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Full text of "Los contemporaneos : (ensayos sobre literatura cubana del siglo)"

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LOS  CONTEMPORÁNEOS 


Alberto  Lámar  Schweyer. 


Los  Contemporáneos 


<^ 


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19J[2 
IMP.    "LOS  RAYOS  X" 

HABANA    106 


üi    P'i,    rHmzaii)    u\v^Íi>mi 


Vií>.  iitti"  íimtr  ñirmpre  u:trt  siturisn  br  tti&- 
iriil|j4t  para  tit^ns  hts  rrritrrs^  anti^rrá  ntu  sxt  ants- 
htmbraiia  binirltuUntria  rsta  prijitrña  itfnntíia  inte  le 
itav^n. 

3-liibiera  i]xieriíiit  britiíiarie  una  itbra  serena, 
.aparible,  u  ua  Ue,  le  í»x^i»  mía  itbra  ^e  ntiitbate. 
Una  nbra  que  se  ale^a  íte  la  sereuiííaíi  ¿e  lus  lamts 
para  aproximarse  a  lit?  titrreuíes  impetitxtsits.  €tt 
l»ez  lie  mausa  iMiiin  ijiie  besa,  será,  iiitisá,  ula  eit- 
rrespaíía  ijue  itai^a  temblar  el  pedestal  en  inte  se 
nha   ahyín  ííinlit  ritusai^raíiii. 

^'lerííxíne,  pnes,  si  en  \xtz  í»e  nna  iibra  ntmit 
ll^.  nterere,  le  íiitu  páginas  áriítas  t^e  rrííira,  i|ue 
tienen  la  rrníta  rnííeza  íSe  las  sinreriítaí>es  i]ne  be- 
bían rallarse. 

;¿>é  ijne  ^'Lits  (Litutempitráneifs"  es  nn  libnt 
llenn  í»e  deferías;  üit.  iine  sabe  íte  estas  rnsas  Kt 
untará  eusegniíta.  ^ent  |i]né  ijuiere  UítT  ^itr  ser  el 
primiii^éuitit  sieutu  hacia  él  un  i^ran  rariñn.  U  r*jn 
xse  rariñii  se  ht  nfreBCíi. 

Alberín  í.amar  :S'rltlxteuer. 


LA   EVOLUCIÓN   MODERNISTA 


El  Modernismo  no  es  una  es- 
cuela. Podrá  haber  sido  una  con- 
gregación, podrá  haber  constituí- 
do  un  ejército,  podrá  haber  tenido 
un  credo  y  una  bandera,  pero  lite- 
rariamente nunca  ha  sido  una  es- 
cuela." 

(Max  Henriquez  üreña.) 


w'mm0i¥0MWMm 


LA  EVOLUCIÓN  MODERNISTA 

E]  ronianticismo  había  muerto,  eseiK  la  en  qne 
la  fantasía  se  sobreponía  a  la  realidad  había  lleva- 
do en  sí  misma  el  germen  de  su  muerte.  Volaren 
los  románticos  tan  por  las  nubes  que  perdieron  de 
vista  el  suelo,  y  fué  necesario  volver  a  tierra.  El 
romanticismo  fué  un  ensueño  de  fantástico  idealis- 
mo, como  una  borrachera  del  espíritu  rebelde  contra 
la  clásico.  Fué  la  explosión  del  lirismo  sentimental  y 
panteista,  una  expansión  de  nuestra  sensibilidad 
en  el  amor,  en  la  esperanza,  en  el  dolor,  y  en  la  me- 
lancolía. 

Salliére,  en  su  obra  "Le  romantisme  des  relis- 
tcs",  considera  el  romanticismo  como  un  "impe- 
rialismo espiritual,  y  al  romántico  como  un  "mís- 
tico  contemporáneo". 

Mientras  tuvo  de  su  parte  poetas  discretos  y 
de  verdadero  genio,  pudo  mantener  su  superio- 
ridad, pero  la  extravagancia  de  muchos  román- 
ticos que  llegó  a  tomar  caracteres  de  degeneración, 
fueron  golpes  mortales  y  el  romanticismo  pasó  al 
•olvido. 


10  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

Todas  las  escuelas  o  tendencias  literarias  que 
han  existido,  han  tenido  a  su  muerte  inmediata  su- 
cesión, generalmente  de  orientación  bien  opuesta,  y 
esa  nueva  escuela  que  surgió  a  la  muerte  del  ro- 
manticismo fué  el  naturalismo,  que,  más  avanzado, 
luego  se  llamó  realismo. 

La  tendencia  que  encabezaron  Zola,  Daudet  y 
Goncourt,  era  diametralmente  opuesta  a  la  ante- 
rior, es  decir,  el  naturalismo  fué  la  realidad  como 
el  romanticismo  había  sido  el  ensueño.  El  natural 
agotamiento  y  hastío  que  en  su  final  trajo  el  ro- 
manticismo fué  el  punto  de  apoyo  más  eficaz  que 
tuvo  la  nueva  escuela  para  triunfar  rápidamente. 
El  romanticismo  había  sido  la  escuela  de  las  gran- 
des pinceladas,  de  los  trazos  confusos,  el  natura- 
lismo por  el  contrario  según  lo  define  Remy  de 
Gourmont  fué  "el  amor  a  los  detalles,  no  por  ellos 
mismos,  sino  porque  dan  a  la  obra  literaria  la  vida 
y  la  exactitud." 

Zola,  al  publicar  su  obra  "L'Assomoir",  había 
triunfado,  y  con  él  la  tendencia  que  iniciaba.  Sur- 
gieron entonces  los  continuadores  del  maestro,  los 
corifeos  del  naturalismo,  J.  K.  Huysmans,  Maupa- 
sánt,  Hannique,,  Coard,  y  Alexis.  Mas  el  natura- 
lismo triunfante  al  principio,  como  la  tendencia 
anterior,  pasó  los  límites  primitivos,  y  la  novela  se 
convirtió  en  una  exposición  de  detalles,  basada  en 
que  los  naturalistas  pensaban  que  la  vidii  se  re- 
duce a  un  conjunto  de  pequeños  detalles.  Con  lo 
que  podría  llamarse  el  fracaso  del  naturalismo  su- 
frió la  literatura  francesa  una  desorientación  pro- 
pia del  rápido  cambio  que  en  pocos  años  había  te- 
nido. Fracasado  el  romanticismo,  a  punto  de  fra- 
casar también  el  realismo,  los  escritores  franceses 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  1  I 

de  íines  del  siglo,  los  poetas  principalmente,  vol- 
vieron la  vista  a  los  clásicos  de  antaño,  coincidien- 
do todo  ello  con  la  llegada  de  un  gran  poeta  afri- 
cano, Leconte  de  L'Isle,  que  venía  de  su  tierra  ardo- 
rosa, joven,  audaz  y  fuerte  por  su  genio,  dispuesto 
a  continuar  la  obra  de  "El  abuelo  Hugo".  Al  pro- 
pio tiempo  llegaba  de  Grecia,  con  una  gran  cultura 
de  los  clásicos  helenos,  Jean  Morcas,  que  surgía 
convencido  de  su  valer  y  de  su  genio,  dispuesto  a 
imponer  en  la  tieri'a  de  Teodoi'o  de  Banville  una 
inieva  orientación  esta  vez  definitiva.  Fué  enton- 
ces cuando  surgió  (1  modernismo. 

EL   MODERNISMO 

Esta  tendencia  no  es  como  muchos  creen  una 
escuela,  será  si  se  quiere  una  orientación,  una  reu- 
nión de  escuelas  distintas,  un  ejército  de  poetas,  un 
gran  río  a  cuyo  cauce  van  a  morir  las  aguas  de  mu- 
cl.os  ríos  pequeños,  que,  al  reunirse,  adquieren  una 
denomijiación   común. 

El  modernismo  es  la  reunión  del  decadentismo, 
<  1  simbolismo,  el  parnasianismo  y  la  escuela  roma- 
na. Escuelas  que  teniendo  bases  y  orientaciones 
distintas,  tienen  un  mismo  fin  en  el  campo  litera- 
rio: la  libertad  en  la  idea  y  la  expresión. 

Los  parnasianos  fueron  simplemente  una  deri- 
vación directa  del  romanticismo  de  Víctor  Hugo 
iniciados  en  el  nuevo  arte  por  Leconte  de  L'Isle, 
y  ((ue  tuvo  como  principales  sostenedores  una  plé- 
yade de  grandes  poetas  jóvenes,  entre  los  cuales  se 
encontra'ban  los  primeros  cantores  de  Francia  en 
esta  época,  Paul  Verlaine,  que  con  el  seudónimo  de 
"Lelian",  escribió  lindos  y  cincelados  versos  par- 
nasianos; Mellarme,  Mendes,   el   Conde   Villiers   de 


12  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

Lisie  Adam,  Coppee,  Dierx  y  el  cubano  J.  M.  He- 
redia. 

El  decadentismo,  palabra  que  hoy  muchos  em- 
plean como  sinónimo  de  fatuo,  o  sin  sentido,  fué 
una  escuela  opuesta  a  la  anterior,  a  cuyos  compo- 
nentes llamó  el  crítico  Paul  Baurde,  "hijos  de 
Baudelaire",  por  ser  continuadores  de  la  obra  y  la 
forma  del  poeta  de  "Las  flores  del  mal".  Fué  su 
iniciador,  un  gran  poeta  griego,  un  poeta  olímpico, 
■desdeñoso,  altivo,  el  gran  Jean  Morcas,  al  cual  si- 
guieron Taslhade,  Vignier,  Morice  y  Adam.  Pro- 
ducto de  esta  escuela  fué  más  tarde  el  simbolismo, 
y  después  de  la  publicación  de  "Eriphile",  de  Mo- 
reas,  la  escuela  romana. 

Como  en  veces  anteriores,  siguiendo  esa  ley  na- 
tural que  parece  regir  la  vida  de  todas  las  escue- 
las, la  orientación  modernista  tuvo  en  su  seno  poe- 
tas mediocres  que,  por  el  ansia  de  originalidad, 
trataro)!  de  ^undar  nuevas  escuelas,  originando  con 
•ello  una  nueva  desorientación. 

Rene  Ghil,  con  sus  tentativas  de  instrumenta- 
ción lírica  y  su  teoría  sobre  el  color  de  los  sonidos, 
fué  el  fundador  de  una  nueva  escuela  que,  por  suer- 
te, encontró  pocos  adeptos;  lo  imitó  después  Gus- 
tavo Khan,  pretendiendo  una  poesía  basada  en  el 
valor  tonal  de  los  sonidos,  y  un  poco  más  tarde 
Jones  proclamó  en  Inglaterra  las  ventajas  del  pre- 
rafaelismo,  que  alcanzó  alguna  popularidad  gracias 
a  la  defensa  que  de  él  hizo  un  gran  crítico  inglés, 
Ruskin.  Surgieron  más  tarde  los  estetas  dirigidos 
por  un  gran  poeta  inglés,  el  triste  y  desgraciado 
Osear  Wilde,  los  ibsenistas  imitadores  del  genio  es- 
candinavo que  allá  en  su  Noruega  natal  ignoraba 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  13 

scgiiraniente  la  influencia  que  en  la  literatura  la- 
tina ejercía  su  vasta  obra. 

Un  gran  escritor  francés  de  esa  época,  Henry 
Bordeaux,  ha  tratado  a  fondo  este  período  de  las 
letras  francesas  a  fines  del  siglo  pasado,  en  un  li- 
bro valioso, — "Les  Ecrivains  et  les  Moeurs" — , 
En  la  parte  de  esta  obra  que  dedica  al  poeta  Sa- 
main,  estudia  imparcialmente  y  con  extenso  cono- 
cimiento el  desconcierto  que  reinó  en  Francia  con 
motivo   de   las   exageraciones   modernistas. 

En  este  estado  de  cosas,  cuando  una  desorienta- 
ción general  reinaba  de  nuevo  en  Francia,  en  la 
pequeña  Nicaragua  surgió  un  gran  poeta,  que  años 
más  tardo  había  de  transmutar  todos  los  valores  de 
la  lírica  contemporánea  que  seguía  todavía  los 
rumbos  románticos  del  Duque  de  Rivas.  Este  poeta 
era  Rubén  Darío. 

En  América,  por  esa  época,  con  motivo  del  poco 
intercambio  intelectual  que  existía  con  el  viejo 
continente,  la  literatura  francesa  del  período  mo- 
le rnista  era  casi  desconocida;  en  Guatemala,  En- 
ri(iue  Gómez  Carrillo  dio  a  conocer  el  nombre  glo- 
rioso de  Teophile  Gautier,  y  Rubén  Darío  dio  a 
conocer  en  Chile,  Nicaragua  y  la  Argentina  el  ge- 
nio poético  de  Verlaine. 

En  el  año  de  1886  se  publicó  en  Chile  /un  pe- 
queño libro  de  versos  y  prosa;  era  un  tomo  pe- 
queño por  el  número  de  páginas,  pero  de  un  al- 
cance mayor  del  que  se  podía  esperar.  Este  libro 
tena  un  título  extraño,  que  posteriormente  ha  sido 
combatido,  "Azul" — repito  que  era  pequeño,  pero 
como  un  átomo  de  gran  fuerza  expansiva  rompió 
todos  los  moldes  académicos,  haciendo  que  en  Amé- 
rica una  poesía,  más  brillantCj  más  sonora  y  más  ele- 


14  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

gante  que  la  predominante  hasta  entonces,  sugiera 
invadiendo   toda   la   literatura   castellana. 

Rubén  iDarío  no  fué,  en  el  fondo,  un  original; 
no  creó  nada  si  se  analiza  el  origen  de  su  obra ; 
simplemente  imitó  en  español  la  forma  fácil  de 
Morcas.  De  esa  imitación  son  producto  directo 
los  cuentos  de  "Azul"  y  más  tarde  las  poesías  de 
este  mismo  libro.  Para  muchos  amantes  de  las  for- 
mas clásicas  el  modernismo  fué,  en  sus  principios, 
un  renacimiento  de  la  escuela  que  D.  Luis  de  Gón- 
gora  fundara  dos  siglos  antes — el  culteranismo, — 
nombre  con  que  la  designó  el  humanista  Bartolo- 
mé Jiménez  Patón.  Aunque  si  se  estudian  deteni- 
damente, no  ofrecen   grandes  analogías. 

Con  la  publicación  de  "Azul"  el  modernismo 
triunfó  en  América.  La  lengua  de  Castilla,  como 
en  veces  anteriores,  modificaba  sus  rutas  bajo  la 
influencia  francesa,  y  seguía  los  nuevos  derroteros 
que  marcaba  la  corrieste  modernista  que  llegaba  de 
Francia. 

EL    MODERNISMO    EN    AMERICA 

El  modernismo  triunfó  en  América  dirigido  por 
cuatro  grandes  poetas,  Rubén  Darío,  Gutiérrez  Ná- 
jera,  José  Martí  y  Julián  del  Casal. 

Si  Bien  la  orientación  definitiva  se  inició  des- 
pués de  1888,  es  necesario  advertir  que  ya  ante- 
riormente se  notaba  cierta  inclinación  hacia  nuevas 
formas.  El  primero  en  iniciarla  fué  Manuel  Gutié- 
rrez Nájera,  (|ue  en  México,  con  el  seudónimo  de 
"Duque  Job",  escribió  los  primeros  versos  moder- 
nistas, sin  lograr  un  triunfo  definitivo.  José  Martí 
mucho  antes  que  Rubén  Darío  había  dado  a  su  pro- 
sa y  a  muchos  de  sus  versos  la  misma  forma  que  el 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  í3 

poeta  nicaragüense,  y  Casal,  siguiendo  a  Verlaine, 
por  quien  sentía  viva  admiración,  había  escrito  al 
mismo  tiempo  que  Gutiérrez  Nájera,  versos  deca- 
dentistas. 

Si  en  Francia,  tierra  en  que  había  nacido,  el 
modernismo  triunfó  desde  un  principio,  su  triunfo 
en  América  fué  más  rápido  que  en  viejo  país  de  Vi- 
llón.  En  ninguna  época,  anterior  ni  posterior  se 
ha  visto  en  América  un  florecimiento  literario  más 
grande  que  en  la  década  de  1890  a  1900.  Una  le- 
gión de  poetas  jóvenes,  cautivada  por  la  elegancia 
de  aquella  poesía  nueva,  seguía  firme  y  decidida 
los  nuevos  rumbos,  y  mientras  José  Martí,  errante 
por  el  continente,  decía  lindos  versos  de  amor  y  de 
patria,  y  Julián  del  Casal,  enfermo  y  triste,  "hecho 
un  panal  de  dolor",  según  la  frase  de  Darío,  ri- 
maba en  Cuba  sus  estrofas  decadentes,  allá  en  el 
Uruguay,  Julio  Herrera  Ressig,  doliente  y  morfi- 
nómano, como  si  la  vida  pesara  sobre  él  más  que 
el  mundo  sobre  las  espaldas  de  Atlas,  implantaba 
en  su  patria  el  modernismo  con  la  elegancia  de  su 
estilo.  En  la  Argentina  toda  la  generación  res- 
pondía, figurando  entre  ella  poetas  brillantes  como 
Leopoldo  Lugones,  Carlos  Alberto  Becú,  Diego  Fer- 
nández Espiro,  Alberto  Chiraldo,  Leopoldo  Díaz  y 
Ángel  de  Estrada.  En  Bolivia  un  gran  poeta  joven, 
Ricardo  Jamies  Freyre,  seguía  las  huellas  de  Da- 
río, mientras  en  México  Salvador  Díaz  Mirón  trans- 
formaba los  acordes  de  su  antigua  lira  romántica 
para  seguir  las  formas  de  su  compatriota  Gutiérrez 
Nájera,  y  comenzaban  a  rimar  sus  estrofas  musica- 
les y  suaves.  Amado  Ñervo,  Luis  Urbina  y  José  Ma- 
nuel Tablada.  José  Santos  Choeano,  en  el  Perú, 
labraba  los  líricos  joyeles  de  "Alma  América",  en 


16  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

tanto  que  en  Colombia  im  gran  poeta,  triste  como 
pocos,  y  doliente  cual  ninguno,  José  Asunción  Sil- 
va, decía  los  acordes  chopinianos  de  sus  "Noctur- 
nos". En  Venezuela  un  discípulo  de  José  Martí, 
Gonzalo  Picón  Febres,  dirigía  el  movimiento  mo- 
dernista de  los  nuevos  portaliras.  . 

Eit  los  últimos  años  del  siglo,  el  modernismo 
triunfó  en  América.  Los  viejos  y  gastados  moldes 
académicos  y  las  usadas  formas  románticas,  pasa- 
ron al  olvido,  y  una  nueva  poesía,  más  brillante, 
más  sonora,  más  suave,  más  acariciante  y  más  dúc- 
til, sustituyó  a  la  vieja  forma  de  Andrés  Bello  y 
Heredia. 

El  movimiento  literario  que  en  Cuba  había  ini- 
ciado Casal  sufrió  en  1893,  una  gran  pérdida  con 
la  muerte  de  este  poeta,  pero  ya  su  triunfo  estaba 
decretado ;  varios  poetas  jóvenes  seguían  las  hue- 
llas del  cantor  de  "Nieve",  y  Carlos  Pió  y  Federi- 
co Urhbach,  Manuel  S.  Pichardo,  Enrique  Henán- 
dez  Miyares,  y  otros,  mantenían  por  entonces  alta 
la  flamante  bandera  que  años  antes  levantara  en 
Santiago  de  Chile  el  genio  de  Rubén  Darío. 

LAS  NUEVAS  FORMAS 

No  'hace  mucho  tiempo,  como  oposición  al  indi- 
vidualismo, dispertóse,  principalmente  en  Francia, 
lo  (jue  más  tarde  se  ha  llamado  "el  arte  social". 
Max  Nordau  llamó  al  arte  decadente  "egoísta", 
alegando  que  daba  únicamente  impresiones  perso- 
nales. Fué  entonces,  a  raíz  de  esto,  cuando  en  la 
mente  de  Marinetti  nació  el  Futurismo.  Era  una 
escuela  (|ue  tendía  a  la  generalización.  Indudable- 
mente el  poeta  italiano  exageró  algo  al  pretender 
que  la  poesía  expresara,  no  los  sentimientos  ]ierso- 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  17 

nales,  sino  las  idias  de  cada  unu  clase  social.  Así 
el  «))3rei'o,  el  soldado,  el  artista,  al  figurar  en  un 
poema  debía  dar  las  aspiraciones,  las  ideas  y  los 
sentimientos  de  toda  su  clase.  Esta  fué  la  base  de 
la  poesía  "social".  De  este  modo,  lo  exótico,  lo 
raro  y  lo  personal,  fué  sustituido  gradualmente  por 
lo  corriente,  lo  vulgar  y  lo  universal.  En  este  cam- 
bio ha  resultado  que  aquel  pesimismo  antaño  tan 
corriente,  se  trocó  en  un  sano  optimismo,  fecundo 
en  ideas  puras  y  elevadas. 

Marinetti,  publicó  a  principios  del  siglo,  un  ma- 
nifiesto en  el  cual  explicaba  las  bases  de  su  nueva 
(scuela:  el  Futurismo,  poesía  (|ue  él  pretende  es  del 
movimiento,  que  no  canta  el  alma  oculta  de  las  co- 
sas, sino  el  movimiento  de  la  vida.  Más  tarde  y  en  di- 
versos países  han  surgido  escuelas  como  d  Inteneio- 
nismo,  Pentapolismo,  Novencentismo,  Versolibrismo, 
Subsecuentismo,  Trashumanismo,  Creacionismo,  Ul- 
traismo,  Unanimismo.  C*  rebrismo  y  otras  muchas, 
entre  las  cuales  llama  poderosamente  la  atención 
la  última  que  surgió  en  Francia,  el  Dadaísmo,  que 
se  basa  en  la  imitación  de  los  sonidos. 

En  Cuba,  actualmente,  no  hay  un  gran  poeta, 
un  poeta  realmente  popular,  como  tampoco  impera 
una  forma  determinada.  Hay  algunos  teperamen- 
tos  poéticos  de  positivo  valor,  pero  hay  en  ellos 
una  gran  falta  de  sentido  artístico.  El  único  nexo 
de  relación  que  entre  todos  existe  es  su  tendencia 
al  efectismo. 

El  efectismo  vien»'  a  ser  a  las  escuelas  ultramo- 
dernistas,  como  el  modernismo  al  decadentismo  y 
al  simbolismo, — el  nomi)i"e  (jue  se  emplea  para  de- 
nominar las  tendencias  comunes.  El  efectismo,  co- 
mo lo  indica  la  etimología  de  esta  palabra,  se  re- 


18  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

duce  a  una  sola  cosa,  impresionar.  De  esto  resultai 
una  poesía  confusa,  a  veces  sin  sentido,  otras  de- 
masiado extensa,  a  tal  extremo  que  los  conceptos  se 
desvanecen,  y  las  ideas  se  tornan  incomprensibles 
(n  ese  laberinto  de  imágenes  forzadas,  rebuscadas, 
hechas  simplemente  para  producir  efecto. 

Dije  anteriormente  que  en  la  generación  de 
1900  no  hay  un  verdadero  poeta ;  es  necesario  re- 
conoce]- que  esta  es  la  verdad — verdad  triste  que 
en  la  tierra  de  Heredia  y  de  Casal  no  exista  un  gran 
temperamento  lírico,  pues  si  analizamos  la  obra  de 
los  poetas  jóvenes  del  siglo,  no  encontraremos  fuera 
de  Rene  López,  que  fué  sin  discusión  el  más  grande 
de  nuestro  poetas  del  siglo,  no  encontramos  fuera 
de  él,  repito,  un  gran  poeta,  un  verdadero  poeta, 
como  aquellos  cantores  de  antaño  que  llenaron  con 
su  nombre  todo  un  siglo,  al  extremo  de  que  Rodó,, 
uno  de  los  críticos  más  grandes  que  ha  tenido  Amé- 
rica, dijera  que  "Cuba  es  una  de  las  tres  naciones 
americanas  cuya  labor  intelectual  es  más  fecunda  y 
hermosa."  Las  cosas,  de  pocos  años  a  esta  parte,, 
han  variado  radicalmente;  nuestra  tierra,  que  en 
el  campo  de  la  oratoria  marcha  a  la  cabeza  de  las 
primeras  de  América;  que  en  el  campo  de  la  prosa, 
tanto  en  la  crítica,  como  en  la  novela,  tiene  brillan- 
tes cultivadores,  es  en  la  poesía  débil,  notándose - 
en  ella  una  gran  desorientación,  que  no  es  ya  indi- 
vidual sino  colectiva. 

LA  NUEVA  ORIENTACIÓN 

Después  del  Ultraísmo,  Unanismo  y  demás   es- 
cuelas antes  nombradas,  que  no  fueron  más  que  as- 
pectos diversos  de  la  "poesía  social",  y  en  cuanto, 
al  resultado  práctico,  simples  intentonas  sin  éxito, . 


A.   LÁMAR  SCHWEYER  19 

.surjíieroii  en  Fi-aneia  y  otros  países  otras  dos  orienta- 
ciones de  más  vastos  alcances  que  las  anteriores, 
y  ár  gran  influencia :  fueron  el  Neopaganismo  y  el 
Misticismo.  Ambas  manifestaciones  estéticas  se  es- 
eudal)an  en  dos  nombres,  Gabriel  D'Annunzio  y 
]\íauri('i()  Maeterlinck.  Ambas  escuelas,  contrarias 
al  parecer,  son  en  d  fondo  una  misma  cosa.  D'An- 
nu)izio  es  un  glorificador  de  la  vida,  un  discípulo 
de  Epicuro.  Piensa  (lue  la  vida  es  bella  aun  en  su 
misma  tristeza;  real,  fuera  del  c  nsueño  y  la  reli- 
gión. Maeterlink,  por  el  contrario,  es  un  místico, 
piensa  como  el  poeta  italiano  que  la  vida  es  grata, 
pero  fuera  de  la  realidad  terrena.  iDeja  el  ilustre 
belga,  que  el  espíritu  vuele  lo  más  alto  posible  para 
evitar  que  se  hiera  al  tocar  el  su(  lo.  En  resumen, 
los  dos  poetas-filósofos  han  pretendido  llegar  al 
mismo  7-esultado,  marchando  por  senderos  opuestos. 
D'Ainiunzio  es  simplí  mente  un  discípulo  de  Nietz- 
che,  y  como  el  germano,  ha  llegado  a  la  misma  con- 
clusión:  a  que  la  vida  es  bella  cuando  se  sabe  vivir. 
Los  dos  llegaron  al  mismo  lugar.  El  poeta  por  edu- 
cación artística,  el  filósofo  g(  rmano  por  conclusión 
filosófica.  Uno  llegó  al  paganismo  por  la  senda 
brillante  del  Arte,  el  otro  por  el  ási)ero  camino  de 
las  decepciones. 

Maeterlink,  al  contrario  de  D'Annunzio,  es  un 
sentimental.  Sus  pasiones  inmateriales  y  aladas  no 
se  fijaron  nunca  en  la  materia.  Es,  en  filosofía,  un 
idealista,  que  ha  llevado  su  misticismo  a  su  obra 
lírica.  Sus  versos,  sus  obras  teatrales,  sus  libros 
de  filosofía,  sus  ensayos  espiritas,  sus  mismas  in- 
vestigaciones naturalistas,  están  impregnados  de  un 
recogimiento  místico,  como  si  (U  él  hubiera  reen- 
carnado el  alma  luminosa  de  la  doctora  de  Avila. 


20  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

Lo  expuesto  anteriormente  demuestra  que  la 
raíz  del  Neopaganismo  y  del  Misticismo,  es  la  mis- 
ma. D'Annunzio  llegó  por  su  materialismo  al  pa- 
ganismo de  Epicuro,  Maeterlinek,  con  su  místico 
temor  al  dolor,  se  aproxima  a  Dionisio. 

Tal,  era  el  estado  de  la  literatura  española 
cuando  surgió  el  conflicto  europeo.  iSobre  el  pesimis- 
mo, el  positivismo  y  el  misticismo  de  aquel  momento, 
Federico  Nictzche  era  el  faro  de  la  juventud.  :  Viva- 
mos alegremente  el  momento  actual!,  parecía  ser  la 
divisa  de  los  poetas  jóvenes  antes  de  11)14.  En  tanto 
los  viejos,  que  habían  conocido  a  Campoamor  y  a  Da- 
río, sonreían  beatíficamente.  Ellos  sabían  lo  efí- 
mero de  esas  escuelas.  Y  así  fué.  Con  la  guerra 
de  1914  todas  las  nuevas  teorías  vinieron  al  suelo. 
Francia  dio  una  nueva  orientación,  cuya  fuente 
está  en  la  literatura  de  la   guerra. 

Francia,  fuente  de  las  grandes  revoluciones  so- 
ciales e  intelectuales,  tierra  cuyos  intelectuales  han 
guiado  siempre  el  movimiento  social,  político  y  li- 
terario de  la  raza  latina  y  a  veces  de  otras  razas, 
nos  hará  llegar  muy  pronto  una  renovación  de  vas- 
tos alcances. 

En  Francia  nacieron  el  romanticismo,  el  natu- 
ralismo y  el  modernismo ;  de  allí  también  nos  lle- 
garan los  nuevos  derroteros,  y  esa  orientación  ul- 
tima-modernista está  ya  en  germen.  Ha  nacido  con 
la  guerra. 

Los  cuatro  años  de  ansiedad  continua  en  que 
vivió  el  mundo,  han  traído  un  cambio  radical  en 
el  modo  de  ver  las  cosas,  en  el  modo  de  sentir  y 
principalmente  en  el  gusto  artístico  del  pueblo 
francés.     La   novela  social,   o   de  psicología,  obras. 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  21 

que  para  ser  comprendidas  requieren  absoluta  com- 
peuetración  eutre  el  actor  y  los  personajes,  es,  en 
el  fondo,  una  novela  cansada ;  hay  que  leerla  re- 
flexionando, lo  «ual  requiere  una\  completa  tran- 
quilidad. El  soldado  que  después  de  luchar  diez 
horas  iba  a  descansar,  no  podía,  entre  el  estruendo 
de  los  grandes  cañones  y  el  olor  a  pólvora,  en  un 
ambiente  saturado  de  muerte  y  de  rencor,  concen- 
trar su  pensamiento  en  una  idea  profunda,  esto  en 
las  trincheras  era  difícil,  y  por  eso  se  buscaban  las 
obras  fáciles,  cuya  lectura  distrae  sin  preocupar, 
que  no  requieren  esfuerzo  alguno;  por  eso  el  solda- 
do se  fué  aficionando  a  la  novela  sencilla,  en  que  im- 
pera la  fantasía,  sin  grandes  problemas  psicológicos 
y  sociales.  Los  autores  han  de  seguir  siempre  a  la 
multitud;  el  gusto  de  las  masas  no  se  puede  amol- 
dar al  gusto  de  los  autores.  Y  esto  ha  traído  en 
Francia  una  forma  nueva,  cuya  influencia  pronto 
llegará  a  la  lengua  castellana. 

Ha  sido,  en  verdad,  un  cambio  radical;  la  no- 
vela de  la  guerra  es,  según  Prevost,  "novela  para 
niños  grandes".  Es  de  notar  que  el  autor  de  ''Car- 
tas a  Paquita"  trata  de  modificarse,  para  seguir  las 
nuevas  formas,  los  demás  ha^ícn  lo  mismo,  para  se- 
guir de  cerca  el  ritmo  de  su  época. 

No  creo  que  la  orientación  definitiva  esté  en 
Bourget,  Prevost,  France,  Rosny  o  Bordeaux,  esos 
es  difícil  que  se  modifiquen;  es  verdad  que  en  algu- 
nos de  ellos  se  notan  inclinaciones  al  cambio,  como 
en  "El  sentido  de  la  muerte"  de  Bourget,  que  di- 
fiere bastante  de  su  obra  anterior ;  lo  mismo  ocurre 
con  Maeterlink,  que  su  último  libro  "Debris  de 
guerra",    inicia    tambiém   una    modificación    en    su 


11  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

obra  futura.  8iii  embarj>o,  el  germen  de  la  verda- 
dera revolución  literatria,  está  en  los  escritores 
nuevos,  y  éstos  son  los  que  han  dado  la  nueva 
pauta.  Saures,  Gide  y  Glaudel  se  aprestan  para  la 
ludia;  Barbusse  ha  publicado  f»u  novela  "El  fue- 
go" bien  distinta  a  su  anterior  "El  infierno"; 
Pedro  Benoit,  al  publicar  su  tan  discutidas  obras 
"La  Atlántida"  y  "Kanigsmark"  ,muestra  un  modo 
de  pensar  bien  distinto  a  cuando  escribió  su  libro 
de  versos  "Diadumeno".  Otro  de  los  jóvenes,  Ed- 
mond  Jaloux,  que  en  sus  principios  era  poeta  sim- 
bolista, como  se  puede  apreciar  en  su  libro  "Alma 
de  Otoño",  deja  vislumbrar  en  su  última  novela, 
"Humos  en  el  campo",  una  próxima  ti^ansforma- 
ción ;  Juan  José  Frappa  fué,  quizás,  el  primero  que 
se  dio  cuenta  del  cambio  de  gusto,  al  escribir  con 
sentido  de  vidente  su  libro  "Bajo  la  mirada  de  los 
dioses".  Ijo  mismo  puede  decirse  de  Adrián  Ber- 
ti-and.  (]ue  como  Frappa  murió  en  la  guerra.  Este 
novelista  y  poeta,  discípulo  predilecto  de  Anatole 
France,  durante  la  larga  y  dolorosa  agonía  que 
precedió  a  su  muerte,  escribió  "Lo^  jardines  de 
Priapo",  una  obra  teatral  en  verso;  "La  princesa 
Beronice"  y  un  libro  de  versos,  "El  vergel  de  Cy- 
pris".  En  todos  ellos  están  bien  perceptibles  los 
niodelf)s  futuros.  Igual  ocurre  en  la  obra  de  Ver- 
let,  Baugnal  y  Jacques,  tres  poetas  jóvenes  sur- 
gidos al  calor  de  la  contienda. 

En  esos  autores  que  acabo  de  nombrar,  tratán- 
dolos ligei-amente,  está  el  germen  de  la  novela  y 
la  poesía  futura.  En  sus  libros  está  la  fuente  que 
pronto  invadirá  nuestra  literatura. 

Es  indiscutible  que,  tanto  en  la  novela  como  en 
el  teatro,  en  la  poesía,  en  la  filosofía  y  en  todas  las 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  23 

ramas  del  entendimiento  humano,  incluyendo  las 
ciencias  naturales,  habrá  un  cambio  radical.  Pasa- 
remos de  lo  complicado  a  lo  sencillo. 

Hay  que  ser  sencillo ;  el  gusto,  el  sentido  esté- 
tico contemporáneo  requiere  nuevos  moldes,  el  pú- 
blico pide  (y  habrá  que  dárselo)  sencillez.  Hay, 
pues,  que  volver  a  la  naturaleza. 

En  esa  nueva  forma  está  nuestra  poesía  futura. 
Es  la  única  esperanza.  Hay  que  modificarse,  poe- 
tas. Recordad  la  frase  de  José  Enrique  Rodó : 
"Vivir  es  reformarse",  o  la  más  significativa  de 
Gabriel  D  'Annunzio :   "  ¡  o   riño varse   o   moriré ! ' ' 


I. 

AGUSTÍN  AGOSTA 


"Tengo    el    afán — estéril de    dar    al    pensamiento 

la    música    que    encierra    su    primitivo    encanto; 

yo    no    sé    qué    cadencias    he    aprendido    en    el    viente 

desconcertantes    notas    de    yo    no    sé    qué    canto. 

(Agustín  Acosta). 


AGUSTÍN    AGOSTA 

Era  allá  ai  los  primeros  años  de  nuestro  siglo. 
Mal^iiietti  en  Florencia,  la  blanca  ciudad  de  los  pa- 
lacios de  mármol,  comenzaba  a  forjar  sus  poemas 
futuristas ;  Rubén'  Darío,  errante  por  el  mundo, 
•decía  sus  cantos  a  la  bella  Eulalia  y  a  los  cisnes  de 
armiño  que  amó  Lohengrin;  Rcné  López,  triste,  de- 
cepcionado y  solo,  procuraba  olvidar  en  el  abismo 
de  los  paraísos  artificiales  la  tristeza  de  su  vida  de 
genio  iiicoin])rendido.  La  literatura  cubana  pasaba 
por  uno  de  esos  períodos  de  desorientación  e  in- 
certidunibres  que  siguen  siempre  a  las  grandes  con- 
mociones nacionales.  La  generacióu  siguiente  a 
Casal  no  tt  nía  gi'andes  poetas,  es  más,  no  tenía  un 
poeta,  capaz  de  dirigir  la  joven  literatura,  que  ha- 
bía surgido  con  la  independencia. 

La  generación  de  1888  pasaba  sin  tener  conti- 
nuadores inmediatos.  lEra  necesario  un  gran  poe- 
ta, un  poeta  de  genio,  un  pastor  para  aquella  plé- 
yade desorientada.  Rene  López  que,  por  su  genio, 
i'rn  »>1;  único  capaz  de  servir  de  guía,  era  entonces 
un  ignoi'ado.  Este  tr-iste  discípulo  de  Baudelaire, 
no    podía    guiar   a    sus    contemporáneos,    no    tenía 


30  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

fuerzas  para  orientarse  a  sí  mismo.  Era  un  venci- 
do por  el  dolor  y  un  ignorado  lucho  «grande,  por 
ese  mismo  dolor  que  lo  rindió. 

Todo  parecía  indicar  (jue  la  generación  de  en- 
tonces no  había  de  tener  en  algún  tiempo  un  ver- 
dadei'o  poeta,  pei-o  por  fortuna  este  estado  de  co- 
sas no  duró  mucho  tiempo. 

Surgió,   en   Matanzas,   Agustín   Acosta. 

Ei*a  un  poeta  raro,  complicado  de  espíritu,, 
maestro  en  el  ritmo  y  ( I  acorde,  (jue  llamó  bien 
pronto  la  atención.  Sus  versos  eran  de  una  forma 
nueva,  modernista,  ¡oero  de  un  modernismo  deseo- 
nocido  en  esta  tierra.  Tenía,  lo  repito,  formas^ 
extrañas  aíjuí  desconocidas  hasta  entonces,  era  un 
''raro".  El  premio  (jue  obtuvo  años  después  en 
unos  juegos  florales  celebrados  en  la  Habana  a  los 
cuales  concurrieron  poetas  sud-ann  ricanos  y  dc' 
toda  la  isla,  lo  consagró.  Desde  ese  día  Acosta 
tuvo  el  cetro  y  dirigió  involuntariamente,  pero  de 
modo  decisivo,  la  lírica  de  su  ti(  mpo.  Sin  procla- 
marse innovador,  sin  pretender  guiar  a  los  demás, 
lia  logrado  con  su  talento  poético  hacer  triunfar 
su   forma   lírica. 

Si  mi  sentido  estético  de  la  poesía  correspon- 
diera al  de  Emilio  Bo'badilla ;  si  la  opinión  del 
maestro  de  "Literatura  contemporánea"  fuera  para 
mí  norma  y  guía  en  estos  ensayos,  Agustín  Acosta 
no  hubiera  figurado  en  este  libro. 

Acosta  es  de  los  modernistas  más  avanzados  rjue 
en  Cuba  hemos  tenido ;  él,  como  Federico  I^rhbach, 
pertenece  al  grupo  que  la  crítica  punzante  de  Bo- 
badilla  llamó  "grafómanos".  Para  Fray  Candil 
los  poetas  modernistas  que  cantaron  en  América, 
fueron  simples  rimadores  que  ocultaban  en  un  len- 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  31 

guaje  pomposo  y  afectado,  la  falta  de  talento  poé- 
tico. 

Bobadilla  fué,  indudablemente,  el  crítico  más 
grande  que  ha  tenido  Cuba;  su  pluma  brillante  y 
su  extensa  cultura,  unidas  a  un  profundo  sentido 
crítico,  produjeron  obras  y  juicios  incomparables; 
pero  'hay  que  convenir  que  a  veces  fué  exagerado  en 
sus  juicios.  Los  hombres  de  genio  aman  y  odian 
intensamente,  el  genio  no  concibe  los  términos  me- 
dios. Los  ])oetas  modernistas  no  fueron  nunca 
grafómanos ;  sí  hubo  muchos  y  los  hay  todavía  que 
l)uscaron  en  Darío  la  égida  protectora  que  disimu- 
lara sus  escasas  facultades,  pero  hay  que  convenir 
■que  todos  los  grandes  poetas  contemporáneos,  tan- 
to americanos  como  españoles,  han  sido  y  son  mo- 
dernistas. El  mismo  Bobadilla,  sin  darse  cuenta, 
íiigui«')  la  corriente  y  se  desvió  del  romanticismo, 
aproximándose  a  los  modernistas.  ¿Habéis  leído 
sus   versos   ' '  Soledad ' '  ?   Comienzan   así : 

El    último    sueño 
sueño    de    la    muerte,    sueño    misterioso, 
que  duerme  lo  mismo  el  grande  que  el  pequeño 
eterno    reposo. 


Pero  volvamos  a  Acosta.  De  todos  los  poetas  cu- 
banos, ninguno  como  él  conoce  la  vida;  ha  vivido 
su  existencia  de  uíi  modo  muy  intenso ;  sabe  del 
dolor  y  sabe  de  la  risa ;  es  más  que  poeta,  filósofo, 
como  Amado  N(  rvo.  Su  filosofía  es  complicada, 
producto  de  la  continua  observación  en  que  ha  vi- 
vido el  poeta  :  hay  en  ella  algo  de  Rabelais  y  algo 
do -Schopenhauer;  es  un  panpsiquista,  un  idealista 
al  ittodo  de  Strong.    Un  poeta  que  rima  sus  filoso- 


32  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

fías^  liacieiido  versos  con  las  enseñanzas  que  da  la. 
vida.  Decidme  si  no  hay  una  gran  dosis  de  filosó- 
fica  resignación  en  esta   estrofa : 

No   me  quejo  de  nada.   Eres  tú  como   todas.  .  . 
Superior  sólo  fuiste  en  mi  candido  sueño 
La    esperanza   es   misterio   que   se   vuelve   sonrisa 
la   sonrisa   esperanza    que    se   torna    misterio. 

Así  es  toda  la  obra  de  este  poeta :  una  canción 
resignada,  sin  odios,  sin  rencores,  con  muchas  fra- 
ses de  amor  y  ninguna  de  despecho.  Ni  llanto  ni 
imprecación,  tal  parece  ser  la  norma  del  poeta. 

Que  s(  a  Acosta  un  poeta  de  profundo  sentido' 
filosófico,  no  (luiere  decir  que  sea  un  poeta  triste. 
Nada  más  lejos  de  esto,  La  musa  del  poeta  matan- 
cero no  lleva  galas  de  luto,  viste  traje  color  de  espe- 
ranza. En  sus  versos  no  vemos  ese  amargo  desen- 
canto que  tienen  la  mayoría  de  nuestros  poetas,  la 
muertí ,  por  ejemplo,  esa  ])álida  dama  lunática  que 
ronda  alrededor  de  nosotros  , coronada  de  asfódelos,. 
y  ([ue  tanto  amaron  José  A.  Silva  y  Julián  del  Ca.sal. 
es  para  él  elemento  desconocido,  (pie  aparece  en  sus 
cantos  de  un  modo  secundario,  dejándose  entrever 
apenas.  Es  uno  de  los  pocos'  i)oetas  cubanos  que  ha 
sabido  sustraerse  de  la  influencia  del  ambiente-. 

p]s  realmente  curioso  el  hecho  siguiente :  fa  ma- 
yoría de  los  poetas  que  nacen  en  las  islas  son  inten- 
samente tristes,  y  en  Cuba  el  promedio  es  mayor 
que  en  otra  parte  del  mundo.  ¿Por  qué?  Realmente 
parece  imposihle  que  en  esta  tierra  de  luz,  con  su; 
cielo  tropical,  sus  montes  de  esmeralda,  su  mar  azul 
y  tran(juilo,  sus  noches  claras  y  sus  mujeres  ineotm- 
parables,  inspire  a  sus  cantores  ideas  tristes.  Para 
esto  hay  una  Hola  respuesta  aceptable :  en  las  islas 


A.   LÁMAR  SCHWEYER  33 

1.a  tristeza  flota  en  el  aiubiciito;  los  ])oetas.  es])í- 
ritus  ansiosos  de  'liorizoiitos  nuevos,  con  sed  de 
oti-as  fuentes  lejanas,  están  ])risioneros  poi-  ose 
mismo  mar  tan  azul  v  tan  tran({uilo.  El  paisaje  es 
s  em})re  el  mismo,  de  esa  contemiViaeión  (¡uc  tienj 
ei  (lí)!c.r  do  la  monotonía  nace  la  tristeza  de  los 
cantores,  (pie  llega]i  a  |)adecei'  de  una  tristeza  re- 
sismada,  doliente,  leve  como  un  susjuro,  y  atoj-nií^n- 
tadoi'a  cojno  los  ann)i-e.s  imposibles.  Acosta,  es  ^a! 
vez  el  único,  (pie  ha  sabido  susti'aerse  de  este  do- 
lor. 

Salvador  Díaz  ^Mirón,  jiiensa.  y  me  lo  di.jo  va- 
rias veces.  (|ue  Ag'ustín  Acosta  es  el  prinu'ro  (.io  los 
l)oetas  cubanos,  Acosta  es  para  J)íaz  Mirón  "el 
temperamento  líi'ico  más  oraiule  (pie  hay  en  Cuba, 
y  el  poeta  más  poeta  (pie  hemos  tenido  despiu^s  de 
la  muerte  de  Casal.  Afirmaciíui  ('^sta  (pie  en  l)oca 
de  un  ])0(^tH  como  Díaz  ^lirón,  honra  mucho  a 
Acosta,  ya  ipie  el  «irán  poeta  mejicano  es  enemigo 
de   los   elogios    inmerecidos. 

Tal  vez  el  (pie  sea  Acosta  el  nu'is  profuiulo.  i)or 
el  hecho  de  ser  un  ])oeta  de  gran  sentido  íilos(')fíco 
y  de  una  vasta  cultui'a  poética,  ha  sido  la  causa 
porípie  siendo  un  gran  poeta,  en  mi  ()|Vnii(')n  (I 
primero  de  Cuba,  uo  sea  el  más  ))o|nilar.  Sus  ver- 
sos tieiuui,  por  lo  genei'al.  un  sentido  oculto, 
int^dito  para  aípiellos  ([ue  no  saben  leer  y  refle- 
xionar al  mismo  tiempo:  es  un  poeta  que  llega  a 
los  intelectuales,  pero  no  a  la  gran  masa  de  lecto- 
res, que  buscan  ritmos  galanos  y  estrofas  fáciles. 
No  sabe  halagar  el  oído;  va  directamente  al  cora- 
z(ín  ;  no  busca  en  la  música  de  un  verso  el  conduc- 
tor de  sus  sentimientos;  hace  (jue  éste  llegue  al  co- 


34  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

razón  mediante  la  idea,  es  decir,  la  armonía  no  le 
preocupa,  busca  solamente  la  emoción. 

He  dicho  que  por  todas  estas  cosas  no  es  Acos- 
té un  poeta  popular,  pero  esto  no  le  ocurre  a  él 
solo :  en  íCuba  no  h'dy  un  poeta  nacional,  ninguno 
cuyos  versos  se  digan  de  boca  en  boca,  como  en 
otro  tiempo  se  decían  los  de  Heredia,  Milanés  y 
Plácido.  Pensar  que  el  público  ha  cambiado  sería 
absurdo ;  la  estética  colectiva  se  modifica  tan  len- 
tamente que  sus  variantes  son  apenas  perceptibles. 
El  público  no  ha  cambiado,  han  cambiado  los  poe- 
tas, ''han  abandonado  el  poema,  engendro  híbri- 
do, como  el  teatro  en  verso,  y  prefieren  la  poesía 
que  está  en  la  emoción  breve  guardada  en  una  for- 
ma brevísima  y  sutil" — dijo,  hablando  de  este 
asunto,  Felipe  Trigo. 

Las  formas  modernas  no  son  de  las  que  cauti- 
van al  público;  éste  necesita  la  intriga,  la  trama, 
que  lo  guíe  a  la  belleza ;  y  aquí  está  la  ventaja  del 
poema.  Oampoamor  debió  su  celebridad  a  "El 
tren  expreso";  Núñez  de  Arce  a  "Idilio";  Es- 
pronceda  a  "El  diablo  Mundo",  y  Zorrilla  al  "Te- 
norio". Los  poetas  modernos,  que  con  mucha  ra- 
zón desdeñan  el  poema,  no  pueden  con  su  poesía 
vagamente  sentimental  impresionar  a  la  gran  ma- 
sa anónima. 

Rubén  Darío  decía:  "No  soy  poeta  para  la  mul- 
titud. ])ero  sé  que  tengo  que  ir  a  ella."  Acosta 
está  en  el  mismo  caso  que  el  poeta  nicaragüense, 
pero  no  se  preocupa  de  llegar  a  la  multitud,  canta 
pai-a  sí,  por  íntimo  deleite  intelectual,  para  los  que 
saben  comprenderlo,  pero  no  para  aquellos  que,  por 
falta  de  cultura  o  simplemente  por  no  tener  la  pre- 
l)a ración  necesaria,  no  saben  encontrar  en  sus  ver- 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  3S 

sos  la  emoción  (|ue  los  inspiró.  Es  en  el  fondo  ub 
jíi-an  despreocupado;  él  mismo  me  decía  no  hace 
mucho  en  una  carta:  "por  haragán  que  soy  no 
esto3'  traducido.  Vea  Vd.  cómo  es  de  desaforado 
mi  amor  a  la  gloria."  Por  ese  mismo  descuido  la 
obra  de  Acosta  está  trunca,  es  de  esos  poetas  que 
no  ])ulen  sus  versos  y  que  a  veces  no  los  terminan  ; 
es  genial,  pero  es  inconstante;  por  eso  su  obra  está 
inédita  en  su  mayor  parte.  Piensa  Acosta.  y  en 
esto  (piizás  tiene  razón,  que  "lo  que  no  se  acaba  de 
luicer  jamás  es  lo  más  bello  del  Arte  y  de  I»  Vida 
porque  tiene  latente  la  esperanza".  Esto,  en  mi 
opinión,  no  justifica  en  modo  alguno  la  despreocu- 
pación del  poeta.  Los  poetas  tienen  la  sagrada 
obligación  de  hacer  bella  la  vida  ajena;  los  hom- 
bres de  talento,  los  grandes  sabios,  los  grandes 
poetas,  no  se  deben  a  ellos  mismos,  el  genio  no  se 
pertenece,  se  debe  a  su  tiempo,  a  su  patria,  a  sus 
compatriotas  y  a  las  posteridad.  Los  poetas  son 
dueños  de  sus  rimas,  pero  tienen  la  obligación  mo- 
ral de  brindarnos  esos  momentos  de  esparcimiento 
que  nos  proporciona  la  lectura  de  los  buenos  ver- 
sos. ¿Qué  sería  la  vida  sin  poetas?  Una  aijruma- 
dora  continuidad  de  monotonías  insoportables.  En 
la  vida  hay  que  buscar  ante  todo  la  emoción,  y  la 
emoción  está  en  la  poesía. 

Acosta  no  es  el  poeta  extático  que  a  veces  cree- 
mos vislumbrar  en  sus  versos,  no  es  el  poeta-árbol 
al  modo  de  otros  muchos,  su  vida  y  su  obra  han 
sido  una  continua  evolución  hacia  nuevos  derro- 
teros; no  es  de  los  poetas  que  siguen  siempre  una 
modalidad  determinada,  con  los  años  se  ha  ido  mo- 
dificando, camina  en  una  dirección  para  nosotros 
desconocida,    va   hacia   algo   que   no   vislumbramos, 


36  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

pero  que  vive  en  su  fantasía.  Esto  al  menos  encuen- 
tro yo  en  el  análisis  de  su  obra. 

Desde  la  publicación  de  su  libro  "Ala"  hasta 
sus  últimos  versos,  se  nota  en  su  estilo  variaciones 
y  cambios  bien  palpables ;  ha  evolucionado  mucho 
dentro  de  su  modernismo.  Su  obra  inédita,  que 
sólo  conocemos  unos  cuantos,  es  superior  a  la  par- 
te de  su  obra  publicada.  Hay  en  ella  un  sentido 
más  real  de  la  vida,  una  filosofía  más  optimista  que 
la  primitiva. 

El  origen  de  es©  optimismo  he  creído  encon- 
trarlo en  esto :  Acosta  es  un  atormentado  de  ese 
misterioso  más  allá ;  ha  encontrado  en  las  ingenui- 
dades de  Alian  Kardec,  la  esperanza  de  una  re- 
compensa futura.  Para  decirlo  más  claramente, 
Acosta  es  espiritista,  pero  no  un  ocultista  al  modo 
de  Poe,  que  escribió  escalofriantes  poemas  en  que 
la  ronda  de  lo  espectral  provoca  en  nuestros  ner- 
vios una  intensa  conmoción ;  en  sus  versos  no  hay 
el  dislacerante  sentido  de  los  del  bardo  de  "Li- 
geia",  son  versos  en  los  cuales  vemos  latir  una 
firme   esperanza   de   futuras    compensaciones. 

He  aquí  un  ejemplo  -. 

Volveremos    a    ser,    y    no    recordaremos 
lo    que   fuimos.      Los   ojos   verán    la   misma   luz 
y    dentro    de    las    mismas    tinieblas    caeremos 
nuevamente.      La   X  tiene   forma   de   cruz. 

Y   justo   es   que    en   la   equis    crucifiquemos   cuanto 
ha   sido   y   ha   de   ser.      Es   esto   lo   mejor 
Dicen    que    en    la    otra    vida    no    se    conoce   el   llanto 
¿será    porque    tampoco    se    conoce    el    amor? 

Los"  poetas,  los  artistas  todos,  sienten  como  na- 
die   la    atracción   del   misterio.     Esa/  gran   interro- 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  37 

gaeión  que  se  abre  más  allá  de  las  fronteras  de  la 
vida,  el  abismo  hondo  y  desconocido  que  separa  el 
ser  del  no  ser,  tiene  para  ellos  una  atracción  irre- 
sistible, ejerce  una  fascinación  especial.  Para  los 
espíritus  vulgares  lo  desconocido  es  un  misterio  im- 
pejietrable,  para  los  elegidos,  para  los  que  sabejí 
reflexionar  es  una  constante  interrogación.  Besant 
lo  explicaría  diciendo  que  en  los  artistas,  cerebros 
privilegiados,  los  órganos  del  sentido,  o  visión  as- 
tral, que  son,  según  él,  la  glándula  pituitaria  y  la 
glándula  pineal,  está  más  desarrollados  que  en  el 
resto  de  los  mortales.  Ignoi-o  cuál  será  la  verda- 
dera causa  de  ello,pero  es  lo  cierto  que  el  proble- 
ma de  la  existencia  eterna  ha  preocupado  a  gran- 
des artistas.  Sehakespeare  en  "Hamlet"  nos  pre- 
senta un  caso  espirita;  Galdós  en  "Electra"  h-ace 
lo  propio;  Ibsen  a  veces  hace  que  los  habitantes  de 
los  planos  astrales  figuren  en  sus  obras ;  Maeter- 
linck  el  admirable  poeta  belga  es  dramaturgo  de- 
cididanií  nte  espirita.  En  los  músicos  vemos  a 
Chopin  que  confesaba  sus  preocupaciones  espiritas, 
a  Mozart  y  a  Beetlioven  que  tenían  visiones  in- 
cpiietantes.  Los  hombres  de  ciencia  no  han  esca- 
pado a  esta  llamada  de  lo  espectral :  Flammarion, 
el  sabio  astrónomo ;  Lombroso,  el  criminalista  cé- 
lebre ;  Crooks,  físico  notable  a  quien  debe  la  Física 
interesantes  observaciones  sobre  la  radioactividad, 
se  cuentan  entre  los  adeptos  de  León  Denis.  Entre 
los  prosistas  tenemos  a  Maupassants,  a  Hofman,  el 
de  los  cuentos  fantásticos  y  las  visiones  horripi- 
lantes ;  a  Glak,  a  Huysmans,  a  los  Goucourt  y  otros 
muchos  e{ue  escribieron  lindas  páginas  espiritualis- 
tas o  teosóficas.  Entre  los  poetas  la  inclinación  es 
más  marcada  todavía ;  Rubén  Darío,  Lugones,  Ner- 


38  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

val,  Carrere,  han  sentido  siempre  la  obsesión  de 
ese  velo  negro  cine  se  extiende  sobre  las  regiones 
inexplorables  del  no  ser  o  del  ser  eterno.  Todos 
estos  poetas  han  confesado  sus  preocupaciones,  al- 
gunos, como  Carrere,  las  cantaron  a  veces,  pero 
ninguno  lo  ha  hecho  como  Agustín  Acosta ;  sólo 
h.ay  uno  que  pueda  superarlo,  Ñervo,  el  penteista 
que  se  inclinó  aute  el  misterio. 

En  la  obra  multiforme  y  briUante  de  Acosta 
hay  una  poesía,  "La  esmeralda  de  aípiellos  espe- 
jos. .  .  ",  que  tes  para  mí  una  de  las  más  bellas  que 
ha  escrito  este  poeta.  El  autor  no  piensa  como  yo ; 
atribuye  esta  predilección  a  "una  extraña  afini- 
dad ideológica,  sentimental,  o  simplemente  evoca- 
tiva",  y  agrega  a  continuación:  "estoy  tan  descon- 
tento de  ella,  que  he  de  leerla  de  nuevo  para  ver 
si  al  fin  no  la  arrojo  al  olvido  como  a  tantas  otras." 
Eso  me  demuestra  cpie  Gómez  Carrillo  tiene  razón 
al  pensar  (|ue  los  artistas  no  son  los  mejores  crí- 
ticos de  sus  obras.  "La  esmeralda  de  aquellos  es- 
pejos" tiene  la  sencillez  y  la  emoción  de  las  oracio- 
nes (pie  rezamos  en  el  altar  de  nuestro  pasado.  Es 
una  oración  que  han  musitado  todos  los  tristes  pe- 
regrinos que  en  la  vida  se  lanzaron  a  la  conquista 
del  amor  y  de  la  gloria .  . . 

Dice  así : 

Adorada    que    lejos,    que    lejos, 
el    temblor    de    las    almas    añnes 
en   los   días   pasados.      Que  viejos 
las    visiones    de    aquellos    espejos 
y    el    aroma    de    aquellos    jardines .  .  .  ! 

Adorada,    la    sombra    perfila 
la    visión    de    tu   breve    silueta, 
y    en    la    sombra    una    verde    pupila 
con    secreta    perfidia    me    inquieta. 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  39 

Cabecita    risueña    y    querida 
quien    pudiera    llevarte    muy    lejos.  .  .  I 
Quien    pudiera    volver    a    la    vida 
de    los    días    pasados   y    viejos.  .  .  I 

Manecita    de    infanta    traviesa 
quien    pudiera    besarte    algún    día .  .  .  ! 
Manecita     de     astuta     duquesa .  .  .  ! 
Manecita    que    no    será    mía.  .  .  ! 

Crucecita    cristiana    que    has    visto 
la    ternura    de    mis    embelesos.  .  . 
Crucecita    sagrada    de   Cristo, 
que    ha    sentido    el    ardor    de    mis    besos.  .  .  ! 

Torre    alta.     Crepúsculo    suave.  .  . 
y    tus    ojos    mirando    al    vacío 
con   un   óptico   instinto   de   ave 
y    una    verde    sorpresa    de    río.  .  . 

Traje    verde    de   mar   o    de   fronda, 
apretada     botita     indiscreta ...  I 
Y    en    el    rostro    de    ambigua    Gioconda 
un    desdén    para    el    pobre    poeta.  .  .\ 

Cabecita     romántica,     en     donde 
yo    enredara     mi    anhelo    tardío; 
cabecita     graciosa    que    esconde 
un    ensueño    más    grande    que   el   mío.  .  .    _ 

Conductora    jovial    del    instinto 
copa    llena    de    música    extraña, 
en    el    fondo    de    cuyo    recinto 
durmió   un   sueño    de   amor   el    champaña.  .  .  ! 

Adorada,     jamás     has    sabido 
el    dolor    de    una    antigua    cadena. 
Adorada,    yo    hubiera    querido 
abrazarte    por   blanca    y    por    buena ...  ' 

Abrazarte    por    buena    y    por    pura 
y   por   triste,    y   por   dulce   y   por   santa, 
sollozando    mi    vieja    amargura 
como   un    perro    tendido    a    tu    planta .  .  . 

Adorada,    qué    lejos,    qué    lejos 
el    temblor    de    las   almas    afines 
en    los    días    pasados    y   viejos .  .  .  ! 


40  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

Adorada,    qué    lejos,    qué    lejos 
la    esmeralda    de    aquellos    espejos 
y    el    aroma    de    aquellos    jardines.  .  .  I 

Lector,  si  alguna  vez  amaste  a  una  mujer  con  la 
fuerza  de  los  veinte  años;  si  en  este  camino  de  ari- 
deces tuviste  alguna  vez  unos  ojos  muy  queridos  y 
una  boca  muy  amada ;  si  has  sentido  alguna  vez  la 
tristeza  de  esos  amores  imposibles ;  si  has  adorado 
a  una  mujer  a  quien  la  vida  con  sus  ironías  y  sus 
vaivenes  de  ola  se  llevó  muy  .lejos ;  si  has  tenido  una 
amada,  muy  amada,  de  esas  que  sólo  se  tientn  una 
vez  en  la  vida  y  que  a  veces  no  se  tienen  nunca,  tú 
como  yo,  lector,  habrás  sabido  comprender  la  tris- 
teza evocativa  ({ue  hay  en  estos  versos  de  Acosta. 

¿No  es  verdad  ([ue  hay  en  sus  estrofas,  horas  de 
nuestra  vida,  de  tu  vida,  lector,  de  la  mía,  de  la 
vida  de  todos  los  hombres?  Yo  de  mí  sé  decir,  que 
al  leer  estos  versos,  he  sentido  un  gran  desto  de 
lloi-ar,  (jue  es  lo  más  que  puede  hacer  un  poeta. 

"Cabecita    risueña    y    querida 
quien   pudiera    llevarte   muy   lejos.  .  . 

¿Verdad  que  hay  una  palpitante  emoción  de 
realidad  en  estos  versos? 

Antes  de  leer  esta  poesía,  Acosta  era  para  mí 
un  buen  poeta,  después  que  la  leí  me  pareció  algo 
más :  un  excelente  y  elevadísimo  poeta. 

Para  muchos  es  Acosta  el  poeta  de  las  compli- 
caciones sentimentales,  un  cantor  profundo,  cuyos 
versos  son  producto  de  esa  gran  escuela  de  filoscffía 
que  se  llama  la  Vida ;  esto  que  es  en  él  cualidad  pre- 
dominante, no  (S  única.     Acosta  es  un  poeta  fácil. 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  4| 

galano,  maestro  en  el  ritmo,  que  ha  sabido  cantar 
eosas  cantadas  ya  por  otros  poetas.  Leed  sus  ver- 
sos "Musa  carnavalesca": 

En    medio    de    este    alborozado 
festival   de   algarabía, 
mi    musa    se    ha    disfrazado 
de    Alegría. 

Darío,  C'arrere,  Machado,  Sassone,  casi  todos  los 
])oetas  han  cantado  esas  horas  locas  del  carnaval, 
horas  ([uv  ])asan  i)ronto,  tejiendo  una  guirnalda  de 
rosas,  horas  que  se  van  más  rápidas  que  las  otras 
hoi'as.  horas  de  vértigo  (lue  vivimos  entre  música 
frivola,  aroma  de  flores  y  elegancia  perfumada, 
horas  en  que  Colombina  ríe  y  Picrrot  llora,  mientras 
la  Luna,  con  su  intensa  palidez  de  bohemia  noc- 
támbula, mira  impasible  el  loco  carnaval,  que  cojí 
sus  confettis,  sus  serpentinas,  sus  colorines  y  sus 
antifaces,  es  en  el  fondo  la  representación  viviente 
de  nuestra  existencia  cotidiana.  Siendo  el  tema, 
como  es,  antiguo  y  gastado,  Acosta  ha  sabido  ha- 
cerlo original  y  nuevo. 

Poeta  original  e  innovador,  ha  cometido  a  veces 
lamtntables  errores  que  ponen  una  nota  oscura  en 
su  obra  tan  brillante.  Aquel  discutidísimo  soneto  a 
"La  muerte  de  Jambrina"  fué  un  paso  falso.  No 
creo  (jue  un  poeta  correcto  como  es  Acosta,  y  culto 
como  muy  pocos,  esté  autorizado  a  emplear  pala- 
bras como  "auto",  ni  a  hacer  aparecer  en  las  estro- 
fas al  "Diario  de  la  Marina". 

Lo  mismo  pienso  de  su  poesía  "Eres  todo  el  re- 
cuerdo....", cuyas  estrofas  demasiado  oscuras  no 
dicen  nada,  o  por  lo  menos  muy  poca  cosa. 


42  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

Vienes   desde   un   país   de   fábula   o   de   cuento 
Eres  como   de   Biblia   como   de   Nahabarata, 
en  tu   carne   especiosa   hay   fragancia    de   ungüento 
y    tus    brazos    ciñeron    brazaletes    de    plata. 

¿Eres    como   de   Biblia,    como     de    Nahabarata? 
¿No    es   un   verso  incomprensible?    Y   el   tercero 
qne  dice : 

en    tu    carne    especiosa    hay    fragancia    de    ungüento.  .  . 

no  resulta  algo  forzado? 

Pero  no  tomemos  esto  en  consideración.  Diga- 
mos como  González  Blanco:  "A  los  grandes  poetas, 
como  a  la  Magdalena,  debemos  perdonárselo  todo 
en  gracia  a  lo  mucho  que  han  amado." 

Agustín  Aeosta  es  el  poeta  de  la  serenidad,  el 
poeta  grave,  reflexivo,  que  sabe  cantar  el  dolor  sin 
ser  por  ello  un  poeta  doliente ;  su  filosofía,  producto 
de  una  vida  contemplativa,  es  serena ;  piensa  el  poe- 
ta que  el  dolor  de  la  existencia  es  temporal.  La 
vida  no  es,  como  muchos  piensan,  una  dolorosa  ca- 
dena de  sufrimientos,  tiene  también  compensacio- 
nes ;  tras  las  sobras  nocturnales  viene  la  policromía 
de  la  aurora,  las  esperanzas  que  mueren  tienen  co- 
mo el  ave  Fénix  el  poder  de  resucitar.  El  poeta  de 
''Ala"  sabe  todo  esto,  comprendiendo  la  emoción 
estética  (jue  encierra  el  dolor  vierte  una  lágrima 
verdadero  por  el  dolor  que  encuentra  a  su  paso, 
sin  ser  por  ello  el  jioeta  extático  que,  encerrado  en 
e!  dolor  de  su  propia  vida,  ve  pasar  la  existencia 
como  una  dama  enlutada  que  marchara  hacia  las 
regiones  inexploradas  de  las  eternas  sombras  y  las 
("ternas   renunciaciones.  . . 


II. 

5ERGIO  LA  VILLA 


"La  existencia  del  nómada  fué  mía 
durante  mucho   tiempo,    tan  sin  suerte 
que   ni  siquiera   me  salió  a   la   vía 
el   sosiego    piadoso    de    la    muerte." 

(Sergio  La  Villa) 


mmmáwwmmmmm 


SERGIO  LA  VILLA 

De  los  poetas  cubanos  del  momento  actual  nin- 
guno ha  sufrido  influencias  tan  diversas  y  encon- 
tradas como  Sergio  La  Villa.  Espíritu  investiga- 
dor que  encuentra  siempre*  reducidos  todos  los  ho- 
rizontes por  amplios  que  éstos  sean,  ha  estudiado 
todas  las  literaturas  modernas,  las  cuales  han  de- 
jado en  su  estro  modalidades  tan  distintas  que 
forman,  al  reunirse,  un  estilo  personal  y  bien  deter- 
minado que  hace  de  La  Villa  un  poeta  original,  com- 
plicado a  veces,  pero  muy  personal  siempre.  La 
Villa  no  es  de  esos  poetas  que  sólo  sienten  una  for- 
ma de  la  poesía,  sus  versos  cantan  igual  los  pai- 
sajes sombríos  que  copiaron  los  mágicos  pinceles 
de  Willers,  que  los  brillantes  paisajes  tropicales ; 
su  musa  siente  con  la  misma  intensidad  la  oculta 
poesía  de  las  ciudades  muertas  y  los  campanarios 
enmudecidos  que  adoró  Rodenbach,  que  la  palpi- 
tante emoción  de  las  grandes  ciudades ;  para  él  hay 
la  misma  poesía  en  un  pálido  crepúsculo  del  Norte 
que  en  nuestros  multicolores  atardeceres  tropica- 
les.    Canta  por  igual  la  emoción  de  lo  externo  que 


48  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

de  lo  interno.  Sabe  del  dolor  y  sabe  también  del 
amor ;  sabe  de  la  alegría  y  de  la  muert(  ;  sabe,  en 
fin,  de  la  existencia  humana. 

Un  poeta  que  presenta  tan  múltiples  aspectos 
es  un  poeta  raro,  ts  difícil  encontrar  un  poeta  que 
sienta  la  quietud  y  el  movimiento,  el  dolor  y  la 
alegría,  el  amor  y  el  odio,  el  llanto  y  la  risa.  Quien 
sienta  la  emoción  que  hay  en  cada  una  de  estas 
cosas  y  sepa  expresarla  como  Sergio  La  Villa,  es 
algo  más  que  un  buen  poeta,  es  un  poeta  original 
y  emotivo  que  no  cansa  nunca. 

Esta  variedad  de  que  hablo  tiene  una  sola  expli- 
cación sobre  su  origen :  los  viajes.  El  poeta  de 
"Templo''  ha  vivido  muchos  años  abandonado  a 
su  propio  destino,  no  con  un  abandono  de  renun- 
ciación fatalista,  no  dejándose  arrastrar  por  la  co- 
rriente, sino  por  el  gusto  de  vagar.  Recorriendo 
países  distintos  para  contemplar  nuevos  paisajes 
cada  día  y  sentir  una  nueva  emoción  a  cada  mo- 
mento, paisajes  y  emociones  que  más  tardo  han  ])a- 
sado  a  sus  versos  para  darnos  una  poesía  grata, 
original  y  sincera.  Errar  así,  sintiendo  la  magia  de 
la  naturaleza  matinal,  del  agua  que  eorre,  del  vien- 
to que  canta,  es  bello  y  es  gi-ato.  ¡Viajar!...  He 
aquí  una  palabra  que  suena  en  el  oído  de  muchas 
andariegos  con  algo  de  vértigo.  Para  los  poetas 
nó,  ellos  viajan  por  instito,  parece  que  tienen 
en  el  alma  una  sed  insaciable  de  nuevos  hori- 
zontes, y  cuando  se  ven  imposibilitados  de  errar, 
sienten  una  infinita  tristeza,  como  las  aves  en  la 
jaula  y  sus  cantos  se  tornan  entonces  en  melodías 
tristes,  cansadas,  reflejos  de  un  alma  en  que  el 
hastío  impera  dominante,  como  en^  los  versos  de 
Casal,  aquel  triste   que  suspiraba  por 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  49 

Ver    otra    playa,    otro    monte, 
otro    cielo,    otro    horizonte, 

otro    mar 
otros    pueblos    y    otras    gentes 
de    maneras    diferentes 

de    pensar. 

Para  las  almas  inquietas,  para  las  voluntades 
ávidas  de  emociones,  nada  hay  mas  interesesante, 
como  ha  dicho  Eduardo  Zamacois,  (lue  "una  Mu- 
jer, un  Libro  y  un  Camino." 

La  Villa  es,  en  Cuba,  un  poeta  raro,  único  quizá. 
Nuestros  poetas,  dfsde  Zenea  hasta  nuestros  días, 
han  sido  cantores  de  tristeza,  como  lo  son  casi  to- 
dos los  poetas  nacidos  en  las  islas  ;  ])()r  eso  es  Sergio 
La  Villa  un  poeta  raro  en  nuestra  literatura ;  los 
poetas  enérgicos  no  hay  f  Ion  cido  en  Cuba ;  nues- 
tros bardos  llevan  en  el  fondo  de  su  alma  un  aban- 
dono fatalista,  como  si  todo  el  tedio  y  la  tristeza 
ancestral  de  su  raza  se  huhiera  concentrado  en 
ellos;  sólo  (n  estos  últimos  años  han  surgido  algu- 
nos que  se  han  sustraído  a  esta  resignación,  como 
Acosta,  Carbonell,  La  Villa  e  Ibarzázal. 

El  que  no  sea  un  cantor  de  dolores  no  quiere  de- 
cir que  sea  La  Villa  un  indiferente,  que  no  siente  el 
dolor;  ha  sufrido  como  todo  el  que  ha  vivido  un 
poco,  pero  ha  sabido  sobreponerse  al  dolor  porque 
ha  sido  más  fuerte  y  más  i)oteiite  que  él.  A  veces 
se  deja  dominar  por  un  momeuto  de  hastío  y  can- 
ta en  esta  forma  : 

El    dolor   cotidiano    lentamente 
va    minando    mi    espíritu    de    atleta 
y    ya    no    yergue    la    altivez    mi    frente 
ungida    por   quimeras    de    poeta. 

Pero  no  es  ésta  la   forma  habitual  de  Sergio  La 


50  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

Villa,  en  su  obra  no  se  encuentran  sino  raras  ve- 
ces estrofas  como  ésta ;  sus  versos,  aun  dándonos 
la  impresión  real  del  dolor  que  los  inspiró,  no  tie- 
nen ese  amargo  desencanto',  de  "La  rebeldía  del 
vencido".  Lo  que  sí  abundal  en  su  obra  son  los 
paisajes  variados,  las  emociones  encontradas,  pai- 
sajes y  emociones  que  se  grabai'on  en  esu  espí- 
ritu durante  los  largos  viajes.  Poi-que  la  única 
explicación  que  encuentro  aceptable  para  esa  va- 
riedad y  esa  fuerza  es,  como  dije  antes,  esta 
de  los  viajes.  "Viajar  es  reformarse",  dijo  José  E. 
-Rodó,  y  hay  que  convenir  que  tenía  razón  el  gran 
pensador  ururguayo.  Quien  parte  no  vuelve  más: 
vuelve  otro  muy  parecido  pero  no  es  el  mismo. 
Esto  que  parece  una  paradoja,  no  es  sino  la  más 
melancólica  de  las  verdades.  Las  madres  y  las 
novias  lo  saben  por  triste  y  desgarradora  expe- 
riencia. El  hijo  que  vuelve,  el  novio  que  torna,  son 
seres  que  traen  algo  de  nuevQ^ — ¡  Qué  cambiados ! 
— murmuran  los  que  se  quedan.  En  realidad  no 
es  que  cambien,  es  que  son  otros.  Un  poeta  fran- 
cés, cuyo  nom'bre  no  recuerdo,  dijo  que 

"cada    vez    que    partimos 
nos   morimos   un   poco." 

y  eso  que  muere  en  nosotros,  eso,  lector,  no  resu- 
cita más,  por  lo  mismo  es  tan  sutil,  tan  pequeño, 
tan  íntimo  y  tan  imperceptibles.  Por  eso  es  que 
el  que  parte  no  torna  mas. 

Lo  que  sí  es  una  nota  predominante  en  La  Villa 
es  la  duda.  Como  Ibsen,  al  que  alguien  llamó  el 
"poeta  de  la  eterna  duda",  este  poeta  duda  con 
entera  franqueza,  con  una  duda  firme,  como  la 
del  poeta  escandinavo,  que  dudó  siempre  al  obser- 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  51 

var  el  porvenir  en  el  cual  "la  nueva  verdad  no 
•sigue  siendo  verdadera,  y  la  antigua  belleza  ha 
dejado  de  ser  bella".  La  vida,  el  amor,  la  muerte 
misma  se  presentan  tn  la  mente  de  La  Villa  con 
formas  interroganes,  y  el  poeta  absorto  en  sus  du- 
das  dice : 

Ser   o   no   ser!    La   disyuntiva    ñera 
«e   presenta    a    mis    ojos    concluyente 
No    encontrara    verdad    más    evidente 
ni   dardo   humano    que    más   daño    hiciera. 

La  duda,  producto  directo  de  ese  eterno  des- 
conocimiento que  tenemos  de  nosotros  mismos,  es 
el  todo.  ¿Qué  es  la  existencia  sino  una  corta  frase 
encerrada  entre  las  dos  grandes  interrogaciones  del 
nacimiento  y  de  la  muertt  ?  ¿Sabemos  algo  de  no- 
sotros mismos,  de  lo  que  nos  rodea?  ¿No  son  la 
vida  y  la  muerte  dos  misterios  indescifrables?  ¿Qué 
tiene,  pues,  de  extraño  que  un  poeta  sienta  la  duda, 
la  inmensa  duda  que  han  tenido  todos  los  hom- 
bres de  talcí'.to?  Canuir  la  duda  es  cantar  la  vidu. 
ya  que  ambas  cosas  son  una  misma  en  el  fondo  d(> 
la  filosofía.  No  se  éste  un  caso  extraño,  como  he 
dicho  que  no  es  raro ;  muchos  grandes  .poetas  han 
cantado  esa  misma  duda  que  <1  genio  de  Shakes- 
peare puso   en   el   alma    atormentada    y    triste    de 

«rilet,   aciuel   príncipe   taciturno    del   cual    n 
no  sabemos  aun  si  fué  un  loco  o  un  vidente. 

Sergio  La  Villa,  temperamento  verdaderamente 
lírico,  es  un  magnífico  rimador.  Su  modalidad, 
que  adopta  todas  las  formas,  como  sus  versos  re- 
flejan todas  las  emociones,  es  elegante,  porque  el 
poeta  tiene  un  gran  dominio  del  verso.  El  soneto, 
una  de   las  formas   más   complicadas  por  su   corta 


52  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

extensión  y  su  sonoridad,  tiene  cu  él  un  magJiífico 
-cultivador.  Si  he  de  ser  franco  diré  que  en  mi 
opinión  Serg  o  'La  Villa  es  el  primer  sonetista  de 
Cuba.  Sabe  arrancar  a  su  lira  acordes  siempre 
gratos,  melodías  encantadoras  que  en  los  sonetos 
encanta  por  la  sonoridad  y  la  fuerza.  Lo  dicha 
anteriormente  lo  demuestra  este  magnífico  sone- 
to  que   transcribo,   "Soñemos",   que   dice: 

Mientras   cae    la   tarde   triste    y   fría 
estás   con   la    cabeza    reclinada, 
mirando   a   tu   ilusión    de    enamorada 
morir,    soñando,    con    la    luz    del   día. 

Las    nubes    pasan    en    la    lejanía, 
y    su    gentil    fragilidad    rosada 
la    finge    a    tu    romántica    mirada 
el    lento    huir    de    la    quimera    mía. 

Mas,    ese    vuelo    del   fugaz    tesoro 
de    nuestra    dicha   y   nuestro   amor    perdidos-, 
nunca   te   aflija,   porque   yo   te  adoro. 

Y  así,   por  igual   pena   entristecidos, 
cada    bello    crepúsculo    de    oro 
hallará    dos    ensueños    confundidos .  .  . 

¿Puede  pedirse  algo  más  fácil,  más  rítmico,  más^^ 
galano,  sin  descoyuntamientos,  ni  exageraciones^ 
sin  yersos  de  esos  que  siendo  falsos  sólo  sirven  pa- 
ra completar  los  catorce  versos  que  marca  la  regla? 
En  los  versos  de  La  Villa  hay  a  veces  un  pro- 
fundo sentido  filosófico,  como  en  "Síntesis",  que 
comienza : 

"la    vida    es    el    andar    del    caminante." 

Es  ella  una  filosofía  pura,  ni  espiritualista  ni 
materialista,  una  filosofía  que  no  siendo  de  renun- 
ciación es  de  realidad,  de  una  realidad  serena  co- 
mo la  filosofía  de  Kant.     Únicamente  los  poetas  co- 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  53 

nocen  el  \  ordadt  ro  sentido  de  la  vida;  para  mu- 
chos, filósofo  y  poeta  son  cosas  antagónicas :  el  uno 
todo  lo  ve  a  través  del  oscuro  prisma  de  una  reali- 
dad algo  exagerada,  el  otro,  por  el  contrario,  ve  la 
vida  como  algo  que  siendo  a  veces  grato,  lleva  un 
sello  doloroso.  Para  mí  poetas  y  filósofos  son  herma- 
nos. El  poeta  es  un  'hombre  que  tiene  una  filosofía 
especial,  que  pretende  amoldar  la  vida  a  su  cora- 
zón ;  el  filósofo  no,  se  conforma  con  menos  que  el 
I)oeta :  le  basta  que  la  vida  no  lo  ataque.  Es  un 
solitario  que  se  encierra  en  un  castillo  interior  para 
huir  del  bullicio  de  la  multitud. 

Rousseau  allá  en  su  retiro  ginebrino,  lejos  del 
mundo,  sin  amigos,  sin  afectos  de  ninguna  especie, 
indiferente  a  la  gloria,  al  amor  y  al  dinero,  bus- 
cando solamente  la  tranquilidad  y  el  olvido  no  fué 
más  filósofo,  no  tuvo  una  idea  más  exacta  de  la 
existencia  que  el  gran  poeta  contemporáneo  que 
escribió  estos  versos : 

Que   la   vida   ae   tome   la   pena   de   matarm* 
ya    que  yo   no   me   tomo   la   pena   de   vivir. 

Ambos  son  dos  desencantados,  dos  indiferentes. 
El  uno  fué  un  gran  filósofo,  colaborador  con  Vol- 
taire  y  Diderot  en  la  magna  obra  de  la  "Enciclope- 
dia", y  el  segundo  maestro  de  una  generación  so- 
ñadora y  triste,  es  uno  de  los  directores  espiritua- 
les del  modernismo.  Ambos  sintieron  el  mismo  de- 
sencanto, ambos  tuvieron  una  filosofía  parecida.  El 
filósofo  la  dejó  en  sus  "Confesiones",  y  el  poeta 
después  de  pulirlas  las  grabó  en  las  estrofas  incom- 
parables de  su  poesía  "Adelfos". 

A  veces  en  los  versos  de  Sergio  La  Villa  se  nota 
una  ironía  oculta,  algo  volteriana,  en  el  fondo  ape- 


54  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

ñas  perceptible;  tan  sutil  y  tan  imperceptible  es, 
que  no  sé  si  será  más  propio  llamarla  desencanto. 
El  poeta  pone  en  sus  versos  una  sonrisa  irónica  que 
más  parece  de  desencanto,  como  un  gesto  de  dolor 
de  (SOS  que  pone  en  los  labios  una  contracción  que 
semeja  una  sonrisa.  La  sonrisa,  la  ironía  que  hay 
en  esos  versos,  más  que  compasiva  o  lastimera,  es 
cáustica,  hay  en  ella  un  gesto  hiriente.  Tiene  la 
amargura  de  Voltaire  sin  tener  la  frescura  risueña 
de  R'abelais.  Leed  su  soneto  "Anverso  y  Rever- 
so" y  veréis  que  tengo  razón. 

Para  La  Villa,  como  dije  al  principio,  todo  en- 
cierra una  emoción ;  para  él  todas  las  cosas  tienen 
un  alma  oculta  :  la  vida  nómada,  el  mar  que  ruge 
cuando  las  olas  rompen  en  la  roca,  la  tl)risa  que  besa 
los  ramajes,  las  barcas  que  pasan,  el  sol  (jue  muere, 
las  ingenuas  canciones  infantiles,  las  sonrisas  se- 
niles, las  ciudades  cosmopolitas,  los  campanarios 
mudos,  las  viejas  ciudades  muertas  en  que  yace 
dormida  el;  alma  de  los  pueblos,  todo  esto  tiene 
para  él  una  emoción  peculiar,  única,  las  emociones 
encontradas  que  tantos  sentimientos  antagónicos 
inspiran  hacen  vibrar  su  lira  con  acordes  diversos 
y  variados.  Ved,  por  ejemplo,  cómo  canta  a  To- 
ledo, la  ciudad  muerta,  cuna  de  hidalgos  que  pa- 
searon la  altivez  de  sus  mostachos  y  los  tajos  de 
su   espada  por  el  mundo  entero: 

Toledo    la    Imperial!    Torres    altivas, 
minaretes    soberbios,    nobles    rejas; 
calles    tortuosas,     clásicas     ojivas 
templos,     leyendas,     salmos    y    consejas. 

1  esoro    de    mudejares    labores 
filigranas    de    piedras    cinceladas 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  55 

que    preparas    el    alma    a    los   amores 
mientras   en   el    taller    fundes   espadas. 
Jamás    olvidaré    tu    ambiente    puro 
jamás    se    borrará    de    mi    memoria 
tu    paz    y    tu    silencio    conventuales, 
pues    creo    recordar.  .  .     No,     ¡estoy    seguro 
de    haber    vivido    una    lejana    historia 
en    tus    viejos     palacios    imperiales! 

A  veces  esta  misma  lira  (lue  tan  bellamente  can- 
ta la  tristeza  de  Toledo,  se  vuelve  fuei-te,  canta  en 
versos  audaces  todo  d  ardor  erótico  de  la  sangre 
joven,  dice  cosas  fuertes  en  extremo,  pero  dichas 
siempre  de  una  manera  correcta,  como  en  el  so- 
neto "Ella  es  así".  Esta  poesía  semeja  un  mag- 
nífico cuadro ;  tiene  pinceladas  valientes,  rasgos  fir- 
mes como  trazados  por  mano  maestra,  de  colores 
fuertes  pero  sin  brillo  que  hieran  la  vista.  Tanto 
en  las  imágenes  como  en  el  lenguaje  que  usa  el 
poeta,  estos  versos  reflejan  un  sentimiento  muy 
humano  que  no   debe   criticarse. 

No  hace  mucho  tiempo  se  publicaron  en  una 
revista  de  esta  capital  unos  versos  de  una  poetisa 
extranjera.  Eran  unos  versos  fuertes,  había  en 
ellos  algo  de  varonil,  y  también  una  gran  sinceri- 
dad. Aquellos  versos  que  entre  lo  mucho  bueno 
que  tenían  resaltaba  una  sinceridad  absoluta,  fue- 
ron desfavorablemente  comentados  ,^  por  algunos 
pseudo-críticos.  Se  protestaba  aquella  franqueza. 
"Una  mujer  debe  ser  siempre  mujer",  dijo  al- 
guien, como  si  no  fuera  de  temperamento  femenino 
sentir  palpitar  la  carne  toda  al  mágico  contacto  de 
unos  la/bios  amados  que  queman  al  besar.  No  creo 
que  aquellos  acerbos  comentarios  ya  olvidados,  fue- 
ran justos.  La  poesía  debe  ser  ante  todo  sinceridad. 


56  LOS  CONTEMPORÁNEOS» 

Hay  «lue  decir  lo  (luc  se  siente.  No  hay  poesía  in- 
moral e liando  es  sincera.  Lo  único  a  que  está  obli- 
gado un  poeta,  su  única  preocupación,  debe  ser  que 
todo  este  brillantemente  dic'ho,  pero  el  fondo  si  es 
sincero  será  siempre  grato.  No  hay  poesía  inmoral. 
Sólo  hay  versos  buenos  y  malos ;  es  ésta,  en  mi  opi- 
nión, la  única  división  que  cabe  en  el  arte. 

Es  indudable  que  los  poetas,  cuando  son  tempe- 
ramentos realmente  líricos,  evolucionan  a  medida 
que  viven.  Siguen  con  ello  una  ky  natural.  Un 
buen  poeta  evoluciona  favorablemente,  es  decir, 
lo  contrario  de  los  "grafómanos",  cuya  evolu- 
ción os,  poi-  lo  general,  (U  sentido  inverso,  o  sea 
de  la  penumbra  a  la  sombra.  Un  buen  poeta  irá 
siendo  mejor  a  medida  (pie  pasan  los  años.  Sus 
conceptos  serán  más  claros,  más  diáfanas  sus  ideas, 
más  escogido  su  lenguaje  y  más  modulados  su* 
cantos.  Ilenry  de  Reignier,  poeta  que  ha  ejercido 
cierta  influencia  en  S(  rgio  La  Yilla,  evolucionó 
nota])lemente.  Obscuro  en  un  principio  es  hoy  un 
magnífico  y  sereno  poeta  y  novelista,  como  lo  prue- 
ba su  novela  "El  miedo  al  amor".  Jean  Morras  fué 
simbolista  a  los  veinte  años.  Kul)én  Darío,  en  un 
principio  discípulo  de  Núñez  de  Arce,  hijo  espiri- 
tual del  romanticismo  del  Duque  de  Rivas,  cambió 
de  modo  tan  nota1)le  en  ])ocos  años,  que  nadie  pue- 
de reconocer  en  el  cantor  de  "Prosas  Profanas"  al 
romántico  bardo  de  "Epístolas  y  poemas".  La  evo- 
lución lírica  de  La  Villa  ha  sido  de  la  claridad  a 
la  luz.  No  fué  nunca  un  poeta  oscuro,  pero  es  hoy 
un  poeta  brillante.  Sus  últimos  versos  lo  demues- 
tran de  modo  bien  palpable.  iLeed  estas  estrofas 
de  "Nómadas",  y  decid  si  no  es  un  magnífico  poe- 
ta  éste   (pie   dice: 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  57 

Apuré  con  espléndido  estoicismo 
la  copa  del  placer,  llena  de  llanto; 
y  abandoné  una  tarde  el  idealismo 
junto    al   lago    fatal    del    desencanto. 

La    existencia    del    nómada    fué    n\ía 
durante    mucho    tiempo,    tan    sin    suerte, 
que    ni    siquiera    me    salió    a    la    vía 
el    sosiego    piadoso    de    la    muerte. 

Y    tuve    que    volver    mucho    más    triste 
que   el   día   en   que   emprendí   la    senda   errante 
pues    sólo    pude    pude    ver    en    cuanto    existe 
la    dicha    breve    y    el    dolor    constante. 

^.  No  ps  cierto,  lector,  que  estos  versos  parecen 
el  canto  (U  toda  una  juventud,  de  toda  una  gene- 
ración triste  de  nacimiento  en  la  cual  el  spleeii 
puso  hace  años  su  nota  de  hastío? 

He  termiiuido  el  análisis  de  la  obra  de  Sergio 
La  Villa.  Una  obra  que,  como  bien  puede  apreciar 
qui(n  sepa  leer  y  sentir,  es  brillante.  Una  labor 
que,  de  seguir  el  rumbo  que  lleva  ahoi-a,  será  es- 
pléndida al  final  de  la  jornada,  que  por  bien  de 
nuestras  letras,  deseo  sea  lo  más  larga  posible. 

Sergio  La  Villa  nos  ha  dado  en  su  liibro  "Tem- 
plo" ofrendas  de  belleza  y  de  vida  tan  delicadas 
•  como  jugosas.  Agradezcámosclas  en  nombre  del 
Arte,  señor  y  rej'  de  nuestra  vida,  ritmo  infinito  a 
cuyo  compás  es  grata  la  vida  y  bella  la  existencia 
humana  ({ue  encierra  tanta  poesía  como  dolor.  .  . 


III. 

GUSTAVO  SÁNCHEZ 
GALARRAGA 


"Amo    todt>    lo    nuevo,    todo    lo    que    deviene 
•y  sueño   con  lo   raro;   porque   lo   raro   tiene 
también   un  soplo   inquieto   que   sacude   y   asombra 
cuando   sus   ojos   verdes   titilan   en   la   sombra. 

(G.  Sánchez  Galarrag-a), 


GUSTAVO  SÁNCHEZ  GALARRAGA 

Es  el  poeta  de  las  tristezas  recónditas  que  no 
se  dicen  nunca  ;  sus  versos  van  destilando  una  ocul- 
ta amargura,  como  si  el  poeta  tuviera  miedo  de 
poner  su  alma  demasiado  al  descubierto.  Tiene, 
como  dice  en  uno  de  sus  versos,  el  pudor  de  sus 
dolores  y  el  orgullo  de  sus  lágrimas : 

¡Tengo   el   hondo   pudor  de   mis   dolores 
y   el    orgullo   supremo    de    mis    lágrimas! 

dice,  y  su  tristeza  ( s  para  nosotros  algo  apenas  en- 
trevisto por  el  prisma  de  facetas  multicolores  que 
forman  sus  versos,  porque  este  poeta,  como  Cariyle, 
piensa  que  "la  palabra  es  grande  y  bella,  pero  más 
grande  y  bello  aun  es  el  Silencio,  rey  del  ensueño." 
El  poeta  de  "Copos  de  sueño"  es  un  espíritu 
«omplejo  que,  como  el  alma  de  sus  versos,  tiene  múl- 
tiplos aspectos ;  es  un  alma  móvil  como  confiesa  en 
sus  versos  "Inquietud";  es  altivo  a  veces,  humilde 
otras,  fácil  cuando  quiere  llegar  a  la  muchedumbre, 
■d-ulce  cuando  quiere  acariciar  con  versos  leves  y 
alados  delicados  oídos  femeninos ;  sabe  elevarse  a 
las  cimas  cuando  desprecia  a  quien  le  odia,  y  sabe 


64  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

inclinarse  reverente  ante  una  bellt  za  ({ne  pasa,  pera 
siemi)re  su  poesía  es  suave,  como  las  caricias  del 
viento ;  no  es  un  poeta  que  arrastra  tras  sí  a  la  mul- 
titud, porque  no  tiene  la  sonoridad  3'  la  fuerza  que 
para  esto  es  neceesario ;  es,  en  mi  opinión,  un  poeta 
fácil  que  sabe  llegar  al  alma  de  sus  contemporáneos; 
sus  versos  no  tienen,  es  verdad,  la  sonoridad  de  los 
de  Chocado,  ni  el  recóndito  sentido  de  los  de  Garre- 
re.  son  simplemente  versos  fáciles,  que,  al  leerlos  la 
primera  vez,  se  pueden  comprender  sin  esfuerzo 
alí?uno,  porque  Sánchez  Galarraga  es  el  poeta  de 
los  versos  llenos  de  armonía  en  los  cuales  el  sen- 
timiento está  dicho  tal  como  lo  siente  el  poeta ; 
ved  si  no  su  soneto  ''Mi  novia": 

Yo    tengo    como    muchos    una    novia 
una    novia    de   pálida   belleza 
que   unge    con   sus    caricias   mí   cabeza 
cuando   en  amarga   soledad  se   agobia. 

Su   nombre   es   una   cifra,    clara   y   obvia 
que  no   habla   de  poder   ni   de   grandeza, 
viene  al   morir  el  sol,   es  la   tristeza, 
una   virgen    romántica    mí   novia. 

¿Que    no    la    visteis    nunca    en    torno    mío 
que    placenteramente    charlo    y    río? 
¡Ah    no   esperéis    que   su    reflejo   irradie 

ella    no   turba    mi    risueña    calma, 
»e   acomoda   en   el   fondo   de   mi   alma 
y   llora,   allí,    sin   que   sienta   nadie f 

He  de  confesar,  antes  de  seguir  más  adelante, 
que  a  mí  los  poetas  como  Sánchez  Galarraga  no  me 
gustan;  prefiero  siempre  el  espíritu  (pie  combate  al 
que  se  declara  vencido ;  la  imprecación  me  es  más 
grata  que  e  1  sollozo  comprimido ;  prefiero  la  agre- 
sividad varonil  y  aplastante  de  Díaz  Mirón  y  el  ro- 
tundo y  sonoro  desden  de  Chocano,  a  la  resignada 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  65 

tristeza  del  cantor  do  los  "Nocturnos".  El  hombre 
viene  al  mundo  para  luchar,  y  declararse  vencido  re- 
nunciando a  la  lucha,  es  ir  contra  la  Uy  natural  que 
•  rige  nuestr  ávida.  El  hombre  que  se  resigna  al  do- 
lor, es  un  suicida  moral,  y  el  suicidio  se  considera 
como  una  prueba  de  poco  valor.  No  quiere  esto  de- 
cir (jue  mis  poetas  predilectos  sean  los  poetas  agre- 
sivos y  rugientes  que  desprecian  la  vida,  nada  más 
lejos  de  (sto;  me  gustan  los  poetas  que  cantan  el 
dolor,  pei-o  no  un  dolor  apenas  entrevisto,  sino  un 
dolor  sentido,  para  ({ue  los  versos  tengan  de  ese 
modo  una  honda  emoción  de  realidad.  Es  natural 
(jue  los  poc  tas  (pie  son  más  sensibles  que  el  resto 
de  los  hombres  sientan  más  intensamente  y  de  dis- 
tinto modo  el  dolor  de  la  existencia,  y  cuando  este 
sentimiento  es  real,  cuando  ha  sido  experimentado 
verdaderamente,  los  versos  dolientes  timen  un  sin- 
gular encanto  que  hace  pensar  (pie  tal  vez  Baudc- 
laire  tenía  razón  cuando  dijo  que  "el  dolor  es  la 
única  nobleza." 

Uno  de  los  libros  ((ue  he  leído  con  más  placer  es- 
piritual y  emoción  más  intensa  es  "La  amada  inmó- 
vil" de  Amado  Ñervo,  y  no  hay  en  la  literatura  cas- 
telladana  una  obra  más  triste  ni  más  doliente  que 
este  postumo  homenaje  que  rindió  a(iuel  bardo  en- 
fermo de  un  dolor  incurable,  a  la  amada  muerta. 
Ahora  bien,  el  poeta  mexicano  fué  un  magnífico 
cantor  de  la  tristeza,  que  supo  reflejar  en  sus  versos 
todas  las  pn  ocupaciones  de  su  espíritu  atormen- 
tado de  la  sed  del  más  allá.  Ñervo  fué  el  cantor  de 
su  ]n-opio  dolor,  fué  un  poeta  de  intimidades,  de 
dolores  por  el  mismo  sentidos,  y  is  por  eso  que  sus 
poesías,  todas  tristes,  todas  melancólicas,  siempre 
sollozantes,  tienen  un  especial  ( ncanto  para  muchos 


66  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

tal  vez  desconocido.  Pero  en  Ñervo  se  explica  que 
el  dolor  tuviera  un  cantor  magnífico,  y  tal  vez  úni- 
co :  la  vida  para  él  fué  uíia  cadena  no  interrumpida 
de  desgracias  y  de  luchas,  y  sus  versos,  fiel  reflejo 
de  su  vida  agitada  y  triste,  tienen  toda  la  cautiva- 
dora tristeza  de  una  vida  combatida  en  la  cual  cada 
dolor  fué  una  estrofa,  y  cada  amor  un  poema.  Los 
otros  poetas,  los  que  son  dolientes  porque  encuen- 
tran en  el  dolor  tema  inagotable  para  sus  rimas, 
son  poetas  débiles,  harán  (juizás  sentir  compasión, 
pero  nunca  nos  harán  sentir  la  amargura  de  un  do- 
lor que  ellos  no  sintieron ;  esos  poetas  'liacen  el 
efecto  de  masoquistas  sentimentales,  y  sus  versos, 
en  los  cuales  no  se  encuentran  la  sinceridad  y  el 
dolor  de  las  amarguras  vividas,  han  de  parecer 
desprovistos  de  encanto.  Sánchez  Galarraga  es  de 
los  poetas  a  (¡uienes  no  se  pu(  de  incluir  en  el  primer 
grupo,  pero  tampoco  es  posible  colocarlo  en  el  se- 
gundo. Ha  sabido,  como  Casal,  y  como  Yerlaine, 
reflejar  en  sus  versos  un  dolor  recóndito,  que  brota 
de  un  alma  compleja  abatida  por  algo  del  snobismo 
parisino  y  el  ardor  de  los  trópicos.  Ha  reflejado  el 
dolor  de  un  modo  bello,  como  Casal,  y  como  Ver- 
laine,  con  la  difi  rencia  de  (jue  estos  dos  jioetas  can- 
taron un  dolor  propio,  un  dolor  vivido,  lo  que  se 
puede  llamar  el  dolor  objetivo,  pues  el  autor  de 
"Fiestas  galantes"  visitó  más  de  una  vez  el  hos- 
pital, al  cual  con  una  ironía  suprema  llamaba  su 
"palacio  de  invierno",  y  el  cantor  de  "Nieve",  sólo 
}•  eJift  rmo,  supo  toda  la  tristeza  de  una  vida  aisla- 
da. Sánchez  Galarraga,  sin  haber  vivido  como  ellos, 
ha  sabido  reflejar  el  mismo  dolor  (pie  ellos  can- 
taron. 

¿Por  ([ué?  He  a(iuí  una  pregunta  difícil  de  con- 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  67 

testar:  como  la  proa  d(  1  barco  al  trope/ai*  con  un 
escollo;  como  el  bisturí  del  cirujano  que  al  hacer  la 
disecciíSn  tropieza  con  un  músculo  rebelde,  la  pluma 
del  analista  o  del  crítico  se  habrá  de  detener  por  un 
momento  al  contestar  esta  prefrunta.  ¿Por  qué? 
<•  Habrá  (lue  buscar  el  origen  de  esa  tristeza  en  el 
fondo  de  la  vida  del  poeta?,  o  ¿habrá  que  sondear 
en  su  alma  con  sutil  s(  ntimiento  psicológico  para 
ballai-  la  respuesta?  Los  espiritistas,  los  discípulos 
de  Alian  Kardec,  o  mejor  los  de  Denis,  encontrarían 
la  respuesta  diciendo  qu(-  es  la  influencia  de  vidas 
anteriores  ])esando  sobre  el  encanto  apacible  de  su 
vida  presente  ;  tal  vez  sea  ésta  una  respuesta  acep- 
tal)le,  siempre  que  se  pudiera  demostrar  la  verdad 
de   la    transmigración. 

Xo  creo,  como  jiieiisan  muchos,  ([ue  esta  cualidad 
de  Sánchez  Galarraga  provtnga  de  un  desmedido 
afán  de  llamar  la  atención.  El  autor  de  "La  barca 
Sonoi-a"  no  necesita  de  ello  para  ser  buen  poeta; 
es  triste  por  naturaleza,  por  eso  es  dulce ;  siente  la 
tristeza  de  anbelos  nunca  satisfechos;  su  verso  es  el 
grito  de  un  alma  (sclava.  Bien  sé  que  es  raro  r[ue 
un  poeta  que  como  él  vive  en  un  ambiente  de  refi- 
namiento aristocrático,  en  el  sibaritismo  de  una  vida 
ti-anquila  sin  grandes  preocupaciones,  sienta  ese 
dolor  que  hay  en  sus  versos;  pero  no  por  eso  hay 
que  pensar  que  el  poeta  quiera  buscar  como  Ed- 
mond  de  Croncoui't  "la  belleza  en  lo  raro".  Por  ese 
mismo  desencanto  no  es  un  poeta  de  la  juventud, 
para  los  (pie  comenzamos  a  vivir  la  vida  no  puede 
ser  "como  un  péndulo  que  oscila  entre  el  dolor  y  el 
aburrimiento",  según  la  vio  a  través  de  un  prisma 
opaco  el  escepticismo  de  Schopenhauer,  por  eso  lla- 
ma la  atención  que  un  poeta  joven  diga  : 


68  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

No   voy   solo,    peregrino: 
¡me    acompaña    en    el    camino 
mi   novia   melancolíaj 

Yo  creo  <ine  son  sinceros  estos  versos  nostálgicos 
y  suaves. 

Sánc'liez  Galarraga  es  nn  poeta  que  cautiva,  y 
no  por  el  fondo  de  su  obra  precisamente,  lo  que  más 
atrae  en  él  es  su  maestría  en  cuanto  a  la  expresión, 
es  el  verso  musical,  sin  un  acorde  mal  medido,  sin 
una  nota  disonante,  de  una  métrica  llena  de  armo- 
nías gratas  al  oído ;  sus  versos  se  graban  en  la  me- 
moria por  lo  musicales  que  son,  más  que  por  otra 
cosa.  ¿Se  puede  pedir  algo  más  lleno  de  acorde  que 
estos  versos? 

Toca    dolorosa    campana    de    antaño 
toca    que    se    ha    muerto    mi    última    ilusión, 
toca    campanero    de    mi    desengaño 
en   el   campanario   de   mi   corazón. 

Esperanza   mía:   repican   a   duelo 
pon   sobre   tus   hombros   un   oscuro   tul 
porque   ya    no   existe   mi   postrer   anhelo 
porque   ya   ha   volado    mi    ilusión   azul. 

Era    la    más    dulce    de    cuantas   tenía, 
era   la    más   linda    de    cuantas   soñé, 
era   la    más   dulce,    pero  ya    no   es   mía, 
era    la    más    linda,    pero   ya    se   fué. 

Toca    dolorosa    campana    de    antaño 
toca,   que   se   ha   muerto   mi   última   ilusión. 
Toca    campanero    de   mi   desengaño 
en   el    campanario    de    mi    corazón. 

No  se  puede  pedir  nada  más  exquisito  que  estos 
versos ;  difícilmente  se  encontrarán  otros  más  rít- 
micos, porque  Sánchez  Galarraga  es  el  poeta  galano 
por  excelencia  ;  habrá  quienes  sean  más  profundos, 
y  más  sentidos,  más  rotundos  y  más  sencillos,  pero 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  69 

más  maestros  del  ritmo  no;  en  esto  is  el  primero. 
El  verso  libre,,  que  es  sin  duda  el  ([ue  más  dificulta- 
des ofrece,  ya  que  en  él  el  ritmo  d(  be  serlo  todo^ 
tiene  en  este  poeta  un  magnífico  cultivador.  Entre 
las  muchas  poesías  escritas  en  ista  forma  que  he 
leído  de  poetas  hispanos  y  americanos,  dos  me  han 
Ihtiiiado  poderosamente  la  atención,  y  las  dos  son  de 
)ioetas  cubanos,  una  es  "Barcos  que  pasan...",  de 
R'^iié  Ló])ez,  que  es  al  mismo  tiem])o  una  de  las  más 
sentidas  y  bellas  que  se  han  escrito;  la  otra  es  "Sa- 
lutación lírica",  de  Sánchez  Galarraga,  recitada  por 
su  autor  en  el  Teatro  Nacional,  la  noche  del  home- 
naje al   Y>oeti\   Francisco  Villaespesa  : 

En'  el  viejo  buque  te  acercaste  al  puerto, 
y  al  ver  a  la  nave  temblando  en  las  aguas, 
bajo   la  sonrisa   de   los  cielos  claros, 

con   afán   de   novia,    con   amor   de   hermana , 

mi   isla   prodigiosa  se  empinó  por  verte, 

te   alargó    las    manos   y   te   dijo:    '  ¡pasa!     .  .  . 

"¿Qué  me  traes,   buen  bardo,   de  tus  tierras  viejas, 
llenas   de   leyendas   y    de   cosas   mágicas?", 
con    los   dulces    ojos   ebrios    de   deseo, 
requirió    la    novia,     preguntó    la    hermana, 
mientras    un    saludo    lánguido    te   hacía 
con   los    quitasoles   verdes   de    sus    palmas, 
con    los    pebeteros    de    sus    cafetales 
y    las    flautas    líricas    de    sus    cañas    bravas. 

"Te    traigo",     dijiste,     "con    la    queja     obscura 
de    las    odaliscas    y    de    las    sultanas, 
una    vieja    guzla,    que    supo    de    amores 
y    que    dio    las    notas    de    la    serenata, 
allá   por   los   tiempos   de   la    gente    árabe 
y    por    un    divino    jardín    de    la    Alhambra. 
Y    te    traigo    cantos    del    Amor    de    ahora, 
trinos    de    Sevilla,    coplas    de   Granada, 
que    saben    a    vino,    y    a    sangre,    y    a    flores, 
y  a  las  bocas  rojas  de  las  sevillanas.  .  . 


70  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

Y  entre  aquellas  notas  y  estas  melodías 
he  puesto  las  quejas  de  mi  alma  romántica, 
las  melancolías  de  mi  carne  loca, 
las  ansias  divinas  que  en  mí  van  esclavas, 
las  gotas  de  sangre  que  sudó  mi  cuerpo,, 
las  gotas  de  llanto  que  vertió  mi  alma: 
i  rojos  brazaletes  que  encosco  en  tus  manos 
o    largos    y    tristes    collares    de    lágrimas!.  .  . 

Yo    vengo    añorando    tus    bosques    obscuros, 
y    tus    tenebrosas    selvas    centenarias, 
desde    donde    el    indio    contempló    el    arribo 
de    los   viejos   hombres   de    mi    noble    casta, 
cuando,    entre    la    pompa    de    las    carabelas, 
pisaron    un    día    tus    costas    lejanas, 
mostrando    en    sus    pechos    la    cruz    prodigiosa 
y    sobre    su    diestra    la    insignia    de    España. 

Ya    lo    sabes.     Isla,    que,    lánguidamente, 
al    dormir,    te    mecen    olas    de    esmeralda: 
jtú    que    sobre    ellas    reclinas    el    cuerpo 
como    en    una    frágil    y    ondulante    hamaca!.  .  . 
Tal   como   esos   hombres   que    miraste   absorta, 
yo    te    traigo    cosas    sublimes    y    raras, 
¡yo,    que    soy    el    eco    de    sus    epopeyas, 
porque    soy    el    verbo    de    toda    mi    raza! 

Ábreme    los    brazos,    bésame    en    las    sienes: 
¡si   no    soy   tu    novio!    ¡oh   hermana!    ¡oh,    hermana! 
Tu   sangre   es    mi    sangre,    mi   vida    es   tu   vida, 
en    la    propia    lengua    nuestros    pechos    cantan, 
y    aunque    no    tengamos    la    misma    bandera, 
y    aunque    nos    separen    discordias    humanas, 
odios    milenarios    y    viejos    rencores, 
y  hasta  el  mar  se  vierta   sobre   la   distancia, 
¡somos    una    misma    cosa    en    este    mundo! 
¡sernos    dos    retoños    de    una    sola    rama!" 
¡Y    mi    dulce    Patria    te    tendió    los    brazos, 
te   besó    en    las   sienes   y   te   dio    su    alma!.  .  . 

Esta   sola    poesía   basta   pai'a    hacer    orando   la 
obra  (le  un   poeta  cualquiera,  si   ( ii  algún  pedestal 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  71 

tuviera  (lue  ai)()yarse  la  obra  de  este  poeta,  la  "Sa- 
lutación lírica"  sería  su  más  sólida  columna,  ella 
sola  es  suficiente  para  (jue  el  uombre  del  autor  sea 
u)i  nombre  ilustre,  porque  esa  poesía  es  de  las  que 
al)ren  las  puertas  de  la  gloria  al  to((ue  mágico  de 
su  sonoridad  y  de  su  ritmo. 

Todo  lo  anteriormente  expu(  sto,  el  que  sea  Sán- 
cliez  (ialarraga  un  excelente  rimador,  d  que  sea  un 
])()eta  fácil,  ha  hecho  pensar  a  muchos  que  es  el 
])riiiu'r  poeta  de  Cuba,  y  esta  afirmación,  como  to- 
das las  afirmaciones  rotundas,  m  (|ue  la  amistad 
y  la  i)()sición  social  juegan  un  ])apel  im])ortante  es 
inexacta. 

Sánchez  Gal.ai-i-aga,  poeta  refinado  de  estilo  fá- 
cil (|ue  cautiva,  poeta  elegante  que  frecuenta  los 
salftues,  poeta,  en  fin,  (pie  uo  necesita  de  sus  obras 
para  vivir,  se  ha  formado  en  su  derredor  un  am- 
hi'  lite  amistoso,  que  confundieiulo  la  educación 
con  la  cultura,  y  la  simpatía  con  el  talento,  lo  ha 
l)uesto  algunos  codos  más  altos  (pie  a  Rubén  Darío, 
y  algunos  más  bajo  que  a  Shakespeare  y  a  Hugo; 
y  no  dudo  exista  ({uien  lo  ponga  al  nivel  del  Dante, 
si    entre   ambos   existí*  ra   alguna   analogía. 

Una  gentil  admiradora  3'  amiga  del  poeta,  hu- 
bo de  sostenerme  uo  hace  mucho  tiempo  (pie  Sán- 
chez Galarraga  es  superior  a  Emilio  Carrere,  y  otra 
más  exaltada  quizás,  me  sostuvo  que  el  poeta  de 
''Motivos  sentimentales"  era  muj'  superior  a  Sal- 
vador Díaz  Mirón.  Bien  sé  que  esto  es  cuestión  de 
gusfo,  pero  pienso  también  que  entre  los  maestros 
y  el  discípulo  no  cabe  la  comparación. 

No  creo  que  Sánchez  Galarraga  sea  el  primer 
po<  ta  de  Cuba,  el  más  fecundo  sí,  el  más  popular  tal 
vez ;  pero  el  primero  no ;  más  profundo   es  Acosta, 


72  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

más  seiu'illo  es  Galliaiio  Caiicio ;  más  sonoro  es  Car- 
boiioll ;  sin  (jue  esto  quiera  decir  que  sean  más  poe- 
tas, ni  mejores,  simplemente  indica  (lue  en  ciertos 
aspectos  son  superiores  a  él,  y  por  lo  tanto,  que  de 
ser  el  más  fecundo  y  el  más  popular,  a  ser  el  mejor 
hay  mucho  trecho. 

Mas  continuemos  con  el  estudio  de  su  obra  y  de 
su  temperamento.  Sánchez  Galarraga  es  un  espíritu 
amante  de  la  belleza,  un  cantor  aristocrático,  por- 
que tiene  la  obsc  sión  de  las  visiones  amables :  ya 
dije  anteriormente  que  no  es  un  poeta  para  la  mul- 
titud, ))Oí'(iue  él,  como  Rubén  Darío,  lu^cesita  para 
sus  versos  un  ambiento  especial,  3'a  (pie  en  ellos  no 
desfilan  tristes  caravanas  dolorosas  de  harapien- 
tos; por  el  contrario,  en  su  obra,  pi'iiu-ipalmente  en 
sus  primeros  libros,  hoy  visiones  lejanas  de  jardi- 
nes de  ensueño,  marquesas  elegantemente  atavia- 
das, compases  de  minué,  acordes  de  pavanas,  aba- 
tes madrigalistas,  princesas  de  empolvada  cabe- 
llera como  en  los  tiempos  de  ^'ill()ll,  poríjue  este 
poeta  como  Goncourt,  adora  el  pasado,  más  bri- 
Ihmte  y  más  grato  que  el  presente,  ya  que  al  me- 
nos se  ve  a  través  del  tiempo  que  de  él  nos  se- 
para. 

No  hay  cpie  pensar  (jue  carezca  de  defectos. 
¿Quién  no  los  tiene?  Es  necesario  conf(  sar  que  a 
veces  es  obscuro  como  si  sus  versos  tuvieran  un 
oculto  sentido  simbólico  e  ignorado ;  ved  si  no  estos 
versos : 

Entre    todas    las    puertas 

dice    el    cuento    infantil 

tan    sólo    existe    una 
que    no    debes   abrir. 

Barba-Azul    implacable, 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  73 

I  celoso     Barba- Azul; 

también    tengo    una    hermética 
alcoba,    como    tú. 

Abro    los    aposentos 
de    mi    obscura    mansión, 
pero   hay    un   hueco    donde 
nunca    ha    brillado    el    sol.  ' 

cQue    divino     tesoro 
tengo    guardado    allí? 

Ven,    acerca    el    oído,  • 

jUn    poco! 

¡Mas! 

¡Así! 

Hay  en  estos  versos  algo  incomprensible :  el 
])()eta  se  compara  con  ( 1  Barón  Mariscal  Gil  del 
Rais,  o  Gil  (1(  Lavalle.  el  Barba-Azul  de  la  leyenda, 
ix'ro  no  explica  el  por  ([ué  de  esta  comparación. 
Al  leei-  esta  poesía  parece  que  faltan  las  estrofas 
finales. 

Sánchez  Galarra<ra  es  un  poeta  inculto.  Esta 
afirmación,  (pie  })uede  parecer  exap:erada,  es  cier- 
ta. Tiene  un  temperamento  lírico  exquisito,  pero 
ha  cultivado  muy  poco  su  talento.  Si  a  primera 
vista  no  se  nota  es  porque  lo  salva  su  inspiración, 
(|ue  reconozco  notable.  ITn  análisis  somero  en  su 
obra,   confirma  lo  dicho   anteriormente.        * 

En  el  "Canto  a  la  Habana",  una  de  las  poe- 
sías más  sonoras  que  ha  escrito,  encontramos 
defectos  numerosos.  Entre  ellos  el  abuso  que  hace 
de  los  calificativos.  Cada  estrofa  encierra  un  nue- 
vo adjetivo.  'Llama  a  la  Habana  madre,  abuela, 
robusta  varona,  vaso  de  la  tradición,  madrt- 
inviolada,  albergue  de  conspiradores,  cofre  de  la 
juventud,  arca  milagrosa,  milagroso  vaso,  cumbre 
inabordable,    muro    inexpugnable,    ciudad    legenda- 


74  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

ria,  ánfora  del  porvenir,  arca  del  pasado,  etc.... 
En  cuanto  a  la  comparación  que  hace  de  nuestra 
capital  con  Hecuba,  la  triste  esposa  de  Príamo, 
no  acabo  de  comprender  (lue  semejanza  hay  entre 
ellas.  Para  demostrar  el  mal  empleo  que  hace  a 
veces  de  algunas  palabras,  basta  este  verso  del 
"Canto  a  la  Habana": 

Beluario    de    todo   tiránico    empeño 

Beluario  es  una  palabra  derivada  de  "belua" 
y  que  en  castellano  quiere  decir  "corral  de  bes- 
tias". Este  error  no  necesita  comentarios.  lEn  otra 
de  sus  más  admiradas  poesías  "Versos  a  Leda", 
encontramos  ideas  tan  vacías  y  efectistas  como 
ésta : 

...  y    te    embriagas    de    quimeras 
con    las    gemas    extrañas   y    preciosas 
que    enroscan   a    su   piel    las   bayaderas. 

Otro  verso   de  la  misma  composición : 

y     enferma     de     romántico    idealismo 

¿Romántico  idealismo?  ¿Es  ésta  una  frase  co- 
rrecta? En  el  lenguaje  corriente  romántico,  senti- 
mental e  idealista,  son  palabra  que  indican  una 
misma  filosofía.  Un  romántico  es  un  soñador,  un 
cazador  de  quimeras,  un  peregrino  del  ideal.  Así, 
pues,  "romántico  idealismo"  resulta  una  repeti- 
ción. Si  damos  a  la  palabra  su  verdadero  sentido, 
el  verso  resulta  incomprensible,  ya  que  según  la 
Academia,  "romántico  es  partidario  o  secuaz  del 
romanticismo".  Algo  análogo  ocurre  en  el  soneto 
"Mi   novia",   cuya   segunda   estrofa    comienza    así: 

su   nombre  es  una   cifra   clara  y  obvia. 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  75 

Obvia  ( s,  sejiúii  el  diccioiiario,  "claro,  diáfano, 
bien  perceptible".  /Luego  ¿no  es  una  repetición 
"clara  y  obvia"? 

Otra  estrofa  de  los  "Versos  a  Lrda": 

Y   piensa    una    hora    en    mí,    que    mudo    y    frío 
bajo    la    ofrenda    de    amarillos    ramos, 
tal   vez  ya   duerme   en    un    rincón   sombrío 
el    sueño    de    que    nunca    despertamos.  .  . 

Los  dos  primeros  vei'sos  dan  poi-  cierto  lo  que 
se  pone  en  duda  en  los  oti-os  dos.  ¿Caben  la  afir- 
mación y  la  dubitación  en  una  misma  estrofa  refi- 
]'iéi'ulose  a  una  misma  idea? 

¿Será  Sánch(  z  Galarraga  uno  de  los  tantos  poe- 
tas (pie  padecen  de  psitacismo,  "una  secreta  incohe- 
rencia mental  de  la  (|U('  todos  estamos  aípiejados 
más  o  menos  graví  mente" — según  la  opinión  de  un 
ihisti-e   escritor  contemporáneo? 

Otras  veces  is  poco  original  como  en  el  "Cuen- 
to infantil",  en  el  cual  narra  la  vieja  leyenda  de 
la  l)ella  del  bos(|U(  durmiente,  leyenda  (pie  sirvió 
(le  tema  a  Rubén  Darío  y  Amado  Ñervo  para  el 
mismo  asunto.  Lo  mismo  ocurre  con  su  "Adi(')s  de 
Lord  Byron  ",  mu}'  parecida  por  la  forma  y  por  el 
fondo  al  "'Canto  a  Byron",  de  Salvador  Díaz 
]\lirón. 

La  obra  teatral  de  Gustavo  Sánchez  Galarraga, 
siendo  buena,  no  admite  comparación  con  su  obra 
líi'ica.  en  sus  obras  teatrales  fuera  de  "La  princesa 
buena"  que  es  excelente,  se  nota  la  bitn  definida  y 
acentuada  influencia  del  teatro  español  de  este 
siglo,  hay  el  mismo  ambiente,  el  mismo  lenguaje, 
los  mismos  ])ersonajes,  que  en  las  obras  de  Bena- 
vente    o    de    Martínez    Sierra,   porque    en    la    mayor 


76  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

parte  de  las  obras  de  Sánchez  Galarraga  el  am- 
biente y  la  trama  son  madrileños,  o  andaluces,  y 
éste  es  su  defecto  cajñtal.  No  creo  que  un  poeta 
cubano  que  vive  en  nuestro  ambiente  democrático 
puede  dar  a  sus  personajes  el  aspecto  y  el  sentido 
<pie  han  de  tener  los  que  viven  en  una  sociedad 
de  vieja  aristocracia  llena  de  añejas  preocupacio- 
nes, y  más  que  nada,  ¿para  qué  buscar  amibiente 
extranjero  para  obras  ([ue  tendrían  con  nuestro 
medio  perfecta  adaptación  y  mejor  resultado? 

No  quiere  esto  decir  que  piense  yo  que  el  teatro 
cubano  debe  ser  un  teatro  puramente  nacionalista 
como  el  teatro  griego  contemporáneo  de  Polemis  y 
de  Kiriacos,  ni  un  teatro  como  el  japonés  fundido 
en  los  viejos  moldes  heroicos  de  los  sumarayes.  co- 
mo es  el  de  los  dramaturgos  nipones  de  este  siglo, 
(jue  con  Nimiki  a  la  cabeza,  inantienen  el  fuego  del 
amor  pati-io  latente  en  el  espíritu  nacional.  Simple- 
mente pienso  que  los  autores  cubanos  deben  hacer 
''teatro   cubano". 

Sánchez  Galarraga  opina,  y  así  lo  dijo  en  su  bri- 
llante conferencia  ''El  arte  teatral  en  Cuba",  que 
el  teatro  cubano  es  el  de  autores  cubanos,  "sea  el 
que  sea  el  ambiente  en  que  se  desarrolle",  y  em- 
plea este  argumento:  ¿a  qué  teatro  pertenece  una 
obra  cuya  acción  ocurriera  en  la  Luna?  Induda- 
blemente desde  este  punto  de  vista  el  poeta  tiene 
razón,  pero  hay  que  pensar  tamibién,  que  doquiera 
ocurra  la  acción,  los  personajes  emplearían  un 
idioma  de  nuestro  planeta,  y  por  ello  se  puede  de- 
terminar fácilmente  a  qué  teatro  pertenece  la  obra. 
En  una  obra  del  teatro  español,  por  ejemplo,  los 
personajes  nos  hablarán  de  "pesetas",  y  nunca 
usarán  el  "peso"  como  unidad  monetaria,  en  últi- 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  77 

mo  caso  empleai'íau  el  '''duro",  y  en  una  obra  del 
teatro  cubano  ocurría  todo  lo  contrario.  En  el 
teatro  de  Sánchez  Galarraga,  que  él  pretende  es 
cubano,  los  personajes  hablan  como  los  de  Bena- 
vente,  como  los  de  Martínez  Sierra,  como  los  de  los 
Quintero,  y  en  este  caso,  debe  considerarse  como 
español. 

El  teatro  argentino  epie  tuvo  por  iniciador  a 
Florencio  Sánchez,  tiene  el  ambiente  de  las  pamr 
pas,  sus  p(rsonajes  tienen  la  piel  curtida  por  el 
aire  y  el  sol  de  la  llanura  inmensa ;  en  el  teatro 
chileno  el  fondo  de  la  escena  está  formado  casi 
siempre  ])or  las  altas  cumbres  de  la  cordillera 
andina,  y  por  eso  son  teatros  nacionales.  Nadie 
pensará  que  las  obras  de  Sassone  pertenecen  al 
teatro  peruano,  y  sin  embargo  este  poeta  nació  en 
la  alta  meseta  que  corona  Lima,  ostentando  "la 
pompa  colonial  de  sus  balcones."  El  antes  nombra- 
do, Florencio  Sánchez,  es  uruguayo  de  nacimiento, 
y  sus  obras  se  incluyen  en  el  teatro  argentino. 

Así,  pues,  la  obra  de  Sánchez  Galarraga  per- 
tenece al  teatro  español  o  no  pertenece  a  ninguno. 
Ved  si  no  una  de  sus  últimas  obras,  el  drama  "Car- 
men", cuatro  actos  de  versos  rotundos  y  bellos. 
Carmen  la  bella  gitana  de  Gautier  y  de  Lorrain,  la 
cigarrera  de  las  trenzas  de  ébano  y  de  los  ojos  lu- 
minosos, cuya  vida  narró  deliciosamente  Próspero 
Merimée,  ha  servido  de  tema  al  poeta  cubano  para 
una  de  sus  últimas  obras,  porque  Sánchez  Gala- 
rraga tiene  la  obsesión  de  esa  Andalucía  de  leyenda, 
con  sus  noches  de  luna,  músicas  de  guitarras,  can- 
ciones de  amor  y  fuentes  murmurantes,  la  Andalucía 
de  las  manólas  y  de  los  toreros,  la  Andalucía  de 
pandereta,  la  de  las  rejas  morunas,  con  rosas  y  con 


78  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

claveles,  la  Andalucía  llena  de  música  y  de  aroma, 
llena  de  luz  que  vio  la  fantástica  visión  de  Chocano : 

.  .  .  caja    de    alegría 
pandereta    heroica    de    vibrante    son... 

Y  si  en  algo  pienso  que  se  puede  combatir  la 
obra  de  Sánchez  Galarraga  es  *  n  la  inclinación- 
desmedida  que  siente  hacia  los  temas  españoles, 
inclinación  muy  corriente  en  los  poetas  america- 
nos y  que  tanto  combatió  el  mago  cincelador  de 
' '  Prosas  profanas ' '. 

El  poeta  dirá  que  no  tiene  él  la  culpa  si  Gra- 
nada tiene  la  Alhambi'a  incomparable  y  única  do 
los  patios  floridos  y  las  fuentes  murmurantes,  si 
Sevilla  tiene  la  torre  de  líneas  esbeltas  (pie  forman 
la  inimitable  Giralda,  si  es  Toledo  la  ciudad 
de  las''  torres  y  los  minaretes  medioeval*  s,  en  la 
cual  se  forjaron  los  aceros  de  los  conquistadores, 
muy  bello  en  todo  eso,  pero  dejtíi  los  poetas  am(>- 
ricanos  que  Villaespesa  cante  la  tristeza  dormida 
de  Granada,  y  que  Manuel  Machado  no  diga  los 
morunos  esplendores  ele  los  tiempos  idos,  América 
tiene  en  sus  grandes  ríos,  en  sus  lagos  cristalinos, 
en  sus  altas  montañas,  en  sus  volcanes  amenazan- 
tes, en  sus  noches  de  luz,  en  sus  hechos  heroicos 
como  cantares  de  gesta,  y  en  la  belleza  de  sus  mu- 
jeres, motivos  suficiente  para  sus  poetas.  No  hay 
qne  pensar  que  Boabdil  llorando  ante  Granada  per- 
dida, es  más  grande  ni  más  triste  que  Atahualpa 
viendo  morir  desde  su  prisión  d  imperio  de  los 
Incas,  y  no  debe  ni  puede  imponer  más  a  un  poeta 
cubano  la  Giralda  que  la  sencilla  pirámide  de  pie- 
dra  que  allá  en  ^'iBoca  de  d^s  Ríos"  marea  a  las 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  79 

generaciones   futuras    el    lugar   donde    cayó   en    un 
día  aciago  el  apóstol  Martí. 

Los  poetas  han  de  ser  de  su  tiempo  y  de  su  tie- 
rra, de  lo  contrario  no  llegarán  nunca  a  ser  gran- 
des poetas.  El  poeta  ha  de  sentir  intensamente  lo 
(lue  dice,  y  no  se  puede  sentir  profundamente  el 
encanto  de  cosas  apenas  entrevistas  con  la  rápida 
visión  del  visitante,  o  la  más  rápiüa  y  móvil  de  la 
lectura,  si  el  poeta  no  siente,  no  llegará  nunca  a 
hacer  sentir  al  lector.  Por  eso  nuestros  poetas 
deben  cantar  lo  nuestro,  lo  que  les  rodea,  lo  que 
ellos  sient(  n  verdaderamente. 

En  resumen:  Gustavo  Sánchez  Galarraga  es  un 
poeta  exquisito,  su  arte  es  la  fusión  más  completa 
de  la  elegancia  del  lenguaje  y  de  las  imágenes  fá- 
ciles. Aristócrata  del  pensamiento  ama  las  imáge- 
nes suaves  y  los  medios  tintes,  mas  por  ser  un  poeta 
sin  grandes  arrebatos  no  llegará  nunca  al  corazón 
de  las  multitudes. 


IV. 
MIGUEL  GALLIANO  CANCIO 


"Al   favorable    amparo    de   mi    buenaventura 
cruzo    las    anchas   vías    de    los    tristes    senderos 
con    la    obsesión    constante    de    llevar    en    el   alma 
el   misterio    sagrado    de    unos   amores   nuevos. 

(Miguel  Galliano  Oancio) 


m^immwiWM^i^ 


MIGUEL  GALLIANO  CANCIO 

E-edactaba  yo  la  página  literaria  del,  ''Diaria 
Cubano";  siguiendo  un  plan  que  desde  el  principio 
me  había  trazado,  publicaba  todos  los  lunes  una 
poesía  de  un  poeta  cubano  contemporáneo,  y  bus- 
caba siempre  que  ésta  fuera,  si  no  inédita,  poco- 
conocida  al  menos.  Una  tarde  mi  labor  estaba 
casi  terminada,  pues  faltaba  solamente  la  poesía 
correspondiente  a  "Poetas  cubanos",  y  por  mucho- 
que  pensaba  no  encontraba  qué  publicar,  unas  eran 
muy  conocidas,  otras  eran  inapropiadas  y  las  más- 
eran  malas,  que  es,  por  desgracia,  lo  que  más  abun- 
da. De  pronto  a  mi  espalda  alguien  entró  reci- 
tando estos  versos : 

Ser   alegre,    romántico,    y   recordar   la    hiatoria 
de   unos   ojos    que   vimos    una   tarde   violeta 
y    que    espiritualmente    ungen    nuestra    memoria 
porque,    desde    esa    tarde,    nos    sentimos    poeta. 

Vivir    sin    las    tristezas    de    sufrir    en    secreto 
la    infinita    nostalgia    del    dolor   y    el   olvido 
amando    las    ingenuas    caricias    del    soneto 
a    la    novia,    que    nunca    dejanios    concluido. 


^6  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

Y    evangélicamente     aspirar    la     fragancia 
del    lírico   y   florido    rosa!    de    nuestra    infancia 
para    que    así    las    místicas    palomas    del    cariño 

las    francas    mensajeras    con    gloriosa    ternura 
cruzaran    por    el    alma .  .  .     dejando    la    blancura 
de    su    vuelo,    el    encanto    de    mis    sueños    de    niño. 

^i-i  Oír  esioís  verísuíi  {¿Tatuij  ai  uiUo  y  lieiiüü  lie 
ücu-ltas  aruiüuiatj,  iiic  volví  y  vi  a  un  coinpaúero 
que  leía  en  alta  voz,  pedí  el  libro  y  lo  leí  de  uu 
tirón,  como  se  leen  los  Irbros  que  impresionan  de 
veras,  como  antes  había  leído  "Los  raros"  de  Da- 
río, como  leí  más  tarde  los  "  V'ersos  sencillos"  de 
Martí. 

El  libro  era  "Ruiseñores  del  alma",  y  su  autor 
un  joven  poeta  cubano,  Miguel  Galliano  Cancio. 
Fué  tanta  la  sorpi'esa  y  tan  «rrata  al  mismo  ti(  m- 
po,  (pie  publiqué  el  soneto  precedido  dp  una  nota, 
en  la  cual  liacía  un  ligrero  juicio  de  la  obra.  A  los 
pocos  días,  copiadas  ])()r  manos  anónimas,  recibí 
dos  poesías  más,  "Nada  como  el  consuelo..."  y 
"Nuestra  vida  se  pi(rde...".  Ambas  eran  de  Ga- 
lliano  Cancio. 

Desde  entonces  seguí  paso  a  paso  la  obra  del 
poeta ;  vi  sus  progresos  y  aprecié  su  es])íritu,  y  he 
llegado  a  la  conclusión  de  que  Galliano  Cancio  es 
uno  de  los  primeros  poetas  cubanos  del  momento 
actual,  y  desde  cierto  punto  de  vista  oí  ])rimero  y 
fínico. 

Es  este  poeta  el  más  sencillo  pn  la  modalidad  y 
en  el  fondo,  de  nu(  stros  ])oetas  de  hoy;  en  sus  ver- 
sos no  hay  una  sola  palabra  rebuscada,  ni  una  sola 
imagen  borrosa  o  forzada,  es  un  espíritu  sin  doble- 
ces (1  suyo,  y  su  poesía  es  la  imagen  fiel  de  sus 
sentimientos;  es  un  poeta  que  sabe  llegar  a  todas 
las  inteligencias,  y  ponerse  al  alcance  de  todas  las 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  87 

culturas,  sencillo  por  naturaleza  es  lo  mismo  en 
sus  versos,  en  los  cuales  encuentro  la  bien  definida 
influencia,  de  José  Martí. 

No  es  Galliano  Caiicio  un  poeta  aristócrata  al 
modo  de  Sánchez  Oalarragra,  es  decir,  no  es  un 
poeta  que  busca  tema  para  sus  cantos  en  los  es- 
plendores del  pasado,  en  las  marquesas  de  Versa- 
lles,  en  los  jardines  del  Trianon  lejano  y  florido- 
como  un  vago  verjel  de  ensueño ;  este  poeta  canta 
lo  (pie  lo  rodea,  canta  a  la  naturaleza,  no  a  la  so- 
ciedad, prefiere  lo  eterno  a  lo  mudable,  y  encuentra 
en  las  altas  montañas  y  en  los  claros  ríos  cristali- 
nos, la  inspiración  y  el  motivo  que  otros  más  com- 
plicados y  menos  sensibles  tal  vez,  van  a  buscar  en 
las  brillantes  historias  de  los  juglares  y  de  tos  tro- 
vadores. 

Galliano  Canelo,  como  aquel  espíritu  original 
([ue  pintó  Eca  de  Queiros  en  "La  ciudad  y  la  sie- 
rra", gusta  de  la  tranquilidad  apacible  de  los  cam- 
pos llenos  de  vida.  Para  él  es  más  hermoso  y  más 
dulce  la  solitaria  y  silenciosa  noche  campesina  lle- 
na de  aromas  silvestres  y  de  músicas  sencillas  que 
la  atormentada  vida  de  estas  grandes  ciudades  agi- 
tadas y  trepidantes,  como  si  tuvieran  espasmos  ner- 
viosos o  furores  de  vértigo,  y  en  las  cuales,  según 
Prevost,  ' '  se  siente  poco  y  de  prisa ;  la  palabra  es 
rápida  como  la  sensación," 

Para  un  poeta  que  vive  una  intensa  vida  inte- 
rior, la  vida  del  campo  o  de  las  poblaciones  peque- 
ñas es  más  grata  indudablemente  que  en  estas  ciu- 
dades cosmopolitas  que  nos  hacen  vivir  en  conti- 
nuo movimiento,  entre  pasiones  mal  contenidas  y  el 
vértigo    de    una    multitud   agitada   y    material   que 


.88  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

si  se  detiene  a  mirar  la  ])uesta  del  sol,  es  joara  calcu- 
lar el   tiempo   de    (jue   dispone  todavía. 

Galliajio  Cancio,  como  Gabriel  y  Galán,  siente 
la  naturaleza,  fuera  de  toda  influencia  externa ;  y 
por  eso  la  refleja  en  versos  como  éstos: 

¡Qué    inmenso    es    tu    poder    inquieto    río! 
A    veces    te    deslizas    con    ternura 
y    otras    corres    con    ímpetu    y    bravura 
indómito    y    veloz    a    tu    albedrío. 

Y    cuantas    veces    libre    del   sombrío 
cauce,    que    guarda    tu    corriente    pura 
te    contemple    por    la    feraz    llanura 
limpio,    apacible,    indiferente    y    frío. 

Cuando    tu    furia    su    corcel    desata 
cual    una    sierpe    de    bruñida    plata 
entre    la    selva    virginal    te    pierdes 

y    copiando    en    tu    ninfa    lo    creado 
pareces    nuevo    César,     coronado 
con    cien    coronas    de    ramajes   verdes. 

Y  así,  aislado  del  il)ullicio  de  la  midtitud,  ei 
poeta  rima  sus  bellas  estrofas  que  copian  la  masa 
verde  de  las  altas  montañas,  la  llanura  multicolor 
<le  las  pradei-as,  los  río«  mnrmurantt  s  y  cristalinos, 
el  ai'oma  de  las  flores  silvestres,  la  dulce  melodía  de 
las  selvas  cont(  narias,  y  es  su  poesía  una  poesía 
grata  al  oído  y  al  corazón,  porque  no  tiene  arre- 
batos sentimentales,  ni  sollozos  comprimidos;  en 
ella  no  hay  amores  fracasados,  ni  besos  que  se  de- 
sean y  no  se  darán  nunca;  hay  vida,  hay  esperan- 
zas, hay  fe  en  el  porvenii-,  y  hay  también  la  nos- 
talgia triste  de  una  juvoitud'  que  se  va  en  un  abru- 
mador vivir  igual  y  monótono,  entre  la  contempla- 
ción y  el  recuerdo  de  Hs  novias  muertas  en  el  co- 
razón y  en  el  recuerdo  y  la  añoranza  de  los  días  in- 
fantiles, pero  todo  esto  dicho  de  una  manera   dul- 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  89 

ce,  sin  precipitaciones,  como  un  arroyo  .que  corre 
tranquilo  por  la  vertiente  sin  despeñarse  en  cata- 
ratas  ruidosas. 

La  ])()esía  es  de  todas  las  artes  la  más  iiohle.  y 
el  medio  más  apropiado  de  expi-esar  nuestras  ideas;: 
es  el  grado  máximo  en  la  expresión  de  un  senti- 
miento; aliora  bien,  para  ([ue  una  poesía  «ruste,  no. 
basta  la  i(b  a  bííMi  expresada,  es  necesario  el  acoi'de 
musical,  el  ritmo  grato  al  oído,  para  que  quede 
grabada  en  el  cerebro ;  y  Galliano  Cancio  tiene  la 
cualidad  de  unir  a  un  gran  sentimiento  poético  un 
magnífico  gusto  ])ara  el  ritmo,  de  lo  cual  resultan 
versos  tan  ( xcpiisitos  como  estos  de  su  "Noctur- 
nal", ([ue  tienen  los  acordes  chopinianos  de  los  noc- 
turnos de  José  A.  8ilva,  el  gran  poeta  suicida.  Ved' 
como  comienza: 

Silencio    implacable.  .  .     Silencio    de    olvido.  .  .     Silencio 
de    tumba  .  .  . 

Para  mí  es  (ialliano  Cancio  un  temperamento- 
lírico  tan  grande  como  c  1  de  Agustín  Acosta,  aun- 
que le  falta  tal  vez  palpitar  más  en  el  ritmo  de  su 
tiempo,  cualidad  ésta  ((ue  los  distingue  del  bardo^ 
matancero  que.  como  Lugones,  ha  llegado  a  veces- 
a  exagerar  la  nota  volviéndose  alamlñcado  y  oscu- 
ro. El  poeta  de  "Ruiseñores  del  alma"  es  un  de- 
voto de  la  belleza  que,  como  todos  los  verdaderos 
artistas,  sigue  el  consejo  de  Gabi-iel  D'Annunzio: 
"¡Defended  la  belleza!  ese  es  vuestro  único  oñcio. 
DefiJided  el  sueño  que  existe  en  vosotros...!"  Y 
el  poeta  cubano,  siguiendo  el  consejo  libra  una  cru- 
zada difícil  por  la  belleza  del  estilo,  por  la  belleza 
del  fondo  y  por  el  sueño  sagrado  que  alienta. 

Es  por  eso  un   poeta  de  su  siglo,  pero  un  uio- 


•90  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

deriiista  sin  exageración ;  ha  sabido  seguir"  los  nue- 
vos rumbos  literario,s  sin  pretender  inodificarl,os 
«exagerando  las  libertades,  y  por  eso  (S  su  estilo  un 
estilo  galano,  fácil,  i-ítmico  y  al  i^ropio  tiempo  de 
una   sencillez   extraordinaria. 

El  modirnismo  es  el  escudo  de  que  se  valen 
muelios  rimadores  faltos  de  inspiración  para  lla- 
marse poetas,  y  entre  el  rimador  y  el  poeta  hay  que 
distinguir:  el  rimador  entretiene,  el  poda  cautiva; 
el  i)rimer()  es  grato  al  oído,  mientras  el  segundo  lo 
•es  al  oído  y  al  corazón.  í^er  poeta  no  reprisenta 
-decir  las  cosas  de  un  modo  especial,  ni  decir  bellas 
frases  musicales,  ni  gemii-  en  estrofas  más  o  menos 
cincf  ladas ;  el  poeta  tiene  que  cautivar,  llevar  al 
•espíritu  ajeno  la  impi-esión  de  sus  dolores  y  de  sus 
esperanzas,  al  extremo  de  que  se  reflejen  (U  el  al- 
ma del  lector  los  sentimientos  de  su  espíritu.  Los 
]>()t  tas  verdaderos  no  siguen  una  escuela  determi- 
nada, porfjue  el  sentimiento,  que  es  la  verdadera 
poesía,  no  puede  seguir  rumbos  ya  trazados;  la  es- 
cuela no  hace  ni  modifica  a  un  p(>eta,  y  si  algunos 
de  éstos  han  fundado  una  escuela,  ha  sido  por  la 
fiebre  de  notoriedad  que  sentían ;  como  ejemplo 
de  esto  tenemos  el  de  Jean  Morcas,  fundador  del 
decadentismo  y  d(>  la  escuela  Romana,  (|ue  una  vez 
pasado  el  furor  decadentista  de  los  ])rimeros  tiem- 
pos, aseguraba  (pie  "el  decadentismo  fué  una  bro- 
ma  nada   más." 

Rubén  Darío,  a  (piien  la  mayoría  considera  co- 
mo fundador  de  una  escuela,  no  trató  de  fundar 
nada,  simplemente  demostró,  como  puede  verse  en 
"Palabras  lirainares"  de  "Prosas  Profanas",  que 
se  podían  decir  bellos  versos  sin  aceptar  de  lleno 
las   reglas   de   la    Academia ;   pero   el   cantor   de   la 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  91í 

"Sonatina  ■■  no  j)reten(lió  nTinea  que  se  dijeran  co- 
sas faltas  de  sentido  por  la  simple  razón  de  fine 
sonaran  bien.  "Dar  tanta  importancia  a  la  belleza 
del  fond(,  como  a  la  forma'',  he  iiqiú  la  norma  de- 
J)arí(),  norma  (pie  más  tarde  oti'os,  menos  ])oetas 
que  él,  han  cambiado  en  este  axioma:  "preocupé- 
monos de  la  forma,  y  dejemos  ( 1  fondo  cómo  cosa 
secundai'ia."  Y  el  mayor  mérito  de  (lalliano  (Ran- 
cio es  haber  scíruido  la  ruta  verdadera,  sin  sepa- 
rararse  de  ella  y  sin  pretj  nder  avanzar  más,  y  es 
uno  de  los  ])ocos  ])oetas  cubanos  de  quien  se  puede- 
decir  esto.  Es  cincelador  y  elegante  como  Casal, 
'sencillo  como  Tejera  y  sentido  como  Martí;  su  ver- 
so (\s  un  conjunto  de  gratas  armonías  y  de  nobles 
sentimientos  .como  S(    ve   en   estas  estrofas: 

Nada    como    el    consuelo 
de   ser   bueno   y   ser   franco 

para    ver,    a    lo    lejos,    más    azul    nuestro    cielo 
y    el     sendero     más    blanco. 

Los    años    que    han    pasado 
lanzan    nuestros    recuerdos    al    soplo    del    olvido... 

Poeta: sé    rebelde    y    deja     reflejado 

en   tus   versos,    lo    mucho    que    has    soñado    y    sufrido.. 

En    las    noches    de    ensueño 
en    las    noches    serenas, 

suelta  al  aire  las  blancas   palomas   de   tus   sueños 
y    recuerda    tus    penas. 

Ten    piedad    para    aquellos 
tus    más    tristes    amores. 
Poeta: — para     ellos 
de    tu    rosal    sublima    las    más    fragantes    flores. 

Nada    como    el    consuelo 
de    ser    bueno,    y    ser    franco, 

para    ver,    a    lo    lejos,    más    azul    nuestro    cielo 
y   el    sendero    más   blanco .  .  . 

Como    todos    los    hombres,    tiene    este    poeta    sus 


92  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

^lefeetos ;  si  se  analiza  su  obra  se  encontrará  que 
es  demasiado  r(  ducido  el  campo  de  su  inspiración, 
lo  (}ue  no  debe  eonsidei'arse  como  defecto,  ya  que 
el  mérito  del  jardinero  no  es  tener  gi-ande  el  jar- 
dín, sino  tenerlo  bien  cultivado.  Otra  cosa  hay  en 
la  cual  debe  fijarse  el  poeta.  En  mi  opinión  Ga- 
lliano  C'ancio  abusa  de  los  v(  rsos  pareados,  si  bien 
es  necesario  confesar  (pie  los  usa  con  singular 
maestría.  El  verso  par»  ado  es  cansado,  monótono, 
seco  como  los  golpes  en  el  ])lomo,  pi'opio  para  las 
canciones  heroicas  y  1 1  elogio  de  los  héroes,  como 
lo  emplea  (íalliaiio  Cancio  en  sus  versos  "Evocan- 
do a  Martí'": 

Duerme    tu    augusto   sueño   bajo    el   mármol    de    gloria 
ungido    por    los    clásicos    laureles    de    la    historia. 

Pero  nada  de  lo  que  he  llamado,  tal  vez  inde- 
bidamente, defectos,  resta  mérito  a  la  obra ;  con 
todo  ello  es  Galliano  Cancio,  y  sei-á  más  todavía,  un 
buen  poeta. 

Los  versos  de  amoj'  del  ])üeta  de  "Del  rosal  de 
mis  Sueños'",  reflejan  su  espíritu  más  (jue  los  otros: 
él  ama  la  tran(|uilidad  del  hogar  familiar,  las  apa- 
ciibles  veladas  al  caloi-  de  los  viejos  cariños,  por- 
que como  Francois  Coppeé,  Galliano  Cancio  es, 
ante  todo,  "un  poeta  con  mucho  de  burgués",  como 
dijo  Gómez  Carrillo  del  poeta  francés.  Ama  como 
aman  todos  los  hombres,  quiere  como  (juieren  todos 
los  ])oetas,  pero  su  amor  es  tierno,  respetuoso,  para 
referirlo  en  voz  muy  ])aja,  como  si  temiera  que  al 
.*!er  conocido  de  los  demás  pardiera  su  encanto: 

Mujer    de    mis    amores,    mujer    de    mis    ensueños, 
prendida    está    en    mi    alma    la    rosa    de    tu    amor, 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  93 

la    rosa    que    perfuma    mis    glorias  y    mis   sueños, 
la    rosa    que    consuela    mis    horas    de    dolor. 

Medalla    reluciente    que    adora    el    pecho    mío, 
¡oh    delicada    rosa    que   inspiras   mi    cantar! 
yo    cuidaré    tus    pétalos    y    en    vano    podrá    el    frío 
invierno     de    la    vida,    tu    encanto    marchitar. 

Mujer    de    mis    ensueños,    te    ofrendo    mi    cariño, 
te    adoro    con    el    alma,    te    adoro    desde    niño, 
la    aurora    de    tus    labios   alegra    mi    existir; 

y,    a   veces   en   las   noches    oscuras   y    tranquilas, 
al   presentir   tu   imagen    grabada   en   mis   pupilas 
el  corazón  parece   que  arrecia   su  latir. 

canta  el  poeta  de  iin  modo  delicado  que  cauti- 
va, siguiendo  una  ley  natural  y  eterna  que  im- 
pera en  el  mundo  y  que  seguirá  guiando  siempre 
los  ]iasos  de  la  Humanidad  sin  que  lo  eviten  las 
sonrisas  de  escepticismo  de  Federico  Nittzche  o  de 
Artui-o  Sliopenhauer.  El  amor,  y  la  mujer  con  él, 
ha  sido  siempre  la  finalidad  de  la  existencia  para 
los  liombres,  y  el  martirio  de  los  poetas.  Por  eso 
no  impoi'ta  que  el  poeta  guste  de  la  tranquilidad  y 
que  viva  aislado  sin  grandes  pasiones,  el  amor  que 
muchos  de  ellos  apenas  han  entrevisto  entre  la 
monotonía  de  una  vida  abrumadoramente  burguesa 
es  el  centro,  y  la  cumbre  de  todas  sus  aspiraciones 
el  amo]',  que  a  veces  en  los  poetas  parece  intuitivo, 
es  el  germen  de  su  obra ;  y  la  mujer  es  para  ellos 
algo  más  <iue  para  los  demás  hombres,  es  la  diosa, 
la  suprema  belltza.  la  razón  fundamental  de  la 
vida,  la  armonía  infinita  ;  para  los  demás  es  la  es- 
posa o  la  amante  envuelta  siempre  en  el  velo  gris 
de  las  ideas  vulgares;  el  poeta,  por  el  contrario, 
''vierte  sobre  la  caibeza  de  la  mujer  amada  un  oro 
luminoso  de  inmortalidad",  como  ha  dicho  Emilio 
Carrere   con  acertada  visión  psicológica. 


94  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

Miguel  Galliano  Caiicio  ha  publicado  ya  dos 
volúmenes  de  versos,.  "Del  Rosal  de  mis  Sueños" 
y  "Ruiseñores  del  alma",  que  ha  tenido  el  honor 
de  alcanzar  dos  ediciones.  El  poeta  prepara  ahora 
otro  volumen,  "Surtidores  ocultos",  del  cual,  por 
lo  poco  que  conozco,  puedo  asegurar  que  superará 
a  los  dos  anteriores. 

Miguel  Galliano  Cancio  es  joven  y  tiene  talen- 
to y  voluntad,  talismanes  siempre  del  triunfo.  Su 
obra  va  mejorando  siempre,  siguiendo  al  proj)io 
tiunpo  loal  rumbos  originales.  El  poeta  debe  se- 
guir cantando  allá  en  la  florida  y  montañosa  tierra 
oriental,  que  es  él  uno  de  los  llamados  a  dar  a  su 
Patria  días  de  gloria  en  la  historia  de  las  letras 
americanas,  que  aunque  la  vida  al  pasar  se  va  lle- 
vando las  ilusiones  primeras  y  los  sueños  floridos 
de  la  juventud  para  poner  en  su  lugar  los  desen- 
gaños y  las  tristezas,  la  poesía  es  lo  único  que  que- 
da, porque 

El  amor  es  lo  único  que  en   las  almas   perdura 
inagotable    fuente    de    bienes    y    de    males 
y   adornan    sus    celajes    de    dorada    ventura 
los    tenebrosos    mantos    de    sombras    sepulcrales.  .  . 


V. 
FEDERICO  DE  IBARZABAL 


"Soy    un    poeta    que    ama   el   labio    que   sonríe 
la    rosa    que   entreabre,    la    nube    que   deslíe 
sus    perlas    en    el    campo    en    plena    gestación. 

Algo    inactual,    un    tanto    nervioso    y    altanero 
y    sobre    toda    senda    de    perfección,    prefiero 
aquella    ruta    de    la    perfecta    imperfección." 

» 

(Federico  de  Ibarzábal). 


wmmmmmmmmwm 


FEDERICO  DE  IBARZABAL 

El  poeta  luodcnio  es  un  hombre  que  vive  a  la 
espeetativa,  esperando  siempre  las  grandes  conmo- 
ciones, las  convulsiones  populares,  los  grandes  cam- 
bios de  la  sociedad  o  del  sentimiento,  para  sorpren- 
der en  ellos  un  momento,  unai  idea,  un  credo  o 
una  bandera,  cosas  todas  que  han  de  pasar  más 
tarde  a  sus  estrofas,  bellamente  dichas,  pero  con 
su  sello  original.  Aquellos  poetas  de  antaño,  retraí- 
dos, encerrados  dentro  de  sí  mismo,  lejos  de  todo 
lo  externo ;  aquellos  cantores  del  gran  laberinto 
interior,  han  pasado  ya  a  la  historia..  Hoy  la  poe- 
sía es  algo  menos  íntimo,  por  eso  los  poetas  mo- 
dernos (pie  saben  seguir  de  cerca  el  ritmo  de  su 
tiempo,  cantan  lo  que  les  rodea.  Preparan  su  es- 
píritu para  darle  una  especial  sensibilidad  capaz 
de  sentir  la  influencia  de  lo  externo,  la  emoción  de 
lo  que  les  rodea.  La  emoción  no  es  ya  personal,  es 
social. 

La    civilización   ha   ido    transmutando    los    anti- 
guos  valores   líricos,   para   sustituirlos   por   valores 


100  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

nuevos.  Aquella  campiña  silenciosa  y  serena  que 
veía  Ovidio,  está  hoy  cortada  por  las  paralelas  del 
ferrocarril  y  la  blanca  línea  de  la  carretera  por  la 
•eual  cruzan  trepidantes  los  raudos  automóviles.  El 
humo  negro  de  las  grandes  chimenea  hace  opaca  la 
claridad  de  los  crepúsculos.  En  las  grandes  ciuda- 
des ha  muerto  el  claro  de  luna,  las  grandes  bombi- 
llas eléctricas  rompen  la  oscuridad  de  la  noche.  El 
Futurismo,  la  gran  locura  de  Marinetti,  no  se  apo- 
ya en  bases  falsas  como  parece  a  primeT'a  vista,  es 
una  gran  locura  que  tiene  cierto  fundamento  ló- 
gico. 

La  filosofía  ha  cambiado  también.  Schopenhauer 
el  gran  creador  de  la  filosofía  pesimista  de  su  si- 
glo, tiene  hoy  menos  adeptos  que  su  compatriota 
Nietszche.  El  creador  de  Zaratrusta,  que  más  que 
un  gran  filósofo  fué  quizás  un  gran  ironista  cuyos 
ojos  estuvieron  siempre  fijos  en  las  murallas  de 
Sibaris,  tiene  hoy  más  adeptos  que  el  autor  de  los 
"Fundamentos  de  la  moral".  He  aquí  por  que  los 
poetas  no  son  ya  los  de  antes.  Quedan,  es  verdad, 
muchos  rezagados,  pero  cada  día  serán  menos,  has- 
ta que  desaparezcan  totalmente.  En  todas  las 
grandes  jornadas  renovadoi-as  ha  ocurrido  esto. 

En  Cuba  los  poetas  no  se  han  compenetrado 
bien  con  el  sentimiento  contemporáneo,  sólo  de  dos 
podemos  decir  c(ue  se  han  puesto  a  nivel  de  su 
época,  son  Ibarzábal  y  Paulino  G.  Baez ;  el  primero 
especialmente  ha  sabido  interpretar  admirablemen- 
te la  poesía  moderna. 

Cuando  la  guerra  europea  puso  soibre  la  Huma- 
nidad su  manto  piírpura.  haciendo  que  una  nueva 
época  histórica  surgiera  de  aquel  rojo  crepúsculo, 
los  poetas  sintieron  más  que  nadie  el  dolor  de  la 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  101 

humanidad,  y  también  el  encanto  heroico  que  ha- 
bía en  la  gran  epopeya.  iLas  ciudades  derruidas, 
las  iglesias  incendiadas,  las  desvastadas  campiñas 
por  las  cuales  parecía  que  había  cruzado  de  nuevo 
el  caballo  de  Atila,  impresionaron  hondamente  el 
alma  de  los  poetas,  quedando  más  tarde  consagra- 
das ( n  las  estrofas.  Los  regimientos  sacrificados, 
los  héroes  anónimos  caídos  en  la  contienda,  las  mu- 
jeres y  los  niños  trágicamente  inmolados  en  aras 
de  la  barbarie  como  ofrendas  a  Marte,  tuvieron  en 
los  poetas  del  mundo  entero  una  consagración  de- 
finitiva y  heroica. 

Emile  Verhaeren,  el  gran  inquisidor  de  Flandes, 
cantó  magistralíuente  la  odisea  de  su  patria  en  sus 
odas  de  amor  y  de  odio: 

Jadis,    je    t'ai    aimee    avec   un    tel   amour 
Que   je    ne   croyais   pas   qu  il   aut   pu   crointre   un   jour 
Mais    je    sais    maintenant    le   ferveur   inñme 
Qui    t'accompagne,    o    Flandre,    a    travers    l'agonie, 
Et    t'assiste    et    te    suit    jusqu'au    bord    de    la    mort. 

cantaba  el  gran  poeta  al  regresar  de  su  tierra 
después  de  la  invasión  de  los  alemanes.  Verlet, 
Bonrgal  y  Jaques,  poetas  nacidos  al  calor  de  la 
contienda,  dijeron  admirablemente  el  sentimiento 
-de  su  pueblo.  Los  poetas  del  habla  castellana,  tem- 
iblaron  también  ante  la  magnitud  del  desastre.  Emi- 
lio Carrere,  los  Machados,  Valle  Inclán,  todos  los 
hijos  espirituales  de  Francia,  defendieron  en  sus 
rimas  a  la  patria  de  Musset  y  de  Verlaine.  Los 
poetas  cubanos,  salvo  muy  contadas  excepciones, 
i-imaron  también  su  canto  a  la  contienda.  Emilio 
Bobadilla,  en  una  colección  de  sonetos  que  forman 
lioy  su  obra  postuma,  nos  dio  vivas  imágenes  de  la 


102  LOS   CONTEMPORÁNEOS 

eoiitienda.  8áiieh(  z  Galai'rajra,  en  un  ])(M|ueri()  poe- 
ma, ((uiso  hacernos  vibrar,  eon  la  sonoridad  de  su 
rima,  ])ero  fí'acasó  en  su  empeño.  Sergio  La  Villa, 
({üe  en  aíiuellos  días  residía  en  Bélgica,  dedicó  al- 
gunos sonetos  al  dolor  de  af|U(  1  gran  pueblo,  pero 
ninguno  de  ellos  sintió  y  nos  hizo  sentir  como  Fe- 
derico de  Ibarzábal. 

Ibarzábal  sintió  en  el  fondo  de  su  alma  el  tro- 
nar de  los  cañones  ipie  hacían  temblar  las  ciudad»  s 
y  los  i)ueblos ;  percibió  (1  herdor  de  los  campos  de 
l)ataila;  sintió  el  dolor  de  la  sangre  joven  vertida 
en  aras  dv  la  ambición  de  un  hombi-e  ;  vio  allá  en 
el  fondo  de  su  imaginación  desfilar  como  por  un 
Vwuyj)  cinematográfico  la  gran  caravun.i  doliente 
de  los  mutilados;  com])artió  el  dolor  de  los  huér- 
fanos y  de  las  madres,  de  las  hei-manas  y  de  las 
novias,  y  d(jó  cori'cr  la  pluma  pai'a  darnos  "(íesta 
de  héroes",  un  libro  ([ue  basta  |)ara  consagrarlo 
conu)  un  gran  |)oeta  é])¡co.  Si  Rubén  iDarío  no 
hubiera  escrito  otro  libro  (pie  "Prosas  ])rofanas", 
si  Eca  de  Queiros  sólo  hubiera  publicado  el  " Epís- 
tola i'io  de  Fradi(iue  Méndez",  y  si  Goethe  sólo  hu- 
biera concebido  a  "Fausto",  los  tres  serían  igual- 
mente inmortales.  Hay  libros  quv  consagran  toda 
la  obra  de  un  autor.  Es  más,  hay  versos  capaces  de 
hacer  un  nombre  célebre.  "La  musa  del  arroyo", 
-de  Oarrere ;  "Adelfos",  de  Manuel  Machado;  "La 
marcha  triunfal",  de  Darío,  y  la  "Oración  por  to- 
dos", de  Hugo,  pei'tenecen  a  esta  clase  de  versos  (jue 
semejan  saltos  de  cíclopes  capaces  de  hacer  llegar  a 
un  poeta  hasta  la  cumbi-e.  Por  eso  digo  ([ue  "Gesta 
de  héroes"  es  el  lib)-o  máximo  de  Federico  de  Ibar- 
zábal, este  volumc  n  es  la  obra  que  consagra  al  poeta. 
Creo  ({ue  es  ésta  una  de  las  pocas  cosas  en  (pie  es- 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  103 

toy  eomplctaineiite  de  atniordo  con  esa  cumbre  drl 
Parnaso  hispano  que  se  llama  Salvador  Rueda. 

No  hay  poeta  cubano  más  complicado  que  Ibar- 
zábal.  Ofrece  aspectos  tan  opuestos  í|ue  al  anali- 
zar su  espíritu  o  su  obra  sentimos  una  vacilación 
como  raras  veces  se  j)resenta.  El  poeta  épico,  de 
imájíenes  sangrieiitas.  de  ideas  fuertes,  que  nos 
hace  sentir  una  emoción  dislacerante  con  los  versos 
de  ''Gesta  de  héroes",  cambia  radicalmente,  y  tór- 
nase como  poi-  encanto  en  un  cantor  de  frivolida- 
de.s,  sutil,  fácil  y  risueño  en  la  colección  de  versos 
que  forman  su   libro  "Una  ciudad  del   Trópico". 

Los  dos  libros  mencionados,  entre  los  cuales 
hay  el  corto  intervalo  de  un  año.  no  parteen  del 
mis)no  poeta.  En  uno,  la  aurora  sangrienta,  las 
noches  tenebrosas,  el  eco  de  las  batallas ;  en  el  otro, 
diáfanos  atardeceres,  noclus  de  luna  y  risueñas 
canciones  infantiles.  Marcan  los  dos  extremos  de 
la  obra  del  i)()eta,  o  mejor  dicho,  los  dos  aspectos  del 
complicado  espíritu  de  Ibarzábal. 

"Uim  ciudad  del  Trópico"  (s  un  libro  consagra- 
do a  la  Habana.  El  Morro,  el  Malecón,  el  cemente- 
rio, los  par(|ues,  el  Foso  de  los  Laureles,  joyas  de 
los  tiempos  idos.  <  stán  en  los  versos  como  en  un 
cofre  magnífico;  los  idilios  que  vivió  el  poeta,  las 
horas  de  nostalgia,  el  dolor  del  recuerdo,  están  di- 
chos también  cautivadoramente.  En  este  libro  está 
una  'de  las  mejores  poesías  (pie  ha'  escrito  Ibarzábal, 
es  el   "Prólogo": 

Esta    ciudad    picante    y    loca 
que   está   engarzada    en    una    roca 
como    \xn    diamante    colosal, 
llena    de   luz   mi   poesía. 


104  LOS   CONTEMPORÁNEOS 

I  Alucinante    pedrería! 
¡Extraordinario    pedernal! 

Amo    tu»   KorjM   vespertinas, 
tus    elegancias    femeninas, 
tu    cielo    azul,    tu    malecón. 
Superficial   y   pizpireta 
vives   tu    vida   de   coqueta 
del    albayalde    al    bermellón. 

Vives   en    una    carcajada. 
Una    perenne    mascarada 
te    hace    reir,    siempre    reir. 
Ríen  tus   lamias,   tus  beodos; 
altos    y    bajos;    porque    todos 
juegan   dinero   al   porvenir. 

Eres   equívoca    y   absurda; 
aristocrática    y    palurda, 
algo    moderna    y    algo    cruel. 
Bajo    tu    cielo    yo    he    soñado, 
paseando    solo    y    encantado 
tus    avenidas    de    laurel.  .  . 

La  teoría  bastante  generalizada  de  que  la  forma 
de  un  verso  debe  corresponder  al  espíritu  o  a  la 
idea  (pie  (  neierra.  tiene  en  este  poeta  un  excelente 
adepto.  Ibarzábal  nos  habla  de  la  Habana,  de  la> 
ciudad  frivola,  picante,  plena  de  idilios  bajo  la  luna, 
la  ciudad  risueña,  jacai'era,  cosm()})olita,  en  la  cual 
hay  alji'o  de  et(M-no  carnaval,  ({ue  vivej  una  viáa 
loca  sin  pensar  en  el  mañana,  la  ciudad  del  one  *t«p 
y  de  los  cantos  picantes,  ([ue  tiene  extraña  mezc4a 
de  lo  moderno  y  de  lo  viejo ;  nos  habla  de  elte  y  lo» 
hace  en  versos  fáciles.  En  la  melodía  de  las  ©st?»- 
fas  hay  algo  de  los  acordes  de  las  danzas  locas, 
Como  testimonio  copio  sus  versos  "De  carnaval":; 

Blancas    tocas, 
serpentinas, 
rojas   bocaa; 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  105 

Colombina» 
y    divinas 
risas    locas. 
Bulle    el    prado 
disfrazado 
de   alegría. 
¡Tarde    pía! 
Alma    mía 
¿has   gozado? 

Y  cuando  el  poeta  nos  da  canciones  de  la  o;ucrra, 
•cuando  quiere  reflejar  (U  la  sonoridad  de  la  estrofa 
el  rugir  del  cañón,  emplea  versos  dv  arte  mayor, 
versos  de  veinte  sílabas,  de  quince,  de  catorce, 
versos  que  tiem  ii  alfío  de  la  rijridez  del  acero  como 
éstos,  escogidos  al  acaso: 

Han    pasado    las    bárbaras    hordas    que    llevan    la    muerte    en 

(su    seno 
ha     corrido     la     sangre     fecunda     y     heroica     en     purpúreos 

(arroyos . . . 

Es  Ibarzábal  el  único  poeta  que  en  imestra  tierra 
ha  tenido  audacia  sufíciente  para  romper  con  la 
ti'adición  y  darnos  versos  en  esta  forma. 

Federico  de  Ibarzábal  ( s,  sin  duda,  un  gran  poe- 
ta, mejor  dicho,  un  gran  sensitivo,  pero  no  domina 
el  verso  ;  mas  bien  es  un  esclavo  de  la  rima  rebelde, 
que  un  dominador  de  la  forma.  No  ha  logrado, 
como  Xiúle  Inclán,  dominar  su  estilo.  Abusa  de  las 
metáforas  demasiado  atrevidas,  necesita  rondar  en 
derredor  de  una  idea  antes  de  fijar  su  pensamiento. 
Hay  que  convenir  con  La  Bruyero  que  "entre  to- 
das las  diversas  expresiones  que  pueden  tener  nues- 
tras ideas,  sólo  hay  una  exacta."  A  veces  nos  hace 
el  efecto  de  que  el  poeta  (}uiere  decir  algo  que  no 
puede  expresar;  vemos  ideas  oscuras,  las  cuales,  ana- 


106  LOS   CONTEMPORÁNEOS  ■' 

lizatlas,  nos  darán  un  idea  bella;  aljíunas  de  sus; 
poesías  reí^uieren  un  gran  cuidado  para  compren- 
derse. Otras  son  defectuosas  como  "Esta  noche  de- 
junio. .  .  " 

Esta   noche   de   junio   trajo    un   calor   «speso. 

La    ciudad    está    envuelta 

en   un   vapor   viscoso 

y   se   puede   mascar   la    tiniebla. 

lEl  "calor  ( speso",  el  "vapor  viscoso"  y  espe- 
cialmente el  que  se  "pueda  mascar  la  tiniebla",  me 
l)arecen  un  desmedido  efectismo  imperdonable  en 
un  poeta  como  Ibarzáibal. 

8e  me  dirá  que  Emilio  Bobadilla  fué  el  creador 
de  esa  imagen.  Bi(n,  pero  es  que  es  ese  uno  de  los 
mas  grandes  en-ores  del  crítico  y  poeta  cubano. 

El  soneto  "Cofre  de  la  Historia"  encierra  un 
error  histórico  incomprensibl» ,  en  quien  se  siente  ca- 
paz de  cantar  a  la  Habana.  Nos  dice  el  poeta : 

Cristóforo    Colombo,     tranquila,     dulcemente 
bajo    la    ceiba   augusta    las    manos  alzaría. 

Cosa  ésta  que  es  de  todo  punto  imposible,  r*  qu» 
Cristóbal  Colón  no  estuvo  nunca  en  la  Habana. 
Nuestro  puerto  fué  descubierto  por  Ocampo,  j  ya 
en  esta  época  el  Gran  Almirante  agonizaba  en  Va- 
Iladolid.  Otras  cosas  hay  en  la  obra  de  Tbarzábal 
<|ue  no  acierto  a  explicarme.  Acjuel  soneto  que  dic« 
en  la  segunda  cuarteta : 

Preparaba    un    tratado    de    energí» 
en  que  el  verbo  sonoro  y  elocuente 
condenó   las    dulzuras    del    farnient* 
y    dijo    que    era    un   vicio   la    poesía. 

El  Último  verso,  como  se  ve  al  momento,  es  uií 


:  A.  LÁMAR  SCHWEYER  107 

ripio  indiscutible.  Xo  sé  (lué  ocurre  con  los  poetas 
couti'inporáiieos  en  Cuba,  pero  ereo  (pie  uo  existe 
uiujíuna  al  cual  no  podamos  encontrar  un  verso  cor- 
to. Nuestros  poetas  no  sienten  como  sus  lu'i-nianos  de 
Francia,  1 1  «rran  cariño  de  la  frase.  No  pulen  »us 
veisos ;  escritos  rápidamente  pasan  al  libro  sin  una 
eorr('cci()n,  como  si  esto  no  tnviera  importancia. 

He  anotado  las  cualidades  bu<  ñas  y  malas  de 
Ibarzábal.  He  dicho  con  entera  t'ranciueza  los  de- 
fectos (pie  encuejitro  a  la  obra  del  autor  de  "El  bal- 
C(')n  de  . Julieta",  pei'O  no  b(  dicho  si  es  un  buen 
l)oeta  u  ]()  contrario.  Su  obra  adolece  de  «jraiules 
dorectos.  ])ei'o  tastos  están  com})ensados  ])()!•  las  «gran- 
des belhzas;  por  eso  diré  antes  de  terminal-,  ((Ue  es 
*iui  buen   poeta. 

Nacido  en  uiui  isla  ([ue  arde  bajo  ( 1  sol  de  los 
'rr(')picos,  en  una  ciudad  cuyo  re<>-azo  besa  el  mar 
hora  tras  hoi-a.  comenzando  a  sentii'  y  a  di  finir  sus 
sentimientos  en  una  de  esas  épocas  en  (pie  el  senti- 
miento y  la  exi)resión  pasan  por  instantes  dt  incer- 
tidumbre.  es  un  ])oeta  complicado  (pie  siente  el  do- 
lor de  la  vida  y  trata  de  desterrarlo  de  su  espíritu, 
un  poeta  cuya  musa  tiende  a  lo  frivolo  y  a  lo  fácil, 
pei'o  que,  voluble  como  una  mjer  bonita,  se  vuelve 
huraña,  árida,  despectiva  y  sonora,  para  darnos 
"Gfsta  de  héroes'*.  Saludemos  en  Ibarzábal  el 
triunfo  del  neopayanismo,  (pie  es  la  victoria  de  la 
humanidad  sobre  el  dolor  cotidiano ;  acojamos  su 
obra  (£ue  es  renovadora  del  sentimiento,  porípie  él 
nos  da  un  nuevo  horizonte  sentimental,  y  esto  es 
di<í)io  de  alabanzas. 


VI. 
PUALINO  G.  BALZ 


"Las  furias  de  la  brega  que  me  azotan 
no  harán  que  doble   la  cerviz.      Cobarde 
es   aquél   que   ka   luchado   y   lo   derrotan 
como   el  sol  a  los  besos  de  la   tarde." 


(Paulino  G.  Baes.) 


PAULINO  G.  BAEZ 

El  gran  poeta  aiulaluz  autor  de  "El  Alcázar  de 
las  Perlas",  Francisco  Villaespesa,  retrató  a  Pau- 
lino G.  Baez  en  estos  versos : 

Eres    altivo    y    fuerte.       Tu    fiera    adolescencia 
no    es    una    de    esas   flores,    enfermas    de    cansanci* 
que    sobre    los    triclinios    de    nuestra    decadencia 
evocan    los    ambiguos    festines    de    Bizancio. 

Ese  es  Paulino  ü.  Baez.  Villaespesa  con  sutil 
sentido  psicológico  penetró  en  el  alma  de  este  joven 
cantor.  Es  tal  vez  uno  de  los  pocos  que  han  sabido 
comi)render  el  valor  del  poeta.  El  oran  evocador 
de  los  generalifes  y  de  las  sultanas,  el  poeta  dulce 
que  ama  la  melodía  de  las  guitarras  de  su  tierra,  ha 
comprendido  y  apreciado  la  altivez  y  la  fuerza  del 
poeta  cubano. 

Baez  es  un  espíritu  fuerte  que  ha  vivido  en  lu- 
cha continua  con  un  ambiente  hostil.  No  hay  en 
Cuba,  ni  ha  habido  en  mucho  tiempo,  un  poeta  más 
discutido  que  éste  de  quien  ahora  hablo.  Para  enal- 


114  LOS   CONTEMPORÁNEOS 

tecerlo  unas,,  para  atacarlo  otras,  han  corrido  las 
plumas  de  muchos  escritores,  poetas  y  periodistas 
de  Cuba.  La  polémica  ha  seguido  sus  pasos  a  tra- 
vés de  la  senda  lírica  porque  marcha  el  poeta.  Tal 
parece  que  Baez  tiene  el  raro  poder  de  mover  la 
opinión,  cosa  ésta  que  constituye  un  triunfo  en 
un  medio  como  el  nuestro  indiferente  por  naturaleza 
a  toda  manifestación  artística. 

Creo  que  respecto  a  Bat  z  se  ha  exagerado  mu- 
iiho ;  no  es  en  verdad  el  poeta  cumbre  que  muchos 
han  creído  encontrar,  pero  no  tampoco  el  simple 
rimador  que  otros  han  visto.  Es  simplemente  un 
buen  poeta  que  tiende  a  ser  mejor  cada  día.  De- 
fectuoso en  la  forma,  pero  robusto  en  la  inspira- 
ción, ha  de  llegar  muy  alto  con  un  poco  de  esfuerzo. 

Hay  en  Baez,  especialmente  en  el  Baez  de  estos 
últimos  tiempos,  un  poeta  viril,  olímpico  y  desde- 
ñoso, en  el  cual  han  ejercido  poderosa  influencia 
dos  grandes  poetas  americanos,  Díaz  Mirón  y  Cho- 
cano.  Su  estro,  mezcla  de  tres  infleucias,  es  fuerte 
y  rotundo.  Tiene  algo  del  orgullo  de  Díaz  Mirón, 
de  la  sonoridad  impecable  de  Chocano  y  de  la  ro- 
busta inspiración  de  "Walt  Whitman. 

Paulino  G.  Baez  se  ha  compenetrado  con  el  sen- 
timiento moderno.  Adelantándose  a  todos  sus  com- 
patriotas ha  iniciado  en  estos  iiltimos  tiempos  un 
ovimiento  hacia  el  Neopaganismo.  Entre  las  múl- 
tiples tendencias  surgidas  con  la  guerra  hay  una 
bien  definida  que  tiende  a  lo  pagano.  Aquellos  bar- 
dos de  antaño  encerrados  en  su  propio  dolor,  están 
^ya  en  plena  decadencia.  Los  nuevos  poetas,  los  que 
>eomienzan  ahora  a  rimar  sus  ideas  y  sentimientos, 
han  de  dar  algo  nuevo,  una  filosofía  optimista  que 
sustituya  al  pesimismo  moderno. 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  1  1 5 

DAiiminzio  y  Maeterlink  son  hoy  por  hoy  los 
puntos  de  referencia  (|iie  tiene  la  juventud  para 
orientarse.  Hay  que  huir  del  dolor.  Es  decir,  hay 
(|ue  sobreponerse  al  dolor  de  la  vida,  triunfando 
de  nosotros  mismos.  El  problema  del  sentimiento 
moderno  está  en  llegar  con  la  serenidad  de  Kant  al 
epicui'eisiiio  de  Nietzehe.  Esto  solo  se  obtiene  r«- 
chazando  el  dolor,  buscando  la  parte  gi-ata  (pie 
tiene  la  vida,  olvidando  el  resignado  pesimismo 
de  Toman  de  Kempis,  para  buscar  algo  más  bello,  y 
más  grato.     lEn  resumen   hay  que  ser  optimista. 

El  dolor  que  para  muchos  es  tema  inagotable  de 
bellas  estrofas,  no  es  lo  único  que  tiene  la  vida.  Me 
refiero  al  dolor  en  sí  mismo,  no  a  aquellas  cosas  que 
tiene,  como  el  amor,  un  encanto  doloroso,  esas  serán 
siemiu'e  bellas  y  sugestivas.  iLo  (pie  sí  me  repugna 
son  esos  poetas  cuya  lira  sólo  vibra  al  mágico  con- 
tacto del  doloi-,  esos  cuyo  corazí'ni  parece  una  fuente 
(pie  sólo  vertiera  amargura.  El  dolor  inmotivado  es 
simplemente  una  enfermedad  de  la  sensación.  Not- 
zing,  Legrand,  Malí.  l>inet  y  Lombroso  han  dedi- 
cado muchas  páginas  en  sus  libros  a  este  caso  pato- 
lógico. Max  Nordau  también  ha  dedicado  largos  es- 
tudios a  esta  degent  ración. 

El  Sadismo,  y  el  Masoquismo,  aberracionts  sen- 
suales cuya  única  base  es  el  dolor,  no  son  otra  cosa 
(pie  aberraciones  del  sentimiento,  anomalías  inex- 
}¡>lical)les,  al  igual  que  el  fetichismo  y  tantas  otras 
([ue  han  sido  la  verdadera  causa  del  desequilibrio 
erótico  y  sensitivo  de  la  literatura  a  fines  del  pa- 
sado siglo  y  a  principio  del  presente.  Por  suerte 
esta  inclinación  va  pasando,  o  ha  pasado  completa- 
mente, y  como  ocurre  siempre,  otra  inclinación  dia- 
metralmente  opuesta  guía  el  sentimiento  de  los  jó- 


116  LOS  CONTEMPORÁNEOS 

venes.  Esta  última  forma  tiene  en  Cub^i  algunos 
cultivadores,  que  siguiendo  de  cerca  el  movimiento 
serán  más  adelante  los  directores  espirituales  de  la 
América  latina.  Acosta,  La  Villa,  Ibarzábal  y  Baez 
han  iniciado  esta  renovación  espiritual;  Acosta  y  La 
Villa,  siguiendo  el  esplritualismo  dé  Maeterlink, 
Ibarzábal  y  Baez  por  el  positivismo  de  iDAnnunzio. 
De  estos  cuatro,  es  Paulino  G.  Baez  el  más  au- 
daz, el  que  tiene  un  conjunto  de  ideas  más  varoni- 
les y  fuertes,  sin  que  llegue  nunca  a  la  vulgaridad. 
Es  un  poeta  sincero.  Nos  habla  con  igual  franqueza 
de  sus  dolores  y  do  sus  amores ;  sabe,  cuando  quie- 
re, copiar  el  dolor  ajeno,  dándonos  la  emoción  de  lo 
externo,  con  lo  que  demuestra  tener  gran  sensibili- 
dad.    Su  verso,  como  él  mismo  nos  dice : 

Es    unas    veces    huracán    que    muj^e, 
otras    arpegio    modulando    un    canto; 
alborotada    tempestad   que    crug* 
o    lagrimal    que    se    desata   en    llanto. 

Paulino  G.  Baez  es  uno  de  los  pocos  poetas  que 
hím  cambiado  sin  evolucionar.  Su  obra  literaria 
tiene  dos  puntos  opuestos  en  "Sendas  Líricas"  y 
-^'Siembras  nuevas",  no  hay  nada  intercalado  entre 
ellos.  Del  enfermo  pesimismo  primitivo  ha  pasado 
al  sano  optimismo,  pero  rápidamente,  su  camibio 
ha  tenido  algo  de  convulsión,  ha  sido  rápido,  y  tam- 
bién inesperado.  Con  la  "fuerza  de  su  poderosa  vo- 
luntad ha  sabido  sustraerse  del  ambiente.  De  aquel 
poeta  melancólico  y  resignado,  de  aquel  cantor  de 
pasiones  contenidas,  de  aquel  poeta  algo  sensual  y 
fatalista  que  recordaba  a  Baudelaire,  no  queda 
nada.  El  poeta  de  ahora  es  altivo,  fuerte  y  expre- 
sivo.     Aniceto   Valdivia,  nuestro   gran   crítico  con- 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  1  I  7 

i,emporáiieo,  fué  un  profeta  cuando  dijo  al  hablar  dU 
ftaez:  ''Es  un  nostálfrico,  es  decir,  un  enfermo.  Pero 
la  poesía  lo  curará."  BI  vaticinio  del  "Conde  Kos- 
tia"  se  ha  cumplido  totalmente.  No  queda  nada  dfi 
"*)oeta  de  antaño,  oid  si  no  lo  que  el  mismo  nos  dicf» 
en  sus  versos  "Resurrección": 

Canto   ahora   a   la    vida.     Yo   que   canté  a   la   pena; 
a   la    tristeza    horrible    de    mi   te-rror    cerval. 
Canto    a    la    vida    ahora    porque    la    vida    e»    DUcí» 
y    e«     para     los    mortales    perenne    carnaval. 

A    mi    íntimo   alborozo   huyen   los   maleficios 
que  hicieron  vibrar   tristes  aquel   viejo   laúd, 
y,    ahora,    entre    la   fronda    desgranan   epinicio» 
triunfales   las   alondras,    de   amor   y   juventud. 

La   vida    es   otra   cosa   mejor,    y   los    rapsodas 
•jue   adoran   la   belleza   en   todo  su  esplendor 
deben   rehuir  del   duelo   y   las  tristezas   todas 
para   elevar   un   salmo   de   gloria   al   Hacedor. 

Paulino  G.  Baez  es  un  poeta  de  sentimiento,  un 
poeta  fácil,  un  temperamento  lírico,  pero  es  un  ri- 
mador defectuoso.  No  siente  por  la  frase  aquel  ca- 
riño de  los  grandes  modernistas  primitivos,  no  es 
un  devoto  de  esa  divina  religión  del  ritmo,  hay  eu 
su  construcción  un  descuido  imperdonable.  Piensa 
tal  vez  que  la  frase  es  un  vehículo,  sin  comprender 
que  en  la  poesía  la  música  es  tan  necesaria  como  la 
idea.  Más  todavía,  para  los  modernistas  la  frase 
vale  más  que  la  idea.  El  ritmo,  tanto  como  el  sen- 
timiento. Un  poeta  que  no  sea  un  gran  sensitivo, 
pero  que  sea  un  buen  rimador  llegará  más  rápida- 
mente y  de  un  modo  más  profundo  al  corazón  de  los 
lectores.  Si  prosistas  tan  exquisitos  como  Flaubert 
y  Lemmonier  cincelaban  meticulosamente  la  frase  de 


I  1 8  LOS   CONTEMPORÁNEOS 

los  poetas  deben |  superarlos.  La  pialabra  debe 
estar  aeoi'de  con  la  idea  que  expresa.  Verlaine  lo 
sabía,  y  por  eso  construía  sus  versos  con  el  cariño 
<le  un  orfebre. 

No  niego  que  Paulino  G.  Baez  tiene  estrofas  ad- 
mirablemente cinceladas,  como  ''La  fuente  del  ca- 
mino',' "Mientrau  ])asan  las  nubes'"  y  otras  mu- 
chas, pero  junto  a  ellas  hay  otras  esci'itas  con  la- 
mentable descuido,  como  "Blasón",  ([ue  dice: 

Malo    ha    querido   la   maldad    que    fuera 
y   me   ungió   de   un   terrible   maleficio 
con    el    poder    de    una    Bayadera. 

¿Cómo  pudo  Baez  escribir  rse  soneto?  Débil  y 
confusa  la  idea,  produce  una  lastimosa  impresión  en 
el  lector  (|iu'  tropieza  con  semejante  ''i'ipio''.  Re- 
flexione el  poeta,  y  piense  que  así  como  hay  versos 
<pu»  por  su  valor  artístico  llevan  el  nombre  de  un 
poeta  al  grado  máximo  de  la  admiración  popular, 
los  hay  también  capaces  de  destruir  una  labor  de 
muchos  años. 

En  el  último  libro  de  Paulino  G.  Baez,  ''Siem- 
l)ras  nuevas",  hay  una  parte  dedicada  a  una: 

"novia    ideal    que    el    labio    nombra." 

que  es  cautivadora  por  su  sencillez  y  su  forma.  Es 
una  colección  de  sonetos  entre  los  cuales  llama  po- 
derosamente la  atención  "Sui  Generis",  "Rosario 
(le  sonetos",  versos  escritos  i)ara  una  novia  real  o 
ideal,  pero  que  tiene  la  dulzura  del  sentimiento  que 
los  i)ispiró.  Esa  novia  ideal  de  que  nos  habla  el 
poeta  habrá  sabido  comprender  el  oculto  sentido  que 
para  nosotros  tienen  estos  versos.     Como  la  religio- 


A.  LÁMAR  SCHWEYER  I  1 9 

sa  por  cuyas  manos  pálidas  de  lirio,  cruzan  silencio- 
sas las  cuentas  del  rosario,  por  el  corazón  de  ella  ha- 
brá pasado,  silenciosa  también,  pero  dejando  hon- 
do huella,  la  intensa  emoción  que  palpita  en  las 
estrofas. 


índice 


wmmmmmmm 


índice 


Página. 

DEDICATORIA 5 

LA  EVOLUCIÓN  MODERNISTA 9 

AGUSTÍN  ACOSTA 2  5 

SERGIO  LA  VILLA 4  3 

GUSTAVO  SÁNCHEZ  GALARRAGA 59 

MIGUEL  GALLIANO  CANCIO 81 

FEDERICO  DE  IBARZABAL 95 

PAULINO  G.  BAEZ. 109 


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