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Full text of "Los católicos frente a la cuestión social"

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1753 


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)r.  Francisco  Alfonzo  Ravard 


CATOLICOS 


^uhU  a  ta 

CUESTION  SOCIA 


PROLOGO  DEL  DR.  HECTOR  CUENC 


JU^  Católicos  ^i^HÍc 
a  ta  CuesUán  Social 


Del 


mismo 


autor: 


LA  CUESTION 
SOCIAL 


Obra  laureada  por  ¡a 
Universidad  Central 
de  Venezuela. 


Un  volumen  de  454  pp. 
Caracas  -  1942. 


Dr.  FRANCISCO  ALFONZO  mAVARP 


Los  Católicos 

fi^f»^  a  ta  CuuiíÓH  Social 


Prólogo  del 
DR.  HECTOR  CUENCA, 

Ministro  del  Trabajo  y  de  Comunicaciones 
de  la  República  de  Venezuela. 


C.  A.  ARTES  GRAFICAS 
Coracos  1943 


Derechos  reservados. 


E  pide  el  autor  de  este  lil)ro,  Doctor  Francisco 
Alfonzo  Ravard,  un  pequeño  prólogo  para  este 
volumen,  y  con  la  mejor  voluntad  cumplo  con  esta 
exigencia  que  me  honra,  porque  me  parece  nece- 
sario que  los  católicos  propaguemos  los  principios 
fundamentales  de  la  doctrina  social  católica,  en  la 
seguridad  de  que  hacemos  un  vcdioso  aporte  en  esta 
hora  de  tremenda  zozobra  de  la  humanidad. 

El  autor  empieza  su  estudio  haciendo  un  previo 
análisis  de  los  principios  sociales  del  ccdolicismo.  Las 
' cuestiones  aparecen  enfocadas  bajo  la  lente  de  la 
más  profunda  filosofía.  Los  grandes  autores  cató- 
licos desfilan  por  estas  páginas  explicando  las  cues- 
tiones fundamentales,  como  la  comunión  de  los  san- 
tos en  su  condición  de  dogma;  el  contenido  social  del 
Evangelio;  el  alcance  de  las  enseñanzas  de  Jesucristo; 
las  nociones  de  la  justicia  y  la  caridad  contrapuestas 
una  a  otra,  pero  sin  que  ninguna  de  las  dos  desborde 


VII 


los  líniiics  de  conceptos  que  aquí  aparecen  netamente 
establecidos.  Y  aun  cuando  conviene  el  autor  en  que, 
según  la  doctrina  evangélica,  la  caridad  es  tan  am- 
plia que  sin  confundirse  con  la  justicia,  la  incluye  den- 
tro de  su  radio  de  acción  y  la  perfecciona,  concluye 
afirmando  que  los  deberes  de  la  justicia  se  distinguen 
fundamentalmente  de  los  de  la  caridad.  Yo,  sin  cm- 
barfjo,  me  airevería  a  pensar  que  dentro  de  nuestra 
filosofía  cristiana,  la  caridad  en  su  amplío  sentido 
no  es  sino  la  forma  desbordada  de  una  justicia  social 
que  cobra  en  el  individuo  categoría  de  verdad  obliga- 
toria, por  cuanto  los  deberes  que  nos  impone  la  Igle- 
sia nos  llevan  indeclinablemente  al  bien  de  los  de- 
más, aun  cuando  este  bién  signifique  muchas  veces 
la  renuncia  del  propio  bien. 

Hay  en  este  estudio  un  punto  que  aparece  espe- 
cialmente considerado  con  el  mayor  acierto:  es  el  del 
carácter  impersonal  del  Evangelio.  Con  toda  exac- 
titud así  se  expresa  el  doctor  Alfonzo  iiavard,  a  este 
respecto:  "Sería  inútil  pretender  encontrar  un  pro- 
grama de  reformas  sociales  particulares  en  el  Evan- 
gelio. Jesucristo  sentó  las  bases  de  un  programa  ge- 
neral, aplicable  a  todos  los  pueblos  y  en  todos  lo.^ 
tiempos."  "Lo  que  preocupaba  principalmente  a 
Jesucristo  en  su  ministerio,  no  era  la  reorganización 
de  la  sociedad,  sino  la  revelación  a  la  conciencia  hu- 
mana de  sus  relaciones  con  Dios:  Buscad  el  reino  de 
Dios  y  su  Justicia  y  el  resto  se  os  dará  por  añadidura". 

La  Iglesia  no  ha  propugnado  un  determinado 
sistema  social  y  de  aquí  que  su  enseñanza  no  esté 
organizada  en  un  verdadero  cuerpo  de  doctrina.  Pero 
en  los  documentos  fundamentales  que  exponen  la 
teoría  social  católica  están  contenidos  los  principios 


VIII 


— guías  que  dentro  de  sistemas  políticos  y  sociales 
actuantes  pudieran  mejorar  las  condiciones  del  hom- 
bre en  comunidad  con  los  demás  y  en  sus  relaciones 
con  el  Estado. 

La  Unión  Internacional  de  Estudios  Sociales  de 
Malinas,  bajo  la  sabia  dirección  del  Cardenal  Mer- 
cier.  Primado  de  Bélgica,  emprendió  lo  que  pudiéra- 
mos llamar  la  sistematización  de  los  principios  eco- 
nómico-sociales contenidos  en  las  Enciclicas  "Sobre 
la  condición  de  los  obreros",  de  León  XIII  y  "Sobre 
la  restauración  del  orden  social",  de  Pío  XI,  y  en  esa 
obra  de  admirable  perfección:  el  Código  Social  de 
Malinas,  aparecen  condensados  los  principios  socia- 
les católicos. 

El  doctor  Alfonzo  Ravard  dedica  el  segundo  ca- 
pitulo de  su  estudio  a  un  examen  histórico  sobre  la 
reacción  de  los  católicos  socialesf.  cmte  los  serios  pro- 
blemas originados  por  el  industrialismo  creciente  del 
siglo  XIX,  para  exponer  después  la  voz  oficial  de  la 
Iglesia  ante  los  mismos  graves  problemas  de  la  hu- 
manidad a  ese  respecto. 

Desearía  ser  un  poco  más  extenso  en  este  Pró- 
logo, pero,  cuites  de  concluir  esta  especie  de  antesala 
del  libro,  quiero  llamar  la  atención  del  lector  sobre 
las  cuestiones  que  el  autor  deja  sentadas  en  su  estu- 
dio, avaloradas  por  la  opinión  de  grandes  autores. 
Habla  el  doctor  Alfonzo  Ravard  del  contenido  social 
del  Evangelio  y  de  la  condición  abiertamente  opuesta 
al  individualismo  que  caracteriza  su  doctrina.  Desde 
el  momento  mismo  en  que  se  interprete  fielmente  la 
importancia  fundamental  que  el  interés  espiritual, 
los  valores  morales  y  las  eficacias  sociales  de  orden 
cristiano  tienen  en  la  doctrina  social  católica,  se  ha- 


IX 


brá  comprendido  cuánto  es  el  alcance  social  de  esta 
doctrina. 

El  concepto  de  la  riqueza  más  como  función  en 
servicio  de  la  sociedad  que  como  una  simple  facultad 
del  propietario  en  provecho  propio,  quiebra  hasta 
tal  punto  la  concepción  clásica  de  este  derecho  indi- 
vidualista, que  no  es  aventurado  asegurar  que  en  un 
futuro  muy  próximo  la  propiedad  llegue  a  tener  den- 
tro de  lo  legislativo  de  cada  país  tantas  cargas,  que 
más  aparecerá  como  una  institución  de  obligaciones 
sociales  que  como  privilegio  de  un  derecho  en  interés 
propio.  El  concepto  católico  de  justicia  y  el  más  am- 
plio aún  de  caridad,  irrumpen  dentro  del  clásico 
campo  doctrinario  y  razonan  una  nueva  posición  al 
respecto. 

Mientras  que  otros  sistemas  predican  la  lucha  de 
clases  como  medio  para  buscar  soluciones  heroicas  a 
los  graves  problemas  del  trabajo,  el  catolicismo  pro- 
pugna una  estrecha  colaboración  en  los  factores  de 
la  producción,  y  de  aqui  la  perseverante  palabra  del 
Obispo  Barón  de  Ketteler  sobre  cooperativas  de  pro- 
ducción, y  los  dispersos,  pero  exactos  principios  ,  que 
aparecen  de  relieve  en  las  Enciclicas  ya  aludidas 
sobre  la  conveniente  intervención  del  Estado  en  el 
orden  social  y  económico,  auspiciando  un  sistema 
como  de  corporativismo  que  pudiera  mantener  uñ 
estado  de  paz  social  conveniente  desde  todo  punto  de 
vista;  sobre  asociaciones  profesionales;  sobre  la  cues- 
tión social,  que  no  es  sólo  problema  económico  sino 
también  grave  problema  moral;  sobre  deberes  mu- 
tuos de  patronos  y  obreros;  sobre  el  valor  de  las  ri- 
quezas; sobre  la  fraternidad  cristiana;  sobre  la  for- 
mación de  las  conciencias  como  una  edificación  de 


X 


la  responsabilidad ;  sobre  moral  social;  sobre  el  pa- 
pel de  la  beneficencia  católica;  sobre  la  regulación 
del  salario  y  demás  condiciones  justas  del  trabajo,  etc. 

Estamos  los  católicos  dentro  de  un  gran  movi- 
miento social  y  cuantos  hayamos  dedicado  buenas 
horas  de  estudio  a  la  consideración  sosegada  de  los 
varios  problemas  que  azotan  a  los  hombres,  tenemos 
la  obligación  de  propagar  principios  que  cada  vez 
más  han  de  contribuir  fundamentalmente  a  la  estruc- 
turación de  una  humanidad  mejor.  Bien  ha  cum- 
plido el  doctor  Alfonzo  Ravard  su  deber  de  estudioso 
y  de  católico,  y  mi  palabra  en  su  libro  no  puede  ser 
otra  que  la  ratificación  del  aplauso  al  mérito  que  ya 
le  tributé  en  mi  condición  de  Jurado  Examinador  de 
su  monografía  "La  Cuestión  Social"  — de  la  que  este 
estudio  no  es  sino  una  parte —  en  la  ocasión  de  haber 
optado  al  título  de  Doctor  en  Ciencias  Políticas,  en 
la  Facultad  de  Derecho  de  la  Universidad  Central  de 
Venezuela. 

Caracas,  1943. 


!Mini5iro  del  Trabajo  y  de  Comunicaciones 
de  la  República  de  Tenezueh 


XI 


iHUaducUÓH 


INTRODUCCION 


Una  acusación  contradictoria 

^  OCIALISTAiS  y  liberales  han  coincidido  en 
sus  ataques  a  la  Iglesia  Católica,  por  su  po- 
sición frente  al  problema  social. 

Para  los  primeros,  la  religión  es  el  opio  del  pue-^ 

blo: 

"La  Iglesia  Católica  ha  sido  siempre  un  auxilio 
eficacísimo  de  los  privilegiados,  de  los  poderosos,  y 
un  dique  a  los  legítimos  anhelos  reivindicadores  de 
la  masa  explotada.  Inculcando  en  ésta  el  espíritu 
de  sumisión  y  de  conformidad  con  su  suerte  —  con 
su  mala  suerte  —  elevó  a  la  categoría  de  axioma  el 
tópico  de  que  siempre  habrá  pobres  y  ricos,  bien  que 
para  consolar  a  los  desheredados  les  prometía,  en  la 


3 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


otra  vida,  un  soberbio  desquite  de  las  penalidades  su- 
fridas en  este  bajo  mundo".  (1). 

Para  los  liberales,  la  Iglesia  ha  pactado  con  los 
peores  revolucionarios: 

"...la  resistencia  que  el  cristianismo  ha  opuesto 
a  la  difusión  de  las  ideas  liberales,  ha  preparado  el 
terreno  sobre  el  cual  los  fermentos  del  destruccionis- 
mo  moderno  han  podido  prosperar.  No  solamente  la 
Iglesia  no  ha  hecho  nada  por  extinguir  el  incendio, 
sino  que  lo  ha  atizado. 

"Asi,  la  religión  que  se  dice  la  religión  de  la  ca- 
ridad, se  ha  convertido  con  el  Syllabus  en  la  religión 
del  odio  del  mundo. . .  Cualquiera  que  emprendía  la 
obra  de  combatir  el  orden  social,  podia  estar  seguro 
de  encontrar  un  aliado  en  el  cristianismo".  (2). 

Cuando  la  Iglesia  juzga  conveniente  intervenir 
en  las  cuestiones  sociales,  los  liberales  la  acusan 
de  desborde  en  su  actuación.  Cuando  guarda  una 
actitud  de  reserva  prudente,  los  socialistas,  le  re- 
prochan su  abstención.  "Si  aparece  sobre  el  forum, 
dice  Maurice  Rigaux,  S.  J.  (3),  una  protesta  indig- 
nada la  envia  "a  la  sacristía";  si  permanece  en  el 
templo,  el.  clamor  popular  la  acusa  de  "capitalista". 

En  este  ataque  convergente  de  pensamientos  di- 
versos, se  encuentra  la  mejor  garantía  de  la  posición^ 


(1)  El  Socialista,   18  de  diciembre  de  1931. 

(2)  LUDWIG  VON  MISSES,  Le  Socialisme,  París,    1939,  pp. 
483-489. 

(3)  MAURICE  RIGAUX,  Est-il  vraie  que  l'Eglise  s'en  desinte- 
resse?  Editions  Spes,  París,  1935. 


4 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


social  católica.  Ni  las  convulsiones  sociales  han  lo- 
grado atraerla  hacia  las  prédicas  revolucionarias,  ni 
los  intereses  conservadores  han  podido  retenerla  en- 
tre sus  patrocinadores.  La  posición  de  la  Iglesia,  de- 
finida y  justa,  ha  marchado  siempre  con  entera  in- 
dependencia. 


A  fin  de  aclarar  debidamente  la  posición  católi- 
ca frente  al  problema  social,  creemos  necesario  divi- 
dir este  estudio  en  tres  partes  fundamentales: 

a)  Principios  sociales  del  Catolicismo 

b)  El  Industrialismo  del  siglo  XIX  y  la  reac- 
ción de  los  católicos  sociales. 

c)  La  voz  oficial  de  la  Iglesia. 


5 


a)- LOS  PRINCIPIOS  SOCIALES  DEL 
CATOLICISMO 


El  catolicismo,  doctrina  social  por  excelencia 

1^1  INGUNA  doctrina  más  opuesta,  por  su  misma 
^  entraña  filosófica,  al  individualismo,  como  la 
católica.  Su  dogma  fundamental,  la  Comunión  de 
los  Santos,  establece  la  comunidad  de  todos  los  hom- 
bres y  su  unión  en  una  sola  familia,  cuyo  jefe  es  el 
mismo  Jesucristo.  "Todos,  en  efecto,  dice  San  Pa- 
blo a  los  corintios,  judíos,  griegos,  esclavos  o  libres, 
hemos  sido  bautizados  en  un  sólo  espíritu,  para  for- 
mar vm  sólo  cuerpo  y  hemos  sido  todos  empapados 
de  un  sólo  espíritu".  (4). 


(4)  I.  Corinth,  Xll.  13. 


9 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


La  idea  de  comunidad,  tan  aparente  entre  los  pri- 
meros cristianos,  está  en  la  base  misma  del  dogma 
católico.  La  unidad  de  la  Iglesia  se  realiza  en  Cris- 
to (5).  Así,  en  toda  función,  en  todo  ministerio  de 
la  Iglesia,  la  personalidad  humana,  el  individuo  co- 
mo tal  desaparece.  En  lugar  de  la  persona  misma 
del  ministro,  es  la  potencia  redentora  de  Jesús,  espar- 
cida en  el  cuerpo  místico  de  Cristo,  la  que  obra.  (6). 

Por  eso,  religiosamente,  la  humanidad  no  existe 
sino  en  grupos:  en  parroquias,  diócesis,  en  catolici- 
dad y  apostolícídad  sin  cortes.  (7). 

"Yo  me  atrevería  a  decir,  afirma  el  R.  P.  Sertillan- 
ges,  que  si  el  Espíritu  Santo  se  contentara  con  obrar 
sobre  las  almas  individuales,  faltaría  en  gran  parte 
a  su  misión.  Jesús  mismo  no  se  mostraría  entonces 
como  Hijo  del  Hombre,  y  la  religión  humana  no  exis- 
tiría, puesto  que  la  humanidad  auténtica  es  sociedad 
antes  de  ser  individuo,  ya  que  el  individuo  nace  en 
la  sociedad,  antes  de  obrar  sobre  ella".  (8). 

La  Iglesia,  es  la  sociedad  más  universal  que  pue- 
da concebirse.  En  su  realidad  actual  comprende  la 
Iglesia  militante,  la  Iglesia  purgante  y  la  Iglesia  triun- 
fante. Ella  se  extiende  a  todos  los  siglos  y  a  todos 
los  seres  racionales. 


(5)  K.  ADAM.  La  vraíe  vísage  du  Catholicisme,  París,  1931, 
p.  39. 

(6)  K.  ADAM.  ibid,  pp.  39-40. 

(7)  SERTILLANGES,     Qu-est  -ce  que  le  Catholicisme,  París, 
1938,  p.  36. 

(8)  Id.,  36. 


10 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


A  la  comunidad  incesante  de  bienes  espirituales 
establecida  por  el  dogma,  que  hace  de  todos  los  hom- 
bres ramas  de  un  mismo  árbol,  ha  de  seguirse,  natu- 
ralmente, una  participación  común  en  la  vida  de  la 
Iglesia,  en  los  sacramentos,  en  las  oraciones  y  sacri- 
ficios y  —  en  cierto  sentido  —  en  los  bienes  mate- 
riales de  este  mundo.  (9). 


(9)  "El  dogma  de  la  Comunión  de  los  Santos,  escribe  el  P. 
C.  Rutten,  nos  enseña  a  apreciar  mejor  la  naturaleza  y 
la  importancia  de  los  deberes  impuestos  por  la  justicia 
social.  Este  dogma  nos  recuerda  que  los  méritos  acumu- 
lados por  las  oraciones,  las  intenciones  generosas,  los  es- 
fuerzos desinteresados  de  los  vivos  constituyen  un  patri- 
monio inmenso,  del  cual  la  Providencia  saca  provecho  en 
beneficio  de  todos.  La  Iglesia,  depositaria  de  este  te- 
soro sagrado,  no  recibe  sino  para  dar  y  no  es  feliz  sino 
dando.  El  excedente  de  los  méritos  de  los  hombres  vir- 
tuosos permite  la  reversibilidad  y  el  esfuerzo  más  humilde 
del  más  oscuro  de  los  hombres  puede  tener  sobre  el  des- 
tino de  la  humanidad  una  repercusión  profunda  y  lejana. 

"Es  así  también  en  el  orden  temporal  y  social.  La 
sociedad  en  que  vivimos  pone  a  nuestra  disposición  una 
especie  de  enorme  depósito  de  riquezas  intelectuales  y 
materiales,  del  cual  usamos  durante  toda  nuestra  vida. 
Lo  que  tenemos  y  sabemos,  es  el  resultado  del  trabajo 
de  aquellos  que  nos  han  precedido.  El  sentimiento  más 
elemental  de  equidad  nos  hará  ver  que  no  tenemos  el  de- 
recho de  tomar  constantemente  de  ese  tesoro  común  sin 
poner  jamás  nada  de  nosotros.  Destinado  para  todos, 
debe  ser  también  alimentado  por  todos.  Aquel  que  re- 
husa a  la  sociedad  el  concurso  que  su  talento  y  su  si- 
tuación le  permiten  prestarle,  se  empobrece  y  empobrece 
a  los  demás.  El  Evangelio  lo  compara  al  árbol  que  no 
dá  frutos  y  que  es  preciso  arrancar,  porque  ocupa  un  sitio 
que  se  puede  utilizar".  C.  RUTTEN,  Doctrina  Social  de  la 
Iglesia,  3^  edición,  Santiago  de  Chile,   1939,  pp.  52-53. 


11 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


Las  enseñanzas  sociales  de  Jesiícristo 


"Es  sorprendente,  escribe  Mr.  Peabody,  (10),  que 
en  una  época  en  la  cual  los  cristianos  se  interesan 
tanto  por  los  problemas  sociales.  .  .  se  hayan  empren- 
dido tan  pocos  trabajos  científicos  sobre  la  enseñan- 
za social  de  Jesús". 

Se  habla,  ciertamente,  de  evangelio  social,  de 
cristianismo  social,  de  catolicismo  social.  Los  unos 
emplean  estas  palabras  sin  estar  bien  seguros  de  su 
contenido  real.  (11).  Los  más  se  refieren  al  hecho 
modernísimo  de  las  Encíclicas  Sociales  de  León  XIII 
y  Pío  XI,  como  originador  de  la  doctrina  social-ca- 
tólica.  No  faltan,  tampoco,  quienes  hablen  no  ya  de 
catolicismo  social,  sino  de  socialismo  católico,  pre- 
tendiendo referir  las  aspiraciones  social-católicas  a 
una  rama  del  socialismo  moderno.  (12), 

Para  algunos  autores  socialistas  como  Meunier, 
Víllegardelle,  Cabet,  Considerant,  Renán,  Labanca, 
Max  Beer,  Jesucristo  fué  "el  primer  comunista":  un 
precursor  religioso  de  nuestros  modernos  agitadores. 
(13). 


(10)  PEABODY,    Jesús    Christ    and    the   Social    Question,    c.  I 

P.  53. 

(11)  Cf .  A.  LUGAN,  L'Enseigmente  social  de  Jesús,  4^  edi- 
ción,  París,    (1),   p.  10. 

(12)  Cf.  NITTI,  Le  socialisme  catholique,  trad.  francesa  de  la 
Lib.   Guillaumin   et   Cié.,    París,  1894. 

(13)  "Toda  la  propaganda  de  Jesús,  escribe  MAX  BEER,  es- 
taba llena  del  espíritu  anárquico-comunista".  (Historia. 
General  del  Socialismo,  p.  92). 


12 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


El  contenido  social  del  Evangelio 


La  mayor  parte  de  los  racionalistas,  tienen  al 
evangelio  como  asocial,  si  no  como  anti-social. 

En  Jesucristo,  no  se  encuentra,  para  ellos,  más  que 
un  sobei'bio  desdén  por  todo  aquello  que  no  es  supra- 
terrestre.  Inútil  sería  pretender  encontrar  en  el 
Evangelio  más  que  un  profundo  individualismo.  En 
sus  enseñanzas  no  se  mira  más  que  al  individuo,  y  en 
él,  el  alma  en  sus  relaciones  con  el  más  allá. 


Para  Renán,  en  su  Vie  de  Jesús,  ch.  IV,  "Bajo 
ciertos  aspectos,  Jesucristo  es  un  anarquista,  pues  no 
tiene  idea  alguna  de  gobierno  civil.  Este  gobierno  le 
parece  pura  y  simplemente  un  abuso.  Una  inmensa  re- 
volución social  en  la  cual  los  rangos  serian  invertidos, 
y  humillado  todo  cuanto  es  oficial  en  este  mundo,  he 
ahí  su  sueño". 

Cabet  no  veía  en  el  Evangelio  y  el  Cristianismo  pri- 
mitivo más  que  puro  socialismo,  la  negación  de  la  pro- 
piedad, el  elogio  del  comunismo.  "Si  el  cristianismo  hu- 
biera sido  interpretado  y  aplicado  en  el  espíritu  de  Je- 
sucristo; si  hubiera  sido  bien  conocido  y  practicado  fiel- 
mente por  la  numerosa  porción  de  cristianos  que  están 
animados  de  una  piedad  sincera  y  que  no  tienen  nece- 
sidad más  que  de  conocer  bien  la  verdad  para  seguirla; 
este  cristianismo,  su  moral,  su  filosofía,  sus  preceptos, 
habrían  bastado  y  bastarían  para  establecer  una  organi- 
zación social  y  política  perfecta,  para  librar  a  la  huma- 
nidad del  mal  que  la  atormenta  y  para  asegurar  la  fe- 
licidad del  género  humano  sobre  la  tierra".  CABET,  Le 
vraie   christianisme   suivant   Jesús    Christ,    1850,  Prefacio. 

Jesús,  escribe  un  autor  socialista  mexicano,  "odia  al 
rico,  a  los  sacerdotes,  a  los  mercaderes  que  según  sus 
propias  palabras  convierten  el  templo  en  cueva  de  la- 
drones. .  .  predicaba  en  contra  de  las  riquezas,  de  los 
ricos  y  a  favor  de  los  pobres  y  de  los  trabajadores".  JESUS 
SILVA  HERZOG,  Historia  y  Antología  del  Pensamiento 
Económico,  México,    1939,  p.  23. 


13 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


Para  Compte,  Renán,  Jules  Soury,  Charles  Mau- 
rras,  Jesús  y  el  Evangelio  son  humanamente  peli- 
grosos. 

Para  el  iniciador  del  sindicalismo  moderno,  Geor- 
ges  Sorel,  "el  Evangelio  está  escrito  para  el  hombre 
purificado,  para  el  anacoreta,  para  el  santo  y  no  pue- 
de enseñarnos  nada  sobre  aquello  que  es  menester  ha- 
cer en  la  sociedad  civil  moderna".  (14). 

Para  Paul  Janet,  Jesucristo  no  fué  otra  cosa  que 
un  refoiniador  de  almas.  "La  única  sociedad  que  te- 
nía delante  de  los  ojos,  era  la  sociedad  celeste,  que 
él  consideraba  como  la  inversión  de  la  sociedad  te- 
rrestre". (15). 

Jesús,  decia  Boutroux,  "no  se  preocupaba  seria- 
mente por  las  condiciones  de  la  vida  real.  Quien 
vive  en  el  cielo  ¿puede  esperar  o  temer  alguna  cosa 
de  la  tierra?".  (16). 

Para  la  maj'or  parte  de  los  teólogos  protestantes, 
sobre  todo  en  Alemania,  la  Biblia  es  absolutamente 
extraña  a  las  cuestiones  económicas  y  sociales. 

En  Erfurt,  (1896),  algunos  grupos  de  jóvenes  pro- 
testantes, reunidos  bajo  la  dirección  de  Naumann, 
proclamaron  que  "del  Evangelio  en  particular  no  se 
podría  sacar  indicación  política,  social  o  económica; 
que,  por  consiguiente,  entre  el  cristianismo  y  no  im- 


(14)  G.  Sorel,  La  ruine  du  monde  antique,  p.  270. 

(15)  JANET,  Histoire  de  la  sciencie  poiitique,  p.  2170. 

(16)  BOUTROUX,  Questions  de  moi-ale. 


14 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


porta  i'uál  programa  social,  no  podría  existir  lazo  or- 
gánico inmediato".  (17). 

Ulhorn,  el  ilustre  doctor  en  teología  protestante, 
sostenía,  que,  para  Jesucristo,  la  situación  social  del 
hombre  era  sin  importancia.  (18). 

Kervaillan,  expresaba,  en  cuanto  al  fondo,  el  mis- 
mo pensamiento :  "El  nuevo  Testamento  predica  el 
Decálogo,  la  justicia  hacia  todos  y  la  caridad  hacia 
los  indigentes;  nada  más.  Apenas  encontramos  libro 
menos  socialista  y  menos  demócrata  que  el  Evange- 
lio". (19). 

Se  renunciaba,  como  dice  el  P.  H.  Pesch  "comple- 
ta y  públicamente  a  encontrar  primero  en  la  Biblia, 
pero  también  en  el  Cristianismo,  ninguna  idea  o  prin- 
cipio director.  No  se  descubría  más  que  una  fuerza 
moral  para  las  relaciones  sociales".  (2ü). 

Aún  en  el  mismo  seno  católico,  la  influencia  jan- 
senista y  protestante  había  de  hacerse  sentir. 

Asi  florecieron,  particularmente  en  el  siglo  XIX, 
al  lado  del  racionalismo  y  del  naturalismo,  un  fideís- 
mo y  supra  naturalismo  ultramontanos.  Se  situaba 
la  religión  tan  encima  de  las  contingencias  terrestres, 
que  muchos  concluían  que  únicamente  podían  vivirla 


(17)  LUGAN,  ob.  cit.,  1,  145. 

(18)  ULHORN,    Kathoiicismus   und   Protestantismus  gegenüber 
der  Sociaien  Frage,  cit.,  LUGAN,;  ob.  cit.  I,  )46. 

(19)  R.  DE  KERVAILLAN,  Revue  Historique,  mai  1901. 

(20)  H.   PESCH,   Die  Soziale  Befahigung   der  Kirche,   p.  502. 
Cit.  LUGAN,  ibid. 


15 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


completamente  los  hombres  retirados  del  mundo.  La 
religión  —  no  como  institución,  sino  por  boca  de 
muchos  de  sus  representantes  —  renunciaba  a  mora- 
lizar la  vida  económica.  Católicos  sinceros,  como  L. 
Veuillot,  condenaban  en  bloque  el  progreso  de  la  ci- 
vilización humana,  sin  hacer  las  necesarias  distin- 
ciones. 

Los  liberales  católicos  del  siglo  pasado,  contribu- 
yeron no  poco  a  extender  la  concepción  asocial  del 
cristianismo.  Algunos,  como  Lacordaire,  hubieran 
protestado  de  haber  sido  acusados  de  querer  sustraer 
la  sociedad  humana,  como  tal,  a  la  influencia  evangé- 
lica. Pero,  a  su  pesar,  sus  ideas  conducían  a  este  re- 
sultado. 

A  ios  ojos  del  católico  liberal,  dice  Lugan,  "el 
mundo  humano  y  el  reino  de  Dios  eran  realidades 
absolutamente  separadas,  que  no  podrian  compene- 
trarse. El  Evangelio,  la  moral  cristiana,  de  un  lado, 
la  sociedad  civil,  política  y  económica  del  otro,  avan- 
zan sobre  dos  lineas  paralelas.  El  reino  de  Dios  no 
debe  realizarse  aquí  abajo,  pues  no  es  de  este 
mundo.  Se  concluía,  por  consiguiente,  que  querer 
mezclar  a  Jesucristo  con  la  sociología,  las  finanzas  o 
el  comercio,  era  introducirlo  en  un  dominio  extraño". 
(21). 

Las  consecuencias  de  ese  catolicismo  "de  sacris- 
tía" han  sido  dolorosas  para  la  Iglesia.  Apartado  el 
Evangelio  del  mundo,  la  Economía  y  la  Sociología,  la 


(21)  LUGAN,  ob.  cit.,  p.  211. 


16 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


Política  y  el  Comercio  han  seguido  sus  propios  rum- 
bos. 

Esa  fué  una  de  las  razones  de  los  tropiezos  que 
encontraron  en  su  obra  los  primeros  católicos  socia- 
les, y  aún  el  mismo  Papa  León  XIÍI. 

¿Hay  una  doctrina  social  en  el  Evangelio? 


Si  por  doctrina  social  se  entiende  una  enseñanza 
cuyo  objetivo  inmediato  es  determinar  las  relaciones 
deí  hombre  con  sus  coasociados,  no  hay  duda  que  el 
Evangelio  no  puede  llamarse  social.  Pero  si  un  con- 
junto de  verdades  de  un  orden  más  elevado  bastan 
para  aclarar  y  resolver  los  problemas  humanos  ¿quién 
duda  que  en  el  Evangelio  se  contiene  la  más  perfecta 
doctrina  social  de  todos  los  tiempos? 

El  valor  social  y  humano  de  una  doctrina,  ha  de 
medirse  por  las  transformaciones  profundas  que  su 
aplicación  provoca  en  el  seno  de  la  sociedad,  por  la 
adhesión  sincera  que  suscita  entre  sus  seguidores,  por 
su  aplicabilidad  a  los  diferentes  tiempos  y  países. 
Sentado  lo  anterior  ¿cuál  podría  discutir  al  Evangelio 
su  primacía? 

"La  aparición  de  Jesús,  como  Jo  dice  un  escritor 
racionalista,  permanece  como  el  único  principio  de 
toda  cultura  moral.  Las  naciones  serán  más  o  me- 
nos civilizadas,  según  que  ellas  estén  más  o  menos 
penetradas  de  este  principio".  (22). 

(22)  Cit.  por  LUGAN,  I,  15. 


17 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


La  palabra  de  Jesús  fué  el  fermento  que  sembró 
la  civilización  moderna.  "Que  se  tracen  sobre  un 
mapamundi,  ha  observado  un  ilustre  historiador,  las 
fronteras  de  la  civilización,  y  se  notará  que  se 
han  trazado  las  fronteras  del  cristianismo".  (23). 

A  Jesucristo,  como  escribe  Lugan,  "debe  tenér- 
sele por  el  más  grande  y  universal  doctor  social  que 
la  tierra  haya  jamás  producido.  Ninguno  enseñó,  no 
solamente  con  tanta  autoridad  y  sabiduría,  sino  con 
tanta  amplitud  y  alcance.  Un  Platón,  un  Aristóteles, 
un  Bouddlia,  un  Moisés,  se  dirigieron  a  un  tiempo,  a 
un  medio,  a  una  raza...  en  Jesucristo  se  encuentra, 
no  un  Rabbí  que  habla  a  los  judios,  sino  un  maestro 
que  instruye  a  la  humanidad".  (24). 

Carácter  impersonal  del  Evangelio 


Seria  inútil  pretender  encontrar  un  programa  de 
reformas  sociales  particulares  en  el  Evangelio.  Jesu- 
cristo sentó  las  bases  de  un  programa  general,  aplica- 
ble a  todos  los  pueblos  y  en  todos  los  tiempos. 

La  impersonalidad  del  Evangelio  constituye  su 
mayor  originalidad.  La  doctrina  que  de  él  se  des- 
prende "convendrá  a  todas  las  sociedades,  puesto  que 
no  fué  dictada  en  vista  de  una  sociedad  particular. 
Los  siglos  se  sucederán,  los  hombres  desaparecerán 


(23)  G.  KURTH,  Les  Origines  de  la  Civilization,  Introduction, 
IV. 

(24)  LUGAN,  ob.  cit..  L  p.  19. 


18 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


para  ceder  su  sitio  a  otros,  pero  el  Sermón  de  la  Mon- 
taña conservará  su  mismo  valor  social.  ¡  Cuánto  se 
equivocan  aquellos  que  pretenden  encontrar  un  "tra- 
tado de  Economía  Política"  y  un  programa  de  refor- 
mas en  el  Evangelio!  Es  afortunado  que  ello  no  sea 
así.  Los  tratados  de  Economía  Política  y  los  progra- 
mas envejecen;  ellos  mueren  con  las  circunstancias 
que  les  hicieron  nacer.  Los  de  Jesucristo  hubieran 
tenido  la  misma  suerte".  (25). 

Jesucristo,  como  bien  lo  escribe  Harnack,  "no  ha 
trazado  un  programa  social,  si  se  entiende  por  esta 
palabra  instrucciones  y  organizaciones  bien  defini- 
das. El  se  mantuvo  apartado  de  las  relaciones  eco- 
nómicas y  contingentes".  (26). 

Lo  que  preocupaba  principalmente  a  Jesucristo 
en  su  ministerio,  no  era  la  reorganización  de  la  socie- 
dad, sino  la  revelación  a  la  conciencia  humana  de  sus 
relaciones  con  Dios:  "Buscad  el  reino  de  Dios  y  su 
Justicia  y  el  resto  se  os  dará  por  añadidura", 

Pero  del  hecho  de  que  Jesucristo  dirigiera  su 
atención  principalmente  al  aspecto  religioso  del  hom- 
bre, no  hay  que  deducir  su  desinterés  por  todo  aque- 
llo que  atañe  a  las  necesidades  y  urgencias  mate- 
liales.  ¿No  sería  más  justo  proclamar  la  sabiduría 
divina,  que  se  dirigió  a  atacar  el  mal  en  sus  raíces, 
más  bien  que  en  sus  aspectos  accidentales?  (27). 


(25)  LUGAN,  ob.  cit„  I,  21. 

(26)  Das  Wesen  des  Christenthum,  V  lección,  cit.  por  LUGAN 
ob.  cit. 

(27)  "Queriendo    perfeccionar    al    hombre,    escribe    el  Canóni- 
go   Cagnac,    Jesús   lo   ha    tomado   todo   entero,    cuerpo  y 

19 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


El  mal  mayor  no  parece  haber  estado  para  Jesu- 
cristo en  la  sociedad  misma,  sino  en  el  interior  de 
las  conciencias.  Su  influencia  tremenda,  afirma  Gui- 
z-ot,  (28),  estuvo  en  ei  cambio  que  operó  en  el  hom- 
bre interior,  en  sus  creencias,  en  sus  sentimientos. 
Un  nuevo  hombre  moral  e  intelectual  surgió  del  cris- 
tianismo. De  la  reforma  individual  del  hombre,  y 
como  inmediata  consecuencia,  surgió  también  la  re- 
forma total  de  la  sociedad. 

Tuvo  razón  Harnack,  cuando  dijo  que  Jesucristo 
fué  a  la  vez  "el  doctor  profundamente  individualista 
y  el  doctor  profundameiite  social".  (29). 


Lo  fundamental  en  el  pensamiento  cristiano 


Es  cierto  que  en  el  Evangelio  no  se  proclama  un 
orden  económico  determinado,  ni  se  defiende,  como 
ingenuamente  ha  observado  alguno,  el  régimen  cor- 
porativo. Pero  no  hay  duda  que  un  sistema  econó- 
mico determinado,  puede  o  nó  estar  conforme  con  los 
principios  evangélicos. 


alma,  con  su  destino  social,  con  sus  deberes  múltiples,  con 
sus  relaciones  necesarias.  El  reino  del  cielo  no  le  ha  hecho 
perder  completamente  de  vista  su  morada  en  el  mundo. 
El  sabía  que  el  hombre  vive  de  pan  y  que  para  llegar  a 
la  tierra  prometida  le  era  menester  primero  vivir  en  el 
desierto.  Si  la  miseria  es  una  fuente  de  vicios,  es  por- 
que para  ser  virtuoso  es  necesario  un  mínimum  de  bien- 
estar". MOISE  CAGNAC,  Fenelón,  Politique  tiree  de- 
l'Evangile,  París   1912,  p.  3. 

(28)  Histoire  de  ia  civiÜzation  en  Europa,  c.  I. 

(29)  Cit.  por  LUGAN,  ob.  cit.,  I,  p.  34. 


20 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


Lo  fundamental  en  el  pensamiento  cristiano  está 
en  la  subordinación  de  lo  humano  a  lo  divino:  en  el 
carácter  instrumental  que  tienen  todas  las  cosas  de 
este  mundo. 

Guando  la  proporción  se  invierte,  y  el  instru- 
mento se  convierte  en  fin,  y  los  valores  del  espíritu 
pretenden  subordinarse  a  las  exigencias  materiales, 
reina  no  ya  un  orden  determinado,  sino  un  desorden 
ante  el  cual  es  legítima  la  intromisión  religiosa.  Fué 
ése  el  desorden  que  encontró  Jesucristo  en  Galilea: 
de  ahí  sus  anatemas  contra  el  rico  Epulón,  que  hacía 
mal  uso  de  sus  riquezas;  es  ése  tamnién,  el  desorden 
contemporáneo:  de  ahí  la  voz  de  la  Iglesia  de  Cris- 
to, que  se  eleva  desde  la  cátedra  de  Pedro  y  reclama 
el  curr.plimiento  de  los  deberes  de  justicia  y  de  ca- 
ridad, define  la  función  social  de  la  propiedad,  exige 
para  el  obrero  un  salario  ajustado  a  sus  necesidades. 


Es  indudable  que  para  aquellos  que  sostienen  que 
la  Economía  Política  es  una  ciencia  pura,  sin  cone- 
xiones de  ninguna  clase  con  la  moral,  el  Evangelio  ha 
de  tener  muy  poco  valor  como  fuente  de  solución  de 
los  problemas  contemporáneos. 

Pero  si  admitimos  con  los  teólogos  católicos,  y  en 
especial  con  los  Papas  León  XIll,  Pío  X  y  Pío  XI,  que 
en  todo  acto  económico  o  social  se  encierra  también 


21 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


un  problema  moral,  la  influencia  social  del  Evangelio 
aparece  evidentísima.  (30). 

Los  principios  fundamentales  del  catoücismo,. 

y  su  trascendencia  social 


Del  hecho  mismo  de  la  subordinación  de  las  ac^ 
tividades  del  cristiano  al  logro  final  de  la  salud  eter- 
na, se  siguen,  a  manera  de  consecuencia,  principios 
fundamentales  de  acción  práctica.  El  aspecto  reli- 
gioso de  la  vida,  y  la  trascendencia  de  todos  los  actos 
mundanos  para  el  destino  del  hombre,  preparan  el  te- 
rreno donde  ha  de  fructificar  todo  el  contenido  de  la 
doctrina  social  católica.  (31). 


(30)  "En  opinión  de  algunos,  dice  León  XIII,  la  llamada  cuestióit 
social  es  solamente  económica,  siendo  por  el  contrario 
ciertísimo  que  es  principalmente  moral  y  religiosa,  y  por 
esto  ha  de  resolverse  en  conformidad  con  las  l^yes  de 
la  moral  y  de  la  religión".  Encíclica  Graves  de  comuni,  I  I. 

"La  Cuestión  Social  y  las  contiendas  con  eüa  relacio- 
nadas acerca  de  la  forma  y  tiempo  del  trabajo,  del  precio 
del  salario  y  de  las  huelgas  voluntarias,  no  son  problemas 
meramente  económicos,  y  por  ende,  de  tal  género,  que 
puedan  resolverse  dejando  de  lado  la  autoridad  de  la 
Iglesia",  Pío  X,  Encíclica  Singulars  quadam,  8. 

"Entre  la  Economía  y  la  Moral  hay  relaciones  nece- 
sarias y  verdadera  compenetración,  porque  las  relacio- 
nes humanas  de  que  se  ocupa  la  Economía  Política  entre 
propietarios  y  arrendatarios  patronos  y  obreros,  fisco  y 
contribuyentes,  vendededores  y  compradores,  productores 
y  consumidores,  no  se  sustraen  a  la  inspección  y  al  juicio 
de  la  conciencia  moral".  Código  Social  de  Malinas,  8. 

(31)  No  hay  que  deducir  de  aquí,  como  lo  han  hecho,  por  ej.: 
GIDE  y  RIST  en  su  Historia  de  las  Doctrinas  Económica» 
y  Sociales,  que  la  doctrina  social  católica  no  tiene  valo»- 


22 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


El  católico  sincero  —  aquel  que  cree  en  Dios  y 
practica  su  doctrina  de  todo  corazón  —  siente  que  la 
vida  terrenal  tiene  un  valor  muy  escaso,  para  tomar- 
la demasiado  en  serio.  Aprecia  los  valores  humanos, 
"no  como  el  esclavo  hambriento  que  se  lanza  sobre 
ellos  y  se  harta  hasta  morir,  sino  como  el  trovador,  a 


sino  para  una  sociedad  que  profese  enteramente  la  fé  ca- 
tólica. Hay,  desde  luego,  grados  en  la  aplicación  de  cual- 
quier doctrina.  La  Doctrina  Social  Católica  no  puede 
llevar  bienestar  completo  y  resolver  enteramente  la  cues- 
tión social  sino  cuando  las  costumbres  cristianas  se  res- 
tauren en  toda  su  integridad.  Sin  embargo,  el  catoli- 
cismo social  tiene  principios  concretos  (el  régimen  cor- 
porativo, el  salario  familiar,  etc.)  que  pueden  ser  apli- 
cados en  cualquier  sociedad,  aún  no  necesariamente  cris- 
tiana. Los  resultados,  desde  luego,  no  serán  los  mismos. 
De  todas  maneras,  si  el  valor  práctico  de  una  doctrina  ha 
de  medirse  por  la  universalidad  de  su  aplicación,  no  creo 
que  ninguna  de  las  soluciones  sociales  en  boga,  pueda 
compararse  a  la  católica:  el  catolicismo,  por  naturaleza  es 
o  al  menos  pretende  ser  universal;  en  cambio  las  demás 
tesis  sociales  tienen  necesariamente  un  carácter  particu- 
larista más  o  menos  marcado,  y  aunque  algunas  como  el 
comunismo  hayan  pretendido  revestir  un  carácter  inter- 
nacionalista, no  hay  que  olvidar  que  sus  postulados  se  di- 
rigen exclusivamente  a  una  parte  de  la  población:  la  pro- 
letaria. 

"No    es    posible    negar   dicen    por    otra    parte  los 

mismos  Gide  y  Rist —  que  las  doctrinas  social  cristia- 
nas han  ejercido  una  acción  real  sobre  un  número  de 
fieles  mucho  más  grande  que  la  de  un  Fourier,  un  Saint 
Simón  o  un  Proudhon,  ni  se  puede  tampoco  sostener  que 
no  se  encuentren  íntimamente  ligadas  al  desenvolvimiento 
de  muchas  instituciones  económicas  de  grandísimo  al- 
cance, tales  como  el  intento  de  reconstitución  de  las 
corporaciones,  la  defensa  de  la  clase  media,  las  cajas 
rurales,  las  sociedades  cooperativas  en  Inglaterra,  las 
ligas  contra  el  alcoholismo,  las  luchas  por  el  descanso 
dominical,  etc.,  etc.  Ni  hay  que  olvidar  que  los  hombres 
a  quienes  se  puede  saludar  como  los  iniciadores,  en  el 
primer  cuarto  del  siglo  XIX  de  la  legislación  protectora 
del  trabajo  y  do  las  instituciones  obreras,   Lord  Shaftes- 


23 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


quien  de  paso,  el  don  recibido  hace  cantar  con  alegre 
gratitud".  (32). 

Uno  de  los  más  activos  católicos  sociales  france- 
ses, el  marqués  de  La-Tour-Du-Pin  La  Charce,  pro- 
clamaba ya  la  renovación  religiosa  como  eje  medu- 
lar de  la  paz  social.  "Cuando  la  religión,  decia  vie- 
ne en  auxilio  de  la  conciencia  para  gravar  en  el  co- 
razón de  los  hombres,  no  solamente  el  espíritu  de  la 
Ley  natural  sino  su  amor,  no  se  producen  ni  grandes 
injusticias,  ni  grandes  reivindicaciones  sociales. . .  Es- 
to es  desde  luego  visible  no  solamente  en  los  pueblos 
cristianos,  sino  también  en  los  del  Islam . . .  que  no 
se  mantienen  en  paz  sino  por  la  conformidad  de  la 
ley  civil  a  la  religiosa.  Desde  que  la  independencia 
de  los  dos  órdenes  es  por  el  contrario  proclamada,  la 
guerra  social  estalla,  porque  los  ricos  son  entonces 


bury  en  Inglaterra,  el  pastor  Orbelin  y  el  industrial 
Daniel  Legrand  en  Francia,  eran  ya  cristianos  sociales  '. 
CARLOS  GIDE  y  CARLOS  RIST,  Historia  de  las  Doctrinas 
Económicas  y  Sociales,  trad.  de  C.  MARTINEZ  PEÑAL- 
VER,  Madrid,  1927,  pp.  715-757. 

En  países  católicos  como  Venezuela,  la  aplicación  de 
la  doctrina  puede  hacerse  con  las  mejores  garantías  de 
éxito:  como  tesis  social  de  las  grandes  mayorías,  no  creo 
que  pueda  ninguna  competir  con  la  católica.  Por  eso  es 
loable  la  acción  de  los  sacerdotes  que  desde  el  templo 
y  en  conferencias  radiales,  van  exponiendo  serenamente 
los  principios  sociales  del  catolicismo;  de  revistas  como  S!C 
que  reclaman  insistentemente  el  cumplimiento  de  sus  de- 
beres sociales  a  los  católicos;  de  los  jóvenes  abnegados 
de  la  acción  católica  que  van  llevando  a  nuestras  grandes 
masas  los  preceptos  y  las  prácticas  de  un  catolicismo  mo- 
derno, juvenil,  vigoroso.  Todo  ello  es  preparación  fe- 
cunda para  un  porvenir  cuyos  horizontes,  aún  lejanos, 
aparecen  sin  embargo  cuajados  de  promesas. 

(32)  K.  DAM,  ob.  cit.,  p.  281. 


24 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


proclives  a  abusar  de  los  pobres,  y  éstos  a  detestar  a 
los  ricos".  (33). 

Fué  la  misma  idea  que  iluminó  al  gran  sociólo- 
go Le  Play,  después  de  lai'gos  años  de  estudio.  "Yo 
he  hecho,  decía,  un  afortunado  descubrimiento.  Es- 
tudiante, desde  hace  largos  años,  de  las  reformas  so- 
ciales, creía  haber  aprendido  mucho.  Pero  he  reco- 
nocido que  no  sabia  nada.  Ignoraba  que  todo  depen- 
de de  la  religión.  Esta  idea  me  ha  traído  luz. . .  Los 
pueblos  que  practican  el  decálogo  prosperan;  aque- 
llos que  lo  violan  declinan;  aquellos  que  lo  niegan, 
perecen". 

En  su  obra  reciente  Esquema  de  la  Doctrina  So- 
cial Católica  (34),  condensa  el  P.  Manuel  Aguirre 


(33)  Le  marquis  de  LA-TOUR-DU-PIN  LA  CHARCE,  Apho- 
rismes  de  Politique  Sociale,  tercera  edición,  París,  1930. 

(34)  Temas  y  Cuestionarios  para  los  Círculos  de  Estudio,  Edi- 
ciones SIC,  Caracas  1940,  p.  22.  La  obr^  del  P.  Manuel 
Aguirre  Elorriaga,  a  pesar  de  sus  modestas  pretensiones, 
tiene  el  indudable  mérito  de  presentar  con  claridad  me- 
ridiana la  posición  de  la  Iglesia  Católica  frente  a  los  pro- 
blemas sociales  de  mayor  actualidad:  el  derecho  de  pro- 
piedad, el  capital  y  el  trabajo,  el  justo  salario,  los  con- 
flictos del  trabajo.  Editada  primero  bajo  la  forma  de  ar- 
tículos, en  la  revista  SIC  que  dirige  el  mismo  P.  Aguirre 
Elorriaga,  representa  el  primer  esfuerzo  serio  por  llevar 
al  público  católico  venezolano,  de  una  manera  ordenada, 
el  profundo  contenido  social  de  las  Encíclicas  Pontificias. 
A  ella  refiero  al  lector  para  aplicaciones  concretas  de 
la  doctrina  social  católica,  junto  a  las  obras  de  José  Goe- 
naga,  S.  J.,  La  Iglesia  y  el  Orden  Social  (Montevideo, 
193  7),  Direcciones  Pontificias  de  Joaquín  Azpiazu  (edi- 
ción mexicana,  1939),  Rutten,  P.  G.  C,  La  doctrina  social 
de  la  Iglesia  (3^  edición  castellana,  Santiago  de  Chile, 
1939),  y  el  trabajo  fundamental  de  Ferdinand  Cavallera, 


25 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


Elorriaga,  todo  el  contenido  de  este  pensamiento  fun- 
damental. "El  hombre  que  teme  a  Dios,  escribe,  co- 
noce el  verdadero  carácter  transitorio  de  los  bienes 
de  la  tierra  y  ama  a  la  caridad  y  a  la  justicia,  el  tra- 
bajo y  la  mansedumbre.  El  rico  creyente  reconoce 
la  fraternidad  humana  de  su  asalariado  y  cumple  con 
la  justicia,  la  caridad,  la  equidad  y  el  amor  al  pró- 
jimo. El  pobre  que  cree  y  teme  a  Dios,  reconoce  sus 
deberes  de  súbdito,  sus  obligaciones  de  trabajo,  pa- 
ciencia y  templanza. 

"Arrancada  la  fe,  el  mundo  se  convierte  en  una 
batalla  campal  de  todos  los  egoísmos ;  los  egoísmos 
del  pobre  y  del  rico.  El  poderoso  mira  al  pobre  co- 
mo una  máquina  que  hay  que  explotar;  el  pobre  con- 
sidera al  acaudalado  como  un  vampiro  que  hay  que 
aplastar  y  exterminar". 


Para  remedio  del  mal  social,  recuerda  Pió  XI  a 
todos  los  cristianos,  ricos  y  pobres,  que  deben  tener 
siempi'e  fija  su  mirada  en  el  cielo  sin  olvidar  que  "no 
tenemos  aqui  ciudad  permanente,  sino  que  vamos 
tras  de  la  futura".  "Los  ricos  no  deben  poner  su 
felicidad  en  las  cosas  de  la  tierra,  ni  enderezar  sus 


Precis  de  la  Doctrine  Sociale  Catholique,  París,  193  7  (no 
conozco  que  se  haya  hecho  traducción  española  de  esta 
última  obra,  aún  cuando  su  utilidad  sería  evidente). 


26 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


mejores  esfuerzos  a  conseguirlas;  sino  que  conside- 
rándose sólo  como  administradores,  que  saben  tienen 
que  dar  cuenta  al  supremo  Dueño,  se  sirvan  de  ellas 
como  de  preciosos  medios  que  Dios  les  otorga  para  ha- 
cer el  bien;  y  no  dejen  de  distribuir  entre  los  pobres  lo 
superfino,  según  el  precepto  evangélico. . .  Los  pobres» 
a  su  vez,  aunque  se  esfuercen  según  las  leyes  de  la  ca- 
ridad y  de  la  justicia  por  proveerse  de  lo  necesario 
y  por  mejorar  de  condición,  deben  permanecer  siem- 
pre "pobres  de  espíritu",  estimando  más  los  bienes 
espirituales  que  los  bienes  y  goces  terrenos".  (35). 


Las  leyes  sociales  de  la  justicia  y  de  la  caridad 


Los  deberes  de  Justicia  y  de  Caridad  —  cuyo 
cumplimiento  reclaman  hoy  con  tanta  insistencia  los 
doctrinarios  del  catolicismo  social  -r-  son  de  purísi- 
ma extracción  evangélica. 

A  la  doctrina  católica,  muchos  la  han  llamado  la 
religión  del  amor.  La  caridad  es  el  distintivo  del 
discípulo  de  Cristo.  (36).  En  sus  agudas  respuestas 
a  los  doctores  de  la  Ley,  (37),  en  sus  famosas  pa- 
rábolas (38),  confirma  Jesucristo,  en  todo  momento, 
la  ley  del  amor. 


(35)  Ene.  Divmi  Redemptoris,   19  de  marzo  de   193  7,  (44-45). 

(36)  JOAN.  XVIII.  20-21. 

(37)  Ver  LUC.  X.  25-37. 

(38)  Es  particularmente  significativa  la  parábola  del  buen  sa- 
maritano. 


27 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


"En  el  mundo  moderno,  proclama  Taine,  el  cris- 
tianismo es  la  única  fuerza  moral  capaz  de  sustituir, 
al  amor  de  si  mismo,  el  amor  de  los  demás,  Bajo 
su  envoltura  griega,  católica  o  protestante,  él  es  toda- 
vía, para  cuatrocientos  millones  de  seres  humanos,  el 
órgano  espiritual,  el  gran  par  de  alas  indispensable 
para  conducirlo,  a  través  de  la  paciencia,  de  la  re- 
signación y  de  la  esperanza,  hasta  la  serenidad;  para 
llevarlos,  a  través  de  la  templanza,  la  pureza  y  la 
bondad,  hasta  la  abnegación  y  el  sacrificio".  (39). 

La  caridad,  sin  embargo,  ha  caido  en  la  sociedad 
moderna  en  profundo  descrédito.  "El  hecho  irritan- 
te de  que  patronos,  con  aureola  de  piedad,  que  se 
preciaban  de  realizar  o  proteger  obras  espléndidas  de 
caridad  y  beneficencia,  faltaran  a  los  más  sagrados 
deberes  de  justicia  en  la  remuneración  de  sus  opera- 
rios, ha  hecho  odiosa  a  la  clase  menesterosa  la  santa 
palabra  caridad.  Con  frecuencia  se  oye  la  reclama- 
ción airada  de  las  masas  proletarias:  "No  queremos 
caridad,  reclamamos  justicia;  pedimos  lo  que  se  nos 
debe".  (40). 

A  menudo  se  ha  tomado  por  caridad  una  de  sus 
formas  exteriores  de  manifestación.  Se  ha  olvidado 
que  la  caridad,  antes  que  todo,  es  el  amor  al  prójimo 
por  Dios :  se  ha  creído  cumplir  a  cabalidad  con  el  se- 
gundo mandamiento  de  la  ley  de  Dios,  "haciendo 
caridad":  dando  una  limosna  material,  la  más  de  las 
veces  consistente  en  dinero,  al  pobre  y  al  necesitado. 


(39)  TAINE,  Origines  de  la  France  Contemporaine,  t.  V. 

(40)  AGUIRRE  ELORRIAGA,  ob.  cit.,  p.  142. 


2S 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


Hacer  caridad  y  dar  limosna,  han  venido  a  ser  casi 
-sinónimos. 


La  caridad  cristiana,  para  ser  tal,  ha  de  ser  la 
virtud  "paciente  y  benigna"  que  evita  toda  aparien- 
cia de  protección  envilecedora  y  toda  ostentación; 
esa  misma  caridad  que  desde  los  comienzos  del  cris- 
tianismo ganó  a  Cristo  a  los  más  pobres  entre  los  po- 
bres, los  esclavos.  .  .  "Cuanto  más  experimenten  en 
sí  mismos  los  obreros  y  los  pobres  lo  que  el  espíritu 
de  amor  animado  por  la  virtud  de  Cristo  hace  por 
ellos,  tanto  más  se  despojarán  del  prejuicio  de  que  el 
cristianismo  ha  perdido  su  eficacia  y  de  que  la  Igle- 
sia está  de  parte  de  quienes  explotan  su  trabajo". 
(41). 

Para  asegurar  el  éxito  de  las  reformas  sociales, 
es  menester  que  se  dé  todo  su  valor  a  la  ley  de  la 
caridad  cristiana.  "Cómo  se  engañan  los  reforma- 
dores incautos,  exclama  Pió  XI,  que  desprecian  so- 
berbiamente la  ley  de  la  caridad,  cuidando  sólo  de 
hacer  observar  la  justicia  conmutativa! 

"Ciertamente,  la  caridad  no  debe  considerarse 
como  una  sustitución  de  los  deberes  de  justicia  que 
injustamente  dejan  de  cumplirse.  Pero  aún  supo- 
niendo que  cada  uno  de  los  hombres  obtenga  todo 


(41)  PIO  XI,  Divíni  Reáemptoris,  46. 


29 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


aquello  a  que  tiene  derecho,  siempre  queda  para  la 
caridad  un  camjio  dilatadisimo. 

"La  justicia  sóla,  aún  observada  puntualmente, 
puede,  es  verdad,  hacer  desaparecer  la  causa  de  las 
luchas  sociales,  pero  nunca  unir  los  corazones  y  en- 
lazar los  ánimos.  Ahora  bien,  todas  las  institucio- 
nes destinadas  a  consolidar  la  paz  y  promover  la  co- 
laboración social,  por  bien  concebidas  que  parezcan, 
reciben  su  principal  firmeza  del  mutuo  vinculo  espi- 
ritual, que  une  a  los  miembros  entre  si:  cuando  falta 
ese  lazo  de  unión,  la  experiencia  demuestra  que  las 
fórmulas  más  perfectas  no  tienen  éxito  alguno, 

"La  verdadera  unión  de  todos  en  aras  del  bien 
común  sólo  se  alcanza  cuando  todas  las  partes  de  la 
sociedad  sienten  íntimamente  que  son  miembros  de 
una  gran  familia  e  hijos  del  mismo  Padre  Celestial, 
más  aún,  un  solo  cuerpo  en  Cristo  "siendo  todos,  re- 
ciprocamente, miembros  los  unos  de  los  otros";  por 
donde  "si  un  miembro  padece,  todos  se  compadecen", 

"Entonces  los  ricos  y  demás  directores  cambia- 
rán su  indiferencia  habitual  hacia  los  hermanos  más 
pobres  en  un  amor  solicito  y  activo,  recibirán  con  co- 
razón abierto  sus  peticiones  justas  y  perdonarán 
de  corazón  sus  culpas  y  errores, 

"Por  su  parte,  los  obreros  depondrán  sincera- 
mente ese  sentimiento  de  odio  y  de  envidia,  de  que 
tan  hábilmente  abusan  los  propagandistas  de  la  lu- 
cha social  y  aceptarán  sin  molestia  el  puesto  que  les 
ha  señalado  la  divina  Providencia  en  la  sociedad  hu- 
mana, o  mejor  dicho,  lo  estimarán  mucho,  bien  per- 


30 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


suadidos  de  que  colaboran  útil  y  honrosamente  al 
bien  común,  cada  uno  según  su  propio  grado  y  ofi- 
cio, y  que  siguen  así  de  cerca  las  huellas  de  Aquel 
que  siendo  Dios,  quiso  ser  entre  los  hombres  obrero, 
y  aparecer  como  hijo  de  obrero".  (42). 


La  caridad,  según  la  doctrina  evangélica,  es  tan 
amplia,  que  sin  confundirse  con  la  justicia,  la  incluye 
dentro  de  su  radio  y  la  perfecciona.  (43). 

Por  eso  dice  muy  bien  Pío  XI,  que  la  caridad  no 
será  nunca  verdadera  caridad,  si  no  tiene  en  cuenta 
la  justicia.  "Si  pues  según  el  Apóstol,  todos  los  de- 
beres se  reducen  al  único  precepto  de  la  verdadera 
caridad,  también  se  reducirán  a  él  los  que  son  de  es- 
tricta justicia,  como  el  no  matar  y  el  no  robar;  una 
caridad  que  prive  al  obrero  del  salario  al  que  tiene 
estricto  derecho,  no  es  caridad,  sino  un  vano  nombre 
y  una  vacía  apariencia  de  caridad.  Ni  el  obrero  tie- 
ne necesidad  de  recibir  conjo  limosna  lo  que  le  co- 
rresponde por  justicia;  ni  puede  nadie  eximirse  con 
pequeñas  dádivas  de  misericordia  de  los  grandes  de- 
Jieres  impuestos  por  la  justicia.  La  caridad  y  la  jus- 
ticia imponen  deberes,  con  frecuencia  acerca  del  mis- 
m.o  objeto,  pero  bajo  diversos  aspectos;  y  los  obreros 
por  razón  de  su  propia  dignidad,  son  justamente  muy 


(42)  PIO  XI,  Quadragésimo  Anno,  148. 

(43)  Rom.,  VIH,  8-9. 


31 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


sensibles  a  estos  deberes  de  los  demás  que  dicen  ra- 
lación  a  ellos".  (44). 


La  justicia  ocupa  en  la  predicación  de  Jesucristo, 
lugar  de  extraordinaria  importancia. 

Justos  eran  aquellos,  que,  como  José  (45),  tenían 
una  conciencia  inclinada  a  dar  a  Dios  y  al  prójimo  lo 
que  por  su  situación  y  función  les  correspondía.  Je- 
sucristo llama  "bienaventurados"  a  todos  aquellos 
que  tienen  hambre  y  sed  de  justicia  (46).  En  su 
personal  carácter,  no  deja  tampoco  de  rendir  home- 
naje a  la  justicia  —  aún  a  la  justicia  humana;  testi- 
go elocuente  su  actitud  frente  a  las  reclamaciones  le- 
gales del  César.  (47), 

La  idea  de  la  eminente  dignidad  de  la  persona 
humana  —  que  ya  aparecía  proclamada  desde  las  pri- 
meras páginas  del  Génesis  —  sirve  como  base  funda- 
mental para  la  práctica  de  la  justicia:  el  hombre,  co- 
mo hombre,  tiene  derechos  frente  a  los  demás.  Na 
importa  que  sea  débil,  de  nacionalidad  distinta  o  aún 
opuesta,  enemigo  de  religión  o  de  raza,  poderoso  o 
desheredado  de  la  fortuna,  virtuoso  o  pecador :  su  so- 


(44)  FIO  XI,  Ene.  Dlvín!  Redemptoris,  32. 

(45)  MATH.,  I,  19. 

(46)  MATH.,  V.  1-12. 

(47)  MATH.,  XXIIl,  17-21. 


22 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


la  condición  de  hombre  lo  hace  acreedor  al  respeto 
de  sus  congéneres.  (49). 

Para  Jesucristo,  la  justicia,  junto  con  la  miseri- 
cordia y  la  fidelidad,  eran  los  preceptos  más  graves 
de  la  Lev.  (50). 


La  justicia  la  definió  Santo  Tomás,  con  el  Diges- 
to romano  (51),  como  coiistans  et  per  peina  voluntas 
jas  suum  unicuique  tribuens. 

Lo  que  la  caracteriza  es  el  hecho  de  estar  fun- 
dada sobre  el  derecho  correlativo  de  otro:  de  donde 
se  sigue  la  posibilidad,  para  aquel  que  ha  sido  lesio- 
nado, de  reinvindicar  su  derecho  por  las  vías  legales. 
Los  deberes  de  justicia,  se  distinguen,  pues,  fundamen- 
talmente, de  los  deberes  de  caridad. 

Al  lado  de  la  justicia  conmutativa  y  de  la  justicia 
distributiva,  ha  entrado  recientemente  en  circulación 
—  en  todos  los  medios  pero  muy  particulai-mente  en 
el  católico  —  la  expresión  justicia  social.  (52). 


(49)  Cf.  LUC.  XII,  13.  MATH..  32-34,  XCI.  MARC.  IX.  36, 
MATH.  XIX.  14,  LUC.  XVilI.  17-19;  MATH.,  IX,  II; 
LUC.  VII.  34. 

(50)  Cf.  MATH..  XXIII.  23. 

(51)  Dig.  I,  I,  de  Justit,  et  Jure,  10. 

(52)  "Las  palabras  Justicia  Social,  dice  Rutten.  no  se  encuen- 
tran en  la  Encíclica  Rerum  Novarum,  pero  se  las  encuentra 
frecuentemente  bajo  la  pluma  de  Pío  XI,  que  ha  dado 
así  derecho  de  ciudadanía  definitiva  a  una  expresión  fa- 
vorita de  los  católicos  sociales",  (ob.  cit.,  p.  45). 


33 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


La  justicia  social  no  es  más  que  la  antigua  justi- 
cia general  o  legal  de  Santo  Tomás  (53),  con  una 
denominación  adaptada  a  la  manera  moderna  de 
pensar. 

El  cumplimiento  de  los  deberes  de  justicia  — con- 
mutativa, distributiva,  y  social  —  y  los  de  cristiana 
caridad,  constituyen  el  presupuesto  necesario  del  or- 
den social  para  los  doctrinarios  del  catolicismo  social. 
Ellos  se  remontan  a  la  predicación  misma  de  Jesu- 
cristo, y  han  llegado  hasta  nosotros  explicados  y  con- 
cretados por  los  filósofos  de  la  Escolástica. 

Los  papas  sociales  no  han  hecho  sino  revivir  la 
antigua  tradición  cristiana,  al  afirmar  que  el  or- 
den social  no  puede  restablecerse  sin  dar  satisfacción 


(53)  "Los  teólogos  de  la  Escuela  tomista  dividen  la  justicia 
en  justicia  particular  y  en  justicia  general  o  legal.  La  jus- 
ticia particular  comprende  la  justicia  conmutativa  y  la 
justicia  distributiva.  La  primera  rige  las  relaciones  que 
están  estipuladas  por  contrato  entre  los  individuos;  la  se- 
gunda preside  las  relaciones  entre  los  que  poseen  la  au- 
toridad y  sus  subditos.  Como  su  nombre  lo  indica,  el 
calificativo  de  justicia  conmutativa  viene  de  la  palabra 
latina  conmutare,  cambio.  Tiene  por  objeto  los  derechos 
individuales  estrictamente  determinados  por  las  transac- 
ciones y  por  los  contratos.  Dá  el  derecho  de  reivindicar 
lo  que  les  es  debido  antes  los  tribunales,  a  aquel  que  ha 
sido  perjudicado.  La  justicia  distributiva  confiere  a  cada 
miembro  de  la  sociedad  el  derecho  de  ser  tratado  por  la 
autoridad  tomando  en  cuenta  sus  aptitudes  y  sus  necesi- 
dades; y  obliga  a  los  detentores  de  la  autoridad  a  distri- 
buir las  obligaciones  y  beneficios  proporcionalmente  a  las 
facultades   y    a    los   méritos   de   cada  cual. 

"La  justicia  general  es  una  virtud  que  se  encuentra 
en  cierto  modo  sobrepuesta  a  los  actos  de  las  otras  vir- 
tudes, porque  tiene  por  objeto  orientar  todas  nuestras 
acciones  hacia  el  bien  común  de  la  sociedad  de  la  cual 
somos  miembros.  Esta  virtud  es  la  que  llamamos  ahora 
de  preferencia  "justicia  social".  Rutten,  ob.  cit.  45  ss. 


34 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


completa  a  las  exigencias  de  la  justicia  y  de  la  cari- 
dad. 


El  Evangelio  y  los  bienes  terrestres 


"Vende  todo  lo  que  tienes:  ven  y  sigúeme"  (54). 
No  €s  sorprendente,  dice  Peabody,  que  estas  palabras 
y  otras  reseñadas  en  el  Evangelio,  hayan  sido  saluda- 
das como  testimonio  decisivo  de  la  enseñanza  de  Je- 
sús, situándolo  en  la  historia  como  el  gran  precursor 
de  las  protestas  modernas  contra  el  sistema  industrial 
basado  sobre  el  capital  privado. 

"La  democracia  de  la  propiedad,  que  es  la  más 
amplia  revelación  de  Cristo. . .  es  la  condenación  del 
salariado".  (55). 

"Cuando  Jesús,  escribe  Newmann  (56),  dice  no 
amontonéis  tesoros  en  la  tierra,  se  muestra,  por  moti- 
vos morales,  radicalmente  opuesto  a  la  acumulación 
de  toda  riqueza". 


En  los  medios  socialistas  y  comunistas,  no  pocas 
veces  se  presenta  a  Jesús  como  el  primer  profeta 


(54)  LUC,  XVm.  2\. 

(55)  HERRON,  The  New  Redemption. 

(56)  NEWMANN,  Was  Heist  Christlichsocial,     p.     9,     cit.  por 
LUGAN,  ob.  cit.  Tomo  IX,  p.  13. 


35 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


anunciador  de  la  abolición  del  régimen  de  la  propie- 
dad privada. 

No  sin  malicia,  se  entresacan  a  menudo,  de  los 
sermones  y  alocuciones  de  los  primeros  Padres  de  la 
Iglesia,  las  condenas  que  lanzan  contra  las  riquezas 
y  aún  contra  la  propiedad  privada. 

En  general  no  se  trata  de  hacer  revivir  el  idealis- 
mo de  Cristo  —  puesto  que  se  rechazan  los  funda- 
mentales principios  de  la  caridad  y  del  amor,  la  hu- 
mildad y  la  templanza  —  sino  de  explotar  la  aparen- 
te contradicción  entre  las  prédicas  de  Jesús  y  la  de 
sus  actuales  seguidores. 

¿Es  cierto,  como  se  dice,  que  Jesucristo  fué  el  pri- 
mer comunista? 

¿Puede  admitirse  la  afirmación  de  Edmond  Pi- 
card,  "El  Sermón  de  la  montaña,  desprovisto  de  todo 
disfraz,  es  una  gran  obra  que  el  Socialismo  tiene  el 
derecho  de  reivindicar,  como  haciendo  parte  de  su 
vasto  patrimonio"?.  (57). 


Ya  en  el  siglo  IV,  San  Agustín  defendía  frente  al 
monje  Pelagio  que  "Jesucristo  no  condena  las  ri- 
quezas, sino  su  amor  inmoderado;  él  nos  autoriza  a 
conservar  los  bienes  legítimamente  adquiridos". 


(57)   Le  Sermón   sur  la  Montagne  et  le  Socialisme  con^empo-- 
rain^  Bruselas,  1896. 


36 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


Jesucristo,  en  efecto,  como  repetidas  veces  lo  de- 
clara, no  viene  a  abolir  la  ley,  sino  a  completarla. 
(58).  E!  orden  de  hecho  de  la  sociedad  lo  reconoce 
expresamente  al  someterse  a  la  autoridad  del  César. 

Sus  parábolas,  dice  Lugan,  expresan  las  relacio- 
nes legitimas  entre  el  propietario,  el  dueño,  el  acree- 
dor y  su  obrero,  su  intendente  y  su  deudor;  ellas  enu- 
meran los  diversos  contratos,  venta,  compra  o  arren- 
damiento que  suponen  el  respeto  de  la  fortuna  pri- 
vada y  la  distinción  de  patrimonios.  La  limosna  no 
hubiera  merecido  sus  bendiciones,  si  no  hubiera  re- 
presentado más  que  una  restitución.  Proscribe  el  ro- 
bo :  "non  furtum  facies",  condena  la  avaricia  de  los 
fariseos:  "vae  vobis  pleni  rapiña".  (59). 

Al  lado  del  rico  avariento,  cuyas  entrañas  no  se 
conmueven  por  las  miserias  del  pobre  Lázaro,  el 
Evangelio  nos  presenta  también  el  tipo  de  ricos  ho- 
nestos: los  reyes  magos,  que  acuden  al  nacimiento 
de  Jesús  y  le  ofrecen  los  dones  de  incienso,  mirra  y 
-oro;  Simón  y  El  Levita,  que  lo  invitan  a  cenar;  Za- 
queo, el  publicano  "muy  rico";  házavo  que  le  ofrece 
su  casa  para  el  descanso  y  la  meditación;  Nicodemo 
y  José  de  Arimatea,  que  gastan  fuertes  sumas  para 
asegurarle  una  sepultura  honrosa. 

El  rico,  para  Jesucristo,  no  es  más  que  un  admi- 
nistrador; el  hecho  de  serlo,  no  es  por  su  naturaleza 
misma  reprobable,  aún  cuando  si  extraordinariamen- 
te peligroso:  si  se  le  han  de  tomar  cuentas,  no  es  por 


(57)  Cf.  MATH..  V.  17. 

(59)  A.  LUGAN,  ob.  cit.,  VII,  48-49. 


37 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


la  vastedad  del  patrimonio  administrado,  sino  por  la. 
forma  como  el  ecónomo  ejerció  la  representación  de 
su  Señoi.  (60). 

A  ninguna  persona  reprocha  Jesús  el  hecho  de 
poseer  tierras,  dinero  o  bienes  inmuebles,  sino  de  ad- 
quirirlos mal  o  administrarlos  mal.  No  es,  por  con- 
siguiente, la  forma  de  la  propiedad  lo  que  le  preocu- 
pa, sino  la  manera  como  se  dispone  de  los  bienes. 
(61). 


Si  Jesús  no  condena  expresamente  la  propiedad,, 
su  insistencia  sobre  el  uso  normal  de  los  bienes  te- 
rrestres, es,  a  juicio  de  Lugan,  "impresionante":  "Es- 
ta cuestión  le  llega  a  las  entrañas.  El  sabía  que  no 
habria  obtenido  nada  para  su  reino,  de  sus  auditores 
y  de  aquellos  que  los  reemplazaran  en  el  curso  de 


(60)  LUC,  VI,  1-13. 

(61)  Cf.  LUGAN,  ob  cit.,  VII,  49.  Al  mismo  tiempo  que  tenía 
lugar  la  predicación  de  Jesús,  cuatro  mil  monjes  ds  En- 
gaddi, los  Esenianos,  vivían  en  la  rivera  occidental  del 
mar  muerto,  teniendo  como  precepto  principal,  que  aque- 
llo que  era  de  uno,  era  de  todos,  y  lo  de  todos,  de  cada  uno. 
Era  indudablemente,  una  forma  comunista  de  propiedad 
y  de  administración.  Es  hecho  comprobado  que  Jesucristo 
encontró  repetidas  veces  Esenianos  de  la  Orden  Tercera, 
que  ensayaban  realizar  en  el  mundo  las  ideas  de  los 
monjes  del  oasis  de  Engaddi.  Sin  embargo,  no  sólo  no  se 
mezcla  con  ellos,  sino  que  predica  contra  la  manía  ds  pu- 
rificaciones exteriores  que  constituía  el  fondo  principa!  de- 
su  doctrina. 


38 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


los  siglos,  si  no  les  hubiera  enseñado,  no  a  menos- 
preciarlos o  a  burlarse  de  ellos,  sino  a  colocarlos  en 
su  sitio,  el  de  servidores  y  no  de  dueños".  (62). 

Jesús  no  condena  las  riquezas,  pero  condena  "al 
rico  que  vestido  de  púrpura,  hacía  cada  día  una  cena 
espléndida,  en  tanto  que  un  pobre  hombre  llamado 
Lázaro,  estaba  echado  a  sus  puertas,  cubierto  de  úl- 
ceras". (63). 

La  propiedad,  para  Jesucristo,  está  muy  lejos  del 
individualismo  romano:  los  bienes  privados  se  con- 
vierten en  comunes  cuando  una  necesidad  urgente  y 
legítima  se  hace  sentir,  i&i). 

El  propietario,  al  disponer  legítimamente  de  sus 
liiencs,  debe  ayudar  a  los  otros  a  vivir,  prestándoles, 
sin  esperanza  de  compensación,  aquello  que  les  es  ne- 
cesario y  de  que  ellos  carecen.  (65). 

Quien  posee  bienes  en  abundancia  está  obligado 
a  dar  limosna  a  los  necesitados  (66),  a  dar  de  comer 
al  hambriento  como  hizo  Jesús.  (67). 

Al  trabajador  se  le  debe  una  compensación  por 
el  esfuerzo  que  hace  en  nuestro  provecho.  (68). 


(62)  Ibid,  17. 

(63)  PEABODY,  ob.  cit.,  pp.  218-223. 

(64)  MATH..  XII.  I -8. 

(65)  LUC,  VI,  29-36. 

(66)  LUC.  VI.  30;  X.  2537. 

(67)  MARC.  VIII,  í-iO. 

(68)  MATH.,  X.  10. 


39 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


Cuando  la  Iglesia,  por  boca  de  León  XIII  o  Pío 
XI,  establece,  repitiendo  la  doctrina  de  Santo  Tomás, 
que  en  la  propiedad  hay  que  considerar  un  elemento 
individual  de  administración,  y  otro  social  de  uso,  no 
hace  más  que  "sacar  del  Evangelio  las  doctrinas  que 
pueden  resolver  completamente  el  conflicto  (social)". 
(69). 

Las  Encíclicas  Pontificias,  en  lo  fundamental,  no 
han  innovado  nada.  En  los  detalles  particulares,  han 
aplicado  tesis  y  principios  generales  a  las  condiciones 
de  nuestro  siglo. 

Los  preceptos  sociales  del  catolicismo,  son,  hoy  en 
día,  los  mismos  que  hace  19  siglos  proclamaba  Jesu- 
cristo en  las  sinagogas  y  en  las  calles  de  Jerusalem, 


(69)  Ene.  Rerum  Novarum,  13. 


40 


« 


6-)  Sí  IhdusUíaíUfHO-  del  Si^<>  X/X 
^  ta  Ue^ícdán  de  ios  CaiéiUas  Sadcdes 


b)-EL  INDUSTRIALISMO  DEL  SIGLO  XIX  Y  LA 
REACCION  DE  LOS  CATOLICOS  SOCIALES 


L  MISMO  tiempo  que  la  gran  industria  se 
establecía  definitivamente  sobre  bases  libe- 
rales y  creaba  una  inmensa  población  obrera  despro- 
vista de  protección  y  de  recursos,  se  iniciaba  en  los 
medios  católicos  de  Francia,  España,  Suiza,  Alema- 
nia e  Inglaterra,  una  reacción  que  iba  cobrando  cada 
vez  mayor  impulso.  Frente  a  los  liberales  rnanches- 
terianos  —  que  negaban  la  existencia  de  la  cuestión 
social  —  y  en  ocasiones  antes  que  los  socialistas  (70), 
algunos  católicos  de  sincero  espíritu  apostólico,  daban 


(70)   Esto  es  particularmente  cierto  de  la  reacción  social  cató- 


La  continuación  de  una  vieja  tradición 


lica  alemana. 


43 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


el  frente  al  problema  obrero,  preconizando  la  nece- 
sidad de  una  reforma  urgente  que  devolviera  a  los 
trabajadores  sus  derechos  lastimados. 

La  reacción  católica,  se  distingue  profundamente 
de  la  socialista,  en  que  procura  restablecer  el  orden 
social  sin  atropello  de  las  instituciones  existentes 
• —  respetando  particularmente  el  derecho  de  propie- 
dad —  Y  fomentando  entre  las  diversas  clases  socia- 
les la  colaboración  y  la  armonia. 

Los  católicos  sociales,  se  muestran,  además,  pro- 
fundamente espiritualistas:  el  mal  social  —  que  apa- 
rentemente se  debe  a  causas  económicas  —  responde 
también  a  una  perturbación  aguda  de  las  conciencias. 
Al  lado  de  las  instituciones  prácticas  que  mejoren  la 
suerte  desgraciada  de  los  grupos  proletarios,  consi- 
deran urgente  una  reforma  moral,  basada  en  el  Evan- 
gelio de  Cristo,  que  restablezca  los  valores  del  espíritu 
al  lugar  que  el  materialismo  les  había  arrebatado. 


Los  primeros  ensayos  católico- 
sociales  en  el  siglo  XIX 


En  18ü2  aparece  el  Genio  del  Cristianismo  de 
Chateaubriand:  al  lado  de  las  preocupaciones  políti- 
cas, se  esbozan  ya  algunas  inquietudes  de  orden  so- 
cial. En  sus  Memorias  de  Ultratumba  seduce  su 
imaginación  lo  que  un  príncipe  cristiano  podría  in- 
tentar: destruir  los  monopolios,  balancear  equitati- 


44 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


vamente  el  salario  con  el  trabajo,  asegurar  la  propie- 
dad conteniendo  sus  abusos.  (71). 

Al  lado  de  Chateaubriand,  el  Vizconde  de  Bo- 
nald  —  verdadero  precursor  de  la  escuela  social  ca- 
tólica, según  F.  Mourret  —  escribía  en  1818,  recla- 
mando un  poco  más  de  justicia  en  la  distribución  de 
los  bienes.  (72). 

El  doctor  Foderc,  católico  convencido,  publica  en 
1825  su  Ensayo  hisíúrico  y  moral  sobre  la  pobreza  de 
las  naciones,  la  población,  la  mendicidad,  los  hospi- 
tales y  los  niños  abandonados.  En  cl,  anticipa  este 
médico  extraordinario,  todas  las  cuestiones  que  años 
más  tarde  habrían  de  constituir  el  eje  principal  de  las 
reformas  sociales:  oposición  al  liberalismo  económi- 
co, protección  legal  del  trabajo  asalariado,  preven- 
ción social  de  los  accidentes,  enfermedades  y  retiros, 
política  familiar. 

El  Libro  de  los  Afligidos  y  la  Economía 
Política  Cristiana  de  Alban  de  Villeneuve 
Bargemont 


Uno  de  los  primeros  y  más  notables  doctrinarios 
del  catolicismo  social  en  el  siglo  XIX,  fué  Alban  de 
Villeneuve-Bargemont. 


(71)  Memoires  d'Outre-tombe,  concl.  Inegalité  des  fortunes. 

(72)  "Me  gustaría  más,  e  nun  Estado,  menos  millonarios  y 
menos  gente  a  cargo  de  la  parroquia;  el  deber  de  un  go- 
bierno es  perfeccionar  los  hombres  en  lo  moral  como  en 


45 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


Ya  en  1828,  apuntaba  en  su  Libro  de  los  afligidos 
las  ideas  que  habría  de  defender,  seis  años  más  tarde, 
en  su  obra  fundamental.  Economía  Politica  Cristiana. 

Señalando  las  aberraciones  del  régimen  indivi- 
dualista, Villeneuve-Bargemont  era  más  preciso  que 
su  contemporáneo  Sismondi.  Adelantándose  a  las 
reclamaciones  de  los  sociólogos  modernos,  exigía  la 
intervención  del  Estado  en  las  cuestiones  obreras,  so- 
licitaba la  acción  social  del  clero,  y  proponía  diversas 
reformas  en  favor  de  los  trabajadores. 

"¿Qué  importa  a  los  empresarios,  escribía  en 
1828,  la  edad,  la  fuerza,  la  moralidad  y  la  inteligen- 
cia de  los  hombres  máquinas?. . .  Es  más  importante, 
según  la  moral  científica  de  los  intereses,  que  esta 
multitud  permanezca,  numerosa  y  hambrienta,  a  mer- 
ced de  sus  patronos,  yo  casi  diría  de  sus  opresores". 

Más  adelante  defendería  con  el  mismo  vigor  en  su 
Economía  Política  Cristiana  la  causa  de  los  obreros 
oprimidos  por  la  maquinaria  y  pov  la  inhumanidad 
de  sus  amos: 

"Desde  hace  largo  tiempo,  y  por  grados,  una  nue- 
va feudalidad  se  formaba,  mucho  más  despótica,  mu- 
cho más  opresiva,  mil  veces  más  dura  que  la  feuda- 
lidad medieval..  .  :  la  aristocracia  del  dinero  y  de  la 
industria.  .  .  En  cuanto  a  los  vasallos  de  la  feudalidad 
moderna,  nada  podría  expresar  suficientemente  el 


lo  físico,  más  bien  que  perfeccionar  las  máquinas"  (Ob- 
servations  sur  la  Revolution  Francaise,  1818,  VI :  De 
l'Angleterre). 


46 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


estado  de  servidumbre,  de  abj'ección  y  de  sufrimien- 
to a  donde  se  les  ha  hecho  descender".  (73). 

"La  sociedad  tiene  el  derecho  y  hasta  la  obliga- 
ción de  garantizar  la  existencia  de  los  obreros  que  la 
organización  actual  de  la  industria  deja  a  la  dispo- 
sición casi  despótica  de  los  empresarios".  (74). 

"Las  masas  proletarias,  privadas  de  alimento  mo- 
ral y  de  bienestar  fisico,  piden  entrar  a  su  vez,  de  gra- 
do o  por  fuerza  en  la  partición  de  los  bienes  de  este 
mundo..."  (La  transición)  "no  puede  operarse  más 
que  de  dos  maneras. .  .  :  por  un  retorno  a  la  barbarie, 
o  por  la  aplicación  práctica  y  general  de  los  principios 
de  justicia,  de  moral,  de  humanidad  y  de  caridad... 
Fundemos,  pues,  el  sistema  francés  sobre  una  justa 
y  amplia  distribución  de  los  productos  de  la  indus- 
tria, sobre  la  equitativa  remuneración  del  trabajo, 
sobre  el  desenvolvimiento  de  la  agricultura".  (75). 

Un  activo  decenio 


Entre  1830  y  1840  la  acción  social  católica  cobra 
nuevos  impulsos.  La  Mennais  y  Lacordaire  fundan 
el  periódico  L'Avenir  y  el  Dr.  Buchez,  iEiiropeen. 
Ozanam  publica,  en  1831,  sus  Reflexions  sur  la  doc- 
trine de  Saint  Simón;  al  año  siguiente  aparecen:  De 
la  Misere  des  ouvrieres,  del  barón  de  Morogues, 


(73)  Economie  Politique  Chretienne,  p.  389. 

(74)  Ibid,  287. 

(75)  Ibid.,  24-25. 


47 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


Essais  d'Economie  Politique  de  De  Coux,  Introduc- 
tion  a  la  philosophie  de  l'Histoire  del  abate  Gerbet. 
En  1833  Ozanam  funda  las  Conferencias  de  San  Vi- 
cente de  Paúl  y  sale  a  la  luz  pública  la  obra  de  Bu- 
chez,  Introduction  a  la  science  de  l'histoire.  Más  ade- 
lante aparecen  las  obras  de  Tocqueville,  Etat  social 
et  politique  de  la  France,  de  la  Democralie  en  Ame- 
rique,  Memoire  sur  le  pauperisme,  el  Cours  d'Econo- 
mie Politique  de  De  Coux,  el  tratado  De  la  bienfai- 
sance  publique  de  De  Gerando. 

Dos  precursores  españoles 


En  1843  sale  impresa,  al  mismo  tiempo  en  espa- 
ñol en  Barcelona  y  en  francés  en  París,  la  obra  del 
filósofo  catalán  Jaime  Balmes,  "El  protestantismo 
comparado  con  el  catolicismo". 

Balmes  merece,  dice  A.  Lugan  (76),  "un  puesto 
de  honor  entre  los  teóricos  del  catolicismo  social.  Ket- 
teler,  Manning,  Vogelsang,  no  construyeron  más  só- 
lidamente, ni  con  más  atrevimiento  que  él,  la  Ciudad 
moderna  sobre  la  base  evangélica". 

La  desigualdad  en  la  repartición  de  los  bienes 
económicos,  hace  que  la  industria,  para  Balmes  "tien- 
da necesariamente  al  aumento  de  los  pobres".  El  pa- 
trono no  se  contenta,  generalmente,  con  la  ganancia 
que  en  estricta  justicia  le  corresponde.  A  menudo  no 
titubea  en  explotar  la  situación  en  su  provecho,  me- 


(76)   A.  LUGAN,  Balmes,  París,    1911,  16. 

48 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


nospreciando  toda  consideración  de  moralidad.  No 
tiene  más  que  un  objeto:  aumentar  rápidamente  su 
lortuna  a  costas  de  sus  semejantes.  Esta  potencia  de 
absorción  adquiere  un  desenvolvimiento  inimagina- 
ble y  no  deja  al  pobre  más  que  lo  indispensable  para 
que  no  desfallezca  en  su  trabajo.  (77). 

Así  se  forma  la  aristocracia  del  oro,  que  reem- 
plaza a  la  aristocracia  del  blasón.  Los  pergaminos 
de  la  nueva  nobleza  son  los  billetes  de  banco.  La 
desigualdad  creada  por  esta  aristocracia  nueva,  es  to- 
davía más  chocante  que  la  antigua:  al  lado  del  lujo 
y  de  la  abundancia  provocadora,  se  ven  desgraciados, 
siempre  encoi'vados  sobre  su  trabajo,  que  tienen  ape- 
nas lo  necesario  para  no  morirse  de  hambre.  (78). 

El  mal  está  en  que  se  han  descubierto  los  medios 
de  producir  abundantemente,  pero  no  los  de  distri- 
buir los  productos  como  conviene:  "Muy  avanzada 
como  ciencia  puramente  material,  dice  Balmes,  la 
Economía  Política  lo  es  bien  poco  como  ciencia  so- 
cial. Se  ha  mirado  en  la  riqueza  un  simple  producto 
de  la  inteligencia  y  de  la  fuerza,  sin  tener  en  cuenta 
sus  relaciones  con  el  hombre  que  la  ha  creado  y  al 
bienestar  del  cual  está  destinada".  (79). 

La  suerte  de  los  trabajadores  no  puede  ser  aban- 
donada a  los  caprichos  de  la  circulación  de  las  ri- 
quezas.   Es  necesario  dar  a  cada  uno  su  justa  parte 


(77)  Ibid..  p.  128. 

(78)  Ibid.,  p.  129. 

(79)  BALMES,  La  Sociedad,  1843,  IV,  p.  130. 


49 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


en  la  producción.  Hay  que  buscar  con  el  mayor  in- 
terés combinaciones  justas  y  oportunas,  que  sin  le- 
sionar el  derecho  de  piopiedad,  impidan  a  la  clase 
obrera  estar  sumergida  en  la  desesperación,  la  pos- 
tración y  la  miseria.  Abstracción  hecha  de  los  incon- 
venientes y  del  peligro  que  semejante  situación  en- 
traña, es  seguramente  doloroso  que  las  conquistas  y 
la  prosperidad  de  la  industria,  se  paguen  con  la  mise- 
ria de  una  infinidad  de  familias.  (80).  Los  ricos, 
por  su  parte,  han  de  observar  la  gran  ley  social  de  la 
caridad,  es  decir  "hacer  aprovechar  a  los  necesitados 
de  los  recursos  de  que  ellos  disponen".  Es  a  las  cla- 
ses ricas  a  quienes  corresponde  dar  los  primeros  pa- 
sos en  la  obra  de  conciliación  social.  (81). 


Al  lado  de  Balmes,  otro  español,  Juan  Donoso 
Cortés,  merece  que  lo  citemos  en  esta  introducción  a 
la  obra  de  los  católicos  sociales  en  el  siglo  XIX.  Do- 
noso puede  ser  considerado  como  uno  de  los  más 
eminentes  pensadores  de  la  escuela  ultramontana  es- 
pañola. Fué  particularmente  significativo  su  Ensa- 
yo sobre  el  catolicismo,  el  liberalismo  y  el  socialismo 
(Madrid.  1851)  que  despertó  considerable  controver- 
sia. Su  obra  tuvo  eco  notable  en  la  escuela  francesa 
?.  través  de  Montalembert,  siendo  discutida  por  Sche- 


(80)  Sociedad,  I.  p.  185. 

(81)  Sociedad,  I,  pp.  243-244. 


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LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


Jling,  Ranke,  Bismarck  y  Federico  Guillermo  IV  de 
Prusia. 


Una  pastoral  del  Cardenal  de  Croi,  y  la 
"Memoria  sobre  la  cuestión  obrera"  de 
Monseñor  Rendú 


Dos  intervenciones  episcopales  tienen  lugar  en 
Francia,  en  1838  y  1845,  respectivamente. 

La  primera  es  la  del  Cardenal  de  Croi,  Arzobispo 
de  Rouen.  En  la  Pastoral  de  Cuaresma  de  1838,  con- 
sagrada al  reposo  dominical,  protestaba  vigorosamen- 
te contra  el  trabajo  de  los  niños:  "Es  menester,  de- 
cia,  en  estos  días  de  progreso,  una  lej'  de  hierro  para 
prohibir  matar  a  los  niños  por  el  trabajo". 

El  15  de  noviembre  de  1845,  Monseñor  Rendú, 
enviaba  al  Rey  de  Cerdeña  su  "Memoria  sobre  la  cues- 
iión  obrera". 

"A  la  ambición  de  dominación  y  a  la  ambición 
de  gloria,  ha  sucedido  en  la  sociedad  moderna  una 
inmensa  ambición  de  dinero,  la  cual  ha  llevado  la 
industria  al  más  alto  grado  de  su  poder.  A  su  vez, 
la  industria  ha  creado  una  población  obrera,  que,  aglo- 
merada en  ciudades  especiales  o  en  ciertos  lugares 
aislados,  forma  una  sociedad  aparte,  dependiente  de 
uno  o  de  algunos  jefes  que  disponen  de  ella,  no  por 
dereciu;  de  soberanía,  sino  por  el  de  la  necesidad,  que 
€s  mucho  más  imperioso.    Si  esta  clase  no  es  en  to- 


51 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


das  partes  la  más  numerosa,  es,  al  menos,  la  más  des- 
graciada, porque  la  sociedad  no  se  ha  ocupado  toda- 
vía de  ella.  Entre  los  paganos  esta  clase  se  encon- 
traba representada  por  los  esclavos,  y  en  la  Edad  Me- 
dia, por  los  siervos.  La  esclavitud  tenía  su  legisla- 
ción dura,  cruel,  inhumana,  porque  ella  provenia  del 
paganismo,  al  cual  la  ley  de  caridad,  de  humanidad, 
no  era  conocida.  La  ley  feudal  proveía  a  la  conser- 
vación y  a  la  subsistencia  del  siervo,  y  las  costumbres 
cristianas  sei'vían  de  complemento  a  su  imperfec- 
ción. La  legislación  moderna  no  ha  hecho  nada  por 
el  proletariado.  A  la  verdad  ella  protege  su  vida 
como  hombre;  pero  lo  olvida  como  trabajador,  no 
hace  nada  por  su  porvenir,  nada  por  su  alimenta- 
ción, nada  por  su  progreso  moral.  La  ley  no  ha  vis- 
to más  que  al  hombre,  ella  no  ha  visto  al  obrero. . ." 

Lo  que  hace  falta  para  mejorar  la  cuestión  obre- 
ra, "no  es  la  organización  del  trabajo,  como  se  repite 
todos  los  días;  el  trabajo,  más  bien,  ha  recibido  la 
más  sabia,  la  más  ingeniosa  organización  que  fuere 
posible  inventar;  lo  que  falta  es  una  voluntad,  una 
ley,  que  pueda  introducir  la  justicia,  el  comedimien- 
to, la  moralidad,  la  rectitud  y  sobre  todo  la  caridad 
cristiana".  (82). 

L'Ere  Nouvelle 


En  1848,  Lacordaire,  Mareí,  Ozanam  y  sus  ami- 
gos fundan  L'Ere  Nouvelle. 


(82)   El  texto   completo  se  encuentra   en  I'Association  catholi- 
que  de   1681    (tomo  II,  pp.  325-344). 


52 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


"Nosotros  vemos  con  dolor,  decía  el  prospecto 
del  nuevo  periódico,  las  aflicciones  morales  y  corpo- 
rales de  tantos  de  nuestros  hermanos,  que  llevan  aquí 
^bajo  la  más  pesada  parte  del  trabajo  común,  la  cual 
se  ha  agravado  aún  más  por  el  desenvolvimiento  de 
la  industria  y  de  la  civilización.  Nosotros  no  cree- 
mos estos  males  sin  remedio,  y  si  el  sufrimiento  es 
impuesto  a  todos  los  hijos  del  hombre,  la  caridad, 
unida  a  la  ciencia,  puede,  sin  embargo,  aliviar  el  azo- 
te, si  nó  destruirlo  enteramente". 

En  uno  de  sus  primeros  artículos,  los  redactores 
de  L'Ere  Noiwelle  comparaban  la  solución  que  los 
comunistas  y  socialistas  proponían,  con  aquella  que 
se  desprendía  del  Evangelio: 

"Para  combatir  el  mal  (la  desigual  distribución 
de  riquezas)  el  Evangelio  ha  creado  la  dignidad  del 
pobre,  y  le  ha  constituido  un  patrimonio  sagrado,  una 
propiedad  inviolable  en  lo  superfino  del  rico.  El 
amor  cristiano  ha  creado  prodigios  de  beneficencia, 
y  todos  ios  pasos  de  la  Iglesia,  a  través  de  los  siglos, 
están  jalonados  por  alguna  institución  reparadora.. . 
En  esta  carrera  de  generosidad  y  de  justicia,  ¿nos 
dejareníos  aterrar  por  el  fantasma  del  comunismo? 
Estas  funestas  teorías  han  nacido  de  los  errores  de  esa 
ciencia  económica  sin  entrañas  que  ha  abjurado  del 
cristianismo;  de  esa  ciencia  que  ha  querido  estable- 
cer la  riqueza  para  el  provecho  de  un  pequeño  nú- 
mero, y  que  no  ha  podido  más  que  engendrar,  en  al 
seno  de  las  clases  trabajadoras,  ignorados  sufrimien- 
tos. Que  los  problemas  sociales  reciban  una  so- 
lución sabia  y  cristiana,  y  el  comunismo  se  converti- 
rá en  ia  risa  del  mundo". 


53 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


Un  poco  fogosamente  —  pero  siempre  mucho- 
más  ponderado  que  La  Mennais  —  el  abate  Maret  es- 
cribía en  febrero  de  1848: 

"La  fraternidad  no  es  para  nosotros  más  que  el 
íínior  evangélico  del  prójimo  pasando  a  las  leyes  y  a 
las  costumbres;  nosotros  miramos  el  mejoramiento 
progresivo  de  la  suerte  moral  y  material  de  la  clase 
obrera  como  el  fin  mismo  de  la  sociedad".  (83). 


Un  gran  sociólogo  católico:  Le  Flay 


Un  personaje  singularmente  diferente,  Le  Play, 
merece  también  un  sitio,  dice  Georges  Goyau,  entre 
los  precursores  del  movimiento  social  católico.  "El 
aportó  dos  ideas  nuevas  cuyos  resultados  fueron  con- 
siderables. Osó,  el  primero,  descubrir  la  fuente  del 
mal  social.  Es  necesario,  hoy  en  día,  algún  valor  pa- 
ra aventurar,  sin  ningunas  reservas,  una  apología 
de  los  principios  de  1789;  se  necesitaba  valor,  hace 
treinta  años,  para  oponer  algunas  reservas  a  la  apo- 
logía de  que  entonces  eran  objeto.  Le  Play  tuvo  ese 
valor:  en  un  edificio  que  se  decía  inviolable,  él  dió 
el  primer  golpe  de  azadón.    Tuvo  también  un  se- 


(83)  "Como  unos  de  sus  fines"  habría  debido  escribir  Maret 
como  muy  bien  asienta  Maurice  Rigaux,  S.  J.,  ya  que  la 
sociedad  debe  tener  en  cuenta  el  mejoramiento  ás  todas 
las  clases.  Aunque  "en  plena  fiebre  de  revolución  social,, 
estaba  permitido  exagerar". 


54 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


gundo  mcrifo:  el  de  indicar  un  excelente  método  para 
el  estudio  de  las  cuestiones  sociales".  (84). 

Le  Play  preconizaba  el  Decálogo  como  fundamen- 
to de  la  constitución  esencial  de  la  sociedad,  haciendo 
así  entrar  la  moral  en  las  cuestiones  de  Economia 
Política.  Rehabilitó  y  puso  a  la  moda  la  costumbre, 
la  tradición  y  la  autoridad,  tres  cosas  particularmen- 
te negadas  por  el  esijíritu  revolucionario  y  modernis- 
ta. 

Aún  cuando  es  cierto  que  Le  Play  tuvo  un  mérito 
indiscutible  —  no  solamente  por  el  contenido  de  sus 
doctrinas,  por  su  vigor  anti-revolucionario,  sino  tam- 
J>ícn  por  su  método  monográfico  de  interpretación,  — 
no  lo  es  menos  que  testimoniaba  una  confianza  exce- 
siva al  patronato  o  aristocracia  de  padres  y  madres 
de  familia  virtuosos.  No  estimaba  necesario  y  qui- 
zás hasta  temía  la  realización  absoluta  de  la  justicia 
social  por  medio  de  instituciones  públicas  y  por  la 
fuerza  de  la  ley.  Si  colocaba  en  el  Decálogo  el  fun- 
damento de  la  constitución  esencial  de  la  humanidad, 
86  abstenía  de  determinar  las  grandes  lineas  a  la  luz 
de  las  enseñanzas  de  Cristo,  y  de  buscar  en  el  Evan- 
gelio la  carta  fundamental  del  verdadero  orden  so- 
cial. (85). 


(84)  LEON  GREGOIRE  (Georges  Goyau),  Le  Pape,  les  catho- 
Hques  et  la  question  sociale,  5^  edición,  París  1921, 
pp.  6-7. 

(85)  GOYAU.  ibid..  7. 


55 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


La  acción  práctica  de  algunos  de  estos  precurso- 
res fué  notable,  Buchez  fué  el  fundador  de  las  aso- 
ciaciones cooperativas  de  producción  (1832).  El  Pa- 
dre La  Mennais  preconizó  la  asociación  cooperativa 
de  crédito,  bajo  la  misma  forma  en  que  más  adelante 
la  llevaría  a  la  práctica  Raiffeisen  en  Alemania. 

Villeneuve-Bargemont,  exigía,  ya  en  1834,  la  inter- 
vención del  Estado  en  la  inspección  de  los  talleres,  la 
exclusión  de  los  niños  menores  de  14  años,  la  sepa- 
ración de  los  sexos  en  las  manufacturas,  el  estableci- 
miento de  cajas  de  ahorro  y  de  previsión. 

Un  artículo  de  V Avenir  reclamaba  en  30  de  junio 
de  1831,  la  limitación  de  la  jornada  de  trabajo  a  12 
horas  como  máximum,  en  lugar  de  15  a  17. 

Gracias  a  los  esfuerzos  de  tres  católicos  eminen- 
tes, ]Müntalembert,  Daniel  Legrand  y  Carlos  Dupin, 
fué  votada  en  Francia,  el  22  de  marzo  de  1841,  la  pr'- 
mera  ley  protectora  de  los  niños  y  mujeres  emplea- 
dos en  las  manufacturas.  Otro  activo  católico,  M.  de 
Melun,  hizo  establecer  en  Francia,  en  1848,  una  comi- 
sión parlamentaria  de  30  miembros  llamada  la  Co- 
misión de  Asistencia  con  el  objeto  de  preparar  las  le 
3'es  de  previsión  y  de  asistencia  pública.  Una  serie 
de  leyes  sociales  lograron  dictarse  gracias  a  su  celo 
extraordinario  por  la  Asamblea  Legislativa,  concer- 
nientes a  las  cajas  de  retiro  para  la  vejez,  las  socie- 
dades de  socorros  mutuos,  la  represión  de  la  usura. 


56 


LCS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


la  asistencia  judicial,  los  contratos  de  aprendizaje,  el 
matrimonio  de  los  indigentes,  el  saneamiento  de  los 
alojamientos  insalubres. 

Es  particularmente  notable,  que  en  1841,  Daniel 
Le  Grand,  manufacturero  alsaciano  y  cristiano,  publi- 
cara —  adelantándose  cincuenta  años  a  la  realidad,  — ■ 
su  "Pelilion  en  faveur  d'une  legislation  internationa- 
le  du  irauail". 


Ketíeler:  el  iniciador  del  movimiento 
social-católico 


Eii  los  medios  católicos,  se  señala,  generalmente, 
como  el  primero  y  verdadero  iniciador  del  movimien- 
to social  católico,  al  barón  Guillermo-Emmanuel  de 
Ketteler,  cura  de  Holslen  en  1846,  diputado  de  Tock- 
jemburg  a  la  dieta  de  Frankfurt  en  1848,  obivspo  de  Ma- 
guncia en  1850. 

Keiíeler  nació  en  Munster,  el  25  de  diciembre  de 
1811,  de  una  familia  muy  rica  y  noble.  Desde  tem- 
prana edad  recibió  una  educación  religiosa,  entrando 
en  1824  a  hacer  estudios  en  un  colegio  de  jesuítas  en 
el  cantón  suizo  de  Valais.  Habiendo  terminado  sus 
estudios  clásicos,  se  aplica  de  1829  a  1833  a  adquirir 
el  conocimiento  de  las  leyes  sociales  y  jurídicas,  to- 
mando en  seguida  los  cursos  de  Derecho  y  Econonáa 
Política  en  las  cuatro  universidades  de  Goettingue, 
Berlín,  Heidelberg  y  Munich.  En  1834  abraza  la  ca- 
rrera administrativa,  que  abandona  en  1837,  por  no 


57 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


poder  permanecer  siendo  funcionario  de  un  gobie:no 
qu€,  como  le  escrilje  a  su  hermano,  lo  forzaba  a  aban- 
donar sus  convicciones  religiosas. 

El  conde  de  Reisach,  entonces  obispo  de  Eichs- 
tadt  y  más  tarde  arzobispo  de  Munich,  lo  induce  a  re- 
vestir el  hábito  eclesiástico;  en  el  otoño  de  18415  enira 
al  Seminario  de  Munster  y  se  ordena  de  sacerdote  el 
1^  de  junio  de  1844. 

Hasta  1849  permanece  como  vicario  de  Becleum, 
primero,  y  más  tarde  de  Holsten.  En  1818  es  elei;¡do 
diputado  de  Tecklemburg  al  Parlamento  de  Frank- 
furt.  El  15  de  marzo  de  1850  es  nombrado  por  el 
Papa  obispo  de  Maguncia. 

Cuando  en  1864  publica  su  Arbeiterfrage  and  das 
Christemthiim  (85),  toda  Alemania  se  ocupa  de  él. 
Era  la  primera  vez  que  un  obispo,  muy  conocido  por 
sus  opiniones  ultraclericales,  tomaba  abieríamento  la 
defensa  de  las  clases  obreras  con  ardor  tan  singular. 

Ketteler  estimaba  su  deber  ocuparse  de  la  cues- 
tión social  como  obispo  y  como  cristiano.  Desde  el 
momento  mismo  en  que  había  sido  nombrado  obispo, 
había  prometido  ocuparse  con  amor  de  los  déblh's, 
los  desgraciados  y  los  pobres.  ¿Podía  faltar  a  una 
promesa  tan  solemne?  Cristo,  redentor  de  la  huma- 
nidad, no  quería  solamente  salvarla  espiritualmente, 
sino  convertir  la  vida  aquí  abajo  en  menos  dura  y 
penosa. 

El  problema  obrero  — que  alcanza  al  mayor  núme- 
ro —  era,  a  sus  ojos,  de  importancia  más  considerable 


(86)   La  Cuestión  Social  y  el  Cristianismo. 


58 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


que  las  cuestiones  políticas,  las  cuales  agotaban  el 
tiempo  de  las  discusiones  parlamentarias. 

Sería  inútil  negar  la  gravedad  de  la  cuestión.  Ei 
trabajo  se  había  convertido  en  una  mercancía. 

El  salario  dependía,  como  el  precio  de  los  pro- 
ductos, de  la  oferta  y  de  la  demanda.  Como  la  con- 
currencia exigía  que  el  productor  se  procurara  la  m.e  - 
cancía  al  menor  precio  posible,  los  salarios  iban  de  ;- 
cendiendo  cada  vez  más:  no  pocas  veces  llegaba  el 
día  de  desolación  en  que  el  obrero  infortunado,  pre- 
sionado por  las  urgentes  necesidades  de  la  vida,  te- 
nía que  comprometer  su  tral)ajo  por  un  salario  cue 
ni  siquiera  subvenía  completamente  a  sus  necesida- 
des físicas :  "He  aquí,  dice  Ketteler,  el  mercado  de 
esclavos  abierto  para  la  Europa  moderna". 

¿Cuáles  son  las  causas  que  influyen  en  esta  con- 
dición desastrosa  de  las  clases  obreras?  Ketteler  en- 
cuentra causas  de  orden  económico  y  de  orden  ideo- 
lógico. La  supresión  de  toda  organización  en  mate- 
ria de  trabajo,  y  el  empleo  creciente  de  la  maquina- 
ria, han  hecho  decrecer  el  número  de  obreros  que  pu- 
diendo  disponer  de  un  pequeño  capital,  trabajan  por 
su  cuenta.  La  población  asalariada  ha  aumentdo  así 
paralelamente  al  desarrollo  de  la  gran  industria.  El 
partido  liberal,  por  su  parte,  compuesto  de  "adeptos 
a  la  francmasonería,  de  grandes  capitalistas,  de  doc- 
tores racionalistas",  engaña  sin  cesar  al  pueblo  con 
vanas  promesas:  los  liberales  hablan  de  "self  heip" 
y  de  la  educación  del  pueblo:  ridiculizan  las  limosnas 
de  caridad:  desconocen,  con  su  racionalismo  superfi- 


59 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


cial,  el  aspecto  sobrenatural  del  cristianismo  y  las  en- 
señanzas de  la  Iglesia. 

La  libertad  absoluta  que  pregonan  los  liberales, 
es,  para  los  obreros,  una  verdadera  burla,  pues  para 
ellos  consiste  en  ofrecer  su  trabajo  a  cualquier  pre- 
cio y  en  morirse  de  hambre  si  nadie  tiene  necesidad 
de  sus  servicios:  "Los  abusos  de  la  libertad  indus- 
trial y  de  la  libertad  de  trabajo,  que  nada  limita,  que 
ninguna  persona  ha  tratado  de  reprimir,  serán  muy 
pronto  más  perniciosos  que  los  que  han  podido  pro- 
ducirse en  las  corporaciones  de  oficios",  (87). 

Con  una  actividad  que  casi  podría  llamarse  pro- 
íética,  Ketteler  avanzaba  las  protestas  de  Lasaile  y 
de  Karl  Marx  contra  ciertas  iniquidades  del  régin'.en 
económico  moderno.  Alemania  es,  tal  vez,  el  único 
país  del  continente,  donde,  por  sí  mismo,  el  clero  ca- 
lólico  ha  criticado  vigorosamente  esos  abusos,  sin  es- 
perar las  vigorosas  solicitaciones  del  peligro  socia- 
lista. (88). 

El  remedio  más  eficaz  estaba,  para  Ketteler,  al 
menos  al  principio,  en  las  asociaciones  cooperativas 
de  producción  que  ya  había  preconizado  Lasaile.  Pe- 
ro seria  inútil  esperar,  con  Hubert,  que  el  capital  de 
osas  asociaciones  pudiera  reunirse  por  los  obreros 
mismos.  A  diferencia  de  Lasaile,  que  invitaba  al  Es- 
tado a  iniciar  su  fundación,  el  obispo  de  Maguncia  se 
dirigía  a  los  fieles  católicos,  a  los  ricos,  a  la  Iglesia, 

(87)  Aiberterfrage  und  cias  Christemthum. 

(88)  GEORGES  GOYAU,  ob.  cit.,  p.  9. 

60 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


spelando  a  sus  sentimientos  de  deber  cristiano,  que 
jamás  habían  faltado.  Se  había  visto  a  la  Iglcsii 
fundar  monasterios:  ¿por  qué  no  podría,  mediante 
contribuciones  voluntarias,  estimular  la  creación  de 
las  cooperativas  de  producción? 

Las  esperanzas  que  concebía  en  1864,  cuando  pu- 
blicaba su  libro  sobre  la  cuestión  social  y  el  cristia- 
nismo, debían  irse  debilitando  al  choque  con  la  rea- 
lidad: aún  cuando  continuó  escribiendo  sobre  el  pro- 
blema social,  no  insistió  más  sobre  su  proyecto  primi- 
tivo. 

Su  interés  por  la  causa  obrera,  no  disminuía,  sin 
embargo :  testigo  elocuente  su  discurso  de  25  de  julio 
de  18G9,  cuando  en  el  plano  de  Liebefrauen  se  diri- 
gía a  los  trabajadores  alemanes  allí  reunidos: 

"La  primera  reivindicación  de  la  clase  obrera  ts 
la  siguiente:  un  aumento  de  salario  correspondiente 
ai  verdadero  valor  del  trabajo. 

"Esta  reivindicación  es,  en  general,  muy  equita- 
tiva. La  religión,  también,  exige  que  el  trabajo  hu- 
mano no  sea  tratado  como  una  mercancía,  ni  avalua- 
do puramente  según  las  fluctuaciones  de  la  oferta  y 
de  la  demanda. 

"Es  a  este  último  resultado  a  donde  han  llegado 
los  principios  económicos  que  han  hecho  abstrac- 
ción de  toda  moral  y  de  toda  religión. . .  De  la  mis- 
ma manera  que  se  compra  la  máquina  al  mejor  mer- 
cado posible  y  se  usa  día  y  noche  hasta  su  extinción, 
así  también  el  hombre,  de  acuerdo  con  esos  sistemas, 
es  fuertemente  explotado.    Este  estado  de  cosas  ha 


61 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


alcanzado  en  Inglaterra  espantosas  proporciones.  La 
resistencia  a  esos  abusos  ha  venido,  antes  que  todo, 
<\e  los  Trade-Unions  ingleses,  que  han  ganado  pronto 
un  terreno  considerable.  El  principal  medio  emplea- 
do por  los  Trade-Unions,  contra  el  capital  y  los  gran- 
des industriales,  ha  sido  la  huelga.  Se  ha  pretendi- 
do a  menudo  que  esas  huelgas,  entorpeciendo  los  ne- 
gocios y  privando  de  su  salario  a  los  obreros  que  ha- 
bían abandonado  su  trabajo,  han  dañado  a  los  traba- 
jadores en  lugar  de  aprovecharles.  Bien  considera- 
do, eso  no  es  cierto.  Las  huelgas  han  elevado  nota- 
blemente la  tasa  de  los  salarios,  como  acaba  de  de- 
mostrarlo victoriosamente  el  inglés  Thornton.  En  los 
cuarenta  últimos  años,  desde  que  los  Trade-Unions 
iniciaron  su  acción,  el  salario  subió  50  por  ciento  en 
algunas  industrias;  de  25  a  30  por  ciento  en  otras,  y 
en  todas  15  por  ciento  por  lo  menos.  Thornton  hace 
observar  que  los  obreros,  es  cierto,  han  sucumbido 
en  apariencia  en  la  maj^or  parte  de  las  huelgas,  peí  o 
que,  de  todas  maneras,  un  aumento  de  salario  ha  sido 
la  consecuencia  inmediata,  casi  en  todas  partes,  de 
suerte  que  la  derrota  de  los  obreros  no  ha,  sido  más 
que  aparente".  (89). 

Es  sin  duda  sorprendente  el  vigor  de  la  pieza  oi-a- 
toria  cuyos  párrafos  iniciales  hemos  trascrito.  Hace 
más  de  70  años,  cuando  aún  no  contaba  la  Iglesia  con 
las  precisas  directivas  sociales  de  los  Papas,  un  Obis- 
po como  Monseñor  Ketíeler  no  titubeaba  en  apoyar 


(89)  El  texto  ha  sido  tomado  de  la  traducción  francesa  publi- 
cada por  ¡Vlaurice  Rigaux,  S.  J.,  Est  il  vraie  que  l'Eglise 
»'en  desinteresse ?,  París    193  5,   pp.  210-214. 


62 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


resueltaiiieiile  la  causa  de  los  obreros.  ¿No  resalta 
singularmenle  el  contraste  entre  esa  defensa  sincera 
y  casi  a¡)asionada  de  las  reclamaciones  legítimas  de 
los  Iraliaj adores,  con  la  timidez  de  numerosos  grupos 
de  católicos  —  en  pleno  siglo  XX,  y  con  el  apoyo  ro- 
busto de  las  Encíclicas  Pontificias? 

Ya  Ketteler,  predecesor  ideológico  indiscutible  de 
León  XIII,  señalaba  con  certera  mano  la  orientación 
del  movimiento  obrero  católico,  apoyándolo  de  cora- 
zón, "La  impiedad  del  capital,  decía,  que  abusa  del 
obrero  y  lo  convierte,  hasta  el  agotamiento  de  sus 
fuerzas,  en  una  máquina,  es  necesario  destruirla.  Ella 
no  conviene  más  que  a  la  teoría  que  hace  descender 
el  hombre  del  mono". 

Sin  embargo,  si  es  cierto  que  la  justicia  y  el  cri.>- 
tianismo  exigen  que  el  trabajo  del  hombre  reciba  una 
retribución  equitativa,  también  la  justicia  y  la  caridad 
cristiana  ponen  límite  a  las  ambiciones  del  trabaja- 
dor: "Xo  es  la  lucha  entre  el  patrono  y  el  obrero,  lo 
que  debe  ser  el  objetivo;  es  necesario  tender,  al  con- 
trario, a  establecer  entre  ellos  una  paz  equitativa". 
Por  eso  Ketteler  dice  a  los  obreros:  "En  vuestros  es- 
fuerzos hacia  la  elevación  del  salario,  tenéis  necesi- 
dad (ie  la  religión  y  de  la  moral,  a  fin  de  que  vues- 
tras reivindicaciones  no  pasen  de  sus  justos  límites. 
En  consecuencia,  en  nuestro  tiempo,  cuando  el  movi- 
miento que  se  manifiesta  entre  los  obreros  se  vuelve 
cada  vez  más  poderoso,  es  de  la  más  alta  importan- 
cia que  esas  exigencias  no  franqueen  los  límites  justos 
V  que  los  obreros  no  se  dejen  explotar  por  otros  fi- 
nes". 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


El  más  elevado  salario  no  procurará  bienestar  a 
los  obreros,  "más  que  en  tanto  que  una  gran  sobrie- 
dad y  economia  formen  la  base  entera  de  su  vida. . . 
Está  absolutamente  comprobado  que  el  bienestar  de 
los  obreros  no  depende  siempre,  en  razón  directa,  de 
la  altura  del  salario;  hay  más  bien  lugares  donde 
funcionan  empresas  que  pagan  salarios  muy  eleva- 
dos, y  donde,  de  todas  maneras,  la  miseria  es  muy 
grande  entre  los  obreros.  Por  el  contrario,  hay  otros 
sitios  donde  los  obreros,  menos  pagados,  han  adquiri- 
do un  bienestar  mayor". 

Reclamaciones  justas,  si.  Pero  por  parte  del 
obrero,  espíritu  de  justicia  y  de  caridad,  sobriedad  y 
economía.  Es,  en  el  fondo,  el  mismo  pensamiento 
que  iba  a  ser  proclamado  veinte  y  dos  años  más  tar- 
de, desde  el  Vaticano  por  el  Papa  León  XIII. 


La  influencia  de  Ketteler  y  la  escuela 
social  católica  alemana. 


Las  ideas  de  Ketteler  penetraron  rápidamente  en 
casi  todo  el  clero  católico  de  Alemania.  En  Junio  de 
1868,  tuvo  lugar  en  Crefeld,  la  primera  reunión  de  aso- 
ciaciones católicas,  aceptándose,  casi  sin  reservas,  las 
tesis  sociales  del  Obispo  de  Maguncia.  Se  decidió 
adoptar  por  órgano  del  nuevo  movimiento,  el  diario 
que  el  rector  Schings  publicaba,  desde  hacía  poco,  en 
Aix-la-Chapelle :  Die  Christlich  sociale  Blatter. 


64 


LOS  CATOLICOS  FÍENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


El  9  de  setiembre  de  1869,  tuvo  lugar  la  segunda 
reunión,  decidiéndose  la  formación  de  una  sección 
permanente,  encargada  de  provocar  la  pronta  for- 
mación de  sociedades  católico-sociales,  para  fomen- 
tar el  mejoramiento  moral  de  los  obreros  y  estimu- 
lar su  protección  económica.  Esta  sección  quedó  in- 
tegrada por  el  vicario  Gronheid,  de  Munster,  el  pro- 
fesor Schulze,  de  Paderbon,  y  el  barón  de  Schorle- 
mer-Alst,  diputado  católico  de  Westfalia. 

Al  mismo  tiempo,  un  congreso  de  obispos  alema- 
nes, reunido  en  Fulde,  se  ocupaba  igualmente  de  la 
cuestión  social.  Las  ponencias  allí  discutidas,  fue- 
ron las  siguientes: 

1.  — La  cuestión  social  ¿interesa  también  a  Ale- 

mania? 

2.  — La  Iglesia  ¿puede  y  debe  intervenir? 

3.  — ¿Cuáles  son  los  remedios? 

4.  — ¿Cómo  puede  contribuir  prácticamente  la 

Iglesia  a  la  aplicación  de  estos  remedios? 

Lis  conclusiones  a  que  llegaron  los  obispos  fue- 
ron las  siguientes: 

1.  — ^La  cuestión  social  interesa  no  solamente  a 
un  estado  sino  a  todos  los  estados  de  Europa.  El  mal 
no  se  encuentra  en  ninguna  parte  circunscrito:  en 
Alemania,  como  en  otras  partes,  las  mismas  causa* 
producen  los  mismos  efectos. 

2.  — La  Iglesia  puede  y  debe  intervenir.  "Fal- 
tarla hacia  millones  de  almas,  al  deber  que  le  ha  im- 

65 

e 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


puesto  Cristo,  si  ignorara  la  cuestión  social  y  se  li- 
mitara a  querer  conjurar  el  peligro  por  el  ejercicio 
usual  de  su  ministerio". 

3. — Como  medidas  prácticas  se  preconizaba: 

a)  Tomar  las  medidas  necesarias  para  poner  a 
los  obreros  al  abrigo  de  la  necesidad  y  de 
la  miseria. 

b)  Trabajar  por  extirpar  el  vicio. 

c)  Perseguir  el  mejoramiento  de  las  condicio- 
nes morales  e  intelectuales  de  los  obreros. 

d)  Organizar  el  trabajo  en  forma  tal  que  el  es- 
tado del  obrero  sea  progiesivamente  mejor 
(sistema  de  trabajo  por  tarea,  aumento  del 
salario  en  razón  del  número  de  años  de  ser- 
vicio, participación  en  los  beneficios  de  la 
empresa) . 

e)  Asegurar  la  paz  interior  de  los  obreros. 

í)    Favorecer  los  hábitos  de  economía. 

g)  Esforzarse  por  hacer  reinar  la  armonía  en- 
tre el  personal  de  las  manufacturas. 

h)  Fomentar  buenas  relaciones  entre  patronos 
y  obreros. 

i )  Hacer  alternar  los  trabajos  industriales,  cou 
trabajos  de  economía  rural. 

j)  Proteger  las  costumbres  de  los  obreros  jóve- 
nes. 


66 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


k)  Hacer  posible,  a  las  obreras  madres  de  fa- 
milia, el  cumplimiento  de  sus  deberes  do- 
mésticos. 

1)  Activar  la  legislación  en  favor  de  lo3  obre- 
ros, y  por  consiguiente:  prohibir  el  trabajo 
precoz  a  los  niños;  limitar  las  horas  ae  tra- 
bajo de  los  adolescentes;  separar  los  obrei'os 
de  las  obreras  en  los  talleres;  cerrar  los  loca- 
les de  trabajo  insalubres;  determinar  las  ho- 
ras de  trabajo;  asegurar  el  reposo  dominical; 
acordar  indemnizaciones  a  los  obreros  que 
temporal  o  definitivamente  se  hubieren  con- 
vertido, sin  su  falta,  en  incapaces  para  el  tra- 
bajo; acordar  garantías  locales  a  las  socieda- 
des obreras;  hacer  controlar  enérgicamente 
por  el  Estado,  la  ejecución  de  las  leyes  so- 
ciales. 

4. — La  Iglesia  no  puede  ni  debe  permanecer  iner- 
te. Ella  debe,  inmediatamente,  estimular  el  celo  del 
clero  en  favor  de  la  clase  obrera. 

El  programa  del  partido  social  católico  alemán 
fué  expuesto  posteriormente,  con  mayor  amplitud  por 
el  canónigo  de  la  Catedral  de  Maguncia,  Cristóbal 
von  Moufang. 


En  torno  al  Christlich  sociale  Blatter  llegó  a  com- 
pactarse en  Alemania  un  numeroso  grupo  de  escri- 


67 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


tores  católicos,  que,  gracias  a  la  influencia  de  Kette- 
1er  y  de  Moufang,  defendían  que  la  Iglesia  debía  inte- 
resarse vivamente  por  la  reforma  social. 

Así  se  fundó  una  verdadera  escuela  social  cató- 
lica, que  contó  con  la  adhesión  de  hombres  notables 
como  el  abate  Hitze,  el  conde  de  Losewitz,  Rodolfo 
Meyer,  Ratzinger,  Albertus,  Hohenberg,  Bongartz. 
Jorg,  el  conde  von  Hertling. 

Los  más  influyentes  fueron,  sin  duda  alguna,  Ro- 
dolfo Meyer  —  por  su  crítica  imparcial  y  su  profundo 
conocimiento  de  la  Economía  Social  —  y  el  canónigo 
Hitze,  por  su  actividad  en  el  Reichstag.  Hitze  fué 
durante  mucho  tiempo  el  jefe  efectivo  del  partido 
social  católico  alemán.  Sus  ideas  franquearon  las 
fronteras  de  Alemania  y  encontraron  una  favorable 
acogida  entre  los  católicos  de  Suiza,  Austria  y  Fran- 
cia. 


El  catolicismo  social  en  Austria 


La  influencia  de  Ketteler,  traspasó  bien  pronta 
las  fronteras  de  Alemania.  Gracias  al  profesor  Ma- 
xen,  las  ideas  del  obispo  de  Maguncia  conquistaron 
nuevos  adeptos  en  Austria,  muy  particularmente  en- 
tre los  jóvenes  de  la  aristocracia  vienesa:  el  periódi- 
co católico  Das  Vaterland,  el  príncipe  de  Lichtensi- 
tein,  el  conde  Belcredi,  comenzaron  a  defender  con 
ardor,  que  a  la  Iglesia  Católica  correspondía  intere- 
sarse vivamente  por  resolver  la  cuestión  social;  que 
la  usura  era  contraria  al  cristianismo  y  que  la  socie- 


68 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


dad  debía  organizarse  según  los  principios  medieva- 
les. Así  se  establecieron  los  fundamentos  del  parti- 
do católico  social,  que  pronto  agrupó  un  buen  núme- 
ro de  intelectuales,  entre  otros  el  Conde  de  Falken- 
hayn  —  más  tarde  ministro,  —  el  conde  Zallinger,  el 
conde  Bíome,  el  barón  Dipauli  y  el  famoso  economis- 
ta protestante  alemán,  refugiado  en  Austria,  R.  Me- 
yer. 

El  personaje  más  eminente  entre  todos  los  publi- 
cistas católicos  austríacos,  es,  sin  duda  alguna,  el  ba- 
rón Karl  de  Vogelsang. 

Vogelsang  era  hijo  espiritual  de  Ketteler:  este 
último  trabajó,  en  efecto,  por  su  conversión  al  cato- 
licismo, y  presidió  más  tarde  toda  su  formación  so- 
cial. 

En  el  periódico  Vaterland,  pero  sobre  todo  en 
su  Monatschrift  für  Christliche  Social  Reform,  que 
dirigió  durante  doce  años,  se  dió  con  celo  infatiga- 
ble a  la  propaganda  de  las  ideas  social  católicas. 

Para  Vogelsang,  el  orden  social  moderno  deja 
en  lucha  desigual  los  más  débiles  y  los  más  fuertes; 
cada  individuo,  abandonado  a  sí  mismo,  se  debate 
por  la  defensa  de  sus  propios  intereses  en  un  com- 
bate cuya  victoria  no  tiene  resultados  engañosos:  ha 
de  pertenecer  a  los  más  fuertes.  Estos  últimos  no 
triunfan  más  que  porque  poseen  un  capital  elevado, 
que  no  deben  la  mayor  parte  de  las  veces  ni  a  su  in- 
teligencia ni  a  su  habilidad. 

Ese  régimen  de  libre  concurrencia  y  lucha  des- 
enfrenada, es  lo  que  se  llama  capitalismo.   El  capí« 


«9 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


talismo,  "es  decir,  la  máxima  de  que  toda  porción  de 
riquezas  constituye  una  propiedad  individual  sin  de- 
beres ni  cargas,  destinada  a  procurar  a  su  propieta- 
rio la  mayor  suma  de  provechos,  sin  consideración 
por  la  comunidad  o  por  aquellos  que  han  ayudado  a 
procurársela.  Esta  máxima  encuentra  su  expresión 
más  exacta  en  el  capital  monetario,  es  decir,  en  el 
valor  separado  del  objeto,  el  cual  debe  producir  in- 
tereses al  capitalista  en  toda  circunstancia. . .  Es  ba- 
jo esta  forma  que  la  idea  capitalista  domina  actual- 
mente toda  la  vida  económica  de  los  pueblos".  (90)^ 

Ei  capitalismo  ha  triunfado  con  el  advenimienlo 
de  la  burguesía  liberal,  que  ha  deslumhrado  a  todos 
con  el  espejismo  de  la  libertad.  La  revolución  fran- 
cesa de  1789  —  reproducida  en  Austria  en  1848  — 
señaló  el  derrocamiento  definitivo  de  los  principios 
del  orden  social  antiguo,  que  reposaba  sobre  el  con- 
cepto fundamental  de  que  toda  propiedad  debía  ser 
considerada  como  una  parcela  de  la  fortuna  nacio- 
nal común,  concedida  a  titulo  de  gozo  particular  a 
cambio  de  servicios  prestados  a  la  comunidad.  (91). 

Los  trabajadores  han  pagado  duramente  el  pre- 
cio del  nuevo  régimen:  "El  obrero  de  las  ciudades, 
despojado  de  su  independencia,  sin  seguridad  de  ob- 
tener el  pan  del  día  siguiente,  ha  sido  rebajado  al  ni- 
vel del  proletario. 

"El  campesino,  alejado  de  su  país,  de  su  casa,  ha 
entrado  también  en  los  rangos  del  proletariado.  El 


(90)  Cit.  por  NITTI,  ob.  cit.,  227-228. 

(91)  Ibid.,  226. 


70 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


obrero,  desmoralizado  por  la  corrupción  de  las  cor- 
poraciones, no  encuentra,  desde  entonces,  más  ga- 
rantias  que  las  nuevas  leyes  del  Estado,  para  que  su 
señor  y  dueño  no  lo  deje  morir  en  la  vejez  sobre  un 
pajonal;  su  suerte,  bajo  el  régimen  de  la  economía 
capitalista,  se  ha  convertido  en  más  miserable  de  lo 
que  podría  imaginarse".  (92). 

Es  menester  encontrar  un  remedio  adecuado  a  la 
cuestión  social:  siendo  a  la  vez  moral  y  económica, 
la  solución  ha  de  atender  también  a  ambos  aspectos 
del  problema.  Es  cierto  que  "no  se  puede  esperar 
crear  una  organización  social  basada  sobre  la  justi- 
cia hacia  los  débiles,  si  no  es  bajo  la  influencia  de  la 
fé  cristiana",  pero  se  equivocan  aquellos  católicos 
"que  quieren  que  la  solución  de  la  cuestión  social 
tenga  lugar  por  la  intervención  única  de  la  Iglesia, 
proscribiendo  la  intervención  del  Estado...  no  hay 
que  hacerse  ilusiones:  hay  que  comprender  que  no 
hay  remedio  posible  a  los  males  de  esta  sociedad  in- 
festada de  capitalismo,  sin  una  intervención  enérgica 
del  Estado".  (93). 

Entre  los  católicos,  dice  Vogelsang,  hay  muchos 
que  se  hacen  demasiadas  ilusiones  recurriendo  al 
calmante  piadoso  de  la  caridad.  La  caridad  es  insu- 
ficiente y  querer  substituirla  a  la  justicia  es  interpre- 
tar falsamente  la  doctrina  cristiana.  'Se  quiere  de- 
jar así,  a  merced  de  la  caridad,  el  cumplimiento  de 
obligaciones  que  todo  hombre  debe  reconocer  como 
un  deber. 


(92)  Ibid.,  228. 

(93)  Ibid.,  229. 


71 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


Como  remedio  de  orden  práctico,  preconizaba 
Vogelsang  el  restablecimiento,  sobre  nuevas  y  sóli- 
das bases  del  sistema  corporativo.  En  lugar  de  lí- 
neas horizontales  formadas  en  la  sociedad,  era  nece- 
sario, a  su  juicio,  fundar  un  sistema  de  superposicio- 
nes verticales  según  la  profesión  de  cada  uno. 

Vogelsang  fué  el  inspirador  de  toda  la  legisla- 
ción corporativa  austriaca.  A  pesar  de  la  oposición 
de  la  prensa  liberal,  y  gracias  a  la  colaboración  de- 
cidida de  Meyer,  Kuefstein,  Blome,  Belcredi,  el  prin- 
cipe de  Lichstenstein  y  otros,  el  partido  católico  ejer- 
ció una  gran  influencia  sobre  la  política  social  del 
Imperio  y  sobre  las  tendencias  económicas  de  Aus- 
tria. 

Las  leyes  industriales  de  1883  fueron  la  prime- 
ra victoria  del  partido:  las  corporaciones,  abolidas 
desde  1859,  fueron  restablecidas  el  15  de  marzo  de 
1883  en  Austria  y  el  21  de  mayo  del  año  siguiente,  eu 
Hungría. 

La  insistencia  de  los  diputados  católicos,  logró, 
así  mismo,  que  la  ley  de  8  de  marzo  de  1885,  asignara 
límites  precisos  al  trabajo  de  los  niños  y  de  las  mu- 
jeres y  fijara  en  once  horas  el  máximum  de  la  jor- 
nada de  trabajo. 

A  Vogelsang  se  debió  también  la  primera  encues- 
ta sobre  la  condición  de  los  trabajadores  austríacos, 
que  fue  la  base  de  las  reformas  sociales  del  Reichs- 
rath. 


72 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


El  Cardenal  Manning  y  los  orígenes  del 
movimiento  social-católico  en  Inglaterra 


A  comienzos  del  siglo  XIX  la  Iglesia  católica  ha- 
bía desaparecido  del  escenario  de  la  vida  inglesa:  la 
Gran  Bretaña  aparecía  como  la  nación  más  altamen- 
te industrializada  y  más  completamente  protestante 
del  mundo.  Los  católicos  eran,  como  lo  ha  señalado 
Ne-A'íman,  (94),  "gens  lucífuga":  personas  que  huían 
de  la  Juz. 

La  Catholic  Emana pation  Act  de  1829,  restable- 
ció a  los  católicos  ingleses  el  ejercicio  de  sus  dere- 
chos políticos.  Con  el  Movimiento  de  Oxford  —  que 
<;ondiijo  a  la  conversión  de  Newman  y  de  William 
Ward  —  renació  el  interés  por  el  estudio  de  las  ins- 
tituciones medievales.  Así  comenzó  a  apreciarse 
sinceramente  una  época  en  la  cual  las  relaciones  so- 
ciales y  las  condiciones  económicas  no  estaban  a  la 
discreción  de  un  individualismo  sin  freno  y  de  una 
competencia  ilimitada.  Pronto  se  hicieron  oír  las 
primeras  voces  que  solicitaban  la  intervención  de  la 
autoridad  pública  y  rechazaban  el  laissez  faire. 

En  Escocia,  particularmente,  la  acción  de  los  ca- 
tólicos fué  considerable.  Allí  fueron  los  primeros 
—  como  lo  reconoció  Lady  Mackenzie  hablando  fren- 
te a  la  Alberdeen  Women  Citizens'  Association  —  en 
hacer  provisión  para  el  cuido  de  los  débiles  menta- 
les. 


(94)  The  second  spring. 


73 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


El  movimiento  social  católico  inglés,  no  debía  co- 
brar pujanza  extraordinaria  sino  bajo  el  impulso  del 
Cardenal  Henry  Edward  Manning  (1808-1892). 

Manning  permanece  junto  a  Newman,  como  uno 
de  los  más  conspicuos  representantes  del  catolicismo 
en  Inglaterra  en  el  siglo  XIX. 

Equipado  singularmente  con  un  celo  inmenso 
por  el  bienestar  humano,  dedicó  buena  parte  de  su 
actividad  al  trabajo  de  la  reforma  social: 

"Por  más  de  cincuenta  años,  escribió,  yo  he  vivi- 
do entre  el  pueblo:  diez  y  siete  entre  los  labradores 
y  pastores  de  Sussex,  y  nueve  y  treinta  entre  el  pue- 
blo de  Londres.  Yo  he  visto,  he  oído  y  conocido  sus 
deseos,  sus  sufrimientos,  sus  penalidades,  y  el  fra- 
caso de  sus  peticiones  y  esperanzas;  mi  espíritu  está 
completamente  con  ellos".  (95). 

Las  ideas  sociales  del  Cardenal  fueron  expresa- 
das por  primera  vez,  completamente,  el  28  de  enero 
de  1874  en  su  discurso  sobre  La  dignidad  y  los  dere- 
chos del  trabajo: 

El  trabajo,  declaraba,  debía  ser  garantizado  am- 
plia y  libremente.  Al  obrero  correspondía  el  deter- 
minar para  quién  debía  trabajar  y  sobre  cuáles  jor- 
nales podía  vivir. 

El  derecho  de  asociación  es  incontestable:  Man- 
ning no  tituteaba  en  reconocer,  en  principio,  la  legiti- 
midad de  la  huelga,  muy  a  menudo  la  única  arma 


(95)  GEORGIANA  PUTMAN  McENTEE.     The  Socia!  CathoUc 
Movement  in  Great  Britain,  New  York,   192  7,  p.  19. 


74 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


suficientemente  fuerte,  en  manos  de  los  trabajado- 
res, para  oponerse  al  despotismo  del  capital. 

En  la  lucha  entre  el  capital  y  el  trabajo,  no  veía 
igualdad  de  ninguna  especie:  a  su  juicio  el  Estado 
debia  intervenir  a  favor  de  la  parte  más  débil,  repre- 
sentada por  los  obreros. 

"Si  el  objeto  de  la  vida,  decía,  fuera  multiplicar 
los  metros  de  paño  y  de  algodón;  si  la  gloria  de  In- 
glaterra consistiera  en  multiplicar  sin  límites  los  pro- 
ductos de  sus  manufacturas  y  en  venderlos  al  más 
bajo  precio  posible  a  todas  las  naciones  del  globo,  yo 
no  tendría  nada  que  decir.  Por  el  contrario,  si  la 
vida  doméstica  de  un  pueblo  es  la  verdadera  vida; 
si  la  paz  y  el  honor  del  hogar,  si  la  educación  de  los 
hijos,  los  deberes  de  madre  y  de  esposa,  los  deberes 
de  marido  y  de  padre,  están  inscritos  en  una  ley  na- 
tural, tanto  más  importante  que  todas  las  leyes  eco- 
nómicas, si  todas  esas  cosas  son  tanto  más  sagradas 
que  todas  las  que  se  venden  en  el  mercado,  entonces 
yo  declaro  que  hay  que  obrar  en  consecuencia.  Si  en 
algunos  casos  no  reglamentados,  el  trabajo  con- 
duce a  la  destrucción  de  la  vida  doméstica,  a  descui- 
dar la  educación  de  los  hijos;  si  transforma  a  las  ma- 
dres en  máquinas  vivientes,  a  los  padres  y  espesos 
(que  se  me  perdone  el  término)  en  bestias  de  carga 
que  se  levantan  con  el  sol  y  vuelven  a  la  guarida  en 
la  noche  agotados  por  la  fatiga  y  sólo  con  las  fuer- 
zas necesarias  para  comer  un  pedazo  de  pan  y  echar- 
se sobre  un  lecho  miserable  para  dormir:  la  vida  de 
familia  ya  no  existe  y  no  podemos  seguir  a  ese  pa- 
so.. .  Semejantes  excesos  no  pueden  continuar;  hay 


75 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


que  poner  un  término  a  tales  abusos.  La  acuaiula- 
ción  de  la  riqueza  en  el  país,  el  amontonamiento  de 
fortunas  en  provecho  de  ciertas  clases  y  de  ciertos 
individuos,  no  puede  continuar  si  las  condiciones  de 
vida  de  las  masas  no  se  cambia.  La  prosperidad  pú- 
blica no  puede  reposar  sobre  semejantes  bases". 

En  cartas  notables  dirigidas  al  Times  y  en  un  ar- 
ticulo publicado  en  la  Fortnightly  Review,  Manning 
combatió  enérgicamente  el  liberalismo  económico, 
que  a  su  juicio  no  formaba  parte  del  orden  cósmico, 
como  lo  pretendían  los  manchesterianos. 

"La  Economía  política,  — escribiría  algo  más  tarde 
r  Mons.  Doutreloux,  —  no  debe  tener  por  objeto  so- 
lamente los  valores  y  los  cambios,  sino  también  la 
vida  humana  considerada  en  todas  sus  necesidades 
y  su  bienestar.  El  trabajo  es  una  función  social,  y 
debe  ser  considerado  como  tal.  No  es  posible  pre- 
cisar el  número  de  horas  de  trabajo  diarias  necesa- 
rias a  im  hombre  o  a  una  mujer,  hasta  que  no  se  haya 
determinado  el  número  de  horas  que  un  hombre  de- 
be consagrar  todos  los  días  a  los  trabajos  de  la  vida 
doméstica.  Hacer  pasar  el  trabajo  y  el  salário  rutes 
de  las  necesidades  de  la  vida  humana  y  doméstica, 
es  invertir  el  orden  establecido  por  Dios  y  la  natu- 
raleza, es  arruinar  la  sociedad  en  su  principio  origi- 
nal. La  economía  de  la  industria  se  rige  por  la  su- 
prema ley  moral  que  determina,  limita  y  controla  sus 
operaciones". 

Episodio  significativo  en  la  vida  de  Manning,  fué 
su  intervención,  en  1889,  con  ocasión  de  la  huelga  de 
trabajadores  del  puerto  de  Londres:  200.000  dockers 


76 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CL'ESTION  SOCIAL 


habían  abandonado  los  muelles,  reclamando  por  el 
trabajo  casual  y  pobremente  remunerado  al  que  es- 
taban sometidos. 

Había  intermediarios  inescrupulosos  que  aplica- 
ban el  sweating  system  con  el  propósito  de  cubrir,  me- 
diante una  cantidad  abusiva  de  trabajo,  la  miserable 
remuneración  de  los  trabajadores. 

De  acuerdo  con  los  datos  y  cifras  reunidos  por 
el  Cardenal,  las  reclamaciones  de  los  dockers  esta- 
ban justificadas.  Sin  embargo,  algunos  agitadores,  en- 
tre otros  John  Burns,  se  habían  apoderado  de  la  direc- 
ción del  movimiento:  los  administradores  de  los  mue- 
lles se  mostraban  poco  dispuestos  a  ceder:  ceder  "se- 
ria cobardía,  traición  al  orden  social".  Manniug  con- 
testa resueltamente  que  no  cediendo,  no  se  haría  más 
que  añadir  nuevos  combustibles  al  incendio  de  odios 
y  que  el  único  fundamento  del  orden  social  verdade- 
ro es  la  justicia. 

"Pero,  my  Lord,  se  le  objetaba,  eso  que  estáis 
haciendo  es  socialismo".  Y  el  Cardenal,  renovando 
sin  saber  las  palabras  de  León  XIII  a  La  Tour  du 
Pin,  declaraba:  "Yo  no  sé  si  para  vosotros  es  socia- 
lismo.   Fara  mí  es  puro  cristianismo".  (96). 

Al  cabo  de  poco  tiempo,  y  entre  los  aplausos  ge- 
nerosos del  Morning  Post,  del  Times,  del  Daily  News 
y  otros  periódicos  de  Londres,  se  firmó  la  Paz  del 


(96)  GEORGES  GUITTON,  1891  Une  date  dans  l'Histoire  des 
Travailleurs,   París    1930,   p.  57. 

77 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


Cardenal  que  puso  fin  al  doloroso  conflicto.  "Algu- 
nos hombres  han  hecho  mucho  en  esta  gran  contro- 
versia, escribió  la  Pall  Malí  Gazette,  pero  el  Cardenal 
los  ha  excedido  a  todos  ellos". 


En  1890,  Manning  favoreció  intensamente  la  Con- 
ferencia Internacional  de  Berlín,  convocada  por  el 
Emperador  alemán  para  la  consideración  de  los  pro- 
blemas sociales.  En  una  carta  que  escribió  al  editor  de 
la  Deiitche  Revue,  caracterizaba  su  invitación  como 
"lo  más  importante  que  ha  procedido  de  un  sobera- 
no de  nuestros  tiempos". 

Las  tesis  sociales  de  Manning,  le  costaron,  sin 
embargo,  numerosos  ataques,  de  los  cuales  hubo  de 
defenderse  en  las  páginas  de  la  American  Catholic 
Quarterly  Review:  como  uno  de  sus  biógrafos  escri- 
bió, las  ideas  de  Manning  constituían  "las  más  odio- 
sas de  las  nuevas  doctrinas  para  aquellos  creyentes 
que  miraban  a  la  Iglesia  como  la  guardiana  de  sus 
intereses  y  a  la  religión  como  la  mejor  salvaguardia 
de  la  propiedad".  (97). 

El  Cardenal  mismo  declaró  en  una  ocasión  que 
"aún  cuando  algunos  hombres  lo  hubieran  llamado 
a  veces  socialista  y  revolucionario,  él  estaba  contento 


(97)  F.  de  PRESSENSE,  Cardinal  Manning,  London  1897,  p.  209. 

78 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


de  haber  dicho  y  escrito  como  lo  había  hecho  delante 
del  público".  (98). 

No  hay  duda,  por  lo  demás,  que  en  algunos  cam- 
pos, León  XIII  debe  al  Cardenal  Manning  inspiración 
y  hasta  información  directa  en  lo  concerniente  a  la 
condición  de  las  clases  trabajadoras:  muchas  de  las 
doctrinas  del  prelado  inglés  fueron  legítimas  pre- 
cursoras de  las  que  se  expondrían,  años  más  tarde, 
en  la  Encíclica  Rerum  Novarum.  (99). 

Católicos  liberales  e  intervencionistas  en 
Francia 


En  la  reacción  social  de  los  católicos  franceses 
de  mediados  del  siglo  XIX,  pueden  distinguirse  cla- 
ramente dos  tendencias:  la  liberal,  que  siguiendo  de 
cerca  el  pensamiento  de  Le  Play  y  de  Perin,  mani- 
fiesta una  confianza  más  o  menos  marcada  en  la 
libertad  económica,  y  la  intervencionista,  que  se  re- 
laciona más  directamente  con  las  tesis  sociales  de  los 
católicos  alemanes  y  del  austríaco  Vogelsang. 

Las  ideas  de  libertad  económica  de  Le  Play,  cu- 
yo órgano  era  la  Reforme  Sociale,  encontraban  un 
eco  favorable  entre  los  profesores  de  las  universida- 
des católicas  y  eran  defendidas  por  el  grupo  de  ju- 
risconsultos que  presidía  el  senador  Luciano  Eium, 


(98)  American    catholic    Quarterly    Review,    vol.      13  (1888). 
pp.  193-198. 

(99)  Cf.  PUTMAN  McENTEE.  ob.  cit.,  34. 


79 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


por  la  Reoue  des  Insíitutions  et  du  Droit,  por  Mons. 
Freppel  y  un  gran  número  de  los  industriales  católi- 
cos del  norte  de  Francia. 

Su  principal  intérprete  fué  Claude  Jannel,  uno 
de  los  más  sabios  economistas  franceses:  según  él, 
las  reformas  sociales  debían  ser  fruto  de  la  libre  ini- 
ciativa y  de  la  acción  combinada  de  la  religión,  de 
la  familia  y  de  la  caridad.  Fuera  del  reposo  domi- 
nical, la  ley  debía  imponerse  grandes  reservas  en  lo 
que  se  refiere  al  trabajo  de  los  obreros  adultos.  La 
intervención  del  Estado  —  aún  cuando  en  ciertos  ca- 
sos indispensable  —  debía  limitarse  a  hacer  respetar 
la  justicia. 

Los  seguidores  de  Le  Play  y  de  Perin,  daban  al 
problema  social  un  carácter  más  moral  que  econó- 
mico: admitían,  con  Ludovico  de  Besse,  que  en  la 
libre  concurrencia  industrial  no  había  nada  contra- 
rio a  los  principios  del  cristianismo,  y  sostenían  que 
no  era  misión  del  Estado  la  repartición  de  la  rique- 
za social. 

Los  liberales  católicos  franceses  no  se  cruzaban 
enteramente  de  brazos  como  los  manchesterianos :  si 
compartían  con  aquéllos  su  temor  por  toda  inter- 
vención autoritaria,  reclamaban,  en  cambio,  de  la  ac- 
ción individual,  un  sincero  empeño  de  renovación: 
en  su  programa  —  particularmente  en  la  breve  me- 
moria presentada  por  Ludovico  de  Besse  al  Congre- 
so de  Lieja  —  preconizaban  como  medios  de  resolver 
la  cuestión  social,  las  sociedades  cooperativas  de  con- 
sumo, las  habitaciones  obreras  a  precio  económico, 
los  bancos  populares,  las  agencias  gratuitas  de  co- 
locación. 


80 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


Los  católicos  liberales  o  conservadores  franceses 
formaron  el  núcleo  principal  de  lo  que  más  adelante 
iba  a  conocerse  como  Escuela  de  Angers. 

No  hay  duda  que  esta  corriente  —  derrotada  en 
el  congreso  de  Lieja  en  octubre  de  1890  —  gozó  de 
pocas  simpatías  entre  los  Papas  y  aún  parece  fué 
francamente  desaprobada  por  León  XIII  v  Pío  XI. 
(100). 


El  conde  de  Mun  y  la  Obra  de  los  Circuios 
Católicos  de  Obreros. 


Al  lado  de  la  corriente  conservadora,  se  destaca 
en  Francia  la  tendencia  eminentemente  social  inicia- 
da por  el  conde  Alberto  de  Mun. 

Prisionero  de  los  alemanes  en  1870,  Alberto  de 
Mun  fué  internado  junto  con  René  La  Tour  du  Pin 
en  el  campo  de  concentración  de  Aix-la-Chapelle.  En 
un  interesante  estudio  biográfico,  nos  cuenta  el  pri- 
mero, cómo  en  los  meses  de  cautiverio  y  mediante  la 
lectura  de  una  obra  de  Emilio  Keller  y  el  contacto  con 
algunos  miembros  del  famoso  "centro"  católico  ile- 
mán  —  particularmente  el  doctor  Lingens  —  gevjninó 
en  su  alma  la  vocación  social  que  habia  de  procurar 
tanto  bien  a  la  obra  de  los  católicos  de  Francia.  (101). 


(100)  Cf.  LLOVERA,  ob  cit..  p.  420   (en  nota). 

(101)  Comte.  ALBERT  de  MUN,  Ma  Vocation  Sociale,  Souve- 
nirs  de  la  fondation  de  i'oeuvre  des  cercles  catholiques 
d'ouvríers    (1871-1875),   París,  1908. 

81 

« 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


A  pesar  de  los  ataques  de  los  liberales  (102)  y 
aúu  de  los  grupos  de  católicos  conservadores  (103),  el 
Conde  de  Mun  se  entrega  con  increíble  actividad,  a  su 
vuelta  a  Francia,  a  una  empresa  fecunda  y  que  ha 
quedado  para  siempre  unida  a  su  nombre:  la  fun- 
dación de  la  Obra  de  los  círculos  católicos  de  obreros. 

Los  horrores  de  la  comuna  de  Paris  lo  hablan  he- 
cho meditar  profundamente  acerca  de  las  causas  últi- 
mas del  malestar  obrero:  ¿Cómo  explicar,  que,  tan  fá- 
cilmente, la  masa  obrera  hubiera  aceptado,  bajo  la 
palabra  de  orden  de  sus  desconocidos  jefes,  la  lucha 
fratricida? 

¿Podía  todo  explicarse,  como  lo  pretendían  tan- 
tos negociantes  y  patronos,  por  los  simples  manejos 
de  la  internacional  —  esa  gran  asociación  obrera  for- 
mada en  los  últimos  tiempos  del  Imperio  y  cuyo  mis- 
terioso poder  servía  para  explicar  todas  las  convul- 
siones sociales?  (104). 


(102)  El  periódico  liberal  le  XXe.  Siecle,  de  18  de  ■  febrero  de 
1884,  escribía:  "El  socialismo  cristiano  es  el  comunismo 
más  violento  y  más  radical".  El  más  moderado  e  impar- 
cia!  de  los  órganos  del  partido  conservador  liberal,  de- 
claraba que  el  socialismo  católico  predicado  por  la  Obra 
de  los  círculos  católicos  de  obreros  "no  sería  menos  da- 
ñoso que  el  socialismo  de  Estado"  (NlTTl,  Le  Socialisme 
Catholique,  p.  280). 

(103)  Los  adictos  al  grupo  de  la  Escuela  de  Angers,  solían  di- 
rigir contra  el  Conde  de  Mun  y  demás  reformistas,  vio- 
lentos ataques  calificando  sus  doctrinas  de  alemanas,  teu- 
tónicas, protestantes  y  socialistas.  Un  interesante  análisi» 
de  estas  críticas  se  encuentra  en  la  obra  de  HENRI  FON- 
TANILLE,  L'oeuvre  Sociale  d'Albert  de  Mun,  París  1926. 
pp.  121-145. 

(104)  A.  de  MUN,  Ma  Vocatíon  Sociale,  p.  4 1 . 


S2 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


¿No  estaría  la  responsabilidad  principal  en  las 
clases  directoras?  "¿Qué  ha  hecho  esta  sociedad  le- 
gal —  se  preguntaba  de  Mun  —  desde  que  ella  encar- 
na el  orden  público,  para  dar  al  pueblo  una  regla  mo- 
ral, para  despertar  y  formar  su  conciencia,  para  apa- 
ciguar, por  un  esfuerzo  de  justicia,  el  quejido  de  sus 
sufrimientos?".  (105). 


En  el  "Llamamiento  a  los  hombres  de  buena  vo- 
luntad", publicado  en  diciembre  de  1871,  y  que  cree- 
mos de  interés  transcribir  integramente,  se  contienen 
las  bases  fundamentales  del  programa  de  la  Obra, 
mediante  la  cual  de  Mun  y  sus  partidarios,  creian  lo- 
grar la  reconciliación  social  tan  deseada: 

"La  cuestión  obrera,  a  la  hora  presente,  no  es 
un  problema  a  discutir.  Ella  se  plantea  delante  de 
nosotros  como  una  amenaza,  como  un  peligro  per- 
manente. Es  menester  resolverla.  De  lo  contrario, 
la  sociedad,  de  igual  manera  que  los  poderes  que  ago- 
nizan y  no  pueden  salvarse  ni  aún  abdicando,  oirá 
pronunciar  esta  terrible  sentencia:  Es  demasiado 
larde! 

"La  Revolución  está  próxima  a  obtener  sus  fines. 
Del  cerebro  de  los  filósofos,  ha  descendido  al  cora- 
zón del  pueblo,  y  organiza  hoy  en  dia,  mediante  una 
lucha  suprema,  a  los  obreros,  que  constituyen  la  subs- 
tancia de  la  nación. 


(105)  Ibid. 


83 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


"¿Dejaremos  nosotros  a  estos  niños  (pues  el  pue- 
blo es  un  niño  sublime  o  egoísta)  y  a  estos  obreros 
halagados  en  sus  pasiones  y  en  su  orgullo,  consumar 
la  ruina  de  la  patria  y  del  mundo,  o  más  bien,  extra- 
yendo fuerzas  invisibles  del  Corazón  de  Jesús  obre- 
ro, acordándonos  de  las  glorias  de  Francia  y  de  su 
título  de  hija  mayor  de  la  Iglesia,  haremos  nosotros 
un  último  esfuerzo  para  salvar  al  pueblo  y  apresu- 
rar el  reino  de  Dios  en  el  taller  regenerado? 

"Tal  es  la  cuestión.  Ya  no  es  hora  de  discursos: 
es  menester  obrar!  A  aquellos  que  no  quieren  des- 
esperar ni  de  nuestra  querida  Francia  ni  de  ellos  mis- 
mos, nosotros  hacemos  un  enérgico  llamamiento. 

"A  las  doctrinas  subversivas,  a  las  enseñanzas 
funestas,  es  necesario  oponer  las  santas  lecciones  del 
Evangelio :  al  materialismo,  las  nociones  de  sacrifi- 
cio; al  espíritu  cosmopolita,  la  idea  de  patria;  a  la 
negaciim  atea,  la  afirmación  católica. 

"Es  necesario,  además,  destruir  esos  prejuicios 
que  dividen  y  engendran  de  una  parte  el  menospre- 
cio y  la  indiferencia,  y  de  la  otra  el  odio  y  la  envi- 
dia. 

"Los  hombres  de  las  clases  privilegiadas  tienen 
deberes  que  cumplir  frente  a  frente  de  los  obreros, 
sus  hermanos;  y  si  la  sociedad  ha  tenido  el  derecho 
de  defenderse  con  las  armas  en  la  mano,  ella  sabe 
que  los  obuses  y  las  balas  no  curan,  y  que  es  menes- 
ter algo  más. 

"Es  sobre  el  terreno  de  la  verdad  católica  y  no 
en  otra  parte,  donde  las  manos  pueden  unirse  y  las. 
almas  comprenderse. 


84 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


"Pues  bien:  existe  en  París  un  circulo  de  jóve- 
nes obreros  donde  se  aplican  con  éxito  esas  máximas 
de  salud.  Ese  circulo  es  la  piedra  de  esperanza  del 
edificio  futuro  y  el  tipo  viviente  de  las  asociaciones 
obreras  católicas  que  un  día  veremos  florecer.  Allí 
se  combale  sin  cesar  el  peligro  que  amenaza  las  cla- 
ses trabajadoras,  sobre  todo  en  París;  la  palabra  di- 
vina se  predica,  el  santo  sacrificio  se  ofrece,  la  cari- 
dad activa  se  practica;  libros  honestos  y  sanas  pu- 
blicaciones se  ponen  a  la  disposición  de  los  asocia- 
dos; amistades  duraderas  se  forman;  la  fuente  de 
buenos  consejos  y  de  ejemplos  saludables  nunca  se 
agota.  iSe  ama  la  Iglesia  y  la  Francia.  Hombres  de 
mundo,  todavía  en  pequeño  número,  frecuentan  ese 
círculo  y  tienen  a  honra  tratar  como  amigos  a  esos 
obreros  cristianos. 

"Pues  bien!  He  ahí  el  remedio!  El  medio  se  ha 
encontrado.  Es  necesario  ampliarlo,  aplicarlo  sobre 
una  escala  más  vasta. 

"En  lugar  de  un  círculo  en  París,  son  necesarios 
veinte;  se  necesitarían  en  todas  las  grandes  ciuda- 
des. Inglaterra  y  Alemania  los  cuentan  por  cente- 
nares. 

"Los  hombres  de  las  tinieblas  se  asocian:  aso- 
ciémonos nosotros!  Ellos  se  unen  para  destruir:  uná- 
monos nosotros  para  construir!  Ellos  fundan  clubs 
revolucionarios:  fundemos  círculos  católicos. 

"Eso  costará  cien  mil  francos,  quinientos  mil 
francos,  un  millón:  ¿Qué  importa?  ¿Creéis  que  la 
recuperación  de  París,  de  la  Comuna,  no  ha  costado 
más  caro? 


85 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


"Nosotros  nos  dirijimos  a  todos  los  corazones  de 
buena  voluntad:  que  reflexionen  y  comprendan. 

"La  patria  tiene  pesadas  cargas,  y  todos  los  ciu- 
dadanos deben  contribuirá  aliviarlas:  ese  es  un  im- 
perioso deber;  pero  hay  lugar  para  otros  sacrificios, 
y  en  esta  hora  de  nuestra  historia,  en  la  cual  las  di- 
versiones profanas  serian  una  impiedad  nacional» 
nosotros  pensamos  que  obrando  con  ese  producto  la 
reforma  exigida  por  las  circunstancias,  se  reunirían 
fácilmente  los  recursos  necesarios  para  realizar  una 
Obra  que  es  actualmente,  se  podría  decir,  la  obra  que-^ 
rida  por  Dios,  la  obra  de  las  obras". 

Acogido  por  los  grandes  diarios  católicos  l'Uni- 
vers  y  le  Monde;  y  reproducido  por  multitud  de  pe- 
riódicos franceses  — entre  otros,  por  Le  Fígaro,  —  el 
Llamamiento  a  los  hombres  de  buena  voluntad  lográ 
conmover  algunos  espíritus.  Aún  entre  los  socialis- 
tas consiguió  despertar  la  Obra  de  los  círculos  católi- 
cos de  obreros  sinceras  simpatías  — aunque,  desde  lue- 
go, sólo  en  sus  aspectos  puramente  sociales.  (106.) 

El  primer  círculo  fué  fundado  en  BelleviHe  el  7 
de  abril  de  1872.  Esa  fué  la  señal  de  una  activa  pro- 
paganda: de  Mun,  lleno  de  entusiasmo,  comienza  a  dis- 
tribuir folletos  en  París  y  a  pionunciar  conferencias 
sociales;  recorre  el  país  organizando  reuniones  pú- 
blicas y  contradictorias.  Pronto  la  obra  de  los  circu-^ 
los  deja  de  ser  exclusivamente  parisina  y  se  establecer 
en  las  provincias. 


(106)  Cf.  NITTI,  ob.  c¡t.  178-79. 


86 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


En  1873  tiene  lugar  la  primera  asamblea  general 
de  la  Obra  de  los  Circuios:  a  ella  asisten  350  miem- 
bros llegados  desde  todas  las  regiones  de  Francia. 

En  1875  había  en  Francia  150  circuios,  con  un  to- 
tal de  18.000  miembros,  de  los  cuales  15.000  eran 
obreros- 

El  Comité  Central  de  París,  reservándose  la  di- 
rección del  movimiento,  dividió  a  Francia  en  siete 
grandes  zonas,  asignando  a  cada  una  comités  locales. 
En  cada  comité  había  cuatro  secciones:  la  primera  se 
ocupaba  de  la  propaganda;  la  segunda  de  la  funda- 
ción y  del  mantenimiento  de  los  círculos;  la  tercera 
de  las  finanzas,  de  la  creación  y  de  la  administra- 
ción de  las  entradas;  la  cuarta,  de  la  enseñanza. 

Cada  círculo,  instituido  por  comités  locales,  tenía 
una  capilla,  una  sala  de  juegos,  dos  salas  de  reunión, 
una  biblioteca,  un  gabinete  para  el  director,  otro  para 
el  capellán  y  un  pequeño  jardín.  En  ellos  encon- 
traban los  obreros  un  lugar  de  educación  y  de  recreo, 
y  las  maneras  de  procurarse  un  medio  de  existencia 
más  respetable  y  una  efectiva  protección  económica. 

El  15  de  diciembre  de  1876,  apareció  el  primer 
número  de  "L'Association  Catholiqiie",  órgano  efec- 
tivo de  la  Obra,  en  torno  al  cual  habían  de  compac- 
tarse los  esfuerzos  de  muchos  católicos  sociales  fran- 
ceses, como  La  Tour  du  Pin-Chambly,  de  Segur-La- 
moignon,  Urbain  Guerin,  Grandmaison,  de  Pascal. 


87 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


No  es  posible  estudiar  detenidamente,  en  este  li- 
gero esbozo  del  movimiento  social  católico,  la  obra 
completa  de  Alberto  de  Mun:  debemos  pasar  necesa- 
riamente por  alto  la  influencia  de  la  Obra  de  los 
Círculos  Obi'eros  en  la  fundación  de  los  primeros  sin- 
dicatos agrícolas  católicos  en  Francia,  los  círculos  de 
estudios  —  de  los  cuales  se  advierte  una  floración  tan 
prometedora  en  Venezuela,  —  la  Asociación  Católica 
de  la  Juventud  Francesa, 

Quisiéramos,  sin  embargo,  decir  dos  palabras 
acerca  de  la  obra  legislativa  de  este  eminente  cató- 
lico francés.  De  él  ha  podido  escribir  M.  Barthou, 
(107),  que  "ha  sido  el  colaborador  y  a  veces  el  pre- 
cursor de  todas  las  grandes  leyes  obreras  de  la  Re- 
pública, aún  antes  que  la  Encíclica  Rerum  Novarum 
hubiera  trazado  con  una  tan  admirable  altura  de  vis- 
ta, sus  deberes  sociales  a  los  católicos.  Sobre  este 
terreno,  si  llegaba  a  extrañar  y  tal  vez  a  alarmar  a 
sus  amigos,  tenía  la  buena  fortuna  de  encontrarse 
con  sus  adversarios  y  de  crear  alrededor  de  su  per- 
sona una  atmósfera  de  deferente  y  unánime  sim- 
patía". 

Alberto  de  Mun,  fué,  en  la  Cámara  Francesa,  de- 
cidido defensor  de  la  libertad  sindical,  de  la  limita- 
ción de  la  jornada  de  trabajo,  y  de  la  reglamenta- 
ción y  protección  del  trabajo. 

Si  no  llevó  al  parlamento  ni  la  ciencia  de  un  eco- 
nomista, ni  la  experiencia  de  un  profesional,  parti- 


(107)  Cit.  por  HENRl  FONTANILLE,  L'oeuvre  sociale  d'Albert 
de  Mun,  París,   1926.  p.  217. 


88 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


cipo  ampliamente  para  cumplir  con  sus  deberes  de 
cristiano.  (108). 


El  pensamiento  social  del  Marqués  de 
La  Tour  du  Pin 


Junio  a  Alberto  de  Mun  —  su  amigo  intimo  e  in- 
mediato colaborador  —  René  La  Tour  du  Pin  ocupa 
entre  los  católicos  sociales  de  Francia,  un  puesto  de 
extraordinaria  importancia. 

En  la  Obra  de  los  Círculos  Católicos  de  Obreros, 
en  la  Unión  de  Friburgo,  es  el  infatigable  batallador 
que  busca  con  decidido  empeño  una  solución  cristia- 
na a  la  cuestión  social. 

La  cuestión  social  se  presenta  a  sus  ojos  "como 
un  dilema  de  vida  o  de  muerte".  (109). 

El  liberalismo  y  el  individualismo,  han  creado 
un  sistema  de  cosas  que  no  es  posible  mantener: 

"De  todas  los  regímenes  de  trabajo  en  curso  en 
la  humanidad  —  comprendido  el  trabajo  servil  — 
ninguno  dá  menores  garantías  al  cumplimiento  de 
los  fines  providenciales,  que  aquel  que  se  dice  "de 


(108)  Sobre  la  actividad  legislativa  de  Alberto  de  Mun,  puede 
leerse  con  provecho  la  síntesis  de  Henri  Fontanille  en 
su  obra  citada,  pp.    17  7-218. 

(109)  MARQUIS  DE  LA-TOUR-DU-FIN  LA  CHARCE,  Vers 
un  crdre  social  chretien,  Jalons  de  route,  1882-1907,  nou- 
velle  edition,  París.  MCMXIX,  p.  217. 


89 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


la  libertad  de  trabajo",  que  es  característico  de  la  so- 
ciedad moderna.  La  concurrencia  ilimitada,  que  es- 
su  resorte,  subordina,  en  efecto,  las  relaciones  econó- 
micas a  la  Ley  que  se  dice  de  la  oferta  y  de  la  de- 
manda, la  cual  funciona  precisamente  a  la  inversa 
de  la  ley  natural  y  divina  del  trabajo,  puesto  que  por 
su  juego,  la  remuneración  del  trabajo  asalariado  es 
tanto  más  débil  cuanto  que  la  necesidad  de  la  clase 
obrera  es  más  intensa".  (110). 

Si  el  contrato  de  trabajo  o  de  cambio  es  absolu- 
tamente libre;  si  no  hay  justo  salario,  ni  justo  pre- 
cio, ni  condiciones  de  equidad  en  el  intercambio  de 
servicios;  si,  en  una  palabra,  las  transacciones  eco- 
nómicas no  están  sometidas  a  la  ley  moral,  es  la  fuer- 
za la  que  hace  ley.  (111) 

La  desorganización  social  procede  en  gran  parte 
del  individualismo  consagrado  por  la  revolución  de 
1789.  El  individualismo  "es  la  ausencia  del  concep- 
to social  en  todas  las  cuestiones  que  interesan  al  hom- 
bre. Es  el  considerarlo  como  un  ser  abstracto,  per- 
fecto, de  quien  dependería  o  nó  vivir  en  sociedad,  y 
que  no  tiene  en  la  vida  social  otro  deber  que  el  de  no 
hacer  aquello  que  daña  directamente  a  otro,  en  tanto 
que  el  deber  social  consiste  en  hacer  aquello  que  apro- 
veche al  bien  común.  Tal  es  la  diferencia  entre  las 
teorías  de  los  economistas  —  esos  doctores  de  la  plu- 
tocracia —  y  la  concepción  cristiana  de  la  sociedad^ 
¿Hay  nada  más  individualista  que  esta  doctrina  ne- 


(110)  Ibid,  209. 

(111)  Ibid,  222. 


90 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


gativa  del  lazo  social  o  que  la  definición  de  la  pro- 
piedad: el  derecho  de  excluir  a  otro  de  un  bien?  Esos 
dos  ejemplos  bastan,  creemos,  para  caracterizar  al 
individualismo".  (112). 

La  escuela  moderna  ha  vuelto,  además,  a  la  noción 
pagana  e  inhumana  de  la  propiedad;  la  propiedad,  en 
realidad,  es  el  fruto  del  trabajo  social,  es  decir,  del 
trabajo  ejecutado  en  sociedad:  ella  tiene  como  aquél 
un  carácter  social,  estando  destinada  a  aprovechar 
no  solamente  al  propietario,  sino  también  a  la  so- 
ciedad. Tal  es  la  concepción  que  tenían  los  doctores 
cristianos  medievales,  por  oposición  a  los  antiguos, 
que  la  definían  —  de  la  misma  manera  que  hoy  lo 
hacen  los  economistas  liberales  —  como  el  derecho 
a  un  bien  con  exclusión  de  los  demás,  en  lugar  del 
derecho  a  disponer  para  comunicarlo  a  los  otros. 
(113). 

Si  se  quiere  salvar  la  sociedad,  afirmaba,  es  nece- 
saria una  contra-Revolución,  tendiente  a  reconstruir 
los  organismos  esenciales  sobre  los  cuales  la  Revo- 
lución ha  ejercido  su  acción  disolvente:  la  sociedad 
religiosa,  la  sociedad  doméstica,  la  sociedad  profe- 
sional. 

La  sociedad  religiosa  debe  ser  objeto  preferen- 
te de  los  estudios  del  reformador,  porque  ella  es  la 
guardiana  y  la  intérprete  natural  de  la  ley  moral, 
fundamento  de  la  ley  y  de  las  sociedades  civiles. 


(112)  Ibid.  228-29. 

(113)  Ibid,  210. 


91 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


Después  de  la  sociedad  religiosa,  nada  más  dig- 
no de  solicitud  que  la  sociedad  doméstica,  la  familia. 
En  tanto  que  no  se  haya  dado  a  la  familia,  con  la 
plenitud  de  sus  funciones,  la  ayuda  social  necesaria 
a  su  ejercicio,  se  habrá  obrado  al  contrario  de  lo  que 
reclaman  los  intereses  sociales. 

La  sociedad  profesional  debe  ser  también  resta- 
blecida. No  hay  que  pensar,  desde  luego,  en  reins- 
talar la  corporación  de  tipo  antiguo:  las  circunstan- 
cias han  cambiado  extraordinariamente.  Lo  que  hay 
que  hacer  es  favocerer  y  guiai",  en  vistas  al  bien  co- 
mún, el  impulso  que  toman  en  estos  momentos  las 
asociaciones  obreras. 

Para  la  Tour  du  Pin  las  corporaciones  del  futuro 
habrán  de  ser,  a  la  vez,  unidades  económicas  y  poli- 
ticas,  aún  cuando  seria  prematuro  establecer  el  papel 
que  jugarán  en  la  organización  del  Estado.  (114). 

León  Harmel  y  las  corporaciones  cristianas 


Esta  breve  reseña  acerca  de  los  orígenes  del  mo- 
vimiento social  católico  en  Francia,  estaría  incomple- 
ta si  pasáramos  por  alto  la  figura  de  León  Harmel, 
el  bon  pere  de  Val-des-Bois. 

"La  Economía  moderna,  dice  Harmel,  basada  so- 
bre el  principio  de  la  concurrencia  y  de  la  lucha,  es 
injusta  y  anticristiana.  El  trabajo,  que  debía  consti- 
tuir el  lazo  de  unión  entre  los  hombres,  se  ha  conver- 


(114)  Ibid.  212-217. 


92 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


tido,  al  contrario,  en  un  elemento  de  disociación,  de 
odio,  de  lucha  fratricida.  En  tanto  que  el  Evangelio 
dice :  "Amaos  los  unos  a  los  otros",  la  economía  mo- 
derna dice:  "Destruios".  La  pretendida  libertad 
del  trabajador  no  es  más  que  una  servidumbre,  y 
aquello  que  se  habia  creido  debía  realzar  la  digni- 
dad del  obrero,  no  ha  servido,  al  contrario,  más  que 
para  rebajarla.  El  aislamiento  ha  engendrado  la 
desconfianza,  más  tarde,  la  rivalidad;  la  economía 
se  ha  convertido,  así,  en  el  campo  de  luchas  terribles, 
cuyos  clientes,  patronos  y  obreros,  son  sucesivamente 
rivales  y  enemigos.  Es  menester,  pues,  que  aprove- 
chándose de  la  ley  sobre  los  sindicatos,  los  católicos 
procuren  crear  sociedades  profesionales.  La  expe- 
riencia prueba  que  el  sindicato  mixto  es  uno  de  los 
medios  más  eficaces  para  asegurar  la  paz  social.  La 
organización  profesional  se  impone  como  una  cues- 
tión de  vida  o  muerte.  Los  enemigos  del  orden  so- 
cial trabajan  con  energía  por  agrupar  en  todas  par- 
tes los  obreros,  bajo  pretexto  de  protección  del  tra- 
bajo, pero,  en  realidad,  para  organizarlos  como  má- 
quinas de  guerra  contra  la  sociedad.  Es  menester, 
pues,  que  se  formen  grupos  cristianos  contra  el  mal 
que  nos  invade".  (115). 

Harmel  predicaba  con  el  ejemplo:  de  sus  fábri- 
cas de  Val-des-Bois  hizo  un  modelo  de  corporación 
cristiana,  que  funcionando  desde  1867,  ha  atraído 


(115)  LEON  HARMEL,  Manuel  d'une  Corporation  Chretienne, 
p.  223. 


93 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


siempre  el  interés  y  el  respeto  de  todos  aquellos  que  se 
preocupan  por  los  problemas  del  trabajo,  (116). 


El  catolicismo  social  en  Suiza:  Mermillod 
y  Decurtins 


El  23  de  febrero  de  1868,  Mons.  Mermillod,  obis- 
po auxiliar,  de  Ginebra,  pronunciaba  en  la  Iglesia  de 
Santa  Clotilde,  de  París,  un  notable  discurso,  cuyo 
tema  central  era  el  problema  social  obrero: 

"Nuestro  siglo,  decía,  vé  levantarse  delante  de  él 
el  terrible  problema  de  la  desigualdad  de  condicio- 
nes. Es  alli  donde  se  encuentra  el  nudo  de  las  di- 
ficultades actuales,  el  enigma  planteado  al  mundo 
moderno  por  las  ideas  y  por  las  cosas. . .  A  través  de 
nuestras  agitaciones  actuales,  el  ojo  que  quiere  dis- 
cernir el  fondo  de  las  cosas,  ve  enseguida  que  la  cues- 
tión social  es  la  última  palabra  de  todas  nuestras  lu- 
chas . . .  Ya  los  campos  se  forman,  y  nosotros  nos  pre- 


(116)  Sobre  LEON  HARMEL  y  sus  iniciativas  corporativas  de 
Val  des  Bois,  puede  leerse  el  interesantísimo  estudio  con- 
tenido en  la  obra  de  GEORGES  GUITTON,  S.  J.  León 
Harmel  (2  tomos),  París,  1927.  El  mismo  Georges 
Guitton,  que  se  ha  constituido  en  el  biógrafo  más  auto- 
rizado del  famoso  patrono  cristiano,  ha  publicado  una 
síntesis  de  la  obra  anterior  en  su  Vie  ardent9  et 
feconde  de  León  Harmel,  París  1929,  y  un  pequeño  es- 
tudio titulado  León  Harmel  et  l'initiative  ouvriere,  París, 
1938.  Consultar  también,  para  el  estudio  de  su  influen- 
cia sobre  el  movimiento  patronal  católico  en  Francia,  la 
obra  de  PIERRE  HENRY,  Le  Mouvement  patronal  catho- 
lique  en  France,  París  1936,  pp.  4  7-91. 


94 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


gun tamos  si  el  mundo  se  convertirá  en  un  campo  de 
bataiía,  o  si  un  tratado  de  paz  será  firmado  entre  ri- 
cos y  pobres, 

"Las  obras  cristianas  y  nuestra  actividad  perso- 
nal, deben  aportar  su  vivo  concurso  a  la  solución  pa- 
cifica de  esos  innumerables  problemas. 

"No  os  extrañéis,  pues,  que  la  cátedra  sagrada 
los  aborde  con  una  valiente  franqueza  y  que  reclame 
el  derecho  de  iluminar  estas  cuestiones  tenebrosas 
amenazantes.  Si  es  el  honor  de  nuestro  siglo  i^lan- 
tear  esos  grandes  problemas  a  la  humanidad,  es  tam- 
bién honor  eterno  de  la  Iglesia  sondearlos  con  valor 
y  resolverlos  con  energía". 

Solamente  la  Iglesia,  por  su  acción  conciliadora, 
podría  procurar  la  paz,  a  juicio  de  Mermillod,  entre 
tantos  odios  y  discordias.  Pero  las  clases  elevadas 
han  de  concurrir  sinceramente:  su  primer  deber  es 
estudiar  la  situación  tal  cual  ella  es  en  realidad,  y  dar 
el  ejemplo,  procurando  ajuslar  su  vida  a  las  normas 
del  cristianismo:  "Lo  que  nos  salvará,  decía  Mermi- 
llod, no  es  un  cristianismo  débil  y  enervado,  sino  un 
cristianismo  serio  y  vivo,  encarnándose  en  las  virtudes 
que  atañen  al  pueblo  y  que  le  inspiran  esas  fuerzas 
que  hacen  su  alegría  y  su  dignidad...  no  se  podría 
condenar  a  la  vez  las  diversiones  públicas  del  obre- 
ro e  ir  a  ver  desnudos  obscenos  en  los  teatros;  se  pier- 
de el  derecho  de  reprochar  al  obrero,  como  un  cri- 
men, arruinarse  en  el  cabaret,  cuando  en  los  clubs 
elegantes  se  sacrifica  en  una  noche  el  honor  de  la 
familia  y  la  fortuna  de  los  hijos". 


95 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


Los  que  interpretan  el  Evangelio  no  deben  ha- 
cerse cómplices  de  los  abusos  sociales,  pues  "no  está 
permitido  tener  dos  doctrinas:  la  una  para  proteger 
los  refinamientos  de  la  devoción:  la  otra  para  bende- 
cir la  cadena  del  pobre". 

Cuando  Monseñor  Mermillod  pronunciaba  su  dis- 
curso en  Santa  Clotilde,  "fué  considerado  como  un 
iluso;  la  sociedad  elegante  y  corrompida  del  Impe- 
rio, se  escandalizó,  y  en  los  salones  de  París,  la  pa- 
labra altiva  y  leal  del  obispo  socialista  produjo  un 
efecto  inesperado  y  penoso".  (117). 

Años  más  tarde  reafirmaría  con  mayor  vigor  su 
posición  social:  "No  solamente  —  decía  Mermillod 
presentando  al  ¡Soberano  Pontífice  los  representantes 
de  la  Unión  Católica  de  Estudios  sociales  y  económi- 
cos —  el  derecho  moderno  no  toma  en  cuenta 
algunas  leyes  de  la  Iglesia,  sino  que  las  concep- 
ciones que  tenían  esas  leyes  como  punto  de  par- 
tida, se  han  eclipsado  del  espíritu  público;  los  princi- 
pios sacados  del  Evangelio  y  puestos  a  la  luz  por  los 
doctores,  especialmente  por  Santo  Tomás  dé  Aquino, 
se  han  obscurecido;  se  ha  perdido  la  sana  noción  del 
trabajo  y  de  la  propiedad,  desconociendo  las  obliga- 
ciones que  ésta  impone  y  los  derechos  que  aquél  con- 
fiere. Habiéndose  admitido  hoy  en  día  la  lucha  por 
la  vida  como  la  ley  de  las  relaciones  humanas,  el  tra- 
bajo es  tratado  como  una  mercancía,  la  existencia 
del  trabajador  es  sometida  al  libre  juego  de  las  fuer- 
zas materiales,  reduciéndolo  a  un  estado  que  recuer- 


(117)  NITTI,  ob.  cit..  247. 


96 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


da  la  esclavitud  pagana...  La  propiedad,  tomada 
únicamente  en  su  sentido  egoista,  separada  de  las 
obligaciones  correspondientes  que  le  hacen  contra- 
peso, ha  tomado  nuevamente  el  carácter  absoluto  que 
tenia  en  tiempo  del  paganismo.  En  fin,  la  economia 
racionalista,  haciendo  una  distinción  entre  las  cosas 
\  su  valor,  ha  establecido,  como  base  del  sistema  de 
producción  y  de  cambio,  la  extracción  previa  de  un 
interés  fijo  en  proporción  del  valor  a  repartir  entre 
todos  aquellos  que  por  su  actividad,  han  cooperado 
a  la  empresa.  Se  encuentran  ahí,  evidentemente,  tra- 
zos característicos  de  usura.  El  desorden  ha  llegado 
en  todas  partes  a  tal  punto  que  en  el  mundo  entero 
la  cuestión  social  se  ha  impuesto  a  las  preocupacio- 
nes de  todos". 

En  su  posición  frente  a  la  intervención  del  Es- 
tado en  la  cuestión  social,  Mermillod  adoptaba  la 
áurea  vía  media:  "Es  necesario,  decía  en  el  Congre- 
so de  Lieja  de  1886,  evitar  dos  escollos:  no  hay  que 
rehusar  la  protección  del  Estado  para  aquellos  que 
tienen  necesidad,  y  es  menester  guardarse  de  caer  en 
el  extremo  opuesto.  No  hay  que  ser  ni  de  la  escuela 
pagana  de  Rousseau,  ni  sectario  de  una  neutralidad 
que  acabaría  por  reducir  a  la  nada  los  deberes  de 
los  poderes  públicos". 


Figura  excepcional  y  eminente,  entre  los  católi- 
cos de  Europa,  Gaspard  Decurtins,  fué  durante  mu- 


97 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


chos  años  el  impulsor  decisivo  del  catolicismo  social 
en  Suiza.  "Erudito,  elocuente,  enérgico,  dotado  de 
una  incomparable  capacidad  de  trabajo  y  de  una  in- 
comparable potencia  de  voluntad"  (118),  Decur- 
tins  marcó  todas  sus  actividades  con  un  sello  incon- 
fundible: entre  los  católicos  sociales  de  Francia,  de 
Austria,  de  otras  regiones  de  Europa,  el  pueblo  era 
una  masa  separada:  los  más  bellos  discursos  del  Conde 
de  Mun,  como  dice  Georges  Goyau  "no  eran  aquellos 
en  los  cuales  enseñaba  al  pueblo,  sino  los  que  con- 
cluían con  un:  "Allez  au  peuple!"  El  pueblo,  al  con- 
trario, he  ahi  el  auditorio  favorito  del  doctor  Gaspard 
Decurlins.  Decurtins  estaba  hecho  para  hablar  a  las 
masas,  como  de  Mun  para  hablar  en  su  favor.  Esca- 
la, si  es  necesario,  la  tribuna  parlamentaria,  pero  pre- 
fiere las  tribunas  populares.  Domina,  con  su  abrup- 
ta y  cálida  elocuencia,  esos  inmensos  concilios  anua- 
les a  los  cuales  el  mundo  obrero  suizo  envía  sus  re- 
presentantes. Decurtins  era  un  miembro  efectivo  del 
partido  obrero.  (119). 

Desde  el  año  de  1885,  Decurtins,  convertido  en 
jefe  de  los  católicos  suizos,  trazaba  las  primeras  lí- 
neas de  su  programa  social,  invitando  al  Consejo  Fe- 
deral a  revisar  cuidadosamente  la  ley  sobre  la  res- 
ponsabilidad civil  de  los  patronos:  "Es  menester, 
escribía,  que  el  obrero  encuentre  en  su  salario  el  equi- 
valente de  los  peligros  que  corre.    El  exceso  de  pro- 


(118)  CHARLES  BEÑO IST.  Revue  de  Famille,  1893.  I.  434. 
(cit.  por  LEON  GREGOIRE,  Le  Pape,  les  cathoUques  et  la 
question  sociale.  5^  edición,  París   1921,  p.  23). 

(119)  LEON  GREGOIRE,  ob.  cit.,  24. 


98 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


ducciÓR,  que  se  ha  convertido  en  general  y  casi  cons- 
tante, es  causa  de  que  los  salarios  hayan  llegado  a 
un  mínimum  y  que  no  representen  a  menudo  más 
que  aquello  que  es  justamente  indispensable  para  no 
morirse  de  hainJjre.  Es  la  terrible  ley  de  hierro  de 
Lasalle.  El  término  medio  de  los  salarios  es  precisa- 
mente aquél  que  permite  a  los  obreros  vegetar  y  re- 
producirse. Este  no  puede  elevarse  a  causa  del  exceso 
de  la  producción,  y  no  podria  tampoco  bajar,  pues  en 
ese  caso  la  mortalidad  se  encargarla  de  disminuir  el 
número  de  brazos  disponibles.  El  Estado  debe  in- 
tervenir, corregir  la  brutalidad  de  las  leyes  económi- 
cas. El  obrero  tiene,  como  todos  los  demás,  el  de- 
recho de  existir.  Es  ese  un  principio  de  derecho  na- 
tural, al  cual  el  Estado  no  puede  renunciar  sin  dañar- 
se, si  quiere  servir  las  altas  aspiraciones  de  un  ideal 
de  justicia.  Es  necesario  que  el  salario  satisfaga  co- 
mo mínimum  a  tres  condiciones:  subvenir  a  las  ne- 
cesidades de  existencia  del  obrero,  indemnizarlo  del 
peligro  de  muerte  o  de  mutilación  que  corre  al  ser- 
vicio de  su  patrón,  darle,  en  fin,  compensación  por 
el  uso  normal  y  regular  de  sus  fuerzas". 

Entre  los  más  decididos  empeños  de  Decurtins, 
■estuvo  siempre  el  de  una  legislación  internacional, 
que  permitiera,  sin  inferioridad  para  ningún  Estado, 
aplicar  las  leyes  sociales  de  mejoramiento  obrero. 
Aliado  con  Favon,  director  del  diario  radical  Le  Ge- 
nevois,  logró  que  el  Consejo  Federal  Suizo  convocara 
Ja  conferencia  de  Berna,  que  sería  reemplazada,  por 
razones  políticas,  por  la  Conferencia  Internacional 
de  Berlín. 


99 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


Para  mejor  salvaguardia  de  los  derechos  obre- 
ros, hizo  adoptar  la  institución  del  Secretariado  Obre- 
ro, que  no  existia  anteriormente  en  ningún  otro  país, 
industrial  de  Europa. 

La  influencia  de  Decurtins  en  los  medios  obre- 
ros de  Suiza  fué  profunda:  hacia  fines  del  siglo  XIX 
contaba,  no  solamente  con  el  apoyo  de  los  católicos, 
sino  de  la  mayor  parte  de  los  trabajadores  suizos, 
cualesquiera  que  fuesen  su  partido  o  religión.  De-^ 
curtins  fué  defensor  ardiente  de  la  Arbeiterbun,  la 
poderosa  asociación  de  obreros  suizos  que  constituía 
un  verdadero  Estado  dentro  del  Estado,  logrando  eiL 
su  seno  la  fusión  de  protestantes  y  católicos. 

Decurtins  trabajó  tan  bien  y  tan  rápidamente 
en  Suiza  que  pronto  la  legislación  obrera  de  ese  país 
fué  la  más  audazmente  desenvuelta.  "Habcis  sido 
el  primero  que  ha  expuesto  a  la  conciencia  del  pú- 
blico europeo  la  condición  de  esos  millares  de  personas 
cuya  vida  entera  no  la  constituye  más  que  el  trabajo", 
le  escribió  en  1890  el  Cardenal  inglés  Manning.  (120). 

Monseñor  Pottier  y  la  escuela  de  Lie  ja 


Gracias  a  la  decidida  protección  del  obispo  de 
Lieja,  Mons.  Doutreloux,  se  inicia  en  Bélgica,  a  par- 
tir de  1880,  una  corriente  social  vigorosa,  que  al  po- 
co tiempo  convierte  a  Lieja  en  uno  de  los  princi- 


(120)  ASSOCIATION   CATHOLIQUE,    1890,   II,   96    (Cit.  por 
GREGOIRE,  ob.  cit.  25). 


100 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


pales  centros  del  catolicismo  social.  En  los  congresos 
de  1886,  1887  y  particularmente  en  el  de  1890,  se  fija 
de  una  manera  casi  definitiva  la  posición  de  los  ca- 
tólicos frente  al  problema  social. 

La  Escuela  de  Lieja,  se  ha  conocido  también  co- 
mo escuela  de  la  autoridad  o  de  los  reformadores  ca- 
tólicos; y  es  opuesta  decididamente  a  la  Escuela  de 
Angers  o  de  los  católicos  conservadores  o  liberales. 

Por  sus  ideas  se  refieren  a  la  Escuela  de  Lieja 
los  franceses  Alberto  de  Mun,  La  Tour  du  Pin,  Har- 
mel,  Lecour-Grandmaison,  de  Pascal,  de  Cabrieres; 
los  alemanes  Lehmkuhl,  Lowenstein,  Hitze,  Winds- 
thorst,  Hertling,  Bachem  y  el  conde  de  Loe;  el  alsa- 
ciano  Winterer;  los  austríacos  Blome  y  Kuefstein;  los 
ingleses  Mons.  Bagshawe  y  Lord  Asliuburnham;  el 
íuizo  Decurtins;  el  italiano  Medolago-Albani;  el  es- 
pañol Rodríguez  de  Cepeda;  los  belgas  Mons.  Dou- 
treloux,  duque  de  Ursel,  Levie,  Helleputte;  los  car- 
denales —  que  envían  por  esci-íto  sus  informes  al 
congreso  de  1890,  —  Gibbons,  Manning,  Lagenieux  y 
jMermillod. 

El  título  de  jefe  de  la  Escuela  de  Lieja  parece, 
sin  embargo,  corresponder  con  justicia  al  belga  Mons. 
Pottier.  (121). 

Desde  sus  años  de  profesorado  en  el  gran  semi- 
nario de  Lieja,  el  abate  Pottier  había  llegado  a  con- 
clusiones firmes :  ellas  lo  llevaban  a  reintegrar  la  mo- 
lal  en  la  economía,  a  someter  el  salariado,  no  sola- 


•.(121)   Cf.  GEORGES  LEGRAND,  Les  grands  courants  de  la  so- 
ciologie  catholique  a  l'heure  presente,  Paria,   1927,  p.  63. 


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DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


mente  a  leyes  económicas,  sino  a  leyes  morales;  a 
restaurar  la  noción  cristiana,  tradicional,  de  la  pro- 
piedad, del  trabajo  y  de  la  remuneración.  (122). 

En  el  informe  que  presentó  al  Tercer  Congreso 
de  Lieja,  en  setiembre  de  1890,  bajo  el  titulo  "Lo  que 
hay  de  legítimo  en  las  reivindicaciones  obreras",  la 
doble  noción  del  salario  justo  y  del  salario  mínimo 
—  que  muy  pronto  debia  consagrar  la  Enciclica  Re- 
rum  Novarum  de  León  XIII,  —  era  objeto  principal 
de  sus  preocupaciones. 

Al  mismo  tiempo  reclamaba  que  los  católicos  se 
unieran  en  un  programa  común,  para  asi  "en  la  uni- 
dad de  la  verdad,  tener  fuerza  en  la  acción".  (123)^ 


La  Unión  de  Friburgo 


En  octubre  de  1884,  Monseñor  Mermillod,  obispo 
de  Friburgo,  recibía  con  Rene  de  La  Tour  du  Pin  y 
Luis  Milcent,  a  un  alemán,  el  Príncipe  de  Loevensteiu 
y  a  un  austríaco,  el  conde  Kuefstein:  el  movimiento 
social  católico  se  implantaba  sobre  nuevas  bases: 
aquella  recepción  tenía  por  objeto  estudiar  el  proyec- 
to de  creación  de  un  centro  católico  internacional  de 
estudios  sociales. 

Tres  fuentes,  confluían  en  ese  salón  episcopal: 
el  grupo  de  Cristianos  sociales  de  lengua  alemana,  el 


(122)  Ibid.  p.  69. 

(123)  Ibid,  74. 


102 


LOS  CATOLICOS  FÍENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


Consejo  de  estudios  de  la  Obra  de  los  Círculos  Cató- 
licos de  Francia,  y  el  Comité  íntimo  instituido  ha- 
cía dos  años  en  Roma  por  León  XIII.  (12^4). 

La  Unión  de  Fribiirgo  pretendía  seivir  de  centro 
y  de  lazo  de  unión  entre  las  asociaciones  de  estudios 
sociales  formadas  por  los  católicos  de  diversos  paí- 
ses. 

El  régimen  del  trabajo,  el  régimen  de  la  propie- 
dad, la  posibilidad  de  una  organización  corporativa, 
fueron  seriamente  discutidos  en  las  reuniones  anua- 
les de  Friburgo.  Los  informes  preparatorios  perma- 
necían confidenciales;  sólo  se  publicaban  las  conclu- 
siones resumidas  en  algunas  breves  fórmulas,  y  aún 
esta  misma  publicidad  era  considerablemente  res- 
tringida. 

Sin  ser  secreta,  la  Unión  de  Friburgo  pretendió 
una  labor  discreta,  apartada  de  las  criticas  apasiona- 
das de  la  opinión. 

Entre  1885  y  1891,  la  Unión  vió  desfilar  por  sus 
salones,  a  los  franceses  Alberto  de  Mun,  La  Tour  du 
Pin,  el  P.  de  Pascal  y  Milcent;  los  alemanes  Lowens- 
tein  y  Lehmkuhl;  los  austríacos  Conde  de  Blome, 
Conde  de  Kuefstein  y  el  P.  de  Weis;  los  suizos  Decur- 
tins  y  Python;  los  belgas  Helleputte  y  el  duque  d'Usel: 
los  italianos  Toniolo,  Medolago  y  el  P.  Liberatore;  el 
español  de  Cepeda. 

La  Unión  de  Friburgo  no  tardó  en  convertirse  en 
un  laboratorio  de  estudios,  que  inspirándose  en  la 


(124)  GEORGES  GUITTON,   I89I,  Une  date  dans  rHisloire  des 
travailleurs,  pp.  15-39. 


103 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


Summa  Theologica  de  Santo  Tomás,  pretendía  apli- 
car el  pensamiento  cristiano  a  la  solución  de  los  pro- 
blemas contemporáneos. 

Entre  las  tesis  que  aceptó  la  Unión  de  Friburgo, 
se  encontraban  las  siguientes: 

1)  El  trabajo  engendra  para  el  trabajador  un 
derecho  moral,  y  por  consiguiente,  para  la  sociedad, 
el  deber  correspondiente  de  velar  porque  en  tesis  ge- 
neral, el  trabajador  pueda,  por  medio  de  un  trabajo 
moderado,  procurarse  una  subsistencia  suficiente  pa- 
ra sí  V  para  los  suyos, 

2)  En  tesis  general,  los  poderes  públicos  (cor- 
poraciones, comunas,  estados),  deben  abstenerse  dé 
una  intervención  directa  y  favorecer  más  bien  la  par- 
tición equitativa  y  justa,  mediante  una  buena  orga- 
nización del  trabajo.  Dondequiera  que  el  contrato 
libre  entre  patrono  y  obrero  acarree,  sea  la  opresión, 
sea  el  peligro  de  opresión  de  éste  por  el  primero,  los 
poderes  públicos  pueden  y  aún  deben,  según  las  cir- 
circunstancias,  ejercer  su  acción  a  fin  de  que  los  tra- 
bajadores reciban,  cuando  menos,  la  subsistencia  ne- 
cesaria para  ellos  y  sus  familias  y  para  procurar  re- 
medio a  la  miseria. 

3)  El  régimen  corporativo,  es  el  modo  de  or- 
ganización social  que  tiene  por  base  la  agrupación 
de  los  hombres  según  la  comunidad  de  sus  intereses 
naturales  y  de  sus  funciones  sociales,  y  por  corona- 
miento necesario,  la  representación  pública  y  distinta 
de  esos  diferentes  organismos.  El  restablecimiento 
de  la  corporación  profesional  es  una  de  las  aplica- 
ciones parciales  de  ese  sistema. 


1C4 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


Las  diversas  proposiciones  elaboradas  lentamen- 
te en  la  Unión  de  Friburgo,  fueron  trasmitidas  al  Va- 
ticano en  1888:  tres  años  más  tarde  León  XIII  iba 
a  confirmar  con  autoridad  pontificia,  los  actos  de 
aquellos  católicos  ejemplares,  admitiendo  en  la  carta 
magna  del  obrerismo  católico,  la  Encíclica  Rerum 
Novarum,  la  mayor  parte  de  sus  principios. 


105 


c)  la  (/^  6(idai  de  ta  Intuía 


c)-LA  VOZ  OFICIAL  DE  LA  IGLESIA 


Una  fecha  histórica 


pL  15  DE  MAYO  DE  1891,  todas  las  miradas  del 
orbe  cristiano  se  dirigían  a  Roma:  un  Papa, 
que  ya  se  había  distinguido  por  su  apoyo  a  los  católi- 
cos sociales  de  Europa  y  América,  abordaba  resuelta- 
mente la  cuestión  social  en  un  amplio  y  densísimo  do- 
cumento. El  antiguo  cardenal  Joaquín  Pecci,  quien 
ya  como  Arzobispo  de  Perusa,  había  dado  innegables 
manifestaciones  de  preocupación  por  la  suerte  de  las 
clases  proletarias,  convertido  en  Sumo  Pontífice,  to- 
maba desde  el  Vaticano  la  defensa  de  los  trabajadores 
oprimidos  por  el  yugo  de  la  economía  moderna:  el 
día  de  San  Juan  Bautista,  promulgaba  en  Roma  la 
Encíclica  Rerum  Novarum,  S.  S.  León  XIII. 


109 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


León  XIII  proclama  la  gravedad  de  Ix 
cuestión  obrera 


Comienza  la  Encíclica  Rerum  Novarum,  asentan- 
do la  gravedad  de  la  cuestión  obrera:  "Los  aumen- 
tos recientes  de  la  industria  y  los  nuevos  caminos 
por  que  van  las  artes,  el  cambio  obrado  en  las  re- 
laciones mutuas  de  amos  y  jornaleros,  el  haberse  acu- 
mulado las  riquezas  en  unos  pocos  y  empobrecido  la 
multitud;  y  en  los  obreros  la  mayor  opinión  que  de 
su  propio  valer  y  poder  han  concebido,  y  la  unión 
más  estrecha  con  que  unos  y  otros  se  han  juntado ;  y 
finalmente,  la  corrupción  de  las  costumbres,  han  he- 
cho estallar  la  guerra".  (125).  No  hay  ya  cuestión 
ninguna,  por  grande  que  sea,  que  con  más  fuerza  que 
esta  preocupe  los  ánimos  de  los  hombres:  de  ahí  la 
viva  expectación  que  tiene  los  ánimos  suspensos,  las 
juntas  de  los  prudentes,  las  asambleas  populares  y 
el  juicio  de  los  legisladores. 

Sin  embargo,  es  difícil  y  no  carece  de  peligros, 
señalar  la  medida  justa  de  los  derechos  y  deberes  en 
que  ricos  y  proletarios,  capitalistas  y  operarios  de- 
ben encerrase :  hombres  turbulentos  y  maliciosos,  por 
otra  parte,  tuercen  la  contienda  para  pervertir  el  jui- 
cio de  la  verdad  y  mover  a  sediciones  la  multitud. 
Como  quiera  que  sea,  León  XIII,  se  siente  obligado  a 
hablar:  "vemos  claramente,  dice,  y  en  esto  convie- 
nen todos,  que  es  preciso  dar  pronto  y  oportuno  au- 
xilio a  los  hombres  de  ínfima  clase,  puesto  caso  que 

(125)  Enciclica  Rerum  Novarum,  I. 

liO 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


sin  merecerlo,  se  hayan  la  mayor  parte  de  ellos  en 
una  condición  desgraciada  y  calamitosa".  (126). 

La  destrucción  de  las  corporaciones  y  la  ausen- 
cia de  protección  legal,  ha  entregado  los  obreros,  so- 
Ios  e  indefensos,  a  la  inhumanidad  de  sus  amos  y  a  la 
desenfrenada  codicia  de  sus  competidores:  la  usura, 
por  su  parte,  ha  venido  a  aumentar  el  mal,  pues  aun- 
que condenada  repetidas  veces  por  la  Iglesia,  sigue 
siempre  ejercitada  por  hombres  avaros  y  codiciosos. 

La  industria  moderna  ha  llevado  a  la  concentra- 
ción económica:  la  producción  y  el  comercio  de  to- 
das las  cosas  está  casi  todo  en  manos  de  pocos;  esa 
pequeña  minoría  de  hombres  opulentos  y  riquísimos, 
"ha  puesto  sobre  los  hombros  de  la  multitud  innu- 
merable de  proletarios,  un  yugo  que  difiere  poco  del 
de  los  esclavos".  (127). 


Es  necesaria  la  colaboración  de  la  Iglesia 


Después  de  rechazar  la  solución  propuesta  por 
los  socialistas,  como  perjudicial  al  obrero,  injusta  y 
subversiva  (128),  dice  León  XIlí  que  seria  inútil  pre- 
tender resolver  enteramente  la  cuestión  social,  si  no 
se  acude  a  la  Religión  y  a  la  Iglesia;  porque  ella 
cuenta  no  sólo  con  muchas  útilísimas  instituciones 
para  el  mejoramiento  de  la  situación  de  los  prole- 


(126)  Rerum  Novarum,  2. 

(127)  Reram  Novarum,  2. 

(128)  Rerum  NoTarum,  3-12 


111 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


tarios,  sino  con  las  doctrinas  del  Evangelio,  que  rigen 
con  sus  preceptos  la  vida  y  las  costumbres;  madre 
común,  puede  dirigirse,  además,  a  todas  las  clases 
sociales,  a  fin  de  que  se  unan  en  común  esfuerzo  para 
poner  remedio  a  las  necesidades  de  los  obreros^ 
(129). 

Entender,  además,  en  su  realidad  y  apreciar  en 
su  justo  valor  las  cosas  perecederas,  es  imposible  si 
no  se  ponen  los  ojos  del  alma  en  la  otra  vida  impe- 
recedera: los  dogmas  de  la  fé  cristiana,  las  terribles 
amenazas  de  Jesucristo  contra  todos  aquellos  que  hi- 
cieren mal  uso  de  sus  riquezas,  han  de  conmover  a 
los  católicos  y  propender  a  una  unión  más  íntima  y 
amistosa  de  una  clase  con  otra.  (130). 

Los  instrumentos  de  que  para  mover  los  ánimos 
se  sirve  la  Iglesia,  reciben  su  eficacia  del  mismo  Dios : 
son  ellos  los  únicos  que  pueden  llegar  hasta  los  se- 
nos recónditos  del  corazón  y  hacer  al  hombre  obe- 
diente y  pronto  a  cumplir  con  su  deber,  y  que  gobier- 
ne los  movimientos  de  su  apetito  y  ame  a  Dios  y  al 
prójimo  con  singular  y  suma  caridad.  (131). 

La  intervención  del  Estado 


No  se  puede  dudar  que  para  conseguir  el  fin  de 
concordia  propuesto,  se  requieren  también  medios 


(129)  Rerum  Novarum,  13. 

(130)  Rerum  Novarum,  18. 

(131)  Rerum  Novarum,  22. 


112 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


materiales.  El  Estado  puede  y  debe  ayudar  a  resolver 
la  cuestión :  el  deber  de  los  que  gobiernan  es  hacer  que 
de  la  misma  conformación  y  administración  de  la 
cosa  pública,  brote  la  prosperidad,  asi  de  la  comuni- 
dad como  de  los  particulares.  La  probidad  de  las 
costumbres,  la  rectitud  y  orden  de  la  constitución  de 
la  familia,  la  observancia  de  la  religión  y  de  la  jus- 
ticia, la  moderación  en  imponer  y  la  equidad  en  re- 
partir las  cargas  públicas,  el  fomento  de  las  artes  y 
del  comercio,  una  floreciente  agi'icultura  y  otras  co- 
sas semejantes,  son  de  lo  que  más  eficazmente  con- 
tribuye a  la  felicidad  de  un  pueblo.  Pero  debe  te- 
nerse en  cuenta  otra  cosa  que  va  más  al  fondo  de  la 
cuestión:  que  en  la  sociedad  civil  una  es,  e  igual,  la 
condición  de  las  clases  altas  y  la  de  las  Ínfimas.  Por- 
que son  los  proletarios,  con  el  mismo  derecho  que  los 
ricos,  y  por  su  naturaleza,  ciudadanos;  además  de 
que  en  toda  ciudad  es  la  suya  la  clase  sin  compara- 
ción más  numerosa.  La  autoridad  pública  debe  te- 
ner cuidado  conveniente  del  bienestar  de  la  clase  pro- 
letaria, fomentando  todas  aquellas  cosas  que  se  vea 
pueden  aprovecharle  en  algo:  con  razón  podría  de- 
cirse que  no  de  otra  cosa  sino  del  trabajo  de  los  óbre- 
los, salen  las  riquezas  de  los  estados:  justo  es,  pues, 
que  les  corresponda  algo  de  lo  que  aportan  a  la  co- 
mún utilidad.  (132). 

En  la  protección  de  los  derechos  de  los  particula- 
res, débese  tener  cuenta  principalmente  con  los  de 
clase  ínfima  y  pobre,  "porque  la  clase  de  los  ricos, 
como  que  se  puede  amurallar  con  sus  recursos  pro- 


(132)  Rerum  Novarum,  27. 

113 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


pios,  necesita  menos  del  amparo  de  la  pública  auto- 
ridad; el  pobre  pueblo,  como  carece  de  medios  pro- 
pios con  que  defenderse,  tiene  que  apoyarse  grande- 
mente en  el  patrocinio  del  Estado.  Por  esto,  a  los 
jornaleros  que  forman  parte  de  la  multitud  indigen- 
te, debe  con  sigular  cuidado  y  providencia  cobijar  el 
Estado".  (133). 

En  lo  que  toca  a  la  defensa  de  los  bienes  corpo- 
rales y  externos,  lo  primero  que  hay  que  hacer  es 
librar  a  los  pobres  obreros  de  la  crueldad  de  hom- 
bres codiciosos,  que  a  fin  de  aumentar  sus  propias 
ganancias,  abusan  sin  moderación  alguna  de  las  per- 
sonas, como  si  no  fuesen  personas  sino  cosas.  (134). 

El  Estado  debe  velar  por  que  el  salario  no  sea 
insuficiente  para  la  sustentación  de  un  obrero  frugal 
y  de  buenas  costumbres  (135),  por  que  se  dé  a  los 
trabajadores  tanto  descanso  cuanto  compense  las 
íuerzas  gastadas  en  el  trabajo,  teniendo  especialisi- 
mo  cuidado  en  lo  que  se  refiere  al  empleo  de  niños 
o  de  mujeres,  que  por  su  condición  de  tales  no  pue- 
den soportar  duras  tareas  (136).  Debe,  además,  fo- 
mentar el  ahorro  y  facilitar  la  adquisición  de  la  pe- 
queña propiedad  por  parte  de  los  trabajadores  (137) 
y  evitar  en  general  las  huelgas,  apartando  a  tiempo 
Jas  causas  posibles  de  conflictos.  (138). 


(133)  Rerum  Novarum,  29. 

(134)  Rerum  Novarum,  33. 

(135)  Rerum  Novarum,  34. 

(136)  Rerum  Novarum,  33. 

(137)  Rerum  Novarum,  35. 

(138)  Rerum  Novarum,  35. 


114 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


Limites  de  la  intervención  autoritaria 


A  igual  distancia  de  los  liberales  —  que  negaban 
toda  intervención  al  Estado  —  y  de  los  socialistas,  que 
reclamaban  la  absorción  completa  de  las  actividades 
por  la  comunidad,  defendía  León  XIII  que  a  los  par- 
ticulares se  les  dejara  en  libertad  de  obrar  en  todo 
aquello  que,  salvo  el  bien  común  y  sin  perjuicio  de 
nadie,  se  puede  hacer.  (139). 

Para  que  no  se  entrometa  demasiado  la  autori- 
dad, sería  prudente  reservar  la  decisión  de  todas  las 
cuestiones  concernientes  al  trabajo  y  las  empresas,  a 
las  corporaciones. 

Pero  si  ello  no  fuere  posible  y  se  hubiera  hecho 
o  amenazara  hacerse  algún  daño  al  bien  de  la  comu- 
nidad o  al  de  alguna  de  las  clases  sociales,  y  si  tal 
daño  no  pudiera  de  otro  modo  remediarse  o  evitarse 
menester  es  que  le  salga  al  encuentro  la  pública  au- 
toridad. (140). 

Por  esto,  "si  acaeciere  alguna  vez  que  amenaza- 
len  trastornos,  o  por  amotinarse  los  obreros,  o  por  de- 
clararse en  huelga;  que  se  relajasen  entre  los  pro- 
letarios los  lazos  naturales  de  la  familia;  que  se  hi- 
ciese violencia  a  la  religión  de  los  obreros,  no  dán- 
doles comodidad  suficiente  para  los  ejercicios  de  pie- 
dad; si  en  los  talleres  peligrase  la  integiúdad  de  las 
costumbres,  o  por  la  mezcla  de  los  dos  sexos  o  por 


(139)  Rerum  Novarum,  28. 

(140)  Rerum  Novarum,  .28. 


115 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


otros  perniciosos  incentivos  de  pecar;  u  oprimieren 
los  amos  a  los  obreros  con  cargas  injustas  o  condi- 
ciones incompatibles  con  la  persona  y  dignidad  hu- 
manas; si  se  hiciera  daño  a  la  salud  con  un  trabajo 
desmedido  o  no  proporcionado  al  sexo  ni  a  la  edad; 
en  todos  estos  casos  es  claro  que  se  debe  aplicar, 
aunque  dentro  de  ciertos  limites,  la  fuerza  y  autori- 
dad de  las  leyes".  (141). 

Pero  aún  entonces,  los  limites  de  la  intervención 
quedan  determinados  por  el  fin  mismo  por  que  se 
apela  al  auxilio  de  las  leyes,  "no  debiendo  éstas  abar- 
car más  ni  extenderse  más  de  lo  que  demanda  el  re- 
medio de  estos  males  o  la  necesidad  de  evitarlos". 
(142). 

Papel  de  las  asociaciones  profesionales 


Los  amos  y  los  mismos  obreros,  dice  León  XIII, 
pueden  hacer  mucho  para  la  solución  de  esta  con- 
tienda, estableciendo  medios  de  socorrer  convenien- 
temente a  los  necesitados  y  acortar  las  distancias  en- 
tre unos  y  otros. 

Entre  estos  medios  deben  contarse  las  asociacio- 
nes de  socorros  mutuos,  y  esa  variedad  de  cosas  que 
la  previsión  de  los  particulares  ha  establecido  para 
atender  a  las  necesidades  del  obrero  y  a  la  viudez  de 
su  esposa  y  orfandad  de  sus  hijos;  y  en  caso  de  re- 


(141)  Rerum  Novarum,  29. 

(142)  Rerum  Novarum,  29. 


116 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


pentinas  desgracias  o  de  enfermedad  y  para  los  otros 
accidentes  a  que  está  expuesta  la  vida  humana,  y  la 
fundación  de  patronatos  para  niños  y  niñas,  jóvenes 
y  ancianos.  (143). 

Pero  corresponde  el  primer  lugar  a  las  asocia- 
ciones de  obreros,  cuyos  beneficios  en  la  antigüedad 
fueron  tan  evidentes,  bajo  la  forma  de  corporacio- 
nes o  gremios  de  artesanos.  No  se  trata,  desde  luego, 
de  revivirlas  en  su  forma  original :  como  éste  nuestro 
siglo  es  más  culto  y  mayores  las  exigencias  de  la  vi- 
da cotidiana,  preciso  es  que  los  tales  gi-emios  o  aso- 
ciaciones de  obreros  se  acomoden  a  las  necesidades 
del  tiempo  presente. 

Esas  sociedades  o  corporaciones  existen  por  de- 
recho natural:  a  no  ser  que  de  propósito  se  pretenda 
mediante  ellas  algo  que  a  la  probidad,  a  la  justicia, 
al  bien  del  Estado  claramente  contradiga,  la  autori- 
dad pública  no  tiene  poder  para  prohibir  su  existen- 
cia. (144). 

Hay  algunas  de  esas  asociaciones,  fundadas  por 
el  celo  de  católicos  eminentes,  con  la  ayuda  de  las 
cuales  pueden  fácilmente  los  obreros  procurarse,  no 
sólo  algunas  comodidades  en  lo  presente,  sino  tam- 
bién la  esperanza  de  un  honesto  descanso  en  lo  por- 
venir. Deber  del  Estado  es  proteger  esas  asociacio- 
nes, aunque  sin  entrometerse  en  su  ser  intimo  y  en 
las  operaciones  de  su  vida. 


(143)  Rerutn  Novarum,  36. 
<I44)  Rerum  Novarum,  38, 


117 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


Estos  grupos  de  obreros  solos  o  de  obreros  y  ca- 
pitalistas, que  León  XIII  "vé  foi'marse  con  gusto,  de- 
seando que  crezcan  en  número  y  actividad",  pueden 
desempeñar  un  papel  de  primera  importancia  en  la 
í-olución  de  los  conflictos  entre  patronos  y  trabajado- 
res. Sería  de  desear,  afirma  el  Papa,  que  para  el 
caso  de  que  alguno  de  la  clase  obrera  o  patronal  cre- 
yese que  se  le  había  faltado  en  algo,  pudiera  recurrir 
directamente,  en  la  misma  corporación,  al  arbitrio  de 
varones  prudentes  e  íntegros,  a  cuya  autoridad  co- 
rrespondiera dirimir  la  cuestión.  (143). 

Frutos  de  la  Encíclica  Rerum  Novarum 


La  Encíclica,  dice  Ferdinand  Cavallera,  "sor- 
prendió a  unos,  escandalizó  a  otros,  fué  para  mu- 
chos la  ocasión  de  ilustrarse  sobre  los  males  de  la 
situación  actual,  provocó  ásperas  contradicciones,  y 
aún  entre  los  católicos,  oposiciones  e  incomprensio- 
nes que  paralizaron  lamentablemente  su  acción,  par- 
ticularmente en  lo  que  concierne  a  la  organización 
profesional".  (146). 

Pero,  por  otra  parte,  fué  el  punto  de  partida  de, 
un  inmenso  movimiento  social  en  todos  los  países. 
No  faltaron  la  admiración  y  el  elogio.  El  Economiste 
Francais,  órgano  de  la  ortodoxia  liberal  y  poco  adic- 
to a  la  escuela  social  católica,  reconocía,  sin  embar- 
go, el  3  de  octubre  de  1891,  que  "si  el  Santo  Padre  no 
estuviera  por  encima  de  todas  las  distinciones  mun- 


(145)  Rerum  Novarum,  43. 

(146)  Ob.  cit.,  p.  42. 


118, 


LOS  CATOLICOS  FRÉNTE  A  LA  CUESTION,  SOCIAL 


dañas,  la  Academia  de  Ciencias  Morales  y  Políticas, 
podría  elegirlo,  por  unanimidad,  como  uno  de  sus 
miembros". 

El  Cardenal  Gibbons,  a  través  del  Atlántico  es- 
cribía que  "en  ninguna  parte  ocupaba  León  XIII  un 
sitio  más  elevado  en  el  pensamiento  público,  como  en 
el  seno  de  ese  grande  y  libre  país  de  los  Estados  Uni- 
dos". 

Pero  fué  entre  los  trabajadores,  donde  la  Encí- 
clica fué  recibida  con  más  franco  entusiasmo.  A 
los  pocos  meses  de  darse  a  la  publicidad  la  Rerum 
Nouarum,  tenia  lugar  en  Suiza  un  Congreso  de  Aso- 
ciaciones Obreras.  De  sus  trescientos  delegados,  di- 
ce Georges  Guitton  (147),  la  mayor  parte  eran  hugo- 
notes, muchos  incrédulos,  bastantes  socialistas.  En 
esa  heterogénea  asamblea,  se  vió,  sin  embargo,  acla- 
mar las  doctrinas  de  León  XIII  y  votar  casi  unánime- 
mente la  moción  siguiente :  "Se  invita  a  las  organi- 
zaciones católicas  obreras,  a  desarrollar  una  propa- 
ganda internacional  a  favor  de  la  realización  de  los 
postulados  que  León  XIII  ha  enunciado  en  su  Encí- 
clica sobre  la  cuestión  obrera". 


La  Encíclica  Rerum  Novarum,  permitió  a  los  ca- 
tólicos orientar  sus  esfuerzos  sobre  una  base  doctri- 
nal común.    A  partir  de  1891  la  acción  se  afirma: 


(147)  Ob.  cit.,  p.  2. 


119 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


"Fortalecidos  intelectualmente,  y  guiados  por  la  fi- 
losofía de  Santo  Tomás  de  Aquino,  que  León  XIII 
había  puesto  en  sitio  de  honor  desde  los  comienzos  de 
su  reinado,  los  teólogos  releyeron  con  preocupaciones 
nuevas  los  Padres  de  la  Iglesia  y  el  Evangelio,  des- 
cubriendo principios  básicos,  cuya  aplicación  concre- 
ta a  las  condiciones  de  la  vida  actual,  fué  para  mu- 
chos cristianos  una  revelación".  (148). 

Revistas,  manuales  y  diarios,  surgieron  en  todas 
partes.  En  Lyon  vió  la  luz  pública,  hacia  fines  de 
1892,  la  Chronique  des  Comités  du  Sud-Est,  qus  diez 
y  seis  años  más  tarde  habría  de  convertirse  en  la 
Croniqiie  Sociale  de  France;  en  París,  la  revista  Le 
Sillón,  fundada  en  enero  de  1894  por  Paul  Renaudin; 
en  Lila,  La  Democratie  Chretienne. 

En  Inglaterra,  el  Cardenal  Manning  recibía  en- 
tusiasmado la  Encíclica  Pontificia:  "Desde  que  las 
palabras  divinas,  "Yo  tengo  compasión  de  la  multi- 
tud'' fueron  pronunciadas  en  el  desierto,  escribía  en 
la  Dnblin  Review,  ninguna  voz  se  ha  oído  a  través 
del  mundo  abogando  por  el  pueblo,  con  tan  profun- 
da y  amante  simpatía  por  aquellos  que  se  fatigan  y 
sufren,  como  la  voz  de  León  XIII...  León  XIII,  mi- 
rando desde  la  torre  de  observación  del  mundo  cris- 
tiano, como  San  León  el  Grande  acostumbraba  de- 
cir, tiene  frente  a  sí  lo  que  ningún  Pontífice  había 
visto  todavía:  todos  los  reinos  del  mundo,  con  sus 
sufrimientos".  (149). 


(148)  GEORGES  GUITTON,  ob.  cit.,  118. 

(149)  Cít.  por  PUTMAN  McENTEE,  The  social  catholic  move- 
jnent  in  England,  p.  3  3. 


120 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


Los  estudios  de  sociología  cristiana,  en  abierta 
contradicción  con  la  economía  liberal,  se  multipli- 
can. En  1895  aparece  el  primer  fascículo  del  R.  P. 
Henri  Pesch,  El  Liberalismo,  el  Socialismo  y  la  Socio- 
logía cristiana;  en  1896  el  Manual  social  cristiano  del 
R.  P.  Dehon  y  el  Curso  de  Economía  Social  del  R.  P. 
Carlos  Antoine. 

Entre  los  católicos  germinan  los  centros  nacio- 
nales de  estudios  sociales:  el  Volksverein  de  Mün- 
chen-Gladbach,  en  Alemania;  La  Ligue  democratique 
y  más  recientemente  el  Secretariat  general  des  oeuvres 
sociales,  en  Bélgica ;  V Association  Po pulaire  Catholique, 
en  Suiza;  L' Association  Catholique  Sociale,  en  los  Paí- 
ses Bajos;  el  Katolikus  Nepszovetseg,  en  Hungría;  el 
Volksbund  des  Katoliken  Oesterreichs,  en  Austria;  la 
Catholic  Social  Guild,  en  Inglaterra;  la  Unión  Econó- 
mico Sociale,  que  más  tarde  había  de  ser  reemplaza- 
da por  la  Giunta  céntrale  dell'azione  cattolica,  en  Ita- 
lia; el  Fomento  Social,  en  España.  En  el  Canadá, 
en  Estados  Unidos,  Colombia,  México,  Argentina,  Chi- 
le, se  fundan  asociaciones  análogas.  En  Francia,  la 
Action  Populaire  se  inicia  en  Reims  el  año  de  1903. 

Después  de  la  guerra  de  1914-1918,  se  crea  un 
nuevo  centro  de  estudios  internacionales  en  Malinas, 
alrededor  del  Cardenal  Mercier.  A  la  luz  de  la  Re- 
rum  Novarum,  se  establece  allí  una  verdadera  sínte- 
sis católica  en  el  Código  Social,  recopilación  de  las 
tesis  aprobadas  en  las  seis  primeras  sesiones  del  año 
de  1927. 

El  movimiento  sindical  católico  cobró  un  impul- 
so decisivo  con  la  nueva  Carta  del  Trabajo  Cristiano : 


121 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


en  Francia  ha  sido  incontestable  la  fuerza  de  la  Con- 
federation  Fiancaise  des  Travailleurs  Chretiens;  en. 
Alemania,  en  Bélgica,  en  los  Países  Bajos,  el  sindica- 
lismo cristiano  llegó  a  representar  una  fuerza  consi- 
derable. La  Internacional  Sindical  Cristiana  de 
Utrecht  agrupaba,  antes  de  cumplirse  los  cuarenta 
años  de  la  Reruni  Novarum,  dos  millones  y  medio  de 
trabajadores. 

El  fruto  conseguido  en  el  campo  legislativo,  fué 
profundo:  fué  un  gobierno  católico  el  primero  que 
estableció  en  Europa  un  Ministerio  del  Trabajo.  (150). 

En  Francia  los  esfuerzos  legislativos  del  abate 
Lemire,  el  abate  Gayraud,  Henri  Cochin,  Dussaussoy, 
Dansette,  Motte,  Laurens  Castelet,  de  Gailhard-Ban- 
cel,  Jacques  Piou,  Leonce  de  Castelnau,  Louis  Olivier, 
estuvieron  asentados  sobre  la  base  doctrinal  de  la 
Encíclica. 

Católicos  eminentes,  defensores  de  la  doctrina  so- 
cial de  León  XIII,  han  tenido  una  influencia  evidente 
en  la  política  del  trabajo  de  muchas  naciones:  bás- 
tenos citar  a  Seipel,  Presidente  varias  veces  del  Con- 
sejo en  Austria;  al  jefe  del  Gabinete  holandés,  No- 
lens;  a  Sramek,  ministro  de  higiene  y  de  previsión 
social  en  Checoeslovaquia;  Brauns,  ministro  del  tra- 
bajo durante  ocho  años  en  Alemania;  Korochet,  mi- 
nistro y  presidente  del  Consejo  en  Checoeslovaquia; 
Vass,  ministro  de  varias  carteras  en  Hungría;  a  los 
cuales  habría  que  añadir  los  más  recientes  ejemplos 


(150)   En  Bélgica.  25  de  mayo  de  1895. 


122 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


de  Oliveira  Salazar  en  Portugal,  de  de  Valera  en  Ir- 
landa, y  del  sacrificado  DoIIfus  en  Austria. 

La  colaboración  de  los  católicos  a  la  fundación 
y  funcionamiento  del  Bureau  Internacional  del  Tra- 
bajo ha  sido  fructuosa:  en  definitiva,  el  Bureau  no 
es  más  que  la  culminación  del  viejo  sueño  de  De- 
curtins  y  de  los  ensayos  internacionales  de  la  Unión 
de  Friburgo  y  los  Congresos  de  Lieja, 

El  primer  Director  del  Bureau  Internacional  del 
Trabajo,  Albert  Thomas,  escribía  al  respecto  en  1931, 
que  la  semilla  de  una  organización  internacional  del 
trabajo,  habia  sido  sembrada  en  una  tierra  cuidado- 
samente preparada  desde  hacía  largos  años  por  óbre- 
los entusiastas  de  la  justicia  social,  entre  otros,  por 
aquellos  que  se  reclamaban  discípulos  de  la  Rerum 
Nouarum.  (151). 

El  año  anterior  no  habia  titubeado  en  declarar 
que  la  doctrina  originada  de  Rerum  Novarum,  cons- 
tituía, en  materia  de  reivindicaciones  sociales,  la  ba- 
se común  de  los  diversos  partidos  políticos,  que  sin 
ser  confesionales  se  inspiran  en  el  catolicismo:  "Ella 
aparece  como  un  signo  de  unión,  y  opera  como  un 
factor  de  aproximamiento".  (152). 

De  la  acción  social  fecunda  iniciada  por  la  Je- 
rarquía Eclesiástica  en  todos  los  países,  después  de 
la  promulgación  de  la  Rerum  Novarum,  da  fé  esa 
impresionante  recopilación  de  documentos  publica- 


(151)  ALBERT  LE  ROI,  CathoHcisme  Social  et  organisation  In- 
ternational du  travail,  París,   193  7,  p.  16. 

(152)  GEORGES  GUITTON,  ob.  cit.  140. 


123 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


da  en  1931  por  la  Unión  Internacional  de  Estudios  So- 
ciales de  Malinas:  La  Hierarchie  Catholique  et  le  Pro- 
bleme  Social.  (153). 

Un  grueso  volumen  de  336  páginas,  apenas  si  bas- 
ta para  señalar  los  títulos,  fechas  y  nombres  de  los 
autores  de  los  documentos  sociales  emanados  de  las 
autoridades  eclesiásticas,  con  una  ligerísima  indica- 
ción acerca  de  su  contenido.  Aunque,  desde  luego,  de 
desigual  valor,  ese  inventario  metódico  de  documen- 
tos —  que  abarca  alrededor  de  unos  2.000  —  debe, 
sin  duda  alguna,  como  lo  indica  una  nota  de  redac- 
ción "reconfortar  a  los  hijos  de  la  Iglesia  Católica" 
fc  "interesar  aquellos  de  sus  hermanos  que  viven  a 
su  lado".  El  es  muestra  de  la  vitalidad  social  del 
catolicismo,  en  el  primer  tercio  transcurrido  del  siglo 
XX. 


Reafirmación  doctrinal  de  Pío  XI 


A  los  cuarenta  años  de  la  Rerum  Novarum,  otro 
documento  pontificio,  la  Encíclica  Quadragesimo 
Anno,  promulgada  por  S.  S,  Pió  XI,  el  15  de  maj-o  de 
1931,  vino  a  reafirmar  la  posición  doctrinal  de  la 
Iglesia  Católica  frente  a  la  cuestión  social. 

La  Encíclica  es,  en  iDrimer  lugar,  como  expresa 
Joaquín  Azpiazu,  "el  reconocimiento  claro  y  explí- 
cito de  las  verdaderas  doctrinas  de  León  XIII,  doctri- 
nas que  en  el  transcurso  de  cuarenta  años  de  produc- 


(153)   Edit.  "Spes",  París.  1931. 


124 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


ción  acelerada,  capitalismo  absorbente  y  luchas  so- 
ciales enconadísimas,  no  solamente  no  perdieron  na- 
da de  su  fuerza,  sino  que  ganaron  continuamente  te- 
ireno,  tanto  en  el  campo  de  las  ideas  como  en  el  de 
los  hechos.  Al  mismo  tiempo,  la  Encíclica  Quadra- 
gesimo  Anno,  representa  una  expresión  más  fija  y 
exacta  de  muchas  ideas  de  León  XIII.  El  progreso 
económico  habia  sido  inusitado,  los  avances  del  ca- 
pitalismo enormes,  la  dominación  del  socialismo  ate- 
rradora y,  sin  embargo,  las  ideas  directrices  de  Pío 
XI  son  las  mismas:  defensa  de  la  propiedad,  enalte- 
cimiento del  ti'abajo,  determinación  del  salario  justo, 
intervención  obligatoria  del  Estado,  instauración  de 
im  ordenamiento  corporativo,  si  bien  deíermmando 
de  manera  más  explícita  la  doble  función  individual 
y  social  de  la  propiedad  privada,  el  doble  aspecto  in- 
dividual y  social  del  trabajo  humano".  (154). 

Junto  a  la  Encíclica  Quadragesimo  Anno,  "La 
Encíclica  de  la  Justicia  Social"  como  la  llamó  Oswald 
V.  Nell-Breuning,  otra  Encíclica  del  mismo  Papa  Pío 
XI,  vino  a  completar  el  cuadro  de  documentos  ponti- 
ficios sobre  el  problema  obrero  contemporáneo:  la 
carta  Divini  Redemploris,  sobre  el  comunismo  ateo, 
promulgada  en  Roma  el  19  de  marzo  de  1937. 

La  posición  social  de  S.  S.  Pío  XII 


Desde  el  año  de  1939,  ocupa  la  cátedra  de  Pedro 
un  Santo  Padre  en  quien  se  unen  las  virtudes  del 

(154)  JOAQUIN  AZPIAZU,  Direcciones  PonUficias,  3?  edición, 
Madrid,  1933,  pp.  130-131. 

125 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


cristiano  ejemplar  y  la  sagacidad  y  el  talento  del 
hombre  público:  el  Papa  Pió  XII.  En  los  pocos  años 
de  su  agitado  reinado,  se  le  ha  visto  abordar  con 
ciencia  profunda  e  infatigable  celo  las  más  delica- 
das cuestiones:  su  prudencia,  sabiduría  y  santidad, 
JO  hacen  en  esta  hora  peligrosa,  seguro  puntal  de  la 
Iglesia  de  Cristo. 

Albert  Miiller  ha  recogido  en  un  grueso  folleto,  La 
pensee  sociale  de  S.  S.  Píe  XII  (155),  aspectos  diversos 
de  la  actitud  del  antiguo  cardenal  Pacelli  frente  a  los 
problemas  de  orden  civil,  social  e  internacional.  Na- 
da hace  presumir  que  el  discípulo  de  Pío  XI  contra- 
dirá desde  el  Vaticano  la  doctrina  social  del  anterior 
Pontífice;  ni  desautorizará,  como  jefe  de  la  cristian- 
dad, su  palabra  como  Nuncio  de  la  Santa  Sede  en  Ale- 
mania, Secretario  de  Estado  y  Legado  pontificio. 

En  el  más  solemne  de  sus  actos  pontificios,  la 
Encíclica  Summi  Pontificatus,  aunque  destinada  prin- 
cipalmente a  analizar  la  situación  creada  por  la  pre- 
sente guerra  mundial.  Pío  XII  señala  el  mal  principal 
—  como  León  XIII  y  Pío  XI  — en  el  interior  de  las 
conciencias.  Lo  que  dice  del  orden  internacional, 
puede,  con  igual  derecho,  aplicarse  al  orden  interno  de 
las  naciones:  "La  salvación  de  los  pueblos,  dice,  no 
viene  de  los  medios  externos,  de  la  espada,  que  puede 
imponer  condiciones  de  paz,  pero  no  crear  la  paz. 
Las  energías  que  deben  renovar  la  faz  de  la  ^ierra, 
tienen  que  proceder  del  interior  del  espíritu".  (156). 


(155)  Edit.  "Spes".  París,  1939. 

(156)  Encíclica  Summi  Pontificatus,  20  de  octubre  de  1939,  (32)- 


126 


LOS  CATOLICOS  FRENTE  A  LA  CUESTION  SOCIAL 


Refiriéndose  más  concretamente  a  las  causas  de 
las  perturbaciones  que  aquejan  a  la  humanidad  ac- 
tual, dice  que  "si  es  verdad  que  ellas  provienen  en 
parte  del  desequilibrio  económico  y  de  la  lucha  de 
intereses  por  una  distribución  más  justa  de  los  bie- 
nes que  Dios  ha  concedido  a  los  hombres...  no  es 
menos  verdad  que  su  raiz  es  más  profunda  e  inter- 
na, pues  toca  a  las  convicciones  religiosas  y  a  las 
creencias  morales".  (157). 

"Ante  todo  es  cierto,  que  la  raiz  profunda  y  últi- 
ma de  los  males  que  deploramos  en  la  sociedad  mo- 
derna, es  el  negar  y  rechazar  una  norma  de  morali- 
dad universal,  asi  en  la  vida  individual  como  en  la 
vida  social  y  en  las  relaciones  internacionales .  .  .  Aho- 
ra bien:  la  negación  de  la  base  fundamental  de  la 
moralidad  tuvo  en  Europa  su  raiz  originaria  en  la 
separación  de  aquella  doctrina  de  Cristo  de  la  que 
es  depositaria  y  maestra  la  cátedra  de  Pedro.  . .  aban- 
donado el  magisterio  infalible  de  la  Iglesia,  no  po- 
cos hermanos  separados  llegaron  hasta  negar  el  dog- 
ma central  del  cristianismo,  la  divinidad  del  Salva- 
dor, acelerando  así  el  proceso  de  disolución  espiri- 
tual". (158). 

Por  eso,  si  se  quiere  paz  duradera,  así  en  la  vida 
nacional  como  en  la  internacional  "el  orden  nuevo 
del  mundo,  una  vez  que  cesen  las  amarguras  y  las 
crueles  luchas  actuales,  no  deberá  en  lo  adelante  apo- 
yarse sobre  la  incierta  arena  de  normas  mudables  y 


(157)  Ibid,  (32). 

(158)  Ibid,  (11-12). 


127 


DR.  FRANCISCO  ALFONZO  RAVARD 


efímeras,  abandonadas  al  arbitrio  del  egoísmo  colec- 
tivo e  individual",  sino  más  bien  "sobre  la  roca  in- 
conmovible del  derecho  natural  y  de  la  revelación 
divina".  (159). 


(159)  Ibid,  (32). 

i2S 


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134 


ImUcc 


INDICE 

Pág. 

Prólogo   Vil -XI 

Introducción   3—5 

a)     LOS  PRINCIPIOS  SOCIALES  DEL  CATOLICISMO  9-40 

SUMARIO:  El  catolicismo,  doctrina  social  por  ex 
celencia  (9-1  I). — Las  enseñanzas  sociales  de  Je- 
sucristo   (12).  El   contenido    social   del  Evangelio 

(13-17).  ¿Hay  una  doctrina  social  en  el  Evan- 
gelio? (17-18).  Carácter  impersonal  del  Evange- 
lio   (18-20).  Lo    fundamental    en    el  pensamiento 

cristiano  (20-22). — Los  principios  fundamentales  del 
catolicismo  y  su  trascendencia  social  (22-2  7). — 
Las  leyes  sociales  de  la  justicia  y  de  la  caridad 
(27-35). — El  Evangelio  y  los  bienes  terrestres 
(35-40). 


b)    EL  INDUSTRIALISMO  DEL  SIGLO  XIX  Y  LA  RE- 
ACCION DE  LOS  CATOUCOS  SOCIALES  .  .    .  .  43-105 

SUMARIO:  La  continuación  de  una  vieja  tradición 
(43-44). — Los    primeros    ensayos  católico-sociales 


Pág. 


en  el  siglo  XIX  (44-45). — El  Libro  de  los  Afligidos 
y  la  Economía  Política  Cristiana  de  Alban  de  Ville- 

neuve     Bargemont     (45-47).  Un     activo  decenio 

(47-48).  Dos    precursores    españoles  (48-51).  

Una  pastoral  del  Cardenal  de  Croi  y  la  "Memoria 
sobre  la  cuestión  obrera"  de  Monseñor  Rendu 
(51-51).— L'Ere  Nouvelle  (52-54).— Un  gran  so- 
ciólogo   católico:    Le    Play    (54-57).  Ketteler:  el 

iniciador  del  movimiento  social-católico  (57-64).  

La  influencia  de  Ketteler  y  la  escuela  social  cató- 
lica   alemana    (64-68).  El    catolicismo    social  en 

Austria  (68-72). — El  Cardenal  Manning  y  los  orí- 
genes del  movimiento  social  católico  en  Inglaterra 

(73-79).  Católicos  liberales  e  intervencionistas  en 

Francia   (79-81).  El  Conde  de  Mun  y  la  Obra  de 

los  Círculos  Católicos  de  Obreros  (8) -89).  El  pen- 
samiento social  del  Marqués  de  La  Tour  du  Pin 
(89-92).  León  Harmel  y  las  Corporaciones  Cris- 
tianas   (92-94).  El    Catolicismo    Social    en  Suiza: 

Mermillod   y   Decurtins    (94-100).  Monseñor  Pot- 

tier  y  la  Escuela  de  Lieja  (100-102). — La  Unión  de 
Friburgo  (102-105). 


e)     LA  VOZ  OFICIAL  DE  LA  IGLESIA  109-128 

SUMARIO:  Una  fech.i  histórica  (109).- León  Xlll 
proclama  la  gravedad  de  la  cuestión  obrera  (110- 

1  1  I).  Es  necesaria    la   colaboración   de   la  Iglesia 

(  1  1  I-l  12).-La  intervención  del  Estado  (112-114). 

 Límites     de     la     intervención     autoritaria  (115- 

1  16).  Papel  de  las  asociaciones  profesionales  (116- 

I  18).  Frutos    de    la    Encíclica    Rerum  Novarum 

1  18-124). — Reafirmación  doctrinal  de  Pío  X!  (124- 

123).  La  posición  social  de  S.  S.   Pío  Xll  (125- 

128). 


Bibliografía 


131-134 


ESTE   I.IBHO  HA  SIDO  IMPHESO  EN  I.OS  TALLKHES  DE  LA 
C.  A.  ABTES  GRAFICAS      .     CARACAS  1913