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)r. Francisco Alfonzo Ravard
CATOLICOS
^uhU a ta
CUESTION SOCIA
PROLOGO DEL DR. HECTOR CUENC
JU^ Católicos ^i^HÍc
a ta CuesUán Social
Del
mismo
autor:
LA CUESTION
SOCIAL
Obra laureada por ¡a
Universidad Central
de Venezuela.
Un volumen de 454 pp.
Caracas - 1942.
Dr. FRANCISCO ALFONZO mAVARP
Los Católicos
fi^f»^ a ta CuuiíÓH Social
Prólogo del
DR. HECTOR CUENCA,
Ministro del Trabajo y de Comunicaciones
de la República de Venezuela.
C. A. ARTES GRAFICAS
Coracos 1943
Derechos reservados.
E pide el autor de este lil)ro, Doctor Francisco
Alfonzo Ravard, un pequeño prólogo para este
volumen, y con la mejor voluntad cumplo con esta
exigencia que me honra, porque me parece nece-
sario que los católicos propaguemos los principios
fundamentales de la doctrina social católica, en la
seguridad de que hacemos un vcdioso aporte en esta
hora de tremenda zozobra de la humanidad.
El autor empieza su estudio haciendo un previo
análisis de los principios sociales del ccdolicismo. Las
' cuestiones aparecen enfocadas bajo la lente de la
más profunda filosofía. Los grandes autores cató-
licos desfilan por estas páginas explicando las cues-
tiones fundamentales, como la comunión de los san-
tos en su condición de dogma; el contenido social del
Evangelio; el alcance de las enseñanzas de Jesucristo;
las nociones de la justicia y la caridad contrapuestas
una a otra, pero sin que ninguna de las dos desborde
VII
los líniiics de conceptos que aquí aparecen netamente
establecidos. Y aun cuando conviene el autor en que,
según la doctrina evangélica, la caridad es tan am-
plia que sin confundirse con la justicia, la incluye den-
tro de su radio de acción y la perfecciona, concluye
afirmando que los deberes de la justicia se distinguen
fundamentalmente de los de la caridad. Yo, sin cm-
barfjo, me airevería a pensar que dentro de nuestra
filosofía cristiana, la caridad en su amplío sentido
no es sino la forma desbordada de una justicia social
que cobra en el individuo categoría de verdad obliga-
toria, por cuanto los deberes que nos impone la Igle-
sia nos llevan indeclinablemente al bien de los de-
más, aun cuando este bién signifique muchas veces
la renuncia del propio bien.
Hay en este estudio un punto que aparece espe-
cialmente considerado con el mayor acierto: es el del
carácter impersonal del Evangelio. Con toda exac-
titud así se expresa el doctor Alfonzo iiavard, a este
respecto: "Sería inútil pretender encontrar un pro-
grama de reformas sociales particulares en el Evan-
gelio. Jesucristo sentó las bases de un programa ge-
neral, aplicable a todos los pueblos y en todos lo.^
tiempos." "Lo que preocupaba principalmente a
Jesucristo en su ministerio, no era la reorganización
de la sociedad, sino la revelación a la conciencia hu-
mana de sus relaciones con Dios: Buscad el reino de
Dios y su Justicia y el resto se os dará por añadidura".
La Iglesia no ha propugnado un determinado
sistema social y de aquí que su enseñanza no esté
organizada en un verdadero cuerpo de doctrina. Pero
en los documentos fundamentales que exponen la
teoría social católica están contenidos los principios
VIII
— guías que dentro de sistemas políticos y sociales
actuantes pudieran mejorar las condiciones del hom-
bre en comunidad con los demás y en sus relaciones
con el Estado.
La Unión Internacional de Estudios Sociales de
Malinas, bajo la sabia dirección del Cardenal Mer-
cier. Primado de Bélgica, emprendió lo que pudiéra-
mos llamar la sistematización de los principios eco-
nómico-sociales contenidos en las Enciclicas "Sobre
la condición de los obreros", de León XIII y "Sobre
la restauración del orden social", de Pío XI, y en esa
obra de admirable perfección: el Código Social de
Malinas, aparecen condensados los principios socia-
les católicos.
El doctor Alfonzo Ravard dedica el segundo ca-
pitulo de su estudio a un examen histórico sobre la
reacción de los católicos socialesf. cmte los serios pro-
blemas originados por el industrialismo creciente del
siglo XIX, para exponer después la voz oficial de la
Iglesia ante los mismos graves problemas de la hu-
manidad a ese respecto.
Desearía ser un poco más extenso en este Pró-
logo, pero, cuites de concluir esta especie de antesala
del libro, quiero llamar la atención del lector sobre
las cuestiones que el autor deja sentadas en su estu-
dio, avaloradas por la opinión de grandes autores.
Habla el doctor Alfonzo Ravard del contenido social
del Evangelio y de la condición abiertamente opuesta
al individualismo que caracteriza su doctrina. Desde
el momento mismo en que se interprete fielmente la
importancia fundamental que el interés espiritual,
los valores morales y las eficacias sociales de orden
cristiano tienen en la doctrina social católica, se ha-
IX
brá comprendido cuánto es el alcance social de esta
doctrina.
El concepto de la riqueza más como función en
servicio de la sociedad que como una simple facultad
del propietario en provecho propio, quiebra hasta
tal punto la concepción clásica de este derecho indi-
vidualista, que no es aventurado asegurar que en un
futuro muy próximo la propiedad llegue a tener den-
tro de lo legislativo de cada país tantas cargas, que
más aparecerá como una institución de obligaciones
sociales que como privilegio de un derecho en interés
propio. El concepto católico de justicia y el más am-
plio aún de caridad, irrumpen dentro del clásico
campo doctrinario y razonan una nueva posición al
respecto.
Mientras que otros sistemas predican la lucha de
clases como medio para buscar soluciones heroicas a
los graves problemas del trabajo, el catolicismo pro-
pugna una estrecha colaboración en los factores de
la producción, y de aqui la perseverante palabra del
Obispo Barón de Ketteler sobre cooperativas de pro-
ducción, y los dispersos, pero exactos principios , que
aparecen de relieve en las Enciclicas ya aludidas
sobre la conveniente intervención del Estado en el
orden social y económico, auspiciando un sistema
como de corporativismo que pudiera mantener uñ
estado de paz social conveniente desde todo punto de
vista; sobre asociaciones profesionales; sobre la cues-
tión social, que no es sólo problema económico sino
también grave problema moral; sobre deberes mu-
tuos de patronos y obreros; sobre el valor de las ri-
quezas; sobre la fraternidad cristiana; sobre la for-
mación de las conciencias como una edificación de
X
la responsabilidad ; sobre moral social; sobre el pa-
pel de la beneficencia católica; sobre la regulación
del salario y demás condiciones justas del trabajo, etc.
Estamos los católicos dentro de un gran movi-
miento social y cuantos hayamos dedicado buenas
horas de estudio a la consideración sosegada de los
varios problemas que azotan a los hombres, tenemos
la obligación de propagar principios que cada vez
más han de contribuir fundamentalmente a la estruc-
turación de una humanidad mejor. Bien ha cum-
plido el doctor Alfonzo Ravard su deber de estudioso
y de católico, y mi palabra en su libro no puede ser
otra que la ratificación del aplauso al mérito que ya
le tributé en mi condición de Jurado Examinador de
su monografía "La Cuestión Social" — de la que este
estudio no es sino una parte — en la ocasión de haber
optado al título de Doctor en Ciencias Políticas, en
la Facultad de Derecho de la Universidad Central de
Venezuela.
Caracas, 1943.
!Mini5iro del Trabajo y de Comunicaciones
de la República de Tenezueh
XI
iHUaducUÓH
INTRODUCCION
Una acusación contradictoria
^ OCIALISTAiS y liberales han coincidido en
sus ataques a la Iglesia Católica, por su po-
sición frente al problema social.
Para los primeros, la religión es el opio del pue-^
blo:
"La Iglesia Católica ha sido siempre un auxilio
eficacísimo de los privilegiados, de los poderosos, y
un dique a los legítimos anhelos reivindicadores de
la masa explotada. Inculcando en ésta el espíritu
de sumisión y de conformidad con su suerte — con
su mala suerte — elevó a la categoría de axioma el
tópico de que siempre habrá pobres y ricos, bien que
para consolar a los desheredados les prometía, en la
3
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
otra vida, un soberbio desquite de las penalidades su-
fridas en este bajo mundo". (1).
Para los liberales, la Iglesia ha pactado con los
peores revolucionarios:
"...la resistencia que el cristianismo ha opuesto
a la difusión de las ideas liberales, ha preparado el
terreno sobre el cual los fermentos del destruccionis-
mo moderno han podido prosperar. No solamente la
Iglesia no ha hecho nada por extinguir el incendio,
sino que lo ha atizado.
"Asi, la religión que se dice la religión de la ca-
ridad, se ha convertido con el Syllabus en la religión
del odio del mundo. . . Cualquiera que emprendía la
obra de combatir el orden social, podia estar seguro
de encontrar un aliado en el cristianismo". (2).
Cuando la Iglesia juzga conveniente intervenir
en las cuestiones sociales, los liberales la acusan
de desborde en su actuación. Cuando guarda una
actitud de reserva prudente, los socialistas, le re-
prochan su abstención. "Si aparece sobre el forum,
dice Maurice Rigaux, S. J. (3), una protesta indig-
nada la envia "a la sacristía"; si permanece en el
templo, el. clamor popular la acusa de "capitalista".
En este ataque convergente de pensamientos di-
versos, se encuentra la mejor garantía de la posición^
(1) El Socialista, 18 de diciembre de 1931.
(2) LUDWIG VON MISSES, Le Socialisme, París, 1939, pp.
483-489.
(3) MAURICE RIGAUX, Est-il vraie que l'Eglise s'en desinte-
resse? Editions Spes, París, 1935.
4
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
social católica. Ni las convulsiones sociales han lo-
grado atraerla hacia las prédicas revolucionarias, ni
los intereses conservadores han podido retenerla en-
tre sus patrocinadores. La posición de la Iglesia, de-
finida y justa, ha marchado siempre con entera in-
dependencia.
A fin de aclarar debidamente la posición católi-
ca frente al problema social, creemos necesario divi-
dir este estudio en tres partes fundamentales:
a) Principios sociales del Catolicismo
b) El Industrialismo del siglo XIX y la reac-
ción de los católicos sociales.
c) La voz oficial de la Iglesia.
5
a)- LOS PRINCIPIOS SOCIALES DEL
CATOLICISMO
El catolicismo, doctrina social por excelencia
1^1 INGUNA doctrina más opuesta, por su misma
^ entraña filosófica, al individualismo, como la
católica. Su dogma fundamental, la Comunión de
los Santos, establece la comunidad de todos los hom-
bres y su unión en una sola familia, cuyo jefe es el
mismo Jesucristo. "Todos, en efecto, dice San Pa-
blo a los corintios, judíos, griegos, esclavos o libres,
hemos sido bautizados en un sólo espíritu, para for-
mar vm sólo cuerpo y hemos sido todos empapados
de un sólo espíritu". (4).
(4) I. Corinth, Xll. 13.
9
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
La idea de comunidad, tan aparente entre los pri-
meros cristianos, está en la base misma del dogma
católico. La unidad de la Iglesia se realiza en Cris-
to (5). Así, en toda función, en todo ministerio de
la Iglesia, la personalidad humana, el individuo co-
mo tal desaparece. En lugar de la persona misma
del ministro, es la potencia redentora de Jesús, espar-
cida en el cuerpo místico de Cristo, la que obra. (6).
Por eso, religiosamente, la humanidad no existe
sino en grupos: en parroquias, diócesis, en catolici-
dad y apostolícídad sin cortes. (7).
"Yo me atrevería a decir, afirma el R. P. Sertillan-
ges, que si el Espíritu Santo se contentara con obrar
sobre las almas individuales, faltaría en gran parte
a su misión. Jesús mismo no se mostraría entonces
como Hijo del Hombre, y la religión humana no exis-
tiría, puesto que la humanidad auténtica es sociedad
antes de ser individuo, ya que el individuo nace en
la sociedad, antes de obrar sobre ella". (8).
La Iglesia, es la sociedad más universal que pue-
da concebirse. En su realidad actual comprende la
Iglesia militante, la Iglesia purgante y la Iglesia triun-
fante. Ella se extiende a todos los siglos y a todos
los seres racionales.
(5) K. ADAM. La vraíe vísage du Catholicisme, París, 1931,
p. 39.
(6) K. ADAM. ibid, pp. 39-40.
(7) SERTILLANGES, Qu-est -ce que le Catholicisme, París,
1938, p. 36.
(8) Id., 36.
10
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
A la comunidad incesante de bienes espirituales
establecida por el dogma, que hace de todos los hom-
bres ramas de un mismo árbol, ha de seguirse, natu-
ralmente, una participación común en la vida de la
Iglesia, en los sacramentos, en las oraciones y sacri-
ficios y — en cierto sentido — en los bienes mate-
riales de este mundo. (9).
(9) "El dogma de la Comunión de los Santos, escribe el P.
C. Rutten, nos enseña a apreciar mejor la naturaleza y
la importancia de los deberes impuestos por la justicia
social. Este dogma nos recuerda que los méritos acumu-
lados por las oraciones, las intenciones generosas, los es-
fuerzos desinteresados de los vivos constituyen un patri-
monio inmenso, del cual la Providencia saca provecho en
beneficio de todos. La Iglesia, depositaria de este te-
soro sagrado, no recibe sino para dar y no es feliz sino
dando. El excedente de los méritos de los hombres vir-
tuosos permite la reversibilidad y el esfuerzo más humilde
del más oscuro de los hombres puede tener sobre el des-
tino de la humanidad una repercusión profunda y lejana.
"Es así también en el orden temporal y social. La
sociedad en que vivimos pone a nuestra disposición una
especie de enorme depósito de riquezas intelectuales y
materiales, del cual usamos durante toda nuestra vida.
Lo que tenemos y sabemos, es el resultado del trabajo
de aquellos que nos han precedido. El sentimiento más
elemental de equidad nos hará ver que no tenemos el de-
recho de tomar constantemente de ese tesoro común sin
poner jamás nada de nosotros. Destinado para todos,
debe ser también alimentado por todos. Aquel que re-
husa a la sociedad el concurso que su talento y su si-
tuación le permiten prestarle, se empobrece y empobrece
a los demás. El Evangelio lo compara al árbol que no
dá frutos y que es preciso arrancar, porque ocupa un sitio
que se puede utilizar". C. RUTTEN, Doctrina Social de la
Iglesia, 3^ edición, Santiago de Chile, 1939, pp. 52-53.
11
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
Las enseñanzas sociales de Jesiícristo
"Es sorprendente, escribe Mr. Peabody, (10), que
en una época en la cual los cristianos se interesan
tanto por los problemas sociales. . . se hayan empren-
dido tan pocos trabajos científicos sobre la enseñan-
za social de Jesús".
Se habla, ciertamente, de evangelio social, de
cristianismo social, de catolicismo social. Los unos
emplean estas palabras sin estar bien seguros de su
contenido real. (11). Los más se refieren al hecho
modernísimo de las Encíclicas Sociales de León XIII
y Pío XI, como originador de la doctrina social-ca-
tólica. No faltan, tampoco, quienes hablen no ya de
catolicismo social, sino de socialismo católico, pre-
tendiendo referir las aspiraciones social-católicas a
una rama del socialismo moderno. (12),
Para algunos autores socialistas como Meunier,
Víllegardelle, Cabet, Considerant, Renán, Labanca,
Max Beer, Jesucristo fué "el primer comunista": un
precursor religioso de nuestros modernos agitadores.
(13).
(10) PEABODY, Jesús Christ and the Social Question, c. I
P. 53.
(11) Cf . A. LUGAN, L'Enseigmente social de Jesús, 4^ edi-
ción, París, (1), p. 10.
(12) Cf. NITTI, Le socialisme catholique, trad. francesa de la
Lib. Guillaumin et Cié., París, 1894.
(13) "Toda la propaganda de Jesús, escribe MAX BEER, es-
taba llena del espíritu anárquico-comunista". (Historia.
General del Socialismo, p. 92).
12
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
El contenido social del Evangelio
La mayor parte de los racionalistas, tienen al
evangelio como asocial, si no como anti-social.
En Jesucristo, no se encuentra, para ellos, más que
un sobei'bio desdén por todo aquello que no es supra-
terrestre. Inútil sería pretender encontrar en el
Evangelio más que un profundo individualismo. En
sus enseñanzas no se mira más que al individuo, y en
él, el alma en sus relaciones con el más allá.
Para Renán, en su Vie de Jesús, ch. IV, "Bajo
ciertos aspectos, Jesucristo es un anarquista, pues no
tiene idea alguna de gobierno civil. Este gobierno le
parece pura y simplemente un abuso. Una inmensa re-
volución social en la cual los rangos serian invertidos,
y humillado todo cuanto es oficial en este mundo, he
ahí su sueño".
Cabet no veía en el Evangelio y el Cristianismo pri-
mitivo más que puro socialismo, la negación de la pro-
piedad, el elogio del comunismo. "Si el cristianismo hu-
biera sido interpretado y aplicado en el espíritu de Je-
sucristo; si hubiera sido bien conocido y practicado fiel-
mente por la numerosa porción de cristianos que están
animados de una piedad sincera y que no tienen nece-
sidad más que de conocer bien la verdad para seguirla;
este cristianismo, su moral, su filosofía, sus preceptos,
habrían bastado y bastarían para establecer una organi-
zación social y política perfecta, para librar a la huma-
nidad del mal que la atormenta y para asegurar la fe-
licidad del género humano sobre la tierra". CABET, Le
vraie christianisme suivant Jesús Christ, 1850, Prefacio.
Jesús, escribe un autor socialista mexicano, "odia al
rico, a los sacerdotes, a los mercaderes que según sus
propias palabras convierten el templo en cueva de la-
drones. . . predicaba en contra de las riquezas, de los
ricos y a favor de los pobres y de los trabajadores". JESUS
SILVA HERZOG, Historia y Antología del Pensamiento
Económico, México, 1939, p. 23.
13
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
Para Compte, Renán, Jules Soury, Charles Mau-
rras, Jesús y el Evangelio son humanamente peli-
grosos.
Para el iniciador del sindicalismo moderno, Geor-
ges Sorel, "el Evangelio está escrito para el hombre
purificado, para el anacoreta, para el santo y no pue-
de enseñarnos nada sobre aquello que es menester ha-
cer en la sociedad civil moderna". (14).
Para Paul Janet, Jesucristo no fué otra cosa que
un refoiniador de almas. "La única sociedad que te-
nía delante de los ojos, era la sociedad celeste, que
él consideraba como la inversión de la sociedad te-
rrestre". (15).
Jesús, decia Boutroux, "no se preocupaba seria-
mente por las condiciones de la vida real. Quien
vive en el cielo ¿puede esperar o temer alguna cosa
de la tierra?". (16).
Para la maj'or parte de los teólogos protestantes,
sobre todo en Alemania, la Biblia es absolutamente
extraña a las cuestiones económicas y sociales.
En Erfurt, (1896), algunos grupos de jóvenes pro-
testantes, reunidos bajo la dirección de Naumann,
proclamaron que "del Evangelio en particular no se
podría sacar indicación política, social o económica;
que, por consiguiente, entre el cristianismo y no im-
(14) G. Sorel, La ruine du monde antique, p. 270.
(15) JANET, Histoire de la sciencie poiitique, p. 2170.
(16) BOUTROUX, Questions de moi-ale.
14
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
porta i'uál programa social, no podría existir lazo or-
gánico inmediato". (17).
Ulhorn, el ilustre doctor en teología protestante,
sostenía, que, para Jesucristo, la situación social del
hombre era sin importancia. (18).
Kervaillan, expresaba, en cuanto al fondo, el mis-
mo pensamiento : "El nuevo Testamento predica el
Decálogo, la justicia hacia todos y la caridad hacia
los indigentes; nada más. Apenas encontramos libro
menos socialista y menos demócrata que el Evange-
lio". (19).
Se renunciaba, como dice el P. H. Pesch "comple-
ta y públicamente a encontrar primero en la Biblia,
pero también en el Cristianismo, ninguna idea o prin-
cipio director. No se descubría más que una fuerza
moral para las relaciones sociales". (2ü).
Aún en el mismo seno católico, la influencia jan-
senista y protestante había de hacerse sentir.
Asi florecieron, particularmente en el siglo XIX,
al lado del racionalismo y del naturalismo, un fideís-
mo y supra naturalismo ultramontanos. Se situaba
la religión tan encima de las contingencias terrestres,
que muchos concluían que únicamente podían vivirla
(17) LUGAN, ob. cit., 1, 145.
(18) ULHORN, Kathoiicismus und Protestantismus gegenüber
der Sociaien Frage, cit., LUGAN,; ob. cit. I, )46.
(19) R. DE KERVAILLAN, Revue Historique, mai 1901.
(20) H. PESCH, Die Soziale Befahigung der Kirche, p. 502.
Cit. LUGAN, ibid.
15
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
completamente los hombres retirados del mundo. La
religión — no como institución, sino por boca de
muchos de sus representantes — renunciaba a mora-
lizar la vida económica. Católicos sinceros, como L.
Veuillot, condenaban en bloque el progreso de la ci-
vilización humana, sin hacer las necesarias distin-
ciones.
Los liberales católicos del siglo pasado, contribu-
yeron no poco a extender la concepción asocial del
cristianismo. Algunos, como Lacordaire, hubieran
protestado de haber sido acusados de querer sustraer
la sociedad humana, como tal, a la influencia evangé-
lica. Pero, a su pesar, sus ideas conducían a este re-
sultado.
A ios ojos del católico liberal, dice Lugan, "el
mundo humano y el reino de Dios eran realidades
absolutamente separadas, que no podrian compene-
trarse. El Evangelio, la moral cristiana, de un lado,
la sociedad civil, política y económica del otro, avan-
zan sobre dos lineas paralelas. El reino de Dios no
debe realizarse aquí abajo, pues no es de este
mundo. Se concluía, por consiguiente, que querer
mezclar a Jesucristo con la sociología, las finanzas o
el comercio, era introducirlo en un dominio extraño".
(21).
Las consecuencias de ese catolicismo "de sacris-
tía" han sido dolorosas para la Iglesia. Apartado el
Evangelio del mundo, la Economía y la Sociología, la
(21) LUGAN, ob. cit., p. 211.
16
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
Política y el Comercio han seguido sus propios rum-
bos.
Esa fué una de las razones de los tropiezos que
encontraron en su obra los primeros católicos socia-
les, y aún el mismo Papa León XIÍI.
¿Hay una doctrina social en el Evangelio?
Si por doctrina social se entiende una enseñanza
cuyo objetivo inmediato es determinar las relaciones
deí hombre con sus coasociados, no hay duda que el
Evangelio no puede llamarse social. Pero si un con-
junto de verdades de un orden más elevado bastan
para aclarar y resolver los problemas humanos ¿quién
duda que en el Evangelio se contiene la más perfecta
doctrina social de todos los tiempos?
El valor social y humano de una doctrina, ha de
medirse por las transformaciones profundas que su
aplicación provoca en el seno de la sociedad, por la
adhesión sincera que suscita entre sus seguidores, por
su aplicabilidad a los diferentes tiempos y países.
Sentado lo anterior ¿cuál podría discutir al Evangelio
su primacía?
"La aparición de Jesús, como Jo dice un escritor
racionalista, permanece como el único principio de
toda cultura moral. Las naciones serán más o me-
nos civilizadas, según que ellas estén más o menos
penetradas de este principio". (22).
(22) Cit. por LUGAN, I, 15.
17
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
La palabra de Jesús fué el fermento que sembró
la civilización moderna. "Que se tracen sobre un
mapamundi, ha observado un ilustre historiador, las
fronteras de la civilización, y se notará que se
han trazado las fronteras del cristianismo". (23).
A Jesucristo, como escribe Lugan, "debe tenér-
sele por el más grande y universal doctor social que
la tierra haya jamás producido. Ninguno enseñó, no
solamente con tanta autoridad y sabiduría, sino con
tanta amplitud y alcance. Un Platón, un Aristóteles,
un Bouddlia, un Moisés, se dirigieron a un tiempo, a
un medio, a una raza... en Jesucristo se encuentra,
no un Rabbí que habla a los judios, sino un maestro
que instruye a la humanidad". (24).
Carácter impersonal del Evangelio
Seria inútil pretender encontrar un programa de
reformas sociales particulares en el Evangelio. Jesu-
cristo sentó las bases de un programa general, aplica-
ble a todos los pueblos y en todos los tiempos.
La impersonalidad del Evangelio constituye su
mayor originalidad. La doctrina que de él se des-
prende "convendrá a todas las sociedades, puesto que
no fué dictada en vista de una sociedad particular.
Los siglos se sucederán, los hombres desaparecerán
(23) G. KURTH, Les Origines de la Civilization, Introduction,
IV.
(24) LUGAN, ob. cit.. L p. 19.
18
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
para ceder su sitio a otros, pero el Sermón de la Mon-
taña conservará su mismo valor social. ¡ Cuánto se
equivocan aquellos que pretenden encontrar un "tra-
tado de Economía Política" y un programa de refor-
mas en el Evangelio! Es afortunado que ello no sea
así. Los tratados de Economía Política y los progra-
mas envejecen; ellos mueren con las circunstancias
que les hicieron nacer. Los de Jesucristo hubieran
tenido la misma suerte". (25).
Jesucristo, como bien lo escribe Harnack, "no ha
trazado un programa social, si se entiende por esta
palabra instrucciones y organizaciones bien defini-
das. El se mantuvo apartado de las relaciones eco-
nómicas y contingentes". (26).
Lo que preocupaba principalmente a Jesucristo
en su ministerio, no era la reorganización de la socie-
dad, sino la revelación a la conciencia humana de sus
relaciones con Dios: "Buscad el reino de Dios y su
Justicia y el resto se os dará por añadidura",
Pero del hecho de que Jesucristo dirigiera su
atención principalmente al aspecto religioso del hom-
bre, no hay que deducir su desinterés por todo aque-
llo que atañe a las necesidades y urgencias mate-
liales. ¿No sería más justo proclamar la sabiduría
divina, que se dirigió a atacar el mal en sus raíces,
más bien que en sus aspectos accidentales? (27).
(25) LUGAN, ob. cit„ I, 21.
(26) Das Wesen des Christenthum, V lección, cit. por LUGAN
ob. cit.
(27) "Queriendo perfeccionar al hombre, escribe el Canóni-
go Cagnac, Jesús lo ha tomado todo entero, cuerpo y
19
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
El mal mayor no parece haber estado para Jesu-
cristo en la sociedad misma, sino en el interior de
las conciencias. Su influencia tremenda, afirma Gui-
z-ot, (28), estuvo en ei cambio que operó en el hom-
bre interior, en sus creencias, en sus sentimientos.
Un nuevo hombre moral e intelectual surgió del cris-
tianismo. De la reforma individual del hombre, y
como inmediata consecuencia, surgió también la re-
forma total de la sociedad.
Tuvo razón Harnack, cuando dijo que Jesucristo
fué a la vez "el doctor profundamente individualista
y el doctor profundameiite social". (29).
Lo fundamental en el pensamiento cristiano
Es cierto que en el Evangelio no se proclama un
orden económico determinado, ni se defiende, como
ingenuamente ha observado alguno, el régimen cor-
porativo. Pero no hay duda que un sistema econó-
mico determinado, puede o nó estar conforme con los
principios evangélicos.
alma, con su destino social, con sus deberes múltiples, con
sus relaciones necesarias. El reino del cielo no le ha hecho
perder completamente de vista su morada en el mundo.
El sabía que el hombre vive de pan y que para llegar a
la tierra prometida le era menester primero vivir en el
desierto. Si la miseria es una fuente de vicios, es por-
que para ser virtuoso es necesario un mínimum de bien-
estar". MOISE CAGNAC, Fenelón, Politique tiree de-
l'Evangile, París 1912, p. 3.
(28) Histoire de ia civiÜzation en Europa, c. I.
(29) Cit. por LUGAN, ob. cit., I, p. 34.
20
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
Lo fundamental en el pensamiento cristiano está
en la subordinación de lo humano a lo divino: en el
carácter instrumental que tienen todas las cosas de
este mundo.
Guando la proporción se invierte, y el instru-
mento se convierte en fin, y los valores del espíritu
pretenden subordinarse a las exigencias materiales,
reina no ya un orden determinado, sino un desorden
ante el cual es legítima la intromisión religiosa. Fué
ése el desorden que encontró Jesucristo en Galilea:
de ahí sus anatemas contra el rico Epulón, que hacía
mal uso de sus riquezas; es ése tamnién, el desorden
contemporáneo: de ahí la voz de la Iglesia de Cris-
to, que se eleva desde la cátedra de Pedro y reclama
el curr.plimiento de los deberes de justicia y de ca-
ridad, define la función social de la propiedad, exige
para el obrero un salario ajustado a sus necesidades.
Es indudable que para aquellos que sostienen que
la Economía Política es una ciencia pura, sin cone-
xiones de ninguna clase con la moral, el Evangelio ha
de tener muy poco valor como fuente de solución de
los problemas contemporáneos.
Pero si admitimos con los teólogos católicos, y en
especial con los Papas León XIll, Pío X y Pío XI, que
en todo acto económico o social se encierra también
21
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
un problema moral, la influencia social del Evangelio
aparece evidentísima. (30).
Los principios fundamentales del catoücismo,.
y su trascendencia social
Del hecho mismo de la subordinación de las ac^
tividades del cristiano al logro final de la salud eter-
na, se siguen, a manera de consecuencia, principios
fundamentales de acción práctica. El aspecto reli-
gioso de la vida, y la trascendencia de todos los actos
mundanos para el destino del hombre, preparan el te-
rreno donde ha de fructificar todo el contenido de la
doctrina social católica. (31).
(30) "En opinión de algunos, dice León XIII, la llamada cuestióit
social es solamente económica, siendo por el contrario
ciertísimo que es principalmente moral y religiosa, y por
esto ha de resolverse en conformidad con las l^yes de
la moral y de la religión". Encíclica Graves de comuni, I I.
"La Cuestión Social y las contiendas con eüa relacio-
nadas acerca de la forma y tiempo del trabajo, del precio
del salario y de las huelgas voluntarias, no son problemas
meramente económicos, y por ende, de tal género, que
puedan resolverse dejando de lado la autoridad de la
Iglesia", Pío X, Encíclica Singulars quadam, 8.
"Entre la Economía y la Moral hay relaciones nece-
sarias y verdadera compenetración, porque las relacio-
nes humanas de que se ocupa la Economía Política entre
propietarios y arrendatarios patronos y obreros, fisco y
contribuyentes, vendededores y compradores, productores
y consumidores, no se sustraen a la inspección y al juicio
de la conciencia moral". Código Social de Malinas, 8.
(31) No hay que deducir de aquí, como lo han hecho, por ej.:
GIDE y RIST en su Historia de las Doctrinas Económica»
y Sociales, que la doctrina social católica no tiene valo»-
22
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
El católico sincero — aquel que cree en Dios y
practica su doctrina de todo corazón — siente que la
vida terrenal tiene un valor muy escaso, para tomar-
la demasiado en serio. Aprecia los valores humanos,
"no como el esclavo hambriento que se lanza sobre
ellos y se harta hasta morir, sino como el trovador, a
sino para una sociedad que profese enteramente la fé ca-
tólica. Hay, desde luego, grados en la aplicación de cual-
quier doctrina. La Doctrina Social Católica no puede
llevar bienestar completo y resolver enteramente la cues-
tión social sino cuando las costumbres cristianas se res-
tauren en toda su integridad. Sin embargo, el catoli-
cismo social tiene principios concretos (el régimen cor-
porativo, el salario familiar, etc.) que pueden ser apli-
cados en cualquier sociedad, aún no necesariamente cris-
tiana. Los resultados, desde luego, no serán los mismos.
De todas maneras, si el valor práctico de una doctrina ha
de medirse por la universalidad de su aplicación, no creo
que ninguna de las soluciones sociales en boga, pueda
compararse a la católica: el catolicismo, por naturaleza es
o al menos pretende ser universal; en cambio las demás
tesis sociales tienen necesariamente un carácter particu-
larista más o menos marcado, y aunque algunas como el
comunismo hayan pretendido revestir un carácter inter-
nacionalista, no hay que olvidar que sus postulados se di-
rigen exclusivamente a una parte de la población: la pro-
letaria.
"No es posible negar dicen por otra parte los
mismos Gide y Rist — que las doctrinas social cristia-
nas han ejercido una acción real sobre un número de
fieles mucho más grande que la de un Fourier, un Saint
Simón o un Proudhon, ni se puede tampoco sostener que
no se encuentren íntimamente ligadas al desenvolvimiento
de muchas instituciones económicas de grandísimo al-
cance, tales como el intento de reconstitución de las
corporaciones, la defensa de la clase media, las cajas
rurales, las sociedades cooperativas en Inglaterra, las
ligas contra el alcoholismo, las luchas por el descanso
dominical, etc., etc. Ni hay que olvidar que los hombres
a quienes se puede saludar como los iniciadores, en el
primer cuarto del siglo XIX de la legislación protectora
del trabajo y do las instituciones obreras, Lord Shaftes-
23
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
quien de paso, el don recibido hace cantar con alegre
gratitud". (32).
Uno de los más activos católicos sociales france-
ses, el marqués de La-Tour-Du-Pin La Charce, pro-
clamaba ya la renovación religiosa como eje medu-
lar de la paz social. "Cuando la religión, decia vie-
ne en auxilio de la conciencia para gravar en el co-
razón de los hombres, no solamente el espíritu de la
Ley natural sino su amor, no se producen ni grandes
injusticias, ni grandes reivindicaciones sociales. . . Es-
to es desde luego visible no solamente en los pueblos
cristianos, sino también en los del Islam . . . que no
se mantienen en paz sino por la conformidad de la
ley civil a la religiosa. Desde que la independencia
de los dos órdenes es por el contrario proclamada, la
guerra social estalla, porque los ricos son entonces
bury en Inglaterra, el pastor Orbelin y el industrial
Daniel Legrand en Francia, eran ya cristianos sociales '.
CARLOS GIDE y CARLOS RIST, Historia de las Doctrinas
Económicas y Sociales, trad. de C. MARTINEZ PEÑAL-
VER, Madrid, 1927, pp. 715-757.
En países católicos como Venezuela, la aplicación de
la doctrina puede hacerse con las mejores garantías de
éxito: como tesis social de las grandes mayorías, no creo
que pueda ninguna competir con la católica. Por eso es
loable la acción de los sacerdotes que desde el templo
y en conferencias radiales, van exponiendo serenamente
los principios sociales del catolicismo; de revistas como S!C
que reclaman insistentemente el cumplimiento de sus de-
beres sociales a los católicos; de los jóvenes abnegados
de la acción católica que van llevando a nuestras grandes
masas los preceptos y las prácticas de un catolicismo mo-
derno, juvenil, vigoroso. Todo ello es preparación fe-
cunda para un porvenir cuyos horizontes, aún lejanos,
aparecen sin embargo cuajados de promesas.
(32) K. DAM, ob. cit., p. 281.
24
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
proclives a abusar de los pobres, y éstos a detestar a
los ricos". (33).
Fué la misma idea que iluminó al gran sociólo-
go Le Play, después de lai'gos años de estudio. "Yo
he hecho, decía, un afortunado descubrimiento. Es-
tudiante, desde hace largos años, de las reformas so-
ciales, creía haber aprendido mucho. Pero he reco-
nocido que no sabia nada. Ignoraba que todo depen-
de de la religión. Esta idea me ha traído luz. . . Los
pueblos que practican el decálogo prosperan; aque-
llos que lo violan declinan; aquellos que lo niegan,
perecen".
En su obra reciente Esquema de la Doctrina So-
cial Católica (34), condensa el P. Manuel Aguirre
(33) Le marquis de LA-TOUR-DU-PIN LA CHARCE, Apho-
rismes de Politique Sociale, tercera edición, París, 1930.
(34) Temas y Cuestionarios para los Círculos de Estudio, Edi-
ciones SIC, Caracas 1940, p. 22. La obr^ del P. Manuel
Aguirre Elorriaga, a pesar de sus modestas pretensiones,
tiene el indudable mérito de presentar con claridad me-
ridiana la posición de la Iglesia Católica frente a los pro-
blemas sociales de mayor actualidad: el derecho de pro-
piedad, el capital y el trabajo, el justo salario, los con-
flictos del trabajo. Editada primero bajo la forma de ar-
tículos, en la revista SIC que dirige el mismo P. Aguirre
Elorriaga, representa el primer esfuerzo serio por llevar
al público católico venezolano, de una manera ordenada,
el profundo contenido social de las Encíclicas Pontificias.
A ella refiero al lector para aplicaciones concretas de
la doctrina social católica, junto a las obras de José Goe-
naga, S. J., La Iglesia y el Orden Social (Montevideo,
193 7), Direcciones Pontificias de Joaquín Azpiazu (edi-
ción mexicana, 1939), Rutten, P. G. C, La doctrina social
de la Iglesia (3^ edición castellana, Santiago de Chile,
1939), y el trabajo fundamental de Ferdinand Cavallera,
25
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
Elorriaga, todo el contenido de este pensamiento fun-
damental. "El hombre que teme a Dios, escribe, co-
noce el verdadero carácter transitorio de los bienes
de la tierra y ama a la caridad y a la justicia, el tra-
bajo y la mansedumbre. El rico creyente reconoce
la fraternidad humana de su asalariado y cumple con
la justicia, la caridad, la equidad y el amor al pró-
jimo. El pobre que cree y teme a Dios, reconoce sus
deberes de súbdito, sus obligaciones de trabajo, pa-
ciencia y templanza.
"Arrancada la fe, el mundo se convierte en una
batalla campal de todos los egoísmos ; los egoísmos
del pobre y del rico. El poderoso mira al pobre co-
mo una máquina que hay que explotar; el pobre con-
sidera al acaudalado como un vampiro que hay que
aplastar y exterminar".
Para remedio del mal social, recuerda Pió XI a
todos los cristianos, ricos y pobres, que deben tener
siempi'e fija su mirada en el cielo sin olvidar que "no
tenemos aqui ciudad permanente, sino que vamos
tras de la futura". "Los ricos no deben poner su
felicidad en las cosas de la tierra, ni enderezar sus
Precis de la Doctrine Sociale Catholique, París, 193 7 (no
conozco que se haya hecho traducción española de esta
última obra, aún cuando su utilidad sería evidente).
26
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
mejores esfuerzos a conseguirlas; sino que conside-
rándose sólo como administradores, que saben tienen
que dar cuenta al supremo Dueño, se sirvan de ellas
como de preciosos medios que Dios les otorga para ha-
cer el bien; y no dejen de distribuir entre los pobres lo
superfino, según el precepto evangélico. . . Los pobres»
a su vez, aunque se esfuercen según las leyes de la ca-
ridad y de la justicia por proveerse de lo necesario
y por mejorar de condición, deben permanecer siem-
pre "pobres de espíritu", estimando más los bienes
espirituales que los bienes y goces terrenos". (35).
Las leyes sociales de la justicia y de la caridad
Los deberes de Justicia y de Caridad — cuyo
cumplimiento reclaman hoy con tanta insistencia los
doctrinarios del catolicismo social -r- son de purísi-
ma extracción evangélica.
A la doctrina católica, muchos la han llamado la
religión del amor. La caridad es el distintivo del
discípulo de Cristo. (36). En sus agudas respuestas
a los doctores de la Ley, (37), en sus famosas pa-
rábolas (38), confirma Jesucristo, en todo momento,
la ley del amor.
(35) Ene. Divmi Redemptoris, 19 de marzo de 193 7, (44-45).
(36) JOAN. XVIII. 20-21.
(37) Ver LUC. X. 25-37.
(38) Es particularmente significativa la parábola del buen sa-
maritano.
27
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
"En el mundo moderno, proclama Taine, el cris-
tianismo es la única fuerza moral capaz de sustituir,
al amor de si mismo, el amor de los demás, Bajo
su envoltura griega, católica o protestante, él es toda-
vía, para cuatrocientos millones de seres humanos, el
órgano espiritual, el gran par de alas indispensable
para conducirlo, a través de la paciencia, de la re-
signación y de la esperanza, hasta la serenidad; para
llevarlos, a través de la templanza, la pureza y la
bondad, hasta la abnegación y el sacrificio". (39).
La caridad, sin embargo, ha caido en la sociedad
moderna en profundo descrédito. "El hecho irritan-
te de que patronos, con aureola de piedad, que se
preciaban de realizar o proteger obras espléndidas de
caridad y beneficencia, faltaran a los más sagrados
deberes de justicia en la remuneración de sus opera-
rios, ha hecho odiosa a la clase menesterosa la santa
palabra caridad. Con frecuencia se oye la reclama-
ción airada de las masas proletarias: "No queremos
caridad, reclamamos justicia; pedimos lo que se nos
debe". (40).
A menudo se ha tomado por caridad una de sus
formas exteriores de manifestación. Se ha olvidado
que la caridad, antes que todo, es el amor al prójimo
por Dios : se ha creído cumplir a cabalidad con el se-
gundo mandamiento de la ley de Dios, "haciendo
caridad": dando una limosna material, la más de las
veces consistente en dinero, al pobre y al necesitado.
(39) TAINE, Origines de la France Contemporaine, t. V.
(40) AGUIRRE ELORRIAGA, ob. cit., p. 142.
2S
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
Hacer caridad y dar limosna, han venido a ser casi
-sinónimos.
La caridad cristiana, para ser tal, ha de ser la
virtud "paciente y benigna" que evita toda aparien-
cia de protección envilecedora y toda ostentación;
esa misma caridad que desde los comienzos del cris-
tianismo ganó a Cristo a los más pobres entre los po-
bres, los esclavos. . . "Cuanto más experimenten en
sí mismos los obreros y los pobres lo que el espíritu
de amor animado por la virtud de Cristo hace por
ellos, tanto más se despojarán del prejuicio de que el
cristianismo ha perdido su eficacia y de que la Igle-
sia está de parte de quienes explotan su trabajo".
(41).
Para asegurar el éxito de las reformas sociales,
es menester que se dé todo su valor a la ley de la
caridad cristiana. "Cómo se engañan los reforma-
dores incautos, exclama Pió XI, que desprecian so-
berbiamente la ley de la caridad, cuidando sólo de
hacer observar la justicia conmutativa!
"Ciertamente, la caridad no debe considerarse
como una sustitución de los deberes de justicia que
injustamente dejan de cumplirse. Pero aún supo-
niendo que cada uno de los hombres obtenga todo
(41) PIO XI, Divíni Reáemptoris, 46.
29
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
aquello a que tiene derecho, siempre queda para la
caridad un camjio dilatadisimo.
"La justicia sóla, aún observada puntualmente,
puede, es verdad, hacer desaparecer la causa de las
luchas sociales, pero nunca unir los corazones y en-
lazar los ánimos. Ahora bien, todas las institucio-
nes destinadas a consolidar la paz y promover la co-
laboración social, por bien concebidas que parezcan,
reciben su principal firmeza del mutuo vinculo espi-
ritual, que une a los miembros entre si: cuando falta
ese lazo de unión, la experiencia demuestra que las
fórmulas más perfectas no tienen éxito alguno,
"La verdadera unión de todos en aras del bien
común sólo se alcanza cuando todas las partes de la
sociedad sienten íntimamente que son miembros de
una gran familia e hijos del mismo Padre Celestial,
más aún, un solo cuerpo en Cristo "siendo todos, re-
ciprocamente, miembros los unos de los otros"; por
donde "si un miembro padece, todos se compadecen",
"Entonces los ricos y demás directores cambia-
rán su indiferencia habitual hacia los hermanos más
pobres en un amor solicito y activo, recibirán con co-
razón abierto sus peticiones justas y perdonarán
de corazón sus culpas y errores,
"Por su parte, los obreros depondrán sincera-
mente ese sentimiento de odio y de envidia, de que
tan hábilmente abusan los propagandistas de la lu-
cha social y aceptarán sin molestia el puesto que les
ha señalado la divina Providencia en la sociedad hu-
mana, o mejor dicho, lo estimarán mucho, bien per-
30
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
suadidos de que colaboran útil y honrosamente al
bien común, cada uno según su propio grado y ofi-
cio, y que siguen así de cerca las huellas de Aquel
que siendo Dios, quiso ser entre los hombres obrero,
y aparecer como hijo de obrero". (42).
La caridad, según la doctrina evangélica, es tan
amplia, que sin confundirse con la justicia, la incluye
dentro de su radio y la perfecciona. (43).
Por eso dice muy bien Pío XI, que la caridad no
será nunca verdadera caridad, si no tiene en cuenta
la justicia. "Si pues según el Apóstol, todos los de-
beres se reducen al único precepto de la verdadera
caridad, también se reducirán a él los que son de es-
tricta justicia, como el no matar y el no robar; una
caridad que prive al obrero del salario al que tiene
estricto derecho, no es caridad, sino un vano nombre
y una vacía apariencia de caridad. Ni el obrero tie-
ne necesidad de recibir conjo limosna lo que le co-
rresponde por justicia; ni puede nadie eximirse con
pequeñas dádivas de misericordia de los grandes de-
Jieres impuestos por la justicia. La caridad y la jus-
ticia imponen deberes, con frecuencia acerca del mis-
m.o objeto, pero bajo diversos aspectos; y los obreros
por razón de su propia dignidad, son justamente muy
(42) PIO XI, Quadragésimo Anno, 148.
(43) Rom., VIH, 8-9.
31
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
sensibles a estos deberes de los demás que dicen ra-
lación a ellos". (44).
La justicia ocupa en la predicación de Jesucristo,
lugar de extraordinaria importancia.
Justos eran aquellos, que, como José (45), tenían
una conciencia inclinada a dar a Dios y al prójimo lo
que por su situación y función les correspondía. Je-
sucristo llama "bienaventurados" a todos aquellos
que tienen hambre y sed de justicia (46). En su
personal carácter, no deja tampoco de rendir home-
naje a la justicia — aún a la justicia humana; testi-
go elocuente su actitud frente a las reclamaciones le-
gales del César. (47),
La idea de la eminente dignidad de la persona
humana — que ya aparecía proclamada desde las pri-
meras páginas del Génesis — sirve como base funda-
mental para la práctica de la justicia: el hombre, co-
mo hombre, tiene derechos frente a los demás. Na
importa que sea débil, de nacionalidad distinta o aún
opuesta, enemigo de religión o de raza, poderoso o
desheredado de la fortuna, virtuoso o pecador : su so-
(44) FIO XI, Ene. Dlvín! Redemptoris, 32.
(45) MATH., I, 19.
(46) MATH., V. 1-12.
(47) MATH., XXIIl, 17-21.
22
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
la condición de hombre lo hace acreedor al respeto
de sus congéneres. (49).
Para Jesucristo, la justicia, junto con la miseri-
cordia y la fidelidad, eran los preceptos más graves
de la Lev. (50).
La justicia la definió Santo Tomás, con el Diges-
to romano (51), como coiistans et per peina voluntas
jas suum unicuique tribuens.
Lo que la caracteriza es el hecho de estar fun-
dada sobre el derecho correlativo de otro: de donde
se sigue la posibilidad, para aquel que ha sido lesio-
nado, de reinvindicar su derecho por las vías legales.
Los deberes de justicia, se distinguen, pues, fundamen-
talmente, de los deberes de caridad.
Al lado de la justicia conmutativa y de la justicia
distributiva, ha entrado recientemente en circulación
— en todos los medios pero muy particulai-mente en
el católico — la expresión justicia social. (52).
(49) Cf. LUC. XII, 13. MATH.. 32-34, XCI. MARC. IX. 36,
MATH. XIX. 14, LUC. XVilI. 17-19; MATH., IX, II;
LUC. VII. 34.
(50) Cf. MATH.. XXIII. 23.
(51) Dig. I, I, de Justit, et Jure, 10.
(52) "Las palabras Justicia Social, dice Rutten. no se encuen-
tran en la Encíclica Rerum Novarum, pero se las encuentra
frecuentemente bajo la pluma de Pío XI, que ha dado
así derecho de ciudadanía definitiva a una expresión fa-
vorita de los católicos sociales", (ob. cit., p. 45).
33
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
La justicia social no es más que la antigua justi-
cia general o legal de Santo Tomás (53), con una
denominación adaptada a la manera moderna de
pensar.
El cumplimiento de los deberes de justicia — con-
mutativa, distributiva, y social — y los de cristiana
caridad, constituyen el presupuesto necesario del or-
den social para los doctrinarios del catolicismo social.
Ellos se remontan a la predicación misma de Jesu-
cristo, y han llegado hasta nosotros explicados y con-
cretados por los filósofos de la Escolástica.
Los papas sociales no han hecho sino revivir la
antigua tradición cristiana, al afirmar que el or-
den social no puede restablecerse sin dar satisfacción
(53) "Los teólogos de la Escuela tomista dividen la justicia
en justicia particular y en justicia general o legal. La jus-
ticia particular comprende la justicia conmutativa y la
justicia distributiva. La primera rige las relaciones que
están estipuladas por contrato entre los individuos; la se-
gunda preside las relaciones entre los que poseen la au-
toridad y sus subditos. Como su nombre lo indica, el
calificativo de justicia conmutativa viene de la palabra
latina conmutare, cambio. Tiene por objeto los derechos
individuales estrictamente determinados por las transac-
ciones y por los contratos. Dá el derecho de reivindicar
lo que les es debido antes los tribunales, a aquel que ha
sido perjudicado. La justicia distributiva confiere a cada
miembro de la sociedad el derecho de ser tratado por la
autoridad tomando en cuenta sus aptitudes y sus necesi-
dades; y obliga a los detentores de la autoridad a distri-
buir las obligaciones y beneficios proporcionalmente a las
facultades y a los méritos de cada cual.
"La justicia general es una virtud que se encuentra
en cierto modo sobrepuesta a los actos de las otras vir-
tudes, porque tiene por objeto orientar todas nuestras
acciones hacia el bien común de la sociedad de la cual
somos miembros. Esta virtud es la que llamamos ahora
de preferencia "justicia social". Rutten, ob. cit. 45 ss.
34
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
completa a las exigencias de la justicia y de la cari-
dad.
El Evangelio y los bienes terrestres
"Vende todo lo que tienes: ven y sigúeme" (54).
No €s sorprendente, dice Peabody, que estas palabras
y otras reseñadas en el Evangelio, hayan sido saluda-
das como testimonio decisivo de la enseñanza de Je-
sús, situándolo en la historia como el gran precursor
de las protestas modernas contra el sistema industrial
basado sobre el capital privado.
"La democracia de la propiedad, que es la más
amplia revelación de Cristo. . . es la condenación del
salariado". (55).
"Cuando Jesús, escribe Newmann (56), dice no
amontonéis tesoros en la tierra, se muestra, por moti-
vos morales, radicalmente opuesto a la acumulación
de toda riqueza".
En los medios socialistas y comunistas, no pocas
veces se presenta a Jesús como el primer profeta
(54) LUC, XVm. 2\.
(55) HERRON, The New Redemption.
(56) NEWMANN, Was Heist Christlichsocial, p. 9, cit. por
LUGAN, ob. cit. Tomo IX, p. 13.
35
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
anunciador de la abolición del régimen de la propie-
dad privada.
No sin malicia, se entresacan a menudo, de los
sermones y alocuciones de los primeros Padres de la
Iglesia, las condenas que lanzan contra las riquezas
y aún contra la propiedad privada.
En general no se trata de hacer revivir el idealis-
mo de Cristo — puesto que se rechazan los funda-
mentales principios de la caridad y del amor, la hu-
mildad y la templanza — sino de explotar la aparen-
te contradicción entre las prédicas de Jesús y la de
sus actuales seguidores.
¿Es cierto, como se dice, que Jesucristo fué el pri-
mer comunista?
¿Puede admitirse la afirmación de Edmond Pi-
card, "El Sermón de la montaña, desprovisto de todo
disfraz, es una gran obra que el Socialismo tiene el
derecho de reivindicar, como haciendo parte de su
vasto patrimonio"?. (57).
Ya en el siglo IV, San Agustín defendía frente al
monje Pelagio que "Jesucristo no condena las ri-
quezas, sino su amor inmoderado; él nos autoriza a
conservar los bienes legítimamente adquiridos".
(57) Le Sermón sur la Montagne et le Socialisme con^empo--
rain^ Bruselas, 1896.
36
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
Jesucristo, en efecto, como repetidas veces lo de-
clara, no viene a abolir la ley, sino a completarla.
(58). E! orden de hecho de la sociedad lo reconoce
expresamente al someterse a la autoridad del César.
Sus parábolas, dice Lugan, expresan las relacio-
nes legitimas entre el propietario, el dueño, el acree-
dor y su obrero, su intendente y su deudor; ellas enu-
meran los diversos contratos, venta, compra o arren-
damiento que suponen el respeto de la fortuna pri-
vada y la distinción de patrimonios. La limosna no
hubiera merecido sus bendiciones, si no hubiera re-
presentado más que una restitución. Proscribe el ro-
bo : "non furtum facies", condena la avaricia de los
fariseos: "vae vobis pleni rapiña". (59).
Al lado del rico avariento, cuyas entrañas no se
conmueven por las miserias del pobre Lázaro, el
Evangelio nos presenta también el tipo de ricos ho-
nestos: los reyes magos, que acuden al nacimiento
de Jesús y le ofrecen los dones de incienso, mirra y
-oro; Simón y El Levita, que lo invitan a cenar; Za-
queo, el publicano "muy rico"; házavo que le ofrece
su casa para el descanso y la meditación; Nicodemo
y José de Arimatea, que gastan fuertes sumas para
asegurarle una sepultura honrosa.
El rico, para Jesucristo, no es más que un admi-
nistrador; el hecho de serlo, no es por su naturaleza
misma reprobable, aún cuando si extraordinariamen-
te peligroso: si se le han de tomar cuentas, no es por
(57) Cf. MATH.. V. 17.
(59) A. LUGAN, ob. cit., VII, 48-49.
37
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
la vastedad del patrimonio administrado, sino por la.
forma como el ecónomo ejerció la representación de
su Señoi. (60).
A ninguna persona reprocha Jesús el hecho de
poseer tierras, dinero o bienes inmuebles, sino de ad-
quirirlos mal o administrarlos mal. No es, por con-
siguiente, la forma de la propiedad lo que le preocu-
pa, sino la manera como se dispone de los bienes.
(61).
Si Jesús no condena expresamente la propiedad,,
su insistencia sobre el uso normal de los bienes te-
rrestres, es, a juicio de Lugan, "impresionante": "Es-
ta cuestión le llega a las entrañas. El sabía que no
habria obtenido nada para su reino, de sus auditores
y de aquellos que los reemplazaran en el curso de
(60) LUC, VI, 1-13.
(61) Cf. LUGAN, ob cit., VII, 49. Al mismo tiempo que tenía
lugar la predicación de Jesús, cuatro mil monjes ds En-
gaddi, los Esenianos, vivían en la rivera occidental del
mar muerto, teniendo como precepto principal, que aque-
llo que era de uno, era de todos, y lo de todos, de cada uno.
Era indudablemente, una forma comunista de propiedad
y de administración. Es hecho comprobado que Jesucristo
encontró repetidas veces Esenianos de la Orden Tercera,
que ensayaban realizar en el mundo las ideas de los
monjes del oasis de Engaddi. Sin embargo, no sólo no se
mezcla con ellos, sino que predica contra la manía ds pu-
rificaciones exteriores que constituía el fondo principa! de-
su doctrina.
38
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
los siglos, si no les hubiera enseñado, no a menos-
preciarlos o a burlarse de ellos, sino a colocarlos en
su sitio, el de servidores y no de dueños". (62).
Jesús no condena las riquezas, pero condena "al
rico que vestido de púrpura, hacía cada día una cena
espléndida, en tanto que un pobre hombre llamado
Lázaro, estaba echado a sus puertas, cubierto de úl-
ceras". (63).
La propiedad, para Jesucristo, está muy lejos del
individualismo romano: los bienes privados se con-
vierten en comunes cuando una necesidad urgente y
legítima se hace sentir, i&i).
El propietario, al disponer legítimamente de sus
liiencs, debe ayudar a los otros a vivir, prestándoles,
sin esperanza de compensación, aquello que les es ne-
cesario y de que ellos carecen. (65).
Quien posee bienes en abundancia está obligado
a dar limosna a los necesitados (66), a dar de comer
al hambriento como hizo Jesús. (67).
Al trabajador se le debe una compensación por
el esfuerzo que hace en nuestro provecho. (68).
(62) Ibid, 17.
(63) PEABODY, ob. cit., pp. 218-223.
(64) MATH.. XII. I -8.
(65) LUC, VI, 29-36.
(66) LUC. VI. 30; X. 2537.
(67) MARC. VIII, í-iO.
(68) MATH., X. 10.
39
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
Cuando la Iglesia, por boca de León XIII o Pío
XI, establece, repitiendo la doctrina de Santo Tomás,
que en la propiedad hay que considerar un elemento
individual de administración, y otro social de uso, no
hace más que "sacar del Evangelio las doctrinas que
pueden resolver completamente el conflicto (social)".
(69).
Las Encíclicas Pontificias, en lo fundamental, no
han innovado nada. En los detalles particulares, han
aplicado tesis y principios generales a las condiciones
de nuestro siglo.
Los preceptos sociales del catolicismo, son, hoy en
día, los mismos que hace 19 siglos proclamaba Jesu-
cristo en las sinagogas y en las calles de Jerusalem,
(69) Ene. Rerum Novarum, 13.
40
«
6-) Sí IhdusUíaíUfHO- del Si^<> X/X
^ ta Ue^ícdán de ios CaiéiUas Sadcdes
b)-EL INDUSTRIALISMO DEL SIGLO XIX Y LA
REACCION DE LOS CATOLICOS SOCIALES
L MISMO tiempo que la gran industria se
establecía definitivamente sobre bases libe-
rales y creaba una inmensa población obrera despro-
vista de protección y de recursos, se iniciaba en los
medios católicos de Francia, España, Suiza, Alema-
nia e Inglaterra, una reacción que iba cobrando cada
vez mayor impulso. Frente a los liberales rnanches-
terianos — que negaban la existencia de la cuestión
social — y en ocasiones antes que los socialistas (70),
algunos católicos de sincero espíritu apostólico, daban
(70) Esto es particularmente cierto de la reacción social cató-
La continuación de una vieja tradición
lica alemana.
43
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
el frente al problema obrero, preconizando la nece-
sidad de una reforma urgente que devolviera a los
trabajadores sus derechos lastimados.
La reacción católica, se distingue profundamente
de la socialista, en que procura restablecer el orden
social sin atropello de las instituciones existentes
• — respetando particularmente el derecho de propie-
dad — Y fomentando entre las diversas clases socia-
les la colaboración y la armonia.
Los católicos sociales, se muestran, además, pro-
fundamente espiritualistas: el mal social — que apa-
rentemente se debe a causas económicas — responde
también a una perturbación aguda de las conciencias.
Al lado de las instituciones prácticas que mejoren la
suerte desgraciada de los grupos proletarios, consi-
deran urgente una reforma moral, basada en el Evan-
gelio de Cristo, que restablezca los valores del espíritu
al lugar que el materialismo les había arrebatado.
Los primeros ensayos católico-
sociales en el siglo XIX
En 18ü2 aparece el Genio del Cristianismo de
Chateaubriand: al lado de las preocupaciones políti-
cas, se esbozan ya algunas inquietudes de orden so-
cial. En sus Memorias de Ultratumba seduce su
imaginación lo que un príncipe cristiano podría in-
tentar: destruir los monopolios, balancear equitati-
44
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
vamente el salario con el trabajo, asegurar la propie-
dad conteniendo sus abusos. (71).
Al lado de Chateaubriand, el Vizconde de Bo-
nald — verdadero precursor de la escuela social ca-
tólica, según F. Mourret — escribía en 1818, recla-
mando un poco más de justicia en la distribución de
los bienes. (72).
El doctor Foderc, católico convencido, publica en
1825 su Ensayo hisíúrico y moral sobre la pobreza de
las naciones, la población, la mendicidad, los hospi-
tales y los niños abandonados. En cl, anticipa este
médico extraordinario, todas las cuestiones que años
más tarde habrían de constituir el eje principal de las
reformas sociales: oposición al liberalismo económi-
co, protección legal del trabajo asalariado, preven-
ción social de los accidentes, enfermedades y retiros,
política familiar.
El Libro de los Afligidos y la Economía
Política Cristiana de Alban de Villeneuve
Bargemont
Uno de los primeros y más notables doctrinarios
del catolicismo social en el siglo XIX, fué Alban de
Villeneuve-Bargemont.
(71) Memoires d'Outre-tombe, concl. Inegalité des fortunes.
(72) "Me gustaría más, e nun Estado, menos millonarios y
menos gente a cargo de la parroquia; el deber de un go-
bierno es perfeccionar los hombres en lo moral como en
45
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
Ya en 1828, apuntaba en su Libro de los afligidos
las ideas que habría de defender, seis años más tarde,
en su obra fundamental. Economía Politica Cristiana.
Señalando las aberraciones del régimen indivi-
dualista, Villeneuve-Bargemont era más preciso que
su contemporáneo Sismondi. Adelantándose a las
reclamaciones de los sociólogos modernos, exigía la
intervención del Estado en las cuestiones obreras, so-
licitaba la acción social del clero, y proponía diversas
reformas en favor de los trabajadores.
"¿Qué importa a los empresarios, escribía en
1828, la edad, la fuerza, la moralidad y la inteligen-
cia de los hombres máquinas?. . . Es más importante,
según la moral científica de los intereses, que esta
multitud permanezca, numerosa y hambrienta, a mer-
ced de sus patronos, yo casi diría de sus opresores".
Más adelante defendería con el mismo vigor en su
Economía Política Cristiana la causa de los obreros
oprimidos por la maquinaria y pov la inhumanidad
de sus amos:
"Desde hace largo tiempo, y por grados, una nue-
va feudalidad se formaba, mucho más despótica, mu-
cho más opresiva, mil veces más dura que la feuda-
lidad medieval.. . : la aristocracia del dinero y de la
industria. . . En cuanto a los vasallos de la feudalidad
moderna, nada podría expresar suficientemente el
lo físico, más bien que perfeccionar las máquinas" (Ob-
servations sur la Revolution Francaise, 1818, VI : De
l'Angleterre).
46
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
estado de servidumbre, de abj'ección y de sufrimien-
to a donde se les ha hecho descender". (73).
"La sociedad tiene el derecho y hasta la obliga-
ción de garantizar la existencia de los obreros que la
organización actual de la industria deja a la dispo-
sición casi despótica de los empresarios". (74).
"Las masas proletarias, privadas de alimento mo-
ral y de bienestar fisico, piden entrar a su vez, de gra-
do o por fuerza en la partición de los bienes de este
mundo..." (La transición) "no puede operarse más
que de dos maneras. . . : por un retorno a la barbarie,
o por la aplicación práctica y general de los principios
de justicia, de moral, de humanidad y de caridad...
Fundemos, pues, el sistema francés sobre una justa
y amplia distribución de los productos de la indus-
tria, sobre la equitativa remuneración del trabajo,
sobre el desenvolvimiento de la agricultura". (75).
Un activo decenio
Entre 1830 y 1840 la acción social católica cobra
nuevos impulsos. La Mennais y Lacordaire fundan
el periódico L'Avenir y el Dr. Buchez, iEiiropeen.
Ozanam publica, en 1831, sus Reflexions sur la doc-
trine de Saint Simón; al año siguiente aparecen: De
la Misere des ouvrieres, del barón de Morogues,
(73) Economie Politique Chretienne, p. 389.
(74) Ibid, 287.
(75) Ibid., 24-25.
47
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
Essais d'Economie Politique de De Coux, Introduc-
tion a la philosophie de l'Histoire del abate Gerbet.
En 1833 Ozanam funda las Conferencias de San Vi-
cente de Paúl y sale a la luz pública la obra de Bu-
chez, Introduction a la science de l'histoire. Más ade-
lante aparecen las obras de Tocqueville, Etat social
et politique de la France, de la Democralie en Ame-
rique, Memoire sur le pauperisme, el Cours d'Econo-
mie Politique de De Coux, el tratado De la bienfai-
sance publique de De Gerando.
Dos precursores españoles
En 1843 sale impresa, al mismo tiempo en espa-
ñol en Barcelona y en francés en París, la obra del
filósofo catalán Jaime Balmes, "El protestantismo
comparado con el catolicismo".
Balmes merece, dice A. Lugan (76), "un puesto
de honor entre los teóricos del catolicismo social. Ket-
teler, Manning, Vogelsang, no construyeron más só-
lidamente, ni con más atrevimiento que él, la Ciudad
moderna sobre la base evangélica".
La desigualdad en la repartición de los bienes
económicos, hace que la industria, para Balmes "tien-
da necesariamente al aumento de los pobres". El pa-
trono no se contenta, generalmente, con la ganancia
que en estricta justicia le corresponde. A menudo no
titubea en explotar la situación en su provecho, me-
(76) A. LUGAN, Balmes, París, 1911, 16.
48
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
nospreciando toda consideración de moralidad. No
tiene más que un objeto: aumentar rápidamente su
lortuna a costas de sus semejantes. Esta potencia de
absorción adquiere un desenvolvimiento inimagina-
ble y no deja al pobre más que lo indispensable para
que no desfallezca en su trabajo. (77).
Así se forma la aristocracia del oro, que reem-
plaza a la aristocracia del blasón. Los pergaminos
de la nueva nobleza son los billetes de banco. La
desigualdad creada por esta aristocracia nueva, es to-
davía más chocante que la antigua: al lado del lujo
y de la abundancia provocadora, se ven desgraciados,
siempre encoi'vados sobre su trabajo, que tienen ape-
nas lo necesario para no morirse de hambre. (78).
El mal está en que se han descubierto los medios
de producir abundantemente, pero no los de distri-
buir los productos como conviene: "Muy avanzada
como ciencia puramente material, dice Balmes, la
Economía Política lo es bien poco como ciencia so-
cial. Se ha mirado en la riqueza un simple producto
de la inteligencia y de la fuerza, sin tener en cuenta
sus relaciones con el hombre que la ha creado y al
bienestar del cual está destinada". (79).
La suerte de los trabajadores no puede ser aban-
donada a los caprichos de la circulación de las ri-
quezas. Es necesario dar a cada uno su justa parte
(77) Ibid.. p. 128.
(78) Ibid., p. 129.
(79) BALMES, La Sociedad, 1843, IV, p. 130.
49
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
en la producción. Hay que buscar con el mayor in-
terés combinaciones justas y oportunas, que sin le-
sionar el derecho de piopiedad, impidan a la clase
obrera estar sumergida en la desesperación, la pos-
tración y la miseria. Abstracción hecha de los incon-
venientes y del peligro que semejante situación en-
traña, es seguramente doloroso que las conquistas y
la prosperidad de la industria, se paguen con la mise-
ria de una infinidad de familias. (80). Los ricos,
por su parte, han de observar la gran ley social de la
caridad, es decir "hacer aprovechar a los necesitados
de los recursos de que ellos disponen". Es a las cla-
ses ricas a quienes corresponde dar los primeros pa-
sos en la obra de conciliación social. (81).
Al lado de Balmes, otro español, Juan Donoso
Cortés, merece que lo citemos en esta introducción a
la obra de los católicos sociales en el siglo XIX. Do-
noso puede ser considerado como uno de los más
eminentes pensadores de la escuela ultramontana es-
pañola. Fué particularmente significativo su Ensa-
yo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo
(Madrid. 1851) que despertó considerable controver-
sia. Su obra tuvo eco notable en la escuela francesa
?. través de Montalembert, siendo discutida por Sche-
(80) Sociedad, I. p. 185.
(81) Sociedad, I, pp. 243-244.
50
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
Jling, Ranke, Bismarck y Federico Guillermo IV de
Prusia.
Una pastoral del Cardenal de Croi, y la
"Memoria sobre la cuestión obrera" de
Monseñor Rendú
Dos intervenciones episcopales tienen lugar en
Francia, en 1838 y 1845, respectivamente.
La primera es la del Cardenal de Croi, Arzobispo
de Rouen. En la Pastoral de Cuaresma de 1838, con-
sagrada al reposo dominical, protestaba vigorosamen-
te contra el trabajo de los niños: "Es menester, de-
cia, en estos días de progreso, una lej' de hierro para
prohibir matar a los niños por el trabajo".
El 15 de noviembre de 1845, Monseñor Rendú,
enviaba al Rey de Cerdeña su "Memoria sobre la cues-
iión obrera".
"A la ambición de dominación y a la ambición
de gloria, ha sucedido en la sociedad moderna una
inmensa ambición de dinero, la cual ha llevado la
industria al más alto grado de su poder. A su vez,
la industria ha creado una población obrera, que, aglo-
merada en ciudades especiales o en ciertos lugares
aislados, forma una sociedad aparte, dependiente de
uno o de algunos jefes que disponen de ella, no por
dereciu; de soberanía, sino por el de la necesidad, que
€s mucho más imperioso. Si esta clase no es en to-
51
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
das partes la más numerosa, es, al menos, la más des-
graciada, porque la sociedad no se ha ocupado toda-
vía de ella. Entre los paganos esta clase se encon-
traba representada por los esclavos, y en la Edad Me-
dia, por los siervos. La esclavitud tenía su legisla-
ción dura, cruel, inhumana, porque ella provenia del
paganismo, al cual la ley de caridad, de humanidad,
no era conocida. La ley feudal proveía a la conser-
vación y a la subsistencia del siervo, y las costumbres
cristianas sei'vían de complemento a su imperfec-
ción. La legislación moderna no ha hecho nada por
el proletariado. A la verdad ella protege su vida
como hombre; pero lo olvida como trabajador, no
hace nada por su porvenir, nada por su alimenta-
ción, nada por su progreso moral. La ley no ha vis-
to más que al hombre, ella no ha visto al obrero. . ."
Lo que hace falta para mejorar la cuestión obre-
ra, "no es la organización del trabajo, como se repite
todos los días; el trabajo, más bien, ha recibido la
más sabia, la más ingeniosa organización que fuere
posible inventar; lo que falta es una voluntad, una
ley, que pueda introducir la justicia, el comedimien-
to, la moralidad, la rectitud y sobre todo la caridad
cristiana". (82).
L'Ere Nouvelle
En 1848, Lacordaire, Mareí, Ozanam y sus ami-
gos fundan L'Ere Nouvelle.
(82) El texto completo se encuentra en I'Association catholi-
que de 1681 (tomo II, pp. 325-344).
52
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
"Nosotros vemos con dolor, decía el prospecto
del nuevo periódico, las aflicciones morales y corpo-
rales de tantos de nuestros hermanos, que llevan aquí
^bajo la más pesada parte del trabajo común, la cual
se ha agravado aún más por el desenvolvimiento de
la industria y de la civilización. Nosotros no cree-
mos estos males sin remedio, y si el sufrimiento es
impuesto a todos los hijos del hombre, la caridad,
unida a la ciencia, puede, sin embargo, aliviar el azo-
te, si nó destruirlo enteramente".
En uno de sus primeros artículos, los redactores
de L'Ere Noiwelle comparaban la solución que los
comunistas y socialistas proponían, con aquella que
se desprendía del Evangelio:
"Para combatir el mal (la desigual distribución
de riquezas) el Evangelio ha creado la dignidad del
pobre, y le ha constituido un patrimonio sagrado, una
propiedad inviolable en lo superfino del rico. El
amor cristiano ha creado prodigios de beneficencia,
y todos ios pasos de la Iglesia, a través de los siglos,
están jalonados por alguna institución reparadora.. .
En esta carrera de generosidad y de justicia, ¿nos
dejareníos aterrar por el fantasma del comunismo?
Estas funestas teorías han nacido de los errores de esa
ciencia económica sin entrañas que ha abjurado del
cristianismo; de esa ciencia que ha querido estable-
cer la riqueza para el provecho de un pequeño nú-
mero, y que no ha podido más que engendrar, en al
seno de las clases trabajadoras, ignorados sufrimien-
tos. Que los problemas sociales reciban una so-
lución sabia y cristiana, y el comunismo se converti-
rá en ia risa del mundo".
53
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
Un poco fogosamente — pero siempre mucho-
más ponderado que La Mennais — el abate Maret es-
cribía en febrero de 1848:
"La fraternidad no es para nosotros más que el
íínior evangélico del prójimo pasando a las leyes y a
las costumbres; nosotros miramos el mejoramiento
progresivo de la suerte moral y material de la clase
obrera como el fin mismo de la sociedad". (83).
Un gran sociólogo católico: Le Flay
Un personaje singularmente diferente, Le Play,
merece también un sitio, dice Georges Goyau, entre
los precursores del movimiento social católico. "El
aportó dos ideas nuevas cuyos resultados fueron con-
siderables. Osó, el primero, descubrir la fuente del
mal social. Es necesario, hoy en día, algún valor pa-
ra aventurar, sin ningunas reservas, una apología
de los principios de 1789; se necesitaba valor, hace
treinta años, para oponer algunas reservas a la apo-
logía de que entonces eran objeto. Le Play tuvo ese
valor: en un edificio que se decía inviolable, él dió
el primer golpe de azadón. Tuvo también un se-
(83) "Como unos de sus fines" habría debido escribir Maret
como muy bien asienta Maurice Rigaux, S. J., ya que la
sociedad debe tener en cuenta el mejoramiento ás todas
las clases. Aunque "en plena fiebre de revolución social,,
estaba permitido exagerar".
54
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
gundo mcrifo: el de indicar un excelente método para
el estudio de las cuestiones sociales". (84).
Le Play preconizaba el Decálogo como fundamen-
to de la constitución esencial de la sociedad, haciendo
así entrar la moral en las cuestiones de Economia
Política. Rehabilitó y puso a la moda la costumbre,
la tradición y la autoridad, tres cosas particularmen-
te negadas por el esijíritu revolucionario y modernis-
ta.
Aún cuando es cierto que Le Play tuvo un mérito
indiscutible — no solamente por el contenido de sus
doctrinas, por su vigor anti-revolucionario, sino tam-
J>ícn por su método monográfico de interpretación, —
no lo es menos que testimoniaba una confianza exce-
siva al patronato o aristocracia de padres y madres
de familia virtuosos. No estimaba necesario y qui-
zás hasta temía la realización absoluta de la justicia
social por medio de instituciones públicas y por la
fuerza de la ley. Si colocaba en el Decálogo el fun-
damento de la constitución esencial de la humanidad,
86 abstenía de determinar las grandes lineas a la luz
de las enseñanzas de Cristo, y de buscar en el Evan-
gelio la carta fundamental del verdadero orden so-
cial. (85).
(84) LEON GREGOIRE (Georges Goyau), Le Pape, les catho-
Hques et la question sociale, 5^ edición, París 1921,
pp. 6-7.
(85) GOYAU. ibid.. 7.
55
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
La acción práctica de algunos de estos precurso-
res fué notable, Buchez fué el fundador de las aso-
ciaciones cooperativas de producción (1832). El Pa-
dre La Mennais preconizó la asociación cooperativa
de crédito, bajo la misma forma en que más adelante
la llevaría a la práctica Raiffeisen en Alemania.
Villeneuve-Bargemont, exigía, ya en 1834, la inter-
vención del Estado en la inspección de los talleres, la
exclusión de los niños menores de 14 años, la sepa-
ración de los sexos en las manufacturas, el estableci-
miento de cajas de ahorro y de previsión.
Un artículo de V Avenir reclamaba en 30 de junio
de 1831, la limitación de la jornada de trabajo a 12
horas como máximum, en lugar de 15 a 17.
Gracias a los esfuerzos de tres católicos eminen-
tes, ]Müntalembert, Daniel Legrand y Carlos Dupin,
fué votada en Francia, el 22 de marzo de 1841, la pr'-
mera ley protectora de los niños y mujeres emplea-
dos en las manufacturas. Otro activo católico, M. de
Melun, hizo establecer en Francia, en 1848, una comi-
sión parlamentaria de 30 miembros llamada la Co-
misión de Asistencia con el objeto de preparar las le
3'es de previsión y de asistencia pública. Una serie
de leyes sociales lograron dictarse gracias a su celo
extraordinario por la Asamblea Legislativa, concer-
nientes a las cajas de retiro para la vejez, las socie-
dades de socorros mutuos, la represión de la usura.
56
LCS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
la asistencia judicial, los contratos de aprendizaje, el
matrimonio de los indigentes, el saneamiento de los
alojamientos insalubres.
Es particularmente notable, que en 1841, Daniel
Le Grand, manufacturero alsaciano y cristiano, publi-
cara — adelantándose cincuenta años a la realidad, — ■
su "Pelilion en faveur d'une legislation internationa-
le du irauail".
Ketíeler: el iniciador del movimiento
social-católico
Eii los medios católicos, se señala, generalmente,
como el primero y verdadero iniciador del movimien-
to social católico, al barón Guillermo-Emmanuel de
Ketteler, cura de Holslen en 1846, diputado de Tock-
jemburg a la dieta de Frankfurt en 1848, obivspo de Ma-
guncia en 1850.
Keiíeler nació en Munster, el 25 de diciembre de
1811, de una familia muy rica y noble. Desde tem-
prana edad recibió una educación religiosa, entrando
en 1824 a hacer estudios en un colegio de jesuítas en
el cantón suizo de Valais. Habiendo terminado sus
estudios clásicos, se aplica de 1829 a 1833 a adquirir
el conocimiento de las leyes sociales y jurídicas, to-
mando en seguida los cursos de Derecho y Econonáa
Política en las cuatro universidades de Goettingue,
Berlín, Heidelberg y Munich. En 1834 abraza la ca-
rrera administrativa, que abandona en 1837, por no
57
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
poder permanecer siendo funcionario de un gobie:no
qu€, como le escrilje a su hermano, lo forzaba a aban-
donar sus convicciones religiosas.
El conde de Reisach, entonces obispo de Eichs-
tadt y más tarde arzobispo de Munich, lo induce a re-
vestir el hábito eclesiástico; en el otoño de 18415 enira
al Seminario de Munster y se ordena de sacerdote el
1^ de junio de 1844.
Hasta 1849 permanece como vicario de Becleum,
primero, y más tarde de Holsten. En 1818 es elei;¡do
diputado de Tecklemburg al Parlamento de Frank-
furt. El 15 de marzo de 1850 es nombrado por el
Papa obispo de Maguncia.
Cuando en 1864 publica su Arbeiterfrage and das
Christemthiim (85), toda Alemania se ocupa de él.
Era la primera vez que un obispo, muy conocido por
sus opiniones ultraclericales, tomaba abieríamento la
defensa de las clases obreras con ardor tan singular.
Ketteler estimaba su deber ocuparse de la cues-
tión social como obispo y como cristiano. Desde el
momento mismo en que había sido nombrado obispo,
había prometido ocuparse con amor de los déblh's,
los desgraciados y los pobres. ¿Podía faltar a una
promesa tan solemne? Cristo, redentor de la huma-
nidad, no quería solamente salvarla espiritualmente,
sino convertir la vida aquí abajo en menos dura y
penosa.
El problema obrero — que alcanza al mayor núme-
ro — era, a sus ojos, de importancia más considerable
(86) La Cuestión Social y el Cristianismo.
58
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
que las cuestiones políticas, las cuales agotaban el
tiempo de las discusiones parlamentarias.
Sería inútil negar la gravedad de la cuestión. Ei
trabajo se había convertido en una mercancía.
El salario dependía, como el precio de los pro-
ductos, de la oferta y de la demanda. Como la con-
currencia exigía que el productor se procurara la m.e -
cancía al menor precio posible, los salarios iban de ;-
cendiendo cada vez más: no pocas veces llegaba el
día de desolación en que el obrero infortunado, pre-
sionado por las urgentes necesidades de la vida, te-
nía que comprometer su tral)ajo por un salario cue
ni siquiera subvenía completamente a sus necesida-
des físicas : "He aquí, dice Ketteler, el mercado de
esclavos abierto para la Europa moderna".
¿Cuáles son las causas que influyen en esta con-
dición desastrosa de las clases obreras? Ketteler en-
cuentra causas de orden económico y de orden ideo-
lógico. La supresión de toda organización en mate-
ria de trabajo, y el empleo creciente de la maquina-
ria, han hecho decrecer el número de obreros que pu-
diendo disponer de un pequeño capital, trabajan por
su cuenta. La población asalariada ha aumentdo así
paralelamente al desarrollo de la gran industria. El
partido liberal, por su parte, compuesto de "adeptos
a la francmasonería, de grandes capitalistas, de doc-
tores racionalistas", engaña sin cesar al pueblo con
vanas promesas: los liberales hablan de "self heip"
y de la educación del pueblo: ridiculizan las limosnas
de caridad: desconocen, con su racionalismo superfi-
59
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
cial, el aspecto sobrenatural del cristianismo y las en-
señanzas de la Iglesia.
La libertad absoluta que pregonan los liberales,
es, para los obreros, una verdadera burla, pues para
ellos consiste en ofrecer su trabajo a cualquier pre-
cio y en morirse de hambre si nadie tiene necesidad
de sus servicios: "Los abusos de la libertad indus-
trial y de la libertad de trabajo, que nada limita, que
ninguna persona ha tratado de reprimir, serán muy
pronto más perniciosos que los que han podido pro-
ducirse en las corporaciones de oficios", (87).
Con una actividad que casi podría llamarse pro-
íética, Ketteler avanzaba las protestas de Lasaile y
de Karl Marx contra ciertas iniquidades del régin'.en
económico moderno. Alemania es, tal vez, el único
país del continente, donde, por sí mismo, el clero ca-
lólico ha criticado vigorosamente esos abusos, sin es-
perar las vigorosas solicitaciones del peligro socia-
lista. (88).
El remedio más eficaz estaba, para Ketteler, al
menos al principio, en las asociaciones cooperativas
de producción que ya había preconizado Lasaile. Pe-
ro seria inútil esperar, con Hubert, que el capital de
osas asociaciones pudiera reunirse por los obreros
mismos. A diferencia de Lasaile, que invitaba al Es-
tado a iniciar su fundación, el obispo de Maguncia se
dirigía a los fieles católicos, a los ricos, a la Iglesia,
(87) Aiberterfrage und cias Christemthum.
(88) GEORGES GOYAU, ob. cit., p. 9.
60
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
spelando a sus sentimientos de deber cristiano, que
jamás habían faltado. Se había visto a la Iglcsii
fundar monasterios: ¿por qué no podría, mediante
contribuciones voluntarias, estimular la creación de
las cooperativas de producción?
Las esperanzas que concebía en 1864, cuando pu-
blicaba su libro sobre la cuestión social y el cristia-
nismo, debían irse debilitando al choque con la rea-
lidad: aún cuando continuó escribiendo sobre el pro-
blema social, no insistió más sobre su proyecto primi-
tivo.
Su interés por la causa obrera, no disminuía, sin
embargo : testigo elocuente su discurso de 25 de julio
de 18G9, cuando en el plano de Liebefrauen se diri-
gía a los trabajadores alemanes allí reunidos:
"La primera reivindicación de la clase obrera ts
la siguiente: un aumento de salario correspondiente
ai verdadero valor del trabajo.
"Esta reivindicación es, en general, muy equita-
tiva. La religión, también, exige que el trabajo hu-
mano no sea tratado como una mercancía, ni avalua-
do puramente según las fluctuaciones de la oferta y
de la demanda.
"Es a este último resultado a donde han llegado
los principios económicos que han hecho abstrac-
ción de toda moral y de toda religión. . . De la mis-
ma manera que se compra la máquina al mejor mer-
cado posible y se usa día y noche hasta su extinción,
así también el hombre, de acuerdo con esos sistemas,
es fuertemente explotado. Este estado de cosas ha
61
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
alcanzado en Inglaterra espantosas proporciones. La
resistencia a esos abusos ha venido, antes que todo,
<\e los Trade-Unions ingleses, que han ganado pronto
un terreno considerable. El principal medio emplea-
do por los Trade-Unions, contra el capital y los gran-
des industriales, ha sido la huelga. Se ha pretendi-
do a menudo que esas huelgas, entorpeciendo los ne-
gocios y privando de su salario a los obreros que ha-
bían abandonado su trabajo, han dañado a los traba-
jadores en lugar de aprovecharles. Bien considera-
do, eso no es cierto. Las huelgas han elevado nota-
blemente la tasa de los salarios, como acaba de de-
mostrarlo victoriosamente el inglés Thornton. En los
cuarenta últimos años, desde que los Trade-Unions
iniciaron su acción, el salario subió 50 por ciento en
algunas industrias; de 25 a 30 por ciento en otras, y
en todas 15 por ciento por lo menos. Thornton hace
observar que los obreros, es cierto, han sucumbido
en apariencia en la maj^or parte de las huelgas, peí o
que, de todas maneras, un aumento de salario ha sido
la consecuencia inmediata, casi en todas partes, de
suerte que la derrota de los obreros no ha, sido más
que aparente". (89).
Es sin duda sorprendente el vigor de la pieza oi-a-
toria cuyos párrafos iniciales hemos trascrito. Hace
más de 70 años, cuando aún no contaba la Iglesia con
las precisas directivas sociales de los Papas, un Obis-
po como Monseñor Ketíeler no titubeaba en apoyar
(89) El texto ha sido tomado de la traducción francesa publi-
cada por ¡Vlaurice Rigaux, S. J., Est il vraie que l'Eglise
»'en desinteresse ?, París 193 5, pp. 210-214.
62
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
resueltaiiieiile la causa de los obreros. ¿No resalta
singularmenle el contraste entre esa defensa sincera
y casi a¡)asionada de las reclamaciones legítimas de
los Iraliaj adores, con la timidez de numerosos grupos
de católicos — en pleno siglo XX, y con el apoyo ro-
busto de las Encíclicas Pontificias?
Ya Ketteler, predecesor ideológico indiscutible de
León XIII, señalaba con certera mano la orientación
del movimiento obrero católico, apoyándolo de cora-
zón, "La impiedad del capital, decía, que abusa del
obrero y lo convierte, hasta el agotamiento de sus
fuerzas, en una máquina, es necesario destruirla. Ella
no conviene más que a la teoría que hace descender
el hombre del mono".
Sin embargo, si es cierto que la justicia y el cri.>-
tianismo exigen que el trabajo del hombre reciba una
retribución equitativa, también la justicia y la caridad
cristiana ponen límite a las ambiciones del trabaja-
dor: "Xo es la lucha entre el patrono y el obrero, lo
que debe ser el objetivo; es necesario tender, al con-
trario, a establecer entre ellos una paz equitativa".
Por eso Ketteler dice a los obreros: "En vuestros es-
fuerzos hacia la elevación del salario, tenéis necesi-
dad (ie la religión y de la moral, a fin de que vues-
tras reivindicaciones no pasen de sus justos límites.
En consecuencia, en nuestro tiempo, cuando el movi-
miento que se manifiesta entre los obreros se vuelve
cada vez más poderoso, es de la más alta importan-
cia que esas exigencias no franqueen los límites justos
V que los obreros no se dejen explotar por otros fi-
nes".
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
El más elevado salario no procurará bienestar a
los obreros, "más que en tanto que una gran sobrie-
dad y economia formen la base entera de su vida. . .
Está absolutamente comprobado que el bienestar de
los obreros no depende siempre, en razón directa, de
la altura del salario; hay más bien lugares donde
funcionan empresas que pagan salarios muy eleva-
dos, y donde, de todas maneras, la miseria es muy
grande entre los obreros. Por el contrario, hay otros
sitios donde los obreros, menos pagados, han adquiri-
do un bienestar mayor".
Reclamaciones justas, si. Pero por parte del
obrero, espíritu de justicia y de caridad, sobriedad y
economía. Es, en el fondo, el mismo pensamiento
que iba a ser proclamado veinte y dos años más tar-
de, desde el Vaticano por el Papa León XIII.
La influencia de Ketteler y la escuela
social católica alemana.
Las ideas de Ketteler penetraron rápidamente en
casi todo el clero católico de Alemania. En Junio de
1868, tuvo lugar en Crefeld, la primera reunión de aso-
ciaciones católicas, aceptándose, casi sin reservas, las
tesis sociales del Obispo de Maguncia. Se decidió
adoptar por órgano del nuevo movimiento, el diario
que el rector Schings publicaba, desde hacía poco, en
Aix-la-Chapelle : Die Christlich sociale Blatter.
64
LOS CATOLICOS FÍENTE A LA CUESTION SOCIAL
El 9 de setiembre de 1869, tuvo lugar la segunda
reunión, decidiéndose la formación de una sección
permanente, encargada de provocar la pronta for-
mación de sociedades católico-sociales, para fomen-
tar el mejoramiento moral de los obreros y estimu-
lar su protección económica. Esta sección quedó in-
tegrada por el vicario Gronheid, de Munster, el pro-
fesor Schulze, de Paderbon, y el barón de Schorle-
mer-Alst, diputado católico de Westfalia.
Al mismo tiempo, un congreso de obispos alema-
nes, reunido en Fulde, se ocupaba igualmente de la
cuestión social. Las ponencias allí discutidas, fue-
ron las siguientes:
1. — La cuestión social ¿interesa también a Ale-
mania?
2. — La Iglesia ¿puede y debe intervenir?
3. — ¿Cuáles son los remedios?
4. — ¿Cómo puede contribuir prácticamente la
Iglesia a la aplicación de estos remedios?
Lis conclusiones a que llegaron los obispos fue-
ron las siguientes:
1. — ^La cuestión social interesa no solamente a
un estado sino a todos los estados de Europa. El mal
no se encuentra en ninguna parte circunscrito: en
Alemania, como en otras partes, las mismas causa*
producen los mismos efectos.
2. — La Iglesia puede y debe intervenir. "Fal-
tarla hacia millones de almas, al deber que le ha im-
65
e
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
puesto Cristo, si ignorara la cuestión social y se li-
mitara a querer conjurar el peligro por el ejercicio
usual de su ministerio".
3. — Como medidas prácticas se preconizaba:
a) Tomar las medidas necesarias para poner a
los obreros al abrigo de la necesidad y de
la miseria.
b) Trabajar por extirpar el vicio.
c) Perseguir el mejoramiento de las condicio-
nes morales e intelectuales de los obreros.
d) Organizar el trabajo en forma tal que el es-
tado del obrero sea progiesivamente mejor
(sistema de trabajo por tarea, aumento del
salario en razón del número de años de ser-
vicio, participación en los beneficios de la
empresa) .
e) Asegurar la paz interior de los obreros.
í) Favorecer los hábitos de economía.
g) Esforzarse por hacer reinar la armonía en-
tre el personal de las manufacturas.
h) Fomentar buenas relaciones entre patronos
y obreros.
i ) Hacer alternar los trabajos industriales, cou
trabajos de economía rural.
j) Proteger las costumbres de los obreros jóve-
nes.
66
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
k) Hacer posible, a las obreras madres de fa-
milia, el cumplimiento de sus deberes do-
mésticos.
1) Activar la legislación en favor de lo3 obre-
ros, y por consiguiente: prohibir el trabajo
precoz a los niños; limitar las horas ae tra-
bajo de los adolescentes; separar los obrei'os
de las obreras en los talleres; cerrar los loca-
les de trabajo insalubres; determinar las ho-
ras de trabajo; asegurar el reposo dominical;
acordar indemnizaciones a los obreros que
temporal o definitivamente se hubieren con-
vertido, sin su falta, en incapaces para el tra-
bajo; acordar garantías locales a las socieda-
des obreras; hacer controlar enérgicamente
por el Estado, la ejecución de las leyes so-
ciales.
4. — La Iglesia no puede ni debe permanecer iner-
te. Ella debe, inmediatamente, estimular el celo del
clero en favor de la clase obrera.
El programa del partido social católico alemán
fué expuesto posteriormente, con mayor amplitud por
el canónigo de la Catedral de Maguncia, Cristóbal
von Moufang.
En torno al Christlich sociale Blatter llegó a com-
pactarse en Alemania un numeroso grupo de escri-
67
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
tores católicos, que, gracias a la influencia de Kette-
1er y de Moufang, defendían que la Iglesia debía inte-
resarse vivamente por la reforma social.
Así se fundó una verdadera escuela social cató-
lica, que contó con la adhesión de hombres notables
como el abate Hitze, el conde de Losewitz, Rodolfo
Meyer, Ratzinger, Albertus, Hohenberg, Bongartz.
Jorg, el conde von Hertling.
Los más influyentes fueron, sin duda alguna, Ro-
dolfo Meyer — por su crítica imparcial y su profundo
conocimiento de la Economía Social — y el canónigo
Hitze, por su actividad en el Reichstag. Hitze fué
durante mucho tiempo el jefe efectivo del partido
social católico alemán. Sus ideas franquearon las
fronteras de Alemania y encontraron una favorable
acogida entre los católicos de Suiza, Austria y Fran-
cia.
El catolicismo social en Austria
La influencia de Ketteler, traspasó bien pronta
las fronteras de Alemania. Gracias al profesor Ma-
xen, las ideas del obispo de Maguncia conquistaron
nuevos adeptos en Austria, muy particularmente en-
tre los jóvenes de la aristocracia vienesa: el periódi-
co católico Das Vaterland, el príncipe de Lichtensi-
tein, el conde Belcredi, comenzaron a defender con
ardor, que a la Iglesia Católica correspondía intere-
sarse vivamente por resolver la cuestión social; que
la usura era contraria al cristianismo y que la socie-
68
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
dad debía organizarse según los principios medieva-
les. Así se establecieron los fundamentos del parti-
do católico social, que pronto agrupó un buen núme-
ro de intelectuales, entre otros el Conde de Falken-
hayn — más tarde ministro, — el conde Zallinger, el
conde Bíome, el barón Dipauli y el famoso economis-
ta protestante alemán, refugiado en Austria, R. Me-
yer.
El personaje más eminente entre todos los publi-
cistas católicos austríacos, es, sin duda alguna, el ba-
rón Karl de Vogelsang.
Vogelsang era hijo espiritual de Ketteler: este
último trabajó, en efecto, por su conversión al cato-
licismo, y presidió más tarde toda su formación so-
cial.
En el periódico Vaterland, pero sobre todo en
su Monatschrift für Christliche Social Reform, que
dirigió durante doce años, se dió con celo infatiga-
ble a la propaganda de las ideas social católicas.
Para Vogelsang, el orden social moderno deja
en lucha desigual los más débiles y los más fuertes;
cada individuo, abandonado a sí mismo, se debate
por la defensa de sus propios intereses en un com-
bate cuya victoria no tiene resultados engañosos: ha
de pertenecer a los más fuertes. Estos últimos no
triunfan más que porque poseen un capital elevado,
que no deben la mayor parte de las veces ni a su in-
teligencia ni a su habilidad.
Ese régimen de libre concurrencia y lucha des-
enfrenada, es lo que se llama capitalismo. El capí«
«9
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
talismo, "es decir, la máxima de que toda porción de
riquezas constituye una propiedad individual sin de-
beres ni cargas, destinada a procurar a su propieta-
rio la mayor suma de provechos, sin consideración
por la comunidad o por aquellos que han ayudado a
procurársela. Esta máxima encuentra su expresión
más exacta en el capital monetario, es decir, en el
valor separado del objeto, el cual debe producir in-
tereses al capitalista en toda circunstancia. . . Es ba-
jo esta forma que la idea capitalista domina actual-
mente toda la vida económica de los pueblos". (90)^
Ei capitalismo ha triunfado con el advenimienlo
de la burguesía liberal, que ha deslumhrado a todos
con el espejismo de la libertad. La revolución fran-
cesa de 1789 — reproducida en Austria en 1848 —
señaló el derrocamiento definitivo de los principios
del orden social antiguo, que reposaba sobre el con-
cepto fundamental de que toda propiedad debía ser
considerada como una parcela de la fortuna nacio-
nal común, concedida a titulo de gozo particular a
cambio de servicios prestados a la comunidad. (91).
Los trabajadores han pagado duramente el pre-
cio del nuevo régimen: "El obrero de las ciudades,
despojado de su independencia, sin seguridad de ob-
tener el pan del día siguiente, ha sido rebajado al ni-
vel del proletario.
"El campesino, alejado de su país, de su casa, ha
entrado también en los rangos del proletariado. El
(90) Cit. por NITTI, ob. cit., 227-228.
(91) Ibid., 226.
70
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
obrero, desmoralizado por la corrupción de las cor-
poraciones, no encuentra, desde entonces, más ga-
rantias que las nuevas leyes del Estado, para que su
señor y dueño no lo deje morir en la vejez sobre un
pajonal; su suerte, bajo el régimen de la economía
capitalista, se ha convertido en más miserable de lo
que podría imaginarse". (92).
Es menester encontrar un remedio adecuado a la
cuestión social: siendo a la vez moral y económica,
la solución ha de atender también a ambos aspectos
del problema. Es cierto que "no se puede esperar
crear una organización social basada sobre la justi-
cia hacia los débiles, si no es bajo la influencia de la
fé cristiana", pero se equivocan aquellos católicos
"que quieren que la solución de la cuestión social
tenga lugar por la intervención única de la Iglesia,
proscribiendo la intervención del Estado... no hay
que hacerse ilusiones: hay que comprender que no
hay remedio posible a los males de esta sociedad in-
festada de capitalismo, sin una intervención enérgica
del Estado". (93).
Entre los católicos, dice Vogelsang, hay muchos
que se hacen demasiadas ilusiones recurriendo al
calmante piadoso de la caridad. La caridad es insu-
ficiente y querer substituirla a la justicia es interpre-
tar falsamente la doctrina cristiana. 'Se quiere de-
jar así, a merced de la caridad, el cumplimiento de
obligaciones que todo hombre debe reconocer como
un deber.
(92) Ibid., 228.
(93) Ibid., 229.
71
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
Como remedio de orden práctico, preconizaba
Vogelsang el restablecimiento, sobre nuevas y sóli-
das bases del sistema corporativo. En lugar de lí-
neas horizontales formadas en la sociedad, era nece-
sario, a su juicio, fundar un sistema de superposicio-
nes verticales según la profesión de cada uno.
Vogelsang fué el inspirador de toda la legisla-
ción corporativa austriaca. A pesar de la oposición
de la prensa liberal, y gracias a la colaboración de-
cidida de Meyer, Kuefstein, Blome, Belcredi, el prin-
cipe de Lichstenstein y otros, el partido católico ejer-
ció una gran influencia sobre la política social del
Imperio y sobre las tendencias económicas de Aus-
tria.
Las leyes industriales de 1883 fueron la prime-
ra victoria del partido: las corporaciones, abolidas
desde 1859, fueron restablecidas el 15 de marzo de
1883 en Austria y el 21 de mayo del año siguiente, eu
Hungría.
La insistencia de los diputados católicos, logró,
así mismo, que la ley de 8 de marzo de 1885, asignara
límites precisos al trabajo de los niños y de las mu-
jeres y fijara en once horas el máximum de la jor-
nada de trabajo.
A Vogelsang se debió también la primera encues-
ta sobre la condición de los trabajadores austríacos,
que fue la base de las reformas sociales del Reichs-
rath.
72
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
El Cardenal Manning y los orígenes del
movimiento social-católico en Inglaterra
A comienzos del siglo XIX la Iglesia católica ha-
bía desaparecido del escenario de la vida inglesa: la
Gran Bretaña aparecía como la nación más altamen-
te industrializada y más completamente protestante
del mundo. Los católicos eran, como lo ha señalado
Ne-A'íman, (94), "gens lucífuga": personas que huían
de la Juz.
La Catholic Emana pation Act de 1829, restable-
ció a los católicos ingleses el ejercicio de sus dere-
chos políticos. Con el Movimiento de Oxford — que
<;ondiijo a la conversión de Newman y de William
Ward — renació el interés por el estudio de las ins-
tituciones medievales. Así comenzó a apreciarse
sinceramente una época en la cual las relaciones so-
ciales y las condiciones económicas no estaban a la
discreción de un individualismo sin freno y de una
competencia ilimitada. Pronto se hicieron oír las
primeras voces que solicitaban la intervención de la
autoridad pública y rechazaban el laissez faire.
En Escocia, particularmente, la acción de los ca-
tólicos fué considerable. Allí fueron los primeros
— como lo reconoció Lady Mackenzie hablando fren-
te a la Alberdeen Women Citizens' Association — en
hacer provisión para el cuido de los débiles menta-
les.
(94) The second spring.
73
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
El movimiento social católico inglés, no debía co-
brar pujanza extraordinaria sino bajo el impulso del
Cardenal Henry Edward Manning (1808-1892).
Manning permanece junto a Newman, como uno
de los más conspicuos representantes del catolicismo
en Inglaterra en el siglo XIX.
Equipado singularmente con un celo inmenso
por el bienestar humano, dedicó buena parte de su
actividad al trabajo de la reforma social:
"Por más de cincuenta años, escribió, yo he vivi-
do entre el pueblo: diez y siete entre los labradores
y pastores de Sussex, y nueve y treinta entre el pue-
blo de Londres. Yo he visto, he oído y conocido sus
deseos, sus sufrimientos, sus penalidades, y el fra-
caso de sus peticiones y esperanzas; mi espíritu está
completamente con ellos". (95).
Las ideas sociales del Cardenal fueron expresa-
das por primera vez, completamente, el 28 de enero
de 1874 en su discurso sobre La dignidad y los dere-
chos del trabajo:
El trabajo, declaraba, debía ser garantizado am-
plia y libremente. Al obrero correspondía el deter-
minar para quién debía trabajar y sobre cuáles jor-
nales podía vivir.
El derecho de asociación es incontestable: Man-
ning no tituteaba en reconocer, en principio, la legiti-
midad de la huelga, muy a menudo la única arma
(95) GEORGIANA PUTMAN McENTEE. The Socia! CathoUc
Movement in Great Britain, New York, 192 7, p. 19.
74
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
suficientemente fuerte, en manos de los trabajado-
res, para oponerse al despotismo del capital.
En la lucha entre el capital y el trabajo, no veía
igualdad de ninguna especie: a su juicio el Estado
debia intervenir a favor de la parte más débil, repre-
sentada por los obreros.
"Si el objeto de la vida, decía, fuera multiplicar
los metros de paño y de algodón; si la gloria de In-
glaterra consistiera en multiplicar sin límites los pro-
ductos de sus manufacturas y en venderlos al más
bajo precio posible a todas las naciones del globo, yo
no tendría nada que decir. Por el contrario, si la
vida doméstica de un pueblo es la verdadera vida;
si la paz y el honor del hogar, si la educación de los
hijos, los deberes de madre y de esposa, los deberes
de marido y de padre, están inscritos en una ley na-
tural, tanto más importante que todas las leyes eco-
nómicas, si todas esas cosas son tanto más sagradas
que todas las que se venden en el mercado, entonces
yo declaro que hay que obrar en consecuencia. Si en
algunos casos no reglamentados, el trabajo con-
duce a la destrucción de la vida doméstica, a descui-
dar la educación de los hijos; si transforma a las ma-
dres en máquinas vivientes, a los padres y espesos
(que se me perdone el término) en bestias de carga
que se levantan con el sol y vuelven a la guarida en
la noche agotados por la fatiga y sólo con las fuer-
zas necesarias para comer un pedazo de pan y echar-
se sobre un lecho miserable para dormir: la vida de
familia ya no existe y no podemos seguir a ese pa-
so.. . Semejantes excesos no pueden continuar; hay
75
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
que poner un término a tales abusos. La acuaiula-
ción de la riqueza en el país, el amontonamiento de
fortunas en provecho de ciertas clases y de ciertos
individuos, no puede continuar si las condiciones de
vida de las masas no se cambia. La prosperidad pú-
blica no puede reposar sobre semejantes bases".
En cartas notables dirigidas al Times y en un ar-
ticulo publicado en la Fortnightly Review, Manning
combatió enérgicamente el liberalismo económico,
que a su juicio no formaba parte del orden cósmico,
como lo pretendían los manchesterianos.
"La Economía política, — escribiría algo más tarde
r Mons. Doutreloux, — no debe tener por objeto so-
lamente los valores y los cambios, sino también la
vida humana considerada en todas sus necesidades
y su bienestar. El trabajo es una función social, y
debe ser considerado como tal. No es posible pre-
cisar el número de horas de trabajo diarias necesa-
rias a im hombre o a una mujer, hasta que no se haya
determinado el número de horas que un hombre de-
be consagrar todos los días a los trabajos de la vida
doméstica. Hacer pasar el trabajo y el salário rutes
de las necesidades de la vida humana y doméstica,
es invertir el orden establecido por Dios y la natu-
raleza, es arruinar la sociedad en su principio origi-
nal. La economía de la industria se rige por la su-
prema ley moral que determina, limita y controla sus
operaciones".
Episodio significativo en la vida de Manning, fué
su intervención, en 1889, con ocasión de la huelga de
trabajadores del puerto de Londres: 200.000 dockers
76
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CL'ESTION SOCIAL
habían abandonado los muelles, reclamando por el
trabajo casual y pobremente remunerado al que es-
taban sometidos.
Había intermediarios inescrupulosos que aplica-
ban el sweating system con el propósito de cubrir, me-
diante una cantidad abusiva de trabajo, la miserable
remuneración de los trabajadores.
De acuerdo con los datos y cifras reunidos por
el Cardenal, las reclamaciones de los dockers esta-
ban justificadas. Sin embargo, algunos agitadores, en-
tre otros John Burns, se habían apoderado de la direc-
ción del movimiento: los administradores de los mue-
lles se mostraban poco dispuestos a ceder: ceder "se-
ria cobardía, traición al orden social". Manniug con-
testa resueltamente que no cediendo, no se haría más
que añadir nuevos combustibles al incendio de odios
y que el único fundamento del orden social verdade-
ro es la justicia.
"Pero, my Lord, se le objetaba, eso que estáis
haciendo es socialismo". Y el Cardenal, renovando
sin saber las palabras de León XIII a La Tour du
Pin, declaraba: "Yo no sé si para vosotros es socia-
lismo. Fara mí es puro cristianismo". (96).
Al cabo de poco tiempo, y entre los aplausos ge-
nerosos del Morning Post, del Times, del Daily News
y otros periódicos de Londres, se firmó la Paz del
(96) GEORGES GUITTON, 1891 Une date dans l'Histoire des
Travailleurs, París 1930, p. 57.
77
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
Cardenal que puso fin al doloroso conflicto. "Algu-
nos hombres han hecho mucho en esta gran contro-
versia, escribió la Pall Malí Gazette, pero el Cardenal
los ha excedido a todos ellos".
En 1890, Manning favoreció intensamente la Con-
ferencia Internacional de Berlín, convocada por el
Emperador alemán para la consideración de los pro-
blemas sociales. En una carta que escribió al editor de
la Deiitche Revue, caracterizaba su invitación como
"lo más importante que ha procedido de un sobera-
no de nuestros tiempos".
Las tesis sociales de Manning, le costaron, sin
embargo, numerosos ataques, de los cuales hubo de
defenderse en las páginas de la American Catholic
Quarterly Review: como uno de sus biógrafos escri-
bió, las ideas de Manning constituían "las más odio-
sas de las nuevas doctrinas para aquellos creyentes
que miraban a la Iglesia como la guardiana de sus
intereses y a la religión como la mejor salvaguardia
de la propiedad". (97).
El Cardenal mismo declaró en una ocasión que
"aún cuando algunos hombres lo hubieran llamado
a veces socialista y revolucionario, él estaba contento
(97) F. de PRESSENSE, Cardinal Manning, London 1897, p. 209.
78
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
de haber dicho y escrito como lo había hecho delante
del público". (98).
No hay duda, por lo demás, que en algunos cam-
pos, León XIII debe al Cardenal Manning inspiración
y hasta información directa en lo concerniente a la
condición de las clases trabajadoras: muchas de las
doctrinas del prelado inglés fueron legítimas pre-
cursoras de las que se expondrían, años más tarde,
en la Encíclica Rerum Novarum. (99).
Católicos liberales e intervencionistas en
Francia
En la reacción social de los católicos franceses
de mediados del siglo XIX, pueden distinguirse cla-
ramente dos tendencias: la liberal, que siguiendo de
cerca el pensamiento de Le Play y de Perin, mani-
fiesta una confianza más o menos marcada en la
libertad económica, y la intervencionista, que se re-
laciona más directamente con las tesis sociales de los
católicos alemanes y del austríaco Vogelsang.
Las ideas de libertad económica de Le Play, cu-
yo órgano era la Reforme Sociale, encontraban un
eco favorable entre los profesores de las universida-
des católicas y eran defendidas por el grupo de ju-
risconsultos que presidía el senador Luciano Eium,
(98) American catholic Quarterly Review, vol. 13 (1888).
pp. 193-198.
(99) Cf. PUTMAN McENTEE. ob. cit., 34.
79
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
por la Reoue des Insíitutions et du Droit, por Mons.
Freppel y un gran número de los industriales católi-
cos del norte de Francia.
Su principal intérprete fué Claude Jannel, uno
de los más sabios economistas franceses: según él,
las reformas sociales debían ser fruto de la libre ini-
ciativa y de la acción combinada de la religión, de
la familia y de la caridad. Fuera del reposo domi-
nical, la ley debía imponerse grandes reservas en lo
que se refiere al trabajo de los obreros adultos. La
intervención del Estado — aún cuando en ciertos ca-
sos indispensable — debía limitarse a hacer respetar
la justicia.
Los seguidores de Le Play y de Perin, daban al
problema social un carácter más moral que econó-
mico: admitían, con Ludovico de Besse, que en la
libre concurrencia industrial no había nada contra-
rio a los principios del cristianismo, y sostenían que
no era misión del Estado la repartición de la rique-
za social.
Los liberales católicos franceses no se cruzaban
enteramente de brazos como los manchesterianos : si
compartían con aquéllos su temor por toda inter-
vención autoritaria, reclamaban, en cambio, de la ac-
ción individual, un sincero empeño de renovación:
en su programa — particularmente en la breve me-
moria presentada por Ludovico de Besse al Congre-
so de Lieja — preconizaban como medios de resolver
la cuestión social, las sociedades cooperativas de con-
sumo, las habitaciones obreras a precio económico,
los bancos populares, las agencias gratuitas de co-
locación.
80
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
Los católicos liberales o conservadores franceses
formaron el núcleo principal de lo que más adelante
iba a conocerse como Escuela de Angers.
No hay duda que esta corriente — derrotada en
el congreso de Lieja en octubre de 1890 — gozó de
pocas simpatías entre los Papas y aún parece fué
francamente desaprobada por León XIII v Pío XI.
(100).
El conde de Mun y la Obra de los Circuios
Católicos de Obreros.
Al lado de la corriente conservadora, se destaca
en Francia la tendencia eminentemente social inicia-
da por el conde Alberto de Mun.
Prisionero de los alemanes en 1870, Alberto de
Mun fué internado junto con René La Tour du Pin
en el campo de concentración de Aix-la-Chapelle. En
un interesante estudio biográfico, nos cuenta el pri-
mero, cómo en los meses de cautiverio y mediante la
lectura de una obra de Emilio Keller y el contacto con
algunos miembros del famoso "centro" católico ile-
mán — particularmente el doctor Lingens — gevjninó
en su alma la vocación social que habia de procurar
tanto bien a la obra de los católicos de Francia. (101).
(100) Cf. LLOVERA, ob cit.. p. 420 (en nota).
(101) Comte. ALBERT de MUN, Ma Vocation Sociale, Souve-
nirs de la fondation de i'oeuvre des cercles catholiques
d'ouvríers (1871-1875), París, 1908.
81
«
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
A pesar de los ataques de los liberales (102) y
aúu de los grupos de católicos conservadores (103), el
Conde de Mun se entrega con increíble actividad, a su
vuelta a Francia, a una empresa fecunda y que ha
quedado para siempre unida a su nombre: la fun-
dación de la Obra de los círculos católicos de obreros.
Los horrores de la comuna de Paris lo hablan he-
cho meditar profundamente acerca de las causas últi-
mas del malestar obrero: ¿Cómo explicar, que, tan fá-
cilmente, la masa obrera hubiera aceptado, bajo la
palabra de orden de sus desconocidos jefes, la lucha
fratricida?
¿Podía todo explicarse, como lo pretendían tan-
tos negociantes y patronos, por los simples manejos
de la internacional — esa gran asociación obrera for-
mada en los últimos tiempos del Imperio y cuyo mis-
terioso poder servía para explicar todas las convul-
siones sociales? (104).
(102) El periódico liberal le XXe. Siecle, de 18 de ■ febrero de
1884, escribía: "El socialismo cristiano es el comunismo
más violento y más radical". El más moderado e impar-
cia! de los órganos del partido conservador liberal, de-
claraba que el socialismo católico predicado por la Obra
de los círculos católicos de obreros "no sería menos da-
ñoso que el socialismo de Estado" (NlTTl, Le Socialisme
Catholique, p. 280).
(103) Los adictos al grupo de la Escuela de Angers, solían di-
rigir contra el Conde de Mun y demás reformistas, vio-
lentos ataques calificando sus doctrinas de alemanas, teu-
tónicas, protestantes y socialistas. Un interesante análisi»
de estas críticas se encuentra en la obra de HENRI FON-
TANILLE, L'oeuvre Sociale d'Albert de Mun, París 1926.
pp. 121-145.
(104) A. de MUN, Ma Vocatíon Sociale, p. 4 1 .
S2
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
¿No estaría la responsabilidad principal en las
clases directoras? "¿Qué ha hecho esta sociedad le-
gal — se preguntaba de Mun — desde que ella encar-
na el orden público, para dar al pueblo una regla mo-
ral, para despertar y formar su conciencia, para apa-
ciguar, por un esfuerzo de justicia, el quejido de sus
sufrimientos?". (105).
En el "Llamamiento a los hombres de buena vo-
luntad", publicado en diciembre de 1871, y que cree-
mos de interés transcribir integramente, se contienen
las bases fundamentales del programa de la Obra,
mediante la cual de Mun y sus partidarios, creian lo-
grar la reconciliación social tan deseada:
"La cuestión obrera, a la hora presente, no es
un problema a discutir. Ella se plantea delante de
nosotros como una amenaza, como un peligro per-
manente. Es menester resolverla. De lo contrario,
la sociedad, de igual manera que los poderes que ago-
nizan y no pueden salvarse ni aún abdicando, oirá
pronunciar esta terrible sentencia: Es demasiado
larde!
"La Revolución está próxima a obtener sus fines.
Del cerebro de los filósofos, ha descendido al cora-
zón del pueblo, y organiza hoy en dia, mediante una
lucha suprema, a los obreros, que constituyen la subs-
tancia de la nación.
(105) Ibid.
83
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
"¿Dejaremos nosotros a estos niños (pues el pue-
blo es un niño sublime o egoísta) y a estos obreros
halagados en sus pasiones y en su orgullo, consumar
la ruina de la patria y del mundo, o más bien, extra-
yendo fuerzas invisibles del Corazón de Jesús obre-
ro, acordándonos de las glorias de Francia y de su
título de hija mayor de la Iglesia, haremos nosotros
un último esfuerzo para salvar al pueblo y apresu-
rar el reino de Dios en el taller regenerado?
"Tal es la cuestión. Ya no es hora de discursos:
es menester obrar! A aquellos que no quieren des-
esperar ni de nuestra querida Francia ni de ellos mis-
mos, nosotros hacemos un enérgico llamamiento.
"A las doctrinas subversivas, a las enseñanzas
funestas, es necesario oponer las santas lecciones del
Evangelio : al materialismo, las nociones de sacrifi-
cio; al espíritu cosmopolita, la idea de patria; a la
negaciim atea, la afirmación católica.
"Es necesario, además, destruir esos prejuicios
que dividen y engendran de una parte el menospre-
cio y la indiferencia, y de la otra el odio y la envi-
dia.
"Los hombres de las clases privilegiadas tienen
deberes que cumplir frente a frente de los obreros,
sus hermanos; y si la sociedad ha tenido el derecho
de defenderse con las armas en la mano, ella sabe
que los obuses y las balas no curan, y que es menes-
ter algo más.
"Es sobre el terreno de la verdad católica y no
en otra parte, donde las manos pueden unirse y las.
almas comprenderse.
84
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
"Pues bien: existe en París un circulo de jóve-
nes obreros donde se aplican con éxito esas máximas
de salud. Ese circulo es la piedra de esperanza del
edificio futuro y el tipo viviente de las asociaciones
obreras católicas que un día veremos florecer. Allí
se combale sin cesar el peligro que amenaza las cla-
ses trabajadoras, sobre todo en París; la palabra di-
vina se predica, el santo sacrificio se ofrece, la cari-
dad activa se practica; libros honestos y sanas pu-
blicaciones se ponen a la disposición de los asocia-
dos; amistades duraderas se forman; la fuente de
buenos consejos y de ejemplos saludables nunca se
agota. iSe ama la Iglesia y la Francia. Hombres de
mundo, todavía en pequeño número, frecuentan ese
círculo y tienen a honra tratar como amigos a esos
obreros cristianos.
"Pues bien! He ahí el remedio! El medio se ha
encontrado. Es necesario ampliarlo, aplicarlo sobre
una escala más vasta.
"En lugar de un círculo en París, son necesarios
veinte; se necesitarían en todas las grandes ciuda-
des. Inglaterra y Alemania los cuentan por cente-
nares.
"Los hombres de las tinieblas se asocian: aso-
ciémonos nosotros! Ellos se unen para destruir: uná-
monos nosotros para construir! Ellos fundan clubs
revolucionarios: fundemos círculos católicos.
"Eso costará cien mil francos, quinientos mil
francos, un millón: ¿Qué importa? ¿Creéis que la
recuperación de París, de la Comuna, no ha costado
más caro?
85
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
"Nosotros nos dirijimos a todos los corazones de
buena voluntad: que reflexionen y comprendan.
"La patria tiene pesadas cargas, y todos los ciu-
dadanos deben contribuirá aliviarlas: ese es un im-
perioso deber; pero hay lugar para otros sacrificios,
y en esta hora de nuestra historia, en la cual las di-
versiones profanas serian una impiedad nacional»
nosotros pensamos que obrando con ese producto la
reforma exigida por las circunstancias, se reunirían
fácilmente los recursos necesarios para realizar una
Obra que es actualmente, se podría decir, la obra que-^
rida por Dios, la obra de las obras".
Acogido por los grandes diarios católicos l'Uni-
vers y le Monde; y reproducido por multitud de pe-
riódicos franceses — entre otros, por Le Fígaro, — el
Llamamiento a los hombres de buena voluntad lográ
conmover algunos espíritus. Aún entre los socialis-
tas consiguió despertar la Obra de los círculos católi-
cos de obreros sinceras simpatías — aunque, desde lue-
go, sólo en sus aspectos puramente sociales. (106.)
El primer círculo fué fundado en BelleviHe el 7
de abril de 1872. Esa fué la señal de una activa pro-
paganda: de Mun, lleno de entusiasmo, comienza a dis-
tribuir folletos en París y a pionunciar conferencias
sociales; recorre el país organizando reuniones pú-
blicas y contradictorias. Pronto la obra de los circu-^
los deja de ser exclusivamente parisina y se establecer
en las provincias.
(106) Cf. NITTI, ob. c¡t. 178-79.
86
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
En 1873 tiene lugar la primera asamblea general
de la Obra de los Circuios: a ella asisten 350 miem-
bros llegados desde todas las regiones de Francia.
En 1875 había en Francia 150 circuios, con un to-
tal de 18.000 miembros, de los cuales 15.000 eran
obreros-
El Comité Central de París, reservándose la di-
rección del movimiento, dividió a Francia en siete
grandes zonas, asignando a cada una comités locales.
En cada comité había cuatro secciones: la primera se
ocupaba de la propaganda; la segunda de la funda-
ción y del mantenimiento de los círculos; la tercera
de las finanzas, de la creación y de la administra-
ción de las entradas; la cuarta, de la enseñanza.
Cada círculo, instituido por comités locales, tenía
una capilla, una sala de juegos, dos salas de reunión,
una biblioteca, un gabinete para el director, otro para
el capellán y un pequeño jardín. En ellos encon-
traban los obreros un lugar de educación y de recreo,
y las maneras de procurarse un medio de existencia
más respetable y una efectiva protección económica.
El 15 de diciembre de 1876, apareció el primer
número de "L'Association Catholiqiie", órgano efec-
tivo de la Obra, en torno al cual habían de compac-
tarse los esfuerzos de muchos católicos sociales fran-
ceses, como La Tour du Pin-Chambly, de Segur-La-
moignon, Urbain Guerin, Grandmaison, de Pascal.
87
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
No es posible estudiar detenidamente, en este li-
gero esbozo del movimiento social católico, la obra
completa de Alberto de Mun: debemos pasar necesa-
riamente por alto la influencia de la Obra de los
Círculos Obi'eros en la fundación de los primeros sin-
dicatos agrícolas católicos en Francia, los círculos de
estudios — de los cuales se advierte una floración tan
prometedora en Venezuela, — la Asociación Católica
de la Juventud Francesa,
Quisiéramos, sin embargo, decir dos palabras
acerca de la obra legislativa de este eminente cató-
lico francés. De él ha podido escribir M. Barthou,
(107), que "ha sido el colaborador y a veces el pre-
cursor de todas las grandes leyes obreras de la Re-
pública, aún antes que la Encíclica Rerum Novarum
hubiera trazado con una tan admirable altura de vis-
ta, sus deberes sociales a los católicos. Sobre este
terreno, si llegaba a extrañar y tal vez a alarmar a
sus amigos, tenía la buena fortuna de encontrarse
con sus adversarios y de crear alrededor de su per-
sona una atmósfera de deferente y unánime sim-
patía".
Alberto de Mun, fué, en la Cámara Francesa, de-
cidido defensor de la libertad sindical, de la limita-
ción de la jornada de trabajo, y de la reglamenta-
ción y protección del trabajo.
Si no llevó al parlamento ni la ciencia de un eco-
nomista, ni la experiencia de un profesional, parti-
(107) Cit. por HENRl FONTANILLE, L'oeuvre sociale d'Albert
de Mun, París, 1926. p. 217.
88
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
cipo ampliamente para cumplir con sus deberes de
cristiano. (108).
El pensamiento social del Marqués de
La Tour du Pin
Junio a Alberto de Mun — su amigo intimo e in-
mediato colaborador — René La Tour du Pin ocupa
entre los católicos sociales de Francia, un puesto de
extraordinaria importancia.
En la Obra de los Círculos Católicos de Obreros,
en la Unión de Friburgo, es el infatigable batallador
que busca con decidido empeño una solución cristia-
na a la cuestión social.
La cuestión social se presenta a sus ojos "como
un dilema de vida o de muerte". (109).
El liberalismo y el individualismo, han creado
un sistema de cosas que no es posible mantener:
"De todas los regímenes de trabajo en curso en
la humanidad — comprendido el trabajo servil —
ninguno dá menores garantías al cumplimiento de
los fines providenciales, que aquel que se dice "de
(108) Sobre la actividad legislativa de Alberto de Mun, puede
leerse con provecho la síntesis de Henri Fontanille en
su obra citada, pp. 17 7-218.
(109) MARQUIS DE LA-TOUR-DU-FIN LA CHARCE, Vers
un crdre social chretien, Jalons de route, 1882-1907, nou-
velle edition, París. MCMXIX, p. 217.
89
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
la libertad de trabajo", que es característico de la so-
ciedad moderna. La concurrencia ilimitada, que es-
su resorte, subordina, en efecto, las relaciones econó-
micas a la Ley que se dice de la oferta y de la de-
manda, la cual funciona precisamente a la inversa
de la ley natural y divina del trabajo, puesto que por
su juego, la remuneración del trabajo asalariado es
tanto más débil cuanto que la necesidad de la clase
obrera es más intensa". (110).
Si el contrato de trabajo o de cambio es absolu-
tamente libre; si no hay justo salario, ni justo pre-
cio, ni condiciones de equidad en el intercambio de
servicios; si, en una palabra, las transacciones eco-
nómicas no están sometidas a la ley moral, es la fuer-
za la que hace ley. (111)
La desorganización social procede en gran parte
del individualismo consagrado por la revolución de
1789. El individualismo "es la ausencia del concep-
to social en todas las cuestiones que interesan al hom-
bre. Es el considerarlo como un ser abstracto, per-
fecto, de quien dependería o nó vivir en sociedad, y
que no tiene en la vida social otro deber que el de no
hacer aquello que daña directamente a otro, en tanto
que el deber social consiste en hacer aquello que apro-
veche al bien común. Tal es la diferencia entre las
teorías de los economistas — esos doctores de la plu-
tocracia — y la concepción cristiana de la sociedad^
¿Hay nada más individualista que esta doctrina ne-
(110) Ibid, 209.
(111) Ibid, 222.
90
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
gativa del lazo social o que la definición de la pro-
piedad: el derecho de excluir a otro de un bien? Esos
dos ejemplos bastan, creemos, para caracterizar al
individualismo". (112).
La escuela moderna ha vuelto, además, a la noción
pagana e inhumana de la propiedad; la propiedad, en
realidad, es el fruto del trabajo social, es decir, del
trabajo ejecutado en sociedad: ella tiene como aquél
un carácter social, estando destinada a aprovechar
no solamente al propietario, sino también a la so-
ciedad. Tal es la concepción que tenían los doctores
cristianos medievales, por oposición a los antiguos,
que la definían — de la misma manera que hoy lo
hacen los economistas liberales — como el derecho
a un bien con exclusión de los demás, en lugar del
derecho a disponer para comunicarlo a los otros.
(113).
Si se quiere salvar la sociedad, afirmaba, es nece-
saria una contra-Revolución, tendiente a reconstruir
los organismos esenciales sobre los cuales la Revo-
lución ha ejercido su acción disolvente: la sociedad
religiosa, la sociedad doméstica, la sociedad profe-
sional.
La sociedad religiosa debe ser objeto preferen-
te de los estudios del reformador, porque ella es la
guardiana y la intérprete natural de la ley moral,
fundamento de la ley y de las sociedades civiles.
(112) Ibid. 228-29.
(113) Ibid, 210.
91
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
Después de la sociedad religiosa, nada más dig-
no de solicitud que la sociedad doméstica, la familia.
En tanto que no se haya dado a la familia, con la
plenitud de sus funciones, la ayuda social necesaria
a su ejercicio, se habrá obrado al contrario de lo que
reclaman los intereses sociales.
La sociedad profesional debe ser también resta-
blecida. No hay que pensar, desde luego, en reins-
talar la corporación de tipo antiguo: las circunstan-
cias han cambiado extraordinariamente. Lo que hay
que hacer es favocerer y guiai", en vistas al bien co-
mún, el impulso que toman en estos momentos las
asociaciones obreras.
Para la Tour du Pin las corporaciones del futuro
habrán de ser, a la vez, unidades económicas y poli-
ticas, aún cuando seria prematuro establecer el papel
que jugarán en la organización del Estado. (114).
León Harmel y las corporaciones cristianas
Esta breve reseña acerca de los orígenes del mo-
vimiento social católico en Francia, estaría incomple-
ta si pasáramos por alto la figura de León Harmel,
el bon pere de Val-des-Bois.
"La Economía moderna, dice Harmel, basada so-
bre el principio de la concurrencia y de la lucha, es
injusta y anticristiana. El trabajo, que debía consti-
tuir el lazo de unión entre los hombres, se ha conver-
(114) Ibid. 212-217.
92
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
tido, al contrario, en un elemento de disociación, de
odio, de lucha fratricida. En tanto que el Evangelio
dice : "Amaos los unos a los otros", la economía mo-
derna dice: "Destruios". La pretendida libertad
del trabajador no es más que una servidumbre, y
aquello que se habia creido debía realzar la digni-
dad del obrero, no ha servido, al contrario, más que
para rebajarla. El aislamiento ha engendrado la
desconfianza, más tarde, la rivalidad; la economía
se ha convertido, así, en el campo de luchas terribles,
cuyos clientes, patronos y obreros, son sucesivamente
rivales y enemigos. Es menester, pues, que aprove-
chándose de la ley sobre los sindicatos, los católicos
procuren crear sociedades profesionales. La expe-
riencia prueba que el sindicato mixto es uno de los
medios más eficaces para asegurar la paz social. La
organización profesional se impone como una cues-
tión de vida o muerte. Los enemigos del orden so-
cial trabajan con energía por agrupar en todas par-
tes los obreros, bajo pretexto de protección del tra-
bajo, pero, en realidad, para organizarlos como má-
quinas de guerra contra la sociedad. Es menester,
pues, que se formen grupos cristianos contra el mal
que nos invade". (115).
Harmel predicaba con el ejemplo: de sus fábri-
cas de Val-des-Bois hizo un modelo de corporación
cristiana, que funcionando desde 1867, ha atraído
(115) LEON HARMEL, Manuel d'une Corporation Chretienne,
p. 223.
93
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
siempre el interés y el respeto de todos aquellos que se
preocupan por los problemas del trabajo, (116).
El catolicismo social en Suiza: Mermillod
y Decurtins
El 23 de febrero de 1868, Mons. Mermillod, obis-
po auxiliar, de Ginebra, pronunciaba en la Iglesia de
Santa Clotilde, de París, un notable discurso, cuyo
tema central era el problema social obrero:
"Nuestro siglo, decía, vé levantarse delante de él
el terrible problema de la desigualdad de condicio-
nes. Es alli donde se encuentra el nudo de las di-
ficultades actuales, el enigma planteado al mundo
moderno por las ideas y por las cosas. . . A través de
nuestras agitaciones actuales, el ojo que quiere dis-
cernir el fondo de las cosas, ve enseguida que la cues-
tión social es la última palabra de todas nuestras lu-
chas . . . Ya los campos se forman, y nosotros nos pre-
(116) Sobre LEON HARMEL y sus iniciativas corporativas de
Val des Bois, puede leerse el interesantísimo estudio con-
tenido en la obra de GEORGES GUITTON, S. J. León
Harmel (2 tomos), París, 1927. El mismo Georges
Guitton, que se ha constituido en el biógrafo más auto-
rizado del famoso patrono cristiano, ha publicado una
síntesis de la obra anterior en su Vie ardent9 et
feconde de León Harmel, París 1929, y un pequeño es-
tudio titulado León Harmel et l'initiative ouvriere, París,
1938. Consultar también, para el estudio de su influen-
cia sobre el movimiento patronal católico en Francia, la
obra de PIERRE HENRY, Le Mouvement patronal catho-
lique en France, París 1936, pp. 4 7-91.
94
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
gun tamos si el mundo se convertirá en un campo de
bataiía, o si un tratado de paz será firmado entre ri-
cos y pobres,
"Las obras cristianas y nuestra actividad perso-
nal, deben aportar su vivo concurso a la solución pa-
cifica de esos innumerables problemas.
"No os extrañéis, pues, que la cátedra sagrada
los aborde con una valiente franqueza y que reclame
el derecho de iluminar estas cuestiones tenebrosas
amenazantes. Si es el honor de nuestro siglo i^lan-
tear esos grandes problemas a la humanidad, es tam-
bién honor eterno de la Iglesia sondearlos con valor
y resolverlos con energía".
Solamente la Iglesia, por su acción conciliadora,
podría procurar la paz, a juicio de Mermillod, entre
tantos odios y discordias. Pero las clases elevadas
han de concurrir sinceramente: su primer deber es
estudiar la situación tal cual ella es en realidad, y dar
el ejemplo, procurando ajuslar su vida a las normas
del cristianismo: "Lo que nos salvará, decía Mermi-
llod, no es un cristianismo débil y enervado, sino un
cristianismo serio y vivo, encarnándose en las virtudes
que atañen al pueblo y que le inspiran esas fuerzas
que hacen su alegría y su dignidad... no se podría
condenar a la vez las diversiones públicas del obre-
ro e ir a ver desnudos obscenos en los teatros; se pier-
de el derecho de reprochar al obrero, como un cri-
men, arruinarse en el cabaret, cuando en los clubs
elegantes se sacrifica en una noche el honor de la
familia y la fortuna de los hijos".
95
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
Los que interpretan el Evangelio no deben ha-
cerse cómplices de los abusos sociales, pues "no está
permitido tener dos doctrinas: la una para proteger
los refinamientos de la devoción: la otra para bende-
cir la cadena del pobre".
Cuando Monseñor Mermillod pronunciaba su dis-
curso en Santa Clotilde, "fué considerado como un
iluso; la sociedad elegante y corrompida del Impe-
rio, se escandalizó, y en los salones de París, la pa-
labra altiva y leal del obispo socialista produjo un
efecto inesperado y penoso". (117).
Años más tarde reafirmaría con mayor vigor su
posición social: "No solamente — decía Mermillod
presentando al ¡Soberano Pontífice los representantes
de la Unión Católica de Estudios sociales y económi-
cos — el derecho moderno no toma en cuenta
algunas leyes de la Iglesia, sino que las concep-
ciones que tenían esas leyes como punto de par-
tida, se han eclipsado del espíritu público; los princi-
pios sacados del Evangelio y puestos a la luz por los
doctores, especialmente por Santo Tomás dé Aquino,
se han obscurecido; se ha perdido la sana noción del
trabajo y de la propiedad, desconociendo las obliga-
ciones que ésta impone y los derechos que aquél con-
fiere. Habiéndose admitido hoy en día la lucha por
la vida como la ley de las relaciones humanas, el tra-
bajo es tratado como una mercancía, la existencia
del trabajador es sometida al libre juego de las fuer-
zas materiales, reduciéndolo a un estado que recuer-
(117) NITTI, ob. cit.. 247.
96
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
da la esclavitud pagana... La propiedad, tomada
únicamente en su sentido egoista, separada de las
obligaciones correspondientes que le hacen contra-
peso, ha tomado nuevamente el carácter absoluto que
tenia en tiempo del paganismo. En fin, la economia
racionalista, haciendo una distinción entre las cosas
\ su valor, ha establecido, como base del sistema de
producción y de cambio, la extracción previa de un
interés fijo en proporción del valor a repartir entre
todos aquellos que por su actividad, han cooperado
a la empresa. Se encuentran ahí, evidentemente, tra-
zos característicos de usura. El desorden ha llegado
en todas partes a tal punto que en el mundo entero
la cuestión social se ha impuesto a las preocupacio-
nes de todos".
En su posición frente a la intervención del Es-
tado en la cuestión social, Mermillod adoptaba la
áurea vía media: "Es necesario, decía en el Congre-
so de Lieja de 1886, evitar dos escollos: no hay que
rehusar la protección del Estado para aquellos que
tienen necesidad, y es menester guardarse de caer en
el extremo opuesto. No hay que ser ni de la escuela
pagana de Rousseau, ni sectario de una neutralidad
que acabaría por reducir a la nada los deberes de
los poderes públicos".
Figura excepcional y eminente, entre los católi-
cos de Europa, Gaspard Decurtins, fué durante mu-
97
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
chos años el impulsor decisivo del catolicismo social
en Suiza. "Erudito, elocuente, enérgico, dotado de
una incomparable capacidad de trabajo y de una in-
comparable potencia de voluntad" (118), Decur-
tins marcó todas sus actividades con un sello incon-
fundible: entre los católicos sociales de Francia, de
Austria, de otras regiones de Europa, el pueblo era
una masa separada: los más bellos discursos del Conde
de Mun, como dice Georges Goyau "no eran aquellos
en los cuales enseñaba al pueblo, sino los que con-
cluían con un: "Allez au peuple!" El pueblo, al con-
trario, he ahi el auditorio favorito del doctor Gaspard
Decurlins. Decurtins estaba hecho para hablar a las
masas, como de Mun para hablar en su favor. Esca-
la, si es necesario, la tribuna parlamentaria, pero pre-
fiere las tribunas populares. Domina, con su abrup-
ta y cálida elocuencia, esos inmensos concilios anua-
les a los cuales el mundo obrero suizo envía sus re-
presentantes. Decurtins era un miembro efectivo del
partido obrero. (119).
Desde el año de 1885, Decurtins, convertido en
jefe de los católicos suizos, trazaba las primeras lí-
neas de su programa social, invitando al Consejo Fe-
deral a revisar cuidadosamente la ley sobre la res-
ponsabilidad civil de los patronos: "Es menester,
escribía, que el obrero encuentre en su salario el equi-
valente de los peligros que corre. El exceso de pro-
(118) CHARLES BEÑO IST. Revue de Famille, 1893. I. 434.
(cit. por LEON GREGOIRE, Le Pape, les cathoUques et la
question sociale. 5^ edición, París 1921, p. 23).
(119) LEON GREGOIRE, ob. cit., 24.
98
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
ducciÓR, que se ha convertido en general y casi cons-
tante, es causa de que los salarios hayan llegado a
un mínimum y que no representen a menudo más
que aquello que es justamente indispensable para no
morirse de hainJjre. Es la terrible ley de hierro de
Lasalle. El término medio de los salarios es precisa-
mente aquél que permite a los obreros vegetar y re-
producirse. Este no puede elevarse a causa del exceso
de la producción, y no podria tampoco bajar, pues en
ese caso la mortalidad se encargarla de disminuir el
número de brazos disponibles. El Estado debe in-
tervenir, corregir la brutalidad de las leyes económi-
cas. El obrero tiene, como todos los demás, el de-
recho de existir. Es ese un principio de derecho na-
tural, al cual el Estado no puede renunciar sin dañar-
se, si quiere servir las altas aspiraciones de un ideal
de justicia. Es necesario que el salario satisfaga co-
mo mínimum a tres condiciones: subvenir a las ne-
cesidades de existencia del obrero, indemnizarlo del
peligro de muerte o de mutilación que corre al ser-
vicio de su patrón, darle, en fin, compensación por
el uso normal y regular de sus fuerzas".
Entre los más decididos empeños de Decurtins,
■estuvo siempre el de una legislación internacional,
que permitiera, sin inferioridad para ningún Estado,
aplicar las leyes sociales de mejoramiento obrero.
Aliado con Favon, director del diario radical Le Ge-
nevois, logró que el Consejo Federal Suizo convocara
Ja conferencia de Berna, que sería reemplazada, por
razones políticas, por la Conferencia Internacional
de Berlín.
99
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
Para mejor salvaguardia de los derechos obre-
ros, hizo adoptar la institución del Secretariado Obre-
ro, que no existia anteriormente en ningún otro país,
industrial de Europa.
La influencia de Decurtins en los medios obre-
ros de Suiza fué profunda: hacia fines del siglo XIX
contaba, no solamente con el apoyo de los católicos,
sino de la mayor parte de los trabajadores suizos,
cualesquiera que fuesen su partido o religión. De-^
curtins fué defensor ardiente de la Arbeiterbun, la
poderosa asociación de obreros suizos que constituía
un verdadero Estado dentro del Estado, logrando eiL
su seno la fusión de protestantes y católicos.
Decurtins trabajó tan bien y tan rápidamente
en Suiza que pronto la legislación obrera de ese país
fué la más audazmente desenvuelta. "Habcis sido
el primero que ha expuesto a la conciencia del pú-
blico europeo la condición de esos millares de personas
cuya vida entera no la constituye más que el trabajo",
le escribió en 1890 el Cardenal inglés Manning. (120).
Monseñor Pottier y la escuela de Lie ja
Gracias a la decidida protección del obispo de
Lieja, Mons. Doutreloux, se inicia en Bélgica, a par-
tir de 1880, una corriente social vigorosa, que al po-
co tiempo convierte a Lieja en uno de los princi-
(120) ASSOCIATION CATHOLIQUE, 1890, II, 96 (Cit. por
GREGOIRE, ob. cit. 25).
100
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
pales centros del catolicismo social. En los congresos
de 1886, 1887 y particularmente en el de 1890, se fija
de una manera casi definitiva la posición de los ca-
tólicos frente al problema social.
La Escuela de Lieja, se ha conocido también co-
mo escuela de la autoridad o de los reformadores ca-
tólicos; y es opuesta decididamente a la Escuela de
Angers o de los católicos conservadores o liberales.
Por sus ideas se refieren a la Escuela de Lieja
los franceses Alberto de Mun, La Tour du Pin, Har-
mel, Lecour-Grandmaison, de Pascal, de Cabrieres;
los alemanes Lehmkuhl, Lowenstein, Hitze, Winds-
thorst, Hertling, Bachem y el conde de Loe; el alsa-
ciano Winterer; los austríacos Blome y Kuefstein; los
ingleses Mons. Bagshawe y Lord Asliuburnham; el
íuizo Decurtins; el italiano Medolago-Albani; el es-
pañol Rodríguez de Cepeda; los belgas Mons. Dou-
treloux, duque de Ursel, Levie, Helleputte; los car-
denales — que envían por esci-íto sus informes al
congreso de 1890, — Gibbons, Manning, Lagenieux y
jMermillod.
El título de jefe de la Escuela de Lieja parece,
sin embargo, corresponder con justicia al belga Mons.
Pottier. (121).
Desde sus años de profesorado en el gran semi-
nario de Lieja, el abate Pottier había llegado a con-
clusiones firmes : ellas lo llevaban a reintegrar la mo-
lal en la economía, a someter el salariado, no sola-
•.(121) Cf. GEORGES LEGRAND, Les grands courants de la so-
ciologie catholique a l'heure presente, Paria, 1927, p. 63.
101
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
mente a leyes económicas, sino a leyes morales; a
restaurar la noción cristiana, tradicional, de la pro-
piedad, del trabajo y de la remuneración. (122).
En el informe que presentó al Tercer Congreso
de Lieja, en setiembre de 1890, bajo el titulo "Lo que
hay de legítimo en las reivindicaciones obreras", la
doble noción del salario justo y del salario mínimo
— que muy pronto debia consagrar la Enciclica Re-
rum Novarum de León XIII, — era objeto principal
de sus preocupaciones.
Al mismo tiempo reclamaba que los católicos se
unieran en un programa común, para asi "en la uni-
dad de la verdad, tener fuerza en la acción". (123)^
La Unión de Friburgo
En octubre de 1884, Monseñor Mermillod, obispo
de Friburgo, recibía con Rene de La Tour du Pin y
Luis Milcent, a un alemán, el Príncipe de Loevensteiu
y a un austríaco, el conde Kuefstein: el movimiento
social católico se implantaba sobre nuevas bases:
aquella recepción tenía por objeto estudiar el proyec-
to de creación de un centro católico internacional de
estudios sociales.
Tres fuentes, confluían en ese salón episcopal:
el grupo de Cristianos sociales de lengua alemana, el
(122) Ibid. p. 69.
(123) Ibid, 74.
102
LOS CATOLICOS FÍENTE A LA CUESTION SOCIAL
Consejo de estudios de la Obra de los Círculos Cató-
licos de Francia, y el Comité íntimo instituido ha-
cía dos años en Roma por León XIII. (12^4).
La Unión de Fribiirgo pretendía seivir de centro
y de lazo de unión entre las asociaciones de estudios
sociales formadas por los católicos de diversos paí-
ses.
El régimen del trabajo, el régimen de la propie-
dad, la posibilidad de una organización corporativa,
fueron seriamente discutidos en las reuniones anua-
les de Friburgo. Los informes preparatorios perma-
necían confidenciales; sólo se publicaban las conclu-
siones resumidas en algunas breves fórmulas, y aún
esta misma publicidad era considerablemente res-
tringida.
Sin ser secreta, la Unión de Friburgo pretendió
una labor discreta, apartada de las criticas apasiona-
das de la opinión.
Entre 1885 y 1891, la Unión vió desfilar por sus
salones, a los franceses Alberto de Mun, La Tour du
Pin, el P. de Pascal y Milcent; los alemanes Lowens-
tein y Lehmkuhl; los austríacos Conde de Blome,
Conde de Kuefstein y el P. de Weis; los suizos Decur-
tins y Python; los belgas Helleputte y el duque d'Usel:
los italianos Toniolo, Medolago y el P. Liberatore; el
español de Cepeda.
La Unión de Friburgo no tardó en convertirse en
un laboratorio de estudios, que inspirándose en la
(124) GEORGES GUITTON, I89I, Une date dans rHisloire des
travailleurs, pp. 15-39.
103
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
Summa Theologica de Santo Tomás, pretendía apli-
car el pensamiento cristiano a la solución de los pro-
blemas contemporáneos.
Entre las tesis que aceptó la Unión de Friburgo,
se encontraban las siguientes:
1) El trabajo engendra para el trabajador un
derecho moral, y por consiguiente, para la sociedad,
el deber correspondiente de velar porque en tesis ge-
neral, el trabajador pueda, por medio de un trabajo
moderado, procurarse una subsistencia suficiente pa-
ra sí V para los suyos,
2) En tesis general, los poderes públicos (cor-
poraciones, comunas, estados), deben abstenerse dé
una intervención directa y favorecer más bien la par-
tición equitativa y justa, mediante una buena orga-
nización del trabajo. Dondequiera que el contrato
libre entre patrono y obrero acarree, sea la opresión,
sea el peligro de opresión de éste por el primero, los
poderes públicos pueden y aún deben, según las cir-
circunstancias, ejercer su acción a fin de que los tra-
bajadores reciban, cuando menos, la subsistencia ne-
cesaria para ellos y sus familias y para procurar re-
medio a la miseria.
3) El régimen corporativo, es el modo de or-
ganización social que tiene por base la agrupación
de los hombres según la comunidad de sus intereses
naturales y de sus funciones sociales, y por corona-
miento necesario, la representación pública y distinta
de esos diferentes organismos. El restablecimiento
de la corporación profesional es una de las aplica-
ciones parciales de ese sistema.
1C4
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
Las diversas proposiciones elaboradas lentamen-
te en la Unión de Friburgo, fueron trasmitidas al Va-
ticano en 1888: tres años más tarde León XIII iba
a confirmar con autoridad pontificia, los actos de
aquellos católicos ejemplares, admitiendo en la carta
magna del obrerismo católico, la Encíclica Rerum
Novarum, la mayor parte de sus principios.
105
c) la (/^ 6(idai de ta Intuía
c)-LA VOZ OFICIAL DE LA IGLESIA
Una fecha histórica
pL 15 DE MAYO DE 1891, todas las miradas del
orbe cristiano se dirigían a Roma: un Papa,
que ya se había distinguido por su apoyo a los católi-
cos sociales de Europa y América, abordaba resuelta-
mente la cuestión social en un amplio y densísimo do-
cumento. El antiguo cardenal Joaquín Pecci, quien
ya como Arzobispo de Perusa, había dado innegables
manifestaciones de preocupación por la suerte de las
clases proletarias, convertido en Sumo Pontífice, to-
maba desde el Vaticano la defensa de los trabajadores
oprimidos por el yugo de la economía moderna: el
día de San Juan Bautista, promulgaba en Roma la
Encíclica Rerum Novarum, S. S. León XIII.
109
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
León XIII proclama la gravedad de Ix
cuestión obrera
Comienza la Encíclica Rerum Novarum, asentan-
do la gravedad de la cuestión obrera: "Los aumen-
tos recientes de la industria y los nuevos caminos
por que van las artes, el cambio obrado en las re-
laciones mutuas de amos y jornaleros, el haberse acu-
mulado las riquezas en unos pocos y empobrecido la
multitud; y en los obreros la mayor opinión que de
su propio valer y poder han concebido, y la unión
más estrecha con que unos y otros se han juntado ; y
finalmente, la corrupción de las costumbres, han he-
cho estallar la guerra". (125). No hay ya cuestión
ninguna, por grande que sea, que con más fuerza que
esta preocupe los ánimos de los hombres: de ahí la
viva expectación que tiene los ánimos suspensos, las
juntas de los prudentes, las asambleas populares y
el juicio de los legisladores.
Sin embargo, es difícil y no carece de peligros,
señalar la medida justa de los derechos y deberes en
que ricos y proletarios, capitalistas y operarios de-
ben encerrase : hombres turbulentos y maliciosos, por
otra parte, tuercen la contienda para pervertir el jui-
cio de la verdad y mover a sediciones la multitud.
Como quiera que sea, León XIII, se siente obligado a
hablar: "vemos claramente, dice, y en esto convie-
nen todos, que es preciso dar pronto y oportuno au-
xilio a los hombres de ínfima clase, puesto caso que
(125) Enciclica Rerum Novarum, I.
liO
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
sin merecerlo, se hayan la mayor parte de ellos en
una condición desgraciada y calamitosa". (126).
La destrucción de las corporaciones y la ausen-
cia de protección legal, ha entregado los obreros, so-
Ios e indefensos, a la inhumanidad de sus amos y a la
desenfrenada codicia de sus competidores: la usura,
por su parte, ha venido a aumentar el mal, pues aun-
que condenada repetidas veces por la Iglesia, sigue
siempre ejercitada por hombres avaros y codiciosos.
La industria moderna ha llevado a la concentra-
ción económica: la producción y el comercio de to-
das las cosas está casi todo en manos de pocos; esa
pequeña minoría de hombres opulentos y riquísimos,
"ha puesto sobre los hombros de la multitud innu-
merable de proletarios, un yugo que difiere poco del
de los esclavos". (127).
Es necesaria la colaboración de la Iglesia
Después de rechazar la solución propuesta por
los socialistas, como perjudicial al obrero, injusta y
subversiva (128), dice León XIlí que seria inútil pre-
tender resolver enteramente la cuestión social, si no
se acude a la Religión y a la Iglesia; porque ella
cuenta no sólo con muchas útilísimas instituciones
para el mejoramiento de la situación de los prole-
(126) Rerum Novarum, 2.
(127) Reram Novarum, 2.
(128) Rerum NoTarum, 3-12
111
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
tarios, sino con las doctrinas del Evangelio, que rigen
con sus preceptos la vida y las costumbres; madre
común, puede dirigirse, además, a todas las clases
sociales, a fin de que se unan en común esfuerzo para
poner remedio a las necesidades de los obreros^
(129).
Entender, además, en su realidad y apreciar en
su justo valor las cosas perecederas, es imposible si
no se ponen los ojos del alma en la otra vida impe-
recedera: los dogmas de la fé cristiana, las terribles
amenazas de Jesucristo contra todos aquellos que hi-
cieren mal uso de sus riquezas, han de conmover a
los católicos y propender a una unión más íntima y
amistosa de una clase con otra. (130).
Los instrumentos de que para mover los ánimos
se sirve la Iglesia, reciben su eficacia del mismo Dios :
son ellos los únicos que pueden llegar hasta los se-
nos recónditos del corazón y hacer al hombre obe-
diente y pronto a cumplir con su deber, y que gobier-
ne los movimientos de su apetito y ame a Dios y al
prójimo con singular y suma caridad. (131).
La intervención del Estado
No se puede dudar que para conseguir el fin de
concordia propuesto, se requieren también medios
(129) Rerum Novarum, 13.
(130) Rerum Novarum, 18.
(131) Rerum Novarum, 22.
112
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
materiales. El Estado puede y debe ayudar a resolver
la cuestión : el deber de los que gobiernan es hacer que
de la misma conformación y administración de la
cosa pública, brote la prosperidad, asi de la comuni-
dad como de los particulares. La probidad de las
costumbres, la rectitud y orden de la constitución de
la familia, la observancia de la religión y de la jus-
ticia, la moderación en imponer y la equidad en re-
partir las cargas públicas, el fomento de las artes y
del comercio, una floreciente agi'icultura y otras co-
sas semejantes, son de lo que más eficazmente con-
tribuye a la felicidad de un pueblo. Pero debe te-
nerse en cuenta otra cosa que va más al fondo de la
cuestión: que en la sociedad civil una es, e igual, la
condición de las clases altas y la de las Ínfimas. Por-
que son los proletarios, con el mismo derecho que los
ricos, y por su naturaleza, ciudadanos; además de
que en toda ciudad es la suya la clase sin compara-
ción más numerosa. La autoridad pública debe te-
ner cuidado conveniente del bienestar de la clase pro-
letaria, fomentando todas aquellas cosas que se vea
pueden aprovecharle en algo: con razón podría de-
cirse que no de otra cosa sino del trabajo de los óbre-
los, salen las riquezas de los estados: justo es, pues,
que les corresponda algo de lo que aportan a la co-
mún utilidad. (132).
En la protección de los derechos de los particula-
res, débese tener cuenta principalmente con los de
clase ínfima y pobre, "porque la clase de los ricos,
como que se puede amurallar con sus recursos pro-
(132) Rerum Novarum, 27.
113
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
pios, necesita menos del amparo de la pública auto-
ridad; el pobre pueblo, como carece de medios pro-
pios con que defenderse, tiene que apoyarse grande-
mente en el patrocinio del Estado. Por esto, a los
jornaleros que forman parte de la multitud indigen-
te, debe con sigular cuidado y providencia cobijar el
Estado". (133).
En lo que toca a la defensa de los bienes corpo-
rales y externos, lo primero que hay que hacer es
librar a los pobres obreros de la crueldad de hom-
bres codiciosos, que a fin de aumentar sus propias
ganancias, abusan sin moderación alguna de las per-
sonas, como si no fuesen personas sino cosas. (134).
El Estado debe velar por que el salario no sea
insuficiente para la sustentación de un obrero frugal
y de buenas costumbres (135), por que se dé a los
trabajadores tanto descanso cuanto compense las
íuerzas gastadas en el trabajo, teniendo especialisi-
mo cuidado en lo que se refiere al empleo de niños
o de mujeres, que por su condición de tales no pue-
den soportar duras tareas (136). Debe, además, fo-
mentar el ahorro y facilitar la adquisición de la pe-
queña propiedad por parte de los trabajadores (137)
y evitar en general las huelgas, apartando a tiempo
Jas causas posibles de conflictos. (138).
(133) Rerum Novarum, 29.
(134) Rerum Novarum, 33.
(135) Rerum Novarum, 34.
(136) Rerum Novarum, 33.
(137) Rerum Novarum, 35.
(138) Rerum Novarum, 35.
114
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
Limites de la intervención autoritaria
A igual distancia de los liberales — que negaban
toda intervención al Estado — y de los socialistas, que
reclamaban la absorción completa de las actividades
por la comunidad, defendía León XIII que a los par-
ticulares se les dejara en libertad de obrar en todo
aquello que, salvo el bien común y sin perjuicio de
nadie, se puede hacer. (139).
Para que no se entrometa demasiado la autori-
dad, sería prudente reservar la decisión de todas las
cuestiones concernientes al trabajo y las empresas, a
las corporaciones.
Pero si ello no fuere posible y se hubiera hecho
o amenazara hacerse algún daño al bien de la comu-
nidad o al de alguna de las clases sociales, y si tal
daño no pudiera de otro modo remediarse o evitarse
menester es que le salga al encuentro la pública au-
toridad. (140).
Por esto, "si acaeciere alguna vez que amenaza-
len trastornos, o por amotinarse los obreros, o por de-
clararse en huelga; que se relajasen entre los pro-
letarios los lazos naturales de la familia; que se hi-
ciese violencia a la religión de los obreros, no dán-
doles comodidad suficiente para los ejercicios de pie-
dad; si en los talleres peligrase la integiúdad de las
costumbres, o por la mezcla de los dos sexos o por
(139) Rerum Novarum, 28.
(140) Rerum Novarum, .28.
115
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
otros perniciosos incentivos de pecar; u oprimieren
los amos a los obreros con cargas injustas o condi-
ciones incompatibles con la persona y dignidad hu-
manas; si se hiciera daño a la salud con un trabajo
desmedido o no proporcionado al sexo ni a la edad;
en todos estos casos es claro que se debe aplicar,
aunque dentro de ciertos limites, la fuerza y autori-
dad de las leyes". (141).
Pero aún entonces, los limites de la intervención
quedan determinados por el fin mismo por que se
apela al auxilio de las leyes, "no debiendo éstas abar-
car más ni extenderse más de lo que demanda el re-
medio de estos males o la necesidad de evitarlos".
(142).
Papel de las asociaciones profesionales
Los amos y los mismos obreros, dice León XIII,
pueden hacer mucho para la solución de esta con-
tienda, estableciendo medios de socorrer convenien-
temente a los necesitados y acortar las distancias en-
tre unos y otros.
Entre estos medios deben contarse las asociacio-
nes de socorros mutuos, y esa variedad de cosas que
la previsión de los particulares ha establecido para
atender a las necesidades del obrero y a la viudez de
su esposa y orfandad de sus hijos; y en caso de re-
(141) Rerum Novarum, 29.
(142) Rerum Novarum, 29.
116
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
pentinas desgracias o de enfermedad y para los otros
accidentes a que está expuesta la vida humana, y la
fundación de patronatos para niños y niñas, jóvenes
y ancianos. (143).
Pero corresponde el primer lugar a las asocia-
ciones de obreros, cuyos beneficios en la antigüedad
fueron tan evidentes, bajo la forma de corporacio-
nes o gremios de artesanos. No se trata, desde luego,
de revivirlas en su forma original : como éste nuestro
siglo es más culto y mayores las exigencias de la vi-
da cotidiana, preciso es que los tales gi-emios o aso-
ciaciones de obreros se acomoden a las necesidades
del tiempo presente.
Esas sociedades o corporaciones existen por de-
recho natural: a no ser que de propósito se pretenda
mediante ellas algo que a la probidad, a la justicia,
al bien del Estado claramente contradiga, la autori-
dad pública no tiene poder para prohibir su existen-
cia. (144).
Hay algunas de esas asociaciones, fundadas por
el celo de católicos eminentes, con la ayuda de las
cuales pueden fácilmente los obreros procurarse, no
sólo algunas comodidades en lo presente, sino tam-
bién la esperanza de un honesto descanso en lo por-
venir. Deber del Estado es proteger esas asociacio-
nes, aunque sin entrometerse en su ser intimo y en
las operaciones de su vida.
(143) Rerutn Novarum, 36.
<I44) Rerum Novarum, 38,
117
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
Estos grupos de obreros solos o de obreros y ca-
pitalistas, que León XIII "vé foi'marse con gusto, de-
seando que crezcan en número y actividad", pueden
desempeñar un papel de primera importancia en la
í-olución de los conflictos entre patronos y trabajado-
res. Sería de desear, afirma el Papa, que para el
caso de que alguno de la clase obrera o patronal cre-
yese que se le había faltado en algo, pudiera recurrir
directamente, en la misma corporación, al arbitrio de
varones prudentes e íntegros, a cuya autoridad co-
rrespondiera dirimir la cuestión. (143).
Frutos de la Encíclica Rerum Novarum
La Encíclica, dice Ferdinand Cavallera, "sor-
prendió a unos, escandalizó a otros, fué para mu-
chos la ocasión de ilustrarse sobre los males de la
situación actual, provocó ásperas contradicciones, y
aún entre los católicos, oposiciones e incomprensio-
nes que paralizaron lamentablemente su acción, par-
ticularmente en lo que concierne a la organización
profesional". (146).
Pero, por otra parte, fué el punto de partida de,
un inmenso movimiento social en todos los países.
No faltaron la admiración y el elogio. El Economiste
Francais, órgano de la ortodoxia liberal y poco adic-
to a la escuela social católica, reconocía, sin embar-
go, el 3 de octubre de 1891, que "si el Santo Padre no
estuviera por encima de todas las distinciones mun-
(145) Rerum Novarum, 43.
(146) Ob. cit., p. 42.
118,
LOS CATOLICOS FRÉNTE A LA CUESTION, SOCIAL
dañas, la Academia de Ciencias Morales y Políticas,
podría elegirlo, por unanimidad, como uno de sus
miembros".
El Cardenal Gibbons, a través del Atlántico es-
cribía que "en ninguna parte ocupaba León XIII un
sitio más elevado en el pensamiento público, como en
el seno de ese grande y libre país de los Estados Uni-
dos".
Pero fué entre los trabajadores, donde la Encí-
clica fué recibida con más franco entusiasmo. A
los pocos meses de darse a la publicidad la Rerum
Nouarum, tenia lugar en Suiza un Congreso de Aso-
ciaciones Obreras. De sus trescientos delegados, di-
ce Georges Guitton (147), la mayor parte eran hugo-
notes, muchos incrédulos, bastantes socialistas. En
esa heterogénea asamblea, se vió, sin embargo, acla-
mar las doctrinas de León XIII y votar casi unánime-
mente la moción siguiente : "Se invita a las organi-
zaciones católicas obreras, a desarrollar una propa-
ganda internacional a favor de la realización de los
postulados que León XIII ha enunciado en su Encí-
clica sobre la cuestión obrera".
La Encíclica Rerum Novarum, permitió a los ca-
tólicos orientar sus esfuerzos sobre una base doctri-
nal común. A partir de 1891 la acción se afirma:
(147) Ob. cit., p. 2.
119
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
"Fortalecidos intelectualmente, y guiados por la fi-
losofía de Santo Tomás de Aquino, que León XIII
había puesto en sitio de honor desde los comienzos de
su reinado, los teólogos releyeron con preocupaciones
nuevas los Padres de la Iglesia y el Evangelio, des-
cubriendo principios básicos, cuya aplicación concre-
ta a las condiciones de la vida actual, fué para mu-
chos cristianos una revelación". (148).
Revistas, manuales y diarios, surgieron en todas
partes. En Lyon vió la luz pública, hacia fines de
1892, la Chronique des Comités du Sud-Est, qus diez
y seis años más tarde habría de convertirse en la
Croniqiie Sociale de France; en París, la revista Le
Sillón, fundada en enero de 1894 por Paul Renaudin;
en Lila, La Democratie Chretienne.
En Inglaterra, el Cardenal Manning recibía en-
tusiasmado la Encíclica Pontificia: "Desde que las
palabras divinas, "Yo tengo compasión de la multi-
tud'' fueron pronunciadas en el desierto, escribía en
la Dnblin Review, ninguna voz se ha oído a través
del mundo abogando por el pueblo, con tan profun-
da y amante simpatía por aquellos que se fatigan y
sufren, como la voz de León XIII... León XIII, mi-
rando desde la torre de observación del mundo cris-
tiano, como San León el Grande acostumbraba de-
cir, tiene frente a sí lo que ningún Pontífice había
visto todavía: todos los reinos del mundo, con sus
sufrimientos". (149).
(148) GEORGES GUITTON, ob. cit., 118.
(149) Cít. por PUTMAN McENTEE, The social catholic move-
jnent in England, p. 3 3.
120
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
Los estudios de sociología cristiana, en abierta
contradicción con la economía liberal, se multipli-
can. En 1895 aparece el primer fascículo del R. P.
Henri Pesch, El Liberalismo, el Socialismo y la Socio-
logía cristiana; en 1896 el Manual social cristiano del
R. P. Dehon y el Curso de Economía Social del R. P.
Carlos Antoine.
Entre los católicos germinan los centros nacio-
nales de estudios sociales: el Volksverein de Mün-
chen-Gladbach, en Alemania; La Ligue democratique
y más recientemente el Secretariat general des oeuvres
sociales, en Bélgica ; V Association Po pulaire Catholique,
en Suiza; L' Association Catholique Sociale, en los Paí-
ses Bajos; el Katolikus Nepszovetseg, en Hungría; el
Volksbund des Katoliken Oesterreichs, en Austria; la
Catholic Social Guild, en Inglaterra; la Unión Econó-
mico Sociale, que más tarde había de ser reemplaza-
da por la Giunta céntrale dell'azione cattolica, en Ita-
lia; el Fomento Social, en España. En el Canadá,
en Estados Unidos, Colombia, México, Argentina, Chi-
le, se fundan asociaciones análogas. En Francia, la
Action Populaire se inicia en Reims el año de 1903.
Después de la guerra de 1914-1918, se crea un
nuevo centro de estudios internacionales en Malinas,
alrededor del Cardenal Mercier. A la luz de la Re-
rum Novarum, se establece allí una verdadera sínte-
sis católica en el Código Social, recopilación de las
tesis aprobadas en las seis primeras sesiones del año
de 1927.
El movimiento sindical católico cobró un impul-
so decisivo con la nueva Carta del Trabajo Cristiano :
121
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
en Francia ha sido incontestable la fuerza de la Con-
federation Fiancaise des Travailleurs Chretiens; en.
Alemania, en Bélgica, en los Países Bajos, el sindica-
lismo cristiano llegó a representar una fuerza consi-
derable. La Internacional Sindical Cristiana de
Utrecht agrupaba, antes de cumplirse los cuarenta
años de la Reruni Novarum, dos millones y medio de
trabajadores.
El fruto conseguido en el campo legislativo, fué
profundo: fué un gobierno católico el primero que
estableció en Europa un Ministerio del Trabajo. (150).
En Francia los esfuerzos legislativos del abate
Lemire, el abate Gayraud, Henri Cochin, Dussaussoy,
Dansette, Motte, Laurens Castelet, de Gailhard-Ban-
cel, Jacques Piou, Leonce de Castelnau, Louis Olivier,
estuvieron asentados sobre la base doctrinal de la
Encíclica.
Católicos eminentes, defensores de la doctrina so-
cial de León XIII, han tenido una influencia evidente
en la política del trabajo de muchas naciones: bás-
tenos citar a Seipel, Presidente varias veces del Con-
sejo en Austria; al jefe del Gabinete holandés, No-
lens; a Sramek, ministro de higiene y de previsión
social en Checoeslovaquia; Brauns, ministro del tra-
bajo durante ocho años en Alemania; Korochet, mi-
nistro y presidente del Consejo en Checoeslovaquia;
Vass, ministro de varias carteras en Hungría; a los
cuales habría que añadir los más recientes ejemplos
(150) En Bélgica. 25 de mayo de 1895.
122
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
de Oliveira Salazar en Portugal, de de Valera en Ir-
landa, y del sacrificado DoIIfus en Austria.
La colaboración de los católicos a la fundación
y funcionamiento del Bureau Internacional del Tra-
bajo ha sido fructuosa: en definitiva, el Bureau no
es más que la culminación del viejo sueño de De-
curtins y de los ensayos internacionales de la Unión
de Friburgo y los Congresos de Lieja,
El primer Director del Bureau Internacional del
Trabajo, Albert Thomas, escribía al respecto en 1931,
que la semilla de una organización internacional del
trabajo, habia sido sembrada en una tierra cuidado-
samente preparada desde hacía largos años por óbre-
los entusiastas de la justicia social, entre otros, por
aquellos que se reclamaban discípulos de la Rerum
Nouarum. (151).
El año anterior no habia titubeado en declarar
que la doctrina originada de Rerum Novarum, cons-
tituía, en materia de reivindicaciones sociales, la ba-
se común de los diversos partidos políticos, que sin
ser confesionales se inspiran en el catolicismo: "Ella
aparece como un signo de unión, y opera como un
factor de aproximamiento". (152).
De la acción social fecunda iniciada por la Je-
rarquía Eclesiástica en todos los países, después de
la promulgación de la Rerum Novarum, da fé esa
impresionante recopilación de documentos publica-
(151) ALBERT LE ROI, CathoHcisme Social et organisation In-
ternational du travail, París, 193 7, p. 16.
(152) GEORGES GUITTON, ob. cit. 140.
123
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
da en 1931 por la Unión Internacional de Estudios So-
ciales de Malinas: La Hierarchie Catholique et le Pro-
bleme Social. (153).
Un grueso volumen de 336 páginas, apenas si bas-
ta para señalar los títulos, fechas y nombres de los
autores de los documentos sociales emanados de las
autoridades eclesiásticas, con una ligerísima indica-
ción acerca de su contenido. Aunque, desde luego, de
desigual valor, ese inventario metódico de documen-
tos — que abarca alrededor de unos 2.000 — debe,
sin duda alguna, como lo indica una nota de redac-
ción "reconfortar a los hijos de la Iglesia Católica"
fc "interesar aquellos de sus hermanos que viven a
su lado". El es muestra de la vitalidad social del
catolicismo, en el primer tercio transcurrido del siglo
XX.
Reafirmación doctrinal de Pío XI
A los cuarenta años de la Rerum Novarum, otro
documento pontificio, la Encíclica Quadragesimo
Anno, promulgada por S. S, Pió XI, el 15 de maj-o de
1931, vino a reafirmar la posición doctrinal de la
Iglesia Católica frente a la cuestión social.
La Encíclica es, en iDrimer lugar, como expresa
Joaquín Azpiazu, "el reconocimiento claro y explí-
cito de las verdaderas doctrinas de León XIII, doctri-
nas que en el transcurso de cuarenta años de produc-
(153) Edit. "Spes", París. 1931.
124
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
ción acelerada, capitalismo absorbente y luchas so-
ciales enconadísimas, no solamente no perdieron na-
da de su fuerza, sino que ganaron continuamente te-
ireno, tanto en el campo de las ideas como en el de
los hechos. Al mismo tiempo, la Encíclica Quadra-
gesimo Anno, representa una expresión más fija y
exacta de muchas ideas de León XIII. El progreso
económico habia sido inusitado, los avances del ca-
pitalismo enormes, la dominación del socialismo ate-
rradora y, sin embargo, las ideas directrices de Pío
XI son las mismas: defensa de la propiedad, enalte-
cimiento del ti'abajo, determinación del salario justo,
intervención obligatoria del Estado, instauración de
im ordenamiento corporativo, si bien deíermmando
de manera más explícita la doble función individual
y social de la propiedad privada, el doble aspecto in-
dividual y social del trabajo humano". (154).
Junto a la Encíclica Quadragesimo Anno, "La
Encíclica de la Justicia Social" como la llamó Oswald
V. Nell-Breuning, otra Encíclica del mismo Papa Pío
XI, vino a completar el cuadro de documentos ponti-
ficios sobre el problema obrero contemporáneo: la
carta Divini Redemploris, sobre el comunismo ateo,
promulgada en Roma el 19 de marzo de 1937.
La posición social de S. S. Pío XII
Desde el año de 1939, ocupa la cátedra de Pedro
un Santo Padre en quien se unen las virtudes del
(154) JOAQUIN AZPIAZU, Direcciones PonUficias, 3? edición,
Madrid, 1933, pp. 130-131.
125
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
cristiano ejemplar y la sagacidad y el talento del
hombre público: el Papa Pió XII. En los pocos años
de su agitado reinado, se le ha visto abordar con
ciencia profunda e infatigable celo las más delica-
das cuestiones: su prudencia, sabiduría y santidad,
JO hacen en esta hora peligrosa, seguro puntal de la
Iglesia de Cristo.
Albert Miiller ha recogido en un grueso folleto, La
pensee sociale de S. S. Píe XII (155), aspectos diversos
de la actitud del antiguo cardenal Pacelli frente a los
problemas de orden civil, social e internacional. Na-
da hace presumir que el discípulo de Pío XI contra-
dirá desde el Vaticano la doctrina social del anterior
Pontífice; ni desautorizará, como jefe de la cristian-
dad, su palabra como Nuncio de la Santa Sede en Ale-
mania, Secretario de Estado y Legado pontificio.
En el más solemne de sus actos pontificios, la
Encíclica Summi Pontificatus, aunque destinada prin-
cipalmente a analizar la situación creada por la pre-
sente guerra mundial. Pío XII señala el mal principal
— como León XIII y Pío XI — en el interior de las
conciencias. Lo que dice del orden internacional,
puede, con igual derecho, aplicarse al orden interno de
las naciones: "La salvación de los pueblos, dice, no
viene de los medios externos, de la espada, que puede
imponer condiciones de paz, pero no crear la paz.
Las energías que deben renovar la faz de la ^ierra,
tienen que proceder del interior del espíritu". (156).
(155) Edit. "Spes". París, 1939.
(156) Encíclica Summi Pontificatus, 20 de octubre de 1939, (32)-
126
LOS CATOLICOS FRENTE A LA CUESTION SOCIAL
Refiriéndose más concretamente a las causas de
las perturbaciones que aquejan a la humanidad ac-
tual, dice que "si es verdad que ellas provienen en
parte del desequilibrio económico y de la lucha de
intereses por una distribución más justa de los bie-
nes que Dios ha concedido a los hombres... no es
menos verdad que su raiz es más profunda e inter-
na, pues toca a las convicciones religiosas y a las
creencias morales". (157).
"Ante todo es cierto, que la raiz profunda y últi-
ma de los males que deploramos en la sociedad mo-
derna, es el negar y rechazar una norma de morali-
dad universal, asi en la vida individual como en la
vida social y en las relaciones internacionales . . . Aho-
ra bien: la negación de la base fundamental de la
moralidad tuvo en Europa su raiz originaria en la
separación de aquella doctrina de Cristo de la que
es depositaria y maestra la cátedra de Pedro. . . aban-
donado el magisterio infalible de la Iglesia, no po-
cos hermanos separados llegaron hasta negar el dog-
ma central del cristianismo, la divinidad del Salva-
dor, acelerando así el proceso de disolución espiri-
tual". (158).
Por eso, si se quiere paz duradera, así en la vida
nacional como en la internacional "el orden nuevo
del mundo, una vez que cesen las amarguras y las
crueles luchas actuales, no deberá en lo adelante apo-
yarse sobre la incierta arena de normas mudables y
(157) Ibid, (32).
(158) Ibid, (11-12).
127
DR. FRANCISCO ALFONZO RAVARD
efímeras, abandonadas al arbitrio del egoísmo colec-
tivo e individual", sino más bien "sobre la roca in-
conmovible del derecho natural y de la revelación
divina". (159).
(159) Ibid, (32).
i2S
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134
ImUcc
INDICE
Pág.
Prólogo Vil -XI
Introducción 3—5
a) LOS PRINCIPIOS SOCIALES DEL CATOLICISMO 9-40
SUMARIO: El catolicismo, doctrina social por ex
celencia (9-1 I). — Las enseñanzas sociales de Je-
sucristo (12). El contenido social del Evangelio
(13-17). ¿Hay una doctrina social en el Evan-
gelio? (17-18). Carácter impersonal del Evange-
lio (18-20). Lo fundamental en el pensamiento
cristiano (20-22). — Los principios fundamentales del
catolicismo y su trascendencia social (22-2 7). —
Las leyes sociales de la justicia y de la caridad
(27-35). — El Evangelio y los bienes terrestres
(35-40).
b) EL INDUSTRIALISMO DEL SIGLO XIX Y LA RE-
ACCION DE LOS CATOUCOS SOCIALES . . . . 43-105
SUMARIO: La continuación de una vieja tradición
(43-44). — Los primeros ensayos católico-sociales
Pág.
en el siglo XIX (44-45). — El Libro de los Afligidos
y la Economía Política Cristiana de Alban de Ville-
neuve Bargemont (45-47). Un activo decenio
(47-48). Dos precursores españoles (48-51).
Una pastoral del Cardenal de Croi y la "Memoria
sobre la cuestión obrera" de Monseñor Rendu
(51-51).— L'Ere Nouvelle (52-54).— Un gran so-
ciólogo católico: Le Play (54-57). Ketteler: el
iniciador del movimiento social-católico (57-64).
La influencia de Ketteler y la escuela social cató-
lica alemana (64-68). El catolicismo social en
Austria (68-72). — El Cardenal Manning y los orí-
genes del movimiento social católico en Inglaterra
(73-79). Católicos liberales e intervencionistas en
Francia (79-81). El Conde de Mun y la Obra de
los Círculos Católicos de Obreros (8) -89). El pen-
samiento social del Marqués de La Tour du Pin
(89-92). León Harmel y las Corporaciones Cris-
tianas (92-94). El Catolicismo Social en Suiza:
Mermillod y Decurtins (94-100). Monseñor Pot-
tier y la Escuela de Lieja (100-102). — La Unión de
Friburgo (102-105).
e) LA VOZ OFICIAL DE LA IGLESIA 109-128
SUMARIO: Una fech.i histórica (109).- León Xlll
proclama la gravedad de la cuestión obrera (110-
1 1 I). Es necesaria la colaboración de la Iglesia
( 1 1 I-l 12).-La intervención del Estado (112-114).
Límites de la intervención autoritaria (115-
1 16). Papel de las asociaciones profesionales (116-
I 18). Frutos de la Encíclica Rerum Novarum
1 18-124). — Reafirmación doctrinal de Pío X! (124-
123). La posición social de S. S. Pío Xll (125-
128).
Bibliografía
131-134
ESTE I.IBHO HA SIDO IMPHESO EN I.OS TALLKHES DE LA
C. A. ABTES GRAFICAS . CARACAS 1913