UBRARY OF PRINCETON
JUL I 5 ?003
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ITHEOLOGICAL SEMÍNARY
Digitized by the Internet Archive
in 2016
https://archive.org/details/mensaje6651unse
DE LA ADOLESCENCIA A LA MADUREZ
TU EXE SE GOOIN-DECAIUE
CONDICIONES DE VIDA EN AMERICA LATINA
MAMO ZAS A RI E
A PROPOSITO DE SATELITES
EL ALCOHOLISMO DE LOS NIÑOS
julio jim i:\ez n
EL APOSTOLADO DE LOS LAICOS
DICIEMBRE — 1957
o
MENSAJE
DICIEMBRE 1957 - VOL. VI - N? 65
DIRECCION:
Alonso Ovalle 1452 — Casilla 597
Fono 83226 — Santiago de Chile
DIRECTOR - FUNDADOR
(t) R. P. Alberto Hurtado Cruchaga,
S. I.
DIRECTOR
José Aldunate Lyon, S. I.
SUSCRIPCION ANUAL:
Ordinaria S 800
De bienhechor ” 5.000
para el extranjero ”3 USC.
para el extranjero (por vía
aérea) ”6 USC.
Valor Núm. suelto ” 80
AVISOS:
1 página S
1/2 ” "
1/3 " ”
1/4 " ”
1/6 ” ”
SUMARIO:
Pag.
NATU RALEZA, LIBERTAD T
AUTORREAL1Z ACION, por
Mateo Andrés, S. J 433
DE LA ADOLESCENCIA A LA
MADUREZ, por Therese Gouin-
Decaire 438
CONDICIONES DE VIDA EN
AMERICA LATINA, por Ma-
rio Zañartu, S. J 443
,1 PROPOSITO DE SATELITES
por Julio Jiménez B., S. J. .. 448
SIGNOS DEL TIEMPO:
China Comunista 455
Alcoholismo de los niños 456
Dueñas de Casa Reemplazan-
tes 459
Ante un hecho ilegal 461
CINE:
“Le Balón Rouge" 462
ORIENTACION BIBLIOGRAFI-
CA 464
DOCUMENTOS:
S. S. Pío XII y el Apostolado
de los Laicos 468
INDICE DEL VOLUMEN VI... 476
18.000
9.000
6.000
4.500
3.000
Correspondencia con los Lectores
Tenemos el agrado de comunicar a nuestros lectores la
siguiente carta de la Cámara Chilena de la Construcción:
El Directorio de la Cámara Chilena de la Construcción
se impuso recientemente del contenido de los números ríe esa
revista correspondientes a los meses de julio y agosto y, es-
pecialmente del de septiembre del año en curso, en los que
se hacen interesantes análisis del problema de la vivienda en
Chile y en América Latina en general, mereciendo los más
elogiosos comentarios por la seriedad y altura de miras con
que en ellos se enfoca esta materia.
“En dicha oportunidad se acordó expresar a Ud. la com-
placencia del Directorio de la Cámara por la forma como
realiza esa interesante campaña de difusión en un asunto de
tanta gravedad como actualidad.”
Z. S. L.: “Deseo seguir recibiendo Mensaje; en sus pá-
ginas abarca tantos temas de interés general, con valentía
y solidez de doctrina” — (suscriptor de Iquique).
A. D. A.: “Perdone la demora en cancelar la suscrip-
ción. No me resigno a deshacerme de una revista tan hermo-
sa, por lo bien orientada y porque, cuando la recibo, me pa-
rece revive en mi alma esa espiritualidad chilena y me llega
mucho de esa tierra bendita en donde tuve la dicha de ejer-
cer el apostolado durante cuatro años.” — (suscriptor de Bil-
bao, España) .
Z. S. E.: “Con el número dedicado a la vivienda (sep-
tiembre, 1957) han respondido muy oportunamente al llama-
do del Episcopado de fecha 29 de julio, donde entre otras
cosas nos dicen los Obispos que se realizará próximamente
una Semana Social para contribuir precisamente a la solu-
ción práctica del problema de la vivienda, el cual es, dicen
los Prelados, “uno de los más apremiantes y graves”. Les
agradecería nos tuviesen al corriente de la fecha y temario
de la Semana.” — (lector de Rancagua) .
P. A. L.: “Sean mis primeras palabras una calurosa
felicitación por la excelente calidad de los artículos que nos
trae Mensaje. Tanto es así que en algunas oportunidades he
puesto en discusión, algún artículo en nuestra Academia de
Profesionales y Universitarios Católicos, y nos hemos ba-
sado solamente en él para efectuar una reunión.” — (suscrip-
tor de la diócesis de Valparaíso).
— Nos alegramos mucho que como ya lo hacen en oirás
partes, especialmente en academias de jóvenes, Mensaje
les dé pie para discutir temas de interés para ustedes.
Aprovechamos la ocasión para agradecerle la ayuda en-
viada en favor de nuestra revista.
S. F. R.: “Le ruego felicite en mi nombre y en el de
mis compañeros de inquietudes religiosas al P. Alfonso Ver-
gara por su sugestivo artículo sobre la “Intransigencia de
la Iglesia”; necesitamos los que estamos en contacto con el
diario vivir, donde tanto se oye hablar contra la Religión
por su intolerancia frente a las costumbres que pugnan por
introducirse en nuestros medios sociales, necesitamos tener
bien presente esa intransigencia que nace de la verdad”. —
(lector de Santiago).
— Se refiere al artículo publicado en septiembre y cuyo
título es “La intransigencia de la Iglesia Católica.”
L. A. P .: “Me permito hacer una pequeña crítica a
\l ensaje. Me parece que en su sección Orientación Biblio-
gráfica debería dársele mayor importancia a aquellos libros
o novelas, que sin ser de formación, influyen tanto, y con
seguridad son más leídos que libros de carácter más serio.”—
(lector de Liinache).
— Aunque limitados por el espacio reducido y por el
apremio de las Editoriales que nos remiten los libros pa-
ra recensión, tendremos muy en cuenta su nota.
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DICIEMBRE - 1957
VOLUMEN VI - N.° 65
MENSAJE
El mensaje cristiano frente al mundo de hoy
Naturaleza , Libertad
y Autorrealización
por MATEO ANDRES, S. 1. (*)
(Este trabajo es un comentario al tema
existencialista de la autorrealización del hom-
bre por sí mismo, sobre todo tal como es pro-
puesta por Heidegger y Sartre; el tema se su-
pone ya conocido, y por eso no se dan citas;.
I
HE aquí este ser maravilloso que es
hombre: ahora tiene 40 años, y es
alto, fuerte... un atleta; es culto,
educado. . . un maestro. Hace 35 años le
faltaba la altura y la fortaleza, la cultu-
ra y la educación. Hace 35 años era un
niño.
Sin embargo, no osaremos negar que
se tratase del mismo hombre. El hombre,
pues, es creado en semilla; y debe cre-
cer. El niño es semilla del hombre; semi-
lla que es sembrada ‘ en la tierra” del
tiempo. De otro modo: el niño dista del
hombre; cuando dos cosas distan entre sí,
en medio hay un espacio; separando al ni-
ño del hombre hay un tiempo. La distan-
cia entre el niño y el hombre es temporal,
(*) El autor es profesor de Filosofía en el Seminario
de Santo Tomás — Ciudad Trujillo, Rep. Dominicana.
la ha de llenar el hombre con sus propios
actos. La suma de estos actos sería el
tiempo, el tiempo humano, el tiempo don-
de y con que el hombre se crea. Pero esto
supone - — a menos que quiera uno recha-
zar el curso natural del razonamiento hu-
mano— que ya al principio (antes de
obrar), hay algo que puede poner esos ac-
tos. De otro modo, esos actos son ininte-
ligibles en sí mismos. Así los actos —el
tiempo humano — suponen un sujeto ca-
paz de actuar. Síguese de aquí la impor-
tancia excepcional del tiempo en la for-
mación del hombre; pero se sigue tam-
bién otra consecuencia y es la que ahora
nos interesa, a saber, que el tiempo afec-
ta sólo a los actos humanos y que eso
"otro”, anterior, supuesto como condición
de inteligencia de la actividad, es intem-
poral en algún modo, participación im-
perfecta de la Eternidad-Dios. Indebida-
mente se afirma, pues, que el hombre es
sólo tiempo sin eternidad, sólo relativo,
sin absoluto, sólo puro hacerse sin densi-
dad alguna ontológica.
El Existencialismo define al hombre
como pura posibilidad que debe hacerse;
al principio de sí mismo el hombre es na-
MATEO ANDRES
4Ó4
da hecho, sino puro y desmido poder de
hacerse. Por consiguiente el hombre es
lo que se haga el mismo, es el conjunto
de sus actos, es tiempo. Lo eterno, lo ab-
soluto ha sido robado al hombre, que de
este modo queda despojado de su mismo
ser esencial, reducido a pura existencia,
a mero hacerse. El hombre es sólo ser re-
lativo, ser temporal," ser ultramundano,
sin esencia metafísica, sin normas uni-
versales de moral, sin sentido y sin valor
fuera de los que el mismo se dé con sus
actos. Esencia, normas morales, sentido y
valor son creaciones del misino hombre,
de la existencia concreta, en su libre au-
tpproyectarse hacia el futuro. Para este
Existencialismo el hombre en cada mo-
mento es igual a ¡o que se ha hecho, a la
suma de sus actos, y eso es su esencia.
Pero según la insinuación arriba he-
cha. el hombre ya al principio de sí mis-
mo. antes de empezar a hacerse, es algo:
comienza, pues, su carrera sobre un capi-
tal “heredado”, recibido de Dios (crea-
ción). I iene, pues, un sentido y un valor:
distintos sin duda e independientes de los
que él mismo con sus actos pueda aña-
dirse en el tiempo. En cualquier momen-
to dado, el hombre es igual a lo que “era”
desde el principio más lo que él se ha
hecho.
Considerando ahora al hombre como
libertad — hasta ahora lo habíamos con-
siderado como tiempo — , hemos de decir
que el hombre no es pura libertad, sino
libertad con naturaleza, libertad limita-
da, libertad condicionada, libertad con
necesidad.
II
Pero esta última afirmación lleva nues-
tra explicación a un momento difícil. Si
eso intemporal que el hombre “es”, antes
de comenzar a hacerse, condiciona su
obrar temporal ¿cómo salvar la libertad?
Porque si no es posible admitir que el
hombre es libertad, al menos debe reco-
nocerse que tiene libertad. ¿Cuáles son,
pues, las relaciones de la naturaleza y
la libertad en el hombre? Podíamos pre-
guntar también: cuáles son las relaciones
de lo universal y lo concreto, de lo abso-
luto y lo relativo, de la esencia y la exis-
tencia en el hombre?
Sabemos que el Existencialismo es re-
acción contra el Idealismo, especialmen-
te hegeliano; típico de esta escuela es
anular la existencia en la esencia, el re-
lativo en el absoluto, el concreto en el
universal. En el animal, por ejemplo, la
esencia explica totalmente la existencia,
todos y cada uno de los actos de la exis-
tencia; aquí no hay lugar para la liber-
tad; el tiempo en sentido humano tam-
bién perece. Porque de acuerdo con es-
ta concepción, el futuro está contenido
ya en el pasado, y nacerá de él inexora-
blemente. Tal viene a ser la esencia en
la filosofía hegeliana. Para una filosofía
tal. el hombre, hablando propiamente, no
se hace; es hecho por una fuerza superior
a sí mismo, a su libertad. Esta no es más
que un hombre/ vano, sin intervención
verdadera en el desarrollo de su ser. El
hombre es dado, no se da; existe pasiva-
mente al desenvolvimiento de su ser, co-
mo un espectador de cine presencia el
curso — ya previamente hecho y precisa-
mente por otro — de la película.
Contra este universalismo de la esen-
cia que anula la existencia humana, se
alzó Kierkeggaard. defendiendo los dere-
chos de la libertad. Esta defensa era del
todo justa y necesaria: el Idealismo ha-
bía matado al hombre, robándole su más
alta prerrogativa: la libertad en la cons-
titución de sí mismo.
Pero cuán difícil resulta siempre que
una reacción guarde la medida justa, y
no traspase los límites: Kierkeggaard sa-
lió por derechos de la existencia huma-
na contra el exagerado esencialismo idea-
lista; salió por los derechos del relativo,
absorbido en Ilegel por el absoluto. Pero
Kierkeggaard respetó el absoluto, se man-
tuvo en su reacción dentro de los límites
justos, al menos en este punto. Heidegger
y Sartre, en cambio, fueron mucho más
allá: de tal modo reaccionaron contra el
Idealismo que negaron toda esencia; se
fueron al extremo opuesto: destacaron
tanto el relativo que negaron el absolu-
to. sacando a iuz ese hombre existencialis-
NATURALEZA, LIBERTAD t AUTORUEALIZACION
ta, pura existencia sin esencia, puro re-
lativo sin valor ni sentido universal: un
ser que es mero hacerse intramundano
sin vinculación al absoluto, puro relativo
inexplicable en su ser de relativo, un ser
absurdo y en fin de cuentas nauseabundo.
Pero con estas exageraciones tampoco
hemos logrado nada, y el hombre sigue
siendo no-hombre; sigue siendo tinta y
papel en los libros de unos profesores que
en su reacción contra el abstraccionismo
idealista han caido ellos mismos en otro
abstraccionismo acaso peor.
Digamos, pues, con la filosofía más
concreta que haya existido: el hombre es
naturaleza y es libertad; es eternidad y
es tiempo; es universal y es concreto; es
absoluto y es relativo; es esencia y es
existencia. Pero en este caso sigue la di-
ficultad de conciliar la naturaleza y la
libertad en el hombre. Veamos qué pue-
de decirse.
En el animal la esencia, lo universal
explica la existencia, lo concreto: lo in-
temporal explica el tiempo. Podemos de-
cir: el animal no tiene futuro; sus actos
futuros — su futuro — aunque aún no han
sido hechos, están ya prefijados; su fu-
turo está ya en su presente, su presente
es su futuro. No así en el hombre, en
quien el presente no contiene prefijado
su futuro; éste es de veras futuro, porque
aún no está contenido en su presente, si-
no disponible en ese poder que el hom-
bre tiene y se llama su libertad.
El hombre, pues, no es naturaleza sin
libertad — hombre idealista—, ni libertad
sin naturaleza — hombre existencialista — ,
sino naturaleza con libertad - — hombre
verdadero — . Porque tiene naturaleza, da-
da a él por Otro, tiene un sentido y un
valor, dados por ese su Hacedor; el mis-
mo, haciéndose gracias a su libertad, se
da también nuevo sentido y nuevo va-
lor; pero esto sólo en subordinación a eso
que ya “es”; lo que hace sólo es válido
si se mantiene dentro de los límites de
lo que ya es. Antes que el hombre se ha-
ga. ha sido hecho por Dios; antes que el
hombre se piense, se quiera, se proyecte
hacia el futuro, ha sido pensado, querido,
proyectado por Dios. El hombre que, des-
de que logra el autodominio, es término
435
de sus propios proyectos libres, ha sido
anteriormente término de un proyecto, de
una intención divina. No tiene, pues, so-
lamente el sentido que él se dé. sino co-
mo fundamento tiene el sentido que Dios
le ha dado. Y siendo este sentido funda-
mental, su misma libertad o capacidad
de darse sentido queda circunscrita den-
tro de unos límites. Podrá acaso intentar
romper esos límites, pero sus intentos
— intentos absurdos — serán contra sí mis-
mo, para su propia destrucción. El po-
der de darse sentido, que compete al hom-
bre gracias a su libertad, sólo tiene sen-
tido si se ejerce dentro de los límites
señalados por Dios; ser hombre es pro-
yectarse dentro del campo de posibilidad
demarcado por Dios. Proyectarse fuera
de ese campo humano, si acaso es posibi-
lidad física, no lo es moral: haciéndolo
el hombre obra el mal, y por consiguien-
te no se hace sino que se deshace. Des-
pués de un acto inmoral el hombre no
es más, sino menos; ese acto es una resta,
no una suma: con él ha querido salir fue-
ra de los límites de lo humano; ha que-
rido des-humanizarse. Y no cabe duda
que de esa des-humanización es él res-
ponsable, puesto que pudo mantenerse
fiel a sí mismo.
Hemos entrado con esto, en el aspecto
moral del hombre-libertad: la libertad
contiene el poder de hacerse y los lími-
tes dentro de los cuales debe hacerse el
hombre. Estos límites son: el hombre no
depende sólo de sí mismo, de sus propios
proyectos, puesto que él mismo, anterior-
mente a sus actos, ha sido término de un
proyecto, de un acto divino. Poder de
hacerse — libertad — es poder y deber de
desarrollar hasta su perfección el ser que
se ha recibido: no más y no menos. El
que quiere desarrollarse menos niega a
Dios por cobardía; el que quiere desarro-
llarse más, niega a Dios por soberbia;
el hombre perfecto es el que está siem-
pre a la altura de sí mismo, el que obra
conforme a su ser: el que hace de veras
porque es libre, pero obedece porque es
criatura; el que obra dentro de los lími-
tes del propio ser.
La ley moral es tan esencial al hom-
bre como el régimen alimenticio lo es al
436
MATEO ANDRES
enfermo: toda extralimitación en uno y
otro caso es dañosa y acaso mortal. El
hombre puede hacerse, y en esto es dis-
tinto del animal; pero debe hacerse den-
tro de ciertos límites, y en esto es distin-
to de un pequeño dios. El hombre es un
ser que Dios hizo "paulo minorem ange-
lis”: con poder de hacerse en el tiempo
— libertad — , pero según un sentido ultra-
temporal: en él el tiempo, el hacerse, no
debe fluir sin referencia a su eternidad;
su existencia no debe fluir sin referencia
a la esencia; ni totalmente "atada” — ca-
so del animal — ; ni totalmente libre — ca-
so de un pequeño diosecillo — ; es decir,
"atada”, pero con lazos morales, que son
los únicos conformes con su libertad.
Queda, pues, cierto que el hombre es
el único ser que se hace. Y ello es efecto
de su libertad, i’.e. de ese poder que tie-
ne de escoger dentro de ciertos límites su
futuro. Dios no se hace, Dios ES; en El
es actual todo su posible; El es EL SER;
actualidad pura. El animal no se hace,
según un sentido especial, a saber, en
cuanto que su futuro está ya pre-fijado,
está ya “hecho” en su presente; no esco-
ge, recibe lo que le viene dado por su pro-
pio fluir interior. No así en el hombre,
cuya libertad hace que el futuro dependa
continuamente, dentro de ciertos límites,
de sí mismo; puede decirse que el hombre
es el único ser que tiene futuro: Dios es
lo que es; nada adquiere, nada pierde: su
presente es su futuro y su pasado. Dios
es la eternidad; Dios no tiene posible al-
guno (interno) . El animal y el hombre
son lo que son más lo que se harán: tie-
nen posible, tienen futuro, pero de diver-
so modo. El posible del hombre depende
de su naturaleza y de su libertad, así
en una gran parte él se lo da a sí mismo;
el del animal depende todo y sólo de su
naturaleza, y así de ningún modo se le
da él a sí mismo. El animal sufre el fu-
turo: es hecho; el hombre escoge el futu-
ro: se hace. En este sentido autocreador
sólo el hombre tiene futuro, y lo tiene
gracias a su libertad, que resulta por lo
m i s m o una participación especialísima
del poder creador divino. Es precisamen-
te este punto lo que ahora nos toca exa-
minar brevemente.
III
No es posible señalar aquí todos los
aspectos de semejanza — y desemejanza
también — entre el acto creativo y el ac-
to libre. Pero no queremos terminar esta
exposición sin señalar uno, el más im-
portante.
Cuando Dios crea, hace la cosa crea-
da “ex nihilo”. Esta expresión puede ser
imperfecta, pero su significado, dentro
del misterio que envuelve, es suficiente-
mente clara: la cosa creada no supone
nada anterior a sí misma, sino es su po-
sibilidad. Cuando el carpintero hace una
mesa no crea; transforma. Existía ya la
madera — la acción transformadora del
carpintero supone esa madera — , él toma
los instrumentos y la transforma; no ha-
ce el ser, sino que cambia solamente al
que ya existe, le da otro modo de ser.
Cuando Dios creó el mundo nada exis-
tía: ninguna materia primitiva de la cual
se valiese en su acción creadora; crear es
poner en la existencia un ser que aún no
existe, no transformar en otro uno que
ya existe.
Por eso el crear no se realiza con ins-
trumentos. ¿De qué podrían servir los ins-
trumentos allí donde nada hay que pue-
da ser transformado? En la acción crea-
tiva inmediatamente actúa sólo la volun-
tad, y su actuación consiste en pronun-
ciar dentro de sí misma, en su interior
callado y silencioso, el quiero definitivo.
Dentro suena ese quiero eficaz, y fuera
aparece el ser: un ser que de veras es
nuevo, totalmente nuevo, en el sentido
más hondo de esta palabra, el ser crea-
do, recién salido en su totalidad de la na-
da, gracias a la acción creadora.
Pues bien, la actuación libre de la vo-
luntad tiene sus puntos de contacto con
la acción creadora. Ante todo, la acción
libre, en cuanto es verdaderamente libre,
no supone nada antes de sí: no nace de
una causa en la cual estuviera ya con-
tenida, sino que en cuanto libre nace to-
da del poder de decisión de la voluntad.
Entendámonos: la acción creadora supo-
ne una voluntad que quiere crear; la ac-
ción libre supone una voluntad que quie-
re elegir. Y el querer no siendo irracional
NATURALEZA, LIBERTAD Y AUTOR REALIZACION
y absurd.o supone el conocer. Esto es cla-
ro. Tampoco pretendemos negar que la
acción libre humana — puesto que no es
plena y absolutamente libre — está en
parte condicionada por precedentes ya
fisiológicos, ya psicológicos, ya sociológi-
cos, etc. Lo que queremos decir es que
estos precedentes — que sin duda existen
en el hombre — no contienen la acción
libre, de modo que esta deba explicarse
toda como consecuencia de ellos. En tal
caso tendríamos no libertad sino determi-
nismo: un determinismo fisiológico, psi-
cológico o social, según los casos. Como
la cosa creada es totalmente nueva, es un
primer comienzo, así también lo es la ac-
ción libre en cuanto libre. Notémoslo
bien: la acción humana depende en par-
te — a veces acaso en todo — de prece-
dentes o causas, y depende en parte de
la voluntad libre. En razón de esta do-
ble dependencia debe decirse que de tal
manera es libre que no es del todo libre.
En cuanto no libre — y en el grado en que
no lo sea — la acción humana es necesa-
ria; es decir, causada, motivada, traída a
la existencia en la cadena férrea del des-
arrollo causal de la vida del hombre. En
este sentido claro es que la acción libre
no es un primer comienzo, sino una con-
tinuación, una consecuencia; supone al-
go antes de sí, precisamente aquello de
lo cual se sigue como continuación y con-
secuencia. Esta acción en nada se parece
a la acción creadora, pero esta acción no
es libre o no lo es en ese aspecto deter-
minado.
Pero la acción humana tiene también
su lado de libertad; si no totalmente es
en parte libre; y en este sentido no es
continuación de nada anterior a ella, no
llega a la existencia como un eslabón
más en el fluir vital del hombre, sino que
aparece inesperadamente como una crea-
ción de la voluntad; es por tanto un ver-
dadero primer comienzo en sentido total,
antes de ella no hay nada que la expli-
que; no tiene pasado. Es, pues, como la
creación: “productio ex nihilo”, un pri-
437
mer comienzo en sentido total.
En el ejercicio de la libertad es don-
de el hombre participa más densamente
del poder de Dios; en alguna manera se
vuelve creador de sí mismo, se autocrea.
Mediante esta autocreación o autorreali-
zación, el hombre se da ser, valor y sen-
tido; pero no absolutamente, puesto que
ya antes era un ser, tenía un valor y un
sentido. Su libre autorrealizarse no es,
pues, total: está condicionado y referido
o lo que ya es en virtud del querer, del
libre ejercicio de la libertad del Otro; su
libertad humana continúa la obra empe-
zada por la Libertad-Dios.
La libertad humana recibe toda su
grandeza de esta misión maravillosa; con-
tinuar la obra de Dios, seguir la obra
allí donde El la ha dejado. Pero de esa
misma misión recibe también sus límites:
si debe continuar la obra de Dios, sólo
cuando la continúa de veras logra su
grandeza máxima. Continuar una obra
empezada por otro es seguir las direccio-
nes señaladas por aquel que la comenzó;
continuar es en algún modo subordinar-
se y servir. La libertad humana sólo en
esta subordinación y servicio alcanza su
grandeza. Serviré Deo regnare est, se di-
ce en la liturgia católica. La libertad ab-
soluta de Sartre es absurda, y más que
creativa es destructiva del hombre. Por-
que desconoce su íntima esencia que con-
siste en esta función complementaria de
la obra de Dios: Dios comenzó al hom-
bre, y el mismo hombre debe acabarse
siguiendo los planos ya trazados por El.
La subordinación moral pertenece a la
esencia de la libertad humana. Es cierto
que la libertad tiene el poder de crear
— en el sentido explicado— pero no es
menos cierto que ese poder maravilloso
debe ser retenido dentro de límites, fue-
ra de los cuales su poder creador se con-
vierte en poder destructor, por extrali-
mitarse.
Una libertad totalmente dueña de sí
misma, sin obligación moral, es una li-
bertad no-humana, una falsa libertad.
De la Adolescencia a la Madurez
DIFICIL es determinar cuando co-
mienza la adolescencia. El mismo
problema se presenta si tratamos de
precisar cuándo termina.
No se trata de una simple cuestión de
edad cronológica; sabemos que psicológi-
camente se puede ser adolescente a los
cuarenta años como a los dieciséis. ¿Cuán-
do situar, desde el punto de vista que nos
interesa, el límite superior del período
de la pubertad?
De acuerdo con muchos autores con-
temporáneos (Spiegel, Bernfeld, Fenichel,
De Creeff. Josselyn, etc.), podemos decir
que la adolescencia termina cuando el in
dividuo se hace capaz de volverse hacia
un ser:
distinto de sí mismo; distinto que
una persona de su mismo sexo; dis-
tinto que sus padres; y esto para
amarle a la vez sexual y tiernamente.
Se habrá llegado a la madurez cuan-
do es posible al hombre amar a la mujer,
y a la mujer amar al hombre con un amor
que integre a la vez sexualidad y ternura.
Decimos, cuando es posible; puede su-
ceder. en efecto, que el individuo escoja
precisamente esta época para renunciar
al amor humano. Lo cual no significa que
no haya llegado a la madurez, sino que
ha descubierto otro bien distinto del amor
conyugal. Por otra parte, no existe ver-
dadera renuncia sino a condición de que
el amor humano sea posible, ya que no
se puede renunciar a algo que nos es in-
accesible.
(*) cfr. La vie spirituelle, Supplément, n? 32,
pp. 99-110.
por TH ERESE GOUIN-DECARIE (*)
Máscaras de la madurez.
Pero la mayor parte de los individuos
no se quedan en el plano de lo posible;
ejercen en la vida d i a r ia esta capaci-
dad de amor a la vez sexual y tierno: se
casan .
El matrimonio, o más exactamente, el
matrimonio feliz es, pues, casi siempre
un excelente criterio de madurez. ¿Por
qué decimos “casi siempre”?, porque hay
goces ilusorios, porque la madurez tiene
su máscara. Trataremos de descubrir es-
tas máscaras para llegar a conocer su ver-
dadero aspecto; como la psicología feme-
nina nos es más familiar que la mascu-
lina, estudiaremos estas máscaras en el
contexto particular de la esposa.
Se cree demasiado fácilmente que la
mujer casada ha llegado necesariamente
a la madurez. Es verdad que la mujer
convertida en esposa es necesariamente
una persona madura, pero la mujer no
se hace psicológicamente esposa por el
solo hecho del matrimonio, de la misma
manera que no se hace psicológicamente
madre por el solo hecho de dar a luz una
creatura.
Y una mujer puede ser en su matri-
monio algo muy distinto que esposa. Pue-
de ser (para no considerar sino los extre-
mos) la hija de su marido, o bien su ma-
dre. Tratemos de precisar estos dos tipos
de personalidades femeninas.
La mujer-hija-de-su-marido, es aque-
lla que nunca ha franqueado la etapa
particular donde el amor por el amor,
prima sobre el amor por el otro, donde
el narcisismo prevalece al altruismo. Es
DE LA ADOLESCENCIA A LA MADUREZ
459
la que se ama a sí misma con un amor
infantil (porque, no hay que olvidarlo,
hay un amor de sí mismo que se encuen-
tra en la base de todo equilibrio men-
tal), pero esta mujer se ama como un ni-
ño se ama a sí mismo, o sea en la medi-
da que él es amado de los otros. No pue-
de tolerar la ausencia del amor hacia ella,
o aún la simple indiferencia. O bien hu-
ye de aquellos que no se interesan por
ella, o bien trata por todos los medios
psicológicos de que dispone (son de or-
dinario numerosos) de seducirlos.
Así su deseo insaciable de ser amada
permanece frecuentemente en la raíz de
su entrega a los demás; en realidad, no
ama verdaderamente, o sea, no ama al
otro en tanto que otro, al otro tal como
existe en la realidad, sino a un ser que
ella ha creado conforme a su imagina-
ción y emotividad.
¿Cuál es su comportamiento diario co-
mo esposa? Joven antes de casarse, esta-
ba rodeada siempre de amantes apasio-
nados que pronto se convertían en aman-
tes decepcionados. Una vez casada, nun-
ca llega a renunciar completamente a esos
amores de adolescencia y busca todavía
rodearse de muchos de los que ella ha de
ser el centro. Su deseo de ser amada y
admirada es tan violento que, aunque ca-
si siempre se mantenga esposa fiel, se en-
cuentra frecuentemente complicada en
una aventura amorosa que sólo puede ser
desgraciada, ya que el amor no puede
ser recíproco. Entonces, descubre real-
mente admirada (su deseo de seducción
es inconsciente) que aquel antiguo ami-
go de su marido, o ese querido compañe-
ro de infancia, está totalmente enamo-
rado de ella. Llora de angustia y de pie-
dad. consuela al infortunado, cuenta todo
a su marido, dice: "nunca me habría ima-
ginado que él me quería”... y después
de algunos meses o de años, repite exac-
tamente la misma aventura. . .
O bien, aparentemente ella se olvida
de sí misma. Ya no existe. Desaparece de-
trás de su esposo. Se convierte en la som-
bra . . . pero sombra terriblemente exigen-
te porque no puede renunciar a la nece-
sidad de ser amada y admirada de todos
sino en la medida que su marido cum-
pla con sus deseos. Es necesario entonces
que el marido se haga rico, poderoso, sa-
bio o célebre. Así Emma Bovary impre-
ca a su esposo: “si llegas a ser célebre,
podrías rechazarme, pisarme con tus pies,
¿qué importa? ¡cuánto te amaría!
En esta relación conyugal particular,
la mujer se despoja de su propia perso-
nalidad para no ser más que un reflejo
del hombre, pero un reflejo invasor que
para subsistir y crecer obliga al hombre
a brillar sin cesar. Es la mujer que se
identifica a su marido no por amor hacia
él, sino más aún y siempre, por amor de
sí misma. Por otra parte se ve que ella
no ama verdaderamente, no se da en ver-
dad, ya que a pesar de su dulzura y de
su renuncia, permanece con una terrible
intransigencia. La menor deficiencia de
su marido (sobre todo si ésta se mani-
fiesta en público) provoca en ella irrita-
ción y cólera. Sus defectos la hieren y
enojan; no le concede derecho de ser dé-
bil, porque toda debilidad atenúa inme-
diatamente el brillo del reflejo. No tiene
la menor tolerancia ante el fracaso de su
compañero de vida. Si el esposo no llega
a realizar su ambición narcisista, por otra
parte casi siempre irrealizable, se aparta
de él, le rechaza o bien huye hacia un
mundo imaginario donde el marido jue-
ga el papel de un superhombre. Porque
ella nunca ve al ser amado tal como es
en sí, sino siempre en relación a sí misma.
Esta mujer-niño jamás será madre en
el sentido profundo de la palabra; a lo
más será la hermana de sus hijos. Al prin-
cipio de su maternidad, la vemos orgu-
llosa, feliz, de haber hecho una gran co-
sa como es echar al mundo un ser huma-
no; es una manera nueva de hacerse ad-
mirar. Pero a medida que el niño crece,
ella se muestra más espantada, pobre, an-
te él, porque el niño pide siempre, sin
dar nada. La joven mamá se inclinará
entonces a abandonarle, más o menos
completamente a la empleada, a la ins-
titutriz, a la religiosa o a la abuelita...
LYia mujer así teme terriblemente la
vejez; por esto ve con amargura que su
hija mayor crece, se hace hermosa, es
amada. Es mucho más el rival de sus hi-
jos que su madre y el amor que el padre
THERESE GOUIN-DECA1RE
440
les manifiesta no le proporciona ninguna
alegría; al contrario, experimenta una
cierta envidia. Sin saberlo, reacciona co-
mo el niño pequeño que piensa que el
amor y la admiración que se tiene a los
demás, se le quita a él.
T.a “ rnujer-madre-de-su-marido ' pre-
senta un aspecto muy distinto. En ella, la
maternidad prolifera monstruosamente
hasta tal punto que puede ser madre sin
ser esposa.
Así reduce al mínimo la parte del
hombre en la procreación; lo elige en fun-
ción del niño que desea tener y una vez
que llega a ser madre rechaza al amante
o domina al marido.
Rechaza al amante como esa madre-
soltera que se presenta a la oficina de
la Asistencia Social, feliz y orgullosa del
hijo ilegítimo que lleva. Lo ha querido
ilegítimo, para que sea completamente
suyo. Se propone educarlo sola ante la
faz del mundo y esta perspectiva la lle-
na de alegría.
Esposa legítima esclaviza al marido
obligándole, a menudo sin darse plena
cuenta, a jugar un papel de niño, o sea.
de un ser débil, pueril, pasivo, que pro-
tege y destruye sin saberlo. No es que
ella lo haya hecho así. sino qoe lo ha es-
cogido así, inconscientemente, porqne ne-
cesitaba un hombre-niño, o al menos un
hombre que pudiese dominar: un débil,
un enfermo, un neurótico. . . Según algu-
nos antropólogos, el tipo extremo de esta
mujer se encontraría en ciertas tribus de
la Melanesia y en la América del Sur don-
de se habría practicado el matriarcado.
En este régimen, la mujer es propietaria
del suelo, manda a los hijos y a su mis-
mo marido, compra o eseoje su marido,
se sienta en el consejo de la aldea. Es asi-
mismo a veces adivina o sacerdotisa, por-
que la divinidad suprema se identifica
con la naturaleza maternal.
En nuestra civilización, la mujer ma-
triarcal se manifiesta diferentemente.
Transforma su casa en una vasta fábri-
ca donde ella es la autoridad sin dispu-
ta: los hijos, el marido, los empleados,
cada uno tiene allí su ocupación precisa
y de hecho todos ellos han de dar cuen-
ta a la madre acerca de su oficio.
Ha aprendido de los psicólogos a no
preguntar a su hijo de veinticinco: “¿a
dónde vas?” cuando él sale por la tarde,
y “¿de dónde vienes?” cuando entra por
la mañana; pero su luz permanece encen-
dida hasta que vuelve y sus ojos pregun-
tan con una avidez que nadie resiste.
Las grandes alas dominadoras se ex-
tienden a los primos y primas, a los so-
brinos y sobrinas y a todos ahoga bajo
su protección, sobre todo a los hombres
de la familia. Tarde o temprano tratan
de escapar: el marido procura buscar una
amante sumisa en oposición a este ma-
yordomo. los hijos abandonan la casa,
con frecuencia el país, y para sacudir
es fa dependencia, para convencerse a sí
mismos que son libres (la misma necesi-
dad de prueba es señal de que no lo son)
harán enormes disparates por reacción.
O bien, se plegarán al yugo y permane-
cerán para toda la vida, dependientes de
la madre.
La mujer-niño era envidiosa de su
progenitura; la mujer-madre exige el
amor exclusivo de sus hijos y frecuente-
mente con este fin. provoca, consciente
o no. una desvalorización del padre. No
olvidemos que ella es ante todo la Ma-
dre. Demeter, símbolo de fertilidad.
Agreguemos por otra parte que aun su
sentimiento maternal está falseado, por-
que rehúsa la autonomía al hijo, lo con-
vierte en su cosa, su bien personal, sólo
le ama en la medida en qüe consiente
que le pertenezca. Por esto, rompe, al me-
nos emotivamente, con el hijo que se atre-
ve a buscar un apoyo en otra parte.
De propósito hemos acentuado los ras-
gos de estas dos personalidades femeni-
nas. En realidad, no existen tipos puros,
pero se encuentran, bajo una forma mix-
ta y conforme dosis diferentes, muchas
de estas características en no pocas mu-
jeres.
Notemos, para terminar, que estos dos
tipos de esposas, que en su matrimonio
destruyen la madurez, jamás experimen-
tan de hecho la felicidad conyugal. In-
conscientes de su falta de madurez, se
dan cuenta, sin embargo, ocasionalmente,
que algo está mal. Sienten vagamente
que en la vida les falta siempre algo. He-
DE LA ADOLESCENCIA A LA MADUREZ
441
mos de comprender que su sufrimiento
es real y profundo y lo más frecuente,
incontrolable.
Verdadera fisonomía de la madurez.
Tratemos ahora de descubrir cual
sea la verdadera fisonomía de la madu-
rez en la mujer, y más exactamente, pa-
ra no salir del tema, en la mujer casada.
Hay que decirlo en seguida que sola-
mente la mujer que ha llegado a la ma-
durez es verdaderamente esposa de su
marido.
Encontramos en ella también una
identificación al esposo, pero identifica-
ción que es completamente distinta de la
que hemos observado en la mujer-hija
de su marido. Esta desaparecía, se ani-
quilaba para sólo ser la sombra de ella
misma... mientras que en el caso pre-
sente, la identificación no disminuye en
nada la personalidad de la esposa. Al
contrario, la afina y la prolonga, porque
es consciente, voluntaria y limitada. . .
Permite a la mujer ponerse en el lu-
gar de aquel a quien ama, de sentir co-
mo él, de asimilar su punto de vista (que
puede ser muy diferente del suyo) . La
permite, en resumen, comprender intuiti-
vamente a su marido. Es una identifica-
ción a base de amor y no de ambición y
de narcisismo.
Esta mujer, ante las lagunas e im-
perfecciones de su compañero de vida,
reacciona también sin enojo; experimen-
ta la pena (no la rabia) cuando él se
equivoca, cuando fracasa, cuando peca...
y su primer impulso es de ir hacia él
para reparar el error, llenar la laguna,
disminuir la imperfección.
Esta mujer-esposa no exige ávidamen-
te el suceso exterior. No ama a su mari-
do en la medida en que otros le aman.
Lo ve tal como es, no tal como podría pa-
recer: aunque todo el mundo dude de él,
le guarda su confianza en tanto que él la
merezca, porque ella busca incansable-
mente el verdadero bien de el amado.
Para ella, el amor carnal no es un
simple medio de procrear o una manera
infantil de volver a experimentar la ter-
nura paternal (o maternal), sino que es
su manera de ser en cuanto esposa. Así
ella se da y ella recibe. Para ella, el ac-
to del amor no es una actividad agrega-
da a su existencia; está en el centro, no
en el borde de su vida conyugal; forma
la trama misma de su ternura por el
esposo.
El hijo de esta mujer no es su bien,
su cosa, ni siquiera es su bien y el de su
marido, sino que es un bien, o mejor, una
Persona, un ser autónomo, o al menos
como lo hemos indicado frecuentemente,
un ser que tiende sin cesar a la autono-
mía y a quien hay que ayudar en esta
empresa.
No se encuentra en ella el conflicto
entre su amor por el marido y su ternu-
ra por el hijo. Se da a los dos, sin lesio-
nar a ninguno, porque las dos relaciones
no se sitúan en el mismo plano. No po-
dría pues, existir primero y segundo en
su corazón; hay dos seres diferentes, ama-
dos diferentemente y aun si, a veces, se
encuentra absorbida por su oficio mater-
nal, en nada disminuye ella el amor que
tiene por su esposo, porque amando a su
hijo se entrega a su amor conyugal.
Y, ¿cómo se da?
Se da libre y racionalmente. Libre-
mente, porque su don es gratuito, y po-
dría, si lo quisiese, en cualquier momento,
rehusarlo. Lo que le impele, no es una
necesidad neurótica de servir (sería un
falso 'altruismo), o de dominar (es el don
de los agresivos) o de depender (dar pue-
de ser una manera de exigir), no es aún
únicamente una necesidad natural de ser
amada, no, es la sobreabundancia de su
vida emotiva que “reviste ’ de ternura a
los seres que la rodean.
Se da racionalmente, porque su don
se adapta a los que ama y a las diver-
sas exigencias de la realidad. No abru-
ma con ternura intempestiva al hijo ya
adolescente que trata de independizarse.
No estimula el egoísmo de su marido ha-
ciéndose su esclava absoluta y renegando
de su propia personalidad. No es la eter-
na empleada de sus hijos que cose, co-
cina y zurce sin pedirles jamás esfuerzos
personales, sin jamás enseñarles a que
ellos también se den.
* *
442
THERESE GOUIN-DECAIRE
No va hasta el límite de sus fuerzas
lísieas y psíquicas para tener en segui-
da el derecho de suspender todo trabajo,
sin sentimiento de culpabilidad. A la vez
dulce e implacable, exigente y compren-
siva, firme y flexible, sabe pedir y re-
cibir como sabe responder y dar.
Pero, tal vez se diga, eso no es espe-
cífico de la mujer, ¿no es acaso el don
de sí mismo uno de los principales crite-
rios de madurez en el hombre? Exacto;
hay que agregar en la mujer adulta (ade-
más de sus características de libertad y
racionalidad), una manera especial de
darse que es la consecuencia inmediata
de su feminidad.
Usando la terminología de Helene
Deutsch, la mujer adulta se da “mediante
una actividad orientada hacia el interior”.
¿Significa esto cpie la mayor parte de
su actividad se ha de desarrollar en la
casa, en los trabajos domésticos? “Mujer
del interior no significa necesariamente
“mujer interiorizada”, y se puede muy
bien huir de lo real y huir de su alma
mediante los quehaceres domésticos como
fuera del hogar.
En realidad, poco importa que la ma-
yor parte de su actividad se ejerza en
la casa, en el laboratorio, en una sala
de hospital o en actividades escolares, la
mujer-adulta permanece auténtica en la
medida que la guíe su vida afectiva.
Por otra parte, cuando es verdadera-
mente la superabundancia de la vida in-
terior la que la hace obrar, la mujer se
revela capaz (en cualquier momento que
la realidad se lo exigirá) de dejar el la-
boratorio, la universidad o el hospital sin
experimentar profunda frustración. La
razón está en que para ella no es tanto
la carrera en sí lo que importa, sino más
bien la carrera en cuanto le permite des-
arrollarse y darse. Más aún, si brusca-
mente la carrera se hace imposible sin
descuidar al esposo o al hijo, podrá to-
lerar abandonar el trabajo apreciado, pe-
ro su personalidad no se sentirá dismi-
nuida, ahogada. Sabrá progresar de otra
manera y en otra actividad. Hay siem-
pre objetivos en la búsqueda científica y
espiritual, hay siempre objetivos en el
don de sí mismo y la renuncia es tanto
más fácil cuanto se es más rico interior-
mente. Así, la mujer plenamente madre
(en el sentido psíquico de la palabra) no
se hunde en la neurosis, si algún día
comprueba su esterilidad, porque ella en-
cuentra otras maneras de alcanzar la ma-
ternidad. En cambio, la mujer para quien
el hijo representaba otra cosa que un ser
a quien se da, puede mostrarse incapaz
de aceptar sanamenté la esterilidad.
La mujer que no ha llegado a la ma-
durez, experimentará la frustración ante
la necesidad de ciertas renuncias y una
enfermedad, una pérdida financiera, la
obligación de cambiar de ciudad o de
abandonar un oficio que se quiere, bas-
tarán a veces para desequilibrarla. La
mujer, en cambio, que ha llegado a la
madurez, sabrá, cualquiera que sean las
circunstancias, darse y darse con una ac-
tividad orientada hacia el interior.
El motivo permanece fundamental-
mente un gran deseo de irradiar felici-
dad, o mejor: la felicidad para aquellos
que ama. Encontramos en su amor con-
yugal, ante todo, el amor del esposo en
tanto que esposo, el amor del esposo en
tanto que creatura de Dios. Hay también
en su corazón una ternura diversificada,
una inclinación a su marido, como amigo,
como padre, como hijo... Sí, hay todo
eso en el lazo que une la mujer al hom-
bre y muchos de nosotros podríamos sin
duda decir lo que escribía Mme. Desbor-
des-Yalmore: “Esposo mío, tú que eres
a la vez mi amigo, mi amante, mi mari-
do, mi hermano, mi padre y mi hijo...
Sin embargo, este amor múltiple per-
manece jerarquizado: en su cumbre está
Dios. Porque si el don de la mujer-adul-
ta es completo, no es, sin embargo, total,
porque por ser cristiana hay siempre una
parte de su ser que ella reserva. Rehu-
sando envenenar a su esposo con un amor
puramente humano, no le pide su alma
y no le da la suya.
En realidad, la mujer-adulta no existe
bajo esta forma esquemática porque la
madurez constituye un proceso dinámico:
no se da de una vez por todas al ser hu-
mano, sino, como la santidad, con la cual
algún día u otro se ha de identificar, se
va formando sin cesar.
Condiciones de Vida en América Latina
por MARIO ZANARTU V„ S. I.
N. de la R. — En dos artículos anteriores (Mensaje, 1957, julio, pág. 197 ss., y agosto, pág.
241 ss.) examinó el autor, primeramente las bases del problema latinoamericano y luego
estudió en particular la situación habitacional; hoy aborda cuatro puntos fundamentales
que completan el cuadro económico social del continente.
1 — Alimentación.
PARA justificar la utilización de los
gramos de proteína de origen ani-
mal como índice del factor alimen-
tación, enviamos al citado artículo de
J. Meraud (1). La situación alimenticia
de Argentina, Uruguay y Paraguay es
no sólo superior a la de todos los países
latinoamericanos, sino también a la ma-
yor parte de los países desarrollados; se
trata de países ganaderos, excepcionales
en América Latina, y que en conjunto
sólo representan el 12% de la población
latinoamericana. Consumo diario
por ha-
hitante:
PAIS:
proteínas de
calorías
calorías
origen animal.
totales:
necesarias:
grs.:
(A)
(B)
(C)
USA
63
3.090
2.640
Francia . .
49
2.785
2.550
Argentina
57
2.800
2.600
Uruguay .
67
2.940
2.570
Paraguay .
48
2.670
Brasil . .
16
2.340
2.450
Méjico . . . .
16
2.050
2.490
Colombia .
16
2.280
Perú . . . .
12
2.080
Chile
26
2.490
2.640
Venezuela .
21
2.280
Cuba . . . .
26
2.740
(fuente: (A) y (B) “Bulletin mensuel d’Eco-
nimie et stattistiques agricoles” de la F.A.O.,
mars. 1956, pág. 17; (C) en S. S., pág. 57).
(1) "Revue de l'Action Populaire”, n? 97, pág. 429.
La primera columna nos muestra la
clara insuficiencia de proteínas de origen
animal en todos los países latinoameri-
canos no pertenecientes a la cuenca del
Plata. La tercera columna ha sido agre-
gada para evitar el prejuicio corriente
de que los latinoamericanos consumen po-
co porque necesitan menos que el eu-
ropeo, pero que este consumo menor se-
ría suficiente para sus necesidades. Es
necesario señalar que la situación de Bra-
sil, el principal de los “grandes”, ade-
más de ser mala, muestra tendencia a
empeorar: mientras que en los años ante-
riores a la guerra la ración diaria de pro-
teínas animales era de 32 gramos por per-
sona, esta cifra descendió a 23 en 1948
y a 17 en 1951 (2).
Encuestas realizadas por el prof. Ju-
lio Santa María durante varios años en-
tre miles de escolares de Santiago de Chi-
le, pertenecientes a dos grupos homogé-
neos bien definidos, uno a la clase social
que sólo puede efectuar estudios prima-
rios, y el otro perteneciente a la clase so-
cial que puede además permitirse estu-
dios secundarios, revelaron que el peso
medio de los primeros era de 43,3 kgrs.
a los 16 años, mientras los segundos pe-
saban a la misma edad 57,8 kgrs. Y mien-
tras los primeros tenían una estatura me-
dia de 154.1 cms., los segundos alcanza-
ban a 168,1 cms (3). Lales cifras nos
(2) “Bulletin Mensuel” des statistiques de la F.A.O.,
marzo 1956, pág. 17.
(3) “Panorama Económico”, Stgo. de Chile, 16 de
marzo de 1956, pág. 85.
MARIO ZAÑARTU
-144
muestran en forma evidente el resultado
fisiológico de la subalimentación de la
clase modesta, que constituye la casi to-
talidad de la población latinoamericana.
El prof. Josué de Castro (4), después •
de demostrar que la región sur de Amé-
rica padece subalimentación e inanición,
recorre uno a uno los déficits parciales
de los diferentes alimentos y las enfer-
medades o irregularidades que causan:
"I.a primera consecuencia biológica de la
carencia de proteínas que se observa en
esta zona es el retraso del crecimiento,
la talla anormalmente baja de casi todos
los individuos a todas las edades.
En Bolivia, donde el déficit en proteí-
nas es bastante acentuado, los niños pe-
san menos desde su nacimiento. Según
el prof. Luis Sotelo, ex director del De-
partamento de Alimentación de La Paz,
60% de los niños nacidos en esta ciudad
tienen un peso inferior a 2.700 gramos,
siendo así que su peso debería ser nor-
malmente de 5.000 a 5.500 grs. Además,
55% de estos niños presentan una talla
netamente inferior a la normal. Los datos
antropométricos reunidos por Morris
Steggaerda muestran que la estatura me-
dia de la población de este sector es una
de las más pequeñas del continente ame-
ricano.
Este déficit relativo en proteínas pro-
duce otras consecuencias. Las manifes-
taciones más corrientes en este sector son
las distrofias alimenticias constatadas en
los niños y debidas ciertamente a la ca-
rencia simultánea de proteínas y de otros
elementos nutritivos. Según un informe
presentado a la primera Conferencia de
Alimentación de América Latina, 75,5%
de los habitantes de Lima, capital del
Perú, presentan los síntomas clínicos de
este mal.
“La salud de las poblaciones sudame-
ricanas está aun fuertemente afectada
por la falta de fierro, que determina en
esta región una anemia muy generaliza-
da, del tipo hipocrónico y microcítico, de
la que se lia hecho responsable al clima
tropical durante mucho tiempo.
(4) “Les problemes de l'alimcntation én Amerique
du Sud, París, 1950, bajo los auspicios de la UNESCO.
En las zonas en que esta enfermedad
es más frecuente se constata un extraño
fenómeno: el de la geofagia, o geomania,
es decir, la costumbre de comer tierra.
A mi parecer esta costumbre traduce un
estado de inanición específico: el hambre
de fierro'. (ops. cit pág. 19-25) .
Es evidente el influjo de esta subali-
mentación sobre el rendimiento de los
trabajadores y sobre su salud física y
mental. Resultados de ella son la baja
productividad e iniciativa del obrero (so-
bre todo campesino) y los elevados índi-
ces de mortalidad general e infantil. Ade-
más la falta de una adecuada alimenta-
ción hace buscar su compensación en
otras substancias o bebidas que procuren
bienestar al menos momentáneo; otro
factor que explica la generalizada ten-
dencia al alcoholismo.
2 — Ingreso medio.
Aunque no se conoce todavía la natu-
raleza exacta de la relación existente en-
tre el ingreso medio y el bienestar de los
individuos, se puede legítimamente sacar
algunas conclusiones de la comparación
de niveles internacionales de ingreso me-
dio. El caso es difícil cuando se trata de
comparar, por ej., países de elevado pa-
trimonio nacional pero bajo ingreso, con
países de menor patrimonio pero mayor
ingreso. No es el caso presente. Los paí-
ses latinoamericanos tienen un patrimo-
nio nacional muy inferior a Francia y
USA: su menor ingreso no vendrá pues
a contrabalancear, sino a confirmar y
acentuar esta inferioridad.
Ingreso medio por habitante al año,
en 1950 (5):
América Latina 211,45 dólares
Francia 657
USA 1.862
Se podría desde ya sacar una serie de
consecuencias sobre las condiciones eco-
(5) Estudio ya citado de la O.E.A. para el conti-
nente americano, con estimaciones correspondientes a
1950 o 1951. Para Francia, ingreso nacional de 1950 (Bul-
letin Statisque des NN.UU., Junio 1956), dividido por la
población de la época y convertido en dólares al cam-
bio de 1 dólar = 264 frs. propuesto por Meraud en los
artículos ya citados.
CONDICIONES DE VIDA EN AMERICA LATINA
nómicos-sociales de un continente cuyo
ingreso medio por persona es menos de
1/3 del ingreso medio francés, y 1/9 del
norteamericano. La exigüidad de los in-
gresos medios continentales o nacionales
obliga a descartar la redistribución de la
riqueza como remedio suficiente de la
miseria latinoamericana. La injusticia de
la repartición hace ciertamente necesaria
la redistribución. Pero el bajo ingreso me-
dio no permite esperar de esta sola me-
dida la solución del problema.
La situación en los “cuatro grandes”
oscila alrededor de la media latinoameri-
cana: Brasil 219,85, Méjico 170, Argenti-
na 291,10, Colombia 252,16 dólares. Los
dos más ricos serían: Venezuela 423,52 y
Cuba 338,82 dólares; y los dos más po-
bres: Haití 55,00 y Ecuador 55,15 (infor-
me O.E.A., pág. 45). Esta diferencia en-
tre ios diversos países bace que “en los
cuatro países de ingresos más altos, el in-
greso promedio per capita alcanza a los
326.40 dólares, y en los cuatro países de
ingresos más bajos el promedio es de
78.90 dólares per capita” (ibidem, p. 47).
Además liay una desproporción enor-
me entre el ingreso de un pequeño por-
centaje de privilegiados (que viven con
un standard similar al de sus congéne-
res de los países desarrollados) y la gran
masa restante, con niveles proporcional-
mente aún más bajos. “El 80°/o de la po-
blación latinoamericana recibe 16.704 mi-
llones de dólares, equivalentes solo al 50
por ciento del ingreso total, lo que co-
rresponde a un ingreso anual per capita
de 132,50 dólares” (ib. nota 11).
En Chile el 62% de la población re-
cibe solo un 24 por ciento de la Renta Na-
cional. En Colombia, según un informe
del BIRD, un 30% de la Renta Nacional
era recibida por sólo un 2,6 % de la po-
blación (6) . En noviembre de 1955 un
obrero de la construcción (que no son los
peores pagados) ganaba en Santiago de
Chile 350 pesos chilenos diarios; en esa
época el kilo de pan costaba 35 pesos y
el de carne 340. Una empleada doméstica
“bien pagada” ganaba en la capital, ha-
(6) “The basis of a development Programa for Co-
lombia”, estudio de] BIRD, Washington 1950, pág. 35.
445
cia la misma época (además del aloja-
miento y comida) 4.000 pesos chilenos
mensuales (el equivalente de 12 kgs. de
carne!...), o sea, al cambio de entonces,
2.000 francos f ranceses al mes . . .
A la mala distribución según países y
según funciones sociales, hay que agre-
gar la mala distribución de la Renta Na-
cional según las ramas de actividad pro-
ductiva. América Latina es aun un con-
tinente preponderantemente agrícola. Se-
gún el informe de la CEPAL para 1952,
hay en América Latina un 57,9 % de la
población activa dedicada a la agricul-
tura, produciendo sólo el 25,8 por cien-
to de la Renta Total, lo que da nn in-
greso medio de 308 dólares por persona
activa, es decir, más o menos 103 dólares
per capita en la masa latinoamericana
dependiente de la agricultura. Mas ade-
lante veremos que debido a la estructu-
ra feudal de la propiedad agraria, esta
media de 103 dólares es poco significa-
tiva, pues en su mayor porcentaje va' a
dar a manos del pequeño número de
grandes terratenientes, dejando una par-
te mínima para la inmensa mayoría,
constituida por asalariados proletarios.
Las condiciones más miserables de exis-
tencia humana se encuentran entre los
asalariados agrícolas de los países más
pobres. En los países desarrollados la po-
blación agrícola recibe en general (sin
llegar a los extremos latinoamericanos)
un ingreso inferior al ingreso medio na-
cional, pero el porcentaje de los habitan-
tes dedicados a la producción agrícola
es muy inferior al 57,9 % latinoamerica-
no; la masa de los afectados es por tan-
to muchísimo menor. En Francia es de
32% y en USA de 12% según se despren-
de de los datos siguientes:
Población activa total y población acti-
va en la agricultura:
Año activa activa en
total la agricul.
Francia . . . 1946 20.520.466 7.483.806
USA 1950 60.037.447 7.331.353
(fuente: “Annuaire des statistiques du tra-
vail”, BIT, 1955, tabla 4).
446
MENSAJE
El escaso ingreso medio multiplica sus
efectos de desesperación cuando va acom-
pañado de inflación monetaria. \ cuan-
do existe en el país un movimiento sin-
dical poderoso, capaz de obtener alzas de
salarios, se produce en los países pobres
y de escasa producción una inflación tal,
que cierra toda posibilidad de progreso
económico (7) .
Un examen de las estadísticas mun-
diales sobre el alza del costo de la vida
(8) permite establecer que la casi totali-
dad de los países cuyo índice de 1955 so-
brepasó el 120n/o del costo de la vida en
1955, son países latinoamericanos:
Indice del costo de la vida en 1955
(1953 = 100)
Bolivia
. 415
Yiet Nam . ..
. . 124
Chile
. 302
LTruguay .. .
. . 122
Corea del S. .
. 229
Irán
. . 122
Paraguay . . .
. 152
Grecia
. . 122
Brasil
. 139
México . . . .
. . 121
Una de las consecuencias de la defec-
tuosa estructura de la distribución de los
ingresos es que la población se polariza
en torno a dos extremos distantes: unos
pocos ricos en un extremo, y una inmen-
sa masa miserable en el otro. En gene-
ral la clase media no está desarrollada.
Desde luego, en América Latina casi no
existe ese numeroso contingente consti-
tuido por el pequeño propietario agríco-
la, abastecedor de clase media y por tan-
to garantía de estabilidad política y so-
cial de un país, tan influyente en la es-
tructuración de la democracia europea.
Tampoco existen en Latinoamérica los
numerosos cuadros especializados e inter-
medios que estabilizan la democracia in-
dustrial norteamericana. Otra sección im-
portante de la clase media, la constitui-
da por el comerciante, está aun poco des-
arrollada en América Latina, debido pre-
cisamente a la escasez del consumo. Esta
debilidad de la clase media latinoameri-
(7) “Revue de l’Action Populaire", n? de enero,
marzo, mayo y julio 1 956, crónica de la actualidad so-
cial en Chile.
(8) “Bulletin Statistique” des NN.UU. Juin 1956,
pág. 140 y sgts. Para Bolivia y Paraguay, en ausencia
del promedio del año, se tomó el índice del mes de
Junio.
cana priva al continente de un elemento
de estabilidad y progreso indispensables.
La principal consecuencia económica
de un escaso ingreso medio es que impi-
de el aumento de la producción, aun de
los bienes necesarios, por falta de poder
de compra de quienes padecen las nece-
sidades; no puede haber aumento de la
producción sino existe mercado compra-
dor... y sin aumento de la producción
no puede haber mercado comprador.
Otra consecuencia del bajo ingreso,
no menos grave, es la imposibilidad polí-
tica, social y psicológica de destinar a la
inversión una mayor cuota de consumo,
lal sacrificio importaría un inmediato
aumento del subconsumo, política que pa-
rece realizable sólo bajo gobiernos dicta-
toriales. Pero sin un aumento de la inver-
sión, es decir, sin disminuir el consumo,
no se jmede aumentar la producción. *Es-
los son los dos círculos viciosos en que
se debaten las economías sub-desarrolla-
das cuando el sub-consumo ha alcanza-
do los niveles de la miseria.
La inflación por su parte es un fer-
mento de continua agitación social y de
funestas repercusiones en la estructura
del ahorro y de la inversión.
3 — Instrucción.
Cuando las diferencias de niveles son
muy grandes, basta hacer las comparacio-
nes basándose en el porcentaje de anal-
fabetos; no es necesario recurrir al % de
alumnos que frecuentan la enseñanza se-
cundaria, técnica o superior.
En 1950 existían 67.000.000 analfabe-
tos entre la población latinoamericana
mayor de 15 años, lo que implica un por-
centaje^ elevadísimo, dada la configura-
ción de la pirámide de edades. Los por-
centajes de analfabetos para los princi-
jmles países (dentro de la población ma-
yor de 15 años, salvo indicación contra-
ria) son: Brasil 51,4, México 51,6, Argen-
tina 13,3 (mayores de 14 años); Colom-
bia 44,2; comparar con: USA: 2,7 (ma-
yores de 14) y Francia 3,3.
Los países más favorecidos son: Ar-
gentina 13,3, Costa Rica 21,2 y Chile 28,2.
Los de mayor °/o de analfabetos son: Hai-
CONDICIONES DE VIDA EN AMERICA LATINA
tí 89.4, Guatemala 70,3 y Bolivia 68,9. (9)
Es inquietante el hecho de que en paí-
ses como Brasil y Venezuela se presente
un porcentaje de iletrados mayor en el
grupo de población de 15-19 años que en
el grupo de 20-24 años, lo que implica-
ría una tendencia al aumento del porcen-
taje total de iletrados en los años veni-
deros. (10)
Las consecuencias de tal estado de co-
sas son graves. Una masa de adultos in-
capaz de comprender o expresarse en
signos escritos, dentro de una sociedad
que lo exige cada día más, queda en
una situación especialmente desfavoreci-
da. Su participación a la vida comunita-
ria, sus informaciones y su influencia
quedan reducidas a las posibilidades de
contactos personales; el aprendizaje de
técnicas, la comprensión de instrucciones
o consejos para mejoras domésticas o pro-
fesionales están fuera de su alcance.
Esta falta de contactos con las corrien-
tes ideológicas, cívicas o políticas de la
sociedad en que vive, impide que pueda
tener un pensamiento propio sobre los
problemas situados fuera de la pequeña
órbita de sus preocupaciones diarias. Sus
acciones y decisiones cívicas escaparán a
la influencia de una ideología estable.
Los partidos políticos a que pertenezcan
contarán con una adhesión movediza y
poco fundada. Las decisiones cívicas se-
rán tomadas en último término de las
razones inmediatas o de los sentimientos.
Esta masa estará siempre más dispuesta
a seguir a un hombre, cambiante y dema-
gogo, pero que supo conquistar su sim-
patía. Así se explica en gran parte el
caudillismo latinoamericano y la orien-
tación demagógica de los dirigentes y par-
tidos políticos. (11)
4 — Salud e higiene.
La mayor parte de los problemas de
salubridad de América Latina son pro-
(9) "Documeniation Statisque sur l’analphabetisme
en Amerique”, UNESCO/ED/Occ-1, pág. 3.
(10) A. D., 1953, pág. 436 y sgtes., y UNESCO/ED/
Occ-6, pág. 1 y sgtes.
(11) Estadísticas más completas sobre los diferentes
factores que forman el nivel de enseñanza y su esta-
do en América Latina, cfr. S.S., pág. 66.
447
vocados por los insuficientes niveles de
ingreso y de consumo; la ignorancia de
los procesos de contagio, el surmenage, los
embarazos demasiado frecuentes, el insu-
ficiente desarrollo de la higiene y la ma-
la distribución campo-ciudad del equi-
po médico.
Salvo en el caso de las ciudades, se
dispone de escasa estadística sobre las
causas de decesos, ya que la mayor par-
te de los habitantes de regiones rurales no
recurren al médico en sus enfermedades,
y mueren sin que la causa de su deceso
haya sido bien establecida. Pero es evi-
dente que la mayor parte de la pobla-
ción rural, así como los grupos urbanos
demasiado pobres, son víctimas de la tu-
berculosis, el paludismo, las infecciones
intestinales y las enfermedades causadas
por los parásitos, las enfermedades ve-
néreas, y diversas enfermedades de ca-
rencias.
Esta deficiente situación de la salud
no es más que una consecuencia de la
miseria ya descrita. Señalaremos pues so-
lamente sus efectos más espectaculares:
los índices de mortalidad infantil, que
nos permitirán apreciar la magnitud del
problema.
Indices de mortalidad infantil (12) en
°/o: los cuatro grandes: México 80.5, Ar-
gentina 61,9; Colombia 102,7, Brasil (no
figura); en cambio: Francia 41,9 y Esta-
dos Unidos 26.6.
Lienen una mortalidad superior 100
por 1.000: Costa Rica 101,2, Bolivia 101,7,
Colombia 102,7, Ecuador 115.2 y Chi-
le 123,8.
Como se ve, el promedio general es
tan catastrófico como el de las regiones
subdesarrolladas de Africa y Asia sobre
las que se poseen estadísticas suficientes.
La influencia del estado deficiente de la
salud tanto desde el punto de vista eco-
nómico como desde el punto de vista psi-
cológico en los niveles de vida latinoame-
ricanos es un obstáculo más a la solución
de los problemas del subdesarrollo. Y por
otra parte hemos visto que el subdesarro-
llo es el principal causante del mal es-
tado déla salud. ..Otro círculo vicioso que
no se puede romper desde el interior. . .
(12) A. D., 1955, pág. 698 y sgis.
A propósito ele Satélites
por JULIO JIMENEZ B., S. J.
LA “noticia periodística del año” no ha co-
rrespondido esta vez a ninguno de los
rubros de siempre. Ni epidemias, gue-
rras, terremotos u otros cataclismos; ni escán-
dalos financieros, revoluciones, asesinatos o
robos misteriosos; ni siquiera el “caso Kelly”.
Tampoco acontecimientos deportivos, artísti-
cos o políticos, matrimonios principescos, ni
premios Nobel. Ninguno de los hechos ya ocu-
rridos otras veces ha podido este año desper-
tar un interés comparable al que hubo en el
mundo entero por esa pequeña esfera que,
el 4 de octubre, comenzó a dar vueltas en tor-
no a la Tierra, como su primer satélite arti-
ficial .
Los grandes titulares y las amplias pági-
nas informativas destacaban ahora, durante
días y semanas, un legítimo triunfo de la cien-
cia y la técnica. Estos \ alores, que ordinaria-
mente preocupan a los menos y quedan rele-
gados a un plano muy inferior de notorie-
dad, pasaron a ser el centro de publicaciones
y conversaciones, en todas partes y para to-
dos los hombres. La explicación estaba en
que, por primera vez, el hombre había logra-
do dar realidad a uno de los más increíbles
sueños de novelistas fantásticos, y dejaba
abierta la posibilidad próxima de emprender
aventuras aun más maravillosas, alejándose
de la Tierra hacia otros astros.
Es cierto que a ese interés se mezclaron
cálculos de política internacional, temores o
esperanzas — según las personas — ; y aun in-
tentos de reforzar con esos hechos ciertas pre-
carias y simplistas tesis filosóficas. Pero todo
esto era accesorio. En el fondo, lo que im-
portaba era el hecho en sí mismo, su valor
científico y técnico, y su carácter de aventu-
ra y de superación. El satélite ruso, pese a
su utilización para la propaganda comunista
y la influencia internacional soviética, impli-
caba y hacía apreciar valores que no son ple-
namente reduetibles a lo económico, a la lu-
cha de clases, a ninguna de las categorías
básicas del materialismo dialéctico. Hacía mi-
rar hacia arriba, en todos los sentidos.
Después vino el segundo satélite artificial,
enormemente más grande y mejor equipado
que el anterior, y hasta tripulado por un ser
viviente, cuyas funciones fisiológicas eran re-
gistradas automáticamente y comunicados los
informes a la Tierra. Los seguirán otros y
otros. Progresarán inmensamente en todo. Pe-
ro nunca alcanzarán ese interés único que tu-
vo el primero, precisamente por eso, que no
puede repetirse: ser el primero.
Novedad esperada.
Sin embargo, pese a su entera novedad,
ese maravilloso acontecimiento, en cuanto al
hecho mismo, no constituyó una sorpresa. Por
el contrario, era esperado. Se contaba con que
habría de producirse, dentro de estos meses.
Si hubo algo sorprendente, fue de orden acce-
A PROPOSITO DE SATELITES
449
sorio, relativo sólo a su procedencia rusa y
al día mismo en que se produjo. Se suponía,
de acuerdo con los anuncios conocidos, que
habría de lograrse primero en los Estados
Unidos, y que, antes de intentar realizarlo,
se informaría a todo el mundo sobre la fe-
cha exacta.
Efectivamente, habían sido los Estados
Unidos los que habían proporcionado toda
clase de informaciones acerca del proyectado
satélite, de su meticulosa preparación y cons-
trucción, de los mecanismos con que sería co-
locado en su órbita, y del instrumental con
que iría equipado para contribuir a los estu-
dios del Año Geofísico Internacional. Más aún,
habían instalado ya numerosos puestos de ob-
servación. muchos de ellos diseminados en
otras naciones, para poder seguir constante-
mente el curso de los satélites y recoger todos
los datos que fueran transmitiendo sus instru-
mentos registradores.
Quizás si esa misma confianza, franqueza
y espíritu de leal cooperación científica, jun-
to con alguna dispersión de los esfuerzos ha-
cia otros problemas y desatención parcial de
éste, fue lo que dio ocasión a que los rusos se
les adelantaran, concentrando todos sus es-
fuerzos en hacerlo, protegidos por el silencio.
De todos modos, y aún sin poner en duda
el que los norteamericanos habrían podido
vencer en una competencia que se hubiera en-
tablado francamente para llegar antes, en una
carrera a cara descubierta, con “juego lim-
pio”; tampoco puede desconocerse la magni-
tud del éxito logrado por los rusos, ni el no-
table y muy amplio adelanto científico y téc-
nico, de todo orden, que él manifiesta, como
que, sin ese presupuesto, habría sido imposi-
ble conseguir aquel resultado, sobre todo con
tanta eficacia y seguridad. No son cosas que
se improvisan. Han de descansar sobre una
- amplia y sólida base, constituida por nume-
rosos y altamente preparados e instrumenta-
dos equipos científicos y técnicos, que cola-
boren armoniosamente. Es casi seguro que de
ellos han formado parte algunos de los mejo-
res cerebros alemanes e italianos que, duran-
te la guerra, ya habían logrado notorios éxi-
tos en estas materias — en igual forma que al-
gunos otros han estado trabajando junto con
los norteamericanos — pero es evidente que el
resultado total ha de atribuirse al conjunto
de la organización científica y técnica rusa.
Por lo demás, todos esos proyectos venían
siendo objeto de congresos y deliberaciones
internacionales, desde hacía mucho tiempo.
Como decía Su Santidad Pío XII hace un
año, a los asistentes al VII Congreso de la
Federación Internacional de Astronáutica, ce-
lebrado en Roma en septiembre de 1956, “des-
de el comienzo del presente siglo, los princi-
pios fundamentales sobre los cuales la astro-
náutica debía edificarse ya habían hallado
una formulación clara y lógica. Se afirmaba
la posibilidad de escapar a la atracción te-
rrestre, aplicando a un móvil una aceleración
suficiente, y se precisaba que esta acelera-
ción podía ser obtenida por el empleo de co-
hetes”. Y poco más adelante recordaba el Su-
mo Pontífice que la citada Federación en su
“segundo Congreso afrontó también — y fue
éste su aporte científico principal — la cues-
tión del satélite terrestre artificial. La idea
fue profundizada durante los años siguientes,
al mismo tiempo que se evaluaban más exac-
tamente las múltiples ventajas que represen-
taría para la astronomía, la electrónica, las
investigaciones nucleares, la biología, la car-
tografía; y se afirmó aún más cuando el Co-
mité especial para el Año Geofísico Interna-
cional recomendó en 1954 la construcción de
algún pequeño satélite científico. Por fin, el
29 de julio de 1955 los Estados Unidos anun-
ciaban oficialmente que lanzarían un satéli-
te terrestre artificial con ocasión del Año Geo-
físico”. (1)
El pensamiento del Papa.
Ante ése y otros proyectos para el Año
Geofísico, el Sumo Pontífice expresó clara-
mente su adhesión confiada y benevolente.
“Ese gran esfuerzo de colaboración interna-
cional, decía en esa misma ocasión, y la con-
vicción de realizar una empresa grandemente
provechosa para la humanidad, os invitan a
ir hacia adelante con creciente optimismo.
Innumerables dificultades prácticas quedan
aún por vencer y deberéis afrontarlas una a
una, ayudándoos de todos los recursos de las
ciencias y de la técnica moderna; entre otros,
de las admirables calculadoras electrónicas,
que reducen en proporciones extraordinarias
la demora de los trabajos matemáticos. Pero
tampoco vaciléis en fijaros desde ahora en
los problemas más generales que plantea la
conquista del espacio interplanetario; y aun.
como aparece en los documentos que nos ha-
béis comunicado, algunos de vosotros han ido
hasta examinar la posibilidad abstracta de
vuelos intersiderales, que el nombre mismo
de Astronáutica indica como última meta de
vuestros trabajos.”
Junto con ese interés y aplauso para el as-
pecto científico y técnico de tales proyectos,
(1) Esa alocución del Sumo Pontífice, del 20 de sep-
tiembre de 1936, está en su texto original francés en
“Acta Apost. Sedis”, de 1936, pp. 790-793 La cito aquí
v en los párrafos siguientes como una comprobación
bien notoria de la actitud alentadora y entusiasta del
Santo Padre frente a todos estos progresos y a las
perspectivas que abren para el futuro. No hace falta
documentar algo tan patente, para quienes conocen el
verdadero sentir de la Iglesia. Pero puede ser útil te-
ner delante esos textos, dada la ignorancia de que
dan pruebas reiteradas los periodistas de las agencias
cablegráficas, que atribuyen al Papa cuanta inepcia
ellos sueñan. Y lo han hecho una vez más en este
asunto.
450
JULIO JIMENEZ
cuidó el Santo Padre de trazar las grandes
lineas de la visión cristiana del universo, que
vale para éste caso como para toda otra ac-
tividad humana, cualquiera que sea la reali-
dad creada a que se enfrente. “Sin entrar en
detalles — proseguía por eso Su Santidad — ,
no se os oculta, señores, que un proyecto de
tal envergadura lleva consigo aspectos inte-
lectuales y morales que es imposible ignorar;
postula una cierta concepción del mundo, de
su sentido, de su finalidad. El Señor Dios,
que lia depositado en el corazón del hombre
el deseo insaciable de saber, no pretendía po-
ner un límite a sus esfuerzos de conquista
cuando le dijo: “Someted la tierra” (Génesis,
1, 28). Lo que le ha confiado es la creación
entera; y la ofrece el espíritu humano para
que penetre en ella y pueda así comprender,
más y más a fondo, la grandeza infinita de
su Creador. Si hasta el presente el hombre
se sentía, por así decirlo, encerrado en la Tie-
rra y debía contentarse con las informaciones
fragmentarias que le llegaban del universo,
parece ahora que se le ofrece la posibilidad
de romper esa barrera y alcanzar nuevas ver-
dades y nuevos conocimientos, que Dios ha
depositado con profusión en el mundo.”
Pero, añadía Su Santidad, “ante las nue-
vas situaciones que trae consigo el desarrollo
intelectual de lq humanidad, la conciencia
debe tomar posición; el hombre debería pro-
fundizar su conocimiento de sí mismo y de
Dios, para situarse con mayor exactitud en
el conjunto del mundo, para medir mejor el
alcance de sus acciones. Este esfuerzo común
de toda la humanidad hacia una conquista
pacífica del universo debe contribuir a im-
primir aún más en la conciencia de los hom-
bres el sentido de la comunidad y de la so-
lidaridad, para que todos tengan mejor la im-
presión de constituir la gran familia de Dios,
de ser los hijos de un mismo Padre. Pero,
para penetrar esta verdad, no hace falta me-
nos respeto de la verdad, sumisión a la rea-
lidad y valor, que para la investigación cien-
tífica. Las más audaces exploraciones del es-
jjacio no servirán sino para introducir entre
los hombres un nuevo fermento de división,
si no corren parejas con una más profunda
reflexión moral -y una más consciente acti-
tud de entrega a los intereses superiores de
la humanidad.”
Por eso, al terminar, antes de implorar so-
bre todos los congresistas “la protección y los
favores de Dios, que ha creado el universo
para el hombre y que así quiere hacerse co-
nocer y amar por él”, el Sumo Pontífice vol-
vía a manifestar su hondo anhelo de que no
sólo “el Congreso actual os haga progresar
por un camino aún largo y difícil” en sus ta-
reas específicas, sino que, sobre todo, “la am-
plitud de los descubrimientos espirituales a
que servirá de comienzo no sea menor que
su resultado científico.”
Conformidad con las Leyes
Naturales.
Como era de esperar, con ocasión de los
satélites artificiales, han aparecido numerosos
errores y confusiones, en las informaciones y
comentarios periodísticos. Hasta se llegó a
decir que habían sido “vencidas las fuerzas
naturales” y que el curso del satélite se ha-
bía logrado “rompiendo todas las leyes co-
nocidas de la ciencia” (textual).
Lo único que efectivamente las rompía
eran ciertas afirmaciones equivocadas de al-
gunos periodistas. Por ejemplo, un diario san-
tiaguino atribuyó insistentemente al segundo
satélite la velocidad, en números redondos, de
unos 40.000 kilómetros por hora — que no só-
lo no es, pero ni siquiera puede ser velocidad
de satélite alguno terrestre, puesto que co-
rresponde a la “velocidad de escape”, que
aleja definitivamente de la Tierra, por con-
vertir la órbita elíptica en parabólica (el va-
lor exacto de esa velocidad es algo superior
a ese número redondeado).
La verdad es que todo en el satélite está
ajustado a las leyes naturales; más aún, a las
mismas leyes conocidas por la ciencia hace
ya mucho tiempo. No se ha hecho otra cosa
que realizar prácticamente un “experimento
pensado” que ya exponía el gran Newton en
sus inmortales " Principia Comentando la
“quinta definición”, explana cómo, si se lan-
za horizontalmente un cuerpo, sin que inter-
venga la resistencia del aire, “al aumentar la
velocidad de ese cuerpo, se aumentaría a vo-
luntad el camino que recorrería antes de caer
sobre la Tierra y se disminuiría la curvatura
de su trayectoria; de modo que podría hacer-
se que no cayera a la Tierra sino a una dis-
tancia de 109, de 309 o de 90°; o que girara
en torno a ella, sin caer jamás; o aun que se
alejara directamente por el cielo hasta el in-
finito”.
Absolutamente todo lo relativo a estos sa-
télites artificiales: los cálculos más fundamen-
tales y genéricos, como son los correspondien-
tes a la velocidad horizontal indispensable pa-
ra que un cuerpo cualquiera recorra una ór-
bita circular o elíptica en torno a la Tierra, a
determinada altura; los problemas más espe-
ciales tocantes a elegir alturas convenientes, a
la energía requerida para dar la aceleración
necesaria considerando la “relación de masa”,
a los cohetes de varias “etapas” con que se
facilita la solución, a la manera de obtener
y aplicar dicha energía, y a otros mil; has-
ta terminar en los más particulares detalles
técnicos de concepción, de preparación de
materiales adecuados para soportar y rendir
lo que se les tiene que exigir, de construc-
ción y funcionamiento de los cohetes y del
“sputnik”, con sus innumerables y delicadísi-
mos mecanismos de autocontrol y demás, pre-
cisos como un reloj; todo, absolutamente to-
A PROPOSITO DE SATELITES
451
do lo pensado y realizado en esa empresa, no
ha sido concebido, proyectado y producido si-
no conformándose por entero con las respec-
tivas leyes naturales, desde la gravitación uni-
versal hasta las más específicas propiedades
físicas y químicas.
Tal es, por lo demás, la única forma en
que el hombre puede llegar a “dominar las
fuerzas naturales”. No consigue servirse de
ellas, sino sometiéndose a las leyes que las
rigen. Logrará encauzarlas hacia determina-
dos objetivos, desencadenarlas, detenerlas,
aplicarlas y obtener así los resultados que pre-
tendía; pero siempre será respetando la natu-
raleza y manera propia de cada una y aco-
modándose a ello. No ha de inventarlas él:
ya existen, independientemente de su acción.
Solamente ha de descubrirlas, conocerlas se-
gún lo que son, tales como son, según su pro-
pia realidad y modalidad; y, una vez cono-
cidas así, utilizarlas de acuerdo con eso que
son. Mediante esa sumisión a las leyes na-
turales es cómo puede llegar el hombre a
conseguir aplicarlas y obtener maravillosos
resultados.
El último término, a quien el hombre ha
de someterse en esa aplicación de las fuerzas
naturales, es al Supremo Autor de las mis-
mas, a la infinita Sabiduría que planeó y de-
terminó ese orden admirable de propiedades,
fuerzas y magnitudes, a Aquel que todo lo
dispuso “£on medida, número y peso” (Sap.
11, 21), es decir, a Dios Creador y Señor, cu-
ya obra son los mundos inmensos y sus di-
versos elementos, con las múltiples vincula-
ciones que los unifican y ordenan. Es su obra,
la de su sabiduría y de su poder, la que po-
co a poco va el hombre descubriendo, cono-
ciendo, o mejor reconociendo; y así admiran-
do más a su Autor. Y es a El también a quien
el hombre sirve y obedece al ir estableciendo
un mayor dominio sobre el universo, confor-
me a la palabra divina que entregó la crea-
ción material al hombre para que la sujeta-
ra a su servicio. Lo que así adquiere es sólo
un dominio accesorio, dependiente del que
Dios tiene como Autor y Dueño supremo. Se
reduce a aplicar las fuerzas naturales, para
obtener resultados determinados, sin alterar
en nada la naturaleza de las cosas. Y así va
surgiendo el progreso humano en el orden
técnico, cuyo sentido auténtico no puede ser
otro que el ayudar a unirse con Dios, fin ul-
timo del hombre y de todo cuando existe.
Tal es el verdadero alcance que el Sumo
Pontífice, en palabras transcritas hace un mo-
mento, recordaba expresamente al referirse a
estas empresas de satélites artificiales terres-
tres y de astronáutica.
Apreciaciones desorbitadas .
Era imposible que el desbordante entusias-
mo provocado por los satélites artificiales ru-
sos no se extendiera, más allá de lo científico
y técnico, hasta el mismo régimen político y
sistema de vida soviético y a la ideología co-
munista. Son extrapolaciones indebidas, aun-
que frecuentes, esos pasos de un orden a otro
muy diverso, esas “demostraciones” por sim-
ple presencia de otra cosa que nada tiene que
ver con la pretendida conclusión. No era du-
doso que habrían de producirse en este ca-
so. Más aún, podría sospecharse, sin excesi-
va suspicacia, que en todo este asunto, lo que
principalmente ha interesado a los gobernan-
tes rusos — al revés posiblemente de los gran-
des sabios que hayan intervenido en los es-
tudios— , no ha sido precisamente el progreso
científico por sí mismo, sino ese aspecto de
autopropaganda y de victoria en la “guerra
fría”, junto con la ulterior ventaja de mejo-
res armas para la guerra ardiente.
Desde que dieron la primera noticia del
“sputnik”, los dirigentes rusos han hecho de-
safiantes afirmaciones de poder, de superiori-
dad técnica y militar, de adelanto científico;
y han recogido inmediatas ventajas políticas
de prestigio e influencia internacionales, en
desmedro de los Estados Unidos, cuya prensa
llegó a mostrar inequívocos asomos de pánico.
Pero, además de todo eso y como deducido
lógicamente de esos éxitos científicos y téc-
nicos, bastantes comentarios, más o menos di-
rigidos por las habituales consignas comunis-
tas, han insistido en proclamar la excelencia
intrínseca del régimen político y social y has-
ta de la filosofía materialista vigentes en la
actual Rusia.
Tampoco han faltado, aunque en forma
explicablemente vergonzante, las reacciones
opuestas, igualmente exageradas y hasta fa-
náticamente incomprensivas. No llegaron has-
ta negar la realidad de los satélites, aunque
algún intento de eso asomó al comienzo. Re-
sultaba imposible desconocer hechos patentes,
controlados por observadores de todo el mun-
do; así es que los deseos frustrados apenas
si afloraban en sucesivos anuncios de que el
malhadado artefacto ya estaba perdiendo al-
tura, ya no se oía, se destruiría pronto, den-
tro de pocas horas. . . Por lo menos, se le ne-
gaba su procedencia rusa: era lisa y llana-
mente un “producto alemán”, concebido por
sabios alemanes y construido por técnicos ale-
manes, llevados a Rusia después de la de-
rrota (alemana también).
Primeras rectificaciones.
¿Qué pensar de todo eso? La verdad, co-
mo siempre, corresponde a una posición equi-
librada, igualmente distante de los extremos
unilaterales. Ni se puede legítimamente dedu-
cir las conclusiones aquéllas en favor de una
filosofía o régimen, a base de esos éxitos; ni
tampoco es posible cerrar los ojos a los he-
JULIO JIMENEZ
4-52
clios tales como se presentan. Como ya diji-
mos, resulta inaceptable esa atribución total
a los alemanes de algo que, pese a alguna
contribución sobre todo inicial de ellos, co-
rresponde legítimamente a la organización
científica y técnica rusa y viene a ser como
la cúspide sostenida por una amplísima ba-
se de investigaciones e industrias especializa-
das, que evidentemente sería ridículo preten-
der que ha sido íntegramente importada .
Por lo demás, no es ninguna novedad la
destacada contribución rusa a esta clase de
estudios, no sólo en los últimos años, sino
aun ya desde antes de la guerra de 1914:
bastaría citar a K. E. Tziolkowsky, el verda-
dero iniciador en muchos aspectos, cuyos
primeros proyectos a base de cohetes son de
1903. El, hasta su muerte en 1935, y numero-
sos otros investigadores rusos, realizaron no-
tables adelantos, con ayudas oficiales cuan-
tiosas que comenzaron en 1920, por iniciativa
de Lenin. Eos nombres actuales de Sedov,
Blagonrarov, Tikohnravov y demás citados
como principales creadores de los “sputniks”,
no son desconocidos entre los especialistas oc-
cidentales; se trata de sabios que han podi-
do alternar en plena igualdad con los mejo-
res entre sus colegas de todo el mundo, en
congresos técnicos de alta categoría.
Prescindo mejor de otras dos clases de
consideraciones: uno de los primeros y más
destacados técnicos alemanes en estas mate-
rias, H. Oberth, no era alemán sino rumano,
que después de publicada en 1923 su obra
clásica adoptó la otra nacionalidad; y si se
pretende atribuir procedencia alemana a los
"sputniks” para evitar una consecuencia fa-
vorable al comunismo, no se advierte que así
se tendría un inconveniente semejante respec-
to a otra doctrina igualmente errónea, la
nazista.
La verdad es que no puede lógicamente
aceptarse, en favor de una ni de otra doc-
trina, ninguna pretendida justificación a ba-
se de esos éxitos técnicos. Sería un paso ile-
gítimo a otro orden muy diverso, indepen-
diente; y hasta implicaría una apreciación
demasiado superficial de los mismos hechos
aun dentro del propio campo de la superio-
ridad de orden técnico.
Digo lo último jjorque, según ya quedó ad-
vertido, ni siquiera parece justificado hablar
así en general de ventaja científica o técni-
ca, de los rusos respecto a los norteamerica-
nos, por el solo hecho de que se les adelan-
taron en la fecha de sus primeros satélites.
Aun sin mencionar múltiples otros sectores
científicos, industriales, etc.; aun restringien-
do la comparación a ios respectivos progre-
sos en materia de proyectiles cohetes y de sa-
télites artificiales, parece permitido hacer la
reflexión de que, si los Estados Unidos no han
colocado algún satélite antes del 4 de octu-
bre, este hecho no significa necesariamente
que hayan estado en la imposibilidad de ha-
cerlo, por falta de progreso científico o téc-
nico suficiente . Pueden haber sido muy diver-
sas, de otro orden, las razones que lo hayan
impedido o simplemente disuadido. Porque,
aun suponiendo que, en esas materias, tuvie-
ran estudios teóricos iguales o superiores a
los rusos; y que contaran con todos los re-
cursos técnicos apropiados para construir y
colocar en su órbita satélites de igual o ma-
yor perfección; siempre queda la posibilidad
de que no se hayan resuelto a hacerlo antes
de esa fecha.
Parece efectivo que intervinieron algunos
motivos de orden económico (los inmensos re-
cursos requeridos eran aplicados preferente-
mente a otros proyectos que parecían más
urgentes para la defensa) y hasta ciertas riva-
lidades profesionales, que no dejaron actuar
libremente a alguna de las organizaciones
que ya estaba prouta, en espera de que lo
hiciera otra. Contribuyó a tomar las cosas sin
prisa el hecho de que, mientras los Estados
Unidos dieron completas informaciones acer-
ca de sus proyectos, Rusia mantuvo su acos-
tumbrado hermetismo. Es creíble que si hu-
biera habido de ambas partes la misma fran-
queza, los Estados Unidos habrían procura-
do y logrado adelantar la fecha de su pri-
mer satélite. En otras palabras, habrían sa-
bido que se estaba corriendo una carrera y
habrían apurado el paso.
Así pues, el solo hecho de no haberse ade-
lantado a los rusos en cuanto al lanzamien-
to efectivo de satélites, no arguye necesaria-
mente que los Estados Unidos hayan queda-
do retrasados en progresos científicos y técni-
cos, no sólo en general, sino ni siquiera en
esa misma especialidad.
Ni régimen ni filosofía comunistas
Pero, en fin, seamos condescendientes: su-
pongamos por un momento que efectivamen-
te hayan logrado los rusos esa tan pregonada
superioridad técnica y científica. Más aún, si
se quiere, añadamos la suposición, bastante
más inverosímil, de que no sólo llevan ven-
taja en cuanto a proyectiles cohetes, auto-
máticos o teledirigidos, con todos los progre-
sos que implican en aleaciones duras, com-
bustibles o propergoles, electrónica, etc.; si-
no cpie también supongámoslos superiores en
múltiples otros ramos científicos que no tie-
nen conexión directa con esas materias. Con-
cedámosles, sin exigir pruebas, como si fuera
un hecho establecido, que son inmensamente
superiores en todo el campo de la técnica.
Bien, ¿y qué? ¿Constituiría eso una prue-
ba de que el régimen político y social sovié-
tico es mejor? ¿implicaría una justificación
del comunismo?
A PROPOSITO DE SATELITES
453
Para quienes no tienen otro criterio que el
del éxito, el del sol que más calienta, el del
vencedor, el de la fuerza en vez del derecho;
para aquellos para los cuales la verdad no
significa nada, ni la justicia, la libertad,
la dignidad, la nobleza ni la vida humana;
para los que están deforjnados por el torpe
materialismo que no deja ver más allá del
mundo visible y palpable, y han por eso per-
dido el sentido de lo que hace al hombre per-
sona y no simple cosa; para el comunista
verdadero o para el burgués epicúreo, es cla-
ro que tales preguntas resultan ingenuas. Pa-
ra ellos, si algo es materialmente superior, es
superior a secas.
Cosa parecida sucede también a los anti-
comunistas cerrados, del tipo integrista, de
ésos que andan viendo “concesiones al comu-
nismo” en todas partes, ¡hasta en los Sumos
Pontífices! y, por supuesto, en sus adversa-
rios políticos sinceramente católicos. Para los
tales, la frase doctrinal de que “el comunis-
mo es intrínsecamente perverso” ha sido siem-
pre un simple “slogan”, que han repetido co-
mo papagayos sin comprenderla, aplicado a
contrasentido y utilizado de acuerdo a lo que
en cada situación les convenía. Han decla-
rado una y otra vez, apoyados en esa frase
y en contra de cualquier católico inteligente
y honrado, que lo único íntegramente “cató-
lico” — así lo decretaban ellos, autoerigidos
en jueces de doctrina — era sostener que en
Rusia todo anda mal, todo está “kaput”, na-
da puede dar resultado, en ningún orden. La
industria rusa, según ellos, no puede ser sino
un fracaso, la agricultura tiene que estar en
decadencia y la ganadería por los suelos, la
investigación científica ha de ser una farsa
y el progreso, peor que nulo, un permanente
retroceso. Absolutamente todo debe adolecer
de la ineficacia propia de una doctrina falsa.
En todo eso, hay una evidente confusión
de ideas, en la que igualmente incurren los
comunistas y los anticomunistas cerrados — es
muy frecuente el verlos así “coincidir” en sus
premisas y maneras de razonar, pese a que
los últimos están especializados en acusar a
destajo de “coincidencias con el comunismo”.
Unos y otros razonan como si, por el hecho
de que haya falsedad en las doctrinas y sea
inicuo y monstruoso algún régimen político
o social, ya necesariamente tuviera que re-
sultar dañada íntegramente la naturaleza hu-
mana de los afectados, hasta el punto de per-
der toda capacidad científica, técnica, y cual-
quier otra. De esta premisa común, los pri-
meros deducen que, si se dan en Rusia rea-
lizaciones valiosas en el orden técnico, quie-
re decir que el régimen mismo y aun la filo-
sofía comunista son aceptables y aun los me-
jores; en cambio, los segundos concluyen a
priori que, dentro de tal régimen y con tal
filosofía, no podrá jamás obtenerse ningún
buen resultado, ni siquiera en el orden técnico.
No hace falta detenernos ahora a mostrar
teóricamente la falsedad de tal suposición ini-
cial común a unos y otros — olvida, entre otras
cosas, que “ex falso sequitur quodlibet”, aun-
que sea "per accidens” — . Nos bastará recor-
dar que está abiertamente desmentida por los
hechos. Basta revisar la historia, aun la más
próxima. ¿No están ahí las grandiosas cons-
trucciones y demás obras de arte y civili-
zación, egipcias, asiriobabilonias, y aun grie-
gas y romanas, creadas bajo regímenes escla-
vistas e inspiradas por groseras concepciones
idolátricas? ¿No hemos visto, hace tan pocos
años, la eficientísima y rápida restauración
del poderío alemán, en muchos campos ade-
más del propiamente guerrero, realizada ba-
jo el despótico totalitarismo de Hitler? ¿Y
quién puede negar que, hace poco más de
un siglo, comenzó una era de inaudito pro-
greso industrial, que, junto con aprovechar
los adelantos científicos, los promovía eficaz-
mente; y quién ignora que todo eso se rea-
lizó bajo el signo de una doctrina y prácti-
ca económicosocial injusta, despiadada, que,
según palabras de León XIII. puso “sobre la
multitud innumerable de proletarios un yugo
que difiere poco del de los esclavos”?
En esos e innumerables otros casos histó-
ricos, no se puede negar la realidad y per-
fección de los resultados obtenidos en un
campo determinado de la civilización mate-
rial; pero tampoco es dudosa la falsedad de
los principios rectores ni la tiránica opre-
sión que tales regímenes importaban. Erró-
neos en sus principios y en su espíritu, y de-
testables en sus implicancias humanas — o.
mejor dicho, inhumanas—, no por eso que-
daban privados de eficacia respecto a resul-
tados particulares, aun de gran calidad técni-
ca. En igual forma, es perfectamente posi-
ble el que dentro del régimen soviético se
puedan alcanzar grandes progresos técnicos,
sin que, sin embargo, esto constituya una ra-
zón para hallarlo aceptable, justo, digno,
humano.
Es cierto que los regímenes tiránicos, co-
mo son los totalitarios, nazis o soviéticos, pre-
sentan algunas ventajas, al menos tempora-
les a corto plazo, respecto a la concentra-
ción de esfuerzos y recursos para alcanzar
determinados objetivos materiales. Logran,
sin oposición ni diferencias de criterios, po-
ner en ejecución los programas que el amo
se haya prefijado, como fue el caso del re-
arme alemán bajo Hitler —“menos mantequi-
lla y más cañones” — , y como parece haber
sido el de los rusos respecto a lanzar satéli-
tes antes que los norteamericanos. Puede ha-
ber así alguna superioridad transitoria, espe-
cialmente si se la consigue a escondidas, man-
teniendo el secreto gracias a la maquinaria
policial.
Pero los resultados en sí mismos no están
condicionados por tales regímenes. Son inde-
pendientes y perfectamente separables de
454
JULIO JIMENEZ
ellos. De hecho, por ejemplo, una vez desen-
cadenada la guerra, ías democracias consi-
guieron, sin salir de su modo libre de vida,
igualar y aun superar los residtados técnicos
totalitarios, y lograr así la victoria.
Sobre todo, hay algo más importante que
esa comparación restringida, limitada a la
respectiva eficacia en cuanto a esos resulta-
dos técnicos. Muy por encima de ella, está
el problema principal, el de la valoración de
ese tipo de objetivos — técnicos, militares, ex-
hibicionistas, expansionistas— , frente a otros
muchos que pertenecen a lo más esencial pa-
ra que la vida humana sea digna y tranqui-
la, — libertad cívica, respeto a las personas,
a su dignidad; convivencia jurídica, segura,
pacífica, grata, virtuosa, amigable, noble; con
igualdad de oportunidades y prioridad para
lo más valioso y esencial, y ante todo para
la realización personal de la razón misma de
la existencia humana: el ir hacia Dios — .
Lo que vale en un régimen político y so-
cial es su calidad respecto al bien común; y,
en cuanto a esto, lo puramente técnico repre-
senta apenas una parte, y no la principal.
Precisamente por eso la política, en su gran-
de y noble sentido, no puede reducirse a una
tecnocracia. Tienen que comprender y aten-
der importantísimas funciones que no están
comprendidas en una mera organización téc-
nica, industrial ni militar. Muy por encima
de cualquiera de éstas, las mira como una de
tantas actividades particulares y parciales,
que han de ser integradas en el conjunto,
dentro de una apropiada jerarquía de valo-
res sociales. Por lo mismo, el auténtico esta-
dista requiere condiciones muy diversas, har-
to más amplias, variadas, equilibradas y su-
tiles, que las propias del empresario indus-
trial. del investigador científico o del jefe mi-
litar. Más allá de meros progresos materiales,
de producción económica y de ventajas par-
ticulares, tiene que saber encontrar la inspi-
ración común, los ideales colectivos que so-
brepasan el interés inmediato, de las perso-
nas o de los grupos, captar las necesidades
y posibilidades, ante todo humanas, y poder
dar impulso entusiasta al cumplimiento vi-
goroso pero libre y variado de la tarea gene-
ral, fijando prudente y eficazmente la cola-
boración digna, coherente pero natural y has-
ta gustosa, de acuerdo con las diversas apti-
tudes y situaciones. En una palabra, al ver-
dadero político le corresponde, no el ser un
ejecutor inmediato, un técnico en cada espe-
cialidad. un investigador, un industrial, un
militar o un artista; sino, por encima de esas
especialidades, comprender lo que son y sig-
nifican esas diversas tareas y su respectiva
situación dentro de la colectividad, apreciar
justa y realísticamente su importancia en ca-
da oportunidad, para el presente y el futuro,
fomentarlas humanamente, propiciando las
condiciones generales que necesitan para des-
envolverse y aun ayudándolas subsidiaria-
mente, y utilizarlas asignándoles objetivos
preferentes, por principales o por urgentes;
y más aún, captar los anhelos inexpresados
y casi insospechados de la multitud, darles
consistencia, dirección clara y oportuna e im-
pulso ordenado y .firme, y realizar así los
avances decisivos en el cumplimiento de lo
que podría llamarse el destino histórico de
su pueblo.
Es que hay, en la convivencia humana,
valores primordiales, más importantes que los
de orden meramente material, económico, in-
dustrial o comercial. No se puede renunciar
a aquéllos, por obtener éstos. A lo sumo, en
un momento de urgencia vital, se les puede
hacer esperar, parcial y transitoriamente, si
se trata de los que no son esenciales a la con-
ciencia sino sólo derivaciones convenientes;
pero pronto recobran su primacía y su fuer-
za, por sí mismos, y con tanta mayor inten-
sidad cuanto más alta sea la perfección de
la cultura adquirida, la riqueza de las tradi-
ciones. el valer cívico y humano.
Por eso, todo el progreso científico y téc-
nico implicado por ciertos éxitos de orden
material como es el de los satélites artificia-
les, no sólo no basta por sí solo, sino que ni
siquiera puede compararse al vacío que de-
ja la ausencia de otros valores más impor-
tantes para la vida verdaderamente humana.
Aun suponiendo que indiquen, no una mera
ventaja accidental de fecha, conseguida gra-
cias al disimulo de sus intenciones, sino una
efectiva superioridad técnica de fondo; esto
no significaría que sea aceptable el régimen
político imperante en la U.R.S.S., ni la fi-
losofía comunista que lo inspira.
Todo eso, en efecto, no puede hacer olvi-
dar que el soviético es un régimen de tira-
nía, de intolerancia, de violencia, de engaños
y zancadillas; un régimen en el que se eli-
mina constantemente a los rivales — dirigen-
tes políticos o militares — con esa bajeza inau-
dita de los procesos prefabricados y las au-
toacusaciones más innobles, con la misma
crueldad refinada, hipócrita e inescrupulosa
con que Enrique VIII suprimía a sus muje-
res; un régimen de opresión, inmisericorde
para con sus súbditos tanto como para con
los de naciones “protegidas”, tal como lo fue
Hungría; régimen cuya doblez y deslealtad
ha sido, en sus alianzas y tratados, aun ma-
yor que la de su aliado Hitler, y en todos
sus procedimientos tan comprobada como lo
mostró el silencio acerca de su proyecto “cien-
tífico” de satélites; un régimen, en una pa-
labra, que es la antítesis de toda conviven-
cia humana, digna, fraternal, pacífica y con-
fiada.
No es posible, por el plato de lentejas de
alguna ventaja técnica, aunque fuera efecti-
va, perder la primogenitura de la dignidad
y libertad humana.
Signos do I Tiempo
China Comunista
EL diario “El Trabajador de Pekín” ha es-
crito recientemente que “la religión de-
be ser arrancada de raíz.”
La idea de un Dios o de las divinidades,
afirma el citado diario, ha brotado de la ne-
cesidad en el hombre de dar una explicación
a las desgracias naturales de que era víctima.
Ante estas pruebas espantosas, misteriosas e
imprevisibles, el hombre atribuyó su causa a
fuerzas sobrenaturales, creando divinidades a
su semejanza.
Más tarde, cuando la humanidad se divi-
dió en clases sociales, la masa obrera, explo-
tada y oprimida de manera cruel, atribuyó
también a fuerzas sobrenaturales' la distribu-
ción de la felicidad y de la desdicha, de la
riqueza y de la pobreza. Como este modo de
pensar cuadraba a los explotadores, éstos hi-
cieron las respectivas organizaciones.
Ahora, sin embargo, conocemos la hidráu-
lica, podemos regular el curso de las aguas
del Río Amarillo y hacerlas inofensivas, el
hombre se lanzará muy pronto a los espacios
y llegará hasta la luna. Lo que hasta ahora
era misterioso, no lo será ya en adelante.
La China roja está creando un Estado So-
cialista perfecto. “Nuestra felicidad no de-
pende ni de Dios y de sus beneficios, ni de
Buda y de su clemencia. La felicidad depen-
de únicamente de nosotros, con la única con-
dición de que permanezcamos unidos al Par-
tido Comunista y trabajemos tenazmente a
las órdenes del Presidente Mao Tse-Tung.”
Es evidente que “no podemos adoptar
frente a la religión una actitud pasiva”...
“¿Cómo conseguiremos suprimir las creencias
religiosas y las innumerables supersticiones?
No podrá alcanzarse este objetivo con una
simple medida administrativa de condena, es
preciso arrancar de raíz la religión.” Esto se-
rá posible sólo cuando se haya completado la
construcción socialista; ni aún entonces des-
aparecerán espontáneamente las ideas religio-
sas, y será necesario seguir difundiendo el co-
nocimiento de las ciencias naturales y socia-
les y del materialismo ateo científico”. Hasta
aquí el diario.
En un país en que la prensa está contro-
lada y dirigida cuidadosamente, no habría
aparecido este artículo si no reflejara una
opinión oficial. Por otra parte, la China ofi-
cial hace esfuerzos desesperados para con-
vencer al mundo de que respeta plenamente
las diversas creencias religiosas.
¿Quién es el que miente? ¿El encargado
de Asuntos de Culto, cuando afirma que “pro-
tege” cualquier religión, o “El trabajador de
Pekín” cuando sostiene que es necesario ex-
tirpar todas las religiones?
EL CONTROL DE NACIMIENTOS
La actual campaña en favor del control
de nacimientos está batiendo el “record”. De
todas partes de China llegan ecos del nuevo
movimiento en pro de la restricción y del
control de nacimientos.
Más de 20 expertos discutieron en Pekín,
el i 5 de febrero, cuestiones relativas a la po-
blación de China. Días después, el 21 de fe-
brero, un Congreso de médicos dio su parecer
sobre los métodos anticoncepcionales y sobre
el matrimonio tardío. El 7 de marzo, el Mi-
nistro de Sanidad Pública enviaba un comu-
nicado al Comité Central. El 8 de marzo se
inauguró en el Parque Chong Shan, de la ca-
pital, una exposición pública que compren-
día mapas con el proceso de la concepción,
métodos anticoncepcionales, y las ventajas de
los nacimientos espaciados. Expertos en la
materia daban a los visitantes su opinión y
consejos; se distribuían también folletos y es-
critos explicativos. Se afirma que en Pekín
han sido abiertas 60 clínicas especializadas,
que el Ministro de Higiene está editando una
serie de proyecciones “de antes y después de
la anticoncepción”, y que se hallan en pre-
paración películas y folletos.
Dirigentes de las manufacturas de tabaco
han comenzado en Shanghai una vasta cam-
paña de publicidad entre los 14.500 obreros
de esta fábrica. En Si-an (Shansi) la campa-
ña ha sido promovida por el Comité de Hi-
giene, en colaboración con los sindicatos y
la asociación femenina. En Tsi-nam (Shan-
4%
MENSAJE
tung) las autoridades provinciales han publi-
cado una ‘ norma directiva” para la “anticon-
cepción científica”, con miras a mejorar la
salud y la prosperidad del pueblo. El “Diario
del Pueblo” dedicaba el 5 de marzo un ex-
tenso editorial al control de nacimientos.
Es de notar, a propósito de esta campaña,
que la prensa china, igual que las autorida-
des competentes, muestra cierta incoherencia
en los argumentos aducidos y hasta una cier-
ta vacilación.
El “Diario del Pueblo”, por ejemplo, en
su número del 5 de marzo, trata de presen-
tar el movimiento como algo espontáneo de
las masas populares. Son las “masas” obreras
y rurales, se dice, las que han solicitado “la
ayuda” de la Administración de Sanidad Pú-
blica, para “controlar los nacimientos”. Pues
bien, esto está en abierta contradicción con
lo declarado por un empleado responsable
del Ministerio de Higiene, quien afirmaba el
8 de marzo, que la práctica de la anticon-
cepción encontraba oposición entre las gentes
de edad del ambiente rural.
El mismo Ministro, señora Li Teh Chuan,
abogaba ante el Comité Central para que se
hicieran todos los esfuerzos posibles, con el
fin de “vencer la oposición al control de na-
cimientos, fuerte especialmente en los secto-
res rurales”. Es interesante subrayar, que en
el mismo discurso declaraba la señora Li Teh
Chuan que “las autoridades del Ministerio
de Sanidad sentían suma repugnancia en
cambiar las normas dictadas sobre el aborto
medico y la esterilización, pero que en ade-
lante dichas operaciones se llevarían a cabo
a voluntad y sin restricción alguna. Esto no
implica por lo demás, añadía, que el Gobier-
no favorezca uno u otro de estos métodos.”
El principal argumento aducido por la
prensa en favor de la limitación de nacimien-
tos es el aumento colosal de la población — 15
millones al año — ; al mismo tiempo, se dice
que ello no es un verdadero mal. Se alardea
de que sea China el país más poblado del
mundo y se afirma que el crecimiento cons-
tante es una señal de la prosperidad general.
Se encomia el control de nacimientos, pe-
ro no porque se crea en la teoría de Malthus,
según la cual la población tiende siempre a
aumentar con mayor rapidez que los medios
de subsistencia. Esta teoría es sobre todo fal-
sa tratándose de China, donde la población
crece en un 2 por ciento al año, al paso que
la producción agrícola aumenta en un 5 por
ciento al año y la producción industrial en
un 10 por ciento. Se exhorta al control de
nacimientos sólo para obtener más rápida-
mente un nivel de vida más elevado.
En estas discusiones y declaraciones ora-
les y escritas no cuenta lo más mínimo el
punto de vista moral. Que sepamos nosotros,
sólo en una ocasión hizo notar un Oficial del
Ministerio de Higiene que “había aún perso-
nas supersticiosas que creían que la anticon-
cepción era inmoral.”
Alcoholismo
de los Niños
N . de la R. — La extrema gravedad del problema del alcoholismo en Chile es un hecho
demasiado evidente. Bebe en exceso el pobre para “matar la pena” y el rico por sensua-
lidad descontrolada. Lamentamos las consecuencias de esta situación. La atribuimos con
demasiada facilidad a atavismos ancestrales como si estos fuesen las únicas causas. El
presente trabajo sobre el problema en Francia nos servirá, lo esperamos, para ver que
la cuestión no es tan simple y para despertar las inquietudes necesarias que nos lleven
a un estudio serio del problerau chileno en toda su amplitud. Se trata del porvenir de
nuestra nación. El ejemplo francés con sus evidentes diferencias, ofrece una innegable
similitud a nuestro caso. Su conocimiento será de provecho.
Observando las taras físicas y mentales de los hijos de alcohólicos se ha hecho
particular hincapié en el estudio de la naturaleza e importancia de la herencia alcohó-
lica, sin que se haya prestado, según nos parece, suficiente atención a las espantosas
condiciones de vida (malos tratamientos, abandono moral y material, prostitución infan-
til) que presentan esos desgraciados niños. La influencia de la herencia parece ser no
tan grande como al principio se pensaba.
Los trastornos físicos, las anomalías afectivas y los desórdenes de comporta-
miento se deben, como lo veremos en las líneas que siguen, más que a la herencia al-
cohólica, a la intoxicación directa de los mismos niños.
En familia . . .
EN efecto, sólo ahora último, algunos mé-
dicos psiquiatras han llamado la aten-
ción sobre los numerosos casos de in-
toxicación alcohólica directa, constatada en
su clientela, en niños de 5 a 12 años, nacidos
de padres normales y educados en medios
sanos.
Se trataba de niños habituados a beber ca-
da día en sus comidas, un cuarto o medio li-
tro de vino, de cidra o de cerveza, “alco-
holismo discreto” instituido con toda inocen-
cia, por los padres de familia. Uno de esos
SIGNOS DEL TIEMPO
457
niños lomaba de vez en cuando un aperiti-
vo. A otro, de 7 años de edad, sus padres le
fiaban todas las tardes un vaso de oporto pa-
ra-calmar su nerviosidad.
La doctora Serin, médico de los hospita-
les psiquiátricos, que ha examinado a esos
niños y relata esos hechos hace notar lo si-
guiente:
“la sintomalogía de ese alcoholismo in-
fantil es limitada y simple: desequilibrio del
humor, desórdenes en el carácter y en e!
comportamiento, perturbación del sueño, pe-
sadillas. Con todo, casi nunca se hace el
diagnóstico.”
Esas perturbaciones relativamente benig-
nas en esa edad y fácilmente curables enton-
ces, llegarán a ser taras, cuando las lesiones
orgánicas sean definitivas. Según el profesor
Perrin. generalmente se constatan entre los
20 y los 50 años, las consecuencias indirec-
tas de un comportamiento alcohólico que ha
comenzado a los 5, 8 ó 12 años. El mal es en-
tonces irremediable.
Alarmada por la frecuencia de esas ob-
servaciones entre su clientela infantil, la se-
ñorita Serin provocó una encuesta general del
Ministerio de Salud Pública, por intermedio
de los directores departamentales. La encues-
ta se dirigía principalmente a los medios po-
pulares. Los departamentos vitícolas de las
regiones de cidra y cerveza fueron los prime-
ros en responder.
“Por doquiera, los niños beben de una ma-
nera habitual y desde la primera edad: ci-
dra en el Calvados, desde la edad de 18 me-
ses, cerveza en el Norte, vino puro en el Lot-
et-Garonne, desde los tres años de edad.
“El uso del alcohol en el niño pequeño,
parece más extendido todavía que el de la
cidra o el del vino. El “trago”, el “pernod”,
son en efecto, considerados como medicamen-
tos, administrados como tónicos y sobre todo
como vermífugos. Se citan muchos departa-
mentos en que el “pernod” es corrientemente
empleado como vermífugo.
“A medida que el niño crece, su consumo
de alcohol aumenta. En Vendée, según dicen,
es frecuente que los niños lleven a la escue-
la en su canasto medio litro de vino para el
almuerzo. Si vienen de lejos, han tomado, ade-
más un poco de alcohol para soportar la fa-
tiga del viaje. Los maestros han tratado, sin
ningún resultado, de reemplazar el vino por
la leche: se han visto obligados a usar el
pretexto del peligro que significa llevar bo-
tellas por lo fácil que es quebrarlas, para im-
pedir el consumo del vino. En sus casas, esos
mismos niños beben cuanto quieren del “ja-
rro de familia” que contiene vino puro. Los
domingos se les puede ver brindando con los
adultos en las bodegas, bebiendo así 5 a h
vasos de vino puro en la tarde. En Dordogne,
en Mayenne, en Lot-et-Garonne la cantidad
media de vino absorbida por los niños de
edad escolar, sería de medio litro diario. El
uso terapéutico del alcohol, persiste. Algu-
nos niños de 6 a 7 años llegan a las sesio-
nes escolares de vacunación, con un frasqui-
to de aguardiente para reconfortarse después
de la operación. (Vendée).
“De estos primeros datos se deduce que
el uso habitual de las bebidas alcoholizadas
de todas clases, se. observa ya, en el niño de
pecho, al cual se le da como medicina, y en
los niños pequeños. Es sorprendente que es-
ta costumbre se encuentre en medios muy
diversos, no sólo en familias consideradas co-
mo atrasadas, incultas y miserables, sino tam-
bién en familias urbanas y rurales^ social-
mente transformadas y a veces hasta cultas.
“Este alcoholismo infantil, poco conocido,
parece tener una extensión y una importan-
cia considerables. Su carácter social depen-
de del desconocimiento profundo del peligro;
de la inocencia con que los padres mismos
intoxican a sus hijos pequeños, convencidos
de que obran en favor de ellos. (1)
“El problema del alcoholismo infantil, es-
cribe el doctor Raimbault, es uno de los as-
pectos mayores de la evolución del alcoho-
lismo en general que, no sólo ha aumentado
considerablemente durante estos diez últimos
años, sino que también y sobre todo, toca
siempre más de cerca a los adultos entre 20
y 50 años... Si durante largo tiempo, la pla-
ga alcohólica en la infancia no ha atraído
suficientemente la atención, es, sin duda, por-
que las manifestaciones infantiles de alcoho-
lismo no aparecen tan frecuentes, ni tan gra-
ves a primera vista, como las del adulto. Se-
ría plantear mal el problema, si se conside-
rase en esa forma... ya que con mucha fre-
cuencia, él (el alcoholismo de los niños) re-
presenta en realidad, el punto de partida, de
un mal que se prolongará por toda la vi-
da”. (2)
Es evidente que no se podrá luchar con-
tra semejante mal, sino mediante una educa-
ción de los padres: a menudo el padre es el
gran responsable, pues se siente orgulloso por
la virilidad de su joven hijo, si lo ven co-
mer y beber como un hombre y “soporta
bien el vino”. Los padres no aceptan nunca
el diagnóstico del médico: “Nunca el vino ha
hecho mal a nadie”... “Es buen vino o bue-
na cidra de nuestra cosecha”. . . “El agua pro-
duce la poliomielitis”..
(1) Dra. Serin. Resumen de la comunicación del 22
de junio de 1954 en la Academia de Medicina, dado
por la autora, a la revista Liaisons Sociales, n? 274, 2
al 9 de agosto de 1954.
(2) “Les incidences biologiques de l’alcoholisme”, re-
vista Educateurs, enero-febrero de 1957, pág. 26, en par-
te consagrada al tema “Los niños y el alcohol”.
458
MENSAJE
Esto demuestra el trabajo de educación
que se impone. (3)
La Academia de Medicina ha manifestado
ahora último, la extremada sensibilidad de
los jóvenes a la toxicidad de las bebidas al-
coholizadas (vino, cidra, cerveza). El 7 de fe-
brero de 1956 propuso por unanimidad las'
reglas que deben seguirse en los estableci-
mientos de educación:
1? no debe ofrecerse ninguna bebida alco-
holizada a los niños que no hayan pasado la
edad escolar obligatoria, ni aun a los que ten-
gan más edad, si la familia no lo requiere.
2? después de la edad de 14 años, puede
darse a los niños, durante las comidas, ya
sea agua mezclada con vino, ya cerveza o ci-
dra, con tal que no pase de tres grados y
bajo la absoluta condición de que les ofrez-
can simultáneamente, bebidas no alcoholiza-
das como leche, agua pura o aromatizada,
jugos de frutas.
3? las familias no deben dar ninguna be-
bida alcoholizada a los niños de menos de 14
años que llevan sus comidas a las cantinas u
otros establecimientos análogos.
El Ministro de Educación Nacional, en
una circular del 8 de agosto de 1956 prescri-
bió un régimen inspirado en esos principios,
en todos los establecimientos del Estado. Las
mismas reglas de oro deberían ser aplicadas
por doquiera en familia.
Legislación protectora .
La comunicación de la Dra. Serin, en la
Academia de Medicina, el 22 de junio de 1954
ha puesto en guardia a los medios oficiales
en cuanto a este nuevo aspecto de la plaga
alcohólica y ha determinado a los poderes
públicos a una nueva acción, con el fin de
proteger a los niños. Desarmado ante el al-
coholismo familiar, el legislador ha interve-
nido, allí donde tiene poder para hacerlo,
sobre la venta y el consumo del alcohol en
los sitios públicos.
En diciembre de 1954, el Ministro de Jus-
ticia, impulsado por el Comité Nacional de
defensa contra el alcoholismo, recordaba a
los procuradores de la República, los regla-
(3) El Instituto Nacional de Estudios Demográficos
había organizado una encuesta sobre la opinión de los
franceses, en cuanto a la cantidad de vino que puede
beber un niño de 10 años. Mas o menos un millar de
hombres y un número igual de mujeres han sido in-
terrogados. El 42 por ciento de los hombres y el 52
por cieuto de las mujeres estiman que un niño de 10
años no debe beber vino. Por lo tanto, el conjunto de
esas gentes sensatas está en minoría.
El 22°/o de los hombres y el 28% de las mujeres
piensa que un niño de 10 años puede beber menos de
un cuarto de litro; el 28% de los hombres y el 15%
de las mujeres piensa que puede beber un cuarto de
mentos impuestos en los negocios de expen-
dio de bebidas, reglamentos que algo se de-
jan a un lado.
El conjunto de las disposiciones fue obje-
to de una nueva codificación por el gobier-
no Mendés-France (decreto del 8 de febrero
de 1955) . Un nuevo texto de coordinación
que tiende a aumentar la eficacia de esas
medidas ha sido presentado por el gobierno
y actualmente lo estudian la comisión de jus-
ticia y la legislación civil del Consejo de la
República.
“Recordamos que está prohibido a los
puestos de bebidas y otros sitios públicos ven-
der u ofrecer gratuitamente, a menores de
20 años, bebidas del 3, 4 y 5 grupo, es decir,
vinos dulces naturales que tienen 15 a 18
grados de alcohol puro, ron, espíritu de Aúno,
y todas las bebidas alcohólicas (artículo 80)."
Igualmente está prohibido vender, ni si-
quiera para llevar a sus casas bebidas alco-
hólicas y licores, a menores de 18 años (ar-
tículo 84).
El art. 85 prohíbe a los taberneros recibir
a menores de 16 años que no vayan acompa-
ñados de su padre, madre, tutor u otra per-
sona de más de 18 años que esté encargada
de velar por ellos.
El artículo 86 castiga con prisión V multa
a cualquiera que haya hecho beber hasta em-
briagarse a un muchacho de menos de die-
ciocho años.
Por último, la Asamblea Nacional aprobó
el 13 de febrero de 1957 por 527 votos contra
43 (los Poujadistas, 3 socialistas y 1 indepen-
diente) una proposición de ley cuyas princi-
pales disposiciones son las siguientes:
Queda prohibido a los puestos de bebidas
Arender u ofrecer gratuitamente a niños me-
nores de 12 años, bebidas alcohólicas que ten-
gan más de tres grados de alcohol.
Pagará una multa de 100.000 a 500.000
francos, el comerciante de bebidas que ha-
ya violado estas disposiciones y en el caso
en que su infracción haya causado la muerte
o una gra\re indisposición al menor, el taber-
nero podrá ser perseguido por homicidio, he-
ridas por imprudencia o por mal trato a un
niño.
Por otra parte, queda prohibido bajo pe-
na de multa de 50.000 a 500.000 francos, en-
litro; el 6% de los hombres y el 3% de las mujeres pien-
sa que puede beber medio litro.
El profesor Perrin se refiere a una interrogación es-
colar de los muchachos que están por terminar sus es-
tudios. ¿Que cantidad de vino puede beber un tra-
bajador durante el día? Un litro había dicho la maes-
tra del año anterior. Pero, agregan los jóvenes, cuan-
do se trabaja es menester contar con 5 ó 6 litros. ¿Aca-
so es menester recordar que la dosis máxima para los
hombres es de un litro, medio litro para las mujeres
y los hombres sedentarios, y un cuarto de litro mez-
clado con agua para los adolescentes?
SIGNOS DEL TIEMPO
I
459
tregar, distribuir o enviar a menores de 20
años prospectos, papel secante, forros de li-
bros u otros objetos que ponderen los méri-
tos de una bebida alcoholizada o que lleve la
marca de fábrica de semejante bebida.
Sin duda, este texto parece de difícil apli-
cación: un menor no puede ser recibido en
un depósito de licores sin ir acompañado, pe-
ro ¿será posible perseguir al tabernero si el
padre mismo, en el restaurant o en otra par-
te, vierte vino en el vaso de su hijo?
Por otro lado, en la discusión de la Asam-
blea Nacional, el señor Cayeux, relator su-
plente de la comisión de salud y familia,
hizo observar que el término “puestos de be-
bidas” comprende los puestos permanentes y
temporales de bebidas, especialmente en las
ferias y mercados, kermesses y fiestas loca-
les u otras, y el señor Mignot quien exponía
la opinión de la Comisión de Justicia, ob-
servó entonces que, en virtud de las nuevas
disposiciones “podrían ser perseguidos... por
ejemplo, los sacerdotes que, al organizar ker-
messes, toleren que los niños beban un vaso
de cerveza... Lo que digo es en serio: toda
persona que en una kermesse dé a un niño
menor de 12 años, un vaso de cerveza de
Dueñas de Casa
MI esposa se enfermó durante la noche.
Tenía el rostro ardiente, su temperatu-
ra pasaba los 40°. Temeroso y descon-
certado y sin saber qué hacer —todo había
sido tan inesperado — - llamé al médico. Cuan-
do llegó y una vez que examinó a mi mujer,
me dijo: Su esposa debe quedarse en cama
por lo menos una semana. Nada de trabajar,
ni moverse. Si usted desea su mejoría, am-
bos deben seguir mis órdenes.
Uno de los niños se movió y llamó “Ma-
má” entre sueños. Doctor — dije — , tenemos
cuatro niños, el menor cumplió un año; yo
trabajo y estoy fuera de casa todo el día,
¿qué voy a hacer?
El médico redactaba una receta. Escribió
una segunda hoja y me la pasó. “Tome, tra-
te de obtener una dueña de casa reempla-
zante”. La hoja que tenía yo en mis manos
era un informe de mi situación.
Ahora que el peligro pasó, sigo pensando
que esta “segunda receta” fue tan importan-
te para la recuperación de mi esposa como
la primera. Aún más quizás.
Aquella mañana, tan pronto se abrió la
oficina, presenté mi solicitud en la sucursal
más de tres grados, lo que es frecuente, co-
meterá un delito.”
El señor Cayeux declaró que él estaba de
acuerdo y agregó: “Evidentemente, todos es-
tamos de acuerdo para emplear, en especial
por medio de la educación, los medios que se
imponen para luchar contra el alcoholismo,
especialmente en los hogares, en el seno de
las familias.” (4)
Con todo, se han de aplaudir estas nue-
vas medidas que tienden a proteger a los jó-
venes contra el azote del alcoholismo. Si ellas
nos parecen severas es porque, como todos
los franceses, estamos cegados por el prejui-
cio favorable que reina en todos los medios
con respecto al alcohol y a las bebidas alco-
holizadas. Hay demasiados padres, que se
niegan a considerarlas como venenos, para
los jóvenes. El A. B. C. de la lucha anti-
alcohólica es oponerse a este prejuicio na-
cional.
(Cahiers d’action religieuse et sociale. —
Mayo 15 de 1957)
(4) J. O., 14 de febrero de 1957, pp. 839-840.
Reemplazantes
de Oslo de “dueñas de casa reemplazantes”.
No fue necesario ir a la central; por teléfo-
no expliqué lo sucedido y me prometieron
enviar a alguien dentro de dos horas. A la
hora sonó el timbre de la puerta de calle; era
la dueña de casa reemplazante a cuyo cargo
iba a quedar mi hogar durante la enferme-
dad de mi esposa.
Le presenté a mi señora, con un gesto de
la mano le indiqué vagamente los armarios
de la cocina y salí a la carrera a la oficina,
pues llevaba atraso. Por el camino fui hacien-
do votos porque todo fuera bien, sin saber a
ciencia cierta qué podía suceder. Todo el día
estuve preocupado.
Más tarde descubrí cuanta suerte tuvimos.
La mayoría de la gente de Oslo debe espe-
rar dos o cuatro días una vez presentada la
solicitud. Dos de cada cinco solicitantes no
obtienen ayuda y han de arreglárselas por si
mismos. La demanda de estas maravillosas
dueñas de casa supera en mucho las dispo-
nibilidades del ministerio de asuntos sociales
(Ministry of Social Affairs). Después de 8
años de existencia del plan, Noruega tiene
ahora alrededor de 1.500 dueñas de casa de
MENSAJE
460
reemplazo en 700 de nuestras 744 municipa-
lidades, un término medio de una para cada
2.200 personas. Desde el comienzo han tra-
tado más o menos 130 mil casos.
Las familias con niños pequeños son las
que marcan preferencia eu la lista de aten-
ciones (esta es la razón por la que obtuve
un servicio tan rápido) . El único requisito
necesario es que un médico certifique la ur-
gencia. La situación económica no es condi-
ción importante para que se envíen dichas
ayudas de servicio, porque hoy en día la ma-
yoría de las familias noruegas no tienen em-
pleadas domésticas — prácticamente no existen
desde la guerra — . En realidad esto fue la ra-
zón por la cual varios grupos de mujeres
se unieron pura dar impulso al plan de “due-
ñas de casa reemplazantes” que ayudaran
durante las emergencias familiares. Las fa-
milias ayudadas pagan de acuerdo a sus po-
sibilidades.
El año pasado, el servicio trató cerca de
30 mil casos, en su mayoría como el mío,
también otros muy distintos. T as situaciones
de incapacidad de la madre debido al re-
ciente nacimiento de un hijo representaban
otros 5.300 casos. Más o menos 40.000 niños
de las familias ayudadas estuvieron a cargo
de las “sustituías”. También se prestó ayu-
da a personas solteras y ancianas en caso
de emergencia .
Aquella mañana de mi llamada a la su-
cursal de “dueñas de casa reemplazantes” po-
co sabía de todo esto y sí sabía que dejaba
la casa a cargo de una señora muy agradable
y al parecer eficiente, de unos 35 años y que
no parecía en absoluto acobardada por el
caos que habían creado nuestros cuatro niños
en aquellas horas de la mañana. Cuando vol-
ví en la tarde comprobé la efectividad de su
trabajo. Encontré la casa en perfecto orden,
inmaculadamente limpia. De alguna manera
se ingenió para descubrir el lugar de todos
los utensilios domésticos. La comida estaba
lista. Los niños entraron silenciosos y asea-
dos al comedor, obedientes en todo. Tuvimos
una comida muy agradable. Mi esposa se en-
contraba cómoda, dentro de su inconfortable
situación, sus deseos satisfechos y muchas ve-
ces anticipados. Se reponía libre de las pre-
ocupaciones hogareñas. Yo podía ir a traba-
jar sabiendo que había alguien a mano para
cuidarla todo el tiempo que yo no estuviera
allí y para atender a todos los detalles de la
casa que usualmente eran atendidos por mi
mujer. Mi esposa me decía más tarde: “Era
fantástica: le di dinero para comprar ali-
mentos y otras cosas, aquí está el detalle de
la cuenta. Tu ves lo maravillosa que es con
los niños. Lo está haciendo todo exactamen-
te como si yo lo hiciera, si no mejor”. Le
pregunté si sabía que nuestra sustituta ha-
bía también zurcido mis calcetines y plan-
chado mis camisas. Al término del día cuan-
do se despidió, después de lavar la loza, me
dio un formulario para enviarlo a la ofici-
na local indicando mis entradas y el núme-
ro de bocas que mantengo. Prometió volver
al día siguiente a las 8 de la mañana, y vino
cada día hasta que mi esposa se sintió capaz
de realizar los quehaceres domésticos.
Un día le pregunté por su trabajo. Por
ella supe con cuanto cuidado escogían y
adiestraban a estas mujeres antes de enviar-
las a familias como la mía. Han de ser de
buen carácter y tener conciencia social. Han
de tener entre 23 y 40 años y haber tenido
una práctica general de dueñas de casa, in-
cluyendo un año en un hogar con niños pe-
queños En los distritos campestres deben aña-
dir un año de práctica en hogares campesi-
nos y entrenamiento en lechería y cuidado
de animales de campo.
Han do pasar un examen físico muy se-
vero y seguir un curso de adiestramiento de
cinco meses. Los tres primeros meses asisten
a un curso académico con clases de higiene,
cuidado de enfermos, nutrición, contabilidad,
idioma, sociología y psicología infantil (por
eso no me sorprende que se haya hecho car-
go tan expertamente de mis rapaces). Los úl-
timos dos meses se dedican a práctica en pre-
paración de comidas, costura y mantenimien-
to general de la casa, con trabajos en salas
de maternidad, jardines infantiles y hogares
de ancianos.
Los salarios son establecidos por las ofici-
nas locales y varían de ciudad a ciudad.
Nuestras sustituías ganan alrededor de 8.868
coronas al año, cantidad equivalente a 1.270
dólares y que corresponde aproximadamente
a las entradas de una estenógrafa experimen-
tada en nuestro país. Además tienen su ali-
mentación y en algunos casos “viáticos” para
el viaje. Trabajan 8 horas diarias, con pago
extraordinario por sobretiempo. Las dueñas
de casa reemplazantes por lo general no vi-
ven con las familias a quienes ayudan, a ex-
cepción de algunas regiones montañosas del
norte donde la locomoción es difícil. El servi-
cio se limita a tres semanas, período que se-
gún las autoridades constituye una emergen-
cia. En casos especiales se autorizan prórro-
gas. Los salarios se pagan en las oficinas lo-
cales con fondos entregados por la ciudad y
donaciones hechas por el Ministerio de asun-
tos sociales, quien exige a las municipalida-
des cobrar una cuota mínima a las familias
ayudadas.
El servicio de dueñas de casa reemplazan-
tes forma parte integrante del servicio de
bienestar infantil y salud pública del Minis-
terio y las donaciones parlamentarias han
aumentado de 385 mil coronas (55 mil dóla-
res) en 1948 a 1 millón 300 mil coronas (195
mil dólares) por cada año, durante los dos
últimos años.
La experiencia de nuestra familia no es
rara. Desde entonces he oído de muchas
otras. Un marido joven se encontraba fuera
SIGNOS DEL TIEMPO
46 1
de la ciudad por negocios cuando su mujer
hubo de ser llevada súbitamente al hospital.
Los vecinos cuidaron de las tres niñitas y
mandaron un cable al marido. Volvió, soli-
citó y obtuvo una dueña de casa reemplazan-
te durante dos semanas, hasta que su espo-
sa se repuso.
Y no es solamente la ayuda que llevan a
las familias en una época de gran necesidad,
también el saber que su ayuda es totalmen-
te honrada, digna de confianza y, asimismo,
eficiente, cosas que nos ayudan a sobrepa-
sar nuestros tiempos difíciles. Creo que el
sistema es casi perfecto. Lo linico que nece-
sitamos es más de estas útiles y eficientes
amigas.
(Traducción de “How Norway plans for
subtitute Llouse Wises”, Journal, ag. 1955)
Ante un Hecho Ilegal
EL sábado 26 de octubre se declaró un in-
cendio que acabó con todos los bienes
de 150 familias de un sector del Zan-
jón de la Aguada (Santiago). El miércoles
30, las familias afectadas, no hallando ningu-
na solución en su desamparo, decidieron ocu-
par un terreno vecino, perteneciente a la Cor-
poración de la Vivienda y que les había sido
prometido desde hacía muchos años. Poste-
riormente los grupos familiares ocupantes au-
mentaron a 3.100. El Hogar de Cristo estuvo
junto a los sin techo esas noches y ha segui-
do ayudándoles.
El Enimo. Sr. Cardenal intercedió ante el
Excmo. señor Presidente para evitar el des-
alojo. Las autoridades admitieron el hecho
consumado, prometieron darles esos terrenos
u otros, siempre que no entorpecieran sus
planes anteriormente concebidos.
Este hecho ilegal no es el primero ni se-
rá el último, mientras haya miles de solici-
tudes que por años y años esperan en las ofi-
cinas técnicas, mientras los pobladores de ran-
cheríos indignos de seres humanos ven dete-
nidos sus sueños de llegar algún día a vivir
en un terreno propio.
Según el censo de 1952 había 11.700 ran-
chos. Se calculaba en 70.000 los habitantes
que vivían en Santiago en estas poblaciones.
Ño hay cálculos oficiales del número actual.
Este problema se agudiza si se tiene pre-
sente que este déficit se aumenta por el cre-
cimiento vegetativo de la población. En 1956,
la población de Chile creció en 183.000 ha-
bitantes. Para ellos se debieran haber cons-
truido por lo menos unas 30.000 casas.
Frente a estas cifras, tomemos la labor de
dos de los organismos que más han trabaja-
do por la vivienda, desde su fundación. La
actual Corporación de la Vivienda (antes Ca-
ja de la Habitación), fundada en 1938, y la
Fundación de Viviendas y Asistencia Social
(fundada en 1949) han construido en estos
veinte años (hasta el 51 de diciembre de 1956)
42.197 casas, en las que habitan 270.000 ocu-
pantes.
Miremos esas cifras y comprendamos la
realidad. Ante la necesidad de construir 30
mil casas en un año, los organismos estatales
han construido 42.000 en 20 años.
La principal dificultad, entre otras, está
en las trabas legales que hacen, por un lado,
casi imposible a un obrero normal la adqui-
sición de un sitio para construir, por las exi-
gencias de urbanización, que encarece en más
de dos mil quinientos pesos el metro cuadra-
do, y por otra parte las normas que con cri-
terio casi suntuario exigen en la construc-
ción excesos de concreto y otros detalles.
Mientras no se modifique este criterio en
los reglamentos y en la legislación, ningún
particular, ninguna institución particular o
gubernamental podrá ni siquiera absorber el
crecimiento vegetativo de la población.
Según cálculos de Diego Lira Vergara (cfr.
Mensaje, septiembre 1957), para absorber es-
te crecimiento se requiere al año la construc-
ción de 1.700.000 m2. Si el metro cuadrado lo
cotizamos a $ 25.000, según las normas actua-
les, se necesitan $ 43.500.000.000 anuales. An-
te estas cifras no hay posibilidad de solución,
aunque venga el Punto IV e instituciones in-
ternacionales a ayudarnos.
Tenemos que rebajar los costos de terreno
y construcción. Lo demás serán hermosos pro-
yectos, que están muy bien para ser visitados
en las exposiciones de urbanismo y arqui-
tectura, pero no para resolver un problema
humano, que es catastrófico, por lo que sig-
nifica de desquiciamiento moral y cívico.
La sociedad no puede seguir admitiendo
como normal lo ilegal. La sociedad y las au-
toridades no pueden aceptar que los pobla-
dores, acosados por la extrema necesidad, se
hagan justicia, ocupen terrenos fiscales o par-
ticulares, y que el Gobierno tenga que “ha-
cer la vista gorda” ante estos hechos.
Debemos ser realistas y formar ambien-
te, una conciencia social que haga posible
las reformas legales a fin de que todo ciu-
dadano pueda llegar a ser propietario, pueda
construir su hogar, económico, pero digno.
Caritas - Hogar de Cristo - Viviendas está
propiciando ambos aspectos: reforma legal y
construcción económica.
Carlos Hurtado Echeverría, S. J.
CINE
“ Le Balón Rouge
EL director de “El globo rojo” es Albert
Lamorisse, realizador también de dos pe-
lículas en 16 mm., de extraordinaria ca-
lidad cinematográfica: “Bim”, filmada en Tú-
nez, cuyo argumento es la historia de un ni-
ño y su burrito, “Crin Blanc”, filmada en el
Sur de Francia, con el tema de un niño y
su caballo. “El globo rojo” es el primer film
de Lamorisse en 55 mm. y en color. Igual-
mente, su hijo Pascal actúa por primera vez
en el papel del protagonista.
Nada es común en la carrera de Albert
Lamorisse, ni su formación como director, ni
la creación de los temas tan originales que
selecciona con marcada preferencia. La crea-
ción cinematográfica es uno de los procesos
artísticos de mayor diversidad en su realiza-
ción. Intervienen tan complejos factores que,
cada film para un mismo director, es una ex-
ploración que no tiene respuesta hasta que
se proyecta en la pantalla aquello que pare-
cía solo un sueño.
Alberto Lamorisse imaginó la historia de
un niño y un globo rojo con un argumento
construido en líneas generales. Si alguien hu-
biera deseado mayores explicaciones antes
del rodaje del film, nada habría obtenido,
porque el método de Lamorisse es concebir
una unidad total y hacer depender del mo-
mento mismo de filmación las imágenes con-
cretas.
El mismo autor confiesa que no había pre-
visto el desfile de la Guardia Montada, ni la
lluvia, accidente que permitió a Pascal pedir
refugio para su globo bajo los paraguas de
los transeúntes que no sabían que se estaba
filmando. Sin embargo, el efecto de esta im-
provisación está previsto por Lamorisse, que
desea infundir a su obra precisamente el en-
canto de lo espontáneo. Así logra elevar la
sencillez infantil de un plano funcional a un
plano poético, de auténtica creación artística.
¿Por qué gusta tanto a todos este film?
Si se busca una respuesta en el campo de las
ideas, este gusto se refiere al tema cristalino
y simple, donde ningún factor estorba la cla-
ridad. Posee una unidad tan simple que el
mismo Lamorisse, habiendo planeado un film
de largo metraje, durante la filmación perci-
bió que no podía alargar algunas escenas y
prefirió reducir toda la obra a 56 minutos.
Este caso demuestra que ningún drama de
conflictos largos puede prescindir de otras
acciones encarnadas en personajes diversos
que poseen su propia historia y que permiten
al argumentista hacer llegar la acción cen-
tral a planos mucho más profundos. Esta
misma simplicidad hace de “El globo rojo”
uno de los privilegiados cuentos infantiles
que han pasado a la literatura universal de
todos los siglos y que por su valor espiritual
y artístico son deleite para niños y para to-
dos aquellos que leen con el corazón.
El argumento es el siguiente: un niño so-
litario descubre en las calles de París un glo-
bo rojo. Nace una instantánea amistad entre
ellos; el globo sigue al niño y se establece
una dependencia absoluta del uno por el otro.
Juntos recorren la ciudad o van al colegio,
manteniendo siempre una mutua actitud de
engañosa travesura que los une cada vez más.
El encanto de esta amistad se rompe por la
maldad de los envidiosos compañeros de co-
legio, que cruelmente persiguen al globo, lo
apedrean y lo destruyen. Entonces sucede al-
go increíble: miles de globos, miles de pun-
titos de todos colores empiezan a iluminar
el cielo hasta llegar a las manos del niño,
que los atrapa asombrado. Así, triunfante,
se eleva sobre París y contempla la ciudad
desde el mundo de los sueños, que solo a él
pertenece.
Infinitos son los valores cinematográficos
de este film.
CINE
463
El color juega un papel expresivo insepa-
rable del contenido. Al comienzo, durante la
presentación del ambiente en los barrios de
París, el color es de un gris sucio. El espec-
tador apenas logra distinguir que la película
es en colores. Sobre este fondo incoloro ha-
ce su aparición el globo rojo, con un contras-
te llamativo que lo define inmediatamente co-
mo un protagonista.
No existen paisajes, ni calles, ni vestimen-
tas de colores llamativos, ni aún en el niño.
Solamente los .globos son el mundo del co-
lor. El encuentro del globo rojo masculino
con el globo azul de la pequeña es un poema
visual donde la palabra no tiene cabida.
La muerte del globo rojo, bañado de sol,
está en relación directa con la transpiración
de agonía, tan intensa como la muerte de un
ser humano. La apoteosis final, de violento
colorido, es en el primer momento demasiado
fantástica, pero calza perfectamente con el
estilo de la poética historia.
La interpretación de Pascal Lamorisse, el
niño de siete años, es de extraordinario ta-
lento. Su padre, el director del film, le indi-
caba durante la filmación, hacia dónde de-
bía dirigirse, si debía perseguir o atrapar al
globo, pero la interpretación, la expresión, las
reacciones son absolutamente espontáneas, in-
tuitivas y personales. Durante la lluvia Pas-
cal se acercó por iniciativa propia a las re-
ligiosas, ellas reaccionaron también espontá-
neamente y ni siquiera sospecharon que su
acción se estaba filmando para los espectado-
res de todo el mundo y que su sencilla com-
prensión sería examinada por jurados inter-
nacionales que dieron los más codiciados pre-
mios al film.
Esta realización de Lamorisse es una prue-
ba de los valores genuinos del arte cinema-
tográfico. En “El globo rojo” todo es visual
y nada de ello podría ser contado sin que se
perdiera casi todo el valor expresivo. La cá-
mara y la composición fotográfica no insis-
ten en ningún alarde técnico. Durante los
treinta y seis minutos la máquina está com-
pletamente callada, sin sentirse, mientras se
percibe en toda su potencialidad creadora el
genio de Lamorisse. Esto pudo realizarse por-
que la cámara fue manejada por uno de los
mejores técnicos franceses: Edmond Sechan,
que filmara anteriormente “Crin Blanc” y
“El mundo silencioso”.
La música del film está compuesta sobre
innumerables variaciones de una canción me-
lodiosa y tierna que aparece junto con el pri-
mer título. La instrumentación usada es muy
simple y nos recuerda continuamente la uti-
lizada por Lamorisse en su “Crin Blanc”. En
los momentos de tensión emocional la melo-
día se deforma, sin dejar de ser ella misma;
en otros momentos los ruidos y la conversa-
ción humana juegan un papel tan expresivo
como la música, es decir, tienen un valor ca-
si puramente sonoro.
“El globo rojo” quedará para siempre en-
tre las obras maestras del cine, y Alberto
Lamorisse, entre aquellos seres privilegiados
que unen a sil talento una extraordinaria ca-
pacidad de amor a la humanidad.
Rafael C. Sánchez, S. J.
"El progreso hace nacer más necesidades de las que puede satisfacer .”
Bernard Grasset.
Orieniiieloft Oíbliof/ráfica
Mons. Manuel Larraín E. — HACIA UNA ESPIRI-
TUALIDAD DEL LAICADO. — Santiago, Ediciones Pau-
linas, 1957, pp. 48.
Las “Ediciones Paulinas” están cumpliendo entre nos-
otros una importantísima labor de formación católica.
Proporcionan, con gran sentido de las necesidades y de
la oportunidad, inapreciables ayudas para que nuestros
fieles puedan llevar una vida más honda y seriamente
cristiana, mejor pensada, más consciente de su propio
sentido, más a tono con la que viven las más seltctas
cristiandades, europeas y con lo que exigen las urgentes
necesidades del mundo actual.
Cuentan con una ágil revista familiar: “PRESEN-
CIA” —anteriormente se llamó "ALBA” — , que reúne el
agudo sentido periodístico y la magnífica presentación,
con la solidez y equilibrio doctrinales y la variedad y
actualidad de sus informaciones, comentarios y amenas
lecturas. Pero además han publicado numerosos libros
y folletos, muchos de los cuales integran algunas de las
varias “colecciones” que lleva adelante esta Editorial.
Una de esas colecciones, titulada igualmente "Presen-
cia", se inauguró con un luminoso estudio acerca del
“Apostolado de los Laicos en el Mundo Moderno", debido
a la autorizadísima pluma de Mons. Pietro Pavan. Di-
rector en Italia del "Istituto Cattolico d’Azione Sociale”.
Después, entre otros números, ha publicado también una
alocución pastoral, titulada “Ministerio de Evangeliza-
ron", que el Obispo de Talca, Excmo. Mons. Manuel
Larraín E., dirigió al Clero de su Diócesis. El vigilante
e informado Pastor plantea en ella, con gran agudeza,
conocimiento y seguridad, las condiciones efectivas del
medio humano y social en que ha de actuarse, y propor-
ciona las directivas apropiadas para hacer llegar eficaz-
mente el Evangelio hasta el hombre moderno, que no lo
conoce pero tampoco puede vivir de veras sin él.
Ahora, en la primera quincena de octubre, la Edito-
rial Paulina ha incorporado a esa misma colección la bri-
llante y orientadora lección que Mons. Larraín acaba de
pronunciar en el II Congreso Mundial del Apostolado
Laico, celebrado en Roma por esos mismos días. Esta
rapidez constituye un verdadero record, *que más parece
propio del servicio cablegráfico de la prensa diaria. Pero,
sobre todo, dicha publicación representa un aporte muy
valioso para el debido conocimiento de ese importante te-
ma. Como que la disertación de Mons. Larraín fue con-
siderada en Roma, según las noticias de diversas fuentes
que nos han ido llegando, un trabajo magistral, por su
segura doctrina, su agudo sentido de las realidades, su
ponderada estimación de las necesidades y de los medios
más conducentes, y su estimulante y sugerente espíritu
constructivo y firme optimismo.
Seguramente este trabajo, espléndidamente editado
ahora en Chile, alcanzará la amplísima difusión que me-
rece y podrá contribuir eficazmente entre nosotros a ese
"crecimiento de la vida cristiana en los laicos de hoy”
que en él se analiza, se orienta y se estimula.
Julio Jiménez B., S. J.
R. Voillaume. — EN EL CORAZON DE LAS MA-
SAS. — Ed. Studium, Madrid, 1956, 380 págs.
Carlos de Foucauld, brillante oficial del Ejército fran-
cés, vuelve triunfante de una atrevida exploración de
Marruecos. Es el ídolo de la sociedad elegante de París
de fines del siglo pasado. Pero en medio de las fiestas
siente un hastío profundo por toda aquella vanidad. Lo
llama la soledad y el silencio y allí lo espera Dios. En
el desierto de Sahara vive solitario. Fracasa en su inten-
to de reunir discípulos. Muere asesinado por bandidos.
Es la semilla que, sepultada en la tierra, muere. Pero su
espíritu e ideal reviven en René Voillaume. Realiza la
fundación que soñara Foucauld, los Petits Fréres y Pe-
tites Soeurs du Sacré-Coeur. Vivarán una vida de traba-
jo y oración, no en las soledades del desierto, sino en
el corazón de las masas, compartiendo su vida y su suer-
te en poblaciones y fábricas.
La obra que comentamos reúne cartas e instruccio-
nes espirituales mandadas a sus religiosos. Los temas:
Nazareth, la oración, 1<T ascesis, pobreza, trabajo, obe-
diencia, la unidad del amor, etc. Pero interesa no sola-
mente a sus destinatarios, sino a todos los religiosos y
también a los sacerdotes y a los laicos de cultura espi-
ritual. Como bien dice Mons. Manuel Larraín en el pró-
logo de esta traducción, se trata de una de las obras
maestras de la espiritualidad de nuestro tiempo. Tiene
todo el sabor del Evangelio, se coloca en la línea de la
genuina y sabia tradición eclesiástica y encarna a la
vez una respuesta atrevida y honda al clamor angus-
tiado del proletariado moderno que ha perdido su alma.
J. A.
Pierre Fernesole. — EN FACE DU LAÍCISME CON-
TEMPORAIN. SA SAINTETÉ PIE XII ET L'EDUCA-
TION DE LA JEUNESSE. — París, Lethielleux, 1956, 192
páginas.
La enseñanza de la juventud es, por la importan-
cia cada vez mayor que, con razón, se le reconoce, el
campo de una lucha más y más encarnizada. El lai-
cismo y el comunismo quieren despojar a la Iglesia
católica del derecho a enseñar. El P. Fernesole, O.P.,
recuerda a los católicos su responsabilidad.
Después de resumir brevemente la posición de los
Papas desde 1840, presenta en una primera parte la
doctrina de Pío XII respecto a la educación de la
juventud: los derechos respectivos de la familia, de la
Iglesia y del Estado, la grandeza de la labor educa-
cional, la naturaleza de la educación cristiana, la en-
señanza superior católica, etc. La segunda parte esbo-
za un cuadro impresionante de las actividades laicis-
tas contra la enseñanza libre en Francia, desde 1950.
II. D.
PUBERTÉ ET PROBLEMES SEXUELS DE L'ADO-
LESCENCE. — Col. du Centre d’Etudes Laénnec. — Pa-
rís, Lethielleux, 1957, 160 págs.
Tres tomos de los bien conocidos “Cahiers Laén-
nec" se encuentran reunidos en este librito que cons-
ta de dos partes.
La primera, titulada “La Puberté", contiene estu-
dios técnicos sobre la evolución de la pubertad, sus
casos patológicos, sus relaciones con el psiquismo del
adolescente.
La segunda se orienta hacia la dirección de con-
ciencia del joven. Una excelente "Carta a un edu-
ORIENTACION BIBLIOGRAFICA
465
cador” trata con mucha claridad y tino de la conti-
nencia y de la castidad como de las objeciones que
se les hace. Siguen dos estudios sobre la masturba-
ción: unas notas breves pero densas analizan el des-
garramiento interno que se provoca al disociar la
función sexual de la “forma” del amor; luego unas
páginas tan firmes como matizadas presentan el pun-
to de vista teológico-moral.
H . D.
Nink Caspar, S. J. - METAPHYSIK DES SITTLICH
GUTEN. — X y 164 pág., Herder-Freiburg.
El autor, uno de los primeros discípulos de Ed-
mund Husserl y actualmente uno de los más desta-
cados representantes del neo-escolasticismo alemán es
conocido ya en el campo de la filosofía por su libro
“Ontologie, Yersuch einer Gundlegung” (Ontología,
Ensayo de fundamentación) . Allí vemos un pensamien-
to penetrante, orientado en el tomismo, que se en-
frenta, con pleno conocimiento de causa, a las moder-
nas corrientes feuomenológicas y existenciales logran-
do una enriquecedora síntesis. En esta nueva obra del
profesor jesuíta de Frankfurt se continúa su pensa-
miento enfocando un terreno más determinado — del
bien moral — y recorriéndolo sistemáticamente.
La mayoría de los textos de la ética natural se
detienen sobre todo en la moral general y especial
y pasan con relativa rapidez por encima del funda-
mento ontológico, de los principios últimos, en que
la moral se basa; principios que por sus derivaciones
son de capital importancia y que requieren una cabal
comprensión y una exacta formulación. En su nue-
vo trabajo estudia el Prof. Nink precisamente esos
fundamentos ontológicos y en primer lugar el con-
cepto fundamental de toda ética: el bien moral. El
libro abarca tres partes; en la primera parte se tra-
ta de la esencia del bien moral; e.d. del bien moral
en conexión con la perfección del ser y con sus ín-
timos fundamentos; de su norma ejemplar radical (ur-
bildliche Norm) y de ‘su norma final; de sus principios
a priori; de su conocimiento y de la conciencia. La
segunda parte está dedicada a la ley del bien mo-
ral, a la ley moral natural y al derecho natural. Fi-
nalmente la tercera parte trata de la realización del
bien moral partiendo de la virtud moral fundamen-
tal — el amor al bien moral — y pasando de allí a
las virtudes cardinales, concretizaciones de la virtud
moral fundamental.
La obra está claramente escrita y une en su me-
tafísica profundamente elaborada los principios esen-
ciales y los aspectos existenciales de la vida moral
constituyendo así un aporte importante para la acla-
ración de muchos problemas modernos eu el terreno
de la ética.
El libro se dirige en primera línea a filósofos y
teólogos. Pero puesto que su fundamentación de la
ética se ofrece continuamente en íntima conexión con
los problemas del presente es también de gran utili-
dad a todos aquellos que en la confusión espiritual y
moral de nuestro tiempo buscan una respuesta a las
grandes preguntas del ser y de la vida.
II. L. A.
Eommes Jakob. — ZWIESPALTIGES DASEIN. DIE
EXISTENZIALE ONTOLOGIE VON HEGEL BIS HEI-
DEGGER. VIII y 364 pág. Herder-Freiburg.
Refiriéndose al título de su obra, que podríamos
traducir “Existencia escindida”, nos dice el autor en
el epílogo del libro: “El título expresa la ambigüedad
y contradicción fundamental a que se ve sometida en
la filosofía existencial toda vida humana y el "ser mis-
mo”. Esta contradicción proviene de la "inversión" del
concepto mismo del ser; inversión que desde la época
moderna se desarrolló como secularización del pensa-
miento platónico-neoplatónico y que a partir de He-
gel se impuso de uua manera cada vez más decidida
como humanismo absoluto.” (pág. 348).
En su libro nos ofrece Jakob Hommes, profesor de
filosofía en Freiburg, una visión panorámica de la fi-
losofía del siglo XIX y XX (Hegel, Kierkegaard, Schel-
ling, Feuerbach, Marx, Nietzche, Dilthey, conde Yorck
von Wartenburg); filosofía que constituye el germen de
la filosofía existencial hoy dominante. En esa filoso-
fía constatamos un enajenamiento profundo del hombre.
Como nos dice el autor: “El hombre de hoy no se sien-
te ya apreciado en su propia existencia por el mundo
que lo rodea. Se siente saqueado, desposeído, por la rea-
lidad objetiva y al mismo tiempo abandonado en el
camino; una nostalgia metafísica ha despertado en él...
En el mundo, es decir, en las circunstancias que ro-
dean al hombre desde su juventud y que determinan
su trayectoria vital, no brilla ya para él el rostro de
Dios; ese rostro que se inclina hacia él y lo saluda.
Esta es la raíz profunda de la cual brota la idea de la
ontología existencial; es decir, de una ontología, de
una teoría del ser, que parta de la existencia propia
del hombre” (Intr., pág. 1).
Frente a ese enajenamiento ensaya Heidegger una
superación llevando el hombre a apropiarse el mundo
totalmente como suyo y, en su dominación, a recon-
ciliarse consigo mismo. Por el contrario, la visión cris-
tiana frente al mundo ve la posibilidad de esa auto-
reconciliación solamente en el amor y obediencia al
creador. Esta confrontación del pensamiento moderno,
de la filosofía existencial, con la concepción cristiana
es lo que el autor nos propone en su profundo y bien
documentado estudio. Respecto a este último punto bas-
te aquí hacer mención de las 461 extensas notas que
acompañan el texto y que garantizan un conocimiento
inmediato y cabal de las fuentes. Por el tema y por el
nivel en que este tema está tratado se recomienda este
libro principalmente a los filósofos y teólogos. Pero
también los no filósofos, con tal que estén abiertos a
las grandes y fundamentales cuestiones de nuestro tiem-
po, encontrarán en esta obra más de alguna respuesta.
H . L. A.
André Piettre, professeur á la Faculté de Droit de
Paris.— LES TROIS AGES DE L’ECONOMIE. ESSAIS
SUR LES RELATIONS DE L’ECONOMIE ET DE LA
CIVILISATION, DE L’ANTIQUITE CLASSIQUE A
NOS JOURS. ECONOMIE SUBORDONNEE, ECONO-
MIE INDEPENDANTE, ECONOMIE DIRIGEE.— París,
Editions Ouvriéres, Economie et Huinanisme, 1955, 430
páginas.
Solamente “un economista que no fuese más que
economista” y que, por lo mismo “sería mediocre eco-
nomista” (Stuart Mili), podría a priori oponerse a
este ensayo que se esfuerza por colocar los hechos
económicos en la realidad que los encierra, de com-
prenderlos dentro de la mentalidad que los inspira,
en las instituciones que les encuadran, para señalar
la influencia recíproca que ellos ejercen a su vez en
las costumbres, las conciencias y toda la vida social.
Tal objetivo incontestablemente ambicioso, se pre-
cisa a la luz de dos perspectivas fundamentales: des-
pliegue de las civilizaciones y por tanto de las es-
tructuras económicas en ciclos pluriseculares y am-
466
MENSAJE
pliación de las dimensiones humanas más allá de to-
das las contingencias históricas.
La primera de las perspectivas es la clásica, de “las
tres edades". A la civilización bajo tutela responde la
economía subordinada, encerrada en un conjunto de
cuadros y de reglas de origen religioso, moral o social:
a la civilización emancipada, la economía independien-
te, “liberada” de las normas anteriores que domina a
su vez; a la civilización decadente de tendencias está-
ticas, la economía dirigida. A pesar de las apariencias,
esta orientación del pensamiento permanece muy dis-
tanciada de los sistemas universalistas de un Vico o un
Comte, de un Spencer o un Durkheim, y aun de los
puntos de vista de Spengler, Max Weber o Arnold
Toynbee, aunque le hayan proporcionado su aporte. La
razón está en que aquí el campo de trabajo no es la
historia general mirada de un solo golpe de vista, si-
no la evolución de la economía dentro de ciertas civi-
lizaciones, la griega, la romana y la nuestra, y no pa-
rece ilusorio esperar que el dominio más definido de
las investigaciones pueda proporcionarle un alcance más
concreto.
El problema fundamental presentado al mundo hoy
día, cuando una vez más, “los bárbaros están dentro
de los muros", es de saber si el declinar de la tercera
edad de nuestra civilización occidental será definitivo,
escatológico, o si, mañana como en tiempos pasados,
surgirá una civilización nueva.
En este punto aparece entre líneas, en el decurso
de todo el libro, como respuesta al pesimismo que
podría engendrar el tema de la tres edades, la segun-
da perspectiva, la del desarrollo en dimensiones hu-
manas.
Las civilizaciones nacen en lo sagrado y mueren en
el estatismo, pero la humanidad no sólo permanece, si-
no que lentamente, penosamente, progresa. Más exacta-
mente, crece. Arrastrando más allá de todos los retroce-
sos y de todas las rupturas una ampliación gradual
de sus dimensiones, primeramente en sus conocimientos,
por la acumulación del saber, en su tesoro moral tam-
bién, acogiendo de civilizaciones sucesivas sus heren-
cias que sirven permanentemente al espíritu y por úl-
timo y sobre todo en su cuerpo social, tanto por el
desarrollo de sus cuadros de vida como por la concien-
cia siempre más clara y profunda que toma de su
destino.
Sin duda “la realidad histórica es compleja, no se
deja encerrar en fórmulas; hay diferencias entre fenó-
menos análogos... pero esto no impide la legitimidad de
los estudios comparativos, ni de las constituciones de
tipos si se hacen con la crítica conveniente". (F. Si-
miand).
En conclusión “todo ensayo de síntesis, aunque apa-
rezca prematuro, no puede ser sino útil a las inves-
tigaciones, con tal que se dé con toda franqueza por
lo que es" (H. Pircnne), y esta condición parece ha-
berse cumplido.
R. V.
"UN AMOR”, de Luis Durand. — Zig-Zag, Santiago
de Chile, 1957, 447 págs.
La presentación de esta novela póstuma del cono-
cido escritor chileno, viene precedida de una semblan-
za encomendada a Luis Merino Reyes.
Luis Durand desarrolló una intensa actividad li-
teraria, que se inició en 1927 con “La Chabela”. En
el transcurso de estos treinta años cultivó diversos gé-
neros literarios: Memorias: “Gente de mi Tiempo”; En-
sayo: “Presencia de Chile”; Biografía: “Don Arturo”;
Libros de Cuentos: ‘‘Tierra de Pellines", "Campesinos",
“Mi amigo Pidón”, etc.; Novela: “Mercedes Urízar”,
“El Primer Hijo”, “Piedra que rueda”, “La noche en
el camino” y “Frontera", su obra más definitiva.
Mirada en conjunto toda esta producción, salta a
primera vista la maestría de Durand en pintar la vi-
da rural chilena. Ausculta los secretos del hombre y
de la vida del campo, capta y transmite con belleza los
encantos de la naturaleza, no como mero placer esté-
tico, sino encuadrándolos en el marco general de las
acciones, que cobran así más vida, más realidad.
“La Frontera” constituyó un best seller y la críti-
ca la recibió con unánime regocijo. Luis Merino Reyes
dice de ella: “Es su obra cumbre, una epopeya, un him-
no de vida y de color, donde accionan su plasticidad
para imitar el lenguaje campesino, su gracejo cruel, su
captación poética del ambiente”. Desde el comienzo el
lector percibe una especie de torrente vital que pron-
to se torna irresistible. Su protagonista, Anselmo Men-
doza, es una creación literaria de recios contornos, de
aristas rudas y tiernas, sin caer por esto en lo con-
tradictorio. Es un cuadro alógico, desesperado en don-
de la creación estética es un fiel trasunto de la na-
turaleza rebelde que va paralelamente dando vigor a
las variadas acciones.
“UN AMOR” es novela póstuma, inconclusa, des-
parramada, mal escrita, inconexa, obsesionada por el
sexo en una forma no sólo antiestética sino también an-
timoral. Juan Alsina, protagonista, torturado y en per-
petuo anhelo no ofrece al crítico mayor interés, ya que
oscila en un círculo de hierro caldeado al rojo. Va y
viene como un sonámbulo obsesionado nada más que por
la mujer, no como un ideal noble que satisfaga sus
profundos ideales, sino como un sustituto de algo año-
rado y jamás poseído. En este aspecto Durand hubiese
tal vez podido realizar algo grande, pero “Un Amor”
está tan superficialmente presentado que más bien nos
parece un acervo informe de anécdotas que un todo
estructurado después de un maduro proceso creativo.
Alone, en su crónica del 29 de septiembre de 1957,
observa, fuera de su modo habitual de presentar las
obras, pues para él lo moral no pesa en lo artístico,
que: "Las entrañas nunca son cosa enteramente lim-
pia; a menos de haber pasado por la cocina o un des-
infectorio: las personas de estómago delicado harán me-
jor en apartar la nista de ellas". Tal juicio y de crí-
tico tan “amplio” en sus crónicas literarias, es exacto.
"Un Amor” es una sucesión ininterrumpida de obs-
cenidades que ofende al sentido estético y a la moral.
Durand desnuda a sus personajes. Se complace en ofre-
cerlos aprisionados y llagados. A veces se entretiene
describiendo ambientes refinados, divaga sobre filosofía
y política, algunos "héroes" vuelven sobre sí mismos,
pero pronto retorna Durand al sexo absolutista.
La ideología de "Un Amor” va en línea paralela.
A través de ella entendemos una visión pesimista y fa-
talista, que destroza toda noble ambición para sepultar-
la en el fango.
Zig-Zag no debió haber publicado esta obra que no
honra a Durand, pues se ve que el autor sólo recogió
elementos mal digeridos aún.
Ercilla recuerda (11 de septiembre) que Durand “le
tenía miedo a escribir sobre los santiaguinos y sobre
todo sobre las santiaguinas”. Tenía razón.
Francisco Dussuel, S. J.
VIDA Y MUERTE DEL DIA, por María Siloa Os-
sa — Empresa Editora Zig-Zag, Santiago de Chile, 1957.
Alguna vez — liará cosa de quince años — estando
en un puerto del Sur nos llegó un breve poemario ti-
tulado “Cuento y Canción”, escrito por la joven au-
tora chilena María Silva Ossa, poemario que nos se-
dujo por lo grácil del verbo y por la espontánea ma-
ORIENTACION BIBLIOGRAFICA
467
ñera de decir su mensaje. Varias de las composicio-
nes iban dirigidas a sus hijos, quienes aparecían como
excelente motivo de inspiración para la cristiana poetisa.
Desde entonces acá María Silva Ossa ha trabajado
con intensidad en la actividad literaria, puliendo cada
vez más su estro poético. Es notable la gracia con
que engarza las palabras para expresar sus ideas.
La sencillez domina como señora en los versos de
la poetisa santiaguina, que actualmente es madre de
varios niños.
Es múltiple la gama de temas que sirve de fondo
para las estrofas de María Silva Ossa; tan pronto se
refiere a lo externo, a lo objetivo, como canta la con-
LIBROS
'La inclusión en esta lista no excluye una posible
recensión, ni implica un juicio sobre el valor
del libro).
CUESTIONES ACTUALES
Giovanni Rossi. — Herejías de nuestros tiempos.— Ma-
drid, Studium, 1956, 257 págs.
Alberto Baltra, etc. — El futuro económico de Chile y
de América Latina. — Col. “Saber”, n? 8. — Santia-
go, Edit. Universitaria, 1957, 128 págs.
CUESTIONES RELIGIOSAS
Mons. Jesús Enciso V Por los senderos de la Biblia.
Tomo I: Israel; Tomo II: Jesucristo. — Madrid, Stu-
dium, 1956, 283 y 315 págs.
Dina Schaefer. — Por Cristo al Padre. — Barcelona, Her-
der, 1957, 438 págs.
Roger Spoelman. — Ouvrons la Bible. — Bruxelles, Edit.
Universitaires, 3.a Edic., 1954, 94 págs.
Jean Mouroux. — Sentido cristiano del hombre. — Ma-
drid, Studium, 1957, 249 págs.
HISTORIA RELIGIOSA
Cruz de la Cruz. — El santo Pilar de España. — Madrid,
Studium, 1957, 284 págs.
José A. Delgado /., S. J. — Jesuítas en campaña. —
Madrid, Studium, 1956 ,546 págs.
María Rene Bazin. — Hablan nuestras hermanas. — Ma-
drid, Studium, 1957, 197 págs.
Roland Cluny. — Bajo el sayal.— Madrid, Studium,
1957, 246 págs.
W. Hünermann. — El apóstol de los leprosos.— Bar-
celona, Herder, 1957, 302 págs.
•
MORAL Y EDUCACION
José Meier. — Ideas claras sobre la pureza y el amor.
— Madrid, Studium, 1957, 171 págs.
A. Ayala, S. J. — Pensamientos sobre la vida por un
viejo de buen humor. — Madrid, Studium, 1957, 160
páginas.
M. Raymond .— Un trapense pregunta: ¿en qué consis-
te el mal? — Madrid, Studium, 1956, 90 págs.
Gustaoe Thibon. — La crise moderne de l’amour. — Bru-
xelles, Edit. Universitaires, s. f., 134 págs.
goja, el sufrimiento, la tortura que le punzan su es-
píritu. El árbol solitario, el agua diáfana y cristalina,
la montaña blanca, la estrella lejana tienen en esta au-
tora un canto jubiloso para enaltecer su existencia.
El tono lírico reina siempre en el trascurso del
poemario. El voluble y movedizo octosílabo domina den-
tro de la variedad estrófica empleada por María Silva
Ossa. Metáforas cáusticas y extrañas matizan el con-
tenido; un fondo emocional de consideración va im-
pregnando de suaves tonos la angustia interior.
Alberto Arraño, S. J.
RECIBIDOS
VIDA ESPIRITUAL
R. M. Spiazzi, O. P. — El Espíritu Santo en la vida
cristiana. — Madrid, Studium, 1956, 219 págs.
J. M . de Llanos. — El desfile de los santos. — Madrid,
Sapientia, 1956, 1344 págs.
Emilio Enciso V. — Bendita entre todas. —Madrid, Stu-
dium, 1956, 389 págs.
Pedro Lorson, S. J. — La revolución de los corazones.
— Madrid, Studium, 1956, 165 págs.
M. Winomska. — El Aventurero y el Santo. — Madrid.
Studium, 1955, 121 págs.
Biblia en Imágenes. — Barcelona, Herder, 1957, 321 pá-
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Claude G. Bomers. — Misión en Chile (1939-1953). — San-
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tán.— Madrid, Sapientia, 1955, 526 págs.
Jaime Eyzaguirre. — Ideario y ruta de la emancipación
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Universitaria, 1957, 164 págs.
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tiago, Zig-Zag, 1957, 159 págs.
González Vera. — Vidas Mínimas. — Santiago, Ercilla,
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Etienne du Bus de Warnaffe. — Ecris-moi du désert.
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sitaires, s. f., 165 págs.
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Zig-Zag, 1956, 203 págs.
Ernst Lóhndorff .— El cazador de Orquídeas. — Bibl.
Juvenil. — Santiago, Zig-Zag, 1956, 204 págs.
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Rene Carpenlier y Jean Lannoye. — Suisse, Nation eu-
ropéenne. — Bruxelles, Edit. Universitaires, s. f.,
217 págs.
DOCUMENTOS
El Apostolado de los Laicos
(Discurso de Su Santidad Pío II al II Congreso Mundial para el Apostolado
de los Laicos, 5 octubre 1957) .
Jerarquía y Apostolado.
TOMAREMOS como punto de partida
de estas consideraciones una de los cues-
tiones destinadas a precisar la natura-
leza del apostolado de los laicos: “El laico
encargado de enseñar la religión con missio
canónica, con el mandato eclesiástico de en-
señar. y cuya enseñanza constituye tal vez
su única actividad profesional, ¿no pasa, por
ello mismo, del apostolado laico al apostola-
do jerárcpiico?”
Para contestar a esta pregunta hay que
recordar que Cristo confió a sus mismos
Apóstoles un doble poder: en primer lugar,
el poder sacerdotal de consagrar, que fue
otorgado en plenitud a todos los Apóstoles,
y en segundo lugar, el de enseñar y gober-
nar, es decir, de comunicar a los hombres,
en nombre de Dios, la verdad infalible (pie
les obliga a fijar las normas que regulan la
vida cristiana.
Estos poderes de los Apóstoles pasaron al
Papa y a los Obispos. Estos, por la ordena-
ción sacerdotal, transmiten a otros, en me-
dida determinada, el poder de consagrar,
mientras que el de enseñar y de gobernar es
propia del Papa y de los Obispos.
Cuando se habla de apostolado jerárquico
y de apostolado de los laicos, hay que tener,
por lo tanto, presente una doble distinción:
en primer lugar, entre el Papa, los Obispos
y los sacerdotes por un lado, y el conjunto
del elemento laico por otro; luego, entre el
mismo clero, entre los que tienen en su ple-
nitud el poder de consagrar y de gobernar,
y los demás clérigos. Los primeros (Papa,
Obispos y sacerdotes) pertenecen necesaria-
mente al clero; si un laico fuese elegido Pa-
pa, no podría aceptar la elección sino a con-
dición de ser apto para recibir la ordenación
y estar dispuesto a ser ordenado; el poder
de enseñar y de gobernar, así como el cans-
ina de la infalibilidad, le serían concedidos a
partir del instante de su aeeptación, incluso
antes de su ordenación.
Ahora bien, para responder a la cuestión
planteada, es importante considerar las dos
distinciones propuestas. Se trata, en el caso
presente, no del poder de orden, sino del de
enseñar. Son únicamente depositarios de éste
los que están investidos de autoridad ecle-
siástica. Los demás, sacerdotes y laicos, cola-
boran con ellos en la medida en que aque-
llos Ies conceden confianza para enseñar fiel-
mente y dirigir a los fieles (1). Los sacerdo-
tes (que actúan en fuerza de su función) y
los laicos también, pueden recibir el manda-
to que, según los casos, puede ser el mismo
para los dos. Se distinguen, sin embargo, por
el hecho de que el uno es sacerdote, y el otro
laico y que, por consiguiente, el apostolado
del uno es sacerdotal, y el otro es laico. En
cuanto al valor y a la eficacia del apostola-
do ejercido por el que enseña religión, de-
penden de la capacidad de cada uno y de
sus dones sobrenaturales. Los profesores lai-
cos, las religiosas, los catequistas en países
de misión, todos los que han sido encarga-
dos por la Iglesia de enseñar las verdades de
la fe, pueden igualmente, con perfecto dere-
cho, apücarse la palabra del Señor: “Vos-
otros so* la sal de la tierra”, “vosotros sois
la luz del mundo”. (2)
Es claro que el simple fiel puede propo-
nerse — y es sumamente, deseable que se lo
proponga — colaborar de una manera más or-
ganizada con las autoridades eclesiásticas,
(1) Cánones 1327 y 1328.
(2) Mateo 5, 13-14.
DOCUMENTOS
469
ayudarlas más eficazmente en su labor apos-
tólica. Se pondrá entonces más estrechamen-
te bajo la dependencia de la Jerarquía, la
única responsable ante Dios del gobierno de
la Iglesia. La aceptación por el laico de una
misión particular, de un mandato de la Je-
rarquía, si se le asocia más de cerca a la con-
quista espiritual del mundo, que despliega la
Iglesia bajo la dirección de sus Pastores, no
basta para convertirle en un miembro de la
Jerarquía, para darle los poderes de orden
y de jurisdicción que permanecen estrecha-
mente ligados a la recepción del sacramento
del orden, en sus diversos grados.
Hasta aquí no hemos considerado las or-
denaciones que preceden al sacerdocio, y que
en la práctica actual de la Iglesia, no se con-
fieren más que como preparación para la or-
denación sacerdotal. La función encomenda-
da a las órdenes menores la ejercen desde
hace tiempo los laicos. Sabemos que en la ac-
tualidad se piensa en introducir un orden de
diaconado concebido como función eclesiásti-
ca independiente del sacerdocio. La idea, hoy
al menos, no está madura todavía. Si lo lle-
gara a estar un día, nada cambiaría de cuan-
to acabamos de decir, excepto que este dia-
conado ocuparía su lugar con el sacerdocio
en las distinciones que hemos indicado.
Responsabilidad de los laicos.
Sería desconocer la verdadera naturaleza
de la Iglesia y su carácter social, el distinguir
en ella un elemento puramente activo, las au-
toridades eclesiásticas, y por otra parte, un
elemento puramente pasivo, los laicos. Todos
los miembros de la Iglesia, como hemos dicho
en la Encíclica Mystici Corporis Christi, es-
tán llamados a colaborar en la edificación y
perfeccionamiento del Cuerpo Místico de Je-
sucristo (3). Todos son personas libres y de-
ben ser, por lo tanto, activos. Se abusa, a me-
nudo, del térmiuo emancipación de los laicos ,
cuando se utiliza en un sentido que deforma
el verdadero carácter de las relaciones que
existen entre la Iglesia que enseña y la Igle-
sia enseñada, entre sacerdotes y laicos. A pro-
pósito de estas últimas relaciones, observa-
mos simplemente que las tareas de la Iglesia
son hoy día demasiado vastas para permitir
entregarse a disputas mezquinas. Para man-
tener la esfera de acción de cada uno, basta
que todos posean el suficiente espíritu de fe,
desinterés, estima y confianza recíprocas. El
respeto de la dignidad del sacerdote fue
siempre uno de los rasgos más típicos de la
comunidad cristiana. Por el contrario, tam-
(3) Ver Acta Apostolicae Sedis, año XXXV, 1943,
pág. 241.
bién el laico tiene sus derechos, y el sacer-
dote debe reconocerlos por su parte. (4).
El laico tiene derecho a recibir de los sa-
cerdotes todos los bienes espirituales, con el
fin de lograr la salvación de su alma y lle-
gar a la perfección cristiana; cuando se trata
de derechos fundamentales del cristiano, pue-
de hacer valer sus exigencias (5); el sentido
y la finalidad misma de toda la vida de la
Iglesia se hallan aquí en juego, así como la
respousabilidad ante Dios tanto del sacerdote
como del laico.
Se provoca inevitablemente un malestar
cuando no se tiene en cuenta más que la fun-
ción social. Esta no es un fin en sí mismo,
ni en general ni en la Iglesia, ya que la co-
munidad está, en definitiva, al servicio de los
individuos y no inversamente. Si la historia
demuestra que, desde los orígenes de la Igle-
sia los laicos tenían participación en la acti-
vidad que el sacerdote despliega al servicio
de la Iglesia, es verdad que hoy más que nun-
ca, deben prestar esta colaboración con tan-
to más fervor, “para la edificación del Cuer-
po de Cristo” (6), en todas las formas de apos-
tolado. especialmente cuando se trata de ha-
cer penetrar el espíritu cristiano en toda la
vida familiar, social, económica y política.
Uno de los motivos de este llamamiento
al elemento laico es, sin duda, la escasez ac-
tual de sacerdotes, pero incluso en el pasa-
do el sacerdote esperaba la colaboración de
los laicos. Mencionaremos únicamente la con-
siderable aportación que los maestros y maes-
tras católicos, así como las religiosas, han
dado a la enseñanza de la religión y, en ge-
neral, a la educación cristiana y a la forma-
ción de la ju3entud; piénsese, por ejemplo,
en las escuelas católicas de los Estados Uni-
dos. La Iglesia les está agradecida: ¿no se
trataba de un necesario complemento del tra-
bajo sacerdotal? El hecho es que la escasez
de sacerdotes es hoy particularmente sensi-
ble y amenaza serlo aún más; pensamos de
modo especial en los inmensos territorios de
América Latina, cuyos pueblos y Estados es-
tán conociendo en la época presente un rá-
pido desarrollo. La labor de los laicos es allí
tanto más necesaria.
Por otra parte, incluso apartándonos del
problema que crea el reducido número de sa-
cerdotes, las relaciones entre la Iglesia y el
mundo exigen la intervención de los apósto-
les laicos. La consagración del mundo es, eu
lo esencial, obra de los laicos mismos, de hom-
bres que están íntimamente mezclados en la
vida económica y social, que forman parte
del gobierno y de las asambleas legislativas.
Del mismo modo, las células católicas, que
deben crearse entre los trabajadores, en cada
(4) Cánones 87, 682.
(5) Cánones 467, pfo. 1; 892, 1.
(6) Etesios 4, 12.
470
MENSAJE
fábrica y en cada ambiente de trabajo, para
conducir de nuevo a la Iglesia a los que se
hallan separados de ella, no pueden ser cons-
tituidos más que por los mismos trabajadores.
Que la autoridad eclesiástica aplique tam-
bién aquí el principio general de la ayuda
subsidiaria y complementaria; que se confíe
al laico las tareas que puede cumplir tan
bien o incluso mejor que el sacerdote, y que,
dentro de los límites de su función o de los
que traza el bien común de la Iglesia, pue-
da actuar libremente y ejercer su respon-
sabilidad.
Además, habrá de recordarse que la pala-
bra del Señor “digno es el obrero de su sa-
lario” (7), se aplica también a él. A menudo
nos hemos sorprendido al ver recordar en los
Congresos misionales para el apostolado de
los laicos la obligación de dar a estos cola-
boradores el salario que les corresponde; el
catequista se ve a menudo totalmente ocu-
pado en su tarea misionera y, por consiguien-
te, él y su familia, dependen para vivir de
lo que la Iglesia les da. Por lo demás, el após-
tol laico no debe considerarse ofendido si se
le pide que no formule ante la misión para
la que trabaja pretcnsiones exageradas.
En ocasión precedente hemos evocado la
figura de estos laicos que saben asumir todas
sus responsabilidades. Son, dijimos, “hombres
constituidos en su integridad inviolable co-
mo imágenes de Dios; hombres orgullosos de
su dignidad personal y de su sana libertad;
hombres justamente celosos de ser los iguales
de sus semejantes en todo lo que se refiere
al fondo de lo más íntimo de la dignidad
humana; hombres apegados de manera esta-
ble a su tierra y a su tradición” (8). Este
conjunto de cualidades supone que ha apren-
dido a dominarse, a sacrificarse, y (pie saca
sin cesar luz y fuerza de las fuentes de sal-
vación que ofrece la Iglesia.
El materialismo y el ateísmo de un mun-
do en el que millones de creyentes tienen' que
vivir aislados, obliga a formar en todos ellos
personalidades sólidas. Si no ¿cómo resistirán
al empuje de la masa que los rodea? Lo que
es verdad para todos lo es en primer lugar
para el apóstol laico, obligado no solamente
a defenderse sino también a conquistar.
Esto no quita nada al valor de las medi-
das de precaución, como las leyes de protec-
ción de la juventud, la censura de film, y to-
das las demás disposiciones que toman la
Iglesia y el Estado para preservar de la co-
rrupción al clima moral de la sociedad. Pa-
ra educar al joven en sus responsabilidades
de cristiano, conviene conservar su espíritu y
su corazón en una atmósfera sana. Podría de-
cirse que las instituciones deben ser tan per-
(7) Lucas 10, 7.
(8) Alocución a los nuevos Cardenales, 20-11-1946;
Disc. e radiom., vol. VII, pág. 393.
fectas que puedan por sí solas asegurar la
salvaguardia del individuo, mientras que el
individuo debe formarse en la autonomía del
católico adulto, como si no tuviera que con-
tar más que consigo mismo para triunfar
sobre todas las dificultades.
El apostolado de los laicos.
Elaboramos aquí el concepto de apostola-
do de los laicos en el sentido estricto confor-
me a cuanto hemos explicado anteriormente
sobre el apostolado jerárquico: consiste en la
asunción por los laicos de tareas que se de-
rivan de la misión confiada por Cristo a su
Iglesia. Hemos visto que este apostolado es
siempre apostolado de laicos, y que no llega
a ser apostolado jerárquico ni siquiera cuan-
do se ejerce por mandato de la Jerarquía.
De ello se deduce que es preferible desig-
nar el apostolado de la oración y del ejem-
plo personal como apostolado en el sentido
más vasto o impropio del nombre. A este res-
pecto, no podemos dejar de confirmar las ob-
servaciones que hicimos en nuestra Carta al
III Congreso Mundial de la Unión Mundial
de Maestros cristianos en Viena: “Pertenezca
o no la actividad profesional de los maestros
y de las maestras católicas al apostolado de
los laicos en sentido propio, estad conven-
cidos, queridos hijos e hijas, de que el maes-
tro cristiano, que por su formación y su ab-
negación está a la altura de su tarea, y, pro-
fundamente convencido de su fe católica, da
ejemplo de ella a la juventud que le ha sido
confiada, como cosa espontánea y que se ha
transformado en él en una segunda natura-
leza, ejerce al servicio de Cristo y de su Igle-
sia una actividad parecida al mejor aposto-
lado de los laicos” (9). Puede repetirse esta
afirmación de todas las profesiones, y prin-
cipalmente de las de los médicos o ingenie-
ros católicos, sobre todo en la hora actual
en que están llamados en los territorios poco
desarrollados y en las zonas de misión, al
servicio de los gobiernos locales o de la
UNESCO y de otras organizaciones interna-
cionales, y dan con su vida y el ejercicio de
su profesión el ejemplo de una vida cristia-
na plenamente madura.
La Acción Católica lleva siempre el ca-
rácter de un apostolado oficial de los laicos.
Dos observaciones se imponen aquí: el man-
dato, sobre todo de enseñar, no ha sido da-
do a la Acción Católica en su conjunto, sino
a sus miembros organizados en particular, con
arreglo a la voluntad y elección de la Jerar-
quía. La Acción Católica no puede tampoco
reivindicar el monopolio del apostolado de
los laicos, ya que a su lado subsiste el apos-
(9) L’Oss. Rom., ed. castellana, n.v 305. 5-VIII-1957.
DOCUMENTOS
471
tolado laico libre. Los individuos, o grupos,
pueden ponerse a disposición de la Jerar-
quía, viéndose confiar por ella, por cierto pe-
ríodo fijo o indeterminado, tareas para las
que reciben el mandato. Cabe preguntarse
ciertamente, entonces, si no se transforman
también en miembros de la Acción Católica.
El punto importante es que la Iglesia jerár-
quica, los Obispos y los sacerdotes, pueden
elegir colaboradores laicos cuando encuentran
personas capaces y dispuestas a ayudarles.
Parece necesario, al llegar a este punto,
dar a conocer, al menos a grandes rasgos,
una sugerencia que Nos ha sido hecha muy
recientemente. Se señala que reina en la ac-
tualidad un penoso malestar, de muy vasta
extensión, que tendría su origen sobre todo
en el uso del vocablo de Acción Católica. Es-
te término, en efecto, parecería reservado a
ciertos tipos determinados de apostolado lai-
co organizado, por los que crea, ante la opi-
nión, una especie de monopolio; todas las or-
ganizaciones que no entran en el cuadro de
la Acción Católica así concebida — se afir-
ma— - resultan de menor autenticidad, de im-
portancia secundaria, menos apoyadas por la
Jerarquía, y permanecen como al margen del
esfuerzo apostólico esencial del elemento se-
glar. La consecuencia parece ser que una for-
ma particular de apostolado laico, es decir,
la Acción Católica triunfa en perjuicio de
las otras, y cpie se asiste al secuestro de la
especie sobre el género. Más aún, práctica-
mente, se concedería la exclusiva, cerrando
las diócesis a los movimientos apostólicos que
no lleven la etiqueta de la Acción Católica.
Para resolver esta dificultad, se piensa en
dos reformas prácticas: una de terminología,
y, como corolario, otra de estructura. En pri-
mer lugar, sería necesario devolver al térmi-
no Acción Católica su sentido general y apli-
carlo únicamente al conjunto de movimientos
apostólicos seglares organizados y reconoci-
dos como tales, nacional o internacionalmen-
te, ya sea por los Obispos en el ámbito na-
cional, o por la Santa Sede en cuanto a los
movimientos que aspiran a ser internaciona-
les. Bastaría, pues, que cada movimiento par-
ticular fuera designado por su nombre y ca-
racterizado en su forma específica, y no se-
gún el género común. La reforma de estruc-
tura seguiría a la de determinación del sen-
tido de los términos. Todos los grupos perte-
necerían a la Acción Católica y conserva-
rían su nombre y su autonomía, pero todos
ellos juntos formarían, como Acción Católica,
una unidad federativa. Cada uno de los Obis-
pos quedaría libre de admitir o de rechazar
a un determinado movimiento, de confiarle
o no un mandato, pero no le correspondería
rechazarlo por no ser de la Acción Católica
por su misma naturaleza. La realización even-
tual de semejante proyecto requiere, natural-
mente, atenta y prolongada reflexión. Vues-
tro Congreso puede ofrecer una ocasión fa-
vorable para discutir y examinar este pro-
blema, al mismo tiempo que otras cuestiones
similares.
Queda por decir aún una palabra para
terminar estas consideraciones de principio,
sobre las relaciones del apostolado de los lai-
cos con la autoridad eclesiástica. Basta re-
petir lo que ya en 1951 planteamos como re-
gla general: que el apostolado de los laicos
debe, en sus formas más varias, "mantenerse
siempre dentro de los límites de la ortodoxia
y no oponerse a las legítimas prescripciones
de las autoridades eclesiásticas competentes”
(10). Mientras tanto, nos hemos visto obliga-
do a rechazar una opinión errónea sobre la
teología laica, opinión que se derivaba de
una concepción inexacta de la responsabili-
dad del laico (11). El término teología laica
carece de todo sentido. La norma, que se apli-
ca en general al apostolado de los laicos y
que acabamos de recordar, vale también, co-
mo es natural, y aún más, por lo que se re-
fiere al teólogo laico; pero si quiere publicar
escritos sobre materias teológicas, necesita él
también de la explícita aprobación del Ma-
gisterio eclesiástico.
La actividad del laico católico es particu-
larmente oportuna en los campos en los que
la investigación teológica costea la de las
ciencias profanas. Recientemente, por inicia-
tiva de la Gorres-Gesellschaft, un grupo de
teólogos y de naturalistas se han puesto de
acuerdo para discutir en reuniones regulares
sobre las cuestiones comunes que les intere-
san. No podemos dejar de felicitarles por se-
mejante iniciativa.
Formación de los apóstoles laicos.
Ejercicio del apostolado de
. los laicos.
Bastarán algunas observaciones en relación
con lp formación de los apóstoles laicos.
No todos los cristianos son llamados al
apostolado seglar en sentido estricto. Ya he-
mos dicho que el Obispo debería poder esco-
ger colaboradores entre los que considera dis-
puestos y capaces, ya que la simple disposi-
ción no basta. Los apóstoles laicos constitui-
rán, por lo tanto, una élite no porque estén
apartados de los demás, sino por el contra-
rio porque son capaces de atraer a los demás
y de influir sobre ellos. Así se comprende
que deben poseer además del espíritu apostó-
lico que los anima, una cualidad sin la cual
harían más mal que bien: tacto.
Para adquirir, por otra parte, la requerida
competencia, es preciso evidentemente acep-
(10) Disc. e radiom., vol. XIII, pág. 298.
(11) Alocución, 31-V-1954. Disc. e radiom., vol.
XYI, pág. 45.
472
MENSAJE
tur el esfuerzo de una formación seria: ésta,
cuya necesidad por lo que se refiere a los
que se dedican a la enseñanza nadie pone en
duda, se impone igualmente para cualquier
otro apóstol laico, y liemos sabido con pla-
cer que la reunión de Kisubi lia insistido de
modo especial sobre la formación intelectual.
En cuanto a los laicos que se ocupan de la
administración de los bienes eclesiásticos, sean
escogidos con prudencia y conocimiento de
causa. Cuando los incapaces ocupan cargos,
no sin perjuicio para los bienes eclesiásticos,
la culpa no es tanto de ellos mismos como
de las autoridades que los lian llamado a su
servicio.
En la hora actual, hasta el apóstol laico
cjue trabaja entre los obreros en las fábricas
y en toda clase de empresas, tiene necesidad
de conocimientos sólidos en materia económi-
ca, social y política, y deberá conocer igual-
mente la doctrina social de la Iglesia. Es co-
nocida una obra de apostolado para hombres
que forman sus miembros en un Seminario
social que recibe a 300 participantes cada se-
mestre de invierno y cuenta con los servi-
cios de veinte conferenciantes: catedráticos
de Universidad, jueces, economistas, juristas,
médicos, ingenieros, conocedores de lenguas y
de ciencias. Nos parece que este ejemplo me-
rece ser seguido .
La formación de los apóstoles laicos corre-
rá a cargo de las mismas obras de apostola-
do laico, las cuales hallarán ayuda en el cle-
ro secular y en las Ordenes religiosas apos-
tólicas. Los Institutos seculares les prestarán
también, estamos seguro de ello, una colabo-
ración apreciada. En cuanto a la formación
de las mujeres para el apostolado laico, las
religiones cuentan ya en su activo con her-
mosas realizaciones, en países de misión y
en otras partes.
Quisiéramos llamar de modo especial vues-
tra atención sobre un aspecto de la educa-
ción de los jóvenes católicos: la formación de
su espíritu apostólico. En lugar de ceder a
una tendencia un poco egoísta, pensando so-
lamente en la salvación de su alma, que ten-
gan también conciencia de su responsabilidad
con respecto a los demás y de los medios pa-
ra ayudarles. Nadie duda, por lo demás, de
que la oración, el sacrificio, la acción audaz
para conquistar a los demás para Dios, sean
ya de por sí prendas muy seguras de salva-
ción personal. No entendemos en absoluto
censurar cuanto se ha hecho en el pasado,
ya que no faltan realizaciones numerosas y
notables a este respecto. Pensamos, entre
otras cosas, en los semanarios católicos, que
han mantenido el celo de muchos en pro de
las obras de caridad y de apostolado. Movi-
mientos como la Obra de la Santa Infancia
tuvieron en ese sentido iniciativas fecundas.
Sin embargo, el espíritu apostólico se instila
en el corazón del niño no solamente en la es-
cuela, sino mucho antes de la edad escolar,
por mediación de la misma madre. El niño
aprenderá cómo debe rezar en la Misa, cómo
ofrecerla con una intención que abrace el
mundo entero y sobre todo los grandes in-
tereses de la Iglesia. Al examinarse sobre los
deberes para con el prójimo, no se pregun-
tará solamente: “¿He hecho mal al prójimo?”,
sino también: “¿Le he mostrado el camino
que lleva a Dios, a Cristo, a la Iglesia y a
la salvación?”
En cuanto al ejercicio del apostolado lai-
co, dado que las reflexiones hechas antes so-
bre las cuestiones de principios han tocado
ya varios puntos, sólo trataremos aquí de
ciertos campos de apostolado, de los que sur-
ge en este momento un llamamiento más
urgente.
La Parroquia.
¿No es una señal consoladora el que en
nuestros días incluso los adultos consideren
como un honor el servir en el altar? Y los
que, con la música y el canto contribuyen a
la alabanza de Dios y a la edificación de los
fieles, ejercen sin duda alguna un apostola-
do seglar digno de elogio.
El apóstol laico entregado al apostolado
de barrio, y que se ve confiar uno de los gru-
pos de casas de la parroquia, debe procurar
informarse con exactitud sobre la situación
religiosa de los habitantes. Las condiciones
en que viven ¿son malas o insuficientes?
¿Quiénes tienen necesidad de las obras de ca-
ridad? ¿Hay matrimonios para regularizar?
¿Niños para bautizar? ¿Qué valen los quios-
cos de periódicos, las librerías y bibliotecas
circulantes del barrio? ¿Qué leen los jóvenes
y los adultos? La complejidad y a veces el
carácter delicado de los problemas a resolver
en este tipo de apostolado aconsejan no de-
dicar a él sino una élite escogida, dotada de
tacto y de auténtica caridad.
Prensa, radio, film, televisión.
Las empresas editoriales y las librerías son
para el apostolado laico un campo de elec-
ción. Tenemos la satisfacción de saber que
la mayor parte de los editores de librerías
católicas consideran su profesión como un
servicio de la Iglesia.
La biblioteca parroquial puede ser diri-
gida convenientemente por los laicos, que ha-
brán de ser por lo general lectores y lecto-
ras experimentados. En las bibliotecas circu-
lantes, los buenos católicos tendrán ocasión
de hacer el bien.
El periodista católico, que ejerce su mi-
sión con espíritu de fe, es, naturalmente, un
DOCUMENTOS
473
apóstol laico. El Congreso de Manila pidió
para Asia periodistas católicos y una prensa
católica. Por otra parte, es normal que los
católicos colaboren con la prensa, incluso la
de interés local.
Por lo que se refiere a la radio, el cine
y la televisión. Nos remitimos a lo que ya
dijimos en la Encíclica Miranda prorsus del
8 de setiembre de este año. Una doble tarea
queda por realizar: evitar todo elemento de
corrupción y promover los valores cristianos.
Se cuentan en la actualidad en todo el mun-
do doce mil millones de personas que asisten
cada año a salas locales de espectáculos. Pues
bien, demasiados espectáculos, entre los que
les son ofrecidos, no alcanzan el nivel cul-
tural y moral que se tendría derecho a es-
perar. El hecho más lamentable es que el film
presenta muy a menudo un mundo en el que
los hombres viven y mueren como si Dios
no existiera. Se trata, pues, de evitar aquí pe-
ligros morales para la fe y la vida cristia-
na. Jamás podrá eludirse el plantearse ante
Dios la responsabilidad por la tolerancia de
semejante situación, y a toda costa debe pro-
curarse que sea modificada. Manifestamos,
por lo tanto, nuestra gratitud a los que em-
prenden en el campo de la radio, del film y
de la televisión un trabajo valiente, inteli-
gente y sistemático, que se ha visto recom-
pensado ya por resultados que autorizan se-
rias esperanzas. Recomendamos de modo es-
pecial las asociaciones y ligas que se propo-
nen hacer prevalecer los principios cristianos
en el uso del cine.
En las parroquias, o por lo menos en los
decanatos, los grupos de trabajo formarán a
sus miembros y a sus colaboradores, pero
también al público, en sus deberes con res-
pecto a la radio, el cine y la televisión, y les
ayudarán a cumplirlos. Por lo que se refiere
a la televisión, es indispensable que la Igle-
sia esté representada en los comités encarga-
dos de elaborar los programas y que figuren
especialistas católicos entre los productores.
Los sacerdotes, lo mismo que los laicos, son
invitados a esa tarea — el sacerdote puede po-
seer en ello una competencia igual a la del
laico — , pero en todo caso se requiere la in-
tervención de los laicos.
El mundo del trabajo.
Veinte millones de jóvenes entran cada
año en el trabajo en todo el mundo. Se en-
cuentra entre ellos a católicos, y también a
millones de otros que están bien dispuestos
para una formación religiosa. De todos ellos
debéis sentiros responsables. ¿Cómo los con-
serva la Iglesia? ¿Cómo los reconquista? Da-
do que el clima de la empresa es nefasto pa-
ra el hombre joven, la célula católica debe
intervenir en los talleres, pero también en los
trenes, en los autobuses, en las familias y en
los barrios; en todas partes actuará, dará el
tono y ejercerá una influencia bienhechora y
difundirá una vida nueva. Y así, un capataz
católico será el primero en ocuparse, por
ejemplo, de los recién llegados para encon-
trarles una vivienda conveniente, les procu-
rará buenas amistades, les pondrá en rela-
ción con la vida eclesiástica local, y velará
con el fin de que se adapten fácilmente a su
situación.
El llamamiento que hicimos el año pasa-
do a los católicos alemanes se dirige también
a los apostóles laicos de todo el mundo, don-
de quiera que reinen la técnica y la indus-
tria: “Una tarea importante incumbe sobre
vosotros — les decíamos — , la de dar a este
mundo de la industria una forma y una es-
tructura cristianas... Cristo, por quien todo
ha sido creado, el Dueño del mundo, sigue
siendo también Dueño del mundo actual,
pues también éste está llamado a ser un mun-
do cristiano. A vosotros toca conferirle la
huella de Cristo” (12). Esa es la más pesada,
pero también la tarea más grande del aposto-
lado del elemento laico católico.
La C. E. C. A.
Recientemente se ha celebrado en Luxem-
burgo un Congreso sobre los problemas socia-
les en la Comunidad Europea del Carbón y
del Acero. El informe que el ICARES (Ins-
tituto Internacional Católico de Investigacio-
nes Socio-eclesiales) presentó al mismo, con-
tenía tres puntos, que Nos parecen de impor-
tancia particular en la cuestión aquí exami-
nada. En primer lugar, la población minera
del territorio de la Comunidad que se extien-
de desde el Ruhr hasta Bélgica y los Piri-
neos, se compone en su mayor parte de inmi-
grantes pertenecientes a los diversos países
de Europa. En segundo lugar: en cuanto a la
práctica religiosa, los mineros, en compara-
ción con el medio social en el que se mue-
ven, representan la más débil minoría, por-
que están fuera de su ambiente más fácil-
mente que las otras categorías de trabajado-
res. Por consiguiente, tienen necesidad de una
reintegración social. En tercer lugar, y esto
se aplica a la vida de la comunidad católica,
la conducta religiosa del minero emigrado de-
pende estrechamente de la situación de su
familia, de las condiciones de la vivienda, de
la integración más o menos rápida en el am-
biente que le recibe. El informe dijo incluso
que el apostolado laico debe proponerse apli-
car concretamente a los inmigrados las nor-
(12) Radiomensaje al Kólner Katholikentag, 2-IX-I936.
Disc. e radiom., vol. XVIII, pág. 397.
474
MENSAJE
mas de la Constitución apostólica Exsul
familia.
Es preciso absolutamente evitar que los
mineros de la C.E.C.A. sean presa de mo-
vimientos ateos y hacer todo lo necesario pa-
ra (pie sean salvados y vayan a Dios y a
Cristo.
América Latina.
La situación de la Iglesia en América La-
tina se caracteriza por un rápido crecimiento
de la población: ésta, que en 1920, contaba 92
millones de personas, contará pronto 200. En
las grandes ciudades la jioblaeión se acumu-
la en masas enormes; el progreso técnico e
industrial avanza rápidamente; por el con-
trario, los sacerdotes constituyen un núme-
ro insuficiente; en lugar de los 160.000 que
serían los estrictamente necesarios, apenas si
se cuenta con 30.000. Por último, cuatro peli-
gros mortales amenazan a la Iglesia: la inva-
sión de las sectas protestantes, la seculariza-
ción de toda la vida, el marxismo, que se ma-
nifiesta en las Universidades como el elemen-
to más activo y que tiene en sus manos casi
todas las organizaciones de trabajadores, y,
en fin. un inquietante espiritismo.
En estas circunstancias, el apostolado lai-
co Nos parece gravado con tres responsabili-
dades principales: en primer lugar, la forma-
ción de apóstoles laicos para suplir la escasez
de sacerdotes en la acción pastoral. En cier-
tos países donde el comunismo se encuentra
en el poder, se dice que la vida religiosa ha
podido continuar después de la detención de
los sacerdotes, en forma clandestina, gracias
a la intervención de los apóstoles laicos. Lo
(pie es posible en períodos de persecución,
debe serlo también en período de relaciones
pacíficas. Hay que dedicarse, por consiguien-
te, en primer lugar, a formar sistemáticamen-
te y a utilizar a los apóstoles laicos en las pa-
rroquias gigantes de cincuenta a cien mil fie-
les, por el tiempo al menos que dure la falta
de sacerdotes. Además, hay que introducir en
la enseñanza, de la escuela primaria a la uni-
versidad. a hombres y mujeres católicos ejem-
plares como profesores y como educadores.
En tercer lugar, hay que introducirlos en la
dirección de la vida económica, social y po-
lítica. Se lamenta que en América latina la
doctrina social de la Iglesia es demasiado po-
co conocida. Se siente, por consiguiente, la
necesidad de una formación social profunda
y de la acción de una élite obrera católica
para arrancar con paciencia a las organiza-
ciones de trabajadores de la influencia del
marxismo. Ya en la actualidad hay asociacio-
nes obreras católicas que trabajan en forma
notable en varios lugares. Les manifestamos
nuestra viva gratitud. Sin embargo, esto no
debiera ser la excejicion, sino más bien la re-
gla en un continente católico como América
latina.
En las misiones de Asia y Africa.
Entre los numerosos problemas que po-
dríamos tratar aquí, referiremos solamente
algunos de ellos que estimamos los más im-
portantes. Con ocasión del Congreso de los
laicos en Manila, una voz autorizada ha pues-
to de relieve una tarea, cuya naturaleza pre-
cisa y concepción exacta puede fijar la Je-
rarquía eclesiástica, pero que, en mil formas,
debe ser llevada a cabo por los laicos. Se
trata de la utilización de las fuerzas católi-
cas — que pueden ser muy considerables —
(on el fin de que la vida nacional se des-
arrolle armoniosamente, libre del nacionalis-
mo extremista y del odio nacional, a pesar de
todas las amarguras que las épocas pasadas
pueden haber acumulado, uniendo los valo-
res de la cultura occidental a los de la cul-
tura nacional, adaptando los usos de la Igle-
sia a las costumbres y hábitos del país que
nada tienen de reprensible.
Con excepción de las Filipinas, los católi-
cos de Asia, como en su mayor parte los de
Africa, constituyen en sus naciones una mi-
noría. Deben distinguirse, por lo tanto, mu-
cho más por su ejemplo. Se interesarán aún
más, especialmente, por la vida pública, eco-
nómica, social y política. Donde, en efecto, lo
hacen, se han ganado la estima de los no ca-
tólicos, pero no habrán de participar en la
vida pública sino después de haberse prepa-
rado bien. La doctrina social católica es aún
demasiado poco conocida en Asia. Por lo tan-
to, las universidades católicas de América y
de Europa prestarán de buen grado su ayu-
da a los cristianos de Asia y de Africa que
deseen prepararse para los cargos públicos.
Se formarán profesores de valía para las
escuelas de todos los grados. En Asia, como
en Africa, las escuelas católicas son muy
apreciadas por los no católicos. Deseamos por
nuestra parte que la enseñanza de la religión
tienda aún más a no separar la doctrina de
la vida.
Una palabra sobre el empleo de los ca-
tequistas. Asia y Africa cuentan con 1.500
millones de habitantes, unos 25 millones de
católicos, con 20 a 25.000 sacerdotes y 74.000
catequistas. Si se añade a ese número los
maestros, que son a menudo los mejores ca-
tequistas. se llega a 160.000. El catequista re-
presenta quizá el caso más clásico de apos-
tolado laico por la naturaleza misma de su
profesión y porque suple a la escasez de sa-
cerdotes. Estiman, los misioneros de Africa al
menos, que un misionero acompañado de seis
catequistas consigue más que siete misione-
ros; el catequista competente trabaja en efec-
to en un ambiente familiar, del que conoce
bien su lengua y costumbres; se pone en con-
tacto con los individuos mucho más fácil-
mente que un misionero que viene de lejos.
Los catequistas son, por lo tanto, aposto-
DOCUMENTOS
475
les laicos autóctonos; pero existe además un
apostolado de laicos y de ayudantes-laicos
misioneros extranjeros. Médicos, ingenieros,
trabajadores manuales de diversas profesio-
nes quieren apoyar en las misiones la labor
de los sacerdotes con su ejemplo y su activi-
dad profesional, sobre todo en la formación
de los indígenas. Al mismo tiempo que su
formación profesional, o después de ella, re-
ciben una formación espiritual con vistas a
su actividad misionera. Existen en la actua-
lidad doce de estos movimientos u obras, co-
ordinadas por un Secretariado general que
tiene su sede en Milán. Pero el apostolado lai-
co misionero se encuentra aún en los comien-
zos de su espansión, y, por lo demás, no pue-
de aceptar más que una élite.
Por su economía, Asia sigue siendo en un
70 por ciento una región de agricultura, y
con razón se ha dicho que si el agricultor es
el hombre más importante de Asia, es tam-
bién el más descuidado. A este respecto, los
católicos saben que han de reflexionar. En
las Filipinas, los laicos católicos que con el
sacerdote se ocupan de la elevación social y
religiosa de los agricultores, son los apósto-
les laicos más apreciados.
Las mujeres de Asia y de Africa ofrecen
al apostolado laico femenino incontables oca-
siones para su acción en las escuelas de todo
tipo, en la lucha contra los matrimonios de
niños, contra los matrimonios forzosos, el di-
vorcio y la poligamia. Del mismo modo su-
cede para la preparación de las jóvenes pa-
ra el matrimonio, que es llevado a cabo con
fruto por religiosas, por ejemplo en Hong-
Kong, en el Congo Belga y en Uganda, y
para la formación de grupos de mujeres ca-
tólicas que se ayudan recíprocamente y que
prestan su caritativa ayuda a las mujeres no
católicas de su barrio.
Un apostolado difícil, indudablemente, es
el de las mujeres, pero igualmente lleno de
esperanza. Ya que en todos los territorios de
misión en donde el catolicismo se ha desarro-
llado, la experiencia demuestra que la dig-
nidad femenina es más respetada.
En Africa especialmente, vemos con ale-
gría y agradecimiento el extraordinario di-
namismo de las jóvenes generaciones de ca-
tólicos en las tareas culturales, sociales y po-
líticas. Que cooperen, pues, en los movimien-
tos sindicales de inspiración cristiana, como
en el Yietnam y en el Africa ecuatorial y oc-
cidental. y formen cooperativas de venta y
de consumo; que participen en la representa-
ción nacional y en los asuntos municipales;
la Iglesia no sólo exhorta a la piedad sino
que responde a todas las cuestiones de la vi-
da. Portador de riquezas espirituales de su
continente, el joven elemento laico africano
será testimonio de ellas y las cultivará en su
vida y en su acción.
Para terminar, os damos dos directivas: en
primer lugar colaborar con los movimientos
y organizaciones neutras y no católicas, siem-
pre V en la medida en que, de este modo, sir-
váis al bien común y a la causa de Dios. En
segundo lugar, participad aún más en las or-
ganizaciones internacionales. Esta recomenda-
ción se dirige a todos ¡tero concierne de mo-
do especial a los técnicos de la agricultura.
Conclusión.
Siempre hubo en la Iglesia de Cristo un
apostolado de los laicos. Santos, como el
Emperador Enrique II. Esteban, el creador de
Hungría católica, Luis IX de Francia, eran
apóstoles laicos, aun cuando, en los comien-
zos, no se haya tenido conciencia de ello, y
no obstante que el término de apóstol laico
no existiera aún en aquella época, lambién
mujeres, como santa Pulqueria. hermana del
Emperador Teodosio II. o Mary Mard, eran
apóstoles laicos.
Si hoy esta conciencia se ha despertado
y si el término de apostolado laico es uno
de los más empleados, cuando se habla de la
actividad de la Iglesia, es porque la colabo-
ración de los laicos con la Jerarquía no fue
nunca tan necesaria como ahora, ni fue prac-
ticada de manera tan sistemática.
Esta colaboración se traduce en mil for-
mas diversas, desde el sacrificio silencioso
ofrecido por la salvación de las almas, hasta
la buena palabra y el ejemplo, que obliga a
la estima de los mismos enemigos de la Igle-
sia, y hasta la cooperación en las actividades
propias de la Jerarquía, comunicables a los
simples fieles, y hasta las audacias que se lla-
gan con la propia vida, pero que tan sólo
Dios conoce y que no figuran en ninguna es-
tadística. Y acaso este apostolado laico ocul-
to es el más precioso y el m á s fecundo de
todos.
El apostolado laico tiene, como cualquier
otro apostolado, por otra parte, dos funcio-
nes: la de conservar y la de conquistar, y
ambas se imponen con carácter de urgencia
a la Iglesia actual. Y. para decirlo claramen-
te, la Iglesia de Cristo no piensa abando-
nar sin lucha el terreno a su enemigo decla-
rado. el comunismo ateo. Este combate con-
tinuará hasta el fin, pero con las armas de
Cristo.
Poned manos a la obra con una fe más
fuerte todavía que la de San Pedro, cuando
ante el llamamiento de Jesús abandonó su
barca y marchó sobre las olas para salir al
encuentro de su Señor. (15).
Durante estos años tan agitados, María, la
Reina gloriosa y poderosa del cielo, ha de-
jado sentir en las más diversas regiones de
la tierra su asistencia de forma tan tangible
y maravillosa que le recomendamos con con-
fianza ilimitada todas las formas de aposto-
lado laico.
(13) Ver Mateo 14, 30-31.
Indice del Volumen VI
Para facilitar la búsqueda de cualquier tra-
bajo he aquí la compaginación de los dife-
rentes números del VOLUMEN VI:
241 — 288
289 — 336
337 — 381
385 — 432
433 — 480
ENERO - FEBRERO 1-48 AGOS TO . .
MARZO -ABRIL 49 — 96 SEPTIEMBRE
MAYO 97— 144 OCTUBRE..
JUNIO 145 — 192 NOVIEMBRE.
JULIO 193 — 240 DICIEMBRE
Indice de Autores
Alcalá M.: Hombre de contradicción, 269.
Aldunate C.: Sentido Social, 278.
Aldunate J.: En el campo de la Filosofía, 128.
Andrés M.: Naturaleza, libertad y autorreali-
zación, 435.
Anónimo: Panorama Internacional de la Post-
guerra. 29; Congresc Pro-Paz y Civiliza-
ción Cristianas, 32; El Lujo del Papa. 41:
El divorcio en Inglaterra. 73; El Papado.
San Pedro. ¿Qué?, 75; Esclavitud en ple-
no siglo XX, 120; El Katholikentag de
1956, 122; ¿Cómo es Dios?, 131; Cuarto
Congreso Internacional Católico de la
Vida Rural, 175; Conclusiones del IV Con-
greso de la Vida Rural. 188; Don Carlos,
191; Apremiante llamado de los católicos
de China. 256; Congreso Internacional de
la JOC en Roma. 267; Aspectos del Pro-
blema Agrario latinoamericano. 268; Una
solución Chilena al problema de la vi-
vienda: Fundación de Viviendas y Asis-
tencia Social, 312; El problema de la vi-
vienda en algunos países de Europa, 315;
La crisis de la vivienda en Francia. 318;
Movimiento de ayuda para la vivienda,
523; El problema de la vivienda en la
doctrina social de la Iglesia. 333; Alema-
nia Occidental: Un millón de abortos en
1956. 366: Situación en Alemania Orien-
tal. 367; Bases Morales de la Comunidad
internacional, 382; Compañeros construc-
tores, 418; Encuesta sobre vocaciones sa-
cerdotales, 420: Acusaciones de “Time”
contra el catolicismo francés, 422; Con-
clusiones de la 44.a sesión de las Semanas
Sociales de Francia; 450; China Comu-
nista. 455; Alcoholismo de los niños, 456;
Dueñas de casa reemplazantes, 459.
Baggio S.: Homilía en la Misa de inaugura-
ción del IV Congreso de la Vida Rural,
185.
Bandini M.: Reforma Agraria en Italia, 257.
Barros A.: El Tercer Encuentro Sudamerica-
no de la JOC. 36.
Boetch H.: Mi última Visita al P. Hurtado,
248.
Brugarola M.: Las ciudades nuevas en In-
glaterra, 321.
Caro J. M. Cardenal: Llamado del Episcopa-
do chileno, 303.
Chonchol J.: El Problema de la Tierra, 203.
Cifuentes F.: El Celibato Eclesiástico, 85.
Cifuentes R.: Después de las Elecciones, 82.
Claps G.: Conversación con Giorgio La Pi-
ra, 76.
Correa J.: Sentido del dolor, 66.
Damboriena P.: El Protestantismo en Chi-
le, 145.
DelTAcqua A.: Vida Económica y Orden Mo-
ral. 93; Mensaje de la Santa Sede al 4.°
Congreso de la Vida Rural, 183.
Devos J. M. Del Marxismo a Cristo: Douglas
Hyde, 166.
Diez Alegría J. M.: Los católicos españoles
frente al problema del salario, 352.
Dorrego R.: El llamado de TAbbé Pierre en
Buenos Aires, 314.
Dussuel F.: Gabriela Mistral, 49.
Episcopado: Llamado del Episcopado Chi-
leno, 303.
Ferraris G.: El primer encuentro interame-
ricano del Movimiento Familiar Cristiano
en Montevideo, 310.
García de la Huerta S.: La preparación de
encuestas sobre la práctica dominical, 371.
Gerlier Cardenal: Coexistencia de Creyentes
e Incrédulos, 235.
Gouin-Decarie T.: De la adolescencia a la
madurez, 438.
Gutiérrez E. de,: Primer encuentro Intera-
mericano del movimiento familiar cristia-
no, 119.
Hurtado C.: Cuarto Congreso internacional
de la vida rural, 80; Ante un hecho ile-
gal. 461.
Instituto F. Ch.: Rebelde sin Causa, 39; La
Calle, 83; High Society, 129.
Jiménez J.: Don Crescente y la Evolución
Político-Religiosa de Chile, 18; Monseñor
Gustavo J. Franceschi, 346; A propósito
de Satélites, 448.
Larraín H.: Al margen de “Daniel y los leo-
nes dorados”, 108; Marcelino, Pan y Vino,
178; A propósito de Freud, 337.
Le Paige G.: Descubrimientos en San Pedro
de Atacama, 14.
INDICE DEL VOLUMEN VI
477
Lira D.: Política de Vivienda, 297.
Mac-Gregor F.: Sistema de Reformas Edu-
cacionales en los EE. UU., 213.
Matte A.: La formación del sentido social en
los hijos, 385.
Merino S.: Sentido cristiano de la producti-
vidad, 401.
Nardelli Aldo: El Informe de Kruschev, 221.
Pacheco M.: La formación del sentido social
en los hijos. 385.
Palacios J. M.: Vicente Pérez Rosales: El
gran entrometido, 253.
Pawlak M.: Dios o Mammón, 1.
Pierre Abbé: La miseria actual. 244.
Piñera B.: Las grandes líneas de tina Espiri-
tualidad para la Acción Católica Gene-
ral, 249.
Pío XII: Fecundidad y Esterilidad, 45; Una
página de historia moderna, 159; Pío XII
y la Reforma Agraria en Italia, 286; El
Papa y la vivienda insalubre, 295; Pío XII
y el Problema de la Vivienda, 331; El
Papa y la Unidad Europea, 381; Misión
del Gobernante, 429; El Apostolado de
los laicos, 468.
Rentería J. de: Carácter Apostólico de la
Acción Católica, 117.
Rahner Karl: El Apostolado de los Laicos,
306.
Riquet M.: Aniversario Espiritual, 408.
Sánchez R.: Mala Semilla, 230; Montaje como
expresión dramática, 276; Baby Dolí no
significa muñeca de Carne, 324; La puer-
Indice Analítico de
El guión suple en el texto la palabra que
encabeza cada título de llamada. Cuando el
título del trabajo no orienta suficientemente,
va entre paréntesis, con una llamada que
dice relación al estudio (N. de la R.).
Aborto: Alemania Occidental: un millón de —
en 1956, 366.
Acción Católica: Carácter Apostólico de
la — , 117; Las grandes líneas de una es-
piritualidad para la — general. 249.
Agricultura: (Cuarto Congreso Internacional
de la vida rural, 80, 175); (La reforma
agraria de Sixto IV, 97, 155); (Mensaje de
la Santa Sede al 4.° Congreso de la Vida
Rural, 183); (Homilía del Excmo. Sr. Nun-
cio en la Misa de inauguración del Con-
greso, 185); (Conclusiones del IV Congre-
so de la Vida Rural. 188); (El problema
de la tierra, 203); (Reforma agraria en
Italia, 257); (Aspectos del problema agra-
rio latinoamericano. 268); (Pío XII y la
reforma agraria en Italia. 286.
Alcoholismo: — de los niños, 456.
Alemania: (El Katholikentag de 1956, 122);
— Occidental: un millón de Abortos en
1956, 366; Situación en — Oriental, 367.
ta del Infierno, 375; El cielo fue testi-
go. 376; Los traperos de Emmaún, 424;
Le balón rouge, 462.
Serrano G.: La Corte Suprema de los EE. UU.
y los comunistas, 272.
Teall R.: Hacia una solución positiva de
nuestro problema religioso. 362.
Tesson E.: La Iglesia y el control de naci-
mientos, 349.
Toinsich G.: Cerebro electrónico para Santo
Tomás, 273.
Vargas G. E.: La Reforma Agraria de Six-
to IV, 97 y 155.
Vega A.: Los traperos de Emaús. 424.
Venégas R.: La Vivienda en América Lati-
na, 289.
Vergara A.: La Intransigencia de la Iglesia
Católica, 304.
Vergara I.: Los protestantes de Hilversun,
417.
Vial J.: Sir Thomas More, 70.
Virasoro M.: ¿Plenitud del hombre en Chi-
na?, 598.
Vives F.: Recordando a Don Carlos, 194.
Wetter G. A.: XX Congreso del Partido Co-
munista Soviético, 124.
Zañartu M.: Sindicalismo y Política, 9; Di-
rectivas del Cristianismo Social. 57 y 111;
Milán: una Diócesis en marcha, 78; Rea-
lidad Latino Americana, 197; El problema
de la Vivienda en América Latina, 241;
Condiciones de vida en América latina,
443.
Artículos y Notas
Alimentación: (Condiciones de vida en Amé-
rica Latina, 443.
América Latina: (Realidad latinoamericana,
197); El problema de la vivienda en — ,
241; (Aspectos del problema agrario lati-
noamericano, 268); La Vivienda en — , 289:
Condiciones de vida en — , 443.
Apostolado: (Milán: una diócesis en marcha.
78); (Coexistencia de creyentes e incré-
dulos, 235; El — de los laicos, 306 y 468;
(La preparación de encuestas sobre la
práctica dominical, 371).
Argentina: (El llamado del Abbé Pierre en
Buenos Aires, 314).
Arqueología: (Descubrimientos en San Pedro
de Atacama, 14).
Automación: (Cerebro electrónico para San-
to Tomás, 273).
Casanueva Carlos Mons.: (Don Carlos, 193);
(Recordando a Don Carlos, 194).
Celibato: El — eclesiástico, 85.
Cerebro electrónico: — para Sto. Tomás. 273.
Chile: Don Crescente y la evolución políti-
co-religiosa de — , 18; El protestantismo
en — , 145.
China: Apremiante llamado de los católicos
478
MENSAJE
de — , 256; ¿Plenitud del hombre en — ?
398; — comunista, 455.
Cine: (Rebelde sin causa. 39); (La calle, 83);
(High Society, 129); (Marcelino, Pan y Vi-
no, 178); (Mala semilla, 230); (Montaje, co-
mo expresión dramática, 276); (Baby dolí
no significa muñeca de carne, 324); (La
puerta del infierno, 375); (El cielo fue tes-
tigo, 376); (Los traperos de Enimaús, 424);
(Le balón rouge, 462).
Congreso: — pro paz y civilización cristia-
na, 52; 4.o — Internacional de la vida ru-
ral, 80; XX — del partido comunista so-
viético, 124; 4.o — Internacional católico
de la vida rural, 80, 175; Mensaje de la
Santa Sede al 4.o — de la Vida Rural, 183;
Conclusiones del 4.° — de la vida rural,
188; — Internacional de la JOC en Ro-
ma, 267.
Comunismo: ((XX Congreso del partido co-
munista soviético, 124); (Del Marxismo a
Cristo: Douglas Hyde, 166); El Informe
de Kruschev, 221); (La Corte Suprema de
los EE. UU. y los comunistas, 272; (Situa-
. ción en Alemania Oriental, 367); (Plenitud
del hombre en China, 398).
Crescente: Don — y la evolución político-
religiosa de Chile, 18.
Daniel: Al margen de — y los Leones do-
rados, 108.
Descubrimientos: — en San Pedro de Ataca-
ma, 14.
Dios: — ó Mammón, 1; ¿Cómo es — ?, 131.
Dinero: (Dios ó Mammón, 1).
Divorcio: El — en Inglaterra. 73.
Dolor: Sentido del — , 66.
Douglas Hyde: Del Marxismo a Cristo: — ,
t66.
Economía: (Vida económica y Orden Moral,
93); (Sentido Cristiano de la Productivi-
dad, 401); (Condiciones de vida en Amé-
rica Latina. 443).
Educación: (Sistemas de reformas educacio-
nales en los EE. UU., 213); (La formación
del sentido social en los hijos, 385); (Con-
diciones de vida en América Latina, 443).
EE. UU.: Sistemas de reformas Educaciona-
les en los — , 213; La Corte Suprema de
los — y los comunistas, 272.
Elecciones: Después de las — , 82.
Empresa: (Sentido cristiano de la producti-
vidad, 401).
Episcopado: Llamado del — chileno, 303.
Esclavitud: — en pleno siglo XX, 120.
España: (Los católicos españoles frente al
problema del salario, 352).
Fe: (Coexistencia de creyentes e incrédulos,
235).
Familia: (Primer Encuentro Interamericano
del movimiento familiar cristiano, 119 y
310); (Conclusiones de la 44.a sesión de las
Semanas sociales de Francia, 430);
Dueñas de casa reemplazantes, 459).
Fecundidad: — y Esterilidad, 45.
Filosofía: En el campo de la — , 128; (Natu-
raleza, libertad y antirrealización, 433).
Franceschi: Monseñor Gustavo J. — 346.
Francia: (Acusaciones de Time contra el ca-
tolicismo francés, 422).
Freud: A propósito de — , 337.
Gabriela Mistral: — 49.
Hilversum: Los protestantes de — , 417.
Historia: Una página de — moderna, 139;
(Vicente Pérez Rosales- el gran entrome-
tido, 253).
Hurtado: Mi última visita al P. — , 248.
Iglesia: La intransigencia de la — Católica,
304; La — y el control de nacimientos,
349; (Encuesta sobre vocaciones sacerdo-
tales, 420); (Acusaciones de Time contra
el catolicismo francés, 422).
Inglaterra: El divorcio en — , 73; Las ciuda-
des nuevas en — , 321.
Inocencio XI: (Una página de historia mo-
derna, 139).
Italia: (Sindicalismo y Política, 9); (Milán:
una diócesis en marcha, 78); (La reforma
agraria de Sixto IV, 97 y 155); Reforma
agraria en — , 257; Pío XII y la reforma
agraria en — , 286.
JOC: El tercer encuentro sudamericano de
la — , 36; Congreso Internacional de la —
en Roma, 267.
Katholikentag: El — de 1956, 122.
Kruschev: El informe de — 221.
Laicos: El Apostolado de los — , 306 y 468.
La Pira Giorgio: Conversación con — , 76.
Leppich: (Hombre de contradicción, 269).
Literatura: (Gabriela Mistral, 49); (Al mar-
gen- de Daniel y los leones dorados, 108).
Madurez: De la adolescencia a la — , 438.
Marcelino: — Pan y vino, 178.
Maritain: (Aniversario espiritual, 408).
Marxismo: Del — a Cristo: Douglas Hyde,
166.
Matrimonio (Dios ó Mammón, 1); (Fecundi-
dad y Esterilidad, 45); (El divorcio en
Inglaterra, 73); (La Iglesia y el control
de nacimientos, 349); (La formación del
sentido social en los hijos, 385); (De la
adolescencia a la madurez, 438).
Milán: — una diócesis en marcha, 78.
Moral: (Fecundidad y esterilidad, 45); Vida
económica y Orden — , 93; (La Iglesia y
el control de nacimientos, 349); (Bases Mo-
rales de la Comunidad Internacional, 382).
Miseria: La — actual. 244.
Naturaleza: — , libertad y autorrealización,
433.
Papa: El lujo del — , 41; (El Papado San Pe-
dro ¿Qué?, 75); (La Reforma agraria de
Sixto IV, 97 y 155); El — y la vivienda
insalubre, 295; El — y la Unidad europea,
381.
Pérez Rosales: Vicente — : el gran entrome-
tido, 253.
Pierre: El llamado de l’Abbé — en Buenos
Aires, 314.
Política: (Don Crescente y la evolución po-
INDICE DEL VOLUMEN VI
479
lítico-religiosa de Chile, 18); (Después de
las elecciones, 82); — de Vivienda, 297;
(El Papa y la Unidad Europea, 381); (Ba-
ses morales de la comunidad internacio-
nal. 382); (Misión del Gobernante, 429).
Post-guerra: Panorama internacional de la—,
29.
Psicoanálisis: (A propósito de Freud. 337).
Protestantismo: El — en Chile, 143; (Los
protestantes de Hilversum, 417).
Reforma agraria: Vea “agricultura”.
Religión: (Coexistencia de creyentes e incré-
dulos, 235); (Hacia una solución positiva
de nuestro problema religioso. 362); (Acu-
saciones de “Time” contra el catolicismo
francés, 422).
Salario: Los católicos españoles frente al
problema del — , 352.
Satélites: A propósito de — , 448.
Semanas Sociales: Conclusiones de la 44.a se-
sión de las — de Francia, 430.
Sindicalismo: — y política, 9.
Sixto IV: La reforma agraria de — , 97 y 155.
Social: Directivas del cristianismo — , 57;
111; (Miseria actual, 244); Sentido — , 278;
(Llamado del Episcopado chileno, 303);
(Los católicos españoles frente al proble-
ma del salario, 352); La formación del
sentido — en los hijos. 385.
Thomas More: Sir — , 70.
Uruguay: (El primer encuentro interamerica-
no del movimiento familiar cristiano en
Montevideo, 310).
Vida rural: Vea Congreso.
Vivienda: El problema de la — en América
I, atina, 241; La — en América Latina. 289;
El Papa y la — insalubre, 295; Política
de — , 297; Pío XII y el problema de la — ,
331; (Compañeros constructores. 418; (An-
te un hecho ilegal, 461).
Vocaciones: Encuesta sobre — sacerdotales,
420.
Indice Bibliográfico
Abrahams P.: Je ne suis pas un homme li-
bre, 326 (H. Daubechies).
Altman G.: Moscou au Tournant, 281 (C. Al-
dunate).
Aranguren J. L.: El Protestantismo y la Mo-
ral. 233 (J. Aldunate).
Baeza M.: Cantares de Chile. 138 (E. Rivas).
Barquero E.: La Compañera. 379 (F. Dussuel).
Bates H. E.: Mi Amada Lidia, 90 (T. E. E.)
Bartlett V.: I-a lucha por Africa, 180 (A. Ba-
rros).
Bonnet G.: Le Pain de Dieu, 377 (H. D.).
Bosco H,: El Río de las aguas dormidas, 285
(H. D.).
Borde J.: Evolución de la Propiedad Rural
en el Valle del Puangne. 180 (R. V.).
Bories M.: La Cruz fuente de Vida. 90 (J. Al-
dunate).
Boulard F.: P remiers Itinéraires en Sociolo-
gie Religieuse. 378 (R. V.).
Brunner A.: A New Creation. 281 (Zañar-
tu M.).
Bunster E.: La Orana Tahití.44 (T. E. E.).
Carpentier R.: Témoins de la Cité de Dieu.
87 (J. Jiménez).
Caspar N.: Metaphysik des Sittlich Guíen.
465 (H. L. A.)
Castro O.: La sombra de las cumbres. 181
(T. E. E.).
Centre d’Etudes Laénnec.: Puberté el Pro-
blemas sexuels de l’adolescence, 464 (H.
D).
Chanson P.: Pour la santé du corps et de
l’esprit. 379 (J. Aldunate).
Coessens R.: Comment préserver et cultiver
ma résistance organique et nerveuse en
vue de ma mission, 327 (C. Aldunate).
Corti M.: Vivere in Cristo, 87 (G. Claps).
Cornely F. L.: Cultura Diaguita Chilena y
Cultura de el Molle, 89 (G. Le Paige).
Corthis A.: El Misterio de los tres estanques,
44 (T. E. E.).
Coutaz B.: La peur du Gendarme, 380 (H. D.)
Cronin A. J.: Más allá del silencio, 44 (T.
E. E.).
Du Bos Charles: ¿Qué es la literatura?, 284
(L. Morales).
Durand A.: Jésus-Christ Maitre de pensée,
283 (A. Vergara).
Durand L.: Un Amor, 466 (F. Dussuel).
Evely L.: Notre Pére, aux sources de notre
fraternité, 283 (H. D.).
Fernesole P.: En face du laicisme contem-
porain. Sa Sainteté Pie XII et l’Education
de la Jeunesse, 464 (H. D.)
Ferreres-Mondría: Epítome de Teología Mo-
ral. 378 (J. Aldunate).
Francisco de Sales: Introducción a la vida
devota. 377 (J. Aldunate).
Fremont D.: Con que ¿quieres casarte?, 327,
(T. E. E.).
Galíndez J.: La Era de Trujillo, 134 (L. Mo-
rales).
Gherman P.: L’áme roumaine écartelée, 232
(O. Mendoza).
Gentiloni F.: Jean-Paul Sartre contra la Spe-
ranza, 233 (G. Claps).
Gianini O.: Se necesita un asesino, 44 (T.
E. E.).
Gilson E.: Las metamorfosis de la ciudad de
Dios, 232 (O. Mendoza).
Gómez Moreno M.: La Inmaculada en la Es-
cultura Española, 378 (J. Donoso).
Góngora M.: Evolución de la propiedad ru-
ral en el valle del Puangue, 180. (R. V.).
Grevillot J. M.: Las grandes corrientes del
pensamiento contemporáneo, 42 (A. Sán-
chez).
480
Guardini R.: De la Mélancolie, 135 (L. Pun-
tel); Pascal ou le drame de la consciencc
chrétienne, 282 (L. Puntel); Cartas sobre
autoformación, 326 (R. Gutiérrez).
Gurrero L.: La Caleta, 285 (F. Dussuel).
Henríquez C.: Mi Río, mi selva v mi gente,
90 (T. E. E.).
Jacob M.: Giorgio La Pira, 134 (G. Claps).
Jakob II.: Zwiespaltiges Dasein. Existenziale
Ontologie von Hegel bis Heidegger, 465
(H. L. A.).
Janssens L.: Droits personnels et autorité,
233 (J. Aldunate).
Jungmann J. A.: Catequética, 329 (H. Dau-
bechies).
Kolb P.: Correspondencia de Marcel Proust
con su Madre, 44 (T. E. E.).
Laming A.: En la Patagonia, confín del mun-
do. 284 (F. Dussuel).
La Mure P.: Moulin Rouge, 44 (T. E. E.).
Larraín M. Mons.: Hacia una Espiritualidad
del Laicado, 464 (J. Jiménez).
Lorson P.: El Misterioso futuro de las almas
y del mundo; 377 (S. Marshall) .
Laurentin R.: Sens de Lourdes, 233 (H. Dau-
bechies).
Leclercq J.: El Problema de la fe en los me-
dios intelectuales del siglo XX, 43 (J. Al-
dunate).
Lécuyer J.: Nuestro Padre Abraham, 280 (S.
Cifuentes).
Lelotte F.: Rabboni, 136 (J. Arrau).
Léonard Y.: Trois billes dans le soleil, 91
(H. Daubechies).
León C.: Las viejas amistades. 328 (F. Dus-
suel).
Léopold R.: Los siete milagros de Gubbio y
la Cigüeña y las Joyas, 285 (T. E. E.).
Lillo B.: El Hallazgo, 379 (F. Dussuel).
Lindo H.: El anzuelo de Dios, 285.
Llovera J. M.a: Tratado de Sociología Cris-
tiana, 180 (J. Fernández).
Marela: Germán de la Rosa, 328 (T. E. E.).
Merton Thomas: La senda de la Contempla-
ción. 326 (S. Cifuentes).
Moeller Ch.: Literatura del siglo XX y Cris-
tianismo, 137 (O. Mendoza).
Morales R.: Denso viene el día, 90 (T. E. E.).
Moreau A.: Hacia la Esperanza, 181 (T. E. E.)
Muedra Y.: Ciencias naturales, 327 (A. Ba-
rros).
Mysléres Chrétiens et Action Jociste, 282 (H.
Daubechies).
Nailis M. A.: Ls¿ santificación de la vida dia-
ria, 280 (J. Burns).
Orchard B.: Yerbum Dei. Comentario a la
Sagrada Escritura, 233 (J. Fanoni).
Piettre A.: Les. Trois Ages de l’Economie.
465 (R. V.).
Poblete H.: Misión en el Pacífico, 88 (A.
Arraño).
Prieto J.: La casa vieja, 181 (F. Dussuel).
Quasten J.: Initiation aux Peres de l’Eglise,
138 (L. Morales). Quince plumas, 181 (F.
Dussuel).
Rahner H.: Ignacio de Loyola, 136 (H. Dau-
bechies).
Reyes S.: El Continente de los hombres so-
los, 234 (G. Marshall).
Ried A.: El Mar trajo mi sangre, 90 (T. E. E.)
Riquet M.: La Iglesia y María, 136 (J. Burns).
Robitaille H.: Pascal et la tempéte, 91 (H.
Daubechies).
Rojas M.: Chile: 5 Navegantes y 1 Astróno-
mo. 284 (A. Arraño).
Rops D.: Histoire Sainte, 43 (P. C. B.).
Romero H.: India, Enigma y Presencia, 283
(E. Varas).
Rossi G.: Hombres que encontraron a Cris-
to. 136 (S. Marshall).
Salet G.: Trouver le Christ, 326 (J. Cifuentes).
Sánchez L. A.: Breve tratado de Literatura
General, 88 (A. Arraño).
Santa Cruz B.: Leyendas y cuentos Breto-
nes. 181 (T. E. E.); Cuentos Chilenos, 328
(T. E. E.).
Sertillanges D.: El Orador Cristiano, 327 (R.
Hasche).
Sheen F.: La vida merece vivirse, 137 (C.
Naveillán).
Silva Ossa M.: Vida y muerte del día, 466
(A. Arraño).
Simón L.: La Brigada que fracasó, 181 (T.
E. E.).
Soltikow M. von: Nunca la noche fue más
clara, 285 (T. E. E.).
Stechert A.: La continencia periódica en el
matrimonio, 135 (J. Aldunate).
Stern G.: La Troisieme Révolution. Essai sur
la psychanalyse et la religión, 377 (L.
Morales).
Steven P.: Eléments de Morale sociale, 233
(J. Aldunate).
Tannenbaum F.: Filosofía del Trabajo, 42
(A. Sánchez).
Tessier G.: L’áme du Syndicalisme, 327 (R. Y.)
Tibor Mende: Conversaciones con Nehru,
134 (A. Sánchez).
Tonquédec J. de: Merveilleux métapsychique
et miracle chrétien. 281 (C. Aldunate).
Varet G.: Manuel de Bibliographie Philoso-
phique, 280 (A. Gaete).
Voillaume R.: En el corazón de las masas.
464 (J. A.).
Vonier Abad: Mente Cristiana, 90 (R. Gutié-
rrez); La personalidad de Cristo, 90 (O.
Begus).
Wallenstein A.: Guía práctica de la perfec-
ción Cristiana, 89 (J. Aldunate).
Waltari M.: El Angel sombrío, 181 (T. E. E.).
Walter E.: La Eucaristía; La Hermosura de
la muerte cristiana; La sublimidad del
matrimonio Cristiano; El sello de Dios
Vivo, 89 (J. Aldunate).
Wilkins W.: El Enigma de Luis XVII, 90 (T.
E. E.).
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Santiago — Moneda 856. Of. 206 Talca — Fea. Supra
CORRESPONDENCIA CON LOS LECTORES
Frente
al mundo de hoy
Mensaje
UNA VOZ CRISTIANA,
INTERPRETE DE LAS
INQUIETUDES
INTELECTUALES
ACTUALES.
VISION DE LOS GRANDES
PROBLEMAS RELIGIOSOS,
FILOSOFICOS, SOCIALES,
ECONOMICOS, ARTISTICOS.
UN COMENTARIO DE
LOS ACONTECIMIENTOS
MUNDIALES
SOBRESALIENTES
TRATADO CON SERIEDAD
Y HONRADEZ.
ORIENTA,
MARCA RUMBOS,
ABRE MAS AMPLIOS
HORIZONTES.
•
NO ES UNA REVISTA MAS:
ES UN MENSAJE
CRISTIANO,
FRENTE AL MUNDO
DE HOY.
Z. G. AL: “Mucha luz me ha dado sobre la obligación
de los laicos de cooperar con su apostolado a la obra de la
Iglesia, el artículo del P. Karl Rahner. Siempre se me había
ofrecido esta dificultad: por una parte había la obligación
que todo católico tiene de pertenecer a la Acción Católica
(tomada ésta en sentido estricto, o más amplio, incluyendo
a cualquier institución que haga obra de A. C.) y por otra,
veía la imperiosa necesidad de que la A. C. la compusiese
gente de élite. Rahner distingue muy acertadamente entre
el “apostolado de la caridad” y el “apostolado del ministe-
rio”. Todos por fuerza del bautismo y confirmación estarían
obligados al primero; pero solamente los aptos, una élite
necesariamente, al segundo.” — (lector de Concepción).
—En la práctica necesariamente se ha de tener en cuen-
ta la distinción de Rahner. Una A. C. masa va al fra-
caso. El Santo Padre en su magistral discurso al II Con-
greso Mundial para el Apostolado de los Laicos, del 5
de octubre de 195?, ha dicho: “no todos los cristianos son
llamados al Apostolado seglar en sentido estricto. Los
apóstoles laicos constituirán una élite.”
F. J. R.: “Estoy suscrito desde hace poco tiempo a la
revista de su digna dirección, y al leerla he sentido el im-
pulso de felicitarle por la calidad cristiana y cultural de ella,
llago votos porque quienes la lean sepan responder al urgen-
te llamado que Mensaje les hace: llevar a Cristo a las almas.
Me permito además molestarlo con lo siguiente: me intere-
san algunos libros que Ud. indica en la sección Libros Re-
cibidos, y desearía saber si pueden enviarlos contra reem-
bolso. Por el momento: Culture ct Civiíisation, de Laloup et
J. Nélis, y Le Mystere de la Eglise et de ses Sacrements, de
Scheeben”. — (suscriptor de Curicó) .
— En carta particular hemos respondido a sus deseos.
Quedamos siempre a su disposición para lo que le po-
damos servir.
M. A. AL: “Aprovecho esta ocasión para manifestarle
el interés que me ha despertado el artículo sobre Acción Ca-
tólica y sobre el Encuentro Interamericano del Movimiento
Familiar Cristiano en Uruguay”. ( Mensaje , septiembre, 1957,
pág. 510) . — (suscriptor de Santiago) .
R. A. G.: “Encuentro que Mensaje es demasiado serio,
que se nota en exceso la mano de sacerdotes. No olviden que
el grueso público necesita formación e información acerca
de los principios, pero que también busca entretención. En
Mensaje la casi totalidad de los artículos son áridos y uno
siente verdaderamente que no logra digerir la totalidad de
la revista. Me imagino que informaciones más livianas al es-
tilo de “París Match” o incluso Ercilla, que siempre traen al-
gún artículo de información general, puede ser aconsejable.
Lógicamente que les guardo las debidas consideraciones a los
redactores quizá demasiado sesudos de su Revista, y no pre-
tendo que se transformen en comentaristas deportivos o de
escándalos sociales, pero el ejemplo puesto, que puede ser
malo, les dará una idea de mi sugerencia.” — (suscriptor de
Santiago) .
—Toda su carta es de alto interés para los que trabaja-
mos en Mensaje. Por ahora sólo hemos copiado un párra-
fo. Admitimos en parte (tal vez en todo) su observa-
ción, o sea, echamos de menos una mayor agilidad perio-
dística, que naturalmente conserve el carácter propio de
una revista esencialmente orientadora, seria. Es una li-
mitación inherente al fin propio de Mensaje, muy diver-
so de la finalidad de entretener con informaciones, e in-
formar, propio de un Semanario como Ercilla.
U. B. AL: “Creo que lo mejor publicado entre nosotros
sobre Freud con motivo de su centenario es el artículo de Her-
nán Larraín publicado en el número de Mensaje correspon-
diente al mes de octubre. Les felicito.” — (suscriptor de San-
tiago.
164G0YF
07-10-03 32180
00
O u-1
D
ESCUELA TIPOGRAFICA SALES1ANA