y  aun  con  más  fondo  que  a  fines  del  siglo  pasado;  pues  dice,  por 
ejemplo,  que  de  ocho  a  diez  brazas  se  hallaron  entonces  en  el  canal,  y  en 
1,854  tenía  éste  dé  siete  y  media  a  diez  y  media  brazas;  de  5  a  6  brazas  en 
el  fondo  medio  del  placer  de  la  bahía,  y  hoy  cuenta  hasta  siete  brazas  (jun- 
to al  punto  de  salida  de  los  vapores  de  Regla,  de  la  antigua  empresa)  ;  de 
una  a  dos  en  la  ensenada  de  Atares,  que  hoy  cuenta  hasta  tres  ;  de  cuatro  a 
seis,  en  Regla,  donde  hoy  se  cuentan  hasta  seis  brazas,  y  de  dos  a  tres  en 
la  ensenada  de  Guasabacoa,  donde  hoy  existe  el  mismo  fondo.  En  el  piani- 
to del  puerto  que  se  ve  en  el  adjunto  de  la  ciudad,  ofrecemos  la  sonda  (en 
pies  castellanos)  que  le  dá  el  Portulano  de  América  en  1,804.  La  parte  in- 
terior de  la  ciudad  está  tomada  de  uno  de  los  planos  antiguos  que  publica  el 
señor  La  Sagra,  y  la  de  extramuros,  de  varios  planos  de  fines  del  siglo  pasa- 
do. Además  de  la  indicada  obra  del  Sr.  Gómez  Colón,  merece  leerse  una  Me- 
moria escrita  por  don  José  de   Arazoza,   en   1,816,   sobre   el   mismo   asunto. 

(1)  Lo  mismo  resultó  con  la  construcción  de  la  muralla  del  Sur,  o  sea 
del  paseo  de  Roncali,  en  cuya  base  se  vé  ya  salir  la  tierra.  Véase  el  mapa 
antiguo,  número  4. 


.    10  José  Mabía  de  la  Toere 

Salón  de  O'Donnell  y  muelle  de  cabotaje,  que  debajo  de  este  se 
acaba  de  construir. 

En  1803  llegaba  el  mar  a  la  casa  Quinta  del  Rey,  que  tenía 
su  asiento  en  la  playa,  conduciéndose  desde  la  misma  hasta  1796, 
las  maderas  para  el  Arsenal,  que  se  traían  desde  el  baradero  del 
Cerro  (cuyos  restos  un  se  ven  detrás  de  la  casa  del  Sr.  D.  Joa- 
quín Peñalver).  Las  olas  murmuraban  también  sobre  el  suelo 
de  algunas  de  las  casas  de  Jesús  María,  como  v.  g. :  en  el  alam- 
bique de  Guimbal  (después  de  D.  José  Soler)  que  aun  hoy  existe 
en  la  calle  del  Alambique  esquina  a  la  calzada  de  Vives,  donde 
se  puede  ver  aun  el  pilotaje  de  su  muelle,  situado  en  el  mismo 
establecimiento :  siendo  el  límite  de  la  costa  una  línea  de  playa, 
que  desde  Tallapiedra  se  dirigía  primeramente  al  N.  O.  y  des- 
pués bordeando  la  calzada  del  Monte,  llegaba  hasta  el  puente  de 
Chávez,  y  seguía  el  rumbo  de  Jesús  del  Monte,  cual  si  se  preten- 
diese aislar  el  promontorio  donde  se  alza  el  castillo  de  Atares. 

Las  últimas  cinco  cuadras  de  la  hoy  calzada  de  Vives, 
igual  número  de  la  conocida  por  de  la  Gloria:  no  menor  de  la 
de  la  Esperanza:  la  plaza  de  la  Reina  Amalia:  cuatro  postreras 
cuadras  de  la  de  la  Alcantarilla :  otras  tantas  de  la  de  la  Puerta 
Cerrada  y  la  mitad  justamente  de  la  denominada  la  Diaria,  y 
también  el  área  formada  por  el  hoy  canal  de  desagüe  hasta  cer- 
o-i  de  las  calzadas  de  Jesús  del  Monte  y  de  la  Infanta,  estaban 
bañadas  por  el  mar,  y  cubiertas  de  mangles. 

En  el  sitio  en  que  en  1748  se  construyó  el  navio  Begoña  (a) 
Tallapiedra,  había  en  1812  una  casa,  con  un  muelle  que  aun  exis- 
te avanzando  sobre  30  varas  hacia  el  mar:  y  el  ancho  del  canal 
del  puente  de  Chávez,  que  hacia  1783  contaba  lo  menos  80  varas 
y  era  atravesado  por  buques  de  bastante  calado,  que  traían  efec- 
tos del  interior  de  la  Isla  y  cargaban  maderas  que  se  conducían 
a  ese  punto,  hoy  se  vé  reducido  a  un  estrecho,  somero  y  pantano- 
so cauce,  i1)  "Hace  aun  muy  pocos  años,  dice  un  comunicado  in- 
serto en  la  Prensa  de  8  de  marzo  del  corriente  año  1857,  que  tan- 
to por  la  parte  del  río  de  Chávez  cuanto  por  el  de  Aguadulce,  po- 
dían entrar  embarcaciones  de  las  que  usan  comunmente  nuestros 
pescadores,  y  se  veían  en  dicho  ríos  y   a  orillas   de  las  casas 


(1)  En  nuestro  mapa  aparece  como  lo  hemos  visto  en  un  primoroso 
mapa  oficial  levantado  después  de  la  invasión  inglesa  (1,764).  Creemos  que 
hay  alguna  exageración  en  las  relaciones  modernas  respecto  al  fondo  perdi- 
do por  la  bahía  en  las  inmediaciones  de  Atares,  como  puede  comprobarse 
consultando  el  mapa  del  Río,  de  1,798. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  li 

porción  de  esas  embarcaciones,  pero  hoy,  si  alguna  entra,  es  pre- 
ciso que  sea  de  las  llamadas  cachuchas,  que  sea  muy  práctico  el 
que  la  guie  y  que  aguarde  la  marea.  Me  refiero  primero  a  un 
punto  de  poco  interés,  pero  que  era  concurrido  por  honrados 
pescadores  que  allá  se  albergaban,  buscando  por  alguna  parte 
economía  en  el  alquiler  de  las  casas  y  seguridad  para  sus  peque- 
ños buques.  Como  vecino  antiguo  del  quinto  distrito  y  aficio- 
nado a  dar  mis  paseos  por  la  playa  cuando  alguna  vez  tengo  un 
rato  desocupado,  no  he  podido  menos  de  notar  la  marcha  veloz 
con  que  van  desapareciendo  las  aguas  de  esta  ensenada  hasta  el 
punto  que  no  creo  equivocarme  al  asegurar  que  para  descar- 
gar ei  carbón  en  la  fábrica  del  gas  ha  tenido  que  ocurrir  esta  a 
efectuarlo  por  Tallapiedra,  por  donde  atracan  las  goletas.  Se- 
guramente que  en  menos  de  un  año  se  ha  comido  la  tierra  más 
de  18  varas  en  toda  la  extensión  que  media  desde  el  castillo  de 
Atares  a  Jesús  María,  y  al  respectivo  ha  ido  mermando  el  fondo 
de  ella  en  dirección  del  Real  Arsenal,  hasta  el  extremo  que  una 
parte  no  pequeña  de  las  embarcaciones  costeras  que  atracan  a 
Tallapiedra  lo  efectúan  tocando  en  el  fondo.  Al  paso  que  esto 
marcha,  no  dudo  que  esté  muy  próxima  la  pérdida  de  esta  ense- 
nada, si  nuestra  draga  no  ocurre  pronto  en  su  auxilio  o  se  quita 
la  causa  que  la  motiva.  Esta,  a  mi  ver,  no  es  otra  que  las  in- 
mundicias de  las  250  reses,  mas  bien  mas  que  menos,  que  diaria- 
mente se  benefician  en  los  dos  rastros.  Si  se  piensa  en  la  inmen- 
sidad de  basura  que  en  un  año  entra  en  nuestra  bahía  por  esta 
parte,  no  habrá  nadie  que  dude  de  lo  que  digo.  En  un  día  de 
verano  y  horas  en  que  nuestra  brisa  no  nos  favorece,  miedo  se 
debe  tener  a  pasar  por  dicha  ensenada,  pues  por  causa  del  poco 
fondo  y  la  clase  de  materias  allí  depositadas  se  sufre  un  calor  es- 
tremoso  y  una  fetidez  sumamente  grande :  de  lo  primero  no  pue- 
den menos  de  sufrir  mucho  los  cascos  de  los  buques  que  allí  con- 
curren en  gran  número,  tanto  costeros  como  de  travesías;  y  de  io 
segundo,  y  esto  es  lo  más  malo,  sus  tripulaciones ;  y  aun,  como  es 
muy  lógico,  contribuirá  a  que  nuestro  Real  Hospital  no  sea  lo 
que  debe  ser  por  la  demasiada  proximidad  a  tan  gran  depósito 
de  materias  pútridas.  A  parte  de  estas  consideraciones,  aun 
pueden  hacerse  otras  de  suma  importancia  para  que  esta  parte 
de  la  bahía  fuese  otra  cosa  que  lo  que  es,  pues  obras  de  mucho 
interés  se  están  emprendiendo  en  ella.  Dentro  de  muy  pocos 
principiarán  las  paredes  de  los  nuevos  almacenes  de  depósito,  el 


12  José  MabÍa  de  la  Tobbe 

hermoso  alambique  y  máquina  de  aserrar  nuevamente  estableci- 
do en  la  antigua  fábrica  de  ladrillos;  el  Barrio  de  Concha  que 
está  proyectado,  y  cuya  realización  tanto  se  desea  por  los  pobres 
y  artesanos  y  por  los  dueños  de  los  terrenos ;  pero  cuyo  principio 
no  dilatará  nuestro  protector  Gobernador :  el  paradero  del  ferro- 
carril del  Oeste,  que  también  se  ha  pensado  establecer  aquí,  y  las 
innumerables  obras  que  por  precisión  se  han  de  llevar  a  efecto, 
no  pueden  menos  de  llamar  la  atención,  muy  pronto,  de  nuestro 
gobierno ' '. 

De  fácil  paso  para  embarcaciones  menores  (goletas,  guai- 
ros,  etc.)  era  el  seno  de  Atares,  solo  navegable  hoy  en  pleamar 
por  barquichuelos  de  fondo  plano. 

Barcos  de  gavia  podían  atravesar  por  entre  el  Cayo  Cruz  y 
la  tierra  firme,  y  ahora  pueden  hacerlo  los  botes. 

En  1816  se  construyó  en  Guasabacoa  una  máquina  de  ase- 
rrar maderas  y  llegaban  a  ella  buques  de  todos  portes. 

En  1836  bañaba  el  mar  una  casa  que  hoy  tiene  otra  casa  y 
una  calle  delante  de  dicha  mar. 

En  1816  rodeaba  el  mar  el  santuario  de  Regla  hasta  el  pun- 
to de  batir  las  olas  en  los  muros  de  la  lomita.  Hoy  se  ve  un  fe- 
rrocarril, que  pasa  por  dicha  loma  y  por  una  calle  formada  de 
espaciosos  almacenes  construidos  sobre  lo  que  antes  era  mar,  y 
desde  el  presente  año  de  1857  se  ha  formado  una  calle  de  alma- 
cenes y  establecimientos  (entre  ellos  una  sierra  y  alambique  de 
vapor)  sobre  el  bajo  de  Regia,  que  no  hace  muchos  años  era 
atravesado  por  goletas,  pues  su  fondo  en  1798  era  de  media  bra- 
za y  en  el  veril  de  tres  brazas. 

En  1761,  en  la  ribera  opuesta  a  la  ciudad,  se  conocían  los 
embarcaderos  de  Cojímar,  Marimelena,  del  Ingénito,  Regla  y 
Guasabacoa  •  y  durante  la  invasión  inglesa  se  echaron  a  pique  en 
la  boca  del  puerto,  para  cerrarlo  al  enemigo,  los  navios  "Euro- 
pa", "Asia"  y  "Neptuno",  cuyos  restos  aun  existen.  (1) 

En  1532  visitaban  ya  la  Habana  tantos  buques  que  produ- 
cían sus  derechos  $200  al  año  (en  el  día  ascienden  los  derechos 
marítimos  a  9  millones  de  pesos  anuales). 

En  1574  entraron  en  la  Habana  101  buques  de  España  y 
115  de  la  América  española,  y  salieron  109  para  cada  uno  de  di- 


( 1 )  Desde  la  batería  de  los  Doce  Apóstoles  se  colocó  para  cerrar  el 
puerto  una  cadena  cuyo  otro  extremo  estaba  atado  a  los  tres  cañones  clava- 
dos con  este  fin,  que  aun  se  ven  junto  al  castillo  de  la  Punta. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  13 


ehos  puntos  (en  el  día  el  número  de  buques  que  entran  al  año 
ascienden  a  2,000). 

En  1741  se  incendió,  próximo  a  la  casa  de  Aróstegui,  el  na- 
vio "Invencible",  a  consecuencia  de  haberle  caido  un  rayo  en  la 
Santabárbara;  en  1816  se  incendió  la  fragata  "Atocha",  en  el 
bajo  de  Regla,  y  en  15  de  Marzo  de  1857  se  ha  incendiado  en  Ca- 
sa Blanca,  la  fragata  española  "Eulalia",  cargada  de  azúcar  y 
aguardiente,  habiendo  sido  conducida  a  lo  que  queda  del  bajo  de 
Regla. 

Los  cinco  cascos  sumergidos  que  se  ven  junto  al  Arsenal,  son 
de  los  navios  siguientes,  perdidos  por  falta  de  carena:  "Santa 
Ana",  de  115  cañones,  abandonado  en  1815;  "San  Lorenzo",  de 
84,  en  1815;  "San  Leandro",  de  64,  en  1813;  "San  Fulgencio", 
de  64,  en  1814,  y  "Príncipe  de  Asturias",  de  112,  en  1814. 

Desde  principios  del  siglo  pasado  hubo  ya  pontones  para  la 
limpieza  del  puerto.  En  tiempo  del  Marqués  de  la  Torre 
(1771-77)  se  establecieron  seis  pontones  y  seis  gánguiles;  en 
1773  se  dispuso  la  construcción  de  cuatro  pontones  más,  y  en 
1833  se  trajo  otro  nuevo,  de  vapor,  que  ha  sido  después  reempla- 
zado por  otros. 

No  podemos  menos  de  decir  algo  sobre  Cayo  Cruz,  que  co- 
nocimos más  de  dos  tantos  mayor  de  lo  que  lo  han  reducido  los 
huracanes  de  1844  y  46. 

Estado  actual  del  Puerto.  (x) 

Desde  la  lengüeta  de  la  Punta  (donde  están  los  cañones  que 
se  clavaron  en  1762,  para  atar  la  cadena  con  que  se  cerró  el  puer- 
to) hasta  la  misma  farola  del  Morro,  línea  N.  S.,  dos  décimos  de 
milla  exactamente,  habiendo  cinco  brazas  de  fondo  cerca  del  Mo- 
rro en  siete  y  medio  en  el  medio  del  Canal  y  dieciocho  pies  en  el 
veril  del  bajo  de  la  Punta. 


(1)  Los  datos  que  siguen  son  tomados  de  la  carta  de  la  bahía  o  sea 
puerto  de  la  Habana,  levantada  en  1,854  por  el  Brigadier  de  la  Real  Arma- 
da don  Antonio  de  Arévalo.  y  los  Tenientes  de  navio  don  Eduardo  Failde  y 
don  Manuel  Cotilla,  y  publicada  por  la  Dirección  de  Hidrografía.  La  milla 
de  que  se  hace  referencia  consta  de  2,217  varas  castellanas.  Según  hemos 
indicado,  el  pianito  del  puerto  que  ofrecemos  y  en  el  que  va  indicada  la  son- 
da en  pies,  es  copiado  (en  la  parte  hidrográfica)  del  Portulano  de  las  Anti- 
llas, publicado  en  1,803  ;  la  parte  extramuros  de  la  ciudad  es  copia  de  un 
mapa  antiguo  de  la  Habana  del  siglo  17,  publicado  por  el  Sr.  La  Sagra,  y 
la  parte  extramuros  es  copia  de  varios  planos  de  fines  del  siglo  pasado. 


14  José  Masía  de  la  Tobbe 

Desde  el  mismo  punto  a  los  Doce  Apóstoles  hay  uno  y  medio 
décimos  de  milla  y  la  misma  sonda. 

Desde  el  punto  de  embarque  de  la  Puerta  de  la  Punta  hasta 
la  costa  opuesta  junto  a  la  batería  de  la  Pastora,  dos  décimos  de 
milla  exactamente,  y  su  fondo  en  el  medio  del  canal  es  de  diez  y 
medias  brazas  (que  es  la  mayor  profundidad  de  la  bahía). 

Desde  la  punta  N.  O.,  del  muelle  de  Caballería  o  sea  ex- 
tremo del  tinglado  hasta  la  ribera  opuesta,  uno.  y  medio  déci- 
mos de  milla  y  nueve  brazas  de  mayor  fondo. 

Desde  el  muelle  de  Caballería  hasta  el  del  ingénito  (por  Co- 
jímar)  uno  y  un  décimo  de  milla;  al  hospital  de  Belot,  una  mi- 
lla, y  al  muelle  de  Triscornia,  ocho  décimos  de  milla. 

Desde  el  punto  de  salida  de  los  vapores  de  la  antigua  empre- 
sa al  de  llegada,  seis  décimos  de  milla,  habiendo  hasta  siete  bra- 
zas de  fondo,  cerca  del  muelle  de  la  Habana  y  hasta  tres  brazas 
en  el  de  Regla. 

Desde  el  punto  de  salida  (o  del  muelle  de  Luz)  hasta  el  de 
llegada  de  los  vapores  de  la  nueva  empresa,  hay  siete  y  medios 
décimos  de  milla,  contándose  hasta  siete  brazas  de  fondo,  junto 
al  muelle  de  la  Habana  y  seis  varas  en  el  muelle  de  los  almace- 
nes. 

Desde  los  almacenes  de  San  José  hasta  los  polvorines  de  San 
Felipe  o  de  la  Marina,  cuatro  décimos  de  milla,  habiendo  hasta  6 
varas  de  fondo  en  el  muelle  de  dichos  almacenes,  tres  y  medias 
brazas  en  el  medio  de  esta  línea  y  junto  a  la  costa  de  dichos  pol- 
vorines. 

Desde  el  embarcadero  de  la  puerta  de  la  Punta  hasta  el  mue- 
lle de  Caballería,  cuatro  y  medios  décimos  de  milla.  Desde  el 
muelle  de  Caballería  al  de  Luz,  hay  cuatro  y  medios  décimos  de 
milla.  Desde  este  a  los  almacenes  de  San  José,  otros  cuatro  y 
medios  décimos  de  milla  y  desde  estos  a  Tallapiedra,  igual  dis- 
tancia. 

El  mavor  larsro  del  puerto  es  el  siguiente: — Desde  la  boca 
hasta  el  muelle  de  Caballería  (o  sea  el  canal  de  entrada),  seis  dé- 
cimos de  milla ;  teniendo  nueve  brazas  al  princio  y  fin  de  esta  lí- 
nea, y  hasta  diez  y  media  en  el  medio  de  ella(  entre  San  Telmo 
y  la  puerta  de  la  Punta  y  la  costa  opuesta). 

Desde  el  muelle  de  Caballería  hasta  el  extremo  N.  O.  del  te- 
rrajen del  bajo  de  Regla,  seis  y  medios  décimos  de  milla,  con 
fondo  de  siete  y  media  brazas. 


Lo  que  Fuimos  t  lo  que  Somos.  16 


Desde  el  bajo  de  Regla  al  Cayo  Cruz,  siete  y  media  décimos, 
con  fondo  hasta  cinco  brazas. 

Del  Cabo  de  Cruz  hasta  la  ribera  de  Atares,  siete  y  medios 
décimos,  con  fondo  hasta  de  tres  y  medias  brazas. 

La  ensenada  de  Guasabacoa  cuenta  desde  su  boca,  entre  los 
almacenes  de  Regla  y  Cayo  Blanco,  hasta  su  fondo,  ocho  déci- 
mos de  milla,  con  una  profundidad  hasta  de  dos  y  tres  brazas. 

El  canal  entre  la  baliza  de  los  Apóstoles  (frente  a  la  Punta) 
y  el  veril  de  la  Punta,  y  entre  la  baliza  de  San  Telmo  y  el  veril 
de  la  Cabana,  que  son  los  puntos  más  estrechos,  tiene  ocho  cen- 
tesimos de  milla. 


CAPITULO  III. 

Peogresos  de  la  Población. 
Intramuros. 

Hemos  indicado  en  el  capítulo  primero  que  el  punto  de  la 
plazo,  de  Armas  fué  el  centro  de  donde  irradió  la  población.  Ex- 
tendióse primero  desde  allí  por  las  calles  de  los  Oficios  y  de  ios 
Mercaderes,  como  más  próximas  al  punto  de  desembarque  de  los 
bajeles:  por  la  calle  Real  (llamada  después  de  la  Muralla),  que 
c  ;il.f  salida  al  campo  en  un  principio  (no  por  la  calzada  del 
Monte,  sino  por  el  camino  de  San  Antonio,  o  sea  calle  de  la  Rei- 
na (1)  ;  en  seguida  por  la  parte  N.  de  la  calle  de  la  Habana  y 
después  por  las  de  Aguiar  y  Cuba,  porque  conducían  al  Torreón 
de  la  Caleta,  donde  de  día  y  noche  habían  vigilantes  para  avisar 
la  llegada  de  piratas,  y  además  servía  entonces  de  paseo  su  cal- 
zada, orillada  de  uveros  y  otros  arbustos  por  la  siguiente  Real 
Cédula: 

En  1532  era  ya  la  Habana  la  población  más  importante  de 
la  Isla,  después  de  Santiago  de  Cuba,  entonces  capital.  En 
1584  contaba  ya  cuatro  calles,  siendo  la  principal  la  de  los  Oí5- 
cios,  llena  de  tiendas  de  menestrales.  En  1592  se  le  concedió  el 
título  de  ciudad. 

"Don  Felipe,  por  la  Gracia  de  Dios,  Rey  Castilla,  etc.  Por 
cuanto  teniendo  consideración  a  lo  que  los  vecinos  y  moradores 
de  !a  villa  de  San  Cristóbal  de  la  Habana,  me  han  servido  en  su 
defensa  y  resistencia  contra  los  enemigos,  y  a  que  la  dicha  villa 
es  de  las  principales  de  la  Isla,  y  donde  residen  mi  gobernador  y 
oficiales  de  mi  real  hacienda,  deseo  que  se  ennoblezca  y  aumente. 
Por  la  presente  quiero  y  es  mi  voluntad,  que  ahora  y  de  aquí  en 
adelante  para  siempre  jamás  la  dicha  villa  sea  y  se  intitule  la 


(1)     Véase  el  mapa  y  en  el  capítulo  quinto  lo  relativo  a  cada  una  de  las 
calles  que   aquí  se  citan. 


Lo  que  Fuimos  t  lo  que  Somos.  17 


ciudad  de  San  Cristóbal  de  la  Habana  de  dicha  isla  de  Cuba;  y 
asimismo  quiero  que  sus  vecinos  gocen  de  todos  los  privilegios, 
franquicias  y  gracias  de  que  gozan  los  otros  vecinos  de  semejan- 
tes ci.  dades,  y  que  esta  pueda  poner  el  título  y  lo  ponga  en  todas 
las  escrituras,  autos  y  lugares  públicos,  y  así  lo  llamen  los  reyes 
que  después  de  mí  vinieren,  a  los  cuales  encargo,  que  amparen  y 
favorezcan  a  esta  nueva  ciudad  y  le  guarden  y  hagan  guardar 
las  dichas,  gracias  y  privilegios;  y  mando  a  todos  mis  subditos 
y  naturales  de  mis  reinos  y  de  las  dichas  Indias,  así  eclesiásticos 
y  seglares,  de  cualquiera  dignidad,  preeminencia  o  calidad  que 
sean,  le  llamen  e  intitulen  a  la  dicha  villa,  la  ciudad  de  San  Cris- 
tóbal de  la  Habana,  y  que  ninguno  vaya,  ni  pase,  contra  este  mi 
privilegio,  el  que  hagan  guardar  todas  y  cualesquiera  justicias  de 
estos  dichos  mis  reinos,  y  de  los  de  nuestras  Indias,  como  si  en 
particular  fuera  dirigido  su  cumplimiento :  de  lo  cual  mandé  dar 
la  presente  firmada  de  mi  mano,  y  sellada  con  el  sello.  En  Eras,  a 
20  de  Diciembre  de  1592. — Yo  el  Rey. — Yo  Juan  Vázquez,  secre- 
tario, la  hice  escribir  por  su  mandado. ' ' 

En  1598  la  población  constaba  de  800  vecinos  o  sen  4,000 
habitantes. 

En  1634  llegó  a  reconocerse  la  importancia  del  puerto  y  ciu- 
dad, puesto  que  en  Real  cédula  de  24  de  Mayo  de  dicho  año  se  le 
llamaba  "Llave  del  Nuevo  Mundo  y  antemural  de  las  Indias  Oc- 
cidentales"; y  en  1665  se  le  confirmó  el  uso  del  escudo  de  que  es- 
taba en  posesión  mucho  tiempo  antes,  según  aparece  de  las  actas 
de  Cabildo. 

"La  Reyna  Gobernadora  i1)  por  cuanto  la  ciudad  de  San 
Cristóbal  de  la  Habana,  en  carta  de  22  de  Mayo  de  este  año,  ha 
representado  que  con  el  transcurso  del  tiempo  no  se  había  podi- 
do hallar  aunque  se  había  buscado,  el  origen  de  la  merced  que  le 
está  hecha  de  tener  por  armas  tres  castillos  y  una  llave  en  campo 
azul,  señal  de  su  fortaleza  y  del  valor  con  que  sus  naturales  y  ve- 
cinos la  defendieron  en  las  ocasiones  que  se  ofrecieron;  y  para 
honor  y  lustre  de  la  dicha  ciudad  en  los  siglos  venideros,  suplica- 
ba que  en  premio  de  su  lealtad  se  le  confirmase  la  dicha  merced, 
pues  el  descuido  que  había  habido  en  guardar  los  papeles  de  su 
origen  no  había  de  defraudarla  de  este  honor  que  había  mereci- 
do.    Y  habiéndose  visto  por  los  del  consejo   de  Indias,  teniendo 


(1)     Doña  Mariana  de  Austria,  viuda  de  Felipe  IV. 


18  José  Mabía  de  la  Tobbe 

consideración  a  los  servicios  de  la  ciudad  de  la  Habana  y  a  la 
fuerza  conque  los  ha  continuado,  he  tenido  por  conveniente  ha- 
cerle merced,  como  por  la  presente  se  la  hago,  de  que  de  aquí  en 
adelante  use  y  pueda  usar  de  las  mismas  armas  de  que  constare 
haber  usado  hasta  aquí,  en  la  misma  forma  que  va  referido,  que 
yo  lo  tengo  así  por  bien  y  mando  que  ninguna  persona  le  ponga 
impedimento  a  ello,  que  así  procede  de  mi  voluntad.  Fecha  en 
Madrid,  a  30  de  Noviembre  de  1665. — Yo  la  Reyna. — Por  man- 
dato de  S.  M.— D.  Pedro  de  Medrano". 

"Compónese  dicho  escudo  de  tres  castillos  de  plata  sobre 
campo  azul,  alusivos  a  las  tres  fortalezas  que  guardan  la  boca 
del  puerto,  y  una  llave  de  oro  que  manifiesta  serlo  de  las  Indias, 
como  estaba  declarado  por  SS.  MM.  Tiene  por  í-emate  una  co- 
rona, y  por  orla  el  collar  del  toisón,  blasón  tan  estimable  como 
bien  merecido  del  amor  y  fineza  de  esta  ciudad,  como  lo  expresó 
así  en  su  cabildo  la  discreta  circunspención  de  su  gobernador 
D.  Francisco  Dávila  Orejón,  de  quien  en  otras  partes  tengo  he- 
cha memoria.     (Arrate). 

La  parte  sur  desde  la  calle  de  la  Muralla,  y  el  espacio  com- 
prendido entre  las  calles  del  Teniente  Rey,  Habana  y  O'Reilly 
fueron  lo  último  que  se  cubrió  de  casas,  pues  hasta  principios 
del  pasado  siglo  existía  la  gran  estancia  de  los  Campechanos, 
que  comprendía  desde  la  Merced  hasta  la  calle  de  los  Desam- 
parados; la  estancia  del  canónigo  Ferro  (por  San  Felipe  y  la 
calle  de  la  Muralla)  y  la  de  Diego  de  Soto  desde  la  calle  de  Com- 
postela  y  la  de  Acosta  hasta  la  Muralla  (y  un  mas  en  estramuros 
según  se  verá  en  el  capítulo  siguiente).  Detrás  de  Belén  estaba 
i1)  lo  que  llamaban  Rancho  o  estancia  de  los  Isleños  a  que  tam- 
bién decían  Curazao  y  aun  Campeche  y  Yucatán  y  una  estancia 
cia  de  D.  Sebastián  Calvo  de  la  Puerta. 

Hasta  mediados  del  siglo  pasado  existía  igualmente  la  parte 
que  quedó  de  la  estancia  de  doña  Magdalena  Corbera  (causan- 
te de  los  Sigleres),  comprendida  en  el  espacio  entre  la  Puerta 
de  Monserrate  y  el  Cristo,  habiendo  perdido  14,534  varas  cua- 
dradas para  las  murallas,  glasis,  etc.,  (por  lo  cual  se  le  hicieron 
valiosos  reintegros).  Incluía  esta  estancia  la  hermita  del  Mon- 


(1)  Véase  en  el  capítulo  de  las  Iglesias,  como  la  hermita  de  San  Diego 
de  Alcalá  (después  convento  de  Belén),  fué  fundada  en  1,695  en  la  extre- 
midad de  la  ciudad.  Tenemos,  además,  escrituras  de  varias  casas  de  las  in- 
dicadas barriadas  del  principio  del  siglo  pasado,  que  comprueban  lo  indicado. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  19 

serrate,  que  había  en  la  plazuela  de  este  nombre  y  fué  construi- 
da por  los  dueños  de  ella  en  1675.  La  casa  de  vivienda  de  di- 
cha finca  es  la  en  que  hoy  está  el  establo  de  carruajes  titulado  el 
Lujo  Económico;  en  la  cual  se  conservaban  hasta  hace  muchos 
años  árboles  de  la  primitiva  estancia. 

En  1740  en  que  se  concluyó  la  muralla  del  recinto,  solo  que- 
daba por  poblarse  en  intramuros  la  plaza  de  Bayona  y  contaba 
la  ciudad  3,000  casas  (intramuros)  0)  y  una  área  de  1.931,000 
varas  cubanas  cuadradas  o  sea  diez  y  tercio  caballerías  de  tierra. 

"San  Cristóbal,  dice  una  descripción  de  la  Habana  de  1598 
(2)  va  progresando  no  obstante  los  inconvenientes  de  piratas  y 
el  poco  comercio.  Esta  población  se  está  construyendo  con  mu- 
cha irregularidad.  La  calle  Real  (hoy  de  la  Muralla),  la  de 
las  Redes  (hoy  del  Inquisidor),  la  del  Sumidero  (hoy  de  O'Rei- 
lly)  y  la  del  Basurero  (hoy  del  Teniente  Rey),  es  en  donde  se 
fabrican  las  habitaciones  en  línea,  las  demás  están  planteadas  al 
capricho  del  propietario,  cercadas  ó  defendidas,  sus  frentes, 
fondos  y  costados,  con  una  muralla  doble  de  tunas  bravas.  To- 
das las  casas  de  esta  villa  son  de  paja  y  tablas  de  cedro,  y  en  su 
corral  tienen  sembrados  árboles  frutales,  de  que  resulta  una  pla- 
ga insufrible  de  mosquitos,  más  feroces  que  los  de  Castilla.  Me 
han  asegurado  que  un  mancebo  de  la  Nao  de  Antón  Ruiz,  fué 
víctima  de  estos  venenosos  insectos.  Los  muebles  consisten  en 
bancos  y  asientos  de  cedro  ó  caoba  sin  espaldar,  con  cuatro  pies 
que  forran  en  lona  o  en  cuero  crudo,  que  por  lo  regular  es  el  le- 
cho de  la  gente  pobre.  Los  pobladores  acomodados  mandan  a  Cas- 
tilla el  ébano  y  el  granadillo,  maderas  preciosas  que  aquí  abun- 
dan, y  de  allí  le  vienen  construidos  ricos  dormitorios  que  llaman 
camas  imperiales.  En  todas  las  salas  hay  un  cuadro  de  devo- 
ción á  quien  le  encienden  luces  por  la  noche  para  hacer  sus  ple- 

(1)  Arrate,   capítulo   15,  página   83. 

(2)  Este  curioso  documento  se  halla  inserto  en  el  Protocolo  de  antig*e- 
dades  (que  en  1,846  publica  don  José  Joaquín  García),  con  un  encabezamien- 
to que  dice  así :  "Ha  llegado  a  nuestras  manos  por  una  rara  casualidad,  un 
tomo  manuscrito,  roido  de  la  polilla  y  tan  apagada  la  escritura  por  la  hume- 
dad, mala  tinta  y  transcurso  del  tiempo,  que  en  muchas  partes  no  hemos  po- 
dido entenderlo.  Se  dice  en  su  frontis  que  es  la  quinta  copia  de  las  apunta- 
ciones que  sobre  la  fundación  y  progresos  de  la  villa  de  la  Habana,  hizo 
Hernando  de  la  Parra,  criado  del  Gobernador  Juan  Maldonado,  y  continua- 
das por  Alonso  Iñigo  de  Córdoba,  cuyo  libro  perteneció  después  a  Diego  de 
Oquendo,  quien  lo  tuvo  olvidado  bien  porque  no  sabía  su  importancia,  bien 
porque  nunca  quiso  darlo  a  conocer...  El  lenguaje  lo  hemos  arreglado  a  la 
época  en  que  escribimos." 


20  José  Mabía  de  la  Toree 

garias  ordinarias.  Las  familias  se  alumbran  con  velas  de  sebo 
que  es  abundante  en  el  país ;  los  ricos  usan  velones  que  traen  de 
Sevilla  y  alimentan  con  aceite  de  olivas.  Después  de  cerrada  la 
noche,  nadie  sale  a  la  calle ;  y  el  que  tiene  que  hacerlo  por  urgen- 
cia, va  acompañado  de  muchos,  armados  y  con  linternas;  así  le 
exige  el  crecido  número  de  perros  jibaros  ó  sean  monteses  que 
vagan  por  ellas,  y  el  atrevimiento  de  los  cimarrones  que  vienen 
á  buscar  recursos  en  lo  poblado. 

"Los  utensilios  de  cocina  son  generalmente  de  fierro,  aun- 
que los  indígenas  fabrican  cacharros  de  barro  que  prefieren  pa- 
ra condimentar  sus  alimentos  particulares.  El  servicio  de  las 
mesas  es  de  loza  de  Sevilla  y  de  bateas  y  de  platos  que  hacen  de 
sus  maderas.  Los  vasos  de  una  madera  bateada  que  llaman 
guayacan  son  hermosos,  y  se  dice  que  sus  leños  tienen  grandes 
y  prodigiosas  virtudes  medicinales.  Las  comidas  se  aliñan  aquí 
de  un  modo  tan  estraño  que  repugna  al  principio,  pero  habitúan - 
se  luego  tanto  á  ellas  los  europeos,  que  olvidan  las  de  su  país  y 
les  dan  preferencia.  Una  reunión  de  carnes  frescas  y  saladas, 
divididas  en  pequeños  trozos  que  hacen  cocer  con  diversas  raíces 
que  estimulan  por  medio  del  pequeño  pimiento  cáustico  (aji-ji- 
jí)  y  dan  color  con  una  semilla  (vija),  que  vegeta  espontánea- 
mente hasta  en  los  corrales  de  las  casas;  es  el  plato  principal, 
por  no  decir  el  único,  de  que  se  sirven  estos  primitivos  habitan- 
tes. El  maiz  preparado  de  muchas  maneras,  es  también  otro  de 
los  alimentos  predilectos  del  país.  El  pan  de  casabe  es  insípido 
y  desagradable  al  sabor,  pero  la  costumbre,  ó  mejor  dicho,  la  ne- 
cesidad, nos  familiariza  y  muy  breve  lo  encontramos  excelente  y 
nutritivo.  Esta  grangería  se  hace  en  los  cortijos  circunvecinos 
de  una  raiz  venenosa  que  los  indígenas  llaman  yu-cay  (yuca), 
En  unos  parajes  lo  hacen  mejor  que  en  otros,  ya  porque  no  le  es 
traen  tanto  la  parte  jugosa  de  la  planta,  o  ya  porque  saben  tam- 
bién templar  los  hornos  que  el  fuego  trabaja  por  igual  y  quedan 
las  tortas  doradas  y  quebradizas  como  los  bizcochos  de  Castilla. 

''Esta  tierra  es  hermosa,  sus  campos  conservan  el  verdor  de 
la  primavera  todo  el  año,  hay  aguadas  buenas  y  abundantes,  los 
ganados  se  multiplican  prodigiosamente ;  pero  hasta  ahora  yo  no 
veo  en  ella  los  prospectos  de  ricas  minas  con  que  se  alucinó 
nuestra  imaginación.  Si  los  proyectos  en  que  se  entiende  de  ha- 
cer azúcar  y  de  cultivar  la  hoja  del  tabaco  prospera  en  la  Haba- 
na, elevada  últimamente  al  rango  de  ciudad,  tal  vez  se  aun.enta- 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  21 

rá  el  tráfico,  con  las  ventajas  de  su  posición  geográfica,  se  hará 
algún  día  la  más  rica  e  importante  de  las  colonias  de  8.  M.  en  el 
Nuevo  Mundo,  i1) 

"Aquí  carecemos  de  todo  y  principalmente  de  artistas:  el 
trabajo  de  manos  es  carísimo ;  por  la  hechura  de  una  ropilla  en- 
tera de  raso,  lleva  el  maestro  Aguilera  que  vive  al  lado  del  huer- 
to del  convento  que  se  está  fabricando  (2)  veinte  escudos  de  oro. 

"Solo  hay  dos  boticas  en  este  pueblo,  la  de  Sebastián  Mila- 
nés,  calle  Real,  y  la  de  López  Alfaro,  cerca  del  Desagüe  (¿calle- 
jón del  Chorro?)  No  habrá  en  cada  una  de  ellas  cincuenta  em- 
bases  y  las  drogas  tan  desvirtuadas,  que  el  otro  día  presenciamos 
su  ineficacia  en  unos  cáusticos  que  dispusieron  al  escribano  de 
mi  amo.  Las  moscas  operantes  estaban  pasadas  y  hechas  pol- 
vos. Las  medicinas  que  se  consumen  en  el  país  vienen  de  Casti- 
lla y  hasta  que  no  se  acaban  no  se  hace  nuevo  pedido. 

"Mucho,  muchísimo  progresan  las  siembras  de  caña  de  azú- 
car y  del  tabaco,  Las  cosas  deben  tomar  en  esta  colonia  un  as- 
pecto favorable  con  la  consignación  del  situado  de  Méjico  que  le 
ha  señalado  la  piedad  soberana. 

"Es  preciso  que  este  pueblo  sepa  apreciar  la  zanja  de  agua 
potable  que  ha  construido  á  costa  de  tantos  sacrificios  para 
traerla  á  la  ciudad  y  renunciar  la  gruesa  y  poca  aseada  con  que 
nos  proveía  el  río  de  la  Jagüey  (Luyanó).  La  fábrica  de  las  ca- 
sas capitulares  y  habitaciones  para  el  Gobernador  en  la  calle  de 
las  Redes,  frente  á  la  Marina,  van  adelantándose  y  más  se  haría 
si  hubiera  operarios  disponibles. 

"...  que  se  esperan  de  Isla  Española.  Las  lluvias  y  los 
huracanas  se  suceden  unos  á  otros.  Desde  el  día  primero  hasta 
el  24  de  Octubre  (1598)  no  han  cesado  las  aguas.  Los  pastos 
crecen  con  asombrosa  admiración,  las  labranzas  se  levantan  má- 
gicamente. Aquí  no  se  conocen  ni  son  necesarios  los  abonos,  la 
naturaleza  solo  trabaja  y  sin  las  penalidades  y  fatigas  que  cues- 
ta allá  en  Castilla  el  cultivo  de  las  mieses,  se  cojen  dos  cosechas 
al  año.     Los  bosques  de  Cuba  son  frondosos  y  sus  árboles  de  una 


(1)  Parece  increíble  que  este  modo  de  discurrir,  de  profetizar  mejor 
dicho,  sea  de  un  criado,  y  del  siglo  XVI. 

(2)  Debe  ser  el  convento  de  San  Agustín,  concluido  en  1,608,  pues  la 
parte  principal  del  de  San  Francisco,  se  acabó  en  1,591,  y  esta  relación  tie- 
ne la  fecha  de  1,698. 


22  José  MabIa  de  la  Tobre 

construcción  extraña  para  el  europeo.  La  seiba  es  el  gigante 
de  ellos,  y  aunque  la  madera  es  inútil,  sus  brazos  y  follaje  son 
bellos  y  pintorescos,  el  refugio  más  precioso  contra  los  ardientes 
rayos  de  un  sol  abrasador.  La  fornida  caoba,  el  elevado  cedro, 
el  ébano,  el  granadillo,  el  majestuoso  coco,  el  guayacán,  el  ácana, 
el  rompe-hacha,  el  coposo  tamarindo,  etc.,  son  leños  hermosos,  de 
valor  ó  de  utilidad  que  por  todos  lados  abundan  y  que  en  todos 
terrenos  ve  jetan  con  majestad  y  lozanía.  En  las  costas  del  mar 
y  sobre  sus  mismas  arenas  nacen  unos  arbustos  que  producen 
unas  cerezas  grandes  que  llaman  icacóes;  es  en  muchísima  abun- 
dancia, las  hay  rosadas  más  o  menos  bajas ;  amarillas,  blancas  y 
negras,  y  como  sus  hojas  son  verdes,  semejantes  a  las  del  laurel, 
y  la  planta  de  bella  y  proporcionada  figura,  ofrecen  a  la  vista  del 
europeo  un  paisaje  risueño  y  encantador.  En  las  mismas  pla- 
yas abundan  otros  árboles  que  dan  unas  cerezas  pequeñas  (uvas 
del  mar  o  caleta)  y  los  parajes  cenagosos  de  ellas  están  sembra- 
dos de  manfiles  y  de  un  mortífero  árbol  que  dá  un  fruto  que  lla- 
man manzanillo,  que  envenena  los  peces  y  enferma  al  hombre 
que  se  alimenta  de  ellos.  Es  increíble  el  número  de  cangrejos 
que  se  cría  en  estas  cercanías  y  el  ruido  que  hacen  de  noche  en- 
trando en  el  poblado,  buscando  las  inmundicias  y  asquerosida- 
des. En  Cuba  todo  es  bello,  nuevo  y  encantador  para  el  que 
viene  del  otro  hemisferio  y  se  acostumbra  a  la  vida  pastoril.  La 
caza  es  abundante;  pero  yo  no  encuentro  aquellas  aves  de  picos 
de  plata  y  oro  con  plumajes  de  esmalta  que  nos  pintaban  en  Cas- 
tilla. El  guacamayo,  el  toeoró  (será  el  tocororo),  la  locuaz  co- 
torra, y  el  flamenco,  son  los  únicos  que  han  llamado  mi  atención. 
"La  pesca  es  abundante,  y  aquí  se  crian  muchos  de  los  pes- 
cados que  conocemos  en  Europa,  pero  yo  no  les  encuentro  aun  a 
estos  mismos  aquel  gusto  y  sustancia  que  a  los  de  allá. . . , " 


CAPITULO  IV. 

Progresos  de  Extramuros. 

Los  primeros  pueblos  de  la  Isla  como  Trinidad,  Santo  Es- 
píritu, Puerto  Principe,  Remedios,  etc.,  tuvieron  conforme  á  las 
leyes  de  Indias  (x)  sus  egidos  de  una  legua  á  su  alrededor;  pero 
la  Habana  y  Santiago  de  Cuba  puede  decirse  que  nunca  los  po- 
seyeron, porque  casi  desde  su  fundación  sus  ayuntamientos  co- 
menzaron a  hacer  mercedes  o  concesiones  de  los  que  a  dichos  pue- 
blos correspondían. 

En  1719  el  terreno  que  correspondía  al  egido  de  la  Habana 
estaba  casi  todo  mercedado,  pues  quedaba  únicamente  como  per- 
teneciente a  la  ciudad  una  parte  del  terreno  del  Husillo  y  la 
Ciénaga  entre  éste  y  la  loma  del  Príncipe ;  donde  era  permitido 
pastar  animales  y  cortar  yerbas  á  todo  el  que  quería,  hasta  fines 
del  siglo  último  (1777.) 

Por  escritura  el  año  de  1562,  ante  D.  Diego  Díaz  Dávila 
(hoy  de  Junco),  doña  Magdalena  Corbera,  natural  de  Jamaica 
(2)  y  D.  Gaspar  de  Arteaga  y  Ureña  compraron  en  cantidad  de 
seis  mil  pesos  una  estancia  de  labor  y  arboledas  al  cura  vicario 
D.  Cristóbal  Benito  de  Rivera,  Previsor  que  era  de  este  obispa- 
do, la  cual  hubo  este  por  merced  del  Cabildo,  y  estaba  situada 
en  la  calle  de  la  iglesia  parroquial  de  esta  ciudad,  barrio  de  la 
ermita  del  Santo  Cristo  del  Buen  Viaje  y  lindaba  con  la  huerta 
de  Juan  de  Sosa  y  con  la  del  capitán  D.  Diego  de  Zayas  Bazán, 
y  por  la  espalda  con  el  Monte  Vedado.  (3)  Los  indicados  consor- 
tes fabricaron  en  dicha  estancia  una  ermita  bajo  el  patrocinio  de 


(1)  Véase   el   libro   4,   Título   8.   Rec.   Ind. 

(2)  Era  hija  del  maestro  de  campo  don  Esteban  Corbera,  viuda  del 
sargento  mayor  don  Juan  Jiménez,  y  casada  en  segundas  nupcias  con  el  ci- 
tado don  Gaspar  de  Arteaga.  La  hija  única  de  este  matrimonio,  doña  Pe- 
tronila Medrano  y  Corbera,  era  casada  con  don  Diego  Sigler  de  Espinosa,  cu- 
yos descendientes  figuran,  tanto  en  las  transacciones  de  los  terrenos  extra- 
muros,  por  las  razones  que  se  expondrán. 

(3)  Entonces  el  Monte  Vedado  comenzaba  en  la  Alameda  de  Isabel  II. 


24  José  Mabía  de  la  Torbe 

la  Virgen  del  Monserrate  (la  cual  se  bendijo  y  celebró  culto  en 
8  de  Septiembre  de  1675  y  fué  derribada  en  1836).  A  esta  es- 
tancia le  tocó  la  suerte  de  ser  dividida  por  la  línea  de  la  Mura- 
lla del  recinto,  comenzada  a  construir  en  1633,  tomándosele  14 
mil  534  varas  cuadradas  de  terreno ;  2,105  de  ellas  de  muro  aden- 
tro y  12,429  de  muro  afuera.  La  parte  interior  continuó  siendo 
estancia  hasta  fines  del  siglo  pasado  y  la  casa  de  vivienda  era  en 
la  que  hoy  está  el  establo  del  Lujo  Económico,  en  cuyo  patio  se 
conservaban  hasta  no  hace  mucho  años  árboles  de  la  primitiva 
estancia. 

Por  una  Real  ejecutoria  de  1682  se  mandó  reintegrar  a- la 
citada  doña  Magdalena  Corbera  en  tierras  realengas,  las  que  se 
le  cercenaron  con  la  fábrica  de  la  Real  muralla  situada  al  po- 
niente de  la  ciudad.  Se  repitieron  varias  reales  cédulas  a  este 
Gobierno  (que  como  ahora  reunía  la  Superitendencia  de  Ha- 
cienda), y  entre  otras  medidas  se  previno  al  Cabildo  en  10  de 
Febrero  de  1719,  que  se  abstuviese  de  hacer  mercedes  de  tierras 
Ínterin  se  verificase  cierto  reintegro  de  esta  especie  mandado  ha- 
cer a  doña  Petronila  Medrano  y  Corbera,  hija  y  única  heredera 
de  la  indicada  doña  Magdalena  (x)  :  y  .se  entregaron  a  la  indica- 
da doña  Petronila,  varios  realengos,  y  a  más  sobre  el  egido  de  es- 
ta ciudad,  diversos  solares,  estancias  y  huertas,  tierras  de  jardín 
y  otras  de  que  se  le  dio  posesión  real  y  efectiva  en  el  mismo 
año  de  1719. 

En  1726  instauró  el  Ayuntamiento  demanda  formal  de  de- 
salojo de  las  indicadas  tierras  del  egido  de  la  ciudad  a  don 
Juan  y  don  Alejo  Sigler  y  Espinosa,  hijos  y  herederos  de  la  ex- 
presada doña  Petronila  Medrano  y  Corbera,  pidiendo  la  restitu- 
ción de  los  egidos  dados  a  varios  no  por  propiedad  sino  por  vo- 
luntad del  Cabildo,  con  el  fin  de  que  abriendo  sus  malezas  hu- 
biera mejores  pastos,  algunas  viandas  y  frutas  para  la  provisión 
de  la  ciudad;  cuya  demanda  llevada  por  todos  sus  trámites  fué 
sentenciada  por  el  Gobernador  D.  Dionisio  Martínez  de  la  Vega 
en  25  de  Junio  de  1728,  fallado  a  favor  de  la  ciudad;  y  aunque 
los  Sigleres  apelaron,  no  se  les  oyó  sino  en  el  efecto  devolutivo. 
Llevado  el  recurso  a  S.  M.,  en  Consejo  pleno  se  resolvió  en  favor 

(1)  Véase  en  la  Biblioteca  del  Sr.  Zamora,  artículo  Tierras  realengas 
(tomo  6,  página  43),  las  reales  cédulas  de  23  de  Septiembre  de  1.729  y  de  16 
de  Febrero  de  1,730,  suspendiendo  al  Ayuntamiento  de  la  Habana  la  facultad 
de  repartir  tierras. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  25 

de  los  Sigleres,  librándose  en  consecuencia  Real  ejecutoria  en 
San  Ildefonso,  a  17  de  Julio  de  1733,  que  presentada  por  don 
Juan  y  don  Alejo  Sigler  y  Espinosa,  se  mandó  cumplir  y  se  for- 
maron unos  autos  con  el  título  "Autos  generales  de  entrega  y 
pago  de  tierras  y  los  intereses  de  demora  y  costas",  en  donde  se 
procedía  a  las  medidas,  tasaciones  y  demás  de  las  estancias  y  tie- 
rras que  antes  tenían ;  y  de  que  desposeídos  en  virtud  de  la  sen- 
tencia apelada,  se  les  devolvió  por  la  citada  real  ejecutoria,  cu- 
yas operaciones  tardaron  en  llevarse  a  efecto  hasta  1736. 

Con  este  motivo  se  les  dio  posesión  de  doce  solares  extramu- 
ros, cinco  y  medias  caballerías  de  tierras  en  el  Vedado,  un  solar 
cerca  de  la  muralla,  otra  caballería  y  un  quinto  más  de  otra,  do- 
ce estancias  en  el  egido  de  la  ciudad,  diez  solares  y  tres  cuartos 
más  de  otro  que  poseía  Blas  Pretelín,  por  Guadalupe  (no  se  dan 
más  señas.)  Esto  además  de  los  realengos  entregados  de  1721 
a  32,  a  saber:  La  Pita  y  un  sitio  llamado  Tapastillo,  tasados  en 
$187 ;  los  realengos  de  los  Príncipes  y  Caunabaco,  en  $559 ;  Pal- 
mar blanco,  en  $1,350,  y  Granadillar  y  Guanal,  en  $900 ;  ascen- 
diendo el  valor  de  lo  entregado  a  los  Sigleres  por  razón  de  dicho 
reintegro  e  intereses,  a  la  suma  de  $22,405,  entrando  en  ellas 
$15,366  en  que  se  tasaron  las  indicadas  tierras  de  extramuros. 
El  alférez  don  Bartolomé  de  Flores,  en  el  indicado  año  de  1,736 
hizo  por  mandato  de  la  Real  Hacienda,  un  plano  de  los  terrenos 
de  extramuros  entregados  a  los  Sigleres,  cuyo  plano  nos  da  a  co- 
nocer las  estancias  en  que  estaban  divididos,  y. se  puede  ver  en  el 
adjunto  a  esta  obra  que»por  medio  de  puntos  indica  la  actual 
población  de  extramuros  para  que  se  pueda  hacer  mejor  la  com 
paración.  Daremos  ahora  una  ligera  noticia  de  cada  una  de  di- 
chas estancias,  indicando  sus  áreas  y  los  precios  en  que  éstas  han 
sido  tasadas  en  diversos  tiempos.  (x) 

El  área  número  100  representa  el  área  del  Jardín  de  Casa- 

(1)  Para  el  efecto  hemos  tenido  a  la  vista  el  magnífico  plano  levanta- 
do y  luminoso  informe  dado  en  6  de  Octubre  de  1,826,  por  el  entendido  Agri- 
mensor don  Vicente  Sebastián  Pintado,  de  orden  de  la  Intendencia  de  Ejérci- 
to, en  el  expediente  instruido  para  demostrar  los  terrenos  que  correspondían 
a  S.  M.,  en  los  extramuros:  el  informe  instructivo  dado  en  1,818  por  el  Con- 
tador de  Ejército  don  Juan  Miguel  Calvo ;  del  ministrado  en  Diciembre  de 
1,855  por  el  Tribunal  de  Cuentas  sobre  propiedad  del  terreno  ocupado  por  las 
murallas  y  los  bairios  extramuros;  y  de  la  multitud  de  escrituras  públicas, 
expedientes,  planos  etc.,  que  hemos  debido  principalmente  a  la  amable  con- 
descendencia de  los  señores  Auditor  de  Marina,  don  José  Wading  y  Cárde- 
nas, Agrimensores  don  Ambrosio  María  Muñoz,  don  Tranquilino  S.  de  Noda 
y  ctras  muchas  personas  ilustradas. 


26  José  Mabía  de  la  Toebe 

Bayona  o  Jardín  de  la  Caleta,  compuesto  de  una  y  medias  caba- 
llerías y  tres  siete  octavos  cordeles,  y  tasado  en  1736,  en  $787. 
Esta  fué  una  de  las  estancias  mandadas  entregar  en  1719  y  36 
a  los  causantes  de  los  Sigleres,  pero  parece  que  nunca  llegó  a 
efectuarse  la  entrega,  porque  desde  el  capitán  D.  José  Bayona  y 
Chacón,  dueño  que  aparece  en  1,719  de  dicha  estancia,  ha  habido 
una  sucesión  de  poseedores,  ninguno  de  los  cuales  ha  sido  de  los 
Sigleres,  ni  sus  causantes.  El  expresado  capitán  Bayona  per- 
mutó en  1721  dicha  estancia  (x)  con  don  Juan  Andrés  Rodríguez 
García  y  doña  Juana  de  Sotolongo,  su  legítima  consorte,  por 
otra  intramuros  que  llevó  ésta  al  matrimonio.  Al  fallecimiento  de 
la  Sotolongo  se  adjudicaron  sus  hijos  D.  Miguel  Rodríguez  Gar- 
cía, la  mitad  occidental,  y  el  otro,  D.  Luis,  la  mitad  oriental.  Este 
vendió  la  parte  oriental  de  su  mitad  al  moreno  Diego*  de  Peñal- 
ver,  cuyo  terreno  pasó  después  a  ser  de  don  Alfonso  María  de 
Cárdenas,  (2)  don  Casimiro  de  la  Madrid,  y  en  fin,  de  don  Fran- 
cisco de  Cairo,  que  la  poseía  en  el  mismo  año  de  1826,  en  que 
también  se  repartió,  doña  María  de  los  Dolores  Quintero,  viuda 
de  don  José  Morales,  hija  de  don  Juan  y  de  doña  Ana  Santiago 
Rodríguez. 

La  mitad  occidental  de  dicho  jardín  o  sea  la  parte  de  don 
Miguel  Rodríguez  García,  pertenecía  en  1826  a  los  herederos  de 
don  Gervasio  Rodríguez,  hijo  de  D.  Miguel  (y  el  mismo  que  dio 
origen  al  nombre  de  la  calle  de  Gervasio)  ;  cuya  estancia  se  con- 
servó hasta  hace  poco,  siendo  al  principio  de  este  siglo  frecuen- 
tada para  comer  frutas,  y  particularmente  cocos),  de  cuyos  ár- 
boles existían  algunas  hasta  1850.  Una  parte  del  terreno  fué 
vendida  al  señor  Intendente  honorario  don  Antonio  Ildefonso 
Betancourt,  siendo  hoy  la  única  estancia  que  existe  en  la  parte 
poblada  de  extramuros  hasta  la  calzada  de  Belascoaín. 


(1)  Véase  la  escritura  de  18  de  Febrero  de  1,825,  ante  don  José  Loren- 
zo Rodríguez,  por  doña  Dolores  Quintero,  el  plano  levantado  en  1,828  por  el 
Agrimensor  Pintado,  que  se  halla  en  la  Intendencia  del  Ejército  (expediente 
número  364,  cuaderno  noveno  de  Memoriales)  y  las  escrituras  de  19  de  Sep- 
tiembre  de   1,721   ante  don   Miguel  Hernández  Asuero,     de   2S   de  Agosto     do 

1,728,  ante  don  Bartolomé  Núñez,   y  de   29   de  Mayo     de   1,844     ante     Vidal 

Rodríguez. 

(2)  Don  Alfonso  María  Cárdenas,  Intendente  de  Provincia,  la  obtuvo 
por  su  esposa  doña  Tomasa  Ramos  y  Maroto  y  por  muerte  de  ambos  se  la 
adjudicó  doña  Dolores,  su  hija,  esposa  del  Capitán  de  fragata  don  Casimiro 
de  la  Madrid,  quienes  en  1,818  la  permutaron  con  don  Francisco  Cairo,  por 
cinco  casas  en  la  calle  de  la  Picota  esquina  a  la  del  Matadero. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  27 


El  número  101  representa  el  área  de  la  huerta  de  doña  Ma- 
ría Alvarez,  con  260  cordeles  cuadrados.  Fué  entregada  a  los 
Sigleres  y  demolida  en  1818. 

El  número  102  representa  la  de  don  Miguel  de  Castro  Palo- 
mino y  Borroto,  con  otros  260  cordeles  cuadrados.  Dejó  su  nom- 
bre dicho  señor  a  la  calle  de  San  Miguel,  que  la  atraviesa. 

El  número  103  representa  la  estancia  que  poseía  Jerónimo 
del  Rosario  Sotomayor,  la  cual  en  el  deslinde  que  se  hizo  en  1749 
resultó  que  contenía :  43  solares  fuera  de  la  linea  de  mosquete  de 
la  Real  muralla,  tasándose  diez  de  ellos  en  $200  cada  uno ;  otros 
diez  en  $100,  y  los  restantes  en  $50  cada  uno;  174  cordeles  de 
tierra  de  labor  se  tasaron  en  $1,161  un  real,  o  sea  a  razón  de 
$300  la  caballería;  y  41  cordeles  de  tierra  pedregosa  e  infructí- 
fera tasados  en  $124  o  sea  a  razón  de  $1,000  la  caballería,  es  de- 
cir que  todo  el  terreno  consistente  en  215  cordeles  y  43  solares 
fué  tasado  en  5,585  pesos. 

En  1758  se  hizo  dueño  de  esta  estancia,  mediante  remate,  el 
capitán  don  José  Manuel  Montero  de  Espinosa,  y  habiendo  sido 
ocupada  desde  primero  de  Enero  de  1,764,  para  ejercicios  mili- 
tares por  disposición  del  conde  de  Riela,  dispuso  el  Supremo  Go- 
bierno que  se  abonara  al  expresado  Capitán  Montero  (como  se 
le  abonaron  en  1,773),  72,643  reales  fuertes,  los  49,600  por  el  va- 
lor en  que  había  rematado  dicha  huerta  y  los  23,043  restantes 
por  el  50  por  100  que  se  le  mandó  considerar  por  razón  de  frutos 
y  perjuicios  sobre  el  indicado  valor:  quedando  desde  entonces 
ese  terreno  propiedad  de  la  Real  Hacienda. 

En  1797  solicitó  don  Ramón  de  Hano  y  Vega  arrendar  el 
terreno  marcado  entre  la  Zanja,  la  alameda  y  la  calzada  de  Ga- 
liano  y  la  calle  de  San  Rafael  (es  decir,  casi  toda  la  estancia  de 
Jerónimo  del  Rosario  Sotomayor)  y  le  fué  concedido  por  el  con- 
de de  Santa  Clara,  tomando  posesión  de  él  (aunque  hasta  el  22  de 
Octubre  de  1802,  no  se  vino  a  otorgar  la  escritura  de  arrenda- 
miento ante  el  Escribano  don  José  Rodríguez).  De  dicha  escri- 
tura consta  que  su  extensión  era  de  una  caballería  de  tierra  es- 
casa; que  lindaba  con  el  camino  que  de  los  barracones  va  a  San- 
to Cristo  de  la  Salud;  y  la  condición  de  que  el  arrendador  debía 
pagar  la  suma  de  150  pesos  anuales,  y  entregar  el  terreno  tan 
luego  como  se  lo  pidiera  el  Gobierno  para  la  defensa  de  la  plazi 
u  otro  uso.    Don  Ramón  Hano  y  Vega  hizo  desaguar  una  gran 


28  José  María  de  la  Toeee 

laguna  que  había  en  medio  de  dicho  terreno,  y  lo  sembró  de  pas- 
tos para  reses  que  traía  del  campo.  (x) 

El  área  número  104  (que  comprende  casi  el  depósito  del 
Ferrocarril,  antes  Jardín  Botánico)  fué  mercedado  por  el  cabil- 
do a  favor  de  don  Blas  Pedroso,  marido  de  doña  Leonor  Calvo 
de  la  Puerta.  El  citado  Pedroso  la  vendió  en  1,664  a  don  Juan 
Rodríguez  Narzo,  en  precio  de  1,000  ducados  ($1,375).  En  1723 
dio  Narzo  dicha  huerta  en  arrendamiento  a  José  del  Rosario  So- 
tomayor,  expresándose  que  estaba  situada  fuera  de  la  Puerta  de 
la  Muralla,  lindando  con  el  camino  Real  (o  sea  San  Antonio 
Chiquito)  y  con  las  huertas  de  don  Sebastián  Calvo  de  la  Puer- 
ta, doña  Tomasa  Carrillo  y  Jerónimo  del  Rosario.  Los  herede- 
ros de  Narzo  la  vendieron  en  1,730  ante  Bartolomé  Núñez,  al  Ca- 
pitán don  Pedro  José  Benedic  Horruitinier.  El  hijo  de  éste, 
Pbro.  don  Pedro,  en  su  testamento  otorgado  en  11  de  Octubre  de 
1,755,  dejó  entre  sus  bienes  dicha  estancia,  e  instituyó  por  here- 
dera a  doña  María  Carrillo,  esposa  de  D.  Joaquín  de  Artega  y 
abuelos  causantes  de  doña  Ramona  y  de  José  Isidro  Arteaga  y 
Cervantes,  que  a  consecuencia  de  la  orden  publicada  en  5  de  Ju- 
lio de  1,818,  sobre  que  los  poseedores  de  terrenos,  exhibiesen  los 
títulos  con  que  poseían,  se  presentaron  reclamando  los  terrenos, 
de  dicha  huerta,  tomados  cuando  se  mandaron  destruir  las  fábri- 
cas de  extramuros  en  1,764.  Siguiendo  el  expediente  sus  trámites, 
se  declaró  en  1,845  y  en  1,848,  que  debían  entregarse  a  D.a  Ramo- 
na Arteaga  (entonces  única  representante)  la  mitad  del  valor  de 
dicho  terreno  en  1,818,  que  apareciendo  ser  de  103,798,  se  reco- 
noció la  Hacienda  deudora  de  51,889  pesos  a  favor  de  dicha  Ar- 
teaga, a  quien  aun  está  pagando.  En  1,366  pesos  dos  reales  fue  - 
ron  en  1,818  tasados  cada  uno  de  los  diez  y  ocho  solares  de  que 
se  compone;  y  que  en  1,842  han  sido  vendidos  todos  ellos  en  un 
millón  de  pesos  a  la  Empresa  de  ferrocarriles  de  la  Habana,  que 
ha  establecido  en  él  su  principal  depósito  con  el  título  de  Villa- 
nueva  (en  memoria  del  conde  de  este  título,  Superintendente 
General  de  esta  Isla,  que  favoreció  mucho  la  empresa.)  En  el 
citado  año  1,818  el  ilustrado  Intendente  don  Alejandro  Ramírez, 


(1)  El  señor  Intendente  Vigouri,  que  era  grande  amigo  de  don  R.  Ha- 
no  y  Vega,  acostumbraba  ir  a  esta  estancia  a  cazar  becasinas  y  otras  aves 
acudian  a  ella.  Nosotros  recordamos  la  época  no  lejana  en  que  en  tiempo 
de  las  aguas  hacía  una  laguna  en  el  campo  de  Marte,  a  donde  acudían  patos 
y  otras  aves,  que  cazaban  los  aficionados. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  29 


estableció  en  dicho  terreno  el  Jardín  Botánico,  que  se  trasladó 
en  1,840  al  Sitio  de  los  molinos  del  Rey  o  quinta  de  los  señores 
Capitanes  Generales. 

El  número  105  representa  la  estancia  de  doña  Tomasa  Ca- 
rrillo, a  la  cual  no  se  ha  podido  determinar  su  área  por  los  esca- 
sos y  confusos  antecedentes  que  sobre  ella  existen.  Consta,  sin 
embargo,  que  comprendería  parte  de  la  muralla  y  del  glacis  y 
que  fué  mandada  demoler  en  1,740  para  construir  la  explanada 
y  despejar  el  tiro  de  mosquete.  Habiendo  reclamado  la  intere- 
sada, dispuso  S.  M.  en  Real  cédula  de  3  de  Julio  de  1756,  que  se 
le  abonasen  dicho  terreno  y  los  daños  y  perjuicios  a  ella  causa- 
dos; y  según  liquidación  de  la  contaduría  se  entregaron  a  doña 
Manuela  Maroto  $855  1  real  por  las  fábricas  y  arboledas  de  lo 
que  se  le  tomó  para  el  glacis,  y  $130  por  el  pedazo  de  terreno 
que  se  le  compró  a  ella,  y  $838  de  intereses  del  valor  principal ; 
y  en  11  de  Noviembre  del  mismo  año  1757  hizo  escritura  de  ven- 
ta a  favor  del  Estado,  por  ante  don  Antonio  Ponce  de  León 
(hoy  oficio  de  Regueira.) 

El  número  106  representa  el  área  de  la  estancia  del  Algua- 
cil Mayor  don  Sebastián  Calvo  de  la  Puerta  y  Gatica,  a  quien 
hizo  el  Ayuntamiento  en  1,717,  merced  condicional,  es  decir, 
concedió  solamente  el  uso  de  dicha  estancia  hasta  que  S.  M.  la 
necesitase.  Contenía  145  cordeles  cuadrados,  incluyendo  un  pe- 
dazo de  tierra  que  en  1,709  fué  mercedado  a  su  padre  el  Capi- 
tán don  Sebastián,  en  renumeración  de  otro  tomado  para  la  mu- 
ralla. En  1,719  fué  despojado  el  citado  Alguacil  mayor  de  di- 
cha estancia  para  entregarla  a  doña  Petronila  Medrado  de  Cor- 
bera,  pero  parece  que  se  volvió  a  entragar  a  dicho  Calvo  de  la 
Puerta,  cuando  el  despojo  de  la  citada  Medrano;  pues  en  1,728 
aparece  el  mismo  Alguacil  Mayor  Calvo,  haciendo  donación  de 
una  parte  de  dicha  estancia  al  Capitán  don  José  de  Zayas  Ba- 
zán;  cuyo  terreno  lindaba  con  el  Jagüey,  uno  de  los  términos  de 
la  estancia  de  Calvo ;  y  sus  hijos  don  Pedro,  y  don  Sebastián  Pe- 
ñalver,  vendiendo  en  1,757  a  don  Francisco  Javier  Cárrega  C1.) 
otro  pedazo  de  tierra  de  dicha  estancia  en  $520.  El  terreno  de 
Zayas  pasó  después  a  poder  de  don  Martín  Macio. 

En  1,736  fué  tasado  el  terreno  de  toda  la  estancia  de  Calvo 
en  $89  o  sea  a  razón  de  ¡  ¡  ¡  200  pesos  la  caballería ! ! !  (Hoy  a  12 


(1)     Abuelo  materno  de  los  Silveras,  dueños  de  muchos  solares  por  es- 
te  punto. 


30  José  Maeía  de  la  Tobbe 

pesos  vara,  valdría  dicha  caballería  2.239,488  pesos ! ! !  El  solar 
solo  del  café  Escauriza  se  vendió  en  1,841,  es  decir,  un  siglo  des- 
pués de  aquella  tasación,  a  razón  de  ¡¡¡25  pesos  la  vara!!!) 

El  área  o  terreno  número  107  representa  la  estancia  del  cas- 
tellano don  José  de  Santa  Cruz,  esposo  de  doña  Josefa' Calvo  de 
la  Puerta,  hermana  del  Alguacil  Mayor  don  Sebastián  Calvo  de 
la  Puerta.  Perteneció  después  a  la  señora  Marquesa  de  Arcos, 
doña  Carmen  de  Peñalver  y  Cárdenas,  que  fabricó  la  casa  jar- 
dín que  aun  se  ve  esquina  opuesta  a  la  Iglesia,  por  lo  que  esos 
terrenos  se  conocen  por  de  la  Marquesa.  Después  se  conoció  por 
Estancia  de  la  Cantera,  por  lindar  con  esta.  (x) 

El  número  108  representa  la  estancia  de  don  Antonio  de  la 
Luz,  con  una  caballería  y  19  cordeles,  tasada  el  año  de  1,736  en 
1,058  pesos  6  reales.  A  mediados  del  siglo  pasado  pertenecía  al 
teniente  don  Pedro  Rodríguez  (conocido  por  el  Robado,  y  des- 
pués se  dividió  en  varias  porciones,  hallándose  en  frente  de  la 
Iglesia  de  la  Salud  las  casas  de  la  estancia  de  clon  Juan  Sigler ;  y 
a  la  parte  occidental  de  ésta,  la  estancia  de  la  señora  Condesa  de 
Jibacoa,  doña  Micaela  Jústiz,  cuya  casa  estaba  donde  el  señor 
Oidor  don  Andrés  Alvarez  Calderón  (que  se  adjudicó  dicha  es- 
tancia) fabricó  en  1,815  la  conocida  casa  de  Calderón  (hoy  de 
la  heredera  del  señor  don  Francisco  del  Corral)  en  la  calle  de  la 
Salud.  (2) 

El  número  109,  la  de  don  Félix  Cabello,  que  poseía  el  te- 
niente don  Marcelo  Carmona,  con  33  solares  de  superficie.  Sien- 
do de  advertir,  que  por  la  medida  que  así  de  esta  estancia  como 
de  la  de  don  Antonio  de  la  Luz,  que  se  practicó  en  1,758,  resul- 


(1)  Véase  un  plano  de  esta  estancia  levantado  por  el  Agrimensor  don 
Francisco  Javier  Casado,  en  13  de  Julio  de  1,814  con  el  objeto  de  dar  a  las 
calles  que  corren  de  N.  a  S.,  12  varas  de  ancho,  según  el  nuevo  arreglo  de 
población.  Una  pequeña  parte  correspondió  a  la  señora  doña  Luisa  Peñal- 
ver y  Navarrete,  esposa  del  Marqués  de  Casa  Calvo. 

(2)  En  esta  estancia  se  sembró  una  de  las  tres  primeras  semillas  de 
mango  que  primero  llegaron  a  la  Isla.  El  árbol  allí  sembrado  produjo  el 
primer  año  cinco  mangos,  dos  de  los  cuales  vendió  a  onza  de  oro  cada  uno, 
el  jardinero  de  dicha  estancia,  que  lo  era  don  Gervasio  Rodríguez  (dueño  de 
otra  estancia  hacia  el  N.  de  ésta.)  La  semilla  del  mango  la  trajo  a  fines  del 
siglo  VIII,  don  Felipe  Alwoodt ;  en  1,790  se  habló  de  su  feliz  germinación 
en  el  papel  periódico;  en  1,782  se  introdujo  en  las  Antillas.  "Prontuario  de 
agricultura,"  de  don  A.  Bachiller,  página  208. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos. 


.11 


taron  realengos  33  solares  y  649  varas  cuadradas,  que  fueron  re- 
matados en  1,635  pesos,  por  don  Pablo  José  Castellanos.  (x) 

El  número  110,  la  de  don  Tiburcio  de  la  Barrera,  con  189 
cordeles  y  tasada  en  $379  1  real. 

El  número  111,  la  de  don  Martín  Oquendo,  con  235  corde- 
les, tasados  en  $580,  a  razón  de  800  la  caballería. 

El  número  112,  la  que  tenía  arrendada  Gabriel  José,  o  sea 
José  Gabriel  Calvo,  con  160  solares  y  268  varas  mas,  tasada  en 
$2,427  1  y  medio  reales. 

El  número  113,  la  de  Francisco  Flores,  compuesta  de  1  ca- 
ballería 1,162  cordeles,  y  tasada  en  $1,322  1  real.  La  parte  del 
Poniente  de  esta  estancia,  compuesta  de  158  cordeles  (indicada 
en  el  mapa  con  el  nombre  de  Sanabria),  fué  vendida  en  1,752 
por  don  Diego  Sigler  de  Espinosa,  a  doña  Felipa  Montoya,  viu- 
da del  Oidor  don  Bernardo  de  Urrutia,  y  dueña  de  la  estancia 
conocida  hoy  por  la  Garcini,  en  precio  de  $731,  las  tierras,  y  70 
más  las  fábricas.  (2) 

El  doctor  don  Ignacio  de  Urrutia,  hijo  de  la  citada  Monto- 
ya, vendió  en  1,762  este  terreno  a  don  Agustín  de  Castro  Palo- 
mino y  Sanabria  (por  cuyo  motivo  aun  se  conoce  por  estancia 
de  Sanabria)  y  el  hijo  y  heredero  de  éste,  doctor  don  Agustín,  lo 
vendió  en  1797  al  Marqués  de  Arcos  y  al  hijo  de  éste  don  José 
María  Peñalver,  en  2,000  pesos,  excluyendo  dos  solares  en  la  cal- 
zada de  San  Antonio  (hoy  calle  de  la  Reina),  donde  estaba  la  ca- 
sa de  la  estancia,  que  es  la  del  número  155,  perteneciente  a  don 
Joaquín  Radillo.  4 

El  número  114,  la  de  don  Cristóbal  Salas,  compuesta  de 
una  caballería  y  16  cordeles,  tasada  en  $1,200  2  reales.  En 
1,767,  doña  Bárbara  Rodríguez  de  Ortega,  vendió  en  pacto  esta 
estancia  (que  hubo  en  1,763  por  herencia  de  su  tío  don  Alejo  Si- 


(1)  Véase  la  escritura  de  22  de  Noviembre,  1,752,  por  ante  don  Juan 
Salinas.  He  tenido  a  la  vista  el  título  original  expedido  en  1,753  por  don 
Antonio  Gelabert,  y  también  los  autos  radicados  en  la  escribanía  de  Guerra 
y  promovidas  en  1,853,  por  el  Capitán  don  Francisco  García  Menocal,  recla- 
mando la  propiedad  de  éste  y  otros  terrenos  en  los  extramuros,  denunciados 
por  su  bisabuelo  don  Pedro  Miguel  García  Menocal. 

(2)  Véase  la  escritura  de  19  de  Octubre  de  1,752,  ante  don  Francisco 
García  Brito  (hoy  oficio  de  Pontón),  escrituras  de  2  de  Octubre  de  1,762  y 
primero  de  Septiembre  de  1,797,  en  el  mismo  archivo. 


32  José  Mabía.  de  la  Tobbe 

gler)  al  Regidor  don  Blas  Pedroso,  en  precio  de  $2,000,  sin  cons- 
tar con  el  manglar  de  que  solo  tendría  el  uso ;  y  se  dice  en  la  es- 
critura ( 1 )  que  constaba  de  una  caballería  y  64  cordeles :  que  es 
taba  situada  en  el  paraje  de  Antón  Moco  y  que  lindaba  con  las 
de  los  herederos  del  doctor  don  Bernardo  Urrutia,  con  la  de  don 
Juan  Sigler  y  con  las  calzadas  que  van  a  la  Puente  Nueva  (boy 
de  Cbávez)  y  a  la  de  Carmona.  En  1,773  (2)  vendió  el  doctor 
don  Ignacio  de  Urrutia  y  Montoya,  al  Tesorero  general  don  Ig- 
nacio y  al  Pbro.  Provisor  don  Luis  Penal  ver  (que  después  fué 
Arzobispo  de  Guatemala),  una  estancia  compuesta  de  dos  caba- 
llerías de  tierra  (3)  ;  parte  de  ella  adquirida  de  don  Alejo  Sigler 
y  parte  de  doña  Bárbara  Rodríguez  (que  es  un  pedazo  del  Man- 
glar), lindando  con  la  calzada  de  Antón  Moco,  con  la  estancia  de 
don  Agustín  Palomino  y  con  tierras  del  vendedor.  En  1,782, 
don  Mateo  Pedroso  vendió  la  parte  que  poseía  de  dicha  estancia, 
con  la  condición  del  pacto,  a  don  José  María  Peñalver,  Marqués 
de  Arcos.  En  1,821  midieron  dicha  estancia  de  Cristóbal  de  Sa- 
las, los  inteligentes  agrimensores  don  Mateo  Rodríguez  y  don 
Ambrosio  María  Muñoz,  y  hallaron  que  contenía  1  y  tres  cuar- 
to de  caballerías  y  67  cordeles  más  (comprendidos  los  indicados 
solares  de  la  Rodríguez  Ortega  y  de  don  Bernardo  Urrutia,  en 
la  calzada  del  Monte.) 

El  número  116,  la  de  don  Antonio  Zayas,  compuesta  de  una 
caballería  y  doce  cordeles,  tasada  en  $825  5  y  medio  reales.  En 
1,744,  el  doctor  don  Bernardo  de  Urrutia  y  Matos,  dueño  de  un 
terreno  al  poniente  de  esta  estancia,  adquirió  de  don  Alejo  Si- 
gler, entonces  su  poseedor,  un  jirón  de  ella  (4) 

Las  huertas  y  estancias  que  van  nombradas  fueron  las  man 
dadas  entregar  a  los  causantes  de  los  Sigleres,  y  las  únicas  mer- 
cedes hechas  por  S.  M.  del  egido  de  la  Habana,  pues  las  poste- 
riores concesiones  del  egido  de  la  ciudad,  han  sido  por  cuenta  do 
la  Real  Hacienda,  mediante  rentas  o  composición  de  los  jueces: 
"pues  por  el  mal  uso  que  hizo  el  Ayuntamiento  del  egido,  perdió 

(1)  Otorgada  en  23  de  Enero  de  1,767,  ante  don  Francisco  Javier  Ro- 
dríguez. 

(2)  Escritura  de  16  de  Junio  de  1,774,  ante  don  Cayetano   Pontón. 

(3)  La  caballería  de  tierra  consta  de  186,624  varas  cubanas  o  324  cor- 
deles cuadrados  o  172  y  cuatro  quintos  de  solares  de  la  Habana:  1  cordel 
576  varas  cuadradas  y  un  solar  1.080  varas  cuadradas. 

(4)  Véase  la  escritura  de  transacción  otorgada  por  el  doctor  don  Ber- 
nardo de  Urrutia  y  don  Alejo  Sigler,  en  9  de  Abril  de  1,744,  oficio  hoy  de 
Pontón. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  33 


en  el  de  la  ciudad  el  derecho  y  el  público  el  beneficio  de  su  con- 
servación." (x) 

Necesitando  de  recursos  el  erario  en  1,713,  dispuso  la  venta 
de  las  tierras  baldías  y  la  composición  de  las  pobladas  sin  título ; 
y  se  nombraron  Jueces  de  tierras  donde  no  los  había,  como  en 
esta  isla :  siendo  el  primero  de  ella  don  Mateo  Luis  de  Florencio, 
a  quien  por  Real  cédula  de  25  de  Mayo  de  1,720,  en  que  se  hicie- 
ron encargos  sobre  su  comisión,  sucedió  el  contador  mayor  de 
cuentas,  don  Manuel  García  Palacios,  y  luego  don  Antonio  Gela- 
bert,  y  en  1754  don  José  Antonio  Gálvez,  con  amplias  faculta- 
des. 

Pero  ya  desde  1,777,  se  empezó  a  prohibir  por  el  Ayunta 
miento  el  corte  de  yerbas  en  la  ciénega,  vendiendo  después  lo  que 
se  producía  en  ella;  y  en  1,790  se  enajenó  dicha  ciénega  al  Te 
niente  de  Regidor,  don  N.  Zayas,  y  más  tarde  a  un  extranjero 
nombrado  Bailly,  que  la  desaguó  y  formó  una  estancia,  pertene- 
ciendo hoy  a  los  propios  del  Ayuntamiento. 

En  1,724  se  hizo  merced  de  un  pedazo  de  solar  en  Antón  Mo- 
co, a  don  Miguel  Luque,  por  una  renta  de  dos  pesos  6  reales 
anuales  para  los  propios. 

En  178  se  concedió  a  don  Rafael  Puebla  merced  de  un  peda- 
zo de  tierra  en  Tallapiedra,  para  fabricar  una  casilla  provisional 
sobre  rueda.  (2) 

De  1,772  a  1,785  se  hicieron  mercedes  para  varias  casillas 
■unto  a  las  Puertas  de  Tierra  y  de  la  Punta,  las  cuales  fueron 
demolidas  cuando  se  abrió  el  foso,  y  se  hizo  el  terraplén  exte- 
rior del  camino  cubierto,  empezándose  entonces  a  repoblar  la  cal- 
zada del  Monte,  por  los  casuchos  que  aun  existen  en  su  parte  Sur, 
a  contar  desde  el  punto  de  la  Seiba. 

Las  otras  estancias  que  había  en  los  extramuros  y  que  no 
aparecen  mandadas  entregar  a  los  Sigleres,  fueron :  la  de  doña 
María  Castillo,  que  perteneció  después  a  don  Bartolomé  Lazo, 
cuya  área  se  representa  en  el  mapa  con  el  número  117. 


(1)  Informe  instructivo  dado  en  1,818  por  el  contador  don  Juan  Migue! 
Calvo.     Zamora,   Biblioteca  de   legislación   ultramarina,    tomo   sexto,   pág.    43. 

(2)  A  mediados  del  siglo  pasado  poseía  don  Pedro  Miguel  García  Me- 
nocal  (falleció  en  1,763)  varios  solares  por  este  punto,  algunos  de  los  cuales 
fueron  tasados  en  810  pesos,  y  sito  en  el  espacio  comprendido  entre  el  puen- 
te de  Chávez,  la  ensenada  de  Atares  y  la  calzada  del  Monte,  tasados  uno  en 
450  pesos  y  los  demás  en  300  y  en  250. 


34  José  Mabía  de  la  Tobbe 

La  del  licenciado  don  Nicolás  Rivas,  representada  con  el  nú- 
mero 118. 

La  gran  estancia  de  Diego  de  Soto,  representada  con  el  nú- 
mero 119,  y  cuya  historia  es  la  siguiente:   i1) 

Don  Diego  de  Sotolongo,  el  viejo,  vino  a  la  Isla  por  los  años 
de  1,528  o  29,  asentándose  en  la  Habana,  donde  tenía  casa  pobla- 
da; fué  regidor  y  Alcalde  ordinario,  y  obtuvo  por  merced  del 
Ayuntamiento  un  solar  en  el  barrio  de  Campeche.  Contiguo  a 
este  solar  había  un  pedazo  considerable  de  terreno  baldío  con 
su  monte,  que  bordaba  por  su  lado  Sur  la  bahía,  y  se  prolonga- 
ba hacia  Occidente;  cuyo  terreno  constituía  la  estancia  que  ha- 
bía sido  de  Juan  Sánchez,  el  mozo,  y  estaba  en  poder  de  Soto,  eu 
virtud  de  convenios  particulares.  Para  la  más  segura  posesión 
de  dicho  terreno,  pidió  nuevamente  merced  de  él  al  Ayuntamien- 
to, que  se  la  concedió  en  cabildo  de  3  de  Octubre  de  1,567.  En 
1,568,  agregó  una  caballería  de  tierra  que  estaba  contigua  y  de- 
jó por  bienes  don  Pedro  Velázquez,  comprándola  en  mil  duca- 
dos (o  sean  $1,275)  a  Alonso  Suárez  de  Toledo,  uno  de  los  he- 
rederos de  aquel:  pidiendo  como  antes  la  confirmación  o  merced 
del  Ayuntamiento.  (2)  En  dichas  tierras  y  muy  próximo  al 
mar  descubrió  una  cantera  que  explotó  ventajosamente,  por  lo 
que  se  llamó  la  estancia  de  la  cantera.  Heredóla  su  hijo  don 
Luis  de  Sotolongo,  que  casó  con  doña  Francisca  Figueroa;  y  a 
estos  sus  hijos  el  Alférez  don  Luis  (que  casó  con  doña  Juan  Gon- 
zález de  la  Torre)  y  doña  Lucía  (que  casó  con  el  Capitán  don 
Alonso  Menéndez  de  Posada)  ;  en  cuyo  tiempo  (1,650)  tomó 
grande  valor  dicho  terreno,  por  acercarse  a  él  la  parte  poblada 
de  la  Habana.  En  5  de  Noviembre  de  1,661  se  verificó  la  medi- 
da de  dicho  terreno,  por  el  agrimensor  Leonardo  de  Herrera,  y 
a  poco  el  don  Luis  de  Sotolongo  y  su  cuñado  Menéndez,  hicieron 
división  de  él,  quedando  don  Luis  con  la  parte  ya  poblada  y  más 
llamada  a  repartirse  en  solares  (o  sea  la  parte  de  la -ciudad  des- 


( 1 )  Extractamos  esta  noticia  de  la  extensa  y  luminosa  historia  de  esta 
estancia,  escrita  por  don  José  Nepomuceno  Cervantes,  con  vista  de  expedien- 
tes judiciales  y  documentos  auténticos  fehacientes  e  irrecusables  que  se  citan 
en  ella.  Debérnosla  a  nuestro  ilustrado  amigo  y  pariente  el  señor  Auditor 
de  marina,  don  José  Wading  y  Cárdenas. 

(2)  Véase  la  escritura  celebrada  en  31  de  Agosto  de  1,568,  ante  Gas- 
par Pérez  de  Borroto.  A  solicitud  del  mismo  Diego  de  Soto,  descendió  Real 
cédula  fecha  20  de  Noviembre  de  1,569,  confirmatoria  de  lo  dispuesto  por  el 
Ayuntamiento. 


Lo  que  Fuimos  t  lo  que  Somos. 


35 


de  Belén  hasta  la  calle  de  San  Isidro  por  la  de  Compostela  y  ha- 
cia la  muralla  del  poniente  por  la  calle  de  Acosta)  ;  y  el  Menén- 
dez  con  lo  restante  (que  comprendía  el  terreno  hoy  ocupado  por 
el  arsenal)  y  otra  gran  parte  al  N.  y  al  O.  (véase  el  mapa)  el  cual 
era  de  variada  calidad;  tenía  una  cantera  (en  el  arsenal)  y  un 
paño  bajo  y  anegadizo  (que  llamaban  Las  Lagunas),  que  se  ex- 
tendía por  el  Suroeste  hasta  la  mar  y  corría  hacia  las  canteras; 
y  habiéndose  desecado  algunos  años  después,  se  constituyó  en  él 
la  barriada  de  San  Isidro  y  la  Sabana  de  la  Tenaza,  (que  dio 
el  nombre  de  calle  de  la  Sabana,  conocida  hoy  por  de  la  Picota). 
De  la  indicada  cantera  (que  aun  se  vé  dentro  del  Arsenal),  se 
sacó  alguna  piedra  para  la  muralla  que  dividió,  la  suerte  de  la 
Lucía  Sotolongo  o  sea  de  Menéndez.  Muerto  don  Luis,  sus  dos 
imicos  hijos  y  herederos,  que  eran  religiosos  dominicos,  dejaron 
a  su  convento  los  indicados  terrenos  de  su  pertenencia;  don 
Alonso  Menéndez  dejó  por  sucesores  a  sus  hijos  Beneficiado  Ba- 
chiller, don  Francisco  y  Alférez  don  Pedro  (que  fué  insigne  ma- 
temático), los  cuales  conservaron  el  terreno  proindiviso.  (a)  Don 
Francisco  vendió  algunos  solares  por  San  Isidro  y  la  Tenaza;  y 
también  vendió  condicionalmente  o  sea  en  pacto,  a  don  Juan 
Hernández  Barroso,  un  pedazo  de  terreno  hacia  el  Suroeste  de 
la  estancia  de  la  Cantera,  por  la  cantidad  de  200  pesos  (2)  y 
muerto  en  1,722  dejó  sus  bienes  a  su  hermano  don  Pedro ;  en  las 
cláusulas  12  y  13  del  testamento  expresa  que  la  parte  intramu- 
.ros  quedaba  delineada  y  amojonada  en  manzanas  y  solares;  y 
la  de  extramuros  se  deslindó  después,  resultando  que  la  parte  de 
don  Francisco  comprendía  dos  y  cuarto  caballería,  dejando  li- 
bres, dice  el  agrimensor  (que  fué  don  José  Noriega  Marroquín) 
lo  que  parece  podían  ocupar  las  fortificaciones  accesorias  a  la 
Real  Muralla.  Don  Pedro  vendió  entonces  realmente  a  Hernán- 
dez Barroso  en  precio  de  $1,050,  la  1  y  cuarto  caballería,  que  re- 
sultó de  la  medida ;  y  que  constituía  la  tierra  que  tenía  en  pacto. 
(3)  Y  trató  de  arreglar  un  pedazo  del  terreno  de  extramuros 
que  tenía  arrendado  don  Bartolomé  Valdés  y  otro  que  cultivaba 
el  doctor  don  Francisco  González  del  Álamo  Chauchau,  inmedia- 


(1)  Véase  la  cláusula  séptima  del  testamento  del  primero  y  declara- 
ción del  segundo,  en  el  pleito  que  siguió  en  el  año  de  1,731  contra  los  here- 
deros del  doctor  don  Francisco  González  del  Álamo. 

(2)  Escritura  de  Enero  de  1,712  ante  Bartolomé  Núñez. 

(3)  Escritura  de  3  de  Agosto  de  1,723  ante  el  mismo  Bartolomé  Núñez. 


36  José  Maeía  de  la  Toree 

to  a  la  Real  Muralla  y  frente  a  los  baluartes  de  San  Pedro  de  la 
Tenaza  y  Santiago  (a)  "El  Rosario"  (x)  con  objeto  de  separar- 
los de  las  Canteras.  El  indicado  doctor  González  del  Álamo  ha 
bía  vendido  una  estancia  que  tenía  por  la  Requena,  y  como  care- 
ciese de  un  punto  de  recreo  para  su  familia,  como  antes  lo  acos 
tumbraba,  suplicó  al  beneficiado  don  Francisco  Menéndez  (2¡ 
su  compadre,  le  franquease  en  su  estancia  un  paraje  donde  hacer 
un  devertimiento  para  su  comadre  y  accedió  el  Menéndez,  reco- 
mendándole que  la  casita  fuese  de  guano  y  embarrado  de  poco 
costo,  como  cosa  que  se  hacía  para  puro  pasatiempo.  El  lugar 
que  le  señaló  era  a  la  salida  de  la  Puerta  de  la  Tenaza,  inmediato 
a  la  Muralla.  El  González  quiso  después  comprar  el  terreno,  pe  • 
ro  don  Pedro  siempre  rehusó  efectuarlo;  y  a  los  cuatro  años  de 
estarlo  ocupando,  valiéndose  de  la  poca  atención  que  Menéndez 
prestaba  a  su  estancia,  fabricó  González  una  ermita  bajo  la  advo- 
cación de  Nuestra  Señora  de  la  Soledad,  cediéndola  para  sus  sos- 
tenimiento 200  pesos  impuestos  sobre  dichas  tierras  (que  no  eran 
de  su  propiedad),  y  celebrándose  en  ella  la  primera  misa  el  pri- 
mero de  Febrero  de  1,720.  Por  1,724,  ya  muerto  don  Francisco 
Menéndez,  y  sin  facultad  de  don  Pedro  (sucesor  de  éste,  que  a 
súplicas  de  González  le  había  hecho  la  misma  gracia  que  el  her- 
mano, de  dejarle  gozar  de  las  tierras),  quiso  González  edificar, 
como  edificó,  una  gran  casa  de  vivienda  de  mampostería,  alto  y 
con  aljibe,  valiéndose  de  los  materiales  de  las  canteras  de  Me- 
néndez. Murió  González  del  Álamo  en  1,728  y  su  herederos  qui- 
sieron apropiarse  también  el  terreno :  y  entonces  se  presentó  el 
Menéndez  (primero  de  Abril  de  1,731)  ante  el  Alcalde  ordina- 
rio, don  Antonio  Barreto  Tabares,  acompañando  todos  sus  títu- 
los y  confirmaciones  de  dichos  terrenos,  triunfando  de  las  injus- 
tas pretensiones  de  los  González  Álamo.  En  1,734  se  hizo  escri- 
tura de  venta  a  los  González  Álamo,  de  2  y  medio  solares  en  los 
cuales  estaba  el  edificio  que  habían  levantado.  A  poco  de  1,739 
en  que  para  abrirse  los  fosos  y  estacadas,  se  demolieron  dichas 
fábricas  por  hallarse  a  tiro  de  fusil  de  las  Murallas,  se  presenta- 
ron los  González  Álamo  contra  el  gobierno,  reclamándole  indem- 
nización de  perjuicios  por  el  derribo  de  un  edificio  y  ocupación 


(1)  Don  Pedro  Menéndez  se  ordenó  de  sacerdote  en   1,723   y  por  eso  se 
llamó  ensenada  del  Padre  cura,  la  que  había  en  el  arsenal. 

(2)  El    ingeniero    Huet    en    los    planos    que    levantó    en    1,779,    sustituyó 
esos  nombres  por  los   de   San  Isidro  y  Belén,   que   tienen  hoy  esos  baluartes. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  37^' 

del  terreno  para  dar  mayor  extensión  al  Arsenal;  y  después  de 
varios  trámites  mediante  las  Reales  cédulas  de  31  de  Octubre  de 
1,760  y  30  de  Septiembre  de  1,787,  se  dispuso  que  se  les  satis- 
faciesen los  5,059  pesos  2  reales  en  que  se  habían  tasado  los  in- 
dicados perjuicios.  El  indicado  terreno  se  conocía  por  de 
Chau-Chau,  nombre  del  abuelo  de  Gómez  Álamo,  y  estaba  situa- 
do donde  hoy  existe  la  arboleda  y  una  parte  de  las  casas  del  co- 
mandante del  Arsenal  y  fué  agregado  a  éste  en  1,748,  en  que  se 
ensanchó. 

Respecto  a  don  Pedro  Menéndez,  en  1,735  en  que  falleció, 
le  sucedieron  en  dichas  tierras  sus  sobrinas  doña  Josefa  Menén- 
dez, casada  con  el  Alférez  don  José  Pérez  Morera,  y  doña  Clara 
Burgullos  de  Araújo,  casada  con  don  Agustín  de  Castro  Palomi- 
no y  Sanabria.  Las  dos  representaciones  convinieron  en  divi- 
dir el  terreno  y  lo  verificaron  en  escritura  de  9  de  Octubre  de 
1,743,  ante  don  Francisco  García  Brito.  Muerta  doña  Clara 
Burguillos,  la  sucedió  su  hija  doña  Asunción,  que  tomó  el  hábito 
de  monja  clarisa.  Sucedieron  a  ésta,  conforme  a  su  renuncia  en 
1,758,  sus  medios  hermanos  Dr.  D.  Agustín  Cesáreo,  doña  Jo- 
sefa, doña  Manuela  y  doña  Rosalía,  hijos  de  doña  Rita  Morales 
y  Calvo,  easada  en  1,747  en  segundas,  con  el  doctor  don  Agustín 
de  Castro  Palomino,  padre  de  la  citada  monja.  Los  cuatro  in- 
dicados herederos  convinieron  en  dividir  los  bienes  de  la  manera 
más  conforme  a  la  razón  y  justicia,  para  cuyo  efecto  reunidos  el 
don  Agustín  Cesáreo  por  sí,  el  Administrador  general  de  tempo- 
ralidades, don  Tomás  Mateo  Cervantes  y  Gómez,  como  legítimo 
marido  de  doña  Josefa;  el  catedrático  jubilado,  don  Sebastián 
Noriega,  marido  de  doña  Manuela,  y  los  tres  hijos  de  la  difunta 
doña  Rosalía,  que  lo  eran  don  José  Leandro  García,  de  su  pri- 
mer matrimonio,  y  doña  Dolores  y  doña  Inés  Interián,  del  se- 
gundo, representada  la  primera  por  el  Capitán  don  Pablo  Tuero 
y  la  segunda  por  don  Tomás  Agustín  Cervantes  y  Palomino,  sus 
respectivos  consortes,  promovieron  el  juicio  divisorio  en  25  de 
Enero  de  1,809,  por  ante  el  escribano  don  José  Leal.  Levantóse 
en  el  mismo  año  un  plano  del  terreno  por  el  agrimensor  don 
Francisco  Javier  Casado,  con  vista  del  levantado  en  1,795,  cuan- 
do se  consignaron  a  la  indicada  monja,  y  con  asistencia  del  co- 
misionado del  cuerpo  de  Ingenieros,  Capitán  don  Anastasio 
Arango,  y  de  esta  medida  resultó  saberse  que  las  fortificaciones 
ocupaban  30,814  varas  cuadradas  pertenecientes  a  esta  estancia, 


38  José  Maeía  de  la  Toree 

con  más  de  1,286  de  la  calzada  del  Arsenal,  hasta  donde  termina 
la  esplanada.  Verificado  esto,  se  hizo  la  división  del  terreno  en 
cuatro  lotes,  que  se  adjudicaron  los  indicados  herederos,  según 
consta  de  la  escritura  otorgada  en  25  de  Octubre  de  1,808,  ante 
don  José  Leal. 

En  1,812,  deseando  los  indicados  partícipes  distribuir  di- 
chos terrenos  para  que  fuesen  poblados,  levantó  el  mismo  Agri- 
mensor Casado,  en  27  de  Agosto  de  1,812,  el  plano  que  compren- 
día el  espacio  entre  las  calles  de  Vives,  Ancha,  del  Arsenal  y  de 
Factoría,  demarcando  las  manzanas  y  calles,  y  dando  nombre  a 
éstas,  i1)  En  1,818,  en  que  el  Director  de  Ingenieros,  Bocarro, 
por  disposición  del  Supremo  Gobierno  procedió  al  arreglo  y  en- 
sanche de  la  población  de  extramuros,  formó  la  calle  que  tituló 
Ancha  o  del  Prado.  También  dio  origen  a  la  que  se  llamó  des- 
pués de  la  Economía,  pues  trazando  cinco  manzanas  más  hacia 
la  ciudad  para  cuando  se  derribasen  las  murallas,  y  permitien- 
do que  se  fabricasen  50  varas  de  las  que  no  caían  en  la  magis- 
tral, resultó  que  los  que  pretendieron  esos  solares,  no  siendo  co- 
mo no  eran  ricos,  construyeron  de  madera  y  con  mezquindad 
las  casitas  de  dichas  manzanas,  y  particularmente  don  Cándido 
Rubio,  que  las  fabricó  con  los  sobrantes  de  la  sierra  de  maderas 
que  tenía  en  el  antiguo  matadero ;  por  lo  que  dicha  calle  tomó  el 
nombre  de  la  Economía. 

La  parte  correspondiente  a  doña  Josefa  Menéndez,  que 
comprendía  hasta  la  parte  N.  de  las  calles  de  Suárez  y  de  Fac- 
toría, la  dejó  dicha  señora  por  su  testamento  otorgado  en  7  de 
Noviembre  de  1,762,  ante  don  José  Antonio  Quiñones,  escribano 
teniente  de  público  de  don  Antonio  Ponce  de  León,  a  sus  legíti- 
mos hijos  don  Francisco,  don  Juan,  don  Pedro,  Sor  Mariana  de 
Jesús  Perdido  y  doña  Petrona  Pérez,  esposa  de  don  Juan  José 
Cañete,  los  cuales  la  dejaron  proindiviso,  gozando  de  sus  pro- 
ventos bajo  la  dirección  del  doctor  Castro  Palomino,  según  reco- 
mendación de  la  indicada  testadora,  hasta  1,793,  en  que  falleció 
el  indicado  Palomino.  Por  escritura  de  18  de  Agosto  de  1,795, 
ante  don  José  María  Rodríguez  (a)  "El  rubio",  hicieron  los  in- 
teresados participación  del  terreno  heredado,  formándose  de  to- 
da la  estancia  dos  ramas,  la  de  los  Palominos  y  la  de  los  Pérez 
Moreras,  que  después  se  han  extendido  y  subdividido ;  los  cuales 


(1)        La  hoy  de  Cienfuegos  la  llamó  de  Cervantes. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  ;;  ^39  j 

han  hecho  muchas  enajenaciones  y  aun  conservan  algunos  restos 
útiles  á  más  del  derecho  de  los  Cañetes  a  la  parte  de  esa  estancia 
que  ocupa  el  glacis  y  el  camino  cubierto,  sobre  la  cual  hay  for- 
mado expediente  desde  1,832,  a  instancia  de  doña  María  de  la 
Luz  Cañete,  hija  de  don  Juan  José.  Entre  las  indicadas  enaje- 
naciones se  señalan  las  hechas  de  1,800  a  1,812,  a  don  José  Tes- 
ta, padre  de  la  Excma.  señora  Marquesa  viuda  de  Villalba;  la 
hecha  a  don  Mariano  Bosques,  en  1,793,  para  una  plaza  de  toros, 
y  la  verificada  en  don  Domingo  Anguera,  para  un  molino  en  el 
mismo  foso,  que  existió  hasta  1,796,  en  que  se  construyó  dicho 
foso. 

El  número  120  es  el  terreno  mercedado  a  la  Real  Casa  de 
Beneficencia,  después  del  segundo  grande  incendio  de  Jesús  Ma- 
ría, en  1,828. 

El  terreno  número  121,  indicado  en  el  mapa  como  pertene- 
ciente al  Oidor  doctor  don  Bernardo  de  Urrutia,  y  que  compren- 
de desde  el  crucero  de  la  calzada  de  la  Infanta  hasta  Garcini  in- 
clusive, fué  adquirido  en  1,743  por  denuncia  de  que  era  realen- 
go, como  no  entregado  a  los  Sigleres  de  Espinosa,  en  virtud  de 
considerarse  pocos  beneficios  por  ser  manglares  y  tierras  anega- 
dizas, casi  todo  él.  El  dicho  doctor  compró  después  un  girón  de 
tierra  a  don  Alejo  de  Sigler  de  Espinosa.  (x)  La  viuda  de  éste, 
doña  Felipa  Montoya,  compró  en  1,752,  a  don  Diego  Sigler  de 
Espinosa,  una  estancia  situada  en  el  barrio  del  señor  don  Luis 
Gonzaga,  haciendo  frente  a  su  hermita,  lindando  por  delante 
con  la  calzada  que  va  a  *8an  Antonio  (hoy  Paseo  de  Tacón),  por 
el  poniente  con  estancias  de  dicha  señora  y  sus  coherederos,  y 
por  el  naciente  con  otra  de  don  Alejo  y  don  Juan  Sigler  de  Es- 
pinosa, que  es  notoria  (2)  compuesta  de  158  cordeles  cuadrados 
de  tierra,  en  precio  de  731  pesos  las  tierras  y  70  pesos  más  de  las. 
fábricas.  El  Dr.  D.  Ignacio  de  Urrutia,  hijo  de  los  indicados, 
vendió  la  parte  donde  se  comprende  Garcini,  al  coronel  don  Vi- 


(1)  Véase  la  escritura  de  transacción  de  los  expresados  doctor  Urrutia 
y  don  Alejo  Sigler,  otorgada  en  9  de  Abril  de  1,774,  ante  Francisco  García 
Brito,  que  administra  hoy  don  Eugenio  Pontón.  Don  Bernardo  Urrutia  agre- 
gó varios  pedazos  de  tierras  comprados  a  don  Teodoro  Guerra  en  15  de  Sep- 
tiembre de  1,743,  ante  Tomás  Nííñez,  al  Pbro.  don  Martín  Ortega,  en  8  de 
Octubre  de  1,743,  ante  Francisco  García  Brito  ;  a  don  Pedro  Horruitiner  en 
14  y  23  de  Febrero  de  1,744,  ante  Cristóbal  Vianes,  y  a  don  Alejo  Sigler 
ante  García  Brito,  en  29  de  Mayo  de  1,744. 

(2)  Escritura  otorgada  en  30  de  Octubre  de  1,752,  ante  el  mismo  es- 
cribano Brito. 


40  José  MaeÍa  de  la  Torbe 

cente  Garcini,  casado  con  doña  Rosalía  de  Peñalver  y  el  cual  fo- 
mentó un  trapiche  o  ingenio  de  mieles  (cuya  casa  de  trapiche  es 
la  que  sirve  hoy  de  enfermería  de  los  de  color),  teniendo,  además, 
otro  trapiche  en  la  calle  de  la  Reina,  que  se  proveía  de  cañas  de 
esta  estancia.  Dicho  señor  Coronel  tituló  El  Retiro  a  su  casa- 
jardín,  por  lo  retirado  que  parecía  de  la  población,  mas  hoy  se 
conoce  más  que  por  su  apellido  Garcini.  Según  el  plano  de  di- 
cha quinta,  levantado  en  1,844,  por  el  entendido  Agrimensor 
don  Ambrosio  María  Muñoz  (encargado  de  formar  el  proyecto 
de  población  en  dicho  terreno),  contiene  dos  y  media  caballe- 
rías y  48  cordeles  cuadrados  más. 

El  área  número  122  es  la  huerta  de  don  Buenaventura  To- 
ledo, de  una  caballería  de  tierra  (x),  habiendo  pertenecido  des- 
pués al  Capitán  don  Ramón  Morales,  que  hizo  alguna  adquisi- 
cíód  de  más  terreno,  y  hoy  pertenece  a  los  herederos  de  don  Ra- 
món Pintó. 

El  número  123  es  la  estancia  hoy  conocida  por  Quinta  del 
Bey,  comprada  por  la  Real  Hacienda  en  1,775  para  depósito  de 
las  maderas  que  se  traían  por  la  zanja  hasta  el  bar  adero  del 
Cerro  y  desde  allí,  en  carretas,  hasta  la  indicada  quinta,  para 
conducirlas  en  seguida  al  Arsenal.  En  1,796  la  remató  don  Jo- 
sé Miguel  Izquierdo,  y  de  las  medidas  practicadas  entonces  por 
el  Agrimensor  don  Santiago  José  Aguilar,  resultó  contener  dos 
caballerías  y  una  sexma  de  tierra.  (2)  Perteneció  antes  esta  es- 
tancia, así  como  gran  parte  del  terreno  limítrofe,  a  don  Manuel 
González,  y  habiendo  quedado  un  horcón  en  la  esquina  opuesta 
a  la  quinta  de  Villanueva  o  sea  de  Larrinaga,  donde  se  reunía  y 
citaba  mucha  gente  del  campo  (cuando  las  puertas  de  la  ciudad 
no  se  habrían  hasta  el  cañonazo  del  Ave  María),  quedó  el  sitio 
con  el  nombre  del  Horcón.  Hoy  existen  en  dicho  sitio  una  casa 
de  alto,  perteneciente  a  don  Agustín  Orihuela.  Los  terrenos 
del  indicado  don  Manuel  González  comprendían  hasta  la  loma 
donde  se  halla  el  castillo  de  Atares,  por  lo  que  suele  llamarse  lo- 
ma de  Manuel  González;  y  el  nombre  de  loma  de  Soto,  que  se  le 
dá  más  comunmente,  lo  debe  a  que  por  escritura  otorgada  en  20 
de  Octubre  de  1,742,  ante  don  Sebastián  Fernández  de  Velasco 


(1)  Véase  el  mapa  levantado  en  1,799,  que  se  halla  a  fojas  9  de  los  au- 
tos que  don  Pedro  Arévalo  sig"ui6  con  don  Miguel  Fernández  sobre  medidas 
de  sus  estancias :  archivo  de  don  José  Salinas. 

(2)  Véase  las  diligencias  de  remate  en  la  escribanía  de  Marina. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  41 


(después  oficio  de  Felipe  Alvarez),  don  Francisco  Sánchez  Or- 
bea  y  don  Bernardo  González,  consortes,  vendieron  a  D.  Agustín 
de  Sotolongo  una  caballería  de  tierra  lindando  con  la  bahía  de 
este  puerto,  y  con  otra  caballería  de  los  vendedores,  en  la  cual  se 
1-' .illa  dicha  loma. 

El  número  124  representa  la  estancia  de  doña  Rosalía  Cór- 
diva  de  Sierra,  conteniendo  una  caballería  de  tierra  y  120  cor- 
deles cuadrados,  según  el  plano  levantado  en  1,825  por  el  Agri- 
mensor don  Ambrosio  María  Muñoz.  El  terreno  de  la  tenería 
de  Xifré  fué  vendido  en  1,813. 

El  número  125,  la  estancia  San  Ignacio,  de  las  monjas  Te- 
resas, que  la  vendieron  a  doña  Ana  Josefa  de  Urra  y  Zaldívar, 
contiene  una  caballería  y  120  cordeles  cuadrados  (véanse  los  au- 
tos seguidos  por  don  Juan  Estrella  contra  la  citada  Urra,  en  re- 
clamación de  solares.     Escribanía  del  Gobierno.) 

La  quinta  hoy  conocida  por  del  Obispo  (por  haber  perte- 
necido al  Obispo  Espada,  que  la  hermoseó)  y  por  de  Peñalver 
(por  pertenecer  hoy  al  conde  de  este  título)  fué  primero  del  fac- 
tor Sala. 

Terrenos  del  Campo  de  Marte,   (*) 

El  área  número  126  representa  la  huerta  mercedada  por  el 
Cabildo  a  don  Melchor  de  la  Torre.  Habiéndose  medido  en 
1,735  en  que  pertenecía^  don  Ambrosio  Menéndez,  se  halló  que 
en  vez  de  12  solares  que  fueron  los  mercedados,  contenía  28,  por 
lo  que  los  16  y  medio  restantes  fueron  declarados  realengos  pa- 
ra entregar  a  doña  Petronila  Medrado  Corbera;  tasándolos  el 
mismo  agrimensor  don  Bartolomé  de  Flores,  que  hizo  el  deslin- 
de y  medida,  los  que  caían  a  la  calzada  del  Monte  (o  sea  desde- 
el  café  de  Marte  y  Belona  a  la  esquina  del  Águila),  en  $203  5  y 
medio  reales  cada  uno;  los  que  caían  en  la  calle  del  Águila  en- 
tre la  calzada  del  Monte  y  la  calle  de  la  Reina,  al  mismo  precio, 
y  los  que  caían  en  el  camino  de  San  Antonio  (que  venía  desde 


(1)  En  tiempo  del  señor  Riela  (1,763)  comprendía  desde  el  Arsenal 
hasta  la  Punta;  pero  en  el  día  está  reducido  a  un  espacio  o  trapecio  de  270 
varas  del  lado  de  la  calle  de  Dragones,  276  por  la  calle  de  Amistad,  278  pol- 
la calzada  del  Monte,  y  147  por  el  Paseo,  haciendo  una  superficie  de  57,105 
varas  castellanas,  cuadradas,  o  cerca  de  la  tercera  parte  de  una  caballería 
de  tierra,  según  un  plano  oficial  levantado  en  7,841,  en  que  se  pensó  repar- 
tir dicho  terreno. 


42  José  MabÍa  de  la  Tobre 

la  Puerta  de  la  Muralla  a  la  esquina  de  la  Plaza  del  Yapor,  en 
la  calle  de  la  Reina),  y  en  la  calle  de  la  Amistad  (que  enton- 
ces tenía  otra  dirección  según  se  ve  en  el  mapa),  se  tasaron  en 
171  pesos  siete  y  medio  reales. 

El  número  127,  la  huerta  conocida  por  de  la  Noria,  perte- 
neciente a  doña  Ana  de  Medrano  (de  la  familia  de  los  Sigle- 
res).  El  número  128,  la  huerta  de  don  Pablo  Pedroso,  que  es- 
taba situada  en  la  esquina  que  forma  la  calzada  con  el  Paseo ;  y 
en  fin,  tres  solares  y  813  varas  cuadradas  más,  pertenecientes  a 
don  Antonio  Bruzón. 

El  terreno  (hacia  la  calzada  de  San  Lázaro),  marcado  con 
el  número  129,  representa  la  estancia  de  don  Martín  Macio  y 
perteneció  después  a  don  Esteban  Morejón.  (x) 

En  1,740,  en  que  se  mandó  construir  la  esplanada  y  despe- 
jar el  glacis  hasta  tiro  de  mosquete,  se  dispuso  también  la  for- 
mación del  Campo  de  Marte,  y  para  dar  más  extensión  al  espa- 
cio de  realengo  con  que  en  1,763  se  contaba,  se  tomaron  los  te- 
rrenos comprendidos  desde  la  Puerta  de  Tierra  a  la  Iglesia  de 
Guadalupe  (que  estaba  en  la  esquina  del  Peñón)  (2)  recibiendo 
los  Sigleres  13,805  pesos  por  28  tres  cuartos  solares  y  27  varas 
más  que  en  dicho  paraje  poseían,  según  liquidación  de  la  Conta- 
duría, hecha  en  1,794. 

El  2  de  Agosto  de  1,777  se  pagaron  $6,000  al  convento  de 
San  Juan  de  Dios,  por  dos  cuadras  de  solares  que  poseía  en  el 
campo  de  Marte,  y  432  varas  cuadradas  en  las  canteras  donde 
estaba  el  tejar  de  Salvador  de  Aroca.  También  se  abonó  al 
Marqués  Jústiz  de  Santa  Ana,  un  molino  que  tenía  en  la  Zanja 
en  el  mismo  campo  de  Marte. 

El  número  129  representa  el  terreno  de  la  estancia  que  don 
Juan  de  Dios  Menocal  vendió  realmente  al  señor  Pbro.  Provisor 


(1)  Véanse  las  escrituras  de  15  de  Diciembre  de  1,790  ante  don  Gabriel 
Ramírez,   y  de   11   de  Junio  de   1,786,   ante  don  José  Bosques. 

(2)  "A  instancias  del  ingeniero  don  Agustín  Cramer  (que  construyó  el 
castillo  de  Atares)  compró  la  Real  Hacienda,  no  solamente  todo  el  terreno 
que  se  llama  Campo  de  Marte  y  suelo  de  los  barracones  y  Canteras  hasta 
cierta  distancia  en  contorno  de  las  Murallas,  sino  cuantos  edificios  había 
construidos  en  él,  inclusos  dos  molinos  de  tabaco ;  uno  del  convento  de  San 
Juan  de  Dios  y  el  otro  del  señor  Marqués  de  Jústiz  de  Santa  Ana,  que  esta- 
ban sobre  la  Zanja  en  el  propio  campo,  llegando  hasta  el  extremo  de  demoler- 
se la  iglesia  de  Guadalupe  (en  el  Peñón)  abrazándolo  todo  para  que  no  im- 
pidiese la  defensa  de  la  plaza,  y  habiéndose  satisfecho  su  valor  por  la  Te- 
sorería. Informe  del  señor  Fiscal  de  Real  Hacienda,  Sedaño.  Hay  sin  em- 
bargo pendientes  reclamaciones  justificadas  de  estos  terrenos. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  4?> 


don  Luis  Peñalver  y  Cárdenas,  (x)  en  el  partido  del  Cerro  y 
paraje  que  llaman  la  Requena  (2)  compuesta  de  una  caballería 
menos  11  cordeles,  y  en  precio  de  $750,  lindando  con  otras  que 
fueron  del  señor  don  Bernardo  Urrutia,  con  la  de  don  Alfonso 
de  Cárdenas  y  doña  María  Carrillo,  la  misma  que  eu  permuta 
hubo  y  compró  de  don  José  Belsunce,  por  escritura  de  8  de  Oc- 
tubre de  1,776.  Según  un  plano  levantado  en  7  de  Marzo  del 
presente  año  de  1,857,  por  el  entendido  agrimensor  don  Am- 
brosio María  Muñoz,  contiene  esta  estancia  1  caballería  y  50 
cordeles. 

La  ruptura  de  nuestro  gabinete  con  el  de  Inglaterra,  en 
1,739,  con  motivo  del  contrabando  que  hacían  estos  en  la  Amé- 
rica española,  hizo  disponer  en  1,740,  que  se  destruyesen  las 
fábricas  de  los  extramuros,  y  también  la  abertura  de  los  fosos, 
obras  o  estacas  y  formación  del  Campo  de  Marte;  pero  apenas 
concluyó  la  citada  guerra  volvieron  estos  a  poblarse,  aun  des- 
pués de  1,749,  en  que  se  repitieron  aquellas  órdenes. 

En  1,762,  durante  la  invasión  de  los  ingleses  el  conde  de 
Albemarle,  que  dirigía  el  sitio  de  esta  plaza,  mandó  incendiar 
las  fábricas  que  había  en  los  extramuros,  que  se  componían  de 
chozas  de  guano  diseminadas  en  su  mayor  parte. 

Por  la  ley  primera,  título  3,  de  Indias,  se  prohibe  toda  fá- 
brica hasta  la  distancia  de  300  varas  de  los  castillos,  fortalezas 
y  muros  de  las  plazas  de  armas,  que  deben  tener  desembaraza- 
das, aunque  sea  necesaria  su  demolición  y  pago  del  perjuicio. 
En  1,765,  el  director  de  ingenieros  don  Silvestre  Albarca,  en- 
cargado de  formar  el  plan  de  defensa  de  la  Habana,  puso  en 
planta  el  artículo  12  dé  la  Ordenanza  de  Ingenieros  de  1,764,  que 
dispone  que  hasta  1,500  varas  del  camino  cubierto,  no  pueda  fa- 
bricarse ni  haya  cercas,  cubiertas,  o  vallados,  zanja,  ni  edificio 
alguno  ni  árboles  a  la  línea  perpendicular  o  recta,  sino  a  la  ho- 
rizontal o  trasversal:  en  consecuencia  de  lo  cual  se  demolieron 


(1)  Escritura  de  9   de  Abril  de   1,778,  ante  don  Marcos  Ramírez. 

(2)  No  es  cierto,  porque  ni  está  en  el  partido  del  Cerro  ni  por  el  sitio 
conocido  por  la  Requena  (que  queda  al  N.  de  la  Quinta  de  Peñalver).  Por 
indicar  otra  escritura  que  estaba  por  el  paraje  que  llamaban  de  los  Ponto- 
nes, se  le  ha  impuesto  el  nombre  del  Pontón  a  dicha  estancia ;  pero  es  de  ad- 
vertir que  el  punto  del  Pontón  está  al  Oeste  de  la  calzada  de  la  Infanta,  cer- 
ca de  la  estancia  del  señor  Pedroso,  habiéndose  llamado  así  por  un  gran 
puente  que  construyeron  sobre  el  arroyo  del  Pontón. 


44  José  Makía  de  la  Toebe 

todos  los  edificios  comprendidos  desde  la  Puerta  de  Tierra  has- 
ta la  iglesia  de  Guadalupe. 

Por  el  oficio  de  4  de  Enero  de  1,779,  del  Marqués  de  la  To- 
rre al  ingeniero  don  Silvestre  Albarca,  se  propone  lo  siguiente: 
Que  señale  un  lugar  donde  los  dueños  de  las  casas  que  se  ha- 
bían de  demoler,  concluida  la  fortaleza  del  Príncipe,  pudiesen 
fabricar  otras  de  embarrado,  cu  jes  y  guano,  bajo  la  condición 
de  que  las  habían  de  demoler  a  su  costa,  siempre  que  convinie- 
se al  servicio  de  S.  M.  y  sin  pretender  compensación  alguna; 
que  se  observen  las  repetidas  órdenes  con  que  estaba  prohibida 
la  construcción  de  edificios  en  la  circunferencia  de  las  fortale- 
zas a  la  distancia  de  1,500  varas  de  ellas,  y  que  aunque  hubiese 
algún  terreno  realengo  y  del  público,  no  se  entregase  a  particu- 
lares; que  tampoco  se  vendiesen  por  motivo  alguno  las  tierras 
cercanas  a  la  costa  hasta  la  distancia  de  media  legua  del  mar, 
reservándose  providenciar  cuando  pueda  hacerse  uso  de  la  leña 
de  ella  por  la  ciudad,  sin  que  quede  desmontada.  Y  por  últi- 
mo, que  la  ciénaga  que  mediaba  entre  el  fuerte  del  Príncipe  y 
Puentes  Grandes,  y  era  parte  de  la  defensa  de  esta  plaza,  ni  se 
desaguase  ni  se  vendiese  por  pretesto  alguno. 

Por  el  bando  de  12  de  Octubre  de  1,788,  se  prohibió  fabri- 
car dentro  de  las  1,500  varas  del  camino  cubierto,  bajo  la  pena 
de  25  ducados,  demolición  y  arrendamiento ;  y  de  6  meses  a  las 
obras  de  fortificación  a  los  alarifes  y  operarios  y  a  las  que  lle- 
ven los  materiales  a  las  obras. 

Por  cartel  puesto  en  varios  parajes     públicos,     en     Septiem- 
bre u  Octubre  de  1,793,  se  repitió  la  indicada  prohibición. 

La  real  orden  de  16  de  Marzo  de  1,799,  insiste  en  la  prohi- 
bición de  fábricas  dentro  de  las  1,500  varas,  y  que  por  tanto  se 
demolieran  los  edificios  hechos  en  Barcelona,  a  1,300  varas  del 
baluarte  del  Taller,  condenando  a  los  ingenieros  a  los  perjuicios 
que  recibieron  las  partes. 

La  real  orden  de  8  de  Octubre  de  1,803,  prohibe  la  reedi- 
ficación en  los  barrios  extramuros  de  la  Habana  dentro  del  tiro 
de  cañón  de  la  Habana  y  sus  castillos  adyacentes;  pero  no  el 
que  se  formen  uno  o  más  pueblos  fuera  de  él ;  tomándose  tierras 
para  ello  y  allanándose  los  obstáculos  que  se  ofrezcan. 

Por  decreto  de  22  de  Marzo  de  1,804,  se  prohibió  en  general 
y  en  particular  toda  fábrica,  y  que  no  se  reedificasen  las  que  pa- 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  45 


decieron  en  el  incendio  de  25  de  Abril  de  1,802,  sino  que  se  de- 
rribasen las  que  quedaron. 

Pero  no  obstante  la  indicada  prohibición,  pudo  más  la  ne- 
cesidad de  habitaciones;  y  así  fué  que  se  repoblaron  extramu- 
ros, mucho  antes  de  recibirse  las  dichas  reales  órdenes  que  los 
permitieran  (x),  llegando  a  fines  del  siglo  pasado  a  estar  entera- 
mente poblados  los  barrios  de  Jesús,  María  y  José  (desde  la  ca- 
lle del  Águila  hasta  el  puente  de  Chávez,  habiéndose  quemado 
192  casas  en  el  gran  incendio  de  1,802),  San  Nicolás  y  Guadalu- 
pe, hasta  la  orilla  de  la  Zanja,  según  se  manifiesta  por  manza- 
nas delineadas  en  el  adjunto  plano,  habiendo  tomado  el  dato  de 
otro  plano  oficial  de  1,790.  Según  un  plano  de  1,783,  solo  esta- 
ban pobladas  la  calle  de  la  Salud,  y  las  calzadas  de  San  Luis 
Gonzaga  y  del  Monte,  habiendo  muy  pocas  casas  en  Jesús  María 
y  a  la  orilla  de  la  Zanja.  (2)  Las  casas  más  antiguas  de  que  te- 
nemos noticia  en  la  parte  comprendida  desde  la  calzada  del 
Monte  hasta  la  de  San  Lázaro,  son  las  siguientes: 

La  casa  del  teniente  don  Marcelo  Carmona,  que  ya  estaba 
construida  en  1,736,  y  fué  destruida  en  1,849  para  la  prolonga- 
ción de  la  calzada  de  la  Beneficencia  desde  la  Zanja  a  cerca  del 
Puente  de  Chávez.  Tenía  torre  muy  semejante  a  la  de  Garcini, 
y  estaba  situada  junto  a  la  ermita  de  don  Luis  Gonzaga  (véase 
el  plano.) 


(1)  Esta  es  la  causa  fle  lo  defectuoso  del  trazado  de  las  calles,  a  ex- 
cepción de  la  parte  comprendida  entre  la  calzada  de  Galiano,  la  Zanja  y  el 
Paseo  de  Isabel  II.  Muchas  de  las  casas  de  extramuros,  a  lo  menos  hasta 
1,820  (en  que  las  calles  se  conservaban  informes  y  mal  custodiadas)  fueron 
construidas  a  ocultas  de  noche,  y  algunas  de  las  de  madera  se  traían  ya  lis- 
tas de  los  Estados  Unidos,  levantándose  en  una  o  dos  noches  en  el  solar  que 
querían  apropiarse  los  intrusos. 

(2)  Hemos  tenido  a  la  vista  cinco  planos  originales  y  oficiales  hechos 
durante  el  sitio  de  la  Habana  en  1,762  ;  16,  también  generales  y  oficiales,  de 
1,793  a  90,  y  multitud  de  modernos,  inclusos  los  originales  levantados  en 
1,819  por  nuestro  tío  el  Coronel  don  Antonio  María  de  la  Torre,  secretario 
que  fué  por  espacio  de  20  años  del  Gobierno  Superior  Político  de  la  Isla  y  co- 
misionado en  dicho  año  de  19,  para  la  alineación  de  la  población  de  extramu- 
ros, debiéndosele  principalmente  el  espacio,  hoy  todo  poblado,  entre  la  Zanja 
y  el  mar.  El  formado  en  1,804,  por  don  José  Bosquet,  se  halla  en  la  Secre- 
taría del  Obispado;  el  levantado  en  1,829  por  el  Agrimensor  don  Alejo  H. 
Lamier;  el  formado  en  1,832  por  De  Estraton  Bausa  (el  cual  se  halla  en  el 
Ayuntamiento)  ;  el  publicado  en  1,846  por  don  Francisco  Callejas  ;  el  que  se 
acompaña  a  la  gran  carta  de  la  Isla  de  1,835  ;  los  publicados  por  los  señores 
Rodríguez,  Caries,  Loma  y  el  autor  de  esta  obra,  y  finalmente,  el  formado  en 
el  presente  año  de  1,857  por  el  señor  C.  Loira,  y  que  se  halla  en  el  Ayunta- 
miento. Recomendamos  el  nuestro,  único  que  contiene  la  última  división 
de  barrios,  los  números  de  las  casas  y  los  monumentos  de  la  ciudad,  1857. 


46  José  María  de  la  Toebe 

La  casa,  hoy  de  la  ciudad  de  Martínez,  en  la  calle  de  Gerva- 
sio esquina  a  la.de  la  Zanja,  donde  hubo  baños. 

La  casa  de  don  José  Matamoros,  adonde  cuando  la  invasión 
inglesa,  pasaron  muchas  personas  para  ver  el  espectáculo  de  la 
gran  escuadra.  Hoy  sirve  de  residencia  a  los  coroneles  de  Lan- 
ceros. 

Las  casas  de  las  estancias.  Intendente  don  Antonio  Betan- 
court  y  de  don  Gervasio  Rodríguez,  la  primera  esquina  opuesta 
a  la  Beneficencia,  y  la  segunda  en  la  calle  de  Gervasio,  junto  a 
la  de  las  Lagunas. 

La  casa  de  Ajuria,  que  existía  desde  antes  de  1,792,  y  pasó 
después  a  poder  de  los  señores  Granados.  Cerraba  la  calzada 
de  Galiano  en  la  calle  de  San  Miguel,  y  destruida  en  1,842,  dio 
su  continuación  grande  impulso  a  la  barriada  del  Monserrate. 

La  casa,  hoy  de  la  señora  Vallín,  calle  del  Campanario  Vie- 
jo esquina  a  la  de  Neptuno,  la  cual  perteneció  antes  a  una  Ma- 
ría Isabel  Tortois,  viuda  de  Merly. 

La  casa  de  Sanabria  (calle  de  la  Reina  núm.  155),  hoy  de 
don  Joaquín  Radillo,  la  cual  fué  casa  de  vivienda  de  la  estancia 
de  don  Agustín  de  Castro  Palomino  y  Sanabria,  y  en  ella  estuvo 
de  temporada,  el  verano  de  1,796,  el  ilustrado  General  habanero 
Conde  de  Jaruco. 

Por  Reales  órdenes  de  13  de  Enero  de  1,818  y  primero  de 
Noviembre  de  1,820,  recomendaba  S.  M.  que  se  activase  el  expe- 
diente de  adelantar  las  fortificaciones  a  la  línea  que  corre  des- 
de la  caleta  de  San  Lázaro  al  Puente  de  Chávez,  para  que  ce- 
rrada dentro  de  su  recinto  la  nueva  población,  quedase  en  esta- 
do de  defensa  respetable  y  con  terreno  suficiente  para  aumen- 
tarse. i1)  He  aquí  el  origen  de  la  prohibición  de  fabricar  sobre 
ía  línea  de  la  calzada  de  la  Beneficencia,  campo  de  Peñalver, 
etc.,  que  se  ha  llevado  a  efecto  hasta  hace  pocos  años,  o  mejor 
dicho  hasta  el  presente ;  y  habiendo  hasta  dicho  punto  1,500  va- 
ras desde  el  camino  cubierto  de  la  plaza,  resultó  que  en  vez  de 
no  fabricarse  fuera  de  la  indicada  zona  de  1,500  varas,  solo  esta- 
ba fabricado  dentro  de  ella. 

En  1,818  se  recibieron  las  Reales  órdenes  de  12  de  Septiem- 
bre y  30  de  Diciembre  de  1,817,  que  mandaban  delinear  y  en- 
sanchar la  ciudad  por  sus  barrios    extramuros:    cometiendo    el 

( 1 )     Zamora  :    Biblioteca,    art.    Fortificaciones. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  47 


encargo  al  Real  Cuerpo  de  Ingenieros,  que  verificó  la  operación 
trazando  las  calles  de  la  manera  mejor  posible,  anchando  y  dan- 
do rectitud  a  las  que  a  ello  se  prestaban,  y  señalando  por  medio 
de  estacas  de  madera  las  esquinas  de  las  manzanas. 

En  los  diarios  del  Gobierno  de  7,  8  y  9  de  Junio  de  1,818 
se  publicó  un  decreto  de  la  Intendencia  disponiendo  que  los  po- 
seedores de  terrenos  en  los  extramuros  presentasen  sus  respec- 
tivos títulos:  pero  a  instancias  de  multitud  de  interesados  que 
hicieron  ver  los  perjuicios  que  se  causaban  de  esa  medida  fué 
mandado  suspender  por  real  orden  de  16  de  Febrero  de  1,819. 

En  los  Diarios  del  Gobierno  de  15,  16  y  17  de  Abril  de 
1,826,  se  publicó  el  bando  de  la  Intendencia,  fecha  13  del  mis- 
mo, en  que  se  dispone  nuevamente,  que  los  poseedores  de  terre- 
nos extramuros  presentasen  sus  respectivos  títulos;  pero  quedó 
igualmente  sin  efecto. 

Por  Real  orden  de  30  de  Octubre  de  1,838,  se  sirvió  S.  M. 
resolver  que  no  se  hiciere  novedad  de  la  extensión  de  1,500  va- 
ras que  tenía  la  zona  militar,  pero  que  se  permitiesen  ciertas 
fábricas  en  ella,  bajo  las  condiciones  que  expresa. 

Por  Real  orden  de  27  de  Septiembre  de  1,839,  publicada  en 
Diciembre  siguiente,  se  resolvió  que  -la  zona  militar  de  la  Haba- 
na exclusivamente,  se  redujese  a  120  varas. 

Gobernando  en  1,854  el  señor  Marqués  de  la  Pezuela,  acti- 
vó con  empeño  el  proyecto  de  la  demolición  de  las  murallas  y 
en  el  presente  año  de  1,857  ha  venido  resuelto  definitivamente. 

Terrenos  de  la  CaÜaña. — Don  Miguel  de  Castro  Palomino 
vendió  en  1,748  (x)  a  don  Agustín  de  Sotolongo,  tesorero  de  la 
Santa  Cruzada,  en  precio  de  500  pesos,  las  tierras  de  que  era 
dueño,  "en  la  sierra  del  Castillo  y  Real  fuerza  del  Morro,  aguas 
vertientes  para  la  bahía  hasta  lindar  con  las  que  están  concedi- 
das a  tres  sugetos :  las  mismas  que  hubo  y  heredó  de  doña  Mar- 
garita Franco,  su  consorte,  quien  con  el  mismo  título  las  adqui- 
rió del  Capitán  don  Juan  de  Prado,  su  primer  marido,  y  éste 
por  merced  que  le  hizo  el  Cabildo  de  esta  ciudad  en  28  de  Agos- 
to de  1,675."  Sobre  la  parte  más  elevada  de  esta  sierra  se  cons- 
truyó el  Castillo  de  la  Cabana. 


(1)     Véase  la  escritura  otorgada  en  28   de  Febrero  de   1,748,   ante  don 
Juan  Salinas. 


CAPITULO  V. 

Divisiones  de    la    Ciudad. 

La  primera  división  de  la  ciudad  se  hizo  por  el  Conde  de 
Riela,  en  su  bando  de  23  de  Septiembre  de  1,763 :  quedando  la 
ciudad  dividida  en  cuatro  cuarteles,  a  saber:  uno  que  compren- 
día la  parte  sur  hasta  la  calle  de  Acosta,  bajo  la  inspección  del 
Regidor  don  Félix  Acosta  y  Riaza;  otro,  que  comprendía  desde 
esta  calle  hasta  la  de  Amargura,  inspeccionado  por  el  Regidor 
don  Cristóbal  de  Zayas  Bazán :  otro  desde  esta  calle  hasta  la  de 
O'Reilly.  inspeccionado  por  el  Regidor  don  Pedro  Beltrán  de 
Santa  Cruz,  y  otro,  que  comprendía  el  resto  de  la  ciudad,  ins- 
peccionado por  el  Regidor  don  Mateo  de  Pedroso. 

En  conformidad  de  lo  dispuesto  en  Real  Cédula  de  19  de 
Noviembre  de  1,769,  el  Capitán  General  Bucarely,  publicó  en 
Marzo  de  1,770  una  modificación  de  la  anterior  división  hacién- 
dola en  dos  cuarteles,  a  saber:  el  de  la  Punta  y  el  de  Campe- 
che, subdivididos  en  los  barrios  siguientes :  El  de  la  Punta,  cou 
los  barrios  de  primero  de  Dragones,  segundo  del  Ángel,  tercero 
de  la  Estrella,  y  cuarto  del  Monserrate. — El  de  Campeche:  con 
los  barrios  de  primero  de  San  Francisco,  segundo  de  Santa  Te- 
resa, tercero  de  Paula,  y  cuarto  de  San  Isidro,   (*) 

(1)  La  gente  de  color  daba  a  algunos  de  estos  barrios  !os  nombres  si- 
guientes: Del  Cangrejo,  al  del  Ángel  (por  los  cangrejos  que  había  en  él 
cuando  era  cenagoso)  ;  de  la  Pluma,  al  de  San  Agustín  (por  la  pluma  de  es- 
te sabio  doctor)  ;  de  Campeche,  al  de  la  Merced,  por  que  en  él  se  alojaban 
los  indios  que  venían  de  Campeche ;  de  la  Legía  (corruptela  del  Egido);  al 
del  Cristo,  porque  en  esta  Iglesia  comenzaba  el  egido  de  la  ciudad  ;  de  loa 
doce  pares  de  Francia,  al  de  Monserrate  ;  de  la  Estrella,  al  de  Santo  Domin- 
go ;  de  la  Granada,  al  de  San  Juan  de  Dios,  y  de  Curasao,  a  la  parte  Oeste 
de  Belén.  Desde  1,564  se  conocía  el  barrio  de  Campeche,  que  comprendía 
d»sde  la  Merced  hasta  Paula  y  se  componía  de  chozas  con  miserables  conu- 
cos y  labranzas,  y  era  habitado  por  indios  que  venían  de  Campeche  y  fueron 
reducidos  a  policía  en  1,575,  dándoseles  un  protector,  que  lo  fué  Diego  Díaz. 
Del  nombre  cangrejo  dado  al  barrio  del  Ángel,  procedió  el  que  la  gente  del 
pueblo  en  la  procesión  que  la  víspera  de  San  Rafael,  salía  hasta  no  hace  mu- 
chos años,  para  la  loma  del  Ángel,  llevase  delante  una  farola  en  que  se  veía 
pintado  un  cangrejo.  El  origen  de  las  tortillas,  no  es  otro  que  aprovechán- 
dose de  la  concurrencia,  la  gente  pobre  que  habitaba  en  el  barrio  hacía  y 
vendía  esas  tortillas,  que  quedaron  con  el  nombre  de  San  Rafael,  patrono  de 
la  Iglesia. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  49 


En  1,807  se  hizo  la  división  (intramuros),  en  16  barrios, 
que  existió  hasta  1,851,  en  que  se  verificó  la  de  distritos  y  ba- 
rrios: modificada  en  1,852  y  1,855  al  estado  en  que  hoy  apa- 
rece. i1) 

Los  extramuros  fueron  divididos  desde  muy  antiguo  en 
Capitanías  de  Partido  de  Jesús  María,  de  Guadalupe  y  de  San 
Lázaro  (2) 

En  1,841  fueron  divididos  en  barrios  o  Capitanías  de  parti- 
do de  la  Nueva  Cárcel  (que  después  se  denominó  de  Colon),  San 
Lázaro,  Guadalupe,  Peñalver,  Jesús  María  y  Chávez.  Desde 
1,851  se  consideran  los  extramuros  parte  de  la  ciudad,  dividién- 
dose como  ella  en  distritos  y  barrios  y  comprendiéndose  hasta 
Arroyo  Apolo,  el  Cerro,  Casa  Blanca  y  Regla. 


(1)  El  plano  de  la  Habana  que  hemos  publicado,  y  que  trae  los  núme- 
ros de  las  casas,  así  de  intramuros  como  de  extramuros,  es  el  único  que 
ofrece  la  actual  división  de  barrios ;  véndese  a  dos  reales  fuertes  y  con  colo- 
res a  tres  reales  fuertes  (así  como  el  de  la  Isla)  en  la  librería  calle  de  la 
Obrapía,   número   115. 

(2)  A  los  encargados  de  los  barrios  de  la  ciudad,  se  les  llamaba  comi- 
sarios, y  a  los  de  los  partidos  de  extramuros,  capitanes  de  partidos  (como 
los  del  campo)  hasta  la  división  uniforme  de  1,851.  En  algunas  escrituras 
de  flnes  del  siglo  pasado  se  citan  los  partidos  de  San  Luis  de  Gonzaga  Hor- 
cón, Jesús  del  Monte  y  San  Salvador  o  Prenso  (Cerro),  San  Juan,  etc.,  pero 
más  bien  como  comarcas  que  como  tales  partidos,  aunque  a  excepción  del  San 
Luis  Gonzaga,  han  venido  a  ser  con  posterioridad.  El  nombre  de  San  Salva- 
dor lo  debe  el  Cerro  al  señor  Someruelos,  en  cuyo  tiempo  empezó  su  verdade- 
ro fomento,  y  el  de  la  Prensa,  al  ingenio  de  este  nombre  situado  en  él  y  el 
primero  de  la  Isla. 


CAPITULO  VI. 

Razón  de  los  nombres  de  las  calles  y  de  algunos  otros  luga- 
res de  la  Habana. 

Intramuros. 
Calles  de  Este  a  Oeste. 

Peña  Pobre. — Porque  cuando  se  abrió  se  veía  desde  ella  la 
loma  del  Ángel,  que  se  conoció  en  un  tiempo  por  la  Peña  pobre. 
La  esquina  de  la  calle  de  Aguiar  se  conoce  aun  por  esquina  del 
Mono,  por  un  gracioso  mono  que  hubo  en  ella. 

Callejón  de  la  Leche. — Porque  en  una  de  sus  casas  se  ven- 
día leche  todo  el  día.  Se  llamó  antes  de  Peña  Pobre,  por  consi- 
derarse continuación  de  la  calle  de  este  nombre;  y  de  la  Flori- 
dana,  por  una  señora  de  Florida  que  habitó  en  ella. 

Cuarteles. — Por  los  cuarteles  de  S.  Telmo  y  de  la  Artillería, 
que  tenía  en  sus  terrenos.  El  de  Artillería  estaba  en  la  esquina 
de  la  calle  del  Aguacate  (casa  hoy  de  don  Rafael  de  Cárdenas), 
y  ocupaba  parte  de  los  fosos,  donde  en  1,794  estaba  la  escuela 
práctica  de  Artillería.  Esta  calle  se  llamó  antes  del  Ángel.  En 
la  loma  de  la  iglesia  de  este  nombre  tenía  don  Baltasar  Pizarro, 
al  tiempo  de  la  invasión  inglesa  (1,762),  dos  colgadizos,  que 
fueron  derribados  para  construir  una  batería  cuyo  terraplén  se 
formó  con  los  materiales  de  dichas  fábricas,  y  en  1,780  se  le  abo- 
naron por  ello  $1,695.  El  tramo  de  la  iglesia  desde  el  Ángel  a 
la  Muralla  fué  abierto  en  1,851,  y  como  a  las  dos  varas  de  pro- 
fundidad de  la  escavación  que  para  ello  se  hizo  se  encontré  una 
cama  de  hierro  con  un  cadáver,  la  cual  se  dejó  con  algunos  otros 
fragmentos  en  la  pared  de  la  parte  Norte.  En  la  casa  número 
15,  que  antes  pertenecía  a  don  Leandro  García,  vivió  y  falleció 
el  ilustrado  habanero  Intendente  don  Tomás  Agustín  de  Cer- 
vantes y  Castro  Palomino. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  51 

Chacón. — Por  don  Laureano  Chacón,  que  figuró  dignamen- 
te en  el  sitio  de  la  Habana,  y  vivia  en  la  calle  de  Cuba  esquina 
á  la  del  Tejadillo.  (a) 

Tejadillo. — Por  una  casa  que  se  distinguía  por  su  pequeño 
techo  de  teja,  siendo  el  de  las  demás  de  guano.  La  barriada  era 
cenagosa  y  habitada  por  gente  pobre,  hasta  1,824,  en  que  se 
abrió  la  Puerta  del  Monserrate. 

De  la  Bomba. — Por  una  bomba  que  en  el  sitio  de  la  Haba- 
na cayó  en  una  de  sus  casas  (a  la  sazón  llena  de  milicianos),  y 
que  habiendo  reventado  no  mató  a  nadie.  Antes  se  llamaba  de 
la  Pólvora,  nombre  que  aun  conserva  por  tener  en  uno  de  sus 
extremos  uno  de  los  polvorines. 

De  lo  Empedrado. — Por  haber  sido  la  primera  empedrada 
(desde  la  plaza  de  la  Catedral  hasta  la  de  San  Juan  de  Dios), 
desde  antes  de  1,770,  con  chinas  pelonas,  que  duraron  hasta 
1,838,  en  que  se  levantaron  para  sustituirlas  por  el  actual  siste- 
ma. Hoy  se  dice  más  conmunmente  del  Empedrado.  En  la 
casa  número  13  (de  la  señora  doña  María  del  Carmen  Pedroso), 
existen  en  el  zaguán  dos  vigas  partidas  por  una  bomba,  en  tiem- 
pos de  la  invasión  inglesa. 

Callejón  de  Chorro. — Porque  en  él  existía  el  Chorro  o  de- 
rrame de  la  Zanja,  según  se  prueba  de  la  lápida  que  en  el  mismo 
existe.  (2) 

Callejón  de  San  Juan  de  Dios. — Por  el  hospital  que  tiene 
este  nombre,  cuyo  fondo  cae  a  dicho  callejón. 


(1)  En  1,763,  gobernando  el  Conde  de  Riela,  se  dividió  por  primera 
vez  la  ciudad  en  barrios  (véase  el  capítulo  anterior),  se  numeraron  las  ca- 
sas y  se  dieron  nombres  a  las  calles.  Para  los  nombres  de  estas  prevaleció 
el  de  las  personas  notables,  y  singularmente  el  de  las  que  se  distinguieron 
en  el  asedio  de  la  plaza  en  1,762.  Por  el  mismo  indicado  bando  de  policía  se 
prohibió  la  construcción  de  casas  con  techos  de  guano  y  se  recomendó  la  cons- 
trucción de  las  casas  de  alto.  En  1,808  se  pusieron  las  actuales  tarjetas  de 
números  en  las  de  intramuros  (costando  a  14  reales  cada  una),  y  como  se 
variase  algo  la  numeración  anterior,  se  formó  un  padrón  de  esta  diferencia 
de  números,  el  cual  se  conservaba  en  la  secretaría  del  ayuntamiento.  Por 
los  perjuicios  que  sin  duda  traería  no  se  ha  adoptado  el  sistema  de  numera- 
ción par  en  una  acera  e  impar  en  la  otra,  que  se  ha  establecido  en  los  extra- 
muros, en  1,844,  en  que  se  les  dio  numeración  oficial. 

(2)  Véase  el  mapa  adjunto.  La  inscripción  de  esta  lápida  dice:  Esta 
agua  trajo  el  Maesé  de  Campo  Ivan  (Juan)  de  Texeda.  Año  de  mil  quinien- 
tos noventa  y  siete.  La  plaza  de  la  Catedral  era  entonces  una  ciénaga  y  por 
eso  se  llamó  Plaza  de  la  Ciénaga.  En  1,854,  en  que  se  reconstruyó  la  pared 
de  los  Almacenes  de  depósito  de  frutos  del  Chorro,  se  procuró  dejar  dicha  lá- 
pida en  el  mismo  lugar  que -antes  ocupaba,  pero  no  se  dejó  indicación  alguna 
del  boquerón  como  de  una  vara  en  cuadro  que  había  antes  y  por  donde  se 
verificaba  el  desagüe  de  la  Zanja. 


52  José  Mabía  de  la  Torre 

O'Reilly. — Porque  el  General  don  Alejandro  O'Reilly,  que 
vino  de  subinspector  de  las  tropas  cuando  la  restauración  de  la 
Habana,  en  1,763,  hizo  su  entrada  por  esta  calle,  saliendo  el  con- 
de de  Albemarle  por  la  del  Obispo.  Se  llamó  también  Calle- 
Honda  y  calle  del  Sumidero.  Los  solares  de  esta  calle  se  esti- 
maban en  1,742,  en  8  a  19  reales  vara,  cuando  hoy  se  pagan  a 
más  de  una  onza  de  oro  la  vara.  Junto  a  la  destruida  ermita 
del  Monserrate,  que  se  hallaba  en  la  plazuela  frente  a  las  puer- 
tas de  su  nombre  (y  que  fué  construida  en  1,675  y  destruida  en 
1,836),  había  antes  de  fabricarse  la  muralla  una  huerta  perte- 
neciente a  doña  Magdalena  Corbera,  causante  de  los  Sigleres, 
quedando  después  de  fabricada  la  muralla,  parte  de  dicha  huer- 
ta y  casitas  de  guano  y  arboledas.  La  casa  principal  de  dicha 
estancia  es  en  la  que  hoy  existe  el  establo  de  carruajes  titulado 
del  Lujo  Económico,  donde  hasta  hace  poco  se  conservaban  al- 
gunos árboles  de  la  indicada  estancia. 

De  Ena. — En  memoria  del  general  D.  Manuel  de  Ena, 
muerto  en  la  campaña  del  invasor  López,  el  año  de  1,851.  Se 
llamó  antes  el  Boquete  de  la  Seiba,  por  estar  junto  a  la  Seiba, 
debajo  de  la  cual  se  dijo  la  primera  misa  en  el  puerto  de  Care- 
nas (hoy  de  la  Habana.) 

Del  Obispo. — Porque  el  Obispo  de  la  Diócesis,  don  Pedro 
Agustín  Morel  de  Santa  Cruz,  que  vivía  en  la  de  los  Oficios, 
n.°  94,  puerta  contigua  al  colegio  de  las  niñas,  en  la  época  en  que 
se  impusieron  los  nombres  a  las  calles,  acostumbraba  frecuentar- 
la en  sus  salidas :  se  llamó  antes  del  Obispado.  En  la  casa  conoci- 
da por  de  las  señoras  Bustamante,  esquina  de  la  calle  de  los  Ofi- 
cios, donde  está  la  confitería,  existe  en  el  exterior  ele  la  pared 
que  hace  frente  a  la  Plaza  de  Armas,  una  lápida  con  la  siguien- 
te inscripción:  Hic  finem  fecit  tormento  bellico  in  opínate  per- 
cusa Domina  María  Cepero:  Anuo  1,667:  N.  B.  A.  M."  siendo 
la  historia  la  siguiente:  Era  doña  María  de  Cepero  señora  rica 
y  principal  (como  hija  del  Gobernador  don  Diego  Rivera  y  Ce- 
pero)  y  hallándose  en  la  Parroquial  mayor  (que  entonces  esta- 
ba donde  hoy  el  palacio  de  Gobierno),  en  una  fiesta  que  ella  cos- 
teaba, una  bala  salida  de  uno  de  los  arcabuces  en  la  descarga 
que  se  hizo,  acertó  a  atravesarla,  a  la  sazón  que  estaba  arrodilla- 
da :  por  lo  cual  allí  mismo  la  hicieron  su  sepultura.  Derribada 
en  1,777  la  indicada  parroquial,  fué  recogida  dicha  lápida ;  y 
existiendo  en  poder  de  don  Rafael  Cepero  (yerno  de  don  Luis 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  53 

Gato)  por  consejo  de  don  José  Cepero  hubo  de  colocarse  en  el 
paraje  donde  hoy  está,  haciendo  creer  a  muchos  que  en  él  ocu- 
rrió el  suceso.  Hay  otras  tradiciones  erradas  sobre  la  misma  lá- 
pida: como  que  el  hecho  ocurrió  de  resultas  de  una  bala  de  ca- 
ñón que  salió  de  un  buque  surto  en  el  puerto,  etc.,  etc.  En  la 
casa  número  91  vivió  el  virtuoso  y  sabio  filósofo  habanero  don 
Félix  Várela. 

Callejón  de  Jústiz. — Porque  en  la  esquina  de  la  calle  del 
Baratillo  vivió  el  Marqués  de  Casa  Jústiz  y  Santa  Ana.  Se  lla- 
mó antes  calle  de  San  Ambrosio,  porque  enfrentaba  con  el  co- 
legio de  San  Ambrosio,  que  estaba  en  la  calle  de  Oficios,  puerta 
inmediata  a  la  casa  de  los  señores  Obispos.  En  esta  calle  estaba 
la  casa  que  servía  de  teatro  (antes  de  construirse  el  Coliseo  o 
Teatro  Principal)  y  a  la  que  se  decía  casa  de  Comedias  (hoy 
del  señor  Mazorra,  en  cuyo  lugar  de  escritorio  se  verificaban  las 
funciones. ) 

Obra-Pía. — Por  la  casa  hoy  conocida  por  este  nombre  (es- 
quina a  la  de  Mercaderes),  donde  don  Martín  Calvo  de  Arrieta, 
Gobernador  de  las  compañías  de  caballos,  en  su  testamento, 
abierto  en  1,679,  dejó  impuestos  $102,000,  para  de  sus  réditos  do- 
tar cinco  huérfanas  en  cada  año.  Se  llamó  también  calle  de  la 
Artemisa  y  de  S.  Felipe;  y  la  cuadra  entre  las  calles  de  la  Haba- 
na y  Composteia  se  conocía  por  de  la  Tahona,  por  una  que  ha- 
bía hasta  no  hace  mucho  tiempo,  y  era  una  casa  situada  al  inte- 
rior, teniendo  a  la  calle  una  cerca  de  piedra  con  su  talanquera,  • 
como  la  de  las  fincas  de  campo.  Se  destruyó  hacia  el  año  1,818, 
en  que  se  construyeron  las  casas  números  31  y  32.  En  la  casa 
número  103  vivía,  dirigiendo  una  escuela  en  1,805,  el  laborioso 
historiador  habanero  don  Antonio  Valdés,  y  en  la  número  34,  el 
Obispo  Composteia. 

Callejuela  de  Carpineti. — Porque  conducía  a  la  puerta  de 
este  nombre,  que  había  en  la  muralla,  debido  a  un  italiano  que 
allí  vivía. 

Lamparilla, — Por  una  lamparilla  que  un  devoto  de  las  Ani- 
mas encendía  todas  las  noches  en  su  casa  esquina  a  la  calle  de 
la  Habana.  La  esquina  de  la  calle  del  Aguacate  se  llamó  de  la 
Campana,  por  un  campanario  pintado  de  azul  que  allí  había; 
la  de  la  calle  de  Bernaza  se  llamó  de  la  Perinola,  y  la  cuadra  en- 
tre Villegas  y  Bernaza  se  nombraba  de  las  Cañas  bravas,  por- 


54  José  María  de  La  Tobee 

que  al  costado  de  la  parroquial  del  Cristo  había  unas  cañas  bra- 
vas que  se  cortaron  hacia  el  año  de  1,808. 

De  la  Amargura. — Porque  en  la  cuaresma  salía  todas  las 
tardes  de  la  Tercera  orden  de  S.  Francisco,  una  Pasión  que  iba 
por  esa  calle  hasta  la  iglesia  del  Cristo,  que  era  el  Humilladero. 
Por  la  misma  razón  se  ven  calles  del  mismo  nombre  en  muchas 
poblaciones  cristianas,  como  Guanabacoa,  San  Juan  de  los  Re- 
medios, Veracruz,  Méjico,  Cádiz,  etc.,  a  imitación  de  la  de  Vía- 
Crucis,  de  Jerusalén,  que  se  llamó  de  la  Amargura.  En  la  ca- 
lle había  cruces  para  cada  estación  (el  hermano  tercero  don  Mi- 
guel de  Castro  Palomino  y  Borroto  tenía  particular  devoción  y 
costeaba  la  duodécima  estación  por  los  años  de  1,740,  y  la  ador- 
naba con  una  alfombra,  dos  candeleros  de  plata  y  un  cuadro  de 
Jesús  Crucificado).  Se  llamó  también  de  la  Cruz  Verde,  por  la 
que  existía  en  la  esquina  de  la  de  Mercaderes ;  y  las  cuadras  en- 
tre las  calles  de  Villegas  y  Compostela,  se  llamaron  de  las  Pia- 
dosas Mujeres,  porque  en  la  casa  de  la  esquina  ele  la  calle  del 
Aguacate  vivían  las  beatas  doña  Josefa  y  doña  Petrona  Urrutia, 
que  alumbraban  los  viernes  a  un  hermoso  Custodio  que  tenían; 
y  en  dicha  esquina  había  una  cruz  cuya  estación  correspondía  a 
la  de  las  mujeres  piadosas  que  salieron  al  Señor.  La  cruz  que 
hasta  1,848  se  "veía  en  una  gran  urna  en  la  plazuela  de  San 
Agustín  en  el  punto  donde  se  colocó  una  fuente,  fué  construida 
para  perpetuar  la  muerte  que  hizo  una  ascendiente  de  la  fami- 
lia de  los  Rojas,  de  una  mujer  de  la  cual  tenía  celos,  habiéndo- 
la disparado  primero  con  una  pistola  con  tiro  de  sal,  y  como 
viese  que  la  ofendida  se  burlase  de  ello  diciendo  que  la  había 
hecho  unos  lunares  que  mejoraban  su  hermosura,  la  disparó 
otro  día,  segunda  vez,  con  bala,  al  salir  de  la  misa  de  doce  de  di- 
cha iglesia.  Los  vecinos  de  la  hacienda  Guanamón  (partido  de 
San  Nicolás,  jurisdicción  de  Güines),  enseñan  aun  el  sitio  y  ci- 
miento de  una  casa  de  alto  donde  estuvo  relegada  dicha  señora 
por  este  hecho.  La  esquina  de  la  plazuela  de  San  Francisco, 
casa  hoy  de  la  señora  Marquesa  viuda  de  San  Felipe  y  Santia- 
go, se  llamó  esquina  de  Menéndez,  por  un  señor  de  este  apelli- 
do que  la  fabricó,  y  en  ella  vivieron  y  fallecieron  los  generales 
habaneros  Conde  de  Mopox  y  Jaruco  (6  de  Febrero  de  1,807)  y 
Marqués  de  San  Felipe  y  Santiago  (1,851).  En  la  casa  núme- 
ro 71  vivía  en  1;818  el  entendido  profesor  de  educación  don  Es- 
teban Vidal.     La  casa  esquina  a  la  calle    de    Compostela,    que 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  55 

hoy  pertenece  a  la  señora  de  Villa-Urrutia,  fué  construida  en 
1,769,  por  don  Juan  Pascual,  boticario,  que  siendo  mallorquín, 
dejó  a  dicha  esquina  con  dicho  dictado. 

Del  Teniente-Bey. — No  porque  viviese  algún  teniente-rey 
en  ella,  sino  porque  en  la  esquina  a  la  calle  de  la  Habana  vivía 
el  teniente  de  gobernador  habanero  llamado  don  Félix  del  Bey 
i1),  y  así  se  dijo  calle  del  teniente-Bey,  por  el  apellido  de  dicho 
señor.  Se  llamaba  antes  del  Basurero,  de  Santa  Teresa  y  de 
San  Salvador  de  Horta,  nombre  que  ha  quedado  a  la  cuadra  en- 
tre la  plaza  Vieja  y  San  Francisco,  por  la  capilla  que  había  en 
la  portería  de  San  Francisco,  dedicada  al  Señor  milagroso.  La 
casa  de  postales  que  se  halla  en  la  Plaza  Vieja,  se  conoció  de  Es- 
trada por  haber  sido  construida  por  don  Elias  Estrada  (esposo 
de  doña  Jerónima  del  Toro),  causantes  de  la  distinguida  fami- 
lia de  este  apellido,  pasando  después  a  poder  del  señor  don  Bo- 
nifacio Larrinaga,  en  cuya  familia  pertenece. 

Paso  de  Churruca. — Nombre  dado  recientemente  al  calle- 
jón que  se  halla  entre  San  Francisco  y  la  actual  casa  de  Co- 
rreos, en  memoria  del  célebre  marino  de  este  apellido. 

De  la  Muralla. — Nombre  con  que  se  conocía  ya  en  1,691, 
porque  siendo  la  principal  para  salida  de  la  ciudad  para  el  cam- 
po (como  que  antes  se  llamaba  calle  Beal),  se  abrió  en  ella  en 
1,721  la  puerta  de  la  Beal  Muralla.  En  1,763  se  le  dio  el  nom- 
bre de  Riela  por  el  Gobernador  de  este  nombre  que  vivía  la  casa 
hoy  de  los  comandantes»  de  Marina.  (2)  Los  portales  que  le  co- 
rresponden a  la  Plaza  Vieja  se  llamaron  de  Jaruco,  por  la  casa 
del  Conde  de  Jaruco,  que  hace  esquina  a  la  calle  de  San  Igna- 


(1)  Fué  después  Oidor  de  Méjico  y  de  Guatemala,  e  hijo  de  Mr.  Carlos 
del  Rey,  primero  de  esta  familia  francesa  que  vino  a  la  Isla.  Este  Mr.  Car- 
los fué  el  que  trajo  la  yerba  conocida  por  su  nombre,  yerba  de  don  Carlos,  y 
murió  en  1,711.  Su  hijo  Carlos  (hermano  de  don  Félix),  fué  tan  distingui- 
do médico,  que  fué  llamado  a  la  Corte  por  el  rey  don  Fernando  VI,  y  no  ha- 
biendo tenido  efecto  el  viaje  por  fallecimiento  de  éste,  se  le  mandaron  cos- 
tear de  las  reales  cajas  los  preparativos  que  había  hecho,  don  Tomás,  hijo  de 
éste,  fué  en  clase  de  Auditor  en  la  expedición  de  Gálvez  contra  Panzacola, 
habiendo  cedido  sus  sueldos  y  emolumentos  al  fisco.  Según  la  Guía  de  Fo- 
rasteros en  la  Habana,  publicada  en  1,781,  vivía  don  Félix  en  la  calle  de  los 
Oficios,  número  79. 

(2)  En  la  tarjeta  de  la  casa-ferretería  de  esta  esquina  a  la  de  San  Ig- 
nacio, se  lee  lo  siguiente :  "Calle  de  Riela,  en  memoria  del  Conde  de  este  tí- 
tulo, destinado  por  S.  M.  para  la  restauración  de  esta  ciudad,  año  de  1,763." 
La  puerta  de  la  Muralla  se  llama  también  de  Tierra  en  contraposición  a  las 
de  mar,  pero  también  a  imitación  de  otra  semejante  y  del  mismo  nombre,  en 
Cádiz.     A  mediados  del  siglo  pasado  se  abrió  la  contigua  al  Sur. 


56  José  María  de  la  Torre 

cío.  La  cuadra  entre  la  Plaza  Vieja  y  la  calle  de  los  Oficios  se 
llama  calle  de  la  Cuna,  por  haberse  trasladado  a  ella  en  1,710  la 
Casa-cuna,  según  inscripción  de  la  lápida  que  todavía  existe.  La 
esquina  a  la  calle  del  Aguacate  se  llamó  de  las  Jimaguas,  por 
haber  nacido  y  vivido  en  ella  dos  gemelas;  la  a  la  de  San  Igna- 
cio, Tienda  del  Agua  de  Cebada,  por  expenderse  allí  esta  bebi- 
da, antes  muy  en  uso;  y  la  casa  de  portal  de  la  Plaza  Vieja  es- 
quina a  la  del  Inquisidor  perteneció  al  elegante  historiador  ha- 
banero don  Martín  Félix  de  Arrate.  La  cindadela  de  la  Guar- 
dia, que  se  halla  entre  las  calles  de  Compostela  y  de  la  Habana, 
fué  construida  a  mediados  del  siglo  pasado  por  don  José  de  la 
Guardia,  ascendiente  de  la  distinguida  familia  de  los  Escobares. 
Calle  del  Sol. — Porque  había  pintado  un  sol  en  una  de  las 
esquinas  de  la  calle  del  Aguacate ;  cuya  esquina  se  conoce  aun 
por  esquina  del  Sol.  La  casa  de  alto  situada  en  la  primera  cua- 
dra, acera  izquierda  entrando  por  la  muralla,  fué  de  don  Juan 
Martín  Galiano,  ministro  interventor  de  fortificaciones,  que 
construyó  el  puente  que  ha  dado  nombre  a  la  calzada  de  Galia- 
no ;  y  en  dicha  casa  se  elevó  hacia  el  año  1,796  la  primera  panto- 
mima, mongolfier,  o  sea  globo  aerostático. 

Samaritana. — Por  una  señora  beata  a  quien  llamaban  así  y 
vivía  en  esta  calle.  Se  llamó  antes  de  la  Huerta  del  Campo, 
porque  conduce  a  la  puerta  de  la  Huerta  del  Campo,  en  el  con- 
vento de  Santa  Clara. 

Cerrada  de  Santa  Clara. — Porque  está  cerrada  en  dicho 
convento.  Se  llamó  antes  Cerrada  de  Redes,  porque  a  la  mar- 
gen de  la  bahía  había  siempre  redes  de  pescadores.  Véanse  las 
calles  del  Inquisidor  y  de  los  Oficios. 

De  Luz. — Por  don  José  Cipriano  de  la  Luz,  Regidor  y  co- 
rreo mayor  de  la  Isla,  que  vivía  en  la  conocida  casa  de  los  Lu- 
ces, y  se  señaló  en  el  sitio  de  la  Habana.  Se  llamó  antes  del 
Correo,  porque  en  dicha  casa  estuvo  la  estafeta  de  correos  fun- 
dada por  don  Antonio  de  la  Luz  y  Do-Cabo  (véase  la  calle  de 
San  Pedro).  En  la  casa  número  1  ocurrió  el  trágico  suceso  de 
haberse  suicidado  (1,812),  el  marido  de  la  celebrada  actriz  do- 
ña Mariana  Galino,  después  de  haber  dejado  a  esta  por  muer- 
ta, por  celos  del  actor  Eosales  (fallecido  últimamente.) 

Acosta. — Por  vivir  en  ella  don  Félix  Acosta  y  Biaza,  Re- 
gidor y  depositario  general,  que  se  distinguió  en  el  sitio  de  la 
Habana. 


Lo  que  Fuimos  t  lo  que  Somos.  57 


De  Jesús  María. — Porque  daba  salida  al  barrio  de  Jesús 
María  y  José  (que  es,  como  antes  se  decía,  a  la  calle  e  indicado 
barrio.) 

De  la  Merced  y  de  Paula. — Porque  en  ellas  se  hallan  las 
iglesias  de  estos  nombres.  A  la  de  Paula  se  le  decía  antes  de 
San  Francisco  de  Paula,  por  el  hospital  de  este  nombre  que  tie- 
ne en  su  extremo  oriental.  En  frente  de  este  hospital  está  la 
casa  fabricada  por  el  Juez  de  tierras  don  Antonio  Gelabert  y  la 
cual  pasó  a  ser  del  señor  Conde  de  Jaruco,,  que  en  1,815  la  ven- 
dió al  señor  Marqués  de  Campo  Florido,  su  actual  poseedor. 

Callejón  de  Bayona. — Véase  el  otro  Callejón  de  Bayona, 
de  Norte  a  Sur. 

De  San  Isidro. — Por  la  iglesia  de  este  nombre  que  hay  en 
ella.  Se  llamó  también  de  la  Tenaza,  por  salir  a  la  hoy  cerrada 
puerta  de  este  nombre,  que  aun  se  puede  ver  dentro  del  Arse- 
nal. En  la  misma  calle  está  el  cuartel  de  San  Ambrosio,  que 
hasta  1,840  sirvió  de  hospital  para  la  tropa,  y  en  cuyo  fondo, 
que  cae  a  la  calle  de  Paula,  se  acaba  de  construir  una  hilera  de 
casitas  o  pabellones  para  los  oficiales. 

Nueva  de  San  Isidro. — Por  ser  abierta  con  posterioridad  a 
la  anterior. 

Nueva  y  Sola. — Por  lo  quue  indican  estos  nombres. 

De  los  Desamparados. — Porque  teniendo  por  uno  de  sus  la- 
dos la  plataforma  o  muralla  del  Sur,  y  estando  a  un  extremo  de 
la  ciudad,  era  muy  solitaria;  hasta  1,848,  en  que  se  hizo  sobre 
dicha  plataforma  el  Paseo  de  Roncali.  Casi  todo  su  lado  Norte 
lo  comprendía  la  estancia  de  los  Campechanos. 

Callejón  de  la  Sigua. — Parece  que  por  su  figura  torcida  co- 
mo la  de  las  siguas.  En  la  casa  de  recogidas  estuvo  el  matade- 
ro establecido  desde  1,590  hasta  1,798,  en  que  se  trasladó  al  pun- 
to donde  hoy  se  halla:  destinándose  después  una  parte  del  local 
para  baños  que  se  veían  aun  en  1,818),  otra  para  casa  de  Reco- 
gidas (así  que  vinieron  las  Ursulinas  y  se  posesionaron  del  edi- 
ficio en  que  aquellas  estaban),  y  la  otra  para  mujeres  dementes; 
y  habiendo  empezado  a  deteriorarse  el  departamento  de  éstas, 
fueron  trasladadas  en  1,829  a  una  casa  contigua  a  la  de  la  Be- 
neficencia. En  1,810,  en  la  parte  que  quedó  realenga,  estable- 
ció don  Cándido  Rubio  una  sierra  movida  por  bueyes. 


58  José  Maeía  de  la  Tobre 

Calles  de  Norte  a  Sur. 

Calle  del  Monserrate. — Comprende  la  calle  del  recinto  des- 
de la  Puerta  de  la  Punta  hasta  el  extremo  O.  de  la  calle  de  la 
Muralla,  y  se  llama  del  Monserrate  porque  en  la  plazuela  de  las 
puertas  de  este  nombre  existía  la  hermita  del  Monserrate,  funda- 
da en  1,695,  destruida  en  1,836  y  reedificada  en  extramuros  en 
1,844.  El  terreno  donde  se  edificó  esta  iglesia  era  una  estancia 
y  tejar  de  la  familia  de  los  Sigleres:  una  parte  de  ella  fué  ocu- 
pada por  la  Real  Muralla,  quedando  las  casitas  de  guano  y  mu- 
chas arboledas  que  duraron  hasta  el  siglo  pasado  (1) 

De  Bernaza. — Por  don  José  Bernaza,  que  tenía  en  ella  una 
panadería.  Se  llamó  del  Egido  desde  la  calle  de  la  Lamparilla 
hasta  la  de  la  Muralla,  cuando  no  estaba  fabricada  la  parte  del 
Oeste  hasta  el  recinto.  Y  aun  se  estendía  entonces  hasta  el  ex- 
tremo Sur  de  la  ciudad  con  esta  denominación,  según  se  advier- 
te de  la  numeración  que  empieza  en  la  calle  del  Obispo  y  sigue 
hasta  la  calle  Nueva  y  Sola.  Se  decía  del  Egido,  porque  allí 
solamente  había  alguna  parte  del  egido  de  la  ciudad.  (3)  Desde 
el  Cristo  hasta  la  plaza  del  Monserrate  se  conoció  por  del  Caido, 
por  un  hombre  que  cayó  del  techo  de  una  de  sus  casas.  En 
frente  del  Monserrate  de  las  Ursulinas  estaba  el  patíbulo  u  hor- 
ca, que  hacia  1,810  se  trasladó  a  la  plaza  de  la  Punta,  donde  fué 
destruida  en  1,830,  cuando  se  prohibió  la  horca,  ordenándose  en 
su  lugar  el  garrote.  (3) 

De  Curazao. — Porque  así  llamaba  a  esta  barriada  la  gente 
de  Color,  y  también  Yucatán  y  aun  Campeche,  que  también  de- 
cían a  la  barriada  de  la  Merced. 

De  la  Picota. — Porque  en  ella  (esquina  a  la  de  Jesús  Ma- 
ría), estaba  la  picota  o  palo  donde  se  azotaba  a  los  reos;  y  luego 
la  pasaron  a  la  Plaza  Vieja,  donde  estuvo  hasta  1,836.  Se  co- 
noció también  por  de  la  Sabana,  porque  se  llamaba  Sabana  de  la 
Tenaza  la  plazuela  que  había  por  donde  está  la  casa  de  Recogi- 
das.    Detrás  de  Belén,  que  era  el  lugar  conocido  por  el  quema- 


(1)  Véase  el  capítulo  anterior. 

(2)  Véase   el  capítulo   anterior. 

i  3 )  En  esta  época  el  viejo  Vicario,  encargado  de  pedir  limosnas  para 
los  ajusticiados,  llevaba  dos  campanillas  ;  y  las  viejas  tomaban  éstas,  las  lle- 
naban de  agua,  dándola  a  beber  a  los  niños  que  no  tenían  dientes  o  que  eran 
tardíos  en  hablar,  suponiendo  que  con  beber  el  agua  en  dichas  campanillas 
les  salían  pronto  los  dientes  o  rompían  en  hablar. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  59 

dero,  estuvo  el  rancho  de  los  isleños,  cuyos  terrenos  se  vendían 
en  1,742,  en  que  se  demolió,  a  4  y  6  reales  vara,  y  las  ventas  se 
hacían  con  dificultad,  recibiendo  en  parte  de  pago  muebles  de 
uso  y  otros  efectos  rezagados. 

Callejón  de  Bayona. — Porque  era  una  estancia  pertene- 
ciente a  don  José  Bayona  y  Chacón,  que  la  donó  al  convento  de 
Santo  Domingo  de  la  Habana.  (*) 

Nueva  del  Cristo. — Por  ser  abierta  después  de  otras  que 
conducían  al  Cristo.     Antes  se  llamó  Sola. 

De  Villegas. — Por  D.  Mundo  (Raimundo)  Villegas,  que  vi- 
vió en  ella.  Se  conoció  también  por  de  la  Condesa  de  Bayona; 
y  a  la  esquina  de  la  calle  de  la  Obra-pía  se  decía  El  hoyo  de  la 
Artemisa,  por  un  grande  hoyo  que  había  en  ella,  tal  vez  con  al 
guna  mata  de  artemisa. 

Del  Aguacate. — Por  un  frondoso  aguacate  que  había  en  Be- 
lén, donde  cierra  la  calle.  Fué  cortado  dicho  aguacate  en  1,837. 
(2)  Hasta  ahora  40  años  se  decía  casi  siempre  Calle  del  Aguaca- 
te de  Belén. 

De  Compostela. — Por  el  Obispo  don  Diego  Evelino  de  Com- 
postela,  que  construyó  y  vivió  la  casa  número  155  (hoy  de  los 
herederos  del  señor  don  Ignacio  Calvo),  y  además  construyó  to- 
das las  iglesias  que  se  hallan  en  esta  calle,  hallándose  enterrado 
en  una  urna  que  se  ve  en  el  monasterio  de  Santa  Teresa.  Te- 
nía una  especie  de  quinta  en  San  Isidro  y  en  Belén.  El  sitio 
donde  está  hoy  el  cuartfel  de  Artillería  se  llamaba  el  Palenque, 
nombre  con  que  aun  se  conoce  el  edificio ;  porque  era  la  residen- 
cia de  los  negros  criollos  pertenecientes  al  rey  (que  a  fines  del  si- 
glo pasado  les  mandó  dar  la  libertad.)  La  calle  se  llamaba  an- 
tes de  San  Diego,  por  la  hermita  de  San  Diego  (después  conven- 
to de  Belén  y  hoy  colegio  de  jesuítas),  situada  en  ella.  La  esqui- 
na de  la  calle  de  Jesús  María  se  conoce  aun  por  de  la  Culebra, 
por  una  culebra  que  hay  pintada  en  ella,  y  la  esquina  de  la  calle 
de  la  Merced  se  conoce  aun  por  del  Zapato.  Las  casas  frente  a 
Belén,  números  71  y  73,  fueron  de  D.  José  Olano,  que  vivía  hace 


(1)  Dejóles  también  el  título  de  Conde  de  Casa  Bayona  y  de  Justicia 
mayor  de  Santa  María  del  Rosario  ;  pero  el  convento  cedió  dichos  títulos  a 
don  José  María  Chacón,  pariente  del  fundador  y  abuelo  del  actual.  A  fines 
del  siglo  pasado  dicha  estancia,  que  ya  se  titulaba  Plaza  de  Bayona,  fué  fa- 
bricada por  don  Antonio  Abad  Valdés  Navarrete,  el  cual  era  también  pro- 
pietario de  la  hermosa  casa  frente  a  la  Catedral. 

(2)  Hemos  visto  un  atril  hecho  con  la  madera  de  este  árbol. 


60  José  Maeía  de  la  Toere 

más  de  siglo  y  medio,  y  la  entre  ambas,  que  hoy  pertenece  al  se- 
ñor Santovenia,  era  la  huerta  del  señor  Olano.  La  casa  esqui- 
na a  de  la  Amargura  se  llamó  del  Mallorquín,  porque  la  casa 
hoy  de  la  señora  de  Villaurrutia,  fué  construida  por  don  Juan 
Pascual,  conocido  por  el  Mallorquín,  que  en  la  esquina  tenía  una 
botica. 

Del  Ataúd. — Por  la  figura  de  las  dos  medias  manzanas  que 
la  componen.  Las  esquinas  a  las  calles  de  Chacón  y  Com- 
postela,  se  conocen  por  las  cinco  esquinas  del  Ángel.  En  esta 
callejuela,  casa  número  2,  ocurrió  el  lamentable  parricidio  del 
pardo  Marcos  Escobar,  año  de  1,840.  Antes  se  llamó  calle  del 
Cayo,  porque  la  manzana  del  Oeste,  que  era  muy  reducida,  se 
conoció  por  el  Cayo. 

De  la  Habana. — Por  el  nombre  de  la  ciudad.  Una  bodega 
esquina  a  la  calle  de  la  Merced  se  llamó  esquina  del  agua  de  Ba- 
yo, porque  se  vendía  allí  una  bebida  sacada  del  maíz  de  que  se 
hacen  los  bollos  de  mina,  y  era  bebida  muy  usada.  La  esquina 
a  la  calle  del  Empedrado  se  llamó  del  Farolito  porque  en  una 
tabaquería  que  en  ella  había,  se  encendía  el  único  farol  de  todo 
el  barrio  hasta  fines  del  siglo  pasado.  En  la  muralla  .del  Sur, 
haciendo  frente  a  esta  calle  estaba  la  muy  conocida  garita  de 
San  José,  destruida  en  1,848  con  motivo  de  la  construcción  del 
paseo  de  Roncali.  En  la  casa  número  22  se  puso  de  cuerpo  pre- 
sente, en  1,826,  el  cadáver  del  general  habanero  don  Carlos  de 
Urrutia,  capitán  general  que  fué  de  Santo  Domingo  y  de  Gua- 
temala, y  fallecido  en  Guanabacoa. 

De  Aguiar. — Por  don  Luis  José  de  Aguiar,  Regidor  fiel  eje- 
cutor, que  se  distinguió  en  el  sitio  de  la  Habana,  y  vivía  en  di- 
cha calle  (casa  esquina  a  la  del  Tejadillo.)  La  cuadra  entre  la 
de  la  Muralla  y  Teniente-Rey,  se  llamó  de  la  Carnicería,  porque 
hasta  1,812  estuvo  en  ella  la  carnicería  del  rey  (segunda  casa  a 
la  derecha  entrando  por  la  calle  del  Teniente-Rey.)  La  esqui- 
na a  la  de  la  Amargura  se  llamó  de  los  Terceros,  por  la  capilla 
de  la  tercera  orden  de  San  Agustín,  y  la  esquina  a  la  calle  de 
O'Reilly  se  llamó  del  Ante-Cristo.  Ignoramos  el  origen  del 
nombre  Contias  que  algunas  escrituras  dan  también  a  esta  calle. 

De  Cuba. — Por  el  nombre  de  la  Isla.  Antes  se  llamó  de  la 
Campana  y  también  de  la  Fundición.  En  la  casa  de  los  seño- 
res Acostas  (esquina  a  la  de  Chacón),  puede  verse  la  escalera 
de  mármol  construida  al  aire  en  1,828,  por  uno  de  sus  actuales 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  tíl 

dueños,  obra  de  mucho  mérito.  La  casa  hoy  palacio  de  la  Au- 
diencia fué  construida  por  don  Mateo  Pedroso,  y  la  conocida 
hoy  por  del  señor  O'Gavan  la  fabricó  y  vivió  don  Pedro  Ber- 
trán'de  Santa  Cruz.  (1) 

De  San  Ignacio. — Por  la  iglesia  y  colegio  de  San  Ignacio  de 
Loyola  (Jesuitas),  hoy  seminario  y  catedral  que  están  en  ella. 
Antes  se  llamaba  de  la  Ciénaga,  por  la  ciénaga  que  había  entre 
el  cuartel  de  San  Telmo  y  la  Catedral;  hallándose  en  la  plazue- 
la de  esta  (que  se  llamaba  de  la  Ciénaga),  el  callejón  del  Cho-' 
rro,  donde  se  conserva  la  lápida  debajo  de  la  cual  había  un  bo- 
querón por  el  cual  desaguaba  la  Zanja  Real  (véase  el  adjunto 
plano.)  El  callejón  al  costado  de  Paula  se  llamó  de  las  calave- 
ras de  Paula,  por  haber  estado  allí  el  Osario  de  dicho  hospital. 
La  casa  de  portales  esquina  a  la  del  Teniente  Rey  se  llamó  de  las 
beatas  Cárdenas,  por  las  piadosas  señoras  de  este  apellido,  due- 
ñas. Fué  después  local  de  la  Sociedad  Filarmónica  desde  1,824 
hasta  1,847  que  terminó  dicha  Sociedad.  Los  portales  que  hay 
en  la  Plaza  Vieja  se  conocen  por  del  Rosario,  porque  en  la  casa 
número  80,  que  era  de  doña  Luisa  Peñalver,  Marquesa  de  Casa 
Calvo ;  existía  un  altar  exterior  de  Nuestra  Señora  del  Rosario, 
donde  se  paraban  los  Rosarios  que  salían  de  San  Francisco  y 
otras  iglesias  por  la  noche,  y  cantaban  allí  a  la  Virgen.  La  pla- 
za Vieja  tomó  este  nombre  desde  que  se  formó  la  del  Cristo  (que 
por  mucho  tiempo  llevó  el  título  de  Nueva),  pues  antes  se  llamó 
Nueva,  con  relación  a  la  de  San  Francisco,  que  fué  la  primera 
de  mercado.  La  casa  esquina  a  la  calle  de  Chacón,  perteneció  a 
los  condes  de  Bayona,  y  en  ella  vivió  algún  tiempo  el  general 
Conde  de  Jaruco.  La  de  la  puerta  inmediata  pertenecía  a  don 
Pedro  Bertrán  de  Santa  Cruz. 

De  los  Mercaderes. — Por  ser  sus  habitantes,  la  mayor  parte, 
mercaderes.  (2)     En  la  esquina  de  la  Plaza  Vieja  existe  aun  el 


(1)  Tuvo  una  hija  nombrada  doña  María;  y  se  encuentra  que  habiendo 
otra  doña  María  Santa  Cruz,  se  distinguió  a  aquella  con  el  sobrenombre  de 
"la  Canoa",  originado  de  la  siguiente  aventura.  No  hallándose  construida  la 
muralla  que  en  el  día  se  vé  frente  a  dicha  casa,  los  pescadores  que  atracaban 
sus  botes  por  la  costa,  salían  a  sus  quehaceres  en  la  ciudad,  y  dicha  doña 
María,  que  solo  contaba  unos  nueve  años  de  edad,  habiendo  soltado  y  metído- 
se  en  uno  de  esos  botes,  cuyo  dueño  estaba  ausente,  se  fué  dicho  bote  al  ga- 
rete con  ella  hasta  la  boca  del  Morro,  donde  notado  por  el  vigía  la  edad,  ade- 
manes, etc.,  de  la  niña,  avisó  para  que  la  recogieran  por  medio  de  otro  bote 
que  salió  al  efecto. 

(2)  En  1,761  escribía  Arrate  lo  siguiente:  "Algunas  de  las  calles  de  la 
Habana  no  tiene  nombres  ;  pero  entre  todas,  las  más  nombradas     es     la     de 


62  José  María  de  la  Torre 

café  fundado  por  Mr.  Tavern  y  conocido  por  Café  de  Tavema. 
La  cuadra  entre  Santo  Domingo  y  la  Pescadería  se  llamó  de  la 
Tesorería,  porque  en  la  casa  de  los  señores  Marqueses  de  Arcos 
(donde  hoy  está  el  Liceo),  estaba  la  Tesorería  cuando  era  teso- 
rero el  Marqués  de  Arcos,  don  Ignacio  Peñalver  y  Cárdenas.  (x) 
los  portales  de  la  Plaza  Vieja,  que  corresponden  a  esta  calle,  se 
llaman  de  Alfaro  por  don  Francisco  Alfaro,  que  vivía  la  que  ya- 
ce esquina  a  la  cuadra  de  la  Cuna.  La  casa  hoy  de  la  señora 
Condesa  ele  Lagunillas,  perteneció  al  conde  de  Jaruco,  don  Joa- 
quín Santa  Cruz. 

Be  las  Damas. — Por  llamar  la  atención  las  muchas  jóvenes 
que  se  veían  en  ella.  Se  llamó  antes  del  Dormitorio,  por  estar 
cerrada  en  el  dormitorio  del  convento  de  Santa  Clara. 

Del  Inquisidor. — Por  don  Antón  Claudio  de  la  Luz,  comi- 
sario segundo  de  la  Inquisición,  que  vivió  en  la  casa  conocida 
por  de  doña  Concepción  García.  Se  llamó  antes  de  Redes  sin 
salida,  porque  principiaba  en  la  plaza  y  cerraba  en  Santa  Cla- 
ra. La  casa  hoy  es  de  los  herederos  de  la  señora  doña  Francis- 
ca Aloy ;  era  del  Oidor  don  Bernardo  Urrutia  y  Matos,  padre  del 
historiador  don  Ignacio,  del  general  don  Carlos,  y  Oidor  don 
Manuel,  que  nacieron  en  ella.  La  cuadra  entre  Acosta  y  Jesús 
María  se  conoció  por  de  Eligió,  por  don  Francisco  Eligió,  que  en 
1,770  vivía  la  casa  frente  a  la  del  señor  Marqués  de  Arcos,  y  que 
corre  hasta  la  de  Oficios,  en  donde  tiene  la  puerta  principal  con 
el  número  35. 

De  Tacón. — Por  el  Capitán  General  don  Miguel  Tacón,  que 
mandó  la  Isla  de  1,834  a  1,838. 

En  el  extremo  Norte  tiene  el  Boquete  de  las  Pimientas  que 
hoy  sirve  para  introducción  del  pescado,  y  en  donde  se  constru- 
yó (antes  de  haber  muralla),  un  buque  llamado  La  Purísima 
Concepción.     Llamóle  este  sitio  de  las  Pimientas,  por  haber  vi- 


Mercaderes,  que  sale  de  una  de  las  esquinas  de  la  Plaza  nueva  para  la  parte 
del  Norte,  y  termina  en  la  de  la  Parroquial  mayor,  siendo  su  extensión  de 
cuatro  cuadras,  y  por  una  y  otra  acera  están  repartidas  las  tiendas  de  mer- 
caderías, en  que  se  halla  lo  más  precioso  de  los  tegidos  de  lana,  lino,  seda, 
plata  y  oro  y  otras  brujerías  y  cosas  del  común  uso ;  las  que  atraen  mucho 
concurso  a  este  paraje,  en  que  siendo  lo  que  se  vende  por  número,  peso  y  me- 
dida, lo  que  se  gasta  es  sin  número  de  pesos  ni  medida,  porque  no  hay  cuen- 
ta ni  regla  en  la  delicadeza  y  esplendor  de  los  vestuarios." 

(1)  Robado  en  1,804  este  señor  en  cantidad  de  151,000  pesos  por  la 
misma  guardia  que  custodiaba  el  Real  Tesoro,  repuso  de  su  bolsillo  dicha 
cantidad  robada. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  6.'í 

vido  la  casa  de  enfrente  (que  hace  esquina  y  que  hoy  pertenece 
al  señor  Sebastián  Peñalver),  unas  señoras  de  ese  apellido,  (x) 

De  los  Oficios. — Porque  desde  la  plaza  de  San  Francisco' 
hasta  la  de  Armas,  estaba  llena  de  menestrales.  En  1,584,  en 
que  la  Habana  solo  contaba  cuatro  calles,  ésta  era  la  principal  de 
ella.  Se  llamó  antes  de  la  Concepción.  La  casa  de  portal  plaza 
de  San  Francisco  frente  a  la  bahía  conocida  hoy  por  de  Armona 
(y  que  es  la  fonda  del  León  de  Oro),  fué  la  casa  consistorial;  y 
en  ella  se  vé  aun  el  primer  escudo  de  la  ciudad.  Compráronse 
para  labrar  dichas  casas  las  que  fueron  de  Juan  Bautista  de  Ro- 
jas, el  año  de  1,588,  siendo  Gobernador  Gabriel  de  Lujan,  y  cos- 
taron 40,638  reales,  como  se  evidencia  de  una  real  cédula  en  que 
S.  M.  aprobó  la  compra;  pero  no  se  acabaron  de  fabricar  hasta 
el  de  1,633,  que  era  Gobernador  don  Juan  Bitrán  de  Viamonte, 
como  consta  de  una  inscripción  que  permanece  en  su  puerta  in- 
terior, y  desde  aquel  tiempo  hasta  el  de  1,718,  sirvieron  de  habi- 
tación a  sus  sucesores,  reservando  siempre  la  sala  principal  para 
celebrar  los  cabildos  ordinarios  y  extraordinarios,  como  se  prac- 
tica también  ahora,  porque  asisten  en  ella  los  tenientes  de  rey  en 
virtud  de  real  orden  con  que  se  confirmó  la  gracia  hecha  por 
acuerdo  de  este  cabildo  al  Coronel  don  Gaspar  Porcel.  Su  fá- 
brica es  de  dos  altos  y  aunque  no  de  la  capacidad  y  buena  arqui- 
tectura que  corresponde  a  una  ciudad  tan  ilustre  y  populosa,  es 
cierto  que  habiéndolas  reparado  el  año  de  1,745,  por  la  ruina  que 
padecieron  en  el  fatal  estrago  del  navio  de  S.  M.  nombrado  El 
Invencible,  acaecido  el  día  30  de  junio  de  1,741,  por  el  accidente 
de  una  centella  que  calló  en  él  y  calando  el  incendio  hasta  la 
Santa  Bárbara,  hizo  volar  sus  aparejos,  arboladura  y  obras 
muertas,  extremeciendo  al  reventar  el  casco  toda  esta  población, 
ha  quedado  lucido  y  vistoso  su  frontispicio  con  los  dos  órdenes  de 


( 1 )  El  presbítero  don  José  Díaz  Pimienta  en  su  testamento  otorgado 
en  1,736,  dejó  esta  casa  a  sus  hermanas;  y  doña  Rosa,  última  que  quedó  de 
ellas,  la  vendió  en  3,774  en  cantidad  10,742  pesos  cuatro  reales,  a  don  Martín 
Aróstegui  y  a  su  esposa  doña  Tomasa  Bassave.  Esta  última  la  vendió  al  se- 
ñor Obispo  Hechevarría,  que  la  vivió  y  vendió  al  señor  Obispo  Peñalver,  cau- 
sante de  los  actuales  poseedores.  Según  la  tasación  de  1,747,  la  vara  de  sue- 
lo valía  allí  46  reales.  Dicha  casa  lindaba  por  el  lado  de  la  playa  del  Boquete 
(que  era  entonces  su  frente)  con  don  Antonio  Gelabert,  juez  de  letras;  y  por 
el  lado  de  enfrente  de  la  fuerza,  con  el  Capitán  don  Lucas  Gómez.  En  1,770 
se  llama  ese  punto  Boquete  de  la  Pescadería  antigua;  lo  que  hace  creer  que 
de  allí  se  pasó  a  otra  parte  la  pescadería  que  se  ve  en  el  mismo  punto  desde 
hace  muchos  años;  siendo  la  actual  construida  en  1,836.  En  1,747  se  esta- 
bleció en  esta  calle  la  Carnicería  de   los  militares. 


64  José  María  de  la  Torre 

arcos  de  piedra  que  se  le  formaron  a  todo  su  portal,  y  sirven  de 
adorno  y  seguridad  a  las  casas.  Las  que  se  compraron  para  cár- 
cel el  año  de  1,661,  eran  del  convento  de  Predicadores,  que  hizo 
venta  de  ellas  a  los  comisarios  de  la  ciudad,  Alférez  mayor  don 
Nicolás  Castellón,  y  tesorero  de  la  Santa  Cruzada,  don  Antonio 
de  Alarcón  y  Céspedes,  regidor.  (x)  En  la  casa  número  44  vi- 
vió la  señora  doña  Manuela  de  Arango,  fundadora  de  los  vínculos 
de  Meireles  y  de  Aguiar.  En  la  del  número  57  vivió  el  Conde 
de  Casa  Montalvo  y  estuvo  después  el  conocido  café  de  Copas. 
Según  se  deduce  de  algunos  documentos,  esta  calle  después  se 
llamó  también  de  Eedes. 

Del  Baratillo. — Porque  en  ella  estuvieron  los  primeros  pues- 
tos de  ventas  menudas,  a  que  se  dio  el  nombre  de  Baratillo.  Las 
casas  de  la  manzana  comprendidas  entre  esta  calle  de  la  Obrapía, 
Bahía  y  Callejón  de  Carpineti.  fueron :  la  de  enfrente  de  la 
Aduana  (antes  llamada  contaduría),  de  don  Melchor  de  la  To- 
rre, y  la  del  fondo  de  ellas,  de  doña  Isabel  Pedroso,  tía  de  aquél 
y  la  cual  hubo  del  Regidor  don  Blas,  su  padre.  Fué  vendida  la 
primera  en  1,738,  en  precio  de  $15,000  y  a  razón  de  58  reales  va- 
ra de  terreno.  La  de  enfrente,  esquina  también  a  la  puerta  de 
la  Aduana,  fué  comenzada  a  fabricar  para  Casa  Consistorial,  o 
sea  del  Ayuntamiento,  en  1,596,  por  el  Gobernador  Maldonado, 
y  sin  concluir  fué  vendida  al  Capitán  don  Pablo  Pedroso.  En 
1,820,  en  que  se  reconstruyó  esta  casa,  la  lápida  que  tenía  en  la 
puerta  y  declaraba  haberse  fabricado  para  Casa  de  cabildo,  fué 
dividida  en  dos  partes,  que  sirvieron  de  cabezotes  para  la  cons- 
trucción de  una  de  sus  paredes.  Desde  la  Aduana  a  la  Plaza  de 
Armas  se  tituló  también  esta  calle  de  Villa-alta,  por  el  Marqués 
de  este  título  que  vivía  en  la  casa  donde  está  el  escritorio  de  los 
señores  Drake  y  Compañía. 

San  Pedro. — Nombre  dado  por  los  marinos,  por  la  devoción 
que  en  general  han  tenido  a  dicho  Santo  Apóstol.  Se  decía  an- 
tes San  Pedro  del  Molinillo,  porque  conducía  al  Molino  de  taba- 
cos que  había  en  la  esquina  a  la  calle  de  Luz.  (2)  Se  llamaba 
también  esta  calle  de  Villa-alta  (en  1,770),  porque  en  ella  caía  el 


(1)  Arrate,   página   84. 

(2)  Este  molino,  el  primero  sin  duda  de  su  clase  en  la  Isla,  construido 
por  un  tal  Alemán,  recibía  el  agua  por  impulso  de  sus  ruedas,  de  'la  Zanja 
Real,  por  medio  de  cañería  formada  de  tubos  de  caoba  con  uniones  de  cobre, 
y  cubierta  de  cantería,  de  que  recientemente  se  han  hallado  fragmentos  en  !a 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  65 


fondo  de  la  casa  del  señor  Marqués  de  Villa-alta  (casa  donde  hoy 
tienen  el  escritorio  los  señores  Drake  y  Compañía).  En  dicha 
calle  se  halla  un  real  carenero,  cuya  primera  Machina,  o  sea  el 
palo  destinado  a  levantar  hoy  buques  para  su  carena,  fué  esta- 
blecido en  1,740,  por  don  Lorenzo  Montalvo  (la  penúltima  ma- 
china que  hubo,  fué  pasmosamente  derribada  por  el  huracán  de 
1,846,  haciéndola  caer  por  el  complemento  de  los  70  grados  que 
tenía  de  inclinación,  y  a  pesar  de  la  poquísima  resistencia  que 
oponía  al  viento,  como  que  su  diámetro  solo  era  de  uno  y  medio 
pies.)  La  actual  ha  sido  concluida  en  1,854.  Al  N.  de  esta  ca- 
lle se  halla  el  magnífico  muelle,  al  cual  se  suelen  dar  aun  los  nom- 
bres que  tenía  cuando  no  estaba  tan  extendido,  a  saber:  Muelle 
de  Caballería  (antes  se  decía  de  las  caballerías),  a  su  extremo 
Norte,  porque  donde  estaba  hasta  el  presente  año  la  Capitanía 
del  Puerto,  se  hallaba  el  cuartel  de  caballerías,  que  después  se  ti- 
tuló de  Dragones.)  Muelle  de  Carpineti,  por  el  frente  del  Ca- 
llejón y  puerta  de  este  nombre,  donde  estaba  el  antiguo  muelle 
de  Carpineti,  y  Muelle  de  San  Francisco,  por  el  frente  de  la  pla- 
za de  este  nombre.  De  1,828  al  presente  se  ha  derribado  la  mi- 
tad de  la  muralla  que  formaba  esta  calle. 

EXTRAMUROS. 

Calles  de  Este  a  Oeste. 

Calle  de  la  Cchorrera. — Porque  conduce  a  la  Chorrera.  La 
Caleta  donde  empieza  esta  calle,  fué  célebre  en  los  primeros  tiem- 
pos y  dio  nombre  a  la  fruta  impropiamente  llamada  uva  de  la 
caleta;  pues  por  la  abundancia  que  hasta  el  año  1,825  hubo  de 
ellas  en  este  sitio,  se  le  llamó  uva  caleta.  El  torreón  de  vigía 
que  se  ve  junto  a  ella  fué  construido  en  1,546,  para  poner  dicha 
caleta  al  abrigo  de  piratas,  haciendo  guardia  en  él,  de  noche,  los 
vecinos.  En  el  monte  de  la  Gata,  donde  se  hallan  las  canteras, 
existió  intacta  hasta  el  año  1,816  o  20,  la  célebre  cueva  del  indio 
Taganana,  que  ya  se  ha  destruido.  El  monte  llamado  el  Veda- 
do, se  nombró  así  por  hallarse  prohibido  utilizarlo.     Se   conoció 


calle  de  Luz  y  Campo  de  Marte.  Compró  dicho  molino  en  1,720,  don  Anto- 
nio de  la  Luz  y  Do-Cabo,  portugués,  de  origen  francés,  primero  que  vino  a 
esta  Isla  y  el  mismo  que  construyó  el  muelle  de  Luz  para  desembarcar  los 
productos  de  un  ingenio  que  tenía  por  Marimelena,  llamado  Barrelro,  cuyo 
tejar. aun  se  conserva. 


66  José  María  de  la  Toree 

también  con  el  nombre  de  Barasoain,  a  semejanza  de  una  quinta 
de  ese  nombre  que  había  en  la  Península.  Perteneció  a  un  ca- 
nario llamado  Valiente,  el  cual  vendía  ornamentas  y  casullas. 
Cinco  caballerías  y  media  de  dicho  productivo  monte  fueron  en- 
tregados a  la  familia  de  los  Sigleres,  según  se  ha  indicado  en  el 
capítulo  cuarto. 

Calzada  de  San  Lázaro. — Porque  conducía  al  hospital  de  es- 
te nombre,  establecido  en  1,746  donde  hoy  está.  Nadie  conoce 
aun  a  esta  calzada,  hoy  calle,  por  el  nombre  oficial  de  Calle  An- 
cha del  Norte,  que  se  vé  en  un  tarjetón  a  su  entrada,  por  la  Pun- 
ta. En  el  solar  de  la  hoy  casa  del  señor  Larrazábal,  había  cons- 
truido un  tal  Michell,  unos  subterráneos  para  ocultar  en  ellos 
contrabandos,  y  en  1,823,  un  geno  vés  estableció  en  esos  mismos 
subterráneos  una  máquina  con  la  que  quitaba  la  vida  al  que  ha- 
cía entrar  en  su  casa,  y  hacía  de  ellos  chorizos.  Empezóse  a  po- 
blar esta  calle  hacia  el  año  de  1,815,  sufriendo  mucho  sus  casas 
en  los  temporales  de  1,844  y  46 ;  y  al  tercer  día  después  del  tem- 
poral de  7  de  Agosto  de  1,856,  una  avenida  jamás  ocurrida  del 
mar,  llegó  hasta  la  calle  del  Trocadero,  ahogándose  una  niña  de 
ocho  años,  y  el  27  de  Diciembre,  del  mismo  año,  hubo  otra  aveni- 
da, llegando  el  agua  hasta  la  calle  de  los  Genios. 

Calle  de  la  Cárcel. — Por  el  edificio  de  la  Cárcel,  cuyo  costa- 
do cae  a  ella. 

De  los  Genios. — Por  la  antigua  fuente  así  llamada,  destrui- 
da en  1,837,  y  cuyos  leones  se  ven  en  la  construida  frente  a  la 
Cárcel. 

Refugio  o  de  la  Merced. — El  primer  nombre,  porque  pasan- 
do por  ella  el  Capitán  General  Ricafort,  se  levantó  una  tempes- 
tad que  le  obligó  a  refugiarse  en  casa  de  una  señora  viuda  de  un 
tal  Méndez,  a  la  cual  hizo  varias  visitas  dicho  señor  General, 
agradecido  de  la  buena  acogida  que  dicha  señora  le  hizo  en  aque- 
lla ocasión,  y  mandó  que  a  dicha  calle  se  le  impusiese  el  nombre 
de  Refugio.  El  segundo  nombre  fué  dado  al  capricho,  siendo 
sensible  ver  repetido  este  nombre  en  seis  calles  de  la  Habana  y 
sus  extramuros,  pues  esto  causa  gran  confusión. 

Vidrios,  Lagunas,  Seca  o  de  las  Canteras. — El  primer  nom- 
bre, por  la  abundancia  de  vidrios  que  había  en  los  basureros  que 
hasta  hace  poco  se  veían  en  ella;  el  segundo,  por  atravesar  una 
de  las  tres  lagunas  que  por  allí  había  y  la  cual  fué  la  primera  en 
segarse,  desaguándola;  el  último,  porque  era  el  camino  de  las  an- 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  67 

tiguas  canteras,  que  primero  fueron  del  Estado  y  después  de  ser- 
vicio particular,  habiendo  constancia  de  que  se  beneficiaban  des- 
de antes  de  1,786.  Así  es  que  se  formó  una  gran  hondonada  co- 
nocida por  el  hoyo  de  las  canteras,  y  más  tarde  el  del  Inglés,  por 
el  americano  Mr.  Nickel,  que  vivía  en  ella,  (*)  con  una  laguna 
donde  hasta  1,836  hemos  visto  bañarse  los  muchachos  y  navegar 
una  lancha  o  bote.  Esta  calle  se  llamó  antes  de  San  Francisco 
Javier,  y  se  conoce  también  por  del  Baluarte,  por  verse  desde 
ella  el  del  Ángel,  en  la  muralla  del  recinto. 

Del  T  rocadero. —Por  haberse  recibido  la  noticia  de  la  toma 
del  Trocadero  de  Cádiz  (1,823),  cuando  se  trató  de  dar  nombre 
a  esta  calle,  a  que  antes  se  decía  del  León  de  Oro. 

De  las  Lagunas. — Por  tres  lagunas  que  había  en  ella  y  fue- 
ron segadas,  la  última  en  1,838.  (Véase  el  plano  adjunto.)  Se 
llamó  antes  calle  de  la  Anfitrite,  y  también  de  los  Combatientes. 

De  Bemol  o  de  los  Perros. — El  primer  nombre,  por  un  fran- 
cés de  Santo  Domingo,  de  apellido  Bernard  (corrompido  des- 
pués en  Bernal),  que  vivió  en  ella;  el  segundo,  por  la  abundan- 
cia de  perros  que  en  la  misma  se  veían  siempre. 

De  las  Animas. — Por  lo  solitario  y  desamparado  que  era ;  se 
llamó  antes  de  la  Reunión  y  también  de  las  Canteras. 

De  las  Virtudes  y  de  la  Concordia. — Por  las  logias  masóni- 
cas de  estos  nombres  que  había  en  ellas.  Las  logias  de  las  Vir- 
tudes teologales  se  celebraba  en  la  casa  esquina  a  la  de  la  Indus- 
tria, que  entonces  era  la  única  por  aquel  sitio.  La  calle  de  las 
Virtudes  se  llamó  del  Sacramento  o  del  Sentimiento,  y  también 
de  la  Cuereria,  por  la  tenería  de  don  Francisco  Cairo,  a  que 
conducía.     La  de  la  Concordia  se  llamó  antes  del  Dios  Momo. 

De  Neptuno. — Porque  salía  a  la  fuente  de  Neptuno,  que  se 
hallaba  en  la  Alameda  de  Isabel  II.  Se  llamó  antes  la  Placen- 
tera y  también  de  San  Antonio. 

De  San  Miguel. — Por  don  Miguel  de  Castro  Palomino,  cuya 
estancia  atravesaba.     Es  una  de  las  primeras  pobladas  de  la  ba- 


(1)  Este  americano  se  ejercitaba  en  hacer  atahúdes  por  sus  correligio- 
narios protestantes,  y  su  casa,  que  era  de  madera,  estaba  debajo,  precisa- 
mente, de  la  demarcada  con  el  número  57  de  la  calle  de  Neptuno  (pertene- 
ciente al  señor  don  Rafael  Arango  y  Zaldívar. )  El  resto  de  la  hondonada  y 
laguna  (véase  el  mapa)  ha  desaparecido  bajo  los  edificios  que  sobre  él  se 
han  construido,  siendo  ésta  la  razón  porque  algunas  casas,  como  la  del  señor- 
don  Antonio  Bachiller,  en  la  calle  de  San  Miguel  (donde  principiaba  la  hon- 
donada), son  bajas  por  exterior  y  altas  en  el  interior. 


68  José  María  de  la  Tobbe 

rriada,  y  la  principal  en  la  misma  hasta  1,834,  en  que  se  abrió  la 
de  San  Rafael,  desde  la  calle  de  la  Amistad  hasta  la  Alameda.  Se 
conoce  por  de  Santa  Bárbara,  el  espacio  entre  la  calle  de  la 
Amistad  y  de  la  Industria,  donde  se  hallaba  la  escuela  práctica 
de  Artillería,  con  una  batería  que  tenía  su  blanco  en  la  calle  lla- 
mada del  Blanco,  casi  en  la  misma  calzada  de  San  Lázaro.  (Véa- 
se el  plano  número  1.)  La  escuela  se  trasladó  en  1,824,  y  antes 
estuvo  en  la  Cortina  del  Ángel.  Es  muy  antigua  y  conocida  la 
panadería  de  la  Rosa,  que  está  en  la  esquina  de  la  calle  del  Cam- 
panario Viejo. 

De  San  Rafael. — Nombre  arbitrario  dado  por  uno  de  los  co- 
misionados para  la  delincación.  Se  llamó  antes  de  los  Amigos 
y  del  Monserrate,  porque  conducía  a  la  puerta  de  este  nombre,  y 
del  Presidio,  porque  en  el  sitio  donde  hoy  se  halla  el  Teatro  de 
Tacón  había  una  corrección  a  cargo  de  un  tal  don  Juan  Naran- 
jo, la  cual  estaba  antes  en  el  punto  donde  en  1,830  se  construyó 
el  extinguido  café  de  Argel.  Esta  calle,  hasta  1,834,  solo  estuvo 
abierta  hasta  la  de  la  Industria,  por  ser  la  de  salida  de  los  ba- 
rrios de  Guadalupe  y  Jesús  María,  tomó  mucho  ser  construyén- 
dose entonces  las  buenas  casas  que  se  ven  en  ella.  Pero  en  dicha 
época  la  acabó  de  abrir  hasta  su  fin  el  Teniente  de  Gobernador 
don  Joaquín  Solís,  que  vivía  en  la  esquina  de  la  Industria;  y 
desde  entonces  se  hizo  la  principal  para  la  entrada  y  salida  a  la 
ciudad,  datando  también  desde  esa  misma  época  la  preponde- 
rancia de  la  calle  de  la  Amistad  sobre  la  del  Diorama  (que  es 
como  antes  se  decía  a  la  hoy  de  la  Industria.) 

San  José. — Se  dice  que  por  el  Intendente  don  José  Valiente. 
Se  llamó  de  Dolores  y  de  Santa  Rosa.  Una  de  las  esquinas  a  la 
calle  de  la  Lealtad  se  conoce  por  de  las  Cañas  oravas,  por  las 
plantas  de  esta  especie  que  había  en  frente  de  ella. 

Calle  de  Cristina. — Por  la  reina  doña  María  Cristina,  casa- 
da con  don  Fernando  VII,  en  1,829. 

De  la  Zanja. — Por  correr  por  ella  la  Zanja  Real.  En  la  es- 
quina de  la  calzada  de  Galiano,  donde  hoy  existe  una  taberna, 
hubo  unos  baños  muy  concurridos.  El  punto  conocido  antes  por 
el  Tivoli  (esquina  a  la  calzada  de  la  Beneficiencia,  hoy  alambi- 
que), se  llamó  en  un  tiempo  Ranchitos;  y  en  él  estableció  Alon- 
so de  Rojas,  hacia  1,596,  el  tercer  ingenio  de  la  Habana.  Frente 
al  Tivoli  estaba  el  jardín  social  del  señor  Lima  (hoy  es  un  bi- 
llar.)    Al  fondo  de  la  casa  de  alto  que  hace  esquina  a  la  de  Ger- 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  69 

vasio  (que  es  una  de  las  más  antiguas  de  extramuros),  hubo  ba- 
ños conocidos  por  baños  de  Villar.  En  la  casa  número  71,  fren- 
te a  dicha  casa  de  baños  ocurrió  el  trágico  fin  de  Mr.  Luis  Mar- 
lianí  (hermano  de  Mde.  Vigné)  y  de  doña  Vicenta  Agramonte 
(de  Puerto  Príncipe),  conocida  por  la  Vicenta  (que  relata  la 
curiosa  crónica  inédita)  del  señor  don  Tomás  Agustín  Cervantes, 
de  la  manera  siguiente :"  25  de  Agosto  de  1,807,  día  de  San 
Luis.  En  la  tarde,  como  a  las  seis,  fué  hallada  doña  Vicenta 
Agramonte  y  Mr.  Luis  Marlianí,  encerrados  en  un  cuarto,  ya  di- 
funtos y  pasados  cada  uno  con  dos  balas.  El  caso,  como  se  dá 
por  verdadero,  es  que  éste  Marlianí,  después  de  haber  comido 
con  la  Vicenta  y  bebido  con  exceso,  mandó  salir  fuera  de  la  ca- 
sa (que  lo  era  la  que  linda  con  el  fondo  de  la  de  Chávez,  extra- 
muros, y  por  consiguiente  hace  frente  a  la  Zanja),  a  un  negro, 
una  negra,  y  al  hijo  de  la  Vicenta,  y  encerrándose  en  el  cuarto 
con  ésta,  la  comprometió  a  escribir  un  papel  a  su  tía  doña  María 
Loreto  Velasco,  en  que  le  encargaba  la  educación  de  su  hijo, 
mandaba  pagar  una  deuda,  y  se  despedía  para  siempre.  Mar- 
lianí escribió  otro  en  que  decía  que  por  mutuo  acuerdo  y  por  el 
amor  se  iban  a  quitar  la  vida.  Efectivamente,  se  oyó  la  explo- 
sión de  las  pistolas,  y  rompiendo  los  indicados  negros  é  hijo  los 
balaustres  de  la  ventana,  que  caía  a  la  calle,  entraron  y  encon- 
traron a  los  dos  ya  difuntos ;  Vicenta  con  un  brazo  tendido  y 
acostada  sobre  él;  Marlianí;  y  éste,  con  las  manos  cruzadas  ha- 
cia arriba  y  en  cada  una  pistola,  una  apuntando  hacia  Vicenta  y 
la  otra  haeie  a  sí  propio.  Se  encontraron  dos  pomitos  con  esen- 
cia de  opio,y  se  supone  que  el  francés  aletargó  a  Vicenta  con  es- 
te narcótico.     Así  murió  la  bella  Vicenta. ' ' 

Del  Cuchillo. — Por  la  casa  angular  que  cae  a  la  calle  del  Ra- 
yo, en  la  cual  había  concurrencia  para  el  juego. 

De  Dragones. — Por  el  cuartel  de  Dragones  (hoy  de  Lance- 
ros), situado  entre  las  calles  de  la  Lealtad  y  de  Escobar,  pues  el 
cuartelillo  del  mismo  Regimiento  situado  en  la  esquina  a  la  cal- 
zada de  Gutiérrez,  fué  construido  en  1,850.  Dicho  primer  cuar- 
tel fué  antes  un  hospital  y  pertenecía  a  doña  Antonia  Espíritu. 
i1)  La  Zanja  vieja  corría  por  casi  todos  los  fondos  de  las  casas 


(1)  Esta  señora,  que  poseyó  muchas  riquezas,  vino  por  vicisitudes  va- 
rias, a  quedar  reducida  a  la  mayor  pobreza,  cuando  se  hallaba  de  cuerpo 
presente  hubo  de  sentarse,  volviendo  más  tarde  a  quedar  verdadero  cadáver. 
(Véase  la  historia  inédita  del  Regimiento  de  Lanceros  del  Rey.) 


70  José  María  de  la  Torre 

del  Norte  de  esta  calle  desde  la  del  Campanario  Viejo  hasta  la 
del  Águila  (véase  el  mapa)  ;  y  en  frente  del  Mercado  del  Vapor 
esquina  a  Galiano  estaba  en  1,736  el  molino  de  tabaco  de  los  he- 
rederos de  don  Bartolo  Jaime,  movido  por  el  agua  de  la  Zanja. 
En  las  ca-sas  número  51  y  número  59,  hubo  cererías,  siendo  la 
primera  de  un  tal  Chávez.  La  casa  jardín  frente  al  cuartel,  fué 
construida  por  don  N.  Arjovín,  perteneciendo  después  al  Reve- 
rendo Padre  Pino  y  después  a  la  Sra.  D.a  María  de  la  Asunción. 
Goicoechea  de  Escobar,  por  lo  que  es  conocida  por  de  Maricusa. 

De  la  Salud. — Por  la  ermita  del  Señor  de  la  Salud,  hoy  pa- 
rroquial de  Guadalupe  (véase  el  capítulo  sobre  iglesias.)  Una 
de  las  esquinas  de  la  calle  de  San  Nicolás,  se  conoce  por  de  Tin- 
dillo  (así  como  otra  en  la  calle  del  Indio).  Según  varias  escri- 
turas, el  frente  del  Sur  de  esta  Iglesia  estuvo  poblado  a  media- 
dos del  siglo  pasado,  perteneciendo  el  terreno  a  don  Juan  Sigler 
de  Espinosa  (estancia  de  don  Antonio  de  la  Luz.)  Se  llama 
aun  real  esta  calle,  porque  era  camino  real  para  las  estancias  de 
Carmona,  Heras,  Barrera,  etc.,  siguiendo  el  camino  desde  la  calle 
de  San  Nicolás  para  el  puente  de  Galiano,  y  Neptuno,  por  cuya 
razón  dicho  puente  (modificado  en  1,837,  y  destruido  en  1.839, 
en  que  le  sustituyó  el  actual)  no  seguía  la  dirección  de  la  calle 
de  su  nombre,  sino  que  estaba  bastante  inclinado  hacia  el  Nor- 
deste. 

De  la  Reina. — Llamóse  primero  Camino  de  San  Antonio, 
por  el  ingenio  de  San  Antonio  el  chiquito,  que  pertenecía  al  Re- 
gidor don  Blas  de  Pedroso ;  existía  aun  en  tiempo  de  la  invasión 
inglesa,  y  tenía,  además,  una  hermosa  ermita  de  mampostería  y 
portal  (hoy  caserío  de  San  Antonio  chiquito),  siendo  el  camino 
principal  de  salida  de  la  ciudad  para  el  campo,  hasta  1,735,  en 
que  en  la  calzada  del  Monte  se  hizo  un  puente  (donde  está  hoy 
el  de  Chávez).  Partía  de  la  calle  Real  (calle  de  la  Muralla), 
atravesaba  el  Campo  de  Marte,  y  en  línea  tortuosa  seguía  hasta 
el  citado  ingenio  de  San  Antonio.  Recibió  el  nombre  de  San 
Luis  Gonzaga,  por  la  ermita  de  esa  advocación  (erigida  en  1,751 
y  destruida  en  1,835),  que  había  en  ella  esquina  a  la  calzada  de 
la  Beneficencia.  En  1,735  se  le  dio  rectitud  y  se  le  puso  aceras 
de  piedras,  parece  que  a  costa  de  los  padres  Jesuítas,  que  tenían 
estancias  por  San  Antonio  Chiquito  (véase  el  plano),  y  existía 
ya  la  casa  de  la  estancia  de  Carmona  (destruida  en  1,849),  y  en 
la  esquina  a  la  calle  del  Águila  estaba  el  Mentidero,  que  era  un 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  71 

semicírculo  de  asientos  donde  se  reunían  los  viejos  y  politicones 
a  formar  tertulia.  En  la  casa  número  73  (entre  Campanario 
Viejo  y  Lealtad),  tenía  don  Vicente  Garcini  un  trapiche  (diri- 
gido por  el  negro  Esteban  Estrada),  donde  vendía  miel  hecha 
con  cañas  sembradas  en  su  quinta  del  Retiro  (conocida  hoy  por 
de  Garcini).  La  quinta  de  Ovando  o  de  Santos  Burat,  seguía  a 
la  de  Garcini  y  de  ella  se  ven  aun  los  cimientos  de  la  casa.  A 
principios  del  siglo  existían  pocas  piedras  de  las  primitivas  ace- 
ras, y  por  medio  de  la  cuadra  entre  las  calles  de  Campanario 
Viejo  y  Nuevo  (en  la  cual  no  había  aún  casas),  corría  la  cañada 
que  en  el  día  se  ve  por  la  calle  de  la  Maloja,  para  el  Sur.  En  1,836 
se  hizo  un  malecón  a  lo  largo  de  esta  calle,  que  nivelaba  sus  dos 
alturas,  teniendo  un  ojo  en  la  calle  del  Campanario  Viejo,  por 
donde  pasaban  carruajes,  y  dos  calles  a  los  lados.  Dicho  male- 
cón fué  destruido  en  1,844,  en  que  se  hermoseó  la  calle,  constru- 
yéndose las  actuales  anchas  banquetas  y  sembrándose  el  arbola- 
do, dándosele  el  nombre  de  Calle  de  la  Reina.  En  1,835  se  for- 
mó el  Camino  militar  o  Paseo  de  Tacón,  a  continuación  de  esta 
calle,  a  cuyo  final  y  donde  se  principió  a  formar  el  nuevo  Jardín 
botánico,  se  construyó  la  casa  de  Recreo  de  los  Capitanes  Gene- 
rales. Junto  a  esta  y  sobre  la  zanja  real  se  ven  aun  los  restos 
de  los  Molinos  del  Rey,  destruidos  en  1,821,  en  que  los  tenía 
arrendados  don  Enrique  Disdier.  (x) 

De  la  Estrella. — Pqrque  la  primera  casa  de  esta  calle  (que 
empezaba  en  la  calle  del  Águila  y  hacía  frente  al  Campo  de  Mar- 
te), se  alumbraba  con  un  gran  farol  en  forma  de  estrella.  An- 
tes se  llamó  Calle  del  Sol. 

De  la  Maloja. — Ya  porque  en  la  esquina  del  Peñón  vendían 
los  malojeros  sus  sobrantes,  ya  porque  en  la  segunda  cuadra  des- 
de el  Peñón,  acera  izquierda,  había  un  cadete  de  caballería  que 
vendía  en  su  casa  dicho  forraje.  Además,  hasta  ella  llegaban  a 
principios  de  este  siglo  las  siembras  de  maloja  que  hoy  se  ven 
más  al  Sur.  La  esquina  a  la  calle  del  Rayo  se  conoce  aun  por 
del  Muerto,  por  un  sujeto  que  acometido  de  parálisis,  fué  tendi- 
do por  muerto,  y  vive  aun  en  el  día.  En  la  esquina  opuesta 
ocurrió  en  1,832  el  caso  de  un  mallorquín  que  asesinó  a  su  esposa 


(1)  Teniendo  la  contrata  de  proveer  al  Estado  de  polvo  de  tabaco  a 
verdín,  le  hicieron  la  maldad  de  echar  polvos  de  ladrillo  a  una  gran  partida 
que  remitió  a  la  Península,  y  que  desechada,  fué  la  causa  de  su  ruina. 


72  José  Maeía  de  la  Toebe 

y  la  echó  en  la  letrina,  por  lo  que  se  dice  la  esquina  del  Mayor- 
quín. 

Cerrada  de  los  sitios  de  San  José. — Porque  guía  al  punto  así 
llamado,  que  estaba  al  fin  de  la  calle,  o  sea  en  el  placer  de  Peñal- 
ver.  Llamábanse  sitios  de  San  José,  porque  los  dueños  de  este 
punto  (que  se  llamaban  San  José),  teniéndolo  abandonado,  de- 
jaron establecer  en  él,  formando  sitios  o  conucos,  a  varios  negros 
libres  que  se  decían  de  Carraguao.  Echados  después,  emigraron 
a  los  terrenos  de  doña  Ana  Josefa  de  Urra,  situado  entre  la  cal- 
zada del  Horcón  y  la  calle  de  la  Horqueta,  a  que  dejaron  el  nom- 
bre de  Carraguao.  En  Regla  hay  otra  barriada  con  esta  deno- 
minación. 

De  Peñalver. — Porque  conducía  al  Placer  de  Peñalver 
(pues  no  está  en  las  tierras  pertenecientes  hoy  a  esta  familia.) 
La  esquina  a  la  calle  de  las  Figuras  se  llamó  de  las  Cañas  Bra- 
vas, por  las  que  había  en  ella. 

De  los  Pinos  o  de  Antón  Moco. — El  primer  nombre,  por 
unos  pinos  que  se  veían  en  ella  (diciéndose  del  Pino,  cuando 
quedó  uno  solo  de  ellos;  y  el  segundo,  porque  en  ella  estaba  (es- 
quina a  la  calzada  del  Monte),  la  taberna  de  Antón  Moco.  (El 
apellido  era  Mozo,  escrito  con  cédula  (Moco),  y  quedó  corrompi- 
do en  Moco.)  Primera  casa  de  barriada  y  única  hasta  1,735, 
desde  la  esquina  del  Peñón.  Había  en  el  mismo  sitio  un  puen- 
te del  mismo  nombre  por  donde  desaguaban  las  cañadas  de  ese 
cenagoso  sitio. 

San  Juan. — Por  una  urna  que  había  dedicada  a  este  Santo 
en  una  de  sus  casas. 

Calzada  del  Monte. — Porque  conduce  al  campo  o  monte,  y 
cambien  por  que  por  ella  se  iba  al  ingenio,  hoy  barrio,  de  Jesús 
del  Monte.  En  1,736  estaba  pavimentada  hasta  la  calle  del  Car- 
men. Se  llamó  antes  Calzada  de  Guadalupe,  por  la  ermita  de  esta 
advocación  situada  entonces  frente  a  la  esquina  del  Peñón  (véase 
el  capítulo  sobre  las  iglesias).  Es  de  advertir  que  en  el  camino 
de  Santiago  de  las  Vegas  a  que  también  conduce  esta  calzada  ha- 
bía un  ingenio  titulado  Nuestra  Señora  de  Guadalupe  y  otro 
nombrado  San  Juan  (que  dio  nombre  a  la  loma  y  estancia  de 
San  Juan,  situadas  a  dos  leguas  Sur  de  la  Habana.  Se  citan  en 
1,742  y  en  1,762).  Hasta  1,826  existía  en  la  misma  calzada,  ace- 
ra del  Norte,  entre  la  calle  de  Someruelos  y  de  Cienfuegos,  una 
gran  cruz  con  base  de  mampostería,    conmemorativa    del    sitio 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  73 

donde  murió  el  ingeniero  don  Agustín  Crámer,  de  resultas  de 
habérsele  desbocado  la  pareja  de  muías  con  que  venía  del  campo, 
en  el  mismo  punto  donde  estaba  la  iglesia  de  Guadalupe  (que 
había  mandado  destruir  y  que  se  pasó  a  la  ermita  al  Señor  de  la 
Salud.)  El  tramo  de  esta  calzada  desde  la  puerta  de  la  Real 
Muralla  hasta  el  Puente  de  Antón  Moco,  se  hallaba  concluido  en 
1,735.  Hacia  el  año  de  1,760  se  sembraron  seibas  a  los  lados  de 
esta  calzada,  desde  la  Puerta  de  Tierra  hasta  la  altura  de  Gua- 
dalupe o  sea  del  Peñón,  situándose  debajo  de  ellas  las  negras 
fronteras  y  baratilleros  para  vender  a  los  transeúntes,  y  siendo 
la  más  notable  de  dichas  seibas  la  que  había  en  la  ferretería  que 
hace  esquina  a  la  calle  del  Águila,  quedó  dicho  sitio  con  el  nom- 
bre de  La  Seiba,  i1)  Al  lado  de  esta  seiba  había  hacia  1,825,  un 
baratillo  de  don  Belén  López,  y  las  últimas  de  las  indicadas  sei- 
bas fué  la  que  existió  en  la  esquina  a  la  calle  de  Someruelos, 
donde  hay  hoy  una  confitería.  Desde  la  esquina  de  la  calle  del 
Carmen  hasta  la  de  la  Orqueta,  era  una  ciénaga  poblada  de 
Mangles,  atravesado  por  un  brazo  de  mar  que  llegaba  hasta  me- 
dio de  la  calzada  de  la  Infanta  (véase  el  mapa),  por  el  cual  na- 
vegaban buques  de  alto  bordo.  En  1,735  se  construyó  un  puen- 
te de  madera  que  se  dijo  la  Puente  nueva,  y  en  1,796  lo  recons- 
truyó don  Miguel  de  Chávez,  administrador  de  Rentas  Reales  de 
ese  punto,  que  le  dejó  el  nombre  de  Puente  de  Chávez,  con  que 
es  conocido,  pues  más  1,arde  fué  cuando  se  construyó  el  de  mani- 
postería que  se  ve  al  presente.  Por  escritura  otorgada  en  la  es- 
cribanía de  Real  Hacienda,  en  8  de  Julio  de  1,807,  compró  el  ci- 
tado don  Miguel  Chávez,  a  nombre  de  S.  M.,  en  cantidad  de 
$1,199,  una  casa  para  el  servicio  de  la  administración,  y  por  es- 
critura de  1.°  de  Marzo  de  1,814,  se  permutó  por  otra  de  don  Do- 
mingo Ramos  (que  estaba  en  frente),  en  $800.  (En  la  misma 
que  se  reconstruyó  en  1,829,  cual  en  el  día  se  vé.)  Desde  el 
Puente  de  Chávez  hasta  el  depósito  del  Consulado,  se  llama  esta 
Calzada  del  Horcón  (nombre  que  también  tuvo  el  barrio  del  Pi- 
lar hasta  1,852),  por  un  horcón  que  servía  de  hito  o  señal  a  una 


(1)  La  indicada  ferretería  de  la  esquina  al  Águila,  fué  una  fonda  de 
madera,  la  cual  se  incendió  en  1,826,  pereciendo  en  el  incendio,  entre  otros, 
tres  toreros,  uno  de  los  cuales  fué  el  conocido  picador  Bartolo.  A  consecuen- 
cia de  haberse  notado  falta  de  agua  para  apagar  este  incendio,  se  dispuso 
que  en  todas  las  plazas  y  otros  lugares  hubiesen  pozos  ;  y  por  eso  los  hay  ce- 
rrados en  la  puerta  de  la  botica  del  Peñón,  en  medio  de  la  plaza  de  Santa 
Clara,  que  no  tiene  hoy  aplicación  por  haber  cañería  desde  1,835. 


74  José  Mabía  dk  la  Toree 

estancia  de  don  Manuel  González,  o  sea  en  la  esquina  opuesta  al 
Jardín  de  Villanueva,  hoy  del  señor  don  Jacinto  Larrinaga. 

De  los  Corrales,  de  Vives  o  de  la  Habana. — El  primer  nom- 
bre, por  los  corrales  para  las  reses  que  había  en  ella,  entre  las 
calles  del  Águila  y  la  de  los  Angeles,  al  fondo  de  la  iglesia  de 
Guadalupe,  hasta  fines  del  siglo  pasado;  el  segundo,  por  el  Ge- 
neral Vives;  el  tercero,  porque  teniendo  más  sombra  que  la  cal- 
zada del  Monte,  van  por  ella  a  la  Habana  los  de  la  barriada  del 
Sur,  logrando  acortar  una  cuadra  que  se  perdía  por  la  indicada 
calzada  (pues  había  que  hacer  un  rodeo)  hasta  1,855,  en  que  se 
ha  dado  mayor  rectitud  a  la  calzada  por  la  Puerta  de  Tierra. 

De  Apodaca. — Por  el  Capitán  General  de  este  nombre,  que 
gobernó  la  Isla  de  1,812  a  1,815. 

De  la  Gloria. — Nombre  arbitrario.  La  esquina  a  la  del  In- 
dio se  llamó  de  Tindillo,  por  un  celoso  comisario  encargado  de 
aprehender  a  los  vagos;  y  la  esquina  a  San  Nicolás  se  conoció 
por  la  de  Perica;  y  la  del  Carmen  de  las  tres  Marías,  tal  vez  por 
su  soledad  y  desamparo. 

De  la  Misión. — Nombre  que  le  dieron  don  Juan  Antonio 
Unzueta  y  don  Gaspar  Chaple,  por  la  misión  o  sea  comisión  que 
tuvieron  de  arreglar  las  calles  de  ese  barrio. 

Calzada  del  Arsenal. — Por  la  que  se  hizo  en  el  basurero,  sa- 
liendo de  la  Puerta  de  este  nombre.  Antes  se  llamaba  la  calza- 
da de  Puerta  Nueva. 

De  la  Esperanza. — Se  llamó  antes  de  San  Juan  y  era  un  ca- 
llejón cerrado  con  un  alto  muro  por  el  Este,  donde  se  echaban 
basuras ;  y  los  encargados  de  arreglo  de  calles  de  aquella  barria- 
da, vecinos  de  Juan  Alonso  Unzueta  y  don  Gaspar  Chaple,  le 
aplicaron  el  nombre  de  la  Esperanza;  aludiendo  a  la  esperanza 
que  concibieron  de  que  se  accediera,  como  se  accedió,  al  derrum- 
be que  propusieron  de  dicho  muro,  abriendo  así  comunicación 
más  fácil  con  la  ciudad  y  destruyendo  el  foco  de  infección  que 
había  con  las  basuras.  La  esquina  a  la  calle  de  San  Nicolás  se 
llamó  del  Cangrejo,  por  una  taberna  de  ella  que  pintado  un  can- 
grejo y  era  la  reunión  de  los  negros  curros  del  Manglar,  que  a  la 
consigna  de  Mata-cangrejo,  mataban  al  que  pasaba.  El  negro 
Tonda  o  Napoleón,  que  autorizado  por  el  gobierno  los  perseguía, 
fué  muerto  por  otro  negrito  zapatero  frente  a  San  Nicolás.  La 
esquina  a  la  del  Alambique  se  llamó  de  Salta  Perico. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos. 


De  la  Alcantarilla. — Por  una  alcantarilla  que  había  en  ella 
junto  al  Arsenal. 

Calzada  de  Vives. — Porque  se  construyó  durante  el  mando 
del  general  Vives,  a  consecuencia  del  segundo  incendio  de  Jesús 
María,  en  1,828. 

De  la  Puerta  Cerrada. — Porque  conducía  a  la  puerta  de  la 
Talla  piedra  (en  la  pared  del  Arsenal),  la  cual,  así  como  la  de  la 
Tenaza,  que  servía  para  entrada  a  la  barriada  en  la  ciudad,  fué 
cerrada  en  1,771,  a  consecuencia  de  disenciones  entre  los  Gober- 
nadores de  Mar  y  de  Tierra. 

De  la  Diaria. — Porque  en  ella  se  hallaba  la  casa  de  Provi- 
sión, donde  se  despachaba  la  ración  diaria  de  carne  para  la  ar- 
mada.    Antes  se  decía  de  San  Juan  de  la  Diaria. 

De  Tallapiedra. — Por  don  José  Tallapiedra,  contratista  de 
tabacos  con  la  Real  Hacienda,  que  construyó  el  muelle  de  su 
nombre  (hoy  de  Andreu).     Antes  se  llamó  del  Pilar. 

Calles  de  Norte  a  Sur. 

Del  Morro. — Porque  antes  de  construirse  la  actual  Real 
Cárcel  se  veía  desde  ella  el  Morro. 

De  la  Economía. — Porque  don  Cándido  Rubio,  que  tenía  un 
taller  de  maderas  en  intramuros,  fabricó  con  las  tablas  de  dicho 
taller  y  con  la  mayor  eqonomía,  las  casitas  de  que  se  compone  el 
lado  Este  de  esta  calle. 

Del  Prado. — Por  ser  la  alameda  construida  en  1,772  con  el 
nombre  de  Nuevo  Prado  o  Paseo.  La  esquina  a  la  calle  de  Nep- 
tuno  se  conocía  por  Neptuno,  por  haber  una  fuente  con  este  Dios 
mitológico  hasta  1,840,  en  que  fué  destruida  dicha  fuente ;  y  la 
de  la  esquina  de  San  Miguel  se  decía  de  Argel,  por  un  café  de 
este  nombre  que  tenía  pintado  el  combate  de  Argel,  en  1,830.  En 
donde  hoy  existe  la  puerta  de  Colón  (Campo  de  Marte),  junto 
a  la  fuente  de  la  India,  había  un  café  y  nevería  llamado  Atenas, 
donde  se  reunía  la  gente  después  del  paseo ;  fué  destruido  en 
1,835,  cuando  se  hizo  el  emberjado  del  Campo  de  Marte.  Se 
llamó  Calle  Ancha,  desde  la  calzada  del  Monte  al  Arsenal,  por- 
que forma  verdadera  calle  Ancha.  Estuvo  cerrado  este  tramo 
hasta  1,832,  y  se  conocía  por  calle  del  Basurero,  porque  había 
siempre  en  él  un  gran  basurero. 

Del  Consulado. — Porque  en  1,779  se  fabricaron  entre  la  ca- 


?6  José  MaeÍa  de  la  Toree 

lie  del  Consulado  y  la  Alameda,  cuarenta  barracones  de  madera 
redonda  y  paja,  para  acuartelar  los  12,000  hombres  del  ejército 
de  operaciones  que  vino  al  mando  del  Teniente  General  don  Vic- 
torio  Navia.  Por  disposición  del  señor  Intendente  don  José  Pa- 
blo Valiente,  intendente  desde  los  años  de  1,792  a  98,  se  dividie- 
ron dichos  barracones  en  varias  posesiones  numeradas  y  con 
nombres  sus  calles  para  que  se  alquilasen  por  cuenta  de  la  Real 
Hacienda,  constando  que  en  6  de  Febrero  de  1,794,  había  18  ha- 
bitaciones frente  a  la  Alameda  y  en  la  calle  de  la  Zanja;  11  en 
la  calle  de  San  José,  9  en  la  de  San  Andrés;  6  en  la  Real,  y  8  en 
las  de  las  cocinas.  Estos  barracones  pasaron  por  fin  al  consula- 
do y  los  habitaban  los  negros  bozales  que  se  introducían.  En  25 
de  Febrero  de  1,822,  hubo  tal  incendio  en  ellos,  que  volaron  los 
que  había  desde  la  calle  de  las  Virtudes  hasta  la  Laguna.  El 
último  barracón  vino  a  destruirse  en  1,836,  y  estaba  en  el  sitio 
donde  hoy  existe  una  fábrica  de  carruajes,  calle  de  las  Animas 
esquina  a  la  del  Prado. 

De  la  Industria  del  Diorama. — El  primer  nombre,  porque 
los  agentes  o  sea  encargados  en  1,830  del  reparto,  tomaron  en 
ella  solares,  fabricando  y  haciendo  de  esto  una  industria.  El  se- 
gundo nombre,  por  hallarse  en  ella  el  Diorama  construido  por  el 
pintor  Vermay,  en  1,827,  y  destruido  en  1,850. 

De  Crespo  o  del  Recreo. — El  primero,  por  el  E.  S.  don  Ig- 
nacio Crespo.  El  segundo,  por  los  baños  del  mar  titulados  El 
Recreo  o  de  Romaguera.  La  esquina  a  la  calle  de  las  Virtudes 
se  llama  del  Macaco,  por  un  mono  que  había  en  ella  y  que  luego 
quedó  pintado  en  la  misma. 

De  la  Amistad. — Se  trazó  en  1,735,  con  otro  rumbo,  y  hacia 
el  año  de  1,818,  en  que  se  poblaron  las  tres  manzanas  más  próxi- 
mas a  la  calzada  del  Monte,  se  le  dio  la  actual  dirección. 

Del  Águila. — Por  un  Águila  que  pintaron  en  una  de  las  ta- 
bernas que  hay  en  ella.  Se  trazó  para  ir  de  la  iglesia  de  Guada- 
lupe al  molino  de  Jaime  (que  estaba  en  la  casa  del  señor  Mayoli, 
frente  al  mercado  del  Vapor  esquina  a  las  calles  de  Dragones  y 
de  Galiano,  por  donde  entonces  corría  la  zanja.) 

Del  Blanco. — Porque  cuando  existía  la  escuela  práctica  de 
Artillería,  en  la  calle  de  Santa  Bárbara,  estaba  en  ella  el  espal- 
dón o  blanco  de  dicha  escuela  (véase  en  el  mapa  el  sitio  de  dicho 
espaldón).     En  1,837  se  convertía  aun  en  laguna  esta  calle,  en 


Lo  que  Fuimos  t  r,o  que  Somos.  77 

la  época  de  las  aguas ;  y  desde  esa  época  se  comenzó  a  poblar,  ele- 
vándose el  suelo,  i1) 

De  Cienfuegos  y  de  Someruelos. — Por  los  capitanes  genera- 
les de  estos  nombres.  La  de  Someruelos  se  llamó  también  de 
Bocarro,  por  el  director  de  ingenieros  don  Antonio  Ventura  So- 
carro, que  fabricó  la  hermosa  casa  conocida  también  por  su  nom- 
bre, la  cual  hace  esquina  a  la  calzada  del  Monte,  falleciendo  en  el 
año  de  1,820 ;  y  la  de  Cienfuegos  se  llamó  también  de  Cervantes, 
por  atravesar  las  tierras  que  tocaron  en  suerte  a  don  Tomás 
Agustín  Cervantes,  en  el  año  1,809,  en  que  se  hizo  la  última  di- 
visión de  la  estancia  de  Diego  de  Soto. 

De  Farruco  o  de  la  Factoría. — Por  don  José  María  Brito, 
conocido  por  Farruco  (2)  que  vivía  en  ella  (número  20),  y  daba 
frecuentes  bailes;  el  segundo,  porque  conduce  a  la  antigua  fac- 
toría de  tabacos  (hoy  Hospital  Militar). 

Del  Palomar  o  de  Suárez. — El  primero,  porque  hace  poco 
tiempo  había  en  la  acera  del  poniente,  cuadra  entre  las  calles  de 
la  Misión  y  de  la  Esperanza,  un  palomar  que  se  hacía  notar  so- 
bre un  portal  construido  por  uno  que  llamaban  Tío  Juan  Do- 
mínguez, que  vivía  en  unos  cuartos  de  madera  y  se  ocupaba  en 
curtir  cueros ;  el  segundo,  por  habitar  en  distintas  casas  de  ella, 
individuos  de  la  familia  de  don  Miguel  Suárez,  antiguo  cirujano 
mayor  del  Hospital  Militar,  y  entre  ellos  los  doctores  don  José 
.Miguel,  don  Antonio  y  el  licenciado  don  José  de  Jesús. 

De  Galiano. — Por  don  Martín  Galiano,  ministro  interventor 
de  obras  de  fortificaciones,  que  construyó  el  puente  que  lleva  su 
nombre ;  cuyo  puente  era  oblículo  a  la  calle  actual,  pero  no  a  la 
calzada  antigua;  que  tenía  la  dirección  N.  N.  E.  o  sea  para  e 
nrincipio  de  las  canteras,  en  la  calle  del  Consulado  esquina  a  la 
de  San  Miguel,  por  el  límite  de  la  estancia  de  Hano  y  Veg? 
(véase  el  plano),  pues  fué  hecha  calzada  para  que  por  ella  tran- 
sitasen las  carretas  que  entraban  en  la  ciudad  por  la  Puerta  de  la 
Punta,  estando  prohibido  que  lo  hiciesen  por  la  de  la  Muralla,  y 

(1)  La  casa  número  29  calle  de  Galiano  (primera  cuadra  desde  San 
Lázaro),  puede  dar  idea  de  lo  que  se  ha  levantado  el  suelo  por  este  punto, 
pues  siendo  construida  cuando  casi  todo  su  contorno  era  laguna,  se  halla  hoy 
su  suelo  a  mas  de  una  vara  y  media  de  profundidad,  respecto  del  de  la  calle. 

(2)  El  padre  de  éste,  don  Eugenio  Brito,  era  carpintero  de  ribera,  em- 
pleado en  las  obras  del  Arsenal,  donde  solía  ir  acompañado  de  su  indicado 
hijo  José  María,  que  siendo  grueso  cuando  niño,  los  demás  empleados  galle- 
gos le  llamaban  Parruquiño  o  Farruco,  nombre  con  que  se  le  conoció  gene- 
ralmente, sin  embargo  de  no  llamarse  Francisco. 


78  José  Maeía  de  la  Toree 

no  habiendo  ni  las  del  Monserrate  ni  la  de  Colón.  En  1,836,  el 
general  Tacón  le  hizo  dar  a  dicho  puente  la  dirección  de  la  ca- 
lle; y  en  1,839  fué  destruido  reemplezándose  por  el  actual  para 
colocar  el  ferrocarril.  Esta  calle  estuvo  cerrada  en  la  calle  de 
San  Miguel  hasta  1,842,  en  que  abriéndose  dio  gran  impulso  a  la 
barriada  del  Monserrate.  En  la  esquina  de  la  Zanja  en  donde 
hay  una  taberna  frente  a  la  estancia  de  Hano  y  Vega,  había  un 
baño  de  don  Francisco  Gallo,  concurrido  por  toda  la  Habana. 
El  terreno  donde  se  halla  la  iglesia ;  y  una  gran  parte  inmediata 
a  ella,  se  conoció  por  de  la  Marquesa,  por  pertenecer  a  doña  Car- 
men Peñalver  y  Cárdenas,  Marquesa  viuda  de  Arcos  (casada 
con  don  José  Peñalver)  y  correspondía  a  la  estancia  del  castella- 
no don  José  de  Santa  Cruz,  y  la  manzana  que  cae  al  S.  de  la  igle- 
sia fué  el  jardín  de  Francisco  Armenteros,  destruido  en  1,847. 

Del  Bayo. — Por  un  rayo  que  cayó  en  una  de  las  casas  entre 
las  calles  de  la  Reina  y  de  la  Estrella,  causando  lamentables  es- 
tragos y  trágicos  incidentes.  La  esquina  a  la  de  la  Zanja  se  co- 
noce por  del  Cangrejo,  por  un  cangrejo  que  había  pintado  en 
ella.  En  esta  calle,  desde  la  orilla  de  la  Zanja  corría  un  brazo 
de  la  zanja  mamposteado,  pero  sin  cubrir,  que  atravesaba  la  calle 
de  San  Rafael,  surtía  de  agua  a  las  casas,  atravesaba  la  de  San 
Miguel  y  sirviendo  la  Sierra  de  Ajuria,  desaguaba  en  la  mar. 

De  San  Nicolás. — Por  hallarse  en  ella  la  iglesia  de  este  nom- 
bre. Es  la  calle  más  larga  de  los  extramuros  y  se  llamaba  de 
San  Cayetano. 

De  Manrique  o  Campanario  Nuevo. — El  primero,  por  el 
presbítero  don  José  María  Manrique,  hijo  de  Güines,  que  vivía 
en  ella,  esquina  a  la  Zanja.  El  segundo  lo  recibió  por  el  Cam- 
panario nuevo  de  la  iglesia  de  Guadalupe,  empezado  cuando  el 
cuerpo  principal  de  la  iglesia  (1,815)  y  terminado  1,838.  Se 
llamó  antes  de  Terranova. 

Del  Campanario  Viejo. — Porque  en  ella  estaba  primero  el 
campanario  de  la  Parroquial  de  Guadalupe.  La  esquina  a  la  ca- 
lle de  San  Rafael  se  llamó  del  Sol,  por  tener  pintado  un  Sol, 
siendo  taberna  aislada  hasta  1,825. 

De  la  Perseverancia. — Nombre  arbitrario,  impuesto  por  los 
ingenieros  encargados  de  trazar  las  calles  en  1,818,  por  la  Perse- 
verancia que  mostraron  en  llevar  a  cabo  su  encargo. 

De  la  Lealtad. — Se  llamó  de  Leal  (tal  vez  por  alguno  de  es- 
te apellido),  y  después  de  San  Francisco;  más  en  1,831,  don  Jo- 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos. 


7!» 


sé  María  Morejón  y  Rojas,  estableció  una  cigarrería  en  ella  (es- 
quina a  la  calle  de  la  Salud),  con  la  marca  de  la  Lealtad,  que  pu- 
so por  título  a  su  establecimiento ;  y  de  allí  se  dio  nombre  a  la 
calle,  i1)  Se  llamó  también  de  Fideos,  por  la  conocida  casa  de  fi- 
deos (fábrica  de  este  artículo)  que  fué  devorada  por  un  incen- 
dio hacia  1,818. 

De  Escobar. — Por  don  José  María  de  Escobar,  que  vivió  en 
la  casa  esquina  a  la  Zanja  (comprándola  en  1,800  a  don  Fran- 
cisco Arango),  haciéndose  muy  popular  así  por  la  distinguida  fa- 
milia a  que  pertenecía,  como  por  su  trato  franco  y  social.  La  in- 
dicada casa  tenía  un  jardín  con  pilares,  figuras  y  otros  adornos 
hechos  por  el  Presbítero  don  Casimiro  Arango.  Se  llamó  antes 
calle  de  Matamoros,  por  don  José  Matamoros,  que  vivió  la  casa 
que  hoy  sirve  a  los  coroneles  de  Dragones.  La  esquina  a  la  ca- 
lle de  San  Miguel,  se  llamó  del  Globo  por  un  globo  que  había 
pintado  en  una  taberna  de  ella. 

Cerrada  del  Paseo. — Porque  hasta  1,836,  en  que  se  terminó 
el  paseo  de  Tacón,  el  paseo  en  carruaje  por  tarde  se  hacía  por 
la  calle  de  Dragones  y  la  Salud,  doblando  por  dicha  cuadra  Ce- 
rrada del  paseo. 

De  Gervasio  o  de  las  Animas. — Por  don  Gervasio  Rodrí- 
guez, empleado  que  fué  en  la  Hacienda  y  era  dueño  de  una  es- 
tancia. Tenía  una  famosa  conejera  y  quinta,  que  hasta  no  ha 
mucho  existía  y  cuya  casa  es  la  que  en  dicha  calle  hace  esquina 
a  la  calle  de  las  Lagunas.  Se  llama  de  las  Animas  por  que  en 
ella,  esquina  a  la  calle  de  la  Salud,  casa  de  doña  Cipriana  de 
Castro,  había  una  retablo  de  Animas. 

De  Chávez. — Por  don  Macedonio  de  Chávez,  que  vivía  des- 
de principios  de  este  siglo  en  la  esquina  a  la  zanja,  frente  al  Tí- 
voli.     Se  llamó  también  de  los  Perros,  por  la  abundancia  de  es- 


(1)      La  décima  que  acompañaba  la  marca  de  las  cajetillas  de  cigarros 
'que  era  la  principal  venta),  decía: 

Si  es  de  la  fidelidad 
Signo  la  marca  que  ves, 
No  tiene  que  temer,  pues, 
Un  engaño  o  falsedad. 

Por  toda   seguridad 
De  que  has  de  ser  complacido. 
Ocurre  bien  entendido 
Que   al   hacerte   invitación 
De   quedar  llevo   intención 
Yo  pagado  y  tu  servido. 


80  José  María  de  la  Torre 

tos  animales,  que  se  veían  antes  en  ella,  y  de  San  Antonio  y  tam- 
bién del  Bledo. 

De  Gutiérrez. — Por  don  Mateo  Gutiérrez,  natural  de  las  Is- 
las Canarias,  que  había  sido  carretero  y  la  construyó,  teniendo 
hacia  la  cantera  un  molino  de  tabaco.  Fué  regidor  constitucio- 
nal en  1,812.  Se  abrió  como  calle  en  1,782  (x)  y  se  llamó  del 
Cocal,  por  el  que  había  en  la  estancia  de  Gervasio  hasta  hace  po- 
cos años,  y  también  el  terreno  de  enfrente,  de  que  se  conservan 
muchas  matas.  Se  llama  también  de  la  Beneficencia,  por  estar 
en  ella  la  casa  de  esta  institución  y  de  Belascoaín  (particular- 
mente desde  el  paseo  de  Tacón  hasta  la  calzada  del  Monte), 
nombre  que  le  dio  el  general  O'Donnell,  que  la  hizo  en  memoria 
de  su  malogrado  amigo  el  Conde  de  Belascoaín.  Entre  esta  cal- 
zada de  Tacón  y  Monte,  se  ve  la  casa  que  fué  ingenio  de  Peñal- 
ver. 

De  los  Angeles. — Por  unos  ángeles  que  había  pintados  en 
una  esquina  de  ella. 

De  la  Florida. — Por  haber  pasado  a  vivir  a  ella  algunos  emi- 
grados de  la  Florida.  La  esquina  a  la  de  la  Misión  se  llamó  de 
la  Matica,  por  una  familia  de  este  apellido  que  vivía  en  ella. 

De  Peña-blanca  o  del  Indio. — El  primero,  por  la  loma  de 
ese  nombre,  sobre  que  se  halla,  y  el  segundo  por  don  Tomás  Cu- 
riel,  indio  de  Puebla  de  los  Angeles,  que  fué  gobernador  del 
Morro,  y  puso  una  taberna  en  la  calzada  del  Monte,  la  cual  se  ti- 
tula del  Indio.  (2) 

Del  Alambique. — Por  un  alambique  que  había  en  ella  y  per- 
teneció a  don  Tomás  Guimbal,  casado  con  doña  Ana  Luz.  En 
el  incendio  de  1,802  fué  quemado  dicho  alambique,  pero  se  res- 
tauró, perteneciendo  después  a  don  José  Soler.  El  mar  llegaba 
en  1,812  hasta  dicho  alambique,  que  está  situado  en  la  esquina 
de  la  calzada  de  Vives,  donde  aun  pueden  verse  el  pilotaje  del 
muelle  que  tenía.     La  calle  se  llamó  antes  Cerrada  de  la  Diaria. 


(1)  Véase  el  plano  levantado  por  el  Agrimensor  Bartolomé  Flores 
y  añadido  en  1,782  por  el  Agrimensor  D.  Santiago  José  Aguilar,  del  realengo 
comprendido  entre  las  estancias  de  Carmona  y  don  Antonio  de  la  Luz. 

(2>  Tuvo  un  hijo  llamado  Juan  Tomás,  y  cu  biznieta  María  Curiel,  fué 
abuela  de  don  Nicolás  Betancourt,  vecino  hoy  de  la  Vuelta-Abajo,  y  que  con- 
serva los  títulos,  papeles  y  cartas  auténticas  de  los  reyes. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  81 


De  las  Figuras  o  de  la  Cañada. — El  primero,  por  las  figuras 
que  tenía  pintada  una  casa  de  don  Vicente  Segundo  esquina  a  la 
de  San  Juan  (muy  conocida  por  la  casa  de  las  figuras) ;  y  el  se- 
gundo, por  la  cañada  que  aun  corre  por  la  parte  del  Sur.  Se 
llamó  antes  de  los  Mandingas  y  de  Peñalver,  y  al  puente  que  te- 
nía se  le  decía  de  la  Española  y  estaba  en  la  esquina  a  la  calle  de 
la  Gloria.  La  esquina  a  la  calzada  del  Monte  se  llamó  del  Gua- 
rapo. 

De  la  Merced  o  del  Carmen. — Se  ignora.  La  esquina  de  la 
calzada  del  Monte  se  llamó  de  la  Popó,  por  una  familia  de  ese 
apellido  que  allí  vivía  y  dio  también  antes  su  nombre  a  la  calle 
del  Carmen.  Siguiendo  esta  calle  por  el  costado  del  rastro  de 
cerdos  y  hasta  la  calzada  de  Belascoaín,  se  encuentran  las  casas 
del  ingénito  de  Peñalver,  que  a  fines  del  siglo  pasado  aun  hacía 
miel  y  que  don  Adrián  de  Armas  lo  vendió  al  padre  (después 
arzobispo)  don  Luis  Peñalver,  en  precio  de  $5,000. 

Del  Cangrejo. — Por  la  abundancia  de  cangrejos  que  aun 
hay  en  ella. 

Pueblo  Nuevo. 

La  parte  Norte  del  Paseo  de  Tacón  fué  toda  la  estancia  de 
Carmona,  y  después  de  don  Pedro  Interián,  por  su  suegro  don 
Francisco  González  del  Álamo.  La  parte  del  Sur  corresponde 
a  los  terrenos  que  pertenecieron  al  doctor  don  Bernardo  de 
Urrutia  y  a  los  Sigleres,  y  después  a  los  Peñalveres. 

De  Interián  o  de  Jesús  Peregrino. — El  primero,  por  don  Pe- 
dro Interián,  dueño  de  casi  todo  el  terreno,  y  el  segundo,  por  un 
retablo  de  Jesús  Peregrino  que  tenía  el  célebre  negro  conspira- 
dor Aponte,  que  allí  vivió  y  que  fué  ahorcado  con  ocho  de  sus 
cómplices  el  año  de  1,812. 

De  Cervantes  o  del  Pocito. — Por  don  Tomás  Agustín  de 
Cervantes,  que  era  casado  con  doña  Inés  Interián,  hija  de  don 
Pedro,  y  el  segundo  por  un  pozo  que  había  en  ella.  Antes  se 
llamó  de  San  Miguel. 

De  la  Merced. — Se  ignora,  siendo  problablemente  dado  al 
capricho.  Se  cuentan  cuatro  calles  con  ese  nombre  en  solo  la 
ciudad  y  sus  extramuros. 

De  las  Delicias. — Por  el  fresco  y  vista  pintoresca  que  ofrece. 


82  José  María  de  la  Torre 

Del  Jardín  del  Obispo. — Porque  conducía  al  jardín  que  te- 
nía el  Obispo  Espada  desde  la  Zanja  hasta  el  Campo-santo  (del 
que  aun  se  ven  las  guardarrayas  de  palmas  y  fragmentos  de  la 
casa  de  viviendas  frente  al  cementerio),  y  por  lo  cual  cemente- 
rio suele  llamarse  el  Cafetal  del  Obispo. 

De  la  Soledad. — Por  lo  solitaria  que  es  aun  hoy. 


CAPITULO  VII. 

Plazas,   Mercados. — Medidas  y  Distancias. 
Plazas  y  Mercados. 

La  primera  fué  la  de  Armas,  llamada  así  porque  en  ella  se 
hacían  siempre  las  revistas  y  ejercios  de  tropas.  Donde  está  el 
Palacio  de  Gobierno  se  hallaba  la  parroquial. 

La  segunda  fué  la  de  San  Francisco,  que  tenía  dos  fuentes, 
hasta  principios  del  presente  siglo.  En  algún  tiempo  hubo  en 
ella  mercado,  pero  los  frailes  lograron  que  se  trasladara  a  otra 
parte.  En  el  corriente  año  se  ha  reducido  mediante  a  haberse 
retirado  una  veinte  varas  más  de  lo  que  estaba  la  verja  que  lo 
ciñe  por  el  mar. 

La  tercera  fué  la  plaza  nueva,  llamada  así,  dice  Arrate,  por 
que  se  formó  y  dispuso  el  año  1,559,  después  de  las  referidas.  Co- 
nocióse después  (y  aun  se  conoce),  por  Plaza  vieja,  porque  sien- 
do la  de  mercado  se  fprmó  después  la  del  Cristo,  que  llevó  por 
mucho  tiempo  el  nombre  de  Nueva  del  Cristo. 

La  Plaza  vieja  se  convirtió  en  mercado  en  1,836,  derribán- 
dose entonces  la  fuente  que  tenía  en  el  centro,  que  fué  la  prime- 
ra que  se  construyó  en  la  ciudad,  siendo  Gobernador  el  Marqués 
de  Casa  Torres,  e  imponiéndose  el  nombre  de  Mercado  de  Cris- 
Una. 

La  del  Cristo,  nombrada  Plaza  nueva,  desde  1,814,  en  que  se 
estableció  mercado  en  ella;  llamado  Mercado  del  Cristo  desde 
1,836,  en  que  establecieron  sus  casillas. 

Las  de  Belén,  cuya  hermosa  fuente,  construida  a  principios 
1,857,  para  reedificarse  con  más  mezquindad,  aunque  mayor  aseo. 

En  1,817  se  formó  el  mercado  conocido  por  Plaza  del  Va- 
por, construyéndose  de  madera  sus  casillas  y  formando  un  oc- 
tógono su  interior. 


84  José  María  de  la  Torre 

El  nombre  de  vapor  lo  debe  a  haber  colocado  don  Francisco 
Marty  y  Torrens,  en  una  fonda  que  tenía  en  el  lado  de  la  calza- 
da de  Graliano,  un  cuadro  con  la  vista  de  un  vapor,  aludiendo  al 
Neptuno,  primero  que  vino  a  la  Isla  (1,819),  y  hacía  viajes  de  la 
Habana  a  Matanzas.  En  1,836,  reedificado  el  mercado  de  can- 
tería por  el  General  Tacón. 

La  de  Colón,  mercado  fundado  en  1,843,  en  la  calle  de  las 
Canteras,  entre  las  de  Crespo  y  del  Águila. 

Hay  otras  plazuelas  generalmente  frente  a  las  iglesias,  pe- 
ro no  merecen  especial  mención. 

Medidas  y  distancias  de  la  Habana. 

Vs.  cbns.  i1) 


Perímetro  o  circunferencia  de  la  ciudad  por  el  ex- 
terior de  sus  murallas  (o  sean  los  intramuros)  5,770 

Mayor  largo 2,370 

Ancho 1,172 

Superficie    (intramuros) .      .   1,931.009 

Longitud  de  las  murallas  por  la    parte  de     tierra  2,100 

Calle  de  San  Isidro 544 

ídem  de  Acosta 882 

ídem  de  la  Merced 775 

ídem     del     Sol 1,075 

ídem  de  la  Muralla  (y  de  la  Cuna) 1,035 

ídem    del     Obispo 1,102 

ídem    de    O'Eeilly 1,170 

ídem  de  Chacón 460 

Del  Egido    y    Monserrate .  2,370 

Bernaza 490 

Compostela 1,889 

Habana 2,078 

Cuba 2,029 

San     Ignacio 1,612 


(1)  El  ámbito  o  espacio  que  ocupaba  la  población  (dice  Arrate  en 
1,701),  por  dentro  del  recinto  antes  que  se  ampliase  más  éste  con  la  nueva 
muralla  que  se  le  formó  por  la  parte  del  Sur  y  del  Este,  tenía  de  circunfe- 
rencia 5,541  varas,  medidas  exactamente,  por  don  Pedro  Menéndez,  natural 
de  esta  ciudad. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos. 


Vs.  cbns. 


Mercaderes 656 

San   Pedro 369 

Paseo    de     Roncali 420 

Salón    de     O'Donnell 322 

Cortina   de   Valdés .      .      . 157 

Muelle    de    Caballería 750 

Desde  la  esquina  de  la  casa  de  Gobierno  (Plaza  de 
Armas),  hasta  la  salida  de  la  Puerta  del  Mon- 
serrate,  por  la  calle  de  O'Reilly.  (La  casa  de 
Gobierno,  61  varas  y  9%  su  portal.  Seten- 
ta y  una  varas  de  lado) 978 

Foso  y  camino  cubierto  hasta  la  esquina  de  Escau- 

riza  (con  la  doblada  de  calzada,  paseo,  etc.).  250 

Desde  Escauriza    hasta    Galiano 488 

Desde  Galiano  hasta   Belascoaín 849 

Belaseoaín,  desde  la  calle  de  San  Rafael  hasta  la 

calzada  de    San    Lázaro 367 

Belascoaín,  desde  San  Rafael  al  paseo   de  Tacón.  544 
Paseo  de  Tacón,  desde  Belascoaín  hasta  la  calza- 
da de  la    Infanta 910 

Calzada  de  la  Infanta,  desde  el  paseo  de  Tacón  has- 
ta la  esquina  de  Tejas 1,944 

Belascoaín,  desde  el  paseo  de  Tacón  hasta  la  calza- 
da   del  Monte 1,072 

Calzada  del  Monte,  desde  la  esquina  de  Belascoaín 
hasta  la  calzada  de  la  Infanta    (o  sea  esquina 

de  Tejas) 1,121 

Calzada  de  la  Infanta,  desde  el  paseo  de  Tacón 
hasta  la  calzada  de  San  Lázaro  (por  las  Can- 
teras)       1,641 

Calzada  de  San  Lázaro,  desde  Belascoaín  hasta  la 

entrada  de  la  calzada  de  la  Infanta.      .      .      .  703 

Desde  la  esquina  de  Tejas  hasta  el  puente  de  Agua 

Dulce 648 

Calzada  de  San  Lázaro,  desde  la  entrada  de  la  cal- 
zada de  la  Infanta  hasta  el  Cementerio  de  los 
ingleses 2,510 


86  José  María  de  la  Toere 


Vs.  cbns. 


Calzada  de  Cristina,  desde  la  esquina  de  la  de  Be- 

lascoaín  hasta  el  puente  de  Agua  Dulce.      .  1,526 
Calzada  del  Cerro,  desde  la  esquina  de  Tejas  hasta 

la    de    Buenos    Aires 248 

La  calle     del     Águila 2,125 

La  de  San  Nicolás 2,065 

Desde  la  muralla  al  castillo   de  Atares.      .      .     .  1,540 
Desde  la  puerta  de  la  muralla  al  castilo   del  Prín- 
cipe      2,893.1|3 

Desde  la  Plaza  de  Armas  a  la  esquina  de  Tejas.  4,275 


CAPITULO  VIII. 

Iglesias,  Hospitales,  Casas  de  Beneficencia,  etc. 

Catedral. — La  parroquial  primeramente  construida  en  el 
puerto  de  Carenas,  fué  de  embarrado  y  guano,  siendo  su  patro- 
no y  titular  San  Cristóbal,  habiendo  sido  destruida  en  1,538,  por 
los  piratas. 

"Ilustran  esta  ciudad,  dice  Arrate,  dos  iglesias  parroquia- 
les y  dos  auxiliares,  correspondiente  a  lo  numeroso  de  su  vecin- 
dad y  feligresía.  La  mayor  es  dedicada  al  ínclito  mártir  San 
Cristóbal,  patrón  de  la  ciudad  y  titular  suyo.  Está  situada,  co- 
mo ya  dije,  cerca  de  la  ribera  de  la  bahía,  de  suerte  que  entre 
ella  y  la  playa  solo  media  el  espacio  de  la  plaza  de  Armas  y  una 
corta  acera  de  casas :  comenzóse  a  construir  el  año  de  1,550,  por- 
que la  primitiva  había  sido  incendiada  por  los  enemigos  el  año 
de  1,538,  como  se  apuntó  en  otro  lugar,  y  habiéndose  aplicado 
para  esta  obra  la  poca  renta  de  fábrica  que  entonces  habría,  al- 
gunos arbitrios  y  la  contribución  del  vecindario,  duró  mucho 
tiempo  su  construcción  hasta  que  vino  a  darle  su  principal 
complemento  y  deseado  fin,  la  herencia  o  legado  que  destinó 
para  ello  Juan  de  Rojas,  uno  de  los  vecinos  más  ricos  y  condeco- 
rados de  aquella  edad,  y  que  había  ejercido  diversas  veces  el  go- 
bierno de  esta  república.  De  modo  que  debió  a  este  subsidio  su 
final  conclusión  por  los  años  de  1,581  o  poco  más  adelante,  dán- 
dole en  el  candor  de  aquellos  tiempos  el  honor  de  patrono,  po- 
niendo el  escudo  de  sus  armas,  sobre  el  lugar  más  público  y  emi- 
nente de  dicho  templo,  yerro  que  enmendó  la  política  del  cabil- 
do, aunque  a  costa  de  una  ruidosa  controversia,  haciendo  colocar 
las  de  S.  M.  en  aquel  paraje,  como  era  debido. 

Casi  un  siglo  después  la  reedificó  y  amplió  el  señor  Obispo 
don  Juan  de  Santo  Matías,  con  auxilios  y  limosnas  de  los  veci- 
nos, por  los  años  de  1,666.  Compónese  este  templo  de  un  cañón 
principal  y  orden  de  capillas  a  la  parte  del  norte,  anchuroso,  y 


88  José  Maeía  de  la  Tobre 

capaz;  y  aunque  no  a  lo  moderno,  fué  para  aquella  edad,  como 
dice  el  maestro  Gil  González,  noblemente  edificado,  aunque  hoy 
por  no  ser  correspondiente  a  lo  ilustre  y  numeroso  de  esta  pobla- 
ción, la  desluce  y  desautoriza  mucho  un  lunar  tan  notable,  por- 
que lo  que  entonces  era  decente  y  regular  para  una  pequeña  vi- 
lla o  ciudad,  ya  desdice  de  una  de  tanto  esplendor,  supongo  que 
a  esta  desgracia  han  dado  motivo  los  obstáculos  que  sobre  la  tras- 
lación a  otro  sitio  se  han  ofrecido,  malográndose  el  tiempo  más 
oportuno  para  la  fábrica  y  construcción  de  esta  iglesia,  a  quien 
lia  enriquecido  de  alhajas  y  de  ornamentos  la  magnificencia  del 
señor  don  Fr.  Juan  Lazo,  quien  le  hizo  labrar  un  sagrario  her- 
moso de  plata,  que  costó  más  de  $10,000  y  es  correspondiente  a 
la  lámpara  mayor,  que  es  muy  exquisita  y  ostentosa.  También  le 
ha  adornado  con  un  retablo  dorado,  primoroso,  y  si  en  la  erección 
de  nueva  iglesia,  no  se  le  hubiesen  frustrado  sus  deseos  y  diligen- 
cias, no  nos  hubiera  dejado  en  la  obra  que  apetece  y  admirar." 

El  historiador  Valdés,  hablando  de  la  misma  parroquial,  di- 
ce:— "Su  situación,  era  la  que  en  el  día  tiene  el  palacio  de  Go- 
bierno, con  la  puerta  principal  al  occidente,  las  dos  colaterales  al 
Septentrión  y  mediodía,  y  el  altar  mayor  al  oriente.  Su  exte- 
rior era  tan  ordinario  que  por  la  parte  oriental  y  meridional 
más  parecía  casa  particular  que  templo  de  Dios.  El  interior, 
por  sí  solo  mirado,  tampoco  encerraba  objeto  en  que  la  curiosi- 
dad pudiese  detenerse:  y  en  una  palabra,  en  aquella  iglesia  se 
portó  tan  groseramente  la  mano  de  su  artífice,  que  desnuda  del 
ornato  del  culto  se  tomaría  por  una  hermosa  bodega;  adecuada 
más  para  parroquial  del  Puerto  de  Carenas  que  para  la  última 
parroquia  de  la  Habana.  Esta  iglesia  constaba  de  dos  naves 
y  la  sacristía  estaba  a  espaldas  del  altar  mayor,  con  el  que  se  co- 
municaba por  medio  de  dos  puertas.  La  ante  sacristía  era  re- 
ducida; salía  a  la  nave  colateral  y  servía  para  desahogo  de  los 
clérigos ;  a  continuación  de  ella  corrían  varias  oficinas  bajas  y 
altas  con  sus  balcones,  para  el  cura  y  demás  dependientes  de  la 
iglesia,  y  estas  habitaciones  correspondían  al  lado  de  la  Plaza  de 
Armas.  Al  Septentrión  estaba  el  cementerio  cercado  de  tapias, 
y  con  su  puerta  frente  al  costado,  y  de  la  nave  colateral.  La  to- 
rre estaba  situada  a  occidente,  hacia  a  la  izquierda  de  la  puerta 
principal.  No  guardaba  medidas  en  su  arquitectura,  porque 
era  muy  ancha  y  poco  elavada.  Tenía  tres  cuerpos,  el  primero 
servía  de  batisterio ;  el  segundo,  de  habitación  del  campanero  pa- 


Lo  que  Fuimos  t  Lo  que  Somos.  89 

ra  el  reloj  (*)  y  cinco  campanas  regulares.  El  señor  Laso  pre- 
tendió derribar  esta  iglesia  y  fabricar  otra  en  el  mismo  sitio ;  pe- 
ro no  lo  hubo  de  conseguir  y  continuó  sirviendo  hasta  que  expul- 
sados los  jesuítas,  se  concluyó  la  que  existe  en  el  día,  erigida  en 
catedral  sobre  los  principios  que  tenían  adelantados  aquellos  re- 
gulares estinguidos. "  (2) 

En  1,779  se  verificó  la  indicada  traslación  a  la  iglesia  de  los 
expulsados  jesuítas;  y  en  1,789  (3),  en  que  se  dividió  la  Isla  en 
dos  Diócesis,  fué  declarada  Catedral  de  la  Habana. 

Convento  de  San  Juan  de  Dios. — Por  los  años  de  1,593 
naufragó  frente  a  la  playa  de  Bacuranao  una  fragata  nombrada 
"Perla",  cuya  tripulación  y  pasajeros  perecieron,  salvándose 
muy  pocos.  Entre  estos  se  contó  un  tal  Sebastián  de  la  Cruz, 
que  tomó  después  el  hábito  de  la  orden  de  San  Francisco,  y  se 
ejercitaba  en  curar  enfermos  desvalidos.  Vivía  en  un  colgadizo 
situado  junto  al  colegio  de  San  Felipe  y  Santiago,  donde  hoy  es- 
tá San  Juan  de  Dios,  y  dicho  colgadizo  estaba  destinado  a  guar- 
dar la  lancha  del  Morro,  pues  el  mar  llegaba  hasta  la  plazuela, 
en  la  pleamar,  atracando  y  amarrando  sus  botes  en  el  mismo  si- 
tio los  pescadores. 

En  1,570  parece  que  se  fundó  en  el  barrio  de  la  Ciénaga  un 
hospital  con  el  nombre  de  San  Felipe  y  Santiago,  por  haberse 
hecho  la  erección  de  dicho  día.  La  parte  baja  donde  estaba  el 
hospital  contenía  veinte  camas,  y  en  la  alta  estaban  antes  los  co- 
legiales. En  1,603  varió  su  nombre  en  Hospital  de  San  Juan  de 
Dios,  por  haber  venido  a  servirlo  los  Juaninos  o  hermanos  de  la 
congregación  de  San  Juan  de  Dios.  (4)  En  1,648  fué  declarada 
su  iglesia,  auxiliar. 


(1)  Este  reloj  debe  ser  el  mismo  que  tiene  actualmente,  pues  con  moti- 
vo de  una  composición  que  hubo  de  sufrir  en  1,850,  se  ha  visto  que  fué  cons- 
truido en  Londres  el  año  de  1,698. 

(2)  El  colegio  de  Jesuitas  proyectado  en  1,656,  se  erigió  en  1,724.  Cuan- 
do en  1,834  se  removieron  los  cimientos  de  la  Plaza  de  Armas  para  el  nuevo 
adorno  que  se  le  hizo  en  ella,  se  encontraron  huesos  humanos  del  cementerio 
de  dicha  parroquial  mayor. 

(3)  Al  lado  de  la  puerta  que  cae  a  la  calle  de  San  Ignacio  hay  una  lá- 
pida con  la  siguiente  inscripción :  "El  Iltmo.  señor  don  Pedro  Agustín  Morel 
Santa  Cruz,  digno  Obispo  de  Cuba,  etc.,  consagró  esta  Iglesia  de  la  Santa  ca- 
sa lauretana  de  María  Santísima,  en  VIII  de  Septiembre  de  1,755." 

(4)  Antes  de  la  entrega  a  los  Juaninos  solo  pertenecía  al  hospital  la 
parte  exterior,  pues  la  interior  era  un  huerto  de  un  eclesiástico  que  hizo  do- 
nación de  él  al  hospital,  así  que  se  hizo  la  entrega  a  los  Juaninos.  El  hospi- 
tal se  mantuvo  bajo  la  administración  de  los  Juaninos  hasta  1797,  en  que  se 
puso  bajo  de  un  administrador,  como  existe  en  el  día. 


90  José  María  de  la  Tokre 

Santo  Domingo. — En  1,578  se  fundó  el  ex-convento  de  San- 
to Domingo,  que  debió  mucho  a  la  liberalidad  de  los  Condes  de 
Casa  Bayona,  cuyos  retratos  existen  en  la  sacristía.  En  1,728 
se  estableció  en  él  mismo  la  Real  Universidad.  San  Luis  Bel- 
trán  fué  religioso  de  este  convento;  así  como  San  Francisco  So- 
lano lo  fué  del  de  San  Francisco. 

San  Francisco. — En  1,591  se  concluyó  la  fábrica  principal 
del  convento  de  San  Francisco,  promovido  desde  1,574.  Situóse 
tan  a  la  orilla  del  mar,  que  parte  de  sus  cimientos  se  hicieron  de 
pilotaje  sobre  él  mismo.  Eeconociéndose  en  1,719  indicios  de 
ruinas  en  la  capilla  mayor,  se  derribó  y  comenzó  a  labrar  un 
crucero  de  bóveda  con  grandes  dificultades  por  los  pocos  recur- 
sos con  que  se  contaba.  En  1,738,  mediante  el  celo  del  Obis- 
po Fr.  Juan  Lazo,  fué  concluido  tal  como  se  vé  en  el  día.  En  su 
torre  (que  es  una  de  las  pocas  obras  maestras  de  arquitectura 
que  se  puede  citar  en  esta  ciudad),  había  un  reloj  y  en  su  cúspi- 
de una  estatua  de  San  Francisco  que  calló  en  el  huracán  de 
1,846.  En  1,841,  en  que  fueron  extinguidos  los  conventos  de  la  Is- 
la, se  redujo  este  a  depósito  de  frutos.  En  1,856  se  ha  traslada- 
do también  á  él  el  archivo  general  de  todas  las  Depedencias  de 
la  administración.  En  1,608  se  erigió  en  loor  del  Santo  Cristo 
Custodio  de  la  Vera-Cruz  la  capilla  de  la  Tercera  de  San  Fran- 
cisco (1)  desde  la  cual  salían  las  estaciones  del  Vía-Crucis,  todos 
los  viernes  de  cuaresma,  recorriendo  la  calle  de  la  Amargura  y 
concluyendo  en  la  iglesia  del  Humilladero  o  sea  el  Cristo.  El 
año  1,807  se  celebró  por  última  vez  dicho  acto  religioso,  empe- 
zando desde  entonces  a  quitarse  las  cruces  que  había  en  dicha  ca- 
lle y  quedando  únicamente  la  Cruz-Verde,  que  no  se  puso  por 
otra  razón  que  por  ser  dicha  calle  la  Vía-Crucis,  a  pesar  de  las 
muchas  tradiciones  que  se  han  forjado  sobre  dicha  cruz. 

San  Agustín. — En  1,608  se  erigió  el  conveuto  de  San  Agus- 
tín, de  quien  es  patrona  Nuestra  Señora  de  la  Candelaria.  En 
el  costado  que  cae  a  la  calle  de  la  Amargura  se  ve  una  lápida  con 
la  siguiente  inscripción:  "Acabóse  esta  capilla  de  Nuestra  Seño- 
ra del  Carmen  con  limosnas  que  dio  esta  ciudad,  siendo  funda- 


( 1 )  En  uno  de  los  adornos  de  la  portada  de  esta  capilla  se  lee :  "Anno 
Domini  1,751",  que  parece  ser  en  el  que  se  concluyó.  "En  esta  capilla,  dice 
Arrate,  está  colocada  la  milagrosa  imagen  Santísimo  Cristo,  conocido  por  el 
renombre  de  la  Santa  Cruz,  la  que  sudó  maravillosamente  el  año  de  1,700,  de 
que  se  hizo  atento  y  formar  examen." 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  91 

dor  y  mayordomo  Diego  Rodríguez  y  Juan  Santiago.  Año  de 
mil  seiscientos  cincuenta  y  nueve." 

Santo  Cristo. — En  1,640  se  edificó  una  ermita  con  el  nom- 
bre del  Humilladero  (hoy  Santo  Cristo  del  Buen  Viaje),  para 
que  se  terminasen  en  ella  las  estaciones  que  se  acostumbraban 
los  viernes  de  cuaresma.  En  1,693  fué  declarada  ayuda  de  pa- 
rroquia, y  en  1,852  parroquia.  La  especie  de  atrio  que  se  vé  en 
su  frontispicio  le  sirvió  en  un  tiempo  de  cementerio.  En  esta 
iglesia  estuvo  la  congregación  de  San  Felipe  de  Neri,  hasta  que 
tuvo  iglesia  propia  separada. 

La  Merced. — En  1,637  se  proyectó  el  convento  de  la  Mer- 
ced, por  la  importancia  que  ya  tenía  el  oarrio  de  Campeche; 
pero  hasta  1,746  no  se  realizó  el  pensamiento.  Fundóse  prime- 
ro en  la  esquina  opuesta  a  la  casa  del  señor  don  José  Eusebio 
Alfonso,  y  en  1,792  se  colocó  el  Sacramento  en  el  actual  templo. 

Espíritu  Santo. — En  1,638  edificaron  unos  negros  libres 
una  ermita  bajo  la  advocación  del  Espíritu  Santo.  En  1,648,  a 
causa  del  aumento  de  población  en  la  barriada,  fué  declarada 
auxiliar  de  parroquia,  y  hacia  1,661  parroquia,  siendo  la  segun- 
da de  la  Isla.  Tiene  reloj  en  su  torre,  pero  el  actual  fué  colo- 
cado en  1,808 ;  y  en  1,760  comprendía  su  feligresía  1,100  almas. 
Hasta  principios  de  este  siglo  salía  todas  las  noches  de  ella,  co- 
mo de  otras  iglesias,  una  hermandad  del  Rosario  que  se  ejercita- 
ba en  esta  devoción,  por  todas  las  calles  de  la  ciudad. 

Colegio  de  Niñas. — En  1,693  se  fundó  por  el  Obispo  Com- 
postela  el  colegio  de  niñas  bajo  el  patrocinio  de  San  Francisco 
de  Sales. 

Santa  Clara. — En  1,664  se  fundó  el  convento  de  Santa  Cla- 
ra, que  a  mediados  del  siglo  pasado  contaba  con  550  pesos  de 
fondo  o  capital,  i1) 

Paula. — En  1,664  el  hospital  de  San  Francisco  de  Paula, 
para  mujeres  pobres;  por  el  cura  de  la  parroquial,  don  Nicolás 
Estévez  Borges,  que  mandó  primero  construir  la  ermita.  Des- 
truido en  1,730,  fué  levantado  de  nuevo  en  1,745.  Había  en  él, 
como  en  el  Espíritu  Santo,  hermandad  del  Rosario. 


(1)  Antes  de  este  monasterio  de  monjas  solo  había  habido  en  esta  ciu- 
dad un  devoto  beaterío  de  Teresas  Franciscas  situado  por  los  contornos  de 
San  Juan  de  Dios,  y  que  parece  subsistió  hasta  1,647,  en  que  por  falta  de  au- 
xilios temporales,  se  tuvo  a  bien  demoler  la  capilla  y  enajenar  las  casas,  las 
cuales  fueron  compradas  por  don  Pedro  Armenteros  y  Guzmán. 


92  José  María  de  la  Toebe 

El  Monserrate. — En  1,675  se  construyó  la  ermita  del  Mon- 
serrate  en  la  plazuela  de  este  nombre  (x)  donde  permaneció 
hasta  1,836,  en  que  fué  destruida  para  trasladarla  a  los  extra- 
muros. Se  declaró  parroquia  en  1,844,  en  que  se  erigió  el  nue- 
vo templo. 

Seminario. — Desde  1,656  se  trató  de  la  fundación  de  un  co- 
legio de  Jesuitas,  pero  hasta  1,721  no  se  logró  la  licencia  de 
S.  M.  no  obstante  los  cuantiosos  donativos  que  había  ofrecido,  y 
la  ermita  de  San  Ignacio  que  con  tal  objeto  había  erigido  el 
Obispo  Compostela  hacia  el  año  de  1,690.  En  1,724  fué,  sin  em- 
bargo, cuando  se  erigió  dicho  colegio :  cuya  fábrica  vino  a  con- 
cluirse a  mediados  del  siglo  pasado,  construyéndose  a  la  parte 
del  Sur  una  iglesia,  que  después  de  darle  mayor  extensión,  ha 
venido  a  servir  de  Catedral. 

Santo  Ángel. — En  1,679  se  fundó  por  el  Obispo  Composte- 
la  la  iglesia  del  Santo  Ángel  Custodio,  sobre  el  cerro  conocido 
antes  por  la  Peña  Pobre,  y  hoy  por  la  loma  del  Ángel,  declarán- 
dose auxiliar.  Estaba  circunvalada  de  un  recinto  de  piedras 
engalanado  a  trechos  de  almenas  que  le  servía  de  atrio  por  to- 
das partes.  En  1,828  fué  derribada  su  torre  por  un  rayo,  y  re- 
parada, fué  nuevamente  destruida  (así  como  todo  el  frente  y  el 
fondo  del  cuerpo  principal  de  la  iglesia)  por  el  huracán  de 
1,846,  habiendo  sido  reparado  dicho  frente  con  notable  modifi- 
cación. 

Casa  Cuna. — En  1,687  se  estableció  la  primera  casa  de  ex- 
pósitos, por  el  Obispo  Compostela,  a  su  costa,  donde  hoy  está  el 
convento  de  Santa  Teresa,  habiendo  hecho  fabricar  al  efecto  una 
casa  que  tuvo  de  costo  $30,000;  pero  por  causas  que  se  ignoran, 
destruyó  él  mismo  tan  piadoso  instituto,  erigiendo  en  el  mismo 
sitio  el  convento  de  Santa  Teresa.  Mandóse  establecer  por  Real 
cédula  de  16  de  Mayo  de  1,705,  llevándola  a  cabo  el  Obispo  don 
Jerónimo  Valdés,  que  a  su  costa  edificó  la  casa  de  los  Oficios  es- 
quina a  la  de  Riela,  la  cual  existió  hasta  1,852,  en  que  fué  incen- 
diada; habiéndose,  sin  embargo,  reedificado  y  colocado  en  el 
mismo  sitio  donde  estaba  la  lápida  con  la  inscripción  siguiente : 
"Año  1,710.  Esta  casa  de  niños  de  expósitos  fundó  el  Iltmo.  S. 
M.  R.  O.  don  Jerónimo  Valdés,  Obispo  de  Cuba." 

Seguramente  que  a  este  impulso  que  recibió     el    estableci- 


(1)     Véase  la  página  24  de  esta  obra. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  93 

miento  del  Obispo  don  Jerónimo  Valdés,  es  el  origen  de  que  los 
expósitos  lleven  su  propio  apellido  Valdés.  i1) 

Regla. — En  1,690  se  fundó  la  ermita  de  Regla  por  don  Ma- 
nuel Antonio,  natural  de  Lima  (y  primero  que  tuvo  la  licencia 
para  vestir  el  hábito  de  ermitaño)  en  terreno  cedido  por  el  Obis- 
po Compostela.  Era  primero  de  guano,  y  fué  destruida  por  el 
huracán  de  1,692.  En  1,712,  un  ermitaño  asturiano  nombra- 
do Juan  de  Coyedo  Martín,  construyó  una  iglesia  de  tapia  y  te- 
jas, y  vivienda  para  el  albergue  de  los  hermanos  que  recogían 
limosnas  del  vecindario.  En  1,712  juró  el  cabildo  de  la  Haba- 
na por  patrona  de  la  bahía,  a  la  Virgen  de  Eegla.  (2) 

San  Ambrosio. — En  1689  se  erigió  el  colegio  de  San  Am- 
brosio, para  la  enseñanza  de  doce  niños,  que  sirviendo  en  el  altar 
y  coro  de  la  parroquial,  se  impusiesen  desde  su  tierna  edad  en  los 
ritos  y  ceremonias  de  los  divinos  oficios  y  tomando  el  estado  cle- 
rical fuesen  más  aptos  e  idóneos  para  los  misterios  de  la  iglesia. 
Estaba  situado  en  la  calle  de  los  Oficios,  puerta  inmediata  de  la 
derecha  de  la  casa  de  los  señores  Obispos  (que  hoy  es  el  hotel  de 
San  Carlos).  En  1774,  después  de  expulsados  los  Jesuítas,  fué 
trasladado  al  colegio  de  éstos. 

San  Felipe. — En  1693  se  erigió  el  convento  de  San  Felipe 
de  Neri:  habiéndose  establecido  la  congregación  entre  tanto  en 
1666  en  la  parroquial  mayor,  y  en  1627  en  el  Cristo. 

Santa  Catalina— -En  1680  se  promovió  el  monasterio  de 
Santa  Catalina,  concluyéndose  el  templo  en  1689  y  solemnizán- 
dose la  dedicación  en  1700.  En  6  de  Agosto  de  1803  se  colocaron 
en  este  monasterio  los  cuerpos  de  los  mártires  Celestino  y  Luci- 
da, conducidos  de  Eoma  por  el  Sr.  Pbro.  Hechevarría. 

Jesús  del  Monte. — En  1698  se  erigió  la  parroquial  de  Jesús 
del  Monte,  en  el  sitio  donde  se  hallaba  el  ingenio  de  este  nombre. 


(1)  Véase  la  luminosa  historia  de  la  Real  Casa  de  Maternidad,  por  el 
señor  don  Evaristo  Zenea,  secretario  que  fué  de  dicha  casa,  Habana,  1,838, 
pág.  20.  La  casa  de  la  calle  de  la  Cuna  la  compró  el  Obispo  Valdés  en  16,000 
pesos.  En  1,823  se  trasladó  la  casa  a  la  calle  de  la  Reina  número  109,  y  en 
1,833  convertida  en  casa  de  Maternidad  estuvo  en  la  calle  del  Prado  esquina 
a  la  del  Trocadero,  desde  donde  se  trasladó  a  la  calle  de  Dragones  y  última- 
mente al  local  de  la  casa  de  Beneficencia. 

(2)  En  1,773  se  levantaron  las  primeras  casas  de  este  pueblo  en  1,735 
se  construyó  el  muelle  conocido  por  del  Palacio  por  el  Capitán  Blandino,  pri- 
mero que  allí  hubo  y  que  desde  1,774  era  administrador  de  Rentas  para  evi- 
tar el  contrabando  que  allí  se  hacía.  Véase  la  historia  de  la  fundación  de 
Regla  en  las  Memorias  de  la  Real  Sociedad.     Ec.  año  1,840,  pág.  346. 


94  José  Mabía  de  la  Toree 

Santa  Teresa. — En  1701  se  fundó  el  monasterio  de  Santa 
Teresa,  donde  existía  antes  la  casa  de  expósitos  y  la  ermita  de 
San  Melchor. 

Belén. — En  1704  se  fundó  la  hospitalidad  de  convale  se  encia 
o  sea  convento  de  Belén,  que  era  una  huerta  de  San  Diego,  que 
servía  de  recreo  y  retiro  en  determinados  tiempos  al  obispo  don 
Diego  Evelino  de  Compostela,  fundador  de  dicha  convalescencia 
i1),  y  que  desde  1695  había  construido  una  ermita  dedicada  a 
San  Diego  de  Alcalá,  titular  del  convento.  Muerto  este  prelado 
sin  haber  podido  llevar  a  cabo,  por  falta  de  recursos,  lo  grandio- 
so de  su  obra,  se  encargó  de  darle  su  complemento  el  alférez  don 
Juan  Francisco  Carballo,  mercader  de  esta  capital.  La  es- 
cuela de  primeras  letras  que  estaba  a  cargo  de  los  hermanos  be- 
lemitas,  era  la  única  gratuita  hasta  fines  del  siglo  pasado,  y  fué 
afamada  principalmente  por  los  excelentes  plumarios  o  escri- 
bientes que  de  ella  salieron.  Existió  dicha  escuela  hasta  1854, 
en  que  se  hizo  entrega  de  todo  el  edificio  a  los  padres  Jesuítas, 
para  el  establecimiento  del  Real  Colegio  de  la  Habana. 

San  Isidro. — El  suprimido  hospicio  de  San  Isidro  era  un 
cuadro  de  cien  varas  de  frente  y  otras  tantas  de  fondo,  que  el 
Dr.  D.  Francisco  Moreno  de  Alba  compró  a  don  Luis  y  doña  Lu- 
cía Sotolongo,  en  7  de  Octubre  de  1696  (escribanía  de  Leal),  con 
objeto  de  que  se  estableciera  en  él  el  monasterio  de  Carmelitas 
descalzos,  como  en  efecto  se  erigió  según  consta  de  la  Eeal  Cédu- 
la de  14  de  Marzo  de  1700.  Sirvió  también  de  recreo  al  obispo 
Compostela,  que  después  de  hacer  trasladar  dicho  monasterio  al 
sitio  donde  hoy  se  halla,  fundó  allí  una  ermita.  En  1708  el  sín- 
dico de  dicho  monasterio  vendió  el  suelo  al  Iltmo.  Sr.  Obispo 
Valdés,  en  cantidad  de  500  pesos,  que  quedaron  impuestos  a  cen- 
so a  favor  del  indicado  monasterio  de  Santa  Teresa.('?i)     El  ex- 


(1)  Era  natural  de  Sevilla  y  no  pudo  acabar  las  obras  por  haber  sido 
asesinado  alevosamente.  Su  retrato  se  ve  aun  en  la  sacristía  de  esta  iglesia, 
teniendo  al  pie  la  siguiente  inscripción :  Juan  Francisco  Carballo,  vecino  bien 
hechor  de  este  convento  hospital  de  convalescientes  de  Nuestra  Señora  de  Be- 
lén y  San  Diego  ;  falleció  en  16  de  Noviembre  de  1,718. 

(2)  Movióle  a  esta  fundación  el  admirable  ejemplo  que  le  dio  el  devoto 
hermano  Sebastián  de  la  Cruz,  tercero  hábito  exterior  del  San  Francisco,  pues 
sin  más  rentas  que  las  limosnas  que  demandaba  diligente,  dispuso  por  los 
años  de  1,677,  en  una  casa  particular  una  acomodada  aunque  pequeña  en- 
fermería. La  ermita  de  San  Diego  de  Alcalá  la  fundó  el  mismo  Compostela 
en  1,695,  en  lo  que  era  estreno  de  la  ciudad  (como  que  desde  allí  a  la  Mura- 
lla estaba  el  ranclw  o  estancia  de  los  isleños)  según  se  convence  de  un  reta- 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos. 


95 


presado  Sr.  Valdés,  hizo  en  20  de  Enero  de  1720  donación  de  las 
fábricas  y  sitio  huevo  a  los  religiosos  de  Santo  Domingo,  y  por  la 
no  aceptación  de  éstos  a  los  de  San  Francisco,  y  habiendo  acre- 
centado las  viviendas  y  demolido  la  ermita  antigua  que  estaba  ca- 
si en  el  centro  del  citado  paraje,  construyó  la  actual  iglesia ;  mas 
cuando  dicha  comunidad  quiso  tomar  posesión  de  todo  lo  cedido, 
se  encontró  no  poder  efectuarlo,  porque  dicho  señor  Obispo  lo  ha- 
bía donado  posteriormente  a  favor  de  la  casa  cuna  de  niños  ex- 
pósitos, con  real  aprobación  de  19  de  Agosto  de  1728.  Con  esta 
novedad  y  la  de  haber  fallecido  el  indicado  señor  Obispo,  se  pre- 
sentó la  Religión  franciscana  haciendo  la  reclamación  de  lo  que 
se  le  había  donado,  y  sustanciada  la  causa  se  declaró  en  1729  la 
posesión  por  ella  (confirmándose  en  1730  y  1745),  sin  que  cum- 
plieran, sin  embargo,  la  condición  de  obtener  las  licencias  nece- 
sarias para  perfeccionar  la  recolección  como  se  les  había  preve- 
nido. En  la  invasión  inglesa  de  1762,  después  que  los  enemigos 
se  apoderaron  del  Morro,  las  autoridades  se  trasladaron  a  este 
hospicio.  En  1763,  a  instancia  del  Conde  de  Riela,  concedieron 
los  religiosos  parte  del  terreno  del  hospicio  para  hospital  de  la 
tropa,  y  también  parte  de  la  huerta  para  construir  viviendas  pa- 
ra los  negros  esclavos  del  Rey  y  formar  el  Palenque  (hoy  cuartel 
de  Artillería),  que  subsistió  hasta  principios  del  corriente  siglo. 
Hacia  1828  instauró  el  protector  de  la  casa  de  expósitos  deman- 
da para  la  posesión  de  dicho  hospicio  con  el  fin  de  establecer  la 
casa  de  Maternidad,  en  que  se  convirtió  dicha  casa  cuna,  y  sus- 
tanciada la  causa  se  falló  en  1833  en  favor  de  dicha  casa  de  ex- 
pósitos; pero  no  se  ha  llevado  a  efecto  la  sentencia;  permane- 
ciendo la  iglesia  de  San  Isidro  a  cargo  de  la  recolección  de  fran- 
ciscanos y  habiéndose  convertido  el  convento  desde  1855,  en  es- 
cuela preparatoria  de  artes  y  oficios.     (x) 


blo  que  aun  existe  en  la  sacristía  de  la  iglesia  de  este  convento  de  Belén  y 
dice  así :  "Hanc  basllican,  in  civi  tate  extramitate,  et  santissimo  Didaco  com- 
putensi  dicatam  meditatem,  et  misserian  pau  perum  hic  commemoratium 
atendens  Didacus  Ebelino  de  Compostela  Episcopus  cubien  sus  XXV  crecit 
Año  1,695."  En  las  Memorias  de  la  Real  Sociedad  Económica,  tom.  12,  año 
1,841,  pág.  121,  hay  una  noticia  sobre  la  fundación  de  esta  convalescencia. 

(1)  Véase  la  escritura  de  redención  de  23  de  Enero  de  1,728,  ante  don 
Dionisio  Pancorbo. 

Todos  los  templos  de  la  de  Compostela  fueron  erigidos  por  el  memora- 
ble Obispo  de  este  apellido,  cuyo  cuerpo  se  halla  depositado  en  una  hermosa 
urna  en  el  monasterio  de  Santa  Teresa.     Se  cuenta  de  un  loco  que  cantaba 


96  José  María  de  la  Tobbe 

La  Salud  y  Guadalupe. — A  los  desvelos  y  solicitudes  de  un 
devoto  pardo  nombrado  Miguel  de  Eodas,  se  debió  la  edificación 
y  adorno  del  santuario  titulado  del  Santísimo  Cristo  de  la  Salud. 
en  la  calle  de  este  nombre,  colocándose  la  venerable  imagen  el 
1.°  de  Marzo  de  1742,  y  creciendo  la  devoción  y  las  dádivas  para 
el  culto,  se  dio  mayor  extensión  al  templo,  declarándolo  auxiliar. 

En  1716,  un  tal  Francisco  Cañete  edificó  en  frente  del  Pe- 
ñón, esquina  de  la  calle  del  Águila  y  calzada  del  Monte  y  Calle- 
jón del  Suspiro,  una  ermita  con  techo  de  guano,  que  dedicó  a  la 
virgen  de  Guadalupe,  de  donde  tomó  el  barrio  este  nombre.  En 
1718  se  trató  de  fabricar  de  cantería  y  teja,  pero  faltando  los  re- 
cursos y  pasado  algún  tiempo,  el  Ilustrísimo  Obispo  Lazo  de  la 
Vega,  reconstruyó  en  1742,  de  mampostería  dicho  templo,  consti- 
tuyéndolo en  auxiliar.  A  poco  se  declaró  parroquia,  y  por  influ- 
jo del  ingeniero  don  Agustín  Crámer  fué  derribado  por  conside- 
rarse perjudicial  en  aquel  sitio  para  la  defensa  de  la  ciudad,  y  se 
trasladó  la  parroquia  a  un  templo  o  ermita  que  se  levantó  en  la 
misma  manzana  donde  estaba,  la  del  Señor  de  la  Salud,  me- 
diando solo  una  separación  de  diez  o  doce  varas.  En  1814,  el  se- 
ñor Obispo  Espada  dispuso  que  la  ermita  deí  Señor  de  la  Salud 
y  la  indicada  parroquial  de  Guadalupe  (que  hacían  mala  figura 
en  la  misma  manzana),  se  edificase  un  templo  digno  de  la  po- 
blada barriada  a  que  estaba  destinado ;  y  bajo  la  dirección  de 
don  Pedro  Abad  Villareal,  fué  terminado  dicho  templo  en  1815, 
habiéndose  concluido  el  frontispicio  en  1838,  todo  por  donativo 
del  vecindario,  trasladándose  el  campanario  a  la  calle  de  Man- 
rique (que  por  eso  se  llama  también  del     Campanario    Nuevo), 


los  siguientes  disparatados  versos,  que  se  enseñaban  a  los  alumnos  en  las  es- 
cuelas, hasta  no  hace  muchos  años. 

La  calle  de  Compostela 
cinco  templos  tiene  a  la  acera : 
el  Ángel  Custodio,  Santa.  Catalina  de  Sena, 
Santa  Teresa  de  Jesús,  San  Diego  de  Alcalá, 
San  Isidro  Labrador. 
Toca  la  mano  español 
quien  te  lo  dirá  mejor. 

Se  dijo  de  este  benéfico  Obispo  que  Dios  convertía  las  piedras  en  limos- 
nas y  Compostela  las  limosnas  en  piedras,  aludiendo  a  los  muchos  templos 
que  levantó  solo  a  fuerza  de  limosnas.  Vivió  algún  tiempo  en  Santiago  de 
las  Vegas,  en  la  casa  que  fué  Administración  de  Rentas,  y  en  el  libro  primero 
del  Archivo  de  la  parroquial  existe  un  auto  de  su  propio  puño  y  letra  que  en- 
seña el  modo  con  que  se  han  de  fabricar  las  iglesias  y  camposantos. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  97 


pues  antes  estaba  en  los  restos  que  aun  se  conocen  de  la  Ermita 
del  Señor  de  la  Salud  esquina  a  la  calle  del  Campanario 
Viejo. 

El  templo  derribado  por  Crámer  se  hallaba  en  un  estado  me- 
dianamente decente.  Corría  de  Norte  a  Sur  y  constaba  de  tres 
naves :  la  principal,  de  52  y  medias  varas  de  largo  y  doce  y 
tres  cuarto  de  ancho  y  otro  tanto  de  alto.  Las  colaterales,  de  42 
varas  de  largo  y  cinco  y  medio  de  ancho  con  diez  y  media  varas 
de  elevación.  La  fachada  principal  se  componía  de  pilares  y  es- 
tatuas, y  los  adornos  exteriores  eran  proporcionados.  En  esta 
iglesia  se  detuvieron  a  orar  las  religiosas  y  demás  personas  que 
se  hicieron  salir  de  la  plaza  cuando  la  invasión  inglesa.  Viniendo 
del  campo  el  citado  ingeniero  Crámer  por  la  Calzada  del  Monte, 
se  les  desbocaron  en  las  inmediaciones  de  esta  iglesia,  los  muías 
que  tiraban  del  carruaje  y  murió  hecho  pedazos  entre  las  calles 
de  Someruelos  y  de  Cienfuegos,  donde  (acera  del  Norte),  se  pu- 
so una  cruz  con  pedestal  de  mampostería,  que  existió  hasta  1828, 
en  que  el  señor  Espada  hizo  quitar  casi  todas  las  cruces  que  se 
veían  en  la  ciudad,  conmemorativas  de  sucesos. 

San  Luis  Gonzaga. — En  1751,  la  ermita  de  San  Luis  G-onza- 
ga,  al  extremo  occidental  de  la  calle  de  la  Reina,  en  el  mismo  si- 
tio donde  cruza  la  calzada  de  la  Beneficencia,  llevándose  la  sa- 
grada imagen  desde  la  iglesia  de  Guadalupe,  en  una  lucida  y  nu- 
merosa procesión.  Tenía  más  de  12  varas  de  largo  y  como  8  de 
ancho  y  fué  destruida  en  1835,  cuando  se  formó  el  Paseo  de 
Tacón. 

Jesús  María. — En  1735  se  construyó  la  ermita  de  Jesús,  Ma- 
ría y  José ;  concluida  en  1756  y  erigida  en  auxiliar  en  1772. 

Templete. — En  1828,  el  templete  construido  en  la  Plaza  d6 
Armas  para  perpetrar  la  memoria  del  sitio  donde  se  dijo  la  pri- 
mera misa  en  la  Habana.  La  seiba  bajo  la  cual  se  celebró  ésta 
en  1519,  fué  cortada  en  1753,  reemplazándose  por  otra,  que  fué 
cortada  en  1828,  en  que  se  sembraron  las  dos  que  existen  en  el 
indicado  templete. 

Beneficencia. — En  1794  se  fundó  la  Real  Casa  de  Benefi- 
cencia. 

Ursulinas. — En  1797  se  erigió  el  convento  de  Ursulinas,  en 
el  edificio  en  que  desde  1776  había  servido  para  las  Recogidas 
•  las  cuales  pasaron  al  que  se  les  levantó  en  el  extinguido  mata- 


98  José  Maeía  de  la  Tobbk 

dero),  aunque  las  Ursulinas  llegaron  a  la  Habana  de  Nueva  Or- 
leans,  el  23  de  Junio  de  1803. 

Cerro. — En  Noviembre  de  1816  se  erigió  la  iglesia  de  San 
Salvador  de  la  Prensa  (barrio  hoy  más  conocido  por  el  Cerro, 
por  un  cerro  de  granito  de  que  había  aun  restos  el  año  pasado  de 
]  856,  en  la  quinta  del  ilustrado  S.  Conde  de  Cañongo,  en  el  mis- 
rao  sitio  en  que  ha  levantado  un  lindo  kiosko. 

Pilar. — Esta  parropia  del  Horcón  fué  construida  en  1814. 


CAPITULO  IX. 

Fortificaciones. 

La  Fuerza. — La  primera  fortaleza  de  la  Habana  fué  la 
Fuerza,  construida  a  consecuencia  del  saqueo  e  incendio  que  su- 
frió 3a  Habana  por  los  piratas  en  1538.  Promovióla  Fernando 
de  Soto,  Gobernador  que  era  entonces  de  la  Isla,  y  fué  construc- 
tor ú  Capitán-ingeniero  Mateo  Aceituno,  su  primer  alcaide. 
Concluida,  aunque  no  del  todo,  en  154-1,  expidióse  Real  Orden 
para  que  los  buques  de  guerra  que  entrasen  en  el  puerto,  saluda- 
sen a  éste  como  a  plaza  fuerte,  según  ya  se  hacía  con  la  ciudad 
de  Santo  Domingo.  El  nombre  de  Fuerza  se  le  dio,  a  causa  de 
que  en  esa  época  se  decía  así  a  los  lugares  fortificados:  y  tanto 
que  después  que  hubo  otras  fortalezas  se  le  llamó  la  Fuerza  vie- 
ja. Estaba  circundado  de  un  buen  foso  donde  a  mediados  del 
siglo  pasado  se  hizo  una  gran  sala  de  armas,  cuyo  foso  se  ha  cu- 
bierto en  estos  últimos  tiempos.  En  esta  fortaleza  vivió  el  Go- 
bernador Capitán  General  D.  Juan  de  Tejada  (1859)  ;  y  desde 
1718,  en  que  pasó  a  habitarla  el  Gobernador  don  Gregorio  Gua- 
so, sirvió  de  palacio  o  morada  a  sus  sucesores,  hasta  que  el  conde 
de  Biela  (que  vivió  en  la  casa  hoy  de  los  Comandantes  Genera- 
les de  marina.)  El  Gobernador  don  Francisco  Cagigal,  que  man- 
dó la  Isla  desde  1747  a  80,  lo  hermoseó  interiormente  y  formó  el 
rastrillo  y  los  cuarteles  altos  y  bajos  que  corrían  a  su  continua- 
ción por  el  lado  del  sur,  para  el  alojamiento  de  la  tropa  de  in- 
fantería y  caballerías  de  la  montada.  Su  torreón,  destinado  a 
servir  para  el  toque  de  horas  por  medio  de  una  campana  (como 
en  el  día),  servía  también  para  repetir  las  señales  del  Morro  por 
medio  de  banderas  y  astas. 

El  Morro  o  los  Tres  Reyes. — Comenzóse  en  1589,  por  el  in- 
geniero Juan  Bautista  Antonelli,  bajo  la  dirección  del  Goberna- 
dor Capitán  General  D.  Juan    de  Tejada,    y  concluyóse    hacia 


100  José  María  de  la  Tobre 

1597.  i1)  Antes  estaba  fortificada  provisionalmente  dicha  altu- 
ra. Muchos  creen  que  antes  de  la  invasión  inglesa  ele  1762,  esta 
fortaleza  era  de  madera,  y  que  después  fué  que  se  construyó  de 
piedra,  pero  es  una  equivocación  manifiesta,  porque  después  de 
dicho  suceso  solo  se  le  hicieron  las  convenientes  reparaciones,  au- 
mentos y  mejoras.  He  aquí  la  descripción  que  un  año  antes  de 
la  indicada  invasión  hace  Arrate  de  dicha  fortaleza  y  de  las  ba- 
terías de  los  Doce  Apóstoles  y  la  Pastora : 

"  Sobre  un  alto  peñasco  que  combate  embravecido  el  mar, 
por  su  elevación  dominando  el  puerto,  la  ciudad  y  las  playas  cir- 
cunvecinas de  barlovento  y  sotavento,  está  situada  la  gran  forta- 
leza de  los  Tres  Reyes,  célebre  en  ambos  orbes,  en  una  punta  que 
de  la  parte  del  oriente  sale  a  la  misma  boca  o  entrada  de  la  ba- 
hía y  cae  al  nornoroeste,  levantándose  35  o  40  varas  de  la  super- 
ficie del  mar,  que  a  veces  furioso  suele  saltar  tanta  altura.  Su 
fortificación  es  irregular,  por  que  no  permite  otra  el  terreno  o 
extensión  del  risco,  y  se  compone  de  un  medio  baluarte  formado 
en  lo  más  angosto  de  la  punta,  el  cual  tiene  en  el  ángulo  saliente 
un  sublime  torreón  de  doce  varas  de  alto,  que  llaman  el  Morrillo 
y  sirve  de  atalaya  para  vigilar  las  embarcaciones  que  se  aviten  y 
hacer  seña  con  la  campana  del  número  de  velas  que  se  descubran, 
las  que  se  manifiestan  por  unas  banderitas  que  se  fijan  sobre  la 
cortina,  que  cae  encima  de  la  puerta  del  castillo  y  mira  a  la  po- 
blación, distinguiéndose  por  el  lado  en  que  las  colocan,  el  rumbo 
o  banda  por  donde  aparecen,  como  ya  expresé  en  el  capítulo  an- 
tecedente. 

"Desde  este  baluarte  continúa  una  cortina  que  remata  en 
otra  casi  igual  y  mira  a  la  campaña  de  barlovento,  a  la  bahía  y 
ciudad.  En  él  hay  un  grande  aljibe  o  alberca:  ciñe  todo  este 
lienzo  de  muralla  intermedio,  y  los  dos  baluartes  colaterales  un 
foso  profundísimo  abierto  en  la  misma  peña,  con  entrada  encu 
bierta  y  estacada  a  la  campaña,  que  es  asperísima,  por  ser  toda 
de  arrecifes  muy  agrios. 

(1)  Véase  Arrate,  pág.  55,  donde  hace  ver  la  inscripción  que  se  ve  gra- 
bada en  piedra  a  la  entrada  del  rastrillo  de  dicha  fortaleza,  y  que  dice :  "Go- 
bernando la  Majestad  del  Sr.  D.  Felipe  Segundo  hicieron  este  castillo  del 
Morro  el  Maestro  de  Campo  Tejada  y  el  ingeniero  Antonelli,  siendo  Alcaide 
Alonso  Sánchez  de  Toro.  Año  de  1589."  Debe  entenderse  el  año  como  fecha 
en  que  comenzó  y  no  en  que  se  concluyó.  El  Morro  se  le  dio  por  haberse 
asentado  sobre  una  montaña  pequeña,  redonda,  y  que  se  hulla  en  la  costa 
sirviendo  de  demarcación  a  los  navegantes ;  y  así  se  llaman  también  morros 
los   fuertes  de  las  entradas  de  Cuba  y  Puerto  Rico. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  101 


"Corre  desde  este  baluarte  hacia  el  poniente  un  lienzo  de 
muralla  de  40  a  45  varas  de  largo,  que  cae  a  la  había  y  remata 
en  una  escala  plana  que  baja  hasta  el  Morrillo,  y  al  lado  izquier- 
do tiene  otro  baluarte  cuadrado  con  cuatro  cañones  que  apuntan, 
dos  a  la  boca  del  puerto  y  dos  a  su  fondo;  hay  en  él  otro  aljibe 
nada  inferior  al  que  he  referido,  y  ambos  se  reputan  con  provi- 
sión bastante  de  agua  para  mantener  la  guarnición  en  el  más 
prolijo  sitio  que  pueda  efectuarse. 

"Del  pie  del  torreón  del  Morrillo  sale  y  desciende  una  esca- 
la plana  hasta  la  plaza  de  armas  en  donde  está  situada  hacia  el 
norte,  la  iglesia,  casa  del  comandante,  otra  para  el  capellán  y 
oficiales,  y  tres  cuarteles  altos  y  bajos  para  el  alojamiento  de  la 
tropa,  divididos  unos  de  otros  con  sus  regulares  calles ;  hay  otras 
oficinas,  calabozos  y  bóvedas  en  lo  interior  de  su  ámbito,  siendo 
la  más  principal  la  del  cuerpo  de  guardia,  que  es  a  prueba  de 
bomba.  Tiene  este  a  su  entrada  un  puente  levadizo,  por  donde  se 
pasa  a  la  puerta  del  rastrillo  desde  la  cual  se  baja  al  llano  por 
una  larga  explanada,  con  su  parapeto  que  la  resguarda. 

"Habiéndose  premeditado  sería  conveniente  demoler  de  la 
obra  antigua  que  tenía  esta  fortaleza,  un  baluarte  pequeño,  for- 
mado casi  al  pie  del  Morrillo,  titulado  los  Doce  Apóstoles,  por  el 
número  de  los  cañones  que  lo  guarnecían  y  eran  dedicados  a  san- 
tos, se  construyó  bajo  del  castillo  a  la  parte  sur  una  batería  en 
figura  de  media  luna,  a  donde  se  trasladaron  las  citadas  piezas, 
la  cual  tiene  cuarteles  y  oficinas  para  la  gente  que  se  destacare 
a  su  defensa,  y  todos  los  fuegos  miran  a  la  boca  del  puerto:  la- 
bróla don  Juan  Francisco  de  Grüemes. 

1 '  A  distancia  de  500  varas  del  castillo,  se  formó  después  otro 
con  igual  número  de  cañones,  nombrada  la  Pastora,  que  por  estar 
más  baja  y  oculta,  es  más  resguardada,  y  por  consecuencia  muy 
ofensiva  a  los  bajeles  que  intentaren  forzar  la  entrada;  perfec- 
cionó esta  última  don  Francisco  Cagigal  de  la  Vega. 

En  1763  se  empezaron  a  hacer  las  indicadas  reparaciones, 
aumentos  y  mejoras,  que  se  concluyeron  en  el  mando  del  señor 
Bucareli.   (x) 


(1)  En  un  periódico  de  Santiago  de  Cuba  correspondiente  á  Noviembre 
de  1858,  leemos  el  siguiente  curioso  párrafo:  "El  Pbro.  D.  Pedro  Zenea  pose- 
yó una  estancia  por  la  Cruz  del  Padre,  habiendo  comprado  en  los  Barracones 
que  existieron  frente  a  la  segunda  alameda  extramuros  al  Oeste  de  dicha  ciu- 
dad (la  Habana),  a  Pedro  José,  de  nación  mandinga  Fula,  el  que  dejó  en  su 


Í02  José  Mabía  de  la  Toebe 

San  Salvador  de  la  Punta. — En  el  mismo  año  que  el  Morro, 
es  decir,  en  1859,  se  comenzó  a  construir  el  castillo  de  la  Punta. 
Consta  de  una  lápida  que  se  vé  en  una  de  sus  cortinas,  que  la  fá- 
brica que  en  ella  hizo  el  Gobernador  Tejada,  aumenta  alguna  en 
su  tiempo  don  Lorenzo  de  Cabrera,  su  sucesor.  En  un  ángulo 
de  la  sala  de  recibo  existe  un  perno  de  los  arrojados  por*,  los  in- 
gleses en  1762. 

En  1646  se  construyeron  los  torreones  de  la  boca  de  la  Cho- 
rrera y  de  Cojímar,  asegurándose  que  su  costo  fué  de  20,000  du- 
cados, exhibidos  por  el  vecindario. 

Murallas. — El  Gobernador  Gelder,  que  mandó  en  1650  a 
1654  propuso  a  la  corte  abrir  un  foso  o  canal  por  el  itsmo  de  la 
ciudad,  o  sea  desde  el  arsenal  a  la  calzada  de  San  Lázaro,  para 
que  uniéndose  las  aguas  del  fondo  del  puerto  con  las  de  la  mar, 
quedase  aislada  y  defendida  la  población,  pero  no  fué  aprobado 
el  proyecto,  prevaleciendo  el  de  su  sucesor  don  Juan  Montano 
Blasquet,  que  propuso  amurallarla  por  el  recinto  de  tierra. 

En  1633  se  comenzó  a  amurallar  la  ciudad,  para  cuya  obra 
había  ofrecido  el  vecindario  concurrir  con  9,000  peones  y  arbi- 
trado el  cabildo  el  impuesto  de  medio  real  de  sisa  sobre  cada 
cuartillo  de  vino  que  se  vendiese,  ordenando,  además,  la  Corte, 
que  se  remitiesen,  que  asistiesen  las  cajas  de  Méjico  por  espacio 
de  cuatro  años  con  20,000  pesos  en  cada  uno  para  dichas  obras. 

En  el  gobierno  de  don  Diego  de  Córdova  de  Lazo  de  la  Vega 
estaba  rematado  no  solo  el  recinto  desde  la  Punta,  sino  también 
hasta  el  hospital  de  Paula. 

En  un  tiempo  la  muralla  del  recinto  solo  tenía  dos  puertas : 
la  de  la  Punta,  concluida  en  1759,  y  que  daba  salida  al  castillo 


casa  dos  hijos,  cuando  ya  se  afeitaba,  siendo  prisionero  a  causa  de  la  guerra 
que  allá  se  hace  de  un  pueblo  a  otro.  Llegó,  según  su  relato,  en  un  buque  in- 
glés, y  después  fué  peón  en  la  muralla  que  con  actividad  se  trabajaba ;  ga- 
nando diariamente  seis,  siete  y  ocho  reales  cada  uno,  cuyos  jornales  se  abo- 
naban por  quincenas,  antes  que  se  verificase  el  bloqueo  de  la  Habana  ;  pues 
en  1761  gobernó  el  Mariscal  de  Campo  D.  Juan  de  Prado  Portocarrero,  vi- 
viendo aquel  por  el  muelle  de  Luz,  advirtiéndose  en  extramuros  muchas  hor- 
talizas por  el  Ángel  (que  antiguamente  se  denominaba  Peña  Pobre),  Monse- 
rrate,  Belén,  etc.,  sin  haber  contraído  matrimonio  el  africano  en  tan  dilatado 
tiempo,   calculando  por  lo  menos  que  ha  arribado  a  114  años. 

"En  el  día  está  que  no  caduca,  monta  solo  a  caballo  los  domingos,  para 
visitar  los  sitios  inmediatos,  con  cierta  agilidad,  que  a  veces  llama  la  aten- 
ción, habiendo  tres  que  murió  su  compañero  José  María,  y  en  estado  de  viu- 
dez, de  más  edad  que  el  primero,  de  modo  que  se  extinguió  insensiblemente 
su  naturaleza  con  la  larga  duración  de  la  vida  la  que  no  tiene  cura,  teniendo 
en  consideración  el  aforismo  que  dice  :   "senoctus  et  ipsa  murbus". 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  103 

de  la  Punta  y  a  la  Caleta  y  Canteras,  y  la  de  la  Muralla  (llama- 
da después  propiamente  Puerta  de  Tierra),  concluida  en  1721. 
(x)  Hacia  1760  se  abrió  una  contigua  a  la  de  la  Muralla,  con  el 
fin  de  que  se  saliese  por  ésta  y  se  entrase  por  la  primera,,  según 
todavía  se  practica.  Tenían  estas  puertas,  por  la  parte  interior, 
un  rastrillo  <{ue  fué  destruido  en  1844. 

A  poco  se  abrió  otra  puerta  que  salía  al  arsenal,  para  facili- 
tar la  introducción  de  todo  lo  necesario  a  la  construcción  y  care- 
na de  los  bajeles.  Llamóse  de  la  Tenaza,  por  la  clase  de  su  cons- 
trucción (-),  y  fué  cerrada  en  1771,  a  consecuencia  de  disensio- 
nes habidas  entre  el  Capitán  General  y  el  General  de  Marina, 
abriéndose  en  su  lugar  la  Puerta  del  Arsenal  (1773),  que  por 
mucho  tiempo  se  dijo  Puerta  Nueva.  (3) 

Desde  1740  quedaron  concluidas  las  murallas  del  recinto, 
pero  sin  el  camino  cubierto  ni  los  fosos  que  se  terminaron  en  1797. 

En  1708  se  construyó  un  baluarte  de  San  Telmo,  mediando 
la  distancia  que  hay  desde  el  castillo  de  la  Punta  al  de  la  Fuerza 
vieja,  y  hacia  1730  fué  derribado  (aunque  dejando  el  nombre  al 
sitio),  para  seguir  el  recinto  de  la  muralla  que  desde  la  puerta  de 
la  Punta  empezó  a  fabricar  sobre  la  bahía  y  quitándole  mucha 
parte  de  su  margen  antiguo,  el  Gobernador  don  Dionisio  Martí- 
nez de  la  Vega,  obra  que  prosiguió  su  inmediato  sucesor  don  Juan 
Francisco  Güemes.  Este  mismo  hizo  derribar  por  débiles  las  cor- 
tinas que  desde  la  puerta  de  la  Tenaza  corrían  hasta  Paula,  y  las 
construyó  de  mejor  calidad. 

La  Calaña. — En  1763  (día  4  de  Noviembre),  se  dio  princi- 
pio al  castillo  de  San  Carlos  de  la  Cabana,  según  consta  de  una 
lápida  que  existe  en  su  capilla  y  se  concluyó  en  1774,  habiendo 
tenido  de  costo,  según  se  dice,  catorce  millones  de  pesos.  El  nom- 


(1)  En  la  parte  exterior  hay  un  escudo  de  España  y  otro  de  la  Haba- 
na. En  la  segunda  Puerta  hay  también  una  lápida  con  un  león  rapante,  so- 
bre un  globo  de  relive  y  el  siguiente  lema :  "A  solis  ortu  us'  ad  occassum", 
para' indicar  que  estaban  abiertas  durante  el  día.  En  efecto,  hasta  principios 
de  este  siglo  se  cerraban  a  las  8  de  la  noche  y  hasta  1842  a  las  10  o  las  11 
de  la  noche. 

(2)  Tenaza  llaman  los  ingenieros  a  una  fortificación  exterior  con  uno 
o  dos  ángulos  retirados  sin  flancos.     Su  lugar  es  delante  de  la  cortina. 

(3  Desde  la  Puerta  de  Tierra  al  Arsenal  había  antes  de  1740,  una  línea 
de  árboles  donde  está  hoy  el  camino  cubierto,  y  por  el  centro,  entre  aquélla  y 
la  muralla,  corría  el  caño  o  tarjea  que  hoy  sigue  por  la  escarpa  del  foso.  Y 
en  el  centro  de  la  cortina  desde  el  baluarte  de  San  Pedro  al  de  Belén,  había 
un  molino  de  agua.  Frente  al  baluarte  de  Santiago  a  la  Alameda  había  un 
edificio  para  el  presidio,  que  se  llamaba  Casa  de  forzados. 


104  José  Mabía  de  la  Toebé 

bre  de  la  Cabana  con  que  se  conoce  generalmente,  es  debido  a  la 
loma  sobre  que  está  asentado  y  que  se  decía  Cerro  de  la  cabana, 
por  haber  habido  allí  unos  bohíos  o  cabanas.  El  terreno  perte- 
neció a  don  Agustín  de  Sotolongo,  que  lo  cedió  gratuitamente. 
Proyectóse  fortificar  este  punto  desde  el  año  anterior,  habiendo 
ya  en  el  mismo  algunos  preparativos  para  el  efecto.  Cuéntase 
que  el  célebre  ingeniero  Artonely,  constructor  del  Morro,  subido 
sobre  dicho  cerro,  dijo  que  el  que  lo  dominase  sería  dueño  de  la 
ciudad,  profecía  que  se  realizó  en  la  invasión  inglesa  de  1762. 
En  una  losa  que  se  halla  en  la  capilla  de  esta  notable  fortaleza, 
se  halla  gravada  la  siguiente  inscripción:  "Reinando  en  las  Es- 
pañas  la  Católica  Majestad  del  señor  don  Carlos  III,  y  gober- 
nando esta  isla  el  conde  Riela,  grande  de  España  y  teniente  ge- 
neral de  los  Reales  ejércitos,  se  dio  principio  en  el  año  de  1763 
a  este  castillo  de  San  Carlos,  al  de  Atares,  en  la  loma  de  Soto,  y 
a  la  reedificación  y  aumento  del  Morro. — Se  continuaron  las 
obras  de  este  castillo  y  se  concluyeron  las  del  Morro  y  Atares  du- 
rante el  gobierno  de  don  Antonio  Bucarely  y  Ursua,  teniente  ge- 
neral de  los  Reales  ejércitos. — Se  acabó  este  castillo  y  se  trazó  el 
del  Príncipe  en  la  loma  de  Aróstegui,  en  el  gobierno  del  marqués 
de  la  Torre,  mariscal  de  campo  de  los  Reales  ejércitos,  año  de 
1774,  proyectado  y  dirigido  todo  por  el  mariscal  de  campo  e  in- 
geniero director  de  los  Reales  ejércitos  don  Silvestre  Abarca". 

Atares. — Edificado  por  el  ingeniero  belga  brigadier  don 
Agustín  Crámer,  de  1763  a  67,  sobre  una  loma  que  pertenecía  y 
cedió  gratuitamente  don  Agustín  de  Sotolongo,  y  138  cordeles 
cuadrados  más,  pertenecientes  al  presbítero  don  Nicolás  Fernán- 
dez Trebejo.  El  nombre  de  Atares  lo  debe  al  conde  de  Riela, 
bajo  cuyo  nombre  y  disposición  se  comenzó.  La  loma  se  conoce 
por  de  González,  por  don  Manuel  González,  del  terreno  compren- 
dido hasta  la  esquina  de  Tejas,  y  por  de  Soto  por  el  indicado  don 
Agustín  de  Sotolongo. 

Príncipe. — Construido  por  el  director  de  ingenieros  don 
Silvestre  Abarca  sobre  la  loma  conocida  por  de  Aróstegui,  por 
haber  pertenecido  el  terreno  a  don  Martín  Aróstegui  y  Loinaz, 
que  lo  compró  en  1737  a  don  Juan  Sigler  de  Espinosa.  Princi- 
pióse en  1774  y  concluyóse  en  1794:  aunque  en  1771  se  había 
forticado  provisionalmente  el  punto,  mientras  se  concluían  las 
demás  obras  del  momento,  según  la  da  a  entender  una  inserip- 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  105 


ción  que  se  halla  en  un  escudo  de  armas  reales  colgado  en  el 
cuarto  del  oficial  de  guardias  a  la  entrada  del  castillo. 

Cuartel  de  Milicias. — En  1787  se  concluyó  el  nuevo  cuartel 
de  Milicias. 

Santa  Clara. — Batería  concluida  en  1797,  durante  el  mando 
del  conde  de  Santa  Clara,  que  dejó,  además,  terminadas  en  el 
mismo  año  las  obras  de  los  fosos,  esplanadas,  camino  cubierto, 
etc.,  del  recinto. 

Número  4. — En  1870  se  concluyó  el  hornabeque  San  Diego, 
o  sea  el  fuerte  Número  4,  sobre  48  solares,  comprados  en  cantidad 
de  4,581  pesos  al  capitán  don  Antonio  Barba. 

El  recinto  que  correspondía  a  la  bahía  tres  puertas :  una  pa- 
ra la  machina,  otra  para  dar  salida  al  antiguo  muelle  de  Carpi- 
nete  y  otro  para  el  muelle  de  Luz. 

En  1687  se  construyó,  costeado  por  el  vecindario,  el  polvo- 
rín o  almacén  de  pólvora  de  la  calle  de  este  nombre. 

En  1741  se  construyó  el  polvorín  de  Jigüey  (cerca  de  la  bo- 
ca del  río  Luyanó). 

Torreón  de  San  Lázaro. — Hacia  el  año  de  1556  se  construyó 
el  torreón  de  San. Lázaro  o  sea  de  la  Caleta,  destinado  a  servir 
para  los  vigilantes  que  allí  se  situaban  de  noche  (así  como  otro 
en  el  Morro),  para  avisar  la  llegada  de  vela  o  buques  sospecho- 
sos. Antes  se  había  construido  un  bastión  en  la  playa,  sobre  la 
cual  existe  un  acta  de  cabildo  que  dice : — ' '  En  el  cabildo  de  8  de 
Marzo  de  1553  fué  acordado  por  los  señores  justicia  e  regidores, 
que  por  cuanto  es  notorio  la  guerra  que  hay  con  Francia,  e  el  pe- 
ligro que  esta  villa  tiene,  e  para  efecto  de  la  defensa  de  ella  se  hi- 
zo un  butrón  en  la  playa,  en  el  cual  hay  cuatro  piezas  de  artille- 
ría de  S.  M.  que  le  compraron  para  mismo  efecto,  el  dicho  ba- 
luarte no  está  acabado,  ni  como  conviene,  porque  es  menester  al- 
zalle  el  pretil  de  adelante  para  que  la  artillería  que  en  él  está 
pueda  aprovechar,  e  para  el  efecto  es  menester  hayga  gente  de 
negros  con  que  se  haga,  e  eche  repartimiento  entre  los  vecinos  de 
esta  villa  con  parecer  del  procurador  e  se  hizo  en  la  forma  si- 
guiente : — El  señor  teniente  del  gobernador  Juan  de  Eoxas,  dos 
negros  con  sus  bateas  e  erramientas  hasta  que  acabe. — El  señor 
Ledo.  Almendariz,  otro  negro  con  su  azadón  e  batea. — El  señor 
Juan  Gutiérrez,  porque  no  tiene  los  negros  en  el  pueblo,  que  da- 
rá dos  reales  por  cada  día  que  durare  la  obra. — Pedro  Velázquez 


106  José  María  de  la  Tobbe 

un  negro  con  su  herramienta,  e  hasta  que  la  obra  se  acabe. — El 
señor  Pedro  Velázquez,  un  negro. — El  señor  Antonio  de  la  To- 
rre, un  negro  hasta  que  se  acabe  la  obra. — Diego  de  Soto,  un  ne- 
gro mientras  durare  la  obra,  con  su  herramienta. — Constantin 
Martel,  un  negro  con  su  herramienta  hasta  que  se  acabe. — Juan 
Inestrosa,  otro  negro,  con  su  herramienta,  hasta  que  se  acabe. — 
Isabel  Neta,  otro  negro  con  su  herramienta,  e  hatea  e  machete. 
— Nicolao,  otro  negro  con  herramienta,  e  hatea  e  machete. — Leo- 
nor Costilla,  un  negro  con  herramientas  e  hatea  e  azadón. — Los 
herederos  de  Francisco  Gutiérrez  e  su  madre,  e  Ambrosio  Hernán- 
dez, dos  negros  con  sus  herramientas. — Lugones,  un  negro  con  su 
hatea  e  azadón  e  machete. — Los  herederos  de  Castaños,  un  negro 
con  su  hatea  e  azadón. — La  de  Juan  Sánchez,  otro  negro  con  su  he- 
rramienta.— La  de  Pedro  Sánchez,  otro  negro  con  su  herra- 
mienta e  hatea. — La  de  Carmona,  otro  negro  con  su  herra- 
mienta e  hatea. — Francisco  de  Yevenes,  un  negro  con  su  azadón 
e  hatea  e  machete. — Francisco  López  e  Diego  López,  otro  negro 
con  azadón  e  hatea  e  machete. — Zamora,  otro  negro  con  su  hatea 
e  herramienta. — Diego  de  Córdoba,  un  negro  con  su  hatea  e  aza- 
dón.— Oliver,  otro  negro  con  su  hatea  e  azadón. — La  viuda  de 
Florencio,  otro  negro  con  su  hatea  e  herramienta. — Freile  el  lom- 
bardero,  un  negro,  o  sino  que  dé  dinero  para  ayudar  a  la  obra. — 
Juan  Núñez,  por  él  o  por  su  suegro,  un  negro  con  su  herramien- 
ta mientras  dure  la  obra. — Rodrigo  Martín,  un  negro  con  su  he- 
rramienta e  hatea. — Elvira  de  Bandadas,  otro  negro  con  su  hatea 
e  herramienta. — Gonzalo  Rodríguez  Hobero  e  Martín  de  Ordaz, 
anden  con  la  gente. — Martín  el  vizcaíno,  un  negro  mientras  du- 
re la  obra,  con  su  herramienta. — El  zapatero  viejo,  un  negro  con 
su  herramienta. — Francisco  Martín,  sastre,  un  negro  con  su  he- 
rramienta.— Baltasar  de  Vila,  otro  negro  con  herramienta. — 
Bernardo  Nieto,  un  negro. — Inés,  la  horra,  un  negro  con  su  he- 
rramienta o  un  real  mientras  dure  la  obra. — Catalina  la  horra, 
un  real  mientras  dure  la  obra. — Francisco  de  Roxas,  un  real 
mientras  dure  la  obra. — Carlos  Florentin,  un  real  mientras  dure 
la  obra. — Vasco  Rodríguez,  que  ande  con  los  negros,  mandándo- 
los.— Juan  de  Baena,  un  negro  con  su  herramienta. — Manuel 
Ruiz,  que  dé  un  real  mientras  dure  la  obra. — La  de  Juan  Gui- 
llen, un  negro  mientras  durare  la  obra. — Baltasar  de  Vila,  un 
real  mientras  durare  la  obra,  e  su  yerno  otro. — Reina,  un  negro 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  10? 

con  su  herramienta. — Juan  Díaz,  que  dé  la  forma  como  se  ha  de 
hacer  la  dicha  obra  e  ande  sobre  la  dicha  obra. — E  fecho  el  dicho 
repartimiento,  los  señores  mandaron  que  todas  las  personas  de 
suso  declaradas  den  lo  que  ansi  les  está  repartido  para  el  lunes 
primero  que  viene,  so  la  pena  que  por  mí  (el  teniente  de  gober- 
nador Juan  de  Eojas)  les  fuera  puesta". 


CAPITULO  X 


Arsenal. 


En  1724  se  dio  principio  a  la  construcción  de  buques  en  un 
astillero  establecido  en  la  ribera  de  la  bahía,  entre  el  castillo  de 
la  Fuerza  y  la  Aduana ;  pasó  luego  al  sitio  donde  se  halla  actual- 
mente la  machina,  y  en  1738  al  del  actual  arsenal,  donde  recibió 
aumento  de  terreno  y  de  obras  en  1740,  por  el  intendente  de  Ma- 
rina don  Lorenzo  de  Montalvo,  primer  conde  de  Macuriges,  que 
hizo  construir  la  cañería  que  conduce  el  agua  al  arsenal,  y  el  ase- 
rradero a  que  da  movimiento  dicha  agua.  El  terreno  perteneció  a 
la  estancia  de  Diego  de  Soto,  y  en  1773  fueron  pagados  11,000 
pesos  a  los  herederos  de  don  Pedro  Menéndez  de  Posada  (a  vir- 
tud de  Real  despacho  del  año  1694),  por  los  80  solares  y  432  va- 
ras mas  que  se  le  tomaron  al  efecto. 

"El  Arsenal  (dice  Valdés),  está  situado  al  poniente  de  la 
ciudad  en  el  extremo  que  mira  al  sur,  a  continuación  de  la  mu- 
ralla. El  espacio  que  ocupa  en  circunferencia  podrá  ser  de  una 
milla.  Contiene  almacenes  de  madera  y  demás  materiales  para 
la  construcción  de  buques,  aunque  en  el  día  (1813),  ni  siquiera 
se  carenan,  sino  los  muy  precisos.  La  sierra  del  agua  tiene  nom- 
bre fuera  de  la  isla,  y  es  una  máquina  gobernada  por  medio  de 
un  eje,  que  tiene  una  gran  rueda  movida  por  un  cauce  de  agua 
de  la  zanja  real,  que  entra  en  el  Arsenal.  Tiene  varios  hierros 
que  asierran  a  un  tiempo  varias  tozas  sin  más  trabajo  personal 
que  el  conducirlas  y  colocarlas  en  ellos.  El  mecanismo  es  muy 
sencillo,  y  su  utilidad  es  bien  conocida. 

"Los  primeros  navios  que  se  echaban  al  agua  en  este  apos- 
tadero costaban  un  trabajo  inmenso,  por  no  haberse  puesto  en 
práctica  la  construcción  sobre  gradas ;  y  asi  se  usaba  del  auxilio 
de  muchas  yuntas  de  bueyes,  lanchas  al  remo  y  vela,  y  el  impul- 
so de  gato  de  hierro,  por  lo  que  tardaba  cada  buque  en  nadar 
cinco  y  seis  días.     Después  se  construían  en  gradas ;  y  aunque  se 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  109 

arrojaban  al  agua  en  un  instante,  se  observó  que  se  quebranta- 
ban al  caer  en  ella,  acaso  por  la  grande  inclinación  que  hacían; 
y  en  su  lugar  se  formaron  diques,  que  son  como  generalmente  se 
sabe,  unos  grandes  cóncavos  de  donde  se  extrae  el  agua  por  me- 
dio de  compuertas,  mientras  se  fabrica  el  navio,  las  que  se  abren 
una  vez  concluido  y  sale  sin  la  menor  lesión. 

"El  concurso  que  se  notaba  el  día  que  se  echaba  un  navio 
al  agua,  era  siempre  extraordinario.  Cuando  se  usaba  la  grada, 
se  hallaba  ésta  colacada  a  la  orilla  del  mar,  con  un  gran  descen- 
so y  los  asientos  llenos  de  sebo  sobre  los  cuales  estaba  el  navio 
atado  por  la  popa,  con  fuertes  cables  que  llamaban  bozas,  y  sos- 
tenidas por  muchos  maderos  clavados  ligeramente  en  los  costa- 
dos. El  director  de  ingenieros  de  marina  dirigía  ordinariamen- 
te la  acción.  Primeramente  se  sacaban  los  contretes,  que  son 
unos  pedazos  de  madera  a  manera  de  cuñas ;  picábanse  los  bozas 
con  unas  hachas  y  el  navio  iba  al  agua,  soltando  luego  que  entra- 
ba en  ella,  todo  cuanto  tenía  clavado.  Es  indecible  el  júbilo  que 
al  concurso  ocasionaba  este  acto,  al  ver  desprendida  aquella  gran 
mole,  que  se  lanzaba  de  la  tierra  al  mar.  La  alegría  de  las  gen- 
tes, y  gritos  de  la  chusma,  conmovían  el  ánimo  más  insensible". 

Los  buques  que  se  han  construido  en  el  Arsenal  según  cons- 
ta del  Diario  de  Gobierno,  de  28  de  Febrero  de  1813,  son  los 
siguientes : 

Nombres  de  buques 

Navio    San    Juan.      ....... 

Navio    San     Lorenzo 

Navio  San  Jerónimo  (a)  El  Retiro. 
Paquebot  San  Antonio,  el  Triunfo. 
Navio  Ntra.  Sra.  de  Guadalupe,  el  Fuerte 
Fragata  Sta.  Bárbara   (a)    la     Chata. 
Navio  San  Dionisio,    el    Constante. 

Paquebot    El     Marte 16 

Paquebot   El   Júpiter 16 

Navio  Nuestra  Señora     del     Carmen. 
Navio  San  Cristóbal,  segundo    Constante 
Navio  San  José  (a)    el    África. 
Navio  Ntra.  Sra.  del  Pilar,  la  Europa. 
Navio  Ntra.  Sra.  de  Loreto,     el    Asia. 


Año  en  que  se 

Cañones 

construyeron 

50 

1724 

50 

1725 

50 

1726 

16 

1726 

60 

1727 

22 

1727 

54 

1728 

16 

1730 

16 

1730 

64 

1730 

60 

1731 

60 

1733 

60 

1734 

62 

1735 

110 


José  Mabía  de  la  Toree 


Nombres  de  buques 

Fragata  la  Stma.  Trinidad,   la   Esperanza 
Fragata  San     Cristóbal,     el     Triunfo. 
Navio  Ntra.  Sra.  de    Belén,    la    América 
Fragata    Santa   Bárbara,    la   Estrella. 
Navio  Santo  Cristo  de  Burgos,  la  Castilla 
Navio  Sta.  Rosa   de  Lima,    el  Dragón. 
Fta.  Ntra.  Sra.  de  Guadalupe,  la  Bizarra 
Navio  San  Ignacio,    el    Invencible. 
Navio  Ntra.   Sra.    de  Belén,   el   Glorioso 
Navio  Nuestra     Señora     del     Rosario,     la 

Nueva    España 

Navio  San  José,    el  Nuevo    Invencible. 
Navio  Jesús,  María  y  José,   el  nuevo   Con 

quistador. 

Navio  Santa  Teresa    de    Jesús. 

Navio  San  Francisco  de  Asis,  Nueva  África 

Navio  Santo    Tomás,    el  Vencedor. 

Fragata  Santa    Rosalía,    la    Flora. 

Navio    San    Lorenzo,    el    Tigre. 

Navio  San  Alejandro,  el  Fénix. 

Navio    San  Pedro,    el   Rayo. 

Navio  San  Luis  Gonzaga,    el    Infante 

Navio  Santiago  el  Mayor    (a)    la  Galicia 

Navio  Santa  Bárbara  (a)  la  Princesa. 

Bergantín  Santa    Teresa    (a)    el    Triunfo 

Fragata  Santa  Bárbara,    el  Fénix. 

Bergantín    San    Carlos    (a)     el  Cazador 

Navio  San    Eustaquio,    el    Astuto 

Paquebot  San     Blas,     el     Volante 

Fragata  Ntra.  Sra.  de  Guadalupe,  el  Fénix 

Goleta     San     Isidro   . 

Navio     San    Jenaro    . 

Navio   San  Antonio    . 

Bergantín  San  José    . 

Navio    San     Carlos    . 

Goleta    San    Julián    . 

Navio     San     Fernando 

Goleta  San  Joaquín    . 


Año  en  que  se 

Cañones 

construyeron 

50 

1735 

24 

1735 

62 

1736 

24 

1737 

60 

1738 

60 

1738 

50 

1739 

70 

1740 

70 

1740 

70 

1743 

70 

1743 

64 

1745 

64 

1745 

70 

1746 

70 

1746 

24 

1747 

70 

1747 

80 

1749 

80 

1749 

70 

1750 

70 

1750 

70 

1750 

16 

1757 

18 

1758 

18 

1758 

60 

1759 

18 

1760 

22 

1761 

14 

1761 

60 

1761 

60 

1761 

14 

1761 

80 

1765 

16 

1765 

80 

1765 

16 

1766 

Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  111 

Año  en  que  se 

Nombres  de  buques  Cañones  construyeron 

Navio     Santiago 60  1766 

Goleta  San  Lorenzo 16  1766 

Goleta  San  Antonio   de    Padua.      ...  16  1767 

Goleta   Santa   Clara 10  1767 

Goleta     Santa    Isabel 10  1767 

Navio   San   Luis 80  1767 

Goleta  Santa  Rosalía 16  1767 

Paquebot  San  Francisco  de  Paula..     .      .  18  1768 

Navio  San  Francisco  de  Paula.      ...  70  1769 

Navio  la  Santísima  Trinidad 112  1769 

Goleta  San  José 12  1769 

Navio    San     José 70  1769 

Goleta  Nuestra  Señora    de    Loreto.      .      .  12  1770 

Fragata  Santa  Lucía 26  1770 

Chavequín     el     Caimán 30  1770 

Navio     San    Eafael 70  1771 

Navio  San     Pedro     Alcántara   ....  62  1771 

Bergantín  San  Juan  Bautista   ....  12  1772 

Bergantín  San    Francisco     Javier.      .      .  12  1772 

Goleta  Santa  Elena 1772 

Paquebot      San     Carlos 18  1772 

Navio     San     Miguel 70  1773 

Navio  San  Eamón 60  1775 

Gánguil  San  Julián   .      .      .      .'."'..      .      .  1775 

Cánguil  San  Salvador  de  Orta.      .      .      .  1775 

Fragata  Santa  Águeda 46  1776 

Bergantín   Santa   Catalina   Mártir.      .      .  10  1776 

Fragata  Santa     Cecilia 46  1777 

Fragata  Santa  Matilde 46  1778 

Goleta  Santa  Teresa 12  1778 

Fragata  Nuestra  Señora     de  la  O.      .      .  40  1778 

Fragata     Santa     Clara 40  1780 

Navio  San  Cristóbal    (a)   el  Bahamas.      .  70  1780 

Bergantín     el     Pájaro 16  1780 

Goleta  el  Viento 14  1780 

Goleta   la    B 1781 

Paquebot     Borja   ........  14  1782 

Pontón     San  Pedro 1782 


112 


José  María  de  la  Tobke 


Año  en  que  se 
Nombres  de  buques  Cañones         construyeron 

Pontón     San  Pablo 1782 

Navio  San  Hipólito     (a)   el  Mejicano.      .  114  1786 

Navio  Conde    de     Regla 114  1786 

Fragata    la  Guadalupe 40  1786 

Real  Carlos 114  1787 

Fragata    la    Catalina.      ......  44  1787 

Navio  San  Pedro  Alcántara 64  1788 

Fragata  Ntra.    Sra.    de  la  Merced.      .      .  40  1788 

Navio    San    Hermenegildo 120  1789 

Fragata   Atocha    ........  40  1789 

Navio  San  Jerónimo,     el     Asia.      ...  64  1789 

Bergantín  San  Carlos,  el  Volador.      .      .  18  1790 

Navio     el    Soberano 74  1790 

Fragata    Minerva 44  1790 

Bergantín    Saeta 18  1790 

Pontón    número     uno.      .      .      .      .      .      .  1791 

Pontón     número   dos 1791 

Cánguil  número   uno 1791 

Cánguil  número  dos 1791 

Cánguil  número  tres 1791 

Cánguil  número    cuatro 1791 

Navio  el  Infante    Don    Pelayo.      ...  74  1791 

Fragata     la     Ceres 40  1791 

Fragata     la     Gloria 44  1792 

Navio  los  Stos.  Reyes,  el     P.  de     Asturias  120  1793 

Bergantín  San  Antonio 18  1794 

Fragata  Santa  Úrsula,     la     Anfitrite.      .  44  1796 

Navios,  49. — Fragatas,  22. — Paquebots,  7. — Bergantines,  9. 
— Goletas,    14. — Cánguiles,   4. — Pontones,   4. — Total:    109. 

A  estos  buques  hay  que  agregar :  el  bargantin  Habanero, 
construido  en  1844 ;  la  corbeta  Luisa  Fernanda,  en  1845,  y  el 
vapor  Colón,  en  1851,  habiendo  hecho  en  dicho  Arsenal  un  mag- 
nífico varadero  en  1850. 

Para  el  fin  de  la  mayor  parte  de  los  indicados  buques,  véase 
la  obra  de  Marliani,  titulada  Vindicación  de  la  batalla  de  Tra- 
falgar.     Madrid,  1850. 


CAPITUO  XI. 

Variedades. 

Música.— Retretas. — Muy  desfavorables  son  las  primeras 
noticias  que  tenemos  de  la  música  en  la  Isla,  bastando  saber  que 
en  las  iglesias  cantaban  negras,  y  que  entre  los  instrumentos 
aparecía  el  güiro,  usado  hoy  en  los  changüis  de  campo.  Se  sabe 
que  la  música  y  el  baile  provinciales  del  día  son  el  zapateo  y  la 
contradanza:  fuera  de  algunas  canciones  de  no  poco  mérito.  El 
origen  de  la  música  del  zapateo  parece  ser  las  manehegas  de  Cas- 
tilla la  Nueva.  (x)  El  origen  de  la  danza  es  también  de  la  Penín- 
sula, pero  uno  y  otro  han  sufrido  tal  variación,  que  puede  decir- 
se que  hoy  constituyen  una  especialidad  cubana.  La  música  de 
las  contradanzas  es  celebrada  aun  por  los  extranjeros  (2),  y 
cuando  está  compuesta  por  gente  de  color,  tiene  más  aceptación 
entre  los  criollos. 

La  retreta  comenzó  a  principios  del  siglo,  tocándose  solo  los 
miércoles  en  las  puertas  de  los  respectivos  cuarteles  o  en  las  for- 
talezas. En  1834  se  empezaron  a  dar  diariamente  en  la  Plaza 
de  Armas,  de  la  manera  que  hoy  se  ve.  En  1846  y  47  se  daba 
un  día  a  la  semana  en  la  temporada  de  verano  en  el  hermoso  y 
ventilado  salón  de  O'Donnell,  atrayendo  extraordinaria  concu- 
rrencia. "Las  canciones  propiamente  dichas  en  Cuba,  dice  el 
señor  Bachiller  y  Morales  (3),  casi  siempre    eran  acompañadas 


(1)  En  nuestro  viaje  a  la  Península  en  1851,  hicimos  especial  estudio 
para  ver  de  encontrar  el  origen  de  nuestros  usos  y  costumbres,  y  poniendo 
atención  a  algunas  tonadas  en  la  Mancha  o  sea  en  Castilla  la  nueva,  confe- 
samos que  a  veces  creíamos  estar  oyendo  el  lastimero  ;  Ay !  de  nuestros  cam- 
pesinos,  aunque  ayudado  de  guitarra,   en  vez  del  provincial   tiple. 

(2)  Hallándonos  en  Nueva  York  nos  llamó  la  atención  un  profesor  de 
música,  italiano,  nombrado  Valleti,  que  mostraba  un  frenético  gusto  por  las 
contradanzas  cubanas,  que  nos  hacía  tocar  constantemente,  y  tocándolas  él 
mismo  con  una  perfección  y  gusto  admirables,  sin  haber  visitado  jamás  la  Is- 
la. Decía  que  era  una  música  de  un  acompañamiento  singular  y  de  muchísi- 
ma vida,  animación  y  gusto. 

(3)  Apuntes  para  la  historia  de  las  letras  en  Cuba. 


114  José  MaeIa  de  la  Toere 

del  baile.  Lo  mismo  era  en  Méjico  y  en  otros  países  hispano- 
americanas; pero  ellas  no  tienen  otra  fisonomía,  sino  en  la  últi- 
ma de  las  clases  sociales.  En  Cnba  fueron  una  mezcla  de  los 
aires  nacionales  y  de  las  reminiscencias  indígenas.  En  los  pri- 
meros siglos  de  la  colonización  se  bailaría  la  zarabanda  y  otros 
bailes  que  en  la  madre  patria  se  usaban  hasta  en  los  conventos 
de  monjas  y  en  las  procesiones,  por  las  alegres  comparsas,  a  pe- 
sar de  los  lamentos  y  escándalo  del  venerable  padre  Mariana, 
que  la  llamaba  invención  del  infierno  y  lo  reputaba  como  el  bo- 
rrón del  pueblo  que  lo  había  inventado.  (1)  Además  de  este  bai- 
le, que  sería  de  la  gente  más  granada,  en  donde  se  le  despojaría 
de  sus  adornos  más  notables,  parece  que  se  agregaron  a  la  no 
muy  inocente  tendencia  de  esas  diversiones  algo  más  francamen- 
te selvátivo  de  nuestras  indígenas  memorias.  No  conservamos  la 
letra  de  esos  cantares  y  solo  podemos  aludir  al  nombre  de  esas 
canciones  de  los  últimos  tiempos  de  que  vamos  hablando.  Her- 
nando de  la  Parra,  refiriéndose  a  los  años  corridos  desde  1568  a 
1592,  dice  que  los  bailes  de  la  Habana  y  sus  diversiones  eran 
graciosas  y  extravagantes  y  conservaban  la  rudeza  y  poca  cultu- 
"  ra  de  los  indígenas.  Al  mismo  escritor  debemos  el  recuerdo  del 
nombre  y  clase  de  los  individuos  de  la  única  orquesta  de  esta 
época. 

"Las  modificaciones  que  advertimos  en  la  danza  cubana 
actual  ¿tendrá  ese  origen  que  la  distingue  de  todos  los  bailes 
europeos?  No  es  nuestro  ánimo  ocuparnos  de  las  diversiones  si- 
no en  cuanto  a  su  parte  literaria  y  de  las  poquísimas  danzas  que 
aun  se  conservan  con  su  letra  o  cantar,  ni  queremos  hacer  men- 
ción, porque  no  corresponden  a  esta  época  de  que  se  trazan  los 
presentes  apuntes. 

"En  época  más  reciente  se  mejoró  el  estado  de  la  moral  pú- 
blica, estrechándose  aun  cada  vez  más  el  círculo  en  que  aun  cam- 
peaba la  indecencia  de  las  canciones  unidas  al  baile,  unas  veces 
creación  de  la  gente  mestiza  del  país;  otras  importada  por  los 
presidiarios  de  Méjico,  como  el  jarabe  y  algunos  en  que  solo  des- 
collaba la  lubricidad  en  la  letra  o  en  el  equívoco,  y  eran  las  más. 
Ya  en  el  siglo  XVIII  la  introducción  de  la  ópera  francesa  e  ita- 
liana en  la  capital,  dio  origen  a  varias  canciones  en  que  se  adap- 
taba la  letra  a  su  música.     En  lo  general  se  cantaban  aires  añ- 


il)    El  P.  Juan  de  Mariana.     Tratado  con  jueglos  públicos,  cap.  1! 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  115 

daluces,  principalmente  boleros,  tiranas  y  polos,  que  al  acom- 
pañamiento de  la  guitarra  tienen  de  picarezco  y  gracioso.  Si 
se  quiere  tener  una  idea  de  su  letra  y  seguramente  de  sus  imi- 
taciones, no  solo  se  encuentran  impresos  sueltos,  sino  libros,  (l) 
Hemos  reunido  también  una  corta  colección  de  letras  de  esas 
canciones  tomándolas  al  dictado  de  algunas  personas  curiosas 
aficionadas  a  la  música,  que  conservaban  esos  recuerdos  de  sus 
mocedades,  pero  al  encontrar  algunas  impresiones  en  la  colec- 
ción de  Don  Preciso,  no  podemos  juzgarlas  como  producciones 
del  país.  Sean  importadas  o  sean  imitadas  de  la  madre  patria, 
ellas  y  la  guitarra  y  el  arpa  precedieron  a  las  claves  y  a  los  pia- 
nos en  nuestras  casas. 

"En  cuanto  al  uso  que  se  hacía  de  esos  medios  de  expresión 
del  alma  apasionada,  es  preciso  confesar  que  se  abusaba  de  ellos 
de  un  modo  lamentable.  Como  la  historia  no  se  ocupa  del  hom- 
bre en  cualquier  género,  nos  parece  un  cadáver  sobre  los  que  ha- 
cina el  tiempo ;  si  del  tiempo  pasado  se  habla,  recordaremos  el 
juicio  de  la  época.  Oigamos  a  un  escritor  de  los  últimos  años, 
v  mejor  dicho,  del  último  siglo  XVIII.  (2)  Después  de  manifes- 
tar que  por  calles  y  casas  se  oian  cantares  que  ultrajaban  la  ino- 
cencia hasta  en  boca  de  personas  que  debían  suponerse  de  bue- 
na crianza,  dice : — ' '  La  poesía  que  se  emplea  en  las  canciones  de 
esta  especie,  acompañadas  de  un  tono  fastidioso,  a  pesar  de  ser 
la  mas  soez,  insolente,  sin  gracia  alguna,  sirve  de  diversión  a  mu- 
chos y  a  muchas,  aun  las  más  honradas,  que  la  oyen  con  indeci- 
ble gusto  y  sin  el  menor  escrúpulo  de  conciencia.  Es  incalcula- 
ble lo  que  cunden  estos  cantares  que  no  tienen  más  mérito  ni  ali- 
ciente que  el  de  las  indecencias  en  que  van  envueltos,  y  jamás 
podrá  esto  serlo  sino  para  las  almas  enteramente  corrompidas  y 
entregadas  al  vicio  y  al  abandono  de  todo  pudor". 

Cuadro  es  bien  triste  el  que  describía  el  censor  de  esas  ma- 
las costumbres;  algo  exagerado  en  cuanto  a  que  la  indecencia  de 
ciertas  trovas  tuviese  tan  general  acogida,  es  lo  cierto  que  fué 
vicio  muy  común  debido  a  la  mala  educación  de  la  época,  que 
era  una  mezcla  de  temporal  y  eterno  en  que  perecían  las  cos- 


(i)  Entre  otros,  el  que  publicó  D.  Preciso,  en  Madrid,  con  un  curioso 
prólogo  titulado  "Colección  de  tiranas,  etc",  en  el  que  no  deja  de  haberse  al- 
go reprensible. 

(2)  El  Regañón  de  la  Habana,  núm.  XVII,  pág.  131.  Se  refiere  este 
número  a  los  Nacimientos  y  reuniones  de  Diciembre  de  1S00. 


116  José  Mabía  de  la  Toere 

tumbres  privadas,  que  vino  a  enaltecer  Jesús  en  medio  de  la  ci- 
vilización pagana,  que  solo  cultivó  las  públicas. 

"Merced  no  obstante  a  la  severa  censura  del  crítico  ha  lle- 
gado hasta  hoy  la  noticia  de  las  más  célebres  de  esas  canciones 
populares  de  funesta  influencia.  ¿Cómo  es  posible,  agregaba, 
que  haya  quien  guste  de  oir  cantar  la  Morena,  que  es  la  canción 
menos  mala  quizás  de  cuántas  corren  por  ahí  en  boca  del  vul- 
go ?.. .  ¿  qué  diré  de  un  desgraciadísimo  cachirulo  donde  se  oyen 
una  canciones  del  P.  Pando,  de  la  Beata  y  otras  llenas  de  las 
mayores  obcenidades?  ¿Qué  diré  de  la  Guavina,  que  en  boca 
del  que  la  canta  sabe  a  cuantas  cosas  puercas,  indecentes  y  ma- 
jaderas se  puede  pensar?  ¿Qué  diré  de  la  matraca,  del  ¿Cuán- 
do?, de  la  Cucaracha  y  últimamente  del  que  toquen  la  zar  aban- 
dina,  donde  en  nombre  de  Fr.  Juan  de  la  Gorda  Manzana  se  re- 
fieren y  pintan  las  cosas  más  deshonestas  y  escandalosas  del 
mundo  ? ' ' 

Paseos. — En  1761  escribía  Arrate:  "Para  dar  fin  a  este  ca- 
pítulo, referiré  ceñidamente  las  salidas  que  tiene  esta  ciudad, 
proporcionadas  para  el  recreo  y  que  sirven  a  sus  moradores  pa- 
ra espaciar  el  ánimo  y  divertir  los  cuidados,  porque  aunque  no 
goza  los  célebres  paseos  de  otras  regiones  y  ciudades  más  opulen- 
tas y  delicadas  al  ornato  y  fomento  de  estos  lugares  públicos,  en 
que  se  forman  calles  de  árboles  frondosos,  hermoseados  con  fuen- 
tes y  otros  primores  del  arte,  es  cierto  que  en  aquellos  hace  la 
concurrencia  del  gentío  y  circunstancias  expresadas  todo  el  mo- 
tivo para  la  diversión,  pero  acá  la  misma  amenidad  de  los  sitios 
ministra  la  parte  más  principal  para  el  recreo,  siendo  innegable 
que  aun  sin  incluir  el  paseo  de  la  bahía,  que  no  está  en  uso,  y 
fuera  de  estremado  placer  si  se  practicase  porque  en  la  ribera 
opuesta  a  la  población,  brinda  la  apacibilidad  de  algunos  para- 
jes bastante  incentivo  para  un  honesto  pasatiempo,  como  ya  dejo 
referido  en  otro  lugar,  tenemos  sin  numerar  éste,  otros  por  la 
parte  de  tierra,  que  son  los  acostumbrados  ya,  tomando  por  la 
Puerta  de  la  Punta  el  camino  de  la  Caleta,  que  es  una  alameda 
natural  en  que  se  disfruta  con  el  fresco  sombrío  de  los  uveros  y 
limpia  llanura  de  la  senda  más  deleitable,  la  vista  del  mar  por 
una  banda,  y  por  la  otra  la  de  las  huertas  que  están  asentadas 
por  aquel  paraje:  ya  saliendo  por  la  Puerta  de  Tierra  a  la  cal- 
zada, en  que  hoy  van  plantando  árboles  copados  que  le  den  som- 
brío, por  donde  encaminar  el  paseo  a  los  cocales,  y  a  los  dos  ba- 


Lo  QUE  ^UIMOS  Y  LO  QUE  SOMOS.  1Í7 

rrios  inmediatos  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe  y  Santísimo 
Cristo  de  la  Salud,  o  ya  últimamente  eligiendo  para  el  recreo  el 
arsenal  en  donde  sus  máquinas  y  trofogo  pueden  divertir  y  ocu- 
par el  tiempo  y  la  atención  con  gusto  mucho  rato,  no  solo  los  in- 
clinados a  la  náutica,  pero  los  que  no  lo  son".  Algunos  iban  a 
politequear  al  mentidero,  situado  en  la  esquina  de  las  calles  de 
la  Reina  y  del  Águila. 

En  1772,  en  que  se  abrió  el  paseo  del  Nuevo  Prado  (hoy 
de  Isabel  II),  concurrían  a  él  todos  los  paseantes.  Por  la  noche 
se  daba  la  vueltecita  por  las  calles  del  Empedrado,  Habana, 
Sol  o  Jesús  María  y  Oficios;  reuniéndose  los  hombres  en  el  café 
de  Mr.  Tavern  (aun  conocido  por  Café  de  Taberna,  en  la  Plaza 
Vieja  esquina  a  la  calle  de  Mercaderes). 

Hacia  los  años  ele  1810  y  11,  por  lo  menos,  ya  la  vueltecita 
se  hacia  por  la  calle  de  los  Oficios,  yéndose  desde  la  Plaza  de  Ar- 
mas. Se  tomaba  luego  la  calle  de  Paula  y  en  seguida  la  de  Cu- 
ba, para  ir  a  tomar  helados  en  la  fonda  y  nevería  de  Juan  Anto- 
nio Monte,  que  estaba  en  dicha  calle  de  Cuba  entre  las  de  Luz  y 
Acosta.  Trasladada  dicha  nevería  (que  fué  única  en  la  Haba- 
na por  muchos  años,  y  que  en  los  primeros  tiempos  vendía  la  co- 
pa de  helados  a  un  peso  (x)  a  la  calle  de  los  Oficios  esquina  a  la 
de  Acosta,  continuó  el  paseo  por  las  mismas  calles. 

El  de  la  tarde  se  verificaba  en  las  primeras  horas,  o  sea  an- 
tes de  pasar  al  Prado,  por  las  calles  de  Dragones,  cerrada  del 
Paseo,  y  la  Salud ;  hasta  1836,  en  que  se  abrió  el  Paseo  de  Tacón 
o  Militar,  que  desde  entonces  y  muy  particularmente  desde  1844 
en  que  se  hermoseó  la  calle  de  la  Reina,  ha  atraído  la  concu- 
rrencia. 

Bailes. — Una  descripción  de  la  Habana  en  1598,  dice:  "Los 
bailes  y  diversiones  de  la  Habana  son  graciosos  y  extravagantes, 
conservan  todavía  los  primeros  la  rudeza  y  poca  cultura  de  los 
indígenas,  y  las  segundas  la  escasez  y  ningunos  recursos  de  una 
población  que  comienza  a  levantarse.  Hay  en  esta  villa  cuatro 
músicos  que  asisten  a  los  actos  a  que  se  les  llama,   mediante  un 


(1)  En  1806  se  introdujo  el  hielo  (o  nieve  como  vulgarmente  le  dice), 
sufriendo  gran  oposición  del  Protomedicato,  que  lo  consideraba  perjudicial  a 
la  salud  en  este  clima  y  abogando  solo  en  su  favor  don  Francisco  Arango, 
que  logró  vencer  todas  las  dificultades  de  la  introducción.  Vendíase  la  libra 
a  ¡medio  peso!  y  aun  ¡a  peso!,  cuando  en  el  día  vale  un  peso  el  quintal. 
Cuéntase  que  hubo  personas  que  al  probar  los  helados  lo  soplaban  como  si 
fuera  bebida  caliente,  y  que  otras  salían  corriendo,  etc.,  etc. 


ll8  José  Maeía  de  la  Toeee 

previo  convenio.  Son  estos  músicos:  Pedro  Almanza,  natural 
de  Málaga,  violín;  Jácome  Viceira,  de  Lisboa,  clarinete;  Pascual 
de  Ochoa,  de  Sevilla,  violón;  Micaela  Ginez,  negra  horra  (es  de- 
cir libre),  de  Santiago  de  los  Caballeros,  vigüelista,  los  cuales 
llevan  generalmente  sus  acompañados  para  rascar  el  calabazo  y 
tañir  las  castañuelas.  Estos  músicos  siempre  están  comprome- 
tidos y  para  obligarlos  a  la  preferencia,  es  preciso  pujarlas  la 
paga,  y  además  de  ella,  que  es  exborbitante,  llevarles  cabalgadu- 
ra, darle  ración  de  vino  y  hacerles  a  cada  uno,  también  a  sus  fa- 
miliares (además  de  lo  que  comen  y  beben  en  la  función)  un 
plato  de  cuanto  se  pone  en  la  mesa,  el  cual  se  lo  llevan  a  sus  ca- 
sas; y  éste  obsequio  llaman  propina  de  la  función.  Estos  mis- 
mos músicos  concurren  a  las  fiestas  solemnes  de  la  parroquia, 
que  son  las  de  San  Cristóbal,  San  Marcial,  Corpus,  ete".  Los 
bailes  más  espléndidos  que  se  han  dado  en  la  Habana,  han  sido 
en  1807,  el  del  Almirantazgo  (o  sea  con  motivo  de  haberse  nom- 
brado Gran  Almirante  a  Godoy),  verificado  en  la  Comandancia 
de  Marina.  El  dado  en  1807  por  el  Almirante  Filiberto  Willou- 
met  a  bordo  del  navio  francés  el  ' '  Froudroy  ant ' '  ( que  llegó  aquí 
desmartelado  de  un  temporal  que  dispersó  su  escuadra)  en  co- 
rrespondencia de  los  que  á  él  se  le  dieron.  En  1810,  en  obsequio 
del  General  Someruelos,  y  en  1836  en  el  del  General  Tacón,  en 
la  Alameda  de  Paula  (hoy  salón  de  O'Donnell).  Otro  verifica- 
do en  la  Real  Factoría;  otro  dado  en  1833  en  el  palacio  de  la 
Audiencia,  para  la  jura  de  S.  M.  Doña  Isabel  II.  El  dado  en 
1838  en  obsequio  del  Príncipe  de  Joinville,  etc.,  etc.,  y  el  que  dio 
éste  después  en  el  buque  que  mandaba,  en  correspondencia  de 
aquel  agasajo. 

Teatros. — Una  descripción  de  la  Habana  en  1598,  dice:  "En 
obsequio  de  nuestro  Gobernador  los  mancebos  de  esta  población 
dispusieron  una  comedia  la  noche  de  San  Juan,  para  cuyo  efec- 
to hicieron  construir  una  barraca  en  las  cercanías  de  la  fortaleza. 
Titulábase  esta  comedia :  ' '  Los  buenos  en  el  cielo  y  los  malos  en 
el  suelo".  Era  el  primer  espectáculo  de  esta  clase  que  se  hacía 
en  la  Habana,  y  atrajo  a  todos  sus  moradores.  Hubo  mucho  al- 
boroto durante  la  representación,  porque  la  gente  no  acostumbra- 
da a  comedias,  charlaba  en  voz  alta,  y  no  quería  callar ;  hasta  que 
el  gobernador  le  dirigió  la  palabra,  amenazando  con  el  cepo  al 
que  no  guardase  el  debido  orden.     La  comedia  se  acabó  después 


Lo  que  Fuimos  y  j.o  que  Somos.  Ü9 

de  la  una  de  la  mañana  y  la  gente  regustada,  quedó  tan  compla- 
cida, que  insistió  en  que  volviera  a  principiar". 

En  1775  se  abrió  el  Coliseo  conocido  después  por  Teatro 
principal,  construido  por  el  marqués  de  la  Torre  con  auxilios  del 
vecindario,  y  para  dotación  de  la  casa  de  Recogidas,  siendo  en  su 
época  el  más  hermoso  y  bello  teatro  de  la  monarquía.  Desde 
fines  del  siglo  pasado  se  dieron  en  él  óperas  españolas,  y  en  1834 
comenzaron  las  italianas.  Acabado  de  sufrir  una  gran  repara- 
ción que  lo  dejó  elegante  y  espléndido,  fué  destruido  por  el  de- 
sastroso huracán  de  11  de  Octubre  de  1846. 

El  primer  teatro  se  estableció  en  la  Casa  de  comedias  (hoy 
del  señor  Mazorra  en  el  callejón  de  Jústiz)  ;  pasó  después  a  la 
Alameda  de  Paula,  luego  a  la  calle  de  Jesús  María,  y  últimamen- 
te al  Campo  de  Marte  (donde  abrió  su  carrera  dramática  el  ce- 
lebrado cómico  habanero  don  Francisco  Cobarrubias. )  Cons- 
truyóse después  otro  teatro  en  Jesús  María,  calle  de  Cienfue- 
gos,  y  en  1830  se  abrió  el  del  Diorama  (destruido  en  1846),  en 
1838  el  espléndido  de  Tacón,  y  en  1846  el  del  Circo  haoanero, 
título  variado  después  en  Teatro  de  Villanueva. 

Comidas. — Causará  hoy  admiración  saber  que  las  horas  or- 
dinarias de  comer  hasta  principios  del  presente  siglo,  eran  las  do- 
ce del  día,  merendándose  en  la  tarde  y  cenándose  de  8  a  10  de  la 
noche,  yendo  los  empleados  consiguientemente  de  mañana  y  de 
tarde  a  sus  respectivos  trabajos.  Causará  mayor  admiración 
aun  el  saber  que  hasta  principios  del  presente  siglo  no  fué  susti- 
tuido el  chocolate  por  el  café,  es  decir,  que  esta  última  bebida  no 
se  generalizó  hasta  ahora  medio  siglo,  siendo  así  que  hoy  consti- 
tuye un  elemento  indispensable,  puede  decirse,  de  la  manuten- 
ción de  la  gente  del  campo. 

Carruajes  y  otros  medios  de  comunicación. — Hasta  fines  del 
siglo  pasado  solo  se  conocían  las  volantas,  las  calesas  tiradas  re- 
gularmente por  muías,  y  algún  coche.  Las  calesas  (de  donde 
ha  precedido  el  nombre  de  calesero),  tenían  la  forma  de  un  ca- 
jón vasto,  con  pilares  y  ventanas  montadas  sobre  un  pliego  igual 
al  de  las  volantas.  Las  volantas  se  construían  generalmente  en 
Inglaterra. 

Introdujéronse  a  principios  del  siglo  los  quitrines,  que  se 
hicieron  más  comunes  desde  1820,  aunque  hasta  1836  no  los  hu- 
bo de  alquiler  (por  lo  que  aun  se  dice  tomar  una  volante  y  no 


120  José  María  de  la  Toeee 

un  quitrín.  (x)  Los  coches  se  han  venido  a  generalizar  desde 
1846,  pues  hasta  1840  apenas  se  conocían  otros  que  el  de  los 
Capitanes  Generales  y  el  que  había  para  la  Adsita  de  enfermos 
en  la  catedral.  Los  ómnibus  (cuyo  origen  se  remonta  al  siglo 
pasado),  se  establecieron  primero  desde  Regla  a  Guanabacoa  en 
1839  y  después  desde  el  Cerro  a  la  Habana,  en  1840 ;  los  de  Je- 
sús del  Monte,  en  1844 ;  los  de  Príncipe  en  1850,  y  los  del  Cerro 
a  Marianao,  en  1855. 

El  alquiler  de  una  volanta  de  la  Habana  al  Cerro  o  a  Jesús 
¿el  Monte,  era  a  principios  del  siglo,  de  2  pesos;  más  tarde,  1 
peso;  y  6  reales,  después  del  establecimiento  de  los  ómnibus  (que 
llevan  a  real  por  persona).  Desde  intramuros  hasta  los  extra- 
muros era  medio  peso  hasta  el  año  de  1835,  en  que  bajó  a  peseta 
fuerte  (hoy  sencilla). 

Para  el  pasaje  de  Regla  a  Guanabacoa  había  volantas  con 
parejas  de  rocines  y  llevaban  un  peso  y  hasta  doce  reales  por  el 
pasaje :  hasta  1842  en  que  se  abrió  el  ferrocarril  y  redujo  el  pa- 
saje a  un  real.  El  pasaje  de  la  bahía  se  hacía  en  botes,  y  me- 
diante el  progresivo  aumento  de  los  pasajeros  en  el  siglo  pasado, 
el  Ayuntamiento  sacaba  a  remate  el  tráfico  de  dichos  botes,  que 
sólo  cobraban  medio  real  por  persona.  El  contrato  era  bienal  y 
el  contratista  se  llamaba  el  Rentero.  La  última  contrata  produ- 
jo cincuenta  mil  pesos.  Los  botes  atracaban  primero  en  Mari- 
melena  y  luego  en  el  Santuario,  no  pasando  nunca  de  siete,  mal 
servidos  e  inseguros.  Se  abolió  la  renta  en  1808,  creándose  en 
su  lugar  el  tercio  de  matrículas,  que  aun  existe.  En  1837  se  es- 
tableció la  primera  empresa  de  vapores  de  la  capital  a  Regla ;  en 
1842  hubo  otra  que  solo  duró  un  año ;  y  en  1854  se  estableció  la 
tercera  conocida  por  segunda  empresa.  Pronto  se  abrirá  el  fe- 
rrocarril urbano,  con  ramificaciones  hasta  Guanabacoa,  orillan- 
do la  banda  del  Sur  de  la  bahía,  y  hasta  Marianao  o  el  Cano,  por 
el  Suroeste. 


(1)  El  quitrín  es  uno  de  los  muebles  especiales  de  Cuba,  más  cualquie- 
ra que  haya  visto  las  calesas  de  Cádiz,  no  puede  dejar  de  convenir  en  que  de- 
ben haber  sido  las  abuelas  de  los  tales  quitrines.  Los  primeros  se  constru- 
yeron en  Inglaterra  y  en  los  Estados  Unidos,  pero  hace  años  que  los  fabri- 
cados en  la  Habana  pueden  competir  con  los  de  las  mejores  fábricas  del  ex- 
tranjero. 


CAPITULO  XII. 

Imprentas,  Periódicos,  Librerías",  Bibliotecas.  (x) 

En  4  de  Junio  de  1735,  el  Gobernador  Güemez  Horcasitas 
concedió  licencia  a  don  Francisco  de  Paula  para  establecer  una 
imprenta  en  esta  capital,  con  objeto  de  publicar  libros  en  gene- 
ral. Paula  vendió  después  su  imprenta  a  don  Manuel  Azpetia  y 
éste  a  don  José  Boloña,  que  en  1785  fué  nombrado  impresor  de 
marina,  sucediendo  a  don  Matías  de  Mora.  Tradicionalmente 
se  dice,  sin  embargo,  que  se  conocía  la  imprenta  en  la  Habana 
desde  1700,  aunque  hay  otros  que  suponen  que  no  fué  conocida 
hasta  1747. 

Por  Real  cédula  de  20  de  Enero  de  1774,  se  negó  a  don 
Blas  de  los  Olivos,  una  solicitud  para  establecer  una  imprenta,  a 
pesar  de  ir  recomendada  por  el  Conde  de  Riela,  y  se  prohibió 
que  hubiese  otra  imprenta  más  que  la  de  la  Capitanía  General, 
pero  dicha  Real  cédula  no  fué  cumplida  por  los  Capitanes  Ge- 
nerales, y  a  fines  del  siglo  pasado  ya  había  cuatro  imprentas  en 
la  Habana,  a  saber :  de  Boloña,  de  Mora,  de  Palmer,  y  de  Segui. 


(1)  Para  este  capítulo  nos  han  servido  mucho  los  luminosos  e  intere- 
santes artículos,  inéditos  aun,  que  sobre  la  misma  materia  tiene  escritos 
nuestro  muy  distinguido  e  ilustrado  amigo  el  Sr.  Bachiller  y  Morales,  como 
continuación  de  los  que  ya  ha  publicado  con  el  modesto  título  de  "Apuntes 
para  la  historia  de  las  letras  de  Cuba",  cuya  lectura  recomendamos.  Para 
mayor  ilustración  ponemos  a  continuación  una  muestra  de  varios  periódicos 
en  distintas  épocas,  escogiendo  para  el  efecto  las  materias  que  más  llaman  la 
atención  en  el  día;  como  anuncios  de  calesas,  claves,  (pianos),  negros  pelu- 
queros, (pues  usándose  grandes,  rizadas  y  empolvadas  pelucas  y  coletas,  era, 
sin  duda  gran  ahorro,  tener  peluquero  propio,  etc.,)  y  las  ventas  de  varios 
efectos  para  que  se  vea  la  diferencia  de  tiempos.  Lo  que  llama  mucho  la 
atención,  además  de  ver  escrito  Havana  hoy  escrito  en  Habana,  es  la  pro- 
pensión a  no  indicar  casas  donde  se  daban  razón  de  los  anuncios  por  su  nú- 
mero, si  no  por  las  personas  que  vivían  en  ellas.  En  1763  se  numeraron  las 
casas,  y  ¡30  años  no  bastaban  para  acabar  con  la  rutina  de  dar  razón  por 
los  nombres  de  las  personas !,  pues  ya  en  esta  época  no  era  la  población  tan 
corta,  que  a  esto  solamente  debía  atribuirse. 


122  José  Maeía  de  la  Toree 

La  ocupación  que  tenían  dichas  imprentas  era  la  de  imprimir 
algunos  bandos  o  disposiciones  del  Gobierno,  novenas  de  los  San- 
tos de  más  clientela,  algunas  malas  láminas  y  ninguna  cosa  de 
más  trascendencia. 

Las  obras  más  notables  que  hemos  visto  impresas  en  la  Ha- 
bana en  el  siglo  pasado,  son:  el  Reglamento  de  milicias  (1764), 
la  Guía  de  forasteros  (1781),  y  la  Historia  natural  de  los  peces 
y  crustáceos  de  la  Isla,  por  don  Antonio  Parra,  con  láminas  y 
grabados  (1787). 

La  Gaceta,  comenzada  a  publicar  en  1782  por  don  Diego  de 
la  Barrera,  fué  el  primer  periódico  de  la  Habana  y  de  la  Isla,  y 
se  reducía,  puede  decirse,  a  publicar  noticias  políticas  y  anun- 
cios. Bl  almanaque  impreso  en  Méjico  y  arreglado  a  aquel  país, 
venía  de  él  y  surtía  a  nuestros  abuelos,  a  pesar  de  los  errores 
que  de  la  aplicación  de  sus  efemérides  astronómicas  habían  de 
resultar  en  esta  Isla. 

La  Gaceta,  acogida  bajo  la  protección  del  Capitán  General 
don  Luis  de  las  Casas  (que  vino  a  mandar  la  Isla  en  1790),  se 
convirtió  en  periódico  literario-económieo,  variando  su  título  en 
el  de  Papel  periódico,  con  el  que  empezó  a  publicarse  desde  31 
de  Octubre  de  1790,  contando  por  redactor  al  mismo  ilustre  Ca- 
pitán General  las  Casas.  Encomendó  después  este  señor  su  re- 
dacción a  la  Real  Sociedad  Económica,  que  la  cometió  desde  lue- 
go a  una  diputación,  que  se  modificó  en  1797,  y  sobre  todo  en 
1799.  Lucieron  en  ésta  sus  plumas  todas  las  notabilidades  de 
la  época,  desde  el  estadista  Arango,  el  filósofo  Caballero,  y  el 
elocuente  Romay  hasta  el  estimable  y  popular  poeta  Sequeira. 

El  tamaño  del  periódico  era  un  medio  pliego  de  papel  es- 
pañol; se  publicaba  dos  veces  a  la  semana,  los  domingos  y  los 
jueves,  y  costaba  la  suscripción  catorce  reales  fuertes  mensual- 
mente.  i1) 

En  1805  cambió  su  título  en  Aviso,  y  en  1810  en  Diario  de 
la  Habana.  En  1811  se  pasó  la  impresión  a  la  bien  surtida  im- 
prenta de  Arazoza  y  Soler,  tomando  sucesivamente  mayores  di- 


(1)  Véase  la  muestra  que  ofrecemos  correspondiente  a  los  años  de  1795 
y  1800.  Los  actuales  diarios  titulados  Diario  de  la  Marina  y  Prensa,  contie- 
nen diez  tanto  más  de  materia  y  solo  cuestan  un  peso  al  mes,  y  el  Correo  de 
Ja  Tarde,  seis  reales  sencillos  mensuales. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  123 

mensiones.  Cesó  de  publicarse  en  1847,  y  aunque  después  rea- 
pareció, fué  por  poco  tiempo.  (2) 

En  1800  aparecieron  dos  periódicos  más  con  los  títulos  de 
La  Aurora  o  Correo  político-económico,  y  el  Regañón,  que  era 
crítico,  y  cuyas  suscripciones  eran  a  peso  mensual.  También 
parece  que  se  publicó  en  el  mismo  año  La  lonja  mercantil,  se- 
gún un  anuncio  publicado  en  el  Papel  Periódico.  En  1809  se 
publicó  El  Mensajero,  y  en  1811  El  Lince  y  El  Hablador. 

En  la  época  de  la  primera  constitución  o  sea  de  1812  a  1814, 
vieron  la  luz  varios  periódicos,  señalándose  el  Patriota  Ameri- 
cano, El  Reparón,  y  en  1813  El  Censor  Universal,  La  Cena,  El 
Diario  Cívico  y  El  Esquife,  redactado  éste  por  el  célebre  don 
Simón  Bergaño  y  Villegas.  Este  periódico  era  crítico-burlesco 
y  tenía  por  epígrafe: 

"Más  corrigen  las  críticas  festivas 
Que  las  serias  y  amargas  invertivas, " 

Acompañamos  una  muestra  de  él  para  que  se  vea  lo  severo 
y  arrestado  que  era  hasta  llegar  a  personalidades.  Tenía  una 
lámina  representando  un  esquife  y  es  tal  vez  el  primer  periódi- 
co que  ha  escrito  Habana  en  lugar  de  Havana,  como  antes  se  es- 
cribía. 

En  12  de  Septiembre  de  1813  comenzó  a  publicarse  el  diario 
titulado  Noticioso  de  la  Tarde,  en  la  imprenta  de  don  Pedro  No- 
lasco  Palmer,  siendo  del  mismo  tamaño  del  papel  periódico  y 
costando  la  suscripción  15  reales  fuertes  al  mes.  Subsistió  has- 
ta 1835,  en  que  se  unió  con  el  Lucero,  titulándose  Noticioso  y 
Lucero,  con  que  cesó  de  publicarse  en  1844,  dando  origen  al  ac- 
tual Diario  de  la  Marina. 

En  1819  se  dio  el  Observador  de  la  Isla  de  Cuba,  y  de  1820 
a  23,  época  de  la  segunda  constitución,  se  publicaron  multitud 
de  periódicos,  como  el  Americano  libre,  el  Zurriago,  el  Tío  Bar- 
tolo, el  Mosquito,  etc. 


(2)  Las  fechas  en  que  han  empezado  a  publicarse  los  actuales  periódi- 
cos de  la  Habana,  son :  Memorias  de  la  Real  Sociedad  Económica,  primera 
serie,  1795  ;  segunda,  1817,  y  tercera  o  sea  la  actual,  1835  ;  Precios  Corrientes, 
1822;  Prensa,  1841;  Diario  de  la  Marina,  1844;  Gaceta,  1847;  Correo  de  la 
Tarde,  1857;  Revista  de  la  Habana,  1852;  Revista  de  Jurisprudencia,  1856; 
Anales  de  la  isla  de  Cuba  (continuación  de  la  obra  de  Zamora),  1857;  Re- 
pertorio de  medicina,  1840,  y  otros  varios  quincenales  o  mensuales,  como  los 
cuatro  últimos  nombrados. 


124  José  María  de  la  Toreé 

En  1822  comenzó  a  publicarse  el  periódico  Precios  Corrien- 
tes, por  el  padre  de  su  actual  redactor  D.  Santiago  S.  Spencer, 
que  tantas  mejoras  ha  introducido  en  el  mismo,  siendo  hoy  día 
el  periódico  más  antiguo  de  la  Habana. 

En  1781  apareció  la  primera  Guía  de  forasteros  de  la  Isla 
i1)  dada  a  luz  por  don  Diego  de  la  Barrera,  y  que  después  pa- 
trocinada y  auxiliada  en  la  redacción  por  el  memorable  general 
las  Casas,  se  hizo  periódico  anual  desde  1794,  habiéndole  dado 
gran  importancia  (así  como  al  papel  periódico),  don  Antonio 
Robredo  con  las  observaciones  astronómicas  y  meteorológicas 
con  que  lo  mejoró.  A  principios  del  siglo  era  su  redactor  el  dis- 
tinguido naturalista  don  Antonio  de  la  Ossa,  y  de  1814  a  21  lo 
fué  don  Tomás  Agustín  de  Cervantes,  que  la  enriqueció  con  no- 
ticias útilísimas.  Desde  1853  ha  dejado  de  salir  a  luz  esta  im- 
portante obra. 

Librerías  y  biblioteca  pública. — En  cuanto  a  librerías,  el 
indicado  impresor  Segui  tenía  algunos  libros  de  venta  en  su  ofi- 
cina, desde  antes  de  1790.  La  Biblioteca,  así  como  el  papel  pe- 
riódico y  la  Guía,  fué  debida  al  Excmo.  Sr.  D.  Luis  de  las  Ca- 
sas, que  logró  verla  abrir  en  Julio  de  1793,  en  la  casa  y  bajo  la 
dirección  de  D.  Antonio  Robrero.  Pasó  después  al  cuidado  de 
la  Real  Sociedad  Económica. 


(1)     Hemos  visto  un  ejemplar  de  esta  Gula,  cuyo  extracto  se  ha  publi- 
cado en  las  Memorias  de  la  Real  Sociedad  Económica. 


(q)     Núm.  6 


6)  8 


PAPEL  PERIÓDICO  DE  LA  HAVANA 

Del  Domingo  18  de  Enero  de  1795. 


Observaciones  meteorológicas. 

2 

V 

a 

Termómetro. 

Barómetro 

Vientos 

Meteoros 

Man. 

Tard. 

Nocn. 

Man. 

Tard. 

Noch. 

W 

alas  7 

á  las  12 

á  las  10 

alas  7 

á  las  12 

á  las  10 

man. 

tard. 

Grad. 

Grad. 

Grad. 

Pl.   I*. 

Pl.    I,s. 

Pl.    I,s. 

10 

20 

20 

18 

27    10 

27    10 

28 

NO 

N 

D.  n.  y  11.  p.  1.  ni. 

11 

19 

20 

20 

28 

27    11 

27    11 

NE 

NE 

D.  n.  11.  t.  el  dia. 

12 

20 

20 

19 

28 

27     11 

27    11 

ENE 

E 

Ll.  P-  1.  md.  y  t. 

13 

19 

20 

19 

27    11 

27     11 

27    11 

ESE 

E 

D.  el.  con  n. 

14 

19 

20 

19 

27    11 

27    10 

27    10 

S 

SE 

D.  el.  con  n. 

15 

19 

21 

20 

27    10 

27    10 

27    10 

S 

SE 

D.  el.  con  n. 

16 

20 

21 

20 

27    10 

27      9 

27    10 

S 

S 

D.  el.  con  n. 

El  mes  pasado  ha  sido  uno  de  los  más  saludables  de  todo  el 
año;  solamente  algunos  dolores  de  costado  y  pulmonías,  algunas 
tercianas  y  disenterías,  y  esos  morbos  en  corto  número  de  indi- 
viduos, se  han  manifestado.  Las  fluxiones  catarrales  y  de  mue- 
las han  estado  bastante  comunes,  pero  todas  esas  enfermedades 
de  poco  momento. 


Dos  niñas  de  las  treinta  y  tres  que  se  educan  en  la  casa  de 
Beneficencia  y  que  están  a  cargo  de  la  Real  Sociedad  Patriótica, 
se  presentaron  el  día  de  Corpus  al  Ilustrísimo  Sr.  Obispo  de  la 


126  José  Masía  de  la  Torre 

Luisiana,  Dr.  D.  Luis  de  Peñalver  y  Cárdenas,  y  una  de  ellas 
le  dirigió  este  discurso. 

Ilustrísimo  Señor. 

Las  niñas  que  con  nosotros  se  educan  en  la  casa  de  Benefi- 
cencia nos  envían  a  V.  S.  con  permiso  del  señor  Diputado,  para 
que  puestas  a  sus  pies  le  manifestemos  el  grande  alborozo  que 
experimentaron  nuestros  corazones  tiernos  cuando  supimos  que 
destilaban  los  cielos  preeminentes  gracias,  sobre  la  digna  perso- 
na de  V.  S.  L,  gracias  justamente  debidas  a  su  rara  virtud.  Ca- 
da una  de  mis  compañeritas  saltaba  de  contento  viendo  que  la 
exaltación  de  V.  S.  I.  era  motivo  de  un  gozo  extraordinario,  no 
sólo  para  estas  hijitas  suyas,  sino  para  todos  los  órdenes  de  este 
numeroso  pueblo,  y  deseosas  de  dar  a  V.  S.  I.  alguna  señal  de 
amor  y  respeto  que  en  nosotras  han  inspirado  los  grandes  bene- 
ficios que  debemos  a  su  mano  liberal  y  piadosa,  venimos  a  decir- 
le con  la  ingenuidad  de  la  infancia,  que  celebramos  cuanto  no  lo 
pueden  referir  nuestras  lenguas  balbucientes,  unas  satisfaccio- 
nes que  miramos  como  propias,  y  que  tanto  nos  interesan:  que 
queremos  a  V.  S.  I.  como  a  nosotras  mismas,  y  le  veneramos  co- 
mo a  nuestro  insigne  bienhechor:  que  lloraremos  lágrimas  amar- 
gas, y  no  habrá  consuelo  para  las  educandas  si  nuestra  desgracia 
nos  priva  del  amparo  de  V.  S.  I.  y  que  de  todas  suertes  rogare- 
mos a  Dios  conserve  tan  preciosa  vida,  los  muchos  años  que  ne- 
cesita el  Santuario  de  la  piedad,  aquel  silo  que  nos  custodia,  nos 
alimenta,  nos  enseña  a  trabajar  y  nos  ha  redimido  de  los  peli- 
gros a  que  estaba  expuesta  nuestra  horf andad  y  miseria. . .  pe- 
ro ¡  ah !  La  sola  idea  de  que  esta  satisfacción  nos  presagia  la  au- 
sencia de  V.  S.  I.  turba  mi  gozo,  me  anuda  las  fauces  y  apenas 
puedo  con  voz  lánguida  entrecortada  de  suspiros  decirle  un  tris- 
te adiós  en  nombre  de  la  Casa  de  Beneficencia. 

Su  ilustrísima  contestó  en  estos  términos: 

He  oido  con  la  impresión  más  sensible  las  pruebas  de  amor 
y  respeto  que  me  dais  por  el  empleo  que  me  ha  confiado  la  piedad 
del  Rey :  el  regocijo  que  manifestáis  ha  llenado  a  mi  alma  de  sa- 
tisfacción: exhala,  hijas  mías,  muy  amadas,  que  yo  vea  el  cum- 
plimiento y  perfección  del  proyecto  que  os  ampara,  alimenta  y 
educa;  Rogad  al  Supremo  Ser  por  la  felicidad  de  la  patria  y 
prosperidad  de  vuestros  bienhechores;  dirigid  vuestras   súplicas 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  127 


al  Pontífice  Eterno  para  que  me  asista  con  sus  luces  en  la  con- 
ducta del  rebaño  que  se  dignó  confirmarme :  no  temáis  el  desam- 
paro porque  me  voy  a  donde  me  destina  la  Providencia:  la  au- 
sencia de  mi  persona  no  causará  el  olvido  que  teméis,  porque  mil 
manos  benéficas  se  han  enlazado  para  socorreros.  Mi  espíritu 
queda  con  vosotras,  mis  inclinaciones  no  variarán:  riada  obrará 
la  distancia ;  vosotras  tenéis  un  derecho  exclusivo  para^disfrutar 
alguna  parte  de  lo  que  puedo  erogar  en  beneficio  de  mis  próji- 
mos. Quedaos  con  Dios,  y  vivid  seguras  que  os  hablo  con  el  co- 
razón, que  os  quiero  como  a  hijas  predilectas,  que  os  deseo  la  gra- 
cia del  Altísimo,  os  pido  me  encomendéis  a  su  Suprema  Protec- 
ción para  que  pueda  continuar  la  vuestra,  y  creedme  que  nunca 
olvidaré  a  las  educandas. 


Cual  es  la  pequeña  puerta 
a  veces  tan  homicida, 
que  puede  quitar  la  vida 
quedando  una  hora  abierta. 

Cosa  natural  y  cierta, 
que  aprovecha  su  rotura 
cuanto  poco  tiempo  dura: 
mas  en  pasando  de  una  hora, 
sea  señor  o  sea  señora, 
ábranle  la  sepultura. 


SONETO 

Si  Dios  Omnipotente  me  mandara 
De  sus  bienes  tomar  el  que  quisiera, 
Ni  el  oro  ni  la  plata  le  pidiera, 
Ni  imperios  ni  coronas  deseara. 

Si  un  sublime  talento  me  bastara 
Para  vivir  feliz,  yo  le  eligiera, 
¡  Mas  cuanto  sabio  referir  pudiera, 
A  quien  su  misma  ciencia  costó  cara! 


128  José  Mabía  de  la  Tobbe 

Yo  solo  pido  al  Todopoderoso 
Me  conceda  propicio  estos  tres  dones 
Con  que  vivir  en  paz  y  ser  dichoso : 
Un  fiel  amigo  en  todas  ocasiones, 
Un  corazón  sencillo  y  generoso, 
Y  juicio  que  dirija  mis  acciones. 


NOTICIAS  PARTICULARES  DE  LA  HAVANA 

Ventas. 

Una  negra  de  edad  de  17  años,  buena  lavandera,  sin  tachas, 
en  250  pesos  libres.  En  la  calle  de  la  Sabana,  núm.  6,  darán  razón. 

Otra,  de  edad  como  de  24  años,  lavandera,  sana  y  sin  tacha, 
en  300  pesos.     En  esta  imprenta  darán  razón. 

Un  mulato,  como  de  treinta  años,  buen  cocinero,  sano  y  con 
todas  tachas,  menos  ladrón ;  también  se  cambia  por  negro,  muías, 
caballos  o  volante.  En  el  almacén  que  era  de  don  Juan  Ricón 
darán  razón. 

Una  jaca  martesa,  de  paso  muy  suave  y  veloz,  acomodada 
para  cualquiera  señora  o  señorito.  En  la  casa  que  hace  esquina 
contigua  a  esta  imprenta  darán  razón. 

Romanas  con  pilón  de  bronce  o  de  fierro,  contratadas  y  bien 
acondicionadas,  a  precios  equitativos.  En  la  calle  de  Lampari- 
lla, a  espaldas  de  esta  imprenta,  darán  razón. 

Un  clave  inglés  de  dos  teclados,  con  distintas  voces,  en  150 
pesos.  En  casa  de  don  Vicente  Ponce,  calle  de  Cuba,  darán  razón. 

Libros  de  varias  obras  en  castellano,  inglés  y  francés.  En 
la  Audiencia  de  Guerra  se  manifestará  la  lista  de  sus  autores,  y 
sus  precios. 

Entradas  de  embarcaciones. 

De  Bayajá,  en  24  con  11  días  de  nav.,  ber.  angl.  amer.  El 
Gobernador  Pigni  expresó  venir  a  cobrar  cantidad  de  pesos  de 
efectos  que  vendió  al  rey  en  aquella  plaza.  Su  cap.  Peneni 
Babiche. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos. 


Aviso  al  publico. 


129 


Para  el  30  de  Noviembre  está  dispuesta  una  famosa  corrida 
de  10  toros  de  muerte,  los  que  se  han  escogido  de  las  mejores  cas- 
tas, llevando  cada  uno  una  divisa,  con  la  que  se  conozca  el  paraje 
de  donde  es.  El  objeto  de  esta  función  es  el  de  que  su  ingreso 
ayude  a  la  formación  de  una  fuente  en  el  Paseo.  La  entrada  es 
a  2  reales,  los  balcones  de  la  sombra,  a  3  pesos ;  los  de  sol,  a  2  pe- 
sos, y  los  andamios  de  éste,  a  real.  Se  advierte  que  habrá  pape- 
letas en  la  Imprenta  donde  está  detallada  la  función. 

Con  permiso  del  Superior  Gobierno. 


(Nüm.  62.) 


-    ^<^: 


PAPEL  PEKIODICO  DE  LA  HAVANA 

Del  Domingo  17  de  Agosto  de  1800. 

San  Ensebio,  confesor,  cuarenta  horas  en  la  Merced. 


Precios  de  varios  comestibles  y  demás,  necesario  para  el  abasto 
público,  según  el  arancel  de  la  fecha. 

La  libra  de  jamón  del  Reino,  a  tres  y  medio  reales. 

La  del  Norte,  a  dos. 

La  de  almendras  de  islas,  a  ocho. 

El  millar  de  cacao,  a  catorce. 

La  arroba  de  arroz  limpio,  a  quince,  y  12  onzas  por  medio  rl. 

Observaciones  meteorológicas. 


Termómetro 

Barómetro 

Vientos 

Julio 

M. 

T. 

N. 
ál.  10 

M. 

ál.  6 

T. 
ál.  3 

N. 

M. 

T. 

Atmósfera 

1800 

ál.  6. 

ál.  3. 

ál.  10 

N. 

Miérc.  13.... 

14 

15 

24 

17      7 

27      7 

17      7 

SE 

SE 

Lluvia  á  la  tde. 

13 

14 

13 

27      7 

17      7 

27      7 

N 

E 

Ll.  álat.y  tr. 

23 

15 

24 

27      7 

17      7 

27      7 

ESE 

ESE 

Dia  el.  con  nub. 

130  José  Mabía  i>e  la  Tobbe 

PEEMIOS. 

La  Real  Sociedad  Patriótica  de  esta  ciudad  ha  examinado 
con  detenida  atención  las  Memorias  que  se  le  han  presentado  as- 
pirando al  premio  ofrecido  por  la  Junta  de  Gobierno  del  Real 
Consulado  sobre  cultivo  del  buen  tabaco,  y  de  su  juicio  ha  resul- 
tado que  ninguna  ha  llenado  completamente  el  objeto  del  proble- 
ma, por  lo  que  se  ha  adjudicado  el  premio. 

Tampoco  se  ha  verificado  el  de  doscientos  pesos  ofrecidos  a 
la  Memoria  que  manifestase  cual  era  el  mejor  y  más  seguro  me- 
dio de  mantener  en  buen  estado  el  piso  de  las  calles,  mientras  se 
logra  su  empedrado,  porque  ninguna  de  las  presentadas  ha  reu- 
nido todos  los  puntos  que  se  propusieron;  pero  sus  autores  han 
hecho  dignos  del  aprecio  público,  por  el  buen  deseo  que  han  ma- 
nifestado dedicando  sus  tareas  a  un  asunto  de  tanta  importancia 
en  el  actual  mal  estado  de  las  calles.  Y  como  sin  embargo  hay 
algunas  Memorias  que  no  dejan  de  tratar  materias  útiles,  se  deja 
la  libertad  a  sus  autores  de  hacerlas  publicar  si  gustaren  por  me- 
dio de  este  Papel. 

La  misma  Sociedad,  en  cumplimiento  de  su  instituto,  ofrece 
el  premio  siguiente : 

"De  doscientos  pesos  al  maestro  de  primeras  letras,  tenga  o 
nó  abierta  escuela,  que  presente  mayor  número  de  discípulos,  con 
tal  que  no  bajen  de  tres,  ni  pasen  de  quince  años  de  edad,  bien 
instruidos  en  la  Gramática  y  ortografía  de  la  lengua  castellana, 
justificando  por  certificaciones  u  otros  atestados  de  los  padres  o 
personas  a  cuyo  cargo  estuviesen  los  jóvenes,  haberlos  enseñado 
el  Maestro  que  los  presente.  Se  calificará  dicha  instrucción  por 
medio  del  examen  que  de  ellos  hará  el  propio  maestro  en  presen- 
cia y  a  voluntad  de  una  diputación  de  la  Sociedad,  pero  sin  voto 
de  ella.  A  los  discípulos  que  saliesen  aprobados,  aunque  su  nú- 
mero no  llegue  al  del  premio  para  el  maestro,  se  regalará  un 
ejemplar  de  la  misma  Gramática,  Ortografía  y  Diccionario  de  la 
Academia  Española.  Un  segundo  premio,  de  cien  pesos,  se  ad- 
judicará al  Maestro  que  con  las  mismas  circunstancias,  diere  dos 
discípulos  instruidos '  \ 

No  habiéndose  presentado  Memoria  alguna  que  aspire  al 
premio  de  dos  mil  pesos  que  en  unión  del  Consulado  ofreció  la  So- 
ciedad al  que  dé  el  mejor  tratado  sobre  el  gobierno  económico  de 
los  ingenios  de  azúcar,  se  repite  su  publicación  por  suplemento 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  131 

al  periódico,  con  atención  a  que  los  puntos  que  abraza  no  permi- 
ten extenderse  en  la  cortedad  de  este  papel. 

Así  estas  Memorias,  como  las  del  premio  publicado  en  el  Pa- 
pel periódico,  número  99,  de  26  de  Diciembre  último,  deben  pre* 
sentarse  al  secretario  de  la  Sociedad  en  la  forma  que  está  estable- 
cido, para  el  día  último  de  Octubre  del  presente  año,  en  el  con- 
cepto de  que  pasado  este  día,  no  se  admitirán  las  que  llegaren. 

BENEFICENCIA 

La  Diputación  de  la  casa  de  Beneficencia,  que  trata  de  mejo- 
rar las  manufacturas  y  aumentar  su  producido,  ha  puesto  la 
atención  en  el  ramo  del  bordado  y  dibujo,  que  es  peculiar  a  las 
niñas  del  departamento  de  educandas,  persuadidas  de  que  por 
su  aplicación  y  habilidad  pueden  llegar  a  cierto  grado  de  perfec- 
ción capaz  del  mejor  desempeño  en  las  obras  más  exquisitas;  y 
como  el  fin  que  se  ha  propuesto  no  podrá  lograrse  hasta  que  haya 
quien  las  enseñe  el  primor  del  arte,  se  avisa  al  público,  que  si  al- 
guna persona  de  conocida  conducta  y  habilidad  conocida,  quisie- 
se dedicarse  a  la  enseñanza  de  dichas  niñas,  prefiriéndose  siem- 
pre un  sujeto  de  su  sexo,  podrá  acercarse  al  señor  Coronel  don 
Joseph  Ricardo  O'Farrill  y  hacer  las  proposiciones  que  le  con- 
vengan. 

NOTICIAS  PARTICULARES  DE  LA  HAVANA 

Ventas  de  varios  renglones  por  mayor,  según  el  Arancel. 

Carne  de  vaca,  cebada  en  la  ciudad,  a  tres  pesos  la  arroba. 

Huesos  de  dicha,  diez  y  seis  onzas  diez  adarmes  por  medio  rl. 

Tasajo  de  dicha,  doce  onzas  catorce  adarmes  por  un  real. 

La  arroba  de  ternera,  a  tres  pesos. 

De  esclavos. — Una  negra  ciolla,  de  14  años,  con  principios  de 
costurera,  en  370  pesos,  en  el  almacén  de  cristales  de  la  Plaza  de 
Paula,  número  51. 

Otra,  criolla,  regular  lavandera  y  cocinera  y  algo  costurera, 
en  375  pesos,  en  la  calle  de  Riela,  ciudadela  de  Laguardia,  doña 
Gertrudis  Aguiar. 

Otra,  lavandera  y  regular  cocinera,   con  su  cria  de  cuatro 


132  José  María  de  la  Toree 

meses,  cortada  en  350,  en  la  misma  calle  de  la  Obrapía,  núme- 
ro 207. 

Otra,  bozal,  como  de  16  años,  libre  de  viruelas,  en  la  taba- 
quería del  Farolito. 

Una  casa  situada  en  la  calle  de  Chacón  frente  al  cuartel  de 
la  Artillería,  con  bastantes  eomodidas  y  desahogo.  Doña  Nicola- 
sa  Carasa,  su  dueña,  que  vive  en  dicha  casa,  dará  razón. 

Hallazgo. — Una  hebilla  de  plata  sin  patilla.  En  la  casa  del 
Capitán  de  Artillería  D.  Francisco  Peña,  se  entregará  al  que 
mostrare  la  compañera. 

Pérdida. — Se  han  extraviado  fuera  de  la  Muralla  unos  cor- 
dones de  Cadete.  Frente  a  la  portería  del  Monasterio  de  Santa 
Teresa,  número  80,  gratificarán  al  que  los  entregare. 

Se  solicita  una  perrita  fina,  poblana.  En  la  casa  de  las  se- 
ñoras Muniones,  que  viven  en  la  cuadra  del  Sr.  Intendente,  da- 
rán razón  del  comprador. 

Carne  de  vaca,  del  Norte,  en  barriles,  y  galletas,  todo  de  su- 
perior calidad,  a  precios  cómodos.  En  el  bargantín  americano 
nombrado  la  Rosa,  darán  razón. 

Un  sitio  en  el  partido  de  Melena,  al  lado  de  San  Antonio 
Abad,  compuesto  de  dos  caballerías  de  tierra,  en  conveniencia. 

Una  negra,  media  ladina,  en  200  pesos;  un  negro,  ladino  y 
hábil  para  todo,  sano  y  con  la  tacha  de  cimarrón,  en  250,  y  dos 
muías,  buenas  para  volanta,  en  equidad.  En  la  calle  de  San 
Francisco  de  Paula,  número  12,  darán  razón. 

Una  negra,  lavandera,  cocinera  y  algo  costurera,  sana  y  con 
todas  tachas,  en  200  pesos,  siendo  de  contado,  y  en  cambio  de  otra 
u  otro  chico  o  por  muebles  vendibles,  en  350  pesos,  pagando  la 
vendedora  los  derechos.  Doña  Concepción  Caro,  que  vive  en  la 
calle  del  Aguacate,  a  espaldas  del  Monasterio  de  Santa  Teresa, 
dará  razón. 

Otra,  criolla,  de  18  años,  bien  parecida,  buena  lavandera  y 
cocinera,  sana  y  sin  tacha,  en  500.  En  la  calle  de  San  Ignacio 
número  36. 

Otra,  costurera,  lavandera  y  cocinera,  sana  y  sin  tachas,  en 
500;  en  la  plazuela  de  Santa  Clara,  número  183. 

Otra,  bozal,  en  375 ;  frente  al  cuartel  de  Pardos,  número  54. 

Se  alquila  o  se  empeña  una  negra  criandera,  robusta  y  con 
buena  leche.     En  la  calle  del  Tejadillo,  número  31,  darón  razón. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  133 

Entrada  de  embarcaciones. 

Be  Cádiz.  En  21  con  64  días  de  navegación  frag.  San 
Joseph  (a)  La  Aurora;  conduce  8  millares  de  ladrillos,  1,004 
arrobas  de  vino,  32  quintales  de  orégano,  64  docenas  de  loza, 
6,102  botijos  de  aceite,  200  de  aceitunas,  240  arrobas  de  jabón, 
50  fanegas  de  garbanzos,  26  docenas  de  sombreros,  16  anteojos, 
1,279  libras  tejidos  de  seda,  26  cajones  de  mercería,  482  tercios  y 
medios  de  lencería  extranjera,  195  fanegas  de  alpiste,  150  milla- 
res de  tachuelas,  una  romana  de  fierro,  14  libras  de  yesca,  460 
arrobas  de  pasas,  1  churla  de  canela,  1,026  libras  de  aceite  de  al- 
mendras, 12  pieles  de  cabras  de  Madrid,  21  quintales  de  almen- 
dras, y  3  tere,  de  cordob.  extranjero.  Su  capitán  Jph.  Añeses. 

Teatro. — Hoy,  domingo  17,  si  el  tiempo  lo  permite,  repetirá 
la  compañía  de  cómicos  del  país,  la  gran  comedia  titulada  al  Des- 
dén con  el  desdén. 

El  martes,  19,  representará  la  compañía  de  cómicos  france- 
ses que  ha  llegado  de  Nueva  Orleans,  la  famosa  ópera  titulada 
Zemira  y  Azor. 

Con  permiso  del  Superior  Gooiemo. 


Tomo  I.  Núm.  1. 


EL  ESQUIFE. 

Habana. — Setiembre  15 — 18 18. 


Más  corrigen  las  críticas  festivas 
Que  las  serias  y  amargas  invectivas. 


La  suscrición  á  este  periódico  está  siempre  abierta  por  4  reales  al  mea 
y  3  patatos  suscritores  al  CÍVICO,  en  la  Imprenta  Liberal,  esquina 
á  la  plazuela  de  S.  Agustín. 


Habana,  15  de  Septiembre  de  1813. 

Sr.  Patrón  de  El  Esquife. 

Sírvase  V.  admitir  para  completar  su  cargamento  en  el  pró- 
ximo viaje  que  debe  hacer  a  Cayo-Puto,  aunque  sea  por  vía  de 
cuña,  si  estuviere  la  bodega  llena,  un  lío  arripilado  con  servilis- 
mo y  la  marca  de  cobarde,  que  contiene  al  tercer  capitán  mercan- 
te que  declaró  ante  el  del  puerto,  el  10  del  corriente,  por  la  ma- 
ñana, por  haber  omitido  lo  que  dijo  ante  testigos,  esto  es:  "que 
había  pagado  45  pesos  en  su  propia  cámara  a  un  individuo  de  la 
partida  de  marina  por  salvar  su  gente  del  apresamiento  con  que 
aquella  le  amenazaba;  cuyo  omisión,  considerablemente  perjudi- 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  135 

cial  a  la  causa  pública,  debe  ser  castigada  cymo  imperdonable  en 
un  hijo  de  la  provincia  vascongada. 

Habana,  17  de  Septiembre  de  1813. 

NOTICIA. 

Habiéndose  no  ser  propio  para  sostener  la  venduta  pública 
en  este  nuevo  establecimiento  D.  Luis  Carbajal  (a)  "Zapato  el 
cadetito ' ',  que  por  su  edad  avanzada  y  escasez  de  dientes ,  tan 
precisos  para  hablar  con  la  gracia  y  donaire  que  se  requiere  en 
tales  cosas,  y  estando  actualmente  el  Sr.  D.  Chilibran  sin  un  coci- 
nero que  condimente  a  su  gusto  los  longorones  de  regalo  para  un 
convite  que  se  ha  de  dar  en  Palacio,  ha  tenido  a  bien  S.  S.  nom- 
brarlo su  primer  cocinero,  por  haber  sabido  ser  quien  mejor 
compone  toda  clase  de  mariscos,  llegando  a  tal  grado  su  destreza 
y  sabiduría,  que  hace  un  excelente  estofado  de  aguas  malas. 

Cayo-Puto,  11  de  Enero  de  1854. 


Sr.  D.  Pandolfo  Malas  Pulgas. 

Sírvase  V.  embarcar  a  bordo  de  su  Esquife  Arranchador, 
por  mi  cuenta  y  riesgo,  y  poner  a  la  disposición  del  señor  Guata- 
cas, un  fardo  forrado  con  esparto,  y  la  marca  A.  S.,  que  contie- 
ne la  personita  de  D.  Ambrosio  de  Suero  y  Miranda,  excelente 
curandero  de  glándulas,  golondrinos,  tumores  y  mal  de  orines; 
este  facultativo,  lo  ha  experimentado  un  paisano  suyo  a  quien  le 
mandó  poner  una  cataplasma  de  ceniza  hervida  hasta  ponerse 
como  mer cocha,  en  una  glándula  que  se  le  había  formado  bajo  de 
un  brazo,  resultándole  al  cuarto  de  hora  una  llaga  de  una  cuarta 
en  cuadro;  este  ente  demasiado  perjudicial  a  la  humanidad,  de- 
bería el  señor  D.  Chilibran  (a  quien  dará  V.  parte),  destinarlo  a 
la  cura  de  aquel  vecindario  que  tantas  epidemias  padece.  Tam- 
bién es  buen  corredor,  acreditado  por  su  labio,  y  por  no  haber 
realizado  jamás  trato  que  haya  propuesto.  Queda  obligado  a  sa- 
tisfacer en  la  aduana  nacional  del  Cayo,  los  derechos. 

S.  S.  S.  Q.  B.  S.  M.     El  adolorido  de  sus  curas,  F.  G. 


136  José  María  de  la  Toree 

Factura  del  cargamento  con  que  este  Esquife  dio  la  vela  para 
Cayo-Puto,  el  martes  12  del  corriente. 

Tres  toneles  marcados,  el  primero  J,  el  segundo  L,  y  el  terce- 
ro T . . . ,  que  contienen  a  tres  hermanas,  embarcadas  por  cuenta 
y  riesgo  de  D.  H.,  con  la  nota  de  pleitistas,  insufribles  a  deudos 
y  extraños,  gritonas,  alborotadoras,  egoistas,  doncellonas  inútiles 
al  estado,  y  gravosas  a  sus  parientes. 

Un  saco  de  jeniquén  con  un  maestro  de  primeras  letras,  lla- 
mado Cicharra  (a)  Ciruela,  por  pedante,  antilebral  y  preocupa- 
do, con  destino  a  la  enseñanza  de  la  juventud  cayo-putana. 

Un  cajón  arpillado  con  un  oficial  de  las  compañías  rurales 
de  Fernando  VII,  marcado  M.  C,  que  hace  15  días  anda  dando 
charratelazos  por  las  calles  de  esta  ciudad  y  las  de  Regla,  osten- 
tándose oficial  de  ejército,  por  traer  una  charratera  que  no  le  co- 
rresponde, respecto  a  no  haberse  concedido  a  los  de  igual  clase  de 
otras  provincias.  Va  de  bandera  para  reclutar  soldados  cuando 
los  haya. 

Un  fardo  de  pergamino  de  3  varas  de  largo  y  una  de  ancho, 
con  un  hombre  muy  alto  y  la  marca  J.  Ornas,  remitido  por  un 
padre  de  familia  y  destinado  a  ser  corredor  de  Lonja,  por  su 
acreditada  destreza  en  el  tráfico  de  voluntades. 

Una  barrica  con  una  negra,  marcada  F.,  reclamada  por  el 
Sr.  D.  Chilibran,  para  allanar  dificultades  y  disponer  y  conciliar 
los  ánimos  de  los  cayo-putanos  y  cayo-putanas.  Va  por  cuenta 
y  riesgo  del  mismo  D.  Chilibran. 

Una  canasta  vieja  y  medio  desguazada  con  la  nueva  vicerec- 
tora  doña  M.  P.,  muy  recomendada  por  el  Padre  Chicharrón,  que 
por  acto  de  virtud  se  va  a  privar  de  los  platitos  regalados,  y  a 
alimentarse  con  cangrejos  y  longorones  para  castigar  su  cuer- 
pecito. 


Venduta  del  Sr.  Especialy,  calle  del  Zepillo,  casa  número  5. 

La  volanta,  muía  y  calecero  de  D.  N.  V. ;  el  juego  de  lotería 
del  café  de  Comercio ;  12  pipas  de  vino  de  las  que  despacha  D.  J. 
G.,  a  3  reales  botellas ;  30  romances  de  Mosaura  acabados  de  lle- 
gar de  Puerto  Real,  consignados  a  un  amigo ;  un  bastón  de  comi- 


Lo  que  Fuimos  y  Lo  que  Somos.  137 

sario  de  barrio  con  borlas  de  estandarte;  una  excelente  peluca 
catalana  para  tapar  calvas;  una  arroba  de  albayalde  de  las  que 
usa  la  mamita ;  un  ejemplar  de  la  comedia  titulada  Las  minas  de 
Polonia;  las  dos  decoraciones  con  que  fué  exexornada  dicha  come- 
dia en  el  teatro  de  la  Habana,  por  las  que  pusieron  la  entrada  a 
4  reales ;  el  vestido  de  majo  que  sacó  el  señor  Joaquín  González, 
en  la  misma  función ;  dos  arrobas  de  cera  perfectamente  elabora- 
das, tanto  en  bujías  como  en  codales,  serillos,  etc. 

PÓLIZA. 

Sr.  Liberato  Antiservilio. 

Sírvase  V.  embarcar  a  D.a  J.,  D.a  L  y  D.a  T.  Andrade,  inclu- 
yéndolas en  el  registro  que  su  celebérrimo  Esquife  tiene  abierto 
para  Cayo-Puto,  por  lo  que  incomodan  a  la  vecindad  con  un  mi- 
llón de  gallinas  y  perros,  y  por  las  interminables  peleas  que  tie- 
nen con  los  criados  y  entre  sí  mismas,  comprometiéndose,  como  lo 
hace,  a  pagar  doble  flete  por  D.a  L . . . ,  en  atención  a  su  bastísi- 
ma mole. 

Su  atento  servidor, 

H. 


Al  Sr.  D.   Liberato   Antiservilio,   patrón   del   glorioso    Esquife 
Arranchador,  de  la  flotilla  popular  Sécula  Vincet. 

DÉCIMA. 

El  pueblo  habano  ya  vé 
Por  tu  Esquife  la  verdad, 
Que  persigues  la  maldad, 
Obrando  de  buena  fe. 

El  buen  celo  admiraré 
Que  tienes  en  castigar 
Al  malvado,  y  desterrar 
Infames  a  Cayo-Puto, 
Siendo  cangrejos  el  fruto 
De  su  modo  de  Pensar. 


138  José  Mabía  de  la  Toree 

SENTENCIA. 

Aquel  que  no  quiera  ser 
Vecino  Cayo-putano, 
Obre  como  ciudadano 
Y  tenga  buen  proceder. 

PERDIDA. 


P.  A.  E. 


Se  gratificará  competentemente  al  que  diere  razón  del  para- 
dero de  D.  José  Alcaraz  (cuya  filiación  daremos  en  otra  vez),  el 
cual  se  extravió  voluntariamente  de  la  casa  que  vivía  en  la  calle 
de  Curazao,  número  34,  dejando  a  su  pobre  amo  careciendo  de 
las  mesadas  vencidas,  en  la  de  Riela  al  número  38. 

R.  M. 

TEATRO. 

Hoy,  jueves  13  del  corriente,  a  las  12  de  la  noche,  si  el  tiem- 
po lo  permite,  se  representará  la  famosa  ópera  en  un  acto,  titula- 
da la  Indigesta,  a  la  que  seguirá  una  excelente  pieza  unipersonal 
nombrada  Lamentos  de  los  Cay  o -y  lítanos,  concluida,  se  cantará 
un  famoso  dúo  por  los  señores  Zapato  y  Guatacas,  cuya  música 
está  sacada  de  la  ópera  del  delirio.  Entrada  libre,  por  ser  día  de 
San  Gumersindo. 

Imprenta  Liberal,  a  cargo  de  Feliciano  Romay. 


CAPITULO  XIII. 

Aguas. — Ingenios  de  azucae  en  la  jurisdicción  de  la  Habana. 

La  ciudad  se  proveía  de  agua  del  río  Jigüey  o  Luyanó,  hasta 
1591,  en  que  llegó  el  cauce  de  la  zanja  (principiado  en  1566), 
hasta  el  Campo  de  Marte,  y  en  1597  hasta  el  callejón  del  Chorro 
(plazuela  de  la  Catedral),  donde  aun  se  conserva  la  lápida  de  de- 
sagüe con  una  inscripción  comprobatoria.  En  1831  se  comenzó 
el  actual  acueducto,  que  se  concluyó  en  1835,  bajo  la  dirección  de 
don  Manuel  Pastor  y  don  Nicolás  Campos.  Costó  $781,672.  Tie- 
ne el  tubo  18  pulgadas  de  diámetro  hasta  entrar  en  la  calzada  del 
Cerro,  y  14  desde  este  punto  a  la  Puerta  de  Tierra.  Su  total  lon- 
gitud desde  el  Husillo  hasta  dicha  puerta,  es  de  7,500  metros  o 
sea  1  y  tres  cuartos  legua  cubana,  con  una  diferencia  de  nivel  de 
algo  más  de  22  metros,  pero  en  la  Puerta  solo  sube  14  metros. 
Las  aguas  del  río  Almendares  corren  a  razón  de  0m10,  o  sean  pul- 
gadas castellanos  por  segundo.  Las  aguas  de  Vento  con  que  se 
trata  de  abastecer  la  ciudad,  están  13  metros  más  elevadas  que 
las  de  los  filtros. 

Ingenios. — En  1595  se  estableció  un  ingenio  de  fabricar  azú- 
car (el  primero  de  la  Habana),  en  el  lugar  nombrado  los  Can- 
grejos (cerca  del  Puente  de  Chávez),  por  Vicente  Santa  María. 
(x)  A  poco  después  fundó  otro  Alonso  de  Rojas  (el  menor),  en 
el  paraje  que  decían  los  Ranchitos  (donde  está  hoy  el  Tívoli)  y 


(1)  En  1576  se  había  concedido  licencia  para  un  ingenio  junto  al  río 
de  la  Chorrera  y  de  la  ciénaga  del  Cerro.  En  1580  ya  había  abundantes 
siembras  de  cañas  y  de  tabacos  por  las  inmediaciones  de  la  Habana.  En 
1535  se  había  pedido  la  primera  licencia  para  establecer  un  ingenio  en  la 
Isla.  En  el  Diario  de  Gobierno  de  la  Habana,  de  11  de  Octubre  de  1818,  pu- 
blicó el  Pbro.  D.  Manuel  J.  Barreto,  un  anuncio  inquiriendo  cual  es  hoy  la  finca 
en  que  1643  impuso  una  capellanía  impuesta  por  el  capitán  don  Simón  P.  de 
Laitán,  en  tierras  del  ingenio  Santacruz,  que  lindaba  con  otro  ingenio  de  don 
Antonio  Rodríguez  Tabaros,  y  otro  titulado  el  Cerro,  de  la  propiedad  de  don 
Juan  Pérez  de  Oporto.  Sirvió  esta  capellanía  el  Pbro.  D.  José  Casimiro  de 
Aguiar,  que  murió  en  28  de  Marzo  de  1801. 


140  José  Mabía  de  la  TobBe 

se  hicieron  otros  en  el  Cerro,  Jesús  del  Monte  y  la  Rinconada, 
(no  conocemos  bien  este  punto.  ¿Será  por  San  Antonio  el  Chi- 
quito?) El  primer  ingenio  de  los  mencionados  producía,  según 
asegura  el  documento  de  donde  tomamos  esta  noticia,  bastante 
melado  y  azúcar  terciado  (rapadura).  Era  impulsado  por  bra- 
zos y  caballos,  como  otro  que  había  por  el  Tívoli,  de  Alonso  de 
Rojas;  siendo  el  de  Antón  Recio  fundado  en  1598,  en  Guaicana- 
má  (hoy  Regla),  el  primero  construido  en  escala  mayor  e  impul- 
sado por  bueyes.  "Tan  escasos  eran  los  azucareros  y  tan  pocos 
los  inteligentes  en  el  arte  de  cocinar  el  jugo  de  la  caña,  que  los 
moldes  se  evacúan  espontáneamente  y  el  azúcar  ya  cuajado  se 
convierte  en  líquido".  Según  un  mapa  oficial  de  1762,  había  junto 
al  camino  que  conduce  al  Cano,  los  ingenios  de  Coca,  Duarte,  Pa- 
checo y  León ;  junto  al  río  de  la  Chorrera,  los  de  la  Chorrera,  el 
Rosario,  Salazar,  Retiro,  San  Francisco  de  Barco,  otro  Retiro, 
Barrera,  Beatriz,  Carrillo,  Santa  Catalina  y  Santo  Domingo ; 
junto  a  la  Zanja,  el  de  San  Antonio  Chiquito ;  por  el  camino  de 
Santiago,  los  de  San  Juan  y  de  Guadalupe,  y  por  el  de  Paso-Seco, 
los  de  San  Agustín,  Aguacate,  Ojo  de  Agua,  San  Pedro  y  Carbo- 
nero. En  1795  se  vendía  en  la  Habana,  el  azúcar,  a  4  pesos  la 
arroba,  y  en  1846,  a  ¡  8  reales  arroba !  En  1836  subió  a  12  reales 
la  arroba;  precio  que  no  había  vuelto  a  obtener  hasta  hace  doce 
años,  vendiéndose  en  el  día  hasta  a  3  pesos. 

En  1760  se  exportaban  por  la  Habana  30,000  cajas  de  azú- 
car. En  1761  se  contaban  por  las  inmediaciones  80  ingenios,  que 
consechaban  5,000  quintales  de  azúcar.  En  1775  se  contaban  en 
toda  la  isla  473  ingenios. 

La  exportación  de  azúcar  por  la  Habana  (que  como  se  vé 
casi  asciende  a  un  millón  de  cajas),  viene  a  ser  la  mitad  de  la  de 
la  Isla.  El  valor  de  cada  caja  se  gradúa  en  el  día  a  40  pesos,  por 
lo  que  la  exportación  de  ese  artículo,  por  solo  el  puerto  de  la  Ha- 
bana, equivale  a  ¡  36  millones  de  pesos ! 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  141 

Exportación  de  azúcar  efectuada  por  el  puerto  de  la  Habana 

desde  1789  a  1856,   inclusive,   según   el  periódico  titulado 
"Precios  Corrientes",  por  el  Sr.  Spencer: 

Cajas  Cajas  Cajas 


1789.  .....  69,126  1799  165,602  1809  238,842 

1790. 77,896  1800  142,097  1810  186,672 

1791 85,014  1801  159,841  1811  150,269 

1792 72,854  1802  204,404  1812  118,312 

,1793 87,970  1803  158,073  1813  173,940 

1794.   .   .  '  .  .  .  103,629  1804  193,955  1814  176,352 

1795 70,437  1805  174,544  1815  214,111 

1796 120,374  1806  156,510  1816  200,487 

1797 118,066  1807  181,272  1817  217,009 

1798 134,872  1808  125,375  1818  207,378 


En  10  años.  .  .  .   940,238     1.661,673     1.883,372 


Cajas  Cajas  Cajas 


1819 192,744  1829  260,065  1839  326,428 

1820 219,593  1830  305,472  1840  446,959 

1821 236,669  1831  276,329  1841  440,144 

1822 263,632  1832  301,579  1842  441,578 

1823 300,207  1833  284,825  1843  458,463 

1824 247,007  1834  294,538  1844  534,921 

1825 200,039  1835  310,256  1845  261,340 

1826 263,748  1836  312,656  1846  515,278 

1827 261,005  1837  315,348  1847  644,853 

1828 264,817  1838  368,356  1848  686,989 

En  10  años.  .  .  .  2.449,461     3.029,524     4.755,953 


142  José  Mabía  de  la  Torre 

Cajas 


1849 612,801 

1850 746,405 

1851 878,368 

1852 708,491 

1853 762,112 

1854 398,490 

1855 965,776 

1856.      .....  872,925 

En  8  años.      .      .      .  6.444,495 


CAPITULO  IV. 

Cronología  de  los  sucesos  no. mencionados  en  otros  capítulos. 

En  1538,  siendo  Teniente  de  Gobernador  Juan  de  Rojas, 
nhos  piratas  conocidos  por  filibusteros,  entraron  en  el  puerto  y 
talaron,  saquearon  e  incendiaron  la  población;  por  le  que  tras- 
ladándose a  ella  incontinenti  el  Gobernador  D.  Hernando  de  So- 
to, dispuso  la  construcción  del  castillo  de  la  Fuerza,  que  concluí- 
do  en  1544,  dio  seguridad  y  mucha  importancia  a  la  villa,  hasta 
el  punto  de  que  al  año  siguiente  se  ordenó  que  las  embarcaciones 
que  entrasen  en  él  saludasen  como  a  plaza  militar. 

En  1544,  la  Habana  contaba  40  vecinos;  indios  libres,  120; 
negros  e  indios  esclavos,  200 ;  dos  clérigos  y  un  capellán. 

1550. — De  esta  fecha  son  las  últimas  actas  de  cabildo  de  que 
hay  constancia  en  archivo  Capitular,  pues  los  libros  en  que  se  ha- 
llaban las  anteriores  sufrieron  extravio  a  consecuencia  de  las  de- 
predaciones de  los  piratas.  Era  en  dicho  año  Gobernador  Juan 
de  Inestrosa ;  Alcaldes  ordinarios :  Juan  de  Rojas  y  Pedro  Velas- 
co,  y  Regidores :  Pedro  Velázquez,  Antonio  de  la  Torre,  Diego  de 
Soto  y  Francisco  Gutiérrez. 

Cabildo  de  1°  de  Julio  de  1850. — Según  se  deduce  de  esta 
acta,  parece  que  en  la  anterior  de  25  de  Julio  se  dispuso  recoger 
todos  los  cuartos  existentes  en  la  villa,  para  que  sellados  se  admi- 
tiesen como  moneda  corriente,  pues  algunos  los  repugnaban;  y 
se  ordenó  que  todos  los  que  tuvieran  cuartos  los  presentaran,  ba- 
jo las  penas  de  que  sin  este  requisito  no  serían  admitidos.  Cum- 
pliendo la  prevención,  acudieron  a  mostrarlos  en  el  referido  ca- 
bildo, y  la  entrega  fué  en  el  orden  siguiente : 

El  Sr.  Juan  de  Rojas  declaró  tener  un  peso  de  oro  en  cuar- 
tos.— El  Sr.  Pedro  Velázquez  declaró  que  tiene  tres  pesos  en 
cuartos. — Declaró  Diego  de  Soto  que  tiene  del  Santísimo  Sacra- 
mento cinco  pesos  y  suyo  un  peso. — Declaró  el  alguacil  Antonio 


144  José  Masía  de  la  Tobbe 

Suazo,  nueve  reales  en  cuartos. — Pedro  Sánchez  declaró  cuatro 
pesos  y  medio,  más  otros  dos  reales. — Flores  declaró  ocho ....  en 
cuartos. — Zamora,  cuatro  pesos  y...  de  limosnas  de  mi....  el 
dicho  por  Juan  Sánchez  ochocientas. — Juan  Oliver  por  Juan 
Bazán  y  suyos,  y  diez  y  ocho  reales,  los  cuales  dichos  cuartos  de 
suso  declarados,  con  los  que  parecieron  tener  de  limosna  la  igle- 
sia de  esta  villa,  mandaron  sus  mercedes,  y  fué  acordado  por  el 
bien  y  pro  de  esta  villa  que  se  aquilaten  y  eche  la  marea  de  fuera 
que  es  buena,  y  que  es  como  esta  X  y  que  estos  pasen  y  se  traten 
los  vecinos  y  moradores  y  habitantes  y  tratantes  en  esta  dicha 
villa  so  pena  de  tres  pesos  ele  oro  para  la  Cámara  de  S.  M.  la  ter- 
cera parte,  y  la  otra  tercera  para  el  juez  que  lo  sentencia,  y  la  otra 
tercera  parte  el  denunciador,  demás  de  las  otras  penas  en  que 
caen  e  incurren  los  que  desechan  la  moneda  de  S.  M.  Y  come- 
tieron el  cuidar  de  los  dichos  cuartos  a  Juan  de  Oliver,  platero  de 
esta  villa,  de  que  tomado  y' recibido.  .  en  forma  de  derecho. 


En  cabildo  de  12  de  Septiembre  de  1550  se  prohibió  que  los 
negros  cortasen  los  cedros  y  caobas,  como  lo  verificaban  para  ha- 
cer bateas  y  lebrillos  y  otras  obras  de  poca  entidad,  y  destruyen 
dichos  árboles  de  manera  que  falta  para  los  edificios,  bajo 
pena  de  diez  días  de  prisión  en  el  cepo  de  la  cárcel,  y  de  300  azo- 
tes, lo  cual  se  entienda  cortando  dos  leguas  al  rededor  de  la  villa ; 
y  si  los  negros  cortaren  dichos  árboles  por  mandado  de  sus  amos, 
incurrirán  estos  en  pena  de  20  pesos  de  oro,  mitad  para  la  Cámara 
y  fisco  y  la  otra  mitad  para  obras  públicas. 


En  cabildo  de  27  de  Febrero  de  1551,  se  acordó  el  siguiente 
arancel : 

La  libra  de  pan,  4  cuartos ;  Torta  de  peopao,  medio ;  Huevos, 
seis  por  un  real;  Dos  rábanos  medio ;  Una  lechuga  "buena,  4  cuar- 
tos ;  Una  col,  medio ;  Una  carga  de  casabe,  2  pesos  de  oro. 


En  cabildo  de  18  de  abril  de  1551  se  acordó,  que  por  cuanto 
los  taberneros  tiene  mucho  desorden  en  la  manera  de  vender  el 
vino  con  perjuicio  de  la  república,  mandaban  de  que  de  esta  fe- 
cha en  adelante  ninguna  persona  que  tuviese  por  oficio  y  trato,  y 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  145 


fuese  tabernero  vendiendo  por  menudo,  no  pueda  tener  ni  tenga 
en  su  casa  ni  fuera  de  ella  más  que  una  pipa  de  vino,  la  cual  pue- 
da vender  y  venda  por  postura  del  diputado,  y  que  acabada  y 
echada  fuera  de  casa  la  madera,  pueda  comprar  otra,  y  el  que  tu- 
viese mas,  ya  sea  en  pipas,  botijas,  etc.,  sea  penado  en  6  ps.  de  oro. 
En  el  mismo  se  mandó  que  todos  los  vecinos  traigan  espada, 
de  día  y  de  noche,  bajo  la  pena  de  1  peso,  que  dentro  de  10  días 
se  provean  de  ellas  los  que  no  tengan,  y  las  presenten  al  gober- 
nador. 


En  cabildo  de  19  de  Junio  de  1551  se  mandó  que  por  cuanto 
hay  mucha  falta  de  casabe  en  este  pueblo,  a  causa  de  las  muchas 
flotas  y  armadas  que  de  un  año  a  esta  parte  han  pasado  por  él,  y 
de  esta  causa  algunos  vecinos  de  este  pueblo  han  tomado  la  de 
vender  la  carga  de  pan  a  3  ps.,  3  y  medio  y  aun  4,  lo  que  es  mu- 
cho perjuicio  a  la  república,  por  tanto  mandaban  se  pregone  que 
ninguno  de  esta  villa  pueda  vender  ni  venda  la  carga  de  casabe  a 
más  de  dos  pesos  de  oro,  pagados  en  buena  moneda  en  plata  o  en 
oro,  y  si  el  precio  fuere  en  reales  que  no  pueda  subir  de  25  rs.  la 
carga,  y  de  allí  abajo  cada  uno  puede  vender  como  quisiere,  esto 
por  todo  el  tiempo  que  durare  la  falta  y  necesidad.  Y  así  mis- 
mo se  mandó  pregonar  que  ningún  vecino  pueda  vender  la  arro- 
ba de  los  tasajos  a  más  precio  de  un  peso  cada  arroba,  pena  en 
ambas  faltas  de  12  pesos  en  oro,  mitad  para  obras  públicas  y  de- 
nunciador. 


En  cabildo  de  29  de  Enero  de  1552  se  nombró  para  verdugo 
y  pregonero  de  esta  villa  de  la  Habana,  al  negro  Antón,  esclavo 
del  señor  Juan  de  Rojas,  Teniente  del  Gobernador,  por  haber  fu- 
gado Bartolomé  Fernández,  que  antes  servía  uno  y  otro  oficio. 


En  cabildo  de  14  de  febrero  de  1552  se  acordó  arrendar  a  fa- 
yor  de  los  precios  la  carga  y  descarga  de  buques  y  se  estableció  el 
arancel  que  había  de  llevar  el  contratista : 

jo 


146  José  Mabía  de  la  Toree 

Reales. 


Por  una  pipa  de  vino,  a  riesgo  del  arrendador    y  darla 

arrumada 4 

Por  una  pipa  de  harina,  arrumada 3 

Por  el  barril  quintalano  de  vizcocho,  jabón,  pasas,  higos  o 

cualquiera  mercadería  de  peso  de  un  quintal.      .      .  1 

Por  y±  de  tonelada  de  harina,  vizcocho  o  cualquiera  otra 

mercadería 1% 

Por  una  caja  de  7  palmos  de  cualquiera  mercadería.      .  5 

Y  si  fuere  la  tal  caja  de  8  palmos  para  arriba.      ...  3 

Por  la  caja  de  5  palmos  hasta  6 .      .  1% 

Por  una  petaca  de  ropa  o  de  vizcocho. 

Por  una  cama  de  colchón  y  frasada   y   almohada   de   un 

hombre 1 

Y  si  fuere  de  dos  colchones 2 

Por  cualquiera  carga  que  la  pueda  llevar  un  negro.  .  1 
Por  4  botijas  de  aceite,  y  entiéndase  que  lo  ha  de  llevar  a 

riesgo     del    arrendador 1 

Por  una  botija  perulera,  a  riesgo  del  arrendador.  .  .  1 
Por  llevar  un  fardo  de  paño,  de  rúan,  de  angéo  o  de  otro 

cualquier    lienzo 2 

Por  cada  cuero  vacuno,  chico  o  grande *4 


En  cabildo  de  30  de  Marzo  de  1552,  el  Gobernador  trató  y 
platicó  con  los  Alcaldes  y  Regidores  sobre  prevención  y  buena 
guarda  de  esta  villa,  teniéndose  por  cosa  cierta  la  nueva  de  la 
guerra  con  Francia,  que  se  ha  sabido  por  la  vía  de  Méjico  y  San- 
to Domingo,  y  queriendo  cumplir  la  cédula  de  S.  M.  con  la  que 
ha  requerido  el  Alcaide  de  la  Fortaleza,  Juan  de  Lobera,  se  acor- 
dó lo  siguiente :  que  en  la  fortaleza,  cada  noche,  demás  de  los 
hombres  que  el  Alcaide,  tiene,  velen  con  ellos  tres  hombres;  que 
en  el  Morro  haya  dos  hombres  de  guardia  que  velen  de  día  y  de 
noche  para  que  no  pueda  parecer  navio,  que  no  se  tenga  aviso  en 
la  villa  y  fortaleza;  que  del  pueblo  Viejo  (lo  que  es  hoy  la  Cho- 
rrera), cada  noche  velen  y  atalayen  dos  hombres  de  a  caballo,  los 
cuales  sean  de  las  personas  a  quienes  está  mandado  que  tengan 
caballos,  según  se  ordenó,  en  acuerdo  de  un  cabildo  que  está  en 
este  libro.     Y  que  para  repartir  estas  velas  que  han  de  estar  en 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  147 


la  fortaleza  y  Morro  y  pueblo  Viejo,  se  hagan  con  el  menos  tra- 
bajo que  fuese  posible  para  los  vecinos  por  su  rueda  y  turno  co- 
metió su  merced  el  Sr.  Gobernador  a  los  señores  Juan  de  Roxas, 
Diego  de  Soto  y  Pedro  Velasco,  Alcaldes  y  Regidores  que  hagan 
el  dicho  repartimiento  y  lo  traigan  para  que  su  merced  lo  haga 
guardar  y  cumplir. 

También  se  proveyó  y  mandó,  que  todas  las  veces  que  en  la 
fortaleza  se  soltare  tiro,  que  es  la  señal  por  donde  se  conocerá 
que  viene  navio  al  puerto,  ahora  sea  de  día  o  de  noche,  doce  per- 
sonas, las  que  señalaren  los  comisionados,  acudan  a  la  fortaleza  y 
se  entren  en  ella  con  el  Alcaide,  de  la  que  no  salgan  hasta  saber 
que  navio  o  navios  son  los  que  vienen,  y  si  fueren  enemigos  no 
puedan  salir  de  ella  sin  expresa  licencia  de  su  merced  el  señor 
Gobernador,  y  la  resta  de  todos  los  vecinos  de  esta  villa,  salidos 
los  que  mande  acudir  a  la  fortaleza,  acudan  donde  su  merced  es- 
tuviere con  sus  armas  pronto  para  acudir  a  las  partes  donde  más 
viere  que  convenga  la  buena  defensa  de  la  villa,  lo  cual  guarden 
y  cumplan  so  pena  que  el  que  no  acudiere  pierda,  cien  pesos,  la 
mitad  para  la  Cámara  y  la  otra  mitad  para  gastos  de  esta  guerra. 
— Esto  fué  publicado  por  pregonero. 


-  En  el  cabildo  siguiente  se  acordó  que  se  pagasen  al  Regidor 
Juan  de  Rojas  cien  pesos  en  que  se  le  habían  comprado  cuatro 
pasamuros  con  sus  cámaras  (cañones),  que  tenía,  y  se  pusieron 
en  el  bastión  de  la  playa  de  esta  villa,  obligándose  todos  a  pagar- 
los a  prorrata,  si  S.  M.  no  aprobaba  el  gasto  de  su  hacienda. 


En  cabildo  de  1.°  de  Julio  de  1552  se  recibió  de  barbero  y  ci- 
rujano, Juan  Gómez,  y  se  mandó  que  mientras  estuviese  aquí,  na- 
die pudiera  ejercer  su  facultad,  so  pena  de  dos  pesos  de  oro,  pa- 
ra el  mismo  Gómez. 


En  cabildo  de  15  de  Abril  de  1553  se  acordó  que  por  el  ries- 
go que  hay  de  los  franceses  es  necesario  que  en  el  Morro 
haya  dos  hombres  que  velen  de  noche,  además  de  la  vela  de  día. 


148  José  María  de  la  Toree 

y  que  haya  dos  pasamuros  y  cuatro  versos,  (x)  y  los  hombres  que 
allí  estuvieran,  el  uno  de  ellos  sea  hábil  para  poder  tirar  la  dicha 
artillería,  ofreciéndose  necesidad ;  para  efectuarlo  se  mandó  que 
se  compren  de  Ambrosio  Hernández  los  dos  pasamuros,  cuatro 
versos  y  un  barril  de  pólvora,  pagándose  de  obras  públicas  y  gas- 
tos de  justicias,  y  que  se  haga  sobre  el  Morro  para  resguardo  de 
los  hombres,  una  casilla  de  tejas.  El  señor  Teniente  Juan  de  Ro- 
jas, encargado  de  la  compra,  tomó  declaración  al  maestre  Juan 
Santos  y  Lope  Hernández,  vecino  de  Sevilla,  y  de  Benito  de  Ya- 
livan,  para  que  declarasen  los  valores  y  dijeron  que  dos  pasamu- 
ros, uno  que  se  llama  francés,  y  otro  que  fué  del  Galeón  Santiago, 
valen  a  45  ducados  de  Castilla,  y  el  quintal  de  pólvora  8  ducados 
y  que  esto  valen  en  este  puerto  y  en  España,  500  reales. 

El  Gobernador  Diego  de  Mazariegos  trajo  20  soldados  con 
sus  armas  y  arcabuces,  munición  y  bastimento  y  seis  piezas  de  ar- 
tillería gruesa,  en  8  de  Marzo  de  1556,  por  haber  destruido  los 
franceses  el  pueblo  y  se  mandó  que  todos  reedificaran  sus  casas  y 
los  aposentaran. 


En  1553,  la  Habana  solo  contaba  30  vecinos  (unas  150  per- 
sonas), los  más  de  ellos  pobres  y  viejos,  y  no  estaba  acabada  de 
reedificar  la  fortaleza  de  la  Fuerza. 

En  1555  volvieron  los  piratas  a  saquear  e  incendiar  a  la  Ha- 
bana y  su  fortaleza,  defendida  por  el  valeroso  Juan  Lobera,  sien- 
do ésta  la  principal  causa  de  que  se  hayan  perdido  las  actas  ca- 
pitulares anteriores  al  año  1550,  pues  hasta  el  gobierno  tuvo  que 
trasladarse  a  Guanabacoa. 


En  cabildo  de  24  de  Abril   de  1556,   presentaron   Juan   de 
Inestrosa  y  Antonio  de  la  Torre,  el  arancel  que  se  les  eneomen 
<ió ;  fué  aprobado  y  es  como  sigue : 


(1)      Versos:  cierta  especie  de  cañones     de  artillería    que     se  usaban     en 
aquella  época. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  149 

Reales. 


Por  tres  libras  de  pan  casabe 2 

Por  una  libra  de  carne  de  puerco,  que  es  la  cuarta  parte 

de  un  arrelde,  cocida  o  asada % 

Y  si  fuere  cocida,  que  den  sus  coles  o  calabazas  con  ello. 

Por  una  libra  de  carne  de  vaca % 

Que  den  con  ella  un  plátano  u  otra  fruta  de  la  tierra. 
Que  puedan  ganar  en  el  vino  que  dieren  en  cada  arroba, 

seis  reales  y  que  lo  midan  delante  de  la  persona  que 

lo  comprare. 

Por     una   pina % 

Por  doce    plátanos 1 

Que  las  tales  personas  que  dieren  de  comer  sean  obligadas  a 
dar  agua  a  los  que  comieren,  la  que  les  bastare,  mesa  y  manteles 
limpios,  de  valde,  sin  llevar  para  ello  interés  alguno. 

Que  si  alguna  persona  quisiese  dormir  en  las  tales  casas  de 
tratos,  y  se  le  diere  una  hamaca,  lleven  por  cada  noche  un  real,  y 
si  no  diesen  hamaca  ni  otra  cosa,  medio  real. 

Que  si  las  tales  personas  que  así  mismo  dieren  de  comer,  be- 
ber y  tengan  peso  de  balanza  y  medida,  para  pesar  y  medir  lo  que 
así  dieren  de  comer  y  beber. 

Que  los  susodichos  tengan  colgados  este  arancel  en  lo  públi- 
co de  sus  casas,  en  la  pieza  o  lugar  donde  dieren  de  comer,  de  ma- 
nera que  todos  le  puedan  leer  y  entender,  todo  bajo  pena  de  tres 
ducados  por  la  primera  vez,  repartidos  entre  la  Cámara,  juez  y 
denunciador,  y  por  la  segunda,  doblados,  y  por  la  tercera,  eu  diez 
dncados  y  privación  del  trato  de  mesón. 


En  cabildo  de  15  de  abril  de  1558  se  acordó  poner  arancel  a 
los  zapateros,  porque  pedían  caro  por  la  obra,  y  se  acordó  en  la 
forma  siguiente,  mediante  a  que  no  eran  subidos  los  precios  de 
cordobanes  y  cueros. 

Reales. 


Zapatos  de  trece  puntos  y  de  doce,  se  venden.      ...     10 

Zapatos  de  diez  y  once  puntos 9 

Zapatos  de  ocho  y  nueve  puntos 8 


150  José  Maeía  de  la  Toeee 

Reales. 


Zapatos  de  badana  o  de  gamusa,  de  12  a  13  puntos.      .      .  6 

Y  siendo  de  nueve  o  diez  puntos 5 

Por  solar  unas  botas  o  unos  zapatos 4 

Todo  bajo  pena  de  dos  pesos  de  oro. 


Cabildo  de  18  de  Enero  de  1557. — Otro  si :  Porque  muchas 
negras  y  otras  personas  andan  por  las  calles  vendiendo  longani- 
zas y  bueñuelos  y  maíz  molido  y  sin  postura  de  diputado  y  en  lo 
que  venden  no  se  le  ha  puesto  precio,  de  cuya  causa  se  recibe  per- 
juicio, y  asi  mismo  venden  pasteles  y  tortillas  de  maíz  y  de  cati- 
bías, y  conviene  que  de  aquí  en  adelante  en  el  vender  de  lo  suso- 
dicho haya  orden,  de  manera  que  no  agravie  el  que  lo  compre  y 
quien  lo  vendiere,  mandaban  y  mandaron  que  las  longanizas  se 
vendan  a  vara  y  media  por  un  real,  y  todas  las  demás  cosas  no 
las  vendan  sin  que  el  Regidor  o  Diputado  que  es  o  fuere,  le  pon- 
ga precio  en  ello,  so  la  dicha  pena  aplicada  de  suso,  y  porque 
venga  a  noticia  de  todos  y  ninguno  pretenda  ignorancia,  manda- 
ron se  pregone  públicamente  en  esta  villa. 


Cabildo  de  14  de  Mayo  de  1557. — Se  proveyó  y  mandó  que 
muchas  negras  esclavas  en  esta  villa  han  tomado  por  trato  de  te- 
ner casa  para  hospedar  y  tener  taberna  y  tabaco,  lo  que  es  en 
mucho  perjuicio  de  esta  república,  y  mandaron  pregonar  públi- 
camente que  de  hoy  en  adelante  ninguna  negra  esclava  sea  osada 
de  vivir  en  casa  por  sí,  ni  tener  taberna  ni  tabaco,  so  pena  de  cin- 
cuenta azotes  a  cada  una  de  las  dichas  negras  que  lo  contrario  hi- 
cieran y  demás  de  ésta,  que  el  amo  por  se  lo  consentir  incurra  en 
pena  de  dos  pesos  para  la  Cámara  y  Fisco,  y  obras  públicas,  y 
mandaron  que  se  pregone  públicamente. 


Cabildo  de  19  de  Julio  de  1557 . — En  la  villa  de  la  Habana, 
a  19  de  Julio  de  1557  años,  en  presencia  de  mí,  Francisco  Pérez 
de  Borroto,  escribano  de  S.  M.  y  público  del  número  y  Consejo 
de  esta  dicha  villa,  este  día  se  juntaron  a  consulta  y  Cabildo,  con- 
viene a  saber,  el  muy  magnífico  señor  Juan  de  Roxas,  Teniente 
de  Gobernador  de  esta  dicha  villa,  para  entender  en  los  negocios 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  151 


que  tocantes  a  esta  dicha  villa  y  al  servicio  de  Dios  nuestro  señor 
y  de  S.  M.  convenga.  Estando  en  el  dicho  cabildo  los  dichos  se- 
ñores dijeron  que  por  el  muy  magnífico  Sr.  Diego  de  Mazarredo, 
Gobernador  de  esta  isla  de  Cuba,  han  sido  enviadas  dos  cartas 
cerradas  y  selladas  con  el  sello  Real  de  S.  M.  el  Rey  nuestro  Se- 
ñor, las  cuales  mandaron  abrir  y  leer,  y  la  una  de  ellas  parece  es 
tar  firmada  del  Emperador  y  Rey  Nuestro  Señor,  y  refrendada 
de  Francisco  de  Eraso,  su  secretario,  y  fecha  y  librada  en  Bruse- 
las a  16  días  del  mes  de  enero  de  1556  años,,  por  la  cual  S.  M. 
manda  al  Consejo,  Justicia  y  Regidores,  y  Caballeros  y  Oficiales 
y  homes  buenos  de  esta  villa  de  San  Cristóbal  de  la  Habana  de 
esta  Isla  de  Cuba,  tengan  y  obedezcan  por  su  Rey  y  Sr.  natural 
al  Srmo.  Príncipe  D.  Felipe,  su  hijo  nuestro  Señor,  y  cumplan  y 
obedezcan  sus  mandamientos  como  a  mandamientos  de  su  Rey  y 
Señor,  y  por  ella  obedezcan  y  tengan,  porque  él  ha  renunciado 
en  él  los  Estados  de  Castilla  y  de  León,  y  lo  demás  a  ellos  anexos, 
en  que  se  incluyen  estas  partes  de  Indias,  según  más  largo  en  la 
dicha  carta  se  contiene,  que  aquí  va  fijada  en  este  libro,  y  así  mis- 
mo se  presentó  otra  cédula  de  S.  A.  el  Príncipe  nuestro  Señor  fe- 
cha en  Bruselas ...  y  seis  días  del  mes  de  enero  de . .  .  556  años 
por ...  les  manda  y  hace  saberlo  por  S.  M.  provehido  de  que  arri- 
ba hace  mención,  y  como  S.  A.  fué  aceptada  la  dicha  renunciación 
de  los  dichos  reinos,  según  mas  larga  en  la  dicha  Cédula  se  con- 
tiene, las  cuales  ansí  leídas  por  los  dichos  señores  Justicia  y  Re- 
gidores de  esta  villa,  y  estando  presente  el  Procurador  general  de 
ella,  tomaron  en  sus  manos  el  dicho  Sr.  Teniente  y  Regidores  y 
Procurador,  y  las  besaron  y  pusieron  sobre  sus  cabezas  y  dijeron 
que  la  obedecían  con  todo  el  debido  acatamiento  como  a  Provisión 
y  mandamiento  de  su  Rey  y  Señor,  natural  a  quien  Dios  nuestro 
Señor  deje  vivir  y  reinar  por  muchos  y  largos  tiempos  con  acre- 
centamiento de  muy  mayores  reinos  y  señoríos,  y  en  cumplimien- 
to de  ella  y  haciendo  lo  que  S.  M.  manda,  dijeron  que  obedecían 
y  obedecieron  desde  agora  por  su  Rey  y  Señor  natural  el  Srmo. 
Príncipe  don  Felipe  nuestro  Señor,  y  en  señal  de  ello  mandaban 
y  mandaron  alzar  banderas  en  su  nombre,  haciéndole  y  teniéndo- 
le por  tal  su  señor  Rey,  y  hacer  todas  las  solemnidades  que  se  re- 
quieren, el  jueves  próximo  que  viene,  que  es  el  día  de  la  Magda- 
lena, para  que  todos  se  regocijen  y  lo  sepan  y  firmáronlo. — Juan 
de  Rojas. — Antonio  de  la  Torre. — Diego  de  Soto. 


152  José  Masía  de  la  Toeee 

Cabildo  de  24  de  Julio  de  1557. — En  la  villa  de  la  Habana, 
en  24  días  del  mes  de  Julio  de  1557  años,  se  juntaron  a  consulta 
y  cabildo  los  muy  magníficos  señores  Juan  de  Rojas,  Teniente  de 
Gobernador  de  esta  dicha  villa  y  dijo :  que  por  cuanto  para  rego- 
cijar el  reconocimiento  de  Eey  al  príncipe  don  Felipe,  nuestro 
Señor,  es  necesario  mandar  hacer  un  Pendón  Real,  y  trató  con 
los  señores  Regidores  de  esta  villa,  conviene  a  saber,  Antonio  de 
la  Torre,  y  Diego  Soto  y  Diego  López  Duran,  regidores ;  y  sobre 
lo  dicho  fué  tratado  por  los  dichos  señores  Teniente  y  Regidores, 
que  para  el  dicho  efecto  se  haga  el  dicho  Pendón  con  las  armas 
Reales  de  Castilla  y  de  León,  el  cual  se  haga  de  seda,  y  en  lo  que 
en  ello  se  gastare  mandaban  y  mandaron  se  pague  de  las  obras 
públicas  de  esta  villa,  y  así  lo  mandaron,  o  de  los  propios  de  la 
dicha  villa  mandan  se  pague. 


Cabildo  de  20  de  Agosto  de  1557. — En  este  cabildo  se  acordó 
que  por  cuanto  al  buen  recaudo  de  esta  villa  es  necesario  que  ha- 
ya un  tambor  que  toque  cuando  hubiere  navio,  y  para  ello  han  co- 
gido a  Juan  de  Emberas,  flamenco,  el  cual  es  hábil  y  suficiente 
para  ello,  y  les  ha  pedido  le  señalen  salario  para  ello,  y  porque  el 
susodicho  lo  sirva  con  voluntad,  con  acuerdo  de  todos  los  señores 
Justicia  y  Regidores,  y  de  Ambrosio  Hernández,  Procurador,  le 
señalaron  de  salario  al  dicho  Juan  de  Emberas,  tambor,  36  duca- 
los  por  un  año,  el  cual  comienza  a  correr  y  se  cuente  desde  hoy, 
y  el  dicho  Juan  de  Emberas  lo  aceptó  y  se  obligó  a  lo  servir  por 
el  dicho  precio,  y  los  Señores  dijeron  que  se  libre  y  pague  así  co- 
mo fuere  servido,  de  penas  aplicadas  a  gastos  de  guerra  y  obras 
públicas  de  esta  villa. 


Cabildo  de  1°  de  Marzo  de  1558. — Acordaron  en  este  Cabil- 
do que  se  escribiese  a  S.  M.  dando  noticia  de  como  trajeron  los 
doce  mil  pesos  de  oro  de  mina,  para  la  obra  de  la  fortaleza  que  S. 
M.  manda  se  haga  en  esta  villa,  y  de  otras  cosas  tocantes  al  Ser- 
vicio de  S.  M.  y  bien  y  pro  de  esta  villa,  la  cual  se  escribió,  cuyo 
original  queda  en  mi  poder. — Juan  de  Rojas. — Antonio  de  la 
Torre. — Diego  de  Soto. — Antón  Recio. — Por  mandado  de  los  se- 
ñores Justicia  y  Regimiento. — Francisco  Pérez  de  Borroto,  escri- 
bano público. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  153 

En  cabildo  de  28  de  enero  de  1559  se  mandó  que  por  cuanto 
hay  guerra  y  suelen  venir  corsarios  franceses,  y  si  no  hubiese  ve- 
la en  el  Morro  o  en  la  Caleta  y  boca  del  puerto  podrían  tomar 
descuidados  a  los  vecinos  de  noche,  y  supuesto  que  muchas  perso- 
nas fuera  y  hay  muchas  negras  horras  que  pueden  enviar  velas 
las  noches  que  les  cupiere,  así  como  van  todas  las  demás  personas, 
pues  las  dichas  negras  gozan  de  toda  libertad,  y  tienen  casas, 
mandaron  los  señores  que  cuando  el  alguacil  les  echare  las  velas 
vayan  a  velar. 


Cabildo  de  17  de  Mayo  de  1559. — En  la  villa  de  la  Habana, 
en  miércoles  17  días  del  mes  de  Mayo  de  1559  años,  el  muy  magní- 
fico Sr.  Diego  Mazarriegos,  Gobernador  y  Justicia  mayor  de  esta 
isla  de  Cuba  por  S.  M.  etc.,  en  presencia  de  mí,  Francisco  Pérez 
üe  Borroto,  escribano  de  S.  M.,  y  escribano  público  del  número  y 
Cabildo  de  esta  villa,  dijo  que  por  que  conviene  al  servicio  de 
tíe  Dios  Nuestro  Señor  y  de  S.  M.  y  bien  y  pro  de  esta  villa  tra- 
bar y  proveer  algunas  cosas  en  Cabildo  tocantes  al  bien  y  pro  de 
¿sta  villa,  dijo  que  mandaba  y  mandó  entrar  los  Regidores  de 
illa  para  comunicar  y  tratar  de  lo  susodicho,  lo  que  se  trató  y 
proveyó,  siendo  juntos  en  el  dicho  Cabildo  Antonio  de  la  Torre 
y  Diego  de  Soto,  y  dijo  el  dicho  señor  Gobernador  de  este  dicho 
Cabildo,  que  a  su  noticia  ha  venido  por  cartas  y  que  es  muy  pú- 
blico y  notorio  que  el  Rey  D.  Felipe  nuestro  Señor  está  viudo 
por  muerte  de  la  Serenísima  Reina  de  Inglaterra  y  que  la  Majes- 
tad del  Emperador. . .  Carlos  es  muerto,  y  que  conviene. . .  haya 
el  sentimiento  que  es  justo  por  sus. . .  tes  y  que  hasta  que  venga 
carta  de  S.  M.  v  de  su  Real  Consejo  avisando  de  su  muerte  y 
mandando  lo  que  sobre  ello  se  haga  y  que  hasta  entonces  le  sobre- 
sean hacer  las  honras  de  sus  Magestades,  y  que  en  el  entretanto 
que  mandaba  y  mandó  a  las  Justicias  y  Regidores  que  traigan 
luto,  so  pena  de  cincuenta  pesos  de  oro  para  la  Cámara  de  S.  M. 
— Y  los  dichos  señores  Juan  de  Rojas,  Teniente,  y  Antonio  de  la 
Torre,  y  Diego  de  Soto  y  Diego  López  Duran,  Regidores,  dijeron 
que  están  presto  de  cumplir  lo  que  su  merced  del  Sr.  Gobernador 
les  manda  por  el  auto  de  suso  contenido  y  que  de  mañana  en  ade- 
lante lo  traerán  y  firmáronlo  de  sus  nombres. — Diego  Mazarrie- 
gos.— Juan  de  Rojas. — Antonio  de  la  Torre. — Diego   de  Soto. — 


154  José  Maeía  de  la  Toebe 

Diego  López  Duran. — Pasó  ante  mí,  Francisco  Pérez  de  Borroto, 
escribano  público  y  de  Cabildo. 


En  cabildo  de  3  de  Junio  de  1559  se  proveyó  que  de  hoy  en 
adelante  haya  sobre  rondas  que  visiten  las  velas  y  puestos  y  pla- 
yas de  esta  villa  y  que  anden  a  caballo  siempre  de  noche,  que  haya 
caballos  en  el  pueblo  se  reparta  en  esta  forma  desde  hoy,  sábado 
3  de  Junio,  que  sea  la  sobre  ronda  de  media  noche  abajo,  hasta 
salir  el  sol : 

Sábado. — Hermán  Manrique  Avellaneda. 

Domingo. — Cepero  y  su  hermano. 

Lunes. — Aranda  y  Pedro  el  Alguacil. 

Martes. — Miranda  y  su  hermano. 

Miércoles. — Avalos  y  Zapata. 

Jueves. — Alonso  de  Rojas  y  Quiñones. 

Viernes. — Juan  Gutiérrez  y  Diego  López. 

Sábado. — Antón  Recio  y  Diego  de  Soto. 

Domingo. — Juan  de  Baena  y  Juan  Suárez. 

Lunes. — Melchor  Rodríguez  y  Francisco  Pérez. 

Martes. — Juan  García  y  Astorga. 

Miércoles. — Castilla  y  Juan  Guillen. 

Alonso  Sánchez  de  Corral,  ni  más  ni  menos,  y  que  salga 
cuando  hubiere  rebato. 

Y  mandaron  que  se  notificase  bajo  pena,  a  Juan  de  Rojas, 
que  tenga  dos  caballos;  a  Juan  Gutiérrez,  que  tenga  un  caballo; 
a  Pedro  Velasco,  que  tenga  otro  caballo ;  a  Diego  de  Soto,  que 
tenga  caballo,  a  Antón  Recio,  que  tenga  caballo ;  a  Inés  de  Gam- 
boa, que  tenga  caballo. 


Cabildo  de  6  de  Abril  de  1560. — Fué  acordado  en  este  cabil- 
do por  el  Sr.  Gobernador,  Regidores  y  Oficiales  de  S.  M.,  que  son 
Juan  de  Rojas  y  Jerónimo  de  Avellaneda,  que  trató  y  comunicó 
con  ellos,  como  se  les  hizo  saber  por  Arguijores  de  la  caravela, 
que  vino  de  Honduras,  que  hacia  la  punta  de  San  Antonio,  en  la 
costa,  vieron  unos  fuegos  y  se  cree  que  es  gente  perdida  de  algún 
navio,  y  demás  de  esto,  esta  noche  a  media  noche  se  huyeron  doce 
franceses  de  los  que  trabajaban  en  la  obra  de  la  Fortaleza,  en  un 
barco  que  hurtaron,  y  podría  ser  hiciesen  otros  mal  recaudo  de 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  155 


que  Dios  y  S.  M.  se  desirve  mucho,  y  para  enviar  tras  los  dichos 
franceses  y  para  traerlos  y  volverlos  a  esta  villa,  y  para  saber 
que  gente  es  la  que  los  fuegos  hacía  en  el  dicho  cabo,  no  hay  dine- 
ros de  que  se  pueda  pagar,  que  los  dichos  oficiales  de  S.  M.  y  Re- 
gidores juntamente  con  el  Sr.  Gobernador  den  orden  de  que  le 
paguen,  y  acordaron  todos  juntamente  que  se  vaya  en  la  fragata 
del  Rey  y  otra  se  envié  a  buscar  los  dichos  franceses  y  saber  de  la 
dicha  gente  que  está  en  la  punta  de  San  Antonio,  que  hicieron  los 
dichos  fuegos,  porque  podrían  estar  perdidos  allí  de  algún  navio 
que  dio  al  través,  y  que  pues  no  hay  dinero  de  gastos  de  justicias 
ni  de  obras  públicas,  que  se  gaste  de  penas  de  Cámara,  de  la  Ca- 
ja de  íá.  M.,  pues  es  en  su  servicio,  y  que  se  pida  parte  al  señor 
del  barco,  o  oficiales  o  marineros  del  que  hubo  culpa  de  que  los 
franceses  y  sea  a  su  costa  de  ellos,  y  si  se  hallare  que  era  navio 
perdido  donde  se  hacían  los  fuegos,  que  si  tuvieron  de  que  pagar 
por  ser  socorrido  de  ropa  y  otras  cosas  que  lo  paguen,  y  vuelva  a 
la  caja  lo  que  así  se  gastare. 

En  este  mismo  cabildo  se  presentó  y  leyó  la  Real  Cédula  que 
sigue : — El  Rey . . .  nuestro  Gobernador  en  la  isla  de  Cuba. — 
Juan  de  Inostrosa,  Procurador  de  esa  isla,  y  en  su  nombre,  me  ha 
hecho  relación  que  en. . .  cuatro  o  cinco  personas  de  los  primeros 
conquistadores. . .  pobladores  de  esa  isla,  que  son  tan  pobres 
que  ninguna  cosa  tienen,  y  tan  viejos  y  enfermos  que  no  lo  pue- 
den ganar  y  morirían  de  hambre  si  los  indios  de  esa  tierra  no  los 
sustentasen  por  amor  de  Dios,  porque  los  españoles  que  en  ella 
residen  no  lo  tienen  para  sí  los  más  de  ellos,  y  me  suplicó  les  hi- 
ciese merced  de  mandarles  dar  alguna  ayuda  de  costa  cada  año, 
con  que  se  pudiesen  substentar  o  como  la  mi  merced  fuese,  y 
porque  yo  quiero  ser  informado  que  personas  son  las  susodichas 
y  de  la  necesidad  que  tienen,  y  de  lo  que  sería  bien  que  a  cada 
uno  de  ellos  se  diese  en  cada  un  año  para  su  sustento,  y  si  lo  pue- 
den trabajar  y  ganar  ellos,  y  que  calidad  tienen,  vos  mando  que 
veáis  lo  susodicho  y  nos  enviéis  larga  y  particular  relación  de 
ello  con  vuestro  parecer,  para  que  yo  lo  mande  ver  y  proveer  lo 
que  fuere  servido.  Fecha  en  Valladolid,  a  17  de  Marzo  de  1559 
años. — La  Princesa. — Por  mando  de  S.  M.  su  Alteza  en  su  nom- 
bre.— Ochoa  de  Luyando. 


Cabildo  de  31  de  Enero  de  1561. — Fué  acordado  que  están 


156  José  Maeía  de  la  Toree 

cinco  soldados  de  los  que  van  a  poblar  la  Punta  de  Santa  Elena, 
que  tiene  necesidad  de  comida  hasta  que  su  capitán ....  al  man- 
do que  hasta  que  de  la  Nueva  España  envié  al  Sr.  Viso  Rey  de 
ella  recaudo  para  que  se  puedan  sustentar  y  pagar  lo  que  se  de- 
biere de  esta  comida,  dijeron  que  repartían  los  dichos  cinco  solda- 
dos en  las  personas  que  les  den  de  comer  y  que  tengan  cuenta  y 
razón  lo  que  se  les  dá  para  que  su  capitán  les  pague  lo  que  con 
ellos  se  hubiere  gastado,  y  las  personas  que  les  han  de  dar  de  co- 
mer son  los  siguientes:  Juan  Gutiérrez,  Diego  López  Duran, 
Melchor  Rodríguez  Ortiz,  Juan  Alonso,  Juan  Genovés,  Margari- 
ta Hernández,  Pedro  de  Caños,  Francisco  de  Avalos.  Y  que  los 
dichos  cinco  soldados  se  les  ha  de  dar  no  queriéndolos  tener  en 
sus  casas,  es  lo  siguiente :  dos  arreldes  y  medio  de  carne  para  ca- 
da día,  y  para  cada  semana  una  carga  de  pan,  y  ansí  lo  ordena- 
ban y  mandaban  porque  ansí  conviene  al  servicio  de  Dios  nuestro 
Señor  y  de  S.  M.  y  firmáronlo  de  sus  nombres. 


En  12  de  Febrero  de  1561  había  en  la  villa  diez  y  nueve  pi- 
pas de  harina  que  vendía  Melchor  Rodríguez  a  los  panaderos,  y 
en  1.°  de  julio  todo  el  jabón  de  diez  quintales  que  tenía  Juan  Sa- 
bido y  los  vendía  como  factor  de  Antón  Recio. 


Cabildo  de  23  de  Julio  de  1562. — En  este  cabildo  pareció 
Diego  de  Soto,  Procurador  de  esta  villa,  y  dijo  que  a  pedimento 
de  este  pueblo,  S.  M.  hizo  merced  de  mandar  su  cédula  Real  para 
que  se  cobre  el  anclaje  de  todos  los  navios  que  en  este  puerto  en- 
tren para  efecto  de  traer  a  el  dicho  puerto,  el  agua  del  río  de  la 
Chorrera,  y  que  poniéndose  en  efecto,  y  cobrándose  el  anclaje  co- 
mo hasta  aquí  se  ha  hecho,  algunos  navios  y  flotas  se  han  pasado 
sin  querer  entrar  en  este  dicho  puerto,  diciendo  ser  la  causa  el 
dicho  anclaje  por  no  quererle  pagar  ni  facer  tributarios  sus  na- 
vios, y  que  agora  de  presente  han  parecido  ciertos  navios  sobre 
este  puerto,  y  de  personas  que  de  ellos  han  saltado  en  tierra  se 
tiene  noticia  que  la  flota  que  viene  de  la  Nueva  España  en  que 
dicen  que  viene  por  general  Esteban  de  las  Alas,  y  que  el  dicho 
general  y  los  demás  maestres  han  determinado  ponerse  sobre  la 
boca  del  puerto  para  efecto  de  que  si  no  se  les  lleva  el  anclaje  en- 
trarán y  surgirán  en  este  puerto,  y  que  si  el  dicho  anclaje  se  le 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  157 


ha  de  llevar,  como  se  ha  llevado  a  los  demás  navios  que  aquí  han 
entrado  en  este  dicho  puerto  que  no  entrarán  en  él  con  sus  navios 
y  se  irían  a  Matanzas  y  a  otros  puertos  a  proveerse  de  lo  necesa- 
rio, y  que  de  no  haber  entrado  en  este  dicho  puerto  los  navios  y 
flotas  que  se  han  pasado,  ha  venido  gran  perjuicio  y  pérdida,  de 
lo  cual  S.  M.  ha  sido  deservido,  porque  los  vecinos  de  esta  villa  no 
tiene  otros  aprovechamientos  mas  de  lo  que  grangean  el  tiempo 
que  están  los  navios  en  este  puerto,  los  cuales  faltando  forzosa- 
mente habrán  de  desplorar  esta  tierra  y  puerto,  y  que  si  agora  de 
presente  estos  navios  se  pasan  sin  entrar  en  este  puerto,  la  tierra 
y  pueblo  y  vecinos  de  él  quedarán  del  todo  perdidos  por  estar  co- 
mo están,  pobres  y  adeudados  a  causa  de  haber  cesado  la  contra- 
tación de  los  dichos  navios  y  forzosamente  el  pueblo  se  despobla- 
rá del  todo,  de  lo  que  S.  M.  será  deservido,  por  tanto  que  para  al- 
gún remedio  y  alivio  a  los  vecinos  de  esta  dicha  villa  en  nombre 
de  todos  los  vecinos  y  moradores  de  ella  pedía  y  suplicaba  al  di- 
cho Sr.  Gobernador  y  Regidores,  mandasen  sobreseer  el  anclaje, 
y  que  no  se  les  lleve  a  los  navios  que  al  presente  están  sobre  esta 
costa  para  que  libremente  puedan  entrar  en  él  como  dicho  tiene, 
en  lo  que  nuestro  Señor  y  Dios  y  S.  M.  será  servido,  y  todos  los 
vecinos  recibirán  gran  bien  y  merced  y  firmólo. — Diego  de  Soto. 
— Y  visto  y  platicado  por  su  merced  del  dicho  Sr.  Gobernador  y 
Regidores  sobre  lo  pedido  por  el  dicho  Procurador  Diego  de  Soto, 
el  Sr.  Gobernador  dijo :  que  S.  M.  lo  tiene  mandado  por  su  Real 
Cédula  y  Carta,  que  se  ejecute  la  cobranza  del  dicho  anclaje,  que 
de  esto  no  tiene  mandato  de  S.  M.  en  contrario  por  donde  se  de- 
je de  cobrar  el  dicho  anclaje,  empero,  que  viendo  como  ha  visto 
y  vé  la  necesidad  de  la  tierra  y  la  pobreza  en  que  los  vecinos  y 
moradores  de  ella  tienen,  y  que  aunque  sabe  y  entiende  que  si  es- 
tos.. .  no  entran  en  el  puerto,  este  pueblo  quedarrá  del  todo  per- 
dido, y  porque  su  merced  dará  y  procurará  el  bien  y  remedio  de 
todos  los  vecinos  de  esta  Isla  y  particularmente  el  de  esta  villa 
dijo:  que  obligándose  los  dichos  Regidores  y  Procuradores  en 
nombre  y  voz  de  los  vecinos  y  moradores  de  esta  villa  y  su  térmi- 
no, a  que  S.  M.  tendrá  por  bueno  el  haberse  sobreseído  la  cobran- 
za del  anclaje  de  estos  dichos  navios,  y  que  si  S.  M.  no  lo  diera 
por  bueno  y  mandare  que  el  dicho  Sr.  Gobernador  pague  de  al- 
guno de  sus  bienes  y  haciendas  por  razón  de  no  haberlo  ejecuta- 
do, que  los  dichos  Regidores  y  Procuradores  pagarán  de  sus  bie- 
nes y  hacienda  y  de  la  de  los  dichos  vecinos  y  moradores  todos 


158  José  Maeía  de  la  Toeee 

Jos  mrs.  y  pesos  de  oro,  en  que  por  razón  de  lo  susodicho  condena- 
re al  dicho  Sr.  Gobernador  y  le  mandaren  pagar,  y  haciéndose 
ansí  el  estaba  presto  a  sobreseer  la  cobranza  del  anclaje  de  los  na- 
vios de  la  flota  de  la  Nueva  España  tan  solamente  y  firmólo. — 
Diego  Mazarriegos. — Pasó  ante  mí,  Francisco  Pérez  de  Borroto, 
Escribano  público  y  de  cabildo. 

Y  visto  que  los  dichos  señores  Regidores  lo  proveído  por  el 
dicho  señor  Gobernador,  y  visto  cuanto  importa  al  remedio  de  los 
vecinos  en  esta  dicha  villa,  que  estos  navios  y  todos  los  demás  que 
vinieren,  entren  y  surjan  en  este  dicho  puerto  libremente,  sin 
que  se  les  lleve  anclaje,  según  pedido  lo  tiene  el  dicho  procurador 
Diego  de  Soto,  habiendo  acordado  y  platicado  todos  de  un  acuer- 
do dijeron:  que  pedían  y  suplicaban  al  Sr.  Gobernador  sobresea 
el  dicho  anclaje,  que  ellos  como  Regidores  de  esta  dicha  villa,  y  el 
dicho  Diego  de  Soto  como  Procurador  de  ella,  tocios  juntamente 
por  sí  y  en  voz  y  en  nombre  de  los  vecinos  de  esta  dicha  villa  y 
sus  términos,  se  obligan  por  sus  personas  y  bienes,  y  la  de  los  di- 
chos vecinos  y  moradores  que  si  en  algún  tiempo  S.  M.  no  diere 
por  bueno  el  sobreseimiento  de  la  cobranza  de  dicho  anclaje,  y  si 
en  razón  de  ello  mandare  que  el  dicho  señor  Gobernador  por  no 
lo  haber  ejecutado,  pague  alguna  cantidad  de  pesos  de  oro  de  sus 
bienes  y  hacienda  que  en  tal  caso  los  dichos  Regidores  y  Procura- 
dor lo  pagarán  de  llano  en  llano  de  sus  bienes  y  haciendas  y  de  los 
dichos  vecinos  y  moradores,  sin  que  se  haga  deseajeción  de  bienes 
en  la  persona  y  bienes  del  Sr.  Gobernador  y  para  ello  obligaron 
sus  personas  y  bienes  habidos  y  por  haber,  y  las  de  los  dichos  ve- 
cinos, y  dieron  poder  a  las  Justicias  de  S.  M.  para  que  les  com- 
pelan a  ello  por  vía  ejecutiva,  y  renunciaron  las  leyes  que  en  este 
caso  se  podrían  aprovechar,  y  firmánronlo. — Juan  de  Roxas. — 
Antonio  de  la  Torre. — Juan  de  Inestrosa. — Pedro  Velasco. — 
Francisco  Avalos. — Diego  de  Soto. 

Visto  por  el  Sr.  Gobernador  la  obligación  hecha  por  los  di- 
chos Regidores  y  Procurador,  dijo:  que  debajo  de  ella  sobreseía 
que  no  se  cobre  de  estos  navios  de  Nueva  España  de  que  viene 
por  General  Esteban  de  las  Alas,  y  de  ninguno  de  ellos,  y  man- 
do se  notifique  a  Antonio  de  la  Torre,  a  cuyo  cargo  es  la  dicha  co- 
branza, que  no  cobre  ni  pida  el  dicho  anclaje  a  ninguno  de  los 
dichos  navios,  y  firmólo. — Diego  Mazarriegos. — Acordóse  en  este 
dicho  cabildo  por  los  señores  Justicias  y  Regidores  que  se  dé  no- 
ticia a  S.  M.  de  lo  prevehido  en  este  dicho  cabildo,  que  se  le  en- 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  159 

víe  un  testimonio  de  todo  ello,  suplicando  a  S.  M.  sea  servido  ha- 
ber por  bueno  el  sobreseimiento  de  la  cobranza  de  este  dicho  an 
claje,  y  firmáronlo. — Francisco  Pérez  de  Borroto. — Escribano 
público. 


En  26  de  Abril  de  1564  hizo  el  regidor  diputado  cata  del  vi- 
no para  el  abasto,  y  resultó  que  había  83  pipas  y  400  botijas,  que 
Juan  Alonso  tiene  50  pipas  y  400  botijas ;  Melchor  Rodríguez,  25 
pipas;  Antonio  Recio,  7  pipas,  y  Castillo,  una  pipa,  y  así  se  pro- 
hibió la  extracción  y  embarque  de  vinos  a  Hernán  López,  que 
quería  vender  fuera  al  que  trajo  en  una  carabela. 


En  cabildo  de  18  de  Abril  de  1566  se  acordó  que  por  cuanto 
en  esta  villa  están  "unas  casas  de  tabla  y  guano'',  las  cuales  son 
de  S.  M.  y  sirvieron  de  aposento  a  Diego  de  Mazarriegos  en  tiem- 
po de  su  gobern ación,  y  que  en  todas  las  partes  de  las  Indias  hay 
casa  de  S.  M.  en  que  se  aposentan  los  gobernadores  que  S.  M.  en- 
vía a  gobernar  las  dichas  gobernaciones,  y  estas  dichas  casas  es- 
tán diputadas  para  el  dicho  efecto  que  se  reparen,  etc.,  etc. 


En  cabildo  de  5  de  Septiembre  de  1566  se  acordó  que  por 
haber  temores  de  corsarios,  y  existir  en  esta  villa  algunos  foras- 
teros que  no  tienen  armas  y  hacienda  que  sustentarse,  se  les  den 
armas  para  que  salgan  a  los  rebatos,  repartiendo  a  dichos  foras- 
teros entre  algunos  vecinos  que  tienen  posibilidad  para  susten- 
tarlos, y  no  pueden  salir  por  enfermedad  o  vejez;  se  asentaron 
por  memoria  los  vecinos  que  estaban  en  ese  caso,  y  resultaron  ser 
Juan  de  Roxas. — Diego  de  Soto. — Antonio  de  la  Torre. — Alon- 
so Sánchez  del  Corral. — Antón  Recio. — La  Portuguesa. — Fran- 
cisco Hernández. — Cecilia  y  Susana. — Un  soldado. — María  Del- 
gado.— Catalina  Rodríguez. — La  de  Juan  Alonso. — Eufrasia  Pé- 
rez.— Teresa  Luisa  Melena. — Isabel  Cacanga. — Bartola,  Beatriz, 
Nicardo  y  Quiteria,  y  también  se  acordó  que  todas  las  personas 
que  salgan  de  arrebatos  salgan  con  armas  y  municiones,  y  así  se 
ma..da  que  todas  las  personas  arcabuces  salgan  proveídas  de  pe- 
lotas y  pólvora,  so  pena  de  dos  ducados  al  que  faltare. 


160  José  Maeía  de  la  Tobre 

En  cabildo  de  29  de  Octubre  de  1568  el  teniente  de  Gober- 
nador Dr.  Zayas,  propuso  la  formación  de  arancel  para  lo  judi- 
cial y  acordado  que  lo  hiciese  en  unión  del  Ledo.  Cabrera,  Juan 
de  Inestrosa,  regidores;  Francisco  Pérez  de  Borroto,  Escribano 
de  cabildo,  y  Vega  y  Saravia,  escribanos  de  S.  M.,  se  hizo  en  la 
forma  siguiente: 

Parte  del  arancel  que  se  puede  leer. 

Reales. 


De  la  ejecución   de  sentencia    criminal 4 

De  la  reposición  de  autos 1 

De  la  licencia  y  apartamento  de  querella 1 

Del  consentimiento  de  sentencia    o    apelación.      ...  1 

Del  asiento   de   cualquier   proceso   acumulado.      ...  1 
De  asiento  de  su  representación  en  grado  de  apelación  en 

lo   criminal 2 

De  acuerdo     de     cualquier  auto % 

Auto  de  tregua  y  notificación 1 

De  la  carta  ejecutoria  y  testimonio  de  sentencia  con  autos, 
1  real,  y  si  estuviesen  más  de  hoja  al  respecto;  y  un 
real  de  signo. 

De  sacar  escrituras    públicas    la    foja 1 

Derechos  del  pregonero,  de  cualquier  pregón,  así  de  edic- 
tos como  de  precios  de  bastimentos  y  de  las  expli- 
cadas   1 

De  llamar  una  persona  en  el  pueblo 1 

Y  si  saliese  fuera  a  tasación  del  juez. 

De  cualquiera  petición  que  presentare  en  cabildo.      .      .  1 

De  ejecución  de  sentencia  de  azotes  o  vergüenza.      .      .  4 

En  el  llevar  de  las  almonedas  sus   derechos   del   escribano, 

juez  y  pregonero,    no  se    exceda  de    la    costumbre    que  sobre 
ello  hay 

El  Dr.  Zayas. 


En  cabildo  de  1.°  de  Abril  de  1569  se  prohibió  que  las  mu- 
jeres salgan  el  Jueves  Santo  de  disciplinantes,  penas  de  echar- 
las públicamente  y  diez  días  de  cárcel. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  161 


En  cabildo  de  26  de  Febrero  de  1569  pasó  lo  siguiente :  Ha- 
biendo tratado  el  Sr.  Gobernador  y  justicias  y  regimiento  de  esta 
dicha  Villa,  la  gran  necesidad  que  esta  Villa  tiene  de  botica  y 
médico  y  cirujano,  ansi  para  los  vecinos  como  para  muchas  per- 
sonas que  a  ello  ocurren  en  flotas  y  fuera  de  ellas,  y  porque  el 
Ledo.  Gamarra,  que  al  presente  está  en  esta  Villa,  es  graduado 
en  Alcalá  de  Henares  de  todas  las  tres  licencias  y  concurran  en 
él  todas  las  calidades  que  se  requieren,  sea  obligado  como  se  obli- 
ga, a  hacer  su  asiento  en  esta  dicha  villa,  y  poner  botica  y  servir 
los  dichos  oficios  por  sí  y  por  sus  oficiales  suficientes,  atento  que 
en  este  dicho  Cabildo  le  dan  y  ofrecen  al  dicho  licenciado  cierta 
paga  en  un  año;  como  consta  por  la  lista  que  pasó  ante  mí  el 
presente  escribano,  y  queda  en  poder  de  lo  que  cada  uno  da  y  le 
ha  de  pagar,  la  cual  nos  la  dicha  justicia  y  regimiento  se  obliga- 
ron hacer  cumplir  y  guardar  con  más  todas  las  personas  que  pa- 
ra adelante  en  ella  se  pusieren,  el  cual  dicho  licenciado  se  obliga- 
ba y  obligó  que  a  las  dichas  tales  personas,  como  a  sus  mujeres  e 
hijos  y  a  todos  los  de  su  casa  los  curará  y  hará  sangrar,  dándoles 
en  todo  el  mejor  remedio  que  entendiere  para  su  salud  y  hánle 
de  ser  pagadas  las  medicinas  que  en  esto  gastare,  y  como  dicho 
es,  tendrá  dentro  de  un  breve  tiempo  que  será  dentro  de  un  año, 
poco  más  o  menos,  pondrá  su  botica  y  en  el  entretanto  curará  las 
enfermedades  que  se  ofrecieren  a  los  sobredichos  con  las  medici- 
nas y  más  remedios  que  hubiere  en  la  dicha  tierra;  y  los  más  ve- 
cinos que  se  quisieren  curar  que  no  le  hubieren  señalado  ningún 
partido  y  los  más  yentes  y  vinientes  le  pagarán  lo  que  con  los  ta- 
les se  concertase,  y  no  se  podrán  curar  con  otra  persona  sino  con 
él,  porque  durante  el  tiempo  que  él  quisiere  residir  en  esta  Villa 
a  servir  el  dicho  oficio,  no  puede  servirlo  por  dinero,  ni  sin  él, 
ninguna  otra  persona,  licenciado,  médico,  cirujano,  boticario, 
barbero,  si  no  fuese  con  su  licencia  y  especial  consentimiento,  so 
pena  de  pagar  con  el  doble  la  persona  que  así  se  curare,  con  otro 
el  hiciere  la  tal  cura  lo  pague  también  lo  que  hubiere  recibido 
con  el  cuatro  tanto,  y  durante  el  tiempo  que  el  dicho  Ledo.  Ga- 
marra sirviere  el  dicho  oficio  en  esta  Villa  hubiera  de  hacer  al- 
guna ausencia  ha  de  ser  con  licencia  de  la  justicia  y  regimiento 
y  ha  de  dejar  en  su  lugar  persona  tal  y  a  contento  de  la  justicia 
y  regimiento  de  esta  dicha  villa,  y  por  que  se  cumplirá  todo  lo 
firmó  dicho  Ledo.  Gamarra. 


162  José  María  de  la  Toree 

En  Cabildo  de  10  de  Abril  de  1573  se  acordó  que  el  día  de 
Corpus  Cristin  viene  presto,  y  que  para  aquel  día  y  cosas  conve- 
nientes al  servicio  de  Dios  Nuestro  Señor,  que  en  la  procesión 
y  fiesta  que  se  hiciere  que  haya  algunos  regocijos  y  fiesta,  man- 
daron que  para  lo  susodicho  todos  los  oficiales  como  son,  sastres, 
carpinteros,  zapateros,  herreros  y  calafates,  saquen  invenciones 
y  juegos  para  aquel  día,  y  que  para  ello  se  junten  con  Pedro 
Castilla,  el  que  los  dará  la  orden  de  como  lo  han  de  hacer  y  re- 
partir, y  ansí  mismo  acordaron  que  los  negros  horros  se  junten 
a  ayudar  la  dicha  fiesta,  conforme  a  como  les  mandare  el  dicho 
Pedro  Castilla  con  su  invención;  lo  que  se  mandó  pregonar  para 
que  venga  a  noticia  de  todos  y  ninguno  pretenda  ignorancia. 


En  Cabildo  de  23  de  Noviembre  de  1576  se  mandó  rematar 
el  estipendio  de  agua  de  la  Chorrera,  al  que  más  botijas  diese  a 
instancias  de  Juan  de  Rojas,  y  se  pusieron  penas.  Y  por  otro 
cabildo  posterior  de  7  de  Diciembre,  consta,  que  Ginés  Horta 
proveía  entonces  a  razón  de  cuatro  botijas  por  un  real — pues  an- 
sí se  dice  al  tiempo  de  concederle  terreno  para  un  bohío  de  trein- 
ta pies  junto  a  la  mar,  para  depósito  de  las  pipas  y  botijas  (cán- 
taros pequeños,  redondos,  con  su  boca.) 


En  Cabildo  de  15  de  dicho  mes  y  año  se  trató,  para  evitar  el 
daño  de  regatones,  que  todo  el  pescado  de  chinchorro,  como  de 
naza,  cordel  y  atarralla,  se  traiga  a  la  pescadería  por  peso,  la  sar- 
dina a  1  real  el  arrelde  (esta  porción  era  de  4  libras),  el  pez 
grande  de  chinchorro  a  real  y  medio  el  arrelde,  de  pez  grande  o 
de  la  tortuga,  dos  arreldes  por  un  real;  y  lo  que  fuere  pescado 
con  cordel,  pez  grande,  dos  reales,  y  lo  mismo  de  nazas,  a  real  y 
medio  el  arrelde ;  y  los  de  cordel,  a  2  reales  el  arrelde ;  el  pescado 
salado  que  lo  ponga  el  diputado,  y  que  ningún  regatón  ni  otra 
persona  le  atraviese,  sino  que  lo  venda  al  Sr.  de  él  por  la  postu- 
ra, pena  de  dos  ducados  aplicados  por  terceras  partes,  por  la  se- 
gunda vez  pena  doblada  y  por  la  tercera  cien  azotes! 

También  se  mandó  que  ninguna  negra  ni  otra  persona  de 
las  que  venden  pescado  frito,  lo  hagan  sino  a  real  la  libra,  bajo 
igual  pena. 

Se  trató  así  mismo  que,  habiendo  Antonio  Delfino,  Melchor 


LO  QUE  ^UIMOS  Y  LO  QUE  SOMOS.  163 


de  Casas  y  Luis  Boto,  comprado  por  junto  pipas  de  vino  para  re- 
vender, fué  acordado  se  les  notifique  no  vender  ninguna  de  las 
pipas  sin  que  primero  den  memoria  al  Cabildo  del  número,  pre- 
cio a  que  han  comprado,  etc.,  pena  de  20  ducados  por  la  falta; 
parecieron  al  Cabildo  siguiente :  dijeron  y  juraron  por  mandato 
del  (Gobernador  Gabriel  de  Montalvo),  Delfino,  que  compró  a 
Domingo  Pérez,  diez  y  siete  pipas,  a  41  pesos;  a  Sebastián  Fer- 
nández, diez  y  siete,  a  41  ducados;  a  Manuel  Díaz,  doce  pipas,  a 
42  ducados ;  a  Juan  Cabreras,  5  pipas,  a  40  ducados ;  de  Domin- 
go Rico,  seis  pipas,  a  41  ducados.  Melchor  de  Casas  dijo  que 
compró  de  Francisco  Moreno,  ocho  pipas,  a  41  ducados;  de  Pe- 
dro Flamenco,  tres  pipas,  a  44  ducados ;  de  Manuel  Díaz,  una  pi- 
pa, en  43  ducados.  Luis  Boto  juró  que  compró  diez  pipas  de 
Melchor  García  y  que  quiere  dar  a  real  el  cuartillo.  Y  los  dichos 
señores  mandaron  que  Luis  Boto  y  Melchor  de  Casas  vendan  a 
real  el  cuartillo,  y  Antonio  Delfino  el  vino  que  compró  lo  pueda 
vender  una  pipa  a  real  y  medio  y  otra  a  real. 

También  mandaron  que  si  Delfino  quisiere  amasar  las  pipas 
de  harina  que  compró,  que  dé  la  libra  de  pan  como  se  da  en  las 
panaderías,  y  si  quisiere  vender  por  pipas,  que  dé  a  42  ducados 
pipas  y  no  más. 

Se  ordenó  que  en  lo  adelante  no  se  venda  la  carga  de  casabe 
a  más  de  18  reales. 


En  el  Cabildo  de  5  de  Julio  de  1577  se  acordó  que  no  habien- 
do en  esta  Villa  padrón,  ni  medida  de  arroba,  media  arroba,  ni 
cuartillo,  ni  de  vara  de  medir,  ni  de  anega,  ni  media  anega,  ni 
medio  almund,  ni  almund,  mandó  el  gobernador  que  en  adelante 
se  cotejen  por  las  que  ha  traído  de  España  Juan  Recio,  con  testi- 
monio de  ser  ciertas  y  que  todas  las  medidas  sean  con  arreglo  a 
la  de  Avila,  y  estén  en  la  casa  de  Cabildo. 


En  Cabildo  de  23  de  Septiembre  de  1588  consta  que  la  Villa 
había  sufrido  un  fuerte  huracán,  y  se  trató  lo  siguiente.  Se 
confirió  la  gran  falta  de  bastimentos,  a  cuya  causa  se  padece  mu- 
cha hambre,  y  se  espera  mayor  por  la  mucha  gente  que  en  ella 
hay  con  las  galeras  de  la  guarda  de  esta  isla,  y  la  armada  que 
está  en  este  puerto  a  cargo  de  Gonzalo  Monte  Bernal,  y  soldados 


164  José  María  de  la  Toree 

de  la  fortaleza  de  esta  Villa,  y  compañías  de  Nueva  España,  y 
vecinos,  porque  con  el  huracán  que  hubo  a  los  20  de  este  mes  y 
año,  se  han  destruido  totalmente  todas  las  labranzas  y  estancias 
de  esta  Villa  y  su  jurisdicción,  y  porque  de  ninguna  parte  quie- 
ren conducir  bastimentos  a  este  puerto,  por  no  haber  llegado  el 
situado  para  pagar  lo  que  toman  dichas  galeras,  etc.,  se  acordó : 
1.°  Suplicar  al  Virey  de  Nueva  España,  200  pipas  de  harina, 
por  cuenta  del  Rey,  por  ser  grande  la  necesidad  de  los  soldados. 
2.°  Que  se  trate  con  Melchor  Rodríguez,  persona  acreditada  en 
dicha  Nueva  España,  para  que  por  su  cuenta  y  riesgo  traiga  de 
ella  bastimentos;  compareció  y  se  obligó  a  traer  50  pipas  de  ha- 
rina, por  medio  de  sus  corresponsales  Bartolomé  González  y  Juan 
de  Uribe.  3.°  Se  ofreció  también  Rodríguez,  movido  del  servicio 
público  y  de  S.  M.,  a  traer  de  su  riesgo  600  cargas  de  casabe  de 
la  villa  de  Yaguané,  en  la  isla  de  Santo  Domingo,  dándole  buque. 
4.°  También  se  acordó  enviar  1,000  ducados  a  la  villa  de  Baya- 
mo,  de  los  cuales  ofreció  Rodríguez  400  para  que  se  envíen  en  ca- 
sabe, tomándose  prestados  los  600  del  fondo  de  la  sisa,  a  devol- 
verlos con  su  producto ;  comisionándose  para  esta  diligencia  al 
procurador  general  Francisco  de  Rojas,  con  autorización  del  Go- 
bernador (Gabriel  de  Lusan),  para  todo,  y  bajo  concepto  de  no 
subirse  el  precio  sobre  el  que  tenía  antes,  indemnizando  a  Rojas 
su  viaje,  con  dos  reales  y  medio  en  cada  carga.  5.°  Se  acordó 
también  cometer  el  viaje  a  Nueva  España  el  capitán  Gómez  de 
Rojas,  y  6.°  Que  se  abran  y  limpien  los  caminos  para  hatos  y  co- 
rrales que  estaban  cegados  por  el  huracán,  desde  esta  Villa  hasta 
la  Hanábana,  cometiendo  la  ejecución  y  repartimiento  a  los  veci- 
nos para  peones,  al  alcalde  Hernando  de  Orellana  y  Cristóbal 
de  Soto. 

Las  tortillas  de  maíz  se  vendían,  en  Octubre,  a  razón  de  diez 
onzas  cada  una,  y  así  se  mandó  en  Cabildo  de  1.°  que  se  vendiese 
a  tres  por  un  real,  y  que  cuando  se  diesen  dos,  tuvieran  quince 
onzas,  i1) 


(1)  No  debe  sorprender  mucho  ver  que  en  tiempos  en  que  no  se  cono- 
cía la  ciencia  económica  se  ponía  tasa  a  las  ventas  de  varios  efectos  y  prin- 
cipalmente de  comestibles,  cuando  en  el  día  vemos  disputar  y  sotener  de  bue- 
na fe  (a  personas,  es  verdad,  exentas  de  conocimientos  económicos),  que  de- 
bería ponerse  tasa  al  pan,  pescado  y  demás  comestibles,  al  precio  de  entra- 
das en  las  funciones  de  teatro,  etc.,  etc. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  165 

En  Abril  de  1590  se  mandó  vender  el  pan  a  razón  de  18  onzas 
el  real  de  pan  blanco,  cocido,  de  manera  que  cada  pan  vale  9  on- 
zas, y  el  pan  asemita,  treinta  onzas  por  un  real,  bajo  la  pena  de 
1,000  maravedís. 


En  Cabildo  de  21  de  Febrero  de  1597,  dijo  el  Gobernador 
Juan  Mal  donado  Barnuevo,  que  habiendo  quejas  acerca  de  las 
regulaciones  de  costas  que  se  hacían,  los  escribanos  en  los  proce- 
sos, le  parecía  conveniente  nombrar  un  tasador,  y  se  acordó  su 
establecimiento,  hallándose  presente  su  asesor  Ledo.  Ronquillo,  y 
quedó  elegido  Gaspar  Pérez  Borroto,  que  fué  el  primero. 


En  Cabildo  de  3  de  Septiembre  de  1610,  se  acordó  dar  100 
ducados  por  un  año  al  Ledo.  Juan  de  Tejada  Pina,  porque  que- 
dase de  médico  en  la  ciudad,  por  no  haberlo. 


En  10  de  Enero  de  1620  pidió  el  procurador  general  Pedro 
del  Pozo,  el  establecimiento  de  un  Corral  de  Consejo,  y  así  que- 
dó acordado  y  fundado  desde  entonces. 


En  Cabildo  de  18  de  Marzo  de  1669  consta  que  la  fanega  de 
sal  llegó  a  venderse  en  la  Habana,  a  20  pesos. 


Cabildo  de  10  de  Diciembre  de  1565. — Se  acordó  que  por 
cuanto  hay  noticia  y  se  tiene  por  cierto  que  como  este  puerto  y 
pueblo  de  la  Habana  en  diez  años  pasados  ha  sido  de  corsarios 
franceses  recuestrados  y  robado,  y  después  acá  han  venido  navios 
de  los  dichos  corsarios  franceses  sobre  él,  e  por  que  al  tiempo  que 
este  pueblo  fué  saqueado  y  robado  de  franceses  entraron  por  el  ca- 
mino que  viene  de  la  Caleta  por  el  monte  a  esta  villa,  y  para  que 
de  aquí  adelante  los  dichos  corsarios  no  puedan  venir  por  el  monte 
como  lo  hicieron,  acordaron  y  mandaron ;  que  es  útil  y  provecho- 
so para  la  seguridad  de  esta  dicha  villa  que  los  dichos  caminos 
que  van  a  la  Chorrera  y  salen  a  la  playa  y  mar,  se  cierren,  y  que 
no  se  ande  sino  fuere  por  la  propia  playa  que  va  a  Pueblo-viejo, 


166  José  Maeía  de  la  Toebe 

que  se  cierren  los  dichos  caminos  a  que  ninguna  persona  sea  osa- 
da de  lo  abrir  ni  hacer  otros  nuevos  caminos  ni  veredas  que  sal- 
gan a  la  playa,  ni  vengan  a  esta  Villa,  so  pena  que  si  fuere  es- 
pañol se  le  pone  de  50  pesos  para  gastos  de  la  guerra,  y  si  no  tu- 
viere de  que  pagar,  pena  de  cien  azotes,  y  si  fuere  negro  libre  o 
esclavo  o  mulato  se  le  pone  de  pena  que  sea  dejarretado  de  un 
pie,  y  si  fuere  indio,  que  sirva  un  año  en  la  obra  de  la  fortaleza 
y  so  la  misma  pena  mandaron  que  ninguno  ande  por  los  dichos 
caminos  que  así  se  cierren,  (x)  salvo  por  el  camino  de  la  playa  co- 
mo dicho  es,  y  mandan  que  porque  venga  a  noticia  de  todos  sea 
pregonada  en  esta  villa  y  niguno  pretenda  ignorancia. 

En  ese  mismo  acordaron,  que  se  pregone  que  de  aquí  en 
adelante  ningún  ganado  vacuno  se  pueda  apasentar  en  esta  par- 
te de  la  Caleta,  lo  cual  mandaron  guarden  y  cumplan  so  pena  a 
su  amo  de  tal  ganado,  de  doce  ducados,  aplicados  para  gastos  de 
guerra,  y  al  esclavo  que  llevase  pastando  el  dicho  ganado,  pena 
de  cien  azotes,  y  así  lo  mandaron  y  firmaron  de  sus  nombres. 
(Aquí  las  firmas.) 


1759. — Se  dio  la  primera  corrida  en  la  Habana  en  una  de 
las  plazas  públicas,  con  motivo  de  la  coronación  de  Carlos  III. 
La  primera  plaza  de  toros  la  construyó  en  1796,  don  Mariano 
Bosques,  en  aserradero  y  millo  del  tío  Blas  (que  así  decían  al  si- 
tio entre  las  calzadas  del  Monte  y  del  Arsenal,  por  los  muchos 
aserrados  que  había  en  él  y  que  después  se  conoció  por  el  Basu- 
rero. (Véase  el  mapa).  La  segunda  estuvo  al  fondo  de  la  posa- 
da de  Cabrera,  esquina  de  la  calle  del  Águila  (1881.  La  tercera,  en 
el  Campo  de  Marte  frente  al  café  de  Marte  y  Belona  (1825-36). 
La  cuarta,  en  la  plaza  principal  de  Regla  (1842-55),  y  la  quinta, 
que  es  la  actual,  construida  en  1853,  junto  a  la  casa  de  Benefi- 
cencia. 

1761. — Se  establece  el  estanco  de  la  bebida  frucanga  o  sam- 
bumbia, lo  que  prueba  lo  muy  en  uso  que  se  hallaba.  Duró  el 
estanco  hasta  1803,  siendo  muy  afamados  los  puestos  del  Peñón, 
Santa  Clara  y  San  Lázaro  (único  que  tal  vez  ya  existe  con  dicha 
bebida).     Se  concluyó  el  hermoso  edificio  de  la  Real  Factoría, 


(1)      Aquí  tenemos  el  origen  del  nombre  que  conserva  aun  la  cantera  del 
Vedado,  hoy   propiedad   particular. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  167 

llamado  así  porque  servía  para  la  fábrica  del  entonces  monopo- 
lizado tabaco.  En  1817  se  declaró  libre  la  venta  del  tabaco,  ce- 
sando dicha  fábrica  y  en  1840  se  trasladó  a  dicho  edificio  el  hos- 
pital militar  que  estaba  en  San  Ambrosio,  resultando  así  que  la 
Habana  posee  uno  de  los  mejores  y  más  bien  montados  hospitales 
militares  del  mundo. 

Sitio  y  toma  de  la  Habana  por  los  ingleses. 

1762  (6  de  Junio). — Preséntase  por  barlovento  de  la  Haba- 
na una  formidable  escuadra  inglesa  compuesta  de  23  navios,  21 
fragatas,  3  brulotes,  3  bombardas,  40  transportes  y  otros  buques 
menores,  en  todo  unas  200  velas,  tripuladas  con  18,000  marine- 
ros, y  conduciendo  14,000  hombres  de  tropa.  La  escuadra  con- 
fiada al  Almirante  Sir  George  Pockock,  y  el  ejército  al  conde  de 
Albemarle.  i1) 

Día  7.  Sir  George  Pockock  finge  un  desembarco  a  sotaven- 
to de  la  ciudad,  mientras  el  conde  de  Albemarle  lo  verifica  entre 
los  ríos  de  Bacuranao  y  Cojímar.  El  coronel  D.  Carlos  Caro  se 
presenta  con  un  cuerpo  de  hombres  a  impedir  el  tránsito  a  este, 
pero  es  derrotado,  principalmente,  por  los  fuegos  de  una  corbe- 
ta que  ataca  e  inutiliza  el  fuerte  de  Cojímar. 

Fortifícase  el  cerro  de  la  Cabana  con  una  trinchera  de  9  ca- 
ñones, la  cual  se  mandó  destruir  el  día  9,  atribuyéndose  princi- 
palmente a  esta  medida  imprudente,  las  ventajas  que  después 
alcanzaron  los  enemigos. 

Día  8. — Apodéranse  estos  de  la  villa  de  Guanabacoa,  reti- 
rándose a  la  Habana  el  coronel  Caro,  que  bizarramente  la  había 
defendido  desde  la  loma  del  indio. 

Se  manda  salir  de  la  plaza  las  bocas  inútiles  (religiosos,  vie- 
jos, mujeres,  niños,  etc.) 

Los  enemigos  forman  un  escuadrón  de  100  dragones  con  los 
caballos  tomados  en  Guanabacoa. 

Se  echa  a  pique  uno  de  los  tres  navios  que  desde  el  día  7  se 
había  colocado  en  la  boca  del  puerto  para  impedir  la  entrada  a 
la  armada  enemiga  (2)  obstruyéndose,  además,  aquella  con  una 


(1)  I<a  guarnición  de  la  Habana  se  componía  de  810  hombres  de  caballería, 
3,500  de  infantería,  30o  de  artillería,  9,000  de  marina,  y  14,000  de  milicias.  Total, 
27,610. 

(2)  El  día  9  se  echó  a  pique  el  segundo,  y  el  11  el  tercero,  cuyos  nombres  eran  Nep- 
tuno,  Europa  y  Asia. 


168  José  Maeía  de  la  Toree 

cadena  de  cables  aboyada  sobre  doce  trozas  y  otras  de  hierro  so- 
bre doble  número  de  trozas. 

Día  9.  Se  retiran  los  enemigos  de  Guanabacoa,  para  reu- 
nirse al  ejército  acampado  entre  el  Morro  y  Cojímar,  después  de 
hacer  correrías  por  San  Miguel  de  Padrón  y  Santa  María  del 
Rosario. 

Día  10.  Baten  la  Chorrera,  que  después  de  una  obstinada 
defensa  hecha  por  el  fiel  ejecutor  D.  Luis  de  Aguiar  y  el  capi- 
tán de  milicias  D.  Rafael  de  Cárdenas  (x)  hubieron  de  apode- 
rarse aquellos  del  fuerte  por  la  expresa  orden  de  abandonarlo 
que  recibieron  los  defensores. 

Día  11.  Se  apoderan  los  enemigos  del  cerro  de  la  Catana, 
que  fortifican  contra  la  plaza  y  bahía. 

Tres  bombardas  enemigas  hacen  el  fuego  a  la  ciudad. 

Día  1.°  de  Julio.  La  trinchera  de  la  Cabana  y  tres  navios 
enemigos  baten  el  Morro,  que  defendido  por  el  valiente  coman- 
dante de  navio  D.  Luis  Vicente  Velasco,  hizo  una  gloriosa  resis- 
tencia, desmantelando  los  navios  y  haciendo  cesar  los  fuegos  de 
tierra. 

Día  3.  Incendio  en  el  reducto  enemigo  que  dura  3  días. 
Dos  navios  enemigos  apresan  dos  fragatas  españolas  en  el  Mariel. 

Día  16.  Empiezan  los  enemigos  a  minar  el  Morro,  para 
volarlo. 

Día  18.  D.  Luis  Aguiar,  con  tropas  de  gente  del  país,  se 
apodera  de  la  altura  de  Taganana,  que  tenían  fortificada  los 
enemigos,  causándoles  muchos  muertos,  18  prisioneros  y  claván- 
dole los  cañones  y  morteros. 

Día  21.  Sale  de  la  plaza  un  refuerzo  de  1,500  hombres  pa- 
ra socorrer  el  Morro ;  ataca  la  batería  enemiga,  pero  es  rechaza- 
do con  pérdida  de  400  hombres. 

Día  26.  Los  fuegos  de  la  Cabana  echan  a  pique  la  fragata 
española  "Perla". 

Día  30.  Rendición  del  Morro,  tomado  de  asalto  por  la  bre- 
cha de  una  hornilla  que  volaron  los  enemigos  entre  una  y  dos  de 
la  tarde,  entrando  en  seguida  con  650  hombres.  Su  comandante 
D.  Luis  Vicente  Velasco,  herido  de  una  bala  en  el  pecho,  es  con- 
ducido a  la  ciudad,  en  donde  expira  con  el  valor  de  los  héroes,  a 


(1)    Bisabuelo  del  autor  de  esta  obra. 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos. 


169 


las  24  horas.  Muere  también,  heroicamente,  en  la  refriega,  su 
segundo,  el  Marqués  González. 

Día  31.  El  conde  de  Albemarle  pasa  desde  el  Morro  al  cam- 
po de  la  Punta  y  le  reconoce,  para  disponer  el  mejor  modo  de 
atacar  la  ciudad. 

Día  4  de  agosto.  Se  construye  en  la  loma  de  Soto  (hoy  de 
Atares),  una  batería  de  10  cañones. 

Día  5.  El  enemigo  establece  su  Cuartel  General  entre  la 
Punta  y  San  Lázaro,  y  notando  el  gobernador  de  la  plaza  que  re- 
conocía dicho  sitio,  dispuso  incendiar  el  día  9  varias  casas  que 
había  inmediatas  al  campamento,   i1) 

Día  10.  El  enemigo,  teniendo  listas  sus  baterías  para  rom- 
per el  fuego,  envía  un  parlamentario  al  gobernador  de  la  plaza, 
proponiéndole  capitulación;  pero  lejos  de  admitirla,  éste  envía 
a  decir  que  estaba  resuelto  a  defenderla  hasta  el  último  extremo, 
mandando  romper  el  fuego  a  poco  rato. 

Día  11.  Al  amanecer  rompe  el  enemigo  un  fuego  vivísimo 
que  duró  hasta  las  dos  de  la  tarde,  en  que  el  gobernador  de  la 
plaza  manda  enarbolar  bandera  de  paz,  recoger  las  armas  y  sa- 
lir al  sargento  mayor  de  la  plaza,  don  Antonio  Ramírez  de  Este- 
noz,  competentemente  autorizado  para  acordar  con  el  enemigo 
los  artículos  de  capitulación  que  proponían  el  Gobernador  Pra- 
do, y  el  Jefe  de  Marina,  Marqués  del  Real  Trasporte. 

Día  12.  Queda  ajustada  la  capitulación  que  se  firmó  y  se- 
lló al  día  siguiente. 

Día  14.  Toman  los  ingleses  posesión  de  la  plaza,  después 
de  sesenta  y  siete  días  de  asedio.  (2) 


(1)  Según  un  mapa  de  esta  fecha,  existían  en  los  extramuros  la 
iglesia  auxiliar  de  Guadalupe  (en  la  Seiba)  ;  la  calle  de  la  Salud,  la  de  San 
Luis  y  calzada  del  Monte,  y  algunas  casas  entre  San  Lázaro  y  la  Zanja  y  en 
la  Factoría. 

(2)  Los  pertrechos  que  encontraron  los  enemigos  en  la  plaza,  fueron 
los  siguientes:  104  cañones  de  bronce,  250  idem  de  hierro,  9  morteros  de 
bronce  y  dos  de  hierro  y  un  gran  número  de  pertrechos  menores.  Los  efectos 
encontrados  (con  exclusión  del  tesoro),  fueron:  5,S41  cajas  de  azúcar,  3,384 
zurrones  y  3  cascos  de  cacao  ;  123  fardos  de  quina,  8,363  cueros  al  pelo,  3,900 
idem  curtidos,  475  tercios  de  tabaco,  4,876  bultos  de  tabaco  en  polvo,  59,213 
trozos  de  palo  de  Campeche;  203  dichos  de  fustete;  78  idem  de  madera  dura, 
8  tablas  de  cedro,  7  zurrones  de  grana,  y  2  cascos  de  concha  de  carey.  Los 
ingleses  avaluaron  en  14  millones  lo  perdido  por  España  en  esta  conquista. 
El  pabellón  del  Morro  lo  enviaron  a  su  Rey,  así  como  una  caja  de  dinero  que 
se  encuentra  hoy  en  la  Torre  de  Londres.  En  todo  el  sitio  tuvieron  290 
muertos,  260  heridos,  56  fallecidos  por  heridas,  694  idem  por  enfermedades, 
120  extraviados.     Total,  1,790. 


170  José  Maeía  de  la  Toeee 

Día  15.     Entrégansele  los  nueve  navios  que  había  en  bahía. 

Día  24.  Salen  de  la  ciudad  las  tropas  españolas,  embarcán- 
dose junto  a  la  puerta  de  la  Punta,  en  transportes  ingleses,  y  el 
día  30  se  hacen  a  la  vela  para  España,  conduciendo  un  navio  al 
Gobernador  y  su  familia.  (x) 

Doctor  D.  Pedro  Calvo  de  la  Puerta  y  D.  Gonzalo  Recio  de 
Oquendo,  Gobernadores  políticos  por  el  pueblo  español;  Regidor 
D.  Sebastián  Peñalver  y  Ángulo,  por  nombramiento  del  conde 
de  Albemarle. 

Diciembre.  Organizada  la  administración,  sale  el  conde  de 
Albemarle  de  la  Isla,  dejando  el  gobierno  en  manos  de  su  herma- 
no, el  Mariscal  de  Campo,  W.  Keppel. 

Restauración. 

1763. — Día  30  de  Julio.  Llega  en  comisión  a  la  Habana  el 
Conde  de  Riela,  grande  de  España  y  Teniente  General  de  los 
Reales  ejércitos  con  cuatro  navios  y  algunos  transportes,  que 
conducían  2,000  hombres  de  tropa  española  al  mando  del  Gene- 
ral Conde  de  O'Reilly,  para  tomar  posesión  de  la  plaza  e  Isla, 
restituidas  a  España  a  consecuencia  del  tratado  definitivo  de 
paz  celebrado  entre  la  Inglaterra,  la  Francia  y  la  España,  firma- 
do en  París  el  10  de  Febrero  de  1763.  (2) 

Favorable  emigración  de  los  vecinos  de  las  Floridas  a  esta 
Isla,  a  consecuencia  de  este  tratado.  Se  principian  a  reedificar 
el  Morro  y  a  construir  los  castillos  de  la  Cabana  y  Atares,  con- 
cluidos en  1767.  Se  traen  de  San  Agustín  de  las  Floridas,  las 
abejas  de  aguijón.  (3) 


(1)  Durante  este  memorable  sitio,  además  de  los  mencionados  indivi- 
duos, se  distinguieron  D.  Alejandro  Arroyo,  D.  Francisco  Corral,  D.  Manuel 
Frias,  que  atacaron  osadamente  las  trincheras  de  la  Cabana,  hasta  llegar  a 
ellas  ;  Zaldívar,  que  olvidó  todos  sus  deberes  por  arrojar  balas  al  enemigo  ; 
Ruiz  (de  Guanabacoa),  guerrillero  valiente,  muerto  en  un  asalto  que  dio  al 
enemigo;  Pepe  Antonio  (D.  José  Antonio  Gómez),  campesino  de  Guanaba- 
coa,  guerrillero  que  después  de  hazañas  inauditas,  tuvo  una  muerte  miserable. 

(2)  Este  interesante  tratado  puede  verse  en  los  Tratados  de  lias  y  co- 
mercio del  Sr.  Cantillo,  (Madrid,  1843),  pág.  486,  a  cuyo  final  se  halla  una 
ilustración.  Los  artículos  18,  20,  22  y  24  son  los  relativos  a  esta  isla  y  la 
Florida,  que  fueron  cedidas  por  la  España  a  la  Inglaterra,  en  cambio  de  Cuba. 

(3)  Además  de  las  historias  de  Valdés,  Pezuela  y  Guiteras,  véanse  las 
obras  siguientes  :  "An  account  of  the  Spanish  setlemennts  y  América.  "Edim- 
burgo, 1762.  (De  la  página  472  a  la  512,  se  incluyen  las  relaciones  del  sitio 
y  toma  de  la  Habana  por  los  ingleses ;  los  documentos  que  contiene,  son :  "El 
Diario   del   sitio. — Capitulación. — Carta   de   Poock   al   ministro   de   Marina,    de 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  171 

En  1772  se  prohibieron  los  techos  de  guano  en  los  intra- 
muros. 

En  1777  se  sintió  un  ligero  temblor  de  tierra  en  la  Habana 
(aunque  se  dice,  sin  embargo,  que  duró  dos  minutos),  experi- 
mentándose otro,  también  muy  ligero,  en  1852  (el  mismo  día  7 
de  Julio),  y  se  asegura  que  en  los  huracanes  de  1844  y  46,  hubo 
también  oscilación  en  el  suelo. 

En  1783  llegó  a  la  Habana  el  príncipe  de  Lancaster,  en  la 
escuadra  del  Almirante  Rodney. 

En  1876  se  estableció  en  los  intramuros  el  alumbrado  públi- 
co (en  1839  se  extendió  a  los  extramuros,  y  en  1846  se  introdu- 
jo el  gas.) 

En  1790  empezó  a  figurar  el  caserío  de  Casa  Blanca,  llama- 
do así  por  el  gran  depósito  construido  en  1589,  el  cual  siempre 
se  ha  pintado  de  blanco. 

En  1791  se  concluyó  la  actual  casa  de  Gobierno  comenzada 
en  1780,  trasladándose  a  ella  el  Gobernador  y  las  escribanías  pú- 
blicas. (l) 

En  1795  se  estableció  el  Real  Consulado,  que  reorganizado 
en  1833,  tomó  el  nombre  de  Real  Junta  de  Fomento. 

En  19  de  Enero  de  1796  llegaron  a  la  Habana,  de  Santo  Do- 
mingo, las  cenizas  de  Colón,  las  cuales  se  depositaron  solemne- 
mente en  la  Catedral. 

En  1797  se  construyeron  las  fuentes  que  había  en  el  Paseo 
del  Prado,  a  saber:  la  de  Neptuno  y  la  de  los  Genios  (en  las  bo- 
ca-calles de  estos  nombres),  y  en  104  se  colocó  la  estatua  de  Car- 
llos  III  (hecha  por  el  célebre  Cánovas),  en  el  sitio  donde  hoy  es- 
tá la  fuente  de  la  India;  trasladándose  en  1736  al  paseo  de 
Tacón. 

En  1798  llegaron  dos  príncipes  franceses,  uno  de  los  cuales 
fué  el  ex-rey  de  los  franceses  Luis  Felipe  de  Orleans. 

1800. — Llegan  a  la  Habana  los   sabios   y   célebres   viajeros 


14  de  Julio. — Otra  de  Albemarle  al  conde  de  Egremont,  de  12  de  Agosto. — 
Otra  de  Pocoock,  de  19  de  Agosto,  al  ministro  de  Marina. — Otra  del  ministro  al 
n-ísmo  ministro,  fecha  16  de  Agosto. — "Papers  relative  to  the  rupture  with 
Spain :  in  frenen  and  inglish",  Published  by  anthority.  Londres,  1762. — Po- 
seemos una  colección  de  seis  grandes  láminas  relativas  a  este  sitio,  perfecta- 
mente grabadas  en  Londres,  en  1763.  Tal  vez  en  otra  edición  acompañemos 
copia  de  algunas  de  ellas  en  esta  obra. 

(1)      En  1855   han  sido  separadas  de  la  casa  de  Gobierno;  en  1857  han 
pasado  a  la  casa  tomada  al  efecto  frente  a  la  Catedral. 


172  José  María  de  la  Toree 

barón  de  Humbolt  y  Bonpland,  volviendo  a  visitarla  el  primero 
en  mil  ochocientos  cuatro. 

1802  (25  de  Abril). — Primer  grande  incendio  de  Jesús  Ma- 
ría, que  redujo  a  cenizas  194  casas.  En  1828  (11  de  Febrero), 
ocurrió  el  segundo,  no  menos  desastroso. 

1802. — Desagüe  de  la  ciénaga  entre  el  Cerro  y  las  Puentes 
Grandes,  por  el  ingeniero  francés  Bailly. 

1804. — Empieza  a  generalizarse  el  café,  sustituyendo  a  po- 
co al  chocolate.  En  1748  se  fundó  en  el  Ubajay  el  primer  cafe- 
tal de  la  Isla,  por  don  Antonio  Gelabert,  que  hizo  traer  la  semi- 
lla con  objeto  de  estraer  aguardiente  de  su  cereza,  pero  de  1780 
es  cuando  daba  el  verdadero  fomento  de  esta  planta  con  motivo 
de  la  inmigración  a  los  colonos  franceses  de  Santo  Domingo.  En 
1796  apenas  había  8  a  10  cafetales  en  la  Isla.  La  exportación  en 
1790  fué  de  7,411  arrobas,  y  en  1792,  de  5,104. 

1806. — Se  concluyó  el  cementerio  general.  Antes  se  ente- 
rraban los  cadáveres  en  los  cementerios  que  tenían  cada  una  de 
las  parroquias.     En  1845  se  comenzaron  a  construir  los  nichos. 

1819. — Primer  vapor  nombrado  el  Neptuno,  para  viajes  en- 
tre la  Habana  y  Matanzas,  por  don  Juan  O'Farrill.  (x) 

1827. — Construcción  del  Diorama,  que  en  1830  se  convirtió 
en  teatro,  siendo  destruido  en  1846. 

1828. — Primera  ascensión  aerostática  por  el  inglés  Ro- 
bertson. 

1834. — Serenos  en  intramuros,  y  en  1843  en  los  extramuros. 

1838. — Cuerpo  de  bomberos. 

1846. — Alumbrado  de  gas. 

1852. — Telégrafos  eléctricos. 

1856. — Banco  español  de  la  Habana  y  desarrollo  de  las  em- 
presas de  crédito. 


(1)  En  1823  había  ya  en  la  bahía  tres  vapores  y  hacían  viajes  a  Bahía 
Honda.  En  1834,  en  que  cesó  el  privilegio  de  esta  primera  empresa,  se  esta- 
blecieron otras  varias,  entre  ellas  la  de  Batabanó  a  Cuba.  En  1S36  se  pro- 
bó de  establecer  una  línea  de  vapores  entre  esta  capital  y  New  Orleans,  ha- 
ciendo al  efecto  algunos  viajes  el  vapor  "Nachez",  pero  parece  que  no  tuvo 
buen  éxito,  y  hasta  1848  no  se  organizó  formalmente  ninguna  línea.  En 
1850  llegó  el  primer  vapor  desde  la  Península,  estableciéndose  al  año  siguien- 
te los  vapores  correos.     Desde  1843  recalaba  el  paquete  inglés. 


CAPITULO  XV 
Hijos  de  la  Habana  que  se  han  distinguido  por  sus  talentos. 

Pueden  figurar  dignamente  en  el  parnaso  español,  los  poe- 
tas Sequeira,  Blanchié,  y  las  poetisas  Mendoza  y  Franchi  Alfa- 
ro.  En  la  Historia  se  han  señalado  Arrate,  Urrutia  y  Valdés. 
En  la  Gramática,  el  Dr.  Vidal.  En  Retórica,  el  Pbro.  Mendoza. 
En  Filosofía,  el  profundo  y  virtuoso  Várela,  y  en  Elocuencia, 
Caballero,  Escovedo,  Romay  y  Bermúdez.  En  la  novela,  la 
Condesa  de  Merlín. 

En  Jurisprudencia,  los  Urrutia,  González,  Ayala,  Sans, 
Ponce  de  León,  Govantes,  Escovedo  y  Bermúdez;  en  Medicina, 
el  profundo  Romay;  en  Matemáticas,  Menéndez  y  Sotolongo,  y 
Trevejo,  y  en  Química,  Estévez. 

Por  su  elevada  categoría  a  que  han  ascendido,  se  han  distin- 
guido el  Arzobispo  Peñalver,  y  los  Obispos  Palma  y  Reciño. 

Consejeros  de  Estado:  La  Torre  (don  Jorge  María),  Aran- 
go,  Caro  y  Pinillos.  Ministros  de  la  Guerra :  O  'Farrill  y  La  To- 
rre. Oidores:  Aréchaga,  Calvo  de  la  Puerta,  Urrutias  (don 
Bernardo,  don  Ignacio  y  don  Manuel)  ;  Matamoros,  Benítez, 
Mendiola,  Govantes  y  O  'Reilly.  Auditores :  Tagle,  Del  Rey,  y 
Ponee  de  León. 

Intendentes:  Cervantes,  Betancourt,  y  Ferrer. 

En  milicia:  los  Generales  Díaz  Pimienta,  Revillagigedo  (Vi- 
rey  de  Méjico),  Mopos  y  Jaruco,  O 'Farrill,  Zayas,  Urrutia,  Que- 
sada,  Moscoso,  Aristizábal,  Montalvos  (don  Pedro  y  don  Juan), 
Araoz,  Marqués  de  San  Felipe  y  Santiago,  y  Contraalmirante 
Duquesne. 

Se  han  distinguido  como  artistas:  Báez,  grabador  del  siglo 
pasado,  y  Escobar,  retratista. 


APÉNDICE 

UN  DÍA  en   la  habana  m 


No  bien  resuena  el  estampido  del  bronce  poco  antes  de  despuntar 
el  día,  cuando  entran  por  las  puertas  de  la  ciudad  los  alegres  campesi- 
nos, que  con  sus  ayes  lastimeros  vienen  de  las  inmediaciones,  a  abaste- 
cer los  mercados  con  todo  lo  que  un  fértilísimo  suelo  ayudado  del  arte, 
produce  para  sustento  y  regalo  del  hombre.  Otros,  circulando  por  las 
calles  de  intra  y  extramuros,  permanecen  durante  la  mañana,  ocupados 
en  la  venta  por  menor  de  sus  provisiones.  A  estas  alborotadas  horas, 
los  buques  despachados  levan  sus  anclas  para  trasportar  nuestros  precio- 
sos frutos  a  países  lejanos;  los  vapores  de  Regla  comienzan  su  incesan- 
te crucero  de  una  banda  a  otra  de  la  bahía,  así  como  las  guaguas  (ómni- 
bus), lo  verifican  desde  Marianao  a  la  plaza  de  Armas;  los  vaqueros  y 
lecheros  invaden  las  plazas;  los  ligeros  repartidores  de  periódicos  ser- 
pentean por  las  calles  introduciendo  los  periódicos  por  entre  las  rendi- 
jas de  las  cerraduras,  puertas  y  ventanas;  las  iglesias  van  llenándose 
de  ancianas,  beatas  y  madrugadoras,  que  corren  a  la  primera  misa  de 
la  mañana;  los  encargados  de  la  limpieza  de  la  ciudad  comienzan  la  hi- 
giénica tarea  de  despejar  las  calles  de  cajones  y  barriles  de  pestilente 
basura;  los  cocineros  salen  con  sus  canastas  a  proveerse  en  los  merca- 
dos, que  progresivamente  van  llenándose  de  toda  clase  de  gentes  ocupa- 
das en  la  venta  por  menudeo;  las  bodegas  se  abren  para  dar  entrada  a 
la  multiud  de  jornaleros  y  obreros  que  concurren  a  ellas,  bien  a  tomar 
la  mañana,  bien  a  desayunarse  con  una  taza  de  café,  para  marchar  en 
seguida  a  sus  respectivos  trabajos. 

Todo  va  siempre  en  movimiento.  Los  mercados,  los  paseos,  el  mue- 
lle y  el  depósito  del  ferrocarril  y  paraderos  de  diligencias  o  berlinas, 
van  cubriéndose  progresivamente  de  gentes  que  concurren  ora  a  pasear 
la  mañana,  ora  a  embarcarse  o  despedirse  de  los  amigos  que  se  ausen- 
tan de  la  ciudad.  Las  náyades  vestidas  a  la  negligé  y  tiradas  por  mue- 
lles carruajes,  corren  a  su  elemento  del  Recreo,  las  Delicias  o  la  Ele- 
gancia, y  los  ensayos  de   las  cornetas  y  los   tambores,   el  tiroteo  de  las 


(1)  Para  corresponder  en  algún  modo  al  título  de  esta  obra,  presenta- 
mos este  ligero  artículo  de  costumbres,  que  da  idea  de  la  Habana  actual,  ob- 
jeto de  la  obra  de  que  hemos  indicado  forma  parte  este  opúsculo, 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  175 

tropas  en  instrucción  en  los  recintos,  las  parejas  y  trios  que  van  y  vie- 
nen del  campo,  las  volantas  y  quitrines  de  alquiler,  y  las  filas  de  carre- 
tones que  comienzan  sus  estrepitosas  tareas,  van  preparando  el  ruido, 
que  luego  sigue  en  aumento. 

Oyénse  las  siete,  y  los  retumbantes  tambores  y  cornetas  de  las 
guardias  que  se  relevan,  se  hacen  oir  en  todos  los  ámbitos  de  la  capital. 
Las  campanadas  de  las  locomotoras  del  ferrocarril  anuncia  al  pasajero 
la  salida  del  tren  para  Guanajay,  habiéndolo  verificado  una  hora  an- 
tes el  de  Güines  o  Batabanó;  los  niños  se  encaminan  a  sus  escuelas  y  el 
empleado  se  levanta,  y  apoltronando  su  humanidad  en  un  muelle  sillón, 
toma  su  taza  de  café,  fuma  un  fuerte  tabaco  y  se  ocupa  en  seguida  de 
leer  los  periódicos  hasta  que  almuerza  y  sale  a  su  destino.  Hora  es  és- 
ta también  en  que  los  isleños  (buhoneros),  comienzan  a  lucir  sus  eleva- 
dos pulmones  para  anunciar  sus  aretes,  sortijas,  tijeras  finas,  etc.;  en 
que  los  fruteros  empiezan  a  formar  sus  pilas  y  mesas,  en  que  los  mer- 
caderes faltos  de  quehaceres  politequean  desde  las  puertas  de  sus  esta- 
blecimientos con  los  periódicos  en  las  manos  y  en  que  las  nuevas  cla- 
ses de  agentes  y  negociantes  de  acciones  forman  enjambre  en  el  dilatado 
tinglado  del  muelle,  anunciando  nuevas  acciones  y  primas. 

Suenan  las  nueve,  y  a  esta  hora  varía  el  cuadro  de  aspecto.  Los 
vaqueros  tornan  sus  numerosas  vacas  a  sus  pastos,  ya  por  la  calle  de 
la  Reina,  ya  por  3a  calzada  del  Monte,  como  para  acabar  de  obstruir  el 
paso,  interrumpido  incesantemente  por  multitud  de  carruajes  y  caba- 
llos que  van  y  vienen  por  ellas,  a  estas  horas;  hordas  de  estudiantes 
salen  de  las  clases  universitarias,  e  invadiendo  las  calles  se  hacen  ce- 
der el  paso  por  temor  de  sus  juveniles  travesuras. 

Las  bellas  dejan  a  estas  horas  a  Morfeo,  para  sentarse  a  la  mesa, 
dispuesta  ya  para  el  almuerzo;  a  excepción  de  alguna  que  otra  madru- 
gadora, que  hace  su  estudio  de  canto  y  piano  o  bien  toman  algún  pe- 
riódico, para  dejarlo  caer  de  las  manos,  si  no  contiene  alguna  novela, 
poesía  o  artículo  favorable  a  su  sexo;  es  asimismo  la  hora  en  que  los 
enjaezados  carruajes  de  los  funcionarios  públicos  corren,  encontrándose 
sus  plateadas  bocinas  por  las  calles  de  0,Reilly,  Obispo,  Muralla  y  Mer- 
caderes (centros  de  agitación  y  ruido  general),  para  llegar  a  sus  desti- 
nos, y  en  que  los  tribunales  y  estudios  de  los  letrados  quedan  abiertos 
a  los  litigantes. 

A  las  diez  llega  la  confusión  a  su  crisis:  el  aturdidor  sonido  del 
martillo  en  el  taller  del  artesano,  el  del  canto  penetrante  de  los  africa- 
nos ocupados  en  entongar,  pesar,  cargar  y  descargar  los  carretones  de 
cajas  de  azúcar  o  café;  el  de  los  monótonos  temas  del  ambulante  orga- 
nista; el  de  la  multitud  de  pianos  que  tocados  por  principiantes  en  cada 
manzana,  atormentan  a  los  no  dilletanti;  el  agudo  pregonar  de  las  fru- 
teras y  vendedores  de  ropa  que  pululan  por  las  calles;  el  continuo  tran- 
sitar de  más  de  cuatro  mil  carruajes  y  de  hombres  de  todas  edades  que 
circulan  en  distintas  direcciones,  forman  un  cuadro  difícil  de  pintar. 
Los  litigantes,  procuradores,  oficiales  de  causas  con  sus  expedientes  de- 
bajo del  brazo,  se  dirigen  a  los  tribunales  o  escribanías  para  dar  a  las 
causas  el  curso  que  las  leyes  recomiendan;  las  bellas  habaneras  lucien- 


176  José  María  de  la  Toree 

do  sus  celebrados  breves  pies  en  las  conchas  de  elegantes  quitrines,  ocu- 
pan las  puertas  de  los  establecimientos  de  prendería,  modistas  y  tiendas 
de  ropa  (perfectamente  surtidas  de  cuanto  a  su  capricho  o  vanidad 
pueda  antojarse)  ya  para  proveerse  de  los  enseres  propios  de  sus  distin- 
tas labores,  ya  para  explorar  las  novedades,  poniendo  en  ejercicio  1» 
afectada  amabilidad  y  paciencia  de  los  dependientes.  La  bahía,  las  cer- 
canías de  la  Aduana,  el  muelle,  ¡qué  Babilonia!  Túrbase  la  vista  al 
contemplar  el  continuo  y  rápido  movimiento  de  millares  de  buques  de 
todos  tamaños  y  naciones,  que  figurando  espesos  bosques  con  sus  empi- 
nadas arboladuras,  surcan  las  aguas  de  la  bahía  en  todas  direcciones, 
cruzándose  unos  a  otros,  girando  sobre  sí  mismos  y  describiendo  toda 
clase  de  figuras  geométricas,  ya  para  atracar  a  los  muelles  y  sufrir  ca- 
renas, ya  en  fin  para  cargar  o  descargar. 

Velas  hasta  tres  mil  y  más  toneladas  procedentes  de  todos  países  y 
cargadas  de  preciosas  mercancías,  que  desde  muy  temprano  aparecían 
en  la  boca  del  puerto,  aprovechan  esta  hora  en  que  se  monta  un  poco  la 
aligera  brisa  para  introducirse  en  el  puerto  con  regocijo  de  sus  consig- 
natarios, que  ansiosamente  aguardan  el  arribo  de  estos  bajeles.  Entre 
tanto,  mil  goletas,  botes  y  lanchas  destinadas  exclusivamente  a  la  na- 
vegación de  cabotaje  y  conducción  de  frutos  y  embarque  de  pasajeros, 
culebrean  por  entre  los  demás  buques,  avanzan,  giran,  se  ensartan,  vi- 
ran e  introducen  por  espacios  al  parecer  inadecuados  para  su  admisión. 

Tres  sonoros  toques  en  la  campana  mayor  de  la  Catedral,  anuncian 
la  hora  del  deseado  descanso  a  los  jornaleros  y  demás  trabajadores,  y  a 
los  portadores  de  reloj  su  arreglo.  La  proximidad  al  palacio  del  Go- 
bierno, Intendencia,  Universidad,  Almoneda  y  aun  a  la  Aduana,  centros 
de  grandes  negocios,  hacen  que  las  espléndidas  confiterías  y  neverías 
de  la  Dominica  y  la  Marina,  el  magnífico  café  y  nevería  de  Arrillaga  y 
los  establecimientos  de  soda  de  la  Columnata  y  la  Imperial,  sean  inva- 
didos por  enjambre  de  sedientos  y  golosos,  que  a  estas  calorosas  horas, 
procuran  refrigerarse  con  agradables  granizadas,  agraces  o  riquísimos 
pastelitos.  Los  activos  agentes  de  bolsa  cubren  las  cercanías  de  Santo 
Domingo,  pregonando  las  primas  y  las  nuevas  Empresas. 

La  una.  Hora  solícita  (en  los  días  de  fiestas),  del  elegante  y  fino 
para  cumplir  con  las  visitas  de  etiqueta,  y  de  la  encantadora  beldad  pa- 
ra recibir  la  de  su  apasionado,  a  quien  los  minutos  antes  han  parecido 
años.  Las  frutas  y  refrescos  hacen  dar  treguas  a  los  quehaceres  en 
horas  tan  fatigosas. 

Las  dos.  Vuelven  ya  los  obreros  a  sus  trabajos,  en  tanto  van  deso- 
cupándose las  oficinas,  cerrándose  los  bufetes  y  retirándose  éste  a  los 
baños,  aquel  al  hotel  del  Águila  de  Oro,  y  estotro  al  seno  de  su  familia. 
Mil  volantes  Simonas  paradas  en  el  depósito  del  ferrocarril  anuncian  la 
próxima  llegada  de  los  trenes  de  pasajeros. 

Las  tres.  Las  opíparas  mesas  empiezan  a  ser  honradas,  y  hasta  las 
5  permanece  la  población  con  alguna  menos  agitación;  mas  desde  esta 
hora  vuelve  progresivamente  a  reanimarse  aunque  de  un  modo  diferen- 
te. Los  placeres  sustituyen  generalmente  a  los  trabajos,  y  quien  desde 
bien  temprano  sale  a  respirar  un  ambiente  más  puro,  ya  en  los  campes- 


Lo  que  Fuimos  y  lo  que  Somos.  177 


tres  barrios  del  Cerro  y  Jesús  del  Monte,  ya  en  las  poéticas  Puentes 
Grandes,  Guanabacoa  y  Marianao,  Chorrera,  o  bien  en  el  Paseo  Militar 
o  jardín  de  Peñalver;  quien  antiguo  parroquiano  del  mentidero  ocurre 
devoto  a  su  feligresía:  éste  puro  clásico  se  encamina  a  ver  los  adelantos 
de  las  obras  públicas,  la  fábrica  del  gas,  la  estación  del  telégrafo  eléc- 
trico, el  hospital  militar,  el  salón  de  O'Donell  (antes  Alameda  de  Pau- 
la), o  el  Roncali,  el  despejado  muelle,  o  bien  las  empinadas  fortalezas 
de  la  Cabana,  del  Príncipe  o  del  Morro,  donde  en  espléndido  panorama 
se  ofrece  a  la  vista  una  dilatada  ciudad  rodeada  de  argentadas  aguas  y 
pintorescos  collados*,  lujosamente  alfombrados  por  una  rica  y  lozana  ve- 
jetación,  esmaltada  por  los  colorantes  rayos  del  moribundo  Febo.  El 
enjambre  de  agentes  de  bolsa,  que  de  mañana  se  asentaba  en  el  muelle 
y  al  medio  día  hervía  en  la  plazuela  de  Santo  Domingo,  establece  sus 
reales  en  Escauriza  y  Tacón,  hasta  hora  bien  tarde  de  la  noche. 

Mil  elegantes  carruajes  de  todas  clases  conduciendo  las  deidades  ha- 
baneras, ocupan  en  forma  de  cordón  el  dilatado  paseo  de  Tacón  y  des- 
pués el  Isabel  II,  donde  les  espera  una  fila  de  gallardos  jóvenes,  sólo 
para  el  desconsuelo  de  verlas  pasar  fugitivas,  cuatro  o  seis  veces,  mien- 
tras que  por  uno  de  los  extremos  del  último  paseo  se  vé  atravesar  un  fú- 
nebre carro  conduciendo  a  la  última  morada  al  que  ha  dejado  de  existir. 
¡Tal  es  el  drama  de  la  vida! 

Tocan  las  oraciones  y  cada  cual  toma  distinta  dirección;  ésta  por 
estar  ya  vestida  de  punto  en  Manco,  se  dispone  a  pagar  una  visita  de 
cumplimiento,  o  a  visitar  a  alguna  que  ha  dado  a  luz  un  niño  (más  cla- 
ro, a  criticar  el  canastillero),  o  bien  a  ejercitar  su  lengua  de  paloma 
en  algún  velorio  o  visita  de  novia;  aquella,  atraída  por  un  meliflo  tema 
de  la  Lucía,  se  encamina  hacia  la  retreta.  Este,  movido  por  túmidos 
anuncios,  se  dirige  a  alguna  función  teatral  con  que  suelen  distraernos 
los  saltimbanquis;  aquél,  invitado,  concurre  a  una  tertulia  en  que  una 
amable  beldad  hace  el  encanto  con  su  brillante  voz  o  prodigiosa  ejecu- 
ción de  irresistibles  danzas  cubanas  en  el  piano;  estotro,  más  positivista, 
se  dirige  a  oir  instructivas  lecciones  en  el  Liceo  Artístico  y  Literario. 
Los  espléndidos  establecimientos  de  las  calles  de  la  Muralla,  Obispo  y 
O'Reilly,  así  como  el  hermoso  mercado  de  Tacón,  brillantemente  alum- 
brado por  gaseosa  y  nítida  luz,  se  cubren  de  compradores  y  curiosos  que 
se  extasían  admirando  las  preciosidades  que  encierran. 

Oyense  las  nueve,  y  concluidos  los  melodiosos  sones  de  la  retreta, 
vuelven  los  sedientos  y  golosos  a  inundar  la  espaciosa  Lonja  o  sea  café 
de  Arrillaga,  para  gustar  sus  afamados  helados  y  chocolate;  la  Domini- 
ca y  la  Marina,  para  gozar  de  sus  bien  confeccionados  dulces,  la  Impe- 
rial y  la  Columnata,  para  absorver  sus  gaseosas  aguas  de  soda  o  para 
refrigerarse  con  exquisita  orchata  o  nutrirse  con  un  hermoso  vaso  de 
leche  helada.  Los  habitantes  de  extramuros  para  satisfacer  las  mis- 
mas exigencias,  se  dirigen  al  hermoso  y  elegante  café  de  Escauriza 
(rendez-vouz  desde  por  la  tarde  que  se  llena  de  ociosos),  o  a  las  confi- 
terías y  neverías  de  Tacón  y  de  las  Delicias. 

A  las  diez  se  ven  cruzar  por  las  calzadas  del  Cerro,  de  Jesús  del 
Monte  y  de  Marianao,  las  guaguas  de  los  enamorados ;  hace  el  amante 


178  José  Mabía  de  la  Toebe 

su  saludo  a  su  encanto  y  la  numerosa  población  se  recoge,  oyéndose  so- 
lo desde  media  hora  después,  la  voz  del  vigilante  sereno  y  centinelas 
de  las  fortalezas.  Solo  se  vé  abierta  alguna  que  otra  casa,  que  espera 
la  familia  asistente  a  alguna  diversión.  El  crujiente  carruaje  hace 
temblar  las  solitarias  calles  y  anuncia  la  llegada.  Mientras  los  jóvenes 
reunidos  se  preparan  para  entregarse  a  Morfeo;  ¡pobre  vestido  de  las 
Damas!  Mientras  las  damas  se  ocupan  de  la  misma  operación  ¡pobre 
vestido  de  las  otras  damas  y  de  los  hombres! 


Terminaremos  esta  ligera  descripción  de  la  Habana,  repro- 
duciendo el  soneto  con  que  terminó  la  suya  el  elegante  historia- 
dor don  Martín  Félix  de  Arrate: 

SONETO. 

Aquí  suelto  la  pluma  ¡  o  patria  amada, 
Noble  Habana,  ciudad  esclarecida! 
Pues  si  harto  bien  volaba  presumida, 
Ya  es  justo  se  retire  avergonzada. 

Si  a  delinearte,  patria  venerada, 
Se  alentó  de  mi  pulso  mal  regida, 
Poco  hace  en  retirarse  ya  corrida, 
Cuando  es  tanto  dejarte  mal  copiada. 

Mas  ni  aun  así  ha  logrado  desairarte; 
"i  Pues  si  tanto  hijo  tuyo  sabio  y  fuerte 

En  las  palestras  de  Minerva  y  Marte 

Te  acreditan  y  exaltan,  bien  se  advierte 
Que  donde  han  sido  tantos  a  ilustrarte, 
No  he  de  bastar  yo  solo  a  oscurecerte.  '" 


M