Skip to main content

Full text of "Mañana de sol : paso de comedia"

See other formats


Cbe  iLíbrarp 
anítier^ítp  of  J13ottl)  Carolina 


(En^"^***  ***•  ^^^  sníñkctíc 


.TH4 


THE  LIBRARY  OF  THE 

UNIVERSITY  OF 

NORTH  CAROLINA 

AT  CHAPEL  HILL 


ENDOWED  BY  THE 
DIALECTIC  AND  PHILANTHROPIC 
_^  SOCIETIES 

BUILDING  USE  OH^f 

PQ6217 

vol.  18 
no.  1-17 


H 


f''JH 


1978 


197^ 


IVE 

t  on 


OM  D 


•arv/y^' 


^^í^ 


SERAFÍN  í  JOAQUÍN  ALVAREZ  QUINTERO 


Mañana  de  sol 


PASO  DE  COMEDIA 


'SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPA.NOLES 
Núñez  de  Balboa,  12 

ieo5 


MAÑANA  DE  SOL 


Esta  obra  os  propiedad  de  sus  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ui  representarla 
en  España  ni  en  los  paises  con  los  cuales  se  hayan 
celebrado  ó  se  celebren  en  adelante  tratados  interna- 
ciunalas  de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  do  traducción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad 
de  Autores  Españoles  son  los  encargados  exclusivamente 
de  conceder  ó  negar  el  permiso  de  representación  y 
del  cobro  de  los  derechos   de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


MAÑANA  DE  SOL 


PASO  DE  COMEDIA 


serafín  y  JOAQUÍN  ALVAREZ  QUINTERO 


Estrenado  en  el  TEATEO  LARA  el  23  de  Febrero  de  1906 


■*■ 


MADRID 

R    VELASCO,  mr.     UARQUIÍ8  I)E  SANTA   ANA,  11  DOP. 

TcleíoDo  número  btl 
■  9  05 


a  Doña  í^albina  "OaberHe 

insigne  acíriz 
eu  ieúiimouio  de  adm^t^Laetou  u  Simjiaitci, 

\.oJ    ^  Guióles. 


REPARTO 


PERSONAJES  ACTORES 

DOÑA  LAURA Sea.    Valverde. 

PETRA Seta.  Maetí. 

DON  GONZALO , .  Se.       Rubio. 

JUANITO Cantalapiedb. 


"-fVv 

_^ÍSHM^^¿^!^^A 

^jr«s 

3I?íí6í)]tíM63I8^MW?ÍS9M(S[mMt€6?í5a3;S.31S^ 

m 

i>iíiP6'?iti3ie 

MAÑANA  DE  SOE 


Lugar  apartado  de  un  paseo  público,  en  Madrid.   Un  banco  á  la  iz- 
quierda del  actor.  Es  una  mañana  de  otoño  templada  y  alegre. 


ESCENA  PRIMERA 


DONA  LAURA  y  PETRA 

(Salen  por  la  derecha.  Doña  Laura  es  una  viejecita  setentona,  muy 
pulcra,  de  cabellos  muy  blancos  y  manos  muy  finas  y  bien  cuidadas. 
Aunque  está  en  la  edad  de  chochear,  no  chochea.  Se  apoj^a  de  una 
mano  en  una  sombrilla,  y  de  la  otra  en  el  brazo  de  Petra,  su  criada.) 


D.a  Lau 


Petra 
D.a  Lau, 


Petra 

D.a  Lau. 

Petra 
D.a  L^u 

Petra 
Da  Lau 
Petra 


Ya  llegamos...  Gracias  á  Dios.  Temí  que  me 
hubieran  quitado  el  sitio.  Hace  una  maña- 
nita tan  templada... 
Pica  el  sol. 

A  tí,  c[ue  tienes  veinte  años,  (siéntase  en  ei 
banco.)  ¡Ay!...  Hoy  me  he  cansado  más  que 

otros   días.   (Pausa.  Observando  á  Petra,  que  parece 

impaciente.)  Vete,  si  c[uieres,  á  charlar  con  tu 

guarda. 

Señora,  el  guarda  no  es  mío;  es  del  jardín. 

Es  más  tuyo  que  del  jardín.  Anda  en  su 

busca,  pero  no  te  alejes. 

Está  allí  esperándome. 

Diez  minutos  de  conversación,  y  aquí  en 

seguida. 

Bueno,  señora. 

(Deteniéndola.)  PerO  CSCUcha. 

¿Qué  quiere  usted? 


D.a  Lau.     ¡Que  te  llevas  las  miguitas  de  pan! 
Petra  Es  verdad;  ni  sé  dónde  tengo  la  cabeza. 

D.a  Lau.     En  la  escarapela  del  guarda. 

Petra  Tome  usted.  (Le  da  un  cartucho  de  papel  pequeñi- 

to,  y  se  va  por  la  izquierda.) 
D.*  Lau.       Anda   con   Dios.    (Mirando  hacia  los  árboles  de  la 

derecha.)  Ya  cstán  llegando  los  tunantes. 
¡Cómo  me  han  cogido  la  hora!...  (se  levanta, 

va  hacia  la  derecha  y  arroja  adentro,  en  tres  puñaditos, 

las  migas  de  pan.)  Estas,  para  los  más  atrevi- 
dos... Estas,  para  los  mas  glotones..  Y  éstas^ 
para  los  más  granujas,  que  son  los  más  chi- 
cos... Je...  (vuelve  á  su  banco  y  desde  él  observa 
complacida  el  festín  de  los  pájaros.)  PerO,  hombre, 

que  siempre  has  de  bajar  tú  el  primero...  Por- 
que eres  el  mismo:  te  conozco.  Cabeza  gor- 
da, boqueras  grandes...  Igual  á  mi  adminis- 
trador. Ya  baja  otro.  Y  otro.  Ahora  dos  jun- 
tos. Ahora  tres.  Ese  chico  va  á  llegar  hasta 
aquí.  Bien;  muy  bien:  aquél  coge  su  miga 
y  se  va  á  una  rama  á  comérsela.  Es  un  filó- 
sofo. Pero  ¡qué  nube!  ¿De  dónde  salen  tan- 
tos? Se  conoce  que  ha  corrido  la  voz...  Je, 
je...  Gorrión  habrá  que  venga  desde  la  Guin- 
dalera, Je,  je...  Vaya,  no  pelearse,  que  hay 
para  todos.  Mañana  traigo  más. 


ESCENA    II 

DOÑA  LAURA,  DON  GONZALO  y  JUANITO 

(salen  éstos  por  la  izquierda  del  foro.  Don  Gonzalo  es  un  viejo  con- 
temporáneo de  Doña  Laura,  un  poco  cascarrabias.  Al  andar  arrastra 
los  pies.  Viene  de  mal  temple,  del  brazo  de  Juanito,  su  criado.) 


D.  GoN.  Vagos,  más  que  vagos...  Más  vaha  que  estu- 
vieran diciendo  misa... 

JuA,  Aquí  se  puede  usted  sentar:  no  hay  más 

que  una  señora. 

(Doña   Laura   vuelve   la  cabeza  y  escucha  el  diálogo.) 

D.  GoN.  No  me  da  la  gana,  Juanito.  Yo  quiero  un 
banco  solo. 


JuA  ¡Si  no  lo  hay  I 

D.  GoN.       ;Es  que  aquél  es  mío! 

JuA.  Pero  si  se  han  sentado  tres  curas... 

D.  GoN.  [Pues  que  se  levanten!...  ¿Se  levantan,  Jua- 
nito? 

JuA.  ;Qué  se  han  de  levantar!  Allí  están  de  charla. 

D.  GoN.  Como  si  los  hubieran  pegado  al  banco.  No; 
si  cuando  los  curas  cogen  un  sitio...  ¡cual- 
quiera los  echa!  Ven  por  aquí,  .Juanito,  ven 

por  aquí.  (Se  encamina  hacia  la  derecha  resuelta-- 
mente.  Juanito  lo  sigue.) 

D.íi  Lau.     (indignada.)  ¡Hombre  de  Dios! 

D.  GoN  (volviéndose.)  ¿Es  á  mí? 

D.^  Lau.     Sí,  señor;  ;i  usted. 

D.  GoN.       ¿Qué  pasa? 

D.a  Lau.  ¡Que  me  ha  espantado  usted  los  gorriones, 
que  estaban  comiendo  miguitas  de  pan! 

D.  GoN.       ¿Y  yo  qué  tengo  que  ver  con  los  gorriones? 

D.a  Lau  .     ¡Tengo  yo! 

D.  GoN.       ¡El  paseo  es  público! 

D.a  Lau.  Entonces  no  se  queje  usted  de  que  le  qui- 
ten el  asiento  lo^  curas. 

D.  GoN.  Señora,  no  estamos  presentado?.  Xo  sé  por 
qué  se  toma  usted  la  libertad  de  dirigirme 
]a  palabra.  Sigúeme,  Juanito.  (se  van  ios  dos 

por  la  derecha.) 

D.a  Lau.  ¡El  demonio  del  viejo!  Xo  hay  como  llegar 
á  cierta  edad  para  ponerse  impertinente, 
(pausa.)  Me  alegro;  le  han  quitado  aquel  ban- 
co también.  ¡Anda!  para  que  me  espante 
los  pajaritos.  Está  furioso...  Sí,  sí;  busca, 
busca.  Como  no  te  sientes  en  el  sombrero... 
¡Pobrecillo!  Se  limpia  el  sudor...  Ya  viene, 
ya  viene...  Con  los  pies  levanta  más  polvo 
que  un  coche. 

D.   GoN.         (saliendo   por  donde  se  fué  y  encaminándose  á   la   iz- 
quierda.) ¿Se  habrán  ido  los  curas.  Juanito? 
JüA.  Xo  sueñe  ustsd  con  eso.  señor.  Allí  siguen. 

i).  GoN.         ¡Por  vida...!  (Mirando  á  todas  partes  perplejo  )  Este 

Ayuntamiento,  que  no  pone  más  bancos 
para  estas  mañanas  de  sol...  Xada,  que  me 
tengo  que  conformar  con  el  de  la  vieja.  (Re- 
funfuñando, siéntase  al  otro  extremo  que  doña  Laura > 
y  la  mira  con  indignación.)  BuenOS   díaS. 


—   10  — 

D.a  Lau.     ¡Hola!  ¿Usted  por  aquí? 

D.  GoN.       insisto  en  que  no  estamos  presentados. 

D.a  Lau.     Como  me  saluda  usted,  le  contesto. 

D.  GoN.       A  los  buenos  días  se  contesta  con  los  buenos 

días,  que  es  lo  que  ha  debido  usted  hacer. 
D.a  Lau.     También  usted  ha  debido  pedirme  permiso 

para  sentarse  en  este  banco,  que  es  mío. 
D.  GoN.       Aquí  no  hay  bancos  de  nadie. 
D.a  Lau.     Pues  usted  decía  que  el  de  los  curas  era 

suyo. 
D.  GoN.       Bueno,  bueno,  bueno...  se  concluyó.  (Entre 

dientes.)  Vieja  chocha...  Podía  estar  haciendo 

calceta... 

Xo  gruña  usted,  porque  no  me  voy. 

(sacudiéndose  las  botas  con  el  pañuelo.)  SÍ  regaran 

un  poco  más,  tampoco  perderíamos  nada. 
Ocurrencia  es:  limpiarse  hs  botas  con  el  pa- 
ñuelo de  la  nariz. 
¿Eh? 

¿Se  sonará  usted  con  un  cepillo? 
¿Eh?  Pero  señora,  ¿con  qué  derecho...? 
Con  el  de  vecindad. 

(cortando  por  lo  sano.)  Mira,  Juanito,  dame  el 
libro;  que  no  tengo  ganas  de  oír  más  ton- 
teras. 

Es  usted  muy  amable. 
Si  no  fuera  usted  tan  entrometida... 
Tengo  el  defecto  de  decir  todo  lo  que  pienso. 
Y  el  de  hablar  más  de  lo  que  conviene. 
Dame  el  libro,  Juanito. 

JUA.  Vaya,  señor,  (saca  del  bolsillo  un  libro  y  se  lo  en- 

trega. Paseando  luego  por  el  foro^  se  aleja  hacia  la 
derecha  y  desaparece.) 

ESCENA  III 

DOÑA   LaUKA  y  DON   GONZALO 

(Este  último,  mirando  á  doña  Laura  siempre  con  rabia,  se  pone  unas 

gafas  prehistóricas,  saca  una  gran  lente,  y  con  el  auxilio  de  toda  esa 

cristalería  se  dispone  á  leer) 

D.íi  Lau.     Creí  que  iba  usted  á  sacar  ahora  un  teles- 
copio. 


D. 

a  Lau. 

D. 

GoN. 

D. 

a  Lau. 

D. 

GON. 

D. 

a  Lau. 

D. 

GoN. 

D. 

a  Lau. 

D. 

GON. 

D. 

a  Lau. 

D. 

GON. 

D. 

a  L\U. 

D. 

GoN. 

11  " 


D.  GoN. 
D.a  La.l 
D.  GoN. 
D.a  Lau, 
D.  GoN. 

D.íi  Lau 
D.  GoN. 
D.H  Lau 
D.  GoN. 


¡Oiga  usted! 

Debe  usted  de  tener  muy  buena  vista. 

Como  cuatro  veces  mejor  que  usted. 

Ya,  ya  se  conoce. 

Algunas  liebres  y  algunas  perdices  lo  pudie 


ran  atestiguar. 

¿Es  usted  cazador? 

Lo  he  sido...  Y  aún...  aún... 

¿Ah,  sí? 

Sí,  señora.  Todos  los  domingos,  ¿^abe  usted'? 

cojo  mi  escopeta  y  mi  perro,  ¿sabe  usted?  y 

me  voy  á  una  finca  de  mi  propiedad,  cerca 

de   Aravaca. .   A   matar   el  tiempo,   ¿sabe 

usted? 
D.a  Lau.     ISÍ;  como  no  mat-e  usted  el  tiempo. .  ¡lo  que 

es  otra  cosa! 
D.  GoN.       ¿Conque  no?  Ya  le  enseñaría  yo  á  usted  una 

cabeza  de  jabalí  que  tengo  en  mi  despacho. 
D  a  Lau  .     ¡Toma!  y  yo  á  usted  una  piel  de  tigre  que 

tengo  en  mi  sala.  ¡Vaya  un  argumento! 
D.  GoN.       Bien  está,  señora.  Déjeme  usted  leer.  No 

estoy  por  darle  á  usted  más  palique. 
D.^  Lau.     Pues  con  callar,  hace  usted  su  gusto. 

D.  GoN.         Antes   voy   á  tomar  un   polvitO.  (¡^aca  una  caja 

de  rapé )  De  csto  SÍ  le  doy.  ¿Quiere  usted? 

D.a  Lau.  Según.  ¿Es  fino? 

D.  GoN.  No  lo  hay  mejor.  Le  agradará. 

D.a  Lau  .  A  mí  me  descarga  mucho  la  cabeza. 

D.  GoN.  Y  á  mí. 

D.a  Lau  .  ¿Usted  estornuda? 

D.  GoN.  Sí,  señora:  tres  veces. 

D.^Lau.  Hombre,  y  yo  otras  tres:  ¡qué  casuaUdad! 

(Después  de  tomar  cada  uno  su  polvito,  aguardan  los 
estornudos  haciendo  visajes,  y  estornudan  alternati- 
vamente.) 

D.a  Lau.  ¡Ah...  chisi 

D.  Gon.  ¡Ah  ..  chis! 

D.a  Lau.  ¡Ah.  .  chis! 

D.  GoN.  ¡Ah...  chis! 

D.a  Lau.  ¡Ah..  chis! 

D.  GoN.  ¡Ah...  chis! 

D.a  Lau.  ¡Jesús! 

D.  Gon.  Gracias.  Buen  provechito. 

D.a  Lau  .  Igualmente.  (Nos  ha  reconciliado  el  rapé.) 


—    12    - 

D.  GoN.       xA.hora  me  va  usted  á  dispensar  que  lea  en 

voz  alta. 
D.a  Lau.     Lea  usted  como  guste:  no  me  incomoda. 

D.  GON.         (Leyendo.) 

lodo  en  amor  es  triste; 
mas,  triste  y  todo,  es  lo  mejor  que  existe. 
De  Campoamor;  es  de  Campoamor. 
D.aLAU.     ¡Ah! 

D.  GoN.         (Leyendo.) 

Las  niñas  de  las  madres  que  amé  tanto, 
me  besan  ya  como  se  besa  á  un  santo. 
Estas  son  humoradas. 

D.a  Lau  .     Humoradas,  fí. 

D.  GoN.       Prefiero  las  doloras. 

D.a  Lau.     Y  yo. 

D.  GoN.       También  hay  algunas  en  este  temo.  (Busca 
las  doloras  y  lee.)  Escuche  usted  ésta: 
Pasan  veinte  años:  vuelve  él... 

D.a  L^^u.  No  sé  qué  me  da  verlo  á  usted  leer  con  tan- 
tos cristales... 

D.  GoN.  ^;Pero  es  que  usted,  por  ventura,  lee  sin 
gafas? 

D.aLAU.     ¡Claro! 

D.  GoN.       ¿A  su  edad?  ..  Me  permito  dudarlo. 

D,a  Lau.  Déme  usted  el  libro,  (lo  toma  de  mano  de  don 
Gonzalo,  y  lee:) 

Pasan  veinte  años:  vuelve  él, 
y  al  verse,  exclaman  él  y  ella: 
(—¡Santo  Dios!  ¿y  éste  es  aquél?...) 
(—¡Dios  mío!  ¿y  ésta  es  aquélla?..) 

(Le  devuelve  el  libro.) 

D.  GoN.       En  efecto:  tiene  usted  una  vista  envidiable. 

D.a  Lau       (¡Como  que  me  sé  los  versos  de  memoria!) 

D.  GoN.  Yo  soy  muy  aficionado  á  los  buenos  ver- 
sos... iMucho.  Y  hasta  los  compuse  en  mi 
mocedad. 

D.a  Lau  .     ¿Buenos? 

D.  GoN.  De  te  do  había.  Ful  amigo  de  Espronceda, 
de  Zorrilla,  de  Becquer...  A  Zorrilla  lo  cono- 
cí en  América. 

D.a  Lau.     ¿Ha  estado  usted  en  América? 

D.  GoN.  Varias  veces.  La  primera  vez  fui  de  seis 
años. 

D.a  Lau.     ¿Lo  llevaría  á  usted  Colón  en  una  carabela? 


-    13    — 

D.  GoN.  ÍRiéndose.)  No  taiito,  no  tanto...  Viejo  soy, 
pero  no  conocí  á  los  Reyes  Católicos... 

D.íi  Lau.     Je,  je... 

D.  GoN.  También  fui  gran  amigo  de  éste:  de  Campo- 
amor.  En  Valencia  nos  conocimos...  Yo  soy 
valenciano. 

D.a  Lau  .     ¿Sí? 

D.  GoN.  Allí  me  crié;  allí  pasé  mi  primera  juven- 
tud... ¿Conoce  usted  aquéllo? 

D  t^  Lau.  Sí,  señor  ^Cercana  cá  Valencia,  á  dos  ó  tres 
leguas  de  camino,  había  una  finca  que  si 
aún  existe  se  acordará  de  mí.  Pasé  en  ella 
algunas  temporadas.  De  esto  hace  muchos 
años;  muchos.  Kstaba  próxima  al  mar,  ocul- 
ta entre  naranjos  y  limoneros...  Le  decían... 
¿cómo  le  decían?...  Maricela. 

D.  GoN.       ¿Mar  i  cela  f 

D.a  Lau  .     Maricela.  ¿Le  suena  á  usted  el  nomb^-e? 

D.  GoN.  ¡Ya  lo  creo!  Como  que  si  yo  do  estoy  tras- 
cordado—con los  años  Stí  va  la  cabeza, — allí 
vivió  la  mujer  más  preciosa  que  nunca  he 
visto.  ¡Y  ya  he  visto  algunas  en  mi  vida!... 
Deje  usted,  deje  usted...  Su  nombre  era 
Laura.  El  apellido  no  lo  recuerdo...  (naciendo 
memoria)  Laura...  Laura...  ¡Laura  Llorenteí 

D.a  Lau.     Laura  Llórente... 

D.  GoN.         ¿Qué?  (Se  miran  con  atracción  misteriosa.) 

D.a  Lau.  Nada...  Me  está  usted  recordando  á  mi  me- 
jor amiga. 

D.  GoN.       ¡Es  casualidad! 

D.a  Lau  Sí  que  es  peregrina  casualidad.  La  Xiña  de 
Flata. 

D.  GoN.  La  Xiña  ele  Plata...  Así  le  decían  los  huerta- 
nos y  los  pescadores.  ¿Querrá  usted  creer 
que  la  veo  ahora  mismo,  como  si  la  tuviera 
presente,  en  aquella  ventana  de  las  campa- 
nillas azules?...  ¿Se  acuerda  usted  de  aque- 
lla ventana?... 

D.a  Lau  .     Me  acuerdo.  Era  la  de  su  cuarto.  Me  acuerdo^ 

D.  GoN.  En  ella  se  pasaba  horas  enteras..  En  mis 
tiempos,  digo. 

D.a  Lau.     (suspirando.)  Y  en  los  míos  también. 

D.  GoN.  Era  ideal,  ideal...  Blanca  como  la  nieve.  . 
Los  cabellos  muy  negros...   Los  ojos  muy 


—  u  — 

negros  y  muy  dulces.  .  De  su  frente  parecía 
que  brotaba  luz...  Su  cuerpo  era  fino,  esbel- 
to, de  curvas  muy  suaves... 

¡Qué  formas  de  belleza  soberana 
modela  Dios  en  la  escultura  humana! 
Era  un  sueño,  era  un  sueño... 
D.a  Lau.     (¡Si  supieras  que  la  tienes  al  lado,  ya  verías 
lo  que  los  sueños  valen!)  Yo  la  quise  de  ve- 
ras, muy  de  veras.  Fué  muy  desgraciada. 
Tuvo  unos  amores  muy  tristes. 

D.  GON.         Muy  tristes.  (Se  miran  de  nuevo.) 

D.a  Lau.     .-Usted  lo  sabe? 

D.  GoN.       Sí. 

D.a  Lau.  (¡Qué  cosas  hace  Dios!  Este  hombre  es 
aquél.) 

D  GoN.  ÍTecisamente  el  enamorado  galán,  si  es  que 
nos  referiinos  los  dos  al  Qiismo  caso... 

D.a  Lau  .     ¿Al  del  duelo? 

D.  GoN.  Justo:  al  del  duelo.  El  enamorado  galán 
era...  era  un  pariente  mío,  un  muchacho  de 
toda  mi  predilección. 

D.a  Lau.  Ya,  vamos,  ya.  Un  pariente...  A  mí  me  con 
tó  ella  en  una  de  sus  últimas  cartas,  la  his- 
toria de  aquellos  amores,  verdaderamente 
románticos. 

D.  GoN.       Platónicos.  No  se  hablaron  nunca. 

D.'i  Lau.  El,  su  pariente  de  usted,  pasaba  todas  las 
mañanas  á  caballo  por  la  veredilla  de  los 
rosales,  y  arrojaba  á  la  ventana  un  ramo  de 
flores,  que  ella  cogía 

D.  GoN.  Y  luego,  á  la  tarde,  volvía  á  pasar  el  gallar- 
do jinete,  y  recogía  un  ramo  de  flores  que 
ella  le  echaba.  ¿No  es  esto? 

D.a  Lau  .  Eso  es.  A  ella  querían  casarla  con  un  co- 
merciante... un  cualquiera,  sin  más  títulos 
que  el  de  enamorado. 

D.  GoN.  Y  una  noche  que  mi  pariente  rondaba  la 
finca  para  oiría  cantar,  se  presentó  de  víj^- 
proviso  aquel  hombre. 

D  a  Lau.      Y  le  provocó. 

D.  GoN.       Y  se  enzarzaron. 

D.a  Lau  .     Y  hubo  desafío. 

D.  GoN.  ,Al  amanecer:  en  la  playa.  Y  allí  se  quedó 
malamente  herido   el   provocador.    Mi  pa- 


—  lo- 
ríente tuvo  que  esconderse  prímero,  y  luego 
que  huir. 

D.a  Lau.     Conoce  usted  al  dedillo  la  historía. 

D.  GoN.       Y  usted  también. 

D.í^  Lau  .     Ya  le  he  dicho  á  usted  Cjue  ella  me  la  contó. 

D  GoN.       Y  mi  paríente  á  mí...  (Esta  mujer  es  Lau- 


ra... ¡Qué  cosas  hace  Dios 

D.íi  Lau.  (No  sospecha  quién  soy:  ¿para  qué  decírse- 
lo? Que  conserve  aquella  ilusión...) 

D.  GoN.  (No  presume  que  habla  con  el  galán...  ¿Qué 
ha  de  presumirlo?...  Callaré.)  (pausa.) 

D.a  Lau.  ¿Y  fué  usted,  acaso,  quien  le  aconsejó  á  su 
pariente  que  no  volviera  á  pensar  en  Laura? 
(i Anda  con  esa!) 

D.  GoN.  ¿Yo?  ¡Pero  si  mi  pariente  no  la  olvidó  un 
segundo! 

D.a  Lau.     Pues  ¿cómo  se  explica  su  conducta? 

D.  GoxN.  ¿Usted  sabe?..  Mire  usted,  señora:  el  mu- 
chacho se  refugió  primero  en  mi  casa — te- 
meroso de  las  consecuencias  del  duelo  con 
aquel  hombre,  muy  querido  allá; — luego  se 
trasladó  á  Sevilla;  después  vino  á  Madrid... 
Le  escribió  á  Laura  ¡qué  sé  yo  el  número  de 
cartas! — algunas  en  verso,  me  consta... — 
Pero  sin  duda  las  debieron  de  interceptar 
los  padres  de  ella,  porque  Laura  no  contes- 
tó... Gonzalo,  entonces,  desesperado,  des- 
engañado, se  incorporó  al  ejército  de  África, 
y  allí,  en  una  trinchera,  encontró  la  muerte, 
abrazado  á  la  bandera  española  y  repitien- 
do el  nombre  de  su  amor:  Laura...  Laura... 
Laura... 

D.a  Lau.     (¡Qué  embustero!) 

D.  GoN.  (No  me  he  podido  matar  de  un  modo  más 
gallardo ) 

D.a  Lau  .     ¿Sentiría  usted  á  par  del  alma  esa  desgracia? 

D.  GoN.  Igual  que  si  se  tratase  de  mi  persona.  En 
cambio,  la  ingrata,  quién  sabe  si  estaría  á 
los  dos  meses  cazando  mariposas  en  su  jar- 
dín, indiferente  á  todo... 

D.a  Lau.     Ah,  no,  señor;  no,  señor... 

D.  GoN.      Pues  es  condición  de  mujeres... 

D.a  Lau.  Pues  aunque  sea  condición  de  mujeres,  la 
Niña  de  Plata  no  era  así.  Mi  amiga  esperó 


-    16    -- 

noticias  un  día,  y  otro,  y  otro...  y  nn  mes.  y 
un  año...  y  la  carta  no  llegaba  nunca.  Una 
tarde,  á  la  puesta  del  sol,  con  el  primer  lu- 
cero de  la  noche,  se  la  vio  salir  resuelta  ca- 
mino de  la  playa...  de  aquella  playa  donde 
el  predilecto  de  su  corazón  se  jugó  la  vida. 
Escribió  su  nombre  en  la  arena — el  nombre 
de  él, — ^y  se  sentó  luego  en  una  roca,  fija  la 
mirada  en  el  horizonte...  Las  olas  murmura- 
ban su  monólogo  eterno...  é  iban  poco  á  poco 
cubriendo  la  roca  en  que  estaba  la  niña. . 
;,Quiere  usted  saber  más?...  Acabó  de  subir 
la  marea  ..  y  la  arrastró  consigo... 

D.  GoN.      ¡.Jesúsl 

D.a  Lau.  Cuentan  los  pescadores  de  la  playa,  que  en 
mucho  tiempo  no  pudieron  borrar  las  olas 
aquel  nombre  escrito  en  la  arena.  (¡A  mi  no 
me  ganas  tú  á  finales  poéticos!) 

D.  GoN.      (¡Miente  mí^s  que  yo!)  (Pausa.) 

D.a  Lau.     ¡Pobre  Laura' 

D.  GoN.      ¡Pobre  Gonzalo! 

D.a  Laü.  (¡Yo  no  le  digo  que  á  los  dos  años  me  casé 
con  un  fabricante  de  cervezas!) 

D.  GoN.  (¡Yo  no  le  digo  que  á  los  tres  meses  me  lar- 
gué á  París  con  una  bailarina!) 

D.a  Lau.  Pero  ^;ba  visto  usted  cómo  nos  ha  unido  la 
casualidad,  y  cómo  una  aventura  añeja  ha 
hecho  que  hablemos  Jo  mismo  que  si  fuéra- 
mos anjigos  antiguos? 

D.  GoN.      Y  eso  que  empezamos  riñendo. 

D.a  Lau.     Porque  usted  me  espantó  los  gorriones. 

D.  GoN.      Venía  muy  mal  templado. 

D.a  Lau       Ya,  ya  lo  vi.  ¿Va  nsted  á  volver  mañana? 

D.  GoN.  Si  hace  sol,  desde  luego.  Y  no  sólo  no  espan- 
taré los  gorriones,  sino  que  también  les  trae- 
ré miguitas... 

D.a  Lau.  Muchas  gracias,  señor...  Son  buena  gente;  ee 
lo  merecen  todo.  Por  cierto  que  no  sé  dónde 
anda  mi  chica...  (se  levanta.)  ¿Qué  hora  será 
ya? 

D.  GoN.      (Levantándose.)  Cerca  de  las  doce.  También  ese 

bribón  de  JuanitO...  (Va  hacia  la  derecha.) 
D.a  Lau.       (Desde   la  izquierda  del  foro,  mirando   hacia  dentro.) 
Allí  la  diviso  con  su  guarda...  (Hace   señas  con 
la  mano  para  que  se  acerque.) 


D; 

a  Lau 

D. 

GON. 

D. 

íi  Lau. 

-   17  — 
D.  GON.         (Contemplando,  mientras,  á  la  señora.)  (No...  110  me 

descubro...  Estoy  hecho  un  mamarracho  tan 
grande...  Que  recuerde  siempre  al  mozo  que 
pasaba  al  galope  y  le  echaba  las  flores  a  la 
ventana  de  las  campanillas  azules  ..) 
¡Qué  trabajo  le  ha  costado  despedirse!  Ya 
viene. 

Juanito,  en  cambio...  ^;Dónde  estará  Juanito? 
Se  habrá  engolfado  con  alguna  niñera.  (Mi- 
rando hacia  la  derecha  primero,  y  haciendo  señas  como 

doña  Laura  después.)  Diablo  de  muchacho... 

(contemplando  al  viejo.)  (^No...  nO  me  deSCUbrO... 

Estoy  hecha  una  estantigua...  Vale  más  que 
recuerde  siempre  á  la  niña  de  los  ojos  ne- 
gros, que  le  arrojaba  las  flores  cuando  él  pa- 
saba por  la  veredilla  de  los  rosales...) 


ESCENA  ULTIMA 

DICHOS,    PETRA    y    JUANITO 

(E1  uno  sale  por  la  derecha  y  la  otra  por  la  izquierda.  Petra  trae  un 
manojo  de  violetas.) 

D.a  Laü.  Vamos,  mujer;  creí  que  no  llegabas  nunca. 
D.  GoN .  Pero,  -Juanito,  ¡por  DiosI  que  son  las  tantas.  . 
Petra  Estas  violetas  me  ha  dado  mi  novio  para 

usted. 
D.^  Lau.     Mira  qué  fino.  .  Las  agradezco  mucho...  (ai 

cogerlas  se  le  caen  dos  ó  tres  al   suelo.)    Soil   muy 

hermosas... 
D.  GoN.      (Despidiéndose.)  Pucs,  señora  iTiía,  yo  he  tenido 

im  honor  muy  grande.,  un  placer  inmenso... 
D.a  Lau  .     (lo  mismo.)  Y  yo  una  verdadera  satisfacción. . 
D.  GoN .      ¿Hasta  mañana? 
D.^  Lau.     Hasta  maiiana. 
D.  GoN.      8i  hace  sol... 

D.8  Lau.     íái  hace  sol...  ¿Irá  usted  á  su  banco? 
D.  GoN .      No,  señora;  que  vendré  á  éste. 
D.a  Lau.     Este  banco  es  muy  de  usted,  (se  ríen.) 
I).  GoN .      Y  repito  que  traeré  miga  para  los  gorriones  .. 

(vuelven  á  reirse.) 

D.íi  Lau.     Hasta  mañana. 


—  18  — 
D.  GoN.      Hasta  mañana. 

(Doña  Laura  se  encamina  eou  Petra  hacia  la  derecha. 
Don  Gonzalo,  antes  de  irse  con  Juanito  hacia  la  izquier 
da,  tembloroso  y  con  gran  esfuerzo  se  agacha  á  coger 
las  violetas  caldas.  Doña  Laura  vuelve  naturalmente  el 
rostro  y  lo  ve.) 

JuA.  ^:Qué  hace  usted,  señor? 

D.  GoN.  Espera,  hombre,  espera... 
D.*^  Lau.  íNo  me  cabe  duda:  es  él...) 

D.  GoN .  (Estoy  en  lo  firme:  es  ella...) 

(Después  de  hacerse  un   nuevo  saludo  de   despedida.) 

D.a  Lau.  (¡Santo  Dios!  ¿j  éste  es  aquélV...) 

D.  GoN.  (¡Dios  mío!  ¿y  ésta  es  aquélla?...) 

(Se  van,  apoyado  cada  uno  en  el  brazo  de  su  servidor 
y  volviendo  la  cara  sonrientes,  como  si  él  pasara  por 
la  veredilla  de  los  rosales  y  ella  estuviera  en  la  venta- 
na de  las  campanillas  azules.) 


FIN 


Madrid,  Febrero.  1905 


Advertencia  importante.— Las  empresas  que  pongan 
en  escena  esta  obra,  pagarán  por  derechos  de  propiedad 
la  mitad  de  los  correspondientes  á  una  pieza  en  un 
acto. 


OBRAS  DE  íiOS  1VIIS|«0S  AUTORES 


Esgrima  y  amor,  juguete  cómico.  ('2.a  edición.) 

Belén,  12,  j^rincipal,  juguete  cómico. 

Güito,  juguete  cómico-lírico.  (2.a  edición.) 

La  media  naranja,  juguete  cómico.  (2.*  edición.) 

El  tí')  de  la  flauta,  juguete  cómico.  (2.^  edición.) 

El  ojito  derecho,  entremés.  (8.a  edición.) 

La  reja,  comedia  en  un  acto.  (3.a  edición.) 

La  buena  sombra,  saínete  en  tres  cuadros,  con  música.  (5.a  edi- 
ción.) 

El  peregrino,  zarzuela  cómica  en  un  acto. 

La  vida  íntima,  comedia  en  dos  actos.  (3.a  edición.) 

Los  borrachos,  saínete  en  cuatro  cuadros,  con  música.  (2.a  edi- 
ción.) 

El  chiquillo,  entremés.  (4.a  edición.) 

Las  casas  de  cartón,  juguete  cómico. 

El  traje  de  luces,  saínete  en  tres  cuadros,  con  música. 

El  patio,  comedia  en  dos  actos.  (3.»  edición  ) 

El  motete,  entremés  con  música  (2.a  edición  ) 

El  estreno,  zarzuela  cómica  en  tres  cuadros. 

Los  Galeotes,  comedia  en  cuatro  aclos.  (3.a  edición.) 

La  2')em,  drama  en  dos  cuadros. 

La  azotea,  comedia  en  un  acto. 

El  género  ínfimo,  pasillo  con  música. 

El  nido,  comedia  en  dos  actos.  (2.    edición.) 

Las  flores,  comedia  en  tres  actos. 

Los  piropos,  entremés. 

El  flechazo,  entremés. 

El  amor  en  el  teatro,  capricho  literario  en  cinco  cuadros,  pró- 
logo y  epílogo. 

Abanicos  y  panderetas  ó  ¡A  Sevilla  en  el  botijo!  humorada  sa- 
tírica en  tres  cuadros,  con  música. 

La  dicha  ajena,  comedia  en  tres  actos  y  un  prólogo. 

Pejñta  Reyes,  cimedia  en  dos  actos. 

Los  meritorios,  pasillo. 

/  a  zahori,  entremés. 

La  reina  mora,  «jainete  en  tr-s  cuadros,  con  música. 

Zaragatas,  saínete  en  dos  cuadros. 

La  zagala,  comedia  en  cuatro  actos. 

La  contraía,  ajiropó^ito. 

El  nmor  que  pasa,  comedia  en  dos  actos. 

Eí  mal  de  amorís,  ^ainete  con  mn.sica. 

El  nuevo  servidor,  humorada. 

Mañana  de  sol,  paso  de  comedia. 


I 


Precio:  UNA  peseta 


Todo  ejemplar  que  no  lleve  el  sello  de  la  Sociedad  de  Autores  Españoles, 
sera  considerado  como  fraudulento. 


RARE  BOOK 
COLLECTION 


THE  LIBRARY  OF  THE 

UNIVERSITY  OF 

NORTH  CAROLINA 

AT 

CHAPEE  HILE 


PQ6217 
.T44 
V.18 
1-17 


no