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Full text of "Los valencianos pintados por si mismos : obra de interes y lujo"

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PINTADOS  POR  SÍ  MISMOS. 


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PINTADOS  POR  SI  MISMOS. 


©siail  ©3  así^íaiasa  ^  a^nj(£) 


ESCRITA 


?CE  nii::  DisTiifrjiDCs  sssritcesc. 


(ó)   Q^tm, 

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VALENCIA. -1859. 

Imprenta  de  La  Regeneración  Tipográfica. 

DE  D.  IGJÍACIO  BOIX, 

calle  ilel  Sagrario  de  Sta.  Cruz.  núm.  í 


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Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2010  with  funding  from 

University  of  Toronto 


http://www.archive.org/details/losvalencianospiOOvale 


Oegün  la  prisa  que  se  da  á  destruir  é  iniílilizar  este 
siglo  de  vias  ferradas  y  de  cables  eléctricos  ,  es  de  pre- 
sumir que  la  tarea  de  los  futuros  arqueólogos ,  cuando 
traten  de  exhumar  y  reconstruir  la  sociedad  actual, 
sera  algo  mas  ruda  que  la  de  los  arqueólogos  presentes, 
cuando  se  ponen  á  exhumar  y  reconstruir  las  socieda- 
des pasadas.  Una  destrucción  inteligente  y  presumida 
como  la  nuestra  ,  es  mas  mortífera  y  absoluta  que  una 
ciega  y  brutal,  como  la  de  los  bárbaros.  Las  generacio- 
nes guerreras  que  brotó  el  mundo  joven  aun  y  lozano, 
al  pasar  unas  sobre  otras,  aplastándolas,  no  las  pulve- 
rizaron del  todo.  Palmira  ,  Elora,  Meníis  y  Nínive,  nos 
guardan  sus  libros  ,  caracteres,  y  cuadros  de  mármol  y 


granito :  el  Vesubio  nos  ha  conservado  por  espacio  de 
diez  y  ocho  siglos  dentro  de  un  escaparate  de  lava  á 
líerculano  y  Pompeya ;  es  decir  á  una  Roma  de  ayer,  á 
Roma  material  y  sensual  con  sus  magnificencias  y  tri- 
vialidades ,  á  Roma  religiosa  y  filósofa  con  sus  templos 
y  palimpsestos.  ¿Qué  guardaremos  nosotros  á  la  socie- 
dad del  siglo  cuarenta?  Nada.  Habremos  apagado  la 
ciencia  de  la  arqueología ,  quitándole  la  base  y  el  obje- 
to.... A  no  ser  que  ese  turbio  é  impetuoso  rio  que  lla- 
man tiempo  ,  al  arrastrar  al  océano  de  la  eternidad  al 
hombre  y  á  sus  cosas  ,  escupa  á  la  orilla  con  la  violen- 
cia de  la  corriente  algún  fragmento  informe,  que  recoja 
un  curioso  ,  y  le  sirva  de  piedra  para  reedificar  lo 
que  ya  no  existirá.  Y  si  la  piedra  fuese  casualmente  el 
libro  que  sigue  á  estas  reflexiones ,  seria  un  hallazgo 
no  despreciable ,  porque  hallaria  en  él  condensados  y 
concretos  ,  elementos  que  por  el  sistema  ordinario  de 
estudio  é  investigación  ,  fuera  arduo ,  cuando  no  impo- 
sible obtener. 

Tal  vez  parezca  á  alguno  sobrado  grave  y  didáctica 
la  entrada  de  un  libro,  en  el  cual  la  sociedad  se  ve  casi 
en  su  totalidad  contornada  por  caricaturas.  Pero  ade- 
más de  que  esas  caricaturas  son  una  verdad ,  asi  como 
los  llamados  altos  intereses  de  la  humanidad  no  son 
sino  farsa  ,  cuando  se  desciende  á  analizarlos  sin  pa- 
sión; esta  publicación  representa  un  fin  eminentemente 
moral  y  de  doctrina,  y  demasiado  enlazado  con  el  estu- 
dio del  hombre ,  para  demostrar  su  interés  por  otra  via 
que  por  la  que  hemos  escogido.  Al  lector  tocará  deci- 
dir si  hemos  alcanzado  á  llenar  el  importante  objeto 
que  nos  inspiró  la  idea  de  recoger  á  toda  prisa  ,  y  fijar 
de  una  manera  permanente,  tipos  que  quizá  no  tarden 
en  desaparecer. 


Kii  cslr  lii'iH'in  (le  Irab.'ijos  lilor.iiios  ,  so«riin  I;í  \h'- 
iin.il  (  icriK  i.i,  los  Irniiroscs  fiiirnii  los  primríds  en  In- 
ni.ii-  1.1  iiiicialivM  ,  cuando  dicioii  ;i  luz  los  fnuirrsrs 
uintddiis  por  sí  nn'snuts  ;  si«;n¡('ii(lolrs  los  españoles  ron 
<»li'a  «galería  de  li|)os  nacionales  pnidicada  en  Madrid 
en  IHii.  ^  sin  endtarno  es  indndahle  (jue  anles  <le 
aqnellos  y  éslos  ,  nn  N'alenciano  so  dedicó  á  (¡nes 
del  si^lo  pasado  ,  á  osteroolipar  en  verso  ,  y  con  niia 
sencillez  y  verdad  adniirahle  muclios  de  los  ori<ii- 
nalcs  qne  aliora  se  presentan  en  escena.  El  Valenciano 
íné  Callos  Ros,  bien  conocido  de  los  amanles  de  la 
lilerainra  lemosina  ;  de  (piien  El  Cid  y  periódico  rpie  se 
publical)a  en  esla  Cindad  en  18i8^  trasladó  á  sus  folle- 
tines algunos  tipos.  Carlos  Ros  escribió  á  fines  del  siglo 
pasado;  lo  cual  basta  para  dejar  consignada  la  prioridad 
del  pensamiento  á  favor  de  nuestra  nación  ,  y  de  nues- 
tra provincia.  Bien  que,  aun  sin  ello  ,  ¿,qué  otra  cosa 
son,  sino  los  Valencianos  pintados  por  sí  mismos  ,  mu- 
chos de  esos  coloquis ,  que  andan  de  inmemorial  en 
boca  del  vuIíío  ,  v  sirven  de  distracción  á  la  ^ente  del 
pueblo  ,  pronunciados  por  una  especie  de  improvisatori^ 
con  gracia  inimitable  ,  y  sabor  local  sin  cotejo?  ¿Qué 
otra  cosa  son  sino  tipos  trazados  por  pincel  mas  ó  me- 
nos diestro  ,  mas  ó  menos  delicado ;  pero  siempre  ver- 
daderos, siempre  vivos,  siempre  originales? 

Continuamos  pues  bajo  otra  forma  ,  bajo  un  sistema 
mas  fdosófico  é  intencionado,  el  pensamiento  de  Carlos 
Ros.  Escribimos  para  la  posteridad,  y  también  para 
nuestros  contemporáneos.  Pagamos  un  tributo  á  las 
bellezas  que  nos  legaron  los  árabes  ;  fijamos  una  ima- 
gen fugitiva,  antes  que  la  borre  la  pesada  mano  del 
tiempo  ;  y  disecamos  ,  por  decirlo  asi ,  para  conservar- 
las, varias  plantas  indígenas,  que  de  otra  suerte  ame- 


nazan  agostarse,  y  confundirse  con  el  polvo  que  las 
produjo  Hasta  qué  punto  el  pintor  y  el  disector  hayan 
salido  airosos  en  su  propósito,  no  son  ellos  los  llamados 
á  fallar.  Lo  son  los  españoles  que  lean  la  obra  ,  y  con 
cuyas  simpatías  á  favor  de  ella  contamos  anticipada- 
mente ,  no  menos  que  con  una  benevolencia  ,  cuya  jus- 
tificación reside  en  la  índole,  tendencias,  y  fin  del  libro 
que  se  les  somete.  Por  eso  acometimos  confiadamente 
la  empresa  ,  por  eso  le  damos  cima;  y  por  eso  los  Va- 
lencianos comparecen  como  son ,  ante  el  gran  jurado 
nacional ,  del  que  á  su  vez  no  tarden  quizá  en  formar 
parte  ,  para  juzgar  y  aprender  de  los  demás ,  asi  como 
los  demás  pueden  ahora  estudiarlos  á  ellos ,  y  sacar  del 
estudio  enseñanza  provechosa. 


EL  VALENCIANO, 


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EL  VALENCIANO. 


iNGiNo  de  los  naturales  de  las  piovincias 
de  que  se  compone  la  Monarquía  espa- 
^d^  ñola ,  se  presta  á  un  estudio  tan  profun- 
do y  filosóíico  ,  á  nuestro  modo  de  ver, 
como  el  de  la  provincia  de  Valencia, 
Ora  se  quiera  mirar  como  causa  de  esta 
originalidad  el  clima  de  que  goza  este 
privilegiado  pais  ,  ora  se  atribuya  á  los 
resabios  que  existen  todavía  en  esta 
provincia  como  legado  de  la  dominación 
morisca,  es  lo  cierto  .que  el  valenciano, 
en  sus  costumbres ,  en  sus  usos  ,  en  su  carácter ,  en  sus  modos  de 
ser ,  y  hasta  en  su  idioma  habitual ,  difiere  de  un  modo  asaz  sensi- 
ble de  los  demás  naturales  de  las  otras  provincias. 

En  efecto,  el  valenciano  es  preocupado  y  aun  supersticioso  en 

materias  religiosas,  hasta  donde  puede  serlo  cualquier  otro  provin- 

2 


10  LOS  VALENCIANOS 

ciano  y  algo  mas ;  su  jovialidad  y  placentero  carácter  ni  participan 
de  ia  severidad  del  navarro  y  del  aragonés ,  ni  llegan  al  eslremo  del 
andaluz  y  murciano  ;  su  Irage  ,  por  mas  que  tenga  algunos  pun- 
ios de  contado  con  el  murciano  y  alicantino,  son  tan  pocos  que 
casi  nada  tienen  de  común  ;  su  idioma  habitual  en  nada  se  parece  al 
castellano,  ni  al  vascuense  ,  ni  al  andaluz ,  si  bien  existe  cierta  se- 
mejanza entro  el  catalán  y  él ;  su  claro  ingenio  le  hace  apto  para 
cualquier  empresa ,  por  arriesgada  que  parezca ;  su  sobriedad 
es  proverbial,  sin  escluirle  de  los  goces  de  la  gastronomía  siempre 
que  la  oportunidad  le  brinda ;  su  piedad  no  tiene  rival  en  el  globo, 
y  su  sufrimiento  no  tiene  limites  ni  lo  acobarda,  porque  liierve  en 
sus  venas  la  sangre  de  los  conquistadores  que  hicieron  morder  la 
tierra  á  los  proscritos  hijos  de  Agar. 

No  hay  duda  que  la  dominación  morisca  imprimió  de  tal  modo 
en  el  valenciano  sus  usos ,  costumbres ,  carácter  y  modo  de  existir, 
que  el  trascurso  de  seis  siglos  no  ha  sido  bastante  á  eslinguirlos  ,  y 
probablemente  permanecerán  sus  huellas  cuando  hayan  pasado 
otros  seis  mas  por  la  faz  de  la  tierra. 

El  valenciano  vive  ordinariamente  en  cabanas  (barraques)  for- 
madas en  su  parte  superior  de  un  sencillo  armazón  de  madera, 
cubierto  de  una  capa  de  enea  ,  junco  ó  paja,  y  la  inferior  de  lodo  ó 
barro ,  semejantes  á  las  que  constituyen  los  aduares  de  los  árabes 
en  el  desierto,  si  bien  mas  sólidas  que  aquellas,  y  en  las  que  se 
nota  una  propiedad  de  la  que  está  muy  lejos  el  africano.  La  cabana 
del  valenciano ,  llamada  también  casa  de  venganza  por  la  facilidad 
con  que  puede  incendiarse ,  aunque  ocupa  por  lo  regular  un  redu- 
cido perímetro ,  á  causa  de  la  necesidad  que  tiene  de  aprovechar 
el  mayor  terreno  posible  para  el  cultivo  ,  goza  de  todo  lo  necesario 
para  las  necesidades  de  sus  moradores.  Los  principales  deparlamen- 
tos de  una  barraca  ,  son  :  el  esíiidi ,  la  andana  y  el  estable.  El  es- 
ludi ,  ó  cuarto  destinado  para  dormir  el  padre  y  la  madre  ,  ocupa 
regularmente  una  tercera  parte  del  perímetro,  y  en  él  están  la  cama, 
el  arca  do  la  ropa  y  los  demás  muebles  de  importancia. 


PUNTADOS  IMjlt  .SÍ   MISMOS.  I  1 

CüiUiguo  al  csludi  osla  el  cslablo  ó  cuadra  ,  y  en  uiiu  do  It» 
úuguios  hay  una  escalera  de  madera ,  mas  ó  menos  segura,  «{uo  da 
subida  á  la  andana  ó  segundo  piso,  lugar  deslinndo  para  guardar 
las  cosechas ,  y  en  donde  suelen  colocarse  los  cañizos  para  la  cria 
de  los  gusanos  de  seda. 

Fuera  de  la  puerla ,  y  a  uno  de  los  lados  de  la  barraca  ,  «uclc 
haber  otra  de  reducidas  formas,  casi  en  miniatura,  (juc  es  la  que 
sirvo  de  cocina  ,  y  no  lejos  do  osla  se  ve  una  tercera  mas  inferior 
lodavia  ,  en  la  «juc  muchas  veces  habila  la  esperanza  de  la  familia, 
ó  sea  el  cerdo.  Kn  algunos  punios  suele  haber  una  muy  reducida 
y  en  forma  de  medio  huevo  que  sirve  de  horno. 

El  vestido  del  valenciano  todavía  reúne  mas  reminiscencias  dcj 
trago  árabe ,  que  sus  cabanas  de  las  tiendas  del  aduar.  Compó- 
nese  el  trage  de  verano  de  unos  zaragüelles  ó  cdlzoncillos  {camalets) 
de  lienzo  crudo  ,  atados  por  la  cintura,  cuyos  camales,  cstremada- 
menle  anchos ,  uo  pasan  de  las  rodillas ;  una  camisa  del  mismo 
lienzo,  un  gorro  encarnado  (barrcl)  idénlico  al  bárrele  tunecino, 
puesto  á  la  cabeza  ,  ó  en  su  defecto  un  pañuelo;  unas  albergas  {es- 
pardeñes),  y  un  pañuelo  en  la  cintura  sosteniendo  una  navaja  mayor 
de  edad ,  á  la  que  parece  quiere  desalojar  la  cruz  del  rosario  que 
pende  de  los  hombros,  sosteniendo  un  escapulario  con  los  santos 
Evangelios  y  algunas  medallitas  milagrosas  ,  á  las  que  profesa  una 
fe  á  prueba  de  bomba,  sin  dejar  por  eso  de  lener  su  poquito  de 
confianza  en  la  consabida  navaja  que  juguelca  con  ellas.  El  trago 
de  invierno  es  diferente  ,  pero  guardando  siempre  la  misma  analo- 
gía con  el  del  árabe.  Un  panla!on  de  una  tela  barata  y  sufrida,  casi 
tan  ancho  como  los  camalets ,  un  chaleco  sin  solapas  y  de  escolada 
espalda ,  ó  mas  bien  ,  con  la  espalda  de  la  misma  tela  que  el  resto 
del  chaleco  ,  el  gorro  ó  pañuelo,  las  albergas  ó  alpargatas  y  la  man- 
ta, son  las  piezas  de  que  so  compone  generalmente. 

Por  consiguiente  uo  puede  ser  mas  marcada  la  analogía  que 
existe  entre  el  tmge  del  valenciano  y  el  del  árabe  :  el  gorro  es  el 
que  exactamente  usan  los  naturales  de  la  regencia  de  Túnez;  el  pa- 


i  2  LOS  VALEiNCIANOS 

iuelo  eorresponde  al  turbante  ,  la  manta  al  alquicel ,  y  la  navaja  en 
la  cintura  representa  al  yatagán.  Si  á  esto  se  añade  un  culis  tostado 
y  á  prueba  de  sol  y  frió  ,  lluvia  y  viento  ,  todavía  resalla  mas  aque- 
lla analogía. 

Pero  no  paran  aquí  lodos  los  puntos  de  afinidad  que  tiene  el 
indígena  de  esta  provincia  con  el  de  los  desiertos  del  África.  El  va- 
lenciano de  la  huerta  ,  que  es  el  que  pintamos ,  montado  sobre  una 
cabalgadura  ,  es  un  reflejo  del  africano ,  con  su  aire  guerrero  ,  su 
frente  elevada  ,  su  manta  en  forma  de  desplegado  alquicel ,  y  final- 
mente con  todas  las  cualidades  que  distinguen  al  ginele  agareno  de 
todos  los  demás  menos  del  que  hablamos.  El  caballo  de  nuestro 
héroe ,  que  en  el  dialecto  del  pais  se  llama  rosi ,  no  tiene  mas  bri- 
das ,  bocado  ni  serreton  que  un  sencillo  ramal  dependiente  do  un 
cabezón  no  mas  lujoso ,  pues  ordinariamente  se  compone  de  una 
cuerda  de  esparto,  y  pocas  veces  de  correa ;  un  aparejo  redondo 
sobre  el  que  descansa  un  serón  ,  es  la  silla  de  montar,  y  no  tiene 
mas  estribos  para  facilitar  el  ascenso  que  la  cola  del  caballo  rodea- 
da al  pie  del  intrépido  ginete.  Pero  afortunadamente  no  necesita  de 
estos  ausilios  para  montar ,  pues  su  proverbial  ligereza  le  pone  á 
eubiei'to  de  los  inconvenientes  que  lleva  consigo  la  enojosa  obesi- 
dad. El  famoso  Arriaza  en  su  Profecía  del  Pirineo  ,  asegura 
«Que  con  puñal  en  mano 
Salta  á  la  grupa  el  leve  valenciano.» 

En  efecto  ,  algunos  ejemplos  que  la  tradición  ha  conservado  de 
ía  ligereza  del  valenciano  pudiéramos  aducir ,  pero  baste  saber,  que 
durante  la  guerra  de  la  independencia  española  se  repitió  con  algu- 
na frecuencia  el  hecho  de  ir  un  hijo  de  San  Luis  á  galope  sobre  un 
caballo,  echar  detrás  al  mismo  paso  un  valenciano  con  navaja  en 
mano ,  plantarse  de  un  sallo  á  la  grupa ,  desalojar  al  ginete  y  que- 
darse dueño  absoluto  de  la  cabalgadura,  sin  mas  preámbulos  ni 
discusiones.  A  esto  es ,  pues ,  á  lo  que  se  refiere  Arriaza  en  el  dís- 
tico que  hemos  copiado  de  su  escelente  oda. 

La  piedad,  del  valenciano  es  verdaderamente  ejemplar :  como  ya 


PIN'IAIJOS  l'OH   SÍ  MISMOS.  15 

hemos  diclio  ,  ol  rosario  con  sus  mcdallilas  ,  escapulario  y  demás 
signos  religiosos  nunca  so  sc|)aran  de  su  euello  ;  las  puiülas  del  es- 
Uidi ,  de  la  ventana  ,  de  la  andana  ,  y  la  parle  interior  de  la  tapa 
del  arca  ,  están  lionas  de  eslampilas  pegadas  con  almidón  ,  olileas, 
ó  á  veces  con  pan  ;  y  no  existe  partido  ó  comarca  de  la  huerta  con 
ermita  (pie  no  tenga  su  especial  patrono ,  al  (juo  se  obsequia  en  su 
dia  con  una  función  religiosa  ,  que  siempre  va  acompañada  de  mú- 
sicas, fuegos  artiticialcs  compuestos  de  cuerda  y  mascleís  (morte- 
retes) y  de  otras  demostraciones  piadosas  ,  y  ordinariamente  estos 
obsequios  suelen  durar  tres  dias ,  y  terminar  con  una  procesión.  Si 
un  individuo  de  la  familia  está  enfermo  ,  si  una  cosecha  corre  algún 
peligro ,  el  sanio  patrono  es  el  bálsamo  consolador ;  al  momento 
acude  á  él  la  familia  desconsolada  con  una  sencillez  digna  del  mayor 
creyente ,  con  una  pureza  do  corazón  y  con  una  fe  salvadora ,  y 
consigúela  salud  que  se  desea.  Después  de  esto  es  muy  justo  dar 
gracias  al  santo  patrono  con  una  misa  ú  otra  demoslracion  religio- 
sa ,  y  colgar  en  su  capilla  las  primicias  de  la  cosecha  que  se  creyó 
perdida.  Rasgo  digno  de  5>er  imitado  ,  y  muy  propio  por  cierto  de 
los  que  tienen  la  fe  del  inocente  y  justo  Abel ! 

Es  un  dogma  entre  ciertas  gentes  el  carácter  adusto  é  incivil 
del  valenciano,  y  aun  no  falta  quien  fundado  en  un  hecho  aislado 
llegue  hasta  asegurar  que  un  frac  ó  levita  es  recibido  en  la  huerta 
á  palos  y  á  pedradas  ,  como  lo  seria  una  pantera  en  medio  de  la 
plaza  del  Mercado.  Semejante  aserción  tiene  mucho  de  gratuita  y 
bien  poco  de  fundada.  El  valenciano  es  jovial ,  caritativo  ,  hospita- 
lario ,  servicial  y  afectuoso.  Es  cierto  que  sus  maneras  rudas  y 
bruscas  le  hacen  aparecer  las  mas  veces  como  no  es  en  si  realmen- 
te ;  pero  su  género  de  vida ,  el  aislamiento  en  que  ordinariamente 
vive  ,  y  mas  que  lodo  ,  la  total  falta  de  instrucción  en  la  generali- 
dad, le  hacen  aparecer  muy  diferente  de  como  él  es,  y  son  el  origen 
de  ese  carácter  ficticio  con  que  se  presenta  á  los  ojos  de  la  genera- 
lidad. Además,  ¿qué  civilidad  ó  afección  se  pide  á  un  ser,  que  á 
pesar  de  su  penoso  vivir  y  de  los  grandes  servicios  que  presta  á  la 


14  LOS  VALENCIANOS 

sociedad ,  suele  verse  escarnecido  y  aun  insultado  en  su  propia  mo- 
rada? ¿Cómo  quiere  encontrar  afable  y  dulce  al  valenciano  el  que 
sale  á  la  hiicrla  y  al  ver  á  un  labrador  dedicado  á  su  penosa  faena 
le  apellida  páparo  ,  kabila ,  abencerraje,  y  otras  cosas  por  el  estilo? 
Semejante  conducta  no  es  maravilla  reciba  en  recompensa  de  un 
ser  privado  de  instrucción  ,  una  pedrada  ,  un  palo  ó  una  cualquier 
insinuación  de  este  jaez. 

Nosotros  hemos  recorrido  la  huerta  por  todos  sus  cuatro  costa- 
dos ;  hemos  llegado  á  la  humilde  barraca  del  valenciano ;  le  hemos 
encontrado  jovial  y  dispuesto  á  satisfacer  hasta  nuestra  caprichosa 
curiosidad  ;  nos  ha  franqueado  las  puertas  de  su  albergue ;  nos  ha 
ofrecido  cuanto  tenia  en  él  y  podia  sernos  de  alguna  utilidad  ,  y  se 
ha  prestado  muy  complaciente  á  servirnos  de  cicerone,  resistiéndo- 
se luego  á  recibir  la  espresion  de  nuestra  gratitud  por  los  servicios 
que  nos  habia  prestado. 

Otra  de  las  causas  que  influyen  mucho,  á  nuestro  entender,  en 
la  irascibilidad  que  algunos  observan  en  el  valenciano  ,  es  el  trato 
que  ,  aunque  parcialmente  ,  se  les  suele  dar  intramuros.  El  valen- 
ciano ,  como  vendedor  de  sus  verduras  en  el  Mercado ,  ha  de  sos- 
tener luchas  enojosas  con  los  compradores  amigos  de  regatear, 
después  de  haber  sufrido  en  las  puertas  de  la  ciudad  el  pellizco  de 
los  consumos ,  arbitrios  municipales  y  otros  pájaros  que  no  cantan 
muy  á  su  sabor ;  como  femaler ,  ha  de  sufrir  las  sangrientas  pu- 
llas de  algunos  transeúntes  que  suelen  hacer  un  paralelo  entre  el 
rosi  y  el  propietario ,  y  siempre  ha  de  andar  con  ojo  avizor  y  pies 
de  plomo ,  temiendo  alguna  cogida  de  parte  de  los  alguaciles;  como 
carretero  ,  se  oye  apostrofar  frecuentemente  por  esas  calles  y  pla- 
zas con  adjetivos  tan  sabrosos  como  los  de  animal ,  bruto  y  compa- 
ñía ,  y  finalmente  bajo  cualquier  forma  que  se  ofrezca  á  los  ojos  del 
ciudadano  ,  siempre  se  ve  deprimido  en  su  amor  propio  por  entes 
que  solo  miran  al  pobre  labriego  desprovisto  de  oropeles  y  de  ins- 
trucción ,  y  no  divisan  en  él  al  que  les  proporciona  las  ricas  verdu- 
ras ,  las  nutritivas  legumbres ,  las  sabrosas  frutas  y  otros  innúmera- 


PINTADOS  IM)Il  SÍ   MISAIOS.  1 .") 

bles  arliculos  que  son  el  alma  do  la  gastronomía,  el  alimonlo  diario, 
el  origen  del  placer  del  glotón  ,  y  ol  objeto  que  tantas  golas  do  su- 
dor hace  derramar  ni  que  las  cultiva  para  recreo  del  consumidor 

Sin  embargo  ,  así  como  la  rosa  mas  bolla  no  deja  do  tenor  es- 
pinas.  así  también  ol  valenciano,  en  medio  de  sus  buoiías  cualida- 
des ,  tiene  sus  lunares  ó  defectos ,  como  todo  ser  que  camina  hacia 
la  perfectibilidad.  Apesar  de  su  piedad  sin  limites ,  de  su  caridad 
nunca  desmentida,  y  do  otras  prendas  ([uo  lo  hacen  recomendable 
y  digno  de  estimación,  nuestro  héroe  es  rencoroso  como  un  indio, 
y  nunca  perdona  la  ofensa  que  una  vez  recibió.  Si  en  el  acto  de 
inferírsele  un  agravio  no  tiene  á  mano  ol  medio  á  propósito  para 
vengarse  á  su  sabor ,  calla  y  espera  ,  devora  en  silencio  su  pesa- 
dumbre, amasa  y  revuelve  en  su  calenturienta  imaginación  los  mo- 
dos de  conseguir  la  reparación  que  ansia ,  y  sin  aparentar  enojo, 
antes  al  contrario  ,  simulando  un  olvido  que  jamás  existió ,  llegada 
la  ocasión  oportuna  ,  y  que  á  veces  esperó  meses  y  aun  años  ,  se 
lanza  sobre  su  presa  y  se  cobra  con  creces  y  hasta  con  lujoso  in- 
terés. 

Pero  cuando  el  valenciano  recibe  un  servicio ,  por  insignifi- 
cante que  sea ,  tampoco  lo  olvida  jamás :  pueden  pasar  años  sin 
recompensarlo  ,  si  su  posición  se  lo  impide  ,  mas  llegado  el  caso  de 
la  recompensa,  sabe  mostrarse  generoso  en  la  gratitud,  y  tanto 
como  cruel  estuvo  en  la  venganza  ,  porque  es  eslremado  en  amar  y 
en  aborrecer ,  á  fuer  de  buen  heredero  de  las  costumbres  agarenas. 

El  valenciano ,  como  ya  hemos  dicho ,  es  jovial  como  pocos 
otros  provincianos.  Si  en  medio  de  las  escenas  mas  serias  de  la 
vida  ,  como  en  una  lucha  ó  cualquier  otra ,  oye  el  rechinante  gemi- 
do de  la  dulzaina,  y  el  alborotador  sonido  del  tabalet ,  instrumen- 
tos que  pretenden  traer  su  origen  de  la  dominación  morisca  ,  y  que 
se  conocen  con  el  distinlivo  peculiar  de  música  del  país ,  inmedia- 
tamentd  depone  su  enojo,  disipa  su  furor,  arroja  las  armas  que 
el  deseo  de  la  venganza  tal  vez  puso  en  su  mano  ,  y  solo  respira 
júbilo  y  alegría.  Sin  embargo  ,  pasado  el  primer  ímpetu  se  acuerda 


16  LOS  VALENCIANOS 

de  sus  rencores  ,  á  fuer  de  débil  humano  ,  y  no  descansa  basla  mi- 
rarse satisfeclio. 

A  pesar  de  esto  el  valenciano  es  estimado  en  cualquier  parte 
por  los  grandes  servicios  que  presta  ,  ora  como  labriego  ,  ora  como 
industrial ,  ora  bajo  cualquier  forma  que  se  ofrezca  á  la  considera- 
ción del  observador.  Sus  verduras  y  ensaladas  gozan  de  una  reputa- 
ción envidiable  ,  tanto  en  la  península  como  fuera  de  ella  ;  sus  fru- 
tas tienen  una  fama  europea,  como  la  naranja ,  los  melones  ,  el  al- 
tramuz y  otras ,  y  finalmente  el  arroz  valenciano  ,  la  famosa  hor- 
chata de  chufas ,  y  las  apreciadas  anguilas  y  pájaros  de  la  Albufera 
en  todas  parles  son  recibidos  con  satisfacción.  El  sistema  de  riegos 
de  esta  huerta  también  es  digno  de  honorífica  mención  ,  siquiera 
haya  merecido  el  privilegio  de  ser  admirado  por  las  naciones  euro- 
peas ,  y  no  ha  muchos  años  vino  un  alto  personaje  eslrangero  á 
esta  ciudad  con  la  esclusiva  misión  de  estudiarlo,  para  servir  de 
norma  en  una  de  las  naciones  mas  adelantadas  en  asuntos  agrícolas 
é  industriales. 

Reasumiendo;  el  valenciano  es,  como  acabamos  de  ver,  uno 
de  los  provincianos  que  mas  resaltan  y  sobresalen  por  entre  los  de- 
más de  la  península  ,  tanto  por  sus  costumbres  y  género  de  vida, 
como  por  las  tradiciones  á  que  está  Ugado  ,  y  por  las  reminiscen- 
cias que  lleva  consigo ,  como  heredero  mas  inmediato  de  la  indó- 
mita raza  que  por  largo  tiempo  dominó  el  pais ,  y  que  no  lo  aban- 
donó sin  dejar  señales  ,  tal  vez  eternas  ,  de  su  paso  por  este  pedazo 
del  paraíso  ,  como  vemos  en  su  trage  ,  en  su  carácter  impresiona- 
ble ,  en  su  religiosidad  ,  en  su  modo  de  hablar ,  muy  parecido  á  la 
algarabía  de  la  morisma ,  en  sus  habitaciones,  y  hasta  en  los  nom- 
bres que  llevan  las  poblaciones  de  la  huerta,  como  Beni-Maclet, 
Bcni-Parrell ,  y  otros  ,  que  son  absolutamente  moriscos. 

Tal  es  el  valenciano  ,  aunque  pintado  á  grandes  rasgos ,  que 
-existe  todavía  y  forma  la  dilatada  población  de  las  ricas  orillas  del 
Júcar  y  del  Túria. 

•í®sé  %ai>a^tefi*  y  UJeda. 


EL  ESTERCOLERO. 


PINTADOS  pon  SÍ  MISMOS.  1  7 


EL  ESTERCOLERO, 

(FEMTER.) 


lÁTSDo  el  estrangero  tiende  una  ojeada  por  la  rica ,  mag- 

'j5  nífica ,  lujuriante  y  poderosa  vegetación  ,  que  despliega 

la  naturaleza  al  pie  de  las  murallas  del  Cid ,  cuando 

contempla  la  vida  que  bulle  dentro  de  la  bella  zona  de 

verdor  que  la  circunda  ,  cuando  recorriendo  las  encantadas 

orillas  del  Guadalaviar,  la  admiración  le  obliga  á  repetir 

con  Claudiano  el  pomposo  distico ,  aplicable  y  aplicado  con  mas 

justicia  á  nuestro  rio  que  al  Duero: 

Floribus  et  roséis  formosus  Turia  ripis, 
Fructibus  et  plantis  ,  semper  pulcberrimus  undis;  (1) 
ignora  sin  duda  que  uno  de  ios  mas  eficaces  ausiliares  de  esta  ve- 


(1)  Este  dístico  existe  al  estremo  del  malecón  del  Túria  ,  dando  frente  á  la  Cruz  de 
Mislata ,  entre  el  jardín  del  Barón  de  Santa  Bárbara  y  el  rio  ,  grabado  en  una  lápida  de 
mármol  negro.  Es  tomado  de  Claudiano  ,  pceta  latino  del  siglo  IV  (que  floreció  en  tiempo 
de  Arcadio  y  Honorio),  y  de  su  panegírico  de  Serena,  eipo*a  de  Stilicon.  En  lugar  de  Tu- 
ria, dice  el  poeta,  Duria,  Duero;  pero  se  ha  aplicado  oportuna  y  felizmente  á  nuestro 
rio  ,  sustituyendo  una  T  á  la  D. 

3 


18  LOS  VALENCIANOS 

getacion  ,  uno  de  los  primeros  coloristas  de  lan  hechicero  paisage 
reside  en  el  recinlo  de  sus  muros.  En  efecto,  este  eficaz  ausiliar,  este 
Lábil  colorista,  es  (si  no  lo  has ,  ó  lector,  por  pesadumbre)  el  estiér- 
col de  tus  casas  ,  y  el  polvo  calcáreo  de  tus  calles ,  cuyos  géneros 
esportados  á  los  basureros ,  y  distribuidos  luego  con  mano  inteli- 
gente y  laboriosa  ,  completan  el  curso  de  bonificación  de  la  prime- 
ra provincia  agricultora  de  España.  Falta  saber  que  para  beneficio 
de  esta  mina  envía  la  huerta  diariamente  dos  ó  tres  centenares  de 
esplotadores ,  los  que  salen  de  la  Ciudad  cargados  de  material  en 
bruto  ,  y  nos  le  devuelven  trasfoimado  en  rica  fruta  ,  sabrosa  ver- 
dura ,  ó  suculenta  legumbre. 

No  concuerdan  los  autores  en  la  fecha  que  se  deba  asignar  al 
derecho  de  los  citados  esplotadores  al  beneficio  y  beneficios  de  esta 
mina  inagotable  ,  por  la  sencilla  razón  de  que  ni  aun  concuerdan  en 
la  existencia  de  tal  derecho  :  por  lo  mismo  nos  limitaremos  á  con- 
signar el  hecho,  y  adelante;  que  hartos  hechos  pasan  entre  nos- 
otros ,  cuyo  derecho  es  harto  deslindable  y  controvertible ,  y  pasan 
y  pasarán,  Dios  ó  el  diablo  mediante.  Pero  lo  que  siempre  nos  ha 
causado ,  no  sabemos  si  llamarle  estrañeza  ó  risa,  es  la  singularidad 
que  ofrece  el  ejercicio  de  este  hecho  ó  derecho.  La  calidad  de  los 
frutos  de  la  mina  citada  es  tal ,  que  adquieren  un  desarrollo  conti- 
nuo y  diario  ,  en  términos  que  hinchen  los  filones,  rompen  las  vetas, 
llenan  las  galerías ,  y  acabarían  por  rebentar ,  con  grave  daño  ,  por 
lo  menos  de  uno  de  los  cinco  sentidos ,  si  no  estuviese  la  esplota- 
cion  en  razón  directa  é  inmediata  del  desarrollo.  Díceseles  á  los  es- 
plotadores:  Paga  por  sacar,  lo  que  si  no  saco  ,  has  de  sacar  tú; 
ó  bien  :  paga  por  libertarme  de  una  molestia  ,  de  que  si  no  me  li- 
bras ,  me  he  de  librar  yo  forzosamente  :  y  responde  el  esplotador: 
pago  por  sacar  lo  que  si  no  saco ,  has  de  sacar  tú  ;  porque  sin  lo 
que  saco  ,  no  tendría  que  meter  para  mi ,  ni  sacarle  á  ti.  Pero 
dejémonos  de  alegorías ,  adivioallas  y  juegos  de  voces ;  que  nos 
hemos  separado  de  la  cuestión  punto  menos  que  se  separan  de  ella 
los  que  en  política  se  echan  á  biógrafos. 


PINTADOS  POR  SÍ  MISMOS.  19 

Kl  fcmalev  ocii|)a  en  su  carrera  lo  qiic  se  llama  ascenso ,  cuyo 
primer  escalón  ó  enlrada  (leblí)  sor  terrero  ;  y  su  término  labrador 
ó  minislro.  Mas  no  lodos  los  femalers  inauguran  su  profesión  por  la 
escala  dicha.  Lo  común  es  liacer  su  aprcndizagc  en  los  caminos 
reales  ,  con  un  cai^acilo  do  esparto  ,  recogiendo  ,  según  y  cuando 
la  ocasión  se  los  presenta  ,  lo  que  valió  al  emperador  Constantino 
Coprónimo  (2)  su  signilicalivo  apellido.  Dicho  aprcndizagc  tiene  sus 
principios  ,  reglas  ,  observaciones,  etc.  Kl  aprendiz  de  femaler  debo 
estar  implacablemente  reñido  con  la  limpieza  y  curiosidad  ;  los  es- 
crupulosos ó  nauseabundos  deben  renunciar  para  siempre  ú  la  pro- 
fesión. Pedimos  perdón  al  lector ,  si  el  asunto  resbaladizo  que  nos 
hemos  impuesto  tratar ,  no  se  presta  al  manejo  tan  limpiamente 
como  quisiéramos.  Desde  luego  el  aprendiz  de  femater  ha  de  estar 
dotado  de  mucha  perspicacia  y  ojo  certero  ,  para  distinguir  de  co- 
lores entre  el  polvo  de  la  carretera  ,  y  reconocer  la  mercancía  que 
le  conviene  ,  y  no  está  averiada.  Ha  de  saber  distinguir  por  ejem- 
plo la  palomina  del  estiércol  de  caballo  ,  para  en  consecuencia  dar 
la  preferencia  á  uno  de  ellos.  Y  como  nunca  falta  concurrencia  en  el 
mercado  ,  necesita  ojo  avizor  para  anticiparse  á  los  rivales ,  en  tér- 
minos que  si  el  caso  lo  requiere  ,  recoja  el  abono  precioso  de  que 
acabamos  de  hablar,  en  el  capazo  destinado  á  contenerlo  ,  aun  antes 
que  llegue  á  tocar  el  suelo  ,  y  contaminarse  con  el  polvo.  Tampoco 
ha  de  carecer  de  cierta  dosis  de  ligereza  y  flexibilidad  ,  ([ue  le  son 
por  cierto  bien  necesarias  en  muchos  casos ;  cuando  verbigracia  ,  se 
agacha  á  l'enar  el  capazo ,  después  de  haber  pasado  una  galera, 
coche  ó  carruage  cualquiera ,  y  al  mismo  tiempo  se  le  echa  en- 
cima una  diligencia  tirada  por  diez  caballos  á  galope ,  o  un  escua- 
drón de  caballería. 


(2)  L'icho  emperador  griego  ,  al  tiempo  de  bautizarle  reciennacido,  «e  ensució  en  ¡a  pila 
bautismal.  Los  castellanos  que  no  saben  griego  ,  ignoran  la  significación  del  apellido  ,  y  la 
aplicación  que  hacemos ,  por  no  ofender  la  delicadeza  de  nuestros  lectores.  i\o  así  los  va- 
lencianos,  pues  su  dialecto  tiene  la  palabra  coj^ro  ,  tomada  de!  griego  sin  alteración,  y 
un  valenciano  sabe  lo  ouc  signiDca. 


20  LOS  VALENCIANOS 

Si  es  novel  el  femater ,  huye  el  cuerpo  y  deja  pasar  el  chu- 
basco,  retirándose,  cuando  el  enemigo  se  halla  aun  á  razonable 
distancia.  Si  cuenta  algunos  meses  de  práctica ,  no  abandona  su 
puesto,  hasta  que  le  salpica  el  polvo  de  las  delanteras;  y  los  hay  que 
se  hacen  una  gala  de  ladearse  con  indiferencia ,  sin  dignarse  honrar 
con  una  mirada  á  la  imponente  máquina  que  hace  brotar  chispas, 
y  á  los  brutos  que  la  arrastran.  También  ha  de  ostentar  sus  puntas 
y  collar  de  intrépido  y  valentuelo ,  por  las  escaramuzas  que  le  es 
forzoso  sostener  de  vez  en  cuando  con  sus  comprofesores  ,  ya  por 
la  adquisición  ,  ya  por  la  defensa  de  su  mercancía  ;  escaramuzas 
que  generalmente  se  resuelven  en  arcas  (3),  y  en  las  cuales  no  lle- 
van siempre  la  peor  suerte  las  partes  beligerantes ,  sino  el  inofen- 
sivo y  descuidado  transeúnte ,  á  quien  una  peladilla  desmandada 
obliga  á  dejar  el  campo  libre  á  los  combatientes ,  y  á  hacer  re- 
flexiones algo  duras  acerca  de  la  urgencia  de  las  reformas  en  un 
cuerpo  ,  en  quien  si  la  utilidad  no  va  á  la  par  con  la  limpieza ,  sino 
es  en  el  buen  olor,...  de  sus  virtudes ,  el  distintivo  que  mas  le  ca- 
racterice ,  debe  ser  cuando  menos  la  disciplina....  y  las  disciplinas. 

Tras  el  aprendizage  viene  la  práctica ,  y  el  femater  de  peón  se 
convierte  en  ginete ,  á  fin  de  comparecer  con  mayor  decoro  en  el 
nuevo  teatro  de  sus  empresas.  Cada  mañana  se  abren  raagestuosa- 
mente  las  puertas  de  Valencia  ,  y  dan  paso  á  un  lucido  cuerpo  de 
caballería,  cuya  montura  no  es  en  verdad  inglesa,  ni  destinada  á 
lucir  en  el  hipódromo ;  pero  adaptada  maravillosamente  á  su  objeto. 
Un  serón  doblado  sobre  el  rocin ,  y  que  ha  de  encerrar  los  tesoros 
de  vegetación,  de  que  hablábamos  en  el  principio  del  artículo.... 
he  aqui  todo  el  aparato  mercantil  del  femater.  Pero  es  indispensa- 
ble seguirle  paso  á  paso  en  su  marcha  y  evoluciones ,  que  no  dejan 
de  ofrecer  rasgos  curiosos  y  característicos.  Desde  luego  nadie  vaya 


(2)    Así  se  llama  en  nuestro  idioma  un  combate  á  pedradas.  Sin  duda  conservamos  los 
valencianos  este  monumento  arqueológico  de  nuestros  antiguos  vecinos  los  Baleares. 


PIISTADOS  l»üh  SÍ  MISMOS.  ^1 

á  creer  (jiio  á  la  profesión  ,  j)()r  lacil  y  sencilla  (|ue  aparezca  ,  lo 
fallan  sus  percances.  Existo  un  ser ,  iiaUíral  y  csencialnienle  anli- 
pálico  al  fcmater  ,  y  respecto  del  cual  son  amores  la  anlijiatia  del 
ratón  al  gato  ,  y  la  del  contribuyente  al  couíisionadf)  de  apremio. 
Esto  ser ,  el  ángel  malo  del  fcmalcr  ,  su  pesadilla  ,  su  falalidad  ,  es 
el  níinistro  encargado  de  vigilar  la  observancia  estricta  y  literal  do 
los  bandos  do  policía  urbana  locanlo  ú  la  saludable  limpieza  de  nues- 
tras moriscas  calles. 

Lo  primero  que  estudia  el  femater  es  el  plano  topográlico  de  las 
mismas,  el  cual  posee  mas  de  coro  que  el  padro  Tosca,  y  cuyo 
sistema  laberíntico  constituye  el  punto  fuerte  de  su  plan  do  defensa 
contra  los  ataques  del  enemigo.  Los  vecinos ,  y  aun  mas  las  veci- 
nas ,  oyen  con  gusto  los  sonoros  monosílabos  que  resuenan  por  las 
encrucijadas ,  invitándolas  á  aligerar  los  corrales  y  basureros  do 
las  casas  de  los  molestos  depósitos  do  estiércol  {fem).  Si  el  femater 
entiende  un  poco  la  cúbica  del  arle  ,  liace  maravillosa  parroquia, 
pues  utilizando  los  recursos  del  dialecto ,  y  los  inocentes  equivo- 
quillos  á  que  se  presta  el  doble  significado  de  la  voz  fem ,  se  lleva 
de  calle  ,  ó  mas  bien  de  ventana  ó  balcón,  á  las  risueñas  y  lindas 
descendientes  de  las  odaliscas  de  1238 ,  y  sale  de  la  ciudad  tan 
orgulloso  con  su  serón  henchido  hasta  el  tope ,  como  lo  esta  un 
ministro  de  primera  voz,  que  estrena  en  un  besamanos  el  uniforme. 
¿Quién  lo  diria?  ¿Ow  la  vertu  va-t-elle  se  nicher?  ¿A  dónde  va  á 
alojarse  la  vanidad?  En  un  serón  de  estiércol.  Porque  la  del  fema- 
ter consiste  en  construir  con  éste  un  cono  elevado  ,  un  verdadero 
pan  de  azúcar  (perdónesenos  la  comparación)  cuyo  vértice  corona  á 
modo  de  matacandelas  el  capazo  de  esparto  que  le  sirve  para  recoger, 
y  el  lodo  asegurado  con  cuerdas ,  cuyas  estreraidades  van  aladas  á 
las  asas  del  serón ,  forma  una  masa  elegante,  que  lleva  el  rocin 
orgulloso ,  y  contoneándose  con  coquetería,  como  diciendo  á  los 
que  le  miran  :  »  Contemplad  y  elogiad  la  habilidad  de  mi  dueño.» 
Digamos  de  paso  que  de  regreso  á  su  barraca  el  femater  abando- 
na mas  de  una  vez  la  linca  recta  ,  v  traza  una  curva  .  ó  mixta,  si 


22  LOS  VALENCIANOS 

es  necesario  ,  á  fin  de  recibir  plácemes  y  esiímulos  de  algunos  ojos 
traviesos  salidos  de  una  barraca  vecina,  y  cuyos  flechazos  son  lanío 
mas  agudos,  cuanto  mas  !o  son  los  efluvios  antihisléricos  que  exha- 
la el  contenido  del  serón. 

Mientras  e\  femater  se  dedica  á  esplotar  las  galerías  interiores, 
no  descuida  el  beneficio  de  las  vetas  descubiertas,  y  el  polvo  cal- 
cáreo de  las  calles  y  plazas  le  suministra  mas  fácil  recurso  en  la 
pobreza  y  agotamiento  de  los  filones ,  aunque  no  esento  de  peli- 
gros y  chascos.  Porque  unas  veces  la  mina  se  le  entra  en  aguas, 
es  decir  ,  que  al  tener  recogido  un  montón  de  malerial ,  y  en  dispo- 
sición de  trasegarlo  al  serón  ,  un  malhadado  lebrillo  de  agua  ,  las 
mas  veces  no  limpia ,  cae  sobre  el  polvo  fecundante  allegado  con 
tanto  afán,  y  destruye  de  un  golpe  ¡oh  dolor!  las  coles,  berzas, 
calabazas  y  berengenas  encerradas  en  aquel  breve  espacio  de  ter- 
reno. Otras  veces,  y  con  harta  frecuencia,  olvida  que  solo  tiene  li- 
cencia para  sacudir  el  polvo  á  su  madre  patria ,  mas  no  para  de- 
jarla en  cueros ;  y  á  fuer  de  hijo  ingrato  y  desconocida ,  la  rasca 
hasta  dejarla  en  puros  huesos.  Mas  no  queda  impune  el  desacato. 
Ojos  de  argos  velan  en  torno  suyo  ,  y  la  ley  de  non  sunt  nudanda 
verenda  inalris  ha  de  tener  literal  cumplimiento.  El  descuidado  /e- 
wffíer  ve  caer  sobre  sí  una  figura  terrible,  y  que  causa  en  él  el 
efecto  de  un  fantasma  ;  ve  alargarse  un  brazo ,  que  le  coge  del  cue- 
llo de  la  camisa ,  y  una  voz  semejante  á  la  trompeta  del  juicio, 
le  grita :  la  multa.  Aquí  empieza  la  lucha.  Si  las  fuerzas  están  equi- 
libradas ,  lo  común  es  dar  lugar  á  que  se  recoja  gente  ,  la  cual  na- 
turalmente loma  interés  por  el  pobre  diablo  cogido  m  fraganti ,  y 
espresa  sus  simpatías  mas  ó  menos  esplícilamenle  ,  hasta  que  logra 
desarmar  el  justo  celo  del  centinela  de  la  ley ,  quien  por  aquella 
vez  la  interpreta  en  su  sentido  lato ,  y  con  su  competente  apercibi- 
miento deja  libre  al  contravenlor. 

Si  éste  se  halla  dolado  de  mayor  fuerza  ó  agilidad ,  la  pugna  es 
mas  corla  ,  pues  se  desase  fácilmente  de  las  garras  del  contrario, 
salta  sobre  el  rocín  ,  y  se  pierde  en  pocos  segundos  por  el  intrinca- 


PINTADOS  l'Oll  SÍ  :>IISMOS.  ^5 

dü  dedillo  do  calles  y  callcjuchis  d»;  la  ciiidad.  Viiov  pailíj  lleva  ciiaií- 
dü  o!  al¿,niacil  coiilia  ¡íoco  (Mi  los  recursos  fisicus  do  su  [XM-soiia  ,  y 
odia  maiu)  de  la  aslucia;  pues  en  ve/,  do  lanzarse  sobro  oí  dolin- 
cucnlc  ,  asegura  la  cabalgadura  sin  cuidarse  do  aquel ,  cierto  que 
no  so  le  escapará  ,  y  loma  la  via  del  lemido  tribunal ,  despfies  do 
liaber  pronunciado  la  formidable  írase  sacramental :  Á  replegarlo  á 
/rtZ/oíit!/i(?/rt.  «A  recogerlo  al  llcpcso.))  La  inspección  liscal  sobro 
el  femaler  no  so  limita  á  impedir  sus  desmanes  sobro  el  mayor  o 
menor  despojo  do  las  calles,  sino  igualmente  sobro  el  cumplimiento 
de  la  ordenanza  ,  que  proviene  á  lodos  los  femalers  lleven  consigo 
la  licencia  ,  que  les  autoriza  á  descargarnos  del  peso  de  nuestras 
inmundicias.  ¡Guay  del  cuitado,  á  quien  la  mirada  suspicaz  del 
vigia  aterre  ,  á  quien  su  acento  ronco  espante  al  pedirle  con  tono 
imperioso  :  la  licencia !  Es  que  la  ha  olvidado  en  casa  ;  es  que  ha 
usurpado'un  derecho  que  no  le  compete ;  es  que  ha  entrado  en  la 
profesión  por  puerta  vedada.  ¡  Guay  de  él!  íjue  la  multa  es  do  ir- 
remisible exacción ,  quedando  en  rehenes  de  su  cumplimiento  el 
triste  y  manso  compartidor  de  sus  glorias  y  fatigas. 

El  femaler  ha  de  ser  discreto  á  toda  prueba  ,  pues  acaso  no  hay 
persona  tan  admitida  á  los  secretos  interiores  de  las  familias.  De  tal 
privilegio  es  deudor  en  primer  lugar  á  los  arquitectos ,  que  dan 
paso  á  las  cocinas  por  las  piezas  principales;  en  segundo  al  terreno, 
que  por  buena  voluntad  que  en  aquellos  se  suponga,  no  se  presta 
con  la  docilidad  que  de  desear  fuera  ,  al  lucimiento  del  profesor  y  a 
las  exigencias  de  la  distribución  interior  de  la  casa.  También  moja 
aquí  la  hora  oíicial  de  la  visita  del  femaler,  que  rara  vez  sube 
mas  allá  de  las  diez  de  la  mañana ;  hasta  cuya  hora  es  cosa  sabida 
que  ni  señoras  ni  caballeros  están  visibles  por  razones  muy  obvias, 
y  al  alcance  de  todo  el  mundo.  El  femaler  ,  pues ,  ve  cosas  que  no 
son  para  escritas ,  y  tal  vez  se  le  coníian  involuntaria  ó  inadverti- 
damente misterios ,  que  no  se  coníian  á  la  amistad  mas  íntima  y 
acendrada.  En  cambio,  si  el  femaler  es  comunicativo  y  alegre,  sirve 
á  la  familia  ,  y  especialmente  á  las  traviesas  y  despiertas  criadas 


24  LOS  VALENCIANOS 

de  gacetilla  diaria  ,  y  de  corre-ve-y-dile ,  como  no  adolezca  dema- 
siado de  escrúpulos  de  monja. 

Y  el  femater  aunque  esligmaüzado  con  el  sello  de  la  indiferen- 
cia Y  aun  del  desprecio  público,  no  deja  á  veces  de  desmentir  la  anti- 
patia,  manifestando  cierta  gratitud  á  su  modo,  pues  en  muchas  casas 
es  él  quien  surte  de  paja  para  los  gergones,  y  no  raras  veces  el  serón 
vacio  contiene  algún  melón ,  ó  mas  comunmente  calabazas  de  res- 
petables dimensiones ,  destinadas  al  parroquiano  ;  regalo  simbólico, 
y  que  quizá  represente  las  activas  y  pasivas  que  figuran  en  la  his- 
toria de  las  inquilinas. 

No  siempre  tienen  desenlace  satisfactorio  estas  familiares  confi- 
dencias ,  tan  lisonjeras  para  el  amor  propio  del  femater.  Mientras 
fiado  en  la  bondad  y  carácter  pacífico  de  su  compañero  ,  le  deja  en 
la  eallo  entregado  seriamente  á  sus  meditaciones,  cubriéndole  con 
la  manta  la  cabeza,  á  fin  de  que  no  sufra  distracciones,  y  de  preser- 
varle contra  los  peligros  y  tentaciones  de  la  vista;  alguna  mano  mas 
maliciosa  que  caritativa  restituye  al  pobre  paciente  la  luz  y  la  facul- 
tad de  ir  á  donde  bien  visto  le  fuere  ;  facultad  que  aprovecha  opor- 
lunamiente,  emprendiendo  su  retirada  á  la  ventura,  y  dando  á  su 
dueño  un  ejercicio  de  indagación  bastante  parecido  al  de  ios  viages 
de  Telémaco  en  busca  de  Ulises. 

Muchas  veces  el  forastero  se  ve  interrumpido  en  su  tránsito  por 
una  numerosa  cabalgata  de  femaíers  ,  que  desfilando  de  dos  ó  tres 
en  fondo  ,  ó  en  pelotón,  se  dirigen  á  un  sitio  ,  á  donde  les  llama  un 
deber  de  su  profesión  ,  y  de  la  mas  alta  importancia.  Si  el  curioso 
cede  á  su  instinto  de  curiosidad  y  les  sigue  la  pista ,  á  poco  rato 
ciertas  emanaciones ,  en  nada  parecidas  á  la  esencia  de  rosa,  le 
anuncian  desde  lejos  la  índole  y  calidad  del  género  que  se  maneja. 
Crecidos  montones  de  paja  menuda,  artísticamente  revueltos  y 
combinados  con  ciertos  ingredientes  de  color  oscuro,  revelan  una 
de  esas  grandes  operaciones ,  á  que  debe  Valencia  su  salubridad, 
como  la  debe  y  debió  Roma,  desde  sus  tiempos  mas  remotos ,  á 
igual  causa  y  operación.  No  hay  acaso  monumento  mas  interesante 


PINTADOS  l'tUl  SÍ  MISMOS.  25 

b.ijo  el  aspecto  de  salud  pública  ,  como  lainpoco  lo  hiiljo  en  la  liorna 
anli^'iia  ,  (jiic  la  Cloaca  Máxima ,  por  medio  do  la  cual ,  y  en 
cuya  consliiiccion  se  iiiviilieroii  caudales  iiunensos  ,  se  purgaba 
de  sus  supcriluidades  la  reina  del  mundo.  Kii  efecto,  dicha  opera- 
ción consisto  en  la  monda  del  Valladar,  ó  acequia  madre  ,  o  Cloaca 
Máxima  ,  y  do  las  subalternas  ,  cuyos  producios  constituyen  una  do 
las  rentas  mas  limpias  y  saneadas  del  femalcr.  Y  sin  duda  la  grati- 
tud provincial  de  nuestros  paisanos  quiso  perpetuar  do  un  modo 
establo  la  memoria  del  gran  Tarfjuino  ,  séptimo  rey  de  Roma  ,  pri- 
mer autor  del  benelico  pensamiento,  y  fundador  de  la  Cloaca  Máxi- 
ma, dando  el  nombre  de  tarquim  al  lodo  negro,  es  decir,  á  la  subs- 
tancia,  que  encerrada  en  los  albañales  de  la  ciudad,  causaría  su 
muerto  y  destrucción  ,  y  desahogada  do  las  Cloacas  por  el  minis- 
terio de  los  fematers  ,  da  vida  ,  hermosura  y  lozanía  á  la  magnífica 
vegetación  do  las  orillas  del  Turia.  En  otras  ocasiones  la  razzia  se 
verifica  al  pie  do  las  murallas,  y  al  que  contemplo  de  lejos  el  espec- 
táculo ,  ignorando  lo  que  sea,  le  parecerá  un  ataque  parcial  de  la 
ciudad,  ó  una  escaramuza  dada  en  el  foso,  y  en  la  cual  los  defenso- 
res combaten  con  proyectiles  de  nueva  especie  ,  lanzados  por  medio 
do  palas  contra  los  invasores.  Pero  la  batalla  no  envuelve  carácter 
hostil :  es  simplemente  la  monda  del  Valladar ,  que  rodea  en  su  casi 
totalidad  los  muros  de  Valencia  por  la  parte  eslerior ,  sirviendo  de 
foso  á  los  mismos. 

El  oficio  de  femater  es  tal  vez  el  único  en  que  no  se  roba ,  por- 
que no  se  puede  robar ,  y  en  el  que  no  obstante ,  ninguno  de  los 
que  lo  ejercen  ,  anda  con  manos  limpias. 

Pascual  Pérez  y  Rodrig^uez. 


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(líJ   Ob    'ICUJOCJIOÍ! 

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EL  DULZAJNERO. 


27 


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-8S  cnfiibsm  oí)  ,  op.oí  hit  es  ot^uioxiisb  13 

19  Y  ffiíDfloa  noo  ,  soíjíqei  noo  nlílsri  ;BvÍ89iq?.o  í?1>mím  ob  ,bidIbí 
tíR  Gonun  nnoluiGfín  nri  ;  ni  ;'í;';')víí()''  idil 


EL  DEZAL^ERO. 


oqmolt 
-üoxqíiob  3b»üq  on  6JJ;  'q  enu  ogisnoD  B79ÍÍ 

cmij08ib  ofjp  snij  ,8fix9(ifiD  ?.ob  anaíJ  oJn9íij-§i?.no3  loq  v  ;fó  9b  9?i9b 
qo8  oiip  CfiJ  {g^'^od  ?:ol>  ;!  joq  OTüJOfeib  oüf)  tj'ijo  v 
E  aquí  iiíl  artículo,  que  debiera  escribirse  en  valencia- 
^  no  puro,  y  con  la  pluma  de  Glerigues,  de  Angles,  de 
Bonilla,  de  Baldovi  ó  do  Liern ,  y  con  una  dulzaina 
como  la  de  Pastrana,  de  Poca-sangre  ó  del  Pelotero; 
^^^-JL-^  pero  los  eslremeños,  los  burgaleses  y  asturianos,  que 
7  Bü/i^^'í  /•'  viven  en  Madrid,  rechazarían  indignados  nuestro  pobre 
escrito,  que  les  parecería  semi-bárbaro;  y  no  habría  un  suelto  para 
esta  obra  en  los  periódicos  del  Manzanares.  Por  otra  parte,  no  soy 
yo  el  mas  á  propósito  para  delinear,  como  se  debe,  este  personage 
típico  de  nuestro  país;  y  tengo  tanto  chiste  para  describirlo,  como 
habilidad  para  tocar  la  dulzaina.  Mi  amigo  Yañez  se  reiría  de  mí, 
si  tuviera  tal  atrevimiento.  Pero  me  han  impuesto  este  trabajo  y 
voy  á  emprenderlo,  con  la  misma  descontianza  con  que  se  oye  en 
nuestros  días  hablar  de  moralidad.,, o»  ^.ogo  oínonnnJsni  isb  boítbiib 


28  LOS  VALENCIANOS 

A  pesar  de  mi  formalidad  (no  os  ocurran  los  burros,  que  son 
acaso  ios  seres  mas  formales  de  lodos  los  seres,  orgullosos  con 
sus  orejas);  á  pesar  de  la  gravedad  de  mi  carrera,  que  no  es  tan  rá- 
pida como  la  de  cualquier  ministro;  y  á  pesar  de  que  no  lie  dicho 
jamás  una  frase  que  hiciera  sonreír,  y  eso  que  no  he  pecado  nunca 
de  hipocresía,  os  lo  confieso,  el  toque  súbito  de  la  dulzaina  me  re- 
gocija, me  alegra  y  me  tienta  á  dar  volteretas  delante  del  impor- 
tante duhainero,  como  los  dichosos  arrapiezos,  sucesores  degene- 
rados de  nuestro  paisano  Nélo  el  Tripero. 

El  duhainero  es  un  hombro  delgado ,  nervioso ,  de  mediana  es- 
tatura, de  mirada  espresiva;  habla  con  rapidez,  con  soltura,  y  es 
libre ,  franco  y  alegre  en  su  conversación ;  no  abandona  nunca  su 
chaqueta ;  no  se  afeita  todos  los  días ,  pero  se  cree  tan  importante, 
como  el  primer  violin,  ó  el  primer  oboe  del  gran  teatro  de  la  Scala. 
Su  procedencia  es  de  un  taller;  fué  antes  tamborilero,  y  con  el 
tiempo  empuñó  el  instrumento  con  que  se  honra.  El  didzainero 
lleva  consigo  una  parle  suelta  de  su  cuerpo,  que  no  puede  despren- 
derse de  él;  y  por  consiguiente  liene  dos  cabezas,  una  que  discurre 
y  otra  que  discurre  poco;  dos  bocas,  una  que  sopla  y  otra  que  per- 
manece cerrada;  cuatro  manos ,  dos  cuyos  dedos  trabajan  infinito  y 
dos  que  se  agitan  incansables  ;  y  cuatro  piernas  que  marclian  casi 
siempre  á  la  par.  La  cabeza,  la  boca,  las  manos  y  las  piernas  exu- 
berantes son  las  piernas  y  las  manos  y  la  boca  y  la  cabeza  del 
muchacho  que  toca  el  tamboril;  son  el  cuerpo  y  la  sombra,  el  car- 
retero y  el  látigo ,   el  portero  y  su  petulancia ,   la  España  y 
el  desorden  :  son  inseparables  ,  inolvidables  ,  indisolubles :  el  uno 
arrastra  al  otro  como  el  imán  al  acero,  como  la  coqueta  á  un 
tonto,  como  el  poder  á  los  débiles.  El  muchacho  es  un  aprendiz  de 
oficio,  travieso,  díscolo,  picaresco,  y,  salvos  algún  puntapié,  algún 
codazo  íi  otro  aviso  de  este  género,  se  aviene  perfectamente  con  su 
cuerpo  mayor. 

Cuando  el  didzainero,  hinchados  y  encendidos  los  carrillos 
arranca  del  instrumento  esos  sonidos  que  son  menos  ingratos  y  chi- 


PINTADOS  POU  SÍ  MISMOS.  ^\i 

liónos,  a  fuerza  de  h¡ibilida<l  y  (1(;  [)ulinuii ,  el  iiuicliacho  le  acom- 
paña con  loques  do  diana,  redoblado,  do  alaquo,  de  marcha  regular, 
de  fagina  y  lodos  los  demás  que  caben  en  la  armonía  de  un  lambor 
mayor;  y  asi  corren  las  calles  de  la  capilal  y  d«  los  pueblos,  seguidos 
siempre  do  una  nube  de  cbiíjuillos,  desarrapados,  grasicnlos,  es|)e- 
luznados ,  (|ue  se  pegan  á  los  músicos  como  las  moscas  á  las  uvas 
ea  el  mercado. 

La  primera  liesla  en  ([uo  brilla  cada  año  el  dulzainero  suelo  ser 
en  alguna  casa  de  carpinlero  la  víspera  de  san  José.  ¡Las  fallas!  es- 
pecláculo  que  alrae  la  mullilud ,  quo  convierte  en  liesla  la  víspera 
del  Sanio  Palriarca,  y  que  va  á  contemplar,  entro  infinitos  haces  de 
paja  cubiertos  de  calzones,  y  de  sombreros  resinosos,  algunos  grupos 
tolorados  de  escenas  de  idem  ,  con  versos  idcra.  El  dulzainero  allí 
loca  alegres,  andantes,  pasos  dobles,  himnos,  trozos  de  zarzuela,  y 
el  fandango  ,  y  el  ole  y  cuanto  recuerda  el  músico  ,  acabando  por 
fastidiar  á  los  vecinos.  Parece  imposible,  pero  es  verdad :  su  prin- 
cipio conmueve  ,  agita  ,  pone  en  movimiento :  después  de  algunas 
horas  se  huye  de  él.  El  dulzainero  permanece  impávido  en  su  silla 
á  la  puerta  del  clavario  ,  y  á  su  lado  el  cuerpo  menor.  De  tal  á  tal 
hora  tocará  V.,  se  le  dice;  y  el  músico  paciente,  firme  y  resuello, 
ni  fuma,  ni  se  levanta;  no  imita  á  los  profesores  de  orquesta;  es 
verdad  que  el  dulzainero  ni  tiene  entreactos,  ni  sermón:  de  tal  á  tal 
hora,  alli  está  él. 

Desde  San  José  hasta  la  víspera  de  San  Vicente  Ferrer  no  suena 
la  música  del  pais\  pero  el  dulzainero  es  un  objeto  indispensable  de 
los  milacres.  Los  necios  siguen  creyendo  que  el  fundador  de  la  Uni- 
versidad, del  colegio  de  huérfanos,  el  célebre  diputado  del  congreso 
de  Caspe  erg  un  hombre  alegre.  ¡Hendito  saulol  Penitente ,  ocupa- 
do, humilde  y  sabio  no  sabia  tener  la  risa  en  los  labios,  como  al- 
gunas mugeres  las  lágrimas.  Pero  el  dulzainero  alli ;  allí  y  durante 
loda  la  octava  del  Corpus:  las  danzas  de  moros  llevan  dulzainero;  la 
de  la  moma  ó  de  los  pecados  capitales  lleva  dulzainero;  la  de  los  ca- 
ballitos lleva  dulzainero;  la  huida  de  la  Virgen  á  Egipto  y  otros  mis- 


50  ,    '^    LOS  VALENCIANOS     '''^ 

terios,  WeYan  su  duhainéro.  Los  enanos  y  los  gigantones  ,  lo  llevan 
también;  lo  llevan  las  danzas  encima  de  las  Rocas,  y  el  dtdzainero 
es  mi  adorno  de  las  fiestas,  como  el  mirto  y  arrayan  conque  cubren 
las  calles.         -  i  ^O: 

Durante  el  veranó  y  hasta  muy  entrado  Octubre  es  el  período 
duhainero:  cada  calle  de  la  capital  tiene  su  santo  tutelar ;  faltará  la 
música,  faltarán  adornos,  pero  el  duhainero,  no.  Es  la  época  de 
brillar;  á  las  tres  de  la  mañana  se  halla  el  duhainero  en  su  puesto, 
junto  con  su  inseparable  que,  medio  dormido  y  bostezando,  le  sigue 
pacientemente ,  para  atronar  no  solo  la  calle  de  la  fiesta ,  si  las  con- 
tiguas también  y  á  veces  las  mas  apartadas ,  según  el  capricho  de 
los  directores.  Esto  se  llama  albada  ó  alborada:  dichoso  duhainero 
si  alterna  sus  toques  con  la  música  militar. 

Acompaña  la  estatua  del  Santo  á  la  iglesia  para  la  función  reU- 
giosa ;  le  acompaña  ,  concluida  la  misa ;  toca  algunas  veces  por  la 
tarde  y  vuelve  por  la  noche  á  su  tarea.  Si  no  fuera  por  que  se  les 
dá  buen  trato  y  entra  en  los  gaudeamos  de  los  directores,  habia  para 
reventar  de  música.  Por  la  misma  época  principian  las  fiestas  en  los 
pueblos:  por  supuesto  el  duhainero  allí.  Su  llegada  sola  en  el  carro 
del  ordinario ,  ú  ocupando  una  cabalgadura,  atrae  á  todos  los  chi- 
qullios  de  la  población,  que  salen  á  su  encuentro  saltando,  bailando, 
silbando  y  rugiendo.  Pero  el  duhainero  es  hombre  impávido :  no 
hace  caso  ;  se  apea  y  cruza  aquellas  masas  de  zaragüelles  y  de  ju- 
bones con  marcialidad  pasmosa  y  se  dirige  á  su  alojamiento.  La 
turba  de  chiquillos  se  instala  á  la  puerta;  y  ni  por  mas  látigos,  ni  por 
nías  agua,  no  ceden  su  posición.  Cuando  sale  el  duhainero  y  dá 
principio  á  sus  toques  en  la  puerta  de  casa  del  clavario  ,  el  pueblo 
siente  una  chispa  eléctrica ;  produce  un  sacudimiento  que  hace 
apresurar  sus  faenas  á  las  mugeres  y  dejar  sus  labores  á  los  mozos. 
Todos  los  muchachos  del  pueblo  forman  la  comitiva,  y  no  hay  vieja 
ni  joven  que  no  salga  á  su  puerta  para  ver  al  dichoso  músico. — ¡Cha! 
¡Yisénta!  ya  está  ahí. — Vamos,  vamos,  tia  Cortesana,  ahora  es  tiem- 
po de  bailar. -- ¿  Te  han  traído  el  pañuelo  de  Valencia  ?  — ¿Quico 


PINTADOS  l'Hli  sí  MISMOS.  ^\ 

Yüiuliii  á  \i\  (¡osla? — Mira ,  ^\\u:  no  le  olvidct»  del  pan  (inciindo. 
— ¡Animo!  ¡ánimu!  la  \ml\  sora  i)iillaiilü. — Yo  no  pudro  onlrcnar  el 
corpino. — V  cslos  diálogos  (pío  se  crnzan  en  lodas  direcxiones  de 
puerla  a  puorla,  du  venlana  a  ventana  so  nnen  a  Ioh  sdbidos,  alinlli- 
düs  (')  relinilios ,  carcajadas  y  vuelo  tío  campanas.  I  na  porción  de 
mozos,  onvuulloH  cd  snn  inanias,  van  siguiendo  landiiun  ,  lanzando 
algún  rclÍDclio,  dando  un  enipnjon  do  purísima  ternura  a  la  ruina  de 
sus  ponsamionlos  ,  (juo  rospoudo  con  un  agudo  chillido,  (pie  (juiero 
ser  una  carcajada,  y  moslrando  lodo  el  valor ,  (pie  ellos  traían  de 
manifestar  en  su  lalanic  y  adórnanos. 

En  los  pueblos  es  donde  el  dulzainero  os  mejor  tratado  :  por 
que  es  mas  simpático  a  aquellos  oidos.  Pero  se  le  hace  trabajar 
desesporadamonle  en  las  alboradas  {albacs),  en  los  pasa-calles ,  en 
la  plaza  por  lanoclio  y  en  los  entreactos  deis  coluquis  y  caníades. 
A  veces  acompaña  los  bailes;  yo  lo  ho  visto;  ya  veis,  si  podéis 
creerme.  Os  lo  voy  á  contar, j„.,ifn  ^.,;í,!  .  -.i)  obíií  Lhno 

Hace  pocos  años  rae  hallaba  yo  en  un  pueblo,  de  cuyo  nombre 
nic  acuerdo  siempre  con  ternura,  por  que  es  bueno,  laborioso  y  leal 
y  tiene  hombres  tan  probos,  como  mugcrcs  lindas  ;  y  las  hay,  lec- 
tores míos,  en  nuestra  huerta  y  en  todos  los  pueblos  de  la  provincia. 
Hallóme  .  pues,  en  unas  fiestas:  mucho  vuelo  de  campanas,  muchas 
músicas  de  guilaria,  muchos  disparos  de  escopeta,  de  fusil  y  de  tra- 
buco on  las  alboradas,  buena  misa  ,  buen  sermón,  una  procesión 
arreglada  y  devota,  mucho  pan  quemado,  ricos  bizcochos  y  sobra  de 
gallinas.  Era  una  noche:  delante  de  la  puerta  de  la  iglesia,  levantada 
tres  gradas  sobre  el  piso  de  la  plaza ,  se  colocó  en  semicírculo  una 
linea  de  chicos  sentados  en  el  suelo,  con  las  piernas  cruzadas  y 
detrás  muchos  hombres  y  mugeres,  unos  sentados  y  otros  de^ 
rechos.  En  un  punto  una  colección  de  instrumentos  que  figuraban 
una  banda  militar  y  en  otro  el  indispensable  dulzainero.  En  el 
centro  de  aquel  círculo  una  hoguera  que  procuraba  alimentar  el 
pregonero,  el  alguacil,  el  cartero,  el  portero  del  ayuntamiento,  ad- 
virtieudo  que  estos  cualro  empleos  pertenecen  á  un  solo  indivi-r 


52  LOS  VALENCIANOS 

dúo.  ¡Y  se  quejan  que  haya   otros  que  tengan  solo  dos  deslinos! 

¡Se  va  á  bailar  la  cháquera  vella!  Aquí  de  mis  gustos  por  ias 
antigüedades,,  gusto  que  no  alcanza  hasta  gustarme  la  antigüedad 
de  una  muger,  rae  dije  para  raí;  y  abrí  tanto  ojo,  y  apUqué  todo  mi 
oido  por  no  perder  cosa  del  baile. 

Y  aparecieron  las  parejas /Caramba  qué  chicas!  diria  Peri- 
co García:  yo  no  lo  dije,  pero  me  sorprendieron.  Serian  diez  ó 
doce  parejas.  En  lila  esterior  y  de  espaldas  al  público  se  colocaron 
las  muchachas;  y  en  fila  interior  los  mozos ,  mostrando  al  público 
sus  rostros  tostados  del  sol  y  robustos  por  el  trabajo  y  la  sobriedad. 
Buenos  muchachos;  pero  hubiera  preferido  una  colocación  inversa. 
Cabeza  de  la  danza  eraf  una  joven,  que  de  rigor,  debe  ser  casada,  las 
demás  pueden  ser  solteras  ó  casadas;  trages  airosos,  brillantes  ro~ 
detes,  talles  esbeltos,  á  pesar  de  la  ausencia  de  los  miriñaques, 
buen  zapato  blanco  escotado ,  y  un  lindo  rollo  ó  caragol  de  pelo  á 
cada  lado  de  las  sienes,  y  unas  miradas  tan  modestas,  como  seduc- 
toras. Los  forasteros  creerán  que  esta  es  una  pintura  bucóhca;  que 
lo  pregunten  á  Bonilla  y  al  Sueco  y  á  todos  nuestros  paisanos.  Yo 
no  digo  mas,  por  respeto  al  editor. 

Principia  el  baile:  las  parejas  ni  se  acercan,  ni  se  tocan,  ni  ellas 
dejan  caer  sus  cabezas  sobre  el  hombro  del  caballero ,  ni  se  apro- 
ximan sus  senos,  ni  se  cojenlas  manos,  ni  la  cintura Esto  es  de 

culta  sociedad:  aquellos  pobres  hombres  no  han  estado  jamás  en  un 
baile  de  sociedad.  El  baile  es  tan  sencillo ,  tan  monótono,  que  pude 
aprenderlo ,  yo ,  que  no  conozco  un  solo  compás,  ün  paso  hacia 
adelante  y  otro  hacia  atrás,  con  otro  lateral  á  la  derecha,  levantan- 
do los  brazos  hasta  la  altura  del  pecho ;  he  aquí  su  estructura:  solo 
para  los  hombres  era  un  poco  mas  comphcado:  al  llegar  á  la  última 
vuelta  giraban  sobre  sí  mismos,  se  quitaban  el  sombrero  y  hacían  un 
saludo  difícil  para  nuestro  sistema  de  cortesías.  Es  inútil  advertir 
que  el  dulzainero  y  su  conjunto  tamboril  era  el  alma  del  baile,  su 
bastonero  y  su  todo.  Concluyó;  y  ahora  entra  mi  sorpresa:  cada 
mozo  llevando  de  la  mano  á  su  pareja  debía  pasar  por  delante  del 


PINTADÍKS  l>OH   SÍ  MIS'VIOS.  7)?) 

dulzdinrro,  (\\]c  lenia su  |)i()()io  soiuhníio  (MiIic  las  rotiilliis,  v  tiabin 
de  (itíjar  im)  el  una  iiioiicda.  Kl  iiiúsico  conoce  pronlamcnie  v\  va- 
lor (ic  la  nioiHMla  y  lo  anunc.a  al  público,  iiacit-ndo  conocer  la 
esplendidez  do  cada  bailarin.  I'or  cada  real  de  velion  da  una 
pilada  aguda,  chillona,  vihranle,  destemplada:  y  seí,'un  las  piladas 
lorma  ol  publico  el  debido  íonccplo  del  galante  labrador,  listo  pi o- 
duce  algazara,  ruido,  silbidos,  carcajadas  y  galanterías  di  ncunbres 
propios,  alentando  ó  arrcnlado  o  enorgulleciendo  a  las  lindas  pareja*, 
que  vuelven  á  sus  rasas  acompañadas  de  sus  caballeros.  K'  dnl- 
lainero  no  sale  mal  en  la  jácara  vieja. 

En  lin,  el  dtilzainero  es  para  nosotros  y  para  mi  el  pilmiro,  una 
necesidad  en  las  fiestas,  es  una  campana  para  las  iglesia  ,  una  cam- 
panilla para  un  oficinista,  una  capa  para  un  retirado,  un  cambio  mi- 
nisterial para  un  cesante  y  un  editor  para  este  articulo. 

Vicente  Bol». 


LA  VENDEDORA  DE  CALABAZA  ASADA. 


LA  aRABASEIIA. 

(\E1\DED0RA  DE  CALABAZA  ASADA.) 


\ 


^^    SA  fruta  tan  temida  por  los  que  se  dedican  á  una  car- 

~^  )^  rera  literaria  ó  dese&n  adquirir  el  titulo  de  novios; 
1111 

El  II I  ese  proilucto  agrícola  tan  destituido  de  partículas 
I JUI  alimenticias   y   desabrido   para  ciertos   paladares, 
iMi  como  pomposo  y  visible  en  medio  de  los  campos, 

>^ ^  g  también  causa  las  delicias  de  una  buena  parle  de 

ic^^S'^ij'  nuestra  población,  tiene  sus  aliares  en  !a<  calles  de 
la  morisca  Valencia ,  es  preconizado  en  brazos  femeninos  por  nues- 
tras plazas ,  y  constituye  la  ocupación  mercantil  de  alguuos  seres 
privilegiados,  que  ni  figuran  en  las  listas  de  matricula  de  comercio, 
ni  están  obligados  á  llevar  libros  en  forma  como  dispone  el  código, 
ni  son  perseguidos  por  los  investii^adores  de  la  hacienda  pública,  ni 
están  clasificados,  ni  necesitan  patente  para  egercer  su  industria,  ni 


56  LOS  VALE1NCIA^^0S 

íinalmente,  les  causan  pena  alguna  las  oscilaciones  de  la  bolsa,  ni  se 
cuidan  de  las  alzas  y  bnjas  del  cambio ,  por  que  sus  operaciones 
nada  de  común  tienen  con  aquellas  miserias. 

Muchos  creen  que  para  conocer  el  valor  de  la  calabaza  ,  basta  y 
sobra  con  ser  estudiante  en  dias  de  exámenes,  ó  solicilar  un  si  cuan- 
do la  luna  está  en  menguante;  pero  es*e  es  un  error  lamentable  en 
demasía ,  porque  para  conocer  el  valor  de  aquel  fruto  se  necesita 
verle  en  brazos  de  la  mujer  que  se  hace  lenguas  por  lodos  los  án- 
gulos de  la  ciudad ,  publicando  sus  escelencias  y  remontando  hasta 
las  nubes  la  bondad  del  esquisito  género  que  enagena. 

Figúrese  el  lector  una  muger  de  mas  ó  menos  edad,  porque  en 
esto  no  hay  regla  fija,  vestida  con  superlativa  sencillez,  los  zapatos 
en  chancla  ó  con  el  talón  horizontal ,  cuando  no  está  ausente,  las 
piernas  al  aire  libre,  el  vestido  de  un  color  problemáíico  y  con  al- 
guno que  otro  rasguño  de  poca  importancia;  los  brazos  al  tenor  de 
las  piernas ,  al  cuello  un  pañuelo  de  formas  económicas  y  que  no 
puede  desdeñarse  de  estar  en  sociedfid  con  el  vestido,  y  el  cabello 
en  tan  estudiado  desorden,  que  ni  el  famoso  Tiffon  ni  los  entendidos 
Lita  Melendez,  y  cuantos  co^ffeurs  se  conocen  en  la  patria  quetanlo 
debe  á  Jaime  I,  podrian  entenderse  si  se  introdujesen  en  aquel  dé- 
dalo. Tal  es  el  vestido  de  nuestra  heroina,  ó  sea  la  carabasera. 

Sobre  su  brazo  izquierdo  lleva  una  labia  de  una  media  vara  de 
longitud  y  como  un  palmo  de  latitud  ;  sobre  esta  tabla  descansa  un 
trozo  de  lalon  délas  mismas  dimensiones,  y  este  á  su  vez  sostiene 
media  calabaza  cortada  horJzontiimente,  que  acaba  de  salir  del 
horno,  inútil  es  mencionar  la  buena  cantidad  de  moho  que  contie- 
nen lanto  la  tablila  como  la  hoja  de  lat;  que  la  cubre  ,  á  causa  del 
sudor  que  se  desprende  de  la  mercancía,  por  que  harto  conocida 
debe  ser  del  piadoso  lector,  si  ha  lenido  la  fortuna  de  recorrer  nues- 
tras calles  y  de  encontrarse  frente  á  freníe  con  la  induslriosa  rauger 
que  nos  ocupa. 

Armada  do  eslo  modo  sale  la  carabasera  á  la  calle  cuando  co- 
mienza á  declinar  la  larde ,  ó  .sea  á  la  hora  proximamcnle  en  (jue 


PIMADOS  POll  si   HUSMOS.  .)7 

los  (.'iruiuillos  se  (l(»ji\ii  las  (vscii(!la>.  NiKjslra  Imroina  luarclia  n';,'ular- 
monlo  á  paso  (i(^  laidiana,  coiin)  si  (|insiora  impedir  (|tii'  oÁ  gi'ticrü 
se  onfriasu  y  coino  si  sii  adividad  escilara  a  la  de  los  alicionados  y 
consiimidoros.  A  si  discurro  nnoslra  comercianla  por  las  calles  lla- 
mando la  alonrion  hacia  su  f!:(''ncro  con  los  grilos  d»;;  ¡c/tíV/»/fí ,  la 
mcl  ¡)orlc\ — ¡(irn  acabn  ixir  ddforn\  —  \t'aleni(Hai/  com  un  siicrcl 
— Asó  es  canclal — \vhi<¡HCs,  aso  es  casca,  nsu\ — ¡t/  que  rcranelal  — 
¡^«í  me  la  acahal  y  prodigándolo  otras  frases  y  haciendo  uso  de 
oirás  símiles,  que  si  para  algunos  no  prueban  la  bondad  del  genero 
por  aquello  del  orbuon  \)\\m  en  la  fabrica  se  vendo,»  tienen  la  ven- 
taja de  dar  una  idoa  do  la  facundia  del  dialecto  del  pais  y  de  la  faci- 
Hdad  con  (pie  es  manejado  por  los  indígenas. 

Después  do  pregonar  largo  ralo  la  morcancia  y  de  agobiarla  con 
los  apilólos  do  niiol,  azúcar,  canela,  casca  y  otros  por  el  eslilo,  se 
présenla  un  comprador,  (jue  ordinariamente  suele  ser  algún  chi- 
quillo, doméstica,  revendedora  i'i  otro  á  este  tenor.  La  carabasera 
suele  clavar  una  rodilla  en  tierra,  sobre  la  otra  sostiene  la  tabula, 
toma  con  la  mano  derecha  una  hoja  de  cuchillo  ó  de  navaja  ,  cuyo 
mango  desapareció  años  ha,  con  los  dedos  déla  izquierda  ase  el 
borde  de  la  calabaza ,  y  en  esta  posición  levanla  los  ojos  hacia  el 
comprador  y  comienza  el  dialogo  siguiente: 

—¿Cuanta  n*  vols? 

— Tallem  un  diner. 

— ¿Vols  péndremela  tola?  ¡mira  qu'es  molí  dolsa! 

— No  vullc  mes  qu'un  diner;  donem  vosté  un  bou  tros. 
Y  nuestra  heroína  corta  un  pedazo  con  arreglo  á  la  moneda,  re- 
cíbelo el  comprador  en  la  palma  do  la  mano  y  se  lo  acerca  a  la  boca 
sin  reparar  en  el  mugre  que  ya  ha  formado  costra  enlre  los  dedos 
de  la  comercianla,  á  causa  del  jugo  que  despde  la  mercancía. 

Concluida  la  venta  prosigue  la  carabasera  su  marcha  como  ya 
hemos  dicho,  repitiendo  los  elogios  del  esquisilo  género  y  prodigan- 
do á  boca  llena  la  frase  sacramental  de:  chiques,  bollinl,  bollint  la 
porte,  asó  es  canela,  ele. 


58  LOS  VALENCIANOS 

El  capital  que  nuestra  heroína  tiene  en  circulación  rara  vez  pasa 
de  una  docena  de  reales,  y  para  eso  no  ha  de  pertenecer  á  la  clase 
mas  inferior  del  gremio,  pues  esta  induslria,  así  como  todas,  tiene 
también  sus  diferentes  grados  de  prosperidad.  Si  la  carabasera 
puede  algo,  es  decir,  si  su  fortuna  es  tan  desahogada  que  le  permite 
desprenderse  de  la  cantidad  que  hemos  mencionado  mas  arriba,  lle- 
gado el  tiempo  de  la  recolección  del  fruto  con  que  comercia,  compra 
en  junto  una  partida  de  seis  ú  ocho  calabazas ,  las  coloca  en  el  bal- 
cón, ventanas  ó  terrado  de  su  casa,  y  hé  aquí  el  repuesto  para  una 
temporada. 

Cuando  el  capital  de  la  carabasera  no  es  tan  mezquino  que  se 
cuenta  por  cuartos ,  entonces  sus  negociaciones  mercantiles  no  se 
reducen  al  estrecho  círculo  en  que  las  hemos  visto  girar  hasta  ahora, 
sino  que  ensancha  el  horizonte  de  sus  relaciones  y  hasta  llega  á 
constituirse  en  comercianla  de  puesto  tijo,  que  cuenta  con  una  par- 
roquia estensa ,  se  mira  acreditada  entre  sus  favorecedores  y  ya 
puede  decir  que  tiene  üü  pueslo  con  pretensiones  de  ¿o^a  (tienda), 
por  mas  que  se  halle  espuesta  al  aire  libre,  ó  por  mejor  decir,  á  los 
cuatro  vientos. 

La  que  se  encuentra  on  oslo  caso  examina  el  punto  que  cree 
mas  á  propósito  para  constituir  iRparneta,  ó  puesto,  que  regular- 
mente suele  ser  una  esquina  frecuentada  por  las  personas  que  mas 
consumen  el  género;  pido  la  venia  del  vecino  ó  vecinos  mas  inme- 
diatos al  punto  elegido ,  y  con  el  fin  de  gozar  sin  ningún  recelo  de 
todas  las  inmunidades  posibles  y  que  mas  garanticen  su  libertad, 
habla  también  al  celador  del  barrio  y  se  pone  bajo  la  inmediata  pro- 
tección de  los  agentes  de  aquel  funcionario.  Obtenida  la  venia,  para 
lo  que  no  siempre  son  de  absoluta  necesidad  aquellas  gestiones, 
porque  a  veces  suelo  autorizarse  sponíe  siia,  procedo  á  la  coloca- 
ción de  la  paraeta  en  la  forma  siguiente: 

Compónesc  regularmente  de  un  banquillo  ó  silla  sin  respaldo 
tumbada  de  lado;  encima  una  tabla  como  de  una  vara  de  larga  y 
media  de  ancha,  y  sobre  ella  la  hoja  de  lata  con  la  calabaza  asada, 


PINTADOS  l»uU  SI  MIS.Mo.*;.  3f> 

unas  cuiinlas  naranjas  (!♦•  lii  claso  mas  inlVrior,  un  piifiado  do  ra- 
caliuel,  olro  de  michon,  A  soa  j^arhanzos  (oslados  reducido»  a  frao 
ciones  iniiv  menudas  <|U('  pm  lo  comiin  muíjIo  sor  la  OKCoria  del  /or- 
ral,  y  algunas  p('(|ucnas  ranlidadcs  d*  (rula  d<í  inliina  tlawc  eA  su 
lioinpo.  Talos  son  los  arlícuios  (\o  qno  so  compone  sn  liomla,  (».«ptiOstos 
a  sol  y  a;:ua ,  frió  y  vionlo ,  porijiio  no  lienen  nia^^  osr^parale  (juc 
el  ciclo,  y  los  (pie  cspondo  en  canlidados  de  a  cuarto  y  a  ochavo. 
En  ninguna  do  esas  tiestas  popularos  (|uc  tanto  dbundan  en 
nuestro  pais,  y  que  son  conocidas  con  ol  distintivo  de  fesles  de  car- 
rcr,  hace  falla  la  carabnscra  con  su  paraeta  muy  bien  proTista,  no 
solo  do  los  artículos  que  dejamos  mencionados  y  de  los  que  liare 
un  gran  despacho,  sino  de  algunos  otros  géneros  do  rircuniiancias, 
como  las  almezas,  vulgo  Ilirons,  y  canudlos  para  disparar  los  huesos 
y  dftlos  que  nueslra  heroína  saca  un  buen  partido  ,  merced  al  ca- 
rácter especial  de  muchos  individuos  de  los  que  nunca  hacen  falla 
en  aquellas  íunciones. 

Efectivamente,  en  cuanto  anochece,  que  es  cuando  la  fesla  de 
carrer  entra  en  su  lleno ,  á  causa  de  estar  todo  el  dia  ocupados  en 
el  trabajo  la  mayor  parte  de  los  individuos  que  dan  vida  y  anima- 
ción á  aquellos  espectáculos ,  concurren  una  porción  de  jóvenes 
oüciales  de  diversos  oílcios ,  comienzan  a  recorrer  la  calle  en  donde 
se  celebra  Id  tiesta ,  o'bservan  con  minuciosa  atención  á  todas  las 
chicas  que  adornan  los  balcones  y  las  puertas  de  las  casas,  y  forman 
su  plan  de  ataque.  Lo  piimero  que  hacen  es  presentarse  en  el  pues- 
to de  nuestra  carabasera ,  que  de  ordinario  se  sitúa  en  una  de  las 
esquinas  de  la  calle  de  la  fiesta;  compran  todos  los  Ilirons  que  tiene; 
cada  mozo  se  arma  de  su  canuto,  llamado  técnicamente  estufaor,  y 
vuelven  a  recorrer  las  calles  disparando  huesos  y  dando  sustos  á 
cuantas  jóvenes  se  p<men  á  tiro.  Pero  con  el  íiii  de  disimular  la  bro- 
ma, también  se  proveen  nuestros  jóvenes  de  algún  puñado  de  caca- 
huet  y  de  otras  chucherías  que  van  mascainio  al  propio  tiempo  para 
alejar  la  idea  de  que  su  esclusiva  misión  es  la  de  disparar /?t«¿/5  de 
Ilirons. 


40  LOS  VALENCIANOS 

No  es  necesario  decir  que  la  carabasera  sabe  sacar  todo  el  par- 
tido posible  de  las  circunstancias,  escatimando  cuanto  puede  las  por- 
ciones que  vende  en  vista  del  consumo  que  hay  y  de  la  buena  vo- 
luntad de  los  alegres  consumidores. 

Sucede  muchas  veces  que  al  ano(;hecer  y  cuando  ya  es  hora  de 
retirar  la  paraeta,  le  queda  sobre  el  latón  un  trozo  de  calabaza,  que 
no  ha  podido  espender  todavía.  Si  se  resuelve  á  guardarlo  para  el 
dia  siguiente,  corre  el  peligro,  no  solamente  de  no  venderlo  por  la 
mala  presencia  que  debe  ofrecer  el  género  ,  sino  de  desacreditar  á 
la  otra  media  calabaza  que  ha  de  salir  del  horno  para  el  consumo 
del  dia.  En  esta  dura  alternativa  se  decide  á  dar  salida  al  trozo  que 
le  queda,  aunque  tenga  que  darlo  por  algo  menos  de  su  valor.  Con- 
sentida ya  en  ello,  espera  la  ocasión  propicia,  y  no  tarda  á  presen- 
társele. 

Una  muger  de  humilde  aspecto  se  acerca  seguida  de  dos  ó  tres 
chiquillos ;  al  estar  frente  á  la  paraela  nuestra  heroina  la  detiene  al 
grito  de: 

— ¡Chit!  ¡ascolle,  dona! 

— La  muger  se  detiene  con  los  chiquillos ,  mira  á  la  carabasera, 
se  acerca  al  puesto,  y 

— ¿Qué  vol?  responde. 

—Quedes  este  trosel;  que  men  vach  y  lil  donaré  baralet. 

— ¿Guant  vol  dell? 

— üepare  vosté  be;  asó  es  un  sucre;  anem,  donem  setse  inés  d' es- 
te tros. 

—¡Seise  inés!— esclama  la  pobre  muger  que  mira  en  ellos  el  pre- 
cio de  dos  libras  de  pan  del  dia  anterior,  y  con  los  que  puede  saciar 
el  hambre  de  sus  pequeñuelos: — ¿vosté  en  vol  cuatre? 

—  ¡Gom  cuatre,  dona  de  Deu!  ¿está  vosté  loca? 

— Si  no  vol  no  me  la  done. 

— Si  vol,  un  sóu  li  costará 

—¿Me  la  dona  en  sinc? 
Y  viendo  la  carabasera  que  por  este  medio  no  puede  deshacerse 


PINTADOS  I'On  SÍ  MISMOS.  41 

del  trozo  de  morcancia,  pierde  los  osli  ibos  y  arrómelo  contra  la  po- 
bre muger  con  los  piropos  de:— ¡vaya  ,  vaya  V.  a  comer  paja  y  za- 
naiiorias;  y  le  re¿jala  otras  lloros  por  el  estilo.  La  iiilcrix-bdü  se  eno- 
ja tainhicn.  deja  que  el  í^ato  se  l(!  suba  á  la  parra,  devuelve  los  dic- 
terios duplleados  á  nuestra  heroína,  la  zambra  sube  de  punto,  y  por 
fin  ambas  contendientes  vienen  ;i  las  manos ,  so  agarran  de  los  ma- 
ños, menudean  los  arañazos  y  rasguños,  la  parada  viene  al  suelo  y 
mientras  la  propietaria  vindica  su  honor  ultrajado,  los  chitiuillos  que 
han  acudido  á  los  gritos  se  aprovechan  de  la  ocasión ,  tragándose 
cuantas  frutas  pueden  recoger,  hasta  (juc  se  presenta  un  vigilante  y 
como  Dios  lo  dá  a  entender  pone  en  paz  a  las  lidiadoras  y  cesan  los 
silbidos  y  la  algazara  de  ios  espectadores  (juc  han  gozado  de  un  gro- 
tesco espectáculo  sin  costarles  un  cuarto.  Terminada  la  lucha  los 
chiquillos  se  encargan  do  recoger  los  mechones  de  cabello  y  trozos 
de  vestido  que  han  quedado  sobre  el  campo. 

Entonces  la  comercianta  recoje  sus  mal  paradrs  géneros ,  y  al 
tiempo  de  marcharse  recibe  la  orden  de  presentarse  aquella  misma 
noche  ó  a  la  mañana  siguiente  en  casa  del  comisario  del  cuartel ,  el 
que  le  da  una  reprimenda  por  su  carácter  díscolo  y  pendenciero. 
Mas  este  percance  no  impide  que  la  escena  se  reproduzca  siempre 
que  la  oportunidad  se  presenta. 

La  carabasera  no  siempre  comercia  con  el  mismo  género.  En  la 
época  oportuna  pone  su  puesto  de  castañas  calientes  en  el  mercado 
ó  en  cualquier  esquina  a  propósito;  otras  xeces  hs  panochas  asadas 
constituyen  su  modo  de  vivir,  y  linalmente,  los  membrillos  asados 
y  las  favetes  cálenteles  forman  también  su  ocupación  vespertina.  En 
resumen,  la  carabasera  es  un  ser  vividor,  activo,  emprendedor,  in- 
dustrioso y  digno  de  ocupar  un  lugar  en  esta  colección  de  cuadros 
pintados  con  brocha  gorda. 

José  £apat«j>  j  UJeda* 


EL  FOGUERER. 

(El  horniUero.) 


^^rii-^:|prv>-^T-n»fíTyrrp^^ 


EL  FOGIERER. 


L  grato  estado  del  dolce  far  niente  peculiar  á  lo-s  hi- 
jos de  los  pueblos  meridionales ,  parece  que  deberla 
comprender  de  lleno,  á  los  que  vieron  su  pi'irjiera  luz 
en  la  ciudad  del  Cid,  que  con  su  pintoresca  posición  to, 
pografica  en  una  inmensa  llanura  esmaltad  g  ^jg  jardines 
que  con  el  aroma  de  sus  flores  embalsam  g^  gj  ambiente- 
con  su  cercado  de  ferazisima  y  poblar'  ^^  imerta  que  os- 
tenta orgullosa  su  robusta  y  no  interrumpida  ^ejetacion  en  un  di- 
latado horizonte  que  se  pierde  en  las  playar^  ^gj  mediterráneo  ,  et- 


44  LOS  VALENCIANOS 

peclador  tranquilo  que  parece  contemplarla  esíasiado  á  una  respe- 
tuosa ílislancia;  con  la  riqueza  y  abundancia  de  sus  aguas  potables 
y  de  riego;  con  su  tan  productivo  como  magnifico  lago  de  la  Albufe- 
ra; con  su  risueño  y  límpido  celaje,  que  sublima  el  espíritu  y  nutre 
al  poeta  de  divina  inspiración,  y  por  último,  con  su  voluptuoso  y 
embriagador  cañamelar  en  los  dias  calurosos  del  estío ,  templados 
por  la  suave  brisa  del  mar,  bien  se  puede  decir  que  Valencia ,  ha 
sido  enriquecida  con  todos  los  dones  de  la  naturaleza  ,  mas  propios 
para  que  sus  naturales  fuesen  muelles  y  afeminados. 

Sin  embargo,  el  observador  imparcial  notará  con  gusto  que,  á 
pesar  de  la  blandura  y  lijereza  de  su  carácter,  se  encuentran  en  no 
escaso  número  laboriosos  y  entendidos  agricultores;  artesanos  enér- 
gicos y  fuertes  para  el  trabajo;  fabricantes  aventajados  en  toda  clase 
de  industrias ;  reclutas  de  fácil  instrucción,  y  soldados  valientes.  Y 
si  bien  en  lo  general  no  tienen  al  trabajo  la  afición  que  debieran, 
tampoco  son  tan  indolentes  como  parecen  y  se  les  ha  querido  supo- 
ner; desplegando  cuando  la  necesidad  les  acosa  ,  una  actividad  de 
ingenio  sorprendente  en  un  pueblo  que,  sobrado  confiado  en  la  Pro- 
videncia, suele  comunmente  decir  cuando  ha  gastado  en  un  dia  lodo 
su  haber  monetario:  Mañana  Dios  proveerá. 

El  tipo  que  presentamos  puramente  indígena  de  este  país,  es 
una  prueba  del  aserto  anterior. 

Un  hombre  vulgar,  sin  oficio  ni  instrucción  para  ganarse  la  sub- 
sistencia, llega  un  dia  en  que  se  encuentra  frente  á  frente  con  el  es- 
cuálido y  repugnante  roFtro  de  la  miseria,  y  asustado  retrocede;  su 
orgullo  le  retrae  de  humillarse  á  mendigar  el  sustento;  la  necesidad 
le  apremia;  se  recojo  sobre  sí  mismo;  dá  tormento  á  su  imaginación, 
y  á  poco  sale  de  este  estado,  convertido  en  un  inventor  de  horni- 
llos, para  cuya  fabrieadon  no  se  necesita  emplear  el  menor  ca- 
pital. 

Y  nuestro  hombre,  en  mangas  de  camisa  en  el  verano,  chaqueta 
elástica  de  lana  en  invierno,  pantalón  de  algodón  de  color  indefini- 
ble por  su  mucho  uso,  faja  de  estambre  ,  pañuelo  á  la  cabeza  y  al- 


rnVTADOS  POR  fií  !WISMOS.  45 

pargatas,  cruza  b  caf)!!;!!  en  todas  (lirccnonos,  llovando  colgado  a 
las  espaldas  un  capazo  quo,  encierra  los  materiales  de  su  invento, 
consistentes  en  tierra  hecha  l)arro  y  escremcnto  tierno  de  caballe- 
ría, gritando  en  su  rico  y  armonioso  dialecto:  Foyueeereeecr.  Al 
cirio  las  cuidadosas  amas  do  casa  que ,  tienen  repuesto  de  ollas 
desculadas  ó  rotas  en  su  parlo  inferior,  y  por  lo  tanto  inútiles  é 
inservibles  para  el  uso  ordinario;  le  hacen  llamar  por  sus  criadas 
que  las  bajan  ala  puerta  de  la  calle,  donde  precedido  el  consi- 
guiente regateo  las  ajustan  según  sus  dimensiones  (í;. 

Entretenido  es  por  domas ,  el  ver  á  nuestro  industrial  ocuparse 
en  la  elaboración  do  sus  hornillos,  á  la  que  dá  principio  por  acabar 
de  rebajar  los  pucheros  hasla  la  mitad  de  su  barriga ,  siendo  de 
notar  que  verifican  la  rotura  sin  valerse  de  otros  instrumentos  que 
una  piedra  ,  con  tal  destreza  é  igualdad ,  que  los  oficiales  de  albañil 
cuando  reprenden  algún  aprendiz  porque  rompen  muchos  ladrillos 
al  cortarlos  con  la  paleta,  dicen  (rmal  aprovecharlas  para  fo(jueret',i> 
que  sin  otro  útil  quo  una  piedra  corla  los  pucheros  sin  quebrarlos, 
colocarlos  enseguida  boca  abajo;  amasar  el  barro  con  los  cscremenlos 
que  le  han  de  dar  trabazón  y  consistencia;  formar  sus  paredes  sobre 
las  del  puchero,  de  una  pulgada  de  espesor,  y  elevarlas  desde  su 
base,  rematando  en  tres  puntas  semejantes  á  las  de  un  bonete,  cinco, 
seis  y  ocho  pulgadas ;  colocar  con  simétrica  igualdad  en  forma  de 
hierrecillos,  tres  cascos  del  que  fué  puchero  en  su  parte  interior  donde 
este  principia  á  estrecharse;  abrir  una  venlanita  de  desahogo  para 
la  ceniza ,  promediada  entre  sus  dos  asas  á  igual  distancia  de  los 
hierros  y  el  zócalo  ;  y  como  complemento  de  su  artefacto,  con  las 
manos  mojadas  pulirlo  hasta  dejarlo  enteramente  liso  y  hermoso: 
Las  criadas  suelen  encargarse  de  enjalbegarlos,  y  la  metamorfosis 
es  tan  completa  que.  al  que  no  haya  presenciado  su  elavoracion,  le 
es  difícil  creer  que,  el  bien  acabado  hornillo  que  se  le  presenta  ala 


(1)    El  precio  mas  común  en  sus  diferentes  clases  es  el  de  doce  :  diez  j  seis  y  veinte  y 
euatro  maravedís. 


46  LOS  VALENCIANOS 

vista  tenga  por  base  los  restos  despreciables  de  un  inútil  puchero  y 
que  su  invención  sea  debida  á  un  hombre  común  del  pueblo  Va- 
lenciano, 

Su  utilidad  es  generalmente  reconocida  por  lodos  los  que  han 
tenido  lugar  de  usarlos,  ya  por  que  su  bien  ideada  construcción  fa- 
cilita el  buen  cocimiento  de  los  manjares ,  como  por  lo  económico 
de  su  coste,  y  el  comprobante  irrecusable  de  esta  verdad  que  re- 
fluye en  honra  y  prez  de  nuestro  industrial  es  que,  aquel  que  vimos 
en  un  principio  recorrer  las  calles  y  plazas  con  el  capazo  al  hombro, 
no  tardó  mucho  en  presentarse  seguido  de  un  pollino  cargado  con 
los  materiales ,  y  acompañado  de  un  muchacho  que  con  argentina 
voz  repite  de  cuando  en  cuando ,  la  sabida  cantinela  de:  Fogueee^ 
reeeer  al  fogueeereeeer. 

Y  tanto  ha  progresado  esta  clase  de  industria,  conservando  la 
elegancia  de  su  forma  que ,  en  nuestros  dias  vemos  ya  en  muchas 
tiendas  de  esta  hermosa  capital ,  hornillos  elaborados  y  ostentando 
su  blancura,  al  parecer  como  emblema  de  puro  contentamiento, 
por  haberse  librado  de  la  suspicaz  penetración  del  señor  conde  de 
Toreno.  Y  efectivamente  si  este  célebre  estadista  al  querer  inocular 
en  nuestro  país  el  sistema  francés  de  la  matrícula,  dejó  de  incluir  en 
ella  al  fabricante  del  hornillo  valenciano ,  porque  ignorase  su  exis- 
tencia, ó  por  que  su  obscura  y  humilde  procedencia  no  le  diesen  ti- 
tules bastantes  para  poder  figurar  al  lado  de  otras  industrias ;  ó  á 
causa  de  que  su  esclarecido  talento  reconociese  que,  seria  escarne- 
cer la  miseria,  el  gravar  con  un  impuesto  el  artefacto  que  podia  re- 
putarse como  hijo  natural  de  aquella ,  ó  bien  por  querer  pagar  un 
tributo  de  admiración  al  genio  creador  de  este  invento;  lo  cierto  es 
que  el  foguerer  se  vio  libre  de  figurar  en  el  estenso  y  minucioso  pa- 
drón de  la  matrícula ,  y  marchar  sin  trabas  por  el  camino  del  pro- 
greso á  su  completo  desarrollo. 

Ignoramos  si  el  señor  don  Alejandro  Mon,  continuador  de  aquel 
sistema,  al  establecer  el  suyo  tributario,  con  la  firmeza  de  voluntad 
que  se  le  reconoce,  dispensó  al  foguerer  el  justo  privilegio  que  venia 


UNTADOS  POB  SÍ  MISMOS.  47 

disfrutando,  ó  Vi  su  inflíjxihlc  rocliliid  lo  sujetaría  á  la  ley  común 
de  lüs  vlcmás  indunlnales.  Mas  sea  de  ello  lo  quo  (juiera  ,  lo  positi- 
vo es  (|ue,  ni  se  le  lia  podido  privar  do  su  originalidad  <|ue  no  reco- 
noce seguudo  QÍ  de  iu  marayilluáo  cngrandeciuiiento. 


K.  •.  7  91. 


EL  TARTANERO. 


,iamsidm»AikmmeiaMmmi  ifimni 


EL  TAKTANEIIO. 


O 


~o-<?SÍ9>-— 


9s9  ^S  ©a?  ^^  *'^  ESO?  Allá  u  lo  lejos  por  cnlrc  una  nube  de  pol- 
^^¿sfe^^>^«5?^U^  ^^  ^""^  *"^  desvencijado  vebiculo  lirado  por  uu  es- 
^^^Q^  cnalido  rocin  y  guiado  por  un....  no  sé  lo  que  es; 
síK^.  dislingo  un  objelo  que  se  mueve,  bracea,  grila, 
\^V  _^^,y  pero  no  la  (¡gura  que  lieuc;  parece  ¿ilma  que  lle- 
^  tíÜhf  va  el  diablo,  si  be  du  juzgar  por  el  paso  que  lleva. 
>J>^3:5  '/oxi  El  largo  y  espacioso  camino  del  Grao  es  recorrido 
"v)^  en  minutos  por  el  jamelgo,  gracias  á  los  esfuerzos 

del  que  lo  rige. 
Por  esla  otra  part  3  veo  una  especie  de  carromato  con  honores  de 
tartana,  que  cruza  lo  q^e  con  mucha  prosopopeya  llamamos  camí/íOí 
reales;  jmagnilicos  caminos!  El  paso  lento  y  pesado  del  mulo,  el  tra- 
queteo iuferual  de  esa  quisicosa,  que  se  aumenta  con  el  número  de 
baches,  hoyos  y  piedras  de  que  esla  liena  la  vía,  nos  dan  la  idea  de 
las  dulzuras  que  se  deben  esperimenlar  en  un  viaje  hecho  por  este 
medio  de  locomoción. 

Por  fin,  no  muy  lejos,  en  todas  las  calles  de  Valencia^  encon- 
trareis y  veréis  una  cosa  parecida  á  un  cajón  monstruo,  á  un  cofre  de 

7 


-    50  LOS  VALENCIANOS 

colosales  dimensiones  lirado  por  un  cabailo,  pues  á  este  ya  le  pode- 
mos dar  ese  nombre,  el  cual  lo  mismo  váal  paso  que  á  escape,  según 
es  la  voluntad  de  su  dueño.  Ahora  bien,  si  rae  preguntáis  quiénes 
son  estas  tres  distintas  personas,  os  diré  que  el  tipo  verdadero  que 
á  grandes  rasgos  voy  á  pintarragear;  el  tartcmero. 

¡El  tarlanero!  Verdaderamente  para  hablar  de  este  personaje,  ca- 
si se  nos  hace  preciso  hablar  de  la  tartana  haciendo  para  ello  una  es- 
cursion  á  la  historia  para  saber  el  origen,  glorias  y  vicisiludes  que 
ha  tenido  ese  antiguo  vehículo,  elcuah  á  despecho  de  la  moda,  ha 
echado  profundas  raices  en  este  bienaventurado  suelo:  pero  nos- 
otros que  no  somos  aficionados  traerá  colación  lo  que  no  conduce  á 
nada,  dejamos  que  la  historia  de  la  tartana  duerma  en  paz,  y  vamos 
á  ver  si  podemos  dar  con  la  historia  del  taríaoero. 

Tres  son  las  distinciones  que  hemos  hecho  de  este  tipo,  tres, 
pues,  son  las  clases  en  que  le  dividimos;  tarlanero  del  Grao,  de 
los  pueblos  y  de  la  capital.  Vamos  á  hablar  coa  separación  de 
cada  uno  de  ellos,  comenzando  por  el  último. 

La  tartana  de  alquileres,  como  hemos  dicho  antes,  un  cajón,  un 
cofre,  un  cualquier  cosa,  pero  graciosa,  bien  pintada,  con  sus  asien- 
tos de  muelles,  su  caballo  de  buen  aspecto,  sus  arreos  rauyliuipios, 
y  sobre  todo  su  movimiento  mas  suave;  es  una  locomotora  que  ofre- 
ce algunas  mas  comodidades  que  las  demás.  El  que  dirige  este  con- 
voy, ya  sea  dueño,  ya  sea  criado  de  él,  es  lo  mas  tino  y  urbano  que 
se  encuentra  en  la  clase  de  tartaneros.  Viste  como  la  gente  del  pue- 
blo; chaqueta,  gorra,  pantalón  y  faja;  destroza  el  castellano  cuando 
le  habla,  de  lo  cual  tiene  precisión  á  toda  hora;  comprende  todos  los 
idiomas  del  mundo,  pues  reduce  sus  voces  á  dinei'o  y  su  significado 
á  poner  á  disposición  de  toJo  el  mundo  su  carruaje;  su  lengua,  y  es- 
to parece  inútil  decirlo,  es  la  valenciana  de  la  cual  hace  uso  fre- 
cuente, ya  sea' francés  ó  chino  con  quien  hable.  Sus  sillos  de  espera 
son  los  que  el  nuevo  reglamento,  innovación  importante  que  se  ha 
hecho  en  esta  materia,  les  señala  y  que  por  lo  regular  son  adminis- 
traciones de  diligencias,  fondas,  ferro-carril,  etc,en  los  cuales  forman 


PUNTADOS  roit  SÍ  :^iisiio.s.  51 

sus  r(>uiii()ii(!s,  y  vn  al^'unos  |)Uiili)S,  como  .siipnngainos,  la  plaza  do 
la  Aduana  iin|M'ovisaii  ciorlos  juegos  inoceides  quü  les  cidrcliriien 
agradablouwMilü  y  los  iiaccu  pasar  ul  lieinpo  con  guslo  é  intfrrt.  Es- 
lo  |)(Msoiia¿,'o  es  el  cicerone  d<!  lodos  los  furasleros  y  e.Nlrangeros  (juo 
so  sirven  do  él,  por  lo  cual  lodos  oslan  relacionados  con  los  foiidi.tlas, 
palronas  do  casas  de  Imcspcík's,  diicfios  de  cafés,  ele.  ele;  es  lam- 
bieii  e!  aliuaiiai{ii(;  ainbiii.iDle  de  las  íieslas  que  marca  lanío  la  iglesia 
como  la  moda;  por  (v>u  sabe  mejor  que  nadie  cuales  son  los  dias  du 
paseo,  los  porrals^  los  dias  en  ipio  se  acoslumbran  hacer  las  giras, 
vulgo /íat'//(íí,  las  horas  en  que  se  celebran  la^  paradas,  y  en  lin,  lo- 
dos los  aconlecimienlos  para  los  cuales  es  necesario  servirse  de  ellos; 
podemos  decir  que  es  el  Vaíencia  en  la  mano  por  ser  el  hi>mbre  que 
conoce  mejor  la  población.  Todos  eslos  oficios  que  desempeña  le  [)0- 
WQUVii  conlaelo  c(»n  todas  las  familias  de  mediana  fui  luna  de  la  ciu- 
dad y  le  proporcionan  el  placer  ó  desgracia  do  saber  mil  sccrelos  lan- 
ío de  amores  como  de  honra,  azares  de  la  sucrle,  gloria  ,  esperan- 
zas, sueños,  influencias  y  meuliras;  que  podríamos  caliíicar  de  Mis- 
leriosde  la  tartana,  y  lodo  eslo  lo  sabe  sin  querer,  por  casualidad, 
pronunciando  alguno  una  palabra  inprudenle  ó  escapándosele  á  otro 
alguna  espresion  ino!)orluna.  A  veces  algunos  acoslumbran  tomar 
uno  de  esos  carruajes  para  hablar  sin  (jue  nadie  les  estorbe  y  lo 
hacen  de  lal  modo  que,  aunque  el  tarlanero  no  pecase  de  curioso 
lendriaque  oir  á  la  fuerza  y  enterarse  del  asnnlo  que  trataban.  Los 
mas  conceptúan  á  esle  personage  como  un  poste ,   un  adberenle 
de  la  tartana,  que  no  liene  sentido,  ni  vida,  ni  movimiento  mas  que 
para  obedecer  y  cobrar;  creen  que  es  una  cosa  cualquiera  ante  la 
cual  se  puede  decir  todo  sin  ter.ior  de  que  guarde  memoria  mañana 
de  lo  que  hoy  se  haya  hablado;  creen  que  es  una  masa  de  carne, 
incrustrada  en  su  asiento  á  la  cual  Dios  no  ha  concedido  otra  fa- 
cultad que  la  de  dirigir  ese  desdichado  vehículo:  y  verdaderamente 
¡cuánto  se  engañan!  El  tarlanero  es  un  hombre  como  cuabjuier  otro 
que  vive,  piensa,  siente,  ama,  aborrece;  que  aspira  ei  mismo  aire 
que  nosotros  bebemos,  que  le  alumbra  el  mismo  sol  que  nos  bañaá 


52  LOS  VALENCIANOS 

nosotros  de  luz,  que  le  cobija  el  mismo  lecho  azul  que  como  cortina 
inmensa  nos  cubre  las  puertas  de  la  inmensidad,  que  forma  parte 
de  esa  grande  y  estensa  familia  que  se  llama  humanidad;  el  tartane* 
ro  es  un  ser  humilde  considerado  en  la  escala  social;  pero  á  pesar 
de  que  el  hombre  le  ha  dado  una  categoria  intima,  el  siente  los  mis- 
mos deseos,  tiene  las  mismas  aspiraciones  goza  con  los  mismos  es- 
pectáculos, siente  los  mismos  afectos  y  tiene  los  mismos  vicios  que 
los  demás:  creer  otra  cosa  seria  una  estupidez,  una  estupidez  que 
cometen  á  todas  horas  del  diala  mayor  parle  délos  que  se  sirven  de 
él.  Y  á  la  verdad,  no  se  le  puede  tachar  de  curioso  cuando  sin  pre- 
guntar le  cuentan  lo  que  él  no  tiene  deseo  de  saber;  ni  mucho  menos 
podremos  decir  que  es  un  escucha  cuando  no  se  esconde  para  saber 
secretos  de  nadie  ;  asi  que  cúlpense  á  sí  mismos  los  que  impruden- 
temente se  confian  lo  que  no  se  puede  decir  sino  tomando  las  pre- 
cauciones necesarias.  El  tartanero  podrá  hacer  buen  ó  mal  uso  de 
lo  que  oiga,  por  loque  siempre  esos  datos  que  ha  recogido  al  azar 
y  que  ha  ido  escribiendo  en  su  memoria  como  en  las  pajinas  de  un 
libro,  serán  un  arma  terrible  de  la  que  podrá  servirse  cuando  quie- 
ra: con  la  particularidad  de  que  el  dia  en  que  la  use  su  dicho  mere- 
cerá fé  y  nadie  recusará  su  autoridad  por  mas  que  íigure  en  una 
de  las  últimas  lineas  de  la  esfera  social  y  la  persona  aludida  perte- 
nezca á  un  alta  gerarquia,  pues  hay  palabras  cuyo  efecto  no  se 
borra  aunque  se  puede  hundir  al  que  las  ha  dicho  ,  como  podemos 
aplastar  la  vibora  cuya  mordedura  nos  dá  la  muerte. 

Este  es  el  tartanero  de  la  capital,  es  decir,  ese  que  vá  desem- 
pedrando las  calles  lanío  de  dia,  como  de  noche;  el  que  vemos  á  ca- 
da momento  crugiendo  el  látigo  y  preguntando  i(¿falta  carruageh->, 
el  ser  indispensable  en  todas  las  diversiones,  el  conductor  de  todas 
las  clase  de  la  sociedad,  y  por  fin;  el  hombre  necesario  para  encar- 
garse de  ciertos  oílcios  ó  negocios,  en  los  cuales  las  mas  veces  ig- 
nora el  papel  que  desempeña.  Pasemos  á  decir  algo  del  tartanero 
de  los  pueblos. 

Este  pcrsonage  por  lo  general  es  natural  de  la  huerta,  que  es  la 


PINTADOS  pon  SÍ  MÍSMOS.  ^i'S 

que  mas  SO  comuiiira  ron  la  cupial;  TorriMilc,  Liria,  MasamaprL'll, 
CliirivoHa  V  otros  cien  pnchlos  quo  no  tío/ww  do  las  vcnl;i].»s  del  ífr- 
ro-rarrii  l«»  posoon.  v  sus  oslaci'»ni*s  lijas  las  licnni  en  las  posadai 
ó  nii  las  ifuoras  de  las  purrias  i\o  S'Tranos  y  de  San  José.  Kslc  larla- 
iioro  vislo  poco  mas .'»  menos  como  los  labradores;  y  f»iis  costumbres, 
usos  V  liábiloM  csljii  muy  en  armonia  con  las  de  aquellos.  Su  rostro 
lüstatlo  por  el  s  )l,  rasurado  constantemente  y  «in  llevar  nunca  la  two- 
ñor  señal  de  bijíole,  patilla  ó  barba  présenla  el  tipo  perfecto  \  turne - 
Icristicodel  hombre  de  nuestros  campos;  una  variar-ion  en  est;i  parte 
y  en  sentido  rcformisln  producihü  sensación  y  harta  alarma  cntrf 
ellos.  El  tartanero,  pues,  vive  con  su  pueblo  y  sigue  sus  co.slunabres 
fueran  como  ((uieran,  como  buen  hij<»  y  tid  imitador  de  lasprácliros 
(pie  unas  generaciones  legan  a  otras  y  que  t;mlo  se  icspelan  en  los  pe- 
queños lugares.  Ademas  del  oticio  (pie  como  a  tal  licne,  ileva  unidos 
ó  ans^jos  á  él  oíros,  como  son  el  de  cartero,  repartidor  y  cümisio- 
nisla,  efecto  esto  de  los  pocos  medios  de  comunicación  ipio  hay  con 
la  c\pital.  Cuando  sale  de  esta  ó  del  sitio  de  su  re<idenc  a.  si 
lleva  la  tartana  vacía  se  acomoda  en  ella  y  á  su  blando  movmienlo 
y  arrullado  por  el  ruido  que  produce  el  collar  de  campanillas  del  mu- 
lo se  duerme  como  un  lirón;  pero  cuando  el  carruage  va  lleno  enlon- 
ces  lo  único  que  hace  es  alguna  estación,  o  bien  en  alguna  casa  ami- 
ga donde  se  le  obsequia  con  un  vaso  de  lo  tinto,  ó  bien  en  alguno  de 
esos  parages  cuyo  pacilico  ramo  de  or^a  llama  y  convida  a  sorber 
un  vaso  de  lo  blanco.  Por  lo  demás,  parlicipa  de  las  mismas  cuali- 
dades que  todos  ellos  y  es  sin  dispula  el  que  tiene  mas  obvencio- 
nes, el  que  santifica  mas  las  fiestas  y  el  que  esta  mas  bien  conside- 
rado. 

Sobre  el  tartanero  del  Grao  ¿qué  le  diré,  amigo  lector,  que  ya 
no  sepas?  ¿Quién  no  conoce  esc  1  ombre  o  muchacho,  por  que  los 
hay  de  todas  edades,  que  vemos  a  cada  momento,  aunque  ya  en  cor- 
lo numero,  y  que  nos  asedia,  nos  agobia,  nos  fastidia  con  su  eterno 
tuno,  dos,  tres  faltan,  7>  según  es  el  número  de  personas  que  vé?  Na- 
die, pues  lodos  cuál  mas,  cual  menos,  hemos  hecho  uso  de  su  estra- 


54  LOS  VALENCIANOS 

ño  carretón,  que  visto  á  buena  luz  no  se  sabe  de  qué  está  formado, 
ni  cómo  se  mueve,  ni  cómo  se  puede  ir  en  él;  á  pesar  de  que  hay 
algunos  sumamente  graciosos,  con  sus  corlinas  de  colores,  sus  ca- 
ballos llenos  de  cintas  y  de  collares  y  sus  asientos  forrados  de  mejor 
tela.  Sin  embargo,  la  generalidad  de  estos  carritos  no  tienen  ningu- 
na condición  que  los  haga  admisibles  para  que  uno  se  atreva  á  viajar 
en  ellos;  por  fuera  el  aspecto  que  presentan  no  puede  ser  mas  po- 
bre; las  ruedas  de  puro  viejas  han  perdido  el  barniz  que  un  tiempo 
tenían  y  solo  las  queda  el  color  de  la  madera;  las  paredes  de  la  tartana 
están  formadas  por  dos  pedazos  de  estera  vieja;  el  asiento  del  que 
la  guia  es  una  pelada  labia  de  pino  ó  de  cualquier  cosa,  y  el  rocinan- 
te es  un  esqueleto  de  caballo  cubierto  con  una  piel  sin  crines  y  llena  de 
mataduras,  llagas  y  otras  cosas  por  el  estilo.  Por  dentro  la  vista  que 
ofrece  no  es  menos  interesante:  tiene  por  toldo  unas  cuantas  cañas 
que  al  moverse  el  carruage  producen  un  concierto  armonioso  y  an- 
gelical; por  asientos  unos  que  en  su  tiempo  fueron  almohadones,  for- 
rados de  una  tela  raída,  y  por  suelo  ó  bien  una  estera  ó  bien  una 
pieza  de  cuerda  tejida  del  mismo  modo  que  está  hecho  todo  en  este 
original  vehículo.  Guando  se  mueve  esta  máquina,  debemos  confesar 
que  se  sostiene  j9or  máquina  y  admiramos  lo  bien  que  conserva  ca- 
si siempre  la  ley  del  equilibrio.  Guando  completados  los  indispensa- 
bles ocho  asientos,  y  á  veces  ocho  y  medio  ó  nueve,  sin  los  cuales 
no  puede  comenzar  el  viage,  entra  en  ese  precioso  camino  del  Grao  y 
escapa  al  galope  aquella  armazón  de  hierro,  piel  y  caña  y  con  ella  otras 
cien;  nos  parecen  fantasmas  que  cruzan  el  espacio  empujadas  por  un 
genio  diabólico  y  que  la  tierra  parece  que  traga  perdiéndose  tras  esa 
bóveda  de  árboles  qua  forma  el  techo  de  tan  encantadora  via.  El  mar 
es  el  término  de  este  molesto  al  par  que  agradable  via^e,  pues  en  su 
trayecto  suceden  escenas  dignas  de  contarse,  en  las  que  el  protago- 
nista es  el  tartanero,  y  que  yo  no  puedo  detenerme  en  referir  pomo 
alargar  mas  este  articulo.  Al  principio  y  al  íin  del  camino  suceden 
oirás  no  menos  divertidas  y  graciosas  con  el  regateo  del  precio;  ac- 
tualmente han  desaparecido  casi  del  lodo,  pues  algunas  veces  daban 


I•l^TVD()s  pon  si  mismos.  55 

Iiipar  ;i  serios  jillcrcndDs  v  aciiloiüdiis  ili>|ml;N.  Kl  rcíflimwnlo  que 
el  aiKt  |»¡is;i(l()  se  puljlicó  lijatido  las  lürilas  \  el  iiiaximtin  (h?  los  pre- 
cios lia  corladü  sino  (\o  wm  al  menos  en  parle  la  arliilrariedad  doloM 
larlanero.s,  cuya  vohmlad  en  e.sle  piinlo  cía  la  suprema  y  única  l«y. 
Do  los  Iros  larlaneros  ipio  liemos  Iralado  (h^  l»os(|uejar.  esle  es  sin  du- 
da chine  présenla  nn  cacHíciinas  general,  y  al  que  vcrdadeíamen- 
le  podemos  dar  I  il  nondire,  pues  su  olicio  no  eonsislc  solamente  en 
cruzar  el  camino  del  (¡rao  sino  ipio  se  esliende  á  mas.  Su  car- 
run^'e  lo  mismo  sirve  para  correr  por  la  capital,  (|uc  para  ir  á  los 
pueblos,  que  para  pascar  por  los  arislocralicos  salones  de  la  Alame- 
da confundido  con  los  lujosos  cochos  y  no  menos  lujosas  tartanas 
de  nuestras  principales  familias.  A  este  pcrsonagc  se  le  distingue  de 
entre  los  demás  por  su  vestido  mezcla  de  marinero  y  laljrador  y  lam- 
bien^por  ser  el  mas  trulian,  malicioso,  hablador  y  sidapado  de  todos 
ellos.  Su  trabajo  dura  inicnlras  dur.in  los  baños;  concluidos  estos, 
concluye  su  obra,  no  obstante  de  que  quedan  algunos  siempre,  aun- 
que muy  pocos,  los  cuales  se  reparten  los  escasos  viages  que  se  ha- 
cen en  el  invierno. 

Hé  aquí  al  tartancro. 

Para  concluir  voy  á  añadir  dos  palabras;  este  tipo  está  próximo 
á  desaparecer,  aunque  creemos  vivirá  algún  tiempo,  menguanlo  con- 
siderablemente cada  año  su  importancia  y  su  nombre.  Si  me  pre- 
guntáis la  razón  de  esto,  no  sabré  deciros  mas  que  porque  asi  lo 
exige  una  señora  á  quien  hoy  comenzamos  á  ver  do  frente  y  que  se 
llama  Civilización,  esa  civilización  que  está  imponiendo  su  voluntad 
al  mun  o  y  que  viene  rodeada  de  cuantos  atributos  y  cualidades  pue- 
den embellecer  la  triste  prosa  de  la  vida.  Comodidad,  economía, 
guslo,  ornato,  todo  lo  lleva  consigo;  ¿quién  se  atreverá  á  no  hacer- 
le paso?  Nadie;  adelante,  pues,  la  compañera  del  siglo  XIX.  Pero  ¿no 
oís?  alia  á  lo  lejos,  muy  lejos  ha  sonado  un  grito  agudo,  estridente,  .'^a!- 
vage,  una  especie  de  silbido  fuerte,  continuado,  penetrante,  que  lle- 
ga a  los  confines  del  horizonte  y  se  pierde  entre  los  pliegues  de  las 
nubes  ¿que  es  eso?  Poco  a  poco  se  vá  acercando  una  mole  que  He- 


56  LOS  VALENCIAISIOS 

va  por  cimera  una  densa  columna  de  humo  y  que  se  abre  paso  por 
oníre  los  campos,  las  villas  y  las  ciudades  ¿donde  vá?  ¿quién  la  guia? 
¿quien  es?  Es  el  siglo  XIX,  que  vá  en  pos  de  la  verdad  guiado  por 
el  genio  del  hombre.  No  le  detengáis;  pensarlo  solamente  seria  una 
locura.  No  hace  mucho  entró  en  España  y  al  poco  tiempo  su  voz  so- 
nó en  el  Grao,  llegó  á  Valencia  y  se  estendió  hasta....  ¿quién  sabe 
adonde  irá?  Ahora  que  hemos  entrado,  ó  por  mejor  decir,  hemos  na- 
cido para  la  vida  universal,  necesitamos  de  otros  medios  para  exis- 
tir; la  tartana  en  el  año  1859  es  un  anacronismo  que  no  comprende- 
mos, mucho  mas  cuando  el  mundo  desea  volar  como  el  pensamiento; 
el  tarlauero  es  un  ser  que  na  puede  vivir  teniendo  por  sombra  el  humo 
déla  locomotora.  Aquí  podíamos  decir  mu  y  bien  la  elocuente  y  profun- 
da frase  de  Viclor  Hugo,  esto  matará  á  aquello,  aunque  el  aquello  es 
muy  pequeño  comparado  con  esa  magnífica  invención  á  la  que  se  le 
dá  el  nombre  de  vapor. 

La  capital  también  perderá  esos  antiguos  carruages  sustituyén- 
dolos por  otros  mas  cómodos  y  de  mejor  gusto,  como  sucede  ya  en 
otras  capitales  de  provincia,  siendo  la  moda  la  que  introducirá  esa 
variedad  de  faetones,  carretelas,  tres  por  cientos,  etc. 

Yo  que  tengo  en  mucha  estima  y  aprecio  en  lo  que  valen  esas 
gloriosas  antiguallas  de  nuestros  padres,  en  ciertas  cuestiones  las 
respeto  pero  las  lego  al  olvido  para  marchar  con  el  espíritu  innova- 
dor de  mi  siglo,  que  por  mas  que  se  diga  no  quiere  dormir  ni  en  los 
caminos,  ni  en  los  mares,  ni  en  sus  leyes,  ni  en  sus  costumbres;  si- 
no que  quiere  correr  con  la  celeridad  del  rayo,  quiere  volar  com.o 
la  imaginación  fogosa  del  poeta.  Tarlauero,  después  de  haberte  pin- 
tado del  mejor  modo  que  me  ha  sido  posible  te  dejo,  te  abandono 
como  uno  de  esos  recuerdos  que  alegraron  la  vida  de  nuestros  padres; 
la  locomotora  acaba  de  silbar;  el  embarcadero  del  ferro-carril  está 
lleno,  tu  tartana  está  vacía.  Adiós.  El  mundo  y  con  él  Valencia  quie- 
ren saludar  el  sol  que  anuncia  la  nueva  era. 

C  Calvo  j  J&<í¡)úrisuex, 


«¡l'TWí^v 


BL  (XAVARIO  DE  LAS  HESTAS  DE  CALLE. 


■^^^^^] 


K 


EL  CLAVARI  DE  LES  FESTES  DE  CARRER. 


-•i^- 


4 


m 


.O. 


O       LES  señor,  ello  es  preciso  dar  comienzo   á  tra- 


'^ 


P 


,(^^^;^^^^JT^    zar  del  mejor  modo  posible  este  personaje,  el 


Hí  ^^^y 


cual  si  mi  predicción  se  cumple  ,    larde  des- 
aparecerá áe  la  escena :  esle  tipo   se  repro- 
duce con  tanta  facilidad  y  profusión   como  el 
bacalao,  de  maneía  que  es  el   antítesis  de 
los  demás ;  mientras  aquellos  a  impulso  de 
la  moda  caprichosa  y  entusiasta  por  innovar, 
""  ó  por  efecto  del  tiempo  que   todo  lo  arrastra, 
ceden  su  condición  particular  á  otro  de  suyo  mas   encarnado   con 
las  ideas  y  costumbres  del  siglo  que  atravesamos,   ó  cuando  me- 
nos  se  metamorfosean  hasta  el  punto   de  no  haber  término  de 

8 


58  LOS  VALENCIANOS 

comparación,  enlre  el  viejo  tipo  que  se  hunde  cansado  de  tan  larga 
existencia,  y  el  nuevo  que  le  sustituye  con  no  escaso  caudal  de  ilu- 
siones y  esperanzas ;  nuestro  héroe  cada  dia  se  engrandece  en  nú- 
mero, se  multiplica  ,  y  Valencia  que  da  su  contingente  para  la  em- 
pleomanía, como  hace  cada  provincia,  surte  también  el  no  escaso 
personal  de  clavarimanía;  pues  unos  y  otros  saben  de  antemano 
que  para  sentar  plaza  ya  sea  en  la  nómina  del  Estado  ,  ya  sea  en  la 
callejera  ,  no  se  necesita  otra  cualidad  que  la  de  poseer  ciertas  tra- 
gaderas de  elasticidail  indecible.  ¿Y  cómo  no  ser  asi  cuando  para 
condecorarse  con  el  rimbombante  titulo  de  clavario  de  fiestas,  no  se 
exije  ser  letrado ,  hacer  voto  de  castidad,  ni  ninguna  de  esas  condi- 
ciones quepudieran  ser  un  obstáculo  para  revestirse  con  el ,  y  en 
cambio  goza  de  mil  ventajas,  reportando  honra  j provecho. 

Ser  empleado  y  clavario  de  fiestas  son  bocados  sin  hueso  ;  sin 
embargo,  aquel  necesita  pretender  su  empleo,  mientras  que  este 
lo  agarra;  y  como  por  desgracia,  entre  esta  clase  de  chupópteros  de 
nuevo  cuño,  ya  hemos  dicho  que  no  es  condición  precisa  ser  letra- 
dos se  desconoce  la  lógica,  y  detestan  todo  razonamiento  ó  discusión 
que  tienda  á  desviarles  de  su  propósito  ,  y  así  como  la  raza  cani- 
na no  reconoce  mejor  ley  que  la  del  colmillo  ,  así  estos  presupues- 
tívoros enarbolan  su  bandera  y  á  voz  en  grito  proclaman  como  ley 
mas  obvia  la  de  la  fuerza  bruta;  y  líbreme  Dios  de  encontrarme  en 
medio  de  un  combate  entre  gente  de  tan  buen  puño,  y  robusta  in- 
tención de  no  ceder  la  clavarimanía  al  gran  turco  que  se  la  dispu- 
tara, aunque  tuviese  que  armar  un  puj.lato  con  él  mismo. 

Basta  de  preámbulo,  y  puesto  que  el  tipo  que  nos  ocupa  es  un 
efecto ,  sepamos  su  causa. 

Piérdese  (1)  en  la  oscuridad  de  los  tiempos  el  origen  ó  institución 


(1)  No  podemos  resistir  al  deseo  de  estampar  algunas  de  las  consideraciones  que  acer- 
ca de  la  procedencia  de  las  Gestas  de  calle  ha  escrito  nuestro  amigo  D.  Francisco  Puig 
y  Pascual  ,  todo  con  el  deseo  de  ser  mas  exactos  y  por  que  reconocemos  que  no  llega- 
ríamos á  la  altura  de  este  modesto  literato  al  recopilar  la  Índole  sie  aquilas.  \  Ojala  hu- 
biera escrito  también  acerca  del  lipol 


TIMADOS  IMUl  si  HUSMOS.  59 

di3  ciLTla.s  r('>livi(|;i(l('s  (jiio  Irasmilioscn  a  las  goncra»  iones  fnUiras 
a(|iiollus  (lias  (le  í^loriosa  recordación  en  honor  (h?  lo»  cuales  fueron 
creadas.  Do  muy  distinta  manera  nos  lia  consignado  la  historia  su 
reiohraeion  on  las  diferentes  (>pocas  (|iie  han  atravesado  las  naeio- 
ncs,  ya  en  el  apogeo  de  su  prosperidad ,  ya  en  el  periodo  do  su  de- 
cadencia. A  nietlida  (pie  los  pnoMos  han  adelantado  en  sn  civihza- 
cion ,  hemos  visto  (pie  han  sufrid )  modilicaciones  mas  i)  met.os 
Irascondcnlalcs ;  pero  (jue  no  han  alterado  cu  nad.»  su  esencia  ,  de- 
jándonos por  consiguienlo  en  doscubierlo  el  objeto  que  sus  fundado- 
res se  propusieron.  Asi  vemos ,  por  ejemplo ,  que  al  paso  que  los 
|)rimitivos  pueblos  del  globo  sancionaban  como  precepto  el  sacri- 
ücio  de  millares  do  victimas  humanas  á  sus  falsos  ídolos  ;  en  épo- 
cas  posleriorcs ,  y  cuando  conocieron  la  barbarie  de  estos  espec- 
táculos tan  gratos  para  sus  antepasados .  y  tan  repugnantes  para 
ellos,  no  solo  los  condenaron  al  olvido,  sino  que  se  avergonzaron  al 
solo  recuerdo  de  lan  atroz  costumbre,  sustituyéndolos  empero  con 
otros  mas  gratos  y  en  mas  perfecta  consonancia  con  la  índole  de  sus 
moradores. 

El  nacimiento  del  cristianismo  fue  la  antorcha  que  disipó  las  ti- 
nieblas de  tan  borrascosos  tiempos ,  relegando  con  las  sabias  máxi- 
mas del  Evangelio  tan  cruentas  escenas.  Desde  esta  época  en  que 
la  civilización  lomó  nn  giro  distinto  ,  han  sufrido  una  metamorfosis 
completa  esos  actos  espontáneos  con  que  los  pueblos  recuerdan  an- 
tiguas tradiciones.  Y  mientras  los  romanos  en  su  estúpida  embria- 
guez se  entregaban  á  asquerosas  y  repugnantes  bacanales,  los  cris- 
tianos celebraban  con  religioso  compungimiento  las  festividades  de 
los  Santos.  ¡Singular  contraste  que  hace  mas  latente  las  tendencias 
del  espíritu  humano  hacia  su  mejoramiento  moral! 

En  ninguna  nación  quizás  se  presenta  lan  á  las  claras  ese  pru- 
rito de  festejar,  como  en  nuestra  España.  Dominada  primero  por 
un  fervor  rehgioso  ,  á  cuyo  influjo  se  debieron  tantas  conquistas ,  y 
subyugados  después  por  el  fanatismo  inquisitorial  de  los  Torque- 
madas,  origen  de  su  decadencia  y  envilecimiento,  desde  los  últimos 


60  LOS  VALENCIANOS 

años  del  reinado  de  Felipe  lí  hasta  la  muerte  del  imbécil  Carlos  el 
hechizado,  acudió  en  cuantas  ocasiones  veia  malograrse  sus  inten- 
tos á  la  celebración  de  actos  religiosos,  pública  y  ostensiblemente 
manifestados.  En  mas  de  una  página  leemos  en  la  historia  ,  esa  fiel 
consultora  tan  benévola  como  rica  y  erudita,  que  los  monarcas  man- 
daban hacer  públicas  rogativas  antes  ó  después  de  emprender  una 
guerra  ,  para  que  el  cielo  les  concediese  el  triunfo  de  sus  armas;  y 
cada  pueblo,  cada  provincia  ,  se  encomendaba  á  sus  Santos  patronos 
para  implorarla  justicia  de  su  causa.  Esto  por  una  parte,  y  las  gran- 
des calamidades  públicas,  que  en  todos  tiempos  han  afligido  ala  hu- 
manidad por  otro,  multiplicaron  estraordinariamente  las  festividades. 
Valencia  es  quizás  entro  todas  las  provincias  que  comprende 
España ,  la  que  cuenta  mas  Santos  de  su  devoción  ,  como  vulgar- 
mente se  dice  ,  y  la  que  consagra  mas  dias  del  año  á  tributarles  un 
culto  esterior,  al  paso  que  religioso,  de  contentamiento  y  bienan- 
danza para  sus  moradores.  Y  un  forastero  se  hubiera  asombrado  al 
recorrer  treinta  años  atrás  las  calles  de  esta  capital  viendo  ¡oh  pro- 
digio mararilloso !  empotrados  en  las  paredes  de  casi  todas  ellas 
uno  ó  mas  retablos ,  cubiertos  de  madera  unos  ,  otros  de  lienzo  con 
la  imagen  de  un  Santo ,  deteriorada  por  la  incuria  de  los  tiempos, 
y  alumbrados  algunos  durante  la  noche  por  un  grasicnto  farolillo, 
que  la  piedad  de  algún  devoto ,  ó  una  promesa  empeñada  ,  tenian 
cuidado  de  alimentar.  Si  al  forastero  se  le  preguntara ,  creyéndose 
trasportado  al  claustro  de  algún  monasterio  (pues  tal  debiera  pare- 
cerle  tanta  multitud  de  postizas  capillitas  como  se  ofrecían  á  su  vis- 
ta) si  cada  una  de  ellas  reconocía  una  fiesta,  y  le  hubieran  contesta- 
do afirmativamente  ,  ¿seria  estraño  ,  esclamase ,  que  Valencia  era 
el  pais  de  las  fiestas?  Los  valencianos  tienen  fama  de  ser  los  mas 
festejadores  del  mundo  :  y  cuenta  que  por  grandes  y  dolorosos  re- 
cuerdos que  abrigase  el  pueblo  valenciano  ,  se  han  disipado  como 
el  humo ,  tan  pronto  como  han  oido  el  tamboril  y  la  dulzaina.  Esta 
fama  proverbial  la  tenemos  muy  bien  sentada  ,  y  donde  mas  resalta 
es  en  las  tan  celebradas  festes  de  carrer. 


PINTADOS  POH  SÍ  niIÍOlOS.  61 

lié  aí|ui ,  pues ,  el  inoinonlo  oportuno  para  poner  do  manilicslo 
al  hcroü  «jiiü   motiva  rsle  escrito. 

(ioncralniento  v\  físico  de  nucslro  hombro  es  aunípio  bien  ages- 
tado do  s(Mnl)lantc  enjuto  :  en  consecuencia  os  amante!  do  lo  enjuto\ 
basliuilc  lomado  del  sol ,  pues  os  amijío  de  las  mciicMidüs  ;i  rumpo 
raso  :  hercúleo  ,  pero  sin  oslenla^ion  .  solo  hace  alarde  de  sus  fuer- 
zas cuando  le  dispulan  su  empleo  ,  y  ya  sabemos  de  que  modo  las 
uliliza  ;  nervioso  de  temperamento ,  auncpie  solo  le  atacan  estos 
cuando  rinde  cuentas  do  los  fondos  recaudados  para  el  Sanio  y  re- 
sulta alguna  diferencia  en  su  ronlra  ,  que  es  lo  mas  frecuer.lo  ,  á 
causa  de  no  ser  su  fuerte  eso  de  andar  con  números ,  á  no  ser  que 
sean  de  lotería ,  pues  en  este  caso  nuestro  clavario  os  p:ran  caba- 
lista ,  y  si  no  diiránlo  las  rifas  que  todos  los  domin^'os  tienen  lugar 
en  pro  de  la  fiesta ,  siendo  tal  su  de>lreza  ó  calculo  .  que  sin  ser 
un  Macallisler,  ni  siquiera  aprendiz  de  preslidijitador,  sabe  que  nú- 
mero ha  de  ser  el  agraciado  ,  y  claro  está  que  obla  por  él;  (para  el 
mejor  éxito  de  esta  operación  el  bolso  donde  se  colocan  los  núme- 
ros suele  estar  en  estado  interesante).  Sin  embargo,  tiene  la  precau- 
ción de  anunciar  al  publico  que  ha  cabido  la  suerte  á  un  sugelo  de 
la  calle  inmediata. 

Oue  alargue  el  paso  el  que  haya  de  seguirle  la  pista. 

Viste  decentemente  en  su  clase:  chaqueta  corla  y  pantalón  de 
campana  y  ajustado  á  la  rodilla;  y  como  su  ocupación  ordinaria  es  el 
oficio  de  bellulero .  y  por  desgracia .  no  presta  lo  suficiente  para 
las  francachelas  y  frecuentes  giras  donde  se  saborea  la  esquisita 
paella  ,  guisada  comunmente  por  el  mismo  ,  que  es  muy  inteligen- 
te en  materia  de  gastronomía ,  procura  á  fuer  de  buen  ministro  de 
Hacienda  ,  aguzar  su  imaginación  que  es  fecunda  ,  y  como  resul- 
tado de  estas  oabilaciones  aritméticas  poder  destinar  algún  sobrante 
para  atender  álos  suculentos  y  nutritivos  pasatiempos  de  que  es  en- 
tusiasta ,  y  esto  esta  en  completa  armonía  como  en  compensación 
de  los  sinsabores  y  aturdimientos  de  cabeza  que  le  ocasiona  su 
clavaria.  «En  conciencia,  dice  ,  (téngase  presente  que  es  elástica) 


62  LOS  VALENCIANOS 

yo, debo  resarcirme  de  lanío  trabajo;  trasnochado  y  sin  descanso, 
acometido  á  todas  horas  por  unos  y  por  otros  ¿  cómo  era  posible  lo 
resistiese  sin  estos  enjutos  íragosh-) 

Moralmente  con  pequeñas  escepciones ,  es  intachable  ,  amante 
de  la  femilia,  religioso  ,  buen  amigo  ,  en  términos  que  sino  fuera 
tan  furibundo  en  política  (que  generalmente  la  hecha  de  patriota 
dfi  los  mas  G>xaUados)  seria  un  hombre  aprueba  de  bomba  ,  pero 
quiere  la  fatalidad  que  desde  que  Esparteiio  ó  no.  recordamos  quien 
fue  ,  mandó  quitar  un  retablo  que  tenia  al  lado  del  balcón  de  su 
casa ,  no  pueda  transigir  ni  aun  con  los  mismos  liberales ;  él  según 
dice  á  todas  horas,  tiene  deseos  de  conocer  á  Prudhon  ,  pues  le 
han  contado  que  una,  de  las  máximas  de  este  filósofo  es  «que  la 
propiedad  es  un  robo»  máxima  que  está  muy  conforme  con  sus  ideas 
puesto  que  á  la  muerte  de  sus  padres  tan  solo  heredó  dos  sillas  ro- 
tas y  aun  no  ha  podido  mejorar  su  ajuar.  En  fin  baste  ya  de  físico 
y  moral  y  entremos  de  lleno  en  el  ejercicio  de  sus  funciones. 

El  clavario  de  las  (¡estas  de  calle  goza  de  consideraciones  no 
solo  en  la  suya  si  no  que  hasta  en  el  barrio  :  llega  el  dia  de  la  fun- 
ción y  ha  de  iniciar  la  inversión  de  los  fondos,  de  anlemano  ha  de 
tener  formado  el  programa  de  las  fiestas ,  siendo  el  comisionado  di- 
plomático para  con  el  dulzaynero  y  músico  mayor  (deis  Oliers);  es 
además  delegado  especial  cerca  del  orador  y  vicario  de  la  parroquia 
ó  convento  don  Je  se  ha  de  celebrar  la  función  de  iglesia,  si  es  que 
el  rumbo  de  la  fiesta  y  cantidad  que  se  recaudó  sufraga  para  ello. 
Ha  de  arreglar  la  cantada  de  ciegos  y  es  preciso  hablar  á  Santa- 
pola  ó  Viñes.  Si  hay  baile  de  torrente  tiene  que  ajustar  á  Nás  el 
chogiiero  y  el  Sort  el  Tintorer  y  Botifarra,  célebres  en  mas  de 
una  pantomima  :  ha  de  tener  dispuesto  á  fuerza  de  repetidas  liba- 
ciones de  lo  enjuto  á  Grancha  ,  famoso  coloquiero  que  les  hace 
caer  de  risa,  ó  por  que  no  se  pueden  tener;  lo  cierto  es  que  mu- 
chos de  los  que  le  oyen  se  caen.  Tiene  que  buscar  un  florero  que 
tenga  los  colgajos  nuevos  y  sea  barato.  Esta  clase  de  pabellones  ó 
trofeos  de  banderas  de  mil  colores  hacinados  en  medio  de  la  calle, 


PINTADOS   I'OM  si   'MISMOS.  (')?) 

liu  siisli luido  a  les  lióles  v  ijallardcls  con  (jui'  jinliguiímcnlí;  so  en- 
galanatta.  Calcula  a  (|ue  conliteria  cncai^'ara  los  hizcocliuH ,  pues 
osle  es  negocio  que  debe  |)('usarsc  ya  í|ue  de  ello  pende  el  (¡lU'  le  lo- 
que un  buen  bizcocho-tortada  ,  y  además  olio  en  raínn  para  ayu- 
dar a  la  paella  ó  almuerzo  del  dia  de  la  función.  Si  no  prestan  los 
fondos  para  la  corrida  de  loros  do  carne  ,  es  preciso  ir  a  la  ^'ana- 
deria  de  Coqui  que  por  ocho  reales  presta  un  toro  de  cartón  :  en 
fin  si  hay  fuegos  artiüciales  ó  cuando  menos  Iraca  y  petardos  es  con- 
siguiente personarse  con  Poncl,  acrcdilado  pirotécnico  para  que  ar- 
regle una  cosa  que  esliga  he  pera  tots. 

Es  llegado  el  dia  de  la  luncion  ;  á  las  dos  de  la  mañana  ya  le- 
ñemos en  pie  á  nuestro  clavario  (pie  no  durmió,  en  lodo  el  rato  que 
para  ello  deslinó  ,  y  csla  dispuesto  á  no  dejar  que  alma  viviente 
repase  en  toda  la  noche.  Después  de  tomar  el  aguardiente,  da  or- 
den y  principia  el  dulzainero ,  á  éste  sigue  la  música ,  después 
las  esclamaciones  de  júbilo,  vulgo  relincliaes  y  con  esto  se  da  prin- 
cipio a  las  célebres  albaes ,  tan  maldecidas  por  los  conlnirios  á 
las  tales  fiestas,  como  encomiadas  por  sus  entusiastas.  Hecho  el  pa- 
sa calle  de  ordenanza,  se  dirigen  a  las  cases  foranes  que  contribu- 
yeron con  algún  donativo  para  ayuda  de  la  fiesta,  y  después  de  en- 
ramarle la  puerta  y  de  hacer  frecuentes  visitas  á  otras  casas,  donde 
en  cambio  de  monedas  les  dan  con  que  refrescar  la  garganta,  llega 
la  hora  del  almuerzo,  y  nuestro  clavaiio  descansa  del  largo  paseo 
para  emprender  otro  no  mas  corlo  que  se  titula  la  replega  pa  l'ar- 
mozar:  después  de  este  viene  la  liesla  de  la  iglesia,  si  la  hay  ,  y 
después  de  conducir  al  santo  procesionalmente  cuando  la  fiesta  es 
de  rumbo,  la  misa  es  acompañada  de  música  con  el  correspondien- 
te sermón ,  ó  bien  carga  con  el  santo  en  brazos,  sin  mas  ostenla- 
cion,  y  se  cauta  una  misa  de  correguda;  concluida  ésta,  viene  el 
reparto  de  los  bizcochos ,  donde  el  clavario  quisiera  pasar  treinta 
veces  por  la  puerta  de  su  casa  y  otras  tantas  repartirse  bizcocho. 

Uno  de  los  actos  en  que  prueba  evidentemente  su  ingenio  y  fa- 
cilidLid  para  hallar  arbitrios,  es  cuando  llegada  la  larde  vé  con  asom- 


64  LOS  VALENCIAKOS 

bro  que  no  bastan  los  Ingresos  para  satisfacer  los  gastos;  entonr,es 
se  dirige  al  mercado  ,  y  comprando  alguna  fruta  ó  legumbre,  que 
dice  ha  sido  un  regalo  hecho  al  santo,  eutra  en  la  calle  y  principia 
á  gritar  con  voz  pulmonal  y  fuerte  nEls  codoñs  de  la  Sanlísima 
Trinitat  regaláis  per  un  devóty)  ó  bien,  La  col  flor  que  han  donat 
pera  Senta  Bárbara.  Y  muy  pronto  tras  una  otra  subasta  de  esta 
naturaleza,  le  facilita  una  cantidad  que  no  tenia. 

En  fin,  son  tales  las  ocupaciones  del  clavario,  pues,  que  en  lodo  es 
de  precisa  asistencia,  que  solo  una  naturaleza  de  hierro  puede  re- 
sistirlo, y  cuando  llega  la  última  hora  de  la  noche  y  cualquiera  de 
mis  lectores  necesitaría  el  reposo  por  tanta  fatiga ,  renunciando  de 
buen  grado  el  empleo  que  tales  sinsabores  ocasiona ,  nuestro  héroe 
se  dispone  á  sostener  la  clavaria  para  el  año  inmediato,  y  si  observa 
que  tiene  contrincantesque  se  disponen  á  cojer  las  rosas  que,  puestas 
sobre  el  altar,  esperan  á  los  que  las  han  de  coger,  significando  así  que 
quedan  en  posesión  de  la  clavaría  ^'ávn  el  viniente  año;  allí  es  de  ver 
cómo  convoca  á  su  cuadrilla,  que  adelantándose  á  subir  la  escalera  ad 
hoc,  tiene  abajo  además  de  retaguardia  quien  le  guarda  las  espaldas; 
los  otros  se  valen  de  iguales  medios,  y  no  hace  muchos  años  ha  tenido 
que  mediar  la  autoridad  ó  la  policía  para  evitar  una  conclusión  de- 
sastrosa, ó  cuando  menos,  un  final  parecido  al  ball  de  Torrent,  y 
como  prueba  evidente  del  aserto  que  en  un  principio  sentamos,  de- 
bemos decir  que  en  cierta  calle  de  esta  ciudad  hay  29  clavarios 
para  la  fiesta  del  presente  año,  y  nótese  que  apenas  tendrá  otros 
tantos  vecinos.  ¡Oh  turrón,  turrón!  cuan  acechado  te  vés,  por 
corta  que  sea  la  dosis  con  que  te  ofrezcan! 

Hasta  aquí  el  clavari  en  general,  dejándonos  muchas  particula- 
ridades anexas  á  este  tipo  por  no  fastidiar  mas  al  lector. 

Sin  embargo,  Valencia  tiene  sus  fiestas  de  calle  suntuosas,  y 
en  consecuencia ,  clavarios  qne  son  el  reverso  de  los  que  hemos 
bosquejado  ,  elejidos  por  sorteo.  En  estas  fiestas  que  pudieran  lla- 
marse de  priner  orden,  tales  como  las  tan  celebradas  de  los  mila- 
cres,  donde  las  bellezas  valencianas  se  disputan  la  dicha  de  ser  las 


PINTADOS  pon  sí  MISMOS.  65 

mn8  alavindiis,  nada  liay  dü  lidiculuú  nuestro  modo  do  vor,  ni  bico 
os  verdad  (|iu'  no  somos  anii/^'o.s  do  los  cultos  cstcriorcs;  esta  fun- 
ción procedo  do  la  iglesia  a  la  quo  se  le  d.i  la  iniciativa  de  un  modo 
digno  y  (|ue  llega  á  una  altura  tan  merecida  rjue  el  resto  de  la 
tiesta ,   ó  sea  el  culto  cstcrior ,  casi  parece  una  consecuencia  de 

•,U\\U'\. 

Al  trazar  algunos  do  los  rasgos  peculiares  á  los  clavarios  áv.  fies- 
tas callejeras ,  nuestro  móvil  arranca  del  deseo  que  abrigamos  á 
fuer  do  valencianos  de  quo  desaparezcan,  sino  de  raiz,  al  menos 
gran  parlo  de  osos  actos  que  se  perpetran  en  presencia  do  los 
santos ,  y  que  no  parece  sino  que  estos  los  autorizan,  y  que  tan  poco 
dicen  en  favor  de  nuestra  cultura  y  costumbres  :  nadie  como  nos- 
otros comprende  que  cierta  clase  del  pueblo ,  dedicada  asiduamen- 
te á  -sus  faenas,  necesita  un  dia  ó  dos  al  cabo  del  año  para  dar 
treguas  á  tanta  fatiga  y  entregarse  al  placer  y  alegría  á  que  son 
acreedores,  como  el  resto  de  la  sociedad;  pero  repetimos,  que 
hijos  de  este  suelo  privilejiado,  entusiastas  como  el  primero,  llenos 
de  fé  suficiente  para  respetar  las  tradiciones  y  cuanto  fue  iniciado 
por  nuestros  padres ,  desearíamos  se  corrijiese  esa  clase  de  des- 
ahogos y  contentamientos  espresados  de  un  modo  tan  indigno  y  que 
dá  lugar  á  los  estrangeros  a  insultarnos,  cuando  comentan  nuestras 
costumbres. 

JTosé  Yieeiif  e  Xebot. 


EL  TORRENTI- 


c>í;?^ifi 


uiÉN  es,  preguntará  el  lector,  ese  individuo  de  la 
gran  familia  valenciana ,  ese  liabilanle  de  una 
de  las  fértiles  comarcas  regadas  por  el  Túria, 
que  no  está  comprendido  en  el  tipo  general  y 
merece  el  privilejio  de  un  retrato  aparte?..  Oh! 
es  que  el  torreotino  tiene  su  fisonomía  especial 
cuyos  rasgos  se  apartan  completamente  de  los 
que  constituyen  la  manera  de  ser,  no  diré  de  sus  compatricios, 

• 

sino  hasta  de  los  vecinos  de  quienes  los  separan  algunos  jornales 
de  tierra.  El  torrcnlino  es  un  tipo  originalisimo,  digno  de  estudio. 
Si  lo  examináis  esteriormente  aun  hallareis  en  él  los  rasgos  mate- 
riales de  la  raza  morisca ;  pero  si  lo  sujetáis  á  un  examen  de  su 
carácter  é  instintos,  pronto  habréis  de  convenir  en  que  es  una  varie- 
dad y  variedad  muy  preciosa  del  tipo  nacional,  y  lo  que  es  mas 


68  LOS  VALENCIANOS 

eslraño,  de  los  individuos  de  su  propia  familia ,  con  quienes  está 
ligado  por  la  identidad  de  origen,  de  costumbres  y  de  territorio. 

El  torrentino!  ¿queréis  las  señas  de  este  curioso  miembro  de  la 
comunidad  valenciana?  ¿queréis  una  fórmula  para  componer  un 
escelente  egemplar  de  esa  entidad  original?  Echadme  en  un  cuer- 
po ágil,  enjuto,  nervudo  y  curtido  por  los  rayos  del  sol  meridional, 
iguales  parles  del  espíritu  ingenioso  y  civilizador  de  la  raza  árabe 
y  del  carácter  cosmopolita  y  calculador  de  las  frias  razas  del  Norte, 
y  obtendréis  un  torrentino  puro ,  auténtico  y  tal  como  lo  ha  produ- 
cido la  sabia  naturaleza. 

El  torrentino  está  en  todas  partes  y  lleva  su  industria  á  todos 
los  rincones  del  globo.  Su  carácter  altivo  repugna  la  dependencia 
en  el  trabajo ,  y  este  rasgo  de  su  carácter  le  obliga  á  ser  osado  y 
emprendedor.  Dadle  á  un  torrentino  un  capital  de  doscientos  reales 
y  le  habéis  hecho  comerciante.  Recorred  la  España  entera,  pasad 
la  Europa ,  cruzad  el  Atlántico ,  y  en  todas  partes  hallareis  el  tor- 
rentino, y  en  todas  partes  quedareis  sorprendidos  al  ver  al  hombre 
de  los  campos  hollar  con  paso  firme  y  resuelto  los  grandes  centros 
de  la  industria  y  del  comercio. 

No  temáis  que  escape  á  vuestra  mirada;  no  temáis  que  los  ras- 
gos de  su  fisonomía  sean  los  rasgos  vulgares ,  indecisos  y  unifor- 
mes de  la  gran  familia  aritmética  que  se  agita  en  las  cinco  partes 
del  mundo  :  ó,  mejor  dicho,  no  temáis  que  se  os  escape  por  falta 
de  fisonomía.  El  torrentino  es  el  tipo  único  y  ejemplar  del  comer- 
ciante poético,  y  aun  me  atreveré  á  decir  romántico,  por  mas 
que  esta  idea  parezca  lejana  y  antagonista  de  todo  lo  que  se  roza 
con  los  guarismos.  El  torrentino  no  ha  renegado  jamás  de  sus  tra- 
diciones, y  cruza  los  grandes  focos  déla  civilización  sin  dejar  en 
ellos  un  átomo  del  pasado.  Donde  quiera  le  veréis  con  su  pintores- 
co pero  modesto  traje  campesino;  y  si  la  curiosidad  ó  un  instinto 
investigador  y  filosófico  os  induce  á  estudiarle  de  cerca ,  le  halla- 
reis siempre  sobrio  y  circunspecto ,  aun  en  medio  de  las  prodiga- 
lidades de  la  fortuna. 


PINTADOS  pon  SÍ  MtSMOS.  í>9 

IN»r(juo  oso  modesto  lahric^'o  (jik;  rcMorro  el  mundo  «in  cono- 
cer mas  idioma  (|uo  el  dialecto  del  pais ,  llega  con  frecuencia  ú 
reunir  un  gran  capital. 

Acaso  imaginará  el  lector  que  una  organización  tan  impaciento 
y  un  ospirilu  lan  avonlurcro  y  cosmopolita  como  el  del  lorrenlino, 
ha  do  avenirse  mal  con  ol  amor  á  la  localidad,  y  que  ose  valencia- 
no industrioso ,  una  voz  lanzado  en  el  camino  do  la  espeíMilacion. 
lardo  ó  nunca  volverá  á  pisar  el  patrio  hogar.  ¡Oh ,  íjuo  mal  co- 
nocéis al  torrontinoi  Ya  os  ho  dicho  que  es  un  comerciante  sui 
generis.  Ni  la  próspera  fortuna ,  ni  los  rcíinamionlos  de  la  civili- 
zación, ni  el  ejemplo  do  la  sociedad  gcneralmenlo  positivista  y 
descreída  con  quien  suelen  oslar  en  contacto  en  sus  dilatadas  es- 
cursioncs,  son  bastantes  á  borrar  do  su  corazón  el  amor  patrio  y 
el  apego  al  modesto  campanario  de  su  pintoresco  y  risuefio  lu- 
gare  jo 

Tampoco  imaginéis  que  esto  espiritu  industrial,  ó  mejor  diremos, 
esto  instinto  innato  en  el  lorrenlino  que  le  obliga  á  buscar  el  movi- 
miento, la  actividad  y  los  ceñiros  de  la  industria  y  la  civilización,  en- 
vuelve algún  móvil  de  avaricia  ó  sordidez.  Nada  mas  opuesto  al  carác- 
ter del  lorrenlino.  Por  el  contrario:  aquí  volvemos  á  encontrar  uno 
délos  rasgos  mas  salientes  del  tipo  provincial.  El  lorrenlino  es  fran- 
co, generoso,  desprendido  y  hospitalario.  Bajo  este  punto  de  vista 
debo  rectificar  un  dicho  vulgar  que  se  aplica  á  los  naturales  de  ese 
pueblo  industrioso  y  que  es,  mas  bien  que  un  rasgo  de  crítica  pro- 
funda ,  una  pincelada  muy  propia  del  humor  epigramático  de  los 
valencianos.  Dícese  comunmente  que  cuando  nace  un  lorrenlino, 
su  padre  le  estrella  contra  la  pared:  si  se  ase  á  ella,  el  autor  de  sus 
días  le  augura  un  próspero  porvenir  y  le  declara  lorrenlino  de  buena 
raza :  si  no  hace  presa  es  señal  evidente  de  una  organización  dege- 
nerada. Al  través  de  su  exageración  y  de  su  carácter  epigramático, 
se  halla,  sin  embargo ,  mucho  de  cierto  en  el  fondo  de  este  dicho 
vulgar.  Aplicada  al  carácter  distintivo  del  lorrenlino ,  esa  imagen 
pintoresca  y  material  pinta  con  bastante  energía  la  fuerza  de  volun_ 


70  LOS  VALENCIANOS 

tad  que  le  impele  á  buscar  la  independencia  y  la  libertad  en  la  ma- 
nera de  subsistir ,  y  el  valor  con  que  suele  librar  su  porvenir  á  sus 
propias  fuerzas. 

Si  quisiera  entrar  en  detalles  sobre  las  diversas  industrias  que 
son  del  dominio  del  torrentino,  estos  renglones  lomarían  el  rumbo 
de  un  articulo  estadístico.  En  tesis  general,  se  puede  afirmar  que 
el  torrentino  conoce  instintivamente  todas  las  industrias  peculiares 
del  país  ,  y  que  su  ojo  certero  y  perspicaz  se  equivoca  raras  veces. 
Si  le  buscáis  en  la  corte  le  hallareis  bajo  la  forma  del  clásico  horcha- 
tero; si  vais  en  ciertos  momentos  á  Italia,  á  Francia,  á  Alejandría, 
es  probable  que  le  veáis  contratando  alguna  partida  de  simiente  de 
seda.  En  España  es  cosa  sabida  que  le  hallareis  en  todas  partes, 
llevando  á  donde  quiera  los  mas  estimados  productos  de  su  país,  y 
esplotando  de  camino  toda  industria  que  surge  en  la  tierra  que 
pisa.  En  una  palabra ;  so  le  ha  visto  en  las  esposiciones  de  Lon- 
dres y  París,  y  ha  arrojado  una  chispa  de  su  genio  osado  y  empren- 
dedor en  esas  inmensas  hogueras  de  la  civilización ,  donde  han  ido 
á  calentarse  todas  las  industrias  del  mundo. 

Es  posible  que  llevados  de  la  simpatía  que  me  inspiran  mis 
vecinos,  exagere  un  tanto  los  rasgos  de  su  fisonomía.  Sin  em- 
bargo ,  no  se  pierda  de  vista  que  es  quizá  la  primera  vez  que  se 
hace  pública  justicia  á  esa  población  de  hombres  tan  honrados  como 
laboriosos ,  y  que  les  debemos  intereses  atrasados  de  estimación  y 
alabanza. 

Hemos  bosquejado  á  grandes  pinceladas  el  tipo  del  torrentino, 
que  como  se  vé  por  los  rasgos  mas  notables  de  su  carácter,  di- 
fiere bastante  del  tipo  general  de  los  naturales  del  antiguo  reino  de 
Valencia.  Creemos  muy  imperfecta  ó  insuficiente  nuestra  breve  la- 
rea  ,  y  muy  digno  el  asunto  de  ser  tratado  con  mas  detenimiento. 
Forse  altro  cantera  con  miglior  pletro  ;  y  si  no  hay  mas  aventaja- 
do ingenio  que  cautelas  glorias  del  torrentino,  quizá  nosotros  nos 
decidamos  algún  dia  á  ampliar  este  breve  trabajo  y  á  dar  una  idea 
mas  lata  de  las  costumbres  y  de  los  hábitos  mercantiles  del  torren- 


PINTADOS  IM)K  SÍ  .'MISMOS.  71 

linu,  (-011  dalos  mas  curiosos  ü  iiii|)()i'lüiit)S  acerca  do  su  industria 
y  su  comercio. 

Knlrolaiilo ,  el  via^ícro  (\\u)  al  visilar  cslo  país  de  las  flores  y  de 
las  mugoros,  paso  por  las  inuiodiacioncs  do  osa  población  llena 
de  vida ,  en  la  eslacion  en  (pie  las  lluvias  ponen  los  caminos  inlran- 
sitables  ó  incomunican  á  los  lorrenlinos  del  resto  del  mundo;  el  via- 
goro  curioso,  repelimos,  (pío  (piiera  ver  un  pcípieño  centro  d(!  ci- 
vilizazion  y  un  pueblo  do  campesinos  (pie  aranzansin  dejar  de  mirar 
atrás  ni  sacudir  su  corteza  labiicga ,  penetre  en  cualíjuier  hogar 
modesto  do  Torrente  ,  arrellánese  en  un  sillón  do  baqueta  á  la  lum- 
bre do  la  hospitalidad  y  dejo  hablar  por  espacio  de  dos  horas  á 
uno  de  esos  descendiontes  do  la  raza  mora ,  que  viste  el  trajo  tradi- 
cional ,  que  se  muestran  íicles  á  sus  antiguos  hábitos,  y  que  hablan 
do  la  Basilica  de  S.  Pedro  y  de  la  catarata  del  Niágara. 

Porej^rin  García  Cadena. 


LA  PESCADORA. 


LA  PEIXCAORA. 


-•íi* — 


uNQiJE  la  significación  mas  nalural  y  genuina  de  la  pa- 
,  .  .  ,,  labra  que  sirve  de  epígrafe  á  eslc  articulo,  pudiera 
(4  )q  hacer  creer  á  los  eslrangeros  poco  conocedores  de 
'  ^  \\  nuestras  costumbres,  que  el  tipo  de  que  nos  vamos 
V^C//  ^  ocupar  es  en  algún  modo  parecido  al  de  las  ima- 
ginarias amazonas  soñadas  por  su  imaginación  ca- 
lenturienta ,  no  por  eso  podrá  atacarse  con  justicia 
de  pobreza  á  nuestra  lengua,  ni  de  falla  de  lógica  á  nuestra  mane- 
ra de  espresarnos.  Cierto  es  que  al  nombrar  á  nuestra  heroína  la 
peixcaora  se  concibe  fácilmente  la  idea  de  una  muger  bella ,  fuerte 
y  arrogante  que  compartiendo  las  fatigas  del  compañero ,  que  Dios 

hizo  su  ¿refe  natural ,  se  lanza  sobre  una  frágil  barquilla,  sin  temor 

40 


74  LOS  VALENCIANOS 

á  las  olas  ni  tempestades ,  y  porsigus  liasta  lo  mas  profundo  de  sus 
nacaradas  mansiones  á  los  habitantes  del  cóncavo  cerúleo.  Cierto  es 
también ,  que  al  lado  de  tan  bello  cuadro  se  manifiesta  mas  negro, 
mas  miserable  y  hasta  repugnante  el  que  nos  descubre  á  la  'peix- 
caora  tal  como  nosotros  la  conocemos ;  con  su  desaseo  ,  con  sus 
maneras  toscas  y  con  sus  trajes  raidos ,  y  ocupada  únicamente  en 
vender  los  productos  de  la  honrada  industria  del  pescador,  Pero  á 
pesar  de  lodo,  y  como  liemos  dicho  antes ,  no  se  puede  atacar  de 
pobreza  á  nuestro  idioma  que  adopta  tales  palabras,  porque  al  íin 
y  al  cabo  la  peixcaora  también  pesca  eo  sentido  traslaticio  (y  no 
como  se  quiera ,  sino  con  un  tino  y  habilidad  admirables]  el  dinero 
del  bolsillo  de  los  pacíficos  ciudadanos ,  á  quienes  sirve  de  cebo  el 
pescado  contenido  en  sus  cestas, 

Pero  justifiqúese  ó  no  hasta  cierto  punto  la  palabra  en  cuestión, 
lo  cierto  es  que  el  tipo  que  représenla ,  original  por  sus  cuatro 
caras,  es  uno  de  los  mas  dignos  de  estudio  en  lodo  el  antiguo  reino 
de  Yalencia.  En  todos  los  países  y  en  todos  los  tiempos  se  ha  no- 
tado una  gran  diferencia  de  costumbres  y  caracteres  entro  los  ti- 
pos que  podemos  llamar  terrestres  y  entre  los  que  por  consecuen- 
cia denominaremos  maritimos.  Ese  bellísimo  espacio  líquido  llama- 
do mar ,  que  ya  se  lanza  con  furia  sobre  las  embarcaciones  que  el 
hombre  arma  para  dominarle,  ó  ya  besa  mansamente  y  como  en 
señal  de  paz  las  orillas  de  esa  tierra  que  le  sujeta  y  contra  ia  cual 
murmuran  sin  cesar  sus  olas  en  las  playas ,  imprime  un  sello  espe- 
cial y  que  no  se  borra  jamás  á  todos  los  que  la  suerte  ó  la  desgra- 
cia condena  á  vivir  con  él  en  perpetua  lucha,  ó  alimentándose  con 
los  productos  que  arranca  de  su  seno.  No  sé  de  qué  modo  su  gran- 
deza se  infunde  en  el  ánimo  de  la  gente  de  mar,  ni  de  qué  manera 
esa  dulce  melancolía  que  lleva  consigo  se  apodera  de  su  alma ,  lo 
cierto  es  que  pescadores  ,  marineros,  granujas  y  mugeres,  todos  en 
fin,  los  que  directa  ó  indirectamente  andan  mezclados  con  este  ele- 
mento ,  tienen  un  aire  triste  y  meditabundo  •  sus  conversaciones 
siempre  graves ,  solo  dejan  entrever  el  dolor  y  la  alegría  ,   sin  es- 


TIMADOS  I'Oll  SÍ   Misólos.  7f5 

prcisiuios  claiainoiili!  jam.is;  sus  roslrus  hroiii-failos  se  iiiiniit.jn  rara 
vez  y  sus  ojos  escudriñadores  ponulruii  liastu  ul  fondo  del  alma  do 
los  (lemas  hombres.  Iilslas  cualiJadeH  tan  (iisliiilas  en  geucrul  do 
las  (|ne  sobresalen  en  los  lipo.s  lerreslres ,  han  profundizado  esa 
distinción  (juü  sü  advierte  entre  las  dos  clases  de  li()os  menciona- 
dos y  han  dado  ese  bello  colorido  (íspecial  que  lunlo  agrada  a  todas 
las  novelas  maritimas,  a  tmlos  los  cuenlos  de  ú  bordo  y  u  I  s  bellí- 
simas melodías  de  liellini  y  Arriela. 

Pero  si  esta  sola  circunstancia  hace  de  la  peixcaora  un  tipo 
digno  do  estudio,  lo  es  mas  aun  por  la  especialidad  de  sus  costum- 
bres que  las  separan  de  sus  compañeros  de  |)rofesion  en  los  demás 
puertos  de  España  y  del  eslrangero.  ti  colorido  local  cjuc  á  lodos 
los  lipos  valencianos  presta  el  árabe  grabado  sobre  sus  rostros  y 
costumbres;  el  qu(í  añade  a  esta  singularidad  eso  lenguaje  brevo 
sentencioso  (|ue  está  señalando  su  origen  lemoaia,  y,  la  no  desprecia- 
ble circunstancia  de  formar  el  pueblo  de  los  marinos  aj)arle  del  de 
Valencia,  lo  sulicicntcraenlc  separado  para  que  sus  costumbres  so 
conserven  integras,  y  bastante  próximo  ,  sin  embargo,  para  consti- 
tuir un  lodo  con  el  carácter  general  valenciano,  hacen  que,  como 
dijimos  ya ,  sea  nuestra  peixcaora  uno  de  los  lipos  siii  (jeneris  v 
mas  originales  de  lodo  el  anligu)  reino  de  Valencia. 

Ia peixcaora,  hablando  en  general,  suele  ser  una  mnger  do 
edad  madura  ó  incierta,  a  juzgar  por  su  (isonomia  bronceada  y  cu- 
bierta de  arrugas,  de  mediana  estatura .  ó  mas  bien  alta  que  baja, 
delgada  como  un  atún  y  seca  en  sus  movimientos  y  palabras:  si  a 
esto  añadimos  un  genio  no  muy  placentero,  mucha  acciou,  gran 
actividad ,  músculos  bastantes  desarrollados  y  un  par  de  retoños 
de  mas  o  menos  tiempo ,  habremos  formado  el  retrato  general 
del  tipo.  En  cuanto  a  su  traje,  fuera  del  indispensable  mantón  a  la 
cabeza ,  que  es  de  rigor  y  mauiliesta  al  tipo  en  cualesquiera  cir- 
cunstancias, las  damas  prendas  del  traje  varian  notablemente  según 
la  mayor  ó  menor  fortuna  de  la  dueña,  de  su  natural  aseo  y  de  otra 
multitud  de  circunstancias. 


76  LOS  VALENCIANOS 

Sin  embargo ,  no  es  muy  aventurado  señalar  por  regla  general 
que  sus  pies ,  casi  siempre  desnudos,  solo  hacen  uso  tal  cual  vez 
de  algunos  zapatos  en  chancla  ó  de  zapatillas  con  suela  de  madera, 
y  que  el  vestido,  zurcido  por  mil  partes,  presenta  un  color  inde- 
finible. 

Por  supuesto  que  esta  regla  general ,  está  sujeta  á  muchas  es- 
cepciones ,  puesto  que  entre  esas  peixcaoras  feas  y  de  una  edad 
regular ,  suelen  encontrarse  pimpollitos  capaces  de  hacer  pecar  á 
un  santo ,  y  viejas  mas  viejas  que  la  madre  que  las  dio  el  ser. 

Pero  estas  hermosas  niñas  son  (como  diría  un  romántico)  deli- 
ciosos oasis  en  medio  del  desierto  de  la  vida,  ó  una  isleta  de  hadas 
en  medio  de  un  estanque  de  gusanos.  Y  esas  otras  viejas  (siguiendo 
el  mismo  lenguaje)  son  los  miasmas  pútridos  que  exhala  ese  mismo 
estanque  cenagoso  ,  y  que  no  afectan  en  nada  su  naturaleza. 

Volviendo,  pues,  á  nuestro  tipo  y  sin  salir  de  él,  hemos  de 
advertir  á  nuestros  lectores  que  está  repartido  en  una  infinidad  de 
variaciones,  ó  mas  bien  que  su  pequeña  sociedad  tiene  una  es- 
cala gerárquica ,  que  en  nada  cede  á  las  de  las  otras  sociedades. 

Desde  la  peixcaora  aristocrática  que  después  de  fletar  por  su 
cuenta  una  tartana  para  cargarla  con  los  cestos  de  su  pescado ,  los 
vende  j9or  mayor  á  otras  industriales  que  se  encargan  de  su  des- 
pacho ,  hasta  la  desgraciada  y  miserable,  que  no  solo  carga  y  des- 
pacha por  sí  misma  su  mercancía,  sino  que  ayuda  ais  chics  en  la 
bolichada  ,  hay  una  escala  que  formada  de  medias  tintas  concluye 
en  el  color  blanco  y  negro  que  hemos  trazado. 

Hé  ahí  el  por  qué  de  esa  confusión  y  diferencia  en  los  detalles 
del  traje  y  en  las  habitaciones  que  separan  á  las  peixcaoras ,  y 
cuyas  diferencias  se  reconocen  hasta  en  el  lenguaje  que  usan  en  la 
venta.  Añádese  á  esto  la  diferencia  de  las  estaciones,  que  produce 
como  consecuencia  necesaria  una  gran  variación  en  las  costumbres 
y  aspecto  de  nuestro  tipo ,  y  se  comprenderá  que  no  son  de  estra- 
ñar  tales  mutaciones. 

Ha  sido  siempre  idea  común  ó  axioma,  y  la  historia  de  los  pri- 


PINTADOS  pon  SÍ  MISMOS.  77 

moros  discipnlos  do  Jnsiirrislo  nos  lo  coiilinna  ,  (luo  la'  pcnl(3  (juü 
siihsistü  (l(>  la  posea  ,  no  es  la  ({tío  mas  ai)iiiiila  do  medios  maloria- 
los  do  suhsistcnoia  ,  ni  la  (|tii;  mas  fácil  monto  iu<(ra  cambiar  las 
rclucicnlüs  escamas  de  sus  poces  por  relucienlcs  pesólas  ó  naj»o- 
looncs. 

Por  osla  razón  no  ha  do  crocrsc  qiio  la  arislocrálica  pcixcaora 
do  (pie  anlos  hornos  hablado  es  ningún  (ireso-hcmbra  ni  cosa  que 
so  le  parezca.  Todas  sus  riipiczas  so  reducen  á  unas  cuantas  arro- 
bas do  pescado,  y  una  mala  barraca,  y  leda  su  oslenlacion  a  llevar 
un  buen  vestido  el  dia  de  la  Virgen  de  Agosto,  que  es  su  función 
principal ,  y  á  repanchü/arso  en  una  tartana  que  la  reconoce  como 
duefia ,  mientras  dura  el  Iraycclo  del  Urao  á  Valencia. 

Según  la  costumbre  marina  general  y  saludable  ,  la  pcixcaora 
se  levanta  en  lodo  tiempo  al  amanecer ,  y  si  es  verano  arregla 
prontamente  los  quehaceres  de  la  casa,  da  de  almorzar  y  cnvja  á 
la  escuela  ais  moínculs,  almuerza  frugalmonle,  y  como  si  diji-ramos 
una  cebolla  cruda,  un  tomate  idem  ó  algún  pez  del  dia  anterior, 
con  sü  correspondiente  pataquela  (pan  moreno  en  forma  de  inedia 
luna)  y  sin  mas  preámbulos  se  lanza  hacia  vora  mar  (orilla  del  mar) 
con  su  indispensable  fuente  bajo  el  brazo  y  un  peso  do  deshecho 
que  impondría  sin  duda  terror  al  encargado  del  repeso.  Allí  lija  la 
mirada,  y  el  corazón  impaciente  espera  la  llegada  del  barco  de  su 
marido  ,  (si  lo  tiene)  pueslo  el  pañuelo  de  percal  sobre  la  cabeza  y 
sostenido  entre  los  dientes,  á  guisa  de  bandera. 

De  paso,  y  como  quien  no  hace  la  cosa  echa  una  mirada  inteli- 
gente al  fondo  de  los  barcos  que  van  saliendo ,  y  se  alegra  ó  en- 
tristece oportunamente  con  su  fortuna  ó  desgracia. 

Si  el  barco  que  espera  es  de  volanti  ú  palangre,  (pesca  de  an- 
zuelos que  da  generalmente  poca  pesca  pero  gruesa)  apenas  le  vé 
próximo  nuestra  peixcaora  se  adelanta  á  la  orilla,  si  quiera  se 
moje  algo  por  las  olas,  y  con  la  vista  interroga  al  marido  ,  leyendo 
en  su  inmutable  fisonomía  la  sentencia  que  ha  de  hacer  aquel  dia 
feliz  ó  desgraciado  para  ella.  En  tanto  el  barco  avanza  sin  cesar 


78  LOS  VALENCIANOS 

hacia  la  playa,  y  al  cabo  de  algunos  minutos  ya  está  encallado  en 
la  arena  ,  la  vela  hace  íripa  de  vieja  y  los  hombres ,  levantados  los 
paníalones  hasta  la  rodilla  ,  sallan  al  agua  y  empujan  con  fuerza  á 
la  barca ,  que  bamboleándose  y  como  de  mala  gana ,  se  desliza 
por  cima  de  los  travesanos  enjabonados  que  ponen  bajo  su  quilla. 

Ya  en  tierra  la  barca,  y  siempre  con  su  imperturbable  sangre 
fría ,  sacan  los  marineros  de  su  escotilla  ó  fondo,  los  cestos  de  junco 
en  que  yacen  los  cadáveres  de  los  peces  y  se  los  entregan  á  nues- 
tra peixcaora ,  en  tanto  que  arreglan  los  aparejos,  componen  los 
rotos ,  reúnen  los  cables  y  ponen  la  barca  en  disposición  de  una 
nueva  campaña. 

Hé  aquí  llegado  el  momento  en  que  nuestro  tipo  entra  de  lleno 
en  sus  mas  importantes  funciones ,  dando  muestras  nada  equívo- 
cas de  su  actividad  y  energía.  Unida  ya  á  las  compañeras  que  tienen 
derecho  á  parte  de  la  pesquera  ,  y  puestas  todas  en  cuclillas  ó  á 
horcajadas  al  derredor  de  la  que  tiene  el  peso ,  (}ue  es  el  punto 
culminante  de  la  cueslion  ,  se  dá  principio  por  la  salida  pausada  y 
magestuosa  del  susodiclio  peso  que,  colocado  en  el  suelo  espera 
con  aquello  el  momento  de  su  triunfo.  /Cuadro  digno  del  pincel  de 
Goya  ó  de  David  Teniers!  vierais  allí ,  lectores  mios  las  miradas 
ávidas  de  toda  aquella  cohorte  áepeixcaoras,  clavadas  alternativa- 
mente en  las  cestas  del  pescado,  en  las  manos  de  la  pescadora,  en 
los  movimientos  del  peso.  Vierais  á  su  alrededor  y  traídas  como  por 
brujería ,  un  coro  de  viejas  en  pié ,  mas  con  niños  en  ios  brazos  y 
otras  con  cestas  destrozadas,  pero  todas  abismadas  en  la  famosa 
operación.  Y  entre  aquel  grupo  desarrapado  y  silencioso ,  la  heroí- 
na, es  decir,  la  pesadora,  preparándose  á  resistir  las  reclamacio- 
nes de  sus  compañeras  y  calculando  mentalmente  los  recursos  que 
la  han  de  servir  para  no  perjudicarse  en  el  reparto. 

Como  el  peso  no  se  equilibra  por  sí  solo  en  ningún  caso,  es 
preciso  como  operación  preliminar,  equilibrarlo  con  arena,  cosa 
sumamente  difícil  y  que  dá  lugar  á  reyertas  y  riñas  sin  íin ,  que 
pintan  por  sí  solas  el  tipo,  pero  que  no  nos  atrevemos  á  transcri- 


I'INTADOS  l'OH  si  líIlS-MOS.  79 

bir  por  r(»s|)('l()  a  lu  di'rcncia  y  soIjio  todo  üI  espacio  (!«'  qno  pode- 
mos disponer.  Sin  embargo  do  ludo,  y  cuiilrslaiido  de  paso  a  las 
alusiones  (pie  so  la  dirigen  ,  la  peixca -pesadora  conlinua  impávida 
sil  operación  «pie  suelo  terminar  p'>r  una  confusión  goneral  en  (|ue 
todas  hablan  y  niii^nina  se  entiende.  Vchlicado  el  e(piilibiio  del 
malhadado  pcsui  so  acercan  los  cestos  y  se  procede  a  la  reparüeion 
del  pescado,  según  las  partes  ya  de  antemano  señaladas.  I.a  pesa- 
dora pone  en  el  plalillo  unas  piedras  sin  forma  ni  color  delinible  y 
cuyo  único  conlvasle  es  su  voluntad  y  con  ellas  procede  a  verilicar 
¡as  pesadas.  Inútil  es  decir  que  á  cada  instante  sobrevienen  nuevas 
riñas  y  dispulas  que  harian  interminable  la  operación  si  la  pesadora 
no  continuase  impávida  en  el  ejercicio  de  sus  funciones.  Pero  llega 
un  momento  fatal  en  que  se  pasa  de  las  palabras  á  los  liechos  y  las 
peixmoras  apoyan  sus  respcciivas  reclamaciones  haciéndose  dueñas 
como  pueden  del  pescado,  objeto  de  sus  deseos.  En  (al  momento, 
su  grileria  es  insoporlabie  y  causa  eslrañeza  y  risa  ver  en  confu- 
sión inesplicable  sus  negras  manos  y  las  plateadas  supcríicics  de 
los  peces ,  desaparecer  ambas  cosas  como  por  encanto  y  prodigar 
insultos  sin  descansar. 

Otras  veces,  y  cuando  algunas  ó  alguna  de  las  que  tienen  parle 
en  la  pesquera  es  de  la  aristocracia  pesqueril,  compra,  después  de 
nn  largo  regateo ,  su  parle  a  las  demás  ,  y  se  pone  en  campaña  con 
lodo  el  género,  ya  para  el  mercado  de  Valencia,  ó  para  el  del  mismo 
Cañamelar. 

Cuando  la  pesquera  no  es  de  volantí ,  ni  palangre  ,  sino  una 
mera  6o/ic/ía(íc/,  no  acuden  á  ella  mas  que  las  pescadoras  pobres 
y  de  menos  recursos.  El  boliche  es  la  única  esperanza  de  los  des- 
graciados marineros  que  no  han  podido  alquilar  su  barraca  a  alguna 
familia  de  Valencia,  en  aquellos  largos  dias  de  verano  en  que  el  calor 
y  el  hambre  se  conjuran  para  hacerlos  sus  \iclimas.  Inútil  seria  es- 
plicar  á  los  valencianos  lo  que  se  entiende  por  una  bolichada ;  pero 
por  si  acaso  este  libro  cae  en  manos  de  un  forastero  eslraño  a  las 
costumbres  de  Valencia ,  diremos  únicamente  que  es  una  de  las 


80  LOS  VALENCIANOS 

muchas  pescas  de  red  con  plomos  que  se  conocen,  y  que  se  dife- 
encia  de  las  demás  en  que,  lanzada  por  las  lanchas  á  bastante  dis- 
tancia de  la  orilla,  es  sacada  con  cuerdas  desde  ésta  por  la  gente 
allí  dispuesta,  con  lo  cual  la  red  recoge  todo  el  pescado  que  se  en- 
cuentra á  su  paso.  Los  que  toman  parte  en  esta  pesquera  (á  mas 
de  los  hombres  que  montan  la  lancha  y  que  son  los  principalesj  se 
reducen  á  elementos  de  deshecho  en  todos  los  puertos  de  mar. 
Viejos  que  no  se  hallan  en  estado  de  manejar  un  remo,  muchachos 
que  aborrecen  el  trabajo  y  mugeres  que  no  tienen  otro  recurso  ó 
que  son  de  la  familia  de  los  otros  trabajadores,  esos  son  los  únicos 
que  descienden  hasta  tan  desventurada  ocupación. 

Allí  unos  y  otros  desnudos  de  rodilla  abajo  ,  mugrientos  y  des- 
arrapados ,  chorreando  sudor  por  todos  sus  poros ,  y  haciendo  una 
fuerza  desesperada  que  dibuja  vigorosamente  sus  músculos  en  todo 
el  cuerpo  ,  empiezan  su  casi  improductivo  trabajo  ,  a  los  primeros 
albores  del  nuevo  dia  y  en  medio  de  un  silencio  sepulcral,  propio 
délos  ingleses,  y  que  debe  hacer  á  estos,  á  nuestro  parecer  y 
entre  paréntesis,  tan  buenos  marinos. 

Después ,  marchando  desde  la  orilla,  hasta  el  sitio  donde  se  van 
arrollando  las  cuerdas ,  y  desde  aquí  otra  vez  á  la  orilla ,  y  trans- 
curridas dos  o  tres  horas  mortales ,  la  proximidad  de  la  lancha  que 
echó  la  red ,  y  los  corchos  Qotantes  de  ésta  que  se  divisan  á  poca 
distancia ,  les  anuncian  que  se  acerca  el  momento  decisivo. 

Ya  se  han  juntado  las  cuerdas :  ya  sacan  los  hombres  en  peso  la 
red  y  ya  se  abren  esLraordinariamente  los  ojos  de  todos  los  pesca- 
dores ;  pero  á  pesar  del  desengaño  general,  á  pesar  de  qne  en  el 
fondo  de  aquella  red  solo  suelen  verse  unas  cuantas  libras  de  ala- 
droc  (pescado  ó  sardineta)  ni  una  palabra  sale  de  sus  labios,  ni  un 
rasgo  de  desesperación  se  advierte  en  sus  fisonomías  y  á  maravilla 
se  oye  murmurar  á  algún  anciano  una  íuiüosa  imprecación.  Uno  de 
los  pescadores  entonces  examina  con  cuidado  la  pesca  para  arrojar 
al  agua  las  muchas  arañas  de  mar  que  suele  haber  entre  ella  y  para 
colocar  lo  róstanlo  en  los  barreños ,  ó  puentes  de  loza  que  se  tienen 


PIUTADOS  pon  sí    MISMOS.  81 

proparadus ,  y  que  una  <l«'  a(|iifllas  peixcaorat  quo  nudosas  y  aba- 
tidas a(-ai)au  de  sullar  las  falidicas  cuerdaü ,  so  encarga  de  llevar  a 
su  venta. 

Tero  cnalcsquií'ra  (jiie  sea  el  modo  con  (jue  la  pcixcaora  se  haya 
proporcionado  su  mercancía,  lo  cierto  es  (juc  se  lanza  con  ella  á  lo 
lar¿,'o  (le  las  abrasadas  callos  del  (lanamelar  y  Cabañal,  con  un  de- 
cidido paso  do  alaquo,  y  no  sin  haber  antes  arreglado  su  toHelíe 
que  se  reduce  á  su  pañuelo  de  cabeza,  cojido  entre  los  dientes,  y 
que  la  deíiendo  do  los  ardientes  rayos  del  sol,  la  indispensable  fuente 
bajo  el  brazo ,  cubierta  con  un  paño  mojado  para  que  el  pcix  so 
mantenga  fresco,  y  el  consabido  pe>o  bajo  el  otro  brazo. 

Ya  instalada  en  acpiellas  ralles,  llama  á  todas  las  alquerias,  abre 
las  puertas  de  todas  las  barracas  y  pregona  su  género  ,  gritando  á 
cada  instante  con  su  chillona  y  destemplada  \oi  pachell  vól,  molls 
grd'sos ,  aladrdc ,  y  siempre  pronta  á  aprovecharse  de  la  mas  leve 
indicación  para  entrar  en  vuestra  abjueria  ó  barraca ,  enseñaros  por 
lo  !as  sus  fases  los  pescados  que  lleva,  haceros  notar  su  frescura 
en  los  ojos,  en  las  agallas,  la  cola  y  demás  parles  de  su  cuerpo, 
ponderar  su  baratura  y  buen  peso  ,  y  obligaros  por  todos  los  me- 
dios posibles  á  comprar  el  género,  demostrándonos  de  paso  su  ha- 
bilidad en  manejar  el  peso,  y  hacer  uso  de  la  arena,  piedras  y  demás 
adminículos  que  consigo  lleva. 

A  veces,  cuando  todas  sus  estratagemas  han  resultado  sin  efec- 
to ,  cuando  su  actividad  se  ha  malgastado  inútilmente,  la  veréis  di- 
rigirse con  tardo  paso  al  mercadillo  del  mismo  Cabañal,  yalli,  re- 
gateando ,  amenazando  y  burlándose  alternativamente  de  los  com- 
pradores, obligarles  á  cargar  hasta  con  su  último  pez. 

En  esta  temporada  de  verano ,  la  peixcaora  tiene  otro  gran 
recurso  para  su  subsistencia  ,  que  la  resarce  en  algún  modo  de  sus 
trabajos  como  vendedora.  Nos  referimos  á  la  probabilidad  de  alqui- 
lar su  modesla  barraca  a  alguna  familia  no  muy  rita  de  Valencia, 
que  aspira  á  seguir  la  moda  de  la  estación,  y  hacerse  la  ilusión  de 

que  viaja  trasportándose  a  la  orilla  del  mar.  Esle  nuevo  recurso  la 

11 


85  LOS  VALENCIANOS 

impone  nuevas  obligaciones ,  que  si  bien  la  mayor  parte  de  las 
veces  no  pasan  de  actos  de  cortesía  y  buena  urbanidad,  llegan  no 
pocas  á  constituir  á  nuestro  tipo  en  una  ama  de  gobierno  ó  patro- 
na  de  huéspedes  ,  con  gran  desdoro  de  su  libre  y  primitiva  profe- 
sión. 

Si  es  invierno,  y  la  pesca  abundante  ,  ó  si  es  de  la  llamada  del 
bou  ó  parejas  del  bou  (que  se  verifica  con  dos  barcas  grandes  que 
marchan  á  vela,  llevando  en  su  medio  la  red,  nuestra  peixcaora, 
por  sí  sola ,  ó  en  unión  con  otras,  según  los  casos ,  fleta  una  tar- 
tana por  su  cuenta  ,  ata  á  la  trasera  de  la  misma  los  cestos  de  la 
pesca,  cubiertos  con  su  indispensable  paño  mojado,  y  con  aire  con- 
quistador y  el  pañolón  caido  sobre  el  cuello ,  emprende  al  escape  el 
camino  de  Valencia;  de  Valencia  que  es  su  mas  risueña  esperanza, 
el  centro  de  sus  ilusiones  y  el  terreno  mas  á  propósito  para  des- 
arrollar su  carácter  y  costumbres;  y  por  consecuencia ,  su  astucia, 
vicios  y  virtudes. 

Verdad  es  que  en  este  camino  tan  deseado,  hay  un  tropiezo  de 
gran  monta  que  hace  pasar  malos  ratos  á  nuestras  pobres  indus- 
triales :  verdad  es  que  existe  una  fatídica  Puerta  del  Mar  que  ataca 
sin  compasión  al  bolsillo  y  á  los  nervios  de  nuestro  tipo,  y  conmue- 
ve todo  su  cuerpo  como  una  descarga  eléctrica.  Pero  cómo  ha  de 
ser,  es  preciso  refrenar  la  lengua  y  aflojar  el  bolsillo,  poniendo  en 
las  manos  siempre  abiertas  de  la  Hacienda  ,  la  desesperadora  can- 
tidad de  cuatro  reales  por  arroba  de  pescado,  so  pena  de  pasar  por 
el  terrible  dilema  de  dedicarse  al  contrabando  (costumbre  indigna  de 
nuestro  tipo)  ó  dejar  de  tentar  fortuna  en  la  plaza  pública,  renun- 
ciando desde  luego  á  las  glorias  de  la  profesión. 

Aun  quedan,  sin  embargo,  que  pasar  otros  sustos  á  nuestra 
pobre  peixcaora  ,  y  no  debe  contarse  como  el  menor  entre  ellos  el 
de  los  dénau  dinés  que  la  municipalidad  la  obliga  á  satisfacer  para 
entrar  en  el  goce  de  un  puesto  y  un  peso  en  la  pescadería,  y  de  todos 
las  demás  adherencias  que  constituyen  el  oficio. 

Mucho  podríamos  estendernos  en  este  lugar,  enumerando  las 


PINTADOS  ron  sí  mismos.  83 

Iraiforinacioiios  (iiio  lia  sufiidu  la  pescaduria  dcsíh?  su  nacimiento 
en  la  ÍUnza  Hcdnnda  hasta  su  iiislalacion  en  el  cóniodo  y  r-lrganto 
lugar  (juo  hoy  ocupa ;  poro  como  esto  seria  separarnos  demasiado 
de  nuestro  Ií|h),  haremos  gracia  á  nuestros  lectores  do  esta  supre- 
sión, ((uo  estamos  seguros  nos  agradecerán. 

Ahora  bien  ,  cuando  la  peixcaora  ,  después  do  haber  cerrado 
to  las  los  manos  (juc  se  abrian  para  pedirla  su  dinero  ,  so  encuentra 
sentada  tras  de  su  elevado  puesto  ,  Irancpiila  la  conciencia,  caido  el 
cabello  y  el  mantón,  y  en  desorden  los  vestidos ,  es  cuando  empie- 
za á  hacer  uso  do  osa  gerigonza  particular  propia  do  su  clase,  y  que 
tan  celebro  la  ha  hecho  en  Valencia. 

Activa  como  siempre  ,  apenas  asoma  un  comprador  o  compra- 
dora por  la  puerta,  cuando  le  llama  a  grandes  voces  y  en  medio  do 
insultos  embozados,  do  alusiones  picarescas  y  gritos  penetrantes, 
le  muestra  su  pescado  como  el  mejor  que  so  vendo  y  regaña  do 
paso,  con  aquellas  de  sus  compañeras  que  quieren  aparroquianar 
al  vendedor  y  separarle  del  puesto  de  la  que  primero  le  llamó.  Estas 
riñas  frecuentes  en  las  que  nuestro  tipo  demuestra  la  agudeza  de  su 
ingenio  con  esas  comparaciones  y  rasgos  ingeniosos  que  le  son  pe- 
culiares ,  van  acompañadas  generalmente  de  un  movimiento  de  ase- 
veración particular  que  consiste  en  golpear  una  de  sus  manos  abier- 
tas con  la  otra  cerrada ,  inclinando  todo  el  cuerpo  hacia  adelante. 
Además  sucede  generalmente ,  que  á  las  primeras  de  cambio,  y  sin 
que  exista  para  ello  el  menor  fundamento,  lloran  como  unas  Mag- 
dalenas apenas  han  comenzado  sus  riñas,  mezclando  los  insultos  con 
las  lágrimas  y  dando  confirmación  al  dicho  vulgar  valenciano  plora 
lo  mateix  qu'  una  peixcaora. 

Antiguamente,  y  cuando  el  tipo  estaba  en  toda  su  originalidad 
y  vigor,  solian  terminar  estas  riñas  por  acciones  no  muy  pulcras  y 
decentes,  y  aun  por  sendas  palizas,  pero  en  el  dia  en  que  ha  de- 
generado hasta  el  punto  /oh  vergüenza!  de  que  se  peine  y  com- 
ponga como  las  demás  mugeres ,  y  use  ¡pañuelo  de  seda  á  la  ca- 
beza! hoy   dia,   repetimos,  estas  escenas  han  desaparecido   de 


84  I^OS  VALENCIANOS 

la  pescadería,  y  han  terminado  la  diversión  de  los  aficionados. 

Aunque  no  tan  generalizada  como  antes ,  todavía  queda  entre 
ellas  una  costumbre  que  se  pone  en  práctica  los  dias  en  que  la 
venta  ha  sido  abundante  y  han  sacado  de  ella  el  partido  que  espe- 
raban, y  consiste  en  tomar  por  grupos  en  las  horchaterías  un  vasito 
de  horchata ,  mas  ó  menos  grande ,  y  un  chocolate  con  bollo  ó  pa- 
necillos ,  según  los  casos ,  empleando  de  este  modo  sus  primeras 
ganancias.  Esta  saludable  costumbre  ha  producido  otro  semi- 
refran  valenciano ,  el  pesar  de  la  peixcaora ,  pastilla  y  bollet 
y  got  d'  a  quiñset,  por  lo  cual  no  hemos  querido  dejar  de  men- 
cionarla. 

De  todos  modos ,  despachada  ya  su  mercancía  y  cumplida  su 
obligación ,  nuestro  tipo  vuelve  á  tomar  su  anterior  aire  arisco  y 
despegado,  que  solo  habia  perdido  en  el  mercado  de  Valencia, 
donde,  como  hemos  dicho,  se  muestra  tan  habladora  como  la  muger 
que  mas,  y  á  pióó  á  caballo,  es  decir  en  tartana,  se  vuelve  á  su  que- 
rida patria ,  á  su  querido  Cañamelar ,  ó  á  su  querido  Cabañal,  unas 
veces  después  de  haber  despachado  por  sí  misma  todo  el  pescado 
que  se  proponía  vender,  y  otras  dejándoselo  por  un  precio  dado  á 
nna  revendedora. 

De  vuelta  ya  en  el  mar,  arréglalos  quehaceres  de  su  casa, 
como  Dios  la  dá  á  entender,  ofrece  velas  ó  misas  á  la  Virgen  del 
Rosario ,  para  que  el  marido  no  tenga  ninguna  desgracia  en  su 
viaje  ,  ó  no  le  coja  la  tempestad  que  entonces  muge ,  reza  su 
rosario  como  buena  cristiana  y  fiel  conservadora  de  las  costumbres 
de  sus  mayores  y  aquí  paz  y  después  gloria.  Y  al  fin  y  á  la  postre, 
después  de  tantos  sudores  y  afanes ,  después  de  tanta  actividad  y 
talento ,  con  tan  pocas  esperanzas  y  tanto  trabajo  empleado  para 
conseguirlas  ni  aun  estas  la  quedan  satisfechas :  siempre  es  la  misma 
peixcaora  desastrada  y  rota;  siempre  la  misma  peixcaora  pobre  y 
mal  vestida.  Con  estos  resultados  no  es  eslrano  que  su  carácter  so 
agrie,  que  se  haga  cada  vez  mas  uraña  é  intratable,  y  que  cuando 
la  amenace  la  vejez  y  tenga  forzosamente  que  resignarse  á  desem- 


PINTADOS  pon  SÍ  MISMOS.  85 

poñnr  nn  pnpol  s(MMii)(l¡irio  en  su  |)ii(>l)l(»,  echo  con  júhitu  gubre  los 
lioinliros  (l(<  sus  liijas  la  pesada  car^M  de  su  oficio. 

Mnloncos  (jttscausa  do  sus  fali^'as  do  loda  la  vida,  v  arurrurada 
cu  uu  rincón  de  la  hartara  so  nianlionc  ron  lo  ({uo  la  (|uiorcn  dar,  y 
llova  con  paciencia  las  ()enas  y  (hdoros  que  como  herencia  y  parte 
le  tocan  en  osla  vida  do  lagrimas ,  hasta  que  un  día,  el  menos  pen- 
sado váá  buscar  á  una  mansión  do  igualdad  y  de  paz,  un  descanso 
olerno,  y  tal  voz  la  bienaventuranza  y  la  felicidad,  (jue  en  vano  pre- 
tendió en  la  tierra. 

E.  NerrHiio   Fatliratl. 


EL  CACAHUERO. 


_^^||||,5f«^«>:^W^pppp«Í^V,,?V,^^^^¡^^^ 


EL  CACAIIIIERO. 

VENDEDOR  DE  CACAHUATE. 


Ulencu  es  acaso  la  ciudad  de  España  donde  figu- 
ran en  guarismo  superior  los  lipos  originales ,  y 
creo  poderme  csplicar  la  razón.  La  necesidad  de 
procurarse  la  subsistencia  produce  ,  desarrolla, 
J^  '  ^i  y  basta,  si  es  permitido  bablar  asi,  subdivide  los 
1^^  >^^||    instintos  dirigidos  á  satisfacer  aquella ,  y  como 

^M jM^P^M^M  los  tipos  describibles  no  salen  del  circulo  de  los 
empleos ,  profesiones  ,  oficios  ó  industrias  ,  que 
sirven  para  ganar  la  vida ,  allí  donde  estos  medios  é  industrias  se 
presentan  en  mayor  número,  allí  deben  abundar  forzosamente  los  ori- 
ginales para  las  galerías  biográficas.  Valencia  es  región  privilegiada 
en  este  particular.  Su  rico  y  feraz  suelo  brinda  con  mil  recursos  al 


88  LOS  VALENCIANOS 

esplolador  ,  quien  á  muy  poca  costa  los  beneficia,  y  precisamente 
de  uno  de  ellos  me  propongo  trazar  en  breves  palabras  el  boceto. 
Tal  vez  parezca  á  primera  vista  árido  el  asunto  al  que  lea  el  titulo 
que  lo  encabeza  ;  pero  he  creído  que  esprimiéndolo,  aun  podria  dar 
jugo  á  un  artículo  no  de  los  menos  interesantes  del  presente  álbum. 

A  principios  de  este  siglo  se  importó  de  América ,  con  objeto  de 
aclimatarla  en  nuestro  suelo ,  la  planta  cuyo  nombre  indígena  es 
maní  ó  cacahuate ,  y  á  la  cual  los  valencianos  con  una  ligera  altera- 
ción han  asociado  el  diminutivo  de  cacan  (cacao)  llamándola  caca- 
huet.  En  su  primera  época  parecía  no  deber  adquirir  el  desarrollo 
que  después  ha  adquirido ,  ni  llegar  á  ser  un  ramo  de  industria  tan 
considerable  como  es  hoy  día.  Pero  la  facilidad  de  su  cultivo  en  un 
terreno  análogo  al  país  de  donde  es  originaria  ,  y  las  aplicaciones 
que  ofrece  á  algunos  ramos ,  sin  contar  la  estraccion  del  aceite ,  y 
la  mezcla  con  otros  productos  de  general  consumo,  han  popularizado 
el  cacahuet ,  ganando  derecho  de  ciudadanía  en  nuestro  reino  hos- 
pitalario y  generoso.  Advirtióse  desde  luego  que  la  almendra  del 
cacahuet  tostada  daba  un  alimento,  si  bien  ,up  tanto  estimulante, 
agradable  y  barato ,  cuyas  circunstancias  bastaron  para  que  cun- 
diese prodigiosamente  su  uso,  especialmente  entre  las  clases  menos 
acomodadas  de  la  población  ,  y  para  infiltrarlo  mas  en  las  entrañas 
de  esa  sociedad  que  vive  de  poco ,  brotó  naturalmente  el  oficio  de 
vendedor  de  cacahuate,  vulgo  cacahuero. 

El  cacahuero ,  con  ligerísimas  escepciones ,  ejerce  su  profesión 
de  los  seis  á  los  doce  años.  Pertenece  á  e¿a  categoría  ,  que  se  ha 
dado  en  llamar  de  granujas ,  pero  que  ha  subido  un  escalón  mas; 
es  decir  que  de  mendigar  por  las  calles  ,  de  jugar  y  reñir  por  las 
plazas ,  de  oliscar  por  las  puertas  de  los  bodegones ,  y  puestos  de 
vendedores  de  comestibles ,  ó  de  procurarse  goces  por  otros  medios 
que  no  carecen  de  inconvenientes  y  peligros ,  se  ha  elevado  al  ran- 
go de  comerciante.  Su  capital  social  se  pasea  entre  los  cuatro  y  seis 
reales  ;  los  enseres  de  su  tienda  ambulante  los  constituyen  un  ca- 
pazo ó  cesta ,  mas  bien  el  primero  ,  cuyas  asaó  sujeta  un  cordel;  dos 


PINTADOS  l'OH  SÍ  MISMOS.  8íí 

Ó  tres  ¡ii(MÍi(l:is  (lo  inadt'rii,  fruccioiK^s  del  ccInmiD  ,  y  un  furolilo 
con  iiumIjocü  dü  acoilc.  Poríjiio  os  do  advoilir  que  el  cacahuero  e» 
ave  noclurna  por  puiilo  ;,'cnoral ,  s'm  quo  |)(tr  eso  dejen  de  obser- 
varse vesporliiias  y  aun  inalulinaa ,  lo  cual  debe  atribuirse  al  au- 
mento de  la  aticion  y  del  cacaltueí. 

Siendo  ave  noclurna  ,  su  aparición  es  do  Irisle  agilero  para  los 
que  vivimos  con  el  sol ,  y  con  el  cielo  azul ,  y  con  el  dia  lar^ro.  A 
mediados  do  Oclubre  ,  cuando  ya  el  e(|uinoccio  se  alejó  lo  baslanle, 
para  que  perdiese  el  equilibrio  y  el  pleito  ol  dia  conlra  la  noche, 
una  voz  lúgubre,  por  mas  que  el  limbre  pueril  y  á  veces  arí,'enlino 
disminuya  el  efecto  ,  vibra  de  una  manera  desagradable  sobre  el 
límpauo  do  los  que  ya  se  retiran  al  abrigo  de  cerradas  babilacio- 
nes  ,  y  raro  es  el  que  no  esclama  :  ya  leñemos  el  invierno  encima. 
Y  en  verdad  que  las  pobres  criaturas  no  tienen  la  culpa  de  que  el 
dia  acorte,  y  la  nocbe  alargue,  y  el  frió  se  entre  de  rondón  ;  pero 
como  á  estas  ideas  melancólicas  se  asocia  periódicamente  la  df  I  ca- 
cahuete no  puede  uno  defenderse  de  un  sentimiento  de  pena,  al  echar 
una  ojeada  retrospectiva  al  mes  de  Mayo  que  ya  pasó  ,  á  las  fiestas 
del  Corpus  que  lucieron,  al  Cabañal  que  yace  solitario ,  y  á  Gode- 
ila,  Burjasot ,  Chiva  ,  Buñol ,  Navajas  ,  y  otros  puntos  de  deporte 
autumnal,  que  van  despidiendo  á  sus  huéspedes. 

A  bien  que  nuestro  carácter  nos  preserva  de  impresiones  dura- 
deras, sobre  todo  de  cierta  índole  antipática  y  fastidiosa.  La  imagi- 
nación se  traslada  luego ,  ó  bien  á  San  Martin  y  á  Santa  Catalina, 
con  la  Albufera  y  sus  tiradas ,  ó  bien  á  la  plaza  de  San  Francisco 
con  su  feria  y  sus  turrones,  y  ya  solo  queda  del  cacahuet  y  de  su 
proclamador  lo  agradable  y  atractivo ,  que  es  el  buen  rato  que  se 
pasa  á  la  lumbre  royendo  su  almendra ,  y  humedeciéndola  con  un 
baño,  que  cierto  no  es  de  agua  fría  ,  aunque  lo  sea  de  agua  chirle, 
gracias  á  la  cristiandad  de  los  taberneros,  y  á  su  odio  á  cosa  no 
bautizada.  Desde  aquel  punto  cesa  ya  la  prevención  ,  y  el  cacahue- 
ro se  halla  en  pleno  ejercicio  de  sus  derechos.  El  silencio  de  la 

noche  es  interrumpido  por  la  monótona  cantinela  del  muchacho ,  v 

12  ' 


90  LOS  VALENCIANOS 

de  cuando  en  cuando  por  una  voz  lejana ,  ó  descendida  de  lo  alto, 
que  grita:  cacahuero  !  tíl  viandante  para:  trata  de  penetrar  en  las 
tinieblas ,  y  si  éstas  no  le  dejan  vislumbrar  de  dónde  partió  la  voz, 
despide  á  su  vez  la  frase  sacramental :  ¿Quí  crida'!  (¿Quién  llama?) 
Entonces  se  reitera  el  llamamiento ,  y  de  eco  en  eco  llega  al  punto 
donde  es  esperado.  Baja  á  la  puerta  de  la  calle,  ó  sale  del  interior, 
si  es  casa  baja,  el  comprador  ó  compradora;  llénales  la  medida 
bien  colmada  formando  cono ,  y  añadiendo  dos  ó  tres  granos  de 
supererogación ,  ó  bien  sosteniendo  el  cono  con  la  otra  mano  para 
que  no  se  derrumbe  el  castillejo  ,  y  el  cacahuero  continúa  su  pere- 
grinación por  las  desiertas  calles. 

A  veces,  y  no  son  escasos  los  ejemplares,  el  cacahuero  es  invita- 
do á  entrar  en  la  casa,  donde  se  le  llama,  y  donde  encuentra  gente 
maleante  y  juguetona,  según  nuestro  Cervantes;  la  cual  en  un  abrir 
y  cerrar  de  ojos  se  apodera  del  capazo  ,  lo  vuelve  de  arriba  abajo, 
vierte  el  contenido,  y  todos  los  concurrentes,  que  llevan  dentro  de  si 
lo  bastante  para  no  necesitar  nuevo  avisillo  de  beber ,  recogen  los 
despojos  esparcidos,  avisan  de  nuevo,  y  responden  al  aviso.  Si  el  ca- 
cahuero es  novel,  se  aflige  y  llora  al  verse  entre  cubas  semovientes, 
dando  por  perdida  su  mercancía.  Pero  el  que  tiene  mas  esperiencia  del 
vino  en  general,  y  dei  vino  cacahuero  en  particular,  ve  con  tranquili- 
dad desaparecer  en  los  bolsillos  y  estómagos  las  tres  ó  cuatro  libras 
de  cacahuate  que  encierra  el  capazo;  cuida  solo  de  salvar  éste  y  el 
farol ,  y  aguarda  el  desenlace  que  no  tarda  en  presentarse.  Pregun- 
tante el  valor  total  de  la  partida ,  y  oida  la  respuesta,  entra  el  re- 
gateo ,  concluyendo  casi  siempre  por  satisfacer  generosamente  al 
cacahuero  con  un  ciento  por  ciento  de  ganancia  ,  figurando  á  veces 
en  el  contrato  por  añadidura  el  capazo  y  el  farol ,  y  sin  faltar  quien 
pretenda  seriamente  incluir  en  la  venta  al  mismo  cacahuero.  En 
suma,  éste  despacha  en  media  hora  lo  que  por  los  trámites  ordina- 
rios le  costaría  tres  dias  de  escursiones  y  de  ejercicio  de  gaznate;  y 
va  risueño  á  casa  á  recontar  el  beneficio  y  utilidades  de  aquella  es- 
peculación imprevista. 


PINTADOS  l'iUi  si   MISMOS.  91 

INmo  lio  t's  lo  coimiii  Iropr/.ar  ron  scincjüiiU)  íilon.  A  veces  ol 
Irislü  canto  del  cacu/iiicro  sirve  de  aeoniiciíiaiuieiilo  al  de  laH  rana- 
les ,  y  el  pasoaiite  recdio  sohíe  sus  espaldas  un  baño  poco  liigié- 
nii'o  ,  y  de  euvüs  incünvenienlcs  le  indemniza  cun  avaricia  y  CHca- 
sez  la  niiserablo  fíanaiicia  que  logra  reali/ar. 

También  ha  de  vivir  á  prueba  de  chascos  ;  pues  no  lodos  hon 
aíieionados  de  veras ,  y  hay  llamamientos,  procedentes  acaso  de 
porche  do  villuloro  ,  ó  de  gente  dosocu|)ada  y  hambrienta  ,  (|uo 
atrae  al  vendedor  hacia  un  punto  ,  y  cuando  llega  a  él ,  otro  acento 
de  ventrílocuo  lo  arrastra  hacia  punto  opueslo,  hasta  que  so  conven- 
ce de  la  maligna  burla  de  que  es  objcíto  ,  y  sigue  su  demanda ,  no 
sin  exornar  su  mal  humor  con  atavíos  gramaticales  de  la  clase  do 
intcrjecioncs  ,  do  que  el  idioma  posee  una  decente  colección. 

Aunque  ctímo  por  via  de  compensación,  otros  chicuelos  indem- 
nizan al  cacahuero  do  tales  percances ,  pues  como  las  notas  musi- 
cales del  anuncio  no  requieren  largos  años  de  estudio  ,  aíjuellos  so 
divierten  en  remedar  al  cacahuero  ,  y  cantan  con  propiedad  tal,  (jue 
se  confunden  con  el  real  y  efectivo ,  y  son  llamados  y  esperados, 
mientras  ellos  siguen  su  rula  fisgándose  de  los  chasqueados,  y  bus- 
cando de  nuevo  á  quien  chasquear,  muy  envanecidos  de  su  habili- 
dad y  mérito  filarmónico. 

Entre  los  señuelos  que  el  cacahuero  pone  en  juego  para  atraer, 
uno  de  los  mas  notables  es  el  anuncio  de  su  apetitosa  mercancia.  Y 
como  el  cacahuate  caliente  y  reciensalido  del  horno  es  mucho 
mas  llamativo  que  el  que  se  ha  enfriado  ya  ,  la  palabra  caliente  es 
en  boca  de  los  cacahueros  un  arma,  que  miinejan  con  lanía  destreza 
como  la  suya  un  profesor  de  esgrima.  Algunos  lo  anuncian  fesliva- 
meule,  llamándolo:  calent  de  vaes:  (caliente  de  valde).  Pero  ¿  quién 
ser  i  capaz  de  reducir  á  guarismo  las  variantes  de  ese  adjetivo,  que 
constituye  la  circunstancia  mas  apreciable  del  cacahueí'í  De  cuan- 
tas he  procurado  retener ,  solo  conservo  las  siguientes  :  Calenl, 
calient ,  caliente,  calente  ,  calitie,  caliete,  calet^  cálele,  catite,  etc., 
y  de  algunos  mas  osados,  que  no  escrupulizan  atentar  contra  la 
integridad  de  la  radical ;  colete ,  colet ,  colient ,  etc.  Seria  nunca 


92  LOS  VALENCIANOS 

acabar,  si  rae  propusiera  apurar  las  mil  y  una  combinaciones,  que 
la  fecunda  imaginación  del  cacaAzíero  sabe  producir,  y  las  mil  y 
una  formas  que  sabe  dar  á  las  ocho  letras  de  su  precioso  adjetivo. 
Generalmente  va  acompañado  éste  del  torrat  (tostado),  y  la  frase 
musical  se  resuelve  comunmente  en  torrat  y  calent ,  y  viceversa. 
Pero  como  dicho  adjetivo  solo  alcanza  dos  ó  tres  variantes ,  que 
son  turrat ,  y  turriat ,  no  merece  la  pena  de  mencionarlo. 

Hay  cacahueros  estacionarios ,  los  cuales  establecen  sus  queren- 
cias en  puntos  determinados,  sirviendo  de  faro  á  los  transeúntes  el 
farol  medio  sepultado  en  el  capazo ,  y  entretienen  el  ocio  y  la  espe- 
ranza de  compradores  ,  royendo  cacahuate,  ó  bien  jugándoselo  con 
otros  del  oficio,  ó  bien  rifándolo  al  canet,  ó  á  otros  inocentes  jue- 
gos de  cartas ,  con  que  divierten  á  las  criaturas ,  ó  se  ensayan  como 
los  gatitos  pequeños  en  desplumar  á  pajaritos  sin  canon. 

El  cacahuero  diurno  tiene  épocas  ordinarias  y  estraordinarias, 
y  sitios  de  preferencia  fijos  y  accidentales.  Las  épocas  ordinarias 
son  todos  los  dias ;  los  sitios  de  predilección  las  inmediaciones  de 
los  cuarteles  ,  lupanares ,  bodegones  y  tabernas ,  tenduchos  y  pues- 
tos de  las  afueras ;  en  suma  de  todos  aquellos  parages  donde  hay 
vino  ,  ó  cosa  que  se  le  parezca  ,  y  gente  que  lo  beba  sin  gesticular. 
Las  épocas  estraordinarias  y  sitios  accidentales  son  las  fiestas  de  calle, 
revistas ,  paradas,  corridas  de  loros ,  etc.  Allí  hace  su  agosto  aun- 
que sea  en  Julio  ú  Octubre  ;  y  son  de  ver  las  evoluciones  que  prac- 
tica ,  y  la  saliva  que  gasta  para  llamar  la  atención  y  magnetizar 
los  bolsillos ,  estableciendo  el  circulo  de  polos  positivos  y  negati- 
vos ,  polillas  y  pollos ,  de  modo  que  aquellas  deseen  y  pidan  ,  y 
estos  compren  y  den. 

Y  en  medio  de  tanto  giro  y  de  tanta  actividad ,  que  ni  alteran 
la  luz  ni  las  tinieblas,  ni  enfria  el  invierno  ,  ni  agosta  el  verano; 
el  cacahuero  nunca  sale  de  laceria;  porque  aun  de  aquel  mi- 
croscópico capital  que  lleva  en  circulación ,  no  es  siempre  dueño, 
sino  un  simple  administrador ;  y  mercantilmente  hablando  ,  ha  de 
sacar  el  principal  su  capital  é  intereses,  y  el  empleado  su  subsis- 
encia. 


PIISTADOK  POB  gl  BfieíOS.  ^^3 

Aunque  el  caculiuero  domina  la  siluíirion  nocturna  ,  y  la  escla- 
rece) con  su  liicJérnaíía  amhulanir  ,  lio  reina  í'íiipíTo  sin  rival.  Kl 
CHSlaQoro  le  di^pula  .  no  la  priniacia  ,  ponjiio  os  im|)osil)lo,  sino  la 
arislocracja  del  despacho  ,  y  i'l  castañero  ,  avp  (amhi(>n  nocturna, 
lucha  á  braio  partido  ,  <>  mejor ,  a  ga/.nal(5  t  iidido  con  el  cacahue- 
ro, creación  j()vi!n  v  lo/ana  ,  llamada  á  destronar  con  el  tininpo  ,  á 
lo  menos  en  ciertas  rcí<ione>,  el  imperio  (pie  de  inmemorial  ejer- 
cian  las  castañas  ,  y  .Síd>re  lodo  antes  do  la  aparición  del  carahuale 
sobre  nuestro  hori7.onlo.  V  en  efecto  ,  ol  castañero  mantiene  siem- 
pre á  razonable  y  respetuosa  distancia  al  ochavejo  ó  cuartejo  niin, 
ahogado  con  seis  nudos  en  la  punta  ile  un  inuf:riciito  pañuelo  ,  /í 
apretado  dentro  de  manecilas  llenas  de  moc<»s  ,  los  cuales  ochavejo 
y  cuartejo  sin  escrúpulo  ni  empacliu  se  clesí-amn  ante  el  capazo  ca- 
cahueril ,  v  son  acoíridos  amistosa  v  familiarmenlo  en  sus  rincones 
sin  que  desdeñen  su  sociedad  los  demás  compañeros  ,  cuya  repre- 
sentación monetaria  por  milagro  alcanza  á  los  ocho  maravedís.  ¡Qué 
contraste  el  de  esla  democrática  franqueza  ,  con  el  orgulloso  tono 
del  castañero  ,  quien  sobre  no  rebajar  su  mercancía  por  menos  de 
un  real  ó  diez  cuartos  libra ,  con  dificultad  se  aviene  á  fracciona- 
mientos ,  que  representen  menos  de  la  mitad  de  aquella  I  Esto  siem- 
pre es  un  consuelo  p  Ta  el  cacahuero  ;  quien  ve  su  jurisdicción  es- 
lendersc  ilimitadamente  ,  mientras  la  del  castañero  va  diariamente 
perdiendo  terreno  y  parroquia.  Porque  el  cacahuero  vende  ;  v  ven- 
den los  puestos  de  viejas  esquineras,  y  venden  los  hornos,  y  venden 
las  panoUeras  (vendedoras  de  mazorcas  de  maíz  tostadas),  v  vende 
todo  el  mundo,  y  el  cacahuate  triimfa,  y  acapara  la  influencia  de 
las  masas,  y  hasta  seria  capaz  de  producir  una  revolución. 

He  dicho  que  son  niños  por  lo  común  los  que  se  dedican  á  la 
especulación  cacahuera  nocturna  y  diurna ;  cuya  regla  sufre  una 
que  otra  escepcion.  Entre  éstas  debo  citar  y  consignar  para  memo" 
ría  de  la  posteridad  ,  un  tipo  tal  vez  único ,  que  durante  siglos  re- 
gistrarán los  anales  del  cacahuerismo.  Existe  un  anciano  llamado 
Conslantino;  vejete  alegre  ,  retozón,  travieso,  y  dolado  de  cierto 
gracejo  natural;  digno  en  suma  de  íigurar  en  una  de  nuestras  an- 


94  LOS  VALENCIANOS 

tiguas  comedias  de  capa  y  espada  en  el  papel  obligado  de  vejete. 
Su  físico  no  riñe  con  la  doble  profesión  que  ejerce.  Ojillos  vivos 
y  penetrantes ,  nariz  corva  y  afilada  como  pico  de  ave  de  rapiña, 
formando  la  punta  continuación  de  arco  con  la  barbilla,  y  entre 
ambas  retirada  la  boca  fisgona  y  de  labios  sutiles  :  la  persona  di- 
minuta y  ligera ,  los  movimientos  entre  mico  y  ardilla ,  y  todo  con- 
dimentado con  una  inalterable  jovialidad  y  nunca  desmentido  buen 
humor.  He  dicho  que  desempeñaba  una  doble  profesión.  En  verano 
es  vendedor  de  agua  de  cebada   fvulgo  cebadero),  y  en  invierno 
cacahuero.  Su  juventud ,  si  no  miente  la  crónica,  fue  medianamente 
borrascosa ,  cuyas  borrascas  (y  no  del  corazón)  le  crearon  mas  de 
una  vez  pensionista  de  establecimientos  costeados  por  el  ministerio 
de  Gracia  y  Justicia.  En  su  edad  actual,  que  frisará  en  los  setenta, 
hace  tiempo  se  retiró  á  buen  vivir,  y  tanto  en  la  venta  de  la  cebada 
como  del  cacahuet ,  sus  canciones  y  mímica  ,  que  hacen  desternillar 
de  risa  al  esplin  personificado ,  le  han  procurado  un  nombre  y  for- 
mado una  clientela  poderosa.  Su  querencia  se  halla,  no  circunscrita, 
sino  designada  comunmente  en  los  arrabales  allende  el  Turia ,  sin 
que  por  eso  deje  de  recorrer  las  calles  do  la  ciudad  ,  las  fiestas  y 
toda  concurrencia  ,  donde  se  le  ve  a  lo  mejor  soltar  el  capazo ,  y 
ponerse  á  bailar  el  minué ,  jota  ,  fandango  y  zarabanda  ,  acompa- 
ñándose con  la  voz ,  y  sufriendo  sin  alteración  ,  y  sin  perder  la  son- 
risa ,  la  rechifla  y  hasta  los  pescozones  y  tronchazos ,  que  estudian- 
tes ,  y  gente  rapaz  y  descreída  tal  cual  vez  le  disparan  por  via  de 
distracción ,  aunque  sabida  ya  su  heroica  tolerancia  ,  apenas  hay 
quien  se  tome  tan  brutal  hbertad,  contentándose  con  oirle,  reirse  y 
vaciarle  el  capazo  en  cambio  de  abundante  cosecha  de  calderilla. 

De  todo  lo  dicho  sacamos  en  consecuencia  que  la  aclimatación 
del  cacahuate  en  nuestro  pais  ha  sido  un  acontecimiento  de  bullo, 
y  de  notable  influencia  gastronómica,  física,  y  hasta  social  y  polí- 
tica ;  y  que  el  cacahuero,  si  se  analiza  con  profundidad  ydetencion, 
es  un  poder,  una  palanca  de  no  escasa  fuerza  en  los  destinos  do  la 

provincia. 

Pascual  PerejB  y  Rodriguez. 


EL  BARRAQUERO. 


PINTADOS  PíHi  81   MISMOS. 


95 


EL  BARIIAOIEIIO. 


L  lipo  que  tratamos  de  bosquejar  morirá  pronto- 
el  silvido  de  la  locomotora  que  se  lanza  á  través 
de  un  inmenso  jardín  para  llegar  hasta  el  Grao 
annncia  su  agonía:  las  barracas  que  se  levan- 
tan durante  el  caluroso  estío,  sirviendo  á  los 
bañistas  de  punto  de  partida  para  ejecutar  sus  es- 
cursiones,  desaparecerán  poco  á  poco  para  ser 
reemplazadas  por  habitaciones  menos  primiti- 
vas, y  su  constructor  y.  dueño,  el  hombre  que 
agota  los  recursos  de  su  imaginación,  para  proporcionar  á  las  per- 
sonas que  necesitan  refrescar  el  cuerpo  un  barreño  de  agua  del  mar 
y  una  sabana  ;  el  barraquero ,  en  fln  ,  dejara  de  existir,  ó  se  trans- 
formará en  otro  ser  de  cuyo  bosquejo  se  encargaran  las  futuras  ge- 
neraciones. 


96  LOS  VALENCIANOS 

La  civilización  lo  invade  lodo ,  y  nuestro  siglo  no  se  contenta 
con  tomar  baños  á  la  manera  que  lo  hacia  cincuenta  años  atrás  ;  á 
nuestros  abuelos,  poco  duchos  en  materia  de  refinamientos,  les 
bastaba  un  toldo  de  estera  que  les  interceptara  los  besos  ardientes 
de  Febo ;  nosotros ,  generación  raquítica  y  enclenque  ,  remilgada 
y  melindrosa ,  nos  quejamos  ya  de  las  barracas  que  se  levantan  en 
la  playa ,  y  deseamos  mejoras  y  citamos  los  adelantos  de  otros  pue- 
blos y  pedimos  colocarnos  á  su  altura ,  y  abogamos ,  en  fin  ,  por  la 
muerte  del  barraquero  y  de  sus  hospitalarios  albergues. 

Y  la  prensa  periódica,  ese  monstruo  de  la  época,  que  invade 
y  lo  censura  todo  ,  ha  dado  también  en  la  mania  de  solicitar  para 
los  bañistas  algo  mas  que  barracas  ,  se  ha  hecho  eco ,  según  dice, 
de  la  opinión  pública ,  y  pone  todos  los  años  el  grito  en  el  cielo 
pidiendo  reformas  ,  y  se  burla  ¡qué  escándalo!  del  aspecto  ridiculo 
de  los  bañistas  de  ambos  sexos. 

¡Oh  tiempos!  ¡oh  costumbres!  ¿Qué  dirian  nuestros  abuelos  de 
este  proceder  indigno  si  levantaran  la  cabeza?  ¿Qué  dirian  de  nos- 
otros al  ver  que  rechazábamos  sus  recuerdos  y  despreciábamos  sus 
tradiciones?  ¿No  nos  llamarian,  con  justicia,  hijos  ingratos  y  desna- 
turalizados, traslornadores  de  la  so^ciedad,  y  enemigos  declarados 
de  todo  lo  antiguo? 

Y  en  verdad  que  no  puede  encontrarse  un  paisaje  mas  poético 
que  el  que  se  desarrolla  ante  nuestros  ojos  si  contemplamos  desde 
el  mar,  la  playa  de  Valencia,  al  caer  de  la  tarde  en  uno  de  los 
ardientes  dias  del  eslío.  A  la  izquierda  se  prolongan  los  bosques  de 
naranjos  y  limoneros ,  limitados  allá  á  lo  lejos  por  elevadas  cadenas 
de  montañas;  delante  de  nosotros  se  estienden  las  blancas  casas  del 
Grao,  las  alquerias  y  las  barracas  del  Cabañal  y  el  Cañamelar,  á 
la  derecha,  la  arenosa  playa  desaparece  confundida  con  el  azul  del 
cielo  y  la  verdosa  tinta  de  las  aguas ,  el  muelle  se  adelanta  en  me- 
dio de  todo,  ofreciendo  á  los  buques  un  refugio  seguro,  á  lo  lejos 
aparece  Valencia ,  la  oriental  y  poética  ciudad ,  tan  preciada  de 
nueslros  abuelos  los  árabes  como  la  misma  Granada,  en  medio  de 


TINTADOS  VOU  SÍ  1>IIKI\I().S.  97 

un  ho.squo  <lo  |)liii)l;i.s  dtí  (odas  ius  calidadus,  porruinada  por  el  aro- 
ma de  las  ilitiís  (|ii(!  crccon  csponlaneaiiUMilü  cu  ttaU',  j)rivilL';,'iado 
8U0I0 ,  y  el  sol  (pío  He  escondo  a  imoslra  espalda  arroja  sus  últi- 
mos rayos  sobro  esto  sorprendeiilo  panorama  y  lo  domina  con  colo- 
res fanlisticos  y  tintas  mágii^as,  cuyo  secreto  no  lian  podido  en- 
contrar los  pintores.  V  alii,  junto  al  mar,  en  el  úilimo  limite  do 
las  arenas,  besadas  por  las  olas  so  eleva  una  multitud  de  barracas 
do  formas  caprichosas  y  grotescas:  son  les  barraquetes  de  nadar, 
las  barracas  do  los  bañistas,  la  propiedad  del  barraquero :  ahí  está 
uneslro  tipo  ;  varaos,  lector,  á  hacerle  una  visita. 


n. 


El -abuelo  pMía  (pulga)  ya  no  sirvo  para  los  trabajos  fpie  re- 
quieren vigor  y  energía ;  nació  antes  que  el  siglo  y  los  años  han 
debilitado  su  poderosa  organización.  Marinero  en  su  juventud,  nunca 
abandonó  los  buques  que  hacen  el  comercio  de  cabotaje  y  conoce 
la  costa  palmo  á  palmo.  Trabajador  y  amigo  de  especulaciones  in- 
tentó algunas  empresas  comerciales  que  no  le  produjeron  los  resul- 
tados que  esperaba;  introduciendo  unas  veces  tabaco  y  otras  telas 
estrangeras,  á  despecho  de  aduanas  y  carabineros  ,  se  comprome- 
tió sin  fruto  y  no  pudo  nunca  llegar  á  ser  dueño  de  un  laúd ,  que 
era  su  sueño  dorado. 

Desesperado  de  su  suerte  y  no  encontrando  otro  medio  de  po- 
ner fin  á  sus  males  que  el  suicidio  ,  se  casó;  desde  entonces  Pusa, 
abandonó  sus  arriesgadas  especulaciones ,  dejó  de  ser  camorrista  y 
pendenciero,  y  se  limitó  á  llevar  á  cabo  los  viajes  de  conveniencia 
y  á  esplolar  la  industria  de  la  pesca. 

Los  años  pasaron  poco  á  poco,  y  á  la  vuelta  de  veinte  se  en- 
contró con  hijos  que  podian  reemplazarle  en  las  faenas  mas  rudas, 
con  muy  pocas  fuerzas  para  trabajar,  y  con  una  muger  vieja  y 
murmuradora:  Desde    entonces  adoptó  una  vida  mas  melódica. 

Durante  el  invierno  se  dedicó  á  llevar  en  una  lancha  pasageros  v 

13 


98  LOS  VALENCIATÍOS 

cnriosos  á  !os  buques,  á  componer  redes,  á  pescar;  á  la  llegada 
del  verano  se  hizo  barraquero. 

Allí  le  tenéis  todos  los  años  en  la  playa;  en  despacio  desuñado 
á  las  barracas  de  las  mugeres,  la  costilla  del  abuelo  Pusa  propor- 
ciona comodidades  al  bello  sexo ,  él  por  su  parte  se  encarga  de  la 
porción  masculina  del  género,  en  el  distrito  que  ocupan  las  barracas 
de  los  hombres.  Álli  están  las  barracas  del  Pelul ,  (el  peludo)  el 
Nano,  (el  enano)  el  Frechil,  (el  frito)  el  Bort,  (el  espósito)  el  Ca- 
ragól  (el  caracol),  allí  la  de  la  sahata ,  (el  zapato)  la  crehuela^  (la 
crucecita)  la  gahia ,  (la  jaula)  el  litót ,  (el  pavo),  allí  está  también  la 
del  abuelo  Pusa  que  tiene  por  emblema  una  máscara ,  por  cuya 
razón  se  la  conoce  con  el  nombre  de  barraca   de  la  caraseta. 

Cada  individuo  paga  dos  cuartos  por  el  disfrute  de  la  habitación 
y  esta  cantidad  aumenta  progresivamente  á  medida  que  va  satisfa- 
ciendo exigencias  tales  como  la  de  pedir  calzoncillos,  señalar  hora 
determinada  y  otras  semejantes;  lo  mismo  relativamente  sucede 
en  las  barracas  de  las  mugeres.  El  barraquero,  colocado  á  la  puer- 
ta de  su  establecimiento,  vigila  a  dos  ó  tres  chicos  que  sirven  á  los 
bañistas  y  al  mismo  tiempo  les  proporciona  grata  conversación 
contándoles  algunas  aventuras  de  su  juventud  y  sobre  todo  los  ma' 
ravillosos  efectos  que  producen  los  baños  de  mar  en  toda  clase  do 
enfermedades,  en  especial  si  los  pacientes  utilizan  su  barraca.  Tam- 
bién suele  vender  algunos  cigarros  que  siempre  tiene  jjor  casuali- 
dad ^^w  complacer  á  los  amigos:  esto  es  también  un  recuerdo 
de  su  juventud. 

Lo  que ,  sobre  todo ,  hace  recomendable  al  barraquero ,  es  su 
honradez  y  su  integridad;  para  evitar  robos  fáciles  en  aquellos  sitios 
va  colocando  en  sus  bolsillos  los  relojes  de  los  bañistas  y  las  sor- 
tijas en  sus  dedos,  y  no  hay  ejemplo  de  que  haya  faltado  una  de 
estas  prendas  de  valor  encomendada  á  su  cuidado ;  su  reputación 
es  antes  que  nada  y  la  conserva  sin  mancha. 

Su  vestido  es  tan  sencillo,  que  no  podría  suprimir  uua  sola 
prenda  ,  por  mas  que  lo  deseara  ;  un  barrel  (gorro)   negro  por  lo 


PlNTADíís  ron  sí  MISMOS.  00 

r<>i;iiliii- ,  lihi'ii  sil  riilic/.ii  del  sol  y  il«t  la  liiiiiicilad  ,   una  camisa  do 

color  y  un  ancho  piíiilalon  consliliivcn  (;!  rcslí»  del  Irajc.  (d  cal/.ado 

no  lo  usa  por  iniílil.    I'asa   el  día   sirviendo  a  lo«;  liaiVislas  v  por  la 

nocli(>  diiciii n  la  misina  liarraca  ,  de  la  <ph'  no  so  sepnru  duran- 

Ic  loda  la  oslacion  del  verano.  Su  muf;cr,  \a  liemos  dicho  (jut;  liaco 

otro  lanío  en  la  barraca  (h;slinada  al  bello  sexo. 

Contenió  con  su  sucrle ,   el  barratiuero  vuelvo,  sin  embar^^o, 

muchas  veces  los  ojos  á  su   vida  anlerior  y  no  puede   menos  do 

exhalar  un  suspiro  al  comparar  aipiella  energía  y  a(|ucl  enlusiasmo 

con  su  inercia  aclual;  recuerda  á  veces  los  hijos  (juc  licne  en  el  mar 

arrostrando  los  peligros  de  una  vida  azarosa  ,  y  él  <iue  no  lembl») 

jamás  anlo  las  embravecidas  olas ,  tiembla  por  la  suerlo  de  sus 

hijos,  y  una  lágrima  ardiente  se  desliza  silenciosa  por  su  loslada 

mejilla. 

III. 

El  azul  puro  del  ciclo  desaparece  detrás  de  densos  nubarrones, 
el  viento  fresco  de  la  larde  conmueve  la  superíicio  do  las  aguas, 
y  las  olas  azotan  la  playa  con  sordo  rumor,  la  naturaleza  va  toman- 
do un  aspecto  melancólico  ,  la  gaviota  atraviesa  rápidamente  el  es- 
pasio  anunciando  la  tempestad,  el  invierno  se  acerca. 

lia  pasado  la  estación  de  los  baños ;  el  barraquero  destruyo  la 
choza,  recoge  los  escasos  muebles  que  componen  su  ajuar :  arroja 
sobre  el  mar  una  mirada  de  gratitud  y  se  dirijo  al  Cabañal  á  ocupar 
su  antigua  habitación,  (\ue  ha  tenido  alquilada  entre  tanto  á  una  fa- 
milia de  Madrid.  Allí  pasará  el  invierno  tejiendo  redes ;  contando 
historias  y  esperando  la  vuelta  de  la  primavera  para  volver  á  edifi- 
car en  la  playa  la  barraca  de  costumbre. 

En  cuanto  los  rayos  del  sol  empiecen  á  hacer  notar  la  necesidad 
de  los  baños ,  la  barraca  del  abuelo  Pusa  será  la  primera  que  se 
alzará  altiva  sobre  la  arena  de  la  playa  y  á  la  puerta ,  honrado  y 
reflexivo,  se  presentará  de  pie  su  amable  dueño,  que  nos  ha  ser- 
vido para  bosquejar  el  tipo  del  barraquero. 

Rafael  SlSasco. 


SINDICO  DEL  TBTBUWAL  DEL  AGUA. 


^^ 


EL  SÍNDICO  DEL  ThlBlINAL  DE  LAS  AGllAS. 


-o-OO-OO-^B  O-O-CHOO- 


UPONGO,  apreciables  lectores  mios,  que  os  habéis  dete- 
nido algan  jueves  delante  de  hi  puerta  de  los  Apóstoles 
de  la  Catedral:  supongo  qne  a!  pasar  por  alli ,  eran 
las  doce  del  dia ,  y  supongo ,  en  íin ,  que  sabéis  el 
objeto  que  reúne  en  aquel  punto  á  siete  honrados  la- 
bradores, que  escuchan,  discuten  y  fallan  en  presencia 
de  interesados  y  de  curiosos.  Sabéis  que  aquel  grupo 
se  llama  el  Tribunal  de  las  Aguas.  Esa  institución .  ves- 
tida hoy  de  chaqueta ,  pantalón  estrecho  y  sombrero 
redondo,  nació  por  los  años  911  al  976,  bajo  el  gobierno  de  Ab- 
derrhman-Anasir-Ledinala  y  de  su  hijo  Albaken  Almoslansir  Bilah. 
Estos  nombres  os  darán  a  entender  que  la  institución  que  os  llama 
la  atención,  nació  con  turbante  y  alquicel.  No  creáis  por  eso  ,  que 


102  LOS  VALENCIANOS 

voy  á  referiros  su  hisloria:  y  esto  es  muy  grave ,  muy  serio,  muy 
tribunal;  y  como  el  editor  de  esta  obra  me  ha  señalado  otro  asuu- 
to,  debo  complacerle,  apesar  de  mi  decidida  afición  á  las  antigüe- 
dades. Siento  no  poder  hablar  de  las  leyes ,  de  las  costumbres ,  de 
la  imparcialidad  y  de  la  prontitud  de  este  célebre  tribunal ;  porque 
el  susodicho  editor  lo  lleva  á  mal  y  me  indica  con  sus  gestos,  que 
hable  de  un  individuo  que  le  parece  notable  entre  los  que  se  sientan 
bajo  los  arcos  de  los  Apóstoles.  Veréis  lo  que  quiere  el  editor. 

El  referido  individuo  es  uno  de  los  siete  síndicos  de  las  siete  ace- 
quias conocidas  por  los  regantes,  los  molineros  y  pescadores  de  caña 
con  los  nombres  de  Tormos,  3IesíaUa,  Rascaña,  Cuart ,  Mislata, 
Favaraj  Godella.  La  de  Moneada  ocupa  una  categoría  mas  elevada; 
y  no  puedo  decir  ahora  por  qué.  Ahora  bien,  el  individuo  á  quien  lla- 
maré el  n'wí/íco  elegido  por  los  regantes  de  su  acequia  respectiva,  es 
hijo  de  una  alqueria  grande ,  blanqueada ,  limpia  ,  risueña ,  donde 
han  nacido  sus  ascendientes  desde  el  tiempo  de  la  espulsion  de  los 
moriscos.  Abundancia  de  gallinas  ,  el  tinado  ocupado  por  robustos 
cerdos,  la  cuadra  por  un  buen  par  de  muías  y  dos  caballos  ,  algunas 
ovejas  en  el  corral ,  sillas  de  color,  vistosas  cortinas  en  los  cuartos 
de  familia ,  las  paredes  de  la  cocina  adornadas  con  profusión  de 
utensilios  de  bronce ,  y  de  brillante  barro  de  Manises ,  los  pisos 
limpios ,  frescos,  lavados  lodos  los  dias ,  las  mugeres  de  la  casa  asea, 
das,  alegres,  bondadosas,  y  un  antiguo  sillón  de  cuero,  destinado 
al  esclaustrado  que  ha  encontrado  allí  un  asilo:  hé  aquí  fel  cuadro 
que  ofrece  la  morada  en  que  nació  nuestro  sindico.  De  niño  no  vino 
á  estercolar  por  las  calles  de  Valencia;  iba  á  escuela  y  llevaba  zapa- 
tos. Un  estudiante  pobreton ,  ó  aspirante  á  maestro  le  repasaba  á 
mediodía  las  lecciones,  al  mismo  tiempo  que  enseñaba  á  leerá 
una  su  hermana  ,  linda  y  graciosa  labradora ,  cuyas  mejillas  se  colo- 
reaban constantemente  durante  la  lección :  esta  modestia  la  hacia 
bajar  la  voz  hasta  un  punto  que  desesperaba  al  pobre  maestro.  El 
niño  conocía  á  los  señoritos  del  ama  de  la  alquería;  había  visitado  su 
casa  y  jugado  con  ellos:  concluyó  su  carrera  de  leer,  escribir  y 


IMMADoS  l'on  si  MlSWdS.  IDTÍ 

conlar  en  1;h  Ksciinlas  l*ia-i.  Su  liuóspcd  (Mclaimlrado  ln  onscíiú  ú 
ayudar  la  misa,  v  los  inodali's  (¡ik;  lo  dislin;,'uiaii  d(3  los  hijos  do  to- 
das las  barracas  inincdialas. 

('liando  ol  camino  oslaba  malo,  ol  futuro  sindico  vonia  á  Valen- 
cia en  el  cirro  do  su  casa;  los  jornaleros  le  permilian  que  monta- 
se los  caballos  y  las  ínulas  (|ue  so  diri^Man  a  la  labranza  ;  acompa- 
ñaba á  su  madre  el  dia  de  Santo  Tomás,  cuando  iba  a  pagar  al  amo 
el  arriendo  de  las  tierras  de  su  labor:  y  ogercia  sobre  los  muchacbos 
de  la  vecindad  todo  el  despotismo  de  los  caprichos  pueriles. 

Acabada  su  carrera  literaria  en  las  Escuelas  Pias ,  después  de 
repelidas  consultas  acerca  de  su  futuro  estado,  queriendo  unos  (jue 
fuera  médico,  otros  abogado  y  muchos,  en  íin,  que  opinaban  por 
el  sacerdocio,  pues  era  de  rigor  que  hubiese  un  religioso  en  la  fa- 
miHa ,  optóse  úUimamenle  por  la  vida  labradora ,  fundándose  en 
proyeclados  enlaces  de  familia,  en  combinaciones  de  intereses  y  en 
planes  de  >'^ntajosa  posición. 

El  joven  llevó  desde  aquel  dia  las  cuentas ,  apesar  de  que  olvi- 
daba la  forma  de  letra  que  habia  aprendido  y  no  leia  el  Aíio  Cris- 
tiano tan  de  corrido  como  antes ;  pero  en  cambio  supo  dirigir  a  los 
jornaleros,  los  dislribuia  convenientemente,  cuidaba  délas  caballe- 
rias,  reprendía  a  los  holgazanes,  y  manejaba  con  soltura  la  jaca  fa- 
vorita. Donde  quiera  qne  entraba  recibía  las  mayores  considera- 
clones  de  los  padres ,  los  nombres  mas  cariñosos  de  las  madres,  las 
sonrisas  mas  gratas  de  las  hijas:  la  elección  de  esposa  preocupaba 
toda  la  huerta.  Por  último,  hizo  lo  que  casi  todos,  una  vulgaridad: 
se  casó.  Una  carretela  del  amo  llevó  á  la  novia ,  á  su  madre  y  a  la 
madrina:  un  faetón  al  novio,  al  padre  y  al  padrino:  cuatro  tartanas 
á  los  amigos.  Pasearon  la  ciudad  entre  mullilud  de  chicos  ,  haraga- 
nes y  mugeres;  cruzaron  el  mercado  entre  festiva  y  atronadora  al- 
gazara; arrojaron  algunas  arrobas  de  peladillas  y  confites ;  socorrie- 
ron á  la  puerta  de  la  alquería  a  multitud  de  mendigos;  y  la  novia, 
hermosa  y  llena  de  pudor ,  oyó  mil  cosas  que  aumentaron  el  color 
de  sus  mejillas. 


104  LOS  VALENCIANOS 

Desdo  entonces  nuestro  personage  fue  mas  activo,  mas  laborioso, 
mas  grave :  solo  por  complacer  al  Ayuntamiento ,  llevó  á  su  linda 
esposa  á  grupa  en  una  gran  festividad.  Fue  el  dia  en  que  le  en- 
vidiaron los  elegantes  de  la  capital :  esto  lo  ha  referido  él  con  orgu- 
llo á  cuantos  lo  han  querido  oir ,  y  ella  con  rubor  á  las  que  le  pre- 
guntaban lo  que  la  dijeron  en  la  carrera. 

Su  padre,  viejo  ya  ,  disponía  algo  en  su  alquería ;  pero  el  hijo 
era  el  alma  de  todo:  era  ya  importante  dentro  y  fuera  de  la  huerta: 
era  elector  para  diputados  á  Cortes.   Al  entrar  en  el  goce  de  este 
derecho ,  fue  buscado ,  consultado  ,  visitado  ,  obsequiado :  y  fue 
individuo  del  Ayuntamiento  de  la  capital :  no  presidia  los  teatros; 
no  abandonó  su  trage,  pero  no  faltó  jamás  á  una  sesión.  Su  alquería 
fue  desde  aquella  época  el  punto  de  reunión  de  los  labradores  no- 
tables de  toda  la  huerta  :  era  el  alma  de  sus  deliberaciones;  y  res- 
petábanle porque  trataba  con  frecuencia  al  señor  conde  de  M.  al 
señor  marqués  de  H.,  al  señor  canónigo  N.  y  á  otros  muchos  caba- 
lleros y  personas  notables  que  le  estrechaban  la  mano,  le  admitían 
en  sus  casas,  le  llamaban  amigo;  y  estas  distinciones  eran  muchos 
mas  notables  en  vísperas  de  una  elección.  Era  una  especie  de  adhe- 
rencia á  la  aristocracia  de  la  sangre  y  del  dinero  ,  á  la  que  estaba 
hgado,  sin  darse  razón  de  ello.  Primero  influyó  en  las  elecciones  de 
síndico  su  acequia,  y  después  fue  elegido  para  este  cargo,  término  de 
las  ambiciones  de  los  notables  de  la  huerta.  Es  un  hombre  apacible 
en  su  trato:  de  mirada  tranquila,  de  fisonomía  bondadosa;  escucha 
á  lodos  sonriendo;  pero  su  sonrisa  no  es  la  del  cortesano  ,  ni  del 
hipócrita,  ni  de  los  pedigüeños ;  habla  poco,  porque  no  tiene  el  don 
de  la  palabra,  como  los  diputados  de  la  nación,  y  siempre  medi- 
tando ;  es  consultado  el  último  en  una  cuestión ,  porque  se  desea 
saber  su  opinión  particular:  tiene  sus  máximas  peculiares  y  de  cuan_ 
do  en  cuando  la  echa  de  doctor,  achaque  general  en  los  tiempos 
bienaventurados  que  corremos.  Su  trage  es  una  mezcla  de  ciuda- 
dano y  labrador ;  pero  no  abandona  el  pañuelo  de  pita  que  cubre  su 
cabeza  por  debajo  del  sombrero ,  y  no  ciñe  jamás  su  cuello  con 


^I^TAI>os  i'oii  si  MisTUis.  106 

ningiiD.i  (lo  las  Ü^adunm  do  seda  ó  lana,  non  que  los  liombrcn  pon- 
hadoi'CH  apn^taiiKis  la  ^argniila.  VimIIo  cii  el  tribunal;  con  I04  ojos 
niiMlio  corradoH  o<ti!iirl)a  a  los  contriiiounlos,  hiii  abandonar  la  vara 
nudosa  do  i\\w  so  sirvo  ,  como  los  ricos  nos  servimos  do  las  rañas 
{\o  Indias.  Oidas  las  parios,  a|»riola  los  labios,  niorra  los  ojos,  baja 
la  cabo/.a  y  osciicba  •'!  paroror  d(»  sus  colof'as. — V  bien  ,  //pió  lo 
paroce  a  V.? — lo  profíunla  por  lin  uno  do  estos.  Kl  inlorpolado 
Tuolvo  a  apretar  los  labios .  cojo  la  vara  con  las  dos  manos  y 
dospnos  do  al^Minos  soj^nndos,  principia  á  esponer  su  diclámcn  con 
un  Psi!!!...,  (pie  viono  acompañado  de  un  meneo  do  cabeza  ¿de- 
recha é  izípiierda.  Yo...  continúa  ,  diré,  quo...  pues...  Kl  acusado 
no  tenia  razón....  poripio  esas  cosas...  ya  se  vó...  otra  vez  hizo  lo 
mismo;  V  como  nunca  se  enmiendan...  ya  lo  ven  Vds.,  esto  es  claro. 
— ¿,Y  (pió  hacemos? — pret^unla  otro  de  los  colegas. — Hombre,  eso 
está  visto,  que  pague. — Corriente,  añado  un  tercero.... — V  el  ne- 
gocio se  ha  fallado:  nuestro  sindico  está  Iranfpiilo,  porcjue  ha  hecho 
justicia ;  y  si  queréis  probarlo,  debiais  haber  oido  á  las  partos:  no 
se  equivoca  ,  no  ,  ha  llenado  su  deber. 

Cuando  abandona  el  tribunal  se  confnnd»^  con  los  acusados  y 
acusadores  y  alli  habla  con  mas  soltura,  mas  naturalidad:  las  formas 
le  dejaban  mudo,  aunque  estuviera  muy  clara  su  razón. 

El  sindico  no  es  un  empleo  sujeto  á  traslaciones  ,  ascensos  ,  ni 
cesantias;  no  sigue  las  oscilaciones" de  la  política  ,  ni  el  movimiento 
de  la  rueda  ministerial;  no  tiene  derecho  á  jubilación  ,  ni  está  es- 
pueslo  á  la  alza  y  baja  de  un  sueldo.  Pero  á  falta  de  tanto:,  contra- 
tiempos, sacudidas  y  percances,  gozado  un  prestigio  no  conocido 
bastante  de  los  que  esliman  la  posición  social  por  el  brillo  que  des- 
pide el  puño  de  oro  de  un  bastón,  ó  el  número  de  porteros,  de 
ordenanzas  y  cordones  de  campana ,  que  se  cuentan  á  disposición 
del  funcionario.  E!  prestigio  de  nuestro  mandatario ,  durante  su 
cargo  y  después  de  cumplido  éste  ,  tiene  algo  de  patriarcal;  im- 
pone sin  terror,  manda  sin  inspirar  recelo,  ni  odio;  es  eslimado 

por  lo  que  representa,  porque  lleva  impreso  una  especie  de  sacer- 

14 


106  IOS  VALENCIANOS 

docio,  venerable  por  la  antigüedad  y  la  santidad  de  sus  funciones. 
En  su  elevada  gerarquía  no  es  tratado  sin  embargo,  con  adulación, 
ruindad  de  espíritu,  ni  cobarde  deferencia:  los  que  acuden  á  con- 
sultarle,  sóbrela  propiedad  de  una  senda,   sobre  los  p&sos  que 
debe  distar  en  la  huerta  una  barraca  de  otra  ,  sobre  la  prioridad 
de  que  gom  én  el  arrienda  de  una  tierra  tal  ó  cual  familia  y  sobre 
otras  cuestiones  semejantes ,  unos  y  otros  le  dan  siempre  el  dulcí- 
simo ¡tratamiento  de  lio ,  (\\iq  significa  para  ellos  en  estas  circuns- 
tancias tanto  como  padre.  Oráculo  de  multitud  de  familias,  aisladas 
en  ese  occéano  de  verdura  que  envuelve  á  la  capital,  aconseja, 
manda,  cdncilia,  y  falla  en  sus  contiendas  domésticas  y  en  los  nego- 
cios que  han  de  salir  de  la  esfera  de  familia.  Los  viejos  le  visitan 
diariamente;  lo^  hombres  formales  forman  sus  reuniones  en  los 
bancos  que  se  levantan  debajo  del  emparrado,  que  sombrea  la  puer- 
ta de  la  alquería  del  sindico,  y  los  jóvenes  le  saludan  con  respeto 
cuando  lo  ven  pasar,  ¿aumentan  las  contribuciones?  ¿se  estiende  el 
radio?  ¿peligra  la  paz  de  la  huerta?  Nuestro  personage  recibe  ,  es- 
cucha, va,  viene;  y  millares  de  brazos  robustos  se  levantarán  á  su 
Toz  ,  si  él  lo  indica  solamente.  Se  halla  en  su  mano  la  resistencia  y 
la  transacción,  dispone  de  la  paz  ó  de  la  guerra.  ¿Quiere  luchar?  En 
este  caso ,  oiréis  en  seguida  el  formidable  rumor  de  que  ha  reso- 
nado en  la  huerta  el  terrible  caracol ,  instrumento  bélico ,  que 
ya  ha  desaparecido,  pero  que  aun  espresa  en  el  dia  el  levantamien- 
to en  masa  de  una  inmensa  población,  que  acude  á  las  armas  de 
una  manera  espantosa ,  como  se  ha  visto  dos  ó  tr«s  veces  en  lo  que 
contamos  de  este  siglo.  El  alma,  el  espíritu  de  esta  gran  sedición 
es  el  síndico:  esto  indica  su  poder:  poder  humilde  á  los  ojos  de 
otros  poderes ,  menos  robustos,  aunque  mas  esplendorosos,  pero 
que  cuenta  con  millares  de  subditos  obedientes ,  sumisos  y  adhe- 
ridos á  él. 

Así  se  le  comprende  en  nuestra  capital.  En  circunstancias  crí- 
ticas ,  las  autoridades  superiores  le  llaman  ,  le  consultan  ,  le  inter- 
rogan ,  le  oyen  ;  y  no  son  por  cierto  despreciados  sus  avisos.  Sin 


PINTADOS   l'Kll  .si   MISMDS.  107 

frases  osludiadas  ,  sin  lono  parlaiiiciitai m  ,  ni  fonMino ,  poro  ron  can 
fraii(|iio/.a  ruda  ,  pero  aiilori/.ail.i  ,  i|ii)>  adi|tiirrr  «I  tindico  en  su» 
funciones  ,  saho  decir  la  verdad  y  csiioner  su  o|iini()n ,  <|U(!  poca* 
▼üces  Muolu  80r  despreciada.  De  a(|ui  resulta  la  CKpecic  de  intimidad 
(pie  li^n  á  estos  funcionarios  de  la  huerta  con  las  autoridades  y 
ma^'nates  de  la  capital :  el  sindico  ,  a  pesar  de  hu  trago  liuinildc, 
es  una  inlliiencia  en  todas  |);irtes  ,  pun|uc  os  una  potencia  y  una 
nocüsidad.  Kl  día  que  desaparecieran  estos  patriarcas  do  nuestra 
huerta,  oso  pais ,  tan  hermoso,  soria  temible:  los  síndicos  son  sus 
tutelaros,  sus  guias  ,  sus  moderadores  ,  sus  consejeros  ,  sus  sacor- 
düles  on  (in. 

La  Vi  jéz  do  estos  personajes  es  un  objeto  do  veneración  :  es 
preciso  verlo  ,  para  comprender  el  grado  de  cariño  y  d»'  rcs|)elo 
quo  so  les  profesa.  Si  algo  (jueda  onlre  nosotros  de  los  tiempos  pri- 
mitivos;  si  algo  rosta  do  los  antiguos  caudillos  do  los  pueblos,  se 
encuentra  en  esta  claso  de  ancianos  de  nuestra  huerta.  Representan 
siempre  la  institución:  los  siglos  han  progresado  ,  las  revoluciones 
lo  han  destruido  lodo  ;  y  esta  institución  ha  permanecido  de  pié. 

El  sindico  es  un  monumento  :  el  pueblo  labrador  le  venera  :  él 
le  sirve  de  pedestal;  para  matarle,  es  preciso  ahogar  la  agricultura. 

Se  concluyó  el  juicio ,  señor  editor :  he  dibujado  al  sindico  como 
he  podido  y  he  sabido  ;  pero  es  un  personaje  tan  histórico  y  tan 
formal ,  que  no  quisiera  haberle  ofendido  ,  ni  este  es  mi  animo  ,  y 
desde  luego  retiro  cualquiera  frase  que  pudiera  desvirtuar  a  estos 
representaLles  de  una  venerable  institución.  Me  ha  puesto  V.  en 
un  compromiso  ;  si  he  salido  bien,  mejor  para  los  lectores. 

Vicente  Boix. 


EL  CAFETERO. 


MI  » 


^-'^mmmmmm:^^ 


r.ii 


EL  CAFirrEKO. 


ECiDiDAMENTE  quicre  V.,  amigo  editor,  que  hable 
yo  del  cafetero?  Pero ,  señor,  ¿que  he  de  decir 
de  un  tipo  que  lodos  conocen? — Doy  por  sen- 
tado que  \.  me  dice:  «nosotros  no  escribimos 
^  ;  1/   X'g^r     t^sle  libro  para  los  que  al  presente  ven  á  cada 
^'^-^ihd^á^^'    momento  á  nuestro  tipo  ir  de  calle  en  plaza 
^^;>^^X X       todos  los  dias  que  Dios  amanece,  sino  para  los 
que  en  lo  sucesivo,  allá  pasados,  algunos  años, 
quieran  saber  lo  que  es  en  nuestros  dias  el  cafetero  de  Valencia. 
Es  decir,  que  escribimos  para  la  posteridad.»  ¡(irán  palabi-a!  ¡mag- 
nifico !  Esto  me  satisface ,  y  voy  a  principiar. 

Guando  yo  vine  a  Valencia,  viajero  oriundo  de  un  mundo  des- 


lio  LOS  VALENCIANOS 

conocido~((lel  limbo  tal  vez ,  puesto  que  no  recuerdo  de  él  pena  ni 
gloria.) — ¡ah!  y  \qué  descansada  vidal  se  me  viene  ahora  á  lamente 
decir  con  aquel  sapientísimo  y  virtuoso  varón  á  quien  no  gns- 
idih2i  el  mundanal  ruido.... — cuando  yo  vine  á  ver  la  luz  pública 
en  esta  mi  queridísima  ciudad  del  Cid ,  que  Dios  prospere ,  ya  el 
Nuevo  Mundo  descubierto  por  Colon,  se  habla  hecho  viejo  entre 
nosotros  y  entre  los  ricos  tributos  que  desde  muchos  años  atrás 
viene  rindiendo  á  nuestra  madre  patria,  hacia  ya  tiempo  que  era 
conocida  y  esplotada  en  Valencia  la  semilla  de  la  cofea  arábica, 
llamada  café  en  toda  tierra  de  cristianos.  Ya  entonces  habia  en  nues- 
tra capital  dos  ó  tres  cafés .  y  si  no  los  habia  serian  cafetines ;  que 
en  esto  no  estoy  muy  seguro,  ni  el  corto  plazo  que  el  editor  me 
concede  para  escribir  este  artículo  me  permite  recoger  mas  datos 
sobre  la  materia ;  sean  cafetines  y  no  insistamos  mas:  ya  entonces 
habia  dos  ó  tres  de  estos  establecimientos ,  repito,  y  paréceme  á 
mí  que  desde  aquí  estoy  viendo  como,  nuestros  sencillos  y  morige- 
rados padres ,  algunas  tardes ,  de  vuelta  de  su  paseo ,  entraban  en 
una  pieza  oscura ,  alumbrada  únicamente  por  un  quinqué  melancó- 
lico, y  se  sentaban  ante  una  modesta  mesa  de  pino,  á  departir  un 
rato  y  á  tomar  su  exigua  ración  de  lo  que  hoy  llamamos  caldo  de 
higos  y  entonces  llamarían  con  toda  formalidad  café. 

Desde  entonces  esta  industria  ha  tomado  creces.  Ante  todo,  ha 
habido  que  decorar  con  lujo  los  establecimientos  destinados  al  con- 
sumo del  mencionado  artículo.  En  aquel  tiempo  apenas  concurria 
algún  desocupado  á  tomar  algo  en  ellos;  hoy  una  población  flotante 
hace  de  los  mismos  su  residencia  habitual,  y  dejando  en  su  seno  cada 
uno  su  contribución  pecuniaria,  ayudan  entre  todos  á  la  crecida  que 
el  estado  les  impone.  Antes  se  servia  una  cosa  mal  llamada  café,  y 
nada  mas ,  ó  poco  mas  que  esto ;  hoy  se  sirve  café  puro  ,  y  además 
alcores ,  vinos ,  cerveza ,  sorbetes,  pasteles ,  cigarros ,  y  hasta  po" 
lilica  y  literatura  en  enormes  sábanas  escritas ,  llaraadasj)móíí¿coí; 
y  en  fin,  es  probable  que  mas  adelante  se  sirvan,  coiao  en  el  csfó 
Europeo  á^  Madrid ,  almuerzos  y  cenas. 


PlNTAT)(ífi  POB  .SÍ  MISMOS.  1  1  I 

l)c  lo  dicho  80  doUuce,  (|U0  Ioh  üsliiblíM/miiriaos  dondü  se  .sirva 
cafó,  qiiüiio  lounanlaHoircun-lnuciatiUiUüdícliaH  y  ünmUm  por  conA- 
gnionlt!  a  <al  alliira,  inercrenin  olro  iwmibro  ;  rfcclivimí'  «il.  ,  lienen 
olía  calííKoi'i»  y  í^i!  llaman  do  olía  manera.— Aliora  me  íui(![»ííííiIo 
do  liabur  sii|uiüia .supuesto  ,  quo  lo.s  unli^'uos  cafó.s  tic  Valencia,  por 
niüdosloK  (pío  liiüsen  ,  pudieran  llamarse  eafolinos.  Ivoscafelino»  íK)n 
una  especie  de  cantina  en  dundo  se  sirve  peíuuscaró  de  Uiloronles 
Cüioros  con  oUos  laníos  nombres ,  buñuelos  y  café.  Ainda  luais, 
hija  y  dc|)ondienle  do  osla,  exislo  la  industria  cuyo  reprosenlanlo 
es  oí  amable  señor  (juc  no.s  liaco  ol  obsoíiuio  de  servir  do  Upo  para 
esle  arliculo  ,  el  cafelcro  ambulanlo. 

Ea!  ya  hemos  llegado  a  nuestro  asunto. 

El  cafetero  ambulante  es  muchas  veces ,  ni  mas  ni  menos, 
que  el  propietario  de  un  cafelin  ,  el  cual ,  para  lucrar  doble- 
mente en  determinadas  horas ,  lo  conciba  lodo  dejando  en  casa 
una  cafetera  y  llevándose  otra ,  os  decir,  dejando  al  frente  del  liu- 
glao  de  casa  á  su  costilla ,  en  lanío  que  él  recorre  las  calles  con 
una  cafetera  de  hoja  de  lata;  otras  veces  es  dependiente  de  la  casa, 
y  las  mas  suele  ser  un  individuo  aparte,  que  negocia  por  su  cuenta 
y  riesgo ,  lomando  generalmente  fiado  el  café  que  vende  por  la 
ciudad. 

Un  amigo  mió  muy  dado  á  aventuras  nocturnas ,  y  que  por  sus 
pecados  ha  tenido  alguna  vez  que  ir  á  esperar  la  aparición  del  día 
en  una  buñolería  ó  cafetín  de  los  que  hago  mención,  me  ha  iniciado 
en  estos  secretos  del  ramo,  y  me  ha  referido  con  frecuencia  algunas 
de  las  escenas  preliminares  que  preceden  á  la  aparición  del  cafe- 
tero, por  esas  calles  de  Dios.  Si  queréis ,  lectores,  tener  una  idea 
de  alguna  de  esas  descripciones  que  á  mi  amigo  he  escuchado, 
oídme.  Imaginaos  uno  de  esos  cuadros  de  tintas  sombrías,  de  esas 
costumbres  flamencas,  que  adornan  en  preciosa  multitud  el  Museo 
Nacional  de  Madrid.  La  luz  de  un  mísero  candil  alumbra  apenas  la 
estancia  en  que  se  ven  tres  ó  cuatro  mesas  deteiioradisimas :  sen- 
lado  negligentemente  se  apoya  en  una  de  ellas  á  las  veces  un  mu- 


112  LOS  VALENCIANOS 

chacho  harapiento,  de  esos  que  no  tiene  hogar  ni  familia,  y  tenien- 
do delante  de  si  una  copa  de  aguardiente,  entona  con  el  monótono 
compás  de  nuestros  cantos  populares  un  cantarcillo  que  pica  como 
pimienta:  otro  muchacho  ,  que  por  los  rotos  de  su  chaqueta  enseña 
su  camisa  y  por  los  de  esta  sus  carnes,  acompaña  el  cantar  gol- 
peando con  las  palmas  en  otra  mesa  que  ocupan  él  y  una  copa 
medio  vacía.  Una  moza  despeinada,  después  de  haber  limpiado  el 
mostrador  y  sus  adherentes,  se  entretiene  en  meter  masa  en  una 
caldera  llena  de  aceite  hirviendo  y  sacar  buñuelos  con  una  ligereza 
notable.  La  dueña  del  establecimiento  preside  estas  operaciones,  y 
el  cafetero,  si  no  es  de  casa ,  preocupado  entretanto  con  los  prepa- 
rativos de  su  venta,  va  y  viene,  trae  fuego  para  su  hornilla,  llena 
la  cafetera,  ó  busca,  en  fin,  algo  que  le  falla  para  su  avío.  Al 
mismo  tiempo  y  de  paso  ,  ora  dice  una  chanza  á  la  buñolera ,  ora 
impensadamente  la  toma  un  buñuelo  ó  dos :  por  fin ,  arregla  con 
la  dueña  sus  cuentas  pendientes ,  se  cala  el  barret,  se  atiza  un  la- 
tigazo de  aguardiente ,  enciende  un  cigarrillo ,  echa  un  requiebro 
al  ama,  si  lo  permite,  y  después  de  frotarse  las  manos  con  satis- 
facción, se  echa  afuera  sin  temor  al  frío,  y  ofreciendo  á  voz  en  grito 
á  los  madrugadores  su  cuotidiano  «café  caliente.» 

Ya  tenemos  al  cafetero  en  pleno  ejercicio  de  sus  funciones.  Con 
la  dudosa  luz  del  crepúsculo  vuelve  al  mundo  el  confuso  rumor  de 
la  víspera:  suenan  alternativamente  el  toque  de  alba  en  los  templos, 
el  de  diana  en  los  cuarteles,  el  agudo  silbido  de  la  locomotora  que 
parte,  en  la  estación  del  ferro-carril :  ladran  los  perros,  se  abren 
las  tiendas,  y  pasan  corriendo  los  carros  que  acarrean  frutas  y 
verduras  al  mercado :  entonces ,  entre  tantos  rumores  diferentes, 
suena  la  voz  grave  de  nuestro  hombre ,  que  sale  al  encuentro  á  las 
criadas  y  á  los  asistentes,  gritando*  «café.)) 
'  Van  las  pobres  fámulas  soplándose  los  puños  de  puro  frío,  y  él, 
abrigado  con  su  grueso  chaquetón ,  calado  hasta  las  orejas  su  tradi- 
cional barrel,  añade  entonces  «¡caliente!)) 

Viéraisle  á  esta  sazón  con  qué  rapidez  recorre  multitud  de  calles 


PIMADOS  POH  SÍ   MISMOS.  1  1^» 

y  |)'a/.iit'la.s ,  ropartioiido  ai|iii  y  alia  la/.as  du  hu  iuimcanli!  Iii|iimI<), 
aniínaiido  á  los  mas  frioH  a  lomar  una  ración  con  In  Hc^'iiridail  do 
(jiic  cslá  «icalciililo  ,  calicnlü."  Vi('rai>lu  llegar  á  lan  administracio- 
nes (londcí  parle  ó  IIc^m  alimona  dil¡;,'tMícia  ,  ó  ruand<»  no .  á  la  csla- 
cion  dt'l  ferrocarril,  y  por  úllimo,  diri¿jir,se  á  la  plaza  del  increado, 
donde  le  esperan  las  vendedoras,  a  lan  cuales  reparlc  él  su  res(>oc- 
liva  la/a  enlre  saludos  y  buenas  palabras,  (pie  nada  ipiila  lo  curtos 
á  lo  comercianle.  AMi  la  llcluijiicni ,  la  ¡tanaera  ,  la  tannicheni  y 
otras  son  servillas  sucesivamenlo ,  y  nunca  dejan  de  relamerse  de 
gusto ,  auui[ue  al  devolverle  el  platillo,  no  pocas  veces  le  recon- 
vienen ,  ora  perqué  no  está  prñu  carregaet ,  ora  perqué  té  póc  su- 
cre,  etc.,  a  todo  lo  cual  salisfaco  61  como  puede,  cobra  el  coiilin- 
gcnlo  y  pasa  adelante. 

Después  de  esto  ,  la  conc  urrencia  que  va  afluyendo  á  la  plaza 
la  llena  complelamenle,  y  cutre  esc  marcmaynum  cu)  di  animación 
creemos  (pie  pocos  mercados  ofrecerán,  el  cafetero  sigue  haciendo 
su  agosto. 

Cuando  ya  el  relente  de  la  niafiana  no  se  deja  sentir,  la  gente 
apetece  poco  la  mercancía  de  su  vehículo,  y  nuestro  hombre  por 
lo  tanto,  desaparece.  Con  lodo,  aun  si  le  quisiéramos  hallar  no  nos 
seria  muy  difícil  verle  á  las  puertas  de  las  posadas ;  pero  en  esas 
horas  no  hace  gran  negocio  ,  no  aspira  á  mas  que  á  pasar  el  ralo 
hasta  labora  en  que  acostumbra  retirarse  á  casa:  llegada  la  cual, 
no  vuelve  á  dar  cuenta  de  si  hasta  que  anochece ,  semejante  en  esto 
á  los  murciélagos.  En  esa  hora  vuelve  á  aparecer  en  público  y  se 
oye  su  voz  á  la  puerta  de  las  posadas,  bodegones,  etc.,  en  las 
plazuelas,  cerca  de  los  cuerpos  de  guardia  ,  y  en  una  palabra  ,  en 
lodos  los  grandes  centros  donde  á  lales  horas  hay  animación  y  mo- 
vimiento de  gentes,  en  especial  de  ciertas  gentes. 

El  todo  lo  recorre,  lodo  lo  husmea,  en  todas  parles  está:  detalle 
indispensable  en  lodos  los  animaibs  cuadros  que  por  doqueir  ofre- 
cen las  calles  de  la  capital,  su  figura  impasible  aparece  en  último 

término  siempre  que  hay  riña  ,  atropello  ú  escándalo.   Si  eres  ar- 
la 


114  LOS  VALENCIANOS 

dista ,  lector,  y  te  gustan  las  costumbres ,  ya  te  doy  que  hacer  con 
él:  ¿quieres  reproducir  un  altercado  entre  dos  mozos  rasgaosl  te 
puedes  olvidar,  si  quieres ,  de  poner  un  agente  que  medie  entre 
ellos ,  pero  no  te  olvides  de  poner  entre  los  mirones  uno  mitad 
hombre,  mitad  cafetera,  ese  es  nuestro  protagonista:  se  trata  de  una 
riña  de  mugeres  de  plazuela,  de  un  accidente  cualquiera?  no  omi- 
táis el  cafetero:  sin  este  accesorio  el  cuadro  seria  incompleto. 

El  cafetero  se  retira  tarde  :  cuando  las  gentes  salen  de  los  tea- 
tros aun  oyen  su  canto  que  á  lo  lejos  se  confunde  con  el  del  sere- 
no: del  mismo  modo  que  al  amanecer  asedia  á  los  madrugadores, 
por  la  noche  aun  á  última  hora  persigue  á  los  rezagados.  En  esto 
disiente  notablemente  el  ejercicio  de  su  industria  del  de  otras  mu- 
chas ó  del  de  todas:  en  efecto,  los  demás  vendedores  de  fruslerías 
y  comestibles  tienen  horas  mas  cómodas  destinadas  para  la  venta: 
él  únicamente  es  quien  tiene  precisión  de  arrostrar  el  gris  de  las 
mañanas  de  Enero  y  las  corrientes  frias  de  las  noches  de  Marzo:  él 
es,  como  si  dijéramos,  la  avanzada  de  esos  innumerables  hijos  de  la 
pobre  plebe  que  salen  á  buscarse  un  pedazo  de  pan  con  ese  comercio 
de  menlirigillas.  El  cafetero  es  el  último  que  abandona  el  campo 
y  el  primero  que  rompe  el  fuego  ;  pero  campechano  siempre,  ale- 
gro á  pesar  de  lo  molesto  de  la  hora ,  observador  maligno  de  los 
mil  accidentes  con  que  amanece  el  mundo,  gacetillero  que,  si  lie 
vase  á  un  periódico  los  mil  chismes  que  recoge  á  su  paso ,  daria 
material  para  una  crónica  larga,  ó  cuando  menos  para  una  letrilla 
V.  gr. ,  como  la  siguiente: 


EL  CAFETERO. 


Estas  noches  y  estos  dias 
Hace  un  frío  que  traspasa; 
Por  miedo  á  las  pulmonías 


TINTADOS  l'íUi   si   MISMOS.  Hj 

No  liay  tinicn  miI^m  do  su  casa 
Sin  bii  la/:i  <lc  ciifc. 

¿Mü  enliciulo  iislú? 
Hoy  loma  loda  la  ^'onto 
Una  lacila.  ¡Caüísnlu! 

ií^afó,  café! 


¡Alza!  ¿habró  visto  yo  alguna 
Que  se  sepa  Iralar  bioii? 
— [)\^,\  usté  (jue  no  ¡lorluna! 
Que  no  lo  loma...  ninguna 
Tan  caliente  como  usté. 

¿No  me  esplique? 
Que  lo  diga  el  so  Visienle 
Que  lo  sabe  bien.  ¡Calienlel 

¡Café,  café! 


Cuando  salgo  se  retira 
De  la  timba  Don  José, 

Y  de  estar  tira  que  tira... 
Lleva  una  cara...  que  inspira 
Lástima;  pues  ya  se  vé, 

Un  mal  entres 
Le  arrancó  el  último  diente, 

Y  el  pobre  vuelve  ¡caliente! 

¡Café ,  café! 


¡Hola!  Damián  y  Damiana 
A  la  misma  hora  que  ayer 
Han  abierto  la  ventana. 


116  LOS  VALENCIANOS 

— |Parroquiano!  ¡parroquiana! 
No  bajan.  ¿Qué  les  diré? 

¿Me  entiende  usté? 
Cómo  se  asoma  la  gente 
A  tomar  fresco.  ¡Caliente! 

¡Café,  café! 


Deja  él  la  ventana  abierta 
Y  ella  hace  que  no  le  vé. 
¿Si  bajarán  á  la  puerta?... 
No  se  sabe  cosa  cierta, 
Mas  yo  espero  aquí.— ¿Qué  haré? 

¿Me  entiende  usté? 
Como  están  los  dos  de  frente 
Lo  toman  juntos.  ¡Caliente! 
¡Gafé ,  café! 


De  la  plaza  Villarrasa 
Hoy  sale  coche,  y  tendré 
Que  llevarles  (que  se  pasa) 
Una  taza  de  café. 

¿Cuándo  podré 
Libre  del  frió  relente 
Ir  al  lao  de  mi... — ¡Caliente! 

¡Café,  café! 

La  anterior  canción,  digna  de  la  memoria  del  célebre  Tino.... 
— Y  á  propósito  de  Tino  ,  ¿No  saben  Vds.  quién  es  Tí^o?  Tino  es 
el  proto-tipo  de  cuantos  cafeteros  hayan  existido  y  existirán  en  ade- 
lante en  Valencia:  Tino ,  al  dejar  por  otra  no  menos  honrosa  la 
antigua  industria  en  que  se  ha  hecho  memorable,  ha  dejado  á  sus 


PIISTADOS  IMill  si  MI.S.M(»S.  1  17 

siicesitros  difíoos  ejemplos  (|U(»  iiuilar,  y  Irazüdo  para  los  que  ven- 
gan sobre  su  luiolla,  un  hoiiioso  ciiinini)  (|ii('  rocorrcr  cun  gloria. 
El  cafe  lü  (iubo  en  gran  parle  la  pro|)aga(  ion  <lc  su  consumo ,  y  los 
vomledorcs  <le  caff  molido  ,  los  propiíílarios  de  las  lonjas  do  ullra- 
marinos,  f/j  büli(jncrs  del  Mercal,  le  deben  un  monumento  sino 
quieren  «(uo  la  posleridad  les  señale  con  el  dedo  y  arroje  sobro 
su  memoria  la  vergonzante  calificación  do  ingratos.  lié  dicbo. 

— Pero,  señor  editor ,  ¿aun  quiere  Vd.  (|uo  diga  mas?  ¿Qué 
quiero  Vd.  que  diga?  (jue  el  cafetero,  en  verano  se  convierte  en 
horchatero?  que....  ¿no  basta  aun?  Considere  Vd.  que  no  es  floja 
obra,  charlar  tanto  con  tan  poca  sustancia.— Dispénseme  Vd.  por 
hoy.  El  tiempo  urge  y....  lié  dicho. 


Pedro    Yag;o. 


LA  TORRATERA. 


^^©^ 


^y'&f^- 


;» 


I  *■  f  ■*■'! 


^ 


LA  TOSTOAER A, 

vendedora  de  Tostones. 
(Vuljjo)  TORRATERA. 


®|#g|||p^?L  que  tome  el  agua  desde  muy  arriba,  quizá  no 
enconlrará  sobra  de  novedad  ni  originalidad  en 
un  lipo,  que  cuenta  modelos  en  siglos  remotos. 
En  efecto,  habia  entre  los  romanos  y  en  la  épo- 
ca de  íloracio,  compradores  de  lostones  (torrat), 

Fricti  ciceris ,  et  nucis  emptor, 
como  dice  el  mismo  en  su  célebre  epístola  á  los 
Pisones;  lo  cual  no  podia  verificarse,  sin  que  hubiese  vendedores 
ó  vendedoras.  Aunque  sin  devanarse  mucho  los  sesos  ,  v  sin  apelar 
ala  autoridad  de  Horacio,  á  cualquiera  se  le  ocurre /que  siendo 
aquella  tierra  de  garbanzos ,  crudos  no  los  comerian  ,  y  de  allí  á 


120  LOS  VALENCIANOS 

cocidos,  y  de  cocidos  á  tostados  no  hay  sino  un  paso;  y  tampoco 
es  de  presumir  que  todos  los  aficionados  á  esta  comida ,  tuviesen 
habilidad,  ó  humor  ,  ó  tiempo  de  tostarlos ;  por  donde ,  de  ilación 
en  ilación  se  saca,  que  los  buscarían  ,  y  los  comprarían,  y  se  los 
venderían.  Hacemos  esta  generosa  concesión  á  los  que  hilan  delga- 
do. Fáltanos  ahora  demostrar  que  ,  á  pesar  de  todo  ,  la  vendedora 
de  tostones  valencianos  ,  que  nos  proponemos  colocar  en  berlina, 
es  un  modelo  sui  generis  ,  y  que  semejante  á  ella  no  se  halla  en 
toda  tierra  de  garbanzos.  Vender  tostones!  Eso  está  dicho  muy 
pronto.  Vender!  Cualquiera  vende ,  si  le  compran....  Pero  saber 
vender  tostones,  rodearlos  de  una  aureola  de  atractivo  y  seducción, 
que  haga  de  su  comercio  y  de  su  venta  una  especialidad....  esto 
solo  es  concedido  á  la  torratera  valenciana  ;  y  hé  aquí  lo  que  la 
constituye  un  tipo  único ,  y  con  derecho  á  un  asiento  en  la  galería 
de  los  Valencianos  pintados  por  sí  mismos^  En  efecto,  la  torratera 
se  pinta  sola.  Y  de  paso  advierto  que  el  bello  sexo  egerce  el  mo- 
nopolio esclusivo  de  la  venta  de  tostones ,  sin  que  el  feo  tenga  en 
ello  intervención  ,  á  lo  menos  ostensible  ;  y  aunque  la  duración  de 
su  imperio  en  la  Ciudad  es  flor  de  un  dia ,  el  eco  de  su  triunfo 
dura  lodo  el  año,  y  forma  un  sonido  continuo,  encadenando  la  de- 
liciosa impresión  de  lo  pasado  con  la  seductora  del  porvenir.  Es- 
pliquémonos. 

Las  romerías  son  una  de  las  necesidades  mas  apremiantes  de  los 
pueblos.  El  sentimiento  religioso  se  hermana  en  ellas  al  natural  ins- 
tinto del  placer,  aquel  santifica  éste  ,  y  persona  que  escrupulizaría 
asistir  á  una  corrida  do  toros ,  ó  á  otra  función  puramente  profana, 
creerá  contraer  un  mérito  para  con  Dios  ,  visitando  en  romería  tal 
templo  ,  ó  tal  ermita  ,  y  procurando  al  paladar  ciertas  satisfacciones 
(j  onsideradas  como  parte  de  la  ceremonia.  La  proverbial  piedad  de 
los  valencianos  ha  pagado  su  tributo  á  esta  necesidad  ,  y  consagra 
una  especie  de  primicias  del  año  á  las  romerías  en  los  meses  de  Enero 
y  Febrero,  con  la  visita  de  ciertos  santuarios,  dedicados  á  ciertos 
Santos.  Estos  ^on  3an  Antonio  Abad  ,  San  Vicente  Mártir ,  San  Va- 


PIMAhOS  l'nll  si  MISMOS.  Il2| 

loro ,  la  Puiifirai  ion  ile  la  Viinen.  San  Illas ,  y  la  Virgen  <le  Oaiii- 
panar.  Las  piiorlas  y  corcüliius  <le  las  ighvsías  baju  lua  (lidian  advu- 
raoioni'.s ,  do  las  cuales  unas  osl.m  situadas  inlramuroH  ,  y  ulra.-^  en 
los  (Miarlo'es  y  arral>;dos ,  se  ven  aiiipliameule  .surli  las  de  coincsli- 
bles  V  f,'()l()sinas  saladas  y  diiicos,  eiitii»  las  cuales  lus  íu\ii,nes 
(vulgo  tonal)  liguraii  m  |)riuir>ra  linca. 

(lomiíMi/a  la  originalidad  do  la  liosla  en  el  titulo  mismo  ron  que  se 
la  distingue  ,  que  es  el  do  porral ,  nombre  ,  cuyo  origen  no  es  del 
caso  averiguar ,  porque  hallamos  su  esplicacion  en  la  simple  y 
mora  corrupción  de  torrul ,  y  sustitución  de  una  p  a  una  /.  Kilo  es, 
que  la  palabra  ha  recibido  la  soberana  sani'ion  del  uso ,  cuva  vo- 
Innlatl ,  según  el  citado  elogiador  de  los  compradores  de  loslones 
romanos ,  es  suprema  ley.  Ello  es  lambirn  que  el  porral  de  San 
Antonio,  porral  de  San  Valero,  porral  de  San  lilas,  porral  de 
Campanar,  designan  sin  lugar  á  e(|uivocacion  la  feria  de  tostones 
en  los  puntos  citados,  yes  palabríi  (|ue  suena  agradablemerde  al 
oido  de  un  valenciano  devoto  y  aficionado  a  las  golo-^inas.  V  hé  aquí 
porque  tal  vez  no  se  les  apellida :  romería  de  San  Blas  ,  de  San 
Valero  ,  etc.,  sino  que  se  especifica  lo  que  es  objeto  ,  ó  capital ,  ó 
muy  principal  de  la  devota  visita ,  la  compra  del  lorrat.  Verdade- 
ramente que  para  unos  ojos  y  corazón  genuinamente  valencianos  no 
deja  de  ser  espectáculo  tentador  a(piella  larga  fda  de  mesas,  verda- 
dero mosaico  de  golosinas ,  que  llaman  y  atraen  poderosa  é  irre- 
sistiblemenie  el  contenido  do  los  bolsillos.  El  aparato  de  cada  lor- 
ratera  se  C(>m[)one  de  los  siguientes  adininículo.s.  Una  tijera  seme- 
jante á  la  de  un  catre  ,  aunque  de  piernas  mucho  mas  elevadas, 
sostiene  un  anchuroso  y  desahogado  tablero  movedizo ;  de  suerte 
.que  en  un  abrir  y  cerrar  de  ojos  se  desarma  el  aparato,  quilando  el 
tablero,  y  doblando  la  tijera.  Fijo  aquel  sobre  ésta  por  medio  de 
dos  listones  ,  los  cuales  la  impiden  abrirse  mas  allá  de  los  limites 
que  le  prescriben  ,  se  tiende  sobre  él  un  lienzo  blanquísimo  ,  y  por 
toda  su  superlicie  se  van  di>tribuyendo  en  montones,  prudente  y 

sabiamente  calculados  para  la  mejor  visualidad  v  conleolamiento  de 

'   la 


122  LOS  VALENCIANOS 

los  ojos  espertes,  almendras  y  avellanas  tostadas ,  castañas  pilon- 
gas, ciruelas-pasas ,  orejones  ,  y  una  especie  de  roscas  garapiñadas, 
en  cuya  confección  entran  el  huevo  y  la  harina,  y  el  azúcar  cristali- 
zado. Parecerá  estraño  que  en  la  precedente  esposicion  no  figure 
el  producto  principal ,  el  rey  de  la  romería  ,  el  torrat.  Pero  es  por- 
que ocupa  un  lugar  único  y  privilegiado  en  sendas  sillas,  flanquean- 
do el  cuerpo  de  la  torratera  á  ambos  lados ,  y  colocado  en  cuatro 
ó  seis  sacos  de  lona  según  la  calidad  del  garbanzo.  Y  los  sacos  no 
se  dejan  ver  así  como  quiera ,  sino  que  el  contenido  llena  hasta  la 
mitad  de  ellos ,  y  el  resto  del  saco  hasta  el  borde  superior  se  arrolla 
curiosamente,  formando  un  bordón  en  torno  del  torrat,  logrando 
con  ello  el  doble  objeto  de  hermosear  coquetamente  la  mercancía, 
y  recogerla  sin  trabajo  ,  terminada  la  feria ,  con  solo  desarrollar  la 
mitad  superior,  y  atarla  con  un  cordel  por  donde  toca  al  contenido. 
No  faltan  mesas  donde  los  sacos  de  tostones  se  ponen  mas  en  evi- 
dencia ,  colocados  sobre  el  tablero  ;  pero  lo  común  es  no  abandonar 
su  puesto  privilegiado.  Entre  ambas  pilas  de  sacos,  y  detrás  de  la 
enunciada  batería  de  golosinas,  descuella  y  domina  la  torraíera, 
por  regla  general ,  fresca ,  lozana ,  rolliza  ,  de  ojos  árabes  provoca- 
dores y  risueños,  sentada  sobre  una  elevada  silla,  que  la  deja  dueña 
de  sus  movimientos ,  y  resguardada  por  los  flancos  con  los  torreo- 
nes de  que  hemos  hecho  mención.  El  trage,  que  participa  del  pinto- 
resco de  la  huerta  y  del  de  la  ciudad  ,  es  siempre  rico  y  elegante, 
y  las  joyas  que  adornan  la  cabeza,  cuello  y  orejas  de  \diS  torraleras, 
son  algunas  veces  de  no  escaso  valor  por  las  perlas  y  pedrería  que 
las  enriquecen.  Y  esta  limpieza  característica  de  las  valencianas ,  y 
que  forma  ley  inviolable  en  las  torrateras ,  es  observada  aun  de 
aquellas,  que  ven  ya  muy  lejos  los  umbrales  de  la  juventud,  y  que 
sin  embargo  no  desdoran  el  puesto,  á  pesar  de  las  arrugas  de  sus 
rostros. 

Pero  los  sitios  escogidos  para  desplegar  una  torratera  su  mer- 
cancía, y  no  pocas  veces  sus  gracias  y  atractivos  ,  no  son  tampoco 
fiados  al  acaso.  Porque  si  bien  la  generalidad  se  condensan  en  las 


IMMADOS  poli  SÍ   MISMOS.  1S3 

¡ntiiodiiiriotios  de  lu  i^'lcsia  ó  ormitu  (ciiniíKt  (!«•  la  romería,  \an  hay 
quo  prt'licren  sriilar  el  «ampo  a  laif^'a  dislani-ia  ,  (mi  una  de  laspiin- 
cipalüs  avcMiidas  ()uu  coiiducon  al  punió  ;  como  huccde  por  cjcmplu 
en  ül  i>urral  do  San  .\nl<»nio,  en  el  cual  so  ven  pue.slos  do  iorraíe- 
nis  rii  la  hajada  del  pílenle  de  Serranos  ;  observando,  y  no  desacer- 
ladamenle,  (pie  liay  aíicionados,  (jue  al  primer  envilc  cedrn ,  en 
especial ,  si  hay  niño.-*  y  novias  ú  quienes  conlenlar  y  obscípiiar ;  y 
(pie  los  li;i\  i|iic  no  guslan  do  ir  cargados  largo  Irccho  con  el  pa- 
ñuelo del  lorrut ;  y  á  éslos  les  acomodara  proveerse  al  regreso  ,  ga- 
namlo  do  descanso  lodo  lo  largo  de  la  callo  de  Murviedro,  emblema 
de  la  longilud  ,  y  aun  mas  de  la  suciedad  por  sus  proverbiales  ba- 
ches é  hislórico  lodo.  De  a(pii  se  inliere  (pie  la  elección  de  jxieslo 
no  es  asunto  indifercnle  para  las  lorrateras ,   y  es  en  lanío  grado 
verdatl,  que  no  fallan  (|uiencs  loman  posesión  desde  eidia  anlerior, 
tendiendo  en  el  suelo  la  tijera  doblada  ,  y  sobre  ella  el  tablero  ,  á 
íín  de  que  otra  no  se  les  adelante  á  ocupar  el  espacio,  que  conside- 
ran como  mas  ventajoso  á  su  despacho. 

Ello  no  obsta  para  que  el  diablo  que  todo  lo  añasca  ,  haga  de 
modo  que  el  sitio  que  sobra  ,  no  contente  á  las  que  llegan  tarde.  De 
aquí  resultan  polémicas  cientilico-geométricas  acerca  de  la  esten- 
sion  del  área ,  que  á  cada  una  concede  la  ley  para  construir ;  un 
palmo,  un  dedo  es  objeto  de  acalorada  discusión  ;  no  es  raro  que 
intervenga  la  fuerza  bruta ,  y  que  el  hermoso  y  tentador  ediflcio 
vaya  rodando  por  esos  suelos  ,  y  que  la  ofendida  se  dispare  contra 
.  la  ofensora  ,  y  que  jueguen  las  uñas,  al  acompañamiento  de  allegro 
aguato  y  vivace  ,  y....  Pero  entonces....  perdona  lector....  enton- 
ces.... desaparece  la  iorralera  ,  y  se  funde  en  el  tipo  general  de  I3 
muger  pendenciera ,  para  el  cual  es  ocioso  gastar  tinta  y  papel, 
porque  es  planta  indígena  de  todos  los  climas ,  y  de  todos  los  países 
del  mundo. 

En  cuanto  á  la  calidad  de  los  artículos  que  vende ,  por  punto 
general  es  buena  y  admisible ,  aunque  entre  ellos  los  haya  de  dife- 
rentes clases  y  precios.  Porque  no  es  el  mismo  el  del  torrat  de 


124  LOS  VALENGUNOS 

garbanzos  del  Saúco ,  que  el  do  garbanzos  ordinarios  ;  ni  éste  el  de 
los  carcomidos  y  rolos.  Tampoco  lo  es  el  de  las  almendras  del  vale, 
comparado  con  el  de  otras  calidades  inferiores ,  y  asi  de  lo  demás. 
Respecto  alas  capitanas  pilongas,  sufren  alguna  modificación,  por- 
que como  la  provisión  que  de  todo  se  hace ,  es  abundantísima ,  su- 
cede que  hay  sobras  de  un  año  para  otro  ,  y  este  sobrante  no  se  ha 
de  echar  á  perros.  Conteníanse  pues  las  íorrateras  con  mezclarlas 
con  otras  mas  jóvenes,  y  ailá  pasa.  Pero  de  todos  modos  fuera  de 
desear  que  las  pilongas  hablasen  ,  para  oir  de  algunas  de  ellas  como 
testigos  presenciales ,  episodios  del  pronunciamiento  del  43;  y  lo 
que  es  al  tiempo  de  ser  vendidas ,  podrían  asimismo  reemplazar  sin 
inconveniente  á  la  arcilla  refractaria  para  hornos  de  alta  presión.  A 
pesar  de  ello  se  venden  ;  ¿  y  quién  seria  capaz  de  resistir  á  la ,  no 
digo  retórica  ,  sino  poesía  destilada  por  labios  rubicundos  ,  y  re- 
suelta en  frases,  ya  suplicantes ,  ya  estimulantes  ,  ya  festivas ,  ya 
provocadoras ,  y  siempre  poderosas ,  usadas  con  femenil  agudeza 
según  y  como  conviene,  y  segnn  y  cual  es  el  sexo  y  condición  de 
los  devotos,  blanco  de  sus  tentaciones  ?  Porque  hay  personas ,  en 
especial  jóvenes  que  galantean  ,  para  quienes  es  un  deber  impres- 
cindible hacer  el  pañuelo  (fcr  el  mocador)  á  su  prometida ;  es  decir 
gastar  en  el  puesto  del  torrat  cuatro  ó  seis  reales ;  y  á  éstos  es  á 
quienes  se  dedican  aquellas  á  envolver  con  preferencia  en  sus  dul- 
ces redes.  Dicho  se  está,  que  una  vez  mordido  el  anzuelo  ,  tienen 
hecho  su  negocio;  porque  no  hay  enamorado  mezquino,  y  se  creería 
deshonrado  á  los  ojos  de  su  querida  ,  si  pensase  ni  aun  remotamen- 
te en  regatear.  La  traviesa  torralera  le  pide  el  pañuelo  ,  lo  esliendo 
curiosamente  por  encima  de  los  montones  de  almendras,  ciruelas, 
avellanas,  etc.,  le  pregunta  si  quiere  dos  ó  tres  libras  de  lorrat, 
con  la  esperiencia  que  tiene,  de  que  algunos  se  ruborizan  de  pedir 
una  ;  coge  en  su  blanca  mano  un  puñado  de  tostones  ,  los  enseña  y 
ofrece  á  prueba  ,  ponderando  su  bondad  esquisita ,  ó  inmediata- 
mente introduce  el  plato  de  la  balanza  en  el  saco  repleto ,  y  pesa, 
haciendo  alarde  de  bizarría  y  generosidad  ,  el  obligado  lorral,  prin- 


PINTADOS  I'OU  si   MISMMS.  t!l'i 

(•i|)(?  (lo  la  lioslii.  No  ilüjii  ünfíiíir  las  liUíMia»  íli.H|)()íiicioncH  del  com- 
prador :  iliilü  cu  sü^iii<la  a  pi  oIku  de  lodim  Iüh  dein.in  arliculos ,  in- 
(liusas  las  pilüHKiis ,  clüfiiniido  bu  lilaiidiirii  ,  aiiinpie  ai  iiiiUscarlaH 
sallo  un  di(Mdü  cu  dos  pcda/.os,  v  por  tiii,  deHpucsdc  lialicr  eHlirado 
y  licchíí  proslar  la  longauíiuidad  dcd  p(d)rc  novio  ,  ala  curiosaniculü 
las  punías  d(!l  pañuelo  ,  lo  oulro^ía  a  cslc  y  á  veces  á  aquella  u 
(pncu  va  dcslinado  ,  y  présenla  verbalinenle  la  cuenla  un  í^lobo, 
haciendo  creer ,  ó  á  lo  nicnos  traían. lo  de  persuadir  al  bondadoso 
parro(piiano ,  (jue  solo  |)or  su  buena  cara  le  hace  un  harwlo  ruinoso 
á  sus  inlereses.  Si  es  nui^'cr  la  (pie  compra  ,  o  alguno  do  a<piellos 
(pie  miran  el  Inrral  como  |)arle  inlegranle  de  la  romería,  y  lo  com- 
pran por  devoción ,  ofrece  el  de  los  sacos  superiores ,  almendras 
ordinarias,  y  pilongas  ancianas,  sin  resabio  a'guno  de  juventud, 
bactendo  también  con  ellas  su  negocio  ,  y  complelando  el  sistema 
de  colocación  de  su  género  de  la  manera  mas  ventajosa  posible 

Los  cuidados  y  practica  (pie  retiuierc  la  prcparaeiíMi  del  tonal, 
y  demás  artículos  que  liguran  en  la  mesa  de  la  lorratera  valencia- 
na ,  serian  sobrado  dispendiosos ,  si  su  objeto  único  fuese  lucir  en 
los  seis  ó  siete  días  que  indicábamos  al  principio;  y  las  utilidades 
que  reportasen,  no  estariin  en  consonancia  con  los  gastos  que  re- 
presentan. Pero  la  íonaYera  no  brilla  solo  en  la  capital:  do(|uiera 
que  hay  tiestas  que  celebrar  ,  y  (cada  pueblo  de  su  provincia  tiene 
la  suya),  doquiera  que  hay  reunión  de  gente  ,  sea  cual  fuere  su  ob- 
jeto ,  alegre  ó  triste ,  allí  se  presenta  ,  alli  despliega  sus  recursos, 
alli  cautiva ,  alli  vende.  Por  eso  se  la  vé  hasta  en  las  puertas  del 
cementerio  el  dia  de  difuntos  ,  como  en  las  procesiones  ,  y  demos- 
traciones de  júbilo  popular.  Su  traslación  de  la  ciudad  á  los  pueblos 
no  se  hace  sin  estrépito  ni  aparato  :  muchas  tienen  carruage  propio, 
otras  lo  alquilan  ;  y  llama  la  atención  de  vecinos  y  transeúntes  el 
momento  de  la  partida  ,  viéndoselas  encaramadas  en  los  vehículos, 
Menos  hasta  el  tope  de  mesas ,  palitroques  ,  sacos  ,  cestas  ,  y  otras 
baratijas  propias  de  la  profesión.  Terminaremos  diciendo  que  los 
barrios  de  predilección  donde  se  albergan  las  tomitevas,  (¡on  las 


126  i  LOS  VALENCIANOS 

calles  de  la  Muela  ,  Cubells ,  y  adyacentes  ,  bien  que  no  las  deja  de 
haber  esparcidas  por  otros  puntos  de  la  ciudad.  Hay  también  tor- 
rateras  perenes  ,  que  tienen  ,  por  decirlo  asi ,  arrendado  un  sitio 
en  el  Mercado  por  las  inmediaciones  de  la  fuente ,  para  contentar 
á  los  que  ,  sin  ser  devotos  de  romería  ,  no  son  menos  apasionados 
á  los  tostones,  y  roen  con  placer  almendras  y  castañas,  aun  cuando 
éstas  cuenten  algo  atrasada  la  fecha  de  su  nacimiento. 

Pascual  Pérez  y  Rodi'igiiez. 


-«SsÍ^ 


EL  PESCADOR  DE  CAÑA. 


IM.MAUO.S  rull  si  MLSMO.S.  \  2/ 


EL  PESCAHOII  DE  CA\A. 


<,.^ ''*'*■  ®.  o  es  eslc  un  tipo  que  caracteriza  las  costumbres 
^.'jj^rr'y^^'.?    jel  pueblo  valenciano,  de  ese  pueblo  jovial, 
•>>     \ '     <l'       activo ,   emprendedor  maravilloso  ,  y  sin  em- 
'•>     ,  V    .4iv^     baríio  tomamos  el  pincel  y  la  paleta  para  ofre- 
^ilV  •<!•  <    ^^^  ^'  P^^'i^'o  uu  boceto  en  el  que  se  vean  de- 

ijc.¿.;A>¿i[^  lineados  los  rasgos  que  marquen  la  lisonomia 
í^&'oo^'„^'V  íAá'  del  personage  que  vamos  á  retratar. 
En  lodos  los  países  existen  pescadores  de  caña.  Y  se  dirá  tal 
vez  por  ello ,  que  vamos  a  describir  un  tipo  general :  grave  y  nota- 
ble equivocación;  el  pescador  valenciano  y  prototipo  de  esta  indus- 
tria negativa,  puede  servir  de  modelo  a  cuantos  se  dediquen  a 
ella  en  toda  la  redondez  de  la  tierra.  Aqui  se  posea  al  anzuelo  ,  en 


i  28  LOS  VALENCIANOS 

el  mar ,  en  el  delicioso  y  trasparente  lago  de  la  Albufera ,  en  los 
rios  y  acequias ,  en  donde  aparezcan  aguas  en  íin  ,  y  pueda  pre- 
sumirse que  baya  un  pez  que  muerda  incautamente  el  cebo.  Por 
eso  merece  especial  detalle  el  pescador  de  caña  entre  nosotros ,  ya 
que  contrasta  por  su  escentricidad  con  el  carácter  distintivo  de  los 
habitantes  de  este  suelo  privilegiado. 

El  tipo  que  vamos  á  describir  es  entre  nosotros,  carísimo  lector, 
un  personage  adusto  ,  que  se  divorcia  de  la  sociedad  por  el  placer 
flemático  de  sentarse  con  una  caña  en  la  mano  ,  al  borde  de  un  es- 
tanque ó  á  la  orilla  de  un  rio  ,  con-iumiendo  las  horas,  hasta  que  ca- 
prichosamente pique  un  pez  la  pasta  de  su  anzuelo.  Hemos  oido  mil 
veces  definir  el  cuadro  que  representa  el  pescador  de  caña  ,  dicien- 
do :  que  es  un  grupo  que  comienza  por  un  inocente  ,  y  acaba  por 
un  animal ;  nada  hay  en  esto  de  ofensivo  ,  si  se  toman  en  cuenta  los 
mil  dicterios  que  caen  de  continuo  sobre  la  frente  de  esos  honrados 
ciudadanos  que  loman  por  tarea  la  diversión  mas  pacifica  y  soli- 
taria. 

El  pescador  de  caña  simboliza  el  quietismo  ,  y  gasta  el  tiempo 
con  la  profunda  convicción  de  que  se  ocupa  en  cosa  de  provecho. 
Considerado  económicamente  es  un  capital  dedicado  á  la  iraproduc- 
cion  ,  es  un  cero  social  que  consume  y  no  da  medios  para  su  propia 
subsistencia ,  «modos  de  vivir  que  no  dan  que  vivir,»  trabajador 
que  llama  profesión  á  su  indolencia. 

Si  por  rasgo  íisiológico  ha  de  dctinirse,  se  le  encontrará  de  ca- 
rácter severo ,  inactivo  ,  de  temperamento  indeterminado  ,  ó  al  me- 
nos dudoso,  y  como  emblema  de  la  paciencia  y  de  la  calma,  siendo 
indiferente  todo  cuanto  no  conduzca  á  su  favorito  entretenimiento. 

Como  ente  saciable ,  realiza  el  divorcio ,  ausentándose  á  pesar 
de  su  honradez ,  del  hogar  doméstico  ,  y  robando  á  su  esposa  las 
dichosas  horas  que  compendian  el  bieneslar  do  la  familia.  Y  no  solo 
es  esto  ,  sino  que  llega  por  su  diversión  antisocial  hasla  el  estremo 
de  separarse  del  trato  de  las  gentes,  que  se  acostumbran  á  no  contar 
con  la  compañía  y  amistad  del  que  táti  voluntariamente  se  aisla.  El 


PIISTADOS  l'OH  sí   MISMOS.  I2*J 

jugador  (|uo  picrflo  y  i*l  iiosrador  du  caña  non  loi  Individuos  (|uo 
luuü  üo  ult.sitaon  (l«<l  mundo  ni  ipití  viven  ;  el  un.i  lija  toda  ru  aten- 
ción y  sil  ospcranzii  en  el  nnipo  (|ue  rree  su  íclic  idad,  el  otro  lija  su 
visla  üii  las  aguají ,  con  In  es|ioran/a  lisonjera  t.iinbicn  de  quo  un 
pez  lü  lie  un  placer  inesplicable.  Anibo.s  fanalicoi,  é  iniv.r.cgibloA 
en  sus  lendencins,  y  alirigando  ambos  la  convicción  de  que  su 
fortuna  pendü  del  azar  y  del  eni^^ina  qne  lian  de  llegar  á  ver  re/iUtl- 
to.  Lna  circun^ancia  los  pre*^enla  no  obsl.inlu  como  lipo!)  antitéti- 
cos ,  la  de  (pío  el  ju^Milor  puede  mejorar  de  condición  si  lo  da  el 
viento  del  favor ,  inienlra>  (pie  el  pescador  al  anzuelo  lia  de  empeo- 
rarla, Como  capital  en  con.Nlinde  baja  ,  y  continuamente  consumible. 

Se  (lira  la!  vez  (|Uü  ul  personago  que  nos  ocupa  es  tratado  con 
demasiada  severidid  ,  y  que  tan  solo  so  loman  en  cuenta  sus  defec- 
tos. Somos  justos  y  ipicremos  reproducirlo  con  la  mayor  exactitud, 
no  pudiendo  prescindir  por  ello  del  detalle  indispensable  que  venga 
á  formar  el  raro  conjunto  do  cualidades  que  son  pro|)ias  de  nuestro 
recomendado.  Y  ocurre  otra  co>a  sin¿;ular ;  siempre  la  generalidad 
de  los  hombres  aplica  y  dirige  frases  benévolas  liacia  el  que  se  ocu- 
pa en  diversiones  inofensivas  y  pacificas  ,  y  faltando  a  este  principio 
se  guardan  para  nuestro  pescador  los  mas  calumniosos  dicterios  ,  y 
las  mas  torpes  y  burlescas  murmuraciones,  ¿cómo  hemos  de  pin- 
tarle pues?  del  mismo  modo  que  le  vé  la  sociedad  ,  para  que  no  se 
le  ocurra  la  pesada  chanza  de  (jue  nuestro  retrato  no  tiene  semejan- 
za al  orií^'iiial.  Si  os  inocente  y  lo  condenan ,  la  culpa  no  es  nuestra; 
si  es  pacitico  y  le  injurian  ,  paciencia,  así  encontramos  las  cosas, 
asi  debemos  dejarlas. 

Los  pescadores  de  caña  tienen  en  Valencia  y  sus  alrededores 
frecuentes  tertulias  en  las  que  se  conciertan  para  sus  espediciones, 
y  se  habla  eslensaraente  de  lances  que  diariiimenle  les  ocurren.  Es- 
cusado  es  añadir  (jue  siempre  se  las  prometen  felices  para  el  dia  si- 
guiente ,  y  que  con  aire  de  triunfo  producen  algunas  frases  enigmá- 
ticas, como  signilicando  que  poseen  el  secreto  que  les  ha  de  con- 
ducir á  uua  grao  pesca. 

16 


130  LOS  VALENCIANOS 

Ellos  saben  como  el  acequiero  mas  hábil  y  entendido ,  el  tandeo 
como  la  limpia  de  las  acequias ,  y  cuantos  accidentes  sufre  el  riego 
de  nuestras  hermosas  campiñas,  porque  f;icra  indisculpable  no  estar 
en  los  pormenores  que  conduzcan  á  una  feliz  operación ,  que  mere- 
ciera la  critica  punzante  entre  los  del  oíicio. 

Por  lo  regular  los  pescadores  salen  acompañados  de  un  carnera- 
da ,  con  ánimo  de  separarse  en  el  sitio  que  les  convenga  ;  andan 
precipitadamente ,  y  no  se  entretienen  en  su  marcha  aunque  se  les 
llame  ;  en  tal  momento  van  agitados  por  una  ilusión  brillante.  Qué 
dicha  si  encuentran  turbias  las  aguas ,  porque  sea  dicho  de  paso, 
las  aguas  cristalinas  no  hacen  maldita  la  gracia  á  nuestro  héroe. 

Llegan  pues  al  término  de  su  espedicion  ,  y  con  actividad  in- 
comprensible, arman  la  caña  ,  dejan  los  aprestos  en  el  suelo  (vulgo 
ormeig),  se  persignan,  dirigen  una  mirada  escudriñadora  por  los 
campos  inmediatos  ,  y  teniendo  que  lamentar  siempre  algún  pequeño 
contratiempo,  arreglan  el  cebo,  lo  colocan  ,  y  manejando  con  cierta 
maestría  el  instrumento  de  sus  lides ,  lo  dejan  caer  sobre  las  aguas, 
animándose  por  las  mas  halagüeñas  esperanzas. 

Aquí  debiera  ponerse  una  línea  de  puntos  suspensivos  ,  porque 
á  escenas  tan  activas  siguen  el  silencio,  la  calma,  la  postración, 
en  que  naturalmente  deben  caer  hombres  que  fijan  todas  sus  ideas 
en  el  albur  en  que  juegan  la  mayor  parte  del  tiempo  de  que  pueden 
disponer.  Su  pensamiento  cruza  en  todas  direcciones  por  el  fondo 
de  las  aguas  ,  y  casi  seres  anfibios  se  pegan  como  la  ostra  cerca  de 
corrientes  y  los  lagos ,  con  una  inmovilidad  que  asombra. 

Hay  días  fatales  para  el  pescador  de  caña  ;  cuando  reina  cierto 
vienlecillo  que  les  impacienta  ;  cosa  admirable  ,  atendida  su  imper- 
turbabilidad :  entonces  el  pescado  come  á  su  sabor  sin  caer  en  el 
engaño  ,  y  el  hilo  se  vé  flotar  por  el  espacio  cien  veces  sin  que  una 
sola  piesa  venga  á  premiar  el  suspirado  anhelo  de  quien  de  buena 
gana  se  echaría  en  aquellos  momentos  de  desgracia  á  lidiar  en  su 
desesperación  á  brazo  partido  hasta  con  un  cetáceo.  No  es  estraño 
verle  en  tales  horas  variar  de  sitio ,  saltar ,  moverse  con  agilidad, 


PirSTADOS  I'OU  si   MIS.MOH.  17)1 

|)ar.i  (lar  do  IVonlo  con  la  lo:  luna  (jiic  l(!  volvió  la  ü.spalda  ;  porque 
ptu-dio  la  larde  ,  v  no  lleva  inuoslra  si(|uÍL'ra  ([110  lo  arredilo  cu  su 
fati^M ,  y  lomo  la  rccliill  I.  I'^ii  (wle  caso  so  retira  aburrido,  inal- 
diciíjiílü  y  <io  inalisima  espina,  como  si  por  el  hroma/.u  (pío  le  aflif,'0, 
so  liul)ioro  dejad(»  a  lio/.os  el  lioiiur  do  su  liuibru  cu  las  acccpiias, 
loalro  úo  una  calamidad  ,  que  en  voz  do  producirlo  un  desengaño, 
lo  aviva  ol  dosoo  do  volver  por  su  ro¡)ulac¡on  al  dia  siguiente. 

Varios  son  los  cebos  do  (juo  so  valo  o!  pescador  valenciano ,  en- 
tro los  quo  liguran  la  pasln  ,  molina  .  f/aniba  ,  cuc  ,  etc. y  ele:  nsan- 
úo^ci  para  las  ranas  la  caña  corla  y  un  vivillo  de  grana  ,  como  el 
meiüo  mas  general  entre  los  quo  se  dedican  a  esta  ocupación  do 
tercero  ó  cuarto  orden  en  razón  a  su  pncd  mérito  entn!  los  aíicio- 
nados. 

l.a  célebre  cabana  ó  barraca  do!  lio  Plaza  ,  es  el  almacén  de 
que  se  sirven  |)ara  deposilar  los  úliles  necesarios  al  olicio.  Allí  go- 
zan un  refrigerio,  se  entonan,  y  toman  punto  de  partida  en  sus  cspe- 
dicionos ,  que  suelen  ser  mas  ordinarias  al  Pechinar  ,  al  sequv'd  de 
1).  Salvador  ,  escorrenlia  de  la  dehesa  ,  Perdió  ,  acequia  del  Rey, 
el  Toll  de  la  Glosa ,  el  Póu  de  Áparici ,  orillas  del  furia  ,  y  oíros 
puntos  que  fuera  prolijo  enumerar. 

Cuando  el  pescador  tiene  la  caña  en  la  mano  ,  es  arriesgado  di- 
rigirle la  palabra,  porque  cree  que  se  aliuyenlan  los  peces  al  menor 
ruido.  Nada  le  subleva  tanto  como  la  idea  de  que  puedan  haberse 
echado  redes  en  los  charcos ,  porque  para  el  aficionado  al  anzuelo 
no  hay  otra  pesca  licita  que  la  que  constituye  su  tranquilo  recreo. 

Nada  es  comparable  al  entusiasmo  de  nuestro  pescador,  cuando 
por  rara  casualidad  tiene  un  momento  feliz  en  sus  operaciones ,  la 
jovialidad  se  pinta  en  su  semblante .  su  or¿;u'lo  adquiere  un  nuevo 
Ululo  que  no  cambia  por  otros  lauros,  y  su  familia  tiene  derecho  á 
esperar  un  grato  afecto  y  una  alegria  sin  limitrs. 

Nunca  el  pescador  al  exagerar  la  magnitud  de  una  presa  ,  se 
vale  del  número  par;  asi  se  le  oye  de  continuo  decir  que  sacó  en 
cierta  ocasión  casi  rompiendo  la  caña  ,  una  anguila  de  diez  y  siele 


152  LOS  VALENCIANOS 

onzas ,  ó  un  barbo  de  trece  onzas  y  medía;  esto  se  esplica  fácilmen- 
te ,  vio  mismo  hacen  los  cazadores  y  cuantos  desean  ser  creídos 
en  sus  relatos  de  tal  género. 

La  investigación  fiscal  ha  llevado  su  vista  de  lince  á  lodos  los 
ramos  en  que  se  desarrolla  la  actividad  humana ,  para  que  rinda  un 
tributo  que  ayude  á  los  gastos  de  ese  ente  moral ,  impalpable  ,  que 
se  llama  Estado.  Solo  el  pescador  de  caña  pasó  desapercibido,  y  no 
contribuye  con  un  maravedí.  Indudablemente  debe  haber  conside- 
rado el  fisco  que  no  debe  pagar  contribución  el  que  ejerce  una  in- 
dustria que  destruye  el  capital ,  y  una  diversión  que  diariamente  se 
convierte  en  martirio  ,  porque  fuera  injusto  gravar  con  impuestos 
la  calma  ,  esa  inocente  calma  que  tanto  tributo  presta  á  la  malicia 
de  las  gentes. 

Entretanto  fijémonos  en  esta  triste  Uquidacion. 

Un  peón  de  albañil  gana  6  rs.  vn.  de  jornal. 

Un  pescador  de  caña  puede  por  término  medio  sacar  cinco  peces 

por  dia. 

Que  valuados  á  dos  cuartos  importan 10  cuartos. 

Total 10  cuartos. 

Baja  del  producto. 

Dos  cuartos  por  gasto  de  calzado 2 

Uqo  por  la  pasta 1 

Dos  por  deterioro  de  sus  útiles 2 

Dos  por  gastos  de  ropa 2 

Cuatro  por  merienda , 4 

Y  cuatro  por  imprevistos 4 

Total 15  cuartos. 

Baja  sobro  el  producto -.    5  cuartos. 

Sin  que  se  cuenten  la  pérdida  del  tiempo  ,  las  incomodidades, 


PINTADOS  pon  fil  MISMOS.  17)5 

insolaciones ,  ton-lnnas ,  disgustog  do  fiímilia  ,  y  otro.s  accidcnlcK, 
qiio  no  nos  alnivonios  ;i  rt'l'íMir  pi»r  no  recarpar  el  cuadro  con  liólas 
d'Muasiado  sombrías. 

Dííjcnutslü ;  no  so  nmnvo,  lija  su  mirada  on  la  pluma  qun  so 
meco  a  llor  de  a;,Mia  ,  si  saca  la  picdr.i  y  eslabón  es  para  malar  las 
horas ,  si  fuma  es  para  lomar  alíenlo  ;  no  le  dcspcrlemo-;  de  e>a 
hurrihie  Iranipiilidad  ,  la!  ve/,  seria  desvenlurado  ;  que  lia\a  do  lodo 
en  el  mundo  ,  desdo  ol  (pío  tenga  una  aclividaü  peligrosa,  liasla  e| 
que  se  rija  por  una  pesadez  inalterable. 

Por  lo  demás ,  dejemos  consignado  (juc  generalmente  los  pes- 
cadores de  caña  son  buenos  ciudadanos  ,  como  les  llama  el  vulgo,  y 
no  tengamos  necesidad  do  repetir  aíjuello  do:  .(Señores,  quo  á 
nadie  aludo,  que  no  me  dirijo  á  persona  determinada  ,  etc.,  ele.;/) 
porque  el  vicio  está  en  la  cosa ,  y  no  en  el  hombre. 

Francisco  de  P.   Ci:rR«. 


EL  CAPELLÁN  DE  LAS  ROCAS. 


--^^O^v.^^'^ 


EL  CAPELLÁN  DÉ  LAS  KOCAS. 


¿fN  todos  vuestros  viages,  lectores  que  hayáis  via- 
jado, no  habréis  visto  en  la  procesión  veneranda 
del  Corpus ,  un  objeto  mas  histórico  ,  mas  tra- 
dicional, mas  conocido,  ni  ;mas  remedado  que 
nuestro  Capellán  de  las  Bocas.  Es  un  tipo  de 
Valencia  ,  sin  confusión ,  ni  mezcla  alguna  ;  y 
apesar  de  las  Rocas  tan  grandes  ,  tan  grandes 
los  gigantones ,  tan  grandes  los  famosos  ciriales 
y  tan  grandes  las  águilas ,  la  figura  del  capellán  se  destaca  de  la 
procesión,  se  destaca  de  los  mohatras  que  le  siguen;  y  cien  mil  ojos 
se  tijan  en  él  casi  á  un  mismo  tiempo.  Mezcla  de  religioso  y  de  civil, 
es  un  objelo  solo ,  aislado ,  indepeadieote;  y  al  que  no  puede  darse 


136  LOS  VALENCIANOS 

una  verdadera  aplicación.  Se  ie  comprenderla  asociado  á  una  co- 
misión de  fracs,  ó  de  charreteras;  se  le  comprenderia  entre  bone- 
tes ,  ó  coronas;  pero  donde  está,  donde  brilla,  donde  tiene  su 
lugar,  es  cosa  que  no  se  puede  determinar,  ni  analizar.  Antiguamente 
eran  los  síndicos  del  venerando,  célebre  y  virtuoso  consejo  de  la 
ciudad  los  que  anunciaban  la  solemnidad ,  mandando  disponer  las 
colgaduras  y  ejerciendo  una  especie  de  autoridad,  á  cuyo  paso  se 
inclinaban  los  espectadores.  Pero  acabó  el  consejo  ,  y  al  acabar  la 
España  grande ,  se  introdujeron  nuevas  costumbres :  a  los  síndicos 
sucedió  el  capellán  ,  asi  como  á  los  fueros  sucedió  la  brutal  centra- 
licacion.  ¡Cómo  se  han  invertido  los  tiempos!  Perdone  Vd.  señor 
editor;  me  olvidaba  de  que  escribía  un  artículo  recreativo  ;  pero  me 
enmiendo  y  vuelvo  á  buscar  mi  Capellán  de  las  Rocas.  Estoy  per- 
suadido de  que  el  público  recibiría  con  una  silba  espantosa  al  pai- 
sano, siquier  fuese  persona  digna,  que  viniera  hoy  á  sustituir  al 
capellán:  su  carácter,  su  dignidad  y  el  tiempo  le  han  hecho  tri- 
plemente respetable. 

Pero  al  hablar  del  Capellán  de  las  Bocas  no  hay  un  valenciano 
que  no  recuerde  con  cariño  al  que  durante  tantos  y  tantos  años  ha 
desempeñado  este  cargo  honroso ,  que  confiere  la  municipalidad. 
Es  preciso  buscar  este  inolvidable  modelo ,  para  describir  este  tipo, 
que  ha  de  ser  como  el  original ;  ó  el  público  no  lo  encontrará  com- 
pleto. No  puede  ser:  mas  como  él  ha  dejado  tan  impresas  en  la 
memoria  de  dos  generaciones  sus  maneras,  su  talante,  su  gallar- 
día, sus  modales  y  su  apacible  sonrisa,  todo  parece  pequeño, 
hasta  que  el  tiempo  haga  olvidar  al  que  por  espacio  de  casi  medio 
siglo  se  ha  atraído  las  miradas  y  las  simpatías  de  los  valencianos. 

No  creáis  por  eso  que  el  Capellán  de  las  Rocas  hace  destacar 
su  importante  figura  en  un  cuadro  militar  ó  religioso.  No  es  un 
Guillermo  de  Tyro  al  frente  de  un  ejército  de  cruzados,  ni  un  sa- 
cerdote á  la  cabeza  de  numerosos  neófitos  ,  que  van  en  devola  ro- 
mería :  por  el  contrario ,  abre  el  camino  á  una  porción  de  figuras 
y  de  figurones  qno  participan  algo  de  las  bacantes  y  de  los  locos, 


PIKTADOS  l'on  SÍ  MISMOS.  137 

confundidos  nniro  aljíazara  y  hullicio  con  ia  Vir^on  y  San  Josó  y  con 
liT,s  aultitTiilas  oriünlalt's  ,  con  Irajos  del  Asia,  del  África  y  de  Eu- 
ropa Kii  pos  de  cslas  niiidiis ,  impaNÜilos  y  plásticas  ma^'osladofl 
vioiiLí.  a  fuer  de  va'salios  rebeldes,  una  lurbí  iiKjuiela  ,  cslrepilosa 
cslrafia,  parecida  á  un  delirio,  golpeando,  corriendo,  voceando  y 
afiliando  sus  eslrañas  vesliiluras,  qno  se  descubren  como  punios 
raros  sobre  la  mas  i  de  especladores ,  que  se  cslicnde  como  una 
ancha  alfond)ra  por  las  calles  y  plazas  de  la  carrera.  Kl  capellán 
precede,  pues,  a  csla  cabal¿,'ala  fanltslica  en  que  ninjíim  Iraje 
tiene  propiedad  .  v  qno  ofrece  por  eso  niism«  una  confusión  ,  pa- 
recida a  los  sueños  de  la  calentura  ;  y  se  acerca  y  pasa  sin  dejar 
impresión,  como  una  visión  eslraña  ,  é  indeiinible. 

¿Sabéis  el  lugar  (¡ue  ocupa  el  ca|)ellan  en  este  cuadro?  Pues 
vcdlo  aquí :  abren  la  niiirclia  dos  guardias  civiles  de  caballeria  ;  y 
después  de  olios  dos  banderas ,  cuyos  lienzos  tienen  un  color  do 
lien  a  particular,  ostentando  en  su  campo,  pintados  de  negro,  ob- 
jetos que  se  parecen  á  diablos  ó  animales  fabulosos :  cada  una  de 
sus  astas  esta  coronada  con  una  monstruosa  diadema  cíe  hojarasca. 
Los  heraldos  que  las  llevan  van  cubiertos  con  unas  dalmáticas  o  so- 
brevestas del  mismo  color  que  las  banderas.  Detrás  de  estas  visio- 
nes cabalga  el  capellán  :  su  brillante  sotana  de  seda  está  ceñida  este 
dia  con  un  ancho  cinturon ,  dejando  caer  á  un  lado  y  otro  su  man- 
teo. Cubre  el  bonete  su  cabeza ,  y  los  guantes  de  seda  son  de  rigor. 
Un  caballo ,  escogido  entre  los  mejores  de  la  capital ,  ricamente  en- 
jaezado con  gualdrapas  antiguas  y  oculta  la  erguida  cabeza  en  una 
inundación  de  lazos  de  todos  colores ,  va  sujeto  por  dos  palafre- 
neros que  obligan  al  hijo  del  aire  á  marchar  al  paso,  sin  permitirlo 
piafar,  ni  caracolear. 

Ya  viene  el  capellán ,  murmura  la  multitud  :  y  todos  los  ojos 
se  dirigen  á  él;  por  todos  los  balcones,  ventanas,  azoteas  y  mira- 
dores asoman  rostros  de  todas  cataduras  para  ver  el  personaje  mas 
notable  de  la  cabalgata.  Aun  los  mismos  amantes  que  en  aquel 

momento  escuchan  palabras  dulcísimas,  suspenden  su  delirante  co- 

18 


158  LOS  VALENCIANOS 

oquio  para  saludar  al  personage  de  todos  los  años  y  que  todos  los 
años  parece  nuevo  en  la  escena.  ¡Bien!  ¡bien!  se  repite  por  todas 
parles;  y  hombres  y  mugeres  y  niños,  'e  contemplan  con  estraña 
mezcla  de  respeto,  de  admiración,  de  cariño  y  de  curiosidad.  El 
capellán  cruza  la  carrera ,  con  el  aire  de  un  cónsul  romano  en 
el  dia  de  su  triunfo,  como  un  prelado  en  los  tiempos  de  la  edad 
media  ;  y  su  semblante  debe  estar  risueño  ,  tranquilo,  grave  y  co- 
medido. Su  saludo,  que  es  frecuente  y  casi  sin  descanso ,  consiste 
en  levantar  su  brazo  derecho  con  magestad  y  sin  afectación  ,  y  ten- 
diéndolo cuanto  sea  posible,  se  quita  el  bonete  trazando  con  él  un 
semicírculo  y  se  lo  vuelve  á  poner,  sin  abandonar  la  sonrisa  y  el 
agrado  que  debe  brillar  en  su  fisonomía.  Donde  quiera  que  vé  á 
una  autoridad ,  á  un  amigo,  á  una  persona  de  categoría  repite  sus 
saludos;  y  estos  saludos  eran  inimitables  por  su  gracia  ,  su  marcia- 
lidad y  su  soltura,  cuando  los  admirábamos  en  el  simpático  y  que- 
ridísimo D.  Antonio  Marco. 

La  cabalgata  pasa  ahora  por  delante  de  una  iglesia  parroquial. 
¿Escucháis  el  vuelo  de  la  campana  grande  de  su  torre?  Es  que  su 
Quasimodo  (este  recuerdo  nos  dá  á  entender  que  los  campaneros 
sean  feos)  devuelve  el  saludo  que  el  capellán  dirige  á  la  iglesia  y 
se  saludan  los  dos,  porque  el  capellán  es  beneficiado  de  aquel  clero. 
Magnifica  correspondencia  de  cortesía  y  de  cariño ,  que  solo  se  con- 
sigue en  Valencia  la  víspera  y  el  dia  del  Corpus. 

Por  una  costumbre  que  data  de  la  época  de  los  vireyes,  el  ca- 
pellán ,  al  frente  de  su  cabalgata,  se  detiene  á  la  puerta  del  pala- 
cio del  capitán  general  para  invitarle  á  la  gran  solemnidad.  La  car- 
rera termina  en  la  casa  de  las  Rocas,  donde  tiene  su  principio. 

¿Quién  podria  sustituir  á  este  histórico  capellán?  Cuestión  es 
esta,  que  ignoro  si  ha  ocurrido  á  algún  concejal  el  resolverla.  ¿Quién 
osaría  ,  vestido  de  frac  y  la  cabeza  cubierta  con  nuestros  ridículos 
sombreros ,  montar  á  caballo  y  pasear  la  ciudad  ,  saludando  á  de- 
recha é  izquierda?  Ved,  por  consiguiente  ,  planteada  una  cuestión 
que  no  deja  de  tener  mucha  importancia  en  nuestras  costumbres 


PINTADOS  pon  si  MISMOS.  139 

populares.  Siipiimid  el  ('apellan  di'  las  /locas,  y  la  muchcdumbrü 
so  rclii'aria  siieiu-iosa  y  maldecirá  (mi  mis  adcnlros  al/imprudcnlc  f|iie 
lo  privara  de  aipiel  objeto  principal  deis  caballcts.  \m  iniítmo  lia  su- 
cedido cuando  se  ha  Iralado  do  suprimir  la  drijólla  y  arrancar  los 
per;;am"inos  d(!  minos  de  los  golj)eadores'.  Kl  pueblo  ha  creído  bur- 
ladas sus  esperanzas  y  sus  derechos:  cxif,'o  lodo  eso  [)or(pic  asi  lo 
onconlró  en  su  niñez,  y  no  os  lan  fácil  cambiar  las  coslumbres,  como 
las  formas  polilicas  de  un  oslado. 

No  croáis  por  lodo  oslo  ,  Icclorcs  no  valencianos  ,  que  el  Cape- 
llán de  las  ¡{ocas  es  un  clérigo  de  misa  y  olla  ;  es  una  persona  que 
se  lilula  capellán  do  honor  del  Escmo.  Ayunlamlcnlo,  que  es  esco- 
gido entro  los  eclesiásticos  mas  rcspclablts,  y  que  en  las  funcio- 
nes quo  descritas  quedan  ,  e|j;erce  un  acto  solemne  en  nombro  del 
municipio.  Cuando  Valencia  sabia  y  guardaba  y  hacia  guardar  sus 
derechos^  daba  á  esto  pcrsonagc  la  verdadera  importancia  que  so 
merece  :  pero  ahora  solo  una  venerable  tradición  conduce  al  pueblo 
á  contemplarle  bajo  el  doble  carácter  que  representa.  Una  fria  son- 
risa do  los  centralizadores,  un  desden  de  los  que  han  viajado  mu- 
cho, porque  han  ido  hasta  Madrid,  ó  que  han  viajado  por  imita- 
ción, y  un  mohin  disimulado  de  los  que  se  llaman  ilujtrados,  por- 
que concurren  á  lodos  los  bailes  do  sociedad,  no  privarán  al  Ca¡)e- 
llan  de  las  Rocas  del  prestigio  que  le  rodea. 

Hü  concluido  mi  comisión ,  señor  editor.  Haga  V.  el  uso  que 
quiera  de  este  articulo,  pero  ni  afuer  de  propietario  diga  V.  que  es 
bueno,  porque  no  le  creerán. 

Vicente  Boix.. 


EL  CRIQUET  DE  SEN  VISENT. 


li)(o)©©(o)(o)(o)©®(o)(o)©Q©(o)(o)©@(3^^ 


EL  CniOlET  DE  SEN  YICÉM. 


i  la  tarea  que  hoy  emprendemos  se  nos  hubiese 
impuesto  hace  doce  años ,  no  aventuramos  nada 
con  decir  quebaslaria  al  lector  echarse  ala  cara 
'ílj    el  retrato  del  tipo  que  vamos  á  bosquejar,  para 
\_)    en  su  vista  sonreir  y  prometerse  durante  la  lec- 
%i^  Qj    tura  del  mismo,  un  ralo  de  solaz  v  recreo. 

^^■^^  o¿o  "^^^^  ¿Y  el  trascurso  de  doce  años  ha  podido  in- 

^  fluir  hasta  el  punto  de  que  hoy  ya  no  nos  haga 

gracia  lo  que  antes  de  ese  tiempo  nos  la  haria?  He  aquí  uno  de  los 
raciocinios  que  surjen  de  la  tesis  que  hemos  consignado,  y  sin  em- 
bargo no  es  esa  precisamente  la  deducción  (jue  nos  proponemos 
resulte  de  nuestro  aserto. 


142  LOS  VALENCIANOS 

Decimos  que  hace  doce  años  bastada  contemplar  un  momento 
el  retrato  del  niño  de  S.  Vicente  para  sonreir  y  prometerse  un  rato 
ameno  y  divertido ,  porque  en  aquella  época  el  tipo  que  nos  ocupa 
no  podria  menos  de  recordar  á  todo  valenciano  los  rasgos  caracte- 
rísticos de  esta  especialidad  que  fué;  todavía  bullirian  en  la  mente 
del  lector  los  episodios  perpetrados  por  aquel ,  y  que  todos  los  dias, 
y  á  todas  horas  se  gozaba  el  vulgo  en  comentarlos.  Hoy  si  algún  tipo 
necesita  del  ausilio  de  Daguerre  y  de  la  pluma  de  Mesonero  Roma- 
nos, lo  es  sin  duda  el  niño  de  S.  Vicenle. 

Cada  siglo  tiene  su  faz. 

Siempre  derrumbando  ,  empero  siempre  reconstruyendo  ;  esta 
es  la  misión  del  tiempo ,  vampiro  incansable ,  fuerte,  inflexible 
y  pertinaz  que  lodo  lo  arrastra  en  pos  del.  ciego  frenesí  que  le  in- 
duce á  no  dejar  huella  de  lo  que  fué  :  que  borra,  sepulta  y  pulve- 
riza pueblos  enteros  y  hasta  la  fauna  actual  la  modifica  haciendo 
desaparecer  tipos  que  nunca  han  de  volverse  á  ver,  sucediéndoles 
otros  con  distintos  cai-actéres ,  vida  y  tendencias.  Hé  ahí  esplicado 
el  que  nuestro  huérfano  haya  cambiado  completamente  sus  costum- 
bres y  no  sea  ni  sombra  do  lo  que  fué. 

Para  entrar  de  lleno  ,  pues,  en  la  descripción  de  lo  que  ha  sido 
y  es  el  chiquel  de  Sen  Vicent,  bueno  será  {\\iq  la  historia  nos  diga 
algo  acerca  de  la  procedencia  de  este  párvulo. 

Existe  en  Valencia  un  Colegio  Imperial  de  niños  de  S.  Vicenle 
Ferrer ,  que  según  los  dalos  que  me  he  procurado  (debidos  la  ma- 
yor parte  á  la  galantería  y  amabilidad  del  actual  clavario  del  mismo, 
D.  Sáhas  Trapiella)  su  fundación  se  remonta  al  siglo  XIV.  Efecti- 
vamente por  esta  época,  el  digno  obispo  de  esta  ciudad  D.  Hugo 
Bajes ,  en  ocasión  en  que  las  discordias  civiles  devoraban  á  los 
hijos  de  la  bella  capital  del  Cid,  que  divididos  en  diferentes  partidos 
y  fracciones,  aspiraban  á  todo  trance  á  ceñirse  la  envidiada  corona 
de  Aragón,  mandó  llamar  al  ilustre  y  preclaro  varón,  gloria  y  prez 
de  Falencia  S.  Vicente  Ferrer,  que  al  contemplar  el  abandono  en  que 
los  disturbios  políticos  dejaban  á  los  niños  pobres ,  se  dedicó  con 


PINTADOS  I'OH  SÍ   MLS.MOS.  145 

ol  ofaii  í|Uo  caraclnriznba  todos  sui  aclo-* ,  a  iccojcr  á  lo8  desgra- 
ciados huciTanos  y  dcposilarlos  i>i)  l.i  cana  (|iii'  ocupaban  Ioü  Ueg- 
niiics. 

KsUn^uida  por  falla  <Io  iudividuus  aquella  coiporucíon  encar- 
gada do  la  educación  y  dirección  do  los  ídoüidIos  nino!^,  varios 
purtjonuges  de  la  capital ,  llevados  de  -su  lilaiitro()ia  ,  ponsiiron  re- 
emplazar a  los  Begniíies  en  su  hcnpinórila  niision  cerca  de  los  liuér. 
fanos ;  y  al  efecto,  por  los  años  1540  formaron  nuovaa  inslilu- 
riones  que  merecieron  la  aprobación  del  virey  D.  Fernando  de 
Aragón  ,  du(|uc  de  Cdiabria  y  la  protección  du  la  ciudad  ,  las  quo 
rigieron  al  colegio  liasla  (pío,  habiendo  ocurrido  entre  los  cofrades 
varios  disturbios  quo  llegaron  á  noticia  del  Monarca  D.  Felipe  II, 
éste  en  iGOá  dispuso  que  el  Beato  Patriarca  Juan  de  Ribera  diese 
al  estableciinieiitü  unas  nuevas  instituciones ,  bajo  su  real  patronato, 
las  que  le  gobernaron  hasta  que  en  1C24  se  incorporaron  al  colegio 
de  S.  Vicente  la  casa  y  privilegios  que  disfrutaba  el  establecimiento 
fundad()  por  D.  Carlos  I  en  looO,  para  la  educación  do  lus  hijos 
dü  los  moriscos  convertidos. 

Desde  aquella  época ,  y  á  través  de  las  vicisitudes  del  tiempo, 
se  ha  conservado  tan  útil  establecimiento ,  sin  embargo  de  sufrir 
tantas  innovaciones  como  las  circunstanc;as  han  exijido.  Hoy  dia, 
el  gobierno  interior  de  este  colegio  está  encomendado  á  una  Junta 
que  representa  los  tres  brazos ,  eclesiástico ,  noble  y  seglar. 

De  cuantas  alteraciones  han  tenido  lugar  en  esta  casa  de  bene- 
ticencia  especial,  Linguna  ha  producido  un  cambio  tan  radical 
como  la  última  que  tuvo  lugar  hará  como  doce  años. 

Antes  ,  como  ahora ,  para  ser  colegial  es  requisito  indispensable 
ser  huérfano  de  padre,  puesto  que  estas  veces,  según  la  tradición, 
las  suple  el  santo  ,  del  cual  llevan  su  nombre.  Han  de  abonar  el  im- 
porte de  320  rs.  (ahora  400),  cantidad  única  para  los  siete  ó  seis 
años  que  tija  el  reglamento,  como  término  bastante  para  salir  á  los 
catorce  años  con  alguna  instrucción  ,  suGcienle  para  dedicarse  al 
arte  ú  oficio  que  mas  vocación  tengan. 


144  LOS  VALENCIANOS 

Remontémonos  ,  pues ,  al  año  1820  ó  30  y  veamos  al  neófito 
que  acaba  de  entrar  colegial. 

Son  las  tres  de  la  tarde ,  y  el  niño  de  siete  años  ha  sido  pre- 
sentado por  su  madre  ó  pariente  al  clavario  ,  que  ya  recibió  los 
320  del  pico ,  y  tomó  los  informes  necesarios  para  la  admisión  del 
huérfano:  éste  sin  dejar  á  su  madre  á  quien  tiene  asida  del  vestido, 
recibe  unos  confites  que  le  dá  el  director  para  que  no  le  tenga 
miedo  y  sea  buen  chico  y  aplicado ,  lo  cual  promete  el  párvulo 
significándolo  con  una  cabezada.  Inmediatamente  es  conducido  por 
su  madre  á  las  enfermeras  (encargadas  de  la  ropa,  limpieza,  aseo, 
y  asistentas  para  cuando  hay  enfermos)  y  despojándole  de  su  ropa 
ordinaria,  en  un  momento  le  desfiguran  y  le  convierten  en  un 
chiquel  de  Sen  Vicént  con  su  cotila  parda,  almilla,  calzonci- 
llos y  medias  todo  de  hilo ,  zapatos  como  los  de  fraile ,  con  punía 
redonda ,  y  por  complemento  de  esta  singular  trasformacion ,  le 
ponen  un  casquete  de  la  misma  ropa  que  la  cota,  y  la  correa  que 
sujeta  á  ésta  por  la  cintura  :  su  madre  que  le  vé  y  no  le  conoce 
ya  casi,  su  primera  esclamacion  ,  es:  «/?//  meti  de  la  mehua  vida  y 
de  les  mehues  entrañes,  ya  lens  pare  atra  vólta;y>  (1)  y  arro- 
jándose al  cuello  de  su  hijo  le  colma  de  besos  y  abrazos  confun- 
didos con  las  lágrimas  de  ambos  ,  que  no  parece  sino  que  ya  no 
se  han  de  ver  mas ,  ó  que  el  niño  ha  hecho  voto  de  castidad ,  ó 
cosa  equivalente  ;  y  en  sus  sueños  de  madre  ya  le  contempla  hecho 
un  aprendiz  de  arzobispo. 

Un  tanto  tranquilizados  de  esta  primer  impresión,  lodos  á 
porfía  procuran  alentar  al  novato  y  le  presentan  en  su  nuevo  traje 
al  maestro  de  escuela  ,  que  después  de  echarle  un  pequeño  sermón 
concluye  por  darle  también  algún  dulce  ,  y  el  niño ,  mirando  de 
reojo  á  todos  no  se  aparta  de  su  madre,  única  con  quien  cambia 
alguna  palabra.  Por  fin,  ha  llegado  el  momento  supremo  de  sepa- 
rarse madre  é  hijo :  aquí  te  quiero  ver  ;  la  madre  llora  de  gozo 


(1)    Hijo  de  mi  vida  y  de  mis  entrañas,  ya  lioiies  padre  otra  vez. 


piMADos  ron  sí  Mismos.  145 

y  scnliinicnlo  ;i  la  vez,   iniMriMs   (\no    rl  lujo,  ¡milando   á    un 
bcceiiilo  ,    hiMiií.i   qiii;  es  un  coiilciilo  .1  \a   piit.'il.i  del   co'c^'io    [mr 
iloiidc  salió  sil   iinJi'ií :  (sroclivainiüilu,  l)ici)  pronlo  principia  el  no- 
vicio á  cspiTÍin  'nlar  los  ef.'cl'is  iU  la  separación  iIií  la  (|iio   le  (lió 
el  ser:  ¿;eneralmcnlL' cnamlo  se  Hora  no  es  ciiamlo  so  pom»  niijor 
scinhiaiilc ,  asi  es  (pie  ios  colegiales  (pie  iodos  acudieron  al   llanio 
cjeculado  en  do  mayor ,  (piieren  ver  a  su  nuevo  compañero  y  si 
p^r  desgracia,  esle  no  tiene  (|  le  agr.ulecer  á  la  naturaleza  un   fí- 
sico agradid)le,  etn|)ie/iin  la<  iii-lirecias  dnecl  is  de  «esc  tendrá  gran 
cnliada  en  el  calildo  (si  es  (jue  lienc  la  cabeza  grande;»   (ícrco 
(]Uo  es  vecino  de  ilocaiicide  (si  la  boca  es  (lesüIi(igada):D  si  lieno 
Ira/a  de  enano  ,  ó  es  [)atojo,  se  acerca  uno  y  le  dice:  «amiguilo, 
ya  eres  feliz;  ayer  cayó  un  angtd  de  la  cornisa  de  S.  Nicolás  y  es 
seguco  que  eres  acreedor  á  reemplazarle;  »  me  parece,  añade  un 
tercero  que  este  se  lia  de  liacer  amigo  del  cocinero  y  nos  va  a  cerce- 
nar la  ración:  «¿por  que?»  ccntesla  olio;  ('jiciiqie  noce."-a  de  Ih  lar  y 
mientras  el  lloro  se  lia  z  impjJo  un   pan  lleno  de  carne  :   y  aijuí 
principian  á  darse  unos  á  oíros  empujones,  y  presto  vienen  encima 
del  novato  una  docena  ,  que  si  no  lo  aplastaron  fue  por  que,  aper- 
cibido el  maestro,  se  personó  entre  los  adores  y  les  liizo  desapa- 
recer á  latigazos,  dejando  libro  por  aquellos  momentos  al  Imcrfano 
que  á  todo  trance  quiere   irse  en  busca  de  su  madre  ;  pero  el 
director  le  lran(|uiliza  como  puede,  llevándoselo  á  su  lado. 

El  primer  mes  lo  pasa  en  una  continua  pesadilla,  sin  separarse 
jamás  de  la  portería  esperando  á  su  madre  que  se  llena  de  amar- 
gura ai  saber  el  mal  trato  (juc  dan  á  su  hijo  los  domas  colegiales;  al 
efecto,  procura  llamar  á  algunos  y  dándoles  algún  regalilo  ,  les  io- 
cHa  á  que  se  interesen  por  el  huerfanito:  así  lo  prometen  y  cumplea 
hasta  un  cuarto  de  hora  después  que  se  marchó  la  buena  raugcr; 
mas  luego  son  los  primeros  en  imaginar  toda  clase  de  engañosas 
redes  para  que  el  incauto  vuelva  á  imitar  al  becerro  ,  protestando 
de  la  mentida  amistad  de  jUS  compañeros.  Aquel  le  envia  á  la  rc- 

puslcria  para  que  lo  deu  du  merendar  designándole  la  morada  del 

IQ 


146  LOS  VALEKCIAKOS 

zapatero  de  la  casa,  que  lo  recibe  con  el  tirapié,  pues  es  hombre 
de  poca  paciencia ;  esle  le  dice  que  si  tiene  ganas  de  hacer  aguas 
menores  puede  ir  donde  le  indica,  que  es  la  cocina ,  y  el  marmitón 
le  regala  un  cachete  por  vía  de  respuesta. 

Pero  ha  pasado  el  primer  mes  y  todos  sus  dias  han  sido  sellados 
de  un  verdadero  martirologio.  Nuestro  nóvalo  ya  sabe  ayudará  misa 
y  por  consiguiente  lo  destinan  á  una  iglesia  para  que,  junto  con 
cuatro,  seis  ú  ocho  de  sus  compañeros,  scgiin  la  capacidad  de  la 
iglesia,  se  egercite  en  ayudar  misas.  Los  primeros  dias  sufre  otro 
purgatorio  con  los  nuevos  engaños  que  los  colegiales  le  ocasionan: 
quién  le  dice  que  el  sacristán  es  el  cura  y  debe  ir  á  besarle  la 
mano ,  que  como  esto  es  á  las  primeras  horas  de  la  mañana  y  el  sa- 
cristán está  de  mal  humor  ,  porque  acaba  de  levantarse  ,  al  ver  la 
insistencia  del  neófito  buscándole  la  mano,  le  dá  con  esta  en  los  ho- 
cicos y  el  pobre  huérfano  marchase  llorando  por  la  caricia  recibida; 
y  sin  que  la  suerte  le  sea  mas  propicia  en  el  segundo  mes  que  en  el 
primero ,  pasa  un  noviciado  capaz  d«  liaccr  ver  la  luz  á  un  ciego. 
A  fuerza ,  pues ,  de  lecciones  tan  sentidas  y  que  menudean  los  re- 
sultados sobre  el  cuerpo  de  «luestr®  oolegial,  llega  á  Uacerse  su  ca- 
beza á  prueba  de  cachetes  y  trompazos. 

Empero  esta  triste  esperiencia  que  enseña  el  noviciado,  re- 
dunda en  pro  del  colegial ,  que  obligado  á  tener  en  una  actividad 
asombrosa  sus  cinco  sentidos  ,  acaba  por  salir  un  refinado  y  des- 
pierto centinela  que  lo  mismo  tiende  su  mirada  ya  sagaz  sobre  el 
vasto  campo  que  se  le  presenta,  como  presta  un  oido  gatuno  á  los 
rumores,  por  lejanos  que  se  anuncien.  Su  imaginación  tampoco  yaco 
©Blu  mecida. 

Para  evitar  asechanzas  que  tan  sentidos  resultados  ofrecen, 
ayudado  de  su  ojo  avizor,  fino  oido,  olfato  canino,  tacto  aüie>lrado 
y  tragaderas  semi-antropúfagas,  llega  con  el  tiempo,  á  fuer  de  buen 
calculista,  á  convertirse  en  uis  formidable  torreón  que  imposibilita 
todo  asalteo  que  quiera  hacérsele.  En  fin,  la  incombuslilidad,  masque 
ea  la  saiamandra,  está  personificada  en  nuestro  colegial;  tanto  que 


prríTADOs  pon  sí  hismos.  147 

un  (lia  era  sinónimo  decir  «chit/uci  de  Sen   Viccní»  que  aesludianie 
déla  luna»  ó  inino  do s mamado  » 

|Cii.iiil.H  l.i^'riinas!  ciiaiilüs  sinsahíics  cosió  al  pobre  novato 
para  lle^^ar  a  ser  un  lineo  .  un  operlo  rapaz,  pehatlilla  t'li'rna  de  las 
bcalas  (juo  no  ilan  liuiosua  v  (Je  los  viejos  ;<rurii(lon'.s ,  unas  y  oíros 
serán  el  blanco  de  los  nobles  aUupms  del  adió  Irado  mozo  (pío  jura 
resarcirse  de  b»s  pescozoiies  (pie  en  su  iiu\  iciado  recibií),  lomando 
la  rebancha  u  costa  du  eslos  pilares  de  i^le^ia  por  aiilunomasia  quo  en 
vez  do  sor  su  soslcn  ,  solo  sirven  para  murmurar  y  crilicar  cuanto 
Tcn  y  dejan  do  ver  en  el  templo  del  Señor. 

Cuand»  ya  so  considora  apio  p  ira  el  c^'ercicio  do  sus  funciones 
serai-cclesiáslicas,  punto  mas  (p»c  monaeales,  se  le  destina  para  que 
vaya  solo  á  un  convento  do  nionjas ,  capilla  ó  ermila,  para  que  á 
la  voz  quo  ayude  misa  ,  haga  las  veces  du  sacristán,  si  como  ocurre 
en  oslas  últimas  se  carece  de  osle  personaje. 

Aqui  es  do  ver  las  ínfulas  de  que  so  revisto  aquel  timiíio  novato 
qtic  un  dia  no  lenii  valor  p ira  alzar  los  ojos  del  suelo. 

— ¿Hay  misa?  pregunta  uní  mugcr,  olvidándose  de  acompañar  la 
pregunta  con  una  moneda  cobriza. 

— ¿Y  le  parece  a  Vd.  que  en  la  calóüca  Valencia  dejará  do  ha- 
berla? ¡Somos  judíos  acaso!!  y  sin  concretar  mas  la  respuesta,  se 
aleja  el  niño-sacrislan ,  dejando  con  la  boca  abierta  á  la  devola, 
que  moliéndose  la  mano  en  el  b  isilli  y  sac-mdo  una  pieza  de  dos 
cuartos,  vuelve  a  llamarle,  y  esta  vez,  como  ya  sabe  nuestro  lector 
que  este  liuóiTano  es  tjdo  oido,  oyó  el  sonido  y  do  lardó  un  segundo 
en  deshacer  el  cam'.no ,  d.ciendo: 

— ¿Oué  se  le  ofrecía  á  Vd.? 

—Quisiera  saber  á  punto  fijo,  contesta  la  mugor ,  mpliéndole  la 
limosna  en  el  cepillo  (jue  llova  sicmpro  nuestro  diminuto  sacristán, 
¿  qué  hora  se  dirá  la  misa  ,  si  es  que  la  hay. 

— Mire  Vd.,  señora,  la  misa  tendrá  lugar  dentro  do  un  cuarto 
de  hora,  voy  á  sacar  los  ornamentos  y  al  momento  á  dar  los 
toques  en  la  campana  ,  la  dice  el  eapellaa  de  la  capilla,  si  quie- 


148  LOS  VALKIs'CIAKOS 

re  Vd.  le  traeré  una  sillila  y  estará  sentada  cómodamente  y 

— No ,  gracias  ,  gracias ,  mo  basla  con  saber  lo  que  me  Las 
dicho. 

Y  por  este  estilo  se  podrá  sacar  la  consecuencia  de  lo  obligada 
que  deja  á  aquella  scuora  para  qu3  otra  vez  principie  su  pregunta 
como  lo  hizo  en  su  segunda  interrogación. 

lia  principiado  la  misa  y  nuestro  chiquet  de  Sen  Vicént  espera 
con  ansiedad  (¡uo  llegue  el  sanclus,  porque  en  este  oslado  abandona 
al  sacerdote  y  altar,  desata  la  cajita  ó  cepillo  que  lleva  sujeto  á  la 
correa  de  la  cintura ,  y  principia  á  rodar  la  iglesia  y  cruzarla  en 
todas  direcciones  ,  repitiendo  cada  segundo: 

— ¡Pare  Sju  Vicsatl  ¡Limosna  pera  el  Pare  Sen  Vicéntl.  Y  aquí 
es  de  ver  como  sienta  el  pié  y  descarga  el  peso  de  lodo  su  cucipo 
sobre  la  piorna  de  un  devoto  que  nunca  le  dá  limosna  y  queso  vuelve 
como  un  energúmeno  contra  nuestro  huérfano  que  le  conlesta  con 
la  mayor  sangre   fría: 

— Tómelo  Vd.  en  paciencia,  hermano,  mas  sufiió  el  señor  por 
nosotros,  y  diciendo  eslo  ,  le  dá  con  el  cepillo  en  los  hocicos  á  una 
pobre  beata  que  también  liene  apuntado  en  su  gran  libro  verde  y  que 
al  sentirse  tan  fuerte  golpe  csclama  desesperada  ¡imprudente! 

— Eres  entre  todas  las  mugeres ,  contesta  á  sollo  voce  y  siguiendo 
su  camino  el  rapaz  que  no  puedo  contener  la  risa ;  y  formando  un 
dúo  lastimoso  el  devoto  y  la  beata,  hachan  postes  de  su  bocacoulra 
el  que  tan  mal  parados  les  dejó. 
En  eslo  objeta  i:n  tercero: 

— Vamos:  callad  ya  y  poned  atención  á  la  misa,  que  Dios  castiga  al 
que  murmura. 

— A.mpn  ,  contesta  el  pequeño  sacristán  con  voz  argentina  al  per 
omnia  scecida  que  pronuncia  el  sacerdote  desde  el  ültar. 

Concluida  la  misa,  es  costumbre  que  el  huérfano  vaya  á  la 
aguaderia  mas  inmediata  por  un  chocolate  para  el  clérigo :  y  como 
á  cierta  edad  el  apetito  es  insaciable,  al  chiquet  de  Sen  Vicént  se 
le  pasan  unas  ganas  de  probar  el  contenido  de  aquella  jicara  ,  que 


rmiADos  ron  sí  mismos.  149 

no  pudicndo  rosislir  a  liin  (liilcilicanlos  deseos,  principia  por  melcr 
el  dedo  miñique  liasla  el  zócalo  v  dnspues  que  so  lo  ha  chupado  y 
relamido  C()nleinj)lii  con  gran  dolor  (pie  el  liipiido  espeso  ha  bajado 
olro  dedo  desde  el  borde  y  sus  ganas  se  han  aiimenlado  ;  resuello 
por  Cm  á  apurar  de  una  vez  el  conlenido  de  la  jicara  ,  se  niele  en  el 
portal  de  una  escalerilla  y  alli  concluyo  con  el  panecillo  y  chocolale, 
quoaunqtio  para  un  mismo  lin,  se  desuñaba  para  difercnle  eslómago. 
Y  ahora:  ¿cómo  me  presento  al  V.  Ambrosio?  Ya  lo  he  pensado; 
y  diciendo  y  haciendo ,  deja  el  pialo  y  la  jicara  en  un  rincón,  y 
asemejanza  do  los  pollinos  cuando  usan  de  la  esponsión  placcnlera 
de  rcvdlcarsc  por  la  yerba ,  asi  nuestro  héroe  se  revu«'lca  por  el 
suelo,  logrando  ponerse  como  un  yesero  ;  con  una  poca  saliva  hu- 
medece sus  parpados,  se  apodera  del  pialo  y  jicara  ,  y  al  cnlrar  en 
la  capilla  se  acuerda  que  en  un  tiempo  imitaba  perfeclanicntc  al 
becerro  cuando  lloraba ,  y  lo  pone  en  ejecución  de  un  modo  tan 
sobresaliente,  que  el  capellán  sale  á  su  encuenlro,  dicicndole: 

— ¿Oué  le  ha  pasado?  ¿Cómo  vienes  tan  puerco  ,  sin  chocolate  y 
llorando  tan  lastimosamente? 

— Es  que  a!  volver  una  esquina,  unos  porrazos  que  iban  corriendo, 
me  han  lirado  en  tierra  y  uno  de  ellos  se  ha  zampado  el  panecillo 
y  el  olro  ha  lamido  la  jicara,  y  á  no  ser  por  el  Padre  S.  M- 
cenlc ,  á  quien  imploré  intercediese  por  mi  en  tan  apurado  trance, 
es  seguro  que  me  matan;  ji,  ji,  ji 

— Vamos,  hombre,  no  hagas  caso  ya  ,  loma  esos  dos  cuartos  y 
cómprale  una  cosa.  ¡Malditos  perros!  Ya  me  presuniia  yo  algún 
caladismo  cuando  tanto  tardabas.  Y  el  buen  padre  se  martha  en- 
lonces  á  lomar  su  chocolate  no  sea  que  otroincidenle  le  deje  sin  él, 
si  manda  olra  vez  al  huérfano. 

El  niño  de  S.  Vicente  es  el  terror  de  los  pobres  vagabundos 
que  síluaJos  á  la  puerta  de  la  capilla  recibjn  á  veces  la  limosna, 
que  á  no  estar  estos,  fuera  sin  duda  para  él :  decir  que  no  ima- 
gina todos  los  medios  de  deshacerse  de  estos  seria  una  necedad. 
Guando  hay  algún  maulen  que  se  lleva  la  limosna  de  los  íielcs 


150  LOS  VALENCIANOS 

que  entran  en  la  iglcí^ia,  por  los  lómenlos  con  que  implora  ía  cari- 
dad ,  y  su  cojera  es  fa'sa  ('que  lo  sabe  muy  bien  nueslio  mozo  con 
su  ojo  perspicaz),  se  marcha  á  la  sacristía,  pilla  un  barreño  lleno  de 
agua,  y  sin  decir  «agua  vá»  se  la  ecba  encima  al  pordiosero,  y 
aunque  sea  en  el  mes  de  Enero  le  da  un  baño  que  mejor  no  le  lo- 
mara en  Julio :  el  cojo  reniega  del  rapaz ,  ésle  se  apodera  de  su 
muleta,  y  logra  echarlo  en  üerra  (si  es  que  no  quiere  ponerse  de 
relieve ,  haciendü  ver  que  es  íinjida  su  c  audisliormidad).  En  una 
palabra ,  el  ckiquet.  de  Sen  Yicénl  es  el  prototipo  de  los  antiguos 
escolares. 

Eá  un  cieg'oque  busca  la  puerla  de  salida  á  la  calle?...  pues  alli 
está  el  rapazuelo  que  te  conduce  á  la  sacristía  y  I©  abandona  en 
medio  de  un  silencio  sepulcral ,  hasla  que  después  de  verle  perder 
la  paciencia  a'i  pobre  ciego  ,  desde  una  respetable  distancia  fpues 
conoce  bien  de  qué  modo  se  desahogarla  aquel)  principia  á  decirle: 
«dos  pasos  á  la  derecha;  tres  á  la  izquierda»  y  de  este  modo  le 
conduce  fuera  sin  haberse  acercado  al  ciego,  que  no  pudicndo 
resistir  su  furia ,  da  garrotazos  sobre  el  suelo  que  hacen  salir 
chispas. 

Es  un  hombrote  brusco  que  con  palabras  y  acciones  propias  de 
su  carácter  quiere  por  fuerza  que  el  bnórf-ino  le  diga  qué  capellán 
dice  la  misa  mas  ligero  :  hó  aqu'r  á  nuestro  chiqml  da  Sen  Vicent 
que  le  encamina  hacia  una  capi.la  donde  ha  de  celebrar  un  semi- 
paralitico  que  invierte  de  cuatro  á  cinco  cuartos  de  hora. 

Llora  un  chico  de  S.  Vicente  «no  lema  Vd.  por  éU  es  que  prac- 
tica los  ú  timos  reclami»s  sobre  la  faltriquera  i\&  algún  individuo 
tenaz  en  fío  darle  alguna  limosna. 

El  niño  de  S.  Vicente  es  hasta  inteligente  en  pinturas:  si  se 

le  destina  á  la  Catedral  ú  otra  iglesia  domle  hay  buenas  obras 

de  Morillo  ,  Rafiel,  etc.,  asi  que  ve  entrar  un  francés,  se  le  acerca, 

y  respetuosamente,  le  dice: 

— Monsiú,  iquerer  que  yo  ens^eñat  pinturas  de  Rafael? 

— Trésbim,  le  contesta  el  francés.  Alli  es  de  ver  cómo  al  ense- 


TIMADOS  pon  SÍ  MISHÍ»S.  151 

ñailo  un  cnndro  de  Gova,  ilio*'  quíí  es  do  Joiincs.  b\  rti  de  é.sle, 
asegura  imiy  formal  í|ue  es  (li)ra  úí'Á  Ticiaiio.  y  así  dispárala 
basla  (|iio  |»i)iilémiii'o  cu  los  lioeicoH  ol  cepillo  al  foiaslcro  le  baco 
ciMupi'ondur  (|iie  lo  iinpor(.iiile  pura  ól  es  (|iiu  le  ailoje  una  buena 
propina,  V  como  \jí  eslrangeroü  oslo  servicio  lo  pa^'aii  bien,  lo 
poneu  on  la  cajila  una,  dos  ó  (res  nioimila.s  de  phiia  ,  y  uo  sera  di 
primer  ejemplar  <lo  liaberlei  dado  b;i.sla  oro ;  cnloiices  ocha  á 
correr  cotuo  un  gamo,  y  por  mas  quo  el  cslran;j¡cro  se  dc>p<.'pile 
liauíandoli;:  acb,  pelil  garlón ;p  nada,  nueslro  rapaz  ya  cslá 
en  la  sacrislia  praclicamlo  cierlos  meneos  en  el  cepillo,  (jne  muy 
pronlo  producen  el  efeclo  apelecido;  eslo  es,  que  las  monedas  de 
piala  síí  liaslaík'n  de  lugar,  y  saliendo  del  cepillo,  gracias  a  su  des- 
treza en  o>la  parlo ,  vavAn  á  ser  cambiadas  eu  la  couülcriaó  pasle- 
Icria,  jiunlos  quo  son  su  dc'icia  y  eneanlo. 

Hay  dias  falidicos  en  que  no  percibo  limosna,  aunque  llore,  pa- 
tee y  acuda  áUxáoslos  recursos  imaginables;  eolwnces  es  preciso  que 
los  podíizos  de  cirio  que  liene  el  sacrislan  guardados  en  un  cajón 
que  nuestro  huérfano  couo(;c  muy  bien  ,  le  propoi-cionen  en  cambio 
de  ellos  algunos  cuarlos  para  las  golosinas  a  que  esla  lan  acostum- 
brado.  que  sin  ellas  no  puede  pasar;  no  hay  pedazos?  pues  coje 
un  cirio ,  lo  cslrella  en  el  suelo,  y  nauy  pronlo  lo  reduce  á  fraccio- 
nes. En  íin ,  seria  asaz  prolijo  si  me  prop  isiera  dar  lodos  los 
delalles  que  son  poculiares  á  eslc  Upo ,  laa  caraclerislico  del  genio 
valenciano,  que  lodos  los  dias  discurre  nuevos  medios  para  hacer 
su  agoslo.  Y  sobre  lodo  pasamos  por  a! lo  cierlos  olicios  á  que  se 
presla  por  su  inlrepidcz  y  que  micnlias  los  dulcineos  que  se  valen 
de  él  para  lograr  enlrevisU-*  con  sus  dukincas  descansan  en  los 
buenos  oficios  del  huérfóno,  éste  solo  miía  la  gucsIíob  malcQjáli- 
Bieiile,  eslo  es,  bajo  el  aspeclo  de  «cuanlo  le  producirá.» 

El  chiquet  de  Sen  Vicent  e»  preciso  en  lodas  parles ;  de  él  se 
echa  mano  en  las  griiiides  fcslividades,  de  él  sale  la  Vír¿;en  para 
el  m.slcrio  del  dia  del  Corpus ,  á  éi  se  acude  para  representar  los 
lan  celebrados  mUacrei. :  ellos  ocupan  un  lugar  prcferenle  en  las 


1 52  LOS  VALENCIAÍÍOS 

procesiones :  en  una  palabra ,  la  persona  del  chiquet  de  Sen  Vicént 
no  podría  reemplazarse  en  Valencia. 

Así  llegaba  á  los  catorce  años ,  y  despojándose  de  sus  hábitos 
senii-talares ,  se  dedicaba  á  las  arlos,  oficios,  ó  á  la  vagancia;  pues 
á  pesar  de  que  en  el  colegio  se  le  daba  una  educación  elemental 
de  cuantos  esludios  son  conocidos,  á  muchos  les  pasaba  aquello  que 
acontece  á  los  estudiantes,  «que  muchos  entran  en  la  Universidad 
y  á  muy  pocos  les  entra  esta.»  Así ,  con  dolor ,  se  enconlrahan  an- 
dando el  tiempo ,  unos  cu  la  primer  grada  social  y  otros  en  la  úl- 
Uma. 

Hoy  diaha  desaparecido  esta  belcrogcnoidad,liaricndo  mas  hu- 
milde su  porvenir ,  empero  ma?;  seguro  y  cierto.  Mientras,  el  huér- 
fano pasaba  de  los  side  á  los  catorce  años  ,  según  el  antiguo  ré- 
gimen entre  la  escuela  y  la  iglesia;  y  después  era  incierta  su 
profesión  ;  los  cslalulos  de  hoy  día  ,  han  prevenido  csie  mal ,  de- 
dicándoles desde  los  doce  años  á  cualquier  oficio  mecánico ,  aquel 
que  mas  les  agrada,  y  hasta  los  catorce  años  el  colegio  les  man- 
tiene mientras  son  aprendices ,  y  de  este  modo ,  cuando  salen  de  la 
casa  ya  pueden  ganarse  el  sustento  por  sí  mismos. 

Esto  colegio  es  el  mimado  de  todos  los  valencianos ;   nadie  ve 
un  colegial  sin  mirarle  con  ojos  de  piedad  [)or  la  convicción  de  que 
es  un  huérfano  ,  que  la  tradición  nos  enseña  que  fué  planteado  por 
el  famoso  diputado  en  las  Cjrles  de  Aragón ,  p(ir  el  gran  Apóslol 
valenciano  ,  cuyo  solo  recuerdo  regocija  y  alegra  el  ánimo  de  todos 
los  afortunados  que  vieron  la  luz  en  este  suelo  privilegiado  de  la 
naturaleza,  y  que  fue  la  cuna  de  tan  eminente  y  esclarecido  patricio, 
de  ese  gran  Sanio  que  es,  á  no  dudar,  la  providencia  en  todos 
nuestros  conflictos  y  el  orgullo  del  verdadero  valenciano.  ¿Hay  uno 
solo  do  los  hijos  de  la  bella  riudad  del  Cid  que  no  mire  como  ob- 
jeto especial  do  su  veneración  al  que  se  encargó  de  ser  padre  de 
aquel  de  nosotros  que  la  fatalidad  le  privase  del  suyo  respectivo? 
Niego  que  así  sea.  Y  si  existe  algún  desnaturalizado  que  mire  con 
cínica  indiferencia  el  colegio  do  niños  de  San  Vicente  Ferrer ,  blasón 


PINTADOS  ron  sí  MISMOS.  153 

conslnnlc  do  la  imlcciblo  (liiha  «lo  sor  pairicio  de  bn  inmoi tal  y 
preclaro  varón  ,  qno  lo  calle .  que  no  lo  diga  ,  porque  el  analoma 
general  de  los  valonnanos  caerá  sobro  su  c;ib«'z;i. 

Lucilas  iiilo>linas,  ajilaciones  p  »pul.ircs  ,  dcsaslrcs  y  calamida- 
des aíliJTan  un  dia  y  olro  tba  á  la  lil.inliopa  Valencia,  pero  el  co- 
legio imperial  prevalecerá  á  pesar  de  l"du  ,  pu.'slo  (|iie  llegada  la 
hora  f.ilal.el  buc.i  valeiiLiünn  j.ini  is  dojara  tiesamparado  al  liuérfano 
de  padre  que  fue  el  preddcclo  del  iluslro  varón  S.  Vítenle  l-crrer. 

José  Vicente  \ebot. 


:^^S\W^^ 


20 


EL  GRANERER. 


EL  mmm  o. 


^T;^Mo  canto  del  amor  las  ^cnlil''zas 
?»^I*^,f  Ni  (lo  Marle  y  MiTcuno  los  cuidados. 
f^,0^  Ni  de  nautas  herúicos  las  proezas 
Perdidas  en  islotes  ignorados; 
No  mi  musa  con  fa»  Ücs  lindezas 
Su  voz  ha  de  elevar  á  altos  estrados, 
Antes  rasando  el  sikjIo  de  corrida 
Al  autor  de  la  escoba, lia  de  diir  vida. 

El  yranerer ,  oscuro, y  viejo  tipo 
Cuyo  origen  se  pierdo  en  Ips^edadcs 


a 


(1)    Fabnoanle  y  veudedírde^scobas. 


1S6  IOS  VALETÍCTAKOS 

Jamás  so  prcscnló  al  dagucrrcülipo 
Del  pintor  de  las  grandes  sociedades, 

Y  es  que  el  pobre  á  mi  ver  no  sufrió  el  hipo 
De  brillar  como  arlisla  en  las  ciudades, 
Anlcs  bumiltlc,  listo  y  consecuente 
Limpia  á  lodo  español  desde  Torrente. 

Que  su  alcurnia  es  antigua  así  lo  infiero 
Sin  revolver  mohosos  pergaminos. 
Pues  si  el  polvo  no  fuera  lo  primero 
No  existieran  el  hombre  y  sus  destinos, 

Y  como  Adán  fue  polvo  ,  bailo  ligero, 

Y  el  polvo  y  el  barrer  son  tan  vecinos, 
Concluyen  con  gran  lógica  mis  trovas 

Que  en  ios  tiempos  de  Adán  ya  habria  escobas. 

Mas  no  canto  yo  al  arte  informe  y  rudo 
Que  en  manojos  aló  plantas  ó  varas, 
Sino  á  la  escoba  culta  que  no  dudo 
Nació  después  de  industrias  mas  preclaras, 
Porque  es  obvio  que  el  hombre  apenas  pudo 
Llegar  á  pehimangos  ,  sin  que  avaras 
Sus  manos  arrancasen  á  la  tierra 
El  hierro  que  en  sus  sótanos  encierra. 

Después  alzó  á  Babel ,  mas  el  deslino 
Pronunciándose  en  contra  del  progreso 
Al  hombre  lo  instruyó  que  en  su  camino 
Jamás  podrá  avanzar  si  pierde  el  seso, 

Y  en  castigo  eterna!  del  desaliño 
Que  por  grande  cayó  del  propio  peso, 
D  spersó  por  senderos  ignorados 

A  los  hijos  de  Ad.m  estravíados. 

Desde  enlonrcs  la  raza  que  en  España 
Hizo  pié  tras  los  altos  Pirineos, 
Una  voz  con  la  fuerza  ,  oirás  con  maña, 


PINTADOS  pon  SÍ  MISMOS.  157 

Llenó  la  Iradiciün  do  mil  Irofcos, 
Mas  mezclada  su  fe  con  la  Te  eslraña 
De  paganos  y  moros  devaneos, 
De  anuei  lipo  y  carácter  primilivüs 
Los  rasgos  se  guardaron  menos  vivos. 

Pero  Iberia  Iriunfú!...  y  enlonco  Edcla 
Sus  hijos  acercando  al  fucrlo  muro 
Dióles  su  vega  ,  encanlo  del  pocla, 

Y  en  ella  un  porvenir  siempre  seguro; 
Sobrios  y  activos  ,  su  mirada  innuicla 
Tendieron  mas  alia ,  y  un  cielo  puro 
Divisando  enlre  el  Sur  y  el  Occidcnlo, 
Al  bordo  se  sentaron  de  un  Torrente. 

Gran  villa  por  demás!  su  fónil  vega 
Dilatándose  en  cintas  de  esmeralda 
A  nuestra  buerla  su  matiz  allega 
Ciñcndole  a  su  ocaso  doble  falda; 

Y  cual  esmaltes  que  el  capricho  agrega 
Aquí  la  roja  flor,  y  allí  la  gua  da 

Sus  aromas  esparcen  ondulantes 
Bajo  un  cielo  de  hermosos  cambiantes. 

Sus  blancas  casas ,  de  la  paz  espejo 
Templos  son  donde  el  culto  es  la  limpieza 
Brillante  sobre  el  nítido  azulejo 
Que  ni  al  misero  esquiva  su  belleza; 
Allí  el  niño  y  el  joven  como  el  viejo 
Al  trabajo  pidiendo  su  rKjueza 
Descansan  par  momentos  presurosos  o^ 

Tornando  á  ¿us  afanes  codiciosos. 

No  hay  que  dcc.r  si  cnmedio  el  paraíso 
ITuríes  fallaran  de  tal  frescura 
Que  desde  el  niveo  rostro  al  pie  conciso 
Sean  sal  del  placer  por  su  hcrujosura; 


1159  LOS  VALENCIANOS 

Baste  afíadir ,  que  para  ser  preciso 
El  poela  que  cante  á  una  cintura 
Ha  de  ceñir  el  compendioso  talle 
De  la  h  ja  de  Torrente  y  de  su  valle. 

¿Qué  mucho  si  al  pisar  este  terreno 
Sembrado  de  jifdigros  y  de  abrojos 
Todavía  no  lie  dicho  nada  bueno 
Del  tipo  que  iniciaron  mis  anílojos"? 
Mas  ya  qu«  ai  invadir  cercado  ageno 
Halle  en  vez  de  una  escusa  mil  enojo^s, 
Dejo  cual  fiel  pintor  tiazalo  el  maro©, 

Y  vuelvo  ámi  fia:ura.  Seré  parco. 

El  granerer  por  rancias  tiadiciones 
A  sus  padres  y  ■abuelos  íiel  en  todo, 
No  ha  caido  por  dicha  en  len'taoioncs 
De  buscarse  la  vida  de  otro  modo, 

Y  aunque  nunca  los  vio  contar  doblones, 
En  sus  trece  cerradoá  pie  ra  y  Jodo 

Si  nació  granerer  ,  .^rranererrauene, 

Y  á  sus  hijos  su  oficiio  ilses  transíiepe. 
En  su  rostro  tos ta<l«  y  algo  enjutiO 

No  hay  un  p^lo  ...  de  tointo  ,  por  supuesto, 
Antes  revelan  su  perg^eño  en  bruto 
Su  alegre  ojo  y  malicioso  gesto, 

Y  ágil  cual  corzo ,  como  el  galo  astuto 
Siempre  á  moverse  con  placer  dispuesto, 
Yive  libre,  feliz  é  independiente 

Poi-  no  pensar  en  serlo  realmente. 
Su  casita  le  brinda  en  miniatura 
Cocina  ,  entrada  ,  cuarto  v  doslunado, 

Y  una  higuera  ó  moral ,  cuya  espesura 
Trepa  á  vw,m  sombría  hasta '«I  tejado; 
Mas  allá  caprichosa  arquitectura 


PINTADOS  POB  si  MISMOS.  159 

Dio  renombro  do  liornill(N  a  un  Unglado 
Dondü  ci)  Cükío  con  gciilil  dcmuiro 
.>e  giii*.<  lii  paeUa  ¡il  sol  y  al  yiro. 

Poro  ¿(>ú  ütyla  el  l;illcr ,  üÓBilu  la  li9*ila 
Que  alesDia  los  mui'blüs  del  b.iiriUu? 
Inúlil  es  qi>o  balUrlo^  se  prulenda 
Pui(|ue  Tiera  un  afán  nunca  cumplido: 
El  (jruMrer  os  fabiica  y  Irasilienda 
Es  mo.Hlrador,  acémila  y  lurlido 
Es  progon,  comurcioulo  y  Iragincrd 
Es  lodo  dundo  osU  y  en  casa  es  cero. 

Vedlo  al  pailirL..  aponus  do  Muifoo 
Sacude  con  el  día  lo  impoiluno 
El  lálamo  abandona  de  [limcnso 
Por  la  mesa  frugal  del  dosayuno; 
De  un  conato  de  almuerzo  se  baco  reo, 
Mas  en  seco  dejándolo  oportuno 
Carga  el  serón  con  palmas  y  borramientas, 

Y  á  Valencia  se  lanza  echando  cuentas. 
Cuo  su  negro  sombrero  de  anehai  ala» 

O  tal  vez  un  ciiambcrgo  muy  raido^ 

El  panlaloíj  de  chin ,  pobre  de  galaa, 

Alpargalas  y  eláíiito  ceñido, 

Cual  magnate  quo  p!.<a  regias  salas      jíoíU'.  i 

Emprende  su  carrera  de  corrida  '  ' 

Tocando  efl  Alacuas  y  Clm-ivella,  --  'A 

O  cruzando  Palraix.  y  Vislabella.  T 

Mas  cual  sHcle  gentil  el  vetorano 
Marchar  con  el  fusil  muy  mas  airosa, 
El  granerer  no  suelta  «le  la  maao  q  fi  es* 
La  soguilla  que  teje  laborioso,  jíioIuo  ¡í. 

Y  sea  en  su  camino ,  ó  cuando  en  vaoo  oíb/io 
Turba  6U  gfUo  el  cívico  reposo,  obaümLJ. 


160  LOS  VALENCIANOS 

Protesta  contra  el  ocio  es  su  soguilla 
Por  la  fe  en  el  trabajo  que  en  él  brilla. 

No  es  difícil  creer  que  á  cada  inslanlo 
Ha  de  cnconlrar  amigos  ,  y  aun  amores 
Este  tipo  de  alegre  viandante 
Que  huella  sin  cesar  las  mismas  (lores, 
Pero  (irme  en  su  objelo  culminante 
Que  es  la  ciudad  do  premian  sus  sudores, 
Saella  un  cliisle  ,  requiebra  ,  jura  ó  calla 
Sin  que  el  pie  le  dolcngan  voz  ni  valla. 

Cada  punió  mas  ágil  y  acucioso 
Por  vencer  á  sus  colegas  mas  liílos 
A  paso  redoblado  marcha  ansioso 
Tras  do  lucros  escasos  y  previstos, 
Mas  el  diablo  que  odia  su  reposo 
Lo  lienta  con  mil  goces  imprevistos 

Y  ante  el  lemplo  humeante  del  dios  Baco 
No  puede  resistir  y  se  echa  un  lace. 

Recuerda  á  su  favor  que  en  la  alborada 
Fue  su  almuerzo  mas  bien  primera  parlo 
Que  comedia  de  efecto,  y  acabada 
Con  aquel  buen  sabor  que  exige  el  arlo; 

Y  fiando  á  su  faja  olra  jornada, 

Y  sorbiéndose  un  vaso  á  cada  aparto, 
Llega  al  (¡nal ,  y  digno  de  mil  bravos 
Rescata  de  cien  nudos  cualro  ochavos. 

Terminado  su  almuerzo  por  entregas 
Torna  á  coger  su  trole  á  lo  perruno, 

Y  con  voces  que  en  Francia  fueran  griegas 
Empieza  á  proclamarse  inoportuno: 

Si  entonces  hacia  el  por  tu  mal  llegas, 
Ycraslo  cual  traduce  el  desayuno. 
Lanzando  el  <í(jranereeer.,,.i>  con  voz  sonora 


riNTAÜOS  POR  SÍ  :\IISM()S.  161 

Cion  voros  nada  ma.s  en  niodia  hora. 
Por  Cuailü  ó  S,\i\  Viccnlc  miró  la  pl.iza 

Y  ya  las  muzas  C!;lan  en  moviminiilo, 
Pues  aiin(|iie  el  paso  ;iíloje  ,  el  darle  caza 
Es  ne¿,'oeio  ijiie  pende  del  niomenlo; 

Si  el  eallizo  dohió,  buscan  la  liaza 
De  Irasinilir  su  lip  e  al  desátenlo, 

Y  si  no  lo  cünsigiicn ,  que  es  frecuento, 
A  oiro  cólefra  aguardan  mas  prudente. 

Llega  el  crilie«t  piinli»  en  (pie  encarados 
Fregona  v  eseobero ,  es  va  preciso 
Ajuslar  del  convenio  los  tratados 
Del  piso  de  la  calle  á  un  f'uarlo  piso; 
AHi  es  oir  de  acentos  desgarrados 
Salir  casi  arreglado  un  compromiso 
Que  al  pie  de  la  escalera  se  termina 
En  dimes  y  diretes  de  cocina. 

Porque  eso  si,  la  dignidad  humana 
No  perm'.te  al  Marqués  de  la  Escobilla 
Wolesl.irse  en  subir  una  mañana 
K\  escala  ,  ni  escalón  ,  ni  escalerilla, 
Antes  si  advierte  resistencia  vana 
En  la  que  osada  su  soberbia  humilla, 
O  le  planta  en  su  cara  un  buen  desaire 
O  le  pido  la  escoba  por  el  aire. 

Ya  que  bajó  por  una  ú  otra  via, 
Abre  el  serón  relleno  de  palmito,  -      i 

Y  el  cordel  que  el  manojo  al  mango  lia  r^^l  A 
Deja  á  sus  pies  con  gesto  ma<?  contrito,  r^T 
Busca  afanoso  lo  que  al  caso  guia, 

Saca  el  podón  ,  la  agu'a ,  un  podoncilo  ( 

Y  empuñando  la  escoba  vergonzante  jíJ 

Le  destoca  sus  barbas  al  iostaote. 

21 


162  .^OLOS  VALEKCIArfOS 

Escoge  do  la  pa'ma  mas  mediana 
Olio  nuevo  aderezo  de  á  Ires  lu-^ilos, 

Y  ajuslándi.'lo  al  mango  cual  campana, 
Desarrolla  los  ásperos  espartos; 

De  un  garrote  los  lia  ,  da  con  gana, 

Y  ciñeiido  el  manojo  en  giros  hartos, 
Pasa  el  cabo  ,  lo  anuda  ,  pule  su  obra, 
Car<:a  con  su  sf'ron  ,  escii|)e  y  cobra. 

Olriis  veces  luciendo  sus  quibites 
En  muestras  primorosas  o  sencillas 
Ostenta  sin  gastar  escaparates 
Escobas  ,  escobones  o  escobillas, 

Y  encomiando  con  gracia  sus  remates 
A  doncellas  que  fiieron....  criadillas, 
Les  ofrece  p  r  diez  ó  veinte  ncliavos 

La  palma.  ..  del  barrido  en  sendos  rabos. 

Son  las  doce  del  dia....  su  pasco 
En  al7;i  terminó ,  mas  rúenla  en  baja 
Si  esl'imagü  cansado  de  bureo 

Y  los  pies  de  correr  no  muy  en  caja; 
Seis  reales  llenaron  su  deseo, 

Y  ojala  no  sufiieran  mas  rebaja, 
Pero  es  el  caso  (|ue  al  oler  lo  enjuto 
Si'giinda  veza  Baco  dá  tributo. 

Alterando  lal  vez  su  ,tiiier;irio, 
Si  el  servicio  requiere  una  contrata, 
De  su  rul.i  revuelve  el  rumbo  vario 
A  Cuarto,  Cliirivella  ó  á  Misl;/l;r, 
Trueca  en  palos  su  negro  numerario, 
Los  ajusta  a!  serón  que  lo  mal  Inda, 

Y  airaslrando  una  cruz  de  dos  arrobas 
Llega  á  casa  sin  blanca  y  sin  escobas. 

Come  ,  enfila  las  palmas ,  y  halagado 
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EL  CLAVARIO  DE  GREMIO. 


PINTADOS  pon  si  MfSMOS.  163 

Do  su  9oJ  iiiiporlnii;!  ni  (ttilco  iiiNltnto, 
(Inii  sus  cóliíf^üs  y  olios  (;()nf,'r(»;í¡i(l(), 
Huyendo  (le  lu  blanco  da  en  lo  tiniu: 
Alii  es  de  oir  su  cliblo  descarnado 
Junio  al  dinl(!l  del  bá(|nifo  rccinlo, 
O  embrollando  la  cuenta  do  un  escolo 
Quo  so  salda  á  favor  do  algún  girrolc.  H 

Cuan. lo  lli'ga  el  olofio  que  en  lispafla    '  ouO 
Da  al  palmito  lozano  crecimiento,  / 

Asaltan  por  cuiídrillas  la  monl.ifia 
Por  la  palma  oblencr....  del  sufiimienln, 
Pues  no  es  raro  quo  un  chusco  de  n)3s  maña, 
Sin  licencia  de  Rey  ni  Ayuntamiento, 
Recoja  con  sus  palmas  las  agenas, 
Reduciendo  á  una  sola  Iros  faenas. 
Acaso  el  egoísmo  de  la  hartura 
Su  hastio  al  esparcir  por  verdes  prados 
Ignora  la  inmiiient<!  desventura 
Del  olicio  escobil  y  sus  aliados, 
Porque  á  fuerza  do  lanía  peladura 
Son  ya  laidos  l.'s  montos  repe'ados 
Que  solo  por  polar  (luedii  algún  punto 
Eí]  Tous  ó  Gu.t.lasuar ,  Chiva  ó  Sagiinlo. 

Mas  previendo  su  lin  el  escobero, 
Por  un  genio  benóíico  infldido, 
Se  apresta  á  socorrer  al  compañero 
Bajo  bases  quo  aun  nadie  ha  infringido, 
Y  después  do  cum|)r¡r  con  gravo  esuiero 
Del  social  cslalulo  lo  ofrecido, 
A  su  hermano  acompaiuin  en  la  muerte 
Los  q  le  en  vida  paríieron  su  vil  suerte. 

Tal  Hs  del  ,jranerer  el  dpo  andante, 
Sano,  alegro,  sociable  y  satisfecho 
Con  ver  á  su  familia  birlo  abundante, 


IM  .80!L0S  VALENCIANOS 

Creciendo  en  derredor  so  el  blanco  lecho; 
Conductor,  cosechero  y  fabricante 
El  da  forma  al  palmito  sin  provecho, 

Y  sostén  del  decoro  en  su  llaneza 

Es  hombre  necesario....  á  la  limpieza. 

A  sus  toscos  trabajos  mal  premiados 
Debe  el  sucio  Madrid  cien  mil  escobas, 
Que  en  carros  por  Torrente  sustentados 
El  aseo  trasladan  por  arrobas: 
¿Qué  fuera  do  Castdla  y  sus  estrados 
Si  el  héroe  ignorado  de  estas  trovas 
Abjurando  sus  limpias  tradiciones 
Al  polvo  abandonase  los  salones? 

Pero  no  haya  temor!...  antes  los  rios 
Torcerán  hacia  el  monte  sus  corrientes, 
Antes  del  j5o//o  cesarán  los  plus 
Al  ver  un  miriñaque  de  tres  puentes, 
Antes  con  dotes  se  hallarán  desvíos, 

Y  han  de  faltar  maridos  complacientes 
Que  falten  á  este  artista  en  sus  apuros 
Su  fe  y  un  capital  de  quince  duros. 

Recibid  ,  pues  ,  mis  plácemes  sinceros 
Alberics  y  Verdets  ,  Moras  ,  Marsillas, 

Y  otro?  muchos  que  el  gremio  de  escoberos 
Ordenasteis  con  reglas  tan  sencillas: 

En  trabajo  y  virtud  sed  los  primeros, 
Invada  vuestra  escoba  ambjs  Castillas, 

Y  ai  sol  de  panderetas  y  guitarras 
Alegre  vuestra  voz  las  Albujarras  (1). 

Cristóbal  Pascual  y  Genis. 


(l)  Nombre  del  punto  ó  barrio  en  que  terminan  las  sííís  callns  de  Torrente,  donde  habitan 
los  47  escoberos  que  actualmente  existen  en  aquella  villa.  En  6  de  Enero  de  1851  creaion 
una  Sücieiiad  de  socorros  mutuos ,  para  el  caso  de  enfermedad  ;  y  las  curiosas  y  bien  me- 
ditadas bases  de  sus  Estatutos ,  acreJitan  á  un  tiempo  la  previsión  y  fliantropía  de  tan 
honrados  menestrales. 


EL  CLAYAIIIO  DE  GRE3II0. 


^^/^ríX5=^'^^L  nombro  de  clavario  qno  lia  sido  darlo  á  difercntcá 
&'^^7^•í<!^^  dcslinos  du  la  sociedad  enlrc  los  cuales  liruian 
^^í  w-^  ^^^  '"^  pericona  que  liene  en  su  poder  la  llave  ó  llaves 
H  ?i  Íj  i  |oJ  de  algún  luf:ar  do  confianza;  cnal¿:unas  órdenes 
^^B  ,«.^^A¿      miülarcs  el  caballeroque  tiene ciorla  dignidad,  á 


tv-^%yi^r^  %      cuvo  cargo  osla  la  custodia  v  d  fen.-a  de  su  prio- 
cipal  castillo,  fortaleza  o  convenl'»,  también  lo 
ha  obtenido  el  gcfe  df  cualquier  congregacinn  industrial. 

Reunidos  de  i'imcmorial  (1)  en  corpuracion  todos  los  individuos 


(1)  No  se  puede  fijar  la  época  en  que  ?e  formaron  los  gremio^; ,  por  lo  que  se  lee  ea 
los  fueros  del  auliguo  reino  de  Valencia,  cuando  trata  de  las  atribuciones  de  los  jurados  que 
dictaban,  ó  coQnrmaban.  ó  aprobaban  las  ordenanza-^  gremiales,  enleniíendo  en  la?  ciu- 
sa>  promovidas  en  el  seno  de  io<  g  emios;  de  los  oficios  que  teniau  el  derecho  de  elección 
para  indiviiluos  del  consejo,  según  indicación  de  Cedro  I .  \  sabido  que  los  moros  no  teninn 
gremios,  e^  de  suponer :  Que  de  pues  de  la  conjuisla  de  Valencia  por  D.  Jaime  I  de  Aragón 
se  fueron  asoc  ando  todo-  los  individuos  que  ejercían  un  mismo  oficio,  sujetándose  á  medios 
reglamentarios  que  aprobaban  dichos  jurados. 


166  LOS  VALENCUrfOS 

que  profesaban  un  misni)  oücio  había  una  junla  para  representarle, 
la  cual  era  presidida  por  dicho  clavario,  llamado  lambiea  hermano 
mayor,  un  compañero  ó  segundo ,  dos  mayorales,  dos  celadores, 
seis  ó  mas  prohombres  y  un  secrclario.  Cada  vez  que  el  gremio, 
por  circunstancias  particulares ,  sufria  una  modiíicacion  notable  en 
sus  ordenanzas,  la  elección  de  estos  era  por  primera  vez  por  vota- 
ción general  de  todos  los  titulados  maestros  de  aquel  oíicio;  pero  en 
las  demiis  elecciones  sucesivas  se  vcrilicaba  a  propuesta  de  los 
mismos  empleados  en  junla  particular  proponiendo  tres  sugelospara 
cada  empleo,  dando  cuenta  á  la  junla  general  para  que  entre  ellos 
elijieran  los  que  creyeran  cünvenienles. 

El  clavario,  como  presidente  de  la  corporación,  tenia  á  su  cargo 
hacer  observar  las  ordenauzas  que  de  orden  del  rey  se  espedían 
para  cada  oücio,  habiendo  precedido  antes  petición  de  los  maestros 
del  mismo  oíicio,  informe  del  ayunlauíieulo  de  la  población  y  au- 
diencia territorial. 

Interesado  el  clavario  en  llevar  con  lodo  rigor  que  los  aprendices 
no  pasaran  á  la  clase  de  olieiales  sin  haber  pasado  el  número  do 
años  que  se  marcaban  en  las  ordenanzas ,  ni  que  estos  úllimos  as- 
cendieran á  maestros  sin  el  riguroso  examen  y  otros  requisitos  que 
se  les  cxijia ,  nadie  se  traslimitaba  del  circulo  de  sus  funciones  y 
marchaban  con  regularidad  en  todo  lo  concerniente  á  cada  oíicio. 

Como  á  espíritu  de  corporación  procuraba  con  sus  C(mip;iñeros 
sostener  sus  fueros  y  privi  egios  en  lo  político  é  industrial,  aun 
cu.ind )  fuera  necesario  con  las  armas  en  la  mano ,  aco¿:iendo  á  sus 
hermanos  bajo  su  bandera  [\).  Recurría  al  rey  siempre  que  lo  cxijia 


M)  No  se  sabe  con  certeza  el  origen  de  las  banderas.  Con  motivo  de  unas  fiestas  que  se 
celebraron  en  Valencia  en  1373,  se  leen  eu  un  inaiual  del  Cünsejo  \o<  colore'*  quR  acepla'on 
los  gremios  para  sus  banderas:  Los  cortantes,  azul  c'aro;  los  pelaires  ,  verde  con  manga 
blanca  ;  los  corregeros  y  silleros ,  carmes!  con  manga  derecha  azul  claro;  lOí  cirtidores, 
azul  oscuro  :  los  espaderos ,  carmesí ,  sembr.ido  de  amapo'as ,  oro  y  manga  verde  .•  los  hor- 
neros,  encarnado  y  manga  blanca;  los  esparteros,  verde;  los  tejedores,  vede  rosado 
con  manga  negra;  los  molineros,  blanco  y  manga  encarnada  con  ra\as  los  corredores  de 
cue'lo,  morada  y  manga  encarnada ;  los  carpinteros ,  encarnado  de  r.olea  con  adornos  de 
lenguas  de  madera,  semeiantes  á  fresadura;  os  ropavejeros,  azul  claio  ;  los  corredores  de 
oreja,  encamado  y  manga  morada;  los  ropenis  ,  tafetán  veaie;  los  labradores,  clavos  y 
caperoaes  eacarnilos;  ¡os  sailrei,  mj.adj ;  los  plateros,  tafetán  eucaruaiio.  Lasbauderas 


PINTADOS  POR  SÍ  MISMOS.  \(\7 

oí  caso,  y  oslo  con  los  Inrormivs  (|ii(!  se  Ii.id  indicado  y  de  acuerdo 
su  real  coiiscjt»  dicLiba  Icu's  siilidas  pur  Lis  cuales  (jUcdaLa  jiic- 
luiado  i'l  Ir., bajo  y    l)icn  sí'iv.do  d  c.  niun. 

Las  dilerenlos  ordenanzas  do  l(»s  gremios  encierran  en  si  un  plan 
de  logislacion  induslrial  al  cu.d  >i  se  le  añaili(;ra  la  enseñanza  cien- 
lilica  (|;ie  Iidv  dia  d.i  el  gobiern  >  en  sus  escuelas,  so  oblcndi  ia  un 
resollado  asond)r(isn  en  la  república  de  las  arles. 

Con  los  adi'lanldsde  la  civilización  y  el  djsarro!! )  general  do  la3 
i.leas  son  mavores  los  gocc-i  de  la  vida  ,  y  de  consiguicnle  la  nece- 
sidades; y  el  maniilaelurero  debe  esmerarse  mas  en  sus  obras  (j'jo 
se  aumentan  en  nimeio,  forma  v  objeto.  Por  eslo  necesita  ipio 
sea  mayor  su  inslruccion  y  por  lo  raisuio  que  mejore  la  legislación 
(le  su  ramo. 

Ivfl  ulilidad  do  los  gremios  es  indispulablc,  porque  do  solo  orga- 
niza la?  clases  ,  sino  que  engranlcvc  á  lo-*  artesanos. 

La  razón  humiiiia,  soplo  de  la  divinidad,  os  bastante  sabia  para 
conocer  apriori  el  bijn  y  el  mal ;  pero  el  corazón  del  hombre,  sea 
por  la  d^b  lid.i.l  de  su  materia  ,  ó  por  otras  causas  que  no  conoce- 
mos, solo  se  mueve  por  el  interés  de  ulona  o  inlercs  material ;  no 
encontrándole  en  su  arte  lo  busca  en  cualquier  olra  cosa  ;  y  asi  su- 
cede. Ciiandi»  los  gremios  existían  con  sus  fueros  y  privilegios,  el 
aprendiz  que  se  matriculaba  en  cualquiera  de  ellos,  su  ambición  se 
limitaba  á  lograr  su  iin 'dial)  gralo  de  oicial  q-ie  con  suíicienle 
tiempo  y  aplieacion  a!canzal)a ;  luego,  con  el  mayor  empeño,  as- 
piraba á  sur  maestro  ,  y  cuín  lo  esto  lograba  se  creía  un  bonibre 


que  ezi.>ten  hoj  eo  diferentes  gremios  no  concuerdan  con  los  colores  indicados  en  dicbo 

munual. 

En  unas  nota*  halladas  entre 'o*  papeles  de  D.  Jo-é  Mariano  Orliz,  cronista  de  Valen- 
cia en  1788,  >e  lee-  Que  en  l.'il9  Cuando  íe  formaron  las  a-uciacione>  llamadas  germana- 
da*  ,  cada  oficio  reunió  bajo  una  1  andera  'os  tue  á  él  perlenecian  ,  n  que  e-las  son  la-  que 
llevan  bov  en  las  proce  ione>.  t!>la#  bardeías  son  de  color  encarnado,  verde  ó  carniesi;  el 
palo  á  que  rada  una  esiá  sujeta  es  como  una  pu'gada  \  nied  a  dediámelru  \  de  uííO.-  veinte 
palnios  de  altura  ,  el  esliemo  supeiiur  <'e  este  remata  por  un  santo  de  ma.-oneria  de  un 
palmo  y  medio  rie  alto.  Debajo  de  la  peaiii  ^oble  qi;eestá  colocado  el  sai'to  se  desprenden 
una-  LÍ-ilas  de  vaiios  colures  ,  y  como  de  unos  tre:-  pa  mes  de  largo,  del  mismo  punto,  bajan 
hasta  el  suelo  unos  cordones  que  terminan  en  unas  borlas,  en  los  ^érlice^  c  ligantes  de  cada 
bandera  vú  asida  otra  borla  igual  á  la  de  .o»  cordones  ,  todo  del  mismo  color  que  ia  ban- 
deía. 


Í6§  LOá  VALEKCIAKOS  ^ 

de  gran  posición,  porque  veia  que  á  nadie  se  lo  permUia  trnbnjar 
por  su  cuenla  sin  haber  pasado  por  igual  tramitación.  Revcslido  do 
su  saber  y  privilegios,  procuraba  eslahieceráe  en  su  tienda  para 
sel  vir  al  común  con  la  (!oble  moralidad  do  alcanzar  la  mano  de  algu- 
na joven  honrada,  que  á  manera  délos  estudiantes,  siempre  solía 
ser  l'i  que  le  liabia  estado  esperando  llegara  al  fin  de  su  carrera. 
Abierto  su  establecimiento,  su  interés  material  se  limilaba  á  traba- 
jar con  afán,  para  proporcionar  una  decente  manutención  á  su  fa- 
milia, y  su  interés  de  glaria  eslondia  su  ambición  al  honroso  as- 
piraiilisimo  dj  ser  do  los  que  componían  la  prulioniaiiia  del  gremio 
y  el  empleo  de  clavario.  Entonces  se  creia  haber  llegado  al  colmo 
del  poder,  y  era  respetado  por  todos  sus  inferiores.  Lleno  de  or- 
gul  o  y  satisfacción,  mandaba  reunir  y  presiilía  las  juntas  de  su 
gremio,  Icia  y  volvia  á  leer  los  oficios  que  la  autoridad  le  dirijia 
por  asuntos  de  contribución  y  otros  informes;  siendo  su  mayor  goce 
cuando  acompañaba  á  la  imagen  del  santo  patrón  de  la  corjioracion, 
llevando  d  'lanle  el  estandarte  que  fue  primero  enseña  de  guerra  y 
luego  guia  de  la  procesión  que  acompañaba  á  la  imagen. 

Los  aprendices  y  oficiales  cuyo  be!lo  era  llegar  con  el  tiempo 
á  aquel  e.u'íleo,  al  ver  al  clavario  con  tanta  pompa,  se  decian  unos 
á otros,  señalándole  con  el  dedo:  (uMira  al  clavari.  ¿Cuánl  aplega- 
rem  nosalros  á  ser  lo  que  és  e//?» 

Es  una  verdad  indisputable  que  aunque  la  razón  nos  dá  á  co- 
nocer que  es  mala  la  envidia,  nuestro  corazón  nos  inclina  á  ella, 
por  manera  ,  que  no  hay  hombre  que  no  se  sienta  molestado  por 
esia  pa>ion  que  es  á  veces  el  móvil  de  las  mejores  acciones ,  y 
Ciras  la  cansa  do  l(>s  mavores  trastornos  socales.  Sucede  lo  primero 
cuando  la  afición  se  fija  en  el  deseo  de  una  cosa  que  puedo  venir 
por  pasos  sucesivos  sin  interrupción  do  la  marcha  normal  de  los 
acontocimcnlos,  y  lo  segundo  siempre  que  se  intenta  salir  de  la  es- 
fera que  cada  uno  dabe  recorrer.  Sentado ,  pues,  que  tolos  se  en- 
cuentran soli-citados  por  esta  pasión  ,  debe  conducirse  por  í^I  mejor 
sendero  dando  reprcseotaclon  ó  importancia  á  todas  las  clases  de  la 


TINTADOS  pon  SÍ  MISMOS.  169 

sociedad  ;  así  se  dcslniyc  «•!  cxigcrado  aspiratilismo  porque  nres- 
(id<í  el  l)i»ml>ro  d^  oierl«s  dcroclios  ,  piensa  (pie  mui-li<»s  lo  cnvidiaa 
y  siempre  la  envi.lia  es  uicnni*  en  aquel  (jue  so  cree  envjdindo. 

Disiiviiiuidií  lioy  l.i  iin]»ai  lauda  que  nuestros  niavorcs  daban  á 
las  clas<ís  obreras,  y  abolidos  sus  fueros,  el  arlesano  que  nace  pen- 
sador y  con  gran  imaginacinn,  busca  medios  para  salir  de  su  cla- 
se dcsprcsli^iiada  y  prelcndc  ad<|uir¡r  ^losicion  en  la  rcproscnia- 
cion  nacional ,  unas  veces  diindo  su  voló  en  elecciones  para  al- 
canzar «n  desuno  á  (luien  no  es  digno  de  reprcsenhirle  ,  oirás  quc- 
lieuílo  ser  él  el  represcnlanle  cnlorpocc  fn  €uanlo  alcanzan  sus 
fucrz;*$  la  marcha  progresiva  de  la  civilización  ,  perturba  el  orden 
y  de  consiguicnlc  aumenta  la  inmoralidad.  Si  no  se  encuentra  en 
oda. I  de  dedicarse  á  seguir  una  carrera  facullaliva,  ni  á  la  práilica 
ú<¡  una  oticina  admiuislnitiva  ,  sigue  en  su  emptTio  para  sacar  al 
menos  á  sus  bi¡i»s  del  taller  donde  los  croe  bumi'lados.  Los  dedica 
á  carreras  para  las  cuales  no  son  muchas  veces  apios,  y  les  incul- 
ca la  empleomanía ,  origen  de  los  disturbios  de  nnrsíra  época. 
Des¡)ues  ó  antes  de  su  muerte  lega  á  la  sociedad  con  un  hijo  la  casa, 
por  cjrmplo  de  un  abogido  pobre  y  poco  cap.iz  ,  en  vez  do  \z  de 
un  herrero  ñco  y  hai)il ,  cuyo  taller  encuentra  acred  t;tdo  por  su 
padre,  y  que  paede  engrandi'ccr  con  los  adel<:nlo?  del  arle. 

De  los  d.ferc  itcs  puntos  do  vi;?la  qu3  se  miran  las  cosas  nacen 
las  diferentes  i  leas  y  de  éuas  las  diversas  opiniones,  y  mirando  los 
gremios  como  un  obstáculo  para  ganar  tiempo  aquellos  cuyo  lalentü 
no  necesita  laníos  años  para  aprender  un  oücio ,  c(ms:deran  per- 
judicial que  se  obligue  á  ser  aprendiz  tanto  tiempo  para  ascenderá 
olicial  y  después  á  m:icslro  :  pero  aun^ne  la  pérdida  de  tiempo  e^ 
cuasi  irreparable,  harto  estaba  compensada  pnr  cuanto  un  obrero 
que  coneluia  los  años  do  apreudi/.aje  pasaba  á  trabajar  de  oficial, 
ganando  un  jirnal  proporciimado  á  su  caprciiíad  y  destreza.  x\de- 
mas,  por  mucho  mayor  (pie  sea  la  capacidad  de  un  sugelo  res- 
poeto  de  otro,  para  aprender  un  oficio  ,  no  siendo  ésle  enteramente 

Iccplo ,  nu  pasará  do  una  mitad  el  csccso  de  tiempo  que  uao  ne- 

22 


170  LOS  VALENCTAPÍOS 

cesilc  mas  que  el  olro.  Respecto  al  ascenso  de  oficial  á  maestro, 
sino  reuaia  suficientes  Cünociniientus  para  ascender,  no  se  le  apro- 
baba. 

Cuando  cualfiuicr  silgólo  llegaba  á  una  población  y  quería  man- 
dar construir  cu.ihiuier  manufactura,  no  lc>nia  que  preguntar  quien 
seria  h.ibil  para  su  ejecución ,  por(|ue  sabia  que  sin  mas  que  ir  á 
cualquier  taller  públicamcn'e  establecido,  se  encnntralia  con  un 
sugeto  que  tiabia  probado  legalmente  su  capacidad  para  ejecutarlo. 
Caso  que  el  micstrono  desempeñM'a  bien  el  cometido,  se  podia 
recurrir  al  gremio  donde  el  obrero  era  pericialmente  juzgado. 

El  gobierno  de  nuestros  dias ,  que  no  deja  de  proti-jer  en  cierto 
moJ )  á  las  arles  mecánicas  creand»  cdseñanzas  públicas  para  el 
efecto,  no  ha  previsto  en  el  modo  de  establecerlas  los  inconvc- 
nionles  que  se  presentan  para  que  un  artesano  pueda  asistir  á  ellas, 
tanto  por  la  complicación  de  materias  que  se  esplican  en  un  mismo 
curso,  como  por  las  lioras  en  que  se  entra  y  sale  de  las  clases. 
Las  muchas  materias  qve  se  cursan  en  estas  clases  exijen  que  el 
alumno  esté  coniinuamenlc  ocupado  en  el  estudio  de  las  ciencias 
y  qi!0  abandone  la  práctica  ilel  trabajo .  que  es  lo  nna  esencial  para 
llegar  á  vencer  los  obstáculos  que  so  oponen  al  vcriíicar  las  cons- 
trucciones del  obrero ,  si  bien  es  bueno  conocer  la  naturaleza  do 
lo<  mUcriales  y  el  equilibrio  y  movimienlo  do  los  cu»  rpos.  Además 
el  artesano  necesita  un  número  considcrahle  de  horas  para  poder 
ganar  un  jornal  (¡ue  sea  sulicicnle  para  att'n;!er  á  los  gastos  de  su 
manutención  y  no  puede  disponer  de  ciertas  lloras,  especialmente 
de  las  del  dia ,  para  acudir  á  la  escuela,  únicamente  puede  liaccrlo 
por  las  noches  y  esta  es  la  razón  por  la  cual  las  es(  uelas  induslria- 
les  no  se  ven  concurridas  por  artesanos,  que  son  los  que  podian 
sacar  una  utilidad  mas  inmediata ;  únicamente  suelen  concun  ir  á 
éstas  personas,  acomodadas  (|ue  por  sus  costumbres,  y  á  veces  va- 
nidad, no  les  es  permitido  desceniler  al  terreno  de  la  práctica,  lo 
que  ocasiona  el  poco  adelaulauíiculo  ua  la  manufacturas  de  nuestro 
país. 


pnsTADos  ron  sí  mismos.  171 

La  mnvor  pirlo  dn  los  invenios  man  úliles  en  las  arles,  son 
debidos  á  la  (•aüuali.'ad  ó  á  cici lo  inslmlo  mecánico,  y  no  á  la  fi- 
losofa ;  csla  c.isuaüilad  aconicce  en  la  manipiilat  ion  ó  inmedlala 
inspección  do  la  cosa;  la  li'oscfia  nace  do  la  (d)>crvancia  y  mcdi- 
laciin ,  pero  el  discurso  crea  ideas  y  n»rma  juicios  sin  leiier  en 
cuenta  fenómenos  <|uc  no  concibe  la  razun  y  so'o  los  aperciben  log 
senüdos  cuando  los  encuenlran  en  la  pnclica.  lié  aquí  el  molivo 
ponpic  se  concibe  un  proyecto  que  aparece  claro  al  cniendimicnlo 
del  inventor  y  al  de  It-s  dcníás  á  (Uiienes  se  esplica;  mas  al  llevarlo 
á  la  práctica  quedan  destruidas  todas  las  ilusiones  al  ver  que  no 
produce  el  efecto  que  se  proponían. 

Sin  en  vez  de  baber  instituido  las  enseñanzas  industriales  de 
la  m.incra  que  se  lian  dispuaslo,  so  liubieran  dejado  los  gremios 
com  í  de  antiguo,  obligando  á  saber  tales  ó  cuales  malcrias  á  ios 
que  tuvieran  (jue  tomar  el  Úulo  de  oíicial  ó  maestro,  precisándoles 
á  acudir  poi  l.is  noclies  á  sus  escuelas,  se  oblen:!rian  grandes  ade- 
lantos en  las  arles  mecánicas.  Si  los  adelantos  de  la  época  reclaman 
niodilicaciones,  liagansc  enliorabucna,  mas  no  se  desiruxa  lo  bueno, 
no  se  (|uilen  las  ilusi-ncs  á  quien  pueda  gozarse  en  ellas,  y  bús- 
qucnsc  las  verdaderas  iililidades. 

Kn  los  tiempos  del  rey  Fernando  el  VI,  conociendo  este  quo 
aunque  los  lejiílos  de  seda  de  esta  ciudad  de  Valencia  forman  uno 
do  los  p  incipales  objetos  de  la  industria  de  sus  naturales,  y  no  se 
rccojian  las  ulilidides  que  pud.eran  por  bailarse  estos  doliluidos 
de  los  estudios  y  coiiocimienios  radicales  de  que  dej)ende  la  inven- 
ción ,  viiriedal  y  buen  gusto  de  Ins  d.bujos  que  facilitan  los  grandes 
consumos  de  lelas,  por  medio  de  una  real  cédula  de  29  de  Setiem- 
bre de  l'oG,  se  mamió  quo  la  ciudad  do  Valencia  contribuyese  de 
sus  propios  á  la  sislcncia  de  seis  jóvenes  destinados  al  estudio  del 
dibujo  y  llores  para  los  tejidos  bajo  la  dirección  de  unos  maestros 
que  pasaron  á  ella  de  Lion  de  Francia ,  con  motivo  del  estableci- 
miento de  lo  fabrica  de  cuenta  de  los  cinco  gremios  mayores  de 
Madrid.  Por  manera  quo  unieron  la  escuela  con  el  taller;  con  esta 


172  IOS  VALENCtAKOS 

disposición  darla  por  el  rey  y  olía  que  su  sucesor  D.  Carlos  ITT  dio 
en  30  vie  Solicmbrc  de  1784  se  d«be  lal  vez,  el  Cilado  do  nues- 
tros atlolanlüs  en  la  fabricación  do  tejidos  do  seda. 

Tales  disp:)Siciones  podían  haber  servido  de  ejemplo  para  C| 
présenle.  Eu  la  aclualida.i  se  disünguen  con  bs  pomposos  nombres 
do  bachiller,  maeslro  en  arles  ó  ingenioi-o  aquellos  que  han  hecho 
cierlos  esludios  teóricos,  sin  que  los  mas  se  hayan  duilicado  á  la 
parle  práctica  y  materiid  da  las  manufacturas  Jóvenes  muchas  ve- 
ces de  preclaros  enlcndimlenlos  han  empleado  el  tiempo  en  apren- 
der las  matemáticas  y  fisisa ,  y  como  no  conocen  la  práctica  ,  ni 
por  sus  hábitos  les  es  fácil  acostumbrarse  al  penoso  trabajo  de  la 
ejecución ,  tropiezan  con  dilicultades  que  no  tropezara  un  mediano 
aprendiz  de  un  taller. 

En  los  liempos  en  quo  los  gremios  gozaban  do  sus  fueros  y 
privilegios  se  sabia  ci(M'!amente  que  el  I  lulado  maestro  de  un  oíicio 
sabia  llevar  á  cabo  lo  que  se  lo  mandaba ,  y  ahora  se  debe  pregun- 
tar si  el  titulad j  míeslm  en  arles  ha  visto  ejecutar  una  vez  siípiicra 
lo  que  se  trata  de  encargar.  El  maestro  en  arles  ó  ingeniero  m3cá- 
nico,  cuando  lo  titulan  tal ,  podrá  saber  matemáticas,  lógica  abs- 
tracta del  número  y  la  forma,  lambien  conocerá  la  física  y  química, 
ciencias  todas  nlilisimas  p.:ra  el  adelanto  de  la  industria,  pero  ig- 
norará completamente  el  me¡or  modo  de  hacer  realizable  un  pro- 
yecta ,  y  suponiendo  que  al  p;)ncrlo  en  práctica  consiga  concluirlo, 
vendrá  cu  conocimiento  de  que  pudiera  haber  ahorrado  tiempo  y 
dinero  con  habeilo  hecho  de  lal  ó  cual  manera.  Una  de  las  grandes 
ventajas  que  puede  llevar  un  fabricante  ,  respecto  de  oiro  del  mis- 
mo rama ,  es ,  que  pueda  vender  sus  fabricaciones  á  menor  precio. 
Conij  la  baratura  consiste  en  la  menor  cantidad  de  Lempo,  mate- 
rial yhibiüdaJ  que  se  necesita  para  construirla  cosa,  y  solo  el 
ejecutar  muchas  veccj  esta  misma,  da  conocimiento  para  disminuir 
dichas  cantidiJcs  ,  resulta  que  la  práctica  es  la  que  debemos  abra^- 
zar  con  preferencia. 

Para  las  nobles  y  bellas  arles  como  la  pintura ,  escultura  y  gra- 


rmTADos  pon  sí  msMos.  173 

baclo,  Tinnca  Im  liabidw  premios  en  l.i  forma  qnc  en  las  mccinicas, 
porque  eslas  (Icpcnden  únicnmonle  de  la  im;i¿,', nación  y  la  prj{ Mica 
de  ver  piular,  e>eulpir  ó  f^rabar  laníos  ó  ruanlos  años,  muy  poco 
puede  inlhiir  |>ara  ipie  sa'¿,Mn  buenos  arÜMÍas;  una  l)nena  cdiicacioD 
dada  en  las  academas  ilu.>lrubj  su  cnlendimicnlo  por  medio  del 
dibujo  y  oirás  malcrías  sin  sujeción  á  tiempo,  pjrque  prelendcr 
que  lüs  arlislas  de  oslo  género  caminasen  por  pasos  sucesivos  en  las 
p.oJucciones  do  su  arle,  seria  querer  formar  una  carrera  de  poetas. 

La  arquileclm-a  ,  annquc  esta  incluida  en  las  bellas  artes  ,  por 
las  ciencias  ausiliares  (pío  se  bace  indispensable  el  poseer  para  la 
ejecución  de  sus  obras  ,  siem|)rc  se  ha  considerado  como  una  car- 
rera cienlilica;  asi  es  (|ue  nunca  so  les  ha  obligado  á  poseer  el 
dibujo  natural  con  tanta  laiilud  como  la  necesidad  obliga  á  los  pin- 
tores, escultores  y  grabadores,  yl  paso  que  se  les  ha  ex'gido  con 
lodo  rigor  el  estudio  de  las  malematicas ,  fis.ca  y  construcciones. 

Volviendo  a  nuestro  héroe  el  clavario  del  gremio ,  pues  queda 
dcmoslrala  !a  importancia  que  han  tenido,  y  titilidad  que  han  rc- 
poi'lndu  y  p :)dian  r.'p:)!lar  á  la  sociedad  las  asociaciones  gnMr.iales, 
me  concretaré  á  describir  el  calado  en  que  hoy  dia  se  encuentran. 

Los  artesanos  que  tienen  lilu'o  do  maestro ,  todos  los  años  en 
el  mismo  dia  que  marcan  sus  ordenanzas  continúa  eligiendo  cla- 
varios, compañero  ó  segundo,  y  demás  empicados.  El  clavaiio, 
cuando  recuerda  y  compara  su  poder  con  el  de  sus  aniecesores, 
queda  como  estático  por  algunos  momeidos,  y  luego  exclama  «¡si 
estuviéramos  en  tiempos  pasados!...»  Sin  embargo  insiste  aun  en 
querer  darse  preponderancia ,  procura  se  celebre  la  misa  anual  al 
Santo  patrón  de  su  gremio,  manda  sacar  en  andas  la  imagen  para 
acompaaar  al  Señor  Sacramentado  ^^n  la  procesión  del  Co:  pus  y  en 
la  que  se  celebra  en  las  íieslas  de  S.  Vicente  Ferrcr,  patrón  de  Va- 
lencia ;  además  de  la  imagen  saca  la  bandera ,  y  a  modo  de  anligua 
usanza ,  marcha  con  los  demás  maestros  á  formar  parle  en  esla  otra 
procesión.  El  clavario,  compañero  y  oíros  empleados  van  delante 
de  éstos  llevando  los  cordones  que  bajan  del  alto  de  la  bandera  ó 


174  LOS  VALENCtANOS 

las  borlas  en  quo  rematan  los  vértices  colgantes  de  esta.  El  encar- 
gado de  sostener  y  llevar  la  bandera  por  su  asta ,  suele  ser  un  ofi- 
cial del  mismo  olieio  que  tenga  mucha  fuerza ,  y  al  son  do  la  dul- 
zaina y  tambor  él  va  haciendo  varias  evoluciones  con  el  palo  ó  asta 
bandera,  colocándola  vcrlic.ilmenle  sobre  el  hombro  izíjuicrdo, 
luego  la  pasa  al  dorocho ,  ya  la  hace  descansar  sobre  la  barba,  ya 
sobre  los  dienles  de  la  mandíbula  inferior,  ya  sobre  la  frente.  La 
víspera  del  Santo  patrón  dd  gremio  suele  pasar  el  clavario ,  acom- 
pañado del  síndico ,  secretario  y  otros  pn. hombres  ,  por  casa  de  los 
demás  maestros  con  objeto  de  inviiarles  á  que  concurran  á  la 
fiesta  y  don  alguna  limosna  para  los  pobres  maestros  ó  viudas  de 
aquellos  que  por  su  vejez  ó  achaques  no  pueden  trabajar. 

A  estos  actos  está  hoy  dia  reducida  la  representación  del  cla- 
vario de  un  gremio,  gefe  en  otro  tiempo  del  ramo  que  profesaba, 
y  que  ahora  va  á  desaparecer  hasta  el  nombre  de  tal  empleo.  Ca- 
sualmente se  me  ha  invitado  para  que  escribiera  este  articulo  cuando 
ya  se  ha  comenzado  á  vender  hasta  las  casas  en  donde  han  estado 
y  eslái  las  congregaciones  de  que  hablamos.  Los  clavarios  y  demás 
maestros  antiguos,  desde  el  fondo  de  su  corazón  lanzan  un  suspiro 
al  ver  dt'saparecer  h.isla  los  odilicios  que  fueron  tribuna  de  su  re- 
presentación social.  En  ellos  se  dieron  á  conocer  sus  antepasados 
como  patricios,  como  artesanos  y  como  religiosos.  ¡Grande  es 
vuestro  dolor!  Peroneos  quejéis  de  loqueos  pasa,  sino  gozáis 
de  los  privilegios  que  de  inmemorial,  sino  os  dejan  sitio  siíjuieía 
para  verificar  vuestras  reuniones,  en  cambio  tenéis  un  gobierno 
que  no  os  quiere  mendigos  sino  propietarios.  Un  ministro  lo  ha 
dicho ;  creo  que  saldrá  con  su  intento,  de  lo  contrario  no  li>  hubiera 
manifestado,  «j  Podéis  creer  que  un  ministro  diga  una  barbaridad!» 
Los  que  actualmente  sois  clavarios ,  diga  cada  uno  para  sí  de  su 
desl.no;  ((¡  En  mí  se  acaba  el  clavario  h  O  á  manera  do  como  so 
Icia  en  aquella  lápida  que  encontraron  en  Portug  .1: 

«Ultimo  rey  de  los  godos 

Aquí  Rodrigo  reprsa.» 
Alejandro  Buchaca  j  Freiret 


EL  TERRERO. 


PINTADOS  ÍMUl  SÍ  I^IISMOS. 


175 


55?"^^"^  3^?5555ÍiÍSiÍÍlSg 


EL  AREMRO. 

(Vulüo)  TEUUERO  (1). 


Cti' 


;p^^^:x:^'^^s^N  forastero  que  pendre  desde  las  seis  liasla  las 
^5^  Q)  onre  de  la  mañana  por  las  calles  lorluosas  de  la 
ciudad  de  D.  J  lime  de  Aragón ,  podrá  Dolar 
en! re  la  mullilud  de  ohjelos  quo  herirán  su  vis- 
lii  c  imaginación,  ciertos  ginelcs ,  cuya  edad 
no  baja  de  seis  ni  pasa  de  once  por  lo  común, 
caballeando  sobre  individuos  de  la  familia  del 
compañero  de  Sancho  Panza,  y  recurriendo  los 
barrios  á  paso  grave  y  mesurado ,  y  al  compás  de  una  canc'.on, 


(1)  Este  arlicu'o  ,  asi  como  e!  del  Efilercolrro  (femaler).  se  publicaron  >a  con  algunas 
valíanle?  y  alteraciones,  el  .•eguudo  en  el  pcntidico  llu  ado  El  Lid  ,  \  ^u^  u\  n.eio.-  te  Í3, 
f4  y  ¿;:>  de  SeiiemLic  de  1848,  v  el  ple^enle  en  el  periódico  hebdomadario  Uiulftdo  el 
Sueco  en  los  uúmcros  del  1  y  14  de  Noviembie  de  184'. 


176  LOS  VALEIÍCIAKOS 

cuya  Iclra  es  un  acerlijo  mas  indescifrable  que  la  cuestión  del  dia, 
y  cuya  inflexión  musical  desafia  á  los  mas  inirépidos  filarmónicos. 
Esla  canción  anuncia  la  venia  de  una  mercancía  del  reino  mineral, 
de  cuya  mina  son  los  gincles  susodichos  los  esclusivos  espiolado- 
rcs.  Por  abreviar ,  el  forastero  topará  con  muchachos  quo  venden 
arena  ó  tierra  de  fregar. 

Existe  en  las  inmediaciones  do  Valencia  y  junto  al  pueblo  de 
Burjasot  una  mina ,  cuyos  productos  después  de  fregar  los  cachar- 
ros ,  que  sirvieron  al  alcuzcuz  y  pilan  del  rey  Zaen ,  y  las  marmitas 
do  la  cocina  do  D.  Pedro  el  Ceremonioso ,  continúan  después  do 
siete  siglos  prestando  tan  útil  servicio  á  las  cazuelas ,  peroles  y 
paellas  do  los  vasallos  constitucionales  y  dos  veces  leales  de  Isa- 
bel II.  Inútil  es  nos  detengamos  en  su  descripción  y  chisiücacion 
gco'.ógca,  ni  en  si  es  terreno  de  aluvión,  ó  perlenecc  ala  serie  nep- 
tuniana, ó  si  tiene  partículas  es^uislosas  ,  cíe  ;  lo  que  nos  importa 
saber,  es  que  es  mina  ,  y  mina  inagotable  de  lierra  de  fregar.  Las 
cuevas,  que  el  continuo  descarnar  y  cavar  de  laníos  años  ha  prac- 
ticado en  las  laderas  del  monte,  son  la  escuela  practica  de  los  niños 
de  líurjasol ,  desdo  que  saben  tenerse  en  dos  pies.  Es  ,  dig.moslo 
asi ,  un  empleo  do  entrada  ,  cuyo  ascenso  es  el  úo  femaler  (ester- 
colero) y  el  término,  arriero  ó  labríidor. 

El  lerrero  es  esenci;ilmenle  viiíjidor,  pues  desde  niño  empren- 
do viages  por  su  cuenla.  Otros  .  hasta  que  son  mancebos  ,  no  salea 
del  cascaron,  ni  abandonan  las  faldas  de  su  madre:  el  terrero  po- 
see ya  su  cabalgadura,  (que  tanlo  lo  es  un  jiimt-nto  como  un  caba- 
llo árabe  pura  sangre)  su  mercancía  y  su  capilal.  Al  amanecer  lena 
el  serón  de  las  riquezas  de  la  mina  ,  monta  en  el  asno  ,  sirviéndolo 
en  general  de  estribo  la  cola  arrollada  al  pie,,  y  pica  hacia  la  ciu- 
dad. Apenas  entra  en  ella  ,  sn  voz  aguda  y  argentina  p  ¡no  en  movi- 
miento las  cr  adas  del  barrio  que  atraviesa.  Lo  ordinario  es  aguar- 
darle a  la  puerta,  cuando  no  se  le  llama  desdo  ba'con  ó  veiilana, 
diciéndo'e  (|ue  aguarde.  Alguna  vez  aquel  aguardar  se  parece  al 
aguardar  de  un  buen  gobierno  ,  quo  uuuca  nos  llega  ;  y  es  debida 


PINTAROS  pon  SÍ  MISMOS.  \77 

scmejanlo  burla  á  los  que  ol  vulgo  apellida  conills  Je  póre/ie  (cone- 
jos (le  desván)  designando  con  osla  caliíicacion  ¿  los  vcllutcros ,  ó 
del  arlo  de  la  soda ,  los  cuales  solazan  su  Irabajo  y  ofdrolicnen  el 
^istidio  del  telar  con  (al  cual  pulla  lanzada  desde  lo  alto  á  los 
transeúntes,  y  mejor  á  las  Iranscunlas. 

La  criada  quo  aguarda  al  terrero,  va  armada  del  indispensable 
perol.  Pocas  voces  sucede  (jue  el  vendedor  lampiño  descienda  de  su 
cabalgadura  para  distribuir  el  contenido  del  serón.  Lo  común  es 
alargar  el  brazo ,  y  llenar  el  vacío  que  lo  presenta  la  sirviente.  Pero 
sabedor  antes  do  estudiar  física ,  do  las  leyes  de  las  densidades  y 
volúmenes ,  á  los  pocos  puñados  el  perol  aparece  colmado  ,  y  con 
su  cono  por  añadidura.  El  caso  es  que  tiene  por  contrincante  á 
quien  posee  i¿;ualmente  la  ciencia  de  las  densidades ,  y  aprieta  la 
tierra  á  medida  quo  el  terrero  la  vierte  ,  de  donde  so  origina  una 
polémica  acalorada ,  que  termina  muchas  veces  por  vaciar  otra  vez 
la  tierra  en  el  serón  ,  y  rescindirse  el  contrato  de  venta  ,  no  sin 
sendas  jaculatorias  que  mutuamente  se  lanzan  los  enemigos.  Lo  ge- 
neral es  adoptar  un  justo  medio  ,  gracias  al  cual  el  terrero ,  que 
conoce  que  vale  mas  perder ,  que  mas  perder ,  tapa  la  boca  de  la 
mozuela  y  la  del  perol  con  uno  ó  dos  puñados  suplementarios ,  y 
quedan  sentadas  las  paces  entre  las  potencias  beligerantes. 

Se  conoce  que  la  educación  de  estos  niños  tiene  muchos  puntos 
de  contacto  por  lo  que  toca  a  la  sobriedad  ,  con  la  que  los  esparta- 
nos y  lacedemonios  daban  á  sus  hijos,  obligándoles  a  sufrir  el  ham- 
bre y  la  sed  hasta  un  estremo ,  del  que  se  quejaba  la  naturaleza 
misma  y  hasta  la  economía.  El  terrero  divierte  al  parecer  su  ham- 
bre cantando ,  sin  resignarse  por  eso  á  soportarla  espartanamente. 
Cuando  disputa  y  alterca  con  las  criadas  sobre  la  tierra  de  fregar, 
pide  con  frecuencia  en  pago  de  los  puñados  que  agrega  á  la  masa 
primitiva  ,  un  pedazo  de  pan  ,  y  no  es  raro  que  éste  figure  también 
en  el  contrato  y  arreglo  ,  exigiéndolo  con  insistencia  y  sin  apelación. 
Así  las  criaturas  logran  una  ganancia,  cuyo  beneficio  disfrutan  en  el 
acto,  y  restauraii  las  fuerzas,  que  bien  necesarias  les  son  para  vocear, 

23 


178  LOS  VALENCIANOS 

y  para  aumentar  el  despacho ,  esforzando  los  medios  de  publi- 
cidad. 

Al  ver  á  unos  niños  de  tan  corta  edad  desplegar  una  energía 
económica  tan  tenaz  y  pendenciera,  cualquiera  la  admirará,  como 
impropia  de  aquella  edad  ,  por  mas  ensayos  y  lecciones  que  la  pre- 
cedan. Preceden  lecciones,  sí ;  pero  van  condimentadas  y  ribetea- 
das de  amenazas  de  parte  de  los  padres ,  las  cuales  saben  ellos 
muy  bien  por  esperiencia  que  no  son  bocanadas  de  aire  poniente,  y 
sus  costillas  y  región  inferior  guardan  á  veces  recuerdos  mas  inde- 
lebles de  lo  que  ellos  quisieran.  Los  padres  al  fiarles  la  hacienda, 
se  la  dan  medida  ó  calculada ,  en  términos  que  conocen  matemá- 
ticamente los  kilogramos  de  arena  que  contiene  el  serón ,  y  en  con- 
secuencia el  valor  exacto  de  ellos  al  precio  corriente.  Ha  de  volver 
pues  el  serón  á  someterse  á  la  inspección  fiscal ,  á  ver  si  suma 
igual  el  producto  y  residuo  al  total  primitivo.  El  terrero  que  esto 
sabe ,  apela  pues  al  recurso  de  ahuecar  la  arena  para  que  abulte, 
y  ganar  por  ejemplo  una  onza  en  libra ,  lo  cual  siempre  le  propor- 
cionará un  repelón  de  tres  ó  cuatro  ochavos  por  serón. 

Todo  esto  revela  en  el  terrero  una  agudeza  y  despejo,  que  hablan 
alto  en  favor  de  su  mérito  y  aptitud  mercantil.  Pero  no  es  de  ahora 
de  cuando  data  esta  prenda  recomendable  ,  pues  de  otras  hizo  alar- 
de en  tiempos  antiguos  ,  que  el  descuido  y  la  injusticia  de  los  hom- 
bres han  consentido  eclipsarse  y  caer  en  la  sima  del  olvido. 

Y  no  sé  yo,  por  qué  razón  no  ha  de  hacer  valer  el  terrero  sus 
derechos  á  la  nobleza :  derechos  acaso  mas  averiguados  que  otros 
que  suenan  y  se  frotan  por  los  hocicos  de  todo  bicho  ,  con  mas  em- 
peño y  frecuencia  que  conviniera.  Ello  es  que  al  infeUz  terrero  solo 
le  queda  de  caballero  la  caballería ,  sea  cual  fuere  la  especie  á  que 
pertenece.  En  cuanto  á  los  servicios  eminentes  y  arriesgados  que 
sus  ascendientes  prestaron  al  pais ,  esos  se  han  echado  en  serón 
rolo  ,  que  tanto  monta  como  en  saco  roto  ,  y  el  pobre  terrero ,  con 
todos  sus  méritos  á  la  cola,  pasa  su  infancia  apeando  y  subiendo  por 
ella.  Cuáles  sean  esos  méritos ,  que  á  otros  valieron  títulos ,  y  tier- 


PINTADOS  POR  SÍ  MISMOS.  \7[) 

ras ,  y  casas  ,  y  lodo  lo  al ,  una  simjiln   indinacioii   lo   dará   a  co- 
nocor.  ( 

Guandí»  o\  Roy  D.  Jaimo  oslrcdió  el  bUxjnrn  de  Valencia  ,  poco 
antes  do  su  deí'miliva  coiniuisla  ,  entr(!l(M)ia  relaciones  con  los  cris- 
tianos que  en  ella  vivían  ;  |)ero  la  vifíiliincia  de  los  sarracenos  im- 
pedía (jue  aiiucllas  fuesen  muy  IVecuentes  y  estreclias.  I'or  esi»  su- 
codia  á  veces  la  mas  completa  incomunicación  á  las  noticias  mas 
consoladoras  ,  y  á  lin  de  sostener  el  espíritu  ,  no  público  ,  sino  pri- 
vado de  los  pobres  cristianos  ,  se  hacia  indispensable  escogitar  un 
medio ,  ya  que  no  directo ,  á  lo  menos  indirecto  y  solapado ,  de 
manifestarles  <jue  no  so  desistia  de  la  empresa,  y  que  se  acercaba 
el  dia  do  su  redención.  Guando  con  mas  empeño  corrian  los  ciegos 
moros  ,  ó  moros  ciegos  de  entonces  con  las  Gacetas  y  papclitos  do 
entonces  (porque  Gacetas  debia  haber,  aunque  no  existiese  impren- 
ta ,  y  sino ,  ¿de  que  modo  se  habia  de  mentir  de  oíicio?)  cuanto 
con  mas  empeño  ,  repilo  ,  andaban  colgándose  reliquias  al  Rey  Dod 
Jaime,  y  suponiéndole  en  retirada  lo  menos  hasta  Mallorca,  con 
solos  cuatro  descamisados ;  en  una  palabra ,  cuando  forjaban  los 
políticos  guerreros  de  antaño  los  moldes ,  sobre  que  con  el  tiempo 
se  habia  de  vaciar  los  parles  de  ogaño,  etc.,  etc.,  etc.,  penetraban 
por  la  ciudad  una  nube  de  rapaces  con  sus  turbantilos  ,  y  caftanilos, 
y  babuchitas  (eso  me  lo  figuro  yo ,  porque  no  iria  el  generoso 
Rey  de  Aragón  á  enviar  descalzas  á  las  pobres  criaturas),  montados 
en  su  serón  de  tierra  de  fregar ,  y  gritando  por  las  calles  en  su  en- 
diablada gerga  idéntica  á  la  de  ahora  :  la  térra ,  la  guerra ,  guer- 
rialaguela  ,  la  guerra ,  la  térra ,  siendo  acaso  la  vez  primera  que 
la  misma  sirvió  de  medio  estratégico  contra  una  ciudad  sitiada  ,  y 
para  dar  aliento  y  vida  á  un  partido  moribundo.  Ello  es  que  los 
cristianos  ,  por  lo  poco  que  husmeaban  ,  y  por  los  antecedentes  que 
tenian  de  los  nuevos  apóstoles  con  mocos,  inferían  lógicamente  que 
las  Gacelas  de  Zaen  mentían,  y  que  el  Rey  D.  Jaime  en  vez  de  ir  á 
solazarse  con  Doña  Teresa  ,  pensaba  repetir  la  célebre  é  histórica 
palada,  y  echar  epatadas  á  los  descreídos ,  de  la  tierra  que  no 


180  LOS  VALENCIANOS 

pudieron  sostener  los  hijos  primogénitos  del  Cid.  Y  vea  V.  como  el 
terrero  ha  figurado  en  primera  linea  en  nuestras  guerras,  ya  que  no 
figura  en  nuestras  crónicas  por  un  olvido  (quién  sabe  si  envidia)  de] 
cual  se  debia  pedir  estrecha  residencia  á  Beuter ,  Escolano  y  demás 
turbamulta  de  ensucia-papel ,  á  quienes  haria  sombra  un  burro  con 
un  serón  ,  y  un  muñeco  por  remate.  Pero  como  de  esas  las  traga- 
mos ;  tenga  paciencia  el  noble ,  benemérito  y  patriota  terrero  ,  y 
arree  como  pueda  su  gentil  cabalgadura. 

Esta  no  siempre  olvida  el  sentimiento  de  su  valor  y  de  sus  re- 
cuerdos ;  así  es  que  mas  de  una  vez ,  mientras  su  ginete  se  distrae 
inocentemente  delante  del  anaquel  de  un  quincallero ,  ó  del  mostra- 
dor de  una  confitería,  se  cruza  detras  de  él ,  ocupando  en  su  longi- 
tud total  los  dos  tercios  de  la  anchura  de  nuestras  espaciosas  calles; 
y  como  en  tiempo  do  lluvia  su  pavimento  no  es  de  aquellos  que 
puedan  servir  de  modelo  y  estudio  á  los  que  se  dedican  á  la  carrera 
de  ingenieros  de  caminos  y  canales ,  los  transeúntes  han  de  descri- 
bir un  semicírculo  ,  poniéndose  en  incómodo  contacto  con  el  es- 
tribo del  animal  (ya  he  dicho  mas  arriba  qué  cosa  sea  este  es- 
tribo) y  dando  unto  de  balsa  á  los  zapatos  ó  alpargatas ,  para  que 
aquel  no  ensucie  los  cuatro  sustentáculos  de  su  elegante  masa. 
De  aquí  resultan  altercados  y  dispulas  con  el  terrero  ,  que  como  de 
juro,  siempre  ceden  en  daño  y  mengua  del  angelito  ,  sino  pasa  la 
cosa  adelante ,  y  un  envión  aplicado  por  mano  robusta  y  villana  no 
hace  perder  el  equilibrio  al  jumento  ,  y  no  le  envia  á  descansar  so- 
bre el  terreno  que  conquistó  por  concomitancia ,  y  alfombrar  con 
el  contenido  del  serón  el  teatro  de  sus  antiguas  glorias. 

Esto  que  en  otros  individuos  de  diversa  edad  y  sexo  daría  pie  á 
reyertas  y  escenas  divertidas ,  no  causa  mella  por  lo  común  en 
aquella  edad  de  indiferencia  y  abandono ;  el  terrero  sigue  su  ruta, 
y  sin  cuidarse  de  que  su  compañero  haga  alarde  de  ligereza  y  sol- 
tura ,  le  deja  dueño  de  sus  instintos  pausados  y  tranquilos ,  y  á 
veces  emplea  un  cuarto  de  hora  en  medir  de  un  estremo  á  otro  una 
calle  de  doce  metros  de  longitud ,  mirando  entretanto  con  distrac- 


PINTAT>OR  POR  SÍ  MISMOS.  181 

clon  y  desmayo  las  tiendas  y  objetos,  vistos  ya  centonares  do  veces. 
Anímalo  alí,'nn  lauto  ol  encuentro  ron  un  cofrade  ,  en  cuyo  caso  so 
entabla  un  dialogo  acerca  (\o  la  buena  <>  mala  venta ,  ó  de  otros 
asuntos  pueriles,  y  luego  se  separan  enviindose  saludos  filarmónicos 
por  via  ik  despedida  ,  y  derrochando  todo  el  repertorio  musical 
que  guardan  para  ciertas  ocasiones  ,  on  cuya  grata  tarca  les  ausilia 
también  á  veces  el  compañero  ,  dando  el  tono  con  algunas  notas  de 
bajo  profundo  ,  cuyo  efecto  no  deja  de  ser  notable. 

Pero  entre  los  percances  del  terrero  ninguno  hay  tan  amargo  y 
trascendental,  como  el  que  sufre  de  cuando  en  cuando,  y  casi  siem- 
pre por  su  culpa.  Terminada  su  escursion  y  despachado  el  género, 
nada  le  queda  que  hacer,  sino  tocar  en  retirada  hacia  su  hogar, 
donde  le  aguarda  el  padre  lan  severo  como  un  comisionado  de  apre- 
mio-, á  pedirle  cuenta  de  los  puñados  de  tierra ,  y  examinar  si  el 
cargo  y  dala  suman  igual ,  y  ¡  guay  del  cuitado ,  si  hay  trabacuenta 
ó  níquil !  Pero  el  genio  perseguidor  de  los  muchachos  le  hace  en- 
contrar al  paso  ,  ó  bien  en  el  muro  ,  ó  bien  en  las  afueras ,  algún 
corrillo  de  gente  non  sánela,  trabajando  en  su  oficina,  es  decir, 
dedicados  á  la  chapa,  sin  tener  chapeo.  La  tentación  es  irresistible: 
la  ocasión  se  pinta  calva :  montones  de  ochavos  limpios  y  esmera- 
dos como  si  saliesen  del  troquel,  pueden  agregarse  al  producto  de 
la  mina ;  en  un  momento  se  hace  comerciante  y  especulador :  cal- 
cula el  capital ,  los  intereses ,  pero  no  calcula  la  bancarrota ,  ó  sar- 
ria rota  ••  aventura  algún  ochavillo;  gana ,  el  infeliz  cae  en  el  garli- 
to :  pone,  pierde  ;  pone  ,  pierde ,  y  pierde,  y  pierde ,  y  gana ,  y 
pierde  ,  y  pierde  ,  y  lo  pierde  todo. 

((A  Dios  leche ,  dineros, 

Huevos ,  pollos ,  lechen  ,  vaca  y  terneros,  d 

Menor  es  la  fatalidad ,  cuando  el  diablo  solo  se  contenta  con  po- 
nerle por  contrincante  algún  consocio ,  en  cuyo  caso  la  partida  se 
halla  equilibrada ,  y  entonces  la  suerte,  mas  que  la  prestidigitacion 
decide  la  inclinación  de  la  balanza.  Pero  de  todos  modos  el  perdi- 


182  LOS  VALENCIANOS 

doso  ha  perdido,  y  el  juez  severo  que  le  aguarda  ,  es  inexorable. 
Raro  es  que  la  madre  se  interponga  entre  la  espada  justiciera  em- 
puñada por  una  mano,  cuyo  pulso  hace  latir  la  sangre  árabe....  Lo 
menos  que  debe  temer  es....  una  aplicación  demasiado  práctica  y 
literal  del  sistema  de  educación  espartana.... 

Pero  hay  terreros  que  también  han  recibido  su  dosis  de  sangre 
árabe  para  sufrir  el  juicio  y  sus  consecuencias ;  y  con  magnánima 
resolución  esclaman ;  ¿y  qué  le  hace  costilla  mas  ó  menos .^  Y  se 
presentan  al  padre,  y  le  dicen  como  Polion  á  Oroveso  :  Feri ,  ma 
non  interrogarmi.  Pegad:  mas  no  me  preguntéis 

Al  otro  dia  se  les  ve  con  su  acostumbrado  jumento  (así  reza 
Cervantes) ,  camino  de  Valencia  ,  y  saludando  otra  vez  los  torreones 
arabescos  del  Portal  Nuevo,  ó  de  la  Puerta  de  Cuarto. 

Al  principio  dijimos  que  son  niños  esclusivamente  los  que  se 
dedican  al  oíicio  de  terreros ;  sus  gracias  y  candor,  aunque  ya  un 
si  es  no  es  adobados  con  la  malicia  campesina ,  son  el  mejor  señue- 
lo para  la  venta ,  y  tanto  es  asi ,  que  solo  un  terrero  se  conoce, 
que  por  lo  visto  ha  cogido  gusto  al  oficio  ,  que  ejerce  hace  quince 
años ;  y  dicho  se  está  que  su  voz  (la  cual  desgraciadamente  para  él 
pudiera  en  caso  urgente  reemplazar  á  un  contrabajo)  denuncia  al  in- 
truso ,  al  ingerto  híbrido  ,  al  terrero  usurpador ;  y  por  eso  ni  goza 
simpatías  ,  ni  su  género  preferencia  ;  lo  cual  unido  á  su  carácter 
medianamente  agreste  y  adusto  ,  acabará  por  enagenarle  por  com- 
pleto las  voluntades  fregoniles ,  y  por  convencerle  que  su  persona 
es  un  anacronismo  gritador  en  la  existencia  del  terrero. 

Y  para  que  no  quede  pincelada  por  dar  en  el  fiel  y  caracterís- 
tico cuadro  que  acabamos  de  esponer  en  esta  galería  ,  debemos 
añadir  que  de  años  á  esta  parte  el  comercio  de  tierra  de  fregar  ha 
tenido  una  ostensión  merecedora  de  elogio  por  lo  que  se  roza  con 
la  química  en  general ,  y  con  la  economía  doméstica  en  particu- 
lar. Muchos  terreros  llevan  en  el  serón  y  sobre  la  tierra  ,  otro  ca- 
pazo pequeño  ,  lleno  de  unos  terrones  de  un  tono  gris ,  á  que  lla- 
man térra  de  pelaire  ,  y  sirve  según  la  opinión  vulgar ,  para  qui- 


PINTADOS  I'OIt  SÍ  MISMOS.  ÍH7t 

lar  raanclias.  Kilo  es  (|uo  do  la  tal  tierra  tienen  un  despacho  no 
des|)rocial)lo ,  siendo  su  v.ilor  naluralmcnte  superior  al  de  la  de 
fregar;  y  los  que  poseen  en  su  serón  el  aditamento  enunciado,  tienen 
buen  cuidado  de  anunciarlo  con  repetición ,  para  no  ser  confundi- 
dos con  el  vulgo  de  los  terreros,  tpie  se  mueven  dentro  del  cir- 
culo inmemorial  de  su  antigua  y  noble  |)rofesion. 


Ti 


.J   I 

C/iRNE  FRESCA 


cu  -  -g^ 


EL  TURRONERO. 


EL  TOKKOm. 

(TÜRROIVEÍIO  ,  QUE  PTCÉÑ  EN  MADRID.) 


«Si  la  luna  faera  pan, 
V  á  pedazoí  se  cayera. 
Es  tanta  el  hambre  que  teriíjo, 
Que  toda  me  la  comiera  - 
Cosas  de  mi  abuela. 


^üÁN  grato  ,  cuan  dulce  es  para  una  periodística 
íytk    pluma  el  refocilarse  con  la  melosa  tinta  del  epí- 
grafe ,  que  acabamos  de  dejar  consignado!.., 
¡El  turrón !...  No  levantes  mucho  la  voz,  al 
pronunciar  tan  codiciada  frase  ,  querido  lector, 
:5>^^.  ,,,  ^"-^IS    porque  las  paredes  oyen;  y  si  á  comprender 
SW©J^^-f3    llegan  lo  que  entre  dientes  murmuras  ,  capaces 
son  de  desplomarse  por  ver  de  atrapar  bajo  sus 
ruinas  el  fruto  á  ellas  prohibido  ,  el  tesoro  de  la  época  ,  la  piedra 
filosofal ...1'..'.. 

¡El  turrón!...  ¡Magnifica  palabra!...  ¡El  «veni ,  vidi,  vtncij>  Úe 

U 


186  LOS  VALENCIANOS 

l^s  e|ércUos  beligerantes ,  el  post  nuhila  Fhebus  de  los  vencidos, 
éljam  Icetus  moriar  de  los  vencedores!...  ¿Dónde  se  encuentra 
otro  vocablo  de  tan  risueña  perspectiva  ,  de  tan  odorífera  fragan- 
cia ,  de  mas  esquisito  paladar  ? 

Muy  bueno  dicen  que  es ,  y  muy  bueno  será  él  sin  duda ,  cuan- 
do se  le  desea  ,  se  le  busca ,  se  le  persigue  en  todas  direcciones 
con  tanta  tenacidad  y  encarnizamiento....  ¡  Oh  !  ni  el  Vellocino  de 
oro  inspiró  en  otros  tiempos  mas  arrojo ,  mayor  audacia  ,  para  lo- 
grar su  difícil  posesión. 

Torpeza,  y  grande,  fuera,  pues,  el  disputar  á  este  sabroso 
fenómeno  de  la  Dulce  alianza ,  ni  sus  calidades  aparentes ,  ni  su 
mérito  positivo,  ni  aun  su  higiénica  bondad.  Convenimos  sin  repug- 
nancia en  todas  y  en  cada  una  de  las  virtudes  del  niño  mimado,  del 
plato  de  las  Ninfas ,  del  néctar  de  los  Dioses.  Nada  mas  natural 

Pero....  «¿qué  tiene  que  ver  (dirá  alguno  de  mis  lectores)  toda 
esa  música  celestial  con  los  Valencianos  pintados  por  sí  mismos^-) 
«El  Torronér  (contestaré  yo  entonces)  es  un  tipo  como  cualquier 
otro  ,  tan  valenciano  como  el  mismísimo  Micalet ;  y  cuando  el  edi- 
tor de  esta  obra  (no  la  del  Micalet)  dejando  á  mi  libre  alvedrío 
la  originalidad  de  la  materia,  me  ha  dicho  únicamente:  «escriba 
usted  un  tipo  de  gusto, y>  he  creído  de  buena  fe,  hablando  con  toda 

formalidad ,  que 

«Entre  los  tipos ,  ya  en  plaza, 

Que  ofrece  esta  colección 

Vendiendo  hasta....  calabaza. 

No  haría  un  papel....  de  estraza 

El  vendedor  de  turrón»..., 
ó  el  que  lo  compra. ,  que  tan  turronero  puede  ser  considerado  el 
uno  como  el  otro....  Y  por  mas  señas  que  esta  paridad  de  circuns- 
tancias características  ,  esta  analogía  de  títulos  apelativos ,  hubiera 
puesto  en  un  serio  compromiso  la  elección  del  modelo  para  mi  re- 
trato ,  á  no  haberme  ocnirido  afortunadamente  un  medio  muy  sen- 
cillo de  zanjar  la  dificultad.  Helo  aquí: 


piNTAnos  ron  sí  mswos.  \^7 

ffCornünios  las  aceitunas 

(Do  pasl.i  dulce  so  cnlieníJo),    '^"  '''''  " 

Y  (Icjiínios  en  ayunas         ''    '"'""■"•  '  ^'^ 

A  quion  las  compra  y  las  vmiiW'.V'  '  '  "'* 

Olio  al  lili  y  al  cabo,  no  es  lan  mal  tijw  esc  nhnihanidn  ciudü^ 

daño  de  Alicante  y  de  (lijona  ,  ((ue  iio  morezda  los  honores  do  una 

breve  pincelada ,  mayormente  siendo  valenciano  ác  laU  btíenaf  W-' 

tadura  *  •^^^\  *^''*^  ^'^  »»Uín\  «uüímA». 

Por  olra  parle  ¿qué  pudiéramos  declt*  h'0stíirbs*ltnrtjf)6'é'o'  Úí  del 
ospendedor  de  ese  género  estancado',  ni  de  ías  iktlüs  V^pédiés  ñé 
hislriones  sin  estancar  que  pululan  por  ciíalqtiliíl'  ^ifid  p'i^bclamatidó 
á  voz  en  grito  la  escclencia  de  lan  sabrosa  pasta?...  Nada ,  quo  no 
salte  a  la  vista  de  quien  la  fije  por  un  solo  momento  en  la  adjunta 
lámina....  ¡Ecce  homol....  Abi  los  teneíá'í^  é(l  «no  con  sus  verdes 
antiparras  y  su  levitón  castaño  oscui^o ,  repartiendo  a  manos  llenas 
el  codiciado  fruto  de  su  ditfcé  itidtislria  ;  y  á  los  otros  con  un  palmo 
de  boca  abierta ,  repitiendo  sin  cesar  aquella  aria  coreada  de  la 
Gazza-ladra,  «¡cuan  rico  es!...  ¡sí  que  nos  gusta!...»  ¡Vaya  una 
salida!... 

Pero  entremos  nosotros  en  materia .  que  el  asunto  es  bastante 
delicado  ,  y  merece  la  pena  de  masticarse  bien  ,  prescindiendo  de 
formas ,  cuanto  de  él  se  diga."^'^  «ou^aua  9b  oqraoü  no  ,  ?jMA 

Solo  conocemos  dos  maneras  de  adíjuirir  e/  (urroñ  :  comprátí- 
dolo  ó  procurando  ganar  la  voluntad  de  sus  fabricantes  para  que 
nos  le  regalen  ,  para  obtenerlo  gratis :  y  confesamos  ingenuamente 
nuestra  inaptitud  en  ambos  sistemas.  Para  lo  primero  nos  faltan 
medios  y  oportunidad-  Para  lo  segundo....  habilidad,  gracia  ,  voca- 
ción. Quod  natura  non  dat ,  iníellectus  non  presfat.  '''■  ^'^"'' 

El  turrón  ,  el  manjar  especial  de  tos  predestinados ,  no  lo  han 
criado  tampoco  Dios  ó  los^  hombres  para  el  primero  que  llegue  :  se 
necesita  genio ,  carácter ,  poca  aprensión  en  ciertos  casos,  y  hasta 
una  marcada  tendencia  en  otros  hacia  él :  «j  me  importa  un  bledol  y 
¡,qué  se  me  da  á  mil.... y)  para  mascar  á  dos  carrillos,  y  á  la  puerta 


188  LOS  VALENCIANOS 

misma  de  la  calle ,  lo  que  íal  vez ,  en  igualdad  de  circunstancias, 
no  se  atrevieran  otros  á  tocar  siquiera  con  la  punta  de  la  lengua  en 
el  mas  oscuro  rincón  de  su  domicilio....  Verdad  es  que  cada  uno, 
en  este  picaro  mundo  ,  suele  ser  hijo  de  su  madre  ,  y  que  sobre 
gustos  nada  hay  escrito  ;  pero  á  lo  menos  los  que  descienden  por 
línea  recta  de  la  antiquísima  y  barriguda  familia  de  Juan  Palomo, 
dejen  estar  en  paz  al  mísero  mortal,  que  antes ,  ahora  y  después... 
(ítantum  pellis  et  ossa  fuií.y> 

Sin  embargo ,  á  pesar  de  las  dificultades  que  ofrecer  suele  ge- 
neralmente la  adquisición  de  este  maná  terrestre ,  nada  hay  mas 
sencillo ,  cuando  Dios  quiere ,  que  el  poder  decir  á  los  envidiosos, 
chupándose  los  dedos :  «míralo,  ya  le  tengo  entre  dientes,  no  le  ca- 
tarás».... 

((Yo  una  vez  lo  he  probado, 

Y  afirmar  puedo 

Que  en  mi  vida  he  comido 

Manjar  mas  tierno. 
/Y  que  bien  sienta.... 

Lo  mismo  al  medio-dia 

Que  tras  la  cena ! 
Pero  ¡  qué  bataola  ,  Dios  mió,  en  materia  de  turrones!... 
Antes  ,  en  tiempo  de  nuestros  abuelos  ,  se  conocían  muy  pocas 
especies  de  esta  fruta  de  Pascuas.  Los  individuos  aquellos  conten- 
tábanse con  las  que  habían  visto  siempre  por  Navidad  en  la  mesa 
de  sus  antepasados  ,  sin  que  les  ocurriese  siquiera  el  deseo  de  inno- 
vación alguna  en  el  particular.  Todo  se  reducía ,  pues,  al  turrón  de 
almendra,  de  cañamones,  de  avellana,  de....  de....  cualquiera  otra 
fruta  seca  ,  y....  pare  Vd.  de  contar.  Pero  en  el  día  se  ha  hecho 
casi  interminable  el  catálogo  de  sus  varias  nomenclaturas.... 
((Hay  turrón  de  chorizos, 

De  economias, 

Turrón  de  oreja  larga, 

De  caña  de  Indias. 


PINTADOS   pon  SÍ  MISMOS.  189 

l:)n  lin  ,  liay  luiitos, 
Que  es  (liricil  sin  duda 
Podor  cojilailüs. 
Y....  j  ya  se  ve  !  sw.muIo  lal  la  abiindancia  del  género  ,    y  no  es- 
casos lampoco  los  niedios  (l(>  podiT  acncarso  á  las  respcclivas  fa- 
bricas.... 

No  es  eslraño  tampoco 
Que  quien  de  él  gusla 
Tire  al  agua  su  anzuelo 
Del  pe/  en  busca: 

Que  ,  si  cslá  fresca, 
Bien  saben  mas  de  cuatro 
Lo  que  se  pescan. 
Y  si  está  caliente  ,  ó  libia  por  lo  menos ,  poco  se  pierde  en  pro- 
bar fortuna.  Lo  que  conviene  ,  lo  que  importa  ,  lo  ([uc  interesa  es 
no  soltar  nunca  la  caña  de  la  mano ,  que  el  pez-turron  es  voluble, 
caprichoso  como  una  coqueta ;  se  enamora  fácilmente  mañana  de  lo 
que  tal  vez  hoy  desprecia  y  aborrece  ;  y  a  lin  de  aprovechar  una 
favorable  contingencia, 

El  pescador ,  que  sabe 
Lo  que  es  su  oficio, 
Apenas  se  permite 
Mudar  de  sitio: 

Porque  no  ignora 
Que  en  el  dia  se  cuentan 
Veinte  y  cuatro  horas. 
Hombres  conocemos  nosotros  de  tan  rara  habilidad,  de  tan  fino 
tacto  ,  de  tan  certera  puntería  en  esta  dulcísima  pesca  ,  que ,  como 
ellos  se  propongan  atraparla ,  y  digan  :  «vente  conmigo»  ni  el  mis- 
mísimo diablo  en  persona  seria  capaz  de  impedirles  el  salirse  con 
la  suya.  Verdad  es  que  se  necesita  para  ello  una  constancia  sin  li- 
mites, una  paciencia  á  toda  prueba  ,  y  una  abnegación  á  veces  que 
raya  en  heroísmo  ;  pero  «no  se  cogen  truchas  á  bragas  enjutas»  ni 


190  LOS  VALENCIANOS 

se  come  turrón  con  la  boca  cerrada.  Es  preciso  decir  algo  mientras 
se  mastica ,  aunque  solo  sea 

¡  Beali  possidenlesl 
Otras  clases  hay  también  de  este  alicantino  fruto  ,  designadas 
por  los  inteligentes  con  los  nombres  de  turrón  de  esperanzas  y 
turrón  de  caridad. ... 

¡  Este  si  que  es  bien  dulce, 
Rico  y  sabroso !,.. 
Se  deshace  en  la  boca 
Como  el  bizcocho. 

Cuando  lo  pruebes, 
i  Ya  verás  ,  lector  mió, 
Que  sabor  tiene ! 
Del  turrón  positivo  de  caridad  al  turrón  do  esperanza  ó  de  ol- 
fato ,   como  le  llaman  algunos ,  hay  tanta  distancia  sin  embar- 
go ,  como  de  lo  blanco  á  lo  negio  ,  de  lo  vivo  á  lo  pintado ,  del 
cielo  á  la  tierra ;  en  una  palabra ,  la  misma  diferencia  que  de  hincar 
en  él  el  diente  á  quedarse  materialmente  en  ayunas.... 
(cHuye ,  pues ,  de  quien  vende 
Turrón  de  espera, 
Que  hay  esperanza  á  veces 
Que  nunca  llega. 

El  otro  ,  al  menos, 
Aunque  huela  á  limosna, 
Lo  zampas  luego.» 
Por  lo  demás,  el  turrón  de  carne  ha  sido  siempre,  entre  los  va- 
lencianos, el  bocado  predilecto  de  toda  mesa  decente,  de  toda  fiesta 
popular :  y  bajo  de  este  concepto  nadie  negará  sin  duda  ,  que  si 
hasta  ahora  tuvo  grande  importancia  (y  bastante  consumo)  en  nues- 
tra provincia ,  de  hoy  mas  ocupará  un  punto  distinguido  en  las  fe- 
rias de  sus  principales  poblaciones,  y  muy  especialmente  en  el  techo 
de  ciertas  salchicherías  de  pasta  dulce  ;  como  el  Zancarrón  de  Ma- 
homa  en  la  mezquita  donde  se  le  adora. 


PINTADOS  l'OH  SÍ  MISMOS.  191 

Esla  ospocio  (lü  liíiion  ^o  liaco  unas  vocok  a  iruinn  ,  y  olrafl  á 
má(|uina  ;  porquo  en  licuM^t^  <1(!  Fu-scuasiirincipalmcnlc  suele  8cr  tan 
onornio  el  consumo  .  (pie  no  haslau  ¡os  recursos  naluraleg  de  los 
operarios ,  y  es  preciso  acudir  para  su  fabricación  á  los  adelaulos 
cicnlificos  de  la  época. 

So  subdivide  diclio  Inrron  de  carne  en  cualro  diferentes  clases. 
1."  superior  do  embuchado;  2."  de  chorizo  propianionlc  dicho; 
S."  de  longaniza  ,  y  i."  turrón  de  salchicha. 

Al  de  embuchado  le  corresponde  de  hecho ,  si  no  de  derecho, 
la  primada  entre  todos  los  domas  turrones;  os,  digámoslo  así,  lo 
(luo  on  la  milicia  el  general  en  gcfc  ;  es  la  cabeza ,  la  veleta  de  la 
torre ;  os  el  vuelo  del  águila  comparado  con  el  do  las  otras  aves.  El 
turrón  do  embuchado ,  en  una  palabra  ,  contiene  lo  mas  delicioso 
de  los  almacenes  do  la  Dulce  alianza. 

Sigue  al  de  embuchado  el  turrón  de  chorizo ,  que  es  el  que  da 
vulgarmente  el  nombro  a  los  domas  do  su  especie,  y  el  cual,  cuando 
no  está  mezclado  con  almendra  de  mala  Índole ,  es  un  postre  de 
muy  buena  catadura  en  una  mesa  regular.  Y  como  que  ocupa  un 
escalón  mas  bajo  que  el  primero  ,  está  también  mas  al  alcance  de 
la  generalidad.... 

«Tiene  mucha  salida, 
Despacho  grande, 
Lo  mismo  en  las  aldeas, 
Que  en  las  ciudades. 

Pobres  y  ricos 
Todos  probar  desean 
Turrón-chorizo. 
Viene  después  el  turrón  de  longaniza ,  que  no  es  otra  cosa  que 
una  especie  de  cañulo  de  pasta  ondulante  y  flexible  ,  compuesta  de 
las  mismas  sustancias  que  se  usan  para  las  anteriores ,  con  la  dife- 
rencia dp.  que  tanto  en  calidad  como  en  proporción ,  son  algo  infe- 
riores ,  lo  mismo  que  en  color ,  olor  y  sabor 

Pero  el  último,  el  turrón-salchicha ,  será  siempre,  por  mucho 


192  LOS  VALENCIANOS 

que  de  él  se  diga  ,  la  grada  mas  baja  de  la  escala  turronera  ,  y  la 
mas  fácil ,  en  consecuencia ,  de  poder  ser  ocupada  por  los  aspiran- 
tes á  tomar  asiento  en  tan  dulcísima  base. 

«Pues  siendo  el  mas  barato 
De  los  turrones, 
Si  el  rico  lo  desprecia, 
Lo  busca  el  pobre. 

Y  como  hay  tantos, 
Por  todas  partes  siempre 
Le  van  buscando. 
En  fin ,  visto  ya  generalmente  lo  que  viene  á  ser  el  turrón  de 
carne ,  y  particularizadas ,  á  mayor  abundamiento  ,  sus  diversas  es- 
pecies ,  concluiremos  por  ahora  haciendo  una  levísima  indicación 
acerca  de  las  cualidades  digestivas  de  cada  una  de  sus  categorías. 

Nada  mas  fácil  y  bonancible  que  la  digestión  del  de  la  primera 
clase.  Con  dificultad  pudiera  encontrarse  otro  manjar  que  mejor  se 
preste  á  sentar  perfectamente  en  el  mas  delicado  estómago. 

Los  turrones  de  la  segunda  y  tercera  no  ofrecen  tampoco  una 
gran  contra  alas  hipocráticas  doctrinas  ;  aunque  siempre  es  buena 
alguna  taza  de  té  de  paciencia ,  ó  caldo  de  resignación ,  para  obte- 
ner, en  ocasiones  dadas,  el  apetecido  resultado. 

Pero  el  turrón-salchicha  es  en  estremo  temible  para  los  que 
tienen  una  organización  biliosa;  pues  producir  suele,  por  lo  regular, 
irritaciones,  cólicos,  y  hasta  descomposición  pútrida  de  los  hu- 
mores.... 

Por  eso  te  aconseja 
La  musa  mia 

Que  no  compres  ni  vendas 
Turrón-salchicha. 

En  todo  caso 
De  los  otros  mejores 
Toma,  un  buen  cacho. 

Sueca  10  de  Abril  de  1859. 

José  Bei'iiat  Baldo  vi. 


PINTADOe  9ÚW  fff  KUDIOS.  1^^ 


1,    i,  ,  ..       i      :líf    f.l   'JÜj' 

APÉNDICE. 

«Mirad  cual  pone  la  cara 
Ese  voraz  lurronerOy 
Al  rclirar  la  cuchara 
De  nuestro  patrio  puchero.» 

GLOSA. 

Lo  que  pescó  no  se  sabe, 
Pero ,  si  bien  se  repara, 
A  nadie  duda  le  cabe 
De  que  no  ha  sido  agvw  clara; 
Porque ,  aunque  el  tai  no  lo  alabe. 
((.Mirad  cual  pone  la  cara. » 


Según  su  afilada  muela, 

Y  según  su  diente  fiero, 

Si  no  es  de  la  parentela 

De  Juan  Palomo  ,  yo  infiero 

Que  pertenece  á  su  escuela.... 

(íEse  voraz  tur  ronero.)) 

25 


194 


.5ít^1/XQS  VALENCIANOS 

A  devorar  sin  rebozo 
Contemplad  cual  se  prepara, 
Y  como  llora  de  gozo, 
Sin  ver  que  la  suerte  avara 
Turbar  puede  su  alborozo.... 
(íAl  retirar  la  cuchar ay) 


•  i'ikj 


ni 


mk 


Pues  no  falta  algún  heraldo, 
Que  con  rostro  placentero 
Engulió'lay^r  sii^'ágmnaldo, 
Y  hoy  muestra 'ante  el  inundo  entero 
Que  no  es  siempre  igual  el  caldo.,.. 
«De  nuestro  patrio  puchero. y> 


.30Jd 


9d<?>!  9? 


,0'180  Qlnsib  íi8  0ií§Oe;  / 

;;!o]a9'ifiq  tí'í  Qb  m  ofl  i^. 

•)Í!(ÍÍ    '■>     .  (V'.0\r;TsVftw\.  Í)U 


EL  BARQUERO  DE  LA  ALBUFERA. 


PINTADÍKS  POR  SÍ  MISMOS.  19^ 


^  liV. íiiiíj  fi'j  y'i'í)  >.ii'.  ■;.\íi  ')'.'. 


:  liiri  Llü' 


I'"      • 


I  .  .1 


i.¡  )|j  rtOÍ  y  <'jioí)í>v  ofiriül  ^'  ',(1 

ti  no')  flsíífijfBí  Hííiitfjij.tni)  'j''  .  -pivi  iol)  fenlino 

'     '      ■'    '  '       '      -Hfi 

:;.fj  r(,  j 

EL  BARIÍIERO  DE  LA  ALBUFERA. 

au(i  ,  fcoéioniío  Y  «uíjüíihV  «vOCboqeo  íí( 

f,n«  íiofeolo?.  01!  tilA  i'Á  ' 

■r.\-^  ■'■'"  ■  ■ ■  ■.  i-\f  ii'i  fiafloníioíi  ..:> 

•Qi'^^^/^ Lector,  si  no  eres  aficionado  á  cazar,  pasa  por  alto 

\P    las  páginas  que  siguen  :  yo  las  he  escrito  bajo 

>  w       I         U 1    la  impresión  de  mis  recuerdos  campestres ,  y 

(¿/       jy    .:>0J    creo  que  en   el  campo  hay   algo  mas  poético 

S5n)       '■  C^Q    y  DQ3S  agradable  que  los  árboles  y  las  flores; 

'rvcJv'n'       ®ste  algo  son  para  mi  las  perdices  y  las  liebres. 

jíÍjV^.'.  ^^ipí"''    ¡   Entre  los  muchos  sitios  alegres  y  pintores^ 

oí  v-  fiBshstofM?; ,    (jQg  qyg  j^Q  (jgjg  nunca  de  visitar  el  viagero  que 

arriba  á  U  bulliciosa  Ciudad  regada  por  el  Turiá ,   ocupa  lugar 

preferente  el  famoso  lago  de  la  Albufera ,  lugar  de  recreo  de  los 

valancianos  en  general ,  y  de  los  amantes  de  la  caza  en  particular]'^ 


196  LOS  VALENCIANOS 

Este  magnifico  depósito  de  agua  dulce ,  situado  á  dos  leguas 
escasas  de  la  población ,  separado  del  mar  por  una  frondosa  lengua 
de  tierra  que  se  llama  la  Dehesa  ,  y  que  riza  sus  olas  en  una  super- 
ficie de  ochenta  mil  pies  de  longitud,  y  mas  de  veinte  mil  de  an- 
chura ,  es  á  no  dudar ,  uno  de  los  mejores  cazaderos  del  mundo 
para  toda  clase  de  aves  acuáticas ,  de  las  cuales  se  encuentran  en 
número  infinito  y  con  portentosa  variedad.  Las  que  mas  abundan 
entre  ellas  son  principalmente  las  fochas  ,  cuyos  inmensos  bandos 
semejan  sobre  las  aguas  una  alfombra  negra  y  flotante  ;  los  ánades 
neguetas ,  los  ferinos ,  los  silvadores  y  los  de  pico  ancho.  En  las 
orillas  del  lago  se  encuentran  también  con  abundancia  las  becaci- 
nas ,  picardonas ,  pollas  de  agua  ,  y  caballeros  de  todas  clases. 

Los  pájarjs  mas  notables  por  su  hermosura  son  ,  después  del 
cisne  ,  rey  de  los  lagos ,  el  calamón  ó  gallo  ,  de  color  azul  muy  su- 
bido y  pico  encarnado  ;  el  soljerbio  flamenco ,  blanco,  con  las  alas  y 
pico  de  color  de  grana;  la  elegante  garzota  blanca  y  de  sedosa 
pluma ,  el  avetoro  y  el  suaya ,  bellos  por  sus  vivos  colores. 

Pocos  espectáculos  conocemos  mas  animados  y  curiosos  ,  que 
el  que  ofrece  la  Albufera  los  dias  de  tirada ,  que  solo  son  una  vez  á 
la  semana.  Reúnense  la  víspera  todos  los  cazadores  en  las  pintores- 
cas barracas  del  Saler  ,  á  donde' acuden  también  los  barqueros, 
después  de  haber  recorrido  la  laguna  para  observar  en  qué  puntos 
tienen  mas  querencia  los  pájaro^,  y  hacer  luego  la  elección  del 
puesto  para  tirar ,  con  arreglo  al  fljúmecoi  que  (Jisfruían  sus  respec- 
tivos amos. 

Por  consecuencia ,  UE  bai'quero  inteligente  y  trabajador  es  ló' 
primero ylo,  mas  indispensable  para  todo  cazador  que  quiera  dis- 
frutar de  los  placeres  que  proporciona  la  Albufera.  El  barquei'o  es 
un  tipo  especial  ci^yo  retirato,me,será  imposible  bosquejar  siquiera, 
aUjU  apuntando  algunos  (le  lo^  rasgos  que  mas,  le  caracterizan  y  lo 
han  hecho  célebre,     :.   ;,      ¡i  ,\      i  ¿i  ;' 

El  barquero  tiene  sm  morada  ew  los  arrabales  4e  Gatarrojaó^ 
Silla,  cerca  de  las  riberas  del  lago,,  y  suicasa^?  ]^vnaQ(l£^s,ta  habin-y 


PINTADOS  POR  SÍ  MISMOS.  i 97 

lacion  de  broza  y  cañas  ,  tan  úlil  y  conooida  on  nuoslra  huorla  con 
el  nombro  de  barraca.  Los  adornos  do  su  vivionda  íjiio  corisliluyon 
toda  su  fortuna  ,  son  los  aparejos  de  su  barca  ,  las  rodos  de  pescar, 
la  íilora  ,  y  una  oscopola  vioja ,  gonoraimcnlo  de  chispa. 

Kl  porsona/íc  de  qut!  nos  ocupamos  jamás  es  conocido  [lor  so 
n()nd)re  propio:  desdo  liein()o  iiiinoinorial  y  sin  una  sola  csccpcion, 
el  barquero  se  llama  (¡anchól,  Marohúl,  lludcro  ,  I'iulo  ,  l'laqner, 
Parra,  Sebeles,  Cola,  Tendré,  Rorra  ,  ele. 

Es  generalmente  flemálico  y  cachazudo  ;  nunca  ,  ni  aun  en  los 
momentos  de  mas  prisa  ,  sale  de  su  paso  grave  y  mesurado  ,  y  en 
los  preparativos  y  maniobras  de  a  bordo  gasta  la  misma  calma ,  por 
mas  que  la  impaciencia  devore  á  su  amo  el  cazador.  Es  sentencioso 
y  lardo  en  ^u  conversación  ,  y  en  lo  locante  á  sus  atribuciones  ,  en 
si  hay  poca  ó  mucha  caza,  y  en  qué  sitio  se  encuentra,  su  palabra 
liene  siempre  cierto  aire  misterioso  de  que  no  se  avergonzaría  una 
Sibila,  y  cierta  enfática  circunspección  que  baria  honor  al  mas 
hábil  diplomático  portugués.  , 

Cuando  el  cazador  de  Valencia  llega  al  Saler ,  lo  primero  que 
hace  es  preguntar  á  su  barquero:  ¿qué  tal?  hay  pájaros?  dónde 
Uranios  mañana?  El  barquero  oye  la  pregunta  ,  saluda  á  su  amo, 
y  alarga  la  mano  para  tomar  el  cigarro  que  ésle  lo  ofrece  ;  pero  no 
contesta  jamás.  Yo  soy  de  los  que  mas  haa  conseguido  en  este 
punto  ,  y  solo  hago  memoria  de  algún  monosílabo  acompañado  de 
una  mueca  ,  horrible  aunque  verdadera  espresion  del  silencio. 

Mas  larde ,  cuando  le  he  hecho  paladear  dos  ó  tres  veces  el 
vino  de  mi  bola  ,  cuando  le  he  presentado  ante  sus  ojos  mi  cesto 
repleto  de  provisiones ;  mi  hombre ,  después  de  asegurarse  que 
estamos  solos  ,  me  ha  llevado  al  rincón  mas  escondido  de  la  barra- 
ca, ha  tomado  una  postura  imponente,  que  es  para  él  cruzar  los 
brazos  sobre  la  parte  superior  del  pecho  ,  ha  echado  la  ultima  mi- 
rada de  recelo  á  cuanto  le  rodea  ,  y  bajando  lodo  lo  posible  su  voz, 
gutural  y  áspera  de  suyo  ,  me  ha  dicho  :  Si  demá  tenim  veiit  á  mi- 
cha vela,  y  mos  deixen  la  Enchumara  ó  la  maleta  deis  escla^dors. . . 


198  LOS  VALENCIANOS 

mos  divertir ém :  encara  que  es  chent  volandera^  y  Paigua  está 
creixcuda ;  poro  els  animáis  están  ben  posats  y  ó  fan  bé. 

Pero  (he  contestado  yo)  y  si  ei  número  primero  nos  pide  esos 
puestos  ,  ¿dónde  vamos  con  el  cuatro?  Entonces  tomando  el  bar- 
quero un  tono  mas  solemne  y  respetuoso  ,  y  ahuecando  la  voz  con- 
testa: X'amo  va  al  piiestót.  (El  amo  es  el  arrendador  de  la  Albufe- 
ra, que  elige  y  lira  siempre  el  primer  puesto  ,  y  es  á  los  ojos  del 
barquero  el  primer  personage  de  la  nación.) 

En  él  puestbt  l'amo  la  esgarrará  demá^  niá  déu  mil  galeraes  á 
la  soca  del  puesto  ,  y  tots  grasos.  'l^il.  Oi 

A  todo  esto  el  barquero  habla  generalmente  á  bfuito,  no  ha 
recorrido  la  laguna  ,  según  es  su  deber ,  y  lo  que  afirma  con  tal 
aplomo  y  misterio  lo  sabe  por  algún  compañero  ,  que  probablemen- 
te le  ha  contado  una  filfa. 

No  hace  aun  muchos  años  ningún  barquero  decia  á  su  amo  ni 
una  sola  palabra  acerca  de  su  pensamiento  sobre  la  elección  de 
puesto  ;  creia  su  dignidad  altamente  rebajada ,  si  en  esta  parte  no 
se  le  concedía  el  mas  completo  voto  de  confianza ;  pero  en  esta 
época  espansiva  y  parlamentaria  de  suyo  ,  ya  sufre  el  mejor  bar- 
quero ías  interpelaciones  del  cazador,  y  aun  se  digna  descender 
hasta  discutir  con  él  sobre  si  se  ha  de  elegir  el  puesto  del  Peluque- 
ro ,  ó  el  de  /a  Inglesa. 

A  las  dos  de  la  madrugada  del  dia  de  tirada  ,  tiene  lugar  en 
casa  del  arrendatario ,  (ó  empresario ,  como  le  llama  un  amigo 
mió)  la  gran  reunión  de  cazadores  y  barqueros,  que  han  de  hacer 
la  elección  de  puestos  para  aquel  diá  ,  cuya  operación  se  llama 
tirar  bólleles.  ■  üü  ,  :;íí"  ':-'¿  oj-'Lí!  i\\  o-JvI>:í  ;■'>;.  : 

El  amo  preside  esté  interesante  acto  ,  s'ehtáüó  de'tfás'  de  una 
mesa  de  pino ,  sobre  la  cual  un  candelero  de  hoja  de  lata  con  una 
vela  de  sebo,  alumbra  la  escena  ,  infestada  poí  el  olor  del  aguar- 


Pl^TAn<)S  POH  sí  MISDKtS.  199 

dionlo  con  quo  loilos  los  hanidcros  li;iii  lomidi)  l;i  inañanii  v  con  (íI 
humo  (l(;l  (lotüstable  tabuco  (]uo  t'iiniari  Ioh  cincucnla  h  sesenta  Dia- 
rineros  de  Agua  duloo  ,  allí  picHenlcs. 

Ijü  mesa  •'»  presidencia  Sio  compone  á  ma.s  del  amo  ,  de  un  se»- 
crétario  quo  ancla  los  puestos  que  van  eü^iéiidoso  ,  y  del  barquc-' 
ro  del  amo  ,  giífo  re.s|)clado  por  lodos  los  demás  ,  por  ser  la  mas 
elevada  posision  social  á  ipic  puede  llegar  un  barquero.  Esto  abre 
la  sesión  y  ttjnieudo  dereobo  á  usar  de  la  palabra  antes  que  nadie, 
sube  sobro  una  'silla  ,  y  dice  en  alta  y  solemne  voz — caballcrs: 
leslém  Idtsl  Lue^o  pasa  lisia  ,  y  elige  el  primer  puesto  para  su 
amo  en  medio  del  mas  respetuoso  silencio — el  primer  vá  al  pues- 
íót.  En  seguida  pide  el  baríjuero  del  segundo  y  dice,  por  egemplo 
—  ('/  sefjon  Vil  á  la  punta  delpuchbl.  Asi  van  eligiendo  por  su  orden 
hasta  que  alguno  pide  un  puesto  ó  cmpabesada  que  perjudica  á 
los  puestos  vecinos  por  estar  demasiado  aproximado  á  ellos:  allí  se 
acabó  el  orden :  principian  las  disputas  salpicadas  de  las  mas  duras 
y  gráficas  palabras ,  que  producen  la  mas  espantosa  gritería ,  y 
algunos  argumentos  ad  hominem ;  por  fin  suele  restablecerse  la 
calma  cuando  se  cansan  de  gritar  ,  y  el  amo  6  su  barquero  deci- 
den la  contienda  ,  cuya  sentencia  no  sufre  jamás  réplica  ni  apela- 
ción. Acabada  esta  escena  que  dura  siempre  largo  rato ,  se  mar- 
chan los  barqueros  á  la  tienda,  y  con  repetidas  libaciones  de 
aguardiente  templan  el  ardor  de  la  pasada  batalla  ,  y  toman  fuerza 
para  el  trabajo  del  dia.— Ya  abordo  ,  la  primer  idea  y  habilidad 
del  barquero  es  ir  á  la  vela  al  puesto ,  sea  el  viento  de  donde  quie- 
ra; el  trabajo  de  remar  es  pesado  y  aunque  el  viento  sea  poco  ó 
malo  ,  el  caso  es  llegar  aunque  sea  tarde  ,  y  cruzar  el  bonancible 
lago  fumando  puros  que  pide  á  su  amo ,  porque  el  barquero  se  ol- 
vida siempre  el  tabaco  ,  y  contando  maravillas  de  la  tirada  ,  para 
distraer  la  impaciencia  del  cazador  por  llegar  al  puesto.  Los  pri- 
meros rayos  de  la  aurora  abriéndose  camino  por  entre  los  frondo- 
sos pinares  dé  la  dehesa  alumbran  las  bandas  de  patos  que  llegan 
ya  de  sus  guaridas  nocturnas  ,  y  principia  la  lirada. 


2100  LOS  VALENCIANOS 

La  primer  advertencia  que  hace  el  barquero  á  su  amo  es— /*V^ 
los  al  cbll :  no  els  fasa  nafráis  (heridos),  y  es  que  cuando  cae  un 
pato  herido  se  aleja  del  puesto  á  capuzones  y  los  barqueros  tienen 
que  perseguirlo  á  fuerza  de  remos  hasta  rematarlo  de  un  tiro  y  co- 
brarlo y  cuyo  trabajo  muy  repelido  en  un  dia  de  tirada ,  es  verda- 
deramente pesado. 

La  barca  se  coloca  á  doscientas  varas  del  puerto  ,  y  desde  allí 
avisa  el  barquero  con  Imeca  y  campanuda  voz,  el  sitio  por  donde 

entran  los  pájaros  al  puesto — del  Palmar del  Salér.....  vanda 

de  Sollana Ierra  de  mar y  cuando  ya  entra  el  bando  á  tiro 

avisa  con  la  alarmante  voz  de ais  hóts. 

Si  algún  pájaro  recibe  un  tiro  pero  sigue  volando  y  va  á  caer 
á  tres  ó  cuatrocientas  varas  del  puesto  ,  el  barquero  debe  ir  á  co- 
brarlo ;  pero  como  su  fuerte  es  la  navegación  á  la  vela  ,  el  viento 
le  hace  tomar  un  rumbo  que  no  es  el  del  sitio  donde  el  pato  cayó; 
no  lo  encuentra,  y  de  vuelta  de  su  cómodo  é  inútil  paseo,  cuando  el 
cazador  le  pregunta  si  lo  ha  encontrado,  responde  muy  serio...  vola. 

Todo  barquero  es  pescador  y  hracQuiere  en  la  Albufera  en  los 
dias  que  no  son  de  tirada,  á  pesar  de  los  cinco  guardas :  necesita 
munición  pero  jamás  la  compra  \  porque  el  dia  de  tirada  pide  á  su 
amo— ím  grapát  de  7nunisió  pera  rematar ,  lo  cual  da  con  gusto  el 
cazador,  siempre  liberal  en  aquel  momento,  y  el  barquero  la  guar- 
da toda  rematando  los  pájaros  heridos  con  la  íitora  ,  que  es  una 
larga  caña  armada  como  un  tridente ,  fingiendo  que  su  escopeta  no 
sale  ,  por  tener  la  llave  descompuesta,  ó  el  oido  tapado  :  el  caso 
es  conservar  la  munición  ,  aunque  se  pierdan  pájaros.  No  hay  que 
decir  que  la  comida  ,  el  vino  ,  y  los  cigarros  han  d,e  estar  abun- 
dantes y  buenos  en  la  barca  ,  si  el  barquero  ha  de  trabajar  con 
gusto. 

Concluida  la  tirada  y  de  vuelta  ya  en  el  Saler ,  es  de  ley  que  el 
barquero  quede  natural  propietario  de  los  restos  del  almuerzo  y  ta- 
baco ,  y  después  de  cobrar  su  crecido  jornal,  tiene  también  de  ri- 
gor una  focheta  pera  el  caldero. 


PINTADOS  POH  SÍ  MISMOS.  201 

Tal  es  ,  (lihiijiíílo  ;i  grandes  ras^^os  ,  la  lisdnomía  del  bar(|uero 
do  (lalai'i'oja  ó  Silla  ,  pero  la  del  i)ar(|uer()  del  Saler  es  todavía  mas 
espi'cial  y  earaelcrisliea.  Ksle  iilliiuü  no  sirve  nunea  á  un  cazador 
iiileii^'eiilc  ,  y  (jue  le  obligue  á  desüinpeñar  su  olicio  con  la  aelividad 
necesaria ;  su  barca  solo  eslá  al  servicio  de  los  cazadores  nóvalos, 
de  ios  forasteros ,  y  sobre  todo  de  los  ingleses.  Esla  es  la  caza  que 
mas  los  distrae. 

Vosotros,  los  que  leáis  e>l<s  lergldncs,  y  no  esleís  ¡nicirdcs  en 
los  secretos  do  la  Albufera  ;  -huid  de  los  barqueros  del  Salér!  Por- 
que ellos  se  burlaran  de  vuestra  lengua  y  vuestro  trago ,  liarán 
suyas  vuestras  municiones  y  comida  ,  os  depositarán  en  el  puesto 
que  encuentren  mas  próximo  ,  aunque  en  él  sea  mas  fácil  cazar 
aves  del  paraíso  que  patos  ;  os  verán  achicharrados  por  el  sol 
mientras  ellos  duermen  á  la  sombra  en  el  fondo  do  su  barca,  y  por 
último  ,  os  dejarán  en  tierra  lan  llenos  de  cansancio  como  de  fas- 
tidio ,  para  ir  á  referir  el  lance  á  sus  compañeros,  y  reírse  jun- 
tos de  los  que  llevan  a  los  cazadores  viejos,  y  que  cobran  muchí- 
simo peños ,  trabajando  en  cambio  mucho  mas. 

Este  es  el  barquero  ,  tal  como  le  hemos  conocido  siempre  ;  tal 
como  está  sin  duda  destinado  á  ser  durante  muchos  siglos. 

Y  es  que  toda  hombre  refleja  en  su  corazón  ,  como  en  su  inteli- 
gencia algo  de  la  misión  á  que  se  consagra,  y  si  el  marinero  del  Oc- 
céano  es  á  pesar  de  las  tormentas,  tan  sencillo  y  tan  rudo  hoy  como 
en  los  primeros  tiempos,  ¿qué  no  sucederá  al  pobre  barquero  de 
la  Albufera,  que  no  conoce  mas  tempestades  que  las  de  su  vida, 
¡ranquila  y  sosegada  como  el  lago  ,  teatro  un  día  ('o  las  hazañas  de 
sus  padres  ,  y  que  espera  seguirá  siéndolo  de  las  de  sus  hijos? 

Una  palabra  y  concluimos :  por  mas  que  la  verdad  nos  haya 
obliíado  á  parecer  duros  alguna  vez  con  la  clase  que  hemos  queri- 
do dar  á  conocer,  debemos  decir  que  hay  en  ella  honrosas  escep- 
cíones ,  y  que  entre  los  barqueros  de  la  Albufera  hemos  enconti-ado 
no  solo  trabajadores  honrados  y  compañeros  leales,  si  no  lo  que  es 

mas  aun  ;  amigos  fieles  y  desinteresados.— Barou  de  Cortes. 
Madrid  á  ¿1  de  Marzo  de  18o9.  26 


EL  COLOQUIEBO. 


EL  COLOQIIERO. 


-^5;,^^*x<  AL  año  para  los  vales 
JíímtP^'  ^"®  ®°  ^^^  edades  anliguas, 
^Jci^W,  con  el  guilaiTo  á  la  espalda 
v:"f^bir^  y  la  escarcela  vacia, 

sin  dar  reposo  á  las  piernas, 
se  andaban  luda  la  Vida 
Iras  el  humo  salvador 
de  alguna  feudal  cocina! 
Una  lonja  de  venado 
sazonada  en  el  acíbar 
de  la  soberbia ,  y  en  copa 
dorada  uo  lra¿o  de  lióla, 
hacían  vibrar  las  cuerdas 


204  LOS  YALETÍCÍAINOS 

mercenarias  de  su  üra. 
No  asi  los  ilustres  émulos 
de  aquella  errante  familia, 
que  hoy  del  Guadalviar  pasean 
la  sacra,  fértil  orilla. 
Estos  sí  que  en  venturosa 
edad  pulsaron  las  libras 
de  la  lira  vagabunda 
sin  jamás  hallar  esquiva 
á  la  fortuna  voluble. 
Estos  si  que  inmortalizan 
su  nombre  ,  y  á  la  alta  cumbre 
lle¿an  por  senda  ti  crida 
pisando  escudos  por  zarzas, 
y  por  abr.ojos  inorciHaal         ,,.„ 
No  hay  regocijo  silvestre, 
fiesta  ó  zambra  campesina 
donde  el  vate  valenciano 
á  quien  el  vulgo  apellida 
Coloquiero  ,  no  haga  alarde 
de  su  musa  peregrina.  (|«onG  Jx' 
Hay  que  obsequiar  al  patrono 
del  lugar?, '¿Se  viene  encima  ■  ' 
centenar,  fiesta  pafrióticaf,-''  '■ 
parto  real,  mayoría-    : ''  '";*-  í' 
de  príncipe  ,  ó  concésidd ■■•''-■  ' 
hecha  en  favor  de  la  villa? 
Hay  bodopri<o  qué'  trascienda, 
venció  en  elección 'ré'Md^áf"'  ''••  > 
simpático  inuríiCipíd?(Vi  íííifinosGíi 
A!  punto .,  venga  unatrinca 
de  ciegos  músico-andanlés  ■■ 
con  guitarra  y  bandolina;  '-''"'- 


PIIST\DOS  POIl  SÍ  HUSMOS.  205 

y  no  falle  cnlre  los  miembros 

de  lan  ilustre  cajiilia, 

el  popular  coloquiero. 

Sin  él  no  hay  íiesla  lucida,        • 

ni  la  ausencia  de  su  musa 

retozona  y  agresiva 

suple  becerro  hostigado 

en  talanquera  ó  prolija 

labor  al  sublime  numen 

pirotécnico  debida 

del  gran  Ponent.  ¡Venturoso 

trovador!  como  le  mima, 

no  bien  llega  á  sus  umbrales, 

el  alcalde ;  como  escita 

su  apetito  trashumante 

con  la  exhibición  continua 

del  rico  frito  guardado 

en  panzuda  tinajilla! 

En  tanto  que  la  alcaldesa 

dispone  cama  mullida      ,  yiiíuüU 

con  sábanas ,  cuyo  estam'b'ré 

Penélope  campesina 

hiló  en  doméstica  rueca! 

Pues  y  el  pueblo  ?  cómo  brinca 

de  placer ,  saboreando 

de  antemano  la  incisiva  ^q  cnauj'- 

parla  del  coplero  insigne ! 

Ya  está  la  plaza  invadida; 

todos  se  sientan  :  ancianos 

y  hembras  en  rústicas  sillas^ 

y  los  hombres  en  el  suelo,     '''^  !" 

cruzadas  á  la  morisca 

las  piernas ,  en  el  tablado 


206  LOS  VALENCIANOS 

Ó  el  balcón  la  visla  fija 

donde  el  edelano  bardo, 

dispensador  de  la  risa, 

en  breve  de  puro  gusto 

hará  crugir  las  mandíbulas. 

Vedle  subir  al  labiado 

ó  al  balcón  de  la  alcaldía 

que  adornan  sedas  vistosas 

en  que  la  color  domina 

roja  y  naranjada ;  vedle 

con  qué  gravedad  olímpica 

sube  la  angosta  escalera, 

cual  si  trepara  á  la  cima 

de  Helicón  ,  ó  al  capitolio 

á  ceñir  la  sien  altiva 

de  laureles  inmortales. 

De  los  orfeos  sin  visla 

sigúele  en  pos  el  cuarteto^ 

y  lleva  por  comitiva 

alcalde ,  ronda  ,  clavarios, 

y  notables  de  la  villa, 

con  capa  de  ceremonia. 

La  multitud  reunida 

se  conmueve  ;  un  gran  murmullo 

agorero  de  la  risa, 

suena  por  doquier ;  los  codos 

con  brusco  lenguaje  avisan 

al  vecino  ,  y  el  silencio 

le  inculcan  en  las  costillas. 

Callan  todos :  las  guitarras, 

el  violin  y  la  cítara 

preludian:  hasta  las  piedras 

escuchan.  Suena  en  seguida 


TINTADOS  POR   SÍ  MISMOS.  207 

una  los,  y  rasga  el  aire 
voz  quo  emiten  con  faliga 
á  un  tiempu  fosas  nasales 
y  boca  sin  policía; 
y  al  monólono  rasgueo 
de  las  viliuelas  ,  publica 
en  alto  accnlo  lus  hechos 
de  la  sang^rienla  heroína 
Sebastiana  del  Castillo, 
ó  cualquier  clra  fatídica 
historia  que  á  la  asamblea 
espeluzna  y  horripila. 
Tan  alta  empresa  á  ios  bríos 
de  la  soprano  confia 
el  musical  consistorio, 
y  en  ella  gloria  cumplida 
ha  alcanzado  ia  famosa 
Malibran  de  la  Ollería!... 
Calla  la  yok  ;  del  guitarro 
la  postrera  nota  vibra 
moribunda  en  los  bordones: 
la  muchedumbre  se  agita, 
lose ,  escupe  ,  se  acomoda 
en  el  suelo  ó  en  la  silla, 
y  otra  vez  reina  el  silencio: 
el  coloquiero  principia.... 
¿Qué  dirá?  todos  alargao 
el  cuello  ,  la  oreja  enfilan 
hacia  el  tablado;  la  boca 
entornan ,  porque  la  risa 
que  está  de  escapar  ansiosa 
halle  dispuesta  salida, 
y  pendientes  de  sus  labios 


^Qg  LOS  VALENCIANOS 

ni  se  mueveo  ,  ni  respiran. 
En  breves  frases  y  estilo 
jovial  la  musa  festiva 
al  auditorio  saluda, 
reclama  el  silencio  ,  y  trisca 
por  las  faldas  del  Parnaso. 
Mas  de  repente  ,  ¡  oh  delicia 
del  campesino  auditorio ! 
Del  trovador  la  iiicisiva.u..;r.;U'jr. 
sátira  fija  su  rumbo;  '   '  •  ■*""^  " 
y  entrega  al  ludibrio  y  risa 
popular  ora  un  marido, nnxüioív 
de  quien  murmura  la  crítica, 
y  que  escucba  allí  quizá 
su  historia,  sudando  tinta,. -i.iu  ^'^ 
ora  un  burlado  galán 
ó  moza  desvanecida 
y  casquivana  que  lleva 
revuelta  á  toda  la  villa.... 
Rien  todos  ;  del  cuilado 
objeto  de  escarnio  y  íisga 
circula. de  boca  en  boca  ¡.^íjíü  j;^ 
el  nombre  y  de  fila  en  fila?)  ,  oííoI 
y  no  falta  en  la  asambleai?,  í  ¡"no 
Argos  cruel  que  le  atisba 
-     recatándose  en  la  sombra 
ó  revolviendo  una  esquima. 
Alto  clamor  interrumpe 
al  bardo  :  los  hombres  silban, 
ladran  los  perros ,  los  niños 

vocean  sobre  las  sillas, 
y  las  mu geres  persiguen 
á  la  sombra  fugitiva 


rmTADOS  ron  s(  mismos.  209 

con  águila  carcajada 
que  á  un  liempo  os  cliiHido  y  risa; 
inienlras  gravo  y  reposado 
suspendo  el  vale  la  mímica, 
los  labios  cierra  ,  y  aguarda 
quo  cese  la  griloría. 


Oh  de  Ou6Io  y  Sania  Pola, 
manes  iluslrcs;  qué  días 
de  júbilü  y  de  placer 
liahois  dado  á  los  que  liabilao 
del  Turia  la  f¿M  lil  vcgal 
Los  ecos  de  vucslra  lira 
aun  vibran  en  los  oidos 
de  la  genle  campesina, 
á  quien  vuestro  solo  nombre 
deslcrnillaba  de  ris?. 
Émulos  de  vuestras  glorias 
aun  hay,  aun  el  suelo  pisan 
del  Cid  ,  vagabundos  vales 

de  gran  ingenio  y  valia 

que  do  pámpano  y  laureles 

tal  vez  Ceñirán  la  altiva 

frente  un  dia  ,  y  los  umbrales 

pisarán  de  Nemosina. 

Pero  en  lanío  vuestros  nombrec 

a  trompetazos  publica 

la  fama  y  cierno  aplauso 

os  reserva  la  curtida 

gente  que  del  turbio  Júcar 

ye'  Guiulalviar,  fertiliza 

con  arado  y  con  estova 

la  dilatada  campiña. 

Peregriu  García  Cadena.        27 


.?JY¡' 


r/'lí)   {i,  ir 
'í,  ')!; 


»««ií»S»«v^.  «ii»»i«£>  jiiR'858'»'i»*I 


EL  ALTRAMUCERO. 

{El  Tramuser.) 


■J   ■. .".  t  \  \  f\  1  \  I    I    '^1 


1  ,'111  (I      ■^•.     i'ij  .irmí 


EL  ALTRAMICERO. 

(Vulgo  TRAMUSER.) 

iii)  ,80uq  ,oí.ijO  .éiííD  ol  08  ouj)  d 

Xl]/Í¡fi'illj, 

^\^>5o"'C\\\9^"  só  en  rpic  consisto.  Apenas  liny  provincia  en 
^'/^5ÍÓ(%'¿^^  Espafia,  cuyos  naliiral;;s  sean  objeto  do  mas 
íy  Ir  m  T  "^  1 /•■  ^"'  '^  '  "*'''''^'^^"  y  sarcasmus  que  los  valencianos; 
^§  \  M^'i  ^'  ^'  "^'^'"^  tiempo  tampoco  la  hay  que  sea  mas 
5//L  ^'l/J  csplolada  y  cspiiraida ,  en  pczando  por  el  go- 
HV^!37 V^/;;^>  bicrno.  Echase  en  cara  á  los  valencianos  su  per- 
Kv^ív^^  ^'^''^'*'^^*'  "'^'"•'^^ '  I^'"o|'í^sún(lose  alguno  á  cnlifi- 
'  ■  -^  car  á  Vdencia  de  Paraíso  de  España  habilado 
dé' diablos;  cdanílo  la  e-poriencia  c>lá  dando  un  continuo  y  solemne 
monlis  á  la  lrit:te  aguii.'za  ,  designando  á  üt  tercio  de  sus  moradores 
COT.U  forasteros,  y  que  en  ella  han  adquirido  riquezas,  honores  y  ele- 
vada posición  social,  lo  cual  de  cierto  no  sucedería,  sí  la  perversidad 
genial  de  los  naturales  fuera  tan  repulsiva  y  formidable  como  so  pre- 


212  LOS  VAIEríCIAKOS 

tende.  Desde  el  que  dijo:  Llevaban  por  cascabeles  cabezas  de  va- 
lencianos, hasta  el  que  en  ruines  asonancias  quiso  crear  un  prover- 
bio,  sentando  que:  en  Vaíencia—lodo  es  apariencia; — la  carne 
pescado, — el  pescado  agua; — los  hombres  nmgeres, — las  miigeres 
nada,  no  se  han  vertido  mas  que  insulsezes,  cuyo  carácter  mas  bien 
se  resiente  de  envidia  y  o.iiulacion  que  do  fundada  antipatía.  Se 
les  critica  porque  comen,  por  ejemplo,  cosas  que  en  otras  provincias 
sirven  de  alimento  á  las  bestias;  como  si  no  se  pudiera  con  mayor 
razón  retorcer  el  argumento,  esponiendo  simplemente  ,  que  si  los 
valencianos  comen,  v.  g.  altramuces,  que  en  otras  provincias  cora^ui 
los  bueyes,  lo  hacen  por  un  gusto  particular,  que  nada  tiene  de  re- 
pugnante ,  y  además  no  constituye  dicha  legumbre  su  ordinario 
alimento ;  al  paso  que  el  pan  de  bellolas  forma  el  casi  esclusivo  tío 
otros  pueblos  no  ,tan^j»a|t.rala^loSípor^;C,€r>sura,|(k  la  cual  los  de- 
fiende su  misma- pobreza  é  insígniílcancia;  y  quejos  mismos  Aristar- 
cos se  regalan  con  bellotas  como  con  un  bocado  esquisilo  y  muy 
bien  pagado.  Pero  veo  qüL!  si  insisto  mas  í&rgaímcnte  en  la  apología 
de  nuestro  calumniado  país,  jusliricarc  hasta  cierto  punto  la  preven, 
cion  con  que  se  lo  mira.  Dejo,  pues,  en  su  lugar  ventajoso  y  decenio 
el  uso  del  altramuz ,  y  voy  á  ocuparme  de  su  venta  y  circulación. 
jElaltramuz  CjS  u/ia  planta  IcgurainQSja,  qpc  se, cria  en  abundancia 
en  Valencia,  Murcia  y.  Afldailucía.  S,u  cuUivQ,se  ha  esíendido  cstrajT 
ordinariamente  como  pasto  t]e  los  animales,  y  forma  un  ramo  de 
comercio  considerable,  ^le  moda,  que  figui;a  en  los  precios  cor- 
rientes do  las  plazas  mercantiles  de  dic,has  provincias, ;  señalada- 
mente dó  Sevilla.,  llamándose :aUraníUGes,stívillanos  los  de  calidad 
superior.,  Per^,  ,p^  j  .yalc^icia ,  ademas  úé  deslino ,  ipdipa(|o^,  sirv^e 
también  para  alimento  d,e  las  personas.  J^l  altramuz  se  venÜe  seco, 
y  su  gusto  es  ama.rgp¡;  jp;;qual,-^!n/)  jSjSüijia  inconvenieate,  Iraláutioso 

del  paladar  de  los  animales^.  (^5i„,,¡j,^AÍr,  í;a  i)i¡i;ii  oi^ii  i,;  /.  <;;;;:  u 

Alboraya  es  ua  pueblo  q,y<ív(|j§ta;;medi{i  Icgjua  d^-fY^iiliencla,  y 

((on^e  el  cultivo  del  al' ramii.z,. se, ;Xqriíi(?,ü ¡con  mas  esmero,  puqs  el 

desViuo  da  dicha  legjiíibre  la  happ  acreedora !á.QUidad9s.,mas  cspe- 


piMADOS. pon  sí  mismos.  213 

ciaics.  Si  so  ha  do  creer  á  -algunos ,  el  alliamuZ  posee  cualidatJcs 
líi¿,Méni(:ii.s  y  digostivas  nMomcindablcs,  en  li'iminos  í]ue  hay  quion 
lü  loma  á  pojjlrüs  de  la  coniula  ,  para  ayudar  u  la  digoslion. 

El  allraniuz  dcslinadü  a  la  vunla  para  oí  regalo  dolos  aficiona- 
dos,, scsomelü  prévianicnle  a  un  remojo  para  quilario  la  amargura, 
y  á  un  largo  baño  de  agua  salada  ,  el  cual  pcnclia  é  iiinclia  el  al- 
tramuz ,  convierlc  su  linla  pálida  piimiliva  en  un  color  de  yema 
de  lluevo,  y  lo  hace  blando  y  tratable  ;  de  suerte  que  con  un  poco 
de  destreza  en  el  manojo  de  la  dentadura,  salta  la  cascarilla  y  el  al- 
tramuz se  comelimpio.  La  operación  del  remojo  la  repite  el  allramu- 
cero  lodos  los  dias,  y  á  las  primeras  horas  de  la  mañana  tiene  yaá 
punto  la  dosis  suíicienle  de  altramuces  para  el  calculado  despacho  del 
día. Deposita  luego  su  mercancía  en  un  doble  capazo  de  palma,  es  de- 
cir, un  capazo  dentro  de  otro.  En  una  de  las  dos  asas  del  capazo  cste- 
rior  hay  cosida  y  alianzada  una  gruesa  correa  doblada,  de  unos  dos 
dedos  de  ancha  y  dos  cuartas  de  larga,  contando  el  doblez ;  y  esta 
correa  introducida  por  la  otra  asa  cierra  el  capazo,  y  permite  lle- 
varle á  la:espalda,  cayendo  la  correa  sobre  el  hombro,  y  llegando 
la  esiremidad  á  la  mano,  que  lo  sostiene.  El  doblez  de  la  correa  está 
hecho  para  introducir  por  él  el  brazo,  y  aliviar  de  rato  en  rato  el 
trabajo  de  la  mano.  Examinemos  ahora  el  contenido  del  capazo  in- 
terior. Diez  ó  doce  libras  do  altramuces  preparados,  según  arriba  se 
ha  dicho  ,  ocupan  el  fondo  ,  cubiertos  con  un  lienzo  húmedo  ó  mo- 
jado  para  impedir  su  desecación,  y  conservarlos  todo  el  dia  en 
un  estado  de  frescura  y  humedad.   Dentro  del  mismo  capazo  ocupa 
casi  siempre  un  rincón  un  saquito  con  chufas ,  á  las  cuales  se  hace 
sufrir  igual  operación  de  remojo;  pero  como -quiera  que  éstas  son 
pemasi.ido  conocidas  fuera  de  Valencia,  no  son  acreedoras  á  mcB- 
cion  detenida  y  especial.  Raro  es  e!  comprador  que  a  los  altramuces 
no  a^i-ógji  su  p'jñ.iJito  de  chufas ,  pues  no  falta  quien  encuentra  ad- 
mirable al  paladar  la  mezcla  del  sabor  dulce  do  las  chufas  con  o\ 
salado  de  los  altramuces.  Algunos  capazos  coolienen  en  su  pared 
interior  una  boláita  de  cuero  pegaJa  ó  cosida  á  ella  ,  y  sirve  para 


?2f4  LOS  VALENCIANOS 

depósUo  del  producto  pecuniario  del  día,  Complolan  el  ajuar  unas 
balanzas  y  pesos  corrcspondienles  de  libra,  media  libra  y  onzas,  las 
que  algunos  allramuceros  susliluyen  por  hermosas  piedras  calcáreas, 
que  aseguran  ser exaclamenle iguales  en  peso  alas  de  hierro,  y  que 
han  sido  rcvijadas  por  el  Repeso  ,  aserción  que  ninguno  se  loma  el 
trabajo  de  rebatir;  asi  como  tampoco  se  la  toma  de  compulsar  la 
legitimidad  del  peso  ,  recurriendo  al  Tribunal. 
(>*;(),  íAsí  como  en  el  oíicio  de  terrero  ,  femaler  ,  cacahuero  ,  y  otros 
semejantes,  los  que  se  dedican  á  ellos  son  prtr  lo  común  niños  ó  jó- 
venes, asi  la  profcsio:i  de  tramuser  es  ordinariamente  egercida  por 
gcnle  chapada  ,  ancianos  y  aun  mugeres  de  avanzada  edad.  Es 
como  si  dijéramos,  una  especie  de  jubdaclondel  labrador,  ó  un  des- 
canso al  que  S3  halla  impos.biblado  de  soportar  los  rudos  trabajos 
40'  la  agricultura. 

,'íí;it  Por  milagro ,  pues ,  se  oye  sonar  proclamando  altramuces  una 
voz  fresca  y  juvenil :  la  mayor  parte  son  voces  cascadas  que  huelen 
á  catarro  de  media  legua,  sin  que  poroso  la  inílexion  musical  de 
estas  mismas  voces  deje  de  formar  pai-ie  de  la  escuela  del  tramuser, 
para  atraer  compradores;  y  altramucero  conozco,  y  por  cierto  bien 
entrado  en  días ,  á  quien  muchos  parro.juianos  dan  el  nombre  do 
tramuser  dols  (altramucero  dulce)  á  causa  de  la  dulzura  y  suavidad 
de  su  canto,  que  parece  diga  á  cuantos  le  escuchan  :  «compradme 
á  mi  allramuccá,  porque  los  canto  bien.» 

,  Entre  diez  y  once  de  la  mañana  ,  com'enzan  á  penetrar  en  la 
Ciudad  por  las  puertas  de  la  Trinidad  y  Serranos  comiarsas  deallra- 
muceros,  que  se  desparraman  por  toda  ella,  ¡legando  hasta  los 
bai'riosiy  callejones,  ma?*  esccntricos,  ó  quizá  buscando'os  con  pre- 
ferencia,  por  ser  allí  donde  .consideran  mas  probable  y  asegura- 
do su  despacho.  Algunos  ,  y  son  los  mas,  se  limitan  á  anunciar  la 
mercancía,  sin  inJicar  el  precio ;  otros  ya  duchos  en  el  conoci- 
niienlo  del  carácter  de  los  compradores,  muchos  de  los  cuales  pre- 
fieren no  comprar  á  preguntar  el  precio  y  regatear,  publican  éste 
Qp,  voz  clara ,  y  a  io  mojor  so  oscucha  la  agradable  frase:  ara  sí  que 


PINTADOS  POR  SÍ  MISMOS.  215 

vanáciiiUre  el^  (nim'i^cíls.  (.ViioiM  si  (|uo  van  a  cualro  los  allra*ffi 
mucilos.)  Tainl)icn  li.iy  allrumiiciíro  do  buon  liumor ,  el  cual  oxorna 
hpolaila  y  fria  pilabra  tramuser  con  repulgos  y  pclí^ndengues  ,  que 
hacen  rcir  á  los  lioitbres,  y  invs  á  las  mugeres,  y  lo  proporcionan 
una  salida  al  género  ,  qua  camaradas  mas  serlos  y  formales  no  saben 
realizar.  El  allramucero  os  avo  do  lodas  eslacioncs ,  pues  lo  fnismo 
cania  en  verano  que  en  invierno  ,  lo  mismo  vende  en  la  ciudad  que 
en  la  Iiucrla,  en  los  porrals  que  en  las  procesiones;  el  eco  de  los 
allraniucos  resuena  do  día  por  lodos  los  ángulos  de  la  población, 
do  la  vega  y  de  los  pueblos  circunvocinos.  Por  oso  no  os  eslrailo 
que  haya  quien  so  dedique  con  amor  é  inlencion  al  cultivo  de  una 
planta,  que  á  algunos  produce  masque  un  miserable  jornal,  ó  el  ejer- 
cicio lio  cualquiera  otra  profesión  de  las  que  puedo  desempeñar  un 
sugetodo  su  clase.  Y  el  allramucero,  como  generalmente  lodos  los 
vendedores  aaibulaiiles ,  liono  su  vuelta,  es  decir,  su  itinerario  de 
las  calles  que  debo  recorrer ,  y  donde  la  esperiencia  le  demuestra 
que  su  presencia  y  su  capazo  sou  acogidos  con  cariño.  Y  en  recorrer 
el  itinerario  y  en  la  hora  do  recorrerlo  es  lan  exacto  como  un  cronó- 
metro ;  lo  cual  proporciona  á  los  que  carecea  de  reloj ,  uno  seguro; 
porque  basla  oir  la  voz  del  tramuser  en  una  calle  ó  en  otra,  para 
que  los  vecinos  digan  con  certeza :  «ahora  es  la  una  y  media  ,  ó, 
ahora  son  las  dos:»  yon  consecuencia  arreglan  sus  quehaceres  y 
ocupaciones,  sabedores  ya  d'3  la  hora  en  que  están. 

El  allramucero  tiene  una  predilección  particular  por  los  mucha- 
chos. Las  inocentes  criaturas  se  contentan  con  ver  en  sus  bolsillos 
ó  en  sus  manos  un  gran  puñado  de  altramuces  y  chufas ,  sin  fijarse 
en  el  liel  do  la  balanza.  Lo  mas  que  se  permUen ,  y  oslo  mas  bien 
por  costumbre  que  por  penetración  ,  os  decirle:  ancm,  nofasagan- 
ckét\  es  decir  «que  pose  bien.»  Y  el  allramucero,  riendo  socarro- 
namente,  los  lidco  ver  que  la  balanza  de  los  altramuces  cao  doble 
que  la  opuesta,  yeitos  se  van  convencidos  y  conlenlds.  Aun  es 
mas  ventajosa  su  especulación,  cuando  en  lugar  do  comprarle  por  ' 
libras  ó  por  medias  libras ,  le  piden  un  ochavo  ó  uü  cuarto  do  allra- 


216?  LOS  VALENCIANOS 

muces'ó  chufas;  porque  entonces  mete  !a  mano  en  el  capado  ,  y^les 
salisfdce  c©a' un  puñado  ,  que  pesado  en  regla  no'valdriá  la  milad' 
de  lo  que  le  dan.  .>i\  ,  ói.j^¡ii,q;>i  ',(  :>%í,u,4!;í 

Una  singularidad  ofrece- h  venta  de-altramuces ,  que  no  sabemos 
si  tea'Jrá  igualó  scmajanlo  en  el  catálogo  de  vendedores  de  esta 
galena.  El  allrarauccro,  recibe  no  solo  dinero,  sino  también  hierro 
viejo  eti' cambio  de  altramuces  y  chufas.  El  hierro  lo  vende  dcspuí's-' " 
ó  k'oaTibiaíá  peso  con  la  regular  compensación,  por  rejas,  azadas, 
legones  y  otros  instrumentos  de;  labi'anza.  Esto  que  para  él  es' un 
cálculo' ventajoso,  no  lo  es  para  las  casas  donde  hay  muchachos  tra, 
vieses  ylaíicionados  al  altramuz:  los  cuales,  si  no'  se  atreven  á  sisar 
ochavos,  tal  vez -pnírque  no  los  hay  a  mano  ,  -no  escrupulizan  en  so- 
cuestnary. hacer  perdidiza  una  llave,  una  cerraja  ,  ó  cualqui'^r  pe- 
dazo; deshierro  viejo ,  yendo  presurosos  á  ofrecerlo  al  altramucero, 
quién  colocándolo  en  uu' plato  de  la  balanza,  iguala  el  peso' con  al- 
tramuces', con  la  legalidad  acostumbradavylosdespacha  con-'^^ 
teñios.  '!:go  '.;,';(|i.'.-  ■  -fj,     '  •'.' 

Las  tiestas  de  calle  llaman  espccialmcfftb  d^Vtramuser.  D'óá''díás"' 
pasados  en  el  ocioy  continua  diversión,  y  para  los  cuales,  grandes" 
y  pequeños ,  ellos  y  ellas  condensan  los  ahorros  detcdo  el  año  ,'de-  ' 
beu  ser  naturalmente  un  venero  de  ganancias.  Aquí,  es  verdad, 
comparte  el  altramucero  la  influencia  y  la  parroquia  con  el  caca- 
huero, pero  aun  queda  á  ambos  un  campo  harto -espacioso'  en  que 
moverse,  sin  incomodarse  mutuamente.  Si  sC  recorre  la  calle  de 
fiesta,  se  la  verá  alfombrada  de  hojas  de  naranjo,  espadaña,  y'^ 
toda  clase  de  enramada  fragante  y  aromálica  ,  que  con  tanta  profu-^  ' 
sion  brota  nuestro  hermoso  clima  •  y  entremezclada  con  'ella'  otra'" 
segunda  alfombra  de  cascaras  de  altramuz  y  cacahuate'.  'Si  se  levanlatí  * 
los  ojos  del  suelo  para  fijarlos  en  los  risueños  vecinos,  y  risueñas  ' 
y  retozonas  vecinas, ¡se  los  verá  empleados  en  continuo  e;orcidodGi ' 
masticación,  promovido  por  los  tramusers,  quienes  confunden  sué'f' 
discordantes  voces  con  las  chillonas  notas  de  la  dulzaina  y  ataba^'^'" 
UUo  (labalcl  y  dülsaina;  y  todo  redunda  cu  mayor  solemnidad  dé  la 


PI^TADos  pon  si  misólos.  til 7 

íicsla,  en  mavor  aligcramienlo  de  los  bolsillos,  y  cd  mayor  peso 
del  bulsillcji»  (le  cuero  del  capazo  del  tramuser. 

Por  concluir  do  una  vez  ,  y  resumir  en  uno  luda  la  epopeya  del 
tramuser ,  añadiieiiios ,  que  la  música  se  ha  asociado  a  la  gloria  de 
su  canlo,  y  existe  ua  vals,  lilulado  del  tramuser,  compucilo  por 
D.  Juan  Leslaii^',  profesor  de  violin  de  este  loalro  ,  por  los  años  de 
1830  a  3"),  cuyo  lema  obligado  es  el  canlo  que  ordinariamente  sirve 
de  acom|)añamienlo  a  aquel,  para  el  anuncio  de  la  mercancía. 

Merece,  pues,  esle  Upo  pasar  a  la  posteridad  ,  ó  a  lo  menos 
circular  por  las  provincias  conlemporáncamenle,  á  fln  de  que  se  sepa 
apreciar ,  y  que  los  censores  del  uso  del  altramuz ,  tratándose  de 
personas,  aprendan  á  comerlo  á  fuer  de  hombres  de  gusto,  ó  á 
lo  menos  se  abstengan  de  manejar  el  látigo  ,  que  muy  bien  podría, 
por  la  torpeza  del  que  lo  empuña  ,  darle  en  la  cara  ,  y  eslamparle 
el  cardenal,  que  á  otros  necia  é  injustamente  destinaba. 

Paseual  Pérez  j  Rodrif^uez. 


28 


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.b'^m'm  M  {io<i  ?j)akT/ii<i 

íOlIJífll^f 

i;l)ü]  luií.  . 

LiliCÜ  ■lü'i 

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i«i.at!9ie«^ 


8<: 


'ií.\\*^ 


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EL  HACENDADO  VALENCIANO. 


iltjii«K|  on  'iiip  aofiofn  i;  i.!  i  orí  íii.J«'t 

ú  OÍlC"»![)n;(iJ  0bí|iÍ,íllJi  ííOíiiuin,  .  i;l  ob 


•  ■  lili  M   '■  1  ,  üj":; 

;     iU(|     'il" 


EL  nACEADADO  VALEACIANO , 

!'i  flOS~  obí""  •     '  '   •'■-   ■     i. i.   .  ,.  ■  '■'     '  '  „■:»(>■, j  i,>  j. 

:  '     .^   ?•  '.'.■':  eVrih,n-  '  h  *)(  lili..- 

•^^^p^s^'^AGCERnE,  el  inmortal  Dagucrre  que  con  su  invonlo  ha 
ft'TFi  "¿í  aiimcnladü  el  número  nada  escaso  de  los  que  cucnla 
r^^~r^  vD  Y'<^  en  sus  náiíinas  el  sido  XIX  ha  hecho  un  írran 
t^^^\3  servicio  á  la  ciencia  y  en  parlicular  á  la  piíilura.  sacando 
^^^^  con  su  máquina  en  un  minulc»,  similcsdc  rclralos,  paisages, 
ftPS  g'*i'Pos  y  cuadros.  Eslo  se  mo  ocurro  en  el  momcnlo  en  que 
cojo  el  pincel ,  alias  la  pluma  para  p.nlar  ó  daguerreolipar 
al  tipo  que  sirve  áa  epígrafe  á  este  articulo ,  pues  encuentro  no  esa 
difícil  facilidad  que  ese  descubrimiento  tiene  para  retratar  un  ob- 
jeto, sino  osa  dilicullad  insuperable  que  una  inteligencia  medianí- 
sima y  una  mano  poco  diestra  tienen  para  sacar  el  original  de  un 
ser  vario  en  sus  manifestaciones  y  las  mas  vccss  incomprensible 
aun  hasta  para  los  que  mas  le  conucen.         '  ¡ 

Sin  embargo  ,  dejando  á  un  lado  los  escrúpulos  voy  á  trazar  á 
grandes  rasgos  el  diseño  de  el  hacendado  valenciano ,  á  pesar  de 
que  no  lo  he  sido  nunca,  ni  lo  soy  ^  ni  el  horizonte  me  muestra 
que  pueda  serlo  algún  dia.  Entremos  en  materia ;  ¿  pero  por  dóndo 
empiezo?  ¿  lalorrogaromos  á  aucslro  pcrsoaagc ,  dicicadole   da 


220  LOS  VALENCIAKOS 

úmútQ  viene,  qué  es,  á  dónde  vá,  cuales  son  sus  aspiraciones,  qué 
es  lo  que  Irala  conseguir?  En  verdad  que  muchas  preguntas  de 
estas  no  tienen  respuesta  á  menos  que  no  penetremos  en  el  sagrado 
déla  intención  ó  formemos  un  juicio  temerario  ú  ofensivo.  Con  lodo, 
yo  voy  á  decir  lo  q'ie  sepa,  bueno  ó  malo,  agrio  ó  dulce,  alegre 
ó  serio  ,  protestando  antes  de  mi  buena  fé  al  emitir  mi  opinión ,  la 
cuíil  no  quisiera  se  interpretase  en  otro  sentido  que  en  el  que 
realmente  puede  tener  cuando  se  dirige  al  púbüco;  el  de  la  verdad. 

El  hacendado  valenciano ,  como  lodos  los  hacendados  del  mun- 
do ,  repito  que  es  un  ser  vario  en  sus  manifestaciones ,  efecto  de 
que  cada  uno  tiene  su  origea ;  ü«0s  son  hacendadas  porque  sus 
padres  y  sus  abuelos  y  toda  su  ascendencia  lo  fueron  •  éstos  tienen 
el  orí'ullo  de  la  sangre  y  de  los  pergaminos ;  otros  deben  sus  rentas 
á  su  trabajo  y  éstos  tienen  el  orgullo  de  habérselas  ganado  con  el 
sudor  de  su  frente;  otros  poseen  inmensos  capitales,  gracias  á  las 
revueltas  políticas  que  han  agitado  por  tanloi  tiempo  á  nuestro  des- 
dichado pais,  y  estos  tienen  el  orgullo  de  haber  saWado  ala  patria; 
y  otros ,  en  fm  deben  su  fortuna  á  un  azar  do  la  suerte ;  llámese 
bolsa,  lotería,  especulaciou  mercantil,  descubrimrento»  de  un  te- 
soro, etc.,  etc.,  y  estos  solamente  tienen  el  orguílo  de  ser  ricos. 
Todos  ellos  á  primera  vista  parece  que  se  distinguen  ,  y  efectiva- 
mente ,  cada  uno  tiene  sus  rasgos  propios:  y  particulares.;  no  obs- 
tante, á  la  larga  los  van  perdiendo  y  vienen  á  confundirse  en  la  clase 
aristocrática,  entre  la  cual  no  hay  mas  diferencia  que  aristócratas 
con  dinero  y  aristócratas  sin  él.  Nosotros ,  pues,  dejando  á  un  ladoi 
aristocracia  y  nobleza  ,  vamos  á  ocuparnos  de  la  hacienda;  pero  no 
de  ésa  que  enredaay  enreda  á  nuestros  polilicos  ,  que  se  embrolla 
mas  cada  dia  y  mata  los  deseos  fia  vida  de  tanto  ministro'. y  em*. 
picado,  sino  la  de  nuestro  tipo  qué  íes  dalmas  lucrativa  i  cómoda 
y  regalada,    .uvt '.:■>. ^^^^v.  5^^i5vu-^^^:^A  h  olí  <•:-  -  ': 

E\  hacendadex  que 'podernos' lla-radr  ^forderecho^  hereáilarm ,  es 
regularmente  de  uu  pueblo  en  donde  egerce  una  soberanía  ilimilada, 
omnímaáa^ absoluia y.casl  de  der(Wílio.£¿¿«¿ao;  es  m  ei  pu-eMcf  m 


^I^TAD0S  van  sí  mismos.  321 

•á  voces  on  to4a  la  oomarca  6  pitrlido,  un  bajá  ,  urV  mdrtdirlri ,  tñ 
reyezuolü  quo  licnftsucum;irilla,  su  palacio  ,  mu  aduladora  y  hasta 
su  corle;  licfió  la  in/luericia  moral  on  loda  clase  do  nrtirtbrarhirrtlOí 
V  oleccionos ;  ordena  y  manda  a  su  antojo,  y  háCtí  duanto  le  dá  la 
gana ,  sin  tt'raor  de  (|uo  so  oponga  nadio  á  í«  soherario  girólo. 
¿Ouicn  se  ln  In  do  oponer  si  todos  vart  buscando  \(H  medios  (it  Ét- 
lisf.icer  sus  dos«os?¿0^>ión  ^^  '^  ha  de  oponer  si  sil  desagrado  pücdé 
hundirles  y  empobrecerles  y  su  sonrisa  puede  ele'iarles  V  engr^ítí^' 
docerlos?  Temeridad  seria  f  mas  que  lomeridad ,  locnra.  f\úcvef 
conlrariarlos  y  liacerles  la  guerril  ürt  sü  sweib,  dí^l  qHie"*it'iiCrt  siefrdo 
propietarios  por  generaciones  y  siglos.  Después  de  habdr  dicho'  que 
es  el  señor  del  pueblo,  tratumionlo  qae  se  le  concctl'e'  y  íc  le  dá 
respetuosa  y  hunildemcnle,  inútil  parei-e  añadir  q-ie  él  es  el  dipu- 
tado nato  por  sa  distrito,  el  elegido  para  re¡)resentar  sus  intereses 
y  los  de  su  pueblo  ei*  el  seno  de  la  representación  nacional  y  en  la 
diputación  provincial,  y  no  s&  l«  nombra  alcalde,  y  concejal,  V 
síndico,  y  administrador,  y  recaudador,  y  con  esílos  todtw  los  caf-* 
gos  que  hubiese,  pm-que  teirdria  que  reproducirse  cien  vecds,  tomar- 
mil  formas ,  y  adquirir  una  actividad  que  de  ordinario'  lío  posee;^ 
empero  3i  él  uo  desempeña  e-íos  deslinos  por  la  imposibilidad  ma(0-^ 
rial  que  bay  en  ello,  en  su  lugar  los  e^i^ercen  sus  paniaguados  ó  fa- 
veritos. 

~r  Por  lo  que  llevanms  dicho,  ya  se  vé  la  influenci*  y  poder  que 
liúneo  en  susí  pueblos ;  en  la  capital  liencti  también  su  aiíloridad  é 
impoiilandav  Frecuentan  los  altos  circuios .  s&  rozan  con  lo  mas 
notable  que  encierra  la  población  ,  gastan  sin  medida  ,  pasean  en 
carruaje,  asisten  á  toda  clase  de  fiestas  que  tengan  su  tinte  aristo- 
cfatico,  hablan  de  lodo  é  intervienen  en  todo  :  v  por  último,  sino' 
son  graniies  talentos .  son  grandes  personalidades.  Este  es  el  ha->> 
cendddi)  que  hemos  llamado  por  derecho  b«redilario:  veamos  al 
que  lo  es  por  el  derecho  de  su  trabajo.       ?o  vh  .  ^ 

u«  Este  persoaage  también  suele  ser  de  pueblo;  las  industrias  y 
oíkioá  hoy  (üa  elevan  a  pocos  de.  la  simple   condición  de  artesano.i 


|ÍS2  -  LOS  VALEIÍCÍAKOS 

á  la  (le  señor:  la  Uorra  ,  mas  prodiicliva  qno  la  mayor  parte  do  las 
induálrias  y  mucho  mas  en  eslc  pais,  si  qiio  présenla  ejemplos  do 
eslas  gloriosas  y  cslrañas  trasformaciones.  El  padre  de  nuestro  hó- 
roo,  por  lo  regular  fue  un  hombre  trabajador,  económico  y  preca- 
vido; vistió  con  honra  los  blancos  zaragüelles ,  y  aunque  con  la  mu- 
tación do  fortuna  varió  la  vida  ,  él  conserva  sus  antiguos  bábitos,  y 
si  no  vá  como  antes,  viste  á  la  usanza  do  los  labradores  ricos  del 
dia.  Su  hijo ,  es  decir,  el  hacendado,  el  encargado  de  gastar  lo  que 
su  padre  con  grandes  trabajos  economizó  ,  el  tipo  que  nos  ocupa, 
habiendo  probado  la  vida  agitada  de  la  capital ,  cuando  su  padre 
le  mandó  para  que  cursase  algunos  años  en  la  universidad,  no 
puede  acomodarse  á  vivir  todo  el  año  en  el  pueblo  y  se  decide  á 
pasar  los  inviernos  en  el  centro  de  la  provincia ,  en  la  hermosa 
Valencia.  Su  afán  de  figurar  le  atrae  á  ella  ,  y  no  pierde  medio  de 
mostrarse  espléndido  social,  inteligente ,  y  sobre  todo  rico  ;  el  que 
no  lo  ha  sido  nunca  necesita  hacerlo  saber  á  todos ,  así  como  el  que 
do  rico  pasa  á  pobre  va  procurando  siempre  ocultarlo.  Para  mani- 
festar y  probar  lo  crecido  de  sus  reñías,  que  ordinariamente  son 
bastante  cortas,  tiene  palco  en  el  Teatro  principal,  tartana  domi- 
nada á  tomar  parte  como  una  de  las  mil  cuentas  de  ese  inlerm  na- 
ble  rosario  que  se  forma  en  el  paseo  de  la  Alameda  y  que  tanto 
espanta  y  desanima  á  los  apasionados  de  las  beldades  valencianas; 
es  miembro,  socio  ó  cofrade  de  casi  todas  las  corporaciones  cien- 
tiíicas,  industriales  y  religiosas,  y  especialraento  de  la  de  S.  Vicente 
de  Paul.  Mas,  á  pesar  de  lodo  esto  ,  sus  aspiraciones  tienen  un  tin 
mas  alto,  un  objeto  mas  elevado  ,  una  mira  mas  grande,  mas  di- 
latada, mas  vasta,  ya  no  se  satisface  su  orgullo  con  ser  rico :ó  con 
la  apariencia  descrío,  ya  no  se  contenta  su  vanidad  con  que  lo 
don  las  consideraciones  que  se  le  prestan  á  un  hombre  de  impor- 
tancia ó  de  significación  politica  ;  quiero  algo  mas ,  y  esto  algo  es 
salir  diputado.  Esta  es  la  ilusión  de  su  vida,  la  esperanza  de 
sus  sueños ,  el  termino  de  su  carrera ,  la  gloria  de  sus  dias ,  su 
título  do  nobloza.  EsU  quo  no  podromos  llamar  virtudes ,  m  vicios, 


PINTADOS  POR  Sí  MISMOS.  523 

conslilnvon  los  principii'cs  rasgos  do  su  vida;  ahora  sin  descender  á 
su  vida  inlima ,  que  catla  uno  Heno  la  suya,  vamos  a  delinear  li- 
gerameule  olro4  rangos  que  lo  caraclerizan  por  complclo.  ' 

«    El  hacendailo  ralenciiino ,  como  hijo  de  osle  pain  (juo  licno 
siiMiiprc  un  airo  libio  para  arrullaile,  una  almü?.fiTa  perfumada 
para  adormc^erit! ,  un  ciclo  azul  para  sonrcirle,  un  campo  inmenso 
para  perderse,  una  naiur.deza  rica  y  fecunda  para  vanagloriarse  do 
babor  vislo  por  primera  vez  la  luz  en  su  seno  ,  liendc  pur  inslinlo  a 
la  |iorcza ,  hija  clasica  de  los  suclits  meridionales.  No  pretendemos 
bacer  una  virlud  do  lo  que  el  calccismo  calilica  con  el  nombre  de 
pecado  morlal ,  pero  séanos  licito  cscusar  nuestra  falla  de  dili- 
gencia por  el  clima  y  situación  topográfica  de  nueslra  población. 
No  dejaran  do  lachar  a'gunos  de  infundada  esta  razón  ,  mas  á 
los  que  lal  crean,  solo  les  rugiremos  que  visiten  en  la  encanta- 
dora primavera  los  mil  piieblocillos  que  desde  lo  alio  del  Miguclelc 
se  dislingucn  como  nidos  do  pájaros  y  que  matizan  esa  sabana  verde 
qno  se  csliende  dc?do  un  cslrcmj  á  otro  del  horizonte,  desdólos 
pios  del  elevado  monto  hasta  las  orillas  del  espumoso  mar.  Y  si  no 
que  en  la  estación  del  verano  so  acerquen  á  esas  playas,  cuya  abra- 
sada arena  quema  los  pies ,  cuyo  fuerto  sol  tuesta  las  manos  y 
cuyo  Tiento  encendido  escalda  las  mcgillas,  seca  la  lengua  y  ahoga 
la  respiración,  y  digan  si  al  llegar  á  la  alquería,  oasis  deesa  tierra, 
si  tendrán  fuerzas  para  trabajar  con  afán  constante,  con  celo  incan- 
sable. Seguro  que  no ;  el  sol  del  Mediodia  tiene  un  fdlro  sin  duda 
que  lo  envenena  todo;  lanío  aroma,  ianla  luz,  tanta  flor  y  lanío 
tan  be  lo  adormecen  el  cuerpo,  y  el  alma  parece  que  se  escapa  con 
tanta  mirada  ,  tanto  beso,  tanta  sonrisa,  lanía  lágrima,  tanto  sus- 
piro. La  tierra  que  los  hijos  del  desierto  pisaron  un  dia  jamás  será 
olra  cosa  que  lo  que  la  naturaleza  quiere  que  sea ,  jardín  de  Es- 
paña ,  paraíso  perdido  del  moro  ,  trasunto  del  cielo.  Por  eso  sus 
Lijos  so  resienten  de  esa  indolencia  que  es  el  carácter  distintivo  de 
Dueslros  antepasados;  pero  no  obstante,  hoy  día  ha  disminuido 
mucho,  gracias  al  movimicnlo  regenerador  del  mundo.  Como  con- 


^^4  LOS  yAl-ENCTANOS 

secuenciíi  dQ  lo  que  Hevíjimos  esjjuesto ,  otra  de  las  cualidades  quo 
xlislingucn  al  tiacei>dado,  es  la  de  inle,rcs,9r^e  en  todo  lo  concer- 
aienle  á  su  pali'iíi.  3i  fis  taíi  bella  ¿cómo  no  la  ha  de  amar?  ¿cómo 
ha  de  ser  posible  que  la  olvide?  ¿cómo  no  la  ha  de  Icner  siempre 
presente  en  sy  i n?,qgi nación?  Iflipos^blie  es  ,que  la  olvide  como  es  im- 
posible que  se  olvide  el  recuerdo  del  priiner  aqior,  las  últimas  pa- 
*l,abras  de  .yn  ínoribjijpdo,  los  consejios  (Je  nneslro  padre ,  las  tiernas 
caricias  , de  la  que  ps  ,(^ó  el  ser.  pi  hacendado  valenciano  podrá 
ausentarse  por  ^Iguj)  tiepipo  (le  su  tierra,  pero,  por  fin  vendrá  á 
descansar  al  seno  de  su  íjajpij^^  ,  vendrá  á  buscar  la  paz  en  una  de 
esas  alegres  casilíijs ,0'C^ltas  bajo  las  copas  de  los  árboles,  saturadas 
de  perfumes  y  pj^fdidas  ,entre  bosques  do  rosales  y  naranjos  y  ven- 
drá á  cerrar  s,us  pjos  £^1  suelo  iquj'í  le  yió  JQítcer  ,  que  le  recibirá  en 
su  lecho  de  flore^. 

Este  es  ,q\  Ipi^cenMiQ  valencioíHQ;  si  el  original  no  se  recono- 
ciese en  esta  copi^  hecha  ,  no  Qon  niáquina  ni  pincel ,  sino  á  pluma, 
le  ruego  que  ipe  dispense  :  y, si  acyi;so  se  creyese  retratado,  entonr 
ees  no  le  pido  na(^$i;  me  quedo  satisfecho  y  m^doy  la  enhorabuena. 
Sin  e^mbargo,  crpo  in^posible  que  se  pueda  pinlar  fielmcnle  á  esUj 
tipo,,  po,rqii,e  pjjr^  ello  seria ^  preciso  clasificarlo  en  pail  órdenes, 
tíintí)is  como  ellos  son;  y  hoy  dip  con  wucho  mas  naoUvo  cuando  la 
desamortización,  Jas  sociedades  de  crédito,  las  acciones  de  minas, 
ferro-carriles ,  ele,  jiacen  variar  el  estado  social  de  casi  todos  los 
individuos.  No  se  cr,ea  por  esto  que  nosotros  senlinios  que  se  opere 
este  movimiento ,  no;  cuando  se  trasforman  las  cosas  es  porque 
cambian  las  ideas  y  éstas  en  su  revolución  conslanlie  y  perpetua 
van  Qsplicaocjo  la  verdadera  fórmubi  del  progreso.  Pero  eslo  ya  no 
hace  referencia  ^\  valenciano  en  particular ,  sino  al  hacendado  en 
gpncral.               jü  oi¡i} 'j-i'nu\>  umirnihn;  ,..,1  os)})  •.  ^ 

^  j  ,CpncUiyamí)$ ;  Dsite  ra^l  Tííítrato  solo  puede  llevar  una  mala  firma 
S¡1  pié  ;  jcl  ffpo  bAcho  está  :  ahí  arriba  le, tenéis;  ahora  si  querrás 
s^.^f:  ^lpoi)i,brp  ílel  qi^e  lo  ha  ejecutado rfá.  -ü^ioof 


EL  PALLETER. 

(El  pajuelero.J 


PIM'AUDS  P(Ml  ttí  ¡HIKMOS. 


225 


EL  PALLETER. 


ODO  pasa:  el  tiempo  borra  las  huellas  de  lo 
antiguo  con  la  misma  faciliJad  que  el  mate- 
mático una  operación  algebraica  escrita  en 
la  pizarra. 

De!  acontecimiento  de  ayer  apenas  queda 
memoria  lioy. 

Y  >iu  embargo,  entre  el  ayer  y  el  hoy  hay 
algo  invisible ,  misterioso  ,  que  los  une  v 
encadena.  Es  la  ley  de  la  atracción  universal 
lo  que  produce  es*e  resultado  ,  ó  es  que  todo 
dimana  de  un  principio  elerno  ,  fijo  ,  in varia 
ble,  origen  de  todas  las  cosas  humanas? 

Si  llamáramos  á  la  filosoUa  en  nuestra  ayuda  ,  materia  habria 
sobrada  para  serias  y  profundas  reflexiones.  Pero  la  indagación  de 

la  verdad  filosófica  llevarla  muy  allá  nuestro  cometido ,  y  ahora  e»- 

29 


225  IOS  VALEKCIAIÍOS 

preciso  caminar  á  la  ligera  ,  es  decir,  sin  cquipage,  como  el  sol- 
dado, como  el  comisionista,  con  el  mosliuario  debajo  del  brazo. 
Esto  ,  al  menos,  ahorra  tiempo  y  esplicaciones  en  la  exhibición 
del  personage  que  ofrecemos  en  e!  gran  barato  social  de  nuestras 
costumbres. 

Nos  asalta  una  duda  sin  embargo. 

El  personage  que  vamos  á  retratar  ¿es  un  tipo  de  actualidad, 
vivo ,  perenne ,  existente  ,  ó  es  una  Irasformacion ,  un  derivado  do 
lo  que  fue? 

¿Invocaremos  al  artista  para  que  nos  preste  su  pincel ,  ó  lo 
delinearemos  de  nuestra  cuenta  y  riesgo,  prí3SCÍndiendo  del  parecido, 
considerándolo  únicamente  como  otro  de  los  individuos  de  la  gran 
familia  humana? 

Fuerza  es  ser  eclécticos  en  la  ocasión  presente  ,  por  mas  que 
no  hayamos  podido  comprender  hasta  de  ahora  las  escelencias  de 
esta  escuela. 

Ventajas  de  la  teología ,   un  distingo  nos  saca  del  apuro. 
El  palleter  de  ayer  ya  no  es  el  do  hoy.  No  le  busquéis  porque 
no  existe. 

Recorred  las  calles  y  plazas,  haced  una  escursion  por  los  alre- 
dedores do  esta  ciudad  que  los  poetas  llaman  do  las  flores ,  porque 
sin  duda  su  inspiración  es  primaveral,  y  encontrareis  de  él  un  bor- 
rón nada  mas. 

El  tiempo  ha  hecho  de  este  ser  social  lo  que  un  esposilor  de 
cuadros  fantasmagóricos;  lo  ha  ¿esleído  hasta  conseguir  una  com- 
pleta Irasfiguracion. 
•  Necesariamente  hemos  de  hacer  una  revista  retrospectiva ,  y 
aun  cuando  retroceder  no  sea  do  nuestro  agrado,  la  circunstancia 
especial  de  este  trabajo  nos  dispensa. 

El  palleter  del  pisado  era  un  tipo;  los  que  hoy  le  han  reem- 
plazado no  llegan  á  ser  ni  un  trasunlo;  son  una  mala  copia. 

Afiuel  era  la  pcrsonillcacion  gráíica  y  genuina ,  una  idea  com- 
pleta de  su  ser  fisico  ,  moral  é  intelectual ,  consecuencia  lógica  de 


PINTADOS  POR  SÍ  MISMOS.  227 

suraz;i,(lo  su  exisloncia ;  los  do  huy  ,  un  deiivaíJo  incomplclo, 
itieiiiclo ,  ahigairaiio. 

El  [)rim(?ro  lonia  pureza  do  raza ;  sns  sucesores  son  meslizos. 

El  original ,  el  verdadero  tipo  ,  lipo  de  pura  sang  ,  rgcrcia  SQ 
indusiria  con  orgullo,  con  independencia  ,  liasla  con  allivcz,  dccia 
como  el  lilósofo,  oninia  mea ,  meciim  parlo.  Todo  nic  lo  dr-bo  ú  mí 
mismo.  iMi  industria  rao  perleneco ,  soy  el  avaro  que  codicia  el 
despilfarro  del  rico  y  los  desperdicios  del  pobre,  porípio  en  mis 
manos  sufren  una  Irasformacion  com|)lcia.  Egerzo  el  comercio 
como  on  los  lienapo^  primilivos :  desconozco  el  papel  moneda ,  rea- 
lizo mis  existencias  sin  necesidad  de  ese  agente  intermedio  '¡je 
llana:!  dinero,  y  ad  juiero  por  un  puñado  de  azufre,  desde  el  cris- 
tal de  Venocia  que  roll  Ja  la  licnnisiira  df  una  encopetada  scfiora, 
bastí  el  vidrio  de  una  vasija,  rola  por  las  frecuentes  libaciones  de 
UDa  orgia. 

Su  olicio  era  un  oficio  moñudo  ,  era  un  modo  de  vivir  que  no 
daba  de  vivir  como  decía  Larra,  y  que  sin  embargo  vivia  ,  no  con 
holgura,  pero  si  con  escasez  ,  con  resignación,  como  vive  en  nues- 
tros dias  el  sor  social,  condenado  por  los  adelantos  de  la  industria 
á  ocupar  una  gran  parte  de  su  existencia  cu  un  trabajo  que  por  lo 
insignificante  y  mecánico  no  puede  darle  lo  suficiente  para  cubrir 
todas  sus  necesidades. 

Su  vida  era  nómada.  Judio  errante  de  la  generación  pasada, 
crecía  y  í-e  multiplicaba  en  calles  y  plazas,  sin  olvidar  sus  visitas  en 
ciertos  dias  del  mes  y  en  ciertos  meses  del  año  por  los  alrededores 
do  la  ciuda  1  y  por  los  pueblos  do  su  deliciosa  vega. 

Del  serón  que  pendía  á  sus  espalilas  sacaba  los  abanicos  v  pa- 
juelas que  ofrecía  por  alguno-s  pares  de  zapatos  viejos,  que  iban  á 
poder  de  algún  reraendnn  para  trasformarlos  en  nuevos,  ó  por  pe- 
dazos de  vidrio  y  cristal  que  se  fundían  de  nuevo. 

Modesto  en  sus  aspiraciones ,  de  inteligencia  limilada,  y  poco 
sensible  al  aguijón  de  las  pasiones,  no  veia  otra  atmósfera  que  el 
pequeño  círculo  de  sus  comensales,  y  la  taberna  eslraviada  donde 


228  LOS  VALENCIANOS 

por  poco  precio  refrescaba  sus  fauces  con  el  tinto  del  país,  corro- 
borante que  le  animaba  á  volver  á  emprender  su  correría  ,  prego- 
gonando  el  cambio  de  abanicos  y  pajuelas,  por  vidrios  y  zapatos 
viejos. 

Oposicionista  nato  de  criadas  y  mugeres  de  artesanos  pobres, 
sostiene  luchas  heroicas  en  sus  ajustes ,  y  acaba  las  mas  de  las 
veces  por  dejarles  como  recuerdo  ,  en  compensación  de  su 
buena  fé  ,  el  romance  de  algún  bandido  ejecutado  años  há ,  ó  al- 
gunas endechas  de  brocha  gorda ,  que  wna  musa  hambrienta  y  cor- 
rompida daba  á  la  estampa  con  las  licencias  necesarias,  en  celebri- 
dad del  arrepentimiento  de  una  moza  que  por  sus  malas  pasiones  y 
torpe  vida  había  vendido  su  alma  al  diablo,  y  encomendándose  á  la 
Virgen  del  Rosario  se  habla  ido  al  cielo  en  derechura. 

Fuera  del  presupuesto  social ,  este  personage  egercia  su  mul- 
tiplicada industria  sin  percances  ,  sin  licencia ,  lo  que  es  mas  ,  sin 
matrícula  ;  ese  fac  simile  de  contribuyente,  que  da  hasta  repre- 
sentación y  voto  en  nuestros  dias. 

Pero  los  adelantos  de  la  época  han  operado  una  trasforroacion 
radical  en  este  tipo.  La  división  del  trabajo  le  ha  robado  parle  de 
su  comercio. 

La  invención  de  los  fósforos  casi  ha  venido  á  su^primir  su  repre- 
sentación. 

Las  traperías  han  monopolizado  las  compras  de  alpargatas  de 
*  cáñamo  ,  papel  viejo  y  trapos  que  antes  solia  cambiar  por  pajuelas 
si  el  negocio  le  proporcionaba  utilidades. 

Y  hoy  por  miserable  que  sea  una  familia  ,  siempre  tiene  provis- 
ta la  cocina  de  su  correspondiente  caja  de  fósforos. 

Ha  trasmitido  ,  pues ,  su  herencia  ,  no  á  sus  hijos ,  sino  á  otra 
generación  nueva  ,  adolescente  ,  que  egerce  esta  industria  ,  como 
primer  paso  de  su  educación  futura. 

Con  efecto  ,  no  es  ya  el  hombre  que  llegaba  á  la  vejez ,  eger- 
ciendo  siempre  un  mismo  oficio;  hoy  es  una  niña,  joven  ,  que  mu- 
chas veces  cubre  sus  formas  con  harapos,  y  cuyo  distintivo  carac- 


PINTADOS  pon  Sí  WÍSMOS.  229 

torísliro  os  el  pnñnHo  (lo  algodón  ;i  niadroH  ¡izulos,  quf»  on  forma 
do  loca  oculta   su  cahcM,  miich;n  vcci's  c.dva.  d 

Hoy  lia  empezado  ya  la  dü^'eneíacum  de  cslc  ser ;  hny  «e  íi<»nlnn 
ya  los  efoclos  do  una  miílamorf  >sis  ,  la  lraHli;iiira('ion,  propi;inionlf 
dicha,  do  esla  cii^íaliila  vivionlo,  qno  croco  y  so  desarrolla  d(!J.indo 
plaza  a  los  (|iimco  artos  do  edad  á  otras  niñas  que  la  sii^tiliiyon.      n 

Hoy  al  ülaiilropo  (Jebo  preocuparle  t\  estudio  óa  estas  criainras 
desgraciadas  que,  empezando  ^u  existencia  en  medio  del  abandono 
y  de  la  abyección  .suelen  entra  en  un  hospicio  á  llorar  los  eslravios 
de  la  vida  en  la  primavera  desús  dias. 

Pulula  por  calles  y  plazas  esa  familia  erranie  pregonando  con 
voz  chillona  ol  cambio  do  zapatos  viejos  por  las  con>abidas  pajuelas 
que  apenas  se  conocen  hoy  en  la  cocina  de  las  casas,  y  cuyo  uso 
y  aplicación  mas  frecuente  es  servir  de  combustible  á  la  descuidada 
maritornes  que ,  medio  soñolienta  y  restregándose  los  ojos ,  ha 
equivocado  la  hora  en  quo  ha  de  servir  r\  chocolate  a  la  ama 
que  la  atormenta  con  sus  gritos,  y  ásu  esposo  que  ha  empezado  á 
leer  el  diario  sin  tener  delante  el  sabroso  soconusco  con  el  corres- 
pondienle  vaso  de  agua. 

¡Cuanta  infelicidad  no  reúne  la  vida  de  esas  criaturas  abyectas 
arrojadas  al  mundo  como  golas  de  agua  corronipida  en  el^  cristalino 
mar  de  la  esperanza! 

Solas  y  sin  amparo ,  fluctúan   sin  cesar  entre  el  atractivo  de 
una  ganancia  mayor,  ofrecida  por  un  bribón  ,  ó  h  golosina  con  quo    ^ 
suelo  brindarle  el  vendedor  de  cacahuate  ,  la  carabasera  ,  ó  la  pa- 
nollera,  imicos  res taur anís  que  conoce,  y  cuyas  provisiones  son 
de  su  agrado. 

Aquí ,  ó  en  los  sitios  donde  se  colocan  estos  vendedores ,  se 
para  a  entablar  onvorsacion,  dando  cuenta  de  las  ganancias  obteni- 
das durante  su  correría ,  que  suelen  pasar  de  sus  manos  a  la  del 
vendedor,  terminando  su  viage  en  la  puerta  del  cuartel,  esperando 
que  un  tambor  le  diga  cuatro  chicoleos  y  le  ofrezca,  de  buena  volun- 
tad, el  pan  que  le  ha  sobrado,  y  algunos  cuartos  por  añadidura. 


230  LOS  VALENCIANOS 

Corlo  es  el  trecho  que  debe  recorrer  ya ;  del  cuartel  á  las  ta- 
bernis  y  bodegones  situados  ea  los  arrabales  de  la  ciudad ,  la  dis- 
tancia es  corta. 

lia  llegado ,  pues ,  al  término  de  su  viage. 

Espera  que  el  loque  de  oranion  anuncie  que  se  van  á  cerrar  las 
puertas.  La  distancia,  la  plática  sabrosa  con  sus  buenos  amigos  y 
el  requerir  de  amores  del  tambor  ó  del  veterano  que  echándola  de 
rumbón  ,  se  la  ha  suplantado ,  la  hacen  comprender  el  tiempo  per- 
dido ,  y  !as  cantidades  negativas  que  lleva  consigo. 

Se  dtísespera,  pero  una  mano  generosa  la  saca  de  apuros  en 
aquel  trance  de  prueba. 

Calcula,  medita,  abarca  con  una  mirada  todo  cuanto  la  rodea, 
y  echando  cuentas  se  decide  por  aceptar  los  afectos  del  chaval  que 
la  aligera  del  peso  y  la  ayuda  á  soportar  «la  débil  carga  que  sobre 
sus  hombros  pesa.:» 

Desde  este  momento  se  observa  una  reacción  en  ella  ,  se  la  ve 
con  mas  frecuencia  en  sitios  solitarios ,  descansa  las  horas  de  sol, 
sobre  el  banco  de  algún  piiseo  ,  se  familiariza  mas  con  tan  buenos 
compañeros,  y  acaba  por  devolver  con  un  brindis  el  cordial  saludo 
de  un  nuevo  huésped. 

Decimos,  acaba  :  no;  hace  alto  para  despojarse  de  sus  atavíos, 
y  renunciar  á  las  incomodidades  y  privaciones  de  una  vida  que  le  ha 
acarreado  disgustos  y  sinsabores. 

Algún  tiempo  después  suele  aparecer  de  nuevo  en  el  teatro  del 
gran  mundo,  pero  ocupando  un  lugar  que  sus  compañeras  le  en- 
vidian porque  sin  duda  ignoran  que  ciertas  galas  que  ostenta  son  el 
producto  de  una  vida  licenciosa  y  corrompida. 

Tal  es  en  esqueleto  el  ser  social  que  aun  existe  entre  nosotros, 
y  que  asi  como  el  primero  ha  desaparecido  en  su  conjunto,  debe 
esperarse  que  de  sus  sucesores  no  quede  mas  que  la  memoria 
dentro  de  algunos  años. 

FranclMCO  País  7  Pascual. 


LA  REVENDEDORA. 


PINTADOS  POR  SI  MISMOS. 


231 


LA  REVENDEDORA. 


S^iíiiW^    ENGo  el   pie  en  el  estribo  del  coche  que  va  á 
partir,  y  me  ponen  la  pluma  en  la  mano  ,  y 


Sj^!^ 


T 


%3,'v' 


^^  me  piden  un  artículo  ,  esto  es,  la  copia  de 
^^  uno  de  los  mil  tipos  que  de  entre  esa  varia 
WM  niultilud  se  destacan.  La  idea  es  inoportuna  si 
las  hay.  ¡  Y  ha  de  ser  en  este  momento  preci- 
samente Cuando  he  de  bosquejar  mi  tipo  !  Aun* 
i^^i^^í^gj^  que,  si  bien  se  mira,  no  es  el  peor,  que 
^ÍP.##)^^  digamos.  Si  mi  tipo  y  yo  nunca  hubiésemos 
de  perdernos  de  vista  ,  maldito  el  chiste  que  tendría  hacer  una  co- 
pia cuando  hablamos  de  estar  á  todas  horas  faz  á  faz  el  original  y 
yo.  Pero  habiendo  de  .^alir  de  Valencia  y  pudiendo  ser  mi  pcregri- 
nacioa  corla  ó  muy  larga ,  el  asuulo  varia  de  aspecto ,  y  ello  bien 


232  LOS  VALENCIANOS 

mirado ,  no  me  disgusta  ya  lanío  el  pensamiento  de  lomar  unos 
apuntes  de  cualquier  viviente  de  los  que  hormiguean  á  mi  visla  en 
la  populosa  Valencia.  En  nuestra  naturaleza  abundan  tales  caprichos 
y  tales  peripecias ;  un  silio  ,  una  muger ,  un  objeto  cualquiera,  ja- 
más nos  parecen  tan  bellos  como  cuando  les  damos  un  ccá  Dios». 
No  sé  qué  encantos  nos  guardan  todas  las  cosas  para  esos  momen- 
tos solemnes  de  la  separación  :  ¡  qué  variedad  de  rasgos  hasta  en- 
tonces desconocidos  descubrimos  en  ellas  1  Toda  mi  vida  había 
permanecido  en  Valencia  ,  y  únicamente  al  tiempo  de  emprender 
un  viaje  sentí  una  vez  deseos  de  conocer  el  célebre  tribunal  del 
agua  ,  porque  hasta  entonces  no  me  habían  ponderado  su  origina- 
lidad y  mérito ,  ó  bien  porque  hasta  entonces ,  si  me  lo  habían  pon- 
derado no  me  había  fijado  en  ello.  Algo  de  eso  mismo  me  sucede 
ahora.  Hace  bien  el  edilor  en  proponerme  que  escriba  :  venga  la 
pluma  :  hasta  ahora  no  me  había  ocurrido  que  la  revendedora  del 
mercado  tiene  rasgos  caracterislicos  ,  peculiares  del  país.  Andando 
el  tiempo  ¿qué  será  lo  que  en  Valencia  los  tenga  como  ahora,  y 
no  pierda  una  gran  parle  de  su  originalidad  ?  El  ferro-carril  y  el 
puerto  eslendíendo  nuestras  relaciones  ,  llevan  trazas  de  borrar 
nuestro  carácter  provincial  No  hay  otro  pueblo  como  el  nuestro 
que  con  tanta  facilidad  abdique  sus  gustos  y  costumbres  para  to- 
mar los  del  prirüero  que  llega  ,  y  si  bien  nada  eii  este  mundo  nace 
para  permanecer  eslacíunario  y  conservar  por  mucho  tiempo  una 
misma  manera  de  ser ,  la  volubilidad  de  nuestros  paisanos,  lleva 
á  una  exageración  (que  no  trato  de  censurar)  esta  condición  natu- 
ral (le  todo  lo  que  subsiste  de  tejas  abajo.  La  naturaleza  ha  dolado 
al  valenciano  con  este  objeto  ,  de  felices  disposiciones  ,  que  le  ha- 
cen aprender  con  suma  facilidad  las  lenguas  estrañas  é  idenlificarse 
con  los  usos  establecidos  en  lodo  pais  que  él  visila:  de  lo  cual  te- 
nemos egemplos  en  las  principales  poblaciones  de  España  y  aun 
en  algunas  del  eslranjero.  En  Madrid  hay  barrios  poblados  com- 
plelamcnte  de  valencianos;  hay  industrias  en  cuya  esplolacíon  no 
iülerviene  nadie  mas  que  ellos ;  pues  bien  ,  oíd  sus  diálogos:   el 


PINTADOS  rOB  SÍ  WlSl^lOS.  ti^jS 

mismo  dejo  y  eiilíniarion  ,  los  misnio-i  modismos  y  ruanlo  contri- 
buyo á  caracleniar  v  dírcolomlo  al  Icn^oago  del  fMicblü  indií,'ona 
de  Madrid  .  advorlirois  oii  el  len¿;iiago  del  valenciano  aclimaiudo; 
id  á  Barcelona,  olro  lanío  res|»eclivam(MU(<  podremos  deñr;  id 
a  /Viidalucia,  i^^iial.  Kn  Marsella  ,  en  Arfrcl ,  donde  liav  inucliisi- 
mos,  los  valenciaiioH  so  confunden  con  los  naturales  do  la  locali- 
dad domlo  se  han  oslablecido.  Címsccnenle  en  cslo  la  naloralcía, 
los  i)a  dolado  do  una  organización  a  propósito  para  aprendorlo  lodo 
con  rapidez  ,  si  bien  les  ha  nt^g^ado  la  obstinación  quo  hace  profun- 
dos a  los  pensadores  en  una  esclusiva  maleria.  Las  arles  de  imi- 
tación ,  las  bellas  arles,  son  sus  esludios  favorilos,  en  cuyo  cullivo 
han  honrado  mucho  a  su  palria  y  en  el  cual  saben  apoderarse  del 
efecto  do  la  naturaleza  con  una  exaclilud  asombrosa. 
>''  Ved,  pues,  como  no  ofendo  á  mis  paisanos  diciendo  que  cons- 
tituimos el  pueblo  voluble  por  escelencia.  Si  lijamos  para  con'obo- 
rar  lo  diclio  ,  nuestra  consideración  en  el  flialeclo  dei  país ,  adver- 
tiremos que  nuestra  lenyua ,  rica  en  su  origen  ,  sin  dejo  ninguno 
que  haga  intransigente  el  hábito  de  su  pronunciación  con  cualquie- 
ra otra  lenofua,  ha  ido  tomando  tantas  palabras  del  castellano,  que 
teniendo  un  mismo  punto  de  partida  que  el  catalán  ,  apenas  se  pue- 
de creer  hoy  al  ver  su  notable  diferencia  ;  lauto  se  allerna  su 
uso  con  el  do  tin  castellano  medianamente  castizo;  No  tema  el  cas- 
tellano viejo  que  no  se  le  comprenda  en  nuestra  ciudad  como  ha- 
brá suci'dido  tal  vez  en  otro  tiempo ;  aquí  se  entiende  y  se  habla 
bien  la  lengua  nacional  aun  por  las  clases  mas  íntimas  y  desprovis- 
tas de  instrucción.  Viniendo  después  á  nuestros  bailes  Iradicionaleí, 
a  los  cantares  provincia'es  ,  como  son  en  sus  respectivas  localida- 
des las  habas  verdes  ,  las  manchegas  ,  el  vilo  ,  la  jola  ,  y  como 
era  aquí  no  hace  muchos  años  la  cháquera  vella  y  otros,  ya  no 
los  busque  el  curtoso  éu  los  alegres  alboroques  áé\i  gcnte'del  pue- 
blo ,  ponjue  si  alguna  vez  sale  áver  els  verenars  ({\ie  se  celebran 
orilla  del  rio  y  en  nuestra  campiña  ,   oirá  después  de  terminada  la 

paella ,  cantar  á  uno  de  siis  coasumidores  unas  playeras  acumpa- 

30 


2®4  tos  VAtBIfaAT?©» 

fiándose  con  las  paíkias,   mii  líias  ni  menos  qiio  como  se  suelo 
vei-eíi*  algan  ventiorrülioí  á  en  ;U«a  casa  de  monlaíicses  en  Aii^ 

El  tfadicix)ntjl*araijíííe^/,tiaai  especial  de  nuestro  pa^is y  que 
tanto  hace  asemejará  nuestros  huGntiMws  á  los  árabes  del  desierto, 
esisi  ba  desaparecida  también;  ¡ojalá  con  él  desaparezcan  otras  CO'- 
sas  no  menos  cai-acteríisliGas  déla  raaa  quCí  vivo  aill ende  ol  estre- 
cho de  Gibrallar!  \  Ojalá  dejemos  pronAotdjBi  ven  tan  recargada  la 
estadística  criminal  como  li#y  la  n-mos !  ¡  Ojalá  la  instrucción,  os- 
t^ndiéndose  en  nuesira  poblada,  ^^ega ,,  modifique  pronto  ciertos 
rasgos  decarácteivpeculiateSiPQP..da8gríW;Í!a,4e'ti<4da3iWs  climas  me- 
^idionaIes■!^;',;^;  /^jf'nR'ffur.  ^o  m>  7  n-¡?r(;  !•;?.  í;  \.:!n:'in  r! 

Pero  estoy  vientclOí  que  he  perdidí^  de  vista  á  mi  tipo^ 

Mullilud  de  consideraciones  que  quieren- parecer  jmciosas  y  que 
son  fuera  de  propósito ,  haiii  venido  á  interponerse  como  una 
niebla  entre  mi  vista-  y  el  original  que  me  babia  propuesto  bos- 
^qiftejar.  ^^v,;:  ,  .:::-;  p 

<    Concretémonos  ,  pues i>  y- sigamos  ,   ó  mas  bien.,  cmpczemos 
á  copiar  á  la  revendedora^ 

Preciso  es  para  ello  que  nos  traslademos,  al  Mercado. 

Entre  las  cosas  nolablps  qM  litíne  Valcuciav  os  u-na  de  las  que 
mas  merecen  lijar  la  consideración  del  forciatcros  la  m»fnilica  plaza 
4;d  Mercada:  el  Mercado  de  Valencia,  tiene  mas  de  un  conceplo  por- 
que atraer  la  atención;  la  abundancia  de  sus  arliculus  de  venta, 
su  asco*,  el  estenso  espacio  que  ocupa  y  oirás  miicbiis  condicio- 
sesi^i  le  hacen  uno  de  los.  primeros  mercados  de  España.  El  espcc» 
lacillo  que  ofrece  á  la  vista»  del  viajero  en  sus,  Imras,  dp  concurrencia, 
es  bello.  Eigúrese  quií^n  np  javlvaya  vástov,»  un  cspaiio  irregular  de 
una  grandísima  eslcnsion  ,  il.u.nímatlo  porla.osp!end;'nle  luzdenucs- 
•Iro  ciclo  meridional,  y  dentro  del  cua!  se  agilan  como  en  un  lierbi- 
jtleKO  inmenso,  miles  do  personas ,  confundiendo  sus  voces  en  un 
rumor  que  se  parece  mucho  al  de  las  olas  del  m;ir;  figúreso.  toda 
e$JUii«gejalüque  va  y^  y^eaecpulciü.ida  poi'.puprnws  banií;adus  du  na-^ 


riNTAT>«$  ron  -sí  niifiífns.  255 

ranjns.  limónos,  cere/.asw.tlü  siii;li¡n.  mclunoí.  lómales,  pcr.in,  de 
ciiiiiilus  finliis.  (Mí  lili,  i»a  cmi'íU'i»  n\  olías  provinriín,  y  miicli.ií 
m.i«i ;  li^'uioc'  li»ilii«  L'hlas  fruliii* ,  c^c.l.míc*  cími  mi  iironia  y  can 
.sus  IVosciis  ci)!(»r('s  ;  im  i^'in(i ,  oiirni,los  aiüiiiiKios  <Jidl(»íj..ti  ,|U6 
nüccsahamuiileliiibra  iK>  lubor  ciilrc  laula  ¿^«'iilo-  la  ge-ule  «Je  mo- 
jor  liiiin  )r  quií  so  uonoco  ,  y  cüiu;ncijilcra  lu  VüiiiaJ  do  lo  que 
dcci'.nus. 

Pues  bien,  cnlro  lodu  csl»  algarabía,  on  moilio  de  esa  Cünfa*< 
sioii  dü  |)oi|iieAoH  iiUcrcsos  i|iie  su  criii.ai)  on  csc  ceulr*  nieiran'- 
lil ,  nnJjli»  cii*u  chuiiiy  oiilrolos  maclios  li.ios  (nic  necesanaimulu 
cii'^íHUrani  el  (UIiíosd,  Imv  uno  (|iuí  so  dislaca  en  primer  lermino, 
hay  iiiK)  in  igor  ()uo  ,  antes  ({iie  la  mulliluJ  invada  la  pla/.a  ,  recor- 
ro ios  piiesiüs  lie,  las  ven.ledoras ,  conloiiü.mdase  con  aire  de  Iriiin- 
fo  y^jjaiklo  de>li2ar  su  mira  Ja  do  esa  manera  propia  de  las  gentes 
impariosas  ó  ir¿ksoiblos.  Los  afios  bin  recargado  su  (¡gura  ,  ;ibui- 
tandj  obo<aiu3nlo  sus  conlurnos  é  imprimióndule  ese  sello  <]uc  haco 
decir  á  las  gentes,  «esa  muger  es  una  jamona».  Activa  como  ella 
sola,  inspección*  con  ojíí  inloligcnlo  varias  paradas,  arregla  con 
muchas  vcnJodjras  cuentas  pendientes,  presta  á  uííAS  ,  cobra  do 
oirás,  etc.;  esta  es  Va  reveadgUora ,  pero  la  revendedora  en  gor- 
do ,  la  (]U0  gasta  ricas  arracadas  ,  la  jugadora  pertinaz  y  supcr»^ 
ticiosa  do  lotería  ,  que  persigue  á  la  sucrto  basta  en  las  loterías  dé 
riferas  clandestinas,  la  que  nunca  falta  á  las  ücstas  del  Ángel  de 
Liria  y  á  la  3íare  de  Dea  de  Campanar ,  y  la  que  mueve  ,  cníift;^ 
mas  ruido  on  las  lieslas  de  la  calle  do  Saa  Gil  ó  de  la  Muela,  cuan^ 
do  es  su  marido  clavario  de  las  mismas.  -^ 

Vosulros  ,  lectores ,  si  habéis  pasado  muchas  reces  por  clmcr-' 
cado,  la  halx-eis  vwlo  disputando  furiosamente  y  habréis  oido  ^¿n 
sus  labios  figuras  nuevas  de  lenguagc ,  habréis  aumentado  el  cr jtá4 
logo  do  vuestras  voces  conocidas  coo  muchas  de  las  interjcciones 
y  cpilelos  que  habréis  escuchado  al  pasar:  osa  es  nuestra  h^rolü^ 
lectores ,  es  la  misma.  Muchas  veces  habréis  oitío  conlar  f  me  hay 
en  nuestro  murcado  una  ospocio  de  prestamistas  que  dejd'i)<diDerD'á 


256  -^^  tos  VALENCIANOS 

uninleiés  tal,  que  al  año  el  capital  viene  á  dar  un  Guatrocienlos 
ó  quinientos  por  ciento  ■,  pues  ese  és  nuestro  tipo ,  la  revendodora 
engordo,  la  comerciante  al  por  mayor,  quesacrilica  á  su  hermá- 
nala revendedora  pobre.  Muger  incansable  ,  va  al  portal  á  esperar 
á  los  labradores,  con  quienes  ajusta  lacarga  que  traeu ,  antes  que 
lleguen  al  mercado  y  la  traslada  á  su  casa,' sita  en  alguna  de  las 
calles  contiguas  á  éste,  desde  donde  va  aquella  á  surtir  en  peque- 
ñas porcionesdos  innumerables  puestos  de  Jlas  vendedoras:  a/  delall. 
Ck)ncluida  lávenla  del  día,  nuestra  protagonista  acude  álos  diferen- 
tes  puestos  que  la  deben,  á  cobrar  de  sus  deudoras ,  lo  cual  con- 
sigue ,  gracias  muchas  veces  á  su  buen  método  ,  en  que  entran 
por  mucho  insinuaciones  manuales  é  interpelaciones  de  cierto  gé- 
nero ;  cuando  no  ,  ella  compra ,  vende ,  ajusta,  fia  ,  cobra  ;  en  íin, 
ella  hace  todo  cuanto  se  ofrece  en  el  negocio  que  lleva  entre  ma- 
nos ,  dejando  cosas  de  otra  importancia  al  dominio  del  maridos'<y 
probando  una  vez  mas  que  en  esta  iierra  las  mugeres  son  mas  ac- 
tivas que  los  hombres.  ■  ■ 

La  otra  revendedora  de  que  llevamos  hecha  mención ,  la  pobre 
victima  sacrificada  al  monopolio^  á  la  ambición  de  su  colega ,  es 
la  que,  contando  con  mucho  menos  capital,  tiene  que  vivir  á  la  som- 
bra de  la  anterior  y  en  quien  la  falta  de  numerario  determina  una 
diferencia  notable  de  costumbres.  Esta,  apegada  como  un  hongo  á 
su  puesto  ,  nunca  se  menea  de!  mismo  ;  todos  los  dias  permanece 
en  su  sitio  desde  el  amanecer  hasta  la  hora  en  que  realiza  todo  el 
género,  ó  hasta  lanoche  muchas  veces:  asi  es  que  esta  muger ','#' 
semejanza  de  los  perros  que'Viv^i  encadenados,  tiene  un  carácter 
sumamente  irascible ,  y  apenas  hay  parroquiano  que  no  la  merezca 
una  espresion  afable  si  hace  indicación  de  comprar  y  no  comprado 
por  cualquier  otro  motivo.      '*o-    ^s*    '  '     ;.'    '*  "  '    ' 

.  ,  E4a  pubro  muger  se  preserva  dé'los'rayos  del  sol' c6n  «na grue- 
sa Iqna  ;  sostiene  animadísimos  diálogos  de  parada  á  parada  con  sus 
compañeras  en  sus  ratos  de  buen  humor  y  abandona  rarísimas  ve- 
ees  su  puesto,  para  alguna  diligencia  muy  precisa  tan  solo,  y  de- 


PiríTADOS  pon  KÍ  IHIKItOS.  M7 

jando  en  su  lu^jar  una  por^ona  lun  intima  roino  algiin  bijo  iii\o  /isa 
manilo. 

Esla  quo  ps  lan'vcndi'íldra  á  qnien  con  inai  frRriipnria  af  oye 
vocoar  (MI  las  acalor¡i(hK  (lispuLis  dn  la  |)laza.  wifíM  (li.slinfriip  por 
su  lrajo^l('t^rM^|•a(ll^inl()  .  ésla  cuva  imagen  p.xpdiizncí'a  y  liar.i;»i<'n- 
la  Hi  iHH  r(!presunla  sicMiipro  ipio  oímos  nienlar  a  la  revendedora, 
es  la  t|iio  nos  provee  tlireclamcnlo  do  Iccliuga-i ,  cebollas ,  aios,  pe- 
rogil  y  ülras  incnuilencias .  para  cuyo  comercio  no  se  nccesila  la 
foilima  de  un  Uoslchild.  Kspeciede  liera  sin  dí>mc8licara  quien  ve- 
mos lodos  lí  s  diQH  como  enjaulada  enlre  canastos  de  Iw^rzas  y  ccho- 
llas ,  suelo  ver  exasperados  sus  instintos  feroces  por  esa  coliorte  de 
sucios  y  maliiinos  arrapiezos,  cono<'idos  en  otro  tiempo  con  el  s'ni- 
nificativo  nombre  de  cmidncfies  del  mercal,  los  cuales,  creciendo 
sin  i^lucacion  ninijuna,  empiezan  por  robar  verduras  y  llegan  con 
el  tiempo  á  terminar  honrosas  carreras. 

Pero  no  Tayais  á  creer  por  lo  que  llevo  dicho  que  todo  lo  qoe 
hay  en  nuestro  mercado  son  harpías  y  desmelenadas  furias .  do 
creáis  que  entre  las  vendedoras  no  se  encuentra  también  género 
rauv  apetecible;  hay  por  el  conlrario  muchachas  de  ojos  espresivos 
capaces  de  hacer  olvidar  la  compra  á  un  santo,  si  un  santo  fuese  a 
comprar;  hay  una  (iguera  cuya  gracia  ha  merecido  los  honores  da 
ser  aludida  por  plumas  distinguidas  en  ;?a/)c/eí;)i/6/ico5.  Venid,  con- 
migo ,  sino,,..  le«loces  ,  y  pasar  emosrevisla  á  tanta  jovencita  qu 
muy  bien  pud  eramos  calilicar  de  bocalo  di  cardinale ,  si  los  carda- 
nales  pudieran  en  realidad  gustar  bocados  lan  esquisitos.  Llegué- 
monos hacia  el  mercado  nuevo  y  asi  como  quien  inspecciona  las 
naranjas  levantemos  la  visual  hasla  las  labradoras  que  las  venden, 
tan  frescas  como  sus  frutas,  trasplantadas  aun  con  el  roclo  de  la 
maüana  desde  nuestra  vega  á  nuestro  mercado  ;  y  viendo  eslo.  uo 
sabremos  qué  alabar  mas ,  si  la  fertilidad  de  nuestros  campos  ó  la 
buena  suerte  de  nuestros  campesinos. 

Empero  ,  creo  ,  lector,  que  se  me  hace  tarde  y  el  tren  me  es- 
pera :  me  voy :  el  boceto  queda  trazado.  Si  cuando  vuelva  algún 


258  LOS  TAL«NCTAKOS 

día  á  Valencia ,  no  oncucnino  á  mi  lipo  integro  ,  fi  con  «1  Tiempo 
vcmDS  un  dia  su^liluid.is  las  oscuras  y  m;ii  vcnliiaii.is  casas  do  h 
Ciiilo  de  Bailriüla ,  San  Gil  y  la  Muela ,  donde  hoy  se  amontonar 
las  patatas,  nabos  y  otros  ai  tíci.los  comcíilibics  que  suden  el  mer- 
cado ,  pjr  Iimj»ios  y  espaciosos  almacenes;  y  los  lil)ros  de  entradas 
y  salidasen  donde  hoy  liaeo  conslar  la  revendedora  las  p  iridias  (-juc 
negocia  con  rayas  y  oln>s  signos  convencionales  ,  inteligibles  para 
ellasila  ,  for -elegantes  libios  rayados;  cuando  el  lenguaje  do  la 
revendedora  sea  roas  Ümjúo  y  traje  mas  .aseado,  y  tengamos 
meroíiid  )s  gchi  lechas  de  eristal  como  suf-eJe  en  otras  partes;  cuan-' 
do  ,  en  íiii ,  alem :»s  los  perros  con  longanizas  ;  enlonces  eeharc  la 
visia  sobre  estas  rayas ,  y  dichoso  yo  si  por  ellas  puedo  venir  en 
recuerdo  de  lo  quj  es  h,»y  la  reoendedora  Jjl  mercado.  Y  si  es 
que  ho  siido  tan  loripe  que  por  lo  quo  llev^í  trazado  noalcanzík  á  re- 
conocer á  nuestra  horoina ,  me  baré  la  cucnia  del  pintor  que  dt*cia: 
c$i  sale  con  barbas ,  San  Antón»  ó  la  de  aquel  chico  que  ilocia  á 
su  compañero  el  acolito  i:  cuaüiji 

«anda,  repica  á  santos,  nins  oíi 

serán  mancUegas,  '.!.;'•  mI 

y  si  no  lo  riipicas 

wrim  boleras.» 

Pedro   '¥aso» 


EL  COCOTERO. 


pmTAiMM  POR  Si  :\iki.ii(>s.  959 


;éÜa-\\ 


EL  COCOTFIiO. 

(YciiJcilor    de    cocüts.) 


«i.        I- 

f^rv^" ^ AH?i  elevarse  un  mwlílí  ""'> 
•r  i*  ,>,-t  A  l:i  (  umbre  del  pcupler 
tJP^/¿^     Y  llegar  á  ser  ministro' 
DcncIc  mozo  lie  cordel, 
Dice  la  genle  de  peso» 
Olio  os  necesario  I  o  ñor 
Decisión  en  la  cabozív 
Y  en  el  pecho  mucha  fó. 
ií.     Pero  mas  fé  y  decisión» 
Ha  de  alosorap  aquel 
Que  grita  por  lodaí*  parios: 
Cocuis  ¡j'  vi,  cabülUr»  (1). 

(1)  Cücnts  y  vino,  cabal'eros:  este  es  el  grilo  con  que  el  cocotero  pregona  su  mer- 
cancía. Se  llaraa  cocol  á  una  ejpec  e  de  empanada  de  pe.-cado  que  tiene  la  forma  'Je  una 
medín  luna:  en  las  liólas  délas  pastelerías  de  Valeucia  le  bautuio  coa  el  profano  Loaib.e  de 
pa»t4  di  i^etcudo. 


240  LOS  VALENCIANOS 

Dicen  que  lucha  el  ministro 
Con  (liticullades  cien 
Para  llevar  adelante 
Las  empresas  de  interés; 

Pero  el  pobre  cocotero 
¿Tiene  poco  que  correr 
Para  llenar  el  estómago, 
Que  es  una  empresa  también? 

Y  aquel  puede  hacer  contratas; 
Pero  éste ,  ¿qué  puede  hacer, 
Sino  gritar  por  las  calles^i^Jg 
Cocóts  y  vi ,  cahallerst 
■    '   Lectores ,  el  cocoleró>ní>  /  ] 
Derrama  doquiera  el  bien; 
Dá  de  comer  al  hambriento, 

Y  al  sediento  de  beber. 
Tranquila  está  su  conciencia 

Con  su  honrado  proceder, 

Y  en  sus  sueños  descansados 
Apariciones  no  vé. 

Hijo  del  pueblo  sencillo, 
Donde  está  el  pueblo  está  él; 
Gritando  con  voz  sonora:  .; 
Cocbls  y  vi,  caballers. .   ;  ' 

Dejadle  paso  ,  lectores, 
Que  el  hombre  tiene  que  hacer 

Y  con  la  cesta  y  la  bota 
Embarazado  se  vé. 

Dejadle  paso  ;  en  la  fiesta 
Hay  muchos  con  hambre  y  sed, 

Y  calcula  el  cocotero 

Los  cocóls  que  vá  á  vender. 
Ya  se  aleja  presuroso, 


PIMADoS  IMín   si  MIK.MOS.  tUi 

Va  upenas  so  alraiizu  u  ver; 
Solu  8(1  grito  se  esnicha, 
CuLÓÍs  y  vi ,  cahtúlcí  s. 


11. 

En  un  (Jia  de  verano 
Cuando  el  sol  dosciendo  ú  plomo 

Y  los  sentidos  aliirde 

Y  del  mas  sabio  bace  un  bolo; 
Como  a  las  dos  de  la  larde 

En  qjue  es  mayor  el  bochorno, 

Y  Valencia  es  gn  ÍDlierno, 
O  al  monos  un  pur¿:alorio, 

Cruza  por  ta  les  y  plazas 
Con  estruendo  y  alboroto 
Una  mullilud  alegre 
Que  no  tiembla  ante  un  sofoco. 

Corren  tartanas  y  coches; 
Marchan  ligeros  los  mozos; 
Lanzan  las  niñas  miradas 
Matadoras,  de  sus  ojos; 

Se  a|íresuran  los  ancianos, 
Flechan  sus  lentes  los  pollos 

Y  se  incomodan  las  madres. 
Que  se  incomodan  por  poco. 

Una  frase  se  repite 

Y  anda  en  la  boca  de  todos, 

Y  vago  el  aire  resuena: 

31 


242  LOS  VALENCIANOS 

¡A  los  loros,  á  los  loros! 

Las  varias  localidades 
De  la  plaza  ,  poco  á  poco 
Se  van  llenando  de  gente 
Que  habla  y  grila  por  los  codos. 

Allí  aparece  el  romántico 
Tratando  de  templos  góticos,      ' 
Con  un  imberbe  político 
De  cerebro  poco  sólido. 

Alli  la  santonQ  mistcia 
Que  se  divierte  de  incógnito 
Con  un  capitán  de  húsares 
Muy  pedante  y  muy  estólido; 

Allí  está  la  niña  pálida 
Que  quiere  cazar  un  prógimo; 
Allí  el  altivo  aristócrata 

Y  el  papanatas  alónilo; 
Allí,  en  fin,  el  cocotero 

Ejerce  su  sacerdocio 

Y  vá  cocóls  ofreciendo 

Y  sendos  tragos  de  mosto. 
¿Una  muger  so  desmaya? 

Cocotero ,  vino  pronto. 
¿Siente  un  inglés  un  vabido? 
ün  cocdt,  por  S.  Antonio. 

¿Sufre  un  ataque  de  nervios 
La  esposa  de  Capricornio? 
Pues  un  cocót  y  un  buen  trago, 
Con  eso  se  cura  lodo. 

— ¿Qué  tal  se  porta  el  espada? 
—Muy  bien;  ya  está  muerto  el  toro 
— Venga  un  trago,  cocotero, 
A  la  salud  de  ese  mozo. 


PINTADOS  IMMl  SÍ  HUSMOS.  243 

— ¿Con  qu6.  pci  lida  ,  mo  olvidaí? 
— Dt'jamo,  qu(5  oros  muy  Ionio. 
¿Y  lus  pronR'Sjis  ,  inórala? 
¡Valíame  Dios  qué  bolonio! 

— ¡Oh  rabia!  yo  mo  suicido, 
No,  no,  ujo  vülvcró  loco: 
Cocoloro ,  cocoloro. 
Dame  vino  que  me  ahogo. 

Y  el  cocoloro  solicilo 
Satisfechos  deja  á  lodos 

Y  si  arregla  dos  dispnlas 
Promueve  veinlo  alhorolos. 

Porquo  el  vino  en  el  verano 
So  subo  á  los  cascos  pronlo 

Y  el  cocót  dicen  las  genios 
Que  os  llamalivo  del  mosto. 

Nuestro  héroe  todo  lo  mira 
Con  la  calma  do  un  estoico, 
\  aunque  jamás  abrió  un  libro 
Tiene  facha  de  filósofo. 

Nada  importa  al  cocotero 
Que  dos  chulos  mato  el  toro. 
Que  ande  á  cachetes  el  público, 
Que  den  de  palos  á  un  prógimo. 

Que  silben  al  presidente. 
Que  lo  dé  al  espada  un  cólico, 
Que  escandalice  una  ninfa 
Reputada  de  buen  tono. 

Mientras  él  su  mercancía 
Despache,  bueno  anda  todo; 
Para  las  demás  cuoslioncs 
Está  ciego  y  está  sordo. 

Pasa  la  larde ,  la  noche 


244  LOS  VALENCIANOS 

■  ?cí)ív    Su  manto  esliende  ó  su  toldo, 

Y  terminada  la  fiesta 
Vuelven  á  Valencia  todos. 

El  cocotero  vacía 
Lleva  la  cesta  en  el  hombro, 

Y  á  su  lado  vá  la  bota 
Desocupada  de  mosto. 


III. 

Arrulla  con  dulce  acento 
La  'playa  el  Mediterráneo 

Y  al  compás  de  su  murmullo 
Alza  el  marino  su  canto. 

Los  buques  se  balancean 
Con  un  movimiento  blando, 
O  ligeros  como  flechas, 
Se  lanznn  por  el  espacio. 

Griiza  la  vela  latina 
Del  pescador,  como  un  pájaro 
Que  vá  rozando  las  aguas 
Gon  imi)ulso  temerario, 
'í  Frente  á  la  mar  se  levanta 
La  Villanueva  del  Grao, 

Y  entre  las  aguas  y  el  pueblo 
Las  barracas  de  les  baños. 

Allí ,  cuando  el  sol  aprieta 
En  el  rigor  del  verano. 
La  gente  acude  solicita 
Buscando  un  refresco  grato. 


IM^TAIKls  i»(»n  si  :\iisM(t.s.  í¿45 

\a)h  lioml'rcH  y  las  inugcros 
Casi  junios  vnii  :il  hafln, 
Pues  aun(|U(;  oslan  divididog 
No  sé  si  eslaii  separados. 

Una  iniiltilud  cnriosa 
Sicnipro  obscMva  el  e>peclaculo, 
Quo  a  lodos  les  gnsla  ver 
Flaijiiezas  de  sus  hermanos. 

Y  hay  pullas  y  chanzonetas 

Y  equívocos  enigmálicos 

Y  hay  misleriosas  historias 

Y  hay  hasla  cuenlos  fanlaslicos. 
l'n  hombre  lo  osouclia  lodo, 

De  lodo  se  va  enterando, 
Callado  como  un  estúpido, 
Impasible  como  un  sabio. 

Es  el  cocotero  amigo, 
Que  vá  á  vender  á  los  baños 
Con  la  cesla  en  la  cabeza 

Y  con  la  bola  en  la  mano. 
Como  en  los  toros ,  él  es 

La  providencia  de  cuantos 
Para  vivir  necesitan 
Un  impulso  soberano. 

Así  forlilica  estómagos, 
Entona  cerebros  lánguidos, 
Da  fuerzas  a  los  raquílicos 

Y  buen  sueño  á  los  sonámbulos. 
No  falta  uua  sola  tarde. 

Porque  se  precia  de  exacto, 

Y  mientras  haya  un  bañista 
No  se  aparta  de  su  lado. 

Cuando  el  fresco  de  la  noche 


246  LOS  VALENCIANOS 

El  otoño  vá  anunciando 
Las  barracas  se  destruyen 

Y  queda  el  mar  solitario. 
Y  entonces  el  cocotero 

Queda  pensativo  un  ralo 

Y  se  encamina  después 

A  otra  parte  con  sus  bártulos. 


IV. 


¿Quién  no  conoce ,  si  mide 
Solo  dos  dedos  de  frente, 
Que  en  el  tiro  del  palomo 
Ha  de  hallarse  nuestro  héroe? 

¿Hay  hombre  tan  mentecato 
Que  le  juzgue  tan  imbécil 
Que  abandone  los  productos 
Que  esta  diversión  le  ofrece? 

El  cocotero  es  activo, 
El  caminar  no  le  duele, 
Y  al  tirador  proporciona 
Muy  nutritivos  deleites. 

Este  gasta  municiones 
Que  muchas  veces  se  pierden; 
Pero  aquel  le  proporciona 
Municiones  de  otra  especie. 

Y  si  el  tirador  á  casa 
Sin  un  palomo  se  vuelve. 
En  cambio  una  cesta  entera 
De  coc6ls  lleva  en  el  vientre. 


PINTADOS    l»OH    SÍ    MISMOS.  247 

E>lü,  sino  es  económico. 
Una  gran  venlaja  licno; 
Oiic  lili  liomlirc  se  ücuesle  sano 

V  un  cólico  le  ilispieric. 
Pero  estas  son  quisicosas 

^)uc  el  cocotero  no  entiende; 
Despacha  su  mercancía 
Y  30  nada  mas  se  cnlromele. 
Él  vá  vendiendo  salud, 

Y  si  veneno  se  vuelve. 

La  culpa  está  en  el  eslóraago 
Que  dijerirlo  no  puede. 

Callen  ,  pues,  los  delruclores 
Que  en  su  contra  se  revuelven, 
Callen,  porque  el  cocotero 
Limpia  la  conciencia  tiene. 


V. 


No  hay  broma  ,  lance  ridiculo, 
Porral  ó  fiesta  de  calle, 
En  que  al  punió  no  se  halle 
El  héroe  de  nuestro  artículo. 

Trabajador  sin  igual, 
Con  la  bola  y  con  la  cesta, 
Desempeña  en  toda  fiesta 
Un  papel  muy  principal. 

Pero  mas  de  él  no  refiero. 
Que  fuera  no  concluir 
Empeñarse  en  escribir 
Las  glorias  del  cocotero. 

Rafael  Blaseo. 


PORTA  VIOLÓN. 


^- 


III. 


EL  PORTA'\IOLO\S, 


Ui  E  m 

íé\\     ■■-'     'k^Ü 


//%y 


STÁ  visto  :  este  señor  se  ha  inlrotlucido  en  mi 
casa  cargado  con  su  armatoste  y  teniéndome 
sin  duda  por  pais  conquistado,  de  grado  ó 
p  )r  fuerza  rae  hará  locar  el  violón  que  maldito 
si  de  ello  tengo  gana. 

Pero  esto  no  puede  quedar  así ;  yo  voy  á 
montarme  en  ira,  á  enarbolar  el  puño,  aponer 
cara  feroce  enseñando  los  incisivos  y  vere- 
mos si  con  tan  canina  y  hostil  actitud  ,  le  haré  miedo  al  señor  edi- 
tor y  en  su  consecuencia  scllevaia  la  música  a  olra  parte.  E>lopasa 
de  castaño  oscuro  ;  fiues  con  raclenne  un  dia  y  otro  dia  el  violón 
en  mi  casa ,  es  forzarme  á  que  le  loque,  y   va  he  puesto  dcma- 


250  LOS  VALENCIANOS 

nifiesto  mi  rotunda  negativa,  mi  formal  protesta,  mi...  Tamos; 
ya  lo  he  dicho  ,  no  quiero  locar  e!  violón  á  sabiendas  que  bastante 
lo  tocaré  i^^norándolo  :  y  ahí  es  un  grano  de  anís ;  hoy  dia  que  tan 
en  boga  está  el  hacer  sentir  los  desacordes  sonidos  de  este  desco- 
munal instrumento  ,  iré  yo  á  jugar  col  fuego  ;  yo,  que  no  necesito 
mas  que  cojer  la  pluma,  cuando  se  me  convierte  en  arco  y  como 
consecuencia  precisa  creo  estar  trazando  renglones  y  resultan  ras- 
gados y  altisonantes  berridos  ¿qué  no  será,  pues,  si  me  propongo 
escribir  al  porta  violonsl  Claro  está  que  el  tipo  traerá  su  volumi- 
noso apéndice  para  que  yo  loque  el  violón. 

Además  ¿  qué  he  de  decir  yo  ?  Que  hay  en  Valencia  uno  ó  dos 
hombres  que  llevan  este  pequeñuelo  instrumentilo  allá  donde  se  les 
manda  y  punto  final. 

— Pues  amigo  mió ,  está  ya  anunciado  en  los  periódicos  que  us- 
ted es  el  encargado  de  escribir  el  tipo  que  nos  ocupa  y  no  hay  mas 
remedio  que  cumplir  la  palabra. 

He  ahí  el  argumento  eterno  del  señor  editor  que  cada  vez  que 
le  miro  á  la  cara  cuando  de  esto  me  habla  ,  me  recuerda  al  majis- 
ler  de  primeras  letras  en  ocasión  de  repasarme  una  lección  que  no 
sabia. 

— Pues  corriente ,  le  contesto  yo  ,  escribiré  lo  que  sepa  y  pueda 
indagar  acerca  de  dicho  tipo  ,  y  daré  gusto  á  V,;  pero  si  algún  lec- 
tor murmura  por  la  poca  gracia  de  mi  escrito  ,  en  castigo  me  voy 
k  cdiSdi  del  porta  violó ns ,  le  mando  cargar  con  su  estupendo  chis- 
me y  le  zampo  en  casa  del  murmurador  para  que  nos  lo  describa  a 

_    ,■  ,     ,  ,  ;-riü]  (JÍÍ9  ob   I 

medida  de  su  deseo. 

y,    .  Li 

Y  ya  me  tienes,  benévolo  lector,  corriendo  calles  y  plazas  en 
busca  de  un  amigo  que  cierto  dia  me  dijo  qué  consideraba  tipo  es- 
pecial al  porta  molbns  puesto  que  en  Valencia  se  hace  de  ello  un 
oQcio  ú  ocupación  y  además  porque  tiene  sus  leyes  particulares. 
—  ¡  Pero  calla !  ese  hombre  que  hacia  mi  viene  creo  que  es  uno 
del  oficio,  sí  no  hay  duda. 

Me  acerco  á  éj.  '  ■        "'^^  '^' '"  ''""^  '"  '  '"'^''^  '""  "' 


PINTADOS  pon  kI  mismos.  251 

—  Oiga  V(l.  I)U(M)  h()ii>!)íi' :  ¿es  V<l  ••!  (luesc  ocupa  en  lli-var  ar- 
riba y  abajo  los  víoIkiiüs? 

—Yo  no  los  llüVü  arriba  y  abajo ,  «[uü  los  llevo  á  Ia«  iglesias  ó 
teatros. 
—Pues  bien  ,  oso  precisaincuto  «s  lo  que  yo  qucria  preguntar  a 

—Y  bien  ¿qnó  so  lo  ofrece  á  Vd? 

— Se  me  ofrece  una  diiila  acerca  del  modo  de  vivir  de  Vd. 

¡Nunca  se  lo  hubiera  dicho  I  Se  quedo  como  8i  viese  almas. 
Efeclivamenle,  conüeso  que  anduvo  poco  acertado  en  el  modo  do 
interrogarle. 

.^Puos  a  mi,  contestó  él,  pasada  su  admiración  ,  no  se  me  ofre- 
ce ninguna.  Y  echando  á  andarle  tuvo  que  delrncr  añadiendo. 

— Y' si  yo  lo  galilicáraá  Vd.  su  trabajuó  molestia  por  darme  al- 
gunas noticias  que  le  pediré  ,  seria  Vd.  mas  amable. 

— Vamos  diga  \\\.  pues  lo  que  desea  saber ,  porque  tengo  pri^sa^^  y 
para  mí  el  tiempo  es  oro.  c  ,.,,..,  .»     .•  »f 

g.^  Chiipalo  esa  dije  para  mi  majin.  Este  hombre  tan  andrajoso 
que  cualquiera  le  creerá  un  mentecato  ,  me  ha  dado  una  lección  de 
la  cual  voy  á  aprovecharme.  ., 

— Pues  si  el  tiempo  es  oro,  repliqué  yo  ¿cómo  lo  invierte  Vd. 
tan  infrucluosamtnle,  dj  ocupándose  mas^ij^i;  j^ü  llevar  violones  á 
donde  le  mandan?  .  7  . 

—  Porque  con  ello  gano  mi  subsistencia  y  no  me  creo  en  el  caso 
de  exiiir  mas  á  mi  destino. 

— ¿Cuanto  le  pagan  á  ^'d.  por  llevar  y  traer  un  violón? 

— Nueve  cuartos ,  v  si  es  violonchelo  cuatro  v  medio.     . 

•fii'rn  f')\ 

—  ¿Y  cuántos  violones  llevará  Vd.  aproximadamente  al  día? 

r-Qué  sé  yo;  unos  dias  no  paro  desde  la  descuberla  hasta  las 
tantas  de  la  noche,  mientras  que  he  tenido  dia  de  truenos  en  que  no 
he  hecho  mas  viaje  que  por  el  violonchelo.  , ,, ^     .   ,  o. 

Ig— Y  diga  V.,  ¿qué  cosa  ea  la descubérlal  ^ 

— Guando  descubren  al  Señor  por  la  mañana.  «  ■  .    ,  „ 


25^  LOS  VALENCÍATÍOS 

—  ¿Y  Vd.  solo  sirve  á  un  profesor  ó  á  muchos? 
— A  lodos. 

—  ¿Y  cuántos  coútrabajos  hay  en  Valencia  ? 
— Como  unos  doce. 

— ¿Y  les  conoce  Vd.  por  alguna  seña  para  dislinguiílos? 

— Yo  doy  al  violón  el  nombre  del  profesor  y  así  me  cnliendo. 

— Y  los  profesores  ¿qué  tal  se  portan  con  Vd.? 

— Bien  y  mal;  de  lodo  hay. 

— Pues  ¿  cómo  asi  ? 

— Los  de  h paella.... 

—  No  pase  Vd.  adelanto.  ¿Quiénes  sontos  (hhpaella'} 

— Los  déla  paella  son  la  sección  de  músicos  que  loca  en  lo  mas 
rumboso,  como  son  teatros,  grandes  entierros,  en  fin  en  lodo  aque- 
llo en  que  olijen  á  los  mas  disUnguidos. 

— De  modo  que  les  podremos  llamar  la  ai isitocracia  del  arte. 

— Si  señor. 

— ¿Y  eslos  cómo  le  tratan? 

—Bien  en  cuanto  á  que  sin  apresurarme  llevo  la  orquesta  entera 
ó  media  orquesta.  "    '''        ",  '       i    " 

—Espere  Vd.,  ¿qué  es  eso  de  orquesta'" Y^'^¿W8r^iiíéfe'Ía'^ 

—Si  es  orquesta  he  de  llevar  cuatro  atriles  y  si  es  media,  dos;  y  gano 
en  el  piimer  caso  nuevo  cuartos  y  en  el  segundo  cualroy  medio. 

—Perfectamente.  ¿  Y  cómo  dice  Vd.  que  le  trata  la  sección  de  lá 

paella? 

—Si  no  fuera  porque  á  veces  me  hacen  ir  sin  ninguna  gratificación 
á  avisar  á  los  cantantes  para  esla  ó  aquella  función  ,  podría  servir- 
les mejor  que  a  los  guerrilleros. 

— ¿Y  quiénes  son  los  guerrilleros? 

—Los  guerrilleros  son  los  músicos  que  van  á  los  pueblos  y  que  les 
be  ció  servir  á  cscapfeí'*^' *'^'"\ 

—¿Pero  también  ganará  Vd.  milcha  mas? 

—No  hay  duila  ,  si  es  función  en  el  Grao  tengo  4  rs.,  si  es  en  el 
Cabañal  5  rs. 


piWTVDo.s  ron  sí  .-^íismos.  25!^ 

—Do  moflo  quo  podremos  docir  iinc  por  media  hora  do  diblancia 
lo  pnírnn  ;'i  Vd.  una  poseía. 

— Ks  so^Miií :  hay  piieMos  mas  lojanos  y  p;i::an  monos. 
— ¿Olió  función  locncrda  Vd.  Iiabcr  ganado  ma.>»? 

—  ¡0!íl  cuando  los  funoralrs  do  í).  Tomás  Ürú  quo  fui  á  Murvio- 
dro ,  mo  dioron  ílO  rs.  Kn  lo  quo  vá  de  siglo  ba  sido  el  dia  quo 
mejor  lio  locado  la  quirra. 

— ¿En  lo  qiiová  de  siglo? 

— ¡Olí!  si  el  siglo  pasado  ya  tenia  yo  esto  oficio. 

—¿Y  Vd.  qué  os ,  casado  ,  viudo  ó  soltero? 

— Nada  do  eso. 

— ¿Pues  qué  os  Vd.? 

— Porta-violons. 

— Do  manera  quo  no  leniondo  Vd.  hijos ,  no  podrá  legarles  su 
oíicio. 

— ;  .Mejor  1 

^¿Por  qué? 

— Porque  asi  los  llevaré  yo  por  ellos. 

— ¿Pero  y  á  la  muerte  de  Vd.  ent(mccs? 

— Cuando  yo  muera  ya  se  ha  (¡nado  el  mundo. 

— ¿Y  diga  Vd.,  cuando  va  fuera  cargado  con  el  violón  le  pesará 
mucho^ 

—Vaya  si  pesa  ,  como  que  hay  uno  que  tiene  dos  arrobas  y  media 
de  peso  ,  pero  yo  me  paro  en  todas  las  erm'.tas  que  veo  ramo  y 
hago  estación  sorbiéndome  de  un  trago  un  careo  (\)  asi  alcanzo  fuer- 
zas para  resistir  hasta  el  término  del  vinje.  Hay  dias  que  me  gasto 
lodo  lo  quH  gano  en  doséls  y  rosquilléies. 

—  ¿Y  qué  es  eso  del  dosét? 

— Dos  chavos  do  aguardiente  y  una  rosquillcta. 
¿Qué  dias  son  los  peores  para  Vd.? 


(1)    Caarüllo.  <  ,fiS03  «Oli 


254  LOS  VALENCIANOS 

—Aquellos  en  que  hace  aire  contrario  y  me  hace  bailar  s:n  gana 
cargado  con  el  violón  y  si  hace  poniente  pofque  rompe  las  cuerdas 
y  levanta  las  lapas  del  contrabajo. 

— ¿Y  cuando  se  le  rompe  á  Yd.,  quién  responde  de  ello? 

j-^Yoflo  tengo  mas  obligación  cuando  se  rompe  alguno  que  es 
llevarlo  á  componer,  haciendo  gratis  cuantos  viajes  sean  necesa- 
rios. 

—  ¿Y  le  ha  sucedido  á  Vd.  rompérsele  alguno  por  porrazo? 

— Sí  señor  ,  una  vez  iba  á  Alg'iraesi  y  como  habia  llovido  estaba 
resbaladizo  el  piso,  y  cuando  Dios  lo  quiso  me  fui  rodando  con  el 
violón  desde  un  margen  bastante  alto  hasta  un  foso  y  tuve  que 
recojer  en  un  capazo  lo  que  fue  contrabajo ;  tan   hecho  astillas 

quedó.  í,::    r-.:;i.  'r  " 

—Se  me  figura  que  la  culpa  de  este  percance  la  tendriap  las  es- 
taciones repetidas  que  baria  Yd.  por  adorará  Baco. 

— No  me  descuidé,  pero  yodebiadar  la  culpa  al  piso  porque  efec- 
tivamente estaba  resbaladizo. 

— ¿Y  su  oficio  también  tiene  contrarios? 

— Vaya  si  los  tiene. 

— ¡Hombre  !  ¿será  posible? 

—En  primer  lugar  los  sacristanes  ,  porque  son  tan  egoístas,  que 
cuando  voy  á  llevar  el  violón,  he  de  formar  un  cuadro  de  bancos 
de,  la  iglesia  para  la  orquesta  y  como  voy  solo  ,  no  puedo  levantar 
á  peso  los  pesados  bancos  ,  y  lo  hago  á  rastras ;  como  el  piso  se 
raya,  arremeten  contra  mi  como  unos  energúmenos  ,  y  de  ahí  que 
siempre  estamos  como  el  gato  y  el  perro.  Además  los  sacristanes 
son  malos  para  todo  el  que  es  pobre  y  vo  por  desgracia  lo  soy. 

— ¿Con  qué  tan  egoístas  son  los  sacristanes?,  ,  '         ., 

—Cómo  que  así  que  concluye  la  función  ,  si  es  larde  me  obligan 
á  sacar  atriles  y  violones  paia  que  lo  deje  en  una  casa  inmediata  y 
de  allí  que  me  lo  vaya  llevando  bajo  mi  responsabibdad,  para  evi- 
tarles la  incomodidad  de  esperar  á  que  me  lo  vaya  llevando  tras 
una  cosa,  otra.  'ti..^ 


Pí^TAPos  ron  Kt  Mí5:nos.  5nr) 

' '— ¿Y  (pió  otroi  conlrarios  licnc  Vd. 

— I.os  cirKjuillos  y  los  perros;  quij  los  prímcr»  s  me  abosan  á  pe- 
dradas cuando  vov  cargado  yho  puedo  defenderme  .  y  los  segun- 
dos por  que  sin  dnda  se  a-<usl;in  al  verme  ron  el  armatoste  á  la  ra- 
b.'za  ,  mo  ladran  y  pcr.-i^iien  liAsla  hacerme  caer  alguna  vez  ,  por 
cruzárseme  por  eiilre  las  piernas  cuando  van  corriendo.  Pero  mi 
Hias  acérrimo  conlrario  lo  es  mi  compañero  de  oOr  io. 

—  ¿Pues  y  por  (jue? 
*''-  Piirqut;  no  nos  podemos  ver  el  uno  ál  otro:  así  qnc  nos  junta- 
mos, sin  saber  el  por  qué  los  dos  deseamos  venir  á  las  manos  y 
darnos  de  cácheles  hasla  hincharnos  las  narices.  Por  fortuna  como 
\amos  con  las  manos  ocupadas  para  sostener  el  violón  ,  evitamos 
mil  contratiempos.  ".  ^'"'' 

— ¡"Mala  poste  de  chiquillos  y  perros!! 

— ¿Con  qué  no  desea  Vd.  mas? 

—Sí  hombre,  le  deseo  a  Vd.  mejor  estrella  y  un  porvenir  mas  pa- 
ciOco  y  tranquilo. 

—No  me  fallará  Dios  mediante  un  hospicio  para  concluir  mis  días 
cuando  ya  no  tenga  fuerzas  para  cargar  con  los  violones. 

— Sí,  es  verdad  :  algo  es  algo.  Tome  Vd.,  toque  hoy  la.  quirra  á 
mi  salud  y  le  quedo  agradecido  por  su  amabilidad. 

Y  despiíliópdomo  de  mi  porla-violons ,  me  diriji  á  mi  casa  don- 
úf  intranquilo  y  aílijido  escribí  toda  la  conversación  que  no  pudo 
menos  de  afectarme  vista  la.  Iris. e  coos.eouencia  que  se  desprendo 
de  un  relato  que  prueba  la  bueña  índole  de  este  ser  desgraciado, 
que  tras  una  vida  de  perros  y  caminando  eternamente  cual  otro  ju- 
dío errante  con  el  doble  peso  del  violón ,  toda  su  esperanza  la  cifra 
en  que  para  terminar  tan  azarosa  existencia  le  den  hsIK»  en  un  hos- 
picio. Pens  íbamos  escribir  un  tipo  coronado  de  dias  de  sol ,  v  la 
fatalidad  ha  querido  que  negras  y  manchadas  nubes,  viniesen  á 
empañar  tan  bella  ilusión. 

El  por/a  violons  es  jna  pajina  de  gloria  ,  un  recuerdo  perenne 
de  lo  amante  que  es  el  valeuciano  de  condición  humilde  de  pro- 


256  LOS  VALETfCIANOS 

porcionarse  un  modus  vioendi ,  aunque  bien  podría  acoplarse  por 
anlílcsis  esta  proposición. 

Consignemos,  pues  que  esle  ser, rCuya  única  veníaja  en  el  mundo, 
es  que  apcsar  de  llevar  siempre  el  violón ,  á  l<»das  parles ,  casj 
podriaiios  aíirmar  que  nunca  lo  loca  ,  mienlras  oíros  que  jamás  io 
llevan,  por  su  desdicha  lo  locan  con  mucha  frecuencia  ,  es  acree- 
dor, no  solo  á  nueslra  consideración,  si  no  á  la  do  que  el  go- 
bierno eslabieciese  una  ca-;a  ó  dcparlamonlo,  que  montado  sin 
ningún  boalo ,  y  si  con  mejores  condiciones  que  los  hospicios  or- 
dinarios ,  sirviese  de  morada  á  los  seres  desgraciados  que  como 
nucslro  porla-violons  Iras  uní  vida  ijilada  y  llena  de  amarguras, 
resislen  sus  faligashasla  donde  no  es  d.ido  esperar  ,  porque  les  re- 
pugna la  clausura  absoluta ,  poca  salubridad  y  peor  alimcnlo  quo 

alli  se  les  dá. 

José  Ticente  ÜTebot. 


EL  TABALER. 


PIISTAUOS  fOH  KÍ  ;>1I)Í|I(>.S. 


í2n7 


fe^e^c 


íwi.  'X 


5¿^.., 


Vi. 
fil 


qdd  cnii 


tn*H 


-lülj  ÜUI    Mi 


ob 


EL  TAMBOIIILEHO. 


(Tabaler.) 


'  íTlL'll 

:^9  id 


E 


'  T^tf  Ády  hombre  sin  hombre. 

L  tabaler  es  un  individuo  como  otro  cualquiera.  ,^[j¿j3 
O  por  mejor  decir  es  un  individuo  como  pin- 

Se  parece  á  los  dtmás  hijos  de  Adán  en  fjue 
es  un  ser  dolado  de  naluraleza  física  y  naturaleza 
moral,  de  cuerpo  perecedero  y  de  alma  inmortal. 
No  se  parece  a  los  demás  individuos  de  su  es- 
pecie ,  porque  sus  hábitos ,  su  manera  de  exisljtr ,  sus  ocupaciones, 
su  educación  ,  dilieren  esencialmenle  de  los  hábitos  ,  de  la  manera 
de  existir,  de  las  ocupaciones  y  de  la  eílucacion  de  los  hombres 
constituidos  en  sociedad* 

Por  que  el  tabaler  es  un  hombre  constituido  en  sociedad  :  mas 
diremos;  es  un  individuo  útilísimo  á  la  república  y  cuya  misión 

egiTce  una  benéfica  inQuencia  en/?i,jes¡l^íio  ift^A"al  de  la  humanidad. 

^'      33 


258  '^"'tOS  VALENCIANOS 

¿Quién  ignora  que  el  tamboril  valenciano  es  un  talismán  que 
lleva  la  alegría  al  corazón  de  los  hijos  del  Cid?  Y  en  este  concepto, 
¿Cuánto  mas  fecunda  no  es  la  influencia  del  tamborilero  que  la  que 
egerció  el  famoso  Carlos  Broschi  en  el  ánimo  del  rey  Fernando  VI? 
Y  sin  embargo ,  la  sociedad  es  injusta  con  el  tamborilero.  En  la 
escala  social  se  le  designa  un  peldaño  íníimo  y  rastrero:  en  la  es- 
fera del  arte ,  se  le  considera  como  un  apéndice ,  como  una  escre- 
cencia,  como  una  especie  de  verruga  del  donsayner. 

De  aquí  se  desprende  naturalmente  un  corolario  amarguísimo, 
por  mas  que  parezca  vulgar.  La  locuacidad  y  el  poder  de  los  pul- 
mones son  medios  seguros  de  hacer  figurar  en  la  sociedad. 

Es  nn  absurdo  considerar  al  íabaler  como  la  sombra  de  un  cuer- 
po, como  el  apéndice  del  donsagner.  Como  individuo  de  la  especie 
humana ,  y  como  músico  ,  el  labaler  debeser, considerado  indivi- 
dualmente :  tiene  su  manera  de  ser  especialisima  y  es  tan  digno  de 
la  estimación  pública  como  el  donsayner. 

Hay  mas :  el  segundo  no  es  nada  sin  el  primero  :  luego  el  pri- 
mero es  tanto  como  el  segundo  ;  luego  la  pretendida  preponderan- 
cia de  la  dulzaina  es  cuestión  de  pedantería  y  de  orgullo  mal  fun- 
dado, -^-n 
"'  Iriarle  lo  ha  dicho  en  una  fábula  que  se  llama  El  pedernal  y  el 
eslabón. 

"'Oigamos  á  Iriarte:    '    -  '    *"     "  '  "'  i, 
'''  Al  esláb'ón  áe^ci*uéí'  ''"^  ^' 

trató  el  pedernal  un  dia 
porque  á  menudo  le  heria 
:8gí:(v  /•<ioHí  K       para  sacar  chispas  de  él.         "^  Q'^P''^^  '^^^^^ 
^'''■■^'■^'  Riñendo  éste  con  aquel 

al  separarse  los  dos,     •■'i-''  - 
— Quedaos,  dijo,  con  Diós'^  " 
ijfífioino-;        ¿valéis  vos  algo  sin  mí? 
*''•''•  Y  el  otro  responde:— Sí; 

.bcbincííjud  fil  eb   io  que  sin  mí  valéis  vos. 


/ 


PINTADOS  pon  si  MISMOS.  10^ 

IliHta  aquí  ül  I/dfuQlaiuo  os|)aúol :  su  fábula  cogo  do  medio  á 
medio  a  lus  dos  miuicus  popu!ur(;s  de  ((uo  vcnlmo8  linblando.  Ki  ia- 
haler  y  ol  donsayner  son  el  podornal  y  el  eslabón  :  enlro  los  dos 
eslá  lu  cliisj)a.  u,I      . 

No  hay  ,  puos ,  supremacía  en  la  dulzaina,  ni  en  la  gerarquía 
dol  arlo  ocupa  mas  ulla  región  ol  dulzainoro  que  el  laniborilero. 

Con  esto  ({ucda  sulicienlcuienle  demostrado  el  axioma  con  que 
comienza  eslo  articulo  ;  es  decir ,  quo  «o  Aay  hombre  sin  hombre. 

Pero  hay  mas :  se  puede  probar  que  el  labaler  tiene  sobre  el 
donsayntr  ventajas  de  imporlaocia  arlistica  y  de  prioridad. 

Veamos  cómo. 

El  tabaler  va  siempre  delante  del  donsayner ,  pero  no  á  !a  ma- 
nera del  heraldo  que  presido  á  su  señor,  sino  a  titulo  do  sabio  re- 
gulador sin  ol  cual  el  dulzaiocro  seria  el  salvage  iücullo  y  bravio  de 
la  música. 

El  tabaler  es  d  que  marca  y  sostiene  el  ritmo  música!  y  de- 
fiendo los  fueros  del  compás ,  sin  los  cuales  no  habria  música  po- 
sible,     i!  .:i!¡¡;:i')íri  !HI  düK/Mii.icl';!   .-Md'-lJi  noy  j,||;nir.')    (      ;';,      ! 

Y  fioalmonle ,  al  hablar  de  la  combíDacion  do  esos  dos  instruí 
raenlos  bulliciosos,  siempre  habréis  oido  decir:  labal  y  donsayna^ 
y  jamás  donsayna  y  tabal ,  ni  mucho  menos  donsayna  á  secas. 

Luego  bajo  este  punto  de  vista  el  tabaler  , y  el  labal  son  mas 
escelenle  que  el  donsayner  y  la  donsaynaif^f.;^  ,.( 

¿Porqué,  pues,  se  ha  dado  siempre  tan  poca  importancia  al 
labaler  y  taota  al  donsayner'?  ¿Y  por  qué  en  el  curso  do  esta  pu- 
blicación sale  a  luz  y  forma  en  !as  paginas  de  los  tipos  valen- 
cianos mucho  después  y  detrás  del  donsayner,  en  vez  de  ir  delante 
como  le  corresponde  por  esencia,  presencia  y  potencia? 

Eslo  sucede  porque  estamos  en  España  y  en  Valencia ;  porque 
vivimos  en  el  pais  do  los  viceversas;  porque  la  modestia  no  es  el 
medio  mas  á  propósito  para  hacer  fortuna ;  porque  hazte  de  miel  y 
comeránte  moscas;  porque  alia  van  leyes  do  quieren  reyes,  yfij 
nalmenle,  porque  el  peix  grós  se  mencha  el  wi^«if/f,L.^¿;^i^^^  ¡^ 


^^  LOS  VALENCIANOS 

El  tétbdkrWés  ira  hoiubi-e;  pero  es  un  chico  y  con  el  tiempo 
cl^cfe'i  se  desarrolla  y  se  madura.  Pero  entonces  pierde  yasu-íís^^ 
ñbmíáí  ^*''- 

Es  hijo  de  un  donsayner  ó  no  lo  es.  Lo  primero  es  lo  mas  fre— 
^fehte.  El  sagrado  fuego  del  tabal  y  la  donsayna  pasa  de  padres  á 
hijos  hasta  que  se  estlngue,  como  la  llama  de  la  pira  antigua,  en' 
iin  miembro  indigno  y  degenerado  déla  familia.  uJg«  otiCJ 

Su  padre,  además  de  donsayner  es  tejedor  ó  zapatero,  y  el 
¿hi^d  iapren-diz  dtí  lo  mismo.:    • 

Nace;'cfé'<^tÍ'''y  se' deáarrolía  á  los  melodiosos  acentos  de  la  dul- 
zaina. 

^^'•'Sii  instinto  niúsicoliátJneéoz':^  las  baquetas 

(jfelillos)  del  tamboril  y  entre  sus  ilusiones  de  niño  acaricia  en  su 
íiiénie  la  idea' de  manejar  algún  dia  un  bombo.  ■^^^'^ 

El  autor  de  sus  dias  lo  contempla  con  orgullo  y  dice  para  su 
gá>jf^:tJSiíi6  éé  desgracia  llegará  á  oscurecer  las  glorias  de  Magaña 
Y'áe\  Metíat.  '     '  ' 

El  chico  estudia  con  ardor,  redobla  como  un  energúmeno,  ha-ce 
cruglr  el  pergamino  del  tamboril  y  llega  á  dominar  el  instrumento 
eh  él  mismo  punto  y  sazón  en  que  los  vecinos  han  ensordecido  por 
unanimidad.       A^^^  *' 
'  ''^'Oué  triunfo  para  el  arte!  ■'^^'^^l  '^ ' 

Qué  gozo  para  la  familiaf^^-'^*'-  ''  (  rmsimmh  uj  ^un  yi!iMí-c::> 
^«  'Qué  orgullo  parad  que  lélirdá^^r^érr  '•"  '  '^  ''o^- 
•""^El  chico  tiene  oclio  años  y  ya  es  un  artista  solicitado.  Cuando 
éF'padre  y  el  hijo  fancionañ  juntos  en  alguna  fiesta  de  calle  ó  pro-' 
cesión ,  el  primero ,  al  atacar  tm  pasage  de  entusiasmo ,  baja  los 
ojos  y  la  dulzaina  piara  mirar  fcb^  ternura  á  su  hijo  que  camina  de- 
IHiílé  hacimdo  hSlér  ^\  UwíhQv'ñ.  /¡..q  oIíüjuü  uHcj 

'^  'Qué  momento  de  esponsión  artístico-paterna'l!  A.t|i/é11a  iíícUná- 
C!on  do  la  dulzayna  es  todo  un  poema  y  señala  Una  generación  de 
artista.  Aquella  dulzaina  ha  producido  aquel  tamboril.         i  íxíjo-) 

El  muchacho  éS'  ya  tan  árlisla  como  «u  p^adro:  8ü  agilidaid  ,  '6tt 


limpieza  (lo  cjoru(  ion  m  \ím\  podido  monos  du  llamarla  nlenrinn  do 
algunoá  clavarios,  y  su  foiluiia  osla  ln'clia  Su  padre  lísconstdta  ya 
a'f;nna!4  dudas  sohro  el  compás  vio  iiivuto  asi  rou  ü1  carácter  do 
autoridad  musical. 

Por  lo  coiuun,  el  tainhurlirro  csl.i  dotado  de  una  notalilíí  fuerza 
difíesUva  y  do  un  sistema  mandibular  muy  a  propiJsilo  para  tritu- 
rar el  mármol  do  üarinira.  Asi  es  que  un  los  lances  de  lumor  llena 
su  niision  oon  ardor  asombroso.  Su  misión  enlonocs  es  el  estómago. 
Su  padre  lo  mira  también  con  orgullo  bajo- este  punto  de  vista; 
considera  la  solidez  y  el  escoloiilo  mecanismo  de  su  creación  y  mur 
mura  por  via  de  corolario; — ¡Oué  diente! 

¡Oué  diente!  (luiore  docir.  ¡que  biMi  come.'  ¡qué  bioQ  toca  ci 
tamboril !  ¡qué  talento  tiene  !  qué  ilustración  para  su  patria!     '»''.ué 

Los  mejores  íabalers  suelen  ser  zurdos.  'Ji 

:  .No  aecesilamos  csfvlicar  este  fenómeno.  Cualqnicra  que  los  baya 
Tísto  tocar  habrá  observado  la  asombrosa  agilidad  dví  su  mano  iz- 
quierda ,  educada  con  singular  esmero.  Esta  agilidad  es  un  perfil 
de  escuela.  ;  > 

Cuando  el  tabaler  loca  con  entusiasmo  ,  especialmente  si  es  de 
Bocüe,  se  duerme  tocando  y  las  b-iquelas  movidas  por  los  nervios 
y  él  cerebro  en  estado  do  somnambulismo ,  siguen  repicando  con 
fontáslica  rapidez.    '  ovbID  b  ,  ísidúe:.  ,  fian^ 

'•!  i  Eb' este  estado  el  tabalér  salva  las  cumbres  mas  elevadas  det 
arte  y  se  convierte  en  un  semi-dios.  Quasimodo  en  estos  momentos 
era  una  campana  :  el  labaler  es  un  tamboril. 

El  tabalcr  iiabla  poco:  el  genio  no  es  vocinglero;  pero,  como 
ya  hemos  dicho ,  mastica  como  un  gastrónomo  romano. 

Apcsar  de  esta  circunstancia  no  tiene  pelo  de  tonto. 

Sus  funciones  que  mas  odia  son  las  nocturnas  y  matutinales,  Las 
alboradas  (albaes)  le  apestan.  Eslose  concibe-  las  verdaderas  almas 
de  artista  guslan  mas  de  ver  la  puesta  del  sol  que  su  salida ;  porque 
la  puesta  del  sol  tiene  un  fondo  de  melancolía  que  está  muy  en  con- 
sonancia con  las  vagas  inquietudes  del  alma  superior. 


622  LOS  VALENCIANOS 

Porque  el  tabaler  tiene  inquietudes  vagas  lo  mismo  que  cual- 
quiera hijo  de  vecino. 

Om  Las  novilladas  y  las  procesiones  son  su  elemento,  y  alli  es  donde 
se  muestra  artista  inspirado  y  escelenle.  En  las  fiestas  de  calle  suele 
estar  apálico  é  indiferente  y  bosteza  con  frecuencia. 

Si  la  naturaleza  le  favorece  con  dotes  musicales,  antes  de  los 
diez  y  ocho  años  llega  á  dulzaicero.  En  caso  contrario  es  tabaler 
toda  su  vida  ó  cultiva  el  oficio  en  cuyos  secretos  han  iniciado  su 
niñez.  De  suerte  que  de  un  tamborilero  á  un  tejedor  de  seda  ó  á 
ui  zapatero  no  hay  mas  distancia  que  la  longitud  de  una  mala  ba- 
queta. 

Es  raro  ver  un  tabaler  mayor  de  veinticinco  años.  Si  lo  hay 
suele  ser  el  descrédito  del  arte  y  el  escarnio  de  los  verdaderos 
artistas. 

;  v;Los  tamborileros  nacen  y  mueren  lo  mismo  que  todas  las  cosas; 
y  como  también  los  artículos  fisiológicos  nacen  y  mueren  ,  resulta 
que  terminando  aquí  este  artículo,  todavía  estamos  dentro  del  Upo 
que  describimos.  Pero  antes  de  poner  el  signo  ortográfico  con  que 
terminan  todos  los  articules  del  mundo ,  indicaremos  algunas  cele- 
bridades valencianas  que  ilustran  los  anales  tabaleríslicos  y  recor- 
daremos con  profunda  veneración  al  Mellat,  Bartolillo,  elRataet,  Ma 
gaña,  Súbies,  el  Clavell ,  Carnislóllcs ,  el  Andalús,  Micolau  y  el 
T6rt  de  la  Sénia ,  sin  contar  muchos  artistas  contemporáneos  que 
honran  la  profesión  y  el  pais  que  los  vio  nacer. 

Pereg^rin  García  Cadena. 


iim 


EL  FLORERO. 


PINTADOS  ron  sí  Mismos. 


^3rto^o^s'TS'>^'*?^ 


"-/I'  "ns^'  ^  ''^  ""^ 


(FLORERO.) 


ARA  probar  la  popularidad  y  estimación  de  qué 
goza  entre  los  valencianos  el  tipo  que  nos  pro- 
ponemos retratar ,  basta  saber  que ,  al  en- 
contrarse dos  individuos  del  pais  y  querer  uno 
de  ellos  ensalzar  el  trago  que  visto  el  otro,  suele 
dirigirle  esta  esclamacion  :  (.iChé  ¡pareix  que 
vaches  apañal  de  florero  ¡y)  '  '--'-i'       .   -»-• 

En  efecto  ,  el  adornista  es  un  hombre   qu^ 
se  atrae  la  estimación  y  el  aprecio  público 
como  pocos  otros ;  pues  no  hay  fiesta  grande 
ni  pequeña  en  la  que  no  desempeñe  también  un  papel  de  suma  im- 
portancia como  sucede  al  donsainer  y  al  cuheter.  Por  esta  razón  no 
debemos  negarle  un  lugar ,  aunque  humilde  ,  entre  los  valencianos 


^64  LOS  VALENCIANOS 

á  quieaes  se  han  dedicado  ya  algunas  paginas  en  este  libro  ,  pues 
seria  hasta  punible  olvidársele  un  funcionario  tan  Importante  tra- 
tándose de  pintar  á  la  provincia  que  mas  se  distingue  entre  todas 
en  achaque  de  fiestas.  Por  otra  parle ,  temeridad  muy  grande  seria 
disputar  al  adornista  ese  derecho  para  el  que  cuenta  con  títulos 
inapreciables  ,  porque  si  es  una  verdad  que  las  costumbres  han  na- 
cido del  hombre ,  ya  que  las  nuestras  son  tan  originales  justo  es 
que  no  releguemos  al  olvido  á  aquellos  que  son  sus  buenas  mante- 
nedores. Si  nosotros  presentásemos  á  nuestros  lectores  al  adornista 
simplemente  como  es,  tal  vez  no  podrían  formarse  nna  idea  de  su 
verdadera  importancia  :  por  eso  creemos  necesario  agregar  algunas 
otras  consideraciones  que  puedan  conducirnos  á  nuestro  objeto  ,  y 
que  nos  servirán  como  punto  de  partida. 

Valencia  es  un  pais  privilegiado  por  la  naturaleza,  y  esto  que 
por  lo  sabido  bien  pudiera  pasarse  por  alto , .  4ebe  ,  sin  embargo, 
recordarse  para  poder  deducir  que,  si  á  ello  s^  une  el  caráater  fes- 
tivo de  sus  habitantes ,  nuestro  pais  se  convierte  en  el  encanto  de 
los  encantos.  Conste  esto  por  si  acaso  donde  menos  se  piensa  salta 
la  liebre ,  porque  por  muy  humildes  que  sean  nuestras  pretensiones, 
estas  líneas  podrian  ir  á  dar  un  rato  de  solaz  ó  mal  humor  al  mismo 
gran  turco  ó  cuando  menos  á  uja  pobffí;  maniebege^^raeiaSí  alíin^ 
mortal  Gutemberg,  que  prestó  á  la  publicidad  ISfes  alasde  su  ge- 
nio conyirtiéndola  de  raquítica  y  débil  en  robusta  5^  poderosa.  Cáf 
balmenle  por  si  tai  sucediese  nos  imponemos  espontáneamente  la 
obligación  de  manifestar  ,  que  los  valencianos  son  gente  dada  á  la 
broma^  y  ?il  jaleo  ,  por  supuesto  como  Dios  manda.y  sin  faltar  á  los 
deberes  que  cada  cual  qn  su  respecti^vo  es^tado  tienre:  que  cumplir, 
y  que  por  esta  razón  no  desperdician  la  menor  circunstancia  en  que 
puedan  improvisar  ó  cresar  una  fiesta,  mienli'as  quelos  hombres 
de  estado ,  sin  duda  alguna  no  muy  aücionados  al  lahalet  y  donsai- 
na,  se  esfuerzan  por  reducir  los  dias  de  precepto  ,  cuyo  pensamien- 
to nos  parece  de  dificU  realización  en  nuestro  pais,  á  menos  que  no  se 
supriman  previamente  aquellos  instrumentos  daclaruudo  la  profe- 


PINTADOS  POR  SÍ  MISMOS.  2^)5 

sion  como  ^'ónoro  de  iluilo  cüUíorciü..  Aiiiiasí ,  no  nos  alrcveríumos 
á  responder  del  biion  oroclu  do  nucslio  ^'olpc  do  oslado. 

l'ero  ilcjtMiioH  yu  laii  posada  digiesiitn  ,  purquo  nos  cslá  dando 
un  olocuonlü  ogoiuplo  de  que  solemos  apartarnos  mas  do  un  objeto, 
cuando  mayor  os  el  deseo  coj)  (pío  prctendQwos  llegar  6  él. 

Tres  son  ,  como  hemos  dicho  ,  las  personas »  ó  digamos^  funcio- 
narios públicos  ,  porque  intervienen  ou  las  funciones  populares,  íjuo 
liguran  en  ollas  do  un  modo  envidiable:  el  donsainer,  cuheter  y  flo- 
rero. Probar  cual  do  las  tros  es  la  mas  importante  seria  tarea  ocio- 
sa ó  imposible  do  aclarar  ,  por  cuya  razón  lonemos  (juc  colocarlas 
en  igual  altura  en  el  aprecio  público.  Esto  sentado  pasaremos  á  h^- 
cor  la  disección  del  iHlornisla  como  Dios  nos  dé  á  enlcpdor.  No  es 
dclcaSo  decir  si  ol  adornista  es  alto  ó  bajo,  gordo  ó  flacp  ,  bonito 
ó  'feo  ,  porque  en  esto  cada  cual  e^  lo  que  es  y  jo  que  puede,   sin 
quo  deje  de  ser  mejor  por  falla  de  deseos.  Porque  sea  alto  ó  bajo, 
gordo  ó  delgado  ,  ó  bonito  ó  feo,  al  cabo  y  al  íin  el  florero  no  es 
mas  que  florero  ;  si  bien  no  siempre  ,  pues  no  faltan  individuos  en 
ci  gremio  que  suelen  ayudarse  con  el  producto  de  otra  ocupación, 
como  por  egemplo  la  de  carpintero  ,  porque  aunque  esta  no  sea  ei^, 
él  habitual ,  se  dedica  también  á  ella  por  lo  hermanada  que  está  con 
s..  industria.  En  efecto  ,  dedicándose  nuestro  héroe  á  la  carpintería 
puede  labrar  por  sí  mismo  muchos  enseres  que  en  su  dia  necesita 
para  el  mejor  resultado  de  los  trabajos  que  se  le  encargan.   Si   pe- 
netramos en  su  taller,  veremos  colgadas  del  techo  algunas  arañas 
dt5  cristal  cubiertas  cuidadosamente  con  fundas  de  percalina  con  pre- 
tensiones de  gasa  ,  á  las  paredes  algunos  trages  de,  los  pislerios 
que  suelen  representarse  en  las  procesiones  ;   y  esto  que  en  si  nO| 
licno  nadado  particular,  presenta,  sin  embargo  un  espectáculo  oñj, 
ginnl  para  el  curioso  observador.  Sabido  es  que  el  florero  lo  mismo 
se  dedica  á  cubrir  de  colgaduras  un  templo  que  un  teatro  ;  lo  mis- 
ni(»  llena  una  calle  de  banderas  ,  trofeos ,  boles  y  gallardels  que  al- 
quila trages  para  máscalas ,  y  á  tanto  alcanza  su  poder  que  si  exa- 
minamos detenidamente  su  tienda  podrecías  observar  que ,,  graci^ 
'  :i  BÍ9bon;iobG  lo  yidoa  emv  .o-wi^l»  oblíuriols  ^lo  oJae  as 


266  LOS  VALENCIANOS 

á  su  genio  ,  andan  por  allí  revueltos  el  cielo  y  el  infierno  confun- 
diéndose en  una  misma  cosa,   y  que  por  consiguiente  se   avienen 
muy  bien  San  Miguel  y  Satanás  que  se  hallan  el  uno  junto  al  otro 
sin  dirigirse  la  mas  mínima  reconvención., Por  este  medio  el  florero 
logra  hallarse  al  mismo  tiempo  condenado  y  en  estado  de  gracia,  y 
éi  y  sus  hijos  y  su  muger  bordan  ó  trabajan  tranquilamente  rodea- 
dos de  los  espíritus  celestes  é  infernales.  Bien  es  verdad  que  en  este 
picaro  mundo  la  manía  de  metalizar  todas  las  cosas  no  hace  repa- 
raren pelillos ,  y  esto,  hasta  cierto  punto,  nos  dispensa  de  dirigir 
la  menor  reconvención  á  nuestro  pobre  florero. 

¡  Pobre  florero !  ¡  oh  !  no !  sin  duda  alguna  hemos  perdido  un 
tercio  y  quinto  de  nuestro  capital  discurridor.  i  Llamar  pobre  á 
uno  de  los  pocos  afortunados  mortales  que  merced  al  carácter  de 
nuestros  paisanos  tiene  varias  épocas  en  el  año  que  llegarían  á  en- 
vidiar los  mas  encopetados  y-...  nosotros  mismos  !  Y  sino,  acom- 
'  pañemosle  en  ese  viaje  que  va  á  emprender. 

Se  le  ha  ajustado  para  apañar  de  florero  la  iglesia  de  cierto 
pueblo.  Así  que  penetra  en  él  con  su  carro  atestado  de  diferentes 
objetos ,  se  le  aloja  en  una  de  las  mejores  casas  donde  se  le  guar- 
dan todas  las  consideraciones  gastronómicas  apetecibles.   Mientras 
que  el   donsainer  hace   su  pasa-calle  destrozando  con  universal 
aplauso  cualquier  aire  popular  ó  alguna  que  otra  melodía  arreglada, 
ó  mas  propiamente  dicho,  desarreglada  por  él;  nuestro  hombre  se 
halla  recorriendo  impávido  las  cornisas  de  la  iglesia  con  el  fin  de 
colocar  las  arañas ,  ó  bien  adornando  el  altar  del  Santo  en  cuyo 
honor  sé  celebra  la  fiesta  ,  á  ocupado  en  otro  trabajo  que  tenga 
por  conveniente  practicar  en  uso  dé  sus  celebérrimas  atribuciones. 
Lo  cierto  es ,  que  en  un  momento  planta  en  ciertos  puntos  de  la  po- 
blación la  señal  de  la  fiesta  ,  y  que  esta  señal  acompañada  de  los 
animados  ecos  de  la  dulzaina  y  del  repicado  acompañamiento  del 
tahalet  cambian  como  por  encanto  el  aspecto  de  lodo  el  pueblo.  La 
conversación  general ,  particularmente  de  las  mugeres ,  pues  hasta 
en  esto  es  afortunado  el /forero,  versa  sobre  el  adorno  de  la  igle- 


PINTADOS  l'Oll  SI  .IIIS.HOS.  267 

sia,  \  \;\  ('htriincsü  i\  Id  obrera  í\\U' pov  \u\  cspirilu  do  «íconomía 
tan  invrlciaílo  como  mal  onUMidulo  iiuiLhas  vecen  enlro  el  bello  sexo, 
liabian  (l(>t(>i-miii.ulo  adornar  la  m(!su  duinlu  liu  de  descaiiHar  el  santo 
al  pasar  la  procesión  por  la  puerta  de  \a  misma  con  una  blanca  sa- 
bana y  con  el  cobertor  d(!  la  cama,  desislen  de  su  enípcfio  y  llaman 
al  florero  para  (jue  se  encargue  de  esto  trabajo.  Acude  nuestro  hom- 
bro con  su  bolsa  colj^^ada  sobre  el  lado  derecho  en  la  (pío  lleva  una 
buena  provisión  de  punías  de  Taris  y  con  su  almohadilla  lan»bicn 
colgada  en  el  lado  izciuierdo  dondo  conserva  los  ullilercs  nue  nece- 
sita para  arreglar  los  pliegues  de  las  colgaduras  y  principiando  la 
operación .  quo  practica  con  un  coquetismo  digno  de  mejor  suerte, 
retirándose  de  cuando  en  cuando  algunos  pasos  atrás  a  íin  de  ob- 
servar la  buena  simolria  del  adorno ,  logra  dejar  satisfechos  los 
deseos  do  la  clavariesa  ó  do  la  obrera  ,  las  cuales  pagan  religiosa- 
mente el  trabajo  habido  y  por  haber ,  ademas  del  vaso  de  aguar- 
diente con  que  lo  obsequian  y  que  no  es  mas  que  el  conductor 
íiel  de  alguno  que  otro  prim ,  pá  socarrat ,  coca  fina  ó  pá  be- 
neit. 

Sin  embargo  de  tanta  honra  y  provecho  no  c?  en  los  pueblos 
donde  nosotros  debemos  buscar  al  adornista  con  su  aureola  inmor- 
tal :  dentro  de  los  viejos  muros  de  la  ciudad  del  Cid  le  veremos  con 
todo  su  esplendor.  En  los  pueblos  .  si  bien  es  cierto  que  las  fiestas 
meten  mucho  ruido  es  mas  pronto  ocasionado  por  els  masclels  y 
els  tronaors  que  por  el  sordo  crujido  de  los  damascos  y  ropages 
del  florero. 

Eo  Valencia  es  otra  cosa. 

Las  tiestas  de  calle  son  relativamente  mas  vistosas  que  atrona- 
doras ,  y  por  lo  tanto  hay  que  apelar  á  lodos  los  recursos  del  arle. 
El  adornista  desplega  aquí  lodos  sus  conocimientos  y  buen  gusto, 
y  de  uua  calle  sobre  cuyo  estado  de  limpieza  han  tenido  que  estar 
llamando  continuamente  los  periódicos  la  atención  de  la  autoridad 
local ,  hace  él  en  pocas  horas  un  hermoso  salón  en  donde  millares 
de  persona»*  disfrutan  del  buen  efecto  del  adorno  realzado  notable  - 


'268  LOS  VALENCIANOS 

mente  por  torrentes  de  luz.  A  los  estremos  de  la  calle  el  florero 
adorna  dos  improvisados  y  elegantes  arcos  con  telas  coloradas  ó 
verdes  y  galoneadas  de  una  cinta  que  á  lo  mas  puede  pasar  por  un 
conato  de  galón  de  oro  ,  pero  que  producen  el  mejor  efecto:  do 
trecho  en  trecho  de  la  óalle  y  á  guisa  de  telarañas  suspendidas  de 
una  cuerda  atada  á  los  pisos  de  ambas  paredes  de  la  misma  unas 
preciosas  telas ,  que  podrían  ser ,  pero  que  en  realidad  no  son  otra 
cosa  sino  zarazas  ó  pcrcalinas  teñidas  de  colorado  ó  del  color  que 
mas  le  place  ó  conviene ,  y  en  taparle  superior  del  ángulo  que 
']  forman  estos  pabellones  una  corona  cuyo  color  de  ocre  del  pais  es 
un  testimonio  fiel  de  que  no  es  oro  :  entrelazados  con  estos  adornos 
primorosos  colocaba  el  florero  en  otros  tiempos  mil  y  mil  bolas  do 
papel  de  color  y  ^a/Zardeíí  en  cuyo  centro  ,  como  propagador  do 
hs  luces  en  medio  del  oscurantismo,  ponia  un  cabo  de  vela  do 
sebo  ó  alguna  que  otra  tísica  cerilla.  '     '^i.'?>   fn-'j  fijfií)'! 

La  civilización  ha  sido  inexorable  con  este  sistema  de  alumbra- 
do feslero  callegil  ,   y  hoy  casi  han  desaparecido  por  completo 
"     aquellas  verdaderas  parodias  de  molones  alumbrantes  sustituidas 
por  las  hachas  ,  que  si  bien  arrojan  mas  luz  también  suelen  poner  á 
los  transeúntes  en  un  estado  lastimoso  convirliéndolos  á  veces  oi 
'      verdaderos  panes  de  cera.  El  aliar  del  santo ,  el  balcón  de  la  casa 
del  clavario  y  algún  otro  edificio  se  trasforman  igualmente  por  el 
'"""''genio  del  florero  y  tanto  estoé  como  el  altar  del  santo  que  suele  co  - 
locarse  en  una  vetusta  ventana  ó  en  algún  mísero  balcón  ó  cuando 
mas  en  el  centro  de  la  calle  en  forma  de  templete  presentan  el  as- 
pecto de  una  verdadera  decoración  de  teatro.  No  faltan  por  supues- 
to ,  las  banderas  colocadas  en  varios  puntos  de  la  calle  ,  invención 
del  espíritu  moderno,  y  eiv las  que  se  ven  escritos  los  nombres  do 
.       la  mayor  parte  de  los  pueblos  de  la  vega  y  aun  de  la  provincia, 
"  '*.y  todo  esto  ,  si  bien  carece  de  lujo ,  como  no  puede  menos  de  su- 
'     ceder ,  atendido  el  capital  que  en  ello  ha  empleado  el  florero,  que 
aunque  no  es  tan  escaso  como  el  déla  bafahasem  no'ascendera se- 
guramente á  muchos  millones,  produce  un  efecto   magnífico,  por 


TINTADOS  POH   KÍ  MISMOS.  269 

cuya  razón  oslamos  tenlailos  á  (Tccr  que  (|uicn  tales  prodigios  ¿bra 
y  vive  pucilicauíCDlc,  cumo  hemos  diclio  al  principio  ,  entre  espi- 
rilus  buenos  y  malos,  debe  poseer,  cuando  menos,  elinescrutablo 
^ccrclo  de  la  raágia. 

Hooiíj  iS^  "^  ^^  °^^^  ^^'"'^  ^^^^  ^^^^ '  H"^  nosotros  no  queremos  averi- 
guar ,  poríjue  ni  nos  interesa  ni  menos  creemos  que  interesará  á 
j,  1 1  nuestros  lectores  aunque  sean  chinos  ó   persas  ,  mahometanos  ó 
.  rusos ,  ó  aÍ4íun  habilaulc  del  valle  de  Andorra  ó  vecino  deis  Or- 

Pero  donde  el  adornista  saca  toda  su  habilidad  y  si  es  posible 
,  ,1,  89  escede  asi  mismo  ,  es  en  las  fiestas  do  iglesia  durante  la  semana 
j),j;  ú  oc,lava  del  Corpus.  Todo  el  mundo  sabe  con  cuanta  solemnidad  y 
,  lujo, se  celebran  aquellas  funciones  religiosas  en  Valencia  y  la  fama 
_j. ,  que  goza  pn  este  particular  la  ciudad  de  las  flores.  Pues  bien  ;  el 
_^)  adornista  es  uno  de  los  que  mas  contribuyen  á  este  lujo  ,  á  esta  fa- 
,,,,  ipa  ,  á  esta  solemnidad  que  se  imprime  á  los  actos  religiosos  que 

lienep  lugar  durante  aquel  período.  '  ' 

_yf  m..,,El  adornista  se  ajusta  con  los  clavarios  y  compone  el  carro 
t,-,,,  triunfal  que  va  en  la  procesión ,  adorna  las  fachadas  de  las  casas  de 
..(j,.  los  clavarios  y  obreros  y  el  tablado  donde  toca  una  banda  de  música 
_y.  durante  algunas  horas  de  la  noche  que  precede  á  la  función.  Como 
gT,:  por  lo  regular  participa  del  doble  carácter  de  ropero  el  adornista  viste 
^Qj ,  dansetes  ,  y  aunque  alguno  de  ellos  no  tiene  elementos  suficientes 
QÍjj;:|)ara  proporcionar  tragos  á  todo  el  apostolado ,   podría  no  obstante 
aspirar  á  vestir  decentemente  al  bou  y  á  la  muía  ó  al  misterio  de  la 
,j  ;   degól/a  \\e  l^n  contundentes  recuerdos  entre  los  valencianos.   En 
tjjj     cuanto  al  adorno  de  la  iglesia ,  nuestro  héroe  practica  en  grande  es- 
u¡,,  cala  los  trabajos  que  en  miniatura  hace  en  las  funciones  de  que  ya 
,■]      hemos  hablado  ,  pero  sin  los  ribetes  de  ridiculez  que  podrán  des- 
„  ;.     prenderse  del  relato  que  de  las  mismas  hemos  hecho.  En  las  fun- 
..,j,,    cjoqes  del  Corpus  el  adornista  secunda  admirablemente  los  deseos 
..  ,    |de  Ic^  .clayarios  pstenl?mdo  en  el  adorno  de  los  templos  toda  la  pom- 
pa y  magnificencia  qu«  requieren   los  actos  "refigiosos ,   para  cuya 


V.270  LOS  VALENGIAKOS 

mayor  brillantez  los  valencianos  no  escaüman  medio  alguno  ;  por- 
que si  bien  por  su  carácter  especial  en  la  funf^iones  populares  se 
despachan  á  su  gusto  ,  cuando  se  trata  de  dar  culto  á  Dios  no  ol- 
vidan nunca  que  son  hijos  de  Vicente  Ferrer  y  Luis  Beltran. 

¿  Pero  donde  iríamos  á  parar  si  hubiéramos  de  referir  una  por 
una  las  ocasiones  en  que  se  busca  el  ausilio  del  adornista?  Diremos 
únicamente  que  el  Corpus  tiene  sus  tiestas  de  iglesia  y  sus  proce- 
,  signes,  San  Vicente  Ferrer  sus  altares  y  sus  milacres ,  San  José  sus 
carpinterías  y  sus  falles  y  que  unos  y  otros  acontecimientos  arras- 
:  tran  en  pos  de  si  al  adornista,  porque  este  es  tan  necesario  para  las 
.fiestas  como  el  aire  para  la  existencia  del  hombre, 
j.,,.,  Finalmente ,   dentro  de  una  circunferencia  no  tan  grande  como 
*  ^  bello  es  el  pais  que  encierra  ,   el  adornista  recorre  un  espacio  que 
I    Cüjfiréi  de  yistosa^  colgaduras  en  épocas  determinadas  y  frecuentes, 
como  si  la  naturaleza  tan  pródiga  y  tan  amable  para  el  suelo  ya- 
lenciano  fuera  insuticiente  por  sí  sola  para  acreditar  las  caUticacio- 
nes  que  de  este  pais  se  han  hecho  en  los  pasados  y  presentes  tiem- 
^  pos  y  que  probablemente  seguirá  mereciendo  en  los  futuros. 
,  _  ,.Tal.es  el  adornista  y  la  importancia  que  tiene  entre  la  gran  fa- 
,.. .  miíia  valenciana.  El  siglo  XIX  podrá  borrar  con  su  huella  el  nombre 
de  muchos  de  los  individuos  que  se  hallan  escritos  desde  inmemo- 
rial en  el  gran  libro  de  nuestras  costumbres  ,    porque  la  civiliza- 
ción ,  por  doloroso  que  sea  ,  tiene  que  destruir  con  frecuencia  para 
,;,    perfeccionar.  El  adornista  saldrá  incólume  de  esta  revolución  y  lejos 
.¡     de  desaparecer  de  la  escena  le  veremos  cada  dia  en  mayor  estado 
,,    de  progreso. 

Es  verdad  que  dentro  de  poco  no  veremos  por  los  caminos  á 
dos  hombres  que ,  como  si  llevaran  una  camilla ,  trasportan  de  un 
punto  á  otro  las  arañas  de  crislai  que  sirven  de  avanzadilla  para 
dispertar  el  entusiasmo  en  la  gente  del  pueblo  donde  se  celebra  la 
Jiesta.  En  cambio  los  ferro-carriles  y  los  tramway  proporcionarán 
.aladornista  un  medio  de  trasporte  mas  seguro   y  económica  ,  su- 


IVfll' 


biendo  cada  dia  un  escalón  mas  por  la  interminable  escala  de  la  ci- 

>     í;'.>:  :         .■■■•    .  ■     .■  .  ,    '       , 


PINTADOS  pon  SÍ  MISMOS.  271 

viüzarion  irá  ohloniondo  todas  las  voiilajüs  quo  los  adelantos  de  núes, 
tro  siglo  vayan  con(|iiistau(iii ;  poniuo  ciiaiiltí  mas  delicado  sea  «jí 
gusto  de  nuestros  dosceiuiienles  en  las  íieslas  popnlarcs  y  religiosas 
mayores  serán  las  utilidades  que  alcanzará  nuestro  hóroe. 

fjfonurdu   L'mI«o. 


■5^        NÍÍÍV^^X 


LA  RIFERA. 


TU 


■^If 


TT 


LA  RIFEUA. 


I. 


^^ásáS'-áSx  ^^Nos  ^'^"^S'  lector. 

*.?<<>o  Además  aspiro  á  conquistar  tu  benevolen- 


a 


B 


Soy  cortés  y  Le  saludo  antes  de  hablar  de  la 
rifera. 


»Kggo    ^^^  y  Procuro  ,  saludándote  .  atraerme  tus  sim- 

^ÍM^Í'-'^S^   palias. 
"^^^Sp^^  De  manera ,  que  mi  saludo ,  es  interesado 

en  parte. 
Esta  observación  te  probará  que,  además  de  cortés,  soy  franco, 
Pero  vamos  al  asunto. 

Para  tratar  de  la  rifera  comenzaré  hablando  de  la  lotería,  por- 
que ,  como  sabes  muv  bien ,  conociendo  las  causas  se  aprecian  me- 

35 


274  LOS  VALENCIANOS 

jor  los  efectos ,  y  es  includable  que  no  exisliria  la  rifera  si  antes  no 
hubiera  existido  la  lotería. 

Hinquemos ,  pues  ,  el  diente  en  la  lotería. 

Si  pretendiese  pasar  por  reformista  do  costumbres  te  espetarla 
ahora  una  peroración  filosófico- moral ,  poniendo  de  vuelta  y  media 
á  todos  los  juegos  en  general  y  al  de  la  lotería  en  particular;  pero 
ni  quiero  abusar  de  tu  paciencia  ,  ni  pretendo  moralizarte  ,  porque 
te  supongo  hombre  de  costumbres  morigeradas. 

Si  fuera  diputado  do  la  nación  te  pronunciaría  un  discurso  de 
oposición ,  tronando  contra  el  gobierno  y  anatematizando  á  la  lote- 
ría. Diría  que  este  juego  es  una  contribución  desigualmente  repar- 
tida y  por  consiguiente  injusta,  contribución  que  pesa  con  especia- 
lidad  sobre  los  pobres ,  cuando ,  según  la  constitución  de  la  mo- 
narquía ,  todos  los  españoles  están  obligados  ,  cada  uno  según  sus 
fuerzas  ,  á  sostener  las  cargas  del  estado.  Diría  también  que  con- 
sentir el  juego  de  la  lotería  es  esplotar  la  credulidad  pública,  fo- 
mentar la  holganza,  causar  la  ruina  de  muchas  familias,  y  de  todo 
esto  tomarla  pié  para  esplicar  mis  opiniones  políticas  y  para  arre- 
glar á  mi  modo  la  nación.  Poro  esto ,  lector,  seria  meter  la  hoz  en 
mies  agena ,  quitando  uno  de  sus  entretenimientos  á  bs  padres  de 
la  patria.  Además  de  que  al  ministro  del  ramo  siempre  le  quedaría 
el  derecho  de  no  hacerme  caso,  ó  el  de  contestarme  que ,  injusta  ó 
no,  moral  ó  inmoral,  esta  contribución  produce  cuarenta  millones 
anuales  y  cuarenta  millones  no  son  un  grano  de  anís. 

Esto,  pues,  no  nos  conducirla  á  nada.  El  resultado  es  que, 
buena  ó  mala,  la  lotería  existe  encarnada  en  el  presupuesto  de  in- 
gresos de  nuestra  nación,  como  un  árbol  profundamente  arraigado 
á  la  tierra  y  es  casi  una  necesidad  para  ciertas  gentes,  que  invier- 
ten su  tiempo  ,  su  buena  fe,  y  su  dinero  soñando  números  y  arre- 
glando combinaciones  desde  una  estraccion  á  otra.  ¿Qué  importa 
que  á  la  llegada  del  correo  se  encuentren  con  un  desengaño  mas 
y  algunos  reales  menos ,  si  durante  quince  dias  han  vivido  de  espe- 
ranzas? 


PINTADOS    POH    SI    HUSMOS.  '27\'l 


Ya  (]Uü  liu  rcsiiollo  h:il)l;ir  (\o.  la  lídcria  le  diré  Icrini  'uaiio 
paliibras  acorra  dosti  liislorla. 

Comen/ari;  |)()r  su  climologia. 

Groen  algunos  que  el  nombro  de  iolcría  viene  de!  alemán  lol, 
que  signilica  suerle.  Oíros  aseguran  quo  se  deriva  do  la  voz  italia- 
na/o//a,  lucha,  poiíjue  cada  jugador  parece  como  que  lucha  con 
la  fortuna  y  con  los  rcslanles  jugadores. 

La  negra  noche  de  los  tiempos  envuelvo  con  sus  sombras  el  ori- 
gen de  la  lotería.  Hay  quien  la  cree  un  pasatiempo  antidiluviano, 
pero  los  autores  sensalDS  tienen  por  muy  aventurada  esta  opinión. 
Caminando  a  través  de  los  siglos  y  rasgando  las  nieblas  de  la  his- 
toria encontramos  á  la  lotería  representando  un  brillante  papel  en 
una  íiesla  pagana  ,  instituida  en  honor  de  un  dios  antropófago  de 
quien  la  fábula  cuenta  que  devoraba  ásjs  propios  hijos.  Con  efecto, 
se  sabe  á  ciencia  cierta  qué  los  romanos  amenizaban  las  satur- 
nales (1)  distribuyendo  gratuitamente  billetes  entre  los  convidados 
y  verificado  el  sorteo ,  parece  que  gozaban  de  ciertas  considera- 
ciones los  individuos  a  quienes  favorecía  la  suerte.  Al  principio,  las 
estracciones  consistían  en  objetos  cuyo  valor  material  era  insigni- 
ficante. Es  preciso  llegar  á  los  reinados  de  Nerón  y  de  Heiiogábalo 
para  encontrar  el  juego  de  la  lotería  provisto  de  su  principal  ali- 
ciente, la  esperanza  de  fortuna.  Estos  eslravaganles  emperadores 
reformaron  los  lotes,  ordenándolos  de  manera,  que  ¡os  sugelosque 
resultaban  premiados  tenían .  en  muchas  ocasiones .  asegurado 
desde  aquel  momento  su  bienestar. 

Este  juego  cayó  después  en  el  olvido  hasta  que  en  el  siglo  XVIII 
le  resucitó  en  Ñapóles  un  monje  llámalo  Celestino  Galiani. 


(1)  Fiestas  que  se  celebraban  <'n  Ruiua  eu  houoi  de  Sdlurnu  y  que  fueron  institaida; 
bajo  el  consulado  de  Sempronio  Arrafino  y  de  Minucio .  según  uno?  autores ,  v  que  .  según 
otros,  fueron  creadas  por  Tarquino  el  Soberbio  ,  durante  el  consulado  de  T.  Largio.  Tito 
Livio  asegura  que  Tulio  Hostilio  había  ya  antes  hecho  Toto  de  instituirlas. 


276  LOS  VALENCIANOS 

En  España,  la  primera  estraccion  de  la  lotería  primitiva  ó  anti- 
gua ,  única  de  que  me  ocupo,  porque  á  ella  y  solo  á  ella  se  debe  la 
aparición  del  tipo  que  me  lié  propuesto  delinear;  la  primera  estrac- 
ccion,  repito,  se  celebró  en  Madrid  el  dia  10  de  Diciembre  de 
1793 ,  bajo  el  reinado  de  D.  Garlos  III  y  siendo  ministro  el  prin- 
cipe de  Esquiladle.  Sus  productos  se  destinaron  al  sostén  de  varios 
establecimientos  piadosos  y  en  el  dia  continúan  casi  dedicados  al 
mismo  objeto;  porque,  ¿qué  mas  establecimiento  piadoso  que  el  Es- 
tado que  ha  de  sostener  á  esa  larga  falange  de  empleados  qne  se 
sientan  á  la  mesa  del  presupuesto? 

Desde  entonces  hasta  nuestros  dias ,  las  estracciones  de  la  lote- 
ría han  venido  sucediéndose  unas  á  otras ,  siendo  causa  de  alegría 
para  algunos,  los  menos;  de  pesar  y  disgusto  para  otros,  los  mas. 


ni. 


En  algunas  ciudades,  la  aíicion  á  la  lotería  está  tan  profunda- 
mente grabada  en  el  corazón  de  las  clases  menos  instruidas  de  la 
sociedad,  que  raya  su  entusiasmo  en  monomanía. 

Ciertas  coincidencias,  ciertas  casualidades  vienen  en  algunos 
casos  á  dar  tal  celebridad  á  determinados  números,  en  determinadas 
estracciones ,  que  los  jugadores  acuden  en  tropel  á  dejar  su  dinero 
en  las  administraciones  de  loterías  á  cambio  da  papeles,  que  en  úl- 
timo resultado  ,  no  son  mas  que  papeles  mojados.  Y  como  el  entu- 
siasmo es  contagioso  hay  ocasión  en  que,  aun  aquel  que  no  ha  ju- 
gado nunca,  se  siente,  digámoslo  así,  arrastrado  por  una  tentación 
irresistible  á  probar  fortuna  por  la  vez  primera. 

Si  eres  valenciano,  tú  recordarás  ,  lector,  que  no  hace  mucho 
tiempo  llegó  la  idolatría  de  los  jugadores  hasta  el  punto  de  producir 
casi  un  alboroto  en  esta  capital.  Tú  recordarás  que ,  después  de 
haber  corrido  de  boca  en  boca ,  y  de  haber  sido  el  obgeto  obligado 
de  las  conversaciones  durante  muchos  dias .  una  mañana  apareció 
en  todas  las  calles,  en  todas  las  plazas ,  en  las  paredes,  en  las  puer- 


IMNIAIKÍS  pon   SÍ   MISMOS.  VI 

(as,  on  las  haldosas,  oscrilo  el  nii inoro 57  y  no  habrás olvidadu  quo 
a  la  llc'^'ada  dol  (Corroo  hubieron  do  cob)car9c  ceiilinelas  en  las  ad- 
minislracioncs  do  loltTÍa  ,  de  orden  do  la  Autoridad  ,  para  contener 
á  las  gontos  quo  acudian  en  busca  del  número  con  tanta  fó  es- 
perado. 

Y  esto,  lector,  habla  muy  alto  en  pro  do  la  ilustración  do  que 
blasonamos. 

Hn  cada  ostraccion  del  jncf:o  do  la  lolciia  hay  cuatro  periodos 
marcados  :  el  primero  os  aquel  durante  el  cual  el  jugador  se  acerca 
á  una  administración  y  juega  los  números  que  quiere  y  el  interés 
que  so  le  antoja ;  cuando  concluye  e>le  período  so  dice  que  se  ha 
cerrado  el  juego  de  poco  precio  En  el  segundo  ya  tiene  que  suje- 
tarse el  jugador  á  ciertas  reglas ,  con  respecto  a  la  cantidad  que 
deposita  ,  que  siempre  es  mayor  que  en  el  primer  periodo:  el  ter- 
cero es  un  intervalo  destinado  al  cambio  de  las  jugadas  por  los  pa- 
garés, y  el  cuarto,  en  fin,  es  el  momenlo  supremo,  decisivo: 
corresponde  á  la  publicación  de  losjiúmeros  premiados. 

Durante  el  primer  periodo  es  muy  precioso  el  papel  de  la  rifera. 
so  reduce  á  preparar  sus  listas  (sedas),  á  comprar  ios  objetos  quj 
so  propone  rifar  y  á  esperar  á  sus  parroquianas.  Durante  los  tres 
últimos  períodos  ,  va  ,  viene,  corre,  se  afana,  dispula ,  cobra  ,  y 
entra,  como  quien  dice ,  on  el  pleno  egercicio  de  sus  funcioues. 

IV. 

Y  hó  aquí ,  lector,  que  ya  comienzo  á  hablar  de  la  rifera. 

Esta  muger  no  tiene  fisonomía,  ni  figura  propia;  puede  ser  jo- 
ven ó  vieja ,  fea  ó  bonita ,  alta  ó  baja  ;  pero  pertenece  casi  siempre 
ala  clase  ínfima  de  la  sociedad.  Es  ordinariamente  pobre,  sobre 
todo  si  cuenta  poco  tiempo  en  el  ejercicio  de  su  industria,  aunque 
algunas  merced  á  los  caprichos  de  la  picara  fortuna  y  á  su  talento 
particular,  consigue  crearse  una  posición  desahogada  que  le  per- 
mite emprender  otras  especulaciones,  la  de  prestamista,  por  ejem- 


^7%  LOS  VALENCIANOS 

pío ,  con  lo  cual  consiguen  darse  lo  que  se  llanda  buena  vida  y  aun 
ahorrar  algún  dinerillo  para  la  vejez. 

Generalmente  ,  la  rifera  es  viuda ;  algunas  veces  casada  ;  pero 
en  este  caso  al  marido  no  interviene  para  nada  en  los  negocios  da 
su  muger  que  sabe  manejarse  sola  lo  suficiente  para  no  salir  nunca 
engañada. 

La  rifera  establece  en  torno  suyo  una  reunión  de  jugadores, 
que  casi  en  su  totalidad  pertenece  al  sexo  femenino ,  y  representa 
el  papel  de  un  banquero  que  cobra  y  paga,  ni  mas  ni  menos  que 
el  gobierno  con  respecto  á  los  restantes  jugadores  de  la  nación. 

¿Cómo  es,  pues,  preguntará  alguno,  que  encuentre  clientela, 
cuando  seria  mas  cómodo  y  mas  seguro  jugar  en  las  administracio- 
nes del  gobierno  que  entregarse  en  manos  de  una  muger  sin  res- 
ponsabilidad? Porque  la  rifera  admite  posturas  mas  cortas;  porque 
cobra  intereses  mas  reducidos ,  porque  además  de  dinero  ,  rifa  pa- 
ñuelos, pendientes,  sortijas,  vestidos  ,  mantillas  ,  abanicos  y  otras 
mil  zarandajas  ;  porque  fia  algunas  veces  á  sus  ^parroquianas ;  y 
sobre  lodo,  porque  la  costumbre  égerce  tal  inOuencia  sobre  nuestros 
actos ,  que  hay  mugeres  que  no  depositarán  un  cuarto  siquiera  á 
la  lotería  y  fiarán ,  sin  embargo  ,  todo  el  jornal  de  una  semana  de 
sus  maridos  en  manos  de  una  rifera. 

Hay  que  tener  también  en  cuenta  que  los  buenos  jugadores  de 
lotería,  las  jugadoras  pur  sang  aguardan  siempre  á  ultima  hora 
para  elegir  el  número  en  que  han  de  depositar  su  confianza ,  después 
de  haber  consultado  sus  libros  cabalísticos  ,  de  haber  formado  sus 
combinaciones  ó  de  haber  pescado  al  flareí  una  palabra ,  una  seña, 
cualquier  cosa  que  pueda  traducirse  á  números.  Y  como  cuando 
creen  tener  resuelto  el  problema,  cuando  imaginan  que  han  despe- 
jado la  incógnita,  ya  no  pueden  jugar  á  la  lotería,  corren  desaladas 
en  pos  de  las  riferas. 

Y  son  de  oir  entonces  los  diálogos  que  se  entablan  entre  las  ri- 
feras y  sus  parroquianas  ,  es  de  ver  el  afán  con  que  éstas  acuden 
á  casa  de  aquellas  y  el  ahinco  con  que  les  suplican  que  admitan 


PINTADOS  l'(»ll  SÍ  MIS:>1()S.  í279 

cuatro  ó  cinco  cuartos  al  número  dos  para  los  puüuulus  de  ¡nía,  ó 
UD  roal  al  primer  cslracto  do  los  tres  duros  ,  etc. 


\. 


¿Ves  aciuellas  dos  iuuÍ5'ert's  qiio  acaban  de  enconlrarsü  a  la 
puerta  de  una  casa,  cuyo  eslerior  no  indica  por  cierto  la  opnlen- 
cia?  I'ucs  son  dos  entusiastas  ju¿;adoras  ,  dos  alicionadas  de  la  mas 
pura  raza  :  la  casa  ante  la  cual  so  han  detenido  es  la  do  una  rifera. 

— ¡Ay  señora  Tomasa!  dice  la  una  ,  enjugándose  el  sudor  con  el 
embcs  do  la  mano,  ¡válgame  Dios  y  qué  carrera  acabo  de  dar! 
pero  al  lín  me  he  salido  con  la  mia. 

— ^Si?  pues  del  mal  el  menos...  cuénteme  Vd.,  sefiora  Pepa, 
cueirtemo  Vd. ,  esclama  la  otra. 

— Para  el  primer  eslracto  una  fifjura  de  dos.  Yo  pienso  jugar  el 
11  que  no  ha  venido  desde  el  año  pasado  por  Navidad. 

— El  n...  ¡  bueno!  ¿y  qué  mas? 

— Para  el  estrado  simple  una  figura  alta;  una  figura  de  siete.  Yo 
creo  que  el  16  no  faltara. 

— 11  y  16.:..  corriente  son  números  muy  bonitos,  señora  t'epa. 

— Muy  bonitos  y  seguros.  Se  los  he  podido  sonsacar  á  Juan  ,  el 
cuñado  de  la  lia  Antonia. 

— ;CalleI  ¿Juan  el  tuerto?.... 

— Justo... 

— Uno  gordo....  picado  de  viruelas... 

— Ajajá....  el  mismo.  Acierta  dos  ó  tres  todas  las  estracciones 

es  lo  mas  gabuüsta.... 

-¿Sí....  eh? 

-=-!Va  se  vé ,  tiene  un  libro  que  vale  mas  que  el  Potosí! 

-¡Olga! 

— Pero  no  es  esto  todo ,  señora  Tomasa. 

— ¡Cómo!  ¿hay  mas? 

—Toma,  toma....  ¿No  le  hé  dicho  á  Vd.  que  yo  sin  números  no 


280  LOS  VALENCIANOS 

me  quedaba?....  Y  que  son  fijos....  apostaría  las  dos  orejas  áque 
vienen  clavaditos. 

— A  ver,  á  ver. 

— Pues  señor ,  asi  que  ha  amanecido  me  hé  puesto  la  mantilla,  hé 
tomado  una  peseta  y  anda  que  andarás ,  á  ver  al  flaret.  ¡Y  cuánta 
gente  que  había  esperándole  ,  Virgen  santa!  Pero  todos  se  han  que- 
dado á  la  luna  de  Valencia ,  porque  no  le  han  entendido  los  muy 
torpes.  Ya  se  vé ,  no  saben  donde  tienen  la  mano  derecha.  Apenas 
le  hé  visto  salir  le  hé  dado  la  peseta  y  le  hé  dicho:  hermanito ,  có- 
brese Vd.  media  libra  de  aceite  para  la  lámpara  de  la  Virgen.  Ha 
cojido  la  peseta  sin  decir  palabra  y  me  ha  devuelto  trece  cuadernas 
en  cuartos. 

—Eso  es  el  26. 

— Sí  señora ,  el  26.  Y  al  darme  el  cambio  me  ha  dicho.  La  virgen 
te  conceda  la  mayor  felicidad. 

— ¿Xa  mayor'?  El  90. 

— Justamente;  he  formado  la  pina  y  ha  salido  el  90  ;  pero  aun 
falta  lo  mejor...  Después,  se  ha  restregado  los  ojos  y  se  ha  rascado 
el  cogote. 

— Los  ojos....  el  2...  y  el  cogote...  calle  V...  el  cogote...  ese  nú- 
mero si  que  no  lo  entiendo. 
— Yo  tampoco,  pero  ello  es  número. 

— Yo  lo  creo:...  el  cogote....  el  cogote....  Y  diga  Vd.  ¿se  lo  ha 
rascado  con  tocia  la  mano? 
— Con  las  dos. 

— ¡Oh!  pues  entonces  es  el  10. 

—Y  es  verdad.  Después  de  todo  esto ,  ha  sacado  una  naranja  y  un 
pedazo  de  pan  y  se  ha  puesto  á  almorzar. 
—El  25  y  el  50. 
— Sí....  esos  son  claros. 

—Con  que  tenemos  el  26,  el  90,  el  2,  el  10,  el  25  y  el  50. 
=Sin  contar  el  11  y  el  16  de  Juan  el  tuerto. 
=¿Y  qué  piensa  Vd.  que  hagamos,  señora  Tomasa. 


PINTADOS  POll  Sf  MISMOS.  281 

=¡Yü!  jugarlos....  ¡pues  no  faltah-i  lua.s!  aunque  me  (jiicdc  sin 
caini>a  ...  Cuino  que  no  lonia  mas  dinero  y  lió  onípofiado  por  seis 
péselas  ol  paHiiolo  de  crespón,  lie  corrido  ya  dos  ú  Ires  rifrras  y 
las  muy  picaronas  no  iian  ({uerido  admilirmclo.s.  Sin  duda  han  olido 
el  negocio  ,  y  como  saben  que  son  dol  ¡laret...  Ahora  vengo  á  ver 
si  me  los  admito  Quica. 
=Si,  si...  vamos  pronto. 

Y  las  dos  jugadoras  penetran  en  casa  de  la  rifera. 

Esta  las  recibo  con  benévola  sonrisa  y  después  de  escuchar  su 

pretensión,  esclaina:=Dianlre ,  han  venido  Vds.  tan  larde yo 

ya  habia  cerrado  el  juego.... 

=PorDios,  liaOuica....  que  ya  sabe  Vd.  que  las  pobres  no 
podemos  hacer  las  cosas  cuando  queremos.  Mi  marido  es  un  necio 
que  aunca  quiere  que  le  hable  de  lotería;  de  modo  que  hé  de  ir 
escondiéndome. 
=¡Je'sus .  qné  barbaridad! 

^Calle  Vd.  tia  Quica...  si  es  lo  mas  borrico....  Dice    [uc  todo 
son  embustes. 

Pues  muy  mal  dicho    porque  bien  mirado,  esta  es  una  cosa 
á  la  que  tonto  el  que  jueya  y  tonto  el  que  no  juega. 
==Eso  le  digo  yo.  Con  que  quedamos  en  que.... 
=Vamos,  bueno....  Los  admitiré  porque  son  Vds..-  sino.... 
=Dios  se  lo  pague  tia  Ouica.  Y  los  números  son  bonitos ,   ¿es 
verdad? 

=Bonitos  son.  Aunque  al  fm  y  al  cabo  todos  son  bonitos  si  salen. 
Y  como  todos  están  en  bolsa. 

Y  diciendo  y  haciendo  la  rifera  saca,  al  fin,  con  gran  proso- 
popeya la  seda  y,  como  no  sabe  escribir,  señala  los  números  por 
medio  de  ilguras  estrambóticas ,  que  consisten,  ya  en  una  cruz,  ya 
en  uno  ó  dos  círculos  mal  Irazados ,  ya  en  cualquier  otro  ¿larabalo 
de  aspecto  raro ,  que  huele  á  cabala  desde  una  legua.  Entrega 
después  á  las  parroquianas  una  contraseña  con  idénticas  Gguras  y 

cobra  luego  el  importe  de  los  números,  despidiendo  á  las  jugadoras 

36 


282  LOS  VALENCIANOS 

que  se  retiran  tan  contentas  como  si  tuvieran  ya  entre  sus  manos 
el  dinero  ó  los  objeto-  que  ambicionan. 

VI. 

Y  llega  al  fin  el  correo  :  los  números  cacareados ,  los  qiie  las 
cabalas  daban  por  seguros ,  los  que  el  flaret  (1)  habla  pronosticado 
no  aparecen  en  el  cuadro  y  la  rifera  se  solaza  con  el  dinero  de  las 
ilusas,  que  en  vez  de  escarmentar  para  siempre,  se  maravillan  á 
voz  en  grito  de  su  torpeza  por  no  haber  llegado  á  descifrar  un  nú- 
mero que  con  tanta  claridad  se  les  habia  anunciado  y  juran  y  per- 
juran que  han  de  desquitarse  en  la  estraccion  siguiente. 

Por  el  contrario,  üha  casualidad  hace  qué  lléguetí  premiados  los 
números  que  se  esperaban  y  entonces  í'a  fiféi-á',  si  estábrn  muy 
cargados  dichos  números ,  r'écoge  su  atillo  ,  se  declafa  en  quiebra 
Y  desaparece  hasta  que  pase, el  chubasco,  para  volVet  á  l^s  an- 
dadas ,  después  de  mas  ó  menos  tiempo. 

Por  lo  dicho  ,  lector ,  comprenderás  que  la  rifera  es  una  defrau- 
dadora de  los  intereses  del  Estado,  que  su  industria  es  una  industria 
de  contrabando ,  una  industria  privada  por  las  leyes.  Y  M  lá  mayor 
parte  de  las  veces  producé  á  nuestra  heroína  una  ganancia  segura  y 
un  jornal  mas  crecido  que  el  qué  obtendría  dedicándose  á  cualquiera 
otra  ocupación,  le  ocasiona  también ,  en  muchos  casos,  serios  con- 
flictos ,  graves  disgustos  y  formidables  persecuciones.  Pero  no  hay 
atajo  sin  trabajo  y  algo  es  preciso  sufrir  en  este  mundo  para  ganar 
honradamente  el  sustento.  '^  ^'^^^^'"^  ••''"  '^'^^" 

(1)  Frailecico.  Es  un  pobre  lego  á  quien  las  mugeres  de  Valencia  sacan  da  quicio  dos- 
cientas veces  al  dia,  porque  lian  dado  en  suponer  que  posee  el  don  de  adivinar  los  números 
que  han  de  salir  premiados  cada  estraccion.  Nó  puede  ir  por  la  calle ,  ni  estar  quieto  en  su 
casa  ,  sin  que  sus  apasionadas  le  interpelen  ,  le  cojan  ,  le  suelten  y  le  zarandeen  por  todos 
lados.  Una  palabra  suya,  un  gesto,  un  estornudo  ,  la  mas  mínima  acción  el  mas  pequeño 
movimiento  es  para  las  jugadoras  de  lotería  un  número  que  ha  de  venir  irremisiblemente 
premiado  en  el  próximo  sorteo.  Pero  como  cada  muger  lo  interpreta  á  su  modo,  resulta 
que  una  misma  palabra  recibe  noventa  interpretaciones  distintas  y  hé  aquí  que  una  de  ellas 
ha  de  ser  precisamente  algún  número  premiado.  Verdaderamente  aunque  las  mugeres  le  re- 
galan para  tenerle  contento ,  yo  creo  que  este  pobre  hombrees  digno  de  compasión  por 
haberle  caido  encima  uiía  plagü  de  rtiugefes ,  y  de  mugeres  fanáticas. 


PINTADOS  ron  sí  wisMos.  2S/^ 

Esta  es  la  rifera  (|iic,  como  hó  dicho  mus  arril);i ,  sd  convicrle 

á  voces  on  prcslamisla,  por  el  int'xiico  iiilorés  de  dos  reales  por 

duro  cada  me>,  y  que  egerce  con  frecuencia  ambas  industrias  á 

la  par. 

VII. 

Voy  á  concluir ;  pero  me  ocurre  un  escrúpulo,  Icclor. 

El  de  que  esla  obra  lleva  por  lílulo  Los  valencianos  pintados 
por  si  mismos  y  si  hemos  do  hablar  con  franqueza  la  rifera  no  ¡es 
un  Upo  eoleraiüenle  valenciano. 

Tú  dirás  qne  esle  escrúpulo  me  ocurre  nn  poco  lardi?. 

Verdad  es;  pero  mas  vale  larde  que  nunca. 

Además,  en  descargo  de  mi  conciencia  debo  deciile.  y  tú  no 
podrás  menos  de  convenir  conmigo,  que  si  es  cierto  que  debe  haber 
rifaras  donde  quiera  que  se  juegue  á  la  loteria,  también  lo  es  que 
la  rifera  valenciana  presenta  ciertas  particularidades  qne  la  distin- 
guen de  las  demás  riferas  y  que  la  hacen  digna  de  figurar  en  la  pre- 
sente obra. 


Adiós,  lector.  B.  T.  M. 


Joaqnin  Serrano  y  Cañete. 


^SMi^'-  —^ 


"^^  ^  ^'^^W^ 


EL  COaUIUERO. 


\i^ 


Eli  COOllLLER. 


E 


'Q     L  hombre  que  ama  el  aire   puro  y  libre  de 

^SQ    los  campos,  y  goza  con  la  contemplación  de 

^^     su  inmenso  horizonte  limitado  á  lo  lejos  por 

8888o 

^W     las  empinadas  crestas  de  las  montaña^  ó  la 

»^  movible  superficie  del  mar,  y  anhela  respi- 
88^  rar  la  perfumada  brisa  que  brota  del  ere- 
píisculo  de  las  lardes  de  primavera  como 
brota  del  amor  la  esperanza,  y  contempla  la 
nacarada  luz  de  la  luna  ,  que  se  mece  en  el 
espacio  como  lámpara  solitaria  ,  colocada  por  la  mano  de  Dios  para 
alumbrar  una  inmensa  tumba ,  y  vive  una  vida  mejor  escuchando 
las  armenias  de  la  naturaleza  y  los  ecos  solemnes  que  se  despren- 
den de  la  creación  como  un  tributo  magestuoso  dedicado  al  que  la 


65> 

a 


288  LOS  VALENCIANOS 

sona  en  quien  él  deposite  toda  su  confianza  para  vigilar  con  escru- 
pulosidad cuantas  personas  se  introducen  en  el  establecimiento;  en 
el  interior  se  hallan  colocados  los  trabajadores  que  fabrican  la  pasta, 
el  que  la  pesa  y  corta,  que  lleva  el  nombre  de  serreta  6  tallaor,  y 
allá  en  el  fondo  aparece  un  agujero  enrojecido  como  debe  ser  la 
entrada  del  infierno,  guardado  por  un  hombre  muy  ligero  de  ropa 
que  con  una  pala  en  la  mano  se  asemeja  á  Neptuno  apoyado  sobre 
el  tridente;  el  agujero  es  la  boca  del  horno  y  el  hombre  el  paler; 
esto  es ,  el  que  cuida  de  la  cocción  del  pan.  El  coquiller  no  tiene 
puesto  determinado  ;  gira  de  un  lado  á  otro  como  una  ardilla,  sirve 
á  todos  á  un  tiempo  y  entra  y  sale  continuamente  de  la  casa :  en 
sus  vueltas  y  revueltas  suele  cruzarse  muchas  veces  con  un  perro 
propiedad  del  amo ,  que  pasa  sin  dilicnltad  por  entre  sus  piernas 
torcidas ,  acostumbradas  por  otra  parte  á  este  ejercicio  canino. 

Durante  la  noche  amenizan  el  trabajo  los  operarios  por  medio 
del  canto.  Es  de  notar  que  el  hombre  tiene  una  inclinación  innata 
á  cantar ;  canta  como  susurra  el  viento  entre  los  árboles,  como 
murmura  la  fuente  ,  como  exhalan  perfumes  las  flores;  el  horabre 
cania  sin  duda  desdo  el  primer  dia  de  la  creación  .  desile  el  momen- 
to en  que  se  apercibió  que  sus  órganos  vocales  pronunciaban  soni- 
dos ;  los  niños  cantan  antes  de  hablar  imitando  el  arrullo  de  la  ma- 
dre que  le  adormece  en  su  seno ,  el  hombre  canta  siempre  que  se 
encuentra  solo  en  medio  de  la  naturaleza  ;  así  vemos  á  los  labra- 
dores elevar  su  canción  melancólica  al  trazar  sobre  la  tierra  el  surco 
que  la  hace  fecunda,  canta  también  cuando  es  largo  el  trabajo  para 
hacer  breves  las  horas;  por  eso  se  canta  en  los  talleres  donde  se 
ven  precisados  muchos  individuos  á  residir  por  largo  tiempo;  el 
canto  fortalece  y  consuela  el  alma ,  sin  duda ,  y  hace  olvidar  las 
fatigas  dtíl  cuerpo. 

El  coquiller  es  el  héroe  obligado  de  estas  fiestas ;  recuerda  in- 
finidad de  cantos  populares  y  destroza  al  mismo  tiempo  la  música 
de  las  zarzuelas,  haciendo  de  este  modo  una  combinación  horrenda 
que  solo  puede  resistirse  á  la  boca  de  un  horno ,  que  es  como  si 


PINTADOS  pon  SÍ  :>ii.SMo.s.  280 

dijéramos  junio  al  crúlor  de  un  volcan.  Kii  una  ocasión  lanza  su  voz 
atiplada,  ai  viento    y  dice* 

Carabasa  m'  han  dnnal 
Y  no  in'  han  donal  meló; 
Mes  mo  estime  carub.isa 
Que  casarme  en  un  furo. 
En  otras  pretendo  demostrar  sus  profundos  conocimientos  en  la 
lengua  castellana,  y  esclama: 

Los  arboles  d'  Arancués, 
Onidos  de  dos  en  dos, 
No  tienen  tanta  finura 
Como  yo  ü  tengo  á  vos. 
Por  último,  el  auditorio  queda  asombrado  cuando  abulia: 
Siñor  Don  Simón, 
La  vida  es  fugal, 
Y  naide  privó 
Su  trage  falal. 
Esta  suele  venir  d'  Aragón, 
No  perdona  ni  '1  sexo  á  la  edad; 
Y  pues  dise  que  fué  1'  anguilon, 
Buenas  noches,  siñor  don  Simón. 
Hemos  dicho  que  el  titulo  de  coquiller  es  (5l  primero  que  se  re- 
cibe en  la  carrera,  y  en  efecto  ,  después  se  halla  el  de  serreta  ó  la- 
llaor  y  el  de  paler ;  son  ci>mo  si  dijéramos  los  grados  de  bachiller, 
licenciado  y  doctor  en  la  facultad  horneril.  Si  el  coquiller  es  muy 
corto  de  entendimiento  se  queda  en  este  estado  toda  su  vida  y  no 
pasa  de  tal  aunque  se  muera  de  viejo ;  si,  por  el  contrario,  dá 
muestras  de  inteligencia  y  aplicación  asciende  á  serreta  y  hasta 
puede  llegar  á  paler,  que  es  el  úUimo  limite  de  la  carrera. 

El  coquiller  ,  bueno  ó  malo,  haragán  ó  trabajador ,  reposado  ó 
pendenciero ,  guarda  siempre  en  su  corazón  intacto  el  sentimiento 
religioso ;  venera  como  patrona  especial  á  Nuestra  Señora  de  las 

Mercedes ,  y  lleva  constantemente  su  escapulario  en  el  pecho  para 

37 


290  LOS  VALEKCIATÍOS 

que  le  sirva  de  consuelo  en  sus  aflicciones,  de  amparo  en  sus  ad- 
versidades ,  de  refugio  en  sus  penas.  Con  esle  ausilio  el  coquiller  lo 
sufre  lodo  y  vive  contenió  en  medio  de  la  escasez,  amparado  bajo 
el  manto  de  la  religión  que  todo  lo  abarca  y  lodo  lo  embellece.  Se 
cuida  poco  del  porvciir  y  apenas  se  ocupa  del  presente  ;  ve  pasar 
los  días  sin  reQexionar  que  pasan  sobre  el  y  solo  de  cuando  en  cuan- 
do vuelve  la  vista  alris  para  recordar  un  momenlo  de  felicidad  que 
quizá  no  le  vuelva  á  sonreír  durante  su  peregrinación  en  la  lierra. 


]Bs|,fí»el  Blasco. 


EL  VELLUTERO. 


PINTADOS  pon  SI  MIStJKIS. 


291 


eX' 


EL  YELLITERO. 


EGUJí  el  diccionario  do  la  lengua  castellana  es  el 


\     que  Icje  en  seda.  Esia  definición  es  mezquina 
vj    para  dar  á  conocei  al  vcllulero  valenciano  que, 


Sov  (N    además  de  lejedor  en  seda  ,  es  un  docto  sui  ge- 
>^    neris  colegial  del  Arle  Mayor  do  la  seda.   El 
velliilcro  valenciano  es  planta  indígena  de  los 
barrios  llamados  «Las  Torres»  y  técnicamente 
el  clot.  Frecuenta  pocos  años  las  Escuelas  Pías, 
para  remontarse  hasta  la  boliga,  (1)  y  su  entrada  en  el  arte  mayor, 
es  para  aviar  (2)  ó  fer  canilles.  En  este  período  do  tiene  voz  ni 
Tolo ;  pero  en  cambio  tiene  la  facultad  de  probar  antes  que  nadie  y 


(1)    La  azotea  donde  se  tienen  lo'  telares. 
(i)    Desmolar  la  lela  j  Ueuar  laa  caoUlas. 


295!  LOS  VALENCIANOS 

sin  medirlo  en  la  jicara  el  zumo  de  uvas  que  vá  á  buscar  de  vez  en 
cuando  á  la  taberna.  De  este  estado  pasa  á  ser  el  verdadero  vellu- 
tero  y  entra  en  participac.on  con  sus  compañeros  de  los  placeres  y 
fatigas  diarios ,  que  son  poco  mas  ó  menos  asi.  Se  levanta  ya  bien 
entrado  el  dia;  (el  vcllutero  tiene  sus  humos  de  señor  y  no  quiere 
principiar  su  trabajo  á  la  hora  que  el  albañi!)  toma  la  capa ,  que  es 
su  uniforme  tan  querido ,  que  hay  quien  no  la  suelta  ni  aun  cuando 
Febo  nos  visita  quince  horas  diarias  ,  poniéndonos  á  34  sobre  cero, 
y  no  saldrá  nuestro  hombre  nunca  de  casa  de  su  maestro  sin  dai 
una  prueba  de  su  üdelidád ,  llevándola  plegada  bajo  del  brazo  hasta 
la  puerta  de  la  calle.  Su  primer  visita  matinal  es  á  una  de  las  ermi- 
tas que  pueblan  sus  barrios  ,  donde  no  de  lo  tinto  ,  sino  de  lo  ani- 
sado ,  se  toma  uno  ó  dos  cuartos  para  matar  el  cuc.  (3)  De  allí, 
en  conversación  con  sus  compañeros,  á  la  botiga.  Ya  te  crees^ 
lector,  que  el  vellutero  valenciano  se  eclipsa  todo  el  dia  encorbado 
sobre  su  telar  sin  pensar  mas  que  en  hacer  crecer  su  tela ;  pero  te 
equivocas :  eso  cualquier  trabajador  sabe  hacerlo  y  él  tiene  mas 
maginacion  de  la  que  se  necesita  para  esa  vulgaridad.  Habituado 
^desde  su  niñez  á  elevadas  regiones ,  y  filósofo  por  raza ,  mientras 
ti  abaja  para  ganar  el  pan  de  su  familia  ,  se  distrae  en  continua  con- 
versación ó  canto  y  versa  aquella  siempre  sobre  lemas  vulgares, 
pues  él  conoce  el  arte  de  gobernar,  y  los  males  que  afligen  á  la 
nación  los  tiene  él  corregidos  con  solo  dos  dias  que  fuera  ministro; 
sabe  al  maravedí  cómo  se  reparte  en  Madrid  el  producto  de  las  con- 
tribuciones;  es  enemigo  nato  de  los  derechos  de  puertas;  sus  cono- 
cimientos en  diplomacia  eclipsan  á  Meternich  y  Valesky ;  cuenta  con 
a  gravedad  que  le  es  peculiar  lo  que  costaron  los  muebles  de  la 
casa  del  presidente  del  consejo  de  Ministros ;  los  platos  favoritos 
a  mesa  del  embajador  francés ;  las  conversaciones  mas  secretas 
de  S.  M.  la  Reina  con  su  alia  servidumbre ;  los  galanteos  y  sa- 


(3)    Matar  el  gusano ;  frase  equivalente  á  tomar  la  mañana. 


PINTADOS  POll  SÍ  MIS.110S.  í¿95 

cnfirios  (lo  ciertos  olovados  pcrsonüjos  por  esta  ó  la  olía  hai- 
larina  ;  conoce,  con  todos  sus  pormenores,  el  régimen  interior 
del  palacio  del  Sultán;  los  trajes  del  emperador  do  la  china,  y 
su  clase  do  tejido  ;  la  grandeza  del  puerto  de  Cronstadt :  describe 
todas  las  batallas  liabidas  y  por  haber  y  lo  horrible  de  las  íicras  de 
África  V  América,  con  pormenores  quo  sus  cazadores  desconocen; 
j)oro  (londo  mas  fuerte  so  muestra  el  vollulero  valenciano  es  en  ad- 
ministración municipal  :  conoce  á  cuantas  personas  ejercen  autori- 
dad en  Valencia  empozando  por  los  alguaciles  del  Ayurtaraienlo,  y 
como  estas  cosas  las  vé  de  cerca,  dice  verdades  como  puños  y 

acaba  siempre  diciendo:   «si  yo  fuera  Alcalde — Después    de 

comer  le  es  indispensable  su  ratilo  de  siesta,  aun  cuando  sea  sen- 
lado  en  la  misma  banqueta  dol  telar.  También  canta  el  vollulero  al 
compás  de  les  cárcules  ,  y  recita  versos  de  comedias,  porque  tam- 
bién asiste  los  lunes  á  las  funciones  de  teatro ,  á  benoíicio  del  pú- 
blico, y  mezclado  con  versos  de  Zorrilla  y  Olona,  canta  en  Cua- 
resma cánticos  sagrados  ;  desde  Pascua  florida  á  la  granada  reci- 
ta els  milacres  de  Sen  Vicént ,  y  desde  esta  fecha  els  misléris  de 
la  fesla  del  Corpus ,  porque  has  de  saber ,  lector,  que  supongo  no 
serás  valenciano  si  lo  ignoras ,  que  los  personages  de  esos  autos 
sacramentales  son  casi  todos  velluleros,  y  como  el  que  va  con  un 
cojo....  así  es  que  todos  ellos  los  saben  todos  y  muy  particular- 
mente el  bando  del  rey  Heredes,   que  principia: 

faráu  saver 

de  part  del  rey  de  gran  poder 

siñor  que  tot  ó  mana, 

qu'  el  dichóus  d*  esta  semana 

vinguen  totes  les  dones 

axí  les  males  com  les  bónes ,  etc.,  etc. 

Desde  la  primera  Pascua  deja  el  trabajo  antes  de  anochecer, 

para  irse  estramuros,  y  ahora ,  merced  al  gran  adelanto  del  siglo, 

tiene  que  andar  algo  mas  y  colocarse  extra-radio  ,  donde  sentado 

sobre  la  yerba ,  al  aire  libre  y  sin  dársele  un  bledo  de  los  transeun- 


294  LOS  VALENCIANOS 

tes,  cena  ó  merienda  con -su  familia  y  amigos  con  una  liberlad  y 
sosiego  envidiables.  Repite  á  menudo  los  bandos  (í)  y  la  conver- 
sación so  va  poniendo  !.an  animada  que  es  un  gusto  oirle  y  no  es 
difícil  verle  regresar  á  la  ciudad  como  ,  si  siendo  turco  ,  llevara  en 
brazos  á  su  muger.  Es  do  indispensable  polilica  anles  de  separarse 
de' sus  compañeros  fer  dos  ó  Iresdoséts,  (5)  durante  cuya  operación 
si  la  conversación  gira  sobre  los  hombres  de  gobierno  dice  nuestro 
vellulero  cosas  tan  grandes  como  verdaderas ;  mientras  los  nif.osy 
cogidos  con  las  costas  se  van  durmiendo,  y  las  mugeres ,  cargadas 
con  el  pequeñilo  ,  que  se  ha  dormido,  tratan  en  vano  de  adelantar 
e\  regreso  á  casa. — Su  oilio  á  los  derechos  de  puertas  y  su  enemis- 
tad con  los  dependientes  del  ramo  es  tan  natural  como  el  del  niño 
al  gato  que  se  le  come  la  m  'rienda.  Con  frecuencia,  al  regresar  el 
vollulero  de  esta  espeJicion  le  exigen  en  la  puerta  cinco  ó  seis 
cuartos  por  un  poco  de  vino  que  queda  cii  la  bola  y  que  nunca  paga 
sin  ten jr  antes  una  larga  polémica  con  los  dependientes,  y  veces 
híiy  que  por  evitar  que  estos  salgan  con  su  empeño,  se  sale,  y  tras- 
colando el  vino  de  la  bota  á  su  estómago ,  entra  ufano  sin  que  le 
pillen  los  cuartos  y  zumbando  á  los  dependientes  A  estas  meriendas 
pone  fin  la  víspera  de  S.  Gil ,  en  que  el  maestro  ,  poniendo,  según 
antigua  costumbre,  sobre  la  banqueta  del  telar  un  puñado  de  azofai- 
fas  y  un  candil  le  indica  que  principia  la  vela.  Esta  es  la  vida  regu- 
lar del  voUutero;  pero  hay  épocas  es[ieciales  que  no  debe  ignorar 
el  lector.  Los  sábados  al  marchar  de  casa  del  maestro  toma  la  dita 
(G)  con  tan  esquisito  cálculo,  que  siempre  tiene  la  cuenta  en  par- 
tida de  cargo  ,  asi  es  que  al  dejar  un  maestro  tiene  con  frecuencia 
la  satisfacción  de  que  quede  en  su  libro  una  partida  á  su  nombre: 
acto  continuo  de  lomar  la  dita,  la  fuente  del  mercado  le  sirve  de 
punto  de  reunión  para  orientarse  del  estado  del  arte.  En  tiempos  de 


(5)    Echar  tragos. 

(o)    Llaman  aíi  al  esrote  de  uno  b  dos  cuartos  para  ecliar  un  trago, 
(e)    El  lanío  que  adelanta  el  maesUo  seuiaiialmenle  á  los  oficiales,  basta  que  a!  cortar 
la  tela  se  arregla  la  cuenta. 


PINTADOS  pon  sí  MISMOS.  295 

hüimaudiuliís  y  concdrics  (7)  ol  vcIIuIím-o  li^niia  on  todas  y  asidlo  á 
sus  acloi  cou  .Uu[a  ronnaljd.uJ  y  tal  acopio  <lu  razonoK,  como  acudo 
áüu  coinpafíia  en  tiiMitpos  de;  inilicia  'lac/innal.  ¡Cómo  espo.siblc  que 
no  suspiro  lodo  aiili^'uo  vcllutcro  valouciauo  al  rccordiir  el  rosari 
de  la  fuisLora  (8)  y  aquidlos  vor.sos": 

No  t'.s  pcusi.'ii  (¡110  soc  pastora, 

ponjue  poilc  l)oiT('{,Mi('ls, 

(jiic  soc  lii  N'cr^e  Maria 

do  la  coucóna  dolí?  Porclicts. 
Dejira  de  ser  valencia;. o  nuestro  vell.itcro  sino  tuviera  el  ta- 
lento do  suspender  sus  oeu|)acioiics  siempre  que  purdc  procuiarso 
UU  buen  ralo  en  cslo  valle  de  lagrimas;  así  es  que  no  liay  ücísla 
qup,Uolo  baga  dejar  por  mas  ó  menos  tiempo  el  telar. 

Su  i)|ieion  á  les  paelles  os  tanta,  que  no  pcrmiliLMidolc  sus  me- 
dios liaccrbis  con  la  frecuencia  que  desea,  se  enlrcticne  fenlles  de 
boca  (9). con  sus  compañeros  do  bol'uja  ,  y  sin  moverse  del  telar  ni 
iuteriumpir  su  trabajo,  so  conviene  á  cóm  poséni,  (10)  se  designa 
el  silio  en  que  se  creo  ya  eslar  y  ¡qué  gusto  es  oirle  cómo  se  co- 
me uno  una  ¡lierna  del  palo ,  al  olro  pedir  vino  para  acabar  de  tra- 
gar un  pedazo  de  pechuga  !  En  Un  ,  como  la  frase  valenciana  csplica 
nuiy  bien ,  la  paella  se  hace  y  se  come  solo,...  de  habla  ,  pero  con 
una  gracia  que  solo  el  vellutcro  posee ,  porque  es  chistoso  en  su 
modo  de  decir.  .,jj,.3  ^^^ 

Si  hay  calma  en  la  demanda  do  géneros  de  su  arle  él  te  la  dará 
á  conocer  pronto ,  lector  mió  ,  porque  cuando  salgas  do  casa  le  en- 
contrarás á  parejas  p<ir  las  esquinas  implorando  la  caridad  pública  y 
sabe  ,Dios  cuánlo  me  duele  ver  distinguirse  de  los  damas  gremios 
en  cosliimbre  tan  fea,  al  que  mas  glorió  ha  dado  á  mi  pais. 

,Hé  dicho  algo  acerca  del  vcllulero  jornalero ;  pero  conside- 
rado Como  macslro,  aun  cuando  tiene  mucho  del  que  acabo  de 


(7\    Hermandndés  a<i  llamadas. 
(8)     La  mas  célcb'e  de  la.-»  d  chas. 
('.»)    Uacerla-  de  conveisaciou. 
(lü)    £1  escole. 


'(Wí'j  r.Mi  i>  i:.,r 


296  LOS  VALENCIANOS 

bosquejar,  tiene,  sin  embargo,  su  cualidades  especiales,  porque 
ésle  gasta  levita  ó  tuliina  ,  en  verano,  y  gabán  y  guantes  en  invier- 
no ,  los  dias  de  fiesta ,  se  entiende.  Está  suscrito  á  dos  ó  tres  se- 
manarios de  literatura  ,  y  hace  comedias  caseras ,  siendo  joven  ,  si 
viejo,  ó  es  pescador  de  caña,  si  no  tiene  familia,  ó  si  la  tiene  le  es 
indispensable  tartana  y  barraca  en  el  Cabañal.  Le  conocerás  siem- 
pre que  le  encuentres  por  la  profusión  de  terciopelo  y  telas  de 
seda  que  verás  en  los  trajes  suyos  y  de  su  familia  ,  hasta  el  niño  de 
pechos  lleva  falda  de  seda  y  gorrita  de  terciopelo.  El  tiempo  que  le 
dejan  libre  sus  ocupaciones  lo  emplea  prestando  muy  buenos  ser- 
vicios, como  individuo  de  sociedades  religiosas  ó  de  beneficencia. 

También  diré  algo  del  vellutero  que  cuelga  los  hábitos ,  ó  sea 
del  que ,  habiendo  nacido  hijo  de  vellutero  y  pasado  su  niñez  aviant 
ó  fent  canilles  se  deja  el  arle  de  la  seda  por  dedicarse  á  otra  car- 
rera ;  á  éste  le  conoce  todo  valenciano  á  tiro  de  ballesta :  si  quiere 
ser  guasón  ,  es  un  necio  cargante  ,  y  si  le  dá  por  lo  grave  es  tan 
insufrible  como  las  campanas  del  convento  de  Sta.  Tecla.  Si  presu- 
me de  elegante ¡ay  Dios  mió!  aquello  es  lo  que  llamamos  un 

velluler  fi. 

Pero  esta  es  una  variedad  de  la  especie  que  no  tiene  colorido 
determinado  ,  ni  aplicación  posible  en  nuestro  articulo. 

Es  un  vellutero  degenerado  ,  es  una  negación  de  sí  mismo  y 
pasa  á  constituir  el  embrión  de  un  ente  indescifrable  que  por  cual- 
quier punto  de  vista  que  se  le  mire  solo  ofrece  rasgos  ridículos  y 
pretensiones  exóticas. 

El  tipo  verdadero ,  el  industrial  que  nos  propusimos  bosquejar 
queda  trazado  según  le  comprendemos,  en  las  líneas  que  anteceden. 
Cuando  deja  de  hacer  lo  que  nosotros  hemos  consignado,  es,  ó  por- 
que no  ha  entrado  en  su  esfera,  ó  porque  ha  saUdo  de  ella  saltando 
torpemente  la  valla  que  le  separa  de  las  que  ocupan  otros. 

En  cualquiera  de  estos  casos  le  debemos  abandonar,  porque  en 
ninguno  de  ellos  le  comprenden  nuestras  observaciones. 


-á_ 


EL  MADERERO. 


PINTADOS  POR  SÍ  MISMOS. 


f¡t 


^ 


\J^^ 


EL  MADERERO. 


|M,^ SE  hombre ,  vestido  tan  á  la  lijara,  como  su 

SM^^"^"^MS  ocupación  exije  ,  y  que  en  ciertas  épocas  del 

«séís                ^m-  ano  veis  aparecer  en  las  orillas  de  los  rios, 

Sy     ü      ^^  conduciendo  maderas  de  construcción,  es  el 

^p     JU      4*6  maderero  ,  de  cjya  individualidad,  bien  co- 

.^•P               C^'wé»  nocida  en  el  reslo  de  España  ,  vamos  a  ocu- 

^♦M>x/€>N'€xV'-^  parnos 


Tj'Tiririj'    «f'9*  '^  gyg  anchos  zaragüelles  revelan  en  todas 

parles  su  origen  valenciano.  El  gancho  ,  inslrumenlo  único  de  que 
se  vale  para  todas  las  operaciones  de  su  oíicio,  se  asemejaria  mucho 
á  las  picas  quo  usan  los  cosacos ,  si  ademas  de  su  parte  punzante 
DO  tuviera  esa  especie  de  acerado  espolón,  con  el  que  atraen  lige- 
ramente los  maderos  que  se  apartan  de  la  corriente.  Para  ser  ma- 

38 


298  LOS  VALENCIANOS 

derero  se  necesita  haber  nacido  en  Ademúz  ,  Gofrentes  ó  Cbelva. 
En  este  último  pueblo  encontrareis  la  figura  que  nos  hemos  compro- 
metido á  bosquejar,  es  decir,  el  tipo  perfecto  de  la  clase,  el  ma- 
derero puro  ,  el  cual  no  se  ocupa  en  otra  industria  ni  conoce  otro 
género  de  vida  que  el  trabajo  ó  merodeo  á  orillas  de  los  rios,  ora 
se  llamen  éstos  el  Duero  ,  el  Guadalquivir  ,  el  Tajo  ,  el  Júcar  ó  el 
Túria.  En  los  otros  dos  pueblos  indicados,  el  maderero  es  á  la  vez 
un  jornalero  del  campo,  y  maneja  mas  tiempo  el  arado  que  el  gan- 
cho. Solo  cuando  Ghelva  ha  enviado  a  los  rios  todo  su  contingente, 
es  cuando  se  acudo  á  Gofrentes  ó  Ademúz  en  busca  de  madereros. 
Además  en  Ghelva  reside  la  plana  mayor  de  este  ejército  acuático, 
compuesto  de  empresarios ,  mayorales  y  cuadrilleros ,  y  de  cuyas 
respectivas  posiciones  vamos  á  ocuparnos  sin  dejar  de  dar  pince- 
ladas al  tipo  que  se  contorna  en  el  cuadro. 

El  maderero ,  jeneralmente  es  hijo  do  un  maderero  también. 
Guando  tenia  seis  años  (1)  su  padre  se  lo  llevó  consigo  y  hacién- 
dole servir  de  ranchero  le  hizo  entrar  cu  la  clase ,  pasando  por 
esta  escuela  de  apreadizaje,  en  la  que,  además  de  la  instruc- 
ción ,  se  les  proporciona  la  comida  y  doce  cuartos  diarios.  El  Túria, 
es  casi  siempre  el  rio  donde  hacen  sus  primeros  ensayos  estos  tier- 
nos reclutas.  Cuatro  ó  cinco  conducciones  han  bastado  para  que 
el  niño  se  famillaiice  con  el  manejo  del  gancho  y  aprenda  á  nadar 
como  un  pez.  El  ganchero  puedo  llegar  á  ser  cuadrillero,  especie 
de  cabos  que  teinen  bajo  sus  órdenes  siete  gancheros  ,  y  cuyo  jor- 
nal es  dos  reales  mayor  que  el  de  éstos  que  ordinariamente  es  do 
tres  reales.  El  cuadrillero  necesita  ya  tener  cierta  instrucción  y 
condiciones  de  mando ,  amen  do  las  de  valor  y  práctica  en  el 
oficio,  y  si  éstas  son  muy  sobresalientes  puede  aspirar  á  ser  un 
diá  müyoral,  en  cuyo  último  rango  se  cobran  diez  y  seis  ó  veinte 
rs.  diarios  y  so  puede  mandar  y  administrar  ala  española. 


(1)  No  os  admire  !a  edad.  Cuando  veáis  ios  madereros  en  las  orillas  de  los  rios  podéis 
acercaros  á  ellos  y  enconUareis  muchos  ¡aiños  de  esla  ó  menor  edad,  sirviendo  de  raa- 
dle rios. 


PINTADOS    POn   Si    MISMOS.  ^21)9 

El  maderero  puedo  dccirso  (|uc  es  el  rcprcsonlanle  mas  [xiro 
do  la  raza  ibérica,  do  esa  raza  quo  furmó  las  mejores  legiones  ro- 
manas qno  ludió  sielc  siglos  con  los  árabes  y  (juc  (lió  celebridad 
á  la  infanleria  española  en  Ilalia  y  Flandcs.  El  mndcrero  es  sobrio, 
ágil ,  vállenlo  y  gran  nad  idor.  Kespeclo  a  su  moral ,  con  solo  hacer 
présenlo  (pío  el  género  de  industria  quo  ejerce  es  el  que  mas  so 
presta  á  actos  de  insubordinación  y  quo  ésta  jamas  lia  levantado  su 
cabeza  en  las  fdas  del  ejército  acuático ,  queda  hecha  su  apología. 
El  maderero  es  considerado  en  todas  parles  como  a^e  de  paso; 
conoce  la  geografía  do  su  nación  por  el  curso  do  los  rios: 
sabe  que  siguiendo  el  Túria  llegará  á  Valencia :  que  si  se  contrata 
para  el  Guadalquivir  verá  la  gran  ciudad  de  Sevilla  ,  mientras  que 
si  ha  ido  al  Tajo  podra  admirar  los  jardines  de  Aranjucz,  pasar  á 
Madrkl  y  ver  la  leona  del  Retiro.  En  las  grandes  poblaciones  nunca 
veréis  discurrir  á  un  maderero  solo  por  sos  calles  ,  y  es  que  en 
esta  industria  la  individualidad  se  cree  débil  y  torpe  hasta  para 
cruzar  do  un  puesto  á  otro.  Ea  esto  se  parecen  á  los  marinos  que 
siempre  visitan  !as  poblaciones  en  grupos.  El  maderero,  como 
Upo  primitivo ,  y  do  honradez  heredada  conserva  un  miedo  tra- 
dicional á  las  malas  artes  que  se  suelen  ejercer  en  las  grandes  ciu- 
dades, y  pretiere  el  ruido  armonioso  de  los  rios ,  aunque  cambie 
de  tono  en  los  dias  de  tempestad,  al  bullicio  de  los  grandes  focos  de 
población,  y  aqui  resalla  de  nuevo  su  semejanza  con  los  marinos, 
los  cuales ,  cuando  desembarcan  lo  hacen  por  pocas  horas  y  solo 
por  dar  un  vistazo  á  la  población  que  se  les  ha  presentado  delante; 
pero  quo  por  la  noche  no  dormirían  tranquilos ,  sino  fuesen  me- 
cidos por  las  olas  del  mar.  Del  mismo  modo  nuestro  héroe  solo 
duerme  tranquilo  y  sin  recelo  oyendo  el  murmullo  de  los  rios.  El 
maderero  vuelve  á  su  pueblo  tan  puro  como  salió  de  él:  ni  en  su 
habla,  ni  en  su  trajo  ni  menos  en  sus  costumbres  se  ha  mezclado 
nada  de  otras  provincias:  sus  largas  ausencias  no  han  entibiado  sus 
afectos  de  familia.  En  sus  largos  viajes  lo  vé  todo ,  lo  observa, 
lo  admira  ;  pero  no  se  adhiere  á  nada.  No  hay  memoria  en  la  clase 


500  LOS  VALENCIANOS 

de  ese  individuo  que  haya  echado  raices  en  ninguna  de  las  pobla- 
ciones que  visita.  Su  presente  eslá  en  los  rios;  su  porvenir  en  Chel- 
va.  Cuando  es  viejo,  sus  hijos  ,  á  quienes  él  ha  educado  en  el  ma- 
nejo del  gancho ,  le  guardan  el  lugar  preferente  ,  junto  á  la  chime- 
nea, y  el  jubilado  marino  de  agua  dulce  se  complace  en  oir  hablar 
de  las  vicisitudes  de  la  última  conducción.  El  maderero  es  amantó 
de  su  pais  sobre  todas  las  cosas  del  mundo.  Si  le  asaltiin  las  ter- 
cianas ,  enfermedad  de!  oficio ,  su  primer  exijencia  es  para  que  se 
le  conduzca  á  Chclva.  Él  aire  de  sus  montañas  y  la  brisa  de  siis 
vergeles  cree  que  pronto  le  devolverán  la  salud.  Si  el  mal  arrecia 
en  el  camino  pide  á  la  Virgen  del  Remedio  (2)  que  le  permita  ver 
el  campanario  de  su  pueblo  ,  aunque  á  su  sombra  haya  de  encon- 
trar la  muerte. 

El  maderero  ,  sin  embargo  de  las  vicisitudes  de  su  industria,  se 
cree  feliz.  Preguntadle  si  eslá  contento  y  os  contestará,  echándose 
el  gancho  al  hombro  ,  que  prefiere  su  manera  de  vivir ,  con  lodos 
sus  riesgos ,  al  trabajo  monótono  del  labrador  abriendo  surcos  en 
la  tierra  ó  del  industrial  pegado  siempre  á  la  máquina  que  mueve. 
Para  comprender  que  no  se  halla  mal  avenido  con  su  difícil  y  arries- 
gada industria  5  seria  preciso  que  le  vieseis  con  sus  compañeros, 
en  las  calles  de  Chelva ,  en  un  dia  de  partida.  Nunca  para  una 
conducción  salen  menos  de  ciento ,  y  á  veces  doble  y  trip'e  nú- 
mero. El  pueblo  todo  se  pone  en  movimiento.  Las  mugeres  van 
y  vienen  á  llevar  los  equipajes  de  sn  maridos  al  ropero  que  vá  á 
partir.  Los  chicuelos  destinados  á  servir  de  rancheros  se  agitan  y 
se  multiplican.  Es  muy  frecuente  en  esos  días  ver  á  la  puerta  de 
una  casa  cinco  ó  seis  individuos  de  una  familia,  despidiéndose  á  la 
vez ,  el  marido,  de  la  muger ,  el  padre,  de  las  hijas  ,  los  hijos  de  la 
madre.  Cuando  así  sucede ,  las  pobres  mugeres  se  consuelan  del 
abandono  en  que  se  van  á  quedar ,  pensando  en  los  ahorros  que 


(2)    Imagen  que  se  venera  en  Chelva  en  un  ermitorio  situado  á  la  falda  del  elevado 
inonte  llamado  El  Pico. 


PINTADOS  P(m  SÍ  MISMOS.  50 1 

pueden  l?*acr  .sos  liomlires.  Kllas ,  gtMH'ruImnnlo  se  apoderan  de 
las  ruceas  y  los  cspoi  an  hilando.  {'.))  Cualipiiera  (jue  hubiera  tenido 
ocasión  de  presenciar  oslas  ó  parecidas  escenas  habría  creido  asis- 
lii'  a  ios  preparativos  de  una  campaña ,  sobre  lodo  si  repara  en  el 
gandío  (pie  nunca  abandona  nuestro  héroe  y  (jue  lo  da  un  color 
guerrero. 

Si  el  Upo  que  vamos  busqucjando  ha  llamado  tu  atención ,  que- 
rido lector,  no  podrá  menos  de  llamarla  también  la  clase  de  in- 
dustria que  le  presta  nombre  y  que  diíiere  en  mas  de  una  cosa  do 
todas  las  que  ocupan  a  la  gran  familia  humana.  El  maderero  no 
tiene  necesidad  de  trabajar  todos  los  dias  ni  es  el  trabajo  igual 
ni  lo  verilican  siempre  en  un  mismo  punto.  Si  en  el  rio  ha  sobre- 
venido una  fuerte  crecida  ,  el  maderero  se  aparta  de  sus  orillas  y 
esperU  en  el  pueblo  inmediato  que  el  agua  disminuya  para  volver  á 
él.  Cuando  el  tiempo  les  favorece  con  lluvias  continuas  y  mode- 
radas, el  rio  aumenta  su  caudal  de  agua ,  y  esto  contribuye  á  dar 
impulso  á  la  conducción ;  pero  llegan  á  veces  ocasioues  terribles  en 
que  tras  un  largo  periodo  de  sequía  el  estampido  del  trueno  anun- 
cia la  proximidad  de  la  tempestad.  Brilla  el  relámpago ,  el  cielo 
abre  sus  cataralas  y  los  montes  y  los  valles  se  ven  de  repente 
inundados  de  agua.  El  rio ,  por  cuyos  puros  cristales  se  deslizaba 
el  maderero  media  hora  antes ,  ha  recibido  el  tributo  de  cien  arro- 
yos. El  mjinso  cordero  acaba  de  convertirse  en  león  irritado.  El 
maderero  rompe  las  antiguas  amistades  con  su  viejo  compañero,  y 
olvidándose  de  la  tormenta  que  ruje  á  su  alrededor  y  menospre- 
ciando la  muerte  que  le  amenaza  airada  desde  el  fondo  de  las  tur- 
bulentas corrientes,  trabaja  desesperadamente  para  facilitar  el  curso 
de  la  madera  ,  ó  se  lanza  en  su  seno  para  salvar  la  existencia  de  un 
compañero  ,  cuyo  gancho  agitado  de  cierto  modo  anuncia  el  peligro 
eminente  en  que  se  encuentra.  En  estos  trances  de  muerte,  ningún 


(3)    Generalmente  la  muger  del  maderero  hila  cáñamo,  cuyas  madejas  se  convierten  en 
lienzos  ordinarios    en  Cheba  mí>nl6 .  ó  én  él  vetioo  •pueblo  de  Callee. 


502  LOS  VALENCIANOS 

maderero ,  si  es  chelvano ,  deja  de  invocar  la  protección  de  la  Vír- 
cfen  del  Remedio,  Hé  aquí  los  dias  de  prueba  que  se  ofrecen  á  mis 
marinos  de  agua  dulce  ,  y  que  ninguna  industria  conocida  los  pro- 
porciona tan  amargos.  En  cambio  tiene  también  los  suyos  de  bo- 
nanza y  do  ventura. 

La  madera  está  ya  en  Aranjuez. 

Las  lluvias  que ,  haciendo  crecer  el  ya  caudaloso  Tajo  han  ame- 
nazado su  existencia  ,  ban  facilitado  la  conducción. 

Los  empresarios  han  llenado  de  oro  sus  bolsillos  y  ellos  han  re- 
cibido también  alguna  gratiíicaciou  no  convenida.  Yedlos  como  dis- 
curren por  las  frondosas  alamedas  del  Beal  sitio.  Parecen  soldados 
que  merodean  la  victoria  con  que  ha  sido  coronada  una  penosa  cam- 
paña. 

Nuestra  joven  Reina,  siguiendo  la  costumbre  de  sus  antepasados, 
se  digna  alguna  vez  acercarse  á  los  industriosos  valencianos  para 
admirar  sus  trabajos.  Los  madereros,  entonces,  comprendiendo  toda 
la  importancia  de  la  regia  visita,  ejecutan  las  principales  maniobras 
del  oficio  con  presteza  é  inteligencia  á  la  voz  de  sus  cuadrilleros, 
y  pronto  la  corte,  admirada  ,  les  ve  inaugurar  un  puente  movedizo, 
pero  seguro ,  por  el  cual  S.  M.,  seguida  de  sus  aristocráticas  damas, 
cruza  el  Tajo. 

Estos  inesperados  sucesos  son  el  bello  ideal  del  pobre  maderero. 
Sus  padres  le  han  hablado  de  las  visitas  que  soUa  hacerles  Fer- 
nando Vil  cuando  arribaban  á  Aranjuez  en  época  que  se  hallaba  la 
corte ,  y  ellos  podrán  recordar  á  los  suyos  la  muniücencia  de  su  hija 
Isabel  II,  que  en  mas  de  una  ocasión  ha  mandado  distribuirles  al- 
gunas cantidades. 

¿Qué  hombres  son  esos  ?  esclamará  un  estranjero  al  ver  un  gru- 
po de  madereros  en  la  plaza  mayor  de  Madrid,  con  los  ganchos  al 
hombro  y  mostrando  sus  piernas  desnudas ,  debajo  de  sus  anchos  y 
sucios  zaragüelles ,  sin  embargo  de  que  se  siente  un  frió  de  tres 
grados  bajo  0. 
—Esos  son  españoles,  se  les  podría  contestar,  esos  son  hombres 


PINTADOS  pon  SÍ  MISMOS.  505 

do  hierro  quo  resisten  el  frió  de  hoy  como  el  calor  de  los  trópicos, 
y  qne  desalían  la  mucile  en  las  corrientes  do  los  rios  como  desafiaron 
la  que  vomitaban  vuestras  balerías  asestadas  contra  la  iumürlal  Za- 
ragoza. (4) 

Bos(iuejado  el  lipo  del  maderero  nos  resta  solo  ,  pava  dar  por 
concluido  nuestro  artículo,  decir  cuatro  palabras  sobre  el  sistema 
económico  administrativo  con  que  se  gobierna  la  milicia  acuática  de 
quo  él  forma  parle. 

Cerca  de  los  madereros,  aunque  siguiendo  rula  diferente,  ca- 
mina lo  que  ellos  llaman  la  tienda ,  especie  de  brigada  compuesta 
de  soberbios  mulos  que  llevan  sobre  sus  lomos  las  provisiones  de 
harina,  vino  y  aceite,  únicos  arliculos  de  su  consumo,  á los  que  la 
tropa  agrega  las  frutas  y  verduras  que  encuentran  en  las  orillas  de 
los  riós.  Con  las  provisiones  va  también  el  equipaje  del  maderero, 
que  consiste  en  un  par  de  camisas ,  igual  número  de  zaragüelles  y 
alguna  chaqueta  de  palio  pardo.  Esta  sección  se  llama  la  ropería  y 
el  mozo  ó  mozos  que  cuidan  de  ella  roperos.  La  tienda  suminisira 
las  provisiones  á  los  rancheros  que  caminan  siempre  una  hora  de- 
lante, á  orilla  del  rio ,  para  disponer  y  confeccionar  los  dos  ranchos 
diarios,  que  forman  su  alimento.  Preciso  será  advertir  aquí  que 
desde  inmemorial  ha  consistido  éste  en  migas,  que  se  ofrecen  al  ma- 
derero en  el  almuerzo  lo  mismo  que  en  la  comida,  sin  que  exista 
memoria  do  que  se  haya  cambiado  nunca  do  vianda.  Mas  de  un  gan- 
chero ha  creído  ver  en  esto  una  cosa  providencial ,  y  al  considerar 
quo  también  á  los  peces  se  les  alimenta  con  migas  de  pan  ,  han 
convenido  en  que  esle  es  el  alimento  de  lodo  ser  acuático,  en  cuya 
fam  lia  se  cuenta  ya  él.  Aparte  de  esta  creencia,  digna  de  atención, 
añadiremos  nosotros  ,  que  la  dificultad  de  surtir  la  tienda  de  otros 
artículos  que  los  indicados  ,  han  obligado  á  los  mayorales  y  empre- 
sarios á  suministrar  á  la  clase  el  pan  puro  ,  ó  convertido  en  migas, 


(4)  En  la  guerra  de  la  Independencia  un  batallón  formado  en  Chelvav  compuesto  en  sa 
mayor  parte  de  madereros  tuvo  la  gloria  de  defenderse  ea  Zaragoza  contra  las  águilas  fraa- 
ceiás. 


504  LOS  VALENCIANOS 

amén  del  vino  que  no  se  les  escasea,  y  del  aguardiente,  que  en- 
cuentran también  en  la  tienda  ,  si  bien  con  la  restricción  de  haberlo 
de  pagar  pava  poderlo  trascolar  al  estómago.  El  maderero,  sin  em- 
bargo, á  fuer  de  español  y  de  bien  criado  no  protesta  nunca  contra 
su  obligado  rancho  de  raigas  y  ,  como  hemos  dicho,  se  halla  con- 
tento con  su  suerte  y  en  buena  armonía  con  los  mayorales  ó  empre- 
sarios que  se  lo  suministran. 

El  movimiento  progresivo  del  siglo  del  vapor ,  del  telégrafo 
eléctrico  y  del  déílcit  ha  ejercido  también  su  influencia  en  la  vida 
del  pobre  maderero.  Antiguamente  los  dueños  de  las  maderas  ha- 
cinadas en  los  puntos  de  embarque  ,  se  entendían  con  los  mayora- 
les, los  cuales  reciutaban  la  gente  y  con  ella  acudían  á  encargarse  de 
su  conducción ,  bajo  un  tipo  de  jornal  que  nunca  variaba.  En  este 
sistema  no  habla  interés  en  que  la  conducción  fuese  mas  ó  jnenqs 
pronl^a.  El  trabajo  se  dejaba  siempre  para  mañana  y  podría  decirse 
que  el  rio  solo  hacia  la  conducción  bajo  la  vigilancia  del  maderero. 
En  el  día  todo  ha  cambiado.  El  genio  especulador  del  siglo  %\\  ha 
hecho  nacer  la  persona  del  empresario ,  digna  de  figurar  en  un 
cuadro  aparte,  el  cual  por  una  cantidad  alzada,  pero  bien  calcu- 
lada, se  obliga  á  hacer  la  conducción:  de  ahí  el  interés  en  que  ésta 
se  verifique  en  el  menos  tiempo  po>ible  ,  y  como  consecuencia  in- 
mediata, que  el  trabajo  sea  mas  duro:  encamino  el  empresario 
haciendo  trabajar  mas  al  individuo  ,  ha  descubierto  ancho  porvenir 
para  la  clase ,  llevándola  á  todos  los  rios  de  España. 

Joaquín  Pai'do  de  la  Casta. 


H,! 


EL  OBRERO  DEL  CORPUS. 


PINTADOS  poli  SÍ  MIS.MO.S.  ?)05 


EL  OBRERO  DEL  CORPUS. 


^■¡■^^  ADÍE  que  conozca  un  poco  el  tipo  cuyo  nombre  va  al 
^  Sí  \^^'     frente  de  estas  lineas  le  coníundirá  ciertamente  con 
""  el  Clavario  ,  ya  de  fieslas  de  calle,  ya  mucho  menos 

de  Gremio.  No  negaremos  que  existe  cierta  analogía  en- 
tre el  Clavario  y  el  obrero  del  Corpus  ;  lauto  mas,  cuan- 
|l\§  to  que  generalmente  se  suele  denominar  á  éste  como  aquel. 
Pero  muy  otras  son  las  obligaciones,  las  incumbencias, 
los  caracteres ,  en  fm ,  del  Clavario  y  ql  Obrero  del  Corpus. 
Aquel  es  un  cargo  mas  popular  (y  permilaseqos  )a  frase);  el  Obrero 
pertenece  á  una  corporación  mas  elevada  :  en  una  palabra;  el  Cla- 
vario ,  con  raras  escepcioues,  es  de  la  clase  proletaria;  el  Obrero, 

de  la  clase  media,  v  aun  muchas  veces  de  la  aristocracia. 

39 


506  LOS  VALEJNCIAINOS 

Hechas  estas  breves  indicaciones,  vamos  á  nuestro  asunto. 

Un  domingo  cualquiera,  regularmente  del  mes  de  Mayo,  se  reú- 
ne la  corporación  ,  llamada  Obrería  del  Corpus  de  la  parroquia  A. 
ó  B.  y  celebra  junta  general.  Si  hubiésemos  de  juzgar  por  el  nú- 
mero de  individuos  que  á  ella  asisten ,  creeriamos  que  era  reduci- 
disima  la  congregación ,  y  no  nos  podríamos  figurar  que  pasase  de 
doscientos  el  número  de  los  asociados.  Por  lo  regular,  componen 
la  junta  el  cura  propio  de  la  parroquia  que  preside,  el  Fabriquero, 
los  obreros  de  aquel  año  ,  y  seis  ú  ocho  asociados  mas.  Abierta  la 
sesión,  danse  cuentas,  y  aprobadas,  regularmente  sin  discusión,  pá- 
sase á  la  elección  de  obreros  (que  ordinariamente  son  tres),  ó  lo  que 
sucede  con  mas  frecuencia,  se  invita  á  los  concurrentes  que  no  han 
obtenido  nunca  aquel  cargo ,  á  que  lo  desempeñen  en  el  año 
entrante. 

Hasta  ahora  hemos  hablado  en  general ;  pero  supongamos  que 
Don  Ambrosio  ,  hombre  muy  honrado  ,  de  buenos  sentimientos  y 
muy  religioso,  individuo  de  la  obrería  de  su  parroquia ,  se  presenta 
por  primera  vez  en  la  junta  general.  Así  que  le  ven  entrar  los  obre- 
ros, hablan  entre  sí,  y  convienen  en  dirigir  sus  tiros  hacia  el  buen 
Don  Ambrosio. 

Efectivamente ,  uno  de  ellos  toma  la  palabra ,  y  con  razones 
mas  ó  menos  fundadas  le  convence  de  que  debe  ser  obrero,  y 
queda  así  convenido.  Terminada  la  junta,  todos  se  acercan  á  Don 
Ambrosio ,  dándole  mil  enhorabuenas  por  su  honroso  cargo ;  él 
dice  que  en  verdad  le  asusta  la  empresa  ,  porque  lleva  muchas  in- 
comodidades y  disgustos ;  pero  los  obreros  le  tranquilizan  con  aque- 
llo de  que  no  es  tan  fiero  el  león  como  le  pintan ,  y  que  sobre  lodo 
Dios  recompensará  esa  nueva  prueba  de  sn  religiosidad.  D.  Ambro- 
sio va  á  su  casa ,  cuenta  á  su  muger  y  á  sus  hijos  lo  que  acaba  de 
pasar ,  y  en  aquel  mismo  dia  el  sacristán  y  los  macipes  de  la  par- 
roquia van  á  felicitar  al  nuevo  obrero. 

Dejemos  á  un  lado  las  visitas  del  cerero ,  adornista ,  rope- 
ro, etc,  ,  etc.  ,  etc. ,  que  recibe  nuestro  hombre  en  aquellos  días; 


PUNTADOS  i'on  sí  mismos.  .)()/ 

y  pasemos  lainhien  por  alio  las  conrorcncias  quo  time  I).  Aml)rosio 
con  sus  dos  compañiMos  do  obrería.  loriuaiKlo  planes  para  el  año 
próxinu». 

Lo  (pie  si  liaremos  notar  a  iiiicslros  lectores  es  el  cuidado  con 
(pie  mira  aipiel  año  todas  las  procesiones  de  la  octava  del  Corpus, 
coniando  las  andas,  ciriales  ,  incensarios,  capellanes,  danzas,  mú- 
sicas, ele,  (pie  van  en  ellas,  y  conliándolas  á  su  memoria,  ó  si  esta 
es  frágil ,  al  papel.  Inútil  nos  parece  advertir  que  la  que  mirará  con 
lodos  sus  cinco  sentidos,  como  suele  decirse,  es  la  de  su  parroquia; 
porque  así  sabe  ya  á  quo  atenersa  y  liene  una  base  segura,  como  él 
mismo  dice,  para  el  año  próximo. 

Nada,  que  merezca  llamar  nuestra  atención  acontece  a  nuf'stro 
obrero  en  toda  lo  restante  del  año ;  pero  a  principios  del  venidero 
ya  comienza  la  cosa  de  veras,  como  se  dice  vulgarmente.  Se  trata 
con  el  ropero  de  las  tiguras  que  ban  do  ir  en  la  procesión ;  con  los 
clavarios  de  los  gremios,  de  los  ramos  y  ciriales  quo  se  les  ba  de 
dar,  porque  sus  andas  vayan  en  la  mismas;  con  el  sacristán,  sobre 
el  aceite  de  las  lámparas  ;  con  el  cerero ,  de  las  velas  que  ha  de  su- 
ministrar;  con  el  fabricante  de  ramilletes,  de  las  varias  clases  de 
estos ;  en  una  palabra ,  se  ajusta  todo  lo  necesario  p;ua  el  mayor 
lucimiento  de  la  función.  ,? 

.,  Esto  es  cosa  de  los  obreros  en  común  ;  por  lo  que  toca  a  Don 
Ambrosio  ,  además  de  eso,  tiene  otras  muchas  cosas  que  arreglar. 
El  ha  de  pintar  toda  la  casa,  interior  y  esteriormenle,  de  arriba  á 
abajo  ;  ha  de  poner  colgaduras  nuevas  en  las  alcobas;  él,  su  muger 
y  sus  hijos,  han  de  estrenar  aquel  dia  trajes  nuevos ;  así  es ,  que 
ha  de  ver  al  sastre,  para  que  le  haga  el  frac  negro,  pantalón,  id., 
y  chaleco  blanco  ;  ha  de  encargar  sombrero  nuevo  y  botas  nuevas. 
La  niña  mayoreita  cose  una  camisa  á  su  padre,  destinada  para  aquel 
dia;  mientras  que  su  mamá  se  ocupa,  cuando  su  marido  no  se  halla 
en  casa  ,  en  hacer  unos  tirantes  de  cañamazo ,  para  darle  una,  agra- 
dable sorpresa  con  los  tirantes  y  con  una  corbata  negra  de  moaré, 
hecha  de  un  trozo  que  ba  sobrado  de  su  vestido. 


508  LOS  VALENCIANOS 

Todo  es ,  pues ,  animación  y  movimienlo  en  casa  de  D.  Am- 
favosio.  El  pasa  todas  las  noches  tratando  con  sus  compañeros  de 
obrería,  de  todo  lo  que  concierne  á  la  función  ;  no  se  habla  én'sü 
báSa  de  otra  cosa  ;  !os  niños  no  piensan  mas  que  en  sus  trajes  nue- 
vos ;  la  obrera,  en  la  cortesía  que  harán  los  jiganles  cuando  pasen 
por  enfrente  del  balcón  ;  D.  Ambrosio  ,  en  íin  ,  en  su  marcial  as- 
pecto cuando  enarbole  el  guión  y  vaya  marchando  al  compás  de  la 
música  con  su  peculiar  proso'popeya. 

Oegaipor  fin  la  víspera  de  la  fiesta.  ¡Qué  tragin!  ¡Qué  impa- 
'clehtarse!  ¡Qué  arrepe-nürse  de  haberse  metido  en  semejante  hibe- 
rinlo!  El  sastre  ,  que  no  ha  concluido  é\  frac  ;  el  zapatero  ,  que  no 
^ha  cumplido  su  palabra ;  la  modista,  que  devuelve  el  vestido  y  lo  ha 
ert'ado  ;  el  fabricante  de  los  ramos ,  que  no  los  ha  concluido  ni  los 

puede  concluir ;   la Todo,  en  fin,  pareae  que  se  conjura 

contra  D.  Ambrosio.  El  no  pai-a.  en  todo  el  día, 'de  casa  del  obrero 
á  casa  del  sastre,  do  alW  á  la  capitanía  general  para  que  asista  á  la 
procesión  un  piquete  de  tropa  ;  de  la  capitanía  general  á  la  casa  de 
aguas  heladas  para  que  no  sé  olviden  de  preparar  el  refresco;  dé 
aquí  á  la  parroquia ,  de  la  pan'ó'(|uia  á  casa  del  adornista;  del  núút- 

Dista  á ¿qué  se  yo?  Lo  que  si  sé  es  que  por  la  noche  el  buen 

hombre  está  rendido  y  con  mas  deseos  de  tenderse  en  la  cama,  que 
de  estar  recibiendo  visitas  y  oyendo  la  música ,  qué  ejecuta  varias 
piezas  en  el  tablado  qne  hay  a  pocó^  pasos  de  su  casa.  Resígnas'eí, 
no  obstante  ,  y  ced^  á  esta  exigencia,  otras  de  las  mil  que  lleva  su 
espinoso  cargo. 

Finalmente,  á  la  una  de  la  noche  bajan  los  músicos  del  tablado, 
y  se  despiden  las  visitas  de  D.  Ambrosio  ;  pero  él  tiene  todavía  que 
obsequiar  á  aquellos  con  unas  cuantas  botellas,  resultando  por  con- 
.siguienle  que  no  se  acuesta  hasta  las  dos  y  médlá  de  la  madrugada. 
Esto  no  impide  que  á  las  cinco  'ñé  la  mañana  llamen  ya  á  la  puerta 
de  su  casa  algunos  individuos  de  la  parroquia  en  demanda  dé  ra- 
mos y  ciriales  para  la  procesión  ;  demandas  que  continúan  lodo  el 
dia  ,  que  se  reproducen  sin  cesar  á  cada  momento,  hasta  la  hora  de 


PINTADOS  pon  Sf  !V!1S'>1()S.  ."^09 

snlir  ¡iqiiolla  ,  y  faslidinndo  solx'riiníiineiilo  al  fmon  í).  Anihrosio, 
sin  (Icjnilo  voslir,  loiimrfliocilat»!  ni  comor  tramiuilamcnlo.  Así  es 
quo  pH.iíA  tl(»s  hoiMS  y  modiii  en  vestirse  y  acicalarse  para  ir  a  ocu- 
pí^r  en  ios  olicios  lio  la  mañana  o!  si  lio  prefercnlc  (\u(>  le  esla  re- 
Sc^'Vado. 

iJoírada  la  hora  de  la  procesión,  nuoslro  hombre  se  dirige  ú  la 
iglesia  que  so  halla  enlonces  convenida  en  oln»  campo  do  Agrá- 
mame. 

-^Qiic  ha  de  ir  delante  Santa  Lucia. 

— iVo  ácnOr,  San  Ramón  és  primero. 

^Tiene  Sania  Lucía  el  sitio  doprefercncia, 

— No  señor. 

—Si  señor ,  le  digo  á  Vd.  que  si. 
• ' — Y  70  digo  que  no. 

— Pues  yo  no  salgo. 
"'•í— Piles  yo  tampoco. 

He  aquí  una  de  las  muchas  cuesíiones  que  se  suscilati  y  que  ha 
de  cortar  el  obrero  corti6  sli  prudencia  í'é  dicl'e. 

En  esto  avisan  que  no  han  llegado  todavía  los  apóstoles;  que 
Ntíé  está  echando  un  tr.ígo  ,  y  que  falla  uti  levangelista.  D.  Ambro- 
sio y  sus  compañeros  se  incomodan  y  se  arrepienten  una  y  mi!  ve- 
ces de  haberse  metido  en  tal  fregado.  Pero  no  es  esto  solo;  los  en- 
cargados de  llevar  el  anda  del  titular  de  la  parroquia  dicen  que  no 
Quieren  llevarla  sino  se  les  aumenta  diez  reales  á  cada  uno  sobre  lo 
estipulado  ;  los  obreros grVfáh  y  palean;  pero  lien'cn  que  transigir. 
Lá  f)rdcesion  sale  en  íin  ,  y  D.  Ambrosio,  cogiendo  maquinalmente 
el  guión,  olvida  entonces  lodos  los  sifisabores  y  disgustos  que  tan 
desconcertado  le  traiau.  Al  pasar  por  delante  de  su  casa,  dirige  la 
vista  háciá  sus  balcones ,  y  ve  á  su  esposa  sonriendo  de  satisfacción, 
y  á  ¿ús  aniigos  saludándole  afectuosamenfé,  al  paso  que  los  niños 
grrlan  «ól  papá,  el  pa^á»  y  aiVójan  un  puñado  de  flores  deshojadas 
¡sobre  su  cabeza.  -^^  •"'-''  '' 

Concluida  la  procesión,  D.  Ambrosio  vuelve  á  ^ü  "casa  condece- 


510  LOS  VALENCIANOS 

rado  con  una  docena  de  manchas  de  cera  que  le  regaló  un  porta- 
cirialole  y  que  le  han  causado  no  poco  disgusto  ;  pero  el  refresco, 
qu3  produce  una  alegría  general ,  le  hace  olvidar  el  percance.  Des- 
pués la  música  ejecuta  varias  piezas  como  la  noche  anterior ;  Don 
Ambrosio  no  puede  tenerse  de  sueño,  y  tras  do  unas  cuantas  horas 
de  sonsonete,  y  gaudeamiis  á  los  músicos ,  se  entrega  rendido  en 
brazos  de  Morfeo  ,  no  sin  jurar  una  y  mil  veces  que  no  volverá  á 
ser  Obrero  del  Corpus. 

Al  dia  siguiente  se  levanta  nuestro  héroe  á  las  diez  de  la  maña- 
na, todo  molido  y  lleno  de  dolores,  efecto  del  guión  y  del  continuo 
ir  y  venir  de  .os  dias  anteriores,  y  recibe  una  porción  de  visitas, 
pero  de  varias  clases. 

— Amigo  D.  Ambrosio  ,  muchos  años  que  V..  .. 

—Gracias,  Don  Lucas,  gracias  :  ¿qué  tal  le  pareció  á  Vd.  la 
función? 

— Magnífica,  oh.....  si,  magnífica,  como  no  se  ha  visto  igual  en 
la  parroquia, 

— Señor  obrero ,  interrumpe  cierto  prójimo  quitándose  la  gorra, 
para  servir  a  Vd.;  aquí  tiene  Vd.  el  recibito  de 

—¿Qué  tal?  ¿Se  ha  des-sansado?  Dice  el  vecino  de  enfrente  ,  que 
devuelvo  tres  ciriales  que  llevaron  en  la  procesión  él  y  sus  dos 
hijos. 

El  buen  D.  Ambrosio  tiene  que  mostrarse  risueño  y  afable  con 
todos,  y  recibir  los  plácemes,  y  soltar  l'argent,  y  contentarlos  con 
sendos  pesos  duros  que  no  son  de  ceremonia,  y  etc.,  etc.,  etc. 

Pero  al  través  de  su  rostro  amable  y  de  sus  palabras  afectuosa- 
mente afectadas,  se  ve  al  obrero  triste ,  y  fijo  solo  en  una  idea,  la 
de  que  toda  la  fiesta  y  bullicio  pasó,  y  sus  monedas  pasarou  tam- 
bién á  manos  de  los  que  han  contribuido  á  ese  bullicio  y  á  esa 
fiesta ,  mientras  que  solo  no  han  pasado  para  él  el  cansancio  y 
aburrimiento ,  y  el  vacio  que  tras  si  ha  dejado  la  animación  ide  los 
dias  anteriores.  Pudiera  creerse  que  D.  Ambrosio  ,  en  aquellos  mo- 
mentos compadece  á  los  obreros  de  las  otras  parroquias  á  quienes 


TIMADOS  i'oH  SÍ  miamos.  311 

aun  MU  liii  llcfíado  el  día  do  la  prueba  ,  es  drcir ,  el  lunio  de  la 
liívsla ,  y  á  los  (juo  ,  andando  el  liciupo  ,  han  dü  succdirlc  en  su  es- 
pinoso cargo. 

La  esposa  dn  I).  Ambrosio  ,  por  olra  parle,  llene  (|ue  guardar 
luda  la  ropa  de  fiesta  ó  de  elujuela ,  como  ella  la  llama  ;  los  Irajes 
dü  los  mucliachos;  los  suyos;  la  manlcleria ;  el  cubre-cuma,  las 
colgaduras,  el en  ün ,  es  lu  cierto  (|ue  lodo  el  dia  eslá  ocupa- 
da en  semejanles  faenas ,  á  j)csar  del  dolor  de  cabeza  (jue  la  pro- 
dujo la  balada  de  la  tiesta. 

Cualquiera  que  liaya  leído  este  articulo ,  y  seguido  con  la  ima- 
ginación cuanto  llevamos  espucslo ,  comprendera  fácilmente  que 
hablábamos  en  la  hipótesis  de  que  la  procesión  haya  podido  verlli- 
carse.  Pero  supongamos  por  un  momenlo  que  al  tiempo  le  da  la 
ocurrencia  de  hacer  el  oso  el  dia  de  la  procesión.  Si  llovera  ;  si  no 
lloverá Son  las  cinco  de  la  larde  y  principian  a  caer  golas. 

— ¿Qué  hacemos? 

— Hombre  ,  veremos  si  esto  para 

— En  el  suelo  ,  contesta  un  chusco 


— Ya  parece  que  no  llueve.... 
Pero  una  lluvia  regular  interrumpe  la  frase. 
Los  músicos  están  en  la  iglesia ;  parte  de  la  corporación  ha  acu- 
dido también ;  los  jigantes  eslan  esperando  y  mojándose.  Algunos 
gremios  han  llegado  ;  todo  ,  en  fin  ,  está  casi  dispuesto. 
—Esto  no  será  nada,  dice  uno. 

Y  D.  Ambrosio  se  alegra. 

—Si  que  lloverá  ,  contesta  otro ,  el  tiempo  está  muy  cerrado. 

Y  D.  Ambrosio  vuelve  á  desazonarse. 

Por  fin,  el  tiempo  se  decide  ó  á  continuar  obsequiando  al  pú- 
blico con  agua,  ó  á  serenarse;  en  el  primer  caso,  la  procesión  se 
suspende  para  otro  dia ,  en  el  segundo  cesan. los  sustos  y  todo  pro- 
sigue como  si  tal  cosa. 

Francamente  ,  no  sabemos  como  hay  quien  sea  dos  y  tres  veces 


512  LOS  VALENCIANOS 

Obrero  del  Corpus.  Es  una  cosa  que  á  la  primera  vez  fasUdia,  y  el 
que  prueba  el  bocado  de  la  obrería  queda  saciado  y  harto  para  to- 
da su  vida.  Solo  un  celo  decidido  y  una  aticion  á  toda  prueba  pue- 
den hacer  llevadera  una  carga  mas  pesada  de  lo  que  á  primera  vis- 
ta parece,  como  habrán  podido  comprender  nuestros  lectores  por  el 
breve  bosquejo  que  hemos  trazado.  No  es  esto  decir  que  no  juzgue^ 
mos  dignos  del  mayor  elojio  á  los  que  sabiendo  los  disgustos ,  sin- 
sabores y  gastos  que  lleva  consigo  este  cargo  ,  quieran  no  obstante 
desempeñarlo.  Mas  aun  ;  creemos  que  en  este  pais  clásico  de  relir^ 
^iosidad  y4)elo  por  la  fe  que  nos  legaron  nuestros  padres ,  no  han 
de  faltar  nunca  personas  piadosas  quq  consagren  con  decisión  sus 
desvelos  é  intereses  á  tan  laudable  objeto,  como  no  faltarán  tampo 
co  para  las  mil  fiestas  con  que  Valencia  obsequia  todos  los  años  á 

sus  patronos. 

«5.  P.  í»*.. 


EL  CORREDOR  DE  JOYAS. 


PINTADOS  l'OII  si  MISJlllS.  ril.l 


-,7-^V    r- 


J  -"^ 


EL  CORREDOR  DE  CflOYES. 


ÍA*ra^ü;^«i'¿'Wú>-i)E  iréis  que  no,  se  celebren  carreras  de  caba- 
ÍV^J-^^^S^Sá  ^'^^'^  ^^^  donde  semejanles  espectáculos  se 
í  Jfí  ■»>».  "Iií^  dan  .  no  tienen  ,  por  cierto ,  ni  el  objeto  de  las 
tó||  JLr  Ijí^^  de  Valencia,  ni  el  aparato  que  las  precede  i)uc- 
^-^>  .*. 'ísíá  <l6  asemejarse.  Generalmente  las  carreras  de 
■í-^ííxSÍ-^-^  caballos  tienen  por  base  el  fomento  de  la  cria 
caballar,  el  estimulo  de  los  criadores,  y  si  es 
por  diversión  con  ciertas  formalidades  que  pon<jn  á  cubierto  la  ma- 
licia y  las  ventajas  relativas.  Por  mas  que  las  de  Valencia  tengan 
cierta  fórmula  original ,  no  es  nuestro  propósito  hallar  de  ellas, 
sino  del  ginele  que  es  el  protagonista  de  la  función. 

El  corredor  de  chbijes ,  que  asi  se  llama  en  la  huerta  de  Valen- 

cia ,  no  es  un  ginele  amaestrado  en  los  picaderos  ,  ni  monta  poniea- 

40 


314  LOS  VALENCIANOS 

do  en  práctica  las  reglas  del  arte ,  ni  como  los  jokeys  ingleses  tie- 
nen por  oficio  la  equitación.  Su  físico  generalmente  puede  definirse 
de  modo  que  ponga  de  relieve  su  originalidad ,  y  ahi  está  la  espe- 
cialidad del  tipo.  La  edad  de  nuestro  héroe  frisa  de  20  á  30  años, 
estatura  mediana  como  la  del  cazador  español ,  membrudo  sin  ser 
grueso ,  moreno ,  de  ojos  vivaces  y  una  agilidad  á  toda  prueba. 
Sus  ascendientes  han  sido  honrados  colonos  ó  jornaleros  de  campo. 
Bajo  estos  auspicios  el  corredor  de  chóyes  no  sabe  que  lo  es  hasta 
que  un  dia  practica  el  olicio ;  pues  de  pequeño  montaba  un  asno 
con  el  cual  recogía  estiércol ;  y  de  mayor  saltaba  ya  de  un 
golpe  sobre  las  ancas  de  un  mal  rocín  ,  con  el  cual  traía  y  llevaba 
la  ropa  al  lavadero.  Por  supuesto  ,  que  nunca  usó  de  estribos  ,  va- 
liéndose para  montar ,  casi  siempre  por  el  rabo ,  de  las  cerdas  de 
éste  metidas  entre  la  planta  del  pie  y  la  alpargata  ,  cuando  la  llevó 
y  cuando  no ,  que  eran  las  mas  veces  ,  formando  sobre  las  falanges 
de  los  dedos  una  lazada  que  sé  deshace  al  tieÉfib'  de-  dar  el  salto. 
Cuando  el  jaco  va  horro  de  carga ,  y  en  momentos  en  que  eí  corre- 
dor en  ciernes  se  halla  en  parage  que  puede  ser  visto  de  algunos, 
menos  do  sus  padres  ó  amos ,  aplica  sus  talones  á  la  cabalgadura, 
y  le  hace  dar  un  trole  largo  que  mas  tarde  se  convierte  en  escape. 
Cualquiera,  menos  él',  quedaría  molido  después  de  un  ejercicio  de 
esta  clase,  que  procura  rejH'oducir  diariamente.  Una  carrera  y  olra 
montado  en  rocines  de  semejante  especie  ,  sin  montura  ,  sin  freno, 
y  con  solo  e/ íe/Té-Zó  ,  ó  barbada  ,  que  es  todo  el  avío  de  nuestros 
labriegos  ,  le  da  una  práctica  tal ,  y  una  seguridad  sobre  el  animal, 
que  solo  puede  apreciarse  teniendo  en  cuenta  el  lastimoso  estado  de 
nuestros  caminos  vecinales. 

Andando  el  tiempo  ,  el  mozo  es  criado  de  labranza ,  ó  zagal  ó 
larlanero  ,  y  si  en  la  casa  del  amo  se  necesita  desbravar  algún  po- 
tro no  se  llama  ál  picador;  basta  que  el  chico  le  tome  de  su  cuenta 
para  dejarle  mas  manso  que  una  oveja.  La  intrepidez  y  los  conoci- 
mientos que  ha  adquirido  de  los  gitanos  con  algunos  plagio^  de  los 
inteligentes  del  dichbus ,  feria  do  animales  que  se  celebra  los  jueves 


PINJADOS  pon  SÍ  ÍIISMOS.  31;) 

do  cada  soinana ,  lo  dan  alguna  fama  iclaliva  ,  con  la  cual  asciende 
a  la  caloí^'oria  do!  iiombro  <lc  cunlianza  en  el  ramo  do  la  cuadra.  A 
eBladiilma,  las  niü^as  do  su  claso  le  quieren,  y  si  entre  ellas  hay 
alguna  que  lüs  pola ,  no  os  por  citMlo  para  hacerla  el  amor,  sino 
para  tener  una  geñora  de  sus  pcnsaniienlos  en  los  días  de  la  üd. 
Eisla  no  se  presenta  sit^mpre  poique  ni  hay  ganaderos  que  prueben 
sus  razas,  ni  estos  juegos  se  celebran  sin  tener  por  objeto  una  licsfa 
religiosa  ó  patriótica. 

Llega  una  do  esas  que  á  la  vuelta  del  año  presenta  la  oportunidad, 
•y  aqui  .so  deja  ver  al  corredor  de  chóijes  en  toda  su  deformidad  ,  y 
también  en  toda  su  hermosura.  El  clavario  ha  sondeado  de  antema- 
no a  los  labradores  ,  molineros  ó  tratantes  que  poseen  algún  buen 
caballo;  y  merced  a  la  intervención  de  los  corredores  y  a  los  mu- 
cbos  iUicionados  a  las  carreras ,  se  enciende  la  emulación  que  viene 
á  concluir  por  una  gruesa  apuesta.  Aqui  es  nuestro  héroe  el  objeto 
de  todas  las  atenciones  por  la  parte  que  le  elige  su  campeón.  Algu- 
nos dias  antes  se  pone  a  cuidar  del  caballo ,  le  mima  ,  le  mantiene 
con  regalo  ,  y  su  entrada  en  la  casa  del  dueño  del  animal  no  se  le 
puede  prohibir.  Esto  mismo  es  uno  de  sus  recreos ,  y  tal  vez  la 
mejor  de  sus  distracciones ,  porque  al  transite  procura  pasar  por  la 
puerta  de  su  chica ,  sin  detenerse  mas  que  lo  preciso  para  decirla 
un  a  Dios  que  no  tienen  interpretación. 

Ya  han  llcf^adolos  días  de  la  tiesta.  Las  cosas  se  preparan  ,  y 
los  momentos  de  la  carrera  se  aproximan.  Señalado  el  punto  en  que 
se  ha  de  correr,  el  alcalde  del  distrito  ó  vaia  á  que  pertenece  la 
función ,  con  su  sombrero  peludo  y  ancha  cinta ,  su  cliaqueta  corla 
ó  su  levita  treintañal  azul  lurqui ,  y  siempre  con  unos  pantalones 
tan  anchos  que  al  caminar  no  se  vislumbra  del  interior  mas  que  lo 
que  divisa  el  espectador  en  las  olas  de  teatro  del  armazón  (jue  las 
promueve  ,  va  señalando  las  dimensiones  de  la  carrerja.  Los  llauli- 
nenls  y  Jos  guardas  están  apostados  en  las  embocaduras  de  los  ca- 
minos para  que  no  pase  ningún  imprudente  en  los  apuradlos  mo- 
Lueotos  j  mientras  el  alcalde  .  señalando  siempre  con  una  vuii.ta  fle- 


5t6  LOS  VALENCIANOS 

gra  con  cabos  de  plata  ,  que  es  el  cetro  de  su  jurisdicción  ,  dispone 
y  ordena  con  «na  precisión  que  heredó,  y  una  regularidad  que  forma 
otro  de  los  contrastes  de  la  función.  Mucho  antes  de  la  carrera,  las 
mozas  y  las  solteras  de  la  vecindad  discurren  por  los  alrededores 
del  campo,  con  ese  airo  tradicional  que  ni  han  mudado  las  revolu- 
ciones ni  es  fácil  hacer  desaparecer.  Por  supuesto  que  ha  de  ser 
muy  pobre  la  joven  y  aun  la  vieja  que  no  se  adorne  con  el  collar  do 
gruesas  perlas ,  rica  adjudicación  del  quinto  de  su  madre  ,  y  con  uu 
par  de  barquillos  de  oro  con  esmeraldas ,  que  si  desaparecen  es 
para  dar  paso  á  otros  pendientes  de  la  clase  del  collar.  Si  ha  de  ir 
á  la  orden  del  dia  llevará  pañolón  de  crespón  amarillo  ,  ú  otro  color 
fuerte  ,  y  blanco  si  es  hija  de  rico  arrendatario  ó  propietario  aco- 
modado ,  con  falda  de  seda  de  tornasol  á  rayas  diminutas,  y  un 
buen  abanico  do  nácar  ó  hueso.  Las  que  no  reúnen  tantas  conve- 
niencias se  aprestan  con  el  pañuelo  de  crespón  ú  otro  pequeño  de 
pita,  hueca  falda  de  percal  francés ,  y  borceguíes  de  cabra.  Pínten- 
se como  se  quiera ,  mas  lindas  labradoras  no  las  hay  en  el  mundo. 

Mientras  llegan  los  campeones  y  el  señor  alcalde  ,  los  encarga- 
dos de  este  han  hecho  dos  metas,  una  de  salida  y  otra  de  llegada, 
pero  rigurosamente  siempre  formadas  por  una  línea  de  matapusa  y 
espadaña  ,  ó  de  yerbas  recortadas  en  los  márgenes  de  la  acequia 
mas  inmediata.  Ya  están  ahí  los  ginetes  con  sus  caballos  :  la  alga- 
zara comienza;  pero  el  dulzainero  no  toca.  Es  que  no  es  hora,  y 
además  se  halla  ocupado  refrescando.  Durante  el  rato  que  se  espe- 
ra la  seña!  de  apresto  ,  el  corredor  de  clióyes  tiene  cogido  á  su  ca- 
ballo de  la  brida,  cuidando  de  que  su  impaciencia  no  le  exaspere 
ni  se  calme.  El  animalito  ,  que  suele  ser  un  buen  jaco  de  la  marca, 
cuidado  como  una  joya  ,  mimado  espresamente  ,  y  aun  ,  al  parecer 
de  algunos ,  semi-embriagado  con  pan  y  vino  para  darle  fuego  y 
j.esistencia  ,  está  impaciente  ,  relincha  ,  bufa ,  palea,  y  no  ve  el  mo- 
mento de  que  le  suelten.  Los  curiosos  y  los  interesados  de  una  par- 
te forman  un  grtipo  al  rededor  del  campeón  ,  el  cual  va  vestido  lo 
mas  ligeramente  posible,  que  es  otra- de  las  originalidades  del  tipo. 


PINTADOS    POU    SI    :>IISM()S.  517 

Una  camisa  íijriiesa  poro  limpia  con  pochcras  ,   y  uros  anchos  cal- 
zoncillos os  lodo  lo  quo  lleva  •  «  sa  os  la  rcininisconcia  do  los  arabos 
(Id  (Icsicrlo.  Ni  pailiicio  a  la  cabí'za ,   ni  Taja,   ni  inedias;  pues  si 
al^íuna  v»»/,  añado  al^'O  ;i  lo  dicho ,  scr.m  unos   milonos  sobre  las 
panlorrilla-; ,   qnc  dan  on  docir  (jue  son  calses  de  traneta    Va  des- 
calzo ,  los  brazos  an cman^'ados  hasla  mas  arriba  del  codo,  desabro- 
chado y  ('olgando  de  los  ojales  les  mansanctes ,  que  son  dos  geme- 
los formados  de  reales  de  piala  ,  los  mas  nuevos  (pie  hallo  su  novia, 
entre  las  monedas  del  reinado  actual.  El  corredor,  aunijue  oye  á  los 
circunstantes  ,  generalmente  calla  porque  se  trata  de  la  apuesta  ,  de 
la  calidad  del  caballo  y  de  las  comparaciones  consiguientes.  Si  ha- 
bla será  para  decir  que  siente  el  mal  estado  de  la  jaca  ,  que  ha  pa- 
sado muy  mala  noche  ,  que  hace  cuatro  dias  no  se  podia  mover  de 
una  indigestión.  Aunque  estos  sean  todos  sus  conocimientos  en  ve- 
terinaria ,  si  la  conversación  se  alarga  y  toma  interés,  es  preciso  que 
se  queje  de  que  la  carrera  es  larga  y  que  los  alcaldes  no  han  puesto 
las  metas  arregladas  á  los  12o  pasos.  Ademas  hay  una  irregularidad 
en  el  sitio  que  es  preciso  tener  en  cuenta.  La  distancia  forma  curva 
y  es  preciso  considerarlo  para  apreciar  el  valor  del  vencido;  el  ginete 
cede  la  linea  interior  á  su  contrario  para  demostrar  su  generosidad; 
pero  el  dueño  del  caballo  no  quiere,  y  el  alcalde  llama  a  juicio  á 
campo  raso.  Se  avienen  por  lin  echando  suertes,  no  sin  prometerse 
los  gineles  ir  con  cuidado  en  los  latigazos  ,  á  fin  de  no  darse  por 
equivocación  ó  por  ardid  en  las  narices  ó  en  la  cara  del  otrí)  animal. 
Suena  por  fin  la  hora  ,  y  el  dulzainoro  que  tocaba  y  reprodocia 
una  de  esas  variaciones  de  su  instrumento  entrelazado  de  solos  de 
tamboril,  emprende  el  tango  americano  ú  otro  coro  de  una  zarzuela 
que  no  ha  visto,  pei'o  que  tampoco  ha  escrito  el  autor.  Los  corre- 
dores alan  sobre  sus  muñecas  dos  látigos  y  los  afianzan  para  tenerlos 
seguros  en  la  carrera.  Los  animales  al  oido  de  la  música  que  le^  es 
tan  grata ,  se  revuelven  y  están  impacientes :  los  gineles  no  montan 
hasta  el  último  momento  ;  pero  aun  así ,  cuando  llega  es'prcciso  que 
dos  moros  sostengan  sobre  la  meta  á  los  caballos  para  que  no  se  des- 


oíb  LOS  VALEKCÍAKOS 

fctoqiien.  En  pelo ,  con  ia  ropa  que  se  ha  dicho  y  con  un  látigo  en 
ycada  mano  ,  tomada  !a  dislancia  paralela  conveniente ,  parlen  como 
rayos  á  la  señal  del  alcalde.  Vedlos  volar:  pero  no  los  veréis ,  porque 
.#1  cafeaWo  cUiVOS  .músculos  han  lomado  toda  la  lonjitud  posible  des- 
cribiendo una  linca  horizontal  -sobro  vuestro  frente  ,  no  os  deja  ver 
al  ginele  que  pegado  á  la  columna  dorsal  del  belerofonte  suelto,  y 
agitando  vivísimamenlelos  dos  látigos  sobre  las  ancas  del  caballo,  no 
os  parece  sino  que  el  animal  tiene'  alas.  Es  imposible  describir  la 
velocidad  de  k  carrera  :  no  puede  creerse  que  esta  se  ejecute  en  un 
pedregal ,  sobre  una  superücie  llena  de  baches ;  y  lo  mas  admirable 
es  que  esos  gineles  que  parecen  parle  de  sus  cabalgaduras ,  des- 
precien su  vida  por  esa  aücion  ,  dejándose  llevar  couio  .pajas  en  un 
terreno  que  podrían  quedar  estrellados  al  menor  tropiezo  del  animal. 
El  entusiasmo  de  los  héroes  de  la  liesta  supera  todas  estas  inconvo- 
/niencias  y  dificultades.  La  carrera  concluyó. 

El  vencedor  y  el  vencido  arropan  bien  sus  caballos  después  de 
la  f-arrera. 

El  primero,  llevado  en  triunfo  hasta  el  pnnlo  en  que  se  halla  el  tri- 
bunal ,  recibe  de  este  en  el  acto  la  joya  que  está  colgada  de 
un  triangulo  de  flores  puesto  sobre  el  balcón  del  clavario,  y 
consiste  casi  siempre  en  un  pañuelo  de  pita  de  colores  muy  .vi- 
vos. El  segundo  aunque  haya  sido  por  dedos  la  diferencia,  de 
buena  fé  confiesa  que  no  ha  ganado;  pero  se  ratifica  en  el  mal 
estado  del  caballo  y  se  consuela  con  increpar  al  dueño  porque  ha 
.permitido  la  competencia.  Todo  se  apacigua  cuando  se  habla  de  la 
otra  ;  y  los  ginetes ,  aparte  los  comentarios  qne  se  les  permite  en 
desahogo  de  la  alegría  ó  de  la  desgracia  ,  se  desquitan  con  refrescar 
á  la  salud  de  ios  clavarios  durante  la  cantada  de  guitarras  en  ¡a  cual, 
el  ladino  cantador  de  oficio  nmica  deja  de  recrearles  el  oido  con 
aquella  célebre  y  antigua  canción. 

Cualsevol  home  que  té 

Rosi  corredor  de  clíoyes 

Y  la  dona  bailadora, 

Ya  pot  dir  que's  pinta  á  soles. 

Manuel  Calvo 


EL  COHETERO. 


iMNTAnoS  l»<>H  KÍ  niíSMV»S.  519 


ÍLC 


LLÁ  voy ,  y  no  á  hacer  cualquier  cosa;  nada_^ 
x/\/$o"  menos  que  ha  describir  á  un  pirolécnico,.  | 
^^^'    pero  no  de  ac^uelios  que  en  la  pirolccnica,, 
se  dedican  á  la  aplicación  tormenlaria  v  arle 
&óv>  de  destruir,  sino  a  la  parle  recreativa ;  los 
S^  primeros  noccsilan  de  muchos  y  sublimes 
i/'^  esludios  para  poder  merecer  una  charretera 

.■^  en  el  cuerpo  de  artillería  ,  á  la  par  que  los 

''-'  ^^^'^'^   ¿>'       segundos  sin  teoría  de  combustión,  ni  cál- 
culo diferencial,  ni  integral,  son  los  que  sin  causar  espanto  enlretie-, 
nen  a  las  gentes  con  el  ronco  son  deis  masclels  (1),  con  el  traque- 
teo de  les  piíiletcs  (2),  la  rápida  ascensión  dj  les  ixides  (3)  y  con 


(1)  Morlereleí. 

(2)  Cohetes  sin  petardo 

(3)  Tohetes  vola(loie<. 


320  LOS  VALENCIANOS 

las  vistosas  ruedas  que  ya  con  direcciones  recias  ,  ya  describiendo 
volutas  ü  otras  curvas ,  despiden  fuegos  de  diferentes  colores  pre- 
sentando bellísimos  cuadros  capaces  de  animar  al  inglés  mas  fle- 
mático. 

El  pirotécnico  que  vamos  á  describir  llamado  vulgarmente  el 
Cuheter  (1),  es  un  hombre  que  causa  la  mayor  admiración  á  los  la- 
briegos: generalmente  cssér-o,  previsor,  sereno,  arrojado  y  pronto 
en  sus  acciones;  suele  no  fumar  y  en  caso  de  hacerlo  lo  verifica 
pocas  veces.  Estas  cualidades  son  debidas  á  el  eminente  peligro  á 
que  continuamente  está  espucsto  por  la  fácil  inflamación  de  la  pól- 
vora y  otros  combustibles  que  forman  el  principal  material  de  sus 
obras.  Los  instrumentos  de  su  arle  se  reducen  a  una  artesa  y  una 
bala  de  á  doce  para  desmenuzar  la  pólvora;  un  almirez  para  macha- 
car el  azufre;  una  hoz  para  corlar  las  cañas;  unas  tijeras  para  corlar 
papel;  un  embudito  de  ojadelala;  unos  cuantos  pinchadores;  ataca- 
dores de  hierro  huecos  y  macizos ;  una  balanza  pequeña;  mesas  y 
sillas.  Su  trage  siempre  modesto  y  de  poco  valor,  suele  componer- 
se de  un  pantalón  no  muy  ancho  y  bien  cortado  de  tiro  para  po- 
der saltar  con  facilidad;  una  chaqueta  de  manga  ajustada,  porque  los 
faldones  de  un  gsiban  ó  levita  le  incomodarían  y  la  manga  ancha 
permiüria  la  entrada  á  las  chispas  hasla  tocar  el  culis  de  los  brazos. 
Prefiere  la  ropa  de  lana  á  la  de  hilo  y  mas  á  la  de  algodón,  porque 
en  aquella  el  fuego  no  puede  prenderse  con  facilidad,  mas  no  tiene 
nolicia  de  las  telas  de  asbesto  que  son  incombustibles.  Estos  humil- 
des Pirabollslas  andan  siempre  de  fiesta  en  fiesta  al  revós  de  los 
médicos  que  andan  siempre  de  llanto  en  llanto.  Trabajan  con  ligere- 
za y  precaución,  son  exactos  en  sus  presupuestos  y  sacan  un  re- 
gular producto  de  su  trabajo.  Sus  mas  útiles  y  altas  relaciones  son 
los  alcaldes  de  los  pueblos  y  los  clavarios  de  las  fiestas.  Cuando 
unos  ü  oíros  se  presentan  en  su  casa  ,  en  representación  de  la  junta 
de  fábrica  ó  ayuntamiento,  el  cohelero  los  recibe  con  mucha  se- 

(1)    Cohetero. 


PINTADOS  pon  Sí  Mismos.  321 

ricdad,  los  dirn  (jiio  so  .sicnlon  qiic'Undosc  61  íld  pió.  K!  alcaldo  y 
domas  del  comaiidin  le,  o!)S(?rvaii  alonlatnnnlc,  se  miran  unos  ú  oíros 
y  í()in;iiido  uno  la  i:ilciaiiva  cá|)Iica  al  cohetero  o!  objeto  do  su  ve- 
nida nianifeslando  si  (luicre  máseles ,  Iraca  do  Cohiílos ,  caslÜlo  6' 
cuerda,  ^ienipro  son  ires  do  estas  cosas  las  que  so  lo  oncargm, 
pero  infaKblcmcnlo,  si  es  para  pueblo  cníran  en  ellas  las  dos  pri- 
meras; la  dolorminacion  do  si  la  tercera  ha  do  ser  cuerda  ó  casiilio 
dependo  de  una  discusión  que  los  principales  del  pueblu  han  tenido 
do  antemano  en  la  cual  suelo  haber  mas  debate  que  en  el  congreso 
do  diputados  cuando  só  traía  de  presupuestos. 

Rt'suclla  la  cuestión ,  al  paso  que  encargan  la  traca  y  los  mas-' 
clets  oíilran  en  ajuste  del  cantillo  ó  cuerda,  .sin  explicación  de  la  claso" 
de  vistas  do  fueg :)s  que  ha  de  tener  y  sin  otro  mas  que  decir  un 
castillo- ó  cuerda  do  taaUís  libras  de  valor  (1).  El  cohelero  que  les 
ha  cstavlo  cscuchan.lo  con  sumí  atención  uñólos  esl;  eraos  dolos 
dedos  índice  y  pulgar  y  llevándolos  á  los  libios,  se  queda  pensati- 
vo y  como  reflccsionando  si  podrá  descmpeúir  el  cargo.  Por  pocas 
quesean  sus  ocupacioi.es  en  aquel  cnlonccs,  contesta:  ^ 

— Mucho  trabajo  hay.  Y  siguo  como  moditando;  no  obstante  hare- 
mos lo  que  se  pueda. 

— Es  (¡lie  no  fasa  falla.  Contesta  uno  de  los  otros.  El  (lia  abans 
per  lavesprada  l'cspcre  en  casa.  ^ 

— Bien,  bien.  Contesta  el  cohetero. 

— No  se  olvide  de  diir  hon  cabás.  Dándole  á  entender  con  esta 
que  lleve  un  buen  capazo  Heno  do  cohetes  sueltos. 

— Bueno;  no  fallaiá  nada  de  lo  que  sea  menester.  Envíen  ustedes 
un  carro  uno  ó  dos  dias  anles,  según  lo  distante  que  está  el  pueblo, 
que  allá  iré  con  mi  genio. 

Se  despide  la  comisión  y  el  cohelero  principia  á  preparar  la  en- 
comienda por  si  solo  ó  auxiliado  por  sus  oficiales,  los  cuales  traba- 

■jií;oo 

(l)    Ifibrji,  iBODcda   imag.Baria   quo    e juivale  á  quiucc   reales  velion   y  d.^í  niarare- 
di#ef. 

11 


522  ,  í.pfj  V^LEKCIAKOS 

jan  sentados  con  mucha  reparación  udos  de  píros  para  evitar  des-, 
gracias.  GonmucHa  facilidad  ocurren  esplosioncs  causándolas  á  ve- 
ces muy  terribles.  En  la  fabricación  do  les  ixides  de  luz  que  se 
componen  de  una  mc?cla  de  salilrCj  adufre  y  carbón;  cuando  ala- 
can  estos  ingredientes  (iQulro  del  rollo  de  papel  ó  cáñon  de  cuña 
que  da  forma  al  cohete  y  por  inadvertencia  ó  descuido  cijoca  el  ata- 
cador con  otro  hierro  que,  hay  dentro  de]  cplicle  mientra^  lo  for- 
man, se  produce  la  explosión  del  qijiQ  tienen  entre  las  manos;  y  es 
cosa  de  admirar  como  no  lo  sueltan  y  lo  sostienen  con  los  dedos 
para  que  no  comunique  el  fuego  á  la  obra  que  suele  haber  en  der- 
redor. Los  mas  de  ellos  (jue  ignoran  las  materias  que  constituyen  la 
pólvora  suelen  admirarse  que  unidas  las  materias  indicadas  se  in- 
flamen con  tanta  facilidad,  y  mil  veces  se  les  oye  decir:  «Cosas  hay 
en  nuestro  oíicio  alas  que  se  prende. fuego  cqi^  mas  Cacilidad  que  á 
la  pólvora. 

ün  poco  antes  ó  después  que  el  cohelero  y  sus  oficiales  han  con- 
cluido el  trabajo  encomendado,  como  de  improviso,  se  présenla  á  la 
puerta  de  su  casa  un  hombre  acompañando  el  carro  convenido  para 
la  traslación  del  cohetero ,  oficiales  y  su  obra  al  pueblo  dpnde  se  ha 
de  celebrar  la  función. 

,.— -|Ya  están  hechos  los  fuegos?  Pregunta  el  conductrr  del  carro. 
¿Podremos  divertirnos?  No  se  olvide  usled  de  los  cphcjlcs  sueltos. 
— Ya  tengo  hecho  buen  acopio  de  ellos.  Responde  el  cohelgro.  Y 
por  cierto  que  los  hay  bien  gordos. 

Con  sumo  cuidado  cargan  su  obra  sobre  el  carro,  y  el  conduc- 
tor ,  cohelero  y  dos  ó  mas  oficiales  suben  en  él  y  se  dirijen  hacia  el 
lugar  de  la  función.  Durante  el  camino  el  cohelero  lo  va  ponderando 
al  conductor  el  buen  tralo  que  á  el  y  a  sus  ayudanlcs  les  dieron  en 
tal  ó  cual  pueblo  ,  lo  mucho  que  les  gustó  la  cuerda  ó  castillo  ;  los 
oficiales  que  también  meten  su  cuarto  á  espadas  en  ¡a  conversación, 
como  en  un  cnlreparcnlesis  preguntan  si  en  el  pueblo  á  donde  van 
hay  buen  vino,  citando  algunos  puntos  donde  dicen  que  les  dieron 
á  beber  con  abundancia  uno  muy  bueno  ;  el  conductor  con  inocente 


PIRTADOSNUi  SÍ  MíSIIdS.  553 

nmal)irKlad  les  contesta  (iiio  en  su  p'ií'blo  hay  vinos  do  cscclenlc  ca- 
Tulnd,  |)()rí|no  aiinijuo  nb  sea  asi  creo  que  todo  lo  qnc  existe  en  el 
lugiir  en  qne  ha  nneido  es  lo  mejor  que  se  conoce  en  el  mundo  ,  y 
les  promete  que  durante  los  (Has  que  permanezcan  en  el  pueblo  les 
dará  á  beber  cuanto  (piieran  del  mejor  vino  (juo  se  encuentre.  Con 
esta  y  (ílraí  conversaciones  van  pasando  el  camino  sin  serles  fasti- 
dioso y  cuando  menos  piensan  se  encuentran  en  las  inmediaciones 
del  puei)Io.  El  previsor  cohelero  manda  á  sus  oficiales  que  inmcdia- 
tamenlo  echen  pié  á  tierra  y  se  queda  en  el  carro  puesto  de  pié; 
el  conductor  baja  y  loma  con  su  izquierda  la  muía  por  la  brida  jun- 
to á  \\  boca,  con  la  derecha  hace  criljir  el  Litigo  y  formando  un 
curioso  grupo  entran  en  el  pueblo.  Todos  los  muchachos  salen  fre- 
néticos a  recibirles,  andan  saltando  y  gritando  al  rededor  del  carro; 
los  oíhciales  les  separan  cm[)tíjándolcs ,  uno  cae  junto  á  la  rueda, 
otro  so  plaño  de  un  latigaz')  que  ha  recibido  del  conductor,  las  mu- 
geres  salen  á  las  puertas  y  miran  aquel  aparato  hasta  que  le  pier- 
den de  vista.  Como  en  triunfo  acompañan  al  cohelet-o  y  demás  jentes 
hasta  la  casa  donde  debo  pernoctar.  Llegados  ya  los  oficiales  des- 
cargan lodo  el  comboy  y  lo  depositan  con  precaución  en  sitio  reti- 
rado y  seguro.  3J¡cnlras,  acuden  el  alcalde,  el  secretario,  los  regi- 
dores, el  cui-a,  el  medico  ,  el  maestro  de  escuela  y  todos  aquellos 
que  figuran  en  primer  linea  en  el  pueblo ;  cada  cual  dirijo  al  cohe- 
tero m'ú  palabras  que  todas  se  reducert  á  preguntarle  ¿Que  (al,  lin- 
ar em  bones  dcsparaesl  Será  bó  6l  castell?  ¿Pótfa  cuhels  solls? 

El  secretario  suele  recordar  á  media  voz  la  orden  dada  por  dife- 
rentes gobernadores  civiles  de  que  no  se  permita  disparar  carreti- 
llas sueltas  en  las  poblaciones.  Tod?  el  mundo  calla  y  oye  al  secreta- 
rio con  desprecio;  alguno  mas  osado  contesta.  ¡Vhá,  vhál  Els  de  \a- 
lencia  velen  arrcfjfaro  lol.  Mes  valfjtiera  que  se  arreglaren  ells.  Algún 
viejo  de  los  presentes  suele  concluir  la  locución  del  osado  añadiendo: 
Tota  la  i)ida  han  lirat  cuhels  eU  diés'  de  les  fesles.  ¿Per  qué  ttó  natn 
delirar  Aora? Entre  estas  y  otras r^azones  el  cohelero  y  su  jente  deá- 
causan  del  viage  y  lomae  su  buea  vaso  de  agua  cotí  Wmú  i  áfítite^f.' 


524  LOS  VALENCIANOS 

Luego  sale  acompañado  do  la  comiliva  que  allí  se  lia  reunido  á  su 
llegada  y  se  dlrijen  al  sUio  donde  quieren  que  se  dispare  el  castillo 
ó  cuordíi,  examina  alcnlamcnle  el  terreno  y  como  sabe  la  dirección 
do  los  fuegos  y  el  efecto  que  pueden  producir  á  la  visla  del  especta- 
dor de  mirarlos  de  uno  ú  otro  punto,  si  acaso  no  juzga  el  sitio  á 
propósito  lo  manifiesta  á  los  que  le  acompañan,  les  indica  la  mejor 
disposición,  y  estos,  por  aquello  de  Magisler  í/m/ convienen  sin  re- 
plicar con  el  cohetero. 

A!  dia  siguiente  apenas  principia  el  sol  á  rayar  sobre  el  horizon- 
te dorando  las  cumbres  de  las  montañas,  las  azoteas  de  los  edificios, 
y  la3  copas  do  los  árboles  mas  elevados  ;  cuando  las  flores  mues- 
tran su  mejor  lozanía  resaltando  sobre  sus  corolas  las  brillantes  gotas 
de  rocío  que  el  relente  deposito  durante  la  noche;  cuando  acaricia- 
das por  un  suave  céfiro  embalsaman  la  atmósfera  con  sus  aromáti- 
cos olores,  un  vuelo  de  campanas  y  clamoreo  general  anuncian  el 
principio  do  la  fiesta  y  el  cohelero  comienza  á  demostrar  sus  habilida- 
des. Frente  á  la  puerta  del  templo  tiene  colocada  como  una  hilera 
de  masclets  que  va  disparando  uno  á  uno  al  son  de  las  campanas: 
Todo  so  pone  en  movimiento  ,  lus  niños  saltan  de  alegría,  tcdos  van 
abriendo  las  puertas  de  su  casa;  únicamente  suelo  permanecer  cer- 
rada la  do  algún  palacio,  antiguo  castillo  donde  mora  alguna  señora  de 
alta  estirpe  que  por  haber  gastado  con  demasía  en  la  curte  se  ha 
retirado  provisionalmente  en  aquel  lugar,  de  donde  toma  el  nombre 
su  título;  y  el  confuso  rumor  la  despierta,  tal  vez,  de  un  sueño  que 
que  la  hacia  gozar  de  un  fantástico  baile  que  se  daba  en  una  emba- 
jada en  cuyos  salones  soñaba  estar.  La  banda  do  música  repite 
varias  piezas  alegres  y  todo  aparece  bello  y  encantador. 

El  cohetero  vuelve  á  su  alojamiento,  almuerza  y  prepara  de  nue- 
vo los  masclets.  Los  oficiales  que  no  han  olvidado  las  promesas  del 
que  les  condujo  al  pueblo,  cuando  en  el  camino  le  preguntaron  si 
habia  buen  vino  en  el  lugar  á  donde  iban,  recuerdan  á  su  conduc- 
tor lo  prometido  y  logran  visitar  algunas  bodegas  donde  dan  á  Baco 
un  culto  reverente. 


TINTADOS  POU  SÍ  MISIMOS.  525 

A  las  (linz  (le  la  inafiaiia  siiolcj  |)rinci|)iar  la  misa  mayor  ron  or- 
questa y  síM'mon  ;  al  llegar  al  piiiner  ovaDgelio  se  (üsparaii  olía  vez 
una  hilera  do  masdels ,  lo  mismo  al  levaiilar  a  Dios  y  á  la  conclu- 
sión (le  la  msa. 

Por  la  tarde  del  primer  dia  de  la  (¡osla  no  sucU)  iialjer  cosa  par- 
ücular  tn  el  pueblo  (|ue  ocupe  nolablemenlc  al  cohetero  ni  ases 
oficiales.  Tur  la  noclic  después  de  haber  Icnido  un  concierlo  de  cie- 
gos, haberse  recitado  algún  romance  ú  olra  diversión  por  el  estilo; 
cuando  la  noche  ha  mediado  su  carrera  y  lodo  el  pueblo  se  ha  reti- 
rado á  descansar  deseando  que  llegue  el  siguienle  dia  para  con- 
tinuar la  fiesta,  aqucll(>s  mozos  solteros  á  quien  el  pórfido  Cupido 
La  heiido  con  sus  invisibles  Hedías  ,  pretenden  dar  un  desahogo  á 
sus  orólicas  pasiones ,  manifestando  el  amor  que  tienen  á  sus  sil- 
fidcs-con  una  serenata  que  llaman  albaes.  Este  es  un  episodio  do 
la  fiesta  en  que  el  cohelero  loma  parte  aunípic  indirectamente.  En 
los  pueblos  do  nuestra  provincia  las  mozas  solteras  tienen  vani- 
dad de  que  sus  pretendientes  les  tiznen  con  humo  producido  por 
el  fuego  do  los  cohetes  las  fachadas  de  sus  casas  que  por  razón  Je 
las  fiestas  han  blanqueado,  pues  en  ello  creen  ver  grabadas  las  se- 
ñales del  aprecio  que  so  les  tiene  enlrc  los  solteros.  Cosa  singular 
son  las  lalcs  serenatas:  una  dulzaina,  un  tamboril;  dos  Bardos,  y  no 
de  los  que  tuvo  Salomón  ni  la  Escocia  ;  un  gran  número  do  mozos 
y  el  cohetero  ó  uno  de  sus  oficiales  con  un  capazo  sobre  las  espal- 
das lleno  de  cohetes,  se  presentan  frente  la  ventana  do  la  joven  que 
quieren  obsequiar.  Principian  con  una  monótona  orquesta  y  cuando 
concluye  la  introducción ,  que  dura  unos  tres  minutos  ,  el  tamboril 
acompaña  con  unos  golpes  pausados  y  pianos ;  uno  de  los  Bardos 
se  pone  á  cantar  improvisando  el  primero  y  segundo  verso  y  el  otro 
concluye  el  cuarteto  cantando  también  de  improviso  el  tercero  y 
cuarto.  De  tales  inprovisaciones  suelen  salir  unas  veces  pensamien- 
tos ingeniosos  y  sutiles ;  otras,  estravagancias  y  sandeces  de  á 
folio;  el  lenguaje  es  castellano,  valenciano  ó  una  mezcla  de  en- 
trambos ,  como  por  ejemplo. 


326  LOS  VALENCIANOS 

— NiBa  qoo  estás  en  la  cama, 

despierta  si  estás  dormida. 
— No  aamentes  la  ardiente  llama 

que  va  acabar  con  mi  vida- 

—  Cuanta  cosa  en  ¡o  mon  pasa, 
¡pues  anem  com  te  que  ser! 

—  Tens  al  rector  dins  de  casa 
y  al  teu  novio  en  lo  carrer. 

— Prenda  de  amor  adorada 
pomell  de  aroma  y  chesmil. 
Eres  niña  mas  salada 
que  les  roses  en  abril. 

A  la  conclusión  de  cada  cuarteto  vuelve  la  música  igual  á  la 
introducción,  disparan  algunos  cohetes  ,  dan  unos  prolongados  ahu- 
llidos  que  allr  llaman  rellinchar,  semejantes  á  los  lelilíes  de  los  ára- 
bes y  cantan  otras  canciones  por  el  estilo. 

La  luirí  que  ha  estado  escuchando  desde  el  principio  aquella  ar- 
mónica manifestación  del  amor  que  inspira,  dá  mil  y  mil  vueltas  por 
su  mullido  lecho  y  no  satisfecha  de  estar  oyendo  desde  la  cama  se 
levanta  con  ligereza  ,  pone  desnudos  los  pies  sobre  el  suelo  y  con 
solo  el  grotesco  camisón  que  cubre  sus  torneadas  formas  corre  a 
colocarse  encojida  debajo  de  la  ventana  para  escuchar  mas  de  cerca 
las  coplas  que  entonan  en  su  alabanza;  se  repite  el  disparo  de  co- 
hetes que  tiznan  la  blanca  fachada  ,  siguen  cantándola  improvisadas 
canciones  haciéndola  aumentar  el  férvido  deseo  que  tiene  de  que 
llegue  el  suspirado  dia  en  que  el  himeneo  haga  reales  sus  esperan- 
zas ;  la  comitiva  se  despide  cantando,  y  se  marcha  con  la  música  á 
otra  parte. 

Cansados  de  darle  culto  á  Gíteres  pasan  á  dárselo  á  Momo  pa- 
rándose á  la  puerta  de  algún  viejo  regañón  que  por  desgracia  tiene 
dos  ó  mas  hijas  feas  y  presuntuosas  y  entre  otras  canciones  también 
improvisadas  y  con  igual  filarmonia  que  las  anteriores  suelen 
cantar. 


piMAjM)S  ron  hí  •uis.mos.  527 

—  iu  ic  (¡uc  lena  dof  Qhi((iu'Us 

l/eu  fq^a  que  siyitcn  koucu. 
— AUs  valfjuera  </ue  luujucreM 

dos  ¡mrcs  de  catorac  arrobes 
— Ciiamlü  paso  por  Ui  jjuoila 

me  bpccs  cara  tJc  Masólo  (1) 
^y  como  üoy  T^ulaino  (2) 
solo  pjiso,  pico  y  voló  (3) 
Con  e§las  sátiras  y  aíiuulias  trovas  se  Icrmiqa  la  fuwjion  y  can- 
sados se  retiran  á  sus  casas. 

Principia  el  dip  ¿i  clarear;  Morfco  deja  su  presidencia,  vuelve 
Febo  á  ocuparla  y  las  pinlailas  avecillas  saludan  al  padre  de  la  luz 
con  sus  suaves- y  melodiosos  liinos.  El  pobre  cohelero,  ó  uno  de  sus 
oflciales  sin  embargo  de  no  haber  doimido  en  toda  ¡a  noche  coloca 
sus  masclels ,  como  el  dia  aíilerjor,  frente  la  puerta  del  templo,  los 
dispara  acompañamlo  al  eslampido  el  vuelo  de  campanas  y  comien- 
za el  segundo  (lia  de  la  flesjp. 

Este  es  el  dia  de  mas  trabajo  y  en  el  .que  el  cohetero  muestra 
todas  sus  habilidades  Mienlr-is  se  celebra  la  misa  conventual  hace 
los  disparos  de  costumbre  y  luego  pasa  con  los  oficiales  á  preparar 
el  castillo.  A  manera  de  un  arfjuilecto  cuando  plantea  un  palacio 
clava  en  el  suelo  los  piquetes  que  juzga  necesarios ,  los  une  por 
medio  de  cuerdas .,  marca  los  puntos  donde  han  úq  ahincarse  los 
pies  derecho^ ,  y  los  Kjficiales  principian  á  hincaj'  dichos  pies  suje- 
tándose es  trie  I  a  ni  en  te  á  lo  prescrito  por  su  director;  concluida  esta 
operación  el  eolLelcrp,  para  probar  la  solidez  del  trabajo ,  ^e  abraza 
á  cada  madero  le  empuja  hacia  adelante  y  atrás  y  si  vé  que  no  s^ 
mueve  dá  por  sólida  la  obra.  Coloca  las  ruedas  donde  eslan  ensar- 
tados los  cohetes  y  queda  monlatio  todo  el  aparato. 

Como  muchas  jentes  de  los  pueblos  circunvecinos  suelen  acudir 

(1)    En  vez  de  Mochuelo. 
(8)    Por  Gorrión 
(i)     Por  vuelo. 


328  LOS  VALEKCIAKOS 

á  la  fiesta  siempre  envidiosos  de!  goce  de  los  de  aquel  lugar,,  algu- 
nos mal  intencionados  intentan  á  veces  prender  oculSamcnle  fuego 
al  caslillo;  para  que  esto  no  suceda  el  alcalde  pone  dos  ó  mas  vigi- 
lantes que  no  dejan  acercar  á  nadie  mas  que  hasta  una  distancia  des- 
do donde  no  pueden  hacer  mal. 

Muchas  veces  en  lugar  de  un  castillo  hay  dos ,  uno  que  paga  el 
ayunlamiento  y  otro  los  clavarios;  otras,  el  ayuntamiento  paga  una 
cuerda  y  los  clavarios  un  castillo  ó  viceversa.  En  el  mayor  número 
de  pueblos  por  razón  de  economía  solo  se  dispara  una  de  las  dos 
cosas. 

El  disparo  de  la  cuerda  no  ofrece  tan  buena  vista  al  público  ni 
lucimiento  para  el  cohetero  como  el  del  caslillo ,  sin  embargo  que 
son  mayores  las  dificultades  que  hay  que  vencer  para  que  una 
cuerda  sea  buena. 

A  lo  largo  de  una  cuerda  tirante  sujeta  por  sus  estremes  hacen 
correr  varias  ruedas  de  cohetes,  que  van  prendiéndose  fuego  por 
un  orden  sucesivo  desprendiendo  muchas  veces  otros  cohetes  hacia 
bajo  y  otros  rayos  de  luz  de  diferentes  colores  con  intervalos  de 
oscuridad,  sin  que  por  esto  deje  de  estar  prendido  el  fuego.  Dichas 
ruedas  caminan  por  solo  el  impulso  que  reciben  del  fuego;  única- 
mente si  por  el  rozamiento  con  la  cuerda  les  impdo  la  marcha,  los 
oficiales  les  empujan  con  una  caña.  Presentan  estas,  vistas  mas  ó 
menos  agradables. 

El  castillo  es  la  obra  nías  bella  de  las  del  cohelero.  Después 
que  se  ha  celebrado  la  procesión,  cuando  la  imagen  del  santo  pa- 
trón del  pueblo  que  llevan  en  andas  está  entrando  en  el  templo,  una 
estrepitosa  traca  de  cohetes  retumba  en  los  oidos  de  los  concurren- 
tes terminando  con  trueno  de  ronco  estampido  al  que  el  pueblo  con- 
testa victoreando. 

Según  disposición  de  los  señores  que  dirijen  la  fiesta,  concluida 
la  procc^ion ,  ó  una  ó  dos  horas  después ,  proceden  al  disparo  del 
caslillo;  disponen  lo  primero  cuando  liay  muchos  forasteros  y  quie- 
ren dispensarles  la  gracia  do  dispararlo  pronto  para  que  no  regro 


PIM  AtlOfi  POrt  <\  MISMOS.  ^t9 

sen  Inrílo  n   sm  rasas ,  \  I«V  .^cfí-nnílf»  rtiniidn  por  íinlojo  (lUK'icn 
guardar  la  inavnV  íhvM'.^^Ml  pina  dcspucs  de  cenar. 

tMjíada  la  hora  (•(invonida.  ^'i'an  niiin"ro  do  ^ínfo  sft  onrtíertlra 
n^i^iidii  tíM  (ItM-rcdor  <W\  caadlo,  I(>.m  balcones  y  venlanbs  se  lialtan 
liónos  de  ciirioío.i  y  lodos  aguardan  Con  impiiciencTiíKiUe  üo  (l(^  prin- 
cipio á  la  función. 

Dada  la  (Wdcii  para  proceder  al  dnparo,  el  cohetero  y  sus  oficia, 
les  se  di^íponon  para  61  efeclo  .Hándoiíc  cnairo  hilos  ó  ciiilas  (ino  ««n 
ol  eslreino  dó  cada  mangada  h  chaíj^iéla  y  los  olro.s  dos  en  lo!í  cs- 
Ircrtios  del  |ianlali^h',  con  objelo  dd  q'ue  no  s6  les  pueda  inlrodiicir 
líin^Mina  chispa.'  Llfí^^adé  el  momento  .se  j^rinclpia  disparando  de  uno 
á  uno  varios  colicles  voladores  que  suben  con  urta  velocidad  ¡idini- 
rabíé,  eslalHiiulo  unosconuiV  peijueño  Iriícno  cuando  llegan  á  su 
may(H'  altura,  oíros  moslrando  una  luz  amarillenla  ú  rojiza  que  ilu- 
mina lodo  aquel  cápacio  dejando  ver  cort  baslahle  cinridad  el  rosl.o' 
do  los  espaciadores ;  Itiegb  vdh  prendiendo  fuego  á  las  rueda>  mas 
avanzadas,  las  (lue  jiran  en  loCnb  de  su  eje  desprendiendo  luces  dé 
admiral)lc  vUla,  siguen  á  eslaá  los  fuegos  de  enmcdio  y  luego  las 
del  eéíllro,  que  ¡son  las  úllimas,  se  dcHarrollan  en  figuras  semicircu- 
lares, cónicas  ó  óüces  con  profusión  de  luces  de  mil  coltires  quó 
causan  uu  maravilloso  encanto ;  suele  concluir  por  una  estrepitosa 
iraca  Wa  coheles  y  por  la  ascención  á  la  vez  de  varios  cohetes  vola* 
dores.  A(|ui  es  ella:  los  mozos  que  han  vaciado  el  capazo  del  co- 
helero comprándolo  lodos  los  cohetes  sueltos  que  ha  traido  además 
de  los  gastados  en  les  albaes ,  principian  á  prenderles  fuego  lanzán- 
doles a  diestra  y  siniestra  sobre  los  grupos  de  gente;  todos  se  po- 
nen en  movimiento;  corren,  chillan,  gritan,  ricn.  vocean;  por  todas 
partes  se  ven  raudales  de  fuego;  parece  que  el  Piroflejeton  (1)  se 
ha  salido  de  madre  ,  lodo  el  mundo  aunque  contento  se  encuentra 
alarmado;  únicam.'ute  el  cohetero  permanece  impa.sible  al  fuego  y 
se  muestia  satislceho  por  haber  dado  fin  á  su  compromiso. 


(í)    Uno  de  los  ríos  del  infierno.  J  o^iüíüí  i3 

42 


33Q  LOS  VALENCIANOS 

En  la  misma  noche  y  después  de  haber  desmontado  las  ruedas  y 
desclavado  ios  plés  derechos  que  armaban  e\  castillo  se  presenta  en 
casa  del  alcalde  ajusta  su  cuenta,  firma  si  sabe  el  recibo  que  suelen 
darle  es  le  ndi  (Jo  ó  lo  hace  por  mano  agena,  cobra  el  valor  de  lodos 
sus  trabajos,  cena,  le  dan  las  gracias  y  se  relira  á  descansar. 

A  las  íloslas  qao  se  celebran  en  los  pueblos  suele  seguirse  el 
que  baya  después  dos  ó  tres  dias  en  que  se  corren  novillos  ;  convi- 
dan como  es  vagülAv^nV  cohelero  para  que  asista  á  ellas,  pero  este, 
ó  sea  por  aquello  «que  a  úadie  le  gusta  estar  en  la  tienda  después 
que  concluyó  su  hacienda»  ó  bien  porque  conviene  con  aquel  re'rau 
anglo-ümcricano  M  Times  is  money  (1)  no  aguarda  mas  y  se  marcha 
en  cuanto  amanece. 

Esias  son  las  observaciones  que  tengo  hechas  acerca  de  la  vida 
(\q\  cohstsro.  Es  uno  de  aquellos  individuos  que  no  gustan  de  revo- 
luciones, no  desean  mas  que  haya  liestas  y  su  mayor  gloria  consiste 
en  que  se  lo  encargue  la  formación  de  un  castillo  ó  cuerda  que 
haya  de  dispaiarse  en  presencia  de  S.  M. 

He  concluido  con  el  cohelero,  caro  editor,'  y  voy  á  principiar  á 
cscrilíir  otro  tipo  en  (jue  trataré  tanto  de  cosas  acuosas,  como  en 
este  he  tratado  de  cosas  Ígneas. 

Alejandro  Buchaca  y  Freiré. 


(1)    El  tiempo  es  dioero. 


EL  FORMACHER. 


PmTAT>OS    POH    M    MISMOS. 


331 


^-^m^^ 


EL  FOKMCIIER. 

(RcqQesonero.) 


j¿g^^'f^¡Í^íjüENAS  lardes,  señor  editor,    ca  "?  '  = 
¿^ykyxyl^i'      —Buenas  lardes,    ami.-io :  llega  Vd.  mas  á 


B 


Tiempo,  que  la  paloma  mensajera   al  arca  de 

— De  veras?  Me  alegro,  porque  la  oporluni- 
dad  sino  es  una  virtud  ,  es  á  lo  menos  un  siste- 
ma completo  de  filosofía  ó  de  política.  l*cro  es- 
pliqueme  Vd  su  cita  bíblica. 
— Mi  cita  bíblica ,  traducida  al  lengnagc  profano  se  reduce  a  dar  al 
diablo  á  los  literatos  indolentes  ,  irregibles  é  indomables  ,  que  com- 
ponen las  tres  cuartas  parl^^s  de  la  república. 
— ¿Por  qué  lo  dice  Vd.  ahora  mas  que  nunca,  señor  editor?     — 
No  se  dé  Vd.  por  aludido :  yo  con  Vd.  no  tengo  motivo  de  qiiiíjá' 


335  I'PS  VALENCIANOS 

por  el  momento.  Lo  que  ac^bo  de  decir  es  una  canción  qne  por 
desgracia  lengo  aprendida  desde  que  soy  editor.  0,.evedo  liablaba 
muy  mal  de  los  sastres  y  zapateros  y  los  tenia  por  monstruos  de 
inexactitud;  pero  yo  sé  que  no  tenia  razón.  En  materia  de  inexacti- 
tud, la  do  muchos  literatos  dá  qaince  y  falla  á  lodos  los  sastres  y 
zapateros  habidos  y  por  haber. 

—Vamos,  ya  csloy  en  ello:  Vd  se  lamenta  de  que  el  original  de 
los  Vale'icianos  |)i!ila<l)s  por  si  mismos  no  venga  a  la  imprenta  con 
la  urgencia  que  reclama  la  publicación  ¿No  es  eso? 

— Ciertamente.  Ya  vé  Vd.  que  me  sobra  la  razón  por  los  cuatro 
costados.  "^ 

—No  tanto  como  Vd.  cree. 

¡Cómo! 

—La  pereza  do  los  literatos  valencianos  está  en  la  índole  de  la  pu- 
blicación de  Vd.  Mas  diré  :  es  de  la  esencia  de  la  obra  y  debia  usted 
pagarla  á  precio  de  original,  '  ^|    ',  Í''| 

—¡Esta  es  otra!  A  ver ,  espüqucmc  Vd.  esa  idea  peregrina  que  de 
seguro  no  está  impresa  en  ninguna  parle ,  ni  de  ella  ha  oido  hablar 
ningún  editor  del  mundo  desile  la  invención  de  la  imprenta. 

—Es  muy  sencillo.  ¿Cómo  se  llama  la  obra  que  Vd.  publica  y  que 
pone  á  prueba  su  pacienci;a  de  editor? 
j  — í.tis  Valencianos  pintados  por  si  mismos. 

— rerfectamenle:  pjííes  &nli:e  esos  Yalaiici,anos,  que  se  pintan  á  sí 
mismos  hay  un  Upo  bastante  general  que  podremos  llamar  el  hte- 
ralo  indolente.  Si  eladgclivo  le  parece  á  Vd.  desagradable  podre- 
mos llamarle  ellileral^o.  cQftlQtíaplji^tóví).  ílft,.m>tipo  meridional  que 
no  carece  de  poesía,.     .  -i,;.!;!^'  -.S  n'^Innor^  nrr 

—Pues  reniego  de  Apolo  y  del  Mediodía., 

[.rr^^o ,  amigo  mió;  reniegue,  Vd,.  mas  bien  de  la  inflexible  ley  que 
obliga  al  editor  4, ir  en,  pos  del  lileratp,  y  aljiteralo  á  ir  en  pos  del 
editor.  :  ¡(..u  -  «mü  ¿f :  íím^mj 

—Llámele  Vd.  ache.  fe;i|resulladasicmpre,será  qiuq.esteycompro- 
iliQjWp  ¡i  dp¡i;  Hft9L,enlf,cg,a  semanal  de  tipos  valencianos  y  qiie  lengo 


PIMADOS  pon  KÍ   MISMOS.  ^^7i 

qiin  sacíir  los  arlíciilos  con  (>;n/.as.  Vo  a  oslo  lo  ll.iino  pereza,  in- 
(JoluiHia  ú  ciialfiuii  Til  olía  t-osu  ijuc  s\^\  \\'n\iw  lo  mismo. 

—  liiiJolcruia  ,  si ;  poro  imloleixiii  podica,  indolencia  quo  llene 
color  loí'dl.  No  liav  quo  corregir  a  la  madre  romun,  scfior  editor. 
Valencia  es  un  pais  alricano  ,  la  nalur.ileza  es  aquí  esplendida  ,  po- 
derosa y  nos  ¡odea  por  lodas  parles  lujurianlc  y  embelesa  Jora,  lia- 
lagando  nuo-^tros  instintos  de  molicio.  No  os  cslraño  quo  los  que 
vive!)  do  pocáia  encuentren  en  oslo  delicioso  paraíso  mas  disposi- 
ción |)ara  inecor  el  es¡iirliii  en  lo  va¿'o,quoá  sugctar  el  pensa- 
miento a  la  ítirmula  ai  livu  y  circunscrita. 

— Lo  vagi»(  lo  vayo  !  Es  decir,  quo  lo  quo  en  el  orden  social  se 
casli^  por  la  loy,  en  el  orden  moral  viene  á  ser  un  oíicio  lícito  y 
rec^Miocido?  Ks  decir  quo  el  ponsamieolo  puedo  vagar  impunemente 
en  menoscabo  de  un  editor? 

•rrAy,  amigo  miol  os  quo  la  inteligencia  parece  quo  eslé  desti- 
nada á  vagar  eternamente :  unas  veces  por  huir  del  editor  y  otras 
por  correr  en  su  busca.  Cristóbal  Colon  fue  un  ilustro  vago  y  los 
mismos  que  le  trataron  de  mon  ligo  y  de  Insensato  porque  buscaba 
un  editor  para  una  ile  las  obras  mas  grandes  que  han  visto  los  si- 
glos, pudieron  aplicarle  la  ley  de  vagancia  si  en  aquella  época  la 
bubieran  tenido  a  mano. 

— Todo  eso  es  muy  santo  y  muy  bueno,  señor  poeta,  pero  no 
mo  espüca  por  qué  razón  no  ba  de  obrar  ya  en  mi  poder  un  tipo 
valenciano  que  se  me  ofreció  hace  niucho  tiempo  y  que  á  estas  horas 
debia  andar  ya  impreso  por  ese  mundo. 

— Y  qué  tipo  es  ese? 

— El  requesonero  ,  ó  llámese  farnmcfier. 

— Acabara  de  csplicarse!  Pues  ya  caig^  en  la  causa  de  la  demora. 

— Y  cuál  es? 
-I^El  requcsí)neío  valeociaBo  es  la  antítesis  del  poeta  meridional. 

— Pero  hombre ,  ¿qué  t  ene  quo  ver  un  poda  con  un  requesonero? 

— Absolutamente  nada ;  y  esa  es  precisamente  la  razón  por  qué 
no  es  fácil  que  un  poeta  se  ocupe  de  un  roquesoaefo. 


334  LOS  VALENCIANOS 

—  Ahí  habría  que  distinguir  de  casos  y  cirtunslancias;  pero  no  nos 
engolfümos  en  esa  maloria  y  es|)Iíqncme  Vd.  como  el  requcsoncro 
valenciano  es  la  anlilesis  del  puela  meridional. 

— Voy  á  complacer  á  Vd.  El  requcsonero  es  la  aclividad  material 
la  multiplicación  del  inJiviiluo  para  el  trabajo,  tres  entidades  acti- 
vas y  un  solo  hombre  verdadero. 

— Es  decir  que  el  requesonero  trabaja  por  tres ,  al  paso  que  el 
poeta  vajaroso  de  que  Vd.  me  habla  no  trabaja  ni  siquiera  por  uno. 

— Hoy  está  Vd.  implacable  ,  señor  editor.  El  poeta  es  un  sé,r  su- 
perior é  indeílnible  que  no  puede  sujetarse  á  las  leyes  de  los  demás 
mortales ,  y  hace  ya  miiclios  siglos  q  le  viene  purgando  con  el  ma' 
estar  de  la  maloria  los  faeros  y  liberta  les  del  espíritu.  Seamos  con 
él  benignos  y  generosos  y  hablemos  del  requesonero 

— Eso  pido  y  burras  derechas,  como  decia  Sancho. 

— Decia,  pues,  que  el  requesonero  es  un  industrial  activo,  infa- 
tigable y  úlil  á  la  república. 

— Tendrá  ,  por  supuesto ,  su  fisonomía  especial. 

— Tiene  tres  íisonomías :  de  modo  que  es  un  Jano  corregido  y  au- 
mciitado. 

—  Poco  á  poco !  Vamos  por  partes  :  á  ver  si  esta  vez  entro  en  po- 
sesión do  mi  tipo  valenciano.  Decíamos  que  el  requesonero  tiene 
tres  fisonomías. 

— Cabal :  como  que  es  uno  y  trino. 

— Bravo  !  esplíqueme  Vd.  la  primera  fisonomía. 

—La  fisonomía  malulinal? 

— Pues!  la  íisonoraía  matutinal 

— El  requesonero  valenciano  se  levanta  con  la  aurora  y  abandona 
su  casa  bajo  la  forma  de  un  cabrero  ,  salvo  sea  el  pellico  y  la  zam- 
pona. Recoge  sus  cabras  y  se  echa  á  trillar  las  calles  de  la  capi- 
tal, pregonando  su  mercancía,  que  esprime  con  mano  hábil  y  vi- 
gorosa á  la  puerta  del  parroquiano. 

—Alto  ahí!  Esa  fisonomía  la  conozco  yo  hace  mucho  tiempo  y  no 
es  peculiar  del  pais  de  las  flores. 


PINTADOS  I»ím  SÍ  MISWOS.  535 

— Eso  probará  que  es  iiiiii  li^onítmia  viilg.ir ;  pero  yo  no  iiivcnlo: 
copio  a  la  iiiluraloza ,  inaüru  rccuiiüa  que  dorraina  las  cosas  úlilcs 
por  loilas  parles. 

—  Eso  es  un  olo^íio  qno  aírr,iílororán  los  cabreros  de  todos  los 
países:  poro  pnsomos  á  la  scíjonda  lisoiiomia. 

—Como  V.  gusto.  La  segunda  (isonomia  es  nl^^o  mas  local.  A   las 
doce  de  la  mañana  ,  poco  nías  ó  menos,  el  cabrero  se  melamorfo- 
sea  ,  deja  las  cabras  ei;  el  corral ,  oinbraza  con  el  derecho  una  gran 
banasta  llena  de  pequeñas  porciones  do  leche  cuajada  ,  conocidas 
por  acá  con  el  munbre  de  [ormackels  ,  em|)uña  con  la  sinicijtra  una 
bolsa  de  mallas  y  torna  ¿  recorrer  la>;  calle.c  presionando  la  misma 
mercancía  siijela  á  dist  nti  forma  y  consislcncia- 
— Y  aqui  entra  el  foi  mucher  pro[)iamoiile  dicho? 
— En-cucrpo  y  en  anirai.  El  furmackcr  ,  ente  simpático  á  los  go- 
losos de  ambos  sexos  y  muy  especialmenle  á  los  mucliachos  y  á  las 
sirvientas,  ileva  en  su  canasta  una  porción  de  canastillos  del  diá- 
metro de  un  napoleón,  llenos  de  leche  cuajada.  Estos  son  los  for- 
machéis.  La  b(  Isa  de  mallas  no  tiene  mas  obgeto  que  el  de  recibir 
los  cana-ili'los  vacios.  El  formucher  pregona  su  ra-Tcancía  ,  le  lla- 
man ,  acude  solicito  a  la  puerta  de  la  ca<a  donde  le  esper?  una  raa- 
riiornes  con  nn  plato  en  la  mano,  traslada  la  banasta  d^l  brazo  de- 
recho al  siniestro ,  loma  con  delicadeza  un  canastillo  con  el  pulgar, 
el  índice  y  el  dedo  del  corazón,  aprieta  suavemente  el  flexible  mol- 
de, á  fin  de  que  el  blanco  cuajaron  de  léchese  desprenda  sin  lesión, 
y  acercando  la  mano  al  plato  que  le  presenta  la  doméstica,  imprime 
un  ligero  sacudimiento  de  abajo  arriba  al  molde  y  deja  en  el  plato 
y  en  el  pnnlo  exacto  donde  ha  puesto  el  ojo,  un  requesón  ma>  blan- 
co que  la  nieve  y  en  el  cual  han  quedado  impresos  los  trenzados 
mimbres  del  canastillo. 
— Hombre  ,  lo  pinla  Vd.  de  un  modo  que  casi  me  despierta  el 
apetito  de  los  formachets.  Deben  ser  muy  sabrosos. 
— No  lanío  como  indica  su  bella  apariencia ,  señor  editor.  Los 
formaehels,  como  otras  cosas  humauas  no  son  lo  que  parecen;  pero 


336  LOS  VALENCIANOS 

esto  na  consiste  en  el  artiíicii) ,  si  no  en  la  materia.  La  teche  va- 
lenciana na  es  la  loclie  do  las  Navas,  ni  punto  monos;  y  aquí  en- 
trarían como  de  moldo  algunas  roíloxiones  subre  la  calidad  de  los 
pastos  valencianos;  pero  no  quiero  usurpar  el  asunto  á  plumas  mas 
competentes  y  sigo  hablando  del  formacher. 

— Lo  hemos  dejado  en  el  punto  y  sazón  en  q;ile. depositaba  el  pri- 
mer reijucson  en  el  pialo  de  la  sirvionla. 

—Pues  visto  uno  ,  vista  una  docena.  El  formacher  los  va  dejando 
en  el  plato  con  admirable  sinictria  y  á  medida  que  los  desaloja  del 
moldo  deposita  los  canastillos  en  la  bolsa  de  mallas.  Esta  es  la  ma- 
nera de  vender  á  domicilio  los  formnchets. 

— Pues  que  ,  no  siempre  se  vcntien  á  domicilio? 

— No  ,  señor  editor:  Vd.  sabe  ó  debe  saber ,  á  costa  de  algún  car- 
denal en  la  canilla  ó  do  alg-m  chichón  en  la  cabeza ,  que  en  Va- 
lencia hay  una  plaga  de  ch.cos  vagabundos ,  torcaces  y  bravios  qtie 
son  la  pesadilla  eterna  de  los  ciudadauos  y  como  si  digcramos  la 
peste  de  la  república. 

— No  faltan,  no  faltan.  j    ,..;  i 

— Pues  bien;  esos  son  parroq-iianos  constantes  del  requesonero  y 
reciben  el  codiciado  manjar  en  la  palma  de  la  mano  ,  cuya  siipcrHcie 
por  el  olor ,  color  y  sabor  no  equivale  nunca  á-  la  de  un  plato.  De 
la  mano  lo  trasladan  á  la  boca  sin  perder  migaja  y  vuelven  á  pre- 
sentar la  palma  para  recibir  otro  ejemplar  que  trasiegan  de  igual' 
manera  al  estómago.  Hecho  esto,  unas  veces  pagan  y  otras  apelaii' 
á  la  franquicia  de  la  fuga  ;  pero  el  requesonero  que  entiende  el  ofi- 
cio suele  exigirles  por  garantía  el  ángulo  entrante  de  un  edificio, 
procurando  evitar  que  se  salgan  por  la  tangente. 

Este,  como  Vd.  comprende  ,  es  un  simple  contrato  de  compra 
y  venta.  Otro  suele  ocurrir  entre  el  refjuesonero  y  los  chicos  bal- 
díos y  ^agebundos  ,  que  no  deja  de  tener  su  originafidad.  Ocurre 
con  frecuencia  que  en  mitad  de  la  calle  un  eursanlo  de  plazuela  se 
para  en  seco  delante  del  requesonero  y  á  dos  pasos  de  d  stancia, 
abriendo  desmesuradamente  la  boca.  El  industrial ,  en  vez  de  darsB 


TINTADOS  pon  SÍ  !\ns:\ios.  337 

por  ofendido  al  ver  la  imioca,  so  deliene  Uunljícn  y  sepiilia  al  ins- 
lanío  la  mano  en  la  canasla.  Toma  un  fannackel ,  oprinie  el  rústico 
molile  de  la  manera  (pie  llevo  referida,  y  lo  despido  con  gracia,  en- 
viandoselo  al  parroqu'ano  á  la  altura  do  la  cabeza.  Rl  inuchaclio  lo 
recibe  en  la  boca  si  os  diestro  en  el  ejercicio  :  de  lo  contrario  el 
formachet  se  lo  aplasta  en  un  ojo  ó  en  la  oariz.  Losquo  so  entran  de 
rondón  por  la  boca,  cuelan  libres  de  dor<?chos ,  y  los  pierdo  el  re- 
quesonero:  los  (pie  dan  fuera  del  blanco  so  pagao  á  doble  precio. 
Es  ocioso  añadir  (jue  después  de  este  ejercicio  la  cara  íjol  rnucha- 
cho  ofrece  lodo  el  aspecto  do  un  enorme  requesón. 

— Se  concibe  perfectamente.  De  suerte  quo  la  segunda  (isonomía 
del  reqncsonero  está  grandemente  interesada  qn  borrar  ledas  las 
demás  íisonomias. 

— Yd.  lo  ha  dicho;  y  sorá  tanto  mas  vigorosa  y  característica 
cuanto  mas  destreza  tenga  el  rcquesonero  para  borrar  las  agenas. 

— Enterado:  pasemos  ahora  á  la  tercera  íisonomía: 

— Ultima  metamorfosis  del  requesonero.  Esto  benemérito  indus- 
trial deja  á  las  dos  de  la  tarde  la  canasta  de  los  formachets,  toma 
una  fuente  fabricada  en  Manises  ó  en  la  Alcora,  la  carga  de  otra 
sustancia  láctea  y  compacta  que  se  llama  brullo  ,  clava  en  el  centro 
un  cuchillo  y  mediada  la  tarde  sale  otra  vez  á  la  calle  con  este  nuevo 
producto  de  su  industria.  ¿Sabe  Vd.  lo  qué  es  brullo? 

— Gomo  si  no  lo  supiera  :  espliquemelo  Vd.  para  que  yo  traslade 
sus  propias  palabras  á  mis  suscritores 

— Conoce  Vd.  el  sabroso  requesón  áh  Miraflores? 

— Sí  señor. 

— Pues  no  se  parece  en  nada  al  brullo ,  ó  por  mejor  decir  se  pa- 
rece en  la  forma. 

— De  suerte  que  entre  el  brullo  valenciano  y  el  requesón  de  Mira- 
flores  exlite  la  diferencia.... 

—De  ser  el  uno  un  manjar  muy  delicado  y  el  otro  un  lacticinio  es- 
túpido y  desabrido ,  eslraño  á  los  paladares  delicados. 

—Hay  algo  de  singular  en  la  manera  de  espender  esa  mercancía? 

43 


338  LOS  VALENCIANOS 

— Nada  que  dé  importancia  ni  carácter  al  tipo  de  que  hablamos. 
— Luego  está  agolado  el  asunto? 

— Se  ha  quedado  Vd.  mudo? 

—Cuando  un  poeta  calla  es  que  no  tiene  nada  que  decir. 

— Respetemos  el  silencio  de  los  poetas  :  de  ledas  maneras  tenia  yo 
razón  al  decir  que  me  venia  Vd.  como  llovido  del  cielo.  El  artículo 
del  formacher  está  hecho. 

—A  gusto  de  Vd? 

— Muy  á  mi  gusto. 

— No  habrá  quien  desconozca  el  tipo? 

— Únicamente  un  topo. 

Pereffrin  Gareía  Cadena. 


«S^sr^ 


EL  FIEL  DE  FECHOS. 


PINTADOS  I»On  SI  MISMOS. 


559 


EL  FIEL  DE  FECHOS. 


JARÍSIMO  lector :  suponiéndote  enterado  lo  nece- 
sario para  que  ninguna  duda  te  quepa  acerca 
del  Upo  cuyo  titulo  acabas  do  leer  y  que  me 
propongo  bosquejar,  pasaré  por  alto  la  defi- 
nición del  mismo  y  consiguiente  clasificación, 
pues  creerla  hacerte  un  insulto  con  solo  pensar 
que  pudieras  confundirle  con  el  Secretario  de 
pueblo,  ó  de  Villa  entre  los  cuales  hay  sujetos 
muy  entendidos,  que  si  do  están  revestidos  del 
caracterdo  licenciados  en  leyes,  poseen  á  lo  menos  los  esludios  univer- 
sitarios bastantes  para  desempeñar  con  acierto  inteligencia,  desemba- 
razo y  probidad,  el  pesado  cargo  do  su  cometido  y  la  provincia  de  Valen- 
cia  puede  gloriarse  en  este  sentido  puesto  que  cuenta  ocupando  este 


540  LOS  VALENCIANOS 

destino  á  grande  número  de  personas  cuyo  acertado  juicio ,  y  rele- 
vantes dotes ,  facilitan  la  tramitación  da  los  innumerables  negocios 
que  abraza  una  secretaria,  desempeñando  en  muchos  pueblos  el 
doblo  carácter  honorífico  de  Asesor  del  Ayuntamiento. 

El  boceto  que  yo  me  propongo  mostrarte  es  el  trasunto  de  aquel, 
esto  es ,  una  parte  alicuotd ,  una  fracción  de  inteligencia  encerrada 
en  un  encéfalo  de  grandes  dimensiones  y  que  el  frenólogo  Cubi  y 
Soler  define  diciendo  que  son  ce  cabezas  aguadas  y)  y  que  sin  temor 
de  ser  desmentidos  podríamos  añadir  que  son  una  amalgama  dei?z- 
tropo  y  Assinus :  En  fuerza  de  su  triple  cometido  de  jieí  de  fechos, 
sacristán  y  Majlsler  de  la  capaz  aldea  ó  lugar  de  veinte  vecinos  ( y 
aun  me  escedo)  tiene  que  aguzar  su  entumecida  imajinacion  pues 
que  su  buena  estréllalo  elijió  para  ser  la  única  persona  letrada  de  la 
aldea ,  y  en  consecuencia  consultonato  de  cuantos  conflictos ,  y 
malandanzas  aquejen  al  vecindario. 

Según  la  tradición  ,  la  familia  de  Ecequlél  Bueñtoro  (que  asi  se 
llama  nuestro  fiel  de  fecíms)  descitjnde  de  gente  de  pluma  larga  y 
letra  menuda  el  primero  de  sus  ascendientes  que  ejerció  ó  mejor 
dicho  anduve  entre  tinta  y  papeles,  fué  mayordomo  de  la  Casa  Cas- 
tillo que  cerca  del  término  tenia  el  señor  de  la  Aldea ;  tanta  era  su 
sabiduría  que  en  cierta  ocasión ,  le  inlelijenciaron  de  que  el  diablo 
revestido  de  todo  su  poder,  pretendía  apoderarse  del  castillo.  Los 
aldeanos  acudieron  en  tropel  á  pedir  atnparo  á  la  Virgen  del  Asalto; 
pero  D.  Rufo  diz  qué  consultó  unos  librajos  con  tapas  de  pergamino 
Tñuy  roldas  y  después  de  encerrarse  algunas  horas  todos  los  dias  en 
Un  aposento  para  meditar,  consultar  y  estudiar,  salió  resuelto  á po- 
íierse  en  guardia  contra  todo  atentado  del  diablo ;  efectivamente,  se 
ideó  un  cepo  tan  original  que  cuando  el  ángel  malo  intentó  en  una 
tío'che  do  truenos  introducirse  clandestinamente  en  el  castillo,  no 
pudo  evitar  de  caer  en  el  bien  ideado  cepo:  ya  otro  dia  se  le  en- 
contraron allí ,  si  bien  con  la  figura  de  ráton  ,  pues  como  el  espíritu 
del  averno  sabe  tanto ,  se  dijo  para  sí :  «'ya  que  me  han  pillado  que 
se  encuentren  un  ratón.» 


PINTADOS  POB  SÍ  IWISMOS.  7t.\\ 

Esto  lo  contaba  los  días  clásicos  el  padre  de  Eccquicl  sentado  á 
la  puerla  do  su  ca>ia  y  escuchado  por  la  mayoría  de  los  aldeanos  que 
lodos  so  hacían  cruces  del  firan  saber  del  Sr.  Rufo  y  miraban  do 
soslayo  al  Ecc(|uiclilo,  afortunado  ser  que  venia  al  mundo  a  heredar 
lodo  aquel  prodnclo  de  majincs  tan  entendidos.  El  padiede  Ece- 
quiel  era  el  sastre  de  aquella  aldea  y  del  lugar  vecino,  y  sabia 
tantas  Iclias  que  cuando  era  lle¿;ado  el  dia  del  Santo  titular,  ú  otra 
fiesta  señalada  ,  el  señor  cura  iba  la  víspera  en  casa  do  aquel  para 
quedar  conforme  á  lin  de  quo  al  dia  si¿íuienlc  cantara  en  la  misa, 
diciendo  lo  que  contenía  el  libro  descomunal  que  habia  en  la  iglesia. 

Eccquielilo  hacia  de  monacillo  en  compañía  del  hijo  del  sacris- 
tán y  desde  niño  ya  mostraba  el  genio  con  que  naturaleza  dotaba 
á  todo  su  casta. 

Con  tan  buenos  auspicios  pronto  llegó  (antes  de  los  veinte  años) 
á  leerse  casi  de  corrido  libros  de  letra  chica  y  bastante  juntita.  Con 
el  tiempo,  pues,  y  sobrevenida  que  fué  la  muerte  del  sacristán,  lo 
reemplazó  nuestro  Ecequicl.  Después  acaeció  el  óbito  del  maestro 
de  escuela  y  también  fue  agraciado  con  la  vacante.  Hasta  que,  por 
lin  sobrevino  el  fallecimiento  del  ^e/  de  fechos ,  y  no  teniendo  de 
quien  echar  mano ,  por  votación  unánime  del  Ayuntamiento  recayó 
la  vacante  en  favor  de  Ecequiel  Buenloro. 

La  fatalidad  quiso  que  inaugurase  su  nuevo  destino,  dando  lu- 
gar á  que  el  Sr.  Gobernador  de  la  provincia  le  impusiera  100  rea- 
les de  mulla  al  alcalde,  por  no  dar  dirección  a  un  oüiio  dirigido  en 
esta  forma: 

S.  M. 

Escmo.  Sr.  Cap.»  gral. 

de  los  Ejer.'°^  reunidos 

de 

just.'  en  jusr. 

Y  fue  porqué,  habiéndoselo  dado  á  leer  al  nuevo  fiel  de  fechos, 
no  pudo  dar  razón  de  lo  que  aquello  significaba ,  pues  él  leía  así: 


542  LOS  VALENCIANOS 

ese  eme,  exmo  sor.  cap.  yral.  de  los  ejeríos  reunidos  de  justa  en 
justa.  . 

Y  es  claro  que  no  sabiendo  nadie  qué  jerga  era  aquella,  arri- 
maron el  oticio  en  un  rincón  y  no  se  cuidaron  de  él  hasta  que  con 
motivo  de  la  multa  supusieron  que  era  para  el  capitán  general  de 
los  ejércitos  reunidos  y  que  debia  llevarse  de  justicia  en  justicia. 
Molivo  por  el  cual,  el  alcalde  decia  que  Ecequiel  era  un  zoquete,  y 
el  señor  cura  lo  apellidaba  el  topo  de  resultas  de  otra  cacasenada 
que  también  le  habia  hecho.  A  trueque,  pues,  de  tan  significativas 
calificaciones ,  nuestro  Buentoro  continua  en  su  triple  cometido, 
haciéndose  respetar  de  grado  ó  por  fuerza  ,  puesto  que  su  hercúlea 
naturaleza  le  facilita  medios  para  ventilar  á  puño  cualquiera  cues- 
tión en  que  terciara  algún  mozo  de  los  que  incomodándoles  lo  ne- 
gro buscan  el  blanco  en  el  bulto  del  prógimo. 

A  Ecequiel  nada  de  esto  le  arredra ;  ¡cuántas  veces  diera  un  ja- 
món de  los  dos  que  tiene  colgados  en  su  casa  por  poder  desquitarse 
con  el  señor  administrador  de  rentas  ú  otro  cualquier  superior  que 
le  asesta  detrás  de  un  oficio,  otro,  conminándole  con  multas ,  ó  exi- 
giendo el  pago  de  ellas  por  la  inercia  ó  ineptitud  de  aquell  ¡Oh!  en- 
tonces el  fiel  de  fechos  quisiera  tenerlo  á  la  mano  para  hacer  com- 
prender al  superior  que  si  no  es  un  estuche  en  letras  lo  es  en  puño. 

Pero  ya  es  hora  que  nos  traslademos  á  secrelaría,  que  es  el 
mismo  local  en  que  funciona  como  maestro  de  primeras  letras. 

Su  despacho  se  compone  de  una  mesa  de  pino  bastante  capaz, 
que  un  dia  fue  blanca ;  pero  que  al  presente  es  indefinible  su  color, 
un  tintero  do  loza  y  dos  plumas  ,  y  esparcidos  aquí  y  allá  una  por- 
ción de  papeles  sucios  en  el  mayor  desorden  :  una  caja  de  cartón 
que  contiene  un  eslabón ,  dos  ó  tres  pedazos  de  piedra  de  chispa, 
yesca ,  un  ovillo  de  hilo  encarnado  y  una  ahuja. 

Veamos  en  que  se  ocupa:  acaba  de  echar  yesca ,  ha  encendido 
el  cigarro ,  se  ha  puesto  unas  gafas  y  parece  que  medita  el  conte- 
nido de  una  comunicación  que  tiene  entre  manos.  En  esto  es  inter- 
rumpido por  el  alcalde  del  lugar  que  se  presenta  un  tanto  azorado. 


IMMADOS  IMín  SÍ  HUSMOS.  34?» 

— ¿Olió  ocurre'/  pregunta  ron  vivo  inlerés  el  fiel  de  fechos. 
— Una  (lüsgracia  :  el  chico  del  Curro  sí?  ha  colgado  do  una  cuerda 
y  allí  en  su  casa  lo  Ucnos  muerlo. 
— ¡Un  suicidio!!!  Voy  a  poner  la  comunicación  inmcdialamcnlo  al 
Sr,  gobernador. 
— A  eso  prccisamenlc  vengo. 

El  fiel  de  fechos  queda  un  monicnlo  pcnsalivo  ,  cojo  la  pluma 
y  úl  cabo  de  media  hora  Ice  lo  siguiente  al  alcalde  para  que  juzgue 
do  su  tálenlo  v  laconismo  con  que  consigna  el  acontecimiento: 
dico  asi: 

«Tengo  la  salisfacion  do  poner  en  su  conocimiento  como  en  el 
día  do  hoy  y  en  esta  misma  hora  ha  sido  encontrado  ahogado  del 
cuello ,  colgando  de  una  cuerda  del  pescuezo  N.  N.j 
— ¿Qué  lo  parece  á  Vd?  pregunta  con  gran  énfasis  nuestro  Ece- 
quiel. 

—Hombre,  me  parece  bien;  sin  embargo  eso  déla  cuerda  del  pes- 
cuezo tras  el  ahogado  del  cuello....  pudiera.... 
— Nuestra  misión,  Sr,  alcalde,  es  la  de  espücar  las  cosas  breve 
y  concienzudamente :  eso  si  Y.  supiera  letras  lo  comprendería  mejor 
—  Bien,  bien  ¿y  dime? objeta  el  alcalde,  ¿has  dado  conocimiento 
de  los  cachorrillos? 
— Ahora  mismo ;  contesta  Ecequiel,  y  tomando  otra  vez  la  pluma 
escribe  lo  siguiente: 

Tiene  U.  S.  el  honor  de  saber  como  se  le  han  detenido  á  N.  N. 
dos  cachorritos ,  etc. 

Este  oficio  ocasiona  una  sonrisa  de  satisfacción  al  fiel  de  fechos, 
pues  él  mismo  se  aprueba  su  gran  talento. 

Empero  hoy  es  dia  de  correr  y  es  preciso  trabajar  mucho  para 
poner  al  corriente  los  muchos  negocios :  por  lo  mismo  llama  á  el 
alguacil  y  le  dice  con  mucha  gravedad: 

— Todos  los  que  estén  bajo  mi  férula  y  la  del  señor  alcalde  tienen 
la  entrada  prohibida  en  este  recinto  mientras  me  ocupo  en  despachar 
el  correo.  Solo  pasará  Yd.  recado  en  caso  de  alterarse  la  salubri- 


544  LOS  VALENCIATÍOS 

dad  pública  por  medio  de  algún  alboroto  á  mano  airada  con  preme- 
ditación y  alevosía. 

El  alguacil  que  no  entiende  una  jota  de  cuanto  le  ha  dicho  Ece- 
quiel  Buentoro  saluda  y  se  marcha. 
— ¿Qué  otros  oficios  hay  para  la  ílrma?  pregunta  el  alcalde. 
—Ahí  tengo  dos  mas'que  son  estos  que  escribí  ayer. 

El  fiel  lee: 

«Remito  á  ü.  S.  los  maestros  de  escuela  duplicados,  cuyos  re- 
cibos pertenecen  al  mes  que  finó  para  los  efectos  de  la  ley.  Dios,  etc.;^ 

Otro. 

«En  el  día  de  hoy  ha  sido  herido  N.  N.  hijo  de  su  padre  difunto. 

Todo  lo  cual  lo  envío  á  U.  S.  para  Ion  efectos  consiguientes. 
Dios,  etc.» 

El  bueno  del  alcalde  firma ,  y  como  ya  tiene  noticia  de  los  he- 
chos que  se  lo  relatan ,  no  se  fija ,  y  además  porque  no  podría  des- 
empeñarlo mejor. 

Una  porción  de  negocios  de  la  mayor  importancia ,  hace  precisa 
la  persona  de  Ecequiel  en  la  capital.  Vedle  á  la  puerta  del  gobierno 
civil  esperando  que  sea  la  hora  de  audiencia.  Llegada  ésta  entra 
nuestro  hombre  en  Secretaría  y  en  todas  las  mesas  cree  ver  al  go- 
bernador fijar  su  mirada  en  él,  y  deseando  darle  reiteradas  pruebas 
de  lo  satisfecho  que  está  por  la  exactitud  é  inteligencia  con  que 
desempeña  su  encargo.  Nuestro  fiel  se  acicala  lo  mejor  posible,  y 
dirigiéndose  á  una  mesa, pregunta  humildemente,  á  pesar  de  la 
intención  que  tenia  de  interrogar  en  dó  mayor. 
— Señor ,  ¿Yd.  ha  visto  pasar  por  aquí  una  licencia  de  escopeta, 
abonada  por  mi  como  secretario? 

Es  claro  que  el  empleado  á  quien  se  dirige  esta  pregunta  no 
puede  menos  de  reír  á  carcajada ,  vista  la  manera  de  hacer  la  pre- 
gunta. 

Esto  Ecequiel  lo  interpreta  satisfactoriamente  y  cuando  vuelvo 
al  lugar  dice  que  se  ha  hecho  íntimo  amigo  de  todos  los  empleadps 
principales  y  que  estuvo  riendo  con  ellos  un  gran  rato. 


PINTADOS  I'Oll   SÍ  MIS.MOS.  345 

Kn  fin,  cnris'ino  Iccior,  (!S|)iiu.slos  los  anlorioros  renglones, 
(lojo  a  lu  discrucion  los  mil  t'iiisoilios  de  i|ue  esla  sembrada  la  vida 
del  fiel  de  fechos ,  (|uü  su  mayor  forliiiia  consislc  en  í|iie  licn(3  gran 
dosis  do  aprobabilidad  y  en  eslu  eoi)ce|)l()  es  feliz  y  termina  sus  diaij 
con  el  convencimiento  de  que  es  hombre  entendido  y  que  la  aldea 
le  os  deudora  de  las  luces  que  esparció  con  sus  palabras  lesluales, 
(y  cuidado  que  él  no  conoce  los  fósforosj.  Dejemos,  pues,  al  tiem- 
po que  se  encarga  de  ilustrar  hasla  los  mas  recóndilos  lugares,  y 
él  sacará  del  error  craso  en  que  yaco  nuestro  Ecequiel  Duenloro, 
fiel  (lo  fechos  de  la  aldea. 

Para  atenuar  todo  comentario  desfavorable  a  nm-slro  lipo,  con- 
cluiremos con  la  siguiente  reílexion. 

Cuando  so  dota  con  500  ó  GOO  rs.  anuales  una  |tlaza  de  esta 
naturaleza  ¿qué  otra  persona  que  Ecequiel  Buontoro  podria  ó  se 
preslaria  á  desempeñarla?  Claro  está  que  nadie. 

José  Vicente  Xebot. 


44 


EL  PAEUERO. 


>'MñM'' '.0\' 


V, 


EL  PAELIERO. 

GUISADOR  DE  SARTENES, 
(viiljjo  paellas.^ 

|í|^?<íf  ^5?í|^n  verdad  que  somos  los  valencianos  gente  desen- 


&&y^  '"       ^-vt^    fadada  y  fresca!  Estas  ardientes  imadoaciones 
^^'^     T,__     '^  v^'    meridionales  que  hierven  dentro  de  nuestro  crá- 

^Ji^\     '^^    ZM'   tensidad  una  chi.spa  del  fuego  que  oreó  á  Juanes 


Ei^^^    meridionales  que  hierven  dentro  de  nuestro  cra- 
^;  J    neo ,  y  en  las  cuales  vive  con  mas  ó  menos  in- 


'^^h    ..    ,     /"^^    y  a  Ribalta,  curao  á  Ansias  March  y  á  Gil  Polo, 


SS^^^M^áclÜ  6sta  fibra  tan  electrizable  y  delicada ,  cuando 
so  trata  de  apreciar  bellezas  y  entusiasmarse  con  una  inspiración  ar- 
íistica  ó  poética,  se  atlojan  y  laxan  cuando  se  las  obliga  á  descender 
á  los  intereses  materiales ,  de  los  cuales  únicamente  la  parte  que 
proporciona  una  modosía  subsistencia  ,  ó  crea  algún  goce  sencillo  y 
poco  dispendioso  ,  disfruta  el  privilegio  de  fijaraos  y  atraernos.  Así 
se  espüca  c<)mo  nuestro  pais  cuenta  pocos  capitalistas,  comparado 


548  LOS  VALENCIANOS 

con  otras  provincias;  asi  se  esplica  cómo,  por  ejemplo,  so  encuen- 
tra en  Cataluña  á  un  hombre,  á  quien  se  ve  uno  tentado  de  alargar 
una  limosna ,  y  luego  averigua  que  es  un  millonario  ;  y  se  tropieza 
en  Valencia  con  un  hombre  con  todas  las  apariencias  de  potentado, 
y  es  un  simple  artesano  ,  y  a  veces  un  simple  jornalero.  En  otras 
parles  la  riqueza  no  traspira  al  esterior,  hasta  que  el  oro  hace  esta- 
llar las  paredes  y  techos  como  un  vapor  dilatado.  En  Valencia,  un 
capital  insignificante  juega  y  reloza  en  manos  de  su  poseedor ,  y  le 
hace  con  frecuencia  olvidar  el  dia  de  mañana.  Si  á  reflexiones  hemos 
de  ir ,  no  sabemos  de  parte  de  quién  está  la  verdadera  filosofía;  si 
de  los  que  arrastran  una  existencia  de  privaciones  y  fatigas  ince- 
santes para  atesorar  y  aumentar  ,  ó  de  los  que  utiüzan  ,  aun  quizá 
con  sobrada  largueza,  los  bienes,  de  que  el  nacimiento  ,  la  fortuna, 
ó  su  trabajo  los  han  dolado.  Además  es  forzoso  pagar  al  clima  y  al 
temperamento  el  tributo,  de  que  bajo  otro  concepto  se  hallan  esentos 
los  que  tienen  la  sombra  al  rededor ,  quiero  decir,  los  habitantes  de 
las  latitudes  boreales,  ó  zonas  frias.  Para  un  valenciano  es  condición 
indispensable  de  existencia  el  deporte  al  campo...  la  paella..  /Paella! 
nombro  mágico  y  seductor ,  cuyo  timbre  suena  armonioso  y  vivi- 
ficador en  los  oidos  de  un  verdadero  hijo  del  Túria. 

La  paella  valenciana  (sartén)  es  uno  de  aquellos  esfuerzos  dej 
ingenio  meridional  para  inventar  un  goce  peculiar  á  los  hijo's  del  sol 
y  de  las  flores ;  goce  no  limitado  por  su  rareza  ó  subido  precio  a 
ciertos  alcances  pecuniarios ,  sino  mas  bien  adaptado  á  las  posibi- 
lidades mas  modestas  y  populares;  sin  que  esta  circunstancia  le 
haga  perder  su  mérito ;  antes  bien  ella  es  la  que  contribuye  á  re- 
alzarlo. Ldi  paella  tiene  fama  y  reputación ,  no  solo  europea ,  sino 
universal.  Donde  quiera  que  en  el  estrangero  se  habla  de  Valencia, 
su  nombre  es  inseparable  del  de  la  paella.  Sin  duda  el  bueno  dé 
Alejandro  Dumas  de  ella  quiso  hablar ,  cuando  puso  en  boca  de  su 
Conde  de  Monte-Cristo  la  revista  de  los  platos  sabrosos,  que  habia 
gustado  en  sus  escursiones  por  Europa,  citando  la  olla  podrida  de 
Valencia  ,  la  cual  no  debió  sor  otra  (con  paz  sea  dicho  de  la  erudi- 


PINTADOS  1M»H  SÍ  MISMOS.  .^/jO 

clon  (lo!  citado  autor)  (|iio  la  paella  valondana.  Para  los  (pie  una 
voz  la  han  probado,  es  un  nM-ucrdo  aí^radal'lH  y  liormoso  ;  para  los 
quo  solo  la  conocen  de  oidas ,  es  un  ensueño  .  una  ilusión  dorada. 
Y  una  particularidad  siní^ulariza  y  aisla  la  paella  de  lodo  el  sistema 
culinario  v  í^aslronóníico,  y  es,  quo  solo  un  vilenyiano  sabe  í^uisarla, 
solo  él  poseo  el  secreto  do  su  confección,  el  cual  reside  en  él,  en- 
carnado ó  identificado,  como  en  los  reyes  de  Francia  la  virtud  do 
curar  los  lampáronos.  Y  so  ha  visto ;  porque  á  pesar  de  haberse 
empeñado  muchos  oslrangoros  y  en  varias  ocasiones,  en  guisar  una 
paella  valenciana ,  aunque  diostros  por  otra  parle ,  y  profesores 
eméritos  en  la  ciencia,  han  fracasado  en  sus  ensayos;  y  un  paladar 
esporto  al  momento  ha  reconocido  la  mano  incsperla,  la  mnno  que 
no  era  valenciana.  Y  tampoco  consiste  esta  esclusion  en  la  natu- 
raleza v  calidad  do  los  elementos,  que  entran  en  la  composición  de 
la  paella.  «Un  valenciano  la  condimentará  con  igual  acierto  y  gusto 
en  las  orillas  del  Sena  y  del  Támesis,  quo  en  las  del  Turia  ,  y  en- 
tre los  hielos  do  Rusia  ,  que  cnlre  los  calores  de  la  Guyana  ,  si 
llene  á  mano  los  artículos  tradicionales  que  la  constituyen. 

Verdad  es  que  no  todos  los  valencianos  saben  guisarla ;  pero 
también  lo  es  que  los  únicos  que  la  guisan,  lo  son  ;  que  los  maes- 
tros en  el  arte  son  muchos  ,  y  finalmente  que  entre  éstos  los  hay 
especiales  ,  que  dignos  del  título  de  profesores,  lo  llevan  con  or- 
gullo, y  desempeñan  sus  funciones  de  un  modo  inimitable. 

La  idea ,  pues ,  de  paella  envuelve  un  doble  tipo,  ambos  origi- 
nales, y  tanto,  quo  acaso  lo  sean  mas  que  ningún  otro  de  los  que 
brillan  en  esta  galería  biográfica.  Los  lipos  son ,  el  paellero  y  la 
paella;  es  decir ,  el  guisandero  y  lo  guisado,  comprendiendo  en 
el  s3gundo  lo  que  acompaña  á  la  comida  de  la  paella ,  rasgos  de 
costumbres  populares,  croquis  animadísimos  de  travesuras,  y  cua- 
dros de  gran  relieve  con  figuras  alo  Goya  y  Rembrandl.  Probaremos 
á  manejar  nuestra  brocha  gorda  de  la  manera  menos  desairada  po- 
sible. 

El  oficio  de  paellero  salta  á  primera  vista  que  no  ha  de  ser  de 


550  LOS  VALENCIANOS 

aquellos,  que  dan  al  que  lo  profesa,  un  modo  Revivir  estable,  como 
el  oficio  de  sastre,  de  carpintero  ,  etc.  Porque  ni  todos,  ni  siempre 
están  comiendo  paellas,  ni  tampoco  lodos  ni  siempre  recurren  á  la 
habilidad  del  paellero  titulada ,  pues  como  hemos  dicho  ,  no  son 
pocos  los  que  dominan  la  ciencia  de  h  paella.  El  oficio  de  paellero 
es  un  agregado  ordinario  al  de  villutero  ó  zapatero.  En  efecto,  en 
el  seno  de  estas  dos  profesiones  es  donde  se  ha  de  ir,  á  buscar  los 
hombres  competentes  para  la  resolución  de  aquel  problema,  y  rara 
vez  se  nombra  á  fulano  el  paellero,  sin  que  le  acompañe  la  cola  de 
el  velluter  ó  sabater.  Gomo  directores  de  una  función  que  es  esen- 
cialmente de  broma  y  bureo  ,  ellos  son  bromistas,  y  por  punto  ge- 
neral holgazanes  y  poco  adictos  ala  lanzadera  ó  tirapié.  Cuando  es- 
casea el  trabajo  de  su  profesión  ,  señaladamente  de  !a  primera, 
son  los  que  antes  que  nadie  son  despedidos  del  obrador:  hacen  fiesta 
los  lunes ,  y  el  resto  de  la  semana  entretienen  a  los  demás  de  la 
manera  que  podrá  el  lector  observar  en  la  biografía  de  este  tipo 
notable  valenciano.  Además  son,  en  caso  dado  ,  pescadores  de  caña, 
tocadores  de  guitarra  ,  y  siempre  fumadores  y  enemigos  irreconci- 
liables del  oidium  tukeri.  Con  esto  cuentan  con  no  escasos  recur- 
sos para  mantenerse  en  años  de  penuria,  y  con  el  último  de  la  bolsa 
de  ios  amigos ,  á  quienes  hicieron  reir  en  la  prosperidad  ,  para  que 
les  impidan  llorar  en  la  adversidad.  El  paellero  se  halla  dotado  del 
competente  mote  ó  apodo ,  por  el  cual  es  lisa  y  llanamente  cono- 
cido ,  V.  g.  Betso,  el  granolero ,  el  tbrt  de  la  polla  y  otros  adita- 
mentos de  este  jaez. 

Hase  pretendido  por  algunos  desnaturalizar  la  paella  primitiva 
valenciana  ,  socolor  de  mejorarla ;  así  es  que  la  han  recargado  de 
artículos,  sabrosos  y  suculentos ,  si ;  pero  que  la  convierten  en  un 
guisado  ó  comida  cualquiera,  destruyendo  su  originalidad.  Lo  que 
estereotipa  ó  mas  bien  fotografía  la  paella  valenciana,  separándola 
del  resto  de  las  combinaciones  culinarias ,  es  lo  siguienle:  palos, 
pollos  ó  gallinas  ,  mas  bien  los  primeros ;  lomo  de  cerdo,  costillas, 
chorizos,  anguilas,  tomates  y  arroz.  En  algunas  ocasiones  no  falta 


iMWTADOs  poh  «i  Miswns.  551 

quien  añado  cuatro  ó  cinco  docoiiüs  «lo  cararoleí»  fraude» ,  ron  lo 
cual  (iiipda  cernido  el  catáloíío  garramcnlal  de  la  paella  talcnciíma. 
Todo  lo  íidinas  son  (unruplelas  é  iuUu.sionos  de  gmlc  or^'üllosa.  ó 
mas  bien  envidiosa ,  ta  cual  necesita  de  niurlio  paní  lucir,  no  |m)mj- 
yendo  la  coinhinncion  d(!  !<»  pwo  y  ordinario  para  ohioncr  el  hot- 
prendenle  ofeclo  (pie  en  los  diinas  se  adviurlc. 

Ona  paella  (y  ahora  no  hablamos  do  las  aristocráticas,  ni  tam- 
poco de  las  que  tienen  por  base  media  libra  óe  bacalao)  so  orga- 
niza onlinariamenle  la  anlcvispera  «le  liesla  ,  y  el  niiinon)  de  los 
congregantes  no  baja  de  dooe,  y  pocas  veces  C8ce<le  de  veinte.  La 
idea  brota  en  un  cerebro  ,  ÍTcc»ent«'m€nt«  en  dos  ó  1res  a  la  vez, 
se  comunica,  y  al  punto  es  acogida  con  entusiasmo.  Y  como  los 
aclori's  del  drama  son  por  lo  común  artesanos  ,  el  di;i  de  liesta  in- 
medioto,  de  que  pueden  di.><poBer,  es  el  designado  para  la  función. 
El  paelkro ,  a  quien  so  invita ,  y  que  no  es  raro  forme  parte  de  la 
reunión ,  despliega  en  el  momento  su  energía  y  magisterio  ,  ofre- 
ciendo poner  á  disposición  de  los  escotantes  tantas  libras  de  esto, 
tantas  de  lo  otro,  etc.,  sin  salirse  de  los  limites  constitutivos  de  la 
paella ,  y  dejar  satisfechos  y  contentos  á  diez  y  seis  individuos  por 
la  friolera  de  seis  rs.  cada  uno.  Aceptada  en  el  acto  la  propuesta, 
se  procede  sin  demora  ñ  la  cotización,  ó  cuando  mas,  se  diliere  a  la 
tarde  ó  á  la  mañana  siguiente ,  á-lin  de  que  el  paellero  tenga  espa- 
cio de  hacer  las  provisiones  y  ocuparse  de  los  preparativos  indis- 
pensables. Aunque  hay  paellas  domé.sticas,  lo  ordinario  es  comerlas 
en  e!  campo  ,  y  la  designación  del  punto  donde  se  haya  de  verifi- 
car, es  también  objeto  de  seria  y  detenida  discusión.  Tanto  mes  lo 
es,  cuanto  que  nuestra  huerta  abunda  en  sitios  a  propósito,  que 
con  su  soledad  por  una  parte  ,  y  por  otra  con  la  proximidad  de  al- 
guna fuente  ó  manantial ,  y  de  barracas  hospitalarias  de  donde  sur- 
tirse de  lo  que  accidentalmente  pudiera  faltar,  y  mas  que  todo  de 
algunas  tabernas  ó  cantinas  sembradas  por  la  vega  ,  convidan  á 
competencia  y  llaman  a  los  aficionados. 

El  paellero ,  bien  v  debklauíeBte  provisto  .  empieza  a  menear 


55^  LOS  VALENCIANOS 

los  trebejos,  y  se  dispone  á  salir  airoso  de  la  empresa.  Entretarto 
otra  discusión  muy  seria  y  grave  ocupa  á  los  asociados.  Si  lian  de 
llevar  ó  no,  mugeres  y  niños.  Los  pareceres  se  dividen;  los  preopi- 
nantes se  engrescan ;  linalmente,  vence  la  mayoría  á  favor  de  la 
admisión,  con  la  enmienda  de  que  también  se  cotizarán  á  un  SO  por 
100,  es  decir,  que  satisfarán  á  tres  reales  por  cabeza.  Se  comu- 
nica 3\paellero  la  modificación  y  enmienda,  y  la  cosa  marcha. 

Gomo  es  indispensable  oir  misa ,  ha  de  ser  la  del  alba  ,  y  al 
efecto  uno  se  ha  de  eucargar  de  dispertar  á  domicilio.  A  bien  que 
otro  de  ios  socios  es  el  sereno  del  barrio ,  y  en  consecuencia  el 
natural  disperlador,  con  lo  cual  cae  el  telón  sobre  el  drama  de  la 
víspera. 

A  las  cinco  toda  la  espedicion  se  halla  ya  en  pie  y  camino  de  la 
iglesia  mas  vecina ,  donde  se  cumple  el  precepto  con  la  posible  de- 
voción ,  que  será  bien  escasa  y  fria ,  á  pesar  de  las  buenas  dispo- 
siciones de  los  cristianos  paelleros ,  los  cuales  bien  necesitan  en- 
tonces de  la  aplicación  de  los  méritos  del  Redentor,  p«ra  suplir  lo 
que  el  demonio  de  la  distracción  ha  chupado  por  su  parte.  Pero, 
en  fin,  tienen  misa,  que  es  lo. esencial,  y  un  peso  menos  encima. 
Si ,  por  ejemplo ,  la  cita  es  para  la  fuente  de  S.  Luis ,  ó  de  Encors, 
congregados  los  espedicionarios  al  salir  de  la  iglesia ,  envían  de- 
lante á  lo  que  los  latinos  llaanaban  con  maravillosa  propiedad  im- 
pedimenta (estorbos)  es  decir ,  los  bagajes ,  y  por  ello  entendemos, 
salva  la  comparación  ,  la  turba  femenina  y  los  arrapiezos,  encargán- 
doles los  aguarden  fuera  de  la  puerta  de  Ruzafa.  Entretanto ,  capi- 
taneados por  el  paellero,  invaden  el  mercado  y  se  disponen  á  equi- 
parse ,  recorriendo  los  puestos  y  examinándolos  minuciosamente 
para  encontrar  género  barato ;  pero  son  detenidos  en  su  escursion 
por  el  exabrupto  de  uno  de  los  camaradas ,  quien  propone  como 
preliminar,  y  por  via  de  estímulo  á  la  tarea  que' van  á  emprender, 
abrigar  el  estómago  con  una  copa  de  aguardiente.  Pero  como  para 
ello  sea  indispensable  proceder  á  nueva  cotización ,  la  mayoría 
clama,  el  paellero  grita  y  amenaza  abandonarlos,  y  por  unmomen- 


PUNTADOS  l'Dlt  .SÍ   MI.SIIM.S.  555 

to  reinan  la  (MMifusiDn  y  anarquía  Poríln  ic  Iran^ive,  adoptando  un 
lomporanwnlü  medio,  vidgo  p.iñ'tH  ralipnlo«:  on  lu^ar  de  lifs 
libras  de  ocñle ,  la  puella  bc  cunlciilaru  ron  dos ,  y  la  uiauu  dJ 
pueliero  liara  «I  resto. 

lüntrclanlo  la  van^'uardia  lia  salido  de  la  ciudad  ,  y  8c  detiene 
á  aguardar  al  eenlro  y  rela^'uaidia  roo  la  impaciencia  <|UC  se  deja 
discurrir.  Sin  cesar  esta  destacando  emisarios  mocosos  |)ara  anuiv- 
cmr  la  llegada  ,  y  por  liu  aparecen  los  esperados  Mesias ,  y  juntos 
emprenden  la  rula  para  el  punto  de  su  desliho ,  no  sin  sendas  re- 
cunvcncioDos  cod\ uvales,  que  terminan  por  a(|uiela!se.  Hien  es 
verdad  que  el  tiempo  gastado  en  disputas ,  avenencia  y  sello  de 
lu  reconciliación  ,  ba  Lecho  avanzar  el  relij  llora  y  media,  y  el  sol 
calienta  ya  d  'ma^iado;  bien  es  veidad  ()ue  durante  el  viaje  un  mu- 
cbaclio  ha  caido  en  una  aceijuia  y  llenadose  de  cieno  hasta  el  culo- 
prillu,  al  i]uerer  atrapar  una  lagartija;  bien  es  verdad  (|ue  a  mas 
de  mitad  de  camino  se  acuerdan  que  han  olvidado  el  aceite  y  el 
azafrán.  Nueva  barauüdu  ;  nueva  pendencia ;  nuevos  reniegos;  nuevo 
alto.  Udo  se  ofrece  a  ir  en  volandas  y  volver  con  los  obgetos  olvi- 
dados .  antes  que  la  comitiva  arribe  a  su  deslino.  En  efecto  ,  corre 
V  vuelve;  p'ro  VuCio  y  desairado,  porque  al  pedir  al  tendero  los  es- 
presados arliculos,  ésle  se  ha  hecho  de  nuevas,  v  dice  que  nada 
sabe.  Entre  los  oventcs  hav  nna  cabeza  mas  inflamable  que  las 
■demás  ,  y  se  dispone  a  ir  a  vaciar  las  tripas  pura  y  lisamente  al 
ladrón  del  tendero,  de  cuya  fesolucion  le  disuadeo  los  compaueros, 
sobre  todo  la  noticia  que  les  comunica  el  p.iellero,  quien  dominador 
<lel  pljiío  topogralico  de  ai'jella  sección  de  la  vega  y  de  la  siluacioo 
les  anuncia  la  ex  stencia  de  un  tenducho  próximo,  donde  sin  nece- 
sidad de  acogotar  tenderos  ,  sera  fácil  supür  y  reemplazar  lo  des- 
aparecido. Al  través  de  estos  y  otros  mil  tropiezos  y  percances, 
^ücaú  el  término  de  su  fatigas  entre  diez  y  once  de  la  mañana. 
Dije  el  término  de  sus  fatigas,  reliriéo'lome  a  las  del  camino ;  capa- 
ces ellas  solas  de  dar  ai  traite  con  una  resignación  é  indiferencia 
genial  monos  a  prueba  que  ia  de  lus  iudividuos  en  cue^lion. 


554  LOS  VALENCIANOS 

L^  paella  (sarlcn)  es  un  insli'umciilo  muy  conocido  de  la  gene- 
ralidad de  los  lectores;  pero  cnírc  ellas,  en  especial  las  que  sirven 
para  el  abasto  de  una  cuadrilla  de  treinta  ó  mas  individuos,  las  hay 
que  alcanzan  dimensiones  fabulosas,  y  alguna  bien  podria,  supri- 
miéndole las  bordes,  hacer  las  veces  de  plataforma  giratoria  en  una 
estación  de  ferro-carril.  Pocos  son  los  que  poseen  paellas  propias, 
aun  de  ]os  paelleros  profesos.  En  cambio  los  labradores  dueños  do 
barracas  inmediatas  á  los  sitios  de  cita  ordinaria  ,  tienen  una  ó  dos 
para  alquilar;  o  bien  por  un  precio  que  se  estipula,  ó  bien  admi- 
Ucndole  á  la  participación  del  banquete.  Este  último  partido  pre- 
fieren casi  siempre  por  las  razones  que  luego  se  dirán.  Aun  em- 
pero, no  ha  cantado  victoria  nuestra  gente  espcdicionaria ,  cuyos 
trabajos  pudieran  celebrarse  por  un  bardo  desocupado  al  par  de  los 
trabajos  de  Hércules.  Prcgunlan  por  h  paella  de  alquiler,  y  saben 
con  amarga  sorpresa  que  otra  cuadrilla  se  les  ha  anticipado,  y  ocu- 
pado el  mueble  en  virtud  del  jus  primi  occiipanlis.  En  muchos  el 
término  de  la  paciencia  hubiera  estallado  ,  si  se  hallaran  á  las  puer- 
tas de  la  ciudad;  pero  distantes  de  allí  una  legua  ,  la  prudencia  y 
el  hambre  de  mancomún  les  aconsejan  estirar  la  correa  del  sufri- 
miento, y  dar  un  ejercicio  activo  ala  gran  ciencia  del  hombre 
zurrado  y  apaleado ,  que  consiste  en  esperar.  El  labrador  proi)ie- 
tario  de  la  paella  embargada ,  apunta  que  á  media  hora  de  allí  hay 
otra,  y  que  su  dueño  es  amigo,  y  que  no  tendrá  dificultad  en  al- 
quilarla. La  adversidad  amansa  y  amaestra  ,  y  la  resignación  es  su 
fruto  y  consecuencia.  Vase  en  demanda  de  la  suspirada  paella,  y 
por  fin  viene  acompañada  de  un  nuevo  comensal ,  que  es  su  propie- 
tario, dotado  de  las  mas  brillantes  disposiciones  gastronómicas. 
Paso  por  alto  las  escenas  desempeñadas  por  los  impedlmenla  con- 
sabidos de  arriba,  porque  ellas  solas  capitulo  de  por  si  merecían, 
y  constituirian  un  tipo  lacrimoso  ai  par  que  tremebundo.  Paso  tam- 
bién por  alto  el  almuerzo,  por  la  única  y  simple  razón  que  no  le 
hay;  pues  los  reiterados  accidentes  y  contratiempos  han  llevado  do 
cuarto  en  cuarto  hasta  las  doce  y  media  á  los  paelleros ,  y  precisa- 


PINTADOS  ron  sí  MISMOS.  355 

menlo  en  aiincl  pnnlo  comienza  la  verdadera  operación  de  la  paella. 

Doscar/íadas  las  provisiones,  soliaco  necesario  buscar  leüa  para 
guisar,  y  los  hambrientos  cspcdicionariod ,  imilando  á  ios  troyano» 
que  piíUa  Vir<;ilii)  á  su  desembarco  en  la  playa  de  Cumas, 

Ouicril  pars  semina  ílammai 

Inclusa  in  venis  siiicis 

so  distribuyen  en  demanda  do  combustible.  Pero  es  el  caso  quo  en 
nuestra  huerta  no  se  deja  a  la  naturaleza  un  palmo  de  terreno,  para 
que  so  espacie  y  brote  á  su  placer;  en  consecuencia  no  hay  monte: 
el  combustible  ,  pues  ,  se  ha  de  adíjuirir  de  contrabando  ,  y  nuestra 
gente  campesina  vive  muy  despabilada  ,  lo  cual  le  es  fácil,  pues  á 
veces  todo  el  terreno  de  su  cultivo  lo  puede  lapr.r  un  pañuelo  de 
veinte  cuartas.  Uno  de  los  muchachos,  aguijado  por  el  hambre,  se 
lanza  sobro  una  haz  de  cañas  ,  y  cree  haber  hecho  una  hazaña  que 
le  valdrá  elogios  y  algo  mas  sólido;,  pero  la  solidez  pertenece  á  un 
mojicón  aplicado  á  su  cogote  por  una  mano  poco  parecida  á  la 
mano  maternal,  y  es  la  del  dueño  de  las  cañas,  quien  además  le 
conduce  á  su  padre ,  para  que  éste  le  satisfaga  el  daño  causado,  ó 
por  causar.  El  altercado  termina  poi'  una  Iransaccioo,  cuyo  articulo 
único  se  reduce  á  aumentar  cu  un  guarismo  mas  el  de  los  consumi- 
dores de  la  paella. 

Hay  leña  por  fin;  una  zanja  ó  agujero  abierto  en  el  suelo,  y 
flanqueado  de  dos  enormes  piedras,  es  el  hogar  improvisado,  que 
ordinariamente  se  emplea.  Las  aves  están  ya  desplumadas ,  las  le- 
gumbres mondadas,  la  carne  despedazada,  el  arroz  limpio.  Encién- 
dese el  fuego  ;  mas  no  se  enciende;  la  leña  es  verde ,  el  paellero 
sopla  y  sopla  con  carrillos  de  Irompclcro;  los  ojos  le  l'oran ,  el  gaz- 
nate se  lo  añusga  y  seca:  para  no  ahogarse  recurre  á  la  enorme 
bota  reservada  para  el  banquete;  los  demás,  que- participan  del 
añusgamiento  de  garganta  le  imitan;  la  bota  desfallece;  y  suena 
tercca  cotización ,  la  cual  no  ofrece  oposición  lan  grave,  porque 
jos  oposicionistas  han  disminuido  ,  sino  en  número  .  en  derechura 
de  ideas,  y  en  despejo  mental Arde  la  leña,  y  la  paella 


356  tos  VALEN€TAWf)S 

descansa  ya  sobre  el  voraz  elemento.  Primero  se  fríe  la  volatería, 
y  demás  artículos  que  de  freír  son;  tras  de  lo  cual  enlra  la  delica- 
da y  esencial  operación  del  agua  para  el  caldo ,  operación  que 
revela  a]  paellero  legítimo  ,  al  j»ac//ero  sublime.  Porque  del  acierto 
en  la  cantidad  que  pon¿;a,  depende  el  bueno  ó  mal  éxito  de  la  em- 
presa :  añadir  después  seria  bochornoso  ,  y  capaz  de  desacreditarle 
para  siempre;  quitar,  imposble:  y  no  obstante,  la  sábiá  y  prii- 
denie  combinación  del  agua  y  el  fuego,  han  de  colocar  la  puella 
en  su  punto,  de  suerte  que  la  carne  ,  verduras  y  legumbres  estén 
cocidos  sin  dureza ,  ni  aplastamiento ;  el  arroz  blando  y  trataule, 
pero  manejado  de  modo  que  cadu  grano  vaya  por  su  parte.  Y  para 
ello  el  paellero  conoce  la  diversa  dureza  y  penetrabilid.id  de  los 
varios  elementos  (k  Va  paella,  y  así  los  va  añadiendo  progresiva- 
mente según  su  grado  de  resistencia ,  para  que  todos  lleguen  al 
punto  final  en  ig»ialos  condiciones  de  sazón  y  cocimiento.  El  fuego 
se  alimenta  con  inteligencia  y  mesura ,  y  cuando  al  finalizar  la  ope- 
ración los  asistentes  dicen  :  está  muy  buena  y  acertada  ,  acompa- 
ñando" la  aprobación  con  adornos  signilicativos ,  que  el  diccionario 
pasa  por  a  to,  el  paellero  disfruta  uno  de  aquellos  momentis  pare- 
cidos á  los  que  debieron  disfrutar  Torcuíiio  Tasso  y  Corina ,  al  ser 
coronados  en  el  Capitolio.  A  fin,  que  el  hervor  de  la  paella  vaya 
remitiendo  paulaünaitiente ,  sin  separarla  del  bo^ar,  le  quila  fuego, 
y  cuando  lo  cree'  oportuno,  asiéndula  del  mango  colosa!,  la  coloca  en 
el  suelo  sobre  una  hoja  de  col  ó  berza,  sin  duda  para  impedir  que  e^ 
enfriamiento  superior  reaccione  sobre  la  capa  inferior,  todavía  muy 
caliente  ,  y  tueste  el  fondo  de  la  sartén ,  que  en  nuestro  dialecto  se 
llama:  socarrarse  el  arrbs. 

La  paella  no  se  come  sin  cierto  ceremonial.  Colocada  en  el  cen- 
tro de!  círculo  de  asistentes,  sentados  comunmente  en  el  suelo,  ó 
sobre  el  asiento  que  su  suerte  ó  industria  tes  depara  ;  se  clavan  las 
cucharas  en  rueda  al  rededor  de  la  sartén  y  dentro  del  arroz,  for- 
mando una  especie  de  empalizada  ,  ó  caballos  de  fiisa.  Aun<que  es 
ya  regla  inviolable,   se  previene   sin  embargo   por  el  paellero, 


J'INTA1>0S  POR  SÍ  MTSMOS.  V^l 

que  nadio  avancn  sino  en  (^1  Ioitciio  (jiie  lioiif;  do'antc,  y  en  nüirclia 
progresiva  .  pcn»  no  'aleral,  sin  n.surpar  Ion  (Ifrerhos  ni  los  loncz- 
nos  (lül  v»»cino  ,  si  la  forliiiia  so  los  proporciona  PoifpKí  el  pnellero 
previsor  ilisliibiiyc  el  empcilradt^  do  la  paella,  en  términos  que 
nadie  leniza  motivo  do  piojarso  de  parcialidad,  ó  prediiecrioii  hatia 
ést»'  ó  el  otro  ángulo  de  la  misma.  Kl  alaque  ,  pues,  so  vcrilica  si- 
multáneamente por  toda  la  circunferencia ;  las  brechas  se  abren 
cou  regulariilad ,  y  los  asalladores  caminan  al  ceniro  via  r  da,  con 
mayor  ó  menor  velocid.id  ,  según  poseen  mas  ó  menos  desarrollada 
Id  facultad  é  instrumentos  de  masticación.  Pero  la  salva  debe  alter- 
nar con  frecuencia,  á  íin  do  refrescar  ¿  l.js  que  se  bailan  fatigados 
del  combate.  Dada  la  señal,  clava  el  pnelhro  en  t^l  punto  cc?drico 
de  la  paella  un  mojón  ó  mendrugo  de  pan  ,  como  una  especie  de 
bandera  parlamentaria,  el  cual  anuncia  la  suspensión  del  egercicio  * 
mandibular,  es  decir  que  prohibe  comer ,  basta  que  lodo  el  mundo 
haya  bebido.  Aunque  el  calculo  siem|ire  se  echa  desahogado  y  lato, 
pocos  relieves  quediin  para  los  herederos,  y  lodo  el  mundo  hace 
honor  á  los  conocimientos  y  habilidad  del  guisandero.  Cierra  co- 
munmente h paella,  ó  bien  un  frito  de  embutido  y  lumo  ,  ó  simple- 
mente un  ensalada  y  postres. 

El  labrador  dueño  de  la  paella ,  el  que  indicó  la  existencia  de 
ésta  ,  el  propietario  de  las  cañas  y  autor  del  mogicon  de  marras, 
son  tres  convidados  por  fuerza ,  y  desempeñan  su  cometido  como 
quien  sabe  que  BO'  se  encuentran  paellas  tras  cada  esquina.  El  se- 
gundo, en  cuvo  territorio  se  celebra  ei  banquete,  mientras  el  pae- 
llevo  suda  y  brega  con  su  buena  ó  mala  suerte,  indica  á  la  cuadrilla 
una  higuera  que  hace  sombra  á  la  puerta  de  su  barraca  ,  y  brinda 
á  lod.  s  con  terrones  de  azúcar,  que  no  higos, /poniéndolos  á  su 
disposición  con  rústica  franqueza.  No  se  lo  hacen  repetir:  de  tropel 
se  encaraman  los  mas  lijjros,  y  empiezan  á  sacudirlas  ramas,  para 
que  caigan  las  maduras  brevas,  que  se  reciben  en  gorras,  delantales 
y  pañuelos.  Pero  es  el  caso  que  la  sazón  se  hal'a  algo  atrasada ,  y 
los  liigos  son  hermanos  mellizos  de  los  de  mármol  ó  alabastro,  que 


358  LOS  VALEKCTAIN'OS 

se  ponen  sobre  los  pnpcics  en  los  esciilonosy  bufóles  de  curiales  y 
litcralos.  Su  gusto  es  un  enigma,  y  el  Iciron  de  azúcar  un  acio  do 
fé;  pues  la  realidad  es  un  sabor  de  esparto  agrio,  con  un  dejo  de 
almendra  amarga.  No  obstante,  los  convidados  se  dan  un  atracón, 
el  cual,  recayendo  sobre  los  lientos  preliminares  dados  á  la  bola, 
les  quila  el  apetito,  y  el  maligno  labriego,  cuyo  desinterés  y  libe- 
ralidad chocan  á  primera  vista,  utiliza  !a  inapetencia  general  para 
regalar  á  sí  y  á  los  suyos ;  porque  la  paella  queda  á  mitad  ,  el  pae, 
llero  desairado  y  renegando ,  y  el  mueble  lodavia  decentemenlo 
provisto  ,  loma  el  camino  de  la  barraca  para  solaz  y  huelga  de  !a 
familia  hospitalaria  ,  la  cual  hace  la  razón  á  su  turno  ,  á  salud  de 
los  tan  delicadamcnle  engañados  malandantes  j^flí-Z/ero^. 

El  rofeiido  episodio  no  es  sino  una  vaiiante  del  Upo,  el  cual  en 
lo  esencial  queda  ileso  ó  íntegro,  porque  las  reglas,  y  si  así  se 
pueden  llamar ,  los  estatutos  que  lo  organizan,  son  observados  con 
exactitud  y  respeto  tal ,  que  es  de  espetar  sobrevivan  aun  largos 
años  sin  relajación  nialleracion,  á  la  ruina  de  los  demás  Upos  va- 
lencianos. 

Pascual  Pérez  j  Bodrigruez. 


LA  PANOLLERA. 


LA  PA^OLIJ■[{\. 

(Mazorqucra.) 


lí^NV^  y^í'i^^  esclarecer  el  asunto  voy  á  principiar  con  una 
^Ú'^'^^^fxi    c¡la¡aiina. 

r^  \^  ._-»,  r.y  v^      — ¡lloiubre,  para  hablar  de  la  panollcra! 
>5<'^   i^  "^'^      — Si,  lector  quciido,  quijro  darme  importan- 


P 


fU^l  1     )>'¿S\    cia ,  quiero  darla  á  esc  ser  humano  que  hov  cae 
>5<  >5<       br.jü  el  dominio  de  mi  i)luma  ;  ardo  en  deseos 

íí©'^\^^\©'^  ^'^  ^"^  conozcas  mi  vasto  talento  (se  erlicnde 
/i_i^^  v^  ^^-— ^.  t'aí/o  con  y,  ¡no  juguemos!)  mi  esccsi /a  erudi- 
ción ,  mis  estudios ,  mis  buenas  dotes  y  sobre  lodo  mi  modcslta, 
que  como  puedes  comprender,  m.aldila  la  que  tengo.  Y  en  esto  me 
ap:irli)  de  las  huellas  de  fray  Modesto  que  nunca  fué  prior,  porque 
el  que  no  se  .ilaba,  de  ruin  se  mucre  ,  ni  medra  en  suerte  y  brillo 
el  modesto  y  sencillo,  ni  se  echa  de  ver  á  quien  no  se  hace  valer, 
viviendo  en  un  mundo  tan  miserable  que.... 

Esta  palabra  miserable  ,  me  recuerda  que  mi  tipo  es  uno  de  los 


360  LOS  VALENCIANOS 

que  cooperan  con  mas  ericacia  á  que  el  globo  terráqueo  se  ador- 
ne con  titulo  semejante.  Sin  (  mbargo  ,  no  lanío  ,  que  senleinos 
esta  idea  como  principio  general.  Hay  sus  escepcioues  y  esto  me 
obliga  d  entrar  en  el  terreno  de  los  distingos. 

La  panollera,  respecto  á  su  condición  social,  fluctúa  éntrela 
última  grada  de  la  ciase  media  hasta  muy  cerca  de  !a  otra  donde 
varios  dias  se  imita  al  camaleón  en  sus  manjares. 

Esio  supuesto ,  hé  procurado  investigar  el  origen  de  mis  patro- 
cinadas desempolvando  übrajos  ,  pasando  escrupulosa  revista  á  mi 
memoiia  y  entregándome  en  brazos  de  la  medilacitny....  nada.  Ni 
recuerdo ,  ni  hé  podido  topar  con  un  autor  que  de  ellas  me  tra- 
tara. Las  panolleras,  están ,  pues,  sin  historia,  y  yo  voy  á  fijarla. 
Cábííme  la  satisfacción  de  ser  el  primero  que  de  su  profesión  se 
ocupa  ,  y  que  si  algún  día  renacen  los  antiguos  gremios  y  ellas  for- 
man el  suyo,  indudablemente  iré  pintado  en  sus  banderas,  como 
su  único  patrón.  (Hasta  alítwíl  jiií  oíonazco  que  le  tengan.) 

Siento  en  este  momento  una  comezón  por  darlas  la  antigüedad 
mas  maravillosa.  Siento  no  poder  decir  de  Eva,  que  fue  la  primera 
panollera  del  mundo  ,  como  de  Adán  se  dice  el  primer  agricultor, 
el  primer  mayorazgo.  Mis  l.bios  enmudecen  y...  ¡vive  Dios!  que 
rabio  y  pal^o  de  ira.  ¡Pobres  panollerds  mias!  Según  mis  cabalas, 
la  profesión  panoUeristica  no  sube  d«!  si¿,lo  \\l.  En  cambio  debéis 
estar  muy  ufanas  parque  sois  una  de  las  ma^s  grandes  conquistas 
famélicas  del  siglo  de  oro,  (si  bien  este  metal  ha  sido  muy  ingrato 
con  vosotras.) 

Y  no  ereo  fundarme  en  una  arbitrariedad  cuando  las  doy  su 
cuiua  en  el  mejor  de  los  siglos  de  nuestra  literi?tura  ,  no.  Sé,  no  re- 
cuerdo por  donde  ,  que  en  el  descubrimiento  de  la  América  se  co- 
noció el  maiz  y  trasladada  su  semilla  á  España  echó  en  ella  prodi- 
giosas raices,  comunicándose  por  lodo  el  mundo;  pose  al  médico 
Fuclio  que  íe  creía  salido  de  la  Tui quia  y  'Valerio  Codio  de  la  Bac- 
triana,  pues  que  lo  que  ellos  refieren  no  es  otro  que  una  especie  de 
trigo,  cuyo  grano  era  mas  pequeño  que  el  nuestro 


PINTADOS  IM)H  SÍ  11IS:»I()S.  ZC)\ 

Ou(*ilü  ,  pues ,  scnUulo  (|ij(;  con  las  minas  do  A  mélica  ,  se  dos- 
cubii.!ion  les  panollcs ,  y  que  loniandü  do  ellas  su  nombre  las  pa- 
nolleras^  esla  profusión  no  puede  ser  anterior  al  siglo  XVI,  liabién- 
düse  conocido  el  nuevo  mundo  a  Unes  del  si¿;lo  XV. 
— ¿Pero ,  qué  vienen  a  ser  las  panolleras?  dirá  el  lector  imjjacien- 
te,  car¿,Mdo  de  lauta  cLarla. 

— Voy  a  decírtelo. — La  panollera  es  un  ser  humano,  cuyo  tipo  no 
es  fácil  designar ,  porque  so  ven  de  distintas  formas  y  con  diversas 
caricaturas.  Las  hay  feas,  liorribljmeiile  feas,  guapas,  bellisimas, 
lindas  mozas;  otras  un  si  es  ó  no  es,  pero  habladoras  todas  has- 
la  por  los  codos,  chismosas  como  si¿;no  distintivo  de  familia,  y 
arengailuras  consuniadas.  Fijan  sus  reales ,  en  las  plazas ,  en  las 
esquinas  do  las  callos,  como  medida  preventiva  por  si  caeu  bom- 
bas ;  on  los  paseos ,  en  las  afueras  de  la  capital ,  donde  huelas  diver- 
siones, jácara,  bullicio,  en  íin,  donde  los  acomoda:  á  oirás  no  les 
acomoda  en  parle  alguna ,  sin  duda  porcjue  de  puro  viejas  tienen 
malos  asientos ,  y  on  el'carruage  de  S.  Francisco ,  contra  viento 
y  marea  ,  transitan  por  las  calles  vocifcr.indo  «¿Quién  quiere  pano- 
jas"!!) i(\Caleniilas  y  buenaslj>  «Acahaditas  de  salirlj> 

Por  lo  quo  de  relatar  acabo,  puede  comprenderse  que  las  hay 
asíanlos  ó  fijas ,  y  movibles  ó  ambulantes.  La  panollera  ambulante 
pertenece  al  género  de  lo  malo  lo  peor,  tiene  cara  de  pocos  amigos, 
es  vieja  huraña ,  regañona,  las  cortinas  desús  ojos  apenas  dejan  ver 
el  azul,  negro  ó  pardo  do  su  pupila  por  impedimentos  nada  curio- 
sos; huye  de  las  sombras  de  la  uoche,  como  Eneas  de  Troya,  y 
recorre  las  calles  do  dia ,  porque  es  amiga  del  sol.  Su  trago  está 
en  consonancia  con  sus  maneras.  Una  tablilla  doude  coloca  las  dos 
mitades  de  una  calabaza  (obgeto  también  de  su  comercio)  y  un  ca- 
nasto donde  lleva  mazorcas  tostadas  al  horno  y  membrillos  idem, 
completan  sus  avios. 

Al  nombrar  los  membrillos  se  me  ocurre  que  la  panollera  tran- 
seúnte debe  ser  antiquísima,  porque  si  bien  en  su  origen  no  hubo 

de  vender  panochas,  se  dedicaria  a  la  venta  üe  membrillos,  cono- 

46 


^^62  LOS  VALENCIANOS 

cidos  por  los  romanos  con  el  nombre  de  Malum  Sydonlum,  porque 
vinieron  de  la  ciudad  de  Sydonia ,  en  la  isla  de  Candía ,  según  In- 
fiere S.  Isidoro.  Nüsoll'os  les  llamamos  codoñs  sin  duda  por  el  vello 
blando  y  blanco  que  los  cubre  á  manera  de  algodón  ó  cotón,  como 
antiguamente  se  decia. 

Moderno  ó  no  el  origen  del  tipo  que  describo  ,  lo  cual  me  im- 
porta dos  cominos ,  baste  saber  que  es  uno  de  los  infinitos  medios 
que  se  han  inventado  para  ganar  el  sustento  desde  que  él  anatema 
de  idnsudoH  vullus  iui  vesceris  panem»  cayó  sobre  la  humana  es- 
pecie. Francamente  lo  d  go;  al  ver  que  la  desenvoltura  de  la  lengua 
de  mis  patrocinadas  no  tiene  pepita  que  la  sugele  cnando  ellas  di- 
cen—allá voy — creo  que  veces  mil  habrán  echado  en  cara  á  nues- 
tra madre  Eva  la  célebre  picardía  que  hizo  comiéndose  la  manzana 
para  hacernos  trabajar  á  todos. 

Pero  volvamos  al  asunto  y  dirijámonos  hacia  la  plaza  del  Mor- 
cado donde,  como  si  el  cielo  reflejara  en  la  tierra  las  luces  de  las 
estrellas,  veo  aquí  y  acullá  diseminados  farolillos,  cada  uno  de  los 
cuales  me  indica  el  aéreo  despacho  de  una  garbosa  pianollera  Ad- 
mirad á  la  panollera  fija ,  nata  y  flor  de  las  de  su  oficio  ,  joven  de 
gallardía,  de  rostro  risueño  y  de  picantes  dichos.  Observad  la  es- 
casez de  su  anaquelería,  de  sus  escaparates  y  demás  utensilios,  ^i*e- 
ducídos  á  una  silla  entera  y  citra  que  no  lo  es.  La  pntíítíra  sirve 
de  mostruario  cubierto  coa  una  toháüa  limpia  y  blanca  como  el 
ampo  de  la  nieve,  eso  sí,  porque  las  valencianas  son  curiosas 
hasta  la  exageración.  La  otra  silla  sirve  para  el  uso  á  que  se  le 
deslina  en  sociedad.  En  un  capazo ,  que  no  diré  si  es  bueno  ó  malo, 
porque  de  todo  haber  suele ,  están  las  mercancías  en  su  estado  na- 
tural. Un  hornillo  ó  das ,  según  el  capital  y  crédito  de  la 'vendedora, 
ponen  á  las  infelices  mazorcas  en  idéntico  caso  tjue  á  S.  Lorenzo  en 
su  martirio.  Una  porción  de  chiquillos  de  los  que  en  todas  parles 
abundan,  se  entretienen,  abobados,  mirando  como  el  fuego  va  en- 
negreciendo el  hermoso  dorado  de  las  espigas  del  maiz.  El  mas 
atrevido  de  entre  ellos  se  adelanta  á  revolverlas  para  que  la  acciüo 


PINTADOS  pon  SÍ  MISMOS.  303 

(Jül  taogo  cuniin  por  lotlus  las  facfts,  cuya  os.ulia  rcoompcnsan  fre- 
cucnluiuLMiic  1  is  paiiolloras  ,  quo  tienen  lambieo  las  manus  largas 
con  un  cacliülc  mayúsculo,  acompasado  do  alf^ui  a  figura  n  lóiita, 
que  no  os  para  di<'lia  ni  conl.ida.  Olro  granujilla  en  miniatura  pide 
un  granito:  mi-nlra?}  otro  (|uc  no  pidt;  zampa  los  rjne  puede.  I'inal- 
Dacnle  ,  Iü  luz  do  un  farolillo  (pie  puedo  servir  de  joya  arqueüló¿;ica 
se  eacarga  déla  iluminación,  aunque  refunfuñando  con  el  aceite. 
Hasta  aquí  la  parle  escenográfica.  En  cuanto  u  la  parle  decla- 
matoria hé  atribuido  a  mi  tipo  dolos  oralorias  en  grande  escala  y 
voy  a  presentar  en  croquis  uno  de  sus  discursos. 

El  tema,  por  s'ipueslo,  es  siempre  el  mismo,  ni  puede  ser  mas 
Olanlrópico.  «Aliviar  de  carga  el  bolsillo  del  transeúnte. í 
— ;Calcutitas!  ¡y  que  buenasl  {Exordio  de  su  arenga) 
—  Cómprelas  ,  señor,  que  dan  gusto  de  verlas.  {Proposición.) 
— ¡Baratas  y  qué  ricasl  Son  de  las  mejores.  {Confirmación.) 
— Que  las  doy.'  (previo  pago  por  supuesto.)— No  se  vaya  sin  com- 
prar. {Peroración  animada.) 

Un  imrividuo  de  los  que  echan  humo  se  acerca  á  encender  un 
un  coracero  en  el  fiiego  de  los  hornillos.  Ya  casi  encendido,  corles- 
mente  la  dice:  «con  permiso.»  La  pano'lera  que  le  creia  compra- 
dor, le  contesta  sonrojada:— ¡Mira  el  lechuguino!  Sin  un  cuarto  en 
el  bolsillo!  Y  vuelta  otra  vez  á  sus  discursos. — ¡Calentitas!  ¿Quien 
las  quiere? 

Un  prójimo  convertido. — A  ver  las  que  te  quedan. 
— Todas  buenas ,  señor.  No  es  menester  que  las  mire.  Si  están 
dicieijdo,  comeilmel  ¿\1  señor  le  gustan  frias  ó  calientes?  Esla  es  la 
mejor.  La  calentaré  un  poquito.  Vendo  también  membrillos.  Y  á 
fé  que  son  poco  buenos.  Un  asistente  que  se  ha  jmpeñado  en  que 
soy  guapa  me  compra  una  docena  todas  las  noches.  (Revolviendo 
la  mazorca.)  Me  parece  que  conozco  al  srñor.  Es  decir,  de  oidas: 
por  Roseta  la  criada  de  Vd.  ¡Ay  señor,  qué  candorosa  chica  cuando 
entró  en  su  casa!  No  pasaba  noche,  si  era  en  verano  ,  que  no  me 
pomprase  mazorcas,  y  si  en  invierno,  castañas.  Porque  yo  vendo 


364  LOS  VALEIÍCTANOS 

castañas  muy  finas;  y  ¡no  digo  nada  de  las  batatas!...  El  asistente 
que  me  hace  corrococos  se  me  jala  todas  las  noches  Ires  libras.  ¡Si 
no  fuera  tan  tragón!!  ¡Es  tan  buen  chico!  Pues,  como  decía  al  se- 
ñor, su  criada  se  ha  vuelto  tan  bribona  que  ya  no  viene  aquí  y 
charla  que  le  charla  aliora  con  la  mugar  de  enfrente,  que  así  ha- 
ciendo la  mosquita  muerta....  ya,  ya....,  pero  eso  es  cuento  muy 
largo.  Desde  que  Roseta  se  junta  con  ella  raya  en  mania  lo  que  le 
gusta  la  gente  de  guerra.  A  buen  seguro  que  no  irá  á  la  fuente  sin 
dar  una  mirada  á  la  guardia  del  Principal  La  otra  noche  platicaba 
mi  asistente  con  un  paisano  suyo  ,  que  estaba  allí  de  servicio,  y 
Roseta ,  pasa  que  te  pasa :  hasta  que  no  la  dijeron:  ¡cuerpo  bueno! 
¡resalad!  no  paró.  ¡Ah!  la  tengo  una  tirria  desde  entonces,  q«e 
cuando  la  veo  con  el  cántaro  al  brazo,  yo  y  mi  compañera  la  vende- 
dora de  la  derecha  (que  es  con  la  única  que  hago  migas,  porque  es 
muy  buena  chica)  le  cantamos: 

Aunque  voy  á  la  fuente 

No  voy  por  agua. 

Que  á  ver  voy  á  mi  amante 

Que  está  de  guardia. 

Señor,  ¡se  ha  vuelto  tan  bribona!  Ea,  está  ya  lisia  la panolla. 
Míreme  bien  para  que  otra  vez  pueda  reconocerme.  ¡Que  se  acuerde 
de  mi!  Vaya,  que  se  la  coma  con  salud. 

— Buenas  noches  ,  chiquita. 

— Hasta  otra  vista,  señor. 

Y  luego ,  incontinenti  (a)  repente  . 
Mira  á  lo  lejos,  y  si  llega  gente, 
Anva  el  fuego :  pónese  aseada, 
Y  repite  su  arenga  entusiasmada: 

— ¿Quién  las  quiere?  Que  queman. 

Un  militar  retirado ,  parroquiano  suyo. 
— Linda  moza ,  las  Ires  Je  ordenanza. 
— Aquí  las  tengo  gúardaditas  para  Vd.  Son  de  rechuplete.  Gomo 


PINTADOS  pon  sí  MISMOS.  5^K 

qun  las  lió  oscnndwio  dobiíjo  de  la  lolialld  [^ara  que  no  las  vieran. 
¿Y  la  señora  ,  tan  guapt? 

—Tan  f^Miapa.  (Modo  frccuonlo  do  alabar  los  maridos  en  sociedad 
á  sus  miladüs  raras.) 

Voy  á  calonlarlas  un  poquito.   Kspcrt'so  un  momcnlo.  Vamos 

qué  hará.  ¿Y  los  nenes,  lan  guiípos? 

—Como  sicMnpro.  A  y  paloma  mia ,  que  me  eslás  haciendo  un 
fuego  graneado  con  esos  ojuelos  ,  que  si  enviudase.... 

— Cómo  se  burla  e!  señor,  (poniéndose  muy  huera.) 

— No  digas  eso.  Siem[)re  me  han  gustado  las  caras  como  la  luya. 
Cuando  mi  regimiento  guarnecia  á  Figueras  teníamos  una  cantinera 
en  el  batallón,  que  ora  tu  propio  retrato.  Yo  entonces  desempeñaba 
la  plaza  de  ranchero  ,  que  fue  el  primer  escalón  do  mi  carrera,  y 
tanto,  me  absorvió  un  dia  su  conversación  ,  qu  •  desmide  el  rancho 
y  dejé  á  mis  camaradas  tan  guapos  y  tan  frescos.  Pero  mi  capitán 
que  estas  bromas  no  las  tomaba  frescas,  encargó  á  dos  individuos 
que  me  sacudieran  el  polvo  de  las  espaldas;  y  lan  lindamente  lo 
hicieron  que  pienso  mo  dejaron  niemoria  eterna  de  la  cantinera;  sin 
embargo,  no  puedo  quejarme  de  sus  buenos  sentimientos,  porque 
logró  de  mié  gefes  que  me  sacudieran  dos  sargentos ,  y  esto  al  fin 
y  á  la  postre  es  siempre  mucho  mas  honorifico....  Poco  tiempo 
después  casó  con  un  trómpela....  Ah,  cuan  lontita  fué;  si  me  es- 
pera, ahora  seria  capitana....  ¿Sabes  ,  linda  moza,  que  aun  dejarla 
me  dieran  por  tí  los  sendos  palos  de  antaño?  Pero  ¡voto  á  mil  bom- 
bas! Que  me  he  entretenido  demasiado  gucrilleándote  y  tengo  que 
batir  retirada  a  paso  ligero  ,  que  ya  estarán  mis  nenes  desesperados. 
¡Y  mi  cónyugue!  ¡Ah,  la  arpía  de  mi  cónyugue!...  Con  que  hasta  la 
vista....  remonona. 

— Já ,  já ,  has  visto,  chica.  (A  la  del  lado,  para  que  la  oigan  todas.) 
Loco  rematado  por  mí.  ;  Qué  eslo  no  valdrá  nada! 

Hé  presentado  hasta  ahora  ala  panollera  chismosa,  irascible, 
presumida,  mordaz  ,  incitadora  al  cónyuge  masculino  y  al  trabajo 


566  LOS  VALENCIANOS 

de  las  mandíbulas,  y  finalmente  ,  como  imán  que  atrae  el  moílcsto 
capital  de  la  gente  menuda  con  sus  chucherías  y  su  charla 

Si  aquí  hiciera  punto  cumplii'ia  pésimamcnle  con  n,iis  patrocina- 
das ,  no  disculpándolas  de  estos  epiletos  que  en  ellas  no  pueden 
consliluir  defectos.  Presentadme  sino  una  panollera  que  no  guarde 
los  secretos  de  sus  parroquianos,  inespugnable  á  la  conversación, 
que  no  tenga  mas  sal  que  la  del  bautismo,  poco  dosenvuella  y  sem- 
blante taciturno ,  y  puede  estar  seguro  de  que  s,u  gdnanpia  no  la 
tomaré  en  arriendo. 

líero,  ¡pardiez,  que  me  olvidaba  de  lo  mejor!  ¿Cómo  creeréis, 
lectores,  que  Cupido  Cisesta  sus  tiros  mas  certeros  en  los  despachos 
de  hs panolleras2  ¡Ah!  Si  el  raaoslro  del  amor,  Ovidio,  escribiera 
en  nuestro  sjglo  y  en  mi  patria ,  su  libertino  «Arte  de  amar»  n,o, 
creo  qpp  olvidara  las  tiendecitas  ambulantes  de  niis  patropina- 
(j^a,  §4  querois  convenceros  de  mi  aserción ,  llegaos  á  ^rillasi  í|el 
Mediterráneo  en  sus  frescas  noches  de  eslió ,  cuando  las.  brisas  del 
UJíir  Gonyid-in  á  mis  paisanos  á  trasladarse  al  Cabañal,  pintoresca  y 
l^lanquocina  población,  recuerdo  de  los  aduares  moriscos,  animada 
en  aquella  época  d,el  año  por  la  sociedad  valenciana  que  huye  de  la 
opresión  en  que  la  tienen  sus  murallas  y  busca  su  libertad  con  la 
Uberiad  de  los  vientos,  ^n  aquellas  plácidas  noches  en  que,  el  aln^a 
se  estasía  lija  contemplando  la  ondulación  continua  y  (a  inmei,isidad 
de  ese  mar,  al  que,  conao  dijo  Lope  de  Vega,  «la  blanda  arena  pone 
freno»  veréis  en  la  playa  reuniones  juguetonas ,  danzando  y  cor- 
riendo é  hincando  diente  á  algún  fresco  manjar.  Pues,  bien,  entre 
esas  figuras  veréis  la  de  la  panollera,  rodeada  de  grupos  juvenüe.^, 
aíoi mentada  por  la  urgencia  de  la  demanda;  pero  afable,  a|enta, 
cariñosa  y  con  los  ojos  mas  listos  que  cazador  Iras  c|  ave.  Haz|e  ijp 
guiño  ,  y  cpJiprenderá  al  instante  que  hay  una  hermosura,  reina  de 
tu  corazón,  á  quien  debe  contestar:  «está  pagado.»  Ella  te,  dará 
también  noticia  exacta  de  la  morada  en  que  vive  la  sirena  que  te 
cautivó,  y  del  momento  en  que  con  algunas  amiguilas  la  niña  se 
separa  de  la  sombra  de  su  mamá  y  tienes  sobrada  ocasión  para  li^r 


PINTADOS  pon  SÍ  MISMOS.  567 

blaila  ,  al  poóllro  fiil^'or  do  la  luna  y  do  las  cslrullas  y  á  la  vista  de 
un  mar  plaluado  (|iie  so  pioidu  en  lontananza. 

¿I'ucdu  iiaccr  mas  la  panullüra  quo  acomodari^o  á  Indas  las  cir- 
cunstancias (l(<t  la  vida,  aparoc/tondo  en  ol  Cibañal  atenta,  porque 
sus  parroquianos  lo  son,  pi  escntandose  en  la  plaza  f  ública  do  la  ciu- 
dad ,  cluiinbona  como  la  ¿jcinlo  (pie  la  rodea,  cooperando  al  séptimo 
Sacriimcnla  siquier  lo  val^'a  alguna  propina  ,  y  finalmente,  propor- 
cionando á  nue>lru  hambriento  estómago  su  docente  m:injar  que  á 
ser  otro  no  comeríamos  por  las  calles?  Puede  hacer  mas.... 

—Olga  Vd.  (el  lector)  ¿y  el  lalin  del  principio  y  la  vasta  erudición 
y  toda  aquella  modesta  incensada  con  que  por  via  do  preámbulo 
Vd.  se  engalanó? 

— ¡Es  verdadl  ¡Cáspital 

— Lo  habrá  Vd.  dejado  en  el  tintero? 

— Ticuü  Vd.  razüQ ;  allí  estará ,  y  á  buscarlo  me  dirijo. 

pero....  ¡rara  casualidad! 

Se  m«j  ha  ocurrido  una  idea 

1  voy  á  espresarla  en  verso. 
ÜN  chisgarabís. — A  fé  que  el  de  Vd.  es  per-verso. 

— Eslá  muy  bien,  que  lo  sea. 

Para  que  Vd.  no  me  lea 

No  encue'Atro  cosa  mejor. 

Allá  va,  pues, 

AL  LECTOa. 

Que  de  linda  panollera 
1.1  dictado  adtjuirir  quiera 
De  generoso  señor. 

Dile  que  adoras  su  hermosura,  ciego, 
Que  el  corazón  al  verla  se  te  escalda, 
Porque  de  amor  sus  ojos  brotan  fuego: 
Pídele  tres  panochas  desde  luego 
Y  le  echas  cuatro  cuartos  en  la  falda. 

FiUberto  Abelardo  Dlaa. 


EL  PILLO  DEL  MERCADO. 


(g^. 


^nn:,í^-.T 


EL  PILLET  DEL  MERCAT. 


i^.'^^'í  "^ ''^^1  cHiombrc  rindo,  ó  cuando  menos  el  curioso 
&/<:,\)J  c^i^  Icclor,  se  empeñan  en  que  esle  lipo  no  reúno 
^'v^  ^  C-yi^^  las  condiciones  indispensables  para  caracleri- 
S-vD  ^'  OjS  '^^•'•^  '  y  •'^*^''  ^"""^'^  aliüarle  en  la  nomcncliiliiia 
M'^^  ^")Sk  *'°  '"^  ^''"^^  Valencianos ,  no  seré  yo  á  fe  mia 
fe.^/;.' VTiSI  qu¡':n  Iralo  de  llevarles  la  conlia  insisliendo  en 
wáQly*'  ^^i^  (jiic  sea  como  oíros  csclusivo  de  esle  suelo, 
d»nde  á  la  vez  que  perfecciones  ,  abundan 
lunares  que  muy  bien  pueden  pasar  plaia  de  ran.s :  lo  que  si  diré, 
lo  (|Ue  es  una  veiilad  inconcusa  es,  que  el  V'úkl  del  Mercal  fué 
célebre  en  tiempos  pasados  en  esla  ciudad  del  Cid  ;  aquel  ser ,  que 

gracias  á  la  perspicacia  de  ios  licmpoi  présenles  oo  lia  podido  me- 

47 


370  LOS  VALENCIANOS 

nos  de  ser  clasificado  cscrupiilosamcnlc,  dando  por  resultado  un 
proiluclo  do  hombre  sin  olra  ctialidiid  dislinliva. 

¿Y  qué  lieno  do  parlicjlar  que  el  produelo  do  eslo  ser  diese 
por  resullado  un  hombre'^  ¡Vaya  si  lo  liene! 

Anliguamcnle  se  creía  que  el  Pillel  del  Mercaf  era  animal  an- 
fibio ,  puesto  que  si  las  circunstancias  le  aprcmiabau  ,  se  zambullía 
en  el  agua,  y  resistía  mas  q'ie  un  buzo  ,  por  lo  que  se  creía  que 
respiraba  por  medio  de  agallas.  Se  le  lomaba  otras  veces  por  ave 
de  rapiña ,  porque  á  semejanza  de  estas  se  dejaba  caer  sobre  sil 
presa  desde  ío  alto,  volviéndose  á  lo  alto  cargado  con  su  presa. 

Se  le  atribula  la  cualidad  de  reptil  al  verle  arrastrándose  por 
debajo  de  las  mesas  del  Trencfi,  (lealro  de  sus  hazañas)  y  cual  otro 
lagarto  sus  miembros  de  locomoción  ejecutaban  la  rcplacion  á  las 
mi!  maravillas. 

Era  un  simil  del  cuadrúpedo  porque  lo  mismo  que  los  gatos 
se  asia  á  las  paredes  li;as ,  y  se  escapaba  á  visla  del  estúpido  au- 
ditorio. 

Fsla  cualidad  gatuna  era  proveí biat  y  de  grande  efeclo  para  el 
P'Aiel  del  Mercal. 

lié  aqui  probado  ,  pues  ,  que  no  dejarla  de  causar  admiración 
á  los  que  tales  cualidades  le  atribulan  á  nuestro  Upo  el  ver  qu6 
después  de  analizadas  la  parte  estática  y  dinán.ica  del  mismo,  diese 
por  resultado  un  producio  de  hombre  y  nada  mas. 

Pero  en  conciencia  debemos  confesar  qu3  si  retrocediéramos  a 
aquellos  benditos  lien- pos ,  tal  vez  nosolros  mismos  no  estaríamos 
libres  do  atribuirle  cuando  menos  una  superioridad  sobre  los  demás 
seres  de  su  semejanza  ,  por  su  asombrosa  movilidad ,  triple  acción 
é  indecible  sagacidad. 

Como  valencianos  nos  complacemos  en  consignar  que  este  tipo 
ha  desaparecido  de  la  escala  social  valentina  ,  pui-slo  que  el  que  le 
ha  sustituido  es  tan  igual  en  Madrid,  Sevilla,  y  demás  capitales, 
como  lo  es  en  nuestra  Valencia,  y  decimos  que  nos  place  el  que  haya 
dcsapaiecido  esla  plauta  indígena  de  nuestro  suelo,  [el  Pillel  del 


PINTADOS  pon  Sf  MISMOS.  371 

Mercal)  porqiio  sus  lilasoncs  lioijian  poco,  (nos  parece)  y  ningún 
brillo  dan  á  nuestras  glorias. 

Además  la  mi>lon  en  ol  mundo  de  este  lípo  particular  es  tan 
innecesaria  á  la  socie.lad  como  precisa  para  61. 

¡Ojala  fueran  á  descansar  en  cierna  paz  los  nuevos  calíalleros 
do  industria  ,  quo  son  á  no  dudar  los  descendientes  de  aquellos  des- 
camisados, en  dondo  para  poderles  ver  retratados  cxactamenlo, 
no  hay  mas  quo  leer  el  tan  célebre  romance  de  Nelo  el  Tripero, 
que  dict'  lo  necesario  para  hacerse  cargo  de  lo  que  era  este  sor, 
que  insVguiciido  la  nomenclatura  de  los  animaK'S  de  distinta  especie, 
con  iiuienes  tenia  afinidad,  debemos  añadir  que  se  parecia  al  in- 
secto por  la  gran  cosecha  quo  de  ellos  habia  particularmente  en  el 
mercado. 

En  otros  tipos  do  los  que  hemos  descrito ,  hemos  consignado  lo 
poderosa  quo  es  la  acción  del  tiempo  para  modilicar  ó  innovar  las 
cosas.  Al  traiar,  puos,  del  Pillet  del  Mercal,  debemos  cunTesar 
ingenuamente  que  al  tiempo  solo  es  debido  el  que  ha\a  desapare- 
cido este  gafdul  en  grado  superlativo.  La  autoridad ,  la  pidicia  en 
Dada  han  contribuido  para  esterminar  á  este  hombre-can,  (otra  all- 
nidad)  pues  su  guarida  la  comparlian  entre  los  garrapas  y  los  per- 
ros, todos  vacian  juntos  ,  dormían  como  buenos  heimanos,  se  Id- 
mian  los  hocicos  rcspedivamcute  ,  y  en  ura  palabra  ,  hacian  vida 
común. 

Para  la  manuicncion  do  tan  famclica  p"olc  todos  conlribuia- 
mos. 

Estos  representaban  los  consumos  de  la  aclualidad. 

Sin  embargo ,  si  alguien  tiene  que  felicitarse  en  mayor  escala 
son  las  revendedoras  del  mercado ,  las  labradoras ,  y  hasta  los  mis- 
mos comerciantes  de  las  especierías  que  ocupan  las  casas  de  la  grso 
plaza  del  Mercado  de  Valencia,  que  por  ser  ía  mas  hermosa  y 
abundanio  era  también  la  mas  plagada ,  puesto  que  además  del 
slünúmero  do  enemigos  naturales  que  conspiran  centra  los  vende- 
dores ,  contaban  á  los  trescientos  pílleles  que  sin  temor  á  ser  des- 


572  LOS  VALENCTAKOS 

mcnlidos,  representaban  una  plaga  sui  gcncris ,  porque  era  de  ca- 
ráclcr  dislinlo  á  las  conocidas. 

Hoy  dia  ,  uno  de  los  arbilrios  municipales  es  el  de  hacer  pagar 
dos  cuiiilos  á  cada  cspcndedor  de  legumbres  ú  olra  mercancía  quo 
que  lome  puesto  en  el  mercado.  Pues  bien  ,  esU  conlribuciun  no  es 
nueva  en  Valencia.  AnÜguamenle,  y  cuando  la  raza  semi-canina, 
semi-galuna,  anlropo-ave ,  anlropo-replil ,  y  anlropn-an filio ^ 
funcionaba  en  loda  su  pujanza ,  se  pagaban  lambien  los  dos  cuartos 
por  puesto ,  no  para  la  municipididud ,  si  no  para  mantener  á  la 
dicha  calila  do  lagartijas ,  que  para  mayor  desgracia  Cq  nuestros 
pasados ,  los  vivi«nles  en  aquel  eulonces  ,  estaban  disciplinados. 

¡  Disciplinados  lo?  pillos! 

Si  señor,  disciplinados. 

Yo  convengo  en  que  cualquiera  creerá  ser  mas  fácil  disciplirar 
ú  organizar  una  sección  de  locos  furibundos  ;  pero  lo  cierlo  ,  lo  in- 
dudable es  quo  aquella  semilla  ungü.culada ,  estaba  y  muy  bien  dis- 
ciplinada. 

El  Pillet  del  Bienal  obedccia  á  sus  gefes ,  hasta  sin  necesidad 
do  órJon  verbal  ;  cu.il  otros  nautas,  practicaban  sus  maniobras  al 
sonido  do  un  pilo  ó  silvalo;  pero  con  tal  exactitud ,  con  tanto  aplo- 
mo ,  que  era  preciso  verlo  para  creerlo ,  y  guay  del  que  faltara  á 
su  puesto ,  quedaba  relegado  y  cscluido  de  la  hermandad  del  ga- 
faut  ,  y  hasta  los  perros  lo  mordían  si  se  acercaba. 

Ellos  tenian  su  cuartel  general  cerca  del  hospicio  de  la  Miseri- 
cordia, las  tiendas  de  campaña  las  representaban  las  mesas  empo- 
tradis  en  la  callo  del  Trcnch  y  otros  puntos.  Teniaa  sus  horas  de 
egcrcicio  ó  instrucción. 

El  gefo  mandaba  salir  do  la  homogénea  íila  dos  números  seis 
pasos  al  frente  y  lo  entregaba  un  pañuelo  á  uno  do  ellos  que  se  lo 
metia  en  la  faldriquera  y  principiaba  á  andar;  al  otro  le  mandaba 
quo  so  lo  quitara  sin  que  aquel  se  apercibiese:  en  tal  estado  el  gofo 
quo  iba  armada  de  una  herga  de  bou  le  p-eguntaba  al  primero 
¿Scns?  No  conisslaba  aquel  ¿Seus?  volvía  á  replicar  el  gefe,  y  si 


TINTADOS  pon  si  MISMOS.  3^3 

por  casunliilad  conbslaha  (juo  sí,  cslo  os,  quo  sí  qno  scnlia  como 
ol  segundo  so  lo  quitaba ,  dcscargaha  lal  vcrgazo  sobro  cslo,  quo 
le  Iiac/ia  lar.  siilil  y  rcíinad.)  para  en  lo  sucesivo,  que  asi  so  csplica- 
ba  el  (juo  lo  (luilascn  ai  próginio  d(í  la  l)oca  lo  quo  (|uciian. 

GuLMilaso  por  personas  (pío  pueden  sabeiio,  quo  cicrlo  comisario 
do  poiicin.  sabedor  de  que  exi.sli;:n  mas  de  Ircscicnlos  garrapas  y  quo 
lodos  dormían  en  el  mercado  y  que  á  pesar  de  m  vijiiancia  Cí-ciiipidosa 
y  tm;ieñada,  no  podía  dar  con  ninguno  de  ellos,  so  personó  con  el 
gefo  y  lo  dijo  «que  si  le  presentaba  á  aquella  genio,  no  les  baria 
nada,  y  aun  le  daría  á  él  para  beber,  pues  no  Iralaba  mas  que  do 
convenuersc  do  quo  oslaban  allí,  aposar  de  no  poder  encontrar  á 
ninguno  por  mas  que  ios  babia  buscado:  empeñada  dicba  palabra  el 
gofo  do  la  granujería  bizo  sonar  un  si'valo  y  do  rcpcnlo  y  como  si 
fueran  sombras  so  presentó  aquel  obediente  ejércilo  con  gran  asom- 
bro del  comisario:  este  díj'»  al  gofe  quo  fueran  con  el  á  cierta  tienda 
donde  les  daría  do  beber  á  lodos.  Principiaron  á  caminar  y  cuando 
el  gofo  conoció  (jue  por  el  camino  (juc  se  les  conducía',  seibadcre- 
,  cliilo  á  la  torre  de  Serranos  ,  con  voz  sonora  dijo  (Lclúqucls  cada  ú 
se  avenle  per  aon  puja  y  en  un  abrir  y  cerrar  do  ojos  se  quedó  el 
comisario  solo  con  sus  guardias. 

A  ser  ciertos  los  antecodenles  que  tenemos,  la  casa  do  campo 
qu8  está  situada  en  las  afueras  de  esta  capital,  al  fin  del  puente  de! 
Real ,  en  una  posesión  del  Real  patrimonio ,  conocida  por  la.  tfTnon- 
íañcla  de  Elios>  fué  consti  uida  con  los  fondos  recaudados  para  la 
manutención  de  los  pillos. 

Termino  pues  mi  larea  ,  bolgándomc  de  que  Valencia  este  exen- 
ta do  tal  plaga  ,  y  do  boy  mas  podamos  decir  que  el  pillo  ba  des- 
A  aparecido  en  la  forma  que  le  conocieron  nuestros  antcpa.«ados,  vsi 
bien  en  el  fondo  pagamos  la  patente  á  esla  granujería  que  llaman 
pillo  ó  caballero  de  industria  (juc  es  el  encargado  de  vivir  á  costa  do^ 
que  so  descuida  ;  por  lo  demás  tan  pillo  es  el  que  se  dedica  en  Va- 
lencia al  (jafaul  como  los  del  resU  del  globo. 

José  Vicente  IVebot. 


EL  ARISTÓCRATA  VALENCIANO. 


^yVT( 


EL  ARISTÓCRATA  YUEACmO. 


^í^^^fe^^^S^'^^  poder  describir  con  acierto  esle  tipo  parlicu- 
^|^i?ii.|^^\  lar,  este  indwiduo  privilegiado  de  la  raza  liu- 
s.M^  rk  S^^  miina,  cuyo  ayer  es  un  misterio  mcomprensí- 
^^g  I  §!^3  ^'^'  ^  ^"^'^  mañana  patentiza  en  bastantes 
231  SK    ocasiones  uno  do  los  cuentos  di-slumbiiulüios  y 

^^'^  y^Z2  poéticos  de  las  mil  v  una  noclics,  preciso  es 
W^á'^^^^&í  armarse  de  una  decidida  fuerza  de  volurlad  ,  á 
la  par  que  de  otriis  cualii!ades  no  mcnus  im- 
portantes, y  bajo  esle  supuesto  ,,sin  eerecer  de  U  primera  y  íiando 
acaso  por  una  especie  de  amor  prop-o  común  en  ludo  hombre  res- 
pecto d  si  mismo  en  la  posesioa  de  las  segundas ,  vamos  a  dar  prin- 


576  LOS  VALERCIAIÍOS 

cipio  á  la  obra  desdo  luego,  y  veremos  si  con  las  ideas  que  nucs'ra 
pobre  imaginación  nos  sujiera ,  y  ios  pcnsamionlos  qiio  rclaliva- 
mcnlc  al  objeto  nuestra  pluma  traslade  al  papel ,  logramos  trazar  á 
nucslr(»s  amables  lectores  una  pintura  fiel  y  exacta  del  aristócrata 
val(;jiciano. 

Ilay  una  clase  en  la  sociedad  de  todos  los  paiscs  conocidos,  que 
asi  que  esc  cnlc  fantástico  ,  que  llamamos  fortuna ,  llega  á  otor- 
garles algunas  dedadas  de  miel ,  consiguen  á  manera  de  magia  en 
poco  licinpo  una  suerte  disparatada  ,  merced  á  cuya  trasformacion 
log'ran  igualmente  colocarse  á  una  altura  nolablu  en  el  mundo  ,  y 
por  consecuencia  son  considerados  de  él  de  una  manera  cslraordi- 
naiia ,  poi.icndo  de  relieve  aquel  refrán  do  que  oros  son  triunfos. 
lio  aquí,  pues,  el  origen  de  nuestro  protagonista ,  ponjue  ésto 
debe  su  existencia  á  dos  seres  pcrtenecicnlcs  á  la  clase  de  que  ha- 
blamos ,  ó  lo  que  es  igual ,  á  Pedro  Margarit  (entonces)  hoy  uno  do 
los  hombres  mas  populares  de  la  Capital  situada  á  las  márgenes  del 
Turia ,  y  que  ha  desempeñado  por  dos  veces  el  cargo  de  represen- 
tante del  pais  en  el  congreso  de  Diputados ,  en  una  palabra,  indivi- 
duo en  la  actualidad  de  tanta  importancia  para  la  Capital  referida,  y 
de  tanto  viso  en  ella  como  Marianeta ,  (antes)  boy  la  señora  Doña 
María  Gutiérrez  do  Margarit  (su  muger)  que  especie  de  personilica- 
cion  de  todos  los  caprichos  de  la  loca  ,  cual  suelen  denominar  á  la 
moda,  y  que  nosotros  deümmos  fuente  manantial  de  las  polémicas 
y  trapisondas  conyugales ,  que  por  dicho  molivo  es  la  piedra  de 
toque  y  base  de  todas  las  conversaciones  de  las  bonitas  y  las  feas, 
y  la  admiración  do  ese  género  feliz  de  hombres  ,  cuyos  quebrade- 
ros do  cabeza  están  reducidos  á  saber  si  el  sombrero  debe  llevarse 
hongo,  si  el  chaleco  debe  tener  osle  año  éste  ó  el  otro  corle ,  si  el 
frac  ó  levita  debo  ser  á  la  francesa  ó  á  la  inglesa,  y  otras  cosas  por 
el  estilo  ,  proj)iedad  esclusiva  de  toda  gente  imbécil,  y  qi'o  v'ive  y 
triunfa  en  el  mundo  porque  el  diablo  lo  quiere  así .  gin  juj^  con 
una  idea  ulterior. 

Una  vez  que  estamos  al  corriente  ¿q  las  particularidades  prlnci- 


piUTAnos  pon  si  mismos.  ^n 

piílos  acerca  ilol  nacimirnlo  íle  nuestro  onie ,  ni  ipie  sus  pai'r  s  ja- 
más IiDn  ([ucndo  revelar  el  secreto  do  la  liiimikie  cuna  en  (',1:0  vino 
al  mui.tlo ,  ni  del  origen  do  su  brillante  cambio  social ,  que  no  fué 
otro,  (nos  referimos  al  tiempo  de  su  oscuridad)  que  una  reducida 
lienda  con  algunos  sacos  do  legumbres,  y  un  mezquino  acopio  de 
otros  artículos,  razón  mas  para  no  comprender  un  progreso  tan 
asombroso,  aun  cuando  hoy  dia  tanto  abundan  este  género  de  mi- 
la¿(ros  en  nuestra  sufrida  y  resi^'^nada  España.  Una  vez,  repetimos, 
puestos  al  alcance  de  las  circunstancias  anexas  á  la  entrada  en  el 
mundo  <lc  nuestro  porsonafre ,  rl  cual  recibió  en  la  pila  bautismal 
el  nombro  do  Federico ,  justo  será  que  dejemos  trascurrir  quince 
años ,  periodo  suficiente  para  íiuc  el  niño  so  crie  robusto  en  una 
casa  de  campo  que  el  padre  de  la  criatura  poseo  hace  tiempo  en  la 
antigua  Diauian,  (hoy  Dciiia)  y  durante  el  cual  consigue  la  familia 
su  propósito ,  concibiendo  respecto  á  su  ídolo  las  niac  doradas  y 
bellas  ilusiones ,  y  vislumbrando  en  él  un  genio  para  el  porvenir. 

Llega,  pues,  el  vastago  á  la  edad  que  hemos  insinuado,  y 
nuestro  respetable  D,  Pedro  Margaril  tiene  una  especie  de  consejo 
con  su  esposa  Doña  Mariana.  Se  trata  entre  ambos  de  la  convenien- 
cia de  instruir  á  Federico  en  los  primeros  rudimentos,  de  darle 
educación:  se  reflexiona  respecto  del  colegio  que  deberá  elegirse 
para  el  heredero.  El  padre  ,  de  buena  fe  ,  y  con  la  idea  de  dar  mas 
importancia  ¿  la  familia  ,  aconseja  uno  de  los  colegios  establecidos 
en  la  corte,  ó  cualquiera  de  los  de  Francia,  La  raima  que,  no  obs- 
tante de  pesar  siete  arrobas  castellanas  la  echa  de  sensible  y  de  pade- 
cer horribles  ataques  de  nervios  no  se  conforma  con  tener  á  su 
hijo  á  tanta  distancia.  El  ex-dipulado  no  ve  mas  que  por  los  ojos  de 
su  abultada  compañera ,  y  consiente  á  propuesta  de  ésta  en  que  el 
niño  ingrese  en  el  colegio  ma?  acreditado  do  la  digna  Ciudad  del  Cid. 

Un  raes  después ,  Federico  tiene  entrada  en  el  de  I03  Escolapios 

de  Valencia  acompañado  de  su  Papá  y  de  su  Maraá  ,  la  cual  deja 

correr  de  sus  ojos  un  rio  de  lágriraas  ,  de  una  abuelila  que  á  juzgar 

por  los  años  que  cuenta  ,  debió  presenciar  la  entrada  del  intrépido 

48 


378  LOS  VALENCÍANÜS 

D.  Jaimo  en  la  capital  de  los  dos  antiguos  reinos .  de  una  lia  y  otras 
personas ,  que  según  sus  exageradas  manifeslaciones  sentimentales, 
mas  parece  que  van  á  dejar  en  la  última  morada  á  Federico  ,  que 
bajo  el  cuidado  y  dirección  de  esos  sabios  clérigos  á  quienes  sonjpa 
deudores  de  tantos  oradores  célebres,  tantos  famosos  escritores  ,  y 
tantos  eminentes  lalenlos  y  admirables  notabilidades ;  y  Federico 
pierde  de  vista  á  su  faniilia  inraediala:nenle  hasta  que  las  fiestas  ó 
vacaciones  de  reglamento  le  permitan  volver  á  verla. 

Aquí  principia  á  ser  mas  interesante  la  descripción  de  nuestro 
individuo  ,  y  aqui  empieza  también  el  asunlo  á  ser  de  mas  fácil  di- 
rección para  nosotros.  Federico ,  durante  los  primeros  dias  se  en- 
cuentra en  el  colegio  en  idéntica  situación  que  el  infortunado  paja- 
riilo  al  verse  prisionero  en  una  jaula,  después  de  haber  tenido  todos 
los  campos  por  suyos.  El  pájaro  ,  reducido  á  semejante  esclavitud, 
salta  de  una  á  otra  caña  atolondradamente ,  se  arranca  sqs  pintadas 
plumas  lleno  de  desesperación  con  su  agudo  pico  ,  en  fin  se  hiero 
repelidas  veces  la  linda  cabeza  tropezando  al  dar  tan  violentísimos 
movimientos  con  el  dorado  cielo  de  su  estrcclia  cárcel. 

Federico  ,  al  verse  en  la  reducida  celda  ó  aposento  del  colegio, 
sin  otra  compañía  que  sus  libros  ,  ni  mas  distracción  que  una  oscu- 
ra sala  que  le  ofrece  á  su  vista  la  ventana  que  tiene  su  departamen- 
to ,  suspira  y  llora  unos  ratos ,  y  se  desespera  otros  ,  recordando 
el  solo  contiguo  á  la  casa  de  campo  de  sus  padres ,  y  así  como  el 
pajarillo  ,  según  anteriormente  hemos  referido ,  se  arranca  su  pin- 
tada pliima  al  verso  caut. vo ,  Federico  unas  veces  nseditg  una  esca- 
patoria del  colegio  ,  otras  un  brinco  á  la  callo  por  la  ventana,  y 
reconociendo  por  último  la  diiicultad  que  se  ofrece  á  la  realización 
de  sus  pensamientos  ,  lira  su  tintero  de  cristal  al  tejado  inmediato, 
rasga  sus  papeles  y  rompe  sus  libros,  tendiéndole  seguidamente 
sobre  su  cama  con  la  idea  do  dormirse  ,  lo  cual  logra  hasta  que  el 
encargado  del  colegio  entra  en  la  habitación,  le  despierta,  se  en- 
tera de  lo  sucedido ,  lo  conduce  al  preceptor  á  quien  corresponde^ 
y  éste  le  castiga  de  la  manera  mas  conveniente  después  de  rocon- 


PIRTADOS  POR  si  MI.S:\I()5.  570 

venirle  del  modo  mas  op<M  liino.  Fe  ti  cric  o  sufre  el  cnslipo,  poríjiic  no 
lo  (iiicdíi  otro  recurso  ,  pero  so  declara  cnenriíjo  del  csUidio  ,  y  un 
(lia  y  olro ,  un  mes  y  olro  mes ,  un  afio  y  olri»  año  trascurren  idén- 
licamenlü ;  para  él  no  sirven  las  reconvenciones  ni  castigos  ,  dando 
á  con.ocer  oslas  cualidades  á  los  Escolapios  la  índole  del  chico  ,  y 
poniéndolos  en  la  precisión  muchas  veces  do  manifcslar  á  I).  Pedro 
y  Doüa  Mariana  las  circuiislancias  de  su  relofio  .  hasla  que  no  ha- 
biendo aprendido  el  colegial  durante  su  dilatada  ctjtancia  en  el  co- 
legio ,  á  pesar  do  los  afanes  du  sus  maestros  ,  mas  que  á  escribir 
mal ,  contar  peor  y  dibujar  pésimamente  ,  por  decoro  del  estable- 
cirnienlo  ruegan  á  sus  padres  la  salida  de  esto  ya  insolento  pollo; 
la  cual  se  verilica  on  cuanto  llega  á  noticia  do  Doña  Mariana,  quo 
fuera  de  si  esclama  ••  aMejor,  mi  !)ijo  es  rico  ,  y  no  necesita  estu- 
diar ni  que  le  molesten.  Manda  ,  pues ,  Pedro  por  él ,  y  que  me 
le  traigan.» 

Al  dia  siguiente  vuelve  Federico  á  su  casa,  y  en  lugar  de  reci- 
birle en  ella  de  la  manera  que  es  acreedor  un  holgazán,  un  hombre 
que  se  propone  vivir  en  el  mundo  sin  ser  úlil  en  nada  á  la  socie- 
dad, es  colebrada  su  llegada  como  la  de  un  héroe  que  torna  al  suyo 
desdo  un  pais  estrangero  lleno  de  trofeos  debidos  al  valor  v  á  la 
victoria.  A  D.  Pedro  Margaril  se  le  cae  la  baba  de  gusto,  como 
vulgarmente  se  dice ,  al  ver  á  su  hijo  que  ya  cuenta  unos  diez  y 
ocho  años  hecho  un  gallardo  mozo,  se  entusiasma  ¡levado  de  su  ca- 
riño paternal  mirando  á  su  cara  mitad  y  ambos  movidos  como  por 
resorte  dicen  á  su  pimpollo.  «Ya  estás  en  tu  casa.  Ya  no  sufrirás 
mas,  tu  no  necesitas  aprender  nada,  hijo  mió,  nada  absolutamente, 
porque  eres  rico,  y  no  estamos  on  época  de  encontrar  otro  Salo- 
món quedoje  el  dinero  por  la  sabiduría»  Por  resultado  de  tan  singu- 
lar manifestación  con  la  cual  Federico  está  del  todo  conforme,  el  mi- 
mado joven  a  la  vuelta  de  algunos  meses  verifica  un  viage  á  la  Cor- 
te en  compañía  de  un  amigo,  mediante  el  consentimiento  y  aproba- 
ción de  D.  Pedro. 

Jamás  el  amigo  le  habla,  ni  aun  por  incidcccia  de  ciencias  ni  de 


580  LOS  VALENGIAKOS. 

artes,  nunca  le  ocupa  la  atención  con  cosas  útiles;  de  aquellas  que 
proporcionan  imporiantes  conocimientos,  poro  on  cambio  liace  que 
aprenda  a  montar  á  caballo  ,  tirar  la  pistola  y  el  florete ,  hablar  de 
lodo  sin  conocer  do  nada,  á  ser  atrevido  sin  causa  ni  razón,  y  mil 
necedades  y  vicios  con  los  que  el  hombre  se  cree  autorizado  para 
realizar  cuanto  so  lo  antoja  y  cuanto  se  le  pone  en  su  magín. 

Los  gastos  que  ocasiona  á  D.  Pedro  ninguna  reconvención  ob- 
tienen, porque  lodo  lo  que  su  hijo  egecuta  le  cae  en  gracia,  todo 
le  parece  bien,  haciéndole  formar  la  idea  de  que  Federico  tiene  ta- 
lento, y  una  admirable  disposición  á  pesar  del  concepto  que  mere- 
ciera á  los  Escolapios.  Federico  á  los  ocho  meses  de  permanencia 
en  la  coronada  villa,  so  muestra  cansado  de  repente  de  su  residen- 
cia en  la  misma.  Resuelve,  pues,  su  vuelta  á  la  ciudad  en  que  nació. 
Nada  avisa  á  su  familia  porque  no  lo  considera  do  buen  tono,  llegan- 
do á  los  dos  días  á  su  casa  á  las  dos  de  la  madrugada. 

El  papá  y  la  mamá  del  angoUto  se  enteran  de  la  novedad,  se 
precipitan  al  encuentro  del  recien  llegado ,  el  uno  en  calzoncillos  y 
la  otra  en  paños  menores.  Las  escenas  consiguientes  á  este  aconte- 
cimiento las  calculará  cualquiera.  Al  otro  día  el  buen  Margarit  se 
ocupa  con  su  muger  de  ia  cuestión  do  señalamiento  de  fondos  para 
gastos  de  Federico,— Es  necesario  qu@  gaste  y  luzca  como  el  pri- 
mero de  los  títulos  de  Valencia,  dice  el  papá— ¡No!  responde  la  que 
llovó  en  su  vientre  aquel  tesoro  en  cuestión— Es  preciso  que  gaste 
más  por  tu  decoro  y  el  mió,  y  por  el  de  toda  la  familia.— También 
es  verdad  contesta  el  capitalista,  para  quien  cuanto  su  muger  pro- 
nuncia es  un  oráculo.  Por  íin  se  asigna  al  mozo  una  cantidad  cre- 
cida para  sus  despilfarres;  en  cambio  aquellos  seres  á  los  cuales  el 
orgullo  incita  á  obrar  del  modo  que  estamos  observando,  se  mues- 
tran sordos  continuamente  á  las  súplicas  de  los  desvalidos,  y  no  con- 
tribuyen con  la  cantidad  mas  ináignificante  ni  con  ausilio  de  ningún 
género  á  los  establecimientos  de  beneficencia. 

Federico,  enterado  por  sus  padres  de  la  determinación  que  han 
iomado,  lo  oye  con  suma  indiferencia,  porque  para  él  aquello  es  una 


rirsTADos  POB  sí  mismos.  381 

obli^'acioi).  Ininoilialaincnli!  calcula  su  plan,  y  so  decido  por  oUer- 
var  en  Valoiicia  igual  slslciiia  do  vida  (lUC  en  la  Corlo. 

liajü  cslo  supuesto  vamos  á  referir  cslciifamcnle  la  manera  co- 
mo deja  correr  las  veinlc  y  cuatro  horas  del  dia  sin  Irabas  de  nin- 
guna especio  por  parle  do  su  familia. 

Cuando  el  brillaiilo  aslro  del  dia  necesita  ya  pocos  inslanles  pa- 
ra Hogar  á  la  milad  do  su  carrera,  el  aristócrata  abro  los  ojos  á 
la  luz,  y  tirando  del  cordón  de  seda  que  se  deja  ver  cerca  de  su  ele- 
gante y  mullida  cama  baco  que  enlio  en  su  gabiíiele  un  criado 
que  al  momento  le  ayuda  á  vestirse  en  trago  de  casa  y  le  manda  re- 
tirar sin  que  en  cslo  ralo  baya  pronunciado  nuestro  hombre  pabibra 
alguna.  Esle^,  acto  continuo  se  sienta  en  una  butaca  próxima  á  una 
mesa  sobre  la  que  se  dejan  ver  unos  periódicos. — No  tengo  ganas 
deluer  lonlerias,  dice,  añauiendo  contra  los  periodistas  una  anda- 
nada de  necios  insultos.  Seguidamente  coge  la  petaca,  saca  un  ha- 
bano, lo  enciende  y  comienza  á  censurar  sotto  voce  al  gobierno  ó 
á  los  fabricantes  de  cigarros  do  nuestras  hermosas  Antillas  por  el 
mal  tabrxo  conque  se  permito  elaborarlos.  Almuerza  á  breve  rato 
espléndidamente  en  unión  y  compañía  de  los  que  le  dieron  el  ser, 
sin  contestar  a  las  preguntas  de  estos  sino  monosílabamente,  y  á  eso 
de  las  dos  ordena  que  le  preparen  uno  de  sus  caballos.  Se  viste, 
monta  en  él  y  pasando  por  las  callos  principales  se  dirige  a  la  Ala- 
meda vieja  á  dar  un  paseo  preci.samenle  en  la  hora  que  nadie  se  de- 
ja ver  por  aquel  sitio,  pues  nuestro  héroe  se  ha  declarado  enemigo 
de  la  gente  en  los  dias  en  que  se  despierta  de  mal  humor,  y  aquel 
en  que  nos  ocupamos  es  uno  de  ellos. 

Vuelve  de  su  paseo,  y  entrega  con  la  mayor  indiferencia  y  fatui- 
dad su  alazán  á  un  criado,  entra  en  su  casa,  se  pone  una  rica  bata, 
y  al  breve  ralo  le  entregan  el  correo,  eligiendo  algunas  cartas  escri- 
tas en  papel  rosa  o  azul  y  que  son  de  la  misma  ciudad,  ó  del  interior; 
las  lee  sonriéndose  maliciosamente,  tira  de  la  campanilla  y  dice  al 
criado  que  se  presenta.  —Ve  á  casa  de  la  Marquesa  de  T.  y  dila  que 
iré  á  la  hora  que  desea. 


582  LOS  VALEKCIAKOS 

Nuestras  loctorc«!  querrán  saler  quien  es  gfíq  nuevo  pcrsonage, 
y  dispuoslos  á  complacerles  en  cuanlo  sea  dable  con  nuestro  pensa- 
miento, consignaremos  únicamente  que  la  Marquesa  T.,  es  una  de 
esas  mugeros  llenas  de  virtudes,  que  ha  conseguido  apoderarse  en- 
teramente de  nuestro  pretendido  duque,  y  que  por  lo  tanto  se  di- 
vierte con  él  como  un  niño  con  un  juguete.  Ya  es  hora  de  comer  y 
durante  el  acto  entab'a  algiin  diálogo  <jU0  olro,  con  los  papas  quie- 
nes le  oyen  con  la  boca  a'jierla.  Sale  luego  de  casa  y  se  encamina 
hacia  la  calle  do  Zaragoza,  donde  encuentra  varios  amigos,  loma 
parte  en  la  conversación,  y  siempre  que  pide  la  palabra  es  para 
herir  á  la  pobre  muger  de  quien  se  h  iblo  en  lo  mas  sagrado,  ó  para 
ridiculizar  á  sus  semejantes.  Disuelta  la  reuion  cila  para  el  Teatro 
á  un  digno  compañero  y  se  dirige  á  casa  de  su  Marquesa. 

La  Marquesa  le  recibe  como  acostumbran  hacerlo  con  un  hombre 
rico  todas  esas  ninfas  sin  fortuna,  y  do  reputación  dudosa.  Empieza 
ella  por  decirlo  que  es  preciso  poner  término  á  la  situación  en  que 
la  tiene  colocada  el  cariño  que  le  profesa,  pronuncia  la  terrible  sen- 
tencia de  «ya  es  tiempo  de  que  acabemos  con  las  murmuraciones,  y 
de  que  me  cumpláis  vuestra  palabra;  Federico!  porque... 

Federico,  creyendo  siniplemcnte  en  !o  que  dice,  la  ofrece  satis- 
facer sus  deseos  para  mas  adelante  ,  porque  pií'nsa  que  en  conciencia 
asi  debe  portarse  el  prototipo  de  la  caballerosidad  y  la  elegancia. 
Algo  mas  larde  la  M:)rquesa  y  Federico  so  dirigen  á  un  palco  de! 
teatro  Principal  y  como  es  natural  las  genios  que  los  conocen  se  son- 
rien  con  picardía  al  advertirlos. 

Empieza  la  represeniacion  al  mismo  tiempo  que  entra  en  el  palco 
el  amigo  favorito  con  quien  hizo  su  viage  á  Madrid.  Federico  escepto 
los  ratos  que  la  Maríjuesa  le  habla  se  duerme ,  criticando  la  ejecu- 
ción de  la  obra,  pero  se  despierta  en  cuanlo  se  deja  sentir  el  ruido 
de  las  castañuelas ,  y  lija  los  gemelos  en  una  de  las  prosclitas  de 
Terpsícore,  cosa  que  notada  por  la  Marquesa  la  causa  muy  mal 
efecto  ,  y  produce  una  tempestad  mas  larde.  Acabada  la  representa- 
ción salen  los  Iros  personajes  dol  palco  y  al  bajar  la  escalera  choca 


PUNTADOS  ron  ;.i  siisMos.  383 

con  un  caballero  poi-  un  ligcru  pisolcn  qiio  iiivuluiiluriainenlo  lo  búu 
dado.  Saca  nucslro  liombru  su  caí  lera  cojo  una  laijcla  y  la  puno  en 
manos  de  anucl  después  d'j  algunas  conleálaciuncj»  -  Conicnlc,  ú 
las  11  csUró  alli,  cai)allci().  — Riie^o  á  V.     ud  se  baga  esperar. 

Su  amigo  elogia  la  resolución:  la  Marquesa  que  ba  comprendido 
86  Iralnba  de  un  lauco,  prorrumpo  en  lloros,  y  le  dice.— No  iras, 
lo  lo  prohibo. — Tú  quieres  mi  miierle?  El  consigue  calmari;i ,  maa 
como  lodo  cslo  pasa  iiilerin  la  larlana  conduce  á  lodos  basla  la 
casa  de  la  Marquesa,  osla  al  enlrar  en  olla  lo  arranca  una  solemne 
promesa  de  no  recibir  al  ofendido.  Federico  .so  dirige  con  su  amigo 
a'  Casino  en  el  quo  poca  ó  ninguna  genio  oncuenlra  ,  pero  enlabia  la 
siguicr.lc  convcrsa'.'on  con  uno  de  los  socios. 

¿Ha  oslado  V.  osla  noche  en  ci  Icalro?  Si  acabo  de  salir  do  el, 
rcspundc  aquel.  Todos  insoporlables  en  el  drama  no  es  asi  caballero? 
— Hombre  no  mo  ha  parecido  á  mi  como  V.  dice. — Vaya  si  no 
han  podido  estar  peor  on  el  drama,  en  la  zarzuela  ya  es  olra  cosa. — 
Precisaracnle  yo  opino  que  en  cuanto  al  cantar  lo  han  hecho  alroz- 
menle.=Variando  de  conversación,  ¿que  se  dice  de  política?  Amigo, 
la  cuestión  de  los  presupuestos  so  está  debaliendo  reñidamcnle  en 
el  Congreso ,  el  gobierno  há  aumentado  los  gastos  y  cslo  no  puede 
3ufrirse  ya  por  los  pueblos. — Eso  esotra  cíiuivocacion,  conlesta 
nuestro  héroe ,  la  España  puede  pagar  ir.as  de  lo  que  paga  y  el 
gobierno  eátá  en  su  lugar.  Si  V.  se  empeña....  Tratando  de  olra  cosa: 
¿sabe  V.  que  los  franceses  se  han  apoderado  do  Sebastopol? — No 
lo  creo.  La  Rusia  es  la  nación  mas  grande  do  Europa  y  ei  lodo 
consentirá  menos  en  verse  humillada  por  una  nación  como  la  Francia. 
— Vaya  con  permiso  de  V.  me  retiro  ,  dice  el  otro  por  huir  de 
nucslro  ente,  y  se  marcha  sin  morccer  contestación. 

Los  dos  camaradas  sa'en  del  casino  y  so  encaminan  á  una  casa 
tic  juego  en  b  ([ue  entran  un  cuarto  de  hora  después.  Un  caballo 
deja  á  Federico  sin  blanca ,  un  rey  y  una  sola  empeñado.  Esla  ope- 
ración tiene  lugar  muchas  noche? ,  y  Federico  cunlrae  deudas  que 
paga  CD  un  principio ,  y  luego  queda  en  descubierto  por  evitar  que 


384  LOS  VALENCIANOS 

llegue  á  noticias  de  sus  padres. — Acude  á  un  usurero  para  satisfacer- 
las y  el  usurero  al  ver  que  há  llog;;do  el  plazo  prometido  y  no  cumple 
lo  pone  en  conocimiento  del  señor  Margarit ,  el  cual  participa  á  su 
esposa  las  calaveradas  dei  hijo ,  y  conciertan  el  poner  remeirio  á 
ellas.  Ya  era  tarde. 

Federico,  á  pesar  de  este  contratiempo  continua  por  el  mismo 
camino  echándola  de  hombre  de  corazón ,  siendo  una  especie  de  di- 
vinidad en  la  Ciudad  de  los  naranjos  y  de  las  flores  ,  puesto  que"  en 
todas  parles  se  le  halla ,  en  todas  parles  se  le  vé  y  en  todos  sitios 
se  lo  encuentra ,  sin  abandonar  á  su  Mar^^uesa  en  sus  amorosas  re- 
laciones para  probar  al  mundo  igualmente  su  delicada  y  Caballerosa 
consecuencia. 

Por  último ,  el  aristoc'ático  Valenciano  es  un  tipo  universal, 
todo  lo  alcanza ,  todo  lo  posee  y  lo  domina  como  un  genio  de  aque- 
llos que  de  generación  en  generación  suelen  aparecer  en  el  mundo 
para  ser  la  admiración  y  el  asombro. 

Si  le  habláis  de  ciencias  os  hablará  desde  la  primera  á  la  última 
como  el  mas  consumado  sabio.  Habladle  de  arle=5 ,  dejará  atrás  en 
sus  esplicaciones  á  los  hombres  que  mas  han  sobresalido  en  ellas. 
De  política  hará  olvidar  á  los  mas  notables  oradores  antiguos  y  mo- 
dernos. Cuestionar  con  el  acerca  de  los  dos  grandes  capitanes ,  tal 
como  Gonzalo  de  Córdova,  iNapoleon  Bonaparle,  etc.,  vendrán  á 
ser  para  él  una  especie  de  cabos  de  escuadra.  Interpelarle  una  vez 
siquiera  respecto  á  esas  dos  encantadoras  y  bellísimas  hermanas  ,  ó 
lo  que  es  igual ,  la  música  y  la  poesía  ;  de  seguro  criticará  las  pro- 
ducciones del  inmortal  Rossini ,  y  censurará  las  célebres  obras  del 
Tasso,  ú  otro  genio  por  el  eslilo. 

Semejante  educación ,  tan  bárbaro  abandono  de  los  padres ,  de- 
bían dar  por  resultado  un  fin  borrascoso. 

Este  hombre  que  hemos  bosquejado  ,  á  quien  se  vela  en  todas 
partes ,  un  ente  que  vivia  en  conlinuos  lances  de  honor ,  un  hom- 
bre que  todo  lo  jugaba  y  malgastaba ,  que  nunca  meditó  en  su  por- 
venir ,  habita  hoy  una  casa  decente  cerca  de  la  preciosa  glorieta 


PINTADOS  POR  SÍ  MIS.MO».  585 

dü  Valencia  ,  acoslunilua  pasear  diaiiamcnle  del  l)razo  de  una  se- 
ñora do  cuarenta  afios,  vestida  si  no  con  elegancia  con  gusto,  nues- 
tro lióroe  acude  ahora  de  tarde  en  tarde  á  los  espectáculos  públicos 
y  en  todas  parles  so  lo  ol)scrva  trislo  y  cabizbajo.  La  sefiora  es  la 
mai(juesa  T.  ú  la  cual  rindió  su  mano  guiado  solo  de  la  idoa  de  no 
realizar  un  casamiento  vulgar ,  dando  asi  el  úllim!»  paso  (jue  le  res- 
taba para  colmo  do  sus  desaciertos  y  locuras. 

Concluyamos  aconsejando  á  los  padres  de  familia  no  descuiden 
la  educación  Je  sus  tiijos  guiados  de  un  mal  entendido  orgullo  fun- 
dado en  los  bienes  de  fortuna  ú  otra  causa  cualesquiera.  Sin  edu- 
cación el  hombre  ó  la  niuger  es  una  planta  exótica ,  un  estorbo 
en  la  sociedad. 

Ilcmcs  terminado  nuestra  tarea.  Róstanos  tan  solo  añadir,  y 
con.objelo  de  que  nuestras  frases  no  se  juzguen  apasionadas,  quo 
el  tipo  que  acabamos  de  describir  no  es  esclusivamente  valenciano. 

So  encuentra  eu  Valencia ,  es  verdad  ,  pero  del  mismo  modo  lo 
hallaremos  en  otro  cualquier  punió  del  globo. 

Los  vicios  que  en  él  heiuos  censurado  no  tienen  su  origen  en  la 
nacior.alii'ad ,  se  hallan  en  el  organismo  del  individuo  y  reconocen 
por  causa  la  falla  de  buenos  inslintos  y  mejor  educación. 

Nueslro  tipo  no  perlcnoce  a  un  solo  y  determinado  país :  está 
desparramado  por  la  sociedad  é  infdlrado  en  sus  arterias :  por  lo 
tanto  diremos  con  Iriarte: 

A  todos  y  á  ninguno 
Mis  adverlcnc'as  tocan 
Quien  haga  aplicaciones 
Con  su  pan  se  lo  como. 

^.  del  VUlar. 


i9 


LA  VALENCIANA, 


LA  YALENCIAM. 


^T'^^S^I^*  el  famoso  novelista  Alejandro  Dumas  al  hacer  su  no 
^  ^  \^^  menos  lamoso  ma¡e  por  España  hubiese  tomado  su 
£5|Vvrj^.;^»  pasaje  en  uno  de  los  vapores  de  la  compañia  Arnaud 
t^^^ii  Tonache,  que  hacen  escala  en  la  ciudad  de  las  flores ,  y 
^^■^  aunque  solo  fuera  de  corrida-hubiese  dado  un  paseo  por 
^%  el  partido  de  Santo  Tomás,  por  Pinedo  ó  por  cualquier  otra 
punto  de  la  huerta  de  Valencia,  seguramente  el  antiguo  pendo- 
lisla  protegido  de  Foy,  hubiese  recibido  impresiones  mas  gratas  que 
las  que  consignó  en  el  relato  de  su  escursion.  Tero  el  para-rayos 
de  Maquet ,  á  fuer  de  hombre  escepcional,  no  quiso  seguir  las  hue- 
llas de  los  que  vienen  á  hacer  un  viaje  de  recreo,  por  lo  que  algunos 


588  LOS  VALENCIANOS 

compatriotas  suyos  han  dado  en  llamar  con  mas  poesía  que  exacti- 
tud, antesala  del  África. 

Sin  embargo,  si  las  encantadoras  márgenes  del  pintoresco  Turia 
no  tuvieron  la  dicha  do  recibir  á  tan  alto  y  asendereado  huésped, 
pueden  consolarse  recordando  que  otros ,  sino  tan  famosos  al  me- 
nos mas  justos,  las  han  recorrido  diferentes  veces,  y  han  sabido  ha- 
cer justicia  á  las  bellezas  que  encierra  la  tan  celebrada  huerta  de 
Valencia.  Aunque  por  otra  parte  es  preferible  que  el  autor  de  raza 
cruzada,  como  dice  uno  de  sus  biógrafos,  no  haya  recorrido  nuestra 
vega  si  habia  de  disparalar  hablando  de  ella  como  lo  hizo  al  hablar 
de  Andalucía,  lo  que  es  fácil  suponer  en  viageros  que  solo  han  vis- 
to el  pais  de  que  se  ocupan  desde  la  cubierta  del  buque  en  que  na- 
vegan ó  desde  la  ventanilla  del  coche  que  los  arrastra,  como  tal 
vez  sucediera  al  escritor  de  Villiers-Coterets.  Pero  vengamos  á 
nuestro  asunto. 

Cuantos  se  han  ocupado  de  la  muger  que  sirve  de  epígrafe  á 
este  artículo,  reconocen  á  una  voz  ,  que  la  valenciana  reun3  en  sí 
la  belleza,  las  buenas  forinis  y  la  frescura  de  íos  tipos  árabe,  grie- 
go é  italiano.  Y  en  efecto,  para  convencerse  de  esta  verdad  no  hay 
mas  que  fijar  la  atención  en  nuestra  heroína  y  se  verá  la  prueba. 

La  valenciana  es  regularmente  de  mediana  estatura,  aunque 
abundan  no  pocas  de  talla  alta;  las  cabelleras  rubias  y  castañas  son 
las  que  se  vea  en  mayor  número;  la  frente  ancha  y  espaciosa;  el 
color  de  las  megillas  blanco  y  sonrosado,  aunque  un  tanto  sombrea- 
do por  los  rigores  del  sol;  y  el  talle  esbelto  y  gracioso  como  el  de 
las  odaliscas  que  seis  siglos  atrás  acariciaban  las  suaves  brisas  de' 
Guadalaviar  y  llenaban  de  celos  á  las  virgíneas  flores  que  convier- 
ten en  eterna  primavera  las  frondosas  orillas  del  Mediterráneo  en 
donde  jugueteaba  la  descreída  ninfa  que  mas  tarde  inmortalizó  Gi^ 
Polo.  Tal  es,  aunque  en  globo,  el  retrato  de  la  hermosa  mitad  de 
los  pobladores  de  la  vega  de  Valencia,  ó  por  mejor  decir,  tales  son 
SMS  rasgos  mas  generales,  porque  á  entrar  en  minuciosos  detalles 
habríamos  do  mencionar  algunas  cabelleras  negras  como  el  azaba- 


PIISTiDOS  rOR  sí  MISMOS.  589 

eho  y  cuya  lon^iliid  piuMio  coinin'lir  vt'iilítjdsaincnto  eon  ha  renom- 
bradas (lo  Jijona ;  lonJriainos  ()iic  hablar  (Ui  algunos  ojog  (\uti  dan 
envidia  al  sol,  do  coja?»  pobladas  y  ar(jiirddan,  do  lurgonles  pcrhos, 
do  cinliiras  dignas  do  las  sillidcs  vaporusas,  y  de  oirás  y  oirás  bo- 
llozas  quo  seria  prolijo  onuiuürar  y  (|ue  pü(U>H  d«  i»uos4ros  leclorea 
dosconocíM'án. 

Kl  Irajc  quo  aclualmíMile  usa  nuestra  hcruina,  diüere  muy  poco 
del  que  se  vé  en  la  ciudadana,  pero  el  clasico,  el  que  ha  dado  lanía 
celebridad  á  la  valenciana  y  dol  que  van  quedando  raros  egcmpla- 
rcs  que  solo  so  ven  en  las  grandes  solemnidades,  es  lan  rico  como 
gracioso,  tan  pinloresco  como  el  do  las  napolitanas.  Compónese  do 
un  zagalejo  de  riqíiisima  lela  de  seda ,  ordinariamente  do  brocatlo 
do  fondo  blanco  sembrado   de  flores;  jubón  (chipó)  do  raso  negro; 
pañuelo  corto  y  delantal  de  musolina  ó  tul  bordado  de  oro  y  lonte- 
juclas;  media  blanca  y  zapato  escolado  con  lazo;  el  cabello  cebado 
hacia  airas  y  formando  rodete  soslonido  por  una  aguja  y  dos  pica- 
dores (rasca-moños)  precedidos  do  una  peineta  alia  en  forma  do 
mitrado  plata  sobrcdiu'ada,   con  grabados  y  relieves;   pendientes 
largos  de  Ires  colgantes  do  perlas,  llamados  barquillos;  un  collar  do 
varias  rastras  de  perlas  finas  ó  cadena  de  oro  con  una  cri'z  ó  me- 
dallón de  lo  mismo  sembrada  do  perlas  ó  mas  bien  do  esmeraldívs 
pendientes  del  cuello ,  y  un  pañuelo  bordado  en  la  mano.  Tal  o^  el 
traje  de  calle.  Para  ir  á  la  iglesia  se  usa  el  mismo  con  la  diferencia 
de  que  se  le  añade  una  m'antilla  negra  de  seda ,  bastante  corla  de 
modo  que  á  causa  de  la  altura  de  la  peínela  no  baja  de  la  mitad  de 
la  espalda. 

Comprenderá  fácilmente  el  lector  que  el  traje  que  acabamos 
do  describir  es  el  de  rigurosa  gala  ó  de  etiqueta,  pncs  comunnDonte 
el  ordinario  esta  desprovisto  de  todos  los  adornos  de  oro,  plata,  pe.ias 
y  esmeraldas,  y  además  de  estar  completamente  abolida  la  peineta  en 
la  actualidad,  el  trajo  de  gala  solo  se  usa  en  los  dias  de  fiesta,  en 
las  solemnidades  y  en  otras  pocas  ocasiones,  como  tendremos  mo- 
tivo de  señalar  mas  adelante  en  este  articulo  descriptivo. 


390  LOS  VALENCIANOS 

La  valenciana,  hasta  que  se  encuentra  en  edad  de  llamar  la 
atención  de  los  jóvenes  y  por  consiguiente  de  tomar  estado,  ofrece 
pocos  rasgos  eslraordinarios;  pues  ordinariamente  ayuda  á  su  ma- 
dre en  las  faenas  de  la  casa,  sirve  de  niñera,  toma  parle  en  algunos 
trabajos  agrícolas,  como  en  la  recolección  de  las  legumbres,  verdu- 
ras y  demás,  y  al  mismo  tiempo  va' aprendiendo  algunas  labores 
propias  do  su  sexo.  Pero  llegado  el  caso  de  tomar  una  parte  intere- 
sante y  activa  en  la  sociedad,  comienza  para  ella  una  vida  entera- 
mente nueva  ,  ábrese  á  su  vista  un  horizonte  mas  dilatado  y  la  in- 
cauta fadrína  (doncella)  ya  reclama  cuidados  mayores  de  la  familia 
y  necesita  estar  mas  puesta  sobre  sí.  Mientras  su  presencia  pasa 
desapercibida  para  los  jóvenes  que  habitan  en  las  inmediaciones  de 
su  barraca,  mientras  ninguna  rairada  ardiente  como  la  de  los  hijos 
de  Ulid  se  íija  en  ella,  la  tierna  planta  de  las  villas  del  Turia  ni  se 
cuida  de  su  desordenada  cabellera,  ni  el  deteriorado  estado  de  su 
traje  la  desvela,  ni  le  importa  mucho  pasear  los  campos  cercanos  á 
su  barraca  desnuda  de  pie  y  pierna ,  ni  hay  cosa  que  pueda  causar- 
le el  mas  ligero  sobresalto.  Mas  ya  se  encuentra  en  estado  de  me- 
recer un  chic  robusto,  tostado  por  el  sol ,  que  sabe  por  los  dedos 
arar,  sembrar,  y  practicar  todas  las  faenas  del  campo,  tija  los  ojos 
en  ella,  echa  sus  planes  allá  en  sus  adentros  y  resuelve  tomar  por 
esposa  á  la  chiqueta  que  ha  encendido  un  horno  en  su  corazón,  que 
ve  on  sus  sueños  y  que  no  le  deja  vivo  ni  muerto. 

Al  momento  se  decide  á  participar  sus  dulces  proyectos  á  la  que 
ama  en  silencio,  y  con  el  íin  de  conseguirlo  no  desperdicia  ninguna 
ocasión  de  cuantas  se  le  presentan  de  pasar  por  la  puerta  de  la  bar- 
raca en  donde  mora  su  amor,  mirarla  con  marcada  intención  y  de- 
jar escapar  alguna  palabrita  para  manifestar  que  la  niña  no  le  es 
indiferente.  La  madre  de  la  joven,  como  mas  esperta  y  ducha,  no 
tarda  en  leer  en  el  semblante  del  mozo  las  inlenciones  que  abriga  en 
su  alma,  y  trata  de  poner  á  su  hija  á  cubierto  de  cualquier  tonlin- 
gencia.  Desde  aquel  momento  ya  procura  nuestra  heroína  alisarse 
y  poner  en  orden  su  cabellera,  vestir  con  toda  la  pulcritud  posible, 


iMwr.vixis  ron  si  ■ohmios.  3^1 

;isoarsi»  del  inojor  modo  y  no  sepanirso  muy  lejoü  de  la  bai  i  acá  lii 
andar  sola  por  los  campos. 

Por  íin  nueslro  mancebo  es  novio  y  so  lo  íranqucan  las  puertas 
do  la  barraca,  a  donde  concurre  un  ralo  cada  noche  después  de 
concluidas  las  faenas  del  dia,  y  cambia  algunas  palabras  con  su  fu- 
tura hasta  la  hora  de  letirarso  á  la  suya.  Por  supuesto,  en  estas  en- 
trevistas nada  do  notable  ocurre,  |)Ui's  los  padres  de  la  prometida 
Oslan  con  ojos  de  Ar^'os  lomando  acia  de  las  palabras  y  gestos  del 
presunto  yerno,  el  cual  tiene  buen  cuidado  do  medir  sus  pala- 
bras y  acciones  para  no  caer  en  desgracia  i)i  cometer  el  menor 
desliz. 

Los  (lias  festivos  por  la  nncho  y  siempre  que  hay  alguna  fiesta 
en  el  Partido,  la  valenciana  es  obsequiadn  como  puede  serlo  la  mas 
alia  í)rincesa.  El  novio  reúne  dos  ó  tres  de  sus  amigos  mas  adidos, 
cada  uno  de  ellos  so  arma  de  su  correspondiente  trabuco,  y  pro- 
vistos de  una  escuálida  y  secular  guitarra  de  cinco  órdenes  y  ade- 
más sin  prima,  y  del  inseparable  guitarro,  se  dirigen  á  la  barraca 
do  nuestra  heroína  á  las  altas  horas  de  la  noche,  ün  par  de  trabuca- 
zos disparados  al  aire  anuncian  á  la  joven  la  nocturna  visita  de  su 
amado.  No  se  estremece  nueslia  protagonista,  porque  sabe  que 
aquella  levo  insinuación  es  el  preludio  de  la  serenata  que  ha  de 
tener  lugar  aquella  noche  al  pie  de  su  palacio  en  honor  de  su  codi- 
ciada belleza. 

Comienza  por  íin  uno  de  ellos  á  rascar  las  mugrientas  cuerdas 
de  los  instrumentos  entonando  la  rondeña  denominada  entre  los 
aficionados  del  uno  y  doce,  los  demá«  cantan  alternativamente  cuar- 
tetas alusivas  al  obgeto,  que  imprx)visan  a'lí  ensalzando  las  bellezas 
y  encantos  de  la  joven  que  encerrada  en  su  reducido  esíudi,  junto 
al  de  los  padres,  siente  latir  su  corazón  de  alegría  al  escuchar  los 
dulces  piropos  que  se  le  prodigan  á  la  paite  de  afuera,  y  entre  tan- 
to el  novio  lo  envia  algún  disparo  de  trabuco  por  la  microscópica 
ventana  de  su  dormitorio,  dejando  clavadas  las  balas  en  la  madera 
y  tiznando  las  blancas  paredes  de  la  barraca  con  los  fogonazos  ó 


39ÍÍ  LOS  VALENCIANOS 

con  cohetes  que  dispara  do  vez  en  cuando  con  el  fin  de  dar  mayor 
animación  y  realze  á  la  fiesta. 

De  este  modo  prosiguen  obsequiando  á  la  novia  liasta  las  pri- 
meras horas  de  la  madrugada,  y  á  veces  hasta  los  primeros  pasos 
del  alba  les  obligan  á  «poner  fin  á  su  esparcimiento  nocturno.  Al 
dia  siguiente  salo  nuestra  heroína  á  la  pucrla  y  contempla  con  vi- 
yisible  fruición  las  señales  de  los  obsequios  que  su  futuro  lo  ba  pro- 
digado durante  la  noche  anterior;  señales  que  no  dejan  de  esc'Uar 
los  celos  de  las  demás  jóvenes  que  contemplan  el  triunfo  déla  que 
tal  vez  miran  como  á  su  rival.  Entre  tanto  la  madre  de  nuestra  pro- 
metida sale  con  una  cazuela  llena  de  cal,  y  con  ayuda  de  un  pincel 
<5on  pretensiones  de  escoba  se  entretiene  en  borrar  las  huellas  del 
amor  de  su  futuro  yerno,  no  sin  espresar  su  descontento  entre  dien- 
tes por  una  costumbre  que  ella  misma  tuvo  por  buena  cuando  ocu- 
paba el  lugar  de  su  hija. 

Llega  el  caso  de  que  concluya  la  novela  y  comience  la  historia 
para  nuestra  joven.  El  novio,  con  arreglo  á  la  costumbre  del  pais, 
ha  de  contribuir  á  las  cargas  de  la  unión  conyugal  aportando  el  le- 
cho nupcial,  ó  seantahlado,  colchones,  almohadas  y  colchadlos 
muebles  indispensables  para  adornar  el  estudi,  y  ademas  el  or ,  ó 
sean  los  adornos  de  oro  de  la  novia;  consistentes  en  aguja,  peinóla, 
barquillos  ó  pendientes,  collar  y  otros  obgelos  con  relación  á  la  for- 
tuna del  novio.  Y  es  tan  esencial  esto,  que  mas  de  un  noviage  se 
ha  deshecho  á  punto  de  realizarse  por  no  estar  el  prometido  en  dis- 
posición de  comprar  l'or  á  su  prometida.  En  cambio  esta  tiene  la 
obligación  de  regalar  á  su  amante 'la  mMí/á  del  dia  del  casamiento, 
compuesta  ordinariamente  de  camisa,  calzoncillos,  calcetas  y  pa- 
ñuelo de  pila  para  la  cabeza. 

Al  propio  tiempo  la  futura  esposa  enseña  á  todas  sus  amigas  la 
ropa  que  constituye  su  ajuar  de  novia,  haciéndolas  observar  minu- 
ciosamente los  pares  de  enaguas  con  puntilla,  las  camisas  de  man- 
gas bordadas ,  los  i  salaecos  ó  zagalejos  y  demás  piezas  de  que  se 
compone. 


PINTADO.*;  pou  SÍ  mismos.  593 

Dos  (')  Ircs  (li;i.s  aillos  do  culebiurse  la  uiiiuii  cuiiyii¿'al  el  promo- 
lido  a|)areja  su  rosí  y  se  dirigo  á  Valciícia.  Llega  a  la  plazuela  del» 
i'ürchels,  ajusta  un  labiado  de  cama  do  malrimouio,  media  docena 
do  sillas  do  a  sois  reales,  lies  ó  cualro  cuadros  (pío  (piiereii  rcprc- 
seiilar  a  Nuestro  Sr.  Jesucristo,  á  la  Virgen  María  y  á  los  Sanios 
del  nombro  do  los  esposos,  lo  carga  todo  sobre  oí  jaco  y  se  dirige 
a  la  barraca  destinada  á  recibir  al  nuevo  matrimonio.  Inútil  es  decir 
quü  los  cuadros  ó  estampas  do  (¡uo  so  trata  manilicslan  á  la  legua 
quo  no  son  copias  de  Uafael  ni  han  nacido  bajo  la  iníluencia  del  piu- 
col  del  Ticiaiio;  pues  lauto  el  desden  dol  dibujo  como  la  rabia  de 
los  colores,  dan  á  enlendor  bien  claramente  que  no  pertenecen  á 
determinada  escuela,  ó  mas  bien  quo  la  escuela  á  que  pertenecen 
es  una  escuela  sui  generis,  de  brocha  gorda. 

Ya  tenemos  á  la  valenciana  consliluida  en  el  estado  de  esposa: 
ya  es  ama  y  dueña  do  una  barraca,  de  algunos  pcdacilos  do  tierra  y 
tiene  voz  y  voto  en  las  asambleas  do  la  familia.  Aquí  comienza  una 
nueva  vida  para  ella.  Mientras  su  marido  se  ocupa  en  las  faenas  de' 
campo,  ella  limpia  y  arregla  las  verduras  para  traerlas  al  mercado 
y  esponerlas  á  la  venta  pública,  en  donde  sostiene  diálagos  anima- 
dos y  muchas  veces  grotescos  con  los  compradores.  Puesta  entre 
sus  capazos  de  lechuzas,  coles,  alcachofas,  cardos  y  demás  géne- 
ros, parece  una  reina  en  el  apogeo  do  su  gloria  y  poderio.  Al  mismo 
tiempo  que  invita  á  ios  transeúntes  recomendando  las  bondades 
de  sus  ricas  mercancías,  va  quitando  las  hojas  raarchilas  que  afean 
el  género,  lo  pono  en  buen  orden,  so  sienta,  se  levanta,  se  revuel- 
vo á  lodos  lados,  se  vuelve  á  sentar  y  nunca  para,  mientras  está  en 
el  puesto.  El  deseo  de  vender  la  domina  hasta  el  punto  de  mirar 
como  compradores  á  todas  cuant.is  personas  pasan  por  cerca  de  ella 
sin  importarle  un  bledo  que  el  individuo  á  quien  so  dirige  invitán- 
dole á  comprar  una  docena  de  alcachofas,  un  manojo  de  cebollas 
nvayúsculas  ó  un  puñado  de  sabrosas  berengenas,  vaya  tirado  de 
flamante  frac  negro,  armado  del  severo  bastón  de  magistrado  ó 
del  plebeyo  capazo  de  co-uprar. 

50 


594  LOS  VALEKCIAINOS 

Pero  en  donde  la  valenciana  aparece  con  loda  la  belleza  que  le 
es  propia,  con  toda  la  gallardía  y  encanto  que  le  prestan  su  antiguo 
origen  y  la  sangre  oriental  que  circula  por  sus  venas,  es  en  el  acto 
de  vender  la  famosa  y  aroraálica  pera  y  representando  el  papel  de 
ramilletera  ó  vendedora  de  flores.  Entonces  se  ofrece  la  valenciana 
al  ojo  del  observador. 

«Dulce  y  sabrosa 
Mas  que  la  fruta  del  cercado  ageno, 
Mas  linda  y  mas  hermosa    ' 
Que  el  prado  en  el  Abril  de  flores  Heno.» 
En  gfecto ,  cuando  la  primavera  comienza  á  dejar  ver  su  encan- 
tador y  risueño  semblante  sembrando  galas  por  el  ámbito  de  la  tierra, 
cubriendo  de  flores  nuestros  campos,  rejuveneciendo  á  la  decrépita 
vejez ,  dando  nueva  vida  á  la  tierna  juventud  y  derramando  bellezas 
y  gallardía  á  manos  llenas  por  el  orbe  entero,  es  llegRda  también  la 
ocasión  de  que  nuestra  heroína  salga  á  lucir  sus  encantos  y  se  pre- 
senten en  competencia  las  bellezas  naturales  de  la  valenciana  con  las 
de  la  estación  que  simboliza  los  primeros  albores  de  la  vida  humana. 
A  las  primeras  horas  de  la  mañana ,  cuando  el  crepúsculo  de  la 
aurora  comienza  á  bañar  las  dilatadas  campiñas  por  donde  la  suave 
y  juguetona  brisa  discurre  saludando  á  las  dormidas  flores  que  prin- 
cipian á  abrir  sus  virginales  corolas  y  á  derramar  el  purísimo  aroma 
que  embalsama  el  ambiente ,  sale  la  valenciana  de  su  barraca  pro- 
vista de  una  cesta  y  unas  ligeras ,  dirígese  al  campo  de  las  fresas, 
semejante  á  un  manto  de  verde  y"  grana  ,  y  recorre  uno  tras  otro 
todos  los  surcos  echando  en  su  cesta  el  delicado  fruto  bañado  todavía 
con  las  perlas  del  rocío  que  el  alba  lloró  sobre  él  al  darle  su  último 
á  Dios  precisamente  en  el  primer  dia  de  su  existencia. 

Terminada  la  recolección,  vuelve  la  valenciana  á  su  barraca,  di- 
vide el  fruto  entre  varias  cestillas  blancas  y  limpias  como  las  espumas 
de  las  olas,  y  las  cubre  con  delicadas  hojas  de  verde  y  aromático 
hinojo  (fenoU).  En  seguida  se  quita  el  traje  de  campo ,  atusa  la  ca- 
bellera ,  se  viste  de  gala  sin  olvidar  los  barquillos,  las  agujas ,  el 


PINTADOS  I»(»U  SÍ  .HISPIOS.  305 

delantal  y  el  parmclo  al  ciiollo  a  la  neuliiir ,  loma  sus  cosías  y  se  di- 
rige á  Valencia.  i]n  uno  de  los  lados  del  Mercado  nuevo,  loma  aslenlo, 
descubre  el  góncra,  y  con  el  lín  de  oscilar  á^los  compradores  Irala 
do  ([uc  las  frogas  mas  gruesas  y  visibles  aparezcan  en  primer  término. 
Llegan  los  conipradores ,  y  anlc  lodo  j)asan  revista,  mas  bien  con 
el  lin  de  formar  nota  de  las  vendedoras ,  que  con  el  objeto  do  cscojer 
el  mejor  género.  Mientras  dura  la  inspección  se  oye  el  comprador  á 
cada  paso  una  invitación  distinta: — ¡ascolte!  asi  ne  té  «le  bones. — 
¡mire  que  no,n  trovará  do  raillorsl — vinga ,  vinga  vosté  a.si! — 
¿Guantes  ne  vol?  ¡prengam  estasislellcla! — ¡acabem  este  grapacl! — 
y  otras  por  el  estilo  que  causan  las  delicias  del  observador.  Pero 
el  que  va  á  comprar ,  si  es  amigo  del  género ,  se  dirige  á  la  vende- 
dora que  mas  linda  le  parece ,  aunque  la  mercancía  sea  la  mas  in- 
ferior, y  alli  carga  gustoso  con  tal  de  cambiar  algunas  frases  con 
ella  y  de  contemplar  todo  lo  m?s  cerca  posible  los  negros  ojos  y  la 
rubia  cabellera  de  la  valenciana. 

La  valenciana,  representando  el  papel  de  vendedora  do  flores, 
todavía  puede  decirse  que  está  mas  en  áu  elemento.  Si  para  vender 
la  perfumada  fresa  se  atusa  el  cabello,  y  se  adorna  en  tot  lo  de  la 
caeixeta,  para  venir  á  vender  las  flores  aun  trata  de  dar  mayor  realce 
á  su  interesante  persona  y  hasta  de  ofrecerse  á  la  vista  de  los  admira- 
dores á  las  galas  de  la  primavera  con  todo  el  lujo  y  la  coquetería 
que  le  son  posibles.  La  Ramilletera  llega  al  Mercado  á  las  primeras 
horas  de  la  mañana  rodeada  de  toda  clase  de  flores,  oras  sueltas  ora 
formando  bouquets  de  todas  formas  y  tamaños.  Colócase  en  su  sitio, 
pone  á  su  lado  la  cesta  llena  de  flores,  y  en  el  brazo  de  esta  va  co- 
locando los  ramilletes  dentro  de  pequeños  floreros  ó  jarritos  de  la  fa- 
mosa porcelana  de  las  fábricas  de  Manises  y  Alacuás. 

Entre  tanto  van  acudiendo  los  aficionados  y  las  bellas  ciudadanas, 
y  forman  del  espacioso  salón  del  centro  del  Mercado  nuevo  un  paseo 
matinal  en  donde  parece  que  se  reúnen  en  competencia  las  graciosas 
moradoras  de  la  ciudad  del  Cid  y  de  la  vega  con  las  sin  segundas 
flores  de  los  jardines  de  la  izquierda  del  Turia  y  de  algunos  otros  de 


596        LOS  VALÜTÍCIAKOS  PINTADOS  POR  SÍ  MISMOS. 

intra  y  extramuros.  Los  alicionados  so  proveen  de  ramos  que  siempre 
tienen  á  quien  regalar  entre  las  bellas  del  paseo ,  estas  á  su  vez 
compran  también  para  adornar  sus  consolas  y  mesas ,  y  con  este 
movimiento  la  jardinera  no  para  do  formar  y  cspendcr  bouqueís, 
sentada  detras  de  su  cesta,  teniendo  en  la  mano  izquierda  las  flores 
que  coloca  con  la  diestra  y  atándolas  con  singular  maestría.  Asi  se 
agita ;  la  mantilla  que  algunas  llevan  sobre  la  cabeza  viene  con  fre- 
cuencia á  cubrir  el  pecho,  nuestra  lieroina  la  retira  hacia  la  espalda 
con  cierto  aire  de  desden,  y  este  movimiento  ,  al  par  que  el  contacto 
de  las  flores ,  hacen  cubrir  sus  megillas  de  grana  y  represéntase  á 
nueslros  ojos  en  el  apogeo  de  su  belleza,  semejante  á  Flora  en  medio 
de  sus  Estados. 

Pero  nuestra  heroina  no  solarae  itc  so  cuida  de  dar  salida  á  los 
frutos  del  férül  suelo  que  ayuda  á  ciiUivar,  sino  que  como  coheredera 
de  las  costumbres  y  carácter  moriscos ,  es  ált.imcnle  impresií^nable, 
caritativa  en  sumo  grado  y  piadosa  hasta  donde  puede  serlo  el  va- 
lenciano. Nuestra  protagonista  es  aficionada  á  bailes,  romerías,  y  á 
toda  clase  de  fiestas ,  y  muchas  veces-  en  el  contrato  nupcial  hace 
que  consto  la  cláusula  de  que  su  marido  la  ha  de  llevar  á  Liria  á  las 
fiestas  del  Ángel  el  29  ^e  Setiembre  ;  parte  gustosa  su  alimento  con 
el  necesitado  que  llega  á  la  puerta  de  su  humilde  barraca ,  y  aun 
lo  cobija  bajo  su  techo  si  tiene  necesidad  de  ello ,  y  finalmente 
no  aparece  oslampila  de  santo  ó  santa  en  manos  de  un  ciego,  que  no 
compre  con  toda  la  fé  del  mejor  creyente  para  pegarla  detras  de 
la  puerta  de  su  barraca ,  en  la  del  estudi ,  en  la  tapa  del  arca  y  hasta 
en  los  revoltones  del  techo  de  su  albergue  ,  ni  deja  de  llevar  la  si- 
miente de  los  gusanos  de  seda  á  la  iglesia  para  bendecirla. 

En  fin  la  valenciana  reúne  en  si  las  bellezas  árabe ,  griega  é 
italiana;  es  activa  y  laboriosa  como  pocas  otras  provincianas ,  y  ala 
herencia  de  los  dominadores  de  este  pais  reúne  los  encantos  que  dá 
un  clima  dulce  y  benigno  y  un  terreno  tan  fértil  y  pintoresco  como 
el  de  los  márgenes  del  ameno  Turia. 

«fosé  ^apaíer  y  ligedla. 


flilii. 


TIPOS 


El  Valenciano 

El  Estercolero , 

El  Dulzaiuero. 

La  Carabasera , 

El  Foguerer 

El  Tartanero 

El  Clavari  de  les  festes  de  carrer. 

El  Torrentí 

La  Peixcaora , 

El  Cacahuero 


Págs. 

9 
17 
27 
55 
43 
49 
57 
67 
75 
87 


El  Barraquero 95 

El  Síndico  del  tribunal  de  las  aguas 101 

El  Cafetero. 109 

La  Tostonera f  19 

El  Pescador  de  caña 127 

El  Capellán  de  las  rocas 155 

El  Chiquet  de  Sen  Visént 141 

El  Granerer 155 

El  Clavario  de  gremio 165 

El  Terrero 175 

El  Torroner. 185 

El  Caxadordela  Albufera. •  •  •  195 

El  Coloquiero ^05 

ElTranmser. 211 

El  Hacendado  valenciano 219 

Eí  Palleter 225 

La  Revendedora 251 

El  Cocotero 259 

El  Porta  violons 249 

El  Tamborilero. 257 

El  Adornista 265 

La  Rifera ; 275 

El  Vellutero. 291 

Eí  Maderero .  297 

El  Obrero  del  Corpus.  .   .  .  .' 505* 

El  Corredor  de  cboyes 515 

El  Cohetero. 319 


VÁ  roriiiaclicr ,,-;¡ 

El  Fiel  (ie  feclios 7,.';(^ 

El  Puellero  ,  ó  guisador  de  sartenes ^/iZ 

La  Panollera ."^.ii) 

El  Pillet  del  Mercal 7)fi9 

El  Aristócrata  valenciano 375 

La  Valenciana 387 


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