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Utrando áhs ^orits nedoDaies. Verdad e> qoe por ima pute Ik bina DO bi BgmB
le de Mte «niaenta eacritiv para eeüflcar de Terdademaente eUñcaa su produce
vtn, alsaRi» Qdoitaiu, que ftiMCoalos ochenta aAoa, hace tiempo arrimó á
Ira phnna que tantoa kivetea le ha Talido eo ambos nundos ; mas j» qoe do ha
ñatea escritoe qoe tenia {Hv^eetadoa, feliciténtODos á lo dmibos da ver reanidu
olRwqBehaDniaiUBtndojrtaMiiiústraiiála jinrratod tan átilea leccioBCS, y
•alad de sa ranerable autor le pernota «1 m edad avaBiKia prestar este óltíBo é
tMo á tas letras eqtalUrfaa.
CtUDdo se trata da on escritor tan justamente eelekado con» el nüOR Qnarui
teawse en eDcomioe qoe do poedra añadirie el mesior realoe. Caantos has lei
lidaa de eqMftolea célebres , sos criticaB lüerarias , le rinden u tribute de admii
le eeta^aaooBM i «no de loe maestrea mas doctos, yleprodamaniunaTOxpa
Ira Uteratoa 7 mto de sos mas inignes restenradoras ; pues balUndose esta poi
pida eiuDdo el saRoa QüniTuu vid la lu del mando, re^bió leooiuies del lai^
Valdée.jlUoitreaaBahimnos positinmente el mas esclarecido 7 el que deqi
tado é mae mareoida gjoria.
¿QaMn ha pedidonegaiie JamdB el MtDoiriire de graa peetal La musa del patri
[nado saa mee abas «me^lonee, y los ecos majestuosos de sos cantea anardef
de lee hijos de S^afia en hi ^xwa por riempre memorable en qoe el opntOT d<
eDoa vencido 7 hnraiUado. PreseatddigDam^teenlaeseenaalhéroedeCoTadc
yoeaaadd magnánimo deiwieor de Tarifa, evocó la seaibradel TOKido en'n
tana, Uamii i juicio en d^penteea del Bseorial Aloe re7asqae BDeadaBaroa i Ei
dslaconviotoriaeadqtñidaiifaena de OHiDtes de ero 7 de nodales de sangn
qna dU ftondire á aa prioc^ , psesto en k mas alta grandesa 7 sumido hiego e
dOTaMetaftatonio; easabd la empresa del qne propagd en América la Tacana,
lyaldgar, tronó finrraidabls ooatra h osarpeoion fraaeesa, 7 se extasió rioid
aaáifaM do hs provmcias cqMAolsB. Tembien cMH^^ró su aeanlo i la magia de
lea pa s ares de la aasends, alas glorias del canto y A las aaarayiHaa del baile. Bn
pwai^BOTtaliaaMasaBbriHantesodaeitiiMryAIaliHwiddndsiaJtiqNwnla ;i
pafefetisvMflié aonstanleHwate b predilecta ds QnirMaa I laito, qae eoM leer at
algo de hisKMÍB eanleapehUiea, se puede venir en congcimient» ds U sunta
de ttl i 7 IMB adata al que ewiqDaGió la htaratnm eq>dl<da eM teseres tan bu
deMMtaa» ea na Tirtao, «■ Madero enla gra«deaa, 7«a Beraefo eolasM
savtrdB dvyr» de modele donde qeien qoe te hable la bennesa I«ng«a de Gei
HoeontentoelstRonQtniTAiiAconluiberseperfeaáonedo en las reglas del 1
< U iBvcesln 4a its obras q« eoiainntafll HMaoM tpoe ha awaMad hBw doe iaUBlit
oto aAnrindor M Hto OratiAu, d ■Mfcolct «H loiirtaaiM y 4aa awfea mttldo me Mte <
«Moas MMrtn (Mwr, 1] ft*or qae WN diiptaia, MBliMO* éikaMaU «a» n> 1« fanyi «Mo pofU
■MnloMS, j coHplMtt aif «I iBUrts en (|M BOsMoslMtoni nsttMa MU «riftineii.
diando á nuestros poetas de todos los tiempost eolecdontf sos obras seleetas y las did á la impreiH
ta en obseqnio de la jmrentud, no sin enriquecerlas con observaciones y noticias y jmcios critioos,
que en lo relatiyo 4 la poesía, sobre que versan exclusivamente , ensefian y satisflusen mas qne
lo que otros eruditos antiguos y modernos^ hane^scríto acerca de la propia materia en historias
mas ó menos extensas de la literatura de nuestra patria.
También el lauro de historiador ilustre orla dignamente las sienes del gran poeta. Plutarco
espafiol pudiéramos denominarle por el propósito que concibió de escribir las vidas de nuestros
varones célebres. Majestuoso en la narración como Tito Livio, profundo como Tácito en los
juicios sobre las personas y los sucesos , diestro en la manera de abarcarlos y ponerlos en relieve
como Salustio , á cada página se descubre la clásica educación literaria con que el ssüor Qum-
táMA ha sabido beneficiar su eminente talento. ¡Lástima qiíe en España baya estado tan poco ge-
neralizada la afición é los estudios graves , y qué esta enfermedad di^ mucho todavía de curarse
radicalmente I Vei^nzoso es en verdad que mientras de las Ftdas de e^ñoles cékbres se ha
vendido dificilmente una edición no muy numerosa en su patria, se hayan agotado siete en los
Estados-Unidos. Si un historiador no gozara inefables delicias en revolver archivos, y hojear le-
gajos, y descifirar documentos malamente borroneados , para ilustrar la época á que dirige sus in-
vestigaciones y procurar el triunfo de la verdad y la enseñanza de los estudiosos ; si después de
haber dado dma á largas y penosas tareas, no recibiera el pláceme de los hombres doctos de toa-
dos los países ; si no viera sus obras juzgadas con aplauso en las revistas extranjeras i mientras en
los periódicos españoles deben aspirar únicamente á que se inserte tal cual anuncio de ellas, con-
sagradas como están sus columnas, fuera de la parte política, á pregonar un dia y otro las glorias
y alabanzas de las bailarinas y cantantes extranjeras, que por cada noche de función reciben lo
que bastaria á mantener durante un año á dos fiunilias honradas ; á no se sintiera animado del
noble deseo de dejar en el mundo alguna noticia mas de su existencia que la partida de bautis-
mo de su parroquia , y un nombre éñ la losa de su sepultura, que sea conocido y respetado pm^
mas individuos que los de su fiunilia ; ciertamente que deberia arrojarse la mas briUaute pluma
con ademán desdeñoso y con enérgico menosprecio*
Afortunadamente el sEÑ(m QomrAiu, cuyo glorioso renombre nos ha. mspirado tan sentidas
quejas , es celebrado en toda América y Europa , y reimpresas ó traducidas , sus obras ce encuen*-
tran en todas partes. ¿Qoé importa pues que al fin de >uia vida laboriosa, y después de logmrque
nadie le dispute la primada literaria, viva modestamente y atenido á su haber de jubilado?
Dentro de pocos dias se manifestará en uno de los teatros de la corte el panorama del Miriripi
hermosamente trasladado á un gran lienzo, y una noche y otra se verán llenas las looalidades to-
das con gran aplauso del público y de los diúíos , á quienes parecerán escasos los mas indgnes
elogios. Y entre tanto el hombre observador encontrará desiertas las librerías en que, gracias al
sKüoa QunfTAifA> pueden verse en un panorama mucho mas precioso al Cid Campeador^ persoñi-
ficadim eterna del heroísmo y la constancia ; á Guumm ei fittSM, que en magnanimidad y esfuer-
zo patriótico no cede á nadie la palma ; & Rogtr de Lamias d marino mas célebre que se ha-
lla en los fiístos de las naciones desde el predominio de Cartago hasta el descubrínúíuito del
nuevo mundo ; al principe de Fuma , respetable por sus virtudes, a&nirado por sus^teletitfis»
simpático por sus tribulaciones \ á Gonzalo de Cirdobaf conocido por el Qrún Capitán entre
propios.y extcafios ; i ilofi Akaro de Luna , que medio siglo antes qué denems hubiera aoftp-
bado con el anárquico poder de los omgnates, si no hullera querido para si lo que les quitaban
ellos, y si como enérgico y entendido, pudiera llamársele sendllp y desinteresado*
No pequeña parte de sus investigadones ha dirigido el siftoa QonitAXA á te dé Amé-
rica, por. cuya suerte ;se interesa de una manera verdaderamente amorosa* Beade qae dCH
giando te empresa date propagacioa de te vaouna » puso en boéa de aqndte región privílbgUMb
estos versos;
liosuMaasya no sois ; v«o ittIlMü
PUPéssaaOseMart Yo^Mdvia '^ >
81 ffigor de nds dinrosvsiieedoios^ >. "*
Soatrososdlcla, sa iodsoMoui safit,
GriBMn fosm del Uempo, y 00 (te Espaia t
iMtfiritf idanmente el sBÍiOft úimrrAiU su modo de pensar sobre la conquista de aquél
lio : asi, alabando el gran mérito del descubridor del mar del Sur, Vateo Ituñex deBatbM^jóA
MDqnistador del usperio de los Incas , l^ncíM^ Pi2^ se declara por la opinión exagerada del
BsnuA>ap<tslol de las Indias, fVay Bartolomé de los Cosos. Crueldades hubo en las conquistas
del mondo de Colon y de Isabel I. ¿Qué hazaña de estas no las produce, aun en los tiempos actua-
les, en que el buen sentido va tributando su admiración y sus aplausos á otro espectáculo que al
ds Isa batallas, y á otros héroes que los perturbadores de la paz del mundo? De gran peso es para
nosotros el parecer del skñor Qointána ; pero nos atreveríamos á decir que su grande amor por
la jQstieia le hace muy severo contra los que, seguidos de un puñado de hombres, que en el dia,
eoo mas recursos y medios ofensivos, no bastarían para apoderarse de un desmantelado castillo,
plantanm la cruz del Gólgota y el pendón de Santiago en dilatadísimas regiones.
Al siltoa QüoiTAif A se atribuye también el manifiesto de la junta Central 4 los americanos, en
que se les llamaba á entrar en la condición de hombres libres, como si hasta entonces hubieran
sido esclavos , como si las leyes de Indias no fueran una elocuentísima protesta contra las deda-
ffisdones que han producido la independencia y la ruina, y amenazan la disolución de hermosos
psíses , prósperos y tranquilos bajo el cetro de España. Hoy mismo es alli una opinión proverbial
esta que trascribimos y que pudiera considerarse hija de un ciego patriotismo ; es el pensa-
odento dominante en la Historia de la revolución de Méjico que está dando á luz el juicioso y muy
Snstndo guanajuateco don Lúeas Alaman, que fué representante de su país nativo en las cortes
«paftolas de 1820.
Batie las vidas de españoles célebres figuran, aunque insertas en la parte literaria, las de Cer-^
lONto y JfeJefufes Valdés ; superior la primera á cuantas se han escrito de aquel grande hom-
iNre, fa^ la aegunda del amor de un discípulo á su maestro.
Pte las vicisitudes y persecuciones del ssÑoa Quintana carecemos de tres importantes trage-
os: Bo^ de Flor, Blanca deBorbon y elPrtncipe de Viana; por su escrupulosidad y por el deseo
de adarar un punto histórico no tenemos entre las vidas de españoles célebres la del duque de
iBo, yacas! concluida ; pues habiendo visto insinuad^ en algún escritor que aquel personaje
Ittbia intercedido por los condes de Hors y de Egmont , no quiso pasar adelante sin confirmar
eon algún documento acción tan digna de loa ; y no habiéndolo encontrado , ha preferido arrin-
eonar lo escrito á decir una alabanza sin estar convencido de ella , ó á hacer al de Alba ejecutor
ds una emeldad , teniendo la duda de si en verdad se opuso á ella.
Termina el presente volumen con unas cartas escritas á lord HoUand, sobre la revolución es-
piñdla, que por primera vez salen á la luz pública, y merecieran haber salido de la oscuridad hace
■ocho tiempo. Son documentos muy notables, escritos con conciensuda mesura y en el sentido
da la opinion mas avanzada, precisamente en el tiempo en que mas arreciaban los peligros y las
pmecndones.
Sentó carecer de habilidad y tiempo para pagar un tributo de admiración al homlnre á quien
tMlo debo en mi carrera literaria: sus afectuosos y profundos consejos me han servido de guia,
y IOS since r os aplausos de aliento para arrojarme á nuevas tareas. Tome i lo menos en cuanta el
■taQmNTANA, y sírvame para mis lectores de disculpa, la circunstancia de que le dedicólos úl-
ÜBM» instantes que permanezco en Madrid , su patria y la mía , puesto ya el pié en el estribo para
Mirarme i realizar un deseo que de tiempo atrás me anima : que él gran Garlos m tenga una
de so célebre reinado escrita por pluma española*
9 Si da diciembre de 18Bi*
Añono Fttan nsL Rioii
/
^
PAETE PRIMERA.
LITERATURA.
POESÍAS.
A CIENFUEGOS '.
Vis, dulce amigo mió, á honrar con tu respetable nombre la edición de unos i
algún precio tienen , es debido en gran parte á tu inspiración y á tu ejemplo. Nada
el mármol del sepulcro te tenga ya separado de la región de los vivientes. ¿Desata aci
loslazosde amory de estimación que unen entre si á los hombres?No,caro Cienfuegí
los estrecha de un modo indisoluble; ella los defiende de h inconstancia y de la ¡nc<
ella los asegura contra los vaivenes de la fortuna; ella, en fin, los pone á cubierto c
las pasiones. A lo menos de los muertos no hay que temer, Nicasio, esta ingratitud
esta alevosía cruel que tan amarga y frecuentemente experimentamos do los vivos.
El dedo de Madrid me señalaba en otro tiempo como amigo , como discípulo , com
tuyo. La afición á unos mismos estudios y la profesión de unos mismos principios híi
ñor á mi nombre , bien que ni por la variedad y excelencia de mis tálenlos , ni po
perfección de mis escritos deba jamás ir á la par con el tuyo. De ti aprendí á no liac
ralura un instrumento de opresión y de servidumbre , á no envilecer jamás ni con lí
con la sátira la noble profesión de escribir, á manejar y respetar la poesía como u
cielo dispensa ¿ los hombres para que se perfeccionen y se amen , y no para que s
corrompan.
¿Tí quién en la miserable época que acaba de pasarhaobservado mejor que tú estas
gradas? A la vista y casi en las gan'as del despotismo insolente ybárbaro que nos op
bas tú las alabanzas de la libertad ; y en medio de la corrupción mas estragada y c
mas pusilánime que hubonunca, tu voz vehemente y severa nos llamaba podcrosame
gla de los sentimientos patrióticos y á la sencillez y dulzura de las costumbres inoce
en buen hora otros escritores la gloria de pintar con mas halago las gratas ilusión
primera; haga en buen hora su mano resonar con mas gracia el laúd de Tibulo ó \i
creonte; pero aquellos que sientan en su corazón el santo amor de la virtud y la infie:
ft ia injusticia; los que se hallen inflamados del entusiasmo puro y sublime hacia el
dad de la especie humana , esos todos harán continuamente sus delicias de tus odas
tolas y de tus tragedias, y en ellas hallarán un alimento propio de sus almas sensiblí
• Esta dedicatoria salió Ji luí la primera ves en ta edición del aito 1813. Saprimlóu después por
cnn^Mccjoa j delicadeza ; niM habiendo cesado sitos motivos , se restabl«ce ahon en n Ingar en Ii
noi que primero.
i ÓñRAá £OMÍ>LetAá M don KIaNDéL JOSÉ QUINTANA.
Nuestra revolución se anuncia en el Escorial , y la agresión escandalosa de lo& franceses la
precipita en Aranjuez. ¿Qué hará Cienfuegos? ¿Doblará la rodilla al azote del pais? Y sacerdote
de las musas ¿ profanará su ministerio dorando con el brillo de la armonía y de la elocuencia el acto
de iniquidad mas execrable que han presenciado los siglos? El atleta robusto de la libertad ¿dejara
pasar esta ocasión de hacer frente á la tiranía y de luchar cuerpo á cuerpo con la injusticia? ¡ Ah!
No. Si al llegar esta crisis espantosa , tus fuerzas, acabadas con la mortal dolencia que te consu-
mía, no te dejaron escribir; si tu voz, ya casi moribunda, no era bastante á entonar aquellos can-
tos de fuego que hubieran excitado tan noblemente el ardor de los españoles; si no pudiste, en
fin, servir á esta causa santísima con aquel carácter irresistible que imprimía tu pluma en la ver-
dad, tú supiste, y esto es mas aun, tú supiste sellar con la entereza de tu conducta las bellas
máximas que habías esparcido en tus escritos; y mártir glorioso de tu patria, arrostraste y sufris-
te la muerte por no transigir con los tiranos.
¡ Oh Cienfuegos ! este tiempo de borrasca ha sido también un tiempo de prueba ; y { cuan triste,
cuan amarga es la que algunos han hecho de la consistencia de sus principios y de la realidad de
sus virtudes! Hipócritas de honor y patriotismo, no han podido sostenerse contra el torbellino
revolucionario, que les ha arrancado la máscara con que se cubrían y puesto en descubierto
toda su abominable desnudez. Tú conocías á muchos de ellos, tú los amabas , tú los estimabas.
¿Pudiste imaginarlo jamás? Los unos se ríen ahora déla misma doctrina que antes predicaban,
se han hecho siervos y apóstoles del mas execrable tirano , y han insultado sacrilegamente á la
patria moribunda en su agonía. Los otros, destrocando cruelmente los vínculos de una amistad
antigua y jamás violada, han profanado sin pudor ninguno los respetos todos de la hospitalidad y
la conñanza, y correspondido al afecto mas tierno y paternal con la mas negra traición. ¡ Ah!
¡puedan estas líneas, si alguna vez llegan á sus ojos , presentarles la horrible diferencia entre lo
que ahora son y lo que antes parecían!... ¿Pero dónde voy? Perdona, amigo mió, si he inquieta-
do el reposo de tu sepulcro con unas quejas tan tristes. Al recorrer estos versos , fruto de nuestros
ocios antiguos y ocupación agradable de aquel noble retiro en que vivíamos, mí alma, honda-
mente afligida, no ha podido menos de volver su vista hacia atrás, y contemplar cuan escandalo-
sos desertores han tenido la filosofía y la virtud.
Acabó para mi , y no volverá jamás, aquel tiempo de dulces ilusiones, de gratos y apacibles es-
tudios. Fuerza ha sido abandonarlos para acudir el peligro común y servirá la causa pública en
tareas y afanes harto diferentes. Otros cantarán después el triunfo, cuando serenada la agitación
Y restablecido el orden, la voz dulce de las musas vuelva á resonar en España. Entonces tus vi-
^'orosos versos, dignos precursores de libertad y de virtudes, serán aplaudidos con igual admira-
ción que gratitud. Entonces, si por dicha llegan hasta allá los míos, el autor unirá su aplauso al
de la posteridad; y el alto aprecio y amistad afectuosa que en vida sintió por ti, prolongándose
mas allá del sepulcro, 'lurarán siquiera todo lo que dure este libro.
Cádiz, 20 de junio de 1815.
Manuel Josb Quintana.
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ii. Sombnsnbttine,
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i defenderla Equila,
> envileckla, gime.
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Porti solo serla
Nuestro torpe letargo 7 dego olTído.
TúelúnlcoTaAii'iie
Ciiu USÓ arrostrar con geoeroso pecha
Al huracán deshecho
Del despotismo en nuestra pía ja Irisic.
AbortAle la mar mas espantoso
Qne ios monstruos que encierra en su liondo se
V íl, respirando su inremal veneno,
IJJtre ignorancia universal marctiaba.
Destruyendo sus pies cuanto corrieron.
i De qué poes nos valieron
Siete siglos de afán j nuestra sangre
A torrentes verter? Lanzado en vano
Fué de Castilla el lirabe inclemente,
Si otro opresor mas iiérOdo y tirano
l>rcpara el ;rngo i su infellce frente.
Ofendida, indijinada
Sealió.ae estremeció, y arrojóelgiiio
lie venganza j de horror. «Vuela, bijo mío,
Vuela, y ahuyenta la espantosa plaga
Qne me insulta y me amaga :
Sé tú mi escudo, y en tu ardiente brío
Su curso Iniáusto asoladorqaebraoia.i
Dijo; j cual rayo que volando asuela,
como trueno que bramando espanta ,
El héroe de Toledo recorría
Un campo 3 oiro campo : el pueblo todo,
Conmovido á su voz , ardiendo en ira
Y anhelando vencer, corre furioso
A la lacha btal que se aprestaba.
fadUlalegnlaba,
Y de la patria en su valiente mano
El estandarte espléndido ondeaba.
i Oh eslragol Oh ft«nesi I Dos veces fiíen»
Las qne el genio feroi de la impla guerra
Entre mnerte y dolor mezcló las baces ;
1 Haces que nanea combatir debieron!
Un bábito, una tierra
Eran, y una su ley, nnas sus aras,
UnoBQ hablar. ¡Ah birbaros! {Y en vano
naturaleza os (¿era
Vinculos untos? Suspended los hierros
Qae sedientos de sangre en vuestras manos
Contemplo con horror : ¿no sois hermanos?
Todos! nn tiempo, todos
Revolved : al fiíror de vuestros brazos
Caiga rota en pedazos
La soberbia del déspota Insolente
Que i Iodos amenaza... ^ En los nidos
Nooa dan los alaridos, -
Las trines quejas de la edad siguiente,
Qne fi ominosa cadena
Vuestra discordia pérflda condena?
De polvo en tanto la confusa nube,
Nnnda ya del tutor, Inrbindo si <Üj ,
Hasta el Olimpo sube ;
Y del bronce tronante al a
El Tiento sacudido
OBRAS COMPLETAS DE DON MANUEL JOSÉ QUINTANA.
Bando dilata por Castilla toda
En ecos el horror : corre la sangre.
Vuélala muerte. ..;0h Dios ¡^porqaédigpers»
Las haestes vencedoras
«" '■■>—""■'" asíí Solo en el llano ,
ingre y de sudor cubierto,
;quelncba,ylnchaeii<raiM>,
: su misera caída
'endida
, Cajú : cuando salieroB
luspiros,
isto de la patria hayeron.
ndo, qup en arenas de oro
alda deslizando , llegas
rila imperial Toledo;
en desdoro
aaltiTexysnenergla
I yugo que esquíTó algnn día ;
ate de Padilla... lObHoI
acer, tú lamentaste
irelii, 7 en triste dnelo
to denunciaste al cielo,
ar baSabas,
ncomiptibles se albergaron
t valor. Mis ojos vean
<^t hollaba,
tizdo respiraba,
o y dolor bañados sean.
cuenlro! Y la venganza airada
I ! Su bárbara violencia
Horada
virtud sufrírno pudo.
■n su vei , solo , afrentoso ,
!\ oprobio alli se mira ,
á Turor sañudo,
empla i la ignominia dado
lio ; al silencio mudo.
;loI No; que en él aun vire
ibiudor : vedle cuan lleno
ira
1 torno de dosoItos gira.
IOS, al7áos;la inmensa huella
;s edades
re infeliz ; corrió, y aun ella
Dte y á venganza os llama.
r dicha conllevar la pena
á quien mi mucrie infama t
íiido la falal cadena?
ilmerecert Volved los ojo»,
.^contempladme cuando
rra el admirable ejemplo
con la opresión luchando.
I clamores
lie patria en vano oisteii,
isu voz, y fascinados
rabie esclavitud corristeis,
I) indignación! los torpes ta:!os
han sido á tan robustos bracos.
I fuerza indómita, Impacleii:e,
chos tOrminos no podo
y rompió ; como torrente
laagilacion, la guerra,
crímenes la tierra.
:e bollada
ce Italia, arder el Sena
is se viú, la África eiclaví,
dusirfoso
Al hierro dado y devorante t^ego.
jDe vuestro orgullo, en sn insolencia dego.
Quién salvarse logrúT Ni al indio pudo
Guardar un ponto inmenso, borrascoso,
De sus sencillos lares
Inútil valladar : de horror cubierto
Voestro genio feroz, hiende los mares,
Y es la inocente América un desierto.
(Tantos estragos, sin respeto holladas
Jostlcia ; te, la detestable ofenu
Redia i la patria de imarraria al jugo
Y ahogar sn libertad, á un tiempo alzaron
Su poderoso grito,
y i la atúnita Europa despertaron.
EUasobrevoBOtrosindignada
Cayó y os eprimió. ¿Qué se hizo entoncei
Vuestra vana altivez? La tiranía
Qoe lenta os consumía
Tendió su cetro bárbaro, y llamando
A la exícial superstición, con ella
Fué abierto el hondo precipicio en donde
Se bnndió al fía vuestro nombre.
Viles esclavos, que en tan torpe olvido
Sois la risa y baldón del universo,
Cuyo espanto ; escándalo habéis sido.
(Estremeceos, i la Ignominia hoy dados,
Hañana al polvo, ¿no miráis cnil brama,
Con cuál faror se inflama
La tierra en torno á sacudir del cuello
La servidumbre? ¿Yscverá que, hundido!
En ocio infame y miserable sueKo,
Al generoso empeño
Los últimos voléis? No ; qae en violenta
Habla inflamado y devorante saña
Ruja el león do España,
Y corra en sangre i sepultar sn afrenta.
La espada centellante arda en su mano ,
y al verle, sobre el trono
Pulido tiemble el opresor tirano.
Virtud, patria, valor : tal fué el sendero
Que JO os abrí primero ¡
Vedle, bolladle, volad; mi nombre os guie,
Hi nombre vengador, i la pelea :
Padilla el grito de las huestas sea.
Padilla aclame la felii victoria.
Padilla os dé la libertad, la gloría. ■
(Hijo de 179T.)
A LA EXPEDICIÓN ESPAÑOLA
FAM nOFAGkl L* VACDKA Eif AHÍRICA tUO LA
DE DON FRAITCISCD BALIIS.
¡Virgen del mnndo, América inocenlel
Tú , que el preciado seno
Al cielo ostentas de abundancia lleoo,
Y de apacible juventud la frente;
Tú, que i fuer de mas tierna y mas hermoEí
Entre las zonas de la madre tierra ,
Debiste ser del hado,
Yacontra ti tan inclemente y (¡ero.
Delicia dulce y el amor primero ;
Óyeme ; si hubo vez en que mis ojos ,
Los fastos de tu historia recorriendo.
No sebincbesea de lágrimas; si pudo
Hi corazón sin compasión, sin ira
Tns lástimas oír, i ab i que negado
Eternamenteá la virtud me vea,
Y bárbaro y malvado
Cual los qae asi M deilrouroa ut.
ITE PROIGRA.— UTERATURA.
pan?
lanne,
y dé I au iDRlestad major decoro
LleTaikdo este tesoro
Donde con mu violencia el mal o
YoTolaré; que un oóineD me lo n
Vo rolaré: del fcrvido Océano
Arrostraré Ja furia embravecida ,
Vea medio déla América infcsia
Sabré plantar el árbol de la vida.
Dijo ; y apenas de su labio ardí
listos ecos benélicus salieron.
Cuando tendiendo al aire el b!an
Va en el puerto la nave se agitab
Tor dar principio i (an leVa cami
I.ÍDzase el aritonauta ü su destii
Ondas del mar, eo plilcida bonaii
Mevad esc depósito sagrado
Por vuestro camiiO liquido y sen
De mil generaciones la esperanz:
Va alJI, no la aneguéis, guardad '
Uuardad el rayo y la falal loimei
Al tiempo en que, dejando
Aquellas playas fértiles, ranota;
De vicios y oro y maldición prefta
Vengan triunfando las soberltias
A Balmia respetad. |0b heróic
Que en tan bello afauar tu alienl
Vé ímpivido i tu fin. La horrend
De un ponto siempre ronco y boi
Del vértigo espantoso
La devorante boca ,
La negra faz de cavernosa roca
Donde el viento quebranta los ík
De los rudos peligros que te agu
Losmasgrandesnusonnimasc
Espéralos del bombre : el bomlii
Kncallado en error, cic^o, envidi
Seri quien sople e) huracán violi
Que combata bramando el noble
Has signe, insiste en él firme j si
¥ cuando llegue de la lucha el di
Ten fijo en la memoria
Que nadie sin tesón y ardua porf
Pudo arrancar las palmas de la g
Llegas en Dn. La América salí
A su gran bienhecbor, y al punte
Purificar sus venas
El destinado bálsamo : tú entone
De ardor mas generoso el pecho
V obedeciendo al numen que te f
Mandas volver la resonante pror
A los reinos del Ganges y á la an
El mar del Mediodía
Te vio asombrado sus inmensos i
Incansable surcar ; Luzon te adn
Siempre sembrando el bien en tu
V al acercarle al inünslrioso chii
Es Tama que en sn tumba respel;
Por verte atzú la venerable frenl'
Confticio, y que exclamaba eo s
« i Digna de mi virtud era eslí <■
¡Digna, bombre grande, erat
De aquella luz sitísima y divina
Que en dias mas relices
La razón, la virtud aqui encend
Luz que se extingue ya : Balmis
No crece ya en Europa
El sagrado laurel con que le ad<
OnédaiG allí , donde sagrado asi
Vv—>— ».'»^-«
OBRAS COMPLETAS DE DON MANUEL JOSÉ QUINTANA.
Te&dr&n la paz , la independencia hermosa ;
Quédate allá , donde por fin recibas
£1 premio augusto de tu acción gloriosa.
Un pueblo, por ti inmenso, en dulces iiimnos
Con fervoroso celo
Levantará tu nombre al alto cielo ;
Y aunque en los sordos senos
Tü ya durmiendo de la tumba fría ,
No los oirás , escúchalos al menos
En los acentos de la musa mía.
(Diciembre de 1806.)
Á LUISA TODI ,
eoando eantó en el teatro de Madrid las dos óperaj
de Armidñ y ¡Héo,
¿Qué se negó de la falaz Armida
Al mágico poder? Su voz sonaba ,
Y el báratro profundo
De sus lóbregos senos alanzaba
El tremendo escuadrón que la servia.
Viérase al punto de infernal veneno
Toda inundarse en derredor la esfera,
Arder el rayo y retumbar el trueno.
La rápida carrera
Suspenderse del sol , bramar los vientos,
En sus hondos cimientos
Estremecerse el mar, y mal segura
La tierra contrastada ,
De sus ejes eternos desquiciada.
Mas cuando al fin enamorada y dega
El corazón indómito rendía,
Y de perder su amante recelosa ,
En los fines del orbe le escondía.
Ya no era entonces la espantosa maga;
Era ya una deidad. El polo yerto
Ostentóse cubierto
Con el manto de Plora ;
Por los fecundos prados
Las fuentes murmuraban ,
Y de esencias bañados ,
Los céfiros jugaban con las flores;
Volábanlos amores.
Las gracias y el deleite en pos de Armida:
Y ella entre tanto, de Rinaldo asida.
El coro de las aves escuchaba ,
Que ai placer y al amor la convidaba.
Tal fué entonces Armida ; y tal ahora
Tú ¡ oh poderosa Todi ! la presentas ,
Ya en ternura y delicias anegada.
Temerosa después, y al fin furiosa
Viendo su gloría y su beldad hollada.
¡ Invención celestial I No, no es Armida
La que asi nos enciende
Y el agitado espíritu suspende :
El mentido poder que por su encanto
Tuvo en los elementos confundidos,
Hoy en nuestros sentidos
Lo alcanza el arte y lo renueva el canto.
¡ Soberana armonía !
¿ En qué sus dulces y halagüeñas flores
Mas bien que en tus loores
Esparcir deberá la poesía?
Pero ¿cómo en su vuelo
La poderosa voz seguir podría
Que pasma al mundo y maravilla al cielo?
Ella parte suave ;
Y ora orgullosa y grave
Del espado los ámbitos domina ,
Ora en quiebros dnldaimos se pierde,
Y delicada trina;
Ora sube al Olimpo, ora desciende,
Y ora como un raudal rico y sonoro
Vierte súbitamente en los oidos
De su riqueza armónica el tesoro.
Sola la admiradon enmudedda
Seguirla puede en su veloz carrera ;
¿Y do ha vivido el corazón de fiera
Que se negase esquivo
De su expresión cdeste al atractivo?
I Oh 1 no es posible el evitar su imperio ;
La fogosa energía
De su gesto y acción se le prometen ,
Y su mágico acento y melodía.
Aqui vence, aquí triunfa , aquí arrebata :
Vedla de gloria y majestad vestida
Guando del solio el esplendor retrata ;
Vedla después, desesperada y llena
De cólera y soberbia , amenazando :
Nube parece que espantosa truena,
O terrible Aquilón cuando, soplando
Con hórrido sil vido.
Sacude el universo combatido.
¿Mas cuál benigiia suavidad se siente?
Él es , el blando amor, el hijo ardiente
De la hermosa y divina Giterea :
Mas dulce y grato que la miel hiblea ,
Mas puro que ios céfiros , su acento
Sale inflamando el viento,
Y por do quiera su ternura inspira.
Ya tras el bien perdido
Vaga anhelante y con dolor suspira ;
En el dulce trinar pinta el gemidOt
En los blandos gorjeos
Aparecen los tímidos deseos,
La amorosa inquietud, las ansias tiernas,
La risa alegro y apacible Juego
Que ceban tanto el delidoso fuego.
Ya con tono mas grave
La sublime oonstanda se ve ornada,
O en celeste deliquio modulada
Del caro bien la posesión suave.
Entonces gime el insensible, entonces
Hasta los duros mármoles se agitan ;
Amor aprende á amar, á amar incitan
El eco, el viento, y de tu voz herido.
Por su divino impulso es arrastrado
Mi corazón vencido.
Salta en el pecho, y sin cesar palpita ,
Todo anegado en el amante anhelo
Que inspira el canto ; su vehemente llama
Veloz discurro por mi sangro y venas ,
Y en todas ellas su calor derrama ;
Derrama su calor, que vuelto en llanto.
Sin ser posible á contenerle el seno.
Salta á la vista en delidoso encanto.
A Quién de tn genio mesurar podria
La extensión y el ardor? Dinos, ¿en dónde
Tuvo su oriente? En dónde
Se adestró á desplegar tal osadía,
Y dé tanta riqueza salió lleno ?
¿Fué acaso allá donde el feliz Ismeno
Corrió bañando la sonora Tébas?
¿O mas bien sobro el Ismaro sombrio,
Do por la vez primera
Los ecos de la música sonaron,
Y tras si arrobataron
Los hombros y las fieras,
PARTE PRIMERA.- LITERATURA.
■TiDoOrfM
] pulsaba ,
ecoodolidD,
ALAMERHOSURJ
Cuando en la Bor de mis risuf
MI vista hiríá ta luí , dulce hen
I Oh cómo palpité ! ; Cómo mi pe
Te amó , te Idolaini! Tú námeo
Que desplegar hiciste
Kl Tuelo de mi \oi , tá preaidlat
De mi citara al son , qne eotoncí
Has bien el eco de las ansias mi
Que el eco de tn glur
evoralia
De temor, de deseo j de espera
ndo presente
6ue aceptes pido con afable agr
e clamaba
El tributo que rindo i tu alaban
Ido inclemente.
lojre el ingrato
i Oh si al formar tu vencedor 1
Benigno el cielo, la aparihie lia
a qaerellas
Me diera con que el dia en el or
huje.nocura
Nace á inundarle en cúnd" Jos al
¡ Los hermosos colores
rlora me diera con que aloma j
Al soberbio clavel su allWa fren
.¡qnédeUmenlos!
Utérame de su seno la fi agancii
ni
Via bella elegancia
En Taño llora
Que gentiles los llames dcsptíe
iredda.JBime;
Cuando las auras del fthrll los n
dolor implora.
Cuando las lluvias del abrU los
ien; hombres y dioses
A tu nacer testigo
El orbe se recrea.
'... Grande, sabllme
Que tanto llega i florecer conii|
le sorprendido
y te contempla en tu halagüeña
Como al morir el dia
IwaodoáDido.
Hira el reciato de la selva umbí
La incierta luz de la nádente Iv
loras
Hiraie amor alborozado . y llem
otua te pierde.
.Ya del ardor que en cs|)crania s
admiró; desierto
«Yo bañaré con mi esplendor su
donde an dia
Soberbio exclama, j con mi ard
«aplausos
) estremecía.
Crece ; que el lirio y la purpf
Iri S buscarte
TlSan los gratos miembros á p«
entalTBcio.
Et sol de mediodía
imorada Elfrlda,
La lumbre encienda de tus ojos
laT ¿Adóndo fueroa
Qne el Umido pudor la temple í
tra.
La es«nda de las flores
ttyaeoflda?
Tu dulce aliento sea ,
■Tabeimouidea
V i velar tus encantos vencedor
leDiopndo,
Bajen en crespas ondas tus cabe
dmeiUeosTeaT
En tu nevado seno
Empiécenlos amores
irre el sendero
La primera i gusUr de sus de»
ría abrió el destino;
Tu pié en la danza embellecer s
esplendor divino!
Y tu Cándida mano en las caricia
, BU deidad te aduna.
Diosa de la beldad, alza la rr<
úo
Mira lu gloria ; al comiemplarls
idelabma.
Despide de su mente
j asombrado
La grave austeridad ; la indifer
kjconrandido.
genio sea ,
Tu viva lumbre sus cenizas firia
«saesperum.
Y suspirando exclama :
n: él desde Itjos
«I Ah, quien volviera ii los flork
sbuellas.
Mientras qne ansiosa, arrebata
i» reflejos.
Lajuventnd i oleadas
las estrellas
Corre ,; se agolpa tras de U , 7
te eo noche ambria,
Sn tieno a&n i tributarte Ilegí
orylaTictoria
TesldeiltHa
iQu<ntib«deespeniiiUT<>
iirasj
Te halaga en derredor t Qai de
1 CvinlM UMrea I Y Mbertiia T
SteTwniasndeoer.tlfnMbol
8
OBRAS COMPLETAS DE DON MANUEL JOSÉ QUINTANA.
La apacible carrera
Sembrada de placer, ornada en flores,
Tras tu carro de triunfo arrebatando
Los miseros despojos
De tantos amadores
Que al son de su cadena,
Bendiciendo tu luz, cantan su pena.
¡Dichoso aquel que junto á tí suspira,
Que el dulce néctar de tu risa bebe.
Que á demandarte compasión se atreve,
Y blaudamentc palpitar te mira!
¡En fín triunfaste, amor! ¿Cuál es la g:üría
Que iguale en su contento
A tan bella y maí^nííica victoria?
Mira al mortal que devoró los dor.cs.
Los dulces dones suspirados tanto,
Cual se aí.'iia impaciente, estremecido,
De vanidad henchido,
De gozo inmenso, de inefable encanto.
j Y no es eterno ! ; Ay Dios ! ¡ Y llega un día
En que del albo seno ,
Cansada ta hermosura.
Lanza al amor! Amor la embellecía ;
Él su semblante de expresión bañaba.
Él gracia la inspiraba y bizarría;
Kl mundo la veia ,
Y cual templo de un Dios la respetaba.
Y ora apagando la sagrada antorcha ,
Sus alas tiende amor, y huye gimiendo
A la vana inconstancia, á la falsía,
Que su altar profanaron
Y la alma, fuente del sentir, cegaron.
No así en ti se cegó , cuando á h tierra
Ejemplo dabas del amor mas puro,
Heloisa infeliz. ¿Cuál fué la mano
Que, despiadada y dura.
Hundió en ese recinto pavoroso.
Morada del horror, tanta hermosura?
Y respondes : « Mi amor. » ¿Quién por tu seno
Dilató de tan bárbaros dolores
El amargo raudal? « Mi amor. > ¿Un tiempo
No llegará en que espire
El nombre de Abelardo en tus clamores.
De que el eco se llena,
Y en esas anchas bóvedas resuena?
ff No lo suñre mi amor. Mira los dias
Cual pasaron por mí ; su triste huella
Marchitó mi beldad , sin que un instante
Viese templar la inapagable llama
Que me consume. Feneció mi amante
Sin fenecer mi amor; sus restos frios
Son sin cesar bañados
De ardiente llanto y de lamentos mios.
Déjame en ellos inundarme ; el cielo
Este solo placer es el que ha dado
A mi infelice suerte.
Déjame mi dolor ; cuando la muerte
Venga á librarme del horror del mundo,
Entonces ; ay ! en mi postrer momento
Abelardo, dirá con hondo acento,
Abelardo, mi labio moribundo.»
Así sus ayes lastimeros hienden
De siglo á siglo, y sus agudos ecos
En lástima y amor el pecho encienden.
Rosas j mirtos á su tumba , y llanto.
Llanto mas bien ; las lágrimas que vierto,
Al mismo tiempo que mi voz la nombra ,
Son dulce ofrenda á su adorable sombra.
¿Tanto vale el sentir? ¿A tanto aloaoza
Su divino poder? Ojos hermosos ,
Sabed que nunca parecéis mas bellos.
Sabed que nunca sois mas poderosos
Que cuando en vos se mira
£1 vivo afán que el sentimiento inspira.
Sin él ¿qué es la beldad ? Flor inodora »
Estatua muda que la vista admira ,
Y que insensible el corazón no adora.
A LA PAZ ENTRE ESPAÑA Y FRANCIA EN 1795*
Dos lustros ya de plácido sosiego
Sobre el regazo de la paz hernM)sa
Gozado el mundo habla ;
Y adormecido el fuego
De la discordia atroz , la espada ociosa
Entre el polvo y orin se consumía.
Nada turbó las candidas auroras
De tan dulce quietud ; logró en su asilo
El labrador tranquilo
Ver coronadas de su afán las horas.
Mas sangre y fuego respirando viene
Con violento ademan Mavorte fiero ,
Y á la cumbre escarpada
De la antigua Pirene
Sube ardiendo en furor; crc^e el acero
De su carro espantoso, y empuñada
La mortífera lanza que blandea ,
Mueve sañudo la execrable frente,
Y en su rabia impaciente
Cebarse en llanto y mortandad desea.
Tronó su toz ; al escucharla entonces
El suelo en luto y en pavor gemia ;
Destrozado, oprimido
Con los enormes bronces ,
Vio la flor de la Hesperia que corría
De la bélica trompa al gran sonido.
I Míseros ! id donde el honor os lleva ,
Ardiendo en ansia de funesta gloria ;
Volad ala victoria,
Y haced de vuestro aliento heroica prueba.
¿Qué lograréis? El monstruo abosünabie
De vuestra insana ceguedad riendo.
Da la señal ; ya sube
Del canon formidable ,
Al cielo vuestros crímenes diciendo.
De fuego y humo la ondeante nube.
Retumba el aire , y pavoroso esconde
Los gritos , el terror, el triste estrago ;
El amago al amago.
La cólera á la cólera responde ,
Muerte horrible á la muerte. Asi espantOfiO
Bate las altas cimas de Apenino
El Aquilón sañudo; *
A su ímpetu fragoso
El cedro añoso y el soberbio pino ,
^in encontrar á su defensa escudo.
Caen ; y el hondo valle estremeciendo»
Por los ecos alígeros llevado ,
Asorda dilatado
De caverna en caverna el ronco estruendo»
Y en medio de la lucha fulminante
Es el furor tan bárbaro y tan ciego »
Que ni la tierna esposa
Ni la afligida amanto
ú
TE PIUlfERA.-LITERATtmA.
egudo la pnblicadoii de tnt pi
I Gloria a) grande escrilor á qui
Romper el sueño j vergoDioso ol»
Ed que yace sumido
El ¡ngenio español ; donde confusa
fila vozy sin alieoto,
Se hunden j pierden las sagradas
Alio stlenrio en \» olvidada F.sp:
Por lodas parles estendió su minl
Cuando lu hermoso canto
Resonando, |oh Metendeilderepe
Deoi^lloy goiotteca,
Se vló i tu palría leraniar la Trenli
Tal en la noebe de los siglos den
Crecer las nieblas de ignorancia ti
Natura , y sacudiendo
Kl ocio ietargosu en que yacía i
Dijo : • One Homero sea ; >
V Homero nace, jresiilandece el d
Bellos como la luz , tersos y purc
Dieocomo el fondo del etéreo cielo
Gratos aun mas que el vuelo
Del céEro sonante en el estio ,
. Cuando las hojas mueve ,
Y templa el rayo en delicioso frío;
Tusarmontosoaversosi raudalc
Del manantial fecundo se arrebata
Do lielcs se retratan
Las flores j tos árboles del suelo.
Las sierras enriscadas.
Las bóvedas espléndidas del délo.
¡Cisnes del Pindoi Amable Anac
Tú , que de estro y amor mientras
Misera Safo, ardias ;
V tú , divino Plndaro, que eleras
En tu atrevido acento
Con tu nombre clarisinio el de Téb:
Volad hicia las playas de ocddet
Desde la cumbre oe Helicón divino
V ved el gran deslino
Con que se ensoberbece el suelo ib
Mirando en su poela
Vuestra alta gloria y vuestro dulce
Ornan las gracias su celeste lira
Cuando el canto de amor en ella sn
Y apacible y serena
La belleza en sus versos vencedore
5e goia retratada ,
üe rayos coronada y resplandores.
Seguidle luego i los amenos cam
A la abundosa y apacible vega
Que el claro Tórnics riega ;
Y al escuchar su pastoral acento.
Ved florecer las rosas ,
Reír el prado, embebecerse el vien
Mas {dó su musa ripida se escor
{Dóudese eleva! Asa aoibiciDBop
El orbe vino eatretdio,
V al éter se encumbró ; gozosa min
Bajo de si las nubes ,
Y al campo inmenso del espado gir
OBRAS ooiin,rrAS db don íiahbbl loak qointaiu.
ideelbntldeApolo
a su famortal porlla ,
mbra al mundo «OTia,
eoTldií,; dato seno
restaban
L el infernal Teneno;
lo gritó : (¡Honnnu» odhHosI
, pan alcauíar ncloria
¡loria T
i de la niebla nmbria
illo
ea claridad al dia.
idiendo onmipotCDle,
I goton frente.
(iW.)
¡ LAS PROVINGAS ESPAÑOLAS
il mundo «qoesU k» :
■ardes 6 estragados
ilacer la tiranía ¡
r virtud tienen asienlD,
(ante.
He el escarmienui.i
>D leirag de diamante
> lo escribid en el cielo,
i sangre i la Tenganxa
ine lo anunciase al sado.
i anunciar. En justa pena
alsero abandono
! trono
del mal , Fnneia culpable;
ceira abominable ,
lien , tanto aniquila.
!l iasf^nsaio Atila ,
nortirero estandarte
inr, mandan al lado
ta; ellos le inspinn,
lo i esclaviur seaircve
nar de Italia i los dcsici lo
le vida j siempre j-erius ,
engendrador de nieve.
a , IQ *ei ; al caulíTerio
ido
lastra, y en sn mano
u Imperio
■e ostent^ tirano.
!vasta;sussol(iadoi
torpe tasaltaje
lerte qne los guia ,
TOr el hospedaje ,
servidumbre impla,
e estronecido, adonde
noble confiauía
La no ittdada tBf Tanta dddidM,
Qne solo ya los débiles Imploran.
Europa sabe , de Mcarmlento llena ,
Que ü (bena ei la le;, el Dios que ad(
Em» atiQcea vindaloi del Sena.
Pues Uen , la hena mande , ella deddaí
Nadie incline i esta gente fementida
Por tonor puaiUidme la freote ;
Qne nunca el alevoso tai valieule.
Altoyfíroira^do
La sed de guerra y la sangrienta BaBa
Anuncia del león ¡ eco bronco acento
Ensordeciendo el eco en ia montaSa ,
A devorar tu presa
Laslgttllai se arrojan por el viento.
Sola la sierpe vil , la slfltpe Innau
Al descuidado *eno que la abriga
Callada llega y ponioñosa mata.
Las víboras de Alddes
800 las qne asaltan la adorada cuna
De tu fellddad. Desplanta , EapaBt ,
Despierta , i ay Dios ! Y tus robustos lurams,
Baclíudolas pedaios
Y espardendo sus miembros pw la tierra ,
Ostenten el esAieno Incontrastable
Que en tu nádente libertad se ei
Ya se acerca zumbando
El eco grande del damor guerrero ,
Bijo de indigntdon y de osadia.
AslArias fué quien le arrayó [U'imera ;
1 Honor al pueblo astur I Allí debia
Primero resonar. Con igual furia
Se alM, y se extiende adonde en fértil riego
Del Ebro candaloso y dulce Tnria
Las claras ondas abundancia brotan ;
Y como en selvas estallante fuego
Cuando lis alas de Aquilón le aiolan ,
Quede proMoicalmarni vuelto en lluvia
lüpiter basta, ni los anchos ríos
Que oponen su credente i sus furores ;
Los ecos libradores
Vuelan, cnuan, encienden
Los campos oliviferos del Détis,
Y lie la playa Cinlabra hasta Cádií
El seno ainl de la agitada Télis.
AiuseEspafii, en fin; con ÑE airada
Hace i Harte seSal, y d Dios horrendo
Despeña ai ella.sa crojiente carro ;
Al espantoso estruendo ,
Al revolver de luteirible espada,
Lejosdeesiremecerse, ardey seagili,
Y vuela en pos el español bizarro.
c¡Fuera liranosli grita
La muchedumbre inmensa, i Oh voz subliine.
Eco de vida, manantial de gloria!
Esos minislroe de ambjdon ajena
No te escucharon, no, cuando trlnnftbaii
Tan fádlmente en Austerliti y en ima ;
Aquí teoiriny alcanzarisvicloria; .
Aqui te oirin saliendo
De pechos esforzados, varoniles;
Y la distancia medirán , gimiendo.
Que de hombres hay á mercenarios viles
Fuego noble ;sublime,jAqnÍénDO alcanusT
Ligrimas de dolor viene el anciano
Porqne sn débil mano
El acero í blandir ya no es baslante ;
Lq¿¡i'íuiíis tierledlcruecucloiiifaute;
1
PARTE PRIMERA.^ LITERATURA.
U
T rosotras Umbien, madres, esposas ,
Tiernas amanies, ¿qué furor os lleva
En medio de esas huestes sanguinosas?
Otra locha, otro afán, otros enojos
Guardó el destino á vuestros miembros helios.
Deben arder en vuestros negros ojos.
■¿Queréis, responden , damos por despojos
A esos verdugos? No : con pecho fuerte
Lidiando á vuestro lado ,
También sabremos arrostrar la muerte.
Nosotras vuestra sangre atajaremos ;
Nosotras dulce galardón seremos
Guando , de lauro j de floridos lazos
La vencedora frente coronada ,
Reposo halléis en nuestros tiernos brazos.»
¿Y tá callas, Madrid? Tú, la señora
De den provincias, que cual ley suprema
Adoraban tu voz, ¿callas ahora?
¿Adonde están el cetro, la diadema.
La augus:a majestad que te adornaba? —
cNo hay majestad para quien vive esclava ;
Ya la espada homicida
En mi sus filos ensayó primero.
AIH cayó mi juventud sin vida :
Yo, atada al yugo bárbaro de acero.
Exánime suspiro ,
Y aire de muerte y de opresión respiro.»
¡ Ah ! respira mas bien aura de gloria »
¡Oh corona de Iberia ! Alza la frente.
Tiende la vista ; en iris de bonanza
Se toma al fin la tempestad sombría.
¿No oyes por el oriente y mediodía
De guerra y de matanza
Resonar el clamor? Arde la lucha.
Retumba el bronce, los valientes caen,
Y el campo, de humor rojo hecho ya un lago,
Descubre al mundo el espaoto&o e.i trago.
Asi sus llanos fértiles Valencia
Ostenta, asi Bailen, asi Moncayo ;
T es fiíma que las victimas de Mayo
Lívidas por el aire aparecían ;
Que á su alarido horrendo
Las francesas falanjes se aterraban ;
Y ellas , su sangre con placer bebiendo ,
El ansia de venganza al fin saciaban.
Genios que acompañáis á la victoria.
Volad, y apercibid en vuestras manos
Lauros de Salamina y de Platea ,
Que crecen cuando lloran los tiranos.
De ell^s ceñido el vencedor se vea
Al acercarse al capitolio ibero :
Ya llega, ¿no le veis? Astro parece
En su carro triunfal , mucho mas claro
Qae tras tormenta el sol. Barred las calles
De ese terror que las yermaba un dia ;
Qoe-el j&bilo las pueble y la alegría;
Loa altos coronad, henchid los valles ,
Y en maestra boca el apacible acento ,
Y en vuestras manos tremolando el Imo ,
«Salve, exclamad, libertador divino ,
Snlve,» y que en ecos mil lo diga el viento,
T soba resonando al firmamento.
Soba, y Eapafia mande á sos leones
Volar mgiendo al alto Pirineo ,
Y alU alzar éí espléndido trofeo,
Qvediga : «Libertad á las naciones.»
Tal es, i oh pueblo grande! Oh pueblo ítiertel
Kl iwoiiio qoe la saerte
A tu valor magnánimo destina.
Asi resiste la robusta encina
AI temporal ; arrójanse siivando
Los fieros huracanes ,
En su espantoso vértigo llevando
Desolación y ruina; ella resiste.
Crece el furor, redoblan su pujanza.
Braman, y tiembla en rededor la esfera ;
¿Qué importa que á la verde cabellera
Este ramo y aquel falte, arrancado
Del Ímpetu del viento, y luego muera?
Ella resiste ; la soberbia cima
Mas hermosa al Olimpo al fin levanta ,
Y entre tanto meciéndose en sus hojas ,
Géliro alegre la victoria canta.
(lolio de 1808.)
ARIADNA.
Se supone i Ariadni sentadi en nni actitud prorundamente tristi-
sobre naa pefla á la orilla del mar : i un lado ana tienda, A utru
an gran peflasco que se encorva sobre las aguas.
¡Nadie me escucha !... ¡Nadie!... El eco solo,
Eterno compañero
De este silencio lóbrego, responde
A mi agudo clamor, y mudamente
Mi mal aumenta y mi dolor presente.
¿Y es aquesto verdad? ¿Pudo Teseo
Sin mi partir, y pudo
Desampararme asi?... ¡ Pecho de bronce,
De todo amor y de piedad desnudo !
¿Qué te hice yo para tan vil huida ?
Le vi, le amé ; mi corazón, mi vida.
Toda yo suya fui, toda... El ingrato ,
¿Qué no me debe?... Encadenado liega
A la cretense playa,
Destinado á morir : su sangre odiosa
Al monstruo horrible apacentar debía.
Que en la prisión del laberinto erraba.
¿Qué hubiera él sido sin la industria niia?
Entra, combate, vence, y coronado
De nueva gloria se presenta al mundo.
Esto era poco : enfurecida y ciega ,
Frenética después, mi hogar, mi padre,
Todo lo olvido á un tiempo, y me coiiilo
Al amable impostor, enajenado
Coú su halago y su amor mi tierno pecho ;
¡ Falso amor, (also halago ! ¿Qué se han hecho
Pasión tan viva y perdición tan loca ?
Yo lloro aqui desesperada en tanto
Que el pérfido se ríe
De mi amor lamentable y de nú llanto.
Pero no ; ¿cómo es posible
Que tan deliciosos lazos
Asi los haga pedazos
Una horrenda ingratitud?
(Levdntaie exaltada hacia la tienda.)
I Ah ! no es posible. ¡ Oh lecho! tú que has sido
Testigo de mi gloria y mi contento ,
Vuélveme al punto el bien que en ti he perdido.
¡ Asi mientras sus labios me halagaban,
Y en tanto que sus brazos me ceñían ,
Ya allá en su pecho las traiciones viles
Este lazo fatal me preparaban 1
I Oh unión Inconcebible
De perfidia y placer 1 ¡ con qué, engañoso
Puede ser el halago, y la ternura
Lleva tras sí maldad y alevosía 1
Yo triste » envuelta en la inocencia mia ,
tt OBRAS COMPLETAS DE DON MANUEL JOSÉ QUINTANA.
Al delirio de amor me abandonaba. i Y las ondas escondan conmigo
Tú sabes cuál mi seno palpitaba , Mi infortunio, mi oprobio y mi amor.
Tú Yiste cuál mi sangre se encendía ,
Y cómo de su boca engañadora
Deleite, amor y perdición bebía*
Dos ayer éramos,
Y hoy sola y misera
Me Tes llorando
A par de ti.
Mira estas lágrimas.
Mírame trémula,
Donde gozando
Meestremeci.
¿Qué se hizo el pérfido?
Mi angustia muévate ,
Y haz que volando
Torne hada mi.
Vuelve, adorado fugitivo, vuelve.
Yo te perdono. £1 ardoroso llanto
Que ora inunda mi rostro y me le abrasa,
Enjugarás ; reclinaré en tu pecho
Mi atormentada frente, y aplicando
Tu mano al corazón, verás cuál bate
De anhelo palpitante y de alegría.
Mas ¡ oh mísero y ciego devaneo!
Mientras imploro al execrable amigo »
Lleva el viento consigo
Mi gritar, mi esperanza y mi deseo.
¡Y esto, oh dioses, sufrís ! i Y va seguro
Y contento el peijuro
Por medio de la mar, que le consiente
Sin abrirse y tragarle!... ¡ Oh tú, divino
Astro del claro día, sol luciente ,
Sagrado autor de la familia mia !
Mira el tranceterrible á que he venido ;
Mírame junto al mar volver llorando
La vista á todas partes, y en ninguna
Asilo hallar á mi fatal fortuna ;
Mírame perecer sin un amigo
Oue dé á mi suerte lamentable lloro.
¿Donde, dónde volverme? ¿A quién imploro?
< Muerte, no hay medio, muerte ; > este es el grito
Que por do quiera escucho ; esta la senda
Que encuentro abierta á mi infelice suerte.
Brama el mar, silva el viento, y dicen : t Muerte.»
Y muerte hallaré yo... Las ondas fieras
Que senda amiga al seductor abrieron ,
Me la darán... ¡ Qué horror! Un sudor frío
Baña mi triste frente, y el cabello
Se eriza... Si... Las veo ;
Las furias del averno me arrebatan
Tras de sí á fenecer... Voy desgraciada
Víctima del -amor...
... {Afa! {Si el ingrato
Presente ahora á mi dolor se hallara ,
Quizá al verme llorar también llorara !
i Mas no, misera ! Muere ; el mar te espera,
El universo te olvidó, los dioses
Airados te miraron,
Y sobre tí, cuitada, en un momento
£1 peso de su cólera lanzaron.
I Oh qué triunfo tan bárbaro y fiero !
Avergüénzate, cielo tirano,
Avergüénzate, ó dobla inhumano
Mi tormento y tu odioso rencor.
¿Dudo? ¿Temo? ¿A qué atiendo? ¿Qué espero?.
Dame ¡oh mar! en tu seao un abrigo ,
(Arrójiue al mar.)
A GUZMAN EL BUENO.
Ya con lira sonora
Himnos di á la beldad hija del cielo ,
Y á amor cante que sin cesar la adora ;
Mas ¿cómo al fin mi generoso anhelo
Podríi eialtarse de la hermosa fama
Hasta el templo inmortal? Ella me llama ,
Y ya en mi pecho hierve
El canto de loor, sin que mis ojos
En esta sirte miserable vean
£1 grande objeto que ensalzar desean.
¿Cantara yo las haces españolas
En Pirene temblando al eco horrendo
Con que Mavorte en rededor rugía?
¿O á las naves británicas huyendo
Nuestra misera escuadra entre las olas ,
Amedrentadas ya con su osadía?
No, España, patria mia ;
No son eternas, no, las torpes huellas
Que de tu noble frente
Empañan el honor ; tú en otros dias ,
Con victorioso patriotismo bellos ,
De gloria ornada y esplendor te vías.
¡ Ah ! ¿por qué yo infeliz no nací en ellos?
Entonces los Alfonsos esforzados ,
El hijo de Jimena y gran Rodrigo ,
Rayos horribles de la gente mora ,
Con sus nervudos brazos no cansados
Desolación del bárbaro enemigo
Eran siempre en la lid espantadora.
¿Quién diera á mi deseo
Tantos lauros contar? Cada llanura
Fué campo de batalla ,
Cada colina vencedor trofeo ;
Los sitios mismos que el baldón miraron ,
Miraron la venganza, y las afrentas
En torrentes de sangre se lavaron.
«Venid, venid, el árabe decia ,
Volad, hijos de Agar ; ya los esclavos
El yugo intentan sacudir que un día
En su arrollado cuello
Vuestro valor indómito cargara.
¿Lo sufriréis? Las naves aprestemos ,
Y el ancho valladar con que el destino
La Europa y Libia dividió salvemos.
Venid, venid; que nuestra fiera saña
Estremecida España
Sienta otra vez ; acometed , y abiertas
De Calpe y de Tarifa os son las puertas.»
Mas no las puertas de Tariñi entonces
Al pérfido Julián obedecian ;
El valor y el honor las defendían ;
El honor y el valor que siempre fueron
Escudo impenetrable el mas seguro.
¿Qué sin ellos valer el alto muro
Ni el grueso torreón jamás pudieron ?
El hombre es solo quien guarnece al hombre.
I Oh pueblo numantino !
Oh sagrada ciudad de alto renombre!
¿Quién sino tu constancia te ceñía
Cuando las olas del poder romano
Sobre ti vanamente se estrellaban ,
Y sus feroces águilas temblaban ?
arn^
UJÜiSOE!
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SRAT
Nadó
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ruge,
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¡belle
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tote (I
Salar
isdUI
fenec
OBRAS COHt^LEtAS D& DON HÁNt£L >OSÉ QUlNtAtJÁ.
Dnleemente retr : led caán festlTo
El céflro , en so túnica jagiodo.
Con los ligeros pliegues
Gracioumente ondea ,
loDKMirando,
uta su gloria y le recrea ¡
nio cruzando
moTimieoto,
1 veloz: ora Hsnelia
:os mil de eterno agrado
lega la elegante planta ;
¡entilíslmo del suelo ,
I aire en delicado vuelo.
t ora TuelTe , ora reposa ,
itante de aclitnd cambiando,
nstanie ¡ohDios! esmasbermc
ni mente es conmovióla
Ices afectos , y es fiastnnie
elocaenle á darles vida.
akn las voces
lego y la pasión qne inspiran
)tt callada
ojos que abrasando mlranT
1 cadeoa
Q me da de la amorosa pena
fanar,óenena veo
aga del desdan que teme,
ardiente del audaz deseo?
iza genlitl Ti, que naciste
le alegría ,
il placer ; tú , qne supiste
lalcemenle el alma mía.
en cuadro la atendon llevando,
movimiento en armonía.
nde la tlv» pintura
jgna fábula animados
-espirar. Aqui Diana,
aa seguida ,
I raudo curso litigaba ,
volador tras él lanzaba ;
I presidiendo el coro
iasrienles,
n ellas en festivo anbelo,
I inmortal gozoso el cielo ;
is allí cercar las horas
raba en su veloz carrera,
slizindose en la esfera ,
nmbre iluminar los dias.
ia I tú serias
stambien, tú, la mas bella;
ue brilla la rosada aurora ;
idable hora
I verdor de primavera;
en los celestes dones
Knbre de la edad florida ;
, rendida
Inocente ,
e amor ; j tú «erlas
fiada en celestial contento ,
el momento ananciarías.
de la beldad, Ciolíi divina 1
corazón ; cesas en vano ,
esparecet , al ann en sueSof
tobelestda
bella retratar contigtie
La magia que te stgne
He lleva el corazón : ja por las flores
Vire veloz vagando
La mariposa, ó qne la fuente ría.
De piedra en piedra dando ,
O qne bullan lasannsenlasbq'aa;
Do quier que gracia y gentileza veo,
( Alli esU ClnUa ,• en mi delirio digo,
V ver fi Cintia en mí delirio creo.
Asi vive , asi crece
Por ti mi admiración, y arrebatada,
No te puede olvidar. Abora mi vida
Florece enjnventud. ^Gómo pudieran
No snspenderla en Inefóble agrado
Tanta j tanta belleza que ya un dia
Soñaba yo en idea,
Y en ti vivas se ven ? Vendrin las boras
De hielo j luto , y la vejez amarga
Vendrá encorvada i marchitar mis dias ¡
Entonces ¡ ay ! entre las penas mias
Tal vez en ti pensando,
Diré r « Vi 4 Cintia ; i y en aquel momento
Las gracias, la elegancia ,
Las risas , Ta inocencia y los amares
A halagarme vendrán; vendrá tn benoo^a
Imígen placentera,
Hi triste ancianidad será dichosa.
A CNA NEGRITA
En vano, inocente ñifla,
Cuando viniste á la tierra
Tu tierno culis !a noche
Vistió de sus sombras negras,
Y en vez del cabello ondeado
Que sobre la nieve ostentan
De su garganla y sus hombros
Las graciosas europeas ,
A tl de crespas vedijas
Ensortijó la cabeza.
Que el ébano de tu cuello
A coronar jamas llegan.
¡A qué la risa en tus labios,
Y en tus ojos la viveza,
Y la gentil travesura
Con que la vista recreas.
Para arrancarte y traerte
De las áridas arenas
De la Libia á estos países,
Entre gentes lan diversas?
Alli vivió tu familia,
Allí crecer tú debieras,
Y allí eo la flor de tus años
Tus dulces amores fueran.
Todo se trocó : los hombres
Lo agitan todo en la tierra ;
Ellos i la tuya un dia
La esclavitud y la guerra
Llevaron, la sed del oro.
Peste fatal ; su violencia
Hace que los padres viles
Sus miseros hüos vendan.
¡ Bárbara Europa 1... Tú, empero.
Desenfadada y contenta,
Con dulce gracejo ries
Y festiva traveseas.
¿ Cónio asi T ¿ Piadoso el cielo
Se dolió de tu Inocencia
Cuando le miró eD el mutidg
La blel ingrata del dolor te t
E\ al fijar en tos sus tristes oj
Enlamará tal vei: «Vin en
Late la compasiOD. Siems fr;
Llanos inmensos, presurosos
Le separan de mi , ; enternet
Be allí tan lejos su oficiosa ir
A enütahamar mis ligrimas i
Llon, Fileno, llora : «stet
Señala ja el destino i la amai
Cuando en un tierno eoraton
Vo lloraré contigo; aun en m.
Saenao los tristes dolorosos i
One al partirse tu bien al TJei
Te miro aan que, palpitante.
Del congojoso afán , vuelTes 1
Al sitio mismo en que arranc
De ta rápida rueda, qae sona
Tu pecho aun mas que el pati
■ Ella se Ta>, con falleciente !
Hondamente exclamaste; j n
l':ieco:iEIIaseva,ideama
Tn desolado corazón llenaba.
I Oh momento cruel I Hn jei
La ríSK alegre ; el festivo goi
Del amante infeliz , boje el d
Que le taSatnaba. Fn tan inmi
i Dó SU vista mover! i Hacia <]
Sus pasos llevará ? Solo un vai
Hira , que el mundo en su tro
Ni ilenú ni encubrió. ¿ Dónde
Dónde el grato mirar ? Dónde
Aquel coDiinuo querellarse, i
Iras dulces de amor . nubes si
Que su serena taz tal veicubi
V i deliciosa ptz luego tomat
Todo huyó, todo fué: pasaui
Llega el siguiente, j el dolor
Con su amarga laxada es quie
Volaban antes las fugaces hot
Volaban , ; 1 par de ellas el d
Avivaba su ardor ; tras él ven
La esperanza feliz vertiendo :
V de ilusiones mágicasomad!
Coronábala el goce , 7 luego t
De abn tan delicioso renada ;
Aunábase otra vez , j ae espc
Y le gozaba, i Aj Dios! Ya ^qi
Amar, penar, gemir : tal so di
Tal es sa triste j perdurable
^J qué ? i Cerradas al anseí
De un consuelo felii las sendi
No, anugo, no ; al en tn aQiccl
Te tienes por el ser mas infeli
De los que inflama amor, con
CoRe,; en ella le frondosa ci
De Hit álamo verás alto ; pom
Que aquel recinto de verdor c
V entre sus ftvscos j gallardo:
Contempla el nido desolado y
Que fué altar de placer , j ora
Dos tórtolas en él... iQnién 1
No lamentó su desastrada sue
Brilfó el color del cielo en sti
V el ftiego del amor ardiú ea 1
JoDtai laa mirt el sol , Jaulas
JqdU) Tolir á sn erIsUl la fbi
Jtiniu el nüle ¡ el eco «mbubi
16
OBRAS COMPLETAS Í)B DON MANUEL JOSÉ QWNTANA.
Stt arnillo enamorado redoblaba.
Y al fin llegó la hora íktal : salieron ,
Y sus ligeras alas desplegaron.
Infelices, ¿dó vais? Torced el vuelo.
En el bosque no entréis ; y no me escuchen ;
Y siguiendo inocentes su camino ,
Dulces besos se dan , y amantes juegan.
Y de repente , al espantoso estruendo
De la tronante pólvora silvando,
Salió el plomo mortífero ; un gemido
Dio el viento en derredor; volvió los ojos
Azorada la tórtola á su amado ,
Que abierto el bello seno y moribundo »
La miró y espiró, c Gayó », gritaba
Bárbaro el cazador, cayó ; y en tanto
Huye , y huyendo la infelice viuda ,
Hiende la esfera en lastimosos gritos.
Y ronca y sorda de gemir, su vuelo
Lejos allá sentó, do triste y sola ,
Ningún viviente su dolor distrae ;
La muerte implora allí , la muerte airada
Se niega á su clamor, y envenenado
El curso puro de sus dulces días ,
Los vive en llanto y sempiterno luto.
¡ Misera! que al destino ni aun es dado ,
Con ser tan poderoso, devolverle
Su malogrado bien. ¡ Oh ! ¿Qué es la ausencia.
Qué son los breves limites que ahora
A tí te parten de tu bien , Fileno ;
Límites que traspasan los suspiros ,
Y por do hienden del amor las alas ,
Con ese eterno y lóbrego silencio ,
Con ese abismo impenetrable y hondo
Que hay del ser al no ser, que hay de la vida
Al sueño helado de la tumba oscura?
Y al fin , en pena tal , si amargo el duelo ,
Si es inmenso el afán , llorase entonces
Un corazón donde el amor ardía ;
Que el pecho entonces resonando en ayes.
Sobre él su trono la tristeza asiente.
Si , justo es el dolor, pene el amante »
Pene , y en llanto funeral inunde
Del bien perdido las cenizas lirias.
Has cuando al tierno amor asaltan fieros
El pufial del desprecio, la ponzoña
de la doblez , los hielos del olvido ,
¡Triste mil veces, triste el miserable
Que á tales plagas condenado gime 1
¿Quién ftié el tigre cruel , quién fué el ingrato
Que un sentimiento tan hermoso y puro ,
AI hombre dado en el amor del cielo.
Con ellas corrompió ? Del negro abismo
Se desataron á ii^estar la tierra ,
A marchitar de la beldad las rosas ,
A desmayar la juventud. Entonces
Cuantas las flores de esperanza fueron ,
Tantos cuchillos de dolor se clavan.
Ama , y \ quién lo creyera 1 su tormento
Mas grande es el amar ; la llama ardiente ,
A pesar de su afán , crece en su seno ;
Y devora y abrasa , y sus entrañas
Con insano furor vuelve en pavesas.
¡Oh lastimoso y miserable estado ,
Do de continuo el corazón se lleva
De la rabia al dolor ! Nunca la aurora
Le hallará al despertar embebecido
Ya en la memoria del placer pasado ,
Ya en la esperanza del placer que viene*
Duerme agitado, empero, y despertando»
Siente la hiél que le atosiga , y llora
Pe Tiva afirenta y de vergüenza. En vano
Mueve la planta á huir ; ¿podrá el mezquino
De sí mismo escapar? Honda en el seno
La enarbolada flecha trae consigo,
Y mientras huye mas, mas se la clava;
Que si el olvido al parecer despliega
Su suspirado velo, y un momento
Cesa el afán , ¡ ay si los ojos miran
La tirana beldad que antes ansiaron I
Hinchase el corazón , el pié vacila ,
Y á andar se niega ; por sus miembros todos,
Que la vida abandona , un sudor frió
Vaga y triste temblor ; turbios los ojos ,
Y en ronco son zumbando los oidos,
Ni ve ni escucha ; la profunda llaga
A abrirse toma con furor, y en ella
Se dilata el raudal de la amargura.
¡Piedad del infeliz! ¿Su resistencia
Ha de ser por demás? Si de su pecho
Quiere arrancar tal vez la bella imagen
Que amor grabó con su buril de llama ,
¿En vano esfuerzo la impotente mano
Desgarrará su corazón y entrañas ,
Y quedará inviolable entre despojos
Allí reinando el ídolo sangriento?
Mas valiera no amar ; sí , mas valiera ,
Cual se huye el silvo de engañosa sierpe ,
Esquivar la beldad , y á sus halagos
Con bronce duro amurallar el pecho.
Amor, terrible amor, yo, que en tributo
Te di el abril de mis floridos días ,
Y tantas veces adorné tu pompa ,
Detras del carro triunfador traído ;
Yo sé que á tu violencia y tus furores
Nada puede bastar ; sé que mi pecho.
Bien como el hielo se deshace en agua
De Febo al rayo en el ardiente estío ,
Tal se deshace al contemplar la risa
De una boca rosada , al ver los orbes
De un seno que palpita , al ver los ojos
Que halagüeños mirando centellean.
¿Cómo á tal prueba resistir podría
Tan flaco luchador? Mas si otro tiempo
Llega en que torne á obedecer tus leyes ,
Leyes de vida y de esperanza sean ,
No de engaño ó desden. Contento entonces ,
Rosas suaves me serán tus grillos ,
Y adorno al cuello el ponderoso yugo.
Doy que , envidioso á mi ventura el cielo.
Me arranque entonces de mi bien , y airado
Doy que me esconda en el opuesto polo.
Yo lloraré , pero amaré mi llanto
Y amaré mi dolor. ¿Podrá la suerte
La memoria cegar? Siempre al oído
Me halagará sonando el blando acento
De la divina voz , cuando amorosa
Por la primera vez se dijo mía.
Mis labios luego el delicioso néctar
Renovarán que de su fresca boca
Mi amor libara en los primeros besos.
Lejos de ella estaré ; pero anhelante
Preguntaré á los céfiros que vuelan ,
Preguntaré á los ecos que responden ;
Y acordes todos me dirán : « Te adora.»
Lejos de ella estaré ; mas lleno de ella
Saldré á los campos , y embebido y solo
En cada flor contemplaré su imagen ;
Que también ella es flor. Las ondas poras
Del plácido arroyuelo en sus remansos
Me la darán; me la dará la noche
Eo sa ht melanoólloa y sombría ,
fin su fnlgor hermoso las estrellas «
£o su ilusión dulcísima los.suefios.
t>AtlTE PtUMEtU.-LirEtUTtmA.
Dadme este triunfo , y de laurel cefiido
Que el opulento Támesis me vea.»
«
Tá asi también de tu dichoso tiempo
Podrás , Fileno, renovar la gloria :
Busca la soledad , ella en sus brazos
Dio siempre al triste favorable asilo;
Y dnioe y melancólica , en su seno ,
Renovando memorias deleitosas,
Templará tu amargura. Huye la vista
De esos hombres de mármol , que crueles ,
A los suspiros del dolor se cansan
O con mofa sacrilega le siguen ;
Huye de ellos , en tanto que tu amigo
Alas le pide á la amistad , y vuela ,
Y llega , y estrechándote á su pecho ,
£1 raudal de tus lágrimas mitiga.
AL COMBATE DE TBAFALGAR.
No da con fácil mano
El destino á los héroes y naciones
Gloria y poder : la triunfadora Roma,
Aquella á cuyo imperio
Se rindió en silenciosa servidumbre
Obediente y postrado un hemisferio ,
i Cuántas veces gimió rota y vencida
Antes de alzarse á tan excelsa cumbre I
Tedia ante Aníbal sostenerse apenas :
Sangre itálica inunda las arenas
Del Tresin , Trebia y y Trasimeno ondoso;
Y las madres romanas ,
Gomo infausto cometa y espantoso,
Tea acercarse al vencedor de Canas.
¿Quién le arrojó de alli? Quién hacia el sollo
Que Dido fundó un tiempo, sacudía
La nube que amagaba al Capitolio?
Quién con funesto estrago
En los campos de Zama el cetro rompe
Con que leyes dio al mar la gran Cartago7
La constancia : ella sola es el escudo
Donde el cnchiUo agudo
La adversidad embota ; ella conrierte
En deleite el dolor, la ruina en gloria ;
Ella 6ja el dudoso torbellino
De la fortuna , y manda la victoria :
Para el pueblo magnánimo no hay suerte,
i Oh España I Oh patria ! El luto que te cubre
Muestre en tan graye afán tu amarga pena ;
Pero espera también , y con sublime
Frente , de vil abatimiento syena ,
La alta Gádea contempla y sus murallas
Besadas pot las olas ,
Que asombradas aun y enrojecidas
Tiéndense alli por las sonantes playas ,
Cantando las hazafias españolas.
Se alzó el bretón en el soberbio alcázar
Que corona su indómito navio ,
Y n&no con su gloria y poderio ,
c Allí están , exclamó ; volved los (jes,
Compañeros , alli : mievos despojos
Tn vuestra invicta nano
Yn á conseguir en los endebles pinos
Que España apresta á su defensa en vanOb
Libre de esclavitud no sea ninguno :
Hijos somos nosotros de Nepluno,
lY eDos osan sanar el Ooéáoot
Acordaos de Abukir : solo un momento
Uegir, Yeooer y dnoTMlf sea I
Dijo; y tiende la vela : ellos le siguen
Abriendo el mar con sus nadantes proras
Del viento y de las ondas vencedoras ;
Mientras que firme el español los mira ,
Y despreciando su arrogancia ñera »
El noble pecho palpitando en ira,
Con impávida firente ios espera.
¡ Ira justa I ¡ Ardor santo ! Esos crueles ,
h$¡o las alas de la paz seguros ,
Son los que nuestra sangre derramaron
Por vil codicia , á la amistad perjuros ;
Eso 3 los que á perpetua tiranía
Condenaron el mar, los que hermanaron
Del poder la insolencia y la soberbia
Con la rapacidad y alevosía ;
Esos... La noche con su negro manto
Envuelve el mundo : sombras espantosas
En torno de los mástiles vagando ,
Estragos , muerte anuncian , y acrecientan
La pavorosa espectacion ; el dia
Abre el campo al furor, y horrendo Marte
Con clamores de guerra hinche la esfera
Y levanta en los aires su estandarte.
Responde á esta señal el hueco bronce,
Con mortal estampido el eco truena ,
Y por el mar llevándose bramando,
Hasta en las costas de África resuena.
Vuelan, movidas de rencor, las naves
Con naves á encontrar : menos violentas
Despide el polo austral sierras de hielo.
Que con su mole inmensa y resonante
Por las fáciles ondas se deslizan,
Y al audaz navegante atemorizan :
Ni con estruendo igual turban el cielo
Lasn^as tempestades,
Cuando por Bóreas y Euro embravecidas ,
A su furiosa guerra y duro encuentro
Hacen del orbeestremeoerse el centro.
Tres veces fiero el insular se avanza ,
Creyendo en su piiy^nza
Romper de nuestra escuadra el fíierte muro ;
Tres veces rechazado
Por el hispano esfuerzo, ya dudosa
Ve la victoria que esperó seguro.
¿Quién su despecho pintará y su saña
Cuando aquel pabellón , antes tan fiero.
Miró invencible al pabellón de España?
No hay saber, no hay ralor, solo ya fia
Su fortuna al poder : dobla sus naves
Y las redobla , en desigual pelea ,
De popa á proa , en uno y otro lado
Cada español navio
De mil rayos y mil es contrastado ;
Y él , con igual aliento
Que recibe la muerte , asi la envia.
No : si cien voces yo, si lenguas ciento
Me diese el cielo, á numerar bastara
Las Ínclitas hazañas de aquel dia :
El humo al sol se las robaba entonces;
Pero la fiama las dirá en su trompa,
Las artes en sus mármoles y bronces.
Llega el momento en fin , tiende It muerte
Su mano horrible y pálida , y señala
Victimas grandes : el valiente Alcedo»
Castaños , Móyua , intrépidos perecen :
Vosotros dos taabíett, bonor eterno
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OBRAS GOMPLeTAS DS DON ItANUEL JOSÉ QÜINTAllA.
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Oe Bétfet 7 Oofpfizeoa ^.. i Ah , si el destino
Supiese perdonar! ¿Cómo k aplacarle
La oliva no bastó que unió Minerva
A los lauros de Marte en vuestra firente?
¿Qué á vuestra ilustre indagadora mente
Pudo ocultar el mundo 6 las estrellas?
De vuestras sabias bu ellas
Llenos están de América los mares ,
Las Cicladas lo están ; viuda la patria
I>e tantos béroes que enlutada llora ,
Pide á su corazón lágrinuis nuevas
Que á vuestro acerbo fin derrame ahora.
I Ab I i Vivierais los dos ! Y en vez de llanto ,
Del dolorido canto
Que mi fiínebre acento hoy os consagra.
Pudiera yo contraponer el pecho
Al golpe atroz y recibir la herida :
Diera á la patria asi mi inútil vida ,
}Y vivierais los dos! Y ella orguUosa
Con vuestra luz y espíritu valiente ,
Al arduo porvenir hiciera frente.
De rayos coronada y victoriosa.
No, empero, sin venganza y sin estrago.
Generoso escuadrón , alli caíste ;
También brotando á ríos
La sangre inglesa inunda sus navios ;
También Albion pasmada
Los montes de cadáveres contempla ,
Horrendo peso á su soberbia armada ;
También Nelson allí... Terrible sombra ,
No esperes , no, cuando mi voz te nombra ,
Que vil insulte á tu postrer suspiro :
Inglés te aborrecí , y héroe te admiro.
¡Oh golpe! Oh suerte! El Támesis aguarda
De las naves cautivas
£1 confuso tropel , y ya en idea
Goza el aplauso y los sonoros vivas
Que al vencedor se dan. ¡ Oh suerte! El puerto
Solo le verá entrar pálido y yerto :
' Ejemplo grande á la arrogancia humana ,
Digno holocausto á la aflicción hispana.
Asi el ftiror de Marte
Impele el brazo de la parca , y siega
Vidas sin fin : lanzado por la rabia
Cunde el fuego voraz , las tablas arden ,
Un volcan encendido
Es cada bosque , por los aires vagos
Se alza y retumba el hórrido estallido ,
Y los sepulta el mar. ¿Hay mas estragos?
Si ; que el cielo, ominoso á tal porfia,
Manda á los aquilones inclementes
Separar los feroces combatientes
Y en borrascosa noche hundir el día. ,
Lo manda ; ellos crueles ,
Azotando las ondas con sus alas,
Se arrojan á los miseros bajeles.
Al nuevo asalto, al sin igual combate
Fallece el árbol trémulo y se abate ;
Hiéndese la armazón , el Océano
Por el roto entrepuente entra bramando ;
Y moribundo el español exclama :
< I Ah! Pereciese yo, pero lidiando.»
En tan atroz conflicto
Allá en las nubes la gloriosa frente
Asomaban los fuertes campeones
Que armados del tridente y del acero
Al pabellón ibero
i Ooi Dionisio Ahila GaUtno y don Gosne Gbnmiea.
Hicieron humillarse las nadoiidl.
Lauría y Tovar se vían ,
Aviles y Bazan , que , saludando
A los héroes de Hesperia que morían »
c Venid entre nosotros , les dedan ;
Venid entre los bravos que imitasteis.
Ya el premio hermoso del valor ganasteis ;
Ya á vuestro ejemplo de constancia armadi
España , concitando sus guerreros.
Magnánima se apresta á nuevas lides :
Volved la vista á la ciudad de Alcides :
Gravina, Escaño, y Alava,y Cisneros,
Y otros ciento alli están , firme coluna ,
Dulce esperanza á nuestro patrio suelo :
Venid, volad al cielo,
Y sed astros de esfuerzo y de fortuna. »
(1808.)
A GÉLIDA.
Hoy ñié , t misero ! hoy filé cuando , irritado
Amor del ocio en que yacer me via.
Tomó á embestir mi corazón cuitado*
Era de mayo el mas hermoso dia.
Cuando naturaleza ostenta ufana
Toda su gentileza y bizarría ,
Cuando mas vivo el sol reina en la esfera.
Cuando en ramos la selva, el campo en flores,
En perfumes el aire, donde quiera
Todo respira amor y manda amores.
Entonces fué cuando á los ojos mios
Se presentó mi dulce vencedora :
¡ Oh cuan hermosa ! El mundo pareda
Que, cuidadoso de aumentar su gloriSt
De toda aquella pompa se vestia
Por festejar su triunfo y su victoria.
La vi , templé , me estremecí : vencido
Vi ya que iba á quedar de tanto halago ;
Pero no pude huir : su blando acento
Hasta el seno mas hondo y escondido
Llegó del pecho, y completó el estrago.
Sacude al punto amor la abrasadora
Antorcha que arma su terrible mano :
c Arde», me dgo; y la escondió encendida
Toda en mi corazón : c arde , esta llama
Que ora en ti prende, irresistible, inmensa,
Sea de hoy mas el tormento de tu vida,
Y también tu delicia y recompensa.»
Ya un giro ha dado con su carro de oro
Desde entonces el sol al alto cielo,
Y no cesa un momento el vivo anhelo
Que me arrebata tras la luz que adoro.
Crecen corriendo hacia la mar los rios,
Crece amando mi amor. Gélida hermosa,
¿ Cómo es posible que inmortal no sea
Este puro, este noble sentimiento
Que todas mis potencias señorea
Y es de mi ser el único alimento?
Tú le inspiraste, si : mi alma abatida.
Cubierta de aflicción, sintió volverse
Por ti del bien ala ilusión perdida ;
Tú le inspiraste. \ Oh Dios ! ¿Qué no alcanzaba
En mi agitado pecho y mis sentidos
Tu poder celestial? Cuando halagüeña
Tus miradas tal veza mi volvías,
Iris eras de paz que deshacías
£1 tormentoso horror de mis dolores,
Y yo sin defenderme , cada dia
Iba en tus <^08 á beber amores,
Y en tu risa y tu hablar me embebecía.
Encantos i ay ! por siempre vencedores ,
1
i
4
J
-'V
«ITE PRIMERA.— LITERATURA.
TamlijeD mi pecfao destroiai
jTemes acaso? uPorTent un
Que el cielo (li6 por bálsamo
ConUHas y llorar?... Gélida
Noesmaspuroelalborde h
Que lo es mi arilor. nlamó o
EUdulúehermnnoasnquerí
El noeío esposo S su itiocenl
Digo asi , I entre tanto í la f
Selva bajóla noche, elsola[
Sus rayos en el mar, tú te le
y tierna ; melancólica A and:
Yotiemoj melancólico le sf.
Embebido, exlasiado en la i
De andar, de hablar, de resp
Los céfiros eotouces nos hal;
Con sn grato frescor, ; de la
Sacan U frente las nereidas
)s saludan... jAj! asi oí
>slr, n
ssak
Vi tu belleza por la ver prim
Y rendí i tu* eniianlos mi all
Hierre en lanío i mi vista
Sn seno agita ; amenaza alr
Hierre también con él mi pe
y en raudo torbellino airebg
VnelTO i ser de mis bárbaro
A la antigua tormenta sacud
Ángel consolador, j, dónde ti
iQaé bas hecho de aipiel bá
Que. sobre el triste corazón
Su acerba llaga mitigar soli
CoDIrario el cielo i la ventn
■e le robo, dejándome incie
Coa esta amai^ soledad pn
Recuerdos tristes de mi biei
Ángel consolador, jdóuile I
AL MAR.
Calma tm utomenio tm n
Océano imnortal , j mt i mi
Con eco tnrbalento
Desde tn seno liquido respo
Cálmale , j snrre que la tísIi
Por IQ inqnlela llanura
Se tienda á so placer. Sonó
Tu inmenso poderlo,
Y á lasplajas remotas de oc
Corrí desde el hnmildeUac
Por contemplar in gloria,
Y adorarte también, Dios di
Que ardió mi Ikntasia
En ansia de admirar, j desd
El cerco oscuro j til que la ■
Tal vei allá volaba
Do la eterna pirámide se di
Y sn alta cbna hasta el Olim
Talveí trepar osaba
Al Etna mogidor , j alU vda
Bnllir dentro el gran homo,
T por la nieve qoe le dQe ei
Lm torrentes correr de ardí
Lot pefiascoa volar, ; en boi
Temblar Trlnacrla tí pavón
Has nad a , ¡ oh sacro mar I D
Cooio Mpadame en tu and
BoM m Bn Junto i ti ; tn
ü6RAS completas de don MAHtJEL »SÉ QUINTANA.
El alto escollo stn cesar blancpiea
Do entre temor ; admiración té rairo.
loqnielo ceoiellea
En la crisut el sol , qae al occidente ,
1 vestido , buje y se esconde.
.n fin? jEn dónde
íiallaráD! Con pié ligero
DS j corres, y lleíado
alas de aquilón sonante ,
aDbelante
Ecuador, te halU en el polo,
lesfatlece
lensidad. jTe hiio el destino
r aseguraría tierra,
aterrador i hacerle guerraf
ese resollante monmienla
I coraíon. Vo tí tas niescs
et viento
'OS meses,
trémulas llevarse,
tm de su Turor quejarse.
del polvo, j vi en las selvas,
os lambiün los altos pinos,
1 bramar ; mas no este ciego,
■ vividor, eslasoleadas
.huyen, vuelven,
ejaraás : tiembla la arena
;otador, y lú rugiendo
e y sacudes
>tra vez : al ronco estruendo
lEordeccn,
>s mu altos se estremecen.
liene eiinime j pasmado,
■s, noT ¿V vioiento
beces mas í Ya desatado
o huracán , silva contigo.
!ta,qu<; abrigo
)ntrB ti t Ncgi'as las o!as
le sierras se levantan ,
s tombos y rabiosa espuma
lentanymipecbo espantan.
)s tanta guerra ,
leedor des en la tierra ,
o alU dentro, envuelvas ciego
[lenos y bombresinrelicea,
abismólos sepnlles luego,
ando en tu vértigo espantoso
:a se hundióT Con Fuerte mano
todas de la tierra asidas,
saban ta forw, y en vano;
le redoblado , impetuoso ,
ici1ante,y estallando
lito nivel : luchando entonces
con las ondas se encwitraron ,
)s cayeron ,
stremecido desgarraron.
ion vastísima que un dia
sala América corría!
I , anegada , hoy soto dura
10 furor salvó la frente ;
lo en la memoria oseara,
ItAiounomarldegents en geat«
>l>doTM
gna violencia 7 tus horrorei.
t Y tanta taé del hombre la osadía ,
Que los quiso arrostiarl Sube i los monte*,
Ylstenazporüa
De su mordaz segur humilla al suelo
Al cedro que resiste á las edades,
Al pino (pie se esconde allí en el cielo.
Gimieron ambos cuando, ai mar lanzados ,
En nadantes alcáures miraron
Trocar sn antiguo ser y su destino,
y al aire dando el vigoroso lino,
Los leves campos de cristal surcaron.
Adiós, amadaplaya; adiós, hogares:
El hombre audaz en la orgullosa popa
Os mira , os huye , y por los anchos mares
Al volver de las ondas se confia.
En vano el rumbo le negaban ellas;
Él le arrancó en el ciclo
Al [«lo refhlgente y las estrellas.
íQué pudo desde entonces
Negarse i su anhelar? Fiero y saüoso
El alto tormentorio amenazaba ;
Con un mar de terror y proceloso
Las puertas del oriente defendía ;
Has vuela, rompe, y ie soqirende Gama,
Y los hijos de Luso al punto hollaron
El golfo indiano y la mansión de Brama.
Cotón, arrebatado
De un numen celestial , busca atrevido
El nuevo mando revelado i él solo;
Vtres veces el polo
Ve al impávido Cook romper los hielos
Queá fnerde montes sn rigor despide.
Descubriendo el secreto vergonzoso
De! yermo inmenso i que sin fin preside.
] Gloría eterna á susnombresl |Dadme rosas
Dadme lauro inmortal que adorne y ciña
Sus frentes generosas!
Hirad la tierra i su divino esfueno
Enriquecerse toda , y mil tesoros
De su fecundo seno
Benéfica broiar ; mirad la aurora
Unida al occidcnl'!,
Y al septentrión el sur. A este portento
Furioso el Oceino,
Es fama que gritú : < ; Con que es en vano
Haber yo roto el orbe , y que, tendiendo
El valladar profbndo
De mis terribles ondas,
Un mundo haya negado al otro mundo!*
{Cómo después tan abundosa fuente
De amistad y de unión tornarse pudo
De estragos y violencias
Perenne manantial! Se alzó insolente
La vil codicia , y navegar con ella
Se vio el odio fatal en los navios.
¿No era bastante, impíos.
Los Tientos escachar que en torno braman.
Los escollos temblar, mirar el ciclo
Cubrirse todo de espantosas nubes
Y arderse en rayos, i los pies hirviendo
Sentir el mar sañudo,
Y ana tabla sutil ser vuestro escudo;
Sin que i tan tristes plagas
Aüadiesets también la plaga horrenda
De la guerra cnielT Ardiendo en in
Ella cruza , ella agita , 7 atronado
El ponto , en langre enrojecer le mira.
Gaem : i birlsaro wuubre 1 1 mil Oldot
Hm trille 7 tipsiitou)
PARTE PRIMERA.^ LITERATURA.
2i
One este mtr borrascoso,
Tan terrible y atroz en sus rugidos.
] Que no fuese yo un dios ! i Oh cómo entonces
El horror que te tengo el universo
Te jurara también! Ondas feroces,
Sed justas una yez : ya que la tierra
Muda consiente que la hueste impia
De Marte asolador brame en su seno ,
Vosotras algún dia
Vengadla sin piedad : esas crueles.
Esas soberbias naos
Que , preñadas de escándalo y rencores ,
Turban vuestro cristal con sus farores,
Del cielo y vientos contrastar se vean,
Y en ciego torbellino
Todas á un tiempo devoradas sean.
Tal vez asi de la discordia el fuego
No osará profanar el Océano ,
Tal vez el orbe dormirá en sosiego.
(1798.)
FRAGMENTOS DE UT^A TRADUCaON DEL PASTOR
Fino.
I.
DlSCtinSO DE LIXCO k SILVIO.
Dime : si en esta tan alegre y bella
Estación, que renueva el mundo todo ,
Vieses, en vez de florecientes valles ,
De verdes prados y vestidas selvas.
Estarse el fresno y el abeto y pino
Sin su usada frondosa cabellera ,
Sin verdura los prados ,
Sin flores los collados ,
¿No dijeras tú, Silvio : «El mundo ahora
Se marchita y desmaya » ?
Pues la sorpresa y el horror que entonces
De tan extraña novedad tuvieras ,
De ti mismo la ten : diónos el cielo
Vida y costumbres á la edad conformes ;
Y asi como el amor nunca conviene
A pensamientos canos ,
Asi la juventud de amor contraria
Contrasta al cielo, y a natura ofeude.
Mira en tomo de ti : ¿ves la hermosura
Que adorna, Silvio, el universo ahora?
Ella es obra de amor : ama la tierra ,
Ama también el mar, aman los cielos :
Aquella que alli ves luciente estrella ,
Del alba precursora ,
Bella madre de amor, de amores muere ,
Y enamorada luce y enamora :
Mirala envuelta en esplendor y en risa ;
Quizás en este punto el dulce seno
Deja del caro amante y sus delicias.
En bosques y florestas
Aman las fieras, y en las ondas aman
Las oreas graves y el delfln ligero.
El p^arillo aquel que dulcemente
Canta y lascivo vuela
Ya del baya al abeto ,
Ya del abeto al mirto ,
Sí espiritu tuviese y voz humana ,
«Yo me abraso de amor, > exclamaría.
Mas bien lo siente y en su voz lo dice ,
Que su amada le entiende ; y le responde :
fl A mi el niego de amor también me inflama. >
Brama el toro en el campo, y cuando brama ,
Al bUiftdo juego del amor convida ;
El koD en el bosque
Ruge , y aquel rugido
Es solo de su amor dulce gemido.
Todo , en fin , ama, ¡ oh Silvio ! ¡ Y Silvio solo
En cielo, en mar y en tierra
Será alma sin amor ni sentimiento !
; Oh ! deja ya las selvas ,
Simple zagal...
U.
AMIXTA T LUCaiXA.
Te contaré la dolorosa historia
De nuestros males, que arrancar pudiera
Llanto y piedad á las encinas duras ,
No solo á humanos pechos. En el tiempo
Que el sacerdocio santo era obtenido
Por jóvenes también, hubo un mancebo ,
Noble pastor, y sacerdote entonces ,
Llamado Aminta ; el cual amó á Lucrina ,
Ninfa gentil á maravilla y bella ,
Pero soberbia á maravilla y falsa.
Mostróse ella gran tiempo agradecida ,
O lo fingió con vanas apariencias ,
Al puro afecto del amante joven ,
Y sustentóle de esperanzas falsas ,
Mientras que el infeliz rival no tuvo.
Mas no bien fué de rústico mozuelo
Mirada la inconsiante, cuando al punto,
Sin defenderse á su primer suspiro ,
Al nuevo amor abandonóse toda
Antes que el mal se sospechase Aminta.
i Misero Aminta ! que esquivado luego
Fué y despreciado tanto, que ni verle
Ni escucharle jamás quiso la impia...
Pues como al fin, tras el amor perdido ,
Quejas también y lágrimas perdiese ,
Vuelto, rogando, á la gran diosa : c¡oh Cintia!
Dijo, si ya con inocentes manos
Y puro corazón el sacro fuego
En tu altar encendí, venga la llama
Que la pérfida niufa en mi ha vendido. »
Oyó Diana el llanto y las plegarias
Del fiel amante , su ministro amado ,
Pues respirando en la piedad la ira ,
Acrecentó la cólera, y cogiendo
El arco oninif ótente, lanzó al seno
De la misera Arcadia inevitables
Y ocultos dardos de espantosa muerte.
Sin piedad, sin socorro perecían
Gentes de toda edad y de ambos sexos :
Era tarda la fuga, el arte inútil ,
Vano el remedio ; y antes que el doliente ,
El médico infeliz morir solía.
Una sola esperanza en tantos males
Quedó, y fué el implorar su auxilio al cielo :
Consultado el oráculo, respuesta
Dio, clara si, pero funesta y triste ;
Que Cintia estaba airada, y aplacarse
Solo pudiera si la infiel Lucrina ,
U otro de nuestra gente en lugar suyo ,
En holocausto presentado fuese
Por las manos de Aminta á la gran diosa.
Ella en vano lloró, y esperó en vano
De su nuevo amador ser socorrida ;
Que al fin , llevada con solemne pompa ,
Fué miserable victima á las aras ;
Donde á los pies de su ofendido amante ,
A aquellos pies de quien seguida en vano
Ya tanto fué, las trémulas rodillas
Dobló, esperando su infelice muerte
Del mancebo cruel. Aminta entonces
Intrépido desnuda el sacro acero »
Y en sa rostro inflamado panda
4
\
í?
OBRAS COMPLETAS DB DON ICANDBL JOSÉ QUINTANA.
Que el ftiror y venganza respiraban.
A ella Taelto despaés, d^o, lanzando
Un gran suspiro anunciador de muerte :
t Aprende en tu miseria, infiel Lucrinay
Cuál amante seguiste, y cuál dejaste ,
Contempla en este golpe.» Esto diciendo,
Clavó el cuchillo por su mismo seno ,
Y cayó sin aliento en brazos de ella ,
Victima y sacerdote á un tiempo mismo.
A tan fiero espectáculo pasmóse
La misera doncella ; pero al punto
Que recobró la voz y los sentidos
Dijo llorando : c ¡Oh fiel, oh fuerte Aminta I
Oh amante que tan tarde he conocido ,
Y me has dado muriendo vida y muerte !
Si fué culpa el dejarte, ora la enmiendo
Eternamente uniéndome contigo.»
Y esto diciendo, desclavó el cuchillo,
Teñido aun con la caliente sangre
Del tarde amado enamorado pecho ;
Y atravesando el suyo, moribunda
Sobre Aminta cayó, que aun no bien muerto
De aquel golpe fatal suspirarla.
Tai fué de ambos el fin...
lU.
conisGA.
¿Quién ha visto jamás, ni quién ha oido
Mas extraña pasión, mas importuna ,
Ni mas loca también ? Quién en un pecho
El odio á un tiempo y el amor unirse
Con temple tan sutil, que uno por otro
Se dilata y estrecha, y nace y muere?
Si desde el pié gallardo hasta el semblante
Miro yo la belleza de Mirtilo ;
Si sus modales y su hablar contemplo ,
Y su hermoso ademan y sus miradas ,
Me asalta amor con tan violento ftiego ,
Que toda yo me abraso, y me parece
Que vence esta pasión todas las otras.
Mas si después contemplo el obstinado
Amor que tiene á mi miyer, y pienso
Que de mí no se cura, y que por ella
Desprecia mi beldad idolatrada
De mil almas y mil , tanto le esquivo ,
Y le aborrezco tanto, que imposible
Se me hace haberle alguna vez amado ,
Y que ardiese por él el pecho mió.
Me digo asi tal vez ' c { Oh si pudiese
Gozar de mi dulcisiroo Mirtilo ,
Tal que yo sola le tuviese, y nadie
Le poseyese nunca ! Oh mas que todas
Feliz Corisea ^ » Y en aquel momento
Un ímpetu en mi seno se despierta ,
Y hacia él tan dulcemente me arrebata,
Que a sus huellas seguir, y á suplicarle ,
Y á descubrir d corazón camino.
I Qué mas ? Asi me punza este deseo ,
Que si pudiera ser, le adorarla.
Por otra parte me revuelvo y digo :
• ; Un soberbio, un esquivo, un desdeñoso,
Uno que á amar otra miyer se atreve ,
Un hombre que me mira y no me adora ,
Y asi de mi semblante se defiende ,
Que no muere de amor ! ¡ Yo , que debia ,
Gomo á tantos he visto, verle ahora
Abatido y lloroso á los pies mios ,
Abatida y llorosa á loa pies suyos
Fodré verme caer ! » Y en esta idea
Ira tal, y tal cólera concibo
Contri él, y contra mi, por haber vuelto
A mirarle la vista, el pecho á amarte.
Que odio mas que la muerte el amor mío
Y el nombre de Mirtilo, y le quisiera
Ver el mas infeliz, mas afligido
Pastor que hubiese ; y si le viera entonces,
Con mis manos allí le mataría.
Así el odio y amor, ira y deseo
Se combaten á un tiempo ; y yo, que he sido
La llama de mil almas hasta ahora ,
Y el tormento de mil, ardo y suspiro ,
Y pruebo en mi dolor el mal ajeno.
Yo, que allá en la ciudad por tanto tiempo ,
De amantes gentilísimos servida.
Fui siempre insuperable, y burlé siempre
Todas sus esperanzas y deseos ,
Ya de un rustico amor, de un vil amante.
De un zagalejo humilde soy vencida.
\ Oh Corisea infeliz ! en este punto ,
Si desprovista de amador te vieras ,
Di, ¿qué fuera de ti? Dime, ¿qué barias
Para calmar tu enamorada rabia ?
Aprendan á nú costa hoy las miúeres
A conservar y á acumular amantes.
Si ni otro bien ni pasatiempo alguno
Que el amor de Mirtilo yo tuviese ,
I Cierto que rica de galán me viera !
Mil veces simple la mujer que á un solo
Amante llega á reducirse : ¡oh ! nunca ,
Nunca tan necia se verá á Corisea.
¿Qué es constancia? Qué es fe? Fábulas vanas,
Nombres imaginados por celosos
Para engañar las simples doncelluelas.
La fe en el pecho de mujer, si acaso
Fe en hembra alguna aposentarse puede ,
No es bondad, no es virtud ; es una dura
Necesidad de amor, ley miserable
De menguada beldad que ama á uno solo,
Porque amada de muchos ser no puede.
Uvier bella y gentil, solicitada
De muchedumbre de amadores dignos ,
Si á uno se acerca y los demás despide ,
O no es mujer, ó si es mujer, es necia.
¿ Qué vale la beldad cuando no es vista ;
Y si vista , no amada ; y si es amada ,
Amada de uno solo? Que en el mundo
Cuanto mas dignos y ft^cuentes sean
De una mujer los amadores, tanto
La fama crece y alabanza de ella ,
Y su esplendor y gloria se aseguran
En tener muchos. Las discretas damas
Asi vivir en las ciudades suelen ;
Y las que son mas bellas y mas grandes
Con mayor libertad ; siempre es entre ellas
Despedir un amante gran locura ;
Hacen muchos asi lo que uno solo
Quizá no hará : quién para dar es bueno ,
Quién á servir, quién á otra cosa es útil ;
Y sucede tal vez que sin saberlo
Lanza el uno los celos que dio el otro,
O los despierta en el que no los tuvo.
De esta manera en las ciudades viven
Las muyeres ilustres, donde un dia
Yo aprendí el arte del amor, guiada
De mi espíritu mismo, y del ejemplo
De una dama gentil que me deda :
cEs preciso tratar á los amantes
Cual si fuesen vestidos : tener muchos;
Uno ponerse, y remudarlos iodos ;
Que el largo conversar causa fastidio ,
Y el fiístidio desprecio y odio al cabo.
Es grande error. Corisea, que una dama
Llegue su amante á fastidiar | tü con
kTURA.
«Bar con ta f<
iicbar, «1 ami
una volonud
I le ocnpaa en
«bello iuseu&B
ana parta áf t
I verle ul Tez
arte las mejill
alurajdeltíf
:er se torne ei:
rUte amarillei
arrugas lisnr!
to es nada, aui
é cosa tienet I
frres la boca, b
ildo es este sv
.a alKDDO los o
lenlida lambí
o ademan, j U
queoosemir
es ú llores tú,
es mentira, ;
1er mas bien i
las digno de a
orrecer la fe i
a perverso i a
pérSda mujei
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SI OBRAS COMPLETAS DE
Con fuego ineitinguible» alia en el seno
De ese tu corazón roas escondido
Tu afecto oculta , y ejecuta á tiempo
Lo qae natura y el amor enseñan
Pues la virtud de la modestia solo
En el semblante la mujer la ostenta ,
Y es grande error el que al tratar con ella
La tengas tú jamás , pues aunque tanto
La usa con los demás, consigo usada
La tiene en odio, y en su rostro quiere
Que la mire el amante , y no la emplee.
Con esta ley tan natural, si amares,
Tendrás gusto en tu amor ; no ya Corisea
Á mí me encontrará tierno y rendido ,
Sino fiero enemigo, que con armas
De un hombre de valor, no femeniles,
En crudo asalto la herirá. Dos veces
Cogí ya esta malvada , y no sé cómo
Se me fué de las manos ; mas si llega
Por la tercera vez al mismo paso.
Ya yo la pienso asegurar de modo
Que escapar no podrá. Por estas selvas
Suele á veces vagar, y yo venteando
Como sagaz sabueso, ando tras ella.
¡ Oh qué terrible estrago y qué venganza
Si la cojo he de hacer! Yo haré que vea
Que llega alguna vez á abrir los ojos
El que fué ciego, y que por mucho tiempo
No ha de vanagloriarse en sus perfidias
Una mujer sin fe y engañadora.
Á DON GASPAR DE JOVELLANOS,
cuando se le encargó el miolsterio de Gracia y Jasücia.
¿Pudo lucir el suspirado dia
Que con sus votos la virtud llamaba,
Y la esperanza florecer que apenas
El sueño en sus halagos le pintaba?
Pudo : á este tiempo en repetido aplauso
Miro el viento batir, en dulces himnos
Los ecos resonar, y por do quiera ,
De labio en labio sin cesar llevado.
El nombre de Jovino henchir la esfera.
¡ Bien haya veces mil aquel momento
En que á las manos del saber se entregan
Las riendas del poder! En él cifhída
Su ventura ve el orbe ; en ti , Jovino ,
La suya ve tu patria. Ella anhelante,
Ya en el horror del precipicio puesta ,
Auxilio implora y tu robusta mano ;
Que solo tú de sus profundos males
El abismo sondar, dar á sus llagas
El poderoso bálsamo, y en rayos
De luz clara y vivifica pudieras
Inundarla por fin. ¡Oh! presto sea,
Presto se cumpla la esperanza mia ;
La nube ahuyenta del error, con ella
Huirán al punto las funestas plagas
Que nuestra dicha en su insolencia ahogaron :
Y á ti solo debida esta victoria,
Mi vista , ansiosa de tu honor, te vea
Brillar al fin con tan inmensa gloria.
Victoria mas espléndida y mas pura
Que las que en campos de pavor cubiertos
Consagra á Marte la fiereza humana ;
No, empero, menos ardua . revestida
De mil formas y mil tiende su vuelo
Rastrera la ignorancia, y con sus alas
Cuanto toca coDsame; asi en los campos
DON MANUEL JOSfi QUINTANA.
Que baña con sus ondas Guadiana
Crece el insecto volador, y muerta
Lamenta Céres su verdura ufana.
Ora insulta y desprecia : en su habla loca
Es ocioso el saber, frivolos sueiíos
Las obras del ingenio , al polvo iguales
Los altos pechos que Minerva inspira.
¡Bárbara presunción ! Allá en el Nilo
Suele el tostado habitador dar voces ,
Y al astro hermoso en que se inflama el dia
Frenético insultar : la lujuria vana ^
Huye á perderse en la anchurosa esfeTa ,
Y Febo en tanto derramando lumbre
Sigue en silencio so inmortal carrera.
Ora feroz á la indolencia usada
Se niega, y de murallas espantosas
Cerca y ataja los senderos todos
Por do á la humana perfección se arriba.
De alli, alzando el cuchillo, armad? en muerte.
Cuantos su imperio detestable esquivan ,
Tantos amaga. jAy del cuitado que osa,
De generoso ardor el pecho henchido.
Sus nieblas disipar, buscar la lumbre,
Y á la cumbre trepar* Victima entonce^
De su ciego furor... Pero primero
Del cielo y de la tierra se vería
Suspenso el curso, y de las cosas todps
El lazo universal roto y deshecho.
Que la insolente estupidez su triunfo
Logre completo, y que sus implas manos
La sacra antorcha á )a razón extingan.
¿Quién dio á la tempestad el loco orgullo
De sobrar á la luz? Tü , gran Jovino,
Insta, combate, vence . el monstruo horrible
Bramando espire ; que reinar se vean
Benéficas las letras; que amparadas
De su inviolable independencia sean.
Ellas fueron tu amor, ePas tu encanto
Siempre serán ¡ O bienhadado > digno
De envidia el que en su albergue solitario
Las fuentes del saber tranquilo apura !
Felices en su afán vuelan las horas :
Ya la lectura le embelesa , y lleno
De admiración, los altos monumentos
De la estudios? antigüedad medita ,
Y á sus genios se hermana , ecos grandiosos
Por do la serie de la ciencia humana
Se dilata á los siglos. Ya llevando
Al hermoso espectáculo que ostenta
Natura, su atención, busca sus leyes,
Sus misterios indaga , en su belleza
Atónito se arroba, y desde un punto
Se hace inmenso como ella. Ora á los hombres
La vista paternal vuelve, y llorando,
Exento del error, ve sus eiTores,
Y los señala y los combate, y libre
Muestra la senda en que á placer se lleven
De la mundana actividad las ruedas :
Tal vez sueSa , y soñando en su delirio ,
Nuevos mundos se finge, y de virtudes
Y de veutura celestial los llena.
¿Quién no envidia su error? Llora y suspira
En la dulce ilusión que le enajena ,
Y del orbe en el bien el suyo mira.
Siquiera alli de la servil codicia,
de la ambición firenética no tiembla
La eterna agitación : á fUer de vientos
Que en partes mil el horizonte rompeOf
Y furiosos latiéndose , á su impulso
La fiel serenidad huye turbada ;
PARIE PRIMEIíA.- LITERATURA.
25
Tal en el centro del poder se acosan
La doblez, la maldad , lo¿> vicios viles»
Qae eo menlido disfraz vagan tras ellas,
Y en su misero vértigo sepultan
De la virtud las esperanzas bellas.
¡ Ay ! que tal vez al formidable peso
Rebelde el hombro, y de luchar cansado
Con la depravación , los tristes ojos,
Jovino, volverás á aquellos días
De tu apacible soledad testigos ;
Los volverás llorando; el desaliento
Su amarga hiél derramará en tus venas ,
Maldiciendo afligido aquel momento
Que te arrancó á tu albergue , do tranquilo
La virtud, la verdad fueron tu asilo.
¿Y el ejemplo del bien que debe al mundo
Todo gran corazón? Y la alta gloria
De aterrar la maldad? Y los consuelos
De la opresa virtud? — Guando lejana ,
De hierro el cetro iniquidad violenta
Tienda á las veces, y afligido llore
El inocente en su opresión, tú entonces,
Tú serás su deidad. Antes venia ,
Y con trémulo pié la aula pisaba ,
La altiva majestad le confundía ;
Demandaba justicia, y su semblante.
De incertidumbre tiroida vestido,
Suspiraba un favor. Jovino ahora ,
Jovino es quien atiende á sus querellas,
Quien enjuga sus lágrimas, quien tierno
También acaso le acompaña en ellas.
Lágrimas puras que, en placer bañada,
Derrama la virtud , ; qué de consuelos
No dais al corazón ! Qué de pesares
No le quitáis! — ¿Y el inmortal testigo,
El premio hermoso de los grandes hombres,
Alta posteridad , que ya te mira
Y Ui nombre señala entre sus nombres?
¡ Oh porvenir I Oh juez incorruptible
Del hombre que vivió! ¡ Cuál se araedreata
De ti el profano pecho que ya un día
El bien miró, de indiferencia lleno,
Ni osó el cerco salvar que le cenia !
Cuando la noche del sepulcro ostente
La nada ante sus pies, cuando ya el sucao
De su vida fitlaz se tome en humo ,
¿Qué verá tras de si? Mísero olvido
O execración eterna que á los tiempos
La memoria en su voz vuelve contino.
Aquel , empero, que de ardor divino
Tocado fué , que en incesante anhelo
Siempre ansió por el bien , y que en su mcni e ,
A cuanto obró y pensó la faz terrible
Del tiempo que vendrá tuvo presente ,
Ese vive inmortal ; su excelso nombre
Cobna el abismo de la tumba , y viva
Su gloria colosal queda en sus hechos ;
Hechos que en ecos de alabanza suenan ,
Que éí campo inmenso del espacio ocupan,
Y el raudo giro de los siglos llenan.
Tiempo vendrá que en la dichosa Hesperia
Espadado la vista alborozada ,
Grite la admiración : c ¿No es este el suelo
Que en otro tiempo á compasión movia?
Veinte siglos de error en él fundaron
El imperio del mal : en vano había
Pródigo el cielo de favor cubierto
fia seno en bienes mil, y codiciosa
La tierra por brotar, ioagotables
Sus opimos tesoros ostentaba.
Su sed en vano innumerables ríos
Mitigaban regándola , y en \ano
Bañara el mar su costa al occidente,
Al oriente y al sur. ¿Qué la servia
Un clima placidísimo y sereno
Que en vida , en fuerza y en placer la henchía?
Todo fué por demás: su manto triste
Tendió la asolación : yermos los campos ,
Mustios los pueblos , indolente el hombre.
Sin conocer su estrago , sin aliento
Para sah'arse de él , ruina y silencio
Cual de peste mortífera abrigaban.
¿ Quién fué el Dios que bastó de tantos males
El torrente á atajar? Quién la carrera
Mudó á estas aguas, allanó los montes.
Los pantanos cegó? Cubren de Céres
Y de Pomona los celestes dones
Kl suelo antes erial . que abrojos solos
Y zarzales inútiles llevaba.
Trocóse todo : por do quier la roano
Del hombre señalada , y por do quiera
Su vivífica acción en movimiento
Despierta mi atención. ¿Dó las cadenas
Están de la verdad ? \ Cuál se ha extendido.
En alas del espíritu llevada ,
De mar á mar y de Pirene á Gádes !
¿Quién volvió á sancionar la ley de vida
Que en su próvido amoi naturaleza
Por la voz del deleite diera al mundo?
¿Qué numen creador pudo en un día
Verter aquí la plenitud y holganza ,
Imprimir su vigor y su energía ? »
¡ Ah ! que entonces el nombre de Jovino
Grande á la gloria y al aplauso viva,
Y aquel augusto galardón reciba
Digno de su virtud y alto deslino.
¡ Oh hermosa emulación ! Vendrán las artes
Hijas del genio Imitador, y solas
Adornar ansiarán el bello triunfo
De su alumno y su dios : suyo las ciencias
Le aclamarán , con su divina mano
Allá en la playa astur mostrando alegres
La mansión que él les diera , altar primero
Que alzó á Minerva la razón hispana.
En medio el labrador, no como un día
Angustiado, infeliz , pobre y desnudo ,
Sino contento y vigoroso, alzando
La agradecida voz , dirá : c Fué mió,
Y su alabanza es mía ; si de flores
Primero se adornó su mente hermosa ,
Para mi maduró, y en fruto opimo
Gocé yo al fin de su favor los dones.
Si de su voz la persuasión salía
Gomo raudal de miel , ella á mis llagas
Dulce bálsamo fUé. ¿No ahogó su mano
Una en pos de otra las odiosas sierpes
Que infestaban mi ser ? Ved mi abundancia ,
Ved mi contento, el delicioso halago
Con que de hijuelos el ei^ambre hermoso
Me alivia y me corona. ¡ Ay ! hubo un tiempo
2ue el ser padre era un mal : ¿quién sin zozobra
la indigencia , al desaliento, diera
Nuevos esclavos? Pero huyó ; al olvido
Lanzó Jovino tan amargos días :
Mi esperanza , mi paz , las glorias mias
Obras son de su amor, son de su anhelo;
Dadme pues solo el bendecir su nombre ,
Y en dulces hi^inos levantarle al cielo.»
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OBRAS COMPLETAS DE DON MANUEL JOSÍ QUINTANA.
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DESPEDIDA DE LA JUVENTUD.
Creced y floreced , plantas hennosas ,
Creced y floreced , y alzando al cielo
Esas ramas sonantes y frondosas,
Bauad en dulce lobreguez el suelo;
Que yo, angustiado, á vuestra sombra amiga
He acogeré , y en ella
Tendré un asilo al fin donde no sienta
£1 vivo resplandor que el sol ostenta.
Él , en eterna juventud luciendo,
Vuela , y vuela sin fin : ¿qué son los años
Qué los siglos ante él ? Ruedan furiosos ;
Y á contrastar su solio se amontonan ,
Y en su feliz carrera
Nada marchita su beldad primera ;
Todos su gloria y su esplendor coronan.
\ Oh cuánta diferencia
Entre su fuerza y la flaqueza mia!
Sigue un dia á otro dia ,
Y en su sorda inclemencia
Cada cual me amortigua, y me arrebata
Al término en que espira la alegría.
Vuelvo la vista , y angustiado miro
Yacer segadas de rol edad las flores,
Y la vida mostrárseme erizada
De espinas solamente y de dolores.
Tened ¡ ay ! compasión de mi amargura ;
Que bien me la debéis , árboles bellos.
Decid : cuando los vientos bramadores
A la voz del noviembre se desatan ,
Y sacudiendo frío ,
En su furor horrísono maltratan
Vuestro verdor sombrío ,
Y anunciándoos vejez , de angustia os llenan
Y á desnudez tristísima os condenan ,
¿ No sentís ? no lloráis? Y estremecidos,
¿No os acordáis de abril , cuando halagüeñas
Las manos de natura engalanaban
Vuestras frentes risueñas ,
Cuando el auro os besaba con ternura ,
Y los ojos distantes que os miraban ,
Cual templos de frescura
Y asilos de placer os saludaban ?
Tal de mi juventud y de mi gloria
Los venturosos dias
Se pintan tristemente en mi memoria ,
Al tiempo que volando
Huyen lejos de mi , sin que mis ayes
Solo un momento detenerlos puedan.
Adiós , divino amor, que desplegando
Las bellas alas de oro ,
Me llevabas en ellas
Por senderos de flores ,
Y el pecho y labio sin cesar colmabas
Del néctar celestial de tus fiaivores.
Adiós : la cruda mano
Del tiempo , á mis delicias enemigo,
Te arrebata consigo.
Y 1 oh cuántos otros bienes el tirano
Me arrebata también ! ¿Con que la risa
Huyó por siempre de los labios mios ,
Y la fiel confianza de mi frente?
Mis ojos, I ay ! de lágrimas vacíos ,
¿ Será que nunca á desahogar ya tomen
Mi triste corazón , y que se vean
De él por siempre aleadas
Las esperanzas que halagikefias ríen,
Las ilusiones que sin fin recrean?
Contigo, I oh luventud ! contigo nace
El entusiasmo ardiente
Que arrebata hacia el bien, contigo espira^
Y tras él la virtud mustia y doliente
Privar de fuerza y marchitar se mira.
¿Qué á tu ferviente anhelo
Cuestan jamás los sacrificios? Oyes
La voz de la amistad , sientes la llama
Del patriotismo que tu pecho agita,
bien la gloria que en honor te inflama;
Partes entonces desalada, y corres
Impávida á tu fin : como en la selva
El volador caballo.
Cuando en dichosa libertad respira,
Orgulloso se lanza á la carrera ;
El viento no le alcanza, y vanamente
A intimidar su ardiente lozanía
Las ramblas y torrentes se presentan;
Las ramblas y torrentes acrecientan
Su generoso aliento y su osadía.
Y en vez de tantos dones
Gomo en mi tierno corazón moraban
Y en su luz generosa me ensalzaban,
¿Qué ofreces á mi vida.
Oscuro porvenir? El triste freno
De la prudencia y su compás helado;
Mientras que , derramando su veneno
La vil sospecha , asida
Del funesto puñal del desengaño,
En cada halago temerá un peligro,
Tras cada bien me mostrará un engaño ;
Y roto el velo á la ilusión , el mundo ,
Que pintado en tan mágicos colores
A mi inocente espíritu reía.
Será de hoy mas á la tristeza mia
Yermo sin amistad y sin amores.
Morir fuera mejor ; mas ¡ ay , que abiertas
Ya á devorarme aspiran
De la siguiente edad las negras puertas !
La vista estremecida
Duda y se vuelve airas : deten la mano,
Y no de bronce la eternal barrera
Corras, que esconde mi estación florida,
{ Dura necesidad ! \ Oye mi ruego !...
Mas no me escucha , y la corrió , y yo ciego ,
Sin poderme valer, desconsolado,
Del carro del destino arrebatado,
A su ünperiosa voluntad me entrego.
AL SUERO.
Tú , mudo esposo de la noche umbría,
1 Oh padre del sosiego,
Sueño consolador ! ¿ por qué te niegas
A mi lloroso ruego?
¿Por qué á mis sienes con piedad no llegas?
Y no que lento y vagaroso bates
Lejos de mi tu desmayado vuelo,
Y esparces en el suelo
La niebla del balsámico rodo
Con qne el dolor serenas
Y el vivo a&n de las acerbas penas.
Duélete i oh sueño ! al contemplar las mías ;
Suspende, i ay Dios ! suspende
Por un momento el veladw cuidado,
Y en él tu velo vaporoso tiende.
den
limp
•^ *-. .rf-.
M
OBRAS C0UPLET4S DE DON MANUEL JOS& QUINTANA.
CoD qae el torrente de los li^^os corre ,
Anonadando en sa fugaz camino
Hombres , naciones ; Tos imperios crecen ,
Y otros imperios que i su vez se elevan ,
Crecen , y llegan , y los tragan , y iioyen.
Como impelidas de los euros (ríos
Huyen las nieblas , sin dejar sus alas
Huellas ningunas por el aire vago.
Pues el genio inmortal de la armenia
Venció tanto furor ; la faz del mundo
Trastornada se ve , y él resonando
En medio á tanta ruina , hasta la esfera
Los ecos lleva de su noble acento ;
Y el hombre absorto de placer le admira.
¿Oyes el nombre del social Orfeo
Entre aplausos aun ? Oyes cuál suena
La trompa heroica del cantor de AquUes ,
Y estrellarse en su nombre las edades ,
Añadiendo en su honor nuevos trofeos?
I Vivid f padres del canto ! { Almas sublimes,
De la tierra esplendor ! ¿No sois vosotros
Los que, admirando el universo, y llenos
De inmenso fdego al contemplar las leyes
En que el orden se asienta , arrebatados
De sagrado furor en vuestra lira,
El amor, la virtud , el bien cantabais ,
Y de los hombres la rudez puiisleis?
Helos cuál tigres respirando ciegos
strago y sangre, con fatal cruc/.a
ntre si devorándose , y feroces ,
-<(a|. desnudos habitar las cuevas
^ J^^oatura á los agrestes brutos.
¡ lÚsJni humanidad ! F^idres del canto.
Venid ; á vuestra plácida armenia
El hombre sorprendido alza la frente ,
Y ledo mira al sol ; ya en sus eutrañas
Arde el amor ; esposo, padre , amigo ,
Hombre es ya , en fin ; en sociedad se anida,
Y el cielo alegre á su ventura rie.
¡ Vivid , padres del canto ! No la tierra
Tan ingrata será, que al hondo olvido
Dé la memoria de los faustos dias
Que nuestras bellas fábulas recuerdan.
No la dará : si vuestros nombres mueren ,
Será allá cuando el^mundo hecho pedazos
En el estrago universal esconda
Los nombres que sus ámbitos llenaron.
Y este precioso don , que al arte un día
Debió la especie entera , en todos tiempo
Le goza el hombre. Dime : allá en tu infancia,
¿Quién suavizaba y de risueñas flores
De la instrucción la senda te cabria.
Sino su halago ? Sus grandiosos himnos
Te elevan al Olimpo, sus canciones
Te inundan de placer en tus festines ;
Y abate luego , si á abatir te atreves»
La grandeza del genio que elevado
En generoso vuelo arde , y te lleva
A ansiar, llorar, á suspirar consigo,
A amar y aborrecer ; que yo entre tanto,
Al ver los mundos que á su arbitrio crea
Un numen bienhechor en él bendigo,
Y hombre , de nn hombre en el grandor me elevo.
¿ Serán tal vez sus formas agradables
Y la eterna beldad de que se ciñe
Las que en su oprobio á declamar te incitan ?
\ Hombre feroz I en Ui íatal dureza
Arranca al prado sn vistosa alfombra,
Sa verdura á los árboles , y nanea
Las auras templen el fogoso estio.
¡ Ay ! harto amargo de la vida el cáliz
Es al hombre infeliz , para que esquivo
También le niegues el escaso néctar
Que á veces baña de placer sus horas*
Y no siempre su honor la poesia
Fundó en el muelle acento y blando halago,
En los objetos frivolos que ahora
Por nuestra mengua sin cesar la emplean.
Si es que los ecos bélicos te agradan ,
Si los hórridos cantos de Tirteo
Aun quieres escuchar, vuela conmigo
Al campo de Mésenla , y en él mira
A los hijos de Ei^parta desmayados
Volver la espalda al desigual combate.
Y escucha de repente cómo truena
El canto de la guerra , y cuál discurre
De fila en fila, mortandad nunciando ,
Y ahuyentando el temor ; mira encenderse.
Con sus versos enérgicos airada,
La indignación violenta , y de la patria
El amor sacrosanto, á cuyo nombre
morir ó triunfar los héroes juran.
«Pues os preciáis de descender de Alddcs ,
Amigos , alentad ; ¿ qué os acobarda?
Sabed que nunca la oprobiosa fuga
Escudo fué contra el rigor del hado ;
Con hombres como vos es el combate.
¿De qué tembláis? Marchad ; hermosa vida
Os dará la victoria , eterno nombre
Si en la lid perecéis el tiempo os guarda. «
Y al belísono acento enfurecida.
La muchedumbre intrépida se arroja :
Salta , acomete, y el horror, y el luego,
Y la muerte espantosa , que silvando.
Del dardo y lanza en el acero vuela ,
Nada son á su ardor ; lucha , porfía ,
Á sus pies los soberbios baluartes
Húndense , y el laurel de la victoria
Ciñe la patria á su robusta frente.
¡ Ay ! los sagrados venerables dias
No son aun en que se lome al canto
Su generoso y sacrosanto empleo.
Pero ellos brillarán : yo, caro amigo,
Ya entonces no seré ; nunca mi acento.
Hirviendo de entusiasmo , en grandes himnos
Se podrá dilatar, que grata escache
Mi patria , y que en la pompa de sus fiestas
El coro de los jóvenes los cante ,
El coro de las vírgenes responda ,
Y el eco lleve mi dichoso nombre ,
Y todo un pueblo con foror le aplauda.
¡ Oh tú ,' cualquiera que en mejores dias.
Por don del cielo, de mi patria seas
El solemne cantor! ¡ Tú, á quien guardada
Tan alta gloria está ! Yo te saludo
1 Oh afortunado espíritu ! y te adoro ;
Vuelve , te ruego, la dichosa vista
Al fango vil de que á salir en vano
Aspira mi ambición. No, sus esfuerzos.
Sus débiles esfuerzos no podrían
Durar, llegar á ti. ¿Qué serán ellos
Si con tu excelsa elevación se miden?
Escucha, empero, los aplausos míos.
Que vuelan á mezclarse á la alabanza
Con que tu siglo ensalzará tu nombre ;
Y recibe estas lágrimas ardientes
De despecho y áe ettvidia , «ine mis <it|oe
Al contemplar ea ti vierten ahora.
ÍRIStERA— LITERATURA.
iQué sirve ,
De su bermoa
Cuando el ríe
Yel:
10 del:
Con ala abras.
La floredenie
j; Acoso la sbu
PodráatÍTian
lAhliSoatan
Ed que se ani(
Aquellos en qi
Enlusiasmo y
Un iDODienlo i
1.a esperanza
¡Ylosperwrs
Ue lodo niedc
Huje pnes ,
Va que aUvtai
Dolor manda I
Dolor ; lulo 7
Venid, cercad
Hl vadlaaie p.
ilasia ta tumb
Ed ella ptanlai
Un fúDebre ci|
Le regaré , mi
Le hará crece
Cubriré la los
Difa: (Al hoi
Al exiliado pi
Vendré que el
Cuando este u
Sobre él conle
V de respeta;
lAyliQnéi
Sino blel ; dol
Que en él se p:
Ya la segunda
iQnfén de ao»
Qae destinado
De unos y oirt
V yerme en loi
Ven i mi de di
Descargue al |
V DO me guart
A DON
T6 , i qnten
Miró desde el
Imprimió la tí
El don difino I
Nicaaio respeí
Y j la amistad
Vo te abandoD
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Del crudo ardí
Y loi Isqoletoi
En dulce Íkk
iMKOOlbtB
OBRAS COtiIt>LEtAS D
Desalada entre tentó hiela ti vnela ;
Vuela hicia ti , qae á lh pesar Bnmido
En ese abismo peGtlIente y ciego ,
Los campoa ; las selvas solitarias
BDscas,yaiin(Iudas,y á gozar leniegaE
Placer tan puro j celestial conmigo.
|Ohl Notaides, no tardes : bien las pasos
e DH^Ito, bien la vista
ni la abundosa vega,
!Dte te embelese
lor; todo le llama
ia , todo coDTJda
cel. No aquí ambiciosa
lesplegar sa Inmenso
en majestad sublime,
lombrar : guardó el espanto,
lie horror allí do esconde
niño CDlre las nobes.
00 las eternas nieves
s el sol 1 si el viento suena ,
lustro, encu;fasalas
im; entonces los torrentes
asolar los valles.
ombre? Estremecido j solo
7 DO cabiendo
iberbia en sus sf nlidos ,
j confusión se ealrega.
tero, aquí, dulce, apacible,
liberal reparte
su primer oriente,
r suavidad bañada,
1 embelesar los ojos ,
r. Nicasio, el mió
i que admiró. Do quiera
mor. [ Ob cuántas veces ,
lo las sociales vides
Irnos , 7 loiaoas
desuverdeapojro
ii7Blegreñ'ulo,
e bañó mi pecho 1
1 del incendio antiguo
ron ¡Los suspiros,
s , la Inquietud dicbosa ,
¡nsasqne algún dia
)j Dios ! ; acaso hujeran
ir; todas volaran,
« con igual temort
: si desparece
i la memoria acuden
í T amigos , 7 en nn ponto
1 penetrar mi seno
litarlo inspira ,
Dcóllco me llevan.
laceniero ruido
ada precipiía
lascal , adonde
aunnurindo el rio.
oh qué placer 1 furioso
1 i so violencia en vano
se , aliar la espalda ,
lervir, j en alba espama
) arrebatarse al llano,
re los dulces juegos
t variedad graciosa
•n mirar presoota.
sedientas alas
Iros, 7 llenos
ir, en vuelo alegiw
£ DON MANDEL lOSÉ QDWTANA.
Vana esparcirla i la tendida vega;
Mientras en dulce gratitud riendo.
La dócil caña el intratable espino
V el álamo gentil en la ribera
Sus ramostiendená besar las ondas:
Ondas preciosas que el colono activo
Sapo en raudales dividir, ; en ellos
Llevar la vida 7 la abundancia al campo.
Siquiera el cielo en su rigor se obstine
En negar el vivIQco roclo ,
Don de las nubes , los endeble; diques
Rompe seguro el rustico, y al punto
Vieras la tierra qne inundada embebe
El cristalino humor; y fuer/as nuevas
Con él cobrando, engalauar su frente
Un fruto 7 otro fruto, 7 cien tras ellos.
Asi la vista por do qnier se baila
En verdura etenial ; asi Pomona
Tiende su manto, y pródiga derrama
Del almo cuerno el celestial tesoro,
i Qué mucho SI su templo deliciosa
Le plugo aquí sentar, y aqni adorada
Del hombre ser?Todola acata. El rio.
En dos partido , ci>n ardor la ciñe ,
V ella en sus bra70s 7 en sn amor se goza.
Voalli, mientras los arboles se mecen
Al son del viento, en tanto que á sus hombros
Sube contento las opimas cargas
El hortelano, y las zagalas rien
Entrísca alegre 7 bullicioso juego,
Llego al altar de la deidad que en medio
Reina ostentando su silvestre pompa ,
V á reverencia y religión me inclina.
] Arboles prodigiosos! ,1 Cuál laaienle
Que asi os quiso agrupar? Cuál I\ié la mano
Que asi os plantó? De majestad vestido
El añoso nogal , su cima alzando ,
Basta la cumbre del Olimpo alcania;
Sube , 7 en su ambición tiende los brazos
Lejos de si , cual si ocupar con ellos
De la esfera los ámbitos quisiera ;
Vetemosá pardeé!, 7 i par sublimes.
Seis lúgubres cipreses tos lijosos
Ramos le cercan , y en sn faz sombría
h» Iiu quebrantan del ardor febeo.
[ Ob delicias I Ob magia ! Ob cómo bnUdldi
Bajo esta hermosa bóveda se lleva
LamenleámediPar! ¡Culi se engrandecen
Sus pensamientos ! Vi la par mirados,
¡ Cuín breve el hombre, y su poder, so gloria,
Toda su pompa I ¡ Oh qué de veces vieron
De su opulento dueño aqnestos troncos
La afanosa inqnletnd! Cuintas en vano
Con su grato silencio le brindaban
Alreposo, ilapaz;7élorgultoso
Enpos del mandoy la ambición corrial
I Qué de delitos no abonó el insano
Para saciar sn ardor! Bañóse en sangre.
Domó la tierra, y ^qué logró? Esias planiai
Le vieron perecer, 7 ellas quedaron :
Quedaron i esparcir sus ramos bellos
Sobre mi , que inclinado y reverente
Canto su gloria ; y vivirán : testigos
Serániayl demiflncnandoá sn ocaso
Llegue el aliento de mi endeble vida.
Todo al tiempo sucumbe : ellas un día,
ElUs también... 1 Ah bárbaro 1 repara
Li iDclemeote segur ; muévante al menos
6a iicro horror, su venerable sombn ,
t>AllTE PRIMERA
— LITERATI3R
nidad. PndobistacDionce*
Etemamei
impo, i j tú atrevido
Las veces
aürtsíDetente,
Sns ansias
na puDlo asi desirnyas
Aqui.ent
iel.Nogairroodoso,
Tal vez se
¡coítípresM,
Gralamen'
id , y que el ingralo
Timida.tl
l^a se airen
Ledeclar.
i herir, jam&s encnentre
Se «capó
inte en el estio
Luchó poi
ae el sol ; nnaca reposo ,
Dentro de
,j de sniojusio pecho
Que guarí
e la inocencia amable
i Quién sal
; los ártMiea se abriga.
Ko temas :
MI lengua
>,delarreniemia
BasUlaei
saf. Adioa.cipreses,
Basueleí
lo5 Alamos del bosqne
imenidad me lliman.
iTtfila
ralle; el sol ardiente
Tanmigi,
.jbtigado el pecho
El campo.
j con dolor respira.
Antes qne
mo ; que tu yerba
Lleve al v
1 , i mia cinsidOB mlembroi
Cuidadost
a ; qne el murmullo blando
Ven i goz^
en agradable sueño
Yo con los
íregale.j que sacuda
J pienso e
el delicioso néctar
Huye con
rmlsndorenjugae.
Digna mo.
del telador cuidado
Que los hi
>, Di las espinas
El negro 1
lor su punía emplean.
De donde
:»l despertar, las ares
U dulce 1
acento en mis oidos
Delaopre
lelp1acer;Usanrae,
No se atrt
arroyuelo y prado ,
En qne le
f á mi vista ríe.
Cuando se
B retirada y pura
Doquierl
tdesQs ondas rHas
.; y yo, embebido
lObpec
en mi delirio ciego
Loscampí
láyades imploro.
Cnando s<
SI, que el
óndo euts? Tú, A qaten demada
De natura
y de inmortal belle»
Alalnoce
t; tú, qne Inspirado
Loa vidoa
id ;lü, que en las selvas
Deesclav.
ncia y tos amores
Huyelos,
resonar hadas.
Ven i aco|
ien¡ llera mis pasos
Los irboli
zar. Contempla el suelo
No aprend
nta engasa, y cnánbenno»
Sereno el
e alza allí , foima ora un llano,
Engralal
;* la alameda vuelve
Podriwr
ada , y mira en ella
El vuelo d
lar;velaienmra
Perderlsl
e del robusto padre
Tu lira de
y rigoroso e«Uo
Ylasmnsi
1 árboles se ampanii.
Delcamp<
do céSro, qne vaela
Y en tanto
Idslmas moviendo
La esteta
lor.evintas zagalas
Yo,tempIi
vo, y coimas veces.
MlhumUt
[inal burlando.
se empapó en su seno.
ilmos suspiros
PAR
ití.poresusdva
y las querellas tlütw
maue repetía.
iCompí
alcefuectelAsltiioiUM
ota 7 puo, comido
Xquola
dft
OBRAS COMPLEtAS DE DON ItAMJEL JOSÉ OüINTANA.
**
■i ■
POETA.
Cantar, yo cantaré ; mas ¿por ventora
Queréis también qne á interrumpir me atreva
Su curso hermoso á tan sereno día ?
¿ Queréis que la voz mía
En sus robustos tonos ,
Como ya lo acostumbra, airada y fiera,
Rayos despida á los soberbios tronos?
¡Vano tesón ! Los hombres olvidados,
Gomo se llevan á la mar los ríos ,
A la vil servidumbre asi se llevan ,
Y con sus hombros la ii^usticia elevan.
Allá se avengan ; k los pies se humillen
De la siempre insolente tiranía ,
En tanto que nosotros consagramos
Las horas al placer y á la alegria.
Bebamos pues; nuestro apacible acento,
Fuerzas cobrando en el licor divino,
Salga mas grande á penetrar el viento.
Suba mas dulce k celebrar el vino.
CORO.
Bebamos pues; nuestro apacible acento.
Fuerzas cobrando en el licor divino ,
Salga mas grande i penetrar el viento,
Su£i mas dulce á celebrar el vino.
POETA.
Cuando inspirado el Unco latino,
Glorías de Baco en su laúd cantaba ,
El oriente á su carro encadenaba ,
Que de tigres fierísimos uncia.
¿Quién al dios de la rísa y la alegría
En tan terrible pompa conociera?
Quién sin dolor contemplara á Lieo,
Ya llenando de horror los horizontes
Cuando apedaza bárbaro á Penteo ,
Ya hinchendo en frenesí madres y esposas ,
Y al grito de las Ménades furiosas
Las cavernas bramar, y arder los montes?
¡Triste alabanza ' ¡ Cántico inhumano !
Odiar, matar, despedazar furioso
Son dones propios de cualquier tirano*
Has le quiero yo ver la sien ceñida
De pámpanos pacíficos, riendo ,
En brazos de su Aríadna reclinado ,
Besando á veces su turgente seno ,
Y á su presencia amiga
Desterrando el mortífero veneno
Del esquivo cuidado y la fatiga.
¿Quién basta ¡ oh Baco ! á celebrar tus dones?
Tú , cuando braman las pasiones ciegas
A modo de huracán dentro del pecho ,
Eres iris de paz que las sosiegas.
Tu aliento al afligido
Las dolorosas lágrimas eijuga ,
Y á la desconfianza sospechosa
La encapotada frenle desarruga.
¿ Qué mas? Hasta el esclavo
Vilmente alado á ia servil cadena.
Cuando el ardor de tu licor le llena.
Sacudiendo su pena, alegre canta ,
Y á su señor insulta ,
Y al Olimpo la firente audaz levanta.
{ Prodigio sin igual ! ¡ Digna victoria
Del rubio dios que del oriente vino !
Bebamos ea su honor, saya es la glori««
«— t Gloria sin fin al inventor del vino I
CORO*
(Prodigio sin Igvalt ¡Digna victoria
Del rubio dios que del oriente vino I
Bebamos en su honor, suya es la gloria.
—¡Gloria sin fm al inventor del vino!
POETA.
Mas ya no basta á contener mi acento
Este breve horizonte, ya ambicioso
Otros mas anchos ámbitos desea.
¡ Oh, si el eco de paz yo dar al viento
Pudiese, y que á mi voz quedase ocioso
El hierro que aterrando centellea !
Dame tu aliento, ¡ oh Baco ! dame el vuelo
De los bóreas alígeros, y al punto
Arrebátame allá donde irritado,
Con sangre hinchado y la corriente aun roja ,
Al mar helado el Vístula se arroja.
Tres déspotas alli mandan la muerte :
¡ Sacrilegos ! Al tiempo
Que hace el genio del mal pai con el mundo.
Que todo vive y por vivir anhela ,
Ellos matan: ¡ qué horror! —Ved al oriente
La primavera hermosa
Mostrar festiva su purpúrea frente.
La copa de los árboles pomposa
Grata sombra nos da, nido á las aves ,
Y dulce juego al céfiro lascivo.
Brillante el sol, desde su excelsa cumbre
Inunda al universo
En torrentes de lumbre ;
Mientras la flor brotando el prado esmalta ,
Y en la torcida madre que le encierra
Por gugas de oro el arroyuelo salta.
¿Dónde el Vístula fué ? Dónde la guerra?
Cual cometa á mi vista aparecieron,
Como prestos relámpagos huyeron.
¡ Oh ! no vuelvan jamás : perdí el camino ;
Le cobraré bebiendo ; y que mi canto ,
En vez de daros belicoso espanto ,
Os dé el encanto que respira el vino.
CORO.
t Oh ! no vuelvan jamás : perdió el camino;
Que ie cobre bebiendo; y que su canto,
En vez de damos belicoso espanto ,
Nos dé el encanto que respira el vino.
POETA.
Brindemos; ¿y por quiéo?Por la hermosura.
¿ No veis al rebullir del fresco viento
Y á la vivaz fragancia de las flores
Despertar en enjambres los amores?
Que cada cual al punto por su amiga
Beba, que cada cual la encuentre siempre
Mas fresca y mas hermosa
Que por abril la rosa ;
Siempre brillante y pura
Como es brillante el sol, puros los cielos.
Nunca sospecha ó p<Mizoñosos celos
Osen romper tan amorosos lazos ;
Que á sus abrazos cedan los abrazos
Del álamo y la vid, y que á sus besos
Cedan también en faego y en dulzura
Las deliciosas cfaispas centellantes
Que ora en este licor mi labio apura.
Bebamos : acordémonos que un dia
Dyo riendo Venus á Lfeo :
t Tu ardor va é par con la belleu Bida ;
T& igualas el poder OQn al doieo. •
ooao.
Bebamoa t aaordéBMioaqve
Dito riendo Venus I Lieo ;
«a «a
*■•■«»•-
PiRtE tíSMÉRL'^ LlTBIlATtmA*
I Ta ardor va á par «on la ieStift nía ;
T6 Igaite al padar aon el daiaa. >
Mas d^emotf á amor : anor aa agrada
En el silenciOy y delicado yniSo»
Hasta el aire le ofende, ygoza solo.
La amistad es social : próyido el délo,
IHó á la dulce amisud ser el ooosaelo ,
Ser el encanto de la humana ?ida..*
{Ayl ipor qué, amigos míos»
Por qné esta amaiiga lágrima Tertlda
Mi inflamada mejilla baña aliora Y
¿En dónde están los pérfidos que im dia
Con horrenda tralctaüi mi amor pagaron,
Y á modo de asesinos ?... | Ah Infelices !
iamás su alma aletosa
Tendrá ya este placer, esta alegría
Oue ora tan para en mi Interior rebosa.
Volvedme el vaso á henchir, brindad conmigo
Y otra vez le apurad. Por este cielo ,
Por este sol que nos alambra y mira ,
Por este puro céfiro que espira
Y en mi frente el sodor volando orea.
Por el vivo placer qae nos recrea ,
Tocad las copas, y Juremos todos
Que tan dulce amistad eterna sea.
No importa al juramento estar beodos ;
No importa, no; jurad, bebed sin tino ;
Vuelva el aplauso, la algasara vudva ,
Hierva en los vasos rebosando el vino,
Y á voces tome á retumbar la selva.
COBO.
Vuelva el aplauso, la algazara vuelva ,
Hierva eu loa vasos rebosando al vfaw ,
TávoeettciiieáfeluBbar la selva.
tAbril de iS07.)
A LA mVENaON DE LA IMPREinTA.
iSerá que siempre la ambición sangrienta
del solio el poder pronuncie solo ,
Guando la trompa de la tuna alienta
Vuestro divino labio, Uyos de Apolof
¿No os da rubor? El don de la alabanza.
La hermosa luz de la brillante gloria,
1 Serán tal vez del nombre á quien darla
Eterno oprobio ó maldición la historia Y
I Oh 1 desperud : el humillado aoento
Con Bujestad na usada
Suba á las Bubes penetrando el viento ;
Y si queréis que el universo os crea
Dignos del lauro en que cefiis la firente,
Que vuestro canto enérgico y valiente
Digno también del universo sea.
No los aranas del loor se vierou
Vilmente degradados
Asi en la aatigñedad; siempre las avH
De la Invención sublime,
Dri genio bienhechor los recibieron.
Unce Saturno, y de la ttiadre tiem
El seno abriendo con el Iherte arado.
El predoso tesoro
De viviflea aries descubre al suelo ,
T grato el camolafemonu al dalo,
T DfcM le nombra de loB siglos de oro.
¿Dios Bo Adata también tú, que allá un dia
Gnerpo á Ja vos y ai peMaraleotodlsto,
T teasándola en letníi, dacuvlsto
l4i jpaiabift veta quB antes huiaT
0.V
Sin Use devoraban
Los siglos á los siglos, y á la tumbe
De un olvido etemal yertos bs^ban.
Tú fuiste : el pensamiento
Miró ensanchar la limitada esliera
Que en su infanda flital le contenía.
Tendió las alas , y arribó á la altura
De do escuchar la edad que antes viviera ,
Y hablar ya pudo con la edad futura.
¡ Oh gloriosa ventura !
Goza, genio inmortal, goza tú solo
Del himno de alabanza y los honores
Que á tu invención magnifica se deben :
Contémplala brillar; y cual si sola
A ostentar su poder día bastara ,
Por tanto tiempo reposar natura
De igual prodigio al universo avara.
Pero al fin sacudiéndose, otra prueba
La plugo hacer de si, y el Ain helado
Nacer vio á Gultemberg. c¿Con que es en vano
Que el hombre al pensamiento
Alcanzase escribiéndole á dar rida ,
Si desnudo de curso y movimiento.
En letargosa oscuridad se olvida ?
No basta un vaso á contener las olas
Del férvido Océano ,
Ni en solo un libro dilatarse pueden
Los grandes dones del ingenio humano :
¿Qué les CiUa Y ¿Volar Y Pues si á natura
Un tipo basta á produdrsin cuento
Seres iguales, mi invendon la siga :
Que en ecos mil y mil sienta doblarse
Una misma verdad, y que consiga
Las alas de la luz al desplegarse.»
Dijo , y la imprenta fbé ; y en un momento
Vieras la Europa atónita, agitada
Con el estruendo sordo y formidable
Que hace sañudo el viento
Soplando d fuego aselador que enderra
En sus cavernas lóbregas la tierra.
I Ay dd alcázar que al error fundaron
La estúpida ignorancia y tirada 1
El volcan reventó, y á su porña
Los soberbios cimientos vadlaron.
¿ Qué es del monstruo, dedd, inmundo y feo
Que abortó el dios del mal, y que insdente
Sobre el despedazado Capitolio
A devorar el mundo impunemente
Osó fundar su abominable solio Y
Dura, si ; mas su Inmenso poderio
Desplomándose va ; pero su ruina
Mostrará largamente sus estragos.
Asi torre fortisima domina
La altiva dma de flragosa sierra ;
Su albergue en ella y su defensa hideron
Los hijos de la guerra ,
Y en ella su pt^anza arrebatada
Rugiendo los esférdtos rompieron.
Después abandonada ,
Y del silendo y soledad sitiada ,
Conserva, aunque ruinosa, todavía
La aterradora fez que antes tenia.
Mas llega d tiempo, y la estremece, y cae;
Cae, los campos gimen
Con los rotos escombros , y entre tanto
Es escando y baldón de la comarca
La que antea fué su escándalo y espantoii
Tal filé d lauro primero que las denes
8
»-*.'•' -«íi
M
OBRAS COMPLETAS DE DON MANUEL lOSg QUINTANA.
Omft dé la moB» mlentru otada ,
Sedienta de saber la Inteligeoda ,
Abarca él uii^rso en aa gran Taelo.
Lefámase Gopémico hasta el cido ,
Qae un velo impenebrabie antes cnbria »
Y alli contempla el etemal reposo
Del astro laminoso
Qne da á torrentes su esplendor al día.
Siente bijo su planta Galileo
Maestro globo rodar, la Italia ciega
Le da por premio nn calaboso implo ,
Y el globo en tanto sin cesar nann^a
Por el piélago inmenso del vacio.
Y navegan con él impetuoso »
A modo de relámpagos huyendo,
Los astros rutilantes ; mas lanzado
Veloz el genio de Newton tras ellos »
Los sigue, los alcanza ,
Y á regular se atreve
El grande impulso gue sus orbes mueve.
1 1 Ah ! ¿qué te sirve conquistarlos cielos,
Hallar la ley en que sin fin se agitan
La atmósfera y el mar, partir los rayos
l>e la impalpable luz, y hasta en la tierra
Cavar y hundirte, y sorprender la cuna
Del oro y del cristal ? Mente ambiciosa ,
Vuélvete al hombre.» Ella volvió, y furiosa
Lanzó su indignación en sus clamores,
c ¡ Om que el mundo moral todo es horrores !
) Con que la atroz cadena
Que foijó en su furor la tiranía ,
De polo á polo inexorable suena y
Y los hombres condena
De la vil servidumbre á la agonía I
¡ Oh ! no sea tal.» Los déspotas lo oyeron «
Y él cuchillo y el fuego á la defensa
En su diestra nefiuia apercibieron.
¡Oh insensatos ! ¿qué hacéis ?Esashogueras,
Que á devorarme horribles se presentan
Y en arrancarme á la verdad porfian ,
Fanales son que á su esplendor me guian ,
Antorchas son que su victoria ostentan.
En su amor anhelante
Mi corazón extático la adora ,
Mi espíritu la ve, mis pies la siguen.
No : ni el hierro ni el fuego amenazante
Posible es ya que á vacilar me obliguen.
¿ Soy dueño por ventura
De volver el pié atrás ? Nunca las ondas
Toman del Tago á su primera fuente
Si una vez hacia el mar se arrebataron :
Las sierras, los peñascos su camino
Se cruzan a atiyar; pero es en vano ;
Que el vencedor destino
Las impele bramando al Océano.
Llegó pues el gran dia
En que un mortal divino, sacudiendo
De entre la mengua universal la frente »
Con voz omnipotente
l)yo á la faz del mundo : cEl hombre es libre.»
Y esta sagrada aclamación saliendo,
No en los estrechos limites hundida
Se vio de una reglón; el eco grande
Que invento Guttemberg la alza en sus alas ;
Y en ellas conducida ,
Se mira en un momento
Salvar los montes, recorrer los mares »
Ocupar la extensión del vago viento ;
Y sin que el trono ó su lüror la asombrOi
Por todu pffftes el uSenta gito
Sonar de la raioii : c Libra es «1 koadMi»
Libre, sf, Ubre : |eh duloe voil lOpaito
Se dilata escachándote, y pa^pto,
Y el nftmen qae me agita.
De tu sagrada inspiración hendüdo,
A la región olímpica se eleva ,
Y en sus alas flanolgeras me Uefi*
I Dónde quedáis , mortales
Que mi canto escacháis ? Desde esta elai
Miro al destino las ferradaspuertaa
De su alcázar abrir, el denso velo
De los siglos romperse, y descubrine
Cuanto será. ¡ Oh placer! No es ya la tieirt
Ese planeta misero en que ardieron
La implacable ambidon, la honiUe goem»
Ambas gimiendo para siempre huyeron »
Gomo la peste y las borrascas huyen
De la afligida zona , que destrayoi ,
Si los vientos del polo aparecieron.
Los hombres todos su igualdad sintieron f
Y á recobrarla las valientes manos
Al fin con fuerza indómita movieron.
No hay ya ¡ qué gloria 1 esclavos ni tiranos ;
Que amor y paz el universo llenan ,
Amor y paz por donde quier respiran ,
Amor y paz sus ámbitos resaenan.
Y el Dios del bien sobre sa trono de oro
El cetro eterno por los aires tiende ;
Y la serenidad y la alegría
Al orbe que defiende
En raudales benéficos envía.
¿ No la veis ? No la veis ? ¿La gran columnat
El magnifico y bdlo menomento
Que á mi atónita vista centellea T
No s<m, no , las pirámides que al viento
Levanta la miseria en la fortuna
Del que renombre entre opresión grai^ea.
Ante él por siempre humea
El perdurable Incienso
Que grato el orbe á GuUemberg tributa :
Breve homen^ á su fiívor inmenso.
¡Gloria á aquel que la estúpida violencia
De la fuerza aterró, sobre ella alzando
A la alma inteligencia I
Gloria al que , en triunfo la verdad llevando.
Su influjo eternizó libre y fecundo : ^
] Himnos sin fin al bienhechor del mundo !
(JvUoáelSOO.)
ALA DUQUESA DE ALBA.
Preseatiadold ana obrt de eseoltart eonnfnda i so beneflceaela.
Fiel la amistad , á tu presencia ofrece
Este precioso monumento, en donde
La reverente gratitud te adora;
Él tu dulce atención humilde implora ,
Y una mirada de favor merece ,
Pues llega á ti oomo al Olimpo sube,
Por manos Inocentes enviada.
De grato incienso vagarosa nube.
Pudo el cincel representar la gloria
De tu bdleza , d poderoso halago
De tus ojos porsiempie abrasadoreSf
Y tu triunfo ostentar y tas victorias
De lu gracias en medioy loe amores;
Mas era la amistad quien le guiaba :
Ella dyoal artisu : cDetu mano
«-«
I
Ün mbnnmento Éib^lar espero ,
I>onde el genio del bien solo respire ;
Qae de Alba la deidad en él se mire »
Y que por él eternizada sea
La bondad celestial , inagotable ,
Qae su apacible corazón recrea.
Y agradóse el cincel en su tarea ;
Que al fin en ella á consagrar no aspira
Aquellos bijos del poder que triste
La tierra siempre y con terror admira.
Eaios del arte á profanar se atreven
El genio creador cuando en su gloria
Mandan tallar los mármoles y bronces
Para eterno blasón de su memoria.
Óyelo el arte esclavizado, y gime ,
Y obedece. ¿Qué importa ? El humo negro
Que sus atroces crímenes exbalan ,
Allí fétido vaga ; allí se escuchan
Los ayes tristes que lanzar hicieron
Aquel honor que sin pudor violaron ,
Aquella fe que sin cesar mintieron ;
La maldición del mundo , que oprimía
Su insolente ambición... ¡ Ah! vanamente
Los esconde la tumba : ellos quisieron
Su Cama eternizar ; su fama vive,
Has es de eterna execración cargada ;
Y si la tierra á su pesar los nombra ,
O bien de oprobio y de baldón los cubre,
bien gimiendo y con dolor se asombra.
i Ob , cuan diversa suerte , amable amiga ,
El cielo á ti te preparó ! Tu cuna
La humanidad y la amistad mecieron ,
Y en ti encontraron sempiterno abrigo.
Creciste : tu poder y alu fortuna.
Cuál raudales de bien, siempre se vieron
Llevar el gozo y la piedad consigo.
1 Cómo ó de dónde tan sublimes dones
De tu nombre á la pompa se hermanaron?
La pompa, siempre de soberbia henchida ,
Solo & temor y humillación convida;
Ta á agradecer y á amar. Dígalo el eco
De ansiedad y dolor con que tu nombre
De labio en labio sin cesar volaba
En estos tristes dolorosos días
Que la dolencia por tu ser vagaba»
Cuando y como serpiente ponzoñosa
Por tos entrañas débiles corriendo »
El mal las devoraba « y tú gemías.
Las noches sucedían á los días ,
Los días á las noches ; y el esquivo
Dolor triunfaba de tu endeble vida ,
En su violencia atroz siempre mas vivo.
Huye I oh muerte cruel ! De aquí destierra
Tu fkz odiosa y tu inclemente sana ;
Hiera al perverso tu fatal guadaiía»
Vengando de él á la ullraga tierra ,
Y perdona A so encanto... Oyólo el cieks
Y d arte , que solícito empleaba
A par de ti su Infatigable anhelo.
Calmar pudo al dolor; la parca airada»
Que feroz amagándole ya estuvo.
Cedió, y la mano en tu exterminio alzada
A siiirox Imperiosa se detuvo.
Vives en fin , y conservada fiíiste
Jd amMoso llamo y los suspiros
Hela amisud^á los fervientes votos
Del agitdeeimieoto. | Ahí si á la suerte
flego ee tal riesgo separar la h(Mra
Que á t» kermoio irim iUUma sea f
PAMé PhtMtehA.^LFTfiftATÜRA.
Arrójela bien lejos ; y que entonces ,
Sereno, sin dolor, sin agonía ,
Se parezca el momento de tu sueno
Al dulce oscurecer de un bello día.
Morir es ley universal ; no hay nadie
Que su sentencia redimir consiga ;
Pero ¿morimos, adorable amiga?
No ; nuestro cuerpo, que la tierra esconde,
Vive y da vida ; nuestra mente vive ,
La del sabio en sus libros, la del bueno
De sus acciones en el grande ejemplo ;
La virtud recordándolas se eleva ;
Gloria es su nombre , su memoria un templo.
Así vivirás tú ; cuando trocada
La suerte de los pueblos , que ahora deben
A tu amoroso esmero su ventura ,
Sientan soberbia á la opresión su azote
Sobre ellos extender , ¡oh cuántas veces
De ti se acordarán ! ¡ Cuántas , postrados
Ante este grupo , adorarán tu imagen,
Y dirán : c ¿Dónde estás ? ¿ Cuál fué la mnno
Que de tu amparo nos privó ? » Y gimiendo,
Y en llanto triste el pedestal regando.
Exclamarán : «¡Oh Dios! s¡ ella viviera,
Cesara nuestra mísera amargura ;
Lloráramos tal vez , y el llantr. fuera
De dulce gratitud y de ternura. »
EL PANTEÓN DEL ESCORIAL.
En los amalaos días
Que serán luto eterno en la memoria ,
Y á los siglos remotos indignada
Con hiél y llanto pintará la historia ;
Cuando después de reluchar en vano
Con la dura opresión en que gemía
La tierra , sin aliento al yugo indigro
El cuello pusilánime tendía;
Al tiempo que el destino.
Las espantosas puertas desquiciando
Del imperio del mal , sus plagas toilu
Sobre España lanzaba ,
Y ella míseramente agonizaba :
Yo entonces afligido,
cPide , dije á mi espíritu , sus alas
Á la paloma tímida , inocente ;
Tómalas , vuela , y huye á los desiertos,
Y vive allí de la injusticia ausente. »
Al punto presurosas
Mis plantas se alejaron
Á las sierras nevadas y fragosas ,
Lindes eternos de las dos Castillas.
Ya sus cimas hermosas
MI pensamiento alzaban
Del fango en que it \ oh corte! nos humillas,
Cuando mis ojos la mansión descubren
Que en destinos contrarios
Es palacio magnífico á los reyes
Y albergue penitente á solitarios.
En vano el genio imitador su gloria
Quiso allí desplegar , negando el pecho
Á la orgullosa admiración que inspira ;
<¡ Artes brillantes , exclamé con ira ,
Será que siempre esclavas
Os vendáis al poder y á la mentira !
¿Qué vale ¡oh Escorial! que al mundo asombres
Con la pompa y beldad que en ti se encierra,
Si al fin eres padrón sobre la tierra
D« U inftimla del arte y de los hombres?
i»
'M
ObRAS COMPLETAS t>& DOK IIAMCBL JOSÉ QUINTANA.
I Mis no es tumba también !. . .» Y en esta idea
Embd)ecido el pensamiento mió »
Qaise al recinto penetrar, en dónde
fisgo eterno silencio y mftrmol frió
La muerte á nuestros principes esconde.
¡Salud, célebres urnas ! En el oro,
En las pomposas letras que os coronan ,
Decidme, ¿qué anunciáis ? ¿ Tal vez memorias ,
Memorias , ¡ ay ! en que la mente opresa
Ck>n el dolor presente
Pueda aliviarse al contemplar las glorias
Que un tiempo ornaban la española gente?
¡Sepulcros, responded !... Y de repente
Vuélvense de la bóveda las puertas
Sobre el sonante quicio estremecido ;
La antorcha muere que mis plantas guia »
Y embargado el sentido ,
Mil terribles imágenes se ofrecen
Á mi atemorizada fimtasia.
Tú que ciñendo de laurel la frente»
Con austero semblante
Y en perdurable verso
Presentas la verdad al universo,
Sin que el halago pérfido te vicie
Ni el ceño de los déspotas te espante :
\ Oh Musa del saber I mi voz te implora ;
Vén , desata mi labio, en digno acento
Dame que pueda revelar ahora
Lo que vi , lo que oí , cuánto escondido ,
Sin que los hombres á entenderlo aspiren ,
Yace allí entre las sombras y el olvido.
Un alarido agudo , lastimero,
fil silencio rompió que hondo reinaba ,
Mientras las urnas lánguida alumbraba
Pálida luz de fósforo ligero.
Levanto al grito la aterrada frente ,
Y en medio de la estancia pavorosa
Un joven se presenta augusto y bello.
En su lívido cuello
I)el nudo atroz que le arrancó la vida
Aun mostraba la huella sanguinosa;
Y una dama á par de él también se vía ,
Que, á fuer de astro l>enlgno, entre esplendores
Con su hermosura celestial seria
Del mundo todo adoración y amores.
¿ Quién sois ? iba á decir , cuando á otra parte
Alzarse vi una sombra , cuyo aspecto
De odio á un tiempo y horror me estremecía.
El insaciable y velador cuidado ,
La sospecha alevosa , el negro encono,
De aquella frente pálida y odiosa
Hicieron siempre abominable trono.
La aleve hipocresía ,
En sed de sangre y de dominio ardiendo»
En sus ojos de víbora lucia ;
El rostro enjuto y míseras fiícdonet
De su carácter vü eran señales ,
Y blanca y pobre barba las cubría
Cual yerba ponzoñosa entre arenales.
Los dos al verie con dolor gimieron :
Paráronse , y el joven indignado,
c ¿Qué te hicimos ? ¡ oh bárbaro ! exclamaba ;
¿Conoces á tos victimas ?i c Respeta ,
DQo el espectro, á quien el ser debiste:
Por el bien dd Estado al fin moriste.
Resígnate. »
EL paf ifCfVK cXblos.
c| Oh hipócrita I La sombra
De la muerte te oculta , ¿y aun pretendM
Fascinar, engañar? Cuando asolados
Por tu superstición reinos enteros »
Yo ios osé compadecer, tú entonces
Criminal mejuzgaste,yal sepulcro
Me hiciste descender. Mas si en el pedio
De un Wjo del fimático Felipe
No pudo sin delito hal>er clemencia ,
¿Cuál fué , resp<mde , la secreta culpa
De esta infeliz para morir conmigo?
Ni su sangre real , ni el ser tu esposa»
Ni su noble candw, ni su hermosort»
De ti pudieron guarecerla.» *-
Un hondo
Gemido entonces penetró los aires »
Que al desplegar sus laliios dio la triste.
UABBL an TALOIS Ó DS LA PAZ.
ff{ Ay, prorumpió, de la que nace hermosaí
¿ Qué la valdrá que en su virtud oonüe »
Si la envidia en su daño no reposa»
Y la calumnia hiriéndola se ríe?
Yo di al mundo la paz , Paz me nombraron.
Quise al cruel que se Uamó mi esposo
Un horror impedir, y este es mi crimen.
Pedí por tí con lágrimas ; mis ruegos»
Cual si deim torpe amor fuesen naddof
Irritaron su mente ponzoñosa.
La vil sospecha aceleró el castigo»
Y sin salvarte , perecí contigo :
i Ay infeliz de la que nace hermosa f »
DQo ; y vertiendo lastimoso llanto»
En los hombros del joven reclinada »
Sus ojos melancólicos y bellos
Fijaba en él , y la amistad mas viva »
La mas noble piedad reinaba en ellos.
Entre sus manos frias
Se miraba la copa envenenada
Que temünó sus días »
Y el Principe en las suyas agitando
Un sangriento dogal , con faz temblé
A su bárbaro padre atormentaba.
El tfrano temblaba ; en sordos ecos
Desesperados ayes
Su boca despedía,
Y de sus miembros trémulos
En convulsiones hórridas
Brotaba á su despecho la agonfa.
Sí , nacer para el mal , romperse el velo
De la ilusión que arrebató hada el crimen»
Presentes ver las victimas que gimen »
Ser odio , execradon del universo,
Mirar que niega la implacable suerte
Todo retomo al bien ; t ay I al perverso
Este infierno tal vez en vida alcanza ,
Si aun le sigue á los reinos de la muerte ,
t Qué terrible , oh virtud , es tu Tenganzat
Sobrepujando en fin por un momento
La agitadon » y vuelto hada su h^o :
PELinn.
c Cesa , cruel , de atormentarme , d(]o ;
Tu muerte injusta fdé ; pero el Estado
Con ella respiró. Si tú vivieras »
Rota la paz , tnrtiadt la armonía
De un imperio has ta allí quieto y sereao»
Tú profanaras tu inocente leiio
Con la atroi ladidon | con la lMVi||ii« »
i-ti
PARTE PBnSRA.*- LITERATURA.
W
BLPikíirciPE cJLblos.
cMandar, solo mandar, que se estremacea
La tierra á vaestro arbitrio , este es el orden,
Esta la ley con qne regis al mundo
Tü y tas Ízales , y al abogar la vida
De las naciones miseras que os sirven
Dais el nombre de paz al desaliento
De la devastación. \ Oh de Felipe
Hijos , nietos imbéciles , decidle
Qué resta ya de la nación que un tiempo
Al mundo dominó como señora.
Alzaos del polvo, y respondedle ahora.»
Á los tremendos ecos
De la imperiosa voz, que resonando
Fué como trueno bronco por los huecos
De aquellas tambas , de repente abiertos
Sus mármoles , tres sombras abortaron ,
Que en vez de amor ú horror, desprecio solo
Y piedad iiy uriosa me inspiraron.
Alzaba al cielo sin cesar los ojos
Con apariencia mística el primero,
Dejando el cetro en tanto por despojos
A an mercenario vil , cuya avaricia ,
Mientras mas atesora , mas codicia.
En juegos, danzas, farsas distraído,
Y al crótalo procaz dando el oído.
El segundo se entrega á los placeres ,
Y el reino y el deber pone en olvido.
Trémulo el otro respiraba apenas.
¡ Oh Dios ! ¿ Y esto era rey á tanto imperio ?
Nulo igualmente á la virtud que al vicio,
Indigno de alabanza ó vituperio,
La estrella ingrata que su ser gobierna
Le destinó en el mundo
Á impotencia oprobiosa , á infimda eterna.
Viólos Felipe, y en aquel momento
Lució en su foz la majestad pasada ;
Viólos, y dgo:
FELIPE n.
«¿Qaiénes sois? ¿Qué hicisteis
Del inmenso poder que se extendía
Con pasmo universal de polo á polo?
Tal os le di muriendo. Al nombre hispano ,
A su esplendor y bélica fortuna
Tembló el francés , se estremeció el britano,
Y le oyó con terror la media luna.»
FELIPE ni.
«Yo nad para orar : un solo dia
Ouise mostrarme rey, y de sus lares
A las arenas líbicas lanzados
ün millón de mis subditos se vieron.
Los campos todos huérfiginos gimieron ,
Llora la industria su viudez ; ¿ qué importa?
Su voz no llegó á mi.»
FELIPE IV.
lYael trono de oro.
Que ¿ tanto afán alzaron mis abuelos.
Debajo de mis pies se derrocaba ;
Mientras que , embebecido entre festines
Yo, olvidando mi oprobio, respiraba
El aura del deleite en los jardines.»
cYo inútil...»
ciUiOau.
FELIPE II.
tBaala ya ; ¿qvién hay que al verte
Pueda ignorar la deplorable suerte
De este imperio , en tus manos moribundo? >
EL Paílf CIPE GARLOS.
cAun no basta ; responde : ¿á quién el mundo
Te vio dejar el vacilante tremo?
A quién diste el poder de Austria? a
CARLOS n.
«A la Francia.»
FELD>E n.
« ¡ A la Francia ! A esa gente abominable ,
Eterno horror de la familia mial
¿Lo oyes, oh padre? Las legiones fieras.
Que en San Quintín triunfaron y en Pavía ,
Biyo el yugo se ven de los vencidos.
¿ Cómo España es tan vil , que lo consienta?
No hay duda, un astro pérfido, inclemente.
Se ha complacido en eclipsar mi nombre ,
Y el mundo en vano me llamó el Prudente.»
Asi en estos Inútiles clamores
Su confusión frenético exhalaba ,
Cuando las losas del sepulcro hendiendo.
Se vio un espectro augusto y venerable ,
Que á los demás en majestad vencia.
El águila imperial sobre él tendía
Para dosel sus alas esplendentes,
Y en arrogante ostentación de gloria
Entre sus garras fieras y valientes
El rayo de la guerra arder se vía ,
Y el lauro tremolar de la victoria.
Un monte de armas rotas y banderas
De bélicos blasones
Ante sus pies íodómitos yada :
Despojo que á su esfuerzo las naciones
Vencidas , derrotadas, le rindieron.
Las sombras á su aspecto enmudecieron ;
Y él , con fiero ademan vuelto al tirano ,
Dijo :
CARLOS V.
c¿Por qué culpar á las estrellas
De esa mengua cruel ? Por qué te olvidas
De tu ambición fanática y sedienta ,
Que de prudencia el nombre sacrosanto
A usurpar se atrevió? Yo los desastres
De España comencé y el triste llanto
Cuando , espirando en Villalar Padilla ,
Morir vio en él su libertad Castilla.
Tú los seguiste , y con su fiel Lanuza
Calló Aragón gimiendo. Asi arrollados
Los nobles fueros , las sagradas leyes
Que eran del pueblo fuerza y energía ,
¿Quién , insensato, imaginar podria
Que, en si abrigando corazón de esclavo ,
Señor gran tiempo el español seria?
¿Qué importaba después con la victoria
Dorar la esclavitud? Esos trofeos
Comprados fueron ya con sangre y luto
De la despedazada monarquía.
Mírala entre ellos maldecirme á gritos.»
Y era asi ; que agoviada con el peso
De tanto triunfo allí se querellaba
Doliente y bella una mujer, y en sangre
Toda la pompa militar manchaba.
£1 prosiguió :
CARLOS V.
ff ¿Las <^es? Esas voces
De maldickm y eseándalo sonando
De siglo en itglo itín , de gente en gente.
Yo el trono abandoné , te oedi el mando »
Te vi reinar.., ¡ Olí errores t Olí Impiadente
3ft
OBRAS COMPLETAS DB DON IfANCBL JOS& QUINTANA.
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■1.
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i*i.
Temeridad ! Oh miseros humanos !
Si vosotros no hacéis vuestra ventura ,
¿La lograréis jamás de los tiranos?»
Llegaba aqui , cuando de la alta sierra
Bramaf!or huracán fué sacudido ,
De tempestad horrísona asistido,
Para espantar y combatir la tierra.
Derramóse furioso por los senos
Del ediGcio ; el panteón temblaba ;
La esfera toda se asordaba á truenos ;
A su atroz estampido
De par en par abiertas
Fueron de la honda bóveda las puertas :
Entraron los relámpagos , su lumbre
Las sombras disipó, y enmudecido ,
Y envuelto yo en pavor, cobro el sentido ,
Cual si con tanta majestad quisiera
Solemnizar el cielo
La terrible lección que antes me diera.
(AbrUdel805.)
A ESPASA, después de la REVOLUaON
DE MARZO.
¿ Qué era, decidme, la nación que un dia
Reina del mundo proclamó el destino,
La que á todas las zonas extendía
Su cetro de oro y su blasón divino?
Volábase á occidente ,
Y el vasto mar Atlántico sembrado
Se hallaba de su gloria y su fortuna.
Do quiera Espaí^a : en el preciado seno
De América , en el Asia , en los coniiñes
Del África, alU España. El sobemno
Vuelo de la atrevida fantasía
Para abarcarla se cansaba en vano ;
La tierra sus mineros le rendía.
Sus perlas y coral el Océano ,
Y donde quier que revolver sus olas
El intentase , 4 quebrantar su furia
Siempre encontñba costas españolas.
Ora en el cieno del oprobio hundida ,
Abandonada á la insolencia ajena ,
€k>mo esclava en mercado , ya aguardaba
La ruda argolla y la servil cadena.
4 Qué de plagas , { oh Dios ! Su aliento impuro ,
La pestilente fiebre respirando ,
Infestó el aire, emponzoñó la vida;
La hambre enflaquecida
Tendió sus brazos lívidos , ahogando
Cuanto el contagio perdonó ; tres veces
De Jano el templo abrimos ,
Y á la trompa de Harte aliento dimos ;
Tres veces ¡ ay ! Los dioses tutelares
Su escudo nos negaron, y nos vimos
Rotos en tierra y rotos en los mares.
¿Qué en tanto tiempo viste
Por tus inmensos términos, oh Iberia?
Qué viste ya shio funesto luto ,
Honda tristeza , sin igual miseria ,
De tu vil servidumbre acerbo fhito?
Asi , rou la vela , abierto el lado,
Pobre bajel á naufiragar camina ,
De tormenta en tormenta despeñado ,
Por los yermos del mar i ya ni en su popa
Las guirnaldas se ven que antes le ornaban ,
Ni en señal de esperanza y de contento
La flámula riendo al aire ondea.
iHíSó^en su dulce canto el pasajero ,
Ahogó su vocería
El ronco marínero,
Terror de muerte en tomo le rodea »
Terror de muerte silencioso y frío ;
Y él va á estrellarse al áspero bajío.
Llega el momento , en fin ; tiende su mano
El tirano del mundo al occidente ,
Y fiero exclama : cEl occidente es mió.»
Bárbaro gozo en su ceñuda frente
Resplandeció, comeen el seno oscuro
De nube tormentosa en el estío
Relámpago fugaz brilla un momento
Que añade horror con su fulgor sombrío.
Sus guerreros feroces
Con gritos de soberbia el viento llenan ;
Gimen los yunques, los martillos suenan,
Arden las forjas. \ Oh vergüenza ! ¿Acaso
Pensáis que espadas son para el combate
Las que mueven sus manos codiciosas?
No en tanto os estiméis : grillos , esposas ,
Cadenas son que en vergonzosos lazos
Por siempre amarren tan inertes brazos»
Estremecióse España
Del indigno rumor que cerca ola ,
Y al grande impulso de su jusu saña
Rompió el volcan que en su interior hervía.
Sus déspotas antiguos
Consternados y pálidos se esconden ;
Resuena el eco de venganza en tomo ,
Y del Tajo las márgenes responden :
c ¡ Venganza ! > ¿ Dónde están , sagrado rio.
Los colosos de oprobio y de vergüenza
Que nuestro bien en su insolencia ahogaban?
Su gloria taé , nuestro esplendor comienza ;
Y tü , orgulloso y fiero ,
Viendo que aun hay Castilla y castellanos ,
Precipitas al mar tus rubias ondas ,
Diciendo : t Ya acabaron los tiranos.»
I Oh triunfo ! Oh gloría ! Oh celestial momento !
¿ Con que puede ya dar el labio mío
El nombre augusto de la patria al viento?
Yo le daré ; mas no en el arpa de oro
Que mi cantar sonoro
Acompañó hasta aquí ; no aprisionado
En estrecho recinto, en que se apoca
El numen en el pecho
Y el aliento fatídico en la boca.
Desenterrad la lira de Tirteo ,
Y el aire abierto 4 la radiante lumbre
Del sol , en la alta cumbre
Del riscoso y pinífero Fuenfria,
Allí volaré yo, y alli cantando
Con voz que atruene en rededor la sierra.
Lanzaré por los campos castellanos
Los ecos de la gloria y de la guerra.
¡ Guerra , nombre tremendo, ahora sabUme»
Único asilo y sacrosanto escudo
Al ímpetu sañudo
Del fiero Atila que á occidente oprime !
¡ Guerra , guerra , españoles ! En el Bétis
Ved del Tercer Femando alzarse airada
La augusta sombra ; su divina frente
Mostrar Gonzalo en la imperial Granada;
Blandir el Cid su centellante espada,
Y allá sobre los altos Pirineos ,
Del hyo de Jimena
Animarse los miembros giganteos.
En torbo ceño y desdeñosa pena
-LITERATURA.
Yo lo Joro también , 7 en este
Ya me alentó mafor. Dadme t
Ceñidme el casco Bero j refo!
Volemosal combate, i la Ten
Y el que niegue su pecho i la
Honda en et polio la cobarde
Tal lei el gran torrente
De la derasuclon en sn carre
Melleiari-lOué importar ¿1
No se mnere una vez? ^No Irt
A encontrar nuestros Ínclitos
f iSatnd, oh padres de la pat
Yotea diré, salud! Liberóle
De entre el estrago universal
Levanta la cabeta ensangreai
Y vencedora de su mal deslio
Vuelve i dar i la tierra amed
Su cMro de oro j su blasón d
4t OBRAS COMPLETAS DE DON klANUEL JOSÉ QUINTANA.
fiadas las escenas» mejcnr preparadas las situaciones, mas propiedad y verdad en el estilo. Es cierto
que el escritor aun no h^ia sabido crear un interés dramático suficiente para llenar cumplida-
mente los cinco actos ; que faltaba el equilibrio debido entre los personajes, puesto que el de Mu-
nuza no es mas que un bosquejo, y muy ligero; que el estUo aun no tenia la firmeza y la igualdad
correspondiente, y que el diálogo no estaba tampoco acabado de formar. Pero todo lo cubrió al
parecer el interés patriótico del asunto : los sentimientos libres é independientes que animan la
pieza desde el principio hasta el fin , y su aplicación directa á la opresión y degradación que en-
tonces humillaban nuestra patria, ganaron el ánimo de los espectadores , que vieron alli reflejada
la indignación comprimida en su pecho, y simpatizaron en sus aplausos con la intención política
del poeta.
Esta indulgente acogida le obligaba á redoblar sus esfuerzos para hacerse mas acreedor á la es-
timación pública, y justificar con nuevas producciones la consideración que se le dispensaba. Con
esta mira, y arrastrado también de su afición á este género de poesía, tenia ya bastante adelanta-
das tres tragedias, Roger de Flor^ El Príntípe de Viana, y Blanca de Borbm; asuntos en que á catás-
trofes interesantes y patéticas se reunia la ventaja de poder retratar en grande costumbres y ca-
racteres de pueblos, de tiempos y de personajes muy señalados. La agresión francesa vino, y la
revolución estalló. Desde entonces la obUgacion de atender exclusivamente á trabajos harto dife-
rentes, la necesidad de trasladarse de una parte á otra, y el torbellino bien notorio de infortunios,
persecuciones y encierros que el autor ha sufrido , dieron al traste con sus papeles, con los mejo-
res años de su vida, y con todos sus proyectos literarios , que las circunstancias en que hoy dia se
ve la patria no le consienten renovar. Otros escritores gozarán tiempos mas serenos, y serán sin
duda mas felices.
Madrid, i.^ de marzo de i821«
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I
EL DUQUE DE VISEC
I TRES ACTOS, BIPUSSHTÁDA LÁ PfilHXRÁ TKZ t>OB LOS ACT0U8 i
KN 49 DK HAYO I»B iSOl.
PERSONAS.
I VIOLANTE , hija de i EL CONDE DE OREN. I
Eínardo.eonelnotn- ATKÍTtE , aícaide.
I bre ie Hatiliib. I ASAN , eaclavo negtv. I
la eicena pata en Portugal, enimafortaleu del iu^ue de Vi
ACTO PRIMERO.
SSCEHAPaiMESA
norandoT Li mordí trtíleu,
I cnidado qae ea tos miro
) i esta maiuloi] os condujeran ,
lalcoDsnelDtlgDDcainiDaT
u|>eto nniíersal qae os sigue ,
quio del Doque y los cariños ,
u, la pomp* ; las riquezas
an niestros ojos de contino ,
idistner?
■ATILDt.
¿Pensáis, Atilde,
> aein al sentinüento mió
le esta tríale servid otnbre
rano oropel qne "¡a oo admiro T
iS A sol ba iinminado
dables torrea del castillo ,
I en ¿1, sin el amor de na padre
bertad, llorando ñvo-
iUdI>ii<lue?¡OhDiOE!
ATAIDK.
Has bien seBora
ta Mpii os Tele :
Whaeelanierza es nna Injuria:
oe de jny» ; atavíos ,
iTon de la paz diefaosa
uba en mi Inocente asilo.
i6 resistir? El Duque airado
asi lo mando ; • ; faé preciso
ey ceder. Yo condaclda
(¿roe fbl , dignos ministros
enda, en tanto que i mi padre
I Dnqne... Atalde, s\ el gemido
sera victima os conduele ,
ledd,desD suerte? ¿En este sitio
ntradale niega! j Quién estorba
ita en BQ seno mis suspiros ?
■ti, aunque ausente : conaolaos,
Hoilcnprebaitsidu
Tan Injaslos los dueñ
V si tí noble Edngrdg
No aqoi se viera la inl
Su abn al cielo denm
Aquel si que era grao
] Cdintas veces mi pa
Carioer me pintaba ;
Dignas de mejor sneri
Lloraba de placer. ¡ C
Queei
ufielra
Amaba i sus vasallos
El flero Enrlqae maní
En tiempo tan laial !
Esos Doblea afectos u
De la augusta menor
Cuando sepáis... Enrí
A este palacio os rindi
Qae mandan la virtud
Kempre abble con vo
{Puedo yo compreatde
Tímido á veces, ve^
Clavando en mi sus oj
Tiembla y suspira, y )
Y la palabra entre sos
Htiada espira; i vecet
Con rostro alegre j ai
Elogios prodigáodomi
Quiere que mi dolor d
Otras, en Hn, cuando i
He presento á su vista
Se estremece aierradt
De un borrar tan fuñe
Que se extiende basta
Sbi poderme valer.
Que aun no entendáis
Que esconde en su inte
SI de un vdiemente ai
Qne i herir mi coraio
Viniesen esas voces de
Y viniesen de vos. ¡At
Tal ves t mi desgracü
Mostrar semblante tie
Pero erré, ya lo advleí
»-vl,; ».> ^. ^^
ORBAS OOMAETAS Nt DON IIAIWBL /jOSfi QmmrAA/L
De ni oreél ettrella mg ba traído
A monur entre fieras, donde nunca
La piedad y el bonor hallan abrigo. (Vase,)
..v
ESGERAIL
ATÁIDE.
tPIereza bennosa! jOb cuál se muestra en ella
Su generosa cuna ! En vano ba sido
Temer yo que el poder y la opulencia
Hallasen á sus ojos atractivo.
Ya en fin es tiempo de acabar mi obra »
Y el velo que cubrió tantos delitos
8e vompa de una vez.
ESCENA in. ,
ENRIQUE , ATAIDE.
ENRIQUE.
Detente, Ataiddt
Yeseacfaa á tu señor : es ya preciso
De una vez explicarse y que se acabe
La afiínosa inquietud en que ahora vivo.
I Cuál, dime, es la mudanza que en tí veo?
Tü, de mis penas confidente antiguo,
Tú, que Aliste mi cómplice, me olvidas ,
Y me niegas tu amparo en el abismo
Donde hundido me ves. No te recuerdo
La vida y libertad que me has debido ,
Los bienes y el favor que largamente
Mi incansable amistad partió contigo ;
Mas ¿ por qué, dime, mi presencia evitas ?
¿Por qué con ceño y ademan esquivo
Te he de hallar siempre ? Si de ti pendiera
Derramar el balsámico roció
De la tranquilidad sobre las penas
Que en este triste corazón abrigo ,
¿No fueras tu el inrimero á coneelMie?
No hallara en ti mi agitación su alivio?
ATAIDE.
No lo dudéis, seSor ; por mí conozco
El txisoque tras si deja el delito.
Sabed que ya no basto á sostenerle,
Y ; oh cuántas veces la fortuna envidio
De aquellos que al furor de vuestro brazo
Lanzaron tristes el postrer suspiro !
¿Qué no dierais, decid, porque á la vida
Volver pudiese del sepulcro frío
£1 misero Eduardo?
EKBIQUE.
Escucha, Ataide,
¿ Por qué mentar su nombre á mis oídos ?
Mi pecho por mi mal aun no es de bronce;
Y á pesar del horror donde impelido
Fui por mi frenesí, sabe qae 4 veces
Aun de ternura y de dolor suspiro.
El me amaba en un tiempo, y yo le amaba ,
Y era inocente. .. ¡Oh sin igual delito !
Oh Eduardo! Oh Teodora!... Mas la ingrata
¿ No le prefirió á mi ? No dio al olvido ,
Por el suyo, mi amor?... ¿Ves la agonía,
Ves el remordimiento y el martirio
Que desde el punto de su iniausta suerte
Sin poderlos calmar traigo conmigo?
Pues no son tan funestos á mi pecho
Como la gloria, la fortuna, el brillo
Que siempre coronaban á Eduardo
Para eterno baldón y oprobio mío.
Yazca por siempre en la espantosa tumba
Donde por mi precipitado ha sido ,
Y no perturbe su memoria amarga
Bl dulce instante en que á mí bien camine.
Si| Ataide ; aquel amor irresistible
Que pudo condadnne ai panMdlOt
Ahora me tiende su amigable mano»
Y me va á libertar del precipicio*
ATAn>E.
{ Ea amor I Perdonad : yo imaginalMi
Que eternamente en vuestro pecho escrito
El nombre de Teodora viviria ,
A pesar de los tiempos y el olvido.
Su amor por Eduardo, su himeneo,
A vuestro negro afán dieron princ^
Y á los atroces celos que afilaron
Para su muerte el vengador cuchillo.
Murieron ; desde entonces vuestros dias
De amargura y dolor fueron vestidoa,
Y pronunciar el nombre de Teodora
Se 08 oye siempre en lastimoso grito.
ERHIQOB.
) Ah i yo adoro á Teodora mas que nunca :
[ Olvidarla ! jamás ; pero el destino
Vida la vuelve á dar, y ella renace
Á atormentar de nuevo mis sentidos.
¿Respirar no la miras en Matilde?
La misma gentileza, el mismo brio;
Suyas son sus bellísimas ftedones,
Suyo en los ojos el ardor divino.
ATABS.
Mas ¿ qué Tana Ilusión os airebata f
Volved en vos, señor ; ese prestigio
Dilatará vuestra profunda herida ,
En vez de darla, cual pensáis, alivio.
Otras sendas Luscad, que distraeros
Podrán; volved al bélico ejercido,
Que en el ardor de vuestra edad primera
Toda su gloria y sus delicias hizo.
La guerra con Castilla se prepara;
El Rey gustoso os llevará consigo,
Y Marte ahuyentará vuestros pesares
Mejor que un amoroso desvario.
¿El nombre del amor no os amedrenta ?
¿ No llega á estremeceros el peligro
De dar los labios á la copa en donde
Solo hiél y dolor habéis bebido ?
Sacudid la ilusión que va á perderos.
ENRigUE.
No es ilusión, Ataide : por mi mismo
Muerte me viste dar á la que amaba ;
Y agitado sin fin y consumido
En imposible abrasador deseo ,
¿Qué tormento jamas se igualó al mío?
Desde el momento aquel beldad ninguna
Mis ojos aduló con su atractivo ,
Ni voz ninguna en agradables ecos
Resonó dulcemente en mis oídos.
La rabia sola de mi inútil crimen
Halló en mi pecho su funesto abrigo
Hasta que vi á Matilde, i Oh ! i cómo al verla
Mi corazón pasmado, estremecido ,
Sintió delante á la infeliz Teodora
Y embravecerse su tormento antiguo !
Mientras mas la contemplo, mas la adoro ;
No ya tras una sombra, un bien perdido,
Se exhalarán mis áridos deseos :
Cese ya aqueste afán, este delirio ;
Amor va á coronarme, y venturoso
A Teodora en Matilde al fin consigo.
ATADE.
¿ No veis que os engañáis? Nadie el sosiego
En la violencia halló ni en el delito ;
Ella no os puede amar
46
OpRAS COMl>LETAS DÉ DON MANUEL JOSÉ QUINTANA.
■ATILDE.
Si, 7 eso mismo
Es lo que at cabo á defenderme basta.
Vos sois Doble, señor; vos de mi asilo
A este opulento alcázar me trajisteis;
Y si en él un perverso, un foragido
Amagase mi honor, ¿quién me escudara ,
Sino TOS solo, en tan fatal conflicto Y
Dadme pues contra tos seguro amparo.
Yo arrodillada á vuestros pies le pido,
Y en mi llanto bañándolos , imploro
La piedad que se debe al desvalido.
Respetad mi inocencia , y no en un punto
A los ojos del mundo y á los mios ,
Y á los vuestros también, objeto sea
De ignominia y baldón.
ENRIQUE.
(i4p. A su atractivo
Mi fdror se desarma.) Oye , Matilde :
La ansiosa agitación en que te miro
Disculpe tu osadía ; mas es fuerza
Sacudir de su pecho aquese indigno
Amor, que de ti misma y de tu amante
Va á ser la perdición si preferido
Es por mas tiempo á las finezas mias.
Yo , que soy tu señor, á ti me rindo ,
Y á tu belleza y gracias inocentes
Mi nobleza y mi gloria sacrifico.
Decídete en el término de un día ,
Y sepa yo por fin si mi destino
Ha de ser siempre el de eticontrar ingratos
Y usar de la violencia y del castigo.
ESCENA VL
MATILDE.
¡ Misera f ¿Dónde estoy ? ¿Quién me ha arrojado
Al doloroso trance en que me veo,
En las garras de un tigre abandonada,
Sin poderme valer? ¡Oh Dios eterno 1
Si c *) la gloria de tu excelso trono
El \anto ves que de mis ojos vierto ,
Sé compasivo á mi plegaria humilde ,
Y escuda á esta infeliz en tanto riesgo.
¿Qué hay de común entre mi baja suerte
Y el señor 80Í)erano de Viseo?
{El bárbaro! ¡Y afirma en sus furores
Que se abrasa de amor su ii^usto pecho !
Oprimir no es amar... Leonardo mió,
¿Dónde estás, que no escuchas mis lamentos?
Dónde estás? Vén , rescata á tu Matilde
De tan inesperado cautiverio.
Vén volando, mi bien.. . Mas i desdichada!
¿Qué pronuncio? ¡ Ah I No vengas : tus esfuerzos
8e estrellarán contra poder tan grande,
Y sin finito los dos nos perderemos.
Sola yo debo perecer.
ESCENA VU.
ORENt en tn^e de «o/dod^.— MATILDE.
OREN.
i Matildel
■ATILDE.
¿Qué escacho? i Ay Dios! El es.
OREIf.
Alfinteenenentro
Trif de lanío afluiar.
HATItBE.
lOhvidtniiat
¿ Dónde te arrastra tu amoroso empeño?
¿ Cómo, di , penetraste en este alcázar,
Albergue de opresión y de tormento?
Tü vienes á morir.
OREN.
¿Y qué es la muerte
Si en tu defensa y á tu vista muero ?
¿Puede acaso igualar en su amargura
A la triste aflicción , al desconsuelo
Que al encontrarme sin tu dulce vista
Sobre este ansioso corazón cayeron?
Llegó la hora : del amor guiado.
Volé en sus alas á tus ojos bellos,
Y el puesto solitario me recibe.
Perdóname : culpable aquel momento
Te contemplé, y lloré : corro á tu albergue
Sin detenerme , y viéndole desierto ,
Pregunto á todos , y confirman todos •
De mi desdicha el infernal recelo.
Perdóname otra vez : harto he sufrido
En escuchar mis ponzoñosos celos ,
En sospechar que la ambición pudiera
Lanzar á amor de tu inocente pecho.
La entrada á este castillo me abre el oro ,
Y yo por él frenético corriendo ,
Te encuentro al fin , y á tu presencia olvido
Mi mortífera duda y mis tormentos.
MATaDB.
¿Y añadiste , cruel , esa sospecha ,
Indigna tanto de los dos , al trueno
Que repaitinamente en nuestro daño
Lanzó irritado el enemigo cielo?
Tú quizá en tu furor me maldecías ,
Y yo , postrada ante el tirano fiero ,
Despreciando su orgullo y su opulencia ,
Juraba á voces tu cariño eterno.
Pero tú no lo dudas... ¡ Ay Leonardo !
Sálvate por piedad ; tu fin es cierto
Si te halla el Duque ; á mi dolor no añadas
El dolor de mirarte en tanto riesgo,
Y aun tu muerte quizá. ¡ Si tú supieras
A qué aspira el tirano en sus deseos!
Mas no receles ; sin tu amor ¿qué valen
Su pompa toda y su insolente Imperio?
OREN.
I Con que usurparme el bárbaro {«etende
Tu corazón !
MATILDE.
¿Qué importa? Atiende: el tiempo
Corre, y con él acaso la esperanza
De poderte librar. Huye : si el cielo
Alas con que seguirte á mi me diera ,
¡ Oh cuál tendiera fugitiva el vuelo
Lejos de esta prisión triste y horrenda I
Mas no es posible huir, ni hay otro medio
Que resistir, sufrir , y si la muerte
Llega , morir.
OREN.
No al congojoso miedo
Te abandones así ; pronto, no dudes ,
Te verás salva de él.
MATILDE.
¿ Cómo á su inmenso
Poder contrarestar ? Tú ya te olvidas
De la distancia que fortuna ha puesto
Entre tu humilde condición, Leonardo f
Y el Urano que atroz manda en Viseo.
OREN.
NohaytaotAtDO.
PRlllERA.— UTERATURA.
PnesbieD,!
Ni el amor q
NI el amor q
Te tlbrarln i
Alaide.qne
SeaproDUm
De Oren el Ci
Arespeural
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Yéndomeii
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LoaotiJatOBi
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iQaídUbra
AnaialBi
OBRAS COMPLETAS DE DON MAITOEL lOSfi QUINTANA.
A este júTen : ccmdúcele ; tu Tlda
M kiíd T Los ojos míos
ridad 00 adertaD
seral ¿Qn¿ hoiroret
1 Dónde me UefwT
j Pecho cobarde
Bilsmot Orm no tiembla.
eBorT¿SnileT(nfa
sanare uttifecbaT
aun ; de sns furores
1 ba dado (reguas
al laeóo , ; él reposa.
OkEN.
BATItPE.
aquí que í tn presencia
que aforluDada
^ se coDiempla ,
¡Oh amigo mió]
, DO habrá Tlolenda
gor.
ITUM.
En este punto
r libre ; pero ei fuerai
te alcíxar peligroso
te.
iBlrbarol
atjUDS.
lien , ¿cómo podremos
«perania en sus promesa sf
érfldo ; él faé solo
b entrar, 7 su tü lengua
ior me ha descuMeito.
AtAms.
!nbrl;Di;o os pudiera
¡Tar. ^ i denonciaroa
ios negros llega ,
somos perdidos :
inza entera ;
il solo Tuestra gnarda ,
irar de su Dereía.
Hatildel En todas partes
■ndla nos rodean.
ID files, qne fiónos
r libeiiad en ellas T
IMIDE.
'okdeD j no os saino :
la, el tiempo vuela;
nonaeoto malogrado,
»<ino *endii noa pierda
b. — Sddado, alpoMo
w4Uloabiatat*ein
; Oh mi defensaJ
Ob mi dioi tntelar 1 1 Cómo es posible
Que en esta infansia j lóbrega caverna
Quede Haiilde sola, abandonada
locruel qne endlaalbergaT
lAtaldel
En este trance es ja preciso
Que cedáis ciegamente i mi prudoida.
Vos no sabéis quién sois; cntlesls suerte
(A MaUliU.)
De aquel i cuyo amor boj en la tierra
Todo amor pospondréis : Toestro destino
Es hasta aqni nn misterio qne mi lengna
Poedesola en el mnodo revelaros,
Y que aqui dentro me escachéis es fuerza.
Vos entre tanto huid, y recordaos ; (A Oren.)
Que del valor heroico j la presteza
Vuestro libertador y vuestra amante
Aguardan en tal riesgo sn defensa.
Adiós, Haiilde, adiós; pues la fortuna
Las sendas todas i elegir nos niega ,
Rindimonos por Gn ; mas el combate
Va al instantes encenderse: tú no temas;
Las torres qne tu nliraje han presenciado
Al suelo desplomadas j deshechas
Caerán, y de mi amor j mi venganza
Serán en la comarca etenu pruebas.
Condúceme, soldado. iV'**-)
MATILDE, ATAIDE.
Ya está libre.
^Por qné no lo esioj jo? Por qué esta aegt»
Cárcel escucha los suspiros mios,
Cuando i su lado respirar debiera ?
Libre os veréis tambl«i , pero es predso
Qne este servicie sin Igual merezca
Alcanzar mi perdón de aquel cautivo
Qne tanto tiempo entre sns hierros pena.
iQoé cautivo t Qné hablaisTTo do os entiendo,
: Aj seüora I Escuchad. Desde su tierna
InbDCia siempre he acompañado á Enrique,
Y de todos sus gustos y sus penas
Depositario j confldente solo
He sido por gran tiempo. Él en la negra
Envidia que abrigó contra su hermano
BebiO el veneno que su pecho enderra.
El délo en el nacer le hizo segundo;
y la segura j alta prelerenda
Qne por su gran carácter Eduardo
Lt^rósietnpreen la paz, siempre en la guerra.
Para d perverso j envidioso Enrique
Perenne fuente de tormentos era.
Rivales en amor, ambos ardieron
Por Teodora Uonti ; ni mano bdla
Fué de Eduardo, j el tnrioso Emiqw
V16 despredada an pHk» vMoita.
En mengot ttt MoriOev au knau»
PAftTE PRIMEBA.— UTERATORA.
40
A SQ Teof^nia despechado piensa ,
Y que despaés la miserable viuda
La mano entregue al opresor por ftierza.
Yo tai iniciado en el fatal secreto :
El halago» el obsequio, las promesas,
L«8 amenazas... ¡ Dios ! ¿ Qué no hizo Enrique
pnraue ministro de sus iras fuera?...
Se&ontyélmesedi^o.
MATILDE.
I Desdichado 1
ATAmS.
No he sido el solo yo. Guando de Ceuta
La venturosa expedición lograda ,
En paz al fin se reposó la tierra ,
£1 del África trajo esos dos negros ,
Cuya intrépida y bárbara obediencia
Al odioso tropel de sus deUtos
Pudo allanar la abominable senda.
Ellos y yo, señora, le seguimos
A este mismo castillo, en que la esoena
Desventurada fué, donde de alcaide
He dio la autoridad por recompensa.
Mis manos del estrago se abstuvieron :
El mismo Enrique fué quien de su ciega ,
De su violenta cólera arrastrado ,
Bañó en la sangre fraternal su diestra.
Iba el golpe á doblar, cuando Teodora ,
Volando de su esposo á la defensa ,
Lanzóse en medio, y dd atroz cochillo
Al rigor implacable cayó muerU.
MATODE.
¡Qaé horror!
ATAONE.
Enrique , al contemplar tendidos
Sus dos hermanos, con el alma llena
De fanproTiso pavor, huyó á otra estancia;
Y obedeciendo á su temor, ordena
Que cuantos i Eduardo acompañaban
AI punto alli sacrificados sean.
Asan y Ali los degollaron todos.
Violante misma, la inocente prenda
Del amor de los tristes, ya cortado
Miraba el hilo de su vida ticama
Por la espada de Ali : yo la di vida.
Señora, recordaos de la ligera
Cicatriz que aun se mira en vuestro cuello»
y al fin vendréis á conocer por ella
Quién debe el ser á la infeliz Teodora.
VIOLAUTB,
lYoTiolantel jGranDiosI
ATAIDE.
A la heredera
Del poderoso duque de Viseo
Un fiel anciano en sa mansión secreta
Prestó seguro asilo ; alli crecisteis »
Alli una educación noble y modesta
Adornó esa belleza sin segunda
Con que os enriqueció naturaleza.
Igual en todo á vuestra augusta madre «
Vos la representabais en la tierra ,
Coando vuestra desgracia á aquel retiro
Condigo k Enrique, y permitió que os viera,
Y al veros se inflamó.
VIOLARTE.
i Monstruo fobumanot
Hé aquí la ansa del horror biso derta
Que de solo nri larie yo sentía.
Peí negro fratricida á la presencia
Toda la sangre en mi imoiior H balaba;
0/
Y era mi madre, que con voz secreta
Me gritaba : c Aborrece á mi verdugo. »
{Qué no os debo yo, Ataide! Y vuestia lengua»
El perdón de su error de mí imploraba ;
I Pluguiese al cielo que premiar pudiera !..t
ATAU>E.
Escuchadme hasta el fin : yo no merezco
Sino piedad. De la cruel tragedia
£1 último el teatro abandonaba ,
Cuando unos ayes desmayados llegan
A mis oidos, que en sus ecos tristes
Mi ansioso pecho de dolor penetran.
Vuelvo á atender y i oír : era Eduardo,
Que en su palpitación aun daba muestras...
VIOLANTE.
¡ Ah bárbaro ! ¿Y tu mano, sangoinarío^
Aiiogó en su vida la postrer centella?
ATADE.
Ved que no soy culpable de su muerte.
¿Vive mi padre?
VIOLARTI.
ATAn>E.
Vive, si existencia
Puede llamarse tan funesta vida ,
Entre la noche y el dolor envuelta.
Coando volvió en si el triste, ya a}narrado
Halló su cuerpo á la fatal cadena
Con que oprimido por tan largo tiempo
De su perdida liberud se queja.
Diez años há que al misero Eduardo
De voz humana ni aun los ecos llegan.
VIOLANTE.
¡Eterno Dios! ¡Oh crímenes! Ohdia,
Dia de revelación I Y en mis querellas
Yo mi infortunio denunciaba al cielo ,
Cuando mi padre... Ataide, ¡qué fiereza
En tu insensible corazón escondes !
ATAU>E.
Yo, obedeciendo mi piedad primera y
Le di la vida, y á ocultarlo luego
Me persuadió el temor. ¿ Cómo pudiera.
Sin resolverme á exterminar á Enrique,
Sacarte ya de su prisión funesta ?
A veces esperé (¡cnán vano engaño!)
Que á una dichosa paz abrir la puerta
Pudiese el roedor remordimiento
Que desde entonces al tirano aqueja.
Tal vez el punto de vencerle he visto ;
Pero los celos, el rencor, la afrenta,
La misma enormidad de sus maldades
En él ahogaban las endebles qu^as
Del arrepentimiento. Asi mi alma,
De incertidumbre y conftisiones llena ,
Ni fiel á Enrique ni á Eduardo ha sido
Entre el temor y la piedad suspensa.
Tal, señora, es mi crimen ; yo no anhelo
A disculparle; mas lá vida vuestra,
Mas la de vuestro padre , al fin merecen
Que concedido mi perdón me sea*
¿Loserii? Responded.
VIOLANTE.
Tútias sido, Ataide,
Bien culpable y cmd ; pero haz que vuelva
Mi triste padre á mis amantes brazos ;
Que vuelva libre, y perdonado quedas*
Llévame donde está : cada momento
Que sufra mas en su íbrtuna adversa
Redobla mi nflicdon. Yanios«
4
>BRAS COMPlETAS DE DON MANUEL JOSÉ OtUNTANA
TitDB.
] Qné mlTOt
aros s« «cercan;
es qae el Urano ,
adose arriesga. (Vau)-
)LAirre.
D, de esta Intellce,
r Aceren
inte. lUt ¿cnlndo, Otando
islon fenezca T
ERA tV.
[, ASAN.
ALf.
e noestra tIiu :
íes la unedreiiun
I. ¡Bten desdichada
rtel
Qne padetca.
ancos 7 en Eoropaf
ioenos llena,
ision inspira
DEora 7 sn inocenda ;
kgla abrir BDEOio
fldia, ilaBobertda:
]D abominable ,
pe. Que padezca,
nr[que;70gnsi0S0
llera.
ALf.
a en las tinieblas
jen las heladas,
istormaitas,
de un europeo.
uX.
san, t por qné te «npeSas
'ÁXt la conBaniaT
irbara 7 fanesta
idJDflama,
itraeotiotrolellen.
apreciar f
MUN.
SostIcíob:
mable le preaentan
ilo; por ellos
;iHi recrea,
dad son d auMe
8 por sD mal le cercan ;
13 terribles plagas
iqnidadseceba.
i patria me arrancaron ,
eron cadenas ,
etqaealUgoialM,
n de Terg lienza.
I qne bascó de va negro
■dJanaionestrecliat
scncba horroriíada
' las tristes pruebas?
nilia, amores, todo.
Ib DlosI Una hora adiersa
No, no es posibl*
e 1 mi memoria *«ga ,
rasa de hombres dun»
Con odio tntermbable 70 aborrezca ,
NI me es posible contemplar mis malee
Sin que los SOTOS mis delicias sean.
iPiensasqueyoamoSEnrlqnefiOhcnilteengMlasl
Amo en él esa b&rbara fiereza.
Verdugo de si mismo 7 de los oíros.
Que llena mi venganza toda entera ;
Amo el devorador remordimiento
Qne le destroza coando ansioso piensa
En el abismo de tormcolos Seros
Con qne la horrenda eternidad le espera.
Serelmioistro yo de tantos malee,
I Con qoién, sino con él , lograr pndieraT
Conqoién, sino con él, de tantos blancos
El despecho goiar 7 amatas qn^asT
uf.
Pero entre tanto Tictlmas nosotros
Somos también : 70, Asan, de esU caTema
Piouo escapar ; mi corasoo no puede
Tanta Inlsinia sufrir.
Yo mientras pueda
Con Enriqne hacer mal, seré de Enriqnc;
Has si él se abate 6 si loa délos cesan
De sufrirle... 7a entonces...
FHHiODE. (fitntro)
Socorredina.
kjtssx.ifientro.'i
Aqnlesta7lo,atfor.
ENRIQUEitMl^ídopM-ATAIDE.-
EinttoitE.
Ellos me aquejan;
íNolos Veist jQoé rigor ! Yo á defenderme
No basto 7a.
ALf.
{Qné es esto? [ c¿mo tiemblal
¡Culi los ojos ranielve 7 se estremece 1
HaMad, seDor, hablad.
Eitaion.
iQué«oieaestaT
¡ Ataldel tAsan! i Ali ! ¿Con que no ha sido
Has qoe una sombra en mi engañada idea ,
UnsueBo? iHls oidoi no escucharon
Las pavorosas vocea qne aun resuenan
Aci en mi mente? Ataide, el mas terrible
Suplido un lecho de deleites fUera
Comparado al dolor que jo be sufrido.
Pero folTfld en vos, 7 )a Ainesta
Cansa i tanta agitación patente
A Tsestroa Aeles serTidorea sea.
■¡nuQUE.
Escachad pues , ministros de mis crímenes.
Escuchad ; temblad. Era la bora
En que mis tristes miembros litigados
Del sueño bailaban la qnieind sabrosa;
Entonces por las b6<redas vagando
Estarme paredó, donde reposan
De mis muertos abuelos las cenizas
Bajo el minnol de honor que las custodia.
SasIünelH«aembleaaasme asustaban;
Guando k lo l^os entn aquellas sombras
Diviso nna mujer <pie en dulce risa
Grata me llama 7 mi atmdon provoca.
Pienso ver i Matilde en la que veo ,
IKI OBRAS GOMPLBtAS DS
EHUQÜE.
Que él Tiva y me perdone,
Qaeoreal cielo por mi ; del pecbomlo
Salga esta agitación, aquestas sombras
Que aun ofuscan y aterran mis sentidos.
Puras como él , y nobles , sus plegarias
Acogida tendrin : yo no me animo
A rogar ; fuera en vano : de mi labio
¿Qué ruegos \ ay ! saldrán que sean oidos?
Mas dime ¿tá lo esperas? ¿ Perdonarme
Podrá al fin Eduardo?
ATAJDE.
Yo confio
Enquemafianael Tenturoso dia
Será de paz y de perdón. Tranquilo
Vos entre tanto, preparad el pecho
A esta acción generosa ; ella el destino
Va á hacer de vuestra vida ; ella desarma
Los rayos todos del rigor divino.
ESCENA Vn.
ENRIQUE.
SI , me perdonará : siempre mi hermano
Generoso y leal era conmigo ;
Mientras que yo con él pérfido , ingrato
En todos tiempos é inhumano he sido...
El peso de mis crímenes me agovia ,
Y es fuerza de mis hombros sacudirlo...
jOh! ¡Si lo alcanzo yol... Matilde entonces
Quizá muestre á mi amor menos desvio.
¡ Matilde! ¡Oh cómo al pronunciar su nombre
Mi ansiosa agitación recibe alivio,
Y la serenidad vuelve á mi pecho I
Mafiana será mia si resinro ,
A despecho de Oren. Amargos celos
No asi alteréis , mortíferos y activos ,
Los dulces sentimientos que me animan.
I Mas qué puede ya Oren? Preso , cautivo ,
Pendiente de mi enejo ó mi clemencia ,
Renunciar debe...
ESGENA TUL
ASAN.— ENRIQUE.
ASAR.
Ataide os ha vendido :
Las puertas de la torre han sido abiertas
Por él al Conde, y lejos del castillo »
Ya de vuestro poder viéndose libre,
Sie prepara tal vez á combatiros.
fiínilQTJB.
¡ Cielos 1 1 Con que en mis labios infelices
El nombre de perdón jamás se ha oido
Hasta esta vez , y al pronunciarle ahora
Me cercan la perfidia y los peligros !
ASA9.
¿Qué peligros , señor?
BHnion.
De todos tiemblo:
De Eduardo, de Oren, y aun de mi mismo.
A8A!r.
¡De Eduardo! ¿Y por qué? ¿La ilusión vana
Que os agitó entre suefios , un prodigio
Para vos ha de ser que abra el sepulcro
Y anime los cadáveres ya fHos?
BimiQUl.
sAh! que él viv# no hay dada; tí vtt Ataid»
,e salvó por mi mal ; él me lo ha dicho.
L^
[UBL lOSfi QOINTAIfA«
Mañana hntenU que la paz ¡wteoMp
MtF íañ^ mira el mundo mi ezterminfOb
ASAN.
¡Entre voMtros paz! ¡Qué error! ¿Acaso
Perdonaros podrá? ¿Dar al olvido
La muerte de su esposa , sus desgradu»
Sus heridas , la causa del delito ,
Vuestro adáltero amoi? ¿Y lo ereisieisf
¡Oh error!
ERIUUOB.
¿Qué debo hacer?
ASAN.
En tal conflicto
Mengua es dudar : busquemos á Ed u a r do,,*
ENBIQÜE.
¿ Cómo , si ignoro el misterioso asHo
Donde respira? Asan, este secreto
De Ataide solamente es conocido.
ASAR.
Pues bien , señor, el crimen siga al crimeOf
Y la sangre á la sangre : otro camino
No tenéis de salud. Que Ataide preso,
A vista del tormento y loe suplicios
Su secreto fatal haga patente.
Vos , dueño de Eduardo , á vuestro arbitrio
Dispondréis de su vida ; que Matilde ,
Aun antes de que Oren venga en su auxilio,
Sufira su suerte rigorosa y dura.
SmUQUE.
¿Y cuál es?
ASAN.
¿No nació en vuestros dominios?
KNaiQüS.
Si, Asan.
ASAN.
¿De vida y muerte ahora sobre ella
No es vuestro el gran poder?
KNBIQUB.
Sin duda es mió.
ASAN.
¿Quién osará contrarestarle?
ENNIQIJS.
Nadie.
ASAN.
Pues antes que dé el sol su nuevo giro
Arrastradla al altar.
INMQDI.
¿Y SÍ resiste?
ASAN.
Si resiste, que muera.
KNKIQÜS.
¿Y yo asesino
Dos veces he de ser de lo que adoro?
ASAN.
¿Y sufriréis dos veces que el destino,
A despecho de vos, á vuestros ojos
Se la entregue á un rival favorecido?
¿No vale mas vengarse , y presentarle
De su adorada amante el cuerpo trio,
Y escarneciendo sa dolor, decirle:
«Ni t¿ ni yo?»
ENBIQUI.
Si , Asan : ooDsejo es digno
De mí, de ti} mi cofftson lo apmeba ;
De todo su teor sé Mi el miaislio.
Anda, sorprende á Atilde ; joeamtaüO
'•ir
(
PARTE PRIMERA.
A Matilde Tere. Cielos ditinos ,
¿Por qué de amor el frenesí me arrastra
Por tan desesperados t>redpiciost
VuelTe en Matilde á respirar Teodora,
Y TueJTO á ser un monstruo... ¿ En mis delitos
Reposo pues no habrá ?... Mas asi sea ,
Puesto que asi lo decretó el destino.
( Ymue cada mo por diferenie lado,)
ACTO TERCERO.
La escena representa od ^bterrúneo osenro eompaeste de Ttrios
nmales de Mvedas. Un banco de piedra cubierto de pajas sir^
Te de leeiio é Eduardo : junto al banco habrá un poste de donde
estarán colgadas las cadenas que le han sujetado. Se supone
qae Eduardo acaba de despertar.
ESCENA PEIMEBA.
EDUARDO.
¿Cuándo será que mis aarargos males
Termine de una ves piadoso el sueño,
Y á nunca despertar yo rae adormezca ,
En sus dulces Imágenes envuelto?
¡Dulces, pero engañosas! ¿Qué me sirve
Que venga á regalar por un momento
Mis tristes penas, y á mi mente ilusa
Libertad y venturas ofreciendo.
Me parezca abrazar mi l^ja y mi esposa ,
Si al 6n después en mi prisión me encuen'.ro.
Donde de luz y libertad las voces
Ni aun pronunciar en esperanza puedo?
Mis cadenas , gastadas píor los años ,
Rotas al cabo, á su impresión cedieron ;
Solo el destino atroz que me persigue
Ni desmentirse ni ceder le siento...
Mas de una vez las lágrimas del triste
Por estas manos enjugar se vieron,
Mas de una vez de sus fatales grillos
Me vio el cautivo aligerar el peso.
¡ Oh justo Dios ! ¿ Y tu ixmdad consiente
La dura esclavitud en que me veo?
{Se oye el nddo de ¡a Parra que asegura ia puerta,)
Mas ruido se oye , y el instante llega
De que venga mi duro carcelero
El sustento á traer con que la vida
Se prolonga, y prolonga mis tormentos.
¡Qué extraña novedad ! ¡ Luz 1
ESCENA II.
* EDUARDO, VIOLANTE, ALL
¿Esaqaesta
GaTema de terrw el duro encierro
En que d tirano s^mltarme manda?
ALf.
£Qaes,sefiora.
VIOLANTS.
{Inexorables cielos!
¡Ntoisme ver á mi angustiado padre
Antes de despedir mi último aliento ;
Diéraisme el estrecharle entre mis brazos,
Y bañando en mis lágrimas su seno ,
Exclamar y deelvle : < ¡Oh padre mío !
ReeoDooe á lu liQn en el acerbo
Deslino que la sigue.»
BOVAnDO.
iDesdichadat
UTERATÜRA. »3
Llama á su padre. ¿Si afligido y preso
Tal vez, como yo estoy, se verá ahora?
(Ap. \ Quién dar pudiera á su aflicción consuelo!)
Señora , perdonad á un siervo humilde ,
Que , forzado á seguir el duro imperio
De su airado señor, apenas puede
Allá en su corazón compadeceros.
Lejos de mi la bárbara fiereza
Que otro pusiera en tan fatal empleo ;
Mas aun mirar la agitación terrible.
Aun escuchar los temerosos ecos
Del Duque me parece , y la sentencia
Que pronunció su labio al conoceros.
Os cegasteis, dijisteis vuestro nombre.
Declarasteis quién erais , y á despecho
Del amor que domina en sus entrañas,
De solo su furor oyó el acento.
Pero ¿ por qué ultrajarle y obstinaros?
Una sola palabra á su amor ciego
Que dieseis de esperanza apaga el rayo
Que sobre vuestra frente está suspenso.
Ceded.
VIOLAIfTE.
\ Esclavo vil ! Cese tu lengua ;
Anda , guarda esos pérfidos consejos
Para tus semejantes infelices.
Cumple con tu execrable ministerio ,
Y del dolor de verte y de esouchane
Libérlame al instante.
alí.
Yo no debo
Detenerme ya mas ; su desventura
Caiga sobre ella. Adiós , señora. ( Vase.)
ESCENA lU.
VIOLANTE , EDUARDO.
VIOLANTE.
1 Oh centro
De silencio y de horror ! ¡ Prisión acerba !
¡Fúnebre tumba ! Al cabo en vuestro seno
Queda ya soterrada esta infelice ,
Arrancada á la luz y al universo.
Aqui olvidada , abandonada y sola
Deberé perecer...
(Se deja caer iobre las gradas de la puerta^)
¿Porqué naciendo.
Piadosamente fieras no me ahogaban
Las manos que en la cuna me pusieron?
No asi de mal en mal , de pena en pena
Precipitar me viera adonde muero
La mas desventurada de los mios ;
Adonde sin testigo , sin consuelo. ..
EDDARDO.
Esto siquiera mientras yo respire
No 08 faltará, señora , en tanto extremo.
VIOLAtdl.
¿Qnéoigo? ¡Ay demil ¿Qiiiéiisois?EBestesUio...
■nDAnnob
Otro infeliz cual vos , blanco fiíaesto
De hi mas espantosa alevosía
Que debatió del sol los siglos vieron.
Del cielo y de la tierra abandonado « .
Y sepultado aqui por tanto tiempo »
Al fin de soledad tan congojosa
El primer ser humano en vos contemplo.
No sé si acaso á acrecentar mis males ;
Pero entre tanto con placer me entrego
Aaliviarvuestmamirga dMieaUnt,
ii OBRAS COMN^ETAS DE HC»
Üi á tamo >1«mz«n ?> piedad j el roego.
En Tueatn edad flortce lainncenria ,
Y amor Inipira Taesiro rostro bello ;
jQnJén paede ser tan duro que os persigaT
VIOLABTB.
ibeldna, onnqne los cielos
dicion me dig]ieusaroD !
1 destino tan adverso ,
lento seguro de Tortuna
ra señalar no poedo.
Docer mis dulces padres ;
luféues son vengo i perderlos ;
idignamente asesinada
npo rué, mi padre [veao
esgraeia, j ;o loocente
10 del ^ror violento
D que el cielo por castigo
e clima : Enrique de Viseo—
BDCUDO.
;Y vive ann? j Y no afl cama
ral , de ensteptarie ti suelo ?
strolnrortuaio es obra soya ,
bichada ; do haj remedio.
ijue i ese birbaro os entrega
ifliKiros j en perderos.
Ah
TKH-Uira.
jPorpledad! Las ansias
mía sentidos ; ja en mi p«dio
te agita palpitando,
da T la esperania iñderla.
d quién sois.
Soy Eduardo,
I ese Til.
I Vi padre! i Oh cielos!
No dudéis : tos ojos míos
neba de que el ser os debo
stas lágrimas que os bañan ,
10 y de temara vierto.
10 tiempo cruda y piadosa
vó de los poüales Seros
i este encuentro inesperado
lira ve* en él perdernos.
le: ved ea mi la sangre
umgre , ved cómo loa cielos ,
aturada esposa vuestra
a aemejaoM han hecho.
Envaapo.
nteesdta. jObsemóania!
ieagiíacion que siento,
que me inunda en so dulzura ,
facciones que en ti veo
1 dudar ; vén, htja mis,
« en el paterno Ecoo.
TOtUITR.
Dios de demenda ,
: diste un coraion de acero ,
resistir las tristes plagas
il tan dn piedad cayeron ,
¡en un corazón que pueda
Dcnaidaddeei
HANUEL 10S£ QUINTANA.
(Enquéeilado miserable,
En qn£ penosa situación le encuentro,
Seftor! Argul sumido, respirando
De este ambiente el moriirero veneno,
;Cdmo eo tal soledad y desamparo
Pudisteis resifiür?
EPDjUUM).
El que MI su pecbo
De la inocencia el sentimiento abriga
No serinde, hija mía, al desalieolo.
Vino el azote á sepulUrme en vida ,
y una nueva vinnd sentí aqui dentro,
Upafuena que, iguala mis destinos.
Bastaba sola i contrastar con ellos.
Grecia el mal , y mi valor crecia
A parque so violencia. [Ah! Si lósetelos
Quisieron esta lucha fonuidable ,
Los cielos de EitaardoestAo coaieUos.
De admlraeinn, sefior, y da lermira
He haceU estreBooer.
Eonuiao.
Tal Jet m sueSoa
La bella Imagen de tu madre amada
Y la tuya también con dulce afecto
CcKiiolabanmiafiín. ¡OhDios piadoso!
¡ V tras tanta Ilusión, Iras tanto tiempo ,
U adorada Violante al Un me enñas I
Abriíame otra vea : este consuelo
>o nos Ib robarán.
I Oh padre mió I
( Óteu mUe cmna de gente que baja aí tubterrineo.)
iQnéslentot ¡Onérumorl.. Ei riesgo inmeiuo
En que estáis se acrecienta ; i devoramos
Se precipita el tigre.
EMIiltDO.
No tn esfuerzo
Desmaye asi, biiamia : nuestra suerte
Está en maiMMt de Dios ; en estos senos ,
Que tan osmros SMi oooio Ignorados,
Algún arbitrio i nuestro bien busqueraos ;
Vaielbado le niega...
Si.mnrainoa;
Pero Jnatos] oh padre! moriremos.
(A^taáE<biarde,ptoiteniénitele,$aleiiie laetetM.)
ESCEHAIT.
ENRIQUE , ASAN T gduwim.
EHRIODE.
Ya penetra : las puertas de este albergue
ConvocMdetoror me rechazaban ,
V al entrar eo so lóbrego reciulo ,
MI ansioso corazón tiembla j se eapnmt.
Pero es mas fuerte mi rencor : sigamos.
Asan,ét noestáaqul. ¿Sinosengafia
TamlnenAiBldeatiora? So vil pecho
EoOaqueciú á la vista, á la amenaza
Del suplicio, 7 sos labios declararon
Que aqoi preso Eduardo respiraba ¡
Has yo no le descubro
«SAM.
Pues no hay dada;
Los hierros aqui ved que le amarraban ,
Ved BU lecho de pa}as-
■nMOOR.
iAhlYHidlai
PARTE PRUEHA.
1 el niefiD lendeii ms il»
e dalzura que Ins miembros mioi
kroa DUDca enlre las pJumas btanilai,
o qué os deteoeísf Sin perder tiempo
flor esas bóvedas ; que salgan
¡tiros i mi TJsla al punto;
endeis! Ni poder, mi Tida ; bma,
tligra, todo, si Eduardo
tslo tatot ahora se saiía.
ENRiOtlE.
andar j no pnedo. [Ab! jQniéatandéliM
. corazOD? Quién de mis plantas
zaapocaíEsel Tatal delito
la el que me sigue j aco)>ardi.
ealieDiDun tiempo? iPorqoé ahora
ibarle de cumplir me tilla?
ledras, heridas tantas veces
I gemidos, que aun por ellas vagan,
■ooado y espantado oído
intos de liorror parece que hablan,
abatimiento ! Oh cómo tiemblo !
Itrajado hermano las miradas
ieiias(d)reinl! iCómo sn pecho
I su (^iresor ta i arder en salta !
émulo ante él, con toi inderU
encia tita I que le amenaza
ciaré sin qae Eduardo tiemble!
el juez, JO el reo, j la alta palma
itir sobre mi siempre los cielos
7 muerte le darin. i Oh rabia I
¥1.
en esa* bóvedas osearas
is , j perdida la esperanza
tirios hallar, ja biela este sitio
imos Tolrer, cuando bien claras
ilabras de repente oimos,
uto intemimpidM y plegarlas :
,b¡jamia,hiije, joloru^o,
mando : tu liger* planta
iscapar tal vei al gran peligro
SDdegoturoráambos amaga,
aedoseguirte.y si tardamos
DOS los dos.) Ella lloraba ;
1 huyó ; obedeció el mandato.
os ; Eduardo se adelanta
irnos , 7 om frente altiva
la B«]<áud se TO pintada,
leneis t qoien buscáis , nos dijo ;
lae al ponto adonde Enrique manda, i
urdías le ceroaroD 7 le traen ;
Por piedad, anda,
ai ea tiempo ann , j antes que tenga
indbnie su presencia iobosts...
EBCEHATIL
lI>0,aiiwd<>d«lMenAUius.~DiCBOi.
tOtUMOO.
no DImI Conduélete de nn padre ,
da tu poder las grandes alas
¡qnellalnfeUi.
cmiaai.
Taeiti presente.
toeUtUminUinisplés no •« tbnl
Ráme, Enrli
Como un vil
¥ coDtempl:
Que amonto
Digna de sa
Pues tales g
iQué mas q
Para siempí
Resucita á s
YidDlilartí
¡Privilegio 1
Gózale pue!
Renueva , y
Baña otra vi
Termina, ei
jQuéespen
La muerte i
De U me va
Ante el troi
A darme el :
Ocupa en In
En que fuei
QaizJi Enriq
Viniera en c
Un perdone
¿Perdón tú
Ignominia t
Que vida i <
Ni honor sii
También co
Tú vive ; de
Las sierpes
Entre tanto
El délo , en
Acaba: jo)
Dices bien :
Ya que la di
Para mí ds
iQué otro d
De mi terril
Muere, Edi
El Til traid<
No te librai
Aliar podrí
Que entre c
Huerepoei
56 ORRAS GOMPLETAS
L€(f08 demlfenezct : yono qaiero
Yerieespirtr.
EBCEMAYUL
VIOLANTE. — Dichos .
VIOLANTE.
üinistros de TeDg«»a ,
I>eteneo8 : sabed que él es mi padre,
Ved que es vuestro señor.
KDOABDO.
¡ Oh desdichada!
¿Asi te obstinas en morir conmigo?
VIOLANTE.
¿Tú, Enrique, ana quieres mas? Uira ¿ tus plantas
La ÚjÁ de Eduardo y de Teodora.
I No bastan , dime , á tu rencor , no bastan
Tantos años de angustia , esta miseria ,
Sin que un segundo parricidio vayas
A cometer? Tu estado no peligra :
Si la riqueza y el poder te agradan ,
Manda en Viseo, y que Eduardo oscuro
Viví conmigo en un rincón de España.
¿No me escuchas,lruel? 2 Ab ! Si aun tu enojo
En sed de sangre y de dolor se abrasa ,
Aqui tienes mí cnálo, aqui mi vida ,
Y tu ardiente inclemencia en ella sacia.
ENiuQOE. (A lo» guardia».)
Aguardad. {Ap. ¡Que no puedan mis furores
Resistir la impresión de sus palabras !)
Oye, Eduardo : el tmioo camino
De ser nuestras discordias acabadas
En tu arbitrio está ya.
EDUARDO.
¿Cuáles?
BNRIQDE.
Que al punto
Violante me consagre ante las aras
La ternura y la fe que indignamente
El venturoso Oren tiene usurpadas.
Vive, mas & este precio.
VIOLANTE.
¿Qué contento,
Bárbaro, dime, en violentar un alma
Has de hallar? Una victima infelíce
¿Qué amores puede darte, ó qué esperanzas?
Eterno albergue de dolor sería
Su triste pecho , y sin cesar clamara
Por tu muerte...
ENRIQUE.
Si Aive , es á este precio.
EDUARDO.
\ Qué frenesí tan ciego te arrebata !
i Violante tuya! ¡ Su inocente mano
Enlazada á esa mano sanguinaria !
¿Y lo esperas, tirano? Y yo pudiera
A mis tormentos añadir la infamia ,
Y el incesto al horror ? ¡ Oh i6 , hija mía I
DON ItANCBL JOSÉ QUINTANA*
vidlauts.
|Oht no podrán.
VIOLANTE.
¡Señor!
Vén, y en mis brazos estrechada,
Jura un odie sia fin á ese tirano.
VIOLANTE.
Yo, señor , se lo Juro, aunque se caigan
Loe cielos con Am sobre nosotros.
Mdados , de «tii MratM «rtthCltdla.
ALL— DiCHoe.
ALI.
Señor, poneos en salvo :
Ya con su gente Oren tiene forzadas
Las murallas y puertas del castillo.
Ataide, que está libre, en voces altas
Clamando que Eduardo aqui respira ,
Ganó por fin á sus feroces guardias.
Ellos el nombre de Eduardo oyendo ,
Sin defenderla , la anchurosa entrada
A Oren abrieron , y á su gente unidos,
Todos hada estas bóvedas se lanzan.
VIOLANTE.
¡ Oh cielos 1 sooorrednos.
ENRIQUE.
¿Si el eterno
Mandará ya pesar en su balanza
La irrevocable suerte que me espera?
Si estará mi sentencia pronunciada?...
¡Oh ! amigos, sedme fieles, y la nube
Podremos conjurar que nos amaga.
Cercad esas dos viclLoBas ; su vida ,
Has que su perdición , ahora nos valga.
Tü , Asan , pronto á mi voz, clava en su seno
Sin detenerte la homicida espada.
Todos asi pereceremos. (AEimirio.)
ESGBÜAX.
OREN, ATAIDE, soldados.*— Dicnos.
OREN.
¿Dónde
Ni quién podrá esconderte á la venganza
Que mi encendida cólera fulmina
Ya sobre ti , vil asesino?
ENRIQUE.
Calla,
Detente, mira ; si á mover te atreves
Un paso mas la temeraria planta.
Mueren los dos.
ATAmE.
Señor, ya la violencia
Es aqui por demás, pues que su rabia
Ha encontrado el camino á defenderse
Con el riesgo de vidas tan sagradas.
Deteneos... Y vos, á quien mis cjos( A Eimatio»)
No osan volver sus tímidas miradas.
Vos , que años tantos de prisión tan dura
Debéis, señor, á mi inelemencia ingrata ,
Dignaos de que en un trance tan terribte
Yo á vuestra salvación la senda os abra.
Una sola palabra en vuestro nombre
Permitidme que dé, y está einboUda
La cuchilla cruel con que ese monstruo
Vuestra preciosa vida ahora amenaza.
¿Puedo darla , sefior?
EDUARDO.
Yo la permito,
Pero digna de mi, libre de infamia.
ATAIDE.
Si lo será : yo en nombre de Eduardo
Prometo á Asan su linertad , su patria ,
Si las preciosas vidas que ahora ofende,
Con generoso aliento las ampara.
Eiya Asan entre ^edar tenAdo
PARTE PUHEM.— UTBIUT
lesfgntlhattUt
lírlMro i quien sirve ,
sanaUnplaja
, los amados hijos,
recrear so ilnu.
abicanoT
Va he el^ido.
ud,Terl mi patria,
rl — Tú ereton blanco,
{ÁEdMorde.)
larentapalabnt
BKUQin.
«sa : esas veotiju
acoyo.
ASAN.
TÚ siempre bu sido
lldor; iqné confiania
rT Ninguna. Sed pues libres.
Biuaráo y Violante, g la entrega
áOrtn.)
Ya
ion; tiranía:
lerao.tiDe (e aguarda,
nr la tierra.
Étpaiaée mowf de nntoldaáa,
Miuhle d Enriguí.)
n> }aT Toma esa Mpkda ;
irdad ; ingrato Enrlqne,
1 tu execrable saña
^ 7 la cncbillo
■obre mi brillaba,
rtenii h?ores
ilor;álasplegaiiu;
Has:ra<
Agoniíi
Y que o
TienMi
Por los I
Dedarl
Este opi
Y mi en
jYodeb
Nomel
Llegara
iNoIel
Puede i
iVidad.
{Arranca <h
PEUYO,
nUGXDIÁ KM TRKS ACTOS» RSPRESBlTrADA LA PRIMBRA VIZ POR LOS ACT0RB8 DSL GOUSBO
DB LOS CAÑOS DBL PBRAL BN 19 DB BNBRO DB 180B.
PELATO.
HORMESmDA.
VEREKUMDO.
LEANDRO.
ALVIDA.
ALFONSO.
PERSONAS.
MONUZA
AUDALLA.
ISMAEL.
UN SOLDADO G0ORE8.
Varios nobles astdbianoí*
GonuBOS. — MOROS.
La ucena es en Gijon.
\:<-- •
U
¿rv.>
ACTO PRIMERO.
bí teatro repraaenu ao salón de la casi de Vercmondo, tdontdo
con Tarlos trofeos de armas.
ESCENA PRIMERA.
ALFONSO , VEREMUNBO.
ALFONSO.
Si , respetable Veremondo, hoy mismo
De las murallas de G^on me ausento,
Donde tanta flaqueza y tanto oprobio
Est&n mis ojos indignados Tiendo.
El moro triunfa , los cristianos doblan
Á la dura cadena el dócil cuello ,
Sin que uno solo á murmurar se atreva
De opresión tan odiosa : no , aunque en medio
De esta ▼!! muchedumbre apareciese
Del gran Pelayo al animoso aliento ,
En Taño i libertad los llamaría ;
Ya nadie le entendiera.
TEHEIinNOO.
Él en el seno
De la etérea mansión goza sin duda
La palma que á los mártires da el cielo
En premio á su Tirtud. Fiero, incansable,
Los llanos de la Hética le Tieron
Casi arrancar él solo la Tictoria
Sue Tendió la perfidia al agareno.
1 atajó el raudal á la fortuna
Del soberbio Tarif cuando en Toledo
Del Tíctorioso ejército sostuvo
La terrible pujanza un año entero.
De igual Talor ftié Mérida testigo ;
Hasta que , puesta su cabeza á precio
Por el infame Muza , y escondido
Desde entonces su nombre en el silencio,
Ni de él , ni de Leandro , el hijo mió ,
La fama toItíó á hablar.
ALFONSO.
¡Dichosos ellos,
Que asi por fln descansaií&n! Sus ojos.
Cerrados ya con sempiterno sueño ,
No Terán el escándalo, la afrenta
De su sangre , el sacrilego himeneo
Que hoy se va á celebrar... ¡Oh Veremundo!
Perdona esta vehemencia á mi despecho ;
Ser Hormesinda esposa de Munuza
Es doro oirio y iflrentoso el verlo.
TSHEMUNDO.
Mal pudieran las débiles mujeres
Resistir al halago Usoiúero
Del moro vencedor, cuando sos armas
Domaron ya los varoniles pechos.
Mira á la hermosa viuda de Rodrigo
Ganar desde su triste cautiverio
El corazón del joven Abdalásis ,
Y ser su esposa , y ocupar su lecho.
Mira á Eudon de Aqnitania dar su h^a
k un árabe también , y hacerla precio
De una paz...
ALFONSO.
¿Y la hermana de Pelayo
Debió seguir tan execrable ejemplo?
Excederle debió.
VBRBMDHDO.
Yo, deudo suyo.
Que la eduqué , la amé cual padre tierno»
Disculpo 8U flaqueza , aunque la lloro
ALFONSO.
I Cabe disculpa en semejante yerro ?
VEHEIIUNDO.
Si , Alfonso, cabe : ¿por ventura ignoras
El bárbaro y terrible juramento
Que hizo Munuza? ¿Ignoras que asilada
Gijon hubiera sido en escarmiento
De su noble defensa , si Hormesinda
No la hubiera salvado con sus ruegos?
Si nuestra servidumbre es mas suave ,
Si aun ves en pié nuestros sagrados templos,
Los cristianos, Alfonso, á su hermosura,
Á ese amor que te indigna lo debemos.
ALFONSO.
¡Abominable amor! ¡ Union impia
Que Dios va á castigar ! Y ya estoy viendo
A esa desventurada, á quien seducen
Los engaños del moro, ser muy presto
Objeto miserable de sus iras.
¿Ignoras tú su condición? Violento,
Implacable y feroz , si es generoso
En la prosperidad , lo es por desprecio.
Por arrogancia. Las inquietas hondas
Que baten las murallas de este pueblo
No son mas de temer en su inconstancia
Que su alma impetuosa.
TEBEIUNDO.
Hasta este tiempo
Gyon solo conoce su demencia.
ALFONSO.
Ella se acabará ; que no está lejos
(Y plegué al cido que me engañe) el día
•^ ,»
f.-^'
PARTB PRUURA.-
Undo á m Tloleocla el tteno, i
Dgifioso que abon alabas '
Bo frenética arrogancia ,
da repentina tiemblo
dalla ; Audalla . conocido
fanliico y sangriento,
rme asilo las montaBas
Cantabria, cujos senos
sed del africaiM ,
ro j placer, virtud y Herró.
¡onderín..." "
EflCEIUn.
ORHESINDA.— Díaos.
JCDá. (En el fonde del teatro. )
i , infélin T A andar DO acierto,
>s tremolas seolegan
No pnedo,
i coraioD 1 vneslros ojos
Mar sa tímido recdo.
TIUNCNDO.
e mi amor, cara HormealndaT
■niNU. (AdelentániMe.)
No, seQor, en Diogon tiempo :
inda encomendá mi hermano,
idiendo de la patria al riesgo,
itadoalmediodhi
los irabes su acero.
«la , planta abandonada
tan largo y tan desbecbo,
«don de vuestro asilo
rme del rigor del viento.
inl padre, en tos mi bermino :
da mi amor satisfaceros
Lud, tantos afanes 1
ñte el corazón i hacerlo,
deuda agradecido aclama ,
fo la remite al cielo.
loi
■Irt
tNVda ) , en tanto vuestros bnsos
eadicbada qae al momento
lie asilo de inoceoda ,
JhM débiles crederoQ ;
implorad tma ventura
NO ; aagnatUdo pedio
láeaperar.
[ Ah ! si bastasen
i alcanzarla , ni otro premio
ma al délo pedirla
jr lastimado vl^o.
{Atiéndela de la mane afeclvommnte \
Ja... '
¡A;¡Do;qae las palabrea
aestra boca en son tremendo :
Dgrata, pérfida ; llamadme
rtnd , sorda al consejo.
dréis decir que yo i mi misma
mayor no esté diciendo?
iqaestecilli dadolznra,
■nhelt el corazón sediento ,
LirERATURA.
k fuena de amalan
Está ja en mi Interior
Si eso es asi
No levantáis, señora,
AserqnieoaoisTLar
De la virtud os mosln
V la sangre que anima
Para marchar por él o
Hostraos hermana de
De ver que sois esctn
Ludibrio de los bárbí
Esposa de un tiraoo...
Que si temí las quejas
A la toi del insulto m<
{Por qué , si soy escái
SI tan injustos me con<
Por qué i la sednccíoi
Del moro vencedor no
Coandoelforory ta v
Cuando ya el hambre :
Prestos i devorar nos
Era justo , era boorosc
Que yo í los plés del i
Fuese i ablandar su ct
Fui : mis plegarias el i
De la piedad en su ten
V libre del azote que t
Este pueblo, so frente
Todos entonces, si, m
Todos; y en tanto que
De sus cadenas agoviai
Mira asolados sin pted
Hollados con furor sus
Violadas sus mujeres ,
De la paz mas feliz G^
[Tirano le llamáis, yd
Nos deja respirar, cuai
Con sola una mirada e
¡EsnDtiraDO,yamon
A llamarse mi esposo!
Ineiorables godos : i, i
A su tierna aSclon , A i
Mi coraioo rendi ; vue
y el fruto, hombres ini
Hunnia esliera 1 su ai
Anunciando su gozo y
CoD su esplendw hen
La música fesUva en s
1 Esto es becho, gran
Por donde os lleva tan
jQué tenéis que teme
Que han de solemniza
Solemnicen también )
De vuestro hermana y
MI lengua, Veremund<
Jr«¿íiiwv-"^-^'
M
OBRAS COMPLETAS DE DON MANUEL Í0S6 QUINTANA.
A-".
>
!*•'
De la lifloitfa i los Inftunes ecos ,
Dc||teite parabién á los amantes. (Vase.)
HORHESINDA.
¡ Qué horrible pai^ien ! Has ya no hay medio
De volver el pié atrás ; qne mi destino ,
Mas fiero y mas cmel cada momento ,
Tras si me arrastra , y sin poder ralerme ,
A su imperiosa voluntad me entrego.
Adiós, se&or, adiós...
{Le besa la mano, y se va predpUadamente con A¡vida, )
ESCENA nr.
VEREMUNDO.
¡Misero anciano!
Ya ¿qué te resta ? El lúgubre silencio,
La amarga soledad que te rodean
Fieles te anuncian tu postrer momento ;
¡Ycuánacerbo!... ¡Oh suerte! ¿i qué guardarme
Para tal desamparo Y
E8GE1IAV.
VEREMUMDO, LEANDRO, y despaésVELkYO.
LEANDRO.
Amigo, entremos;
Nadie nos sigue, la fortuna misma
Nos ha guiado hasta el solar paterno.
fEKSMOKDO,
ÍQué vos es la que escucho ! Mis sentidos
le engañan. . . Mas no hay duda , ellos son, ellos.
I Oh providencia eterna , yo te adoro !
i Hijo ! (Corre 4 abrazarlos. )
LEANDRO.
¡Padre!
PELATO.
{Señor!
VEREHUJIDO.
¡Pelayo! ¿Es cierto,
Es cierto que vlvis ? i Ah I que aun se niega
k tal ventura incrédulo mi afecto,
Y abrazándoos estoy. ¿ Cómo os salvasteis t
Decid , ¿cómo vencisteis tantos riesgos
Que la desgracia y el rencor del moro
Amontonaron ya para perderos t
El silencio, el olvido en que os hundisleis
Eran señal de vuestro fin sangriento
Para toda la España , que afligida
Cifró en vosotros su postrer consuelo.
PELATO.
: Ahí si bastantes á salvarla ñiesen
La constancia , el ardor, el noble celo,
Firme aun so viera, Veremundo, y dando
Envidia con su gloria al universo.
Nuestras fiítlgas , el valor ilustre
De los que el nombre godo sostuvieron.
Hacer pedazos el infausto yugo
Pudieran ya que la sujeta el cuello ;
Mas vano ha sido nvestro afim , y en vane
Por el nombre de Dios lidiado habemos ;
Él retiró su omnipotente escudo,
Y coronar no quiso nuestro aliento.
Vednos pues en los términos de España,
Próftigos, solos, deplorable resto
De los pocos valientes que mostraron
Á toda prueba el generoso pecho.
La guerra en su furor devoró á todos;
Yo los vi perecer. | Ob compañeros.
Que en d seno de Dios ya descansando
De vuestro aMo valor gocais el premio :
Mis votos recibid y mi esperanza;
Vengue yo vuestra muerte , y muera luego.
VEREEÜNDO.
I Admirable constancia ! Mas , Pelayo,
¿De qué nos sirve contrastar al cido?
Guando á nuestros intentos la fortuna
Les niega su laurel en el suceso ,
Ceder es fuerza , inútil es el brío.
Pernicioso el tesón. Si estando entero
Contra el fiero rigor de esta avenida
No pudo sostenerse nuestro imperio,
¿Te sostendrás tü solo? ¿A quién consagras
Tan heroico valor, tanto denuedo ?
i No hay ya España , no hay patria!
PELATO.
¡No hay ya patria!
¿Y vos me lo decís?... Sin duda el hielo
De vuestra anciana edad , que ya os abate.
Inspira esos humildes sentimientos
Y os hace hablar cual los cobardes hablan.
¡ No hay patria !... Para aquellos que el sosiego
Compran con servidumbre y con oprobios.
Para los que en su infiíme abatimiento
Mas vilmente á los árabes la venden
Que los que en Guadalete se rindieron.
¡No hay patria , Veremundo! ¿No la lleva
Todo buen español dentro en su pecho?
Ella en el mió sin cesar respira :
La augusta religión de mis abuelos.
Sus costumbres , su hablar, sus santas leyes
Tienen aqui un altar que en ningún tiempo
Profanado será.
VEREMUNDO.
Tu oelo ardiente
Te hace ilusión* Pelayo : i en quién tu esñierzo
Puede ya confiar? Quien pierde á España
No es el valor del moro ; es el exceso
De la degradación : los ñiertes yacen.
Un profundo temor biela á los buenos ,
Los traidores , los débiles se venden,
Y alzan solo su frente los perversos.
PELATO.
Y porque estén envilecidos todos,
¿Todos viles serán? yo no lo creo :
Mil hay, si, Veremundo, mil que esper&n
A que dé alguno el generoso ejemplo,
Y el estandarte patrio levantando.
Despierte á todos de tan torpe sueño.
Yo vengo á levantarle : aquestos monSes
Serán mis baluartes , á su centro
Volarán los valientes, y el Estado
Quizá recobre su vigor primero.
Entremos ques; que mi Hormesinda abra
A su hermano, señor, y que tendiendo
La noche el manto lóbrego, á seguirme
Se prepare.
VEREIUNOO.
t Buen Dios ! llegó el momento
Desgraciado y terrible.
PELATO.
¿Desgraciado
El instante felis que ansió mi anhelo
De abrazar á mi hermana ?
VEREMUNDO.
I Ay triste! calla:
Ese nombre en tu boca es un veneno.
PELATO.
¿Por qué, dedd, por qué? ¿Vive?
VEREMUNDO.
Si, vive;
Pero su muerte te afligiera meaos.
'»•.
miZA.HORI
UVA, ea acüi
.LA algo tepe
m lado del le.
lOhiDgni
jConqne,
Sacoruoi
Ser el m»
Dadtr?...j
Dan íDB \t
Decongtyi
A mil plan
jCnlI es p
De iquesti
De ese p»
y en tos oj
El cielo Te
Quemiint
Y fe Umbl
Eiplayam
Sedcontei
EltrioDlb
¡AhUQn^
SnBlnúUlc
Inclinirii
Turrirte
tt
OBRAS COMPLETAS DE DON MANUEL JOSÉ QUINTANA.
TMmnla y^adlante, á vaestro alcázar
Á Joraros mi fe fui condacida.
Jurada está , señor, no me arrepiento ;
Soy vaestra , lo seré... Cuando salían
Las fetales palabras de mi boca
Y el acto solemnisimo cumplían ,
Me pareció que, alzándose Pelayo
En medio de los dos , y ardiendo en ira »
«¿Qué te hicieron i oh pérfida ! los tuyos
Para asi abandonarlos,» me decía.
Tiembla entonces el suelo, ante mis ojos
La luz de las antorchas se amortigua ,
Baña el sudor mi frente , el pié me fiíüta ,
Y opresa del afán, caigo sin vida,
i Oh deliquio cruel!
HUIfUZA.
{Oh ilusión Tana
Que todo mi placer Tuelve en acíbar I
¿Ha de romper Pelayo á perseguirte
La noche eterna de la tumba fría
Que ya le esconde?
HOMiBSIllDA.
¿YsÍTÍ¥ieseacaso?
I Ah , cuál entonces su dolor sería I
¡Desdichada de mil
■ÜlfüZA.
Lanza esas sombras
Que tu tímido espíritu atosigan :
Serénate ya, en fin. ¿Es Un díflcil
Coronar el amor, labrar la dicha
A un amante, aun esposo?
HOKHESIIfDA.
{Ahí No: Pelayo,
Ya en él délo ante Dios dichoso asistas ,
Gozando el premio á tu valor debido ,
Ya proscrito en la tierra y triste aun gimas ,
Oye la voz de tu angustiada hermana :
Perdónala. Tu esfuerzo y osadía
A defender la patria no bastaron ,
Sufre que yo la alivie en sus desdichas ;
Que yo la madre y protectora sea
De los vencidos que en su amor confian.
Él lo quiere, ¿no es cierto? ¡Ahí Yo me entrego
(Mirando Hemamente á Munuza,)
Al afgcto imperioso que me guia ,
Noble Munuza ; mas consiente ahora
Que sola un breve tiempo, recogida ,
Tu esposa pueda contemplar su suerte ,
Acallar los temores que la agitan ,
Y llenar solo su tranquilo pecho
Del tienio y dulce amor que tú la inspiras.
{YttieeonÁlvida,)
EscasNA n.
AUDALL A.— MUNUZA.
MVIfüZA«
¿Es temoif Es desden? ¿Qué es esto, Andalla?
¿ Pude esperar en semejante día
Taloonftuion?
AüDiXUL
El sucesor augusto
Del sublime Profeta acá me envía.
No á arreglar tus qum^llas con tu esclava ,
Sino á que España nuestro rito siga
De grado ó ñierza. Nunca los caprichos
Del am<M' entendí , ni las caricias
Del sezo engaSador rendir pudieron
Un momento Jamás el alma mía.
Cercado sleiii|Nre da armas y •(ddtdos y
Entregado á las bélicas fatigas ,
Sé pelear, y no amar; sé hacer esclavos*
Nunca servir; que nuestra ley divina
Por siempre triunfe, y que ante el gran profeta
El universo incline la rodilla ,
Fué la eterna ambición del pecho mío ;
Pues ¿qué son con la gloria las delicias?
Por esto siempre vencedor mi brazo
En la guerra triunfó : tú , de esa indigna
Pasión ya poseído, teme al cielo ,
Que la flaqueza en el valor castiga ;
Teme que te abandone la victoria.
niinzA.
I Ah 1 1 Si tus ojos vieran á Hormesinda
Cuando , anegada en llanto y desolada ,
Por la primera vez ante mi vista
Se presentó I Su tímida hermosura.
Su ademan , sus palabras compasivas,
Llenas de encanto y de dolor, no solo
Las entrañas de un hombre ablandarian,
Mas rindieran también á las serpientes
Que abortan las arenas de la Libia.
Yo la escuché , y venció ; Gijon por ella
Del bélico furor libre se mira.
AUDALLA.
¿Y no temes que al fin Unta flaqueza
Llegue á causar tu irremediable ruina?
i Ay del que es opresor, sí abre el oído
A la pie(¿id , y si imprudente olvida
Que ante él deben marchar la servidumbre.
La amenaza , el terror! Si así no humillas
Esta fiera nación que á nuestras plantas
Yace mas espantada que vencida ,
Teme tu perdición. Goza en buen hora
Del amoroso halago y las caricias
De esa cristiana ; los demás perezcan,
O en vergonzosa esclavitud nos sirvan
Mientras el dios del Alcorán no adoren :
Así lo manda nuestro gran calífo.
¿ Osarás resistir? ¿ Olvidar puedes
Que al partir de Damasco , esa cuchilla
Para extender su ley puso en tus manos ?
mJNUZA.
¿Y contra quién, Audalla, he de esgrimirla
Contra unos miserables que , rendidos ,
Ante mis ojos con pavor se indinan?
ACPALLA.
Esos que tu arrogancia así desprecia
Serán los que castiguen algún día
Bondad tan temeraria.
{Carta pauia,"^
mniuzA.
Aun soy Munuza ;
Pendiente de mis hombros todavía
El formidable alíkiqe centellea
Que huérfiínas dejó tantas fomílías :
Tiemblan de mí velando , aun se estremecen
Si su atemorizada fantasía
Mi aterradora &z les pinta en sueños.
. i:SC3E3iA m.
ISMAEL.— Dichos.
ISMAEL.
Dos cristianos , señor, á vuestra vista
Pretenden parecer : esjano de ellos
Aquel anciano, el deudo de Hormesinda ;
El otro un joven que dolor y enojo
En su semblante intrépido respira.
(Vaulmiitl.)
Agnirdite, Hnnnia,
isnprefflodel CaKb
jne prtHiiQlgar mafiíni
wiirau.
(TateÁnMlM.)
PARTE raaiERA.— LIT^ATÜRA.
La laerte eo nn momeDlo le <
La soerte pnede bacer qae ei
Caiga [ambieo vuestra soberi
i Qnién sabe si , aplacado cm
Ya el cielo, ua braio vengadt
Qne ataje Toesira próspwa b
reREHDHDO,— MUNUZA.
■tnrau.
jQaéosgnla,
esenciif
tloa veDlnra
ion, nna desdicha
espaíiol ;mnrióPelayo.
nuerle la eoañrma
, j i Hormesinda trae
ma^ despedida
{Ap. Qdíií esta unen
alpe que la hostigaD.)
óPelayotiVei», cristiaiMí,
inestnlej escrita!
iagracoDTtctoiias,
; Ed qaé os paráis? Seguidla.
lé ral engaüo ctuodo, oyendo
ea tu loor publica,
ecta j de ta sangre.
Tállente en ti creía,
m eontrarto generono
neesTlIIasoleDiiiiza.
;ú , di , qne tan osado T. ..
PILÁTD.
leidlenta todavía
vo. (htemu^Hindole.)
Sefior, disculpa sea
i<l m allicdoii misma.
loriaysaesperaiaa
mlíeroa ponian.
. ligrimas que damos
T de BU desdicbi
HnDuza. ,
Yo i PeUyo
red; mas su porfía,
bstinadon pudiera
il , cuando ooB libra
, gracias le rindo
I pn^doiK» asista.
I perdidoi.
riUTo.
Notefleí
bd, Dioiptidoundla
ir de aqueste pueblo
kn terrible Ira.
aMnpb el poderlo,
jSerJieltuyotalTezT... Has
Va i parecer delante de voso
Tú , imprudente , refíena esa
Usa un lengnaje j ademan co
A tu fortuna bumilde j abatli
V DO al Jeon Irrites qne te esc
Y por desprecio tu arrogandi
VEREHUNDO, PE
vxunmio,
1 Gradas al délo I Al cabo coi
Mi temeroso corazón respira.
¡Cuál me has hecho temblar!
Ni al velo qne 1 sus ojos te ei
A asegurar mi agitacioo bast
Del tirano al aspecto enardec
Tu mente, K arrojaba toda e
Y en tus miradas fleraa se vd
La mal cubierta iodignacioa.
La desolada España en ti conl
Sinoatiendesla votdelapn
{No aabrlt moderarte?
A tan torpe disfrai ? Nunca Pi
Descendió i la flaqueza , i la
De engaSar : d que eaga&a e:
Que confiesa su mengua en st
¡Vjomientomincmibre! ¡Ve
Ddanie de ese moto 1 1 Oh fe
Htgerl
SUaM acerca.
BORHESINDA. — 1
■ Padre
Con qne jann do me olvidáis?
(í
Wsofosf... lAjI El CK |n1«
jLa Tea i tti presencia conftu
Calle la Indlgnadoo; hable , 1
La sangre solamente.
Yaitni
Tlenet i esta Infelii , esta cnl
A quien Dioe en an cólera dilV
A quien antes de verae en tai
La negra muerte aniquilar di
No imploro tu piedad , no la i
Ni cabe en el hcmor que en II
Pero permite qne tu bermana
Con ligrimas rescate de aleg
Las ligrimas qne un tlempoi
En Mo acerbo j en ddor vei
Snfre qve al goieme aband«
14
OBRAS OOMPtETAS DB WM MaNOBL JOSfi QUINTANA.
}
Aparta.
¿10 hermana tfi t iamáf. Quien aquí habfta ,
Qaien se complace ea la estación odiosa
De la snpersticion y tiranía
Mo puede ser mi sangre. En otro tiempo
Tuve ana hermana yo qne era delida
De Pelayo y de España ; virtuosa ,
Inocente y leal , siempre Alé digna
De todo mi cariño y mis cuidados ,
Que con mi patria la infeliz partia.
El cielo, encarnizado en perseguirme»
Me la robó ; la que mis ojos miran
Es una infiíme apóstata que ahora
Mi vista indignamente escandaliza.
Ella insulta á los males de la patria ,
Ella desprecia las desgracias mias ,
Ella 9 en fin , me aborrece.
HOlMESIfOML
¿Yqué?iNoba8U
Ya mi pasión para encender tus iras,
Sin que también destierres de mi seno
A la naturaleza , que en él grita
Con mas ftiena que nunca?
rajLTO.
¿T no gritaba
Guando la iñ pasión que te perdía
Te atreviste á escuchar , y te entregaste
Al árabe feroz que te esclaviza?
¿No pensabas en mi? No contemplabas
Que era clavar en las entrañas mias
Un acero mortal , y atar la patria
Al yugo atroz del musuhnan t& misma?
RoansiiinA.
¿Qué peso puede hacer en la balanza,
Que los reinos del mundo alza ó inclina,
De una flaca mujer la resistencia?
Pelayo ¡ ah ! ¡ Cuánta S>mpasion tendrías
De esta desventurada, en quien ahora
Tu enojo todo sin piedad fulminas ,
Si vieras mi amargura y mis combates I
To pudiera decirte. ..
PILATO.
¿Y qué dirías?
■ORHisinnA.
Que este amor á la patría qne te enciende
Es la sola ocasión de mi desdicha.
Yo inocente vivf , nunca en mi pecho
La llama del amor se vio encendida :
En todas tus fatigas y peligros
Mi llanto y mi memoria te seguían ;
Gayó España , Pelayo , y ya aguardaba
A verme sepultada en sus cenizas,
A que me arrebatase en su violencia
El torrente feroz de la conquista,
Guando G^on amenazada... El cielo...
Perdona... El délo mismo mi caida
Gonsiente... España opresa , los cristianos
Mi favor implorando, y cada dia
De ese moro tan bárbaro á tus ojos
La generosidad siempre mas viva.
Los ejemplos, tu muerte... { Oh cuántas veces
Dije : «Pelayo, á defender camina
Tu amada hermana de tan tara ludia ti
Y Pelayo implorado no venia ;
Y la triste Homeainda, abandoaada
Deldelftydelalierfa...
BLATO.
¿Y qnét ¿Por didia,
Aunque tu hermano peraddo hubiese ,
La gloria de su nombre no vivlaf
¿No reflejaba en ti? ¿Tti no debiste
Defenderla , guardarla sin mancilla,
Y antes morir que recibir los dones
Gon que el moro doró nuestra ignomioia?
Yo vi , yo vi la patria desplomarse
Del Guadalete en la funesta orilla,
Y sin perder aliento, á sosteneria
El hombro puse y la constanda mia.
Tres años siempre comi>atiendo, España
De mi sangre y sudor toda teñida ,
El rencor de los árabes , al mundo
Mi celo y mi fervor publicarian.
Todo es ya por demás. ¿Qué soy ahora?
Un vil aliado de la gente impla
Que oprime mi pais. i Desventurada !
. Los ojos vuelve en derredor y mira ;
No hallarás sino mártires : los unos
Peredendo al rigor de las cuchillas
Del atroz sarraceno en las batallas,
Los otros en las cárceles agitan
Su pesada cadena , otros , desnudos ,
Opresos, de hambre y de miseria espiran.
Todos te enseñan á snttíT : ¿qué importa
Que otras miyeres débiles ó indignas
Se hayan rendido al musulmán halago?
En medio del contagio deberia
Mantenerse Hormesinda ilesa y pura,
Gomo á su hermano el universo mira ,
Guando el Estado se desquida y cae.
Impertérrito y firme entre sus ruinas.
BoausniDA.
Pues bien : iü ves mi error y le detestas;
Yo también le detesto, y á mi misma.
Hé aqui mi seno : hiere , y en un punto
Acaba con tu afVenta y con mi vida.
PELATO.
¿Tienes valor? ¿Eres mi sangre? Auntiemio
Es de enmendar tu ofensa : esas vecinas
Montañas van á ser d fuerte asilo
De los cristianos que á vivir aspiran
Libres de la opresión. Deja ese moro
Que con su infame seducdon fascina
Tu corazón, y atrévete á seguirme
Adonde lejos del oprobio vivas.
¿No respondes?
HOBMESINDA.
Pelayo, es doloroso
Sin duda aqueste lazo que abominas ;
Mas ya la suerte le estrechó, y...
PBLATO.
Acaba.
RouiKsnmA.
El deber no consiente que te siga.
PBLATO.
¿El deber? ¡el amor I
■ORMSSIIVDA.
Yo llamo al délo
En testimonio...
PELAYO.
Galla, y no SU ira
Despiertes contra ti.
HOBMESIimA.
Si,yoleUamOí;
El ve mi ooraioa y tu ii^ostida.
fBUVO.
El Tetriunlhf tu abonlBable ItaM
r.^
.>^
t?*:.
PARTE PRUERA.— UTERATV
iVmidri
To ofrecí al mío
mél
iPromeuImpIíl
TBRBironM.
Tn ardor mttigí ,
la Infeliz EapaBa
a esperanza Qa.
ista del [írano,
allega; aearida
i quien adoras,
lominable tí da ;
scucba : los valientes
-¡la tiranía
ser, y slTencemos,
al verá la justicia
«exorable tiemble
I. Tá de ti misma
1 al el borrendo crlmao
iTersal expias.
(Fow eon Yereauaide.}
O TERCERO.
HAPUHEaA.
RO.TEBBHDHIMk
lor ! aqnf ddMDM
r. Pelado intenta
o qaemiíA el agnil»
eiUTenguuNa.
«nétlco acoDS^
la; mn me euremem
lerrlbleí qnejat
loTmeiinda : al ñu aiIkoM
liar; y ni peía,
¡Dclo formidable,
lente, era mas fiera,
I te arnatró consigo ;
ra qolii ja o» cercan
LUNMO.
lajor qne todos dlot
I, los desprecia.
Ae en este aitlo
Gi}<m espera,
Loprone
Eladio, S¡
Aironse , I
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DePelayci
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Lasnerte
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A todos loi
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He alcanza
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De Tentnra
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Tú , qne i
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DelEsudo
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Soy ei que,
D« entre la
M
Ó&RAS COMPLGTAá D& DON llANÜfiL JOSÉ QUINTANA.
I-
.1*
Exento el eoello de los hierros torpes
Que sobre el resto de los godos pesan,
¿Qué me sirven, empero, estos blasones^
Goyo bello esplendor me enTaneciera,
Si ajados ya, por tierra derribados ,
{Oh indignación! un árabe los huella ,
Y Hormesindalos vende?... Giudadanost
Si de vos por ventura alguno tiembla
Que en semejante infamia sumergida
Su hija, su hermana ó su consorte sea;
Si en él se escucha del honor el grito ,
Gomo en mi pecho destrozado truena y
Ese me siga á castigar mi ii\]ur¡a ,
Y asi la suya con valor prevenga.
ALFONSO.
Si, yo te seguiré ; deja, Pelayo ,
[Acercándote á Pelayo y estrechando $u mano,)
A tu diestra valiente unir mi diestra ,
Alborozarme viéndote, y contigo
Jurar al moro inacabable guerra.
Alfonso de Gantabria te saluda ,
Y los buenos con él, que en tu presencia
Ven renacer las dulces esperanzas
Que ya en tu aciago fin lloraban muertas.
No solamente á castigar tu injuria
Te seguiré, sino á vengar con ella
A España, que reclama nuestros brazos
Y de tanto abandono se querella.
Seri su primer victima Munuza.
PELATO.
¡ Oh ardimiento feliz ! Yo bendQera
Mis propios males si ocasión dichosa
De que la patria respirase fueran.
Bien lo sabéis : mis débiles esfuerzos
Osaron contrastar en su carrera
Al feroz musulmán ; nunca mi pecho
A la esperanza falleció; mas piensa
Que el ¿rbol encorvado en la borrasca ,
Sus ramas levantando ya dispersas,
Se enderece mas bello y mas frondoso,
Y con su sombra á defendernos vuelva.
VEREmiNDO.
Si el peligro arrostrando denodados »
Y peredendo en él, se consiguiera
El magnánimo fin, mi vida entonces
Al altar de la patria por ofrenda
La primera á inmolarse correría ;
Mas la ñierza se abate con la fuerza.
Volved la visu atrás, mirad la plaga
Que levanta en la Arabia un vi] profeta,
La Asia y la Libia devastar, y al cabo
En la Europa caer : á su violencia
Arrolladas las huestes españolas.
El gótico poder cayó con ellas ,
Y sobre él orgulloso el agareno.
De mar á mar tremola sus banderas.
El español, atónito en su estrago,
Y ya domesticado en su cadena ,
Ni de su daño y su baldón se irrita
Ni ¿ los clamores del valor despierta.
PELATO.
¡Qué es pues el hombre, oh cielos! ¡Asuaudada
Se ven ceder las indomables fieras.
Los montes rinden su orguUosa dma ,
La explosión del volcan aun no le aterra,
¡Y un hombre le subyuga !... Nuestros nietos
VendrAn y exclamarán : ¿Por qué se sienta
Sobre nuestra cenrii des venturada
Del ijeno temor la iqjusta pena ?
¿Somos quizá los que en Jerez huyeron.
O los que, abandonando !a defensa
De la patria, labraron con sus manos
Este yugo cruel que nos sujeta ?
Así España hablará contra nosotros.
Recordando ¡oh dolor! que á tanta afrenta^
A una opresión tan misera, pudimos
Añadir el baldón de merecerla.
ALFONSO.
¡Perezca aquel que sobre si le llame!
El pueblo, me decis, duerme y se entrega
A los serviles hierros que le oprimen :
¿Quién sabe si esa mar, ahora serena ,
El soplo de los vientos solo aguarda
Para bramar y amenazar soberbia ?
VEREHÜNOO.
No asi tan presto en la esperanza fie
Vuestro aiTojado ardor. Y si se niega
A seguir vuestros pasos la fortuna.
Si sois vencidos en tan ardua empresa ,
¿Quién guarecer á la infeliz España
Podrá de la venganza que violenta
En luto y sangre cubrirá al momento
Las miseras rdiquias que aun la quedan?
PELATO.
Es justa nuestra causa; el alto délo
La dará su favor.
VEBBMUNIK)*
También lo ora
Cuando en Jerez lidiábamos.
PELATO.
No, amigos.
No lo íüé ; yo os lo juro por la inmensa
Pérdida qm los godos alli hideron.
Aun indignado el corazón se acuerda
Que la molicie, el crimen nos mandabau.
En ruedas de marfil, envuelto en sedas,
De oro la frente orlada, y mas dispuesto
Al triunfo y al festin que á la pelea ,
El sucesor indigno de Alarico
Llevó tras si la maldidon eterna.
¡ Ah ! yo lo vi : la lid por siete días
Duró; mas no fué lid, fué una sangrienta
Garaicería : huyeron los cobardes,
Los traidores vendieron sus banderas.
Los fuertes, los leales perecieron.
No lo dudéis : los vidos, la insolenda
De Witiza y Rodrigo á Dios cansaron;
Y ya la copa de su enojo llena ,
Abrió la mano y la vertió en los godos,
Que tan torpes escándalos sufrieran.
VEREMD5D0.
Gedamos pues al celestial decreto
Que á afán y cautiverio nos condena.
Guando menos debiéramos, sufrimos ;
¿Y habremos de escuchar nuestra impadenda
Al tiempo que, oprimidos y dispersos ,
Sin fuerzas, sin apoyo, se nos derran
Las puertas hacia el bien? Dios nos castiga;
Pleguemos ya la Drente á su sentenda.
PELATO.
Quizá en tantas desgradas ya cumplida
j Oh españoles! está. Ved la halagüeña
Ocasión que nos muestra la fortuna :
Ella , moviendo su voluble rueda ,
Nos manda la osadía : ved al morot
Ansiando en su ambidon toda la tierra ,
Salvar los montes, inundar las Oaliu ,
Que hollar también y esdavisir desea.
Allá se precipitan sus guerreroa,
PAtlTE PRI^ttA.
to abandonada dejan
Dmbaiir cansados,
I placer se entregan,
bles fa gilí vos,
s convecinas sierras,
I liempo nos ofrecen ,
tardanza naestra.
ial. i Oh, cninlos pueblos
loés! Has si se niegan)
n... sirva en buen hora,
Bal }nigo tienda
Jo mediodía :
islas asperezas ,
er acosiDmbrados
líelos la inclemencia,
deréis? No ; Tuesiros bra7ns
ibros qoe dos cercan
>alria y oira Espafia
reliz que la primera.
i el camiDO hermoso
ia nos présenlas;
aliarte nos anima.
les ; mas es ñieria ,
uir tan arduo intenio,
is Olios obedezcan,
f el cetro goüo,
a indolente diestra,
lente que otras manos
ríe restablezcan.
Iranios i esta gloria,
Qsanu nuestra
rnenoscondazca,
lectro apoyo sea.
FEUTO,
Nobles godos,
ror : ¿con qué TergQcnn
l>ra de Ataúlfo
3D real diadema
neelraborbnnillIaT
igni en qne ponerla.
.— UtEraíi
Pelayo.
No es el
Cercado
Srimerg
i:i que i
Lospeti
Tu debí:
Mas la g
Tus Tasi
Todos p<
He aqui
Con que
Hasta aq
Votellai
Viriiideí
Rindo qi
Plegué i
Que hoy
Abarque
Cetro de
u.romo.
Vo asf Injürtes
mbre, i tus proezas,
os que le admiran;
>s. I Ahí DO lo creas:
mJertHvolaydébll
' trasladar sd afrenta
én ea, dándeseenmcntra
ar se ha ennoblecido
stgnal contienda?
lesgradasi despecho,
ialéa nos alienta ,
talria nos inflanut
■ HOBLU.
Voked Is
Qne asali
Su indigí
La induli
Ánuestr
Fingidas
De sa Til
isanoestnadma
Audador ilnttre
w i njar comleDiat
OBRAS COMPLETAS DE DON HANDBL XtSft QCIirrAIU.
Lumno. (MtttukíttyetcúniotBiBldiBo
CDtnto pnué ¡ infelii I todo M ctmbta.
El uuor de mi patria ; de loa mloa
Prendió » mi peclio la AuMBU llama
Qae me Ts i counmir ; eeie bimeneo
Jugaba JO que i la afligida EqwlU
Aomicio ftiew deqaielñd.jalrooro
De templuuajqoíeiiidpreDda sagrada.
t Qaé engaito tan cruel 1 Formado apenas ,
Mi bermano te presenta , me UMOua,
Me aterra... lAhliporqnéeltneloenaqiielpu
Mase abrió ; me tngúT
iQcbednmbre Sen
' Dilaiadlo os mego :
sois ; haced que vengan
tros loa cristianos
[iUTDsesusitfraa.
PEUIO.
isIjQaweit, por dicha,
ibaadonar expóesta
eation del miedo,
1 dobles fkinestaT
1 birbaro eo la plaza,
^ondesu insotencia,
ktlca.^elpaeUo
cóten se sienta,
¡Tintad a nn tiempo
mprovista guerra,
líllafeytapatria,
id i defenderlas.
ALFONSO.
ni siento, i la eaperania
nte el corsion me aHenta ,
;:¡OhcristianosI
cní) ó sin la mnerte
le tan lanta empresa,
al Dios qne nos escacha
JDf«.
enio la mano de M/Irnto.)
En tn diestra
éttede¡b>tat ademan 4eaMriiu
mtmet.)
Vjro.
CM el ademan de Alfenu.iarando
tmeipada.)
Noba; nadie
ijure.
raLATO.
lOh Prorldenebl
ü acabar el dia,
el sid nos rea.
:0 CUARTO.
ESINDA.ALVIDA.
irdo al Bn , misera amiga ;
la agitada planta
, 7 en hondas ajes
ir de aqueste alcázar T
an nadie responde;
escochan tns palabras,
daylaioiobra,
le to dolor las ansias.
, j el querer del ctelo
ALTrna.
Tfe misma agraní
El peso da tu abu : aunque i Mayo
Ardiendo fea en rqkentina saBa
Por esle enlace , al Un de la prudencia
Escncharji la m, cuando cerradas
Las sendu todas á rengarte eneaentre.
¡Pradenda, Alrida, en él 1 íCoinde ei
Se lefio siiau Tíñase presentan
Gloria, Tirlud y pundonor y patriaT
Vino i perderme y i perderte ; él Ba
En gentes abatidas y humilladas,
Donde hallar enc^dida espera en Ttan
De su mismo ralor la noble llama.
iQoién sabe si i estas borast... ¿T&lo Titta
Cuando llegó la misteriosa carta
Que i MuDuu de Maridase envía.
Todo agitarse aqui , doblar las guardias ,
Ysalir Ismael... Tiemblo al pensario.
i3i fué un aflsoT Incierta j agitada ,
No sé qné bacer. Escacha , no i mi e^KWO
Vida le dio nna tigre en sus entrattas ,
Ni las sierpes de Libia sustenlaroB
Con ponsoíla y rencor su tierna Inbncia.
Dehombres nació,y es hombre; ypoetquehatldo
Ya aeosible al amor, también entrada
Darteosupecho tía piedad. Alvida,
Puede ter qne arrojindome i ans plantas,
Diciéndtde yo misma...
ALTIPl.
lOhlnotefies,
No al eco atiendas de esperanzas ranas.
iHnnuia usar clemencia cmi PelayoT
Error ¡ funesto error I Qnlii Ignorada
Su suerte ann es del moro ; jy tú serial
La que le ae&alase i su
Con que 1 el perdón á tantos ooDcedldo
Solo i mi sangre ese cruel negaraT
tY nada, al fin , conseguirá mi llanto,
Ws tleraot raegoa, mi cariBof...
Rada.
iQaé Tale todo al tiempo qne le gritan
La TOS terrible del sangriento Andalla,
La ambician de mandar qne le devora ,
Su ley fen», que i la cnieldad le arrasUaT
I Asi holrin pues nüi etperanias todas.
Todas las ilnsiofles debonanu
Qne mi amorte fingió!... SI ; de loa deloa
La saBa incontrastable desplomada
Shoto que Tiene tobre mi : la tumba
He etpera , y alli Toy ; pero mncbada
Con taogre hatridda , odlou i tm tlemp»
A mi bemuQO, k mi amante...
PAHTE PRIMERA.- Ur
UTIH.
tA; triste! Mili;
en ti TDelTB , bonde ea tapecho,
le , tus amargas amUs.
, ietpnit ACDALLA.~~9iCEi5.
le el rigor fiero y terrible
oeslra fíenle acompañada
Dua dalce aur me Teda...
tqué aftbiu madama
lentro en tu? ¿Cuáles cuidados
bao! HoTÍmiento; armas,
specbas,] qué aparato
le aquel que ;o eneraba
wyi
al Sd , que las sospedtai teten
palatraldonpr^araT...
qttiiá cónpltce...
A Toestra eslanda,
Ya os obedezco;
I consejos de la saña
^ de tni , de lai promesas
o Tueslro labio pronunciaba
sle pueblo : onestro enlace
er...
(ihutuamHMe la cabeta irritado en teñal de que te va
¡fo»; Bormetiaia te etlremece, stesatltu det.)
ESCENA nL
HUNUZA.AUDALLA.
|0b cómo lardan I
AOBiLLÁ.
« la cansa 1 conceUr no aleauo
Inqnietod, de la faapacienda euraüa
leade el (nulo mismo te alimnenla •
le i toa nanos se entregó la carta,
darte de Pelayo ella te irisa;
na de su muerte ba sido folsa,
ia Asturias camina , donde acaso
aa nueva rebelión se irama.
mas alto bver de la fortuna
iras esperar! Ella le arrastra
IMder, j el golpe <|ae te acabe
ea^rar la agonizante EspaBa.
i el Instante , si , que yo me acuerde
»de Inifl d ser, que yo renazca
lile ardor, i las ooatambree Uera»
el amor de lal peobo desterraba.
a basta et este ponto la snspeeba
ros pouefia demmó «1 nd alna :
lidiai. ««Her, y deqvcdarioi ,
arlos flrir. iQÓé me fanportaba
v,*^'
10
OBHAS COMPLETAS DE fiON UANOBL lOSfi QUINTANA.
■DROZl.
Mal el orgullo que tu lengoa anima ,
Y esa arrogante ostentación de audacia
Con la bajeza in&me y alevosa
De tus acciones pérfidas se hermana.
nel)eide vil y miserable espia
Viniste ¿ sorprender mi confianza ,
Mi esposa á acongojar , y de este pueblo
A alterar la obediencia á mi jurada.
Pelayo , que os envía, no os defiende
Del peligro mortal que os amenaza;
Y si aun negáis lo que saber deseo ,
La muerte y los tormentos os lo arrancan,
jv Dónde está ese insensato? Responde dme:
¿Cuáles son sus intentos y esperanzas?
FELAYO.
Quizá si lo supieses temblarías ;
Mas tú , arrogante musulmán , te engaous
Cuando, en la fuerza y el poder fiando.
Piensas que todo á tu querer se allana.
No cuanto sabe ansiar logra un tirano :
Talar los campos , demoler las casas ,
Inundarlas en sangre , esto le es fácil ;
Mas degradar por miedo nuestras almas,
Mas mover nuestro labio á tu albedrío»
Bárbaro, á tanto tu poder no alcanza.
AQDALLA.
No asi oscurezcas tu esplendor supremo
Dando ocasión á su arrogancia vana :
Jamás así se explica la inocencia,
Y ya culpables son, pues que te ultrajan.
Mueran, y sirvan de escarmiento á todos.
MUIfüZA.
Caerán , pero no solos ; también caigan
Los nobles de Gijon, Téudis, Fruela,
Alfonso, Atanagildo...
PELAYO.
De mi audacia ,
De mi silencio cómplices no han sido :
Respétalos, tirano.
HDIfüU.
Sin tardanza
Vuela, Ismael, y encadenados todos
Vengan á mi presencia en este alcázar.
{Sale Ismael.) •
Pelayo allá donde se esconde tiemble ,
Viendo asi fenecer sus esperanzas ,
Y aguarde con terror la suerte que ellos.
ESCaBNA V.
HORMESINDA.— Dichos.
HOUfESliXDA.
No tan gran sacrificio á la venganza
{Corriendo d su hermano, y en ademan de defenderle,)
Permitido ha de ser. — Pelayo, el cielo
No ha concedido á tu infeliz hermana
Ser grande como tü; pero á lo menos
Te defiende en tu riesgo, te acompaiUi
£n tu muerte. Munuza , este el camino
{Puesta entre los dos y señalando eu pecho.)
Es el que se ha de abrir tu ii^usta espada
Si va 4 boacar su corazón.
ADUALLA.
¡ Pelayo!
MimUZA*
¡Siihamiaiio!
LEARMO.
¿Qué pronuncias, desdidiadat
¿Sabes lo que revelas?
PELAYO.
¿Ya qué importa?^
Pelayo soy : la suerte se declara {A Mtmusa.)
Entera á tu favor, no la desprecies :
Suelta la rienda á tu impaciente saña ,
Envuelve á esa infeliz en mi destiiiO,
Y en el morir iguálanos : ¿ qué tardas?
Yo te aborrezco y te persigo, y ella
(No hay delito mayor), ella te ama.
HOBMESUIDA.
Cesa, cesa, cruel. ¡ Divinos cielos!
¿A quién irán primero mis plegarias?
A quién persuadirán que de su pecho
Despida esa altivez, esa arrogancia ,
Que al uno lleva á perdición segura ,
Y á abusar de su fuerza al otro arrastra?
Si mis suspiros débiles no os vencen ,
Si este llanto que vierto no os ablanda ,
Saciad en mi los dos á un mismo tiempo
Esa sed dé venganza que os abrasa.
Nadie es culpable aquí sino yo sola;
Yo he faltado á mi sangre y á mi patria ,
Y á mi esposo también : ¿cuál es el brazo
Que de una vez mi desventura acaba?
I Oh Munuza ! Ese alfópje tan teñido ,
Ya enseñado á verter sangre cristiana.
Será mas diestro á derramar la mía.
Siega al punto con él esta garganta;
Siégala, y presta á tu infeliz esposa
En tan fiero rigor su última gracia.
MUNUZA.
No abuses mas de la indulgencia mía,
(A Hormesinda.)
Que, aun á pesar de tus ofensas, habla
En fevor tuyo; y con silencio y miedo
Mis soberanas órdenes aguarda. —
Tú el duro estrecho en que te ves contempla.
(A Pelayo.)
Ni arbitrio ya te queda ni esperanza
Sino en mi compasión.
PBLATO.
Yo no la imploro.
MUNUZA.
•
Conozco tu valor, sé tu ooostanda ,
Y entiendo bien que á contrastar tu pecho
Vano es el riesgo, inútil la amenaza ;
Pero esos infelices que arrastrados
Son en aqueste instante hacia el alcázar;
Pero toda Gijon , que al pronto incendio
De mi fbror se mirará abrasada ;
Todo te manda doblegar tu orgullo :
¿Quieres salvarlos? Di , ¿quieres salvarla?
PELAYO.
¿Qué pretendes de mi?
MUNUZa.
Que á su presencia
Humilles esa frente temeraria,
Y de obediencia dándoles cfemplo,
La autoridad augusta y soberana
Del Califa respetes. De perfidia
Sé que no eres capaz; tu fe me basta :
Júralo por tu honor y el Dios que adoras,
Y Gyon y tus cómplices se salvan.
PJ^TE PRIHEnA.— UntRATUItA.
fELllO.
mu, en eite pecho
ledadeatradi,
el sol al día
■elajo 7 sus palabras ;
vida tígua montento
lealtad idoUiiada
profiDar, es este
ijararinilD"
uerte qne ahora aroi^ia
T mis amigos;
mpo que tardara
1 que en angte tuja
baldea la mancha.
ibiosalTaiunpoeblo;
:obarde se degrada
ando la rodilla,
hacia el bonorleranta.
I, viles tiranos,
■ontu.
lo, en uu palabras
ítala.
Al instante.
ICEHA VI.
£L. — Dicoos.
>or¡Gijon aliada
r; los nobles fieros
DsopUn la llama,
ajo, que repiten,
D ftiror se exalta.
aestros guardias caei
MDinrxA.
I Qaí escacho I Andalla ,
oosá aliar el ronnidable azote
ire esa muchedumbre Til j esclava.
: iqné ordeBat, en fin, de estos cristiaoost
« i las maimOTras del alctnr,
1 i la torre.
rn.ATo.
Bn tremendo braio
i Dios de los eiérdtoB IcTanta
tn ta nsntpacion : tiembla; caiste,
bwa llegó.
■DHOU.
DI qne la tuja : mardia;
ni «iclaTo hasta el fin : cnalquler que tea
aerte qne me aguarda en la batalla,
cador te condeno al escarmiento,
dito le coniagro i la vf^nganu.
Cuando el tOnoso
jQaéTalemurmtu
Que sin recurso i i
No, empero, sin v(
y ja nuestros amif
Llamarlos con mi <
Al eco ronco de las
Exaltarme j lidiar
Triunfíba de mi vi
Muriera: pero atu
Contra esos fieros :
Asi el fin á mi lida
Asi el poder ;dign
A que a jer me tí a
Has ;o preso aqoi <
Ellos mueren coa I
Basta i ta gloria ti
V el mondo todo al
Llanto J admirado
Tú cual Pda JO mo
De ardor inblime ]
SeeleT3riltn^«
Sabría tu lado res
Digna de ti seri m
Y ctiando en las ed
Los hijos de la paU
También de mi tfl!
■ Ed Tida, eo mnei
IHrii;yBriaUbu
72
OBRAS COMPLETAS DE DON HANUEL J06K QUINTANA.
Que un desdichado amor saca á mis ojos!
Que Honiiesinda en salvarte felix sea.
Ck)roium sus cabezas las almenas
En los muros del pueblo?... jOh Dios del mundo,
SeSor de la victoria y de la guerra ,
¿Has resuelto otra vez abandonamos?
¿Viven pintadas en tu mente excelsa
Las culpas de Vitíza y de Rodrigo ,
Sin que ya nuestra fe borrarlas pueda?
¡Piedad, piedad! Tiempo es aun; perdona.
Cuando entregada esta región se vea
Á la superstición abominable
Con que tu nombre el árabe blasfema,
¿Será mayor tu gloria?... ¡ Ay! que algún dia
Ha de llegar en que sereno vuelvas
Hacia España tus ojos, y mirando
Las plagas que tu enojo echó sobre ella »
De tan fiero rigor tú mismo llores,
Y entonces tarde á la clemencia sea.
LEANDRO.
¿Oyes, Pelayo? La mazmorra se abre;
(Ruido depuertaf,)
Llegó el momento de morir.
PELATO.
Que venga:
Yo á Dios bendigo en él; venga, y acabe
La horrible incertidumbre, la impaciencia
Que ya no puedo tolerar.
ESCENA IL
HORMESINDA , ALVIDA. — Dichos.
PELATO.
¿Qué buscas,
Desventurada? ¿Acaso la fiereza
De ese bárbaro atroz aquí te envía
Para que á nuestro fin presente seas?
HORMESIRDA.
No, Pelayo : tu riesgo y mi cariño
Me hacen volar ansiosa á tu presencia.
Vengo ¿salvarte.
PELATO.
¡Oh Dios ! Con que ¿vencido
Es también nuestro esfuerzo en esta prueba?
BORHBSIIIBA.
Tal vez ya lo será : desde la torre
Vi con terrible estrépito las puertas
Abrirse del alcázar, y furiosos
Arrojarse los árabes por ellas.
Ya alli el tumulto bélico llegaba ,
Cuando al ver á Munuza, al ver su diestra
Armada del alfaide irresistible
Que Untas veces vencedor le hiciera ,
En aquel primer Ímpetu arrollados
iTos nuestros, de repente titubean ;
Y aunque siempre luchando, al fin el campo
Les es fuerza ceder. La lid se alcija ,
Y entre los espantosos alaridos
Que al batallar horrísono se mezclan.
De cuando en cuando el eco se distingue
En que Pelapo y ¿t^ertotf resuenan.
Un momento después esos guerreros
A quienes nuestra guardia y ia defensa
De aqueste alcázar encargada ha sido,
Casi todos ardiendo á la pelea
Se precipitan ; los demás al ruego
Cediendo y á mis dádivas, nos d^*an
La senda libre que hasta el mar conduce.
Armas alli tenéis ; el tiempo vuela ;
Venid, hayamos; que Hormeslnda al menos...
¡ Ab, perdona esus lágrimas postreras
PELATO.
¿Qué pronuncias? ¿Huir? Leandro...
(En ademan de marchar,)
HOuussirmA.
¿Adonde,
(Deteméndoie.)
Adonde vas, cruel? ¿No ves mi pena»
No contemplas tu riesgo?
PELATO.
A la batalla,
A la victoria voy : ya nos entrega
El Dios onmipotente ese tirano,
Pues al fin libres combatir nos deja.
(Dirigiéndose hada eltiUo del combate.)
Amigos , alentaos ; nuestro es el dia ,
Como fué suyo el de Jerez : mi diestra
Victoriosa os coeduzca hada este alcázar,
Ella os enseñe á derribar sus puertas ,
A arder sus techos, derrocar sus muros ,
A no dejar en él piedra con piedra.
(Yame,)
ESCENA UL
HORMESTNDA, ALVIDA.
HOMIESIIIDA.
¿Cómo de un firenesi tan desatado
El Ímpetu ats^ar?... Mas ¿quién me veda
Correr también de la batalla al campo,
Y entre esos fieros adversarios puesta ,
Sus golpes recibir? Quizá uno y otro
Con solo mi morir contentos sean.
ALVmA.
¿Asi qué lograrás? Buscar tu daño
Y aumentar su ÍUror con tu presencia.
Ya ni á la sangre ni al amor te fies :
Cuando retumba el eco de la guerra
Ellos exhalan sus endebles gritos,
Y escuehados no son.
HORinESIimA.
Naturaleza,
Si este no me conoce por hermana ,
Y de esposa el cariño aquel me niega ,
Aun de esposa y de hermana el dulce afecto
Para mayor tormento en mí conserva.
Ya en tan amarga situación yo delM
Al que mas infeliz de ellos se vea
Acudir, defender... Sé que el destino
No me deja elección ; sé que la senda,
De espinas erizada y de amargura ,
Por donde al precipicio me despeña ,
Me es fuerza andarla toda : tú entre tanto
Abandona á esta victima díspaesta
Para el golpe fiatai...
ESCENA IV.
BÍUNUZA , «Al alftnje ; ISMAEL, lonos.— DicBAf.
MÜRUZA.
Moros cobardes.
No asi me aconsejéis : tras de la mengua
De ser vencido, la venganza sola
Es el placer que el cielo me reserva.
I Oh conftision ! ¿Quién de las manos mías
Ha arrancado el alfiii\|e? ¿En dónde quedan
Audalla y sus valientes? ¿Por ventara
Todos han muerto en ia Cital pelea,
Ddoine catdo,
nú se aTei^i
irmedioDoa
nu innas fien
in tierno pedu
I que los golpt
in de tu piedi
te miT ¿Por qi
ligada la mem
rcrimiDal Oup
m>7or Todog
1 tiempo mi cfa
Mide qae al in
la con la tíem
ins mondore«
¡arbitrio, sId
aiciouqaeme
ranea que te qi
rúrCDaDdoni
los árabes mi
...di portante
do amor me U
■orhacerT
iQiloD de to gi
i plantas de F
■garé.yesftie
da.óqaecont
dicesTAllntl
.._-_.., .^Miol, imi presen
"''TV panitle el coraion jo mi
(S
ro lámar al pneblo sa cabe
■le:fAblleta]eis;>7cai
do se cubt-jn de terror al i
bnsanels.
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btucpMU. I Ob Dioal qnizi
Dc«dor aqnl : cede 1 BU sni
• «. . » %
• • .i*"
■•."*T.í''-'r t'íí ^' ''
Se ha creido conveniente, sin embargo, añadirle aquí por apéndice,
lome en adelante la libertad de imprimirla con todo su desaliño y sus d
piarla algún tanto de ellos , para hacerla menos íodigí
. M pnio en la edldon de estai Pauta» hecba el alio ISU.
LAS REGLAS DEL DRAIA.
ENSAYO DIDÁCTICO.
KTE PUMERA.
BPTOS GBNERALK.
irtificio ; dulce encaota
na en la escena se atavia
mostrar, si puedo tanlo.
eza, que allá un dia
Imitar ruiGleinTeoton,
j mis aceiitoB gula:
Tajo aurífero á la anrora
presentas, ;a en escenas,
lel hombre jdoDdellora,
it miseras cadenas,
ista el peraaoo
isniantigaaapeitaa;
pectácolo inhomaDO
nfelU fimlendo aspira ,
I i sn opresor liraoa.
■qaés , ;i quién no admira
rnal del movjraiento
reía y mortandad respira!
Dios SD (bror Tiolento;
ide i estremecerse obliga ;
ui,;resaeiia el viento,
arte de Imitar, qoe amiga
a en doode qniera
bombra en so fiítlga.
sdemis, pobre 7 grosera,
Into annrudo era guiada
de su grao carrera.
lét.jr por d genio aluda,
« dd Piado , en que >o asienta
frente de latud sedieata
ir, I ha* por Tentara
"'«aUenUT
SI en ti DO sienle
El generoso ardor.
Tómente estéril n
Podrá sin dudas<
DdubioEstagirit
Qne evite perros al
Has sus áridas re
Estro jamís viviflcí
Que preside al poé
Asi las obras de j
Adespecliodellini
Y el helado compás
En vana en UD so
Hog6 al déldco dioi
Su dulce luego; SI
Pormasqueofrc
Del dios ingrato en
Quecualquierqucl
Aprenda á escrili
V solicito indague 1
Qae el gusto, unid<
Hai no basta el e
Sevisieeliriajtar
Él colas nubes ye
Y apenas llega ei
Loaojosibalagar,
Se Tc entre sombre
Tal, de nervio j
Á pesar de su balai
Toda liviana Tábuli
Jüiteiqueescrib
Demudo el argumi
La plnma iri adon
(íaeendgirmei
El irixri antee que
YOTnardslhiloisi
ORRAS COMPLETAS DB DON IIAROEL JOSÉ QOINTAHX.
Cn koohm mU presentada sea
Bn lolcí tin sitio fijo j sejialado ,
En Kdo un giro de la luz febea (1).
Es nlngan episodio extraviado
Escena suelta ó deioterés Tacla
lasarse acelerado.
omplacer el ansia mia
cíon , siempre aninurte
TpoTEuHoporfia.
idei SDole mirarse
I caer el movimiento ,
teres, su nacimieoio
ibnia ; expouerla
edad debes atento,
iniindose, eavol verla
; de arectos é intereses ,
mbien desenvolf erla.
irario pretendieses
I, j cansarte
broenélqui^eses,
let labennto ba de sacarte!
le allí de Indias viniera I
idoencaalquierpartet
laja de su augusta esfera,
itencia rompe el nudo
ilaur por si debiera !
es tan pobre , ;o no dudo
tos patio j galerías,
I le df^rán desnudo.
A temor, las butasiai
)o i cada instante
< por diversas vias,
lÍ,liteoii3lante,
I, cual el junco cede
iflro sonante,
¡e como el hombre pued«
pirar; mas en finura
Jr siempre le excede,
jcenciayladutxnra
la pérfida impostura.
la candidez de Aldra *
de Col i mena*
tiempo j compasión te ttt<;i>ira
1 pasión le desenfrena ,
jTJoienlo grita,
es, de furor se liena.
orror se precipita,
i con terrible mnerte
castigar medita.
t j diversa suerte
la y áuimo mas fuerte.
empero , en grosería
munos, rodeada
)rgulta ; de osadía,
en BU pecho otros morada
is bellos movimientos
y rectitud sagrada,
en él , los sentimientos
Mibren , no oprimidos,
lujer, ni tan violentos,
iras cuando están tendidos
unensa son [os mares,
; luchando comprimido!.
iferencias singulares
<ta j otro hallar, si «Unto
A It manera que del raudo tienta
Las aves hienden las regiones fíiai.
Cada cual on su rumbo ; movimiento ;
Asi tos hombres por diversas vias
Cnuan el ancho mundo , j diferente*
En genio son , costumbres j mudas.
A nadie sin carácter me presentes ;
Itefedo tan morUTero en la escena ,
Como vicio Insufrible entre las gentes.
La misma ley sin excepción ordena
Que el que una vez le diste ese le guarde,
O ü silbo ; menosprecio te condena.
Pinta almancebo que en amores arde
Siempre brioso ; débil al anciano.
De experiencia y consejo haciendo alarde.
Arrastrado , engañoso al cortesano,
Abatido al plebeyo, al juez severo ;
Sea suspicaí y pérfido et tirano.
El pueblo con aplauso llsoi^ero
Interrumpe mil veces impadeote
k aquel cuyo pincel es verdadero ,
V que con fícil diálogo elocuente
Anima vivamente i sus actores ,
Según la situación que le presente.
I Oh vosotros , sensibles escritores ,
Que porla gloria ardéis, si venerados
Ser queréis de los siglos posteriores.
Si eo cDilquiera región idolatrados, '
Tened en el gran libro de natura
El estudio y af^n siempre ocupados ;
Que eterna dnracion no se asegura
Quien de bellezas solo y de pasiones
Y gustos de un país su fondo apura.
El tiempo, que anonada las naciones
En el mismo sepulcro , al fin derriba
Sus efímeros usos y opiniones ;
Mas no la lej que permanente y viva
Manda j anima al corazón humano,
Y en el orden del mundo eterna estriba.
Lloramos aun de Antigona el temprano
Y horrendo 8d, y aun hiere nuestra mente
La triste Eleclra en brazos de su hermano
No debe, empero, el escritor prudente
Oponerse con ciego slrevimiento
De! pueblo al gusto y de la edad presente.
Como sabio pintor , el ornamento
Ceda al gusto local , mas las figuras
Tomen del natoral so movimiento.
A fuer de caprichosas bermosuns,
Qne desdeQan tal vez un tierno amante,
y se agradan de un fatuo en las locuras :
Asi yo he visto al público inconsUnle,
A la divina Fedra despreciando,
Aplaudir un bnfon vil é ignorante.
Pero tú , sus caprichos no cuidando.
Harás qne siempre en tu labor unidos
El genio y la razón vayan guiando.
Tus escritos entonce esclarecidos
Se grabarán del mundo en ia memoria ,
Consotando los pechos afligidos.
De la envidia y !a critica , victoria
Alcanzarán, 7 de esplendor vestida ,
En torno de ellos volará la gloria.
¡Cainlejos de ella están, cuan abatida
La suerte es de los miseros que escriben
Por dar sustento á su arrastrada vida !
Las nueve diosas que en el Pindó viren
Da su codicia s6rdlds se ofenden,
Y la entrada á «a templo les prohlbKi.
Ellos en unto á la ganancia atienden ,
Y absurdo sobre absurdo taontansdos
Contempla la ruon en cuanto cmprendeo.
\
Itt
OBRAS COMt>LETAS DE DON IfANüEL JOSÉ QUINTANA.
*.*
De piedtd y terror la usada vía,
Con uñero laaro su cabeza ornando ^
Otra supo elegirse. TodaTia
Una mente mayor le diera el cielo
Que á aquellos héroes qne pintar debfa.
T é), eloTando el generoso vuelo
A la región etérea , allí domina
Y de alli instmye al admirado saelo.
En Roma Angosto perdonando á Ciña ,
De su ríTal el defensor severo,
T la sensible y celestial Paulina ;
De Leontina el arrojo noble y fiero,
Y el gran Pompeyo en sa fetal caida ,
Haciendo estremecerse el mundo entero ,
Arrebatan mi mente , complacida
Al verla fuerza de la sabia mano,
Y á la naturalesa ennoblecida.
¡Salve mil y mil veces, soberano (4)
Genio inmortal que digno debería
Ornar el espectáculo romano ,
Guando la libertad engrandecía
De los hijos de Harte el ftierte seno ,
Y el orbe al Capitolio obedecía !
Has no por tanto de alabanza ajeno
Es del vicio el pintor, si lo expusiere
De horror fbnesto y de vergüenza lleno.
Igual provecho á mi razón adquiere
El feroz Gatilina , que bramando
Odia & su patria y destrozarla quiere.
Que el generoso Régulo, espirando
AI rigor de la púnica fiereza ,
A Roma y al honor su fe guardando.
La sencillez hermana á la riqueza
El genio cuando imita , y hermosura
Añade á tu beldad , naturaleza.
Has otra tosca imitación impura
Amontona y recarga los colores
Gomo para dar fuerza á la pintura.
En el potro presenta los dolores ,
Empapa con la sangre á la venganza ;
Y no saciada en lástimas y horrores ,
A los sepulcros lóbregos se lanza,
Y se complace al ver estremecerme
Del placer inhumano que me alcanza.
¿Por qué á la vista , bárbaro, ponerme
Acciones tan horribles? ¿Es tu intento
El pecho desgarrarme, ó conmoverme?
¿Por qué Fayel fírenético, violento ,
Presentar á la misera Gabriela
Del triste amante el corazón sangriento (5) f
El trágico escritor que dar anhela
Fuerza y verdad á su pincel lozano
La historia estudie en incesante vela.
Otro color requiere el aítícano
En sus costumbres bárbaras dobladas,
Que el pulido francés y el fuerte hispano.
Y pide diferentes pinceladas
La ligereza de la edad presente
Que la fuerza y candor de las pasadas.
Presentó en nuestra escena un imprudente
Al héroe de Sueda enamorado.
De la historia á pesar que le desmiente :
Burlóse el mundo de él. Tú, escarmentado,
Siempre darás al héroe conocido
El genio que la fama le haya dado.
Hipólito , en el campo endurecido ,
Aborrezca , deteste á las minores ,
Por razón , por capricho, ó por olvido.
Si al vencedor del Asia me expusieres,
Hagnánimo, oolérioo, ambicioso,
Juguete de la gloria y los placeres.
CatOD firme , sublime , virtuoso ,
Cual ftierte escollo á turbulentos mares.
Resista á los tiranos valeroso.
Si nuevos personajes inventares ,
Que dignos todos del coturno sean (6) ;
Y aunque excedan los limites vulgares.
Nunca es bien que ñintástioos se vean ,
Ni que en sus gigantescas expresiones
Absurdamente deslumhrarme crean.
Tienen, si , su lenguaje las pasiones :
Siempre van arrojándose con ruido.
Del furor inflamadas las razones;
Pero el triste dolor es abatido;
Y Edipo, cuando rey soberbio y fiero,
Derrocado gimió, lloró caldo.
Huéstreme sentimiento verdadero
Quien mover quiera el sentimiento mió:
Para hacerme llorar llore primero ;
Porque ó bien me adormezco, ó bien me rio,
Reina infeliz de Troya, al contemplarte
Ante tu desolado poderlo ,
En vez de suspirar y lamentarte ,
Los pueblos describir pomposamente
Que enemigos vinieron á arruinarte (7).
Guide , por fin , el escritor que intente
Llegar del arte á la eminente cima
Y su aplauso extender de gente en gente.
Que el trágico puñal con que lastima
El pecho del oyente estremecido
Verdades grandes y útiles imprima.
Pues es seguramente afán perdido
Afen que solo en deleitar se emplea
Y el fnito del saber pone en olvido.
Tú á mas noble ambición alza la Ideai
Y de pueblos y principes á una
Lección insigne la tragedia sea (8).
Ella les muestre sin reserva alguna
El miserable término á que llegan
Los hyos del poder y la fortuna ,
Guando su mente á la prudencia niegan,
Y al horrendo huracán de las pasiones
O ilusos ó frenéticos se entregan.
Deliran ellos , sufren las naciones ,
Se ofende el cielo, y su terrible ira
En crímenes estalla, en aflicciones.
Que el pueblo espectador temblando admira (9) .
PARTE TERCEEA,
GOHEDIA.
Tú siempre amable, celestial maestra
De la vida y costumbres , oh Talia, '
Vén , y á mi vista tus halagos muestra ,
Y que enseñando la difícil via
En que tú esparces tus preciosas flores,
Tenga dichoso fin la empresa mía.
Tú, enemiga de lástimas y horrores,
Con burla aguda y con festiva frente
Das á entender al mundo sus errores.
Tú , aunque el vicioso dispararse intente
Sorprendes la mirada , el movimiento
Que su intención oculta hace patente.
Tú acechas en su arcon al avariento,
Y en la faz del hipócrita embaidora
Descubres la perfidia en un momento.
Tú , en fin , pintas al hombre. Él atesora
En si tantos motivos de mudanza,
Que nunca fué después lo que es ahora.
Si en nada pues el alnu se afianza ,
¿Dó está, dime , aquel punto inalterable
En qne se l^a el fiel de su balanza?
¿Será por las costumbres explicablet
J
PARTE PIUUEItA
— LITERATCRJ
^ípfaKfLafortnna
De TDeslm
UciDohiMinudjble.
Rontanct
ioionesTMasnlngiDU
En boca de
areliilDwaoie
Del Avaplé:
rpe On es opoiiniu.
Dichoso 1
islonmasdombianle.
Saumando
EsJdamai
Elqneet
coDtrada.ficUneate
Comoqofa
Da chiste j
:nbre enterameote.
El qae. f
oeoalli.tíempreTeíado
Debelleú
nealir, ¿cómo podría
Sitoacionei
.lipio retntadot
Tanofst
elíDterésleguU;
Al ver de u
Dzi 7 acamuli
Ven el non
eUos que etogiar débil.
HiraiHt
Ki,ja1üv«i8tinult:
Val presta
res le es ofrecido t
Haciendo k
£0,7 al poder adnla.
Yescüch
lonalres acogido ,
Herirconn
DelhUoqa<
Aquiela
Andailoa.
1 qae se la inspire cuando
Has de pon
oblea lmiEe;Tenza1
No es aqi
Se presentí
daladon grosera
Mas festiTo
ifadoso que esli ecbando.
Sise«í
Bate las al)
susiaocia conrirtfendo.
Y otro mira
«me, j mas espera.
Sns artec
1 y fondas discurriendo,
Cnandopac
mras y manías
Combaten 1
¡Ohdelii
sdeqnetúterias.
Qnétiemot
idoRiadas en la escena,
Siento en d
11 enmienden j las mías.
Hasáex^
ara admirar al Sena,
Debe el am
ralfllosoDa,
Sinexcedei
1 loa tesón» nena.
Qneside
do d meco de Talla.
Vestida ctia
Ydetiiileí
Kieblosdítcarría.
tCómog
esbtnoSBioUba,
Perdido el <
Lügnbrey
médiuw borlaba.
Avecea,
lanas, aonqiie bennosas
EolaTldat
r el saber meaqniíw
Ueu de gi
is sales poderons.
Tai en el
ostor del nwira Indigno
Qoe tb, cnl
aneaba... lA. lúa pinceles
Digno de et
mia.pfattorJMnoT
No hay É
redpido estos lanreles
Tt un gran
s cerca, y cnin fonoso
Con la dec«
;ne en tn riesgo veles!
Et reman
le la noche el Te^onioso
De clara ftii
« bnrla de las gentes ,
lamia toca<
bitas malicioso;
Donde se
«jadas insolnites,
Cnanto hay
Gradoaosl
uníaos ú indecentes.
Fuera bt
signen desalados
Buscar ene
eBaco, do ae airean,
Taio nade
a T hiél «alen cacados.
Vae««lo
>lonanchaoyflatK^)eui,
Pasaba fetl
QueooDtni
ObieoM
udelaeKeMafean.
■d.froiMcMbaftna:
Enpotma
(MBipOMd.ydlgIIU
DabaeopA
TtOdON
B«nedwc<
OBRAS COMPLETAS DE DON MANUEL JOSÉ QUINTANA.
Ti vn ihnple» yt un rufián, ya ana ramera.
Pndo con mas estadio y mas oaidado
Bascar la sendllez griega y latina ,
Y en ella alzarse á superior traslado.
Has esquivó, cual sujedon mezquina ,
La antigua imitadon, y adulta y fuerte
Por nnoYa senda en libertad camina.
Desdeña el arte, y su anhelar couTíerte
A darse Tida y darse movimiento
Que á cada instante la atendon despierte.
Igualó con su andada su talento ;
T el Tuelo de au ardiente fiuitasia
Llevaba enajenado el pensamiento.
De sus versos la ptádda armenia.
Su rica acdon, su diálogo animado,
En que el ingenio nadonal luda.
Eran el manantial del dulce agrado
Con que á un pueblo impaciente arrebataba ,
Mas de valor que de saber dotado.
En vano austera la razón clamaba
Contra aquel turbulento desvarío
Que arte, decoro y propiedad hollaba.
A fuer de inmenso y caudaloso rio ,
Que ni diques ni márgenes consiente ,
Y en los campos se tiende á su albedrío ,
Tal de consejo y reglas impaciente,
Aadaa inonda la española escena
El ingenio de Lope omnipotente;
Y con su dulce inagotable vena ,
Con su varia invendon, con su tenrara,
De asombro y gusto á sus oyentes llena.
Mas enérgico y grave, á mas altura
Se eleva Calderón, y el cetro adquiere
Que aun en sus manos vigorosas dura.
Dichoso si á la fuerza con que hiere ,
Si al fuego, si á la noble bizarría.
En que hacerle olvidar ninguno espere,
Uniera su valiente poesía
La variedad de formas y semblante
Que á cada actor diferenciar debía.
Nadie pudo emular su luz brillante
Entre tanto rival ; Morete solo
Osó tal vez ponérsele delante ,
Cuando, inspirado por el mismo Apolo,
Pintó el desden de la sin par Diana (11),
Hadéndola admirar de polo á polo.
Tales de la comedia castellana (1^
Los astros fueron ya; y en su destino
Enseñan cktro á la razón humana,
Que si asiste al-poeta el don divino
De interesar y de animar la escena.
Siempre se abre al aplauso ancho camino
Y el ceño de la critica serena.
NOTAS.
giro il« la Ini febe>.
délas unidades enlodo el rigor de la
le escribía su obra al salir del colegio
'elórica en tos labios, no podía menos
is por su mas estrecha observancia.
tanto rigor respecto délas dos anida*
r; j advierte que si biy gruides ra-
ambien grandes ejemplos en contra,
is pequeñas licencias que se toman
i tas reglas , j que á las teces no de-
itmiles como las que se censuran en
líos; prescindiendo asimismo de las
lolables á que el riguroso compliDiien-
ibtiga, no ba; duda que los clüsicos
ella mucbas veces, ; que los drami-
iemanes y los españoles antiguos la
lente. V no por eso sus rábulas dejan
ion J de producir iodo el interés y
I en la pocsia dramática. No «e trata
ramente una cnestion que las dispu-
a preferencia entre los dos géneros
romancesco banhecho cada vez mas
por lo mismo eiigiria una discusión
le conviene en este lugar. Pero acaso
l>or principio que la severidad es ue-
e pertenece i la verisimilitud , y que
al an« mas licencias que aquellas de
tr grandes bellezas.
a fiinéllei osadía
terví estúpida j grosera
1 ti loitre de la pitria mb.
1 se escribii el teatro estaba ocupado
atores miserables é ignorantes, de
, _ nueva hizo una severa , bien que ne-
cesaria .justicia. Sin disposición bastante y sin aplicación
pan dedicarse i algnna de las otras proresiones útiles de
la sociedad , pensaban hacer del teatro ana granjeria , ca-
reciendo absolutamente del ingenio y del saber precisos
para sostenerle, si no con bonor, á lo menos con decencia.
Sus composiciones, insípidas ó desatinadas, han desapa-
recido ya déla escena, j probablemente no resncitarin ja-
!ro en estos casos el rigor de la censara debe caer
ate sobre su ignorancia y atrevimiento, ; no sobre
ria. Ntraca es bueno insultar i la pobreza , y en la
ion de que el teatro presentase medios snlicientes
siener con decencia i quien se dedicase á él, no sé
pudiera tener de vergonzoso el qne un hombre de
s« mantuviese con este recurso. Uno de los mas
ipoBUs del mondo ha dicho de si mismo :
T si el hacer Tersos por han
de Horacio dejasen de ser ii
T»7.oa seri bien decir á Iodo ■■
en este caso : c Tú baces con
basüehacermal.i Tantos c
escriben , de lo <lue cantan ,
predican , debieran hacernos
decidir tan de ligero.
Tal vez una de las princip;
sez actual en este ramo de li
disposiciones económicas d<
abierto un recurso honesto ;
a alores que les si
ocupación para la caal se i
una aplicación tan exclusiva
fundos y continuos: ocupacis
i llenar un objeto tan importí
de educación pública , como
car de si misma la recompem
tas otras de menos trabajo, n
utilidad? Las tentativas becb
para remediar este mal ban ;
no convenir ni con las pers
tas circunstancias. Es probab
cho tiempo todavía, porque i
sosiegoy otro gusto que el pi
qne acabe de reducirse el a
para que i su restauración pi
medios de fomentar j alentar
que se compone.
(3) E11>sab«ycon«»
visto nunca*. Modelo, todavl
cion,dc gusto y de vehenic
reúne todos los dotes poétk
hasta ahora la desesperación
to imitarle.
(4) iS3iTem!iymilve(
Elogio bien desigual respt
se dirige , pero que mauiüe
que entonces tenía el autor |
cés. La pintura de los senti
tiene tanto atractivo paia la
trañar sucediese al escritor
todos los príucipian tes , que
que de Hacine. Has adelaní
medida que la razón; el gv
neDU li tliclaii al HguiKkt
ki
ÓBRAá (ÍOMPLEÍAS DE bON llAÑÜEL JOSÉ QÜlNtANA.
yalor. Qneda,8in embargo , siempre la admiración por
Comeílle, qneda el desaliento de segnirle en aquella ele-
racion y grandeza, qne parecen en él nn instinto singu-
lar, un privilegio diYino; queda, en fin, el respeto que
se debe á la razón superior que introdujo en la escena
francesa la regularidad , la decenqia , las costumbres y el
decoro teatral. Es verdad que hay en sus escritos des-
igualdades muy grandes. ¿Qué importa ? Él abrió la car-
rera , y quien la abre como él , puede errar mucho , y er-
rar sin perjuicio de su gloria.
(^ ¿Por qué , Fayel , frenético, violento ,
Presentar i la misera Gabriela
Del triste amante el corazón sangriento t
Crebillon concibe la tragedia como una acción fbnesta,
presentada al espectador con imágenes interesantes , y
que debe conducir á la piedad por medio del terror, pero
con movimientos y rasgos que no repugnen á la delicade-
za ni ¿ la decencia. Este célebre autor ha procurado des-
empeñar esta idea en sus robustos escritos. Mas Ámaud
y sus imitadores han corrompido el verdadero terror trá-
gico, llevándole á un exceso reprensible en asuntos qne
esencialmente no son poéticos. El terceto alude á la Ga-
briela de Vergi, de De Belloi : tragedia que sin lo horro-
roso de su catástrofe, y á estar escrita con el estilo de Ha-
cine y de Voltaire , pasarla muy bien entre las mejores,
por su progresión dramática , por la energía de los carac-
teres y por la verdad histórica y local de las costumbres.
(6) Si naevos personajes inventares»
Qne dignos todos del coturno sean*
Algunos preceptistas han querido establecer la necesi-
dad de hacer siempre la tragedla de un hecho y persona-
jes conocidos. La razón que alegan es que donde no hay
esta base de realidad histórica , no hay base tampoco en
que se funde el interés. Tendrá esta razón toda la fuerza
que se quiera , mas las excepciones vienen de tropel á
contradecirla de una manera harto poderosa. En la trage-
dia antigua intitulada La Flor, mencionada por Aristóte-
les, todo era fingido, y no por eso interesaba menos á los
griegos. Entre las piezas modernas no hay ninguna que
í^Q aventaje en este efecto á la Zayra, á la Álcira, al Tan-
credo, donde , si se exceptúan los nombres generales de
naciones ypaises, todo es fingido también.
(1) En vez de suspirar j lamentarte ,
Los pueblos describir pomposamente
Qne enemigos vinieron á arruinarte.
Abre Hécuba la escena en La$ troyanas de Séneca con
una declamación harto importuna , censurada ya por Boi-
leau en su Arte poética, y que ningún hombre de verda-
dero gusto se atreverá á disculpar. Mas no por este y
otros defectos de igual naturaleza que hay en las trage-
dias de aquel hombre célebre , se debe nadie arrogar el
derecho de despreciarle, como han hecho tantos precep-
tistas , incapaces de presentar entre todos veinte lineas
que tengan la mitad del nervio y del ingenio que se en-
cuentran á cada paso en el escritor que desdeñan. Sus
Tropanos, su Hipólito y su Medea, si bien de un gusto
diferente y muy lejano de la simplicidad griega , presen-
tan bellezas superiores dignas del mayor talento, y estu-
diadas é imitadas después por ios mejores dramáticos.
La hermosura incomparable de su estilo y de sus versos,
cuando no se destempla ni declama , la riqueza de poesía
y de números qne hay en sus coros, la vivacidad y ener-
gía de sus diálogos , la abundancia de sus pensamientos;
en fin, el tesoro inagotable de sentencias sublimes que
está esparcido por aquellas tragedias con tan inagotable
profusión , no consienten juzgarlas con el sobrecejo i^jas*
lo de tantos estrechos humanistas, que ó no las entien*
(leo i no las estudian. Algo mas que ellos valen Corneille,
I
Racíne, Uetastasio, Alfieri y oíros ciento, en cuyos escri-
tos lucen como diamantes bien engastados las imitado-
nes del trágico latino. No hay duda que es un escritor
mas bien de gran talento que de muy buen gusto ; pero si
sus vicios pueden extraviar á los jóvenes que no le tengan
bien formado todavía , los que estén ya fuera de este ries-
go no pueden menos de aprovechar y enriquecerse infini-
to con su lectura y su estudio.
(8) T de pueblos j príncipes á una
Lección insigne la tragedia sea.
No falta quien diga , en oposición á esta máxima , que
nada desnaturaliza mas las obras de imaginación que pro-
ponerse en ellas un objeto político ó moral , cualquiera
que sea. Una tragedia ciertamente no debe ser ni nn ser-
món ni una disertación, y la intención demasiado descu-
bierta de instruir y de enseñar puede disminuir el efecto
dramático y destruir el halago. Pero si un gran poeta,
Voltaire, por ejemplo, se propone destruir en los ánimos
el fanatismo, como lo hace en su Mahoma, ó dar lecciones
de humanidad, como en su Alcira, no se ve que en tal caso
se haya destruido el efecto dramático por la intención mo-
ral ó política del escritor, ni en qué ha dañado la instruc-
ción á la poesía. La tragedia griega era á un tiempo poli-
tica y moral ; y los grandes hombres que asi la concibie-
ron, y los mas de sus modernos imitadores , no han que-
rido sin duda que el esfuerzo grande del ingenio humano
al presentar en un espectáculo público el cuadro terri-
ble de las pasiones de los principes , y de los crímenes y
desgracias que ellas producen , se redujese á una vana y
estéril conmoción, desvanecida tan pronto como se des-
vanecen las imágenes pintadas en la fantasía, c Yo firme-
mente creo, decia Alfieri á Gasabigi, que los hombres de-
ben aprender en el teatro á ser libres, fuertes, genero-
so*;, exaltados por la verdadera virtud, impacientes de
toda violencia, amantes de su patria, verdaderos conoce-
dores de sus derechos propios , y en todas sus pasiones,
vehementes, rectos y magnánimos.
(9) Qoe el pueblo espectador temblando admira.
No pueden negarse sin injusticia al pueblo español las
dotes de ánimo propias para gustar de la tragedia : ima-
ginación pronta, que se afecta vivamente de las desgracias
lycnas ; sensibilidad , que simpatiza con ellas ; nobleza y
elevación en sus pensamientos. Sin embargo, á pesar de
los esfuerzos que desde Montiano acá se han hecho entre
nosotros para aficionarle á este espectáculo, es fuerza
confesar que no se ha conseguido todavía. Unos echan la
culpa al poco talento de los escritores que se han ensaya-
do en este género, lo cual no me toca examinar á mi que,
aunque indigno, me cuento en este número; otros , á que
no se ha veriiicado aquel copjunlo de requisitos cuya com-
binación es precisa para el progreso de esta clase de pro-
ducciones, como son autores, actores y público; otros, á
que no ha habido todavía un hombre que , independiente
en su fortuna , fuerte y resuelto por carácter, y dotado
de gran talento y de una afición exclusiva á la tragedla,
baga de ella la ocupación de toda su vida y el único titulo
de su reputación y de su gloria : él , dicen, hubiera do-
minado al público y al teatro , habría dado al arte el Im-
pulso que necesita , y una emulación noble y provechosa &
los ingenios.
Sin negar el influjo mas ó menos poderoso que pueden
tener estas diferentes causas, creo que hay otra, déla
cual depende principalmente esta indiferencia. Apenas ha
habido en el tiempo de que se trata humanista alguno de
crédito entre nosotros que no haya dado su tributo á
Melpómene, y compuesto su pieza de ensayo. Yo prescin-
do del diferente éxito que han tenido estas tentativas, y
estoy muy lejos de desconocer el incontestable mérito
que hay on muchas de cuas. Oliras las unss de hombres
PARTE PRIMERA,
iiettros , ki otras de amigos y compa-
itéi y mi aprecio están por ellas , y do
la inieodon de desacreditarlas. Pero
WDOS DO han contado conlaimafíiiia-
¡r y con tos hibitos propios de nuestra
L tragedia pueda Itamarsc naciooat es
putar, eslo es , que el pueblo se arecle
, como babla j juiga de un aconteci-
nal eí nn incendio, ana muerte, una
trefe cualquiera que sncede 1 su ti»-
sel eslo nuestros ancores, bantraUt-
n Esparta, quién la tragedia griega,
ilenana, quiénlailallaiuial gusto de
Qn, y estos han sido los mas, la iran-
ís la mas acabada y perfecta. Has esus
ealmente prosperaren oneslro suelo,
que estuviese eu armonia con ellas.
OBTlTosdeuna poesía, de un gusto y
s que DO son las nuestras , las trage-
cen generalmente de aquellas gracias
;pecIo original que constituyen un ca-
nto de oLras naciones y de otros autO'
erará la palma, y yo realmente se la
ar á esta composición la vida , la mar-
^acomodado a nuestra indoleylnues-
entonces podrá decirse que bay una
mente española.
¡Bc alU ncicnln, la lotart.
imeras escenas del acto s^nndodel
en qne el protagonista , prestando sn
sórdido y escandaloso, se ballacooqne
lislpadoriasensaloiqnien arruina con
I, t mi parecer, tamasc^ica queba
I Imaginación de on poeta, y digato
in, al mismo tiempo la mas oKiral.
duden de la lin par DliM.
lombre de mucho ingenio y de muy
il comedia espaiiola querría con prefe-
iifiouiUt «1 lutaiitequedefifto^n
- LITERi
emetitH
gusto. Ua
laoposjcic
b cnatro d
crecloD, di
ínteréB qa
episodios]
talento. Al
comedia e
otra algún
morii, tod
ees de des
la suspen
oyentes, n
y prodama
cuando fn<
si diré qü<
versos, de
ternura qu
comedias i
bistoria di
último tral
ma pluma
do la come
podido caí
míticos sei
comojoftl
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•' :.-*vKTp.^r:-; ? V í":¿-:- ' • •' •.-%»-»"?U-'',ír»:..VJifcf \''^\*Ti ' ''^w-' v-.^- : '-. /ííj^vj* '-t
,t('..A<*!yj*'-' •"••*?•.•*"'' •'*' •" *■
CERVANTES.
ADVERTENCU.
;rito psra la edidon del Don Qitijote hecha en la imprente Real en i 797, y
ios señores Pellicer y Navarreta diesen á luz sus trabajos sobre Cervantes,
liado sucinte, que por el tono de declamación y por la inconsiderada ligereza
i á entender bien claro los pocos años que entonces tenia su autor. Ahora
cada y casi refundida del todo. En los hechos principales, demás de los que
de Cerrantes y de otros autores coetáneos, se han tenido presentes sus bió-
lyans, Rios, Pellicer y Navarrete. £1 último, sobre todo, nada deja que desear
a, en prolyidad de investigacioDes y en copia de erudición. Asf, en Uparte
«sente no es mas que un resumen de lo que han escrito los autores citados,
I últimos ; en lo demás hay la dirersid»! indispensable y necesaria entre
UB mismo objeto, pero con diferente gusto y diferentes {nincipios.
,'\ ^,^' A „ .í-..'"-^.:'. W--X1-
*« t ■ ►••.».> » -• •*.'>*,'J,.,^..
'»i** '"■^'■••-'^f:''^ (^.-1 V -íy >. «M-
,. T- .y»r/j«t>-^^ » ■ '•
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«♦HMKi^». iii^ ■ I » •••«• i«im hj i ^^ i , i I i v tr . rr ¡'^•^^«'ym^^mtmmmtmmm^ -•«*»•'
■<|W lio
bi m «MP
MIGUEL DE CERVANTES.
Nada de nuero, al parecer, hay ya que decir sobre
Cervantes : los acontecimientos de su TÍda han sido ave-
riguados con la mas exquisita diligencia por sus dife-
rentes biógrafos ; una muchedumbre de críticos y hu-
manistas respetables y juiciosos ha examinado y pon-
derado sus escritos^ al paso que su celebridad y sus
aplausos corren de labio en labio por el mundo , sin lí-
mites ni diferencia alguna ni en clases ni en naciones.
SuperfluOy por tanto^ podría parecer el trdbajo que aquí
se emprende. El público le dará en su estimación el
lugar que le corresponda , si es que mereciese alguno;
pero de todos modos, quien ha dedicado muchos estu-
dios de su vida á bosquejar vidas de españoles céle-
bres no podía menos de pagar este tributo al autor
del Don Quijote.
Miguel de Cervantes Saavedra nació en Alcalá de He-
nares^ y fué bautizado en la parroquia de Santa María
la Mayor en 9 de octubre de i 547. Su familia era noble
y distinguida , pero pobre. Sus padres, Rodrigo de Cer-
vantes y dona Leonor de Cortinas , le dedicaron desde
DÜio á las letras, probablemente con la inteucion de
que siguiese en ellas alguna carrera útil. La teología ó
la jurisprudencia le hubieran proporcionado una sub-
sistencia segura, una vida menos agitada y menestero-
sa, tal vez su elevación y los honores. Pero Cervantes,
embebido desde luego en los encantos de la poesía y de
las bellas letras , se dejó llevar tras ellas , y siguió el im-
pulso del ingenio y de la gloria , cuyas voces para la ju-
ventud generosa son mas imperiosas siempre que las
del interés ó la ambición.
No se sabe con certeza quiénes fueron sus primeros
maestros , mas no cabe duda que tomó en su juventud
lecciones del profesor Juan López de Hoyos, que ense-
naba á la sazón con mucho crédito las humanidades en
Madrid. El mismo Hoyos le llama a su muy caro y amado
discípulo o , en la relación de las exequias hechas por el
ayuntamiento de Madrid á la desgraciada Isabel de Ya-
lois. Cervantes compuso una elegía y otros diferentes
versos á la muerte de aquella princesa, que su maestro
incluyó en su escrito, y eran las primicias del talento
de su alumno. Pero estas primicias, no mas felices que
las demás poesías compuestas en el resto de su vida, es-
taban muy distantes de anunciar lo que su ingenio ha-
bía de ser después.
Inmediatos á estaprímera aparición suya, en el mundo
literario , fueron su salida de España y su viaje á Roma
(i 569). Las causas verdaderas de esta expatriación se
ignoran , y cuanto sus biógrafos han dicho en esta par-
te no es otra cosa que conjeturas , mas ó menos pro-
bables si se quieroi pero que no pueden eulror en la se-
rie de las noticias históricas que se tienen de nuestro
escritor. Si la desgracia le echó de su país , la desgra-
cia le persiguió también fuera de él. AI principio fué
camarero de monseñor Acuaviva , que por aquellos días
estuvo en España de legado de la Santa Sede ; mas can-
sado de una condición tan Impropia sin duda de su ín-
dole generosa, se alistó á muy poco tiempo en uno de
los tercios españoles que militaban en llalla. Prepará-
base entonces el armamento de la liga formada entre
España, Roma y Venecia contra Selim II; y como el
tercio en que servia Cervantes fué destinado á la escua-
dra combmada , él se embarcó también en ella , y logró
así la ocasión de hallarse en la memorable batalla de
Lepaulo.
Las acciones de un simple soldado en estas grandes
jornadas, si no son extraordinariamente favorecidas de la
fortuna , se pierden y confunden entre la muchedumbre
de las de los demás que combaten. A no ser por las ?\^o^
velas y el Don Quijote , nadie supiera ahora que hubo en
la batalla de Lepante un Miguel de Cervantes , que en-
fermo y postrado por unas calenturas, y aconsejado de su
capitán que no entrara en la acción , se fiizo sordo á es-
tas sugestiones , pidió el puesto de mayor peligro , y allí
peleó todo el tiempo que duró la batalla con la mas he-
roica bizarría. Dos arcabuzazos en el pocho, y uno
en la mano izquierda, que se la dejó estropeada y
manca para siempre, fueron testimonios perpetuos de
su arrojo , y él se honró toda su vida con el mas noble
entusiasmo de haberlas recibido en aquella grande
ocasión.
La reputación y el mérito adquiridos en ella y en las
campañas siguientes, el aprecio distinguido con que le
miraban sus jefes, y las recomendaciones tan honoríG-
cas como eGcaces que debió á don Juan de Austria y al
duque de Sesa cuando pensó en volver á su patria, lo
daban derecho á esperar alguna recompensa que cor-
rigiese el rigor conque al principio le habia tratado la
fortuna. Pero estas esperanzas fueron destruidas con
otro golpe mas cruel ; porque volviendo á España des-
pués de seis años de ausencia, en la galera llamada Sol,
con su hermano Rodrigo que habia servido en las
mismas campañas, y con otros caballeros y militares
distinguidos , una escuadra de galeotas argelinas man-
dada por Arnaute-Mamí los encontró en su camino
(26 de setiembre de i 575) : la galera fué al instante
embestida y apresada á pesar de la vigorosa defensa
que hizo, y nuestro escritor con sus compañeros lle-
vado cautivo á Argel.
Cupo á Cervantes por amo uno de los arraeoea de la
escuadra apresadora , comandante de la galeota quM
I mas so habia seaftlado eu ei coiotote. Llamábase I>tlÍF*
OBRAS COUPLETAS DE DON
Mnmf, y eraun renegado griego, inhumano y cruel con {
sus esclavos, como casi todos aquellos bárbaros; pero |
todavía mas codicioso que JahumeDO. Este, viéndolas
Carlas de recomen da cíod que Cervantes traia consigo,
se dio á entender que era un caballero poderoso y prio-
cipu), y se prometió un rescate ¿medida do su codica.
""--■■' de fiierros para tenerle sujeto , y añadió
1 el mal trato y toda clase de iocomodi-
varíe el deseo de rescatarse.
cioii de Cervantes, tan feciunla después
izas ingeniosas para divertir ú los demás,
jercitBT y á desplegar entonces en prove-
a verse libre. Suprimer designio fué el de
tierra con otros cautivos á Oran, y con
en ejecución. Pero un moro que les servia
andoDÓ á la primera jomada , y tuvieron
ristemente ú la ciudad , donde recibieron
rilados el dspero tretamiento á que se ha-
reedores con su fuga. Susmales se redo-
i ellos se redobld el atíbelo de sacudir su
clavttud. Los padres de Cervintes, á la
os de la desgracia de sus hijos, y ansiosos
, les babian enviado la corta cantidad de
idieroD juntar vendiendo la mayor parto
cienda que tenian; pero este socorro no
il rescate de los dos hermanos, ni tampoco
^el , por el gran precio en que su amo le
uesque concertarse primero la libertad de
lal partió para España (agosto de 1S77)
iu hermano de todo loque tenia queprac-
currir al proyecto , que ya tenia ideado,
la liberUd á si mismo y á otros cauüvos
cómplices en aquella conspiración.
rántes creyó que podrían estar ya puestas
is medidas que tenia encargadas , se huyó
u amo , y fué í esconderse en una cueva
las orillas del mar. El jardín era deuual-
Aran, y el jardinero un cautivo, que, de
^rvdntes, tenia abierta y preparada la
Dn otros quince compañeros, estuvo es-
Tolriese por ellos , según se lo tenia pro-
illorquin llamado Viana, rescatado poco
mto el cautivo jardinero servia de atala-
do llamado el Dorador les surtía de víve-
les , alma y autor de la empresa , los ani-
iha de todos. Viana fué hombre de bonor
alahra : de vuelta i su patria equipó una
y se arrimé fi la costa de Argel en busca
. Has quiso su mala suerte que al tiempo
srra, unos moros que casualmente acer-
por alU le reconocieron ; y viendo Viana
I la ti«n , tuvo que hacerse á lo largo y
v ocasión. Presentóse esta con efecto,
ird«sgracia todavía, porque no solo fué
>r los moros, sino sorprendido también y
I Mtamdo», que habían Tiita ni llegtda
MANUEL JOSÉ QUINTANA,
y BU repentina desaparición, alentados por Cervlnte\
que les aseguraba su retomo , se entregaban otra vez á
la esperanza, cuando fueron vendidos por el que les
servia de vivandero. Este pérüdo descubrió á Azan, rey
entonces 6 bajá de Argel , el secreto de la cueva , y se
ofreció descaradamente á servir de guia á los saldados
que se enviaronáreconocerla. Cervantes, sin perderse
de ánimo por un golpe tan inesperado, se echó á voces
ásl mismo toda la culpa de aquel heclio para salvará
sus compuñeras, y lo repitió con igual eulereza delante
del rey Azan , ¿ quien inmediatamente fué llevado. Y
en este generoso propósito se mantuvo en todo aquel
coullicto con tal ánimo y destreza, que ni é! ni los otros
cómpbces suyos recibieron castigo alguna. Solo el po-
bre jardinero , restituido al alcaide cuyo era, no pudo
reciltír el beneQcio de estos generosos esfuerzos : su
cruel amo le mandó ahorcar al instante, pagando asi el
infeliz la ocasión que babia dado al proyecto con la
abertura de la cueva.
Tambieufué Cervúnles restituido entonces áDali-Ha-
mi, el cual por avaricia ó por respeto uo bízo demostra-
cíonalgunade severidad con su esclavo fugitivo. Hasél,
lejos de desmayar por el mal éiito de sus primeras lenlii-
tivas, concertó sucesivamente otras que también se des-
graciaron. Prol)ú segunda vez si le seria fácil huirsu
por tierra, y no siéndole la suerte mas favorable que la
primera, volvió á sus pensamientos, ¿ sus proyectos da
mar, que eran al parecer menos aventurados. Can efec-
to , ya en una ocasión , ayudado de dos mercaderes va-
lencianas que residían en Argel y de un renegado gro-
nadino que, arrepentido de su apostasla , qu^ia volver
al seno de la Iglesia, tuvo dispuesto un bajel para en-
caparse, y avisados con el mismo objeto sesenta cauti-
vos, la Hor de los cristianos de Argel, según él mismo
decio. Pero como el proyecto llegase á traspirar entre
los moros, los mercaderes, temiendo que, cogido Cer-
vantes, ie fuese arrancada la verdad á fuerza de tormen-
tos, le ofrecieron rescatarle prontamente, y propor-
cionarle su salida de Argel en unos buques que iban á
darla vela en aquellos días. El se negú á tal propuesta,
teniendo á mengua salir solo del peligro y dejar en él á
sus compañeros. Aseguróles pues con la noble fran-
queza y autoridad que sobre ellos tenia, que no tuvie-
sen temor ninguno , y dijo que él se encarda de todo.
Tranquilos ellos, él se escondió en casado un amigo,
y díú lugar i que las primeras pesquisas de los moros y
su primera irritación calmasen algún tanto. Has vién-
dose buscada después y pregonado con pena de la vida
al que le ocultase , dejó el asilo donde se escondía , y se
presentó voluntariamente al rey Azan (setiembre ú
octubre de 1B79}.
Allí, atadas las manos t las espaldas y con un cordel
en el cuello , amenazado por instantes de ser ahorcado,
sostuvo con igual serenidad que discreción las amena-
zas y preguntas de aquel tigre, ansioso de descubrir
cómplices de la fuga, para tener esclavos que apro-
piarse ó rtctímts que sacriGcar. El s«di6ásl seloia
PARTE PRIMERA.
ínTencion y la colpa del proyecto > según lo tenia de
costumbre , señaló como sabedores á cuatro caballeros
que ya habían salido libres de Argel , y aseguró que
nada sabían aun los otros que debían acompañarle. Sus
contestaciones claras y precisas desconcertaron las pes-
quisas del Bajá y vencieron su malignidad : de manera
que Azan , parte por no poder ayeriguar nada, y parte
también por interesarse un privado suyo á favor del cau-
tivo y se contentó con encerrarle en la cárcel de los mo-
ros, situada &í su misma casa , y allí le tuvo cinco me-
ses custodiado con el mayor rigor y aherrojado con gri-
llos y cadenas.
No se sabe ciertamente á qué atribuir esta templanza
en un hombre como Azan , de quien el mismo Cervan-
tes decía que aera natural condición suya ser homi-
cida del género humano». El no darle muerte, como por
los motivos mas leves lo hacia con tantos otros , pudie-
ra atribuirse á avaricia ; pero no castigarle, no maltra-
tarte , «ni aun decirle mala palabra , » según él mismo
también lo asegura, fué una gracia ó fortuna particular,
en que por honor á la humanidad sería de desear que
entrase por algo la estimación debida al carácter y vir-
tudes de Cervantes. De cualquiera modo que esto fue-
se , él en aquel tiempo le compró de Dali-Mamí en qui-
nientos escudos de oro , y por precaución ó por codicia
quiso hacersuyo aquel cautivo. T como Cervantes, acre-
centando su audacia y su energía con los mismos reve-
ses de la fortuna, idease , por último , alborotar los es-
clavos, darles libertad á todos, y alzarse con Argel,
Azan , á quien llegó la noticia de este pensamiento ar-
rojado y temerario, le hizo custodiar con mas cuida-
do, y solía decir a que como él tuviese bien guardado
al estropeado español, tenia seguros sus cautivos, su
reino y sus bajeles ».
Tantos y tan heroicos esfuerzos debían ser todos in-
útiles para el objeto á que se encamÍDaban , y Cervan-
tes estaba ya en peligro de ser llevado á Constantino-
pía, adonde el Bajá se disponía á partir, cumplido el
tiempo de su gobierno en Argel. Por fortuna llegaron á
aquella sazón de España los religiosos trinitarios encar-
gados de la redención de los cautivos de Castilla. Lle-
vaban estos en su poder trescientos ducados para el
rescate de Cervantes, que su madre, ya viuda, y su
hermana doña Andrea , ansiosas de su libertad , le en-
viaban ; pero Azan pidió al principio mil escudos de oro
por 6u cautivo, que después bajó irrevocablemente á qui-
nientos ; y no bastando la cantidad dada por la familia,
Cervantes estaba ya embarcado en los navios del Bajá
dispuestos para hacerse inmediatamente á la vela. Mo-
viéronse á piedad los religiosos redentores, y aplicán-
dole diferentes limosnas de la redención y buscando
algún dinero prestado, consiguieron completar la suma
que Azan pedia , con lo cual pudo el concierto ajustar-
se ai fin ; y Cervantes salió ya libre de los navios en 26
de setiembro de 1580, día mismo en que aquel virey
tomó su rumbo para Constantinopla.
Pero si con aquel sacriGcio de su familia y con la ca-
- LtTERATÜRA. 80
ridad de los padros el redimido esclavo pudo conside-
rar su persona franqueada de las amargas penalidades
de la servidumbre , no así su reputación, expuesta en-
tonces á los tiros mas alevosos de la malignidad de la
envidia. Había entre los cautivos de Argel un doctor
Blanco de Paz, fraile dominico en otro tiempo, después
clérigo seglar, y últimamente esclavo, pero compañero
incómodo, hombre alevoso y sin fe , embustero, desca-
rado, de una arrogancia insufrible y de una perversidad
sin igual. Este había sido el que descubrió vilmente
por dinero al rey Azan el último proyecto de fuga de
Cervantes, poniéndole á él y á sus compañeros en tan
manifiesto peligro de la vida. Y siendo natural condi-
ción en los malvados aborrecer á quien una vez ofendie-
ron, él se dio por esto mismo á ser detractor de Cer-
vantes, á amenazarle , á perseguirle y á suscitarle toda
clase de molestias y desabrimientos. Fingióse comisa-
rio del Santo Oficio, para aprovechar así mas fácilmente
las armas traidoras de la pesquisa misteriosa y de la
alevosía hipócrita; y ya había empezado á tomar infor-
maciones y á corromper testigos , gloriándose de que
le había de quitar por este medio la buena acogida que
cuando volviese de su cautiverio podía esperar del rey
de España. Cervantes conocía su país, y debia temer
con razón hallarse precedido en él de una disfamacion
personal que no solo le cortase los pasos en su carrera,
sino que comprometiese también su sosiego en el resto
de sus días. Fuéle pues necesario sacudir aquel áspid
venenoso que á su salida de África se le enredaba en ^
los pies , y hubo de recurrir al triste arbitrio de una
información judicial para acreditar en España no solo
sus servicios y sus trabajos , sino hasta sus calidades
personales ^. Los mas principales y virtuosos cristia-
nos de Argel depusieron amplia y honoríficamente en
su favor; y él, asegurado con aquel irrecusable testi-
monio, regresó en fin á su patria á úllimos del mismo
ano.
Pudo su familia regocijarse con su vuelta después de
tanto de ausencia y de infortunios ; pero empobrecida
con los mismos sacrificios que había hecho para resca-
tarle, ni podia proporcionarle medios seguros de sub-
sistencia ni abrigar esperanzas de verle progresar. Así ¿s
que, noteniendootrocamino para proporcionarse alguna
ventaja que la carrera de las armas, quiso continuar sus
servicios en la guerra , y se alistó de soldado en las tro-
pas empleadas á la sazón en la empresa de Portugal.
Servia también en ellas su hermano Rodrigo , y juntos
se hallaron en las expediciones marítimas que se hicie-
ron entonces para reducir las Terceras y contener las
demasías de los ingleses y franceses por aquellos mares,
teniendo así Cervantes la satisfacción y el honor de mi-
< Esta información, hallada casnalmente en el archivo de Indias,
j aprovechada oportnnamente por el aeflor Navarrete en su co-
piosa y apreciabie obra , es, en mi dictamen, el único documento
que merecia conocerse de cuantos la curiosidad diligente de ios
aBcionados ft Gen&ates ha logrado desenterrar en estos diurnos
tiempos.
OBRAS COMN^ETAS DE DON MANUEL JOS& QUINTANA.
GO
litar i lai drdenea y contribuir i las glorias del célebre
narquís de Sania Q-ui.
Pero tres campaoas añadidas á las antiguas, 7 que
nada airrieron ni á au lama ni 1 su fortuna , acabaron
lia HBwnimñnrje de lo poco quc podia aprovecbar por
, Velase ya entrado eu la edad madura,
DOS de su Juvealud, perdidas sus Tatigas,
lervicios, ain estado, sin nombre, y no
>r tantos sacrílicios mas que su espada y
ümpeiaba ya tal vez á fermentar en su ca-
iba poderosamente á escribir, aquel con-
os ratraordinarios, de caracteres y cos-
esantea, y de cuadros y pinturas grandes
ue sus continuos viajes por tan diversos
(cumulado en su Canlasfa. Quizá también
I de la Calatea, en que por entaoces se
anifeslú la necesidad de abandonar el bu-
m de las annas si había de seguir el ins-
ulto y cultivar sosegadamente las leirus.
modoque esto ñiese,¿I dejó de una VC7.
itar, y en 1S81 publicó aquella novela
la que se granjeó inmediatamente un
^do en el mundo literario.
:es del gusto popular las pastorales, que
lontenjiiyor liebia hecho de moda. EsL:i
de tener para sus contemporáneos el in-
rdad, rebozada con la máscara pastoril,
nbien el mérito de una invención agrada-
)n buena prosa y adornada con algunos
Sus defectos son muchos. Cervantes eu
iitbio notó algunos y omitió otros; pero
moro Abindarraei podia compensar mu-
il Polo, uno de sus coutinua dores, ruó
icercó á su reputación. Sin embargo de
lu mas pobre , y menos natural su estilo,
torada, compuesta por un poeta mas ba-
ilada de mejores versos, y esto bastó para
se por igual ó superior á su modelo : can
doutemayor ni en ningún otro poeta de
}dia eucoutrar un idüio tan bello como
, escrita con mas fuerza de imaginación
I mas vállenle y pintoresco , fué recibida
plauso , pero no pudo alcanzar á la cele-
tras pastorales. Cervantes no conocía Ich
erocarácterdesu talento, y aquel mundo
, sin fundamento ninguno en la realidad
leza , no convenía á su pincel. Asi es que
lejan frecuentemente de ser sencillos y
leerse ingeniosos, pedantes y disputado-
principal se olvida con el tropel de epi-
tes d la verdad , pero que ninguna cone-
ia tienen con ella ¡ y los versos, en fin,
y generalmente tan malos, acaban de
guslo que pedia producir su lectura con
d que se encuentra en muchos pasajes y
£1 general de los colores. £1 mismo la
JQzga con una severidad bien laudable eo SQMenitiiriOt
y no bay para qué apelar de mu sentencia tan iropaiw
cial y tan justa 1.
Poco después de publicada la GofotwiBe casó Cervan-
tes con doua Catalina de Palacios Selazar, una señora
de Esquivias á quien por aquel tiempo galanteaba *.
Estrechada con el nuevo estado su situación ya mise-
rable, fuéle forzoso buscar nuevos medios parasubsis-
tir, y creyó encontrarlos en su talento poético, dedi-
cándose al teatro. La necesidad pues le obligó á hacer
comedias , recurso incierto y precario para los autores,
y nada ventajoso á los progresos del arte, en que él
talento, envilecido, en vez de dar la ley, la recibe del
capricho y de la ignorancia ajena, y convertidas en
mercaderías las producciones del ingenio humano , se
trabajan á destajo y se venden con rocnoaprecio. De
esta ocupación á que entonces se entregó Cervantes
resultaron veinte ó treinta coiueiiias 3, que si Ijun de -
juzgarse por El trato de Argel 6 La Numancia, dadas
á luz en nuestros di'as, bien merecían todas el olvido
en que desde luego quedaron sepultadas. Acaso de tan
severo fallo pudiera salvarse La Confusa, comedia de
capa y espeda de que Cervantes hace mención en di-
fereutes escritos con una prcilileccion particular j
como representada con mucho aplauso. Y en efecto, si
eu la invoucion , caracteres , costumbres y diálogo de
aquel drama había ya algún anuncio de lo que el au-
tor había de ser después cu el Quijoleyeu tas Novelas,
su pérdida debe ser sensible ¿ cuantos se interesan en
la historia de las letras españolas.
No debieron ser muy grandes los provechos que Cer-
vantes se proporcionabacunesta paco noble ocupación,
cuando á los cuatro años de empezarla se le ve seguir
I iSli libro llene ligo delmcni InTtncloB, pmpone llíoj no
■coiKlnye nidi : ts ataenct csptnr la srguudí pirte que pro-
■mcle ; qulil ton li enmienda tlcanDii del todo la Dlsericor-
■ dli na» ihon le le iiep.> — ID» (JíV'.pirU 1, cip.S.)
1 Dlcese nat CtrtlDleí ton li pnblicaclon de n obra hlio on
obirqaiD i tui dama, i quien leBOpoue paruní)! rrlnUdl coa
el Hambre de Gilalea . como i Crrvlulea con el de Eliciv. Va tn-
irs se Ici liiblí dado utroi papi'lei en «qnelli Mbiila , j Hloa se
inclina 1 qne Cervintíi ti Duiunn, y m esposa la giislan Amari-
lis. Hit FDitqulera quesea el fondinienlo de eat» eonletnras, ts
de recelar qoe sean mis Ingeniosas que acerliilii. Ya en prtmer
lugar, por pocí dcllcidcia } discreción que se lUjionEa en Cet-
Tinles, rrpupa qne piolase laa re n lijosa mente al pastor bajo
CD70 nombre Inlcnlabí telralarse 1 si mismo. La Gtltlet, por
olía parle, es obra eompn esta en loslretaDaiquemedlaroiidetita
sn vuclla i España j sn csaamlenio. Kl residid la mayor parte 4a
elloa en Poclngal i en las armadas ; eo aquel tiempo tnro uo*
amores, de que rriulld doDa Uibel de SiiTedn.in bija nallnl,
)í lodo eulDie la Idea deolrofalaoleocoeUneo con doDa CaliIlM,
SI esposa; lo cnal seria preciso par) que saobra tuviese la tatCB-
clou qne ae propone. Conjeturas sobre coujeluras,qne por lo ■!(•
mo tienen mu; poto valor, ; 70 lis abandoBo (Ultolo ll Jálelo
de lot eradnos.
* CervJnleí mismo no tiblai piolo Ojo cnlntisrieseiipneba
de la poca Importancia qne daba t «qnella tarca : •Compise, di-
>ce, en este tiempo bssti relate comed las 1 treinta , qne lodu ellas
>te recitaran sin i|ne ae tes ofreelete ofrenda de pepinos ilda oin
•COSÍ arrojadlaa : corrieron si carrera ala sllboi, grilaa Di ta-
-raandas.i (i'rdlogo de las CvwnfÍM Impresas «a ICIO.)
Parte pmugra.-
lulwlstencia y de fortuna. Ermule
«ntes partesde España, buscaba ;
Moción que sus tálenlos, susnrlu-
teoíaa tan merecida. Ocupase mu-
gues temporales, como la deayudur
i les proveedores de las armadas en Sevilla , la de re-
caudar alrasog de la real Hacienda en el reino de
Granada , j en otros encargos de igual naturaleza , que,
si bien remediaban la necesidad presente, no le deja-
ban recursos para lo futuro. Por los años de ISSOso-
licitú que se proveyese en él alguno de los empleos
Tacantes en ludias , y el despacho que tuvo su demanda
Fué que buscase por acá en que se le luciese merced.
Nolabu5c<J,¿no laballii, ónoselaquiucranbacer,
puesto que se le ve volver á la faena precaria de sus
ejecuciones, y conten poca fortuna, que tuvo la des-
gracia de serreconveuido por ellas, y aun encercelado
en Sevilla. Poco después fué puesto en libertad bajo
fianzas, pera que viniere i rendir sus cuentas en la
corle y salisfacerel pequeño alcance que contra él re-
sultabu. A estas poco gratas noticias que han dado de
ti las investigaciones hedías últimamente sobre esta
época de su vida, añade la tradición que no mucho
tiempo después fué' también preso en un lugar de la
Moncha, de resultas de una comisión cujo objeto no
ba podido averiguarse todavía.
Maltratado así de los hombres, y contrariado por la
Ibrtona, babia entrado Cervantes en la jurisdicción de
la vejes sin que se hubiese desenvuelto en su ingenio
■quelb fuerza colosal que le iba á dar !a primacía en-
tre los escritores españoles; mas ni los años ni los con-
Iratiempns, ni la naturaleza de sus ocupaciones, igual-
mente triviales que enfadosas , podían apocar aquul
ilñfflO , }'a otro tiempo tan generoso y libre en las ma.i-
"nrras do Argel. Detenido en las prisiones de Arga-
isüla , donde la misma tradición señala el punto de
último desaire, concibe la idea de su Don Quijote,
la realiuL con la portentosa facilidad que su mismo
ntexto maniGesla. La obra se publícú en I6O3 , cunn-
I Cenantes contaba cincuenta y oclio años de edad:
{ un vuelo de fantasía tan alto y extraordinario es
Ldo en una época de la vida en que apenas hay escri-
r, por vigoroso que sea, que no sienta desmayar sus
ios; y el libro mas ingenioso y festivo que ha pro-
icido el entendimiento humano se escribe en una
¡rcel, «donde, como su autor dice, toda incomo-
dad tiene sn asiento, y todo trísteruidoiiBce su ha-
ladon.B
Estaba entonces entregada la mayor parte de los
anhres á una clase de lectura extravagante , que vi-
iabk la educación, corrompía las ideas de la moral,
(tragaba las costumbres, y usurpaba con las invencio-
H maa monstniosas la atención debida solo á la be-
exa. Intudaban los libros caballerescos i España, y
u de^fOvpiíiitM eran la admiración de los idiotas, el
ilntenimiflnto de los ociosos, y tal vez distracción
idigDt délos discretos. «Vo acabaré con esta peste»,
— LITERATURA. 01
dijo entre si Cervantes, y su imaginación grande y fes-
tiva le presenta el héroe que babia de anonadar i tan-
tos y tan acreditados paladines. Ko eran bastantes ya
contra ellos ni una invectiva seca, ni un juicio aislado
como los que se hablan hecho basta entonces : débiles
reparos contrauncontagiotangronde, y que, incorpo-
rados la mayor parte en obras que el pueblo no lela,
de nada servían al pueblo. ¿Qué aprovecha que un cri-
tico escriba para otros críticos lo que ellos acaso se
pensarán sin él? Por esto las declamaciones de Luis
Vives, Alejo Venegasy otros sabios contra los libros
caballerescos eran superfluas, cuando el vulgo, embo<
becido con ellos , ni lus leía ni las podía entender. Es
preciso para desarraigar un vicio general que el re-
medio tumbien lo sea.
Y aun se necesitaba mas entonces. Puesto que las
geutes se agradaban tanto de la lectura que se inlen-
labadestruir, el&nno se alcanzaba si no se sustituía
otra que fuese igualmente grata, y si no se suplia la
pérdida de tantos libros con uno que venciesedlos de-
más en navedady en placer; que, rico con todos los
adornos de ¡a imaginación, se apoyase en los princi-
pios del gusto y de la verdad, y en donde la invención
y la lilasofla, acordes, agradasen y suspendiesen á to-
da clase de personas en todos tos csladoB de lavida.
Tal fué el Don Quijote, donde no se sabe qué admi-
rar mas, si la Tuerza de fantasía que pudo concebirle,
d el talento divino que brilla en su ejecución. Cuando
en Ib conversación llega á mentarse este Ubro, todos
& porlla se eitieudeu en tu elogio, y el raudal de sus
alabanzas jamás ec disminuye, como si saliera de una
fuente inagotable. El uno ensabcale novedad y felici-
dad del pensamiento, el otro la verdad y belleza délos
caracteres y costumbres ; este la variedad de los epi-
sodios, aquel la abundancia y delicadeza de las alu-
siones y de los chistes; quién admira mas el iiilinllo
artiücio y gracia de los dldlogos, quién la inestimable
hermosura del estilo y la propiedad de su lenguaje.
Todas estas dotes, que esparcidos hubieran hecho la
gloria de muchos escritores, se encontraron rennidas
en un hombre solo y derramadas coa profusión en un
libro. Y no deja de entrar á la parte de la maravilla la
Cúustderaclon de la época. Pues aunque el siglo ivi
sea por tantos respetos acreedor á nuestra admiración
y gratitud, ni el carácter que entonces tenia la ilus-
tración, ni la calidad y mérito de los autores que d la
sazón sobresalían entre nosotros, ni, en Un, el tono ge-
neral de nuestras letras, ni aun de nuestros gustos y
usos, podían prometer una producción tan original y
ton grande, y al mismo tiempo tan graciosa. Ella d
nada se parece , ni sufre cotejo alguno con nada de lo
que entonces se escnbia ; y cuando se compara el Qui-
jote coa \a época en que salió d luz, y i Cervantes con
los hombres que le rodeaban, la obra [larece un por-
tento, y Cervantes un coloso.
Empéñense en buen hora los que se precian de crl-
ticosen analizar las bellezas de esta fábula y eiaminar
♦• ^
M OBRAS COMPLETAS DE DON
cómo el escritor sopo hacer de su héroe el mas rídf-
culo y al mismo tiempo el mas discreto y virtuoso de
los homhres, sin que tan diversos aspectos se daSen
unos á otros; cómo en Sancho empleó todas las formas
de la simplicidad ; qué de recursos se supo abrir en es-
tas variedades imperceptibles, sin ofender á la unidad
de los caracteres ; cómo supo enlazar á su fábula los
lances que parecian mas lejanos de ella , y hacerlos ser-
vir todos para realzar la locura del personaje principal;
de dónde aprendió á variar las situaciones, 4 contrastar
las escenas, á ser siempre original y nuevo, sin des-
mentirse ni decaer nunca , sin fastidiar jamás. Todo
esto pertenece al genio, que se lo encuentra por sí solo,
sin estudio , sin regla y sin ejemplares.
Asi aparece tanto mas vano , por no decir importuno,
el empeño de los hombres doctos que se han puesto á
desentrañar las bellezas de este libro , ajustándole á
reglas y á modelos que, no teniendo con él ni seme-
janza ni analogía alguna , de ningún modo pueden com-
parársele. Si su autor pudiera levantarse del sepulcro,
y viera á los unos apurar su ingenio , á otros su eru-
dición, á otros su cavilosa metafísica, y á todos sudar
para hacer del Quijote una obra á su modo , quizá les
dijera con compasión y con risa : a En balde os afanáis
si con esa disposición doctrinera pensáis gustar de mi
libro ni hacer entender lo que vale. ¿Qué hay en Ho-
mero de común conmigo , ni en Aquiles con Don Qui-
jote , ni qué tienen que hacer aquí Macrobio y Apuleyo,
Aristóteles y Longiuo? Todo ese aparato de erudición
y principios podrá servir á vuestra ostentación; mas pa-
ra explicar mi obra es del todo insignificante y super-
fluo. La naturaleza me presentó áOon Quijote, mi
imaginación se apoderó de él, y un feliz instinto hizo
lo demás. Así, cuando habláis de imitaciones épicas, de
intenciones metafísicas y sutiles, de artificio y puli-
mento, me asombro de ver que haya en mi libro tan-
tas cosas en que no pensé , y que sea menester tanto
trabajo para descifrar y dar precio á lo que á mí no me
costó ninguno.»
Cervantes tendría razón : la gracia no se explica ni
el genio se compara, ni caen uno y otro bajo la juris-
dicción estrecha de reglas convenidas y de ejemplares
anteriores. El elegante académico que analizó el Qui-^
jote, al fírente de la bella edición española hizo prueba
en su discurso de erudición acendrada , de gusto ex-
quisito, de penetración y de filosofía; pero su obra, esti-
mable á tantas luces, (laqueó desgraciadamente por la
buse, y descontenta por el tono. La mayor parte de las
rt3glas y ejemplos de que el crítico so vale son super-
lluos , y aun contrarios á veces á lo mismo que se pro-
pone ; y su gravedad , su método , su aliño y su com-
postura desdicen de la gracia y abandono inimitable
del libro que así diseca. Engañóle el ejemplo de Addi-
son, y creyó qne podía hacerse con el Quijote lo que
aquel sabio inglés habla hecho con el Paraiso perdis
do <• Pero la diversidad es inmensa, para no ser vanos
* A'or veotun te dejó llevu también dd cicmplo de Kamasy,
MANUEL JOSe QUINTANA»
sus esfuerzos; y una página de Sterod, que enm Ira*
mor y en su espíritu tenia tantaanalogía con Cervantes,
nos ens<maria su secreto harto mejor que las Uboriosai
vigilias de sus doctos comentadores.
Al tratar Yoltaire en sus Miscdáneae de que el e^-
ritu humano no hace otra cosa que reproducirse, y que
las obras que mas admiramos son imitaciones de otras
mas antiguas , dice que el tipo de Don Quijote fué el
Orlando del Ariosto^. Es preciso sin duda admirar á
este escritor como uno de los mayores pintores que ha
tenido la poesía. Pero ¿cuál es la relación que puede
haber entre dos locos de manía tan diferente? ¿Entre
un cuadro todo quimeras y otro todo verdad? Entre
un libro de caballerías y una sátira de semejantes li-
bros? Entre la libertad que se permite el italiano j el
tino y sabiduría con que camina el español?
Y aunque se concediese que en algunos pasajes la
manera del uno es semejante á la del otro , ¿ cuántos re-
quisitos mas acompañan al Quijote que no pudieran
tomarse de Aríosto ni de otro escritor ninguno? ¿Se
halla por ventura en aquel poeta el tono de sensibilidad
dulce y afectuoso que tan frecuentemente se halla en el
libro de Cervantes? ¿Quién le enseñó el arte dificilísi-
mo del diálogo en que nuestro escritor no ha encontrado
hasta ahora quien le venza , y á duras penas encontrará
quien le iguale ? ¿De dónde , en fin , pudo aprender el cu-
cante continuo de aquella dicción maravillosa , tan apa-
cible y tan pura, tan en armonía siempre con el objeto
que pinta; candorosa, natural y fláidaen las narracio-
nes, ingeniosa y festiva en las burias y donaires, ani-
mada y verdadera en los razonamientos; soberbia, rica
y ambiciosa en las descripciones?
No : el Quijote no tuvo modelo , y carece hasta ahora
de imitadores 3 : es una obra que presenta todos los
caracteres de la originalidad y del genio, un poema
antor de no dlscvrao sobre el poema ¿pico, qve snele Ir al frente
de algunas ediciones del Telémaeo. Pero eate dfaeiirao es tan m-
perficial y tan seco , qne da pena acordarse de él caando se trata
do ana obra como la de Ríos.
* El mismo Cervantes podo qoltá eontrtt»nlr á esta conpacH
cion en aquellos versos de Urganda la DeseoDodda :
Damas, armas eaballe-
Le provocaron de mo»
Qne cnal Orlando furio-
Templado á lo enamora-
Alcanzó á faena de bra-
A Dalclnea del Tobín
No se crea, sin embargo, qne el escritor francés porcompaiari
Don QnUole con Oriando pretende dlsminnlr el mérito de nnestrt
libro. Véase lo que dice de él, con ocasión del Uuiikrt de Bnt-
1er : A foree feíprii rauteiar ¿'Hadibras c irowé le Meertt €itr€
«s ieufm ie Don Qnichotte : te feut, to maiveié, tertiementr,
ce/ui de bie» miter le» neniare», cehu ie ne He» proHfur, f«-
lent hieñ mUus que de re»prU : maii Don Qnlcbotte e»t h de tewta
le» natUm» , et Hndibras n*i»t kiquede» M#idt. — (i>if0/M«r<e /I-
to»ó/lco , artícnio Prior Butler et SwtfL )
A este elogio puede agregarse el de Jnan SanUago Rovsaeai en
el prefacio de la Nmvc BeleUa: Mei» le» kmgue» féñe» s'awaMU
guére» ; U fenU éerire eemme CertenU» pvwr faire üre nx fúkmet
devition»,
i Céaáide , Snhlere , Ff y G irtmHe , y oCnt libroa flterilM ea
la manera del QttHote, pmeban mas qne ntngina otra eosa la si-
perioridad de Cerrintea : coplu mlserableí ée u adaüitMe til-
glnsl.
PARTE PtOHERA.
icion presidieron las gracias 7 las
ion fuá un njo que deshizo en un
íes de la caballería ; ; el tropel de
I onivenalmente deiramadoe j tan
«, deuparecid de tal modo que
¡m ».v » « v-v"^ <^ui^ ^ memoña de que fuA^:
triunfo admirable y «íngular, digno del mérito déla
«In, ygloiía en que aator ninguno poedscompetír con
Cenrintesi.
Asi, contn d destino 7 condición de las sátiras, cu-
ja vida, por la naturaleza misma de su objeto; de sus
medios, es por lo comnn tan cwta^, se reserrd al
Oinrofa el privilegio eitraordioario da ir adquiriendo
Boevx lida 7 lustre nnero al cabo de dos siglos que
los libros de caballería 7 sua ilusiones eztroTBgantes es-
lía Bepullados en olvido. El interés rivo é inmenso
que anima todas las partes de esta fibula no se limita
á una sola época ni tampoco é un solo pats. Desde
que su autor Ib dio á luz, las prensas no se caosenda
estamparla ni ios ojos da leería. Todas las naciones
cultas la tian bscho suya : los nombres de Don Qui-
jote 7 Sucho son conocidos en las regiones mas apar-
tadas, 7 mentados en ios ingulos mas remotos de la
tierra; 7 estos dos personajes humildes, nacidos en la
fantasía de Cerrantes, vencen en celebridad i los h^
roes mas ilustres de la fíbula 7 de It historia.
No es posible ciertamente liabtar de este obra siib-
gnkr sin una especie de entusiasmo, d si se quiere, de
intolerancia, que se rebela contn toda idea de critica 7
de examen. Por eso causa tanta eitrañeza , 7 no sé sí di-
ga in, la gravedad impertinente con que algunosdes-
deñtn este libro , tediándole de frivolo 7 de insípido i
boca llena. Llamar k atención de estos bombres i su
mérito 7 bermosora seria tiempo perdido. | Frivolo nn
h'bro que corrígió á su si^o I j Insípida una lectura que
por su portentosa invención, su discreción ingeniosa,
y sus sales inimitables y nativas se ba hecho universal
en el mondo I Que señsJen pues ana donde el agrado,
efecto inseparable y eterno de las buenas obras de in^
vención , sea tan completo 7 gulw i un grado tan alto.
Extravagante censura & la verdad, y cuyos autores , tan
ingratos como inconsecuentes , se hacen mas dignos
de compasión qne de respuesta : sus labios jamás ge
abrieron í la risa ni sn corazón i las gracias.
El II
Toiu \u locnru i^o
Da Bipludloa, da Belluis,
Amidls J BclleDebroi ,
Que, t pesar de Don QnlJoU,
H») * Ttrlvlr biD vuelto.
(Joratdi I , esma 1^
* EsU «a Ii utinleu fit **> •<* '■ •' '■ '"li^ *■ ^*P "^ '>''
Imu ; ■■ tMi j h latería iie» de la tpllueloi ligmlaai ;
IfwlaB» á «IrcMwMiialta j penonis titemlatiu reaando mU)
~ de nl*ttr, li iMii aae ttmbian coa día ;j lolo paeda «gn-
n« I IMna li itfeBlo ji aMu «b ti «l«eiuioa.
I
-LITERATURA.
Todavía es mas infelli el anhela
de )a rabia gramatical ó de la man
pretenden faacerüe valer buscando
en lo que admiran los demás. jY
guen, al fin , con sus miserables re
quillas pueriles? Los pasajes DOb
sos hacen con su dtmaire salir la r
07eiites ; el descuido, aunque le I
magia del talento i la gracia triunfi
rada 7 corrida, se ve reducida al
Pues qué, ¿no tiene defectos el 1
duda, y con ser tan Udles de cono<
[áuilcs de enmendar. El antor al ]
cerlo , y estoy por decir que bizo
campea mas el singular ingenia qt
raleza. Táchense en buen hora cu:
novelas de) CuHoto impertmeaU
vo; pero ¿quién «a el que se atr
preciosas narraciones de la rábu
Bay en ella sin duda descuidos de
nes, inadvertencias de narración
¿qué Otra cosa prueban sino la fad
que la obra se escribí a T EscapAbaí
fiando de la pluma de Cervantes a
ble de gracias 7 de bellezas , sinqw
esfuerzo ni le obligasen á la ma
defectos del Quijote , partiendo , •
ceso mismo de sn fuerza , en vei
queza humana , no sirv«i i otra ci
y á desesperarla 3.
Las cuatro ediciones que se bic
el mismo año (160S)en quesea
una manera nada equivoca lagn
tuvo desde luego. Parecía pues 1
dicho mu7 bien sus dos últimas
vántes escribiese el Buioapii con
riosídad del público bacía SU lil
necesidad tenia de ello; mas la
hasta nuestros días, y el testimon
nz , que aseguraba baber visto 7 !
* En alB(tD* parta le na tan de sai
prodlslou T aeíllfenta ricilidad cono 1
menurio de mi eicelenle amigo j compí
da : tnbjOoA 4Da ao tt pueda nes>f la
la tndlclúi eoplou J una Edtiu con i
latía comenudor bi creído de in deber
detcaldoi t tieuMIIndei qae Iba hillai
ba, lleudo macblitinai l)e obaervaeloni
lili nona comprenden , aobrado mtnnd
menta alindas. Del conjunto de ellai
admlcabla aa aicrlbla con el raiamo abaí
qne Cerrtnte» no voMi loi ojoe atril
leileniaaierilo: con lolaaalidUlsenel
desaparecieran. Todo ei pues en el Qm
tálenlo , en que Mío poco logar al trte,
el tntajo : 1 li minera i[De decía el U
pintado dcnadro da lisUUanderu del
na , lino eoa «ola la iülnfittd> .
* ytit» en lis Pméu tUitUttiC
U \n Hlot , I* Nrta ia loa Aawaio Ri
M OBIIAS COMPLETAS DE DON
desvanecían al parecer toda duda sobre su existencia.
Pcllicer, sin enduirgOy ha combatido después esta opi-
nión con razones liarlo poderosas, y la existencia del
Buscapié^ tal como se le ha pintado hasta aqoi, es
ahora muy dudosa , y mucho mas que Cervantes le es-
cribiese. La cuestión en el estado que hoy día tiene está
reducida á conjeturas mas ó menos probables, y por lo
mismo es ociosa mientras no se descubra algún ejem-
plar de aquel opúsculo. El hallazgo seria sin duda pre-
cioso , pues en la suposición de ser obra del mismo Cer-
vantes para indicar la intención segunda y misteriosa de
su libro , el Buscapié sería el mas excelente comentario
del Quijote, y enseñaría el verdadero nimbo para expli-
car sus alusiones secretas, las cuales, si es que las hu-
bo, en sentir de muchos están todavía por descubrír i.
Al tiempo en que se publicó la prímcra parte del Don
Quijote vivia Cervantes con su familia en Valladolid,
donde la corte se hallaba, y como la suerte quisiese
hacerle pagar con un desaire la palma literaría que aca-
baba de conseguir, aguardó á aquella ocasión para uno
de los mas amargos desabrimientos que pudieran su-
cederle. En un encuentro que hubo junto á su casa en-
tre dos caballeros la noche del 27 de junio de aquel año
(i605 ), fué herido mortalmenteuno de ellos, llamado
don Gaspar de Ezpeleta, natural de Navarra, joven y
dado, según la costumbre de entonces, á rondas y á
galanteos. Dio voces, pidió socorro, y cayendo y le-
vantando, con la espada desnuda en una mano y el bro-
quel en la otra se acogió al portal de la casa de Cervan-
tes. Acudió este á los gritos del herido , y entre él y
otro morador de la casa le subieron á la habitación de
doña Luisa de Montoya , viuda del cronista Esteban de
Garibay, que también allí vivia. Murió Ezpeleta en la
mañana del 29, y de resultas de las diligencias judicia-
les practicadas para la averiguación de aquel funesto
lance, Cervantes, su hija doña Isabel de Saavedra, su
hermana doña Andrea, y la hija de esta, doña Constanza
de Ovando, fueron puestas en la cárcel, sin que valie-
sen al escritor sus canas y sus respetos, ni á ellas su
sexo y su calidad. Sospechóse de pronto que la penden-
cia había sido originada por competencia de galanteo
dirigido á la hija óá la sobrina de nuestro escritor, lo
cual dio motivo á aquel rigoroso procedimiento, que
por fortuna duró pocos dias, porque, desvanecidas las
sospechas con las declaraciones de los interesados, ó
calmadas con las diligencias que se hicieron en su favor,
se les dejó primeramente salir de la prisión bajo fianzas,
y poco después se les alzó la carcelería, terminándose
así la causa sin resulta ninguna de consecuencia <•
^ 4 En estos ¿Itimos tiempos se hi dado á loz un Busctt^é; pero
lejos de allanar las dadas y diflcultades , esta publicación no ha
becfao mas qae aumentarlas, según las agrias dispulas ft qne lia
dado tcaslon.
< Este proceso se halló original afios pasados, y el nombre de
Cenrintes, interesado principalmente en ¿I, le did on valor infini-
to. Pellicer insertd en sn Vida nn extracto sobradamente prolijo.
De él sededace sa permanencia en Vatladolid por aqnel tiempo,
Ifts personas de qoe se componía sa familia, el nodo con qae aUf
•^ p.
MANUEL ÍOSÉ QUINTANA.
Luego que la corte se restituyó de Valladolid á lia-»
drid, se vino también Cervantes á esta villa, donde es-
tableció su residencia por el resto de sus dias. ADí yítíó
pobremente á la verdad, pero apartado de negocios y
de afanes^ entregado todo á las letras, y procurando
conservar con sus estudios y sus tareas el distinguido
nombre que habia sabido adquirir entre los escritores
de su nación. A esta época de su vida, que se puede lla-
mar exclusivamente literaria, pertenece la ejecución
de la mayor parte de sus obras, el favor que encontró
en algunos grandes, sus disgustos y rencillas con los
poetas de su tiempo, y también sus devociones, pues
en estos últimos años es cuando se le ve alistarse en las
cofradías religiosas mas acreditadas de Madrid. De es-
tos diferentes objetos lo verdaderamente interesante
son las producciones ; pero es fuerza decir algo de los
demás, siquiera pomo pasar absolutamente en silencio
unos hechos que los demás biógrafos refieren, y que,
aunque sean de menos importancia , no dejan detenerla
en todo caso por pertenecer á Cervantes.
La reputación del Don Quijote, que al principio fué
toda popular, pasó al cabo de algún tiempo del vulgo á
los hombres de letras y á los doctos, entre los cuales
empezó á hacer el mismo ruido que entre la gente co-
mún. También empezó á hacerse cabida en el gran
mundo; y de aquí procedió sin dada la acogida y apre-
cio que debió su autor al virtuoso arzobispo de Toledo
don Bernardo Sandoval , y al conde de Lémos , nombre
entoncestan justamente querido y tan sonoramente can«
tado por las musas españolas. Esta celebridad hizo le-
vantarse á la envidia, que inspiró todo su veneno á los
poetas, confundidos con la superioridad de Cervantes:
él, desgraciado y oscuro, manteniéndose acaso de la
compasión ajena , no tenia otra riqueza ni otro bien
que la gloria de su libro ; los poetas , encarnizados , se
conjuraron á arrebatársela.
Sería ciertamente tan injusto como opuesto á la ver-
dad confundir á los dos Argensolas con esta villana ca-
terva. Puestos entonces en el grado mas alto de repu-
tación literaria , y en el lugar mas preferente de aprecio
y confianza con el conde de Lémos , no podían recelar
que Cervantes les hiciese sombra , y no es de creer que
fuesen movidos por el mismo espíritu que los otros
malsines envidiosos. No sabemos cnál era la conexión
que tenia con ellos ni las obligaciones que recíproca-
mente los unían, aunque sí se considera el carácter
reservado y desabrido que aquellos dos aragoneses pre-
se ayudaba i sostener, y en fin, qne eran sas Tecinas dofia Luisa
de Hontop , viuda de Esteban Garibay , y dofia Juana Gaylan,
viuda del poeta Lainez, que acababa de fallecer, amigo de Cer-
vintes. Pero también resulta de las declaraciones que estas se-
ñores se echaban unas i otras la nota de recibir malas visitas , lo
cual no hace honor ningnno i nuestro escritor. Nada hay, por otra
parte, en la causa que nos le baga conocer mas bien , y siendo este
triste incidente de tan corta Importancia pan sn vida civil , y da
ninguna para sa cawera literaria , exensado era por cierto eiten*
derse en ella tanto, y bastaba indlctria ligenoMate. To ao sé si
él agndoden macho qao Mllesea á U placa del naado 8en<4aar
tes pobreuft
V -"i
PARtE PRIMERA.
os , ; se compara cod oI genÍD ei-
de Cervantes , debiaa conformarse
mengua de su buen gusto y de su
do unos elogios tan desmedidos en
primera parto del Quijote l , que
rar le cumpliesen las promesas que
le Hicieron cuando, nombrado el Conde virey de Ñi-
póles, se ios llev6í Italia consigo. Estas promesas, ya
fuesen Lechas pw mero cumplimiento, ya se olvida-
sen después entre la muchedumbre de ocupaciones
y la noTedad de ios objetos que distrajeron á los dos
liomianos, es cierto que no tuvieron efecto ninguno , y
que dieron lugar el resentimiento de nuestro escritor.
El le consignó delicadamente en el Itaje al Parnaso, y
un dejar de bajar respetuosamente la cabeza ni de
aplaudir a! mérito poético que en ellos se reconocía,
bizo manifiesta al mundo la queja de su amistad y no
volvió jamás & liacer mención de ellos en sus escritos.
Y como si el autor del Viaje no hubiese distinguido
de un modo claro y preciso las dos consideraciones de
amigos y de poetas, el impertinente Villegas, en una
composición monstruosa *,senlrov¡iJiiza!ierirlcde mal
poeta y i Humarle gvijolista bajo el pretcito de vengar
al menor délos dos hermanos, maestro suyoydquien
Cervantes ciertnmenie no liabia hecho mas agravio que
el de elogiarle con demasía. Es de creer que el insulto
violento de Villegas no llegó i su uoUcia, pues las Eró-
tícat no se imprimieron hasta dos años después de su
bllecimiento. En casodebaberllegado,CerTiJotes, des-
pués de aplaudir el talento de versificar y la facilidad en
componer en sujdven y petulante detractor, pudiera
enviarle i le escuela á aprender el tino, la decencia y el
haat gusto que uí su maestro Argensolu ni los modelos
antiguos que ét afectaba seguir lo habían enseñado.
Has graves foeroa las consecuencias de su supuesla
rivalidad con Lope de Vega. No podia, con efecto, ha-
berle entre dos escritores de genio , gusto y talentos
tan diferentes ; y sea que Cervantes canocieESGU propia
'Dupaíi it\\*aiAamt\Ct%tiidiCiitU>p« • doi lacetoa, dos
Mleidepoesl>,i qalen el eirto bibla dado toaalo Ingenio podía
d>r>, dUe del ■tfor «|ac tenia madura trato , booiilde faouslii,
j BO M aciett* CM lo qie quiere decir, pge* il liiiila de la fas-
laxii poética , t» va liiDjieiIa mai bien qns nía alibinia; -¡k,
tomo se dal enteeder, qnlao hablar de m nodeslli, Doacertdl
tipresarae como debía. Eo el Qv^eU orendeo lai alabanzai Indis-
érelas, d mat bien detalinadas, que da 1 lis deleslabtea tragedias
de Lipercio , detlucienda con ellai el mírilo de aqael pasaje, lan
omcndableporlaiaatraionT tuiotegnro qne reinan catado
lemtB de ti.
' A*i la llama el mlima TinegM en in eplítoli d« malslon I
I Lomio Ramireí de Prado :
Em Bionsimote envío, ni Linrencii),
De liUn compneito iclefla;
Cierto qne <i parto dlfno de illenolo,
lOt veno* ea ^ae noieja i CerdatM son klen eoiocldoi de
os.r pordetfnetalsadledefboanrliitaoá ti. Siipoco*
« M baitii t dUcalparlg de Mía taita de roapUo, ul cono
VtM fH<ea dUeaipar la eilranfuela de lai eompoiicioo
ide M neiclan j emAtaden doa toae* toa dtnaalti, j «a
i4« t« kaUa l« potdl MB la »M di Büaii
-LITERATURA.
fuerza , ó sea que la ignorase , no (
míese medirse con un hombre que <
del vulgo y el numen de la poesía
tor del Don Quijote, Cervantes si
inmensa distancia de Lope y de los
entonces, pora poder sufrir campe
otro alguna; pero como escritor d
días, la comparación, mucho masfá
tajosa. Reconocía é! esta superior,
las alabanzas que estuvo dando lod
cundo poeta salen del corazón y no
vocos ni forzadas. Pero sucedióle,
comediasen el Don Quijote, lo que
lece cuando intentan hablar razón
radas. Lacritica urbana, justa y mi
se tuvo A desacato por los apasiona
bien por los que idolatraban sus
sombra de ellosjusliOcaban susprd
Alzaron pues el grito, y lanzaron si
los tiros que les suministró su ral
Apolo dramático de aquel atrevido
luQ de ellos , mas furioso ó ma
dose con el nombre de un liceacis
osadía para querer igualarle , y se
Ibiuacion de una obra cuyo mérito
lejos de comprender. ¡Ignorante I
y ilticír que lo hacia para niejorarl<
autor no tenía talento para prosegu
sensato que la crítica masardua es
su desempeño está solo al alcauc
perior?
Tachaba de humilde el escrito d
fome se burlaba de él porque era vi
como si Lope , Villegas, los Al-gen
tas de entonces juntos pudiesen ci
literario de un solo capitulo del (
pobreza y manquedad de Cervúntc
cubierto la ingratitud de su siglo,
é la veneración que se le debe. Per
DO merecen la atención de la pos
sepultados en olvido si no fuera ta
tor contra quien se asestaron. Ell(
parle , lo que se ha dicho mas de u
critico necio es por lo común homl
1 Qué dignidad, si contrario , y <
Tensa de Cervantes 1 Para confundí
i su adversario no tuvo mas que pi
la Segunda parte del Quijote, sup
a Son Inieoloiai da dada j propiai d
dotcrodcPelllcerlatconJeiDraa aobrelí
Bupnesto Avellaneda. De ellai reinllt qi
(loio, jpor vellera do li drdea de predli
Cervlitea tenia atar eon esta* ftiiles, pi
olro donUlM eslavo t plqne de bacerle
y deipntt ta repnticloa. lUi lu vez qn
klApaío T la de IB InfaUpIíle saeeior ai
vNdtdero floiabre deaitaBiMtabla,i«
lidoeoelo1vldo,rallIleBU*rtodela li
ntAM j MlaHleatU Ubiblaa coadca
0j OBRAS COMPLETAS DE DON
reodoD y en gasto á la primera. Contentóse con bur-
larse, en algunas partes de ella, de la poca gracia de sa
antagonista, adyirtiéndole festivamente que el hacer
un libro costaba mas trabajo que lo que se pensaba. Si
todos los autores se defendieran del modo que Cervan-
tes , la caterva de insolentes detractores no se atrevería
á ladrar tanto , y las guerras literarías serian mraos es-
candalosas.
£1 primer fruto de la ociosidad filosófica á que Cer-
vantes se entregó en la última época de su vida fueron
las Novdas, publícadasen i612 y dedicadas al conde de
Lémos. Habíanse escrito en diferentes tiempos, según
que los sucesos, los caracteres y las costumbres que en
ellas pinta se habian presentado á sus ojos y á su fanta-
sía. Algunas de ellas habian precedido al Quijote, y las
dos, que como en muestra incluyó en la primera parte,
debieron preparar el camino para la ventajosa acogida
que tuvieron las demás. A la verdad Cervantes no pudo
después ni adelantarse , ni aun igualarse á sí propio ; y
el Curioso impertinente y el Capitán cautivo , cada una
en su género , están al frente de sus novelas y quizá de
todas las del mundo. Entre las que dio á luz después
campean con una indisputable superíorídad lasque ver-
san sobre imitación de las condiciones comunes y cos-
tumbres ridiculas de la sociedad, y se dirigen á su cor-
rección. Riiconetey Cortadillo, el Coloquio de losper^
ros y demás de esta clase son pinturas superiores y
exquisitas , donde luce con toda su gracia y maestría el
pincel que dio vida al paladín de la Mancha. En las otras,
que pueden llamarse cuadros de mera curiosidad y fan-
tasía, podrá desearse á veces mas calor en los afectos,
mas variedad y determinación en los caracteres; pero
no mas verdad, no mas invención, no una disposición
mas atinada, no, en fin , mas interés de narración ni
mas elegancia y propiedad de estilo. Dos siglos han pa-
sado ya por esta colección preciosa, y todavía conserva
8U aceptación primera, aunque las ideas, las costum-
bres y la fisonomía exterior de los hombres sean entera-
mente diversas de las que allí se pintan. El dijo al frente
de ellas que era el primero « que novelaba en lengua cas-
tellana»; pudiera decir también el último , pues sus nu-
merosos imitadores no han hecho en sus novelas, ya ol-
vidadas , mas que demostrarla excelencia de su modelo
y la inmensa distancia á que están de él i.
* El BM fefialtdo entre ellos es Lope de Vega, que al probarse
Men desgraciadamente en este f enero , que no era el snyo , decia
con tan risible magisterio qae en lasnovelas propias de Espafia «no
faltó gracia ni estilo á Miguel de Cerrantes». Manera de recomen-
dar qne se acerca mas ft depresión qne i alabanza , pnes da i en-
tender qoe no bay en las noTelas de CerTántes otras prendas qne
aplaudir qne la gracia y el esUlo , y que aun esto es en ellas tan
escaso , qne se les baee Jnsticla con solo decir qne no les falta.
Yo tengo mncba dada en qoe Lope estovlese bien penetrado del
mérito eminente de nuestro escritor , ó eo easo de estarlo, en qne
se lo qaislese reconocer francamente. No me acuerdo de qne haya
en todas sos obras un elogio, ni ebleo ni grande, del Qtt^óte : d
que baee de las norelai la dniea vetqve las cita , ya se ve eain
eseuo es« Al eontiario los venoi ; efloi , segVD Lope , «dltroa
eternidad 1 1« menorit por daleei , lonorM y elegintes, • que así
MANUEL JOSÉ QUINTANA.
El Viaje al Parnaso, publicado en i6ii, es compo^
sicion muy diferente. £1 estilo y la idea primera están
tomados de un opúsculo italiano escrito en el siglo zvi
por César Gaporali; pero lo que en el original es un
viaje particular , sin otros sucesos que los que conmn-
mente acontecen á los viajeros que van á reconocer y
presentarse en un sitio que no han visto , es en la imi-
tación una expedición guerrera, con lo cual se agnuH
dan las proporciones y formas del cuadro , y la acción
toma mas aparato , vivacidad é interés. Quería Gerván-
tes en esta obra hacerse justicia á sí mismo , ya que su
siglo no se la hacia , y suponiendo el Parnaso asaltado
de los malos poetas , fingió que Mercurio venia á Espa-
ña á solicitar el socorro de los buenos, y que le tomaba
á él mismo por consejero para elegirlos. Cervantes, co-
mo es de presumir, marcha con ellos y se halla en la
expedición. Bien se deja ver cuánto prestaba para la sá-
tira y el elogio esta invención ingeniosa, que ya se ha
hecho demasiado común. Pero la obra tiene dos defec-
tos , por desgracia harto esenciales : el primero es la
poca cordura que el autor guarda en las alabanzas; y
la exageración vaga de la que tributa á los buenos y ya
conocidos escritores no tiene comparación sino con el
exceso de las que prodiga á poetas oscuros ó entera-*
mente desconocidos : extremos uno y otro de que debía
guardarse en un libro de crítica literaria. Anáitese á este
mal otro mayor, que es el de estar el Viaje escrito en
verso , y perder de este modo Cervantes todas sus ven-
tajas. La adjunta al Parnaso , diálogo en prosa que le
sirve de apéndice, se lee con mas gusto que todo lo de-
más , y manifiesta el verdadero modo de haber desem-
peñado el pensamiento con aprobación y agrado uni-
versal. Pero Cervantes , á pesar de la protesta desenga-
ñada que hace al principio s, quiso en esta obra volver
por su mérito poético y manifestar que él sabia y podía
hacer versos como otro cualquiera. Compúsola en ter-
cetos, que, como versificación , servirían en su desem-
los earacterixa en el Laurel de Apolo, Cabalmente son las cnall-
dades qne les faltan ; y como Lope dobla conocerlo tan bien como
el que mas , un elogio tan violento y desmedido baee sospechar
de sn buena fe. Calderón y Qnevedo , que no tenían los mismos
motivos de emnlaciony rencillas con nuestro escritor, aplauden
sus novelas de un modo mas franco, mas aatoftl, y al mismo tiem-
po mu ingenioso.
La mas extrafia novela
De amor qne escribió Cenintes ,
dice el primero en la Cose un dos pufiot, jomada i ; y también
en Los empeños de tm ocdao, jomada t:
Es mi amor tan novelero,
Que me le escribid Cervantes.
Praeba irrefragable del crédito qne ya gozaban estas nótelas en
el mundo y de la estimación en qne las tenia aquel gran poeta.
Qnevedo, del mismo modo, en sola nna frase da i entender el
mismo concepto cuando acensúa A Hontalvan en la Perinoh «qne
deje las novelas para Cervantes » , y las eomedlai pan Lope , Luís
Velez, Calderón y otros.
• Yo qne siempre me ifano y me desvelo
Por parecer qne tengo de poeta
U grtflto qae no quiso darme el eielo.
PARTE PttíHERA
peno á probar mejor Jo (pie intculaba. Pero aun cuando
sos fatigados esfuerzos no sean del todo infructuosos y
produzcan á las veces algunos versos y períodos felices,
la obra en general se resiente de la incapacidad natui'al
de Cervantes para versificar. Sucedióle esto mismo en
todas sus demás poesías; y un escritor tan ingenioso y
tan rico 9 tan admirablemente poeta en prosa, si es per-
mitido bablar así, cuyo estilo suspende por su gala, por
sa armonía y por los colores que su imaginación sabe
dará cuanto pinta, encadenado con las trabas de la me-
dida y de la rima se arrastra con pena , tropieza á cada
paso, cae no pocas veces, y nada acierta á decir con
felicidad y desabogo. Huia la poesía de sus versos des-
graciados, sin que pudiera conciliaria con ellos ni la
ciega afición de Cervantes ni su continuo ejercicio en
componer : semejante á aquellos árboles que, frondosos
y bellos con la libertad de las selvas, trasladados al re-
cinto de los jardines pierden su lozanía y se marcliilan.
Gomo su principal objeto en el Viaje al Parnaso fué
la vindicación de sí mismo , quiso en uno de sus episo-
dios dar idea de su situación desgraciada. Llegados los
poetas al Parnaso , Apolo los recibe en un jardin , y se-
ñala á cada uno el sitio que le corresponde. Los asien-
tos se ocupan, y no queda ninguno á Cervantes. En
vano para lograrlo refiere todas sus obras, manifiesta
todos sus méritos y se apoya en la primacía de su ta-
lento para inventar : Apolo le aconseja que doble la capa
y se siente sobre ella; mas tan miserable estaba, que
no la tenia, y tuvo que quedarse en pié á pesar de to-
dos sus merecimientos. Estas ingeniosas quejas de Cer-
vantes no hacen á la verdad honor ninguno á su siglo :
él, desairado é indigente entre los demás poetas que
gozaban de crédito y de riquezas , es una contradicción
que verdaderamente escandaliza.
Sos protectores fueron pocos y tibios en favorecerle.
Ignórase que recibiese nada del personaje á quien de-
^có la Calatea. £1 duque de Béjar, cuya protección
buscó para la primera parte del Quijote, después de ad-
mitir dificultosamente este obsequio, alzó la mano en
los favores que le dispensaba , instigado , según se dice,
deunreb'gioso cuya autoridad era grande en su casa.
Añádese que Cenantes retrató al vivo el carácter de
este impertinente en el eclesiástico con quien altercó
Don Quijote. El religioso pues y Cervantes eran incom-
patibles : venció el primero; y el Duque, olvidando al
escritor, se llenó de ignominia á ios ojos de la posteri-
dad , irritada de la preferencia.
Los que mas favorecieron á Cervantes fueron el con-
de de Lémos y el arzobispo de Toledo don Bernardo de
Sandoval , que miraron por su subsistencia y le señala-
ron pensión para vivir. jCon qué efusión de corazón
eternizó él estos favores ^ ! Pero llegaron cuando ya era
viejo, j por otra parte no le sacaron de pobre. El Con-
* Coaado iM bendlelos m dan fl U necesidad son preciosos por
Él aüTlo qne proeann, pero sinren también de peso por h si¡)e-
dOB en qne ponen. Así Cervantes, qve clcrtaroente no era de»-
iindecido, d^a tniptnr á veces el sentimiento de sa indepea-
- LITERATURA. M
de, de cuya pasión vehemente á las letras podia espe-
rarse mas, estaba ausente; y tal vez, participando de la
injusticia del tiempo , apreció mas los versos de los Ar-
gensolas que las invenciones de Cervantes.
Quizá también á esta desgracia continua de su vida
contribuyó en alguna manera la índole particular de su
talento. A pesar de tantas investigaciones y de cuanto
acerca de él se ha averiguado, es muy de recelar que
aun no conozcamos bien la fisonomía moral de este per-
sonaje tan célebre. El que nos pintase con candor cuál
era su trato íntimo con su familia y con sus amigos, su
porte } conducta particular con los hombres de letras,
su modo de rendir respetos á los grandes; en fin, su
ademan, su aire y su conversación en el mundo, este
nos daría mejor que nadie la razón de sus reveses y de
su poco valimiento. Considérese que á la intrepidez y
desahogo de soldado, á la superioridad que da ai hom-
bre la experiencia de los grandes trabajos y de los gran-
des peligros, al conocimiento, en suma, de la propia
fuerza, se unía en Cervantes la propensión á observar
las flaquezas, ridiculeces y extravagancias de los hom-
bres, y el talento de pintarlas con tan viva propiedad y
tan chistoso donaire. No era fácil , por cierto , á quien
con semejantes cualidades poseía una arma tan ocasio-
nada irse siempre á la mano y dejar de usarla en mo-
mentos de mal humor ó en momentos de imprudencia.
Somos los hombres arrastrados sin querer á lo que nues-
tro natural nos inclina ; y el que ya casi luchando con
las bascas de la muerte se pone con tanta gracia en el
fragmento que va al frente de Pemiles á pintar la mon-
tura, arreos y balona del esitiáianíe pardal, que le sa-
luda en el camino de Esquí vías á Madrid, y nos hace
reir tana costa de aquel pobre entusiasta, nos mani-
fiesta bien claro lo que sería en sus mejores tiempos,
cuando el vigor de los años y la confianza propia de
ellos le diesen bríos para todo. Dígase, sin menoscabo
de las eminentes vu*tudes y respetable carácter de Cer-
vantes : la habilidad de remedar y zaherir es tan peli-
grosa á los que la tienen como odiosa á los que la ex-
perimentan. Nosotros le admiramos por ella, pero sus
contemporáneos podrían muy bien resentirse de sus
burlas y alejarse de su alcance : en esta suposición tan
verosímil la indiferencia y desvío que usaron con él
son menos extraños , y el desamparo de aquel grande
escrítor acaso menos injusto.
Al culto y penetrante Ríos no era fácil se ocultase la
disonancia en que iban á estar con su elegante y esme-
rado retrato de Cervantes el sayal franciscano de la or-
den Tercera y los ejercicios de cofrade. Dejólos pues
en silencio , y con tanta mayor razón , cuanto pudo tam-
bién creeríos poco esenciales á la idea que se propuso
dar de aquel insigne escrítor. No así los dos posteríores
biógrafos, que han insistido en estos pormenores, el uno
dencia yeoa expresiones bien vivas, «iVentaroso aquel, dice en
9 una ocasión, A qoien el cielo dio un pedaio de pan sin qne le
»qnede obUgi^on de sfndeeerle i otro qoe al mismo cielo U .
((?«V*^i parte nt cap, 0I«)
•''Fr?
i!.
s
'\f-
I
a.
dá óftRAá COMPLETAS bt: do?í
por curíosoár , y el otro por condescendencia. Los he-
chos son ciertos, y Cervantes fué sin duda alguna indw
viduo de Id congregación religiosa del oratorio de la
calle del Olivar y también de la orden Tercera de San
Francisco. Reducidos como estamos á probabilidades
en casi todas las cosas personales de Cervantes , no se
puede asignar la verdadera causa de esta inclinación
ascética ; que no deja de ser notable en el autor del Don
Quijote. Si en esto no hizo mas que seguir la corriente
de su siglo , muy dado á semejantes prácticas, sin que
por ello hubiese mas virtudes, no habia para qué hacer
mas caso de esta circunstancia indiferente, que del
ferreruelo con que se cubria y de la balona con que se
adornaba. Respetemos sus motivos si con alistarse en
las congregaciones religiosas quiso de buena fe dar
aquel alimento á su piedad , avivada con la edad y con
las desgracias. Si allí, en fin, buscó ppr política ó por
precaución un asilo indispensable y necesario en el
tiempo y país en que vivia, es preciso encogerse de
hombros y tenerle compasión.
Sea de esto lo que fuere, lo que no admite duda es
que estas atenciones minuciosas ni apocaron su fanta-
sía , ni le hicieron mudar de rumbo , ni alteraron su jui-
cio, que se conservó entero é independiente aui res-
pecto de cosas que, teniendo mas relación con sus nue-
vas obligaciones, parecía que debían inspirarle mayor
cuidado y reserva. Nunca habló de ellas con mas des-
ahogo que entonces. Arropado ya con el sayal de la
orden Tercera, publicaba en el Viaje del Parnaso que
habia entrado vestido de romero en Madrid , porque era
granjeria la apariencia de la santidad i. No son de mís-
tico ni de devoto las libertades que se permitía en sus
entremeses, publicados siete meses antes de morir , y
mucho menos las escenas en la comedia de Pedro de
Urdemalas, dada á luz también entonces, en que se
mofa y zahiere con un atrevimiento que espanta las so-
calüías de los embaidores con motivo del purgatorio <•
En medio tal vez de una función solemne de cofradía se
le ocurrió el misterioso episodio de Altisidora en el Qui-'
jote; y saliendo por ventura de alguna conferencia mís-
tica, marcaba en el Per siles con el sello del desprecio
la vocación interesada de los menesterosos á la vida so-
litaria , y la ociosidad libre y vagabunda de los peregri-
nos de profesión 3. ¿ Qué nos hace pues á nosotros que
* Entré en Madrid en traje de romero;
Que ea granjeria el parecer ser santo.
(rf«>,eap.8.)
t Los pasajes en qne se habla de esto son largos pero mny ca-
riosos; y como las comedias de Ccnrántcs son poco leidas, ha pa-
recido oportuno extractarlos en ct apéndice, donde el lector podrA
verlos. ( Véase cl apéndice núm. 4.^)
* «No nos ha de cansar maravilla que un rdstieo pastor se retire
•i la soledad del campo , ni nos ha de admirar que un pobre que
I en la dudad se muere de hambre se recoja A la soledad, donde
»no le ha de faltar el sustento. Modos hay de vivir que los sustenta
•la ociosidad y la pereza.*— (P^rtMet, Ilb. ), cap. W.)
«MI peregrlnadoB es U que usan algunos peregriuoi, quiero
•dedr que siempre es la que mas cerca las viene i evento part
idiieaipsr sa ociosidad.*— (P^«fi^«, lib. 3, rap. G.)
MANUEL JOSÉ QUL\TA\*A.
Cervantes fuese ó no congregante del oratorio de la ca-
lle del Olivar ni tercero franciscano ? Sus escritos cier-
tamente no lo son : la lozanía de su ingenio no recibe
menoscabo alguno por ello , y la amenidad de su ima-
ginación ni se seca ni se marchita. El mismo mundo
ideal de bellezas, de amores y de lances caballerescos
le ocupa cuando viejo y cofrade que cuando mozo y
mundano ; y la pluma que supo trazar con tanto halago
y primor las figuras hermosas de Lucinda, de Zoralda
y Dorotea, conserva toda su bizarría y su viveza para
retratar con igual vivacidad á la desenvuelta y alegre
Preciosa , á la interesante Leocadia , á la arrojada y dé-
bil Ruperta y á la amable endemoniada Isabela Gas-
trucho.
Si alguna cosa pudo dar indicios de la decadencia á^
su espíritu en aquella edad avanzada, fué la publicación
de algunas comedias y entremeses suyos en setiembre
del año de 16i5. El las dio á luz como en desquite del
desaire que los comediantes le hacían en no pedírselas
para representarlas; mas realmente no consignió otra
cosa que poner de manifiesto la mucha razón que tenían
para proceder con aquella reserva. Ellas no valían la
pena de imprimirse, ni tampoco merecen ser conocí*
das. Nada prueba mejor el desacierto con que están
hechas que el empeño de un crítico español en persua-
dir que se habían escrito así de propósito para zaherir
y ridiculizar las disparatadas comedias de aquel tiem*
po ^. Mas Cervantes, cuando se ponía á componer sáti-
ras de esta naturaleza, sabia darles el carácter corres-
pondiente para que nadie se equivocase en lo que ver-
daderamente eran ; y así , la idea de su moderno editor
es una paradoja insostenible. Nuestro autor, aunque
poseía una gran parte de las calidades necesarias para
ejercitarse con felicidad en un género que podia Ibt-
marse el suyo, nunca acertó á hacer comedias, y es
porque el rumbo y el objeto que llevaban las que se
componían en su tiempo eran muy ajenos del talento
que él tenia. Los autores que las escribieron antes de
Lope eran , por lo común , poco poetas , y se contenta-
ban con hacer imitaciones frías y prosaicas de la anti-
güedad. Lope las hizo líricas y novelescas, mas bien que
morales, porque además de contentar así el gusto y
bizarría de la nación, le llevaban por este camino su
ingenio , su fantasía y sus demás medios poéticos. Si-
guiéronle en él y enriquecieron mucho este género Cal-
derón, Morete y demás poetas dramáticos. Cervantes
no podia llevar el mismo rumbo con igual fortuna, por-
que su ingenio tenia otro carácter. Has observador, mas
natural , mas simple , debían repugnarle todas aquellas
aventuras extraordinarias y mal digeridas de que se
componían ordinariamente las comedias de su tiempo.
Poco diestro en versificar, no podia tampoco darles la?
galas que los otros, y porconsiguiente, las pensaba mal
y las ejecutaba peor. Hubíérase propuesto en ellas re-
medar y corregir las extravagancias y vicios de la vida
4 Don Blu Naiano, aa él prologo qao tai pnio evaado tas reidi-
primió en 174A,
PARTE PKIHEHA.
isenprosa, ynociiTersOfComoIo
emeses que lanta verdad, gracia
iizá, y sin quizd, fuera tan buen
mo eiceleote novelador.
tal puede llamarse , causada mas
e Cervantes en parecer poeta, que
il , fué allatnente compensada con
Don Quijote, que publicó á fines
ssta producción , uno de los mas
lio liumauo, y la mas sobresalieule
, el autor, eicediéndose A sí pro-
il aello á su reputación y teruiinú
s que trabajaba al fin de en vida,
Los trabajos de Persileí y Sigis-
mieron después de su muerte. Ha-
modelo en ellos la novela griega
:;lea, y estaba tan contento de su
n rebozo al conde de Lémos que
ejor délos de entretenimíenio. Ei-
mucho mas extraña Ijaciúmi^ií'i' al
iciondel Don Quijote. Pero los es-
ladres , suelen tener mas ternura
s sin mas motivo que serlos últt-
al frente de sus novelas que este
competir con Heliodoro, si ya por
tas manos en la cabezau. Pudiera
este desaire si Cervintes se em-
sde el principio hasta el Gn aquel
iventuras maravillosas é increíbles
imento alguno ni en la verdad, ni
ai en los sentimientos generales de
a , ni en la idea que se tenia de las
inteni. Pero por fortuna se cansó
r,yech6 Eos ojosi las costumbres
I y i las condiciones comunes, que
remedaba mejor , y tomú el pincel
M vida y gracia d los objetos mas
in pintadas el maldiciente Clodio,
, la taimada peregrina , el baile vi-
le tnicntua rtjrobido este (isla facli'
HTltlaio , j miDircsUdo enln r«pii(i>tni«
I it n Uleala, en lot sígnlenleí lcrccU)i
■ai na lé il lo «criba ,
nae llenen de Impoaltilci
Bi la ha DDitndD eiiiiln.
] lilla abres fe posLbIet,
airea j de elerla*
iTones apacibles,
rldid abre Jig pnerta*
I, jhlllahicanUnao
I eoDionsncle thlertaa.
I *frail*r rin deulino
prajHisilD se bace
doR*ite SB camino T
liaentlTaaHliTae*
patees , j esU eurtla
il ditcKio j liaplt iplteai
— LITERATURA.
Ilanesco en la Sagra de Tol
y la moza ta la verana, trozo!
pues están ejecutadas en 1
Cervantes , y son la mismi
Alguna otra aventura no b1
tuuuÉs Sonsa Coutiño, el
Lisboa, y particularmente
sentan tma novedad y un
imoginados en su mejor ti<
la firmeza y la elegancia
gallardía de In narración,
parte á dar valor á la obra,
de ponerla en comparacio
que en tal caso vence el au
de invención, en el acier
igualdad y en nobleza. Nui
en las novelas y en )a con
tas pruebes de capacidad ]
fectamente una fábula, p
todo en el Persites, dond
plan , no hoy composición
tos. Rúmpenla desgraciad
porlmios y desiguales, y i
cordancia de los dos tono:
teraativamente en la obra
el efecto que deben prodi
vdntessea tan superior en
era lo que habla anunciai
libulo magnifico y sorpn
cuento. Falto también el
que le dé peso , carece di
tan estas invenciones para
bres de juicio. Añádese,
causa ver i CervAntes auti
de la aslrologla judiciaria
otras supersticiones grost
dicen de la fuena y supe
escribiú el Quijote. Por es
dada en la clase de los libi
y son pocos las que, dotai
suelen repetir BU lectura.
Has bay en él un man
infinito , y es la dedicatorí
su luz la bella alma de Cer
tal hidropesia, su vida se
finalizaba aquella novela,
dia 18 de abril de 1616,
Entonces, desahuciado de
muerte, en la orilla deis
hombres, entregados á la
la indiferencia, lo olvidan I
vántes tenia viva en su m<
dsu bienhechor el conde
segura escribiú aquella caí
lequio el mas noble y pui
grande ha recibido jan^
liniii el dit S3 del ni
100 OBRAS COMPLETAS DE OON
senla y ocho auos de su edad. Sus funerales fueron os-
curos y pobres, como lo había sido su vida. Mandase
enterrar en la iglesia de las monjas trinitarias, y hoy
dia , confundida su tumba con las otras , no puede dis-
tinguirse el sitio donde se debiera escribir :
AOVl TACE MIGUEL DE CERTÁNTE8.
Pero la indiferencia de su siglo, que pudo envolverle
en esta triste oscuridad, no podia del mismo modo se-
pultarle en el olvido^ y la posteridad, mucho mas justa,
lia sabido desquitarle con ilimitada profusión de aque-
llos indignos desaires. Nosotros vemos ahora, con igual
satisfacción que maravilla, reunidas en él las prendas
mas honoríficas de la especie humana, así como en el
conjunto de los acontecimientos de su vida contem-
plamos un espectáculo el mas propio para excitar la cu-
riosidad y para ocupar la observación. Los infortunios
de su juventud son llevados á colmo por su cautiverio
en Argel. Alli, puesto en franquía por su misma des-
ventura de toda traba y respeto social , y considerán-
dose, á despecho de sus cadenas, libre y dueño de sí
mismo, se pone en guerra abierta con ios bárbaros que
le oprimen , y no cesa un momento de conspirar deno-
dadamente para dar libertad no solo á sí propio, sino
también á sus amigos y compañeros. Al paso que los
proyectos atrevidos de evasión se repiten por él con
mas arrojo , los peligros se amontonan sobre su cabeza,
y los sacrificios que su misma actividad le prescribe
se hacen cada vez mayores. Y ni su audacia se abate,
ni su generosidad se cansa, aunque la flaqueza y per-
fidia de sus cómplices le venda, aunque la ferocidad de
los piratas mortalmente le amenace , aunque una des-
gracia fatal rompa y desbarate todos sus designios.
Cinco años pasan así luchando sin cesar con su mala
suerte, conservando en medio de tantos afanes y cui-
dados serenidad bastante para hacer oir la dulce voz
de las musas en aquella inculta región , distrayendo y
consolando con ellaá sus compañeros de servidumbre,
y siendo un modelo de amistad y cortesanía con ellos,
como de ardiente entusiasmo para con su patria. Vuelve,
en On, á España, y su alma, echada otra vez en el molde
estrecho de la sociedad antigua , y comprimida por las
leyes , por las costumbres y por la etiqueta , parece que
pierde aquel resorte de actividad y osadía que tan se-
ñalado le hizo en el África. Pero lo que fué allá entre
los bárbaros por su arrojo, lo será aquí éntrelos es-
pañoles por su talento. El se alzará entre los demás
como un gigante , y dará á la lengua y literatura cas-
tellana su mas estimable joya. El Estado desatenderá
MANUEL JOSÉ QUINTANA.
sus servicios, los hombres de letras no solo desconoce*
rán su preeminencia, roas ni aun querrán tratarle como
á igual; la pobreza y estrechez le hostigarán toda su vi-
da , y en medio de una vejez menesterosa la muerte le
asaltará con una enfermedad larga y mortal desde sn
principio. Mas el temple enérgico de su alma no se des-
mentirá en estas pruebas, y Cervantes será siempre
Cervantes. El mundo ideal creado por su imaginación
briyante y risueña le consolará de los amargos desabri-
mientos del mundo real en que vive ; el genio de la gra-
cia y del donaire le cubrirá con sus alas hasta en los úl-
timos momentos, y dándole á beber el presentimiento
delicioso de su inmortalidad, le hará roas rícoy feliz que
jamás lo fueron sus ingratos y altaneros contempo-
ráneos.
Hubo sin duda entonces , y las memorias del tiempo
nos lo dicen, vanos pedantes, doctores desdeñosos, que
le calificaban de ingenio lego, para denotar la grande di-
ferencia que había de ellos á él; considerándole así co-
mo un romancista vulgar, propio á lo mas para entre-
tener ociosos y hacer reír en un libro. Esto en el mundo
literario ; porque en el mundo civil , sin que documento
ninguno del tiempo nos lo diga , necesariamente era
peor, i Qué de veces^ presentándose en las casas de los
proceres del mundo 6 délos opulentos publícanos, se
le haría esperar largo tiempo en la antesala y se le re-
dbiria como un importuno ! ¡ Cuántos no serían los que
le negaban su lado en la plaza, los que esquivaban sn
saludo en la calle I Y si preguntamos ahora por estos
hombres nulos y soberbios, si vamos á saber cuándo
existieron, ó si existieron por ventura alguna vez, no
hallaremos mas que el profundo olvido en que yacen,
y del que no se levantarán jamás , como si nacidos no
fueran; mientras que aquel soldado pobre y desvalido,
aquel escritor desairado, vive y vivirá en la memoria y
admiración de las gentes con una gloria resplandeciente
y sin fin. Para conocer sus facciones se multiplican las
estampas, las medallas, las estatuas; para ilustrar su
vida las investigaciones, los discursos , los elogios; las
ediciones del Quijote se suceden á las ediciones, y la
magnificencia de las nuevas eclipsa el lijyo brillante de
las antiguas. El libro presenta cada dia nuevas fuentes
de agrado y de placer, y cada dia los hombres mas re-
conocidos y justos añaden nuevas palmas y coronas á
su incomparable autor. Rara, honorífica porfía, y al
mismo tiempo lección sublime, donde debemos apren-
der que si el tiempo presente le disfrutan la fortuna y el
poder, la posteridad es toda para el ingenio y para la
virtud.
te%.7s. ^ \ w
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APÉNDICES.
Yo aplaudo, como es debido, Is noble Intención j el
prolijo esmero con que el último biógrafo de Cenrúntes
ba procurado poner í salvo Ib$ relaciones de aprecia ;
buena armuifa entre Lope de Vega y el autor de Don
Quiote. Los testimonios recíprocos de estiinácion y aun
de apiauao que una y otro se han dado en sos obras
manifiestan de un modo indudable que los dos se res-
petaban y se honraban en público, según correspondía
i aa reputación y á su carácter. Has esto no basta para
probar tan conrincentemente como se piensa que ja-
más hubo entre ellos ni disgusto ni hostilidad ninguna.
En el mayor cariño snele haber on enfado , en la ma-
yor estimación una quiebra; el hombre mas bondadosa
tiene alguna vez maJicia. El inocente y pacíGco La-
fontaine hizo ei^gramas contra Despreaux; Pope com-
puso versos contra Adisson, de ^en babla en sus
obrai con tanta estimación, y también contra el Lord
BolinglH^ke, i quien dedicó su admirable Eiaayo del
hombre. Sin salir de España ni de la época y personas
de que tratamos, Lope hizo versos contra Góngora y
tuvo sns reyertas con Quevedo, y no por eso dejaron
unos y otros de darse graudes alabanzas ea sus obras
públicas. ¿Qué eitraño pues será que entre Lope y
Cerváutes hubiese algún pique momentáneo, en que
los chispas de su amor propio irritado sa manifeslaseo
en versos picantes y satíricos , los cuates , destinados á
no verla lus púbüu, no podían comprometer los res-
petos qp6 uno fi otro se debian T
Para A honor de los dos fuera mucho mejor que no
hubiesen stUdo ue la oscuridad y olvido en que yacían
estasmisenasdeJa Hufineza humana. Pero una vez que
no ban podido esconderse día impertinente curiosidad
de los que se deleitan en semejantes telarañas; una vez
que han sido con tanta ímprudenda sacadas á la plaza
dd mundo, fuerza es hablar do ellas, aunque no i-ia
mas qne para coQtríboir encuantouno pueda á que iss
cosas queden en su debida claridad. Se duda ai el so-
neto de los Goales cortados costra Lope es de Cervan-
tes ó de Góngora. Como esta composicioncílla no tiene
nada qne pueda desdOTsr i qnlai la escribiese , ningún
bconveniente hay en ponerla aquí también, como se
btUa ea olnu|xirtcs :
Betmano Lope , bórrane el soné*
Con versos de Arlosto y Gardlo-
Y la Biblia no tomes en la ma-
Paes DUQcs de la Biblia dices le-
Tamblen me borrarás la Diagoirie-
y un librillo que UaiDan del Arcá-
Con todo el comediaje j epila-
y por ser mora , quemarás i Angé-
Sabe Dios mi intendon con san Isl-
Has puesto se me va por lo devo-
B^fTane ea su lugar d pwegrl*
Y en cuatro lenguas do me escdbu co-
Pues supuesto qne escribea boberl-
Te valdrán á sitender cuatro nació-
Ni acabes de escribir la Jemsa-
Bástale á la cuitada su traba-
Que este soneto no es de Góngora lo percibe cual-
quiera que lo considera sin prevención y tiene algún
conocimiento de estilos. Compárense con él todos los
sonetos satíricos que nos quedan del poeta cordobés , y
no se hallará ninguno que poco oí mucho se le parezca.
La mordacidad grosera, el desenfreno licencioso , la
arrogancia y los bipórholes á que Góngora se abando-
na, nada tienen que ver con la llaneza y claridad da
estila , con la socarronería mnliciosa , y aun con la cir-
cunspección que lucen en el soneto que se acaba de
copiar, reducido á una sátira literaria, injusta si se
quiere , pero que no sale de los limites de tal. Góngora
además no escribió versos ningunos con los finales cor-
tados, ni soneto con estrambote, y sería extraño por
derto que solo una vez los usase, y esa contra Lope, que
tampoco los usó nunca. Por estas razones es para mi
de tode evideada que el soneto controvertido no es do
Góngora. Asegurar que sea de Cervantes ya es otra co-
sa; porque la prueba por el estilo, si es suficiente áv^
ees para negar , para afirmar no tiene la misma fuerza.
Has si he de decúr lo que siento , aquel hermano Lope
con que empieza el soneto, la voz comediaje, usada
para calificar la indigesta mole de sus comedias, el ver-
so too feliz Sabe J>ios mi inlencton eonianIti-;'jpoT
último, el final pidiendo que no acabe de escribir La J^
niialen por compasión de lacuitada, que hartos trabajos
tiene, me parece que no podían caerse de otra pluma
que de la de Cervantes, ó á lo menos de quien quisifr-
se imitar hieu su lutuiera. Pero ei ouiíUKEiMdalafil*
OBRAS COMPLETAS DE DON
onde BehallB este soneto, se le atribuye í
bien atribuye á Lope la indecente con-
:elesígue,y nadie se lo cree. Esta mis-
in, dirigida contra Cervintes, le supone
D contra Lope, 7 siendo, como es , un tes-
leo , forma una prueba casi positiva de
lida & las demás razones de probabilidad
idas, dejan poco 6 nada que replicar.
16 la pluma humilde mia
iD satirio, b^eu
íes premios 7 desgracias gnla
(Cap. 4.},
de gI mismo en el Viaje al Parnaso, y
in contrarío como decisivo para alejar la
que el sooeto es suyo. Pero esta región
iquf fué sin duda la de los UIkIos y dia-
les, y no la de la sátira en general; porque
ci6 á su placer cuanto quiso. ¿Por ven-
\t Parnaso no es engran parle una sátira?
>n Quijote? ¿No lo son muchas de las no-
Btos Voló á Dios y Vimos en jidio, ¿qué
sátiras picantes, la una de un beladron
a, mas atrevida toduvla, contra el arma-
' de los sevillanos con motivo de la inva-
eses en Cádiz, y contra la soma del duque
ir á ecbarlos de allí ? Por último, ¿es otra
.{¡tira contra Elmayoruígo dudoso "¡Las
■■ Bernardo del Carpió , comedias une y
de Vega , este pusaje con que termina su
idrode Urdemalas?
1 que M acalu en casamiento ,
lun y vista cien mil veces ;
uió la dama esta joma Ja,
tiene el díüo ja sus liarbas,
inte y feroz, ymala y hiende,
le sns padres cierta injuria ,
lene a ser rey de nn cierto nM'no
»j cosmografla qae le maesire.
impertinraclas y otras tales
3 cometHa libre ; suelta, etc.
do el terceto alegado nada prueba, y Cer-
sin perjuicio de iaprotesta que en élba-
j soneto satírico contra Lope,
era sido mejor no haber insistido tanto en
; pero al íin en ella interviene el nombre
, y por otra porte no deja de presentar,
ino , su interés literario y auu moral .
II.
iza ver al mayor escritor de su tiempo alu-
^rdiosero ; y muchos al considerar lo de&-
atinado de los elogios que prodiga en su
KUOj no queriendo sospechar subuenjui-
ado á presumir si serian una especie de
1 en desquite de las malicií* qrc cr; cDa-
UANUEL JOSÉ QUmTAlU.
versación privada se permitía sobre los mlnnas autores.
De Lope dice que á su verso iJ prosa ninguno aven-
taja , ni eun llega ; de Villamediana , que es el mas fa-
moso de cuantos entre griegos y latinos ban consegui-
do el laurel poético; de Cristól>aldeHesa,quee$ un
propio trasuntode Apolo;deGúngofa,queno se sabe
haya su igual en el orbe, y mas adelante, hablando del
Polifemo , una de las obras mas viciosas de este poeta,
dice:
Dellanono le deis, dadle de corte,
Estancias polifemas , al poeta
Qne no os tuviese por su guia y noite.
Inimitalileg sois, 7 i la discreta
Gala que desculn'is en lo escondido
Toda elegancia debe estar sujeta.
Aprovechado qoedaria por cierto el que lomase por
guíalas octavas del P<Ai(emo. Compadezcamos á Cer-
vantes si escribía estas cosas de buena fe , y compadez*
cámosle mas si las decia sin sentirlas. No se sabe qué
pensar de este mania de alabar sin término ni concier-
ta, que en sus últimos días llegú á ser una verdadero
enfermedad. Quien le ve al fin del PersOes igualar tan
grave y solemnemente á Francisco de Zarate con Tor-
cuato Taso , y el poema de la invención de la Crus con
el de la Jerusaien libertada, no puede menos de enco-
gerse de hambros,y dudar si el autor de este dc^pro-
púsíto se burla ó deÜra. Esl modtain rebut.
III.
Cobre 1m ven» de CtrrialM.
Se dice en el tetto que tos esfuerzos de Cervantes
para versificar no son del todo infructuosos en el Viaje
al Parnaso. Hé aqui para ejemplo dos pasajes diver-
sos en tono , y qae por la facilidad y el agrado que pre-
sentan no parecen hechos por él. HaLila en el primero
de la poesia :
Puede pintar en la mitad del día
La noche , y oi la noche mas oscura
El alba bella que las perlas eñt.
El cnrso de los rios apresura
y loa detiene, el pecho i fttrla inelta
y le reduce luego i mas blandura.
Por mitad del rigor se precipita
De las lucientes armas contrapuestas,
y da Vitorias, y Vitorias quita.
Veris cómo le prestan tas Oorestas
Sus sombras, ysus cautos ios pastores,
El mal sos lutos, y el placer sus fiestas ;
Perlas el sur, Sabea sus olores.
El oro Tlbar, Hibla su dalzura ,
Galis Hilan , ; Lusltania amores.
(CiF.!.)
Silvando recio 7 descargando d aire ,
Oini libro llegé de rimas tolas ,
Hechas al parecer corao al desgaire.
Violas Apolo, y dijo cuando viúlaa:
•Dios perdone 1 su auUr, 7 1 mi me guarde
De algunas rim»s 'nclta; c-~pañn'a;. >
tCap.*.)
PATB PRIMERA.
, f no pocos, se encuentran aqut y allá
' deigual gusto; pero buenos como por
ire aisladoSj y que do maDífiestaii rau-
« en la pluma que los escribe. La can-
mo en él í>cwi Quijote, donde liay bas-
n y color, alguna otra composición
*fl y el famoso soneto Yalo á Dios, no
aueslras infelices de talento poético si
tuvieran tantas otras compañeras que
irte que se las mire son enteramente
ellas mismas no csUn enteramente
torpeza de ejecución , de este idea de
:a que dan de sf generalmente las poe-
.. Parece que él se pintaba á si mismo
;uyo último verso es tan pintoresco y
ras tü, i dicha, participe
iTisimonnpoeiii,
de sus versos sude y hlpet
'esar, sin embargo, para no ser del to-
as! como ó su »ida vagabunda y á sus
IOS las excelentes obras que nos dejd,
) malos versos debemos su bellísima
laberse ejercitado tanto en hacerlos,
I hubiera salido tan galana, tan bizarra
Puédesela aplicar con propiedad el
poeta de Horacio , y si Cervantes no
I ningunos de los versos que compuso,
ido ahora por su pro» que nadie po-
ijores.
IV.
ita i una viuda simple , avarienta y de-
je una alma del purgatorio en fonna
j -.j» ... _....»Jo Tiene ¿ presentarse á ella departe
de los parientes suyos muertos, á pedirla lo que nece-
lílan para «olir de allí.
Las almas del purgatorio
Entrarun eo consistorio,
E ordenaron las prudentes
Que les hese i sus parientes
Su ÍDBufíe mal notorio.
HideroD qoe una tomase ,
De gran pradenda y cons^.
Cuerpo de un honrado viejo,
Y asi ai mundo se mostrase.
Y una larga relación
De lo qne tiene que hacer
Para que puedan tener
O ya alivio ó ya perdón.
Yya esta cerca de aquJ...
En oyendo qoe en »a lista
Hay alguno en purgatorio
Que en duras penas se alriita ,
No hay talego ni escrilorío
Ni colre que se resista.
- LITERATURA.
Viene después Pedro dís
poniendo que es et alma com
cantidadesque necesitan lasi
la dice que su marido pide ses
renta y seis, su hya cincueni
doblones, su (io catorce diici
vo. Al Ucí^r aquí la viuda le
Vil a en una s«
Cut)ierta con uc
De bronce, que
V al pasarle por
D^o : t Si es qui
El dolor que aqi
Tú , que vas al i
y
Aiain
iacU
Que es lui de aq
La encendida ca
Que apenas salii
lli |>ena , cuando
A darme Ireiala
Por poner ella si
En ser cuerda, ]
InlUiitos otros vi
Tus parientes y i
Cuiles hay de di
Cuáles de Diara>
Que en entregan
En estas grosers
Con gozos altos ;
Sus fuegos mas i
Verás convertir •
¡ Que seri ver á <
Que por la regio
Va un alma zapa
Bailando con gn
De esclava hechi
No plegué i Dios que pretf
menor duda en la ortodoxia d
es harto fuerte, y prueba tín (
escritor cooservatu siempre s
den cía.
V.
Sobra 1u obru lac Cetii
Loitemanat detjardm,
segunda porte de la Galatea
ocupaba Cervantes al mismo
que pensaba ir pubücando de
Peñüe» tuvo la suerte de s
nmertedel escritor; pero esp
tuviese ja muy adelantada, v
OBRAS COMPLETAS DE DON
D el prólogo déla continuación del Quiote
toda del Perñles. En Ul caso es de seolir
f testamentarios no publicasen lo queque-
inque imperfecto , como igualmente de las
iciones, si de ellas resultaban fragmentos
.. Los pensamientos , rasguños y bosquejos
ntor son siempre de ud valta" inestimable
ligentes, que encuentran frecuentemente
de estudio y de admiración en ellos que
os mas concluidos. Aal sucedería con los
le informes, que tuviese GervánUs en sus
En olios aprenderiamos lenguaje, estilo,
, verdad; y también nosenseñaran gracia,
idiera enseñarse. Sirva de ejemplo el frag-
in saberse por qué, se ha puesto como un
jDle del Persiíea. él es un pasaje aislado,
ninguna directa ni indirecta con la obra
la , y sin embargo , dos causa tanto placer
dad y BU donaire. jGuántos otros iguabnen-
ea , ú acaso mas , habría en los borradores
a y de Las semana» deijardin! El modo
■vántes da enlaiar y agrupar los lances y los
lus fábulas, noslo da á entender bastanle-
. hace sentir su pérdida con mas veras que
jcumentos y noticias que da él se buscan y
tran. Todo pereció, quizá por no liaberpa-
1 útil de especulación ni i sus herederos ni
e se encargó del PersiUs. Nueva prueba,
'as muchas que pudieran amontonarse, de
timos amigos de Cervantes ni sus contera-
pieron estimarle en todo lo que él valia.
VI.
lUnta ttmotíto el urlclcr pirUciltt i* Cenintrí.
de sus biógrafos le La pintado ¿ su modo,
los convengan en los acontecimíentospríu-
^ervdntesde Hayanses diverso algún tanto
del de Pellicer, y el de Pelíicerdel de fía-
a manera que en los retratos que de £1 se
I, aunque los facciones y el conjunto déla
mismo camino, ni el de Carmoaa se páre-
nte al do Scima, ni el de Selma al de At-
ausa de esta variedad consiste, i mi ver, eu
«umeutosó relaciones coetáneas que, dán-
a de sus liecbos y dichos parUcuIares en la
, nos le pintasen al vivo. Pero el autor del
>bre, oscura y poco apreciado, no podía
[ase de coronistas. ¿Porqué couocemosal-
Cerráutes de Argel que al de SevJHa y al
Porque una feliz combinación de noticias
mejor la época de su cautiverio que otra
su vida. Los documontos de oficio uo pue-
!ste vacio de que hablamos. Ellos Gjan de
orto y seguro los pasos de la vida dril y
escritor, mas no pintan su alma ni das á
carácter, tina corla á uu amigo ó ú uaa
HANIIEL )OSÉ QUINTANA.
dama , una ocurrencia que se le escapase en cualquie-
ra lance imprevisto, au modo de tratar babitualmeu-
te con su familia, con sus amigos, con sus compa-
ñeros de letras y con los superiores en dignidad, como
ya se ha insinuado en el teito , harían mas en esta par-
te y nos le manifestarian mas bien que las partidas de
su bautismo, entierro y casamiento, y su corresponden-
cia de oficio con la contaduría mayor. Aun ignoramos,
y es muy posible que lo ignoremos para siempre, si
era lestívo y burlón ensu trato como Itobdaís y Steme,
ó serio y melancólico como Ariosto y como Moliere;
cuál fué la ocasión inmediata que le dió la idea de Don
Quijote; cuánto tiempo tardó realmente en componer-
le, y cómo le componía; cuál fué la imprudencia que,
según el mismo conliesa, le cortó su buena suerte l; y
otras particularidades de esta naturaleza, que dicen
mas relación con su persona, y por lo mismo son mas
curiosas que las noticias de las gallinas que llevó en
dote su mujer, y de las casasen que vivió.
VII.
Sobre el Vii^t tt PtnMt it Céur Ctponll.
Esta obra se compone de solos dos capítulos, esti
escrita en tercetos, como la de Cervantes, y en el mismo
estilo cómico-burlesco, levantado á veces con descrip*
clones poéticas, y animado otras con la sal de la sátira
y del epigrama. El poeta tómala resolución de ir á Gre-
cia á presentarse en la corte do Apolo , ya que, según
dice, no podía hacer fortuna en las de Italia,
Per colpa del áettin cattlvo,
Poiehe, tignor, gramatíciinoderní
Baimo dal ieeUaar tollo il dativo.
CoDcsteíutentocompra una muía vieja que sírviiSda
bagaje á un trompeta griego eu la expedición de Car-
los VIH, se embarca en Ostia con ella, y por Ñápales,
Sicilia y el Archipiélago va & desembarcar á Corínlo
y se dirige al Parnaso. El Capricho le sube á su cima,
y la Licencia poética le muestra el palacio de las musuf,
construido alegóricamente do proposiciones, silogis-
mos, pensamientos, exámetros, octavas, tercetos y
canciones, á la manera que el navio de Mercurio en d
Viaje espat'íol. Et poeta es regalado en la cocina por el
Berna y otros poetas de orden inferior; y mientras que
su demanda de ser admitido en la corle era examinada
por el consistorio de los autores de primer orden, bú
aquí que el Pegaso siente ala muía, y creyéndola yegua,
va á acariciarla ; ella le recibe d coces ; el poeta salo
con un palo & sosegarlos, y corriendo tras ellos, se sale
del monte y no sabe cuándo volveráá entrar.
1 Tú mltmo le lili forJidD In Tcntim,
T JO te b« lisio alfaní tei te «ll> ,
Pero en el Imprndeite poca dure.
iVtujt *¡ Painite, (if.t.i
I jn'b tentó che il fungiré.
RIO qaati indoiiine
mié m' abanionaro,
leban delle tpine.
tatte dielro ¿ guel tomara
trii, e corro aneora,
¡arla e' i ripara.
Ie¡ monte e ion fiara
ipollo.
iría del poema ilaliano se ve cuAd
lol. Caporali versificaba mucho m&-
ero tieüe que cederle, j con gran-
ncion ; fantasía. El uno se propuso
lete festivo y agradable; el otro nos
ma éiñco burlesco, que ea fdbulas,
-LITERATURA.
máquina, episodios, canclíres, d
macioQ no sufre compartcion niug
Sin embargo de los defectos no
Vitje al Parnaso de Cervantes se
ble para los liombres de letras, lo
dificultad de leerle una vez, vuel
con utilidad; con gusto. Su inven
dad y travesura, sus ocurrencias s
tes, y las curiosas noticias que el au
mo es inútil buscarlas en otra parí
desear que se reimprimiese con m.
aqu!, limpidndole de las muchas ]
que hierve, aun en la edición de E
curioso le ilustrase con notas opo
cias de los escritores que eu él se i
cando las alusiones que contiene.
-ii'»
•i"»*»*.
ik
MELEWDEZVALDES'.
/o» itíai Inrt, iftai
PlHferUluBiellamtiila
UoeBaha , tí /ili4i fin
i que necesariamente inspira la muerte de un hombre c
t se la ve acompañada de penas y de infortunios. La ida
is con el mérito eminente que los sirve y los ilustra , se va\
1 sus desgracias, y no suelen pesarse con bien exacta <
cunstancias de la pérdida que se llora. Tal fué la situación de Helendez al
Guadiana, educado y formado en el Tórmes, arrojado en su vejez por las 1
esjúrai' en las orillas del Lez, reunía por sus talentos y por sus trabajos i
interés y de compasión. Los que se encargaron en Frauda de anunciar su a
rario lo hicieron con destreza y con sensibilidad para con el poeta , con i
con su patria. Ella fué acusada de ingratitud , de abandono , y, lo que no pi
de calumnia ). Pero entonces, propiamente hablando, en España no batí
castellanas dieron, sin embargo, cantos y lágrimas á su muerte , y en los d
igual interés y exaltación : el Gobierno mismo , que entonces no se señalab
las letras, ni por su generosidad en recompensarlas, ni, en ñn, por su d
suamó algún tanto con Helendez la aspereza y estrechez de su condicior
gida y considerada como viuda do un magistrado español; y la edición ce
fué mandada costear por el Estado en la imprenta del Gobierno : monumeni
para el escritor , como mas duradero quo los mármoles y que los bronces.
Esta edición es la que ahora se pubUca : nosotros, encargados de ella por
al inmortal poeta que Is nación ba perdido , hemos creido que debía llevar i
da mas extensa y puntual que las que se han publicado hasta ahora. Toda
mentes auténticos y del testimonio de personas fidedignas que le trataroi
viveu : asi estas pocas lineas que consagramos á su memoria tendrán poi
otro mérito, el de k certeza y de la exactitud.
' EsU notidí sall¿ al frente de li edición de Us poesías de Helendei hecha en la impre
■ Ed an arlicnlo maj bien hecho que Be puso eolonces en el Mercurio de Frauda se
elraagire, oubllé, ealomnUirotabUmempar ctux qui ne lardermtptu i reclamer mee em
lemraueielqttiraeUHailre, u'm.
NOTiaA HISTÓRICA Y LITERARIA DE MELÉ
Don Jntn Melendez Vildís nacíd eo It vilU áe Itibert
del FresDO,ol»qttdode Badajoz, íil de romo de 17B4.
Sus padres fueron don Juan Antonio Uelendez , natural
deliTÜlade Sdvaleon.y doaa Harta de los Angeles
Diat Cacho, natural de Herida ; personas virtuosas las
dos , y pertenecientes i faroitias nobles 7 bien acomo-
dadas del pafs. Las felices disposiciones que notaron en
ED hijo loa determinaron á destinarle á la carrera de los
estadios, ; á proporcionarle la educación correspon-
diente para que se avent^ase en ella. Apreadiú la lati-
nidad en su patria, j la filosoGa eo Madrid , en las es-
cuelas de los padres dominicos de Santo Tomas. Ya
«itonces su genio apacible y dócil le hacia querer de
ciuntos le conocían , j su aplicación y adelantamientos
le granjeaban el aprecio de maestros y condiscípulos.
Espetaba también á traspirar su afición á la poesía,
aunque do todavía su ingenio y su buen gusto ; el res-
taurador del Parnaso español bacía romances imitando
á Gerardo Lobo, y conipooia versos á santo Tomas de
Aquino para comi^cer á sus maestros. El mismo en los
tiempoa de so gloría recordaba rienda estos primeros
ensayos, y repetja pasajes de elk», en que seguramente
no se anunciaba por ningún estilo el cantor de foJtío,
de las artes 7 de las estrellas.
Estudiada la filosona, ó lo que entwces se enseEaba
calilo tal , aus padres te enviaron á Segovia por los años
de J770 para que estuviese en compañía de su benna-
BO don Esteban, secretario de cámara del obispo de
aquella ciudad don Alraisa de Llanes, deado laminen
suyo, annqae lejano. Alli fué donde, con las bnenas
obrasque le proporcionaban su hermano, algunos ca-
Ddnigos y el conde de Mansilla , adquirió aquella afi-
ción á la lectura, aquella ansia de saber, y aquel gusto
de adquirir libros, que puede Hamarse la pasión de toda
n vida. El mismo prelado, satisfecha de su aplicación
y (alentó, le envió á Salamanca en 4772 i seguir la
carrera de leyes , y le amüió constantemente para que
se sostuviese alli con el decoro y comodidad que con-
vcsia. Sus adelantamientos en aquella facultad fueron
consiguientes á este esmero y á estas esperanias. Hd-
bodei siguió todos kw ciuios, gaud todos k» grados
eic<disticoe, desde btchiBer bosta doclor;y olverel
tocñmento con qne desempeñó todas loi pruebu y cer-
Uoieiies de n carrera , nadie diriaqne ott el nilano 16-
vm cuyi iflckn dicidida t It poÑfa ; Ironanidiiiei
Un ya ibrióndoH camino iHn pootna ti &«itt« de ii
Hallábase á la sazón en Salamam
Ufllendes, don José Cadalso. A unos
muñes pera la poesía y las letras , re
célebre una erudición eitensa, un d(
adquiere en el comercio del mundo ]
fin, un celo por la gloria y adelanti
tria , aprendida en la escuela y bajo 1
virtud. Bondoso y apacible , cbÍstos(
á veces satírico, sin rayar en maligni
trato era amable é instructivo, bu coi
príucipioB indulgentes yaeguros. Era
en quo él se hacia tanto lugar en el n
sus ErudUos i la violeta y por sus
sucesivamente en los años de 72 y 7!
cirse que de cuantos servicios hizo e:
literatura , el mas eminente fué la t
lendez.
El conoció al instante el valor del
llevó á su casa para vivir en su com
discernir las bellezas y defectos de ni
tiguos, le adiestró á imitarlos , y le
camino para conocer la literatura de
nes de Europa. Todavía le proporcio
mas preciosa en el bermoso ejemplo q
ú todos las escritores de mérito, de I
la envidia, de cultivar las letras, sin d
jczas y chocarrerías. Los elogios qn<
digado ásus contemporáneos! en si
i testimonio público de este noble cara
I de Helendei , donde no hay una sola
oí mérito ajeno, y su carrera lilerarí
choque y combate , muestran cuánti
en esta parle tos documentos de su n
El género anacreóntico, en que C
fué también el primero que cultivó 1
dado aquelde los progresos que bacia
ya en los frutos precoces de su mu
Unta perfección, le aclamaba á boca
cedor, y en prosa y verso le anunciab
rador del buen gusto y de los buenos
veraidad. Esta unían íntima y franca
maestro se conservó Itasla la muert
cedida, como todos saben, en el sitio '
beUa canción elegiaca que Helenda
desffvcit Mti, mientru dure It ]eii{
'■It- ■
"i ; 1
'V
fcoL
fr f^
-f ~
liO OBRAS COMPLETAS DE DON
moDumento de amor y gratitud, como también un
ejemplar de alta y bella poesía.
A las instrucciones que recibió nuestro poeta de
aquel insigne escritor ayudaban también el ejemplo y
los consejos de otros hombres distinguidos , que resi-
dían y estudiaban entonces en Salamanca. Empezaba
ya á formarse aquella escuela de literatura , de filosofía
y de buen gusto que desarrugó de pronto el ceño desa-
brido y gótico de los estudios escolásticos, y abrió ia
puerta á la luz que brillaba á la sazón en toda Europa.
La aplicación á las lenguas sabias , así antiguas como
modernas ; el adelantamiento en las matemáticas y ver-
dadera física ; el conocimiento y gusto á las doctrinas
políticas y demás buenas bases de una y otra jurispru-
dencia ; el uso de los grandes modelos de la antigüedad,
y la observación de la naturaleza para todas las artes de
imaginación ; los buenos libros que saKan en todas par-
tes , y que iban á Salamanca como á un centro de apli-
cación y de saber; en fin, el ejercicio de una razón
fuerte y vigorosa, independiente de los caprichos y tra-
diciones abusivas de la autoridad, y de las redes capri-
chosas de la soGstería y chariatanismo: todo esto se de-
bió á aquella escuela, que ha producido desde entonces
hasta ahora tan distinguidos jurisconsultos, filósofos y
humanistas. Señalábanse en ella (no se hablará aquí
mas que de los muertos para no ofender la modestia de
los que aun viven) el maestro Zamora, autor de una
gramática griega estimada; pero cuyo genio audaz,
alma independiente y carácter franco y resuelto , le
hacían todavía mas estimable que su libro ; don Gaspar
de Cándame, catedrático de hebreo^ el tierno amigo de
Melendez, á quien está dirigida la bellísima despedida
que se lee entre sus epístolas; los dos agustinos Alba y
González , aquel apreciado por su grande instrucción,
su gusto delicado y su ática urbanidad , este por la bon-
dad inagotable de su carácter, y su talento poético, en
que hizo revivir á Luis de León ; en fin , el festivo Igle-
sias, cuyos versos corren perlas manos de todo el mun-
do, y que tan desigual á Melendez en la poesía noble y
delicada, se ha hecho un nombre tan conocido y tan clá-
sico por sus epigramas y sus letrillas.
Estos fueron los principales amigos y compañeros de
la juventud de Melendez, los que con su ejemplo y sus
consejos vigorizaron su razón y enriquecieron su ta-
lento. Mas el hombre que, aunque ausente, contribuyó
tal vez mas que otro alguno á su adelantamiento fué el
insigne Jovellanos. Hallábase entonces en Sevilla y mi-
nistro de su audiencia, cultivando las musas, la filoso-
fía y las letras con el ardor generoso que toda la vida
empleó en este noble ejercicio, y como preparándose á
la carrera que después siguió con tanta gloría. Llega-
ron á su noticia los trabajos de los poetas salmantinos,
por medio del padre Miguel Miras, religioso de San
Agustín y acreditado predicador, quien le puso en co-
municación con el maestro González^ y después este
con Melendez.
Consérvase todavía una gran parte de aquella pri-
MANÜEL JOSÉ QUINTANA.
mera correspondencia, monumento precioso en que se
ven retratados al vivo el candor, la modestia y senti-
mientos virtuosos del poeta, la marcha alternativa de
sus estudios, las diferentes tentativas en que ensayaba
su talento, y sobre todo, el respeto profundo y casi ido-
latría con que veneraba á su Mecenas. Allí se ve de qué
manera empleaba su tiempo y cómo vanaba sus tareas.
Aplicóse en un principio á la lengua griega , y empezó á
ensayarse á traducir en verso á Homero y á Teócrito;
pero conociendo la inmensa dificultad de la empresa,
y no estimulado á ella por la inclinación de su talento,
la abandonó muy luego. Después se dedicó al inglés,
lengua y literatura á que decia tener una inclinación
excesiva, añadiendo que al Ensayo sobre él entendió
miento humano debería toda su vida lo poco que su-
piese discurrir. Seguía entre tanto escribiendo y fop-
tiíicando su ingenio con la composición de sus ana-
creónticas y romances; y como su amigo le exhortase al
parecer á empresas mayores, él se excusaba modesta-
mente, diciendo : « En lo demás no tiene usía que espe-
rar de mí nada bueno. Los poemas épicos físicos ó
morales piden mucha edad , mas estudio y muchísimo
genio, y yo nada tengo de esto, ni podré tenerlo jamás.»
Según le iban cayendo los buenos libros á la mano,
así los iba leyendo y formando su juicio sobre ellos,
que al instante dirigía á su amigo. Ei Tratado de edu-
cación, de Locke; el Emilio; el Anti-Lucrecio, del car-
denal de Polígnac; el Belisario, de Marmontel; la 7>o-
dicea, de Leibnizt; el inmortal Espíritu de las leyes;\a
obra excelente de Wattel, con otros muchos libros igual-
mente célebres , eran el objeto de esta correspondencia
epistolar, que manifiesta la severídad é importancia
que ponía en sus lecturas aquel joven que al mismo
tiempo manejaba tan diestramente el laúd de Tíbulo y
la lira de Anacreonte. Convencido déla máxima de Ho-
racio, que el príncipio y fuente del buen decir son la
filosofía y el saber, no se saciaba de aprender y de estu-
diar; y en sus lecturas, en sus cartas, en sus conver-
saciones, por todos los medios posibles, trataba de ad-
quirir y aumentar aquel caudal de ideas que tanto con-
tribuye á la perfección hasta en los géneros mas tenues
del arte de escribir, y sin el cual los versos mas nume-
rosos no son otra cosa que frivolos sonsonetes.
Estos estudios, unidos á los que le obligaba su car*
rera escolástica y el grado á que aspiraba, llegaron á
minar su salud , produciéndole una destilación ardiente
al pecho, que le hacia á veces arrojar sangre por la bo*
ca. Duróle este achaque mas de un año; la calentura
empezó á declararse, los médicos adelantaban poco, y
sus amigos llegaron ya á desconfiar de su vida. Jovella-
nos le convidaba á Sevilla, á ver si con la templanza y
abrigo de aquel clima se atajaban los progresos del mal
y su salud se reponía. El se negó á esta invitación ; pero
suspendiendo sus tareas, y tomando un régimen dieté-
tico apropiado á su estado, y observado rigurosamente
por mucho tiempo, empezó á ganar terreno. £1 mode-
rado ejercicio que hacia á las orillas del Tórmes le acabó
fARTE PRIMERA.-
Ertn estos paseos frecuCDtemenle
, d quien ya liabian tlugado los es-
de Gesner y de Saint-Lambert, se
flcúsUimbnS entonces á observar la naturaleza en los
campos, al modo de estos poetas , y su afición y talento
para la poesía descriptiva se empezaron i desenvolver.
Ptir manera que i esta ddcncia y ú estos paseos en la so-
ledad se deben las riquezas exquisitas con que en esta
parte ^igalanii nuestro escritor las musas castellanas.
Tuvo después otro contratiempo, que él siatiú mas
que su enrrnnedad, y era en efeclo mas irreparable. Su
bermaao don Esteban adoleció (^vemente en Segovia.
Huertos como eran ya sus padres, él era su protector,
sa amigo, su hermano; él podía decirse que le había
criado , y d él debía las primeras semillas de la virtud y
de la sabiduría. Voló pues at iostaate á cumplir con su
obligación, á asistirle ú á morir, como £1 decía, de do-
lor á su lado. Llegó , y i pesar de las esperanzas que al
principio diú una falsa mejoría , aquel respetable ecle-
siástico falleció á pocos días (en 4 de junio de 1777),
dejando d su hermano huérfano , desvalido , abandonr.-
do é su íugenio y á sus recursos. Sintió eitremada-
meoleMelendez este golpe de fortuna, porque además
del entrañable amor que los dos bermaoos se tenían,
contemplaba el desamparo en que quedaba. El aspecto
de la escena del mundo que se abría delante de él , y en
que iba d entrar sin guia y sin apoyo, le estremecía de
terror. Vinieron los consuelos de sus amigos d aUviarle
eusuamargura.JovelIanos especialmente volvió á ofre-
cerle su casa y sus socorros ; pero Helendez, desha-
ciéndose en expresiones de ternura y de agradedmíen-
to, rehusó segunda vez prestarse á su generosidad. La
protección del obispo de Segovia, las conexiones que
tenia ya en Salamanca, la dirección dada d sos estudios
m aquella universidad , todo le separaba de trasladarse
(Sevilla; quizá también el noble sentimiento de la in-
dependencia , poco airosa siempre cuando se vive d
costa de otro , aunque sea un amigo. Su corto patrimo-
mo le bastaba para llegar al fin de sos estudios, ; «la ley
vmisma de la amistad , escribía él entonces i su (bvo-
nrecedor,que nos manda que nos Talgamos del amigo
Denla necesidad, manda también que sin ella no abu-
nsemos de su confianza».
El estudio, d que se volvió d entregar con mas inten-
(¡tm que nunca , fué una distracción poderosa de su
amargura ; y el tiempo , como suele , acabó al fin de di-
(iparla.Dlúseenloncesála lectura y estudio de los poe-
tas ingleses. Pope y Young le encantaban : del primero
decía a que valían mas cuatro versos del Entayo sobre
el hombre, y mas enseñaban y mas alabanza mere-
cían, que todos las composiciones suyas» . Al segundo
tret6deimítar,y de hecho lo hizo en la canción inti-
tuladi La noche y la Kiedai. Has su desconfianza era
eitremada,yal remitir estepoemaá su amigo le decie
connnamodertiB, í todas luce* eicesive, qa« aquella
eaodon al lado de las Ñotíni en nu coropo«icion lán-
gnidBr niiDonldAdÍ,napeiuaiDÍ<aUifTUlgtr«B, fu
-LITERATURA. 111
pinturas poco vivas, y los arreliatamíentoa fríos. El de-
tractor mas encarnizado del poeta no le hubiera tratado
con mas rigor', y aunque aquella canción d la verdad se
resiente de la juvenUid del escritor, cuya musa no tenía
Dim vigor suficiente para asuntos de es ta naturaleza, to-
davía hay elli bastantes bellezas de expresión, de versi-
ficación y de estilo, para no merecer una censura tan
agria como la que su mismo autor bacía de ella.
Entre tanto se acercaba la época en que iba d coger
las palmas debidas d tanta aplicación y d estudios tan
seguidos. Habíala Academia Española abierto ya el cnnH
po d la emulación de nuestros ingenios con los premios
que anunlmenle distribuía i las obras mas dístmguidas
de poesía y de elocuencia, cuyos asuntos proponía ella
misma. En el primer concurso no se sintió con bastan-
tes fuerzas para entrar en la palestra; en el segundo lo
detuvo la aversión que tenia al romance endecasílabo,
clase de versificación que aborrecía, consiilerdndola
como producto del mal gusto del siglo anterior, y en
que no se creía capaz de componer ni un cuarteto. Mas
cuando la Academia en la tercera concurrencia propu-
so por argumento la felicidad de la vida del campo en
una égloga, Helendez, que se vio en su elemento , entró
animoso en la lid, con las esperanzas que le daban el ca-
rdclor do su talento y sus excelentes estudios ; y era bien
difícil , por cierto, que sus numerosos rivales le arranca-
sen el lauro de la victoria.
Descollaba entre ellos un hombre que , por la corte-
sanía de su trato , por la variedad de sus talentos, por *
BU aplicación laudable y sus escritos, sa había adquirido
un lugar eminente en hi sociedad y en las letras. Criti-
co ingenioso y sagaz, escritor puro, urbano y elegante,
su juicio era sano y seguro , su erudición grande y esco-
gida. Si á estos dones se añaden el talento decidido
para la música, sus conocimientos profundos en este
arte , la gracia y felicidad para la conversación , sus co-
nexiones con las primeras clases de la sociedad, donde
en altamente eslimado y acogido ; en fin , la celebridad
que ya tenía por su poema sobra le música , su traduc-
ción del ^rícpoeítca de Horacio y otras obras entonces
apreciadas, se vendrí en conocimiento que un con-
currente de esta clase debía ser do mucho peso en bi
balanza y poner en duda el vencimiento,
MasJríarte no podía daré sus versos aquel colorida
y armonía que constituyen la poesía de estilo, y que es
bija necesaria de una fantasía vivaz y de una sensibili-
dad exquisita y delicada : prendas que absolutamente le
faltaban. El liizouna composición que tiene mas aire de
disertación que de égloga , mientras que la de su rival,
según la Feliz expresión de uno de losjueces del con-
curso , a olía toda d tomillo * s . Los pastores de Iríarle
controvierten su argumento , y uno de ellos da d su com-
pañero tma lección de economía doméstica, y anuda
moral ; los da Helendez sienten , y la expnsion de su
MBtimiento y de sa alegría, becha en vertos delicados,
fddleí, elegantes y itrdadsruDeate bucólico*, u e)
1 Boa AaloBlo Ttfliit
i\2 OBRAS COMPLETAS DE DON
mas bello elogio de la naturaleza campestre y de la vida
que se disfruta eu ella. Batilo pues fué coronado por la
Academia y y los aplausos del mundo literario que le han
seguido hasta ahora, y le seguirán probablemente mien-
tras dure la poesía castellana , han respondido harto de-
cisivamente á la crítica injusta y ligera que el despecho
de ser vencido arrancó entonces á Iriarte.
El aiío siguiente ( i78i ) vino Melendez ¿ Madrid. Su
amigo Jovellanosy que habia sido promovido desde la
audiencia de Sevilla á alcalde de Casa y Corle, y des-
pués á consejero de Ordenes, hacia ya tres años que se
hallaba en esta capital, y Melendez tuvo entonces el
gusto de abrazarle y conocerle por primera vez. PreseiH
tábase á él adornadas las sienes con una corona poética,
y logrado un triunfo en el primer paso que daba en la
carrera. Jovellanos, que tanta parte tenia en esta gloria,
y que vio llenas ias esperanzas que se habia prometido
en su talento, le recibió con la mayor ternura , le ho»*
pedo en su casa, le hizo conocer de todos sus amigos,
y le proporcionó al instante la ocasicm de coger otros
nuevos laureles.
Era costumbre de la academia de San Femando dar
la mayor solemnidad á las juntas trienales que celebra-
ba para la distribución desús premios. La elocuencia,
la poesía y la música se esmeraban á porfía en obsequiar
á las artes del dibujo, dando así aparato y lucimiento á
aquellas magníficas concurrencias. Ibaseú celebrar en-
tonces junta trienal. Jovelianos debia leer un discurso,
y Melendez fué convidado á ejercitar su ingenio sobre
el mismo argumento. Era esta una especie de prueba
no menos ilustre é importante, si no tan empeñada co-
mo la primera. Luzan , Montiano , Huerta , don Juan de
Iriarte y otros escritores señalados habían dado allí el
tributo de su alabanza poética, cada uno en forma y
composiciones diversas , según la diferencia respectiva
de su ingenio y de su fuerza. Nadie pudo presumir en-
tonces que el alumno de Gesner y de Garciiaso tuviese
resolución para dejar la avena pastoril , y tomar atrevi-
damente la lira de Píndaroen sus manos. Mas al verle
en aquella hermosa oda cantar la gloría de las artes con
un entusiasmo tan sostenido y tan igual , describir con
tanta inteligencia como elegancia los monumentos clá-
sicos del cincel- antiguo, dar en sus bellos versos realce
y brillo á los pensamientos de Winckolman, con quien
manifiestamente lucha; ensalzar la nobleza y dignidad
del ingenio humano, que sabe elevarse á tanta altura;
y por último, sostenerse en un vuelo tan dilatado sin
desmayar, sin decaer, sin que se confundan ni alteren
las formas regulares del plan con la energía y el des-
V ahogo de la ejecución, y en una poesía de estilo tan
perfecta y acabada; al ver pues reunidas tantas clases
de mérito en una composición sola, cuantos la oyeron,
cuantos la leyeron , quedaron pasmados de admiración,
y tributando al poeta los aplausos debidosá su eminente
talento, pusieron en su Urente k corona que nadie ha
podido ni antes ni después dispoteile*
Bq medio de estas satisfaccionei tuto tiinbiai la de
f
MANUEL JOSÉ QUINTANA.
obtener la cátedra de prima de humanidades de su uni-
versidad, que habia sustituido algún tiempo y á que
tenia hecha oposición. Al año siguiente de 82 recibió el
grado de licenciado en leyes , y el de doctor en el inme-
diato de 83. En este mismo año, y poco antes de reci-
bir el último grado, habia contraído matrimonio con
doña María Andrea de Coca y Figueroa , señora natural
de Salamanca é hija de una de las familias distingui-
das de la ciudad. Pero como la cátedra apenas le daba
ocupación , y de su casamiento no tuvo hijos^ el poeta,
á pesar de haber tomado estado y colocacimí , quedó li-
bre para seguir sus estudios favoritos y entregarse en-
teramente á la filosoña y á las letras.
El ajuste definitivo de la paz con íngfaterra y el naci-
miento de dos infantes gemelos , con que se creyó ase-
gurada la sucesión á la corona , malograda en otros dos
infantes que hablan muerto anteriormente, dieron oca-
sión á las magníficas fiestas que preparó la villa de Ma-
drid en el año de 84 para solemnizar estos sucesos.
Abrióse concurso' á los poetas españoles para que pre-
sentasen en el término de sesenta dias composiciones
dramáticas que fuesen originales, capaces de pompv
y ornato teatral, y apropiadas al objeto de la solemni-
dad , ofreciendo premiar las dos que mas sobresaliesen.
Entre cincuenta y siete dramas de todas clases que se
presentaron, obtuvieron el premio £(» bodas de Camch-
cho él rico, de Melendez, y Los Menestrales, de don
Cándido María Trigueros , que fueron representadas
con toda pompa y aparato, la primera en el teatro de la
Cruz, y la segunda en el del Príncipe. Mas el éxito no
correspondió al crédito de sus autores, á la decisión de
los jueces ni á la espectacion del público. No hablare-
mos aquí de la obra de Trigueros, condenada desde en-
tonces al olvido , de que no se levantará jamás; pero la
pastoral de Melendez, á pesar de las inmensas ventajas
(]ue podían dar al escritor su práctica y su talento para
esta clase de estilo, tuvo desgraciadamente que luchar
con el doble inconveniente del género y del asunto.
Estrecho en sus límites, sencillo en sus pasiones y
costumbres, uniforme en los objetos en que se emplea,
el drama pastoral no puede nunca presentar por sí solo
el interés necesario para sostenerse en el teatro. A
fuerza de belleza y de elegajacia en el estilo , en los ver-
sos y en el diálogo, puede interesar y hacerse leer el
Aminta, primero y único modelo de este género de
poesía. Guarini , que después quiso darle mayor fuer-
za y complicación en su Pastor Fido, le desnaturalizó,
y produjo una especie de monstruo, á que dio el nom-
bre de tragi-comedia , y cuyos defectos apenas pue-
den salvarse con el lujo de ingenio y galas poéticas que
prodigó en él. Los demás que han seguido sus huellas
se han perdido sin poderlos alcanzar : de manera que
puede sentarse por máxima que estos dramas, si han
de ser pastoriles, no pueden ser teatrales ^ y si se los
hace teatrales, dejan de ser pastoriles.
Melendez se perdió también como tantos otros, y
osta desgracia la debió en mucha parte á la mala eleo-
sisado tal su calor en esta parle, que tenia extendido
el plan y eicitado i sus amigos á ponerle en ejecución.
Melendez s« coraprometiú í ella, tal ?ei con demasiada
ligereza, ; creyó baberllegado el caso cuando se anun-
ció d concurso por la villa de Mad^d. Se ignora hasta
qué punto el plan de su pastoral se conforinó con el de
su amigo, ^ero es cierto quenada tiene de interesante
ni de Ducvo. Cervantes en su episodio liabia pintado
unos labradoresrícosde la Mancha, y la magistral ver-
dad de su pincel los retrata tan al vivo , que nos parece
verles y Ifalarlos. De estos personajes y costumbres
tau conocidas bacer pastores de Arcadia ó de siglo de
uro, como era necesario para que cuadrasen con ellos
l>s eipresíones y los sentimientos que se les presten,
ora ya equivocar la semejanza y desnaturalizar el cua-
dro. Vienen, en fin,á acabarle de desentonar las dos
Gguras grotescas de Don Quijote y Sancbo, porque ni
sus manías ni su lenguaje ni su posición se ligan en
modo alguno con los demás personajes. Si ú esto se
añade la temeridad de bacerles bablar y obrar sin
tener el ingenio y la imaginación de Cervantes para
ello, se verá bien clara la causa de no haber encontrado
Las bodta de Camacho una buena acogida ante el pú-
blico, que las oyó entonces fríamente y no las ba vuelto
á pedir mas. Este fallo parece justo y sin apelación.
Sin embargo, eu los trozos que iiay verdaderamente
pastoriles, ¡qué pureza no se advierte en la dicción,
qué dulzura y fluidez en los versos , qué verdad en las
imjgenes, qué ternura en los afectos 1 Loscorossolos,
por su incomparable belleza y por la riqueza de su poe-
sía llevarán adelante esta pieza con los demás versos de
Melendez, yatesfa'guaránála posteridad que si el es-
critor dramático habia sido infeliz en su ensayo, el
po«ta lírico no habia perdido ninguna de sus ventajas i.
Los detractores de Melendez se guardaban bien de
hacer esta justicia á las prendas poéticas de su estilo^
yapoysdos en el poco favorable éxito que la pieza ha-
bia tenido en el teatro , y de la especie de afectación
que resultaba del continuo uso de arcaísmos y formas
líricas, á la verdad no muy propias del diálogo teatral,
disptnlwD contra él y contra su compañero el diluvio
de epigramas que el despecho de su desaire les suge-
ria. La mayor parte habían concurrido al premio que no
habían podido conseguir. Pero de estas satíríllas solo
W conservan en la memoria de los curiosos algún otro
«meto de Iriarte y del marqués de Palacios, cuyo mé-
rito es ya bastante pora justificar esta especie de prefe-
rencia.
> Ta as ii|)a tniea de MdeiidEi ic bibit t«prcstDta4a en el
iMIro holiidít ID) eomedli con el lllulo da ¡¡en Qtijitle en lat
t*imt ie Ctmtdu. Su inlor , Lin^ndit , tcnit dleí j aelí iBoi
nasjo laeKTibld, ; despnéa la meJoTd anta , iine bi il<ldo en
li eaetu por micbo ttempo. No b> ilde poilble idi|nlrlrli, pin
MiiV*'*ile toa I* okr* eipalotí j dar (Ignni Idet i» la MMpMl-
MB:«»prob)til*|at •BudaiepTeicinaiikiotn.
TESU
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los III. El
publicaba
¡as mcmo]
tos cientf I
cia que p
reformas
des, eu li
formes co
el aspecto
canales,
levantaba
OBRAS COMPLETAS DE DON MANUEL JOSÉ QUINTANA.
cmh qne prometía, continuiila, los mayores progresos
cion española. Hnbia tal Tez de-
erarías, tal vei do se seguía en el
ites ramos en que está cifrada la
orden que la naturaleza prescri-
) del edificio un cuidada y un e^*
RiesimperiosamentesuscimicD-
ita del honor que se merece una
de tanto ardor, de tanta aplica-
os disfrutamos lodaila al cabo do
(traos estado gastando sin cesar,
reponer.
s fué cuando Helendez se hizo
gar tan preferente, y este lugar
es ineptos 6 medianos : eran los
imanes, los Tavíras, los Rodas,
! apoyo unos y otros del Estado,
! letras. Después de pasar el in-
s de la universidad y de su cále-
ir en el verano de las delicias de
sus amigos sus nuevos trabajos,
y á disfrutar del cariño y aprecio
e le tributaba. La dulzura de su
ubres, un no sé qué de infantil
rsacion y en sus modales, en que
inas llamaradas de entusiasmo y
r, que por lo mismo sorprendían
facilidad de su trato, y puede de-
locilidad, le adquirían amigos y
in parecer el niño mimado de la
as.
¡era sabido 6 podido prolongar
do de su vida I La ambición civil
1 literaria , y otra situación trajo
ue sus negocios particulares lo
:ansase de oír & algún necio que
i hacer coplas , sea , en fin , que
sideración en el mundo, que rara
tAos los hombres de letras en Es-
' hiego de haber publicadosu pri-
olicilar un destino en la magis-
ibieron estremecerse al verle to-
mucho mas de vérsela cumplir.
1789 pera una plaza de alcalde
Dcia de Zaragoza , y tomado po-
nbre del mismo año, sus trabajas
literarios, toda aquella ameni-
e antes le llenaba , debié ceder &
ites, de mayor trascendencia y
gual y robusto para la carga que
s hombros; y el foro español de-
entre sus mas dignos magistra-
os que había hecho para instruir-
) eicelentes libros de legislación,
ola con qna había Tigorizado su
I ponían á la par con cualquiera
de los que se hubiesen dedicado exclusivamente tt «8-
ludio del derecho. Y si después se observan su punluat
asistencia al tribunal , su celo en transigir y componer
amigablemente [as querellas de los litigantes, su alahi-
hdad y franqueza para oírlos, el interés humano y com-
pasivo con que visitaba i los presos, aceleraba sus cau-
sas, y les repartía socorros; su vigilancia en el buen ir-
denypolícla; enGn, su incomiptibla integridad, ysn
inseparable adhesión ú la justicia, prendas y virtudes
todas que aun recuerdan Zaragoza y Valladolid con
aplauso y gratitud, so convendrá ficilmente en que Me-
lendez no era menos digno de respeto como hombre pú-
blico que de admiración como poeta.
Promovido á oidor de la chancíllerfa de Valladolid
en 1791 , fué comisionado poco tiempo después por el
consejo de Castilla para la reunían de cinco hospitales
en Ávila de los Caballeros. La independencia que cada
uno de ellos pretendía , y la repugnancia & sacriGcar su
interés particular al general que debía resultar de la
reunión , hizo embarazoso este encargo , que costó i
Uelendez muchas fatigasy disgustos, un víajeá Madrid
y dos enfermedades, de que estuvo muy á peligro. Estos
contratiempos le hicieron restituirse á Valladolid, don-
de, alternando las graves ocupaciones de su deslino
con el trato de sus amigos , y alguna vez con el de las
letras, permaneció hasta 1797, en que fué nombrado
Gscal de la aala de alcaldes de Casa y Corte.
Había el poeta guardado silencio desde que poblicj
el primer tomo de sus obras hasta esta última época.
Solas dos veces le había roto : la primera enviando una
oda á la academia de San Femando pora la distribución
depremiosdelañode87,ylasegunda, con una epís-
tola á su amigo don Eugenio Lleguno , cuando fné he-
cho ministro de Gracia y Justicia en 179*. En esta se-
gunda oda á las artes se advirtió una alteración notable
en el estilo ; el cual, si bien menos perfecto y esmerado
que en ta primera , babia adquirido una firmeza, tuia
rapidez y una audaóa no conocidas antes en el autor,
ni usadas después por él . En la epístola es cierto que e!
incienso prodigado al poder descontentó á los amantes
de la dignidad é independencia literaria; pero no hubo
nadie que no aplaudiese al generoso y bellisimo re-
cuerdo hecho allí de lovellanos i , á la censura rigo-
rosa y justa de las universidades, y & otras enéticas y
■ EiUbt entonces aquel [Dada bombra en deignelí ée ü
corU, ] dcilemdo bajo no preteilo bonroM i Gljon : en pnei
bien liDdible en Uleí circnniUBci» hiblar d» fl f F«air in
tnelu , tamo lo hlio en los lereo* tignientei :
DiLe, jt (Ir t mi imigg* estos,
Til cirpeotiDainelo, iqDelqne, ea nobl*
Si uto ardor encendido, noehe j dli
Tnbiji por li pitrla ; nro ejemplo
De ilU Tlrlad r de tiber profando...
Díbile mi imlslid lin insplndi
Jntu deniDdi , j tnbird In nombra
De nneTO , dulce tnlao , il ilto cielo.
Td l« uBottt, j aa tnt boiabroi pnedu
Vo len píete de li enonna ctrp
Libnr Kguro ea que oprimido (Imei.
PARTE PRIMEBA,
laban á la autondad; todo en
' elegante , y en versos magi^
; estas maestras , eo que ya se
vü nnida la madurez del talento con la robustez de la
nnm, hadan desear cada vez mas la continuación de
hspoesfas, ofrecida cuando dio á luz el primer toma.
Su nuera carrera se lo había estorbado ; pero al fin, te-
meodo algún nías' tiempo en Vailaiiolid, obligado en
aerto modo por aquella promesa , y estimulado por sus
imigos, puso en orden y corrigid sus manuscritos, y
reimprimió el tomo primero, añadiéndole otros dos,
qne fueron publicados en Valladolid en aquel año de 97.
Solió esta edición enriquecida con un crecido nú-
mero de poesías de muy diferente gusto y estilo que las
primeras, porque el poeta babia levantado su ingenio
i li ailura de su siglo ; y los objetos mas grandes de la
mluraleza , las verdades mas augustas de la religión y
déla mora], eran el argumento de sus cantos. Trozos
descriptivos de un orden superior, elegías fuertes y pa-
téticas, odas grandiosasy elevadas, discursos y epísto-
las lilosóltcas y moralce , en que el escritor toma alter-
nativamente el tono de Pindaro, de Horacio, de Thom-
Mo y de Pope, y saca de la lira española acentos no
aprendidos antes de ella , ennoblecen esta colección, y
hrecomiendan igualmente á los ojos del filósofo y del
político que del humanista y del poeta.
Mas á pesor de su relevante mérito, y í pesar también
de los bien merecidos elogios que de Italia y de Francia
se uuicron á los de España para congratular al autor,
esfuerza confesar que la aceptación que tuvieron estas
poesías no fué tan grande ni tan general como la que
baUan logrado los primeras. La época, en primer lugar,
BOera tan á propósito para esta clase de triunfos lite-
rarios; la atención de los hombres se tiabia vuelto casi
eictusivamenteálos sucesos políticos, que, amenazando
tnstomar la faz de la Europa toda, no dejaban apenas
otro interesa la imaginación quo el de los temores ó e^
pcranzas que ellos prometían. Aun cuando esta dispo-
údon de ánimos fuese diferente, no era de esperar
tampoco no efecto tan feliz como el de la publicación
primera , mucho mas habiendo mediado tanlo tiempo
enlre una y otra. Los asuntos á la verdad eran grandes
yseveros en la mayor parte; pero no análogos al gusto
y opiniones dominantes eu aquella segunda época. Abs-
tractos y metaflsicos , repetidos con alguna prodigali-
dad, y no siempre con igual acierto, su desempeño,
lonque frecuentemente grande y poético , no era con
mucbo tan perfecto como el de los templados y juveni-
les, t^ composición en ellos no présenla siempre &qm\
interés progresivo que acrecienta el gustodesde e) prio-
dpío hasta el fía. Se nota aquí esfuerzo , allá declama-
don , y en no pocas partes falta de concisión y de ener-
llfa; como si la índole del autor no fuese para esta clase
de argumentos. Por último, inserté composiciones que
DO tuvieron areptacinu ninguna : La caida de haxhel,
■Igunu traducciones, alguna oda, algún discurso de-
■uiado largo y tal vez prosaico , no parecieron ni han
—LITERATURA. 4»
parecido nunca dignas de las demás. El mérito de H^
lendez es tan grande, su reputación y su gloria tan
afianzadas y reconocidas, que nada pierden sin duda
con estas observaciones imparciales , nacidas del amor
á la verdad , y que él mismo oyó alguna vez de sus ami-
gos con tanta docilidad como modestia.
En el prólogo que les puso a] frente , intentó probar
que en nada derogaban los estudios poéticos á la dig-
nidad de magistrado , y que ninguna incompatibilidad
tenían con tos deberes y talentos de hombre público y
de negocios. Seria sin duda mejor que los que reciben
del cielo el don divino do pintar la naturaleza en bellos
versos, y de inOamar con su entusiasmo la imaginación
ajena, pudieran estar enteramente separadas del tor-
bellino de negocios , honores y empleos que agita & los
hombres en la grande escena del mundo. El poeta emi-
nente no debiera ser mas que poeta : asi conservaría
mejor su independencia y el decoro debido al ministe-
rio de las musas; sus talentos se desplegarían con toda
extensión y libertad, y los necios no afectarían seña-
larlo con un nombre que ellos no entienden y que en
su boca es un apodo de frivolidad y de insuficiencia.
Mas esto camina ciertamente sobre una suposición im-
posible. La fortuna, las circunstancias, el interés de
lasfamilias, momentos también de error y de flaqueza
sacan á los hombres de su esfera, ya para mas, ya para
menos; sobre todo en un pais como el nuestro, en que
ten pocos recursos tienen los escritores para subsistir
como tales. ¿Qué hacer pues? se dirá. Lo que hacia
Hclendez : ser un gran poeta ensus versos, y un sabio
y recto magistrado en su tribunal.
Has lo que él no debiera liuber hecho es empeñarse
tanto en disculparse. Quien estaba siendo un modelo
de integridad, aplicación y capacidad en el foro no
tenia que probar nada ni necesitaba de apología nin-
guna ;ásus detractores tocaba hacerla, si es que po-
dían, de su propia necedad. Esta especie de cicusas no
sirven para los hombres de razón , porque no las nece-
sitan; ni tamnocopara los preocupados, porque no los
convencen. Tienen además otro inconveniente , y esdur
al que las hace el aire de poca seguridad en el crédito y
dignidad de su arte; y cierto que un tan gran poeta en
ninguna ocasión ni por preteito alguno debía desde-
ñarse de su talento 1.
A pOco tiempo después de publicada esta edición fué,
como se dijo arriba , nombrado Gscal de la sala de al-
caldes de Casa y Corte, de cuya plaza tomó posesión
en 23 de octubre de aquel año de 97. Como la avanzada
edad y achaques de su antecesor tenían muy atrasados
losnegociosdela Gscalía, Uelendez se dio á despachar-
los por si mismo con tal actividad y aplicación, que no
< El abite don Juan kvitéí en mis rranto ; en l> cirta qoc
le tscríbiú eDloncet le detii : •{¥ qnépnedeii detir loa niB seiC'
• roí censores contri nn migistndo que pabilo lll gpceclibles
■poeEliiTYointesblencreerí que nM mente que con tlnUI*^
• did ligue en sni TertM lo bello, ao le apirtirt en 10* teatu*'**
• delojDiio,*
OBRAS COMPLETAS DE DON
ibt Henpo ptra oíros estudios , mas también
to con sus amigos. Ofreciéronsele en la corta
Ib su cargo cansas graves y curiosas , doade
a de sujuicioydesu taJeato; eutre ellas la
te de Castillo , cuya acusación Dscal corre en
como un modelo de saber y de elocuencia,
le decirse fueron las últimas satisfacciones
n (u carrera ; y la suerte le preparaba ya el
ccion que tiene siempre preranido á los hom-
ates, como para cobniíes con nsura los po-
ne les concede de gloria y de alegría. Has
ler i contar estos desagradables sucesos es
Dar las cosas de mucho mas arriba,
ucion francesa no habia sido mirada al prin-
os potentados de Europa sino como un ob-
y pasatiempo. Creció el coloso , y aquel sen-
e desprecio pasó en un instante á miedo y
iS guerray las intrigas fuera , la persecución
aje dentro , fueron los medios d que apelaron
;ner aquel gran moTÍmienfo y ahogar unas
¡n que creyeron comproraetidalaestabüidad
lOS. El mundo ha visto lo que han consegui-
3 formidables ejércitos , con esas intermina-
las que por espacio de treinta años ban de-
uropa. Ni les han aprovechadu mas tampoco
s inquisitoriales en et inlerior de sus estados,
ndolos odiosos , ban sofocado en tos ánimos
a conCaoza , bases las mas Hrmes de la auto-
poder. A menos cosía sin duda les era fácil
iberlarse á sf mismos y á sus pueblas del con-
emian. Arreglando bien su hacienda , gober-
I interfs general de sus subditos , y no en el
de su corte y sus ministros ; en una palabra,
os y prudentes , tenian puesta )a beiroa mas
lie á aquellas novedades 1. Pero el poder no
ino por el abuso que de £1 se hace , y asi se
agraciadamente en España. Había coincidido
de nuestro Carlos Ul con las alteraciones de
cuando era necesaria mayor diligencia en
mayor circunspección en conducirse, enlon-
la señal entre nosotros á todos los caprichos
'aríedad , á todos ios desconciertos de la ig-
de la ¡nsensatei. El escándalo de poner en
cias tan difíciles el timón del Estado en ma-
favorito sin educación política y sin eipe-
recentaba la murmuración y el descontento,
I vez producinn el encano y la persecución. Y
rimeros y roas nobles pasos de la revolución
ran debidos sin duda á las luces y adelanta-
siglo, la autoridad se puso en un estado cons-
MANUEL JOSÉ QUINTANA,
tanto de hostilidad con el saber. Ta se baUm K^irlmid*
los periódicos que mas crédito tenian, por las verdadsB
útilesquefO'opagabanS; se habia retirado poco á poco
la protección y fomento que se daba i los estudios ; se
oían delaciones , se sembraban desconfianzas. Dióse, en
fin , la señal i las persecuciones pereonales con la pri-
sión del conde de Cabamis en el año de 90 ; y sus gran-
des talentos, su incansable actividad, elbriUoque acom-
pañaba sus empresas , los establecimientos importantes
y benéficos que habia proyectado y erigido , los bienes
infinitos que habia hecho i tantos particulares no le
pudieron salvar de un proceso enfadoso , de un encierro
cruel y dilatado, y deunéiito, al fin, que tenia mas apa-
riencia de favor que de justicia. Jovellanos, ausente á
ta sazón en Salamanca , voló i Madrid en socorro de su
amigo , y no logró otra cosa que ser envuel to en sn rui-
na. Sucedíanse de tiempo en tiempo, y á no mucha dis-
tancia , estas tristes proscripciones que , además de tos
muchos particulares, frecuentemente víctimas de d^
laciones oscuras, y á veces de sn misma imprudencia,
venían á herir las cabezas de perswas eminentes ó pw
sus empleos , ó por su crédito , ó por su saber. A la des-
gracia de Cabairus y Jovellanos siguió la de Flondft-
blanca y su partido , á esta la del conde de Aranda ; d^
ferentes consejeros de Castilla fueron desterrados de»*
pues por no avenirse bien con su gobernador el conde
de la Cañada ; este cayó á su vez victima de u i.a intriga
de palacio , cerrándose entonces aquella serie de mís^
Has con la escandalosa cansa sobre la impresión de las
Atríruu, de Yolney. Viúse en ella dará una simple esp^
culacion de contrabando el carácter de una gran conju-
ración politice , y tratar de envolver como revoluciona-
rios y facciosos á cuantos sabían algo en España. Las
cárceles se llenaron de presos, las familias de terror, y
no se sabe hasta dónde la rabia y la perversidad hubie-
ran llevado tan abominable trama, si la disciplina en-
sangrentada de nn hombre austero y respetable, y el
ultraje atroz que con ocasión de ella se le hizo , no liu-
bieran venido oportunamente á atajar este raudal de
iniquidades 3. Ei esciindalo fué tan grande y el grito dn
la indignación pública tan fuerte, que la corte abrió los
ojos , y retirando su confianza de aquellos viles maqiii-
nadores, la diú , ó aparentó darla, á hombres conocidos
en el reino por su sabiduría y su virtud. Entonces fu¿
cuando se nombró á Jovellanos ministro de Gracia y Jus-
ticia , á Saavedra de Racienda , y al conde de Ezpelcta
gobernador del Consejo : tres hombres dignos sin dud?
blM Bo le tltena eiiici
DCDoi IJcvadcra. iNo I
iloí f uebioi eslcn qiieloji ei predio que Mléi con-
1 en conioati lufnsiblti d n ubcui ncliids lo4a
bamiBldid, j toa de potiUca, picdc ibrigiru li idei
lofrineroihila fe(uda.* {JtKlIaui;)
* ElCenMr, ElCtimüit In dígat. El Otrrtnmuílj otros,
Bl Cobiíma il parecer habta tomado enionici 4 »u cargo eonar-
Diar el dicho iDgeiioso j murdaide ni eaeiitor. fie prejiiDlido
por qaé loi tue mladabal sboireelan I loa aibloi , <■ por lo mi»-
no , Kipoadid , HM iDí naUíeeaore* aocianH abomeen t lea
reyerbcrDii.
* Para loa lectores qne no tecpa nolicia de ealo aconlecimipn'it
tlognlario baila ia lidltaelon amarla que iqii ae biee,T4iiliS
aerla conienleata lo aslo pan aatlahetr ai M(lotl'*d , alao tam-
bia para eKimlnto pdbTieo, eainr ea tui larfit eaplieactv-
BM. Een «1 fidor j U decencia no §« ío coaiienlen 1 U Uttpctk.
PAUTE PRIMERA.
Estado, si el Eslado no hu-
medad incurable, mas poderosa
lerzas.
ez en el colmo de bus deseos :
, ál establecido en Uadrid, y el
camÍDOlIano pera llegar al puesto descansado y preemi-
iKOte que sus servicios y estudios merecían. Individuo
de la academia de San Femando desde que recitiS en
ella su bermoss oda , y admicido en el seno de la Espa-
ñola en el año de 08, reunía en sf los honores literarios
que podia desear , y era considerada y respetada dentro
j fuera de España como el primer talento de su tiempo
y su naeioD. Mas toda esta perspectiva de bonanza y de
venturo ae anubló de repente y desapareció como el bu-
rao. No pertenece £ la historia particular de nuestro
poeta contar menudamente los resortes secretos por los
que fueron traídos al minbtcrio Saavedra y Jovellanos,
uí tampoco las intrigas de corte que mediaron cuando
fueron despedidos. Lo que si do debe pasarse en silen-
cio es que eu los cortos momentos de favor que Uelen-
dti logró del príncipe de la Paz, cuando le dedicólas
poesías, uno de sus mayores cuidados y su principal
empeño fué disipar las prevenciones que el privado te-
nia contra su ilustre amigo, y rehabilitarle en su estí-
tnacion y conlianza. Cuando después , A pesarde la apa-
rente desgracia del favorito , los dos ministros fueron
sacrificados i su resentimiento y su venganza , Melen-
dez fué también sacrificado con ellos y desterrado á Me-
dina del Campo (27 de agosto de 1798 ) , previniéndole
queealiese de Madrid en el término de veinte y cuatro
boras, y que esperase órdenes allí.
Obedeció y partió: entre tanto sus amigosconsiguie-
ron del nuevo ministerio mitigar el rigor de las órdeues
eoDque se le amagaba, y convertirlas en laiosigoiG-
rante comisión de inspeccionar unos cuarteles que se
estaban construyendo mucho tiempo había de los fun-
dos de aquella villa. Algo mas tranquilo coa esta d^
mostración de condescendencia , se entregó al estudio
y al retiro , al trato de los amigos que su amable y apa-
cible Índole le facílilarou en el pueblo , y de los que, ó
por recomendación 6 atraídos de su celebridad , venían
i visilarie del contorno. Díóse al ejercicio de las obras
de beneficencia que su humanidad le inspiraba , princi-
palmente con los enfermos del hospital. Salían estos in-
felices de allí por lo regular sin acabar de convalecer;
él los recogía , él los vestía , él los alimentaba , y ellos la
bendecían como un amigo y un padre. En medio de tan
iooceittesynrluosas ocupaciones, yajeno de toda ges-
tión y negocio público , debía considerarse seguro en
■qnel asilo y á cubierto de los tiros de la malignidad.
No fué así por desgracia ; y otra nueva tormenta le ame-
uuba , mas negra y peligrosa que la primera.
Uno de aquelloe hombres que , ejercíláudofie toda sn
vida en obras de villania y perversidad , no logran subir
il poder sino por el escalón de la infamia; de aquellos
[lan quienes la libertad , el honor y aun la vida de los
•tnii,lo juato yloiiquito, lo profano y lo sagrado, todo
-LITERATURA.
es un juego , y todo les sirve ooino de inst
codicia, á su ambición, dsu libertinaje
proyectó consumar la ruma de Melendez p
obsequio á la corle, con quien le supoi
abierta , y ganarse las albricias de la dest
personaje desgraciado. Siguióle con esta i
cion los pasos , calificando y denunciaadi
gas peligrosas las visitas que él y susamíj
Y para enredarle de una manera mas con
evitable, se empezó á formar una causad
ticos de un pueblo inmediato, con la índic
en las instrucciones para formarla n de
mucho que en ella jugase Meleiidez Valdi
ronse los testigos & quienes se hsbía de pr
se omitió ninguna de aquellas diligencí
con que estos hombres infernales han c
todos tiempos perder á los que aborrecen
jeroo estas maquinaciones el trulo que ell
mas bastaron para inquietar á la corte , r
preyyama! dispuesta conél,seguu la c
tpralen los hombres, de querer mal áq
Por otra parte , el deslino de Melendez e
estaba suspenso, y la ocasión convidab
conspiró ú inclinar la balanza en daño si
menos lo podía presumú:, cuando quizá I
ranzas mas fundadas de ser reintegrado c
y honores , recibió la Orden por la cual se
déla tiscalia, y cania mitad del sueldo s
í Zamora (2 de diciembre de 4800).
Recibió el golpe con serenidad y entere
cido de la inutilidad de sus esfuerzos porc
en manos del tiempo su vindicación y des
lió ú Zamora, establecióse allí, y aunque
sequiado de las personas príacipalesdel pi
servó su vida retirada, partiendo su tiet
libros y un reducido número de buenos i
tanto, sabedor de las intrigas que habían
la última demostración de rigor recibida
procuró por todos medios desvanecerlas ;
reponerse enteramente , consiguió por lo
aliviase su suerte ; y en real orden de 27 de
se le devolvió el goce de su sueldo comp
cal, permitiéndole disfrutarle donde le i
tablecerse. Hubiera él entonces preferido)
i k sazón habia una de las acostumbradi
oes en que estaban envueltas personas de
timas y antiguas con Helendez , y fuéle a'
mismos favorecedores que no le conven
en la corte por entonces. Decidióse pues I
lamanca , donde tantos motivos de amist)
co, tantos recuerdos tiernos y efectuóse
ban. Alli puso su casa , recogió y ordenó
copiosa librería , abrazó í sus antiguos s
pezó á gozar con ellos de una vida mas tr
ns OBRAS COMPLETAS DE DON
cible que la que habia disfirutado eii lo9 do^« años tras-
curridos desde su salida para Zaragoza.
Pudieron las musas cougratularae de esta feliz nove-
dad al verle restituido al ocio antiguo y en aquellos si-
tios mismos que tan hermosos versos le habían inspi-
rado en otro tiempo. Los amantes de la literatura es-
pauola esperaban veria enriquecida con alguna obra
magistral digna del gran talento de Helendez y propia
de la madurez y gravedad que babia ya adquirido en
aquella época. Pero el resorte de su espíritu estaba que-
brado por la adversidad y la injusticia de los bonibres,
y su atención dislraida con recelas ó esperanzas que
nunca tuvo bastante fuerza para sacudir de sí. Por otra
parte, el despotismo miiiisteríal , cada vez mas insufri-
ble, armado de sospechas, de recelos y desconfianzas;
las recriminaciones y falsas miras, atribuidas siempre
al talento perseguido; cnQn, la inercia y desidia que
produce la opresión, y que si al principio repugnan,
después al cabo se aman i : todo le desalentaba y le su-
mergía en un letargo nada conveniente í su ingcuio, y
perjudicial d las letras.
Un poema lírico descriptivo sobre la creación , que se
imprime abora entre sus odas, y una traducciojí de la
Eneida, que la publicación de la de Delille le hizo em-
prender , fueron las únicas tareas que Helendez diú d
su espíritu en aquel ocio de seis anos. También pensd
entonces hacer una nueva edición de sus poesías, en
que se bebían de suprimir todas las composiciones que
no eran correspondientes al méritode las otras, y hacer
en algunas las enmiendas y cortes que el gusto delicado
y la sana crítica aun desean. Tenia ya arreglado esto
c«n uno de sus mas queridos discípulos; mas sj indo-
lencia natural dilatú esta empresa, acaso con perjuicio
de su gloria; y el torrente de los sucesos, que después
se despeñaron unos sobre otros, no le dejó pensar en
mucho tiempo ni en este ni en ningún otro proyecto li-
terario.
Seria tal vez mejor poner fin aquí á esta noticia y
contentarse con indicar sencillamente el lugar y tiem-
po en que falleció el poeta. Ya desde aquella época em-
pieza & sentirse el terremoto político ; las opiniones so
dividen, se inflaman las pasiones , y á pesar del tiempo
trascurrido , d pesor de la vicisitud prodigiosa de los
acontecimientos, ó por mejor decir, con ella misma,
estas pasiones, lejos de haberse templado, empiezan é
acalorarse de nuevo ; lejos del autor de estos apuntes
dar ocasión de irritarlas por su parte. El ha seguido
constantemente un rumbo y una opinión opuestos d los
que desgraciadamente fueron adoptados por Helen-
dez. Has aun cuando cifra en ello la principal honra de
BU vida , no se permitirá por ese recriminación ningu-
na, la cual sería tan repugnante d su corazón como
■ Elteerportlti
iiaqt opfratírit ftcUaa, jium Taecaterü. ¡
Iftiui-rHt Metdt, ilimrUt frimt tetUia fítíñmei' íi
nclla «a Ml« po«M Uicu leBiLi la terdideía uiu de li
m*id ] lUiM de DButn Uttinun.
MANUEL JOSÉ QUINTAXA.
importuna en este lugar. Es preciso puea en ei diicuru
de los hechos que van á seguir imponerse la obligación
de ser breve , y por lo mismo que la opinión propia ba
vencido , también la de ser modesto.
ConlarevoluciondeAranjuezfué alzado el destierro
y vueltos sus destinos d loa magistrados que habian sido
ecliadosde la corte en las diferentes épocas de perse-
cución anteriores. Cúpole á Helendez la suerte que i
Iosdemds,yregresd á Madrid en aquellos días. Ya al
Rey había partido d Bayona ; las señales de la terrible
tormenta que amenazaba se hacían cada vez mas sinie^
tras y espantosas; asi Helendez no vino d la corte sino
para ser testigo de la ansiedad y afanes que precedieron
al 2 de mayo , de los horrores de aquel execrable día , y
del desaliento y temor en que quedú sumergida la ca-
pital. Quiso volverse al retiro de su casa, y no pudo
verificarlo. Aceptó de alliá poco una comisión para A»<
túrias, en compañía del conde del Pinar, y es (uerzA
confesar que silos motivos que tuvo para aceptarla no
son del todo eicusables d los ojos de los amantes de la
independencia, jamás Inconsideración ninguna fué cas-
tigada con un rigor mas cruel. Cuando los dos comisio-
nadoB llegaron d Asldrlas, ya iba delante de ellos la pre-
vención que los acusaba ante la exaltación popular. En-
traron en Oviedo escoltados de gen te armada ; y aunque
en la junta provincial habian procurado sincerar su
conducta y allanar todas las sospechas , el pueblo , in-
quieto y receloso , no ge dio por satisfecho. Alternati-
vamente llevados desde lacdrcel d su hospedaje, y de
su hospedaje A la cárcel, cuando ya al parecer todo es-
taba vencido y ellos dispuestos á partir , la muchedum-
bre frenética se agolpó sobre el carruaje, al que ya IiQ-
blan subido, volviólos d lanzar en la prisión, liizo pe-
dazos y quemó el coche, desbarató los equipajes, y
creciendo el furor con su mismo exceso, violenlaron
las puertas de la cárcel y sacaron á los dos comisiona-
das y otros tres presos con intención de darles muerto.
Iba delante Helendez : hablábales con dulzura pi-
diendo que le llevasen día Junta ó le encerrasen con
grillos; nada bastó, parque después de haberle puesto
al pié de la horca y hacerle mil insultos, )e sacaron al
campo , le cercaron, y encarándole los fusiles, clama-
ban que habia de morir. Logró al cabo que le oyesen
unas pocos palabras sobre su Inocencia y sus princi-
pios; les habló, les rogó, procuró ablandarlos y aun
les empezó d recitar un romance popular y patriótico
que bahía compuesto antes del 2 de mayo. Frívdo re-
curso pora con gentes rudas y groseras, y entonces
atroces y locas de furor. Atajáronle con nuevos insul-
tosyamenazas, ycondenándole d morir, por gran fib-
vorle permitieron confesar; tuvo él la iH-esenda de afr-
piritu de hacer durar este acto algún tiempo. Ya estaba
dispuesta lo banda que babia de tirarle, cargados loc
fusiles, y él atado al árbol fatal ; ya se habia disputad»
sobre sí se le babia de disparar de frente, ó de espaldu
como á traidor , y con este motivo desatado y vuelto á
alarde nuevo; ya, en On, 00 hitaba mai qiM «wn*
^
PA!\TE PRUEBA,
niando se tí¿ venir de lejos al cabildo
es con et SBCfamenlo y la cruz fantosa
DDces, y Helendez, queestoba el prí-
lenimeDle socorrido. Hizose después
otros compañeros, y recogidos todos
ueron llevados á la catedral , y de alli
. Formóse causa i petición del pu^
Meleudes, y dados por ella libres do
3 puso ea libertad y se les pormiliú
Tal filé el éxito inesperado de aquella
de tan larga agonía. Estremece en
or del Balito y de la Despedida del
lido popularmente y alado á un árbol
:omo traidor y eDcmlgo de su patria.
berá imputarse tan grande atrocidad?
' No , sin duda alguna ; á los autores y
■avillana y escandalosa agresión que
oda en aquel estado de eialtacíon y
il no se podia salvar,
i á Madrid cuando, de resultas de la
iade Bailen, los franceses habíaaeva-
etirádosealEbro. Siempre esperando
n , y deseoso también de contribuir por
les trabajos que se presentaban delan^-
s en aquella imprevista y singular si-
en Madrid la formación del Gobierno
er ^npleado por él . Esta esperanza no
esto que en aquel gobierno contaba al-
entre ellos al ilustre Jovellaaos , que
ion de Mallorca por la revolución de
Dmbrado por sus compatriotas á to-
e los padres de la patria. Has la for-
3 y revolviendo los sucesos en mil di-
>ovwu<i°u>.i,iBi>tes, diú entonces una de sus vueltas
acostumbradas, yios franceses vencedores amenazaron
i Madrid. La Junta Central , las fuerzas del Estado, los
patriotas mas exaltados 6 mas diligentes , todos se re-
íagiaroaá Andalucía. Nuestro poeta, resuelto enton-
ces á seguir el partido de la independencia, no pudo
ponerse en camino , y su mala suerte , deteniéndote en
Madrid , lo dejó expuesto al vacio del desaliento y i los
laiosdelaseducciOQj en que cayeron yhieron envuel-
tot tantos infelices españoles. Su reputación no podia
dejarle indiferente á las asechanzas del gobierno intni>
(O, que le bizo fiscal de la junta de causas contencio*
■as , después contejero de Estado , y presidente de nna
jtmta de instrucción pública. El aceptó , y así se com-
prometió en ima opinión y en una causa que jamás
fueron las de su corazón y de sus principios, j Cuál de-
bió ser la amargura al ver que la fortuna y la fuerza,
basta entonces compañeras inseparables de aquel par-
tido, y finicas razones qne la prudencia alegaba pare
adoerirse á ¿1, empezaban i Haquear, y al fin le aban-
douban I ^óse pues arruinado sin recurso, trastoma-
dn IOS eqMTUuaa , laqueada por loe miamos franceaei
nctHeD Salamanca, deshecha y robada su preciosa
-UTEMTinA. 119
librería, y él precisado, en Tin, & huir de SU patria,
abandonando acaso para siempre el suelo y dolo que lo
vieron nacer.
Antes de entrar en el territorio francés se puso da
rodillas y besó la tierra española, diciendo : «¡Vanóte
volveré á pisar I» Entonces se acordó desu casa, de sus
libros, desús amigos, del apacible retiro que allí dis-
frutaba; y considerando amargamente el nublado cruel
que le había agostado aquella cosecha de ventura , las
lágrimas calan de sus ojos , y las recíbia el Vidasoa.
Los cuatro años que viviú después no hizo mas que
prolongar una existencia combatida por la desgracia,
por la pobreza , por los afaoes y esperanzas á cada paso
malogradas de volver á España, en fin, por los acha-
ques y dolencias que conforme avanzaba en edad so
agravaban á porfía. Tolosa , Uompcllcr, Nimes y Alais
fueron los pueblos de su residencia. En ios intervalos
que le dejaban sus males leia ó se hacia leer, corregía
sus poesías, y las disponía para la nueva edición que
proyectaba. También compuso algunas en que todavía
respira el talento de su juventud con la misma graciay
fucilldadiperoen que luce sobre todo el ansia y la ve-
hemencia con que amaba su pais y deseaba volver á él.
Este sentimiento, que le honra, era, puede decirse, el
aliento que le animaba; pero estaba escrito en el cielo
que no le habla de ver satisfecho. Ya en España liabia
empezado á padecer mucho de reumas. A muy poco de
su llegada á Franclauna fuerte parálisis casi le imposi-
bilitó del todo , sin que los baños termales, que lomú por
tres veces, le pudiesen librar de ella. Atacado, en fin,
por un accidente apoplético, á cuya violencia no pudo
resistir, falleciú en los brazos de su esposa, que le ha-
bla seguido y asistido constante y varonilmente en to-
dos los infortunios de su vida , y en medio de los com-
pañeros de su emigración y desgracia , que le prestaron
cuantos auxilios y consuelos estaban en su mano.
Asi en pocos años el torbellino de la revolución había
arrebatado á las letras españolas tres hombres que
constituían una porte muy principal de su lustre y de su
gloria. Cieofuegos fué el primero que, arrancado de su
lecho, donde estaba ya casimoribundo, fué arrastrado
fuerade5upais,y eipiú con su desgraciada muerteen
Ortez el horror que le inspiraban los tiranos. Jovelln»
nos , cuya noble olma estaba enriquecida de tantos ta-
lentos y de tantas virtudes ; que hubiera sido en la an-
tigüedad Platón con menos sueños, Qceron con mas
fuineza, y en la Europa moderna Turgot con todas sus
ventajas : Jovellanos fué arrojado también de sus hoga-
res por U>3 satéhtes de Napoleón; y prófugo , náufrago
y desvalido, tuvo que frárecUnar su venerahle cabeza "
en el seno de la hospitalidad ajena, y allí exhalar su úl-
timo aliento. Melendez, en fin , por el diversa nmibo
que había seguido parecía estar exento de semqanta
agonla;maslaineioreblefortimauoloquisoasi, yse
ht dio todavía mas amarga. Los tres eran amigos; h»
tres cultivaban los mismoa coDOcimientoe , las miamis
artas; iban porlumiamasMiidat delHfaeriHunaiW)
OBRAS COMPLETAS DE DON HANtXL lOSS QUINTANA.
ISO
lostreB,en fin, mnrieron fuera de sazón , sin qae su
patria hubiese recogido todo el fruto que sus estudios
y talentos prometían.
Fué Melendez de estatura algo mas que mediana,
blanca ; rubio , menudo de facciones , recio de miem-
bros , de complexión robusta y saludable. Su fisonomía
, era amable y dulce, sus modales apacibles y decoro-
sos, su conversación halagüeña; un poco tardo i veces
en explicarse , como quien distraído busca la expresión
propia, y no la baila d tiempo. Sus costumbres eran bo-
nestas y sencillas , su corazón recto , benéfico y huma-
na; tierno, arectuoso con sns amigos, atento y cortos
con todos. Tal vei faltaba it su carácter algo de aquella
fuerza y entereza que sabe resolverse constantemente
i un partido una rez elegido por la razón , y esto depen-
día de su eiccsiva docilidad y condescendencia con el
dictamen ^eno. Mejor acaso hubiera sido también que
se alejara mas del torbellino de la ambición y del centfo
del poder, pues esto, enfln, puede llamarse la causa
principal de sus desgracias 1. Pero en Uclendez el
anhela de subir estuvo siempre unido al noble deseo de
trabajar, deserútil, de contribuir por todos medios á
la prosperidad y adelantamiento de su patria. Conocía
su fuerza , como suelen senth-ia todos los bombres supe-
riores ; pero no par eso abandonaba su caricter general
de modestia, que á veces se manifestaba con algún ex-
ceso 1. Su aplicación y laboriosidad eran incansables,
su lectura inmensa. De los poetas antiguos españoles
preferiaíGarcilaso, Luis do León, Herrera, PrancÍKO
de la Torre , y por una especie de contradicción , que no
deja de tener su razón y sus motivos , la poesía de Gún-
gora, cuando no desatina, le encantaba; y se divertía
mucbocon los despropósitos festivos 6 ingeniosos de
Quevedo. Su pasión principal , después de ladelagloría
literaria, era la délos libros, que llegúd juntar en gran
número, exquisitamente elegidos y conservados. Tenía
mucha aGcion i las artes del dibujo, no así al canto ; y
un poeta de oido tan delicado , y que daba á sus verbos
tanta cadencia y armonía , era casi insensible é indife-
rente á bi deliciosa música de Paesiello y Cimarosa, y
& la bella ejecución do la Todi 6 de Mundini.
Los principios de su filosofía eran la humanidad , la
< £[ mi«no ilgnu tci nnWmU in iittntto en esli parte.
Corrí do me Utmibta
La oflciou imbicloD j loi hoioies
Entre diU 4ie ini prentloi ailitlilisii.
Mu fiilldltine lí piiato.
■ Pret«iitdbiiüeuiTei|iarqDínoaierlliliuiod*4aiiaiiiilo
rn i^iie auhabí de *jercllirse, j conmneh» »cepl>eloii,olropo*ti
amigo injo. .PoniBe no qnlera , reipondio , tener li BortiñueiOí
dt deteapelirlt mmot bien , ol timpoca eaatlntU 1 él il bi(a
ani ebn mtjor qne li »;•.■ En olrt oeiilon lelí in potmi de«-
trlptiio de ono de iia diidpnlo* : >■ prlner noiiiiiento fué cele-
bnrte tloniido ; pero deipnei con un ilre uelanedlico lolld el
papel, iDidlendo: «Ta ue nndejindo itrii. >Tdo tenlinion,
parqae jiBla le Mrii tt^tmim ti tfiel utmt poeU Uti» , ni
Ule MBio deicrlpUfo.
beneficencia, la tolerancia; il perten«da á ua cliM
de hombres respetables que esperandel adelantamien*
to de la razón la mejora de la especie humana, y so
desconfían de que llegue una época en que la civiliza-
ción , ú lo que es lo mismo, el imperio del entendimiento
extendido por la tierra dé i los hombres aquel gradode
perfección y felicidad qne es compatible con sus facul-
tades y con lalimítacmn déla existencia de cada indi-
viduo. Pensaba en eslepunto como Turgot, como Jo-
vellanos, comoCondorcet, y como tantos otros que no
bandesesperadojarois del género humano. Sus versos
filosóficos lo manifiestan, y con sns talentos y trabajos
procuró ayudar por su parte cuanto pudo li esta gran-
de obra.
Su influjo lituano como poeta ha sido ciertamente
bien grande y ha tenido las mas felices consecuencias.
Cuando él empezó & escribir, la po.esla castellana, no
acabada aun de restablecer de su degradación y cor-
rupción antigua , estaba amenazada de otro daño toda-
vía acaso peor. García de la Huerta , en quien podía de-
círsa que había trasmigrado el alma deGéngora can
parte de su talento y con toda su tenacidad . sus capri-
chos y su orgullo, sostenía en aquella época tos restos
delmalgusto y abandonodel siglo XVII. triarte, al con-
trario, con menos talento poético que Huerta, pero con
infinito mas gusto y mas saber, iba poniendo en cré-
dito una especie de poesía en que la cultura, lanrtia-
nidad, y aun lo escogido de los pensamientos, no podia
compensar la folta de color, de fuego y de onnonfa en
el estilo. En vano Horatind padre (porque su célebre
hijo aun no liabia empezado é darseá conocer ), en va-
no Cadalso y algún otro luchaban contra estos extra-
víos y daban de cuando en cuando en sus versosmoe»-
1ra de una poesía mas pura y mas animada. Sus esfuer-
zos no eran suficientes, ó la onpresa desigual á sus
talentos. Pero si instante que aparecieron los escritos
de Heleudez la verdadera poesía castellana se presentó
bella con sus gracias nativas , y rica con todas las gala»
de la imaginación y del ingenio. En aquellos admirables
versos la elegancia no se oponía á la sencillez , el fuego
i la exactitud, el esmero & la facilidad, la noblexa y
cuidado de los pensamientos á su halago y á su interés.
Huerta había bocho romances, Trigueros y Cadalso
anacreónticas; pero ni los romances de Huerta ni las
anacreónticas de Trigueros se leen ya , ni aunse nma*
tan entre los hombres de buen gusto. Cadalso fué sin
duda alguna masfeliien elúltimogénero, mas i á cuin-
ta distancia no están de las de su sucesorl El misma
Anacreonte se ensoberbeciera de una composídoo tsD
delicada y tan pura como hi betlisima oda Al vtonto, y
Tibulo quisiera que le perteneciesen los romancesde
Bosma y de La tarde. No hay duda que su taleotopa^
rece especiahuente nacido para estos géneros cortos.
En todas lasépocasdo su vida siempre que los mancaba
era con una superioridad incontestable ; y bosta ea sos
últimos días, cuando, andono ya y quebrantado con la
miseria y las desgracias, parecía que su espíritu debia
estar poco apto para estos juegos , so le ve, en el ro*
tí».1E PtUHERA.-
n de Filis, y en
cuerdas de la li-
ad y gracia que
¡as casi iguales,
iscntaenlapoe-
1 la oda sublioie,
magnjliceacía.
itrínal, siempre
;l esUlo lleno de
, la que ha Jijado
mas el gusto de los escritores que le Dan sucedido, la
que puede decirse que ha formado una escuela entre
□osotn». De esta escuela, difundida en Salamanca, en
Alcalá , en Madrid , en Serilla y en otros parajes , ha
■alido una gran parte de los buenos rersos que se ban
etcrito en estos últimos tiempos ; y si los progresos y
ñqucEos del arte nofainsido proporcionados al impulso
í NUESTRA POES
r
INTRODUCCIÓN HISTÓRICA A ÜM (
DE POESUS CASTELLANAS.
ARTICLXO reiHERO.
Se ha convenido generalmente en dtr á la poesía el
(Nimerlugar entre las nrtes de imitación. Ya se mir^ la
antigüedad de en origen, fa la eilemiou da los objetos
qne la ocupan, ya la duraciOQ y el agrado de sus impre-
siones, jt, en ña, las utilidades que produce, siempre
resallan sudignidad y suimportaiicia,y Ji historia de
sus progresos tiene que ir unida siempre i la de los
otros ramosque componen la ilustración humana. Di-
cese que ella y la múticB ban dñlizado á los pueblos ;
■j esta proposición, que eu rigor es exagerada y aun
Usa , manifiesta por lo menos el inflijo que una y otra
han tenido en la formación de las sociedades. Las lec-
ciones que los primeros filósoros dieron i los bombres,
lasprinwrasleyes, los sistemas mas antiguos, todos se
escribieron en verso, al paso que la fantasía de los pofr-
tas, con el halago de sus piaturas y la pompa de las
fondones que ideaban, interrumpía coa una distrac-
ción apacible y necesaria la fatiga de los trabajos cam-
pestres.
Es cierto que la poesía después no se presenta con
la dignidad consiguiente al ejercicio absoluto y eiclu-
síto de estos diversos ministerios ; pero conserva to-
davía un influjo tan poderoso en nuestra instruccioa,
en nuestra perfecdon moral y en nuestros placeres, que
podemos considerarla como dispensadora de los mismos
benefidos, aunque bajo diferentes formas. Ella sirve
de atractivoála verdad para hacerla amable, á de velo
pora defenderla ; eoseña á la infancia en las escuelas,
de^tíerta y dirige la sensibilidad en la juventud, enno-
tdece el espíritu con sus máximas , le engrandece con
sns cuadros , siembra de flores el camino de la virtud, y
ubre el templo de la ^oría al beroismo. Tantas ventajas,
unidas á tonto halago, han excitado en los hombres una
admiración y una p^titud eternas.
So ocupación primaria y esencial es pintar i la natu-
raleza para agradar, como la de la filosoRa explicar sus
fenémeaos para instruir. Aaf , mientras qne el fll<}sofo,
obterraodo l«s astros, indaga ins propordones, sus
dMandot; \u ngUi de *n movimiento, el poeta los
contempla, 7 traslada á nu v«noi 9I efecto que enau
unaginacion y en st» seni
lian, la armonía que reln
que dispensan a la tierra,
y debidamente el objeta
cuando, por la prontitud
géneros , no parezca tan )
lariáiima vaga d elcue
el halaga de una rimaint
me , hasta la armenia y e
dros complicados ysubli
desde el carro y las heces
pectácnlo que ofrecen la
tancia es inmensa , y sota
EOS mayores de la aplicac
Algunas nadoues fan
con mas prontitud, y pa
queza de los primeros e¡
mientas mas grandes y <
Tal fué la suerte de la Gr
sfa , contando apenas alj
crece y se eleva hasta el [
les poemas de Homero. 1
y perfecdon, fué la de la
dio de la noche de Eos si{
ilustradon romana, part
trarca, trayendo consigo
gusto. Otros pueblos tt
enleros con la rudeza y li
bles mas tarde i los hala)
nía ; y la perfección, en e
hres conseguiria , es coDi
tiempo ; de fatiga. Una g
deraas se halla en este
cantar también i nuestra
Precedió aqui, como (
escrito i la prosa , sienc
mediados del siglo in, e
en castellano, y al misn
poesía. Comenzaba ya en
sien de lenguas causada
ros del norte , i tomar
que después habia de p
majestad en loi escritos
1f
. i
IM OBRAS COMPLETAS DE DON
Cervantes y Mariana. A considerar la obra por el argu-
mento solOy pocas habría que la aventajasen^ del mismo
modo que pocos guerreros podrían disputar á Rodrigo
de Vivar la palma de las proezas y el heroísmo. Su glo-
ria , que eclipsó entonces la de todos los reyes de su
tíempOy ha pasado de siglo en siglo hasta ahora , por
medio de la infinidad de fábulas que la admiración ig-
norante bu acumulado en su historia. Consignada en
poemas, en tragedias , en comedias, en canciones po-
pulares, su memoria, semejante á la de Aquíles, ha
tenido la suerte de herir fuertemente y ocupar la fan-
tasía; mas el héroe castellano, superior sin duda al
griego en esfuerzo y en virtudes, ha tenido la desgra-
cia de no encontrar un Homero.
Ni era posible encontrarle al tiempo en que el rudo
escritor de aquel poema se puso á componerle. Con
una lengua informe todavía, dura en sus terminaciones,
viciosa en su construcción , desnuda de toda cultura y
armonía ; con una versificación sin medida cierta y sin
consonancias marcadas; con un estilo Ueno de pleo-
nasmos viciosos y de puerilidades ridiculas , falto de las
galas con que la imaginación y la elegaucia le adornan,
¿cómo era posible hacer una obra de verdadera poesía,
en que se ocupasen dulcemente el espíritu y el oido?
No está,sin embargo, tan falto de talento el escritor, que
de cuando en cuando no manifieste alguna intención
poética , ya en la invención, ya en los pensamientos , y
ya en las expresiones. Si, como sospecha don Tomás
Sánchez, editor de este y de otros poemas anteriores
al siglo iT, no faltan al del Cid mas que algunos versos
del principio , no deja de ser una muestra de juicio en
el autor haber descargado su obra de todas las particu-
laridades de la vida de su héroe anteriores al destierro
que le intimó el rey Alfonso VI. Entonces empieza la
Terdadera gloria de Rodrigo, y desde allí empieza el
poema; contando después sus guerras con los moros y
con el conde de Barcelona , sus conquistas, la toma de
Valencia, su reconciliación con el Rey, la afrenta hecha
á sus hijas por los infantes de Carrion , la solemne re-
paración y venganza que el Cid toma de ella, su enlace
con las casas reales de Aragón y de Navarra , donde fi-
naliza la obra, indicando ligeramente la época del fa-
llecimiento del héroe. En la serie de su cuento no le
faltan al escritor vivacidad é interés, usa mucho del
diálogo, y á veces presenta cuadros que no dejan de
tener mérito en su composición y artificio. Tal es, entre
otros, la despedida de Rodrigo y Jimena en San Pedro
de Cárdena , cuando él parte á cumplir su destierro.
Jimena, postrada en las gradas del altar donde se cele-
bra el oficio divino, hace al Eterno una oración pi-
diendo por su esposo, que concluye así :
Tú eres Rey de los reyes é de todo el mando padre :
A ti adoro é creo de toda voluntad ,
E mego á sao Peydro que me ayude á rogar
Por mió Cid el Campeador que Dios le curie de mal ,
Guando hoy nos partimos , en vida nos fxL yuntar,
La oración fecha la misa acabada la han :
Salieron de la Bglesia, ya quieren cavalgar.
MANUEL iOSÉ QUINTANA.
El Cid i doña Ximena ibala abrazar,
Doña Ximena al Cid la manol' va á besar,
Lorando de los ojos que non sabe que se Dar,
E él á las niñas tornólas á catar^
A Dios vos aoomiendo, fijas ,
E á la mugíer é al Padre spiritual.
Agora nos partimos , Dios sabe el ayuntar :
Lorando de los oíos que non vi estes & tal :
Asís* parten unos d*otros como la uña de la carne.
Mío Cid con los sos vasaUos pensó de cavalgar,
A todos esperando, la cabeza tornando va.
A tan grand sabor fabló Minaya Alvar Fanez :
Cid, ¿do son vuestros esfuerzos?
En buen ora nasqueistes de madre :
Pensemos de ir nuestra via, esto sea de vagar :
Aun todos estos duelos en gozo se tomarán ;
Dios , que nos dio las almas , consejo nos dará.
Hay sin duda gran distancia entre esta despedida y
la de Héctor y Andrómaca en la Iliada; pero es siemr
pre grata la pintura de la sensibilidad de un héroe al
tiempo que se separa de su familia , es bello aquel vol-
ver la cabeza alejándose, y que entonces le esfuercen
y conhorten los mismos á quienes da el ejemplo del es-
fuerzo y la constancia en las batallas. Aun es mejor, en
mi dictamen , por su graduación dramática y su arti-
ficio, el acto de acusación que el Cid intenta á sus ale-
vosos yernos delante de las Cortes congregadas á este
fin. El choque primero de los Infantes y los campeones
de Rodrigo en el palenque no deja de tener animación
y aun estilo.
Abrazan los escudos delant* los corazones,
Abaxan las lanzas abueltas con los pendones ,
Encunaban las caras sobre los arzones,
Batien los caballos con los espolones ,
Tembrar qnerie la tierra dod* eran movedores.
*.•*..■...... .*••••
Martín AntoUnez mano metió al espada :
Relumbra tod* el campo.
No ha quedado noticia de quién fué autor de este
primer vagido de nuestra poesía. En el siglo siguiente
florecieron dos escritores , en quienes se descubre ya el
adelantamiento y progresos que habían hecho la ver-
sificación y la lengua. Una y otra tienen en los poe-
mas sagrados de don Gonzalo de Berceo, y en el de
Alejandro, de JuanLorenzo, mas fluidez, mas trabazón,
y formas determinadas. La marcha de estos autores,
aunque penosa , no es tan arrastrada y seca como la del
poema precedente. La diferencia que hay entre los des
poetas posteriores es que Berceo, por la naturaleza de
sus argumentos, la mayor parte leyendas de santos,
fuera de su narración y de algunos consejos morales,
consiguientes al estado que tenia y á la materia que
trataba , no presenta riqueza de erudición , ni variedad
de conocimientos, ni fantasía en la invención. Juan Lo-
renzo, al contrario, se eleva mas con su asunto, y mani-
fiesta una instrucción tan eitensa en historia, mitolo-
gía y filosofía moral, que hace á su obra ser la mas im-
portante de cuantas se escribieron en aquella época.
Los versos siguientes sobre un objeto mismo pueden
ser muestra del estilo de uno y otro.
/
r
PARTE PRIUEftA.
To, miestro Gómalo de Berceo nomnado,
Tendo eo ramería , caeei eo nn prado
Verde £ bien sencido, de flores bien poblado.
Logar cobdiciadvero para un borne caosado.
Daban olor sobeio Ue Dores bien olieotea,
HefrescabiD en borne las caras é las mientes.
Manaban cada canto rúenles claras corrientes,
Eo veraDO bien frías , en hibierno calientes.
(Biaaa.)
El mes era de Hajo, nn tiempo glorioso,
Cuando bcen las aves un solai deleitoso,
Son tesiidos los pndos de vestido fennoso.
Da suspiros la duenot , la tfue Doa ba esposo.
Tiempo dolce é sabroso por bastir casamientos,
Ca lo lempran las flores é los sabrosos Tientos ,
Cantan ba doncellas, soomnchast convientoa.
Facen anas i otras buenos prannnciamientos.
Andan moiasévieiascoblertas en amores,
Tan coger por la siesta i los prados las flores ,
Dicen unas É otras : bonossoa los amores,
Y aqaeltoa plus tierno* tiénense por m^ores.
tLoatna.)
Reinaba entonces en Castilla Alfonso X, príncipe á
qaiea la fortuna, para completaran gloria, debió darme-
jores hijos j vasallos menos feroces. La posteridad le
ba puesto el sobrenombre de Sabio , y sin duda alguna
le merecia el hombre extraordinario que en un siglo de
tinieblas pudo reunir en sí las miras paternales y be-
néBcasde legislador, las combinaciones profundas de
nulemático y astrónomo, el talento y conocimientos de
historiador y los laureles de poeta. El fué quien puso
en el debido honor la lengua patria, cuando mondó que
te extendiesen en ella los instrumentos públicos, que
antes ge escribían en latín. Mariana, poco favorable d
est« rey, asegura que esta providencia /ué la causa de
la [oxjfnnda ignorancia que se siguió después. Pero ¿qué
u sabia antes? El latin de que se usaba era tonto y mas
birlnro que el romance ; los nuevos usos i que este te
aplicaba por aquella resolución , la dignidad y aulorí-
Áá que adquiría , era fuerza que influyesen en su cul-
tura, pulimentoyi^ogresos.jPuede por ventura creerse
que estas utilidades de la lengua no tuTÍerou inOujo
ninguno literario, 6 que hay ilustración y literatura
nacional cuando la lengua propia no se cultiva? Con-
sidérese pues la aserción de Hariana como faija de las
preocupaciones nn poco pedantescas del siglo en que
nvia; y nosotros, aun prescindiendo de la convenien-
da política de dicba ley, mirémosla como una de las
causas que, influyendo en la mejora de la lengua, dabid
también influir en el edelaulamiento de nuestra poesía.
Hay nn libro entero de cantigas 6 letras para caih-
taiu, compuestas en dialecto gallego por este rey, de
que pneden vene muestras en los anales da SeotUa, de
Ortá de Zúoiga ; otro Intitulado El Taoro, que es un
tratododepiedrafilosohl, alo que se cree, paca basta
ahora no te ha podido en gran parte descifrar; y tam-
bién •• le atrünye el de las QuatitoM, del ctial no le
OOBsemn mas que dos ettancioi. Uno y otro eitán es-
critM «1 veno* de doce iHabas, con lo* cimsoDantea
cnsadM : vsnifieacion áqneie dié el nombre de co>
-LITERATURA,
pías de arle mayor,
miento para la poe
verso alejandrino u
insufrible por su m
los versos que van c
za el libro de El Ti.
Llegó pues
Qnen tierra di
E con su sabo
Notos los case
Los astros] ni
Por disposidc
Bien fuesen ai
Codicia del
Mi pluma é m
Postrada la al
Ca tanto pode
Con ruegos l<
E se la mandé
Averes,bciei
Allileottedt
Repúsome I
Itagñervos,!
NiHi paro yo a
De oro nln pli
Serviros, se5<
Canon busco
E vuestros lii
Que vuestro i
De las mis ]
E llegada al p
El físico astr<
Eimt fuelle
E habiendo a
En los movln
Siempre le to
Ca siempre i
Todavía son mej
las dos coplu con
nilat.
A ti, Di#go
Connana é ai
Lo qne i mia
Enliendo dec
A 11, que qui
Por las mi as
Mi péndola y
Ca grita dolii
Emperador d
Aquel que la
E Reinas ped
SI qae de ha
Diei mil de i
Et que acata*
Foé por sus '
Parece que hay
sos y versos, entn
que para encontra
igual mérito, asi ei
preciso soltar caai
de Henal.
OBRAS COMPLETAS DE DON MANUEL JOSÉ QUINTANA.
128
Si el molimiento que dio este gran rey á Jas letras
hubiera sido auxiliado por sus sucesores , la ilustración
española, contando dos siglos de antelación, contaría
tambion mas grados de perfección y mas ríquezas. No
lo consintió la naturaleza feroz de aquellos tiempos
crutiles. Empezó ¿ arder la llama de la guerra civil en
los últimos años de Alfonso con la desobediencia y al-
zamiento de su hijo, y siguió casi sin interrupción por
un siglo entero, hasta que llegó al último grado de atro-
cidad y de horrores en el reinado borrascoso y terrible
de Pedro. Los hombres de Castilla en esta miserable
época parece que no tenian espíritu sino para aborre-
cer, ni brazos sino para destruir. ¿Cómo era posible
que en medio de la agitación de aquellas turbulencias
pudiese lucir tranquílamete la antorcha del ingenio,
ni oírse los cantos de las musas? Asi es que solo se
cuenta en ella un cortísimo número de poetas : Juan
Ruiz, arcipreste de Hita; el infante don Juan Manuel,
autor del Conde Lucanar; el judio don Santo, y Ayala
el cronista. Los versos de estos escritores unos se han
perdido, otros existen todavía inéditos ; habiendo sa-
lido solamente ¿ la luz pública los del Arcipreste, que
por fortuna son tal Tez los mas dignos de conocerse*
El argumento de sus poesías es la historía de sus
amores, interpolada con apólogos, alegorías, cuentos,
sátiras , refranes , y aun devociones. Vencía este autor
¿ todos los anteriores, y pocos le aventajaron después,
en facultad de iaventar, en vivacidad de fantasía y de
ingenio, en abundancia de chistes y de sales ; y si hu-
biera tenido cuenta con elegir ó seguir metros mas de-
terminados y fijos, y su dicción fuera menos informe y
pesada, esta obra sería uno de los monumentos mas
curiosos de la edad media. Pero la rudeza de las formas
exteríores hace insufrible su lectura. Sean muestras de
su versificación y estilo las coplas siguientes, en que el
poeta pide á Venus que interponga su favor para con
una dama á quien amaba , la cual era , según la pinta,
De talle muy apuesta , de gestos amorosa ,
Donegil muy lozana , plasentera et fermosa ,
Cortés et mesurada » falaguera , donosa ,
Graciosa et risueña , amor de toda cosa...
Señora doña Venus, muger de don Amor,
Noble dueña , omillome yo vuestro servidor,
De todas cosas sodes vos el Amor señor.
Todos vos obedescen como á su faoedor.
Reyes, duques , et condes , é toda criatura
Vos temen é vos sirven como á Tuestra fecbura,
Gomplid los mios deseos , é dadme dicha é ventura,
Non me seades escasa, nin esquiva, nin dora...
So ferído é llagado, de un dardo so perdido,
En el corazón lo trayo encerrado et escondido ;
Non oso mostrar la laga , matarme ha si la olvido,
E aun desir non oso el nombre de quien me ha ferído.
El color he perdido, mis sesofrdesfiíllescen ,
La fiDierza non la tengo, mis ojos non parescen.
Si vos non me valedes, mis miembros desfallecen.
seat» la venlflaclaa j el isafaala fanu aaa presaadoa mwf
tnuf i (jívor da «ita opiatoa.
Venus, entre otros consejos, le dice :
Toda mujer que mucho otea , ó es rísnefia ,
DU' sin miedo tus ooitas, non te embargue vergüeña,
Apenas de mil una te desprecie...
Si la primera onda de la mar airada
Espantase al marinero cuando viene turbada,
Nunca en la mar entrarie con su nave ferrada.
Non te espante la dueña la primera vegada.
Con arte se quebrantan los corazones duros,
Témanse las cibdades , derribanse los muros ,
Caen las torres altas, álzanse pesos duros,
Por arte juran muchos , por arte son peijuros !
Por arte los pescados se toman so las ondas, etc.
Podríanse citar otros trozos mucho mas picante*:,
entre ellos la descripción del poder del dinero , que ti(!-
ne una mordacidad y una libertad de que difícilmente
se hallarán ejemplos en otros escritores de dentro y
fuera de España en aquel tiempo , aunque entrase en la
comparación el independiente Dante; ó la chistosa apo-
logía y alabanza de las mujeres chicas, que empieza :
Quiero vos abreviar la predicación ;
Que siempre me pagué de pequeño sermón,
£ de dueña pequeña , et de breve rason ;
Ca de poco et bien dicho se a6nca el corazón , etc.
Pero bastan á mi propósito los ejemplos citados. Alguna
vez el poeta , cansado acaso de la monotonía y pesadez,
varia del metro que generalmente usa, y introduce otra
combinación de rimas en cantigas que mezcla con su
narración ; como , por ejemplo , la siguiente :
Cerca la tablada
La sierra pasada
Fallem con aldara
A la madrugada.
Encima del puerto
Coidé ser muerto
De nieve é de frió ;
E de ese roció,
E de grand helada*
A la decida
Di una corrida ,
Fallé una serrana,
Fermosa, lozana,
E bien colorada.
Dixe yo á ella :
Homillome, bella, etc.
Don Tomás Antonio Sánchez ha publicado ks obras
de casi todos los autores mencionados con ilustracio-
nes excelentes , así para dar noticia de ellos como pare
la inteligencia del texto, que la ancianidad y rudeza del
lenguaje y los vicios de los códices han oscurecido á por-
fía. Allí están como en una armería estas venerables
antiguallas: objetos preciosos de curiosidad pare eleru*
dito, de investigacionea para el gramático, de observa-
ción pan el filósofo y el historiador; pero que el poo
u, sin gastar tiempo en estudiarios, saluda con reapeto^
como á la cuna de lu lengua y do su arte.
W
:- ' , v^^
PASTE PRIHEBA.'
I huU A üempo da GinlliM.
Dtan ya mas formados y vigorosos
Mr los poelas del siglo iv^ ; do es
reso li se atiende i la muche-
LCias que entonces concurrieron
«la- Los juegos florales, estable-
iadosdelsiglo anterior, y traídos
in i sus estados ea fines del mís-
iiiios que coulendian porganarlos
estas solemnidades, lasceremo-
S, la COQsislencia y coosideracion
', la aflcion de los principes , los
meralmente conocidos, las luces
[odas parles y deshacían la cali-
} siglos bárbaros, la imitacioa de
cy mas pronta, se habia ilustrado
uyó poderosamente i la acogida
primera que se cultiva cuandolos
u cÍTílizacJon. Asi al echar la vis-
[lioneros, donde están recogidas
ca,loprimeroqueseadmiraesla
Lores, j lo segundo su calidad.
;e camplacia mucho ea oir los de-
s también rimaba , iotrodujoeste
:si todos los grandes, á imitación
e cultirabau. Coplas hacia el coa-
oplas el duque de Arjoua, coplas
idaVillena, coplas el marqués de
Bu, otros ciento tanto 6 mas ilus-
liadadoálaTersiñcacioneremu-
i que la de los siglos anteriores
de arta mayor y los versos octo-
Bi rasUdiosa dd alejandñno ; las
mas agradablemente el oido, yoo
oseras martilladas del sonsonete
lerlodo poético mas despejado y
ido en cuando al espíritu con las
acia y la elegancia. Suavizóse un
nteque elaile tenia, y dejando los
mdasde devoción y la serie pesa-
iptosárídos y secas sentencias , se
UBI proporcionados i sus fuerzas;
y el tono de la elegía eran lo que
sentía en sus acentos. En fia, la
es latinos, mas generafizada ya,
ees el modo de imitar, otras les
es, símiles y eiomacioneE con que
mero de poetas que entonces Ho-
escuella sobre todos, por e) talen-
de sus escritos, es Juan de Mena.
rínla el monumento mas intere-
it en aquel siglo, y con él dejó
tro esoiloraa. El poeti eo esta
-LITERATURA,
obra se supone con el i
de la fortuna, y al tiei
la empresa se le aparee
en el palacio de aquel
de maestra. AD! prim
cripcion geográfica lii
tres grandes ruedas c
tiempos pasados , pres
compone de siete cfr
Influjo que los síüle pl
hombres, por las incl
uno hay gentes innumc
del planeta í quien el
luna, los guerreros d
delosdemás. Laruedi
vimiento, ¡as otras de
bre un velo de tal moi
£ imágenes de liombreí
cebida la obra bajo est
siete úrdenes;ye]poet
versando con la Provit
importantes de que l¡(
lebres, asigna susca
historia, mitología y I
ce de cuando en cuan
tes para la conducta i
blos. Asi, el Laberiw
coplas frivolas úinsigt
que atenderes al artif
be ser mirado como la
en toda la extensión qi
el depósito de todo lo i
Si la iovencion de
grandiosidad y filosofl
nuestro paela,suméri
selepucUeranegareld
cipal. Pero siendo ya c
bles visiones de Dant
esfuerzo de espíritu ni
mentó del ¿o&m'nío a
hecho Mena masque i
elsitiodela escena ei
Los pensamientos son
yhonestas.Selevetoi
far aquí al monarca <
leyes no sean telas de i
mente á los grandes r
pedirle querepríma el
los lares domésticos, i
dignarse de la barbaí
libros de don Euriqut
rf H
'«i
•I
í'i
Ȓr
\^ ObHAS COMPLETAS DE bON
tragos 7 desórdenes de Castilla , como castigo del repo-
so en que los grandes dejaban á los infieles, por atender
solamente á su ambición y á su codicia.
Los pedazos que tan al frente de esta colección mani-
festarán el carácter de su fantasía , de su versiGcacion,
de su estilo y su lenguaje. El se expresa generalmen-
te con mas fuerza y energía que gracia y delicadeza;
su marcha es desigual, sus Tersos, á veces valientes y
numerosos , decaen otras por falta de cadencia y de me-
dida; su estilo, animado, vivo y natural en partes, de
cuando en cuando toca en hinchado ó en trivial ; en fin,
la lengua en sus manos es una esclava que tiene que
obedecerle y seguir de grado ó fuerza el impulso que le
da el poeta. Ninguno ha manifestado en esta parte ma-
yor osadía ni pretensiones mas altas : él suprime síla-
bas , modifica la frase á su arbitrio , alarga ó acorta las
palabras , y cuando en su lengua no halla las voces ó los
modos de decir que necesita, acude á buscarlos en el
latín, en el francés, en el italiano, en donde puede.
Aun no acabado de formar el idioma , prestaba ocasión
y oportunidad para estas liceucias, que se hubieran con-
vertido en privilegios de la lengua poética si hubieran
sido mayores las talentos de aquel escritor y mas per-
manente su crédito. Los poetas de la edad siguiente,
puliendo la rudeza de la dicción , haciendo una innova-
ción en los metros y en los asuntos de sus composiciones»
no conservaron la noble libertad y las adquisiciones que
en favor de la lengua habian hecho sus antecesores*
Si en esto los hubieran seguido , el lenguaje castellano,
y sobre todo el lenguaje poético, tan numeroso, tan
varío, tan majestuoso y elegante, no envidiaría flexi-
bilidad y riqueza á otro ninguno.
El Laberinto ha tenido lasuerte de todas lasobrasque,
saliendo de la esfera común , forman época en un arte.
Se ha impreso y reimpreso diferentes veces, muchos le
han imitado, y algunos críticos respetables le comen-
taron, entre ellos el Brócense. Así ha pasado hasta nos-
otros, si no leido en su totalidad con placer, por la ru-
deza del lenguaje y monotonía de la versificación, por
lo menos registrado con gusto , citado con oportunidad
y mentado siempre con estimación. Mayor respeto se
hubiera concillado si el autor, al proponerse escríbhr
sobre las cosas de su tiempo, se manifestase mas ajeno
y distante de las maquinaciones y partidos que enton-
ces habia en Castilla. Este era el medio de verlas mejor
y de juzgarlas con mas independencia. Juan de Mena á
la verdad no era continuo en la corte; pero el cronista
del Rey, el amigo de don Alvaro de Luna, el corresponsal
de los principales señores, no podía llenar debidamen-
te la obligación que habia tomado sobre sí. El poema
que hoy hada debía verse mañana por el Condestable,
por el Almirante, por el marqués de Santillana, ó por
cualquiera délos demás ríeos-hombres, todos aficiona-
^ I
Otilo 0D Ateott los libros SatldM
Ove de Protáfons te reprobaren,
Con eerlBotii mam te qvenaraa
Cviiido ti Seatát Jit lunta ItUot*
llAÑUÉL JOSÉ OtlNTANA.
dos á la poesía , pero mas opuestos todavía entre s( eñ
gustos, intereses y pasiones. ¿Cómo era posible explicar-
se con entereza y verdad 1? Así es que su vigoroso espi-
rítu, no empleando mas que la mitad de su fuerza, se
quedó muy lejos de la dignidad y altura á que de otro
modo pudiera fácilmente elevarse.
Los otros poetas mas distinguidos de este siglo fue-
ron el marqués de Santillana, uno de los caballeros mas
generosos y valientes que hubo en él, hombre docto
y poeta fácil y dulce en los amores, cuerdo y grave
en las sentencias; Jorge Manrique, que floreció después
y que en sus coplas á la muerte de su padre dejó el tro-
zo de poesía mas regular y puramente escrito de aquel
tiempo; Garci Sánchez de Badajoz, que escribió co-
plas con mucho calory agudeza; en fin, Maclas, ante-
rior á todos , autor de solas cuatro canciones , pero que
no será olvidado jamás, por sus amores y muerte deplo-
rable ^.
Se engañaría cualquiera que buscase en los Cancio*
ñeros antiguos una poesía constantemente animada, in-
teresante y agradable. Después de haber visto tal cual
composición en que la indulgencia con que se lee suple
á las veces por el mérito que le falta , el libro se cae de
las manos y no se vuelve á coger con facilidad. Es cier-
* El mismo da á entender en sn obra la eirconspeedon y re-
serva á qoe se vela obligado. Véase la Orden de Mercurio, eopla 93;
y It epistola SO del CeuUm ephtoiarU del baehiller Cfbdad Retí,
t Hacías era gentilbombre del maestre don Enriqne de Vlllent.
Entre las damas qne senfi?n á este sefior, habia una de qnien se
prendó el poeta, y de cayo amor no pudieron arrancarle ni el verla
casada con otro , ni las reprensiones del Maestre , ni» en fin, la prí.
sion en qne este le mandó custodiar. El esposo, lleno de celos, se
concertó con el alcaide de la torre en qne estaba sa rival, y halló
modo de arrojarle por vna ventana la lanza qne llevaba y atravc-
sarle con ella. Cantaba entonces Macfas ana de las canciones que
habia hecho á sn dama , y así espiró con el nombre de ella y del
amor en los labios. Las dos calidades de trovador y de amante, uni-
das en él, le hicieron «n objeto solemne y casi religioso entre ios
poetas del tiempo. Los mas de ellos le celebraron , y sn nombre , i
qne se nnió el dictado de enamorado , quedó como proverbial para
designar la ftnen de los amantes. No dtsgnstari i los lectores ver
aqnilts eoplu que Mena le destinó en el Laberatto.
Tanto anduvimos el cerco mirando
K que nos bailamos con nuestro Macfas,
T vimos qne estaba llorando los días
En que de sn vida tomó fln amando :
Llegué mas acerca , tnrbado yo, cuando
Vi ser un tal hombre de nuestra nacioi.,
T vi que decía tal triste canción ,
En elegiaco verso cantando :
«Amores me dieron corona de amores
Para que mi nombre por mas bocas ande»
Entonces no era mi mal menos grande
Cuando me daban placer sus dolores :
Vencen el seso sus dulces errores ,
Mas no duran siempre según luego aplacen,
T pues me hicieron del mal qne vos hacen.
Sabed al amor desamar , amadores.
« Huid no peligro tan apasionado.
Sabed ser alegres, dejad de ser tristes.
Sabed deservir d quien tanto tervistes,
A otro qoe á amores dad vuestro cuidado;
Los cuales si fuesen por un Igual grado
Sus pocos placeres según su dolor.
No se quejan ningún amador
NI desesperara ningún desamado.
•Bien como cuando algún malbeehor
Al tiempo que hacen de otro Justicia »
Temor de la pena le pone cobdicia
De aiU en adelante vivir ya ne|or;
Mas desqne pasado por tqntl temor,
Tnelve á %^% vicios como de primero ,
Aii me volvieron A do desespero
Anoret qat quieren que muera amador.»
PARTE PRIKERA,
M encuentra un pensamiento
oportuna y una copla bien cons-
) se tropieza con puerilidades,
■ersos iotormes, rimas indeter-
al escritor con la dureza de la
le la veisiGcacian ; y á pesar de
vencido de ta diflcultad , no ati-
eipresion ní con la bella anno-
ÜMn á Virgilio, Horacio, Ot¡-
oetas Bnt¡([Uos; pero si i veces
oportunidad , mas frecueote-
cture pa ra alusión es incoheren-
Iwcer ostentacioQ de pueril é
»*, No acertaban á imitar de
planes y el admirable artificia
dones sabían desenTol«er y tí-
, y sostener y graduar el efecto
el fin. Por último, los versos,
|ue los del tiempo antiguo, te~
tute de ia monotonia, y de no
'aríedad, elevación y grandeta
>dos poéticos, según laBimige-
ntos que
OlTld>ri.
Slods Hi torotn niidg
RTiKideiTiniioia,
SardanipilD inlmasi),
TorjiB Silomon ( rudo ;
Ki inü Ucnpo ana ñ,
Conm rriahin
I^.Mid
Him ,
AntlcDle Sdili é foiou,
BSeUmpoMrt;
AnlM Me el Inuao mío
Se ptrllcM
Del tn Biido t Milorio,
Hin podlfie.
Lú lene ngnt btrlm
Anlet pM con todo límenla,
Uilirtn Ui innu enento.
Lo* ntre* t« etoUrta;
Otri alrDaí,
Ca laereí ctrinMi,
E ja 10 Derro, lelori.
K me Uní teda hon
Con lolno id noD (ngldi.
Pero non u Dintllle ,
Citderoi
Sq^ode b* BiJuM
Deile Girdligo
Se atribuye genera I mci
cion en nuestra poesía de
la versiGcBcion italiana, j
de Venedaen España, ac
que, empezada por él, y sf
Acuña, Cetina y otros bue
te mudar de semblante el
nociesen antes de él los e
algunos en el (^ondeZ'Ucaí
marqués de Santillana en
tos al modo que los itali
liabian tenido consecuenc
Filé cuando se dedicaron ;
versificación. Ysi bien yt
esto la relación intima qi
entre las dos naciones, q
mediano como Boscan , t(
glorioso para él haber sido
y contribuir coa su ejem|
certa.
Pero los que se liallabaí
tigua , levantaron al insta
cion, y trataron á sus bul
yalevososíIapolria.Alfre
nejo, en las sátiras que esc
{que así los llamaban), (
que Lulero introducía ei
comparecer en el otro m
ante el tribunal de Juan
otros trovadores del ttem
el juicio y condenación di
supone que Boscan dice n
lava delante de sus jueces
IiuDdelIeBa,c
La nuera Iroba pi
Contentamiento i
Caso que le sonri
Como de cosa sat
y d^: según la p
Once silabas por !
No hallo causa pe
Se tenga por cosa
Pn es yo también!
[km Jwge dijo :
Necesidad ni rati
De vestir nuestro
Pe copias que por
Van diciendo su fi
Nuestra lengna ei
De la clsrt breveí
y esta trova i tai
Por el contrario d
Obscura prolijlda
t^rtagena dyo
Como práctico en
CoalabwKidei
No nos ganaren el
EtU» nnevoa (roí
iü
bhtíÁ& GOMPLEtAS fifi DON
Muy melancólicas son
Estas troyas 4 mi ver,
En&dosas de leer.
Tardías de reladon ,
Y enemigas de placer.
Si Juan de Mena y Manrique hubieran podido mani-
festar entonces algún sentimiento, fuera el de no ha-
llar establecida ya la Tersilicacion nueva cuando escri-
bieron; el genio fogoso y atrevido del uno, el grave y
sesudo del otro habrían hallado para la eipresion de
sus pensamientos y pinturas un instrumento á propósito
en el endecasílabo. Hubieran conocido al instante que
las coplas de arte mayor, reducidas á sus elementos»
eran una combinación continua y cansada de versos de
seis silabas; que los octosilabos aconsonantados ser-
vían mas para el epigrama y el madrigal que para la
grande poesía; y que las coplas de pié quebrado, esen-
cialmente opuestas á toda armonía y á todo placer, no
debían sostenerse* Esto no lo podía conocer Castillejo :
escribía sí la lengua castellana con propiedad, facili-
dad y pureza ; pero el numen , la invención , las imáge-
nes altas y animadas, la fuerza del pensamiento, el ca-
lor de los afectos, la variedad , la armonía; todas estas
dotes , sin las cuales , ó á lo menos sin muchas de ellas,
nadie es considerado poeta , todas le faltaban. Así, no
es de extrañar que, encastillado en sus coplas, suficien-
tes para la expresión de los pensamientos agudos é in-
geniosos en que abundaba, desconociese la necesidad
que tenía nuestra poesía de la versificación nueva para
salir de su infancia. Esta tenia mas libertad y soltura,
daba oportunidad para variar las pausas y las cesuras,
y presentaba á la infinita variedad de formas que tiene
la imitación la muchedumbre de combinaciones que
puede recibir la colocación de los versos largos y cor-
tos. Tales ventajas se lograban con el nuevo sistema, y
todas fueron reconocidas por los nuevos ingenios que
las adoptaron ; pero para ello era preciso tener la cua-
lidad de poeta, y Gastill^o, rigorosamente hablando,
no (a tenia.
Esta circunstancia era para la disputa mucho mas
necesaria de lo que parece, pues aunque no hubiese la
grande diferencia que existia entre unos y otros me-
tros, siempre llevaría la palma aquel partido que pu-
siese en su favor mejores versos y composiciones mas
agradables. En tal posición el solo talento de Garcilaso
debia anonadar, como lo hizo, y convertir en polvo á
todos los copleros. ¡C!osa verdaderamente extraña, por
no decir admirable I Un joven que muere á la edad de
treinta y tres años , entregado ¿ la carrera de las armas,
sin estudios conocidos , con solo su particular talento,
auxiliado de su aplicación y buen gusto , saca de repente
á nuestra poesía de su infancia , la encamina felizmente
por las huellas de los antiguos y de los mas célebres
modernos que entonces se conocían ; y rivalizando á
veces con ellos, la engalana con arreos y sentimientos
propios, y la hace hablar un lenguaje puro , armonioso,
dulce y elegante. Su geniOi mas delicado y tierno que
UANOEL JOSft QUtNtANA.
fuerte y elevado , se hiclínó de preferencia I las imáge*
nes dulces del campo y á los senUmi«ito8 proinos de la
égloga y la elegía. Tenia una fantasía viva y amena, un
modo de pensar decoroso y noble, una sensibilidad ex-
quisita; y este feliz natural, ayudado del estudio de los
antiguos y de la comunicación con los italianos, pro*
dujo aquellas composiciones que, aunque tan pocas, se
concillaron al instante una estimación y un respeto que
los tiempos siguientes no han cesado de confirmar.
Desearan algunos que se hubiese entregado mas á sus
propias ideas y sentimientos; que estudiando igual-
mente á los antiguos , no se dejase llevar tanto del gusto
de traducirlos, y que no abandonase las imágenes y
afectos que su excelente talento le sugería, por las imá-
genes y afectos ajenos ; que ya que en la mayor parte es
un modelo de cultura y de elegancia, hubiera hecho des-
aparecer algunos rastros que tiene de la rudeza y des-
aliño antiguo ; por último , quisieran que la disposición
de sus églogas tuviese mas unidad , y hubiese mas co-
nexión entre las personas y objetos que intervienen en
ellas. Pero estos defectos no pueden contrapesar las mu-
chas bellezas que aquellas poesías contienen , y es prí-
vilegio concedido á todos los que abren una nueva car-
rera el poder errar sin que su gloria padezca. Garcilaso
es el primero que dio á nuestra poesía alas, gentileza y
gracia, y para esto se necesitaban mas talento y mas
fuerza, sin comparación alguna , que para evitar las fal-
tas en que la necesidad, su juventud y la flaqueza in-
dispensable en la naturaleza humana le hicieron caer.
A las prendas sobresalientes que tiene como poeta se
añade la de ser el escritor castellano que manejó en
aquel tiempo la lengua con mas propiedad y acierto.
Muchas voces y frases de sus contemporáneos , muchas
de otros autores posteriores han envejecido ya y des-
aparecido ; el lenguaje de Garcilaso, al contrarío, si so
exceptúan algunos italianismos que su continuo trato
con aquella nación le hizo contraer, está vivo y flore-
reciente aun , y apenas hay modo de decir suyo que no
se pueda usar oportunamente hoy día.
Tantas especies de mérito reunidas en un hombre
solo excitaron la admiración de su siglo, que le dio al
instante el título de príncipe de los poetas castellanos :
los extranjeros le llaman el Petrarca español; tres es-
critores célebres le han ilustrado y comentado, entre
ellos Fernando de Herrera ; infinitas veces se ha impre-
so , y todos los partidos y sectas poéticas le han respe-
tado. Sus bellos pasajes corren de boca en boca por to-
dos los que gustan de pensamientos tiernos y de imáge-
nes apacibles; y si no es el mas grande poeta castellano,
es el mas clásico á lo menos, el que se ha conciliado
mas aplauso y mas votos , aquel cuya reputación se ha
mantenido mas intacta , y que probablemente no pere-
cerá mientras haya lengua y poesía castellana.
El impulso dado por Garcilaso fué seguido de algu-
nos buenos ingenios de su tiempo , que fueron don Her-
nando de Acuña, Gutierre de Cetina, don Luis de Ha*
rO| don Diego de Mendoza y otros pocos; pero todof
PARTE PRIMERA,
; pnn encontrer an escritor «d
[un pToffvu es preciso bmcvle
Esle hombre doctísimo, nrsado
icion, ioteligetite ea las lenguas
iD relaciones de amistad i todos
> , fué u tío de los escritores á quie-
ta deliiú mas, por el nervio 7 pro-
íbia, j el quedióánuestrs poesía
do hasta él. Las caucioaes y so-
aban escritos en el tono elegiaco
irca , j sola su Flcr de Guido era
e se acercó mas al ctrdcter de la
.uis de LeoD, lleno de Horacio, i
estudiaba, tomó de él la marcija,
;odelaoda; y ea una dicción lia-
manifesur elcraciou , fuerza ^
n y su genio le iiiclinabaa mas ai
e al heroico , sin embargo de que
nanifieste lo que hubiera podido
pero en aquel dejó unas cuantas
« acercan mucho, si do igualan,
iropusD ipitar. Su principal mé-
las es el de [N'oducir peosamien-
rles, imágenes grandes, sen ten-
te le cuesten ningún esfuerzo, y
. La dicción y el estilo son ani-
antes, como que salen de un ma-
No es tan feliz en la versiücacion:
f gracioso en ella , carece de gra-
pocas veces por falta de número
écto se añade otro , mayor toda-
w es el deque nadie tiene menos
le abandona : línguido entonces
mueve ni enajena , y solo le que-
Kion y su esülo, que son sanos
cuando no tengan vida ni color.
yo pertenecen en mi opinión las
le la Torre, publicadas por Que-
udó entonces que estas obras fue-
ior el editor; pero casi en nues-
s mucho mérito (don Luis Velaz-
con un discurso al frente , en que
luccion de Quevedo, el cual ha-
«n nombre ajeno ens verso* ema-
lorancia eu que se esU de la calt-
del tal Francisco de la Torre; el
i^ega que había publicada, con el
s, poesías conocidamente suyos;
que creia ver Velazquez entre es-
levedo, con otras razones menos
os fandamentos de esta opinión,
iguió sin contradicción alguna.
10 pasan de meras conjeturas, que,
use en hecho ninguno positivo,
al instante que te examinan la na-
1 aquellas poesías. El que no sepa
le Queredo de los da Garciinso ú
.— IITERATÜBA.
otro cualquiera poe
drd conftindir con <
bastante prueba de
buscados en las obr
gar, confundidos e
tienen, si bien se n
supone. Para saber
Torre pueden ser ú
de leer las primera!
segundo las poesías
touces es cuando se
entre uno y otro , y(
los versos, ya las i
todo. No es posibli
equivocar jamás á 1
mente con lasques
Con efecto , esta;
son de tos frutos ma
tro Parnaso. Todas
samientos y su estil
ter, y guardan la p
dotea mas eminente
viveía y ternura de
risueña de la fanta
bido como é! saca
sentimientos tierno
cierva, un tronco 1
prenden , le conmu
ternura. Las ímitai
poesías abundan, ei
su carícter y estilo,
él. Es lástima que :
diese mayorcuidadt
por expresiones y 1
también la locuelo
cienes & omisiones
cuido y corrupción
echa de menos en t
del arte del diálogo
tuBciones de los ir
siente con tanta del
mismo, no acierta I
de en descripciones
san y fastidian.
Hasta ahora la pi
y sencillas que hábil
de León le dio algí
naba mas á loa argí
como son los que pi
Día ornamentos de
queza,ysulenguaj
jestuoso y brillante
tural, modesto y sei
que en su égloga de
nos versos sueltos
que con su Diana
novelas pastorales;
»mmm:
V/
Vks
>.>.
^<1-
V.
iív'.
A
.1
l^
<•<»
' ■ y m
'V'
k'^
134
OBRAS COMPLETAS DE DON MANUEL JOSfi Q13INTANA.
res que menos feliz que él en la invención le aventajó
muciko en los versos, y casi llegó á oscurecerle. Pero
pasando de estos escritores á los andaluces i, ya se ve
al arte mudar de gusto, tomar un tono mas elevado y
vehemente, enriquecery engalanarla dicción, y mani-
festar la intención de sorprender y arrebatar; en su-
' ma, aspirar al mena divinior atque os magna sonat^jh-
fum, por donde Horacio caracteriza Ja verdadera poesía.
Al frente de estos autores debe, sin disputa, nombrar-
se á Fernando de Herrera , hombre á quien la elocución
poética debe mas que á ninguno. Su talento era igual á
su estudio; y familiarizado con las lenguas latina, grie-
ga y hebrea , se dedicó , á imitación de los grandes es-
critores antiguos I á formar un lenguaje poético que
compitiese en pompa y riqueza con el que ellos usaron
en sus versos. Es verdad que ya no estaba él en la situa-
ción de Juan de Mena, y que no tenia facultades para
suprimir sílabas, sincopar frases, mudar terminacio-
nes. Esta parte física de la lengua estaba ya fijada por
Garcilaso y sus imitadores, y no podia sufrir altera-
ción. Pero la parto pintoresca podia recibir, y de hecho
recibió de él grandes mejoras : valióse mucho de las pa-
labras compuestas que ya liabia, introdujo otras nue-
vas, restableció muchos adjetivos olvidados, á que dio
nuevo vigor y frescura por la oportunidad con que los
aplicó, y usó, en fin, de mas frases y modos de decirse-
parados de la lengua usual y común que ningún otro
poeta. A este esmero añadió otro no menos esencial,
que fué el cuidado de pintar al oido, por medio de la
armom'a imitativa , haciendo que los sonidos tuviesen
analogía con la imagen. El los rompe ó los suspende,
los arrastra penosameute ó los precipita de golpe, ya
los hace rozarse con aspereza , ya tocarse con blandu-
ra ; en íiu , unas veces corren fluidos y fáciles , otras pe-
netran el oido con sosegada y apacible melodía. Estas
dotes que tienen los versos de Herrera en el mecanis-
mo de su lenguaje, los hacen disünguir de la prosa en
tal manera, que, descompuestos y rotos, perdida su
medida y su cadencia , son los que mas conservan el ca-
rácter pintoresco y divino que les dio el poeta.
Si de las formas exteriores se pasa á las dotes esen-
ciales, puede decirse que nadie sobrepuja á Herrera en
fuerza y osadía de imaginación , muy pocos en el ca-
lor y vivacidad de los afectos, y ninguno le iguala, si
se exceptúa á Rioja, en dignidad y en decoro. La ma-
yor parte de sus poesías se reducen á elegías, cancio-
nes y sonetos en el gusto de Petrarca. Fué este poeta el
primero que , separándose del modo con que los anti-
guos habían pintado al amor, dio á esta pasión un tono
mas ideal y mas sublime. El la acrisoló de la flaqueza
délos sentidos, convirtiéndola en una especie de reli-
gión, y redujo su actividad á estar conUnuamente ad-
mirando y adorando las perfecciones de la cosa amada,
á complacerse en sus penas y martirios y á contar los
«Lili de León , aonqoe natonl de Granada , se formó y virio
«B Saltaanea, y por eonsif niente , no contradice á esu obserra-
ctoageAcnd.
sacrificios y privaciones por otros tantos placeres. Her«
rera, apasionado toda su vida por la condesa de Gelves»
dio á su amor el heroísmo del amor platónico , y con los
nombres de Luz, de Sol, de Estrella y de Eliodora le
consagró una pasión fogosa, tierna y constante, pero
acompañada de tal respeto y tal decoro, que el pudor
no podía alarmarse de ella, ni la virtud ofenderse. En
todos los versos que dedicó á este objeto hay mas ado-
raciones, mas enajenación de sí mismo, que esperan-
zas y deseos. Tiene este gusto un inconveniente, que
es dar en una metafísica nada inteligible, en un alam-
bicamiento de penas, dolores y martirios muy distante
de la verdad y de la naturaleza , y que por lo mismo ni
interesa ni conmueve. A este mal , que de cuando en
cuando se deja notar en Herrera, se añade que su dic-
ción , demasiado estudiada y esmerada , peca casi siem-
pre por afectación , y no pocas veces por oscuridad. El
estilo y lenguaje del amor quieren ir mas descargados
y Ugeros para ser graciosos y delicados. Asi Herrera,
que sin duda amaba con vehemencia y con ternura, pa-
rece , al decir sus sentimientos , mas ocupado del modo
de expresarlos que del deseo de interesar con eUos; y á
esto debe atribuirse que sea de nuestros poetas el que
menos versos amorosos ha hecho propios para andar en
boca de las gentes.
Pero en donde esta dicción rica y poética luce á la
par de su imaginación ardiente y vigorosa es en la oda
elevada, donde Herrera, feliz imitador de la poesía grie-
ga, hebrea y latina, supo llenarse de su fuego y riva-
lizar con ella. Este género en su origen estaba muy dis-
tante de las ideas ordmarias. El poeta, poseído de una
exaltación que no estaba en su mano ni moderar ni re-
gir , cantaba sus versos junto á las aras de los templos,
en los teatros públicos, al frente de los ejércitos , en las
grandes solemnidades nacionales. El numen que le ins-
piraba le hacia volar entonces á otras regiones y ver
cosas escondidas al común de los hombres. Desde allí,
en un lenguiye de fuego y por todas sus circunstancias
maravilloso, hacia descender la verdad de lo alto eu
grandes y fuertes lecciones para los pueblos; abría las
puertas del destino, y anunciaba lo futuro; entonaba
himnos de gratitud y de alabanza á los dioses y á los
héroes, ó llenando de furor patriótico y guerrero á los
escuadrones armados, los llamaba á los combates y á la
victoria. En tal posición, el poeta lírico no debía pare-
cer un hombre como los demás : su agitación, su len-
guaje , los números á que le reducía , la música con quo
le cantaba, la audacia de sus figuras, la grandeza do
sus pensamientos , todo debía contribuir á considerarlo
en aquellos momentos de entusiasmo como un ser so-
brenatural, un intérprete de la divinidad, una sibila,
un profeta.
Tal fué en la antigüedad el carácter de la oda, que
después las nadónos modernas han introducido con mas
ó menos buen éxito en su poesía . Pero despojada del can*
to y alejada de las solemnidades y concurrencias nume-
rosas , no ha sido mas que un débilroflcyo de lainspira*
PARTE PRIMERA.
. Los gnniles poetas moder dos lian creído
tuirleeicanictereíalladoydiTiiioquctuvo
era preciso trasplantarla otra vez ul país
, j llenarla de los ideas , imágenes ; aun
15. Fué Herrera el primero que la coocibió
itros ; Horacio Labria adaptado con gusto
>0D Juan de Austria; el himao por la ba-
Dlo respira en todas partes aquel fogoso
j está adornado de las imágenes ricas y
las que caracterizan la poesía hebraica ; j
gíaca al Rey don Sebastian , animada del
u que el himno, está llena déla melanco-
1 que debia producir en una imaginaciou
laiústrofe miserable. Hasta en cauciones
ntes por su asunto y su composición se
Kados y dignos de Pitidaro , sobresaHeudo
I esmero en la dicción , aquella poesía do
cual jamás podrán confundirse tres Tersos
de olro DÍugun poeta. Sernrin de mues-
rte los siguientes sacados de su canción á
, que no es de las mejores.
6 el sagrado Bélis, de florida
i , 7 blandas esmeraldas llena
s perlas la ribera ondosa ,
o alzó la barba revestida
__ ._.e musgo, j removió en la ar&ia
El motibie cristal de la sombrosa
Gruta,; la Taz honrosa
UcjuDcus, caüas y coral ornada,
Tendió los cuernos húmidos, creciendo
La abundosa corriente dilatada ,
■u imperio en el Océano eiteodiendo.
Al citar Lope de Vega estos versos como un modelo
di: locución poética, tan opuesta á las cilravagancias
del culteranismo, lleno de entusiasmo, eiclamaba:
tiAqui no eicede ninguna lengua ú la nuestra, perdo-
nen la griega j latina. Nunca S« me aporU de los ojos
Fernando de Herrero. »
Sus paisanos le dieron el renombre de ZJívíno, y de
lodos los poetas castellanos á quienes se diú este titu-
lo, ninguno le mereció sino él. A pesar de esta gloria
y de las alabanzas de Lope , bu estilo y sus principios
tuvieron pocos imitadores entonces; y basta el resta-
blecimiento del buen gusto en nuestro tiempo no se
ha conocido bien el mérito eminente de su poesía, y la
necesidad de seguir sus huellas para elevar la lengua
poética sobre la lengua vulgar. Imitóle don Juan de Ai^
guijo en sus sonetos, descargando un poco el estilo del
Bicasivo ornato que tiene en Herrera; pero quien le
mejoró infinitamente mas fué Francisco de Rioja,se-
TÍUauo también como los otros dos, y discípulo de la
misma escuela , aunque floreció bastantes aüos después.
Igual en talento i Herrera, y superior en gusto, Rioja
hubiera fijado sin duda los verdaderos limites entre la
lengua prosaica y la poética ú hubiese eacrito mas ó
M conserraien sus composiciones. ¿Cómo es posible
que tm bondkre áe tan grande ingenio, y que virio tan-
Uw añoi , no eicribieaj mas qtu 01» caución, ana epb-
- LITERATURA,
tola , treco sílras y unos cuan!
creer es que sus escritos se pe
vicisitudes que tuvo su vida,
entre los muchos mo numen los
otros Inclmn todavía con el pol
suyo que lia quedado es sulicii
nos idea de su carácter poél
los otros por la nobleza y sever
la novedad y elección de los i
vehemencia de su entusiusoii
eicciencia del estilo, que es!
cion, elegante sin nimiedad, i
y adornado y rico sin ostcntaci
que le distingue parliculannei
construye sus períodos, los ci
h brevediid, ni se arrastran p
defecto grande y frecuente en
tas, cuyas cláusulas, no bien
aliento cuando se recitan. Biei
cas composiciones hay resabi
poetas del siglo xvi , y del fa
guíente; pero ademis de que
nerse presente que no limó él
para publicarlos : disculpa has
Por mucha importancia que s
drdn quitar la primacía que g(
ros poéticos las delicadas síIve
lica canción & las ruinas de I
cplslola moral ¿ Pablo.
Al último tercio del siglo xn
tas, célebres entonces, perod
ferior á los ya nombrados :Juai
ucea mas bien á la historia de
primeros corruptores se le cu
Barahona de Soto, autor del po
gélica, aplaudido mucho en su
ahora ; Pedro de Padilla , escr
pureza de la dicción y fluidez i
de í magia ación y de calor; yi
que menos señalados , no dej
progresosdelarte. Aestaépocí
pedes, pintor, escultor y pee
vas sobro la pintura respira fn
goroso y pintoresco de Virgili<
misma Vicente Espinel , ínv<
guitarra y de las décimas en li
nombre se llamaron Espinela
recia de gusto y de doctrina,
tanto despejoy pureza, tenia
oido, y sus períodos poéticos st
tos , Henos y sonoros , que no
estimación en que sus conten
su ejemplo contribuyó podera
sos mas facilidad , mas nAmer
M
OBRAS COMPLETAS DE DON MANUEL JOSÉ QUINTANA.
ARTICULO lY.
De los Argensolas y otros poetas hasta Góvgon*
Ninguno de los autores de este tiempo igualó á los
Argensolas en circunspección y en cordura , en facili-
dad de rimar , y en corrección y propiedad de lenguaje.
Son tan sobresalientes en esta úllima parte, que Lope
de Vega decía de ellos que habian venido á Castilla
desde Aragón á enseñar la lengua castellana. Su erudi-
ción, la severidad de su doctrina , sus conexiones , la
grande protección que les dispensó el conde do Lémos,
fueron las causas de aquella especie de magisterio que
ejercieron sobre sus contemporáneos , y de aquella su-
perioridad reconocida y confirmada por las alabanzas
que de todas partes se les prodigaban. Dióseles el título
de Horacios españoles, y siempre se le» reputó como
poetas de primer orden , conservando una opinión casi
tan intacta como la del mismo Gascilaso.
Sin intentar disminuir la justa estimación que se les
debo ni contender con sus muchos apasionados, yo di-
ría que su fama me parece mucho mayor que su méri-
to, y que si la lengua les debe mucho , por el esmero y
la propiedad con que la escribian , la poesía no tanto,
donde su reputación está al parecer mas afianzada en
los vicios que les faltan que en las virtudes que poseen.
£n el género lírico son fáciles, cultos, ingeniosos; pero
generalmente desnudos de entusiasmo, de grandiosi-
dad , de fantasía. Tampoco en los amores tienen la gra-
cia y la ternura que la poesía erótica pide, y si se ex-
ceptúa algún otro soneto de Lupercio , no puede citars€
en esta parte composición ninguna de ellos, que me-
rezca llamar la atención y encomendarse á la memo-
ria de los amantes. No hablaré de la Isabela y la Ale-
jandra , porque todos convienen , hasta los menos doc-
tos, que estas composiciones no tienen de tragedias
mas que el nombre y las muertes friamente atroces con
que se terminan. Su carácter sesudo, la índole de su
espíritu, mas ingenioso y discreto que florido y expansi-
vo , la sal y el gracejo que á veces sabían esparcir, te-
nían mas cabida en la poesía satírica y moral, donde
realmente han sido mas felices. Hay en ellos infinidad
d9 rasgos, preciosos algunos por la profundidad y va-
entía , y muchos por aquella ingeniosidad de pensa-
miento, aquella facilidad y propiedad de expresión que
bs constituye proverbiales.
Y el vulgo dloe bien que es desatino
El qae tiene de vidrio su tejado
Estíur apedreando el del vecino.
La grave autoridad de la moneda
Del áspero desden nanea ofendida,
Porque Jamás oyó respuesta aceda.
Los lechos oonyugales y aun las canas
Mandila vuestra industria ó las abrasa.
El agrai virginal da las alumnas
En las prensu arrcja aan no maduro
Shi aguardar ttrdanias imporionas.
Descoyunta el candado, hornilla el muro ;
En la femilia toda infunde sueño.
■ ■••••••* •.«•..•■«•«
Así tal vez fiada en sa hermosura
La adúltera gentil con los fingidos
Celos de su consorte se asegura.
Ya se desmaya y turba los sentidos,
Dentro del pecho desleal suspira ,
Los ojos á llorar apercibidos.
Culpa á los siervos, con la limpia úra
De los celos legítimos bramando :
Su noble esposo crédulo la mira
Enternecido y obligado, y dando
Satisfacción inútil á su aleve,
La abraza y pide el corazón mas blando.
Y con los labios abrasados bebe
De su Porcia las lágrimas atroces
Que de los ojos bien mandados llueve.
Cayo llanto, oh marido, cuyas voces»
Te dirá su escritorio si son fieles,
Si con curiosidad lo reconoces.
¡ Oh santo Dios ! ¡ Qué trazas , qué papeles
Pérfidos has de hallar!
Y si es de plata ó nielado el jarro,
Con el rostro de un sátiro en el pico ,
¡Aplacarte ha la sed mas que el de barro I
Pues la seguridad con que lo aplico
A la sedienta boca de agua Heno,
I Darámela en palacio un vaso rico?
En el oro mezclaban el veneno
Los tiranos de Grecia.
Estos pasajes, sacados de varias sátiras de Bartolomé,
y otros muchos de mérito igual ó superior que pudie-
ran citarse , así de él como de Lupercio, prueban su feliz
disposición para esta clase de poesía. Se los ha compa-
rado á Horacio , y sin duda tienen con él mas semejan-
za, sin embargo de la preferencia que Bartolomé daba
á Juvenal i. Pero ¡ á cuánta distancia no están de él I La
vivacidad, la soltura, la variedad, la concisión, la mez-
cla exquisita y delicada de censura y de alabanza , el
abandono amable y la efusión amistosa que encantan y
desesperan en su admirable modelo ; todas les faltan y
acusan la condescendencia excesiva ó el defecto de
gusto con que sus contemporáneos les dieron el título
de Horacios. La facilidad de rimar les hacia encadenar
tercetos sin fin, en que si no se encuentran ripios de
palabras, hay muchos de pensamientos Esto hace que
sus sátiras y epístolas parezcan frecuentemente proli-
jas, y aun á veces cansadas. Horacio , por ejemplo, hu-
biera aconsejado á Lupercio que abreviase la entrada
de su sátira á la Marquesina, y otros muchos pasajes
proUíjos que hay en ella ; á Bartolomé que suprimiese en
la fábula del Aguüa y la Golondrina la larga enume-
rucion de las aves, inútil é importuna para un poeta,
superficial y escasa para un naturalista; h(ü)iera, en
fin,. advertido á uno y otro que los rasgos satíricos,
semejantes á las flechas, deben llevar plumas y vohr^
* Pero eiaoda á aserlbir sáOras ne|aet«
A aiDcon frriudo cartapacio
Sino al dal caoto Jnvenal te entrefuea.
Porfíe aadie á los fastos de |»alaeio
Tobó el palso Jamás eon tanto acierto.
Caá feniifloatffWMstroUiiliae Hondo*
PASTB nUHBRA,
eerteía.Gstriste, por otn parte,
1 de aquel tono desabrido 7 des-
toman , sin que la indignación
Ucia el TÍcio Iob exalte , ni la amistad 6 admiracíOD les
uranque un sentimiento ni un aplauso. Elige uno ami-
gci entrelosBUtoresgue lea, como éntrelos hombrea
qoe traía : yo conGeio que no lo soy de estos poetas,
qDe,i juzgar por sus versos, parece que nunca amaron
id estimtroD anadie.
Discípulo del menor Argentóla íaé Villegas, que si
■llaleuto natural bubiera hermanado alguna parte del
juicio y sensatez de su maestro, nada dejara que desear
ea los géneros que cultivó. El fuí el primero que nos
£A i conocer la enacredntica ; y si en sus cantinelas y
moDdstrofes se ofende i veces el gusto con los falsos
conceptos , los equívocos 7 retruécanos que encuentra,
masTrecueotamente se agrada con la vivacidad, la li-
gereza y la gracia que la anima , con aquella libertad y
travesura tan propias de un muchacho, con aquella ca-
dencia, en fin, y aquel acento que halagan y cautivan
d oído y hacen perdonarlo todo. No sucede lo mismo
coDtns versos mayores : fácil generalmente y numeroso
en ellos, rima con desahogo y maestría, y descubre
decuandoencuando un seso y una doctrina muy supe-
riores i BUS pocos años. E^ro ¿qué son idilios sin sen-
ciUei y sin afectas , elegías sin melancolía ui ternura,
odas sin elevación ni entusiasmo? Aun cuando estuvie-
sen libres de estos defectos capitales, siempre perde-
rían mucho de su valor por la continua afüctacion y pe-
dantería, por las locuciones viciosas, antítesis y falsas
llores de que abundan *.
Otra novedad inteotd , qne pedia para arraigarse mas
(oerzas que las suyas. ProbtJseá componer súficos,eii-
metroa y dísticos castellanos; y aunque las muestras
que publied no sean del todo Infelices , especialmente
en los sáQcos , por so analogía con nuestro endecasíla-
bo, naba tenido después quien le siga en esta empresa.
Pide el exámetro una prosodia mas determinada y fija
qne la que tiene nuestra lengua, para contentar el oido,
y por lo mismo su imitación es Cauto mas diíícüj por
no decir imposible. Sin duda hubiera gauado el arte cu
el establecimiento de esta novedad, pero para ello s-^
ucesitaba que hubiese estado entonces en sus princi-
pios; que la lengua , dúcily Qeiible, se prestase á la vo-
hmtad del poeta, y que esta tuviese un genio colosal
qoe subyugase 6 los otros, y ¡es hiciese una loy de ver-
¿Getr como él. Era mal tiempo do introducir oíros r¡(-
* i Pdu mé diré del giDdtro Anqnliul
Vu pniíptaJo i VíDoi Cllcreí,
ÍM<ta et el horlelaiiit dt ui Llut
< el pincel ■■ el Ida de in Idea :
(Ariutli ae «in* DO era ütiM,
héi esBo da C*U|im coi' dei t
iQaa riálcBla jerl|iiiua!i Podrí nadie creer que Hloi itnae
■an dd «iuio iBUt j de la coiii|iMl«li)n nluní donde ae taallnn
cMwMrodt
VéapBM, wmu.TÍB rno leetcondat,
SMi, con ter mpoM de eile rio,
TéilB felli de lai Beiom OBdaí
Qie balan 1 dar luiré al mar loaibrlo ,
RlnaneMjaiio^nealiiier reepand»
Cndileaifndeeer, no cendMvIa.
I.— LITüRATtlRA.
mos aquel en que le con
casltabos de Garcllaso, Li
cia y fijación que tenían
permitían retroceder á st
para adiestrarse en el mai
La reputación de est<
tonces i las esperanzas 01
ba , cuando publicó su Ubi
motejó i Góngora, sebui
yéndose un astro superior
temporáneos , se represe
como sol naciente que am<
trellas, llevando el arrogt
mu : me turgente , quid
reunido en si ios talentos
créente en toda su citeusi
muy lejos, siempre era 1
que ni aun puede discul[
público es siempre mayor
grande que sea; y es preí
con modestia, ámenos de
necio. Villegas pues irrí
iguales, no hizo sensación
atrajo los sarcasmos grose
la reprensión justa y inode
olvido basta la aparición d
colección tuvo groa lugí
Üempo con un discurso al
Vicente do los Ríos, le al
Eía linca entre nosotros,
en un hombre de la erudic
pareció tan extraña com<
verdad, consideradas con
veintey tres años, son ur
ría de talento ; pero de f
que las coloca aquel elegí
tancia muy grande. Así es
mas justa no ha coiiserví
ma que tan liberalinente 1
Habían cultivado nucst
casi todas las especies de
lava numerosa yrotuuda,
el artilicioso soneto, laim
ensusinlluitascombinaci
por lo común pésimamcr
Irumeiitos de sus conipoi
ivldad.
Ilccn que
(oluiMtai
* La íglof) de nraf, de Fl|i
Jlnfciml . son lae dnleai tite
les ulcoi ejenplare* i|ie pne
poeíai, do vcnM laelUu blea
m^^^
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L?^.
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[''.
itt ORRAS GOIIPLETAS DE DON
nian á ser reflejos mas ó roenos luminosos de la poesía
antigua y la toscana. Algunas coplas y trovas se hacían,
bien que poquísimas, en que duraba el gusto anterior á
Garcilaso ; pero cuando el uso del asonante se generalizó
en el último tercio del mismo siglo ivi , el gusto y afi-
ción á los romances se generalizó también, y con ellos
se continuó y como que vino á perpetuarse la antigua
poesía castellana 1.
Desnudos verdaderamente del artificio y violencia á
que precisaba la imitación en los otros géneros, cui-
dándose poco sus autores de que se pareciesen á odas
de Horacio ó á canciones de Petrarca , y componién-
dose mas bien por instinto que por arte , los romances
no podían tener el aparato y la elevación de las odas
de León, Herrera y Rioja. Pero ellos eran propiamente
nuestra poesía lírica, en ellos empleaba la música sus
acentos, ellos eran los qu&se oían por la noche en los
estrados y en las calles al son del arpa ó la vihuela ; ser-
vían de vehículo y de incentivo á los amores, de flechas
á la sátira y á la venganza ; pintaban felizmente las cos-
tumbres moriscas y las pastoriles, y conservaban en la
memoria del vulgo las proezas del Cid y otros campeo-
nes. En fin , mas flexibles que los otros géneros, se ple-
gaban á toda clase de asuntos, se valían de un lenguaje
rico y natural , se vestían de una media tinta amable y
suave , y presentaban por todas partes aquella facili-
dad, aquella frescura , propias solamente de un carác-
ter original que procede sin violencia y sin estudio.
Hay en ellos mas expresiones bellas y enérgicas, mas
rasgos delicados é ingeniosos que en todo lo demás de
nuestra poesía. Los romancea moriscos principalmente
están escritos con un vigor y una lozanía de estilo que
encantan. Aquellas costumbres en que se unían tan be-
llamente el esfuerzo y el amor, aquellos moros tan bi-
zarros y tan tiernos, aquel país tan bello y delicioso,
aquellos nombres tan sonorosos y tan dulces : todo con-
tribuye á dar novedad y poesía á las composiciones en
que se pintan. Los poetas después se cansaron de dis-
frazar las galanterías con el traje morisco, y se acogie-
ron al pastoril. Entonces á los desafíos, cabalgatas y
divisas sucedieron los campos , los arroyos , las flores,
las cifras en los árboles ; y lo que con esta mudanza per-
dieron en vigor los romances , lo ganaron en amenidad
y sencillez.
La invención en unos y en otros es bellísima, y ad-
mira ver con cuan poco esfuerzo y con qué brevedad
describen el sitio, el personaje y los sentimientos que
le agitan. Aquí es el alcaide de Molioa, que entra alar-
mando á los moros contra los cristianos que les talan
los campos; allá es el malogrado Aliatar, que, en medio
de la pompa fúnebre que le trae, entra sangriento y di-
funto por la misma puerta que el día anterior le vio sa-
lir lleno de lozanía ; ya es una simplecilla que , habiendo
perdido los zarcillos que le dio su amante , se aflige
< Este jBieio de naestros romances be sido pablicado ye por
dcoleetor en otro opúsculo sayo; asi como el de Qnevedo» qne
ligue mas adelante , aunque con alguna alteración.
MANUEL JOSe QUINTANA.
pensando enlas reconveDcioDes qtiela6qwraii;ófaleii
es un pastor que , solo y desdeñado, se ofende de ver
que dos tórtolas se besen en un álamo, y las espanta á
pedradas.
Los defectos de estas composiciones nacen de la mi8«
ma fuente que sus buenas prendas , ó por mejor decir,
son el exceso ó el abuso de ellas cusmas. Su facilidad y
soltura se convierten muchas veces en abandono y dea-
aliño, su ingeniosidad en afectación, los equívocos,
los conceptos, las falsas flores se introdujeron en eUos
con tanta mayor libertad cuanto mas ayudaban tales
juguetes á la galantería, que las tenia por discreciones,
y porque parecían mas disimulables en unas obras que
se hacían como jugando. No pueden determinarse fija-
mente los autores principales de esta poesía ; pero la
buena época de los romances es aquella en que Lope de
Vega,Liaño y otros mil desconocidos aun, no se habían
acabado de corromper con el pésimo gusto que después
lo ahogó todo; comprende la juventud de Góngora y de
Quevedo, y termina en el príncipe de Esquilache , que
fué el único que después de ellos acertó á dar á los ro-
mances el colorido, la gracia y ligereza que antes tu-
vieron. Pero si este gusto, por una parte, contribuyó á
popularizar la poesía y darle mayor amenidad y sol-
tura, y á sacarla de los límites de la imitación, á que los
anteriores poetas la habían reducido, influyó también
para descorregirla y desaliñarla, convidando á este aban-
dono la misma facilidad de su composición. Así es quo
los poetas que florecieron á fines del siglo xvi y princi-
pios del siguiente, roas numerosos, mas fáciles, mas
amenos, y sobretodo, mas originales que los anteriores,
serán al mismo tiempo mas descuidados , y tendrán me-
nos artificio, menos esmero y menos pureza y corrección
en su dicción y en su estilo.
Vivían en este tiempo los tres poetas que mas ame-
nidad , mas abundancia y facilidad han poseído. El pri-
mero es Valbuena, nacido en la Mancha , educado en
Méjico, y autor del S\^\o de oro y del Bernardo. Nadie
desde Garcilaso ha dominado como él la lengua , la ver-
sificación y la rima , y nadie, al mismo tiempo, es mas
desaliñado y desigual. Su poema , semejante al Nuevo
Mundo, donde el autor vivía , es un país inmenso y dila-
tado, tan feraz como inculto, donde las espinas se ha-
llan confundidas con las flores, los tesoros con la esca-
sez , los páramos y pantanos con los montes y selvas mas
sublimes y frondosas. Si á veces sorprende por la sol-
tura del verso , por la novedad y viveza de la expresión,
por el gran talento de describh*, en que no conoce igual,
y aun tal vez por la osadía y profundidad de la senten-
cia, mas frecuentemente ofende por su prodigalidad
importuna y por su inconcebible descuido. El mayor
defecto del Bernardo es su extensión excesiva, siendo
moralmente imposible dará una obra de cinco mil oc-
tavas la igualdad y elegancia continuada que son pre-
cisas para agradar. Las églogas del Siglo de oro no tie-
nen los defectos de composición que el poema, y gozan
en la estimación pública el lugar mas próximo ¿ las de
diccioDijcaola belleza en las incidentes; si pusiera,
SI Gq, mas variedad en la versiflcaciDn, reducida casi
enteramente á tercetos , do dudo que el buen gusto le
CMicedtera en esta parte una absoluta primacía.
EJ segundo de estos poetas es Jáuregui , célebre por
ni traduccioa del Jimnta, poeta llarido, Tersiücador
elegante 7 numeroso. Este escritor es el que con ro:is>
bcÜidad y cultura ha «presado sus pensamientos eu
Terso; pero tenia poco nerno j espíritu, y era tam-
bién escaso en la invención. Su gusto en sus primeros
tiempos fué muy puro , como sus rimas lo manüieslan;
lus después de haber sido imo de los mas acérrimos
knpugnadores del cuUeranisnio, se dejd al ün arrastrar
de bcorriente, 7 en su traducción de la Fanalia, j eu
m Orfeo se abandonó á todas las eilravagancias de
qne antes se buriaba.
Pero el hombre que recibió de la naturaleza mas do-
nes de poeta , ; el que mas abusó de ellos, fué sin duda
Lope de Vega. Don de escribir su lengua con pureza,
con claridad suma j con elegancia; don de inventar,
dvt de pintar, don de versiGcar de la manera que queria,
Ikjjbilidad de fantasía y da espíritu para acomodarse
I í todos los géneros y á todos los tonos, una afluencia que
junas conocía estorbo ó escasez; memoria enriquecida
con una lectura, si no acendrada, por lo menos gran-
de; aplicación infatigable, que aumentaba la facilidad
qne naturalmente tenia. Con estos armas se preseutú eu
ú arena , no conociendo en su ambiciosa osadía ni li-
mites ni freno. Desde el madrigal hasta la oda , desde la
hasta la comedia, desde la novela basta laepo-
:odo lo recorrió , todos los géneros culUvú , y en
lejó señales de desolación y talento.
alió el teatro , llamó á sí la atención universal ;
tas de su tiempo fueron nada delante de él. Su
eeraelsello de aprobación para todo : las gentes
lian en las calles, los extranjeros le buscaban
in objeto extraordinario, ios monarcas paraban
icion é contemplarie. Hubo crllicos que alzaron
) contra su culpable abandono , en vid i osos que le
jnban, infames que le calumniaron : ejemplo
añadido á los otros muchos que prueban que la
a y la calumnia nacen con el m£ñta y la celebri-
luesto que ui la amable cortesanía del poeta , ni
ñfailidad de su genio, ni el gusto con que se pres-
alabar á los otros , pudieron desarmar d sus de-
res ni templar su malignidad. Pero niuguno de
udo arrebatarte el cetro que tenia en sus manos,
msidereciou que tantos y tan célebres trabajos
ian adquirido. Su muerte fué un luto público , su
ro una concurrencia universal; hay un libro de
is españolas hedías á su muerte, otro do ilalio^
viviendo y muriendo, siempre estuvo oyendo ula-
ITERATORA.
aa, siempre cogiendo lanreles , 1
en to , y aclamado /^snü) d( loa ü)
[Jué queda al cabo de dos sigk
pa , de aquellos ruidosos aplauso
ron los ecos de la fama? Al ver <
slas y poemas como compuso, es muy
no, el que puede leerse entero sin qu
que por su repugnancia ; que su obrí
querida, su Jerwaleni, es un compu
donde lo poco bueno que se encuentn
deplorable el abuso de su talento ; q
tenares de comedias apenas habrá u
marse buena ; en Qn , que de tantos
como su incansable vena produjo,
que lian quedado grabados en las labl
no puede menosde exclamarse : k¿
los cimientos de aquel edificio de gl
obsequio de un hombre solo por el sif
que asombra y da envidia ú la imi
contempla desde lejos?»
No era pasible que tuviesen otro
hechos con tal precipitación , con se
todos losbuenos principios ydetodoi
délos; sin plan, sin preparación, sines
la naturaleza. La necesidad de escribii
para el teatro, donde él habla acostu
i novedades casi diarias , descompu!
lajd todos los resortes de su ingenio ,
priesa y el mismo abandono ú. todos
tos^. Asi es que, á excepción de algu
cu que lu buena inspiración del moi
I Htenlns que ¡lep el Dador 4111
De Li Jeniiúln , de aqnct poema
Qu escribo, imito, jcociigoi
Asi eieriblí Lope i in «oigo Gaspar de
Irs de pDbllor li itnaals: Dndoto le hlo
osligo al ver el carider de facilidad que |
j losinvchas defectoi qoe hij eo lu i-Jecudí
variaba ; enmendaba mlcbo ■■* rm»! al
He vlslo DD iibro naiiiiKirllo de borradorc
dilercnles poesías llrlci&j paslariies, doe
mero de eonileiidat, corieccioDei ; lariic
período, en eidi verso; lauto, que a penal
enlendene. Un soneto al papa Urbano VIH, (
amar, ee* reliiUtii nll» , ocupa dos bojit ]
coarto, en quetpÉiías se poedea sacar scii
■onelo queda por eonclulr. ¡Qué«erlan t
otraí obrai mas iisporlinles. el de ta Jirv
bnto usilfaba m aolor! \¿\ becho es eurl
de Lope de Vega ; porque cuando se con^i
lección de sus obras poéticas, no seacicrl;
Klosi fecundidad con tan grmde Indeclsioi
El mau
,crilo i que se redero eala nal
¡1 de mi uro imlgo ei señor dou Atu
1 no me embarazara el t
la aecesldidel lero ia|
lo qne al cielo pingo.
uv. .<■>(!' 'i1 solidtí i> riu ,
Siempre acopado en Hbalai de
Atignii-' - ■■'
Hancban la labia aprisa
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Sí;'. ■
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L»,
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IM OBRAS COMPLETAS DE DON
tacharse en <!, en todas lu otras hay faltas imperdo-
nables de infencion , de compoñdon y de estilo. ¡Fa-
cDidad fatal y qoe corrompió en él todo cnanto bueno
babia! Ella le hizo deslucir la claridad, el número, la
elegancia I la sencillez, la afluencia, y aun la fuerza, de
que también estaba dotado; dando lugar á figuras im-
propias, á alusiones históricas ó fabulosas, pedantescas
é importunas, á explicaciones frías y prolijas de lo mis-
mo que ya ha dicho ; en fin , á la flojedad, á la llaneza,
á la falta de tono insufrible, en que degeneran la rica
abundancia y la candidez amable de su dicción y sus
yersos.
Era pues bárbaro, se dirá, el siglo que consentía ta-
les extravíos y que daba tanto aplauso á un escritor tan
defectuoso. No era bárbaro, aunque sí condescendiente
con exceso. Hubo entonces muchos buenos ingenios
que deploraban este desorden , pero no podian contras-
tar al aura popular que la clase de trabajos de Lope se
llevaba consigo , y que en algún modo su talento auto-
rizaba. La general dulzura y fluidez de su poesía, la
claridad de su expresión , inteligible casi siempre al me-
nos docto ; el lenguaje de la galantería fina y culta, que
él invoutó y puso en uso en las comedias ; el decoro y
aparato conque autorizó la escena i , los rasgos de sen-
sibilidad viva y delicada que de cuando en cuando pre-
senta , el papel sobresaliente y brillante que las maje-
res hacen generalmente en sus obras; en fin , su impe-
rio absoluto en el teatro , donde los aplausos tienen mas
80lemuidad y energía : todas son circunstancias que
concurren á disculpar al público de entonces , el cual no
era injusto en admirar mas á quien mas placer le daba >.
ARTICULO V.
De GÓDgora y Qsevedo , y sus imiltdores.
Para dar á la poesía castellana el tono y el vigor que
le iban faltando, apenas fueran suficientes Horacio y
Virgilio con la grandeza de su ingenio , la perfección de
su gusto y la alta protección que disfrutaron. Dos hom-
bres se aplicaron entre nosotros á esta empresa : los dos
de gran talento, pero do un gusto depravado y de di-
ferentes estudios. Sus vicios, que participan alguna
vez de sus buenas prendas, tuvieron la propiedad de un
contagio, y produjeron consecuencias mas fatales que
el mal mismo que intentaron remediar.
£1 primero fué don Luis de Góngora , padre y funda-
dor de la secta llamada de los cultos. Todos saben que
después de un siglo de adoraciones que logró en los se-
cuaces de su estilo , Luzan y los demás humanistas que
restablecieron el buen gusto se aplicaron á destruir la
i Pintar las iras del annado Aqiiflefl,
Guardar i los palacios el decoro «
lloininadüs de oro
Y de lisonjas viles ,
La furia del amante sin consejo ,
La hermosa dama , el sentencioso viejo,
;A qnlén se debe, Claudio?
t Muerto él , Calderón , Voreto y oUvs, que ea vida suya se bu-
bieruB eonleatido eos d tJtolo de diKipuIos suyos, le OMurede-
MANUEL JOSfi QUINTANA.
secta , desacreditando á sa fundador; y para eücs GfiíH
gora y poeta detestable fué todo uno. Has esto era in«
justo, y deben distinguine siempre en este autor el
poeta brillante , ameno y lozano, del norador extrava-
gante y caprichoso. Su genio independiente era incapaz
de seguir ni de hnitar á nadie ; su imaginación, en ex-
tremo fogosa y viva , no feia las cosas de un modo co->
mun ; y el colorido débil y pálido de los otros poetas no
puede sufrir comparación con la bisarria, si así puede
decirse, de su expresión y su estilo. ¿En cuál de ellos
se encontrarán periodos poéticos que en riqueza de
'len^aje , en lozanía y en número puedan competir
con los siguientes?
Rey de los otros rios caudaloso ,
Que en fama claro , en aguas cristalino ,
Tosca guirnalda de robusto pino
Gifie tu frente y tu cabello ondoso.
Raya , dorado sol , orna y colora
Del alto monte la lozana cumbre ,
Sigue con apacible mansedumbre
El rojo paso de la blanca aurora;
SaelU las riendas á Fabonio y Flora
.*•
¿En cuál, imágenes mas delicadas, mas oportunas y
uias naturalmente expresadas que estas?
La dulce boca que ¿ gustar convida...
Amantes , no toquéis sí queréis vida ,
Que entre el un labio y otro colorado
Amor está , de su veneno armado ,
Cual entre flor y flor sierpe escondida.
«•••....■.*•■•
Dormid ; que el dios alado ,
De vuestras almas dueño,
Con el dedo en la boca os guarda el sne¡k>
Ondeábale el viento que corría
El oro fino con error galano,
Cual verde hoja de álamo lozano
Se mueve al rojo despuntar del dia.
No hay en todo Anacreonte un pensamiento tan gentil
como el de aquella canción en que, presentando unas
flores á su amada, le pide tantos besos como heridas le
habían dado las abejas que las guardaban. Si de la poe-
sía italiana se pasa al romance castellano y á las letri-
llas , Góngora es el rey de este género , que de nadie ha
recibido tanta gracia, tantas galas, tanta poesía. Su
mérito es tal en esta parte, y los buenos ejemplos tan
comunes, que no dejan para demostrarlo otro trabajo
ron en la escena , sin embargo de que su nombre íné siempre res-
petado como escritor. Este respeto se iba dismlnnjendo mncbo coa
la observación mas atenta de ios buenos principios 7 <!« los graB-
des modelos ; basU qne dltimamente alfanas de sos comediti, re'
presentadas con aplauso ycuncurreneia general, ban vuelto i res*
tablecer sa repntacion vacilante. En francés se ha hecho en estos
dlUmos afios una bnena traducción de algunas poesías suyas, por
el seflor marqués de Aguilar, y en Inglaterra un hombre un res-
peuble por su dignidad y carécter como por su erudición, Slo-
sofía y buen gusto (milord Holland), ha publicado una disertación
eicelente sobre su vida y sus obras. AltemaUva por cierto bien ex-
trafla , y que prueba á lo menos que, aun cuando Lope sea un es*
critor muy imperfecto, esté, sin embargo, muy lejos de seria or
Jeto poco iateresanto ea la historia de atestru letras.
£.-»
PASTE PtUHEBA.
a troio bastari al intento , lacado
fon y MtdoTQ :
a el aMcato :
pira olores,
inje d^wne.
Doradas
is itambores,
. de Vinos
I idos peadoDAs.
^oanda ella,
tlosiaúrdeD;
es con claveles,
si lo coge...
osamsQtes;
LteoTeloeea
muradoras.
>s din alfombra))
abellooes,
isefiores;
es dan corteras
irden soi oombroi
labias de mirmiri
ídu de bronce,
tresna sin letra,
9 chopo sin mole,
kiigállca'SQeaa,
ca > responde.
[ne poseía esta fuerza 7 esta abun~
dúcia pudo después abandonarse i loa delirios lasli-
mosofi que le perdieron sin que le queiiase ni una som-
bra de sua excelentes disposicioaesT Creyendo que el
lenguaje de la poesía se enervaba, y reputando la na-
Inralidad por pobreza, la pureza por sujeción, j la faci-
lidad por abandono , «spirú á eitender los limites de la
iHjgQB y de la poesía , ; diúse á inventar un nuevo dia-
lecto que remontase el arte, de la llaneza rastrera á
que, segiui él, estaba reducido. Este dialecto se habla
de disÜDguir por la novedad de las palabras ó de su
iplicsdon , por ia oitiañeza y la dislocación de la frase,
por la osadia y abundancia de las figuras; y no solo
compaso en él sns SoUdada y su Polifemo , sino que
afeó del raismo modo casi todos sus sonetos y cancio-
nes, salpicando también con ét lisiantes pasajes de sus
nunances y letrillas.
S Góngora, í las eicelentes disposiciones que tenia,
hnlúese juntado la ¡nslruccion y el buen gusto que le
faltaban ; si bobiera hecho de su lengua el estudio pro-
fundo que Herrera, y meditado sobre los recursos que
presentaba el idioma, atendidos su carácter, su cau-
dal y sn arUooIa , tal rez consiguiera lo que deseaba, y
tendría la gloría de ser un restaurador del arte, y no el
oprobio de haberle corrompido. Pero le sucediú lo que á
todos los qne quíerai levanUr un edificio sin cimientos:
dio consigo en un abismo de eilraTagancios y delirios,
en nna jerigonza detestable, tan opuesta á la verdad
como i la bellesa , 7 que al paso que fué seguida de una
nncbedombre de ignorantes , fué i«probada de cuan-
toi G€iiieiTaIiui lodiTta un poco de juicio 7 nnutez.
-uteratuha.
«Quiso, dice Lope de Ve;
aun la lengua con tales exon
nunca fueron imaginadas, ni
Bien consiguió lo que intenl
era lo que intentaba ; la dificv
muchasballerada la novedad
sla,ynoseban engañado, p
su vida llegaron A ser poetes ,
el mismo dia , porque con eqi
1ro preceptos y seis voces la'
hallan levantados ailonde ell<
ni sé si se entienden. Lípsio 1
de que dicen los que le saben
y Quintíltano en el otro mun<
de este edificio es el traspoi
duro es el apartar tanto los s
donde es imposible el párente
sicion llena de tropos y figuras
ñera de los ángeles de la troi
Tientos de los mapas... Las '
esmaltan la oración ; pues si c
oro, no seria gracia de la jo;
Y en otra parte dice : «Sin ao
foras de metáforas, gastandc
lecciones, y enHaqueciendo 1
excesivo cuerpo : cosa que h.
los ingenios de España , con t
poeta insigne que, escriblen
les y lengua propia fué leído
pues que sepasúal culturanit
No contento con estas dem
este hombre apacible, que a¡
dad ni la hiél , creyó que det
gio á sangre y fuego , y en su!
burlescas de Burguillos, en
otras mil partes burló y mald
él caracterizaba de invención
la lengua. Auiiliároole en esli
do y algún otro ; pero sus es
ellosmismosal fin se vieron pr
gio, pues aunque no se les pu
rigor, adoptaron algunos de I
nian el dialecto , como fueron
tas, las hipérboles extravaganí
tes. Góngora entre tanto , qui
ni sujecionni freno alguno, v
sanos los dicterios groseros q
ria, y fiero y orgulloso con el
gozaba en su interior de to di
estose añadid la recomendac
el célebre predicador fray He
influjo grande que tenia con
grados , y el malogrado cond
favor secreto y poderoso con
ció. Los dos imitaran á Gúni
i otros escritores de menor
Mt« bárbaro lenguaje basta i
I4ÍI OBRAS COMPLETAS DE DON
6D que Luzan y las demás buenos críticos lograron al
cabo desterrarle enteramente.
AI mismo tiempo que los cultos, vinieron los concep-
tistas, los equiyoquistas y los fríamente sentenciosos,
entre quienes descuella don Francisco de Quevedo, as!
por su mérito como por su influjo en el nacimiento y
progresos de estas sectas diversas. Quevedo para algu-
nos es el padre de la risa , el tesoro de los chistes , la
fuente de las sales , el inventor de tantas frases y refra-
nes felices; en una palabra, el maestro de la agudeza y
de la jocosidad. Para otros, al contrario, es un hombre
ominoso á la belleza y decoro del ingenio: «su es][>iritu,
dicen, en vez de ser festivo, es chocarrero; él ha em-
pobrecido la lengua, privándola de infinitos modos de
decir que, antes nobles y decentes , son ya por culpa
suya bajos é indecorosos; y si algima vez divierte, es
por la extravagancia original de sus delirios.» Estos dos
juicios tan encontrados son al mismo tiempo verdaderos,
y considerando atentamente el carácter de este escritor,
se ve cuánto fundamento tienen unos y otros para sus
criticas y sus aplausos. Quevedo era extremado : de la
misma manera que nadie enlo serio ostenta una grave-
dad tan seca y una moral tan austera , nadie en lo jo-
coso muestra un humor tan festivo, tan libre y tan aban-
donado. La elección de sus asuntos se resiente también
de esta contrariedad. Alguaciles, escribanos, terceras^
maridos fáciles, rufianes y mujercillas componen ge-
neralmente el fondo de sus bufonadas , y es preciso
confesar que muchas veces los zahiere maestramente.
Teólogo y estoico por otra parte, traduce á Epitecto,
comenta á Séneca, interpreta la Escritura, y se enre-
da en vanos laberintos de metafísica : trabajos perdi-
dos, que en su mayor parte ya no se leen, y que apenas
tienen otro mérito que el de su erudición inmensa.
De esta contradicción nace tal vez el esfuerzo y la
violencia con que procede en los dos géneros. Su esti-
lo , en prosa como en verso, en lo serio como en lo jo-
coso, es siempre cortado, sin trabazón ninguna, sin
progresión , y sacrificando casi siempre la naturaleza
y la verdad á la exageración y á la hipérbole. Su imagi-
nación era vivísima y brillante , pero superficial y des-
cuidada ; y el genio poético que le anima centellea
y no inflama, sorprende y no conmueve, salta con
ímpetu y con ftierza , pero no vuela ni toma nunca una
elevación sostenida. La manía, ó mas bien la rabia, de
expresar las cosas con novedad, le hará llamar «ley de
arena» á la orilla delmar, al amor «guerra civil de los
nacidos D, «rústico libro escrito en esmeralda d á los
troncos donde están grabadas las cifras de los amantes.
^ En los versos burlescos amontonará las alusiones forza-
das, los equívocos y los despropósitos. Un jaque, para
denotar cuan sentida ha sido su desgracia , dirá que le
han llorado soga á soga , y no hilo á hilo ; dirá que ha
tenido mas a grillos que el verano , mas guardas que el
monumento, mas registros que el misal o. Yo bien sé
que Quevedo se divierte frecuentemente con loque es-
cribe I y delira porque quiere ; sé que los equívocos tie-
MANÜEL JOSÉ QUINTANA.
nen su lugar propio en estas composiciones , y que na-
die los ha usado con mas felicidad que él. Pero todo
tiene su término ; y amontonados con semejante pro-
digalidad , en vez de agradar, causan fastidio.
La misma incorrección y mal gusto que hay en su
estilo, compuesto de frases y voces altas y nobles uni-
das á otras triviales y bajas , se halla en sus imágenes y
pensamientos, los cuales se ven mezclados unos con
otros sin economía, sin juicio y sin decoro. El soneto
siguiente hará ver esta miserable confusión mejor que
descripción ninguna :
Falleció César fortunado y faerte
Ignoran la piedad y el escarmiento
Señas de su glorioso monumento;
Porque también para el sepulcro hay muertOi
Muere la vida , y de la misma suerte
Maere el entierro rico y opulento,
La hora con oculto movimiento
Acalla el grito que la ñima vierte.
Devanan sol y luna noche y dia
Del mundo la robusta vida; ¿y lloras
Las advertencias que la edad te envia?
Idmeña enfermedad son las auroras,
Lima de la salud es su alegría,
Licas, sepultureros son las horas.
A pesar de estos defectos, que sin duda alguna son
grandes , Quevedo será leido con estimación , y admi-
rado justamente en muchos pasajes. En primer lugar,
sus versos son de ordinario llenos y sonoros, sus rimas
ricas y fáciles. Y aunque este mérito, el primero que
debe tener un poeta, no sea el principal, nuestro es-
critor sabe acompañarle de muchos rasgos excelentes,
unos por la viveza de los colores , otros por la robustez
y el vigor. Su poesía , nerviosa y faerte , va impetuosa-
mente á su fin ; y si sus movimientos se resienten dema-
siado de los esfuerzos, afectación y mal gusto del escri-
tor, se la ve marchar no pocas veces con una fiereza,
una audacia y una singularidadque sorprende. Sus ver-
sos de cuando en cuando salen del fondo general, y sin
necesidad del auxilio de los otros vienen á herir el oido
con su vibración fuerte y sonora, ó á grabarse en la
mente por la profundidad de la sentencia que contie-
nen, ó por la novedad y energía de la expresión. De
nadie se pueden citar tantos bellos versos aislados como
de él ; de nadie períodos poéticos mas pomposos y va-
lientes :
Todas matronas y ninguna dama.
Joya era la virtud pura y ardiente.
Fatigó su furor el hemisferio.
Faltar pudo su patria al grande Osuna.
Vencida de la edad s^ti mi espada.
De amenazas del ponto rodeado,
Y de enojos del viento sacudido ,
Tu pompa es la borrasca , y su gemido
Has aplauso te da que no cuidado.
Reinas con mi^estad , escollo osado.
En las iras del mar.
PAttTG ratHERA.
ne se mueve;
indar ta níeTC,
ís el hielo?
Y antes qae los desórdenes del vientre
SatisCigao sos ímpetus violentos ,
Termos bao de quedar los elemenioi
Pan que el orbe eo tai angustias entre.
Al encontrar en sus obns estos pasajes brillantes,
después de tribularles la justa admiración que se les
debe, no paede menos de sentirse na movimiento de
ÍDdif^ncion, viendo ei lastimoso abuso qne Quevedo
ba hecho de sns talentos, y empleados en equilibrios
Tanas j suertes de volteador los vigorosos músculos j
fuerzas de un Alcfdes.
Amigo de Quevedo fué don Francisco Manuel Helo,
portugués, ; escritor tan ínTatigable como activo po-
UUco 7 gnerrero. Manejaba con igual bcilidad el idio-
ma castellano que el sujo nativo; jpoeta, historiador,
moralista, autor político, militer j aan ascético , es so-
bresalieDle en algunos de estos ramos , ; en ninguuo
de!^)reciable. El libro de sus versos es rarísimo , y aun-
que algunos le ban hecho imilador de Góngora, tiene
mas pmitos de seratijanza con Quevedo. El mismo gus-
to en versificar, la misma austeridad de principios, la
misma afectación de sentencia, la misma copia de doc-
trina. Tiene además con Quevedo la conformidad de
haber publicado sos versos distribuidos por musas,
bien que tres de ellas están en portugués. Hay en rl
español colores mas brillantes y rasgos mas valienle$,
en Helo mas sobriedad y menos eitravagandas. Su es-
tilo, aunque elegantey coito, apenas tiene poesía; y sus
versos amatorios carecen de ternura y de foego^ como
tos odas de entusiasmo y de elevación. Tampoco tenia
Índole para los muchos versos buriescos de que está
lleno el gran volumen de sus poesías; mas cuando la
materia es seria y grave , entonces so Glosona y su doc-
trina le sostienen , y su expresión iguala á sus ideas.
Netnratmente inclinado á las máiímas y & las senten-
cias, era mas á propósito para las poesías morales, para
la epístola principalmente , en que la fuerza y la seve-
ridad del pensamiento se combinan mejor con una fan-
tasía templada y poco prorunda. En este género, sino es
siempre un gran pintor, es por lo menos castigadoy se-
vcroen el lenguaje y estilo, sonoro en los versos, grave
y elevado en tos pensamientos , moralista respetable en
el carícter y en los principios. Sin embargo de estas
prendas, los tilutos de su gloría como escritor están
mal bien aGanzados en sus obras prosaicas : en el Eco
fotíHoo, por ejemplo, en su Aula militar, y sobre todo
en la Bitloria de lo* aUeraciona dt Cataluña , la pro-
dnedon mas sobresaliente de su pluma , y quizá la me-
jor obn de su clase que hay en castellano.
I La poaila entre tanto agonizaba : maitlriíads por
Mtot energúmenos, no podía recobrar sn belleza y su
t con el auiiüo de algunos pocos que todavía
- LITERATURA.
componían con cirouriüpc
reza. Rebolledo no tenia
crítos no son otra cosa qi
che, aunque con alguna
lamido y amanerado, care
vio necesario para compo
hizo bueno sino su Bagut
alguna vei poeta en sos
en su liistoría, no es mas
liricas, que ya nadie lee.
fuerzas de estos escritort
abismo en que se hallab
gusto estaba sancionado
eitravagante y singular c
ingenio, que es un arte
fundado ea los principii
con ejemplos buenos y n
la manera mas repugnan
que compuso un poema di
con d título da Selvas de
que se ha escrito en Eu
duda alguna el peor. Peí
risible degradación í que
taran los versos siguientt
etUo :
Después qae en
El jinete del di a
Sobre Ftegonte le
Al luminoso toro,
Vibrando por rejo
Aplaudiendo sus i
El hermoso espec
Tnrba de damas 1
Que i gozar de su
Endma los bal coi
Después que eo si
Con talones de pli
Y con cresta de fu
Alagranmultilu
Gallinas de los caí
Presidió gallo el I
Entre los pollos d
No hay mas que ver ni
está escrito de este modi
pruebo tan evidente com(
principios ningunos de i
cuencia. Los ornatos pro¡
ma pasaron á los géneros
ceplos, retruécanos, eq«
la poesía casteílana : en s
laron pera adorno las flor
engalanado Garcilaso ; en
Herrera y de Rioja se pi
una. hermosa dama rícaí
láuregni y Lope de Vega
yabandouo, conserva te
pero desfiguradas sus for
la obligan Gúngora y Qu<
la turba de bárbaros que
m
OBRAS COMPLETAS DE DON
V
entoDoes SOS movimientos son convulsiones, sus colo-
res, postízos; sus joyas, piedras falsas y oropel grosero;
y Yíeja y decrépita, no ^ace mas que delirar puerilmen-
te, secarse y perecer.
ARTICULO VI.
Reflexiones genenles.
Si en este estado se echa una ojeada por los pasos que
habia dado el arte en poco mas de un siglo que habla
tenido de vida, se verá que nada habia dejado por in-
tentar. Estaban traducidos todos ó buena parte de los
autores antiguos; se habian hecho poemas épicos de
todas clases; el teatro habia tomado una extensión, y
presentaba una abundancia, que tuvo para comunicar
de sus riquezas á los extraojeros ; la oda , en fin , en to-
das sus especies; la égloga, la epístola, la sátira, la
poesía descriptiva, el madrigal, el epigrama: todo se
había recorrido y cultivado.
Si esta extensión y Tariedad hacen honor á su flexi-
bilidad, aplicación y osadía , no es igual la felicidad de
su desempeño en todas partes. Ya , en primer lagar, las
traducciones son casi todas malas ó medianas. ¿Quién
puede decir de buena fe que la de la Odisea, por Gon-
zalo Pérez ; la de la Eneida, por Hernández de Velasco,
la de los Metamor fóseos, por Sigler , pueden suplir por
el original? ¿Cuál es el hombre que, teniendo algún gus-
to en el lenguaje poético y en la versificación, puede leer
dos páginas de estas versiones, en que los ingenios ma-
yores de la antigüedad están convertidos en copleros
triviales sin elegancia y sin armonía? Tenemos un buen
número de poemas épicos; y aunque de ellos se pueden
entresacar algunos trozos de buena poesía, no hay uno
que se pueda mirar como una fábula bien ordenada y
que corresponda en su interés y dignidad á su título y
argumento i. Es notorio que los defectos de nuestras
comedias sobrepujan mucho á sus buenas dotes. Mas
felices en los géneros cortos, nuestras odas, elegías,
sonetos, romances y letrillas se acercan mas á la per-
fección. Pero aun en estos, ¡qué olvido de decoro, qué
desaliño á veces, y á veces qué de pedantismo y cuánto
falso gusto no hay que disimular 1 En los mejores escri-
tores, en las composiciones mas esmeradas se ofende
el espíritu de hallar frecuentemente junto á un acierto
un desbarro, junto á una flor una espina.
Una cosa que se extraña en los buenos poetas del si-
glo XVI es que su genio poético no se alzase al nivel de
las circunstancias que por todas partes le rodeaban.
Las composiciones de Vir^lio y de Horacio en Roma
correspondían á la dignidad y miyestad del imperio.
Lucano después, aunque muy distante de la perfección
de sus predecesores, conservó en su poema el tono fie-
ro y arrojado, conveniente al asunto que escribía y al
« Los dM yoeau épieot eastaUamM fie tteoen aulor disposl-
eUm 7 están escritos mu eorreeumente son Is G9ímé§9ia j U
JiMfiiM/peroDomestieToádMirii esto aoi debe eaasar mas
I
MANUEL JOSÉ QUINTANA.
entusiasmo patriótico que Ic ammaba. Dante en 8uex*>
traño poema se muestra inspirado por todos los senti-
mientos que el rencor de la facción , las disensiones ci-*
viles y la exaltación de los ánimos daban de sí. Petrarca,
si en sus amores sacrificó á la galantería de su tiempo,
en sus triunfos está al nivel de la altura y de la ilustra-
ción á que ya iba subiendo entonces el espíritu huma-
no. No así nuestros poetas. Los árabes arrojados de la
Península ; el mundo desdoblado presentando un nue-
vo hemisferio ala fortuna española ; nuestras flotas yen-
do de un extremo al otro del Océano , acompañadas de
terror, y volviendo cargadas de las riquezas de Oriente
y Occidente; la religión cristiana desgarrada por la fac-
ción de Lulero; Francia, Holanda, Alemania conmo-
vidas y desoladas con la guerra civil y las disensiones
religiosas; la potencia otomana arrollada en las aguas
de Lepante; Portugal cayendo en África para después
unirse á Castilla; la espada española agitándolo todo
en la tierra por espíritu de heroísmo, de religión, de
ambición y de codicia: ¿qué tiempo hubo nunca mas
lleno de prodigios ni mas propio para exaltar la fantasía
y el ingenio? Y sin embargo, las musas castellanas, sor-
das , indiferentes á esta agitación universal , apenas sa-
ben inspirar á sus favoritos otra cosa que moralidades
vagas , imágenes campestres , amores y galantería <•
La falta de esta especie de grandeza se compensa en
parte con una cualidad moral que distingue á aquellos
poetas y ios recomienda infinito. Ni en Garcilaso, ni
en Luis de León, ni en Francisco de la Torre, ni en
Herrera se hallan muestras ningunas de rencor y envi-
dia literaria, de indecencia grosera ni de adulación
servil y descarada. Las alabanzas que alguna vez tri-
butan al poder se contienen en aquel justo comedi-
miento y decoro que las hace tolerables. Hasta que se
corrompió el gusto literario no empezó á manifestarse
esta degradación moral , compuesta de bajeza con los
mayores, de insolencia con los iguales , y de olvido de
todo respeto hacia el público : vicios harto contagiosos
por desgracia, y que disfaman y destruyen la nobleza y
dignidad de un arte que , por la naturaleza de su c^jeto
y de sus medios, tiene algo de sobrehumano.
No puede negarse á una buena parte de nuestros au-
tores talento admirable, erudición extensa, y gran ma-
nejo en los clásicos antiguos ; y sin embargo, no es co-
mún en ellos la elegancia sostenida y la perfección de
gusto que otros autores modernos han bebido en las
mismas fuentes. A esto contribuyeron muchas causas.
Una de ellas es que estos poetas comunicaban poco en-
tre sí ; faltaba un centro común de urbam'dad y de gus-
to , una legislación literaria que trazase la línea entre
la hinchazón y la grandeza, la exageración y la fuerza,
la afectación y la elegancia. Las universidades donde
habia mas conocimientos , no podían serio por la natu-
t Tres eandones de Herrera y tlgon troto poco Impórtente no
sen mu qne nns exeepden de esta Mes fcseral. Ni el G^lfo ié
LepmUo, ni Is Caroi¿§, ni la áutitUdá, ni el Carh ftmcto se acer-
ean con mvebo á sn argnmento. En la ireMMe misma, ti lui|
alfa Ma pialado • a» sos los espaaolai 9 toa los iadiM.
"¿r
PARTE PRUEBA,
ios, mas escolásticos qne amenos. La
irfeccioDa mas ¡Hvnto el espíritu de
orrencia , hubiera sido mas á propó-
con Carlos V, severa y melancúlica
wu Eciii>eu,uuuid hasta Felipe [I[ al talento poético
U atención oecesvia para perfeccíousTSe ; y ya enioD-
ces, y mucho mas en tiempo de su sucesor, el gusto
estaba estragado, y la protección y afición de los prín-
cipes y grandes 00 podía hacer otra cosa qae autorizar
h corrnpcioii. Eo suma , faltó en Gspaüa una corte CO'
roo la de Augusto , la de León X , la de los duques de
ForarB , la de Luis XIV , donde la bneua y delicada cúd-
TCTsacion, la afición i las musas, la cultura y elegan-
cia, y otras drcunslancias felices contribuyeron pode-
rosamente á la perfección de los grandes escritores que
Tifian en ellas.
Otra causa es el lugar secundario que tenia la poesía
en machos de los que la cultivaban. Sacian versos para
dislraene de otras ocupaciones mas serías; y el que
hace versos para divertirse no es , por lo común , muy
cuidadoso de la elección de asunto ni muy esmerado
m la qecucioQ. | Suerte fatal que tía cabido entre nofr<
otros i ia mas bella y mas difícil do todas los artes ! La
poesía , qne es una diversión y entretenimiento para los
que la disfrutan, debe ser una ocupación muy seria y
casi eiclusiva para los que la profesan , si aspiran á te-
ner un lugar distinguido en la reputación. Cuando se
considera que Homero, SúfocJes, Virgilio, Horacio,
Taso , Raciue, Popa y otros pocos mas han sido tos mas
grandes poetas y los mas laboriosos , no debe extrañarse
que se bayan quedado ton detrás de ellos los que, aun
aaponiéndoles igual talento, no los han igualado ni en
aplicación ni en constancia.
A este mal se añadió otro peor, nacido en gran parte
de la misma causa. Muy pocos de nuestros buenos poetas
publicaron sus obras en vida. Garcilaso, Luis de León,
Francisco de la Torre , Herrera, los Argensolas, Que-
vedo y otros han sido dados á luz después de su muerte
por sus berederoa y amigos, con mas ó menos inteli-
gencia. I Cuánto no hubieran ellos desectisdo de lo que
80 publicó consu nombre , cuántas correcciones no hu-
bieran Iwcbo en lo escogido, y cuántos lunares de des-
aliño, de mal gustoyde oscuridad no hubieran hecho
Pwv ann cuando por este motivo no les sea tan im-
yulable k falta de perfeccitm, no pw eso deja de ser
.— UTERATDRA.
cierta. Ella ha dado motivo i la coi
niones sobre el mérito de nuestrts [
quienes algunos reputan como mo
mientras que otros los desprecian I
creerlos indignos de leerse. En esto ,
parcUüidad y las pasiones suelen Ik
mas allá del térmmo que prescriben 1
ticia ; y ensaliar 6 deprimir á los mi
ser en ellos otra cosa que una manen
salzaró deprimir i los vivos. Has, a
de esta circunstancia , puede decirse
diferencie nace del diverso punto qn
comparación. Cotejados León, Garcíl.
ja y otros pocos con las eitravagan
que Góngora y Quevedo introduje*!
no hay duda que los primeros deben
clásicos, perfectos, dignos de imitai
pero si á estos mismos se los corapai
autores de la antigiJedad ó con los po
se han acercado á ellos 6 les han ex<
descubrirse la razón por que muchoE
excesivo rigor que se ba indicado. 1
dar por regla mí opinión particular,
efecto que en mi haca su lectura, d
contemplo nuestras poesías antiguas i
ciade la perfección, todavía, sin en
en mi espíritu y en mi oido el placer f
simular en gracia suja los descuidos
cuentro. He atrevería también á dec
poetas hubieran cultivado los géner
poesía, la epopeya y el drama, con el i
que la oda y demás géneros cortos.
contentos del tole que nos cabía en es
literatura. Añadiré , en Gn, que á ro
lamente necesario leer y estudiar í
aprender la pureza, la propiedad y 1
gua, y para formar el gusto y el oíd
fluidez de los versos y on la estructun
tico castellano. No sería dificil , ni qi
púsito , manifestar en nuestras comj
ñas el inflijo que ha tenido en sus t
cion exclusiva ó el desprecio eiager
de la poesía española; pero estas b|
seriamente odiosas, no entran ni ei
mis principios.
SOBRE LA poesía CASTELLANA DEL SIGLO X^
ARTICULO PRIMERO.
KaittBndoB dd tria, n asen dlrcedon j etrieler.— Lutn
j 101 «inleDporlieoi.
El fpuft eomim y fimnente de loa críticos qne entre
noutn» ttplraB el Unro de severot j puristas , actuar
i las letras francesas de haber estra^
carácter propio y nativo de la poesi
esto en realidad no es asi ; parque m
los escritores franceses empezasen i
modelo de los nuestros, ya los eipti
donado todos los buenos prínc^iiot (
OBtlAS COMPLETAS DE DON MaNU6L lOSfi QUINTANA*
tacioD^ y dejado apagar en sus manos la antorcha del
ingenio. La pintura había muerto con Muríilo, la elo-
cuencia con SoIiSy la poesía con Calderón ; y en el m^
dio siglo que pasa desde que faltan estos hombres emi-
nentes hasta que aparece Luzan^ ningún libro , ningún
escrito, si se exceptúa tal cual comedía de Cañizares,
basta por su aspecto literario á llamar hacia sí la aten-'
cion y el interés ni aun de los mas indulgentes. No se
degrada pues ni se corrompe lo que no existe; y la
imitación francesa pudo en buen hora dar á nuestro
gusto y á nuestras letras un carácter diferente del que
habia tenido en lo antiguo, pero no desfigurar lo que ya
no era ni dar muerte á lo que no Tivia«
Las artes del ingenio, que sir?en de decoración al edi-
ficio del Estado, vienen también al suelo cuando 61 cae,
y no se levantan hasta que la fábrica arruinada se vuel-
ve á poner en pió, y entonces fuerza es que tomen el
gusto y el carácter de las manos á quienes deben su res-
tauración. Así sucedió en España á principios del siglo
pasado : cayó su imperio, cayó su influjo en el mundo,
y cayeron también sus artes, sus letras y sus ciencias.
Una nueva dinastía y una estrecha alianza con la nación
que entonces estaba al frente déla Europa, por su civili-
zación y su poder, vinieron á reanimar esta agonizante
monarquía. También entonces despertó el ingenio es-
pañol de su mortal y dilatado letargo, y la nueva vida y
movüniento que recibió era preciso que tuviesen algún
principio y siguiesen alguna dirección. ¿Cuál podia esta
ser? El gusto italiano-latino, que animó nuestra poesía
en el siglo xvi , dio lugar á otro gusto mas original y
mas libre , que puede llamarse nacional , seguido y cul-
tivado con un éxito prodigioso en los dos tercios pri-
meros del siglo siguiente. Desapareció este después en
el caos de extravagancias y despropósitos que entre
buenos y malos escritores introdujeron y fomentaron.
La literatura propiamente alemana no existia aun ; la
inglesa, aunque floreciente entonces con los escritores
eminentes que ilustraron el reinado de Ana , no era co->
nocida de los españoles , separados á la sazón de la na*
cion británica, menos todavía por el Océano que por
la religión , los intereses políticos , los hábitos y las cos-
tumbres. No habia pues otro rumbo que seguir, dado
que no era fácil, ni acaso posible, tener uno propio,
que el que señalaba el ingenio francés. Todo concurría
á este efecto inevitable : nuestra corte, en algún modo
francesa , el gobierno siguiendo las máximas y el tenor
observados en aquella nación ; los conocimientos cien-
tíficos, las artes útiles , los grandes establecimientos de
civilización , los institutos literarios , todo se traia, todo
se imitaba de allí : de allí el gusto en las modas, de allí
el lujo en las casas, de allí el refinamiento en los ban-
quetes; comíamos, vestíamos, bailábamos, pensába-
mos á la francesa ; ¿ y extrañamos que las musas toma-
sen también algo de este aire y de este idioma ? Yo no
decidiré aquí si esto era un bien ó era un mal ; por
ahora basta que sea un hecho incontestable y necesario,
el cual nos da la cíate para entender el carácter parti«
i
cular que toma nuestra poesía en el siglo xvm, y la rt*
zon de no parecerse ni i la pródiga libertad del ante-
rior ni á la compostura y pureza del siglo zvi i.
La poesía francesa , sin entrar en la índole propia de
cada uno de sus escritores, se recomienda generalmen-
te mas por la exactitud de sus planes, por la regulari-
dad de BUS formas , por la plenitud y delicadeza de sus
pensamientos, que por la armonía de sus sonidos, la
audacia de sus figuras y vuelo de su fantasía. Así la cas-
tellana en la época de que hablamos ganará en decoro,
en corrección y en saber, será mas cuidadosa de evitar
defectos que atrevida y ambiciosa de producir belle-
zas; querrá mas bien contentar la razón que regalar el
oído y arrebatar la fantasía ; tendrá , en suma , con mas
corrección y mejor gusto, menos libertad, menos ri-
queza, menos encanto , menos halago.
El primer escritor que se presenta en el orden del
tiempo es don Ignacio de Luzan ; no dejando de ser un
fenómeno notable y análogo á esta misma dirección y
carácter que acaba de expresarse , que el primer poeta
de quien se haya de hablar sea también un maestro de
poética. La suya, publicada en i737, tiene el mérito
de ser un libro muy bien hecho , y el mejor de los que
en aquella época se publicaron. Sano y seguro en prin-
cipios, oportuno y sobrio en erudición y en doctrina,
juicioso en el plan y claro en el estilo, presentaba unas
dotes de seso, de arte y de buen gusto, que no se reu-
nían fácilmente en los talentos que á la sazón cultiva-
ban las letras; unos depravados con el mal gusto que
aun dominaba en la opinión vulgar, otros dados á un
fárrago indigesto de noticias y discusiones ya pueriles,
ya importunas, y siempre fastidiosas. Notóse entonces
que algunas cosas estaban ligeramente tratadas en este
libro, y otras omitidas; notóse también la severidad ex-
cesiva con que eran juzgados algunos poetas españoles,
principalmente Góngoray Lope deVega^. El autor jus-
tificaria tal vez su rigor con la necesidad de oponerse
á la licencia y abusos Que la abundancia y abandono del
uno y los delirios del otro habian introducido en la poe-
sía. Pero lo que en mi opinión deshice mas esta obra,
es la poca amenidad con que está escrita y el poco in-
terés que inspira. Al ver el tono seco y desabrido con
que Luzan habla de una arte tan halagüeña y seducto-
ra , nadie le creyera penetrado de las bellezas dei argo-
4 A estas nxones paede tSadlrse otra mny poderosa , nacida
del Inlnlto mérito de las prodaceioaes que las letras fnneesas
presentaban á la admiración y al ejemplo. ¿Dónde irían los poe-
tas i bnsoar modelos mas grandes ni mas perfectos qoe Comei-
lie , Hacine, Moliere, La-Fontaine, Qainanlt j Despreaux? Dda-
de los oradores, ejemplares de elocneocia mas alta, mas nerviosa,
mas nataral ó mas expresiva qoe en Pascal, Bossnet, Fenelon,
Massillon y La-BroyéreT T la admiración y el eullo que las obras
admirables de estos inmortales ingenios se atraía , no se les trt-
Ilutaba solo en Espafia : de toda la Eoropa culta los recibían en
aqaella época ; y en Inglaterra , en Alemania y en ItaUa se Teian
los mismos efectos , se formaban las mismas qncjas, se oían los
mismos clamores.
t Puede verse en el tomo nr del díariú 4e ht Üteratot ie EtpO'
U, articulo l.o, la erfttca que aquellos Jakiosos periodistas lii-
eieron de la nueva poética : la áltima parte del artículo es de doa
Jtan de Marte, y es euiioto aa élta ver á an irtaáltoo ttaar la
Mvm de Gdof on coatrt «a p«qu«
PARTE l>{tUC£IU.-
nenos le tuviera pat poeta. No ea |
fuese poco ieida entonces, jque '
ijo en los progresos y mejora del
13 bien nulo. Las obras de critica
f no estimuIaD , enseüan y no iii&-
Luzan , por el nodo de bu <yecu-
lesta mas que otra alguna i esto
lo; y úUli íoB maestros para en-
para rq)render, no podía servir
pare producir.
r el ejemplo , siempre mas activo
aceptos : Luzbd tiene la gloria de
i,j sus escritos poéticos, corn-
os desatinados que ala saion se
r«o bvencion y dbposicion, porsu
lio, un mérito bien sobresaliente,
la conquista y defensa de Oran,
años de 1732, son doe exhalacio-
iode una oscuridad muy profon-
estabon todavía en es tado de igua-
añoe después hacia resonar estos
ia de San Femando :
elU,
■an Padre en cnya mente
perfección te endem ,
sia mudanza alguna.
pasnbf osa guerra,
le escollo inútlIoieDte
:u9 foriosas ondas; ella,
relia
nselia al pitido ^ot«
una el aquilón y el noto,
inestro pino errante.
I se tcnenia
plectro resonante,
~v.«_uv ■••mía virtud se pierda,
O UD falso bien ó nn engaíioso halago
Sirva de asunto al cauto , j mas de estrago!
Parece que Luzan en esta noble y grave poesía daba
el tono i su siglo , y señalaba al ingenio el rumbo que
debia seguir pora hacerse respetar. Pero sus versos,
como los de casi todos los preceptistas, se recomiendan
mas por d artificio, la gravedad y el decoro, que por
el fuego, la imaginación y la abundancia. Ann cuundo
Invieran un cardcter mas ardiente y seductor, como
no fueroa muchos los que escriljiú , y esos inéditos en
gran parte hasta mucho tiempo después, resulla que
no pudieron servir al público ui de estimulo ni de de-
chado. Para los pocos, sin embargo, que entonces cul-
tivaban ha musas , y eran todos 6 amigos ó apreciado-
res de Luzan , no dejaron de concurrir i acreditar los
principios de circunspección y de buen gusto que él
observaba cuando escritoa.
Puede contarse en este número á don Agustín Non-
tiano, el cual corresponde mas bien á la historia de la
poetia dnmátíca por va landaMes eaíueraoi pan re-
fonoarla, j por sos tragedias, tpreciadat macho ta-
touoM, leídas despuéannijiiocOf jcnoqMntuiet re-
- LITERATURA,
presentadas. A aquella época pert<
supuesto Jorge Pitillas, escritor sal
te, despejado y agudo, de quien {
conserva mas que nna composición
mera vez en 1741 en el Diario dt I
paña, y reimpresa otras muchas d<
Torrepalma , que en su imitación o'
Jion hizo prueba de un eminente t
car y describir; y en Dn, don José P
églogas venatorias aplaudidas muc
nunca publicadas *,
ARTÍCULO n.
Da <oa KleolU it Nontis, j i
Pero todos estos escritores eran
dosá la poesía que verdaderos poetj
ser considerados tales, aquel entusi:
aquel ejercicio continuo, aquel gu!
sionado, que mide sus placeres por
cesa nn momento en sus esfuerzos
cada día con nuevos tesoros, inllai
nion pública con el espectáculo de
tre envidias y opltiusos arrebata al i
ciñeisub-eute. Ingenio de este te
Ira ninguno hasta don Nicolás de M
mismo año en que se publicó la Poét
si la naturaleza marcara en aquel m
livo atleta de aquellos principios i
gusto sentados por su juicioso preí
es un verdadero poeta cuyo elemei
al parecer no vive y no respira sint
á la verdad que si sus medios corre
helo , y sus producciones á sus me
bleciera la poesía no solo en la pul
también en la gala y en k abundan
en su noble ambician nada dejó por
ardiente y atrevida se ensayé en
dando en los mas de ellos muestras
treza, y en algunos altas y admira
lalento muy superior. Cl epigramt
go, la linca en todos sus tonos, el
comedia, latragedía, el poema é;
ramos se ensayé; y lo que es mas
los mas difíciles en los que se señali
leza le había dotado de una imagit
robusta que amena y delicada, y su
mas á lo fuerte que & lo apacible. >
ma de La eaxa, en muchas obras
t PormuMriienDsqiíatac «mpleido Cl
dir ilgtin) Jdci do >s m6iilo ; la tariiU
mil dllitWBclii.jBi Ion laLocoiiio le dlt
pMOtl en no «orlqiieur uaeilra literal
Veliiqncs, en lai Orl/eiia ii It potíta i
de disi doi Tccei , ] ilompre con partlcsli
e*U iMrilat en dsusltda kndnl|enl« «
t»rtim*m , ■« piede di
MS M rar «I last* al rw al dUMnlBlí
M
OBRAS COMPLETAS DÉ DON MANUEL JOSÉ QUINTANA.
S4r
i?- i
trozos de sos tragedias , y sobre todo en su ensayo épico
sohre la destrucción de las naves de Cortés ^ donde
quiera que la materia cuadraba con el carácter de sn
espíritu, mostraba fuego, fantasía, TÍTeza, audacia y
originalidad en el decir, y sacaba de la lira española to-
nos mucho mas altos y felices que los demás poetas de
I su época, y dignos de los mejores tiempos de la musa
castellana. Es lástima que se abandonase tan fácilmente
á su buen deseo, que escribiese tan de priesa, y que,
confiado en sus felices disposiciones y ene! conocimiento
que tenia de las reglas del arte , creyese que esto bas-
taba para ejercitarse en géneros tan distintos entre sí,
y algunos tan opuestos á la índole de su ingenio. Fal-
tóle un Aristarco que le supiese contener en los limites
debidos , le manifestase con franqueza la senda por don-
de debia marchar para adquirir la gloria á que aspira-
ba , y cuya se?erídad le hiciese trabajar mas su estilo y
sus versos, y no ser tan desigual á sí mismo ; porque
hasta sus mejores composiciones, en medio de llama-
radas admirables de ingenio y de entusiasmo, se re-
sienten frecuentemente de incuria y desaliño. Fué gran
perjuicio á su gloria y también á nuestras letras su tem-
prana muerte, cuando su talento iba sin menoscabo de
su fuerza ganando en corrección y en riquezas. El Canto
épico f escrito en sus últimos años, manifiesta cuáles
eran sus progresos y de cuánto fuera capaz á haber vi-
vido mas tiempo. Adviértese en aquella obra, y en otras
que se han publicado después, el prolijo estudio que
entonces hacía de nuestras tradiciones históricas, de las
genealogías, blasones y costumbres caballerescas de
los tiempos antiguos, y el partido poético que su ima-
ginación sabia sacar de estos objetos para dar mas no-
vedad y consistencia al fondo de sus versos, que no
siempre se señalan por la profundidad del pensamien-
to ni por la gravedad y fuerza de la sentencia. Tuvo
para ello , además de este motivo puramente literario,
otro muy poderoso en el ardiente amor á su país, que
era la prenda moral mas sobresaliente en él. Todo lo
que le rodeaba era para él bello y poético, y tomaba en
su imaginación el aspecto mas agradable y majestuoso.
Jamás se pintaron con mas amor ni efusión las circuns-
tancias locales y las costumbres de un pueblo; y Ma-
drid, sus contomoSi sus calles, sus teatros, su circo,
sus mujeres, sus concursos y funciones, toman en la
fantasía de Moratin unas formas grandes, elegantes y
poéticas , que se manifiestan frecuentemente con rasgos
breves y expresivos, generalmente los mas felices de su
estilo, y descubren que aquel noble y bello sentimiento
era un numen que le inspiraba.
Por el mismo carácter se distioguey recomienda tam-
bién su amigo el coronel Cadalso , que con sus Eruditos
á la violeta, con sus Ocios, con su amable carácter y
sus conexiones literarias ha dejado un nombre tan grato
y dulce á las letras y á las musas. El hizo revivir la ana-
creóntica , que estaba enterrada con Villegas siglo y
medio hacia ; él fué el elogiador y sostenedor de Mora-
tin; él quien formó, y puede decirse que nos dio á Me-
lendez. Sus talentos á la verdad eran bastante inferió^
res á los de losdos ; pero la ingenuidad y el entusiasmo
con que exaltaba la gloria actual del uno y las hermo«*
sas esperanzas que el otro prometía i , como que le igua-
laban con ellos y le asociaban á su gloria. Yo pongo
mucha duda en que sean suyos los primeros escritos
que se le atribuyen ; mas si realmente lo son, no hay
autor que haya mejorado tanto su estilo, ni aprovecha-
do mas con la lectura de los buenos autores propios y
extraños, á que después se aplicó. Siendo lo mas nota^
ble que no se debió esta mejora á los estudios que hizo
fuera de España en su primera juventud, sino á los
que hizo vuelto á ella después de haber dado á luz su
insulsa Óptica del corteo, ¿Quién, en el estilo gon-
gorino y campanudo de esta obra y en los detestables
versos con que de cuando en cuando la acaba de echar
á perder; quién , repito , podrá reconocer ni por sue-
ños al chistoso y satírico maestro de los semisabios pe-
timetres, al discípulo de Anacreonte, y al autor de
los bellos rasgos que se encuentran en su elegía á la
fortuna , en algunas odas eróticas y en sus canciones á
Moratin? Faltábanle ciertamente tono y fuerza para sos-
tenerse en la alta poesía ; pero su mérito incontestable
en los versos cortos, los buenos ejemplos dados en los
mayores, y su aplicación y celo incansable por el ade-
lantamiento de las letras, le dan un lugar muy distin-
guido entre los restauradores de la poesía , y harán que
se miente siempre su nombre con aprecio y con amor.
En Cadalso es en quien empieza ya á observarse una
tendencia mas señalada de imitación extranjera. No
precisamente en sus versos , aunque son á veces mas
raciocinados que poéticos , sino por el aspecto que pre-
senta el conjunto de sus trabajos. El fondo de doctrina,
noticias y principios en que están fundados sus Eruditos
á la violeta f se puede llamar extranjero, aun cuando el
donaire, las ocurrencias y el estilo sean verdaderamente
< T TO, siendo testigo
De ta lortans . qae tendré por mlt,
Dir6 : «Yo foi sn amigo,
T por tal me tenis,
T eo dalcísimos versos lo deeit...»
Y eon ignsl temnra
8ae el padre enenta de sn b(Jo amado
is gracias y hermosura ,
T se siente elendo
Cuando le escuchan todos con agrado.
Responderé contando
Tu nombre, patria, genio y poesía,
Y uomhraninse , etc.
Tal era el tono afectuoso y lisonjero eon que Cadalso hablaba de
Melendes : euél ftiese sn entusiasmo por Moratin lo dicen todos
sns escritos, pero especialmente Us dos canciones donde hace
lo mas que puede hacer un poeta, que es sacrificar su amor pro-
pio en las aras de la gloria ijena. Cuando se compara este proce-
der tan simpático y tan noble con el cefio orgulloso que algunos
escritores ya formados usan eon los que les vienen siguiendo, ó
con el desabrimiento espero y rencoroso que afectan con sus
Iguales, da tentación de reducir su valor al bijo nivel de sus mi«
lerables reeelos. Es preciso que para estos hombres el mundo de
la opinión sea bien estrecho, cuando les parece que no caben en
él mas que ellos solos. T á fe que ge •ngafina mucho : por mu que
hagan , por aas que digan,
iKw
i
PARTE PaniERA.— UTERATURA.
csstflDuKM. Ltleclatí ieliis Cartas periiaíuu produjo
la desigual imitación de las Cartaa tnarrueea». Va lance
funesto en sus areclos juveniles le dio ocasión i exhalar
SD dolor en sus Nooha /úgu&reí, imitación también
harto infelii de las Noches do Toung, ejecutada en una
prosa extraña ; defectuosa , E(jena enteramente de la
Índole castellana. En fin, ensn Sancho García sigue
Eenilmeote las formas del teatro francés, hasta el ex-
tremo de sujetarse á la TersiGcacion do ios pareados,
tan poco á proposite para el diúlogo y la expresión,;
km poco grata á oídos españoles. No ca yi3, sin embargo,
en mal caso por ello : el mérito de sus demís escritos,
bjovialidad afectuosa y caballeresca de su carácter,;
el espíritu Terdaderamenie patrio que le animaba, le
pusieron á cubierto de la censura en esta parte; y él
acabó en paz su carrera sia Terse tratar de innovador ó
corruptor, y respetado , querido yaclamado por uno de
los favoritos de Apolo que mas honor díerou á las musas
ea su tiempo.
ARTICULO UI.
OtBnntl.— Ciem liten [li.
Eo el tiempo do estos dos poetas Qorecia también
doD Vicente García de la Huerta, muy diferente de ellos
en carácter, en miras y en estudios. Su talento era
bastante, su doctrina poca, su gusto ninguno. Perte-
necía á la escuela puramente española, y de esta, por
desgracia, iL los que habían corrompido la poesía con
el estilo hueco y oscuro introducido por Góngort y sus
discípulos. Giiiigorasin duda puedo llamarse el modelo
qae Huerta se propuso imilar; pera la inclinación ya
diversa del tiempo en que este vivia , el gusto algo mas
seguro, 7 los ejemplos de los demás escritores no de-
jaban alñndonarse ya á iguales extravíos. Asi Huerta,
que no alcanzó nunca á la fuerza de imaginación y vi-
vacidad de colorido de su antecesor, tampoco pudo se-
guirle eo su desenfreno y sus delirios. Sus versos sobre-
salen casi siempre por el número y la cadencia, algnnas
veces por la elegancia y por el brio. Flaquean por la
sentencia, que carece de nervio y de vigor; Saquean
por los afectos, cuya expresión en ellos es general-
mente trivial y desabrida ; flaqnean , en fin , por los ar-
gumentos, que en sus poesías lincas son casi siempre
frivolos ó mandados por las circunstancias : cosas una
y otn de igual inconveniente. El sabia poco, y sn or-
gnllo le alejaba de estudiar en las fuentes antiguas y
modernas, de donde pudiera aprender á variar de tonos
y i ejercitarse en objetos mas acomodados i la índole
de su ingenio ydlas ideas del tiempo en qnevivia.A
pocos es dado entrar en el templo de las musas guia-
dos de sn instinto solo y sin atención ninguna i doctri-
nas, á principios ni á modelos. Para ello se necesita un
natural muy feliz y un talento muy superior; y ya en
nnestra poesía moderna no conozco mas que un escri-
tor á quien esta espede de independencia te haya sido
[ropera j gloriosa. Pot manera que Huerta, i quien
no se puede negar talento ni aprecio t
jado dos tomos de poesías, en que, e
Itaqvet y algunos trozos da versos bu
animado la fría prosa de Oliva en el Ag
do 1, 00 hay composición ninguna que |
á im hombre de gusto. Una sola se ha pi
tra en la colección presente , y quizá s(
lector de excesiva indulgencia por ello.
Sin embargo, el movimiento Uterari
rededor de sí con sus contiendas y debí
tiril nunca que se le pase por alto eo la
letras de su tiempo. Cuando, antes de t
ludios , la amistad y la protección de u
prúceres le trajeron á Madrid, eran tac
sos que se escribían , que los de Huerta
sos de jugo y de colorido, debieron darl
y hacerle aspirar á la primacía. Jdven ,
ciado, protegido y aplaudido de las prij
de la corle, arrogante por cardcteryva
lancias , pudo con alguna disculpa cocs
mero da los hfjos de Apolo, y pudiera
realmente sido, i igualar sus estudios
Pero las Qcites palmas que entonces ci
oaron de orgullo y de seguridad, y en i
en esfuerzos y eo afán para adelantarse I
clon, veiasele siempre firme en los princ
gusto, y por ignorancia , por tesou ó poi
cada novedad por un error, j por fleque
mieuto de la superioridad ajena, extra
La adversidad viuo á probarle con un t
que ba llegado i nosotros con carácter
aunque oscuros, y de cuyas resultas f
Madrid y confinado á la plaza de Oran.
profundo de su inocencia y la noble el
ánimo le sostuvieron allí contnelinfort
sas fueron su asilo y su recreo. Pero cor
liubiese quien le igualase en talento ni e
quien le inspírase tampoco mejor gusti
sus versos , aunque en algún modo aftic
putados por divinos, y contribuían poi
mantenerle en su ciega confianza.
« Priman» ttUtrtitiiamOñn
BilM, Orwtu, lan loi cinpo» 4« GKdt, de
illoi áeMHi iiisill) qBBilU ya l^oiuArfsi
did. T mln I uU Din pirW, v«rls el boiqga de
la que cabtt ts Oivn ci Iii clberai dsl Hilo,
qilerdi m pirece «] ituplo de Jgao, d« dios i
do aiilB loi talle* do McrUean lobot lee utmi
EitoB , Orétleí, son lo( (rlefoi cii
Doadc te bin coadncldo tm deseos ;
De Araos, cindid eniiiu j popólos]
Aquellos anros qne*e «ea do lelos.
Aqnei qee nin* e* el iritie kesqte
Donde, (B TonM eaunl peidieado,
Uvldei
lOBtrarüDei
II edUtloi
[n donde Jnao Üene hemoeo templi
• » i
n
I'-
<7¡f.r
m OBRAS COMPLETAS DB DON
Vuelto I Madrid 9 aqnena desgracia » que sia duda
añadió algún lustre á su talento y celebridad á su nom-
bre, parecía baber aumentado también el temple de su
carácter tenas , fuerte y altanero. El desdeñó resta-
blecerse en el empleo que antes ocupaba, porque las
gestiones que para ello lé era forzoso bacer le parecían
opuestas al decoro de su inocencia y al resentimiento
de su agravio. Su porte con los que le babian faforecido
en su peligro era agradecido y consecuente, con sus
enemigos inflexible , con los indiíerentes desabrido y
arrogante. Pero esta conducta , quo en el mundo moral
podia y debía hacerle honor, usada también por él en
el mundo literario, no era posible que dejase de atraerle
un diluvio de contradicciones y de pesadumbres. Sus
palabras eran soberbias, sus pretensiones insensatas :
él se creía siempre el primero, y no veia ó no queria
ver el camino que habían hecho y estaban haciendo
los demás. La invasión del gusto francés en nuestras
letras estaba en su mayor fuerza á la sazón. Ta el fes-
tivo y natural Samaniego había trasladado al apólogo
castellano una parte de las bellezas del sin igual La
Fontaine ; Iriarte había publicado sus Fábulas lite^
rafias, su Arte poética de Horacio , y su poema de la
Uásica. Fomer empezaba á mostrar su talento y ca-
rácter belicoso con la sátira que le premió la Academia
Española, en que atacaba los vicios de la poesía caste-
llana con armas que parecían tomadas, aunque real-
mente así no fuese , en los arsenales de la crítica
extranjera. Este origen era todavía mas visible en la
Leedon poética de don Leandro Moratin, que también
premió entonces la Academia. Jovellanos habla es-
crito su Delincuente honrado; otros ciento se ejerci-
taban al mismo tiempo en imitar y traducir tragedias
y comedias francesas, aunque sin tanto talento ni for-
tuna. La avenida amagaba, sobre todo, inundar sin re-
medióla escena española, que se dejaba ocupar de tantas
composiciones extrañas á su gusto y á su carácter, y
los padres de nuestra comedia parecían amenazados
de tener que salir de ella, y dejar su lugar y reputa-
ción sacrificados en las aras de los dramaturgos fran-
ceses. Yo indico solamente el hecho sin entrar á cali-
ficar la parte que en él tenían la moda y el capricho, y
la que también cabía al buen gusto y á la razón : esto
pertenece á otro logar. Pero Huerta se indignó de que
unos escritores á quienes en su orgullo consideraba co-
mo pigmeos se atreviesená competir con su reputación,
á darle lecciones y á censurar los autores que habían
sido siempre objetos de su veneración y de su culto.
Constituyóse pues en campeón de la antigua poesía
castellana , y empezó á arrojar sobre aquellos foUones
traspirenaicos, qnej así los llamaba, todos los sarcas-
mos, dicterios y bravatas que su ira, su arrogancia y
el desprecio que tenia por ellos le sugerían. Mas como
no sabia lo bastante para encontrar los verdaderos me-
diosde defensa que presentaba su causa, nunca acertó
á distinguir en los autores y sistema poético que d^
fendia, las bellezas de los defectos, las licencias in-
MANÜEL JOSÉ QUINTANA.
dispensables y precisas de los despropósitos y alm^
sos repugnantes y bajo ninguna posición defendibles.
Veíase en sus esfuerzos mas orgullo que doctrina, y
menos celo que capricho y terquedad. Todo lo defen-
día igualmente y con razones en parte frivolas y en
parte absurdas, expuestas en un estilo chocante por su
presunción , poco recomendable por su mérito, y basta
extravagante por su ortografía.
Si sus fuerzas le ayudaban poco, el tiempo le favore-
cía menos. El viento de la opinión estaba enteramente
en contra suya; y sus adversarios, mas jóvenes , mas
instruidos y mas diestros en aquel género de esgrima,
le volvían desprecios por desprecios, sarcasmos por
sarcasmos, se reían de su vanidad, hacian ver su poca
instrucción, y se burlaban de él como de un ignorante
ó de un loco i. Llovían en daño suyo los folletos, las
sátiras y los epigramas de autores conocidos y desco-
nocidos, y todos creían vengar la razón y el buen gusto
de los atentados de aquel jayán temerario, que mos-
traba un desprecio tan solemne hacia las fuentes de
instrucción y de crítica en que ellos tan religiosamente
bebian. No se estimaba por bueno el que no rompía en
él una lanza ; y podíase entonces decir de Huerta lo que
de Ismael : Mamas ejus contra omnes, et manas om^
mwn contra eum. Hasta el insigne Jovellanos no creyó
desautorizar su carácter y sus estudios entrando en la
palestra, y le asestó dos romances burlescos á modo de
jácaras de ciegos, en que liizo burla de sus escritos, de
sus pretensiones y de sus combates. El campo quedó
por ellos, y Huerta, que terminó sus trabajos por una
traducción de la Zayrai, plegaba la firente al parecer
al gusto y opmíon, contra la cual tan largo tiempo y
con tanto tesón había combatido.
Era entonces el tiempo de esta clase de contiendas.
El honor y favores esparcidos por el gobierno de Car-
los III sobre las artes y las letras; el concurso de pre-
mios abierto por la Academia Española á los ingenios
para obras de elocuencia y poesía ; el que abrió la villa
de Madrid para solemnizar la paz ajustada en 4783 con
la nación británica ; la atención pública llevada con in-
terés á los productos de ingenio, que en tiempos feli-
ces como aquellos ocupan agradablemente y embe-
llecen la sociedad; mil otras circunstancias, en suma,
habían excitado en gran manera la aplicación y el ta-
* De J«lelo, ñi, mu bo de ingenio escnso*
Aqní HoerU ei aadaí descanso gota ;
Deja un pnesto vacante en el l^arntso,
Y una Janla vacia en Zaragoza.
(IniAATE.)
• Ditfie el titnio de Xafr«, pan no dejar de poner aignna extn-
Tagancia en esta especie de tril»nto qne rendia al gnsto nodenio.
La tradnccioB está como todas sos cosas , mvy desigual, y el sen-
tido original en no poeas partes estropeado. Pero ledmo se liee
i veces el versificador numeroso! Con qué valenUa resuenan en el
teatro algonas de sus cláusulas, cuando se saben decir! Aun no
se ha olvidado el efecto que hada el célebre Maiqucs cuando so
entraba por los bastidores declamando aquel bello liAil del acto 3.^':
El sexo que araenasa
Con su blandura avasallar al mundo.
Mande en Europa j obedetca en Asía.
L.
PARTB PBlHfiHA.
o Umbien U tmakclon y k rhaü-
iBpiraban á la palma y i h priinaclB,
íñels COD obras Terdaderamente de
se ta gueriaa arrancar unos á otros
is , cavilacioDes y rancillas. Huerta,
estaba contra todos, y todos esta-
tan coDtra Huerta ; Foruer contra Iriarto, triarte con-
tra Forner; los apologistas de nuestras letras contra
sos censores, y los censores de nuestras letras contra
eUos. ¿Sobre qué no se escribid y de qué no se dispu-
tó? Fatigábanse las prensas y hervian las gacetas en
publicaciones de rolletos^sítiras y epigramas, queso
lanzaban unos á otros los ingenios españoles sin otro
objetoqueel de desacreditarse, desdorando elartey per-
diendo miserablemente el tiempo. Yo no decidiré aqu!
nelescándaloy perjuiciosque esto ocasionaba eraasu-
Gcientemente compensados con ta actividad que estas
guerrillas daban al espíritu literario, con los adelanta-
mientosque en ellas se procuraban el arte de la critica
y del raciocinio, con las investigaciones, en fin, y con
los descubrimientos que se liacian en el campo de la
critica y de le historia. Aun cuando se concedan fácil-
mente estas ventnjas bajo un aspecto, siempre queda
media duda de que el arte ganuse algo con tan in-
termiaables debates. El verdadero culto de les musas
consiste en versos, no en criticas; y la opinión que
ILva á la estimación y A la gloria es la que uno se ad-
quiere por sf mismo, j no lu que quita d los demás.
¿Dúnde estarían lasarles, dúndelas ciencias, dúnde
ta moral , si estuviera en manos de la petulancia y de
la mala fe, ayudadas en buen liora de la agudeza y del
talento, convertir lo verdadero en fulso, en feo lo lier-
moso, en malo lo bueno ? Esto no es posible , y toda
obraquetieneensiunprincipiode vida, suficiente pera
poder subsistir, está á cubierto de estos esfuerzos impo-
tentes de ta contradicción y la malicia. ¿ Qué queda de
lautas satiríllas, unas cliistosas y otras insulsas, como
se escribieron contra Huerta? Hada; pero queda su
Raquel, y sus adversarios tendrían ¿ buena dicba que
Eus composicionts dramáticas, si alguna hicieron, ocu-
pasen en la escena et lugar honroso y distinguido en
que aquella pieza está colocada. Todas tas invectivas
deFomercontra triarte no han podido quitará las fá-
bulas literarias la opinión pública que cada dia las ta-
Torece mas, y todos los desprecios de Iriarte hacia
Forner no le han podido arrancar el concepto venta-
joso que se merecía por su disposición poco común para
ta poesía elevada, por el brio y resolución con que es-
cribiaIaprosa,porsu constante aplicación y por su in-
meact doctrina. Y por el contrario, ¿qué necesidad te-
nia la Itiada déla carta fulminante de Varas para venir
al suelo? Por su mismo peso cayera aquel tan pobre
poMst, il modo que se lian sepultado umbien en el
olvido mu profundo, sin que nadie les ayudase & caer,
luaiucrei}ntkasdeIinpueEtoHelcborDiaz,los versos i *
y demit eserito* del malhadado Tríguen». j I
t'
buiu.— StiB
Don Tomas de Iriarte
vención activa y pa^vam
paba entonces un lugar i
teratura, debido en gra
también i circunstancia
literarias. Todo lo que i
erudición escogida, nni
con el trato mas urbaní
deregularídad, de juicio
un ingenia vivo y despej
critor en sus obras, que
mente la atención públii
día. Pero si estas calida<
felizmente en los géner
en los que eu'gen mucha
de fantasía, viveza en la
]¡ fuerza en los colores, n
nidos. De estasdoles, qu
medios poéticos, (riarle
que, uendo poeta freci
alguna vez en sus epísti
geras , no lo es nunca ei
es mus bien un tratado q
descripciones campestre
cíllez, de amenidad y de
man, imitación infeliz di
único ejemplar en su gen
sutraducciondctafnetdi
comprendía perfeclamcn
poesía. Difuso, laio, fno,
traño en un músico ) tallo
cuando sus versos sean U
conmueve ni interesa; ;
ejemplo y escarmíentode
se empeña en seguir íead
dina , y en donde no ¡e 1»
Eran, sin embargo, ta
' Cinu derUmínlc minfil
T pritUcí ea U másica debii
principia i in poema con nt
leeilluciaii de ur;TqiicIaiil
d« «er un ticil 1)b euariaLet
ilabraa qoc le ei
etuilild:
uido, mi
u le paUnm ndicit t qa
»ii -•■ :♦< . wu»-
\A.:-iU'^i' *^-
-V^- k* •
iK2 OBRAS COMPLETAS DB DON
que SamaniegOy al publicar por el mismo tiempo sus Fár
bulas morales, le decia al frente del libro 3.® de ellas:
En mis versos , Marta,
Ya no quiero mas arte
Que poner á los tuyos por modelo ;
A competir anhelo
Con tu numen, que el sabio mundo admira,
Si me prestas tu lira ;
Aquella en que tocaron dulcemente
Música 7 poesia juntamente.
Esto no puede ser : ordena Apolo
Que digno solo tú la pulses solo.'
¿Y por qué solo tú? Pues cuando menos,
¿No he de hacer versos fáciles , amenos ,
Sin ambicioso ornato?
¿Gastas otro poético aparato?
Si tú sobre el Parnaso te empinases
Y desde alli cantases ,
c Risco tramonto de época altanera , »
Góngora que te siga te dijera.
Pero si vas marchando por el llano,
Cantándonos en verso castellano
Cosas claras , sencillas , naturales ,
Y todas ellas tales.
Que aun aquel que no entiende poesía
Dice : f Eso yo también me lo diría ; »
¿Por qué no he de imitarte? etc.
Sin duda Samaniego, en obsequio déla doctrina que
predica y del modelo que admira , se esfuerza aquí á dar
el ejemplo con la regla; y lo hace en versos tan natura-
les y tan llanos, que tocan ya en triviales y rastreros.
Pero sin insistir en ello, por los respetos que se le de-
ben, podría reponérsele que semejante estilo y versifi-
cación, propios de una fábula, de una epístola &mi-
liar ó de un cuento alegre y picaresco , no lo son en
modo alguno de los géneros elevados de la poesía , donde
Non saUi etípuris versum perscríberé verbii.
Podría manifestársele también que él mismo, por mas
que diga, no sigue tan puntualmente las huellas del es*
critor madrileño. £1 no ponia en sus apólogos igual
cultura, igual limpieza de ejecución, igual mérito de
invención y de oportunidad que el que luce en las Fá-
mulos ¡Uerarias, Samaniego procede con mas abando-
no, yávecescondescuidoydesaliño; pero¿con cuánta
mas gracia, con cuánta mas poesía de estilo cuando el
objeto lo requiere, con cuánto mas jugo y flexibilidad?
Iríarte cuenta bien, pero Samaniego pinta ; el uno es
ingenioso y discreto , el otro]gracioso y natural. Lassa-
les y los idiotismos que uno y otro esparcen en su obra
son igualmente oportunos y castizos; pero el uno los
busca, el otro los encuentra sin buscarlos, ypareceque
los produce por sí mismo : en fin, el colorído con que
Samaniego viste sus pinturas, y el ritmo y armonía con
que las vigoriza y les da halago en nada dañan jamás
al donaire, á la sencillez, á la claridad ni al despejo.
Si en él hubiera algo mas de candor é ingenuidad, si
descubriera menos nmlicia, si supiera elevarse á las
profundas miras y grandes pensamientos morales á que
sabe remontarse á veces La-Fontaine , sin dejar de ser
fabulista; si diera, en fin , mas perfección á sus versos
eortosi que no conrea cuando les ^escribe solos con la
MANUEL JOSÉ QUINTANA.
misma gracia y fluidez que cuando los combina con los
grandes, sería difícil negarle el primer lugar entre los
mas felices imitadores del fabulista francés. Aun así,
¿quién se lo podrá disputar? Por opinión y por uso ya
susjábulas se han hecho clásicas , no hay niño que no
las aprenda con facilidad y con gusto, no hay hombre
hecho que no les tenga afición; las ediciones se repiten
á porfía , y el gran calificador del méríto de los escritos,
el tiempo , confirma cada dia mas el feliz desempeño del
autor en el útil y noble objeto que se propuso.
Este gusto abandonado y natural , introducido y au-
torizado con las obras de estos dos escritores, fué se^
guido por don Francisco Gregorio de Salas, autor de
algunos epigramas chistosos y del Observatorio rús~
tico , en que , por el aprecio y amor que el autor se con-
cilla , se desea que hubiese mas poesía; por don Vicente
María Santibañez , traductor de la Heróida de Pope,
con cuyo estilo y carácter tenia el suyo tan poca analo-
gía y semejanza; por el marqués de Urena, autor del
poema burlesco de la Pasmodia; por el conde de Noro-
ña que, exceptuada la oda^ ¡a paz, donde levantó al-
gún tanto el tono , lo demás que escribió está también
en este estilo ; por otros escritores, en fin , de mucho
menos nota y tan pronto nacidos como olvidados.
La poesía en aquel tiempo , libertada de los últimos
delirios del culteranismo apadrinados por Huerta, se
veia expuesta á otros vicios, por ventura mas contraríos
á su naturaleza , que eran el prosaísmo y la flojedad. La
mayor parte de los versos que entonces se escribían , ¿
fuerza de aspirar á la llaneza , á la claridad y á la senci-
llez, rayaban en los términos de lo bajo y lo trivial. Pen-
saban sus autores que por haber ajustado sus pensa-
mientos en renglones de once sílabas, con alguna ca*
dencia métrica y buenos consonantes al fin, dispuestos
en una simetría exacta y puntual , estos renglones eran
versos, yellos, por consiguiente, poetas; pero Horacio
hadichoqueno son propiamente poemas aquellos donde
Acér spiritus ac vis
Neo verbii nee rébus inest;
y en los escritos de que hablamos ni había fuerza ni vi^
gor en los pensamientos, ni color en el estilo , nirítmo
en las palabras. Esta última falta es la que menos se
disimula á un poeta ; porque como siempre se le supo-
ne cantando, y por medio del oído se ha de dirigir al
corazón y á la fantasía , resulta que la parte música , é
llámese ritmo, del discurso, es la calidad prímera y la
mas esencial de su arte y de su talento.
Guando leemos en Virgilio :
Jam mihiper rupes videar luc&sque sonantet
Iré : libet Partho torquere Cydoma camu
Spieula : tam^uam hace títU nostri medieiM fiír^rkp
AiU Deui ilieMalis hominum mitescere diseai,
lo que llama comunmente la atención, es la belleza y
vivacidad de lasdosimágenesprímeras, y la melancófi-
ca expresión de 1 08 dos sentimientos con que se termina
el pasaje. Pero el delicado y exquisito gusto con que ca-
tán enktzadas las cláusulas que le componen , las infle-
xiones , los cortes suspensivos i el suave y querelloso
PARTE PRIHEI
il , la magia prosMca, eo fin,
este admirable periodo , serd
lo aquellos pocos cuya alma j
1 algún modo con el alma y el
iqué consisto esle ritmo, res-
iKiuui^i louiua buu uu cíOcueole escritor cuyas ideas
aquí resumimos, que el ntoio consiste en uu conjunto
particular de expresiones delicadamente escogidas; en
una distríbocioD de sílabas lentas ó rúpidas, sordas 6
agudas , ísperas ó guates , alegres 6 melancólicas, en un
encadenamiento, en fin, de onomatopeyasanálogasdlas
ideas dequeel poeta ealá fuertemente poseído; á laasen-
timientosqueleagiton, días imágenes que le ocupan,
d las sensaciones que quiere producir, d la naturaleza,
moTÍmiento y carácter de las acciones y pasiones que
se propone eipresar. Asi el ritmo es la imdgcn délo que
posa en el alma del poeta, monilestada por lasiolle-
liones de su voz, por sus degradaciones sucesivas, por
los pasajes y tonos diversos de nn discurso : don natu-
ral qne nace de la sensibilidad de los órganos y de la
mo^Udad del alma; secretoqnenise aprende ni se co-
munica, nipuedetampocoreducirsed reglas. Lo único
que el arte puede bacer en él es perfeccionarle; pero
aun esta perfección, siendo buscada, tiene un nosé
qué de preparación y da aparato que ya peijudica á su
efecto. El ritmo de reflexión agrada siempre menos que
instinto , porque el instinto se plega de suyo i las
Itu variedades del ritmo, yesto d la reflexión no
ftcil. De aqui nace nua de las diferencias que los
des humanistas hallan entre Homero y Virgilio, en-
triosto y el Tasso. Sucede igualmente asi entre
tros poetas. Herrera, que busca el ritmo con tanto
ro, no siempre acierta d encontrarle , mientras que
iscfpulos Arguijo y Etioja le suelen hallar con mas
dad; y que en poetas menos perfectos, pero mas
ralee, viene d veces por si mismo d colocarse en
sTBos, como sucede d veces con Lope de Vega y
MOB.
estadio y el gusto que se adquiere con la instrac-
pueden señalar el sitio donde conviene poner este
Pw el pim , adormido y vago cielo ;
Jen podrin dar la idea de empezar on soneto d una
la naval con este otro :
Hoodo ponto, que bramas atronado;
la naturaleza sola es la que dicta la acentnacion
idera, el ritmo propio de un periodo poético «ite-
Ha sola es la qne ha dictado d Valbuena esta ocla-
n qoe ^ta , en las 6ltimas palabras de ana ¡iveo
e mnere, su desaliento y agonfa :
Lliinanne con delgadas voces siento
Del icoD oacoro de la tlena helada ;
TriKei lanlnai cnuar veo por el viento ,
Y que me llaman todaa de pasada ;
Pállanme ya las henas j el aliento.
|Cleiot1 li ooil deidad tengo agraviada.
m
OBRAS COHN.ETAS DE DON
\> ti
>■
•■. . »
BtracÜYOs de la armonía, fueron las dotes con que la
naturaleza enriqueció á Helendez , y que los excelentes
estudios y en que Cadalso le sirvió de guia, cultivaron
y desenvolvieron con el éxito mas feliz. Ayudaba á ello
desde Sevilla con sus continuos avisos y exhortaciones
el inmortal Jovellanos, y sosteníanle en su aplicación y
en sus esfuerzos sus dos amigos y compañeros , el festivo
Iglesias y el agustiniano González. No tardó mucho en
salir á volar con sus propias alas , y en recibir las pal-
mas debidas á su laudable anhelo y justas esperanzas:
su BatUo, su oda A las artes, sus Bod4is de Camacho
(que aquí consideramos solo por su aspecto lírico, y no
por el dramático }; en fin , el tomo de sus poesías publi-
cado en 1785 , fueron otros tantos triunfos que , asegu-
rando los progresos y el carácter del arte, coronaron
al autor de una gloría que se va haciendo mas sólida y
brillante cada día , y probablemente no perecerá jamás.
Veíase sin duda en aquellas poesías un estilo y una
entonación semejantes á la que en los versos cortos ha-
bian puesto Góngora y Villegas , y á la que en los ma-
yores usaron Garcilaso, Luis de León, Herrera y Fran-
cisco de la Torre ; pero con infinito mas gusto , con una
elegancia mas continua y mas esmerada, con una poe-
sía de estilo mas vigorosa y pintoresca, con una elec-
ción de asuntos y pensamientos harto mas interesante,
efecto necesario y natural de una instrucción bebida en
libros y en autores que habían venido después. No era
posible á Villegas hacer una anacreóntica tan pura co-
mo la do El viento f ni á Góngora un romance tan ideal
y melancólico como el de La tarde, ni á ninguno de los
otros escritores tomar un vuelo tan alto y tan sostenido
como el que se admira en las dos odas Á las artes , en
la fúnebre A Cadalso , y en la de Las estrellas. No es mi
ánimo aquí preferir talentos á talentos, y sacrificar el
concepto bien merecido de los padres de nuestra poe-
sía en las aras de su sucesor, porque fué mi maestro y
mi amigo. Lejos de mi tan injusta y temeraria parcia-
lidad. Yo comparo solamente las obras, y hallo que el
escritor moderno , si bien formado por el ejemplo de
los antiguos, ha podido, ayudado de los adelantamien-
tos del tiempo en que vivía, dar mayor interés y con-
sistencia á sus ideas, mas grandeza y regularidad ásu
composición , mas fuerza y seguridad á su movimiento.
No haydudaque en los géneros cortos , especialmente
en los romances y anacreónticas, ha alcanzado á una
perfección no conocida hasta él , y todavía no seguida,
ni aun de lejos, por los que se han propuesto seguirle.
La opinión no le es tan favorable en los versos mayo-
res y en los géneros de mas alta y grave composición;
mas aun cuando pueda concederse fácilmente que es
mucho mas perfecto y agradable en los unos que en los
otros , sería injusto negarle el tributo de gratitud y ad-
miración que se le debe por el gran talento que mostró,
y por el adelantamiento que supo dar á muchos de
esos géneros , en los cuales podrá en buen hora encon*
trárseie desigual á sí mismo , pero no menos grande si
se le compara con los demás escritores. Sus versos eo-
HANUEL JOSÉ QUINTANA.
decasílabos cuando se emplean en asuntos bucóUcoa
ó descriptivos tienen todo el gusto y la perfección del
género á que corresponden. Si el argumento es lírico,
cualquiera que sea su elevación ó dificultad, Melendaz
se alza y se iguala con él , y le desempeña con tanta des-
treza como felicidad. Su estilo en todas partes está lle-
no de poesía y de color, sus versos son apacibles y so-
noros , sus períodos en genera] bien y convenientemente
construidos y distribuidos; su Balilo, en fin, sus silvas,
sus epístolas, algunas elegías, y tantas odas excelentes,
así en el género templado como en el sublime , le cali-
ficarán siempre de un poeta de primer orden, aun sin
el auxilio de sus anacreónticas, de sus romances y de
sus idilios.
Es preciso confesar, sin embargo, que su carácter
propendía mas á la gracia , á la morbidez y á la ternura,
que al vigor y á la energía. £1 carácter pastoril que ha
dado á la mayor parte de sus poemas les quita el ha-
lago y el interés de la variedad , y contribuye también
á darles un tono de afeminación y de molicie que des-
contenta al ánimo , por poco austero que sea. Era sin-
gular sin duda su talento para describir ; pero le sucede
lo que á todos, que es abusar de lo que se tiene en de-
masía , y por abundante da en difuso , y por volver fre-
cuentemente á unos mismos objetos es cansado; bien
que este defecto sea por ventura mas propio del genera
que del escritor. En ¡as composiciones doctrinales y fi-
losóficas suple la falta de fuerza con la declamación , y
lo vago de las ideas con el lujo del estilo. Por último,
en la parte de invención y composición deja siempre
algo que desear: el interés no es progresivo, las termi-
naciones no son siempre felices y bien graduadas, y el
arreglo del todo no corresponde siempre al mérito de la
bella ejecución en cada una de sus partes. Siente bien,
describe bien, cuenta poco y dialoga mal. Nunca de-
bió arrojarse á tratar asuntos que no estaban ni en su
cuerda ni en su carácter ; y la Caida de LuiíM , el Sis-
tema del universo, la Inmensidad de la wUurale%a, y
otros argumentos de igual clase, prueban con la infeli-
cidad de su desempeño que si el objeto y el conjunto
de las ideas cabían en los principios y en el saber del
autor, no se avem'an de modo alguno con los medios
poéticos que poseía.
Esta desigualdad en sus obras se notara menos , y su
gloria fuera harto mas pura , si en las diferentes edicio-
nes que hizo de sus poesías hubiera procedido con otro
esmero y otra severidad. La última, sobre lodo, quo
él dejó arreglada antes de morir, y en que sus editores
siguieron puntualmente sus instrucciones» no debiera
ya resentirse de tan excesiva indulgencia. Y así como
en la segunda que hizo en Valladolid tuvo la resolución
de desechar diferentes composiciones que acusaban de-
masiado los pocos años y la inezperiencia del autor, de-
bió también teñeron la última la misma entereza , y ex-
cluir todo aquello que el tiempo hahia ya calificado co-
mo poco digno del resto; con tanta mas raaon, cuanto
que salía enriquecida de tantos versos nuevos y exqui-
PARTE PMMEIIA.
menes de aniereúnticaí, romances,
igios , (odss de una misma pluma , j
«ria campestre y paslorU, son por
; j no era ficil , ó mas bien , era im-
por todos ellos el interés ; la varie-
1 poderse leer con igual placer que
bligaba á entresacar de todas aque-
[lereciese la unáaime aprobación de
1 gusto, 7 desecliondo irremisibJe-
bacer de lo escogido solamente dos
tomos fueran de oro.
Spoca literaria la vista sobre Melan-
instante í par de él el ilustre Jove-
, como Uucéoas'y como compañero
al arte. La variedad de laleotoa ; de
) este bombre insigne poseía , y la
rabajos útiles en que se ejercitó, for-
tan singular como interesante y glo-
tras y i nuestra ciTÜiíacion, si este
io de trazarlo. El pertenecía i la elo-
llos elogios; á la historia por su dis-
lectáculos , y por mil inTestigaciones
i sobre nuestras antigüedades ; á las
u pasión , por su gusto eiquisito en
eccion qae les daba; á la economía
ey agraria ; d la política por sus elo-
; í las ciencias por el mstítuto quo
¡a por el grande espíritu que animó
, á la virtud por los ejemplos de di(^
, de entereza y de amor ¿ su patria y
e toda su vida dio con el anhelo mas
ancia mas noble. Era, por cierto, un
jilo y grato como raro y singular ver
os ios estudios , de todos ios talentos,
e parecia el a^o y el templo de las
leí mismo modo que el orador, el bís-
, el jurisconsulto y el economista, el
consumado y el alumno que apenas
iran recibidos con benevolencia y aíi-
lidos 7 contestados en su lengua y en
I recibían aviso, los otros lecciones,
>unos auxilio, y todos placer y honor.
)r que se concillaba con este atracti-
iBÍguiente al bien que las letras y las
cultivaban recibían de esta conducta
. Todos le amaban, todos le venere-
de aprobación , una sonrisa de Jovi-
nsa mas grata que entonces podiao
m y el ingenio.
síderamos solo por sus relaciones con
EÍonpre amó, que cultivó en muchos
un modo siempre apreciable y & veces
cuyos progresos puede decirse coiv-
las con sus consejos y su inQujo que
zoa ser este tan grande y poderoso,
oar en Sevilla al mismo tiempo que
oaaca: y amigos comunes les bicie-
— UIERATÜRA.
ron conocerse , escriUrse y fomi
que duró la mayor parte de su vi<
cbosa fué á Helendez y tan glorio
cribiú su Delincuente honrado, su
ciou del libro 1.° de El Paraíso p
poesías líricas que corren maausc
producciones se descubre bien el t
y las buenas ideas y guslo de su i
no bien formado todavía, es mnsl
ycu!ta,que una dicción verdadei
versos no tienen el bálago , el núm
necesitan para lierir agradablemei
en la memoria. Los cortos , sobre i
mente mal construidos, faltos de
y de rotundidad. Quizá en Sevilli
aconsejarse oportunamente cuandi
bia podido hacer en nuestros poet
no para adquirir en esta parte la ]
ba ; quizá el trato mas frecuente q
Melendez , con el maestro Gonzalt
nistas, le diú luces y miiimas fpn
con envidiable destreza : lo cierto (
puso la Descripción del Paulury la
tas veces se han reimpreso , ni su
tienen , rigorosamente bablando,
dera poesía. Ya estos escritos lo s
brio y perfección con que están
pudo ponerse en primera línea á p
ees cultivaban el arte con mas acii
cion. Pudieran dolerse las musas d
tado de tan ventajosas calidades n<
vamente de ellas. Los géneros not
él por carácter y estudios propen
sin duda con su aplicación i ellos
nobles atenciones en que estuvo c
le era posible frecuentar mas el
de considerársele como un ardiei
ejercicios de las musas. A ellas del
mera , á ellas después sus mas du
ellas , en fin , la elegancia y la arm
jestuosa y elocuente. En sus brazo
zos también puede decirse que m
crito fué un canto patriótico á los i
de su voz agonizante resonaron [
labios de Jovino la patria y la poe&
ARTICCLO V
Da ClMfaegoi j olm poeUi.
Iglesias, amigo también y com]
Helendez, siguió diverso nimbo^
gramas ) letrillas ha logrado un a;
mereddo. Para esta clase de poeel
su talento era sin duda eminente ,
Qnevedo , del cual , si á la verdad
la vivacidad , tampoco presenta el
vagancias. Faltóle estar en un le
mas extenaion i sus miras , y pode
OBRAS CX)1IPLETAS DE DON
be TÍdo8 7 defectos que en el retiro en que vivía no
podía conocer ni adivinar. Faltóle también mas caudal
de instrucción : la que tenia era superficial y poco cor-
respondiente á la época en que escribía, y sus estudios
se limitaban al manejo casi exclusivo de los poetas an-
tiguos españoles , que leía, copiaba, y aun desmenuzaba
para aprovecharse de sus fragmentos i. Esta exclusión
de estudios pudo sin duda limitar el caudal de sus pen-
samientos y de sus medios; pero le afianzó una caUdad
poco común entre sus contemporáneos, la de ser emi-
nentemente puro en la dicción , y que todas sus frases,
palabras y modismos, tan castizos como claros, pue-
dan usarse con seguridad y confianza. A la misma es-
cuela pertenece el agustiniano fray Diego González,
exacto y puntual observador del lenguaje y formas anti-
guas, y cuya modesta ambición se contentó con el tí-
tulo de hábil imitador de un gran poeta.
Pero de todos los discípulos de aquella escuela , fun-
dada por Cadalso y tan ilustrada por Melendez, el que
después de este lírico insigne ha llamado mas la aten-
ción pública, así parala crítica como para el aplauso,
es Cienfuegos. Los humanistas afectan ahora tratarle
con un rigor tanto mas extraño , cuanto mas favorable
había sido la acogida que sus escritos lograron en un
principio. Los ánimos se hallaban entonces mejor pre-
parados á recibir las impresiones que les daba un escri-
tor entregado todo á la ilusión de la filantropía mas
exaltada 9 á las sensaciones deliciosas y tristes de la me-
lancolía mas profunda, y defensor valiente de todas
aquellas virtudes en que consisten la digm'dad y la ele-
vación humana. Su imaginación , tan ardiente como
viva , se ponía fácilmente al nivel de estos sentimien-
tos , y los ecos en que se exhalaban eran tan enérgicos
como robustos. Nadie le excede en fuerza y en vehe-
mencia , y no sería mucho decir que tampoco nadie le
iguala. Aunque el fondo de ideas sobre que su imagina-
ción se ejercita pueda decirse tomado de la filosofía fran-
cesa , no ciertamente el tono ni el carácter , que guar-
dan mas semejanza con la poesía osiánica y con la poesía
alemana. Pero si el estilo, por llevar el sello robusto y
fogoso de su índole y de su ingenio, se hacía respetar
de los lectores, no así la dicción, á que daban cierto
aire de afectación y extrañeza el uso excesivo de pala-
bras compuestas, los arcaísmos poco necesarios , y so-
bre todo las frases y palabras inventadas por el escritor,
y usadas por su autoridad particular. Disimuláronse de
pronto estas libertades en obsequio de las nobles miras,
* Entre la confusión de papeles que dc;j<5 al morir se encontra-
ron muchos que no eran mas qne centones de versos de diferentes
poetas antlfoos, unas teces deseompoestos, otras literales ; pero
siempre combinados de manera qoe formasen no todo regalar. De
esta clase son algupas de sos odas y la mayor parte de sus villa-
nescas, de sns églogas 7 de sns Idilios. Las principales fuentes
donde bebía para este trabajo eran Yaibnena y Qnevedo. Ignórase
el uso qoe pensaba hacer en adelante de estos estadios , y sus edi-
tores los pnblicarun conforme Tinleron i sus manos. Lo mas par-
Ucttlar es qne en elbs lo raro y eitrafto de la ejecución no peijn-
dica i la sencilles del pensamiento principal , ni 4 la regularidad
del todo , ni 4 la gracia en las letrillas, ni al fuego y expresión
melancóiia de las odu y de los idUios»
MANUEL JOSÉ QUINTANA.
grandeza de pensamientos , bellas imágenes y calor aiw
rebatado con que se enriquecían y animaban aquellos
versos, de un carácter nuevo hasta entonces en nues-
tra poesía. Melendez á la sazón había dejado de escri-
bir, don Leandro Moratin se hallaba fuera de España,
otros escritores que entonces comenzaban no habían
adquirido aun ni la fuerza ni el nombre que después.
Así , Cienfuegos , desde que empezaron ¿ conocerse sus
primeros ensayos , parecía la sola esperanza de nuestro
Parnaso , y los amantes de las musas le respetaron y sa-
ludaron como á tal. Mucho antes de que sus versos sa-
liesen á luz, uno de los que mas agriamente los han
censurado después decia públicamente que cuando lle-
gasen á imprimirse á tendría la España un poeta ». Jo-
vellanos, tan propio por su carácter y por la propen-
sión de su espíritu para juzgar y apreciar los nobles
cantos del nuevo escritor, decia a que Cienfuegos ha-
bía puesto el punto muy alto ». Realmente era así , y el
yerro de este poeta consistía en haber llevado la exal-
tación de sus ilusiones y sentimientos ideales hasta un
grado difícil de ponerse en armonía con el temple de
los demás.
Esta aura de favor se ha convertido después en una
severidad, en mi opinión injusta, y sin duda alguna
excesiva, dándose como dificultosamente el título de
poeta á quien por ventura el defecto real que manifiesta
es el de serlo en demasía. Por unas pocas locuciones,
viciosas si se quiere y desdeñadas del gusto y uso co-
mún, se le tacha de escritor extravagante y contagioso,
de quien la juventud debe huir si no quiere corromper-
se. Yo no trataré aquí ni de acusar ni de defender estas
innovaciones de lenguaje, porque su examen no es de
este lugar; pero sí diré que ellas solas no constituyen la
poesía de Cienfuegos 2. Cuando se haya manifestado
que sus versos no tienen ni cadencia ni armonía , que
están faltos de imaginación y de fuego, que sus miras
son pobres, sus asuntos malos, y su ejecución peor,
entonces podrá parecer fundado el ceño con que se le
mira. Pero los dos poemas líricos de El Otoño jáeLa
Primavera, sus bellas epístolas morales y afectuosas,
el primero y tercer acto de la Zoraida, el papel de R(h
drígo en La condesa de Castilla, el conjunto grande y
majestuoso que presenta el Idomeneo, el fácil desem-*
peño del Pitaco, tantos trozos, en fin, admirables ó
por la sentencia , ó por la fantasía, ó por el calor de la
expresión, reclamarán siempre contra esta prevención
injusta, y ponen al autor en un lugar harto eminente
* Todo poeta que tiene que formarse asa dicción porque la que
encuentra hecha no le basta para la expresión de lo que siente 6
de lo que pinta , por mas esmero que ponga , se resiente siempre
de la predilección qne da 4 ciertas expresiones 6 palabras , que,
por repetidas ó por poco conformes al estilo y gusto común, cons-
tituyen lo que se llama éfeciúeh» 6 mmurm. Herrera tiene la suya,
Melendez la tiene también, y 4 Cienfuegos ba sucedido respecti-
Tímente lo mismo. Todos ellos, cu41 mas, cuil menos, presentan
un vicio en esta parte , qne sus buenos imiudores procurau evitar
y que los talentos mediocres eugeraa. Acaso las innondoaes he-
chas por Cienfaegos no son tan eitrafias por si mismas como por
el lagar en que las introduce; y lo que mas le ha perjudicado es
el uso que ha bocho de ellas en sus tragedias , género que por st
naturaleu se presta menos que el Úrico 4 semejantes tentatiyas.
PARTE PBIUERA,
Dmbre pueda ser repetido jamás con bdi-
I desprecio.
loTellaDos, Cienfuegos y sus imitadores
icido en Ja poesía española un gusto ei-
«ce tomado del finncés, del alemán y del
han seguido divo^ camino, y han pro-
icion itaÜBDa, cuyas formas lieneo mas
los nuestras, 7 por lo mismo sa carácter
ecer mas puro y mas natural. La Índole
1 escuela es poner todo su esmero en la
rfa de los metros, en el halago de los dú-
ilegancia y pureza del estilo, en la facili-
dela ejecución. Las dotes exteriores son
lidado ; los asuntos y los pensamientos no
mera que no siempre se encuentran en
in , la Tuerza y el vigor de eipresion que
tar. Mas no por eso se la debe tener en
ñerlo que las gracias, la facilidad y la
1 parte tan esencial de la poesía. Este es-
i engracias y en halago, no es vencido ni ,
ualado de otro alguno. No hacemos aqui
s escritores que mas se han señalado en
orqne los unos ann viven, y es tan corto
la pasado desde el falleciniienla de otros,
isiderárseles todavía como vivos, y por
¡dad que se guardase al hacer el eiámen
irácter y mérito poético, la censura po-
intradiccion, y los aplausos lisonja.
le recorrido este periodo se preguntase
¡irogresos que el arte debe i los ingenios
livado, puede responderse que la poesía
pues que les debe su restauración en un
ya no Iiabia musas en España. Ellos se
n, haciéndolas cantor con un tono mas
do , en composiciooes mas esmeradas y
in formas, en üd , mas elegantes y deco-
go es todo de este siglo, la tragedia clá-
lien, y lo es la comedia de Terencio , no
toco fiD toda su pureza hasta que con
i presentó en el teatro Moratin, Hay asi-
oetas modernos uu caudal de ideas , de
I Slosofla y de iustruccioD , que no se en-
ralmente hablando, en los de los siglos
ro es preciso confesar también que en
1 facilidad y en riqueza de fontasfa no
ir con los antiguos, y que en esta última
I de la poesfa española ha sido mas esca-
rias, menos armonía, y por consiguien-
efecto y menos agrado. Las causas de
son muchas, pero oquisoto indicaremos
Jmeroáque el sistema clásico, seguido
e por los autores de esto siglo, les ba
parte de su fuerza para volar con des-
oír con profusión. Corre mucho el que
a botuto eligir igual osadía y presteza
ne ir nijeto á tantos otros míramiontoa
I y TeroñmilUud. Véndense dn duda
.— LITERATURA.
esta dificultad, á mostrar el
gusto y una pasión mas decl
de cultura. Pero entre los qi
los des linos de la España y
ninguno ha tenido afición p:
han querido 6 sabido aprec.
prenderla. De aquí la estim
mentó, el corto estimulo y
meno tan natural como nec
gresos que iban haciendo c
de Europa, de una parte le
interés. La poesía, bija de
principal valor y su influjo i
cia y en la juventud de los p
ees á dejarse vencer de los ]
consigo. Pero cuando la raz
las mires de utilidad á don
preciso en tal caso que la po
España en el siglo ivni ha
tizar y d calcular; ha tratad'
productivas, de fomentar li
estas artes no pueden sosten
nerse, en cuanto le fuese po!
naciones en prosperidad y ej
con semejante ahinco, ¿cóm
cion á estos juegos del inge
cion un momento, y despu
danT Tampoco era too rica,i
consiguiente, el arte, falto (
no podia dejar de ir á menos
ca,porsu particular carác te
cesarlas que tiene, podie en
perar ; pero por causas cuya
bien i la historia del teatro q
dia pasar entre nosotros de n
pues todos los caminos á la <
dad , los ingenios que mas pi
gados & abandonar un arle
presentaba, y se han entre
que ofrecían mejor perspect
campo d sus esperanzas. Po]
derado todo, es aun mas de i
se ha hecho , que de culpar
Los poetas sin duda han sid
número que en lo pasado , y
re ; pero el siglo era también
tico que los anteriores.
I A eiti sbjcmcloa (cneril n
qBe lognrDD Jii irtei r lai letnt (
períoila (té mof cono , j qnlilMi i
igae laaen , na podriin contra peti
ílglo.
■ Ha ci decir un esto qoe lo*
dciiteadldoi: il cootnrlo, uní g
dliUagaldo binsidoelendoildei
;or tolo el milito da i» ntadloi
Meludu en >inclido con nni p
Fonier coa otra u ti da Sertlb, i
tttii da EtUilo, j «tro* I Mt« t«i
ginirBNehooifoKauTea eonil
iU ouo tanta , oo fodienio jt mi
foMM M euiUL
iBé
OBttAS COMPLETAS t>E DON MANOEt JOSÉ QÜINtAMA.
SOBRE LA poesía ÉPICA CASTELLANA.
> -
Suelen los pueblos cultos, cuando logran tener en
su lengua un poema heroico bien becho , considerarle
como el blasón principal de su literatura. Y no sinrazón
á la verdad , porque una obra de esta clase Tiene á ser
su libro clásico , su archÍTo maestro. Allí es donde na-
turalmente y sin violencia se hace intervenir al cielo
en el origen de las naciones, y su cuna se adorna y se
rodea con toda la pompa y majestad de la religión. Lo
que por la lejairfa de los tiempos y por la oscuridad é
incertidumbre de los monumentos no le es dado des-
cubrir y contar á la historia , la musa épica se lo inspira
y revela al poeta, que se hace oír y creer, subyugando
los ánimos á fuerza de imaginación y de armonía. Ar-
mas, leyes, artes, costumbres, familias, lenguaje, pa-
siones , todo cuanto constituye el carácter y fisonomía
de un pueblo , todo lo que concurre á su prosperidad y á
su gloría , todo está allí , y todo se aprende y se cita con
igual aplauso que veneración.
Pero joya de tan inestimable precio es menos una
adquisición de industria y diligencia que lance de buena
fortuna; porque son tiritas y tales las dificultades que
ofrecen para su ejecución estas obras complicadas y ma-
jestuosas , tantas y tan eminentes las dotes del escritor
que se proponga vencerlas , y tan singulares , en fin,
las circunstancias que han de cooperar á su triunfo , que
el concurso de todas estas ventajas á una época dada
y en un hombre solo es ciertamente un prodigio mas
bien que un fenómeno ordinario. Y como los prodigios
son raros, los poemas verdaderamente épicos no lo son
menos. Así es que el desenfado de algunos rigoristas
llega á decir que no se ha escrito mas que uno y medio
en el mundo ; no siendo , en su concepto , los otros mas
que imperfectos bosquejos ó débiles y írias imitacio-
nes del primero que abrió este áspero camino y dejó
tan lejos de sí á los que se propusieron seguirle.
Rigor por cierto injusto, y en algún modo insensato,
puesto que por ensalzar á dos grandes ingenios de la
antigüedad , ó mas bien á uno solo , se sacrifican en sus
aras los eminentes escritores á quienes la Europa mo-
derna debe en este género sublime cuadros tan magní-
ficos y bellos. Gusto bien desabrido fuera el que se ne-
gase á la impresión profunda y terrible que causa el
viaje de Dante por el mundo de la eternidad , pintado en
su extraño y singular poema con colores tan origina-
les y terribles ; al agrado indecible que resulta de la
,^ ilimitada y maravillosa variedad prodigada por Ariosto
en su inimitable Orlando ; y al respeto é interés con que
se contempla el trofeo regular y majestuoso levantado
por Torcuato Taso á la gloria de los cruzados. No es de
Homero, por otra parte , de quien tomó el épico inglés
los rasgos nuevos y bellos con que cantó el principio del
mundo , la inocencia del hombre y su caida fatal ; ni es
«1 la üiaáa tampoco donde ha ido el oríginil KIosptok
á aprender loa ecos austeros y sublimes con que en el
siglo pasado ha celebrado la redención y el Mesías. Si
algún otro poema de los seiíalados en los fastos del
género se lleva mas tímidamente por las pisadas anti-
guas , y no alcanza ni en fuerza de invención ni en ví«
vacidad de fantasía á la gloria que los otros, no por eso
es acreedor á este desprecio intolerante ; y en su ejecu-
ción y en sus miras presenta bellezas bastante grandes
y sólidas para compensar de algún modo las dotes que
le faltan , y justificar el respeto y estimación con que se
le mira.
De todos modos resulta que son muy pocas las obras
de esta clase dignas de atención y de memoria; por
cuya razón mas parece desgracia que mengua de nues-
tras letras no poder señalar uno suyo en el número de
estos grandes monumentos del ingenio humano. Y no
consiste ciertamente en falta de escritos y de escrito-
res : larga lista forman de ellos nuestros eruditos desde
los lincamientos informes que se llaman entre nosotros
Poema del Cid, hasta la silva en que el presbítero don
Ángel Sánchez escribió su Titiada , y las octavas en que
el señor Escoiquiz nos dio su Méjico conquistado. Pero
la razón y el buen gusto, no pudiendo leer sin pena ni
acabar sin fastidio la mayor parte de estas produccio-
nes, ya informes é indigestas, ya desaliñadas y frias,
les niegan irremisiblemente el nombre de epopeyas,
respondiendo á las pretensiones vanas ó ambiciosas de
la erudición y de la bibliografía ^ que en este género de
competencia y concurso la muchedumbre perjudica en
vez de aprovechar, y que cuando se trata de poemas
épicos , ó se señala con seguridad y confianza uno solo
ó no debe mentarse ninguno.
Lo mas singular es que no se sabe á qué atribuir
este vacío de nuestras letras, bien extraño ciertamente
por cualquier aspecto que se le considere. ¿Consistirá
por ventura en la falta de imaginación y doctrina de los
poetas que se dedicaron á este objeto? No por cierto,
pues aunque muchos á la verdad no presumían ni aun
por sueños el tamaño de la empresa que acometían , ni
la desproporción de sus fuerzas para llevarla á cabo,
no así otros, como Erciila, Valbuena, Lope, Hojeda,
que no carecían de talento para entrar en la carrera y
prometerse con alguna esperanza la palma á que aspi-
raban. Tampoco pudo ser por falta de acciones grandes
y acontecimientos heroicos y maravillosos que exalta-
sen la fantasía , y diesen ocasión oportuna y feliz á estas
pinturas sublimes. Jamás los españoles , ya lo hemos
dicho otra vez , se vieron rodeados de sucesos tan gran-
des y de hazañas tan portentosas, en que eran á un
tiempo actores y testigos, como cuando tan infelices
pruebas daba de sí la Caliope castellana. ¿Díriase acaso
que consistía en la imperfección de los instrumentos
que debían servirla : cosa que tanto suele retrasar los
progresos de las ciencias y de las artes? Pero el Idioma
castellano , tan mcyestuoso de eoyo , era ya en aquella
los que DOS dejó la snügüedad , teaiamos las de Dante,
Ariosto, Tasa, CaiD0ett3,que nuestros poetas no £o)o
conocían, sino con tinna mente estudiaban. No baj, por
último , que atribuirlo tampoco í la indíTerencia del pú-
blico d Mmejante leyenda : el interés y la curiosidad
del vulgo da k» lectores cataban eiclusivamente entre-
gados áeUa,j los libros de caballerías, qne 00 venian
i ser otra cosa que unas epopeyas informes, lleDabau
su imagínacioQ de baiañas, de gloríayde portentos.
Ano tas muestras épicas que nuestros poetas dieron en-
tonces, poriofelices queTuesen, prueban con su nú-
mero y con las varías ediciones que de ellas se hacían,
que el público , lejos de desanimarlos con su indirereo-
cia y olvido , los alentaba , al contrario, y los estimu-
labad merecerla coroua.
Ya ea pñmer lugar los pasos en que se enseyd al prin-
cipio nueslia musa herúica llevaban consigo un priu-
ídpiodeerror,quenD podia conducirla á ningún éiito
* glorioso fafartunado. Quisieron nuestros épicos tener
lelcréditode historiadores, yal mismo tiempo el hala-
go T aplauso de poetas : mezclaron la fábula con la ver-
dad, no fundiéndolas agradablemente, cual debe ba-
cerio la&nlasiapara conseguir su objeto, sino agre-
gándolas una tras otni; y creyeron que contando ha-
zañas grandes, coetáneas, ruidosas entonces tanto en
tí mundo, y contándolas en el verso que se llamaba he-
rúico , ya podían creerse autores de epopeya y decirse
alumnos de Homero y de Virgilio. El mal venia de muy
arriba : nuestros antiguos poemas como el Cid, el Ale-
jandro, la» Leyendas piadotai de Berceo, la Vida de
Teman Gotaalex, y otros que se escribieron por este
estilo , carecían de poesiay de ficciimes. Lo mismo su-
cedía con los romances históricos, que por ventura tu-
nen») la culpa de semejante sequedad , por seguir los
autores de obras largas este gusto estéril y pedestre
qne tenían los cantos populares. Complacíase e! vulgo
en oír y leer cuentos, pero los quería desnudos de ín~
vención y de adornos : el hecbo sencillamente rererido,
tbíen comprensible, ynadamas. Los poetas contraían
' una especie de mérito en sacríGcar las galas de la G&-
' don i la calidad de verídicos. Cuando contaban prodi-
gios y milagros era porque los creían hechos positivos,
y hubo poeta que al mezclar en su narración histúríca
episodios de inveodon propia , tenia cuidado de seña-
larlos con un asterisco para que no se confundiesen con
*^ heclu» verdaderos.
Tal filó el camino que siguieron don Luis Zapata en
Cario famoso , don Jerúnimo Semper en su Carolea,
loan Rufo en su Atutriada. Fueron asunto á los pr^
nvs los hechos de Carlos V, y al último los de don
u ds Aoabia, so hijo ; flaodo tuH» j Otros el loterts ;
— LITERATül
el aplauso de s
que en el muu'
nombres tan d
níente que hotí
les.porlomisn
garlas para coi
los hechos y I
ponía mas en i
poetas que lai
dtcíione, dice
la í^aroíea; y le
famoM , dondi
tica, yque solí
sidad escniput
van i buscar t
omitido por lo
tualidad prosái
No tan infeli
tríada, cuyo
pudo dar á sus
cual regularidj
buscar en él ni
en los pensami
ni música en li
mente su cuen
guna , desde q
basta que losi
panto. Su obj(
verso las cosas
y sin compara
Cabrera , Vane
tiempo sehalli
ta, aquel Ínter
do siogularida
que nace el per
tar : astro fug¡
tanto d fondo
Criado niño en
tado al princip
reconocida de
porbcrmanod
ca,atendÍBnd(
le destinan i la
los generosos (
capa de la cort
ra. Vuelve des<
mano, qne le 1
sus deseos, m
las armas. Doi
rebeldes morÍE
resdelOrieníf
Lepante ; es e
en vano , y des
de fallecer. Gi
grande, subyi
osadía, 7 enca<
cia : galán ; bi
OBRAS COMPLETAS BE DON tfANüBL JOSfi QUINTANA.
'k
•on sos amigos, respetuoso con su hermano. Pero ya
iemasiado alto con los sucesos y con la fortuna para
contentarse con el lugar segundo, anhela un reino
donde mandar el primero, y con esto da celos al mo-
narca de quien depende. Desde entonces la desconGanza
y las sospechas vienen á acibarar su vida , su impaciente
ambición la envenena , y muere en la flor de sus días
entre las solicitudes y penas de su misma grandeza y
sus deseos. ¿ Qué objeto mejor pudiera escoger un poeta
para acalorar su fantasía y fecundarla de grandes cua-
dros y altos pensamientos? Pero el pobre Juan Rufo
estaba muy ajeno de lo que su argumento encerraba,
ni, aunque lo comiurendiese, tenia medios para desem-
peñarlo 4.
El Monserratey de Cristóbal de Virués, publicado
hacia el mismo tiempo que la Austriada , tuvo enton-
ces igual fama, y mayor aprecio después. Es verdad
que poseia mas instinto de armonía y de estilo que Rufo,
y que puso algo mas de invención en la composición de
su poema. Lo primero que se hace notar al echar la
vista sobre el título y argumento de la obra, es la es-
pecie de contradicción que envuelven con la condición
y gustos habituales del autor. Que un religioso ascé-
tico y melancólico , dotado del talento de hacer versos,
se ejercitase en pintar el pecado y penitencia del ermi-
taño Juan Garin, nada tendría de extraño; pereque un
hombre de guerra, un capitán que corre el mundo y
está acostumbrado á escribir comedias para el teatro,
tome para emplear el ingenio poético con que se su-
pone , un asunto de tal naturaleza , no solo tiene mucho
de singular, sino que inspira gran desconfianza de que
le desempeñe bien. El solitarío Garin, seducido por el
diablo, desflora por fuerza á una ilustre doncella que
su padre le confia, y después, para ocultar su delito,
f El que los tenia sin dada era el poeta qae, siguiendo las hoe-
Ilaa de Virgilio, hablaba asi del vencedor de Lepante:
Aquel en qninn las horas presurosas
El curso abreviarán con tal corrida ,
gne apenas á las puertas deleitosas
legar le dejarán de nuestra vida ,
Guando entre negras sombras tenebrosas»
La tierna faz de amarillez tefiída ,
Dejará el aire claro y nuevo dia
Que en su real presencia aparecía ;
Yo digo de aiiuel principe famoso
Que á Espafta vestirá de luto y llanto.
Después que so valor vuelva espantoso
El seno de Gorfd y el de Lepante ;
Y desde allí , con triunfo victorioso,
Al espanto del mundo ponga espanto ,
Mostrando en esto ser nijo segundo
Del Carlos Quinto, emperador del mundo.
¡Oh estrellas! ¡ Cómo fuisteis envidiosas
Ala gloría de Espafia! ¡Oh duro hado I
Si al golpe de sus huestes vlerosas
No les faltara tiempo señalado ,
Td solo á mil regiones poderosas
Pusieras yugo y freno concertado ,
Desde donde se hiela el fiero scita
Adonde el abrasado Mauro habita.
Dadme, oh hermosas ninfas , frescas flores
Para esparcir cobre la tierna frente,
En sacrificios y debidos loores ,
De este mi soberano descendiente ;
Y vosotros , divinos resplandores ,
Deshaced los agfieros felizmente ,
Y aquella sombra y triste centinela
Qae 9Qht9 go cabeza en tomo vuela.
(YAUtmiA, B0nHtr49, lib. 1)
I
bárbaramente la asesina y con sus profnlts manos la
entierra. Va áRoma, impelido de su remordimiento,
confiesa sus culpas al Padre Santo, el cual , visto su súh
cero arrepentimiento, le absuelve de ellas, imponién-
dole por penitencia que vuelva á su retiro de Monserratc
haciendo su viaje ¿ cuatro pies ¿ manera de bestia. El
monje llega de este modo á su cueva, donde se esconde,
y allí es cazado y cogido con redes como si fuese una
fiera, llevado ¿las caballerizas del conde de Barcelona,
padre de la doncella desflorada; escarnecido, maltra-
tado, agarrochado , hasta que un niño de tres meses,
hijo también del Conde, en palabras bien articuladas
le dice de parte de Dios que se levante , pues ya sus
crímenes están perdonados. El se levanta y confiesa otra
vez sus culpas delante del Conde, que le perdona. Bús-
case el cadáver de la doncella , que milagrosamente es
restaurada á la vida, tan fresca y lozana como el dia
antes de su desgracia ; y todo esto se une , de la misma
manera que está consignado en las tradiciones anti-
guas , á la aparición de la Virgen en la sierra y funda-
ción del santuario.
Tal es sumariamente el asunto del Monserrate, que
pudiera muy bien ser la materia de una leyenda ejem-
plar , propia para edificar y conmover á las almas pia-
dosas , mostrando las pocas fuerzas de la virtud huma-
na para resistir por sí solaá tan seductoras tentaciones,
y el poder del arrepentimiento y de la penitencia, bas-
tante á lavar pecados tan bárbaros y feos. Pero poner-
se á escribir sobre semejante materia un poema épico,
y esperar conseguir por este camino el efecto á que
aspiran los que tales obras emprenden en literatura,
absurdo grande fué concebirlo, y mucho mayor fué
realizarlo. Porque nunca, por grandes que fuesen los •
talentos de Virués , era posible vencer las dificultades
que presentaba un asunto tan austero y espinoso , y
darle aquel halago , aquella elevación y aquel interés
profundo y extenso que necesitan estas grandes com-
posiciones. Aun prestándonos por un momento á las
miras y suposiciones del escritor, hallaremos que, po-
bre de imaginación y de recursos , escaso de arte y de
doctrina, poco diestro en vencer las dificultades de la
versificación y del estilo poético , no acierta á sacar
partido de los pocos datos felices que le presentaba de
suyo el asunto, ó que le salen al paso en su camino.
Los dos trozos que se ponen adelante , como muestras
de este poema, manifestarán el modo incierto y penoso
con que generalmente procede el autor en su desem-
peño , sea que cuente , sea que pinte , sea que haga ha-
blar á sus personajes, sea que manifieste su juicio en
máximas ó sentencias. Debemos sí confesar que ni en
la invención y disposición de la obra , ni tampoco en su
dicción , presenta los errores y las extravagancias en
que después dieron otros poetas mas grandes y fecun-
dos que él. Pero esto no basta : «en las obras de inge-
nio el ingenio es lo mas^;» y siendo tan escaso el del
4 Expresión de un escritor noy sefialado de nuestros diais , y
tanto mas ingenua de an ptrte, cuanto qve ans obras todas se le-
PARTE mm^^
Ijíi^ff 44 ifmutrt^kt ni sq sano gustq y eii^ei^pep*
9104 |utei<W, 9i e| tal cual artUlcif de que á bis veces
IH^usAT, xú algunas T^liUDobres poéticas que se di-*
vsí^ ea medio, ds la lobreguez de la materia , bastan á
levantar el Vomserraie del grado íiUerior y subalterno
en qi^e la razón y la buena critica tienen que colocarle
por fin.
Y da él» sin embargo, unido á la Austrtada y á la
4ra/ueana , decía Cervantes en su famoso escrutinio,
«que eran los mejores libros que en verso heroico se
babían escrito en castellano, y podían competir con los
iQejores de Italia. » ¿ Con cuáles? podríamos preguntar
alautor del Zío» Quijote: ¿Con el Orlando futio90]^T
venturai ó con la JerusalenP Pero veinte octavas solas
de cualquiera de estos dos poemas valen mas que toda
la Ausiriada y el Monserrate. Cervantes, en los des-
medidos elogios que daba ¿ sus contemporáneos cuan-
do no los zahería, lejos de dar estimación á las obras
que tan sin seso ponderaba , ó desacreditaba su propio
juido ó hacia dudosa su buena fe i«
Bien podía también sonrojarse Ercilla de que en esta
balanza se le pusiese al ig^al de poetas que le eran tan
inferiores. No porque la Ara^eana, considerada rígo-*
rosarowite como ¿bula épica, se acerque mas á serlo
que la Auslriada y ei Mon»err<Ue, según veremos des-
pués , sino porque en calidad de libro les ileva tantas
ventiqas, ora se considere el talento del escritor , ora
el m^ito de la ejecución, que confundirlos de este
modo es desconocer su valor respectivo y no hacer jus-
ticia á ninguno. Ya primeramente en la obra de Erci-
lla el arte de contar , arte mas dificil de lo que se pien-
sa , está llevado á un punto de perfección á que ningún
libro de entonces, en verseó prosa, pudo llegar ni aun
de kjoi. Esta narración además se ve hecha en un len-
guaje que en propiedad , corrección y fluidez se ante-
pone también á casi todos los escritos de su tiempo, y
es tan clásico en esta parte como los versos mismos de
Gardlaso. Por man» a que la dicción de uno y otro,
formada, fija y perfecta cuando apenas la lengua cas-
tellana bahía salido de andadores , no se resiente ahora
délos tres siglos que han pasado por ella, y son poquí-
simas hs frases y his voces que dejen de usarse hoy en
el mismo sentido que estos escritores las usaron : ven-
taja concedida á muy pocos de los libros , aun entre los
mas insignes de los que en aquel tiempo se escribie-
roB, 7 ann después.
El argumento de la Araucana , ajuicio de muchos, y
del mismo autor también, podría por ventura pare-
cer estéril, humilde y oscuro. La porfía de un puñado
tMBleadam Iniaitameiitt ñas por el arte y el baen gasto que por
d iBgeDio.
4 Por lo BiiMo 410 Gorvistes os ^len es» se hsee preciso no-
tar oslH errores áo s« erítica , ao sea que los eztraiUeros nyan i
bsscar el gosto general ée naestra literatora eo los fallos poco atl-
lados de oa>el admirable escritor. Por lo demás , ellos ao puedes
fsltw ■Mb á s« glorfa dI aSidir siBcmia al «ao los adrierte :
piédese naj Mea eoaoeer la distancia inmensa qne bay del Jroa-
ierrá$$ al OflsiMlo, y ao acertar I escribir ocbo Uaeas del JMi
O.»
— LITERATO^* 161
de bár^rp^ ^ue (tisputaná espafiolesun rincom de tier^
ra pedregoso y escondido en los remotos senos del Nue-
vo-Mupdo, era á primera vista tan indigna de la trompa
épica como de la fama ; pero no hay asunto , por seco y
pobre que sea, que el ingenio paélico no pueda enri-
quecer y amenizar. Este de la Araucana, además del
interés que presentaba un espectáculo, tan nuevo en
poesía, de hombres y países, tenia el de los motivos
morales y sentimientos que animan á los indios, con
los cuales simpatiza siempre el corazón humano en
todas las edades de la vida y en todos los parajes del
mundo. Sí los araucanos eran unos salvajes oscuros,
sus adversarios los españoles eran harto conocidos en
uno y otro hemisferio, teniendo asombrado y agitado
el antiguo con su ambición y su poder, y con su osadía
descubierto y subyugado el nuevo. La duración y tena-
cidad de la lucha entre fuerzas tan desiguales, la opo-
sición de caracteres y de costumbres, daban por sí mis-
mas un realce casi maravilloso á la pintura, sin que la
imaginación del poeta tuviese que esforzarse mucho
para darle interés y añadirle solemnidad.
De estos datos épicos que su argumento le presen-
taba, alcanzó fácilmente Ercüla algunos, y supo apro-
vecharlos con envidiable maestría. Admírause hasta
por los maestros del arte aquella imparcial exposición
de las causas de la guerra, la junta primera y discor-
dia de los caciques , el discurso de Colocólo , y la ex-
traña manera de elegir su general. Débese admirar to-
davía mas la natural expresión y graduación conve-
niente de los caracteres , dibujados á la manera do
Homero, tan semejantes al parecer entre sí , y en rea-
lidad tan distintos. Caupoücan, Lautaro, Rengo, Tu-
capel, Orompeüo, Galvarino: todos son bravos, fero-
ces y membrudos ; pero cada uno con distintas propor-
ciones, con distinto espíritu y diversa animación. Lo
mismo puede decirse de los viejos Colocólo y Petegue-
len; lo mismo de las mujeres Glaura, Tegualda y Frc-
sia, que ni en palabras ni en hechos se equivocan y
confunden entre sí, y que se pintan en nuestra fanta-
sía con tanta novedad y distinción, efecto de la clari-
dad con que el poeta las ha visto en la suya y las ha
sabido expresar en sus versos.
Igual mérito, y aun mayor, hay en la descripción
de las batallas, que tanta parte ocupan en esta clase de
poemas. Podrán otros haber dado á estas acciones ter-
ribles de guerra mas grandeza y aparato y mas varie-
dad, pero no igual calor, no igual movimiento, no una
expresión mas interesante y animada. Y así como en
hí descripción de las tempestades se conoce entre los
grandes poetas quiénes las pintan de fantasía y quié- «
nes las han visto en el mar, así en Ercilla se descubre
bien clara la parte que él mismo tuvo en los peligros y
encuentros con los indomables araucanos. Vense allí
las cosas , no se leen : los bárbaros gallardos se animan
con tal brio, acometen con tal furia y descargan sus
golpes con tíd fiíena , que se oyen estallar las celadas
y aboUme loa arneaai d« loa oastellanos, á quienes la
Ui OBRAS COMPLETAN DE DON
ligereza de sos caballos no salva, ni sn valor j discipli-
na deflenden. ¿Dónde mas bien qne en el cantor de
Arauco está expresado aqael ímpetu imprevisto y fuer*
xa irresistible en el ataque qne obliga á ceder á ios
acometidos, por valientes que sean; aquella vergüenza
que los constríSe á volver al peligro para no pasar por
la afrenta de vencidos; aquel desengaño cruel de que
la resistencia es en balde, y convierte el valor y la es-
peranza en terror y en agonía; en fin, el flujo y reflujo
de desgracia y de fortuna, de aliento y desaliento que
hay en los combates cuando están 'sostenidos menos
por la táctica y la disciplina que por el esfuerzo perso-
nal y las pasiones?
Pero el autor apura, al parecer, todos sus medios
épicos en los araucanos, y nada le queda para los es-
pañoles. Valdivia, Villagrán , Mendoza, Reínoso y de-
más castellanos están muy lejos de compararse con los
jefes indios, ni presentar el mismo interés ni la misma
bizarría. No bastaba decir que cuanto mas realce se
diese á los vencidos , tanta mayor gloria cabia á los ven-
cedores^; esta no es mas que una razón de inferencia,
y el poeta estaba obligado, como tal , á esmerarse igual-
mente en la pintura de los unos que en la de los otros,
y no dejar su obra falta del justo equilibrio y gradua-
ción que el arte y la conveniencia le prescribían.
Quizá esto era muy difícil , ó por mejor decir , impo-
sible : los indios, por lejanos é ignorados, se prestaban
mas á la voluntad de la fantasía, y podrían recibir las
proporciones y el color de personajes verdaderamente
poéticos, mientras que los jefes españoles, conocidos
de todos , y vivos aun algunos de eüos , no podian , so
pena de hacerlos ridículos , ser presentados en otra for-
ma que la que tenían, esto es, prosaica, histórica y
común. Así respondería tal vez Ercilla á la dificultad
propuesta, añadiendo que tuviésemos presente loque
él ha dicho, no una vez sola, en el texto y prólogos de
su obra, á saber, que su intento en ella ha sido hacer
una historia de aquellos acontecimientos, y no un poe-
ma épico sobre ellos.
No es justo pues pedir en su libro lo que él no ha
querido poner, y los preceptistas poéticos se hallan
extrañamente desconcertados cuando, después de tal
protesta, quieren ajustar la Araucana al canon de sus
teorías. Y cierto que sería bien menester un abandono
inconcebible ó una ignorancia impropia de tal escritor,
para que, tratando de hacer una fábula épica en el gé-
nero de Homero y de Virgilio, comenzase su obra por
el alzamiento del valle de Arauco, y la termínase con
un manifiesto sobre la guerra de Felipe II á Portugal;
que la acción tuviese príoeipio y medio , y no se le viese
al fin, puesto que los araucanos no quedan vencedo-
< Qoe n§ es d Teoeedornas estünido
De aquello ea qae el teaeldo es repitado.
Cata seateada, expresada I la Terdad ea términos demstado
Danos, parees, ptfr el logar en qne ae kafla, ana dlsealpa antiei-
yada de la especie de propeasloa y prefereneia qao ti aitor na-
plfleata liáela loe indios.
MANUEL lOSS QUINTANA.
res af venddoa, dejándolos d autor enkelaeéliMida
su segundo general, por la muerte del primero; qne no
hubiese allí un héroe principal en quien se reunieran
todos los efectos de interés, de admiración y de ejem-
plo que se buscan en estas composiciones ; que los epl*
sodios con que el poeta quiso vigorizar y enriquecer su
fábula, los unos estuviesen débilmente enlazados con
ella , como son los de Tegualda y Glaura , ios otros fila-
sen absolutamente extraños y aun mcompatilries con el
argumento, como sucede á la batalla de San Quintín,
á la de Lepante, á la descripción del mundo, á la nar-
ración de la muerte de Dido , y al manifiesto que se ha
mencionado arriba. Semejantes defectos saltan á los
ojos de cualquiera , por poco versado que esté en este
género de critica, y no prueba en el que los nota mas
discernimiento y saber , que descuido ó ignorancia en
el autor que los comete. Toda esta máquina de reparos
doctrineros viene al suelo con solo responder que la
Araucana no es una epopeya , sino una narración v^
ridica de aquellos acontecimientos, algún tanto ame^
nizada con los halagos de la versificación y del estilo y
con algunos episodios, siendo esto, y no otra cosa, lo
que el autor quiso hacer.
A objeciones mas sólidas , y por ventura incontesta-
bles, está expuesta la obra si se la examina rigorosa-
mente por la parte de la amenidad que Ercilla se pro-
puso dar á su ejecución. Aquí no cabe la misma discul-
pa, puesto que se habia de escribir en octavas, estas
debían ser en su generalidad bellas, dulces y sonoras,
y una vez que el estilo había de ser poético y conveniente
á la materia, debía tamlnen parecer por donde quiera
noble, pintoresco y elegante. Ahora bien, á juicio de
los mas Indulgentes criticos los versos de Ercilla de-
caen frecuentemente por falta de tono en el número y
en los sonidos , y de esmero y elegancia en ks rimas;
mientras que la dicción, si bien pura y natural, se
muestra llena de frases triviales, familiares y prosai-
cas, que desdicen del asunto y de la poesía. En vano
se alegará , para excusar este desaliño , el ejemplo del
Ariosto, á quien no solo por los pensamientos, smo
también por la forma de expresarios , se cnooe que
quiso seguir nuestro poeta. Aquel admirable escritor
podía usar convenientemente desde el tono mas alto
iiasta el mas bi^o en un poema que por su naturaleza
y carácter los podía admitir todos; pero el argumento
de Ercilla , consistiendo solo en hazañas heroicas y mi-
litares, y no teniendo nada de burla y de comedia, se
negaba á toda frase que no fuese culta y noble. Super-
fino seria poner ejemplos de estos defectos de versifi-
cación y de estilo que abundan tanto en la Araucana^
y cualquiera lector los hallará por sí mismo. Baste de^
cir que ninguno de nuestros buenos poetas se ha coi-
dado menos de esto que los humanistas llaman len-
guaje poético. Hay sin duda un mérito bien grande en
producir efecto con poco estilo y armonía, así como
en pintura con pocos colores. Pero es resbaladizo ei
extremo el limite que media entre la sencillez y el4«^
PAUTE
■OOf tntre h mtnnKdid y It Ulam ; y &cillt , tanto
■u landiUfl cuiDto «■ muttatunlaltíunpaenqTifl
d interéa i» las eosu y de «o u^omento le loitieae,
¡acurre demasiadaniente u filu de tono j negligencia
cando ttíe interés le abandona.
Loniiiiüngglar, así comolomaareeoiDendaMe que
hay enla JnNMona, eiel perwHiBJe de) aolor, no por-
qneélse canleiiÍnd«maycdebreinsiiI(ot AecAo*,
éaean prDeiu,anlaKlH)laenqneInteniei]e,segTm
ha diciio nn praceptitta moderno que probajjlemente
M le habri leído *, lino por el bello cuiaer moral qne
Brcüla ¡resenta en los aucesoa qne refiere. lóven, U-
aiTO y Tállenle, deteoao de Ter pafin y de adquirir
gloria, oye en Inglaterra que biy nn leTantamiento de
indios eu Chile, y u emharca para América á lerrir i
BQ patria en aquella lacha poi^da. Cumple alli A )a
Tentad conloa deberes de militar y español, pero cob-
lemidando las costumbres eitrañu y curiosas, el ca-
rácter útdómito y el Talor benSico que presentan sus
tntr£[Hdo* enemigos; su ingenio poético sé eialta, y
celetvaen sus versos por la noche i loe mismos que ha
combatido por el dia. Esta genial disposición de sn áni-
mo le bace entrar en las causas de la guerra morida i
los españoles, de un modo tan equitaÜToé imparcial,
que le hace Inclinar la twlooiai firor délos araucanos,
y como que los jnstiGca. Movido del mismo Impulso,
trata á los escliTos que la snerte ds las anuas pone en
so poder, mu como protector y amigo que como amo
yvencedor; da libertad á Glaura y Cariolano, consuela
á Tegoatda, y la entrega el cadáTerde sn ttpon , muw-
lo en un encuentro ; defiende no una vez sola la vida del
ferosé implacable Gakaríno ami de sus mismos furo-
res; y ya que por estar lejos no puede salvar a] fuerte
Canpolican del ineíonbJe Reinoso, vierte á lo menos
tfflrimis de didor y admiración sobre su acerbo y dolo-
roso casUgo. Asi, en medio de aquelcampo en qnesolo
se vóan y se oian la agitación de la independencia , los
esfiwraos de )a indignación y los gritos de la rabia da
parte de los bdios;ydeladesna dominadores irrita-
m*ÍmtU{tUtitttí»»miMlrtrm ta ñcinn ,Hmm.mtÍm
LMMKler en la Cirw n*tiáea Í4 Ulo'élm, iHlsa 18. S« cns-
tla por MU piwla «le Koettra pMU m (irMcnu n ii obn taao
•■ MUid* nMllariOM, nr> fnidpil Inunlo u «ilHlur ini
fTOllii htnilu. CitalncBla m lado lo MBlnrlo ; j nlofu Mut-
lor fsa U kibMo d* bctbw it fncm á qu él kl iiliUdo bi
tUo mu Boasita m biMar de m penoni. ErttUí «o u pliU i'
«•■•MflIuüuiBacoatiUUdor.iiDí Mr -- -
ilmnaquUt (Mm mi loidcmisenpilol
n can lo* udlsi. Onill Boulenr L«nigreifr
mo ube M li Jtmwsm BU lie U tu ji Bscbo intei htbU diebii
4» dU tú M Ditean» mtn *l fMm»irietü*nai ii U María-
iu , le qnta a UKblen it dtdar qnn U<rleM f icieiti* pan leei la
toda. Pan i lo MtM* el cantar <• Enrifga IV haca iMpanlaL
■MU Jullcla 1 loa bdlM piMJet del pouH eipUul ; I ana c»u-
doiipoapBMtit 1* CMadeaa lopeileciaMeau, Horáinirii
vincMal 1 p«Mlncl«a t* du pialado j apradado Me butinu
cuctliad ea eMi pilakni CM ^w prlacitit n anicahí Hbn I»
Jrawaw .- Sv <c/a da múMm lUtU I tifttu fraitUit m ftt-
mt ífif», tíUtrt/tr fWipM ttmUí pÉrOaüitra fid p triUen,
MffíHfrpff— Uit^íríUÉta/tl; mtn fM»n /Im rméf
fMlto/«r k fraeUrt it írntUM,
UTEllATDItA.'
dos el orgullo da BD filena, al I
T^es, y los rigoraa de una auh
rada, el joven poeta es el solo q
▼osos aparece como bombn ei
cea, oyendo las voces de la cU
sion, y siguiendo las máúmas (
tida. Los hechos pues de Ercil
tegorfa harto mas respetable i
son magnánimos y buenos; y (
poeta épico se ha mostrado al
interesante. Vuelve i Europa i
vía, y presenta su libro é Fetij
de caer en mal caso por la juslí
migoa qne había combatido ]
pié. El público redhiú le obra
dinarío debido justamente á su
gulir enEspaSs, y con el respe
ricter y merecimientos del autt
perod respeto subaste; y la J
rosamente hablando no sea un
menos una bistoría , es y será,
des del gusto y de los tiempi/s,
llanos mas esümables , asi por I
de poesía qne contieno , como p
tos delautor, que fici taran síei
CM«zon bien inclinado y gener
Ha DOS detendremos equi en
Jtca, de Luis Banana de Soto
dado entonces por Is urbanidad
que estimaban el carácter y pi
olvidado ahora y no teido ni au
aun cuando le aprecien como
cioo. Propúsose el poeta conti
géUca la Bella desde qne se cat
logra tomar posesión de su rein
usurpado y le disputa con armí
Por coDsecuencia es una esp<
aun imitación del Orlando fur
iguálalas cortas fuerzasdelimí
más do estar ejecutado eu m
y oD versos lánguidos y desali
tan extravagante , y al mismc
poco interesantes las avenLurai
res, que la paciencia mas obst
te de semejante lectura, y sol
se como nn ^emplo mas de r
ridas t.
Pasemos pues á la BiUca c-
la Cueva, que, aunque no en
duda algmiB mejw >.
■ Vt taenaoi dadr por Mis ip
lolaUanU de tiLciiU patuca. Ei
•llini Inienii ea el tomo a del Pai
ber cblipu de isseaia , FiclUdad ;
buUnW BdldDB j ■tndiblei. A nai
Idenildad qae lUI pona el colector,
■itor qae tu tdf rlauí.
> Elle Inicio de la tilia tt, con
•I eoleeur Uaia pibllcads Mcbe i
mtt ILlNÜBL JOSl; 'QUINTANA.
qtW'la ofinqnem j h. ñhdgbm. Pen MEe mottmlento
M miy lardo , j el pian , conecbido ^ etetacion y sin
genio, no snle de h» estreclios Hmitn seíiaFados par
las GTéniCM que Iuto presentes et poeta pare fonnarle.
Su héroe , fríu, sin aclmdad T sin enn^fa , jninés obra
por si in)$no,jamii| 90 anima, yos, detasprínrerBafí-
gwas del cBadro, la que está dibujada con menos fuer-
za, tiendo as! ^e todas las demás son bien débílei.
Diráseacaso (loeCuen, amanera del Taso, quiso darfe
mejettad y decoro á costadelaTÍTacidadydela acción;
pero , prescindiendo de que hay mucha distancia de)
Femando de la Bétiea al GoTredo de la Jgmsalen, el
ípico ftaliano ba sabida compensar la falta de movi-
mienta en su héroe cod e) fuego que anima en su fábula
tos bellos personajes de Reinaldo y deTancredo. ¿Dun-
da encontrar en la Bélica un Tancredo y un ReioaldoT
Dónde se Terd en ella resallar el heroi&mo de susgaer-
reroa, si no hallan dificultades dignas de ellos, y no
sienten pasiones que los combatan I Los moros son
siempre desiguálese los cristianos, y estos lo vencen
todo con una facilidad que cansa y no interesa ; ni se
baila en todo el poema una desgracia imprerista , un
peligro inminente ; terrible , que despierte la atención
y a*ÍTe )a curiosidad.
Asi es que los episodios «na generalmente infelices,
y alguna Tea indecorosos. Eu poema ninguno se hallan
tantos consejos de estado y guerra menos dramáticos y
n(Mes, ifsiones menos maravillosas, artifici»sdema-
giamas comunes. No nos detendremos en aquella mez-
quina ermita, tan poco digna de ana epopeya ; pero
i cinno no reirse de la discordia levantada en el campo
cristiano por las alabanzas que los caballeros se dan
unos fi olrosT lamas disensión mas miserable nació de
motivo mas vano , y tan pronto apagada como encen-
dida , no puede producir otro efecto que risa ó que fas-
tidio i. El episodio en que el poeta quiso esmerarse,
y que realmente está mejor contado que lodo lo demás,
Ia eseldeBotalhíy TarGra,que sirve como de general
'^■> ornato á la acción j se enlaa con toda ella; pero aun
aquí hay defectos capitales y negligencias ii
< L« q«g w plenn Bit , la '«cribe rititimtiita p«ar : ei
MU ptMje M donde liij ifieJli «Un qna trergaiiul* il bm
Mlunbta coplera.
HQBTtret ptn timd re* tener bonn,
Dejar de boonr a blrbín torpe» i
Aquel uhm hoirado qicBíi aoin,
Y de hasnr M denou li loblcu ¡
T iqBcl que it dar honn m deiboBca
Di cliro Indicio de lervil bajeu -,
Bija tt iqiiel que por honnr «e \iijt
De honnr, j bijt coadicion «rfife.
I Por «aU ái Mtoa NiitUm padrit á« Cían al ■«■tía la vtr-
MI t iM TiiM itailaBM i» OMa «iltbu qaa «omvm*> «a ím-
áUktda actint
Ko el soberbio león con !§^ irt
Be^ehre, lleno de cruel despecho.
11 jinete MtiiUo, qne le tin
Lt groóse lama 7 le atnviest el p«dK>;
Que esümnlado á la venganza aspim,
Y arremetiendo al ofensor, derecho
taré 9 impedido de vengar su saña»
Y de tañidos hinche U moniaSa.
lOentras que taan de la Cueva levantaba este impera
beU> monamento al conquistador de Seviüft» un reli-
gioso domimcano en América se ocupaba con mejor
fortona en otro argumento mncho mas tito r sagradoi
«lí!l¡íll**S!!!í*? ^'!**'~ **•"«« Iss.oslm*d«ds la
PARTB PRIMBRA.
bhi. U masMte poesta no fuera bastante á dar de-
ooroé interésáaquel infame berberisco que deja aban-
donada en África á la esposa á quien ba prometido su
fe; que ba violado la hospitalidad del rey do Sevilla,
robándole la hija; que se pasa con ella al campo cris-
tiano, y es péríido á su ley y á su nación , combatiendo
contra ambas. Tarílra , en quien quiso dar un traslado
de la Clorinda del Taso, está por cierto bien lejos de la
admirable gallardía de su modelo : baste decir que á
Qorinda nadie Ja vence sino Tancredo, mientras que
en la Bética casi todos atropellan á la desdichada Tar-
fira.
Juan de la Cueva no faabia meditado bien sobre la
naturaleza de la obra que emprendía : no conoció aue
sus fuerzas eran flacas para ella, y que jamás podría
elevarse á la grandeza y perfecciou que necesitaba. Si
en k invención de su fóbula hay tanta escasez de inge*
nio y de grandiosidad , este vacio está lejos de compen-
sarse con las bellezas de la ejecución ; porque faltaba á
este poeta aquella vivacidad de fantasía precisa para
describir con animación y con gracia, y carecú tam-
lúen de la elocueneii^ patótic;» coa que se pintan las pa-
siones y se da vida á los diálogos. En !a narración es
mas íéliz á veces, y este es suverdadero mérito cuando
no se descuida ni caedemasúdopor falta de esmero y
de elegancia i. Da dolor, por no decir ira , ver conti-
nuamente salpicadas las octavas de la Bética de ripios,
de frases triviales , de transiciones íorzadas, y de mo-
dos de decir tan bajos, que el cuento mas humilde se
desdeñaría de admitirlos. Su dicción, ya dura, ya vio-
lenta, ya pobre, se arrastra casi siempre con pena,
desnuda de gari)o y defantasla. Y esto no absolutamen-
te pop falta de talento en el escritor , sino por no poner
al ejecutar SQ obra aquel omero y diligencia precisos , y
en nadie mas que en un poeta ; porque la primera obli-
gación del que escribe es escribir bien , y con mas ra-
zón del que escribe para agradar. Qué de yerros, qué
do faltas pudiera haber encubierto Cueva en su poema
si todo él estuviera escrito con la fuerza y la gallardía
que tiene la siguiente comparación, con la cual damos
fináesteartícolol
LITERATUIU. «68
y por lo mismo infinitamente mas arduo. La Cristiada,
de fray Diego de Hojeda, no solo es muy superior á los
demás poemas españoles escritos sobre el mismo asun-
to, sino que frecuentemente iguala y aun aventaja á la
Cristiada latina de Jerónimo Vida, publicada cerca de
un siglo antes que la castellana. Ni seria muy temerario
afirmar que, si bien muy distante casi siempre en gran-
deza, en decoro y en fuerza, no deja de alcanzar á ve-
ces en sublimidad de invención , en abundancia y calor
de estilo, á los dos poemas célebres que sobre la caida
del primer hombre, y sobre su redención por el Mesias,
se escribieron después en Inglaterra y Alemania, y sou
clásicos en toda Europa.
El argumento épico de Hojeda es la pasión de Jesu-
cristo, y contra la costumbre de casi todos nuestros
poetas, que, siguiendo los caprichos de su desarregla-
da fantasía, han confundido el hecho que se propouiau
contar con una muchedumbre de episodios que le en-
vuelven y anonadan, \a Cristiada, al contrario, pre-
senta una acción sencilla y desembarazada, que prin-
cipia enlacena de Jesús con sus discípulos, y concluye
en el punto en que es desclavado de la cruz y guardado
en el sepulcro. Adórnenla episodios que, naciendo del
mismo asunto y enhucándose á él con un artificio bas-
tante ingenioso, dan razón de lo pasado y de lo por ve-
nir, y completan el conocimiento de la grande obra de
la redención humana. Así , porejemplo , en la vestidura
que el Salvador Ueva al huerto cuando va á orar están
pintados los pecados del mundo, con los cuales se car-
ga él Hombre*Dios para redimir de ellos al linaje hu-
mano. Así la Oración, personificada, sube al cielo y ex-
pone al Eterno, para moverle á piedad hacia su Hijo,
todos los padecimientos que ha sufrido desde su naci-
miento hasta entonces. Así el arcángel Gabriel, para
aliviar la aflicción de la virgen María, le pinta con todo
el calor y vivacidad que da de sí el mgenio del poeta,
los deUcias y consuelos que va á tener en su resurrec-
ción milagrosa. Las glorias futuras de la Iglesia, sus
doctores, sus confesores, sus patriarcas, aun sus peli-
gros, con las persecuciones y herejías que después se
han de levantar contra elk, entran y tienen su logar
conveniente en el cuadro, y se baUan naturalmente
anunciados y pintados como en perspectiva, para ex-
plicar los destinos adversos y prósperos que se le pee-
paran. No diré yo que este artificio sea igualmente opor-
tuno en todas partes, ni que Hojeda haya sacado de él
siempre todo el partido poético que era de esperar ; pero
no hay duda que es las mas veces mgenioso ; y el autor
ha conseguido así el objeto que se propuso de dar á la
acción toda la riqueza y variedad posible , sin romper '
la unidad y sencillez dosu plan , sin alterar en un ápice
la religiosa austeridad que la caracteriza.
Leparte sobrenatural de OBlospoemas, ólláraese má-
quina , que eomo condición épica es , según la opinión
general, un aosesorío. preciso en ellos , era en k Grii-
Itoda la esencia vordadom de sua^umento, puesto
que en olla todoas maravilloso y divinctSu ealaco'pues
i
OBHAS COUPLBTAS DE DON MANUEL 10^ QUINTANA.
no era por lo mismo tan ditlcíl aqol
Jas puramente humanas , aunque en
10 mas arduo su desempeño. Pero no
I está grandemente concebida en la
ti composición, en que tosbombres,
liacen, penigaen, atormentan j ajus-
dor; en que loa esplrítua infernales,
ipio del gran acto que se prepara, du-
después tratan de impedirlo por m»-
' de blandura , j desengañados al fin,
poderlo estorbar, acrecientan basta
ittirai ia rabia y crueldad de los sayo-
iganza de la mengua que tbd í pade-
g los moradores del cielo , conmofidos
olor, do liorror y maraTilia por lo que
hombres con el Hijo de su Hacedor,
Ib tierra al cielo , del cielo i la tierra,
il consuelos, allí esperanzas, mas allá
don , y algunas reces teiror y espan-
!ei permiten ni la defensa ni el casti-
to, inmoble en nu decretos, llerando
ordada en su mente para beneficio de
a Hijo en la tierra prestándose al sa-
ldo con toda la majestad y couslan-
rdifino aquel raudal de amarguras y
I sobre él la perrersidad bnmana. Asi
, los ángeles , los demonios , Dios y los
tá en moTimieato , todo en acción en
pedláculo, donde la pompa ybrillan-
>cione«,la belleía general de los ver-
rresponden casi liempre á lagruideza
le los pensamientos,
decirse otro tanto de loa caracteres I
U no desmíente el concepto general
que interrienen en sa composición,
pe tuvo presantes para construirla,
que nada bs inventado en esta parte,
, y que no presenta ninguna belleza
inde merezca particular alabanza. No
mbargo , macho en este defecto : la
lad y de faena en las fisonomías mo-
Doquean principalmente nuestras co-
poemas , nuestras norelas , y pudiera
. b^joetros respectos, nuestra historia.
Helara, y por eso no hay necesidad
■o d becfao es incontestable y notorio,
nlsmo DO es mas responsable de tüa
■o de nuestros antores,
a Critüaia ea propio, puro, natura],
e de la afectación, pédantóia, con-
rw que commpienm después la elo-
it castellana. Pero no «iempteestan
lOnuTeeMporla natntileía de las
leen i an érdao ewolástieo y teológi-
ait común do Inlectotw; otras por-
nnarladiflailtaddek
confuso y enredado ; no pocas , en fin , á cama dd dM-
aliño y descuido con que se hizo la impresión en Sevi-
lla, oslando él tan lejos para corregirla, y quedando el
texto viciado sin culpa suya. Su estilo sube y descioide
naturalmente , según los objetos que tieneque pintar,
aunqne su temple general es el de la facilidad y el sgn-
da , mas tierno y patético que fuerte y que sublime. Los
versos son también generelmente fluidos y agradables,
pero carecen mucbas veces de plenitud y cadencia; y
las octavas no se sostienen siempre con aquella igual-
dad , despejo y brillantez que en Céspedes , Lope , láo-
regui y Valbuena. Penetrado el poeta de la santidad y
majestad da su asunto , como que desdeña entrar en
este artificio y elegancias de versificación y de eslilOi
propiaatalveí, seguo él, délos escritores profanos, y
extrañas á la austera materia en que él se ejercitalw.
Asi es que no se hallan en su poema imilacíones da
otros poetas antiguos y modernos : el lenguaje de la
fioritura y de los libros ascéticos son las fuenles de su
dtccion, que hierve toda de expresiones sublimes ave-
ces, aveces tiernas y dulces, y frecuentemente taan
bien tocando en familiares y b^jaa por su extremadaí»-
turalidad y sencillei.
A un poema pues concebido con tanta fnena de lan-
tasfa, construido con tanto acierto, y escrito, enlo ge-
uenl, con tanta facilidad y pnreia,i qué ie falta para
ser colocado entre las epopeyas de primer orden? No
bay duda en que , atendidas estas cualidades, la M^
tiadd es por ellas igual , ó mu bien saperior , á las de-
mis obras de esta clase escritu en castellano. Has part
llegar á la altura en que se hallan los verdadenn mode-
loa del género ya laitan á esta obn machas de las con-
diciones absolutamente precisas. Primero , la debili-
dad en los caracteres ya mencionada airiba , de donda
nace d poco nervio de los pensamientos y la poca fuei^
uy energía en su parto dramática. Segundo, la poca
dignidad con que están desempdiadas ideas grandes
por sí mismas, y que por el modo conque están trata-
das se hacen menuda* y aun iudecorosas. Tercera, la
difusión y la declamación en que d escritor incurre fr^
cuentemente , dvidándose de que está haciendo las va-
cos de poeta , y no las de expositor ótnisionero i. Cuar»
to , en Un , la lUta de nobleza y degancia continua en
d estLo, que raya muchas reces en prosaico y familiar,
y ofende no pocas por las expresiones triviales y aun
pueriles que d autor se permite *. Tan graves defectos
disminuyen sobremauera el mérito de la OriUiaáa; y
Hojeda , que supo abrirse un campo tan mtevo y tan ri-
co , que muestra un tdento de invendon tan fuerte , y
tanto tino en la di^MMícion de su obra , no alcanza á los
grandes moddos de quienes pudo fácilmente ser émulo,
y por falta dd conveniente esmero y diligencia no acot^
tú desgraciadamente á igualar la ejocudon con la idea.
• nula «Me ó«avl«t«r ■■*>•*. Ka ti litN t !• Onwtai^ te-
PARTE PtUHERA— LITERATURA.
len de estoi extractos la bivencion di
icisco Lopeí de Zarate , poema publi-
aqae escrito y concluido muchos años
os del Üeopo leconacían , puesto que
nciaba ya en su Persiles; y seguD su
t«r sin medida, igualándole nada me-
nos quecoQ layenuafen del Taso. Aunque no con tanta
pooderacion, pero siempre con bastante aprecio , liaceu
memoria de esta obra don Nicolás Antonio en su 5í6íto-
leca , Luzan en su Poelica, Velazquez en sus Origena.
No faltaban iZárale juicio y dignidad en los pcnsamieD-
tos , y algún talento poético para la eipresioo y los ver-
sos. Pero aim cuando con estos medios alcanzase á dar
alguna amenidad á las máximas Glosóücas y morales á
que era naturalmente inclinado , [al tábaule el gran rau-
dal de ingenio y el poder de (aatasia , absolutamente
precisos para desempeñar dignamente el cuadro épico
qoe se propaso.
La Invencwn de ía Crua , bien que sea un suceso tan
lantoéinteresauteporsf mismo, no presentaba las con-
diciones necesarias para formar una epopeya , y solo
podía dar materíaáun episodio de asunto mas extenso.
Asi es que el autor, aun cuando en su proposicioo le
aauncia como el objeto principal de su designio , y des-
pués invoca á la cruz misma para que le inspire en lo
que va á cantar de ella; aun cuando en los primeros li-
bros se ocupa del viaje y peregrinación de la piadosa
Elena en busca del santo madero , después se distrae á
las guerras de Constantino, en que se dilata por toda
su obra, dividiendo asi la conteiturade su fábula en
dos remales desiguales y distintos, que no tienen el me-
nor influjo uno sobre otro, y que el autor enlaia peno-
samente entre sí. Una vez que el objeto del poeta era en
último resultado cantar el triunfo del cristianismo só-
brela idolatría , este gran conflicto no debía presentarse
en las orillas del Eufrates y junto á los muros de Babi-
lonia. En los campos del Tiber y junto á la metrúpoli
del mundo era donde debían contender la religión que
nacia j U religión que espiraba , la ferocidad tiránica
lie Hajencio y la magnanimidad lieróica de Constanti-
no. Allí es donde los prestigias antiguos, lastradic¡<H
oes histdricas,Ia celebridad de los nombres de familias,
y la majestad de los lugares podía ponerse noble y poé-
ticamente en oposición coa la virtud y el fervor de los
primeros cristianos, con sus costumbres puras y senci-
ftH da Mti Mtin, an \t» biblí i* 1i tcUotelon da loi ánielcí
•B el Htlnlnlo ddHlJo da D1i)i,t da la ilancioi de loi Reye»,
í87
En loa ediciioi montu rcUmbirai .
, ,
Deimí
PHtnido ci tiem lu ec
la d trata pW taatroa.
I, «• UaiBoa Hctart
lias, con la fe j celo det principe que los gola y con el
entusiasmo religioso que los anima. Y al tiempo en que
mas enlazada y dificultosa fuese la lucba entre estas
causas opuestas, que las pasiones estuviesen en su punto
mas alto de vehemencia y de calor , y que la crisis fuese
mas dudosa y terrible, entonces es cuando la insignia
sagrada de la redención , apareciendo en los aires ro-
deada de rayos de gloria , podria inspirar una confianza
prodigiosa á sus campeones , llenar de pavor y espanto
á sus enemigos , arrojar] os precipita dos en las ondas del
Tíber , y apagar para siempre los rayos de Júpiter en el
Capitolio.
Estos datos grandes y fecundos que le presentaba na-
turalmentesu argumento , tomado de mas arriba, si no
fueron del todo desconocidos por Zarate, se ve que fue-
ron muy desatendidos , pues se arrojó ul país de las fic-
ciones y de las quimeras , para las cuales su imagina-
ción, poco inventiva, era insuficiente. El sueña ujia
eipedicion de Constantino al Asia , que jamús hizo , y
una guerra en Babilonia, que jamús hubo; yalliesta-
bleceelcampodesu Ufada, siguieudo mas los pasos de
Taso que los de Homero, y tan lejos del uno como ilel
otro. Un fantástico Serpeno , rey de Persia,ácuyolado
figuran el general de su ejórcito, un anciaoo estadista,
un mago, una heroína, un gigante y oíros personajes
de su laya , todos infelices copias de la Jenualen ítuliu-
na, son los que, ayudados da cuando cu cuando por el
invisible poder de los espíritus iufernales , se ponen cu
oposiciou con Constantino y los capitanes que le acom-
pañan, igualmente oscuros y ficticios, que no toman
existencia y fisonomía ni de la realidad histórica ni de
laverosiinili[ud y conveniencia. Las aventuras, los en-
cuentros, ias butullas, los discursos con que unos y
otros obrau y se combinan entre sí, se resienten gene-
raimen te del desacíertocon que estánconcebídos:pue^
tos de ordiuario fuera de lo na tumi , por lo exagerados,
ó inferiores, por triviales, á la dignidaddel cuadro y del
asunto,oo producen en el ánimo ni admiración ní cu-
riosidad ni simpa lia.
El estilo y los números con que el poeta ba animado
su composición , no son generalmente ton viciosos como
BU invención y contextura. Uállanse con frecuencia no-
Meza y vigor en los pensamientos , y no carecen tam-
poco de pompa y gravedad la dicción, de cadencia los
versos, de plenitud los periodos. Pero en esta parte
tambienno deja poco que desear, porque la ejecución
seresientfldeiescasoraudal poético que Zarate poseía.
Mucfias veces la imagen, la comparación, el período,
que empiezan con envidiable felicidad , decaen por falla
de aliento en el escritor; y pastyes de alta y bella poe-
sía se desgracian empezando ó terminando en máximas
comunes y generales, expresadas en frases ragas é in-
significantes. En vano aspira el autor á llenar este va-
cio encareciendo á vecea los objetos que describe con
variai j gigantescu pooderadones : este recurso des-
dice de la Índole templada y grave de su talento, y k»
objetocui exagerados rayan en pneríleí y abcordM ^r
IM OBBAS COUnETAS DE DON
BU eitrengaDCla. Es probible qne , contra lo que or-
diDaríamunle acoatece, «I poema perdiese dgo eaesta
parte por la tardoaza de sa publicación. Cuando e[ au-
tor le escribía aun no estaba eslngada la dicción poé-
Ziírate tenia demasiado seso para en-
do £ los capricbo! y delirios que con
las grandes que los suyas rntrodujeron
rayQuevedo; roas no pudo liberlarsa
1 cODlagio , j cfyendo dar mayor her-
>ma, puso en él lunares que entes por
), reputándotoB adoraos precisos para
gusto de sn tiempo. En él, sin embargo,
1 mas Trecucn temen le de pensamiento
I. Añádase, enÍJD,ta falta, mas grave
id , do Qciibilidad y de ternura : la lira
Constantino carecía absolutamente de
os y amenas, y cuando sonaba bien,
ite DO sonaba mas que de un modo.
smo tiempo se ocupaba Lope de Vega
i confuúfoda.ycierto que al fíniíde
la , como entonces se le llamaba , no se
¡r las mismas objeciones de sequedad,
oootooia que se hacen al anterior. En
alentó, variedad de tonos, amem'dad,
lancia y destreza en Tersi&car, pocos
icaso ninguno, que pueda compelírcon
pero también pocos 6 ninguno le igua-
moso abuso que ba heclio de los dones
que la naturaleza le dold. Confiado en
ludaba y d todo ee atrevía. Después de
el rombo de Ariosto en las aventuras
liso dar ¿su patria un poema épicoá la
o, en que quedasen eternizadas de una
digna lasgiorias de su pais , y su propia
Todas las demds obras suyas se hicie-
ado; DO así la Jenualm conquistada,
:er prueba de todo el ingenio , de todo
ina de que era capaz, como que babia
' de su £ima en Italia, contra la mala
resultaba de lai obrillas despreciables
ibuian <.
¡mcia este Hedor correspondió muy mal
, y ni la Italia ni la España entoDces, ni
ispués, le han admitido en el tribunal
imo titulo de gloria bastante íjustiG-
onGanza del poeta. Y no porque en ella
lanta lozanía babia en su imaginación,
id tenia su estilo, cuanta elegancia y
lEid I llilla.BinlaMno
niqie Huí «1 Itdar «Be oliliía
rito, ^mll» , j coa tít»i cuilfo.
)<o em n pomi , qni tola léala l« cmAnu-
treMiu Por ew U puo p«i lemí tqiU fuiit
Liiní fríu4 el fetuí itfkitu, m (WMttr,
M *m frmtumplitu iitttita duant.
HANÜBL JOSt OmNTANA.
encanto saUa dar á sus versos ctianAo qtietii, Lope en
estes dotes estuperiori si mismo en muchas partos de
BU Jtnualen , donde también toma á veces una solen>-
nidad de acento yuna audacia de dicción poética poco
frecuentes en las demds obras suyas. Perc todo está
deslucido y miserablemente desgraciado con el des-
concierto del plan, con los vicios capitales que hay en
Ib formación de los caracteres , y con la poca grandio-
sidad y decoro que dio á los direrentes miembros del
edilicio que se propuso construir.
Su intento fué contar los sucesos de la tercera cru-
zada, cuando, vencido el rey de Jenisalen Guido de
Lusiñan cerca de Tiberíades , y ocupada la ciudad
Santa por Saladino . los principales potentados de Eu-
ropa se cruzan y arman para pasar al Oriente y libertar
á Jerusaleí) de sus manos. El poeta abraza todos los
acontecimientos de aquella eipedicion infeliz, desde lu
rota de Lusiñaa basta la retirada sucesiva de los prin-
cipes coligados y muerte de Saladino: todo contado
por su drden natural, sin a rtillcio ninguno poético, sin
centralizar la acción para umplilicarh, y adomdndolo
con los episodios de óballeria y galantería , i que pro-
pendía tanto el gusto del tiempo y la imaginaciou del
poeta. La máquina , aunque lomada de la religión, de
la magia y de la alegoría , es lo menos importante de
la obra, y puede considerarse en ella mas como un
adorno accesorio que como una de las cosas que for-
man el cquillbrío de la compoucion.
Causa por cierto eitntñeza ver el titulo de Jenaalen
conquistada en tm poema en que Jerusalen no se cou-
quisla ¡ pero esta ambigüedad aparente se explica des-
pués y se aclara con la marcha general de la obra, y
con la calificación de epopeya trdgica que la atribuye
su autor : circunstancia que mas de una vez inculca en
sus escritos *. Así el verdadero argumento del poema
es Jerusalen conquistada por Saladino , y no recuperada
por los príncipes cristianos. Esto podia no ser satisfac-
torio ni glorioso para ellos, pero es trdgico j lamenta-
ble para Jerusalen, que esperaba por su medio ser re»-
calada, como lo fué antes por Gofredo. De aquí nacen
los [recuentes apostrofes del poeta á la Ciudad Santa, á
la que después de cada desgracia que sucede se vuelve
para anunciarla otros sucesos mas tristes, darla con-
sejos duros, é afligirse y latnentar con ella al modo de
los profetas. Bajo este punto de vista el cuadro tiene
unidad de intención y de interés ; )| los acontecimientos
de aquella infeliz cruzada , emprendida por tan grandes
principes y ejecutada <cún tanto poder y tanto valor,
concurren todoiádescubrirel designio de li Provideii-
cia , y Jerusalen queda atada c<»i cadenas de hierro in-
contrasUbles al yugo de los InOeles.
Hubiera Lope dadoá su poema el carácter y direc-
ción que le presentaba este pensamiento feliz , y otra
a HMte/oa*
tu ll tflfCill Mfl«MB ifMÉlM,
PARTE PMMKRA-UTBIUTURA.
ptBxtnn 7 SD ejeendoB : por Ift EMKM
> 61 anuKda desde el principio ^ue ti
19 del re; Ricardo y las de los españo-
poeim Ueva geaeralmente la mircha
que se nd lograr, y esta empresa es
nodoaada de un modo qoe induce á
lor Tsntura i desprecio, respecto de
a asi fallan isus promesas y á su voto,
lerico Barbaroja, que acude primero
Palestina, se ahoga en las aguas del
hecho cosa de momento. Felipe Ao-
Francia por no contribuir á las glorías
menvidia la conquista de Ptolemaida;
de las protestas y juramentos hechos
san ta empresa basta morir 6 darliber-
igrada, no aprovecha la gran rictoria
ampos de Belén , y para defender sus
I por Felipe, se n^n i Europa, y pe-
tado por Alemania, es preso por eldu-
detenido allí por mas de un año. A^
, á quien, contra el testimonio de la
atra la conveniencia, Lope baceinter^
lieion 1, se vuelve también á su reino,
e casado con su adorada Leonor, da el
regarse siete años segoidos i los amo-
hasta que sus mismos rícos-Iiomtves
lino, en fin, muere de su enTermedad,
lo poseedorde los Santos Lugares, y
1 de sus eiequias se da conclusión al
lenta Lope de todos sus héroes; y í la
bia para qué escribir veinte libros de
ir en ellos tanta amenidad y lozanía de
goynúmere en los versos, para DO dar
los i «ucMtos tan ¡K-osdicos y resultados
I caracteres , examinemos la Qsono-
f proporciones que La dado el poeta i
le pone en acción , y bailaremos que
>, caprichoso, ajeno Igualmente de la
listoria que de la majestad de la epo<
ge bascaría en el príncipe inglés, hé-
poema , aquel carácter tan orgulloso
hutco 7 popular, aquel guerrero de la
lUa , maso de hierro y corazón de
) d« Lope n« es el Ricardo de la his-
!• Mvolu j «««414»*, laa Tunnet fu ilegí
pm pcnMUf á «u ledont ]r i tí aiiiDo
oiViBÍ d nj Kati» m li tifaóiáai da
l«M taiÉM M na» i fu Alfonso otavo tlll
F I ita n» k*T MMlndledan Dlip» m qne
«n par daito «arediiM w los labnlitoi do
M vcBlr i TMtr «d (MUjanU rmlttdo ; pero
I toi BU laMoM «ciltoi de aicilra pocu,
NbTvalpr «Mldoi, ir por ii* ndoclslos
«■Ma toahttM <• Ida* taUi tn U eikni
iriof «w loy ewMttli MMpeott tloqne
Mlw HiWMI Tía* p<MM «a Mtulo 1b-
ItAMMtti'Mtntfd^nAMlaWraM
_^^. ■--«hladli.tMBííw»
toria ni «1 de las novel
comandante de priiici|
litar, solamente gnné
dice , mas no por sus
neralmenle ordinarias
justas y decorosas. E
vulgar envidioso; Alfa
tables que ha tenido C
galán de comedia, su
porGarceran, que bac
brillante que él , y no
tema por ningún hecli
de dignidad y ledé íi
cuyo nombre ba pasad
pelo y estimación que
raigos tributaba i sus i
es en la Jervtalen ya
mente , ya cruel ; ya v
critor le conviene d si
«iándolo todo menos S
hay en los caracteres
sudólo, el bennano
muestra como un col
couvierle al fin en un li
envilecido. Isabela es
fácil , tan bien hallada
diferentes maridos; I
ci«n de la Clorinda di
tan «npalagosa de da
dosa de caballero con
cion favorable podría I
regulannente dibujad
Juan de Aguilar , que
nidad heroica y poétic
rique, no siempre á
pero que con mucha i
I ligan Jineta se le ttonit
•iPleiMiqía el tej Bleti
ni(o, pero «a koaor de i
le klrbuo ili le;, oía
I TncoT, 10 piedo ■«
M « «I «MlUa 1M Li
tM» OBRAS COMPLETAS DE DON
quierft aqoel compuesto de ralor, lealtad, devoción,
galantería, generosidad y jactancia, que formaban en
tiempo de Lope el tipo del carácter español.
No bablarémosde la disposición y enlace que ha dado
el poeta ¿ los diversos incidentes que le prestaba su ar--
gumento, ó que le sugirió la fantasía, para adornarle
y robustecerle. Todos los críticos convienen en que la
Jerusalen carece en esta parte del artificio , graduación
y encadenamiento que los poemas épicos requieren pera
que se unan en ellos la variedad y la riqueza con la uni*
dad y el interés. De la disposición que Lope ha dado ¿
las diferentes partes de que su fábula se compone re-
sulta una confusión que fatiga el ánimo y no le permite
reconocer bien la totalidad del objeto que ha tratado de i
pintar. El cargo es justo, pero menos quizá por falta
del conveniente artificio, aunque á la verdad no hay
mucho, que por el sinnúmero de episodios, unos ex-
traños, otros menudos, otros indecorosos, con que in-
terrumpe á cada paso y desluce los principales inciden-
tes de la acción. Quien le ve distraerse á la pueril cru-
zada de los niños de Toledo , á los sucesivos matrimo-
nios y galanterías de Isabela, á la indecente lucha de
Garceran con Ismenia , á la cómica provocación de Si-
rasudolo , que los va á desafiar á uno y otro, creyéndolos
muertos, para darse el lauro de tan vil y ridicula bra-
vata; á las vulgaridades conque García Pacheco en-
salza lascosas de Castilla á Saladino, al recuento, en fin,
de las aventuras de unos y otros príncipes después que
dejan la Tierra Santa: dice, y dirá muy bien, que el
poeta no sabia por dónde iba , ni cuál era su objeto, ni
á qué punto debia llegar el efecto que se prqponia en su
obra. Creía Lope, por el aplauso general queconseguian
sus versos y su estilo , principalmente en el teatro , que
cuanto dijese en ellos seria bien recibido ; pero se en-
gañaba mucho en esta confianza , y bien que sus versos
estuviesen generalmente bien hechos , y su estilo fuese
fácil , florido y agradable, no estaba en ellos tan exento
de defectos, que pudiese en gracia suya disimularse
una aberración tan grande en la composición y en las
ideas.
Porque además del desaliño y llaneza en que de or-
dinario cae por la falta de esmero y diligencia á que se
habia acostumbrado trabajando siempre tan á la ligera,
ofenden también firecuentemente los conceptos alam-
bicados y oscuros, las metáforas viciosas, los juegos
de palabras pueriles, y sobre todo aquella afectación
pedantesca de lucirse á cada paso con una doctrina,
por lo común trivial, y las mas veces impertinente i.
• Ts desde el principio, después de la grata j ftcU eatonaelon
de estos primeros Tersos:
To eaato el celo, y las hasaftas eanto
De aquel taron , soldado y peregrino»
8ne a ser del Asia aniversal espanto
esde la selta Calidonla fino ;
M hallan estos otros :
Haciendo á n tiempo de Minem intaaat
Uorar lar armu y canur las masas.
Heraosu Drtu del ilustre rio ,
Une bafta en oro la aerada espama, ^ . ^
MANUEL JOSÉ QUINTANA.
Suelen los grandes cotoristas disimular en sus cuadros
las faltas de dibujo y de composición con la gracia y va-
riedad de las actitudes y con el brillo y riqueza de las
tintas : en esto á lo menos , en que se conocen superio-
res, no se descuidan jamás. Pero en el poema de Lope,
aunque la ejecución sea brillante casi siempre , y fre-
cuentemente fácil y apacible, hay demasiados rasgos
que con su faltado verdad, de sencillez y de buen gus-
to vienen á viciar y entorpecer aquella corriente de
poesía tan abundante y tan bella, y estorban , por lo mis-
mo, que pueda el mérito del desempeño compensar de-
bidamente el vacío de la composición.
Estas consideraciones, por severas que parezcan,
como no son injustas, servirán á dar razón de la indi-
ferencia con que los contemporáneos de Lope y la pos-
teridad han recibido la Jerusalen conquistada, á pesar
de los esfuerzos de su autor para que fuese el mejor
florón de su corona poética. Yo no la creo, sin embargo,
merecedora del total olvido en que hoy día se la tiene,
y pienso que no es perdido el tiempo que se guste en
leerla y aun en estudiarla , sea para el agrado sea para
el provecho. Los trozos que van escogidos y colocados
adelante manifestarán la mezcla desdichada que ha-
bia en aquel escritor de superioridad y flaqueza , de bi-
zarría y pequenez, de elegancia y de descuido. Sobre-
salen, sin embargo , en ellos las bellezas, y bastan por
sí solos á dar una idea del talento de Lope, aun en un
género que puede decirse con verdad no era para el
que le habia criado la naturaleza.
No diremos lo mismo del obispo de Puerto-Rico
Valbuena, autor del Bernardo, ósea La victoria de
Roneesvalles, que ha sido entre nosotros quien nació
con mas dones para esta alta poesía, aunque por el tiem-
po y modo de emplearlos no acertase á sacar todo el par-
tido que prometían para su gloria y la de nuestras le-
tras. El nos dice en su prólogo que aquella obra era
fruto de sus primeros trabajos y una aplicación que qui-
so hacer, cuando joven, de las reglas de humanidades
que acababa de aprender en las aulas de retórica. Aun
cuando él no lo dijese, la obra misma lo manifestariii;
las frecuentes imitaciones que hay en ella de Lucano,
Do vos y de su margen me desvio ,
Que á mas dorado Tajo doy U pluma :
Pasad sin miedo el sol , Dédalo mío :
Perdona la humildad de mi Taifa ,
Que hay piedra que del braso me derribe,
Pues cuando el del Ingenio alsar deseo,
Me trasforma en Addnis Praxileo*
Podía preguntarse i Lope qué entendía él por «llorar las armas
infusas de Minenra» ; á qué propósito en un poema de tanta gra-
vedad permitirse el equivoco ridiculo del «t^o* que soda á las
plumas de escribir, con el rio «Tajo» ; cómo el noaüire de «Dér
dalo» es sinónimo de ingenio ; qué sentido tiene la expresión do
•que hay piedra que le derribe del braxo » ¡ ai á qué onenlo vioiio
la oscurísima é impertinente alusión al mal poeaM qno sobre Ado-
nis escribid en griego la antigua Praiila , y quedó por prototipo de
necedades : esto en las cuatro octavas primeras. T oaaado praoir
guiando la lectura se hallan «os atan é menos froeaeMit-semejUB •
tes despropósitos, dudamos con rasos do qno Lope casUfuse ai
poema con el rigor que deeia , é á lo menos, doqao laviora ver
dadora idea de cóa^o debia hacent eate «•atif*»
PARTE pnDtSRA.-UTEIUTOIUL
Do, } el modo coa qae eiUn heebu,
H.«nu) loi aatMVt faToritos de sus pri-
t, ti paso que se descubren dondequiera
I, por la licencia y abandono con que eth
I monstruosa prodigalidad conque abusa
nía para ÍDTenlar,7deln)ayorqueaunle
wsificar y descrítdr. Un poema bertíco
ote obra de ensayo , y pudiera decirse de .
le se ha dicho de otro gran poeta , épico
oitiy fuerte en los principios de in cai^
alMdo de destetar por las musas, tenia
Tenas mas leclie que sangre*. De cual-
eaea, elfifraanio,considerándolesolo
le fuenas poéticas en un joven que aca-
les aulas, no tok) es una obra estimaUe,
modo maraTÍtlosa.
I el becho principal que sirre de fúnda-
nla , y prescindiendo por un momento del
identes que le confunden y entorpecen,
lesabogadamente se pinta en la fantasía,
imenla se comienia , cuin ^ticamente se
Inlo interés y atención inspira persu de-
Uei. El orgullo de Carlo-Hagno y de sus
D poder inmenso, (US desafueros y dema-
[uímido y canudo el mundo , y ofendidas
ai badas, que en el sistema maranlloso
d poeta se supone tener bajo su gobierno
de la tierra. Ninguna de ellas hatña que no
iTiada por alguno de aquellos insolentes
•das tenían concertado vengarse de ellos
Francia por el suelo al tiempo en que se
itodesumayor altura. Críibasfl ya en po-
■, sabio y virtuoso me go , el principe Ber-
I de la sangre real de los godos, hyo del
M de aus padres , á quienes el rey Casto,
Dcerradoi por vida en pena de sus ilícitos
tes le inspira todas las virlndes que debe
Dero , y le adiestra en todas las artes y ha-
guerra, i la manera que en aquellos tiem-
do Rugero por Atlante , y en los antiguos
lirón. Este es el que por disposición délas
pahnente de Alcina, ha de ser el grande
[Uella ruidosa venganza ; el que , revestido
leí vencedor de Héctor , ba de combatir y
itadoOrtando, y derribar el poder francés
a. Bernardo aparece prioten como un re-
]itBa , y sin ser conocido liberta al Re; su
boscadt y encuentro en que le iban la co-
. Hacha esta hazaña, y conducido por el
r que le guia, so Mitra en el mar y encueo-
onde va Orímandro, rey de Persia , que i
le arma caballero, yconqnien al instante
mbateporla libertad de Angélica la Bella,
rey llevaba fonada conaigo. Entra das-
«ode aventara de las annss de Aquilea,
le intrépidas j de osadía , entre pelaros y
I lu tfrtuca ai Gu 4 Ajot Telamón, que
desde la guerra do Troya las tenli Mf
«1 su sepulcro. Revestido de ellas, sale
libra de unos corsarios en medie de
Arcangélica , hija de Angélica y de Mt
en el mundo de valor y de belleía humi
mioeuIasjusIasdeAcaya,ao admite
que le ofrece Ciisalva , princesa de Cr
y ennoblecido con pruebas tan se3ala(
de virtud, y digno ya de mas gloria , ^
tiene un primer encuentro y duelo co
dan , preludio y anuncio del que ha c
Butre los dos; acomete y acaba la graJ
castillo déla Fama, saca libres de allii
y otros trescientos caballeros españoli
ellos se dirige al campo del Rey su tío
contrar con el ejército francés en el
neos. La batalla de Roncesvalles se di
preceden y la anuncian; unos y otros
de valorea ella, hasta que, cayendo I
los pies de Bernardo , el destino de la
suelo, el combate cesa , y el poema se
don, aunque perdida y conrundida i 1
ma en el smnúmero de incidentes y ep
abusando de le libertad novelesca, el
y la destruye , vuelve i tomar su cuno
Demardo aale del castillo da la Pama
ttey su tio, basta que concluye con la j
conveniente en la gran jomada de R<
manera que un río caudaloso llega á de
gado y perdido Nitre pantanos y arenal
embaraiado de ellos, vuelve á toma
entra raudo y majestuoso en el Océau'
£1 hecbo pues en que el poeta fu»
condido en la oscuridad de los tiempos
orígenes de la monarquía , y por lo mi
i las formas que quisiera darle la imse
ya en tas leyendas y tradiciones vulga
ciones déla poesía caballeresca, eraa
evtremo ¡interesante para los «pañol
Valbuens, por la rivalidad que entoo
las dos naciimes limítrofes. En él obn
no profundos y enérgicos, propios é
época y consecuentemente dibujados ;
tos, bizarros, urbanos,y¿ veces sen
episodios , entre los infinitos que con til
son oportuooa , nuevos y felices ; dea
rabies de paises, de fenómenos natura
de riquezas; antigüedades de puablot
Masones ; sistemas teológicos y filos
morales, leotencias y pensamientos ]
viosoa ; comparaciones abundantes , V
una dicción poética Dena de &Kses no
vedad y atrevimiento; una veníQcaci
Ue donde quiera, no pocas vocea alb
gon los otyetos lo requieren ; y lodo es
llann y osadía , eon un aira tal de libe
que el poeta parece que juega con las i
m
OBRAS COVáVEtAS DB bOíi HUfOBL JOSft QUITANA.
' * I
L^w '*" n
alte filn conoeetlas i domo su heróé se burla de los pe-
ligros» y sin aprensión ni recelo acomete burlando las
empresas mas arduas , arrollando todo cuanto le sale al
encuentro en su camino.
Tales son las riquezas poéticas conque el ingenio del
autor supo dotar á su Bernardo : veamos ahora con la
misma imparcialidad !os yerros con que pudo deslu-
cirlas. El principal es la difusión monstruosa y la pro-
lijidad con que, dando rienda ¿ su imaginación inven-
fiva , amontona episodios sobre episodios, que, cruzán-
dose y confundiéndose entre si , forman un laberinto sin
salida, donde el autor se pierde miserablemente y el
lector se aburre y deja caer el libro de la mano, sin
deseo de vol verle á tomar otea vez, por no volverse á fa-
tigar en balde. Otro grave yerro es que muchos de
los personajes que llenan el campo de estos episodios,
desaparecen sin que se sepa en qué paran , ni vengan
á manifestarse á la conclusión del poema , como pare-
cia necesario , atendida la importancia que el autor les
ha dado en la composición do su fábula. Tal sucede con
Arcangélica, con Ferragut, con Orimandro: figuras
casi de primer término en el cuadro, y que, por lo mis-
mo que son tan interesantes á veces , no debiera fina-
lizarse el poema sin que su suerte quedase convenien-
temente determinada.
Valbuena, adoptando el sistema poético enque estaban
escritas las epopeyas caballerescas , de cuyas fábulas y
personajes quiso hacer uso en la suya, creyó en su ju-
venil confianza que podia seguir felizmente las huellas
de su antecesor Ariosto, de cuya fábula viene á ser una
continuación el Bernardo. Con algún mayor esmero y
diligencia no le hubiera esto sido difícil en la parte alta
y noble de la poesía , principalmente en la descriptiva,
para la cual tenia talentos no muy inferiores á los de
aquel gran poeta , y superiores sin disputa á los de cual-
quiera otro de nuestros escritores i. Pero faltábale la
* EsU superioridad U tiene liasta cuando desenlie en prosa, sin
embargo de que la suya sea por otros aspectos tan reprensible.
i Hay por ventnra miebos trozos, no digo en espafiol , sino ann en
otras lengnas, qoe en originalidad , en grandeu y robustez puedan
compararse con este pasaje de su introducción á la Grandeza Me-
Jicama?
« Bn los mas remotos eonflnes de estas Indias Occidentales, i la
parle de su poniente, casi en aquellos mismos linderos que, sien-
do limite y raya al trato y comercio humano , parece que la natu-
raleza cansada da dilaUrsaea tierras Un fragosas y destempladas,
no quiso hacer mas mundo, sino que, aizdndose con aquel pedazo
de suelo, lo dejd ocioso y taclo de gente, dispuesto á solas las
inciemeadat del cielo y á la JurisdlccIoB de unas yermas y espan-
tosas soledades, en cuyas desiertas costas y abrasados arenales á
sus sol&s resurta y quiebre con melancólicas Intercadencias la re-
saca y tambos de mar, qae, sin oírse otro aliento y voz humana,
por aquellas sordas playas y carcomidas rocas suena ; ó taando mu-
cho , se ve coronar el peinado risco de un monle con la temerosa
imigen y espantosa figura de algon Indio salvaje , que en suelta y
negra cabellera , con presto arco y ligeras flechas, i quien 61 en ve-
locidad excedo, sale á caza de alguna llera, menos intratable y feroz
que el inimo que la sigue ; al fin , en estos acabos del mundo , re-
mates de lo descubierto, y últimas extremidades deste gran cuerpo
de la Uerra, lo que la aataialeza no pude, que fué hacerlos dis-
puestos y apetecibles al trato y comodidades de la vida humana , la
hambre del oro y golosina del. iuterés tUTo mafia y presunción de
hacer, plaatando en aqaeUot Taldloa y ociosos oampoa «oa fuño.
aa población de espaftoles , cuyas reliquias, aunque sin la florida
granden de tas principios, duran todavía ,» etc.
capacidad necesaria para entretejer «rtifidostmente el
sinnúmero de hilos que hizo entrar en su disfonhe com-
posición , y darles la unidad y sencillez que supo Ariosto
dar á los suyos en la conclusión de su poema. Carecía
también nuestro autor de la gracia y donaire con que
el poeta italiano sabia animar los personajes y escenas
cómicas de la vida : por manera que cuando quiere
* Valbuena imitarle en esta parte, no solo es frío é insul-
so , sino hasta trivial y chabacano.
Añádase el poco juicio con que están distribuidos los
grandes adornos de la alta poesía, la muchedumbre de
las descripciones, la prodigalidad con que se ven em-
pleados por todas partes, á la manera oriental, el oro, las
perías, los diamantes, los rubíes ; la declamación, en fin,
que no pocas veces interrumpe el tono genuino y can-
doroso que es genial al escritor, y destruye el nervio y
la energía á que de cuando en cuando alcanza. No hay
duda que tenia gran talento para dar colores poéticos á
las descripciones geográficas; pero abusa de él como
de todo, y cansan, por ser tantas , en las revistas de los
ejércitos y en el viaje aéreo de Malgesi y Orimandro,
que tan importunamente ocupan gran parte del poema.
Ofenden los desatinos de vieja delirante que alguna vez
se permite, la trivialidad de muchas máximas y sen-
tencias , á que sola la inexperiencia de su juventud po-
dia dar importancia ; las bajeaaas en que incurre por falta
de esmero y degancia , aun en los pasajes mas altos y
nobles; y los equívocos, en fin, y conceptos insulsos y
fnos con que, aunque rara vez, salpica su dicción y
no pueden consentirse en tan grave poesía. Los versos
mismos, que tanto cuidado tuvo en que saliesen llenos
y sonoros, suelen, perlas muchas dicciones de que se
componen, declinar, á pesar de las sinalefas, en ásperos
y duros, á menos que se pronuncien con un artificio
particular, que tal vez Valbuena poseeria.
A estas diversas fuentes de desacierto pueden redu-
cirse los defectos del Bernardo. Son muchos á la ver-
dad y bien grandes; y la crítica, cuando se arma de ri-
gor y de inflexibilidad , tiene poco que hacer en hallar-
los donde quiera y señalarlos á la reprobación y á la
censura : quizá ningún otro poeta castellano da tanta
margen para ello , mas también quizá otro ninguno
ofrece tantas ocasiones de alabar y de admirar. Los pri-
mores, las bellezas están mezcladas en él con los borro-
nes y el desaliño, á la manera que aun en la mina mas
preciosa el oro está ligado con las tierras y escorias que
le deslustran y le afean. Pero no hay duda que hay oro
en gran cantidad y de elevados quilates; y el libro no
por ser tan defectaoso deja de ser un riquísimo mi-
nero de invenciones de fantasía admirables, de dicción
poética y de versificación. El raudal poético de Val-
buena no es á la verdad ni trasparente ni puro, pero
siempre es fácil, abundante, impetuoso ; los primores
que puede dar de sí el instinto están prodigados en él á
maravilla. Bañó sin duda á su perfección la extensión
misma de! poema : ¿cómo es posible escribir cinco mil
octavas con concierto y buen gusto? Sintamos que el
PARTE PRIUEHA— LITERATURA.
componerle á las atencio-
>relado, do pudiese ponerse
los defectos esenciales de
mas grates iud que los de
lilogo que le puso delante
cnindo Je oío a luz na a entender bien cloro cuáles
nn las jastas proporciones y la distribución quéde-
la darse A la I&bala que había construido. Ya entonces
era tiempo de empezar de nuevo la tarea ; pero sin
ran tnbqjo de su parte podia haber mejorado mucho
1 libro, metiendo el hacha por aquella scIts inmensa
areatons y de octafas , para talar sin piedad su
latffen exuberancia, y abrir asi al lector cómodas
andas en tan impenetrable espesura. No lo hizo asi, y
u gloria pierde enello.sucediéndole lo que atantes
tros escritores, de quienes se ha dicho que veían el
unto de perfección á que debían tocar,y por debilidad
por negligencia no acertaban á llegar & él. Valbuena
) confesaba de sf mismo, cuando con tanto entusiasmo
uno laudable desconGanza decía :
Deqimés de hablar del Bernardo, en quien se terminan
M extractos ípicos que nos propnsimos pnlilicar, no
■7 para qn¿ tratar de otros poemas escritos entonces
de^Hiés. Uno solo i primera visU podría merecer ei-
epdon, celebrado como un modelo por k adulación
le BDs contemporáneos, que atendieron mas á la alta
JaM del autor que al mérito de la obra. Este esja Ná-
nUtneuperada, del príncipe de Esquilache, que par
t bdlidad de su ingenia y mayor destreza en versifi-
ar, podia dar algnna mas amenidad j gusto de verda-
lera poesía i su composición , que otros escritores me-
m qercitados á las suyas. Preciábase él de haber se-
;mdo todas las reglas del arle, como si las reglas del
arte pudiese
quien no los
mas esencial
gurarso de s
dia d Prínc
romances, j I
desnudo de
fantasía que
poletreaqi»
pobre de ini
goso en los V
taras, cuand
lidio que cau
todo él está
málrícB y m
otra suerte q
y los otros di
de Alfonso 1
Gabriel Laso
ra; el Uaeab
deBote!Io;I<:
y los demás
entre los artli
monumentos
sus tí tutos,
aun quien los
yacen , y no
darles por cv
de los lectoi
porque por SI
á caer en el
anegados.
INFORME
DE LA JUNTA CREADA POR LA REJENGIA
PABA nopom
LOS MEDIOS DE PROCEDER AL ARREGLO DE LOS DIVERSOS RAMOS DE HfSTRüCaON PÚBUCA.
SBBBNlSnfOSBSíOR:
En orden de 18 de junio último , comunicada por el
ministro de la Gobernación de la Península , tuvo á bien
vuestra Alteza encargamos que meditásemos y propu-
siésemos el medio que nos pareciese mas sencilloy acer-
tado de procederá arreglar todos los diversos ramos de
instrucción pública.
Penetrados de la grande importancia de este objeto,
y convencidos de su urgencia , procedimos al instante á
arreglar el plan de nuestros trabajos según la naturaleza
y limites del encargo que se nos hacia. De las tres clases
de educación que los hombres reciben en la sociedad,
la literaría sola es la que se proponía por objeto de nues-
tras meditaciones, quedando para otra ocasión y mo-
mento la educación fisica y la educación moral. Aun en
la parte que se nos encomendaba debíamos ceñimos á
lo que la situación general del momento, la situación
particular nuestra y el contexto mismo de la orden nos
prescribian , esto es : á proponer medidas para proce-
der al arreglo , mas bien que el arreglo mismo.
Porque no podía ser la mente de vuestra Alteza que
eotrásemosen la formación de un plan general y par licn-
tor de estodloB en que estuviesen determinados y pres-
critos no solo los conocimientos y doctrinas que forman
él objeta de la enseñanza pública , nno también los mé-
todos , los libros , la distribución de tiempo , y el arreglo
económico y gubernativo de todos los establecimientos
que han de servir á la instraccion nacional. Esto pedia
para su ejecución un conjunto de datos y noticias que
no podían reunirse sino en mucho tiempo; y pedía ade-
más nn lleno de luces y experiencia en todos y cada uno
de loáramos del saber, que están muy lejos de atribuir-
*ie los individuos que vuestra Alteza ha honrado con su
itti confiansa.
Por otra parte, este plan menudo y circunstanciado
feria todavía anticipado, por no decir importuno. Sin
ertaUeoer antes los principios generales sobre que ha
desantarse el sistema de toda la enseñanza , en vano se-
tk organiíir este sistema y disponer y distribuir sus
pntes diferentes. El orden exige que todo se baga á sn
tfsnqio : se abren los surcos de un campo antes de po-
MméfanbnoteiMlnn b planta de nn edificio «n*
tes de proceder á sti eonstratcion. Así, es preciso de«
terminar y fijar antes las bases generales de la instrac*
cion pública , que arreglar y completar uno por uno los
elementos que han de componerla* Hemos creido pues
que nuestro encargo , puramente preliminar y prepara-
torio , se reducía á meditar y proponer estas bases , las
cuales, si merecen la aprobación de vuestra Alteza , po-
dían elevarse después á la sanción del Congreso nacio-
nal. De este modo parece que se señala el camino y se
allana el terreno sobre que ha de fundarse esta gran fá-
brica ; y sirviendo las bases determinadas de enlace y de
apoyo á sus diferentes ramificaciones, su organización
será mas fácil, su armonía mas completa, y podrán
contribuir mas de lleno al noble objeto á que se des-
tinan.
Muchos años há que la sana razón y la fílosoffa pedían
entre nosotros una reforma radical y entera en esta par-
te. Luego que algún hombre ilustrado era revestido de
autoridad ótenla influjo sobre ella, le invadían al ins-
tante los clamores , tan celosos como inútiles, de cuan-
tos aspiraban á atajar los males de la preocupación y
disipar la noche de la ignorancia. Pero estos clamores
se oían flojamente, y al fin se desatendían; las intrigas
de la ambición , las agitaciones del error y del fanatis-
mo prevalecían sobre ellos ; y ningún ministro , por po-
deroso, por bien intencionado que fuese, se atrevía á
emprender la reforma por entero. Contentábase á las
veces con dar su sanción á algún proyecto particular, á
algún establecimiento aislado en que las doctrinas y los
métodos fuesen mas conformes á los principios de la
recta razón. A estas inspiraciones efímeras se debela
erección de las academias, de los colegios de medicina
y cirajía, de algunos seminarios , de las escuelas mili-
tares , de otras fundaciones , en fin , en que los estudios
estaban mas al nivel de los progresos científicos del
mundo civilizado. Pero esto es cuanto podían hacer
aquellos hombres celosos en prueba de su buen deseo.
Quedaba siempre la contradicción monstruosa entre
escuelas y escuelas, entre estudios y estudios. Una era
la mano que pagaba , sostenía y dirigía la instrucción;
y la verdad se enseñaba de un modo en el norte, de otro
en el mediodía, ó lo que es mas repugnante aun , aquí
secosteabayprotegíAbiindagaciond^h wdad| mien^
m OBRAS COMPLETAS DB DON
tras que allá se sostenía á todo trance la enseñanza del
error y se perseguía ¿ los que le combatían. ¿De qué
pues servían aquellas pocas excepciones sino de hacer
roas deplorable el desorden y nulidad de los demás es*
ludios? ¿En qué paraban cuando , faltando las manos
ilustradas que las habían erigido, eran abandonadas al
influjo indolente y rutiqeiV) que el Gobferno^ejercia so->
bre la instrucción ? Jardines amenos y apacibles planta-
dos eotre arenales , que tarde ó temprano perecen ane-
gados en la esterilidad que los rodea.
Ni vt posible que fuese de otro Daodo : Yoluntad
constante y fuerte de perfeccionar las facultades Inte-
lectuales de sus subditos no puede suponerse en gobier-
nos opuestos por instinto y por principios á todo lo que
no autoriza sus caprichos ó no canoniza sus desacier-
tos. ¿Cómo, por otra parte, proponer ni esperar me-
jora alguna en la instrucción pública de un país sujeto
al influjo de la Inquisición , y en donde el que se atrevia
á hablar de imprenta libre era tenido por delirante,
cuando no por delincuente? Sin rompéroste doble yugo
que tenía oprimido y aniquilado el entendimiento entre
nosotros , en vano era tratar de abrirle caminos para
que explayase sus alas en las regiones del saber. Y co-
mo en el diccionario de la razón ignorante j esclavo son
sinónimos , si el español no podía dejar de ser esclavo,
¿á qué empeñarse inútilmente en que no fuese igno-
rante?
Solo en Ta época presente podía aplicarse la roano á
esta grande obra con esperanza de buen éxito. La ma-
yor parte de los obstáculos que antes había están sin
fuerza ó se hallan destruidos. La Constitución ha resti-
tuido al pensamiento su libertad , ¿ la verdad sus dere-
chos. La razón particular de los individuos ilustrados
va superando la resistencia de las preocupaciones auto-
rizadas y envejecidas. Hasta la desolación espantosa
que ha sufrido la Península por la opresión de sus fero-
ces enemigos, destruyendo los antiguos establecimien-
tos de instrucción, ó por lo menos dejándolos sin ac-
ción y sin recursos, da como allanado el camino para
proceder libremente á la reforma , y disminuye la re-
sistencia que las instituciones antiguas , cuando están
en vigoroso ejercicio , oponen ¿ su mejora 6 á su su-
presión.
Por fortuna esta facilidad se combina también admi-
rablemente con el deber que impone á la autoridad la
revolución política que acaba de suceder entre nosotros.
La nación ha recobrado por ella el ejercicio de su v<h
luntad , condenada tantos siglos hacia á la nulidad y al
silencio. Ahora bien, si esta voluntad no se mantiene
recta é ilustrada; si su acción no se dirige constante-
mente hacia su verdadero Gn, que es la utilidad común;
sise la deja estar incierta y vacilante entregada ^ mer-
ced de cualquiera charlatán que la engañe y la extravie;
sí, en fin, no se bi liberta de que las voluntades particu*
lares , ciegas y discordes , la arranquen del sendero que
la señalan la verdad y la justicia , en tal caso la adquisi-
(ion de uta preciólo atributo^ que consütuye li mayor
MANUEL JOSfi; QUINTANA.
gloria de un pueblo en los fastos de sol iwolneloBM»
seria para nosotros un azote igual ó mas funesto en MS
estragos q¡ae las otras phigas que nos afligen.
Debe pi|es el Congreso nacional, que ha restituido á
los españoles al ejercicio de su voluntad, completar sq
obra y procurarles todos los medios de que esta volun-
tad sea biea y convenieQtemen|$ dirigida. Estos medios
están evidentemente todos bajo el influjo inmediato de
la instrucción; y por lo mismo la organización de nn
sistema de instrucción pública digno y propio de un
pueble libre llama tan poderosamente la ateacioa de
los legisladores, como la organización de cualquiera
de los poderes que constituyen el equilibrio de nuestra
asociación polítíca.
Sin ella no puede tampoco el Gobierno corresponder
dignamente á los fines de su institución. Una de sus
atenciones mas importantes, porque es la de que de-
pende el éxito de sus operaciones , es la conveniente dis-
tribución de los hombres. Nacen estos con facultades
que , habiendo de servir á su bien individual y al de sus
semejantes, necesitan para ponerse en movimiento sa-
lir del reposo absoluto y de la inacción en que se bailan
al principio. Al entrar en la vida ignoramos Xoáof^ lo
que podemos ó debemos ser en adelante. La instrucción
nos lo enseña; la instrucción desenvuelve nuestras b-
cultades y talentos , y los engrandece y fortifica eov^ to-
dos los medios acumulados por la sucesión <le los siglos
en la generación y en la sociedad de que hacemos per-
te. Ella I enseñándonos cuáles $0Q nuestros derechos,
nos manifiesta las obligaciones qMa clobemo^ curopUn
su objeto es que vivamos felices pj^ posotrq^, útiles i
los demás ; y señalando d^ este mpdp ei pqesto qqa de-
bemos ocupar en la sociedad , ella hace qu^ lu fuj^rzas
particulares concurran con su acción á a^m^tar la
fuerza común , en vez de servir ¿ debilitarla goiü su di-
vergencia ó con su oposición.
BASES GENERALES DB TOBK INSIRANZA.
Siendo pues la instrucción pública 9l arte de poner ^
los hombres en todo su valor tanto para ellos coypo pi^
sus semejantes, la Junta ha creído que en la prgaAi;(aT
clon del nuevo plan de enseñanza la instrucción di^
ser tan igual y tan completa como las circunstanoíff {^
permitan* Por consíguíonte» es preciso dar á tod^Npi^
ciudadanos aquellos conocimientos que se p9e<jtaiff*
tender á todos , y no negar A ninguno la sdqi|iii|^ d^
otros mas altos , aunque no sea posible bawiPI M^^W^
versales. Aquellos son útiles á cuantos Ipi nniíJMj |
por eso es neeesaijk) establecer j gpn^raUzff lü a«9^
ñanza , y es conveniente establecer la de IfW fi|gin<Í0fc
porque son útiles también é los qoe no loa lH^q^^t
La instrucción pues debe ser ifoiTiarsi) i mU^ ^ttW
tenderse á todos los ciudadanos. Oieb^ d|shJMf*^ qsR
(oda la igualdad que permitan los tfmitea^afcaiVli^df
su costo y ta repartidon de loa hqmbm Sftígil a} Mwi^
iiO| I al tiaovo maa « miP9» Jirw ,«M ím divli^
(>ARra tmllEILL-tlTBtUtdU
, lelk. 0Bb«,flnfln,aniDi8ndaidÍ-
lanotalmireliiilMai antoro da Im GoaodiinientM
Innuiw. y uegnrtr i 1m hombreí «1 todM lu adules
da h tidal! bcUidad de eomwttr ini oonodnilaiitoB d
de adquirir otro* nnavoB.
DeaetoipriDd[iÍo* láñenlas ee dadneenotm pro-
poiiciones de ignal otílidad jcertea. Qua el plan de la
WWHÍiaim pfiUJea daba lar aoifbnne en lodos los esta-
dios , la raun lo dicU , la nulidad lo acooieja , 7 la Cons-
títodon , da Bcaerdo coa ambaí, IndispauaÚenieote lo
pnacriba. Lo eontnrio Mria dqar le ínstniocioa na-
ckoal j la fonsadon da la raion de loe cindadinos al
cfpridio 7 & la estnnganeia; seria perpetuar la dis-
cerdancia repognaote que ha existido tiempre ea mua^
tm eseoelas , 7 de igol la divergencia de opfnlaoea, las
düspotaa ecaloradaí á latennÍDables i veces sobre sut»-
lezuMrelaa 6 ridiculas, i reces sobre verdades tan
clarasGonioIalux.BtU uniformidad no se opone, co>
mo muchos tal Teieutenderian , i aquella mejora y pei^
fecdm que Ttn mceainmBnte adquinendo loe méto-
dos ooa Im proposos que hace la ciencia mbma. Al
escoger las obres elementales que han de ierñr á la
fautniccion , ea foena que sean preíerídas squellai que
cstin á la altura de los conocimientos del dia,yeataa
mismas deben c«der el In^ri cnalesquiva otras que
ie puUiquen det|Hiés que sean mas perfectas y adelan-
tadas. Demii que la libertad de la impreaU j la de las
oimiioiieB pondrín liempra á ka sabios que se dedican
al enlÜTO y props^ciou de loa conocimientos humanos
(O diipotícion de cimtribitir i la reTorma y adelanta-
BÚeoto de los estudios.
Debe pues ser una la doctrina en nuestres escuelas,
ymws los métodos da su ensaSaua, i qne es consi-
gniente que tea también nnalalenguaenqnaseens»*
Zio,y que esta sea la lengua castellana. Crarendráse
geDeraioaente en la verdad 7 niüided de este flitimo
princifio para lu eecnelu de primera 7 segunda ense-
ñaua; pero no seri tan Kcü qna convengan w ello los
que prMenden que los estudios mayores 6 de (acuitad
00 pueden hacerse dignamente sino en latín. Seria fal-
tar á la gravedad del asunto 7 al decoro debido i vuestra
Altan ponerse á ciliflcar del modo que merece ese gui-
rigay bértian llamado laün de escuelas. Bsstard dedr
qoeesnn oprobio del entendimiento humano suponer
que la dencia de Oíos y la de la justicia hayan de ser
mejcr tratadas en este ridiculo lenguaje que en la alta,
grave 7 majestuosa lengua española. Aun mucha parte
de la enseñanza en estas mismas dencias se hace gene-
ralmente en castellano, j Por qué no toda?LoB pueblos
sabios de la anügúedad no usaron de otra lengua que
la proiña pan la instnicdon : lo mismo han hecho , 7
con gran ventea, muchas de las nadimes en la Europa
modÉiiia* La lengua nativa es el instrumento mas Ucil
y mal i propdsito para comooicar uno sus Ideas, para
percibir lu de loa otros, para distinguirlas, delermi-
nnlBa y coiqíararlat. Todo lo que se pinta en el e^>f-
tÜBM pinta coa sus colores; y el modo de deilerrar
puaslanpnla
MvoIai,Iasnt
priDdidos,lodi
oes se bagan ei
se conciben y s<
último, el Idíon
puesto que é lai
monla que todoi
caricUr dentlf
adquirido todav
Tnosolonnil
señannsee p6l
cerradas ni se I
para instruirM ;
rasoo general d
connmiquiene
tideradonea qui
olyeto presente,
no pudiendo co¡
oenqneagregai
La semilla que 1
tro, si no se aiT
no siempre es 1
mucho, ligero i
ni raion alguna
laclen , por otrs
crece 7 se aviva
unos mas, los o
blica no puedes
viendo de esttn
pUcaUjüilloyei
de sus obligadd
Otra calidad I
Banu pública c
pafiola lo tenia
dadee y estudia
trariedad, opne
nuestros pedreí
de los ministro!
sionee indertai
e^>edede estii
prolMon de ei
maestree , i su
loa estudios la
miento de sus ft
asi con las escu
que su número
no dieron á este
la considerada
Junta ka creidt
hacer en esta p
también estas 1
particular. Cab
nan al hombre 1
cesarlos i todi
cMniguieBle,!
OfiRAS COHaETAS DE ttON
mOtpnesqaeioc elige en Iodos para ad-
ircicio de loa derechos de ciudadano. El
isenaniB p&Mica debe conservar la misma
le hasU ahora; y cualquiera disposicioo
bre aer noa alteración perjudicial esen-
rmienta de la instrucción, tendría mu;
acia coalas miras benéScas y grandes que
) i la autoridad el pensamiento y los de-
naaiia y promoverla.
in , de los atributos generales que deben
la instrucción es el de la libertad , porque
el Estado proporcione i los ciudadanos
|ue adquieran los conocimientos que los
tsr para llenar las atenciones de la profe-
dediquen, es preciso que tenga cada uno
buscarlos en donde , como y con quien le
y agradable su adquisición. No hay cosa
» el pensamiento ; el camino y los medios
perfeccionarlo deben participar de la mis-
¡ y si la instrucción es un beneficio co-
itilidad lodos tienen un derecho , todos de-
imbiende concurrir ácomunicaria. No se
1 ya que la perfección y la abundancia na-
currenda y de la rivalidad de los esfuerzos
yque todo privilegio eiclusivo , por natu-
< , es destructor también por naturaleza de
Ion y todo progreso en el ramo i qnecor-
n la instniccioD serla mas absurdo y mas
U, puesto que la conGania sola, y la mas
mía, es ta que debe mediar entre el que co-
señam» y el que la recibe. Por otra parte,
Dientes de iostmccion deben ser como los
cÍb : acude á ellos et que los necesita, sien-
ilquiera recibir los auiilioa que allí se |hv»-
I ia generosidad particular , cuando es tan
la encuentra en su camino. En fin la libei^
ir , declarada á todos los que tengan disd-
ieran ser instruidos por ellos, suple por la
de medios pare unirersaliiar la instruo-
ermíta hablar asi. No pudiendo el Estado
1 ciudadano un maestra de su conGania,
cada ciudadano sujusta y necesaria libav
lo por si mismo. Así las escuelas partícu-
I en muchos parajes la falta de las escuelas
I instracdOD gatuui en extenuon y perfec-
tM en libertad y en desahogo.
r DisnuBuaon de la ekse5Ianza
Kmaex.
3 di^OHM te lian bocho de los eonod-
lanos, la primera que se preseata al tratar
I ei h qoe se deriva de la aptitud y capad-
jetoa 00 qnianes te emplea. Una instracdoa
á lea nffioa, otn i loa adultos , otra , en fin,
i; y BDo<im realmente «a ninguna de lu
ndastd^je de aprender por lo* qaa qtde-
UANtlEL JOSt tíUINTAKA.
ren instruirse, es cierto; sin embargo, que la acción dr-
recta y principal de la instrucción pública cesa en el
momento que el hombre tiene perieccionadas susfacul^
tades y formada su capacidad para ijercer con fruto las
diferentes profesiones de la vida civil.
Pnmeraen)eiTanza.—Deestas tres enseñanzas le pri-
mera es la mas ira portante , la mas necesaria, y por con-
siguiente aquella en que el Estado debe emplear mas
atención y mas medios. Mil veces se ha dicbo que ana
nación compuesta de individuos qne sin excepción su-
piesen leer , escribir y contar , serla mucbo mas ilustra-
da, y sabría adquirirse mas medios de felicidad que otra
en que , i igual ignorancia que la que se mira extendida
por la generalidad délos ciudadanos, hasta en laanacio-
nes mas cultas, contase entre sus hijos muchos Arqui-
medes, Sócrates y Horneros. Con efecto, el hombre que,
viviendo en medio de una sociedad dvilizada, carece de
estos primeros elementos del saber, es un ser endeble y
ciego , esclavo de cuantos le rodean ; mientras que el
que tiene ayudada surason de estos tres poderososanii-
Itos ha adqniridounseilosentido, por decirlo asi, que
para conducirse en la vida y gozar la plenitud de sus de-
rechos le faace independiente hasta de los talentos mas
sublimes.
La Junta ha creído qne en esto primer grado do ins-
tnicdon la enseñanu debia e^rse ¿ aquello que es
indispensable para conseguir estos fines. Leer con sen-
tido , escribir con claridad y buena ortografía , poseer
y practicar las reglas elementales de la aritmética, im-
buir el espirita en los dogmas de la religión y en las
máximas primeras de la buena moral ybueoacríenzB,
aprender, en fin , sus [ffincipales derechos y obligsrio-
nes como ciudadano, una yotra cosa por catecismoi
claros, breves y sencillos, es cuanto puede y debe en-
seSarse i an niBo, sea qne haya de pasar de la príroeri
escuela á otras en que se den mayores conodmientos,
sea, como ala mayor parte sucede, quede alH salga pan
el ando 6 para los talleres.
No ignoramos la extensión qne en diferentes planr t
de enseñanza se asigna á esta clase de escudas , y qtn
enalgunasdelBS del reino, dirigidas por maestros há-
biles y celosos, se amplía la enseñanza basta dar algunos
principios elementales de gramática castellana , algunas
nociones de geografía, y tal cual conocimiento de la
historia de España. Pero nos hemos becho cargo tanv-
bien de cuan superficiales y cuan pobres son los ccmo-
dmientos que en esta parte pueden adquirir los discf-
pulos, cuan diÜdles de grabarse en sus mentes infanti-
les , y por último , cnán fáciles de olvidarse , y por lo
mismo, qué inútiles en los que han de aplicarse al ins-
tante á les ocupadones laboriosas de la sociedad. No
debe en esta parte tomarse por regla ni el aprovecb»-
mientoabsiordi Darío de esteúotra dísdpulo, que ract*
Md de la naturaleza un entendimiento precoz , ni la ha-
bilidad y método sobrosaliente de algtin maestro ptrti-
cidar. La ragla general debe ui' la capacidad comnn da
maestros y discípulos , para no imponer i naos ni i otroi
PARTE PRIMERA.
mas de 16 (toe sos medios regulares alcancen, no sea
que por engir mas de lo que se puede, ni aun se con-
siga k) que se debe.
Una sola enseñanza pódla tal vez haberse añadido á
fas indicadas arriba, que es la de los principios de la
gramitíca castellana, asi por la generalidad con que está
anunciada en todos los planes y prospectos de educación
primera , como por las plausibles razones de convenien-
cia y utilidad que la asisten á primera vista. Pero medi-
tadas bien estas razones , y reguladas por el juicio y la
ezperiencia, son menos sólidas que brillantes. Útil cier^
tamente y bello seria que todos aprendiesen ¿ hablar y
escribir correcta y elegantemente su lengua propia.
Pero esto solo se adquiere á fuerza de principios muy
digeridos y de ejercicios muy continuados. Lo que un
muchacho puede adelantar en estaparte es corregir los
malos hábitos de pronunciación y de frase adquiridos
en su educación doméstica , 6 propios de la provincia
en que ha nacido. Que los libros que aprenda , que las
muestras que copie , que el maestro á quien oiga , todo
le hable en lenguaje puro y correcto, y insensiblemente
adquirirá estas dotes en el modo y grado que pueden
adquirirse á su edad. Por el uso aprendió á hablar, por
el uso aprenderá á hablar bien. Las reglas gramática*
les 6 el artificio del lenguaje de nada le su*ve decorado
solo de memoria , y ezcede á su comprensión y alcances
si le empeñan en que lo entienda ; porque estas reglas,
según ha dicho un filósofo , resultados demostrados para
el que sabe y ha aieditado fas lenguas, no pueden de
modo alguno ser medios de aprenderlas para el que fas
ignora. Son ciertamente consecuendas, y sm hacer
violeoela á fa rasoa no se le pueden presentar como
nrinciplos»
Pero si «I fa generalidad de fas escuelas este primer
^do de instiriccion debe estar limitado á los objetos
arriba indicados, no por eso en los pangos en que la in-
tanda necesita de una amplfacion mayor de nociones
deméntales, para fas profesiones á que ha de dedicarse
lespués, ddierá estar privada de los medios de adqui-
virlas. Una aritmética mas extensa , una geometría ele-
mental sndnta, y unos principios de dibujo aplicables
á fai artes y oficios, son de utilidad mas conocida en
aqudloe pullos en que por su vecindario 6 otras dr^
cnnstancias es mayor el número de niños que han de
dedicarse á las ocupaciones de artesanos, menestra-
les y fabricantes. Por lo mfamo, fa Junta ha creído que
fa enseñanza primera deberia ampliarse en estos pue-
Uoa á los conodmientos indicados, y propordonar de
este modo álosdlsdpuloe lasdisposidones precisas para
i^ereer con mas inteligenda y mayor gusto las artes que
han de ser después su ocupación y su patrimonio.
• Establedda asi fa materia de fa enseñanza en la ins^
tmcdon primera, el otjjeto Inmedfatoque se presenta
es k dislribudon do tes escuelas. La natundeía de esta
inrtnccíon, indfapeosable á todos loe que hayan do
ejeraerkadereehoede dttdadano; y fa leyoonstitadiK
lalfOTiiBaada establecer escuefas de primeras tetras
— LITERATURA. ^79
en todos los pueblos de la monarquh , no dejan duda al-
guna sobre la extensión y generalidad que los legisla-
dores quieren dar á los beneficios de esta primera en-
señanza. En consecuencia pues de estos principios, he-
mos creido que debia establecerse por base que haya á
lo menos una escuela de primeras letras en todos los
pueblos que fa puedan sostener ; que en los que no , se
reúnan uno , dos ó mas de ellos para costearla en común,
colocándofa en el punto mas proporcionado para la con-
currencia de los niños; que cuando la reum'on no pueda
verificarse cómodamente, ó no pueda sufragar al costo,
fa diputación de provincfa les complete los medios que
les falten ; en fin , que en los pueblos de crecido vecin-
dario haya una escuela por cada quinientos vecinos. De
este modo la intención del legislador, que es de que
todos los ciudadanos partidpen del beneficio de la pri-
mera enseñanza , se llena y se concilla con fa siiuadon
de una muchedumbre de pueblos, cuya pobreza y cor^
tedad de vecindario lesimpediriaen la actualidad apro-
vecharse de esta benéfica resolución, quedando siem-
pre lugar de atenerse al contexto literal de ella, cuando
sus medios se aumenten ó su situadon se mejore.
Los reglamentos particulares que se formarán des-
pués señalarán las calidades que han de acompañar á
los maestros. La Junta ha creido que no debia determi-
nar mas que una , que es la habilitación por medio del
examen. En las escuelas públicas este requisito parece
absdutamente necesario para que los nombramientos
ncTrecaigan en sugetos incapaces. Y si proponemos que
el examen se haga respectivamente en las capitales de
provinda y en la del reino , es porque hemos creido que
este era uno de ios medios mas eficaces , aunque indi-
recto, de difundir desde el centro á las extremidades
el buen gusto y la perfección de los métodos, que casi
siempre adelantan mas en las capitales que en otra parte
cualquiera.
En cuanto á la elección y separación de estos profe-
sores, no cabe duda en que una y otra corr&<%ponde á
los ayuntamientos, bajo las reglas que puedan después
prescribirse para evitar abusos. Puede considerarse este
encargo como un ministerio de confianza que no puede
ni debe ser desempeñado sino por hombres agradables
á fa muchedumbre que los emplea , y por consiguiente,
es preciso dejar su elecdon á la mayor libertad posible.
En cuanto á su dotadon , cree la Junta que debe cos-
tearse de los fondos públicos y no bajar del valor de cin-
cuenta fanegas de trigo , graduados todos los sexenios
por la diputación de provincia según el precio medio
de un año regular. Podria parecer esta última indicadon
lyena del principio que hemos adoptado de no deseen*
der á pormenores en fa determinadon de estas bases
generales ; pero hemos creido que esta tenia demasiada
importanda y trascendencfa para omitirla ; que era pre«
ciso señalar desde ahora á los maestros de primeras le-
tras una snbsfatenda segure y decorosa en recompensa
de sus penosos j útiles afanes ; que en forzoso , en fin,
salvarlos deh necesidad que una gran parte de ellos
Wí'
ObRAS COUPLBTAS DB DON UkHOBL JOSÉ QOlNTAftA.
stntfconotniocnpacloiiesmwioidig-
ireñon deabiir 1 la infuiGia lu poartu
mino de la virtud.
letermÍDu- la Junta ettti bases pñnd-
Eacioa para la primera ensdianxa, ha
I la otiüdad j i la verdad que al brillo
belloí veces f agradable de leerse , pero
neatedeponeneenejecadon. Coando
ad que le haya dado á estas escuetas,
istribucioD y aireglo conveniente, por
:o de los métodos ; por los Blicientei j
ido i los maestros, se consiga que la
los espaíioles aprenda en ellas i leer,
',yseimbujade los principios que de-
Beocla j su conducta como cristianos,
como ciudadanos , entonces estos es-
Mibrin correspondido perfectamente i
t afanes y dispendios cueste el crear-
I sertn dignamente Invertidos y «d-
lanta. — El objeto de este segtmdo gn-
1 es el de preparar el eutendhniento de
ra entrar en el estudio de aquellas cíen-
le vida dvü el objeto de una profesión
embrar en sm ánimos la semilla de tó-
enlos útiles y agradables qne ctnstitit-
igeneral de una nación dviliíada. Nada
le halna entre nosotros menos Lien or-
leMudJos preliminares. Noseconoda,
«Imente , mas preparación pera matri-
cultades mayores que alguna tintura
wrficial de la lengua latina , y algunas
ca , metafísica y moral , por lo común
laa. Parecía qne mientras maa arduos
in loseetndios á que el hombre aplicado
se después, menos necesidad tenia de
iOcarsQ raion con medios que le abrie-
ayoreí y mas fáciles adelanlamientos.
inguna crítica , ninguna regla 6 [míc-
ningun conocimiento defbica, nin-
loria natural ó civil , ningunoa princi-
>]ica. T sin estosrequisitos, y otros tan
>mo ellos , ae pratendit que un astu-
ta, teólogo, canonista , médico, cuanto
D. Asi después reanltaba que, i eicep-
pocos júvenes fotmados ea estableci-
ares mejor instituidos , 4 qne i fueru
9 fortuna lograban rehacer sus estu-
>esar de las nociones que adquiíia en la
ir que babia cultivado, quedaba tan
d principio.
linaba otro mal todavía aas trascen-
la indiferencia , ó por mejor decir, el
tenia por los verdaderos conocimien-
ciendu y aitei qne baoen la gloria y
radimienlo honiuM y de las neoioaw
•tamitieo, an flaico profundo, mb^
naiüsta emteanla, un tablo monüili y p(Atleo Do pO*
dian GOntendv ni en ipiiaio nitDeqiaaniaseonloi
qne ae llamaban hombru de eanwa. Laa medHadoiNt
proitmdas y titilet de loa uno* , los brillantfls y apaciUei
talratoade losolros, no les producían ventea algont
en eata emcurrenda. Jnegoadeni&oa, snefioada ihiMa
eran ins tareaa, y el común de los padrea y el común da
ios jóvenes m guardaban mny bien da bacer las gasto»
yemi^rel tiempo en mw clase do educados que a»
apredabaanpoco,ypocoónadapadia producir.
La Junta pnes, al fijar sn atendon en este segunda
padodeenMflania,haviatoquedeBubu6na y com-
pleta oi^anitacion dependía eo gran manen la mqon
y progresos de la instmccim pública m el reino. Por lo
mismo ha cnido que deliia componene de una serie tal
dedoctrinaselementalesiqueeljóvenal acabarías sa-
liese con el espíritu idonudo y enriqueddo de los co-
nocimientos necesarios para emprender con &uto olns
estudios mas profundos si segnia la carrera de las letra^
¿en caso de no seguirla, para tanerivnioiyauad^
para percibir y disfrutar de cuanto bello y grande pue-
dan producir los talentos do loa otroa. Consigniente ilm
importancia de este objeto ha aldo proponer qne pam
él solo le funden estaUecimiantos nuevos que, con el
niHnbn de universidades de [ffovinda (denominadon
que noa ba parecido conservar «n obsequio de m ant>-
guedad venerable y del reáralo que oHnunmento Uovn
consiffo), se ocupen solamente de knboir d la juvnliid
en estos principioa tan necesarios , remiendo ea ana
escalamas completa y mas sistemática todolaquouta
se llamaba estudios de humanidades y de filvoda.
En la denominación aifH^sada va envuelta la idea de
que estaa universidadea se han de distribuir en et rano
de modo quelosjdvenea puedan cómodtDMiteooiiGur*
rír i ellas sin «eoesidad de separarse i laiyi dlstauM
de suB familias. Ladivisíonaotualdelasprov&Kiaadela
Península no presentaría el número de eatabloCBáeiH
tos que la Junu cree necesarios pan el inteato, contán-
dose á universidad por ftrovinoia y e&taUeidéndola ea
la capital respectiva decadauoat añadiéndose á este
inconveniente el que resulta de la dUerenoja de su po-
blación , y de la diversidad irregtdar da las distancias.
Pero como de orden de vuestra Alteía se e&titrab«jaado
actualm^te laminen en una mas conveniente y arre-
glada división de territorio, la distribucionycolocacioa
de estos estudios deberé quedar pendiente hasu el ro-
sul tadú de esta operadon , j regularse enteramente por
ella ; par cuya raion b Junta se abstosdri de hacer nai
indicaciones en esta parte.
Al disponer los diferentes estudios que compcende
esta R^nda enseñaoza, hemos adoptado una da las
dirisiooesnua ganenlmente sabidas de los conocimiei^
tos bu ms —a, y loa bewwclasitioda an danoias ma-
tamáiicM y Osiau , «iaocias moralaa y iwUticu , j lü»-
«tttnyartM¡dloqiu«l9niu)o,«iwdi*llel«9(te*
Falen y de las propiodtdti da l«i ouetpos , fuiada por
PARTB MUilBRA,
«lcátciiIoyparholMervftdon¿ tftodio de los principios
debaeiu ]6gít»7 boeagosloiare b dflduodonytxprt*
8l<m de noestns ideas en todos los nunos que cobh
prende el arte de escribir ; estudio, en fin, de las reglas
que deben dirigir la Tohintad pública y privada en el
lyeidcio de los derechos y cumpUmieato de las obliga^
dones. No pretendemos que esta división esté al abrigo
de laa oli|jeGiones y dificultades que se han hecho á las
otras que se conocen; pero olíanos bastaba para nuestro
intento, que era distribuir y completar las enseñan-
zas elementales^ precisas parala instrucción del alumno,
y su preparación á los estudios que corresponden res-
pectivamente á cada ciencia, aun cuando todas se pre»»
ten un mutuo auxilio y tengan relaciones de analogía
6 semejanza que las acerquen mas ó menos entre si.
Al urente de esta enseñanza hemos puesto las ma*
temáticas puras, así por sa absoluta necesidad para el
estudio de la natoraleía, como por la inmensa utilidad
que sacan de ellas los demás conocimientos y upa gran
parte de las ocupaciones del hombre civil.
Comprendiendoenesteenrso laatítm6tica,laálgebra,
la geometría y la trigonemetría,los discípulos bebe-
rán de las ciencias eiactu lo que necesitan saber para
la parte de laa artes mecánicas , de la arquitectura y de
la agrimensura, que tiene relación con ellas. Pero no es
sola esta utilidad directa la que se intoita buscar, sino
el influjo que estos estudios tienen en la formación y
dirección de ía razón humana. ¿ Quién es el que ya ig-
nora las ventajas incalculables que produce el método
matemático , de este método por excelencia , que, va-
liéndonos de loa términos de ana descripción bien co*
nocida, marcha derecha y rápidamente hacia su fin,
descartando cuanto no sirve mas que á distraer ; se apoya
en lo que conoce para llegar cen seguridad á lo que no
conoce, no se desvía de ningún estorbo, no deja vacio
ninguno, ae detiene en lo que no puede ser entendido,
consiente alguna ves en ignorar, jamás en saber á me-
dias;y presenta el camino, si no de descubrir siempre la
verdad de un principio, de llegar á lo menos concertt-
ilumbre hasta sus últimas consecuencias ? Al modo que
eon el ejercicio se ensena á andar á los niños , asi con
ei hábito de disourrir eiaelamente adquiere el juicio
toda ia rectitud y firmeza de que es capaz. Que los
maestree desenvuelvan y aphquen á la inteligencia in-
fantil de sue ataumos la parte filoséficadeeste estudio;
vendrá á ser una lógioa práctica umversal que sirva
igualmente en adelante al hombre de estudio, al hom-
bre és munde, al artesano, al lubricante, al mercader;
y queíortilIcaBdoftt razón con la costumbre de no ver
ea las cosas mas de lo que hay 6 pueda haber en elh»,
los liberte para iiempre de ser juguetes del chariata-
nittno y de loe»enrores«
lualeá este estudio, en la misma secdoo ponemos
eíBee eoÉsos respeetívea á te flsica general, historia
■ttnral, hotániea, quWea y ainendogia, y mecánica
elemvital : apNeades estos tref> últimos al use de la
agrie u il ^ n I de las artes y elicios que tienen una rela-
«•UTElAnRA. 181
don directa y re^ectin eon éHas. La utilidad de estos
estudios es tan visible, su inflqo sobre huí fuentes de
k riqueza pública tan universal, que U Junta no moles-
tará la atendon de vuestra Alteza extendiéndose en su
dogio ó engrandedendo su importancia. Estas cien-
cias con respecto á la formadon del entendimiento le
ofirecen un medio de ejercitarse sumamente fácil y ex-
tensivo á mayor número de jóvenes; porque ninguno
de ellos, por poco talento que tenga, á menos de ser
completamente estúpido, dejará de adquirir algún há-
bito de aplicación siguiendo las lecdones elementales
de historia natural ó de agricultura. Los beneficios de
su aplicadon á los usos de la vida son tan palpables
como inmensos ; y los filósofos, que siguen la marcha de
sus progresos, preven ya hi revoludon que su inflii^o
práctico y directo va á causar en ks artes, y hacen to-
dos sus esfuerzos para que su conocimiento se difunda
por todas las clases de k sodedad, á fin de acderar
esU época tan feliz.
Siguen en k secdon mmedkta todos aqudloa estu-
dios que sirven para k adquisición del arte de escribir,
que explican los prindpios generales de las bellas ar-
tes, y enriquecen k memoria con los hechos principa-
les de que se compone k historia de los pueblos del
mundo. Aunque la lógica, considerada como d estudio
analítico del entendimiento humano ; y la liistoria, por
sus aplicadones morales y políticas, debieran tal vez
colocarse en la tercera sección , la primera, sin embar-
go, como arte de raciocinar, que debe servir de base
y de preparadon para el de escribir; y la segunda, como
cuadíro ammado por la elocuenda y la imagínadon en
que se representan vivamente los caracteres y costum-
bres de las nadónos y de los individuos, tienen su lugar
conveniente entre los estudios de literatura, y se aso-
cian oportunamente á ellos. Por otra parte, la Junta no
pretende en esta clasificación ordenar los cursos irre-
vocablemente ni fijar el orden de estudios que debe
hacer el alumno. £n d pian que nos hemos propuesto
nos basta indicar lasdoctrinas que debe comprendéroste
segundo grado de enseñanza. En las unas su mismo
objeto y su naturaleza les señala el orden en que deben
adquirirse ; y nadie, por ejemplo, entrará al estudio de k
fisica sin haber antes aprendido las matemáticas, ni
segiará d curso de literatura sin haberantesestudkdo
su lengua y k ktina, y la lógica. Al resto de ks ense-
ñanzas le designarán su lugar los reglamentos particu-
lares, que se formarán después : por último, la dlstri-
budon y combinadon de estos estudios preliminares
debe en gran parte depender de k dkpoddon particu-
kr, talento y miras de los discípulos mkmos. Quién
tendrá capacidad para seguir dos ó mas cursos á k vez,
quién no podrá atender mas que á uno solo ; este ha
de dedicarse á la medidna, el otro al derecho , otro, en
fin, á las letras ó á las nobles artes; y cada uno, te-
niendo que ordenar estos estudios preparatorios de
diferente modo para llegar á su fin , prescindirá de los
unos, tomará sokmoite la flor de otros, y seguirá con
•- v> fc..« ••»4e*-
-*.ífc •«•*■•» •>•. -v^
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182
OBRAS COMPLETAS DE DON MANUEL iOSt QUINTANA.
mas ardor y tesón los que tengan mayor infliyo en la
profesión que ha de abrazar después.
Hemos creído conveniente reunir en un curso de
dos años, y bajo el nombre genérico de literatura, lo que
antes se ensenaba separadamente con el nombre de re-
tórica y poética. Ningún humanista separa ya estos
estudios, que tienen unos mismos principios y deben
ir dirigidos á un mismo Gn. Este es mas general toda-
YÍa que la teórica particular y aislada de la poesía ó la
elocuencia, á que se ha reducido generalmente el es-
tudio en estas clases hasta ahora. No es precisamente
la formación de poetas ú oradores lo que ha de bus-
carse en el estudio de la literatura : es la adquisición
del buen gusto en todos los géneros de escribir que se
conocen; es el tacto flno y delicado que hace sentir y
disfrutar las bellezas de composición y de estilo que
hay en las obras del ingenio y del talento; es, en fin, el
instinto de encontrar en sus pensamientos y sentimien"'
tos habituales los medios de expresión que debe em-
plear para manífestarlosconyenientemente. Así el curso
de literatura, aun con la mayor extensión que bajo
este aspecto adquiere , es mas breve que lo que á pri-
mera vista aparece. Pocos precei^os , y muchos y bien
escogidos ejemplos, que puedan fijar la atención del
discípulo y ejercitar su crítica y su juicio : á esto es á
lo que en nuestro concepto debe atenerse un profesor
de bellas letras , dejando á la sensibilidad , á las pasio-
nes y al amor de la gloría el cuidado de perfeccionar
después los estudios, de encender el fuego y desple-
gar las alas al ingenio de los que están llamados por
la naturaleza i enriquecer el imperio de las artes y de
hs letras.
Hemos unido á la enseñanza de la literatura la de la
bistoría. En primer lugar porque no hay ninguna dis-
paridad repugnante entre las dos, en segundo, por el
atractivo que tiene el estudio de la bistoría, y por su
Cicilidad para los que ya han formado y enriquecido
su entendimiento con los conocimientos anteriores; en
tercero, en fin , por la necesidad que había en nuestro
dictamen de economizar cátedras en establecimientos
que han de muitipiicarse tanto como las universidades
de provincia. Movidos de estas consideraciones, hemos
creído conciliario todo proponiendo que los elementos
de la historia general , 6 el cuadro en grande de las re-
voluciones, de los imperios y de la civilización de las
naciones del mundo, sea lo que termine el estudio de
la literatura y esté á cargo de los mismos profesores.
A esta clase pertenece también, por su objeto y aplí-
cadoneSy la ens^anza del dibujo natural y científico,
^ con que se termina en nuestra tabla. Las ventajas qie
. de la generalización de este estudio resultan son in-
finitas; porque, aun prescindiendo de su necesidad para
los que han de dedicarse después á las nobles artes y al
ejercicio práctico de las ciencias fisíco-malemáticas,
todavía para losqueno adquieran masque un uso débil
ó mediano de este ejercicio tiene mil i^iUcacíones úti-
les en Ja vida civil : perfecciona el uso de uno de los
sentidos principales, y enseña á distinguir á primera
vista las bellas formas, de las formas incorrectas, y á
juzgar sanamente de todas las artes que dependen in-
mediatamente de la delineacion.
La tercera sección de esta enseñanza comprende
los elementos de aquellos estudios que nos dan á cono-
cer nuestros derechos y nuestras obligaciones , sea
como individuos , sea como miembros de una asocia-
ción formada para adqmrir y asegurar la felicidad co-
mún de los que la componen ; sea, en fin , como socie-
dad que está en relaciones con otra sociedad. Los unos
enseñan los principios de k moral privada, los otros de
la moral pública, y son conocidos vulgarmente con el
nombre de ética ó de filosoffa moral , de derecho na-
tural , de derecho político y derecho de gentes. La im-
portancia que estos conocimientos tienen se mide por
la ojeriza con que los miran los tiranos; niñeóme es
posible que estas fierascon figura humana, á cuya vista
los hombres son un rebaño destinado á satisfacer sus
caprichos y sus pasiones, dejen de aborrece* unas
ciencias que enseñan el verdadero objeto y fin de fa so-
ciedad, los límites del poder en los que mandan, los
derechos que asisten á los que obedecen , y la contra-
dicción eterna en que se hallan con la felicidad pública
el de^tismo y la ariiitraríedad? La ética sola , como
lunitada á los oficios particulares de los hombres en
sociedad , era la que desde muy antiguo se conocía ea
nuestros estudios; los otros ramos pertenecientes á la
moral pública fueron desconocidos hasta pasados los
dos tercios del próximo si^o, en que se fundaron cáte-
dras de derecho natural y de gentes en algunos esta-
blecimientos de instrucción. Pero aunque esta ense-
ñanza se daba por libros imperfectos , y aunque los
maestros, contenidos por la autoridad, no se atrevían á
desenvolver los ¡Míncipios y establecer sus consecuen-
cias con aquella noUe energía que inspiran la verdad y
la libertad, todavía nuestra corte, asustada con las con-
vulsiones de la Francia, y temerosa del influjo que po-
día teñeron los ánimos esta enseñanza, aunque imper-
fecta, mandó cerrar sus cátedras , y no tuvo vergüenza
de dar al mundo el testimonio irrafragable de que el
sistema de su administración era incompatible con los
principios de derecho natural , y por consiguiente , de
orden. Gracias, empero, al gruade atractivo que tienen
estos estudios, y á la aplicación y talentos de los parU-
cuhures, no han faltado en España luces y prmcij^os
para establecer veinte años después esta noUe insti-
tución , que entonces hubiera sido delito imaginar y
crimen de muerte proponer : institución que, afian-
zando en sus bases nuestra libertad política y civil , nos
ha restablecido en la dignidad de hombres, y nos as<y-
gura nuestra prosperidad y nuestra gloria mientras
tengámosla didia de sostenerla como ley fundamental.
Llegado es pues el tiempo de restablecer los estu-
dios morales y poli ticos al esplendor y actividad qne se
les debe, de generalizados cuanto sea posible, de unir
á ellos el estudio y la explicación de h Constitución
PARTE PRIMERA,
e es una eonsecuencía j ipIicadoQ de los
le en ellos se ensenan. De aquí en adelan-
I que, ezaminando las leyes que le rigen,
id, su utilidad y su armonía con esos prín-
ide justicia natural, las observari por amor
, j no precisamente por la sanción que lle-
porque cuando es esta sola Is que las hace
itonces parece que se apoyan mas en la
nlat&Iuntad.yqne se presta íta justicia
la tiranía. Harán mas todaria estos eslu-
arán i distinguir en las instituciones pi>-
les lo que es consecuencia de la equidad
os medios mas 6 menos bien combinados,
r su observancia y sn ejecución. El ciuda-
las unas como dictadas por la justicia , los
nspiradospor la prudencia; y combinando
cion completa del ánimo á leyes que se
in el respeto y apoyo eiteríor que debe á las
« viciosas é imperfectas , al mismo tiempo
aprenderá á juzgarlas y á perTeccionarlas.
>, el conocimiento de los objetos que cons-
qneza,padery t^ierza de una nación; y el
iS principios que deben aeguirse para tener
iditos y abundantes los canales de su pros-
tan necesarios en el sistema de la instruc-
., y tienen Un grandes y tan útiles aplica^
no podía dejarse incompleta la enseBanza
3 ; y ta Junta ba creido que debia terminar
líos estudios preparatorios de la juventud
una cátedra en que bajo la dirección de
¡sor se estudien los principios sistemáticos
mcias conocidas con ei nombre de esta-
sconomla política.
na de estas universidades ha de haber una
jn gabinete de historia natural , otro de
I de física, otro de modelos de máquinas,
rala botánica y agricultura, una sala ú dos
ijo; limitando estas diferentes colecciones
de utilidad general yá los peculiares de
, parano sobrecargar estos establecimieo-
jo Gostoio ciertamente, y en gran manera
ilDt medios son absolutamente necesarios
uua da eeta clase de nniversidades ; y como
inete 7 b bliblioteca ser públicos , los cu-
liii ser estudiantes, podrán también sacar
Mtos algunas Incas útiles, aprovechándose
!dones que los que tengan cuidado de ellos
reí no les dejarán de dar á veces,
nnula la Jnnta las diferentes dificultades
Irán á este plan. La primera qniíá será el
r el conjnnto de estudios que oi ¿1 se pro*
I Injo de instraccion propio para producir
ias, qun, upirando á saber muchas cosas,
gana Uen. Estas declamadooes sobre el
iiperfldtlidad y otras designadonei des-
son fi^cnntei en h boca d« los pedantes,
1 de ellas para justificar su paren <i para dar
- LITERATURA. 1R3
importancia ; fuerza i sus preten^ones. Sería precisa
antes de todo determinar bien el defecto contra que de-
claman. « El saber la mitad de las cosas que hay qito
aprender en una ciencia no es peligroso, si aquella mi-
tad se sabe bien ; lo que es malo es no saber nini^ni
cosa sino á medias. Por poca extendidas que sean lus
nociones que se tienen en cualquiera ramo de instruc-
ción, como sean clarasy precisas, y su idea en la mente
sea bien ¡R'ofunday bien despejada, pueden sin duda
ser útiles, y jamás perjudiciales; pero cuando el enten-
dimiento no percibe los resultados de los principios si-
no entre nieblas; cuando, sin haber recorrido la cadena
que los une entre si , quiere crearse una eiplicacion,
entonces escuando por inducciones falsas y analogías
aparentes se precipita en una serie de paralogismos
vergonzosos. El hombre que está acostumbrado i no
satisfacerse sino de lo que concibe con cluriilad , y á no
repasar sino sobre ideas claras y completas, por muy
corto que sea el número de ellas que posea , tiene bas-
tante para resistir ai charlatanismo, que se hace trai-
ción á ri mismo, por la oscuridad en que se envuelve.»
Estas consideraciones de un matemático filósofo,
acostumbrado á examinar y apreciar los progresos y
efectos de la enseñanza pública en todos sus ramos,
podrán convencer quiíá á estos hombres descontenta-
dizos. Porlodemás, nosotros no intentamos que los j<^
venes recorran toda esta cadena de estudios en Ib se-
gunda instrucción, ni ponemos tampoco un coto al
tiempo que han de gastar en ellos. Hemos querida sí
asociar los elementos de las ciencias físicas y matemá-
ticas y los de las ciencias morales y políticas i los de
lasbellas letras; y en esta reunión nos hemos propuesto
que nuestro plan , ya muy conforme con el de algunas
universidades del norte de Europa, llenase Us condi-
ciones que los lilúsofos del si^^o pasada pedían en los
establecimientos de instrucción , presentando uuaen-
señanu completa, cuyas partes todas fuesen útiles y
pudiesen revenirse d separarse al arbitrio de los que
hubiesen de recibirla.
Mayor dificultad para la ejecución se presenta en la
eacaseí de profesores y de libroselementales. Encien-
das , las unas poco cultivadas y las otras casi entera-
mente desconocidas, jcómo encontrar lapordon de
maestros hábiles que se necesiUn para llenar y dirigü-
eeta muchedumbre de enseñanzas? Oimo hallar á la
mano hbros doctrinales en español propios para servir
de texto en ellas , cuando otras naciones, llenas de tra-
tados dentificos , se quejan de la talu de elementos
para enseñarl Estas diGcullades, ^d embargo, no de-
ben desalentar á la autoridad para la erecdon de uuos
institutos lan útiles. No es , en primer lugar , necesa-
rio, y quizá sería dañoso, verificarlo todo á la vez : se
poede proceder á ¡tantear estas universidades, pri-
mero en la capital, y después en los parajes en que, por
la mayor concorrenda de luces ú otras drcunstancias
favorables, sean mas i propósito para establecerías
con espsnnia de mas pronto y felli ¿zito. Los estudios
^ .- W •' T^nj^»* '•♦»^.
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-*.^t.-u
*-*^»iJw. r.-Vní«.V'Af«ík'>W<*.4- U.
484 OBRAS COMPLETAS DE DON
mas ompÜM qoe se han de establecer en la capital pro-
porcionarán no solo discípulos, sino maestros el apre-
cio , las recompensas y dotaciones señaladas á esta
carrera estimularán á muchos, dedicadosbasta ahora al
estudio como curiosos, á cultirarle también con el
objeto de enseñar, y poco á poco con estos medios y
otros que podrán ponerse en obra se tendrán profeso-
res á quienes encargarla enseñanza. Lo mismo suce-
derá con los hbros elementales : en la imposibilidad de
tener á la vez los que se necesitan, es preciso aprove-
cliarse de los menos malos que haya por de pronto , y
esperar su perfección y su abundancia del tiempo , de
la concurrencia y de los premios con que la dirección
Je Estudios y la autoridad alentarán á los escritores
para que se dediquen ala composición de esta clase de
obras : beneficio el mas grande , el mas importante que
pueden hacer á su nación.
Por último, para recoger el fruto que se pretende de
estas instituciones no basta que la planta de sus estu-
dios sea completa, los maestros hábiles, los libros cla-
ros, metódicos y precisos; es necesario además que
un sistema de organización bien y fuertemente combi-
nado dirija la enseñanza y la vigile. En ningún tiempo
de la vida está el alma mas propensa á distracciones, y
su misma vivacidad la lleva fácilmente de un objeto á
otro sin dejarla ocupar seriamente de ninguno. Débese
pues aspirar á excitar y cautivar la atención de los alum-
nos por todos ios medios que sean dables en una disci-
plina exacta y severa. La enseñanza deberá ser conti*
uuada en todo el año , la asistencia rigurosa , pocas fies-
las mas que ios domingos, la hora y duración de cada
lección prescritas y puntualmente observadas. El discí-
pulo, dependiente y sumiso al maestro en todo lo que
pertenece á la instrucción , estará sujeto á los meaos
de corrección que se establezcan, compatibles con el
decoro de los estudios y con el respeto que se debe á los
hombres aun desde niños. En fin, los exámenes pú-
blicos, celebrados al fin de cada curso delante de las
autoridades políticas, han de ser una verdadera prueba,
y no una vana formalidad, manifestándose por ellos de
un modo constante y cierto el aprovechamiento y talen-
tos de los discípulos, y el cumplimiento y habilidad de
los maestros.
Tereeraenseñanxa.^^k proporción de loque se sube
en la escala de la instrucción se va haciendo menos ge-
neral y se extiende á menos individuos. Ta la tercera
enseñanza, que comprende aquellos estudios que son
absolutamente necesarios para los diferentes estados de
la vida dvil , respecto de la universalidad de la instruc-
ción primera y de la generalidad de la segunda, puede
considerarse como particular. Por esto los estableci-
mientoe ea que se proporciona deben ser menos, aun-
que de tal modo distribuidos , que su localidad ofireica
á todoi lot jóvenes que quieran dedicarse á cultivar
coalquien de estas facultades ana igual propordon y
íaeilidad para adquirirla.
De veinte y doi que eran hs universidades en la pe-
MANUEL JOSe QDINTANA.
nínsula española fueron suprimidas once porna decreto
dado en tiempo del rey Garlos lY. Aun de eetas once^
considerados los límites á que quedan reducidas en el
nuevo plan, sobran algunas, y puede cómodamente
fijarse en el número de nueve para la Península , y una
en Canarias, donde no la ha habido hasta ahora, y don-
de parece necesario erigirla en beneficio de la educación
de aquellas islas. Salamanca, Santiago, Burgos, Zara-
goza , Barcelona, Valencia , Granada , Sevilla y Madrid
han parecido que debían ser los sitios en que se esta-
blezcan, asi por la casi igual distancia que hay entre
estos pueblos, como para aprovechar ios medios de
instrucción ya acopiados en los mas de ellos : conside-
raciones á que puede añadirse el respeto y la venera-
ción que algunos se merecen por su celebridad literaria
y su casi inmemorial posesión de ser temploe de ense-
ñanza.
Otra innovación nos ha parecido que convenía hacer
en estos estudios mayores, que es separar de ellos la
enseñanza de la medicina, y colocarla en colegies ó es-
cuelas especiales , destinados á la instrucción de la jih
ventud en los diferentes ramos del arte de curar. Esta
enseñanza no puede estar bien sino unida á grandes
hospitales que le sirvan , por decirlo así , de campo do
ejercicio y de teatro. Allí es donde el número inmenso
de enfermedades y la diversidad de sus síntomas pre-
sentan á veces en un mes, en una semana y en un día,
la utilidad y el beneficio de la experiencia de un siglo;
allí los discípulos con el ejercicio de cuidar de los enfer-
mos se preparan y se disponen á asistirlos bien en ade-
lante; aUí es donde casi al mismo tiempo aprenden á
recetar, preparar y aplicar los remedios , y donde viendo
practicar el arte en toda su extensión , se instruyen sufi-
cientemente en todas sus partes, aun cuando después no
sedediquen mas que á una. Ahora bien; esta proporción
no la ofrecen todos los pueblos donde quedan estable-
cidas las universidades mayores, ios cuales, atendido
sn vecindario, no pueden tener grandes hospitales. Y
si á estas consideraciones se añade la de los pocos pro-
gresos y notorio atraso en que estos estudios se halla-
ban en las universidades, á pesar de los laudables es-
fuerzos que alguna de ellas ha hecho para mejorarlos
y plantearlos biyo un buen sistema; si se obséhra la in-
suficiencia de la instrucción que de allí sacaban los es-
tudiantes, comparada con la de los discípulos de los co-
legios destinados á esta enseñanza , resultará que nada
pierden las universidades en que se separen de ellaft
unos estudios en que no habían de hacer grandes pro-
gresos, y que conviene mucho ala sahid y ala conve-
niencia pública que queden exclusivamente asignados
á los establedmientos en que so loi ha visto proq^erar
con mayor fruto.
Las enseBanas pues designadas en nuestro plan á las
universidades mayores son la teolc^íá y el derecho» con
los estadios auxOiaret, y los estudios comonei á ana y
otra. Damos el nombre de tozOiarei á los conocintfeiH
toe que p ro p orcionan las lengouy la historiajlu
DeMsUidimnoltaÉIogoqDeiMnieljnriila, jnoy*-
net qsB deben eooititiilr mu ftcallad MpandB. So-
' I, igotlnaite que proliJB, la eipniioii dtlu
qm M ftinda cade mu de Ih ttHe&uws
en nneitn taUí. BIu Mm eildeatei y ae-
qnien que he (eludido eitu deoduTÜene
M de estadio*; j iud]e,porq'eiiiplo,Teri
moa los estsdios teolAgicos por mucitedn
de prietiei ptslonl y qerciciM de predi-
MDoeer iliniUBte It anilogii que ertí ba-
ile con k de Hrmuhs y práctica foraiM en
ti derecho, y mu que todo, la necettded de
ijOTeDeiqiiehaa de dedi¿ane despoéaal
rtonl en toe - riocipiot y elyeto htbitnalea
icion, y tm aquellu mtximaa de CMMOia-
I que deben dirigir i loa pánooM en la ad-
1 de loa iunment« y en el gfriikrBO de m
iM parecer tai ü tndon mu hif osa qne ttO
t de historia iteitrfa que le propone en la
> deonodeloi bibHotecarioa, y Hdirt qna,
ámUto de h enaeüama en hi nutrenida-
itesqneaqnffeaeBalan, poco prorecbo po-
de aquella cátedra. Pero , en primer lugar,
loa «s maar m la realidad que lo que á
a ^larece , puesto que no habrá |iud>lo en
aiverridad mayorno se estableica la de pro-
ibieado formar entre las doa un establed-
, ya se leriflca en nn mismo punto la coa-
> toces y de discípulos sufldente para pro-
ü aplicadon i la ensebanza propuesta. Ei
los eatedrátioaa darán á sus ffiadpalos mía
:en , progresos y estado do la deiwla 6 arte
i; pero esto neceaarlamente ha desernmjr
Sn prindpol objeto es coseBar lapartedoc-
Ditíea del ramo de que están otcargadoi,
lo bagan tndiCBdon de los autores que bsn
connas suceso, muchos tienen que ond-
tÍT,madMMfibros y descolnimientos que pasar en si-
lencio, los coales al bten de Benol briHo 6 impotanda,
no btn dq*ado por eso da eontribntr eseotíalawnle á
fadttiar toe progresos de la denda y al lustre de k»
hombres nnlne&tes que la han eoltindo despnéi. Va
cono d« Uttoiii literaria y do HUtograth «pura Ton-
Ujoaamente «sta Mu. Gn él loa discipnlos Terán n^jor
el «daca dewitaetenclai con otras, U manera cómo
ae han atofllado pan sn adetantamiento reciproco , las
dispotM, la ¡taskmea, los errores que lu ba beebo
pn^raortf retroceder, y se acoatnmbnnán á aqnellai
reflnthMWi gOMniei y abstractas qne bnun la meta-
ffsfe* l«lu artas y de lai etOBcbn . Ilu curias M nci-
nln UMrk* da mu claridad, mu r«ru, y sobretodo
jarra
de los conocimioi
con grandiosidad :
daddeale(^eont
en addante el nob
tareas. Por úlüno
capital , donde de i
luces, Bo podrán
espíritu humano j
halbrin siempre e
yotro, yelconooi
sen trab^'o y tiem]
Hemos paesto e
qne deben lierar I
m cnalqnlera de :
mdrersidad maya
IOS para el teóloga
kan de tener adqa
eaactas , de cieocii
templamos predM
ciencia qoe han de
eiceiin y la^ esi
qne nuestros esto
pálmente por hita
del mal gasto qne t
recbamieoto que s
qne ae raan despi
rehacer ins estnd
que se les debió a
estudio preparator
miiar tiempo y tn
aritmética y geom<
el de le historia, «
turaltiCnáldeeD
y corroborar la raí
superflm deapreí
so de Ignorar}
ra resto de enan
jrores es i^eto de
determinarán el m
el arreglo y dittribi
cursos , los eiánei
dea de Us dibrenti
ñámense gndosm
tíene en la mano I
proponerles cea c
parte algonu ind
tral,qne, por le i
Bnloaeatabledi
eoDSoltadepriiidp
ím
OBRAS CiOIIPLiSTAS DB DON MANUEL JOSA QUINTANA.
cía general de los que aprenden. Más li esto bista para
los hombres , no basta para la ciencia , la enal en alga-»
na parte ha de ser eiplieada y manifestada con toda la
extensión y complemento qae es necesario para lo»-
tmirse en ella ¿ fondo. Si los mas de los que estudian
lo hacen para [U'ocurarse una profesión , hay bastantes
también que estudian con solo el objeto de saber , y es
preciso á estos ampliarles la enseñanza de manera que
puedan dar el alimento necesario á su curiosidad y sus
talentos en cualquiera ramo á que hayan de dedicarse.
Pero como esto verdaderamente es un lujo de saber,
no conviene multiplicarlos institutos de esta naturale-
za , que necesariamente son muy costosos. Basta que
haya uno en el reino , donde todas las doctrinas seden
con la ampliación y extensión correspondiente i su en*
tero conocimiento» y adonde puedan ir á beberías los
que ténganla noble ambición de adquirirlas por entero.
Ni es solo limitada la influencia de esta institución á
la utilidad que dispensa á esta clase de personas. £lla
es necesaria también para la consenracion y perfección
de la ense&anza en los establecimientos esparcidos por
las provincias. Allí tendrán siempre m centro de luces
á que acudir y un modelo sobresaliente que imitar. Alii
se perfeccionarán los métodos , se analizarán las doo*
trinas, se acrisolará el buen gusto. Allí , en fin, se for-
marán no solo discípulos aventajados, sino también há-
biles profesores , sirviéndoles como de escuela normal
de enseñanza pública, donde se formen en este arte tan
difícil y tan necesario.
Siendo tales los caracteres y objeto de esta institu-
ción , en ningún punto debe estar situada sino en la ca-
pital del reino. En estos parajes es siempre mayor la
concurrencia de luces y de talentos. La emulación, la
ambición, el movimiento y la agitación que reinan siem-
pre cerca de los depositarios del poder supremo , lla-
man á ellos á todos los espíritus sobresalientes, que, es-
timulados y animados de mil resortes diversos , se des-
envuelven allí y se desplegan con mas fuerza y energía
que en otra parle alguna. Nuestra capital además pr^
senta muchos medios de instrucción é institutos de
enseñanza , esparcidos á la verdad sin unifonnidad y
sin orden , pero que, reunidos y bien organizados , dan
mas que promediado el camino para verificar la Insti-
tución. No cabe pues duda que allí es donde debe co-
locarse y establecerse el centro de luces y el modelo
de enseñanza para la Instrucción pública de la mo-
narquía.
La planta de sus estudios debe ser Igtia? cu todo á la
de las demás universidades , así de provincia como ma-
yores. Por manera que un joven pueda hacer allí su
carrera literaria en la forma y orden mismo que en ios
otros establecimientos. Pero sus diferentes enseñanzas
tendrán las adidones que presenta la tabla que va ade-
lante para los que quieran comj^etar su instrucción en
los ramos que comprende. Así, á la clase de ciencias
exactas, físicas y naturales se waden doce cátedras
mas, en que se debe proporcionarla enseñanza de to-
das las aplicaciones del cálculo, y de euanto la anáfi-
sis, la observación y la experiencia han descubierto en
el estudio de la naturaleza ; siete á la clase de lenguas
y literatura, tres á la de ciencias eclesiásticas, y dos á
la del derecho. Al hacer este aumento nos ha parecido
que cualquiera economía, cualquiera reparo , era una
mezquindad indecorosa , un verdadero robo hechoá la
instrucción , tratándose de crear un foco grande y co-
mún para esparcir y extender las luces en toda la mo-
narquía. Así , en vez de suprimir ninguna de las ense-
ñanzas que comprende la tabla en este articulo, creemos
que con el tiempo se añadirán algunas , que ahora dos
hemos abstenido de proponer, atendido el estado de la
ilustración actual.
El resto de las facultades y profesiones que corres-
ponden á la tercera enseñanza se dará en los colegios
y escuelas particulares que hay ya fundados particular-
mente para ellas ó que se pueden instituir de nuevo.
La Junta no ha querido, en el artículo que las corres-
ponde, indicar en general mas que el objeto de estas
escuelas especiales, su número y su localidad. Para
esta especie de circunspección ha tenido presente quo
en la mayor parte de estos colegios, ya conocidos, la
planta de estudios y sistema deenseñanza estfn funda-
dos sobre buenos principios, y que, por consiguiente,
no había necesidad de tocar á ellos ; que para cualqmera
reforma, adición ó alteración parcial que convinieso
hacer era mejor meditarla con asistencia ó á propuesta
de los profesores de la&cultad respectiva ; que, en fin,
estos mismos, en los reglamentos particulares que ha-
brán de hacerse para uniformar el sistema de instruc-
ción en la parte que corresponda á cada ramo, dirán
cuáles estudios preparatorios debe Uevar ya hechos el
alumno que aspire á aprenderle.
En cuanto al número y localidad de estos institutos,
hemos llevado por principio el conservar lo que hay
establecido, y distribuirlos según la importancia y ne-
cesidad de sus enseñanzas , combinadas coa el costo quo
han de tener los establecimientos. Por esta razón se
asignan cinco grandes escuelas á la medicina y cingia
reunidas, cinco á las nobles artes, cinco á la ense-
ñanza del comercio , tres á la astronomía y navegación,
dos á la agricultura experimental , dos á la geografía
práctica , uno á la música , otro á la veterinaria. Los ya
conocidos se dejan en el paraje en que hoy están; los
que se proponen nuevos, se sitúan en los sitios donde
parece mas análoga y mas oportuna la enseñanza. Así,
se colocan las escudas de comercio en los panyes ea
que esta profesión es mas común , y por consiguiente
hay mas necesidad de saberla por principios; las dos
grandes escuelas de agricultura en el norte y en el me-
diodía del reino, porque así el plan de sus observacio-
nes y experimentos se arreglará al diferente sistema de
labores y de producciones que debe exigir necesaria-
mente la diferencia de clima y de terreno. La.enseoansa
de la música, como arte en que ipfluye tanto la concur-
rencia, el gusto, y aun el lujo, en lacorteí jaUi miaoM)
PARTB FRUERA^UTBIIAI
i«dB eaietr solved mlf-
!o lirrió pan al de hi-
le Nobles Artes , qas se
olocs en Senlla , empo-
irtas en España ; patria,
wcoela , domicilio de Velaiqoez 7 de Hurillo , ; donde,
■ pesar del olvido y abandono en qne te ban dejado es-
tos estudios , rehira todavía la aíicioD j aun el genio
que los animaba.
Sentadas asi las bases principales de la dÍTision 7 dis-
tnbocíon de la enseBanza , pasa la Junta i hacer algu-
oas indicaciones sobre medios de instmccion y sobre
la dirección y gobiwno de los estudios públicas.
MEDIOS T DIRECCIÓN DE LA INSTRUCaON
Maestros , libros , métodos, pensiones , recompensas,
fondos, dirección y gobimio, ion los medios de que
necesla la instrucción púUica para organiíarse y mai>-
dnr. Los Kbros j los métodos , como objetos particn-
lares que deben examinarse ; datermioarse después de
aprobadas y planteadas las bases generales , no correa
poodeQalplanquesehapropuesto la Junta. En cuanto
i maestros ha creído que solo debia ñjar su atondon el
modo de asegurar su capacidad, su iodependenciay su
EobaisteDeia. La primera se conseguiri no dándose los
citedras sino por oposición y por el érden rigoroso de
cemra; la segunda, no pudiendo ser separado un
maestro de su citedra sino por causa justa y competen-
temente probada ; la tercera, en fio, doliodolos suflden-
temente paraque puedan vivir con comodidad y decen-
cia, y aseguréndoles una jubiladoQ decorosa con que
descauíeQ y vivan cuando hayan cumidido el tiempo de
su enseñanza : bases todas tres de una necesidad tan
absoluta y de una justicia tan evidente , que seria ofen-
derá] respeto plUilico detenerse á probarlas en d reina-
do de la verdad, de la libertad y de la justicia,
UoBcosaproponemoeen estaparte, que se extrañaría
tai vei como ana grande innovadm opuesta , si no i
lo* pnvilepoi, por lo menos i la costumbre de casi
todos nuestros institutos literarios. Esto es, que las
opoaidones á todas las citedras del reino se bagan en
Madrid ante el cuerpo eiaminadw, que se nombraré
todos los años por la direcdon geneñl de Estudios. Las
roones que nos han persuadido esta institución son las
tigiüentes : primera, que establecÍ(»ido un centro co-
anm de oposidon y de eximen, se asegura mayor con-
mmocia de asinrantes, y con ella una oportunidad y
EadUdad nwyor de hacer buenas decciones ; segunda,
poique en un objeto de tanta importaoda se destruye
•tel espirita de cuerpo y de [ffovincia, que cad siem-
re influye para no admitirá oposición óno hacer jus-
ieia en dU á loe concurrentes que rienen de otras par-
ea y 00 han sido lonnsdosen ül misma universidad ó
B loa mismo* estadios; tercera, porque, dendolaca-
áUl d c«ntn> común de hs locei y tí paraje donde
bandeeHi
denda del 1
cátedra dir
don según I
nodmientoi
gresoe y la 1
porque de e
truidos y ca
ellos en el j
con motivo
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con ventaja
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sin perder I
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debían anii
penstooest
universidaí
universida
reino yad
complemei
salido. El I
caota.dn
nados en li
OBRAS COMPLETAS Dü DON
lO eomo hI parecer ptcb «ita chíe d«
hemos tonldo presente que estas pen-
is , y Ii» premios para ser estimados y
ino deben prodigarse mucho; hemos
lado que el Estado, en proporcionar
nza i todos los ciudadanos , liacia todo
odia en favor de la instrucción; que
isto sería uq exceso de generosidad y
igual entre las atenciones públidS, y
Bto;y, enBn, que las excepciones en
ser pocas, y solo en favor de aquellos
» de cuyasplicacionycultiiosa es-
I bellos j colmadoi frutos.
N GENERAL DB ESTUDIOS.
ictonal, que «stablece una dirección
ios á cuyo cargo esté , bajo la autori-
la inspeceitm de la enseñanza pública,
toado número, atencionesyfaculta-
dúos qae han de componerla. Estas
ler objeto de una ley fundamental , en
«td de prescribir uno de tos medios
baeer que la enseñanza fuese unifor-
icríbe el articulo que la precede. Can
repugnante que el sistema de gobler-
>ra be presidido á nuestros estadios,
snto tenia su dirección diferente , cada
diferente ministerío; y la discardan-
•t, la desproporción de los arbitrios,
nesfiíerzús eran consiguientes i esta
cion.
trden DO debe subsistir de boy en ade-
atracion económica y gubernativa de
I debe estar^i cargo de un cuerpo qne
reglas fijas y confonnes. Las aten-
comisión encierra son tantas en nfr-
mportancta, que nos ha parecido qna
lar con menos de cinco individuos , y
IOS delmin estar absolutamente exeo-
otra ocupación y de cualquiera cui-
lueoa distribución y versación da tos
los i la instrucción, interveniren las
1 cilednu , formar tos planes y regla-
lizacion, cnidar de la mejora de los
redacción de buenas obras elementa-
mi uso , distribución y aumento de las
eu del reino, Tiaittr lo* eetabled-
anza,dar,eD fin, anualmente cnenta
nadon del estado de la instrucción plü-
HH- mayor hti atribuciones de nna di-
le Eatudios , y por m enumeración se
¡ion, cnanto celo ycoánta capacidad
I nonlwtri eMa vez porai mismo , pero
ra Ihoir tea vacantw se reonirin los
HANUEL JOSfi QULNTA.NA.
denis directores, el presidente y dos IndWiduoa i» U
Academia Nacional , y juntos harinal Golñemo la pre-
puesta da tres sugetos, entre quienes debwi recaer la
elección. Asi creemos que se evitan en el modo posible
las intrigas, manejos y parciulidades que suelen ser tan
comunes en los nombramientos que se hacen por pocae
personas ¡ y que se concilian mejor los diferentes res-
pectos de instrucción, capacidad, virtud y celo, que son
indispensables para estos deslinos.
Nsda proponemos en cuanto i sueldos, honores y
prerogativss : las Cortes, atendida la alteza y gravedad
de este encargo, lesseñalardn los que tes correspondan;
pero nos ha parecido que no debíamos olvidar una, por
serconsiguienteila dignidad, y sobre todo í la inde-
pendencia que deben tener estos funcionarios, y es
que no pnedan ser removidos de sus plazas sino con las
formalidades prevenidas por la Constitución para la re-
moción de los magistrados.
La Junta insiste mucho en esta independencia que la
Dirección genwal debe disfrutar en el ejercicio de sus
atribudones. No ciertamente para que sus Individuos
sean Arbitros da alterar i su antojo los planes y regla-
mentos de enseñanzas , ni para que como déspotas dis-
pongan de la preferencia y del destino de ios empleado!
en la Instniccion. Estos abusos estdn evitados con lo
dispuesto en las bases acerca del inllt^o directo y ne-
cesario que la Academia Nacional ba de tener en la parte
cientlGca de los reglamentos, y con las formalidadec
que han de establecerse para el nombramiento y remo-
ción de los profesores. Psro no bay otro medio de cont-
binar la estabilidad de los estudios con la perfección
tnceaivaque tos adelantamientos científicos tes procu-
ran, que esta independencia casi absoluta de la potestad
qecutiva. Es verdad que le Constitución pone bajo la
dirección del Gobierno las fiíDcioaes de la dirección;
pero esta autoridad se ejercerá debidamente despa-
chando los títulos de los catedráticos, promulgando lo!
reglamentos que aprueben las Cortes, y protegiendo y
asistiendo las disposiciones económicas y gubeniatiTa]
que Id necesiten. Fuera de estos extremos, toda inter-
vención , todo influjo del Gobierao sobre tos estudios
producirá en ellos los elsctos de la arbitrariedad y tira-
nía. La verdad sola es átil , el error siempre es un mal ;
su eiámm y su conocimiento dependen enteramento del
libro ^ercicio del entendimiento humano i jcon qué
derecho pnes, ó conquéeonflaDztToidrAnna potestad
pública, cualquiera que sea, i decidir y deltroiioit
aquí osti la vordad , alU el orrorT
ACADEWA NACtORAL.
SI á alguna corresponde ea esta parte gtiiar y amiiif
á la Diracdon es al grande cuerpo cleHlifico que con d
nomlve de Academia fbctonal proponemo* se eatt-
Meica en k capital del relao. Ed él daban nApaSru te
aeaderaluexlBtenlM, rsmilmloBhimbret HMdM»*
gnido* enciaiMiM, ialru j aitM; joouwooDitfndnr,
t»ARTB PRIMERA.-
or de los conociroieQtAS ho-
on DacioDal i toda b altura
lo civilizado.
formar causa á los estable*
jfluus Duxc nosotros para facilitar los
« délas letras; de Tas artes; antes bien reco-
noce gastosa los serrlcios que la lengua, la historía
nadona), U construcción y el ornato ban recibido de
lis grandes academias de la capital. Pero todas eran
unos institutos aislados que no tomal»n fuerza niu-
guns del auiilio 7 correspondencia de los demás cono-
cimientos ; no se andaban entre si , 00 estaban dis-
puestas para ello ; ; con TergQenxa de las letras , con
desdoro y atraso de los cuerpos mismos, osaban alli la
sangre y los honwes, nidos é indolentes , ocupar las si-
llas destinadas i la aplicación 7 i los talentos.
Entre tanto á las ciencias les faltaba santuario. In-
tentóse en diversas ¿pocas , 7 se presentaron proyectos
parafundaruna grande academia donde se cultivasen
en común, í imitación de las que habia en otras partes
de Europa. Todos estos esfuerzos fueron vanos : la ig-
norancia, la preocupación , el fanatismo, los inutiliza-
bao. Los edificios empezados i construirse con tanto
aparato en aquellos momentos defavorqne estos pro-
7ectos tenían, eras después aplicados á nsos viles ó
abandonados á las manos de la destrucción y de] tiem-
po. El museo 7 el observatorio en la capital aun no es-
taban concluidos y ya amenazaban mina.
Llegada es ya la época de dar á nuestras academias
•qnella planta magnifica y grandiosa que es conforme
i la dignidad 7 elívadon de nuestras nuevas institucio-
nes ,7 consiguiente i la ilustración de la Europa.
Desde que la raion, ayudada de la Ulosoífa, se ha
convencido de gne el árbol de la ciencia es uno, de que
lodos los conocimientos se enlazan entre si por un tronco
común y se prestan mutuo apoyo; de que unidos se
engrandecen, 7 aislados se anonadan; la idea de esta-
blecimientos semejantes al que proponemos ba sido
repetida por los ñbtos 7 por los polilicos, 7 puesta
CD ejecución en alguna capitel de &iropa con un éiito
qne solo podia inutilizar ó disminuir la feracidad gro-
sera de la tiranía militar. Asi, nuestra Academia Na-
txaat « d último grado de instmccion que se propor^
dona á los cultivadores de la sabiduría : ella inlluye en
todas las edades de la vida 7 en toda la nación á la vez ;
ni le Emita i esta ciencia, á esta arta, áeste talento:
todos los abriga, en los progresos de lodos se emplea, 7
con la reunión de todos da fuerza, riqueza 7 extensión
á oda uno en porticnlar. A ella irán á confirmarse y
rdiostoeene los ensayos inciertos de la eiencia que co-
mienza; ella oHitrlboirá coa sus tareas á losadelanta-
■lieatoB de h deuda qus progresa ; 7 eHa conserrari
I« deecobrimiaitos sublimes 7 los prindpios grandes
fU la conuHD y li perpetúan. Puesto este cuerpo en
h cjpittil , conititnido centro de una correspondencia
fauteif Ubre y continuada con todas las provindasdd
nlm } Mn ka wóedtdei Hbiu dt Bnropí; ooo-
■LITERATtmA.
pado dempra en recoger, fomi
los descubrimientos fltiles, 7 1
miento nuevos medios de mu!
los progresas del saber, será ¡
por el privilegio legítimo de su 1
reconocida, el gran propagad
verdadero legislador de los m£
dri su asiento, 7 desde él obrai
Boenda moral que la instmo
nion, contada pw algunos enl
de nn estada , y que mas fiíBrte
ellos, sirve maravillosamente t
sobre todo á contenerlos.
La Junta no te detendri en pi
veniencia de todas las bases qu
nizadon : su solo contexto las
Bastará solo indicar que si ba p
de un número fijo de individuos
demasiado reducido, es porqut
ceria de actividad, 7en el sej
servirían de emuladon, 7 tendí
vez que no ftiesen acertadas, d
trabajos de la Academia á la im]
al mal gusto de unos pocos. Pr
clasificados en tres secciones p
sion antes adoptada délos cono<
una con su director y su secret
bajos se siganconla ignaldad, t
dos y pare que la actividad y o
deemulacionydeestlmulodlaB
también que las elecdones se I
libre votedon de sus individuos
tud por parte de tos candidatos
y pruebas públicas de aplicacio
mero h emos tenido presente I a p
casi todos los cuerpos cientlíic
Paralo segundo, eicuserdlos
por su celebridad y sus méritos
estos asientos, el rubor y lasges
SBsdepretendientes.¿Naseriai
por no decir ridiculo y vergon:
pues de escribir su Quif ole. Ha
laso sus églogas, y Uurillo pL
Caridad, tuviesen que preseí
memorial reverente para comí
demia é ilustrarla con sus taleí
bas púMicBS, en fin , sobre que
nos parecen ser un requisito n
gurar el mérito de las elección
dri sin duda alguna errarte ui
fi la Academia sugetos que n
como algunos que pw eutom
pero como los títulos de unosy
estol títulos duran 7 están liei
balanza de la opldm, d enru
te corregiri nÜBtna; 7 pned
iiUo ni literato ni utiiu disi
OBRAS COIin.ETAa DE DON
1 y eo Europa , qae tarde 6 lein-
at soa ptret i Bcompañarlos an
'0ND05.
¡orrido los direrentei gradM de
baber ÍDdicado las beses prí-
1 orgftnizacíon , después de pro-
Dciptos de su gobierno en la di-
dios, y traado, por decirlo asi,
I en la Academii Nacional , res-
al modo de mantener toda esta
s fondoa 7 la cuota que debían
ecemos, empero, de los datos j
part poder fijaren la materia
Sería preciso en nuestro dicta'
a nota circunsU ociada de todos
capiUles y arbitrios destinados
entre nosotros, y comparar su
sentB el plan que proponemos,
ue hubiese , si es que resultaba
I economía estaría de nuestra
s cierto el atraso y la nulidad i
e ramo tan importante de cívh
. lo es también que se jvodiga-
ierto inmensidad de caudales á
al fomento de las ciencias y de
on ninguna de Europa era tan
humano como la española, j
nbre infinita de unÍTersidades,
degios, seminaríoB, pensiones,
s, escuelas, ensayos, najes y
sostenido por e) público y por el
y oro , es ficil conrencerse de
B las riquezas, los sueldos, los
progresar los estudios, sino la
slema, la üustracion, en fin, de
su Trente y los gobiernan, .
lado que hemos hecho del costo
los diferentes establecimienios
L enseñanza pública, bemos ña-
B treinta millones de reales, no
las escuelas de prímerai tetras,
y sostenidas por todos los puo-
ttn de una designación positiva
La Junta ba creído que d debían
I destinados á la instrucción á
iúon general de Estudios , para
stribu^ según la eiígencia de
plíendo el tesoro público el dé-
r; 6 que, iacorportndose estos
inates, las dipuiadonei de pro-
naeroa que sirvan al mimo ob-
Imodo dicho; d que, snfia, h
(o á lu ctwtrilncloiM Ndina-
icitm t y M producto h ponga i
MANUEL JOSfi I
disposición de li
vuestra Altea el
pósito, 6 bnscari
bacion del Congr
insiste es eo la «
y distribuirse «SI
bri ni subaistenc
sin ana cosa ni ot
No bemol bab
entre las bases,
proporcionane i
dícar que las dip
estableclmioitos
entiende que, al <
bres, que conviei
ser privada y do
relaciones con la
píamente dicha;
de ella era necesi
da diferentes príi
después ala con;
vados y de famili
cia, puesto que d
licidad de uno ; (
inspección , ni nc
Por la misma I
cularmente de c
institutos de ens
sea uniforme á I
Bajo cualquiera
entraban en núes
elaciones privad
las reglas genera
de educación en
la distribadon dt
objeto tanto y mi
raria.
Tennina, en Qi
tablecercondos
conveniencia y m
de este plan de ei
con la aroplíacioi
locatidad y á la
sóbrela circuns[
irse establecieudí
circunspección t
paso de la instru
convulsiones, y s
pueda quejarse (
baber edificado d
tiguosnodebeni
vayan estableciei
lupresion , los in
eUot y queden sil
OH ddMn ugnlr
•jamplo da «quid
iucloiia1«i)Hn
da, ; enirtMlaila gienemameate el estandarte de la li-
' - ■ ■ - ■ )Q que el occideDte de Europa
o de sus cadeDKS antiguas y á
ruRA. m
¡orno leyes los antí^os de h (Irania. Dóblese
i impulsos de vuestra Alteu, y endéndase el
¡uie al entendimiento en los caminos de h
•i saber, al tiempo en que los pueblos que ss
ilfiados no rehiran ñus que guerra y que
li tienen , al parecer, otro objeto que volverse
1 la noche y confusión de los siglos de vi<^
barbarie. Demos, señor, los españoles este
pío de virtud y de raioa en mei^o de tantos
comonosrodean.Nose arredre vuestra Alteza
llamares estúpidos de la preocupsciou y dd
n los manejos pérfidos del egoísmo, ni ano
cuitados j desalieato de nuestra situación
pasos de los conquistadores se señalan en la
a desolación y con la sangre ; los de los le-
r administradores beuéQcos, con laprosperi-
abundancia y con las luces. T tal es el ii>-
¡enen los esruerzos del entendimiento hu-
a fuerza con que prenden las semillas que
le aun después del estrago que llevan cou-
mentas politices y el TrenesI de las pasiones,
^adaña de la devastación no alcanza i sus
s plantas bienhecboras vuelven, retoñando
irzB , á consolar la tierra con su amenidad y
iría con sus tesoros,
de setiembre de 18i3. — UartinGotualiM
deNavat.^Jeaé Vargtu yPone». — Eugenio Tapia.
— Diego Clfínenein, — Jtamon dt ta Cuadra. — Jfo-
nu«I José Quintana,
iRAS COMPLETAS DS f)0?J MANUEL JOSÉ QUINTANA.
ida momeDto el espectáculo
lidad, ni b repugnancia Íd-
r iateligente ú que le maude
la estapidez? Ellos podrán
lombre; pero detener j tor-
stracian... [insensatos! Las
ito porsu locura, recobran-
llan los ranos parapetos que
tveo i regar los campos del
indancia que primero.
id, el Estado se recompone,
restituidos á sus sillas. Una
I Alé la instmccion pública,
imero eo comisioneB partí-
an diferentes sesiones, taé
minarse la segunda legisla-
icurso tratar menudamente
las impugnaciones que ha
ventajas j su importaDcia.
tsino, y por otra parte i la
nto le corresponde aplaudir
cumplir.
)Io á nombre , tino también
ales unirersidades, japor-
ne en la espede de nulidad
traído no presentaban tüa-
cesaría reforma, ja porque
medios de instrucción que
, ja , en Sn , porque tamUen
'enerable ancianidad, j no
la prescripción antigua. Esta
a será del todo condenada
in hora en ana dedamaeion
tH del saber ; dígase que s«
le au aotigiia gótica rudeía
ni nn pedestal , ni un arco
«stnrieie ya pronto y dis-
fllegantfl en que abrigar los
lo, fuerza era raanlener los
á lo menos para no lentir
aclo de la educación ; por-
B príndpalmenle en la ios-
nejorarquedestniir, ime-
perderlo miserablementA
iBÍTerridad«B «ra indepen-
las las qne no fuesen nec»-
pleta de las q<M habian de
gdió en seguida i sentar las
larse la reforma, llenando
• la filosofía elige en todo
nsüanza pública , i saber :
c(« las latras, porque sin
la lueea populare*, lilas
le dt lu duielts «ntn »i,
1 wU «ntace, 7 d él soto ae
M¡ ít)dep«BdeBaÍi,f«' Al-
limo, en los profesores, no para que i
reglo j formas generales de la ensenan
TacioQ está encargada á la autoridad su
que el espíritu de cuerpo ni los vicie i
y para que la enseñanza , eo vez de t¡
estacionaria, como sucedía en lo antig.. , _„_
siempre en su curso al nivel de la ilustracioagenml.
Sobre estos principios de eterna convemencia se ar-
regid la planta de estudios en las nniversidades. Des-
pués se determina su distribución por el teiritorio, aten-
dida la utilidad de los cursantes y la proporcim que pre-
sentaban las provincias. Has si esto bastaba para los
hombres, no bastaba para la ciencia, la cual en alguna
parte debia ser manifestada y explicada en toda su ex-
tensión y complemento ; porque si el mayor número de
los que estudian lo bacen para procurarse los niedios de
desemp^ar una profesión útil y decorosa en la socie-
dad, bay también no pocos que concurren contólo el
objeto de saber , y es necesario ampliarles la enseñanza
de modo que puedan dar á su curiosidad todo el ali-
mento que anhelan , y á sus talentos toda la facilidad y
proporción que para formarse necesitan.
No podia caber duda alguna en que el punto de colo-
cación para un instituto de esta clase debia ser la capi-
tal. Losdiferentes estudios esparcidos en ella , y loa mu-
chosygrandesmediogdeinstruccion acumulados aquí,
especialmente en ciencias naturales, daban mas que
mediado el camino para llegar á realizar el pensamien-
to. Por otra parte, la emulación, el movimiento y agi-
tación continua que reinan siempre cerca del poder su-
premo y de los grandes establecimientos gubernativos,
llaman á la capital i todos los espíritus sobresalientes,
que excitados por mil estímulos diversos se deseovud-
veo y nurcban con mas fueru y enei^ia. Aquí pues
ddiia situarse este centro de luces, este ntodelo de in^
tmccion , no solo útilísimo por su influjo acetre los ío-
divídaos sedientos y ambiciosos de saber , sino también
necesario para la conservación y perfección de la buena
enseñanza en el resto de las escuelas ; porque aquí ten-
drían siempre un depósito de excelente doctrim odoo-
de acudir ; aquí , A ejemplo de sus emiaentes profeso-
res , se formarían hombrea bibíles en el arte de ense-
ñar; aquí se analizarían los principios , se mqortrían
losmétodos, se acrisolaría el buen gusto (i).
Tal es , señores, el objeto y carácter de la nniversK
dad que ahora nace. Es cierto que lo «* mecida en sa
cuna por las monos poderosos y voliestss que fundonm
y dotaron entre nosotros los mismas instituciones «a lo
antiguo. El primer plantel de estudios gwendes que se
conoció en Castillo se debió i aquel Alfonso que derro-
có el poder agareno en los Navas de Tolo«a,ifuépor
su generosa coDdíciou llamado el Noble. Si echamos la
vistailaiBÍvertidad de ffBlsmsnra . w la Tf halagada
en sol iHtoc^ios y protegida á porfió por tí gran emt-
quMadtrdaSatáay peraÍMgiiBto legísMor Asías
Partiiai. QooabNpanaliaiFniliMlnde F4iaatt>
do el CalóBoo Ür*» 4« iMfd « hs Mcoehs de VDeada,
tnleutf&s que las de Afeatá se ensoberbecen de deber su
fondodon á aquel varón extraordinario que, religioso
primero, confesor de una reina y cortesano después,
prelado, ministro al fin y gobernador del Estado, tuvo
todas las virtudes, reunió todos los talentos, y por la
capacidad de su espíritu, por la energía de su carácter
y por stxs eminentes acciones se levanta igual en fama
con los dos altos personajes entre quienes le preséntala
historia.
No así nuestra universidad : simples ciudadanos sin
nombre y sin poder la idearon , simples ciudadanos de-
cretaron su existencia', simples ciudadanos, en fin, la
realizan y plantean. Pero si al rededor de este instituto
tto resplandecen ni la majestad ni el poder ni la cele-
bridad de monarcas victoriosos y opulentos, lo que le
falta respecto de los personajes , lo suple, y con harta
usura, la dignidad de las cosas mismas en que reconoce
su origen. La universidad Central es obra de la nación,
nacida con la libertad , producto de la ilustración y de
la civilización de los siglos. Delante de estos objetos tan
grandes , de tan poderosos agentes , toda altura se aba-
te , toda celebridad se eclipsa ; y si los demás institutos,
ufanos con el renombre de sus fundadores , quieren en
esta parte rivalizar con el presente, habrán de ceder
vencidos cuando comparen la grande distancia que hay
entre las cosas y las personas, entre las naciones y los
individuos, entre las leyes y los privilegios.
Aun es mas enorme la diferencia si se aproximan
las épocas y se comparan las bases. Lejos de mí la inten-
ción, tan Inoportuna como pueril, de insultar á aque-
Das corporaciones venerables, y de renovar ese cansa-
do proceso que se les ha estado haciendo por la barbarie
de los tiempos en que se fundaron , por los malos prin-
cipios en que se constituyeron , y sobre todo por aquella
resistencia de inercia que opusieron siempre á losnue-
Tos descubrimientos y á los métodos mejores : efecto
ioevitable del amor propio, y mas todavía en los cuer-
pos enseñantes, despreciar altamente loque por mucho
tionpo hemos ignorado. Mas grato me fuera sin duda
presentar generalmente á las universidades como los
edabones que en el inmenso vacío y lobreguez de la
edad media enlazan la civilización antigua con h ilus-
tración moderna , como monumentos que comprueban,
aunen medio deaquellos tiempos feroces, el homenaje
qoe el valor y el poderlo tributaban al saber y á la ra-
soo ; en fin , como la gradería que , aunque informe , ha
aervldo de punto de apoyo al ingenio para desplegar sus
alas y alzar el vuelo tan alto en las regiones de la sabi-
duría y de los descubrimientos. Y contrayéndome par-
tleularmente á las universidades de España, diría que,
floreciendo á la par que las demás de Europa en el si-
fjk> zvi, quizá las aventajaron en erudición , en gusto y
en doctrina. De Salamanca , de Alcalá , de Yalladolid y
de Valeneia salieron formados , como de excelentes ta-
lares, loe sabios que constituyen neestra celebridad B»
tovia en aqñelbi edad tan ponderada. No sofo se sé-
aalaban en teología y juríspmdenda , en qoe eran
-LítfeRAtüRA. ^3
eminentemente doctus, sino que dcompaiíjiron la gra-
vedad de estos conocimientos con los estudios auxiliares
de las lenguas sabias , de la erudición antigua, de la fi-
losofía y de las matemáticas. Y cuando se esparcieron
por el mundo en los concilios, en las escuelas, en los
concursos y en los libros, se hicieron estimar y respe-
tar, y honraron el talento español por todos los ámbitos
de Europa. Mentar los nombres célebres de Nebrija y
de Brócense, de Luis de León y de Salinas^ de Anas
Montano y de Antonio Agustín , de Francisco Yalles^ de
Ponce y de otros ciento, no es porque haya necesidad
de recordarlo al concurso que me escucha , sino para
tributar con mis palabras á aquellos hombres emíneu-
tes el feudo de respeto y gratitud que les es debido por
su saber y por sus rírtudes.
I Dónde están los progresos que tan bellas disposicio-
nes anunciaban? ¿ Porqué los que antes eran tan grandes
se ven después convertidos en pigmeos? ¿Cómo es que
se hallan tan lejanos del templo de las ciencias, en cuyo
vestíbulo se habían presentado con tanto esplendor y
bizarría? Triste fuera por cierto espaciarnos en la his-
toria de nuestra ignominia; tríste haber de presentará
nuestras universidades sumergidas otra vez en el caos
tenebroso y semibárbaro de un pragmatismo servil y de
un escolasticismo espinoso ; tríste ver en ellas corrom-
pida la elegancia, olvidada la crítica, desatendido el
estudio de la antigüedad , desconocida la naturaleza fí-
sica, despreciadas las ciencias positivas que la explican
y la ensoñcrean ; y no tener por útil ni por grande sino
aquel sistema de cavilosidades pueriles en que se cifra-
ba la ciencia de la disputa y el arte de embrollar todas
las cuestiones por medio de una interminable contro-
versia.
¡ Y esto , señores , en qué tiempo ! En aquel siglo que
resplandece tan grande en los fastos de la inteligencia
humana por los anchos cammos que supo abrírse en los
campos de la naturaleza y de la verdad. Entonces es
cuando Galileo en Italia perfeccionaba el telescopio , y
con él conquistaba los cielos; cuando Keplero en Ale-
mania arrancaba á los orbes que vagan por ellos las le-
yes con que se mueven; cuando Bacon en Inglaterra
hacia el cómputo filosófico de los conocimientos huma-
nos , y señalaba magistralmente la senda que debia se-
guirse para su perfección y su aumento ; cuando Des-
cartes, aplicando la álgebra á la geometría, Newton y
Leibnitz, inventando el cálculo infinitesimal, acrecen-
taban prodigiosamente el poder de la análisis matemá-
tica ; cuando Newton por si solo demostraba el ver-
dadero sistema del mundo, descubría la gravitación
universal, desmenuzaba la luz, y sentaba la filosofía
natural sobre bases etemasé incontrastables; cuando
Locke , tan sagaz y profundo como circunspecto y mo-
desto, analizaba las facultades del entendimiento, ex-
plicaba la verdadera genealogía délas ideas , descubría
los abusos de las palabras , y moitaba la faena y la
flequen del hombre intelectual.
Si se quieren señalarlas causasdelescaiidatoK^itn-
i
OBRAá COltnSTAá DE tm ItANUSL JOSA QUINTANA.
Omou nulidad en que por todo aquel tíem-
lespuéa se hallaron Diieslras escaelas, no
üibirlas únicamente, como algunos lo han
las persecuciones primeras que sufrieron
ios españoles. Esta enlennedod enlonces no
ar de Espm ; era general en toda Europa,
timpo que nues'kTos inquisidores asestaban
itni Arias Montano , j hacían gemir en sus
Luis de León j al Brócense , tos puñales fa-
'aris se afilaban para asesinar i Ramús, los
I de Roma forzaban á Galileo i abjurar una
ente para él, yhastaenunpalsdelibertad,
, el miserable Voet tenia crédito bastante
lar á Descartes, hacer condenar su doctrí-
ctar una grande hoguera en que fuesen de-
escrjtos,
insbti<} en que el espíritu de persecucitm,
ique cruel en otras partes, se perpetué, se
[ó en España , y sumergid la voz de la ver-
spanloso silencio. El mal consistid en qna
{Tersidades, no bien desahogadas ann del
is nieblas en que habían teaido su principio,
débiles y flacas contra tantas causasdenii-
ron i ergotizar como primero sobre sutil»-
cticB y de teología. ElmaJconsistidenqne
coy dominante Felipe U sucedió el inepto
este el frivolo Felipe IV , j é todos el ím-
II : cuatro reyes que por sus diferentes pu-
le teres debían dar en el suelocon cualquier
mundo, por fuerte y grande que fuese. So-
, soñaron sus ministros, que el oro de la
podía suplir por todo. Has ^dénde habían
estos insensatos coa aquel oro fatal el don
r bien , que el cíelo inexorable por su mal
les negó ? ; En qué mercado bailarían el in-
enlo, el buen gusto, el anhelo de sobres^
lo de complacer. Ib actividad, laaplicacion,
fuentes perennes y solas de lodo progreso
i toda civilización 7 El oro se gastó , la de-
lorancía prevalecieron , con ellas la pobre-
de las ciencias, viéndonos sumergí dos en
ndo lodazal, echó una ojeada desdeñosa
os, y llevó su antorcha vivíScante á otros
remoslavista de este cuadro ignominioso,
¿ objetos mas agradables. A lo menos el
a nos praientari ese contraste absoluto j
1 lumbre y de tinieblas, da sabiduría y de
de riqueza y desnudez. Dirlase que eran
riosfabulosos de OsJris y do Tifón , Undan-
mte el uno om el otro, y daslinadoi tam-
nente, este i la desolación y ala esterili-
la abundancia y á la alegría. Mas , al fin,
sai la époa en que se rompa estacontra-
ukUIo**; algvng* nyos de U luí gesenl
«netrorin en BspiBa; algunoi 'progrwoi
t la nMO ][ It ouUim ¡ 7 cwiKla ll«guu I»
grande* critfi en que se prariMD loi bdMADH j\at
naciones, no nos mostraremos extraños al adelant»-
miento unÍTersal, ni stmloi álai lecciones que nos han
estado dando tres siglos.
Había el último añadido úü duda riquezas da gran
precio á los Tastos depósitos del saber acumulados por
el anterior. Pero no es precisamente esta fortuna lo que
le distingue y eterniza en la gratitud de los hombres.
Ni la eztea«an de noticias y altas miras legislativas de
Uontesquieu, ni la Inmensa capacidad y magnificencia
do Buffon , ni el espíritu sistemático y ordenador de
Línneo ; no tos progresos hechos en la física por Fran-
klin,enla química por Lavoísier, en la metafísica por
Condillec(!)¡nitampoco,TÍníendoá tiempos mas cer-
canos, las observaciones delicadas y profundas con que
se han comparado entre sí los seres vivientes para cla-
síGcarlos mejor , ni la precisión con que se ha sujetada
al cálculo la estructura geométrica de los cuerpos cris-
tal izados en las entrañas de la tí erra, ni tampoco la au-
dacia con que hasta en las regiones etéreas el espíritu
humano ba querido sorprender el modo conque se for-
man y se descomponen los astros muumerables é in-
mensos qne pueblan el espacio ; nada de esto, repito,
aunque grande sobremanera y nuevo, es lo que caracte-
riza tan ventajosamente al siglo ivm. Lo es, al, ese e»-
pirítn filosófico , esa razón universal aplicada A todos los
productos intelectuales, á todos los géneros en qne se
ejercitad talento. Este espíritu es el que, fortiGcado con
toda la autoridad de la rnzon , con toda la claridad que
da el método,y con todo el poderío mígico del talento
de escribir, ba simplificado y popularizado las cien-
cias , se ba difuadído por todas las clases de la sociedad,
y ha hecho una repartición mas igual de conocimientos
y de luceseutre tas naciones y los individuos. BeneBcio
inmenso, imponderable, con el cual se ha tirado la li-
nca de demarcación que divide los hombres de la men-
tira 7 los hombres de la verdad , y alzado la muralla in-
contrastable en que se estrellen para siempre laüapofr'
tura, el cbarlatanismo y las preocupaciones.
Las causas pues del atraso y degeneración de la en-
señanza , i lo menos de las que nacen de las prevencio-
nes y el error, han desaparecido del todo. Otro objeto,
otros planes, auspicios diferentes tienen que observar
y seguir cuantos se ocupen ahora en dar i la iustnic-
cion pública su verdadero destino. Y si entre nosotros
se han de medir sus esfuerzos por la importancia del fin
que (e proponen y por la urgencia que hay de couse-
guirlo, fuerza es que sean vehementes, poderosos, in-
cansables.
Porque, si no nos hacemos ilusión y volvemos los
ojos bilciaatrás,verémoscuántohemo8 perdido, y cuan
pocos son los frutos que nos quedan de ¡o que en tiem-
pos mejores se había sembrado para la instrucción.
Pudo el siglo xTQi con au benéfico y luminoso infliijo
deqwrtar d« lu letar^ i ilgimoi ds nuestros antiguo»
iDitítulM de eoKfitnn, pnsidlr i U planta da. loi qtte
H «toUwleron dii WMTO, 7 (Oka todo cootiUinlr < U
r -»■. • — ^
PARTB PRIMERA.
Ilustración ; progreso particular de taatoi espaSolM,
formaüos por sí lAisnaá y 'elevados por sa carácter y
por su saber al nivel del resto de la Earopa (3). Pero en
aquellos veinte años que siguieron á la muerte de Gar-
ios ílly empleados por la desventurada España en le-
vantar, enriquecer y endiosar á nn hombre solo, las
letras y los estudios fueron mirados con ceño y con des-
den^ á veces perseguidos, y siempre miserablenento
degradados. Retrocedió pues nuestra educación litera-
ria, formándose en ella un vacío que se dilató después
con la guerra de la Independencia, aunque por una
causa enteramente diversa y sobremanera grande y
noble. A la voz de la patria, que reclamaba sus brazos,
ia juventud estudiosa se arrojó toda á las armas, y por
seguir los pendones de Marte dejó desiertas las aulas
de Minerva. Y cuando á la restauración de la paz pare-
cia que debería refluir á ellas mayor concurso con mas
ardiente anhelo, los seis años de abominable recorda-
ción vinieron á acrecentar el desaliento, y completaron
el estrago. ¡Oh! ¡coa cuánta aplicación, con cuánto
aljínoo debemos empeñamos en atajar este mal! Su
trascendencia mortífera es infinitamente mayor que lo
quecomunmente se piensa. ¿Podemosacasodesconocer
quejas sociedadessubsisten hoy día por la civilización,
y que la instrucción pública es su elemento primario y
esencial? Destruyámosla, ó lo que es lo mismo, dejé-
mosla abandonada, y se verá al instante destruido el
nervio mas necesario á la conservación y prosperidad
del Estado. ¿Qué importa que este viva , y que el daño
al principio no se advierta, ó porque nuestras pasio-
nes ó porque otros intereses no nos lo dejan conocer?
Vive el Estado , sí , pero para estar sirviendo de juguete
f de triunfo á las demás naciones ; vive para contem-
plar con envidia en las unas mayor poder, en las otras
mayor riqueza, en todas mayor acierto y mas fortuna;
vive , pero es para ser Ihvado en hombros de una gene-
ración raquítica que, inhábil, incapaz de toda carga,
de todo ministerio público, le deja consumirse lenta-
mente, y al fin irremediablemente perecer.
¡Plegué al cielo, señores, que no sea esta nuestra
historial Plegué aJ cielo que así los que mandan como
los que obedecen, así los que aprenden como los que
enseñan, tengan todos siempre á la vista esta funesta
perspectiva? Vosotros principalmente, oh profesores
que me escucháis , encargados de la enseñanza en esta
universidad naciente, vosotros sois los que podéis cour
tribuir con mas eficacia á salvar el Estado de tan lasti-
mosa decadencia. En el saber que os distingue r en el
celo que os anhna, no es de presunür que desmayéis
-UTERATORA* 10?
on puitto €ft^ «Bfuresi nagoánfmt qM b ^
confia. Vuestro deber es ir al firente de todos los esta-
blecimientos de histruodon, agitar delante de ellos la
antorcha de las luces, servirles de guia, y no dejarlos
retroceder. En tal posición , fuerza es decirlo , no os es
permitida la mediocridad; y debéis acordaros á cada
momento que tenéis que llenar his esperanzas de la pa-
tria y la espectacion de hi Europa. Pero si las dificulta-
des son grandes, si para vencerias y corresponder á
vuestro noble objeto la aplicación tiene que ser conti-
nua , los esfuerzos superiores , incansable la paciencia,
también los incentivos que os rodean son dignos de al-
mas grandes, y propios á excitar una emulación ardiente
y generosa. Después de la gloría del legislador, que for-
ma la sociedad, no hay otra que ifraale á la del profesor,
que fórmalos individuos. ¿Amáis la libertad? Inspiradla
pues con vuestras lecciones y con vuestro ejemplo ; y que
vuestros alumnos, teniéndola convertida en sangre y
en sustancia, no descansen después, no alienten, no
vivan sino con ella. ¿Amáis la riqueza , la prosperidad,
la gloria del Estado? Extended, propagad esos cono*
cimientos preciosos, asas invenciones sublimes que
civilizan los pueblos, fertilizan el seno de la industria,
engrandecen su comercio, perfeccionan su navegación.
¿Amáis el orden, la tolerancia , la armonía social? De-
mostrad con la historia que las máximas de la moral y
de la justicia no se violan nunca impunemente; y que
cuando por contentar á las pasiones se atropella la equi-
dad , el ejemplar funesto vuelve siempre á caer con do-
ble estrago sobre sus autores. En suma, por cuantos
medios y recursos os den vuestro saber y vuestros ta-
lentos haced marchar las ciencias y las letras vigorosa-
mente unidas al grande fin de su institución, á perfec-
cionar las facultades intelectuales y morales de los iu-
dividuos, á derramar todos los dones de la prosperidad
y de la abundancia sobre las naciones.
Por desgracia la generación presente , viciada y cop-
rompida con una educación distinta, agitada con la
contradicción, con las animosidades y con las desgra-
cias, no sacará tal vez todo el fruto que debiera de
vuestras nobles tareas. Pero ancho y fácil campo os
presenta para emplearlas la generación que va á for-
marse. Vosotros pues completaréis la obra de la legis-
lación; y ya que los españoles de ahora no tengamos la
fortuna de legar á los que nos sucedan la riqueza, la
abundancia y el poder, á costa de continuos peligros,
de trabajos sin término y de inmensos sacrificios les
vincularemos á lo menos los dos mayores bienes del
hombre civilizado i u uistbugcioii , iá ubsütad.
«■Wl
V. «
iiiiiiiiiiii"rfri"i'i| | |iiiii'| | |iiii i i ' | | | ' i| i| iiiiiiii i i i nii
NOTAS.
mttt\, ilepndo li dittncclan 4i« lii il-
ciiloMilM 1 loi nndUitd, j al mijot
BMloi 1 lu ttPüUiiciiiB pichln ttB caro.
I da4i eanfundcn ini mlrenldad con in
i(iepiTeeenacoiiieiiieiit«íanuiio,scrii,
la, tilnflo t iva feíJidUiíl pin lotiro.
I i(M M bii HiUs pmMiet p*n Nber
iirrencli ■! ■proicctaimleiito en Iob iloa-
lidii M l> luiltnlt i» Su Farnindo , «
lr*reialMlc|la dgclTOjfiaídlMdeSin
le d« qns el nido de b Mrte ■« pe^idlcí
il flilsdl* rt la ipllcedi» da le JnrenUd.
IB 11 didi uU «a ti** p>Ke decidid! por
1u nnlTcnldedei mu célebreí j toBcorri-
(udtd* r eililea « e«pl»let d eo (nndci
BoIdbU, PbtIi, TtriBi ea Fnncii PiiU;
CeDbrid(g,EdlBk«rfo;cii AlemtnJi Vle-
i;enEipilBSiliBiBci, Vlllldalld, Serl-
r doBdt M w qae en todoi tleapn t cb to-
reide lu flelTenldedn m biD Ido t bitett
utibleceTlu, ilBo i^nellM piBloi en ne
(iti
Moneen homhm di todHclH«i,ier*edo(
,T*coiliiiibiBdoi i ditl loi eonodadeBUt
cloB que ilentB t In uoi t MovenleDclii
1 le idqileren el lulo j IIbo bb lii iitei,
udo T Jaldo uao ea lii lemí, ti deipelo,
toBO ea 1i coBTSreicloB, ijeno de aqirlli
I pedtate qae inelea leaer loi etladloi
paebloi no lalclenlemeBU eoBciiridoi ni
lina BMiBle de U Miedad j del relira ba
nielM de loe latorss *a apreadlt aai fie
)diTli aa la coBTenieiOB teatnl qae bb It
I uMMendoaei ■ qae tal lei lendriin ma-
e iaiUtaloi de >enor lapoitucia, lOB di
t mpeelo de la Bnliecaldid Ccalril, doiilg
•er la eitcMlon j rampleaienlo leeeMriat
atadiiaui, ilaa tiblot.
la lat aatorti diado* aa w coialderaa t*
tí upeeio qae preunU 1i laperioildid 4*
MnoclBieatoi n loi HHOt ea qae retptt-
oa. Pero Biiibo* de alloi, tMi* Biffoa,
CoadOlie, Ptaatlla, bai bacha iBMblea Mrrlelet tapottulU'
■oe I eita nltno eiplrita Uoidleo qia uracterlu I h aiflo. T
(qaldi dottoiooa ja qu el InHOiUI Moaleafaleí ea h Rudidor
r>n padre!
(S) No baj elertiaaaie butantet eolona m a alocineti rtn
qu protMaa , «a toiida
M* et CuU MU la i(ra-
deur r bendedr el baBdk» Malo dait noaolfa, qae M* ftU poco
t poca ueaada de aqaeHi «eallM , j «Méudo d Moda da eiti-
dlir para iafc«f. mi* ia uta uaaiilaaalBi da laou ÍBcrai lo*
ealableclmlenloa de «aMEaau qie u etl(leroa deapiéi es dUe-
renleí épocu, fandido* loto* lobre biui eonienlCBíe* put di-
riflr el eiieBdlDlOBlo j adieitnrla ea 1> tdqalileloa de la Ut«-
nian 7 da la deaela. Tila IVeroa á lenliiilo da Robla j loa
«itBdlo* de San lildra ea Madrid , deipnt* de U eipAloa do lo*
JenUm ; ti aemlnirio da Terpii , el de Saa Fil«eBcli aa Mirda,
el pila de eatadloi formado ptn 1* aalrenidid de TileoeU, la
reforat de loi de Bteíonien SilinaBci. el IniUlnlo Aitorliao, lia
eiend»! nllltwe*. A lu licei adqBlrid» enloaua m debid (•■-
bien la rindiclaa dd eoleilo de «lrtl<i aMka é* Baredona , al
qae M itialeroa el de Ctdií j Hatrid , ea e«ra pla>U H tarierea
pruenleí loa aejoru priadploi , j de doado baa uUdo Ítalo*
eicelenleí profeioreí ; ricalullToi. So lallajo no ae ba lialtido
■alo al irte de tarar, deo qae Umblea bi ilcutado I eUmder
la elelOB jilliur laieidipin liidqaUldoa daludeaiéuaa-
illlirUfComo ton bqnliilci t> boUalu , ele.
TodiTli a mjor, eonddenda IndiTidDilmeale. d bueldo
qae ki redblde la Eipil* de la oooinnlcadon de lu lacu iww-
ntuen d tifio puedo; j pumiel dnaíaierD deiagelotqaepor
daolaa.TeatldtMpr* lenltndo qae TCater lu ildot de na>
nal) edactdoB prlnera , bu libido lobrtpoaerM * la l(iarudi
COBIM, Mtidir lupreocupicloaei, Imbalree de principio! tiaot
} reotoi, j peittrar loi nltiertoi qnt Un Dobleneaie ^tnltu al
entBBdlE'leBlo, atl ea el eiudlo dd bombre cono aa el de la
Bitdttleu. Prodicdsnulllanrlu jdnUlutiUitrdtdbab*
bidé nv pDui ; j ato dablt ter ail , aieadidu lu MMbí* ai-
ui qie baa lalnldo par* ello,r «va tipoildoa m (*de ule
lapr. Pera ea aedlo de eM repoto j dieido lo bu <«ttd« de
lu ttaetlni qae dibu de m fntfu te patita d la par ton lo ua
■IMdeEaropi. ToaedtartaqiiMUiiadaleaipladeaB boa-
br* eají Boerta atli Uorudo in lu leliai. la llsianí } )u
TlrtUe*. 'Dliao de Tvfol piredd M Praadi ti Ii/timtmtr*
Jafapifnria, dlpolaBbiendeSBltbenlB|laURi>;r etUu*-
Ue* iHifMi na a defttBeaie m Uuloi le It pardillM m-
palola ,a la aptala* Itmia p Ulanl afitúM do ib docWBIe
UdaoTo onnaterol.
PARTE SE6UND
HISTORIA
VIDAS DE LOS ESPAÑOLE
j . PRÓLOGO.
Lis vidas de lo* hombrea culebrea soo, de lodos loa gíaera
leerse. La carioajdad, excitada por el mido qne aquellos person
cerca j contemplar mas despacio í los que cod bus talentos, vir
ciuilribuido á la formación, propvsos j atraso de las nacloiies.
rea ea que á veces es preoiao entrar para pintar fielmente los ca
tanto mas la atención , cuanto en ellas se mira ¿ los héroes mas
que se presentan en la escena del mundo, y coavertirse en ho
tos Oaquesas y sus errores , como para consolarlos de su superi
Asi es que nada iguala al placer que se experimenta leyendo
Nepote , y las de Plutarco cuao(h) jóveo : lectura propia de los
el oorazra mas propenso á la virtud cree con facilidad en la virtí
Dándose naturalmente por todo lo que es grande y heroico, se i
toooes es cuando elegimos por amigos ó por testigos de nuesl
DÚMi , Epaminondas ; y estos amigos son tal vez , de los que se ea
que al fin no hacen traioion á los sentimientos que nos han ins
so ejemi^o, y quisiera ansiosamente sembrar como ellos la carr
res de gloria y de virtud ; y aunque después el curso de los aü
expwieneia btal qoe se hace de los hombres, resfríen este arde
mente sus huellos , y siempre queda algo de su fuerza para rec
para consuelo en las adversidades. Se puede ciertamente dar la
escribir histraia en su parte económica y política ; pero en la D
taja conooida , y sa efecto ea Infinitamente mas seguro.
El mayor esec^o qne tal ves tiene este género es la perfecdoi
Este gran modelo está sieII^>re presente para acusar de temei
i^nir el mismo camino. En vano se le tacha de difuso é impwt
eomo una vieja ensueños, oráculos y prodigios; de dsr á gene
Ikbulosas , na valor impropio en la pluma de un filósofo, i Qué i
la anüttacitm que tienen sus pinturas y la importancia de los sai
eogafiarse: nutaroo no ha sido igualado hasta ahora, y es de (
Su libro manifiesta ser de un sabio acostumbrado al espeotáe
so admira de nada, y pw lo mismo q>lande y eondena tía exalti
BRAS COMPLETAS &E DON MANUEL JOSÉ QUINTANA,
loiia le íu^re , y va espardeodo en sa camino máximu proñindas 7 coa-
I compara á on caudaloso río, que se lleva sin ruido y sin esfuerzo por ana
. ríega y iertílisa toda con sus aguas. Pero esta no bastaría á dar á su obra el
isenta , sin la naturaleza de su argumento , único por ventura en su especie,
bar en talentos, en TÍrtodes y en gloría las dos naciones mas célebres de la
as artes y el ingenio, otra por su fuerza y grandeza. Se fija después la vista
ece aquella vasta galería , y cada uno sorprende por el movimiento que Íro-
ste la da leyes, el otro costumbres; el uno la defiende de la invasión, el
conquistas; este quiere salvarla de la corrupción que la contagia, y aquel
jue ha de ponerla en combustión : todos ostentando caracteres eminente-
á la virtud , ya á los talentos , ya ¿ los vicios , ya á los crímenes ; y caú todos
icíon pereciendo violentamente, porque el movimiento y la reacción de
;en al fin el vértigo que los devora i ellos mismos. No, la historia moderna
t eq>ectáculo tan en^gico y tan suUime; ninguno de nuestros penooajes,
I suponga, se ha encontrado en la situación de Solón, terminando la anar-
las leyes sbiaas y moderadas , pedidas por todo un pueblo y obedecidas por
ianáo de on golpe á la molicie los ciudadanos de Esperta, y sujetándolos á
para que no áiesen sujetados de nadie; de Temístocles, burlando en el es-
arrogante ambición de Jérjes ; de Uario , en fin , vencedor de los cimbros,
Italia.
ato DO sea igual nilamateria tan rica, no por eso deben desmayar loa es-
in género tan agradable y tan útil. Es oprobio á cualquiera que jvetende
m ignorar la historia de su país; y si la pintura de los personajes mas ilns-
)rincipal de ella , ñierza es intentarla para utilidad común , aunque se esté
le Plutarco , y aun cuando los sogetos que hay que retratar no preseiMen
oporciones colosales que los antiguos.
'. que no tiene sus héroes propios i quienes admirar y seguir^ Cuál la qne
des del bien al mal y del mal al bien, que es cuando se crían estos hombres
) será ciertamente aquel pueblo que alzd en las montañas septentríonales de
de la independencia contra el ímpetu (knáüco de los árabes. Allí no solo se
presión en que gime el resto de la Península , sino que , adquiriendo faerzaii
ocar á sus enemigos de la larga poseúon en que estaban. Ningún uixilio,
:ipe ó gente alguna; dividido entre si, ya por las particiones da los estados,
ablecidas por sus reyes, ya por las guerras que estos estados se hacían,
»; al mismo tiempo nuevos diluvios de bárbaros que el África de cuando
reforzar á los antiguos ; y todo esto junto mantiene la lucha por siete siglos
sene terrible de combates, da peligros y de ncttnias. Salen, en fin, los
la, y entonces, á manera de fuego que comprimido videntamente rompe
] luz y en estallidos, se ve el español enseñorearse de la mitad de Eun^M,
ctividad ambiciosa, arrojarse á mares desconocidos ó inmensos, y dar un
mbres Para hacer correr á una nación por un teatro tan vasto y desigual
ta cai-actéres enérgicos y osados, constancia á toda prueba, takatos exti*>
[>aces de la virtud y el vicio , pero en un grado herdico y suUime.
s caracteres sobresalientes es la materia y objeto del lÜN^ que ahora se
i de él las vidas de los reyes , que , como parte principal de nuestras histariÉS
mismo mas conocidas. Se eogañvia cualquiera que buscase aquí la soIuckni
ras que á cada paso ofrece nuestra historia por fiüta de documentos autén-
'ec de ser una obra de agradable lectura y de utilidad mwal , que es lo qae
uto, se convertiría en un libro de iodagacioaes y controversias, propias
lito ó de UQ anticuario. Para senlar la probabilidad histórica de los be-
los autores mas acreditados; y estando indicados ai frente de cada vKla
1 presentes pnra su foimacioii, los lectores que quieran asegurarse de la
PARTE SEGUNDA. — HISTORIA.
[as noticias podrán buscarlas ea las mismas fiíeate
infinitas preciosidades que , ó por nuestra incuria <
los archivos públicos y particulares, se corregirái
ora se ignoran , y son necesarios para escribir nucí
tpto de mucbos está aun por hacer. También ent
podrán ser retratados por un pincel mas diestro y
á quien se destina este ensayo , tendrá lo que hast
an , á lo menos que yo sepa.
ros varones ilustres , publicados con tanta magnii
Real , han sido dirigidos a diferente fin. En aquella obra la estampa es lo j
marío que la acompaña ea lo accesorio ; y si se indican por mayor alli loi
que está afianzada la fama de los sugetos , no están igualmente determii
progresos, las dificultades y los medios de superarlas: circunstancias que
grande un personaje y le hacen sobresalir entre los demás. El celo mii
obra filé causa de dos inconvenientes que hay en ella. Uno es la multiplicj
brea retratados, y que se dan por ilustres; efecto necesario de no haberse
verdaderos limites de la empresa. No se dan la inmortalidad y la gloria coi
piensa , y hay hombre realmente grande que se avergonzaría de los compa
en aquella colección. El otro inconveniente es el tono de elo^o que reii
8umaríos.Nadamascontr8ríoáladigmdadyobjetodeuu historíador: cut
y se disculpa ó se omite el mal , ó no se consigue crédito 6 se inspiran idei
El autor de la presente obra ha procurado evitar estos escollos. Los héi
pleado su trabajo son aquellos cuya celebridad está atestiguada por la vi
tradición ; y no cree que ninguna de las vidas que ofrece ahora al públic
contradecir al titulo del libro. El Cid Campeador , nombre que entre ni
esfuerzo incansable del heroiamo y la fortuna ; Gusman el Bueno , igual i
sonajes antiguos en magnanimidad y en patriotismo ; Roger de Launa , el
ha tenido la Europa desde Cartago hasta Colon ; El príncipe de Viana , tan
rácter , su instrucción y sus talentos, tan digno de compasión por sus des£
su destino , á la majestad y esperanzas de un nacimiento real , el ejemplo ;
cular injustamente perseguido y bárbaramente sacrificado ; Gómalo de
ilustre general del siglo xv, aquel que con sus haiañas y disciplina díd á i
lioridad que tuvo en Europa por cerca de dos siglos , y que en su carácter
senta un espejo donda deben mirarse los militares que no confundan la fer
Tales son los hombres cuyas vidas comprende este tomo < , escritas sin od
los lústoriadores mas fidedignos las han presentado á mis ojos. Sí por acá!
ridad con que se condenan ciertas acciones y ciertas personas, se debe co
que sin esta severidad no puede ser útil la historia, la cual quedaría en i
mera y fiú relación de gaceta. A las personas vivas se les deben en auseí
coHteoqtlacion y atenciones que el mundo y las relaciones sociales prescr
tos no se les debe otra cosa que verdad y justicia. Por otra parto , si se leei
bnenoe libros i se verán en ellos las mismas censuras , aunque ahogadas e
que contienen. Cada siglo que se aüade á nn hecho aumenta la acción y la
impuviahnente ; y no sé yo por qué hemos de carecer en el úglo xix de la
Ztúita , Mariana y Mendosa tuvieron ya en el xvi.
No creo que debo añadir nada sobre el sistema particular de composicii
mas de auraclon , estüo y lenguaje de que he usado. Toda recomendaí
parte lería absolutamente saperflua. El público, como juez único y supre
aará rin apelación, ó tal vez dírimolará los yerriH y descuidos del autor, ei
ttS, que ea lo que le ha puesto la pluma en la mano para escribir estas Vi
I lidaiflli prlBMi lapnilM <• li pNMBit «In, UTO ■«■« prlB«i« toapniAi Mbi ctoM
EL CID.
HMral. EtMlMO,
Bjín lot ojt» OÍ los tiempM antigaoi
Iwia la ñíli no percibe mis que um-
tán coDÍundidM los penonajes, los ca-
BStumbras. L> niTOr sagacidad , la mas
I , no pn«deD abrirse ctmiao por medio
as Tüdts 7 discordes, de los prírilegios
j de lai tradicioDes vagas que no* ban
• abuelos por testimonios de sus acdo-
I do una pnh¡t indagacioD se cree ha-
) la verdad en esto d aquel becbo , otns
t y otns proebu tienen al insiuite i
al descnbrimuiUi; y ei resultado de on
Lidioso DO es en los escritores siao ana
¡nos coordinada de coqjetnru y probt-
I semqante oscuridad se dhrisk nn cam-
onomla, oñisceda coa loa cuentos po-
utrariedad do los autores , no puede de-
clámente, pero cuyas proporciones er-
oguen por entre las niebiss que le ro-
Rodrigo Diaz , llamado comumnente ei
r, objeto de inagotable admiración para
I eteñías disputas entre los críticw; los
udo por bbulosas una parle de las ba-
I securalan, se na precisados á reco-
u otras iguafanente extraordinariaB.
u Obulaa, tía embaí^, m hallan tan
Boria del Cid , que sin ellas la relación de
st fida pareeeri i mncbos desabrida y desnuda de in-
n bailaba alli un aumento apacible,
n todos los pasos de este perstmaje con
JrcnnUiiidis maraTiUoiaa y singulares. Aquel desafio
wnel conde da Gonnai, kpsamoresypenecudonde
ra hija , el dictado deCíicoDqnelo«dtidanlosreyee
nona CMitÍTM , n eipedicioD bizarra á (ostener la in-
ieyendenria de Castilla coolra lai pretensioiiesorgu-
loaasdel emperador de Alwiania: lodo preparaba el
Ibíiiio é la tJmÍTirtwi de las h^Müsf siguientes. Has
BstMjotrM eoMitos, adoptados Im^denlemuite por
la HMaria , han lid» MBfinsdos á las novdas , á los r»>
nancea y al teatro, dude se ha bacbo de oUoa on oso
taUi; jBodrigo, porser nanos singular en su ju-
M adnirable eo el resto de
NacM en Búi^, hiela la mitad
Diego Laiuai , caballero de aqu^
ba mire sus ascendientes i don D
de sus pobladores , y d Lain Calvo, j
naba entonces en esta prorinda Fe
niendo en su mano el dominio de Li
cía, fundó la preponderancia que de:
castellana sobre las demisde la Peni
tuvo cinco hijos , y i todos guiso d<
su muerte. Ni las desgracias sucei
sion que biso su padre, el rey de Na
Hayor, ni las representaciones d
cuerdos había en su corte , pudiera
lento. El amor de padre lo venció t
yeai tus hijos bbri la niina de d
al Estado en los horrores de una gi
la partición Castítia á Sancho, Leo
cía i Garcfa ; las dos infantas Urrai
heredadas, esta con Is ciudad y
aquella con Zamora; y se dice que
del padre juraron respetar esta div
mo hermanos. Vana diligencia, jai
ambición , y nunca menos que en
Sancho, superior en fuerzas, en '
sus hermanos, hiego qne murió i
pauamiento á despojarlos de su
único sucesor en el imperio del re]
Era entonces muy joven Rodriga
fano de padre; y don Sancho, por
dos que Diego Laiuei bahía hecho
hijo en su palado y cuidaba de
educación seña toda militar; y loi
íueron tales , que en la guerra de A
de Grados, donde el rey don Ri
muerto, no hubo guerrero alguno
Rodrigo. Por esto el Rey , que ps
armado poco antes caballero, le
tropa*, qne en aqnellos tiempos er
la milicia, al modo que después I
Desembaraiado Sancho de las gi
vio su pensamiento á la dril , qae 1
qne hito al instante á sus hermau
estin discordea sobro i quién de t
ro; nai la probahiUdad está por ia
dnigm i don Alfonao como k p
con los da Sanebt
lE DON MANUEL JOSÉ QUINTANA.
están
o,fe-
estre-
de su
luelio
enlaa
a deja
'enci-
á6D-
Ellos,
I de la
o asi,
i Bey,
dados
!, jse
igiai
«dor,
irrado
Ihpu-
odio.
unte-
atro-
abait-
sgúal
ismos
»,di-
Q sos-
tes en
dados
quiso
6u
dos, 7
bo se
leeo-
tÍTOS.
metió
¡ro.y
iróde
iGar-
roD d
ir por
lues-
>reci-
I, que
lio de
y la sangre. Señor de Castilla, da Galicia j de León,
Sancho II DO se consideraba rey si no poseia también
lo corta porción de sus débiles liermanas. Laniú de To-
ro á Elvira y puso sitio sobre Zamora. Aquí la suerte
le teda guardado el térmiao de su carrera; y el terror
de tantos reyes se estrelló en una ciudad defendida por
(HN flaca niijer. Cuaedo raas apretado tenia el sitio.
Vellido DolfoB, un soldado de Zamora, salió de lapbza
á manera de desertor, ganó la conüania del Rey, y sa-
cándole un dia pftTK enseüarle una pcría del muro qu«
por sar mal defendida podía facilitar la entrada en el
pueblo, bailó raodo de atravesarle con su mismo vena-
blo , y bnyó á toda carrera de Zamora. Dícese que Ro-
drigo, viendo de lejos buir al asesino, y so^ciíando su
alevosía, montó ácaballoaceleradameiite,yquepor no
llevar espuelas no pudo alcanzarte , de lo cual irritado,
maldijo i todo caballero que cabalgase ain ellas.
Mas, dejando aparte todas las Muías que se cuentan
de este sitio (107&) , luego que fuá muerto den Sanclio
los leuMses y gallegos se desbandaron, y los caslallit-
no« solos quedaron ea el campo acompañando el odi-
ver, que lué llevado i sepultar en el monasteiio deOña.
Entre tanto don Alonso, avisado de aquella gran nove-
dad , partió á toda pnaa de Toledo á ocupar los estados
del difunto. En León no buba dificultad ninguna; y en
Galicia, aunque don Garda pudo escapane de su pri-
sión y trató da volver á reinar, fué arrestado otra vai;
y don Alonso tan culpable con él como su hermano,
le condenó i prisión perpetua y ocupó sa trono. Cas-
tilla presentaba mas obstáculos : Irritados sus natura-
les de la muerte alevosa de su rey , no querían rendir
vasallaje i Alfonso mientras él por su parte no jurase
que aquella iobmia se había cometido sin partidpacion
suya. Avínose et Rey á hacer la protestación folemue
de sn inoceocia; mas ninguno da los grandes de Casu-
lla osaba tomarte ei juramento por miedo de obndefle.
Solo Rodrigo se aventuró á representar la lealtad y en-
tereu de su nadoo ea la ceremonia, yostt se celebró
en Santa Gadea de Búrgoa delante de toda la nobleu.
Abierto un misal , y puestas al Rey sus manoa en él,
Rodrigo le preguntó : «¿Juráis, rey Alfonso, qoe no
luvisteíB parte en la moerta de don Sancho fot manda-
to ni por ooDsejoT Si jarais en (abo plega i Dios que
muroía de la muerte que él murió , y que os mata un vi-
llano, y no caballero. » O toi^ Alfonso el juraoMnto con
otros vasallos auyoa , y repitióse otra vea ; Budindosele
en ambas el color al Rey , ya abochornado de la sos-
pecha, ya Indignado del atrevinüanto. No fidU ^niea
deseche lamlñea esta incidencia GODM una CUwU; pero,
además de no ser muy Alertes Iss iwnes que se alegan
peraello,cnadra tan Uen coates costumbres pundoDo-
rosas de) tiempo, inca tanto honor i Rodrigo , y da ana
rann tan pUnsible del Ttnax que teda so vida le tov»
el Rey, qne no 1m querido pasarla «n tUendo.
AI pincipio M eilom daacoliiafto este odio, al It
p«rt¡tica toacang^aln. BoAigt, tiawrtQ con tefcmiUa
real poi itt mqjer doBa JimenaOiu, bjjadeiHonde
Parte segunda.— historia.
a6 at Re; en sin prímeriM riBJes, fieles, ItM aocorros i
OD en TBiíos pleitos qne,aegunlft ellos se baciaii:tod(
toces, habiande decidirse parlas reunionenqueesta)
d SeTÍUa j á Córdoba á cobrarlas Eq tal situación i
panaaqnaGosprÍDcipespagabaniCBstílJa. pesar de la oscuriij
HacIanseentoDcesguMra el rey deSerilta yelde Gra- délos escritores, c
nada, á quien aniiliabftnalgnDiiscaballerosctistianos. su destierro. Guaní
Estoscon los graDB(Ünos Tenían la vuelta de SeTÜIa para estados pequeños , i
combBtiHa,y amique eiCSd les intimú que respetasen te Ter levantarse es
al aliado de su rey, ellos despreciaron su aviso 7 entra- tencia en la guerra
TOO por las tierras enemigas talando los campos y cauti- Si la víctoría corona
rando los hombres. Rodrigo entonces salid i su encuen- su nombre y de so
tro al frente de los setillanos , los aiacii junto al castillo partes á sus bander
de Cabra, los derrotó enteramente, yvohióáSenlla, soldados, consolidí
cuyo principe no solo le entregó las parias que debía, gabundos, cuyo da
sino que le colmó de presentes, ctm los cuales honrado toda la tierra eiid<
j eariqnecido se volvió i su patria. los que los temen ó
En ella le aguardaba ya la envidia para hacerle pagar y su asistencia á fiíe
l38 venUjasde glorie j de Tortuna que acababa de conse- los qne les resisten
guir. Tuvo AlfbnsoqnesalirdeCastilla asosegar algunos su violencia, desús
firabes alborotados en la Andalucis, y Rodrigo, postrado ningún principe los
poruña dolencia, no pudo acompañ arle. Los moros de guerra hade mante
Aragón, valiéndose de la aasencía del Rey, entraron por gor, y los pueblos
losestados castellanos y saquearon la fortaleza de Gor- de enemigo, son vi
mas; lo cual tábido por Rodrigo , aun no bien cobrado manamente robado
de sn enfermadad , salió al insta nte á ellos con su hnes- foragidos para los i
le , y no solo les tomó cuanto babían robado , sino que, su carrerR cuando ,
Kf ohieodo bácia Toledo , biza prisioneros basta siete poder; ya , dándoleí
mil hombres con todas sos riquezasy haberes, y se los trono yd la sebera
trajo i Castilla. Era el rey de Toledo aliado de AHon- en Alemania cuand
so VI, y por lo mismo este y toda so corte llevaron á mal capitanes llamados
la eipedicíon del Cid. «Rodrigo, decíanlos envidiosos, dos siglos auteñore
ba embestido las tierras de Toledo y roto los pactos que su tiempo, aunque o
nos nnían con aquella gente, para que irritados con La serie de avenl
sn correria nos cortasen la vuelta en venganza , y nos en esta época daría
Udesenpcrecer.B Alfonso entonces, dando rienda al agradable, pero bl
OKono qoe le tenia , le mandó salir de sus estados , y él contrario , no prese
abandonó su ingrata patria con los pocos amigos y deu- rillas, cabalgadas ]
dos que quisieron seguir su fortune (1076). ñeded y sin interés
El pod^ de los moros en aqnella época liabia dege- sumaría y monúlon
■erado mucho de su fuerza y eitension primitiva. Ei- truccion alguna ni ]
tfaigtiidoel linaje de los Abenhumnyds , que dominaron receqne bastará dei
i todes los trabes de España , «á imperio se desmoronó, drigo , saliendo de i
j cada provincia, cada ciudad, cada castillo tuvo su lona, y después i Zi
reyomelD índepenfieate, casi todos tríbotariosdelos murió de alKá poct
eristíaiioB. D^lüadoG, porotra parte, con el regalo del estados de Zarogotí
eSma, y entiUado su fañalismo, estaban muy distantes taman y Alfagib. Ri;
de aquel valor bitrépida y snbáae que en sus prime- Zaragoza , defendií:
ros Üempos btbia espantado y dominado la mitad del ella intentaron Alb
mdwso. nmatroeprfMipaa, al cmlrario, se extendían Ramireí, y el crad<
7 Bsagnniban, y contemplando Is diferente posición de la constante pro^
las dosiuciaiH«,ie extraña ceda Tsi mas que nuestros Almnciaman. Sus
■wendieirteaiwam^lasen mas pronto de la Península d Rodrigo, ó eraa ve
los miaros. Pero loa reyes y los pueblos que debiena en batalla; yel r«y ij
«Hproodarto «slabaa aas «ridldoa entra si qae debi- toda la tatorídad ei
BkAob (ds ouemigos; y la partición impolítica de los y da riquezas , wan
AS UE DON
qii%\ prÍD-
a, y el rey
que Bca-
estrasiii&'
y grandes
yUbresde
oaHdelos
1 hombrea,
ciudad del
^^8Uer;T
,tnarcb6i
itas ftrien-
e la bneoa
kdosea la
aslaDuera
«derramó
leí baatis-
lués por la
rto da Za-
fo : entra-
nesa,yei~
ocupando
ir de Abu-
lta silla de
etlalland
a señor de
los moros,
■asada con
1 eialtii de
os estados
nso Ib 11a-
■oydlade-
morandes
, ejercita-
1 venida á
losUanu-
iTolnen»!
I la retrie-
I Tenido &
loa moros
mbien Ha-
cer la for*
■ veces se
»s laeron
91 , doode
I principe,
a fortuna,
«mpo que
ÉlMcris-
ttrecbado
toniprar i
tributario
UANUEL JOSÉ QOiiNTANA
i España , hito cortar la cabeu al rebelde , aflnnj sn
dominadoa en la Andalucía tod« , j se dispuso i se-
guir las conquistas de su gente en el país *.
Con un ejército poderoso, compuesto de Huabnort-
vides yda las fuenas de los reyes tributarios tuyos, so
puso sobre la fortaleza de Halaet, llamada ^ti por los
£rabes,que hacen mención de este si tío en sus historias,
y boy día conocida con el nombrede AUdo. Alfonso, que
prevenía en Toledo tropas para marchar contra Jucef,
avisó i Rodrigo que viniese á juntarse con él , y le diú
úrdea de que le esperase en Beliana, hoy Villena, pordon-
de había de pasarel ejército castellano. Pero aunque Ro-
drigóse apostú en parte doode avisado pudiese efectuar
saonion, sea descuido, sea error , esta no se veriücá,
y et Rey con solo sn presencia ahuy^itd á loa sarracenas.
Aquí fué donde sns enemigos, hallando ocasión favora-
ble al rencor que le tenían, te desataron en quejas y
acusaciones. Pudieron ellas tanto con Alfonso, que, no
contento con desterrar otra vea al Cid de sus estados,
ocupó todos sus bienes y puso en priuoo i su mujer y
sus hyos. Rodrigo envió al instante un soldado i la cor-
te á retar ante el Rey i cualquiera que le bulnete ca-
lunudado de traidor.HususatisIaccion no fué admitida;
bien que ya mas apaciguado el ánimo del Principe per-
mitió i doña Jimena y é tos hijoe que fuesen libres i
buscar á aquel caudillo, el cual tuvo segunda vei que
labrarse su fbrluna por ü mismo.
Ni Alfagid, rey de Deoia , ni el conde Berengno- po-
dían perdonarle sus antiguas afrontas ( 1089 ): el Conde
principalmente bacía cuantos esfuenos le eran posibles
paravengarlat, y la suerte te presentó, al parecer, oca-
sión de ello en bu tierras de Albairacin. Hechas peces
con el rey de Zaragou , auxiliado con diowo por el da
Denia, y asistido de un número crecido de guerreros,
Berenguer fué i eoctrntrar é Rodrigo , que con so corto
qércilo se habla apostado eo un valle defendido por
unas alturas. £1 rey de Zaragosa, acordlndose de loe
servicios hechos por el Cid i sus estados, le avisó del
peligro que corría. El contestó que agradecía d aviso,
y que esperaría í sus enemigos, cualesquiera que Ate-
ten. El Conde tqmd su camino por las montiüias , llegó
cerca de donde estaba su adversario ; y creyendo ya t»-
neríe destruido con la muchedumbre qne le aeguifti le
envió una carta para escaniecaf te y desaliarle.
Decíale en ella que sí tuto w^ detprecio que te*
nia hacía BUS enemigos, j ttata la'OtnfiBDsa en so va-
lor, {por qué no se bajal» á lo llano f4ejaba aquellos
cerros donde estaba guarecido , mal confiado «n las cor-
nejas y en las águilas qne en el Dios verdcAeroT < Dea-
ciendedelasierra, añadía, vén alo
* Eitoi prlMtrot RUfH 4< l<u ilaom
(Ulaeat* m I* nUHi>s i Iií XTtluiaitt i
EilreBilví^ ...
1m irato oftXflti fUiait
campo .SentoBces
t>ARTS SEGuMUL-mSTOltlA.
efeer^moiqae eres lUgno del nombra de Campeador;
si no lo haces , tra un alevoso , i quien de todos modos
nmosicastigarportu insoleacia, tus estragos y pro-
fenaciooes.» A esto respondid Rodrigo qae efectiva-
mente despreciabeáél;ilossQyos,jr los había com-
parado siempre ámiqeres, largas en palabras f cortas
en obrar. * El lugar mas llano de la comarca, le decía,
et este donde estoy ; aun tengo en mi poder los despo-
jos que te quité en otro tiempo ¡ aquí le espero , cumple
tus amenazas , vén ai te atreves , 7 no tardarás en reci-
bir la soldada que ya en otra ocasión llevaste, a
Con estai ípjurias enconados mas los inUnoi, todos
■e aperdbieroa i la pelea. Los del Conde ocuparon por
la noche el monte que dominaba el campamento del
Cid ; 7 al rayar el día embisten atropelladamente dando
gritos foiiosos. Rodrigo, puestas sus tropas á punto de
batalla , sale de sus tiendas, 7 se arroja á ellos con su
' Ímpetu acostumbrado. Ta ciaban cuando el Cid , caldo
del caballo , quebrantado 7 herido , tuvo que ser llevado
á su tienda por los suyos; y este, accidente restableció
el equilibrio. Has lo que en otras ocasiones hubiera udo
causa de uea denota, lo fué entonces de la victoria.
Los invictos castellanos siguieron el impulso dado por
su g«ieral, y airollaron por todas partes i los franceses
y catalanes : gran número de ellos fueron muertos, cin-
co mil quedaron prisioneros , entre ellos el Conde 7 sus
principales cabos; y todo el bagaje j tiendas cayeron
en manos del vencedor.
Berengucr fué llevado á la tienda de Rodrigo, que
sentado m^stuosamente en sn sitia escuchó con sem-
l>lanteairadoIasdiscnlpas7 humillaciones abatidas del
prisionero, sin responderle benignamente 7 sin con-
sentirle sentarse. Ordenó á sos soldados que le custo-
diasen fuera ; pero también mandó que le le tratase es-
pléndidamente, 7 á pocos diss le concedió la libertad-
Tratóse luego del rescate de los demis cautivos. En los
principales do hubo diQculted ; pero i qué habían de dar
los infelices soldados? Ajustóse, sin embargo, sn libera
lad por una suma alzada , 7 partieron después á reco-
gerla ásn patria. Parte de ella trajeron, presentando
SDS hijos y parientes en rehenes de lo que faltaba. Has
Rodrigo , digno de su fortuna y de su gloria, no solo los
dejó ir libres , sino que les perdonó todo el rescate : ac-
ción eicesivameole generosa , pues en le situación á que
tutenonigos le habian reducido, su subeisteocía 7 la
de su ejército d^ndia enteramente de los rescates, de
loa despojos y de las correrlas.
La soerte al parecer mejoraba entonces sus cosas
pora volver i Costilla. Alfonso marchaba contra los al-
morávides, que hablan ocupado á Granada 7 buena
parte de Andalucía. La reina doña Constanza y los ami-
gos del Cid le escribieron que rái detenerse viniese i
miirse con el Rey, y le auxiliase en sn expedición, pues
de este modo volverla i su favín- 7 á sn gracia, atiaba
el castillo de Liria cuando le llegó este aviso; y aonque
tenia reducida aquella fortaleza i la mayor ex Iré mi dad,
levantó el sitio al instante, y marchó á leda pri<a á jun-
tarse eon el Rey. Akundto eo 1
á llártoa ; y Alfonso , oyendo qi
por hacerte honor. Uno y otro
da : el Rey colocó soa tiendaí
acampó mas adelante en lo lian
tenido & mal por el rencoroso
sos cortesanos; ■ Ved cómo m
iba detrás de nosotroi como
ahora se pone delante como ú
cía. B La adulación respondía
bien triste la situación de aqne
no podía ni ir detrás ni ponerse
un enojo ó motivase una sospéi
Los beri>eríscos no osaron ti
cito cristiano; y Jucef, queest
ella, y partió al África, donde
llamaba. Alfonso se volvió éCai
go : al llegar al castillo de Ubec
rienda i sn enojo disimulado ;
labras mas injuriosas, le ímpí
realidad sino en sn encono 7 en
gos; y las satisfacciones , en t
la avivaban mas i cada momei
sufrido con moderación los íi
trataba de prenderle, mirópoi
che con los suyos del real caste
No es posible comprender b¡
do y constante en un principe
so. Llamado liberal por sus m
valor; justo en su gobierno y
sas , comedido y moderado en
forzado en la desgracia; el {
España, y nno de los mas ilns
poder, su autoridad 7 n magni
i sí á un héroe , el mejor escu(
yor azote de los moros. ¿Era en
eravenganzaT La oscuridad d
traslucir ; pero las circunstam
sioD ha llegado i nosotros la [
y es una mancha indeleble e
narca.
Uuchos de sus compañeros i
Cid porsegoiralRey; y él,tr
toda reconciliación con su pati
ras de Valencia , con ánimo pri
allí un establecimiento donde p
el resto de sus dias. Con este ol
de Pinnaratel, le forliñcó con t
7Ó de víveres y armas para una I
el terror de su esfuerzo 7 de su
dos los régulos de la comarca,
el re7 de Aragón, le debió a
salud, pues m cnisídencion
tqnel príncipe con ella. Dei
esta comiderRcion 7 con la p
empresas, volvió su Inimoili
millar á su mayor enemigo.
1
20S OBRAS COMPLETAS DE DON
Era este don García Ordooez, conde de Nájeniy co*
mandante en la Ríoja por el rey de Castilla ; la segunda
persona del Estado por el lustre de su casa, por su en-
lace con la familia real^ por sus riquezas y por sus ser-
vicios; pero envidioso y enconado con el Cid, atizador
del odio que el Rey le tenia, y causador de sus destier-
ros. Rodrigo pues entró en la Rioja (1094) como en tier-
ra enemiga, taló los campos, saqueó los pueblos, per-
siguió los hombres ; ¿qué culpa tenían estos infelices de
los malos procedimientos del Conde? Pero siempre los
errores y pasiones de los grandes vienen á caer sobre
los pequeños. El Cid, irritado, no escuchando mas que
la sed de venganza que le agitaba, siguió adelante en
sus estragos , y Alberite , Logroño y la fortaleza de Al-
faro tuvieron que rendirse á su obediencia. Don García,
que vio venir sobre si aquel azote , juntó sus gentes , y
envió á decir á su enemigo que le esperase siete dias :
él esperó; mas las tropas del Conde, al acercarse, se
d?jaron vencer del miedo, y no osaron venir a batalla
con el campeón húrgales.
Satisfecho su enojo , y rico con el botín , dio la vuelta
á Zaragoza , donde supo que los almorávides se hablan
apoderado de Valencia ; y entonces fué cuando concibió
el pensamiento de arrojarlos de allí y hacerse señor de
aquella capital. Valencia , situada sobre el mar, éb me-
dio de unos campos fértiles y amenos, bajo el cielo mas
alo^Tc y el clima mas sano y templado de España , era
llamada por los moros su paraíso. Pero este paraíso ha-
bla sido en aquellos tiempos bárbaramente destrozado
p (ir el mal gobierno de los árabes y sus divisiones intes-
tinas. Fué siempre considerada como una dependencia
del reino de Toledo, y en tiempo de Almenen gober-
nada por Abubeker con tal madurez y prudencia /que
los valencianos cuando murió este árabe dijeron a que
se había apagado la antorcha y escurecido la luz de
Valencia». Hiaya, hijo de Almenen, reinaba en Tole-
do cuando Alfonso la ocupó ; y uno de los partidos que
sacó al rendirse fué que los cristianos le pondrían en
posesión de Valencia, donde se creía que Abubeker,
acostumbrado al mando, no se le querría dejar. Pero
Abubeker falleció entonces; y Hiaya, siendo admitido
pacíficamente á la posesión del reino, con él entraron
de tropel todas las calamidades. Manda mal ordinaria-
mente y es peor obedecido aquel que , perdiendo un es-
tado, se pone á gobernar otro. Hiaya, aunque bien aco-
gido al principio por los valencianos, no tardó en ma-
nifestar la flojedad de su espíritu y la inconstancia da
sus consejos. La autoridad y las armas del Cid, cuyo
amigo y tributario se hizo , le habían salvado de los dos
reyes de Denia y Zaí*agoza, que quisieron arrojarle de
Valencia. Pero no pudieron librarle del odio de sus sub-
ditos , ya mal dispuestos con él, y mucho mas cuando
vieron la cabida que daba á los cristianos y los tesoros
que les repartía, acumulados á fuerza de titania y de
vejaciones odiosas. Viendo pues ocupado al Cid en tu
expedición de la Rioja ^ entraron en consejo los prind-»
paki ciudaduioe, y xig^rtf odo el dictamen de Abei^jaf,
MANUEL lOSE OUINTaNA.
alcaide que era de la ciudad, resolvieron llamar I toe
ahnoravides, que á la sazón habían tomado á Murcia.
Vinieron ellos, y ocupada Denia, se pusieron delante
de Valenda , que á pocos dias les abrió las puertas. El
miserable Hiaya, sin consejo y sin esfuerzo, quiso á
favor del tumulto salvarse del peligro; y abandonando
su alcázar, á cuyas puertas ya arrimaban el fuego sus
enemigos, huyó disfrazado vilmente en traje de mujer,
y se acogió á una alquería. Allí fué hallado por Abenjaf,
que sin compasión alguna le cortó la cabeza, y mandó
arrojar á un muladar su cadáver, haciendo tan triste Gn
el monarca de Toledo y de Valencia por no saber ser
hombre ni ser rey.
Entre tanto la lama de esta revolución llegó al Cid,
que irritado de la muerte de su amigo, y de que los
crístianos hubiesen sido expelidos de Valencia, juró
vengar una y otra ofensa y apoderarse de todo Diri-
gióse allá, ocupó el castillo de Cebolla ó Juballa, ya
muy fuerte por su situación, pero mucho mas con las
obras que hizo construir en él; y en aquel punto esta-
bledo el centro de sus operaciones. Llegados los meses
del estío , salió con sus gentes, sentó sus reales junto á
la ciudad, destrozó todas las casas de campo y taló las
mieses. Los moradores , afligidos de tantos estragos , le
pedian que cesase en ellos : él les puso por condicioa
que echasen de Valencia á los almorávides; pero ellos
ó no podían ó no querían , y se volvieron á encerrar y 4
fortificarse.
Jucef , en cuyo nombre estos árabes desolaban ks
partes orientales de España, le había intimado insolen-
temente que no entrase en Valencia ; pero Rodrigo,
acostumbrado ¿ despreciar la vana arrogancia de los
reyes, después de volverle en su carta insulto por in-
sulto, publicó en todas partes que Jucef no osaba salir
de Afríca de miedo, y sin intimidarse por los inmensos
preparativos que disponía contra él, estrechó el sitio
con el rígor mas terríble. Rindiósele primeramente el
arrabal llamado Villanueva, y después embistió el de
Alcudia , mandando que al mismo tiempo una parte de
sus soldados acometiese ala ciudad por la puerta de AJ-
cántara. Defendíanse los valencianos como leones , y
rebatidos los crístianos que asaltaron la puerta, se les
redobló tanto el ánimo , que la abrieron y dieron sobre
sus enemigos. Entonces el Cid, formando de los suyos
un escuadrón solo , revolvió sobre el arrabal , y sin de-
jar descansar un momento ni á moros ni á cristianos,
les dio tan rigoroso combate, fué tal la mortandad, y
el pavor que les causó tan grande , que empezaron loi
de dentro á gritar * «Paz, paz. 9 Cesó el estrago, y
quedó la Alcudia por el Cid , que , usando benignamente
de la victoria , otorgó á los rendidos el goce de su liber-
tad y de sus bienes.
Pero mientras los dos arrabales, por su reducción ;
el buen trato del vencedor con ellos, gozaban de la ma-
yor abundancia, la ciudadi al contrarío, se vela redu-
cida al mayor estrecho por la falta de todas las cosas
necesarias i la vida. Cowtrenidoe al Un por la neossl-
Rfldrigí
)iTOft da
regDUpi
MMTÚgi
.donde I
Qétpasó
ngdtodi
leltstn
ncef , iDt
ptcUdo;
il ainUio
ejército
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s. Al fin
«igaf riu
BTOél M
guia. Li
asesÍDO
sdias,yi
:id,que
ituantíi
■I di 1M 1
ObRAS COMPl-V-TAS bfi DOJÍ SÍANÜeL lúSÉ QW.NTaNA.
do oseguror i Valencia, que puma-
Bodriga todo el tiempo que vi?ió. Su
ídco años después de la conquista de
1099), que aun se mantuvo todavía
[islianos bajo k intoridad ; gobierno
las los moros, libres ya del terror que
mpcador, TJnieron sobre ella , y la es>
que i ruegos de la riuda de Rodrigo
no acudir ísocorreria. Los bárbaros
'le ; y él , considoada la situación de
osibilidad do conservarla en su domi-
ia, sacd de alli á los crístiaDos con to-
lotregó la población á las llamas , y se
WMposadoñaJimena, dos hijas, qu*
el inlante de Navarra , y la otra con
ilona : algunas memorias le den l*m-
nurid muy joven en un combate qne
los moros cerca de Consuegra. El ca-
fué sacado de Valencia por sn familia
y Uevado ulunnemeote al monaite-
de Cárdena , junto á Burgos, donde
ero , que ea siempre visitado por los
acioD y revereocia.
do acciones qne la bistoría asigna A
V la muchedumbre de fiibala* que la
después. Todas son guerreras, y su
i basta d sorprender-la imaginadoi],
»nc«bir4|ui¿a en Mts brau de hieT'
ro que arrojado de su patria , con el corto nfimcrú de
soldados, parientes y amigos que quisieron seguirle,
jamás se cansó de lidiar, y nunca lidió sino para ven-
cer. Escndo y defensa de unos estados, aiote terrible
de otros , eclipsd la majestad de los reyes de su tiempo,
pareciendo en aquel siglo de ferocidad y combates nn
numen tutelar que adonde quiera que acudiese lleva-
ba consiga Ib gloria y la fortuna. Loa dictados de Cam-
peador, mió Cid, tiqueen 6*j«n hora lUuei, han pa-
gado de dglo ea siglo basta nosotros como nni muestra
del respete que sos contemporáneos le tenían, del ho-
nor y ventura que en él se inuginabaD. A primera vista
se hacen increíbles tantas haiaBas y una carrera de glo-
ria tan seguida. Has sin que el Cid pierda nada de su
reputación , la incredulidad cesará cuando se considere
que casi todas sus batallas fueron contra ejércitoa co-
lecticios, compuestos de gentes diversas en religión,
costumbres é intereses, la mayfH* parte árabes afemi-
nados con los regalos del país, uno de los mas delicio-
sos de Españs y del mundo. Desgracia fué de Castillu
privarse de semejante guerrero : su esAieno y su foi^
tuna, unidos al poder del rey Alfonso , hubieran quizá
extendido los limites de la monarquía hasta el mar, y la
edad siguiente vEera hi expulsión total de los bárharos.
La envidia, la calumnia, un resentimiento reacwoso
lo estorbaron; y las hesañas del Cid, dándirfe áél re-
nombra eterno, no bidcron otra hien al Estado que
manifestar k debilidad de sus enemigos.
GUZMN EL BUENO
i.-Zdnip, AnttetieSMIIé. loil^lir, Mf
mvrimt *t Álfnua il StHa. Minant , CrMcmi te it» Ahm,
«*u it MeábuiUnU, par Pedro di HrilM. thiltaamut *
lic«» tffWMIi, por Pedro Bimntti llild0niilii,obn IbMIU.
Ktttria i* Im itaiI—tt*M i* ht énia t» EijitU, pot áin
Iteintba en Castilla Aironso el Sabio, 7 era ye el tiem-
po en qoe la suerte liabia canvertido las glorías de bus
primerosañoseauaa amarga seria de desvenluras. Fué
la señaldeelUssuTiajeáFranciaen demanda del im-
perio de Alemania, pues aunque habia arreglado las
cosas para que en su auseocia ao padeciese c] Estado,
lodos los males se desataron á nn tiempo pare descon-
certarlas medidas de su prudencia. Los maros de Gra-
nada rompen las treguas ajustadas con él , y llamando
en su ayuda i Aben Jucef , rey de Fez , iaundan la An-
dalucía, llevindola toda á fuego y sangre ; Doa Ñuño
deLara, comandante en la provincia, muere en una
batalla ; el Príncipe heredero, gobernardor del reino,
talieceeiiVillareaijyelanobispode Toledo don San-
cho, que salid con un ejército i encoatrar al enemigo,
empeña un combale con mis ardimiento que pruden-
cia , y es hecho prisionero y después muerto.
Debió en tal conflicto la monarquía su salud i la ac-
tividad 7 acertadas medidas del infante don Sanclio,
liíjo segundo del Hey, ayudado poderosameiile del se-
ñor de Vizcaya don Lopeí Diaz de Haro , que con toda
la nobleza castellana bajó al socorro del mediodía Con
don Lope riño entonces don Alonso Pérez de Guzínan,
jdven de veinte años, nacido en León , de don Pedro
de Guiman , adelantado mayor de Andalucía , y de una
noble doncella llamada dona Teresa Huii de Castro *.
El sráor de Vizcaya atajó el Ímpetu de los bárbaros, los
derrotd junto á Jaeu, y vengú la muerte del Arzobispo.
Este fué el primer combale en que se halló Guzman;y
no solo se señaló porsusfaeclios entre todos, sino que
lumbien tuvo la fortuna de hacer prisionero al moro
Aben Comat, privada de Jucef; lo cual fué gran parte
) are la conclusión de la guerra , pr^rque vuelto Alfonso
de ni inútil viaje , y escarmentados los enemiqos cnn
aquel descalabro, empexuroa d moverse condiciones de
concierto; y Guzman, que fué el ministro de esta nego-
ciación, pudo con el influjo de Aben Comat, antes
cautivo suyo y ya su amigo, ajuster tregaas por dos
■ños con el rey de Berbería (1376).
En celebridad de esle suceso se hizo un toraeo en
SeTfllftdehuitedelacor[e,donde,deIiDÍsa)omodoque :
< Dairialtt la lltu dotí tulfl.
en la batalla, Guzi
bizarría. Llegada I
senciado la fiesta,
hahia distinguido
muchos á un tiem]
que lo hizo mejor,
porque habia algo)
ees don Juan Rami
don Pedro , que se
pues sucedida BU [
narca: «Señor, Al
no de ganancia, n
mas que á nadie á
ella la ilegitimidad
llamaban liijos de f
DO veladas , y su m
sonrojado asi delar
Inlleros presentes,
dad, soy hermana
depérdída;ysino
quien nos hallamo
coa que debéis tn
de ello , sino quien
üó.BEIRey, iquli
dijo entonces: «P
esf es costumbre d(
hijos de mujeres vel
costumbre ds h»
cuando no son bien
yan á buscar fiíera 1
y juro no volver mi
llamar de ganancia
el fuero á los bijosd
reino, porque desd
fiido de ser TueUn
mas siendo vanos si
plazo que pedia, en
Ii:ibia heredado de
eu la guerra, y se e
(¡unos amigos y crii
ron seguir su fortuí
En las estrecha!
tre las dos naciones
pa&a, era mny coi
irseiíanirálosm
dos da los cristiano
Jucef, 7 Gtumtn u
que le etistiríe en I
re; d« Castilla ó cu<
^ii
ÓBIIAS COMPLETAS D& DON MANUEL )OSé QÜINtAÑA.
monarca bert>erisco redbió á él y á sus compa&eros con
el mayor agasiy o ; y dándole el mando de todoaloscrís-
tianos que estaban á su servicio, se le llevó al AMca
consigo.
La primera expedición en que le ocupó fué la de Ir á
sujetar los árabes tributarios de su imperio, que, de-
biéndole ya dos años de contribuciones, se resistían á
pagarlas U Estos árabes, siguiendo siempre la costum-
bre de andar divagando, no tenian asiento ni domicilio
lijo; no pagaban jamás sino forzados ; y entonces, or-
gullosos con su muchedumbre, llevaron la insolencia
iiasta amenazar al rey de Fes que le quitarían la coro-
na. Guzman , encargado de reducirlos, propuso á Aben
Jucef que comprase ó hiciese dar libertad á todos los
cautivos cristianos que hubiese en la ciudad, los cuales,
agregados á sus soldados, bastarían á sijyetar á los re^
heldes , sin necesidad de llevar muchos moros consigo.
Ilízolo así el Rey; y Guzman al frente de mil y seiscien-
tos cristianos, y de algunos moros que también le si-
guieron , salió en busca da los rebeldes, á quienes ai^
remetió y con grande estrago ahuyentó hasta sus tien-
das. Espantados y escarmentados sus alfaquies, vinie-
ron al campo cristiano, y no solo ofrecieron las pagas
que debian, sino que añadieron muchos dones para sus
vencedores á fin de que los dejasen en sosiego. Había
muchos en el ejército de Guzman que opinaban porque
no se admitiesen sus ofertas; y ensoberbecidos con su
fortuna, querían que se destruyese del todo y aniquilase
aquella gente amotinada. Mas el caudillo español, co-*
uociendo que la seguridad de los crístianos de África
consistia en. la necesidad que de ellos tuviese el Rey
para tener sqjetoa á los árabes tributaríos, no consintió
m destrucción, y aceptó las pagas y dones que le hicie-
ron. Con esto dio la vuelta á Fez, y el Rey hizo genero-
samente merced de Una de las pagas á Guzman, el cual
la partió con sus soldados.
Con este servicio , con su prudencia y sus demás vir-
tudes , so hizo un lugar tan distinguido en aquella cor-
te, que Aben Jucef ponía en él toda su estimación y
conGunza. El poder y autoridad que allí disfrutaba re-
sonaban en Castilla á tiempo que la monarquia, des-
garrada en dos facciones , estaba en el punto de pade-
cer una revolución lastimosa. En medio de las prendas
eminentes que adornaban á Alfonso el Sabio , veíase en
sus consejos y determinaciones una irresolución y una
inconstancia muy ajenas del carácter entero y firme
que tan resjpetable había hecho á su padre. A los dos
grandes errores de su reinado , la alteración de la mo«
neda y la aceptación del imperío, anadió al fin de sus
dias la intención de variar la sucesión del reino, solem-
nemente declarada en Cortes á favor de su h^'o Sancho.
Es verdad que esta declaración bahía sido hecha en
perjuicio délos bjjes del príncipe heredero don Fer-
nando de la Cerda, muerto en Víliareal ti tiempo dele
4 U Crmuiilre§ imíAkmpXt y Samatas Maldoaido let
San el nombra de nkMñen y «te SItlao dtsf fstses los WktM
%üt \q% qai eatn as«otr9i M UaiU»aa $ttré§u
invasión de los moros. Pero Sancho habta defendido el
estado; y el vigor y la prudencia que manifestó enaque-
11a ocasión, ganándole las Toluntades de los grandes,
de los puebles, y aun del Rey, fueron recompensados
con llamarle á la sucesión, exduyendo de ella á sos so
brínos. Si esto fué una iiy'usticia, ya estaba hecha, )
cualquiera innoyacion iba á causar una guerra civil,
porque Sancho no era hombre de dejarse despqar tran-
quikmente del objeto de su ambición, conseguido ya
por sus servicios. Estaban anteríormente encontradas
las voluntades de hijo y padre con disgustos domésti-
cos, enconados miserablemente por los mismos que
debieran concertarlos. Asi, cuando el Rey prepuso una
nueva alteración en la moneda, y que se desmembrase
el reino de Jaén para darle á uno de sus nietos, rompió
por todas partes el descontento; y juntos en Valladolid
los ricos-hombres con don Sancho, declararon inhábil á
administrar y gobernar el reino al legislador de Castilla.
Las mas de las ciudades, los prelados, los grandes, sus
hyos, su esposa, todos le abandonaron, menos Sevilla,
que se mantuvo sola en su obediencia. Los otros prín-
cipes de España aliados y paríentes suyos no le acudie-
ron, y el rey de Granada, su enemigo, confederado con
su hijo , hada mas espetóse el peligro y mas escanda-
losa la rebelión.
En tan amargo apuro el infeliz monarca, iodo entre-
gado á su desesperación , pensó meterse con todas sus
riquezas en una nave que hizo preparar y pintar de ne-
gro; y dejando su ingrata patria y su desnaturalizada
familia, abandonarse á las ondas y á la fortuna. Mas
antes de poner en obra este desesperado designio , vol-
vió los ojos al Afnca, y se acordó de Guzman , y quiso
implorar la autoridad y el poder que disfrutiiía en la
corte de Fez. Entonces fué cuando le escribió la carta
citada por casi todos nuestros historiadores, monumen-
to singular de aflicción y de elocuencia, al mismo
tiempoque lección insigne para los príncipes y los hom-
bres. Su contexto literal es el siguiente :
o Prímo don Alonso Pérez de Guzman : La mi cuita
a es tan grande, que como cayó de alto lugar, se verá
» de lueñe ; é como cayó en mí , quera amigo de todo el
» mundo, en todo él sabrán lamí desdicha éafincamien«
» to, que el mío fijo á sin razón me face tener con ayuda
» de los míos amigos y de los míos perlados; los cuales, en
» lugar de meter paz , no á exceso ni á encubiertas, sino
» claro, metieron asaz mal. Non fallo en la mía tierra
9 abrígo, nin fallo amparador ni valedor, non me lo me-
» reciendo ellos, sino todo bien que yo les fice. Y pues
»que enla mía tierra me fallecequienme había deservif
vé ayudar, forzoso me es que en la ajena busque quien
» se duela de mi : pues los de Castilla me fallecieren,
9 nadie me tema en mal que yo busque los de Benama-
arín. Si los mios hijos son mis enemigos, non será ende
a mal que yo tome á los mis enemigos por ^'os ; ene-
»migos en la ley, mas non por ende en la voluntad, quo
» es el buen rey Aben Jucef i que yo le amo é precio mu«
acbO| porque él non m despreciará ni fallecerá i c« es
PAHTE
» mi ilragnido i mi apilguado. Yo sé cointo lodesiii-
s ya, j cuáalo ru «mt, «id cnánta nison, ¿ cuánto por
BTDostro consejo fori. Non mirodei i cowi pasodu,
BSJDoiprewDtesjcatá quiso lodMéde) linaje donde
DTenidMié queenidgUD tiempa tos (aré bien ; ésilo
» roa aoD ficíese, f ueslro bieo &cer tos lo galardonari;
aque el qas faca bien Dvnca lo pierde. Por lanío , el
nmio primo Alonso Peres de Guimtn, foced i tentu
D Gon el Tuestro iráor j araig? oiio , que sobre la mia
■ corona mas averada que jo be, j piednu ricas que
s ende son , me preste io que él per bien tuviere ; í si la
B suya ayuda pudiéredes aUegar, oo me la estoitedei,
■como yo cuido que aon faredas ; antes tengoque toda
Hlft buena amistanza que del mostró señora mi rioie-
sre seri por vuestra idbdo ; y la de Dios sea con tus-
B co. — Feclia eo la mia sola leal ciudad de Serilla, i los
> treinta a&ofi de mi reiaado y el primoro de mis cuí-
Btas(1282).— £JAesr.»
GuBnan,olTÍdaDdoeldesabrim[eiito pasado, expaso
i jucef la triste situación del monarca caitcituo, y le
presentó la corona que habia de ser prenda del auillio
que se pedia. « Vé , respondió el generoso moro , y llsTa
i tu señorsesenta mil doblas de oro ' para que de pron-
to se socorra ; consuélale y ofrécele mi ayuda , y Toét-
Tote luego para ir conmigo. La corona del Roy quiero
que quede aqui , no en prendas , sino para memoria coi^
timia de su desgracia y mi promesa. ■ Guunan pasd el
ea(recbo,;nnoiSeTÍIIa acompañado de una muche-
dumbre lucida de amigos y criados, y presentó al Rey
desralido el tesoro que ie traia. Asi cumplió con gloría
tuya U terrible palabra que dio al müt del reino, de no
TolTer i él sino cuando pudiesen llamarle Tordadera-
mente de ganancia. Recibido de Alfonso con el hoDw y
agasajo debidos i tal servicio, entre las demás señales
de agradecimiento que mereció fué la de unirle con do>
ña Haría Alonso Corond, doocella noble de Serilla, y
por su hermosura , su riqueza y sus rirludes el mejor
partido de toda Andalucía l. Tenia entonces Guiman
Teioley eeisañoe, y lat)oda se celebró en Sevilla, ha-
ciendo el Rey donación de Alcalá de los Gasules á loa
desposados. De allí á pocos dias did la vuelta al Afriea,
da donde vino después acompañando á Jucef , que se-
guido de gran tropel de jinetes berberiscos, trajo al lo-
coiTD prometido.
fiéronse los doi principes jonto i Zabara en el oaio-
< E*lw iobh* am proktbliKSBl* tumfiAa, mu, ttfa li ti-
Ineltn %n m airo Urapo ■« naiiileA al iitnXn lalp Son
■uacl *a LiBU, autTi^H aiTor J ■■■«<• bij ^cOm «a «*-
M Mitrriu , eqalnlliB t uuiU reilet éi lelloi da iiMln ■•-
Mda ictiiL Lu t» la banda eorreipDndJan at talM áe iCMau i
■no t s««eniirdMr«ilM,IuiioriKMi]<ediicaNittf nchod
■ EnUfBaaAlHtaSeTa*B<«iCM«d,Ta<IAuta,;ladiaa
Saubi Ult*et da Afiliar : u dota m eonraali d« aaabM h*-
Uo* r hendadei u CaiUUa , fiallcla I Poit«|ti, j taaibUa (B el
rilM 1» Sarilla, MI Joraty Itacrot an abudaaeta. Guau ao
tiaaM M «MwMiU *ia pedir ramUa I huí, «m le la dlé,
idadiaada fu MaU a* ballina iiaaeaia |an raiMtls'** •• ■■
.-HISTOBU.
púnanlo moro r rindia&dúclafrloj
tequio y de respeto ti rey de Casti
i caballo en su tienda magnlítcaii
obligóá colocarse en el asiento p
■úntate tú, qoe eres rey desde li
desda ahora en que Dioi me lo I1Í2
pondió Alfwso : a Ho da Dios nobl
ni da honra sino á loa honrados , n
lo merece; y asi Dios te dio reino |
Tras de astas y otras cortesías tn
del plan que hablan da seguir en t
me un adalid , dijo el moro , que
que no te obedece, y la destruirá
rinda la obediencia. Diósele, con
tilla , pero encargándole que lleí
donde menos mal hacer pudiesei
bieo digno del que , deepidiéndoee
sevillanos al ir á ias visUs om Iwt
vedes i qué 10 venido, que por fu
do nüi enemigos , é enemigo de n
Dio* que non place á mí s. ■
Lu bnestes oonfaderadas üegai
ya eetabe el príncipe don Sancho,
las vias de negociación , y enrió á
man y á un intérprete á eibortart
eiliaree con su podre. Ya aran enl
admitidoaála presencia del Princl
que los moros se batiían acercad
jjian muerto algunos peones, oj
otros con tal mensaje, les dijo irri
ros estén dando muerte á los mies
no estéis un punto mas en mi presi
que no só quién me detiene de ha
ros por encima de los adarras. ■
gracias o] cielo por haberles túv.
y causando admiración á todos qi
de la indignación de Sancho va <
Su presencia en Córdoba y su d
losesfnerzoB de los africanos, loi
haber talado ydestniido las debes
dolucfa y la Mancha , se volvieron
ber hecho cosa de momento en b:
pechas y desconfianzas sembrada
y creidaa pw el rey da Castilla , qi
do de loe hombres, itodos lea ten
ron al Sn , yéndose Aifraso á Sevi
ras , para desde allí volverse á tue
ConélseüiéalAlHca Guman
sa, la cual era tratada en Fat con
* hlatiti eopladu 1 ti lein la im
ulUdMi pan ai sntadg p«r IR MSlail
clda fna MatrUslaa t plDLit mtjor al (
t fM*a*MbtTca7lMMiiaMknidd
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V
fc.»
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114 OBRAS COMPLETAS DE DON
Bestídadmerecia. El caudUIo español asistió al rey Ju-
cef en todaa las guerras que por aquel tiempo tuvo que
mantener con sus Tocinos, debiendo en todas ellas á su
Talor y á stt consejo la nctoria y ventiyas que conse-
guía. Las eipediciones mas señaladas fueron las dos
que se hicieron sobre Marruecos : en la primera las ai^
mas de iucef ayudaban á Budeluz, un moro principal
que se habia alzado contra el miramamolín Almortuda,
de quien era pariente muy cercano. Guzman , por cuya
dirección se gobernaba el ejército de Fez, presentó y
▼enció en batalla al Miramamolin , á quien dio muerte
por su mano peleando con él. Con esto Budeluz fué al-
tado por rey de Marruecos; pero á poco tiempo, ha-
llándole Juccf ingrato ásus beneGcios, y Tiendo que
no quería cumplir las condiciones estipuladas en su
con ideracion, enTÍó á Guzman contra él. Vencido y
muerto Budeluz en la batalla que se dio junto á Marrue-
cos, este estado Tino á parar á la dominación de Jucef.
La misma fortuna siguió á Guzman después en la expe-
dición contra Segelmesa, que tuTO también que suje^
tarse al imperio de aquel rey. Al leerse estas proezas
según las cuentan lus cronistas de la casa de Medinasi-
donia , y Tiéndelas seguidas de la aTentura de la sierpe
y del león, parece que su intento ha sido hacer de su
héroe un paladín, y de su narración una leyenda ca-
balleresca. Pero aun cuando por Tentura haya alguna
eiageraclon en sus Mémtrtrias, lo que no tiene duda es
que la fama de los hechos de Guzman , saliendo de los
términos de Afríca y de España, llegaba á Italia á oídos
del Papa, que le escribía á él y á sus compañeros en tér-
minos y elogios magnf fleos. Las riquezas adquiridas con
tan nobles trabajos fueron tantas, que los dos esposos
llegaron á recelar de la codicia de los bárbaros que los
perdiesen por ella. LacontianzayamordeJucefhácia
Guzman eran siempre los mismos; pero su hijo Aben
Jacob y un sobrino que tenia, llamado Amir, euTídia*
ban su príTanza y le aborrecían, siendo de temer que,
faltando el Rey , el faTor y la fortuna que hasta alli ha-
bia gozado se couTirtiesen en persecución y desgracia.
Acordaron pues separarse, aparentando estar desaTe-
nidos y no poderse llevar bien TÍTÍendo juntos. El Roy
creyó el artificio y faToreció la separación, de modo
que doña María Coronel se pudo Toher á España con sus
hijos y la mayor parte de los tesoros de su marído.
Muríó de alli á poco Jucef, sucediéndole en el señorío
de Fez y de Marruecos su hijo Aben Jacob. Cuanto el
padre habia tenido de generoso, de franco y de leal,
tenia el hijo de feroz, TengatiTO y alcTOSo. Aborrecía á
Guiman y á loe cristianos defensores de su imperío; y
su rencor, atizado por Amir, no tenia mas freno que el
temor de que el pueblo se subloTase por la desgracia de
Guzman, coyas rírtodes se amaban y respetaban del
mismo modo que se admuraban sos hazañas. En esta
época es donde loe historiadores colocan h batalla con
la serpiente monstruosa que tenia aterrada á Fez y á
sus contornos i mas las circanstancias increibies oon que
se cuenta esta proeza tienen demasiado aire de fábula
I
MANUEL JOSfi QUINTANA.
para adoptaría como cierta, y el Talor de Guzman a6
necesita de semejantes ficciones para recomendarse ft
la admiración de los hombres.
Resueltos ya los bárbaros á perderle , tomaron el ar-
bitrio de euTiarle con pocos cristianos á cobrar el tri-
buto de los árabes, arisando á estos que le «tacasen
cenia mayor muchedumbre que pudiesen, y ofreciendo
perdonaries U contribución si acababan con él y sus
compañeros. Supo él esta aloTOsia por Aben Gomat,
aquel moro que ñié su cautivo en la batalla de Jaén , y
que después se habia constantemente mostrado amigo
suyo. Estaba ya por aquellos días pensando en los me*
dios de salir de Marruecos ; y pareciéndole aquella oca-
sión oportuna, aceptó la comisión que se le daba, y
partió con sus cristianos ; mas determinado á oponer ar-
tificio á artificio , derramó escuchas por todas las Tere-
das para Tor si podia coger al mensajero que llevaba i
los árabes el stíso acordado. Consiguiólo; y sustitu-
yendo otro en que se les decia que Guzman iba á ellos
con gran número de gentes , envió con él á uno de los
suyos. Los árabes, que con tanto daño hablan experi-
mentado su Talor , no quisieron TolTor á hacer la prue-
ba, y le euTiaron con sus alfaquies las pagas atrasadas,
y mochos dones para él y sus gentes.
Hecho esto , manifestó á los soldados las pérfidas in-
tenciones de la corte de Fez, y les propuso salir del
África y TolTor a España. Dljoles que ya tenia aTísado
al general de las galeras de Castilla que le esperase en
una cala junto á Tánger ; repartió con ellos las riquezas
adquiridas en aquella expedición , y todos á una toz le
prometieron seguirle. RctoItíó luego hacia el mar, y
atraTesando por los lugares de la costa , donde echó toz
que iba por mandado del Rey para defenderla de las
iuTasiones de los castellanos , se acercó al sitio conve-
nido. Allí le aguardaban las galeras , donde embarcado
con sus compañeros, que serian hasta mil, entró por
fin en Sevilla con toda la solemnidad y regocijo de un
triunfo (1291).
Ta en esta sazón habia muerto Alfonso el Sabio, y
reblaba en Castilla su hijo Sancho. Guzman fué á verse
con él á poco tiempo de su llegada y á ofreceríe sus ser-
vidos. Admitiólos el Príncipe, diciéndole cortesmente
a que mejor empleado estaría un tan gran caballero
como él sinriendo á sus reyes que no á los africanos n.
Inibrmóse largamente de las cosas de aquel país, del
poder de sus jefes y de la manera mas Tentajosa de Ua-
cerles guerra. Habia en aquellos días ganado nuestra
escuadra ana Tíctoría de los berberiscos, tomándoles
trece galeras; y á Sancho pareció ocasión oportuna de
embestir á Tarifa , plaza importante, situada en la cos-
ta, y una de las puertas por donde los africanos entra*
han íácihnente en España. No habia dinero para la em-
presa; Guzman lo aprontó, y junto el ^ército, atacó á
Tarifa por mar y por tierra. Duró el sitio seis meses,
siendo siempra Guzman el Toto mas ateodidoealosooiH
sejes yelhreiomas foerteen los ataques. Los moros
se resistieron con el mayor brio ; pero al cabo la plaza
^-*^« W ^M- ^ y#^ •»
PARTE SEGUNDA.— HISTORIA.
2iS
M entrada por fuana y sus moradores bechot escla-
Toa, y aunque hubo pareceres de qoe se desmantelase,
creyendo imposible mantenerla, por so situación , el
maestre de Calatran se ofreció á .defenderla por un
año, esperando que á ejemplo suyo algún otro caballero
se encargaría después de ellSi como efectif amenté su-
cedió.
En aquel tiempo Guzman , pagando el tributo á la
flaqueza bumana, se dejó ? encer del amor. Su edad no
llegaba á los cuarenta años; su esposa, doña María Co-
ronel, por indisposiciones que han llegado á nosotros
mal disimuladas en el incidente del tizón , se babia he-
cbo inhábil para el uso del matrimonio, y el clima de
Sevilla, donde Guzman de ordinario residia, es á mara-
villa ocasionado á la galantería y los amores. Tuvo
pues de una doncella noble de aquella ciudad , con
quien trataba, una hija natural, á quien se llamó Te-
resa Alfonso de Guzman. Los festejos y profusiones á
que con este motivo se abandonó su corazón franco y
generoso fueron tales, que llamando la atención de
doña Maria, la hicieron rastrear el secreto, y conocer
que si poseía toda la estimación , respeto y confianza de
su esposo, no asi su corazón ni su gusto. Disimuló, sin
embargo, su desabrimiento, y tomó el partido que con-
venia á una matrona tan prudente y virtuosa como ella.
Hizo en primer lugar traer cerca de sí á la niña, y la
crió y educó como si fuera propia suya, y andando el
tiempo la casó con un caballero sevillano, y la d<gó he-
redada en su testamento. Demás de esto, sin quejarse
ni acriminar á su marido, le empezó á insinuar suave-
mente que seríamejor se fuesen á vivir á algunos desús
lugares ó castillos , á la manera que lo hadan los seño-
res en Francia, pues de este modo ó harian bien á sus
vasallos viviendo con ellos , ó desde algún castillo fron-
terizo harían daño en los moros y servirían al Estado;
que la residencia en Sevilla era ezpuesta á gastos, para
los cuales sus rentas no eran bastantes, y que al cabo
tendrían que vender las posesiones y heredades que con
tanto trab^o hablan adquirído para establecer sus hi-
jos; y solia añadir que las ciudades no se hablan hecho
para vivir en eUas los caballeros, sino los mercaderes,
oficiales y tratantes. Dejóse persuadir don Alonso, como
quien tanto la estimaba y conocía á quó fin se dirígian
aquellos consejos; yresuelto á dejará Sevilla, tomó una
ráolucion verdaderamente digna de su reputación y
'vilor. Cumpliese ala sazón el término que el maestre
de Calatrava habia seBalado á su tenencia de Tarifa; y
como ningún otro caballero se ofreciese á sucederle,
Guzman tomó sobre sf aquel servicio, y d^o al Rey que
él Ul defendería por la mitad del costo que hasta alli
había tenido. Llevó allá su familia, reparó loa muros,
pertrechóla de todolonecesario, y encerróse en eDa,
do prever que el sacrificio de sus bienes y su persona
no arañada en convaradon del ;grande y terrible ho-
locanalo qoe habia de hacer muy pronto al pundonor y
áhpairfa*
Entre loa i^enonqea malvados qiia hubo en aqúd si-
glo, y los produjo muy malos, debe distinguirse al in-
fante don Juan, uno de los hermanos del Rey. Inquieto,
turbulento, sin lealtad y sin constancia, habia abando-
nado á su padre por su hermano, y después á su her-
mano por su padre. En d reinado de Sancho fué siempre
uno de los atizadores de la discordia, sin que el rigor
pudiese escarmentarle, ni contenerle el favor. A cual-
quiera soplo de esperanza, por vana y vaga que fuese,
mudaba de senda y de partido, no reparando jamás en
los medios de conseguir sus fines, por injustos y atro-
ces que fuesen: ambidoso sin capacidad, faccioso sin
valor, y digno siempre del odio y del desprecio de todos
los partidos. Acababa el Rey su hermano de darle liber-
tad de la prisión á que le condenó en Alfaro cuando la
muerte del señor de Vizcaya, cuyo cómplice había sido.
Ni el juramento que entonces hizo de mantenerse fiel,
ni la autoridad y consideración que le dieron en d go-
bierno, pudieron sosegarle. Alborotóse de nuevo, y nu
pudiendo mantenerse en Castilla, se huyó á Portugal,
de donde aquel rey le mandó adir por respeto á don
Sancho. De allí se embarcó, y llegó i Tánger, y ofredó
sus servicios al rey de Marruecos. Aben Jacob, que
pensaba entonces hacer guerra d rey de Castilla, le re-
cibió con todo honor y cortesía, y le envió, en compañia
de su primo Amir, d frente de cinco mil jinetes, con
los coales pasaron d estrecho y se pusieron sobre Ta-
rifa*
Tentaron primeramente la ledtad del dcdde, ofre-
déndole un tesoro si les daba la villa; y la vil propuesta
fué desechada con indignación. Atacáronla después con
todos los artificios bélicos que darte y la animosidud
les sugirieron , mas fueron animosamente rechazados.
Dejan pasar algunos dias , y manifestando i Guzman el
desamparo en que le dejan los suyos, y los socorros y
abundancia que pueden venir á ellos , le proponen que,
pues habia hecho desprecio de las riquezas que le da-
ban, d él partia con ellos su tesoro descercarían la vi-
lla, a Los buenos caballeros, respondió Guzman, iii
compran ni venden la victoria.» Furiosos los moros, se
aprestaban nuevamente d asalto, cuando d imcuo In-
fante acude á otro medio mas poderoso para vencer la
constancia dd caudillo.
Tenia en su poder al hijo mayor de Guzman , que sus
padres le hablan confiado anteriormente para que le
llevase á la corte de Portugd, con cuyo rey tenían
deudo. En vez de dejarlo alli, se le llevó al África, y le
trajo á España consigo ; y entonces le creyó instrumento
seguro para el logro de sus fines. Sacóle maniatado de
la tienda donde le tenia, y se le presentó d padre, inti-
mándole que si no rendía la plaza le matarían á su vis-
ta. No era esta la primera vez que d infame usaba de
este abominable recurso. Ta en los tiempos de so padre,
para arrancar de su obedienda á Zamora, habia cogido
un hijo de la dcaidesa dd dcázar, y presentándole con
la misma intimadon, habia logrado que se le rindieae.
Pero en esta ocadon ao barbarie era sin comparado»
masborrible, poes^conla homanidad y iajustidaí violaba
-»-— •. rri^
y
CSÍiVic '" ■
■ \.», .«> <. ^ ^,«
?■-•.- -^a:
t I,
* í'
2i« OBRAS COMPLETAS DE DON
á ua tiempo la amistad^ él honor y la conflaaia. Al rer
ai iujo, ai oir sus gemidos » y al escachar las palabras
del asesino» las ¡lágrimas irinieron á los ojos ád padre ;
pero la fe jurada al Rey, la salud do la patria , la indig-
nación producida por aquella conducta tan eieerable,
luchan con la naturaleza » y Tencen» mostrándose el
héroe entero contra la iniquidad de los hombresyel ri-
gor de la fortuna. «No engendré yo hijo, prorumpió,
para que fuese contra mi tierra; antes engendré hijo á
mi patria para que fuese contra todos los enemigos de
ella. Si don Juan le diese muerte, á mi dará gloriai á mi
hijo Terdadera vida , y á él eterna infamia en el mundo
y condenación eterna después de muerto. Y para que
Tean cuan lejos estoy de rendir la plasa y faltar á mi
deber, allá ?á oü cuchillo si acaso les falta arma para
completar su atrocidad.» Dicho estO| sacó el cuchillo
que llevaba á la cintura, lo arrojó al campo, y sa retiró
al castillo (1294).
Sentóse á comer con so esposa, reprimiendo el dolor
en el peeho para que no saliese al rostro. Entre tanto el
luíante, desesperado y rabioso, hizo degollar la Tictima,
á cuyo sacrificio los cristianos que estaban en el muro
prorumpieron en alaridos. Salió al ruido Guzman, y
cierto de donde nacía, voWió á la mesa diciendo : «Cuidé
que los enemigos entraban en Tartík.» De allí apoco los
moros, desconfiados de allanar8ueonstancia,ytemiendo
el socorro que ya venia de Sevilla á los sitiados, levan-
taron el cerco, que habia durado seis meses, y se vol-
vieron á África sin mas fruto que la ignominia y el hor-
ror que 1SU execrable conducta merecía.
La fama de aquel hecho llenó al instante toda Espai^a,
y llegó á los oidos del Rey, enfermo á la sazón en Alcalá
de Henares. Desde allí escribió á Guzman una carta en
demostración de agradecimiento por la msigoe defensa
que habia hecho de Tarifa. Compárale en ella á Abraham,
le confirma el renombre de Bueno, que ya el público le
daba por sus virtudes; le promete mercedes correspon-
dientes á su lealtad, y le manda que venga á verle, ex-
cusándose de no ir él á buscarle en persona, por su do-
lencia. Don Alonso, luego que se desembarazó del tropel
de amigos y parientes que de todas partes del reino
acudieron á darle el parabién y pésame de su hazaña,
vino á Castilla con grande acompañamiento. Sallan á
veríe his gentes á los caminos, señalábanle con el dedo
por las calles, hasta las doncellas recatadas pedían li-
cencia á sus padres para ir y saciar sus ojos viendo á
aquel varón insigne que tan grande ejemplo de ente-
reza habia dado. Al llegar á Alcalá salió la corte toda á
su encuentro por mandado del Rey, y Sancho al reci-
birle dijo á los donceles y caballeros que estaban pre-
sentes : « Aprended, caMleros, á sacar labores de bon-
dad ; cerca tenéis el dechado.» A estas palabras de favor
y de gracia añadió mercedes y privilegios magníficos;
entonces fué cuando le hizo donación para sí y sus des-
cendentes de toda la tierra que costea la Andahicfa,
entre lasdesembocaduras delGuadalquivir y Guadalete.
Tnvo pues en la estíinacíott pública y en la veucra-
UANDEL JOSÉ QUINTANA.
don de aquel siglo toda la recompensa que eabe en los
hombres la acción heroica de Guanan. Estaba reser-
vado para nuestro tiempo, tan pobre de virtudes civiles,
dismhiuir esta hazaña, achacándola mas á ferocidad
que á patriotismo. Injustos y mezquinos , medünos las
almas grandes por k estrechez y vileza de las nuestras;
y no hallando en nosotros el móvil de las acciones su-
blimes, queremos ajariasmas bien con una calumnia,
que adnürarlas y agradecerlas. ¿Y á quién vamos á ta-
char de ferocidad? A quien no presenta en toda la serie
de su vida un rasgo solo que tenga conexión con seme-
jante vido; al que en las grandes plagas de hambre y
peste que afligieron la Andalucía en su tiempo, tuvo
siempre abiertos sus tesoros y sus consuelos á la indi«
gencia y al infortunio ; al que mereció, en fin, de la gra-
titud de los pueblos el renombre de ^tieno por su f n*
dolé bondosa y compasiva, antes que la autoridad vi-
niese á sancionársele por su herdsmo.
El rey don Sancho falleció en Toledo, aquejado de la
enfermedad que contnyo por sus fatigas personales en
el sitio de Tarifa. Principe ilustre sin duda por su ac-
tividad, su prudencia, su entereza y su valor, su me-
moria sería mas respetable si no la hubiera amancillado
con su inobediencia y alzamiento, y con el rigor exce-
sivo y crud que á veces usó para escarmentar á los que
eran infidos á su partido : triste y necesaria condídon
de los usurpadores, tener que cometer á cada paso
nuevos delitos para sostener el primero. Fuera de esto,
es innegable que poseía cualidades eminentes. Su mis-
mo padre, aunque injuriado y desposeído por él, le ba-
da esta justida; y cuando le dieron la falsa nueva de
que habia muerto en Salamanca, el lastimado viejo llo-
raba sin consuelo, y exclamaba a que era muerto el
mejor borne de su linaje». De diez y ocho años salvó
el Estado de la invasión de los sarracenos; y declarado
heredero, supo mantener y asegurar su derecho inderto
al trono contra su mismo padre, que le quería despojar
de él, contra las voluntades enemigas de muchos pue-
blos y grandes, contra la opodcion de casi todos los
reyes comarcanos. Pero estas circunstancias, que con»-
tituianla gloria y mérito de su vida, se reunieron á
atormentarie al tiempo de morir. La mano que habia
sabido contrarestarlas iba á faltar, y su hijo en la infaih-
da se veria expuesto sin defensa alguna á la borrasca
que iba á arreciarse con mas ímpetu que al principio.
Gonodendo los grandes talentos de su esposa, la céle-
bre rdna doña María, la nombró por gobernadora, y an-
tes de espirar dijo á Guzman estas palabras : o Partid vos
á Andalucía, y defendedla, y mantenedla por mi hyo;
que yo fío que lo haréis, como bueno que sois , y yo os
lo be llamado.
Muerto el Rey, todos los partidos levantaron h ca-
beza. Los Cerdas, apoyados por Francia y Aragón,
querían apoderarse de la corona ;eMnfánte don Juan,
desmembrarla, haciéndose rey ih An Jdiucía ; d de Por-
tugal , dilatar su frontera ; los grandes y pueblos des-
favorecidos ó castigados por Sandio, vcnj^'arsé y satis-
m
ibjerno pan d
I procediendo
in hidrópica di
imainecesiti
toimaleiseai
I remedio de 1
,_. _, le Italia «1 íit
numo de Alfonso el Sabio ¡ j habí
tes del reino daiie parte en el f
antcnidad fuese un freno que a
Pero este inlante era tan malo t
don Juan : su genio inquieto 7 !
vado deíde Castilla i Aragón , d
y desde Tunei á Italia, aiu que t
pudiese tolerar, ^erdá el emplee
dignidad i qu« entonces estaba 1
tondad cMI de aquella metrópoli
dose gibeHno, asistid á los pria
expedición contra Garios de Ai^
después de la bataQa de Tagliac
radino, estuvo privado muchoi
basta que, al fin, unos dicen qi
megos, pudo volverse á su patri
privado del esfuerzo personal , ú
que tenia, y las desgracies no hal
cío« de >n carícler. Ansiando a<
lela á cuya parte habia aido adn
den id de sosiego, y abusando t
fianza que habían hecho de él , tr
el rey de Portugal, con el deGr
des sediciosos, eogañando i anot
zfludo el Estado coo sus maquin
venida d Espaüa fué un agüero i
una calamidad pública, y su mi
venal.
Contra este raudal de males 1
ocasiones pequeñas los artes de si
coadesceiideucJa;y en lasgrand
saperiondad de espíritu, que á ni
cú. Guzmao entre tanto, conside
personaje do Andalucía, defendió
iuvusiones de Portugal ; Granad
todcon Ib prudencia de su gobic
lídatque tuvo que hacer de Sevil
portugueses, estuvo la ciudad
porque , de resultas de una difcrc
les y los genoveses sobre asnutos
tí pueblo, dio muerte á algunos d
qned y quemd tus casas. El hec
umso, y exponía la ciudad i todo
república genovesa, floreciente c
tus, su comercio y sus fuerzas m
sil volvió Gnzmín ¿e su eipedici
viHanotsati^csr i losgenovose
feufii Jo, impoo'^osc todos una
OBRAS COMPLETAS DE DON MANUEL JOSÉ QLIMaNA.
Si8
hizo la guerra á loa moros, y ae puso sobre Algeciras.
Cercóla por mar y tierra, y mientras duratm el sitio
envió á Guzman con el arzobispo de Sevilla y don Juan
Nuñezá atacar á Gibraltar. Llegado allí, y viendo la
obstinación del enemigo, hizo levantar una torre que
dominaba sobre la muralla , y los moros, aquejados del
estrago que desde ella les hacia, se rindieron por fin,
entrando los cristianos en esta plaza por b primera
vez desde que los sarracenos la tom".ron quinientos
años antes. Este fué el último servicio que Guzman hi-
zo á su patria : de allí á poco, enviado por el Rey á con-
tener Jas correrías de los moros convecinos , que in-
quietaban el campo de AIgeciras,se entró por las ser-
ranías de Gausin , y en un encuentro que tuvo con los
bárbaros, ya los había ahuyentado, cuando adelantán-
dose imprudentemente cayó mortalmente herido con
las flechas que de lejos le dispararon. Su cadáver, lle-
vado primeramente á los reales del rey de Castilla, fué
después conducido á SeviUa porel Guadalquivir. Aquella
ciudad, gobernada por sus consejos y defendida por
sus armas, le salió á recibir con la pompa mas lúgubre
y majestuosa. Todos á una voz y llorando le aclama-
ban su mejor ornamento^ su amparador, su padre. Su-
cedió esta desgracia eii' 1309, cuándo él tenia cincuenta
y dos años de edad; y sus huesos fueron depositados en
ol monasterio de San Isidro del Campo, fundado y do-
tado por él para que sirviese de enterramiento á sí y á
su familia.
Tal fué en vida don Alonso Pérez de Guzman el Bue-
no', primer señor de San Lúcar de Barraroeda y funda-
dor de la casa de Medinasidonia. En un siglo en que la
naturaleza degenerada no presenta en Castilla mas que
barbarie, rapacidad y perfidia, él supo hacerse una gran
fortuna á fuerza de hazañas y de servicios, sin desviarse
jamás de la senda de la justicia. El espectáculo 'de sus
virtudes , en medio do las costumbres de aquella época
tan desastrada, suspende y consuela al espíritu, del
mismo modo que la vista de un templo bello y majes-
tuoso que se mantiene en pié cercado de escombros y
de ruinas. Su memoria excita entre nosotros un res-
peto Igual al que inspiran los personajes mas señalados
de la antigüedad : un Scipion por ejemplo, ó un Epami-
nóndas ; y su nombre, llevando consigo el sello del mas
acendrado patriotismo, no es pronunciado jamás sino
con una especie de veneracáon religiosa.
ROGER DE LAURIA*.
9. — Znrili. Niiliii. Htrren. Glannone. Ni-
tortoloBt i» HMCitUii ea KBralorí. HiiDLa-
fl. Cipuiijr. V*rioi docqmenloi Intdiloi te
iniclilot il iitor.
IÍzConradiii(i,4ltImo resto da la casa
WDtencía de nmertel que le condenó
cedor Carlos de Anjou , después de re-
iniquidad de aqnel juicio , dicese que,
üo que traii al dedo , le arroj<} en me-
¡ue asistía al funesto espediculo , dan-
itidura de sus estados at principe que
Itó allí quien recogióse esta prenda de
Sndola at ray de Aragón Pedro Ul , le
con día las tocos dd prindpe mori-
'dase el derecho qoe tenia i los reinos
Sicilia, nsnrpados por los franceses,
ado c<m Constama, hija de Hantredo,
nrtdino, qae,9^or de aquellos esta-
intes Tencido y muerto por Cirios en
aérenlo; 7 esta alianza daba mas peso
I del monarca aragonés, que entonces
igordeb edad, lleno de nior y co-
r poderlo.
n de esta principe quizi se habría ejei^
contra los sairacenos sin la conducta
franceses en el país conquistado. Su
da con el orgullo de la ñctoría y apo-
üon que tenían de la santidad y justi-
□ conociendolfmitesni freno, se aban-
res excesos, y atropello todos los de-
is y ciTÜes. Entonces la indignación
del miedo, y enseñd i los hombres
masque en su abatimiento descono-
becbo i una dama por un francés en
enno did ocasión á aquella matanza
;onoce en todas las historias con el
■a» Sicilianas ( 30 de marzo da i28!).
Lg hijos y sns mujeres , aunque fuesen
1 ámanos de la vuiganzB, sin que les
Ucüia mas que un pueblo de corta ceñ-
ido Esteriinga.
alteraciones al rey Cirios en medio de
formidibles que destinaba i la con-
9 griego, y parecía humanamente im-
w 4i ll primer dlptoafo.
itm tiTOrlé ; Im e>til>-
«li (Kilta lili IH friB-
posíble que los infelices sícil
estas fuerzas, que at instante
ciña ea sitiada , embestida , y
defensores, conoce su fiaqi
pM-oalimplacable enojo del
cierto , y solo quiere entrar o
plicios y de verdugos. Los 1
desesperados comerse prímei
garse i sns duros opresores, 1
llegue el defonor y vengador
El célebre negociador Juai
naba medio ni fatiga para tra
patria , habid podido confedei
laolll, al emperador de Grecii
años antas se bebía hecha es
del poderío francés, ofrecíen
socorros espirituales , que ra
po^ei emperador dinero, ye
La muerte de Nicolao , y la ad
intereses de la Francia, no pi
tos dele liga; y Pedro 111,
donde se habia acercado con
á los moros , aportó con su esc
ya los pobres mecineses se ha
y agonía. Loa habitantes de F
tante por en rey, y él envió i
de almugivares , que «1 dífen
ahuyuítaron siempre al enem
cído, conoce entonces que I
temeroso de alguna alteracioi
i medirse con su rival , 7 le ai
Los sicilianos y vagonese
las costas de (Cabria , y i vii
mera batalla naval entre elk
estos vencidos , con pérdida
cuatro mil prisioneros. Hand
aragonesa, como almirante,
tural del Rey : llevado del an
tir i Regio, contra la orden e
did en aquella bccion algnno
nar la plaza ; de b que irritad
do de la armada , y nombrd f
caballero desn corte llamadií
Era nacido en ScaU ■, puel
cidental de la Calabria Supeí
220 OBRAS COMPLETAS DE DON
Laoria , habla sido privado del roy Manfredo , y muerto
á sa lado en la batalla de Benevento. Roger fué traído
á España por su madre doña Bella , ama de leche según
unos, y dama según otros, de la reina de Aragón doña
Constanza, á quien vino asistiendo cuando su casa-
miento con Pedro III. Crióse eu la cámara de este prín-
cipe; el rey don Jaime le heredó en el reino de Valencia ;
y por su educación y por las mercedes que habia reci-
bido estaba incorporado con la nobleza aragonesa. Los
historiadores no señalan ios hechos y los méritos que le
sirvieron para el empleo eminente á que fué elevado , y
el diploma del Rey no habla de otra cosa que de su pro«
bidad , de su prudeocia y de su amor á los intereses de
su corona. Así puede presumirse que la primera mitad
de su vida nada ofreció 6 la curiosidad y al ejemi^o,
aunque es fuerza confesar también que semejante os-
curidad está ampliamente compensada con el lustre que
sus liazañas dieron á la segunda.
Fué bien glorioso para el monarca aragonés que su
enemigo, no atreviéndose á hacerle frente en Sicilia,
buscase todos los pretextos de la política para alejarle
de allí. Carlos le desaíió personalmente , y Pedro aceptó
el duelo , que debia verííicarse en Burdeos , autorizán-
dole el rey de Inglaterra, señor entonces de aquella
parte de Francia. El papa Jtfartino IV, tan adieto á los
franceses como contrario les habia sido su antecesor
Nicolao, descomulgó al rey de Aragón , puso entredicho
en sus estados , y según el extraño derecho público que
reinaba entonces en Europa , le privó de ellos, y dio su
investidura á uno de los hijos del rey de Francia. Pedro
partió de Sicilia á conjurar esta nube; mas para asegu-
rar á sus nuevos vasallos con la confianza de su protec-
ción , hizo venir á la isla á la Reina su esposa y á Jaime
y Fadrique sus hijos, declaró por sucesor suyo en aquel
estado al primero; y dejando á Lauria la instrucción
sobre el orden que habia de guardarse en el armamento
de la escuadra que debia defender á Sicilia , se hizo á la
vela para España.
Las aguas de Malta fueron el teatro de la primera vio*
toria de Roger. Tuto aviso deque las galeras francesas
navegaban la vuelta de aquella isla para socorrer la
cindadela sitiada por los aragoneses, y al instante se
dirigió con las suyas á encontrarlas. Hallólas descuida-
das en el puerto , y aunque pudo acometerlas de impro-
viso sin ser sentido, quiso mas bien esperar el día para
la batalla, y les envió un esquife á decirles que se rin-
diesen ó se apercibiesen á la pelea. Sin duda que quiso
dar crédito á sus armas, manifestando á los enemigos
que desdeñaba los medios de la astucia, y solo quería
serrirse del esfuerzo ; mas el éxito únicamente podía ab-
solver de temeraria esta bizarría ( i 285 ). Eran las gale-
ras enemigas veinte^ y las suyas diez y ocho : al rayar
el ^a embistieron las unas con las otras , y pelearon con
tanto tesón y encarnizamiento como si de aquella jor^
nada dependiese la restitución déla Sidlia. Medio dia
ere pasado , y aun duraba la aedon , cuando el general
francés vio que sus galeras cedían y se inclinaban á huir.
MANUEL JOSÉ QUINTANA^
Llamábase Guillermo Córner, y estaba dotado de un
valor extraordinario : encendido en saña por la flaqueza
de los suyos, quiso aventurarlo todo de una vez, y con
denuedo terrible acometió contra la capitana de Lauria,
creyendo librada su victoria en tomarla ó destruirla.
Abordóla por la proa : él con un hacha de armas empezó
á hacerse camino por medio de sus enemigos, hiriendo
y matando en ellos. Rogsr lo salió al encuentro, y los
dos pelearon entre sí con el esfuerzo que los distinguía
y el furor que los animaba. En medio de su refriega una
azcona arrojada clava á Roger p<M*un pió ú las tablas del
uavío, y una piedra derriba á Guillermo el hacha que
tenia en la mano; entonces el general español, que ha-
bia podido desclavarse la azcona , la arrojó á su contra-
río, que, atravesado con ella, cayó sobre la cubierta «ín
vida. Su muerte acabó de declarar la victoria por los
nuestros, que con diez 'galeras apresadas, y rendidas
las islas de Gozo, Malta y Lípari, volvieron triunfantes
á Sicilia.
Alzado con esta ventaja el ánimo á mayores cosas»
Roger, armando cuantas galeras habia en la isla, cos-
teó con ellas toda la maríua de Calabria, y se dirigió á
Ñapóles, en cuyas cercanías se puso como provocando
al enemigo. Para mas irritarle se acercó á los muros y
lanzó sobre la ciudad toda clase de armas airojádizas.
Después recorríó la marina occidental de Pausilipo, in-
festando la costa, saqueando los lugares, y talando y
destruyendo los jardines y viñedos de la ribera. Mira-
ban losnapolitanos desde sus murallas esta devastación,
y ardían ya por saUr á castigar la soberbia insolente de
sus contraríos. El rey Carlos no se hallaba allí entonces ;
mas el príncipe de Salomo su hijo, á quien habia dejado
el gobierno del Estado en su ausencia, ansioso de ven-
gar aquella afrenta, hizo armar los barones y caballeros
que con él estaban, y llenando de gente y pertrechos
bélicos las galeras que habia en el puerto , salió él mis-
mo en persona en busca de los nuestros. No concuerdan
los historíadores en el número de galeras que habia de
una parte y de otra, aunque todos afirman que eran
muchas mas las enemigas. Roger, viéndolas venir, hí-
zose á la vela , como que rehusaba el combate , para ale-
jarlas del puerto ; lo cual visto por los napolitanos, les
acrecentó el orgullo en tal manera, que ya denostaban
á los catalanes y sicilianos, y les mostraban de lejos las
sogas y cuerdas que hablan de servir á su esclavitud y
á sus suplicios. Cuando ya estuvieron enalta nuir , saltó
Roger en un esquife , y recorríendo con él por los bu-
ques de su armada , exhortaba á los suyos á la pelea, y
les señalaba la pompa y la riqueza de los barones y ca-
balleros franceses como despojos ciertos de su aliento
y su destreza : hecho esto, volvió á subir á su galera,
puso con ligereza increíble la escuadra en orden de ba-
talla, y partió ftiríosamente á encontrar con la enemiga.
Trabóse el combate, que ya perlas fuerzas que con-
currían, ya por la animosidad de los'<Í!ombatientes,
ya por las consecueiicias importantes que tuvo, fué el
roas ilustre de los que hasta entonces se habian dado
í^ARTte Segunda.— iliSTóftiA.
S5I
Jtór túatoh aquel tiempo (i 2S4). Animaba á los nuestros
el deseo de conservar el dominio y gloría recientemente
ganados, mientra, que los franceses ardian en ansia de
vengar las afrentas y C^.J^os recibidos. Embestíanse con
fíiror^ procurando r&mper con el Ímpetu y la íberza la
muralla queoponian los contraríos; y aferradas las ga-
leras por las proas, revolvíanse de una parte á otraá
buscar el lado en que mas pudiesen ofender, sin que
en tal conflicto y en semejante cercanía se disparase
tiro que no fuese mortal. Pero, aunque las fuerzas del
Príncipe eran superiores á las de Roger, se vio muy
desde el principio del combate cuánta ventaja llevaban
los soldados prácticos en las maniobras navales á los
cortesanos y caballeros, poco ejercitados en ellas. Al-
gunas de las galeras enemigas que pudieron desasirse
tomaron la vuelta de Ñapóles con el genovés Enríquede
Mar, que logró al ílnescaparscVolaron á su alcáncelas
catalanas, y tomaron diez de ellas con todos los guerre-
ros que contenían. Roger desde su navio animaba á los
suyos al seguimiento, y cuando los sentía flaquear, los
amenazaba furíoso si dejaban escapar la presa. Entre
tanto se peleaba terriblemente al rededor de la galera
de Capua , donde iba' el príncipe de Salemo. Allí estaba
la mejor gente y allí los mas bravos caballeros , unidos,
apiñados entre sí, formaban un muro delante de su
caudillo, y peleando desesperados contrastaban la in-
dustria y esfuerzo de los nuestros , y ponían en balanzas
la victoria. Roger, cansado de esta resistencia, mandó
barrenar la galera y desfondarla para echarla á pique :
entonces el Príncipe , temeroso ya de su muerte , le hizo
llamar y le entregó su espada, pidiéndole la vida y la
de los que Iban con él. Roger le dló la mano y le pasó
á su galera, quedando hechos al mismo tiempo prisio-
neros el general de la escuadra enemiga Jacobo de Brus-
son, Guillermo Stendardo y otros ilustres caballeros
italianos y provenzales.
Ganada la batalla, los nuestros^ fieros con el suceso,
dieron la vuelta á Ñapóles, y presentándose delante de
la dudad con toda la arrogancia de su triunfo, empe-
zaron á excitarla á la sedición y á la novedad. Tumul-
tuáronse los moradores , unos por miedo, otros con de-
seo de sacudir el yugo francés, y en altas voces grita-
ban : aVIva Roger, muera Garlos.» Costó mucho afán á
los ciudadanos amigos del orden contener esta agita-
ción, y Roger, perdida la esperanza de que el movi-
miento siguiese, hizo vela para Mecina. Pero antes en
la isla de Caprí mandó cortar la cabeza á dos caballeros
de los que se hablan rendido, por desertores del partido
aragonés: ejemplo de rigor que desluce el lustre de
tu victoria, por mas que se autorízase en la necesidad
del escarmiento. Mas noble acción fbé la de pedhr al
Principe que pusiese en libertad á la inñinta Beatriz,
hermana de la reina Constanza, custodiada en prisión
desde h muerte de Manft^do su padre. Con ella y con
sos prisioneros tatró triunfante en Mecina, y se pr»*
•eoli á la Reina, que para disminuir al Principe la ha«
IplDicionTerfoosofi de m fituiciooi taro la ateodon
delicada de atojar á los infantes sus hijos at tiempo de
recibirle. Después mandó que sé le custodiase en el cas-
tillo de Matagrifon, y en la misma fortaleza hizo guar-
dar á todos los caballeros de su comitiva.
Vióse entonces un acontecimiento que manifiesta la
necesidad de respetar la justicia en la victoria , 7 el pn-
ligro de ultrajar insolentemente á los pueblos. El de Si-»
cilia , á pesar de los triunfos y victorias que cottseguia,
guardaba vivo en su memoria el mal que habia recibido
de los franceses. Creyeron los sicilianos que aquellos
bárí)aros, que tan indignamente abusaron de sus anti-
guas victorias , no merecían estar al abrigo del derecho
de gentes; y amotinándose furiosos, rompieron los en-
cierros donde se guardaban los prisioneros, y antes
que los magistrados pudiesen atajar el alboroto, ya eran
muertos mas de sesenta de aquellos infelices. No con-
tentos con esta demostración tumultuaría , se juntaron
en Mecina los síndicos de las ciudades, y en cortes ge-
nerales de la isla decretaron que el príncipe cautivo
debia pagar con su cabeza la muerte que su padre habia
ejecutado en Gonradino. Cuando Carlos de Anjou hizo
morir á este príncipe, estaba bien lejos de pensar que
llegarla un día en que su hijo y heredero se vería tra-
tado con la misma severidad, y que en tal aprieto solo
debería la vida á la generosa hija de aquel Manfredo , á
quien después de vencido y muerto habia tratado tam-
bién con una barbarie sin ejemplo. Con efecto , la reina
Constanza hizo entender á los feroces sicilianos que un
negocio tan grave no podía tratarse sin coaocimieuío
delrey don Pedro ; y al mi^no tiempo mandó trasladar ul
prisionero á otra fortaleza mas segura, donde esi;uv¡e sj
guarecido de todo insulto popular. Así le salvó, ganán-
dose con esta acción magnánima la veneración de su si-
glo y de la posteridad, al paso que con ella hacia mas
detestable la conducta sanguinaria del rey Garlos, con-
denado á la infamia en todos los tiempos y por todos los
escritores.
Tres dias después de la derrota de su hijo llegó d
Gaeta con grande refuerzo de galeras y gente de guer-
ra, al tiempo que Ñapóles estaba alterada de resultas
de aquel suceso. Indignóse tanto, que tuvo propósito de
entregar la ciudad á las llamas, y duró mucho tiempo
en él, hasta que á megos del legado del Papa se tem-
pló algún tanto, y se contentó con liacer perecer en lo;
suplicios ciento y cincuenta ciudadanos de los mas cul-
pados. Después, sin entrar allí, se dirigió con todas
sus fuerzas á la Calabria para cobrar todo lo que los
aragoneses habían ganado en la costa , y hacer la guer-^
raáSícflia.
La escuadra de Roger, reforzada con las galeras que
el rey don Pedro le había enviado para que pudiese ha^
Cer ícente á las de Garios, se hizo á h vela y costeó la
Calabria. Avistó á los eúemlgos en el cabo de Pallerin,
y no osando los franceses venir á batalla, el almirante
espafiel saltó en tierra de noche , y atacó y laqueó á Ni-
cotera, pian Itxerte y Uen guarnecida , con tal celerí->
dad I que ain ser sentido da la escuadra enemiga ^ ja al
$2ál OBRAS COMPLETAS DE DON
iilba se bailaba en el cabo unido al grueso de su arma-
da. De este modo y con igual felicidad saqueó á Gas-
telvetroi tomó á Gastrovilari y otros pueblos de la Basi-
Jicata, en tanto número, que ya fué preciso enviar de
Sicilia un gobernador que por parte del rey de Aragón
defendiese y mandase toda aquella parte de Calabria.
Después de estas facciones Roger, dejando aquella cos-
ta y acercándose á la do África, llegó á la isla de los
Gerbos, y saltando en tierra con su gente, los moros,
que entonces la poseían , no pudieron resistirle , y se la
rindieron (1285). Allí mandó alzar una fortaleza, y dejó
un capitán que la guardase. Para colmar su fortuna,
una galera catalana bizo cautivo á un régulo berberis-
co, y con él y los despojos de los Gerbos dio la vuelta á
Hecina con igual gloria que otras veces.
A principios del año de i 285 murió en Foggia el
rey Carlos , rendido al dolor que le causaban tantas des-
gracias. Hombre esforzado, guerrero ilustre si no bu-
biera manchado sus hazañas y su fama con la inhuma-
nidad y la fiereza que manifestó en toda su vida. Se ha-
cían estos vicios tanto mas extraños en él , cuanto mas
se comparaban á la moderación y dulzura de su her-
mano el rey de Francia san Luis. Ganó grandes bata-
llas , se apoderó de grandes estados , y de simple conde
de Provenza, se vio rey de Ñapóles y de Sicilia , arbitro
de la Italia, y objeto de espanto á Grecia, adonde ya
i.magaba su ambición. La fortuna , que le habia acari-
ciado tanto al principio de su carrera, le guardó al fin
de ella los amargos desabrimientos que van referidos,
frutos todos de la fiereza implacable de su carácter y
de la insolencia de su gente; porque si él hubiera regi-
do los pueblos subyugados con alguna especie de mo-
deraciun y justicia, su dominio, apoyado en la benevo-
lencia de sus subditos, sostenido por los papas, y de-
fendido con todo el poder de la Francia , no era posible
que se resintiese de los débiles embates de un rey de
Aragón. Lección insigne dada á los ambiciosos para
que se acuerden que los hombres no disimulan ni sufren
la usurpación y la conquista sino á quien los hace mas
felices. El murió en fin , y el odio que se le tenia publicó
que se habia ahogado á sí mismo por no poder con su
rabia. Pedro, su rival, al saberlo elogió mucho sus
prendas militares, y dijo que habia muerto el mejor ca-
ballero del mundo. Por su lalta un hyo del principe
prisionero tomó la gobernación del Estado, auxiliándole
el conde de Artois, primo de su padre, y Gerardo de
Parma, legado de la Santa Sede»
La guerra entre tanto seguía. El rey de Francia, Fe-
lipe el Atrevido, habia invadido el Rosellon , apoyando
con las armas la investidura que el Papa habia dado á
uno de sus hijos de los estados del rey enemigo. Sos
preparativos de guerra fueron formidables : ciento y
docuenta galeras iimenazaban las costas españolas,
mientras que las fronteras eran embestidas de cerca de
doscientos mil combatientes, entre ellos diez y i>cho
mil caballos y diez 79iete mil ballesteros. £1 rey. don Pe-
dro, descomulgado porel Papa, veQdidop')r$ubermano
MANUEL JOSÉ QlliNtANA.
el rey de Mallorca, abandonado del de Castilla , y aco-
metido de todas las fuerzas de la Francia , lejos de in-
timidarse en tanto apuro, hizo frente á su enemigo por
todas partes. Los franceses ocuparon el Rosellon, atra-
vesaron el Ampurdan y pusieron sitio á Gerona. De-
fendiéronse los de dentro animosamente , hasta que, de
resultas de un choque que hubo entre las tropas del rey
don Pedro y una parte de las francesas , se rindieron á
partido y capitularon. Mas la fortuna, favorable hasta
entonces, les volvió la espalda : declaróse la peste en el
campo francés, y sus capitanes trataron de volverse
por tierra á su país. Despidieron ademas por economía
una gran parte de las naves que tenían en Rosas, coa
lo cual enflaquecida su escuadra, no pudo resistir á la
de Roger de Lauría , que llamado por su rey venia á
toda prisa á socorrerle desde Italia.
Acababa de conquistar la ciudad de Taranto y de re-
ducir casi todo lo que*faltaba en la Calabria, cuando
don Pedro le envió orden de que se viniese con su ar-
mada á Cataluña. Hizolo asi , y llegó á Barcelona sin
que los enemigos le sintiesen. Allí le fué á encontrar el
Rey, y le mandó que saliese en busca de las galeras
francesas, diciéndole : a Ya sabes, Roger, por experien-
cia cuan fácil es á los catalanes y sicilianos triunfar de
los franceses y proveazales por mar. » El con tan buen
auspicio salió á buscarlos, á tiempo que sus almiran-
tes, dejando quince galeras en Rosas , se veniau cou
otras cuarenta hacia Barcelona, adonde el rey de Fran-
cia pensaba Uegar por tierra. Hallábanse en San Pol
cuando avistaron una división de diez galeras cata-
lanas, y destacaron tras ellas veinte y cinco de las sa-
yas : escápeseles la división, y antes de que pudiesen
las veinte y cinco reunirse á sus compañeras, d:eroD
con la escuadra de Roger, á quien no creian todavía en
Cataluña. Era de noche, pero esto no le detuvo en en-
viarlas á desafiar : cayó en los franceses gran desmayo
al saber el adversario que tenían en frente , y se aperci-
bieron flojamente á la pelea ; pero confiados en la oscu-
ridad, intentaron desordenar la escuadra española, to-
mando la misma voz y las mismas señales. Decían los
nuestros aAragon , » y ellos repetían aAragon» ; losbo-
quesde Roger lltívaban un farol encendido, y también le
encendieron en los suyos : mezclados así, y confundidos
los unos con los otros, la batalla se trabó, mas no duré
mucho tiempo. Roger acometió á una galera provenzal,
y del primer encuentro le derribó todos los remos de un
costado, cayendo al mar los remeros y gente que allí
había, con grandes alaridos. Igual esfuerzo hadan los
demás buques españoles por su parte; y la ballestería
catalana, entonces la mas formidable del mundo, can-
saba tal estrago en los franceses , que, perdido el ánimo
y la confianza , doce de sus velas escaparon con Enri<->
que de Mar, y las demás se rindieron con Juan Escoto,
su almirante. Roger trasladó su gente á las galeraa
apresadas, por estar en mejor estado que las suyu , ea-
)as las envió á Baroelonai y le disposo i seguir el ú^
canee de las fugitivas.
'A
I^AhtE SEGUNDA.- HlátORlA.
!»»
Pñsmnk de ctneo mit los enemigos muertos en el
comiMte, j á otro día quiso el Tencedor tomar en los
prisioDeros la represalia de los estragos y crueldades
que los de su nación habían cometido á su entrada por
el Rosellon. Solo el almirante y otros cincuenta calía-
lleros ftieron eicqituados de esta resolución inhuma-
na ^ y con fiereza indigna de su gloria mandó arrojar
•I mar á trescientos , ensartados en una maroma , y á
doscientos sesenta, que no estaban heridos, les hito ,
sacar los ojos. y los envió al campo francés. Corrió des-
pués tras de los que huian, entró en el puerto de Cada-
qués , que estaba por el enemigo , rindió el castillo , y
•presó tres buques, y en ellos el tesoro que Tenia para
la paga del ejército. No estaba todavía en este tiempo
ganada Gerona, que bal»a conseguido una tregua de
treinta días, panrendirse al fin de ellos si noerasocorrí-
da. Los franceses , viendo la actividad y fortuna de Ro-
ger, querían que se tuviese por comprendido en aquella
tregua, y le enviaron al conde de Fox para que cesase
en sos hostilidades. Mas él contestó que ni á franceses
ni á proveníales la concedería jamás. Motejóle el Conde
descdierlMO, y le dijo que al año siguiente pondría su prín-
cipe una escuadra de trescientas velas, y que el rey don
Pedro no podría presentarie otra igual. «To la aguarda-
ré, replicó : Dios, que hasta ahora me ha dado victo-
ria , no me dejará sin ella ; y yo fio que no osaréis com-
batir conmigo.» Y creciéndole el orgullo con la con-
testación, «sabed, le Jijo, que sm licencia de mi rey
no ht de atreverse á andar por el mar escuadra ó galera
alguna ; ¿qué digo galera? los peces mismos si quieren
levantar la cabeía sobra las aguas han de llevar un es-
cudo cenias armas de Aragón. Sonríóse el Conde al oir
esta jactancia; y mudando de conversación, se despi-
dió deél y se volvió á sus reales.
Con esta re8puesta,lo8 generales franceses, obligados
á quemar los buques que tenían en Rosas para que no
cayesen en poder del enemigo, desesperanzados de to-
do socorro por mar, viendo ya entrada la peste en su
campo, y enifermo de muerte el Rey, sin embargo que
ya teman ganada i Gerona, se vieron constreñidos á re-
tirarse á su pafs. Pusiéronse en movimiento para ejecu-
tarlo, y el desorden y el estrago que sufrieron en su
vuelta (1285) fueron iguales á la presunción y pújen-
la con que entruron. El monarca aragonés, siempre
sobre ellos, hostigándolos con encuentros continuos,
ciNlándoles loe víveres, no losdejaba nimarohar ni des-
cansar ; y aquel ejéreito , que contaba por suya á Cata-
luña sin haber pórdido una batalla, entró en Francia
roto, desordenado y disperso, dejando los caminos cu^
feiertos de enfermos y despajos, muertosu rey del con-
ingioy y con poco aliento en los que se hablan salvado
pan venir otra val.
Gerona al instante se redijo á la obediencia de Pe-
én, el cual, libre de kw franceses, volvió su ánimo á
CMtfgar iaperfidiadelnj deMaBorca, iu hmnano. Dis**
puio4eetoflnunaannMla,ydióel mando de ella al
fiteipodeii AlOBMi su V^. En este estado le aoometió
una dolencia, de que murió en Villnf nn<^aá los cua-
renta y seis años de edad. Sicilia conquistada , Ñápeles
amenazad i, su reino defendido de tan formidable inva-
sión , Mallorca castigada , pues se rindió á su hijo , fue-
ron las operaciones brillantes de su reinado. Los ara-
goneses le dieron el nombre de Grande; y si este tí-
tulo es merecido por el valor, la capacidad y la fortuna,
no hay duda en que está justamente aplicado á Pe-
^lll,no solo para distinguirle de los demás reyes
de su nombre , sino de todos los de su tiempo , á quie-
nes se aventajó en muchos grados. Pero después de la
extensión que habla dado á sus estados el rey don Jaime
su padre , mas grandeza y mas gloría hubiera cabido á
su sucesor si empleara en civilizarlos las grandes dotes
que empleó en aumentarios con conquistas tan lejanas,
despoblando sus reinos para mantenerias , y estable-
ciendo aquella seríe interminable de pretensiones, sos-
tenidas por sus sucesores con ríos de sangre española.
Muerto el Rey, Roger, antes de volver á Sicilia, exi-
gió de don Alonso, su heredera, palabra real de ayudar
con todas sus fuerzas y contra cualquiera enemigo al
infante don Jaime, jurado ya sucesor en el dominio
de aquella isla. Con esta segurídad y pacto se hizo á la
vela en su armada , y turo el contratiempo de una tor-
menta que dispersó los buques, y echó á pique seis e»
que iban la mayor parte de los tesoros que había ganado
en sus batallas anteríores. Duró el temporal tres dias,
y sola la gran diligencia y actividad de los pilotos pudie-
ron salvar la armada, que, compuesta de cuarenta gale-
ras, llegó á Trápana en muy mal estado. El Almirante
fué por tierra á Palermo, y dio á doña Constanza la no-
ticia de la muerte del rey don Pedra. Al instante su hi-
jo don Jaime tomó el titulo de rey de Sicilia y se coro-
nó en aquella ciudad; lo cual ejecutado, mandó volver
á Roger á España para que manifestase á su hermano el
estado de cosas de Sicilia y de Calabria , y para que nada
se tratase en perjuicio suyo en las negociaciones de paz
que ya mediaban con el príncipe de Salerno, á quien
don Pedro poco antes de su muerte habia hecho traer
á España.
Deseaba la paz d rey de Aragón para atender á la
tranquilidad de sus estados y quitarae de encima un
enemigo tan poderoso como la Francia; deseábala el
Príncipe para recobrar su libertad y disfrutar de su co-
rona ; deseábala también el rey don Jaime para cimen-
taree en su nuevo estado, que siempre creia le sería
asegurado por las convenciones que se ajustasen. Me^
díaba el rey de Inglaterra á ruegos del Principe ; pera á
pesar de su infliyo y del deseo común, lo estorbaban Jas
miras del Papa y del rey de Francia , que no se mostra-
ban (ácUes á acceder á las condiciones con que el rey
de Aragón eonsentia en la libertad de su prísionero. Se
igustaban treguas para hacer la paz, y estas treguas se
rompían sin haber concertado nada. El almirante Roger
enaste intermedio amó seis galeras, y con ellas tan
vela pan Agueannuertas I corrió la costa de la Provea^
»! combatió á Santneri, Bograto y otros puehlosi Uso
224 OtíuAá Completas db DóiN
grande presa en ellos, y se volvió á Cataluña (1286) sin
qae la annada francesa, muy superior en número, pu-
diese contenerle ni alcanzarle.
En su ausencia el rey de Sicilia había dado el cargo
de su armada á Bernardo de Sarria , uno de los mas va-
lientes catnileros do aquel tiempo , el cual con doce ga-
.eras armadas de catalanes corrid toda la marina de
Capua , tomó las islas de Capri y de Prochita , entró por
fuerza á Astura , y se volvió á Sicilia , talando y que-
mando los casales y tierras de Sorrento y Pasitano, y
cargado de un botín inmenso. Estos estragos obligaron
á los gobernadores del reino de Ñapóles á aprestar una
armada y juntar gente para invadir á Sicilia : las aten-
ciones que distraían al rey de Aragón, la ausencia de
Roger y la inteligencia que tenian en algunos pueblos
de la isla, les prometían buen éxito en su empresa, y
aplicaron todos sus esfuerzos á conseguirla. Iban por
capitanes de la primera armada que enviaron , el obispo
de Marturano, legado del Papa, Ricardo Murrono; y
por almirante un caballero muy estimado entonces, lla-
mado Reinaldo de Aveliá. Esta annada arribóá Agosta,
y el ejército que llevaba saltó en tierra , puso ¿ saco la
plaza y fortiGcó el castillo : hecho esto, la armada dio
la vuelta á Brindis, donde el grueso del ejército enemi-
go esperaba para pasar á Sicilia.
La ausencia de Roger había ocasionado gran descui-
do en los armamentos navales de la isla; y cuando llegó
á ella y supo la rendición y toma de Agosta , empezó al
iostaute á reparar la falta y á preparar la armada. Los
sicilianos, que vieron á los enemigos otra vez dentro de
su país y amenazados del grande armamento que se ha-
cia contra ellos en Brindis , empezaron á culpar de esta
situación al Almirante : la envidia apoyaba la queja , y
echándole en cara que por piratear en la Provenza ha-
bía abandonado las obligaciones de su cargo, osó llevar
á los oidiis del Rey aquella odiosa imputación y calum-*-
niarle con ella. Llegó á Roger la noticia de esta maqui-
nación á tiempo que se hallaba en el arsenal dando
priesa á los trabajos del armamento ; y asi como estaba,
lleno de polvo, mal vestido, ceñido de una toalla, subió
indignado á palacio , y puesto delante del Rey y de aque-
llos viles cortesanos, «¿quién de vosotros, dijo, es el
que, ignorando los trabajos míos, no está contento de
lo que he hecho hasta ahora? Presente estoy, diga su
acusación, y yo le responderé. Si despreciáis mis ac-
ciones y mis fatigas , por las cuales tenéis vida y teso-
ros , mostrad lo que habéis hecho y si son vuestras vic-
torias las que os han dado el hogar y la patria en que
vivis, el lujo que ostentáis. Vosotros os divertíais míen-
la tras que ú mí me oprimía el peso de las armas ; ningún
cuidado os agitaba mientras que yo disponía mis cam-
pañas; ociosos estabais, y no temí ni la muerte ni la b-
tiga; yo andaba á la inclemencia del mar» y vosotros
estaban abrigados en weitras cases; un banoe de rep*
mero era mi lecho, y oús Biaqjeres fMtidioaei y nq^
MQleei f oiotiof) eeostambridoi ámeii»KgaMis; en
6q i el Itmbrs j il «fru mo «mumlan | «i^ntors que.
Manuel José OunTAíS'a.
nadando en deleites, hallabais vuestra 8eguri^4 en «lift
trabajos. Considerad mis accioiies , y ved » si la guerra
dura , quién ha de ser el martillo de vuestros enemigos,
pues no me da tanta vergüenza vuestra caluicnia, como
dolor vuestro peligro si olvidáis lo que valgo y me des-
echáis de vosotros. » Vuelto entonces á los que le ha-
bían acompañado, «id, esclamó, y traed al instante
los testigos de mi valor, los monumentos de mis victo-
rias y de mi gloria : la bandera del principe de Salomo,
losdespojQs.de Nícotera, Castrovechio y de Taranto;
los de la Calabria cuando hice huir al rey Carlos de Re-
gio ; traed las cadenas serviles de los Gerbos , las insig-
nias del triunfo que conseguí en San Feliu y en Rosas,
y las riquezas conseguidas en Aguas y en Provenza;
traedlas, y pues que aun dura y durará la guerra, si
entre estos hay alguno mas valeroso que yo , ese dirija
las armas y escuadras de Sicilia y defienda el Estado
contra sus enemigos, a La magnificencia y dignidad de
sus palabras impusieron silencio y admiración á toda la
corte que le escuchaba ; los malsines no osaron contra-
decirle ; y él , despreciando sus viles intrigas y su mise-
rable envidia, volvió á entender en la preparación de la
armada , que , á fuerza de su increíble actívidad y dili-
gencia, á breve tiempo estuvo dispuesta en numere de
cuarenta galeras bien pertrechadas.
En ellas se hizo á la vela , y salió á buscar á los ene*
migos al mismo tiempo que el Rey« después de haber
asegurado á Catania , que tenia inteligencia con ellos,
puso sitio sobre la fortaleza de Agosta pare arrojarlos
de aquel punto , uno de los mas fuertes é importantes
de la isla. Los sitiados se defendieron valientemente;
pero al fin , siendo mucha gente y (altándoles bastimen-
tos , tuvieron que rendirse á partido deque salvasen las
vidas. Fueron en aquella ocasión hechos prisioneros los
tres principales personaos del armamento enviado an-
teriormente por los gobernadores de Ñápeles , que eiají
el legado del Papa, el general Murrono y el almiranta
Reinaldo de Aveliá. Entre ellos se hallaba un religioso,
llamado fray Prono de Aydona, dominicano, el cual
había traído letras y provisiones del Papa para alterar
la isla. Ya anteriormente , venido con la misma miaioii,
y cogido, había sido perdonado generosamente por el
Rey, que respetando su estado también mandó ahora
ponerle en libertad ; pero él quiso mas bien estrellarae
la cabeza contra un muro que sufrir la confusión de
parecer á la presencia del monarca ofendido.
Mientras esto pasaba en Agosta, Roger supo que la
mayor parte de la armada enemiga se bailaba en Caste-
lamar de Stahia esperando tiempo pan pesar á Sicilia.
Componíase estado ochenta y cuatro velas, y él ne te->
nia mas que cuarenta ; pero llevaba consigo su pericia,
su esfuerzo , su fortuna , y sobre todeau nombre, ábí,
luego que llegó á Sorrento envié müeaqiife al ahoi-
rente enemigo , diciéndole que se apemibieBe á la hala<-
lia, porque él iba á praseatáriahu Con eateafiao loa
INaaeies pneieroa m órdea ra armada:, en deadettiM
un Dfirom coasUonMtde c«vte|aiaNira»|^rMii^
í;-
PARTE SEGUNDA.— aiSTOWA.
M grandes uridu los do*
le la Iglesia, y TinieroD i
:. Roger dispuso susgale-
lú las que habían de guar-
ilocó en medio , ordenó en
ería ,; dio la señal de em-
bestir. RomplihelB batalla por una galera aciliana, que
fuérodeada de cuatro francesas, y al fin rendida; pero
■codieron mas velas españolas y sicilianas , qne la re-
presaron. Otras acometieron el centro enemigo , donde
iban los condes ; y empeñada asi ta batalla , los france-
ses se distinguian por el númeroyia Talentia, los nues-
tros por la osadia y la destreza. Velase á Roger armado
sobre la popa de su galera animando á sus capitanes y
erigiendo sos moTimientos. A su toz y d sus gritos,
quaresonabanferoces en medio de aquel eslniendo, los
Euyoa se alentaban, y se estremecían los enemigos. De-
clarúse, tai ñn, la fortuna por la pericia : su misma mn-
chednmbreirapedia i los francesesmaniobrar con acier-
to ; y moviéndose tumultuariamente y en desurden, mas
ivetía que peleaban por conservar el honor que por
a lean ur la victoria. Losnnestros, que sintieron sudes-
concierto, empeñaron mas la acción, y empezaron i
hacer grande estrago en ellos, qne, ya desbaratados y
ctmfundidos, no osaban hacer resistencia. Derribados
los dos estandartes, vencidas y ganadas las galeras en
qne iban los condes y gente principal , apresadas cua-
renta y coatro, el resto se puso en huida con &iríque
de Mar, hombre muy diestro en escaparse de estos pe-
ligros. Roger émii á Bteobia las galeras apresadas, gm
cinco mil hombres que tomd en ellas, y se pnso otra
vei i vista de Ñipóles, que, alborotada coa tan grande
derrota , ■« volvió á alterar y aclamar el nombre del al-
mirante español (1287).
En tan gran conflicto los gobernadores del reino to-
maron el partido de asentar treguas con Roger. Este
creyd qne la sospensíon de armas seria útil al Rey , y la
ajustó por un año y tres meses, exigiendo que se le ha-
bía de entregar la isla y fortaleza de lacla, que babiau
cobrado los franceses ; pero don Jaime no quiso conGr~
mar esta convención , becha sin consulta suya , y se tuvo
por mal servido del Almirante , á quien al instante em-
peió á acusar la envidia, imputándole que se había de-
jado ganar por dmero de los enemigos. £1 envió un co-
misionado suyo al rey de Aragón para que la confirmnse
porfaparte;mas tampoco vino en ello este monarca,
ji prevenido por su bennano; y le respondió que él la
aceptaría y guardaría si don Jaime la admitiese.
Al año siguiente de 1388 consiguió su libertad el prin-
cipe de Salomo b^o las condiciones siguientes : que
pagase veinte y tres mil marcos de plata, diese enre-
heoea i Roberto j Luis, sus hijos , y alcamase del Papa
y el rey de Francia una tregua de tres auos,en la que
habia de entrar el Priocipe miuno. Otras muchas con-
iwdoiies fanbo , que no son de este propósito; baste
dseir que Mcolao IV, pontífice eotoocet, y <1 rey de
FmckiM )m Mepttros; qw 4 PriMipe fM florowMlo
por el Papa mismo , rey de Sicilia y sei
pía y de Calabria ; y que la guerra vo
con mas furor que nunca. El rey don J
ejército á Calabria i reducir los luga
bian rebelado en aquella provincia ; y '
rigirse después i sitiar í Gaeta. Ex
ducidos muchos pueblos y fortalezas,
el conde de Artais,quG habia con u)
querido hacer frente i los nuestros , (
gid á la playa de Belveder para comb
era muy fuerte. Hallábase allf el seño
Sangeneto, que, habiendo sido ante*
de Aragón, por medio del Almirante
su libertad, haciendo bomen^ede i
castillos á la obediencia de] Rey, y de
para seguridad dos hyoa que tenia. Pi
caballero la fe jurada ésu primer sen
sus hijos, y al punto que se vio libre
toda la guerra que podía desde sus pos<
combatido con el mayor tesón el ca!
pero Sangeneto se defendía valerosai
máquina bélica que tenia en la muralb
la parte del real donde se hallaba el I
sitiadores nn estrago terrible. El Almi
i don faime en toda aquella eipedicio
ees i uno de los medios condenado*
por el derecho de geote* , y abomioad
dad y de la justicia. Armó una polea c
y paso en alto sobre ella al hijo mayí
haciéndole blanco de los tiros de la m
triunfos de Boger de Lauríano bastai
cha que deja en su caráctersemejante
sn beroismo se eclipsa delante de la i
infeliz padre , que , sordo entonces á k
gre , mandó esfonadomente que la mf
ejercicio. Cayó el moio inocente á I
tiro, que le dividió en dos partes la
que su daigracia despertó en el birba
sentimientos de virtud. El cadáver,
rica vestidura, fué enviado oí padre;
querioido perder mu tiempo delanU
leza, levantó el sitio y envió á Sangí
que tenia en su poder (1289).
La armada yel ejército se dirigieron
en cuyo puerto entraron sin oposición
la plaza que se rindiese ; y á la repulsa
ella recibió , mandó hacer todos los pi
tio , y comenzó á combatirla. El rey d
al instante á la defensa con un ^érc
fraudo los do* monarcas rivales su re|
tuna en el éxito de aquella empresa,
á su bvor la compañía de los mejores c
do , victoriosos por mar y por tierra
salir con una empresa, la primera en
persona ; núentras qne il de nápoles
de reparar k» diBo* y ifrealii ndb
dir NpqtMlDn «I prtH^o itnn
Í2Í
ObBAS COMPlETAá DE DON HAKUEL JOSÉ QUINTaKA.
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- TI
'%
í^
«'.T'
- V.
ranza que tenia en el brillante ejército que habia junta-
do en Provenza y en Italia , mandado por uno de los me-
jores generales de aquel tiempo , que era el conde de
Artois. AI principio los franceses embistieron la parte
oriental del campamento siciliano , donde se bailaba el
almirante Roger , y fueron rechazados y obligados á re-
' tirarse del combate. Pero sus fuerzas iban cada dia au-
mentándose con auxiliosqueles venian del partido guel-
fo en Italia , y los nuestros parecian ya roas sitiados que
los de Gaeta. Una batalla era inevitable en esta situa-
ción , y de ella iba á depender el destino de Ñapóles y
de Sicilia ; pero el rey de Inglaterra , continuando el
bello papel de paciGcador con que se mostró en estas
sangrientas alteraciones , envió un embajador al Papa,
exhortándole á que procurase algún concierto entre los
dos príncipes : el Papa condescendió con los deseos de
aquel monarca , y envió un legado á Gaeta , el cual, con
el embajador inglés, persuadió á los dos reyes que asen-
tasen treguas por dos anos , con la condición de que el
de Ñapóles levantase primero su real. Así lo hizo, y tres
dias después don Jaime se volvió con su armada y ejér-
cito á Sicilia.
Mas á pesar de estas ventajas y mediaciones, la suerte
de los infelices sicilianos iba á conducirlos al riesgo de
volver al yugo de sus antiguos opresores. Ellos no te-
nían otro escudo ni otros valedores que las fuerzas de
Cataluña y Aragón , y estas iban á faltarles, y quizá á
volverse en contra suya. El rey don Alonso , no juzgán-
dose bastante fuerte para hacer frente á un tiempo á la
Francia , á las disensiones intestinas movidas en sus
estados por los ricos-hombres, celosos de la conserva-
ción de sus fueros y privilegios, atropellados por el rey
difunto ; al rompimiento que amenazaba de parte de
Castilla , y ásostener el estado de Sicilia contra las fuer-
zas de Ñapóles, del Papa y del partido güelfo en Ita-
lia , tuvo por mas conveniente dar la paz y la tranquili-
dad á sus estados que sostener sus pretensiones á costa
de una guerra á la cual no veia fin. Hizo pues la paz con
sus enemigos , ofreciendo, entre otras condiciones, re-
nunciar su derecho á los estados de SicDia , sacar de allí
sus fuerzas y sus generales , persuadir á la Reina su ma-
dre y á su hermano que abandonasen el pensamiento de
mantenerse en el dominio de la isla , y aun obh'gándose,
en caso necesario, á arrojarlos él mismo de allí con sus
propias fuerzas. Mas cuando Cataluña y Aragón empe-
zaban á respirar con la esperanza de la paz, y aquel
Príncipe se disponía á celebrar sus bodas con una bija
del Rey de Inglaterra, falleció arrebatadamente en Bar-
celona á los veinte y siete años de su edad, en 1291. Su
muerte fué generalmente sentida , así por su amor á la
virtud , á la justicia y á la liberalidad , en la cual fué muy
señalado, y obtuvo por ella el sobrenombre de Franco;
como por haber mostrado la paz al mundo, según dice
If aríana , si bien no se la pudo dar. Llamó por su testa-
, mentó á sucederle á su hermano don Jaime , con tal de
^quo dejase él reino dé Sicilia á don Fadríque , sustitu-
yendo á este en primer 1íii,'ar en la sucesión , y después
I
de él al infante don Pedro', en caso de que doii Jaimd
prefiriese quedarse en Sicilia. Pero este príncipe , luego
que supo la muerte de su hermano , se hizo á la vela para
España, y celebró su coronación en Zaragoza, protes-
tando en este acto que no recibía los reinos y señoríos
por el testamento de su hermano , sino por el derecho
de sn prímogenitura. Con esto anunció que también
quería quedarse con los estados de Sicilia y de Italia , y
al instante empezó á tomar medidas para la segurídad y
defensa d^ ellos.
Dio el cargo de gobernador y general de Calabria á
don Blasco de Alagon, hombre de un esfuerzo á toda
prueba y de una capacidad y prudencia consumada.
Este guerrero, después de haber con su sagacidad y mo-
deración establecido la autoridad y preeminencia de su
encargo en las tropas de la provincia , que se rehusaban
á obedecerle, retó á los franceses que el rey de Ñápe-
les tenia también en Calabria, y los desbarató , hacien-
do prisionero á su general Guido Prímerano. Esta vic-
toria aseguró la provincia del estrago que los enemigos
hacían en ella, y acabó de aGrmar la autoridad de don
Blasco. Mas , como nunca falten envidiosos al mérito
cuando se levanta , fué acusado ante el Rey de haber to*
mado á Montalto quebrando la tregua que había con los
enemigos, y de haber batido moneda, en desdoro de
la preeminencia real. Mandado venir á la corte para res-
ponder á estas acusaciones, obedeció, y vino á España;
pero antes hizo homenaje al infante don Fadrifiue, lu-
garteniente de su hermano en aquellos estados, de que
luego que hubiese dado los descargos á las culpas que
se le imputaban, y satisfecho su honor, volveria á la de-
fensa de Sicilia.
Roger de Lauria en este intermedio, después del si-
tio de Gaeta, había corrido con una armada las costas
de África y tomado á Tolometa por asalto. Enviado á
España por don Jaime , á ruegos de don Alonso, para
asegurar las costas, al instante que murió este prínci-
pe navegó hacia Sicilia , de donde vino acompañando
al nuevo rey; mas luego, por su mandado, volvió á ha-
cer vela para la isla á defender sus mares y los de Cala-
bria. Mandaba por los franceses en esta provincia Gui-
llen Estendardo , el cual, teniendo noticia de que la ar-
mada siciliana iba á surgir junto á Caslella , puso en ce-
hida cuatrocientos caballos en aquella marina , esperan-
do sorprender á Roger. Mas este , que prevenía siempre
los accidentes y vencía las asechanzas con ellas, hizo
desembarcar su gente con tanto concierto como si tu-
viesen delante los enemigos. No pudo Estendardo ex-
cusar de venir á batalla , la cual fué muy reñida, sin em-
bargo de darse con poca gente (1292) ; pero herido el
general francés, y sacado á duras penas del riesgo , se
declaró la victoria por Roger, el cual , siguiendo las fie-
ras instigaciones de su índole inhumana , hizo degollar
á uno de los prisioneros, Ricardo de Santa Sofía, por-
que siendo gobernador de Cotron por el rey de Art-
gon había entregado aquella plaza á los enemigos. Ga-
nada la batalla y recogida la gente á la armada | dirigióse
IL A'.
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pkKn &BeuNt>A.-msTot)tA.
ftí?
Ucia leTante, tc&leó la Itorea, entró de noche y saqaeó
á MalTasia, taló la isla de Chio, y cargado de presas y
despojos, dio Ja vuelta el puerto de Meclna,
Seguían entre tanto las negociaciones de paz entre los
principes enemigos, y era dificil a! de Aragón lograrla ¿
buen partido en aquel estado de cosas. La unión tan e^
trecha entre las casas de Ñápeles y Francia, la adhesión
de los papas á su partido, por el dominio directo que
afectaban schre la Sicilia; el entredicho puesto en Ara-
gón, y la investidura dada á Garlos de Valois, no con-
sentían concierto ninguno que no tuviese por base la re-
nunciación de la isla , á menos de que don Jaime consi-
guiese &k la guerra unas ventajas tales , que obligasen
á sos adversarios á consentir en la cesión de aquel esta-
do. Pero estas ventajas no podian esperarse del poder
que le asistía , y mucho menos de su espíritu, que esta-
ba muy distante de la magnanimidad , entereza y valor
del gran donPedro su padre. Blandeó pues al fln, y ajus-
té su paz con la Iglesia, con el rey de Ñápeles y el de
Francia, renunciando su derecho sobre la Sicilia, y obli-
gándose á arrojar de ella con sus armas á su madre y á
su hermano, en caso de que no quisiesen dejar la pose-
sión en que estaban. Concertó casarse con una hija del
rey de Ñápeles, y por un articulo secreto le prometió
el Papa la donación de Lis islas de Gerdena y Córcega en
eambio de la Sicilia.
Al rumor de estas negociaciones, lossicilianosenvia-
roo embajadores á don Jaime á pedirle que reformase ó
revocase una concordia tan peijudicial para ellos. En-
tretúvolos el Rey algún tíempo mientras se terminaba
^tratado; y cuando ya estuvo confirmado, al tiempo
de celebrar sus bodas en Viilabertran con la infanta de
Ñápeles , les dio su respuesta final , anunciándoles la re-
uuDcia que había hecho de los reinos de Sicilia y Gala->
bria en el rey Garlos, su suegro. Oyeron esta nueva co-
mo si recibieran sentencia de muerte; y delante de los
ricos-hombres y caballeros que á la sazón se hallaban
presentes , es fama que Cataldo Rosso , uno de ellos, se
explicó en estas palabras :
a ¡ Con que en vano ha sido sostener tan grandes guer-
ras, verter tanta sangre y ganar tantas batallas, si al
Gd los mismos defensores que elegimos, á quienes ju-
ramos nuestra fe, y por quien con tanto tesen hemos
combatido , nos entregan á nuestros crueles enemigosl
No ganan , no , á Sicilia los franceses , tantas veces der-
rotados por mar y por tierra; el rey de Aragón es quien
la abandona, teniendo menos aliento para sostener su
buena fortuna , que perseverancia y tenacidad sus con-
trarios para contrastar la adversidad de la suya. AOr-
mado, como lo está, el reino de Sicilia, conquistada la
Calabria toda y la mayor parte de las provincias vecinas,
vencedores siempre que hemos combatido, nada nos
faltaba á los sicilianos sino un monarca que nos tuviese
3n mas precio y supiese estimar su prosperidad, j Des-
venturados I ¿Qué nos puede valer ya por nuestra parte
Idante de un rey que confunde todas las leyes divinas
f humanas y no solo abandonaá sus mas fieles vasa-
llos, sino que pone á su madre y hermanos en poder de
sus enemigos? | Qué de atrocidades no harán cometer
la rabia y la venganza á estos hombres, ya antes tan
soberbios y crueles , cuando vuelvan á nuestras casas y
las vean teñidas aun con la sangre de los suyos 1 Dedd,
¿á quién queréis que nos demos? ¿Será á aquel que,
siendo príncipe de Salcmo y prisionero por vuestra can-
sa , y á presencia vuestra , condenamos á muerte? ¿ En-
tre^utoos vuestra madre y hermanos al hijo de aquel
que en un día quitó el reinoylavidaalreyManfrodo,
su padre ? Pero la miseria y la injusticia proíducen al fin
la udependencia. Los pueblos de Sicilia no son un r^
baño vü que se compra y se enajena por interés y diñe*
ro. Buscamos á la casa de Aragón para que fuese núes*
tra protectora , la juramos vasallaje , y con su ayuda ar-
rojamos de la isla á los tíranos y castígamos sus atro«
cidades. Si la casa de Amgon nos abandona, nosotros
alzamos el juramento de fidelidad que le hicimos, y sa-
bremos buscar un príncipe que nos defienda : desde este
momento no somos vuestros ni de quien vos queréis que
seamos ; mandad que se nos entreguen las fortalezas y
castíUosque se tienen por vos ahora; y Ubres y ezenlos
de todo señorío , volvemos al estado en que nos hallá-
bamos cuando recibimos por rey á don Pedro vuestro
padre.»
Estas palabras, acompañadas de lágrimas y demos-
traciones de desesperación y dolor, conmovieron á to-
dos los circunstantes ; pero el Rey , que ya habia tomado
su partído, les admitíó la protestación de libertad que
babian hecho, dio las órdenes que le pedían , y les encan-
gó que cuidasen de su madre y su hermana , añadiendo
que nada les decía acerca del infante don Padrique, por-
que este , como buen caballero, sabría bien lo que ha-
bía de hacer (1295).
Ocupaba en aqueOa sazón la silla pontificia Bonifa-
cio Vlü , papa célebre por su ambición , su sagacidad y
sus desgracias. Antes de su elección había tenido algu-
nas relaciones con don Fadríque; y el Infante luego
que le vio Papa le envió una embajada á congratularle
y hacérsele propicio. Bonifacio le pidió que vim'ese á
verle con Juan Prochíta , Roger de Lauria y algunos ba-
rones de Sicilia , con el objeto , según decía , de arre-
glar las cosas de la Isla y tratar del acrecentamiento de
aquel príncipe. Estas vistas se hicieron en la playa de
Roma; y como el Papa viese la gentíl disposición del
Infante y la magnanimidad y discreción que mostraba
en sus palabras , desesperó de poderle traer á los fines
que quería , y eran que la Sicilia se pusiese bigo de su
obediencia sin oposición. Abrazóle, y viéndole arma-
do, dio á entender que sentía ser la causa de que tan
mozo se aficionase á las armas. Volvióse después á Ro-
ger, y considerándole despacio, c¿ es este, dijo, el
enemigo tan grande de la Iglesia y el que ha quitado
la vida á tanta mucliedumbre de gentes? Ese mismo
soy, padre santo, respondió Roger; mas la colpa de
tantas desgracias es de vuestros predecesores y vues-
tra. » Tras de estas y otras pláücu Bonifacio se s^aró
'5-iñi
'Sr-.v.'^
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1.1 A- ■
m OBRAS COMPLETAS OE DOff
con FadHque , y persuadiéndole que se conformase coa
]apá% 4ue SQ hermano había concertado, le prometió
casarle con Catalina , nieta de Balduino , último empe-
rador latino de Constantinopla , y ayudarle con las fuer-
tes de Francia y las suyas á conquistar aquel imperio. El
fofante admitió la oferta , prometió no opcmerseála res-
titución de la ^cilia , y se volvió á la isla.
En ella no se creyeron al principio las noticias de la
paz ajustada entre el rey de Aragón y sus enemigos.
Mas cuando los embajadores enviados á este fin volvie-
ron con la respuesta y declaración definitiva de don Jai-
me , sacando fuerzas de su desesperación misma, los si-
dllanos en parlamento general del reino , celebrado en
Palermo , pidieron al infante don Fadriqne que se en-
cargase de aquel estado , lo cual consentido y admitido
por 61 , se seiíaló dia para juntarse en Catania los baro-
nes y sdoores principales de la isla con los síndicos y
procuradores de las ciudades á prestar el juramento de
fidelidad. Roger en aquella ocasión , si bien al principio
estuvo perplejo por las relaciones estrechas que tenia
con el rey de Aragón, y por la incertidumbre en que
se hallaba de su renuncia , luego que estuvo cierto de
ella y vio el consentimiento general de toda Sicilia,
acudió al parlamento señalado, y en la iglesia mayor de
Catania , delante de todo el reino , convocado allí á este
fin , él fué quien aclamó rey de Sicilia al Infante , y él
fbé quien probó que esto le era debido por disposición
divina (1296) , por la sustitución que había hecho en él
su hermano don Alonso y por general elección de todos
los sicilianos.
El Papa , sabiendo esta resolución , envió allá emba-
jadores para estorbarla ; pero fueron arrojados de la isla
sin ser oídos. Don Jaime publicó un edicto mandando
á los guerreros aragoneses y catalanes que estaban en
Sicilia se viniesen para él, viendo la necesidad que
tendría de ellos en la guerra que ya preveía entre él y
BU hermano. Algunos obedecieron , pero los mas se que-
daron en Sicilia á persuasión de don Blasco de Aragón,
que , á despecho de don Jaime , habia vuelto allá , cum-
pliendo con la palabra que antes habia dado á don Fa-
dríque. Este caballero les dijo que, perteneciendo al
infante aquel reino, y siendo los franceses enemigos
comunes de Sicilia y de Aragón, nadie debía tenerles á
mal caso el que ellos le defendiesen con todo su poder
de su bárbara dominación, y se ofreció á sustentarlo
con las armas delante de cualquier príncipe. Era don
Blasco uno de los mas señalados de aquel tiempo, por su
linaje, sus hazañas y sus virtudes ; su autoridad contu-
vo una gran parte de sus compatriotas, y puede decirse
que su presencia en Sicilia fué lo que mas contribuyó á
mantener su independencia en la gran l)orrasca que la
amenazaba.
Llegaba ya el tiempo en que iba á ser privada de su
mejor defensa con la deserción de Roger. Este, aunque
habia sido nombnido almirante por don Fadrique, y le
acompañó en su primera eipedición i Calabriai empe«
«Iba i flaquear eu la fe que le habia prometido* La pri*
MANUEL JOSÉ QUINTANA.
mera demostración d^ disgusto se manifestó en Catan^
zaro , plaza fuerte de la baja Calabria , y que estaba en-
tonces defendida por Pedro Russo, uno de los barones
mas acreditados de Ñápeles. Habia el Rey ganado á Es-
quilache, y llamó á sus capitanes á consejo para tratar
si habia de embestir ó no á Catanzaro. El Almirante fué
de parecer que se acometiese antes á Cotron y otros
pueblos que estaban descuidados , los cuales rendidos,
la empresa de Catanzaro seria mas fácil. En un hombre
tan arrojado como Roger pareció extraño que propu-
siese el partido mas tímido, y todos lo atribuyeron al
parentesco que tenia con Pedro Russo. Sin embargo,
ninguno osaba contradecirie, basta que el Rey, que
deseaba ganar crédito en aquella empresa y autorizar
sus armas, dijo que si los enemigos los veían acometer
las plazas débiles y huir de embestir á las fuertes , me-
nospreciarian su poder, y que por esto convenia aco-
meter desde luego lo mas arduo, y con una victoria
conseguir muchos triunfos.
Prevaleció este dictamen , y el ejército embistió á Ca-
tanzaro. Su defensor, conociendo desde los primeros
encuentros que no era bastante á resistir, pidió treguas
de cuarenta días, á condición de rendir la plaza si en
ellos no era socorrido. Concediósele este partido , y to-
dos los pueblos de la comarca siguieron el ejemplo de
Catanzaro , y se aplazaron del mismo modo ; entre ellos
Cotron , en cuyas cercanías asentó don Fadrique su
campo. Sucedió que entre los vecinos del lugar y los
franceses que le guarnecían se movió un alboroto y vi-
nieron á las armas. Los vecinos llamaron en su ayuda
á los sicilianos ; y estos , no teniendo cuenta con las tre-
guas, entraron en la plaza , acometieron á los france-
ses, que retirados al castillo creyeron que todo el ejér-
cito enemigo venia sobre ellos, y no tuvieron aliento
para defenderle de aquella poca gente dispersa y des-
mandada. Guando la noticia de este tumulto llegó á don
Fadrique, desarmado como estaba subió á caballo , y
tomando una maza, corrió con algtmos caballeros hacia
el castillo á contener á los suyos, que ya andaban ro-
bando. Hirió y mató algunos de ellos; mas el socorro
no llegó tan presto, que ya los franceses no hubiesen
recibido grande daño , y el Rey lo reparó en la manera
posible , mandando restituir lo que pudo hallarse, pa-
gando el resto de su cámara , y haciendo poner en líber*
tad dos franceses de los que tenia al remo por cada uno
de los que habían muerto en el rebato.
La tregua habia sido ajustada por Roger, y su viola-
ción, aunque imprevista, fué para su ánimo orgulloso
un desaire á su autoridad. Impaciente de cólera, llegó
á la presencia del Rey , y renunciando su empleo de al-
mirante, se despidió de él dicíéndole aque él no era
mas famoso por sus servicios y sus victorias que por
su exactitud y puntualidad en guardarlos pactos y con-
ciertos que hada; que esta fama de leal le hacia ilustre
entre italianos, franceses , españoles , moros y orienta-
les ; que aquella violación era ana mancha en su fe , la
cual mancillaba su buen crédito y disminoia su auto*
PARTB SB6UNDA.^HI8T0IUA.
ridad ; que te diese pues liceacbi j^ara retirme de «i
servicio ; y que presto llegaría tiempo en que sus omit-
ios, confundidos con el peso de los negocios y defensa
de aquel reino , confesarían |a sencillez y la fidelidad
con que Roger serrla á su rey o. Este, alterado con
aquella resolución, le respondió indignado a que se
fuese donde gustase, aunque fuese á sus contraríos;
porque si sus servicios eran muchos, no eran menores
ni menos conocidos los premios que se le hablan dado;
sobre todo, era mucho mayor que ellos su soberbia y su
¡actancia, la cual no quería él sufrir pomada en el mun-
do». Hubiera pasado á mas la alteración , á no haber me-
diado Conrado Lanza, cuñado de Roger, persona de
grande autoridad por sus muchos servicios. A su per-
suasión se aplacó el Rey, y Roger pidió perdón de su
demasía , y se reconcilió en su gracia. Mas sus contra-
ríos no por eso se desalentaron en sus intrigas y en sus
imputaciones. Sabían que el rey de Aragón había inti-
mado públicamente á Roger que entregase al rey Car-
los el castillo de Girachi , y que de no hacerlo procedería
contra él y sus bienes como señor contra vasallo ; sabían
que , además de este requerimiento público , había tra-
tos secretos entre el Almirante y don Jaime , y juzgaban
que aquel enojo de Roger era un pretexto para dejar el
servicio de don Fadrique.
Has, sea que estos tratos aun no tuviesen la corres-
pondiente madurez, ó que todavía Roger estuviese de
buena fe asistiendo á este príncipe , lo cierto es que
después de este lance él mandó la armada siciliana que
se envió al socorro de Roca Imperíal , sitiada por el con-
de Monforte. Noticioso de que el sitio se había levan-
tado, costeó las marinas de la Pulla, haciendo á los
enemigos de Sicilia toda la guerra que él acostumbruba
en esta clase de correrías. Asaltó y puso á saco á Lecce,
y volviendo con el despojo á Otranto, entró sin resis-
tencia en esta ciudad, entonces abierta y sin defen-
sa; y viendo la oportunidad de su situación y la exce-
lencia de su puerto , hizo reparar sus murallas y for-
talecería con baluartes. De allí pasó con la armada á
Brindis , donde habían entrado de refuerzo seiscientos
soldados escogidos del rey Carlos, mandados por un
francés distinguido llamado Gofiredo de Jan vila. Roger
desembarcó la caballería que llevaba en sus galeras,
fortificó un puesto , y desde él comenzó á talarlos cam-
pos y estragar la tierra. Al día siguiente, como estuviese
sobre el puente de Brindis cubríendo con sus caballos
los trabajos de los gastadores, estos se desmandaron;
y Roger, temiéndose alguna celada, salió del puente con
gran parte de los suyos á recogerlos. Al Instante losene-
migos embistieron al puente, casi indefenso. £1 puesto
fortiGcado por los sicilianos , y las galeras donde podían
recogerse estaban lejos, y solo haciéndose fuertes en
el puente podían evitar el riesgo de ser muertos ó pre-
sos. Cargaron pues unos y otros ¿ aquel punto , en que
coQsistia la salvación de los unos y la venganza de los
otros. Dos caballeros de Sicilia pudieron sostener el ím-
petu enemigo, mientras que Roger, animando á los suyos
con el nombre deUurla, qne repella á grftoi» entró de
los primeros en d puente , y oerrando con el general
francés, le hiríó en el rostro y le hizo caer del caba-
llo. A esta desgracia juntándose el estrago que hacia en
los enemigos la terrible ballestería del Almirante , yoh-
vieron al fin te espalda , y abandonaron el puente, des-
de donde los nuestros se recogieron libremente á su
campo fortificado.
Cuando Roger dio la vuelta á Mecina bailó en ella al
rey don Fadrique y á dos embajadores del rey de Ara-
gón, que venian á pedir se viese con su hermano en al-
guna de las islas detecte ó Prochita. Traían también
una carta para el Almirante, en que don Jaime le encara
gaba persuadiese al rey de Sicilia que consintiese en
aquella conferencte. Para tratar este punto se celebró
parlamento en Cbaza, y en él Roger habló largamente
sobre te conveniencia y utilidad de acceder á los deseos
del rey de Aragón, á quien así don Fadrique como to-
da te Sícílte debían reconocer por superior. Las razo-
nes en que el Almirante fundó su parecer eran tomadas
de te pujanza de aquel príncipe, de la flaqueza déla Sí-
cílte, y de la esperanza que podía haber en que se vén-
dese por las súplicas y amonestaciones de su herman<>
para no entregarlos á los enemigos. Pero el parecer
contrarío, apoyado en el consentimiento de todos los
barones y síndicos de las ciudades, dictado por te en-
tereza y el valor, prevaleció en el esforzado corazón del
Rey, saliendo acordado del parlamento que no se diese
lugar á las vistas, y que si don Jaime venia armado con-
tra su hermano , este le recibiese á mano armada tam-
bién , y la guerra decidiese su querella.
Vuelta te corte á Mecina , Roger mostró á don Fa-
drique una carta del rey de Aragón , en que le manda-
ba se fuese para él, y le pidió lícencte para ejecutarlo,
ofreciendo delante de Conrado Lanza que solicitaría
con aquel monarca todo cuanto conviniese á su servi-
cio. Diósete el Rey, y le concedió además dos galeras
que pidió para ir á visitar y abastecer los castülos que
tente en Calabría , antes de partir á Aragón. En su au-
sencia sus émulos acabaron de irritará don Fadríque en
su daño : imputábanle que en su expedición á Otranto,
y en aquel mismo viaje que hacía pura visitar sus cas-
tillos , se habte avtetado con los generales del rey Car-
los I y tratado con ellos en perjuicio de la Sicilia ; y de-
cían que su cuidado en pertrechar sus fortalezas ma-
nifestaba su intención de pasarse á los enemigos. Volvió
Roger á despedirse del Rey , y llegando á su presencia ,
te pidió te mano para besársela , y el Rey se la negó.
Pregunta la causa de aquel desaire , y don Fadríque le
responde que un hombre que se entiende con sus ene-
migos ya no es su vasallo ; mándale además que quede
arrestado en palacio, y entonces el Almirante, deján-
dose llevar de te ira, á que era tan propenso , a nadie,
exclama, bay en el mundo que pueda prívarme déla
libertad mientras el rey de Aragón esté con elte; ni
es este el galardón que mí lealtad y nüs servicios han
merecido. » Ninguno osaba llegarse á él; y respetando
.•a^v^mbé ^ ¿
230 OBRAS COMPLETAS DB DON
i] cabo la palabra delMej, se toro por arrestado, | se
apartóá un lado déla saleen que se bailaba. DoscdNi-
Ileros sicilianos, Mánfredo de áaramonte y Ylnchiguer*
ra de Palacl , que tenian grande autoridad con el Rey,
salieron por sus fiadores y le UcTaron á sn misma ca-
sa. En la nocbe salió á caballo y se dirigid á una de
. las fortalezas que tenia en Sicilia , y las bi£0 pertrechar
todas. Alli se mantuvo sin hacer guerra y sin pedir con-
cierto ; pagó la suma en que sus fiadores se habian obli-
gado ; y el Rey , temiéndose un escándalo y movimiento
perjudicial , cesó de proceder contra él.
Los embajadores del rey de Aragón llevaban también
el encargo de pedir á la reina doña Constanza y á la in-
fanta Violante su hija , que se fuesen con ellos á Ro-
ma á celebrar las bodas concertadas entre la Infanta y
Roberto , duque de Gahbria , heredero del rey Garlos.
Vino en ello don Fadríque; y su madre y su hermana,
acompañadas de Juan Prochita y de Roger de Launa,
salieroná un tiempode Sicilia (i297). Era ciertamente
un espectáculo propio á manifestar la vicisitud de las
cosas humanas, que á un tiempo y como expelidos de-
jasen á Sicilia la hija y nieta de Mánfredo , el negocia-
dor que con su actividad y consejo habia libertado la
isla , y el guerrero invencible que la habia defendido á
costa de tanta sangre y con tanta gloria ; y que saliendo
de allí , se dirigiesen á buscar un asilo entre los mismos
de quienes eran mortales enemigos. Roger perdia en
la separación no solo los grandes estados que tenia en
Sicilia, sino caudales inmensos que habia puesto en
poder de mercaderes. El rey don Fadríque se apoderó
de todo, y arrojó de las fortalezas á Juan y Roger de
Launa , sobrino el uno , y el otro el hijo del Almirante,
que desde ellas habian empezado á hacer correrías en
d interior de la isla. Pero el cargo de almirante de Ara-
gón, el de vice-almirante de la Iglesia, el estado de
Coneentaina , y el enlace de su hija Beatriz con don
Jahne de Ejérica, primo hermano del monarca arago-
nés, consolaron á Roger de las pérdidas que hacia en
Sicilia , y le pagaron su deserción. Es preciso confesar,
sin embargo, que esta última parte de su cancera no es
tan gloriosa como la anterior, yque parecería mas gran-
de al frente de las fuerzas sicilianas y defendiendo aquel
estado, objeto de tanta perita, que no al frente de sus
poderosos enemigos, atraido por dones y empleos, to-
dos por cierto desiguales á su méríto y á su fama.
El alma de aquella nueva confederación era el Papa,
y á nombre de la Iglesia se hacia todo. El rey don Jai-
me filé á Roma, celebró alli las bodas de su hermana
con el duque Roberto, recibió la investidura del reino
de Gerdeña , y se volvió á Aragón á hacer los prepara-
tivos del armamento que habia de embestir á SicUia.
Entretanto Roger, acaudillando la gente de guerra que
le confió el rey de Ñapólos, entró en Calabria con in-
tento de ganar, ya con la fuerza, ya con la astucia,
los pueblos que en aquella provincia estaban por don
Fadríque. Hallábase ausente don Blasco de Alagon , ge-
neral en Cahbria por SIcHia y en su ausencia el vedn-
MANCEL lOSft QUINTARA.
dario de Gatansaro abó banderas por él rey Cfrtoe , 7
puso el castiRo en tanto aprieto, que su guarnición con-
certó rendirse si dentro de trdlnta fias su rey no en-
viaba socorro tal que pudiese ponerse en batalla de-
lante de Gatanzaro. Un dia antes de cumplirse el plazo
llegó don Blasco á Esquilacbe , y dio vista á las tropas
enemigas que estaban en la plaza , acaudilladas por Ro-
gar de Lauria y el conde Pedro Russo. Tuvo por la no-
che noticia de haber llegado refuerzo á los enemigos;
y ocultándolo á los suyos para no desanimarlos, Degó
con su tropa en la tarde del último dia concertado, fal-
tándole muchas compañías , que por la precipitación de
la marcha no acudieron á tiempo. Púsose con los estan-
dartes tendidos en orden de batalla delante de la ciudad;
y el Ahnirante, confiado en el número de los suyos, que
eran setecientos contra doscientos hombres de annas
y unos pocos almugáviires, acometió con todo el vigor
y la impetuosidad que solía. Mas la gente que entonces
acaudillaba no eran aquellos catalanes y aragoneses que
con solo oír el nombre de Lauria ya se crdan seguros
déla victoria; el sol era contrarío, y el guerrero que
tenia contra si estaba también acostumbrado á pelear,
mandaba soldados aguerridos, y sobre todo no sabia
ceder. Murieron muchos : Roger, herido en un brazo,
caído y abandonado junto á un vafiadar, fiíé salvado por
un soldado, que le subió en su caballo, y aquella misma
noche le recogió en el castillo de Badulato. Su herida
y su caída, haciendo creer que estaba muerto, desa-
lentaron á los Branceses, que huyeron dejando el triun-
fo y la victoria en manos de los españoles ( 1297). Este
fué el primero y único desaire que redbió Roger de la
fortuna, la cual en aquella ocasión quiso pasar á las
sienes del guerrero aragonés los lauros que adornaban
las de Lauria.
Roger, furioso de ira por aquel revés, y acusando
altamente á los franceses delante del rey Garlos , de su
cobardía y del desamparo en que habian dejado á su
general , salió de Italia y se vino á Aragón á precipitar
los medios de la venganza. Estasele cumplió, aunque no
tan pronto como deseaba ni tan exenta de reveses co*
mo estaba acostumbrado. Puesta á punto la armada
aragonesa , el rey don Jaime navegó á Italia , donde re-
cibió de mano del Papa el estandarte de la Iglesia , y
después se juntó con todas las fuerzas del rabio de Ni^
poles, que le aguardaban para embestir á Sicilia. Este
fué el armamento mas considerable que se hizo en aquel
tiempo: Roger tenia la principal autoridad militaren
él , y parecía imposible qae la isla resistiese á una inva-
sión tan formidable. Don Fadríque safio con su annadn
á la vista de Ñápeles , y se apostó en la Isla de bcla part
combatir á los aragoneses antes de su unión con las
galeras francesas. Estando allí , se dice que su hermano
le amonestó que no tnWese la temerídad de tentar á la
fortuna lejos de su casa, y que Si volviese áSIdlia. Fa-
drique siguió el conscgo, y vueltoá la isla, se aplicó con
gran diligencia á pertrechar y fortalecerlos lugaras y
castifios de la marina. La escuacrra combinada llegó á
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PARTE SBGUNDA^-BtSTORIA.
23 1
la costa de Pattí; y deaambareado el ejército, Patti y
otros mucho» pueblos y castillos , parte por fuena> parte
porioteligencias del Almiraote » se dieron al rey de Ara-
gón. Mas coBio llegase el invierno » y la armada necesir
tase de abrigo , se escogió á este fin el puerto de Sira^
cusa f y la armada dio la vuelta á la isla y entró en aquel
puerto. Siracttsa se defendió con una constancia que no
se esperaba : entre tanto los vecinos de Patti se volvie-
ron á la obediencia del rey don Fadríque , y estrecharon
el castillo, guarnecido con tropas de don Jaime. Este
envió á socorrer á los sitiados, por tierra al Almirante,
y por mar á Juan de Lauria , su sobrino, con veinte ga-
leras escogidas , armadas de catalanes. El Almirante
atravesó la isla : á la fama de su venida los sitiadores
alzaron el cerco, y después de provisto el castillo de
gente y municiones , se volvió á sus reales. Juan de Lau-
na pas6 con sus galeras el Faro , visitó y pertrechó los
logares |y fortalezas de la comarca y marina de Helazo,
y dio la vuelta hacia Siracusa. Pero los mecineses le sa-
lieron al encuentro con veinte y dos velas , le atacaron
animosamente, y le ganaron diez y seis galeras, ha-
ciéndole prisionwo á él mismo. Fulminósele proceso
como á traidor, y s^tendado á muerte por la gran cor-
te, le cortaron la cabeza en Mecina : rigor quizá tan in-
humano como impolítico, y que, pareciendo hecho me-
nos en castigo de aquel desdichado mozo que en odio
del Almirante, anunciaba á este su destino si algún dia
venia á parar en manos de sus enemigos.
Para su genio colérico é impaciente debió ser terri-
ble este contratiempo ; tanto mas que por entcmces se
le dilataba la venganza , pues el rey de Aragón , desesr
perando ganar á Siracusa , abatido con las pérdidas que
cada dia hacia su ejército y con el desastre de su es-
cuadra, levantó el cerco , y como huyendo de su her-
mano, se fué precipitadamente á Ñapóles, y de allí dio
la vuelta á España. Más ardiendo en deseo de lavarla
menguada su campaña anterior, al ano siguiente volvió
á Ñapóles con Roger y con su armada , convocó á la em-
presa todos los pueblos de la Italia , y luego que estuvie-
ron juntas las fuerzas de los dos reinos, pasó á Sicilia.
Su hermano , no queriendo exponer el interior de la isla
á los estragos que habia sufrido en la invasión pasada, y
confiando en la fuerza y destreza de sus marinos, con-
firmadas por la victoria conseguida contra Juan de Lau-
na, salió de Mecina con su armada , determinado á ex-
poner su estado y persona al trence de una batalla de-
cisiva. Avistáronse his dos armadas en el cabo de Or-
lando, y era tal la confianza y soberbia de los sicilianos,
vencedore8Siemi»ie en el mar por tantos año8,que qui-
sieran acometer sin orden ni ccHicierto á las galeras
enemigas, que los esperaban arrimadas á la costa, en-
lazadas y trabadas unas con otras por disposición de Ro-
ger, á manen de un muro incontrastable. Su rey las
contenia; y siendo puesto el sol cuando se avistaron
unos y otros , pareeiéndoles poco el tiempo qué queda*
ba , esperiroii al otro dia pare la ejecución de sus fu-
rovci»
Fué esta batalla (junio 4 de 1299 ) sin duda la mas
escandalosa y horrible de cuantas se dieron en aquellas
guerras crueles. Unas eran las banderas, unas las ar-
mas, una la lengua de los combatientes. Los dos cau-
dillos eran hermanos, concurriendo uno con otro, no
por deUto, ni por usurpación, ni por interés que hu-
biese en medio de ellos, sino por contentar la ambición
ajena, y despojar el uno al otro de lo que su valor y su
sangre y la aclamación de los pueblos le hablan dado.
Apenas habla guerrero que no hubiese ya combatido
por la misma causa, y en compañía de los mismos á
quienes iba á ofender. Las insignias de la Iglesia, que
tremolaban junto á los estandartes de Aragón, recor-
daban la odiosidad de su actual ministerio; y en vez de
ser seBal de paz y de concordia , daban con su interven-
don á aquella guerra el carácter de sacrilegio , y á las
muertes que iban á suceder el do abominables parrí-,
ddios.
Roger por la noche hizo sacar de sus galeras todos los
caballos y gente inútil, reforzólas con los soldados do
los presidios que el Rey tenia puestos en los lugares ve-
cinos de la costa , y hiego que rayó el dia hizo desen-
lazar sus buques y se lanzó en alta mar. Eran sus gale-
ras cincuenta y seis, y las sicilianas cuarenta. Los dos
reyes se pusieron en medio cada uno en su capitana,
siendo los principales guerreros que asistían al de Sici-
lia don Blasco de Alagon, Hugo de Ampúrías, Vinchi-
guerreado Paliciy Gombal de Entenza, entre quienes
repartió el mando de las divisiones de su escuadra. Al
de Aragón acompañaban en la Capitana el duque de Ca-
labria y el príncipe de Taranto, sus cuñados. Peleóse
gran espacio de lejos con las armas arrojadizas, mas
Gombal de Entenza , impaciente por señalarse, cortó el
cabo que amarraba su galera con las demás de su ban-
do , y se arrojó á los enemigos. Salieron á recibirle tres
velas, y la batalla empezó á trabarse de este modo,
combatiéndose de ambas partes con igual tesón hasta
medio dia. El calor era tan grande , que muchos solda-
dos morían sofocados sin ser heridos. Gayó muerto En-
tenza , y su galera se rindió ; otras de Sicilia siguieron
su ejemplo , hostigadas de una división que Roger ha-
bia dejado suelta para que acometiese á los enemigos
por la popa. Desmayaban con esto los sicilianos; y el
rey don Fadríque , viendo declararse la fortuna por su
hermano, determinó morir, y mandó que Uamasen á
don Blasco de Alagon , para juntos acometer al enemi-
go y acabar como buenos. La fatíga y la rabia, ayuda-
das del calor insufrible que hacia , rindieron sus fuer-
zas y le hicieron caer sin aliento. Entonces los ricos-
hombres que le acompañaban acordaron que la galera
se retirase de la batalla tras de otras seis que también
bulan. Don Blasco, que no qm'taba los ojos de la Capi-
tana, luego que la vio huir mandó á su alférez, Fer-
nán Pérez de Arbe, que moviese el pendón para acom-
pañar al Rey: «No permita Dios jamás, respondió aquel
» valiente caballero, que yo mueva, para huir del ene-
» migO| el pendón que me entregaron; » y sacudiendo de
.•►>■.*%«, w.
aSt OBRAS COMPLETAS DE DON
la frente It eeladaí le rompió desesperado b cabeía
contra el mástil del naYÍo, y morid i otro dia. No peleó
con menos aliento el rey don Jaime : clavado por el pié
con un dardo á la cubierta de su galera , sufrió el dolor
sin dar muestras de estar herido , siguiendo peleando y
animando á los suyos con el ejemplo. Este tesón era
digno de la victoria que conseguía ; y la hubiera mere-
cido con mas razón si no la dejara manchar con la in-
humana venganza que ejecutó Roger en las diez y ocho
galeras sicilianas que fueron apresadas. La mayor parte
de los prisioneros, principalmente los nobles de Meci-
na, pagaron con su vida el suplicio de Juan de Launa,
Dióseles muerte de diversos modos; y mientras los es-
pectadores de esta crueldad , aunque agitados del com-
bate f se movían á compasión y lloraban de lástima,
Roger miraba el estrago con ojos enjutos, y en altas
voces animaba á la matanza. Saciado ya de muertes,
cesó el castigo , y los prisioneros fueron llevados delante
del Rey. No ialtó entre ellos quien echase á los españo-
les en cara su inhumanidad y su furor , su olvido de los
obsequios y favores que hablan recibido en Sicilia ; en
fin, su ingratitud con aquellos marinos mismos que en
San Feliu 'y en Rosas hablan libertado á Cataluiía de la
invasión de la Francia. Don Jaime oyó estas quejas con
indulgencia, y entre los circunstantes habla muchos
que las aprobatMin , y aun murmuraban de su victoria.
Con ella las cosas de Sicilia parecían ya desespera-
das. El rey de Aragón, creyéndolo asi, y que para apo-
derarse de la isla no tendrían los napolitanos masque
presentarse, dio la vuelta á sus estados, con gran dis-
gusto del rey Carlos y del Papa, que quisiera que no
hubiese abandonado la empresa hasta arrojar él mismo
á su hermano de aquel reino. Dejó empero al Almirante
pora que asistiese al duque de Calabria á tomar la pose-
sión de Sicilia , y con él 6 los principales capitanes que
le acompañaban; los cuales todos se dirigieron á la
costa oriental de la isla, y se pusieron sobre Rendazo.
La resistencia que hizo esta plaza , y la variedad que
tuvieron los sucesos, dieron al mundo un nuevo ejem-
plo de que no es fácil poner á un pueblo un yugo que
él unánimemente desecha; y que la constancia, la en-
tereza y el horror á la tiranía prestan á las naciones,
por desvah'das y abatidas que estén, una fuerza sobre-
humana. Los sicilianos , abandonados á si solos, venci-
dos completamente por mar, con dos ejérqitos enemi-
gos en la isla , hicieron frente por todas partes al peli-
gro , y le sacudieron de sf . Vuelto don Fadríque á Mecma
con las naves que le quedaron de la derrota, dio aviso
de ella á los pueblos; y manifestándose con confianza
en medio de aquella adversidad , les ensenó á no des-
mayar por ella , y todos se apercibieron á la resistencia.
El duque de Calabria y el Almirante no pudieron tomar
á Rendazo , se dilataron por el Val de Noto , rindiéndo-
seles de fuerza ó de grado casi todos los castillos y pla-
zas Alertes, entre ellos Catania, Noto, Cásaroy Ragu-
sa. Ta un legado del Papa habia venido á aqudla parte
á reconclBar los pueblos con la Iglesia ; y el rey Carlos,
ttA.\U£L JOSÉ QUINTANA.
panapreeorar al suceso, habia enviado o<n armaday
otro ejérdto, con su h^o el prüidpe de Taranto, á apo-
derarse del Val de Mazara. Estas fuenas arribaron á
Trápana , y luego que don Fadrique tuvo noticia de su
llegada, determinó ir á encontrarse con d Principe y
darle batalla. El con su ejército estaba en medio da sos
dos adversarios , cubriendo el país que no ocupaban y
conteniendo al duque de Calabria. Don Blasco de Ala»
gon, su prmcipal caudillo, no era de parecer que rrexH
turase el Rey su persona en aquella empresa, y se ofrecía
con toda la seguridad de su esfuerzo y de su fortuna á
buscar al Principe y vencerle. Pero don Fadríque por su
ánimo y su constancia era digno de su elevación : tuvo
á cobardía este consejo , y quiso arriesgar su persona y
su reino al trance de la batalla. Salió pues en busca
del Principe , que confiado en la suerte que favorecía su
partido no dudó de aceptar el combate que los sicilia-
nos le presentaron. Al principio el éxito fuá muy dudo-
so, y aun adverso á don Fadrique ,y8edieequeunode
los barones que le acompañaban le requirió que saliese
de la batalla. «¿Salir yo? respondió el Rey; he aventih*
rado hoy mi persona por la justicia de mi causa : hu-
yan los traidores y los que quieran imitarios; que yo
ó he de moriróhe de vencer.» Dicho esto, mandó al
caballero que llevaba su estandarte que le tendiese en-
teramente, y con los que tenia á su lado arremetió el
primero adonde el peligro era mas grande. Fué herido
en el rostro y en un brazo; percal fin hizo suya la victo-
ría , contribuyendo mucho á ella la disposición que don
Blasco de Alagon dio al ejército, y el valor y destreza
de los terribles almogávares. El principe de Taranto
fué hecho prisionero , y el Rey mandó que se le custo-
diase en el castillo de Cefalú, guardado por Martin Pé-
rez de Oros , el mismo caballero que en la batalla le ha-
bia rendido.
Roger halna previstoesta desgracia, conociendo la sa-
gacidad y actividad de don Fadrique y don Blasco; y su
dictamen en el consejo que tuvo el duque de Calabria
cuando supo la llegada de su hermano al Val de Mazara»
era de que al instante los dos ejércitos marchasen uno á
otro á coger en medio al rey de Sicilia, y unirse para
concertar sus operaciones. Púsose esto por obra, pero
ya fué tarde ; y sabida la derrota y prisión del Príncipe,
se volvieron tristemente á Catania. Con este suceso y la
victoria que junto á Gallano consiguió don Blasco en un
encuentro que tuvo con los franceses mandados por el
conde de Breña , que fué hecho también prisionero, los
sicilianos, confiados y («'gullosos , armaron veinte y sieiu
galeras, y juntándose á ellas otras cinco genovesas, sa-
lieron al encuentro á Roger , que con la armada napoli-
tena habia ido á Ñápeles á buscar refueraoa de gento
para el duque de Calabria. Era almirante de ellas Con-
rado de Oria , genovés , muy estimado de don Fadrique,
y uno de los mejores marinos de su tiempo. Pero¿qoi¿a
podia arrostrar á Roger de Lauría enel mar sin note de
temerario? Las galeras genovesas no osaron entrar en
batalla, y las sicilianas, inferiores con mucho en 9&^
PARTB SBGUHDÁ.— mSTOHlA.
mero, y mu lodaih en tnena y m destrata , fueron
voxddu y a[ffeudMcasi todas. La Capitana, en que v»-
nía Conrado ele Oria , hito una resistoicia digna del
nombre y reputación de aquel caudillo y acreedora i
mejor suerte. Kodeada por todas partes , sola y sin es<
peranza, contrastó por gran tiempo su mata fiHlinia,
faadendo una gran carnicería en los contrarios coo la
ballestería genotesa que Ilevabaá bordo. Viendo Roger
que ni se rendía ni era posible entraria, mandó que la
desfundasen, y como ni aun esta pudiese ejecutarse, de-
tenninú que se acostase una galera y la pegase fuego :
entonces Oria se rindió, y entregó al Almirante el es-
tandarte real. Fué esta batalla junto i la isla de Ponía;
y Roger, según su inhumana costumbre , mancbó la
gloría adquirida en ella con la crueldad que usó en los
ballesteros gen'iveses de la capitana de Sicífia , á quienes
bizo sacar tos oíos y cortar las manos , en reoganza del
daBo que le babian becbo. Apenu £1 bobia dado este
ejemplo de bartiarie tan odioso, Oria y el rey don Pa-
dnque dieron uno bi«i loable de geoerasidad y enteré-
is. Fué Oria tratada en su prisim con lodo rigor, y aun
amenaudo de muerte si no entregaba el castiUo de
Fraocavils, que tenia en Sicilia; ü le negó i la propues-
ta (1500), dicirado que el castillo era del rey don Fa-
driqne;yests, estimando mas la persona de aquel ca-
ballero , mandó rendir el castillo sin emba^ de la im-
portancia de su posición.
Esta filé la postrera batalla y última *ictoria señala-
da de Roger. Cansado ya de vencer y fatigado de Iriui^
f>s , se aTÍst¿ con don Blasco de Alagon , para que en-
tre los dos acordasen un medio de concierto entre
aquellos principes. Púdose extrañar mucho en el ca-
rtcterduro del Almirante este morímiento d la paz : tal
Tez desconfiaba ya de sojuzgar la Sicilia, y temia que
■e le trocase la fortuna. Has cualquiera que fuese el
motivo que le instigase , m él ni don Rlasco fueron los
mediadores de la paz, que dos años después se ajustó
al fin entre Cdrlos y don Fadrique. Rabian sitiado los
franceses ÍMecina.yípesarde laeslrecbezenqnela
pusieron, fuéles forzoso levantar el sitio, porque el
hanabreymiseria que sufrían loa cercadoslas empezaron
i padecer los^tiadores. Concertáronse treguas por me-
^ode la duquesa de Calabria, hermana de don Fadri-
que ; 7 no habiéndose efectuado la paz , los franceses
quisi«xin bacer el último esfuerzo para