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Full text of "Morritos : entremés"

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THE  LIBRARY  OF  THE 

UNIVERSITY  OF 

NORTH  CAROLINA 

AT  CHAPEL  HILL 


ENDOWED  BY  THE 
DIALECTIC  AND  PHILANTHROPIC 
. SOCIETIES 

8UILDÍNG  USE  ONCf 


PQ6217 

vol.  19 
no.  1-12 


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SERAFÍN  í  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  QUINTERO 


MOR  RITOS 


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ENTR  E  VLES 


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SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÑOLES 
Húñex  de  Salboa,  12 

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BklORIílTOíS 


Esta  obra  es  propiedad  de  sos  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla 
en  España  ni  en  los  países  con  los  cuales  se  hayan 
celebrado  ó  se  celebren  en  adelante  tratados  interna- 
cionales de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad 
de  Autores  Españoles  son  los  encargados  exclusivamente 
de  conceder  ó  negar  el  permiso  de  representación  y 
del  cobro  de  los  derechos   de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


MORRITOS 


ICNXREiVIES 


SERAFÍN  Y  JOAQUÍN  ÁLVAREZ  QUINTERO 


Estrenado  en  el  TEATRO  LARA  el  12  de  Marzo  de  1906 


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MADRID 

a.   ?BLA8C0,  IMP  .  MARQCáS  DE  SANTA    ASA.  11    &CP 

Teléfono  número  561 

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Jl  &oncRita  éíuiz 

encanto  de  la,  escena,  española, 
Qjuó  vueuoá  auitcLóá, 


REPARTO 


PERSONAJES  ACTORES 

MORRITOS Spa.    Rutz. 

GRFGORIA Srta.  Alba. 

UN  DESCONOCIDO Se.       Zoeeii.la, 


,^'^                               ,K=l^.^--9t^ 

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MORRITOS 


Portería  de  Pepita  Reyes  en  Madrid.  Es  de  día 


(La  esceua  está  sola.  Por  la  puerta  que  da  á  la  escalera  sale    GREGO- 

RIA,  coa  un  lío  de  ropa  en  una  mano  y  unos    calzoucülos  lavados    y 

rotos  en   la  otra.) 

(treg.  (Llamando.)  iMoiritos!  ¡Momtos!  ¿Dónde  se 
habrá  metió  esa  arrastra?  ¡Morritos!  ¿Le 
paece  á  usté  la  mona  estaV  ¡Morritos!  Lo 
menos  está  emboba  con  un  folletín.  ¡Mala 
peste  en  tos  ellos!  ¡Morritog! 

(Sale  Morritos  del  interior  de  la  portería  con  la  seíju- 
ridad  de  una  paliza  en  los  ojos,  j 

Mor.  ¿Qné  pasa? 

Greg.  ¿Dónde  estabas  metía? 

Mor.  Jr'ué  usté  calcúlalo,  cuando  no  he  salió  al 

primer  grito.  Estaba  en  el  patio  encendien- 
do el  brasero. 

Greg.  ¡El  brasero!...  ¡el  brasero'...   No  te  salto  un 

ojo  porque  hoy  es  lunes,  y  no  quiero  empe- 
zar así  la  semana.  (Mostrándole   los   calzoncillos.) 

Mira. 

Mor  ¡Anda,  que  siete! 

Greg.  Como  que  estas  prendas  así  no   las  debía 

una  de  acetar  pa  lavarlas.  Paecen  de  tela  de 
cebolla.  ¡V  se  hará  la  ilusión  de  que  lleva 
calzoncillos  el  amo! 

Mor.  Fué  que  se  la  haga. 


607052 


-    8  — 

Greg.  Calla  tú  y  óyeme.  Mientras  yo  voy  al  ocho, 

me  coses  eso  como  puedas,  ¿sabes?  que  ten- 
go que  entregar  la  prenda  y  no  quiero  lle- 
varla rota.  ¿Te  has  enterao? 

Mor.  ¡Así  que  habla  usté  en  chino! 

Greg.  Pues  date  prisa,  ¿eh?  que  antes  de  cinco  mi 

ñutos  estoy  aquí   por    ellos.    (Yéndose   hacia  la 

calle.)  ¡Maldito  sea  el  demonio!  ¡Miste  que 
llevo  una  mañana!... 

Mor,  (Muy  a.sombrada,  cuando  se  queda  sola.)  KstO  SÍ  que 

es  raro:  lo  menos  que  va  á  liaber  es  eclise: 
venir  mi  madre  y  escápame  yo  sin  que  me 
sacuda,  sí  que  es  un  fenómeno.  A  ver  dón- 
de hay  agujas  pa  coser  esto...  Porque,  eso  sí: 
como  vuelva  y  no  esté  ya  cosió,  y  á  su  gus- 
to, el  fenómeno  no  se  repite.  (Busca  en  el  costu- 
rero de  Pepita  y  halla  lo  que    desea.)  Aquí  tiene  la 

Pepita  de  to.  ¡Miá  que  si  se  lo  zurciera  con 
hilo  colorao,  no  era  bofetá  la  que  me  larga- 
ba! Dios  me  libre.  Con  el  padrón  de  cédu- 
las no  se  puén  gastar  bromas,  (so  sienta  junto 
á  la  camilla  á  co.ser.)  ¡Anda!  jCómo  está  esto! 
¡Qué  vergüenza!  ¡Si  por  aquí  se  puen  colar 
tomates!  Y  á  lo  mejor  este  hombre  será  ca- 
sao,  y  tendrá  cutis  pa  ponerse  delante  e  su 
mujer  con  estos  calzoncillos.  Los  hay  des- 
ahogaos, (cantando  mientras  da  las  primeras  pun- 
tadas.) 

Yo  me  quería  casa 
con  un  mocito  barbero, 
y  mi  madre  me  quería 
monjita  de  un  monasterio. 

(Gritándole  de  pronto  á  un  Desconocido  que  pasa  em 
hozado  hacia  el  interior  de  la  escalera.)  ¿A.nde  va 
usté?  (viendo  que  no  la  oye  suelta  la  costura  y  corre 

á  la  puerta.)  ¿Ande  va  usté?  jQue  si  quieres! 
Echó  el  tío  escaleras  arriba.  ^X  qué  cuarto 
irá?  Luego  me  riñe  á  mí  el  señor  JNicasio. 
Pues  aunque  va  embozao  le  he  visto  bien 
la  cara;  no  se  crea  que  se  me  despinta.  Una 
tié  que  fijarse,  porque  con  las  cosas  que  pa- 
san en  este  Madrí  tos  los  días,  y  que  train 


los  papeles,  ¿quién  le  dice  á  una  que  ese  tío 
de  la  capa  no  es  un  tío  de  estos  n)a'os  que 
llevan  un  revólver  de  seis  tiros  en  un  holeillo 
de  aquí  atrás?  ¡Miá  que  si  epe  fuera  á  mata 
á  la  vieja  de  arriba,  pa  róbala!  ¡Anda!  Por- 
que esa  vieja  tié  dinero:  á  mí  no  me  la 
pega.  Lo  tendrá  metió  en  un  calcetín  ó  de- 
bajo un  ladrillo:  pero  tié  dinero.  ¡Miá  que 
si  la  matara  ese  hombre!  ¡Jesús!  ¡Un  crimen 
en  la  casa  esta!  ¡Qué  envidia  en  to  el  barrio! 
Yo,  de  tócale  á  algún  vecino,  que  le  tcque 
á  la  vieja.  Sí;  porque  la  vieja  se  va  á  morir 
el  día  menos  pensao  como  un  loro,  fin  rui- 
do y  sin  na;  y  nadie  va  á  compadécela;  y 
to  el  mundo  dirá  que  está  bien  muerta,  que 
bastante  ha  vivió,  y  que  por  mHí  nos  espere 
muchos  años;  mientras  que  si  ese  tío  enibo- 
zao  va  y  la  mata,  ella,  total,  no  pierde  más 
que  unos  cuantos  días,  y  le  tendrá  lástima 
to  el  barrio,  y  hasta  sacarán  los  papeles  un 
retrato  suyo  cuando  era  joven.  Porque  lo 
que  es  de  ahora  mejor  será  que  no  lo  sa- 
quen. ¡Vaya  si  eso  está  bien!  Y  no  hay  que 
pensar  en  otro  inquihno:  la  vieja,  la  vieja 
es  la  que  cai.  ¡Qué  ovación!  ¡Miá  que  lo.s  días 
que  íbamos  á  pasarnos  charla  que  charla  na 
más  quede  lo  mismo!  ¡Anda!  ¡Se  me  hace 
agua  en  la  boca!  Y  aquí  los  guardias,  y 
aquí  el  juez,  y  aquí  los  periodistas,  y  aquí 
los  médicos,  y  aquí  los  de  la  curia — ai  olor 
de  los  cuartos  de  la  vieja, — y  tos  pa  arriba, 
y  tos  pa  abajo,  y  á  declarar  los  inquilinos,  y 
el  señor  Nicasio,  y  la  Pepita,  y  á  declarar  la 
cacharrera,  y  el  sereno,  y  el  de  los  faroles,  y 
á  declarar  los  de  la  alcantarilla,  y  la  trape- 
ra, y  mi  madre,  y  las  burras  de  leche...  y  á 
declarar  to  el  mundo.  ¡Ay,  me  vuelvo  loca 
de  alegría!  Y  á  to  esto  yo  calla,  pa  no  meter- 
me en  líos.  Que  me  preguntan:  «Pues  yo 
no  he  visto  na,  señor  juez,  (jurando.)  ¡Míste- 
la!» ¡Y  á  ver  quién  me  saca  de  ahí!  \^  de 
pronto  ¡zas!  que  cain  sospechas  sobre  la  Pi- 
fania,  la  de  doña  Irene,  que  es  mu  mal  enca- 
ra y  mu  fea,  y  tiene  un  ojo  que  se  quié  meter 


—  10  — 

dentro  del  otro;  y  ella  que  no  y  que  no,  y  que 
es  inocente,  y  se  pone  en  cruz,  y  to  el  mundo 
que  sí  y  que  sí,  porque  le  han  visto  unos  pen- 
dientes mu  güenos,  y  «¿de  dónde  han  salió 
esas  misas?»  «¿quién  ee  lo¿  ha  comprao?»... 
Yo  sé  quién  se  los  ha  comprao — que  pa  to 
hay  gustos, — pero  me  callo  como  una  muer- 
ta pa  que  siga  la  bola.  ¡Que  se  fastidie!  ¡Esa 
me  paga  á  mí  la  media  libra  e  churros  que 
me  quitó  la  otra  mañana!  Y  se  la  llevan  á  la 
cárcel,  y  tié  que  nombrar  abogao,  y  toa  su 
familia  viene  del  pueblo:  el  padre,  la  madre, 
la  hermana  casa,  la  hermana  soltera,  el  her- 
mano tonto,  el  hermano  cura...  Y  tos  á  la 
cárcel,  y  tos  á  vela:  ¡y  vaya  una  ecena,  por- 
que tos  son  bizcos!  Y  los  papeles,  unos  que 
pares  y  otros  que  nones,  y  en  Madrí  no  se 
habla  de  otra  cosa,  y  se  forman  partios,  y 
llega  la  vista;  y  yo  calla.  Y  el  fiscal,  que  es 
el  que  tié  más  malas  pulgas — porque  yo 
he  estao  una  tarde  en  las  Salesas  y  lo  he  re- 
parao — el  fiscal  pide  que  la  maten  y  que  la 
maten;  y  el  abogao  se  pone:  (subida  en  una  si 
lia  baja.)  «¡Es  uua  iuocente,  señores  jueces! 
¡Este  va  á  ser  otro  crimen  más  malo!  ¡Mi  de- 
fendida no  tiene  más  defezto  que  el  del  ojo, 
y  ese  es  de  familia!»  Y  el  fiscal  que  nones, 
y  dale,  y  machaca,  y  que  se  tié  que  salir  con 
la  suya:  siete  penas  de  muerte,  y  un  día.  Y 
yo  calla.  Pero  en  esto  una  noche,  durmien- 
do yo,  se  me  presenta  un  angelito  y  me 
dice:  «Morritos,  lo  de  los  churros  no  es  pa 
tanto:  debes  declarar  to  lo  que  sabes.»  Y  yo 
me  dispierto  convencía,  y  se  lo  cuento  á  la 
Pepita  y  al  señor  Nica'^io,  y  el  señor  Nicasio 
me  da  un  mamporro  por  haberme  callao 
tanto  tiempo,  y  yo  comprendo  que  es  mere- 
ció, y  va  y  le  escribe  un  anónimo  al  presi- 
dente del  tíupremo  citándolo  aquí  en  la  por- 
tería. Y  viene  el  presidente,  y  viene  el  juez, 
y  yo  me  disculpo  con  que  estaba  asusta,  y 
aluego  declaro.  Y  ponen  á  la  Pifania  en  li- 
berta, y  ella  me  da  un  abrazo  conmovía,  y 
tod  los  bizcos  se  echan  á  llorar  de  agradecí- 


^  11  -- 

miento,  y  buscan  al  tío  de  la  capa,  y  lo  en- 
cuentran, y  me  lo  train,  y  yo  digo:  «Este  e>, 
pero  que  lo  indulten  el  día  del  rey  »  Y  to  el 
mundo:  «¿Pero  quién  ha  descubierto  la  ver- 
dá?»  Y  los  papeles:   «Pues  la  Morritos,  la 
Morritos,  la  Alorritos.»  Y  vienen  los  perio- 
distas á  ver  á  la  Morritos.   (Fingiendo  uu  diáio- 
goO« — Buenas  tardes. — Buenas  tardes.— ¿Es 
usté  la  Morritos? — Servidora.  ¿Usté  es  perio- 
dista?—íServidor.— Lo  he  conoció  en  los  len- 
tes. ¿Y  en  qué  puedo  servirle? — Pues  vengo 
sobre  la  vieja  del  tercero.  — Pues  verá  usté, 
señor:  yo  estaba  aquí  confíJime  estoy  «hora, 
cuando  de  pronto  ¿sabe  usté?  vi  pa^ar  á  un 
tío  embozao  en  una  capa,  con  unos  embozos 
así  como  los  que  usté  trai — pué  dar  esa  Cíi- 
suabdá.  Lo  mismo  fué  verlo  qud  le  di  el 
quién  vive  preguntándole  que  adonde  iba. 
¿Usté  me  ha  contestao?  Pues  igual  hizo  él.?. 
Y  sigo  yo  charla  que  charla,  y  de  una  cosa 
paso  á  otra,  y  al  tío  se  le  acaba  el  papel,  y 
tié  que  ajiuntarse  cosas  hasta  en  las  sue- 
las, y  se  va  con  dolor  de  cabeza  de  oime,  y 
al  día  siguiente  sale  en  el  periódico  to  lo  que 
le  he  contao,  y  Morritos  pa  acá,  y  Morritos 
pa  allá,  y  me  sacan  retratos,  y  me   ponen 
hasta  en  los  prospetos,  y  se  venden  «pañue- 
los MorritDs»,  y  en  la  Puerta  del  Sol  nn  ju- 
guete:  «¡La  vieja   y   Morritos,    diez   cénti- 
mos! ¿Quién   no  embroma   á   un    amigo? 
¿Quién  no  le  da  un  susto  á  la  criada?»  Y 
«papel  de  fumar  Morritos»,  y  «cei illas  Mo- 
rritos», y  «anís  eícarchao  Morritos»,  y  Mo- 
rritos, y  Morritos,  y  Morritos,  y  no  hay  mas 
que  Morritos.   (pausa.)  Lo  malo  de  to  esto 
es  que  pasa  el  crimen,  porque  viene  otro 
más  son^o,  que  á  lo  mas  la  familia   de   la 
Pifania  me  regala  á  mí  un   par  de  gallina^ 
que  se  comen  aquí  entre  tos,  y  vuelta  yo  á 
la  portería,  y  á  trabajar  como  una  pt  rra,  y  el 
señor  Nicasio  á  regáñame,  y  mi   madre  á 
eslomame  á  golpes,  y  to  lo  mismo.  ¡Pa  eso 
vale  más  que  no  asesinen  á  la  vieja!  (Nue- 
va pausa.)  Estaría  mejor  otra  cosa...  Que  un 


—  12  -^ 

<lía  entrara  mi  madre  toa  sobrecogía,  toa 
acelera,  y  sin  darme  los  buenos  días,  rae 
<lijera:  «Morritos,  vente  al  café  económico 
«le  enfrente,  que  te  convido  yo.»  Lo  cual 
que  yo  me  quedaría  con  tanta  boca  abierta; 
porque  mi  madre  no  gasta  esas  finuras.  Y 
ya  en  el  café,  ca  una  con  un  vaso  de  recuelo, 
ella  toa  temblando,  y  yo  con  los  ojos  como 
dos  cajns  de  betún,  me  hiciera  esta  declara- 
ción: «Morritos,  tú  no  eres  hija  mía.»  Y  yo 
pa  mí:  «No  caira  esa  breva.»  Y  ella  enton- 
ces: «Yo  te  arrecogí  una  noche  mu  fría,  en 
que  el  viento  .^e  llevaba  los  árboles,  á  la 
misma  puerta  e  mi  casa,  cuando  vivía  en  la 
calle  de  la  Ventosa.  Estabas  lia  en  pañales 
mu  fino?,  y  con  muchos  encaje?,  y  muchos 
olores  de  casa  rica,  y  una  medalla  colgá  al 
cuello,  que  tengo  yo  debajo  el  hule  de  la 
cómoda,  y  una  carta  de  tres  renglones  que 
decía:  «Una  madre  atribula  deja  aquí  á  esta 
niña  inocente:  si  hay  un  alma  piadosa  que 
la  ampare,  no  le  pesará.»  Y  una  rayita  por 
debajo.  ¡Jesús!  Temblando  estoy  na  más  que 
de  pensalo.  Y  resulta  luego  que  mi  madre 
es  una  señorona,  que  se  escurrió  una  vez — 
como  se  escurren  tantas  señoronas, — y  que 
se  tuvo  que  callar  por  la  familia,  pero  ya  se 
le  han  muerto  tos  y  me  han  buscao,  porque 
no  j)ué  vivir  de  remordimientos.  Y  viene 
aquí,  y  quié  llévame  á  su  palacio  con  ella... 
¡Qué  ovación!  <.<¡Hija  mía!»  «¡Madre  mía!» 
«¡Al  fin  te  encontré!»  Yo  he  virito  esta  ece- 
na  muchas  veces  en  el  teatro,  pero  siempre 
con  música,  que  es  lo  que  me  carga.  Y  toa 
á  mi  alrededor  llorando  conmovíos,  y  llora 
también  el  señor  Nica?io,  que  no  ha  Uorao 
en  su  vida,  y  la  Pepita  se  me  abraza  al  cue- 
llo toa  atribiiU,  y  3^0  la  digo:  «¡No  te  olvida- 
ré nunca,  Pepita)  Ves  por  mi  palacio  siem 
pre  que  quieras.»  Y  en  el  palacio  toas  las 
paredes  e.>táu  de  seda,  3^  no  hay  más  que 
criaos,  y  doncellas  pa  mí,  y  la  una  pa  lá- 
vame, y  la  otra  pa  peíname,  y  la  otra  pa  rás- 
came, y  la  otra  pa  vestime,  y  la  otra  pa  ca  - 


—  lá- 
zame... Y  en  esto  que  la  Morritos  pe  pone 
mala.  ¡Jesús^  qué  bomba  en  el  palacio!  Seis 
médicos  á  mi  cabecera,  calvos  tos,  escucbán- 
dome  por  toas  partes,  y  sin  sab-  r  ninguno 
lo  que  tié  la  Morritos  Y  viene  un  n.édico 
de  mu  lejos  con  mucbas  barbas  y  muchas 
manchas  en  la  ropa,  y  dice:  «Pues  la  Morri- 
tos lo  que  tié  es  que  está  enamora  de  un 
príncipe.»  ¡Anda  con  esa!  Y  mi  madre  se 
me  abraza  llorando:  «¡Hija,  yo  no  te  quiero 
perder  tan  pronto!»  Y  yo:  «¡Ñladre!»  Y  elle: 

«¡Hija!»  Y  yo:  «¡Madre!»  («oyendo  de  improvisa 
á  Gregoria,  que  viene  hacia  la  portería  chillando, 
como  siempre.)  ¡Cristo!  ¡la  mía  de  v«  ra^!  iQu- 
chasco!  ¿Qué  me  dio  que  hacer?  (Azorada  da 
vueltas  por  la  escena  )  ¿Qué  me  dió?  ¿qué  me 
dio?  ¡Ah!  ¡los  calzoDcillos!  ¡Me  la  gano!  ¡va- 
ya si  me  la  gano!  (Los  agarra  nerviosamente  por 
ambos  pemiles,  y  queriendo  ver  por  donde  ha  de  co- 
serlos, en  un  movimiento  involuntario  los  raja  y  se 
queda  con  un  pernil  en  cada  mano  )  ¡Virgen!  ¡Bue- 
na cosa  he  hecho!  ¡Esto  sí  que  no  tié  com- 
postura! |Me  monda  mi  madre!  ¡me  mondal 
¡Y  ya  está  aquí!  ¡Vi  á  escóndeme  debajo  e 

la  cama!  (Tira  ios  pemiles   y  se  va  espantada  al   in- 
terior.) 
GreG  .  (Terminando  al    llegar  á  la  portería    la    riña    en    que 

viene  enredada,   probablemente    con    una   verdulera.) 

¿A  mí  usté?  ¡De  ganas!  ¡Eso  Feria  un  pue- 
blo! ¡La  tía  pindonga!..  ¡Morritos!  ¿Qué  ha- 
ces, Morritos?  Pero  ¿qué  es  esto?  ¡Aquí  un 
pernil!...  ¡anda  Dios!...  ¡y  aquí  el  otro!  ¡Mal 
tiro  la  peguen!  ¿Pues  no  me  ha  roto  los  cal- 
zoncillos la  arrastra?  ¡Morritos!  ¡Morritos! 
¡La  deshago!  ¡Se  acabó  la  Morritos  i'a  siem. 

prt!  (Entrase  furiosa  en  el  interior  de  la  portería.  A 
poco  descubre  á  Morritos  debajo  de  la  cama  y  comien- 
za la  paliza  del  día,  no  obstante  ser  lunes.  Las  voces 
de  ambas  se  oyen  confundidas  allá  dentro.) 

Mor.  ¡Ay!  ¡ay!  ¡No  me  haga  usté  na! 

Greg.  ¡Grandísima  tunanta,  sal  aquí  que  te  mate! 

Mor.  ¡Ay!  ¡ay!  ¡Si  ha  sío  sin  querer! 

Greg  .  ¿Sin  querer,  condena?  ¡Toma,  toma  sin  que- 

rer! 


-  14  — 

Mor  ;Ayl  ¡ay! 

G;<EG.  ¡Si  hasta  que  no  te  esbarate  no  descanso 

¡Si  eres  mu  perra! 

Mor  ¡Ay!  ¡ay!  ¡Madre,  por  Dios,  madre! 

(íREG.  ¡De  hierro  quisiera  tener   las  manos,  arras- 

irá! 

Mor.  ¡Ay!¡ay! 

Greg.  ¡Le  paece  á  usté  la  que  me  ha  jugao!  ¡Va- 

mos, hombre!  ¡Si  hay  pa  cegarse  y  hacerla 
polvo!...  (saiienJo.)  ¡Maldita  sca  la...! 

( Durante  este  dulce  coloquio,  el  Desconocido  de  antes 
se  ha  asomado  á  la  portería  y  ha  llamado  á  la  portera 
varias  veces.) 

Desc.  ¡Portera!  ¡Portera!  ¿Pero  están  ahí  matando 

n  alguien?  ¡Portera!  ¡Portert^!  (eu  este  momento 

sale  Gregoria,    que  va  hacia  la  calle  hecha  un  basilis- 
co.) Diga  usted,  portera:  ¿el  vecino  del  se- 
cundo.. ? 
Greg.  ¡Se  ha  tirao  por  el  balcón  esta   mañana! 

¡Miá  este  ahora!  (Le  da  un  empujón  á  la  puerteci- 
11a  y  otro  al  Desconocido,  y  se  va  echando  maldicio 
nes.) 

Desc.  (Perplejo  y  alarmado.)  ¿Quc  se  ha  tir.ido  por  el 

halcón?  ;O0rcho!  (a  Morritos,  que  sale  deshecha 
la  pobrecilla,    enjugándose  las  lágrimas  y  sollozando.) 

¡Niña!  ¡Niña!  ¿El  vecino  del  segundo..  ? 
Mor.  Yo...  no  sé...   Yo  creí  que  usté  iba  á  mata  á 

la  vieja... 

OeSC.  ¡Corcho!  (Huye  despavorido.) 

Mor.  ¡Así  acaban...  toas  las  fantesías  de  la  Morri- 

tos!... (ai  público,  entre  sollozos.) 
Ya  que  tan  mal  me  ha  ealío 
]jonerme  á  fantesiar... 
tú...  que  eres  amigo  mío... 
no  me  vayas  á  dejar 
el  corazón  encogió. 


FIN 


Madrid,  Febrero^  1906. 


OBRfiS  OE  liOS  MISMOS  flÜTOÍ^ES 


£sg:riiua  y  amor,  juguete  cómico.  (2.*  edición.) 

Belén,  12,  principal,  juíjaete  cómico. 

Oilito,  juoruete  cómico-lírico.  Miisica  del  maestro  Osuna.  (2."  edición) 

lia  media  naranja,  jungúete  cómico.  (2.'' edición.) 

El  tío  <le  la  flauta,  juguete  cómico.  (2.*  edición.) 

El  ojito  rtereclio,  entremés.  (3."  edición.) 

Ea  reja,  comedia  en  un  acto.  (4.*  edición.) 

Ea  buena  sombra,  saínete  en  tres  cuadros,  con  música  del  maes- 
tro Brull.  (6.*  edición  ) 

El  pereísrino,  zarzuela  cómica  en  un  acto.  Música  del  maestro 
Gómez  Zarzuela. 

Ea  vida  íntima,  comedia  en  dos  actos.  (3,"  edición.) 

Eos  borradlos,  saineto  en  cuatro  cuadros,  con  música  del  maes- 
tro Giménez.  (2.*  edición.) 

El  chiquillo,  entremés.  (5.*  edición.) 

Eas  casas  de  cartón,  juguete  cómico. 

El  traje  de  luces,  saínete  en  tres  cuadros,  con  música  de  los 
maestros  Caballero  y  Hermoso. 

El  patio,  comedia  en  dos  actos.  (3."  edición.) 

El  motete,  pasillo  con  música  del  maestro  José  Serrano.  (2.*  edi- 
ción.) 

El  estreno,  zarzuela  cómica  en  tres  cuadres,  con  música  del  maes- 
tro Cliapi. 

Eos  Galeotes,  comedia  en  cuatro  actos.  (3."  edición.) 

Ea  pena,  drama  en  dos  cuadros.  (2.»  edición.) 

Ea  azotea,  comedia  en  un  acto. 

El  género  ínfimo,  pasillo  con  miísica  de  los  maestros  Valverde 
(hijo)  y  Barrera, 

El  nido,  comedia  en  dos  actos.  (2.*  edición.) 

Eas  flores,  comedia  en  tres  actos. 

Eos  piropos,  entremés. 

El  flechazo,  entremés. 

El  amor  en  el  teatro,  capricho  literario  en  cinco  cuadros,  pró- 
logo y  epílogo. 

Abanicos  y  panderetas  ó  ¡4  Sevilla  en  el  botijo!  humorada 
satírica  en  tres  cuadros,  con  música  del  maestro  Chapí. 

Ea  dicha  ajena,  comedia  en  tres  actos  y  un  prólogo. 

Pepita  Reyes,  comedia  en  dos  actos. 

Eos  meritorios,  pasillo. 


I^a  zahori,  entremés. 

1.a  reina  mora,  saínete  en  tres  cuadros,  con  música  del  maestro 
José  Serrano.  (2.*  edición.) 

Zarag-atas,  saínete  en  dos  cuadros. 

lia  zag-ala,  comedía  en  cuatro  actos. 

lia  casa  de  García,  comedia  en  tres  actos. 

lia  contrata,  apropósito. 

El  amor  que  pasa,  comedia  en  dos  actos. 

El  mal  de  amores,  saínete  con  música  del  maestro  José  Serrano. 

El  nuevo  servidor,  humorada. 

Mañana  de  sol,  paso  de  comedia. 

Fea  y  con  grracia,  pasillo  con  música  del  maestro  Turina. 

lia  aventura  de  los  g-aleotes,  adaptación  escénica  de  un  capi- 
tulo del  Quijote. 

Ea  musa  loca,  comedia  en  tres  actos. 

Ea  pitanza,  entremés. 

El  amor  en  solfa,  capricho  literario  en  cuatro  cuadros  y  un  ijró 
logo,  con  música  de  los  maestros  Chapi  y  Serrano. 

Eos  chorros  del  oro,  entremés. 

Morritos,  entremés. 


Pkecio:  una  pesp:ta 


RARE  BOOK 
COLLECTION 


THE  LIBRARY  OF  THE 

UNIVERSITY  OF 

NORTH  CAROLINA 

AT 

CHAPEE  HILL 

PQ6217 
.T44 
V.19 
no. 1-12