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Full text of "Mensaje."

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UBRARY  OF  PRINCETON 


JUL  I 5 ?003 


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ITHEOLOGICAL  SEMÍNARY 


Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2016 


https://archive.org/details/mensaje6651unse 


DE  LA  ADOLESCENCIA  A LA  MADUREZ 

TU  EXE  SE  GOOIN-DECAIUE 


CONDICIONES  DE  VIDA  EN  AMERICA  LATINA 

MAMO  ZAS A RI  E 


A PROPOSITO  DE  SATELITES 


EL  ALCOHOLISMO  DE  LOS  NIÑOS 


julio  jim i:\ez  n 


EL  APOSTOLADO  DE  LOS  LAICOS 


DICIEMBRE  — 1957 


o 


MENSAJE 


DICIEMBRE  1957  - VOL.  VI  - N?  65 
DIRECCION: 

Alonso  Ovalle  1452  — Casilla  597 
Fono  83226  — Santiago  de  Chile 

DIRECTOR  - FUNDADOR 
(t)  R.  P.  Alberto  Hurtado  Cruchaga, 
S.  I. 

DIRECTOR 

José  Aldunate  Lyon,  S.  I. 
SUSCRIPCION  ANUAL: 


Ordinaria S 800 

De  bienhechor ” 5.000 

para  el  extranjero ”3  USC. 

para  el  extranjero  (por  vía 

aérea) ”6  USC. 

Valor  Núm.  suelto ” 80 


AVISOS: 

1 página  S 

1/2  ” " 

1/3  " ” 

1/4  " ” 

1/6  ” ” 


SUMARIO: 

Pag. 

NATU  RALEZA,  LIBERTAD  T 
AUTORREAL1Z  ACION,  por 
Mateo  Andrés,  S.  J 433 

DE  LA  ADOLESCENCIA  A LA 
MADUREZ,  por  Therese  Gouin- 
Decaire  438 

CONDICIONES  DE  VIDA  EN 
AMERICA  LATINA,  por  Ma- 
rio Zañartu,  S.  J 443 

,1  PROPOSITO  DE  SATELITES 
por  Julio  Jiménez  B.,  S.  J.  ..  448 

SIGNOS  DEL  TIEMPO: 

China  Comunista  455 

Alcoholismo  de  los  niños 456 

Dueñas  de  Casa  Reemplazan- 
tes   459 

Ante  un  hecho  ilegal 461 

CINE: 

“Le  Balón  Rouge" 462 

ORIENTACION  BIBLIOGRAFI- 
CA   464 

DOCUMENTOS: 

S.  S.  Pío  XII  y el  Apostolado 
de  los  Laicos 468 

INDICE  DEL  VOLUMEN  VI...  476 


18.000 

9.000 

6.000 
4.500 
3.000 


Correspondencia  con  los  Lectores 

Tenemos  el  agrado  de  comunicar  a nuestros  lectores  la 
siguiente  carta  de  la  Cámara  Chilena  de  la  Construcción: 

El  Directorio  de  la  Cámara  Chilena  de  la  Construcción 
se  impuso  recientemente  del  contenido  de  los  números  ríe  esa 
revista  correspondientes  a los  meses  de  julio  y agosto  y,  es- 
pecialmente del  de  septiembre  del  año  en  curso,  en  los  que 
se  hacen  interesantes  análisis  del  problema  de  la  vivienda  en 
Chile  y en  América  Latina  en  general,  mereciendo  los  más 
elogiosos  comentarios  por  la  seriedad  y altura  de  miras  con 
que  en  ellos  se  enfoca  esta  materia. 

“En  dicha  oportunidad  se  acordó  expresar  a Ud.  la  com- 
placencia del  Directorio  de  la  Cámara  por  la  forma  como 
realiza  esa  interesante  campaña  de  difusión  en  un  asunto  de 
tanta  gravedad  como  actualidad.” 

Z.  S.  L.:  “Deseo  seguir  recibiendo  Mensaje;  en  sus  pá- 
ginas abarca  tantos  temas  de  interés  general,  con  valentía 
y solidez  de  doctrina”  — (suscriptor  de  Iquique). 

A.  D.  A.:  “Perdone  la  demora  en  cancelar  la  suscrip- 
ción. No  me  resigno  a deshacerme  de  una  revista  tan  hermo- 
sa, por  lo  bien  orientada  y porque,  cuando  la  recibo,  me  pa- 
rece revive  en  mi  alma  esa  espiritualidad  chilena  y me  llega 
mucho  de  esa  tierra  bendita  en  donde  tuve  la  dicha  de  ejer- 
cer el  apostolado  durante  cuatro  años.”  — (suscriptor  de  Bil- 
bao, España) . 

Z.  S.  E.:  “Con  el  número  dedicado  a la  vivienda  (sep- 
tiembre, 1957)  han  respondido  muy  oportunamente  al  llama- 
do del  Episcopado  de  fecha  29  de  julio,  donde  entre  otras 
cosas  nos  dicen  los  Obispos  que  se  realizará  próximamente 
una  Semana  Social  para  contribuir  precisamente  a la  solu- 
ción práctica  del  problema  de  la  vivienda,  el  cual  es,  dicen 
los  Prelados,  “uno  de  los  más  apremiantes  y graves”.  Les 
agradecería  nos  tuviesen  al  corriente  de  la  fecha  y temario 
de  la  Semana.”  — (lector  de  Rancagua) . 

P.  A.  L.:  “Sean  mis  primeras  palabras  una  calurosa 
felicitación  por  la  excelente  calidad  de  los  artículos  que  nos 
trae  Mensaje.  Tanto  es  así  que  en  algunas  oportunidades  he 
puesto  en  discusión, algún  artículo  en  nuestra  Academia  de 
Profesionales  y Universitarios  Católicos,  y nos  hemos  ba- 
sado solamente  en  él  para  efectuar  una  reunión.”  — (suscrip- 
tor de  la  diócesis  de  Valparaíso). 

— Nos  alegramos  mucho  que  como  ya  lo  hacen  en  oirás 
partes,  especialmente  en  academias  de  jóvenes,  Mensaje 
les  dé  pie  para  discutir  temas  de  interés  para  ustedes. 
Aprovechamos  la  ocasión  para  agradecerle  la  ayuda  en- 
viada en  favor  de  nuestra  revista. 

S.  F.  R.:  “Le  ruego  felicite  en  mi  nombre  y en  el  de 
mis  compañeros  de  inquietudes  religiosas  al  P.  Alfonso  Ver- 
gara  por  su  sugestivo  artículo  sobre  la  “Intransigencia  de 
la  Iglesia”;  necesitamos  los  que  estamos  en  contacto  con  el 
diario  vivir,  donde  tanto  se  oye  hablar  contra  la  Religión 
por  su  intolerancia  frente  a las  costumbres  que  pugnan  por 
introducirse  en  nuestros  medios  sociales,  necesitamos  tener 
bien  presente  esa  intransigencia  que  nace  de  la  verdad”.  — 
(lector  de  Santiago). 

— Se  refiere  al  artículo  publicado  en  septiembre  y cuyo 
título  es  “La  intransigencia  de  la  Iglesia  Católica.” 

L.  A.  P .:  “Me  permito  hacer  una  pequeña  crítica  a 
\l ensaje.  Me  parece  que  en  su  sección  Orientación  Biblio- 
gráfica debería  dársele  mayor  importancia  a aquellos  libros 
o novelas,  que  sin  ser  de  formación,  influyen  tanto,  y con 
seguridad  son  más  leídos  que  libros  de  carácter  más  serio.”— 
(lector  de  Liinache). 

— Aunque  limitados  por  el  espacio  reducido  y por  el 
apremio  de  las  Editoriales  que  nos  remiten  los  libros  pa- 
ra recensión,  tendremos  muy  en  cuenta  su  nota. 

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DICIEMBRE  - 1957 


VOLUMEN  VI  - N.°  65 


MENSAJE 

El  mensaje  cristiano  frente  al  mundo  de  hoy 


Naturaleza , Libertad 
y Autorrealización 

por  MATEO  ANDRES,  S.  1.  (*) 


(Este  trabajo  es  un  comentario  al  tema 
existencialista  de  la  autorrealización  del  hom- 
bre por  sí  mismo,  sobre  todo  tal  como  es  pro- 
puesta por  Heidegger  y Sartre;  el  tema  se  su- 
pone ya  conocido,  y por  eso  no  se  dan  citas;. 

I 

HE  aquí  este  ser  maravilloso  que  es 
hombre:  ahora  tiene  40  años,  y es 
alto,  fuerte...  un  atleta;  es  culto, 
educado.  . . un  maestro.  Hace  35  años  le 
faltaba  la  altura  y la  fortaleza,  la  cultu- 
ra y la  educación.  Hace  35  años  era  un 
niño. 

Sin  embargo,  no  osaremos  negar  que 
se  tratase  del  mismo  hombre.  El  hombre, 
pues,  es  creado  en  semilla;  y debe  cre- 
cer. El  niño  es  semilla  del  hombre;  semi- 
lla que  es  sembrada  ‘ en  la  tierra”  del 
tiempo.  De  otro  modo:  el  niño  dista  del 
hombre;  cuando  dos  cosas  distan  entre  sí, 
en  medio  hay  un  espacio;  separando  al  ni- 
ño del  hombre  hay  un  tiempo.  La  distan- 
cia entre  el  niño  y el  hombre  es  temporal, 


(*)  El  autor  es  profesor  de  Filosofía  en  el  Seminario 
de  Santo  Tomás  — Ciudad  Trujillo,  Rep.  Dominicana. 


la  ha  de  llenar  el  hombre  con  sus  propios 
actos.  La  suma  de  estos  actos  sería  el 
tiempo,  el  tiempo  humano,  el  tiempo  don- 
de y con  que  el  hombre  se  crea.  Pero  esto 
supone  - — a menos  que  quiera  uno  recha- 
zar el  curso  natural  del  razonamiento  hu- 
mano— que  ya  al  principio  (antes  de 
obrar),  hay  algo  que  puede  poner  esos  ac- 
tos. De  otro  modo,  esos  actos  son  ininte- 
ligibles en  sí  mismos.  Así  los  actos  —el 
tiempo  humano — suponen  un  sujeto  ca- 
paz de  actuar.  Síguese  de  aquí  la  impor- 
tancia excepcional  del  tiempo  en  la  for- 
mación del  hombre;  pero  se  sigue  tam- 
bién otra  consecuencia  y es  la  que  ahora 
nos  interesa,  a saber,  que  el  tiempo  afec- 
ta sólo  a los  actos  humanos  y que  eso 
"otro”,  anterior,  supuesto  como  condición 
de  inteligencia  de  la  actividad,  es  intem- 
poral en  algún  modo,  participación  im- 
perfecta de  la  Eternidad-Dios.  Indebida- 
mente se  afirma,  pues,  que  el  hombre  es 
sólo  tiempo  sin  eternidad,  sólo  relativo, 
sin  absoluto,  sólo  puro  hacerse  sin  densi- 
dad alguna  ontológica. 

El  Existencialismo  define  al  hombre 
como  pura  posibilidad  que  debe  hacerse; 
al  principio  de  sí  mismo  el  hombre  es  na- 


MATEO  ANDRES 


4Ó4 


da  hecho,  sino  puro  y desmido  poder  de 
hacerse.  Por  consiguiente  el  hombre  es 
lo  que  se  haga  el  mismo,  es  el  conjunto 
de  sus  actos,  es  tiempo.  Lo  eterno,  lo  ab- 
soluto ha  sido  robado  al  hombre,  que  de 
este  modo  queda  despojado  de  su  mismo 
ser  esencial,  reducido  a pura  existencia, 
a mero  hacerse.  El  hombre  es  sólo  ser  re- 
lativo, ser  temporal,"  ser  ultramundano, 
sin  esencia  metafísica,  sin  normas  uni- 
versales de  moral,  sin  sentido  y sin  valor 
fuera  de  los  que  el  mismo  se  dé  con  sus 
actos.  Esencia,  normas  morales,  sentido  y 
valor  son  creaciones  del  misino  hombre, 
de  la  existencia  concreta,  en  su  libre  au- 
tpproyectarse  hacia  el  futuro.  Para  este 
Existencialismo  el  hombre  en  cada  mo- 
mento es  igual  a ¡o  que  se  ha  hecho,  a la 
suma  de  sus  actos,  y eso  es  su  esencia. 

Pero  según  la  insinuación  arriba  he- 
cha. el  hombre  ya  al  principio  de  sí  mis- 
mo. antes  de  empezar  a hacerse,  es  algo: 
comienza,  pues,  su  carrera  sobre  un  capi- 
tal “heredado”,  recibido  de  Dios  (crea- 
ción). I iene,  pues,  un  sentido  y un  valor: 
distintos  sin  duda  e independientes  de  los 
que  él  mismo  con  sus  actos  pueda  aña- 
dirse en  el  tiempo.  En  cualquier  momen- 
to dado,  el  hombre  es  igual  a lo  que  “era” 
desde  el  principio  más  lo  que  él  se  ha 
hecho. 

Considerando  ahora  al  hombre  como 
libertad  — hasta  ahora  lo  habíamos  con- 
siderado como  tiempo — , hemos  de  decir 
que  el  hombre  no  es  pura  libertad,  sino 
libertad  con  naturaleza,  libertad  limita- 
da, libertad  condicionada,  libertad  con 
necesidad. 


II 

Pero  esta  última  afirmación  lleva  nues- 
tra explicación  a un  momento  difícil.  Si 
eso  intemporal  que  el  hombre  “es”,  antes 
de  comenzar  a hacerse,  condiciona  su 
obrar  temporal  ¿cómo  salvar  la  libertad? 
Porque  si  no  es  posible  admitir  que  el 
hombre  es  libertad,  al  menos  debe  reco- 
nocerse que  tiene  libertad.  ¿Cuáles  son, 
pues,  las  relaciones  de  la  naturaleza  y 
la  libertad  en  el  hombre?  Podíamos  pre- 


guntar también:  cuáles  son  las  relaciones 
de  lo  universal  y lo  concreto,  de  lo  abso- 
luto y lo  relativo,  de  la  esencia  y la  exis- 
tencia en  el  hombre? 

Sabemos  que  el  Existencialismo  es  re- 
acción contra  el  Idealismo,  especialmen- 
te hegeliano;  típico  de  esta  escuela  es 
anular  la  existencia  en  la  esencia,  el  re- 
lativo en  el  absoluto,  el  concreto  en  el 
universal.  En  el  animal,  por  ejemplo,  la 
esencia  explica  totalmente  la  existencia, 
todos  y cada  uno  de  los  actos  de  la  exis- 
tencia; aquí  no  hay  lugar  para  la  liber- 
tad; el  tiempo  en  sentido  humano  tam- 
bién perece.  Porque  de  acuerdo  con  es- 
ta concepción,  el  futuro  está  contenido 
ya  en  el  pasado,  y nacerá  de  él  inexora- 
blemente. Tal  viene  a ser  la  esencia  en 
la  filosofía  hegeliana.  Para  una  filosofía 
tal.  el  hombre,  hablando  propiamente,  no 
se  hace;  es  hecho  por  una  fuerza  superior 
a sí  mismo,  a su  libertad.  Esta  no  es  más 
que  un  hombre/  vano,  sin  intervención 
verdadera  en  el  desarrollo  de  su  ser.  El 
hombre  es  dado,  no  se  da;  existe  pasiva- 
mente al  desenvolvimiento  de  su  ser,  co- 
mo un  espectador  de  cine  presencia  el 
curso  — ya  previamente  hecho  y precisa- 
mente por  otro — de  la  película. 

Contra  este  universalismo  de  la  esen- 
cia que  anula  la  existencia  humana,  se 
alzó  Kierkeggaard.  defendiendo  los  dere- 
chos de  la  libertad.  Esta  defensa  era  del 
todo  justa  y necesaria:  el  Idealismo  ha- 
bía matado  al  hombre,  robándole  su  más 
alta  prerrogativa:  la  libertad  en  la  cons- 
titución de  sí  mismo. 

Pero  cuán  difícil  resulta  siempre  que 
una  reacción  guarde  la  medida  justa,  y 
no  traspase  los  límites:  Kierkeggaard  sa- 
lió por  derechos  de  la  existencia  huma- 
na contra  el  exagerado  esencialismo  idea- 
lista; salió  por  los  derechos  del  relativo, 
absorbido  en  Ilegel  por  el  absoluto.  Pero 
Kierkeggaard  respetó  el  absoluto,  se  man- 
tuvo en  su  reacción  dentro  de  los  límites 
justos,  al  menos  en  este  punto.  Heidegger 
y Sartre,  en  cambio,  fueron  mucho  más 
allá:  de  tal  modo  reaccionaron  contra  el 
Idealismo  que  negaron  toda  esencia;  se 
fueron  al  extremo  opuesto:  destacaron 
tanto  el  relativo  que  negaron  el  absolu- 
to. sacando  a iuz  ese  hombre  existencialis- 


NATURALEZA,  LIBERTAD  t AUTORUEALIZACION 

ta,  pura  existencia  sin  esencia,  puro  re- 
lativo sin  valor  ni  sentido  universal:  un 
ser  que  es  mero  hacerse  intramundano 
sin  vinculación  al  absoluto,  puro  relativo 
inexplicable  en  su  ser  de  relativo,  un  ser 
absurdo  y en  fin  de  cuentas  nauseabundo. 

Pero  con  estas  exageraciones  tampoco 
hemos  logrado  nada,  y el  hombre  sigue 
siendo  no-hombre;  sigue  siendo  tinta  y 
papel  en  los  libros  de  unos  profesores  que 
en  su  reacción  contra  el  abstraccionismo 
idealista  han  caido  ellos  mismos  en  otro 
abstraccionismo  acaso  peor. 

Digamos,  pues,  con  la  filosofía  más 
concreta  que  haya  existido:  el  hombre  es 
naturaleza  y es  libertad;  es  eternidad  y 
es  tiempo;  es  universal  y es  concreto;  es 
absoluto  y es  relativo;  es  esencia  y es 
existencia.  Pero  en  este  caso  sigue  la  di- 
ficultad de  conciliar  la  naturaleza  y la 
libertad  en  el  hombre.  Veamos  qué  pue- 
de decirse. 

En  el  animal  la  esencia,  lo  universal 
explica  la  existencia,  lo  concreto:  lo  in- 
temporal explica  el  tiempo.  Podemos  de- 
cir: el  animal  no  tiene  futuro;  sus  actos 
futuros  — su  futuro — aunque  aún  no  han 
sido  hechos,  están  ya  prefijados;  su  fu- 
turo está  ya  en  su  presente,  su  presente 
es  su  futuro.  No  así  en  el  hombre,  en 
quien  el  presente  no  contiene  prefijado 
su  futuro;  éste  es  de  veras  futuro,  porque 
aún  no  está  contenido  en  su  presente,  si- 
no disponible  en  ese  poder  que  el  hom- 
bre tiene  y se  llama  su  libertad. 

El  hombre,  pues,  no  es  naturaleza  sin 
libertad  — hombre  idealista—,  ni  libertad 
sin  naturaleza  — hombre  existencialista — , 
sino  naturaleza  con  libertad  - — hombre 
verdadero — . Porque  tiene  naturaleza,  da- 
da a él  por  Otro,  tiene  un  sentido  y un 
valor,  dados  por  ese  su  Hacedor;  el  mis- 
mo, haciéndose  gracias  a su  libertad,  se 
da  también  nuevo  sentido  y nuevo  va- 
lor; pero  esto  sólo  en  subordinación  a eso 
que  ya  “es”;  lo  que  hace  sólo  es  válido 
si  se  mantiene  dentro  de  los  límites  de 
lo  que  ya  es.  Antes  que  el  hombre  se  ha- 
ga. ha  sido  hecho  por  Dios;  antes  que  el 
hombre  se  piense,  se  quiera,  se  proyecte 
hacia  el  futuro,  ha  sido  pensado,  querido, 
proyectado  por  Dios.  El  hombre  que,  des- 
de que  logra  el  autodominio,  es  término 


435 

de  sus  propios  proyectos  libres,  ha  sido 
anteriormente  término  de  un  proyecto,  de 
una  intención  divina.  No  tiene,  pues,  so- 
lamente el  sentido  que  él  se  dé.  sino  co- 
mo fundamento  tiene  el  sentido  que  Dios 
le  ha  dado.  Y siendo  este  sentido  funda- 
mental, su  misma  libertad  o capacidad 
de  darse  sentido  queda  circunscrita  den- 
tro de  unos  límites.  Podrá  acaso  intentar 
romper  esos  límites,  pero  sus  intentos 
— intentos  absurdos — serán  contra  sí  mis- 
mo, para  su  propia  destrucción.  El  po- 
der de  darse  sentido,  que  compete  al  hom- 
bre gracias  a su  libertad,  sólo  tiene  sen- 
tido si  se  ejerce  dentro  de  los  límites 
señalados  por  Dios;  ser  hombre  es  pro- 
yectarse dentro  del  campo  de  posibilidad 
demarcado  por  Dios.  Proyectarse  fuera 
de  ese  campo  humano,  si  acaso  es  posibi- 
lidad física,  no  lo  es  moral:  haciéndolo 
el  hombre  obra  el  mal,  y por  consiguien- 
te no  se  hace  sino  que  se  deshace.  Des- 
pués de  un  acto  inmoral  el  hombre  no 
es  más,  sino  menos;  ese  acto  es  una  resta, 
no  una  suma:  con  él  ha  querido  salir  fue- 
ra de  los  límites  de  lo  humano;  ha  que- 
rido des-humanizarse.  Y no  cabe  duda 
que  de  esa  des-humanización  es  él  res- 
ponsable, puesto  que  pudo  mantenerse 
fiel  a sí  mismo. 

Hemos  entrado  con  esto,  en  el  aspecto 
moral  del  hombre-libertad:  la  libertad 
contiene  el  poder  de  hacerse  y los  lími- 
tes dentro  de  los  cuales  debe  hacerse  el 
hombre.  Estos  límites  son:  el  hombre  no 
depende  sólo  de  sí  mismo,  de  sus  propios 
proyectos,  puesto  que  él  mismo,  anterior- 
mente a sus  actos,  ha  sido  término  de  un 
proyecto,  de  un  acto  divino.  Poder  de 
hacerse  — libertad — es  poder  y deber  de 
desarrollar  hasta  su  perfección  el  ser  que 
se  ha  recibido:  no  más  y no  menos.  El 
que  quiere  desarrollarse  menos  niega  a 
Dios  por  cobardía;  el  que  quiere  desarro- 
llarse más,  niega  a Dios  por  soberbia; 
el  hombre  perfecto  es  el  que  está  siem- 
pre a la  altura  de  sí  mismo,  el  que  obra 
conforme  a su  ser:  el  que  hace  de  veras 
porque  es  libre,  pero  obedece  porque  es 
criatura;  el  que  obra  dentro  de  los  lími- 
tes del  propio  ser. 

La  ley  moral  es  tan  esencial  al  hom- 
bre como  el  régimen  alimenticio  lo  es  al 


436 


MATEO  ANDRES 


enfermo:  toda  extralimitación  en  uno  y 
otro  caso  es  dañosa  y acaso  mortal.  El 
hombre  puede  hacerse,  y en  esto  es  dis- 
tinto del  animal;  pero  debe  hacerse  den- 
tro de  ciertos  límites,  y en  esto  es  distin- 
to de  un  pequeño  dios.  El  hombre  es  un 
ser  que  Dios  hizo  "paulo  minorem  ange- 
lis”:  con  poder  de  hacerse  en  el  tiempo 
— libertad — , pero  según  un  sentido  ultra- 
temporal:  en  él  el  tiempo,  el  hacerse,  no 
debe  fluir  sin  referencia  a su  eternidad; 
su  existencia  no  debe  fluir  sin  referencia 
a la  esencia;  ni  totalmente  "atada”  — ca- 
so del  animal — ; ni  totalmente  libre  — ca- 
so de  un  pequeño  diosecillo — ; es  decir, 
"atada”,  pero  con  lazos  morales,  que  son 
los  únicos  conformes  con  su  libertad. 

Queda,  pues,  cierto  que  el  hombre  es 
el  único  ser  que  se  hace.  Y ello  es  efecto 
de  su  libertad,  i’.e.  de  ese  poder  que  tie- 
ne de  escoger  dentro  de  ciertos  límites  su 
futuro.  Dios  no  se  hace,  Dios  ES;  en  El 
es  actual  todo  su  posible;  El  es  EL  SER; 
actualidad  pura.  El  animal  no  se  hace, 
según  un  sentido  especial,  a saber,  en 
cuanto  que  su  futuro  está  ya  pre-fijado, 
está  ya  “hecho”  en  su  presente;  no  esco- 
ge, recibe  lo  que  le  viene  dado  por  su  pro- 
pio fluir  interior.  No  así  en  el  hombre, 
cuya  libertad  hace  que  el  futuro  dependa 
continuamente,  dentro  de  ciertos  límites, 
de  sí  mismo;  puede  decirse  que  el  hombre 
es  el  único  ser  que  tiene  futuro:  Dios  es 
lo  que  es;  nada  adquiere,  nada  pierde:  su 
presente  es  su  futuro  y su  pasado.  Dios 
es  la  eternidad;  Dios  no  tiene  posible  al- 
guno (interno) . El  animal  y el  hombre 
son  lo  que  son  más  lo  que  se  harán:  tie- 
nen posible,  tienen  futuro,  pero  de  diver- 
so modo.  El  posible  del  hombre  depende 
de  su  naturaleza  y de  su  libertad,  así 
en  una  gran  parte  él  se  lo  da  a sí  mismo; 
el  del  animal  depende  todo  y sólo  de  su 
naturaleza,  y así  de  ningún  modo  se  le 
da  él  a sí  mismo.  El  animal  sufre  el  fu- 
turo: es  hecho;  el  hombre  escoge  el  futu- 
ro: se  hace.  En  este  sentido  autocreador 
sólo  el  hombre  tiene  futuro,  y lo  tiene 
gracias  a su  libertad,  que  resulta  por  lo 
m i s m o una  participación  especialísima 
del  poder  creador  divino.  Es  precisamen- 
te este  punto  lo  que  ahora  nos  toca  exa- 
minar brevemente. 


III 

No  es  posible  señalar  aquí  todos  los 
aspectos  de  semejanza  — y desemejanza 
también — entre  el  acto  creativo  y el  ac- 
to libre.  Pero  no  queremos  terminar  esta 
exposición  sin  señalar  uno,  el  más  im- 
portante. 

Cuando  Dios  crea,  hace  la  cosa  crea- 
da “ex  nihilo”.  Esta  expresión  puede  ser 
imperfecta,  pero  su  significado,  dentro 
del  misterio  que  envuelve,  es  suficiente- 
mente clara:  la  cosa  creada  no  supone 
nada  anterior  a sí  misma,  sino  es  su  po- 
sibilidad. Cuando  el  carpintero  hace  una 
mesa  no  crea;  transforma.  Existía  ya  la 
madera  — la  acción  transformadora  del 
carpintero  supone  esa  madera — , él  toma 
los  instrumentos  y la  transforma;  no  ha- 
ce el  ser,  sino  que  cambia  solamente  al 
que  ya  existe,  le  da  otro  modo  de  ser. 
Cuando  Dios  creó  el  mundo  nada  exis- 
tía: ninguna  materia  primitiva  de  la  cual 
se  valiese  en  su  acción  creadora;  crear  es 
poner  en  la  existencia  un  ser  que  aún  no 
existe,  no  transformar  en  otro  uno  que 
ya  existe. 

Por  eso  el  crear  no  se  realiza  con  ins- 
trumentos. ¿De  qué  podrían  servir  los  ins- 
trumentos allí  donde  nada  hay  que  pue- 
da ser  transformado?  En  la  acción  crea- 
tiva inmediatamente  actúa  sólo  la  volun- 
tad, y su  actuación  consiste  en  pronun- 
ciar dentro  de  sí  misma,  en  su  interior 
callado  y silencioso,  el  quiero  definitivo. 
Dentro  suena  ese  quiero  eficaz,  y fuera 
aparece  el  ser:  un  ser  que  de  veras  es 
nuevo,  totalmente  nuevo,  en  el  sentido 
más  hondo  de  esta  palabra,  el  ser  crea- 
do, recién  salido  en  su  totalidad  de  la  na- 
da, gracias  a la  acción  creadora. 

Pues  bien,  la  actuación  libre  de  la  vo- 
luntad tiene  sus  puntos  de  contacto  con 
la  acción  creadora.  Ante  todo,  la  acción 
libre,  en  cuanto  es  verdaderamente  libre, 
no  supone  nada  antes  de  sí:  no  nace  de 
una  causa  en  la  cual  estuviera  ya  con- 
tenida, sino  que  en  cuanto  libre  nace  to- 
da del  poder  de  decisión  de  la  voluntad. 
Entendámonos:  la  acción  creadora  supo- 
ne una  voluntad  que  quiere  crear;  la  ac- 
ción libre  supone  una  voluntad  que  quie- 
re elegir.  Y el  querer  no  siendo  irracional 


NATURALEZA,  LIBERTAD  Y AUTOR  REALIZACION 

y absurd.o  supone  el  conocer.  Esto  es  cla- 
ro. Tampoco  pretendemos  negar  que  la 
acción  libre  humana  — puesto  que  no  es 
plena  y absolutamente  libre — está  en 
parte  condicionada  por  precedentes  ya 
fisiológicos,  ya  psicológicos,  ya  sociológi- 
cos, etc.  Lo  que  queremos  decir  es  que 
estos  precedentes  — que  sin  duda  existen 
en  el  hombre — no  contienen  la  acción 
libre,  de  modo  que  esta  deba  explicarse 
toda  como  consecuencia  de  ellos.  En  tal 
caso  tendríamos  no  libertad  sino  determi- 
nismo:  un  determinismo  fisiológico,  psi- 
cológico o social,  según  los  casos.  Como 
la  cosa  creada  es  totalmente  nueva,  es  un 
primer  comienzo,  así  también  lo  es  la  ac- 
ción libre  en  cuanto  libre.  Notémoslo 
bien:  la  acción  humana  depende  en  par- 
te — a veces  acaso  en  todo — de  prece- 
dentes o causas,  y depende  en  parte  de 
la  voluntad  libre.  En  razón  de  esta  do- 
ble dependencia  debe  decirse  que  de  tal 
manera  es  libre  que  no  es  del  todo  libre. 
En  cuanto  no  libre  — y en  el  grado  en  que 
no  lo  sea — la  acción  humana  es  necesa- 
ria; es  decir,  causada,  motivada,  traída  a 
la  existencia  en  la  cadena  férrea  del  des- 
arrollo causal  de  la  vida  del  hombre.  En 
este  sentido  claro  es  que  la  acción  libre 
no  es  un  primer  comienzo,  sino  una  con- 
tinuación, una  consecuencia;  supone  al- 
go antes  de  sí,  precisamente  aquello  de 
lo  cual  se  sigue  como  continuación  y con- 
secuencia. Esta  acción  en  nada  se  parece 
a la  acción  creadora,  pero  esta  acción  no 
es  libre  o no  lo  es  en  ese  aspecto  deter- 
minado. 

Pero  la  acción  humana  tiene  también 
su  lado  de  libertad;  si  no  totalmente  es 
en  parte  libre;  y en  este  sentido  no  es 
continuación  de  nada  anterior  a ella,  no 
llega  a la  existencia  como  un  eslabón 
más  en  el  fluir  vital  del  hombre,  sino  que 
aparece  inesperadamente  como  una  crea- 
ción de  la  voluntad;  es  por  tanto  un  ver- 
dadero primer  comienzo  en  sentido  total, 
antes  de  ella  no  hay  nada  que  la  expli- 
que; no  tiene  pasado.  Es,  pues,  como  la 
creación:  “productio  ex  nihilo”,  un  pri- 


437 

mer  comienzo  en  sentido  total. 

En  el  ejercicio  de  la  libertad  es  don- 
de el  hombre  participa  más  densamente 
del  poder  de  Dios;  en  alguna  manera  se 
vuelve  creador  de  sí  mismo,  se  autocrea. 
Mediante  esta  autocreación  o autorreali- 
zación,  el  hombre  se  da  ser,  valor  y sen- 
tido; pero  no  absolutamente,  puesto  que 
ya  antes  era  un  ser,  tenía  un  valor  y un 
sentido.  Su  libre  autorrealizarse  no  es, 
pues,  total:  está  condicionado  y referido 
o lo  que  ya  es  en  virtud  del  querer,  del 
libre  ejercicio  de  la  libertad  del  Otro;  su 
libertad  humana  continúa  la  obra  empe- 
zada por  la  Libertad-Dios. 

La  libertad  humana  recibe  toda  su 
grandeza  de  esta  misión  maravillosa;  con- 
tinuar la  obra  de  Dios,  seguir  la  obra 
allí  donde  El  la  ha  dejado.  Pero  de  esa 
misma  misión  recibe  también  sus  límites: 
si  debe  continuar  la  obra  de  Dios,  sólo 
cuando  la  continúa  de  veras  logra  su 
grandeza  máxima.  Continuar  una  obra 
empezada  por  otro  es  seguir  las  direccio- 
nes señaladas  por  aquel  que  la  comenzó; 
continuar  es  en  algún  modo  subordinar- 
se y servir.  La  libertad  humana  sólo  en 
esta  subordinación  y servicio  alcanza  su 
grandeza.  Serviré  Deo  regnare  est,  se  di- 
ce en  la  liturgia  católica.  La  libertad  ab- 
soluta de  Sartre  es  absurda,  y más  que 
creativa  es  destructiva  del  hombre.  Por- 
que desconoce  su  íntima  esencia  que  con- 
siste en  esta  función  complementaria  de 
la  obra  de  Dios:  Dios  comenzó  al  hom- 
bre, y el  mismo  hombre  debe  acabarse 
siguiendo  los  planos  ya  trazados  por  El. 
La  subordinación  moral  pertenece  a la 
esencia  de  la  libertad  humana.  Es  cierto 
que  la  libertad  tiene  el  poder  de  crear 
— en  el  sentido  explicado—  pero  no  es 
menos  cierto  que  ese  poder  maravilloso 
debe  ser  retenido  dentro  de  límites,  fue- 
ra de  los  cuales  su  poder  creador  se  con- 
vierte en  poder  destructor,  por  extrali- 
mitarse. 

Una  libertad  totalmente  dueña  de  sí 
misma,  sin  obligación  moral,  es  una  li- 
bertad no-humana,  una  falsa  libertad. 


De  la  Adolescencia  a la  Madurez 


DIFICIL  es  determinar  cuando  co- 
mienza la  adolescencia.  El  mismo 
problema  se  presenta  si  tratamos  de 
precisar  cuándo  termina. 

No  se  trata  de  una  simple  cuestión  de 
edad  cronológica;  sabemos  que  psicológi- 
camente se  puede  ser  adolescente  a los 
cuarenta  años  como  a los  dieciséis.  ¿Cuán- 
do situar,  desde  el  punto  de  vista  que  nos 
interesa,  el  límite  superior  del  período 
de  la  pubertad? 

De  acuerdo  con  muchos  autores  con- 
temporáneos (Spiegel,  Bernfeld,  Fenichel, 
De  Creeff.  Josselyn,  etc.),  podemos  decir 
que  la  adolescencia  termina  cuando  el  in 
dividuo  se  hace  capaz  de  volverse  hacia 
un  ser: 

distinto  de  sí  mismo;  distinto  que 
una  persona  de  su  mismo  sexo;  dis- 
tinto que  sus  padres;  y esto  para 
amarle  a la  vez  sexual  y tiernamente. 
Se  habrá  llegado  a la  madurez  cuan- 
do es  posible  al  hombre  amar  a la  mujer, 
y a la  mujer  amar  al  hombre  con  un  amor 
que  integre  a la  vez  sexualidad  y ternura. 

Decimos,  cuando  es  posible;  puede  su- 
ceder. en  efecto,  que  el  individuo  escoja 
precisamente  esta  época  para  renunciar 
al  amor  humano.  Lo  cual  no  significa  que 
no  haya  llegado  a la  madurez,  sino  que 
ha  descubierto  otro  bien  distinto  del  amor 
conyugal.  Por  otra  parte,  no  existe  ver- 
dadera renuncia  sino  a condición  de  que 
el  amor  humano  sea  posible,  ya  que  no 
se  puede  renunciar  a algo  que  nos  es  in- 
accesible. 

(*)  cfr.  La  vie  spirituelle,  Supplément,  n?  32, 
pp.  99-110. 


por  TH ERESE  GOUIN-DECARIE  (*) 


Máscaras  de  la  madurez. 

Pero  la  mayor  parte  de  los  individuos 
no  se  quedan  en  el  plano  de  lo  posible; 
ejercen  en  la  vida  d i a r ia  esta  capaci- 
dad de  amor  a la  vez  sexual  y tierno:  se 
casan . 

El  matrimonio,  o más  exactamente,  el 
matrimonio  feliz  es,  pues,  casi  siempre 
un  excelente  criterio  de  madurez.  ¿Por 
qué  decimos  “casi  siempre”?,  porque  hay 
goces  ilusorios,  porque  la  madurez  tiene 
su  máscara.  Trataremos  de  descubrir  es- 
tas máscaras  para  llegar  a conocer  su  ver- 
dadero aspecto;  como  la  psicología  feme- 
nina nos  es  más  familiar  que  la  mascu- 
lina, estudiaremos  estas  máscaras  en  el 
contexto  particular  de  la  esposa. 

Se  cree  demasiado  fácilmente  que  la 
mujer  casada  ha  llegado  necesariamente 
a la  madurez.  Es  verdad  que  la  mujer 
convertida  en  esposa  es  necesariamente 
una  persona  madura,  pero  la  mujer  no 
se  hace  psicológicamente  esposa  por  el 
solo  hecho  del  matrimonio,  de  la  misma 
manera  que  no  se  hace  psicológicamente 
madre  por  el  solo  hecho  de  dar  a luz  una 
creatura. 

Y una  mujer  puede  ser  en  su  matri- 
monio algo  muy  distinto  que  esposa.  Pue- 
de ser  (para  no  considerar  sino  los  extre- 
mos) la  hija  de  su  marido,  o bien  su  ma- 
dre. Tratemos  de  precisar  estos  dos  tipos 
de  personalidades  femeninas. 

La  mujer-hija-de-su-marido,  es  aque- 
lla que  nunca  ha  franqueado  la  etapa 
particular  donde  el  amor  por  el  amor, 
prima  sobre  el  amor  por  el  otro,  donde 
el  narcisismo  prevalece  al  altruismo.  Es 


DE  LA  ADOLESCENCIA  A LA  MADUREZ 


459 


la  que  se  ama  a sí  misma  con  un  amor 
infantil  (porque,  no  hay  que  olvidarlo, 
hay  un  amor  de  sí  mismo  que  se  encuen- 
tra en  la  base  de  todo  equilibrio  men- 
tal), pero  esta  mujer  se  ama  como  un  ni- 
ño se  ama  a sí  mismo,  o sea  en  la  medi- 
da que  él  es  amado  de  los  otros.  No  pue- 
de tolerar  la  ausencia  del  amor  hacia  ella, 
o aún  la  simple  indiferencia.  O bien  hu- 
ye de  aquellos  que  no  se  interesan  por 
ella,  o bien  trata  por  todos  los  medios 
psicológicos  de  que  dispone  (son  de  or- 
dinario numerosos)  de  seducirlos. 

Así  su  deseo  insaciable  de  ser  amada 
permanece  frecuentemente  en  la  raíz  de 
su  entrega  a los  demás;  en  realidad,  no 
ama  verdaderamente,  o sea,  no  ama  al 
otro  en  tanto  que  otro,  al  otro  tal  como 
existe  en  la  realidad,  sino  a un  ser  que 
ella  ha  creado  conforme  a su  imagina- 
ción y emotividad. 

¿Cuál  es  su  comportamiento  diario  co- 
mo esposa?  Joven  antes  de  casarse,  esta- 
ba rodeada  siempre  de  amantes  apasio- 
nados que  pronto  se  convertían  en  aman- 
tes decepcionados.  Una  vez  casada,  nun- 
ca llega  a renunciar  completamente  a esos 
amores  de  adolescencia  y busca  todavía 
rodearse  de  muchos  de  los  que  ella  ha  de 
ser  el  centro.  Su  deseo  de  ser  amada  y 
admirada  es  tan  violento  que,  aunque  ca- 
si siempre  se  mantenga  esposa  fiel,  se  en- 
cuentra frecuentemente  complicada  en 
una  aventura  amorosa  que  sólo  puede  ser 
desgraciada,  ya  que  el  amor  no  puede 
ser  recíproco.  Entonces,  descubre  real- 
mente admirada  (su  deseo  de  seducción 
es  inconsciente)  que  aquel  antiguo  ami- 
go de  su  marido,  o ese  querido  compañe- 
ro de  infancia,  está  totalmente  enamo- 
rado de  ella.  Llora  de  angustia  y de  pie- 
dad. consuela  al  infortunado,  cuenta  todo 
a su  marido,  dice:  "nunca  me  habría  ima- 
ginado que  él  me  quería”...  y después 
de  algunos  meses  o de  años,  repite  exac- 
tamente la  misma  aventura.  . . 

O bien,  aparentemente  ella  se  olvida 
de  sí  misma.  Ya  no  existe.  Desaparece  de- 
trás de  su  esposo.  Se  convierte  en  la  som- 
bra . . . pero  sombra  terriblemente  exigen- 
te porque  no  puede  renunciar  a la  nece- 
sidad de  ser  amada  y admirada  de  todos 
sino  en  la  medida  que  su  marido  cum- 


pla con  sus  deseos.  Es  necesario  entonces 
que  el  marido  se  haga  rico,  poderoso,  sa- 
bio o célebre.  Así  Emma  Bovary  impre- 
ca a su  esposo:  “si  llegas  a ser  célebre, 
podrías  rechazarme,  pisarme  con  tus  pies, 
¿qué  importa?  ¡cuánto  te  amaría! 

En  esta  relación  conyugal  particular, 
la  mujer  se  despoja  de  su  propia  perso- 
nalidad para  no  ser  más  que  un  reflejo 
del  hombre,  pero  un  reflejo  invasor  que 
para  subsistir  y crecer  obliga  al  hombre 
a brillar  sin  cesar.  Es  la  mujer  que  se 
identifica  a su  marido  no  por  amor  hacia 
él,  sino  más  aún  y siempre,  por  amor  de 
sí  misma.  Por  otra  parte  se  ve  que  ella 
no  ama  verdaderamente,  no  se  da  en  ver- 
dad, ya  que  a pesar  de  su  dulzura  y de 
su  renuncia,  permanece  con  una  terrible 
intransigencia.  La  menor  deficiencia  de 
su  marido  (sobre  todo  si  ésta  se  mani- 
fiesta en  público)  provoca  en  ella  irrita- 
ción y cólera.  Sus  defectos  la  hieren  y 
enojan;  no  le  concede  derecho  de  ser  dé- 
bil, porque  toda  debilidad  atenúa  inme- 
diatamente el  brillo  del  reflejo.  No  tiene 
la  menor  tolerancia  ante  el  fracaso  de  su 
compañero  de  vida.  Si  el  esposo  no  llega 
a realizar  su  ambición  narcisista,  por  otra 
parte  casi  siempre  irrealizable,  se  aparta 
de  él,  le  rechaza  o bien  huye  hacia  un 
mundo  imaginario  donde  el  marido  jue- 
ga el  papel  de  un  superhombre.  Porque 
ella  nunca  ve  al  ser  amado  tal  como  es 
en  sí,  sino  siempre  en  relación  a sí  misma. 

Esta  mujer-niño  jamás  será  madre  en 
el  sentido  profundo  de  la  palabra;  a lo 
más  será  la  hermana  de  sus  hijos.  Al  prin- 
cipio de  su  maternidad,  la  vemos  orgu- 
llosa,  feliz,  de  haber  hecho  una  gran  co- 
sa como  es  echar  al  mundo  un  ser  huma- 
no; es  una  manera  nueva  de  hacerse  ad- 
mirar. Pero  a medida  que  el  niño  crece, 
ella  se  muestra  más  espantada,  pobre,  an- 
te él,  porque  el  niño  pide  siempre,  sin 
dar  nada.  La  joven  mamá  se  inclinará 
entonces  a abandonarle,  más  o menos 
completamente  a la  empleada,  a la  ins- 
titutriz, a la  religiosa  o a la  abuelita... 

LYia  mujer  así  teme  terriblemente  la 
vejez;  por  esto  ve  con  amargura  que  su 
hija  mayor  crece,  se  hace  hermosa,  es 
amada.  Es  mucho  más  el  rival  de  sus  hi- 
jos que  su  madre  y el  amor  que  el  padre 


THERESE  GOUIN-DECA1RE 


440 


les  manifiesta  no  le  proporciona  ninguna 
alegría;  al  contrario,  experimenta  una 
cierta  envidia.  Sin  saberlo,  reacciona  co- 
mo el  niño  pequeño  que  piensa  que  el 
amor  y la  admiración  que  se  tiene  a los 
demás,  se  le  quita  a él. 

T.a  “ rnujer-madre-de-su-marido  ' pre- 
senta un  aspecto  muy  distinto.  En  ella,  la 
maternidad  prolifera  monstruosamente 
hasta  tal  punto  que  puede  ser  madre  sin 
ser  esposa. 

Así  reduce  al  mínimo  la  parte  del 
hombre  en  la  procreación;  lo  elige  en  fun- 
ción del  niño  que  desea  tener  y una  vez 
que  llega  a ser  madre  rechaza  al  amante 
o domina  al  marido. 

Rechaza  al  amante  como  esa  madre- 
soltera  que  se  presenta  a la  oficina  de 
la  Asistencia  Social,  feliz  y orgullosa  del 
hijo  ilegítimo  que  lleva.  Lo  ha  querido 
ilegítimo,  para  que  sea  completamente 
suyo.  Se  propone  educarlo  sola  ante  la 
faz  del  mundo  y esta  perspectiva  la  lle- 
na de  alegría. 

Esposa  legítima  esclaviza  al  marido 
obligándole,  a menudo  sin  darse  plena 
cuenta,  a jugar  un  papel  de  niño,  o sea. 
de  un  ser  débil,  pueril,  pasivo,  que  pro- 
tege y destruye  sin  saberlo.  No  es  que 
ella  lo  haya  hecho  así.  sino  qoe  lo  ha  es- 
cogido así,  inconscientemente,  porqne  ne- 
cesitaba un  hombre-niño,  o al  menos  un 
hombre  que  pudiese  dominar:  un  débil, 
un  enfermo,  un  neurótico.  . . Según  algu- 
nos antropólogos,  el  tipo  extremo  de  esta 
mujer  se  encontraría  en  ciertas  tribus  de 
la  Melanesia  y en  la  América  del  Sur  don- 
de se  habría  practicado  el  matriarcado. 
En  este  régimen,  la  mujer  es  propietaria 
del  suelo,  manda  a los  hijos  y a su  mis- 
mo marido,  compra  o eseoje  su  marido, 
se  sienta  en  el  consejo  de  la  aldea.  Es  asi- 
mismo a veces  adivina  o sacerdotisa,  por- 
que la  divinidad  suprema  se  identifica 
con  la  naturaleza  maternal. 

En  nuestra  civilización,  la  mujer  ma- 
triarcal se  manifiesta  diferentemente. 
Transforma  su  casa  en  una  vasta  fábri- 
ca donde  ella  es  la  autoridad  sin  dispu- 
ta: los  hijos,  el  marido,  los  empleados, 
cada  uno  tiene  allí  su  ocupación  precisa 
y de  hecho  todos  ellos  han  de  dar  cuen- 
ta a la  madre  acerca  de  su  oficio. 


Ha  aprendido  de  los  psicólogos  a no 
preguntar  a su  hijo  de  veinticinco:  “¿a 
dónde  vas?”  cuando  él  sale  por  la  tarde, 
y “¿de  dónde  vienes?”  cuando  entra  por 
la  mañana;  pero  su  luz  permanece  encen- 
dida hasta  que  vuelve  y sus  ojos  pregun- 
tan con  una  avidez  que  nadie  resiste. 

Las  grandes  alas  dominadoras  se  ex- 
tienden a los  primos  y primas,  a los  so- 
brinos y sobrinas  y a todos  ahoga  bajo 
su  protección,  sobre  todo  a los  hombres 
de  la  familia.  Tarde  o temprano  tratan 
de  escapar:  el  marido  procura  buscar  una 
amante  sumisa  en  oposición  a este  ma- 
yordomo. los  hijos  abandonan  la  casa, 
con  frecuencia  el  país,  y para  sacudir 
es  fa  dependencia,  para  convencerse  a sí 
mismos  que  son  libres  (la  misma  necesi- 
dad de  prueba  es  señal  de  que  no  lo  son) 
harán  enormes  disparates  por  reacción. 
O bien,  se  plegarán  al  yugo  y permane- 
cerán para  toda  la  vida,  dependientes  de 
la  madre. 

La  mujer-niño  era  envidiosa  de  su 
progenitura;  la  mujer-madre  exige  el 
amor  exclusivo  de  sus  hijos  y frecuente- 
mente con  este  fin.  provoca,  consciente 
o no.  una  desvalorización  del  padre.  No 
olvidemos  que  ella  es  ante  todo  la  Ma- 
dre. Demeter,  símbolo  de  fertilidad. 

Agreguemos  por  otra  parte  que  aun  su 
sentimiento  maternal  está  falseado,  por- 
que rehúsa  la  autonomía  al  hijo,  lo  con- 
vierte en  su  cosa,  su  bien  personal,  sólo 
le  ama  en  la  medida  en  qüe  consiente 
que  le  pertenezca.  Por  esto,  rompe,  al  me- 
nos emotivamente,  con  el  hijo  que  se  atre- 
ve a buscar  un  apoyo  en  otra  parte. 

De  propósito  hemos  acentuado  los  ras- 
gos de  estas  dos  personalidades  femeni- 
nas. En  realidad,  no  existen  tipos  puros, 
pero  se  encuentran,  bajo  una  forma  mix- 
ta y conforme  dosis  diferentes,  muchas 
de  estas  características  en  no  pocas  mu- 
jeres. 

Notemos,  para  terminar,  que  estos  dos 
tipos  de  esposas,  que  en  su  matrimonio 
destruyen  la  madurez,  jamás  experimen- 
tan de  hecho  la  felicidad  conyugal.  In- 
conscientes de  su  falta  de  madurez,  se 
dan  cuenta,  sin  embargo,  ocasionalmente, 
que  algo  está  mal.  Sienten  vagamente 
que  en  la  vida  les  falta  siempre  algo.  He- 


DE  LA  ADOLESCENCIA  A LA  MADUREZ 


441 


mos  de  comprender  que  su  sufrimiento 
es  real  y profundo  y lo  más  frecuente, 
incontrolable. 

Verdadera  fisonomía  de  la  madurez. 

Tratemos  ahora  de  descubrir  cual 
sea  la  verdadera  fisonomía  de  la  madu- 
rez en  la  mujer,  y más  exactamente,  pa- 
ra no  salir  del  tema,  en  la  mujer  casada. 

Hay  que  decirlo  en  seguida  que  sola- 
mente la  mujer  que  ha  llegado  a la  ma- 
durez es  verdaderamente  esposa  de  su 
marido. 

Encontramos  en  ella  también  una 
identificación  al  esposo,  pero  identifica- 
ción que  es  completamente  distinta  de  la 
que  hemos  observado  en  la  mujer-hija 
de  su  marido.  Esta  desaparecía,  se  ani- 
quilaba para  sólo  ser  la  sombra  de  ella 
misma...  mientras  que  en  el  caso  pre- 
sente, la  identificación  no  disminuye  en 
nada  la  personalidad  de  la  esposa.  Al 
contrario,  la  afina  y la  prolonga,  porque 
es  consciente,  voluntaria  y limitada. . . 

Permite  a la  mujer  ponerse  en  el  lu- 
gar de  aquel  a quien  ama,  de  sentir  co- 
mo él,  de  asimilar  su  punto  de  vista  (que 
puede  ser  muy  diferente  del  suyo) . La 
permite,  en  resumen,  comprender  intuiti- 
vamente a su  marido.  Es  una  identifica- 
ción a base  de  amor  y no  de  ambición  y 
de  narcisismo. 

Esta  mujer,  ante  las  lagunas  e im- 
perfecciones de  su  compañero  de  vida, 
reacciona  también  sin  enojo;  experimen- 
ta la  pena  (no  la  rabia)  cuando  él  se 
equivoca,  cuando  fracasa,  cuando  peca... 
y su  primer  impulso  es  de  ir  hacia  él 
para  reparar  el  error,  llenar  la  laguna, 
disminuir  la  imperfección. 

Esta  mujer-esposa  no  exige  ávidamen- 
te el  suceso  exterior.  No  ama  a su  mari- 
do en  la  medida  en  que  otros  le  aman. 
Lo  ve  tal  como  es,  no  tal  como  podría  pa- 
recer: aunque  todo  el  mundo  dude  de  él, 
le  guarda  su  confianza  en  tanto  que  él  la 
merezca,  porque  ella  busca  incansable- 
mente el  verdadero  bien  de  el  amado. 

Para  ella,  el  amor  carnal  no  es  un 
simple  medio  de  procrear  o una  manera 
infantil  de  volver  a experimentar  la  ter- 


nura paternal  (o  maternal),  sino  que  es 
su  manera  de  ser  en  cuanto  esposa.  Así 
ella  se  da  y ella  recibe.  Para  ella,  el  ac- 
to del  amor  no  es  una  actividad  agrega- 
da a su  existencia;  está  en  el  centro,  no 
en  el  borde  de  su  vida  conyugal;  forma 
la  trama  misma  de  su  ternura  por  el 
esposo. 

El  hijo  de  esta  mujer  no  es  su  bien, 
su  cosa,  ni  siquiera  es  su  bien  y el  de  su 
marido,  sino  que  es  un  bien,  o mejor,  una 
Persona,  un  ser  autónomo,  o al  menos 
como  lo  hemos  indicado  frecuentemente, 
un  ser  que  tiende  sin  cesar  a la  autono- 
mía y a quien  hay  que  ayudar  en  esta 
empresa. 

No  se  encuentra  en  ella  el  conflicto 
entre  su  amor  por  el  marido  y su  ternu- 
ra por  el  hijo.  Se  da  a los  dos,  sin  lesio- 
nar a ninguno,  porque  las  dos  relaciones 
no  se  sitúan  en  el  mismo  plano.  No  po- 
dría pues,  existir  primero  y segundo  en 
su  corazón;  hay  dos  seres  diferentes,  ama- 
dos diferentemente  y aun  si,  a veces,  se 
encuentra  absorbida  por  su  oficio  mater- 
nal, en  nada  disminuye  ella  el  amor  que 
tiene  por  su  esposo,  porque  amando  a su 
hijo  se  entrega  a su  amor  conyugal. 

Y,  ¿cómo  se  da? 

Se  da  libre  y racionalmente.  Libre- 
mente, porque  su  don  es  gratuito,  y po- 
dría, si  lo  quisiese,  en  cualquier  momento, 
rehusarlo.  Lo  que  le  impele,  no  es  una 
necesidad  neurótica  de  servir  (sería  un 
falso  'altruismo),  o de  dominar  (es  el  don 
de  los  agresivos)  o de  depender  (dar  pue- 
de ser  una  manera  de  exigir),  no  es  aún 
únicamente  una  necesidad  natural  de  ser 
amada,  no,  es  la  sobreabundancia  de  su 
vida  emotiva  que  “reviste  ’ de  ternura  a 
los  seres  que  la  rodean. 

Se  da  racionalmente,  porque  su  don 
se  adapta  a los  que  ama  y a las  diver- 
sas exigencias  de  la  realidad.  No  abru- 
ma con  ternura  intempestiva  al  hijo  ya 
adolescente  que  trata  de  independizarse. 
No  estimula  el  egoísmo  de  su  marido  ha- 
ciéndose su  esclava  absoluta  y renegando 
de  su  propia  personalidad.  No  es  la  eter- 
na empleada  de  sus  hijos  que  cose,  co- 
cina y zurce  sin  pedirles  jamás  esfuerzos 
personales,  sin  jamás  enseñarles  a que 
ellos  también  se  den. 


* * 


442 


THERESE  GOUIN-DECAIRE 


No  va  hasta  el  límite  de  sus  fuerzas 
lísieas  y psíquicas  para  tener  en  segui- 
da el  derecho  de  suspender  todo  trabajo, 
sin  sentimiento  de  culpabilidad.  A la  vez 
dulce  e implacable,  exigente  y compren- 
siva, firme  y flexible,  sabe  pedir  y re- 
cibir como  sabe  responder  y dar. 

Pero,  tal  vez  se  diga,  eso  no  es  espe- 
cífico de  la  mujer,  ¿no  es  acaso  el  don 
de  sí  mismo  uno  de  los  principales  crite- 
rios de  madurez  en  el  hombre?  Exacto; 
hay  que  agregar  en  la  mujer  adulta  (ade- 
más  de  sus  características  de  libertad  y 
racionalidad),  una  manera  especial  de 
darse  que  es  la  consecuencia  inmediata 
de  su  feminidad. 

Usando  la  terminología  de  Helene 
Deutsch,  la  mujer  adulta  se  da  “mediante 
una  actividad  orientada  hacia  el  interior”. 

¿Significa  esto  cpie  la  mayor  parte  de 
su  actividad  se  ha  de  desarrollar  en  la 
casa,  en  los  trabajos  domésticos?  “Mujer 
del  interior  no  significa  necesariamente 
“mujer  interiorizada”,  y se  puede  muy 
bien  huir  de  lo  real  y huir  de  su  alma 
mediante  los  quehaceres  domésticos  como 
fuera  del  hogar. 

En  realidad,  poco  importa  que  la  ma- 
yor parte  de  su  actividad  se  ejerza  en 
la  casa,  en  el  laboratorio,  en  una  sala 
de  hospital  o en  actividades  escolares,  la 
mujer-adulta  permanece  auténtica  en  la 
medida  que  la  guíe  su  vida  afectiva. 

Por  otra  parte,  cuando  es  verdadera- 
mente la  superabundancia  de  la  vida  in- 
terior la  que  la  hace  obrar,  la  mujer  se 
revela  capaz  (en  cualquier  momento  que 
la  realidad  se  lo  exigirá)  de  dejar  el  la- 
boratorio, la  universidad  o el  hospital  sin 
experimentar  profunda  frustración.  La 
razón  está  en  que  para  ella  no  es  tanto 
la  carrera  en  sí  lo  que  importa,  sino  más 
bien  la  carrera  en  cuanto  le  permite  des- 
arrollarse y darse.  Más  aún,  si  brusca- 
mente la  carrera  se  hace  imposible  sin 
descuidar  al  esposo  o al  hijo,  podrá  to- 
lerar abandonar  el  trabajo  apreciado,  pe- 
ro su  personalidad  no  se  sentirá  dismi- 
nuida, ahogada.  Sabrá  progresar  de  otra 
manera  y en  otra  actividad.  Hay  siem- 
pre objetivos  en  la  búsqueda  científica  y 
espiritual,  hay  siempre  objetivos  en  el 
don  de  sí  mismo  y la  renuncia  es  tanto 


más  fácil  cuanto  se  es  más  rico  interior- 
mente. Así,  la  mujer  plenamente  madre 
(en  el  sentido  psíquico  de  la  palabra)  no 
se  hunde  en  la  neurosis,  si  algún  día 
comprueba  su  esterilidad,  porque  ella  en- 
cuentra otras  maneras  de  alcanzar  la  ma- 
ternidad. En  cambio,  la  mujer  para  quien 
el  hijo  representaba  otra  cosa  que  un  ser 
a quien  se  da,  puede  mostrarse  incapaz 
de  aceptar  sanamenté  la  esterilidad. 

La  mujer  que  no  ha  llegado  a la  ma- 
durez, experimentará  la  frustración  ante 
la  necesidad  de  ciertas  renuncias  y una 
enfermedad,  una  pérdida  financiera,  la 
obligación  de  cambiar  de  ciudad  o de 
abandonar  un  oficio  que  se  quiere,  bas- 
tarán a veces  para  desequilibrarla.  La 
mujer,  en  cambio,  que  ha  llegado  a la 
madurez,  sabrá,  cualquiera  que  sean  las 
circunstancias,  darse  y darse  con  una  ac- 
tividad orientada  hacia  el  interior. 

El  motivo  permanece  fundamental- 
mente un  gran  deseo  de  irradiar  felici- 
dad, o mejor:  la  felicidad  para  aquellos 
que  ama.  Encontramos  en  su  amor  con- 
yugal, ante  todo,  el  amor  del  esposo  en 
tanto  que  esposo,  el  amor  del  esposo  en 
tanto  que  creatura  de  Dios.  Hay  también 
en  su  corazón  una  ternura  diversificada, 
una  inclinación  a su  marido,  como  amigo, 
como  padre,  como  hijo...  Sí,  hay  todo 
eso  en  el  lazo  que  une  la  mujer  al  hom- 
bre y muchos  de  nosotros  podríamos  sin 
duda  decir  lo  que  escribía  Mme.  Desbor- 
des-Yalmore:  “Esposo  mío,  tú  que  eres 
a la  vez  mi  amigo,  mi  amante,  mi  mari- 
do, mi  hermano,  mi  padre  y mi  hijo... 

Sin  embargo,  este  amor  múltiple  per- 
manece jerarquizado:  en  su  cumbre  está 
Dios.  Porque  si  el  don  de  la  mujer-adul- 
ta es  completo,  no  es,  sin  embargo,  total, 
porque  por  ser  cristiana  hay  siempre  una 
parte  de  su  ser  que  ella  reserva.  Rehu- 
sando envenenar  a su  esposo  con  un  amor 
puramente  humano,  no  le  pide  su  alma 
y no  le  da  la  suya. 

En  realidad,  la  mujer-adulta  no  existe 
bajo  esta  forma  esquemática  porque  la 
madurez  constituye  un  proceso  dinámico: 
no  se  da  de  una  vez  por  todas  al  ser  hu- 
mano, sino,  como  la  santidad,  con  la  cual 
algún  día  u otro  se  ha  de  identificar,  se 
va  formando  sin  cesar. 


Condiciones  de  Vida  en  América  Latina 

por  MARIO  ZANARTU  V„  S.  I. 

N.  de  la  R.  — En  dos  artículos  anteriores  (Mensaje,  1957,  julio,  pág.  197  ss.,  y agosto,  pág. 
241  ss.)  examinó  el  autor,  primeramente  las  bases  del  problema  latinoamericano  y luego 
estudió  en  particular  la  situación  habitacional;  hoy  aborda  cuatro  puntos  fundamentales 
que  completan  el  cuadro  económico  social  del  continente. 


1 — Alimentación. 

PARA  justificar  la  utilización  de  los 
gramos  de  proteína  de  origen  ani- 
mal como  índice  del  factor  alimen- 
tación, enviamos  al  citado  artículo  de 
J.  Meraud  (1).  La  situación  alimenticia 
de  Argentina,  Uruguay  y Paraguay  es 
no  sólo  superior  a la  de  todos  los  países 
latinoamericanos,  sino  también  a la  ma- 
yor parte  de  los  países  desarrollados;  se 
trata  de  países  ganaderos,  excepcionales 
en  América  Latina,  y que  en  conjunto 
sólo  representan  el  12%  de  la  población 


latinoamericana.  Consumo  diario 

por  ha- 

hitante: 

PAIS: 

proteínas  de 

calorías 

calorías 

origen  animal. 

totales: 

necesarias: 

grs.: 

(A) 

(B) 

(C) 

USA 

63 

3.090 

2.640 

Francia  . . 

49 

2.785 

2.550 

Argentina 

57 

2.800 

2.600 

Uruguay  . 

67 

2.940 

2.570 

Paraguay  . 

48 

2.670 

Brasil  . . 

16 

2.340 

2.450 

Méjico  . . . . 

16 

2.050 

2.490 

Colombia  . 

16 

2.280 

Perú  . . . . 

12 

2.080 

Chile 

26 

2.490 

2.640 

Venezuela  . 

21 

2.280 

Cuba  . . . . 

26 

2.740 

(fuente:  (A)  y (B)  “Bulletin  mensuel  d’Eco- 
nimie  et  stattistiques  agricoles”  de  la  F.A.O., 
mars.  1956,  pág.  17;  (C)  en  S.  S.,  pág.  57). 


(1)  "Revue  de  l'Action  Populaire”,  n?  97,  pág.  429. 


La  primera  columna  nos  muestra  la 
clara  insuficiencia  de  proteínas  de  origen 
animal  en  todos  los  países  latinoameri- 
canos no  pertenecientes  a la  cuenca  del 
Plata.  La  tercera  columna  ha  sido  agre- 
gada para  evitar  el  prejuicio  corriente 
de  que  los  latinoamericanos  consumen  po- 
co porque  necesitan  menos  que  el  eu- 
ropeo, pero  que  este  consumo  menor  se- 
ría suficiente  para  sus  necesidades.  Es 
necesario  señalar  que  la  situación  de  Bra- 
sil, el  principal  de  los  “grandes”,  ade- 
más de  ser  mala,  muestra  tendencia  a 
empeorar:  mientras  que  en  los  años  ante- 
riores a la  guerra  la  ración  diaria  de  pro- 
teínas animales  era  de  32  gramos  por  per- 
sona, esta  cifra  descendió  a 23  en  1948 
y a 17  en  1951  (2). 

Encuestas  realizadas  por  el  prof.  Ju- 
lio Santa  María  durante  varios  años  en- 
tre miles  de  escolares  de  Santiago  de  Chi- 
le, pertenecientes  a dos  grupos  homogé- 
neos bien  definidos,  uno  a la  clase  social 
que  sólo  puede  efectuar  estudios  prima- 
rios, y el  otro  perteneciente  a la  clase  so- 
cial que  puede  además  permitirse  estu- 
dios secundarios,  revelaron  que  el  peso 
medio  de  los  primeros  era  de  43,3  kgrs. 
a los  16  años,  mientras  los  segundos  pe- 
saban a la  misma  edad  57,8  kgrs.  Y mien- 
tras los  primeros  tenían  una  estatura  me- 
dia de  154.1  cms.,  los  segundos  alcanza- 
ban a 168,1  cms  (3).  Lales  cifras  nos 

(2)  “Bulletin  Mensuel”  des  statistiques  de  la  F.A.O., 
marzo  1956,  pág.  17. 

(3)  “Panorama  Económico”,  Stgo.  de  Chile,  16  de 
marzo  de  1956,  pág.  85. 


MARIO  ZAÑARTU 


-144 


muestran  en  forma  evidente  el  resultado 
fisiológico  de  la  subalimentación  de  la 
clase  modesta,  que  constituye  la  casi  to- 
talidad de  la  población  latinoamericana. 

El  prof.  Josué  de  Castro  (4),  después  • 
de  demostrar  que  la  región  sur  de  Amé- 
rica padece  subalimentación  e inanición, 
recorre  uno  a uno  los  déficits  parciales 
de  los  diferentes  alimentos  y las  enfer- 
medades o irregularidades  que  causan: 
"I.a  primera  consecuencia  biológica  de  la 
carencia  de  proteínas  que  se  observa  en 
esta  zona  es  el  retraso  del  crecimiento, 
la  talla  anormalmente  baja  de  casi  todos 
los  individuos  a todas  las  edades. 

En  Bolivia,  donde  el  déficit  en  proteí- 
nas es  bastante  acentuado,  los  niños  pe- 
san menos  desde  su  nacimiento.  Según 
el  prof.  Luis  Sotelo,  ex  director  del  De- 
partamento de  Alimentación  de  La  Paz, 
60%  de  los  niños  nacidos  en  esta  ciudad 
tienen  un  peso  inferior  a 2.700  gramos, 
siendo  así  que  su  peso  debería  ser  nor- 
malmente de  5.000  a 5.500  grs.  Además, 
55%  de  estos  niños  presentan  una  talla 
netamente  inferior  a la  normal.  Los  datos 
antropométricos  reunidos  por  Morris 
Steggaerda  muestran  que  la  estatura  me- 
dia de  la  población  de  este  sector  es  una 
de  las  más  pequeñas  del  continente  ame- 
ricano. 

Este  déficit  relativo  en  proteínas  pro- 
duce otras  consecuencias.  Las  manifes- 
taciones más  corrientes  en  este  sector  son 
las  distrofias  alimenticias  constatadas  en 
los  niños  y debidas  ciertamente  a la  ca- 
rencia simultánea  de  proteínas  y de  otros 
elementos  nutritivos.  Según  un  informe 
presentado  a la  primera  Conferencia  de 
Alimentación  de  América  Latina,  75,5% 
de  los  habitantes  de  Lima,  capital  del 
Perú,  presentan  los  síntomas  clínicos  de 
este  mal. 

“La  salud  de  las  poblaciones  sudame- 
ricanas está  aun  fuertemente  afectada 
por  la  falta  de  fierro,  que  determina  en 
esta  región  una  anemia  muy  generaliza- 
da, del  tipo  hipocrónico  y microcítico,  de 
la  que  se  lia  hecho  responsable  al  clima 
tropical  durante  mucho  tiempo. 

(4)  “Les  problemes  de  l'alimcntation  én  Amerique 
du  Sud,  París,  1950,  bajo  los  auspicios  de  la  UNESCO. 


En  las  zonas  en  que  esta  enfermedad 
es  más  frecuente  se  constata  un  extraño 
fenómeno:  el  de  la  geofagia,  o geomania, 
es  decir,  la  costumbre  de  comer  tierra. 
A mi  parecer  esta  costumbre  traduce  un 
estado  de  inanición  específico:  el  hambre 
de  fierro'.  (ops.  cit  pág.  19-25) . 

Es  evidente  el  influjo  de  esta  subali- 
mentación sobre  el  rendimiento  de  los 
trabajadores  y sobre  su  salud  física  y 
mental.  Resultados  de  ella  son  la  baja 
productividad  e iniciativa  del  obrero  (so- 
bre todo  campesino)  y los  elevados  índi- 
ces de  mortalidad  general  e infantil.  Ade- 
más la  falta  de  una  adecuada  alimenta- 
ción hace  buscar  su  compensación  en 
otras  substancias  o bebidas  que  procuren 
bienestar  al  menos  momentáneo;  otro 
factor  que  explica  la  generalizada  ten- 
dencia al  alcoholismo. 

2 — Ingreso  medio. 

Aunque  no  se  conoce  todavía  la  natu- 
raleza exacta  de  la  relación  existente  en- 
tre el  ingreso  medio  y el  bienestar  de  los 
individuos,  se  puede  legítimamente  sacar 
algunas  conclusiones  de  la  comparación 
de  niveles  internacionales  de  ingreso  me- 
dio. El  caso  es  difícil  cuando  se  trata  de 
comparar,  por  ej.,  países  de  elevado  pa- 
trimonio nacional  pero  bajo  ingreso,  con 
países  de  menor  patrimonio  pero  mayor 
ingreso.  No  es  el  caso  presente.  Los  paí- 
ses latinoamericanos  tienen  un  patrimo- 
nio nacional  muy  inferior  a Francia  y 
USA:  su  menor  ingreso  no  vendrá  pues 
a contrabalancear,  sino  a confirmar  y 
acentuar  esta  inferioridad. 

Ingreso  medio  por  habitante  al  año, 
en  1950  (5): 

América  Latina  211,45  dólares 

Francia 657 

USA 1.862 

Se  podría  desde  ya  sacar  una  serie  de 
consecuencias  sobre  las  condiciones  eco- 

(5)  Estudio  ya  citado  de  la  O.E.A.  para  el  conti- 
nente americano,  con  estimaciones  correspondientes  a 
1950  o 1951.  Para  Francia,  ingreso  nacional  de  1950  (Bul- 
letin  Statisque  des  NN.UU.,  Junio  1956),  dividido  por  la 
población  de  la  época  y convertido  en  dólares  al  cam- 
bio de  1 dólar  = 264  frs.  propuesto  por  Meraud  en  los 
artículos  ya  citados. 


CONDICIONES  DE  VIDA  EN  AMERICA  LATINA 

nómicos-sociales  de  un  continente  cuyo 
ingreso  medio  por  persona  es  menos  de 
1/3  del  ingreso  medio  francés,  y 1/9  del 
norteamericano.  La  exigüidad  de  los  in- 
gresos medios  continentales  o nacionales 
obliga  a descartar  la  redistribución  de  la 
riqueza  como  remedio  suficiente  de  la 
miseria  latinoamericana.  La  injusticia  de 
la  repartición  hace  ciertamente  necesaria 
la  redistribución.  Pero  el  bajo  ingreso  me- 
dio no  permite  esperar  de  esta  sola  me- 
dida la  solución  del  problema. 

La  situación  en  los  “cuatro  grandes” 
oscila  alrededor  de  la  media  latinoameri- 
cana: Brasil  219,85,  Méjico  170,  Argenti- 
na 291,10,  Colombia  252,16  dólares.  Los 
dos  más  ricos  serían:  Venezuela  423,52  y 
Cuba  338,82  dólares;  y los  dos  más  po- 
bres: Haití  55,00  y Ecuador  55,15  (infor- 
me O.E.A.,  pág.  45).  Esta  diferencia  en- 
tre ios  diversos  países  bace  que  “en  los 
cuatro  países  de  ingresos  más  altos,  el  in- 
greso promedio  per  capita  alcanza  a los 
326.40  dólares,  y en  los  cuatro  países  de 
ingresos  más  bajos  el  promedio  es  de 
78.90  dólares  per  capita”  (ibidem,  p.  47). 

Además  liay  una  desproporción  enor- 
me entre  el  ingreso  de  un  pequeño  por- 
centaje de  privilegiados  (que  viven  con 
un  standard  similar  al  de  sus  congéne- 
res de  los  países  desarrollados)  y la  gran 
masa  restante,  con  niveles  proporcional- 
mente aún  más  bajos.  “El  80°/o  de  la  po- 
blación latinoamericana  recibe  16.704  mi- 
llones de  dólares,  equivalentes  solo  al  50 
por  ciento  del  ingreso  total,  lo  que  co- 
rresponde a un  ingreso  anual  per  capita 
de  132,50  dólares”  (ib.  nota  11). 

En  Chile  el  62%  de  la  población  re- 
cibe solo  un  24  por  ciento  de  la  Renta  Na- 
cional. En  Colombia,  según  un  informe 
del  BIRD,  un  30%  de  la  Renta  Nacional 
era  recibida  por  sólo  un  2,6 % de  la  po- 
blación (6) . En  noviembre  de  1955  un 
obrero  de  la  construcción  (que  no  son  los 
peores  pagados)  ganaba  en  Santiago  de 
Chile  350  pesos  chilenos  diarios;  en  esa 
época  el  kilo  de  pan  costaba  35  pesos  y 
el  de  carne  340.  Una  empleada  doméstica 
“bien  pagada”  ganaba  en  la  capital,  ha- 

(6)  “The  basis  of  a development  Programa  for  Co- 
lombia”, estudio  de]  BIRD,  Washington  1950,  pág.  35. 


445 

cia  la  misma  época  (además  del  aloja- 
miento y comida)  4.000  pesos  chilenos 
mensuales  (el  equivalente  de  12  kgs.  de 
carne!...),  o sea,  al  cambio  de  entonces, 
2.000  francos  f ranceses  al  mes . . . 

A la  mala  distribución  según  países  y 
según  funciones  sociales,  hay  que  agre- 
gar la  mala  distribución  de  la  Renta  Na- 
cional según  las  ramas  de  actividad  pro- 
ductiva. América  Latina  es  aun  un  con- 
tinente preponderantemente  agrícola.  Se- 
gún el  informe  de  la  CEPAL  para  1952, 
hay  en  América  Latina  un  57,9 % de  la 
población  activa  dedicada  a la  agricul- 
tura, produciendo  sólo  el  25,8  por  cien- 
to de  la  Renta  Total,  lo  que  da  nn  in- 
greso medio  de  308  dólares  por  persona 
activa,  es  decir,  más  o menos  103  dólares 
per  capita  en  la  masa  latinoamericana 
dependiente  de  la  agricultura.  Mas  ade- 
lante veremos  que  debido  a la  estructu- 
ra feudal  de  la  propiedad  agraria,  esta 
media  de  103  dólares  es  poco  significa- 
tiva, pues  en  su  mayor  porcentaje  va' a 
dar  a manos  del  pequeño  número  de 
grandes  terratenientes,  dejando  una  par- 
te mínima  para  la  inmensa  mayoría, 
constituida  por  asalariados  proletarios. 

Las  condiciones  más  miserables  de  exis- 
tencia humana  se  encuentran  entre  los 
asalariados  agrícolas  de  los  países  más 
pobres.  En  los  países  desarrollados  la  po- 
blación agrícola  recibe  en  general  (sin 
llegar  a los  extremos  latinoamericanos) 
un  ingreso  inferior  al  ingreso  medio  na- 
cional, pero  el  porcentaje  de  los  habitan- 
tes dedicados  a la  producción  agrícola 
es  muy  inferior  al  57,9 % latinoamerica- 
no; la  masa  de  los  afectados  es  por  tan- 
to muchísimo  menor.  En  Francia  es  de 
32%  y en  USA  de  12%  según  se  despren- 
de de  los  datos  siguientes: 

Población  activa  total  y población  acti- 
va en  la  agricultura: 

Año  activa  activa  en 

total  la  agricul. 

Francia  . . . 1946  20.520.466  7.483.806 

USA 1950  60.037.447  7.331.353 

(fuente:  “Annuaire  des  statistiques  du  tra- 
vail”,  BIT,  1955,  tabla  4). 


446 


MENSAJE 


El  escaso  ingreso  medio  multiplica  sus 
efectos  de  desesperación  cuando  va  acom- 
pañado de  inflación  monetaria.  \ cuan- 
do existe  en  el  país  un  movimiento  sin- 
dical poderoso,  capaz  de  obtener  alzas  de 
salarios,  se  produce  en  los  países  pobres 
y de  escasa  producción  una  inflación  tal, 
que  cierra  toda  posibilidad  de  progreso 
económico  (7) . 

Un  examen  de  las  estadísticas  mun- 
diales sobre  el  alza  del  costo  de  la  vida 
(8)  permite  establecer  que  la  casi  totali- 
dad de  los  países  cuyo  índice  de  1955  so- 
brepasó el  120n/o  del  costo  de  la  vida  en 
1955,  son  países  latinoamericanos: 


Indice  del  costo  de  la  vida  en  1955 
(1953  = 100) 


Bolivia  

. 415 

Yiet  Nam  . .. 

. . 124 

Chile 

. 302 

LTruguay  ..  . 

. . 122 

Corea  del  S.  . 

. 229 

Irán 

. . 122 

Paraguay  . . . 

. 152 

Grecia 

. . 122 

Brasil 

. 139 

México  . . . . 

. . 121 

Una  de  las  consecuencias  de  la  defec- 
tuosa estructura  de  la  distribución  de  los 
ingresos  es  que  la  población  se  polariza 
en  torno  a dos  extremos  distantes:  unos 
pocos  ricos  en  un  extremo,  y una  inmen- 
sa masa  miserable  en  el  otro.  En  gene- 
ral la  clase  media  no  está  desarrollada. 
Desde  luego,  en  América  Latina  casi  no 
existe  ese  numeroso  contingente  consti- 
tuido por  el  pequeño  propietario  agríco- 
la, abastecedor  de  clase  media  y por  tan- 
to garantía  de  estabilidad  política  y so- 
cial de  un  país,  tan  influyente  en  la  es- 
tructuración de  la  democracia  europea. 
Tampoco  existen  en  Latinoamérica  los 
numerosos  cuadros  especializados  e inter- 
medios que  estabilizan  la  democracia  in- 
dustrial norteamericana.  Otra  sección  im- 
portante de  la  clase  media,  la  constitui- 
da por  el  comerciante,  está  aun  poco  des- 
arrollada en  América  Latina,  debido  pre- 
cisamente a la  escasez  del  consumo.  Esta 
debilidad  de  la  clase  media  latinoameri- 

(7)  “Revue  de  l’Action  Populaire",  n?  de  enero, 
marzo,  mayo  y julio  1 956,  crónica  de  la  actualidad  so- 
cial en  Chile. 

(8)  “Bulletin  Statistique”  des  NN.UU.  Juin  1956, 
pág.  140  y sgts.  Para  Bolivia  y Paraguay,  en  ausencia 
del  promedio  del  año,  se  tomó  el  índice  del  mes  de 
Junio. 


cana  priva  al  continente  de  un  elemento 
de  estabilidad  y progreso  indispensables. 

La  principal  consecuencia  económica 
de  un  escaso  ingreso  medio  es  que  impi- 
de el  aumento  de  la  producción,  aun  de 
los  bienes  necesarios,  por  falta  de  poder 
de  compra  de  quienes  padecen  las  nece- 
sidades; no  puede  haber  aumento  de  la 
producción  sino  existe  mercado  compra- 
dor... y sin  aumento  de  la  producción 
no  puede  haber  mercado  comprador. 

Otra  consecuencia  del  bajo  ingreso, 
no  menos  grave,  es  la  imposibilidad  polí- 
tica, social  y psicológica  de  destinar  a la 
inversión  una  mayor  cuota  de  consumo, 
lal  sacrificio  importaría  un  inmediato 
aumento  del  subconsumo,  política  que  pa- 
rece realizable  sólo  bajo  gobiernos  dicta- 
toriales. Pero  sin  un  aumento  de  la  inver- 
sión, es  decir,  sin  disminuir  el  consumo, 
no  se  jmede  aumentar  la  producción. *Es- 
los  son  los  dos  círculos  viciosos  en  que 
se  debaten  las  economías  sub-desarrolla- 
das  cuando  el  sub-consumo  ha  alcanza- 
do los  niveles  de  la  miseria. 

La  inflación  por  su  parte  es  un  fer- 
mento de  continua  agitación  social  y de 
funestas  repercusiones  en  la  estructura 
del  ahorro  y de  la  inversión. 

3 — Instrucción. 

Cuando  las  diferencias  de  niveles  son 
muy  grandes,  basta  hacer  las  comparacio- 
nes basándose  en  el  porcentaje  de  anal- 
fabetos; no  es  necesario  recurrir  al  % de 
alumnos  que  frecuentan  la  enseñanza  se- 
cundaria, técnica  o superior. 

En  1950  existían  67.000.000  analfabe- 
tos entre  la  población  latinoamericana 
mayor  de  15  años,  lo  que  implica  un  por- 
centaje^ elevadísimo,  dada  la  configura- 
ción de  la  pirámide  de  edades.  Los  por- 
centajes de  analfabetos  para  los  princi- 
jmles  países  (dentro  de  la  población  ma- 
yor de  15  años,  salvo  indicación  contra- 
ria) son:  Brasil  51,4,  México  51,6,  Argen- 
tina 13,3  (mayores  de  14  años);  Colom- 
bia 44,2;  comparar  con:  USA:  2,7  (ma- 
yores de  14)  y Francia  3,3. 

Los  países  más  favorecidos  son:  Ar- 
gentina 13,3,  Costa  Rica  21,2  y Chile  28,2. 
Los  de  mayor  °/o  de  analfabetos  son:  Hai- 


CONDICIONES  DE  VIDA  EN  AMERICA  LATINA 

tí  89.4,  Guatemala  70,3  y Bolivia  68,9.  (9) 

Es  inquietante  el  hecho  de  que  en  paí- 
ses como  Brasil  y Venezuela  se  presente 
un  porcentaje  de  iletrados  mayor  en  el 
grupo  de  población  de  15-19  años  que  en 
el  grupo  de  20-24  años,  lo  que  implica- 
ría una  tendencia  al  aumento  del  porcen- 
taje total  de  iletrados  en  los  años  veni- 
deros. (10) 

Las  consecuencias  de  tal  estado  de  co- 
sas son  graves.  Una  masa  de  adultos  in- 
capaz de  comprender  o expresarse  en 
signos  escritos,  dentro  de  una  sociedad 
que  lo  exige  cada  día  más,  queda  en 
una  situación  especialmente  desfavoreci- 
da. Su  participación  a la  vida  comunita- 
ria, sus  informaciones  y su  influencia 
quedan  reducidas  a las  posibilidades  de 
contactos  personales;  el  aprendizaje  de 
técnicas,  la  comprensión  de  instrucciones 
o consejos  para  mejoras  domésticas  o pro- 
fesionales están  fuera  de  su  alcance. 

Esta  falta  de  contactos  con  las  corrien- 
tes ideológicas,  cívicas  o políticas  de  la 
sociedad  en  que  vive,  impide  que  pueda 
tener  un  pensamiento  propio  sobre  los 
problemas  situados  fuera  de  la  pequeña 
órbita  de  sus  preocupaciones  diarias.  Sus 
acciones  y decisiones  cívicas  escaparán  a 
la  influencia  de  una  ideología  estable. 
Los  partidos  políticos  a que  pertenezcan 
contarán  con  una  adhesión  movediza  y 
poco  fundada.  Las  decisiones  cívicas  se- 
rán tomadas  en  último  término  de  las 
razones  inmediatas  o de  los  sentimientos. 
Esta  masa  estará  siempre  más  dispuesta 
a seguir  a un  hombre,  cambiante  y dema- 
gogo, pero  que  supo  conquistar  su  sim- 
patía. Así  se  explica  en  gran  parte  el 
caudillismo  latinoamericano  y la  orien- 
tación demagógica  de  los  dirigentes  y par- 
tidos políticos.  (11) 

4 — Salud  e higiene. 

La  mayor  parte  de  los  problemas  de 
salubridad  de  América  Latina  son  pro- 

(9)  "Documeniation  Statisque  sur  l’analphabetisme 
en  Amerique”,  UNESCO/ED/Occ-1,  pág.  3. 

(10)  A.  D.,  1953,  pág.  436  y sgtes.,  y UNESCO/ED/ 
Occ-6,  pág.  1 y sgtes. 

(11)  Estadísticas  más  completas  sobre  los  diferentes 
factores  que  forman  el  nivel  de  enseñanza  y su  esta- 
do en  América  Latina,  cfr.  S.S.,  pág.  66. 


447 

vocados  por  los  insuficientes  niveles  de 
ingreso  y de  consumo;  la  ignorancia  de 
los  procesos  de  contagio,  el  surmenage,  los 
embarazos  demasiado  frecuentes,  el  insu- 
ficiente desarrollo  de  la  higiene  y la  ma- 
la distribución  campo-ciudad  del  equi- 
po médico. 

Salvo  en  el  caso  de  las  ciudades,  se 
dispone  de  escasa  estadística  sobre  las 
causas  de  decesos,  ya  que  la  mayor  par- 
te de  los  habitantes  de  regiones  rurales  no 
recurren  al  médico  en  sus  enfermedades, 
y mueren  sin  que  la  causa  de  su  deceso 
haya  sido  bien  establecida.  Pero  es  evi- 
dente que  la  mayor  parte  de  la  pobla- 
ción rural,  así  como  los  grupos  urbanos 
demasiado  pobres,  son  víctimas  de  la  tu- 
berculosis, el  paludismo,  las  infecciones 
intestinales  y las  enfermedades  causadas 
por  los  parásitos,  las  enfermedades  ve- 
néreas, y diversas  enfermedades  de  ca- 
rencias. 

Esta  deficiente  situación  de  la  salud 
no  es  más  que  una  consecuencia  de  la 
miseria  ya  descrita.  Señalaremos  pues  so- 
lamente sus  efectos  más  espectaculares: 
los  índices  de  mortalidad  infantil,  que 
nos  permitirán  apreciar  la  magnitud  del 
problema. 

Indices  de  mortalidad  infantil  (12)  en 
°/o:  los  cuatro  grandes:  México  80.5,  Ar- 
gentina 61,9;  Colombia  102,7,  Brasil  (no 
figura);  en  cambio:  Francia  41,9  y Esta- 
dos Unidos  26.6. 

Lienen  una  mortalidad  superior  100 
por  1.000:  Costa  Rica  101,2,  Bolivia  101,7, 
Colombia  102,7,  Ecuador  115.2  y Chi- 
le 123,8. 

Como  se  ve,  el  promedio  general  es 
tan  catastrófico  como  el  de  las  regiones 
subdesarrolladas  de  Africa  y Asia  sobre 
las  que  se  poseen  estadísticas  suficientes. 
La  influencia  del  estado  deficiente  de  la 
salud  tanto  desde  el  punto  de  vista  eco- 
nómico como  desde  el  punto  de  vista  psi- 
cológico en  los  niveles  de  vida  latinoame- 
ricanos es  un  obstáculo  más  a la  solución 
de  los  problemas  del  subdesarrollo.  Y por 
otra  parte  hemos  visto  que  el  subdesarro- 
llo es  el  principal  causante  del  mal  es- 
tado déla  salud.  ..Otro  círculo  vicioso  que 
no  se  puede  romper  desde  el  interior.  . . 

(12)  A.  D.,  1955,  pág.  698  y sgis. 


A propósito  ele  Satélites 

por  JULIO  JIMENEZ  B.,  S.  J. 


LA  “noticia  periodística  del  año”  no  ha  co- 
rrespondido esta  vez  a ninguno  de  los 
rubros  de  siempre.  Ni  epidemias,  gue- 
rras, terremotos  u otros  cataclismos;  ni  escán- 
dalos financieros,  revoluciones,  asesinatos  o 
robos  misteriosos;  ni  siquiera  el  “caso  Kelly”. 
Tampoco  acontecimientos  deportivos,  artísti- 
cos o políticos,  matrimonios  principescos,  ni 
premios  Nobel.  Ninguno  de  los  hechos  ya  ocu- 
rridos otras  veces  ha  podido  este  año  desper- 
tar un  interés  comparable  al  que  hubo  en  el 
mundo  entero  por  esa  pequeña  esfera  que, 
el  4 de  octubre,  comenzó  a dar  vueltas  en  tor- 
no a la  Tierra,  como  su  primer  satélite  arti- 
ficial . 

Los  grandes  titulares  y las  amplias  pági- 
nas informativas  destacaban  ahora,  durante 
días  y semanas,  un  legítimo  triunfo  de  la  cien- 
cia y la  técnica.  Estos  \ alores,  que  ordinaria- 
mente preocupan  a los  menos  y quedan  rele- 
gados a un  plano  muy  inferior  de  notorie- 
dad, pasaron  a ser  el  centro  de  publicaciones 
y conversaciones,  en  todas  partes  y para  to- 
dos los  hombres.  La  explicación  estaba  en 
que,  por  primera  vez,  el  hombre  había  logra- 
do dar  realidad  a uno  de  los  más  increíbles 
sueños  de  novelistas  fantásticos,  y dejaba 
abierta  la  posibilidad  próxima  de  emprender 
aventuras  aun  más  maravillosas,  alejándose 
de  la  Tierra  hacia  otros  astros. 

Es  cierto  que  a ese  interés  se  mezclaron 
cálculos  de  política  internacional,  temores  o 
esperanzas  — según  las  personas — ; y aun  in- 
tentos de  reforzar  con  esos  hechos  ciertas  pre- 


carias y simplistas  tesis  filosóficas.  Pero  todo 
esto  era  accesorio.  En  el  fondo,  lo  que  im- 
portaba era  el  hecho  en  sí  mismo,  su  valor 
científico  y técnico,  y su  carácter  de  aventu- 
ra y de  superación.  El  satélite  ruso,  pese  a 
su  utilización  para  la  propaganda  comunista 
y la  influencia  internacional  soviética,  impli- 
caba y hacía  apreciar  valores  que  no  son  ple- 
namente reduetibles  a lo  económico,  a la  lu- 
cha de  clases,  a ninguna  de  las  categorías 
básicas  del  materialismo  dialéctico.  Hacía  mi- 
rar hacia  arriba,  en  todos  los  sentidos. 

Después  vino  el  segundo  satélite  artificial, 
enormemente  más  grande  y mejor  equipado 
que  el  anterior,  y hasta  tripulado  por  un  ser 
viviente,  cuyas  funciones  fisiológicas  eran  re- 
gistradas automáticamente  y comunicados  los 
informes  a la  Tierra.  Los  seguirán  otros  y 
otros.  Progresarán  inmensamente  en  todo.  Pe- 
ro nunca  alcanzarán  ese  interés  único  que  tu- 
vo el  primero,  precisamente  por  eso,  que  no 
puede  repetirse:  ser  el  primero. 


Novedad  esperada. 

Sin  embargo,  pese  a su  entera  novedad, 
ese  maravilloso  acontecimiento,  en  cuanto  al 
hecho  mismo,  no  constituyó  una  sorpresa.  Por 
el  contrario,  era  esperado.  Se  contaba  con  que 
habría  de  producirse,  dentro  de  estos  meses. 
Si  hubo  algo  sorprendente,  fue  de  orden  acce- 


A PROPOSITO  DE  SATELITES 


449 


sorio,  relativo  sólo  a su  procedencia  rusa  y 
al  día  mismo  en  que  se  produjo.  Se  suponía, 
de  acuerdo  con  los  anuncios  conocidos,  que 
habría  de  lograrse  primero  en  los  Estados 
Unidos,  y que,  antes  de  intentar  realizarlo, 
se  informaría  a todo  el  mundo  sobre  la  fe- 
cha exacta. 

Efectivamente,  habían  sido  los  Estados 
Unidos  los  que  habían  proporcionado  toda 
clase  de  informaciones  acerca  del  proyectado 
satélite,  de  su  meticulosa  preparación  y cons- 
trucción, de  los  mecanismos  con  que  sería  co- 
locado en  su  órbita,  y del  instrumental  con 
que  iría  equipado  para  contribuir  a los  estu- 
dios del  Año  Geofísico  Internacional.  Más  aún, 
habían  instalado  ya  numerosos  puestos  de  ob- 
servación. muchos  de  ellos  diseminados  en 
otras  naciones,  para  poder  seguir  constante- 
mente el  curso  de  los  satélites  y recoger  todos 
los  datos  que  fueran  transmitiendo  sus  instru- 
mentos registradores. 

Quizás  si  esa  misma  confianza,  franqueza 
y espíritu  de  leal  cooperación  científica,  jun- 
to con  alguna  dispersión  de  los  esfuerzos  ha- 
cia otros  problemas  y desatención  parcial  de 
éste,  fue  lo  que  dio  ocasión  a que  los  rusos  se 
les  adelantaran,  concentrando  todos  sus  es- 
fuerzos en  hacerlo,  protegidos  por  el  silencio. 
De  todos  modos,  y aún  sin  poner  en  duda 
el  que  los  norteamericanos  habrían  podido 
vencer  en  una  competencia  que  se  hubiera  en- 
tablado francamente  para  llegar  antes,  en  una 
carrera  a cara  descubierta,  con  “juego  lim- 
pio”; tampoco  puede  desconocerse  la  magni- 
tud del  éxito  logrado  por  los  rusos,  ni  el  no- 
table y muy  amplio  adelanto  científico  y téc- 
nico, de  todo  orden,  que  él  manifiesta,  como 
que,  sin  ese  presupuesto,  habría  sido  imposi- 
ble conseguir  aquel  resultado,  sobre  todo  con 
tanta  eficacia  y seguridad.  No  son  cosas  que 
se  improvisan.  Han  de  descansar  sobre  una 
- amplia  y sólida  base,  constituida  por  nume- 
rosos y altamente  preparados  e instrumenta- 
dos equipos  científicos  y técnicos,  que  cola- 
boren armoniosamente.  Es  casi  seguro  que  de 
ellos  han  formado  parte  algunos  de  los  mejo- 
res cerebros  alemanes  e italianos  que,  duran- 
te la  guerra,  ya  habían  logrado  notorios  éxi- 
tos en  estas  materias  — en  igual  forma  que  al- 
gunos otros  han  estado  trabajando  junto  con 
los  norteamericanos — pero  es  evidente  que  el 
resultado  total  ha  de  atribuirse  al  conjunto 
de  la  organización  científica  y técnica  rusa. 

Por  lo  demás,  todos  esos  proyectos  venían 
siendo  objeto  de  congresos  y deliberaciones 
internacionales,  desde  hacía  mucho  tiempo. 
Como  decía  Su  Santidad  Pío  XII  hace  un 
año,  a los  asistentes  al  VII  Congreso  de  la 
Federación  Internacional  de  Astronáutica,  ce- 
lebrado en  Roma  en  septiembre  de  1956,  “des- 
de el  comienzo  del  presente  siglo,  los  princi- 
pios fundamentales  sobre  los  cuales  la  astro- 
náutica debía  edificarse  ya  habían  hallado 
una  formulación  clara  y lógica.  Se  afirmaba 
la  posibilidad  de  escapar  a la  atracción  te- 


rrestre, aplicando  a un  móvil  una  aceleración 
suficiente,  y se  precisaba  que  esta  acelera- 
ción podía  ser  obtenida  por  el  empleo  de  co- 
hetes”. Y poco  más  adelante  recordaba  el  Su- 
mo Pontífice  que  la  citada  Federación  en  su 
“segundo  Congreso  afrontó  también  — y fue 
éste  su  aporte  científico  principal — la  cues- 
tión del  satélite  terrestre  artificial.  La  idea 
fue  profundizada  durante  los  años  siguientes, 
al  mismo  tiempo  que  se  evaluaban  más  exac- 
tamente las  múltiples  ventajas  que  represen- 
taría para  la  astronomía,  la  electrónica,  las 
investigaciones  nucleares,  la  biología,  la  car- 
tografía; y se  afirmó  aún  más  cuando  el  Co- 
mité especial  para  el  Año  Geofísico  Interna- 
cional recomendó  en  1954  la  construcción  de 
algún  pequeño  satélite  científico.  Por  fin,  el 
29  de  julio  de  1955  los  Estados  Unidos  anun- 
ciaban oficialmente  que  lanzarían  un  satéli- 
te terrestre  artificial  con  ocasión  del  Año  Geo- 
físico”. (1) 

El  pensamiento  del  Papa. 

Ante  ése  y otros  proyectos  para  el  Año 
Geofísico,  el  Sumo  Pontífice  expresó  clara- 
mente su  adhesión  confiada  y benevolente. 
“Ese  gran  esfuerzo  de  colaboración  interna- 
cional, decía  en  esa  misma  ocasión,  y la  con- 
vicción de  realizar  una  empresa  grandemente 
provechosa  para  la  humanidad,  os  invitan  a 
ir  hacia  adelante  con  creciente  optimismo. 
Innumerables  dificultades  prácticas  quedan 
aún  por  vencer  y deberéis  afrontarlas  una  a 
una,  ayudándoos  de  todos  los  recursos  de  las 
ciencias  y de  la  técnica  moderna;  entre  otros, 
de  las  admirables  calculadoras  electrónicas, 
que  reducen  en  proporciones  extraordinarias 
la  demora  de  los  trabajos  matemáticos.  Pero 
tampoco  vaciléis  en  fijaros  desde  ahora  en 
los  problemas  más  generales  que  plantea  la 
conquista  del  espacio  interplanetario;  y aun. 
como  aparece  en  los  documentos  que  nos  ha- 
béis comunicado,  algunos  de  vosotros  han  ido 
hasta  examinar  la  posibilidad  abstracta  de 
vuelos  intersiderales,  que  el  nombre  mismo 
de  Astronáutica  indica  como  última  meta  de 
vuestros  trabajos.” 

Junto  con  ese  interés  y aplauso  para  el  as- 
pecto científico  y técnico  de  tales  proyectos, 

(1)  Esa  alocución  del  Sumo  Pontífice,  del  20  de  sep- 
tiembre de  1936,  está  en  su  texto  original  francés  en 
“Acta  Apost.  Sedis”,  de  1936,  pp.  790-793  La  cito  aquí 
v en  los  párrafos  siguientes  como  una  comprobación 
bien  notoria  de  la  actitud  alentadora  y entusiasta  del 
Santo  Padre  frente  a todos  estos  progresos  y a las 
perspectivas  que  abren  para  el  futuro.  No  hace  falta 
documentar  algo  tan  patente,  para  quienes  conocen  el 
verdadero  sentir  de  la  Iglesia.  Pero  puede  ser  útil  te- 
ner delante  esos  textos,  dada  la  ignorancia  de  que 
dan  pruebas  reiteradas  los  periodistas  de  las  agencias 
cablegráficas,  que  atribuyen  al  Papa  cuanta  inepcia 
ellos  sueñan.  Y lo  han  hecho  una  vez  más  en  este 
asunto. 


450 


JULIO  JIMENEZ 


cuidó  el  Santo  Padre  de  trazar  las  grandes 
lineas  de  la  visión  cristiana  del  universo,  que 
vale  para  éste  caso  como  para  toda  otra  ac- 
tividad humana,  cualquiera  que  sea  la  reali- 
dad creada  a que  se  enfrente.  “Sin  entrar  en 
detalles  — proseguía  por  eso  Su  Santidad — , 
no  se  os  oculta,  señores,  que  un  proyecto  de 
tal  envergadura  lleva  consigo  aspectos  inte- 
lectuales y morales  que  es  imposible  ignorar; 
postula  una  cierta  concepción  del  mundo,  de 
su  sentido,  de  su  finalidad.  El  Señor  Dios, 
que  lia  depositado  en  el  corazón  del  hombre 
el  deseo  insaciable  de  saber,  no  pretendía  po- 
ner un  límite  a sus  esfuerzos  de  conquista 
cuando  le  dijo:  “Someted  la  tierra”  (Génesis, 
1,  28).  Lo  que  le  ha  confiado  es  la  creación 
entera;  y la  ofrece  el  espíritu  humano  para 
que  penetre  en  ella  y pueda  así  comprender, 
más  y más  a fondo,  la  grandeza  infinita  de 
su  Creador.  Si  hasta  el  presente  el  hombre 
se  sentía,  por  así  decirlo,  encerrado  en  la  Tie- 
rra y debía  contentarse  con  las  informaciones 
fragmentarias  que  le  llegaban  del  universo, 
parece  ahora  que  se  le  ofrece  la  posibilidad 
de  romper  esa  barrera  y alcanzar  nuevas  ver- 
dades y nuevos  conocimientos,  que  Dios  ha 
depositado  con  profusión  en  el  mundo.” 

Pero,  añadía  Su  Santidad,  “ante  las  nue- 
vas situaciones  que  trae  consigo  el  desarrollo 
intelectual  de  lq  humanidad,  la  conciencia 
debe  tomar  posición;  el  hombre  debería  pro- 
fundizar su  conocimiento  de  sí  mismo  y de 
Dios,  para  situarse  con  mayor  exactitud  en 
el  conjunto  del  mundo,  para  medir  mejor  el 
alcance  de  sus  acciones.  Este  esfuerzo  común 
de  toda  la  humanidad  hacia  una  conquista 
pacífica  del  universo  debe  contribuir  a im- 
primir aún  más  en  la  conciencia  de  los  hom- 
bres el  sentido  de  la  comunidad  y de  la  so- 
lidaridad, para  que  todos  tengan  mejor  la  im- 
presión de  constituir  la  gran  familia  de  Dios, 
de  ser  los  hijos  de  un  mismo  Padre.  Pero, 
para  penetrar  esta  verdad,  no  hace  falta  me- 
nos respeto  de  la  verdad,  sumisión  a la  rea- 
lidad y valor,  que  para  la  investigación  cien- 
tífica. Las  más  audaces  exploraciones  del  es- 
jjacio  no  servirán  sino  para  introducir  entre 
los  hombres  un  nuevo  fermento  de  división, 
si  no  corren  parejas  con  una  más  profunda 
reflexión  moral  -y  una  más  consciente  acti- 
tud de  entrega  a los  intereses  superiores  de 
la  humanidad.” 

Por  eso,  al  terminar,  antes  de  implorar  so- 
bre todos  los  congresistas  “la  protección  y los 
favores  de  Dios,  que  ha  creado  el  universo 
para  el  hombre  y que  así  quiere  hacerse  co- 
nocer y amar  por  él”,  el  Sumo  Pontífice  vol- 
vía a manifestar  su  hondo  anhelo  de  que  no 
sólo  “el  Congreso  actual  os  haga  progresar 
por  un  camino  aún  largo  y difícil”  en  sus  ta- 
reas específicas,  sino  que,  sobre  todo,  “la  am- 
plitud de  los  descubrimientos  espirituales  a 
que  servirá  de  comienzo  no  sea  menor  que 
su  resultado  científico.” 


Conformidad  con  las  Leyes 
Naturales. 

Como  era  de  esperar,  con  ocasión  de  los 
satélites  artificiales,  han  aparecido  numerosos 
errores  y confusiones,  en  las  informaciones  y 
comentarios  periodísticos.  Hasta  se  llegó  a 
decir  que  habían  sido  “vencidas  las  fuerzas 
naturales”  y que  el  curso  del  satélite  se  ha- 
bía logrado  “rompiendo  todas  las  leyes  co- 
nocidas de  la  ciencia”  (textual). 

Lo  único  que  efectivamente  las  rompía 
eran  ciertas  afirmaciones  equivocadas  de  al- 
gunos periodistas.  Por  ejemplo,  un  diario  san- 
tiaguino  atribuyó  insistentemente  al  segundo 
satélite  la  velocidad,  en  números  redondos,  de 
unos  40.000  kilómetros  por  hora  — que  no  só- 
lo no  es,  pero  ni  siquiera  puede  ser  velocidad 
de  satélite  alguno  terrestre,  puesto  que  co- 
rresponde a la  “velocidad  de  escape”,  que 
aleja  definitivamente  de  la  Tierra,  por  con- 
vertir la  órbita  elíptica  en  parabólica  (el  va- 
lor exacto  de  esa  velocidad  es  algo  superior 
a ese  número  redondeado). 

La  verdad  es  que  todo  en  el  satélite  está 
ajustado  a las  leyes  naturales;  más  aún,  a las 
mismas  leyes  conocidas  por  la  ciencia  hace 
ya  mucho  tiempo.  No  se  ha  hecho  otra  cosa 
que  realizar  prácticamente  un  “experimento 
pensado”  que  ya  exponía  el  gran  Newton  en 
sus  inmortales  " Principia Comentando  la 
“quinta  definición”,  explana  cómo,  si  se  lan- 
za horizontalmente  un  cuerpo,  sin  que  inter- 
venga la  resistencia  del  aire,  “al  aumentar  la 
velocidad  de  ese  cuerpo,  se  aumentaría  a vo- 
luntad el  camino  que  recorrería  antes  de  caer 
sobre  la  Tierra  y se  disminuiría  la  curvatura 
de  su  trayectoria;  de  modo  que  podría  hacer- 
se que  no  cayera  a la  Tierra  sino  a una  dis- 
tancia de  109,  de  309  o de  90°;  o que  girara 
en  torno  a ella,  sin  caer  jamás;  o aun  que  se 
alejara  directamente  por  el  cielo  hasta  el  in- 
finito”. 

Absolutamente  todo  lo  relativo  a estos  sa- 
télites artificiales:  los  cálculos  más  fundamen- 
tales y genéricos,  como  son  los  correspondien- 
tes a la  velocidad  horizontal  indispensable  pa- 
ra que  un  cuerpo  cualquiera  recorra  una  ór- 
bita circular  o elíptica  en  torno  a la  Tierra,  a 
determinada  altura;  los  problemas  más  espe- 
ciales tocantes  a elegir  alturas  convenientes,  a 
la  energía  requerida  para  dar  la  aceleración 
necesaria  considerando  la  “relación  de  masa”, 
a los  cohetes  de  varias  “etapas”  con  que  se 
facilita  la  solución,  a la  manera  de  obtener 
y aplicar  dicha  energía,  y a otros  mil;  has- 
ta terminar  en  los  más  particulares  detalles 
técnicos  de  concepción,  de  preparación  de 
materiales  adecuados  para  soportar  y rendir 
lo  que  se  les  tiene  que  exigir,  de  construc- 
ción y funcionamiento  de  los  cohetes  y del 
“sputnik”,  con  sus  innumerables  y delicadísi- 
mos mecanismos  de  autocontrol  y demás,  pre- 
cisos como  un  reloj;  todo,  absolutamente  to- 


A PROPOSITO  DE  SATELITES 


451 


do  lo  pensado  y realizado  en  esa  empresa,  no 
ha  sido  concebido,  proyectado  y producido  si- 
no conformándose  por  entero  con  las  respec- 
tivas leyes  naturales,  desde  la  gravitación  uni- 
versal hasta  las  más  específicas  propiedades 
físicas  y químicas. 

Tal  es,  por  lo  demás,  la  única  forma  en 
que  el  hombre  puede  llegar  a “dominar  las 
fuerzas  naturales”.  No  consigue  servirse  de 
ellas,  sino  sometiéndose  a las  leyes  que  las 
rigen.  Logrará  encauzarlas  hacia  determina- 
dos objetivos,  desencadenarlas,  detenerlas, 
aplicarlas  y obtener  así  los  resultados  que  pre- 
tendía; pero  siempre  será  respetando  la  natu- 
raleza y manera  propia  de  cada  una  y aco- 
modándose a ello.  No  ha  de  inventarlas  él: 
ya  existen,  independientemente  de  su  acción. 
Solamente  ha  de  descubrirlas,  conocerlas  se- 
gún lo  que  son,  tales  como  son,  según  su  pro- 
pia realidad  y modalidad;  y,  una  vez  cono- 
cidas así,  utilizarlas  de  acuerdo  con  eso  que 
son.  Mediante  esa  sumisión  a las  leyes  na- 
turales es  cómo  puede  llegar  el  hombre  a 
conseguir  aplicarlas  y obtener  maravillosos 
resultados. 

El  último  término,  a quien  el  hombre  ha 
de  someterse  en  esa  aplicación  de  las  fuerzas 
naturales,  es  al  Supremo  Autor  de  las  mis- 
mas, a la  infinita  Sabiduría  que  planeó  y de- 
terminó ese  orden  admirable  de  propiedades, 
fuerzas  y magnitudes,  a Aquel  que  todo  lo 
dispuso  “£on  medida,  número  y peso”  (Sap. 
11,  21),  es  decir,  a Dios  Creador  y Señor,  cu- 
ya obra  son  los  mundos  inmensos  y sus  di- 
versos elementos,  con  las  múltiples  vincula- 
ciones que  los  unifican  y ordenan.  Es  su  obra, 
la  de  su  sabiduría  y de  su  poder,  la  que  po- 
co a poco  va  el  hombre  descubriendo,  cono- 
ciendo, o mejor  reconociendo;  y así  admiran- 
do más  a su  Autor.  Y es  a El  también  a quien 
el  hombre  sirve  y obedece  al  ir  estableciendo 
un  mayor  dominio  sobre  el  universo,  confor- 
me a la  palabra  divina  que  entregó  la  crea- 
ción material  al  hombre  para  que  la  sujeta- 
ra a su  servicio.  Lo  que  así  adquiere  es  sólo 
un  dominio  accesorio,  dependiente  del  que 
Dios  tiene  como  Autor  y Dueño  supremo.  Se 
reduce  a aplicar  las  fuerzas  naturales,  para 
obtener  resultados  determinados,  sin  alterar 
en  nada  la  naturaleza  de  las  cosas.  Y así  va 
surgiendo  el  progreso  humano  en  el  orden 
técnico,  cuyo  sentido  auténtico  no  puede  ser 
otro  que  el  ayudar  a unirse  con  Dios,  fin  ul- 
timo del  hombre  y de  todo  cuando  existe. 

Tal  es  el  verdadero  alcance  que  el  Sumo 
Pontífice,  en  palabras  transcritas  hace  un  mo- 
mento, recordaba  expresamente  al  referirse  a 
estas  empresas  de  satélites  artificiales  terres- 
tres y de  astronáutica. 

Apreciaciones  desorbitadas . 

Era  imposible  que  el  desbordante  entusias- 
mo provocado  por  los  satélites  artificiales  ru- 


sos no  se  extendiera,  más  allá  de  lo  científico 
y técnico,  hasta  el  mismo  régimen  político  y 
sistema  de  vida  soviético  y a la  ideología  co- 
munista. Son  extrapolaciones  indebidas,  aun- 
que frecuentes,  esos  pasos  de  un  orden  a otro 
muy  diverso,  esas  “demostraciones”  por  sim- 
ple presencia  de  otra  cosa  que  nada  tiene  que 
ver  con  la  pretendida  conclusión.  No  era  du- 
doso que  habrían  de  producirse  en  este  ca- 
so. Más  aún,  podría  sospecharse,  sin  excesi- 
va suspicacia,  que  en  todo  este  asunto,  lo  que 
principalmente  ha  interesado  a los  gobernan- 
tes rusos  — al  revés  posiblemente  de  los  gran- 
des sabios  que  hayan  intervenido  en  los  es- 
tudios— , no  ha  sido  precisamente  el  progreso 
científico  por  sí  mismo,  sino  ese  aspecto  de 
autopropaganda  y de  victoria  en  la  “guerra 
fría”,  junto  con  la  ulterior  ventaja  de  mejo- 
res armas  para  la  guerra  ardiente. 

Desde  que  dieron  la  primera  noticia  del 
“sputnik”,  los  dirigentes  rusos  han  hecho  de- 
safiantes afirmaciones  de  poder,  de  superiori- 
dad técnica  y militar,  de  adelanto  científico; 
y han  recogido  inmediatas  ventajas  políticas 
de  prestigio  e influencia  internacionales,  en 
desmedro  de  los  Estados  Unidos,  cuya  prensa 
llegó  a mostrar  inequívocos  asomos  de  pánico. 
Pero,  además  de  todo  eso  y como  deducido 
lógicamente  de  esos  éxitos  científicos  y téc- 
nicos, bastantes  comentarios,  más  o menos  di- 
rigidos por  las  habituales  consignas  comunis- 
tas, han  insistido  en  proclamar  la  excelencia 
intrínseca  del  régimen  político  y social  y has- 
ta de  la  filosofía  materialista  vigentes  en  la 
actual  Rusia. 

Tampoco  han  faltado,  aunque  en  forma 
explicablemente  vergonzante,  las  reacciones 
opuestas,  igualmente  exageradas  y hasta  fa- 
náticamente incomprensivas.  No  llegaron  has- 
ta negar  la  realidad  de  los  satélites,  aunque 
algún  intento  de  eso  asomó  al  comienzo.  Re- 
sultaba imposible  desconocer  hechos  patentes, 
controlados  por  observadores  de  todo  el  mun- 
do; así  es  que  los  deseos  frustrados  apenas 
si  afloraban  en  sucesivos  anuncios  de  que  el 
malhadado  artefacto  ya  estaba  perdiendo  al- 
tura, ya  no  se  oía,  se  destruiría  pronto,  den- 
tro de  pocas  horas. . . Por  lo  menos,  se  le  ne- 
gaba su  procedencia  rusa:  era  lisa  y llana- 
mente un  “producto  alemán”,  concebido  por 
sabios  alemanes  y construido  por  técnicos  ale- 
manes, llevados  a Rusia  después  de  la  de- 
rrota (alemana  también). 


Primeras  rectificaciones. 

¿Qué  pensar  de  todo  eso?  La  verdad,  co- 
mo siempre,  corresponde  a una  posición  equi- 
librada, igualmente  distante  de  los  extremos 
unilaterales.  Ni  se  puede  legítimamente  dedu- 
cir las  conclusiones  aquéllas  en  favor  de  una 
filosofía  o régimen,  a base  de  esos  éxitos;  ni 
tampoco  es  posible  cerrar  los  ojos  a los  he- 


JULIO  JIMENEZ 


4-52 


clios  tales  como  se  presentan.  Como  ya  diji- 
mos, resulta  inaceptable  esa  atribución  total 
a los  alemanes  de  algo  que,  pese  a alguna 
contribución  sobre  todo  inicial  de  ellos,  co- 
rresponde legítimamente  a la  organización 
científica  y técnica  rusa  y viene  a ser  como 
la  cúspide  sostenida  por  una  amplísima  ba- 
se de  investigaciones  e industrias  especializa- 
das, que  evidentemente  sería  ridículo  preten- 
der que  ha  sido  íntegramente  importada . 

Por  lo  demás,  no  es  ninguna  novedad  la 
destacada  contribución  rusa  a esta  clase  de 
estudios,  no  sólo  en  los  últimos  años,  sino 
aun  ya  desde  antes  de  la  guerra  de  1914: 
bastaría  citar  a K.  E.  Tziolkowsky,  el  verda- 
dero iniciador  en  muchos  aspectos,  cuyos 
primeros  proyectos  a base  de  cohetes  son  de 
1903.  El,  hasta  su  muerte  en  1935,  y numero- 
sos otros  investigadores  rusos,  realizaron  no- 
tables adelantos,  con  ayudas  oficiales  cuan- 
tiosas que  comenzaron  en  1920,  por  iniciativa 
de  Lenin.  Eos  nombres  actuales  de  Sedov, 
Blagonrarov,  Tikohnravov  y demás  citados 
como  principales  creadores  de  los  “sputniks”, 
no  son  desconocidos  entre  los  especialistas  oc- 
cidentales; se  trata  de  sabios  que  han  podi- 
do alternar  en  plena  igualdad  con  los  mejo- 
res entre  sus  colegas  de  todo  el  mundo,  en 
congresos  técnicos  de  alta  categoría. 

Prescindo  mejor  de  otras  dos  clases  de 
consideraciones:  uno  de  los  primeros  y más 
destacados  técnicos  alemanes  en  estas  mate- 
rias, H.  Oberth,  no  era  alemán  sino  rumano, 
que  después  de  publicada  en  1923  su  obra 
clásica  adoptó  la  otra  nacionalidad;  y si  se 
pretende  atribuir  procedencia  alemana  a los 
"sputniks”  para  evitar  una  consecuencia  fa- 
vorable al  comunismo,  no  se  advierte  que  así 
se  tendría  un  inconveniente  semejante  respec- 
to a otra  doctrina  igualmente  errónea,  la 
nazista. 

La  verdad  es  que  no  puede  lógicamente 
aceptarse,  en  favor  de  una  ni  de  otra  doc- 
trina, ninguna  pretendida  justificación  a ba- 
se de  esos  éxitos  técnicos.  Sería  un  paso  ile- 
gítimo a otro  orden  muy  diverso,  indepen- 
diente; y hasta  implicaría  una  apreciación 
demasiado  superficial  de  los  mismos  hechos 
aun  dentro  del  propio  campo  de  la  superio- 
ridad de  orden  técnico. 

Digo  lo  último  jjorque,  según  ya  quedó  ad- 
vertido, ni  siquiera  parece  justificado  hablar 
así  en  general  de  ventaja  científica  o técni- 
ca, de  los  rusos  respecto  a los  norteamerica- 
nos, por  el  solo  hecho  de  que  se  les  adelan- 
taron en  la  fecha  de  sus  primeros  satélites. 
Aun  sin  mencionar  múltiples  otros  sectores 
científicos,  industriales,  etc.;  aun  restringien- 
do la  comparación  a ios  respectivos  progre- 
sos en  materia  de  proyectiles  cohetes  y de  sa- 
télites artificiales,  parece  permitido  hacer  la 
reflexión  de  que,  si  los  Estados  Unidos  no  han 
colocado  algún  satélite  antes  del  4 de  octu- 
bre, este  hecho  no  significa  necesariamente 


que  hayan  estado  en  la  imposibilidad  de  ha- 
cerlo, por  falta  de  progreso  científico  o téc- 
nico suficiente . Pueden  haber  sido  muy  diver- 
sas, de  otro  orden,  las  razones  que  lo  hayan 
impedido  o simplemente  disuadido.  Porque, 
aun  suponiendo  que,  en  esas  materias,  tuvie- 
ran estudios  teóricos  iguales  o superiores  a 
los  rusos;  y que  contaran  con  todos  los  re- 
cursos técnicos  apropiados  para  construir  y 
colocar  en  su  órbita  satélites  de  igual  o ma- 
yor perfección;  siempre  queda  la  posibilidad 
de  que  no  se  hayan  resuelto  a hacerlo  antes 
de  esa  fecha. 

Parece  efectivo  que  intervinieron  algunos 
motivos  de  orden  económico  (los  inmensos  re- 
cursos requeridos  eran  aplicados  preferente- 
mente a otros  proyectos  que  parecían  más 
urgentes  para  la  defensa)  y hasta  ciertas  riva- 
lidades profesionales,  que  no  dejaron  actuar 
libremente  a alguna  de  las  organizaciones 
que  ya  estaba  prouta,  en  espera  de  que  lo 
hiciera  otra.  Contribuyó  a tomar  las  cosas  sin 
prisa  el  hecho  de  que,  mientras  los  Estados 
Unidos  dieron  completas  informaciones  acer- 
ca de  sus  proyectos,  Rusia  mantuvo  su  acos- 
tumbrado hermetismo.  Es  creíble  que  si  hu- 
biera habido  de  ambas  partes  la  misma  fran- 
queza, los  Estados  Unidos  habrían  procura- 
do y logrado  adelantar  la  fecha  de  su  pri- 
mer satélite.  En  otras  palabras,  habrían  sa- 
bido que  se  estaba  corriendo  una  carrera  y 
habrían  apurado  el  paso. 

Así  pues,  el  solo  hecho  de  no  haberse  ade- 
lantado a los  rusos  en  cuanto  al  lanzamien- 
to efectivo  de  satélites,  no  arguye  necesaria- 
mente que  los  Estados  Unidos  hayan  queda- 
do retrasados  en  progresos  científicos  y técni- 
cos, no  sólo  en  general,  sino  ni  siquiera  en 
esa  misma  especialidad. 


Ni  régimen  ni  filosofía  comunistas 

Pero,  en  fin,  seamos  condescendientes:  su- 
pongamos por  un  momento  que  efectivamen- 
te hayan  logrado  los  rusos  esa  tan  pregonada 
superioridad  técnica  y científica.  Más  aún,  si 
se  quiere,  añadamos  la  suposición,  bastante 
más  inverosímil,  de  que  no  sólo  llevan  ven- 
taja en  cuanto  a proyectiles  cohetes,  auto- 
máticos o teledirigidos,  con  todos  los  progre- 
sos que  implican  en  aleaciones  duras,  com- 
bustibles o propergoles,  electrónica,  etc.;  si- 
no cpie  también  supongámoslos  superiores  en 
múltiples  otros  ramos  científicos  que  no  tie- 
nen conexión  directa  con  esas  materias.  Con- 
cedámosles, sin  exigir  pruebas,  como  si  fuera 
un  hecho  establecido,  que  son  inmensamente 
superiores  en  todo  el  campo  de  la  técnica. 

Bien,  ¿y  qué?  ¿Constituiría  eso  una  prue- 
ba de  que  el  régimen  político  y social  sovié- 
tico es  mejor?  ¿implicaría  una  justificación 
del  comunismo? 


A PROPOSITO  DE  SATELITES 


453 


Para  quienes  no  tienen  otro  criterio  que  el 
del  éxito,  el  del  sol  que  más  calienta,  el  del 
vencedor,  el  de  la  fuerza  en  vez  del  derecho; 
para  aquellos  para  los  cuales  la  verdad  no 
significa  nada,  ni  la  justicia,  la  libertad, 
la  dignidad,  la  nobleza  ni  la  vida  humana; 
para  los  que  están  deforjnados  por  el  torpe 
materialismo  que  no  deja  ver  más  allá  del 
mundo  visible  y palpable,  y han  por  eso  per- 
dido el  sentido  de  lo  que  hace  al  hombre  per- 
sona y no  simple  cosa;  para  el  comunista 
verdadero  o para  el  burgués  epicúreo,  es  cla- 
ro que  tales  preguntas  resultan  ingenuas.  Pa- 
ra ellos,  si  algo  es  materialmente  superior,  es 
superior  a secas. 

Cosa  parecida  sucede  también  a los  anti- 
comunistas cerrados,  del  tipo  integrista,  de 
ésos  que  andan  viendo  “concesiones  al  comu- 
nismo” en  todas  partes,  ¡hasta  en  los  Sumos 
Pontífices!  y,  por  supuesto,  en  sus  adversa- 
rios políticos  sinceramente  católicos.  Para  los 
tales,  la  frase  doctrinal  de  que  “el  comunis- 
mo es  intrínsecamente  perverso”  ha  sido  siem- 
pre un  simple  “slogan”,  que  han  repetido  co- 
mo papagayos  sin  comprenderla,  aplicado  a 
contrasentido  y utilizado  de  acuerdo  a lo  que 
en  cada  situación  les  convenía.  Han  decla- 
rado una  y otra  vez,  apoyados  en  esa  frase 
y en  contra  de  cualquier  católico  inteligente 
y honrado,  que  lo  único  íntegramente  “cató- 
lico” — así  lo  decretaban  ellos,  autoerigidos 
en  jueces  de  doctrina — era  sostener  que  en 
Rusia  todo  anda  mal,  todo  está  “kaput”,  na- 
da puede  dar  resultado,  en  ningún  orden.  La 
industria  rusa,  según  ellos,  no  puede  ser  sino 
un  fracaso,  la  agricultura  tiene  que  estar  en 
decadencia  y la  ganadería  por  los  suelos,  la 
investigación  científica  ha  de  ser  una  farsa 
y el  progreso,  peor  que  nulo,  un  permanente 
retroceso.  Absolutamente  todo  debe  adolecer 
de  la  ineficacia  propia  de  una  doctrina  falsa. 

En  todo  eso,  hay  una  evidente  confusión 
de  ideas,  en  la  que  igualmente  incurren  los 
comunistas  y los  anticomunistas  cerrados  — es 
muy  frecuente  el  verlos  así  “coincidir”  en  sus 
premisas  y maneras  de  razonar,  pese  a que 
los  últimos  están  especializados  en  acusar  a 
destajo  de  “coincidencias  con  el  comunismo”. 
Unos  y otros  razonan  como  si,  por  el  hecho 
de  que  haya  falsedad  en  las  doctrinas  y sea 
inicuo  y monstruoso  algún  régimen  político 
o social,  ya  necesariamente  tuviera  que  re- 
sultar dañada  íntegramente  la  naturaleza  hu- 
mana de  los  afectados,  hasta  el  punto  de  per- 
der toda  capacidad  científica,  técnica,  y cual- 
quier otra.  De  esta  premisa  común,  los  pri- 
meros deducen  que,  si  se  dan  en  Rusia  rea- 
lizaciones valiosas  en  el  orden  técnico,  quie- 
re decir  que  el  régimen  mismo  y aun  la  filo- 
sofía comunista  son  aceptables  y aun  los  me- 
jores; en  cambio,  los  segundos  concluyen  a 
priori  que,  dentro  de  tal  régimen  y con  tal 
filosofía,  no  podrá  jamás  obtenerse  ningún 
buen  resultado,  ni  siquiera  en  el  orden  técnico. 

No  hace  falta  detenernos  ahora  a mostrar 


teóricamente  la  falsedad  de  tal  suposición  ini- 
cial común  a unos  y otros  — olvida,  entre  otras 
cosas,  que  “ex  falso  sequitur  quodlibet”,  aun- 
que sea  "per  accidens” — . Nos  bastará  recor- 
dar que  está  abiertamente  desmentida  por  los 
hechos.  Basta  revisar  la  historia,  aun  la  más 
próxima.  ¿No  están  ahí  las  grandiosas  cons- 
trucciones y demás  obras  de  arte  y civili- 
zación, egipcias,  asiriobabilonias,  y aun  grie- 
gas y romanas,  creadas  bajo  regímenes  escla- 
vistas e inspiradas  por  groseras  concepciones 
idolátricas?  ¿No  hemos  visto,  hace  tan  pocos 
años,  la  eficientísima  y rápida  restauración 
del  poderío  alemán,  en  muchos  campos  ade- 
más del  propiamente  guerrero,  realizada  ba- 
jo el  despótico  totalitarismo  de  Hitler?  ¿Y 
quién  puede  negar  que,  hace  poco  más  de 
un  siglo,  comenzó  una  era  de  inaudito  pro- 
greso industrial,  que,  junto  con  aprovechar 
los  adelantos  científicos,  los  promovía  eficaz- 
mente; y quién  ignora  que  todo  eso  se  rea- 
lizó bajo  el  signo  de  una  doctrina  y prácti- 
ca económicosocial  injusta,  despiadada,  que, 
según  palabras  de  León  XIII.  puso  “sobre  la 
multitud  innumerable  de  proletarios  un  yugo 
que  difiere  poco  del  de  los  esclavos”? 

En  esos  e innumerables  otros  casos  histó- 
ricos, no  se  puede  negar  la  realidad  y per- 
fección de  los  resultados  obtenidos  en  un 
campo  determinado  de  la  civilización  mate- 
rial; pero  tampoco  es  dudosa  la  falsedad  de 
los  principios  rectores  ni  la  tiránica  opre- 
sión que  tales  regímenes  importaban.  Erró- 
neos en  sus  principios  y en  su  espíritu,  y de- 
testables en  sus  implicancias  humanas  — o. 
mejor  dicho,  inhumanas—,  no  por  eso  que- 
daban privados  de  eficacia  respecto  a resul- 
tados particulares,  aun  de  gran  calidad  técni- 
ca. En  igual  forma,  es  perfectamente  posi- 
ble el  que  dentro  del  régimen  soviético  se 
puedan  alcanzar  grandes  progresos  técnicos, 
sin  que,  sin  embargo,  esto  constituya  una  ra- 
zón para  hallarlo  aceptable,  justo,  digno, 
humano. 

Es  cierto  que  los  regímenes  tiránicos,  co- 
mo son  los  totalitarios,  nazis  o soviéticos,  pre- 
sentan algunas  ventajas,  al  menos  tempora- 
les a corto  plazo,  respecto  a la  concentra- 
ción de  esfuerzos  y recursos  para  alcanzar 
determinados  objetivos  materiales.  Logran, 
sin  oposición  ni  diferencias  de  criterios,  po- 
ner en  ejecución  los  programas  que  el  amo 
se  haya  prefijado,  como  fue  el  caso  del  re- 
arme alemán  bajo  Hitler  —“menos  mantequi- 
lla y más  cañones” — , y como  parece  haber 
sido  el  de  los  rusos  respecto  a lanzar  satéli- 
tes antes  que  los  norteamericanos.  Puede  ha- 
ber así  alguna  superioridad  transitoria,  espe- 
cialmente si  se  la  consigue  a escondidas,  man- 
teniendo el  secreto  gracias  a la  maquinaria 
policial. 

Pero  los  resultados  en  sí  mismos  no  están 
condicionados  por  tales  regímenes.  Son  inde- 
pendientes y perfectamente  separables  de 


454 


JULIO  JIMENEZ 


ellos.  De  hecho,  por  ejemplo,  una  vez  desen- 
cadenada la  guerra,  ías  democracias  consi- 
guieron, sin  salir  de  su  modo  libre  de  vida, 
igualar  y aun  superar  los  residtados  técnicos 
totalitarios,  y lograr  así  la  victoria. 

Sobre  todo,  hay  algo  más  importante  que 
esa  comparación  restringida,  limitada  a la 
respectiva  eficacia  en  cuanto  a esos  resulta- 
dos técnicos.  Muy  por  encima  de  ella,  está 
el  problema  principal,  el  de  la  valoración  de 
ese  tipo  de  objetivos  — técnicos,  militares,  ex- 
hibicionistas, expansionistas— , frente  a otros 
muchos  que  pertenecen  a lo  más  esencial  pa- 
ra que  la  vida  humana  sea  digna  y tranqui- 
la, — libertad  cívica,  respeto  a las  personas, 
a su  dignidad;  convivencia  jurídica,  segura, 
pacífica,  grata,  virtuosa,  amigable,  noble;  con 
igualdad  de  oportunidades  y prioridad  para 
lo  más  valioso  y esencial,  y ante  todo  para 
la  realización  personal  de  la  razón  misma  de 
la  existencia  humana:  el  ir  hacia  Dios — . 

Lo  que  vale  en  un  régimen  político  y so- 
cial es  su  calidad  respecto  al  bien  común;  y, 
en  cuanto  a esto,  lo  puramente  técnico  repre- 
senta apenas  una  parte,  y no  la  principal. 
Precisamente  por  eso  la  política,  en  su  gran- 
de y noble  sentido,  no  puede  reducirse  a una 
tecnocracia.  Tienen  que  comprender  y aten- 
der importantísimas  funciones  que  no  están 
comprendidas  en  una  mera  organización  téc- 
nica, industrial  ni  militar.  Muy  por  encima 
de  cualquiera  de  éstas,  las  mira  como  una  de 
tantas  actividades  particulares  y parciales, 
que  han  de  ser  integradas  en  el  conjunto, 
dentro  de  una  apropiada  jerarquía  de  valo- 
res sociales.  Por  lo  mismo,  el  auténtico  esta- 
dista requiere  condiciones  muy  diversas,  har- 
to más  amplias,  variadas,  equilibradas  y su- 
tiles, que  las  propias  del  empresario  indus- 
trial. del  investigador  científico  o del  jefe  mi- 
litar. Más  allá  de  meros  progresos  materiales, 
de  producción  económica  y de  ventajas  par- 
ticulares, tiene  que  saber  encontrar  la  inspi- 
ración común,  los  ideales  colectivos  que  so- 
brepasan el  interés  inmediato,  de  las  perso- 
nas o de  los  grupos,  captar  las  necesidades 
y posibilidades,  ante  todo  humanas,  y poder 
dar  impulso  entusiasta  al  cumplimiento  vi- 
goroso pero  libre  y variado  de  la  tarea  gene- 
ral, fijando  prudente  y eficazmente  la  cola- 
boración digna,  coherente  pero  natural  y has- 
ta gustosa,  de  acuerdo  con  las  diversas  apti- 
tudes y situaciones.  En  una  palabra,  al  ver- 
dadero político  le  corresponde,  no  el  ser  un 
ejecutor  inmediato,  un  técnico  en  cada  espe- 
cialidad. un  investigador,  un  industrial,  un 
militar  o un  artista;  sino,  por  encima  de  esas 
especialidades,  comprender  lo  que  son  y sig- 
nifican esas  diversas  tareas  y su  respectiva 
situación  dentro  de  la  colectividad,  apreciar 
justa  y realísticamente  su  importancia  en  ca- 
da oportunidad,  para  el  presente  y el  futuro, 
fomentarlas  humanamente,  propiciando  las 
condiciones  generales  que  necesitan  para  des- 


envolverse y aun  ayudándolas  subsidiaria- 
mente, y utilizarlas  asignándoles  objetivos 
preferentes,  por  principales  o por  urgentes; 
y más  aún,  captar  los  anhelos  inexpresados 
y casi  insospechados  de  la  multitud,  darles 
consistencia,  dirección  clara  y oportuna  e im- 
pulso ordenado  y .firme,  y realizar  así  los 
avances  decisivos  en  el  cumplimiento  de  lo 
que  podría  llamarse  el  destino  histórico  de 
su  pueblo. 

Es  que  hay,  en  la  convivencia  humana, 
valores  primordiales,  más  importantes  que  los 
de  orden  meramente  material,  económico,  in- 
dustrial o comercial.  No  se  puede  renunciar 
a aquéllos,  por  obtener  éstos.  A lo  sumo,  en 
un  momento  de  urgencia  vital,  se  les  puede 
hacer  esperar,  parcial  y transitoriamente,  si 
se  trata  de  los  que  no  son  esenciales  a la  con- 
ciencia sino  sólo  derivaciones  convenientes; 
pero  pronto  recobran  su  primacía  y su  fuer- 
za, por  sí  mismos,  y con  tanta  mayor  inten- 
sidad cuanto  más  alta  sea  la  perfección  de 
la  cultura  adquirida,  la  riqueza  de  las  tradi- 
ciones. el  valer  cívico  y humano. 

Por  eso,  todo  el  progreso  científico  y téc- 
nico implicado  por  ciertos  éxitos  de  orden 
material  como  es  el  de  los  satélites  artificia- 
les, no  sólo  no  basta  por  sí  solo,  sino  que  ni 
siquiera  puede  compararse  al  vacío  que  de- 
ja la  ausencia  de  otros  valores  más  impor- 
tantes para  la  vida  verdaderamente  humana. 
Aun  suponiendo  que  indiquen,  no  una  mera 
ventaja  accidental  de  fecha,  conseguida  gra- 
cias al  disimulo  de  sus  intenciones,  sino  una 
efectiva  superioridad  técnica  de  fondo;  esto 
no  significaría  que  sea  aceptable  el  régimen 
político  imperante  en  la  U.R.S.S.,  ni  la  fi- 
losofía comunista  que  lo  inspira. 

Todo  eso,  en  efecto,  no  puede  hacer  olvi- 
dar que  el  soviético  es  un  régimen  de  tira- 
nía, de  intolerancia,  de  violencia,  de  engaños 
y zancadillas;  un  régimen  en  el  que  se  eli- 
mina constantemente  a los  rivales  — dirigen- 
tes políticos  o militares — con  esa  bajeza  inau- 
dita de  los  procesos  prefabricados  y las  au- 
toacusaciones más  innobles,  con  la  misma 
crueldad  refinada,  hipócrita  e inescrupulosa 
con  que  Enrique  VIII  suprimía  a sus  muje- 
res; un  régimen  de  opresión,  inmisericorde 
para  con  sus  súbditos  tanto  como  para  con 
los  de  naciones  “protegidas”,  tal  como  lo  fue 
Hungría;  régimen  cuya  doblez  y deslealtad 
ha  sido,  en  sus  alianzas  y tratados,  aun  ma- 
yor que  la  de  su  aliado  Hitler,  y en  todos 
sus  procedimientos  tan  comprobada  como  lo 
mostró  el  silencio  acerca  de  su  proyecto  “cien- 
tífico” de  satélites;  un  régimen,  en  una  pa- 
labra, que  es  la  antítesis  de  toda  conviven- 
cia humana,  digna,  fraternal,  pacífica  y con- 
fiada. 

No  es  posible,  por  el  plato  de  lentejas  de 
alguna  ventaja  técnica,  aunque  fuera  efecti- 
va, perder  la  primogenitura  de  la  dignidad 
y libertad  humana. 


Signos  do I Tiempo 


China  Comunista 


EL  diario  “El  Trabajador  de  Pekín”  ha  es- 
crito recientemente  que  “la  religión  de- 
be ser  arrancada  de  raíz.” 

La  idea  de  un  Dios  o de  las  divinidades, 
afirma  el  citado  diario,  ha  brotado  de  la  ne- 
cesidad en  el  hombre  de  dar  una  explicación 
a las  desgracias  naturales  de  que  era  víctima. 
Ante  estas  pruebas  espantosas,  misteriosas  e 
imprevisibles,  el  hombre  atribuyó  su  causa  a 
fuerzas  sobrenaturales,  creando  divinidades  a 
su  semejanza. 

Más  tarde,  cuando  la  humanidad  se  divi- 
dió en  clases  sociales,  la  masa  obrera,  explo- 
tada y oprimida  de  manera  cruel,  atribuyó 
también  a fuerzas  sobrenaturales'  la  distribu- 
ción de  la  felicidad  y de  la  desdicha,  de  la 
riqueza  y de  la  pobreza.  Como  este  modo  de 
pensar  cuadraba  a los  explotadores,  éstos  hi- 
cieron las  respectivas  organizaciones. 

Ahora,  sin  embargo,  conocemos  la  hidráu- 
lica, podemos  regular  el  curso  de  las  aguas 
del  Río  Amarillo  y hacerlas  inofensivas,  el 
hombre  se  lanzará  muy  pronto  a los  espacios 
y llegará  hasta  la  luna.  Lo  que  hasta  ahora 
era  misterioso,  no  lo  será  ya  en  adelante. 

La  China  roja  está  creando  un  Estado  So- 
cialista perfecto.  “Nuestra  felicidad  no  de- 
pende ni  de  Dios  y de  sus  beneficios,  ni  de 
Buda  y de  su  clemencia.  La  felicidad  depen- 
de únicamente  de  nosotros,  con  la  única  con- 
dición de  que  permanezcamos  unidos  al  Par- 
tido Comunista  y trabajemos  tenazmente  a 
las  órdenes  del  Presidente  Mao  Tse-Tung.” 
Es  evidente  que  “no  podemos  adoptar 
frente  a la  religión  una  actitud  pasiva”... 
“¿Cómo  conseguiremos  suprimir  las  creencias 
religiosas  y las  innumerables  supersticiones? 
No  podrá  alcanzarse  este  objetivo  con  una 
simple  medida  administrativa  de  condena,  es 
preciso  arrancar  de  raíz  la  religión.”  Esto  se- 
rá posible  sólo  cuando  se  haya  completado  la 
construcción  socialista;  ni  aún  entonces  des- 
aparecerán espontáneamente  las  ideas  religio- 
sas, y será  necesario  seguir  difundiendo  el  co- 
nocimiento de  las  ciencias  naturales  y socia- 
les y del  materialismo  ateo  científico”.  Hasta 
aquí  el  diario. 

En  un  país  en  que  la  prensa  está  contro- 


lada y dirigida  cuidadosamente,  no  habría 
aparecido  este  artículo  si  no  reflejara  una 
opinión  oficial.  Por  otra  parte,  la  China  ofi- 
cial hace  esfuerzos  desesperados  para  con- 
vencer al  mundo  de  que  respeta  plenamente 
las  diversas  creencias  religiosas. 

¿Quién  es  el  que  miente?  ¿El  encargado 
de  Asuntos  de  Culto,  cuando  afirma  que  “pro- 
tege” cualquier  religión,  o “El  trabajador  de 
Pekín”  cuando  sostiene  que  es  necesario  ex- 
tirpar todas  las  religiones? 


EL  CONTROL  DE  NACIMIENTOS 

La  actual  campaña  en  favor  del  control 
de  nacimientos  está  batiendo  el  “record”.  De 
todas  partes  de  China  llegan  ecos  del  nuevo 
movimiento  en  pro  de  la  restricción  y del 
control  de  nacimientos. 

Más  de  20  expertos  discutieron  en  Pekín, 
el  i 5 de  febrero,  cuestiones  relativas  a la  po- 
blación de  China.  Días  después,  el  21  de  fe- 
brero, un  Congreso  de  médicos  dio  su  parecer 
sobre  los  métodos  anticoncepcionales  y sobre 
el  matrimonio  tardío.  El  7 de  marzo,  el  Mi- 
nistro de  Sanidad  Pública  enviaba  un  comu- 
nicado al  Comité  Central.  El  8 de  marzo  se 
inauguró  en  el  Parque  Chong  Shan,  de  la  ca- 
pital, una  exposición  pública  que  compren- 
día mapas  con  el  proceso  de  la  concepción, 
métodos  anticoncepcionales,  y las  ventajas  de 
los  nacimientos  espaciados.  Expertos  en  la 
materia  daban  a los  visitantes  su  opinión  y 
consejos;  se  distribuían  también  folletos  y es- 
critos explicativos.  Se  afirma  que  en  Pekín 
han  sido  abiertas  60  clínicas  especializadas, 
que  el  Ministro  de  Higiene  está  editando  una 
serie  de  proyecciones  “de  antes  y después  de 
la  anticoncepción”,  y que  se  hallan  en  pre- 
paración películas  y folletos. 

Dirigentes  de  las  manufacturas  de  tabaco 
han  comenzado  en  Shanghai  una  vasta  cam- 
paña de  publicidad  entre  los  14.500  obreros 
de  esta  fábrica.  En  Si-an  (Shansi)  la  campa- 
ña ha  sido  promovida  por  el  Comité  de  Hi- 
giene, en  colaboración  con  los  sindicatos  y 
la  asociación  femenina.  En  Tsi-nam  (Shan- 


4% 


MENSAJE 


tung)  las  autoridades  provinciales  han  publi- 
cado una  ‘ norma  directiva”  para  la  “anticon- 
cepción científica”,  con  miras  a mejorar  la 
salud  y la  prosperidad  del  pueblo.  El  “Diario 
del  Pueblo”  dedicaba  el  5 de  marzo  un  ex- 
tenso editorial  al  control  de  nacimientos. 

Es  de  notar,  a propósito  de  esta  campaña, 
que  la  prensa  china,  igual  que  las  autorida- 
des competentes,  muestra  cierta  incoherencia 
en  los  argumentos  aducidos  y hasta  una  cier- 
ta vacilación. 

El  “Diario  del  Pueblo”,  por  ejemplo,  en 
su  número  del  5 de  marzo,  trata  de  presen- 
tar el  movimiento  como  algo  espontáneo  de 
las  masas  populares.  Son  las  “masas”  obreras 
y rurales,  se  dice,  las  que  han  solicitado  “la 
ayuda”  de  la  Administración  de  Sanidad  Pú- 
blica, para  “controlar  los  nacimientos”.  Pues 
bien,  esto  está  en  abierta  contradicción  con 
lo  declarado  por  un  empleado  responsable 
del  Ministerio  de  Higiene,  quien  afirmaba  el 
8 de  marzo,  que  la  práctica  de  la  anticon- 
cepción encontraba  oposición  entre  las  gentes 
de  edad  del  ambiente  rural. 

El  mismo  Ministro,  señora  Li  Teh  Chuan, 
abogaba  ante  el  Comité  Central  para  que  se 
hicieran  todos  los  esfuerzos  posibles,  con  el 
fin  de  “vencer  la  oposición  al  control  de  na- 
cimientos, fuerte  especialmente  en  los  secto- 
res rurales”.  Es  interesante  subrayar,  que  en 
el  mismo  discurso  declaraba  la  señora  Li  Teh 
Chuan  que  “las  autoridades  del  Ministerio 
de  Sanidad  sentían  suma  repugnancia  en 


cambiar  las  normas  dictadas  sobre  el  aborto 
medico  y la  esterilización,  pero  que  en  ade- 
lante dichas  operaciones  se  llevarían  a cabo 
a voluntad  y sin  restricción  alguna.  Esto  no 
implica  por  lo  demás,  añadía,  que  el  Gobier- 
no favorezca  uno  u otro  de  estos  métodos.” 

El  principal  argumento  aducido  por  la 
prensa  en  favor  de  la  limitación  de  nacimien- 
tos es  el  aumento  colosal  de  la  población  — 15 
millones  al  año — ; al  mismo  tiempo,  se  dice 
que  ello  no  es  un  verdadero  mal.  Se  alardea 
de  que  sea  China  el  país  más  poblado  del 
mundo  y se  afirma  que  el  crecimiento  cons- 
tante es  una  señal  de  la  prosperidad  general. 

Se  encomia  el  control  de  nacimientos,  pe- 
ro no  porque  se  crea  en  la  teoría  de  Malthus, 
según  la  cual  la  población  tiende  siempre  a 
aumentar  con  mayor  rapidez  que  los  medios 
de  subsistencia.  Esta  teoría  es  sobre  todo  fal- 
sa tratándose  de  China,  donde  la  población 
crece  en  un  2 por  ciento  al  año,  al  paso  que 
la  producción  agrícola  aumenta  en  un  5 por 
ciento  al  año  y la  producción  industrial  en 
un  10  por  ciento.  Se  exhorta  al  control  de 
nacimientos  sólo  para  obtener  más  rápida- 
mente un  nivel  de  vida  más  elevado. 

En  estas  discusiones  y declaraciones  ora- 
les y escritas  no  cuenta  lo  más  mínimo  el 
punto  de  vista  moral.  Que  sepamos  nosotros, 
sólo  en  una  ocasión  hizo  notar  un  Oficial  del 
Ministerio  de  Higiene  que  “había  aún  perso- 
nas supersticiosas  que  creían  que  la  anticon- 
cepción era  inmoral.” 


Alcoholismo 


de  los  Niños 


N . de  la  R.  — La  extrema  gravedad  del  problema  del  alcoholismo  en  Chile  es  un  hecho 
demasiado  evidente.  Bebe  en  exceso  el  pobre  para  “matar  la  pena”  y el  rico  por  sensua- 
lidad descontrolada.  Lamentamos  las  consecuencias  de  esta  situación.  La  atribuimos  con 
demasiada  facilidad  a atavismos  ancestrales  como  si  estos  fuesen  las  únicas  causas.  El 
presente  trabajo  sobre  el  problema  en  Francia  nos  servirá,  lo  esperamos,  para  ver  que 
la  cuestión  no  es  tan  simple  y para  despertar  las  inquietudes  necesarias  que  nos  lleven 
a un  estudio  serio  del  problerau  chileno  en  toda  su  amplitud.  Se  trata  del  porvenir  de 
nuestra  nación.  El  ejemplo  francés  con  sus  evidentes  diferencias,  ofrece  una  innegable 
similitud  a nuestro  caso.  Su  conocimiento  será  de  provecho. 

Observando  las  taras  físicas  y mentales  de  los  hijos  de  alcohólicos  se  ha  hecho 
particular  hincapié  en  el  estudio  de  la  naturaleza  e importancia  de  la  herencia  alcohó- 
lica, sin  que  se  haya  prestado,  según  nos  parece,  suficiente  atención  a las  espantosas 
condiciones  de  vida  (malos  tratamientos,  abandono  moral  y material,  prostitución  infan- 
til) que  presentan  esos  desgraciados  niños.  La  influencia  de  la  herencia  parece  ser  no 
tan  grande  como  al  principio  se  pensaba. 

Los  trastornos  físicos,  las  anomalías  afectivas  y los  desórdenes  de  comporta- 
miento se  deben,  como  lo  veremos  en  las  líneas  que  siguen,  más  que  a la  herencia  al- 
cohólica, a la  intoxicación  directa  de  los  mismos  niños. 


En  familia  . . . 

EN  efecto,  sólo  ahora  último,  algunos  mé- 
dicos psiquiatras  han  llamado  la  aten- 
ción sobre  los  numerosos  casos  de  in- 
toxicación alcohólica  directa,  constatada  en 
su  clientela,  en  niños  de  5 a 12  años,  nacidos 


de  padres  normales  y educados  en  medios 
sanos. 

Se  trataba  de  niños  habituados  a beber  ca- 
da día  en  sus  comidas,  un  cuarto  o medio  li- 
tro de  vino,  de  cidra  o de  cerveza,  “alco- 
holismo discreto”  instituido  con  toda  inocen- 
cia, por  los  padres  de  familia.  Uno  de  esos 


SIGNOS  DEL  TIEMPO 


457 


niños  lomaba  de  vez  en  cuando  un  aperiti- 
vo. A otro,  de  7 años  de  edad,  sus  padres  le 
fiaban  todas  las  tardes  un  vaso  de  oporto  pa- 
ra-calmar  su  nerviosidad. 

La  doctora  Serin,  médico  de  los  hospita- 
les psiquiátricos,  que  ha  examinado  a esos 
niños  y relata  esos  hechos  hace  notar  lo  si- 
guiente: 

“la  sintomalogía  de  ese  alcoholismo  in- 
fantil es  limitada  y simple:  desequilibrio  del 
humor,  desórdenes  en  el  carácter  y en  e! 
comportamiento,  perturbación  del  sueño,  pe- 
sadillas. Con  todo,  casi  nunca  se  hace  el 
diagnóstico.” 

Esas  perturbaciones  relativamente  benig- 
nas en  esa  edad  y fácilmente  curables  enton- 
ces, llegarán  a ser  taras,  cuando  las  lesiones 
orgánicas  sean  definitivas.  Según  el  profesor 
Perrin.  generalmente  se  constatan  entre  los 
20  y los  50  años,  las  consecuencias  indirec- 
tas de  un  comportamiento  alcohólico  que  ha 
comenzado  a los  5,  8 ó 12  años.  El  mal  es  en- 
tonces irremediable. 

Alarmada  por  la  frecuencia  de  esas  ob- 
servaciones entre  su  clientela  infantil,  la  se- 
ñorita Serin  provocó  una  encuesta  general  del 
Ministerio  de  Salud  Pública,  por  intermedio 
de  los  directores  departamentales.  La  encues- 
ta se  dirigía  principalmente  a los  medios  po- 
pulares. Los  departamentos  vitícolas  de  las 
regiones  de  cidra  y cerveza  fueron  los  prime- 
ros en  responder. 

“Por  doquiera,  los  niños  beben  de  una  ma- 
nera habitual  y desde  la  primera  edad:  ci- 
dra en  el  Calvados,  desde  la  edad  de  18  me- 
ses, cerveza  en  el  Norte,  vino  puro  en  el  Lot- 
et-Garonne,  desde  los  tres  años  de  edad. 

“El  uso  del  alcohol  en  el  niño  pequeño, 
parece  más  extendido  todavía  que  el  de  la 
cidra  o el  del  vino.  El  “trago”,  el  “pernod”, 
son  en  efecto,  considerados  como  medicamen- 
tos, administrados  como  tónicos  y sobre  todo 
como  vermífugos.  Se  citan  muchos  departa- 
mentos en  que  el  “pernod”  es  corrientemente 
empleado  como  vermífugo. 

“A  medida  que  el  niño  crece,  su  consumo 
de  alcohol  aumenta.  En  Vendée,  según  dicen, 
es  frecuente  que  los  niños  lleven  a la  escue- 
la en  su  canasto  medio  litro  de  vino  para  el 
almuerzo.  Si  vienen  de  lejos,  han  tomado,  ade- 
más un  poco  de  alcohol  para  soportar  la  fa- 
tiga del  viaje.  Los  maestros  han  tratado,  sin 
ningún  resultado,  de  reemplazar  el  vino  por 
la  leche:  se  han  visto  obligados  a usar  el 
pretexto  del  peligro  que  significa  llevar  bo- 
tellas por  lo  fácil  que  es  quebrarlas,  para  im- 
pedir el  consumo  del  vino.  En  sus  casas,  esos 
mismos  niños  beben  cuanto  quieren  del  “ja- 
rro de  familia”  que  contiene  vino  puro.  Los 
domingos  se  les  puede  ver  brindando  con  los 
adultos  en  las  bodegas,  bebiendo  así  5 a h 
vasos  de  vino  puro  en  la  tarde.  En  Dordogne, 
en  Mayenne,  en  Lot-et-Garonne  la  cantidad 
media  de  vino  absorbida  por  los  niños  de 


edad  escolar,  sería  de  medio  litro  diario.  El 
uso  terapéutico  del  alcohol,  persiste.  Algu- 
nos niños  de  6 a 7 años  llegan  a las  sesio- 
nes escolares  de  vacunación,  con  un  frasqui- 
to  de  aguardiente  para  reconfortarse  después 
de  la  operación.  (Vendée). 

“De  estos  primeros  datos  se  deduce  que 
el  uso  habitual  de  las  bebidas  alcoholizadas 
de  todas  clases,  se.  observa  ya,  en  el  niño  de 
pecho,  al  cual  se  le  da  como  medicina,  y en 
los  niños  pequeños.  Es  sorprendente  que  es- 
ta costumbre  se  encuentre  en  medios  muy 
diversos,  no  sólo  en  familias  consideradas  co- 
mo atrasadas,  incultas  y miserables,  sino  tam- 
bién en  familias  urbanas  y rurales^  social- 
mente transformadas  y a veces  hasta  cultas. 

“Este  alcoholismo  infantil,  poco  conocido, 
parece  tener  una  extensión  y una  importan- 
cia considerables.  Su  carácter  social  depen- 
de del  desconocimiento  profundo  del  peligro; 
de  la  inocencia  con  que  los  padres  mismos 
intoxican  a sus  hijos  pequeños,  convencidos 
de  que  obran  en  favor  de  ellos.  (1) 

“El  problema  del  alcoholismo  infantil,  es- 
cribe el  doctor  Raimbault,  es  uno  de  los  as- 
pectos mayores  de  la  evolución  del  alcoho- 
lismo en  general  que,  no  sólo  ha  aumentado 
considerablemente  durante  estos  diez  últimos 
años,  sino  que  también  y sobre  todo,  toca 
siempre  más  de  cerca  a los  adultos  entre  20 
y 50  años...  Si  durante  largo  tiempo,  la  pla- 
ga alcohólica  en  la  infancia  no  ha  atraído 
suficientemente  la  atención,  es,  sin  duda,  por- 
que las  manifestaciones  infantiles  de  alcoho- 
lismo no  aparecen  tan  frecuentes,  ni  tan  gra- 
ves a primera  vista,  como  las  del  adulto.  Se- 
ría plantear  mal  el  problema,  si  se  conside- 
rase en  esa  forma...  ya  que  con  mucha  fre- 
cuencia, él  (el  alcoholismo  de  los  niños)  re- 
presenta en  realidad,  el  punto  de  partida,  de 
un  mal  que  se  prolongará  por  toda  la  vi- 
da”. (2) 

Es  evidente  que  no  se  podrá  luchar  con- 
tra semejante  mal,  sino  mediante  una  educa- 
ción de  los  padres:  a menudo  el  padre  es  el 
gran  responsable,  pues  se  siente  orgulloso  por 
la  virilidad  de  su  joven  hijo,  si  lo  ven  co- 
mer y beber  como  un  hombre  y “soporta 
bien  el  vino”.  Los  padres  no  aceptan  nunca 
el  diagnóstico  del  médico:  “Nunca  el  vino  ha 
hecho  mal  a nadie”...  “Es  buen  vino  o bue- 
na cidra  de  nuestra  cosecha”.  . . “El  agua  pro- 
duce la  poliomielitis”.. 


(1)  Dra.  Serin.  Resumen  de  la  comunicación  del  22 
de  junio  de  1954  en  la  Academia  de  Medicina,  dado 
por  la  autora,  a la  revista  Liaisons  Sociales,  n?  274,  2 
al  9 de  agosto  de  1954. 

(2)  “Les  incidences  biologiques  de  l’alcoholisme”,  re- 
vista Educateurs,  enero-febrero  de  1957,  pág.  26,  en  par- 
te consagrada  al  tema  “Los  niños  y el  alcohol”. 


458 


MENSAJE 


Esto  demuestra  el  trabajo  de  educación 
que  se  impone.  (3) 

La  Academia  de  Medicina  ha  manifestado 
ahora  último,  la  extremada  sensibilidad  de 
los  jóvenes  a la  toxicidad  de  las  bebidas  al- 
coholizadas (vino,  cidra,  cerveza).  El  7 de  fe- 
brero de  1956  propuso  por  unanimidad  las' 
reglas  que  deben  seguirse  en  los  estableci- 
mientos de  educación: 

1?  no  debe  ofrecerse  ninguna  bebida  alco- 
holizada a los  niños  que  no  hayan  pasado  la 
edad  escolar  obligatoria,  ni  aun  a los  que  ten- 
gan más  edad,  si  la  familia  no  lo  requiere. 

2?  después  de  la  edad  de  14  años,  puede 
darse  a los  niños,  durante  las  comidas,  ya 
sea  agua  mezclada  con  vino,  ya  cerveza  o ci- 
dra, con  tal  que  no  pase  de  tres  grados  y 
bajo  la  absoluta  condición  de  que  les  ofrez- 
can simultáneamente,  bebidas  no  alcoholiza- 
das como  leche,  agua  pura  o aromatizada, 
jugos  de  frutas. 

3?  las  familias  no  deben  dar  ninguna  be- 
bida alcoholizada  a los  niños  de  menos  de  14 
años  que  llevan  sus  comidas  a las  cantinas  u 
otros  establecimientos  análogos. 

El  Ministro  de  Educación  Nacional,  en 
una  circular  del  8 de  agosto  de  1956  prescri- 
bió un  régimen  inspirado  en  esos  principios, 
en  todos  los  establecimientos  del  Estado.  Las 
mismas  reglas  de  oro  deberían  ser  aplicadas 
por  doquiera  en  familia. 

Legislación  protectora . 

La  comunicación  de  la  Dra.  Serin,  en  la 
Academia  de  Medicina,  el  22  de  junio  de  1954 
ha  puesto  en  guardia  a los  medios  oficiales 
en  cuanto  a este  nuevo  aspecto  de  la  plaga 
alcohólica  y ha  determinado  a los  poderes 
públicos  a una  nueva  acción,  con  el  fin  de 
proteger  a los  niños.  Desarmado  ante  el  al- 
coholismo familiar,  el  legislador  ha  interve- 
nido, allí  donde  tiene  poder  para  hacerlo, 
sobre  la  venta  y el  consumo  del  alcohol  en 
los  sitios  públicos. 

En  diciembre  de  1954,  el  Ministro  de  Jus- 
ticia, impulsado  por  el  Comité  Nacional  de 
defensa  contra  el  alcoholismo,  recordaba  a 
los  procuradores  de  la  República,  los  regla- 


(3) El  Instituto  Nacional  de  Estudios  Demográficos 
había  organizado  una  encuesta  sobre  la  opinión  de  los 
franceses,  en  cuanto  a la  cantidad  de  vino  que  puede 
beber  un  niño  de  10  años.  Mas  o menos  un  millar  de 
hombres  y un  número  igual  de  mujeres  han  sido  in- 
terrogados. El  42  por  ciento  de  los  hombres  y el  52 
por  cieuto  de  las  mujeres  estiman  que  un  niño  de  10 
años  no  debe  beber  vino.  Por  lo  tanto,  el  conjunto  de 
esas  gentes  sensatas  está  en  minoría. 

El  22°/o  de  los  hombres  y el  28%  de  las  mujeres 
piensa  que  un  niño  de  10  años  puede  beber  menos  de 
un  cuarto  de  litro;  el  28%  de  los  hombres  y el  15% 
de  las  mujeres  piensa  que  puede  beber  un  cuarto  de 


mentos  impuestos  en  los  negocios  de  expen- 
dio de  bebidas,  reglamentos  que  algo  se  de- 
jan a un  lado. 

El  conjunto  de  las  disposiciones  fue  obje- 
to de  una  nueva  codificación  por  el  gobier- 
no Mendés-France  (decreto  del  8 de  febrero 
de  1955) . Un  nuevo  texto  de  coordinación 
que  tiende  a aumentar  la  eficacia  de  esas 
medidas  ha  sido  presentado  por  el  gobierno 
y actualmente  lo  estudian  la  comisión  de  jus- 
ticia y la  legislación  civil  del  Consejo  de  la 
República. 

“Recordamos  que  está  prohibido  a los 
puestos  de  bebidas  y otros  sitios  públicos  ven- 
der u ofrecer  gratuitamente,  a menores  de 
20  años,  bebidas  del  3,  4 y 5 grupo,  es  decir, 
vinos  dulces  naturales  que  tienen  15  a 18 
grados  de  alcohol  puro,  ron,  espíritu  de  Aúno, 
y todas  las  bebidas  alcohólicas  (artículo  80)." 

Igualmente  está  prohibido  vender,  ni  si- 
quiera para  llevar  a sus  casas  bebidas  alco- 
hólicas y licores,  a menores  de  18  años  (ar- 
tículo 84). 

El  art.  85  prohíbe  a los  taberneros  recibir 
a menores  de  16  años  que  no  vayan  acompa- 
ñados de  su  padre,  madre,  tutor  u otra  per- 
sona de  más  de  18  años  que  esté  encargada 
de  velar  por  ellos. 

El  artículo  86  castiga  con  prisión  V multa 
a cualquiera  que  haya  hecho  beber  hasta  em- 
briagarse a un  muchacho  de  menos  de  die- 
ciocho años. 

Por  último,  la  Asamblea  Nacional  aprobó 
el  13  de  febrero  de  1957  por  527  votos  contra 
43  (los  Poujadistas,  3 socialistas  y 1 indepen- 
diente) una  proposición  de  ley  cuyas  princi- 
pales disposiciones  son  las  siguientes: 

Queda  prohibido  a los  puestos  de  bebidas 
Arender  u ofrecer  gratuitamente  a niños  me- 
nores de  12  años,  bebidas  alcohólicas  que  ten- 
gan más  de  tres  grados  de  alcohol. 

Pagará  una  multa  de  100.000  a 500.000 
francos,  el  comerciante  de  bebidas  que  ha- 
ya violado  estas  disposiciones  y en  el  caso 
en  que  su  infracción  haya  causado  la  muerte 
o una  gra\re  indisposición  al  menor,  el  taber- 
nero podrá  ser  perseguido  por  homicidio,  he- 
ridas por  imprudencia  o por  mal  trato  a un 
niño. 

Por  otra  parte,  queda  prohibido  bajo  pe- 
na de  multa  de  50.000  a 500.000  francos,  en- 


litro; el  6%  de  los  hombres  y el  3%  de  las  mujeres  pien- 
sa que  puede  beber  medio  litro. 

El  profesor  Perrin  se  refiere  a una  interrogación  es- 
colar de  los  muchachos  que  están  por  terminar  sus  es- 
tudios. ¿Que  cantidad  de  vino  puede  beber  un  tra- 
bajador durante  el  día?  Un  litro  había  dicho  la  maes- 
tra del  año  anterior.  Pero,  agregan  los  jóvenes,  cuan- 
do se  trabaja  es  menester  contar  con  5 ó 6 litros.  ¿Aca- 
so es  menester  recordar  que  la  dosis  máxima  para  los 
hombres  es  de  un  litro,  medio  litro  para  las  mujeres 
y los  hombres  sedentarios,  y un  cuarto  de  litro  mez- 
clado con  agua  para  los  adolescentes? 


SIGNOS  DEL  TIEMPO 


I 


459 


tregar,  distribuir  o enviar  a menores  de  20 
años  prospectos,  papel  secante,  forros  de  li- 
bros u otros  objetos  que  ponderen  los  méri- 
tos de  una  bebida  alcoholizada  o que  lleve  la 
marca  de  fábrica  de  semejante  bebida. 

Sin  duda,  este  texto  parece  de  difícil  apli- 
cación: un  menor  no  puede  ser  recibido  en 
un  depósito  de  licores  sin  ir  acompañado,  pe- 
ro ¿será  posible  perseguir  al  tabernero  si  el 
padre  mismo,  en  el  restaurant  o en  otra  par- 
te, vierte  vino  en  el  vaso  de  su  hijo? 

Por  otro  lado,  en  la  discusión  de  la  Asam- 
blea Nacional,  el  señor  Cayeux,  relator  su- 
plente de  la  comisión  de  salud  y familia, 
hizo  observar  que  el  término  “puestos  de  be- 
bidas” comprende  los  puestos  permanentes  y 
temporales  de  bebidas,  especialmente  en  las 
ferias  y mercados,  kermesses  y fiestas  loca- 
les u otras,  y el  señor  Mignot  quien  exponía 
la  opinión  de  la  Comisión  de  Justicia,  ob- 
servó entonces  que,  en  virtud  de  las  nuevas 
disposiciones  “podrían  ser  perseguidos...  por 
ejemplo,  los  sacerdotes  que,  al  organizar  ker- 
messes, toleren  que  los  niños  beban  un  vaso 
de  cerveza...  Lo  que  digo  es  en  serio:  toda 
persona  que  en  una  kermesse  dé  a un  niño 
menor  de  12  años,  un  vaso  de  cerveza  de 


Dueñas  de  Casa 


MI  esposa  se  enfermó  durante  la  noche. 
Tenía  el  rostro  ardiente,  su  temperatu- 
ra pasaba  los  40°.  Temeroso  y descon- 
certado y sin  saber  qué  hacer  —todo  había 
sido  tan  inesperado — - llamé  al  médico.  Cuan- 
do llegó  y una  vez  que  examinó  a mi  mujer, 
me  dijo:  Su  esposa  debe  quedarse  en  cama 
por  lo  menos  una  semana.  Nada  de  trabajar, 
ni  moverse.  Si  usted  desea  su  mejoría,  am- 
bos deben  seguir  mis  órdenes. 

Uno  de  los  niños  se  movió  y llamó  “Ma- 
má” entre  sueños.  Doctor  — dije — , tenemos 
cuatro  niños,  el  menor  cumplió  un  año;  yo 
trabajo  y estoy  fuera  de  casa  todo  el  día, 
¿qué  voy  a hacer? 

El  médico  redactaba  una  receta.  Escribió 
una  segunda  hoja  y me  la  pasó.  “Tome,  tra- 
te de  obtener  una  dueña  de  casa  reempla- 
zante”. La  hoja  que  tenía  yo  en  mis  manos 
era  un  informe  de  mi  situación. 

Ahora  que  el  peligro  pasó,  sigo  pensando 
que  esta  “segunda  receta”  fue  tan  importan- 
te para  la  recuperación  de  mi  esposa  como 
la  primera.  Aún  más  quizás. 

Aquella  mañana,  tan  pronto  se  abrió  la 
oficina,  presenté  mi  solicitud  en  la  sucursal 


más  de  tres  grados,  lo  que  es  frecuente,  co- 
meterá un  delito.” 

El  señor  Cayeux  declaró  que  él  estaba  de 
acuerdo  y agregó:  “Evidentemente,  todos  es- 
tamos de  acuerdo  para  emplear,  en  especial 
por  medio  de  la  educación,  los  medios  que  se 
imponen  para  luchar  contra  el  alcoholismo, 
especialmente  en  los  hogares,  en  el  seno  de 
las  familias.”  (4) 

Con  todo,  se  han  de  aplaudir  estas  nue- 
vas medidas  que  tienden  a proteger  a los  jó- 
venes contra  el  azote  del  alcoholismo.  Si  ellas 
nos  parecen  severas  es  porque,  como  todos 
los  franceses,  estamos  cegados  por  el  prejui- 
cio favorable  que  reina  en  todos  los  medios 
con  respecto  al  alcohol  y a las  bebidas  alco- 
holizadas. Hay  demasiados  padres,  que  se 
niegan  a considerarlas  como  venenos,  para 
los  jóvenes.  El  A.  B.  C.  de  la  lucha  anti- 
alcohólica es  oponerse  a este  prejuicio  na- 
cional. 

(Cahiers  d’action  religieuse  et  sociale. — 
Mayo  15  de  1957) 


(4)  J.  O.,  14  de  febrero  de  1957,  pp.  839-840. 


Reemplazantes 


de  Oslo  de  “dueñas  de  casa  reemplazantes”. 
No  fue  necesario  ir  a la  central;  por  teléfo- 
no expliqué  lo  sucedido  y me  prometieron 
enviar  a alguien  dentro  de  dos  horas.  A la 
hora  sonó  el  timbre  de  la  puerta  de  calle;  era 
la  dueña  de  casa  reemplazante  a cuyo  cargo 
iba  a quedar  mi  hogar  durante  la  enferme- 
dad de  mi  esposa. 

Le  presenté  a mi  señora,  con  un  gesto  de 
la  mano  le  indiqué  vagamente  los  armarios 
de  la  cocina  y salí  a la  carrera  a la  oficina, 
pues  llevaba  atraso.  Por  el  camino  fui  hacien- 
do votos  porque  todo  fuera  bien,  sin  saber  a 
ciencia  cierta  qué  podía  suceder.  Todo  el  día 
estuve  preocupado. 

Más  tarde  descubrí  cuanta  suerte  tuvimos. 
La  mayoría  de  la  gente  de  Oslo  debe  espe- 
rar dos  o cuatro  días  una  vez  presentada  la 
solicitud.  Dos  de  cada  cinco  solicitantes  no 
obtienen  ayuda  y han  de  arreglárselas  por  si 
mismos.  La  demanda  de  estas  maravillosas 
dueñas  de  casa  supera  en  mucho  las  dispo- 
nibilidades del  ministerio  de  asuntos  sociales 
(Ministry  of  Social  Affairs).  Después  de  8 
años  de  existencia  del  plan,  Noruega  tiene 
ahora  alrededor  de  1.500  dueñas  de  casa  de 


MENSAJE 


460 


reemplazo  en  700  de  nuestras  744  municipa- 
lidades, un  término  medio  de  una  para  cada 
2.200  personas.  Desde  el  comienzo  han  tra- 
tado más  o menos  130  mil  casos. 

Las  familias  con  niños  pequeños  son  las 
que  marcan  preferencia  eu  la  lista  de  aten- 
ciones (esta  es  la  razón  por  la  que  obtuve 
un  servicio  tan  rápido) . El  único  requisito 
necesario  es  que  un  médico  certifique  la  ur- 
gencia. La  situación  económica  no  es  condi- 
ción importante  para  que  se  envíen  dichas 
ayudas  de  servicio,  porque  hoy  en  día  la  ma- 
yoría de  las  familias  noruegas  no  tienen  em- 
pleadas domésticas — prácticamente  no  existen 
desde  la  guerra — . En  realidad  esto  fue  la  ra- 
zón por  la  cual  varios  grupos  de  mujeres 
se  unieron  pura  dar  impulso  al  plan  de  “due- 
ñas de  casa  reemplazantes”  que  ayudaran 
durante  las  emergencias  familiares.  Las  fa- 
milias ayudadas  pagan  de  acuerdo  a sus  po- 
sibilidades. 

El  año  pasado,  el  servicio  trató  cerca  de 
30  mil  casos,  en  su  mayoría  como  el  mío, 
también  otros  muy  distintos.  T as  situaciones 
de  incapacidad  de  la  madre  debido  al  re- 
ciente nacimiento  de  un  hijo  representaban 
otros  5.300  casos.  Más  o menos  40.000  niños 
de  las  familias  ayudadas  estuvieron  a cargo 
de  las  “sustituías”.  También  se  prestó  ayu- 
da a personas  solteras  y ancianas  en  caso 
de  emergencia . 

Aquella  mañana  de  mi  llamada  a la  su- 
cursal de  “dueñas  de  casa  reemplazantes”  po- 
co sabía  de  todo  esto  y sí  sabía  que  dejaba 
la  casa  a cargo  de  una  señora  muy  agradable 
y al  parecer  eficiente,  de  unos  35  años  y que 
no  parecía  en  absoluto  acobardada  por  el 
caos  que  habían  creado  nuestros  cuatro  niños 
en  aquellas  horas  de  la  mañana.  Cuando  vol- 
ví en  la  tarde  comprobé  la  efectividad  de  su 
trabajo.  Encontré  la  casa  en  perfecto  orden, 
inmaculadamente  limpia.  De  alguna  manera 
se  ingenió  para  descubrir  el  lugar  de  todos 
los  utensilios  domésticos.  La  comida  estaba 
lista.  Los  niños  entraron  silenciosos  y asea- 
dos al  comedor,  obedientes  en  todo.  Tuvimos 
una  comida  muy  agradable.  Mi  esposa  se  en- 
contraba cómoda,  dentro  de  su  inconfortable 
situación,  sus  deseos  satisfechos  y muchas  ve- 
ces anticipados.  Se  reponía  libre  de  las  pre- 
ocupaciones hogareñas.  Yo  podía  ir  a traba- 
jar sabiendo  que  había  alguien  a mano  para 
cuidarla  todo  el  tiempo  que  yo  no  estuviera 
allí  y para  atender  a todos  los  detalles  de  la 
casa  que  usualmente  eran  atendidos  por  mi 
mujer.  Mi  esposa  me  decía  más  tarde:  “Era 
fantástica:  le  di  dinero  para  comprar  ali- 
mentos y otras  cosas,  aquí  está  el  detalle  de 
la  cuenta.  Tu  ves  lo  maravillosa  que  es  con 
los  niños.  Lo  está  haciendo  todo  exactamen- 
te como  si  yo  lo  hiciera,  si  no  mejor”.  Le 
pregunté  si  sabía  que  nuestra  sustituta  ha- 
bía también  zurcido  mis  calcetines  y plan- 
chado mis  camisas.  Al  término  del  día  cuan- 
do se  despidió,  después  de  lavar  la  loza,  me 


dio  un  formulario  para  enviarlo  a la  ofici- 
na local  indicando  mis  entradas  y el  núme- 
ro de  bocas  que  mantengo.  Prometió  volver 
al  día  siguiente  a las  8 de  la  mañana,  y vino 
cada  día  hasta  que  mi  esposa  se  sintió  capaz 
de  realizar  los  quehaceres  domésticos. 

Un  día  le  pregunté  por  su  trabajo.  Por 
ella  supe  con  cuanto  cuidado  escogían  y 
adiestraban  a estas  mujeres  antes  de  enviar- 
las a familias  como  la  mía.  Han  de  ser  de 
buen  carácter  y tener  conciencia  social.  Han 
de  tener  entre  23  y 40  años  y haber  tenido 
una  práctica  general  de  dueñas  de  casa,  in- 
cluyendo un  año  en  un  hogar  con  niños  pe- 
queños En  los  distritos  campestres  deben  aña- 
dir un  año  de  práctica  en  hogares  campesi- 
nos y entrenamiento  en  lechería  y cuidado 
de  animales  de  campo. 

Han  do  pasar  un  examen  físico  muy  se- 
vero y seguir  un  curso  de  adiestramiento  de 
cinco  meses.  Los  tres  primeros  meses  asisten 
a un  curso  académico  con  clases  de  higiene, 
cuidado  de  enfermos,  nutrición,  contabilidad, 
idioma,  sociología  y psicología  infantil  (por 
eso  no  me  sorprende  que  se  haya  hecho  car- 
go tan  expertamente  de  mis  rapaces).  Los  úl- 
timos dos  meses  se  dedican  a práctica  en  pre- 
paración de  comidas,  costura  y mantenimien- 
to general  de  la  casa,  con  trabajos  en  salas 
de  maternidad,  jardines  infantiles  y hogares 
de  ancianos. 

Los  salarios  son  establecidos  por  las  ofici- 
nas locales  y varían  de  ciudad  a ciudad. 
Nuestras  sustituías  ganan  alrededor  de  8.868 
coronas  al  año,  cantidad  equivalente  a 1.270 
dólares  y que  corresponde  aproximadamente 
a las  entradas  de  una  estenógrafa  experimen- 
tada en  nuestro  país.  Además  tienen  su  ali- 
mentación y en  algunos  casos  “viáticos”  para 
el  viaje.  Trabajan  8 horas  diarias,  con  pago 
extraordinario  por  sobretiempo.  Las  dueñas 
de  casa  reemplazantes  por  lo  general  no  vi- 
ven con  las  familias  a quienes  ayudan,  a ex- 
cepción de  algunas  regiones  montañosas  del 
norte  donde  la  locomoción  es  difícil.  El  servi- 
cio se  limita  a tres  semanas,  período  que  se- 
gún las  autoridades  constituye  una  emergen- 
cia. En  casos  especiales  se  autorizan  prórro- 
gas. Los  salarios  se  pagan  en  las  oficinas  lo- 
cales con  fondos  entregados  por  la  ciudad  y 
donaciones  hechas  por  el  Ministerio  de  asun- 
tos sociales,  quien  exige  a las  municipalida- 
des cobrar  una  cuota  mínima  a las  familias 
ayudadas. 

El  servicio  de  dueñas  de  casa  reemplazan- 
tes forma  parte  integrante  del  servicio  de 
bienestar  infantil  y salud  pública  del  Minis- 
terio y las  donaciones  parlamentarias  han 
aumentado  de  385  mil  coronas  (55  mil  dóla- 
res) en  1948  a 1 millón  300  mil  coronas  (195 
mil  dólares)  por  cada  año,  durante  los  dos 
últimos  años. 

La  experiencia  de  nuestra  familia  no  es 
rara.  Desde  entonces  he  oído  de  muchas 
otras.  Un  marido  joven  se  encontraba  fuera 


SIGNOS  DEL  TIEMPO 


46 1 


de  la  ciudad  por  negocios  cuando  su  mujer 
hubo  de  ser  llevada  súbitamente  al  hospital. 
Los  vecinos  cuidaron  de  las  tres  niñitas  y 
mandaron  un  cable  al  marido.  Volvió,  soli- 
citó y obtuvo  una  dueña  de  casa  reemplazan- 
te durante  dos  semanas,  hasta  que  su  espo- 
sa se  repuso. 

Y no  es  solamente  la  ayuda  que  llevan  a 
las  familias  en  una  época  de  gran  necesidad, 


también  el  saber  que  su  ayuda  es  totalmen- 
te honrada,  digna  de  confianza  y,  asimismo, 
eficiente,  cosas  que  nos  ayudan  a sobrepa- 
sar nuestros  tiempos  difíciles.  Creo  que  el 
sistema  es  casi  perfecto.  Lo  linico  que  nece- 
sitamos es  más  de  estas  útiles  y eficientes 
amigas. 

(Traducción  de  “How  Norway  plans  for 
subtitute  Llouse  Wises”,  Journal,  ag.  1955) 


Ante  un  Hecho  Ilegal 


EL  sábado  26  de  octubre  se  declaró  un  in- 
cendio que  acabó  con  todos  los  bienes 
de  150  familias  de  un  sector  del  Zan- 
jón de  la  Aguada  (Santiago).  El  miércoles 
30,  las  familias  afectadas,  no  hallando  ningu- 
na solución  en  su  desamparo,  decidieron  ocu- 
par un  terreno  vecino,  perteneciente  a la  Cor- 
poración de  la  Vivienda  y que  les  había  sido 
prometido  desde  hacía  muchos  años.  Poste- 
riormente los  grupos  familiares  ocupantes  au- 
mentaron a 3.100.  El  Hogar  de  Cristo  estuvo 
junto  a los  sin  techo  esas  noches  y ha  segui- 
do ayudándoles. 

El  Enimo.  Sr.  Cardenal  intercedió  ante  el 
Excmo.  señor  Presidente  para  evitar  el  des- 
alojo. Las  autoridades  admitieron  el  hecho 
consumado,  prometieron  darles  esos  terrenos 
u otros,  siempre  que  no  entorpecieran  sus 
planes  anteriormente  concebidos. 

Este  hecho  ilegal  no  es  el  primero  ni  se- 
rá el  último,  mientras  haya  miles  de  solici- 
tudes que  por  años  y años  esperan  en  las  ofi- 
cinas técnicas,  mientras  los  pobladores  de  ran- 
cheríos indignos  de  seres  humanos  ven  dete- 
nidos sus  sueños  de  llegar  algún  día  a vivir 
en  un  terreno  propio. 

Según  el  censo  de  1952  había  11.700  ran- 
chos. Se  calculaba  en  70.000  los  habitantes 
que  vivían  en  Santiago  en  estas  poblaciones. 
Ño  hay  cálculos  oficiales  del  número  actual. 

Este  problema  se  agudiza  si  se  tiene  pre- 
sente que  este  déficit  se  aumenta  por  el  cre- 
cimiento vegetativo  de  la  población.  En  1956, 
la  población  de  Chile  creció  en  183.000  ha- 
bitantes. Para  ellos  se  debieran  haber  cons- 
truido por  lo  menos  unas  30.000  casas. 

Frente  a estas  cifras,  tomemos  la  labor  de 
dos  de  los  organismos  que  más  han  trabaja- 
do por  la  vivienda,  desde  su  fundación.  La 
actual  Corporación  de  la  Vivienda  (antes  Ca- 
ja de  la  Habitación),  fundada  en  1938,  y la 
Fundación  de  Viviendas  y Asistencia  Social 
(fundada  en  1949)  han  construido  en  estos 
veinte  años  (hasta  el  51  de  diciembre  de  1956) 
42.197  casas,  en  las  que  habitan  270.000  ocu- 
pantes. 

Miremos  esas  cifras  y comprendamos  la 
realidad.  Ante  la  necesidad  de  construir  30 


mil  casas  en  un  año,  los  organismos  estatales 
han  construido  42.000  en  20  años. 

La  principal  dificultad,  entre  otras,  está 
en  las  trabas  legales  que  hacen,  por  un  lado, 
casi  imposible  a un  obrero  normal  la  adqui- 
sición de  un  sitio  para  construir,  por  las  exi- 
gencias de  urbanización,  que  encarece  en  más 
de  dos  mil  quinientos  pesos  el  metro  cuadra- 
do, y por  otra  parte  las  normas  que  con  cri- 
terio casi  suntuario  exigen  en  la  construc- 
ción excesos  de  concreto  y otros  detalles. 

Mientras  no  se  modifique  este  criterio  en 
los  reglamentos  y en  la  legislación,  ningún 
particular,  ninguna  institución  particular  o 
gubernamental  podrá  ni  siquiera  absorber  el 
crecimiento  vegetativo  de  la  población. 

Según  cálculos  de  Diego  Lira  Vergara  (cfr. 
Mensaje,  septiembre  1957),  para  absorber  es- 
te crecimiento  se  requiere  al  año  la  construc- 
ción de  1.700.000  m2.  Si  el  metro  cuadrado  lo 
cotizamos  a $ 25.000,  según  las  normas  actua- 
les, se  necesitan  $ 43.500.000.000  anuales.  An- 
te estas  cifras  no  hay  posibilidad  de  solución, 
aunque  venga  el  Punto  IV  e instituciones  in- 
ternacionales a ayudarnos. 

Tenemos  que  rebajar  los  costos  de  terreno 
y construcción.  Lo  demás  serán  hermosos  pro- 
yectos, que  están  muy  bien  para  ser  visitados 
en  las  exposiciones  de  urbanismo  y arqui- 
tectura, pero  no  para  resolver  un  problema 
humano,  que  es  catastrófico,  por  lo  que  sig- 
nifica de  desquiciamiento  moral  y cívico. 

La  sociedad  no  puede  seguir  admitiendo 
como  normal  lo  ilegal.  La  sociedad  y las  au- 
toridades no  pueden  aceptar  que  los  pobla- 
dores, acosados  por  la  extrema  necesidad,  se 
hagan  justicia,  ocupen  terrenos  fiscales  o par- 
ticulares, y que  el  Gobierno  tenga  que  “ha- 
cer la  vista  gorda”  ante  estos  hechos. 

Debemos  ser  realistas  y formar  ambien- 
te, una  conciencia  social  que  haga  posible 
las  reformas  legales  a fin  de  que  todo  ciu- 
dadano pueda  llegar  a ser  propietario,  pueda 
construir  su  hogar,  económico,  pero  digno. 

Caritas  - Hogar  de  Cristo  - Viviendas  está 
propiciando  ambos  aspectos:  reforma  legal  y 
construcción  económica. 

Carlos  Hurtado  Echeverría,  S.  J. 


CINE 


“ Le  Balón  Rouge 


EL  director  de  “El  globo  rojo”  es  Albert 
Lamorisse,  realizador  también  de  dos  pe- 
lículas en  16  mm.,  de  extraordinaria  ca- 
lidad cinematográfica:  “Bim”,  filmada  en  Tú- 
nez, cuyo  argumento  es  la  historia  de  un  ni- 
ño y su  burrito,  “Crin  Blanc”,  filmada  en  el 
Sur  de  Francia,  con  el  tema  de  un  niño  y 
su  caballo.  “El  globo  rojo”  es  el  primer  film 
de  Lamorisse  en  55  mm.  y en  color.  Igual- 
mente, su  hijo  Pascal  actúa  por  primera  vez 
en  el  papel  del  protagonista. 

Nada  es  común  en  la  carrera  de  Albert 
Lamorisse,  ni  su  formación  como  director,  ni 
la  creación  de  los  temas  tan  originales  que 
selecciona  con  marcada  preferencia.  La  crea- 
ción cinematográfica  es  uno  de  los  procesos 
artísticos  de  mayor  diversidad  en  su  realiza- 
ción. Intervienen  tan  complejos  factores  que, 
cada  film  para  un  mismo  director,  es  una  ex- 
ploración que  no  tiene  respuesta  hasta  que 
se  proyecta  en  la  pantalla  aquello  que  pare- 
cía solo  un  sueño. 

Alberto  Lamorisse  imaginó  la  historia  de 
un  niño  y un  globo  rojo  con  un  argumento 
construido  en  líneas  generales.  Si  alguien  hu- 
biera deseado  mayores  explicaciones  antes 
del  rodaje  del  film,  nada  habría  obtenido, 
porque  el  método  de  Lamorisse  es  concebir 
una  unidad  total  y hacer  depender  del  mo- 
mento mismo  de  filmación  las  imágenes  con- 
cretas. 

El  mismo  autor  confiesa  que  no  había  pre- 
visto el  desfile  de  la  Guardia  Montada,  ni  la 
lluvia,  accidente  que  permitió  a Pascal  pedir 
refugio  para  su  globo  bajo  los  paraguas  de 
los  transeúntes  que  no  sabían  que  se  estaba 
filmando.  Sin  embargo,  el  efecto  de  esta  im- 
provisación está  previsto  por  Lamorisse,  que 
desea  infundir  a su  obra  precisamente  el  en- 
canto de  lo  espontáneo.  Así  logra  elevar  la 
sencillez  infantil  de  un  plano  funcional  a un 
plano  poético,  de  auténtica  creación  artística. 


¿Por  qué  gusta  tanto  a todos  este  film? 
Si  se  busca  una  respuesta  en  el  campo  de  las 
ideas,  este  gusto  se  refiere  al  tema  cristalino 
y simple,  donde  ningún  factor  estorba  la  cla- 
ridad. Posee  una  unidad  tan  simple  que  el 
mismo  Lamorisse,  habiendo  planeado  un  film 
de  largo  metraje,  durante  la  filmación  perci- 
bió que  no  podía  alargar  algunas  escenas  y 
prefirió  reducir  toda  la  obra  a 56  minutos. 

Este  caso  demuestra  que  ningún  drama  de 
conflictos  largos  puede  prescindir  de  otras 
acciones  encarnadas  en  personajes  diversos 
que  poseen  su  propia  historia  y que  permiten 
al  argumentista  hacer  llegar  la  acción  cen- 
tral a planos  mucho  más  profundos.  Esta 
misma  simplicidad  hace  de  “El  globo  rojo” 
uno  de  los  privilegiados  cuentos  infantiles 
que  han  pasado  a la  literatura  universal  de 
todos  los  siglos  y que  por  su  valor  espiritual 
y artístico  son  deleite  para  niños  y para  to- 
dos aquellos  que  leen  con  el  corazón. 

El  argumento  es  el  siguiente:  un  niño  so- 
litario descubre  en  las  calles  de  París  un  glo- 
bo rojo.  Nace  una  instantánea  amistad  entre 
ellos;  el  globo  sigue  al  niño  y se  establece 
una  dependencia  absoluta  del  uno  por  el  otro. 
Juntos  recorren  la  ciudad  o van  al  colegio, 
manteniendo  siempre  una  mutua  actitud  de 
engañosa  travesura  que  los  une  cada  vez  más. 
El  encanto  de  esta  amistad  se  rompe  por  la 
maldad  de  los  envidiosos  compañeros  de  co- 
legio, que  cruelmente  persiguen  al  globo,  lo 
apedrean  y lo  destruyen.  Entonces  sucede  al- 
go increíble:  miles  de  globos,  miles  de  pun- 
titos  de  todos  colores  empiezan  a iluminar 
el  cielo  hasta  llegar  a las  manos  del  niño, 
que  los  atrapa  asombrado.  Así,  triunfante, 
se  eleva  sobre  París  y contempla  la  ciudad 
desde  el  mundo  de  los  sueños,  que  solo  a él 
pertenece. 

Infinitos  son  los  valores  cinematográficos 
de  este  film. 


CINE 


463 


El  color  juega  un  papel  expresivo  insepa- 
rable del  contenido.  Al  comienzo,  durante  la 
presentación  del  ambiente  en  los  barrios  de 
París,  el  color  es  de  un  gris  sucio.  El  espec- 
tador apenas  logra  distinguir  que  la  película 
es  en  colores.  Sobre  este  fondo  incoloro  ha- 
ce su  aparición  el  globo  rojo,  con  un  contras- 
te llamativo  que  lo  define  inmediatamente  co- 
mo un  protagonista. 

No  existen  paisajes,  ni  calles,  ni  vestimen- 
tas de  colores  llamativos,  ni  aún  en  el  niño. 
Solamente  los  .globos  son  el  mundo  del  co- 
lor. El  encuentro  del  globo  rojo  masculino 
con  el  globo  azul  de  la  pequeña  es  un  poema 
visual  donde  la  palabra  no  tiene  cabida. 

La  muerte  del  globo  rojo,  bañado  de  sol, 
está  en  relación  directa  con  la  transpiración 
de  agonía,  tan  intensa  como  la  muerte  de  un 
ser  humano.  La  apoteosis  final,  de  violento 
colorido,  es  en  el  primer  momento  demasiado 
fantástica,  pero  calza  perfectamente  con  el 
estilo  de  la  poética  historia. 

La  interpretación  de  Pascal  Lamorisse,  el 
niño  de  siete  años,  es  de  extraordinario  ta- 
lento. Su  padre,  el  director  del  film,  le  indi- 
caba durante  la  filmación,  hacia  dónde  de- 
bía dirigirse,  si  debía  perseguir  o atrapar  al 
globo,  pero  la  interpretación,  la  expresión,  las 
reacciones  son  absolutamente  espontáneas,  in- 
tuitivas y personales.  Durante  la  lluvia  Pas- 
cal se  acercó  por  iniciativa  propia  a las  re- 
ligiosas, ellas  reaccionaron  también  espontá- 
neamente y ni  siquiera  sospecharon  que  su 
acción  se  estaba  filmando  para  los  espectado- 
res de  todo  el  mundo  y que  su  sencilla  com- 
prensión sería  examinada  por  jurados  inter- 


nacionales que  dieron  los  más  codiciados  pre- 
mios al  film. 

Esta  realización  de  Lamorisse  es  una  prue- 
ba de  los  valores  genuinos  del  arte  cinema- 
tográfico. En  “El  globo  rojo”  todo  es  visual 
y nada  de  ello  podría  ser  contado  sin  que  se 
perdiera  casi  todo  el  valor  expresivo.  La  cá- 
mara y la  composición  fotográfica  no  insis- 
ten en  ningún  alarde  técnico.  Durante  los 
treinta  y seis  minutos  la  máquina  está  com- 
pletamente callada,  sin  sentirse,  mientras  se 
percibe  en  toda  su  potencialidad  creadora  el 
genio  de  Lamorisse.  Esto  pudo  realizarse  por- 
que la  cámara  fue  manejada  por  uno  de  los 
mejores  técnicos  franceses:  Edmond  Sechan, 
que  filmara  anteriormente  “Crin  Blanc”  y 
“El  mundo  silencioso”. 

La  música  del  film  está  compuesta  sobre 
innumerables  variaciones  de  una  canción  me- 
lodiosa y tierna  que  aparece  junto  con  el  pri- 
mer título.  La  instrumentación  usada  es  muy 
simple  y nos  recuerda  continuamente  la  uti- 
lizada por  Lamorisse  en  su  “Crin  Blanc”.  En 
los  momentos  de  tensión  emocional  la  melo- 
día se  deforma,  sin  dejar  de  ser  ella  misma; 
en  otros  momentos  los  ruidos  y la  conversa- 
ción humana  juegan  un  papel  tan  expresivo 
como  la  música,  es  decir,  tienen  un  valor  ca- 
si puramente  sonoro. 

“El  globo  rojo”  quedará  para  siempre  en- 
tre las  obras  maestras  del  cine,  y Alberto 
Lamorisse,  entre  aquellos  seres  privilegiados 
que  unen  a sil  talento  una  extraordinaria  ca- 
pacidad de  amor  a la  humanidad. 

Rafael  C.  Sánchez,  S.  J. 


"El  progreso  hace  nacer  más  necesidades  de  las  que  puede  satisfacer .” 


Bernard  Grasset. 


Orieniiieloft  Oíbliof/ráfica 


Mons.  Manuel  Larraín  E.  — HACIA  UNA  ESPIRI- 
TUALIDAD DEL  LAICADO. — Santiago,  Ediciones  Pau- 
linas, 1957,  pp.  48. 

Las  “Ediciones  Paulinas”  están  cumpliendo  entre  nos- 
otros una  importantísima  labor  de  formación  católica. 
Proporcionan,  con  gran  sentido  de  las  necesidades  y de 
la  oportunidad,  inapreciables  ayudas  para  que  nuestros 
fieles  puedan  llevar  una  vida  más  honda  y seriamente 
cristiana,  mejor  pensada,  más  consciente  de  su  propio 
sentido,  más  a tono  con  la  que  viven  las  más  seltctas 
cristiandades,  europeas  y con  lo  que  exigen  las  urgentes 
necesidades  del  mundo  actual. 

Cuentan  con  una  ágil  revista  familiar:  “PRESEN- 
CIA” —anteriormente  se  llamó  "ALBA” — , que  reúne  el 
agudo  sentido  periodístico  y la  magnífica  presentación, 
con  la  solidez  y equilibrio  doctrinales  y la  variedad  y 
actualidad  de  sus  informaciones,  comentarios  y amenas 
lecturas.  Pero  además  han  publicado  numerosos  libros 
y folletos,  muchos  de  los  cuales  integran  algunas  de  las 
varias  “colecciones”  que  lleva  adelante  esta  Editorial. 

Una  de  esas  colecciones,  titulada  igualmente  "Presen- 
cia", se  inauguró  con  un  luminoso  estudio  acerca  del 
“Apostolado  de  los  Laicos  en  el  Mundo  Moderno",  debido 
a la  autorizadísima  pluma  de  Mons.  Pietro  Pavan.  Di- 
rector en  Italia  del  "Istituto  Cattolico  d’Azione  Sociale”. 
Después,  entre  otros  números,  ha  publicado  también  una 
alocución  pastoral,  titulada  “Ministerio  de  Evangeliza- 
ron", que  el  Obispo  de  Talca,  Excmo.  Mons.  Manuel 
Larraín  E.,  dirigió  al  Clero  de  su  Diócesis.  El  vigilante 
e informado  Pastor  plantea  en  ella,  con  gran  agudeza, 
conocimiento  y seguridad,  las  condiciones  efectivas  del 
medio  humano  y social  en  que  ha  de  actuarse,  y propor- 
ciona las  directivas  apropiadas  para  hacer  llegar  eficaz- 
mente el  Evangelio  hasta  el  hombre  moderno,  que  no  lo 
conoce  pero  tampoco  puede  vivir  de  veras  sin  él. 

Ahora,  en  la  primera  quincena  de  octubre,  la  Edito- 
rial Paulina  ha  incorporado  a esa  misma  colección  la  bri- 
llante y orientadora  lección  que  Mons.  Larraín  acaba  de 
pronunciar  en  el  II  Congreso  Mundial  del  Apostolado 
Laico,  celebrado  en  Roma  por  esos  mismos  días.  Esta 
rapidez  constituye  un  verdadero  record,  *que  más  parece 
propio  del  servicio  cablegráfico  de  la  prensa  diaria.  Pero, 
sobre  todo,  dicha  publicación  representa  un  aporte  muy 
valioso  para  el  debido  conocimiento  de  ese  importante  te- 
ma. Como  que  la  disertación  de  Mons.  Larraín  fue  con- 
siderada en  Roma,  según  las  noticias  de  diversas  fuentes 
que  nos  han  ido  llegando,  un  trabajo  magistral,  por  su 
segura  doctrina,  su  agudo  sentido  de  las  realidades,  su 
ponderada  estimación  de  las  necesidades  y de  los  medios 
más  conducentes,  y su  estimulante  y sugerente  espíritu 
constructivo  y firme  optimismo. 

Seguramente  este  trabajo,  espléndidamente  editado 
ahora  en  Chile,  alcanzará  la  amplísima  difusión  que  me- 
rece y podrá  contribuir  eficazmente  entre  nosotros  a ese 
"crecimiento  de  la  vida  cristiana  en  los  laicos  de  hoy” 
que  en  él  se  analiza,  se  orienta  y se  estimula. 

Julio  Jiménez  B.,  S.  J. 


R.  Voillaume.  — EN  EL  CORAZON  DE  LAS  MA- 
SAS. — Ed.  Studium,  Madrid,  1956,  380  págs. 

Carlos  de  Foucauld,  brillante  oficial  del  Ejército  fran- 
cés, vuelve  triunfante  de  una  atrevida  exploración  de 
Marruecos.  Es  el  ídolo  de  la  sociedad  elegante  de  París 


de  fines  del  siglo  pasado.  Pero  en  medio  de  las  fiestas 
siente  un  hastío  profundo  por  toda  aquella  vanidad.  Lo 
llama  la  soledad  y el  silencio  y allí  lo  espera  Dios.  En 
el  desierto  de  Sahara  vive  solitario.  Fracasa  en  su  inten- 
to de  reunir  discípulos.  Muere  asesinado  por  bandidos. 
Es  la  semilla  que,  sepultada  en  la  tierra,  muere.  Pero  su 
espíritu  e ideal  reviven  en  René  Voillaume.  Realiza  la 
fundación  que  soñara  Foucauld,  los  Petits  Fréres  y Pe- 
tites  Soeurs  du  Sacré-Coeur.  Vivarán  una  vida  de  traba- 
jo y oración,  no  en  las  soledades  del  desierto,  sino  en 
el  corazón  de  las  masas,  compartiendo  su  vida  y su  suer- 
te en  poblaciones  y fábricas. 

La  obra  que  comentamos  reúne  cartas  e instruccio- 
nes espirituales  mandadas  a sus  religiosos.  Los  temas: 
Nazareth,  la  oración,  1<T  ascesis,  pobreza,  trabajo,  obe- 
diencia, la  unidad  del  amor,  etc.  Pero  interesa  no  sola- 
mente a sus  destinatarios,  sino  a todos  los  religiosos  y 
también  a los  sacerdotes  y a los  laicos  de  cultura  espi- 
ritual. Como  bien  dice  Mons.  Manuel  Larraín  en  el  pró- 
logo de  esta  traducción,  se  trata  de  una  de  las  obras 
maestras  de  la  espiritualidad  de  nuestro  tiempo.  Tiene 
todo  el  sabor  del  Evangelio,  se  coloca  en  la  línea  de  la 
genuina  y sabia  tradición  eclesiástica  y encarna  a la 
vez  una  respuesta  atrevida  y honda  al  clamor  angus- 
tiado del  proletariado  moderno  que  ha  perdido  su  alma. 

J.  A. 


Pierre  Fernesole.  — EN  FACE  DU  LAÍCISME  CON- 
TEMPORAIN.  SA  SAINTETÉ  PIE  XII  ET  L'EDUCA- 
TION  DE  LA  JEUNESSE. — París,  Lethielleux,  1956,  192 
páginas. 

La  enseñanza  de  la  juventud  es,  por  la  importan- 
cia cada  vez  mayor  que,  con  razón,  se  le  reconoce,  el 
campo  de  una  lucha  más  y más  encarnizada.  El  lai- 
cismo y el  comunismo  quieren  despojar  a la  Iglesia 
católica  del  derecho  a enseñar.  El  P.  Fernesole,  O.P., 
recuerda  a los  católicos  su  responsabilidad. 

Después  de  resumir  brevemente  la  posición  de  los 
Papas  desde  1840,  presenta  en  una  primera  parte  la 
doctrina  de  Pío  XII  respecto  a la  educación  de  la 
juventud:  los  derechos  respectivos  de  la  familia,  de  la 
Iglesia  y del  Estado,  la  grandeza  de  la  labor  educa- 
cional, la  naturaleza  de  la  educación  cristiana,  la  en- 
señanza superior  católica,  etc.  La  segunda  parte  esbo- 
za un  cuadro  impresionante  de  las  actividades  laicis- 
tas contra  la  enseñanza  libre  en  Francia,  desde  1950. 

II.  D. 


PUBERTÉ  ET  PROBLEMES  SEXUELS  DE  L'ADO- 
LESCENCE.  — Col.  du  Centre  d’Etudes  Laénnec. — Pa- 
rís, Lethielleux,  1957,  160  págs. 

Tres  tomos  de  los  bien  conocidos  “Cahiers  Laén- 
nec" se  encuentran  reunidos  en  este  librito  que  cons- 
ta de  dos  partes. 

La  primera,  titulada  “La  Puberté",  contiene  estu- 
dios técnicos  sobre  la  evolución  de  la  pubertad,  sus 
casos  patológicos,  sus  relaciones  con  el  psiquismo  del 
adolescente. 

La  segunda  se  orienta  hacia  la  dirección  de  con- 
ciencia del  joven.  Una  excelente  "Carta  a un  edu- 


ORIENTACION  BIBLIOGRAFICA 


465 


cador”  trata  con  mucha  claridad  y tino  de  la  conti- 
nencia y de  la  castidad  como  de  las  objeciones  que 
se  les  hace.  Siguen  dos  estudios  sobre  la  masturba- 
ción: unas  notas  breves  pero  densas  analizan  el  des- 
garramiento interno  que  se  provoca  al  disociar  la 
función  sexual  de  la  “forma”  del  amor;  luego  unas 
páginas  tan  firmes  como  matizadas  presentan  el  pun- 
to de  vista  teológico-moral. 

H . D. 


Nink  Caspar,  S.  J.  - METAPHYSIK  DES  SITTLICH 
GUTEN. — X y 164  pág.,  Herder-Freiburg. 

El  autor,  uno  de  los  primeros  discípulos  de  Ed- 
mund  Husserl  y actualmente  uno  de  los  más  desta- 
cados representantes  del  neo-escolasticismo  alemán  es 
conocido  ya  en  el  campo  de  la  filosofía  por  su  libro 
“Ontologie,  Yersuch  einer  Gundlegung”  (Ontología, 
Ensayo  de  fundamentación) . Allí  vemos  un  pensamien- 
to penetrante,  orientado  en  el  tomismo,  que  se  en- 
frenta, con  pleno  conocimiento  de  causa,  a las  moder- 
nas corrientes  feuomenológicas  y existenciales  logran- 
do una  enriquecedora  síntesis.  En  esta  nueva  obra  del 
profesor  jesuíta  de  Frankfurt  se  continúa  su  pensa- 
miento enfocando  un  terreno  más  determinado  — del 
bien  moral — y recorriéndolo  sistemáticamente. 

La  mayoría  de  los  textos  de  la  ética  natural  se 
detienen  sobre  todo  en  la  moral  general  y especial 
y pasan  con  relativa  rapidez  por  encima  del  funda- 
mento ontológico,  de  los  principios  últimos,  en  que 
la  moral  se  basa;  principios  que  por  sus  derivaciones 
son  de  capital  importancia  y que  requieren  una  cabal 
comprensión  y una  exacta  formulación.  En  su  nue- 
vo trabajo  estudia  el  Prof.  Nink  precisamente  esos 
fundamentos  ontológicos  y en  primer  lugar  el  con- 
cepto fundamental  de  toda  ética:  el  bien  moral.  El 
libro  abarca  tres  partes;  en  la  primera  parte  se  tra- 
ta de  la  esencia  del  bien  moral;  e.d.  del  bien  moral 
en  conexión  con  la  perfección  del  ser  y con  sus  ín- 
timos fundamentos;  de  su  norma  ejemplar  radical  (ur- 
bildliche  Norm)  y de ‘su  norma  final;  de  sus  principios 
a priori;  de  su  conocimiento  y de  la  conciencia.  La 
segunda  parte  está  dedicada  a la  ley  del  bien  mo- 
ral, a la  ley  moral  natural  y al  derecho  natural.  Fi- 
nalmente la  tercera  parte  trata  de  la  realización  del 
bien  moral  partiendo  de  la  virtud  moral  fundamen- 
tal — el  amor  al  bien  moral — y pasando  de  allí  a 
las  virtudes  cardinales,  concretizaciones  de  la  virtud 
moral  fundamental. 

La  obra  está  claramente  escrita  y une  en  su  me- 
tafísica profundamente  elaborada  los  principios  esen- 
ciales y los  aspectos  existenciales  de  la  vida  moral 
constituyendo  así  un  aporte  importante  para  la  acla- 
ración de  muchos  problemas  modernos  eu  el  terreno 
de  la  ética. 

El  libro  se  dirige  en  primera  línea  a filósofos  y 
teólogos.  Pero  puesto  que  su  fundamentación  de  la 
ética  se  ofrece  continuamente  en  íntima  conexión  con 
los  problemas  del  presente  es  también  de  gran  utili- 
dad a todos  aquellos  que  en  la  confusión  espiritual  y 
moral  de  nuestro  tiempo  buscan  una  respuesta  a las 
grandes  preguntas  del  ser  y de  la  vida. 

II.  L.  A. 


Eommes  Jakob.  — ZWIESPALTIGES  DASEIN.  DIE 
EXISTENZIALE  ONTOLOGIE  VON  HEGEL  BIS  HEI- 
DEGGER.  VIII  y 364  pág.  Herder-Freiburg. 

Refiriéndose  al  título  de  su  obra,  que  podríamos 
traducir  “Existencia  escindida”,  nos  dice  el  autor  en 


el  epílogo  del  libro:  “El  título  expresa  la  ambigüedad 
y contradicción  fundamental  a que  se  ve  sometida  en 
la  filosofía  existencial  toda  vida  humana  y el  "ser  mis- 
mo”. Esta  contradicción  proviene  de  la  "inversión"  del 
concepto  mismo  del  ser;  inversión  que  desde  la  época 
moderna  se  desarrolló  como  secularización  del  pensa- 
miento platónico-neoplatónico  y que  a partir  de  He- 
gel  se  impuso  de  uua  manera  cada  vez  más  decidida 
como  humanismo  absoluto.”  (pág.  348). 

En  su  libro  nos  ofrece  Jakob  Hommes,  profesor  de 
filosofía  en  Freiburg,  una  visión  panorámica  de  la  fi- 
losofía del  siglo  XIX  y XX  (Hegel,  Kierkegaard,  Schel- 
ling,  Feuerbach,  Marx,  Nietzche,  Dilthey,  conde  Yorck 
von  Wartenburg);  filosofía  que  constituye  el  germen  de 
la  filosofía  existencial  hoy  dominante.  En  esa  filoso- 
fía constatamos  un  enajenamiento  profundo  del  hombre. 
Como  nos  dice  el  autor:  “El  hombre  de  hoy  no  se  sien- 
te ya  apreciado  en  su  propia  existencia  por  el  mundo 
que  lo  rodea.  Se  siente  saqueado,  desposeído,  por  la  rea- 
lidad objetiva  y al  mismo  tiempo  abandonado  en  el 
camino;  una  nostalgia  metafísica  ha  despertado  en  él... 
En  el  mundo,  es  decir,  en  las  circunstancias  que  ro- 
dean al  hombre  desde  su  juventud  y que  determinan 
su  trayectoria  vital,  no  brilla  ya  para  él  el  rostro  de 
Dios;  ese  rostro  que  se  inclina  hacia  él  y lo  saluda. 
Esta  es  la  raíz  profunda  de  la  cual  brota  la  idea  de  la 
ontología  existencial;  es  decir,  de  una  ontología,  de 
una  teoría  del  ser,  que  parta  de  la  existencia  propia 
del  hombre”  (Intr.,  pág.  1). 

Frente  a ese  enajenamiento  ensaya  Heidegger  una 
superación  llevando  el  hombre  a apropiarse  el  mundo 
totalmente  como  suyo  y,  en  su  dominación,  a recon- 
ciliarse consigo  mismo.  Por  el  contrario,  la  visión  cris- 
tiana frente  al  mundo  ve  la  posibilidad  de  esa  auto- 
reconciliación  solamente  en  el  amor  y obediencia  al 
creador.  Esta  confrontación  del  pensamiento  moderno, 
de  la  filosofía  existencial,  con  la  concepción  cristiana 
es  lo  que  el  autor  nos  propone  en  su  profundo  y bien 
documentado  estudio.  Respecto  a este  último  punto  bas- 
te aquí  hacer  mención  de  las  461  extensas  notas  que 
acompañan  el  texto  y que  garantizan  un  conocimiento 
inmediato  y cabal  de  las  fuentes.  Por  el  tema  y por  el 
nivel  en  que  este  tema  está  tratado  se  recomienda  este 
libro  principalmente  a los  filósofos  y teólogos.  Pero 
también  los  no  filósofos,  con  tal  que  estén  abiertos  a 
las  grandes  y fundamentales  cuestiones  de  nuestro  tiem- 
po, encontrarán  en  esta  obra  más  de  alguna  respuesta. 

H . L.  A. 


André  Piettre,  professeur  á la  Faculté  de  Droit  de 
Paris.—  LES  TROIS  AGES  DE  L’ECONOMIE.  ESSAIS 
SUR  LES  RELATIONS  DE  L’ECONOMIE  ET  DE  LA 
CIVILISATION,  DE  L’ANTIQUITE  CLASSIQUE  A 
NOS  JOURS.  ECONOMIE  SUBORDONNEE,  ECONO- 
MIE  INDEPENDANTE,  ECONOMIE  DIRIGEE.—  París, 
Editions  Ouvriéres,  Economie  et  Huinanisme,  1955,  430 
páginas. 

Solamente  “un  economista  que  no  fuese  más  que 
economista”  y que,  por  lo  mismo  “sería  mediocre  eco- 
nomista” (Stuart  Mili),  podría  a priori  oponerse  a 
este  ensayo  que  se  esfuerza  por  colocar  los  hechos 
económicos  en  la  realidad  que  los  encierra,  de  com- 
prenderlos dentro  de  la  mentalidad  que  los  inspira, 
en  las  instituciones  que  les  encuadran,  para  señalar 
la  influencia  recíproca  que  ellos  ejercen  a su  vez  en 
las  costumbres,  las  conciencias  y toda  la  vida  social. 

Tal  objetivo  incontestablemente  ambicioso,  se  pre- 
cisa a la  luz  de  dos  perspectivas  fundamentales:  des- 
pliegue de  las  civilizaciones  y por  tanto  de  las  es- 
tructuras económicas  en  ciclos  pluriseculares  y am- 


466 


MENSAJE 


pliación  de  las  dimensiones  humanas  más  allá  de  to- 
das las  contingencias  históricas. 

La  primera  de  las  perspectivas  es  la  clásica,  de  “las 
tres  edades".  A la  civilización  bajo  tutela  responde  la 
economía  subordinada,  encerrada  en  un  conjunto  de 
cuadros  y de  reglas  de  origen  religioso,  moral  o social: 
a la  civilización  emancipada,  la  economía  independien- 
te, “liberada”  de  las  normas  anteriores  que  domina  a 
su  vez;  a la  civilización  decadente  de  tendencias  está- 
ticas, la  economía  dirigida.  A pesar  de  las  apariencias, 
esta  orientación  del  pensamiento  permanece  muy  dis- 
tanciada de  los  sistemas  universalistas  de  un  Vico  o un 
Comte,  de  un  Spencer  o un  Durkheim,  y aun  de  los 
puntos  de  vista  de  Spengler,  Max  Weber  o Arnold 
Toynbee,  aunque  le  hayan  proporcionado  su  aporte.  La 
razón  está  en  que  aquí  el  campo  de  trabajo  no  es  la 
historia  general  mirada  de  un  solo  golpe  de  vista,  si- 
no la  evolución  de  la  economía  dentro  de  ciertas  civi- 
lizaciones, la  griega,  la  romana  y la  nuestra,  y no  pa- 
rece ilusorio  esperar  que  el  dominio  más  definido  de 
las  investigaciones  pueda  proporcionarle  un  alcance  más 
concreto. 

El  problema  fundamental  presentado  al  mundo  hoy 
día,  cuando  una  vez  más,  “los  bárbaros  están  dentro 
de  los  muros",  es  de  saber  si  el  declinar  de  la  tercera 
edad  de  nuestra  civilización  occidental  será  definitivo, 
escatológico,  o si,  mañana  como  en  tiempos  pasados, 
surgirá  una  civilización  nueva. 

En  este  punto  aparece  entre  líneas,  en  el  decurso 
de  todo  el  libro,  como  respuesta  al  pesimismo  que 
podría  engendrar  el  tema  de  la  tres  edades,  la  segun- 
da perspectiva,  la  del  desarrollo  en  dimensiones  hu- 
manas. 

Las  civilizaciones  nacen  en  lo  sagrado  y mueren  en 
el  estatismo,  pero  la  humanidad  no  sólo  permanece,  si- 
no que  lentamente,  penosamente,  progresa.  Más  exacta- 
mente, crece.  Arrastrando  más  allá  de  todos  los  retroce- 
sos y de  todas  las  rupturas  una  ampliación  gradual 
de  sus  dimensiones,  primeramente  en  sus  conocimientos, 
por  la  acumulación  del  saber,  en  su  tesoro  moral  tam- 
bién, acogiendo  de  civilizaciones  sucesivas  sus  heren- 
cias que  sirven  permanentemente  al  espíritu  y por  úl- 
timo y sobre  todo  en  su  cuerpo  social,  tanto  por  el 
desarrollo  de  sus  cuadros  de  vida  como  por  la  concien- 
cia siempre  más  clara  y profunda  que  toma  de  su 
destino. 

Sin  duda  “la  realidad  histórica  es  compleja,  no  se 
deja  encerrar  en  fórmulas;  hay  diferencias  entre  fenó- 
menos análogos...  pero  esto  no  impide  la  legitimidad  de 
los  estudios  comparativos,  ni  de  las  constituciones  de 
tipos  si  se  hacen  con  la  crítica  conveniente".  (F.  Si- 
miand). 

En  conclusión  “todo  ensayo  de  síntesis,  aunque  apa- 
rezca prematuro,  no  puede  ser  sino  útil  a las  inves- 
tigaciones, con  tal  que  se  dé  con  toda  franqueza  por 
lo  que  es"  (H.  Pircnne),  y esta  condición  parece  ha- 
berse cumplido. 

R.  V. 

"UN  AMOR”,  de  Luis  Durand. — Zig-Zag,  Santiago 
de  Chile,  1957,  447  págs. 

La  presentación  de  esta  novela  póstuma  del  cono- 
cido escritor  chileno,  viene  precedida  de  una  semblan- 
za encomendada  a Luis  Merino  Reyes. 

Luis  Durand  desarrolló  una  intensa  actividad  li- 
teraria, que  se  inició  en  1927  con  “La  Chabela”.  En 
el  transcurso  de  estos  treinta  años  cultivó  diversos  gé- 
neros literarios:  Memorias:  “Gente  de  mi  Tiempo”;  En- 
sayo: “Presencia  de  Chile”;  Biografía:  “Don  Arturo”; 
Libros  de  Cuentos:  ‘‘Tierra  de  Pellines",  "Campesinos", 
“Mi  amigo  Pidón”,  etc.;  Novela:  “Mercedes  Urízar”, 


“El  Primer  Hijo”,  “Piedra  que  rueda”,  “La  noche  en 
el  camino”  y “Frontera",  su  obra  más  definitiva. 

Mirada  en  conjunto  toda  esta  producción,  salta  a 
primera  vista  la  maestría  de  Durand  en  pintar  la  vi- 
da rural  chilena.  Ausculta  los  secretos  del  hombre  y 
de  la  vida  del  campo,  capta  y transmite  con  belleza  los 
encantos  de  la  naturaleza,  no  como  mero  placer  esté- 
tico, sino  encuadrándolos  en  el  marco  general  de  las 
acciones,  que  cobran  así  más  vida,  más  realidad. 

“La  Frontera”  constituyó  un  best  seller  y la  críti- 
ca la  recibió  con  unánime  regocijo.  Luis  Merino  Reyes 
dice  de  ella:  “Es  su  obra  cumbre,  una  epopeya,  un  him- 
no de  vida  y de  color,  donde  accionan  su  plasticidad 
para  imitar  el  lenguaje  campesino,  su  gracejo  cruel,  su 
captación  poética  del  ambiente”.  Desde  el  comienzo  el 
lector  percibe  una  especie  de  torrente  vital  que  pron- 
to se  torna  irresistible.  Su  protagonista,  Anselmo  Men- 
doza, es  una  creación  literaria  de  recios  contornos,  de 
aristas  rudas  y tiernas,  sin  caer  por  esto  en  lo  con- 
tradictorio. Es  un  cuadro  alógico,  desesperado  en  don- 
de la  creación  estética  es  un  fiel  trasunto  de  la  na- 
turaleza rebelde  que  va  paralelamente  dando  vigor  a 
las  variadas  acciones. 

“UN  AMOR”  es  novela  póstuma,  inconclusa,  des- 
parramada, mal  escrita,  inconexa,  obsesionada  por  el 
sexo  en  una  forma  no  sólo  antiestética  sino  también  an- 
timoral. Juan  Alsina,  protagonista,  torturado  y en  per- 
petuo anhelo  no  ofrece  al  crítico  mayor  interés,  ya  que 
oscila  en  un  círculo  de  hierro  caldeado  al  rojo.  Va  y 
viene  como  un  sonámbulo  obsesionado  nada  más  que  por 
la  mujer,  no  como  un  ideal  noble  que  satisfaga  sus 
profundos  ideales,  sino  como  un  sustituto  de  algo  año- 
rado y jamás  poseído.  En  este  aspecto  Durand  hubiese 
tal  vez  podido  realizar  algo  grande,  pero  “Un  Amor” 
está  tan  superficialmente  presentado  que  más  bien  nos 
parece  un  acervo  informe  de  anécdotas  que  un  todo 
estructurado  después  de  un  maduro  proceso  creativo. 

Alone,  en  su  crónica  del  29  de  septiembre  de  1957, 
observa,  fuera  de  su  modo  habitual  de  presentar  las 
obras,  pues  para  él  lo  moral  no  pesa  en  lo  artístico, 
que:  "Las  entrañas  nunca  son  cosa  enteramente  lim- 
pia; a menos  de  haber  pasado  por  la  cocina  o un  des- 
infectorio: las  personas  de  estómago  delicado  harán  me- 
jor en  apartar  la  nista  de  ellas".  Tal  juicio  y de  crí- 
tico tan  “amplio”  en  sus  crónicas  literarias,  es  exacto. 

"Un  Amor”  es  una  sucesión  ininterrumpida  de  obs- 
cenidades que  ofende  al  sentido  estético  y a la  moral. 
Durand  desnuda  a sus  personajes.  Se  complace  en  ofre- 
cerlos aprisionados  y llagados.  A veces  se  entretiene 
describiendo  ambientes  refinados,  divaga  sobre  filosofía 
y política,  algunos  "héroes"  vuelven  sobre  sí  mismos, 
pero  pronto  retorna  Durand  al  sexo  absolutista. 

La  ideología  de  "Un  Amor”  va  en  línea  paralela. 
A través  de  ella  entendemos  una  visión  pesimista  y fa- 
talista, que  destroza  toda  noble  ambición  para  sepultar- 
la en  el  fango. 

Zig-Zag  no  debió  haber  publicado  esta  obra  que  no 
honra  a Durand,  pues  se  ve  que  el  autor  sólo  recogió 
elementos  mal  digeridos  aún. 

Ercilla  recuerda  (11  de  septiembre)  que  Durand  “le 
tenía  miedo  a escribir  sobre  los  santiaguinos  y sobre 
todo  sobre  las  santiaguinas”.  Tenía  razón. 

Francisco  Dussuel,  S.  J. 

VIDA  Y MUERTE  DEL  DIA,  por  María  Siloa  Os- 
sa  — Empresa  Editora  Zig-Zag,  Santiago  de  Chile,  1957. 

Alguna  vez  — liará  cosa  de  quince  años — estando 
en  un  puerto  del  Sur  nos  llegó  un  breve  poemario  ti- 
tulado “Cuento  y Canción”,  escrito  por  la  joven  au- 
tora chilena  María  Silva  Ossa,  poemario  que  nos  se- 
dujo por  lo  grácil  del  verbo  y por  la  espontánea  ma- 


ORIENTACION  BIBLIOGRAFICA 


467 


ñera  de  decir  su  mensaje.  Varias  de  las  composicio- 
nes iban  dirigidas  a sus  hijos,  quienes  aparecían  como 
excelente  motivo  de  inspiración  para  la  cristiana  poetisa. 

Desde  entonces  acá  María  Silva  Ossa  ha  trabajado 
con  intensidad  en  la  actividad  literaria,  puliendo  cada 
vez  más  su  estro  poético.  Es  notable  la  gracia  con 
que  engarza  las  palabras  para  expresar  sus  ideas. 

La  sencillez  domina  como  señora  en  los  versos  de 
la  poetisa  santiaguina,  que  actualmente  es  madre  de 
varios  niños. 

Es  múltiple  la  gama  de  temas  que  sirve  de  fondo 
para  las  estrofas  de  María  Silva  Ossa;  tan  pronto  se 
refiere  a lo  externo,  a lo  objetivo,  como  canta  la  con- 


LIBROS 


'La  inclusión  en  esta  lista  no  excluye  una  posible 
recensión,  ni  implica  un  juicio  sobre  el  valor 
del  libro). 

CUESTIONES  ACTUALES 

Giovanni  Rossi. — Herejías  de  nuestros  tiempos.—  Ma- 
drid, Studium,  1956,  257  págs. 

Alberto  Baltra,  etc. — El  futuro  económico  de  Chile  y 
de  América  Latina. — Col.  “Saber”,  n?  8. — Santia- 
go, Edit.  Universitaria,  1957,  128  págs. 


CUESTIONES  RELIGIOSAS 

Mons.  Jesús  Enciso  V Por  los  senderos  de  la  Biblia. 
Tomo  I:  Israel;  Tomo  II:  Jesucristo. — Madrid,  Stu- 
dium, 1956,  283  y 315  págs. 

Dina  Schaefer. — Por  Cristo  al  Padre. — Barcelona,  Her- 
der,  1957,  438  págs. 

Roger  Spoelman.  — Ouvrons  la  Bible. — Bruxelles,  Edit. 
Universitaires,  3.a  Edic.,  1954,  94  págs. 

Jean  Mouroux.  — Sentido  cristiano  del  hombre. — Ma- 
drid, Studium,  1957,  249  págs. 

HISTORIA  RELIGIOSA 

Cruz  de  la  Cruz.  — El  santo  Pilar  de  España. — Madrid, 
Studium,  1957,  284  págs. 

José  A.  Delgado  /.,  S.  J.  — Jesuítas  en  campaña.  — 
Madrid,  Studium,  1956  ,546  págs. 

María  Rene  Bazin.  — Hablan  nuestras  hermanas. — Ma- 
drid, Studium,  1957,  197  págs. 

Roland  Cluny.  — Bajo  el  sayal.—  Madrid,  Studium, 
1957,  246  págs. 

W.  Hünermann.  — El  apóstol  de  los  leprosos.—  Bar- 
celona, Herder,  1957,  302  págs. 

• 

MORAL  Y EDUCACION 

José  Meier.  — Ideas  claras  sobre  la  pureza  y el  amor. 
— Madrid,  Studium,  1957,  171  págs. 

A.  Ayala,  S.  J.  — Pensamientos  sobre  la  vida  por  un 
viejo  de  buen  humor. — Madrid,  Studium,  1957,  160 
páginas. 

M.  Raymond .—  Un  trapense  pregunta:  ¿en  qué  consis- 
te el  mal?  — Madrid,  Studium,  1956,  90  págs. 

Gustaoe  Thibon.  — La  crise  moderne  de  l’amour. — Bru- 
xelles, Edit.  Universitaires,  s.  f.,  134  págs. 


goja,  el  sufrimiento,  la  tortura  que  le  punzan  su  es- 
píritu. El  árbol  solitario,  el  agua  diáfana  y cristalina, 
la  montaña  blanca,  la  estrella  lejana  tienen  en  esta  au- 
tora un  canto  jubiloso  para  enaltecer  su  existencia. 

El  tono  lírico  reina  siempre  en  el  trascurso  del 
poemario.  El  voluble  y movedizo  octosílabo  domina  den- 
tro de  la  variedad  estrófica  empleada  por  María  Silva 
Ossa.  Metáforas  cáusticas  y extrañas  matizan  el  con- 
tenido; un  fondo  emocional  de  consideración  va  im- 
pregnando de  suaves  tonos  la  angustia  interior. 


Alberto  Arraño,  S.  J. 


RECIBIDOS 


VIDA  ESPIRITUAL 

R.  M.  Spiazzi,  O.  P.  — El  Espíritu  Santo  en  la  vida 
cristiana. — Madrid,  Studium,  1956,  219  págs. 

J.  M . de  Llanos.  — El  desfile  de  los  santos.  — Madrid, 
Sapientia,  1956,  1344  págs. 

Emilio  Enciso  V.  — Bendita  entre  todas.  —Madrid,  Stu- 
dium, 1956,  389  págs. 

Pedro  Lorson,  S.  J.  — La  revolución  de  los  corazones. 
— Madrid,  Studium,  1956,  165  págs. 

M.  Winomska.  — El  Aventurero  y el  Santo. — Madrid. 
Studium,  1955,  121  págs. 

Biblia  en  Imágenes.  — Barcelona,  Herder,  1957,  321  pá- 
ginas. 

HISTORIA 

Claude  G.  Bomers.  — Misión  en  Chile  (1939-1953). — San- 
tiago, Pacífico,  1957,  389  págs. 

Charles  McKero  Parr.  — Magallanes,  Un  noble  capi- 
tán.— Madrid,  Sapientia,  1955,  526  págs. 

Jaime  Eyzaguirre.  — Ideario  y ruta  de  la  emancipación 
chilena.  — Col.  "América  Nuestra”. — Santiago,  Ed. 
Universitaria,  1957,  164  págs. 

LITERATURA 

Manuel  Rojas.  — Los  costumbristas  chilenos.  Estudio  y 
selección.  — Santiago,  Zig-Zag,  1957,  276  págs. 

Jorge  Délano  F.  — Kundalini,  el  caballo  fatídico. — San- 
tiago, Zig-Zag,  1957,  159  págs. 

González  Vera.  — Vidas  Mínimas.  — Santiago,  Ercilla, 
5.a  edic.,  1957,  203  págs. 

Etienne  du  Bus  de  Warnaffe.  — Ecris-moi  du  désert. 
Aux  horizons  de  l'unité.—  Bruxelles,  Edit.  Univer- 
sitaires, s.  f.,  165  págs. 

NARRACIONES 

Camillo  Branclii.  — Mar.  — Bibl.  Juvenil. — Santiago, 
Zig-Zag,  1956,  203  págs. 

Ernst  Lóhndorff .—  El  cazador  de  Orquídeas. — Bibl. 
Juvenil.  — Santiago,  Zig-Zag,  1956,  204  págs. 

VARIA 

L.  Cristiani.  — Nostradamus,  Malaquías  y Cía.—  Ma- 
drid, Studium,  1957,  165  págs. 

Rene  Carpenlier  y Jean  Lannoye.  — Suisse,  Nation  eu- 
ropéenne.  — Bruxelles,  Edit.  Universitaires,  s.  f., 
217  págs. 


DOCUMENTOS 


El  Apostolado  de  los  Laicos 

(Discurso  de  Su  Santidad  Pío  II  al  II  Congreso  Mundial  para  el  Apostolado 

de  los  Laicos,  5 octubre  1957) . 


Jerarquía  y Apostolado. 

TOMAREMOS  como  punto  de  partida 
de  estas  consideraciones  una  de  los  cues- 
tiones destinadas  a precisar  la  natura- 
leza del  apostolado  de  los  laicos:  “El  laico 
encargado  de  enseñar  la  religión  con  missio 
canónica,  con  el  mandato  eclesiástico  de  en- 
señar. y cuya  enseñanza  constituye  tal  vez 
su  única  actividad  profesional,  ¿no  pasa,  por 
ello  mismo,  del  apostolado  laico  al  apostola- 
do jerárcpiico?” 

Para  contestar  a esta  pregunta  hay  que 
recordar  que  Cristo  confió  a sus  mismos 
Apóstoles  un  doble  poder:  en  primer  lugar, 
el  poder  sacerdotal  de  consagrar,  que  fue 
otorgado  en  plenitud  a todos  los  Apóstoles, 
y en  segundo  lugar,  el  de  enseñar  y gober- 
nar, es  decir,  de  comunicar  a los  hombres, 
en  nombre  de  Dios,  la  verdad  infalible  (pie 
les  obliga  a fijar  las  normas  que  regulan  la 
vida  cristiana. 

Estos  poderes  de  los  Apóstoles  pasaron  al 
Papa  y a los  Obispos.  Estos,  por  la  ordena- 
ción sacerdotal,  transmiten  a otros,  en  me- 
dida determinada,  el  poder  de  consagrar, 
mientras  que  el  de  enseñar  y de  gobernar  es 
propia  del  Papa  y de  los  Obispos. 

Cuando  se  habla  de  apostolado  jerárquico 
y de  apostolado  de  los  laicos,  hay  que  tener, 
por  lo  tanto,  presente  una  doble  distinción: 
en  primer  lugar,  entre  el  Papa,  los  Obispos 
y los  sacerdotes  por  un  lado,  y el  conjunto 
del  elemento  laico  por  otro;  luego,  entre  el 
mismo  clero,  entre  los  que  tienen  en  su  ple- 
nitud el  poder  de  consagrar  y de  gobernar, 
y los  demás  clérigos.  Los  primeros  (Papa, 
Obispos  y sacerdotes)  pertenecen  necesaria- 
mente al  clero;  si  un  laico  fuese  elegido  Pa- 
pa, no  podría  aceptar  la  elección  sino  a con- 


dición de  ser  apto  para  recibir  la  ordenación 
y estar  dispuesto  a ser  ordenado;  el  poder 
de  enseñar  y de  gobernar,  así  como  el  cans- 
ina de  la  infalibilidad,  le  serían  concedidos  a 
partir  del  instante  de  su  aeeptación,  incluso 
antes  de  su  ordenación. 

Ahora  bien,  para  responder  a la  cuestión 
planteada,  es  importante  considerar  las  dos 
distinciones  propuestas.  Se  trata,  en  el  caso 
presente,  no  del  poder  de  orden,  sino  del  de 
enseñar.  Son  únicamente  depositarios  de  éste 
los  que  están  investidos  de  autoridad  ecle- 
siástica. Los  demás,  sacerdotes  y laicos,  cola- 
boran con  ellos  en  la  medida  en  que  aque- 
llos Ies  conceden  confianza  para  enseñar  fiel- 
mente y dirigir  a los  fieles  (1).  Los  sacerdo- 
tes (que  actúan  en  fuerza  de  su  función)  y 
los  laicos  también,  pueden  recibir  el  manda- 
to que,  según  los  casos,  puede  ser  el  mismo 
para  los  dos.  Se  distinguen,  sin  embargo,  por 
el  hecho  de  que  el  uno  es  sacerdote,  y el  otro 
laico  y que,  por  consiguiente,  el  apostolado 
del  uno  es  sacerdotal,  y el  otro  es  laico.  En 
cuanto  al  valor  y a la  eficacia  del  apostola- 
do ejercido  por  el  que  enseña  religión,  de- 
penden de  la  capacidad  de  cada  uno  y de 
sus  dones  sobrenaturales.  Los  profesores  lai- 
cos, las  religiosas,  los  catequistas  en  países 
de  misión,  todos  los  que  han  sido  encarga- 
dos por  la  Iglesia  de  enseñar  las  verdades  de 
la  fe,  pueden  igualmente,  con  perfecto  dere- 
cho, apücarse  la  palabra  del  Señor:  “Vos- 
otros so*  la  sal  de  la  tierra”,  “vosotros  sois 
la  luz  del  mundo”.  (2) 

Es  claro  que  el  simple  fiel  puede  propo- 
nerse — y es  sumamente,  deseable  que  se  lo 
proponga — colaborar  de  una  manera  más  or- 
ganizada con  las  autoridades  eclesiásticas, 


(1)  Cánones  1327  y 1328. 

(2)  Mateo  5,  13-14. 


DOCUMENTOS 


469 


ayudarlas  más  eficazmente  en  su  labor  apos- 
tólica. Se  pondrá  entonces  más  estrechamen- 
te bajo  la  dependencia  de  la  Jerarquía,  la 
única  responsable  ante  Dios  del  gobierno  de 
la  Iglesia.  La  aceptación  por  el  laico  de  una 
misión  particular,  de  un  mandato  de  la  Je- 
rarquía, si  se  le  asocia  más  de  cerca  a la  con- 
quista espiritual  del  mundo,  que  despliega  la 
Iglesia  bajo  la  dirección  de  sus  Pastores,  no 
basta  para  convertirle  en  un  miembro  de  la 
Jerarquía,  para  darle  los  poderes  de  orden 
y de  jurisdicción  que  permanecen  estrecha- 
mente ligados  a la  recepción  del  sacramento 
del  orden,  en  sus  diversos  grados. 

Hasta  aquí  no  hemos  considerado  las  or- 
denaciones que  preceden  al  sacerdocio,  y que 
en  la  práctica  actual  de  la  Iglesia,  no  se  con- 
fieren más  que  como  preparación  para  la  or- 
denación sacerdotal.  La  función  encomenda- 
da a las  órdenes  menores  la  ejercen  desde 
hace  tiempo  los  laicos.  Sabemos  que  en  la  ac- 
tualidad se  piensa  en  introducir  un  orden  de 
diaconado  concebido  como  función  eclesiásti- 
ca independiente  del  sacerdocio.  La  idea,  hoy 
al  menos,  no  está  madura  todavía.  Si  lo  lle- 
gara a estar  un  día,  nada  cambiaría  de  cuan- 
to acabamos  de  decir,  excepto  que  este  dia- 
conado ocuparía  su  lugar  con  el  sacerdocio 
en  las  distinciones  que  hemos  indicado. 


Responsabilidad  de  los  laicos. 

Sería  desconocer  la  verdadera  naturaleza 
de  la  Iglesia  y su  carácter  social,  el  distinguir 
en  ella  un  elemento  puramente  activo,  las  au- 
toridades eclesiásticas,  y por  otra  parte,  un 
elemento  puramente  pasivo,  los  laicos.  Todos 
los  miembros  de  la  Iglesia,  como  hemos  dicho 
en  la  Encíclica  Mystici  Corporis  Christi,  es- 
tán llamados  a colaborar  en  la  edificación  y 
perfeccionamiento  del  Cuerpo  Místico  de  Je- 
sucristo (3).  Todos  son  personas  libres  y de- 
ben ser,  por  lo  tanto,  activos.  Se  abusa,  a me- 
nudo, del  térmiuo  emancipación  de  los  laicos , 
cuando  se  utiliza  en  un  sentido  que  deforma 
el  verdadero  carácter  de  las  relaciones  que 
existen  entre  la  Iglesia  que  enseña  y la  Igle- 
sia enseñada,  entre  sacerdotes  y laicos.  A pro- 
pósito de  estas  últimas  relaciones,  observa- 
mos simplemente  que  las  tareas  de  la  Iglesia 
son  hoy  día  demasiado  vastas  para  permitir 
entregarse  a disputas  mezquinas.  Para  man- 
tener la  esfera  de  acción  de  cada  uno,  basta 
que  todos  posean  el  suficiente  espíritu  de  fe, 
desinterés,  estima  y confianza  recíprocas.  El 
respeto  de  la  dignidad  del  sacerdote  fue 
siempre  uno  de  los  rasgos  más  típicos  de  la 
comunidad  cristiana.  Por  el  contrario,  tam- 


(3) Ver  Acta  Apostolicae  Sedis,  año  XXXV,  1943, 
pág.  241. 


bién  el  laico  tiene  sus  derechos,  y el  sacer- 
dote debe  reconocerlos  por  su  parte.  (4). 

El  laico  tiene  derecho  a recibir  de  los  sa- 
cerdotes todos  los  bienes  espirituales,  con  el 
fin  de  lograr  la  salvación  de  su  alma  y lle- 
gar a la  perfección  cristiana;  cuando  se  trata 
de  derechos  fundamentales  del  cristiano,  pue- 
de hacer  valer  sus  exigencias  (5);  el  sentido 
y la  finalidad  misma  de  toda  la  vida  de  la 
Iglesia  se  hallan  aquí  en  juego,  así  como  la 
respousabilidad  ante  Dios  tanto  del  sacerdote 
como  del  laico. 

Se  provoca  inevitablemente  un  malestar 
cuando  no  se  tiene  en  cuenta  más  que  la  fun- 
ción social.  Esta  no  es  un  fin  en  sí  mismo, 
ni  en  general  ni  en  la  Iglesia,  ya  que  la  co- 
munidad está,  en  definitiva,  al  servicio  de  los 
individuos  y no  inversamente.  Si  la  historia 
demuestra  que,  desde  los  orígenes  de  la  Igle- 
sia los  laicos  tenían  participación  en  la  acti- 
vidad que  el  sacerdote  despliega  al  servicio 
de  la  Iglesia,  es  verdad  que  hoy  más  que  nun- 
ca, deben  prestar  esta  colaboración  con  tan- 
to más  fervor,  “para  la  edificación  del  Cuer- 
po de  Cristo”  (6),  en  todas  las  formas  de  apos- 
tolado. especialmente  cuando  se  trata  de  ha- 
cer penetrar  el  espíritu  cristiano  en  toda  la 
vida  familiar,  social,  económica  y política. 

Uno  de  los  motivos  de  este  llamamiento 
al  elemento  laico  es,  sin  duda,  la  escasez  ac- 
tual de  sacerdotes,  pero  incluso  en  el  pasa- 
do el  sacerdote  esperaba  la  colaboración  de 
los  laicos.  Mencionaremos  únicamente  la  con- 
siderable aportación  que  los  maestros  y maes- 
tras católicos,  así  como  las  religiosas,  han 
dado  a la  enseñanza  de  la  religión  y,  en  ge- 
neral, a la  educación  cristiana  y a la  forma- 
ción de  la  ju3entud;  piénsese,  por  ejemplo, 
en  las  escuelas  católicas  de  los  Estados  Uni- 
dos. La  Iglesia  les  está  agradecida:  ¿no  se 
trataba  de  un  necesario  complemento  del  tra- 
bajo sacerdotal?  El  hecho  es  que  la  escasez 
de  sacerdotes  es  hoy  particularmente  sensi- 
ble y amenaza  serlo  aún  más;  pensamos  de 
modo  especial  en  los  inmensos  territorios  de 
América  Latina,  cuyos  pueblos  y Estados  es- 
tán conociendo  en  la  época  presente  un  rá- 
pido desarrollo.  La  labor  de  los  laicos  es  allí 
tanto  más  necesaria. 

Por  otra  parte,  incluso  apartándonos  del 
problema  que  crea  el  reducido  número  de  sa- 
cerdotes, las  relaciones  entre  la  Iglesia  y el 
mundo  exigen  la  intervención  de  los  apósto- 
les laicos.  La  consagración  del  mundo  es,  eu 
lo  esencial,  obra  de  los  laicos  mismos,  de  hom- 
bres que  están  íntimamente  mezclados  en  la 
vida  económica  y social,  que  forman  parte 
del  gobierno  y de  las  asambleas  legislativas. 
Del  mismo  modo,  las  células  católicas,  que 
deben  crearse  entre  los  trabajadores,  en  cada 


(4)  Cánones  87,  682. 

(5)  Cánones  467,  pfo.  1;  892,  1. 

(6)  Etesios  4,  12. 


470 


MENSAJE 


fábrica  y en  cada  ambiente  de  trabajo,  para 
conducir  de  nuevo  a la  Iglesia  a los  que  se 
hallan  separados  de  ella,  no  pueden  ser  cons- 
tituidos más  que  por  los  mismos  trabajadores. 

Que  la  autoridad  eclesiástica  aplique  tam- 
bién aquí  el  principio  general  de  la  ayuda 
subsidiaria  y complementaria;  que  se  confíe 
al  laico  las  tareas  que  puede  cumplir  tan 
bien  o incluso  mejor  que  el  sacerdote,  y que, 
dentro  de  los  límites  de  su  función  o de  los 
que  traza  el  bien  común  de  la  Iglesia,  pue- 
da actuar  libremente  y ejercer  su  respon- 
sabilidad. 

Además,  habrá  de  recordarse  que  la  pala- 
bra del  Señor  “digno  es  el  obrero  de  su  sa- 
lario” (7),  se  aplica  también  a él.  A menudo 
nos  hemos  sorprendido  al  ver  recordar  en  los 
Congresos  misionales  para  el  apostolado  de 
los  laicos  la  obligación  de  dar  a estos  cola- 
boradores el  salario  que  les  corresponde;  el 
catequista  se  ve  a menudo  totalmente  ocu- 
pado en  su  tarea  misionera  y,  por  consiguien- 
te, él  y su  familia,  dependen  para  vivir  de 
lo  que  la  Iglesia  les  da.  Por  lo  demás,  el  após- 
tol laico  no  debe  considerarse  ofendido  si  se 
le  pide  que  no  formule  ante  la  misión  para 
la  que  trabaja  pretcnsiones  exageradas. 

En  ocasión  precedente  hemos  evocado  la 
figura  de  estos  laicos  que  saben  asumir  todas 
sus  responsabilidades.  Son,  dijimos,  “hombres 
constituidos  en  su  integridad  inviolable  co- 
mo imágenes  de  Dios;  hombres  orgullosos  de 
su  dignidad  personal  y de  su  sana  libertad; 
hombres  justamente  celosos  de  ser  los  iguales 
de  sus  semejantes  en  todo  lo  que  se  refiere 
al  fondo  de  lo  más  íntimo  de  la  dignidad 
humana;  hombres  apegados  de  manera  esta- 
ble a su  tierra  y a su  tradición”  (8).  Este 
conjunto  de  cualidades  supone  que  ha  apren- 
dido a dominarse,  a sacrificarse,  y (pie  saca 
sin  cesar  luz  y fuerza  de  las  fuentes  de  sal- 
vación que  ofrece  la  Iglesia. 

El  materialismo  y el  ateísmo  de  un  mun- 
do en  el  que  millones  de  creyentes  tienen'  que 
vivir  aislados,  obliga  a formar  en  todos  ellos 
personalidades  sólidas.  Si  no  ¿cómo  resistirán 
al  empuje  de  la  masa  que  los  rodea?  Lo  que 
es  verdad  para  todos  lo  es  en  primer  lugar 
para  el  apóstol  laico,  obligado  no  solamente 
a defenderse  sino  también  a conquistar. 

Esto  no  quita  nada  al  valor  de  las  medi- 
das de  precaución,  como  las  leyes  de  protec- 
ción de  la  juventud,  la  censura  de  film,  y to- 
das las  demás  disposiciones  que  toman  la 
Iglesia  y el  Estado  para  preservar  de  la  co- 
rrupción al  clima  moral  de  la  sociedad.  Pa- 
ra educar  al  joven  en  sus  responsabilidades 
de  cristiano,  conviene  conservar  su  espíritu  y 
su  corazón  en  una  atmósfera  sana.  Podría  de- 
cirse que  las  instituciones  deben  ser  tan  per- 

(7)  Lucas  10,  7. 

(8)  Alocución  a los  nuevos  Cardenales,  20-11-1946; 
Disc.  e radiom.,  vol.  VII,  pág.  393. 


fectas  que  puedan  por  sí  solas  asegurar  la 
salvaguardia  del  individuo,  mientras  que  el 
individuo  debe  formarse  en  la  autonomía  del 
católico  adulto,  como  si  no  tuviera  que  con- 
tar más  que  consigo  mismo  para  triunfar 
sobre  todas  las  dificultades. 


El  apostolado  de  los  laicos. 

Elaboramos  aquí  el  concepto  de  apostola- 
do de  los  laicos  en  el  sentido  estricto  confor- 
me a cuanto  hemos  explicado  anteriormente 
sobre  el  apostolado  jerárquico:  consiste  en  la 
asunción  por  los  laicos  de  tareas  que  se  de- 
rivan de  la  misión  confiada  por  Cristo  a su 
Iglesia.  Hemos  visto  que  este  apostolado  es 
siempre  apostolado  de  laicos,  y que  no  llega 
a ser  apostolado  jerárquico  ni  siquiera  cuan- 
do se  ejerce  por  mandato  de  la  Jerarquía. 

De  ello  se  deduce  que  es  preferible  desig- 
nar el  apostolado  de  la  oración  y del  ejem- 
plo personal  como  apostolado  en  el  sentido 
más  vasto  o impropio  del  nombre.  A este  res- 
pecto, no  podemos  dejar  de  confirmar  las  ob- 
servaciones que  hicimos  en  nuestra  Carta  al 
III  Congreso  Mundial  de  la  Unión  Mundial 
de  Maestros  cristianos  en  Viena:  “Pertenezca 
o no  la  actividad  profesional  de  los  maestros 
y de  las  maestras  católicas  al  apostolado  de 
los  laicos  en  sentido  propio,  estad  conven- 
cidos, queridos  hijos  e hijas,  de  que  el  maes- 
tro cristiano,  que  por  su  formación  y su  ab- 
negación está  a la  altura  de  su  tarea,  y,  pro- 
fundamente convencido  de  su  fe  católica,  da 
ejemplo  de  ella  a la  juventud  que  le  ha  sido 
confiada,  como  cosa  espontánea  y que  se  ha 
transformado  en  él  en  una  segunda  natura- 
leza, ejerce  al  servicio  de  Cristo  y de  su  Igle- 
sia una  actividad  parecida  al  mejor  aposto- 
lado de  los  laicos”  (9).  Puede  repetirse  esta 
afirmación  de  todas  las  profesiones,  y prin- 
cipalmente de  las  de  los  médicos  o ingenie- 
ros católicos,  sobre  todo  en  la  hora  actual 
en  que  están  llamados  en  los  territorios  poco 
desarrollados  y en  las  zonas  de  misión,  al 
servicio  de  los  gobiernos  locales  o de  la 
UNESCO  y de  otras  organizaciones  interna- 
cionales, y dan  con  su  vida  y el  ejercicio  de 
su  profesión  el  ejemplo  de  una  vida  cristia- 
na plenamente  madura. 

La  Acción  Católica  lleva  siempre  el  ca- 
rácter de  un  apostolado  oficial  de  los  laicos. 
Dos  observaciones  se  imponen  aquí:  el  man- 
dato, sobre  todo  de  enseñar,  no  ha  sido  da- 
do a la  Acción  Católica  en  su  conjunto,  sino 
a sus  miembros  organizados  en  particular,  con 
arreglo  a la  voluntad  y elección  de  la  Jerar- 
quía. La  Acción  Católica  no  puede  tampoco 
reivindicar  el  monopolio  del  apostolado  de 
los  laicos,  ya  que  a su  lado  subsiste  el  apos- 

(9)  L’Oss.  Rom.,  ed.  castellana,  n.v  305.  5-VIII-1957. 


DOCUMENTOS 


471 


tolado  laico  libre.  Los  individuos,  o grupos, 
pueden  ponerse  a disposición  de  la  Jerar- 
quía, viéndose  confiar  por  ella,  por  cierto  pe- 
ríodo fijo  o indeterminado,  tareas  para  las 
que  reciben  el  mandato.  Cabe  preguntarse 
ciertamente,  entonces,  si  no  se  transforman 
también  en  miembros  de  la  Acción  Católica. 
El  punto  importante  es  que  la  Iglesia  jerár- 
quica, los  Obispos  y los  sacerdotes,  pueden 
elegir  colaboradores  laicos  cuando  encuentran 
personas  capaces  y dispuestas  a ayudarles. 

Parece  necesario,  al  llegar  a este  punto, 
dar  a conocer,  al  menos  a grandes  rasgos, 
una  sugerencia  que  Nos  ha  sido  hecha  muy 
recientemente.  Se  señala  que  reina  en  la  ac- 
tualidad un  penoso  malestar,  de  muy  vasta 
extensión,  que  tendría  su  origen  sobre  todo 
en  el  uso  del  vocablo  de  Acción  Católica.  Es- 
te término,  en  efecto,  parecería  reservado  a 
ciertos  tipos  determinados  de  apostolado  lai- 
co organizado,  por  los  que  crea,  ante  la  opi- 
nión, una  especie  de  monopolio;  todas  las  or- 
ganizaciones que  no  entran  en  el  cuadro  de 
la  Acción  Católica  así  concebida  — se  afir- 
ma— - resultan  de  menor  autenticidad,  de  im- 
portancia secundaria,  menos  apoyadas  por  la 
Jerarquía,  y permanecen  como  al  margen  del 
esfuerzo  apostólico  esencial  del  elemento  se- 
glar. La  consecuencia  parece  ser  que  una  for- 
ma particular  de  apostolado  laico,  es  decir, 
la  Acción  Católica  triunfa  en  perjuicio  de 
las  otras,  y cpie  se  asiste  al  secuestro  de  la 
especie  sobre  el  género.  Más  aún,  práctica- 
mente, se  concedería  la  exclusiva,  cerrando 
las  diócesis  a los  movimientos  apostólicos  que 
no  lleven  la  etiqueta  de  la  Acción  Católica. 

Para  resolver  esta  dificultad,  se  piensa  en 
dos  reformas  prácticas:  una  de  terminología, 
y,  como  corolario,  otra  de  estructura.  En  pri- 
mer lugar,  sería  necesario  devolver  al  térmi- 
no Acción  Católica  su  sentido  general  y apli- 
carlo únicamente  al  conjunto  de  movimientos 
apostólicos  seglares  organizados  y reconoci- 
dos como  tales,  nacional  o internacionalmen- 
te, ya  sea  por  los  Obispos  en  el  ámbito  na- 
cional, o por  la  Santa  Sede  en  cuanto  a los 
movimientos  que  aspiran  a ser  internaciona- 
les. Bastaría,  pues,  que  cada  movimiento  par- 
ticular fuera  designado  por  su  nombre  y ca- 
racterizado en  su  forma  específica,  y no  se- 
gún el  género  común.  La  reforma  de  estruc- 
tura seguiría  a la  de  determinación  del  sen- 
tido de  los  términos.  Todos  los  grupos  perte- 
necerían a la  Acción  Católica  y conserva- 
rían su  nombre  y su  autonomía,  pero  todos 
ellos  juntos  formarían,  como  Acción  Católica, 
una  unidad  federativa.  Cada  uno  de  los  Obis- 
pos quedaría  libre  de  admitir  o de  rechazar 
a un  determinado  movimiento,  de  confiarle 
o no  un  mandato,  pero  no  le  correspondería 
rechazarlo  por  no  ser  de  la  Acción  Católica 
por  su  misma  naturaleza.  La  realización  even- 
tual de  semejante  proyecto  requiere,  natural- 
mente, atenta  y prolongada  reflexión.  Vues- 


tro Congreso  puede  ofrecer  una  ocasión  fa- 
vorable para  discutir  y examinar  este  pro- 
blema, al  mismo  tiempo  que  otras  cuestiones 
similares. 

Queda  por  decir  aún  una  palabra  para 
terminar  estas  consideraciones  de  principio, 
sobre  las  relaciones  del  apostolado  de  los  lai- 
cos con  la  autoridad  eclesiástica.  Basta  re- 
petir lo  que  ya  en  1951  planteamos  como  re- 
gla general:  que  el  apostolado  de  los  laicos 
debe,  en  sus  formas  más  varias,  "mantenerse 
siempre  dentro  de  los  límites  de  la  ortodoxia 
y no  oponerse  a las  legítimas  prescripciones 
de  las  autoridades  eclesiásticas  competentes” 
(10).  Mientras  tanto,  nos  hemos  visto  obliga- 
do a rechazar  una  opinión  errónea  sobre  la 
teología  laica,  opinión  que  se  derivaba  de 
una  concepción  inexacta  de  la  responsabili- 
dad del  laico  (11).  El  término  teología  laica 
carece  de  todo  sentido.  La  norma,  que  se  apli- 
ca en  general  al  apostolado  de  los  laicos  y 
que  acabamos  de  recordar,  vale  también,  co- 
mo es  natural,  y aún  más,  por  lo  que  se  re- 
fiere al  teólogo  laico;  pero  si  quiere  publicar 
escritos  sobre  materias  teológicas,  necesita  él 
también  de  la  explícita  aprobación  del  Ma- 
gisterio eclesiástico. 

La  actividad  del  laico  católico  es  particu- 
larmente oportuna  en  los  campos  en  los  que 
la  investigación  teológica  costea  la  de  las 
ciencias  profanas.  Recientemente,  por  inicia- 
tiva de  la  Gorres-Gesellschaft,  un  grupo  de 
teólogos  y de  naturalistas  se  han  puesto  de 
acuerdo  para  discutir  en  reuniones  regulares 
sobre  las  cuestiones  comunes  que  les  intere- 
san. No  podemos  dejar  de  felicitarles  por  se- 
mejante iniciativa. 

Formación  de  los  apóstoles  laicos. 

Ejercicio  del  apostolado  de 

. los  laicos. 

Bastarán  algunas  observaciones  en  relación 
con  lp  formación  de  los  apóstoles  laicos. 

No  todos  los  cristianos  son  llamados  al 
apostolado  seglar  en  sentido  estricto.  Ya  he- 
mos dicho  que  el  Obispo  debería  poder  esco- 
ger colaboradores  entre  los  que  considera  dis- 
puestos y capaces,  ya  que  la  simple  disposi- 
ción no  basta.  Los  apóstoles  laicos  constitui- 
rán, por  lo  tanto,  una  élite  no  porque  estén 
apartados  de  los  demás,  sino  por  el  contra- 
rio porque  son  capaces  de  atraer  a los  demás 
y de  influir  sobre  ellos.  Así  se  comprende 
que  deben  poseer  además  del  espíritu  apostó- 
lico que  los  anima,  una  cualidad  sin  la  cual 
harían  más  mal  que  bien:  tacto. 

Para  adquirir,  por  otra  parte,  la  requerida 
competencia,  es  preciso  evidentemente  acep- 

(10)  Disc.  e radiom.,  vol.  XIII,  pág.  298. 

(11)  Alocución,  31-V-1954.  Disc.  e radiom.,  vol. 
XYI,  pág.  45. 


472 


MENSAJE 


tur  el  esfuerzo  de  una  formación  seria:  ésta, 
cuya  necesidad  por  lo  que  se  refiere  a los 
que  se  dedican  a la  enseñanza  nadie  pone  en 
duda,  se  impone  igualmente  para  cualquier 
otro  apóstol  laico,  y liemos  sabido  con  pla- 
cer que  la  reunión  de  Kisubi  lia  insistido  de 
modo  especial  sobre  la  formación  intelectual. 
En  cuanto  a los  laicos  que  se  ocupan  de  la 
administración  de  los  bienes  eclesiásticos,  sean 
escogidos  con  prudencia  y conocimiento  de 
causa.  Cuando  los  incapaces  ocupan  cargos, 
no  sin  perjuicio  para  los  bienes  eclesiásticos, 
la  culpa  no  es  tanto  de  ellos  mismos  como 
de  las  autoridades  que  los  lian  llamado  a su 
servicio. 

En  la  hora  actual,  hasta  el  apóstol  laico 
cjue  trabaja  entre  los  obreros  en  las  fábricas 
y en  toda  clase  de  empresas,  tiene  necesidad 
de  conocimientos  sólidos  en  materia  económi- 
ca, social  y política,  y deberá  conocer  igual- 
mente la  doctrina  social  de  la  Iglesia.  Es  co- 
nocida una  obra  de  apostolado  para  hombres 
que  forman  sus  miembros  en  un  Seminario 
social  que  recibe  a 300  participantes  cada  se- 
mestre de  invierno  y cuenta  con  los  servi- 
cios de  veinte  conferenciantes:  catedráticos 

de  Universidad,  jueces,  economistas,  juristas, 
médicos,  ingenieros,  conocedores  de  lenguas  y 
de  ciencias.  Nos  parece  que  este  ejemplo  me- 
rece ser  seguido  . 

La  formación  de  los  apóstoles  laicos  corre- 
rá a cargo  de  las  mismas  obras  de  apostola- 
do laico,  las  cuales  hallarán  ayuda  en  el  cle- 
ro secular  y en  las  Ordenes  religiosas  apos- 
tólicas. Los  Institutos  seculares  les  prestarán 
también,  estamos  seguro  de  ello,  una  colabo- 
ración apreciada.  En  cuanto  a la  formación 
de  las  mujeres  para  el  apostolado  laico,  las 
religiones  cuentan  ya  en  su  activo  con  her- 
mosas realizaciones,  en  países  de  misión  y 
en  otras  partes. 

Quisiéramos  llamar  de  modo  especial  vues- 
tra atención  sobre  un  aspecto  de  la  educa- 
ción de  los  jóvenes  católicos:  la  formación  de 
su  espíritu  apostólico.  En  lugar  de  ceder  a 
una  tendencia  un  poco  egoísta,  pensando  so- 
lamente en  la  salvación  de  su  alma,  que  ten- 
gan también  conciencia  de  su  responsabilidad 
con  respecto  a los  demás  y de  los  medios  pa- 
ra ayudarles.  Nadie  duda,  por  lo  demás,  de 
que  la  oración,  el  sacrificio,  la  acción  audaz 
para  conquistar  a los  demás  para  Dios,  sean 
ya  de  por  sí  prendas  muy  seguras  de  salva- 
ción personal.  No  entendemos  en  absoluto 
censurar  cuanto  se  ha  hecho  en  el  pasado, 
ya  que  no  faltan  realizaciones  numerosas  y 
notables  a este  respecto.  Pensamos,  entre 
otras  cosas,  en  los  semanarios  católicos,  que 
han  mantenido  el  celo  de  muchos  en  pro  de 
las  obras  de  caridad  y de  apostolado.  Movi- 
mientos como  la  Obra  de  la  Santa  Infancia 
tuvieron  en  ese  sentido  iniciativas  fecundas. 
Sin  embargo,  el  espíritu  apostólico  se  instila 
en  el  corazón  del  niño  no  solamente  en  la  es- 


cuela, sino  mucho  antes  de  la  edad  escolar, 
por  mediación  de  la  misma  madre.  El  niño 
aprenderá  cómo  debe  rezar  en  la  Misa,  cómo 
ofrecerla  con  una  intención  que  abrace  el 
mundo  entero  y sobre  todo  los  grandes  in- 
tereses de  la  Iglesia.  Al  examinarse  sobre  los 
deberes  para  con  el  prójimo,  no  se  pregun- 
tará solamente:  “¿He  hecho  mal  al  prójimo?”, 
sino  también:  “¿Le  he  mostrado  el  camino 
que  lleva  a Dios,  a Cristo,  a la  Iglesia  y a 
la  salvación?” 

En  cuanto  al  ejercicio  del  apostolado  lai- 
co, dado  que  las  reflexiones  hechas  antes  so- 
bre las  cuestiones  de  principios  han  tocado 
ya  varios  puntos,  sólo  trataremos  aquí  de 
ciertos  campos  de  apostolado,  de  los  que  sur- 
ge en  este  momento  un  llamamiento  más 
urgente. 


La  Parroquia. 

¿No  es  una  señal  consoladora  el  que  en 
nuestros  días  incluso  los  adultos  consideren 
como  un  honor  el  servir  en  el  altar?  Y los 
que,  con  la  música  y el  canto  contribuyen  a 
la  alabanza  de  Dios  y a la  edificación  de  los 
fieles,  ejercen  sin  duda  alguna  un  apostola- 
do seglar  digno  de  elogio. 

El  apóstol  laico  entregado  al  apostolado 
de  barrio,  y que  se  ve  confiar  uno  de  los  gru- 
pos de  casas  de  la  parroquia,  debe  procurar 
informarse  con  exactitud  sobre  la  situación 
religiosa  de  los  habitantes.  Las  condiciones 
en  que  viven  ¿son  malas  o insuficientes? 
¿Quiénes  tienen  necesidad  de  las  obras  de  ca- 
ridad? ¿Hay  matrimonios  para  regularizar? 
¿Niños  para  bautizar?  ¿Qué  valen  los  quios- 
cos de  periódicos,  las  librerías  y bibliotecas 
circulantes  del  barrio?  ¿Qué  leen  los  jóvenes 
y los  adultos?  La  complejidad  y a veces  el 
carácter  delicado  de  los  problemas  a resolver 
en  este  tipo  de  apostolado  aconsejan  no  de- 
dicar a él  sino  una  élite  escogida,  dotada  de 
tacto  y de  auténtica  caridad. 


Prensa,  radio,  film,  televisión. 

Las  empresas  editoriales  y las  librerías  son 
para  el  apostolado  laico  un  campo  de  elec- 
ción. Tenemos  la  satisfacción  de  saber  que 
la  mayor  parte  de  los  editores  de  librerías 
católicas  consideran  su  profesión  como  un 
servicio  de  la  Iglesia. 

La  biblioteca  parroquial  puede  ser  diri- 
gida convenientemente  por  los  laicos,  que  ha- 
brán de  ser  por  lo  general  lectores  y lecto- 
ras experimentados.  En  las  bibliotecas  circu- 
lantes, los  buenos  católicos  tendrán  ocasión 
de  hacer  el  bien. 

El  periodista  católico,  que  ejerce  su  mi- 
sión con  espíritu  de  fe,  es,  naturalmente,  un 


DOCUMENTOS 


473 


apóstol  laico.  El  Congreso  de  Manila  pidió 
para  Asia  periodistas  católicos  y una  prensa 
católica.  Por  otra  parte,  es  normal  que  los 
católicos  colaboren  con  la  prensa,  incluso  la 
de  interés  local. 

Por  lo  que  se  refiere  a la  radio,  el  cine 
y la  televisión.  Nos  remitimos  a lo  que  ya 
dijimos  en  la  Encíclica  Miranda  prorsus  del 
8 de  setiembre  de  este  año.  Una  doble  tarea 
queda  por  realizar:  evitar  todo  elemento  de 
corrupción  y promover  los  valores  cristianos. 
Se  cuentan  en  la  actualidad  en  todo  el  mun- 
do doce  mil  millones  de  personas  que  asisten 
cada  año  a salas  locales  de  espectáculos.  Pues 
bien,  demasiados  espectáculos,  entre  los  que 
les  son  ofrecidos,  no  alcanzan  el  nivel  cul- 
tural y moral  que  se  tendría  derecho  a es- 
perar. El  hecho  más  lamentable  es  que  el  film 
presenta  muy  a menudo  un  mundo  en  el  que 
los  hombres  viven  y mueren  como  si  Dios 
no  existiera.  Se  trata,  pues,  de  evitar  aquí  pe- 
ligros morales  para  la  fe  y la  vida  cristia- 
na. Jamás  podrá  eludirse  el  plantearse  ante 
Dios  la  responsabilidad  por  la  tolerancia  de 
semejante  situación,  y a toda  costa  debe  pro- 
curarse que  sea  modificada.  Manifestamos, 
por  lo  tanto,  nuestra  gratitud  a los  que  em- 
prenden en  el  campo  de  la  radio,  del  film  y 
de  la  televisión  un  trabajo  valiente,  inteli- 
gente y sistemático,  que  se  ha  visto  recom- 
pensado ya  por  resultados  que  autorizan  se- 
rias esperanzas.  Recomendamos  de  modo  es- 
pecial las  asociaciones  y ligas  que  se  propo- 
nen hacer  prevalecer  los  principios  cristianos 
en  el  uso  del  cine. 

En  las  parroquias,  o por  lo  menos  en  los 
decanatos,  los  grupos  de  trabajo  formarán  a 
sus  miembros  y a sus  colaboradores,  pero 
también  al  público,  en  sus  deberes  con  res- 
pecto a la  radio,  el  cine  y la  televisión,  y les 
ayudarán  a cumplirlos.  Por  lo  que  se  refiere 
a la  televisión,  es  indispensable  que  la  Igle- 
sia esté  representada  en  los  comités  encarga- 
dos de  elaborar  los  programas  y que  figuren 
especialistas  católicos  entre  los  productores. 
Los  sacerdotes,  lo  mismo  que  los  laicos,  son 
invitados  a esa  tarea  — el  sacerdote  puede  po- 
seer en  ello  una  competencia  igual  a la  del 
laico — , pero  en  todo  caso  se  requiere  la  in- 
tervención de  los  laicos. 

El  mundo  del  trabajo. 

Veinte  millones  de  jóvenes  entran  cada 
año  en  el  trabajo  en  todo  el  mundo.  Se  en- 
cuentra entre  ellos  a católicos,  y también  a 
millones  de  otros  que  están  bien  dispuestos 
para  una  formación  religiosa.  De  todos  ellos 
debéis  sentiros  responsables.  ¿Cómo  los  con- 
serva la  Iglesia?  ¿Cómo  los  reconquista?  Da- 
do que  el  clima  de  la  empresa  es  nefasto  pa- 
ra el  hombre  joven,  la  célula  católica  debe 
intervenir  en  los  talleres,  pero  también  en  los 


trenes,  en  los  autobuses,  en  las  familias  y en 
los  barrios;  en  todas  partes  actuará,  dará  el 
tono  y ejercerá  una  influencia  bienhechora  y 
difundirá  una  vida  nueva.  Y así,  un  capataz 
católico  será  el  primero  en  ocuparse,  por 
ejemplo,  de  los  recién  llegados  para  encon- 
trarles una  vivienda  conveniente,  les  procu- 
rará buenas  amistades,  les  pondrá  en  rela- 
ción con  la  vida  eclesiástica  local,  y velará 
con  el  fin  de  que  se  adapten  fácilmente  a su 
situación. 

El  llamamiento  que  hicimos  el  año  pasa- 
do a los  católicos  alemanes  se  dirige  también 
a los  apostóles  laicos  de  todo  el  mundo,  don- 
de quiera  que  reinen  la  técnica  y la  indus- 
tria: “Una  tarea  importante  incumbe  sobre 
vosotros  — les  decíamos — , la  de  dar  a este 
mundo  de  la  industria  una  forma  y una  es- 
tructura cristianas...  Cristo,  por  quien  todo 
ha  sido  creado,  el  Dueño  del  mundo,  sigue 
siendo  también  Dueño  del  mundo  actual, 
pues  también  éste  está  llamado  a ser  un  mun- 
do cristiano.  A vosotros  toca  conferirle  la 
huella  de  Cristo”  (12).  Esa  es  la  más  pesada, 
pero  también  la  tarea  más  grande  del  aposto- 
lado del  elemento  laico  católico. 


La  C.  E.  C.  A. 

Recientemente  se  ha  celebrado  en  Luxem- 
burgo  un  Congreso  sobre  los  problemas  socia- 
les en  la  Comunidad  Europea  del  Carbón  y 
del  Acero.  El  informe  que  el  ICARES  (Ins- 
tituto Internacional  Católico  de  Investigacio- 
nes Socio-eclesiales)  presentó  al  mismo,  con- 
tenía tres  puntos,  que  Nos  parecen  de  impor- 
tancia particular  en  la  cuestión  aquí  exami- 
nada. En  primer  lugar,  la  población  minera 
del  territorio  de  la  Comunidad  que  se  extien- 
de desde  el  Ruhr  hasta  Bélgica  y los  Piri- 
neos, se  compone  en  su  mayor  parte  de  inmi- 
grantes pertenecientes  a los  diversos  países 
de  Europa.  En  segundo  lugar:  en  cuanto  a la 
práctica  religiosa,  los  mineros,  en  compara- 
ción con  el  medio  social  en  el  que  se  mue- 
ven, representan  la  más  débil  minoría,  por- 
que están  fuera  de  su  ambiente  más  fácil- 
mente que  las  otras  categorías  de  trabajado- 
res. Por  consiguiente,  tienen  necesidad  de  una 
reintegración  social.  En  tercer  lugar,  y esto 
se  aplica  a la  vida  de  la  comunidad  católica, 
la  conducta  religiosa  del  minero  emigrado  de- 
pende estrechamente  de  la  situación  de  su 
familia,  de  las  condiciones  de  la  vivienda,  de 
la  integración  más  o menos  rápida  en  el  am- 
biente que  le  recibe.  El  informe  dijo  incluso 
que  el  apostolado  laico  debe  proponerse  apli- 
car concretamente  a los  inmigrados  las  nor- 


(12)  Radiomensaje  al  Kólner  Katholikentag,  2-IX-I936. 
Disc.  e radiom.,  vol.  XVIII,  pág.  397. 


474 


MENSAJE 


mas  de  la  Constitución  apostólica  Exsul 
familia. 

Es  preciso  absolutamente  evitar  que  los 
mineros  de  la  C.E.C.A.  sean  presa  de  mo- 
vimientos ateos  y hacer  todo  lo  necesario  pa- 
ra (pie  sean  salvados  y vayan  a Dios  y a 
Cristo. 

América  Latina. 

La  situación  de  la  Iglesia  en  América  La- 
tina se  caracteriza  por  un  rápido  crecimiento 
de  la  población:  ésta,  que  en  1920,  contaba  92 
millones  de  personas,  contará  pronto  200.  En 
las  grandes  ciudades  la  jioblaeión  se  acumu- 
la en  masas  enormes;  el  progreso  técnico  e 
industrial  avanza  rápidamente;  por  el  con- 
trario, los  sacerdotes  constituyen  un  núme- 
ro insuficiente;  en  lugar  de  los  160.000  que 
serían  los  estrictamente  necesarios,  apenas  si 
se  cuenta  con  30.000.  Por  último,  cuatro  peli- 
gros mortales  amenazan  a la  Iglesia:  la  inva- 
sión de  las  sectas  protestantes,  la  seculariza- 
ción de  toda  la  vida,  el  marxismo,  que  se  ma- 
nifiesta en  las  Universidades  como  el  elemen- 
to más  activo  y que  tiene  en  sus  manos  casi 
todas  las  organizaciones  de  trabajadores,  y, 
en  fin.  un  inquietante  espiritismo. 

En  estas  circunstancias,  el  apostolado  lai- 
co Nos  parece  gravado  con  tres  responsabili- 
dades principales:  en  primer  lugar,  la  forma- 
ción de  apóstoles  laicos  para  suplir  la  escasez 
de  sacerdotes  en  la  acción  pastoral.  En  cier- 
tos países  donde  el  comunismo  se  encuentra 
en  el  poder,  se  dice  que  la  vida  religiosa  ha 
podido  continuar  después  de  la  detención  de 
los  sacerdotes,  en  forma  clandestina,  gracias 
a la  intervención  de  los  apóstoles  laicos.  Lo 
(pie  es  posible  en  períodos  de  persecución, 
debe  serlo  también  en  período  de  relaciones 
pacíficas.  Hay  que  dedicarse,  por  consiguien- 
te, en  primer  lugar,  a formar  sistemáticamen- 
te y a utilizar  a los  apóstoles  laicos  en  las  pa- 
rroquias gigantes  de  cincuenta  a cien  mil  fie- 
les, por  el  tiempo  al  menos  que  dure  la  falta 
de  sacerdotes.  Además,  hay  que  introducir  en 
la  enseñanza,  de  la  escuela  primaria  a la  uni- 
versidad. a hombres  y mujeres  católicos  ejem- 
plares como  profesores  y como  educadores. 
En  tercer  lugar,  hay  que  introducirlos  en  la 
dirección  de  la  vida  económica,  social  y po- 
lítica. Se  lamenta  que  en  América  latina  la 
doctrina  social  de  la  Iglesia  es  demasiado  po- 
co conocida.  Se  siente,  por  consiguiente,  la 
necesidad  de  una  formación  social  profunda 
y de  la  acción  de  una  élite  obrera  católica 
para  arrancar  con  paciencia  a las  organiza- 
ciones de  trabajadores  de  la  influencia  del 
marxismo.  Ya  en  la  actualidad  hay  asociacio- 
nes obreras  católicas  que  trabajan  en  forma 
notable  en  varios  lugares.  Les  manifestamos 
nuestra  viva  gratitud.  Sin  embargo,  esto  no 
debiera  ser  la  excejicion,  sino  más  bien  la  re- 
gla en  un  continente  católico  como  América 
latina. 


En  las  misiones  de  Asia  y Africa. 

Entre  los  numerosos  problemas  que  po- 
dríamos tratar  aquí,  referiremos  solamente 
algunos  de  ellos  que  estimamos  los  más  im- 
portantes. Con  ocasión  del  Congreso  de  los 
laicos  en  Manila,  una  voz  autorizada  ha  pues- 
to de  relieve  una  tarea,  cuya  naturaleza  pre- 
cisa y concepción  exacta  puede  fijar  la  Je- 
rarquía eclesiástica,  pero  que,  en  mil  formas, 
debe  ser  llevada  a cabo  por  los  laicos.  Se 
trata  de  la  utilización  de  las  fuerzas  católi- 
cas — que  pueden  ser  muy  considerables — 
(on  el  fin  de  que  la  vida  nacional  se  des- 
arrolle armoniosamente,  libre  del  nacionalis- 
mo extremista  y del  odio  nacional,  a pesar  de 
todas  las  amarguras  que  las  épocas  pasadas 
pueden  haber  acumulado,  uniendo  los  valo- 
res de  la  cultura  occidental  a los  de  la  cul- 
tura nacional,  adaptando  los  usos  de  la  Igle- 
sia a las  costumbres  y hábitos  del  país  que 
nada  tienen  de  reprensible. 

Con  excepción  de  las  Filipinas,  los  católi- 
cos de  Asia,  como  en  su  mayor  parte  los  de 
Africa,  constituyen  en  sus  naciones  una  mi- 
noría. Deben  distinguirse,  por  lo  tanto,  mu- 
cho más  por  su  ejemplo.  Se  interesarán  aún 
más,  especialmente,  por  la  vida  pública,  eco- 
nómica, social  y política.  Donde,  en  efecto,  lo 
hacen,  se  han  ganado  la  estima  de  los  no  ca- 
tólicos, pero  no  habrán  de  participar  en  la 
vida  pública  sino  después  de  haberse  prepa- 
rado bien.  La  doctrina  social  católica  es  aún 
demasiado  poco  conocida  en  Asia.  Por  lo  tan- 
to, las  universidades  católicas  de  América  y 
de  Europa  prestarán  de  buen  grado  su  ayu- 
da a los  cristianos  de  Asia  y de  Africa  que 
deseen  prepararse  para  los  cargos  públicos. 

Se  formarán  profesores  de  valía  para  las 
escuelas  de  todos  los  grados.  En  Asia,  como 
en  Africa,  las  escuelas  católicas  son  muy 
apreciadas  por  los  no  católicos.  Deseamos  por 
nuestra  parte  que  la  enseñanza  de  la  religión 
tienda  aún  más  a no  separar  la  doctrina  de 
la  vida. 

Una  palabra  sobre  el  empleo  de  los  ca- 
tequistas. Asia  y Africa  cuentan  con  1.500 
millones  de  habitantes,  unos  25  millones  de 
católicos,  con  20  a 25.000  sacerdotes  y 74.000 
catequistas.  Si  se  añade  a ese  número  los 
maestros,  que  son  a menudo  los  mejores  ca- 
tequistas. se  llega  a 160.000.  El  catequista  re- 
presenta quizá  el  caso  más  clásico  de  apos- 
tolado laico  por  la  naturaleza  misma  de  su 
profesión  y porque  suple  a la  escasez  de  sa- 
cerdotes. Estiman,  los  misioneros  de  Africa  al 
menos,  que  un  misionero  acompañado  de  seis 
catequistas  consigue  más  que  siete  misione- 
ros; el  catequista  competente  trabaja  en  efec- 
to en  un  ambiente  familiar,  del  que  conoce 
bien  su  lengua  y costumbres;  se  pone  en  con- 
tacto con  los  individuos  mucho  más  fácil- 
mente que  un  misionero  que  viene  de  lejos. 

Los  catequistas  son,  por  lo  tanto,  aposto- 


DOCUMENTOS 


475 


les  laicos  autóctonos;  pero  existe  además  un 
apostolado  de  laicos  y de  ayudantes-laicos 
misioneros  extranjeros.  Médicos,  ingenieros, 
trabajadores  manuales  de  diversas  profesio- 
nes quieren  apoyar  en  las  misiones  la  labor 
de  los  sacerdotes  con  su  ejemplo  y su  activi- 
dad profesional,  sobre  todo  en  la  formación 
de  los  indígenas.  Al  mismo  tiempo  que  su 
formación  profesional,  o después  de  ella,  re- 
ciben una  formación  espiritual  con  vistas  a 
su  actividad  misionera.  Existen  en  la  actua- 
lidad doce  de  estos  movimientos  u obras,  co- 
ordinadas por  un  Secretariado  general  que 
tiene  su  sede  en  Milán.  Pero  el  apostolado  lai- 
co misionero  se  encuentra  aún  en  los  comien- 
zos de  su  espansión,  y,  por  lo  demás,  no  pue- 
de aceptar  más  que  una  élite. 

Por  su  economía,  Asia  sigue  siendo  en  un 
70  por  ciento  una  región  de  agricultura,  y 
con  razón  se  ha  dicho  que  si  el  agricultor  es 
el  hombre  más  importante  de  Asia,  es  tam- 
bién el  más  descuidado.  A este  respecto,  los 
católicos  saben  que  han  de  reflexionar.  En 
las  Filipinas,  los  laicos  católicos  que  con  el 
sacerdote  se  ocupan  de  la  elevación  social  y 
religiosa  de  los  agricultores,  son  los  apósto- 
les laicos  más  apreciados. 

Las  mujeres  de  Asia  y de  Africa  ofrecen 
al  apostolado  laico  femenino  incontables  oca- 
siones para  su  acción  en  las  escuelas  de  todo 
tipo,  en  la  lucha  contra  los  matrimonios  de 
niños,  contra  los  matrimonios  forzosos,  el  di- 
vorcio y la  poligamia.  Del  mismo  modo  su- 
cede para  la  preparación  de  las  jóvenes  pa- 
ra el  matrimonio,  que  es  llevado  a cabo  con 
fruto  por  religiosas,  por  ejemplo  en  Hong- 
Kong,  en  el  Congo  Belga  y en  Uganda,  y 
para  la  formación  de  grupos  de  mujeres  ca- 
tólicas que  se  ayudan  recíprocamente  y que 
prestan  su  caritativa  ayuda  a las  mujeres  no 
católicas  de  su  barrio. 

Un  apostolado  difícil,  indudablemente,  es 
el  de  las  mujeres,  pero  igualmente  lleno  de 
esperanza.  Ya  que  en  todos  los  territorios  de 
misión  en  donde  el  catolicismo  se  ha  desarro- 
llado, la  experiencia  demuestra  que  la  dig- 
nidad femenina  es  más  respetada. 

En  Africa  especialmente,  vemos  con  ale- 
gría y agradecimiento  el  extraordinario  di- 
namismo de  las  jóvenes  generaciones  de  ca- 
tólicos en  las  tareas  culturales,  sociales  y po- 
líticas. Que  cooperen,  pues,  en  los  movimien- 
tos sindicales  de  inspiración  cristiana,  como 
en  el  Yietnam  y en  el  Africa  ecuatorial  y oc- 
cidental. y formen  cooperativas  de  venta  y 
de  consumo;  que  participen  en  la  representa- 
ción nacional  y en  los  asuntos  municipales; 
la  Iglesia  no  sólo  exhorta  a la  piedad  sino 
que  responde  a todas  las  cuestiones  de  la  vi- 
da. Portador  de  riquezas  espirituales  de  su 
continente,  el  joven  elemento  laico  africano 
será  testimonio  de  ellas  y las  cultivará  en  su 
vida  y en  su  acción. 

Para  terminar,  os  damos  dos  directivas:  en 
primer  lugar  colaborar  con  los  movimientos 


y organizaciones  neutras  y no  católicas,  siem- 
pre V en  la  medida  en  que,  de  este  modo,  sir- 
váis al  bien  común  y a la  causa  de  Dios.  En 
segundo  lugar,  participad  aún  más  en  las  or- 
ganizaciones internacionales.  Esta  recomenda- 
ción se  dirige  a todos  ¡tero  concierne  de  mo- 
do especial  a los  técnicos  de  la  agricultura. 

Conclusión. 

Siempre  hubo  en  la  Iglesia  de  Cristo  un 
apostolado  de  los  laicos.  Santos,  como  el 
Emperador  Enrique  II.  Esteban,  el  creador  de 
Hungría  católica,  Luis  IX  de  Francia,  eran 
apóstoles  laicos,  aun  cuando,  en  los  comien- 
zos, no  se  haya  tenido  conciencia  de  ello,  y 
no  obstante  que  el  término  de  apóstol  laico 
no  existiera  aún  en  aquella  época,  lambién 
mujeres,  como  santa  Pulqueria.  hermana  del 
Emperador  Teodosio  II.  o Mary  Mard,  eran 
apóstoles  laicos. 

Si  hoy  esta  conciencia  se  ha  despertado 
y si  el  término  de  apostolado  laico  es  uno 
de  los  más  empleados,  cuando  se  habla  de  la 
actividad  de  la  Iglesia,  es  porque  la  colabo- 
ración de  los  laicos  con  la  Jerarquía  no  fue 
nunca  tan  necesaria  como  ahora,  ni  fue  prac- 
ticada de  manera  tan  sistemática. 

Esta  colaboración  se  traduce  en  mil  for- 
mas diversas,  desde  el  sacrificio  silencioso 
ofrecido  por  la  salvación  de  las  almas,  hasta 
la  buena  palabra  y el  ejemplo,  que  obliga  a 
la  estima  de  los  mismos  enemigos  de  la  Igle- 
sia, y hasta  la  cooperación  en  las  actividades 
propias  de  la  Jerarquía,  comunicables  a los 
simples  fieles,  y hasta  las  audacias  que  se  lla- 
gan con  la  propia  vida,  pero  que  tan  sólo 
Dios  conoce  y que  no  figuran  en  ninguna  es- 
tadística. Y acaso  este  apostolado  laico  ocul- 
to es  el  más  precioso  y el  m á s fecundo  de 
todos. 

El  apostolado  laico  tiene,  como  cualquier 
otro  apostolado,  por  otra  parte,  dos  funcio- 
nes: la  de  conservar  y la  de  conquistar,  y 
ambas  se  imponen  con  carácter  de  urgencia 
a la  Iglesia  actual.  Y.  para  decirlo  claramen- 
te, la  Iglesia  de  Cristo  no  piensa  abando- 
nar sin  lucha  el  terreno  a su  enemigo  decla- 
rado. el  comunismo  ateo.  Este  combate  con- 
tinuará hasta  el  fin,  pero  con  las  armas  de 
Cristo. 

Poned  manos  a la  obra  con  una  fe  más 
fuerte  todavía  que  la  de  San  Pedro,  cuando 
ante  el  llamamiento  de  Jesús  abandonó  su 
barca  y marchó  sobre  las  olas  para  salir  al 
encuentro  de  su  Señor.  (15). 

Durante  estos  años  tan  agitados,  María,  la 
Reina  gloriosa  y poderosa  del  cielo,  ha  de- 
jado sentir  en  las  más  diversas  regiones  de 
la  tierra  su  asistencia  de  forma  tan  tangible 
y maravillosa  que  le  recomendamos  con  con- 
fianza ilimitada  todas  las  formas  de  aposto- 
lado laico. 


(13)  Ver  Mateo  14,  30-31. 


Indice  del  Volumen  VI 


Para  facilitar  la  búsqueda  de  cualquier  tra- 
bajo he  aquí  la  compaginación  de  los  dife- 
rentes números  del  VOLUMEN  VI: 

241  — 288 
289  — 336 
337  — 381 
385  — 432 
433  — 480 


ENERO  - FEBRERO 1-48  AGOS  TO  . . 

MARZO -ABRIL 49  — 96  SEPTIEMBRE 

MAYO 97—  144  OCTUBRE.. 

JUNIO 145  — 192  NOVIEMBRE. 

JULIO 193  — 240  DICIEMBRE 


Indice  de  Autores 


Alcalá  M.:  Hombre  de  contradicción,  269. 

Aldunate  C.:  Sentido  Social,  278. 

Aldunate  J.:  En  el  campo  de  la  Filosofía,  128. 

Andrés  M.:  Naturaleza,  libertad  y autorreali- 
zación,  435. 

Anónimo:  Panorama  Internacional  de  la  Post- 
guerra. 29;  Congresc  Pro-Paz  y Civiliza- 
ción Cristianas,  32;  El  Lujo  del  Papa.  41: 
El  divorcio  en  Inglaterra.  73;  El  Papado. 
San  Pedro.  ¿Qué?,  75;  Esclavitud  en  ple- 
no siglo  XX,  120;  El  Katholikentag  de 
1956,  122;  ¿Cómo  es  Dios?,  131;  Cuarto 
Congreso  Internacional  Católico  de  la 
Vida  Rural,  175;  Conclusiones  del  IV  Con- 
greso de  la  Vida  Rural.  188;  Don  Carlos, 
191;  Apremiante  llamado  de  los  católicos 
de  China.  256;  Congreso  Internacional  de 
la  JOC  en  Roma.  267;  Aspectos  del  Pro- 
blema Agrario  latinoamericano.  268;  Una 
solución  Chilena  al  problema  de  la  vi- 
vienda: Fundación  de  Viviendas  y Asis- 
tencia Social,  312;  El  problema  de  la  vi- 
vienda en  algunos  países  de  Europa,  315; 
La  crisis  de  la  vivienda  en  Francia.  318; 
Movimiento  de  ayuda  para  la  vivienda, 
523;  El  problema  de  la  vivienda  en  la 
doctrina  social  de  la  Iglesia.  333;  Alema- 
nia Occidental:  Un  millón  de  abortos  en 
1956.  366:  Situación  en  Alemania  Orien- 
tal. 367;  Bases  Morales  de  la  Comunidad 
internacional,  382;  Compañeros  construc- 
tores, 418;  Encuesta  sobre  vocaciones  sa- 
cerdotales, 420:  Acusaciones  de  “Time” 
contra  el  catolicismo  francés,  422;  Con- 
clusiones de  la  44.a  sesión  de  las  Semanas 
Sociales  de  Francia;  450;  China  Comu- 
nista. 455;  Alcoholismo  de  los  niños,  456; 
Dueñas  de  casa  reemplazantes,  459. 

Baggio  S.:  Homilía  en  la  Misa  de  inaugura- 
ción del  IV  Congreso  de  la  Vida  Rural, 
185. 

Bandini  M.:  Reforma  Agraria  en  Italia,  257. 

Barros  A.:  El  Tercer  Encuentro  Sudamerica- 
no de  la  JOC.  36. 

Boetch  H.:  Mi  última  Visita  al  P.  Hurtado, 
248. 

Brugarola  M.:  Las  ciudades  nuevas  en  In- 
glaterra, 321. 


Caro  J.  M.  Cardenal:  Llamado  del  Episcopa- 
do chileno,  303. 

Chonchol  J.:  El  Problema  de  la  Tierra,  203. 

Cifuentes  F.:  El  Celibato  Eclesiástico,  85. 

Cifuentes  R.:  Después  de  las  Elecciones,  82. 

Claps  G.:  Conversación  con  Giorgio  La  Pi- 
ra, 76. 

Correa  J.:  Sentido  del  dolor,  66. 

Damboriena  P.:  El  Protestantismo  en  Chi- 
le, 145. 

DelTAcqua  A.:  Vida  Económica  y Orden  Mo- 
ral. 93;  Mensaje  de  la  Santa  Sede  al  4.° 
Congreso  de  la  Vida  Rural,  183. 

Devos  J.  M.  Del  Marxismo  a Cristo:  Douglas 
Hyde,  166. 

Diez  Alegría  J.  M.:  Los  católicos  españoles 
frente  al  problema  del  salario,  352. 

Dorrego  R.:  El  llamado  de  TAbbé  Pierre  en 
Buenos  Aires,  314. 

Dussuel  F.:  Gabriela  Mistral,  49. 

Episcopado:  Llamado  del  Episcopado  Chi- 
leno, 303. 

Ferraris  G.:  El  primer  encuentro  interame- 
ricano del  Movimiento  Familiar  Cristiano 
en  Montevideo,  310. 

García  de  la  Huerta  S.:  La  preparación  de 
encuestas  sobre  la  práctica  dominical,  371. 

Gerlier  Cardenal:  Coexistencia  de  Creyentes 
e Incrédulos,  235. 

Gouin-Decarie  T.:  De  la  adolescencia  a la 
madurez,  438. 

Gutiérrez  E.  de,:  Primer  encuentro  Intera- 
mericano  del  movimiento  familiar  cristia- 
no, 119. 

Hurtado  C.:  Cuarto  Congreso  internacional 
de  la  vida  rural,  80;  Ante  un  hecho  ile- 
gal. 461. 

Instituto  F.  Ch.:  Rebelde  sin  Causa,  39;  La 
Calle,  83;  High  Society,  129. 

Jiménez  J.:  Don  Crescente  y la  Evolución 
Político-Religiosa  de  Chile,  18;  Monseñor 
Gustavo  J.  Franceschi,  346;  A propósito 
de  Satélites,  448. 

Larraín  H.:  Al  margen  de  “Daniel  y los  leo- 
nes dorados”,  108;  Marcelino,  Pan  y Vino, 
178;  A propósito  de  Freud,  337. 

Le  Paige  G.:  Descubrimientos  en  San  Pedro 
de  Atacama,  14. 


INDICE  DEL  VOLUMEN  VI 


477 


Lira  D.:  Política  de  Vivienda,  297. 

Mac-Gregor  F.:  Sistema  de  Reformas  Edu- 
cacionales en  los  EE.  UU.,  213. 

Matte  A.:  La  formación  del  sentido  social  en 
los  hijos,  385. 

Merino  S.:  Sentido  cristiano  de  la  producti- 
vidad, 401. 

Nardelli  Aldo:  El  Informe  de  Kruschev,  221. 

Pacheco  M.:  La  formación  del  sentido  social 
en  los  hijos.  385. 

Palacios  J.  M.:  Vicente  Pérez  Rosales:  El 
gran  entrometido,  253. 

Pawlak  M.:  Dios  o Mammón,  1. 

Pierre  Abbé:  La  miseria  actual.  244. 

Piñera  B.:  Las  grandes  líneas  de  tina  Espiri- 
tualidad para  la  Acción  Católica  Gene- 
ral, 249. 

Pío  XII:  Fecundidad  y Esterilidad,  45;  Una 
página  de  historia  moderna,  159;  Pío  XII 
y la  Reforma  Agraria  en  Italia,  286;  El 
Papa  y la  vivienda  insalubre,  295;  Pío  XII 
y el  Problema  de  la  Vivienda,  331;  El 
Papa  y la  Unidad  Europea,  381;  Misión 
del  Gobernante,  429;  El  Apostolado  de 
los  laicos,  468. 

Rentería  J.  de:  Carácter  Apostólico  de  la 
Acción  Católica,  117. 

Rahner  Karl:  El  Apostolado  de  los  Laicos, 

306. 

Riquet  M.:  Aniversario  Espiritual,  408. 

Sánchez  R.:  Mala  Semilla,  230;  Montaje  como 
expresión  dramática,  276;  Baby  Dolí  no 
significa  muñeca  de  Carne,  324;  La  puer- 

Indice  Analítico  de 

El  guión  suple  en  el  texto  la  palabra  que 

encabeza  cada  título  de  llamada.  Cuando  el 

título  del  trabajo  no  orienta  suficientemente, 

va  entre  paréntesis,  con  una  llamada  que 
dice  relación  al  estudio  (N.  de  la  R.). 

Aborto:  Alemania  Occidental:  un  millón  de — 
en  1956,  366. 

Acción  Católica:  Carácter  Apostólico  de 

la  — , 117;  Las  grandes  líneas  de  una  es- 
piritualidad para  la  — general.  249. 

Agricultura:  (Cuarto  Congreso  Internacional 
de  la  vida  rural,  80,  175);  (La  reforma 
agraria  de  Sixto  IV,  97,  155);  (Mensaje  de 
la  Santa  Sede  al  4.°  Congreso  de  la  Vida 
Rural,  183);  (Homilía  del  Excmo.  Sr.  Nun- 
cio en  la  Misa  de  inauguración  del  Con- 
greso, 185);  (Conclusiones  del  IV  Congre- 
so de  la  Vida  Rural.  188);  (El  problema 
de  la  tierra,  203);  (Reforma  agraria  en 
Italia,  257);  (Aspectos  del  problema  agra- 
rio latinoamericano.  268);  (Pío  XII  y la 
reforma  agraria  en  Italia.  286. 

Alcoholismo:  — de  los  niños,  456. 

Alemania:  (El  Katholikentag  de  1956,  122); 

— Occidental:  un  millón  de  Abortos  en 
1956,  366;  Situación  en  — Oriental,  367. 


ta  del  Infierno,  375;  El  cielo  fue  testi- 
go. 376;  Los  traperos  de  Emmaún,  424; 
Le  balón  rouge,  462. 

Serrano  G.:  La  Corte  Suprema  de  los  EE.  UU. 
y los  comunistas,  272. 

Teall  R.:  Hacia  una  solución  positiva  de 
nuestro  problema  religioso.  362. 

Tesson  E.:  La  Iglesia  y el  control  de  naci- 
mientos, 349. 

Toinsich  G.:  Cerebro  electrónico  para  Santo 
Tomás,  273. 

Vargas  G.  E.:  La  Reforma  Agraria  de  Six- 
to IV,  97  y 155. 

Vega  A.:  Los  traperos  de  Emaús.  424. 

Venégas  R.:  La  Vivienda  en  América  Lati- 
na, 289. 

Vergara  A.:  La  Intransigencia  de  la  Iglesia 
Católica,  304. 

Vergara  I.:  Los  protestantes  de  Hilversun, 

417. 

Vial  J.:  Sir  Thomas  More,  70. 

Virasoro  M.:  ¿Plenitud  del  hombre  en  Chi- 
na?, 598. 

Vives  F.:  Recordando  a Don  Carlos,  194. 

Wetter  G.  A.:  XX  Congreso  del  Partido  Co- 
munista Soviético,  124. 

Zañartu  M.:  Sindicalismo  y Política,  9;  Di- 
rectivas del  Cristianismo  Social.  57  y 111; 
Milán:  una  Diócesis  en  marcha,  78;  Rea- 
lidad Latino  Americana,  197;  El  problema 
de  la  Vivienda  en  América  Latina,  241; 
Condiciones  de  vida  en  América  latina, 
443. 

Artículos  y Notas 

Alimentación:  (Condiciones  de  vida  en  Amé- 
rica Latina,  443. 

América  Latina:  (Realidad  latinoamericana, 
197);  El  problema  de  la  vivienda  en  — , 
241;  (Aspectos  del  problema  agrario  lati- 
noamericano, 268);  La  Vivienda  en — , 289: 
Condiciones  de  vida  en — , 443. 

Apostolado:  (Milán:  una  diócesis  en  marcha. 
78);  (Coexistencia  de  creyentes  e incré- 
dulos, 235;  El  — de  los  laicos,  306  y 468; 
(La  preparación  de  encuestas  sobre  la 
práctica  dominical,  371). 

Argentina:  (El  llamado  del  Abbé  Pierre  en 
Buenos  Aires,  314). 

Arqueología:  (Descubrimientos  en  San  Pedro 
de  Atacama,  14). 

Automación:  (Cerebro  electrónico  para  San- 
to Tomás,  273). 

Casanueva  Carlos  Mons.:  (Don  Carlos,  193); 
(Recordando  a Don  Carlos,  194). 

Celibato:  El  — eclesiástico,  85. 

Cerebro  electrónico:  — para  Sto.  Tomás.  273. 

Chile:  Don  Crescente  y la  evolución  políti- 
co-religiosa de — , 18;  El  protestantismo 
en — , 145. 

China:  Apremiante  llamado  de  los  católicos 


478 


MENSAJE 


de — , 256;  ¿Plenitud  del  hombre  en  — ? 
398;  — comunista,  455. 

Cine:  (Rebelde  sin  causa.  39);  (La  calle,  83); 
(High  Society,  129);  (Marcelino,  Pan  y Vi- 
no, 178);  (Mala  semilla,  230);  (Montaje,  co- 
mo expresión  dramática,  276);  (Baby  dolí 
no  significa  muñeca  de  carne,  324);  (La 
puerta  del  infierno,  375);  (El  cielo  fue  tes- 
tigo, 376);  (Los  traperos  de  Enimaús,  424); 
(Le  balón  rouge,  462). 

Congreso:  — pro  paz  y civilización  cristia- 
na, 52;  4.o  — Internacional  de  la  vida  ru- 
ral, 80;  XX  — del  partido  comunista  so- 
viético, 124;  4.o  — Internacional  católico 
de  la  vida  rural,  80,  175;  Mensaje  de  la 
Santa  Sede  al  4.o  — de  la  Vida  Rural,  183; 
Conclusiones  del  4.°  — de  la  vida  rural, 
188;  — Internacional  de  la  JOC  en  Ro- 
ma, 267. 

Comunismo:  ((XX  Congreso  del  partido  co- 
munista soviético,  124);  (Del  Marxismo  a 
Cristo:  Douglas  Hyde,  166);  El  Informe 
de  Kruschev,  221);  (La  Corte  Suprema  de 
los  EE.  UU.  y los  comunistas,  272;  (Situa- 

. ción  en  Alemania  Oriental,  367);  (Plenitud 
del  hombre  en  China,  398). 

Crescente:  Don  — y la  evolución  político- 
religiosa  de  Chile,  18. 

Daniel:  Al  margen  de  — y los  Leones  do- 
rados, 108. 

Descubrimientos:  — en  San  Pedro  de  Ataca- 
ma,  14. 

Dios:  — ó Mammón,  1;  ¿Cómo  es  — ?,  131. 

Dinero:  (Dios  ó Mammón,  1). 

Divorcio:  El  — en  Inglaterra.  73. 

Dolor:  Sentido  del  — , 66. 

Douglas  Hyde:  Del  Marxismo  a Cristo:  — , 

t66. 

Economía:  (Vida  económica  y Orden  Moral, 
93);  (Sentido  Cristiano  de  la  Productivi- 
dad, 401);  (Condiciones  de  vida  en  Amé- 
rica Latina.  443). 

Educación:  (Sistemas  de  reformas  educacio- 
nales en  los  EE.  UU.,  213);  (La  formación 
del  sentido  social  en  los  hijos,  385);  (Con- 
diciones de  vida  en  América  Latina,  443). 

EE.  UU.:  Sistemas  de  reformas  Educaciona- 
les en  los  — , 213;  La  Corte  Suprema  de 
los  — y los  comunistas,  272. 

Elecciones:  Después  de  las  — , 82. 

Empresa:  (Sentido  cristiano  de  la  producti- 
vidad, 401). 

Episcopado:  Llamado  del  — chileno,  303. 

Esclavitud:  — en  pleno  siglo  XX,  120. 

España:  (Los  católicos  españoles  frente  al 
problema  del  salario,  352). 

Fe:  (Coexistencia  de  creyentes  e incrédulos, 
235). 

Familia:  (Primer  Encuentro  Interamericano 
del  movimiento  familiar  cristiano,  119  y 
310);  (Conclusiones  de  la  44.a  sesión  de  las 
Semanas  sociales  de  Francia,  430); 
Dueñas  de  casa  reemplazantes,  459). 

Fecundidad:  — y Esterilidad,  45. 


Filosofía:  En  el  campo  de  la  — , 128;  (Natu- 
raleza, libertad  y antirrealización,  433). 

Franceschi:  Monseñor  Gustavo  J.  — 346. 

Francia:  (Acusaciones  de  Time  contra  el  ca- 
tolicismo francés,  422). 

Freud:  A propósito  de  — , 337. 

Gabriela  Mistral:  — 49. 

Hilversum:  Los  protestantes  de  — , 417. 

Historia:  Una  página  de  — moderna,  139; 
(Vicente  Pérez  Rosales-  el  gran  entrome- 
tido, 253). 

Hurtado:  Mi  última  visita  al  P.  — , 248. 

Iglesia:  La  intransigencia  de  la  — Católica, 
304;  La  — y el  control  de  nacimientos, 
349;  (Encuesta  sobre  vocaciones  sacerdo- 
tales, 420);  (Acusaciones  de  Time  contra 
el  catolicismo  francés,  422). 

Inglaterra:  El  divorcio  en  — , 73;  Las  ciuda- 
des nuevas  en  — , 321. 

Inocencio  XI:  (Una  página  de  historia  mo- 
derna, 139). 

Italia:  (Sindicalismo  y Política,  9);  (Milán: 
una  diócesis  en  marcha,  78);  (La  reforma 
agraria  de  Sixto  IV,  97  y 155);  Reforma 
agraria  en  — , 257;  Pío  XII  y la  reforma 
agraria  en  — , 286. 

JOC:  El  tercer  encuentro  sudamericano  de 
la  — , 36;  Congreso  Internacional  de  la  — 
en  Roma,  267. 

Katholikentag:  El  — de  1956,  122. 

Kruschev:  El  informe  de  — 221. 

Laicos:  El  Apostolado  de  los  — , 306  y 468. 

La  Pira  Giorgio:  Conversación  con  — , 76. 

Leppich:  (Hombre  de  contradicción,  269). 

Literatura:  (Gabriela  Mistral,  49);  (Al  mar- 
gen- de  Daniel  y los  leones  dorados,  108). 

Madurez:  De  la  adolescencia  a la  — , 438. 

Marcelino:  — Pan  y vino,  178. 

Maritain:  (Aniversario  espiritual,  408). 

Marxismo:  Del  — a Cristo:  Douglas  Hyde, 
166. 

Matrimonio  (Dios  ó Mammón,  1);  (Fecundi- 
dad y Esterilidad,  45);  (El  divorcio  en 
Inglaterra,  73);  (La  Iglesia  y el  control 
de  nacimientos,  349);  (La  formación  del 
sentido  social  en  los  hijos,  385);  (De  la 
adolescencia  a la  madurez,  438). 

Milán:  — una  diócesis  en  marcha,  78. 

Moral:  (Fecundidad  y esterilidad,  45);  Vida 
económica  y Orden  — , 93;  (La  Iglesia  y 
el  control  de  nacimientos,  349);  (Bases  Mo- 
rales de  la  Comunidad  Internacional,  382). 

Miseria:  La  — actual.  244. 

Naturaleza:  — , libertad  y autorrealización, 
433. 

Papa:  El  lujo  del  — , 41;  (El  Papado  San  Pe- 
dro ¿Qué?,  75);  (La  Reforma  agraria  de 
Sixto  IV,  97  y 155);  El  — y la  vivienda 
insalubre,  295;  El  — y la  Unidad  europea, 
381. 

Pérez  Rosales:  Vicente  — : el  gran  entrome- 
tido, 253. 

Pierre:  El  llamado  de  l’Abbé  — en  Buenos 
Aires,  314. 

Política:  (Don  Crescente  y la  evolución  po- 


INDICE  DEL  VOLUMEN  VI 


479 


lítico-religiosa  de  Chile,  18);  (Después  de 
las  elecciones,  82);  — de  Vivienda,  297; 
(El  Papa  y la  Unidad  Europea,  381);  (Ba- 
ses morales  de  la  comunidad  internacio- 
nal. 382);  (Misión  del  Gobernante,  429). 

Post-guerra:  Panorama  internacional  de  la—, 
29. 

Psicoanálisis:  (A  propósito  de  Freud.  337). 

Protestantismo:  El  — en  Chile,  143;  (Los 
protestantes  de  Hilversum,  417). 

Reforma  agraria:  Vea  “agricultura”. 

Religión:  (Coexistencia  de  creyentes  e incré- 
dulos, 235);  (Hacia  una  solución  positiva 
de  nuestro  problema  religioso.  362);  (Acu- 
saciones de  “Time”  contra  el  catolicismo 
francés,  422). 

Salario:  Los  católicos  españoles  frente  al 
problema  del  — , 352. 

Satélites:  A propósito  de  — , 448. 

Semanas  Sociales:  Conclusiones  de  la  44.a  se- 
sión de  las  — de  Francia,  430. 


Sindicalismo:  — y política,  9. 

Sixto  IV:  La  reforma  agraria  de  — , 97  y 155. 
Social:  Directivas  del  cristianismo  — , 57; 
111;  (Miseria  actual,  244);  Sentido  — , 278; 
(Llamado  del  Episcopado  chileno,  303); 
(Los  católicos  españoles  frente  al  proble- 
ma del  salario,  352);  La  formación  del 
sentido  — en  los  hijos.  385. 

Thomas  More:  Sir  — , 70. 

Uruguay:  (El  primer  encuentro  interamerica- 
no del  movimiento  familiar  cristiano  en 
Montevideo,  310). 

Vida  rural:  Vea  Congreso. 

Vivienda:  El  problema  de  la  — en  América 
I, atina,  241;  La  — en  América  Latina.  289; 
El  Papa  y la  — insalubre,  295;  Política 
de  — , 297;  Pío  XII  y el  problema  de  la  — , 
331;  (Compañeros  constructores.  418;  (An- 
te un  hecho  ilegal,  461). 

Vocaciones:  Encuesta  sobre  — sacerdotales, 
420. 


Indice  Bibliográfico 


Abrahams  P.:  Je  ne  suis  pas  un  homme  li- 
bre, 326  (H.  Daubechies). 

Altman  G.:  Moscou  au  Tournant,  281  (C.  Al- 
dunate). 

Aranguren  J.  L.:  El  Protestantismo  y la  Mo- 
ral. 233  (J.  Aldunate). 

Baeza  M.:  Cantares  de  Chile.  138  (E.  Rivas). 

Barquero  E.:  La  Compañera.  379  (F.  Dussuel). 

Bates  H.  E.:  Mi  Amada  Lidia,  90  (T.  E.  E.) 

Bartlett  V.:  I-a  lucha  por  Africa,  180  (A.  Ba- 
rros). 

Bonnet  G.:  Le  Pain  de  Dieu,  377  (H.  D.). 

Bosco  H,:  El  Río  de  las  aguas  dormidas,  285 
(H.  D.). 

Borde  J.:  Evolución  de  la  Propiedad  Rural 
en  el  Valle  del  Puangne.  180  (R.  V.). 

Bories  M.:  La  Cruz  fuente  de  Vida.  90  (J.  Al- 
dunate). 

Boulard  F.:  P remiers  Itinéraires  en  Sociolo- 
gie  Religieuse.  378  (R.  V.). 

Brunner  A.:  A New  Creation.  281  (Zañar- 
tu  M.). 

Bunster  E.:  La  Orana  Tahití.44  (T.  E.  E.). 

Carpentier  R.:  Témoins  de  la  Cité  de  Dieu. 
87  (J.  Jiménez). 

Caspar  N.:  Metaphysik  des  Sittlich  Guíen. 
465  (H.  L.  A.) 

Castro  O.:  La  sombra  de  las  cumbres.  181 
(T.  E.  E.). 

Centre  d’Etudes  Laénnec.:  Puberté  el  Pro- 
blemas sexuels  de  l’adolescence,  464  (H. 
D). 

Chanson  P.:  Pour  la  santé  du  corps  et  de 
l’esprit.  379  (J.  Aldunate). 

Coessens  R.:  Comment  préserver  et  cultiver 
ma  résistance  organique  et  nerveuse  en 
vue  de  ma  mission,  327  (C.  Aldunate). 

Corti  M.:  Vivere  in  Cristo,  87  (G.  Claps). 

Cornely  F.  L.:  Cultura  Diaguita  Chilena  y 


Cultura  de  el  Molle,  89  (G.  Le  Paige). 

Corthis  A.:  El  Misterio  de  los  tres  estanques, 
44  (T.  E.  E.). 

Coutaz  B.:  La  peur  du  Gendarme,  380  (H.  D.) 

Cronin  A.  J.:  Más  allá  del  silencio,  44  (T. 
E.  E.). 

Du  Bos  Charles:  ¿Qué  es  la  literatura?,  284 
(L.  Morales). 

Durand  A.:  Jésus-Christ  Maitre  de  pensée, 
283  (A.  Vergara). 

Durand  L.:  Un  Amor,  466  (F.  Dussuel). 

Evely  L.:  Notre  Pére,  aux  sources  de  notre 
fraternité,  283  (H.  D.). 

Fernesole  P.:  En  face  du  laicisme  contem- 
porain.  Sa  Sainteté  Pie  XII  et  l’Education 
de  la  Jeunesse,  464  (H.  D.) 

Ferreres-Mondría:  Epítome  de  Teología  Mo- 
ral. 378  (J.  Aldunate). 

Francisco  de  Sales:  Introducción  a la  vida 
devota.  377  (J.  Aldunate). 

Fremont  D.:  Con  que  ¿quieres  casarte?,  327, 
(T.  E.  E.). 

Galíndez  J.:  La  Era  de  Trujillo,  134  (L.  Mo- 
rales). 

Gherman  P.:  L’áme  roumaine  écartelée,  232 
(O.  Mendoza). 

Gentiloni  F.:  Jean-Paul  Sartre  contra  la  Spe- 
ranza,  233  (G.  Claps). 

Gianini  O.:  Se  necesita  un  asesino,  44  (T. 
E.  E.). 

Gilson  E.:  Las  metamorfosis  de  la  ciudad  de 
Dios,  232  (O.  Mendoza). 

Gómez  Moreno  M.:  La  Inmaculada  en  la  Es- 
cultura Española,  378  (J.  Donoso). 

Góngora  M.:  Evolución  de  la  propiedad  ru- 
ral en  el  valle  del  Puangue,  180.  (R.  V.). 

Grevillot  J.  M.:  Las  grandes  corrientes  del 
pensamiento  contemporáneo,  42  (A.  Sán- 
chez). 


480 


Guardini  R.:  De  la  Mélancolie,  135  (L.  Pun- 
tel);  Pascal  ou  le  drame  de  la  consciencc 
chrétienne,  282  (L.  Puntel);  Cartas  sobre 
autoformación,  326  (R.  Gutiérrez). 

Gurrero  L.:  La  Caleta,  285  (F.  Dussuel). 

Henríquez  C.:  Mi  Río,  mi  selva  v mi  gente, 
90  (T.  E.  E.). 

Jacob  M.:  Giorgio  La  Pira,  134  (G.  Claps). 

Jakob  II.:  Zwiespaltiges  Dasein.  Existenziale 
Ontologie  von  Hegel  bis  Heidegger,  465 
(H.  L.  A.). 

Janssens  L.:  Droits  personnels  et  autorité, 
233  (J.  Aldunate). 

Jungmann  J.  A.:  Catequética,  329  (H.  Dau- 
bechies). 

Kolb  P.:  Correspondencia  de  Marcel  Proust 
con  su  Madre,  44  (T.  E.  E.). 

Laming  A.:  En  la  Patagonia,  confín  del  mun- 
do. 284  (F.  Dussuel). 

La  Mure  P.:  Moulin  Rouge,  44  (T.  E.  E.). 

Larraín  M.  Mons.:  Hacia  una  Espiritualidad 
del  Laicado,  464  (J.  Jiménez). 

Lorson  P.:  El  Misterioso  futuro  de  las  almas 
y del  mundo;  377  (S.  Marshall)  . 

Laurentin  R.:  Sens  de  Lourdes,  233  (H.  Dau- 
bechies). 

Leclercq  J.:  El  Problema  de  la  fe  en  los  me- 
dios intelectuales  del  siglo  XX,  43  (J.  Al- 
dunate). 

Lécuyer  J.:  Nuestro  Padre  Abraham,  280  (S. 
Cifuentes). 

Lelotte  F.:  Rabboni,  136  (J.  Arrau). 

Léonard  Y.:  Trois  billes  dans  le  soleil,  91 
(H.  Daubechies). 

León  C.:  Las  viejas  amistades.  328  (F.  Dus- 
suel). 

Léopold  R.:  Los  siete  milagros  de  Gubbio  y 
la  Cigüeña  y las  Joyas,  285  (T.  E.  E.). 

Lillo  B.:  El  Hallazgo,  379  (F.  Dussuel). 

Lindo  H.:  El  anzuelo  de  Dios,  285. 

Llovera  J.  M.a:  Tratado  de  Sociología  Cris- 
tiana, 180  (J.  Fernández). 

Marela:  Germán  de  la  Rosa,  328  (T.  E.  E.). 

Merton  Thomas:  La  senda  de  la  Contempla- 
ción. 326  (S.  Cifuentes). 

Moeller  Ch.:  Literatura  del  siglo  XX  y Cris- 
tianismo, 137  (O.  Mendoza). 

Morales  R.:  Denso  viene  el  día,  90  (T.  E.  E.). 

Moreau  A.:  Hacia  la  Esperanza,  181  (T.  E.  E.) 

Muedra  Y.:  Ciencias  naturales,  327  (A.  Ba- 
rros). 

Mysléres  Chrétiens  et  Action  Jociste,  282  (H. 
Daubechies). 

Nailis  M.  A.:  Ls¿  santificación  de  la  vida  dia- 
ria, 280  (J.  Burns). 

Orchard  B.:  Yerbum  Dei.  Comentario  a la 
Sagrada  Escritura,  233  (J.  Fanoni). 

Piettre  A.:  Les.  Trois  Ages  de  l’Economie. 
465  (R.  V.). 

Poblete  H.:  Misión  en  el  Pacífico,  88  (A. 
Arraño). 

Prieto  J.:  La  casa  vieja,  181  (F.  Dussuel). 

Quasten  J.:  Initiation  aux  Peres  de  l’Eglise, 


138  (L.  Morales).  Quince  plumas,  181  (F. 
Dussuel). 

Rahner  H.:  Ignacio  de  Loyola,  136  (H.  Dau- 
bechies). 

Reyes  S.:  El  Continente  de  los  hombres  so- 
los, 234  (G.  Marshall). 

Ried  A.:  El  Mar  trajo  mi  sangre,  90  (T.  E.  E.) 

Riquet  M.:  La  Iglesia  y María,  136  (J.  Burns). 

Robitaille  H.:  Pascal  et  la  tempéte,  91  (H. 
Daubechies). 

Rojas  M.:  Chile:  5 Navegantes  y 1 Astróno- 
mo. 284  (A.  Arraño). 

Rops  D.:  Histoire  Sainte,  43  (P.  C.  B.). 

Romero  H.:  India,  Enigma  y Presencia,  283 
(E.  Varas). 

Rossi  G.:  Hombres  que  encontraron  a Cris- 
to. 136  (S.  Marshall). 

Salet  G.:  Trouver  le  Christ,  326  (J.  Cifuentes). 

Sánchez  L.  A.:  Breve  tratado  de  Literatura 
General,  88  (A.  Arraño). 

Santa  Cruz  B.:  Leyendas  y cuentos  Breto- 
nes. 181  (T.  E.  E.);  Cuentos  Chilenos,  328 
(T.  E.  E.). 

Sertillanges  D.:  El  Orador  Cristiano,  327  (R. 

Hasche). 

Sheen  F.:  La  vida  merece  vivirse,  137  (C. 
Naveillán). 

Silva  Ossa  M.:  Vida  y muerte  del  día,  466 
(A.  Arraño). 

Simón  L.:  La  Brigada  que  fracasó,  181  (T. 
E.  E.). 

Soltikow  M.  von:  Nunca  la  noche  fue  más 
clara,  285  (T.  E.  E.). 

Stechert  A.:  La  continencia  periódica  en  el 
matrimonio,  135  (J.  Aldunate). 

Stern  G.:  La  Troisieme  Révolution.  Essai  sur 
la  psychanalyse  et  la  religión,  377  (L. 
Morales). 

Steven  P.:  Eléments  de  Morale  sociale,  233 
(J.  Aldunate). 

Tannenbaum  F.:  Filosofía  del  Trabajo,  42 
(A.  Sánchez). 

Tessier  G.:  L’áme  du  Syndicalisme,  327  (R.  Y.) 

Tibor  Mende:  Conversaciones  con  Nehru, 
134  (A.  Sánchez). 

Tonquédec  J.  de:  Merveilleux  métapsychique 
et  miracle  chrétien.  281  (C.  Aldunate). 

Varet  G.:  Manuel  de  Bibliographie  Philoso- 
phique,  280  (A.  Gaete). 

Voillaume  R.:  En  el  corazón  de  las  masas. 
464  (J.  A.). 

Vonier  Abad:  Mente  Cristiana,  90  (R.  Gutié- 
rrez); La  personalidad  de  Cristo,  90  (O. 
Begus). 

Wallenstein  A.:  Guía  práctica  de  la  perfec- 
ción Cristiana,  89  (J.  Aldunate). 

Waltari  M.:  El  Angel  sombrío,  181  (T.  E.  E.). 

Walter  E.:  La  Eucaristía;  La  Hermosura  de 
la  muerte  cristiana;  La  sublimidad  del 
matrimonio  Cristiano;  El  sello  de  Dios 
Vivo,  89  (J.  Aldunate). 

Wilkins  W.:  El  Enigma  de  Luis  XVII,  90  (T. 
E.  E.). 


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CORRESPONDENCIA  CON  LOS  LECTORES 


Frente 

al  mundo  de  hoy 


Mensaje 

UNA  VOZ  CRISTIANA, 
INTERPRETE  DE  LAS 
INQUIETUDES 
INTELECTUALES 
ACTUALES. 


VISION  DE  LOS  GRANDES 
PROBLEMAS  RELIGIOSOS, 
FILOSOFICOS,  SOCIALES, 
ECONOMICOS,  ARTISTICOS. 

UN  COMENTARIO  DE 
LOS  ACONTECIMIENTOS 
MUNDIALES 
SOBRESALIENTES 
TRATADO  CON  SERIEDAD 
Y HONRADEZ. 

ORIENTA, 

MARCA  RUMBOS, 

ABRE  MAS  AMPLIOS 
HORIZONTES. 

• 

NO  ES  UNA  REVISTA  MAS: 
ES  UN  MENSAJE 
CRISTIANO, 

FRENTE  AL  MUNDO 
DE  HOY. 


Z.  G.  AL:  “Mucha  luz  me  ha  dado  sobre  la  obligación 
de  los  laicos  de  cooperar  con  su  apostolado  a la  obra  de  la 
Iglesia,  el  artículo  del  P.  Karl  Rahner.  Siempre  se  me  había 
ofrecido  esta  dificultad:  por  una  parte  había  la  obligación 
que  todo  católico  tiene  de  pertenecer  a la  Acción  Católica 
(tomada  ésta  en  sentido  estricto,  o más  amplio,  incluyendo 
a cualquier  institución  que  haga  obra  de  A.  C.)  y por  otra, 
veía  la  imperiosa  necesidad  de  que  la  A.  C.  la  compusiese 
gente  de  élite.  Rahner  distingue  muy  acertadamente  entre 
el  “apostolado  de  la  caridad”  y el  “apostolado  del  ministe- 
rio”. Todos  por  fuerza  del  bautismo  y confirmación  estarían 
obligados  al  primero;  pero  solamente  los  aptos,  una  élite 
necesariamente,  al  segundo.”  — (lector  de  Concepción). 

—En  la  práctica  necesariamente  se  ha  de  tener  en  cuen- 
ta la  distinción  de  Rahner.  Una  A.  C.  masa  va  al  fra- 
caso. El  Santo  Padre  en  su  magistral  discurso  al  II  Con- 
greso Mundial  para  el  Apostolado  de  los  Laicos,  del  5 
de  octubre  de  195?,  ha  dicho:  “no  todos  los  cristianos  son 
llamados  al  Apostolado  seglar  en  sentido  estricto.  Los 
apóstoles  laicos  constituirán  una  élite.” 

F.  J.  R.:  “Estoy  suscrito  desde  hace  poco  tiempo  a la 
revista  de  su  digna  dirección,  y al  leerla  he  sentido  el  im- 
pulso de  felicitarle  por  la  calidad  cristiana  y cultural  de  ella, 
llago  votos  porque  quienes  la  lean  sepan  responder  al  urgen- 
te llamado  que  Mensaje  les  hace:  llevar  a Cristo  a las  almas. 
Me  permito  además  molestarlo  con  lo  siguiente:  me  intere- 
san algunos  libros  que  Ud.  indica  en  la  sección  Libros  Re- 
cibidos, y desearía  saber  si  pueden  enviarlos  contra  reem- 
bolso. Por  el  momento:  Culture  ct  Civiíisation,  de  Laloup  et 
J.  Nélis,  y Le  Mystere  de  la  Eglise  et  de  ses  Sacrements,  de 
Scheeben”.  — (suscriptor  de  Curicó) . 

— En  carta  particular  hemos  respondido  a sus  deseos. 
Quedamos  siempre  a su  disposición  para  lo  que  le  po- 
damos servir. 

M.  A.  AL:  “Aprovecho  esta  ocasión  para  manifestarle 
el  interés  que  me  ha  despertado  el  artículo  sobre  Acción  Ca- 
tólica y sobre  el  Encuentro  Interamericano  del  Movimiento 
Familiar  Cristiano  en  Uruguay”.  ( Mensaje , septiembre,  1957, 
pág.  510) . — (suscriptor  de  Santiago) . 

R.  A.  G.:  “Encuentro  que  Mensaje  es  demasiado  serio, 
que  se  nota  en  exceso  la  mano  de  sacerdotes.  No  olviden  que 
el  grueso  público  necesita  formación  e información  acerca 
de  los  principios,  pero  que  también  busca  entretención.  En 
Mensaje  la  casi  totalidad  de  los  artículos  son  áridos  y uno 
siente  verdaderamente  que  no  logra  digerir  la  totalidad  de 
la  revista.  Me  imagino  que  informaciones  más  livianas  al  es- 
tilo de  “París  Match”  o incluso  Ercilla,  que  siempre  traen  al- 
gún artículo  de  información  general,  puede  ser  aconsejable. 
Lógicamente  que  les  guardo  las  debidas  consideraciones  a los 
redactores  quizá  demasiado  sesudos  de  su  Revista,  y no  pre- 
tendo que  se  transformen  en  comentaristas  deportivos  o de 
escándalos  sociales,  pero  el  ejemplo  puesto,  que  puede  ser 
malo,  les  dará  una  idea  de  mi  sugerencia.”  — (suscriptor  de 
Santiago) . 

—Toda  su  carta  es  de  alto  interés  para  los  que  trabaja- 
mos en  Mensaje.  Por  ahora  sólo  hemos  copiado  un  párra- 
fo. Admitimos  en  parte  (tal  vez  en  todo)  su  observa- 
ción, o sea,  echamos  de  menos  una  mayor  agilidad  perio- 
dística, que  naturalmente  conserve  el  carácter  propio  de 
una  revista  esencialmente  orientadora,  seria.  Es  una  li- 
mitación inherente  al  fin  propio  de  Mensaje,  muy  diver- 
so de  la  finalidad  de  entretener  con  informaciones,  e in- 
formar, propio  de  un  Semanario  como  Ercilla. 

U.  B.  AL:  “Creo  que  lo  mejor  publicado  entre  nosotros 
sobre  Freud  con  motivo  de  su  centenario  es  el  artículo  de  Her- 
nán Larraín  publicado  en  el  número  de  Mensaje  correspon- 
diente al  mes  de  octubre.  Les  felicito.”  — (suscriptor  de  San- 
tiago. 


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07-10-03  32180 


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ESCUELA  TIPOGRAFICA  SALES1ANA